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Una interpretación psicoanalítica de la película de Jhon Turturro y Woody Allen: Aprendiz de Gigoló
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Francisco de la Flor Terrero [email protected]
www.internenes.com www.piensoyjuego.es
Aprendiz de Gigoló: una lectura psicoanalítica
Parecería que una vez más Allen monta una disparatada comedia sobre sus dos grandes
obsesiones: sexo y religión. Pero intentemos dar una visión global de una película
aparentemente simple y frívola.
Por un lado nos llama poderosamente la atención que todo está desdoblado: una pareja de
personajes (Allen y Turturro), una pareja de mujeres con las que hay que hacer el amor; una
pareja de familias simétricas (la de papá Mo y la de Abigail), una pareja de policías… Tan solo
hay un elemento cuya figura es central y aparece en un punto central de la película, que es
Abigail. Es a través de ella cómo Allen se plantea el tema central de la película: como siempre
es la muerte y el más allá…, pero el más allá en este caso es el profundizar en la relación con la
madre que está representada por esa judía viuda.
Turturro es el alter ego de Allen, es una extensión de él mismo. Por eso nunca opina nada y
está de acuerdo completamente con él. El mismo Allen lo aclara al final de la película cuando
seducen a la joven francesa, (aunque ya se veía claro desde el inicio de la misma).
En definitiva, Abigail, el objeto materno está escindido en dos como toda la película, objetos
excitantes según Fairbairn, con los que se tiene que relacionar compulsivamente, obteniendo
además pingües beneficios (liberación de la angustia). Pero Allen, de forma fortuita, se pone
en “contacto” con Abigail y le plantea a ella el ir más allá… Decide en definitiva, intentar
resolver el Edipo. Su padre muerto, al que le robó la biblioteca (la compró por unos dólares
cuando falleció) y su madre olvidada y denostada en un ambiente de depresión y tristeza. Los
picores de cabeza del menor de sus hijos le llevan a ella. Y es cuando le plantea la posibilidad
de que su Alter Ego la ayude. Turturro logra poner en contacto emocional a Allen y a su figura
materna, haciéndola revivir y recuperar su felicidad y su capacidad de amar. De otra forma,
Allen reconoce que su madre también tiene vida propia y derecho a vivir, y reconoce
explícitamente que siempre ha estado enamorada de su padre, retratado por la figura de Dovi,
el policía que la vigila celosamente. Justamente cuando ocurre todo esto, es cuando Turturro
no puede completar el trío, porque ya se ha logrado superar la escisión y sentir a la madre
como un objeto total.
Pero el padre muerto y desprovisto de sus libros viene a vengarse en la figura celosa de Dovi,
que lo vigila y lo persigue y lo cerca hasta apresarlo para hacerlo pasar por un tribunal judío. Es
curioso como lo juzgan a él y no a su socio, pues quien estuvo a solas con Abigail fue
Fioravante y no Allen; sin embargo al único que juzgan es a él. Toda la rigidez del Superyó de
Allen cae ahora con una fuerza brutal sobre él, parecería que ponerse en contacto emocional
con la madre y recuperar su cariño estaba inusualmente reprimido en su conciencia y que
podía ser objeto de un brutal castigo. Sin embargo la figura de Abigail, irrumpe en el juicio y
declara toda la verdad, dejando sin armas toda esa falsa ley. La pareja parental se ha
restablecido. Por eso Turturro y Abigail no marchan juntos, sino Dovi y Abigail, la pareja de
padres judíos a los que Allen ha permitido dejarlos funcionar como padres amantes.