Extracto Batavia

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    SIMON LEYS

    LO S NU F R AG OSDEL BATAV I A

    ANATOMA

    DE UNA M ASACR E

    traduccin del francsde jos ramn monreal

    b a r c e l o n a a c a n t i l a d o

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    ttulo original Les Naufrags du Batavia

    Publicado por

    a c a n t i l a d o

    Quaderns Crema, S. A. U.

    Muntaner, - BarcelonaTel. - Fax

    [email protected]

    by Arla. Edicin negociada

    a travs de Eulama International Literary Agencyde la traduccin, by Jos Ramn Monreal Salvador

    de esta edicin, by Quaderns Crema, S. A. U.

    Derechos exclusivos de edicin en lengua castellana:Quaderns Crema, S. A. U.

    En la cubierta, Willem Van De Velde II,De windstoot,

    i sbn: ----depsito legal: b. -

    a i g u a d e v i d r e Grficaq u a d e r n s c r e m a Composicin

    r o m a n y - v a l l s Impresin y encuadernacin

    primera edic in octubre de

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    A DV ERTEN C I A PRELI M I N A R: E L L I B R O Q U E N O E X I S T I

    Se os ha ocurrido una idea magnfica con la quesois escribir un libro? No corris en llevarla ala prctica; no hace falta, pues podis estar se-guros de que, tarde o temprano, a algn otro sele ocurrir la misma idea y har de ella un usoperfecto.

    Hablo por propia experiencia. Hace diecio-

    cho aos que yo acariciaba el proyecto de escri-bir la historia de los nufragos delBatavia. Colec-cion casi todo lo que se publicaba sobre el asun-to; luego pas una temporada en las islas Hout-man Abrolhos, emplazamiento del naufragio. A

    La expresin est tomada de Victor Segalen, que sesirvi de ella al comienzo deRen Leys: No sabr, pues,nada ms. No insisto: me retiro respetuosamente y ca-minando hacia atrs. [] Con esta confesinridcula odiplomticaes como debo concluir este cuaderno conel que esperaba hacer un libro. El libro tampoco existir.(Bonito ttulo pstumo a falta del libro: El libro que noexisti!). (Todas las notas a pie de pgina son del autor).

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    lo largo de los aos, continu acumulando no-tas, pero sin decidirme nunca a escribir la prime-

    ra pgina de esta famosa obra en gestacin que,en la imaginacin cada vez ms sarcstica de misallegados, comenz poco a poco a adquirir unadimensin mtica. De tiempo en tiempo, me en-teraba de que acababa de aparecer un nuevo librosobre mi asunto; me entraba un sudor fro, y co-rra a por l temblando. Pero no, no era ms queuna falsa alarma; no tardaba en darme cuenta,con alivio, de que el autor haba errado una vezms su objetivo, lo que reforzaba mi falso senti-miento de seguridad. Una o dos veces, sin em-

    bargo, sent que me rozaba la rfaga de aire de labala, pero no supe sacar la debida leccin de ello.

    Finalmente, lleg Mike Dash. Con suBataviasGraveyard (Weidenfeld & Nicolson, Londres),este autor dio en la diana, y no me queda ya nadaque decir. Dash desenmaraa y organiza clara-mente los complejos hilos de los personajes y delos acontecimientos; los sita en su contexto his-trico, y sobre todo ha llevado a cabo un asom-

    Traducido al francs con el ttulo deLArchipel deshrtiques, Pars, Latts, [ed. esp.: La tragedia del

    Batavia, Barcelona, Lumen, ].

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    broso trabajo de detective en los archivos holan-deses de la poca. Tras haber ledo y reledo esta

    sntesis definitiva, he guardado definitivamentetoda la documentacin y las notas, las fotos y loscroquis que haba espigado sobre este asunto enlas bibliotecas y sobre el terreno: ya no los nece-sitar nunca ms. Y ahora, al publicar las pocaspginas que siguen, mi nico deseo es que ellaspuedan inspiraros el deseo de leer su libro.

    Junio de

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    Durante tres siglosdesde finales del siglo xvhasta las postrimeras del xviiilos navegantesoccidentales exploraron el mundo y permitieronel desarrollo de inmensos imperios comerciales;pero es asombroso constatar que llevaron a caboestas prodigiosas empresas sin disponer, paracalcular su navegacin, ms que de unos medios

    primitivos e irrisorios; hoy da, cualquier mari-no que tuviera que hacer ruta guiado nicamentepor una informacin tan rudimentaria estara es-pantado, no sin razn. Practicaban aproximacio-nes a la costa desconocidas y peligrosas sin cartasnuticas ni pilotos, y atravesaban los ocanos li-teralmente a ciegas. No podan determinar nun-ca su posicin con certeza, pues siempre les fal-taba la mitad de las coordenadas: aunque les fue-ra relativamente fcil calcular su latitud (con talde que el sol y el horizonte resultaran visibles,

    El mar lava todos los crmenes de los hombres.

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    esta informacin puede obtenerse mediante unaobservacin bastante elemental), en lo concer-

    niente a la longitud, en cambio, se vean reduci-dos a unas estimaciones peligrosamente impreci-sas. (Esta ignorancia no se vio finalmente disipa-da hasta la invencin inglesa del cronmetro demarina, pero el uso de este instrumento esencialno empez a extenderse hasta las postrimerasdel siglo xviii).

    Durante sus doscientos aos de existencia,la Compaa Holandesa de las Indias Orienta-les (Verenigde Oostindische Compagnie, vocen abreviatura), verdadero Estado dentro del Es-

    tado, con sus colonias, sus gobernadores, sus di-plomticos, sus magistrados y su ejrcito, consti-tuy la ms poderosa organizacin comercial delmundo. La prosperidad de la Compaa estababasada en las especias que su flota transporta-ba desde sus establecimientos de Insulindia. Losnavos de la voc eran unos pesados y poderososbuques de tres palos de doble casco de castao

    Sobre este particular, hay que leer la obra magis-tral y apasionante de Dava Sobel,Longitude, Nueva York,Walker & Co., (traduccin francesa, Pars, Latts,).

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    que los astilleros holandeses producan sin tre-gua, con una celeridad que apenas poda respon-

    der a una insaciable demanda (elBatavia, gigan-te de su poca, fue acabado en seis meses). Pesea su robustez, estos buques no tenan general-mente sino una vida bastante breve: incluso losque escapaban a los peligros del mar raramentepodan sobrevivir al desgaste de ms de una me-dia docena de viajes de ida y vuelta a Oriente. Latravesa de quince mil millas marinas hasta Java(ms de dos tercios de la circunferencia del glo-bo) duraba en torno a ocho meses, y ello cuan-do se desarrollaba sin mayores dificultades. Es-

    tos macizos veleros de panza redonda, lentos yescasamente maniobrables (respondan mal al ti-mn, y se haca necesario utilizar todos los recur-sos del velamen para conseguir hacerlos virar debordo), se desplazaban a una velocidad mediade dos nudos y medio ( , km/h). Pero como, enlos mercados occidentales de especias, el tiempoera oro, la voc impona a todos sus capitanes unitinerario que haba perfeccionado la experien-cia, y que comportaba ciertos rodeospues, avela, la ruta ms rpida raramente coincide con

    el camino ms corto: se trata sobre todo de evitarlas zonas de calma chicha y de buscar las regio-

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    nes en las que se puede contar con vientos cons-tantes y favorables. As, tras el cabo de Bue-

    na Esperanza (la nica escala prevista, para re-novar las provisiones de agua y embarcar vveresfrescos), en lugar de dirigirse directamente hacia

    Java pasando por el norte de Madagascar, los na-vos descendan primero hacia el sur, casi hastael lmite del ocano Antrtico, para aprovecharlos fuertes vientos del oeste que giran alrededordel globo a partir del paralelo los rugien-tes . Empujados rpidamente por el vientoy la corriente, hacan ruta hacia el este, hasta queconsideraban que casi haban alcanzado la lon-

    gitud del estrecho de la Sonda; llegados a estepunto hipottico que nada, en medio de un oca-no vaco, les permita situar con certeza, cambia-ban de rumbo y, con los vientos alisios del sudes-te entonces a favor, navegaban por alta mar, rum-bo al norte, para ganar Java, distante an unasdos mil millas. No obstante, si este cambio derumbo se produca demasiado tardey los erro-res de clculo eran frecuentes, pues la fuerza delviento y de la corriente llevaba a algunos navosa cubrir una distancia a menudo muy superior a

    aquella que su modesta velocidad aparente ha-bra podido hacer suponer, las consecuencias