50
Texto Litúrgico Exégesis Comentario Teológico Santos Padres 06 noviembre Domingo XXXII Tiempo Ordinario (Ciclo C) – 2016

Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Texto Litúrgico

Exégesis

Comentario

Teológico

Santos Padres

06noviembre

Domingo XXXII Tiempo Ordinario (Ciclo C) – 2016

Page 2: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Aplicación

Directorio

Homilético

Información

Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa

Domingo XXXII Tiempo Ordinario (C)

(Domingo 6 de Noviembre de 2016)

LECTURAS

El Rey del universo nos resucitará a una vida eterna

Lectura del segundo libro de los Macabeos 6,1; 7, 1-2. 9-14

El rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a

abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios.

Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con

Page 3: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por

la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: «¿Qué quieres

preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las

leyes de nuestros padres».

Una vez que el primero murió, llevaron al suplicio al segundo. Y cuando estaba por

dar su último suspiro, dijo: «Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey

del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus

leyes».

Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su

lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: «Yo he recibido estos

miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y

espero recibirlos nuevamente de Él». El rey y sus acompañantes estaban

sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.

Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos

suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: «Es preferible morir a

manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por Él.

Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».

Palabra de Dios.

SALMO Sal 16, 1. 5-6. 8b y 15 (R.: 15b)

R. ¡Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia!

Escucha, Señor, mi justa demanda,

atiende a mi clamor;

presta oído a mi plegaria,

porque en mis labios no hay falsedad. R.

Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados:

¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!

Page 4: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:

inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. R.

Escóndeme a la sombra de tus alas.

Pero yo, por tu justicia,

contemplaré tu rostro,

y al despertar, me saciaré de tu presencia. R.

Que el Señor los fortalezca en toda obra y en toda palabra buena

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica

2, 16-3, 5

Hermanos:

Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio

gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en

toda obra y en toda palabra buena.

Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se

propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también

para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos

tienen fe.

Pero el Señor es fiel: Él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros

tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo

nuestras disposiciones.

Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de

Cristo.

Palabra de Dios.

ALELUIA Apoc 1, 5a. 6b

Aleluia.

Jesucristo es el Primero que resucitó de entre los muertos.

Page 5: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos!

Aleluia.

EVANGELIO

No es un Dios de muertos, sino de vivientes

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 20, 27-38

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron:

«Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos,

que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había

siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la

viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente,

también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que

los siete la tuvieron por mujer?»

Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los

que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se

casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de

Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la

zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de

Jacob". Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven

para Él».

Palabra del Señor.

O bien más breve:

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 20, 34-38

Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los

Page 6: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se

casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de

Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la

zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de

Jacob". Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven

para Él».

Palabra del Señor.

Volver Textos Litúrgicos

GUION PARA LA MISA

Domingo XXXII Tiempo Ordinario

Ciclo C

Entrada:

La Santa Misa es banquete sacrificial; allí Nuestro Señor Jesucristo se hace alimento

del peregrino y prenda de los bienes futuros. Dispongámonos convenientemente para

participar en el Santo Sacrificio de la Misa.

1º Lectura: 2 Macabeos 6,1; 7,1-2.9-14

La primera lectura, nos relata la heroica muerte de los Macabeos, por la ley del

Señor, testimoniando así su fe en la resurrección.

2º Lectura: 2 Tes. 2,16-3,5

El apóstol San Pablo estimula a los cristianos a mantenerse firme en la confesión del

Señor mediante las buenas obras.

Page 7: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Evangelio: Lc. 20,27-38 o bien 20,34-38

Ante el materialismo de los saduceos, parecido al que reina en el mundo moderno,

Nuestro Señor Jesucristo revela con firmeza que habrá resurrección de los cuerpos.

Los buenos resucitarán para la vida eterna, los malos para la condenación eterna.

Preces:

Hermanos, con fe viva y humilde recurramos al Señor pidiéndole por nuestras

necesidades.

A cada intención respondemos….

-Por el Papa Francisco, quien como sucesor de San Pedro ha recibido las llaves del

Reino; para que Dios lo ilumine en su función de confirmar en la fe a sus hermanos y

lo fortalezca en su función de ser principio de unidad para toda la Iglesia. Oremos..

-Por quienes gobiernan las naciones, para que se esfuercen en poner término a la

violencia, promuevan soluciones pacíficas a los conflictos y guíen a los hombres en la

búsqueda sincera de Dios. Oremos..

-Por los que no tienen trabajo, los que sufren la soledad, los ancianos y enfermos,

para que fortalecidos con los sacramentos, esperen confiados en la omnipotencia

divina. Oremos..

- Para que en nuestras comunidades se acreciente el amor y la alabanza a Jesús

Sacramentado, mediante la participación comprometida en la adoración perpetua.

Oremos..

-Por todos nosotros, para que en medio de las vicisitudes de cada día, sepamos

descubrir la voluntad de Dios, lo bueno, lo perfecto, y así le demos gloria. Oremos..

Ayúdanos, Señor, para que sirviéndote sólo a Ti podamos experimentar la

Page 8: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

felicidad verdadera. Te lo pedimos a Ti que vives y reinas por los siglos de los

siglos.

Ofertorio: llevamos ante el altar del Señor las ofrendas y con ellas toda nuestra vida

para que Dios, las bendiga y las haga dignas de sí.

- Con el incienso, suban nuestras oraciones y sacrificios por toda la Iglesia.

- Con el pan y el vino, nuestro verdadero deseo de ser transformados a imagen

del Hijo.

Comunión:

Recibamos a Jesús Eucaristía, recordando sus palabras: “Yo soy el Pan de vida. El

que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.”

Salida:

Que María Santísima, Madre del Verbo Encarnado, nos conceda la gracia de saber

agradecer al Señor de la Vida, los beneficios que diariamente recibimos de sus

manos providentes

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _

Argentina)

Volver Textos Litúrgicos

Inicio

Exégesis · Alois Stöger

La resurrección de los muertos

Page 9: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

(Lc.20,27-40)

Jesús, después de haberse manifestado como Señor de la Iglesia naciente, inicia al

pueblo, que le presta su adhesión, en las principales doctrinas que profesa el nuevo

pueblo de Dios: en la verdad de la resurrección de los muertos (v. 27-40), en la

confesión de la realeza de Jesús (v. 41-44), en la entrega a Dios (v. 45-47).

27 Acercáronse luego algunos de los saduceos -quienes niegan que haya

resurrección-, y le preguntaron: 28 Maestro, Moisés nos dejó escrito que, si un

hermano muere teniendo mujer, pero sin hijos, otro hermano suyo debe tomar esa

mujer, para dar sucesión al hermano difunto.

Los saduceos eran, más que un partido, un grupo aristocrático, político-religioso;

entre ellos se contaban las ricas familias patricias y la nobleza sacerdotal; nunca

pudieron ganarse al pueblo sencillo. En teología representan la tendencia

conservadora, que no participó en la evolución de la religión judaica iniciada en el

siglo II d.C. Sólo reconocen la Escritura y rechazan la «tradición de los mayores». Se

distinguen marcadamente de los fariseos y demás partidarios de una religiosidad

como la de los doctores de la ley, pues niegan la resurrección (Cf. también Hec_4:1

s; Hec_23:6 ss).

Jesús comparte con los fariseos y con el pueblo la convicción de que hay una

resurrección de los muertos. Por eso quieren ponerlo en ridículo algunos de los

saduceos. Quieren demostrar con la Escritura que es absurda la creencia en la

resurrección. La ley del levirato reza así: «Cuando dos hermanos habitan uno junto al

otro y uno de los dos muere sin dejar hijos, la mujer del muerto no se casará fuera

con un extraño; su cuñado irá a ella y la tomará por mujer, y el primogénito que de

ella tenga llevará el nombre del hermano muerto, para que su nombre no

desaparezca de Israel» (Deu_25:5 s). ¿Qué se deduce de esta ley respecto a la

resurrección de los muertos?

29 Pues bien, eran siete hermanos: el primero tomó mujer y murió sin hijos. 30 Y el

segundo 31 y el tercero la tomaron, y así también los siete, que no dejaron hijos y

murieron. 32 Finalmente, murió también la mujer. 33 Ahora bien, esta mujer, en la

Page 10: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.

La ley no cuenta con la resurrección de los muertos, pues al fin y al cabo no puede

dar lugar a ese caso grotesco de que hablan los saduceos. Según la ley, en la que

habla Dios, no puede haber resurrección. Pero también se puede entender mal la ley

y abusar de ella. Su clave es Jesús: él y su palabra.

34 Y Jesús les contestó: Las hijos de este mundo se casan ellos, y ellas son dadas en

matrimonio. 35 Pero los que logren ser dignos de aquel mundo y de la resurrección de

los muertos, ni ellos se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio; 36 porque no

pueden ya morir, pues serán semejantes a los ángeles, y son hijos de Dios, pues son

hijos de la resurrección.

La creencia de los judíos en la resurrección suponía que los resucitados continuaban

la vida de la tierra, aunque provista de todo en abundancia, de todo lo que uno puede

desear. Un renombrado doctor de la ley decía: «Entonces (después de la

resurrección) dará a luz la mujer todos los días»; el gozo de tener un niño será

colmado con creces. Contra esta idea de la resurrección se dirige la argumentación

de los saduceos. Jesús no comparte con los judíos esta creencia acerca de la

resurrección. Quien resucite de entre los muertos no se casará ni (la mujer) será

tomada por esposa. La vida de los resucitados no continúa la vida de la tierra.

Los resucitados no pertenecen ya a este mundo terreno, sino al nuevo y venidero. En

la concepción de la historia de los autores apocalípticos se habla de dos eones,

mundos o eras del mundo: de este mundo y del otro. A este mundo de la injusticia, de

las tribulaciones, de la caducidad y de la corrupción del pecado sigue el futuro, sin fin,

un mundo nuevo, del que estará desterrada la corrupción, expulsado el desenfreno,

borrada la incredulidad, mientras que la justicia será practicada y en él tendrá su

asiento la verdad. También el Nuevo Testamento utiliza esta concepción de la

historia. Los hijos de este mundo están sujetos al pecado y a la caducidad; en cambio,

los hombres que por elección de Dios y por su gracia pertenecen al otro mundo,

reciben vida eterna y la resurrección de los muertos (…).

El matrimonio pertenece al mundo presente. En el mundo venidero no será ya

necesario, puesto que en él tienen los hombres la facultad de no morir ya nunca. La

Page 11: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

procreación de los hombres es la que da sentido al matrimonio (Gen_1:28). Ahora

bien, cuando los hombres sean inmortales, no habrá ya necesidad del matrimonio. La

argumentación de los saduceos no da en el blanco. El matrimonio se acaba con el

mundo presente.

Los hombres del mundo venidero son inmortales, porque son semejantes a los

ángeles. Tienen el modo de ser de los ángeles. Éstos lo tienen porque son hijos de

Dios. Los ángeles son designados en la Escritura como «hijos de Dios» (por ejemplo:

Job_1:6; Job_2:1). Tienen participación en la gloria de Dios, en su poder y en su

esplendor (Hec_12:7). Los resucitados reciben la filiación divina (1Jn_3:2; Rom_8:21),

la gloria (Rom_8:18), un «cuerpo espiritual» (1Co_15:44). «Así también será la

resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, se resucita en incorrupción; se

siembra en vileza, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en

fortaleza; se siembra cuerpo puramente humano, se resucita cuerpo espiritual»

(1Co_15:42 ss).

Los resucitados tienen el poder de no volver a morir. Lo que los piadosos entre los

griegos paganos de entonces anhelaban y esperaban alcanzar mediante los cultos

mistéricos o mediante el conocimiento (gnosis), era una vida bienaventurada en un

estado de deificación que no estaba amenazado por la muerte. Pero no veían lo que

era deseable en la resurrección de los cuerpos; en efecto, el cuerpo era sentido como

una carga, como una cárcel y un sepulcro del alma. La resurrección no es sólo

inmortalidad; los muertos resucitarán en un estado de incorruptibilidad, y nosotros

«seremos transformados» (1Co_15:52): no sólo vivirá el alma, sino el hombre entero

en cuerpo y alma.

El que resucita ha llegado a ser digno del mundo venidero. La resurrección es un don

divino de gracia, inmerecido, como lo es el reino de Dios (2Tes 1.5). Pero no sólo

resucitarán los elegidos y hechos dignos por Dios, sino todos, pecadores y justos.

Pablo conoce esta esperanza de que habrá una resurrección de los justos y de los

injustos (Hec_24:15). Sólo para los justos redundará la resurrección en gloria

(Lc_14:14). En la resurrección de éstos se piensa cuando se dice que son dignos del

mundo venidero.

Page 12: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

37 Y que los muertos resucitan, ya Moisés lo dio a entender en aquello de la zarza,

cuando llama Señor al Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob; 38 él no es

Dios de muertos, sino de vivos. Porque para él todos viven.

También Jesús recurre, como los saduceos, a un texto de la Escritura en la discusión

sobre el problema de la resurrección. En el relato de la zarza ardiente descubre

Moisés a Dios como el que dice: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el

Dios de Jacob» (Exo_3:6). Dios se da a conocer a Moisés en primer lugar como al

que habían venerado los patriarcas. Jesús comprende estas palabras de la Escritura

en sentido más profundo. Al designarse Dios como el Dios de los patriarcas, quiere

con ello decir que los patriarcas siguen venerándolo todavía como Dios. Viven, por

tanto, pues de lo contrario no podrían venerarlo.

Dios es Dios de los vivos, porque para él todos viven, son hijos de la resurrección.

También el que ha muerto, vive; el Dios de los vivos no se rodea de muertos. El

hombre vive para Dios; su ser se cifra en estar destinado a servir y glorificar a Dios.

Dado que Dios lo ha llamado así a la vida, por eso quiere también que viva. Con

estas palabras no se da luz acerca de cómo vive el hombre tras la muerte y a pesar

de la muerte, de cómo vive en el período intermedio entre la muerte y la resurrección,

de qué naturaleza será su inmortalidad: pervivencia, revivificación del cuerpo... Sólo

se dice una cosa fundamental: para él todos viven; viven porque para él existen. Vive

quien vive para Dios...

39 Entonces, algunos escribas le respondieron: Maestro, has hablado bien. 40 Por lo

mismo, ya no se atrevían a preguntarle nada más.

Jesús es un Maestro que habla bien; los doctores de la ley le dan este testimonio. Los

saduceos no osan ya hacer más preguntas; los doctores de la ley (fariseos)

reconocen la sabiduría de su enseñanza. Jesús es un maestro ante el que se inclinan

los maestros más consumados. Se presenta como el gran maestro ante el pueblo,

ante la Iglesia. De él tiene la Iglesia la doctrina sobre la resurrección de los muertos.

Esta doctrina distingue a cristianos y fariseos, a cristianos y saduceos, a cristianos y

gentiles. La predicación cristiana anuncia el mensaje de «Jesús y la resurrección»

(Hec_17:18).

Page 13: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

(Stöger, Alois, El Evangelio según San Lucas, en El Nuevo Testamento y su

Mensaje, Editorial Herder, Madrid, 1969)

Volver Exégesis

Inicio

Comentario Teológico· Xavier Leon - Dufour

Resurrección

La idea bíblica de resurrección no se puede en modo alguno comparar con la idea

griega de inmortalidad. Según la concepción griega, el alma del hombre, incorruptible

por naturaleza, entra en la inmortalidad divina tan luego la muerte la ha liberado de los

lazos del cuerpo. Según la concepción bíblica, la persona humana entera está

destinada por su condición presente a caer en poder de la *muerte: el *alma será

prisionera del seol mientras que el *cuerpo se pudrirá en la tumba; pero esto sólo será

un estado transitorio del que el hombre resurgirá vivo por una gracia divina, como se

reincorpora uno levantándose de la tierra en que yacía, como vuelve uno a despertar

del sueño en que había caído. La idea, formulada ya en el AT, ha venido a ser el

centro de la fe y de la esperanza cristianas desde que Cristo mismo volvió a la vida

en calidad de "primogénito de entre los muertos".

AT. I. EL SEÑOR DE LA VIDA. Los cultos naturistas del antiguo Oriente asignaban

un lugar importante al mito del Dios muerto y resucitado, traducción dramática de una

experiencia humana común: la del resurgir primaveral de la vida después de su sopor

Page 14: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

invernal. Osiris en Egipto, Tammuz en Mesopotamia, Baal en Canaán (convertido en

Adonis en baja época) eran dioses de este género. Su drama, acaecido en el *tiempo

primordial, se repetía indefinidamente en los ciclos de la naturaleza; actualizándolo en

una representación sagrada contribuían los ritos -así se creía - a renovar su eficacia,

tan importante para poblaciones pastoriles y agrícolas.

Ahora bien, desde los comienzos, la revelación del AT rompe absolutamente con esta

mitología y con los rituales que la acompañan. El *Dios único es también el único

señor de la vida y de la muerte: "él da la muerte y da la vida, hace bajar al seol y subir

de él" (1Sa 2,6; Dt 32,39), pues tiene poder sobre el seol mismo (Am 9,2; Sal 139,8).

También la resurrección primaveral de la naturaleza es efecto de su *palabra y de su

*Espíritu (cf. Gén 1,11s.22. 28; 8,22; Sal 104,29s). Con más razón tratándose de los

hombres: él es quien rescata su alma de la fosa (Sal 103,4) y les devuelve la vida (Sal

41,3; 80,19); no abandona en el .seol el alma de sus amigos ni les dejó ver la

corrupción (Sal I6,10s).

Estas expresiones se entienden sin duda en forma hiperbólica para significar una

preservación temporal de la muerte. Pero los milagros de resurrección operados por

Elías y Eliseo (1Re 17,17-23; 2Re 4,33ss; 13, 21) muestran que Yahveh puede

vivificar a los muertos mismos sacándolos del seol, al que habían descendido. Estos

retornos a la vida no tienen evidentemente ya nada que ver con la resurrección mítica

de los dioses muertos, a no ser esta representación espacial que hace de ellas una

subida del abismo infernal a la tierra de los vivos.

II. LA RESURRECCIÓN DEL PUEBLO DE DIOS. En una primera serie de textos se

emplea esta imagen de la resurrección para traducir la *esperanza colectiva del

pueblo de Israel. Éste, herido por los *castigos divinos, se puede comparar con un

enfermo acechado por la muerte (cf. Is 1,5s) y hasta con un cadáver al que la muerte

ha convertido en su presa. Pero si se convierte, ¿no lo volverá Yahveh a la vida?

"Venid, volvamos a Yahveh... A los dos días nos devolverá la vida; al tercer día nos

levantará y viviremos delante de él" (Os 6,Is).

Page 15: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

No es esto un mero voto de los hombres, pues no faltan promesas proféticas que

atestiguan expresamente que sucederá así. Después de la prueba del *exilio

resucitará Dios a su pueblo como se vuelven a la vida osamentas ya áridas (Ez 37,1-

14). Despertará a *Jerusalén y hará que se levante del polvo donde yacía como

muerta (Is 51,17; 60,1). Devolverá la vida a los muertos, hará que se levanten sus

cadáveres, que se despierten los que están acostados sobre el polvo (Is 26,19). (…).

Dios triunfa, pues, de la muerte en beneficio de su pueblo.

Incluso la parte fiel de Israel pudo caer por un tiempo en poder de los infiernos, como

el *Siervo de Yahveh, muerto y sepultado con los malvados (Is 53,8s.12). Pero día

vendrá en que, también como el Siervo, este *resto justo prolongue sus días, vea la

*luz y comparta los trofeos de la *victoria (Is 53,10ss). Primer esbozo, todavía

misterioso, de una promesa de resurrección, gracias a la cual los justos que sufren

verán al fin surgir a su defensor y tomar su causa en su mano (cf. Job 19,25s,

reinterpretado por la Vulgata).

III. LA RESURRECCIÓN INDIVIDUAL. La revelación da un paso adelante con

ocasión de la crisis macabea. La persecución de Antíoco y la experiencia del martirio

plantean entonces en forma aguda el problema de la *retribución individual. Es una

certeza fundamental que haya que aguardar el reinado de Dios y el triunfo final del

pueblo de los santos del Altísimo, anunciados desde muy atrás por los oráculos

proféticos: (Dan 7,13s.27; cf. 2,44). Pero ¿qué será de los *santos muertos por la fe?

El apocalipsis de Daniel responde: "Gran número de los que duermen en el país del

polvo despertarán; éstos son para la vida eterna; los otros, para el oprobio, para el

horror eterno" (Dan 12,2). La imagen de resurrección empleada por Ezequiel e Is 26

se debe, pues, entender en forma realista: Dios hará que los muertos vuelvan a subir

del seol para que tengan participación en el *reino. Sin embargo, la nueva *vida en

que entren no será ya semejante a la vida del mundo presente: será una vida

transfigurada (Dan 12,3). Tal es la esperanza que sostiene a los *mártires en medio

de su *prueba: se les puede arrancar la vida corpórea; el Dios que crea es también el

que resucita (2Mac 7,9. 11.22; 14,46); al paso que para los malos no habrá

Page 16: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

resurrección a la vida (2Mac 7,14).

A partir de este momento la doctrina de la resurrección se convierte en patrimonio

común del judaísmo. Si la secta saducea, por prurito de arcaísmo, no la admite (cf.

Act 23,8) y hasta se burla de ella planteando a propósito de la misma cuestiones

ridículas (Mt 22,23-28 p), los fariseos la profesan, así como la secta de la que

proviene el libro de Henoc (probablemente el antiguo esenismo). (…)

NT. I. EL PRIMOGÉNITO DE ENTRE LOS MUERTOS. 1. Preludios. Jesús no cree

sólo en la resurrección de los justos el último día. Sabe que el misterio de la

resurrección debe ser inaugurado por él, a quien Dios ha dado el dominio de la *vida y

de la *muerte. Manifiesta este poder que ha recibido de Dios volviendo a la vida a

varios difuntos por los que habían venido a suplicarle: la hija de Jairo (Mc 5,21-42 p),

el hijo de la viuda de Naím (Lc 7,11-17), su amigo Lázaro (Jn 11). Estas

resurrecciones que recuerdan los milagros proféticos son ya el anuncio velado de la

suya, que será de un orden muy diferente.

Jesús añade predicciones claras: el Hijo del hombre debe morir y resucitar al tercer

día (Mc 8.31; 9, 31; 10,34 p). Es, según Mt, el "signo de Jonás": el Hijo del hombre

estará tres días y tres noches en el seno de la tierra (Mt 12,40)). Es el signo del

*templo: "Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días..."; ahora bien, "hablaba

del templo de su cuerpo" (Jn 2,19ss; cf. Mt 26,61 p). Este anuncio de una

resurrección de los muertos se hace incomprensible aun a los mismos doce (cf. Mc

9,10); con más razón a los enemigos de Jesús, que toman pretexto de él para poner

guardias en su sepulcro (Mt 27,63s).

2. La experiencia pascual. Los doce no habían, pues, comprendido que el anuncio de

la resurrección en las Escrituras concernía en primer lugar a Jesús mismo (In 20,9);

por eso su muerte y su sepultura los habían desesperado (cf. Me 16,14; Lc 24,21-

24.37; Jn 20,19). Para inducirlos a creer se requiere nada menos que la experiencia

pascual. La del sepulcro vacío no es suficiente para convencerlos, pues podría

explicarse por un sencillo rapto del cadáver (Le 24,11s; Jn 20,2): sólo Juan cree en

Page 17: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

seguida (Jn 20,8).

Pero luego comienzan las apariciones del Resucitado. (…) Jesús aparece "durante

muchos días" (Act 13,31); en otro lugar se precisa: "durante cuarenta días" (1,3),

hasta la escena significativa de la ascensión. Los relatos subrayan el carácter

concreto de estas manifestaciones: el que aparece es ciertamente Jesús de Nazaret;

los apóstoles lo ven y lo tocan (Lc 24, 36-40; Jn 20, 19-29), comen con él (Lc

24,29s.41s; Jn 21,9-13; Act 10, 41). Está presente, no como un fantasma, sino con su

propio cuerpo (Mt 28,9; Lc 24,37ss; Jn 20,20.27ss). Sin embargo, este cuerpo está

sustraído a las condiciones habituales de la vida terrenal (Jn 20,19; cf. 20, 17). Jesús

repite, sí, los gestos que realizaba durante su vida pública, lo cual permite reconocerle

(Lc 24,30s; Jn 21,6.12); pero ahora se halla en el estado de *gloria que describían los

apocalipsis judíos.

El pueblo, en cambio, no es espectador de estas apariciones como lo había sido de la

pasión y de la muerte. Jesús reserva sus manifestaciones a los *testigos que él se ha

escogido (Act 2,32; 10,41; 13.31), siendo el último Pablo en el camino de Damasco

(lCor 15,8): de los testigos hace sus *apóstoles. Se les muestra a ellos “y no al

mundo" (Jn 14,22), pues el *mundo está cerrado a la fe. Incluso los guardias del

sepulcro, aterrorizados por la teofanía misteriosa (Mt 28,4), no veían a Cristo mismo.

Igualmente el hecho de la resurrección, el momento en que Jesús resurge de la

muerte, es imposible de describir. Mateo se limita a evocarlo en un lenguaje

convencional tomado de las Escrituras (Mt 28, 2s): temblor de tierra, claridad

deslumbradora, aparición del *ángel del Señor... Entramos aquí en una esfera

trascendente que sólo pueden traducir las expresiones preparadas por el AT, aun

cuando la realidad a que se aplican es en sí misma inefable.

3. El evangelio de la resurrección en la predicación apostólica. Desde el día de

*pentecostés se convierte la resurrección en el centro de la predicación apostólica,

porque en ella se revela el objeto fundamental de la fe cristiana (Act 2,22-35). Este

*evangelio de pascua es ante todo el testimonio tributado a un hecho: Jesús fue

Page 18: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

crucificado y murió; pero Dios lo resucitó y por él aporta a los hombres la salvación.

Tal es la catequesis de Pedro a los judíos (3,14s) y su confesión ante el sanedrín (4,

10), la enseñanza de Felipe al eunuco etiópico (8,35), la de Pablo a los judíos (13.33;

17,3) y a los paganos (17,31) y su confesión delante de sus jueces (23,6...). No es

otra cosa que el contenido mismo de la experiencia pascual.

Un punto importante se hace notar siempre a propósito de esta experiencia: su

conformidad con las Escrituras (cf. lCor 15,3s). Por una parte la resurrección de Jesús

realiza las promesas proféticas: promesa de la exaltación gloriosa del *Mesías a la

diestra de Dios (Act 2,34; 13,32s), de la glorificación del *Siervo de Yahveh (Act 4,30;

Flp 2,7ss), de la entronización del *Hijo del hombre (Act 7,56; cf. Mt 26,64 p). Por otra

parte, para traducir este misterio que se sitúa más allá de la experiencia histórica

común, los textos escriturarios suministran un arsenal de expresiones que esbozan

sus diversos aspectos: Jesús es el *santo, al que Dios libra de la corrupción del

Hades (Act 2,25-32; 13,35ss; cf. Sal 16,8-11); es el nuevo *Adán, a cuyos pies ha

puesto Dios todo (lCor 15,27; Heb 1,5-13; cf. Sal 8); es la *piedra desechada por los

constructores y convertida en piedra angular (Act 4, 11; cf. Sal 118,22)... Cristo

glorificado aparece de esta manera como la clave de toda la Escritura, que

anticipadamente se refería a él (cf. Lc 24,27.44ss).

4. Sentido y alcance de la resurrección. A medida que la predicación apostólica

confronta la resurrección y las Escrituras, elabora una interpretación teológica del

hecho. La resurrección, siendo la glorificación del Hijo por el Padre (Act 2,22ss; Rom

8,11; cf. Jn 17,1ss), pone el *sello de Dios sobre el acto de *redención inaugurado por

la encarnación y consumado por la *cruz. Por ella es constituido Jesús "Hijo de Dios

en su poder" (Rom 1,4; cf. Act 13,33; Heb 1,5; 5,5; Sal 2,7), "*Señor y Cristo" (Act

2,36), (cabeza y salvador" (Act 5,31), “juez y Señor de los vivos y de los muertos" (Act

10,42; Rom 14,9; 2Tim 4,1). Habiendo retornado al Padre (Jn 20,17), puede ahora dar

a los hombres el *Espíritu prometido (Jn 20,22; Act 2,33). Así se revela plenamente el

sentido profundo de su vida terrenal: ésta era la manifestación de Dios acá en la

tierra, de su amor, de su gracia (2 Tim 1,10; Tit 2,11; 3,4). Manifestación velada, en la

que la *gloria sólo era perceptible bajo signos (Jn 1, 11) o durante breves momentos,

Page 19: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

como el de la *transfiguración (Le 9,32. 35 p; cf. Jn 1,14). Ahora que Jesús ha entrado

definitivamente en la gloria, la manifestación continúa en la Iglesia, por sus *milagros

(Act 3,16) y por el don del Espíritu a los hombres que creen (Act 2,38s; 10,44s).

De este modo Jesús, "primogénito de entre los muertos" (Act 26,23; Col 1,18; Ap 1,5)

ha entrado el primero en este mundo *nuevo (cf. Is 65, 17...) que es el universo

rescatado. Siendo el "señor de la gloria" (ICor 2,8; cf. Sant 2,1; F1p 2,11), es para los

hombres el autor de la salvación (Act 3,6...). Fuerte con el poder divino, se crea un

pueblo santo (lPe 2, 9s), al que arrastra en pos de sí.

II. EL PODER DE LA RESURRECCIÓN. La resurrección de Jesús resuelve el

problema de la *salvación tal como se nos plantea a cada uno de nosotros. Objeto

primero de nuestra fe, es también la base de nuestra esperanza, cuyo alcance

determina. Jesús resucitó "como *primicias de los que duermen" (lCor 15,20); esto

funda nuestra espera de la resurrección el último día. Más aún: él es en persona "la

resurrección y la vida : quien crea en él, aunque hubiese muerto, vivirá" (Jn 11,25);

esto funda nuestra certeza de participar desde ahora en el misterio de la vida nueva,

que Cristo nos hace accesible a través de los signos sacramentales.

1. La resurrección el último día. La fe judía en la resurrección de los cuerpos fue

avalada por Jesús, con sus perspectivas de integridad corporal recobrada (Lc 14,14) y

de radical transformación (Mt 22,30ss p); (…) Sin embargo, esta fe no adquiere su

significado definitivo sino después de la resurrección personal de Jesús. La

comunidad primitiva tiene conciencia de mantenerse en este punto fiel a la fe judía

(Act 23,6; 24,15; 26,6ss); pero la resurrección de Jesús le da ahora ya una base

objetiva. Resucitaremos todos porque Jesús ha resucitado: “El que resucitó a Cristo

Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su

Espíritu que habita en vosotros" (Rom 8,11; cf. lTes 4,14; lCor 6,14; 15,12-22; 2 Cor

4,14).

En el evangelio de Mateo el relato de la resurrección de Jesús subraya ya este punto

Page 20: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

en forma concreta: en el momento en que Jesús, descendido a los infiernos, vuelve

de ellos *vencedor, los justos que aguardaban allí su acceso al gozo celestial surgen

para hacerle un cortejo nupcial (Mt 27,52s). (…) Es una anticipación de lo que

sucederá el último día. (…)

San Pablo desarrolla mucho más la escenificación de la resurrección general: voz del

ángel, trompeta para reunir a los elegidos, *nubes de la parusía, procesión de los

elegidos... (lTes 4,15ss; 2Tes 1,7s; lCor 15,52). Este marco convencional es clásico

en los apocalipsis judíos; pero el hecho fundamental es más importante que estas

modalidades. Contrariamente a las concepciones griegas, en las que el alma liberada

de los lazos del cuerpo va sola hacia la inmortalidad, la esperanza cristiana implica

una restauración integral de la persona; supone al mismo tiempo una total

transformación del *cuerpo, hecho espiritual, incorruptible e inmortal (ICor 15,35-53).

Por lo demás Pablo, en la perspectiva en que se sitúa no aborda el problema 'de las

resurrecciones de los malos; sólo piensa en la de los justos, participación en la

entrada de Jesús en la gloria (cf. ICor 15,12...). La espera de esta "redención del

cuerpo” (Rom 8,23) es tal que para expresarla el lenguaje cristiano confiere a la

resurrección una especie de inminencia perpetua (cf. ITes 4,17). Sin embargo. la

impaciencia de la *esperanza cristiana (cf. 2Cor 5,1-10) no debe conducir a' vanas

especulaciones sobre la fecha del *día del Señor.

El Apocalipsis traza un cuadro impresionante de la resurrección de los muertos (Ap

20,11-15). La muerte y el Hades los restituyen a todos para que comparezcan ante el

juez, tanto a los malos como a los buenos. Mientras que los malos se hunden en la

"muerte segunda", los elegidos entran en una vida nueva, en el seno de un universo

transformado que se identifica con el *paraíso primitivo y con la *Jerusalén celestial

(Ap 21-22). ¿Cómo expresar de otra manera sino bajo la forma de símbolos una

realidad indecible que la experiencia humana no puede alcanzar? Este fresco no está

reproducido en el cuarto evangelio. Pero constituye el trasfondo de dos breves

alusiones que subrayan sobre todo el papel asignado al Hijo del hombre: los muertos

surgirán a su llamada (Jn 5, 28; 6,40.44), los unos para la vida eterna, los otros para

la condenación (Jn 5,29).

Page 21: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

2. La vida cristiana, resurrección anticipada. Si Juan desarrolla tan poco el cuadro de

la resurrección final, es que lo ve realizado anticipadamente desde el tiempo presente.

Lázaro saliendo de la tumba representa concretamente a los fieles arrancados a la

muerte por la voz de Jesús (cf. Jn 11,25s). También el sermón sobre la obra de

vivificación del Hijo del hombre contiene afirmaciones explícitas: "Llega la *hora, y ya

estamos en ella, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y todos los que la

hayan oído vivirán" (Jn 5,25). Esta declaración inequívoca coincide con la experiencia

cristiana tal como la expresa la primera epístola de san Juan: "Nosotros sabemos que

hemos pasado de la muerte a la vida..." (1Jn 3,14). Quienquiera que posea esta vida

no caerá nunca en poder de la muerte (Jn 6,50; 11.26; cf. Rom 5,8s). Esta certeza no

suprime la espera de la resurrección final; pero desde ahora transforma una vida que

ha entrado en relación con Cristo.

San Pablo decía ya lo mismo subrayando el carácter pascual de la vida cristiana,

participación real en la vida de Cristo resucitado. Sepultados con él en el *bautismo,

hemos resucitado también con él, porque hemos creído en la fuerza de Dios que lo

resucitó de entre los muertos (Col 2,12; Rom 6,4ss). La vida *nueva en que entonces

entramos no es otra cosa que su vida de resucitado (Ef 2,5s). En efecto, en aquel

momento se nos dijo: "¡Despierta, tú que duermes! Levántate de entre los muertos y

Cristo te iluminará" (Ef 5,14). Esta certeza fundamental rige toda la existencia

cristiana. Domina la moral que ahora ya se impone al *hombre nuevo *nacido en

Cristo: "Resucitados con Cristo buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado

a la diestra de Dios" (Col 3, 1ss). Esta certeza es también la fuente de su *esperanza.

En efecto, si el cristiano aguarda con impaciencia la transformación final de su cuerpo

de miseria en cuerpo de gloria (Rom 8,22s; Flp 3,1Os.20s), es que ya posee las arras

de este estado futuro (Rom 8,23; 2Cor 5,5). Su resurrección final no hará sino

manifestar claramente lo que ya es en la realidad secreta del misterio (Col 3,4).

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001

Page 22: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Volver Comentario Teológico

Inicio

Santos Padres· San Agustín

El que no conoce las Escrituras no cree en la resurrección de los muertos

17. Él estaba hablando de la resurrección de los muertos, pues así se expresaba:

Pero dirá alguien: «¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo volverán a la

vida?» Por eso había dicho: El primer hombre, nacido de la tierra, es terreno; el

segundo, del cielo. Como es el terreno, así son los terrenos, y como el celeste, así los

celestes, a fin de que esperemos que se ha de realizar en nuestro cuerpo lo que ya

tuvo lugar antes en el de Cristo. Aunque aún no lo tenemos en realidad, hemos de

retenerlo mediante la fe. Por eso había añadido: Como llevamos la imagen del

hombre terreno, así debemos llevar también la del que procede del cielo. Para que no

creyéramos que íbamos a resucitar para las mismas cosas que hacíamos

corruptiblemente según el primer hombre, añadió en seguida: Esto os digo, hermanos:

que la carne y la sangre no heredarán el reino de Dios. Quiso mostrar también que

llama carne y sangre no a esas realidades corporales, sino que bajo esos nombres

significa la corrupción, corrupción que allí no existirá. Al cuerpo sin corrupción no se le

ha de llamar propiamente carne y sangre, sino cuerpo, sin más. Pues, si es carne, es

corruptible y mortal; si, por el contrario, ya no muere, ya no es corruptible; por eso,

permaneciendo la misma realidad, pero incorruptible, ya no se la llama carne, sino

cuerpo. Y, si se la llama carne, no se habla con propiedad, sino en base a una

semejanza externa. En base a esa misma semejanza, quizá pudiéramos hablar de

carne en los ángeles, puesto que se aparecieron a los hombres en forma de hombre,

a pesar de ser un cuerpo; pero no carne, puesto que carecen de corrupción. Así,

pues, dado que por una cierta semejanza, podemos llamar carne también al cuerpo

Page 23: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

que ya no se corrompe, el Apóstol se preocupó de indicar en seguida qué entendía

por carne y sangre, puesto que se refería a la corrupción, no al aspecto exterior, y

añadió a continuación: Ni la corrupción heredará la incorrupción; como si dijera: «Mis

anteriores palabras: La carne y la sangre no poseerán el reino de Dios, equivalen a

estas otras: La corrupción no poseerá la incorrupción».

18. Y para que nadie diga: «Entonces, si la incorrupción no puede ser poseída por la

corrupción, ¿cómo estará allí nuestro cuerpo?», escucha lo que sigue. Parece como

si se le preguntara al Apóstol: «¿Qué es lo que estás afirmando? ¿Es que creemos en

vano en la resurrección de la carne? Si la carne y la sangre no poseerán el reino de

Dios, en vano creemos que nuestro Señor resucitó de entre los muertos con el mismo

cuerpo con que nació y en el que fue crucificado, y que ascendió al cielo en presencia

de sus discípulos, desde el que te gritó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Con

estas preguntas se encontró el santo y bienaventurado apóstol Pablo, quien con

piadoso amor da a luz a sus hijos, engendrados en Cristo por el Evangelio, a los que

todavía estaba alumbrando hasta que Cristo se formase en ellos, es decir, hasta que

llevasen por la fe la imagen del hombre del cielo. No quería que quedasen en la

perdición de pensar que en el reino de Dios, en la vida eterna, iban a hacer lo mismo

que hacían en esta vida, es decir, entregarse al placer de comer y beber, de tomar

marido, de tomar mujer y de engendrar hijos. Estas son obras de la corrupción de la

carne, no la realidad de la carne. Que no hemos de resucitar para tales cosas, como

ya lo he mencionado antes, lo dejó claro el Señor en la lectura evangélica que hemos

leído hace poco. Los judíos creían ciertamente en la resurrección de la carne, pero

pensaban que iba a ser tal que la vida de entonces sería igual a la que llevaban aquí.

Al pensar de esta forma carnal no pudieron responder a los saduceos, quienes, a

propósito de la resurrección, les proponían la siguiente cuestión: «¿De quién será

esposa la mujer que tuvieron sucesivamente siete hermanos, queriendo cada uno de

ellos suscitar descendencia a su hermano?» Los saduceos formaban una secta

dentro del judaísmo que no creía en la resurrección. Los judíos, fluctuando y

dudando, no podían dar respuesta a los saduceos que les proponían tal cuestión,

porque pensaban que la carne y la sangre podían poseer el reino de Dios, es decir,

que la corrupción podía poseer la incorrupción. Llegó la Verdad, y los saduceos,

engañados y engañadores, interrogan al Señor proponiéndole la misma cuestión. El

Señor, que sabía lo que decía y deseaba que nosotros creyéramos lo que

desconocíamos, responde, con la autoridad de su majestad, lo que hemos de creer.

Page 24: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

El Apóstol lo expuso en la medida en que le fue concedido; nosotros hemos de

entenderlo en cuanto nos sea posible. ¿Qué dijo, pues, el Señor a los saduceos?

Erráis al no conocer la Escritura ni el poder de Dios. En la resurrección no se casan ni

se toman mujeres, ni empiezan a morir, sino que serán iguales a los ángeles de Dios.

Grande es el poder de Dios. ¿Por qué no se casan ni toman mujeres? Porque no

empezarán a morir. Todo sucesor sucede a alguien. Allí no habrá tal corrupción. Y el

Señor pasó por todas las edades, desde la infancia hasta la juventud, porque llevaba

todavía la mortalidad de la carne; después de resucitar en la misma edad que tenía

cuando fue sepultado, ¿hemos de creer que envejece en el cielo? Serán, dijo,

semejantes a los ángeles de Dios. Hizo desaparecer lo que sospechaban los judíos y

refutó las calumnias de los saduceos, puesto que los judíos creían, sí, que los

muertos habían de resucitar, pero pensaban carnalmente por lo que respecta a las

obras para las que iban a resucitar. Serán, dijo, semejantes a los ángeles de Dios.

Has oído lo que se refiere al poder de Dios; escúchalo también en las Escrituras. ¿No

habéis leído, a propósito de la resurrección, cómo habló el Señor a Moisés desde la

zarza, diciéndole: «Yo soy el Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac, y el Dios de

Jacob»? No es un Dios de muertos, sino de vivos.

19. Que hemos de resucitar, ya está dicho; que hemos de resucitar para una vida

semejante a la de los ángeles, lo hemos escuchado de la boca del Señor; qué

aspecto hemos de tener al resucitar, lo mostró él mismo en su resurrección. Que

nuestra forma exterior ha de carecer de corrupción, lo dice el Apóstol: Esto es lo que

digo: la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción

heredará la incorrupción, mostrando que bajo los términos de «carne» y «sangre»

quiso entender la corrupción del cuerpo mortal y animal. A continuación resuelve ya él

mismo la cuestión que los oyentes solícitos pudieran exigirle; él mismo se preocupa

de que los hijos entiendan más de lo que los hijos se preocupan por las palabras de

los padres. Añade estas palabras: Ved que os anuncio un misterio. Cese tu

pensamiento, ¡oh hombre! , quienquiera que seas. Tomando apoyo en las palabras

del Apóstol, habías comenzado a pensar que la carne humana no resucita, al haber

escuchado: la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios; más aplica tu oído a las

palabras que siguen y corrige la presunción de tu corazón. Ved, dijo, que os anuncio

un misterio: todos resucitaremos, pero no todos seremos transformados. ¿Qué

significa esto? La transformación puede ser para bien o para mal. Si se ha hablado de

Page 25: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

una transformación, sin ver todavía cómo será, si para algo mejor o para algo peor,

sigamos leyendo, que él nos lo aclare; ¿para qué entrar en suposiciones? Quizá la

autoridad del Apóstol te evite el ir detrás de tus conjeturas y resbalar en el error por

medio de la sospecha humana; quizá indique claramente qué transformación quiere

que se entienda. Habiendo dicho: Todos resucitaremos, pero no todos seremos

transformados, yo advierto que hemos de resucitar todos, buenos y malos; más

veamos quiénes serán transformados, y, a partir de aquí, comprenderemos cómo ha

de ser la transformación, si para mejor o para peor. Si esta transformación se da en

los malos, será para peor; si en los buenos, para mejor. En un instante, dice, en un

abrir y cerrar de ojos, a la última trompeta. Sonará la trompeta, y los muertos

resucitarán incorruptos y nosotros seremos transformados. Así, pues, esta

transformación será para mejor, puesto que dice: Y nosotros seremos transformados.

Pero aún no ha expresado como conviene hasta qué punto nuestro cuerpo será

transformado para mejor. Aún no ha dicho en qué consiste esa mejoría. Pues, incluso

cuando se da la transformación de la niñez a la adolescencia, puede hablarse de una

mutación para mejor, a pesar de que, aunque la debilidad sea menor, sigue existiendo

al lado de la mortalidad.

20. Por tanto, volvamos a considerar punto por punto. En un instante, dice. Difícil

parece a los hombres el que los muertos resuciten; pero es admirable cómo el

Apóstol eliminó todas las dudas y dificultades de los corazones de los fieles. Dices tú:

«Los muertos no resucitan»; yo no sólo digo que resucitan, sino que acaecerá con

una rapidez tal que no tuviste ni para ser concebido y nacer. ¡Cuánto tiempo pasa un

hombre en el seno materno hasta formarse, perfeccionarse, nacer y fortalecerse con

el paso del tiempo! ¿Acaso ha de resucitar de idéntica manera? No, sino en un

instante, dijo. Muchos ignoran lo que es un instante (atomus). El término atomus se

deriva de tomé, que significa sección, división; átomos, en griego, significa lo que no

puede seccionarse ni dividirse. El término se emplea tanto para los cuerpos como

para el tiempo. Referido a los cuerpos, se aplica en el caso de que pueda hallarse

algo que se muestre imposible ser dividido; algo tan diminuto que no admita la

posibilidad de ser seccionado. Referido al tiempo, es un momento breve que tampoco

puede dividirse. Para que los corazones más lentos puedan comprender lo que digo,

voy a poner un ejemplo. Toma una piedra; divídela en varias partes; esas partes

divídelas en chinas, y las chinas en granos, como son los de arena; divide todavía los

granos de arena en polvo menudísimo hasta que llegues, si puedes, a una

Page 26: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

menudencia tal que ya no admita ser dividida. Esto es un «átomo» referido a los

cuerpos. Aplicado al tiempo, se entiende de esta manera: un año, por ejemplo, se

divide en meses; los meses, en días; los días aún pueden dividirse en horas; las

horas, aún en otras partes espaciosas que admiten divisiones hasta que llegues a un

punto de tiempo y a una como gota de un momento que ya no se puede alargar lo

más mínimo y que, por tanto, no puede dividirse. Esto es el «átomo» temporal.

Decías, pues, que los muertos no resucitan; no sólo resucitan, sino que lo hacen con

tanta rapidez que la resurrección de todos tendrá lugar en un átomo o instante de

tiempo. Y, explicándote la rapidez del instante, después de haber dicho: en un

instante, añadió a continuación qué acción o movimiento puede realizarse en ese

espacio de tiempo: En un golpe de ojo, dijo. Sabía, en efecto, que no estaba claro eso

de en un instante, y quiso decir más claramente algo que fuese más inteligible. ¿Qué

significa en un golpe de ojo? No se refiere al abrir y cerrar los ojos mediante los

párpados, sino que llama golpe de ojo a la proyección de sus rayos para ver algo.

Efectivamente, nada más proyectar tu mirada, el rayo emitido llega al cielo, donde

contemplamos el sol, la luna, las estrellas y los demás astros, separados de la tierra

por tan inmensa distancia. Pero menciona la última trompeta, la última señal. Sonará,

dice, la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptos y nosotros seremos

transformados. Se refiere, ciertamente, a nosotros los fieles, a los primeros en

resucitar para la vida eterna. Por tanto, aquella transformación, propia de los piadosos

y santos, será para mejor, no para peor.

21. Pero ¿en qué consiste esta transformación? ¿Qué significan las palabras seremos

transformados? ¿Se pierde el aspecto exterior actual o sólo la corrupción, con

referencia a la cual se dijo: La carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios, ni

la corrupción heredará la incorrupción? Para que esto no condujese a sus oyentes a

perder la esperanza de resucitar en la carne, añadió: Ved que os anuncio un misterio:

todos resucitaremos, pero no todos seremos transformados. Y para que no

pensásemos que esa transformación iba a ser para peor, dijo: Y nosotros seremos

transformados. Sólo queda, pues, que diga cuál ha de ser esa transformación.

Conviene, dijo, que esto corruptible se vista de incorrupción, y que esto mortal se

revista de inmortalidad. Si esto corruptible y mortal se viste de incorrupción e

inmortalidad, dejará de ser carne corruptible. Por tanto, si deja de ser carne

corruptible, desaparecerá el nombre de corrupción aplicado a la carne y a la sangre;

Page 27: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

desaparecerá hasta el nombre de carne y sangre, porque todos son términos propios

de la mortalidad. Y si es así y la carne resucitará, dado que se ha transformado y

convertido en incorrupta, la carne y la sangre no poseerán el reino de Dios. Si alguien

quiere entender que tal transformación se dará en los que se encuentren aún en vida

aquel día, de forma que los ya muertos resuciten y los que aún vivan, en cambio,

sean transformados, admitiendo que el Apóstol haya hablado en su nombre al decir: Y

nosotros seremos transformados, por la misma lógica se sigue que la incorrupción

pertenecerá ciertamente a todos, cuando esto corruptible se vista de incorrupción y

esto mortal se revista de inmortalidad. Entonces se cumplirá lo que está escrito: «La

muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu contienda?

¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón?» Al cuerpo que ya no es mortal no se le llama

con propiedad carne y sangre; eso lo son los cuerpos terrenos; se llama cuerpo a lo

que puede calificarse ya de celeste. Lo mismo acontece cuando el Apóstol habla de la

diferencia entre las carnes: No toda carne es la misma. Una es la carne humana, otra

la de las bestias, otra la de los peces, la de las aves y la de los reptiles. Hay también

cuerpos celestes y cuerpos terrestres. Nunca hablaría él de carnes celestes, aunque

a las carnes se las pueda llamar cuerpos, pero terrestres. Así, pues, toda carne es

cuerpo, pero no todo cuerpo es carne; no sólo porque al cuerpo celeste no se le llama

carne, sino también porque no son carne otros cuerpos terrestres como la madera, y

las piedras, y cosas del estilo, si las hay. Es cierto, por tanto, que la carne y la sangre

no pueden poseer el reino de Dios, porque la carne, al resucitar, se transformará en

cuerpo tal que no admitirá ya la corrupción de la muerte y, en consecuencia, ni

siquiera la denominación de carne y sangre.

SAN AGUSTÍN, Sermones (6º) (t. XXVI), Sermones sobre diversos temas, Sermón

362, 17-21, BAC Madrid 1985, 377-87

Volver Santos Padres

Inicio

Page 28: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Aplicación· P. Alfredo Sáenz, S.J.· San Juan Pablo II· S.S. Francisco p.p.· P. Gustavo Pascual, I.V.E.. P. Jorge Loring, S.J.

P. Alfredo Sáenz, SJ..

NUESTRA FELIZ ESPERANZA

Es una realidad que el mundo que nos toca vivir, cambiante y compulsivo, desprecia

y tergiversa los grandes valores que Jesús nos enseñó, como la verdad, la vida, la

libertad, la trascendencia, el amor, la felicidad. Es un mundo que nos induce y empuja

a buscar placeres pasajeros, nos propone una vida basada en sentimientos, en

gustos personales, en el "aquí y ahora", donde sólo es bueno lo productivo, lo

eficiente, y donde sólo debo creer en aquello que se prueba, en lo "científico". Frente

a este aluvión anti-cristiano, y por qué no, anti-humano, no hay mejor consejo que el

que da San Pablo a los cristianos de Tesalónica, en el capítulo que precede a la

segunda lectura de hoy: "Hermanos, manteneos firmes y conservad fielmente las

tradiciones que aprendisteis de nosotros, sea oralmente o por carta". Será preciso

mantenernos así, firmes en la fe recibida en el bautismo, roca sobre la cual hemos de

construir nuestra vida, y que no debe ser derrumbada por los vientos y tormentas de

las falsas doctrinas. Así lo afirmó Cristo en una oportunidad: "El cielo y la tierra

pasarán, pero mis palabras no pasarán".

Por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo, llamados por Dios a vivir,

conservar y desarrollar nuestra fe, con la cual anunciamos la muerte del Señor y

proclamamos su resurrección hasta que vuelva. Si mantenemos firmemente la fe

recibida, alcanzaremos aquello que, al decir del Apóstol en este domingo, nos ofrece

gratuitamente nuestro Señor Jesucristo, así como Dios, nuestro Padre, a saber, "un

consuelo eterno y una feliz esperanza", o sea, la esperanza de la gloria eterna, de la

Page 29: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

resurrección para la Vida, del premio celestial. Frente al desconcierto de doctrinas

horizontalistas y puramente humanas, la Iglesia, maestra en la fe, nos habla de una

verdad tan clara como cierta: la resurrección para la Vida es nuestra feliz esperanza.

Ya durante el Antiguo Testamento se vislumbró esta verdad en la epopeya nacional

de los Macabeos, quienes juntamente con su madre, dieron un testimonio muy

patente de su fe en la resurrección. Testimonio tan heroico como el de los primeros

mártires de la Iglesia. Testimonio de fidelidad a la Ley. Ellos no quisieron ceder a la

presión del rey pagano que perseguía a los judíos amenazándolos con torturas y la

misma muerte si no aceptaban transgredir la ley mosaica, o sea, sus principios, su fe,

sus normas de vida. Más aún, cuando sus cuerpos fueron efectivamente sometidos a

torturas, se declararon seguros y convencidos de que un día recuperarían sus

miembros mutilados resucitando a la vida eterna. "Tú, malvado, nos privas de la vida

presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros

morimos por sus leyes".

El ejemplo de fe de esta familia es modelo para tantos cristianos que sólo se

conforman con una fe teórica, sin compromiso, que nunca termina reflejándose en la

vida cotidiana. Bien dijo Juan Pablo II: "La fe, más que conocida, exige ser vivida".

Aquella fe de los Macabeos los llevó a despreciar esta vida terrena con tal de no

traicionar lo que aprendieron por tradición: "Estamos dispuestos a morir, antes que

violar las leyes de nuestros padres". La fe en la resurrección estaba tan arraigada en

aquellos jóvenes judíos que les dio fuerzas suficientes para mantenerse firmes ante el

atropello, aceptando la muerte sobre la base de dicha esperanza. Y así, el cuarto de

los hermanos, notrepidó en decir: "Es preferible morir a manos de los hombres, con la

esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él".

En tiempos de Jesús, la resurrección de los muertos era ya verdad de fe para el

judaísmo, rechazada sólo por la secta de los saduceos. Los saduceos conformaban

un grupo oportunista en política y relajado en la moral. Desde el punto de vista

teológico; eran conservadores, permaneciendo anclados en las viejas concepciones

de los judíos que no creían en la resurrección. Por esto se acercaron a Jesús para

Page 30: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

proponerle una extraña cuestión, con un objetivo concreto: poner en ridículo la

creencia en la resurrección, y de esta manera desacreditar públicamente a los

fariseos, quienes la defendían con argumentos de la Escritura y la tradición.

Tras plantearle a Jesús el caso de una mujer que quedó sucesivamente viuda de siete

hermanos, le preguntaron: "Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya

que los siete la tuvieron por mujer?" . La pregunta no fue desestimada por Jesús.

Después de decirles que se trataba de una cuestión vana, ya que en la vida futura los

resucitados no se casarían, aprovechó la ocasión para explicar la verdad de la

resurrección. En orden a instruirlos de manera adecuada, Cristo se valió,

precisamente, de uno de los libros más antiguos de la Biblia, el Éxodo, donde Moisés

llamó al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Y luego de

citarles ese texto indiscutido, agregó en forma clara y contundente: "Dios no es un

Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, vivien para él". Con esto, Cristo

se proponía afirmar directamente la inmortalidad y la supervivencia de las almas.

La enseñanza del Maestro es categórica. El matrimonio es una institución, un

compromiso y una responsabilidad que pertenece sólo al mundo presente, "hasta que

la muerte los separe". En la vida futura no será necesario, porque seremos

inmortales, semejantes a los ángeles, no hará falta el matrimonio para asegurar la

conservación de la especie humana. Allí la gracia de la adopción divina, recibida como

semilla en el bautismo, llegará a su pleno desarrollo, apoderándose de todo el

hombre, y por lógica consecuencia, también del cuerpo, que experimentará la

transfiguración de la gloria. Es lo que enseñó San Pablo en su carta a los corintios:

"Así es la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción...,

se siembra cuerpo material, resucita espiritual".

La doctrina de la resurrección, anticipada con el testimonio valeroso de los Macabeos,

confirmada y profundizada por el mismo Salvador, quien dio el testimonio de su propia

resurrección, le permitió al Apóstol poder animara los filipenses con estas palabras

consoladoras: "Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como

Page 31: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en

un cuerpo glorioso como el suyo".

Las lecturas escuchadas nos ofrecen suficientes razones para expresar con

convicción nuestra fe. Pero ello no es todo. Será menester que traslademos dichas

verdades a nuestra vida como testigos auténticos y cualificados, frente a este mundo

que, como decíamos, sólo piensa en el "aquí y ahora", en el momento presente,

desestimando la certeza del futuro.

Jesús nos anima a reavivar nuestra feliz esperanza en la resurrección, sabiendo que

somos peregrinos, hombres y mujeres de paso, que debemos vivir como si ya

estuviésemos en el cielo, pues todo aquel que vive en gracia de Dios, fortificada ésta

y alimentada por los sacramentos, tiene como un pedazo de cielo en el alma, es

conciudadano de la gloria, lleva el germen de la vida eterna en el corazón. Será

preciso que nos convenzamos de que todo sufrimiento en esta vida es nada

comparado con la gloria y felicidad que Dios tiene preparada para aquellos que le

aman y viven esta fe. Mucho nos ayudará consolamos y animarnos mutuamente con

palabras que nacen de la fe, ya que poseemos la viva esperanza de que nos

volveremos a encontrar con todos aquellos seres queridos que ya partieron de este

mundo y gozan del premio anunciado.

Prosigamos ahora la celebración de la Sagrada Eucaristía, de este admirable

sacramento que, reviviendo la Cena del Señor, nos anticipa el banquete celestial.

Participemos conscientemente del Santo Sacrificio de manera que al recibir el Cuerpo

glorioso del Señor resucitado se avive esta esperanza y se prepare nuestro cuerpo

para la resurrección final, teniendo siempre presentes las palabras del Señor: "El que

come mi carne y bebe mi sangre tiene ya la vida eterna y yo lo resucitaré en el último

día".

(SAENZ, A., Palabra y Vida, Ciclo C, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1994, p. 301-

305)

Page 32: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Volver Aplicación

San Juan Pablo II

"Espero en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro".

Celebramos hace pocos días la conmemoración solemne de todos los fieles difuntos;

y estamos todavía en un clima de reflexión y de oración por nuestros queridos

difuntos. La triste peregrinación que durante el mes de noviembre lleva a tanta gente

a los cementerios es un gesto de piedad y afecto, y una manifestación coral de fe y

comunión eclesial.

La Iglesia proclama, al mismo tiempo, su fe en Cristo vencedor de la muerte: "Espero

la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro".

Estos dos artículos del Credo o Símbolo apostólico cobran un significado singular a la

luz de la memoria de los fieles difuntos. Nos recuerdan que no nos encaminamos

hacia la nada. Por el contrario, nuestra existencia tiene una meta precisa y la fe abre,

en medio de la tristeza de la separación humana, el horizonte luminoso de una vida

que va más allá de esta existencia terrena y que será el puerto de llegada de todos

los hijos de Dios, en Jesucristo.

Las lecturas de la santa misa de este XXXII domingo del tiempo ordinario hablan de la

resurrección de los muertos y de la vida del mundo futuro.

En el pasaje del Evangelio de Lucas algunos saduceos se dirigen a Jesús con una

pregunta insidiosa. Niegan que haya resurrección de los muertos, y quieren lograr

que Jesús tome una posición al respecto, pero Él les responde, como siempre, con

una claridad cristalina.

El Señor afirma que los muertos resucitan. Ésta es la afirmación más importante y

solemne. Observa: "Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo

Page 33: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de

Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven" (Lc

20,37-38).

Explica también cómo será la vida eterna, partiendo de la pregunta provocadora de

los saduceos. A éstos, que con evidente ironía le preguntan de quién será esposa,

después de la muerte, una mujer que tuvo durante su vida muchos maridos

sucesivos, Jesús responde que los resucitados en el más allá "ni ellos tomarán mujer

ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios,

siendo hijos de la resurrección" (Lc 20,35-36).

Así pues, en estas breves expresiones, el divino Maestro reafirma dos veces

consecutivas la verdad de la resurrección, agregando claramente que la existencia,

después de la muerte, será diferente de la existencia en la tierra: desaparecerá la

procreación, necesaria en el tiempo, según las palabras del Creador: "Sed fecundos y

multiplicaos y henchid la tierra y sometedla" (Gn 1,28). Y dado que la vida de los

resucitados será semejante a la de los ángeles, nos da a entender que la persona

humana estará libre de las necesidades relacionadas con la presente condición

mortal.

Gracias a otros pasajes de la Sagrada Escritura y a la reflexión de los padres de la

Iglesia sabemos que el paraíso constituye la respuesta más elevada a nuestra

necesidad íntima de felicidad, a través de la posesión directa del Bien infinito: Dios.

San Agustín escribió: "ibi vacabimus, et videbimus; videbimus, et amabimus;

amabimus, et laudabimus. Ecce quod erit in fine sine fine" (De civitate Dei, XXII, 30,5).

En el paraíso "descansaremos y veremos; veremos y amaremos; amaremos y

alabaremos. He aquí lo que habrá al fin sin fin".

Un ejemplo de fe inquebrantable en el más allá nos lo propone también la primera

lectura, tomada del libro de los Macabeos. Es el relato de los siete hermanos que,

junto con su madre, afrontaron heroicamente la muerte con tal de no violar las

prescripciones de la ley mosaica. Lo dicen, casi lo gritan, al rey pagano que quería

obligarlos a realizar una acción mala: "El rey del mundo, a nosotros que morimos por

Page 34: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

sus leyes, nos resucitará a una vida eterna" (2 Mc 7,9). Su testimonio heroico anticipa

el testimonio de miles de mártires cristianos, orgullo y corona de la Iglesia primitiva.

Muchos de ellos sacrificaron su vida, derramando su sangre por el Evangelio,

precisamente en Roma.

El martirio a causa del Evangelio ha estado presente siempre en la Iglesia, y sigue

estándolo aún hoy. Hay muchos otros martirios también en nuestro siglo. Se trata de

una llamada divina singular dirigida a almas privilegiadas que, a través de la

inmolación de su vida, imitan mucho más de cerca al Salvador Jesús, fecundando con

el don total de sí mismas el amplio "campo de Dios" (1 Cor 3,9).

Aunque sólo a algunas personas se les pide este sacrificio extraordinario, todos los

fieles que quieran servir a Cristo con generosidad auténtica, antes o después deberán

sufrir, precisamente a causa de esa fidelidad, una especie de martirio: del corazón, de

los sentidos, de la voluntad o de los sentimientos.

En las horas difíciles, teniendo presente la valentía de los mártires y de los santos, no

hemos de olvidar nunca las palabras del Símbolo apostólico: "Espero en la

resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro". Son fuentes de fortaleza y

esperanza; luz y apoyo en la prueba.

Sólo la certeza de la resurrección puede evitar que el creyente ceda frente a la

seducción del mundo e imite a cuantos ponen toda su confianza en la condición

mortal presente, preocupados únicamente de su interés inmediato.

San Pablo en la epístola a los Tesalonicenses dice: Aquel "que nos ha amado y que

nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa,

consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena" (2 Tes

2,16-17).

(Homilía en la Parroquia Ntra. Sra. de Lourdes, 8 de noviembre de 1992)

Volver Aplicación

Page 35: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

S.S. Francisco p.p.

Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús enfrentando a los saduceos,

quienes negaban la resurrección. Y es precisamente sobre este tema que ellos hacen

una pregunta a Jesús, para ponerlo en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección

de los muertos. Parten de un caso imaginario: «Una mujer tuvo siete maridos, que

murieron uno tras otro», y preguntan a Jesús: «¿De cuál de ellos será esposa esa

mujer después de su muerte?». Jesús, siempre apacible y paciente, en primer lugar

responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de la vida

terrena. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, ya no

existirá el matrimonio, que está vinculado a nuestra existencia en este mundo. Los

resucitados —dice Jesús— serán como los ángeles, y vivirán en un estado diverso,

que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús.

Pero luego Jesús, por decirlo así, pasa al contraataque. Y lo hace citando la Sagrada

Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración por

nuestro Maestro, el único Maestro. La prueba de la resurrección Jesús la encuentra

en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente (cf. Ex 3, 1-6), allí donde Dios se

revela como el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está

relacionado a los nombres de los hombres y las mujeres con quienes Él se vincula, y

este vínculo es más fuerte que la muerte. Y nosotros podemos decir también de la

relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es

el Dios de cada uno de nosotros! Como si Él llevase nuestro nombre. A Él le gusta

decirlo, y ésta es la alianza. He aquí por qué Jesús afirma: «No es Dios de muertos,

sino de vivos: porque para Él todos están vivos» (Lc 20, 38). Y éste es el vínculo

decisivo, la alianza fundamental, la alianza con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él

mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado venció la muerte.

En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y gracias a Él todos tienen la

esperanza de una vida aún más auténtica que ésta. La vida que Dios nos prepara no

es un sencillo embellecimiento de esta vida actual: ella supera nuestra imaginación,

porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia.

Page 36: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Por lo tanto, lo que sucederá es precisamente lo contrario de cuanto esperaban los

saduceos. No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, la que

nos espera, sino que es la eternidad —aquella vida— la que ilumina y da esperanza a

la vida terrena de cada uno de nosotros. Si miramos sólo con ojo humano, estamos

predispuestos a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Esto

se ve! Pero esto es sólo si lo miramos con ojo humano. Jesús le da un giro a esta

perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida

plena. Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena, y esa vida

plena es la que ilumina nuestro camino. Por lo tanto, la muerte está detrás, a la

espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivientes, el

Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro nombre, como Él dijo: «Yo

soy el Dios de Abrahán, Isaac, Jacob», también el Dios con mi nombre, con tu

nombre, con tu nombre..., con nuestro nombre. ¡Dios de los vivientes! ... Está la

derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un nuevo tiempo de alegría y

luz sin fin. Pero ya en esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad,

encontramos a Jesús y su amor, y así podemos pregustar algo de la vida resucitada.

La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en

nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección. En efecto, si Dios es fiel y

ama, no puede serlo a tiempo limitado: la fidelidad es eterna, no puede cambiar. El

amor de Dios es eterno, no puede cambiar. No es a tiempo limitado: es para siempre.

Es para seguir adelante. Él es fiel para siempre y Él nos espera, a cada uno de

nosotros, acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna.

(Ángelus, Plaza de San Pedro, domingo 10 de noviembre de 2013)

Volver Aplicación

P. Gustavo Pascual, I.V.E.

La confianza en la resurrección final

Lc 20, 27-38

Page 37: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Los saduceos negaban la resurrección y queriendo ponerlo en apuros al joven

Rabí de Nazaret le plantean un caso hipotético basado en la ley del levirato creyendo

con esto justificar su posición o al menos hacer inconsistente la doctrina de la

resurrección que para ellos no pasaba de ser una hipótesis.

Los saduceos sólo aceptaban la autoridad de la Ley de Moisés, la Torah, es

decir el Pentateuco y por lo tanto la refutación a su doctrina debía usar la Escritura allí

contenida.

Jesús primero les dice que yerran porque no entienden las Escrituras ni

tampoco el poder de Dios. La Escritura no se puede tomar siempre literalmente

porque puede llevar a una interpretación carnal. De hecho los saduceos al negar la

existencia de los espíritus tenían que negar la resurrección porque para ellos el

espíritu sólo podía existir unido al cuerpo y la muerte ponía fin a ambos. El caso

hipotético que ponen para negar la resurrección carnalizaba a Dios. Los saduceos

eran materialistas.

Jesús los refuta diciendo que la vida de los resucitados será distinta. Será una

vida como la de los ángeles, que no mueren, es decir, será una vida para siempre y

ya no habrá matrimonios porque no se necesitará perpetuar la especie ya que la

muerte desaparecerá.

Por otra parte, el poder de Dios es infinito. Dios es todopoderoso y puede, si Él

quiere y de hecho quiere, que los hombres vivan eternamente.

Para que su enseñanza tuviera fundamento Jesús interpreta el pasaje del

Éxodo donde Dios habla a Moisés a través de un hecho milagroso mostrando con ello

su poder, aunque ellos no podían negar tantos milagros de Dios revelados en el

Pentateuco, y les dice: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de

Isaac y el Dios de Jacob” y comenta: “no es un Dios de muertos, sino de vivos,

porque para él todos viven”. Jesús enseña a los fariseos por tanto la inmortalidad del

hombre porque Dios lo ha creado para la vida participándole su misma vida eterna.

Jesús no profundizará más sobre el tema de la resurrección ni dará mayor explicación

de lo que sucederá con los cuerpos de los resucitados. Les ha demostrado que el

alma es inmortal y que para Dios todo es posible. El fundamento de la resurrección: el

poder de Dios. Este poder se manifiesta en toda la Escritura.

Dios nos ha creado para la vida y para una vida sin fin “Amas a todos los

seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo odiases, no lo habrías hecho.

Y ¿cómo habría permanecido algo si no hubieses querido? ¿Cómo se habría

conservado lo que no hubieses llamado? Más tú con todas las cosas eres indulgente,

Page 38: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

porque son tuyas, Señor que amas la vida, pues tu espíritu incorruptible está en todas

ellas”. Dios no nos ha creado para vivir estos pocos años de vida terrenal ni nos ha

creado para sufrir y llorar sino para ser felices sin fin. Esta vida es un peregrinar en

tierra extraña.

Dios es la vida en plenitud, la vida eterna, la vida sin límites, es la vida y nos

ha comunicado su misma vida para que vivamos con El eternamente.

Es verdad que por el pecado entró la muerte en el mundo, pues no existía

cuando el hombre fue creado, pero la muerte es la separación temporal de alma y

cuerpo. El alma sigue viviendo unida a Dios o separada de Él en espera de la

resurrección del cuerpo para unirse a él. Pertenecemos a la naturaleza humana, alma

y cuerpo, y en esa naturaleza permaneceremos eternamente unidos o separados de

Dios.

Dios cerró el camino al árbol de la vida pero no definitivamente porque como

leemos en las Escrituras a lo largo de la historia fue alentando, por su alianza con los

hombres, la esperanza de tomar el fruto del árbol de la vida. En el pasaje del

Evangelio aparecen los principales protagonistas de la alianza entre Dios y los

hombres, Abraham, Isaac, Jacob y Moisés. Pero la alianza definitiva por la cual se

cumplen las promesas de Dios es la alianza sellada con la sangre del hombre-Dios.

Jesús por su muerte en cruz y su resurrección nos abre definitivamente el camino al

árbol de la vida y a sus frutos de vida eterna. El testimonio más sublime del poder de

Dios y de su amor y fidelidad a los hombres es el misterio pascual.

Jesús nos da la vida eterna, “Yo soy la resurrección y la vida, El que cree en

mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”. Él es el

Camino para llegar a la Vida.

Todos tendremos que experimentar la dolorosa separación del cuerpo y del

alma que es la muerte temporal o primera, pero seguiremos viviendo. Nuestra alma

es inmortal. En la segunda venida del Señor, a la voz de la trompeta, resucitarán

nuestros cuerpos para vivir eternamente unidos a Dios, propiamente esta será la vida

sin fin. Los que estén separados de Dios, morirán eternamente pues no tendrán la

fuente de la vida, resucitarán para la muerte eterna.

Esta es la esperanza del cristiano: la vida sin fin.

El mundo de hoy, neopagano, se promueve por el gozo sin límites y esta

propaganda atrae a los incautos que se olvidan de pensar en el futuro. ¿Qué pasará

después de la muerte? El cristianismo promete la vida eterna para los que en esta

Page 39: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

vida imiten a Jesús, lo cual, significa cargar con la cruz, que no sólo es dolor sino que

incluye también el gozo y la paz cuando se lleva bien.

El mundo neopagano es materialista porque niega la inmortalidad del alma y

se esfuerza por perpetuar la vida, aspiración que es insuprimible, pero quiere la vida

eterna por sus propias fuerzas al margen del poder de Dios y esto es utopía. No

puede arrebatar el fruto de la vida porque está bien custodiado. Hay un solo sendero

para llegar al árbol de la vida, Jesucristo.

Así como el planteamiento carnal de los saduceos, en el mundo actual pululan

teorías, ideologías, burlas, mentiras para negar la resurrección que arrastran a

muchos hombres a la muerte segunda. El momento clave se da en el encuentro con

la muerte temporal. En ese momento quedan dos opciones: o la esperanza de una

vida sin fin o la desesperanza que es preludio de la muerte eterna.

¿En qué fundamentamos los cristianos la resurrección? En el poder de Dios. Ya

poseemos una prenda de ella en Jesús. El murió y resucitó de entre los muertos, el

primero de todos, venciendo a nuestro temido enemigo, la muerte. Nosotros

esperamos, por el poder de Dios, resucitar a una vida sin fin. Creemos en Dios que

nos ha revelado nuestra vocación a la vida eterna junto a Él y esperamos por su

poder y por su gracia alcanzarla. Este es el secreto más hermoso del cristianismo una

vida eterna plenamente feliz.

_______________________________

Cf. Dt 25, 5 s

Ex 3, 1-3

Ex 3, 6

Sb 11, 24-12, 1

Cf. Gn 2, 17

Gn 3, 24

Jn 11, 25-26

Cf. Jn 14, 6

Volver Aplicación

Page 40: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

P. Jorge Loring, S.J.

1.- El Evangelio de hoy nos narra la escena de la discusión de Cristo con los

saduceos, que eran materialistas y no creían en la resurrección de los muertos.

2.- En otros sitios del Evangelio se nos habla también de la resurrección de los

muertos. San Mateo nos escenifica la escena del juicio final, después de la

resurrección de los muertos, donde los de la izquierda son lanzados al infierno y los

de la derecha recibidos en la gloria eterna.

3.- Por eso la resurrección final es dogma de fe. Además, está definido en el Concilio

Lateranense IV.

4.- También San Juan, hablando de la Eucaristía, nos trasmite la promesa de

Jesucristo a los que comulgan: «Yo los resucitaré en el último día».

5.- En opinión de los teólogos, resucitaremos en la plenitud de la vida, y sin los

defectos que hayamos tenido. Con cuerpo glorioso.

6.- En la resurrección tendremos identidad de persona, seremos nosotros mismos,

pero no identidad de materia. Tampoco en esta vida tenemos ahora la misma materia

que a los siete años, pues la materia del cuerpo se renueva continuamente. Somos

LOS MISMOS, pero no LO MISMO.

7.-Hay que distinguir la resurrección con la reencarnación, propia del budismo y del

hinduismo.

8.- La ciencia actual confirma la imposibilidad de la reencarnación, pues el ADN es

irrepetible. Ninguna otra persona de la humanidad puede tener nuestro ADN.

9.- Dice la Biblia que el hombre muere una sola vez, y después de la muerte, cielo o

infierno.

10.- Cada uno es responsable de sus obras. Ni nosotros pagamos los pecados de

otros, ni nadie pagará por los nuestros.

Page 41: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Volver Aplicación

Inicio

Directorio Homilético

Trigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario

CEC 992-996: la revelación progresiva de la Resurrección

CEC 997-1004: nuestra resurrección en Cristo

CEC 1023-1029: el cielo

CEC 1030-1032: la purificación final o Purgatorio

I LA RESURRECCION DE CRISTO Y LA NUESTRA

Revelación progresiva de la Resurrección

992 La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su

Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una

consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y

cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su

Alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a

expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan:

El Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una

vida eterna (2 M 7, 9). Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza

que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él (2 M 7, 14; cf. 7, 29; Dn 12, 1-13).

Page 42: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

993 Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos del Señor (cf. Jn 11, 24)

esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan

responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis

en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es

un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).

994 Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona:

"Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en

el último día a quienes hayan creído en él. (cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido su

cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una

prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5, 21-42; Lc

7, 11-17; Jn 11), anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de

otro orden. De este acontecimiento único, El habla como del "signo de Jonás" (Mt 12,

39), del signo del Templo (cf. Jn 2, 19-22): anuncia su Resurrección al tercer día

después de su muerte (cf. Mc 10, 34).

995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección" (Hch 1, 22; cf. 4, 33),

"haber comido y bebido con El después de su Resurrección de entre los muertos"

(Hch 10, 41). La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por

los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como El, con El, por El.

996 Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado

incomprensiones y oposiciones (cf. Hch 17, 32; 1 Co 15, 12-13). "En ningún punto la

fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne" (San

Agustín, psal. 88, 2, 5). Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la

vida de la persona humana continúa de una forma espiritual. Pero ¿cómo creer que

este cuerpo tan manifiestamente mortal pueda resucitar a la vida eterna?

Cómo resucitan los muertos

997 ¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del

hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en

espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará

definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas,

por la virtud de la Resurrección de Jesús.

Page 43: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

998 ¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto: "los que hayan hecho

el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación"

(Jn 5, 29; cf. Dn 12, 2).

999 ¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies;

soy yo mismo" (Lc 24, 39); pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en

El "todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora" (Cc de Letrán IV: DS

801), pero este cuerpo será "transfigurado en cuerpo de gloria" (Flp 3, 21), en "cuerpo

espiritual" (1 Co 15, 44):

Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la

vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere. Y lo que tú siembras no es el

cuerpo que va a brotar, sino un simple grano..., se siembra corrupción, resucita

incorrupción; ... los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que

este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de

inmortalidad (1 Cor 15,35-37. 42. 53).

1000 Este "cómo" sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es

accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un

anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:

Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación

de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una

terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la eucaristía ya no son

corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección (San Ireneo de Lyon, haer.

4, 18, 4-5).

1001 ¿Cuándo? Sin duda en el "último día" (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); "al fin del

mundo" (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada

a la Parusía de Cristo:

El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de

Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar (1 Ts

Page 44: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

4, 16).

Resucitados con Cristo

1002 Si es verdad que Cristo nos resucitará en "el último día", también lo es, en

cierto modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al

Espíritu Santo, la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la

muerte y en la Resurrección de Cristo:

Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en

la acción de Dios, que le resucitó de entre los muertos... Así pues, si habéis

resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la

diestra de Dios (Col 2, 12; 3, 1).

1003 Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya realmente en la

vida celestial de Cristo resucitado (cf. Flp 3, 20), pero esta vida permanece

"escondida con Cristo en Dios" (Col 3, 3) "Con El nos ha resucitado y hecho sentar en

los cielos con Cristo Jesús" (Ef 2, 6). Alimentados en la Eucaristía con su Cuerpo,

nosotros pertenecemos ya al Cuerpo de Cristo. Cuando resucitemos en el último día

también nos "manifestaremos con El llenos de gloria" (Col 3, 4).

1004 Esperando este día, el cuerpo y el alma del creyente participan ya de la

dignidad de ser "en Cristo"; donde se basa la exigencia del respeto hacia el propio

cuerpo, y también hacia el ajeno, particularmente cuando sufre:

El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al

Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que

vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... No os pertenecéis... Glorificad, por tanto,

a Dios en vuestro cuerpo.(1 Co 6, 13-15. 19-20).

II EL CIELO

1023 Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente

purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios,

Page 45: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4):

Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de

Dios, las almas de todos los santos ... y de todos los demás fieles muertos después

de recibir el bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar cuando

murieron;... o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén

purificadas después de la muerte ... aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del

juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo Nuestro Señor,

estuvieron, están y estarán en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celestial con

Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de

nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara

a cara, sin mediación de ninguna criatura (Benedicto XII: DS 1000; cf. LG 49).

1024 Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor

con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el

cielo" . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del

hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.

1025 Vivir en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los

elegidos viven "en El", aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera

identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17):

Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el

reino (San Ambrosio, Luc. 10,121).

1026 Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La vida de

los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención

realizada por Cristo quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído

en El y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad

bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a El.

1027 Estes misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están

en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla

de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del

Page 46: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón

del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2, 9).

1028 A causa de su transcendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que

cuando El mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la

capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por

la Iglesia "la visión beatífica":

¡Cuál no será tu gloria y tu dicha!: Ser admitido a ver a Dios, tener el honor de

participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el

Señor tu Dios, ...gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los

amigos de Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada (San Cipriano, ep. 56,10,1).

1029 En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la

voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan

con Cristo; con El "ellos reinarán por los siglos de los siglos' (Ap 22, 5; cf. Mt 25,

21.23).

III LA PURIFICACION FINAL O PURGATORIO

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente

purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su

muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la

alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es

completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la

doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS

1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a

ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego

purificador:

Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe

un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si

alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será

Page 47: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos

entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el

siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos,

de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio

expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12,

46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y

ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856),

para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia

también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor

de los difuntos:

Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron

purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de

que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos,

pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San

Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5).

IV EL INFIERNO

1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero

no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o

contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que

aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna

permanente en él" (1 Jn 3, 15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados

de El si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños

que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido

ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para

siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de

la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra

"infierno".

1034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga"

Page 48: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

(cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida

rehusan creer y convertirse , y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf.

Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles que

recogerán a todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt

13, 41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de Mí malditos al fuego

eterno!" (Mt 25, 41).

1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las

almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos

inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego

eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; SPF 12). La pena principal

del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede

tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

1036 Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del

infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de

su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un

llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha

es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que

entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la

Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14) :

Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor,

estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en

la tierra, mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no

nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas

exteriores, donde `habrá llanto y rechinar de dientes' (LG 48).

1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso

suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en

él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegari as diarias de los fieles, la

Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos

lleguen a la conversión" (2 P 3, 9):

Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia

Page 49: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos

entre tus elegidos (MR Canon Romano 88)

Volver Direc. Homil.

Inicio

iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así

como el Guion para la celebración de la Santa Misa.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos

Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del

domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los

cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan

aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir

alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema

propio de las lecturas del domingo analizado.

Page 50: Domingo XXXII Tiempo Ordinario - HOMILETICA.IVE

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que

ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del

domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto

Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.

Volver Información

InicioEste Boletín fue enviado por: [email protected]

Provincia Ntra. Sra. de Lujan - El Chañaral 2699, San Rafael, Mendoza, 5600, Argentina Instituto del Verbo Encarnado