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William Reymond JFK El último testigo Billie Sol Estes JFK El último testigo Traducción de Manuel Monge Fidalgo

Reymond William - Jfk El Ultimo Testigo

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William Reymond JFK El ltimo testigo

William Reymond JFK El ltimo testigo

Billie Sol Estes

JFK

El ltimo testigo

Traduccin de

Manuel Monge Fidalgo

Primera edicin: septiembre de 2004

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del

copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial

de esta obra por cualquier mtodo o procedimiento, comprendidos la reprografa

y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler

o prstamo pblicos.

JF:K Le dernier Tmoin, ditions Flammarion, 2003

De la traduccin: Manuel Monge Fidalgo, 2004

La Esfera de los Libros, S. L. 2004

Avenida de Alfonso XIII, 1, bajos

28002 Madrid

Telf.: 91 296 02 00 - Fax: 91 296 02 06

Pg. web: www.esferalibros.com

Diseo de cubierta: Compaa

Fotografa de cubierta: Bettmann/CORBIS

Fotografas de interior: ditions Flammarion

ISBN: 84-9734-210-0

Depsito legal: M. 28.915-2004

Fotocomposicin: IRC, S. L.

Fotomecnica: Star-Color

Impresin: Huertas

Encuadernacin: Huertas

Impreso en Espaa-Printed in Spain

ndice

Agradecimientos

13

Prefacio: Yo s quin mat a Kennedy

15

Prlogo: Reencuentros

21

PRIMERA PARTE

A la caza del hombre

1. Sombra

27

2. Perspectiva

30

3. Ilusin

31

4. Cangrejo

36

5. Invisible

37

6. Mareaje

39

7. Bala mgica

41

8. Silencio

45

9. Contratiempo

49

10. Escondite

51

11. Fotografas

52

12. Agresin

60

13. Visita

64

14. Ogro

67

15. Cortesana

70

16. Comerciante

78

17. Encuentro

80

18. Test

82

19. Regreso

83

20. Quimera

85

21. Partida

89

SEGUNDA PARTE

El ltimo testigo

22. El 22 de noviembre

93

23. Tejas

94

24. Comprensin

99

25. Sin retorno

107

26. Primeros pasos

121

27. Corrupcin

128

28. Cliff

134

29. Cadveres

140

30. Elecciones amaadas

146

31. Dinero en efectivo

151

32. Poder

154

33. Estrategia

157

34. Cazador de cabezas

160

35. 1960

165

36. Connally

170

37. Yarborough

172

38. Hoover

176

39. Visita

181

40. Seguro de vida

182

41. La cada

185

42. Algodn

187

43. RFK

195

44. Traicin

199

45. Depsitos

201

46. Pnico

205

47. Republicanos

209

48. La ejecucin

212

49. Silencio

215

50. Abandono

219

51. Malestar

222

52. Suicidios

223

53. Escndalo

227

54. Militares

229

55. Dinero

232

TERCERA PARTE

Autopsia de un complot

56. Citas

237

57. Impulso

239

58. Homicidio

241

59. Maniobras

247

60. Solucin

254

61. Segunda oportunidad

258

62. Suciedad

262

63. Violacin

268

64. Carta

273

65. Accidente

276

66. Bourbon

283

67. Secretos

287

68. Segundo tirador

296

69. Tormentos

302

70. Velada

305

71. Doble

308

72. Especialista

310

73. Limpieza

316

74. Desaparicin

323

75. Segunda vida

327

76. Asesinato

330

77. Explicaciones

344

78. Veneno

355

79. Disculpas

356

Eplogo: En otro sitio

363

Anexos

365

Bibliografa

397

A Jessica, Thomas y Cody.

Agradecimientos

Nunca me ser posible hacer justicia como se merece al trabajo

de Tom Bowden. Adems de ser un brillante investigador,

tambin fue mi pasaporte para descubrir los arcanos de

un Estado americano que yo no conoca y que hoy en da

amo. Pero ms all de su labor como gua en Tejas,Tom se ha

convertido en un verdadero amigo. And friendship is bigger here,

too!

Desde mi primera investigacin, Thierry Billard, mi editor, se

ha visto obligado a acostumbrarse a mis mtodos de trabajo a

costa de sus fines de semana, sus noches y sus vacaciones. Mensaje

personal: esto no ha hecho ms que empezar. Gracias por

todo.

Tambin quiero darles las gracias a Maureen Bion-Paul,Virginie

Pelletier, Guillaume Robert, David Rochefort y Axel Buret,

que han contribuido con su talento a la conclusin de esta obra.

El modesto autor se lo agradece.

Como es natural, y no slo porque es lo debido, pienso en

Charles-Henri Flammarion, el cual, desde mi libro Dominici non

coupable me ofrece el marco ideal y libre de toda censura para

mis investigaciones de largo recorrido. Muchos de mis colegas

no tienen esa suerte. Gracias una vez ms.

Special thanks to Jay Harrison, you're the man!

Thanks to Nathan Darby, Kyle Brown,Jerry Hill, James Fonvelle,

Pam Estes and her husband, Blake, Lois, Debbie, Georgia

and Rich della Rosa.

Gracias tambin a Bernard Nicols,Jean-Claude Fontan,Jean-

Marc Blanzat y Laurent Caujat. Mis cazadores de exclusivas preferidos.

Vamos... On the road again!

Mog, tu amistad y tu entusiasmo son muy valiosos para m.

No cambies.

Gracias igualmente a Michel Despratx y Marc Simn.

Por ltimo, gracias a todos los usuarios del foro www.williamreymond.

com por haberme animado con sus incesantes comentarios

y sugerencias a volver con ganas sobre las huellas de los asesinos

de Kennedy.

Este libro ha terminado, el debate puede empezar.

Prefacio

YO S QUIN MAT A KENNEDY

Me llamo Billie Sol Estes. Para dos generaciones de americanos,

yo he encarnado lo mejor y lo peor del sistema que nuestros

antepasados construyeron con su sangre, su sudor y sus lgrimas.

Hoy, a mis sesenta y ocho aos, s que el xito, la gloria, el

dinero o el fracaso no son sino cuestiones que dependen del

tiempo y las circunstancias.

El tiempo, he aqu la nica cosa que realmente cuenta. Mi

vida es una magistral alternancia de ciclos. Hubo un tiempo para

amar, un tiempo para sufrir, un tiempo para triunfar, un tiempo

para perderlo todo, otro para pagar y, por ltimo, un tiempo para

volver a construir. Hoy, pasado el periodo del silencio y de los

secretos, ha llegado el tiempo de hablar.

Me llamo Billie Sol Estes y mi existencia est jalonada de conversaciones

y correspondencias mantenidas con algunos de nuestros

ms insignes presidentes. Recuerdo a Franklin Delano Roosevelt,

a Harry Truman, a John Fitzgerald Kennedy y, cmo no,

a Lyndon Baines Johnson.

He tenido asimismo el privilegio, y a veces la desgracia, de

que mi destino se cruzase con el de las personalidades que crearon

la Amrica de la posguerra. Nunca olvidar a Vito Genovese,

Carlos Marcello, Jimmy Hoffa, el doctor Martin Luther

King y Robert Kennedy. Todos ellos, cada uno a su manera, estaban

habitados por la luz.

Por mi parte, tanto en mis xitos como en mis fracasos, creo

haber actuado siempre por el inters de mis semejantes. Por

supuesto, para algunos no soy ms que un truhn, pero para otros

soy un santo. Entre lo uno y lo otro se esconde la verdad.

Me llamo Billie Sol Estes, y en 1961 mi fortuna rozaba los

cien millones de dlares. Tena un palacio erigido en mitad del

lugar ms hermoso del mundo. Tena una esposa magnfica, y los

dos ramos felices junto a nuestros cuatro hijos.

Tampoco me olvido de mis secretarias, mis asistentes, mi chfer,

mi niera, mi piloto de avin y mi ejrcito de sirvientas.

Mi fortuna se evapor al mismo tiempo que mi espejismo

tejano. La cada fue muy dura, y el choque fue brutal. Si el dinero

ha contado en mi vida ms que cualquier otra cosa, ahora

ya no es as. A medida que me acerco al final de mi camino, va

perdiendo importancia. Mis hijos se han hecho mayores y me

han convertido en el feliz abuelo de once nietos. Y eso no tiene

precio.

Adems, haberlo perdido todo no es nada en comparacin

con la desaparicin de mi mujer, Patsy. Hace tres aos que me

dej solo en este mundo, poniendo as fin a una relacin de cincuenta

y cuatro aos. Patsy estuvo a mi lado cuando ramos

pobres como ratas, cuando ramos tan ricos que no nos lo creamos

y ah sigui cuando estbamos de vuelta de todo. Nuestro

amor resisti a dos penas de prisin, a mis extraos amigos y

a innumerables rumores. Nos enamoramos a primera vista y la

perd un da de San Valentn.

Me llamo Billie Sol Estes y por fin me he dado cuenta de que

todos hemos sido siempre mortales. Yo tanto como los dems.

Mi lucha contra un cncer de prstata en 1998 y las ltimas palabras

de Patsy me convencieron de que deba revelar mis secretos.

En los ltimos tiempos, me ha asaltado la certeza de que

haba que decirlo todo.

Me acuerdo de ese da en el que William Reymond y Tom

Bowden intentaron convencerme una vez ms de que hablara.

Como de costumbre, les respond que seguramente lo acabara

haciendo algn da. Entonces fue cuando Patsy intervino. Y lo

hizo con rotundidad: Sol, hazlo ahora! En casi medio siglo de

vida en comn, era la primera vez que ella se inmiscua en una

de mis conversaciones.

As que llegu a un acuerdo con William y con Tom: lo dira

todo. Tommy procede del mismo Estado que yo, ese Tejas que

slo entrega sus tesoros a los hombres que se ganan ese derecho.

l recibi la misma educacin religiosa que yo y se hizo hombre

a partir de los mismos valores que yo. Slo l poda comprender

mis paradojas, mis races y mis motivaciones. Seguramente

fue por eso por lo que me present a William, hace ya

cinco aos. William es un excelente escritor cuya visin y cuya

experiencia eran necesarias para contar mi historia de la mejor

manera posible. William, en contra de lo que su nombre parece

indicar, es francs. Asum este detalle como un nuevo guio del

destino: yo me cas con Patsy un 14 de julio.

La aventura de este libro se inici seis meses antes del fallecimiento

de mi esposa. William y Tom haban sido completamente

claros conmigo. No se conformaran con un mero papel de

confesores. Queran probar que mis declaraciones eran ciertas.

No para satisfacer mi orgullo, sino porque era la nica manera

de terminar con el misterio del asesinato de John F. Kennedy. Y

lo ms sorprendente es que lo consiguieron.

As, un da, vinieron para hacerme escuchar una cinta. Es

preciso aclarar que las cintas magnetofnicas, grabadas, en la

medida de lo posible, sin que mi interlocutor lo supiera, juegan

un papel esencial en mi historia. Instrumentos de poder y

de presin entre mis manos, si a algo le debo la vida es a esas

cintas. De manera que, algn tiempo despus de la desaparicin

de mi esposa, mis dos investigadores me hicieron escuchar

una grabacin clandestina, e indita, de las sesiones del Gran

Jurado de 1984 relativas al fallecimiento de Henry Marshall.

A ustedes este nombre seguramente no les dir nada. Sin embargo,

la aclaracin de las circunstancias de su asesinato era una de

las claves que permitiran desenmascarar la identidad de los

hombres que estuvieron detrs de los sucesos del 22 de noviembre

de 1963.

La existencia, an por confirmar, de esta cinta constituye uno

de los rumores ms excitantes que hayan recorrido Tejas en

muchos aos. En primer lugar, porque aqu las sesiones del Gran

Jurado son clasificadas como secretas ad vitam aeternam. Sea cual

sea el motivo, el plazo transcurrido o el bando en el poder, las

declaraciones efectuadas detrs de los espesos muros de la sala de

deliberaciones deben permanecer para siempre sustradas al conocimiento

del pblico. Esta obsesin por el secreto absoluto per-

mite garantizar, por un lado, la seguridad total de los participantes

en las sesiones y, por el otro, la obtencin de una confesin

completa.

No obstante, y a pesar del carcter indito de esa supuesta grabacin

ilegal, en el seno de las clases poltica y meditica tejanas

se murmuraba que la cinta magnetofnica contena informaciones

de capital importancia acerca de la cara oculta del presidente

Lyndon Johnson.

Escuch la grabacin atentamente. Reconoc mi voz, la del

capitn Clint Peoples y tambin la de Griffin Nolan, el nico

testigo del asesinato de Henry Marshall. Y, a medida que la cinta

giraba, yo fui sintiendo cmo mis recuerdos iban saliendo a la

superficie.

Billie Sol Estes

Prlogo

REENCUENTROS

Granbury, lunes 4 de agosto de 2003.

El ltimo testigo an sigue en pie. Es verdad que a veces le

falla la voz, que sus arrugas son ms profundas y que sus ausencias

son ms frecuentes pero, de todas maneras, sigue siendo un

maestro.

Haca casi tres aos que no lo vea. Hemos hablado alguna

vez por telfono, pero yo no haba vuelto a acercarme por Granbury.

A veces me entraron ganas de hacerlo, llevado por la curiosidad.

Cmo estara envejeciendo? Habra conseguido sobreponerse

a la ausencia de su mujer, Patsy? Seguira desplazndose

en un Cadillac? Se habra arrepentido de sus confesiones y

de su deseo de que fuesen publicadas? Temiendo que cambiase de

opinin, yo haba pospuesto mi visita para otro momento, cuidndome

muy mucho de fijar una fecha.Y adems, por fin, Canal

+ haba dado luz verde al proyecto. Despus de vivir durante dos

aos a merced del tira y afloja entre Vivendi y la cadena de pago,

mi proyecto de realizar un documental sobre la muerte de JFK

finalmente cobraba forma. Con el cuarenta aniversario del asesinato

a la vuelta de la esquina, haba que darse prisa.

*

No fue nada difcil convencer a Billie Sol Estes. Casi como si

hubiese estado esperando mi peticin, acept inmediatamente

retomar la conversacin donde la habamos dejado. Esta vez, ya

no se trataba de franquearse con Tom y conmigo en la intimidad

de un despacho con unos bolgrafos y unos magnetfonos

por todo instrumental, sino de responder a nuestras preguntas

ante la fra mirada de una cmara. Ahora Sol tena que acceder

a algo a lo que, durante mucho tiempo, haba rechazado enfrentarse.

Yo le haba advertido de que le iba a pedir que repitiera las

revelaciones que haba ido desgranando a lo largo de nuestros

numerosos encuentros. Que se desmarcase de cuatro dcadas de

enfermiza proteccin de sus secretos. Yo deseaba que l hablase

sin ambages y con precisin de la veintena de asesinatos que

haban marcado su relacin con Lyndon B. Johnson. Y l saba

que mis preguntas se referiran inevitablemente al misterio Kennedy.

Despus de todo, no era la promesa de descubrir por fin

la verdad lo que haba motivado mi viaje a Tejas?

Mientras Jean-Claude Fontan prepara la iluminacin, Billie

Sol se acerca a m. Lejos de estar inquieto, se muestra impaciente.

Impaciente por hablar y sobre todo por irse a Francia.

Los americanos se han resignado me espeta. El 11 de

septiembre ha acabado con el ya de por s escaso espritu crtico

de los habitantes de este pas. Mira lo de Irak. Yo no digo que el

presidente nos haya mentido, pero nadie parece estar interesado

en conocer la verdad. As que lo de JFK...

Es triste, pero no hay duda de que Sol tiene razn. Ya hace

tres aos que vivo aqu. El americano medio no es el bruto

patriota tantas veces descrito por los medios de comunicacin

franceses pero, igual que un animal herido, ya no tiene el valor

de alzar la mirada.

As que ya no cree en la posibilidad de llegar a saber algn

da qu fue lo que realmente le ocurri a JFK. Mientras ms

de un 80 por ciento de la poblacin rechaza las conclusiones

de la famosa comisin Warren, que atribuye la responsabilidad

en exclusiva a Lee Harvey Oswald, la lite poltica y la prensa

del pas siguen defendiendo esta hiptesis sometida peridicamente

a severos ataques.

Jean-Marc Blanzat, a cargo del sonido, est preparado. Bernard

Nicols me hace seas de que ya podemos empezar. Me

coloco frente a Billie. Al igual que hace tres aos, Tom est presente.

Todo debera ir bien, y sin embargo la entrevista avanza

con dificultad. No es culpa de Billie Sol. l slo ofrece lo que

puede dar. Aun as, el problema persiste. Despus de haber

pasado un ao desmenuzando cada una de sus palabras y tratando

de entender sus silencios, cuesta mucho obtener de l

esa espontaneidad que vuelve loca a la televisin. Por ms que

prodigo las manos tendidas y abro mis preguntas, no ocurre

nada. La entrevista se sume en un agradable sopor mecido por

el movimiento regular del ventilador, con cada giro de sus

aspas nos alejamos un poco ms de los disparos de Dealey

Plaza.

Y de repente, sin previo aviso, la fiera se despierta. Sus ojos

cobran vida, sus brazos se agitan. El tiempo ya no existe, la lasitud

ya no es ms que un recuerdo lejano: Estes ha puesto la

directa.

Le pregunto una vez ms por los verdaderos motivos de los

asesinos del presidente de Estados Unidos, y l me replica:

Por qu quieres darle tantas vueltas a este asunto? Hace

cuarenta aos que todo el mundo investiga, cuando resulta que

la verdad es muy sencilla. No hay ningn misterio! La muerte

de Kennedy es algo muy fcil de entender. Es la historia de un

hombre que quera el poder a toda costa. Y que estaba dispuesto

a todo con tal de llegar a la cima. No es nada complicado. Al

contrario, es muy sencillo. Y t lo sabes...

Ya est todo dicho.

Ahora slo tengo que desarrollarlo.

PRIMERA PARTE

A la caza del hombre

1

SOMBRA

La puerta acaba de cerrarse por ltima vez y yo no siento la

necesidad de volverme. Con el tiempo, he aprendido a percibir

su presencia y el peso de su mirada sobre mis hombros. Al principio

eso me molestaba, pero ahora ya no aceptara que fuese de

otro modo.

Tom acaba de abrir el arcn en el que, con gesto maquinal,

colocamos nuestro material de grabacin. Yo me hundo en mi

asiento, mientras l se pone al volante. Vacilo un momento, luego

vuelvo la cabeza hacia la derecha y lo veo. Ah est, impasible y

erguido, detrs del ventanal. Los reflejos y el grosor del cristal

me devuelven una silueta deformada. Borrosa, es cierto, pero muy

apropiada. En este momento, yo dara cualquier cosa por que

nuestras miradas se encontrasen. Tom y yo habamos comprendido

enseguida que el nico termmetro de los sentimientos y

la sinceridad de Billie Sol Estes eran sus dos minsculas y claras

pupilas. Ms de setenta aos de control sobre su imagen no han

conseguido alterar la extraa capacidad de virar al negro ms

profundo cuando un sentimiento poderoso lo atraviesa. De tal

manera que si los sabuesos del FBI, los empleados del fisco y los

agentes de Robert Kennedy hubieran prestado un poco ms de

atencin a sus ojos y un poco menos a su contabilidad, habran

logrado echarlo abajo bastante ms rpido.

En unos segundos tomaremos la primera calle a mano izquierda

y l habr desaparecido. Como de costumbre, desde hace ahora

casi un ao, ni Tom ni yo hemos roto el silencio. Antes, era una

especie de reflejo de investigacin. Esperbamos hasta haber salido

de su campo de visin para cambiar impresiones. Ahora, en realidad,

mentalmente por lo menos, seguimos sentados en su saln.

No solamente an lo estoy mirando sino que estoy oyendo su voz

que, por momentos, se descuelga para perderse en los agudos.

Como si el anciano de hoy tendiese la mano al nio que fue.

Acabbamos de pasar por delante de la casa de su hija, el bed

& breakfast que ella alquila en verano a los turistas. Tom acelera

finalmente y suelta:

Y ahora?

Y ahora, no s o, ms bien, ya no s. Acabo de pasar once meses

en un territorio desconocido, con reglas extraas y una historia

terrorfica. Un ao o casi tratando de domar una lengua, unas

costumbres y unos cdigos misteriosos. Trescientas treinta noches

con el sueo agitado, intentando neutralizar mis miedos.

En realidad, acabo de vivir una vida...

Crees que podremos escribir todo eso? Contar toda la

verdad?

Las preguntas de Tom desarman a cualquiera, porque son simples

y pertinentes a la vez.

Estos ltimos meses nos han permitido atravesar con un sere-

no relativismo los momentos de duda. La investigacin me ha

enseado, ms que cualquier curso de filosofa, hasta qu punto

es subjetiva la nocin de verdad. Por mucho que nos armemos

de pruebas, de testimonios y otros documentos, presentamos una

visin personal de un acontecimiento. Culpable o inocente?

Vctima o villano? Mentira o sinceridad? A fin de cuentas, siempre

son nuestra educacin, nuestra cultura, nuestros valores o

nuestro inconsciente los que determinan el punto de vista. Slo

la experiencia, la tica, el savoir faire hacen esperar de nosotros

un poco ms de acierto en el juicio. Esa dosis nfima que, al final,

permitir que la balanza se incline del lado correcto. Por eso no

encuentro nada mejor que decirle que esto:

Creo que, ante todo, tenemos que tratar de ser lo ms

honestos que podamos. Con nuestro editor, con nuestros lectores,

con l y con nosotros mismos. Mira, Tom, lo que marca la

diferencia siempre es la sinceridad. Te perdonan la pasin, la ira

y hasta el error en el juicio siempre que seas sincero.

Tom sonre. Y como cada vez que est de acuerdo conmigo,

finge escandalizarse:

Los franceses sois unos locos peligrosos! Surgs de la nada

con la intencin de perseguir el crimen del siglo y convencidos

de ser capaces de descubrir la solucin. Porque, si te he entendido

bien, cuando hablas de sinceridad quieres decir que ests

dispuesto a no dejarte nada en el tintero. Es eso, no?

Yo reflexiono un instante para asegurarme de que he captado

todas y cada una de sus palabras, distorsionadas por su acento tejano.

El semforo acaba de ponerse en rojo. Nuestro vehculo se

detiene. Me vuelvo hacia l y contesto:

As es...

2

PERSPECTIVA

El 22 de noviembre de 1963, John F Kennedy, trigsimo

quinto presidente de Estados Unidos, fue asesinado en Dallas.

Eran exactamente las 12.30. Media hora ms tarde, las lgrimas

corran por toda la faz de la Tierra. En los das que siguieron, el

objetivo de las cmaras no le ahorr a Amrica ni la emocin

de los funerales nacionales ni el estupor de otro asesinato en vivo

y en directo, el del presunto culpable, Lee Harvey Oswald. La

muerte de un presidente estaba en todos los canales de televisin.

Y las preguntas en todas las mentes.

El 22 de noviembre de 1963, Billie Sol Estes tena treinta y

ocho aos y su declive estaba prximo. Como cualquier americano,

con las excepciones de Richard Nixon y George H. Bush,

recuerda exactamente lo que estaba haciendo en el momento

en el que se enter del fallecimiento de JFK. Se encontraba en

Pecos, extremo Sur de Tejas, comiendo una hamburguesa en el

modesto restaurante situado a la entrada de la ciudad. Su primera

reaccin fue la sorpresa. La segunda, el alivio. Y por ltimo, se

dijo que, finalmente, ellos haban tenido los cojones de hacerlo.

Seguidamente, termin su coca-cola y se march.

En cuanto a m, el 22 de noviembre de 1963 ni siquiera haba

nacido.

ILUSIN

Hasta entonces, yo nunca le haba seguido el rastro a una leyenda.

Y, en contra de lo que pueda parecer, no haba nada en mi pasado

de periodista que me preparase para ese tipo de investigacin.

Me encuentro en Dallas, por segunda vez en menos de un

ao. Estamos en noviembre de 1998 y hace buen tiempo.

Desde hace dos meses, JFK, autopsia de un crimen de Estado est

disponible en las libreras de Francia. Aunque a ms de uno le

sorprenda, incluso en el seno de mi editorial, el xito no se ha

hecho esperar. El pblico lo compra, la prensa lo ensalza. Qu

ms se puede pedir?

Y si salisemos en la portada del Figaro Magazine?

La idea es ma. A Thierry le brillan los ojos. Pronto har tres

aos que trabajamos juntos, y en todo este tiempo nunca ha dejado

de apoyarme. Su confianza y su entusiasmo han sido unos

poderosos aliados en mi lucha contra los especuladores. La profesin

es bonita, pero vivir de ella es muy difcil. Y, como no

poda ser de otra manera, mi primera especialidad es la negociacin

de un prstamo con mi banco.

Eso sera maravilloso, pero... t crees que es posible?

Hace precisamente unos pocos das, la agencia de prensa

Sygma ha contactado conmigo, a consecuencia de un comunicado

de la agencia de noticias France Presse acerca de mi libro.

A sus responsables, por lo visto, les encantara que trabajsemos

juntos. La idea es muy sencilla: ir a Dallas, entrevistarme con

algunos testigos, traerme unas cuantas fotografas y escribir un

texto. Yo me beneficiara de una publicidad suplementaria y ellos

del producto de la venta. Sygma tiene buenos contactos en la

direccin del Figaro Magazine.

La cita es con Franz-Olivier Giesbert, que se muestra interesado

pero no est convencido de cul puede ser el inters de volver

a abordar un asunto sobre el que parece que todo est ms

que dicho. El hecho es que yo disfruto bastante con este tipo de

situaciones y que el misterio Kennedy me apasiona lo suficiente

como para tratar de convencerle yo mismo.

Qu se puede decir todava que mi amigo Norman Mailer

no haya escrito ya sobre el tema?

A mi lado, los contactos de Sygma se miran los zapatos. Franz

ha abierto el fuego empleando su artillera pesada. Yo no me

inmuto y le sostengo la mirada. A decir verdad, me esperaba una

pregunta de este tipo. Algunos meses antes haba sido Jean

Daniel, el mandams Le Nouvel Observateur, quien me haba

montado el mismo numerito. El 22 de noviembre de 1963 l

se estaba baando en el mar en compaa de Fidel Castro. Kennedy

le haba recibido poco antes en la Casa Blanca y le haba

pedido que transmitiera a Cuba un mensaje de paz. Cuando

uno ha tocado la Historia con las manos, se puede permitir algunos

zarpazos.

Creo que Mailer no dispona de los elementos de los que

disponemos hoy en da. Adems, y l ser el primero en admitirlo,

su viaje a Minsk no fue sino una formidable maniobra de

los servicios secretos rusos. All no vio ms que lo que tuvieron

a bien ensearle.

Giesbert me escucha. Es el momento ideal para darle la puntilla:

Sin olvidar que la intencionalidad de su libro me parece un

tanto extraa. Unas pocas semanas antes de su publicacin, estaba

firmando el prefacio de una obra que favoreca la tesis de la

conspiracin...

El redactor jefe Le Fgaro repasa sus notas y recurre a sus

recuerdos.

Sabe?, yo crec en Estados Unidos y me acuerdo de que

nuestra criada estaba convencida de la culpabilidad del vicepresidente

Lyndon Johnson. O sea, que lo que usted me est proponiendo

es demostrar que ella tena razn...

Y as fue cmo, una vez ms, nos encontramos en el aeropuerto

de Dallas-Fort Worth. Gracias a la asistenta de la familia Giesbert.

Pascal, el fotgrafo de Sygma, que visita Dallas por primera

vez, tiene prisa por ponerse manos a la obra. El contador est en

marcha y nosotros no estamos aqu para hacer turismo. Las consignas

de Le Fgaro son claras: centrar el texto en el testimonio

de Madeleine Brown, antigua amante de LBJ convencida de la

implicacin de ste en el asesinato de JFK.

La cortesana nos ofrece una entrevista para cuatro das ms tarde.

Mientras esperamos, decido pasarme por el Conspiracy Museum.

El colectivo interesado en el crimen del 22 de noviembre de 1963

es un mundo muy pequeo, cuyo centro de gravedad es ese edificio

de ladrillo rojo, a pocos pasos del imponente bloque de

cemento erigido en memoria del presidente asesinado.

Tom Bowden, el director de este espacio, convencido de que

existe un nexo entre diversas desapariciones violentas que sacu

dieron los aos sesenta, nos hace un caluroso recibimiento en su

despacho. Los americanos son as. Tienen esa facultad extraordinaria

de dar la impresin de conocernos de toda la vida para luego

olvidarse de nosotros en el minuto siguiente a nuestra partida.

Naturalmente, en ese momento todava no s que me voy a

pasar los prximos meses recorriendo Tejas de una punta a otra.

Y menos an que Tom participar en el viaje.

*

Y ya has pensado en Billie Sol Estes?

Bowden me observa. Est esperando a ver si ese nombre significa

algo para m. Yo me doy cuenta y una corazonada me recomienda

que no me equivoque.

La primera dificultad con la que me encontr cuando hace

tres aos empec a trabajar sobre el asunto Kennedy fue la impresionante

cantidad de personas involucradas. Los homnimos

abundan y los nombres falsos son legin. En este sentido, me veo

a m mismo como un aspirante a una oposicin. Mi memoria

est repleta de banalidades que me esfuerzo por expulsar. Y de

repente me acuerdo.

Te ests refiriendo a ese antiguo financiador de las campaas

de Johnson, del que algunos piensan que conoce la identidad

de los asesinos de JFK?

Tom asiente. Billie Sol Estes no ocupaba ms que una nota a

pie de pgina en mi libro. En efecto, cuando yo ya casi haba terminado

mi investigacin, varios contactos me sugirieron su nombre.

Segn ellos, Estes, antiguo millonario tejano prximo a LBJ,

estara en posesin de las claves que permitiran resolver el enigma

del siglo. El nico problema, y era un problema serio, es que

Estes constituye algo as como un espejismo tejano. Inasible e

intocable. Algunos haban intentado llegar hasta l durante aos,

sin conseguirlo. Otros haban evitado hacerlo, asustados por los

rumores referidos a muertes violentas de las que habran sido

vctimas aquellos que le buscaban las vueltas.

Pero, dado que la conclusin del libro estaba prxima, yo haba

preferido no adentrarme en un terreno tan resbaladizo. Y, por

otra parte, me haba dado cuenta del peligro que corre todo

investigador: no saber parar. Si me dejaba arrastrar por mis quimeras,

poda pasarme la vida entera ocupado con los arcanos del

misterio Kennedy.

Estes es una ilusin, Tom le dije yo. Una leyenda que

no se puede poner por escrito. Nadie ha logrado jams hacerle

hablar. Olvidmoslo...

Pero es demasiado tarde. La serpiente me ha picado. El veneno

es potentsimo y se propaga a toda velocidad. Ya est, yo tambin

me he convertido en una serpiente.

Mientras le explico a Tom que no sirve de nada pensar en ello,

no puedo evitar estar hacindolo yo mismo. As que, antes de

que sea demasiado tarde, le digo:

Bueno, a fin de cuentas, por qu no? Tenemos un poco de

tiempo antes de ver a Madeleine Brown.

Cunto? pregunta Tom.

Y sin darme cuenta siquiera de lo estpido de mi propuesta,

le respondo:

Cuatro das...

El responsable del Conspiracy Museum estalla en una sincera

carcajada. Se inclina sobre su escritorio, se aproxima a m y me

susurra, como si me estuviese haciendo una confidencia:

Ests loco.

CANGREJO

El lunes 2 de noviembre de 1998, mientras Tom Bowden, sin

ser consciente de ello, decida cul iba a ser mi destino en Tejas,

Billie Sol Estes ingresaba en el hospital de Fort Worth.

Unas semanas antes, su mdico le haba diagnosticado un cncer

de prstata. La enfermedad todava no se haba extendido,

pero Estes tena setenta y tres aos, y los aos pasados a la sombra

le haban dejado secuelas fsicas. Su futuro inmediato se oscureca.

Puede sonar irnico, pero era la primera vez que Estes se

enfrentaba a su propio final. Ahora bien, la muerte, en algunos

casos, proporciona una percepcin nueva de las propias responsabilidades.

Ese lunes 2 de noviembre de 1998, Billie Sol decidi

asumir la suya, la que le corresponda por ser el ltimo

testigo.

A m me vena que ni pintado, slo peda poder escucharle.

INVISIBLE

Han pasado dos meses y an no he podido ver a Billie Sol

Estes.

Habl con l una vez por telfono durante un par de minutos.

Pero eso fue todo.

Bueno, no. Lo vi. O, ms bien, lo adivin. Al final, mis cuatro

das no haban sido del todo intiles. Me enter gracias a un soplo

que me dieron de que iba a pasar el fin de semana en casa de una

de sus hijas en Granbury, a dos horas y media en coche de Dallas.

La informacin no era del todo fiable. Lo nico cierto era que,

si l estaba ah, su Cadillac negro no poda estar lejos. Estes es fiel

a esa marca. Ese coche le pega, se podra decir que le va como

anillo al dedo. Y, por otra parte, como a l mismo le gusta decir,

el maletero es lo suficientemente grande como para meter en l

un milln de dlares en billetes pequeos. O para deslizar dentro

un cadver, como tambin l mismo me sugerira ms tarde,

al disgustarle algunas de mis preguntas. Prctico y clsico, vamos.

*

As pues, Pascal y yo habamos tomado la decisin de acechar

a Eates. l estaba acostumbrado, pero yo senta mis prime

ros escalofros de paparazzi. Haba vuelto curado de espanto de

Washington, donde, junto a centenares de periodistas, le haba

estado siguiendo la pista a Monica Lewinsky. De la vida sexual

de un presidente a la muerte de otro...

Haca dos horas que esperbamos. El Cadillac estaba ah y

podamos ver movimiento detrs de las cortinas. Si yo hubiera

conocido mejor las costumbres del personaje, habra trasladado

la cacera al domingo: Estes nunca se haba perdido una misa,

por lo que su salida de la iglesia nos habra proporcionado una

fotografa de lo ms decente.

Por fin, la puerta se abri. Pascal se prepar. Si Estes sala, no

poda fallar. Tenamos un ngulo de tiro inmejorable y estbamos

tan slo a una veintena de metros.

Pero Billie Sol no cruz el umbral de la puerta. Se limit a

ser una sombra fugaz que, durante el tiempo que dura un suspiro,

se haba aproximado a una ventana.

En el juego del gato y el ratn, el felino no siempre es quien

nosotros creemos...

Ahora las cosas han cambiado. Hace algunos das, Estes pas

una hora con Tom. No hablaron de Kennedy sino de los viejos

tiempos. De Tejas, de sus hombres y de su historia.

Ahora Billie Sol empieza a confiar y, alentado por su mujer,

quiere seguir adelante.

Paciencia.

MARCAJE

He conseguido una cita con el espejismo. Y, a decir verdad,

no abrigo muchas esperanzas. Es la segunda vez que Billie acepta

verme. La primera haba sido una prdida de tiempo. Y el origen

de una autntica crisis de paranoia.

A nuestra vuelta de Dallas, despus de nuestro acecho fallido,

Pascal y yo decidimos regresar inmediatamente a Tejas. Un e-mail

me informa de que Billie va a asistir a una velada organizada por

Madeleine Brown. El antiguo financiador de las campaas del

presidente visitando a la antigua cortesana, es demasiado bueno

para ser cierto.

Primer avin para Dallas-Fort Worth. Y una vez all, en el

mismo aeropuerto, una desagradable sorpresa. Inmigracin y

el FBI nos estn esperando. Interrogatorios por separado, examen

de nuestros documentos y registro minucioso del equipaje.

Rpidamente, el inters del agente a nuestro cargo se centra en

un ejemplar de JFK, autopsia de un crimen de Estado que yo llevo

conmigo para regalrselo a Eates. Todava mejor, el empleado de

Inmigracin va directamente a la separata con las fotografas y

me pregunta por el origen de las imgenes de la autopsia de Kennedy.

Silencio. Luego, balbuceando, le digo:

Los Archivos Nacionales...

Su visita a Dallas tiene relacin con la muerte de Kennedy?

No, lo de JFK ha terminado... Es para otro proyecto.

Nos mira. l sabe, no es posible que sea de otro modo, que

hace un buen rato que le decimos lo primero que se nos pasa

por la cabeza. Aparte de JFK, qu otra cosa nos hara venir a

Dallas? El equipo de los Dallas Cowboys? Cierra mi libro y me

lo tiende:

OK, se pueden ir. Que tengan una buena estancia en Tejas.

Falsa alarma? Control de rutina? No tengo ni idea. Mientras

la skyline de Dallas se dibuja ante nosotros, Pascal seala con

el dedo hacia el retrovisor:

Llevan ah desde que salimos del aeropuerto.

La situacin, tan excitante en una buena pelcula, es aterradora

en la realidad. Y dado que no sabemos cmo hacerle frente,

decidimos hacernos a ella y habituarnos a llevar ese Ford gris

pegado en los talones por las calles de Dallas.

El hotel Adolphus es el lugar ideal para olvidar este desembarco

tan extrao. La tupida moqueta de sus habitaciones tiene

un efecto relajante sobre nosotros. Hemos pedido una suite equipada

con nuestro propio sistema de fax. Billie Sol, que no quiere

utilizar el sistema habitual, va a contactar con nosotros de esta

manera. Comprobamos la instalacin y funciona. Le dejo abierta

nuestra lnea a travs de un nmero que me ha hecho llegar por

medio de Tom. Al final, la cosa parece que se presenta bien.

BALA MGICA

Mientras esperamos noticias de Billie, nos vamos a la zona

Norte de la ciudad, donde nos aguarda James Tague. Sin l, es

seguro que nunca habra existido una bala mgica y, por tanto,

una duda poco menos que inmediata acerca de la validez de las

explicaciones de la comisin Warren.

El 22 de noviembre de 1963, Tague estaba en Dallas. No

para ver a Kennedy, sino para aprovechar la hora de la comida

en compaa de la que, unos aos ms tarde, habra de convertirse

en su esposa. Eran algo ms de las doce del medioda

y el cortejo presidencial iba con retraso. El trfico se encontraba

interrumpido a la altura de Dealey Plaza. Dado que no

se poda hacer otra cosa, Tague sali de su coche y se apoy

contra uno de los pilares del puente de la va frrea que rodeaba

la plaza. La excitacin de la multitud iba en aumento. JFK

se aproximaba. Tague vio cmo la pesada limusina tomaba la

curva y embocaba torpemente la plaza. Y luego, de improviso,

sinti una explosin, seguida de otra ms. Tague se dio

cuenta de que se trataba de disparos de arma de fuego y, como

todo el mundo a su alrededor, se ech al suelo. En medio de

la confusin, sinti un intenso dolor a la altura de la mejilla.

Con un gesto maquinal, se pas la mano por la cara. Sus dedos

estaban cubiertos de sangre. Aunque en un primer momento

crey haber sido alcanzado por una bala, pronto constat que

en realidad se trataba de un pedazo de cemento de uno de los

pilares. Uno de los disparos dirigidos al presidente haba errado

su objetivo y haba ido a parar a pocos metros de Tague.

James volvi a respirar.

Llegara tarde a su cita.

La Historia se haba fijado en l.

James Tague pas la hora siguiente en la plaza que habra de

convertirse en la ms clebre de Estados Unidos. Un periodista

del Dallas Morning News le sac una foto. En la fotografa, con

un corte en la mejilla, se le puede ver respondiendo a las preguntas

de un agente del departamento de polica de Dallas. Al

da siguiente, James acudi a las oficinas del FBI para aportar su

testimonio.

No obstante, y durante mucho tiempo, James Tague no existi

para los investigadores.

En Washington, Lyndon B. Johnson ha encargado a Earl

Warren que dirija una comisin de investigacin sobre los sucesos

de Dallas. Oficialmente, se trata de la ms formidable campaa

de bsqueda de la verdad jams emprendida por el gobierno

americano. Pero en realidad, como se ver, lo que se produce es

la ms extraordinaria operacin de escamoteo de la verdad.

Warren es perfectamente consciente de que el presidente lo ha

escogido para sedar a un pas traumatizado y no para descubrir

a los verdaderos asesinos de John Kennedy.

As, el trabajo de la comisin de investigacin se centra en

defender la tesis de los primeros das. La tesis mantenida por el

FBI de J. Edgar Hoover, en la que se describe a Lee Harvey

Oswald como un desequilibrado aislado de la sociedad. Y poco

despus, dado que la originalidad no es la principal virtud de los

funcionarios del FBI, el asesinato televisado de Oswald cae en el

mismo saco. Jack Ruby el dueo del Carrousel Club asiduo

visitante de los pasillos del departamento de polica, traficante

de armas, antiguo confidente del FBI, amigo de los capos

de la mafia, el hombre que a su vez ejecuta a Oswald al poco

rato, es presentado como un ciudadano que tambin se ha dejado

llevar por la locura.

No se ran, hay gente que se lo cree. Piensen por ejemplo en

Jerry Hill, un buen agente del departamento de polica. Uno de

los primeros policas en registrar el Texas School Book Depository,

desde donde, al decir de numerosos testigos, se han efectuado

varios de los disparos. Unos minutos ms tarde, Hill se

encontraba en Oak Cliff, en el escenario del asesinato de J. D.

Tippit, un agente del departamento de polica que Hill l una

vez ms! haba tenido a sus rdenes cinco aos antes. El mismo

Hill que, informado por radio de la extraa conducta de un individuo

en los aledaos del Texas Theater, haba salido disparado

para participar en el arresto de Lee Harvey Oswald y que, concluyendo

as su maratoniano 22 de noviembre de 1963, dirigi

el traslado de Oswald a la comisara central del departamento de

polica y su puesta a disposicin judicial...

Actualmente, encuentra divertido este cmulo de coincidencias.

Y se lo pasa muy bien escuchando las tesis conspiracionistas

que lo colocan en el centro del complot, a l, que ni siquiera

estaba de servicio la maana de ese viernes 22 de noviembre

de 1963. Aunque Hill se adhiere a las conclusiones de la comisin

Warren, no deja por ello de criticar los mtodos de trabajo

de los sabuesos del FBI. En su opinin, no cabe la menor duda

de que Hoover no tena ningn inters en descubrir la verdad.

Si creemos a este polica, la principal preocupacin de Hoover

era maquillar los errores del FBI. O mejor an, para utilizar una

expresin tpicamente tejana: to cover his ass! Pero por muchas

lagunas que tengan, a Hill le satisfacen plenamente las explicaciones

de Earl Warren. En su opinin, si se produjo el crimen

del siglo fue sencillamente porque en 1963 haba dos chiflados

viviendo en Dallas.

*

Tague, por su parte, nunca ha emitido un juicio de estas caractersticas.

El asunto no es de su inters y no tiene aficin por el

misterio. Sus conclusiones son simples, documentadas y fundadas

en su propia experiencia. Si J. Edgard Hoover invirti tantas

energas en impedir que existiera, es porque la verdad que encarnaba

este testigo imprevisto no le convena.

Para entender a James Tague, hay que conocer el Oeste, el de

verdad. Porque James es un digno heredero del sheriff interpretado

por John Wayne en Rio Bravo. Por muy poderoso que sea

su rival, l siempre est preparado para un duelo al sol si cree que

se es su deber.

Salvar el culo. (N. del 77)

SILENCIO

Verano de 1964.

Mientras Lyndon Johnson esperaba tranquilamente su nombramiento

para poder instalarse por fin en la Casa Blanca, la

comisin Warren finalizaba sus trabajos en medio de la desidia

ms absoluta. La tasa de absentismo aumentaba constantemente

y las reuniones eran cada vez menos frecuentes. De hecho, a

falta de algunas correcciones, el informe estaba listo. La prensa

de la Costa Este, siempre bien situada cuando se trata de recoger

filtraciones orquestadas por el propio gobierno, se permiti

incluso publicar una primicia con las lneas maestras del informe.

Las informaciones oficiales aseguraban que Oswald haba

actuado solo, sin cmplices, y detallaban la secuencia del tiroteo.

La primera bala salida del Carcano de Oswald haba alcanzado

a Kennedy. El segundo disparo haba errado su objetivo,

alcanzando al gobernador John Connally, que iba montado en

la limusina presidencial. Finalmente, el tercer y ltimo disparo

haba destrozado el crneo de JFK. Acompaada por las imgenes

de la pelcula de Abraham Zapruder, confirmada por los casquillos

encontrados en el quinto piso del Texas School Book

Depository, la explicacin era, pues, irrebatible. Con la salvedad

de que prescinda completamente de James Tague y su herida

en la mejilla.

*

A lo largo de todo el ao, el tejano haba seguido con atencin

el desfile de testigos ante la comisin. En cuanto a l, ni le

haban hecho presentarse en Washington, ni haban venido a

pedirle que diera su versin de los hechos. Eso le haba puesto

nervioso y, en dos ocasiones, le dijeron que pronto lo atenderan.

El verano tocaba a su fin, el informe estaba prcticamente

terminado, pero nadie le quera escuchar. As que Tague se desplaz

una vez ms hasta el Edificio Federal situado en el centro

de Dallas para prestar declaracin. La escena fue muy breve. Un

agente le inform de que no slo no se haban parado a pensar

en l, sino que ni siquiera exista un dossier con la referencia

Tague, James T., ni haba quedado constancia de sus visitas anteriores,

ni se conservaba el menor trozo de papel relativo a la bala

perdida del 22 de noviembre de 1963.

Tague podra haberse parado ah. Y, siguiendo las amistosas

recomendaciones del empleado del FBI, haber vuelto a su casa

y guardado sus recuerdos para sus futuros nietos. Pero eso no

encajaba con la educacin de este hombre. En el momento en

que John Wayne hubiera cargado su Colt, Tague contrat un abogado.

Y desencaden, dirigindolo hacia la prensa y el sistema

judicial de Tejas, un sonado proceso de paternidad histrica sin

precedentes. Sea cual sea el nombre que queramos darle, la iniciativa

de James tuvo xito. Obligada a hacer frente a las fotografas

de Tague y a su cicatriz en la mejilla, la comisin Warren

revis su guin al momento. Pero como sobre todo se trataba de

no cuestionar la tesis de la culpabilidad en exclusiva de Lee Harvey

Oswald, hizo falta buscar otra cosa para poder seguir man

teniendo la extraa ecuacin entre el nmero de heridas, la bala

perdida y la cantidad de casquillos encontrados.

Entonces, un joven investigador llamado Arlen Specter invent

la bala mgica, siendo recompensado por ello posteriormente

con una larga, tranquila y lucrativa carrera poltica. Una bala fabulosa

que habra experimentado improbables cambios de trayectoria,

un tiempo de suspensin de lo ms extrao, y todo ello

violando las ms elementales leyes de la fsica. Si no hubiera sido

por Tague, la comisin se habra ahorrado el tener que hacer el

ridculo de esta manera y hoy en da tendra sin duda ms adeptos

de los que tiene.

En su confortable saln de Plano, Tague nos cuenta todo esto

sin vanagloriarse. Su lucha contra la burocracia de los hombres

de Hoover era por una causa justa, y por tanto era simplemente

necesaria. Peor an: era algo normal. Como l mismo dice,

sin que por ello estemos obligados a compartir su opinin, ni es

un hroe ni es ms valiente que otros. Y aunque est muy lejos

de pretender sacar provecho de su 22 de noviembre de 1963, a

Tague le gustara poder entender los motivos de la manipulacin

llevada a cabo por el FBI. Un ocultamiento de la verdad que va

ms all de los trminos en que est redactado el informe Warren.

Desde hace aos, Tague intenta reconstruir minuciosamente

el dossier del FBI que se refiere a l. Ya que, lejos de ignorarlo, el

FBI realiz una investigacin oculta partiendo de las declaraciones

del tejano. Pero eso es todo. Mientras Tague, gracias a una

fuente fiable, tiene en su poder numerosas copias de los informes

referentes a su persona, el FBI, por su parte, contina negando

su existencia.

Cuando nos acompaa, Tague, incrdulo, insiste una vez ms:

Puedo comprender todos esos silencios en 1964... Pero

ahora, por qu? Qu hay detrs del asesinato de JFK que les

da tanto miedo?

CONTRATIEMPO

Volvemos al Adolphus.

A Pascal, que est en pleno descubrimiento de todo este asunto,

no se le ha escapado la simplicidad de Tague. Creo que tiene

razn, el tejano no es ms que un hombre rgido y motivado por

una nica cosa: su deseo de poder mirarse en el espejo cada

maana.

Seguimos sin recibir el fax de Billie.

Extraados de tanto silencio, llamamos por telfono a Tom.

S, le consta que Billie tiene por costumbre faltar a sus citas

pero, por haber hablado con l la vspera, nos puede asegurar que

ya debera habernos llegado su fax. A lo mejor, deja caer al final

de la conversacin, es que nuestra mquina no funciona.

Imposible. Antes de salir de nuestra habitacin, Pascal y yo

comprobamos la instalacin.

Por si acaso, descuelgo el receptor. Y entonces me encuentro

con un sonido raro, apagado. Pascal est de acuerdo conmigo en

que no es un tono normal. En todo caso, ya no es el de hace un

momento.

Diez minutos despus, el tcnico de mantenimiento del hotel

entra en nuestra habitacin. Empieza por tranquilizarnos: la repa

racin no llevar ms que unos minutos. Los aparatos son nuevos,

y por tanto el problema slo puede venir de la conexin a

la red.

Rebusca en su caja de herramientas y, sin dejar de hablar con

nosotros, levanta la carcasa. De repente, silencio. No termina su

frase. Su turbacin es evidente. Sin darnos tiempo a decir esta

boca es ma, vuelve a ajustar la carcasa y balbucea:

N o s... Esto me supera... Me tengo que ir.

Y, con la misma, se va dejndonos tirados y sin ms opciones

que cerrar nuestras maletas y recurrir al plan B.

ESCONDITE

Perdido entre Dallas y Fort Worth, nuestro rancho es el escondite

ideal.Yo me fij en este sitio hace unos meses. Frecuentado nicamente

los fines de semana por parejas en luna de miel, la granja

se alquila tambin entre semana. Si no fuera por la distancia que

lo separa de Dallas, el bed & breakfast habra sido nuestra primera

eleccin. Antes de salir, el propietario, en tono protector, nos dice:

El sistema de alarmas es completamente nuevo. Pueden

ustedes dormir tranquilos.

Yo, pensando que est de broma, respondo:

No querr usted repetir con nosotros lo de la matanza de

Tejas, con sierra mecnica incluida?

l, repentinamente serio, me contesta a su vez:

Nunca est de ms ser prudentes. Esto est lejos de todo...

Hay que tener cuidado con los vagabundos. Pero no hace falta

que se preocupen demasiado, ste es un lugar muy tranquilo.

Me ha abierto los ojos. Si algn da escribo una gua de viajes

para periodistas de investigacin, tengo que incluir esta regla

bsica: un lugar alejado del mundanal ruido lo es para lo bueno

y tambin para lo malo.

Pero en fin, no queriendo caer en la paranoia, nos olvidamos de

la advertencia del ranchero y salimos hacia nuestra prxima cita.

FOTOGRAFAS

Jack White es una leyenda controvertida del mundo de la conspiracin.

Sus trabajos fotogrficos a partir de las fotografas y las

filmaciones del asunto JFK hechas por aficionados no dejan a

nadie indiferente. Jack, que no est del todo convencido de que

los americanos hayan pisado la Luna, s lo est en cambio de

que detrs del asesinato del presidente se esconde una coalicin

de intereses en la que la CIA juega un papel esencial. Tambin

est convencido de que Lee Harvey Oswald tena un doble.

Y est esperando con impaciencia a que su intuicin fotogrfica

fundada en diversas comparaciones se vea confirmada por John

Armstrong. Armstrong, por su parte, es un investigador de fondo

que, en lugar de interesarse por el asesinato de Kennedy en su

conjunto, invierte su energa y su fortuna personal en tratar de

probar que Lee y Harvey son dos. Si bien, a primera vista, la tesis

puede parecer peregrina, los trabajos de John, construidos a partir

de documentos oficiales, son sumamente inquietantes. Y

demuestran, aunque siguen sin convencerme en su totalidad, que

la vida de Lee Harvey Oswald no tiene nada que ver con la que

la comisin Warren confeccion despus de su muerte.

*

Jack White est asimismo dispuesto a jurar que la famosa pelcula

de Zapruder ha sido manipulada por los conspiradores. Que

algunos fotogramas, esas imgenes minsculas, han sido suprimidos.

Mejor an, afirma que parte de la manipulacin se practic

directamente sobre el original en 8 mm de Abraham Zapruder.

La manipulacin de pelculas es tan vieja como el propio

cine pero, ms all de esto, todo es posible. Hoy en da, en la

prctica, no se puede apreciar en qu etapa se produce el cambiazo.

Aun as, quedan muchas cuestiones por resolver.

Por ejemplo, por qu la difcil curva que tom la limusina

no aparece en la pelcula de 8 mm? Es acaso porque as se

demostrara que, al disear el recorrido, el Servicio Secreto aprob,

siempre segn la versin de la comisin Warren, un viraje

que forzaba al vehculo presidencial a reducir peligrosamente su

velocidad? Y por qu no aparece en la imagen el momento en

que la limusina se detiene casi completamente durante el tiroteo,

cuando hubo tantos testigos que lo vieron? No ser porque

despertara sospechas acerca de la actuacin de Bill Greer,

el conductor? Qu pasa con la declaracin de Paul Rothermel,

el responsable de seguridad del millonario tejano H. L. Hunt,

que afirma haber enviado a su rico cliente una copia de la pelcula

de Zapruder pocas horas despus del asesinato? Esta copia,

si es que existe, no figura en la detallada cronologa de la historia

de la pelcula de 8 mm. Eso significa que el resto de la cadena

de acontecimientos queda invalidado?

Y qu hay de las declaraciones de personas de Estados Unidos

y de otros sitios que dicen haber visto otra pelcula? Yo

mismo me he visto en el centro de esta polmica a consecuencia

de una nota a pie de pgina de JFK, autopsia de un crimen de

Estado. Entonces escrib, y lo repito aqu, que yo haba tenido la

oportunidad de ver una pelcula distinta de la de Abraham Zapruder.

No tengo la menor autoridad tcnica para afirmar que lo

que yo vi fuera una versin completa de la filmacin ms clebre

realizada por un aficionado de cuantas recogen el asesinato

de Kennedy. Las condiciones de su visionado en 1995 y mi desconocimiento

de entonces acerca de todo este asunto me desautorizan.

De ah mi reticencia a manejar esa informacin en mi

obra. Mis confidencias a Jack White y a otros investigadores me

llevaron a pronunciarme sobre el tema sin disponer de pruebas.

Lo que me ha valido ser objeto de numerosos ataques, principalmente

a travs de internet. Lo comprendo. Y, mientras no

est en situacin de poder probar mis afirmaciones, tambin lo

respeto.

*

Se le pueden reprochar muchas cosas a Jack White, pero en

cambio es imposible poner en duda su fotogrfica pasin por

este asunto. Su coleccin de fotografas es legendaria, y su inversin

en la bsqueda de la verdad no se puede tomar a la ligera.

Aunque no se puede secundar a Jack en el conjunto de sus razonamientos,

gran parte de su trabajo tiende a sembrar la duda. Y

las cuatro horas que yo me pas en su casa asistiendo a su proyeccin,

comentada por l mismo, son capaces de destruir la conviccin

del ms ardiente defensor de las conclusiones del informe

Warren.

Para empezar, ah est su estudio de la fotografa tomada con

una polaroid por Mary Moorman. La fotografa, en blanco y

negro, es la nica instantnea tomada en el momento del impacto

que produjo la muerte de Kennedy. Mary se encontraba en

el lado opuesto al Grassy Knoll y desde ah abarcaba la famosa

valla de madera en la que algunos testigos sitan a un segundo

tirador. Por desgracia, la calidad de la polaroid impide realizar un

anlisis exhaustivo del segundo plano, que es donde podra ocul

tarse uno de los asesinos de Kennedy. Casualmente, Jack tuvo

acceso hace aos a una copia de primera generacin. Una toma

de suficiente calidad como para permitir un anlisis en profundidad

del segundo plano. Junto con otro investigador, Gary Mack,

White identific lo que podra ser un hombre en posicin de

disparo. Mack y White llegaron adems a la conclusin de que

su sospechoso llevaba un uniforme de la polica de Dallas e, inspirndose

en el reflejo de su insignia, lo bautizaron como el Badgeman2.

Ilusin ptica o realidad, el descubrimiento es perfectamente

visible en las diapositivas que Jack proyect para nosotros.

Igual de perfectamente estn ancladas todava las certezas de

Gary Mack.

Para muchos, Mack es un traidor. Antiguo investigador independiente,

convencido de la presencia de un segundo tirador,

acab integrndose en el Sixth Floor Museum. Este museo, que

se encuentra en el Texas School Book Depository, es, diga l lo

que diga, el templo de la historia oficial. Un breve recorrido por

su tienda basta para convencer a los ms escpticos. All no est

ninguna de las obras que involucran a la mafia, a la CIA, o que

hablan de una conexin cubana. En cambio, el informe Warren

s que est, al igual que otros libros de menor entidad dedicados

a desmontar las tesis conspiracionistas. En cada ocasin que se

presenta, el Sixth Floor Museum, una de las atracciones ms

populares de Tejas, se reafirma en su propsito didctico. Pero

este propsito, por lo que parece, no implica la apertura de miras.

Hay otra cosa an ms inquietante. La quinta planta ofrece

una exposicin bastante lograda sobre la presidencia de Kennedy,

Hombre de la insignia. (N. del T)

cuyo recorrido, como es lgico, finaliza con los acontecimien

tos de noviembre de 1963, proponiendo el visionado de la pel

cula de Abraham Zapruder. Lo cual tambin es lgico, dado que,

en 1998, la familia del antiguo sastre de Dallas leg al museo la

cinta de 8 mm.

Popularizada en Europa por Oliver Stone y su JFK, la pelcula

de Zapruder es utilizada con frecuencia por los crticos de

la comisin Warren para demostrar que Oswald no estaba solo.

Tengo que decir, porque lo he comprobado una y otra vez, que

a todas las personas que se han enfrentado a las imgenes del

bote hacia atrs y hacia la izquierda de John Kennedy les cuesta

creer que los disparos venan de atrs y slo de atrs. Una

imagen vale ms que mil palabras, y tal vez eso explique por

qu, en el momento de su publicacin en los anexos, la comisin

Warren invirti el orden de las fotografas, dando as la

impresin de que el movimiento se produce de atrs hacia delante.

Quiz sea por eso por lo que la cinta se ha sustrado a los

ojos del pblico durante muchos aos. Dicho sea de paso, y aunque

no se trate del nico motivo, conviene recordar que la censura

entre las instituciones y la opinin pblica americanas data

precisamente de la fecha en que tuvo lugar la primera emisin

en televisin de la pelcula de Zapruder. En cuanto el telespectador

medio tuvo acceso a las terribles imgenes del asesinato

del presidente, el rechazo de las conclusiones de la comisin

Warren fue masivo.

La pelcula de Zapruder, el Santo Grial del asunto JFK, se

puede ver, por tanto, en ese santo lugar de la educacin de las

masas que es el Sixth Floor Museum de Dallas. Pero claro, cuarenta

aos de adoctrinamiento no se superan as como as.

La proyeccin se desarrolla con normalidad hasta que llega el

momento del disparo mortal, que es el que hace saltar hacia atrs a

JFK. Entonces, se produce un fundido en negro.

No, no se trata de un fallo tcnico, ni de un error humano.

El Sixth Floor Museum proyecta una versin censurada de la

pelcula de Zapruder.

La explicacin pasa por una visita inmediata a Bob Porter,

relaciones pblicas del museo.

Bob se muestra afable. En 1963, trabajaba en el Dallas Morning

News, la buena conciencia de Dallas.

Bob no cree en las conspiraciones, de la misma manera que

tampoco cree en los ovnis. No soy yo columpindome, es l

mismo quien lo dice. Como si creer en una complicidad en el

asesinato del presidente de Estados Unidos implicase inmediatamente

que uno es un candidato a ingresar en un psiquitrico,

un defensor de la teora de la conspiracin mundial, un amigo

de los hombrecillos verdes, un fan de los fantasmas.

Ay, Bob! Un avin se ha precipitado sobre el Pentgono, y

yo jams he visto un marciano ni creo en el control del universo

por parte de una alianza judeo-masnica. En cambio, Bob, s que

Lee Harvey Oswald no estaba solo.

Pero Bob, sonriendo de medio lado, pasa de todo. Habla del

museo, de su repercusin sobre la juventud, del nmero creciente

de visitantes, de inversiones, de proyectos. La entrevista toca a su

fin, es el momento de hacerle las preguntas que de veras me

importan:

Cul es la postura del museo respecto de las tesis conspiracionistas?

Nuestra misin no es hacer juicios de valor. La gente debe

sacar sus propias conclusiones.

La contestacin era, obviamente, una respuesta preparada.

Siguiente pregunta:

Tiene usted la impresin de que la gente dispone de los

medios necesarios para ello?

Eso no me toca a m decirlo. Mi opinin personal no

importa.

Eso est claro, Bob no ha debido de perderse ningn semi

nario de comunicacin del museo. Y, como es de esperar, siem

pre tiene una sonrisa en los labios.

Ustedes proyectan la pelcula de Zapruder...

En efecto, es un elemento importante.

La proyectan quitndole el final.

As es.

Bob empieza a triturar su bolgrafo. Su mirada se vuelve hui

diza. Es obvio que se est preguntando a dnde quiero ir a parar:

Por qu?

U n espacio pblico no es el lugar apropiado para ello.

Hace diez minutos, yo era un francesito con un simptico

acento. De repente, me he convertido en un gabacho insolente.

Pero la cosa no se queda ah:

Entonces, con eso basta para formarse una opinin, no

cree? Ustedes suprimen el bote hacia atrs, la escena que invalida

las conclusiones de la comisin Warren.

U n espacio pblico no es el lugar apropiado para esa escena...

Cmo decirle? Es pornogrfico.

Esta vez soy yo el sorprendido:

Eso qu quiere decir?

En ella se ve a un hombre que est siendo asesinado, es

impactante. Puede herir la sensibilidad de nuestros visitantes.

Me lo ha puesto en bandeja. Le asesto el golpe de gracia:

En cambio, una copia ampliada de la fotografa tomada por

Bob Jackson en el momento en que Oswald es asesinado por

Jack Ruby s que figura en la exposicin. Acaso no es impac

tante tambin la agona de Oswald?

Bob guarda silencio. Luego se levanta y me tiende la mano:

Tengo cosas que hacer.

Ah lo tienen, cuarenta aos despus del asesinato de JFK, Bob

es la viva imagen de cierto sector de la poblacin americana:

puritanismo e hipocresa.

12

AGRESIN

La historia no sorprende lo ms mnimo a Jack White. No tiene

muchas ganas de hablar de ello, pero est claro que el paso de

Gary Mack a las filas del enemigo le impresiona, y mucho. De

lo cual no se sigue necesariamente que Gary se haya convertido

en un defensor acrrimo del informe, pero en todo caso s que

se ha convertido en uno de los crticos ms implacables del trabajo

de Jack. De todos modos, White habla de l como de un

investigador con talento, un amigo muy valioso. Sin embargo, en

su entonacin se puede leer algo ms. Y al ver una vieja entrevista

de los dos para un documental britnico, la idea de la filiacin

resulta evidente. Mack aparece como un autntico hijo prdigo,

Jedi superdotado que se uni a las fuerzas del mal. La

comunidad JFK tiene en ocasiones unas resonancias galcticas.

La proyeccin ha terminado. Afuera se oyen truenos. Jack

White nos sirve Dr. Pepper y luego me pregunta si conozco al

coronel Fletcher Prouty.

Fletch es una leyenda en el mundillo de la conspiracin. Un

oficial americano de alta graduacin convencido de que John

F. Kennedy fue asesinado por una coalicin formada por el ejrcito

y la industria. El coronel habla con conocimiento de causa,

ya que durante mucho tiempo estuvo al frente de las operaciones

secretas del ejrcito americano. Al ser el golpe de Estado su

principal especialidad, es capaz de reconocer todos sus ingredientes

en los acontecimientos del 22 de noviembre de 1963 en

Dallas. Prouty sostiene que Kennedy fue eliminado porque tena

la intencin de retirarse de Vietnam. Una interpretacin de la

que Oliver Stone se hizo eco en su JFK. Es cierto que Prouty

no aparece bajo su verdadero nombre, pero no cabe duda de que

el seor X encarnado por Donald Sutherland es un doble del

militar. Y sus revelaciones en Washington a un Kevin Costner

estupefacto constituyen uno de los momentos lgidos de la pelcula.

Sabes? prosigue Jack con un brillo entusiasta en los

ojos, un da Prouty me dijo que yo era el investigador ms

temido por la CIA. Y sabes por qu?

Pues no.

Porque yo slo trabajo con hechos. No me interesan las

teoras, las reconstrucciones, los testimonios. Yo estudio el instante

captado por la mquina, la imagen, y sa es la nica verdad

capaz de aterrarnos.

Se ha hecho de noche, es el momento de partir rumbo a nuestro

bed & breakfast. Yo no me haba dado cuenta hasta ahora de

que Jack se mova apoyndose en un bastn. Antes de darle las

gracias por habernos recibido, le deseo un pronto restablecimiento.

Divertido, me responde:

Muy amable, pero ste no es el tipo de cosas que se arreglan

con el tiempo.

Como es natural, no dejo pasar la ocasin de preguntarle por

el origen de su dolencia. Entonces, como si yo le hubiese conseguido

una cita con un agente de la CIA, Jack me susurra:

N o s si debo contrtelo... No tengo ganas de asustarte.

Una introduccin como sa obliga a continuar. Y Jack lo sabe.

La cosa se remonta unos cuantos aos atrs... Al momento

en que se rod en Dallas la pelcula de Stone.

El rodaje de JFK se desarroll en un ambiente de mucha tensin.

Entre la paranoia y el sndrome persecutorio. Stone, que

estaba seguro de que el establishment intentara impedirle contar

su visin del asunto Kennedy, haba montado en clera al enterarse

de que una primera versin del guin haba llegado a manos

de Time. El semanario convoc a la flor y nata de los partidarios

de la comisin Warren para que hicieran vud con lo que

no era ms que un boceto inicial. Una vez en Dallas, Stone orden

escribir su guin con tinta roja para impedir que se sacasen

fotocopias y cada ejemplar fue escrupulosamente numerado.

Yo tena que aportar mis conocimientos tcnicos... pero se

produjo un accidente.

Es evidente que para Jack no es fcil contar todo esto. Pero

ni Pascal ni yo queremos pedirle que lo dej,e:

Fue por la maana, entre las 5.30 y las 6. Yo an estaba en

la cama con mi mujer. De pronto, not una presencia. Como si

alguien estuviera observndome mientras dorma. Abr los ojos

y all estaba.

Nos quedamos mudos mientras la noche se llena de relmpagos.

Estaba completamente desnudo. No s cmo se las arregl

para llegar a nuestra habitacin. Ninguna de las alarmas de la casa

se haba activado...

Jack tiene la mirada perdida. Su relato se ha apoderado de l.

De pronto, antes de que pudiera abrir la boca, se lanz sobre

m. Entonces fue cuando vi el picador de hielo... Me lo clav

varias veces. Me perfor un pulmn. Unos pocos centmetros

ms a la derecha y no lo cuento... Y, en cuanto al bastn, lo llevo

porque a raz de aquello he perdido el sentido del equilibrio.

Antes de que podamos preguntrselo nosotros, se nos adelanta

y concluye diciendo:

Desapareci tan rpido como haba aparecido. Yo yaca en

un charco de sangre. La polica nunca dio con l...

Luego, mientras nos acompaa hasta la puerta, aade en un

tono casi jovial:

Cuidado, yo no he dicho que eso guarde relacin con el

asesinato de JFK. Pero tampoco digo lo contrario.

13

VISITA

Lo que nos ha contado White nos ha dejado impresionados.

Y, desde luego, lo ponemos en relacin con nuestros propios problemas

de los ltimos das en Dallas. El interrogatorio en el aeropuerto,

ese coche que nos sigue y nuestra marcha precipitada del

Adolphus. Pero la hora de viaje que nos separa del rancho nos

permite relativizar. Todas las cosas tienen una explicacin lgica

y la agresin sufrida por Jack muestra bien a las claras que en

Estados Unidos todo es posible.

Adems apunta Pascal, no veo a la CIA mandando a

un asesino en pelotas. A ti qu te parece? Como historia es un

poco inverosmil, no crees?

Yo me he quedado pensativo. No por lo que nos ha contado

White, sino porque ya hace dos das que estamos en Tejas y an

no hemos tenido noticias de Billie Sol Estes, ese hombre que

parece haber dejado de existir.

Qu es esa luz roja?

Estamos delante de la puerta de la granja y la alarma parpadea,

indicando que hay un intruso.

Debe de haber sido un rayo... A veces ocurre.

El suelo a nuestro alrededor est encharcado y el camino est

cubierto de hojas muertas. Como es habitual en Tejas, las rabietas

del cielo duran poco pero son de una violencia extrema. Abro

la puerta e intento dar la luz.

Mira, el rayo no ha debido de caer muy lejos. Se ha ido la luz.

Hoy no se me hubiera ocurrido poner el pie en aquel lugar desconocido,

aislado y sumido en la ms completa oscuridad. Pero en

ese momento no se nos pas por la cabeza la idea de quedarnos

fuera. Pascal haba dejado su equipo fotogrfico en su habitacin y

nuestra prioridad era comprobar que no faltaba nada. Y, por otra

parte, era muy posible que todo se debiese a un rayo.

As que, alumbrndonos con la dbil luz de la linterna de Pascal,

decidimos entrar.

La granja es enorme. Mi habitacin se encuentra en una de

sus alas. La de Pascal, en el ala opuesta. Entre las dos est la cocina,

un saln inmenso, y dos salas para reuniones y banquetes.

Afuera, la tormenta ha vuelto a la carga con energas renovadas.

Las gotas de lluvia repiquetean con fuerza sobre el tejado, el viento

se abate furioso sobre las ventanas. El suelo de madera cruje

bajo nuestras pisadas. Por una especie de corazonada providencial,

decidimos inspeccionar todas las habitaciones antes de irnos

a la cama. Son ms o menos las tres de la madrugada. En la cocina,

siguiendo ambos un mismo impulso irracional, nos hacemos

con unos cuchillos trinchadores.

Finalmente, la ronda de inspeccin se termina con una sonora

carcajada de los dos. Es como si estuvisemos jugando a meter-

nos miedo el uno al otro. Queda por mirar en la despensa de la

cocina, cuya puerta no se abre, pero Pascal cree recordar que ya

lo hemos hecho antes de salir. Nos tomamos una ltima copa

para olvidarnos de las preocupaciones del da. Desde que encendimos

una vela, el ambiente se ha vuelto casi ntimo. Pascal ha

subido a acostarse.

De repente se oye un crujido.

Me doy la vuelta.

Pascal est ah de pie como un pasmarote, lvido. El miedo

que veo en sus ojos es el de un animal asustado. Me hace una

sea y, sin decir una sola palabra, barre con su linterna el suelo

del saln. La luz se encuentra con un reflejo, y luego otro. Son

unos minsculos charcos de agua. Pascal dirige el haz de luz de

derecha a izquierda. No hay ninguna duda, son huellas de pasos.

Nos esforzamos por mantener la sangre fra. Seguimos las huellas.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, diez.

Silencio.

Estamos delante de la puerta trasera de la granja, la que da al

patio. Alguien ha corrido el pestillo... por dentro!

Pnico. Miedo. Correr. Joder! La despensa. Cerrada por dentro.

Y si...?

Los bultos, el coche, las puertas retumban, las ruedas chirran.

La noche nunca fue tan negra y la carretera nunca estuvo tan lejos.

Por fin, la luz blanquecina de una gasolinera. Aparcamos el

coche y nos precipitamos dentro del establecimiento. Pascal sigue

con la linterna en la mano. El encargado de la gasolinera nos

mira, suspicaz:

What's up guys?* Ni que os hubierais cruzado con un fantasma...

No estamos de humor para bromas. Ya est, odio ese sitio llamado

Dealey Plaza.

*Qu pasa, chicos? (N. del T)

14

OGRO

Como en las pelculas americanas de serie B, a partir de ahora

nos alojamos en un motel cochambroso. Como le pagamos en

efectivo, el dueo se abstiene de hacer preguntas. Ni quines

somos, ni por qu no dejamos de mirar en todas direcciones.

Nos cuesta conciliar el sueo. La cama est podrida y despide

un olor infecto. Las paredes huelen a humo fro de tabaco y

los azulejos del cuarto de bao estn cubiertos de moho. Lo ms

importante es no empezar a preguntarnos qu demonios estamos

haciendo en Dallas. La situacin es completamente ridicula.

Por suerte, el ridculo todava no ha matado a nadie.

*

Recapitulemos. Nuestro objetivo sigue siendo convencer a

Billie Sol Estes para que nos confe sus secretos.

A Estes, que prefiri pasar una larga temporada en una celda

de seguridad antes que hablar.

A Estes, que rechaz ofertas por valor de varios millones de

dlares a cambio de revelar sus secretos.

A Estes, del que nadie sabe a ciencia cierta dnde y de qu

vive.

A Estes, cuyos ms prximos colaboradores se han visto afectados

por una curiosa epidemia de suicidios en cadena.

Tom tiene razn. Estoy loco. Completamente enfermo.Y seamos

serios, qu es lo que pretendo? Resolver el enigma?

Hacerme con una exclusiva? Ganar el Pulitzer? Embolsarme

el premio Albert Londres? Todo lo que quiero es volver a casa.

Fundirme en un abrazo con mi mujer y besar a mi hijo.

El misterio Kennedy me est atrapando poco a poco. Lo ms

importante es evitar que se convierta en una obsesin. No quiero

acabar como esos investigadores perdidos en el laberinto de

la razn, que rigen su vida en funcin de la pelcula de Zapruder,

tratando de resolver la ecuacin relativa a la cantidad de disparos

que se efectuaron realmente. He conocido a algunos de

esos fanticos del factor X, de esos colgados de internet, de esos

paranoicos del peridico. No sabra decir quin es peor. Los

tericos de la conspiracin universal o los guardianes del orden

establecido?

Si bien en los dos bandos se encuentra el mismo nmero de

extremistas, est claro que en el de los defensores de la comisin

Warren es donde tengo ms enemigos.

Una conclusin que a m mismo me sorprende: el 22 de

noviembre de 1963 no es que sea ayer, pero sigue siendo hoy y

ser maana. Y la propagacin de la fe no ha cesado. Va acompaada

de todo un squito de cartas annimas, de amenazas a las

familias, de virus informticos, de rumores. Esto es as tanto en

Estados Unidos como en Francia. La publicacin de JFK, autopsia

de un crimen de Estado me ha hecho acreedor de todo su odio.

Sin embargo, no se trataba de un libro revolucionario ni de una

obra definitiva. No era ms que una pequea aportacin sobre

el misterio del siglo, destinada a un pblico vido de informacin

actualizada.

Quiz sea por eso por lo que esta noche me encuentro en

este motel perdido en mitad de la nada, a un lado de la 1-35.

Para llegar a entender.

15

CORTESANA

La cacera puede continuar. La brevedad de nuestra estancia

no nos permite ponernos a darle vueltas al pasado. Lo cual, bien

mirado, es toda una ventaja.

Tom ha hablado con Billie. Al final resulta que al antiguo financiador

de las campaas de Lyndon Johnson se le han quitado las

ganas de encontrarse con nosotros. Ojo, eso no significa que ya

no quiera hablar con nosotros nunca ms, slo que considera que

el momento ya no es el idneo. Por qu? Slo l lo sabe.

No obstante, nuestra estancia no ha sido del todo intil. James

Tague, Jack White, toneladas de fotografas y sobre todo unos

cuantos recuerdos para el futuro. Y adems, an nos queda una

ltima oportunidad.

Yo no te lo he dicho me confiesa Tom, pero Billie me

ha confirmado que esta noche estar en la velada ofrecida por

Madeleine.

Madeleine Duncan Brown es una seora mayor solcita y

encantadora. Un buen ejemplo de la amabilidad y la generosidad

del Sur de Estados Unidos.

La entrevista con ella, hace unos das, fue un gran momento.

En efecto, Madeleine posee un talento especial: es capaz de describir

con precisin la anatoma del presidente al mismo tiempo

que sorbe con delicadeza una taza de t. La seora Brown, ella

misma lo admite, accedi durante un tiempo a satisfacer la desbordante

libido de LBJ. La frmula no debera molestar a nadie,

de hecho es ms discreta que la empleada por la propia Madeleine.

Y es que la antigua nia bien no se hace ilusiones: aunque

haya amado a Lyndon, es muy consciente de que para el tejano

ella nunca fue ms que un aliviadero.

Antes de hacerle preguntas, primero hace falta acostumbrarse

a ese extrao ritmo consistente en que, entre dos reflexiones

acerca del pasado en general, la vieja seora desliza sus recuerdos

plagados de polvos rpidos.

Pero la historia de esta mujer de Tejas no es solamente la historia

de una cortesana. Madeleine Brown constituye uno de los

ltimos vestigios de la Dallas de los aos sesenta, esa ciudad

pequea para lo que es Estados Unidos a caballo entre la

provincia y la expansin urbanstica desenfrenada. Ese pueblo

grande donde un millonario poda pasarse las tardes en el

mugriento club de un muchacho venido de Chicago, el mtico

Carrousel.

Haroldson Lafayette Hunt, por poner un ejemplo. Su nombre

nunca cruz el Atlntico, pero podra haberlo hecho perfectamente.

En 1963, H. L. era nada ms y nada menos que el hombre

ms rico del mundo. La suya fue una fortuna prcticamente

espontnea obtenida gracias a los campos de petrleo del Este

de Tejas y aumentada sobre las mesas de los clubs de pquer. En

1963, la empresa para la que trabajaba Madeleine alquilaba despachos

en el edificio que albergaba las oficinas del magnate. Y

todas o casi todas las maanas, la amante de LBJ aparcaba su coche

a escasos metros del de Hunt. H. L., fiel a sus buenos modales

sureos, le abra la puerta a la despampanante pelirroja. Luego,

al trmino de sus respectivas jornadas, todos se encontraban, al

dar las cinco, en el club lleno de humo de Commerce Street

regentado por el famoso Jack Ruby. Brown, como mucha otra

gente en el Downtown de Dallas, lo conoca, y Hunt tambin.

A fin de cuentas, era uno de los pocos locales de la ciudad en

los que se poda beber alcohol. Y, adems, el Carrousel era famoso

por su parte trasera, sus discretas partidas de pquer y el caluroso

recibimiento de su dueo.

De manera que, cuando Madeleine Brown se pone a hablar

del asesinato de John Kennedy, uno la escucha con toda la atencin

del mundo.

Pero antes de revelar sus secretos, la cortesana sabe hacerse

desear. As, al terminar una frase a propsito de Ruby, casi casualmente,

susurra:

Jack no mat a Lee Harvey Oswald para vengar a Jacqueline

Kennedy. sa es una afirmacin ridicula.

Y sin dar tiempo a la rplica, sigue diciendo:

Debi de ser a mitad de semana, algunos das antes del 22...

Estbamos en el club, como de costumbre. Los peridicos hablaban

de la visita de JFK. Jack se haba sentado con nosotros. Es

necesario comprender que la Dallas de aquella poca odiaba a

Kennedy Y, como todos los dems, Jack tambin expresaba su

odio hacia el presidente.

En efecto, Dallas la conservadora, Dallas la extremista no poda

sufrir la arrogancia de Kennedy, digno y celoso representante del

poder de la Costa Este. Para tratar de comprender el asesinato

de JFK hace falta saber que, en 1963, los ecos de la Guerra de

Secesin an no se haban apagado. Que el Sur segua sin dige

rir su derrota y la prdida de sus riquezas en beneficio del Norte.

Para los Hunt, los Murchinson, los Byrd y los Richardson, Kennedy

era un representante del enemigo.

Madeleine ha bajado sensiblemente su tono de voz. Me tengo

que inclinar para entender su murmullo.

Fue Dallas quien mat a Kennedy. Fue Dallas quien mat

al presidente...

Tiene la mirada perdida en sus recuerdos. No me atrevo a

interrumpirla. Adems, lo reconozco, su discurso me gusta. Porque

me lleva una y otra vez a confrontarme con mis propias preguntas.

Desde que termin de escribir JFK, autopsia de un crimen de

Estado, estoy obsesionado con este nico enigma: por qu Dallas?

El lugar del crimen no puede ser indiferente.

As, hojeando mi eterna lista de sospechosos, elimino a la CIA.

Me digo que si la agencia hubiese querido deshacerse del presidente,

habra empleado medios que limitasen la polmica. JFK

habra sido envenenado, su avin habra explotado en pleno vuelo

o habra perecido ahogado en la piscina de la Casa Blanca. O mejor

an, a consecuencia de sus graves antecedentes mdicos, JFK habra

cado enfermo y se habra ido apagando rpidamente.

A partir de ah, vuelvo a repasar la explicacin que Jim Marrs,

autor de Crossfire uno de los libros utilizados por Oliver Stone

para preparar su pelcula con Kevin Costner, me haba dado

en el curso de mi investigacin. Antiguo periodista en Fort

Worth, Jim, con sus aires de Indiana Jones entrado en carnes,

avala hoy en da el nico curso universitario consagrado al asesinato

de Kennedy en un aula de Arlington,Tejas, en la que cada

ao se aprietan estudiantes poco inclinados a creerse las conclu

siones de la comisin Warren. Jim ha trabajado sobre la simbologa

del asesinato y est convencido de que John F. Kennedy fue

ejecutado porque sus decisiones polticas no eran del agrado de

la industria militar. Y de hecho, l percibe una analoga con la

pena capital:

Ms all del castigo, cul es la funcin de la pena de muerte?

Dar ejemplo. Histricamente, las ejecuciones siempre fueron

pblicas. El mensaje era muy claro: mirad lo que os puede pasar

si no respetis la ley.

Y entonces...

Entonces, el 22 de noviembre de 1963 tiene lugar una ejecucin

pblica ante los ojos de millones de personas. Y el mensaje

ha calado. El atentado deca claramente: esto es lo que pasa

cuando no se respeta nuestra voluntad. Fue una advertencia destinada

a la clase poltica. Y eso explica la relacin de sumisin de

la presidencia respecto de la industria militar hasta nuestros das.

El verdadero poder est ah.

Marrs es persuasivo y su tesis cobra verdadera relevancia en

cuanto se coteja con la poltica exterior de Estados Unidos, pero

la necesidad de dar ejemplo no me parece razn suficiente para

explicar la eleccin del escenario. Se hubiera podido lanzar idntico

mensaje en Chicago, Los Angeles o Miami.

La inquietante pregunta sigue sin respuesta: por qu Dallas?

Antes de ganarme la confianza de Billie Sol Estes y de conocer

por fin los entresijos del asesinato, mi inteligencia se inclinaba

por una explicacin ms... racional.

La repetida visin de la pelcula de Abraham Zapruder y las

visitas a Dealey Plaza han dejado en mi inconsciente una impronta

definitiva: el asesinato de JFK no es sino la muerte de una

pieza de caza que previamente ha sido acorralada. Un trofeo atrapado

en el fuego cruzado de expertos tiradores. Los asesinos eran

unos cazadores que sorprendieron a Kennedy cuando ste cometi

la imprudencia de colarse en su territorio.

Antes incluso de Madeleine, de Billie, de Tejas, tengo la sensacin

de que yo hubiera sido capaz de darme a m mismo una

respuesta. Por qu Dallas? Porque era el hbitat, el territorio de

caza de los asesinos del presidente. De los que se encontraban en

Dealey Plaza el 22 de noviembre de 1963 y de los que tomaron

tan t