Upload
others
View
1
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
1
UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA
LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA
A partir del conflicto armado interno, 1960
TESIS
Julio Alfonso Fuentes Orellana
Carné 135466
Guatemala, febrero 2013 Campus Central
2
UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE TEOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA
LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA A partir del conflicto armado interno, 1960
TESIS
Presentada ante el Consejo de la Facultad de Teología
Por: Julio Alfonso Fuentes Orellana
Previo a optar el título de:
Teólogo
En el grado académico de:
Licenciado
Guatemala, febrero 2013 Campus Central
3
AUTORIDADES UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
P. Rolando Enrique Alvarado López, S.J. Rector
Dra. Marta Lucrecia Méndez González Vicerrectora Académica
de Penedo
P. Carlos Rafael Cabarrús Pellecer, S.J. Vicerrector de Investigación y
Proyección
P. Eduardo Valdés Barría, S.J. Vicerrector de Integración
Universitaria
Lic. Ariel Rivera Irías Vicerrector Administrativo
Lcda. Fabiola de La Luz Padilla Beltranena Secretaria General
AUTORIDADES FACULTAD DE TEOLOGÍA
M.A. Rodolfo Alberto Marín Angulo Decano
P. Héctor Estrella S. J. Vice Decano
Lic. Guillermo Enrique Téllez Secretario
Lic. Abdón Camacho fsc. Director del ICCRE
M.A. María de la Luz Ortíz Martínez Directora Diplomado y
Licenciatura en Teología
ASESOR Y REVISOR
M.A. Guillermo Enrique Téllez Ibarra Asesor de tesis
Lic. Edwin Martínez García Revisor de tesis
4
5
6
DEDICATORIA
• A la mayor gloria de Dios.
• A la Santísima Virgen: nuestra buena madre.
• A mi madre: con veneración y agradecimiento.
• A mi esposa: mi amiga, mi soporte, mi motivación.
• A mis hijos: mi ejemplo de lucha, de honestidad, de superación personal.
• A mis nietos: mi esperanza y mi alegría.
• A mis maestros y asesores de la universidad Rafael Landívar: con agradecimiento por
compartir conmigo sus conocimientos profundos y valiosas experiencias.
7
ÍNDICE
RESUMEN 10
INTRODUCCIÓN 11
CAPÍTULO 1
1 – La historia
1.1 Los primeros días de la Iglesia. 12
1.2 Los primeros siglos. 14
1.3 La edad media. 15
1.4 La edad moderna. 16
1.5 La edad contemporánea. 16
1.6 El CV II. 17
1.7 Después del CV II. 18
CAPÍTULO 2
2 – Las reuniones de la Iglesia.
2.1 El CV II y los laicos – comentarios. 23
2.2 Apostolicam Actuositatem. 23
2.3 Gaudium et Spes. 27
2.4 Christus Dominus. 29
2.5 Sacrosanctum Concilium. 30
2.6 Lumen Gentium. 31
2.7 Reunión de Medellín. 35
2.8 Reunión de Aparecida. 43
8
CAPÍTULO 3
3 – Situaciones generales.
3.1 El laico en los equipos de servicio. 54
3.2 Servidores que no pertenecen a la parroquia. 54
3.3 Servidores fuera de la ciudad. 55
3.4 Servidores en época del conflicto armado. 56
3.5 Servidores en tiempos de paz. 59
3.6 El laico frente a la radio y la televisión. 60
3.7 El laico y la predicación de la Palabra. 61
3.8 El laico y la Liturgia. 62
3.9 El laico y la pastoral social – la caridad. 62
CAPÍTULO 4
4 – El trabajo del laico en la Iglesia de Guatemala
4.1 Qué grupos conforman. 64
4.2 En qué actividades participan. 64
4.3 Con qué espíritu trabajan los laicos. 64
4.4 Preparación/formación que han recibido. 65
4.5 Resultados del trabajo de los laicos en la parroquia. 65
CAPÍTULO 5
5- Cómo debe trabajar el laico en la Iglesia de Guatemala hoy,
ante los retos del tercer milenio.
5.1 El laico y la familia. 66
5.2 El laico y la religión (la Iglesia). 67
5.3 El laico y la Economía. 68
5.4 El laico y la Política. 69
9
5.5 El laico y la sociedad. 70
5.6 El laico y los medios de comunicación. 71
PARTE DOS
RESULTADOS Y PRINCIPALES HALLAZGOS 72
PARTE TRES
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 77
PARTE CUATRO
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
80
APÉNDICES
CUADRO COMPARATIVO DE LAS TRES REUNIONES 81
SIGLAS 84
10
RESUMEN
LOS LAICOS EN LA IGLESIA DE GUATEMALA
A partir del conflicto armado interno, 1960.
El presente trabajo fue elaborado con el fin de iluminar el desempeño del laico en la Iglesia de
Guatemala, tomando como referencia las circunstancias que debió afrontar en los tiempos de
guerra y los retos que le presentan los tiempos posteriores al conflicto armado interno.
Para conseguirlo, se hace una descripción de las distintas formas que ha adoptado, de las
relaciones que ha mantenido con la jerarquía, de los cambios que ha experimentado la Iglesia
a lo largo de los años.
Se entresacan de los documentos oficiales emanados del concilio Vaticano II, de las reuniones
de los obispos de América Latina en Medellín y en Aparecida, las ideas, las recomendaciones
y las orientaciones referentes al tema.
Enseguida se hace una descripción del qué hacer del laico actual, los grupos que conforma, el
espíritu que lo anima, la formación y la preparación que posee, los resultados que ha obtenido
hasta el día de hoy.
Luego se formula una propuesta de lo que debiera ser el trabajo de un laico específicamente
en la Iglesia de Guatemala, enmarcado en algunas actividades y/o ambientes específicos
como la familia, la Iglesia misma, la economía, la política, la sociedad, los medios de
comunicación social.
Al final se enumeran los principales hallazgos y los resultados obtenidos, presentando las
conclusiones y las recomendaciones que parecieron aconsejables.
Quiera Dios y la Santísima Virgen que este sencillo esfuerzo contribuya, aunque en una
mínima parte, a mejorar el desempeño de los laicos en la Iglesia de Guatemala, para hacer
más eficiente su trabajo a favor de la expansión del reino.
11
INTRODUCCIÓN
Como en el caso de los profetas del Antiguo Testamento quienes no escuchan ni aprenden de
memoria y repiten la Palabra de Dios, sino más bien humanizan el mensaje divino en su
palabra de creyentes, así el laico de hoy debe cumplir su misión desde su propio
convencimiento, transmitiendo el mensaje de la palabra de Dios con el esfuerzo de su propia
vida y de su ejemplo, a manera de artesano de la Evangelización.
Cada uno de nosotros refleja en la manera de transmitir el mensaje su propia personalidad: un
deportista lo hará de diferente manera que un técnico, o que un médico, o un político. En
todo caso, poner un poco de sentimientos personales en la transmisión de la Buena Nueva
contribuirá a maximizar la penetración del mensaje cuando afecte la vida misma del
mensajero.
La Iglesia, que durante sus dos mil años de existencia ha recibido, a veces más a veces menos,
el esfuerzo de los laicos como ayuda para realizar su labor de difundir el reino, necesita que
estos sean colaboradores eficaces y verdaderos profetas de la época. Y en cuanto a la
realización de su trabajo, al recurso de unir la palabra profética a al vida y a la historia, se
debe la riqueza y las diferentes modalidades que adquiere su expresión. No se trata solamente
de una exposición lógica, racional, sino de una palabra que procura tocar todos los aspectos
de la persona y de involucrar al sujeto entero.
Tratando de aprovechar la información obtenida de la realidad y las enseñanzas del
magisterio, esta investigación pretende establecer cómo el devenir del laicado dentro de la
iglesia explica lo que debe ser y por qué no ha cumplido su función, lo que nos hace ver la
necesidad de un inmediato reencauce, si se quiere enfrentar positivamente las situaciones que
se ven aparecer en el tercer milenio.
Aprender del pasado para proyectar el futuro es lo que laico está obligado a hacer, y para
facilitar el esfuerzo, dispone de las conclusiones del Concilio Vaticano II en 1965, así como
de los documentos finales de las reuniones de los obispos de América Latina celebradas
principalmente en Medellín, Colombia en el año 1968 y en Aparecida, Brasil en el año 2007.
12
PARTE UNO
CAPÍTULO I
1 - LA HISTORIA 1.1 Los primeros días de la Iglesia.
Es posible iniciar la historia del laicado, calificando de esta manera a los doce apóstoles
escogidos entre los discípulos de Jesús, quienes a su vez fueron distinguidos de entre la
multitud que lo seguía. ¿No pueden ser ellos considerados los primeros laicos que colaboraron
en la propagación del Reino?
Estos doce apóstoles formaron las comunidades, consideradas congregaciones de discípulos
de Jesús que debían vivir tal como Él instruyó a los suyos. El evangelista Juan en sus escritos,
no se detiene tanto en la estructura y la organización de la iglesia, cuanto en la relación de los
discípulos de Jesús con Él y entre sí. Supone que los discípulos formaron una comunidad. Por
eso Jesús ora para que todos sean uno (Jn 17, 21-23). Esa unión debe ser testimonio para
suscitar la fe en el mundo. Junto a los apóstoles hay algunos ministros con funciones
específicas como profetas (Hch 11, 27; 15, 32; 21, 10), presbíteros o ancianos (Hch 14, 23;
11, 20) y maestros (Hch.13, 1).
San Pablo utiliza el término “cuerpo” para hablar de la comunidad y mostrar la
interdependencia de todos los miembros de la comunidad, gracias a su diversidad. En la
Iglesia no todos hacen lo mismo ni tienen las mismas capacidades ni las mismas funciones. La
variedad es querida y concedida por Dios. Y no debe ser causa de división sino de unión, pues
debe generar la actitud de ponerse unos al servicio de otros, porque a todos los anima un
mismo Espíritu.
Una de las formas por las que el Espíritu Santo edifica ó forma a la Iglesia es la actividad de
ministros y servidores encargados de servir a los creyentes (1 Co 3, 5-9). Estos servidores
tienen múltiples funciones, suscitadas por el Espíritu; pero están todas orientadas a la
edificación de la iglesia. (Ef 4, 11-13; 1 Co 12, 27-30). En 1 y 2 Timoteo y en Tito se habla de
la Iglesia desde el punto de vista del ministerio. En esta época se busca el medio de conservar
la doctrina y la obra de los apóstoles para el futuro.
13
Todo se remonta a los apóstoles y muy particularmente a Pablo; pero hace falta un
ordenamiento. En las iglesias primitivas se debe instituir ministros llamados vigilantes
(episkopoi), ancianos (presbiteroi), y servidores (diakonoi). Deben ser hombres rectos, de
conducta intachable, íntegros en la fe, buenos padres de familia y buenos esposos, para
gobernar bien la Casa de Dios que es la Iglesia. (Tt 1, 5-9; 1Tm 3, 1-13; 5, 17-22). De estos
ministros aparecerán después nuestros obispos, presbíteros y diáconos. Ellos deben conservar
y transmitir sin alterar la doctrina, las enseñanzas y las tradiciones de los apóstoles. (1Tm 1,
3-7; 6, 3-10; 2Tm 2, 14-26; Tt 3, 8-11).
Así se organizó y funcionó la Iglesia de los primeros tiempos: En espíritu de comunidad,
sirviéndose mutuamente unos a otros según las capacidades y las habilidades de cada uno, con
verdadero espíritu de familia, de comunidad por ser hijos de Dios y por saberse discípulos de
Jesucristo. Desde el tiempo de los Apóstoles hubo necesidad de que unos se encargaran de
unas cosas y otros sirvieran de otras maneras. Inicialmente, eran personas nombradas y
reconocidas oficialmente.
Desde los tiempos de Jesús, cuando la Iglesia iniciaba su proceso de formación, puede
afirmarse que la propagación del Reino dependió del trabajo del laicado. Los doce discípulos
eran colaboradores; no ministros instituidos. En realidad fueron los primeros laicos. Ellos
formaron las primeras comunidades; pero antes que eso, dieron ejemplo de relación con Jesús
y con ellos mismos. Jesús reza para que sean uno. Trabajando con ellos como equipo,
encontramos profetas, presbíteros y maestros, lo que, por la variedad de sus habilidades,
mejora las capacidades de la comunidad, sin ser causa de división. Desde esta época hubo
necesidad de que unos se encargaran de ciertas tareas y otros, de otras tareas.
Tomando como base estos pensamientos ¿De qué modo buscamos aprender lo que Jesús nos
enseña? ¿Hasta qué punto nos comprometemos a vivir según las exigencias que Jesús
demanda? ¿No estamos acaso demasiado instalados, como si la seguridad aquí en la tierra
fuera lo que cuenta? ¿Qué signos hay de que nos hemos hecho “del mundo”?
¿No se pelean demasiado nuestros grupos parroquiales? ¿No existen rivalidades que dividen
la comunidad? ¿Cómo podemos componer esta situación? ¿Sabemos emplear las diversas
capacidades al servicio de la comunidad? ¿Preferimos que nos den todo hecho?
14
Las cartas pastorales invitan a conservar la enseñanza de los apóstoles; ¿Buscamos vivir
según esa enseñanza ó preferimos inventar nuestras devociones, nuestras doctrinas y hacer
una religión a nuestro modo personal?
No se encuentra en ninguna parte de la Sagrada Escritura el término “laico” ni alusión alguna
a una institución que se llame “laicado”. Es en el CV II en donde se encuentra esta definición:
“Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los
miembros del origen sagrado, y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los
fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al pueblo de Dios y
hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la
Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos
corresponde.” (CV II, Constitución sobre la Iglesia, No. 31).
El CV II entonces, describe claramente al “laico” en estos términos: 1-Fieles cristianos no
ordenados y religiosos ó religiosas. 2- Incorporados a Cristo por el Bautismo. 3- Que ejercen
la misión que les corresponde.
1.2 Los primeros siglos.
Los Padres, que son al mismo tiempo responsables de la comunidad y comentadores de la
Escritura, tienen la preocupación de edificar el pueblo de Dios con un concepto de Iglesia que
pretende mantener un admirable equilibrio entre la jerarquía y los fieles, la catolicidad
universal y la asamblea local, el poder del obispo de Roma y la asamblea de obispos, el valor
objetivo sacramental y la importancia de la fe como conversión, el misterio cristiano y el
poder secular.
Sin embargo, decae poco a poco el ministerio profético y la liturgia queda anclada desde el
S.VII en el latín, lengua que el pueblo ya no entiende; las insignias y gestos imperiales son
usadas por los obispos y el papa, las relaciones entre el clero y los laicos pierden su carácter
religioso y adquieren un sello jurídico. Pero todavía se mantienen algunas formas pastorales
del laicado muy activas, como el catecumenado familiar y la predicación y confesión hechas
por seglares. El ministerio se estructura a partir del S.IV como separación, carrera y control
por un afán lógico de santidad, experiencia y supresión de abusos. Se dibuja la jerarquía como
15
poder sagrado y aparece el laicado como poder no sagrado o profano; el ministerio es
“estado” más que “función”.
1.3 La Edad Media.
La transición de la época patrística a la Edad Media, aproximadamente desde el final del
Imperio Romano hasta la aparición de los estados nacionales europeos está marcada por
estrechas relaciones de la Iglesia con los Estados; los pueblos nórdicos invaden el sur de
Europa que es cristianizado mientras se extiende con rapidez el Islamismo. Estos problemas
deterioran la situación del Cristianismo: decae el uso oficial del latín, se distrae el sentido del
culto, se individualiza la penitencia, se bautiza mayoritariamente a los recién nacidos y la
misa se celebra en privado.
La lucha por la libertad de la Iglesia abarca casi todo el pontificado de Gregorio VII (1073-
1085) quien consiguió la secularización de la misma, propiciando paradójicamente su
autonomía jurídica. La Iglesia recuperó su singularidad como comunidad original, autónoma
y espiritual. Pero se llega a un excesivo legalismo y a la concepción de un papado demasiado
preocupado por el poder y la autoridad “sobre todos los pueblos y reinos”.
La eclesiología del “poder” contribuye con otros factores a oscurecer la conciencia eclesial de
los laicos como ciudadanos del mundo y miembros del pueblo de Dios, ya que genera una
clericalización de la Iglesia y una sacralización de la sociedad. La relación entre la jerarquía
y los príncipes daña las relaciones entre la jerarquía y el pueblo. Los fieles pasan a ser
considerados masa de súbditos de los poderes civil y religioso. Se separan los asuntos civiles
propios de los seglares y los asuntos eclesiásticos propios de los clérigos, por lo que los
seglares tienden a identificar cada vez más los asuntos de la Iglesia como asuntos de los curas
y además, al aparecer un nuevo espíritu laico con el Renacimiento y el Humanismo, los
seglares bautizados se sienten más ciudadanos de este mundo que miembros vivos de su
Iglesia.
Otra consecuencia de la eclesiología medieval es el aumento de la centralización de la
autoridad de la Iglesia en el papa, limitando las responsabilidades de los obispos para proteger
a las iglesias locales de la intromisión de los gobiernos civiles; pero colateralmente, los
obispos y su comunidad pierden el enfoque de iglesia y de su misión original. El
16
distanciamiento entre el papa y los obispos es otro síntoma de enfriamiento del espíritu de
comunión eclesial.
Entre los SS. XIII y XIV surge una separación entre las órdenes mendicantes y los sacerdotes
seculares: los primeros desarrollan un apostolado más de acuerdo a las nuevas exigencias de
los tiempos, dependiendo directamente del papa y hasta predican y confiesan sin la
autorización del párroco. Los teólogos del clero secular no avalan la conveniencia y
legitimidad de este ministerio de los religiosos. Y con respecto a la tutela religiosa, los
intentos de independencia del estado y la pretensión de entender la Iglesia como comunidad
de creyentes sin equipararla a institución clerical, dio lugar al nacimiento de lo que se ha
llamado “el espíritu laico”.
1.4 La Edad Moderna.
En el S. XIX al debilitarse la influencia de la Iglesia en la sociedad secular, se buscan nuevos
métodos pastorales mediante cofradías y asociaciones que se preocupan sólo de la vida
espiritual. Aunque surge un cierto catolicismo social, no siempre es compartido por los
responsables de la Iglesia.
La eclesiología posterior al Concilio de Trento prefiere desarrollar la estructura jerárquica y
clerical de la Iglesia. En tanto que los sacerdotes son considerados sujetos de acción eclesial,
los laicos se convierten en meros objetos de dicha acción. La afirmación del principio
jerárquico da a la acción pastoral cohesión, ortodoxia y disciplina; pero, como contrapartida,
se clericaliza la misión de la Iglesia y se fomenta indirectamente la pasividad de los laicos.
1.5 La Edad Contemporánea.
A finales del S. XIX y a principios del S. XX empieza una renovación del pensamiento
cristiano: bíblica, litúrgica, patrística y del pensamiento social. El papa Pío X pide: ¡Regresad
a las fuentes! Los teólogos regresan a un contacto más íntimo con la palabra de Dios y una
adaptación mayor de las ideas cristianas a las exigencias del mundo social moderno. Se
consideran peligrosas la filosofía de la acción, el vitalismo, el subjetivismo moralista y la
filosofía del sentimiento. Se desconfía de la concepción historicista y evolucionista y no se
admite ningún relativismo.
17
Frutos de una época que comienza hacia el año 1920 y acaba con el inicio de la segunda
guerra mundial, son las nuevas aportaciones de una conciencia comunitaria eclesial, la vuelta
a un contacto vital con la palabra de Dios, el deseo de una liturgia más auténtica, la
participación del seglar en el apostolado, la indagación rigurosa de la historia de la Iglesia, la
exigencia de una dogmática cada vez más bíblica, el redescubrimiento de una cristología
evangélica y la aproximación de la Iglesia Católica al ecumenismo. Pastoralmente, hay una
nueva situación en la Iglesia debido al hecho masivo de la descristianización o de la no
cristianización. Las masas obreras, en virtud de la industrialización, urbanismo y emigración,
nacen fuera de la Iglesia. La comunidad cristiana, fundamentalmente parroquial, en lugar de
ser un resto activo misionero se ve reducida a un ghetto cultual.
Y es aquí precisamente donde debemos recordar y aplicar lo que dice la Doctrina Social de la
Iglesia con respecto al laico: “Los fieles están llamados a cultivar una auténtica espiritualidad
laical, que los regenere como inmersos en el misterio de Dios e incorporados a la sociedad,
santos y santificadores.” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 545).
Se trata de edificar el mundo según el Espíritu de Jesús, ser capaces de mirar más allá de la
historia sin alejarse de ella; se trata de cultivar un amor apasionado por Dios, mirando
continuamente a los hermanos, a quienes se logra mirar más bien como los ve el Señor y amar
como Él los ama. Es una espiritualidad que rechaza tanto el espiritualismo intimista como el
activismo social y logra expresarse en una síntesis vital que hace que la existencia tenga
unidad, significado y esperanza, en vez de verla como algo contradictorio y deteriorado por
tantas y tan variadas razones.
1.6 El Concilio Vaticano II
“Los diferentes aspectos de la vida de la Iglesia, afirma el Concilio Vaticano II, por medio de
los cuales se está llevando ya a cabo esta renovación como son: …el apostolado seglar,
…han de considerarse como otros tantos augurios que presagian felizmente los progresos
futuros del ecumenismo” (UR 6). Unos movimientos de renovación se relacionan con la
apertura al mundo moderno, como son el movimiento seglar, que promueve la conciencia
apostólica de los laicos en la Iglesia y en el mundo, y la renovación de la teología de las
realidades terrenas que descubre el sentido cristiano que poseen dichas realidades, cuyo fin
inmediato es intramundano.
18
1.7 Después del Concilio Vaticano II
En la renovación y la revisión del ministerio ordenado se advierten en los últimos años
(décadas) algunos síntomas importantes. Los seglares empezaron a participar en el apostolado
jerárquico como meros auxiliares de los sacerdotes a partir de un mandato episcopal. La
participación activa de los laicos crece en los movimientos especializados y se manifiesta
después del Concilio en una forma más plena en las comunidades eclesiales de base y en
algunas parroquias renovadas.
El Vaticano II fundamenta la responsabilidad misionera del laico en los sacramentos de
iniciación cristiana (LG 11, 31 y 33; AA 2 y 3) y la responsabilidad específica mediante el
carácter secular. Con todo, este reciente acceso de laicos a tareas ministeriales concretas e
importantes ha sido lento, penoso y no esencial, ya que en realidad, durante mucho tiempo,
los seglares han sido y en gran medida son, masa dominical de usuarios o mera clientela
sacramental.
El clero ha sido hasta hace muy poco tiempo quien tiene el poder sacramental. Pero al ser la
Iglesia durante muchos siglos parcela de trabajo casi exclusivo del clero, la revisión y
renovación del ministerio sacerdotal afecta a la Iglesia entera. El ministerio se renueva a
partir de una nueva praxis eclesial. Por otra parte, es tarea de toda la Iglesia, denominada por
el Vaticano II “pueblo de Dios”. Esta afirmación, todavía teórica, intenta traducirse en
consecuencias prácticas, ya que la Iglesia entera debe ser ministerial, condición ineludible
para que en el mundo sea evangelizadora y liberadora. De hecho, los ministerios cristianos
vuelven a ser actualmente servicios en las iglesias locales o de las iglesias locales, más que
poderes jerárquicos estructurados.
La promoción de los laicos a los ministerios se logra cuando encuentran un lugar adecuado en
la comunidad cristiana y en su proyecto pastoral. “Donde exista un laico competente,
susceptible de ser reconocido por la comunidad cristiana, puede ser destinado a cualquier
servicio eclesial que no exija la ordenación”. (J.-M.R. Tillard, Iglesia de Iglesias, Salamanca
1991, 238.)
19
El campo de realización ministerial puede transcurrir en torno a la misión, la catequesis, la
comunidad, la liturgia y la acción social y caritativa. Evidentemente hay un primer nivel de
responsabilidad cristiana, fundada en los sacramentos de iniciación, que no corresponde a un
ministerio sino a un servicio. En un segundo nivel podemos hablar de ministerios no
ordenados, a saber, los instituidos y los reconocidos, que surgen en la práctica para que la
responsabilidad total no resida únicamente en le sacerdote. Los ministerios ordenados están
en un tercer nivel: son los conferidos por el sacramento del Orden. En la tradición cristiana
hay, pues, funciones principales que se denominan ministerios y funciones secundarias que se
pueden llamar servicios. Según el CIC el “ministerio” es un servicio estable conferido por un
“rito litúrgico” (c.230, 1)
Ministerios instituidos. Son los ministerios no ordenados que los obispos confían a un laico
por medio de una celebración litúrgica prevista en un ritual. Requieren una aprobación
eclesial explícita, se ejercen en nombre de la Iglesia local y responden a una necesidad
permanente. Se especifican en el motu proprio Ministeria Qaedam de 1972, que, al crearlos,
suprimió las órdenes menores y el subdiaconado. Hay dos ministerios instituidos principales:
el lectorado y el acolitado. “Estos ministerios son ejercidos por fieles que han recibido, por
medio de los ritos de la institución, el encargo de ejercer unas funciones a favor de la
asamblea, principalmente el estar al servicio permanente de la palabra y del altar”. También
es instituido el ministro extraordinario de la comunión.
(Casiano Floristán, Teología Práctica, p.290-291.)
Ministerios reconocidos. Se denominan reconocidos por la intervención de la iniciativa
personal o confiados por el encargo que da el responsable de una Iglesia local o el presidente
de una comunidad a quienes los llevan a cabo. Son servicios temporales, ocasionales y
espontáneos y se pueden conferir por designación oficial, contrato de trabajo, misión
canónica, etc. Han surgido después del Concilio Vaticano II gracias al movimiento de las
comunidades eclesiales de base, en las que se experimenta de un nuevo modo la Iglesia, tanto
en sus diversas celebraciones sin sacerdote como en las formas variadas de compromiso
social y solidaridad:
1. Un responsable, un líder, un colaborador, un presidente o jefe de comunidad, un ministerio
encargado de reunir, animar y coordinar a todos los miembros del grupo, como en Brasil los
denominados catequistas populares, animadores de comunidades eclesiales de base, ministros
20
extraordinarios de la eucaristía y ministros extraordinarios de la diaconía. En las iglesias
latinoamericanas se les conoce por animadores de la comunidad, delegados de la palabra,
pastores católicos, campesinos misioneros, y ministros seglares de comunidades de base. Los
responsables han de ser personas con fe viva (testimonio personal de vida), capacidad humana
de interpelación a participar (animación y coordinación), una cierta formación (especialmente
bíblica) y representatividad popular. Este servicio ha crecido debido a la multiplicación de las
“asambleas dominicales sin sacerdote”, especialmente en el medio rural.
2. En las iglesias locales más misioneras juegan un papel importante los evangelizadores y
catequistas que evangelizan a personas no creyentes, conducen a catecúmenos al bautismo o a
los sacramentos de reiniciación y promueven la formación cristiana en todas las edades y
niveles.
3. Dentro de una renovada celebración se advierte la necesidad del ministerio litúrgico, según
los diversos momentos sacramentales, los niveles de culto, el ritmo del año litúrgico y los
grados de acceso de catecúmenos y neoconvertidos a los misterios cristianos.
4. Una cuarta forma de ministerio se basa en la diaconía social que la comunidad cristiana
desarrolla con el mundo de la marginación y que tradicionalmente fue campo propicio de las
“obras de misericordia”. Hoy se desarrolla especialmente con los pobres, los enfermos, los
presos, los drogadictos, y los desempleados. Es la diaconía del compromiso con la mirada
puesta en la promoción social, la liberación humana, la lucha por la justicia y la participación
de todos en la vida política común.
Rasgos básicos. Estos ministerios de hoy corresponden fundamentalmente a un cristianismo
de base laical, no de corte clerical. Surgen en la medida que retroceden o disminuyen los
curas caracterizados por haber recibido una investidura eclesiástica sagrada, no por su
dedicación evangelizadora ministerial.
Congar los describe como: “servicios precisos, de importancia vital para la Iglesia, que
transmiten una verdadera responsabilidad, son reconocidos por la Iglesia local y comportan
una cierta duración.”
21
Estos nuevos ministerios tienen ciertas características:
1. Están en relación con una cierta comunidad cristiana concreta o con una Iglesia local.
2. Son funcionales, es decir, aparecen como nuevos carismas bajo la presión de los
acontecimientos e impulsos del Espíritu. Tienden a ser temporales.
3. Son misioneros, están al servicio del Evangelio, vivido comunitariamente y proclamado
testimonialmente en la sociedad a la que trata de misionar.
4. Como la ordenación va ligada todavía al estado clerical, se advierte una cierta resistencia a
celebrar con un acto litúrgico la colación de un nuevo ministerio.
5. Para ejercer un nuevo ministerio son necesarias ciertas cualidades entre las que sobresalen:
una fe sólida y personalidad madura. Además una formación teológica y pastoral adecuada.
6. Así se llega a concebir los ministerios como servicios cualificados, precisos (relativamente
circunscritos), de importancia vital, que entrañan responsabilidad personal (no son meramente
delegados), reconocidos por la Iglesia local y diversos (según las necesidades). Ejercidos
personalmente o en grupo, pero siempre a título de fe e iniciación sacramental.
En este punto cabe referirse a la Eclesiología de Comunión por el don del Espíritu Santo,
tema considerado importantísimo en el Concilio Vaticano II, citando algunos textos de la
Exhortación Apostólica Postsinodal “Christifideles Laici” (1988) como fruto y reafirmación
de esta doctrina, en los que se afirma que la comunión eclesial se configura como:
“…comunión orgánica, con diversidad y complementariedad de las vocaciones y condiciones
de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades [todos los cuales]
existen en la comunión y para la comunión.” (CL 20). Siempre en el mismo sentido, en
cuanto a los ministerios, dijo también Juan Pablo II que son todos “participación en el
misterio de Jesucristo” (CL 21)… “Unos derivan del sacramento del Orden…otros derivan
del Bautismo y la Confirmación y son ejercidos por los laicos…” (CL 23). Y en otra parte de
este documento, el Papa recomienda a los pastores “…reconocer y promover los ministerios,
22
oficios y funciones de los fieles laicos que tienen su fundamento sacramental en el Bautismo
y la Confirmación y, para muchos de ellos, además en el Matrimonio.” (CL 23)
Todo el No. 19 de la “Christifideles Laici” se refiere a la Eclesiología de Comunión. En el se
afirma que esta es la idea central que la Iglesia propone de sí misma, la que nos recuerda el
Sínodo extraordinario de 1985: “La Eclesiología de Comunión es la idea central y
fundamental de los documentos del Concilio. La koinonía-comunión, fundada en la Sagrada
Escritura ha sido muy apreciada en la Iglesia antigua y en las Iglesias orientales hasta nuestros
días. Por esto el Concilio Vaticano II ha realizado un gran esfuerzo para que la Iglesia en
cuanto comunión fuese comprendida con mayor claridad y concretamente traducida a la
práctica…se trata fundamentalmente de la comunión con Dios por medio de Jesucristo, en el
Espíritu Santo. Esta comunión tiene lugar en la palabra de Dios y en los sacramentos… La
comunión del cuerpo eucarístico de Cristo significa y produce…la íntima comunión de todos
los fieles en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cf. 1 Co 10, 16 s).
Por su parte, Pablo VI también dijo: “La Iglesia es una comunión…Iglesia quiere decir
comunión de los santos, y comunión de los santos quiere decir una doble participación vital:
la incorporación de los cristianos a la vida de Cristo, y la circulación de una idéntica caridad
en todos los fieles, en este y en el otro mundo. Unión a Cristo y en Cristo; y unión entre los
cristianos dentro de la Iglesia…Ha querido Dios santificar y salvar a los hombres no
individualmente y sin ninguna relación entre ellos, sino construyendo con ellos un pueblo que
lo reconociese en la verdad y sirviera santamente…La comunión eclesial no puede ser
captada adecuadamente cuando se le entiende como una simple realidad sociológica y
psicológica. La Iglesia-comunión es el pueblo nuevo el pueblo mesiánico el pueblo que tiene
a Cristo por cabeza como condición de dignidad y libertad de los hijos de Dios…”
23
CAPITULO DOS
2 - LAS REUNIONES DE LA IGLESIA
2.1 El Concilio Vaticano II y los laicos
Los documentos oficiales emanados del Concilio Vaticano II contienen abundante y puntual
doctrina acerca de lo que deben ser los laicos en la Iglesia, con sus actividades,
responsabilidades y con la participación que les corresponde para contribuir con la expansión
del Reino, en el desempeño de sus labores diarias en el mundo.
Amén de los diversos pensamientos relacionados con el tema que encontramos diseminados
en todos los documentos del Concilio Vaticano II, se dispone del Decreto Apostolicam
Actuositatem, que trata específicamente el apostolado de los seglares.
2.2 Decreto Apostolicam Actuositatem.
Este decreto sobre el apostolado de los seglares, los laicos, (uno de los documentos oficiales
emanados del CV II), como su nombre lo indica, está dedicado en su totalidad a analizar el
papel y el trabajo de estos en el seno de la Iglesia. Empieza declarando que el apostolado de
los seglares hoy es más necesario que nunca, por la gran diferencia de actividades que
conforman la vida humana, lo que también ha generado la separación de la ética y de la
religión además de que la escasez del clero le ha conferido especial urgencia.
Aborda los temas de la vocación de los seglares al apostolado, los fines que debe alcanzar, sus
diversos campos de acción, las diferentes formas que adopta, el orden que debe observar, la
formación que se debe adquirir para ejercerlo con idoneidad.
En vista de que todo el documento está redactado sobre el mismo tema del laico, no se hace
referencia a ciertos números en particular y se presentan a continuación reflexiones
generadas por el contenido de todo este decreto.
Con respecto a la vocación, declara enfáticamente que: La vocación cristiana es vocación al
apostolado…y que es en el mundo donde los seglares deben ejercerlo. Afirma que el derecho
24
y el deber de los laicos al apostolado se originan en su unión con Cristo y en los dones que el
Espíritu Santo concede a cada uno. Que los laicos deben estar siempre unidos con Cristo,
cabeza, para desarrollar su espiritualidad apoyándose en las ayudas espirituales como la
liturgia y practicando la fe, la esperanza y la caridad, virtudes con las que podrán mejorar en
la práctica de las Bienaventuranzas.
Este Decreto se refiere a una espiritualidad propia de los seglares y que deben ejercer en el
matrimonio, en la familia, como solteros, en la eficiencia de su profesión, en el marco de las
virtudes sociales y del civismo. Deben tener presente que su modelo es la Virgen María, quien
vivió siempre en unión con su Hijo.
Cuando habla de los fines nos recuerda que la Redención no sólo se refiere al orden espiritual
sino también al orden temporal resumido en la vida de Jesús, el Cristo, ejemplo que deben
seguir los seglares en el ejercicio de su apostolado. Esta Constitución aclara que fin principal
del apostolado de la Iglesia y de sus miembros es manifestar el mensaje de Cristo y comunicar
su gracia, lo cual, aunque es misión particular del clero, también es atingencia de los seglares.
Tomando en cuenta lo anterior, subraya el hecho de que la función específica del laico es
instaurar el orden temporal.
Los bienes temporales siempre se han usado erróneamente, llegando incluso a la idolatría. La
misión de los laicos es trabajar en el orden temporal, procurando que se sujete a los principios
superiores de la vida cristiana. El Decreto AA. nos recuerda que la caridad debe respetar la
libertad y la dignidad de quien recibe la ayuda y sobre todo, observar la justicia, para que no
se convierta en limosna lo que se debe dar como un derecho de los demás. Por esto, conviene
que los laicos apoyen las obras de caridad colaborando con todos y en todo.
Son muchos los campos en los que un laico ejerce su apostolado: en la familia, entre la
juventud, en la sociedad, aún en las relaciones internacionales. Las mujeres también deben
participar. Cuando los laicos colaboran en la vida parroquial, irradian desde esta sus buenos
ejemplos a la diócesis, al país y al ámbito internacional. De la misma manera que a las
mujeres, debe también tomarse en cuenta a los jóvenes.
25
El apostolado en la sociedad implica trabajar en la congruencia de la vida con la fe, con
caridad fraterna solidarizarse con los hermanos, teniendo una clara conciencia de lo que
representa su participación en la edificación del orden social.
En el ambiente nacional e internacional los laicos habrán de manifestar el amor por su País,
cumpliendo sus deberes ciudadanos y cívicos. Difundiendo el sentido de la solidaridad con
afecto fraterno, especialmente en los países en vías de desarrollo.
Todos los laicos están llamados al apostolado personal, empezando por su testimonio de vida,
la difusión de la Palabra, colaborando en la edificación del orden temporal, que es muy
importante sobre todo donde la libertad de la Iglesia está restringida o donde los católicos son
pocos o viven dispersos. También es importante trabajar allí donde sólo el laico puede
alcanzar plenamente los fines del apostolado moderno.
Es bueno que los laicos de asocien entre sí, procurando evitar la dispersión y siempre de
acuerdo con la autoridad eclesiástica. Dice el Decreto que merecen una particular distinción
los laicos que trabajan en el campo internacional, es decir las misiones y la organización de
nuevas iglesias.
El Decreto Apostolicam Actuositatem se refiere a las distintas formas de apostolado que
deben ser adecuadamente coordinadas para evitar cualquier interferencia negativa y más bien
favoreciendo la estima entre ellas. Explica que hay varias formas de relacionarse con la
jerarquía, algunas creadas libremente y que pueden ser más efectivas; pero ningún grupo laico
puede llamarse “católico” sin el visto bueno de la jerarquía. Recomienda a los sacerdotes y a
los religiosos colaborar en el trabajo de los laicos, empezando por el reconocimiento y el
asesoramiento, sugiriendo que se asocien en el trabajo el clero, los religiosos y los laicos.
Incluso, solicita el trabajo con los no católicos y con los no creyentes, que reconozcan los
valores humanos comunes, dando testimonio de Cristo y de la unidad de la familia humana.
En su último capítulo, el Decreto sobre el apostolado de los seglares habla de la formación
humana, moral, doctrinal, para el diálogo, en la firmeza de juicio, que necesita el laico,
teniendo siempre como referencia la dignidad de la persona humana, formación que empieza
en la niñez y continúa durante toda la vida. Y de la formación especial en los puntos
doctrinales que objeta el materialismo, así como en el significado de los bienes temporales y
26
la doctrina moral social de la Iglesia. Finalmente habla de la formación en obras de caridad,
para socorrer con eficacia a los necesitados y de que deben responder generosamente el
llamado de Cristo y las mociones del Espíritu.
Es innegable la complejidad que ha adquirido en los últimos siglos la vida humana, dificultad
que a su vez ha originado distanciamiento entre la ética y la religión. La disminución del
número de sacerdotes ha agudizado la crisis.
En Apostolicam Actuositatem, como ya lo vimos, se plantea la vocación de los seglares al
apostolado, los fines, los campos de acción, las diferentes formas, el orden a respetar y la
formación necesaria para ejercer adecuadamente un verdadero apostolado.
La claridad con que este decreto describe el panorama del laicado y su papel en el mundo y en
la Iglesia, nos pide la revisión de nuestra participación personal en este estado de cosas.
Es necesario recordar constantemente que el apostolado es vocación cristiana y que en el
mundo debe ejercerse sobre la base de la unión con Cristo, auxiliándose con los medios que
ofrece (en nuestro caso) la religión cristiana, en todos los ambientes y actividades en que cada
uno se realiza.
Detalle importante parece ser el hecho de que todo esto debe llevarse a cabo “en el orden
temporal”, con la participación efectiva de la mujer, de la juventud, persiguiendo en aras de la
ortopraxis, la congruencia de la vida con la fe.
Relevancia especial se da a la circunstancia de que se debe trabajar allí donde sólo el laico
puede alcanzar plenamente los fines del apostolado moderno, sujeto a al autoridad
eclesiástica.
Al final, destaca la necesidad de formación humana, moral y doctrinal; para el diálogo; de la
firmeza de juicio, que necesita el laico para ejercer su apostolado.
Diseminadas en otros documentos y declaraciones del Concilio se encuentran muchas
alusiones al laicado dentro de la Iglesia, como las siguientes:
27
2.3 Constitución Pastoral Gaudium et Spes
No. 48.
“Competen a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas y el dinamismo
seculares. Cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no
solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por
adquirir verdadera competencia en todos los campos…”
No. 43.
“De los sacerdotes, los laicos esperan orientación e impulso espiritual. Pero no piensen que
sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta a
todas las cuestiones, aún graves, que surjan. No es esta su misión. Cumplen más bien los
laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la observancia atenta de la
doctrina del Magisterio.”
No. 43.
“Conscientes de las exigencias de la fe y vigorizados con sus energías, acometan sin vacilar,
cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a buen término.”
No. 43.
“A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la
ciudad terrena.”
No. 43.
“Gustosos colaboren con quienes buscan idénticos fines.”
No. 43.
“Cuando actúan… deben esforzarse por adquirir verdadera competencia en todos los
campos.”
No.62.
“Más aún, es de desear que numerosos laicos reciban una buena formación en las ciencias
sagradas, y que no pocos de ellos se dediquen ex profeso a estos estudios y profundicen en
ellos.”
28
No. 43.
“Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están
obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de
Cristo en todo momento en medio de de la sociedad humana.”
No. 43.
“Muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos
casos a elegir una determinad solución…Entiendan todos que en tales casos a nadie le está
permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia.”
Tomando en cuenta la transformación de la sociedad europea en la segunda mitad del S. XIX
que pasó de una prosperidad inicial originada en el sistema neo capitalista, en la que se
reconstruía Europa y surgían nuevas exigencias de reconstrucción técnica e industrial en los
Estados Unidos de América, se esperaba una redistribución social más justa de los bienes de
toda la humanidad y que habría trabajo parta todos; crecieron los salarios hasta los primeros
años de la década de 1870 y hubo prosperidad y esperanzas de desarrollo.
Después vinieron los problemas sociales y económicos por la elevación de los precios de las
materias primas, la gran urbanización, las inmigraciones, la escasez de trabajo, el racismo. La
parte más difícil de la crisis empezó en 1973 y llegó a su punto más alto en 1980.
Mientras tanto en Guatemala a partir de 1492, la situación socioeconómica siguió siendo la
misma hasta nuestros días: Un pueblo empobrecido y una clase dominante manejando estos
territorios con todos sus recursos como si fueran sus propiedades; negociando los productos y
servicios con las grandes naciones a espaldas del pueblo, alternándose en el poder liberales y
conservadores; manteniendo la división entre la sociedad, con ciudadanos marginados ante la
toma de decisiones sobre su propio futuro, viviendo un pecado estructural. (Bendaña, R., “La
Iglesia en la Historia de Guatemala”, Artemis Edinter, Guatemala, Guatemala 2010, Págs 121
– 175.)
Las consecuencias persisten, en mayor grado, para los países menos desarrollados: deuda
externa impagable, desempleo, degradación de la naturaleza, crecimiento de la pobreza,
terrorismo, tráfico de armas y drogas, amén de otras dificultades graves.
29
Ante tantas manifestaciones de deterioro social, se busca el cambio: seguridad económica,
individualismo, se pierden los valores éticos, crece la secularización, el materialismo y la
indiferencia. Aparece el sida, aumenta la violencia social, la inseguridad ciudadana, las
tensiones políticas, luchas de grupos, caída de la producción, aumento de la pobreza.
Los signos de nuestros tiempos no coinciden con las circunstancias del CV II. En los últimos
años han cambiado. Predomina el secularismo, “una visión autonomística del hombre y del
mundo” que prescinde de la dimensión del misterio, la descuida y hasta la niega.
Para evitar esto, se propone una “vuelta a lo sagrado”, mientras que para actualizar la lectura
de los signos de los tiempos se proponen cuatro puntos: 1. La teología de la cruz. 2- La
inculturación de la fe y el diálogo. 3- La opción por los pobres. 4- La Doctrina Social de la
Iglesia de promoción humana en circunstancias siempre nuevas.
En este escenario complejo, difícil, hostil, peligroso, es en el que cobra protagonismo el laico
comprometido con su Dios y con su Iglesia. Habida cuenta de la situación descrita, la
Constitución Pastoral Gaudium et Spes recuerda a los laicos que les compete las tareas y el
quehacer seculares y que es ese el campo en el que deben desarrollar su apostolado.
2.4 Decreto Christus Dominus.
No. 30.
“…Si los párrocos no pudieran llegar a determinados grupos de personas, llamen en su ayuda
a otros, incluso laicos, que les presten auxilio en las tareas de apostolado.”
No. 30.
“En el ejercicio de su cargo de maestros, incumbe a los párrocos predicar la palabra de Dios a
todos los fieles…Y para dar esta instrucción busquen no sólo el auxilio de los religiosos, sino
también la cooperación de los laicos,…”
30
No. 9.
“Los Padres del Concilio juzgan muy útil que dichos dicasterios oigan en mayor medida a los
laicos eminentes por su virtud, ciencia y experiencia, de suerte que también estos desempeñen
en la Iglesia las funciones que les sean congruentes.”
La Iglesia como institución a través de sus organismos constituidos, oficial y categóricamente
indica a sus obispos y los anima a que consideren a los laicos valiosos colaboradores en la
difusión del Reino. No se trata de compartir las obligaciones propias de su cargo sino de
multiplicar los recursos, de tal manera que la acción del Espíritu llegue a muchas más
personas: a todas aquellas que, por limitaciones de tiempo y lugar o por el impedimento que
los ambientes representen para los señores obispos, no puedan ser atendidos como se necesita.
Los señores párrocos, por su parte, no deben olvidar que tienen a los laicos como aliados en
sus labores pastorales y catequísticas. Los obispos reunidos en el Concilio Vaticano II, no
cabe duda de que basados en las disposiciones dogmáticas y legales del caso, les han sugerido
aprovechar la cooperación que les puede ser prestada por el laicado. No se trata en este caso
de disminuir su calidad de ministros ordenados, sino de cubrir las actividades para las que no
tienen tiempo u otros recursos.
Una manera que tienen los ministros consagrados, tanto lo párrocos como los señores obispos
de asociarse con los laicos en el trabajo de la expansión del reino, es tomar más en cuenta la
opinión de los que sobresalen dentro de las comunidades por su virtud, por sus conocimientos
y por su experiencia. Para efectuar un buen trabajo son indispensables estas tres aptitudes.
Con conocimientos y experiencia pero sin virtud corremos el peligro de caer en el ejercicio de
un poder ateo. Con virtud y experiencia pero sin conocimientos, el riesgo es perder de vista
los fundamentos teológicos adecuados. Con Virtud y conocimientos, pero sin experiencia,
nuestro trabajo de laicos será lento y disperso.
2.5 Constitución Sacrosanctum Concilium
No. 79.
“Provéase para que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio
del Ordinario, puedan ser administrados por laicos que tengan las cualidades convenientes.”
31
No. 55.
“Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por Concilio de Trento, las
comunión bajo las dos especies puede concederse, en los casos que la Sede Apostólica
determine, tanto a los clérigos como a los laicos…”
La administración de algunos sacramentales observando las condiciones requeridas, puede
convertirse en un buen apoyo por parte de los laicos para los ministros instituidos. Los
sacramentales que pueden impartir los laicos son las bendiciones, cuando van unidas a la
predicación o a alguna solemnidad sacramental, en vista de que la bendición se refiere a una
súplica de la Iglesia que pide la bendición salvífica de Dios a favor del bendecido.
Por lo que se refiere a la comunión de los laicos bajo las dos especies, es un signo más de la
igualdad que debe darse entre todos los miembros de la Iglesia Católica, sin importar su
rango, su cargo ó su antigüedad dentro de la misma. Los laicos tienen la prerrogativa de
comulgar, como los ministros instituidos, bajo las dos especies, para experimentar de una
mejor manera por medio de signos sensibles la unión de Cristo con cada uno, en este
sacramento de la Eucaristía.
2.6 Constitución Dogmática Lumen Gentium.
No. 30.
“…Porque, si todo lo que se ha dicho sobre el Pueblo de Dios se dirige por igual a laicos,
religiosos y clérigos, sin embargo, a los laicos, hombres y mujeres, por razón de su condición
y misión, les atañen particularmente ciertas cosas, cuyos fundamentos han de ser considerados
con mayor cuidado a causa de las especiales circunstancias de nuestro tiempo…Saben los
pastores que no han sido instituidos por Cristo para sumir por sí solos toda la misión salvífica
de la Iglesia en el mundo, sino que su eminente función consiste en apacentar a los fieles y
reconocer sus servicios y carismas de tal suerte que todos, a su modo, cooperen
unánimemente en la obra común...”
No. 30.
“Los sagrados Pastores conocen perfectamente cuánto contribuyen los laicos al bien de la
Iglesia entera.”
32
No. 31.
“…Ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a
ellos corresponde…A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el Reino
de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios…”
No. 31.
…los laicos…viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del
mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia
está como entretejida.”
No. 31.
“Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el
espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de
fermento.”
No. 31.
“…Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente con el testimonio de su
vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad.”
No. 31.
“Por tanto de manera singular, a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades
temporales a las que están estrechamente vinculados,…”
.
No. 32.
“Los laicos, del mismo modo que por benevolencia divina tienen como hermano a
Cristo,…también tienen por hermanos a los que, constituidos en el sagrado ministerio,
enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de Cristo, apacientan a la familia de
Dios… Como dijo san Agustín: - Si me asusta lo que soy para vosotros, también me consuela
lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel nombre
expresa un deber, este una gracia; aquel indica un peligro, este la salvación.-”
No. 33.
Los laicos congregados en el pueblo de Dios e integrados en el único cuerpo de Cristo bajo
una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están llamados, a fuer de miembros vivos, a
33
contribuir con todas sus fuerzas, las recibidas por el beneficio del Creador y las otorgadas por
la gracia del Redentor, al crecimiento de la Iglesia y a su continua santificación.
No. 33.
“…el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia,
apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y la
confirmación.”
No. 33.
“Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos
lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos….todo
laico en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y
simultáneamente en vivo instrumento de la misión de la misma Iglesia, en la medida del don
de Cristo. (Eph. 4,7)”
No. 33.
“Así, pues, incumbe a todos los laicos la preclara empresa de colaborar para que el divino
designio de salvación alcance más y más a todos los hombres de todos los tiempos y en todas
las partes de la tierra. De consiguiente, ábraseles por doquier el camino para que, conforme a
sus posibilidades y según las necesidades de los tiempos, también ellos participen
celosamente en la obra salvífica de la Iglesia.”
Pareció muy digno y necesario analizar por separado los conceptos que contiene la
Constitución Dogmática Lumen Gentiun acerca de los laicos. En efecto, es muy profunda la
idea que expresa en sus primeros párrafos en cuanto a que los laicos y laicas tienen ciertas
tareas que desempeñar y que por sus características deben ser consideradas con especial
dedicación, dado a las circunstancias particularmente delicadas de nuestros días. La jerarquía,
los pastores, deben estar muy concientes de que no fueron instituidos para realizar por sí
solos toda la misión de la Iglesia; de que su función consiste principalmente en apacentar a los
fieles y reconocer sus servicios y carismas, para que todos cooperen dentro e sus posibilidades
a la obra común. Los sacerdotes y los religiosos no pueden o no deben entrar en ciertos
ambientes en los que, lejos de producir buenos frutos, pueden causar más desorientación y
hasta escándalo. Por otra parte, ya tienen suficiente trabajo con la atención a la grey dentro de
sus parroquias y con dirigir a los laicos que viven los vaivenes diarios del lado de afuera de
34
las puertas de las iglesias. Estas ideas, aunque en la práctica parecen estar olvidadas, es
conveniente que los Pastores las refresquen demostrando que reconocen la contribución que
los laicos pueden aportar al bien de toda la Iglesia. Porque son ellos, los pastores, con su
dignidad de sacerdotes y profetas conferida por medio del bautismo, quienes ejercen en la
iglesia y en el mundo la misión que les corresponde por vocación propia, tratando de difundir
el Reino de Dios en medio de su gestión de los asuntos temporales, resolviéndolos según la
Ley de Dios. Es evidente que los laicos viven en el mundo, en todas las vicisitudes que les son
propias y en las tareas de la vida familiar y social con las que su vida está íntimamente
relacionada. En estos escenarios está su campo de acción, en los que, en el desempeño de sus
profesiones y guiados por el Espíritu, contribuyan a la santificación del mundo como
fermento de la levadura.
Si se atendieran los lineamientos y las directrices expuestos arriba, casi resultaría redundancia
aseverar que los laicos serían la manifestación de Cristo ante todos los miembros de la
sociedad, básicamente por su testimonio de vida y los frutos de su fe, esperanza y muy
particularmente de su caridad. Estas afirmaciones nos llevan a su vez directamente a concluir
que de modo particular a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales, a las
que están ceñidos por naturaleza.
Los laicos deben recordar que en estas tareas tienen el acompañamiento de su hermano
mayor, Cristo; que también tienen el apoyo de los otros hermanos constituidos en el
ministerio y quienes enseñan, gobiernan y santifican con la autoridad del mismo Cristo que
apacienta a toda la familia de Dios. Los laicos reunidos en el Pueblo de Dios, integrados en el
cuerpo de Cristo por ser miembros vivos del Cuerpo Místico, deben sentirse convocados para
trabajar con todas sus fuerzas, tanto las que les ha dado Dios como las que les ha otorgado
con su gracia el Redentor, en su continuada santificación y en el crecimiento de toda la
Iglesia. Su apostolado es una participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, a al cual
todos estamos llamados por el mismo Señor en virtud del bautismo y de la confirmación. Hay
lugares en los que sólo un laico puede representar a la Iglesia para que sea sal de la tierra. De
este modo, se convertirá no sólo en testigo, sino en instrumento de la misión. Por eso incumbe
a todos los laicos la gran responsabilidad de hacer llegar la salvación a todas partes, y por
tanto tienen derecho al apoyo de la jerarquía en le amplio espectro de la obra salvífica de la
Iglesia.
35
2.7 II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano - Medellín.
Según Medellín, “…lo típicamente laical está constituido por el compromiso en el mundo,
entendido este como marco de solidaridad humana, como trama de acontecimientos y hechos
significativos, en una palabra, como historia.” (No. 10, 9)
Con respecto a los movimientos juveniles dice: “Que se tenga muy en cuenta la importancia
de las organizaciones y movimientos católicos de juventud, en particular aquellos de índole
nacional e internacional. Que se les conceda una mayor confianza a los dirigentes laicos y se
reconozca la autonomía propia de los movimientos seglares. Que se estimule su acción
evangelizadora en la transformación de las personas y de las estructuras…” (No. 5, 17)
También surgen dudas en lo que concierne a la propia vocación sacerdotal. Las motivan
varios factores característicos de esta hora de renovación eclesial: a) La creciente valoración
del papel del laico en el desarrollo del mundo y de la Iglesia…” (No. 11, 9)
Comunidad Eclesial: “En la comunidad, los laicos por su sacerdocio común, gozan del
derecho y tienen el deber de aportar una indispensable colaboración a la acción pastoral. Por
esto, es deber de los sacerdotes dialogar con ellos no de una manera ocasional, sino de modo
constante e institucional. (No. 11, 16)
Llamados a la santidad: “…En la Iglesia todos son llamados a la santidad, tanto los que
pertenecen a la jerarquía, como los laicos; santidad que se realiza mediante la imitación del
Señor, por amor…” (No. 12, 1)
“Consideramos que la colaboración de los religiosos en el desarrollo es algo vital e inherente
a su propia vocación. ‘Cada uno debe aceptar generosamente su papel, sobre todo quienes por
su educación, su situación y su influencia, tienen mayores posibilidades’ (Populorum
Progressio 32). A este respecto recordamos a los religiosos la necesidad de…e) Atender,
educar, evangelizar y promover sobre todo a las clases sociales marginadas. Con un espíritu
eminentemente misionero, preocuparse por los numerosos grupos indígenas del continente.
(No. 12, 12 y 13)
36
En nuestro continente, millones de hombres se encuentran marginados de la sociedad e
impedidos de alcanzar la plena dimensión de su destino…La Iglesia debe afrontar esta
situación con estructuras pastorales aptas …cuando se examina la realidad desde este punto
de vista, se constatan algunos hechos de signo positivo y otros de signo negativo. Entre los
primeros podemos mencionar: …d) el deseo de los laicos de participar en las estructuras
pastorales de la Iglesia …” (No. 15, 3)
Para atender a gran número de alumnos de las universidades y escuelas no católicas será
necesario organizar equipos de sacerdotes, de religiosos o de laicos educadores, responsables
de tareas apostólicas de esas instituciones. (No. 4, 28)
Para la realización del trabajo catequístico, se impone un mínimum de organización…de tipo
nacional con sus obvias relaciones internacionales… (que) facilitará evidentemente y prestará
agilidad en el trabajo de las diócesis …Esta renovación exige personal adecuado, para formar
la comunidad cristiana. De aquí que se sugieren los siguientes puntos: la promoción de
catequistas laicos, preferentemente originarios de cada lugar, y la formación en le Ministerio
de la Palabra, de los diáconos. (No. 8, 14)
…Se recomienda que a los laicos sean encomendados los cargos de la Curia que puedan ser
desempeñados por ellos. (No. 15, 19)
Elemento capital para la existencia de comunidades cristianas de base son sus líderes y
dirigentes. Estos pueden ser sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas o laicos. (No. 15, 11)
Todo sacerdote ministerial es tomado de entre los hombres y constituido a favor de los
hombres en lo que se refiere a Dios…Para promover el desarrollo integral del hombre formará
a los laicos y los animará a participar activamente con conciencia cristiana en la técnica y
elaboración del progreso. (No. 11, 19)
…Esta Segunda Conferencia General tiene plena conciencia de que el proceso de
socialización, desencadenado por las técnicas y medios de comunicación social, hacen de
estos un instrumento necesario y apto para la educación social, la concientización en orden al
cambio de estructuras y a la vigencia de la justicia. Por lo cual insta, sobre todo a los laicos, a
su adecuado empleo en las tareas de promoción humana. (No. 1, 23)
37
En cuanto servidora de todos los hombres, la Iglesia busca colaborar mediante sus miembros,
especialmente laicos, en las tareas de promoción cultural humana, en todas las formas que
interesan a la sociedad. (No. 4, 9)
La inserción de los cristianos en el mundo de hoy, obliga a que estos trabajen en los medios
de comunicación social ajenos a la Iglesia según el espíritu de diálogo y servicio que señala la
Constitución Gaudium et Spes…(No. 16, 12)
Dada la dimensión social de estos medios y la escasez de personal calificado para actuar en
ellos, urge suscitar y promover vocaciones en el campo de la comunicación Social,
especialmente entre los seglares. (No. 16, 13)
Este personal debe recibir una adecuada formación apostólica y profesional, de acuerdo con
los diversos niveles y categorías de sus funciones. Dicha formación ha de incluir aquellos
conocimientos teológicos, sociológicos y antropológicos que exigen las realidades
continentales. (No. 16, 14)
En labor de formación, en relación a la comunicación social, se extenderá a las personas de
toda condición, de modo particular a los jóvenes, para que la conozcan, valoren y estimen
como uno de los medios fundamentales con los que se expresa el mundo contemporáneo,
desarrollando el sentido crítico y la capacidad de tomar con responsabilidad sus propias
decisiones. Es conveniente comenzar esta capacitación ya desde los niveles inferiores de la
educación y debe también incluirse en la catequesis. (No. 16, 15)
Reconociendo la creciente interdependencia entre las naciones y el peso de estructuras
internacionales de dominación que condicionan en forma decisiva el subdesarrollo de los
pueblos periféricos, asuman también los laicos su compromiso cristiano en el nivel de los
movimientos y organismos internacionales para promover el progreso de los pueblos más
pobres y favorecer la justicia de las naciones. (No. 10, 15)
Los movimientos de apostolado laical, situados en el plano de una más estrecha colaboración
con la jerarquía, que tanto han contribuido a la acción de la Iglesia, siguen teniendo vigencia
como apostolado organizado. Han de ser, por lo tanto, promovidos; evitando, sin embargo, ir
38
“más allá del límite de vida útil de asociaciones y métodos anticuados.”(Apostolicam
auctositatem 19) (No. 10, 16)
Promuévase una genuina espiritualidad de los laicos a partir de su propia experiencia de
compromiso en el mundo, ayudándoles a entregarse a Dios en el servicio de los hombres y
enseñándoles a descubrir el sentido de la oración y de la liturgia como expresión y alimento
de esa doble recíproca entrega. (No. 10, 17)
Préstese el debido reconocimiento y apoyo a los distintos movimientos internacionales de
apostolado de los laicos, que a través de sus organismos de coordinación promueven y
edifican con tanto sacrificio este apostolado en el continente, atentos a las exigencias
peculiares de su problemática social. (No. 10, 18)
La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano pide al CELAM proceda
también a realizar un estudio, en colaboración con los laicos interesados en las diversas
naciones latinoamericanas, acerca de la posibilidad, oportunidad y forma de crear un consejo
semejante en el plano regional latinoamericano, como está en el párrafo citado (Apostolicam
Auctositatem 26), para disponer de una adecuada plataforma de encuentro, estudio, diálogo y
servicio a nivel continental. (No. 10, 20)
Como se dijo ya en el CV II, también en Medellín se declaró que lo propio del laico es que
trabaje directamente en el mundo, considerado este como el lugar en el cual debe darse la
solidaridad humana; como el escenario en el que se desarrolla el gran teatro de la historia de
la humanidad.
Es muy probable que, por la juventud que abunda en la población americana, en esta reunión
de los obispos de América Latina se haya puesto especial atención a la organización y los
movimientos de la juventud católica, con marcado interés en las actividades a nivel nacional e
internacional no sólo parroquiales y diocesanas. Para conseguir esto se recomienda otorgar
más confianza a sus dirigentes y que se les reconozca a dichos movimientos la autonomía que
les corresponde. Y con este tratamiento se espera incentivar su trabajo evangelizador en busca
de la transformación de personas y estructuras.
39
En esta época de cambios dentro de la Iglesia, aparecen dudas referentes a la vocación y al
trabajo de los sacerdotes. ¿Cuál es el alcance de su actividad? ¿De qué manera y en qué
medida le afecta la creciente valoración que se ha otorgado a la parte que representa el laico
en la vida del mundo y de la Iglesia misma? Porque en atención a su sacerdocio común, los
laicos gozan en la comunidad del derecho y tienen la obligación de contribuir con su esfuerzo
a la realización de la acción pastoral.
Esta es la razón de que los sacerdotes hagan el esfuerzo de conversar con ellos
constantemente y a nivel de institución, sobre los temas que puedan ayudar al buen
desempeño de la parroquia y a la planificación de sus acciones pastorales y catequéticas. Este
trabajo de conjunto está basado en la doctrina de que en la Iglesia todos estamos llamados a la
santidad. No sólo los integrantes de la jerarquía. También los laicos están llamados a una
santidad que se hace vida en el ambiente en el que toca a cada uno trabajar, imitando al señor
Jesucristo por amor.
La colaboración de los laicos en la expansión del Reino es tan importante y está tan unida a su
vocación, que cada uno debe aceptar con entusiasmo las tareas que le sean encomendadas,
sobre todo quienes han adquirido cierto nivel de formación y que por lo mismo tienen más
influencia y más posibilidades de entusiasmar y formar a los demás miembros de la
comunidad. En este sentido, los ministros ordenados y los religiosos recuerden la importancia
de atender, educar y evangelizar especialmente a las clases marginadas y paralelamente,
ocuparse de la formación de los grupos indígenas.
El continente americano padece la vergüenza de que millones de sus habitantes viven
marginados por la sociedad y sin posibilidad de conseguir su pleno desarrollo como seres
humanos. A estos grupos la Iglesia debe dedicarles una buena parte de su trabajo, con una
organización y un funcionamiento que sea apto para afrontar tales retos. Al examinar la
realidad en esta perspectiva, encontramos algunos signos positivos, como el interés de los
laicos de participar en los trabajos y en la organización pastoral de la Iglesia.
Los alumnos de las universidades y de otras escuelas no católicas es otro sector del pueblo de
Dios al que debe prestarse mucha atención. Para darles la oportunidad de conocer a Jesucristo
y a su Iglesia es necesario organizar equipos de sacerdotes, de religiosos y sobre todo de
laicos que se hagan cargo de la tarea apostólica en cualquier institución que permita su
40
ingreso. Medellín hace ver que el trabajo catequístico necesita de organización por lo menos
en sus más elementales etapas; pero debe aplicarse tanto en los círculos nacionales como en
los internacionales. Con esto se facilitará y se le conferirá agilidad y eficacia a todo el trabajo
de las diócesis.
Naturalmente que este esfuerzo exige encontrar el personal adecuado, parta poder formar las
comunidades cristianas. De esta cuenta, se habla de promocionar a catequistas laicos, de ser
posible que sean vecinos de cada municipio así como formar ministros de la Palabra y
diáconos en general. Para tener una mejor visión de las cosas y trabajar con mayor eficiencia,
se recomienda que los cargos de la curia sean encomendados también a laicos.
La Iglesia es el Pueblo de Dios que en cada momento histórico va descubriendo e
implementando nuevas formas de organización que ayuden a interiorizar los valores
evangélicos, ofreciendo una respuesta a los signos de los tiempos. Las comunidades de base
reproducen, en cierto modo, la estrategia pastoral de la Iglesia primitiva y algunos rasgos de
la primera evangelización latinoamericana. Quieren ser la expresión actualizada más parecida
a las primeras comunidades cristianas descritas en los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 42-46;
4, 32-36). La experiencia latinoamericana de las comunidades eclesiales de base brota de la
actualizada eclesiología del Concilio Vaticano II que dice: “La Iglesia avanza con toda la
humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo y su razón de ser es actuar como
fermento en el alma de la sociedad.” (GS 40).
Las comunidades de base son puntos de partida de la construcción de una nueva sociedad,
focos de evangelización y motor de la liberación y desarrollo, expresión del amor preferencial
de la Iglesia por el pueblo sencillo; ofrecen la posibilidad concreta de participar en las tareas
eclesiales y en el compromiso transformador del mundo, son esperanza de la Iglesia y
ambiente propicio para el surgimiento de nuevos servicios laicales, promueven un
compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes.
Si se quiere que las comunidades cristianas de base den los frutos que se espera de ellas, se
debe procurar que sean coordinadas por verdaderos líderes y mejor si son laicos, para tener
más poder de convencimiento ante las diversas situaciones de la vida familiar y civil que se
abordan en esas reuniones. En lo que se refiere al desarrollo integral del hombre, los
sacerdotes ministeriales, extraídos de entre los hombres y ordenados para ayudar a los
41
integrantes de la grey en su relación con Dios, deben formar a los laicos, animándolos a
participar en la técnica y la construcción del progreso.
En esta reunión, los obispos se muestran muy interesados y a la vez preocupados por la
penetración de los medios de comunicación social, por lo que recomiendan a los laicos
involucrados en estas actividades, empeñarse en aprovechar la tecnología, básicamente para
promocionar la dignidad del ser humano. Expresan en las conclusiones de la reunión que la
Iglesia, como madre de todos los hombres, está comprometida a colaborar, principalmente por
medio de los laicos, en las actividades de promoción humana en todas sus formas, de las que
está muy necesitada la sociedad. Dado que los cristianos están activos en todos los ámbitos
del mundo actual, es necesario que trabajen en los medios de comunicación social, más si
estos no son propios de la Iglesia, siguiendo la orientación de diálogo y servicio que debe
caracterizar el espíritu evangélico.
Pero estas acciones demandan personal calificado, por lo que no sólo estamos obligados a no
hacer comunicaciones sin preparación; también debemos formarnos y buscar “vocaciones”
para este campo de trabajo, particularmente entre los laicos. Un vez encontrados los
candidatos, hay que darles una adecuada formación en primer lugar apostólica, y luego la
formación profesional –técnica, según los niveles de las necesidades funcionales. Este
pensum de estudios debe abarcar la teología, la sociología y la antropología, presentes en cada
continente y que por eso mismo son distintas. Debe darse preferencia a la formación de los
jóvenes para que se den cuenta de y concedan la importancia debida a los medios, que son la
misma expresión del mundo de hoy y, en este sentido, que aprendan a tomar sus propias
decisiones. No hay que olvidarse, dicen los obispos, de iniciar la capacitación desde los
niveles más bajos posible y aún incluirla en la misma catequesis.
En el documento conclusivo de Medellín hay varios párrafos dedicados específicamente a los
laicos, en los que se pide con mucho énfasis que, en vista de la globalización de las naciones y
del poder que tienen las estructuras internacionales, lo que es causa y origen del subdesarrollo
en que viven los más débiles, los laicos deben comprometerse como cristianos también a nivel
internacional, precisamente para fomentar el progreso de los pueblos subdesarrollados,
promoviendo con ello la justicia entre las naciones.
42
En cuanto al apostolado laical que está ligado más íntimamente a la jerarquía, que es el más
productivo y que es transversal a las parroquias y aún a las diócesis (como Acción católica,
Cursillos de Cristiandad, Renovación carismática, etc.) los obispos afirman que siguen
teniendo vigencia como ejemplo de apostolado organizado, por lo que deben ser apoyados,
aunque siempre están obligados a respetar el límite de su vida útil, así como el de los métodos
y procedimientos que aplican.
Cualquier idea o directriz respecto del trabajo de los laicos se sustenta en una auténtica
espiritualidad, encarnada en su experiencia y como una obligación adquirida con el mundo.
Esta espiritualidad les ayudará en su entrega a Dios en el servicio a la humanidad,
particularmente ayudándolos a encontrar el verdadero sentido de la oración y de la liturgia
como evocación y celebración del Misterio Pascual.
Cristo realiza su función profética no sólo por medio de la jerarquía sino también por medio
de los laicos. Él mismo los hace sus testigos y les da la gracia de la fe y de la palabra. Enseñar
a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e incluso de todo creyente (CatIC
904). Los laicos cumplen su misión profética evangelizando, con el anuncio de Cristo
comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra. En los laicos esta evangelización
adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las
condiciones generales de nuestro mundo (CatIC 905).
Los laicos deben ser héroes, profetas, promotores de la paz y del desarrollo. Intrépidos,
desprendidos, de trato agradable, directos, personas sin complicaciones, convencidos de que
son los que proponen y hacen respetar las reglas del juego; pero siempre cercanos y
preocupados de la gente sencilla, por la que incluso pueden llegar a exponer su propia vida.
Los laicos debieran estar preparados para enfrentarse a condiciones de vida muy difíciles:
horas interminables de labores, caminatas bajo el sol y bajo la lluvia, entre molestos insectos
y entre una naturaleza que pone a prueba los mayores esfuerzos humanos. Los laicos deben
estar dispuestos a asumir como propias las necesidades reales de la gente menos favorecida
por la vida, asumiendo las dificultades de contraponer un estilo nuevo,
diferente a un estilo anterior de apostolado más rentable por el crecimiento del número de
miembros para la Iglesia; pero menos preocupado por la cuestión social. El Concilio Vaticano
II (1962 – 1965) había impulsado el cambio, recomendando la vuelta a las fuentes del
Evangelio y más sensibilidad para las realidades del mundo. Esta es la propuesta pastoral
43
asumida por los obispos latinoamericanos en Medellín (1968). Se trata de transformar la
misma Iglesia desde adentro, para responder a la evangelización con nuevas actitudes y
criterios.
Finalmente, los obispos hablan de crear una organización laical a nivel regional como
plataforma de encuentro, estudio, diálogo y servicio de alcance continental, al estilo del
mismo CELAM.
2.8 V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe - Aparecida.
El documento conclusivo de Aparecida en el No.209, remitiéndose a su vez al Concilio
Vaticano II (LG 31), define a los laicos de esta manera: “Los fieles cristianos laicos son los
cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y
participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su
condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. Debe subrayarse
en esta definición la calidad de “configurados con Cristo por el bautismo”.
El papa Benedicto XVI, por su parte, dijo en su discurso inaugural de la Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (DI 5): “…recuerdo a los laicos que también
ellos son Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero.
Todos los bautizados deben tomar conciencia de que han sido configurados con Cristo
sacerdote, profeta y pastor, por el sacerdocio común del pueblo de Dios. Deben sentirse
corresponsables en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con
entusiasmo y audacia, en comunión con sus pastores.”
En Aparecida (No. 99.c) se reconoce la santidad de muchos sacerdotes, su testimonio de vida,
su trabajo misionero, su creatividad pastoral, sobre todo de los que se encuentran en
situaciones particularmente difíciles por cuestiones de distancia o contextos hostiles. Y
también se menciona el trabajo de los laicos consistente en diaconados permanentes, en
ministerios confiados a ellos, en otros servicios pastorales como delegados de la Palabra,
animadores de asamblea y de pequeñas comunidades como las CEB, movimientos eclesiales
y muchas pastorales específicas.
44
Refiriéndose a la mujer, Aparecida en el No. 458.b propone: “Garantizar la efectiva presencia
de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos, así como también
en las instancias de planificación y decisión pastorales, valorando su aporte.”
Una de las muestras de la nueva situación de las mujeres frente a la Teología es su
participación en los distintos escenarios en los que se maneja el tema; pero se debe tomar en
cuenta que las teologías que surgen de las experiencias y los conocimientos de los distintos
sujetos emergentes como por ejemplo las mujeres, siempre deberán confrontarse con las
preguntas vitales que propone una teología liberadora, porque se dirigen a un horizonte
profético y liberador que nos propone en primer lugar la pregunta: ¿Para qué sirven y a quién
le sirven las reflexiones teológicas? Uno de los más importantes signos de los tiempos es la
irrupción de mujeres en los lugares donde se produce, se aprende y se enseña teología. Dadas
las manifestaciones de rechazo, de hostilidad, de no aceptación a cualquier modalidad de
feminismo (muchas veces en ámbitos eclesiásticos) las mujeres que hacen Teología se
quejan de la no aceptación por parte de algunos sectores de la Iglesia Católica, donde todavía
prevalecen situaciones patriarcales de opresión y misoginias abiertas o solapadas. Estas
mujeres reclaman su derecho a una voz propia en la Teología, desde su feminidad y desde su
competencia para hacer interpretaciones teológicas que pueden cuestionar y superar las
distintas formas de androcentrismo, clericalismo y complejos de superioridad.
Estas consideraciones sobre las nuevas actividades que acomete la mujer de hoy,
desafortunadamente no eliminan todavía los casos de violencia contra la mujer, que
comienzan en la infancia y que es en la familia donde contradictoriamente más se dan. Las
causas específicas de estas situaciones, como los intentos del hombre por dominar a la mujer,
la baja estima que determinados hombres tienen de las mujeres, la comercialización de la
sexualidad, terminan propiciando la instauración de una relación de dominio mediante
desprecios, amenazas, golpes físicos y otros abusos. También siguen dándose los malos tratos
de baja intensidad, como los maltratos psíquicos, que a través del tiempo socavan la
autoestima de la mujer y talvez son los que más se dan en la vida de cada día. No podemos
olvidar estos abusos que deben formar parte de las tareas pendientes para una Teología de la
mujer inspirada en el Concilio Vaticano II.
Aparecida en el No. 518 también recomienda que para favorecer en los habitantes de los
centros urbanos su encuentro de la plenitud de la vida en Cristo, los agentes de pastoral se
45
esfuercen en desarrollar… f) Una atención especializada a los laicos en sus diferentes
categorías: profesionales, empresariales, trabajadores y otras. k) La formación y
acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo en los centros de opinión, se organicen
entre sí y puedan ser asesores para toda la acción eclesial.
Aparecida dice en el No.99: “Los esfuerzos pastorales orientados hacia el encuentro con
Jesucristo vivo han dado y siguen dando frutos. Entre otros, destacamos los siguientes:…d)
Resalta la abnegada entrega de tantos misioneros y misioneras que, hasta el día de hoy,
desarrollan una valiosa obra evangelizadora y de promoción humana en todos nuestros
pueblos, con multiplicidad de obras y servicios. Se reconoce, asimismo, a numerosos
sacerdotes, consagradas y consagrados, laicas y laicos, que desde nuestro continente,
participan en la misión -ad gentes-.”
El número 366 de Aparecida se refiere al llamado a la conversión pastoral cuando dice: “La
conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del
Reino de la vida. …consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir
una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir
-lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias- (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos
en los que Dios se manifiesta.”
El laico debe participar en organismos ecuménicos dice Aparecida (No. 232): “En nuestro
contexto, el surgimiento de nuevos grupos religiosos, más la tendencia a confundir el
ecumenismo con el diálogo interreligioso, han obstaculizado el logro de mayores frutos en el
diálogo ecuménico. Por lo mismo, alentamos a los ministros ordenados, a los laicos y a la
vida consagrada a participar de organismos ecuménicos con una cuidadosa preparación y un
esmerado seguimiento de los pastores, y realizar acciones conjuntas en los diversos campos
de la vida eclesial, pastoral y social…”
Aparecida se queja de que a pesar de los aspectos positivos que nos alegran en la esperanza,
notamos sombras, entre las que se menciona las siguientes (No.100.c): “Constatamos el
escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad,
particularmente cuando asumen responsabilidades en las diversas estructuras del orden
temporal. Percibimos una evangelización con poco ardor y sin nuevos métodos y expresiones,
46
un énfasis en el ritualismo sin el conveniente itinerario formativo, descuidando otras tareas
pastorales…”
Aparecida en el No.174, refiriéndose a las disposiciones emanadas del CV II a través de las
constituciones Lumen Gentium, Gaudium et Spes y Apostolicam Actuositatem, enumera los
ámbitos de la actividad misionera de los laicos: “Los mejores esfuerzos de las parroquias, en
este inicio del tercer milenio, deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos
misioneros…el campo específico de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo
del trabajo, la cultura, las ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la
economía, así como los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional, sobre todo en
los contextos donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos.”
El documento conclusivo de esta reunión de los obispos de América Latina y del Caribe se
refiere también a la corresponsabilidad de los laicos en la formación de discípulos y en la
misión cuando dice en el No.202: “Pero sin duda no basta la entrega generosa del sacerdote y
de las comunidades de religiosos. Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables
en la formación de los discípulos y en la misión…” Y en el No. 281, en el que afirma: “La
presencia y contribución de los laicos y laicas en los equipos de formación aporta una gran
riqueza original, pues, desde sus experiencias y competencias, ofrecen criterios, contenidos y
testimonios valiosos para quienes se están formando.”
Aparecida define la misión de los laicos y laicas en el No.210 en el que dice: “Su misión
propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad,
contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los
criterios del Evangelio…Además, tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan,
mostrando autenticidad y coherencia en su conducta.” En el No.211 se refiere particularmente
a la misión de los laicos y laicas en la Iglesia: “Los laicos también están llamados a participar
en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar,
con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado,
según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores.”
En el documento conclusivo de la Quinta Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe, encontramos otras conclusiones referentes al laicado, que nos
47
sirven de base para determinar si lo que se ha hecho hasta ahora en Guatemala es correcto y
cuáles deben ser los lineamientos para un laicado acertado en el tercer milenio:
“Para cumplir su misión con responsabilidad personal, los laicos necesitan una sólida
formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio
de Cristo y de los valores del Reino en el ámbito de la vida social, económica, política y
cultural.” Ap. No. 212.
“…La evangelización del continente, nos decía Juan Pablo II, no puede realizarse hoy sin la
colaboración de los fieles laicos (EAm No. 44). Ellos han de ser parte activa y creativa en la
elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad… Es necesario que
el laico sea tenido muy en cuenta con un espíritu de comunión y participación (PG No. 11)”
Ap. No.13.
“En este contexto, el fortalecimiento de variadas asociaciones laicales, movimientos
apostólicos eclesiales e itinerarios de formación cristiana, y comunidades eclesiales y nuevas
comunidades, que deben ser apoyados por los pastores, son un signo esperanzador...” Ap. No.
214.
“Reconocemos el valor y la eficacia de los Consejos parroquiales, Consejos diocesanos y
nacionales de fieles laicos, porque incentivan la comunión y participación en la Iglesia y su
presencia activa en el mundo…” Ap. No. 215.
“La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la
instauración del Reino de vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y
consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión
pastoral, que implica escuchar con atención y discernir –…lo que el Espíritu está diciendo a
las Iglesias- (Ap No. 2, 299) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se
manifiesta.” Ap. No. 366.
“Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a una
actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la
transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una
incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo… (EN 70).” Ap.No. 283.
48
“Son los laicos de nuestro continente, conscientes de su llamada a la santidad en virtud de su
vocación bautismal, los que tienen que actuar a manera de fermento en la masa para construir
una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios…” Ap.No. 505.
“Reconociendo y agradeciendo el trabajo renovador que ya se realiza en muchos centros
urbanos, la V Conferencia propone y recomienda una nueva pastoral urbana que: …h)
Difunda la palabra de Dios, la anuncie con alegría y valentía y realice la formación de los
laicos de tal modo que puedan responder las grandes preguntas y aspiraciones de hoy e
insertarse en los diferentes ambientes, estructuras y centros de decisión de la vida urbana.”
Ap.No. 517.
“…Sugerimos también una mayor utilización de los servicios que ofrecen los institutos de
formación teológica pastoral existentes, promoviendo el diálogo entre los mismos y destinar
más recursos y esfuerzos conjuntos en la formación de laicos y laicas.” Ap. No. 345.
“…Es necesario, que en los seminarios y casas de formación, se tome conciencia sobre la
realidad de la movilidad humana, para darle una respuesta pastoral. También se requiere
promover la preparación de laicos que, con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de
comprensión, puedan acompañar a quienes llegan, como también en los lugares de salida a las
familias que dejan.” Ap. No. 413.
“Para que los discípulos y misioneros alaben a Dios, dando gracias por la vida y sirviendo a la
misma, proponemos las siguientes acciones: …b) Procurar que presbíteros, diáconos,
religiosos y laicos accedan a estudios universitarios de moral familiar, cuestiones éticas y,
cuando sea posible, cursos más especializados de bioética…h) Promover la formación y
acción de laicos competentes, animarlos a organizarse para defender la vida y la familia, y
alentarlos a participar en organismos nacionales e internacionales.” Ap. No. 469.
“Para que los habitantes de los centros urbanos y sus periferias, creyentes o no creyentes
puedan encontrar en Cristo la plenitud de vida, sentimos la urgencia de que los agentes de
pastoral en cuanto discípulos y misioneros se esfuercen en desarrollar: …k) La formación y
acompañamiento de laicos y laicas que, influyendo en los centros de opinión, se organicen
entre sí y puedan ser asesores para toda la acción eclesial…” Ap. No. 518.
49
“Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales en el campo de
la formación de los laicos, deseamos respetar sus carismas y su originalidad, procurando que
se integren más plenamente a la estructura originaria que se da en la diócesis...” Ap. No. 313.
“Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como el don del Padre para
el encuentro con Jesucristo vivo, camino de -auténtica conversión y de renovada comunión y
solidaridad- (EAm 12)… Esto exige por parte de los obispos, presbíteros, diáconos y
ministros laicos de la Palabra, un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo
intelectual e instrumental, sino con un corazón -hambriento de oír la Palabra del Señor-
(EAm 8, 11).” Ap. No. 248.
“El proyecto pastoral de la Diócesis, camino de pastoral orgánica, debe ser una propuesta
consciente y eficaz para atender las exigencias del mundo de hoy,…Los laicos deben
participar del discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución (Chl No.
51)…” Ap. No. 371.
“El Pueblo de Dios siente la necesidad de presbíteros-discípulos…movidos por la caridad
pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiados y a buscar a los más alejados
predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su Obispo, los presbíteros,
diáconos, religiosos, religiosas y laicos…” Ap. No. 199.
“Queremos, por tanto, desde nuestra condición de discípulos y misioneros, …promover
caminos eclesiales más efectivos, con la preparación y el compromiso de los laicos para
intervenir en los asuntos sociales…” Ap. No. 400.
El documento conclusivo de Aparecida describe al laico de la misma manera que el CV II.
Para nosotros este detalle constituye un signo de la unidad de pensamiento que existe entre las
distintas instancias jerárquicas de la Iglesia. Los términos que maneja Aparecida son los
mismos del CV II. El laico es el mismo para la iglesia de Roma y para la iglesia de
Latinoamérica: con las mismas dignidades, la misma participación de las funciones de Cristo
y realiza la misma misión en todo el mundo. Los laicos son la Iglesia con la misión (propia
por su naturaleza) de llevar el testimonio de Cristo a todo el mundo, conscientes de su
configuración con Él, sacerdote, profeta y pastor.
50
Por esto son corresponsables con todo su esfuerzo en la conformación de la sociedad según
los criterios del Evangelio; en perfecta armonía con y sujetos a la autoridad de sus pastores.
Los laicos deben seguir empeñados en su trabajo de los diaconados permanentes, de los
ministerios que les sean confiados, actuando como delegados de la Palabra, animadores de
asamblea y de pequeñas comunidades.
Por su parte, la Iglesia debe tener muy en cuenta la contribución de la mujer en los ministerios
que confía a los laicos, no sólo en la parte operativa sino también en los niveles de
planificación y decisión pastoral.
Siguiendo el ritmo de los tiempos modernos, Aparecida recomienda atención específica a
profesionales, empresarios, trabajadores y a todos los grupos o gremios que se integran dentro
de la sociedad, para lo cual es indispensable una adecuada información y formación por parte
de los agentes de pastoral. Algo muy efectivo es el hecho de que los laicos y laicas que
influyen de alguna manera en los centros de opinión se organicen para ser asesores de toda la
acción eclesial.
Después de la aceptación de Jesús y sus enseñanzas por parte de los laicos y laicas, como
primer logro de los esfuerzos pastorales, el trabajo debe encaminarse a acompañar su
participación en la misión “ad gentes”. Dando por sentado que la conversión personal debe
motivar la capacidad de someterlo todo al servicio de la difusión del Reino, los laicos y laicas
debemos asumir una actitud de permanente conversión pastoral, manifestada en la escucha y
el discernimiento de lo que el Espíritu dice a las Iglesias por medio de los signos de los
tiempos.
Los laicos deben formar parte de organismos ecuménicos evitando la confusión entre
ecumenismo y diálogo interreligioso, para no frenar la consecución de mejores frutos en el
diálogo ecuménico. Esto será posible, mediante una cuidadosa preparación y un estrecho
seguimiento de los pastores, en la realización de acciones conjuntas dentro de los distintos
campos de la vida eclesial, pastoral y social.
Dentro de todo lo positivo acerca de los laicos que pueda encontrarse en el documento
conclusivo de La Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano se encuentran algunos
51
puntos negativos, como el reconocimiento de que hace falta acompañamiento a los fieles
laicos en sus actividades al servicio de la sociedad, particularmente cuando asumen cargos de
responsabilidad dentro de las organizaciones. Por esto mismo, parece que se pone poco
entusiasmo y no se encuentran nuevos métodos y expresiones y más bien se hace énfasis en el
ritualismo con poca formación en ese campo, además de descuidar otras tareas pastorales.
Para rellenar estas lagunas y en consonancia con las ideas del CV II, los obispos de América
Latina recomiendan con mucho énfasis a las parroquias convocar y formar laicos misioneros,
porque su campo de acción evangelizadora es el complejo mundo del trabajo, de la cultura, de
las ciencias y de las artes, de la política, de los medios de comunicación, la economía, la
familia, la educación, la vida profesional y sobre todo los ambientes en los que sólo ellos y
ellas pueden tener ingreso.
En el Documento Conclusivo de Aparecida categóricamente se confirma la responsabilidad
que tienen los laicos en la formación de discípulos y en la misión, cuando se dice que su
presencia en los equipos de formación aporta una gran riqueza porque su vida y sus
competencias proporcionan criterios, contenidos y testimonios valiosos para los que están
recibiendo formación.
A manera de recordatorio, encontramos de nuevo y enfática la declaración de que el campo de
trabajo de los laicos y laicas es el mundo, a cuya transformación deben contribuir con su
testimonio y actuación, conformando estructuras justas de acuerdo a los criterios del
Evangelio y haciendo creíble la fe que anuncian con su autenticidad y la coherencia de su
vida.
Cuando Aparecida se refiere a la formación, no habla en términos blandos; más bien, de
manera enérgica apela a la responsabilidad personal en cuanto a asumir la necesidad de
formación sólida en lo doctrinal, pastoral y espiritual, soportada por un adecuado
acompañamiento, para poder dar un convincente testimonio de Cristo y de los valores del
Reino.
En otra parte del Documento Conclusivo de Aparecida los obispos destacan la contribución
de la formación de los laicos y laicas para obtener una buena actuación como discípulos
misioneros en el mundo, de tal manera que puedan entablar un buen diálogo y transformar la
52
sociedad. Al reconocer agradecidos el trabajo de renovación dentro de la Iglesia
Latinoamericana, que se materializa en una nueva pastoral urbana, los obispos manifiestan su
deseo de que difunda la Palabra de Dios, la anuncie con alegría y valentía incluyendo la
formación de los laicos, para que puedan responder las interrogantes y colmar las aspiraciones
del mundo de hoy, penetrando los diferentes ambientes, las estructuras y los centros de
decisión de la vida urbana.
Para dar más impulso a esta formación, los obispos sugieren utilizar los servicios ofrecidos
por los institutos de formación teológica pastoral existentes cada día en mayor número,
promoviendo además el intercambio de ideas entre los mismos y destinar más financiamiento
y trabajos conjuntos a la formación de laicos y laicas. Enfáticamente, los obispos de América
Latina proponen que los laicos accedan a estudios universitarios de moral familiar, cuestiones
éticas y de ser posible a cursos más especializados de bioética; proponen promover la
formación de laicos competentes, motivarlos para defender la vida y la familia y alentarlos a
participar en organismos nacionales e internacionales.
Se refieren también a la necesidad de ayudar a los habitantes de los centros urbanos y de las
zonas periféricas creyentes o no, a encontrar a Cristo como plenitud de vida, para lo cual
deben ser acompañados y formados de modo que puedan influir en los centros de opinión,
puedan organizarse y asesorar a la acción eclesial. Por todo eso, dicen los obispos es urgente
la formación específica, para que sean capaces de incidir significativamente en los diferentes
campos de la vida civil.
Ya casi al final del documento conclusivo, los obispos expresan su deseo de que desde su
condición de discípulos y misioneros todos procuren abrir caminos eclesiales más expeditos,
sobre todo con la participación de laicos preparados y comprometidos para tomar parte en los
asuntos sociales. Porque como dijo Juan Pablo II, la evangelización del continente demanda la
colaboración de los fieles laicos, que deben tomar parte activa en la elaboración y puesta en
práctica de los proyectos pastorales en bien de las comunidades.
En todas sus recomendaciones, no olvidan los señores obispos el respeto que debe guardarse
hacia los carismas y la originalidad del laico a la hora de la formación, para que se integre
mejor a la estructura originaria que se implemente en cada diócesis. Y para proponer
correctamente a los fieles la Palabra de Dios, como el don del Padre para un encuentro con
53
Jesucristo vivo, piden a los ministros de la Palabra acercarse a la Sagrada Escritura no sólo
intelectual e instrumentalmente, sino sobre todo con el corazón deseoso de escuchar la
Palabra del Señor.
En el contexto de esta participación de los laicos en la Evangelización, Aparecida propone
como signo de esperanza el fortalecimiento que manifiestan las asociaciones laicales, los
movimientos apostólicos y de formación cristiana, así como el surgimiento de comunidades
eclesiales, la actividad de los Consejos Parroquiales, de los Consejos Diocesanos y nacionales
que incentivan la comunión y participación en la Iglesia, actividades todas que tienen el pleno
derecho de ser apoyadas por sus pastores.
En todo este esfuerzo, en todo este camino hay algo muy significativo: debemos estar
concientes de que es un camino largo y de todos los días el empeño de alcanzar la estatura de
una vida nueva en Cristo, tratando de que lo reconozcan a Él en cada uno de nosotros. Son los
laicos del continente, responsables de la llamada a la santidad recibida desde la vocación
bautismal, quienes deben actuar como fermento en la masa de la humanidad, para conformar
una unidad social de carácter temporal, según el Proyecto de Dios.
En su afán de atender a todos los sectores de la sociedad, los obispos recomiendan también
que se forme a los colaboradores de la evangelización en la realidad de la movilidad humana,
a manera de darle una atención pastoral adecuada. Pide nuevamente proponer la preparación
de los laicos, para que con sentido cristiano, profesionalismo y capacidad de comprensión,
reciban a los que llegan y atiendan también en los puntos de salida a las familias que se
quedan. Es otra solicitud de formación.
Por lo que se refiere a la participación de los laicos y laicas en el discernimiento, la toma de
decisiones, la planificación y la ejecución de los proyectos pastorales de las diócesis, los
obispos recomiendan una pastoral orgánica, conciente y eficaz para satisfacer las exigencias
del mundo de hoy. Y pide de manera apremiante que en unión con su obispo y su párroco, los
laicos cuiden del rebaño que les es confiado, por la necesidad de cuidarlo, sobre todo a los
más alejados.
54
CAPÍTULO TRES
3 – SITUACIONES GENERALES
3.1 El laico en los equipos de servicio.
Actualmente el laico trabaja para la Iglesia con todo el entusiasmo que su fe le inspira y
probablemente teniendo como punto de partida algún retiro o alguna convivencia que
constituyó el momento de su conversión. En estos dos apoyos se encuentra la energía que lo
impulsa a poner sus esfuerzos al servicio de la comunidad, para al expansión del reino. Como
en todas las latitudes del mundo, realiza tareas, presta servicios y desempeña ministerios de
acuerdo a sus aptitudes.
De una manera similar (en un plano informal), se podría reunir como grupos que colaboran en
la comunidad con algún grado de religiosidad a señoras comadronas, a quienes integran los
grupos musicales que participan en la liturgia y en las reuniones de evangelización, a los
encargados de limpiar y ordenar las instalaciones parroquiales, a los que organizan eventos
especiales.
Existen otros laicos comprometidos más formal y permanentemente en el Consejo Pastoral
Parroquial, el Consejo Económico, las cofradías, quienes en realidad no tienen fundamento
bíblico ni teológico pero que se diría que son una respuesta a las necesidades actuales de la
parroquia.
3.2 Servidores que no pertenecen a la parroquia.
También encontramos en las parroquias, personas que pertenecen a agrupaciones laicales que
la parroquia no promueve pero que a su manera y según su espiritualidad, dan vida a la
Iglesia, con ó sin compromisos oficiales, como los Obreros de Jesús.
En Guatemala han funcionado las terceras órdenes como la Fraternidad Marista y
comunidades que de distintas formas pertenecen a sociedades religiosas, así como
movimientos internacionales: Los Focolares, las Cadettes de Cristo, la Legión de María, la
55
Infancia Misionera, la Hermandad del Santo Rosario. Fuera de la parroquia, los Heraldos del
Evangelio.
3.3 Servidores fuera de la ciudad.
El trabajo del laico en el interior del País (área rural) no debiera ser muy diferente al trabajo
del laico en la ciudad. En estos ambientes los compromisos familiares vienen a ser los mismos
y los compromisos laborales muy similares a los de la ciudad.
Las diferencias están marcadas por los instrumentos de trabajo, el tipo de trabajo en las
agroindustrias, el cultivo de la tierra en una economía cerrada, las artesanías. Por otro lado se
tiene el hecho de que las poblaciones son más reducidas, las relaciones entre sus miembros
más estrechas y la cantidad de habitantes, de viviendas es mucho menor que la de la ciudad.
En el interior del País, los laicos se han desempeñado como miembros de la Acción Católica,
catequistas, agentes de pastoral, celebradores de la Palabra, delegados de la Palabra, Ministros
de la comunión, cooperativistas.
“Esta parcela de la Iglesia de Guatemala cuenta entre sus hijos con verdaderos testigos de la
fe, hombres y mujeres que dieron su vida por Jesús, sirviendo a sus hermanos, a sus
comunidades, de los que eran humildes mensajeros del Evangelio como Delegados de la
Palabra. Se comprometieron con la Iglesia en tiempos de esperanza, hicieron del Evangelio
un itinerario de vida personal que los llevó a servir con generosidad a sus hermanos, de
acuerdo a los valores que brotan frescos de la lectura y meditación de la Palabra de Dios. Por
ese compromiso, muchos de ellos fueron secuestrados... otros desaparecidos, otros
asesinados,...Todos ellos aprendieron en la comunidad cristiana, en su participación litúrgica,
en la formación, en el trabajo comunitario, que el Evangelio tiene unas exigencias de
compromiso de lucha por la vida y dignidad de las personas a las que no se puede renunciar.”
(CEG – Conferencia Episcopal de Guatemala 2007, Testigos Fieles del Evangelio, segunda
edición, Ediciones San Pablo, Guatemala. Pág. 97).
56
3.4 Servidores en época del conflicto armado.
El Pensamiento que fundamentó la Quinta Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y el Caribe fue: “Discípulos y misioneros para que nuestros pueblos tengan
vida en Jesucristo. -Yo soy el Camino la Verdad y la Vida- (Jn 14, 6)”
Estas dos actitudes -discípulos y misioneros- según el No.181 del documento conclusivo de la
reunión de Aparecida, se complementan y no pueden darse la una sin la otra, de tal manera
que pueden llegar a demostraciones extremas como el martirio mismo. El misionero “da
testimonio de su Señor, si es necesario hasta el derramamiento de su sangre” (Ad Gentes 24),
dice el Concilio Vaticano II.
En la Guatemala del S. XX el martirio de nuevo fue actualidad. Algunos de los mártires son
recordados por su nombre; pero la mayoría sólo son conocidos por Dios. Esto no significa que
todo deba terminar allí, en el anonimato. Por eso es perfectamente válido que se haga lo
posible por recordar a quienes han sido martirizados. Las comunidades rurales de nuestra
Guatemala tienen la característica martirial de los apóstoles. Con ella han regado en el
territorio nacional la semilla del Evangelio, viviendo su fe con valentía ejemplar incluso
llegando a derramar su sangre y en condiciones de violencia extrema, brutal y despiadada.
Es claro que para llegar a estas afirmaciones nos apoyamos en razones de evangelización y no
en motivaciones políticas o de otro orden. El valor de estas personas constituye un ejemplo
elocuente de comportamiento para el creyente de Guatemala. Su ardor en el seguimiento de
Jesús los movió a ser miembros activos y misioneros dentro de sus comunidades, y los
entusiasmó para defender los derechos de las personas, interpretando correcta y
oportunamente (a la luz de las enseñanzas sociales de la Iglesia) la realidad que les tocó vivir
y además, siendo coherentes en el testimonio de sus vidas.
Los laicos de hoy debemos sentirnos comprometidos a continuar con ese estilo de vida que
estos hermanos cristianos–católicos nos han transmitido, sabedores de que siempre se obtiene
más con el ejemplo que con la palabra. “…La Iglesia considera siempre el martirio como el
don por excelencia y como la prueba suprema de amor” (LG 42). Los mártires deben
hacernos ver hacia a delante. Nos deben ayudar a ser discípulos y misioneros comprometidos
seriamente con la evangelización y la transformación de la sociedad.
57
En tiempos de la guerrilla los laicos fueron muy perseguidos: “…Ser catequista llegó a ser
sinónimo de guerrillero. La represión era tan brutal e indiscriminada, que los catequistas, en
sus mismas casas debían esconder las biblias, los catecismos, los libros o cartillas de
alfabetización o de salud. A veces hasta los mismos objetos religiosos, como estatuas de los
santos, o de la Virgen María…de modo que la casa no delatara que allí había una familia de
un catequista. Los catequistas que se arriesgaron, o que optaron por aguantar esta política de
terror, fueron asesinados.” (CEG – Conferencia Episcopal de Guatemala 2007, Testigos Fieles
del Evangelio, segunda edición, Ediciones San Pablo, Guatemala. Págs. 60-61).
Durante el conflicto armado, los treinta y seis años de guerra, el trabajo pastoral del laico
estuvo marcado por la persecución, la tortura y la muerte. Como es bien sabido, muchos
catequistas, delegados de la palabra, miembros de Acción Católica dieron su vida por Cristo y
por su Iglesia.
Hubo que soportar la ofensiva de aviones de guerra y de helicópteros mientras el ejército
buscaba por tierra a la población. Los catequistas eran no solamente guías en los caminos de
la selva, sino también soportes en la fe. Llevaban a Jesús Eucaristía en un morral que pendía
de su cuello. Cuando lograban hacer un alto en la huida, extendían en el suelo un pedazo de
plástico, lo exponían y hacían oración. No podían cantar por miedo de que el ejército los
oyera. La Comunión daba fuerza a todos y los ayudaba a continuar el camino de la
huida…como la Sagrada Familia camino a Belén.
Así celebraban la Fe y continuaban el camino a través de la montaña, como Pueblo de Dios.
Todos se sentían una sola persona y los catequistas, aún en medio de estas adversidades
siguieron colaborando con la misión de la Iglesia. Tenían que consolar a sus hermanos en la
Fe y explicarles que por la emergencia, no había altar; sólo un pedazo de plástico para
cubrirse de la lluvia. La Eucaristía se celebraba cuando calmaban los bombardeos (Mt. 8, 20).
La gente entendía que, aunque no hubiera altar, sí había comunidad. De esta manera,
catequistas, delegados de la palabra, misioneros, desempeñaban su papel de constructores de
la eclesialidad, no a partir de las funciones y del poder que puedan tener algunos miembros de
la comunidad para administrar los sacramentos, sino recreando la experiencia de las primeras
comunidades, en las que la koinonía se realizaba y se vivía radicalmente.
58
Los mártires nos motivan a vivir alegremente la belleza de ser cristianos, de acuerdo a nuestra
calidad de miembros del pueblo de Dios. Nos hacen desear del encuentro liberador con
Jesucristo, nos transmiten el ardor apostólico por la evangelización, nos enseñan a ser
solidarios con la historia de los pueblos, de tal manera que los cristianos de hoy deseemos
vivir la alegría de pertenecer a Jesucristo formando parte de comunidades fraternas,
comprometidos con el desarrollo humano y espiritual de cada persona y de toda la sociedad
de Latinoamérica.
El auténtico ministro del Evangelio es consciente que tanto la palabra como el testimonio de
su vida no pueden pasar indiferentes ante la realidad que lo circunda. La Buena Noticia
confronta a los hombres y mujeres de hoy con las exigencias del Evangelio; corta, como
espada de doble filo, denuncia, y purifica.
¿Quiénes son los testigos de la Fe? Asesinados en Guatemala por su compromiso eclesial al
servicio del Evangelio, principalmente entre los años 1976 y 1985. Época terrible, de guerra y
violencia, años en los que también la Iglesia padeció una dura y despiadada persecución.
Entre las víctimas hay catequistas y delegados de la Palabra de Dios, sacerdotes y misioneros,
seminaristas, religiosas y religiosos. También un obispo. En esos años fueron perseguidos
hombres, mujeres, niños, adultos.
La Iglesia de Guatemala, de este modo se hermanó con otras Iglesias del mundo que han
vivido la misma situación de persecución y muerte. Estos testimonios de nuestra Iglesia son
signos de la fecunda fidelidad de muchos de sus hijos: la Iglesia, comunidad de discípulos que
han creído en el Resucitado, vive siempre entre el consuelo de Dios y las tribulaciones de la
historia.
El término “martirio” cobró especial actualidad entre los guatemaltecos y cuando vemos la
historia que vivimos y padecimos, encontramos el testimonio de hombres y de mujeres que se
comprometieron sin reserva en el anuncio del Evangelio. El amor de Dios era la fuente
impetuosa de la que bebían el amor a los hermanos. Con su ejemplo la Iglesia se construyó
cada día, como con piedras vivas, hombres y mujeres que antepusieron la fraternidad y la
solidaridad a cualquier tentación de congraciarse con el enemigo en contra de sus propios
hermanos. Ellos murieron por la causa del Evangelio, en los lugares más apartados del país.
En la vida de aquellos catequistas hubo tanto amor a Dios y al prójimo, que dieron su vida en
59
la realización de su misión. Con bastante propiedad puede decirse que nuestra Iglesia de
Guatemala “completa en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo.” (Col 1, 24).
Hablar de ellos es recordar su calidad de vida cristiana y el ejemplo de hombres y mujeres
comprometidos con Cristo, con la Iglesia y con el Evangelio. La mayoría eran indígenas,
campesinos que vivían de su parcela y de su trabajo como jornaleros en la costa sur del País.
Muchos pertenecieron a la Acción Católica, otros fueron catequistas, animadores de la fe o
delegados de la Palabra; pero todos miembros activos de la Iglesia, perseguidos y señalados
por su fe y por su compromiso eclesial. Todos dieron su vida por Jesús.
3.5 Servidores en tiempos de paz.
Después de treinta y seis años de conflicto armado interno, hemos llegado a un periodo de
relativa estabilidad nacional. Por eso, los trabajos desempeñados por los laicos se han vuelto
bastante más livianos. Ahora se habla de iglesia y de religión con más libertad y los laicos
pueden ejercer su ministerio en un ambiente de relativa tranquilidad. Desapareció el
movimiento guerrillero, desapareció como potencia mundial la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas juntamente con su filosofía materialista y los gobiernos han adoptado
regímenes democráticos que incluyen el diálogo, el consenso, la negociación, en vez de las
armas y la violencia.
Estos cambios ideológicos y políticos modifican sensiblemente la actividad de los laicos. Por
eso ahora se puede predicar más abiertamente, se forman grupos eclesiales que funcionan sin
mayores obstáculos y en el interior del país florecen de nuevo las agrupaciones y los
movimientos laicales.
Hoy, los retos son distintos: los laicos deben hacerle frente al materialismo, al deseo de poder,
a la obsesión de tener, a la búsqueda desmedida e insaciable de placer. Por otro lado, han
proliferado las sectas religiosas que arguyendo teologías pentecostales y neopentecostales,
predican doctrinas de salvación individual a cualquier costo y sin compromisos con el
prójimo, combinadas con doctrinas de prosperidad material que no son más que espejismos y
falsedades, pero que consiguen aumentar el número de sus seguidores, empeorando la
situación de la sociedad.
60
Los laicos se ven entonces ante la tentación de llevar una vida sin compromisos, con ilusiones
de alcanzar un paraíso anticipado ya en esta tierra, despreocupándose de la responsabilidad
ante la libertad y por tanto descuidando su formación y su conversión como esfuerzo de cada
día.
3.6 El laico frente a la radio y la televisión.
Últimamente se han dado varios casos de laicos que hacen radio y televisión en Guatemala,
debido al funcionamiento de varias emisoras como Radio Horizontes, Radio Kyrios, Radio
Itsmania, Radio Estrella, Radio María, y varias emisoras comunitarias en el interior del País.
En cuanto a televisión, está funcionando el canal católico Jesús TV, el canal arquisiocesano, y
el sistema de televisión por cable capta señales de emisoras extranjeras como el canal católico
internacional EWTN (Eternal Word Television Network) que opera en Alabama, Estados
Unidos de América y el canal María Visión que opera en Zapopan, Jalisco, México.
Los laicos de Guatemala han desarrollado habilidades que los colocan a la par de los
profesionales y los técnicos de otros países y que producen muy buenos programas en vivo y
en forma de espectáculos pregrabados.
Varios de ellos se han iniciado en los caminos del Señor dentro de sus comunidades
parroquiales. Allí empezaron a formarse con perseverancia, participando en retiros, primero
de iniciación algunos dentro de la Renovación Carismática Católica, dándoles seguimiento
posteriormente por medio de Seminarios de Vida en el Espíritu. Estos ejercicios les han
permitido alcanzar cierta madurez cristiana. En ellos han ido estructurando su espiritualidad y
experimentando su vivencia de comunidad y de Iglesia. En estos mismos movimientos han
tenido la oportunidad de ejercer sus habilidades como predicadores y comunicadores, las que
luego han llevado a otros grupos. En Guatemala existen algunas organizaciones de
formadores en técnicas de predicación y catequización que colaboran en la formación de estas
personas. Pero también cada quien se esfuerza por su lado, para formarse y aprovechar con
esta finalidad todas las actividades de la parroquia.
De la actividad en radio se ha pasado a los eventos y retiros que se organizan en varios
hoteles, en lugares de grandes concentraciones de personas como instalaciones deportivas y
en las mismas iglesias. También en esta misma época (aproximadamente 1995) se hizo la
61
primera incursión en televisión, en ese entonces desde una emisora ubicada en el municipio
de Villa Nueva. Actualmente, encontramos en los canales distintos programas informativos y
formativos.
La relación con sus parroquias y sus párrocos en general es buena y de ella, en varios grados,
reciben apoyo y orientación. Los laicos comprometidos con los medios de comunicación
social declaran que el CV II tanto como las reuniones de los obispos de América Latina en
Medellín y últimamente en Aparecida son su bandera de presentación y la base de las
enseñanzas que exponen y que para ellos mismos constituyen la guía de su actividad de
discípulos y misioneros.
3.7 El laico y la predicación de la Palabra.
En este campo los laicos se han desempeñado desde hace unos treinta años.
El Ministerio Trigo es una organización que se ha preocupado por formar laicos capaces de
proclamar la Palabra y lo ha hecho bastante bien. Por separado, han surgido otros laicos que,
al mismo tiempo que realizan sus actividades laborales y profesionales, se dedican a la
predicación y a la enseñanza por medio de la radio, de la televisión y organizando distintos
eventos de evangelización en hoteles, restaurantes, templos y en otros ambientes que reúnen
las condiciones para organizar este tipo de actividades.
La preparación de esos laicos va desde las habilidades innatas personales, hasta la formación
sistemática en escuelas parroquiales y en las facultades de Teología de varias universidades.
Es de hacer notar que el progreso ha sido significativo; no obstante, parece aconsejable
sugerir al Ministerio Ordenado apoyar más el ejercicio de la proclamación de la Palabra y
acompañarlo cuando las personas se encuentran ya en el desempeño de la misma.
En algunos casos resulta tan cuesta arriba obtener la dirección, la orientación y el respaldo del
párroco, que el desánimo casi resulta mayor que la esperanza y la confianza en la Providencia
y en el acompañamiento del Espíritu Santo.
62
El acompañamiento resulta particularmente importante por cuanto no es remoto caer en la
tibieza y en el descuido de expresar ante los discentes contenidos y doctrinas no ortodoxas por
falta de conocimiento y/o preparación.
3.8 El laico y la liturgia.
En este campo los laicos se han organizado en grupos como las Comisiones Parroquiales de
Liturgia, los coordinadores de monaguillos, conformando grupos de música y canto,
pastorales de acogida, grupos de lectores y otros. Se reconoce la buena voluntad de servir en
la Iglesia. Es encomiable que los laicos donen su tiempo para preparar estas actividades que
deben ser la celebración de la fe y de la Palabra. Pero sería muy positivo que las personas
involucradas en las mismas trataran de formarse adecuadamente. Con una formación idónea
se obtendría como mínimo estas ventajas:
Que tanto los integrantes de los equipos como la Asamblea mejoren su participación. Que las
personas que conforman los equipos de servicio entiendan mejor, interpreten y transmitan al
pueblo de Dios estas bases tan indispensables para saborear y aprovechar lo mejor posible la
celebración de la Palabra, que al fin de cuentas debe resultar la celebración de La Palabra, del
Verbo, del mismo Jesús, Dios y hombre verdadero. Que la Liturgia sea ejecutada con la
corrección, el decoro, el recogimiento, la devoción y por qué no, en determinados casos, con
la solemnidad propia de un acto de culto dedicado al Dios uno y trino.
3.9 El laico y la pastoral social – la caridad.
Si debemos concluir toda nuestra acción pastoral con auténtico espíritu cristiano católico,
necesariamente tendremos que concluir en la ejecución de una ortopraxis derivada y
soportada por doctrina, dogma, catequesis, servicios litúrgicos, espiritualidad.
En este campo, hasta hoy el laico se ha comprometido con poca efectividad. Se ha olvidado
que, el pueblo de Dios conformado por seres humanos, por lo tanto con necesidades humanas,
debe satisfacerlas con prioridad o por lo menos al mismo tiempo que sus necesidades
espirituales.
Es conveniente que el laico recuerde que su prójimo no es un hermano de segunda categoría.
Que tiene hambre, frío, que necesita casa, que se enferma, que necesita un trabajo remunerado
63
adecuadamente, con prestaciones laborales dignas y que le permitan retirarse de la vida
productiva con mínimas comodidades.
La Iglesia misma ha dicho que vivir en condiciones mínimas no significa vivir en condiciones
de sobrevivencia; más bien, consiste en sentirse ser verdaderos hermanos en Jesucristo, hijos
de Dios, hechos a imagen y semejanza suya y en vivir de acuerdo a esta dignidad.
64
CAPÍTULO CUATRO
4 – EL TRABAJO DEL LAICO EN LA IGLESIA DE GUATEMALA
4.1 Qué grupos conforman.
En una parroquia que se ubica, diríase, en el promedio de las parroquias urbanas de las
diócesis, el funcionamiento está apoyado por los laicos. Ellos conforman el Consejo Pastoral
Parroquial, el Consejo Económico. Conforman también las distintas agrupaciones (tanto de
damas como de caballeros) que soportan el culto, se involucran en los movimientos de
evangelización, trabajan en las distintas pastorales (la pastoral social, la pastoral de enfermos,
la pastoral juvenil).
4.2 En qué actividades participan.
Los laicos participan en las liturgias y en las actividades de evangelización de la parroquia,
tales como horas santas, novenas, rezo del santo Rosario, rezo del Via Crucis, llevar la
Eucaristía a los enfermos, organizar los Oficios de Semana Santa, las festividades de Corpus
Christi, Pentecostés, fiesta patronal, Navidad, Año Nuevo.
4.3 Con qué espíritu trabajan los laicos.
Gracias a los laicos, el funcionamiento de la parroquia es, en términos empresariales,
eficiente. Existen los organismos, trabajan, producen los resultados externos materiales,
sociales, y hasta eclesiales que proyecta el párroco. Hasta aquí todo se ve bien; todo parece
bueno.
Pero, ¿Con qué talante trabaja cada uno? ¿Han edificado su acción apostólica sobre la base
de una conversión real, auténtica? ¿Creen en la buena noticia? ¿Procuran la liberación de los
oprimidos? ¿Creen que el reino de Dios es posible, es bueno y es liberador? ¿Trabajan en
equipo con verdadero espíritu de cooperación y de unión como integrantes de la comunión
universal de la Iglesia? ¿Se han puesto a las órdenes del párroco en todo lo que se refiere a
actividades de conjunto como parroquia, anteponiéndolas a lo que tenga por hacer cada grupo
en particular?
65
¿Se llevan bien todos los miembros de los grupos dando ejemplo de caridad cristiana? Cuando
se trata de colaborar ó de organizar distintas actividades de distintos grupos ¿Se portan
comprensivos de tal manera que todo se realice para bien de todos?
4.4 Preparación/formación que han recibido.
¿Qué grado de preparación teológica tiene la feligresía en general? ¿Y los dirigentes, los
integrantes de los organismos parroquiales oficiales como los Consejos Pastoral y
Económico? ¿Han comprendido ya que Jesús no es monopolio de los cristianos, sino que
pertenece a todas las personas esperanzadas que se expresan en formas religiosas y que saben
que es de la humanidad? ¿Han comprendido que Jesús pertenece al grupo solidario con los
sufrimientos de la historia? ¿Han captado en toda su realidad que el reino de Dios está cerca?
¿Han aceptado que el reino es iniciativa pura de Dios, que es don y gracia? Los responsables
de la liturgia, los que proclaman la Palabra, los encargados de la música litúrgica y de otras
actividades relacionadas ¿Ponen todo dentro de la celebración del Misterio Pascual?
4.5 Resultados del trabajo de los laicos en la parroquia.
Alguna vez se han planteado las preguntas: ¿Por qué son siempre los mismos? ¿Por qué el
número de miembros activos no crece? ¿Por qué los jóvenes no participan en mayor
porcentaje? ¿Por qué las familias que viven más cerca de la Iglesia son las que menos
participan? ¿Por qué los hijos de los mayores involucrados no muestran el mismo interés que
sus padres? ¿Por qué se da tanto la actitud disociadora y no se siente el espíritu de pertenencia
y de identidad con la parroquia? ¿Por qué los feligreses son tan poco generosos con sus
ofrendas, ajenos a los costos elevados que representa el mantenimiento de las instalaciones
parroquiales?
Sin caer en comparaciones que no resuelven nada y a sabiendas de que no sería conveniente
calcar como un dibujo el funcionamiento de cada parroquia (olvidando su contexto), es
probable que una investigación sobre las motivaciones y sobre los medios que aplican otros
grupos parroquiales ayudaría a mejorar los resultados de todos.
66
CAPÍTULO CINCO
5. CÓMO DEBE TRABAJAR EL LAICO EN LA IGLESIA DE GUATEMALA HOY
ANTE LOS RETOS DEL TERCER MILENIO
5.1 El laico y la familia.
Podría decirse que en todas las situaciones de la vida el trabajo del laico es indispensable para
la expansión del reino. Empezando desde el hogar, donde los esposos llegan a ser mutuamente
maestros y discípulos.
Cada día se encuentran nuevas situaciones en que puede ejercerse el trabajo pastoral entre los
esposos. Desde que se levantan hasta el último momento de cada día, son ejemplo e incentivo
para el comportamiento cristiano mutuo en los detalles de la vida doméstica.
“La comunión primera es la que se instaura y se desarrolla entre los cónyuges. Por el pacto
del amor conyugal, el hombre y la mujer ‘no son ya dos, sino una sola carne’ y están llamados
a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa
matrimonial de la recíproca donación total.
Esta comunión conyugal tiene sus raíces en el complemento natural que existe entre el
hombre y la mujer y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir
todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son; por eso dicha comunión es el fruto y el
signo de una exigencia profundamente humana.
Pero en Jesús, Dios asume esta exigencia humana, la confirma, la purifica y la eleva
conduciéndola a la perfección con el sacramento del matrimonio: El Espíritu Santo infundido
en la celebración sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva
de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la Iglesia el
indivisible Cuerpo místico del Señor Jesús”. (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 19.)
Los conceptos anteriores acerca de la familia bien realizada son propios de Juan Pablo II. Pero
hoy, somos hijos de una época con una seria crisis familiar; el paternalismo ha caído y la
disciplina perdió su categoría educativa. La familia ha pasado a ser una célula permisiva y
67
tolerante que poco a poco va perdiendo calidad en la manera de formar a sus hijos, ya que
siendo tan fuertes e inteligentes se muestran frágiles y desorientados, porque les han trazado
tan bien el camino de la formación académica, que no saben por dónde van humana y
moralmente.
El laico debe hoy, desde la comunidad eclesial en la que vivimos, revalorar su papel en la
familia y hacer surgir una revisión exhaustiva de lo que significa ser la célula vital de la
sociedad. No sólo puede darse el lujo de ser padre o madre master en la ciencia, sino master
en la calidad humana de sus hijos, dándoles el afecto incondicional que forme personas
hechas a base de verdad y libertad, que les permita tomar las mejores decisiones y construir
una sociedad de personas libres y sanas, tolerantes y responsables.
El laico está llamado a revitalizar su vocación, partiendo de la aceptación de que él nunca lo
sabrá todo; de que necesita alimentar su vida psicológica, intelectual, humana y espiritual,
para responder a los retos que exige ser edificador de la familia en pleno siglo XXI.
En el servicio evangelizador y apostólico en la comunidad cristiana debe sentirse responsable
de la formación y orientación de otras familias; pero esto parte de una experiencia de lucha,
perseverancia y compromiso evangélico que le ha llevado a sobrevivir a muchas crisis y
encontrarse con la plenitud de vida que es la felicidad de su vocación.
La familia no debe ser una célula enferma e inoperante. Debe esforzarse en educar a los hijos
y procurarles una preparación acorde a los nuevos retos sociales del milenio que estamos
empezando.
La Iglesia por su parte, debe acompañar a las familias monoparentales y a las familias
ampliadas y en general a las familias que no han podido salir adelante con la formación de los
hijos en los valores cristianos, sociales, espirituales, religiosos, en sus relaciones
interpersonales, hasta en la defensa del valor supremo de la vida, a la que se ha faltado el
respeto con tantos suicidios y homicidios.
68
5.2. El laico y la religión (la Iglesia)
La religión no puede subsistir si no es por el trabajo fecundo de los laicos, ellos son el germen
de la nueva evangelización y el nacimiento de tiempos nuevos en la Iglesia. Los ministros
ordenados, realizan una labor incansable con su estilo de vida, pero ellos solos no podrían
mover todo el trabajo pastoral de las parroquias.
Hoy por hoy el trabajo en la Iglesia es laical, mucho puede hacer el sacerdote, pero es más el
compromiso y trabajo que realizan laicos profundamente comprometidos. Cuando digo
comprometidos no me refiero a personas que participan dando una charla o que forman parte
de un grupo, sino a fieles laicos que mueven el quehacer pastoral en general, son aquellos que
junto al sacerdote dedican todo el tiempo necesario para promover, crear y ejecutar acciones
evangelizadoras en favor de toda la comunidad parroquial, en realidad éstas personas
comprometidas no se identifican con un grupo, son parte de la identidad de la comunidad
parroquial.
Éstos laicos comprometidos con los que cuenta la parroquia, son un número reducido, quizá
ni el 5% en algunos casos, pero valen por el 100% debido a la calidad de su hacer y ser en
bien de los demás. Son gente solidaria, siempre cuentan con tiempo, responsables, atentos a
cuidar a los mismos ministros ordenados, sencillos, no hacen mucho ruido, sino que se
pierden en el anonimato, porque no buscan sobresalir.
La Iglesia, la religión, la comunidad parroquial, necesita hoy una laicado con sentido de
pertenencia y corresponsabilidad, para salir del ser cristiano o miembro de la Iglesia, y pasar
al nivel de miembro real de una comunidad y no ser un feligrés de contratos, ya que el trabajo
evangelizador no tiene fin, siempre algo nuevo que crear y realizar en la promoción del
Evangelio de Jesucristo.
5.3 El laico y la economía.
Los pequeños y grandes empresarios no son sacerdotes u obispos, sino el laico, son los fieles
de distintas comunidades los que mueven el comercio y tiene espacios de influencia en el
mercado. Desde nuestra comunidad parroquial se percibe que los laicos en la economía no
siempre hacen la diferencia, porque en materia de dinero son falsos, corruptos y mentirosos
69
como tantos negociantes que no pertenecen a ninguna iglesia. Hemos llegado a un extremo
que los cristianos católicos de nuestras comunidades no marcan el camino transparente, ni de
justicia ni de verdad, el dinero y la ambición también les ha contaminado.
El laico tiene el reto de visionario y contribuir al crecimiento económico, ser pieza clave en el
engranaje de la economía y el desarrollo de los pueblos, pero no por la ruta fácil, sino por la
vía del sudor y el esfuerzo valiente del trabajo y la creatividad en la producción.
5.4 El laico y la política.
Ningún religioso puede acceder a cargos públicos, la Iglesia no se lo permite; si lo hace debe
abandonar su servicio ministerial a través de una dispensa especial. Eso significa que la
política es un campo propio del laico, es propio de los miembros de la comunidad tomar las
riendas del gobierno y las decisiones en bien de un pueblo o país. Sin embargo, ese
compromiso real de gobernar sabiamente no parece estar tan claro y por ahora, de cristiano y
evangélico tiene muy poco. Incluyendo las instituciones de Derechos Humanos, en general las
instituciones estatales no tienen credibilidad.
La pregunta del millón es ¿Dónde están los laicos cristianos? El laicado está muy bien
preparado académicamente, pero le falta seriedad y sensibilidad con la realidad, se le ve
rezagado, inmerso en una falta de interés por involucrarse, para no tener problemas, para no
manchar su curriculum. Se ha quedado en aquel sentimiento vacío “que lo haga otro, yo haré
otras cosas”, en vez de decir “aquí estoy, envíame a mí” (Is 6,8b), palabras del profeta que se
necesita resuenen en el corazón y mente de tantos laicos buenos que todavía no se atreven a
asumir un compromiso mayor para el bien de todos. Si esperamos que otro haga nuestro
trabajo, terminaremos la instancia en este mundo y la historia de hoy seguirá siendo la misma
mañana.
El laico está llamado a despertar del sueño de instalación y acomodamiento, a tomarse en
serio lo que compete a su ser, empuñar las herramientas del trabajo y proyectar el futuro para
cambiar esta historia negativa en la política y producir una nueva, no con parches, sino
totalmente liberada de la deshonestidad (ambición, corrupción, mafia, muerte), para fomentar
la consolidación de la paz y la seguridad verdadera para que vivan dignamente las futuras
generaciones.
70
Es muy necesario que los cristianos conozcan y divulguen los Acuerdos de Paz. Que hagan
conciencia entre toda la comunidad de que tienen el derecho de exigir su cumplimiento,
haciéndose presentes y participando activamente en las solicitudes que se planteen a las
autoridades constituidas. Es tarea del laico conseguir que todos los miembros de su
comunidad hagan vida los Acuerdos de Paz con sus derechos y obligaciones.
El laico tiene tantas opciones en este campo, como trabajar para conseguir, además del
bienestar material y económico, el resarcimiento de los daños colaterales de la guerra, el cese
de la persecución de cualquier posición de la que provenga, la obtención de una vida digna, el
aparecimiento de sus familiares. Todo esto perseguido desde la vida dentro de la Iglesia,
esgrimiendo los argumentos del Evangelio interpretados con el auxilio del Magisterio.
5.5 El laico y la sociedad.
La población en números está alta, pero en calidad surgen muchas preguntas. No es cuestión
de pesimismos y de considerarse una sociedad mala, se trata de ver que en buena voluntad y
disposición existe desorientación, estamos convulsionando por la falta de un horizonte
común. Todos deseamos y soñamos una sociedad trabajadora, fuerte, segura, tranquila,
comprometida, etc., sin embargo, en las buenas intenciones nos vemos envueltos en la triste
realidad de estar divididos luchando por un fin en caminos opuestos.
El laico, sobretodo el que profesa una fe Trinitaria, comunidad divina, aunque suene difícil
debe apostarle a un trabajo en común y en bien de la mayoría, porque normalmente las
preferencias nos hacen olvidar a los pequeños y terminamos convirtiéndonos en tiranos en
nuestro mismo suelo. Los dictadores no nacen en otro mundo, son nuestros mismos laicos;
por eso, el trabajo comunitario que no nos opaque los detalles en el ejercicio del Bien Común.
Los laicos son los pilares y motores en la construcción del sueño por el que le apuesta la
Sagrada Escritura “un cielo nuevo y una tierra nueva”, ellos no caen de la nada, son fruto del
trabajo continuo de hombres y mujeres con visión de futuro y comprometidos con un terreno
fértil para sus hijos. La calidad del laico hace la calidad de sociedad, si la sociedad está mal,
pregúnteles al laicado qué pasa. La buena sociedad no nace sólo de la Iglesia, ella contribuye,
71
sino que surge en las familias buenas e integradas, de familias a medias se desarrolla la
sociedad de hoy.
5.6 El laico y los medios de comunicación.
Problemas de información no tenemos, los medios son abundantes y eficaces, el detalle está
en los que codifican y publican la información. El laico es el responsable de mantener al
público actualizado con los sucesos, separar la información entre lo que edifica y lo que
destruye. Muchas noticias son una eficaz fuente de desconsuelo e inseguridad, de tristeza y
luto, de violencia y división, de mentira e hipocresía.
Nuestros laicos no pueden ser indiferentes a la edificación de fuentes creíbles y críticas, para
educar a la comunidad en la reflexión, el análisis y la conclusión de los hechos que van
aconteciendo. La buena información educa y prepara, no duerme ni instala, sino que impulsa
a hacer nacer compromisos claros y serios para combatir situaciones que afectan la vida
humana.
Los laicos son la voz del pueblo, pero en muchos casos queremos que sólo el religioso hable y
se comprometa; ahí es donde se requiere no eludir la responsabilidad, sino cargar juntos la
realidad y contribuir positivamente para renovar la familia, la sociedad y la Iglesia, pero todo
desde una común-unión.
72
PARTE DOS
RESULTADOS Y PRINCIPALES HALLAZGOS
En el primer capítulo de este trabajo se describió las etapas que, a lo largo de la historia,
conforman la evolución de la actividad de los laicos en la Iglesia. Se describieron los orígenes
de esta porción del pueblo de Dios desde los días del mismo Jesús.
Se hizo un resumen de lo encontrado acerca de las actividades del laico en la Iglesia. Jesús
nunca se declaró ministro ni sacerdote del judaísmo. El fue el primer laico que trabajó en la
difusión del reino de Dios y los doce apóstoles los primeros laicos que colaboraron con él
para la expansión del reino. No fueron sacerdotes instituidos (tal como se entiende hoy), no
fueron diáconos propiamente, no fueron religiosos consagrados; pero cada uno puso todo su
esfuerzo de discípulo y misionero para seguir a Jesús y transmitir sus enseñanzas.
Se pasó a los tiempos de los Padres Apostólicos de los primeros siglos con sus luces y
sombras. En estos primeros siglos inmediatos a Jesús ya encontramos cierta distribución
formal de actividades entre los miembros de la comunidad, derivado de la necesidad de
atender a todos los integrantes de la misma y en atención a la diversidad de las habilidades y
carismas que cada uno podía ofrecer para servicio de los demás.
Enseguida se describió lo ocurrido en la Edad Media, caracterizada al principio por la
interdependencia entre los Estados y la Iglesia, lo que provoca en ella retraimiento sobre sí
misma, que a su vez favorece los individualismos; pero que son superados por la lucha para
secularizar la Iglesia, promoviendo extrañamente su autonomía jurídica. Estas situaciones
aumentan los abusos de poder, debilitan la comunión y provocan que las órdenes mendicantes
se alejen de los sacerdotes seculares. Todo esto estimula al final el surgimiento del “espíritu
laico”.
Así se entra a la Edad Moderna aproximadamente en el S XIX, en la que se buscan nuevos
métodos pastorales y se llega al Concilio de Trento que propicia la estructura jerárquica y
clerical, resultando los laicos quasi instrumentos de esta acción. A principios del S XX
empieza un cambio de pensamiento, tratando de regresar a las fuentes primeras de la
73
enseñanza y que llega a su fin con la segunda guerra mundial: conciencia comunitaria
eclesial, vuelta a la Palabra de Dios, preocupación por la Liturgia, participación de los
seglares en el apostolado. Así llegamos al CV II con sus resultados.
En el segundo capítulo se analizaron las reuniones efectuadas por el episcopado de la Iglesia y
los documentos que se redactaron en las mismas, empezando con el CV II, el paso más grande
de la Iglesia en este cambio hacia un laicado más participativo, evento al que hacen eco las
reuniones posteriores de los obispos de América Latina en Medellín y en Aparecida, además
de otras asambleas celebradas en otras fechas y en otros países de la misma América, con sus
declaraciones referentes al laicado.
Se llega a la conclusión de que el CV II desarrolla esta temática principalmente en el
documento “Apostolicam Actuositatem” y en otros documentos como la constitución
dogmática “Gaudium et Spes”, el decreto “Christus Dominus”, la constitución “Sacrosanctum
Concilium” y la constitución dogmática “Lumen Gentium”.
Al estudiar las reuniones de Medellín en el año 1968, se encontró abordado el tema del
laicado en varios apartados a lo largo de las conclusiones oficiales. Los aspectos trabajados
son los mismos que en las otras reuniones, a excepción del tema de la integración del laico a
la comunión de la Iglesia, que sólo se encontró en el documento final de esta reunión.
El último evento que se incluyó, Aparecida, podría decirse que se constituye en una
afirmación de las dos primeras reuniones efectuadas una a nivel mundial (CV II) y otra a nivel
latinoamericano (Medellín), actualizadas y aplicadas a América Latina específicamente.
Revisando la actuación del laicado de hoy en las parroquias, se encontraron distintos grupos
de personas que, algunos más otros menos cercanos a la parroquia, trabajan por evangelizar a
los no evangelizados y a los evangelizados. Otros grupos que trabajan en, pero no pertenecen
a la parroquia.
En el interior del País encontramos al laico organizado de otra manera, pero dando buenos
frutos en medio de las dificultades de la guerra; en otros escenarios, pero soportando ataques
y luchas como las que tuvo que afrontar la Iglesia hace dos mil años, principalmente durante
el imperio romano.
74
Terminados los años de guerra en Guatemala, hoy las dificultades son otras, incluidos los
efectos de la globalización y la presencia nefasta del narcotráfico y la delincuencia.
El Papa Juan Pablo II en su carta del 2 de diciembre de 1984 al Episcopado de Guatemala,
comentando las cartas pastorales “Confirmados en la fe” y “Para construir la paz”, de 1983 y
1984, dice que en sus últimas visitas a Guatemala hubiera querido encontrar ya los frutos de
la reconciliación: una comunidad cristiana inspirada por la fe y movida por las fuerzas del
amor, que hubiera dado vida a una sociedad civil en que todos convivieran en la justicia y la
paz; pero que, en vez de esto, entre los casos de injusticia y violencia , hay otras cosas
igualmente tristes: las desapariciones y los secuestros de personas. Hace ver además que,
entre las víctimas de la violencia y del odio hay muchos evangelizadores: sacerdotes,
religiosos y religiosas, ministros de la Palabra. Y el Papa desea que esta lista de quienes
cayeron víctimas del odio fraticida, algún día forme parte de la historia reciente de nuestra
Iglesia.
El Papa reconoce el sacrificio de estos cristianos, en cuanto humildes y valientes trabajadores
de la viña del Señor en la ciudad y sobre todo en los pueblos del interior, quienes llegaron a
morir en el servicio de la Palabra. El Papa recuerda el Libro de Isaías, en el que se dice que
“La Palabra de Dios es como la lluvia y la nieve que bajan del cielo y que no vuelven allá sin
antes haber empapado y fecundado la tierra haciéndola germinar; la Palabra no vuelve vacía
sino que lleva a cabo aquello por lo que fue mandada.” (Is 55, 10-11). Por esto, el Papa
exhorta a madres, esposas, hijos e hijas que se quedaron sin sus familiares, a que miren al
cielo con esperanza, donde serán acogidos por el Señor quienes trabajaron y murieron por su
Reino.
Por lo que toca a nosotros, la pérdida de tantos valiosos catequistas y la seguridad de que la
semilla de su testimonio extremo no será inútil, debe impulsarnos a seguir con esperanza el
trabajo de colaborar con la difusión del Reino. También es nuestro compromiso solicitar a la
sociedad civil la responsabilidad que le corresponde en el respeto a la vida de todos los
hombres, su atención a los más necesitados, a los más humildes y marginados, por medio de
una distribución más equitativa de los bienes y servicios, remediando las situaciones de
explotación y opresión.
75
Ya es tiempo de alcanzar un clima de paz en un ambiente que permita a todos mantener sus
características culturales y practicar sus tradiciones religiosas legítimas (justas y lícitas). Al
final, la meta debería ser mantenernos unidos. Debemos recordar que la comunión nos obliga
a renunciar a las ideas y opciones personales para que la comunidad eclesial no se convierta
en un reino dividido internamente.
El testimonio de fidelidad que ha dado nuestra Iglesia de Guatemala para la construcción del
Reino de Dios debe seguir manifestándose en actitudes prácticas, bien definidas, sobre todo
frente a los más pobres, débiles y humildes.
Frente a toda esta historia y esta realidad llena de obstáculos, de éxitos, de luces y de sombras,
afortunadamente encontramos factores y elementos que generan optimismo y esperanza: los
laicos que evangelizan a través de los medios de comunicación social, los que dan parte de su
tiempo y a veces todo su tiempo para difundir la Palabra en calidad de predicadores. Los
laicos ahora toman más parte activa en la liturgia. Se están acercando más a la Iglesia. Se
están formando mejor.
Así se llega a lo que constituye el punto principal de todo el trabajo laical y de la Iglesia: la
pastoral social, la caridad, ejercida con todo el apego posible a una ortopraxis sustentada por
sólidos conocimientos de Jesús y de su doctrina, constatando que queda mucho por hacer en
este aspecto.
Disponiendo de todos estos medios ya se puede identificar las actividades concretas de un
laico en una parroquia de Guatemala: Efectivamente, forma parte de los consejos
parroquiales, participa en las liturgias y en las actividades culturales así como en obras de
caridad y lo hace bastante bien. La pregunta es: ¿Qué tan genuina es su espiritualidad?
Desde otro punto de vista, no parece suficiente el grado de conocimiento de su Cristo y de su
Iglesia, como para asegurar que sus actuaciones se originan en un espíritu cristiano verdadero.
Talvez por eso mismo, con facilidad se cae en un activismo estéril que causa el estancamiento
de la Iglesia frente a la agresividad y el poder de penetración de los mensajes del enemigo.
Por todo esto, se propone en primer lugar una labor de reconstrucción de la familia, como
célula vital de la sociedad. En cuanto a la relación entre la Iglesia y el laico, hoy más que
76
nunca antes se está dando su justo valor al trabajo de los laicos, quienes deben cubrir las
labores del Ministerio instituido, que este no puede realizar por limitación de recursos en
general y en otros casos, por no poder actuar en campos que son propios de los laicos y están
prohibidos para los ministros instituidos.
La Economía es uno de esos campos de trabajo exclusivo de los laicos. Tanto la
macroeconomía como la microeconomía: en ellas, su misión es trabajar por un crecimiento
económico para todos, aportando ideas para un buen manejo de los recursos, de tal manera
que satisfagan las necesidades del ser humano y, en cuanto sea posible, las mejoren conforme
se van aprovechando los recursos más técnicamente.
Otro campo muy propio del laico es la Política. En el es evidente el compromiso que tiene el
laico de trabajar por el bien del ciudadano, recordando que es el pueblo el verdadero sujeto y
el fin del qué hacer político. En la sociedad, el laico debe sumar y multiplicar; no restar y
dividir. Somos hermanos; somos hijos de Dios. El trabajo y el beneficio deben ser de todos.
Es bueno tener presente que, si nos descuidamos, los que dañan al pueblo surgen del mismo
pueblo.
Los sistemas de comunicación actual son el arma más poderosa para difundir las ideas. El
laico debe saber manejar la información y los medios, convirtiéndolos en canal confiable de
noticias, de esperanza, de manera que comprometan a todos en la lucha por la honestidad y el
bienestar del mundo.
77
PARTE TRES
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
El No.98 de Aparecida dice: “La Iglesia Católica en América Latina (es): Testimonio de
Cristo con el servicio de caridad sobre todo a los más pobres en el esfuerzo de promover su
dignidad, lo que ha provocado persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros, que
pueden considerarse testigos de la fe. Santos y santas quienes sin haber sido canonizados
vivieron con radicalidad el Evangelio y ofrecieron su vida por Cristo, por la Iglesia y por su
pueblo.”
La historia de Guatemala, en los quinientos años que han transcurrido desde el
descubrimiento, se ha ido conformando en muchos casos con hechos y situaciones violentas.
Así se puede hablar del período de la conquista y la colonia, de gobiernos liberales y
conservadores, de poderes nacionales e internacionales, civiles y militares cuyo único interés
es su propio beneficio. Uno de estos eventos de más significado fue el conflicto armado que
duró treinta y seis años, entre una facción de guerrilleros izquierdistas y el ejército
oficialmente constituido. Las circunstancias fueron tan extremas y como en muchos otros
casos, tan sesgadas, que dieron lugar a una serie de señalamientos infundados en contra de la
Iglesia, en cuanto a apoyar a, y comulgar con las ideas de la guerrilla. Las consecuencias
están descritas en alguna parte de este trabajo.
Pero lo que nos ha interesado, al final, es presentar el mérito de los laicos en medio de estas
circunstancias tan adversas y, con todo el respeto que el tema merece, señalar las deficiencias
que en cualquier tiempo y todos los laicos de Guatemala deben corregir.
En el camino se ha detectado que también la Iglesia tiene su parte de culpa, porque,
honestamente, no ha sabido guiar a las familias en su crecimiento, en su propia formación y
en la formación de los hijos en respuesta a los signos de los tiempos. Algunos laicos formados
no son tomados en cuenta por los párrocos, a pesar de que han desempeñado múltiples
ocupaciones y papeles dentro del ser y qué hacer de la Iglesia. Con su participación,
verdaderamente le han dado vida.
78
Además de esta labor dentro de la Iglesia, algunos han participado en política, se ha notado su
presencia en la sociedad y últimamente también empezaron a trabajar eficientemente en los
medios de comunicación.
Lo que no se puede negar es que, dentro de toda esta actividad, se percibe la ausencia de una
conversión real que se refleje en la vida diaria de estas personas, además de poco interés por
hacer las cosas inspiradas en la sana doctrina y los legítimos fines de la Iglesia.
Podría decirse que el reto de los laicos en Guatemala para el tercer milenio y ante los nuevos
obstáculos que se presentan son:
1. Trabajar en la adquisición de verdadero espíritu cristiano, basado en las enseñanzas de
la Sagrada Escritura y demostrando realmente que hemos aceptado el señorío de Jesús
en nuestras vidas.
2. Salir de las iglesias y participar más fuertemente en la política, la sociedad, los medios
de comunicación, que son los ambientes que los necesitan para trabajar honestamente.
3. Pasar decididamente de espectador a protagonista de la historia de la Iglesia, porque es
la única manera de transformar la realidad desordenada en que estamos viviendo como
sociedad. El Concilio Vaticano II cambió las normas de vida del laico: lo convirtió en
un actor principal de la evangelización. Lo que hace falta es que cada uno asuma estas
ideas y que no las deje en teoría sino que las aplique en una práctica productiva y
enriquecedora.
4. Sólo en la arquidiócesis de Guatemala existen unas cuarenta o cincuenta escuelas de
formación cristiana. El laico debe trabajar para que la suya funcione en el nivel de fe y
de academia que garantice a la Iglesia los frutos buenos que produzca.
5. Es muy necesario lograr la actitud de pertenencia a la parroquia, que constituye el
mejor medio de enlace entre la feligresía, entre los grupos y la parroquia, de tal
manera que se vea el cristianismo como ejemplo de humanismo y de caridad. Que la
filosofía cristiana no sea predicaciones, pequeños espacios de tiempo dedicados al
culto, sino verdadera conversión.
79
6. Debe ser eliminado el obstáculo de que las parroquias sigan careciendo de recurso
humano serio, organizado, preparado, conocedor de su Dios y de su Iglesia para poder
asumir con verdadera responsabilidad las acciones que sólo efectuadas por personas
preparadas y capaces, incidirán positivamente en el mejoramiento de la comunidad y
de la sociedad. Dentro de este marco, el laico será buen cristiano mientras no asuma
una actitud de servilismo frente a las autoridades, sino más bien con el debido respeto
y en actitud de diálogo y negociación, procure servir a la Iglesia, dejando de ser sólo
muestra de religiosidad popular.
80
PARTE CUATRO
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Concilio Vaticano II, 1965. CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA LUMEN GENTIUM, Biblioteca de Autores Cristianos 33ª. edición, Madrid, 723 páginas.
2. Concilio Vaticano II, 1965. CONSTITUCIÓN PASTORAL GAUDIUM ET SPES, Biblioteca de Autores Cristianos 33ª. edición, Madrid, 723 páginas.
3. Concilio Vaticano II, 1965. DECRETO APOSTOLICAM AUCTOSITATEM, Biblioteca de Autores Cristianos 33ª. edición, Madrid, 723 páginas.
4. 5a. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 2007. DOCUMENTO CONCLUSIVO, edición exclusiva para Centroamérica, Bogotá, 311 páginas.
5. Conferencia Episcopal de Guatemala, 2008. PLAN GLOBAL 2008 – 2016, ediciones San Pablo, Guatemala, 112 páginas.
6. Sínodo Arquidiocesano Guatemala, 1989. EL PUEBLO DE DIOS, Guatemala, 118 páginas.
7. RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA, “Guatemala, Nunca Más”. 8. Juan Pablo II, 1988. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL LOS
FIELES CRISTIANOS LAICOS, ediciones San Pablo, Guatemala, 206 páginas. 9. Pablo VI, 1975. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII NUNTIANDI,
ediciones San Pablo, Guatemala, 80 páginas. 10. Bendaña R., 2010. LA IGLESIA EN LA HISTORA DE GUATEMALA, Artemis
Edinter 2ª. edición, Guatemala, 372 páginas. 11. Sobrino J. 2008, JESUCRISTO LIBERADOR, UCA editores 4ª. reimpresión, San
Salvador, 455 páginas. 12. Sobrino J. 1999, LA FE EN JESUCRISTO, UCA editores, 1ª. edición, San
Salvador, 613 páginas. 13. Sobrino J. 1987, LIBERACIÓN CON ESPÍTIRU, UCA editores, San Salvador,
219 páginas. 14. Floristán C. 1991, TEOLOGÍA PRÁCTICA, Ediciones Sígueme, Salamanca, 757
páginas. 15. González G. 1987, EL LAICO, SU VOCACIÓN Y SU MISIÓN, Ediciones
Promesa, San José C. R., 40 páginas. 16. Zamudio T. 1993, ORIENTACIONES PARA LOS M.E.C., Librería Parroquial de
Clavería, México D.F., 284 páginas. 17. ODHAG 2011, TESTIGOS DE MORRAL SAGRADO, Ofician De DDHH del
Arzobispado de Guatemala, Guatemala – Guatemala, 355 páginas. 18. Juan Pablo II 1989, LA FAMILIA CRISTIANA, Editorial San Pablo, Caracas –
Venezuela, 221 páginas. 19. Chautard, J. B. 2000, EL ALMA DE TODO APOSTOLADO, Ed. Palabra, S.A.,
Madrid – España, 360 páginas. 20. CEG 2007, TESIGOS DEL EVANGELIO, Ediciones San Pablo, Guatemala –
Guatemala, 416 páginas.
81
APÉNDICE 1
CUADRO COMPARATIVO DE LAS TRES REUNIONES
Concepto CVII Medellín Aparecida 1- Definición Fieles cristianos
laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. (LG 31)
Fieles cristianos laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo. (LG 31) (209)
2- Formación Esforzarse por adquirir competencia en todos los campos. (GS 48) Adquirir verdadera competencia en todos los campos. (GS 43) Formación en las ciencias sagradas y profundizar en ellas. (GS 62)
Todo sacerdote ministerial formará a los laicos. (11,19) Urge formación en los campos de la comunicación social. (16,13) Dicha formación debe ser teológica, sociológica y antropológica. (16,14) La formación en comunicación social debe ser para las personas de toda condición. (16,15) Promuévase una genuina espiritualidad de los laicos. (10,17)
Laicos y laicas estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias”. (Ap 2, 29) (366) Los mejores esfuerzos de las parroquias deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. (174)
3- Acompañamiento Eclesial
De los sacerdotes esperan orientación en impulso espiritual. (GS 43)
La Iglesia busca colaborar mediante los laicos en la promoción cultural humana. (4,9) Préstese acompañamiento y apoyo a los movimientos internacionales de apostolado de laicos. (10,18)
Contamos con escaso acompañamiento dado a los fieles laicos en sus tareas de servicio a la sociedad. (100.c)
4- Actividades Tareas y dinamismo Deseo de los laicos de Se menciona el
82
seculares. (GS 48) Comentan nuevas iniciativas y llévenlas a buen término. Colaboren con quienes buscan idénticos fines. (GS 43) A los laicos corresponde tratar de obtener el reino de Dios en los asuntos temporales. (LG 31)
participar en las estructuras pastorales de la Iglesia. (15,3) A los laicos sean encomendados los cargos en la Curia que puedan ser desempeñados por ellos. (15,19) Los líderes de las CEB pueden ser laicos. (15,11) Los cristianos deben trabajar en los medios. (16,12)
trabajo de los laicos consistente en diaconados permanentes, en ministerios, en otros servicios pastorales. (99.c) Los agentes de pastoral se esfuercen en desarrollar una atención especializada a los laicos en sus diferentes categorías. (518) El laico debe participar en organismos ecuménicos con una cuidadosa preparación y un esmerado seguimiento de los pastores. (232)
5- Presencia Ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad. (GS 43) Que la Jerarquía oiga en mayor medida a los laicos eminentes por virtud, ciencia y experiencia. (CD 30)
En el campo de la promoción humana los institutos religiosos laicales deben diversificarse. (12,18) Asuman los laicos su compromiso cristiano en movimientos y organismos internacionales. (10,15) El apostolado laical en la colaboración con la jerarquía, tienen vigencia como apostolado organizado. (10,16)
También los laicos son Iglesia, asamblea convocada por Cristo para llevar su testimonio al mundo entero. (DI) Aparecida propone garantizar la efectiva presencia de la mujer en los ministerios que en la Iglesia son confiados a los laicos. (458.b) La presencia y contribución de los laicos y laicas en los equipos de formación aporta una gran riqueza original. (218) Su misión propia y específica se realiza en el mundo. (210)
6- Compromiso A la conciencia bien formada toca lograr que la Ley Divina quede grabada en la ciudad terrena. (GS 43) Hagan manifiesto a
Lo típicamente laical está constituido por el compromiso en el mundo. (10,9)
Se reconoce a numerosos laicas y laicos, que desde nuestro continente, participan en la misión –ad gentes-. (99)
83
Cristo ante los demás. (LG 31) Les corresponde iluminar las realidades temporales. (LG 31) Están llamados a hacer presente la Iglesia en lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos. (LG 33)
Laicos y laicas estamos llamados a asumir una actitud permanente de conversión pastoral. (366) Se requiere que todos los laicos se sientan corresponsables en la formación de los discípulos y en la misión. (202) Los laicos tienen el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia con su conducta. (210)
7- Integración Por su sacerdocio común, gozan del derecho y tienen el deber de aportar una indispensable colaboración a la acción pastoral. (11,16) Todos son llamados a la santidad, tanto los que pertenecen a la jerarquía como los laicos. (12,1) El trabajo catequístico exige personal adecuado, para formar la comunidad cristiana. (8,14)
84
APÉNDICE 2
SIGLAS
AA Apostolicam Actuositatem
AG Ad Gentes
CatIC Catecismo de la Iglesia Católica
CDSI Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
CIC Código de Derecho Canónico
ChD Decreto Chistus Dominus
ChL Christifideles Laici
DI Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano
DP Documento de Puebla
DV Dei Verbum
EAm Exhortación Apostólica Ecclesia in America
EN Evangelii Nuntiandi
FC Familiaris Consortio
GS Gaudium et Spes
HV Humanae vitae
LE Laborem Exercens
LG Lumen Gentium
PP Populorum Progressio
RM Redemptoris Missio
SCa Sacramentum caritatis
SD Documento de Santo Domingo
TMA Tertio millenio adveniente
UR Unitatis Redintegratio
UUS Ut unum sint