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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA A partir del conflicto armado interno, 1960 TESIS Julio Alfonso Fuentes Orellana Carné 135466 Guatemala, febrero 2013 Campus Central

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA

DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA

LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA

A partir del conflicto armado interno, 1960

TESIS

Julio Alfonso Fuentes Orellana

Carné 135466

Guatemala, febrero 2013 Campus Central

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA

DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA

LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA A partir del conflicto armado interno, 1960

TESIS

Presentada ante el Consejo de la Facultad de Teología

Por: Julio Alfonso Fuentes Orellana

Previo a optar el título de:

Teólogo

En el grado académico de:

Licenciado

Guatemala, febrero 2013 Campus Central

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AUTORIDADES UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

P. Rolando Enrique Alvarado López, S.J. Rector

Dra. Marta Lucrecia Méndez González Vicerrectora Académica

de Penedo

P. Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S.J. Vicerrector de Investigación y

Proyección

P. Eduardo Valdés Barría, S.J. Vicerrector de Integración

Universitaria

Lic. Ariel Rivera Irías Vicerrector Administrativo

Lcda. Fabiola de La Luz Padilla Beltranena Secretaria General

AUTORIDADES FACULTAD DE TEOLOGÍA

M.A. Rodolfo Alberto Marín Angulo Decano

P. Héctor Estrella S. J. Vice Decano

Lic. Guillermo Enrique Téllez Secretario

Lic. Abdón Camacho fsc. Director del ICCRE

M.A. María de la Luz Ortíz Martínez Directora Diplomado y

Licenciatura en Teología

ASESOR Y REVISOR

M.A. Guillermo Enrique Téllez Ibarra Asesor de tesis

Lic. Edwin Martínez García Revisor de tesis

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DEDICATORIA

• A la mayor gloria de Dios.

• A la Santísima Virgen: nuestra buena madre.

• A mi madre: con veneración y agradecimiento.

• A mi esposa: mi amiga, mi soporte, mi motivación.

• A mis hijos: mi ejemplo de lucha, de honestidad, de superación personal.

• A mis nietos: mi esperanza y mi alegría.

• A mis maestros y asesores de la universidad Rafael Landívar: con agradecimiento por

compartir conmigo sus conocimientos profundos y valiosas experiencias.

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ÍNDICE

RESUMEN 10

INTRODUCCIÓN 11

CAPÍTULO 1

1 – La historia

1.1 Los primeros días de la Iglesia. 12

1.2 Los primeros siglos. 14

1.3 La edad media. 15

1.4 La edad moderna. 16

1.5 La edad contemporánea. 16

1.6 El CV II. 17

1.7 Después del CV II. 18

CAPÍTULO 2

2 – Las reuniones de la Iglesia.

2.1 El CV II y los laicos – comentarios. 23

2.2 Apostolicam Actuositatem. 23

2.3 Gaudium et Spes. 27

2.4 Christus Dominus. 29

2.5 Sacrosanctum Concilium. 30

2.6 Lumen Gentium. 31

2.7 Reunión de Medellín. 35

2.8 Reunión de Aparecida. 43

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CAPÍTULO 3

3 – Situaciones generales.

3.1 El laico en los equipos de servicio. 54

3.2 Servidores que no pertenecen a la parroquia. 54

3.3 Servidores fuera de la ciudad. 55

3.4 Servidores en época del conflicto armado. 56

3.5 Servidores en tiempos de paz. 59

3.6 El laico frente a la radio y la televisión. 60

3.7 El laico y la predicación de la Palabra. 61

3.8 El laico y la Liturgia. 62

3.9 El laico y la pastoral social – la caridad. 62

CAPÍTULO 4

4 – El trabajo del laico en la Iglesia de Guatemala

4.1 Qué grupos conforman. 64

4.2 En qué actividades participan. 64

4.3 Con qué espíritu trabajan los laicos. 64

4.4 Preparación/formación que han recibido. 65

4.5 Resultados del trabajo de los laicos en la parroquia. 65

CAPÍTULO 5

5- Cómo debe trabajar el laico en la Iglesia de Guatemala hoy,

ante los retos del tercer milenio.

5.1 El laico y la familia. 66

5.2 El laico y la religión (la Iglesia). 67

5.3 El laico y la Economía. 68

5.4 El laico y la Política. 69

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5.5 El laico y la sociedad. 70

5.6 El laico y los medios de comunicación. 71

PARTE DOS

RESULTADOS Y PRINCIPALES HALLAZGOS 72

PARTE TRES

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 77

PARTE CUATRO

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

80

APÉNDICES

CUADRO COMPARATIVO DE LAS TRES REUNIONES 81

SIGLAS 84

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RESUMEN

LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA

A partir del conflicto armado interno, 1960.

El presente trabajo fue elaborado con el fin de iluminar el desempeño del laico en la Iglesia de

Guatemala, tomando como referencia las circunstancias que debió afrontar en los tiempos de

guerra y los retos que le presentan los tiempos posteriores al conflicto armado interno.

Para conseguirlo, se hace una descripción de las distintas formas que ha adoptado, de las

relaciones que ha mantenido con la jerarquía, de los cambios que ha experimentado la Iglesia

a lo largo de los años.

Se entresacan de los documentos oficiales emanados del concilio Vaticano II, de las reuniones

de los obispos de América Latina en Medellín y en Aparecida, las ideas, las recomendaciones

y las orientaciones referentes al tema.

Enseguida se hace una descripción del qué hacer del laico actual, los grupos que conforma, el

espíritu que lo anima, la formación y la preparación que posee, los resultados que ha obtenido

hasta el día de hoy.

Luego se formula una propuesta de lo que debiera ser el trabajo de un laico específicamente

en la Iglesia de Guatemala, enmarcado en algunas actividades y/o ambientes específicos

como la familia, la Iglesia misma, la economía, la política, la sociedad, los medios de

comunicación social.

Al final se enumeran los principales hallazgos y los resultados obtenidos, presentando las

conclusiones y las recomendaciones que parecieron aconsejables.

Quiera Dios y la Santísima Virgen que este sencillo esfuerzo contribuya, aunque en una

mínima parte, a mejorar el desempeño de los laicos en la Iglesia de Guatemala, para hacer

más eficiente su trabajo a favor de la expansión del reino.

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INTRODUCCIÓN

Como en el caso de los profetas del Antiguo Testamento quienes no escuchan ni aprenden de

memoria y repiten la Palabra de Dios, sino más bien humanizan el mensaje divino en su

palabra de creyentes, así el laico de hoy debe cumplir su misión desde su propio

convencimiento, transmitiendo el mensaje de la palabra de Dios con el esfuerzo de su propia

vida y de su ejemplo, a manera de artesano de la Evangelización.

Cada uno de nosotros refleja en la manera de transmitir el mensaje su propia personalidad: un

deportista lo hará de diferente manera que un técnico, o que un médico, o un político. En

todo caso, poner un poco de sentimientos personales en la transmisión de la Buena Nueva

contribuirá a maximizar la penetración del mensaje cuando afecte la vida misma del

mensajero.

La Iglesia, que durante sus dos mil años de existencia ha recibido, a veces más a veces menos,

el esfuerzo de los laicos como ayuda para realizar su labor de difundir el reino, necesita que

estos sean colaboradores eficaces y verdaderos profetas de la época. Y en cuanto a la

realización de su trabajo, al recurso de unir la palabra profética a al vida y a la historia, se

debe la riqueza y las diferentes modalidades que adquiere su expresión. No se trata solamente

de una exposición lógica, racional, sino de una palabra que procura tocar todos los aspectos

de la persona y de involucrar al sujeto entero.

Tratando de aprovechar la información obtenida de la realidad y las enseñanzas del

magisterio, esta investigación pretende establecer cómo el devenir del laicado dentro de la

iglesia explica lo que debe ser y por qué no ha cumplido su función, lo que nos hace ver la

necesidad de un inmediato reencauce, si se quiere enfrentar positivamente las situaciones que

se ven aparecer en el tercer milenio.

Aprender del pasado para proyectar el futuro es lo que laico está obligado a hacer, y para

facilitar el esfuerzo, dispone de las conclusiones del Concilio Vaticano II en 1965, así como

de los documentos finales de las reuniones de los obispos de América Latina celebradas

principalmente en Medellín, Colombia en el año 1968 y en Aparecida, Brasil en el año 2007.

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PARTE UNO

CAPÍTULO I

1 - LA HISTORIA 1.1 Los primeros días de la Iglesia.

Es posible iniciar la historia del laicado, calificando de esta manera a los doce apóstoles

escogidos entre los discípulos de Jesús, quienes a su vez fueron distinguidos de entre la

multitud que lo seguía. ¿No pueden ser ellos considerados los primeros laicos que colaboraron

en la propagación del Reino?

Estos doce apóstoles formaron las comunidades, consideradas congregaciones de discípulos

de Jesús que debían vivir tal como Él instruyó a los suyos. El evangelista Juan en sus escritos,

no se detiene tanto en la estructura y la organización de la iglesia, cuanto en la relación de los

discípulos de Jesús con Él y entre sí. Supone que los discípulos formaron una comunidad. Por

eso Jesús ora para que todos sean uno (Jn 17, 21-23). Esa unión debe ser testimonio para

suscitar la fe en el mundo. Junto a los apóstoles hay algunos ministros con funciones

específicas como profetas (Hch 11, 27; 15, 32; 21, 10), presbíteros o ancianos (Hch 14, 23;

11, 20) y maestros (Hch.13, 1).

San Pablo utiliza el término “cuerpo” para hablar de la comunidad y mostrar la

interdependencia de todos los miembros de la comunidad, gracias a su diversidad. En la

Iglesia no todos hacen lo mismo ni tienen las mismas capacidades ni las mismas funciones. La

variedad es querida y concedida por Dios. Y no debe ser causa de división sino de unión, pues

debe generar la actitud de ponerse unos al servicio de otros, porque a todos los anima un

mismo Espíritu.

Una de las formas por las que el Espíritu Santo edifica ó forma a la Iglesia es la actividad de

ministros y servidores encargados de servir a los creyentes (1 Co 3, 5-9). Estos servidores

tienen múltiples funciones, suscitadas por el Espíritu; pero están todas orientadas a la

edificación de la iglesia. (Ef 4, 11-13; 1 Co 12, 27-30). En 1 y 2 Timoteo y en Tito se habla de

la Iglesia desde el punto de vista del ministerio. En esta época se busca el medio de conservar

la doctrina y la obra de los apóstoles para el futuro.

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Todo se remonta a los apóstoles y muy particularmente a Pablo; pero hace falta un

ordenamiento. En las iglesias primitivas se debe instituir ministros llamados vigilantes

(episkopoi), ancianos (presbiteroi), y servidores (diakonoi). Deben ser hombres rectos, de

conducta intachable, íntegros en la fe, buenos padres de familia y buenos esposos, para

gobernar bien la Casa de Dios que es la Iglesia. (Tt 1, 5-9; 1Tm 3, 1-13; 5, 17-22). De estos

ministros aparecerán después nuestros obispos, presbíteros y diáconos. Ellos deben conservar

y transmitir sin alterar la doctrina, las enseñanzas y las tradiciones de los apóstoles. (1Tm 1,

3-7; 6, 3-10; 2Tm 2, 14-26; Tt 3, 8-11).

Así se organizó y funcionó la Iglesia de los primeros tiempos: En espíritu de comunidad,

sirviéndose mutuamente unos a otros según las capacidades y las habilidades de cada uno, con

verdadero espíritu de familia, de comunidad por ser hijos de Dios y por saberse discípulos de

Jesucristo. Desde el tiempo de los Apóstoles hubo necesidad de que unos se encargaran de

unas cosas y otros sirvieran de otras maneras. Inicialmente, eran personas nombradas y

reconocidas oficialmente.

Desde los tiempos de Jesús, cuando la Iglesia iniciaba su proceso de formación, puede

afirmarse que la propagación del Reino dependió del trabajo del laicado. Los doce discípulos

eran colaboradores; no ministros instituidos. En realidad fueron los primeros laicos. Ellos

formaron las primeras comunidades; pero antes que eso, dieron ejemplo de relación con Jesús

y con ellos mismos. Jesús reza para que sean uno. Trabajando con ellos como equipo,

encontramos profetas, presbíteros y maestros, lo que, por la variedad de sus habilidades,

mejora las capacidades de la comunidad, sin ser causa de división. Desde esta época hubo

necesidad de que unos se encargaran de ciertas tareas y otros, de otras tareas.

Tomando como base estos pensamientos ¿De qué modo buscamos aprender lo que Jesús nos

enseña? ¿Hasta qué punto nos comprometemos a vivir según las exigencias que Jesús

demanda? ¿No estamos acaso demasiado instalados, como si la seguridad aquí en la tierra

fuera lo que cuenta? ¿Qué signos hay de que nos hemos hecho “del mundo”?

¿No se pelean demasiado nuestros grupos parroquiales? ¿No existen rivalidades que dividen

la comunidad? ¿Cómo podemos componer esta situación? ¿Sabemos emplear las diversas

capacidades al servicio de la comunidad? ¿Preferimos que nos den todo hecho?

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Las cartas pastorales invitan a conservar la enseñanza de los apóstoles; ¿Buscamos vivir

según esa enseñanza ó preferimos inventar nuestras devociones, nuestras doctrinas y hacer

una religión a nuestro modo personal?

No se encuentra en ninguna parte de la Sagrada Escritura el término “laico” ni alusión alguna

a una institución que se llame “laicado”. Es en el CV II en donde se encuentra esta definición:

“Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los

miembros del origen sagrado, y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los

fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al pueblo de Dios y

hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la

Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos

corresponde.” (CV II, Constitución sobre la Iglesia, No. 31).

El CV II entonces, describe claramente al “laico” en estos términos: 1-Fieles cristianos no

ordenados y religiosos ó religiosas. 2- Incorporados a Cristo por el Bautismo. 3- Que ejercen

la misión que les corresponde.

1.2 Los primeros siglos.

Los Padres, que son al mismo tiempo responsables de la comunidad y comentadores de la

Escritura, tienen la preocupación de edificar el pueblo de Dios con un concepto de Iglesia que

pretende mantener un admirable equilibrio entre la jerarquía y los fieles, la catolicidad

universal y la asamblea local, el poder del obispo de Roma y la asamblea de obispos, el valor

objetivo sacramental y la importancia de la fe como conversión, el misterio cristiano y el

poder secular.

Sin embargo, decae poco a poco el ministerio profético y la liturgia queda anclada desde el

S.VII en el latín, lengua que el pueblo ya no entiende; las insignias y gestos imperiales son

usadas por los obispos y el papa, las relaciones entre el clero y los laicos pierden su carácter

religioso y adquieren un sello jurídico. Pero todavía se mantienen algunas formas pastorales

del laicado muy activas, como el catecumenado familiar y la predicación y confesión hechas

por seglares. El ministerio se estructura a partir del S.IV como separación, carrera y control

por un afán lógico de santidad, experiencia y supresión de abusos. Se dibuja la jerarquía como

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poder sagrado y aparece el laicado como poder no sagrado o profano; el ministerio es

“estado” más que “función”.

1.3 La Edad Media.

La transición de la época patrística a la Edad Media, aproximadamente desde el final del

Imperio Romano hasta la aparición de los estados nacionales europeos está marcada por

estrechas relaciones de la Iglesia con los Estados; los pueblos nórdicos invaden el sur de

Europa que es cristianizado mientras se extiende con rapidez el Islamismo. Estos problemas

deterioran la situación del Cristianismo: decae el uso oficial del latín, se distrae el sentido del

culto, se individualiza la penitencia, se bautiza mayoritariamente a los recién nacidos y la

misa se celebra en privado.

La lucha por la libertad de la Iglesia abarca casi todo el pontificado de Gregorio VII (1073-

1085) quien consiguió la secularización de la misma, propiciando paradójicamente su

autonomía jurídica. La Iglesia recuperó su singularidad como comunidad original, autónoma

y espiritual. Pero se llega a un excesivo legalismo y a la concepción de un papado demasiado

preocupado por el poder y la autoridad “sobre todos los pueblos y reinos”.

La eclesiología del “poder” contribuye con otros factores a oscurecer la conciencia eclesial de

los laicos como ciudadanos del mundo y miembros del pueblo de Dios, ya que genera una

clericalización de la Iglesia y una sacralización de la sociedad. La relación entre la jerarquía

y los príncipes daña las relaciones entre la jerarquía y el pueblo. Los fieles pasan a ser

considerados masa de súbditos de los poderes civil y religioso. Se separan los asuntos civiles

propios de los seglares y los asuntos eclesiásticos propios de los clérigos, por lo que los

seglares tienden a identificar cada vez más los asuntos de la Iglesia como asuntos de los curas

y además, al aparecer un nuevo espíritu laico con el Renacimiento y el Humanismo, los

seglares bautizados se sienten más ciudadanos de este mundo que miembros vivos de su

Iglesia.

Otra consecuencia de la eclesiología medieval es el aumento de la centralización de la

autoridad de la Iglesia en el papa, limitando las responsabilidades de los obispos para proteger

a las iglesias locales de la intromisión de los gobiernos civiles; pero colateralmente, los

obispos y su comunidad pierden el enfoque de iglesia y de su misión original. El

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distanciamiento entre el papa y los obispos es otro síntoma de enfriamiento del espíritu de

comunión eclesial.

Entre los SS. XIII y XIV surge una separación entre las órdenes mendicantes y los sacerdotes

seculares: los primeros desarrollan un apostolado más de acuerdo a las nuevas exigencias de

los tiempos, dependiendo directamente del papa y hasta predican y confiesan sin la

autorización del párroco. Los teólogos del clero secular no avalan la conveniencia y

legitimidad de este ministerio de los religiosos. Y con respecto a la tutela religiosa, los

intentos de independencia del estado y la pretensión de entender la Iglesia como comunidad

de creyentes sin equipararla a institución clerical, dio lugar al nacimiento de lo que se ha

llamado “el espíritu laico”.

1.4 La Edad Moderna.

En el S. XIX al debilitarse la influencia de la Iglesia en la sociedad secular, se buscan nuevos

métodos pastorales mediante cofradías y asociaciones que se preocupan sólo de la vida

espiritual. Aunque surge un cierto catolicismo social, no siempre es compartido por los

responsables de la Iglesia.

La eclesiología posterior al Concilio de Trento prefiere desarrollar la estructura jerárquica y

clerical de la Iglesia. En tanto que los sacerdotes son considerados sujetos de acción eclesial,

los laicos se convierten en meros objetos de dicha acción. La afirmación del principio

jerárquico da a la acción pastoral cohesión, ortodoxia y disciplina; pero, como contrapartida,

se clericaliza la misión de la Iglesia y se fomenta indirectamente la pasividad de los laicos.

1.5 La Edad Contemporánea.

A finales del S. XIX y a principios del S. XX empieza una renovación del pensamiento

cristiano: bíblica, litúrgica, patrística y del pensamiento social. El papa Pío X pide: ¡Regresad

a las fuentes! Los teólogos regresan a un contacto más íntimo con la palabra de Dios y una

adaptación mayor de las ideas cristianas a las exigencias del mundo social moderno. Se

consideran peligrosas la filosofía de la acción, el vitalismo, el subjetivismo moralista y la

filosofía del sentimiento. Se desconfía de la concepción historicista y evolucionista y no se

admite ningún relativismo.

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Frutos de una época que comienza hacia el año 1920 y acaba con el inicio de la segunda

guerra mundial, son las nuevas aportaciones de una conciencia comunitaria eclesial, la vuelta

a un contacto vital con la palabra de Dios, el deseo de una liturgia más auténtica, la

participación del seglar en el apostolado, la indagación rigurosa de la historia de la Iglesia, la

exigencia de una dogmática cada vez más bíblica, el redescubrimiento de una cristología

evangélica y la aproximación de la Iglesia Católica al ecumenismo. Pastoralmente, hay una

nueva situación en la Iglesia debido al hecho masivo de la descristianización o de la no

cristianización. Las masas obreras, en virtud de la industrialización, urbanismo y emigración,

nacen fuera de la Iglesia. La comunidad cristiana, fundamentalmente parroquial, en lugar de

ser un resto activo misionero se ve reducida a un ghetto cultual.

Y es aquí precisamente donde debemos recordar y aplicar lo que dice la Doctrina Social de la

Iglesia con respecto al laico: “Los fieles están llamados a cultivar una auténtica espiritualidad

laical, que los regenere como inmersos en el misterio de Dios e incorporados a la sociedad,

santos y santificadores.” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 545).

Se trata de edificar el mundo según el Espíritu de Jesús, ser capaces de mirar más allá de la

historia sin alejarse de ella; se trata de cultivar un amor apasionado por Dios, mirando

continuamente a los hermanos, a quienes se logra mirar más bien como los ve el Señor y amar

como Él los ama. Es una espiritualidad que rechaza tanto el espiritualismo intimista como el

activismo social y logra expresarse en una síntesis vital que hace que la existencia tenga

unidad, significado y esperanza, en vez de verla como algo contradictorio y deteriorado por

tantas y tan variadas razones.

1.6 El Concilio Vaticano II

“Los diferentes aspectos de la vida de la Iglesia, afirma el Concilio Vaticano II, por medio de

los cuales se está llevando ya a cabo esta renovación como son: …el apostolado seglar,

…han de considerarse como otros tantos augurios que presagian felizmente los progresos

futuros del ecumenismo” (UR 6). Unos movimientos de renovación se relacionan con la

apertura al mundo moderno, como son el movimiento seglar, que promueve la conciencia

apostólica de los laicos en la Iglesia y en el mundo, y la renovación de la teología de las

realidades terrenas que descubre el sentido cristiano que poseen dichas realidades, cuyo fin

inmediato es intramundano.

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1.7 Después del Concilio Vaticano II

En la renovación y la revisión del ministerio ordenado se advierten en los últimos años

(décadas) algunos síntomas importantes. Los seglares empezaron a participar en el apostolado

jerárquico como meros auxiliares de los sacerdotes a partir de un mandato episcopal. La

participación activa de los laicos crece en los movimientos especializados y se manifiesta

después del Concilio en una forma más plena en las comunidades eclesiales de base y en

algunas parroquias renovadas.

El Vaticano II fundamenta la responsabilidad misionera del laico en los sacramentos de

iniciación cristiana (LG 11, 31 y 33; AA 2 y 3) y la responsabilidad específica mediante el

carácter secular. Con todo, este reciente acceso de laicos a tareas ministeriales concretas e

importantes ha sido lento, penoso y no esencial, ya que en realidad, durante mucho tiempo,

los seglares han sido y en gran medida son, masa dominical de usuarios o mera clientela

sacramental.

El clero ha sido hasta hace muy poco tiempo quien tiene el poder sacramental. Pero al ser la

Iglesia durante muchos siglos parcela de trabajo casi exclusivo del clero, la revisión y

renovación del ministerio sacerdotal afecta a la Iglesia entera. El ministerio se renueva a

partir de una nueva praxis eclesial. Por otra parte, es tarea de toda la Iglesia, denominada por

el Vaticano II “pueblo de Dios”. Esta afirmación, todavía teórica, intenta traducirse en

consecuencias prácticas, ya que la Iglesia entera debe ser ministerial, condición ineludible

para que en el mundo sea evangelizadora y liberadora. De hecho, los ministerios cristianos

vuelven a ser actualmente servicios en las iglesias locales o de las iglesias locales, más que

poderes jerárquicos estructurados.

La promoción de los laicos a los ministerios se logra cuando encuentran un lugar adecuado en

la comunidad cristiana y en su proyecto pastoral. “Donde exista un laico competente,

susceptible de ser reconocido por la comunidad cristiana, puede ser destinado a cualquier

servicio eclesial que no exija la ordenación”. (J.-M.R. Tillard, Iglesia de Iglesias, Salamanca

1991, 238.)

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El campo de realización ministerial puede transcurrir en torno a la misión, la catequesis, la

comunidad, la liturgia y la acción social y caritativa. Evidentemente hay un primer nivel de

responsabilidad cristiana, fundada en los sacramentos de iniciación, que no corresponde a un

ministerio sino a un servicio. En un segundo nivel podemos hablar de ministerios no

ordenados, a saber, los instituidos y los reconocidos, que surgen en la práctica para que la

responsabilidad total no resida únicamente en le sacerdote. Los ministerios ordenados están

en un tercer nivel: son los conferidos por el sacramento del Orden. En la tradición cristiana

hay, pues, funciones principales que se denominan ministerios y funciones secundarias que se

pueden llamar servicios. Según el CIC el “ministerio” es un servicio estable conferido por un

“rito litúrgico” (c.230, 1)

Ministerios instituidos. Son los ministerios no ordenados que los obispos confían a un laico

por medio de una celebración litúrgica prevista en un ritual. Requieren una aprobación

eclesial explícita, se ejercen en nombre de la Iglesia local y responden a una necesidad

permanente. Se especifican en el motu proprio Ministeria Qaedam de 1972, que, al crearlos,

suprimió las órdenes menores y el subdiaconado. Hay dos ministerios instituidos principales:

el lectorado y el acolitado. “Estos ministerios son ejercidos por fieles que han recibido, por

medio de los ritos de la institución, el encargo de ejercer unas funciones a favor de la

asamblea, principalmente el estar al servicio permanente de la palabra y del altar”. También

es instituido el ministro extraordinario de la comunión.

(Casiano Floristán, Teología Práctica, p.290-291.)

Ministerios reconocidos. Se denominan reconocidos por la intervención de la iniciativa

personal o confiados por el encargo que da el responsable de una Iglesia local o el presidente

de una comunidad a quienes los llevan a cabo. Son servicios temporales, ocasionales y

espontáneos y se pueden conferir por designación oficial, contrato de trabajo, misión

canónica, etc. Han surgido después del Concilio Vaticano II gracias al movimiento de las

comunidades eclesiales de base, en las que se experimenta de un nuevo modo la Iglesia, tanto

en sus diversas celebraciones sin sacerdote como en las formas variadas de compromiso

social y solidaridad:

1. Un responsable, un líder, un colaborador, un presidente o jefe de comunidad, un ministerio

encargado de reunir, animar y coordinar a todos los miembros del grupo, como en Brasil los

denominados catequistas populares, animadores de comunidades eclesiales de base, ministros

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extraordinarios de la eucaristía y ministros extraordinarios de la diaconía. En las iglesias

latinoamericanas se les conoce por animadores de la comunidad, delegados de la palabra,

pastores católicos, campesinos misioneros, y ministros seglares de comunidades de base. Los

responsables han de ser personas con fe viva (testimonio personal de vida), capacidad humana

de interpelación a participar (animación y coordinación), una cierta formación (especialmente

bíblica) y representatividad popular. Este servicio ha crecido debido a la multiplicación de las

“asambleas dominicales sin sacerdote”, especialmente en el medio rural.

2. En las iglesias locales más misioneras juegan un papel importante los evangelizadores y

catequistas que evangelizan a personas no creyentes, conducen a catecúmenos al bautismo o a

los sacramentos de reiniciación y promueven la formación cristiana en todas las edades y

niveles.

3. Dentro de una renovada celebración se advierte la necesidad del ministerio litúrgico, según

los diversos momentos sacramentales, los niveles de culto, el ritmo del año litúrgico y los

grados de acceso de catecúmenos y neoconvertidos a los misterios cristianos.

4. Una cuarta forma de ministerio se basa en la diaconía social que la comunidad cristiana

desarrolla con el mundo de la marginación y que tradicionalmente fue campo propicio de las

“obras de misericordia”. Hoy se desarrolla especialmente con los pobres, los enfermos, los

presos, los drogadictos, y los desempleados. Es la diaconía del compromiso con la mirada

puesta en la promoción social, la liberación humana, la lucha por la justicia y la participación

de todos en la vida política común.

Rasgos básicos. Estos ministerios de hoy corresponden fundamentalmente a un cristianismo

de base laical, no de corte clerical. Surgen en la medida que retroceden o disminuyen los

curas caracterizados por haber recibido una investidura eclesiástica sagrada, no por su

dedicación evangelizadora ministerial.

Congar los describe como: “servicios precisos, de importancia vital para la Iglesia, que

transmiten una verdadera responsabilidad, son reconocidos por la Iglesia local y comportan

una cierta duración.”

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Estos nuevos ministerios tienen ciertas características:

1. Están en relación con una cierta comunidad cristiana concreta o con una Iglesia local.

2. Son funcionales, es decir, aparecen como nuevos carismas bajo la presión de los

acontecimientos e impulsos del Espíritu. Tienden a ser temporales.

3. Son misioneros, están al servicio del Evangelio, vivido comunitariamente y proclamado

testimonialmente en la sociedad a la que trata de misionar.

4. Como la ordenación va ligada todavía al estado clerical, se advierte una cierta resistencia a

celebrar con un acto litúrgico la colación de un nuevo ministerio.

5. Para ejercer un nuevo ministerio son necesarias ciertas cualidades entre las que sobresalen:

una fe sólida y personalidad madura. Además una formación teológica y pastoral adecuada.

6. Así se llega a concebir los ministerios como servicios cualificados, precisos (relativamente

circunscritos), de importancia vital, que entrañan responsabilidad personal (no son meramente

delegados), reconocidos por la Iglesia local y diversos (según las necesidades). Ejercidos

personalmente o en grupo, pero siempre a título de fe e iniciación sacramental.

En este punto cabe referirse a la Eclesiología de Comunión por el don del Espíritu Santo,

tema considerado importantísimo en el Concilio Vaticano II, citando algunos textos de la

Exhortación Apostólica Postsinodal “Christifideles Laici” (1988) como fruto y reafirmación

de esta doctrina, en los que se afirma que la comunión eclesial se configura como:

“…comunión orgánica, con diversidad y complementariedad de las vocaciones y condiciones

de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades [todos los cuales]

existen en la comunión y para la comunión.” (CL 20). Siempre en el mismo sentido, en

cuanto a los ministerios, dijo también Juan Pablo II que son todos “participación en el

misterio de Jesucristo” (CL 21)… “Unos derivan del sacramento del Orden…otros derivan

del Bautismo y la Confirmación y son ejercidos por los laicos…” (CL 23). Y en otra parte de

este documento, el Papa recomienda a los pastores “…reconocer y promover los ministerios,

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oficios y funciones de los fieles laicos que tienen su fundamento sacramental en el Bautismo

y la Confirmación y, para muchos de ellos, además en el Matrimonio.” (CL 23)

Todo el No. 19 de la “Christifideles Laici” se refiere a la Eclesiología de Comunión. En el se

afirma que esta es la idea central que la Iglesia propone de sí misma, la que nos recuerda el

Sínodo extraordinario de 1985: “La Eclesiología de Comunión es la idea central y

fundamental de los documentos del Concilio. La koinonía-comunión, fundada en la Sagrada

Escritura ha sido muy apreciada en la Iglesia antigua y en las Iglesias orientales hasta nuestros

días. Por esto el Concilio Vaticano II ha realizado un gran esfuerzo para que la Iglesia en

cuanto comunión fuese comprendida con mayor claridad y concretamente traducida a la

práctica…se trata fundamentalmente de la comunión con Dios por medio de Jesucristo, en el

Espíritu Santo. Esta comunión tiene lugar en la palabra de Dios y en los sacramentos… La

comunión del cuerpo eucarístico de Cristo significa y produce…la íntima comunión de todos

los fieles en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cf. 1 Co 10, 16 s).

Por su parte, Pablo VI también dijo: “La Iglesia es una comunión…Iglesia quiere decir

comunión de los santos, y comunión de los santos quiere decir una doble participación vital:

la incorporación de los cristianos a la vida de Cristo, y la circulación de una idéntica caridad

en todos los fieles, en este y en el otro mundo. Unión a Cristo y en Cristo; y unión entre los

cristianos dentro de la Iglesia…Ha querido Dios santificar y salvar a los hombres no

individualmente y sin ninguna relación entre ellos, sino construyendo con ellos un pueblo que

lo reconociese en la verdad y sirviera santamente…La comunión eclesial no puede ser

captada adecuadamente cuando se le entiende como una simple realidad sociológica y

psicológica. La Iglesia-comunión es el pueblo nuevo el pueblo mesiánico el pueblo que tiene

a Cristo por cabeza como condición de dignidad y libertad de los hijos de Dios…”

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CAPITULO DOS

2 - LAS REUNIONES DE LA IGLESIA

2.1 El Concilio Vaticano II y los laicos

Los documentos oficiales emanados del Concilio Vaticano II contienen abundante y puntual

doctrina acerca de lo que deben ser los laicos en la Iglesia, con sus actividades,

responsabilidades y con la participación que les corresponde para contribuir con la expansión

del Reino, en el desempeño de sus labores diarias en el mundo.

Amén de los diversos pensamientos relacionados con el tema que encontramos diseminados

en todos los documentos del Concilio Vaticano II, se dispone del Decreto Apostolicam

Actuositatem, que trata específicamente el apostolado de los seglares.

2.2 Decreto Apostolicam Actuositatem.

Este decreto sobre el apostolado de los seglares, los laicos, (uno de los documentos oficiales

emanados del CV II), como su nombre lo indica, está dedicado en su totalidad a analizar el

papel y el trabajo de estos en el seno de la Iglesia. Empieza declarando que el apostolado de

los seglares hoy es más necesario que nunca, por la gran diferencia de actividades que

conforman la vida humana, lo que también ha generado la separación de la ética y de la

religión además de que la escasez del clero le ha conferido especial urgencia.

Aborda los temas de la vocación de los seglares al apostolado, los fines que debe alcanzar, sus

diversos campos de acción, las diferentes formas que adopta, el orden que debe observar, la

formación que se debe adquirir para ejercerlo con idoneidad.

En vista de que todo el documento está redactado sobre el mismo tema del laico, no se hace

referencia a ciertos números en particular y se presentan a continuación reflexiones

generadas por el contenido de todo este decreto.

Con respecto a la vocación, declara enfáticamente que: La vocación cristiana es vocación al

apostolado…y que es en el mundo donde los seglares deben ejercerlo. Afirma que el derecho

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y el deber de los laicos al apostolado se originan en su unión con Cristo y en los dones que el

Espíritu Santo concede a cada uno. Que los laicos deben estar siempre unidos con Cristo,

cabeza, para desarrollar su espiritualidad apoyándose en las ayudas espirituales como la

liturgia y practicando la fe, la esperanza y la caridad, virtudes con las que podrán mejorar en

la práctica de las Bienaventuranzas.

Este Decreto se refiere a una espiritualidad propia de los seglares y que deben ejercer en el

matrimonio, en la familia, como solteros, en la eficiencia de su profesión, en el marco de las

virtudes sociales y del civismo. Deben tener presente que su modelo es la Virgen María, quien

vivió siempre en unión con su Hijo.

Cuando habla de los fines nos recuerda que la Redención no sólo se refiere al orden espiritual

sino también al orden temporal resumido en la vida de Jesús, el Cristo, ejemplo que deben

seguir los seglares en el ejercicio de su apostolado. Esta Constitución aclara que fin principal

del apostolado de la Iglesia y de sus miembros es manifestar el mensaje de Cristo y comunicar

su gracia, lo cual, aunque es misión particular del clero, también es atingencia de los seglares.

Tomando en cuenta lo anterior, subraya el hecho de que la función específica del laico es

instaurar el orden temporal.

Los bienes temporales siempre se han usado erróneamente, llegando incluso a la idolatría. La

misión de los laicos es trabajar en el orden temporal, procurando que se sujete a los principios

superiores de la vida cristiana. El Decreto AA. nos recuerda que la caridad debe respetar la

libertad y la dignidad de quien recibe la ayuda y sobre todo, observar la justicia, para que no

se convierta en limosna lo que se debe dar como un derecho de los demás. Por esto, conviene

que los laicos apoyen las obras de caridad colaborando con todos y en todo.

Son muchos los campos en los que un laico ejerce su apostolado: en la familia, entre la

juventud, en la sociedad, aún en las relaciones internacionales. Las mujeres también deben

participar. Cuando los laicos colaboran en la vida parroquial, irradian desde esta sus buenos

ejemplos a la diócesis, al país y al ámbito internacional. De la misma manera que a las

mujeres, debe también tomarse en cuenta a los jóvenes.

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El apostolado en la sociedad implica trabajar en la congruencia de la vida con la fe, con

caridad fraterna solidarizarse con los hermanos, teniendo una clara conciencia de lo que

representa su participación en la edificación del orden social.

En el ambiente nacional e internacional los laicos habrán de manifestar el amor por su País,

cumpliendo sus deberes ciudadanos y cívicos. Difundiendo el sentido de la solidaridad con

afecto fraterno, especialmente en los países en vías de desarrollo.

Todos los laicos están llamados al apostolado personal, empezando por su testimonio de vida,

la difusión de la Palabra, colaborando en la edificación del orden temporal, que es muy

importante sobre todo donde la libertad de la Iglesia está restringida o donde los católicos son

pocos o viven dispersos. También es importante trabajar allí donde sólo el laico puede

alcanzar plenamente los fines del apostolado moderno.

Es bueno que los laicos de asocien entre sí, procurando evitar la dispersión y siempre de

acuerdo con la autoridad eclesiástica. Dice el Decreto que merecen una particular distinción

los laicos que trabajan en el campo internacional, es decir las misiones y la organización de

nuevas iglesias.

El Decreto Apostolicam Actuositatem se refiere a las distintas formas de apostolado que

deben ser adecuadamente coordinadas para evitar cualquier interferencia negativa y más bien

favoreciendo la estima entre ellas. Explica que hay varias formas de relacionarse con la

jerarquía, algunas creadas libremente y que pueden ser más efectivas; pero ningún grupo laico

puede llamarse “católico” sin el visto bueno de la jerarquía. Recomienda a los sacerdotes y a

los religiosos colaborar en el trabajo de los laicos, empezando por el reconocimiento y el

asesoramiento, sugiriendo que se asocien en el trabajo el clero, los religiosos y los laicos.

Incluso, solicita el trabajo con los no católicos y con los no creyentes, que reconozcan los

valores humanos comunes, dando testimonio de Cristo y de la unidad de la familia humana.

En su último capítulo, el Decreto sobre el apostolado de los seglares habla de la formación

humana, moral, doctrinal, para el diálogo, en la firmeza de juicio, que necesita el laico,

teniendo siempre como referencia la dignidad de la persona humana, formación que empieza

en la niñez y continúa durante toda la vida. Y de la formación especial en los puntos

doctrinales que objeta el materialismo, así como en el significado de los bienes temporales y

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la doctrina moral social de la Iglesia. Finalmente habla de la formación en obras de caridad,

para socorrer con eficacia a los necesitados y de que deben responder generosamente el

llamado de Cristo y las mociones del Espíritu.

Es innegable la complejidad que ha adquirido en los últimos siglos la vida humana, dificultad

que a su vez ha originado distanciamiento entre la ética y la religión. La disminución del

número de sacerdotes ha agudizado la crisis.

En Apostolicam Actuositatem, como ya lo vimos, se plantea la vocación de los seglares al

apostolado, los fines, los campos de acción, las diferentes formas, el orden a respetar y la

formación necesaria para ejercer adecuadamente un verdadero apostolado.

La claridad con que este decreto describe el panorama del laicado y su papel en el mundo y en

la Iglesia, nos pide la revisión de nuestra participación personal en este estado de cosas.

Es necesario recordar constantemente que el apostolado es vocación cristiana y que en el

mundo debe ejercerse sobre la base de la unión con Cristo, auxiliándose con los medios que

ofrece (en nuestro caso) la religión cristiana, en todos los ambientes y actividades en que cada

uno se realiza.

Detalle importante parece ser el hecho de que todo esto debe llevarse a cabo “en el orden

temporal”, con la participación efectiva de la mujer, de la juventud, persiguiendo en aras de la

ortopraxis, la congruencia de la vida con la fe.

Relevancia especial se da a la circunstancia de que se debe trabajar allí donde sólo el laico

puede alcanzar plenamente los fines del apostolado moderno, sujeto a al autoridad

eclesiástica.

Al final, destaca la necesidad de formación humana, moral y doctrinal; para el diálogo; de la

firmeza de juicio, que necesita el laico para ejercer su apostolado.

Diseminadas en otros documentos y declaraciones del Concilio se encuentran muchas

alusiones al laicado dentro de la Iglesia, como las siguientes:

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2.3 Constitución Pastoral Gaudium et Spes

No. 48.

“Competen a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas y el dinamismo

seculares. Cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no

solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por

adquirir verdadera competencia en todos los campos…”

No. 43.

“De los sacerdotes, los laicos esperan orientación e impulso espiritual. Pero no piensen que

sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta a

todas las cuestiones, aún graves, que surjan. No es esta su misión. Cumplen más bien los

laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la observancia atenta de la

doctrina del Magisterio.”

No. 43.

“Conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados con sus energías, acometan sin vacilar,

cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a buen término.”

No. 43.

“A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la

ciudad terrena.”

No. 43.

“Gustosos colaboren con quienes buscan idénticos fines.”

No. 43.

“Cuando actúan… deben esforzarse por adquirir verdadera competencia en todos los

campos.”

No.62.

“Más aún, es de desear que numerosos laicos reciban una buena formación en las ciencias

sagradas, y que no pocos de ellos se dediquen ex profeso a estos estudios y profundicen en

ellos.”

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No. 43.

“Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están

obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de

Cristo en todo momento en medio de de la sociedad humana.”

No. 43.

“Muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos

casos a elegir una determinad solución…Entiendan todos que en tales casos a nadie le está

permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia.”

Tomando en cuenta la transformación de la sociedad europea en la segunda mitad del S. XIX

que pasó de una prosperidad inicial originada en el sistema neo capitalista, en la que se

reconstruía Europa y surgían nuevas exigencias de reconstrucción técnica e industrial en los

Estados Unidos de América, se esperaba una redistribución social más justa de los bienes de

toda la humanidad y que habría trabajo parta todos; crecieron los salarios hasta los primeros

años de la década de 1870 y hubo prosperidad y esperanzas de desarrollo.

Después vinieron los problemas sociales y económicos por la elevación de los precios de las

materias primas, la gran urbanización, las inmigraciones, la escasez de trabajo, el racismo. La

parte más difícil de la crisis empezó en 1973 y llegó a su punto más alto en 1980.

Mientras tanto en Guatemala a partir de 1492, la situación socioeconómica siguió siendo la

misma hasta nuestros días: Un pueblo empobrecido y una clase dominante manejando estos

territorios con todos sus recursos como si fueran sus propiedades; negociando los productos y

servicios con las grandes naciones a espaldas del pueblo, alternándose en el poder liberales y

conservadores; manteniendo la división entre la sociedad, con ciudadanos marginados ante la

toma de decisiones sobre su propio futuro, viviendo un pecado estructural. (Bendaña, R., “La

Iglesia en la Historia de Guatemala”, Artemis Edinter, Guatemala, Guatemala 2010, Págs 121

– 175.)

Las consecuencias persisten, en mayor grado, para los países menos desarrollados: deuda

externa impagable, desempleo, degradación de la naturaleza, crecimiento de la pobreza,

terrorismo, tráfico de armas y drogas, amén de otras dificultades graves.

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Ante tantas manifestaciones de deterioro social, se busca el cambio: seguridad económica,

individualismo, se pierden los valores éticos, crece la secularización, el materialismo y la

indiferencia. Aparece el sida, aumenta la violencia social, la inseguridad ciudadana, las

tensiones políticas, luchas de grupos, caída de la producción, aumento de la pobreza.

Los signos de nuestros tiempos no coinciden con las circunstancias del CV II. En los últimos

años han cambiado. Predomina el secularismo, “una visión autonomística del hombre y del

mundo” que prescinde de la dimensión del misterio, la descuida y hasta la niega.

Para evitar esto, se propone una “vuelta a lo sagrado”, mientras que para actualizar la lectura

de los signos de los tiempos se proponen cuatro puntos: 1. La teología de la cruz. 2- La

inculturación de la fe y el diálogo. 3- La opción por los pobres. 4- La Doctrina Social de la

Iglesia de promoción humana en circunstancias siempre nuevas.

En este escenario complejo, difícil, hostil, peligroso, es en el que cobra protagonismo el laico

comprometido con su Dios y con su Iglesia. Habida cuenta de la situación descrita, la

Constitución Pastoral Gaudium et Spes recuerda a los laicos que les compete las tareas y el

quehacer seculares y que es ese el campo en el que deben desarrollar su apostolado.

2.4 Decreto Christus Dominus.

No. 30.

“…Si los párrocos no pudieran llegar a determinados grupos de personas, llamen en su ayuda

a otros, incluso laicos, que les presten auxilio en las tareas de apostolado.”

No. 30.

“En el ejercicio de su cargo de maestros, incumbe a los párrocos predicar la palabra de Dios a

todos los fieles…Y para dar esta instrucción busquen no sólo el auxilio de los religiosos, sino

también la cooperación de los laicos,…”

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No. 9.

“Los Padres del Concilio juzgan muy útil que dichos dicasterios oigan en mayor medida a los

laicos eminentes por su virtud, ciencia y experiencia, de suerte que también estos desempeñen

en la Iglesia las funciones que les sean congruentes.”

La Iglesia como institución a través de sus organismos constituidos, oficial y categóricamente

indica a sus obispos y los anima a que consideren a los laicos valiosos colaboradores en la

difusión del Reino. No se trata de compartir las obligaciones propias de su cargo sino de

multiplicar los recursos, de tal manera que la acción del Espíritu llegue a muchas más

personas: a todas aquellas que, por limitaciones de tiempo y lugar o por el impedimento que

los ambientes representen para los señores obispos, no puedan ser atendidos como se necesita.

Los señores párrocos, por su parte, no deben olvidar que tienen a los laicos como aliados en

sus labores pastorales y catequísticas. Los obispos reunidos en el Concilio Vaticano II, no

cabe duda de que basados en las disposiciones dogmáticas y legales del caso, les han sugerido

aprovechar la cooperación que les puede ser prestada por el laicado. No se trata en este caso

de disminuir su calidad de ministros ordenados, sino de cubrir las actividades para las que no

tienen tiempo u otros recursos.

Una manera que tienen los ministros consagrados, tanto lo párrocos como los señores obispos

de asociarse con los laicos en el trabajo de la expansión del reino, es tomar más en cuenta la

opinión de los que sobresalen dentro de las comunidades por su virtud, por sus conocimientos

y por su experiencia. Para efectuar un buen trabajo son indispensables estas tres aptitudes.

Con conocimientos y experiencia pero sin virtud corremos el peligro de caer en el ejercicio de

un poder ateo. Con virtud y experiencia pero sin conocimientos, el riesgo es perder de vista

los fundamentos teológicos adecuados. Con Virtud y conocimientos, pero sin experiencia,

nuestro trabajo de laicos será lento y disperso.

2.5 Constitución Sacrosanctum Concilium

No. 79.

“Provéase para que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio

del Ordinario, puedan ser administrados por laicos que tengan las cualidades convenientes.”

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No. 55.

“Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por Concilio de Trento, las

comunión bajo las dos especies puede concederse, en los casos que la Sede Apostólica

determine, tanto a los clérigos como a los laicos…”

La administración de algunos sacramentales observando las condiciones requeridas, puede

convertirse en un buen apoyo por parte de los laicos para los ministros instituidos. Los

sacramentales que pueden impartir los laicos son las bendiciones, cuando van unidas a la

predicación o a alguna solemnidad sacramental, en vista de que la bendición se refiere a una

súplica de la Iglesia que pide la bendición salvífica de Dios a favor del bendecido.

Por lo que se refiere a la comunión de los laicos bajo las dos especies, es un signo más de la

igualdad que debe darse entre todos los miembros de la Iglesia Católica, sin importar su

rango, su cargo ó su antigüedad dentro de la misma. Los laicos tienen la prerrogativa de

comulgar, como los ministros instituidos, bajo las dos especies, para experimentar de una

mejor manera por medio de signos sensibles la unión de Cristo con cada uno, en este

sacramento de la Eucaristía.

2.6 Constitución Dogmática Lumen Gentium.

No. 30.

“…Porque, si todo lo que se ha dicho sobre el Pueblo de Dios se dirige por igual a laicos,

religiosos y clérigos, sin embargo, a los laicos, hombres y mujeres, por razón de su condición

y misión, les atañen particularmente ciertas cosas, cuyos fundamentos han de ser considerados

con mayor cuidado a causa de las especiales circunstancias de nuestro tiempo…Saben los

pastores que no han sido instituidos por Cristo para sumir por sí solos toda la misión salvífica

de la Iglesia en el mundo, sino que su eminente función consiste en apacentar a los fieles y

reconocer sus servicios y carismas de tal suerte que todos, a su modo, cooperen

unánimemente en la obra común...”

No. 30.

“Los sagrados Pastores conocen perfectamente cuánto contribuyen los laicos al bien de la

Iglesia entera.”

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No. 31.

“…Ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a

ellos corresponde…A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el Reino

de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios…”

No. 31.

…los laicos…viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del

mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia

está como entretejida.”

No. 31.

“Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el

espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de

fermento.”

No. 31.

“…Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente con el testimonio de su

vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad.”

No. 31.

“Por tanto de manera singular, a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades

temporales a las que están estrechamente vinculados,…”

.

No. 32.

“Los laicos, del mismo modo que por benevolencia divina tienen como hermano a

Cristo,…también tienen por hermanos a los que, constituidos en el sagrado ministerio,

enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de Cristo, apacientan a la familia de

Dios… Como dijo san Agustín: - Si me asusta lo que soy para vosotros, también me consuela

lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel nombre

expresa un deber, este una gracia; aquel indica un peligro, este la salvación.-”

No. 33.

Los laicos congregados en el pueblo de Dios e integrados en el único cuerpo de Cristo bajo

una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están llamados, a fuer de miembros vivos, a

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contribuir con todas sus fuerzas, las recibidas por el beneficio del Creador y las otorgadas por

la gracia del Redentor, al crecimiento de la Iglesia y a su continua santificación.

No. 33.

“…el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia,

apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y la

confirmación.”

No. 33.

“Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos

lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos….todo

laico en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y

simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la misma Iglesia, en la medida del don

de Cristo. (Eph. 4,7)”

No. 33.

“Así, pues, incumbe a todos los laicos la preclara empresa de colaborar para que el divino

designio de salvación alcance más y más a todos los hombres de todos los tiempos y en todas

las partes de la tierra. De consiguiente, ábraseles por doquier el camino para que, conforme a

sus posibilidades y según las necesidades de los tiempos, también ellos participen

celosamente en la obra salvífica de la Iglesia.”

Pareció muy digno y necesario analizar por separado los conceptos que contiene la

Constitución Dogmática Lumen Gentiun acerca de los laicos. En efecto, es muy profunda la

idea que expresa en sus primeros párrafos en cuanto a que los laicos y laicas tienen ciertas

tareas que desempeñar y que por sus características deben ser consideradas con especial

dedicación, dado a las circunstancias particularmente delicadas de nuestros días. La jerarquía,

los pastores, deben estar muy concientes de que no fueron instituidos para realizar por sí

solos toda la misión de la Iglesia; de que su función consiste principalmente en apacentar a los

fieles y reconocer sus servicios y carismas, para que todos cooperen dentro e sus posibilidades

a la obra común. Los sacerdotes y los religiosos no pueden o no deben entrar en ciertos

ambientes en los que, lejos de producir buenos frutos, pueden causar más desorientación y

hasta escándalo. Por otra parte, ya tienen suficiente trabajo con la atención a la grey dentro de

sus parroquias y con dirigir a los laicos que viven los vaivenes diarios del lado de afuera de

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las puertas de las iglesias. Estas ideas, aunque en la práctica parecen estar olvidadas, es

conveniente que los Pastores las refresquen demostrando que reconocen la contribución que

los laicos pueden aportar al bien de toda la Iglesia. Porque son ellos, los pastores, con su

dignidad de sacerdotes y profetas conferida por medio del bautismo, quienes ejercen en la

iglesia y en el mundo la misión que les corresponde por vocación propia, tratando de difundir

el Reino de Dios en medio de su gestión de los asuntos temporales, resolviéndolos según la

Ley de Dios. Es evidente que los laicos viven en el mundo, en todas las vicisitudes que les son

propias y en las tareas de la vida familiar y social con las que su vida está íntimamente

relacionada. En estos escenarios está su campo de acción, en los que, en el desempeño de sus

profesiones y guiados por el Espíritu, contribuyan a la santificación del mundo como

fermento de la levadura.

Si se atendieran los lineamientos y las directrices expuestos arriba, casi resultaría redundancia

aseverar que los laicos serían la manifestación de Cristo ante todos los miembros de la

sociedad, básicamente por su testimonio de vida y los frutos de su fe, esperanza y muy

particularmente de su caridad. Estas afirmaciones nos llevan a su vez directamente a concluir

que de modo particular a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales, a las

que están ceñidos por naturaleza.

Los laicos deben recordar que en estas tareas tienen el acompañamiento de su hermano

mayor, Cristo; que también tienen el apoyo de los otros hermanos constituidos en el

ministerio y quienes enseñan, gobiernan y santifican con la autoridad del mismo Cristo que

apacienta a toda la familia de Dios. Los laicos reunidos en el Pueblo de Dios, integrados en el

cuerpo de Cristo por ser miembros vivos del Cuerpo Místico, deben sentirse convocados para

trabajar con todas sus fuerzas, tanto las que les ha dado Dios como las que les ha otorgado

con su gracia el Redentor, en su continuada santificación y en el crecimiento de toda la

Iglesia. Su apostolado es una participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, a al cual

todos estamos llamados por el mismo Señor en virtud del bautismo y de la confirmación. Hay

lugares en los que sólo un laico puede representar a la Iglesia para que sea sal de la tierra. De

este modo, se convertirá no sólo en testigo, sino en instrumento de la misión. Por eso incumbe

a todos los laicos la gran responsabilidad de hacer llegar la salvación a todas partes, y por

tanto tienen derecho al apoyo de la jerarquía en le amplio espectro de la obra salvífica de la

Iglesia.

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2.7 II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano - Medellín.

Según Medellín, “…lo típicamente laical está constituido por el compromiso en el mundo,

entendido este como marco de solidaridad humana, como trama de acontecimientos y hechos

significativos, en una palabra, como historia.” (No. 10, 9)

Con respecto a los movimientos juveniles dice: “Que se tenga muy en cuenta la importancia

de las organizaciones y movimientos católicos de juventud, en particular aquellos de índole

nacional e internacional. Que se les conceda una mayor confianza a los dirigentes laicos y se

reconozca la autonomía propia de los movimientos seglares. Que se estimule su acción

evangelizadora en la transformación de las personas y de las estructuras…” (No. 5, 17)

También surgen dudas en lo que concierne a la propia vocación sacerdotal. Las motivan

varios factores característicos de esta hora de renovación eclesial: a) La creciente valoración

del papel del laico en el desarrollo del mundo y de la Iglesia…” (No. 11, 9)

Comunidad Eclesial: “En la comunidad, los laicos por su sacerdocio común, gozan del

derecho y tienen el deber de aportar una indispensable colaboración a la acción pastoral. Por

esto, es deber de los sacerdotes dialogar con ellos no de una manera ocasional, sino de modo

constante e institucional. (No. 11, 16)

Llamados a la santidad: “…En la Iglesia todos son llamados a la santidad, tanto los que

pertenecen a la jerarquía, como los laicos; santidad que se realiza mediante la imitación del

Señor, por amor…” (No. 12, 1)

“Consideramos que la colaboración de los religiosos en el desarrollo es algo vital e inherente

a su propia vocación. ‘Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo quienes por

su educación, su situación y su influencia, tienen mayores posibilidades’ (Populorum

Progressio 32). A este respecto recordamos a los religiosos la necesidad de…e) Atender,

educar, evangelizar y promover sobre todo a las clases sociales marginadas. Con un espíritu

eminentemente misionero, preocuparse por los numerosos grupos indígenas del continente.

(No. 12, 12 y 13)

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En nuestro continente, millones de hombres se encuentran marginados de la sociedad e

impedidos de alcanzar la plena dimensión de su destino…La Iglesia debe afrontar esta

situación con estructuras pastorales aptas …cuando se examina la realidad desde este punto

de vista, se constatan algunos hechos de signo positivo y otros de signo negativo. Entre los

primeros podemos mencionar: …d) el deseo de los laicos de participar en las estructuras

pastorales de la Iglesia …” (No. 15, 3)

Para atender a gran número de alumnos de las universidades y escuelas no católicas será

necesario organizar equipos de sacerdotes, de religiosos o de laicos educadores, responsables

de tareas apostólicas de esas instituciones. (No. 4, 28)

Para la realización del trabajo catequístico, se impone un mínimum de organización…de tipo

nacional con sus obvias relaciones internacionales… (que) facilitará evidentemente y prestará

agilidad en el trabajo de las diócesis …Esta renovación exige personal adecuado, para formar

la comunidad cristiana. De aquí que se sugieren los siguientes puntos: la promoción de

catequistas laicos, preferentemente originarios de cada lugar, y la formación en le Ministerio

de la Palabra, de los diáconos. (No. 8, 14)

…Se recomienda que a los laicos sean encomendados los cargos de la Curia que puedan ser

desempeñados por ellos. (No. 15, 19)

Elemento capital para la existencia de comunidades cristianas de base son sus líderes y

dirigentes. Estos pueden ser sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas o laicos. (No. 15, 11)

Todo sacerdote ministerial es tomado de entre los hombres y constituido a favor de los

hombres en lo que se refiere a Dios…Para promover el desarrollo integral del hombre formará

a los laicos y los animará a participar activamente con conciencia cristiana en la técnica y

elaboración del progreso. (No. 11, 19)

…Esta Segunda Conferencia General tiene plena conciencia de que el proceso de

socialización, desencadenado por las técnicas y medios de comunicación social, hacen de

estos un instrumento necesario y apto para la educación social, la concientización en orden al

cambio de estructuras y a la vigencia de la justicia. Por lo cual insta, sobre todo a los laicos, a

su adecuado empleo en las tareas de promoción humana. (No. 1, 23)

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En cuanto servidora de todos los hombres, la Iglesia busca colaborar mediante sus miembros,

especialmente laicos, en las tareas de promoción cultural humana, en todas las formas que

interesan a la sociedad. (No. 4, 9)

La inserción de los cristianos en el mundo de hoy, obliga a que estos trabajen en los medios

de comunicación social ajenos a la Iglesia según el espíritu de diálogo y servicio que señala la

Constitución Gaudium et Spes…(No. 16, 12)

Dada la dimensión social de estos medios y la escasez de personal calificado para actuar en

ellos, urge suscitar y promover vocaciones en el campo de la comunicación Social,

especialmente entre los seglares. (No. 16, 13)

Este personal debe recibir una adecuada formación apostólica y profesional, de acuerdo con

los diversos niveles y categorías de sus funciones. Dicha formación ha de incluir aquellos

conocimientos teológicos, sociológicos y antropológicos que exigen las realidades

continentales. (No. 16, 14)

En labor de formación, en relación a la comunicación social, se extenderá a las personas de

toda condición, de modo particular a los jóvenes, para que la conozcan, valoren y estimen

como uno de los medios fundamentales con los que se expresa el mundo contemporáneo,

desarrollando el sentido crítico y la capacidad de tomar con responsabilidad sus propias

decisiones. Es conveniente comenzar esta capacitación ya desde los niveles inferiores de la

educación y debe también incluirse en la catequesis. (No. 16, 15)

Reconociendo la creciente interdependencia entre las naciones y el peso de estructuras

internacionales de dominación que condicionan en forma decisiva el subdesarrollo de los

pueblos periféricos, asuman también los laicos su compromiso cristiano en el nivel de los

movimientos y organismos internacionales para promover el progreso de los pueblos más

pobres y favorecer la justicia de las naciones. (No. 10, 15)

Los movimientos de apostolado laical, situados en el plano de una más estrecha colaboración

con la jerarquía, que tanto han contribuido a la acción de la Iglesia, siguen teniendo vigencia

como apostolado organizado. Han de ser, por lo tanto, promovidos; evitando, sin embargo, ir

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“más allá del límite de vida útil de asociaciones y métodos anticuados.”(Apostolicam

auctositatem 19) (No. 10, 16)

Promuévase una genuina espiritualidad de los laicos a partir de su propia experiencia de

compromiso en el mundo, ayudándoles a entregarse a Dios en el servicio de los hombres y

enseñándoles a descubrir el sentido de la oración y de la liturgia como expresión y alimento

de esa doble recíproca entrega. (No. 10, 17)

Préstese el debido reconocimiento y apoyo a los distintos movimientos internacionales de

apostolado de los laicos, que a través de sus organismos de coordinación promueven y

edifican con tanto sacrificio este apostolado en el continente, atentos a las exigencias

peculiares de su problemática social. (No. 10, 18)

La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano pide al CELAM proceda

también a realizar un estudio, en colaboración con los laicos interesados en las diversas

naciones latinoamericanas, acerca de la posibilidad, oportunidad y forma de crear un consejo

semejante en el plano regional latinoamericano, como está en el párrafo citado (Apostolicam

Auctositatem 26), para disponer de una adecuada plataforma de encuentro, estudio, diálogo y

servicio a nivel continental. (No. 10, 20)

Como se dijo ya en el CV II, también en Medellín se declaró que lo propio del laico es que

trabaje directamente en el mundo, considerado este como el lugar en el cual debe darse la

solidaridad humana; como el escenario en el que se desarrolla el gran teatro de la historia de

la humanidad.

Es muy probable que, por la juventud que abunda en la población americana, en esta reunión

de los obispos de América Latina se haya puesto especial atención a la organización y los

movimientos de la juventud católica, con marcado interés en las actividades a nivel nacional e

internacional no sólo parroquiales y diocesanas. Para conseguir esto se recomienda otorgar

más confianza a sus dirigentes y que se les reconozca a dichos movimientos la autonomía que

les corresponde. Y con este tratamiento se espera incentivar su trabajo evangelizador en busca

de la transformación de personas y estructuras.

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En esta época de cambios dentro de la Iglesia, aparecen dudas referentes a la vocación y al

trabajo de los sacerdotes. ¿Cuál es el alcance de su actividad? ¿De qué manera y en qué

medida le afecta la creciente valoración que se ha otorgado a la parte que representa el laico

en la vida del mundo y de la Iglesia misma? Porque en atención a su sacerdocio común, los

laicos gozan en la comunidad del derecho y tienen la obligación de contribuir con su esfuerzo

a la realización de la acción pastoral.

Esta es la razón de que los sacerdotes hagan el esfuerzo de conversar con ellos

constantemente y a nivel de institución, sobre los temas que puedan ayudar al buen

desempeño de la parroquia y a la planificación de sus acciones pastorales y catequéticas. Este

trabajo de conjunto está basado en la doctrina de que en la Iglesia todos estamos llamados a la

santidad. No sólo los integrantes de la jerarquía. También los laicos están llamados a una

santidad que se hace vida en el ambiente en el que toca a cada uno trabajar, imitando al señor

Jesucristo por amor.

La colaboración de los laicos en la expansión del Reino es tan importante y está tan unida a su

vocación, que cada uno debe aceptar con entusiasmo las tareas que le sean encomendadas,

sobre todo quienes han adquirido cierto nivel de formación y que por lo mismo tienen más

influencia y más posibilidades de entusiasmar y formar a los demás miembros de la

comunidad. En este sentido, los ministros ordenados y los religiosos recuerden la importancia

de atender, educar y evangelizar especialmente a las clases marginadas y paralelamente,

ocuparse de la formación de los grupos indígenas.

El continente americano padece la vergüenza de que millones de sus habitantes viven

marginados por la sociedad y sin posibilidad de conseguir su pleno desarrollo como seres

humanos. A estos grupos la Iglesia debe dedicarles una buena parte de su trabajo, con una

organización y un funcionamiento que sea apto para afrontar tales retos. Al examinar la

realidad en esta perspectiva, encontramos algunos signos positivos, como el interés de los

laicos de participar en los trabajos y en la organización pastoral de la Iglesia.

Los alumnos de las universidades y de otras escuelas no católicas es otro sector del pueblo de

Dios al que debe prestarse mucha atención. Para darles la oportunidad de conocer a Jesucristo

y a su Iglesia es necesario organizar equipos de sacerdotes, de religiosos y sobre todo de

laicos que se hagan cargo de la tarea apostólica en cualquier institución que permita su

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ingreso. Medellín hace ver que el trabajo catequístico necesita de organización por lo menos

en sus más elementales etapas; pero debe aplicarse tanto en los círculos nacionales como en

los internacionales. Con esto se facilitará y se le conferirá agilidad y eficacia a todo el trabajo

de las diócesis.

Naturalmente que este esfuerzo exige encontrar el personal adecuado, parta poder formar las

comunidades cristianas. De esta cuenta, se habla de promocionar a catequistas laicos, de ser

posible que sean vecinos de cada municipio así como formar ministros de la Palabra y

diáconos en general. Para tener una mejor visión de las cosas y trabajar con mayor eficiencia,

se recomienda que los cargos de la curia sean encomendados también a laicos.

La Iglesia es el Pueblo de Dios que en cada momento histórico va descubriendo e

implementando nuevas formas de organización que ayuden a interiorizar los valores

evangélicos, ofreciendo una respuesta a los signos de los tiempos. Las comunidades de base

reproducen, en cierto modo, la estrategia pastoral de la Iglesia primitiva y algunos rasgos de

la primera evangelización latinoamericana. Quieren ser la expresión actualizada más parecida

a las primeras comunidades cristianas descritas en los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 42-46;

4, 32-36). La experiencia latinoamericana de las comunidades eclesiales de base brota de la

actualizada eclesiología del Concilio Vaticano II que dice: “La Iglesia avanza con toda la

humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo y su razón de ser es actuar como

fermento en el alma de la sociedad.” (GS 40).

Las comunidades de base son puntos de partida de la construcción de una nueva sociedad,

focos de evangelización y motor de la liberación y desarrollo, expresión del amor preferencial

de la Iglesia por el pueblo sencillo; ofrecen la posibilidad concreta de participar en las tareas

eclesiales y en el compromiso transformador del mundo, son esperanza de la Iglesia y

ambiente propicio para el surgimiento de nuevos servicios laicales, promueven un

compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes.

Si se quiere que las comunidades cristianas de base den los frutos que se espera de ellas, se

debe procurar que sean coordinadas por verdaderos líderes y mejor si son laicos, para tener

más poder de convencimiento ante las diversas situaciones de la vida familiar y civil que se

abordan en esas reuniones. En lo que se refiere al desarrollo integral del hombre, los

sacerdotes ministeriales, extraídos de entre los hombres y ordenados para ayudar a los

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integrantes de la grey en su relación con Dios, deben formar a los laicos, animándolos a

participar en la técnica y la construcción del progreso.

En esta reunión, los obispos se muestran muy interesados y a la vez preocupados por la

penetración de los medios de comunicación social, por lo que recomiendan a los laicos

involucrados en estas actividades, empeñarse en aprovechar la tecnología, básicamente para

promocionar la dignidad del ser humano. Expresan en las conclusiones de la reunión que la

Iglesia, como madre de todos los hombres, está comprometida a colaborar, principalmente por

medio de los laicos, en las actividades de promoción humana en todas sus formas, de las que

está muy necesitada la sociedad. Dado que los cristianos están activos en todos los ámbitos

del mundo actual, es necesario que trabajen en los medios de comunicación social, más si

estos no son propios de la Iglesia, siguiendo la orientación de diálogo y servicio que debe

caracterizar el espíritu evangélico.

Pero estas acciones demandan personal calificado, por lo que no sólo estamos obligados a no

hacer comunicaciones sin preparación; también debemos formarnos y buscar “vocaciones”

para este campo de trabajo, particularmente entre los laicos. Un vez encontrados los

candidatos, hay que darles una adecuada formación en primer lugar apostólica, y luego la

formación profesional –técnica, según los niveles de las necesidades funcionales. Este

pensum de estudios debe abarcar la teología, la sociología y la antropología, presentes en cada

continente y que por eso mismo son distintas. Debe darse preferencia a la formación de los

jóvenes para que se den cuenta de y concedan la importancia debida a los medios, que son la

misma expresión del mundo de hoy y, en este sentido, que aprendan a tomar sus propias

decisiones. No hay que olvidarse, dicen los obispos, de iniciar la capacitación desde los

niveles más bajos posible y aún incluirla en la misma catequesis.

En el documento conclusivo de Medellín hay varios párrafos dedicados específicamente a los

laicos, en los que se pide con mucho énfasis que, en vista de la globalización de las naciones y

del poder que tienen las estructuras internacionales, lo que es causa y origen del subdesarrollo

en que viven los más débiles, los laicos deben comprometerse como cristianos también a nivel

internacional, precisamente para fomentar el progreso de los pueblos subdesarrollados,

promoviendo con ello la justicia entre las naciones.

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En cuanto al apostolado laical que está ligado más íntimamente a la jerarquía, que es el más

productivo y que es transversal a las parroquias y aún a las diócesis (como Acción católica,

Cursillos de Cristiandad, Renovación carismática, etc.) los obispos afirman que siguen

teniendo vigencia como ejemplo de apostolado organizado, por lo que deben ser apoyados,

aunque siempre están obligados a respetar el límite de su vida útil, así como el de los métodos

y procedimientos que aplican.

Cualquier idea o directriz respecto del trabajo de los laicos se sustenta en una auténtica

espiritualidad, encarnada en su experiencia y como una obligación adquirida con el mundo.

Esta espiritualidad les ayudará en su entrega a Dios en el servicio a la humanidad,

particularmente ayudándolos a encontrar el verdadero sentido de la oración y de la liturgia

como evocación y celebración del Misterio Pascual.

Cristo realiza su función profética no sólo por medio de la jerarquía sino también por medio

de los laicos. Él mismo los hace sus testigos y les da la gracia de la fe y de la palabra. Enseñar

a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de todo creyente (CatIC

904). Los laicos cumplen su misión profética evangelizando, con el anuncio de Cristo

comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra. En los laicos esta evangelización

adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las

condiciones generales de nuestro mundo (CatIC 905).

Los laicos deben ser héroes, profetas, promotores de la paz y del desarrollo. Intrépidos,

desprendidos, de trato agradable, directos, personas sin complicaciones, convencidos de que

son los que proponen y hacen respetar las reglas del juego; pero siempre cercanos y

preocupados de la gente sencilla, por la que incluso pueden llegar a exponer su propia vida.

Los laicos debieran estar preparados para enfrentarse a condiciones de vida muy difíciles:

horas interminables de labores, caminatas bajo el sol y bajo la lluvia, entre molestos insectos

y entre una naturaleza que pone a prueba los mayores esfuerzos humanos. Los laicos deben

estar dispuestos a asumir como propias las necesidades reales de la gente menos favorecida

por la vida, asumiendo las dificultades de contraponer un estilo nuevo,

diferente a un estilo anterior de apostolado más rentable por el crecimiento del número de

miembros para la Iglesia; pero menos preocupado por la cuestión social. El Concilio Vaticano

II (1962 – 1965) había impulsado el cambio, recomendando la vuelta a las fuentes del

Evangelio y más sensibilidad para las realidades del mundo. Esta es la propuesta pastoral

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asumida por los obispos latinoamericanos en Medellín (1968). Se trata de transformar la

misma Iglesia desde adentro, para responder a la evangelización con nuevas actitudes y

criterios.

Finalmente, los obispos hablan de crear una organización laical a nivel regional como

plataforma de encuentro, estudio, diálogo y servicio de alcance continental, al estilo del

mismo CELAM.

2.8 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe - Aparecida.

El documento conclusivo de Aparecida en el No.209, remitiéndose a su vez al Concilio

Vaticano II (LG 31), define a los laicos de esta manera: “Los fieles cristianos laicos son los

cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y

participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su

condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. Debe subrayarse

en esta definición la calidad de “configurados con Cristo por el bautismo”.

El papa Benedicto XVI, por su parte, dijo en su discurso inaugural de la Conferencia General

del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (DI 5): “…recuerdo a los laicos que también

ellos son Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero.

Todos los bautizados deben tomar conciencia de que han sido configurados con Cristo

sacerdote, profeta y pastor, por el sacerdocio común del pueblo de Dios. Deben sentirse

corresponsables en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con

entusiasmo y audacia, en comunión con sus pastores.”

En Aparecida (No. 99.c) se reconoce la santidad de muchos sacerdotes, su testimonio de vida,

su trabajo misionero, su creatividad pastoral, sobre todo de los que se encuentran en

situaciones particularmente difíciles por cuestiones de distancia o contextos hostiles. Y

también se menciona el trabajo de los laicos consistente en diaconados permanentes, en

ministerios confiados a ellos, en otros servicios pastorales como delegados de la Palabra,

animadores de asamblea y de pequeñas comunidades como las CEB, movimientos eclesiales

y muchas pastorales específicas.

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Refiriéndose a la mujer, Aparecida en el No. 458.b propone: “Garantizar la efectiva presencia

de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos, así como también

en las instancias de planificación y decisión pastorales, valorando su aporte.”

Una de las muestras de la nueva situación de las mujeres frente a la Teología es su

participación en los distintos escenarios en los que se maneja el tema; pero se debe tomar en

cuenta que las teologías que surgen de las experiencias y los conocimientos de los distintos

sujetos emergentes como por ejemplo las mujeres, siempre deberán confrontarse con las

preguntas vitales que propone una teología liberadora, porque se dirigen a un horizonte

profético y liberador que nos propone en primer lugar la pregunta: ¿Para qué sirven y a quién

le sirven las reflexiones teológicas? Uno de los más importantes signos de los tiempos es la

irrupción de mujeres en los lugares donde se produce, se aprende y se enseña teología. Dadas

las manifestaciones de rechazo, de hostilidad, de no aceptación a cualquier modalidad de

feminismo (muchas veces en ámbitos eclesiásticos) las mujeres que hacen Teología se

quejan de la no aceptación por parte de algunos sectores de la Iglesia Católica, donde todavía

prevalecen situaciones patriarcales de opresión y misoginias abiertas o solapadas. Estas

mujeres reclaman su derecho a una voz propia en la Teología, desde su feminidad y desde su

competencia para hacer interpretaciones teológicas que pueden cuestionar y superar las

distintas formas de androcentrismo, clericalismo y complejos de superioridad.

Estas consideraciones sobre las nuevas actividades que acomete la mujer de hoy,

desafortunadamente no eliminan todavía los casos de violencia contra la mujer, que

comienzan en la infancia y que es en la familia donde contradictoriamente más se dan. Las

causas específicas de estas situaciones, como los intentos del hombre por dominar a la mujer,

la baja estima que determinados hombres tienen de las mujeres, la comercialización de la

sexualidad, terminan propiciando la instauración de una relación de dominio mediante

desprecios, amenazas, golpes físicos y otros abusos. También siguen dándose los malos tratos

de baja intensidad, como los maltratos psíquicos, que a través del tiempo socavan la

autoestima de la mujer y talvez son los que más se dan en la vida de cada día. No podemos

olvidar estos abusos que deben formar parte de las tareas pendientes para una Teología de la

mujer inspirada en el Concilio Vaticano II.

Aparecida en el No. 518 también recomienda que para favorecer en los habitantes de los

centros urbanos su encuentro de la plenitud de la vida en Cristo, los agentes de pastoral se

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esfuercen en desarrollar… f) Una atención especializada a los laicos en sus diferentes

categorías: profesionales, empresariales, trabajadores y otras. k) La formación y

acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo en los centros de opinión, se organicen

entre sí y puedan ser asesores para toda la acción eclesial.

Aparecida dice en el No.99: “Los esfuerzos pastorales orientados hacia el encuentro con

Jesucristo vivo han dado y siguen dando frutos. Entre otros, destacamos los siguientes:…d)

Resalta la abnegada entrega de tantos misioneros y misioneras que, hasta el día de hoy,

desarrollan una valiosa obra evangelizadora y de promoción humana en todos nuestros

pueblos, con multiplicidad de obras y servicios. Se reconoce, asimismo, a numerosos

sacerdotes, consagradas y consagrados, laicas y laicos, que desde nuestro continente,

participan en la misión -ad gentes-.”

El número 366 de Aparecida se refiere al llamado a la conversión pastoral cuando dice: “La

conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del

Reino de la vida. …consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir

una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir

-lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias- (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos

en los que Dios se manifiesta.”

El laico debe participar en organismos ecuménicos dice Aparecida (No. 232): “En nuestro

contexto, el surgimiento de nuevos grupos religiosos, más la tendencia a confundir el

ecumenismo con el diálogo interreligioso, han obstaculizado el logro de mayores frutos en el

diálogo ecuménico. Por lo mismo, alentamos a los ministros ordenados, a los laicos y a la

vida consagrada a participar de organismos ecuménicos con una cuidadosa preparación y un

esmerado seguimiento de los pastores, y realizar acciones conjuntas en los diversos campos

de la vida eclesial, pastoral y social…”

Aparecida se queja de que a pesar de los aspectos positivos que nos alegran en la esperanza,

notamos sombras, entre las que se menciona las siguientes (No.100.c): “Constatamos el

escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad,

particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del orden

temporal. Percibimos una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones,

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un énfasis en el ritualismo sin el conveniente itinerario formativo, descuidando otras tareas

pastorales…”

Aparecida en el No.174, refiriéndose a las disposiciones emanadas del CV II a través de las

constituciones Lumen Gentium, Gaudium et Spes y Apostolicam Actuositatem, enumera los

ámbitos de la actividad misionera de los laicos: “Los mejores esfuerzos de las parroquias, en

este inicio del tercer milenio, deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos

misioneros…el campo específico de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo

del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la

economía, así como los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en

los contextos donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos.”

El documento conclusivo de esta reunión de los obispos de América Latina y del Caribe se

refiere también a la corresponsabilidad de los laicos en la formación de discípulos y en la

misión cuando dice en el No.202: “Pero sin duda no basta la entrega generosa del sacerdote y

de las comunidades de religiosos. Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables

en la formación de los discípulos y en la misión…” Y en el No. 281, en el que afirma: “La

presencia y contribución de los laicos y laicas en los equipos de formación aporta una gran

riqueza original, pues, desde sus experiencias y competencias, ofrecen criterios, contenidos y

testimonios valiosos para quienes se están formando.”

Aparecida define la misión de los laicos y laicas en el No.210 en el que dice: “Su misión

propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad,

contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los

criterios del Evangelio…Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan,

mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.” En el No.211 se refiere particularmente

a la misión de los laicos y laicas en la Iglesia: “Los laicos también están llamados a participar

en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar,

con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado,

según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores.”

En el documento conclusivo de la Quinta Conferencia General del Episcopado

Latinoamericano y del Caribe, encontramos otras conclusiones referentes al laicado, que nos

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sirven de base para determinar si lo que se ha hecho hasta ahora en Guatemala es correcto y

cuáles deben ser los lineamientos para un laicado acertado en el tercer milenio:

“Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida

formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio

de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y

cultural.” Ap. No. 212.

“…La evangelización del continente, nos decía Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la

colaboración de los fieles laicos (EAm No. 44). Ellos han de ser parte activa y creativa en la

elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad… Es necesario que

el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y participación (PG No. 11)”

Ap. No.13.

“En este contexto, el fortalecimiento de variadas asociaciones laicales, movimientos

apostólicos eclesiales e itinerarios de formación cristiana, y comunidades eclesiales y nuevas

comunidades, que deben ser apoyados por los pastores, son un signo esperanzador...” Ap. No.

214.

“Reconocemos el valor y la eficacia de los Consejos parroquiales, Consejos diocesanos y

nacionales de fieles laicos, porque incentivan la comunión y participación en la Iglesia y su

presencia activa en el mundo…” Ap. No. 215.

“La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la

instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y

consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión

pastoral, que implica escuchar con atención y discernir –…lo que el Espíritu está diciendo a

las Iglesias- (Ap No. 2, 299) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se

manifiesta.” Ap. No. 366.

“Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a una

actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la

transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una

incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo… (EN 70).” Ap.No. 283.

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“Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su

vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir

una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios…” Ap.No. 505.

“Reconociendo y agradeciendo el trabajo renovador que ya se realiza en muchos centros

urbanos, la V Conferencia propone y recomienda una nueva pastoral urbana que: …h)

Difunda la palabra de Dios, la anuncie con alegría y valentía y realice la formación de los

laicos de tal modo que puedan responder las grandes preguntas y aspiraciones de hoy e

insertarse en los diferentes ambientes, estructuras y centros de decisión de la vida urbana.”

Ap.No. 517.

“…Sugerimos también una mayor utilización de los servicios que ofrecen los institutos de

formación teológica pastoral existentes, promoviendo el diálogo entre los mismos y destinar

más recursos y esfuerzos conjuntos en la formación de laicos y laicas.” Ap. No. 345.

“…Es necesario, que en los seminarios y casas de formación, se tome conciencia sobre la

realidad de la movilidad humana, para darle una respuesta pastoral. También se requiere

promover la preparación de laicos que, con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de

comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de salida a las

familias que dejan.” Ap. No. 413.

“Para que los discípulos y misioneros alaben a Dios, dando gracias por la vida y sirviendo a la

misma, proponemos las siguientes acciones: …b) Procurar que presbíteros, diáconos,

religiosos y laicos accedan a estudios universitarios de moral familiar, cuestiones éticas y,

cuando sea posible, cursos más especializados de bioética…h) Promover la formación y

acción de laicos competentes, animarlos a organizarse para defender la vida y la familia, y

alentarlos a participar en organismos nacionales e internacionales.” Ap. No. 469.

“Para que los habitantes de los centros urbanos y sus periferias, creyentes o no creyentes

puedan encontrar en Cristo la plenitud de vida, sentimos la urgencia de que los agentes de

pastoral en cuanto discípulos y misioneros se esfuercen en desarrollar: …k) La formación y

acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo en los centros de opinión, se organicen

entre sí y puedan ser asesores para toda la acción eclesial…” Ap. No. 518.

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“Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales en el campo de

la formación de los laicos, deseamos respetar sus carismas y su originalidad, procurando que

se integren más plenamente a la estructura originaria que se da en la diócesis...” Ap. No. 313.

“Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como el don del Padre para

el encuentro con Jesucristo vivo, camino de -auténtica conversión y de renovada comunión y

solidaridad- (EAm 12)… Esto exige por parte de los obispos, presbíteros, diáconos y

ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo

intelectual e instrumental, sino con un corazón -hambriento de oír la Palabra del Señor-

(EAm 8, 11).” Ap. No. 248.

“El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una propuesta

consciente y eficaz para atender las exigencias del mundo de hoy,…Los laicos deben

participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución (Chl No.

51)…” Ap. No. 371.

“El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos…movidos por la caridad

pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados

predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su Obispo, los presbíteros,

diáconos, religiosos, religiosas y laicos…” Ap. No. 199.

“Queremos, por tanto, desde nuestra condición de discípulos y misioneros, …promover

caminos eclesiales más efectivos, con la preparación y el compromiso de los laicos para

intervenir en los asuntos sociales…” Ap. No. 400.

El documento conclusivo de Aparecida describe al laico de la misma manera que el CV II.

Para nosotros este detalle constituye un signo de la unidad de pensamiento que existe entre las

distintas instancias jerárquicas de la Iglesia. Los términos que maneja Aparecida son los

mismos del CV II. El laico es el mismo para la iglesia de Roma y para la iglesia de

Latinoamérica: con las mismas dignidades, la misma participación de las funciones de Cristo

y realiza la misma misión en todo el mundo. Los laicos son la Iglesia con la misión (propia

por su naturaleza) de llevar el testimonio de Cristo a todo el mundo, conscientes de su

configuración con Él, sacerdote, profeta y pastor.

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Por esto son corresponsables con todo su esfuerzo en la conformación de la sociedad según

los criterios del Evangelio; en perfecta armonía con y sujetos a la autoridad de sus pastores.

Los laicos deben seguir empeñados en su trabajo de los diaconados permanentes, de los

ministerios que les sean confiados, actuando como delegados de la Palabra, animadores de

asamblea y de pequeñas comunidades.

Por su parte, la Iglesia debe tener muy en cuenta la contribución de la mujer en los ministerios

que confía a los laicos, no sólo en la parte operativa sino también en los niveles de

planificación y decisión pastoral.

Siguiendo el ritmo de los tiempos modernos, Aparecida recomienda atención específica a

profesionales, empresarios, trabajadores y a todos los grupos o gremios que se integran dentro

de la sociedad, para lo cual es indispensable una adecuada información y formación por parte

de los agentes de pastoral. Algo muy efectivo es el hecho de que los laicos y laicas que

influyen de alguna manera en los centros de opinión se organicen para ser asesores de toda la

acción eclesial.

Después de la aceptación de Jesús y sus enseñanzas por parte de los laicos y laicas, como

primer logro de los esfuerzos pastorales, el trabajo debe encaminarse a acompañar su

participación en la misión “ad gentes”. Dando por sentado que la conversión personal debe

motivar la capacidad de someterlo todo al servicio de la difusión del Reino, los laicos y laicas

debemos asumir una actitud de permanente conversión pastoral, manifestada en la escucha y

el discernimiento de lo que el Espíritu dice a las Iglesias por medio de los signos de los

tiempos.

Los laicos deben formar parte de organismos ecuménicos evitando la confusión entre

ecumenismo y diálogo interreligioso, para no frenar la consecución de mejores frutos en el

diálogo ecuménico. Esto será posible, mediante una cuidadosa preparación y un estrecho

seguimiento de los pastores, en la realización de acciones conjuntas dentro de los distintos

campos de la vida eclesial, pastoral y social.

Dentro de todo lo positivo acerca de los laicos que pueda encontrarse en el documento

conclusivo de La Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano se encuentran algunos

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puntos negativos, como el reconocimiento de que hace falta acompañamiento a los fieles

laicos en sus actividades al servicio de la sociedad, particularmente cuando asumen cargos de

responsabilidad dentro de las organizaciones. Por esto mismo, parece que se pone poco

entusiasmo y no se encuentran nuevos métodos y expresiones y más bien se hace énfasis en el

ritualismo con poca formación en ese campo, además de descuidar otras tareas pastorales.

Para rellenar estas lagunas y en consonancia con las ideas del CV II, los obispos de América

Latina recomiendan con mucho énfasis a las parroquias convocar y formar laicos misioneros,

porque su campo de acción evangelizadora es el complejo mundo del trabajo, de la cultura, de

las ciencias y de las artes, de la política, de los medios de comunicación, la economía, la

familia, la educación, la vida profesional y sobre todo los ambientes en los que sólo ellos y

ellas pueden tener ingreso.

En el Documento Conclusivo de Aparecida categóricamente se confirma la responsabilidad

que tienen los laicos en la formación de discípulos y en la misión, cuando se dice que su

presencia en los equipos de formación aporta una gran riqueza porque su vida y sus

competencias proporcionan criterios, contenidos y testimonios valiosos para los que están

recibiendo formación.

A manera de recordatorio, encontramos de nuevo y enfática la declaración de que el campo de

trabajo de los laicos y laicas es el mundo, a cuya transformación deben contribuir con su

testimonio y actuación, conformando estructuras justas de acuerdo a los criterios del

Evangelio y haciendo creíble la fe que anuncian con su autenticidad y la coherencia de su

vida.

Cuando Aparecida se refiere a la formación, no habla en términos blandos; más bien, de

manera enérgica apela a la responsabilidad personal en cuanto a asumir la necesidad de

formación sólida en lo doctrinal, pastoral y espiritual, soportada por un adecuado

acompañamiento, para poder dar un convincente testimonio de Cristo y de los valores del

Reino.

En otra parte del Documento Conclusivo de Aparecida los obispos destacan la contribución

de la formación de los laicos y laicas para obtener una buena actuación como discípulos

misioneros en el mundo, de tal manera que puedan entablar un buen diálogo y transformar la

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sociedad. Al reconocer agradecidos el trabajo de renovación dentro de la Iglesia

Latinoamericana, que se materializa en una nueva pastoral urbana, los obispos manifiestan su

deseo de que difunda la Palabra de Dios, la anuncie con alegría y valentía incluyendo la

formación de los laicos, para que puedan responder las interrogantes y colmar las aspiraciones

del mundo de hoy, penetrando los diferentes ambientes, las estructuras y los centros de

decisión de la vida urbana.

Para dar más impulso a esta formación, los obispos sugieren utilizar los servicios ofrecidos

por los institutos de formación teológica pastoral existentes cada día en mayor número,

promoviendo además el intercambio de ideas entre los mismos y destinar más financiamiento

y trabajos conjuntos a la formación de laicos y laicas. Enfáticamente, los obispos de América

Latina proponen que los laicos accedan a estudios universitarios de moral familiar, cuestiones

éticas y de ser posible a cursos más especializados de bioética; proponen promover la

formación de laicos competentes, motivarlos para defender la vida y la familia y alentarlos a

participar en organismos nacionales e internacionales.

Se refieren también a la necesidad de ayudar a los habitantes de los centros urbanos y de las

zonas periféricas creyentes o no, a encontrar a Cristo como plenitud de vida, para lo cual

deben ser acompañados y formados de modo que puedan influir en los centros de opinión,

puedan organizarse y asesorar a la acción eclesial. Por todo eso, dicen los obispos es urgente

la formación específica, para que sean capaces de incidir significativamente en los diferentes

campos de la vida civil.

Ya casi al final del documento conclusivo, los obispos expresan su deseo de que desde su

condición de discípulos y misioneros todos procuren abrir caminos eclesiales más expeditos,

sobre todo con la participación de laicos preparados y comprometidos para tomar parte en los

asuntos sociales. Porque como dijo Juan Pablo II, la evangelización del continente demanda la

colaboración de los fieles laicos, que deben tomar parte activa en la elaboración y puesta en

práctica de los proyectos pastorales en bien de las comunidades.

En todas sus recomendaciones, no olvidan los señores obispos el respeto que debe guardarse

hacia los carismas y la originalidad del laico a la hora de la formación, para que se integre

mejor a la estructura originaria que se implemente en cada diócesis. Y para proponer

correctamente a los fieles la Palabra de Dios, como el don del Padre para un encuentro con

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Jesucristo vivo, piden a los ministros de la Palabra acercarse a la Sagrada Escritura no sólo

intelectual e instrumentalmente, sino sobre todo con el corazón deseoso de escuchar la

Palabra del Señor.

En el contexto de esta participación de los laicos en la Evangelización, Aparecida propone

como signo de esperanza el fortalecimiento que manifiestan las asociaciones laicales, los

movimientos apostólicos y de formación cristiana, así como el surgimiento de comunidades

eclesiales, la actividad de los Consejos Parroquiales, de los Consejos Diocesanos y nacionales

que incentivan la comunión y participación en la Iglesia, actividades todas que tienen el pleno

derecho de ser apoyadas por sus pastores.

En todo este esfuerzo, en todo este camino hay algo muy significativo: debemos estar

concientes de que es un camino largo y de todos los días el empeño de alcanzar la estatura de

una vida nueva en Cristo, tratando de que lo reconozcan a Él en cada uno de nosotros. Son los

laicos del continente, responsables de la llamada a la santidad recibida desde la vocación

bautismal, quienes deben actuar como fermento en la masa de la humanidad, para conformar

una unidad social de carácter temporal, según el Proyecto de Dios.

En su afán de atender a todos los sectores de la sociedad, los obispos recomiendan también

que se forme a los colaboradores de la evangelización en la realidad de la movilidad humana,

a manera de darle una atención pastoral adecuada. Pide nuevamente proponer la preparación

de los laicos, para que con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de comprensión,

reciban a los que llegan y atiendan también en los puntos de salida a las familias que se

quedan. Es otra solicitud de formación.

Por lo que se refiere a la participación de los laicos y laicas en el discernimiento, la toma de

decisiones, la planificación y la ejecución de los proyectos pastorales de las diócesis, los

obispos recomiendan una pastoral orgánica, conciente y eficaz para satisfacer las exigencias

del mundo de hoy. Y pide de manera apremiante que en unión con su obispo y su párroco, los

laicos cuiden del rebaño que les es confiado, por la necesidad de cuidarlo, sobre todo a los

más alejados.

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CAPÍTULO TRES

3 – SITUACIONES GENERALES

3.1 El laico en los equipos de servicio.

Actualmente el laico trabaja para la Iglesia con todo el entusiasmo que su fe le inspira y

probablemente teniendo como punto de partida algún retiro o alguna convivencia que

constituyó el momento de su conversión. En estos dos apoyos se encuentra la energía que lo

impulsa a poner sus esfuerzos al servicio de la comunidad, para al expansión del reino. Como

en todas las latitudes del mundo, realiza tareas, presta servicios y desempeña ministerios de

acuerdo a sus aptitudes.

De una manera similar (en un plano informal), se podría reunir como grupos que colaboran en

la comunidad con algún grado de religiosidad a señoras comadronas, a quienes integran los

grupos musicales que participan en la liturgia y en las reuniones de evangelización, a los

encargados de limpiar y ordenar las instalaciones parroquiales, a los que organizan eventos

especiales.

Existen otros laicos comprometidos más formal y permanentemente en el Consejo Pastoral

Parroquial, el Consejo Económico, las cofradías, quienes en realidad no tienen fundamento

bíblico ni teológico pero que se diría que son una respuesta a las necesidades actuales de la

parroquia.

3.2 Servidores que no pertenecen a la parroquia.

También encontramos en las parroquias, personas que pertenecen a agrupaciones laicales que

la parroquia no promueve pero que a su manera y según su espiritualidad, dan vida a la

Iglesia, con ó sin compromisos oficiales, como los Obreros de Jesús.

En Guatemala han funcionado las terceras órdenes como la Fraternidad Marista y

comunidades que de distintas formas pertenecen a sociedades religiosas, así como

movimientos internacionales: Los Focolares, las Cadettes de Cristo, la Legión de María, la

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Infancia Misionera, la Hermandad del Santo Rosario. Fuera de la parroquia, los Heraldos del

Evangelio.

3.3 Servidores fuera de la ciudad.

El trabajo del laico en el interior del País (área rural) no debiera ser muy diferente al trabajo

del laico en la ciudad. En estos ambientes los compromisos familiares vienen a ser los mismos

y los compromisos laborales muy similares a los de la ciudad.

Las diferencias están marcadas por los instrumentos de trabajo, el tipo de trabajo en las

agroindustrias, el cultivo de la tierra en una economía cerrada, las artesanías. Por otro lado se

tiene el hecho de que las poblaciones son más reducidas, las relaciones entre sus miembros

más estrechas y la cantidad de habitantes, de viviendas es mucho menor que la de la ciudad.

En el interior del País, los laicos se han desempeñado como miembros de la Acción Católica,

catequistas, agentes de pastoral, celebradores de la Palabra, delegados de la Palabra, Ministros

de la comunión, cooperativistas.

“Esta parcela de la Iglesia de Guatemala cuenta entre sus hijos con verdaderos testigos de la

fe, hombres y mujeres que dieron su vida por Jesús, sirviendo a sus hermanos, a sus

comunidades, de los que eran humildes mensajeros del Evangelio como Delegados de la

Palabra. Se comprometieron con la Iglesia en tiempos de esperanza, hicieron del Evangelio

un itinerario de vida personal que los llevó a servir con generosidad a sus hermanos, de

acuerdo a los valores que brotan frescos de la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Por

ese compromiso, muchos de ellos fueron secuestrados... otros desaparecidos, otros

asesinados,...Todos ellos aprendieron en la comunidad cristiana, en su participación litúrgica,

en la formación, en el trabajo comunitario, que el Evangelio tiene unas exigencias de

compromiso de lucha por la vida y dignidad de las personas a las que no se puede renunciar.”

(CEG – Conferencia Episcopal de Guatemala 2007, Testigos Fieles del Evangelio, segunda

edición, Ediciones San Pablo, Guatemala. Pág. 97).

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3.4 Servidores en época del conflicto armado.

El Pensamiento que fundamentó la Quinta Conferencia General del Episcopado

Latinoamericano y el Caribe fue: “Discípulos y misioneros para que nuestros pueblos tengan

vida en Jesucristo. -Yo soy el Camino la Verdad y la Vida- (Jn 14, 6)”

Estas dos actitudes -discípulos y misioneros- según el No.181 del documento conclusivo de la

reunión de Aparecida, se complementan y no pueden darse la una sin la otra, de tal manera

que pueden llegar a demostraciones extremas como el martirio mismo. El misionero “da

testimonio de su Señor, si es necesario hasta el derramamiento de su sangre” (Ad Gentes 24),

dice el Concilio Vaticano II.

En la Guatemala del S. XX el martirio de nuevo fue actualidad. Algunos de los mártires son

recordados por su nombre; pero la mayoría sólo son conocidos por Dios. Esto no significa que

todo deba terminar allí, en el anonimato. Por eso es perfectamente válido que se haga lo

posible por recordar a quienes han sido martirizados. Las comunidades rurales de nuestra

Guatemala tienen la característica martirial de los apóstoles. Con ella han regado en el

territorio nacional la semilla del Evangelio, viviendo su fe con valentía ejemplar incluso

llegando a derramar su sangre y en condiciones de violencia extrema, brutal y despiadada.

Es claro que para llegar a estas afirmaciones nos apoyamos en razones de evangelización y no

en motivaciones políticas o de otro orden. El valor de estas personas constituye un ejemplo

elocuente de comportamiento para el creyente de Guatemala. Su ardor en el seguimiento de

Jesús los movió a ser miembros activos y misioneros dentro de sus comunidades, y los

entusiasmó para defender los derechos de las personas, interpretando correcta y

oportunamente (a la luz de las enseñanzas sociales de la Iglesia) la realidad que les tocó vivir

y además, siendo coherentes en el testimonio de sus vidas.

Los laicos de hoy debemos sentirnos comprometidos a continuar con ese estilo de vida que

estos hermanos cristianos–católicos nos han transmitido, sabedores de que siempre se obtiene

más con el ejemplo que con la palabra. “…La Iglesia considera siempre el martirio como el

don por excelencia y como la prueba suprema de amor” (LG 42). Los mártires deben

hacernos ver hacia a delante. Nos deben ayudar a ser discípulos y misioneros comprometidos

seriamente con la evangelización y la transformación de la sociedad.

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En tiempos de la guerrilla los laicos fueron muy perseguidos: “…Ser catequista llegó a ser

sinónimo de guerrillero. La represión era tan brutal e indiscriminada, que los catequistas, en

sus mismas casas debían esconder las biblias, los catecismos, los libros o cartillas de

alfabetización o de salud. A veces hasta los mismos objetos religiosos, como estatuas de los

santos, o de la Virgen María…de modo que la casa no delatara que allí había una familia de

un catequista. Los catequistas que se arriesgaron, o que optaron por aguantar esta política de

terror, fueron asesinados.” (CEG – Conferencia Episcopal de Guatemala 2007, Testigos Fieles

del Evangelio, segunda edición, Ediciones San Pablo, Guatemala. Págs. 60-61).

Durante el conflicto armado, los treinta y seis años de guerra, el trabajo pastoral del laico

estuvo marcado por la persecución, la tortura y la muerte. Como es bien sabido, muchos

catequistas, delegados de la palabra, miembros de Acción Católica dieron su vida por Cristo y

por su Iglesia.

Hubo que soportar la ofensiva de aviones de guerra y de helicópteros mientras el ejército

buscaba por tierra a la población. Los catequistas eran no solamente guías en los caminos de

la selva, sino también soportes en la fe. Llevaban a Jesús Eucaristía en un morral que pendía

de su cuello. Cuando lograban hacer un alto en la huida, extendían en el suelo un pedazo de

plástico, lo exponían y hacían oración. No podían cantar por miedo de que el ejército los

oyera. La Comunión daba fuerza a todos y los ayudaba a continuar el camino de la

huida…como la Sagrada Familia camino a Belén.

Así celebraban la Fe y continuaban el camino a través de la montaña, como Pueblo de Dios.

Todos se sentían una sola persona y los catequistas, aún en medio de estas adversidades

siguieron colaborando con la misión de la Iglesia. Tenían que consolar a sus hermanos en la

Fe y explicarles que por la emergencia, no había altar; sólo un pedazo de plástico para

cubrirse de la lluvia. La Eucaristía se celebraba cuando calmaban los bombardeos (Mt. 8, 20).

La gente entendía que, aunque no hubiera altar, sí había comunidad. De esta manera,

catequistas, delegados de la palabra, misioneros, desempeñaban su papel de constructores de

la eclesialidad, no a partir de las funciones y del poder que puedan tener algunos miembros de

la comunidad para administrar los sacramentos, sino recreando la experiencia de las primeras

comunidades, en las que la koinonía se realizaba y se vivía radicalmente.

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Los mártires nos motivan a vivir alegremente la belleza de ser cristianos, de acuerdo a nuestra

calidad de miembros del pueblo de Dios. Nos hacen desear del encuentro liberador con

Jesucristo, nos transmiten el ardor apostólico por la evangelización, nos enseñan a ser

solidarios con la historia de los pueblos, de tal manera que los cristianos de hoy deseemos

vivir la alegría de pertenecer a Jesucristo formando parte de comunidades fraternas,

comprometidos con el desarrollo humano y espiritual de cada persona y de toda la sociedad

de Latinoamérica.

El auténtico ministro del Evangelio es consciente que tanto la palabra como el testimonio de

su vida no pueden pasar indiferentes ante la realidad que lo circunda. La Buena Noticia

confronta a los hombres y mujeres de hoy con las exigencias del Evangelio; corta, como

espada de doble filo, denuncia, y purifica.

¿Quiénes son los testigos de la Fe? Asesinados en Guatemala por su compromiso eclesial al

servicio del Evangelio, principalmente entre los años 1976 y 1985. Época terrible, de guerra y

violencia, años en los que también la Iglesia padeció una dura y despiadada persecución.

Entre las víctimas hay catequistas y delegados de la Palabra de Dios, sacerdotes y misioneros,

seminaristas, religiosas y religiosos. También un obispo. En esos años fueron perseguidos

hombres, mujeres, niños, adultos.

La Iglesia de Guatemala, de este modo se hermanó con otras Iglesias del mundo que han

vivido la misma situación de persecución y muerte. Estos testimonios de nuestra Iglesia son

signos de la fecunda fidelidad de muchos de sus hijos: la Iglesia, comunidad de discípulos que

han creído en el Resucitado, vive siempre entre el consuelo de Dios y las tribulaciones de la

historia.

El término “martirio” cobró especial actualidad entre los guatemaltecos y cuando vemos la

historia que vivimos y padecimos, encontramos el testimonio de hombres y de mujeres que se

comprometieron sin reserva en el anuncio del Evangelio. El amor de Dios era la fuente

impetuosa de la que bebían el amor a los hermanos. Con su ejemplo la Iglesia se construyó

cada día, como con piedras vivas, hombres y mujeres que antepusieron la fraternidad y la

solidaridad a cualquier tentación de congraciarse con el enemigo en contra de sus propios

hermanos. Ellos murieron por la causa del Evangelio, en los lugares más apartados del país.

En la vida de aquellos catequistas hubo tanto amor a Dios y al prójimo, que dieron su vida en

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la realización de su misión. Con bastante propiedad puede decirse que nuestra Iglesia de

Guatemala “completa en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo.” (Col 1, 24).

Hablar de ellos es recordar su calidad de vida cristiana y el ejemplo de hombres y mujeres

comprometidos con Cristo, con la Iglesia y con el Evangelio. La mayoría eran indígenas,

campesinos que vivían de su parcela y de su trabajo como jornaleros en la costa sur del País.

Muchos pertenecieron a la Acción Católica, otros fueron catequistas, animadores de la fe o

delegados de la Palabra; pero todos miembros activos de la Iglesia, perseguidos y señalados

por su fe y por su compromiso eclesial. Todos dieron su vida por Jesús.

3.5 Servidores en tiempos de paz.

Después de treinta y seis años de conflicto armado interno, hemos llegado a un periodo de

relativa estabilidad nacional. Por eso, los trabajos desempeñados por los laicos se han vuelto

bastante más livianos. Ahora se habla de iglesia y de religión con más libertad y los laicos

pueden ejercer su ministerio en un ambiente de relativa tranquilidad. Desapareció el

movimiento guerrillero, desapareció como potencia mundial la Unión de Repúblicas

Socialistas Soviéticas juntamente con su filosofía materialista y los gobiernos han adoptado

regímenes democráticos que incluyen el diálogo, el consenso, la negociación, en vez de las

armas y la violencia.

Estos cambios ideológicos y políticos modifican sensiblemente la actividad de los laicos. Por

eso ahora se puede predicar más abiertamente, se forman grupos eclesiales que funcionan sin

mayores obstáculos y en el interior del país florecen de nuevo las agrupaciones y los

movimientos laicales.

Hoy, los retos son distintos: los laicos deben hacerle frente al materialismo, al deseo de poder,

a la obsesión de tener, a la búsqueda desmedida e insaciable de placer. Por otro lado, han

proliferado las sectas religiosas que arguyendo teologías pentecostales y neopentecostales,

predican doctrinas de salvación individual a cualquier costo y sin compromisos con el

prójimo, combinadas con doctrinas de prosperidad material que no son más que espejismos y

falsedades, pero que consiguen aumentar el número de sus seguidores, empeorando la

situación de la sociedad.

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Los laicos se ven entonces ante la tentación de llevar una vida sin compromisos, con ilusiones

de alcanzar un paraíso anticipado ya en esta tierra, despreocupándose de la responsabilidad

ante la libertad y por tanto descuidando su formación y su conversión como esfuerzo de cada

día.

3.6 El laico frente a la radio y la televisión.

Últimamente se han dado varios casos de laicos que hacen radio y televisión en Guatemala,

debido al funcionamiento de varias emisoras como Radio Horizontes, Radio Kyrios, Radio

Itsmania, Radio Estrella, Radio María, y varias emisoras comunitarias en el interior del País.

En cuanto a televisión, está funcionando el canal católico Jesús TV, el canal arquisiocesano, y

el sistema de televisión por cable capta señales de emisoras extranjeras como el canal católico

internacional EWTN (Eternal Word Television Network) que opera en Alabama, Estados

Unidos de América y el canal María Visión que opera en Zapopan, Jalisco, México.

Los laicos de Guatemala han desarrollado habilidades que los colocan a la par de los

profesionales y los técnicos de otros países y que producen muy buenos programas en vivo y

en forma de espectáculos pregrabados.

Varios de ellos se han iniciado en los caminos del Señor dentro de sus comunidades

parroquiales. Allí empezaron a formarse con perseverancia, participando en retiros, primero

de iniciación algunos dentro de la Renovación Carismática Católica, dándoles seguimiento

posteriormente por medio de Seminarios de Vida en el Espíritu. Estos ejercicios les han

permitido alcanzar cierta madurez cristiana. En ellos han ido estructurando su espiritualidad y

experimentando su vivencia de comunidad y de Iglesia. En estos mismos movimientos han

tenido la oportunidad de ejercer sus habilidades como predicadores y comunicadores, las que

luego han llevado a otros grupos. En Guatemala existen algunas organizaciones de

formadores en técnicas de predicación y catequización que colaboran en la formación de estas

personas. Pero también cada quien se esfuerza por su lado, para formarse y aprovechar con

esta finalidad todas las actividades de la parroquia.

De la actividad en radio se ha pasado a los eventos y retiros que se organizan en varios

hoteles, en lugares de grandes concentraciones de personas como instalaciones deportivas y

en las mismas iglesias. También en esta misma época (aproximadamente 1995) se hizo la

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primera incursión en televisión, en ese entonces desde una emisora ubicada en el municipio

de Villa Nueva. Actualmente, encontramos en los canales distintos programas informativos y

formativos.

La relación con sus parroquias y sus párrocos en general es buena y de ella, en varios grados,

reciben apoyo y orientación. Los laicos comprometidos con los medios de comunicación

social declaran que el CV II tanto como las reuniones de los obispos de América Latina en

Medellín y últimamente en Aparecida son su bandera de presentación y la base de las

enseñanzas que exponen y que para ellos mismos constituyen la guía de su actividad de

discípulos y misioneros.

3.7 El laico y la predicación de la Palabra.

En este campo los laicos se han desempeñado desde hace unos treinta años.

El Ministerio Trigo es una organización que se ha preocupado por formar laicos capaces de

proclamar la Palabra y lo ha hecho bastante bien. Por separado, han surgido otros laicos que,

al mismo tiempo que realizan sus actividades laborales y profesionales, se dedican a la

predicación y a la enseñanza por medio de la radio, de la televisión y organizando distintos

eventos de evangelización en hoteles, restaurantes, templos y en otros ambientes que reúnen

las condiciones para organizar este tipo de actividades.

La preparación de esos laicos va desde las habilidades innatas personales, hasta la formación

sistemática en escuelas parroquiales y en las facultades de Teología de varias universidades.

Es de hacer notar que el progreso ha sido significativo; no obstante, parece aconsejable

sugerir al Ministerio Ordenado apoyar más el ejercicio de la proclamación de la Palabra y

acompañarlo cuando las personas se encuentran ya en el desempeño de la misma.

En algunos casos resulta tan cuesta arriba obtener la dirección, la orientación y el respaldo del

párroco, que el desánimo casi resulta mayor que la esperanza y la confianza en la Providencia

y en el acompañamiento del Espíritu Santo.

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El acompañamiento resulta particularmente importante por cuanto no es remoto caer en la

tibieza y en el descuido de expresar ante los discentes contenidos y doctrinas no ortodoxas por

falta de conocimiento y/o preparación.

3.8 El laico y la liturgia.

En este campo los laicos se han organizado en grupos como las Comisiones Parroquiales de

Liturgia, los coordinadores de monaguillos, conformando grupos de música y canto,

pastorales de acogida, grupos de lectores y otros. Se reconoce la buena voluntad de servir en

la Iglesia. Es encomiable que los laicos donen su tiempo para preparar estas actividades que

deben ser la celebración de la fe y de la Palabra. Pero sería muy positivo que las personas

involucradas en las mismas trataran de formarse adecuadamente. Con una formación idónea

se obtendría como mínimo estas ventajas:

Que tanto los integrantes de los equipos como la Asamblea mejoren su participación. Que las

personas que conforman los equipos de servicio entiendan mejor, interpreten y transmitan al

pueblo de Dios estas bases tan indispensables para saborear y aprovechar lo mejor posible la

celebración de la Palabra, que al fin de cuentas debe resultar la celebración de La Palabra, del

Verbo, del mismo Jesús, Dios y hombre verdadero. Que la Liturgia sea ejecutada con la

corrección, el decoro, el recogimiento, la devoción y por qué no, en determinados casos, con

la solemnidad propia de un acto de culto dedicado al Dios uno y trino.

3.9 El laico y la pastoral social – la caridad.

Si debemos concluir toda nuestra acción pastoral con auténtico espíritu cristiano católico,

necesariamente tendremos que concluir en la ejecución de una ortopraxis derivada y

soportada por doctrina, dogma, catequesis, servicios litúrgicos, espiritualidad.

En este campo, hasta hoy el laico se ha comprometido con poca efectividad. Se ha olvidado

que, el pueblo de Dios conformado por seres humanos, por lo tanto con necesidades humanas,

debe satisfacerlas con prioridad o por lo menos al mismo tiempo que sus necesidades

espirituales.

Es conveniente que el laico recuerde que su prójimo no es un hermano de segunda categoría.

Que tiene hambre, frío, que necesita casa, que se enferma, que necesita un trabajo remunerado

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adecuadamente, con prestaciones laborales dignas y que le permitan retirarse de la vida

productiva con mínimas comodidades.

La Iglesia misma ha dicho que vivir en condiciones mínimas no significa vivir en condiciones

de sobrevivencia; más bien, consiste en sentirse ser verdaderos hermanos en Jesucristo, hijos

de Dios, hechos a imagen y semejanza suya y en vivir de acuerdo a esta dignidad.

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CAPÍTULO CUATRO

4 – EL TRABAJO DEL LAICO EN LA IGLESIA DE GUATEMALA

4.1 Qué grupos conforman.

En una parroquia que se ubica, diríase, en el promedio de las parroquias urbanas de las

diócesis, el funcionamiento está apoyado por los laicos. Ellos conforman el Consejo Pastoral

Parroquial, el Consejo Económico. Conforman también las distintas agrupaciones (tanto de

damas como de caballeros) que soportan el culto, se involucran en los movimientos de

evangelización, trabajan en las distintas pastorales (la pastoral social, la pastoral de enfermos,

la pastoral juvenil).

4.2 En qué actividades participan.

Los laicos participan en las liturgias y en las actividades de evangelización de la parroquia,

tales como horas santas, novenas, rezo del santo Rosario, rezo del Via Crucis, llevar la

Eucaristía a los enfermos, organizar los Oficios de Semana Santa, las festividades de Corpus

Christi, Pentecostés, fiesta patronal, Navidad, Año Nuevo.

4.3 Con qué espíritu trabajan los laicos.

Gracias a los laicos, el funcionamiento de la parroquia es, en términos empresariales,

eficiente. Existen los organismos, trabajan, producen los resultados externos materiales,

sociales, y hasta eclesiales que proyecta el párroco. Hasta aquí todo se ve bien; todo parece

bueno.

Pero, ¿Con qué talante trabaja cada uno? ¿Han edificado su acción apostólica sobre la base

de una conversión real, auténtica? ¿Creen en la buena noticia? ¿Procuran la liberación de los

oprimidos? ¿Creen que el reino de Dios es posible, es bueno y es liberador? ¿Trabajan en

equipo con verdadero espíritu de cooperación y de unión como integrantes de la comunión

universal de la Iglesia? ¿Se han puesto a las órdenes del párroco en todo lo que se refiere a

actividades de conjunto como parroquia, anteponiéndolas a lo que tenga por hacer cada grupo

en particular?

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¿Se llevan bien todos los miembros de los grupos dando ejemplo de caridad cristiana? Cuando

se trata de colaborar ó de organizar distintas actividades de distintos grupos ¿Se portan

comprensivos de tal manera que todo se realice para bien de todos?

4.4 Preparación/formación que han recibido.

¿Qué grado de preparación teológica tiene la feligresía en general? ¿Y los dirigentes, los

integrantes de los organismos parroquiales oficiales como los Consejos Pastoral y

Económico? ¿Han comprendido ya que Jesús no es monopolio de los cristianos, sino que

pertenece a todas las personas esperanzadas que se expresan en formas religiosas y que saben

que es de la humanidad? ¿Han comprendido que Jesús pertenece al grupo solidario con los

sufrimientos de la historia? ¿Han captado en toda su realidad que el reino de Dios está cerca?

¿Han aceptado que el reino es iniciativa pura de Dios, que es don y gracia? Los responsables

de la liturgia, los que proclaman la Palabra, los encargados de la música litúrgica y de otras

actividades relacionadas ¿Ponen todo dentro de la celebración del Misterio Pascual?

4.5 Resultados del trabajo de los laicos en la parroquia.

Alguna vez se han planteado las preguntas: ¿Por qué son siempre los mismos? ¿Por qué el

número de miembros activos no crece? ¿Por qué los jóvenes no participan en mayor

porcentaje? ¿Por qué las familias que viven más cerca de la Iglesia son las que menos

participan? ¿Por qué los hijos de los mayores involucrados no muestran el mismo interés que

sus padres? ¿Por qué se da tanto la actitud disociadora y no se siente el espíritu de pertenencia

y de identidad con la parroquia? ¿Por qué los feligreses son tan poco generosos con sus

ofrendas, ajenos a los costos elevados que representa el mantenimiento de las instalaciones

parroquiales?

Sin caer en comparaciones que no resuelven nada y a sabiendas de que no sería conveniente

calcar como un dibujo el funcionamiento de cada parroquia (olvidando su contexto), es

probable que una investigación sobre las motivaciones y sobre los medios que aplican otros

grupos parroquiales ayudaría a mejorar los resultados de todos.

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CAPÍTULO CINCO

5. CÓMO DEBE TRABAJAR EL LAICO EN LA IGLESIA DE GUATEMALA HOY

ANTE LOS RETOS DEL TERCER MILENIO

5.1 El laico y la familia.

Podría decirse que en todas las situaciones de la vida el trabajo del laico es indispensable para

la expansión del reino. Empezando desde el hogar, donde los esposos llegan a ser mutuamente

maestros y discípulos.

Cada día se encuentran nuevas situaciones en que puede ejercerse el trabajo pastoral entre los

esposos. Desde que se levantan hasta el último momento de cada día, son ejemplo e incentivo

para el comportamiento cristiano mutuo en los detalles de la vida doméstica.

“La comunión primera es la que se instaura y se desarrolla entre los cónyuges. Por el pacto

del amor conyugal, el hombre y la mujer ‘no son ya dos, sino una sola carne’ y están llamados

a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa

matrimonial de la recíproca donación total.

Esta comunión conyugal tiene sus raíces en el complemento natural que existe entre el

hombre y la mujer y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir

todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son; por eso dicha comunión es el fruto y el

signo de una exigencia profundamente humana.

Pero en Jesús, Dios asume esta exigencia humana, la confirma, la purifica y la eleva

conduciéndola a la perfección con el sacramento del matrimonio: El Espíritu Santo infundido

en la celebración sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva

de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la Iglesia el

indivisible Cuerpo místico del Señor Jesús”. (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 19.)

Los conceptos anteriores acerca de la familia bien realizada son propios de Juan Pablo II. Pero

hoy, somos hijos de una época con una seria crisis familiar; el paternalismo ha caído y la

disciplina perdió su categoría educativa. La familia ha pasado a ser una célula permisiva y

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tolerante que poco a poco va perdiendo calidad en la manera de formar a sus hijos, ya que

siendo tan fuertes e inteligentes se muestran frágiles y desorientados, porque les han trazado

tan bien el camino de la formación académica, que no saben por dónde van humana y

moralmente.

El laico debe hoy, desde la comunidad eclesial en la que vivimos, revalorar su papel en la

familia y hacer surgir una revisión exhaustiva de lo que significa ser la célula vital de la

sociedad. No sólo puede darse el lujo de ser padre o madre master en la ciencia, sino master

en la calidad humana de sus hijos, dándoles el afecto incondicional que forme personas

hechas a base de verdad y libertad, que les permita tomar las mejores decisiones y construir

una sociedad de personas libres y sanas, tolerantes y responsables.

El laico está llamado a revitalizar su vocación, partiendo de la aceptación de que él nunca lo

sabrá todo; de que necesita alimentar su vida psicológica, intelectual, humana y espiritual,

para responder a los retos que exige ser edificador de la familia en pleno siglo XXI.

En el servicio evangelizador y apostólico en la comunidad cristiana debe sentirse responsable

de la formación y orientación de otras familias; pero esto parte de una experiencia de lucha,

perseverancia y compromiso evangélico que le ha llevado a sobrevivir a muchas crisis y

encontrarse con la plenitud de vida que es la felicidad de su vocación.

La familia no debe ser una célula enferma e inoperante. Debe esforzarse en educar a los hijos

y procurarles una preparación acorde a los nuevos retos sociales del milenio que estamos

empezando.

La Iglesia por su parte, debe acompañar a las familias monoparentales y a las familias

ampliadas y en general a las familias que no han podido salir adelante con la formación de los

hijos en los valores cristianos, sociales, espirituales, religiosos, en sus relaciones

interpersonales, hasta en la defensa del valor supremo de la vida, a la que se ha faltado el

respeto con tantos suicidios y homicidios.

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5.2. El laico y la religión (la Iglesia)

La religión no puede subsistir si no es por el trabajo fecundo de los laicos, ellos son el germen

de la nueva evangelización y el nacimiento de tiempos nuevos en la Iglesia. Los ministros

ordenados, realizan una labor incansable con su estilo de vida, pero ellos solos no podrían

mover todo el trabajo pastoral de las parroquias.

Hoy por hoy el trabajo en la Iglesia es laical, mucho puede hacer el sacerdote, pero es más el

compromiso y trabajo que realizan laicos profundamente comprometidos. Cuando digo

comprometidos no me refiero a personas que participan dando una charla o que forman parte

de un grupo, sino a fieles laicos que mueven el quehacer pastoral en general, son aquellos que

junto al sacerdote dedican todo el tiempo necesario para promover, crear y ejecutar acciones

evangelizadoras en favor de toda la comunidad parroquial, en realidad éstas personas

comprometidas no se identifican con un grupo, son parte de la identidad de la comunidad

parroquial.

Éstos laicos comprometidos con los que cuenta la parroquia, son un número reducido, quizá

ni el 5% en algunos casos, pero valen por el 100% debido a la calidad de su hacer y ser en

bien de los demás. Son gente solidaria, siempre cuentan con tiempo, responsables, atentos a

cuidar a los mismos ministros ordenados, sencillos, no hacen mucho ruido, sino que se

pierden en el anonimato, porque no buscan sobresalir.

La Iglesia, la religión, la comunidad parroquial, necesita hoy una laicado con sentido de

pertenencia y corresponsabilidad, para salir del ser cristiano o miembro de la Iglesia, y pasar

al nivel de miembro real de una comunidad y no ser un feligrés de contratos, ya que el trabajo

evangelizador no tiene fin, siempre algo nuevo que crear y realizar en la promoción del

Evangelio de Jesucristo.

5.3 El laico y la economía.

Los pequeños y grandes empresarios no son sacerdotes u obispos, sino el laico, son los fieles

de distintas comunidades los que mueven el comercio y tiene espacios de influencia en el

mercado. Desde nuestra comunidad parroquial se percibe que los laicos en la economía no

siempre hacen la diferencia, porque en materia de dinero son falsos, corruptos y mentirosos

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como tantos negociantes que no pertenecen a ninguna iglesia. Hemos llegado a un extremo

que los cristianos católicos de nuestras comunidades no marcan el camino transparente, ni de

justicia ni de verdad, el dinero y la ambición también les ha contaminado.

El laico tiene el reto de visionario y contribuir al crecimiento económico, ser pieza clave en el

engranaje de la economía y el desarrollo de los pueblos, pero no por la ruta fácil, sino por la

vía del sudor y el esfuerzo valiente del trabajo y la creatividad en la producción.

5.4 El laico y la política.

Ningún religioso puede acceder a cargos públicos, la Iglesia no se lo permite; si lo hace debe

abandonar su servicio ministerial a través de una dispensa especial. Eso significa que la

política es un campo propio del laico, es propio de los miembros de la comunidad tomar las

riendas del gobierno y las decisiones en bien de un pueblo o país. Sin embargo, ese

compromiso real de gobernar sabiamente no parece estar tan claro y por ahora, de cristiano y

evangélico tiene muy poco. Incluyendo las instituciones de Derechos Humanos, en general las

instituciones estatales no tienen credibilidad.

La pregunta del millón es ¿Dónde están los laicos cristianos? El laicado está muy bien

preparado académicamente, pero le falta seriedad y sensibilidad con la realidad, se le ve

rezagado, inmerso en una falta de interés por involucrarse, para no tener problemas, para no

manchar su curriculum. Se ha quedado en aquel sentimiento vacío “que lo haga otro, yo haré

otras cosas”, en vez de decir “aquí estoy, envíame a mí” (Is 6,8b), palabras del profeta que se

necesita resuenen en el corazón y mente de tantos laicos buenos que todavía no se atreven a

asumir un compromiso mayor para el bien de todos. Si esperamos que otro haga nuestro

trabajo, terminaremos la instancia en este mundo y la historia de hoy seguirá siendo la misma

mañana.

El laico está llamado a despertar del sueño de instalación y acomodamiento, a tomarse en

serio lo que compete a su ser, empuñar las herramientas del trabajo y proyectar el futuro para

cambiar esta historia negativa en la política y producir una nueva, no con parches, sino

totalmente liberada de la deshonestidad (ambición, corrupción, mafia, muerte), para fomentar

la consolidación de la paz y la seguridad verdadera para que vivan dignamente las futuras

generaciones.

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Es muy necesario que los cristianos conozcan y divulguen los Acuerdos de Paz. Que hagan

conciencia entre toda la comunidad de que tienen el derecho de exigir su cumplimiento,

haciéndose presentes y participando activamente en las solicitudes que se planteen a las

autoridades constituidas. Es tarea del laico conseguir que todos los miembros de su

comunidad hagan vida los Acuerdos de Paz con sus derechos y obligaciones.

El laico tiene tantas opciones en este campo, como trabajar para conseguir, además del

bienestar material y económico, el resarcimiento de los daños colaterales de la guerra, el cese

de la persecución de cualquier posición de la que provenga, la obtención de una vida digna, el

aparecimiento de sus familiares. Todo esto perseguido desde la vida dentro de la Iglesia,

esgrimiendo los argumentos del Evangelio interpretados con el auxilio del Magisterio.

5.5 El laico y la sociedad.

La población en números está alta, pero en calidad surgen muchas preguntas. No es cuestión

de pesimismos y de considerarse una sociedad mala, se trata de ver que en buena voluntad y

disposición existe desorientación, estamos convulsionando por la falta de un horizonte

común. Todos deseamos y soñamos una sociedad trabajadora, fuerte, segura, tranquila,

comprometida, etc., sin embargo, en las buenas intenciones nos vemos envueltos en la triste

realidad de estar divididos luchando por un fin en caminos opuestos.

El laico, sobretodo el que profesa una fe Trinitaria, comunidad divina, aunque suene difícil

debe apostarle a un trabajo en común y en bien de la mayoría, porque normalmente las

preferencias nos hacen olvidar a los pequeños y terminamos convirtiéndonos en tiranos en

nuestro mismo suelo. Los dictadores no nacen en otro mundo, son nuestros mismos laicos;

por eso, el trabajo comunitario que no nos opaque los detalles en el ejercicio del Bien Común.

Los laicos son los pilares y motores en la construcción del sueño por el que le apuesta la

Sagrada Escritura “un cielo nuevo y una tierra nueva”, ellos no caen de la nada, son fruto del

trabajo continuo de hombres y mujeres con visión de futuro y comprometidos con un terreno

fértil para sus hijos. La calidad del laico hace la calidad de sociedad, si la sociedad está mal,

pregúnteles al laicado qué pasa. La buena sociedad no nace sólo de la Iglesia, ella contribuye,

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sino que surge en las familias buenas e integradas, de familias a medias se desarrolla la

sociedad de hoy.

5.6 El laico y los medios de comunicación.

Problemas de información no tenemos, los medios son abundantes y eficaces, el detalle está

en los que codifican y publican la información. El laico es el responsable de mantener al

público actualizado con los sucesos, separar la información entre lo que edifica y lo que

destruye. Muchas noticias son una eficaz fuente de desconsuelo e inseguridad, de tristeza y

luto, de violencia y división, de mentira e hipocresía.

Nuestros laicos no pueden ser indiferentes a la edificación de fuentes creíbles y críticas, para

educar a la comunidad en la reflexión, el análisis y la conclusión de los hechos que van

aconteciendo. La buena información educa y prepara, no duerme ni instala, sino que impulsa

a hacer nacer compromisos claros y serios para combatir situaciones que afectan la vida

humana.

Los laicos son la voz del pueblo, pero en muchos casos queremos que sólo el religioso hable y

se comprometa; ahí es donde se requiere no eludir la responsabilidad, sino cargar juntos la

realidad y contribuir positivamente para renovar la familia, la sociedad y la Iglesia, pero todo

desde una común-unión.

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PARTE DOS

RESULTADOS Y PRINCIPALES HALLAZGOS

En el primer capítulo de este trabajo se describió las etapas que, a lo largo de la historia,

conforman la evolución de la actividad de los laicos en la Iglesia. Se describieron los orígenes

de esta porción del pueblo de Dios desde los días del mismo Jesús.

Se hizo un resumen de lo encontrado acerca de las actividades del laico en la Iglesia. Jesús

nunca se declaró ministro ni sacerdote del judaísmo. El fue el primer laico que trabajó en la

difusión del reino de Dios y los doce apóstoles los primeros laicos que colaboraron con él

para la expansión del reino. No fueron sacerdotes instituidos (tal como se entiende hoy), no

fueron diáconos propiamente, no fueron religiosos consagrados; pero cada uno puso todo su

esfuerzo de discípulo y misionero para seguir a Jesús y transmitir sus enseñanzas.

Se pasó a los tiempos de los Padres Apostólicos de los primeros siglos con sus luces y

sombras. En estos primeros siglos inmediatos a Jesús ya encontramos cierta distribución

formal de actividades entre los miembros de la comunidad, derivado de la necesidad de

atender a todos los integrantes de la misma y en atención a la diversidad de las habilidades y

carismas que cada uno podía ofrecer para servicio de los demás.

Enseguida se describió lo ocurrido en la Edad Media, caracterizada al principio por la

interdependencia entre los Estados y la Iglesia, lo que provoca en ella retraimiento sobre sí

misma, que a su vez favorece los individualismos; pero que son superados por la lucha para

secularizar la Iglesia, promoviendo extrañamente su autonomía jurídica. Estas situaciones

aumentan los abusos de poder, debilitan la comunión y provocan que las órdenes mendicantes

se alejen de los sacerdotes seculares. Todo esto estimula al final el surgimiento del “espíritu

laico”.

Así se entra a la Edad Moderna aproximadamente en el S XIX, en la que se buscan nuevos

métodos pastorales y se llega al Concilio de Trento que propicia la estructura jerárquica y

clerical, resultando los laicos quasi instrumentos de esta acción. A principios del S XX

empieza un cambio de pensamiento, tratando de regresar a las fuentes primeras de la

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enseñanza y que llega a su fin con la segunda guerra mundial: conciencia comunitaria

eclesial, vuelta a la Palabra de Dios, preocupación por la Liturgia, participación de los

seglares en el apostolado. Así llegamos al CV II con sus resultados.

En el segundo capítulo se analizaron las reuniones efectuadas por el episcopado de la Iglesia y

los documentos que se redactaron en las mismas, empezando con el CV II, el paso más grande

de la Iglesia en este cambio hacia un laicado más participativo, evento al que hacen eco las

reuniones posteriores de los obispos de América Latina en Medellín y en Aparecida, además

de otras asambleas celebradas en otras fechas y en otros países de la misma América, con sus

declaraciones referentes al laicado.

Se llega a la conclusión de que el CV II desarrolla esta temática principalmente en el

documento “Apostolicam Actuositatem” y en otros documentos como la constitución

dogmática “Gaudium et Spes”, el decreto “Christus Dominus”, la constitución “Sacrosanctum

Concilium” y la constitución dogmática “Lumen Gentium”.

Al estudiar las reuniones de Medellín en el año 1968, se encontró abordado el tema del

laicado en varios apartados a lo largo de las conclusiones oficiales. Los aspectos trabajados

son los mismos que en las otras reuniones, a excepción del tema de la integración del laico a

la comunión de la Iglesia, que sólo se encontró en el documento final de esta reunión.

El último evento que se incluyó, Aparecida, podría decirse que se constituye en una

afirmación de las dos primeras reuniones efectuadas una a nivel mundial (CV II) y otra a nivel

latinoamericano (Medellín), actualizadas y aplicadas a América Latina específicamente.

Revisando la actuación del laicado de hoy en las parroquias, se encontraron distintos grupos

de personas que, algunos más otros menos cercanos a la parroquia, trabajan por evangelizar a

los no evangelizados y a los evangelizados. Otros grupos que trabajan en, pero no pertenecen

a la parroquia.

En el interior del País encontramos al laico organizado de otra manera, pero dando buenos

frutos en medio de las dificultades de la guerra; en otros escenarios, pero soportando ataques

y luchas como las que tuvo que afrontar la Iglesia hace dos mil años, principalmente durante

el imperio romano.

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Terminados los años de guerra en Guatemala, hoy las dificultades son otras, incluidos los

efectos de la globalización y la presencia nefasta del narcotráfico y la delincuencia.

El Papa Juan Pablo II en su carta del 2 de diciembre de 1984 al Episcopado de Guatemala,

comentando las cartas pastorales “Confirmados en la fe” y “Para construir la paz”, de 1983 y

1984, dice que en sus últimas visitas a Guatemala hubiera querido encontrar ya los frutos de

la reconciliación: una comunidad cristiana inspirada por la fe y movida por las fuerzas del

amor, que hubiera dado vida a una sociedad civil en que todos convivieran en la justicia y la

paz; pero que, en vez de esto, entre los casos de injusticia y violencia , hay otras cosas

igualmente tristes: las desapariciones y los secuestros de personas. Hace ver además que,

entre las víctimas de la violencia y del odio hay muchos evangelizadores: sacerdotes,

religiosos y religiosas, ministros de la Palabra. Y el Papa desea que esta lista de quienes

cayeron víctimas del odio fraticida, algún día forme parte de la historia reciente de nuestra

Iglesia.

El Papa reconoce el sacrificio de estos cristianos, en cuanto humildes y valientes trabajadores

de la viña del Señor en la ciudad y sobre todo en los pueblos del interior, quienes llegaron a

morir en el servicio de la Palabra. El Papa recuerda el Libro de Isaías, en el que se dice que

“La Palabra de Dios es como la lluvia y la nieve que bajan del cielo y que no vuelven allá sin

antes haber empapado y fecundado la tierra haciéndola germinar; la Palabra no vuelve vacía

sino que lleva a cabo aquello por lo que fue mandada.” (Is 55, 10-11). Por esto, el Papa

exhorta a madres, esposas, hijos e hijas que se quedaron sin sus familiares, a que miren al

cielo con esperanza, donde serán acogidos por el Señor quienes trabajaron y murieron por su

Reino.

Por lo que toca a nosotros, la pérdida de tantos valiosos catequistas y la seguridad de que la

semilla de su testimonio extremo no será inútil, debe impulsarnos a seguir con esperanza el

trabajo de colaborar con la difusión del Reino. También es nuestro compromiso solicitar a la

sociedad civil la responsabilidad que le corresponde en el respeto a la vida de todos los

hombres, su atención a los más necesitados, a los más humildes y marginados, por medio de

una distribución más equitativa de los bienes y servicios, remediando las situaciones de

explotación y opresión.

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Ya es tiempo de alcanzar un clima de paz en un ambiente que permita a todos mantener sus

características culturales y practicar sus tradiciones religiosas legítimas (justas y lícitas). Al

final, la meta debería ser mantenernos unidos. Debemos recordar que la comunión nos obliga

a renunciar a las ideas y opciones personales para que la comunidad eclesial no se convierta

en un reino dividido internamente.

El testimonio de fidelidad que ha dado nuestra Iglesia de Guatemala para la construcción del

Reino de Dios debe seguir manifestándose en actitudes prácticas, bien definidas, sobre todo

frente a los más pobres, débiles y humildes.

Frente a toda esta historia y esta realidad llena de obstáculos, de éxitos, de luces y de sombras,

afortunadamente encontramos factores y elementos que generan optimismo y esperanza: los

laicos que evangelizan a través de los medios de comunicación social, los que dan parte de su

tiempo y a veces todo su tiempo para difundir la Palabra en calidad de predicadores. Los

laicos ahora toman más parte activa en la liturgia. Se están acercando más a la Iglesia. Se

están formando mejor.

Así se llega a lo que constituye el punto principal de todo el trabajo laical y de la Iglesia: la

pastoral social, la caridad, ejercida con todo el apego posible a una ortopraxis sustentada por

sólidos conocimientos de Jesús y de su doctrina, constatando que queda mucho por hacer en

este aspecto.

Disponiendo de todos estos medios ya se puede identificar las actividades concretas de un

laico en una parroquia de Guatemala: Efectivamente, forma parte de los consejos

parroquiales, participa en las liturgias y en las actividades culturales así como en obras de

caridad y lo hace bastante bien. La pregunta es: ¿Qué tan genuina es su espiritualidad?

Desde otro punto de vista, no parece suficiente el grado de conocimiento de su Cristo y de su

Iglesia, como para asegurar que sus actuaciones se originan en un espíritu cristiano verdadero.

Talvez por eso mismo, con facilidad se cae en un activismo estéril que causa el estancamiento

de la Iglesia frente a la agresividad y el poder de penetración de los mensajes del enemigo.

Por todo esto, se propone en primer lugar una labor de reconstrucción de la familia, como

célula vital de la sociedad. En cuanto a la relación entre la Iglesia y el laico, hoy más que

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nunca antes se está dando su justo valor al trabajo de los laicos, quienes deben cubrir las

labores del Ministerio instituido, que este no puede realizar por limitación de recursos en

general y en otros casos, por no poder actuar en campos que son propios de los laicos y están

prohibidos para los ministros instituidos.

La Economía es uno de esos campos de trabajo exclusivo de los laicos. Tanto la

macroeconomía como la microeconomía: en ellas, su misión es trabajar por un crecimiento

económico para todos, aportando ideas para un buen manejo de los recursos, de tal manera

que satisfagan las necesidades del ser humano y, en cuanto sea posible, las mejoren conforme

se van aprovechando los recursos más técnicamente.

Otro campo muy propio del laico es la Política. En el es evidente el compromiso que tiene el

laico de trabajar por el bien del ciudadano, recordando que es el pueblo el verdadero sujeto y

el fin del qué hacer político. En la sociedad, el laico debe sumar y multiplicar; no restar y

dividir. Somos hermanos; somos hijos de Dios. El trabajo y el beneficio deben ser de todos.

Es bueno tener presente que, si nos descuidamos, los que dañan al pueblo surgen del mismo

pueblo.

Los sistemas de comunicación actual son el arma más poderosa para difundir las ideas. El

laico debe saber manejar la información y los medios, convirtiéndolos en canal confiable de

noticias, de esperanza, de manera que comprometan a todos en la lucha por la honestidad y el

bienestar del mundo.

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PARTE TRES

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

El No.98 de Aparecida dice: “La Iglesia Católica en América Latina (es): Testimonio de

Cristo con el servicio de caridad sobre todo a los más pobres en el esfuerzo de promover su

dignidad, lo que ha provocado persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros, que

pueden considerarse testigos de la fe. Santos y santas quienes sin haber sido canonizados

vivieron con radicalidad el Evangelio y ofrecieron su vida por Cristo, por la Iglesia y por su

pueblo.”

La historia de Guatemala, en los quinientos años que han transcurrido desde el

descubrimiento, se ha ido conformando en muchos casos con hechos y situaciones violentas.

Así se puede hablar del período de la conquista y la colonia, de gobiernos liberales y

conservadores, de poderes nacionales e internacionales, civiles y militares cuyo único interés

es su propio beneficio. Uno de estos eventos de más significado fue el conflicto armado que

duró treinta y seis años, entre una facción de guerrilleros izquierdistas y el ejército

oficialmente constituido. Las circunstancias fueron tan extremas y como en muchos otros

casos, tan sesgadas, que dieron lugar a una serie de señalamientos infundados en contra de la

Iglesia, en cuanto a apoyar a, y comulgar con las ideas de la guerrilla. Las consecuencias

están descritas en alguna parte de este trabajo.

Pero lo que nos ha interesado, al final, es presentar el mérito de los laicos en medio de estas

circunstancias tan adversas y, con todo el respeto que el tema merece, señalar las deficiencias

que en cualquier tiempo y todos los laicos de Guatemala deben corregir.

En el camino se ha detectado que también la Iglesia tiene su parte de culpa, porque,

honestamente, no ha sabido guiar a las familias en su crecimiento, en su propia formación y

en la formación de los hijos en respuesta a los signos de los tiempos. Algunos laicos formados

no son tomados en cuenta por los párrocos, a pesar de que han desempeñado múltiples

ocupaciones y papeles dentro del ser y qué hacer de la Iglesia. Con su participación,

verdaderamente le han dado vida.

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Además de esta labor dentro de la Iglesia, algunos han participado en política, se ha notado su

presencia en la sociedad y últimamente también empezaron a trabajar eficientemente en los

medios de comunicación.

Lo que no se puede negar es que, dentro de toda esta actividad, se percibe la ausencia de una

conversión real que se refleje en la vida diaria de estas personas, además de poco interés por

hacer las cosas inspiradas en la sana doctrina y los legítimos fines de la Iglesia.

Podría decirse que el reto de los laicos en Guatemala para el tercer milenio y ante los nuevos

obstáculos que se presentan son:

1. Trabajar en la adquisición de verdadero espíritu cristiano, basado en las enseñanzas de

la Sagrada Escritura y demostrando realmente que hemos aceptado el señorío de Jesús

en nuestras vidas.

2. Salir de las iglesias y participar más fuertemente en la política, la sociedad, los medios

de comunicación, que son los ambientes que los necesitan para trabajar honestamente.

3. Pasar decididamente de espectador a protagonista de la historia de la Iglesia, porque es

la única manera de transformar la realidad desordenada en que estamos viviendo como

sociedad. El Concilio Vaticano II cambió las normas de vida del laico: lo convirtió en

un actor principal de la evangelización. Lo que hace falta es que cada uno asuma estas

ideas y que no las deje en teoría sino que las aplique en una práctica productiva y

enriquecedora.

4. Sólo en la arquidiócesis de Guatemala existen unas cuarenta o cincuenta escuelas de

formación cristiana. El laico debe trabajar para que la suya funcione en el nivel de fe y

de academia que garantice a la Iglesia los frutos buenos que produzca.

5. Es muy necesario lograr la actitud de pertenencia a la parroquia, que constituye el

mejor medio de enlace entre la feligresía, entre los grupos y la parroquia, de tal

manera que se vea el cristianismo como ejemplo de humanismo y de caridad. Que la

filosofía cristiana no sea predicaciones, pequeños espacios de tiempo dedicados al

culto, sino verdadera conversión.

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6. Debe ser eliminado el obstáculo de que las parroquias sigan careciendo de recurso

humano serio, organizado, preparado, conocedor de su Dios y de su Iglesia para poder

asumir con verdadera responsabilidad las acciones que sólo efectuadas por personas

preparadas y capaces, incidirán positivamente en el mejoramiento de la comunidad y

de la sociedad. Dentro de este marco, el laico será buen cristiano mientras no asuma

una actitud de servilismo frente a las autoridades, sino más bien con el debido respeto

y en actitud de diálogo y negociación, procure servir a la Iglesia, dejando de ser sólo

muestra de religiosidad popular.

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PARTE CUATRO

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Concilio Vaticano II, 1965. CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA LUMEN GENTIUM, Biblioteca de Autores Cristianos 33ª. edición, Madrid, 723 páginas.

2. Concilio Vaticano II, 1965. CONSTITUCIÓN PASTORAL GAUDIUM ET SPES, Biblioteca de Autores Cristianos 33ª. edición, Madrid, 723 páginas.

3. Concilio Vaticano II, 1965. DECRETO APOSTOLICAM AUCTOSITATEM, Biblioteca de Autores Cristianos 33ª. edición, Madrid, 723 páginas.

4. 5a. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 2007. DOCUMENTO CONCLUSIVO, edición exclusiva para Centroamérica, Bogotá, 311 páginas.

5. Conferencia Episcopal de Guatemala, 2008. PLAN GLOBAL 2008 – 2016, ediciones San Pablo, Guatemala, 112 páginas.

6. Sínodo Arquidiocesano Guatemala, 1989. EL PUEBLO DE DIOS, Guatemala, 118 páginas.

7. RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA, “Guatemala, Nunca Más”. 8. Juan Pablo II, 1988. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL LOS

FIELES CRISTIANOS LAICOS, ediciones San Pablo, Guatemala, 206 páginas. 9. Pablo VI, 1975. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII NUNTIANDI,

ediciones San Pablo, Guatemala, 80 páginas. 10. Bendaña R., 2010. LA IGLESIA EN LA HISTORA DE GUATEMALA, Artemis

Edinter 2ª. edición, Guatemala, 372 páginas. 11. Sobrino J. 2008, JESUCRISTO LIBERADOR, UCA editores 4ª. reimpresión, San

Salvador, 455 páginas. 12. Sobrino J. 1999, LA FE EN JESUCRISTO, UCA editores, 1ª. edición, San

Salvador, 613 páginas. 13. Sobrino J. 1987, LIBERACIÓN CON ESPÍTIRU, UCA editores, San Salvador,

219 páginas. 14. Floristán C. 1991, TEOLOGÍA PRÁCTICA, Ediciones Sígueme, Salamanca, 757

páginas. 15. González G. 1987, EL LAICO, SU VOCACIÓN Y SU MISIÓN, Ediciones

Promesa, San José C. R., 40 páginas. 16. Zamudio T. 1993, ORIENTACIONES PARA LOS M.E.C., Librería Parroquial de

Clavería, México D.F., 284 páginas. 17. ODHAG 2011, TESTIGOS DE MORRAL SAGRADO, Ofician De DDHH del

Arzobispado de Guatemala, Guatemala – Guatemala, 355 páginas. 18. Juan Pablo II 1989, LA FAMILIA CRISTIANA, Editorial San Pablo, Caracas –

Venezuela, 221 páginas. 19. Chautard, J. B. 2000, EL ALMA DE TODO APOSTOLADO, Ed. Palabra, S.A.,

Madrid – España, 360 páginas. 20. CEG 2007, TESIGOS DEL EVANGELIO, Ediciones San Pablo, Guatemala –

Guatemala, 416 páginas.

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APÉNDICE 1

CUADRO COMPARATIVO DE LAS TRES REUNIONES

Concepto CVII Medellín Aparecida 1- Definición Fieles cristianos

laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. (LG 31)

Fieles cristianos laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. (LG 31) (209)

2- Formación Esforzarse por adquirir competencia en todos los campos. (GS 48) Adquirir verdadera competencia en todos los campos. (GS 43) Formación en las ciencias sagradas y profundizar en ellas. (GS 62)

Todo sacerdote ministerial formará a los laicos. (11,19) Urge formación en los campos de la comunicación social. (16,13) Dicha formación debe ser teológica, sociológica y antropológica. (16,14) La formación en comunicación social debe ser para las personas de toda condición. (16,15) Promuévase una genuina espiritualidad de los laicos. (10,17)

Laicos y laicas estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias”. (Ap 2, 29) (366) Los mejores esfuerzos de las parroquias deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. (174)

3- Acompañamiento Eclesial

De los sacerdotes esperan orientación en impulso espiritual. (GS 43)

La Iglesia busca colaborar mediante los laicos en la promoción cultural humana. (4,9) Préstese acompañamiento y apoyo a los movimientos internacionales de apostolado de laicos. (10,18)

Contamos con escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad. (100.c)

4- Actividades Tareas y dinamismo Deseo de los laicos de Se menciona el

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seculares. (GS 48) Comentan nuevas iniciativas y llévenlas a buen término. Colaboren con quienes buscan idénticos fines. (GS 43) A los laicos corresponde tratar de obtener el reino de Dios en los asuntos temporales. (LG 31)

participar en las estructuras pastorales de la Iglesia. (15,3) A los laicos sean encomendados los cargos en la Curia que puedan ser desempeñados por ellos. (15,19) Los líderes de las CEB pueden ser laicos. (15,11) Los cristianos deben trabajar en los medios. (16,12)

trabajo de los laicos consistente en diaconados permanentes, en ministerios, en otros servicios pastorales. (99.c) Los agentes de pastoral se esfuercen en desarrollar una atención especializada a los laicos en sus diferentes categorías. (518) El laico debe participar en organismos ecuménicos con una cuidadosa preparación y un esmerado seguimiento de los pastores. (232)

5- Presencia Ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad. (GS 43) Que la Jerarquía oiga en mayor medida a los laicos eminentes por virtud, ciencia y experiencia. (CD 30)

En el campo de la promoción humana los institutos religiosos laicales deben diversificarse. (12,18) Asuman los laicos su compromiso cristiano en movimientos y organismos internacionales. (10,15) El apostolado laical en la colaboración con la jerarquía, tienen vigencia como apostolado organizado. (10,16)

También los laicos son Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero. (DI) Aparecida propone garantizar la efectiva presencia de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos. (458.b) La presencia y contribución de los laicos y laicas en los equipos de formación aporta una gran riqueza original. (218) Su misión propia y específica se realiza en el mundo. (210)

6- Compromiso A la conciencia bien formada toca lograr que la Ley Divina quede grabada en la ciudad terrena. (GS 43) Hagan manifiesto a

Lo típicamente laical está constituido por el compromiso en el mundo. (10,9)

Se reconoce a numerosos laicas y laicos, que desde nuestro continente, participan en la misión –ad gentes-. (99)

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Cristo ante los demás. (LG 31) Les corresponde iluminar las realidades temporales. (LG 31) Están llamados a hacer presente la Iglesia en lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos. (LG 33)

Laicos y laicas estamos llamados a asumir una actitud permanente de conversión pastoral. (366) Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables en la formación de los discípulos y en la misión. (202) Los laicos tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia con su conducta. (210)

7- Integración Por su sacerdocio común, gozan del derecho y tienen el deber de aportar una indispensable colaboración a la acción pastoral. (11,16) Todos son llamados a la santidad, tanto los que pertenecen a la jerarquía como los laicos. (12,1) El trabajo catequístico exige personal adecuado, para formar la comunidad cristiana. (8,14)

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APÉNDICE 2

SIGLAS

AA Apostolicam Actuositatem

AG Ad Gentes

CatIC Catecismo de la Iglesia Católica

CDSI Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia

CIC Código de Derecho Canónico

ChD Decreto Chistus Dominus

ChL Christifideles Laici

DI Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del

Episcopado Latinoamericano

DP Documento de Puebla

DV Dei Verbum

EAm Exhortación Apostólica Ecclesia in America

EN Evangelii Nuntiandi

FC Familiaris Consortio

GS Gaudium et Spes

HV Humanae vitae

LE Laborem Exercens

LG Lumen Gentium

PP Populorum Progressio

RM Redemptoris Missio

SCa Sacramentum caritatis

SD Documento de Santo Domingo

TMA Tertio millenio adveniente

UR Unitatis Redintegratio

UUS Ut unum sint