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ISSN: 2221-0369 Año 5- número 11 Lima - junio 2016

Revista Haucaypata Nro. 11. 2016

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Revista de investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, de publicación cuatrimestral. Lima-Perú.

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ISSN: 2221-0369

Año 5- número 11 Lima - junio 2016

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Director y editorRodolfo Monteverde Sotil

Fotografía de la carátula Chincana, Pallasca- Ancash, 2013. Rodolfo Monteverde Sotil

Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoAño 5. Número 11, junio 2016

Publicación cuatrimestralISSN: 2221-0369

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-00350LATINDEX: 22532

Hecho por computadoraJr. La Libertad 119 Santa Patricia, La Molina. Lima-Perú

https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

[email protected] los derechos reservados

DifusiónMayra Delgado Valqui

Diseño y diagramaciónErnesto Monteverde P. A.

Las opiniones vertidas en los artículos publicados en esta revista son de entera responsabilidad de cada autor. La revista no se hace responsable por el contenido de los mismos.

© Prohibida la reproducción total o parcial de la revista sin el permiso expreso de su director.

Comité editorial José Merrick / Alvaro Monteverde Sotil / Jean Valdez

Fotografías del índice en español, editorial, relación de colaboradores y del índice en inglés por Rodolfo Monteverde: Mujeres vendedoras, Pucallpa, 2011 / Campesino, Cabana, 2014 / Alegoría de América, detalle del monumento a Colón en Lima, 2016 / Transportista en el río Ucayali, Pucallpa, 2011.

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DedicatoriaHasta pronto compañero, E.

(RIP 22-2-16)

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Editorial

Relación de colaboradores

El conocimiento indígena y los puentes colgantes de los Andes centralesLidio M. Valdez

Los Walser del monte Rosa y los carnavales a orillas del lago Bodensee: influencias de ritos y creencias alpinos en la peregrinación andina de Qoyllur rit’iMaría Constanza Ceruti

Espacios públicos durante el Período Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, ArgentinaIvan Leibowicz

Análisis de arte rupestre en el Qhapaq Ñan: dominación y conquista ritual Inca en Famatina (La Rioja, Argentina)Sergio Martin

Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y perspectivas arqueológicas Fernando Astete, José Miguel Bastante Abuhadba y Gori Tumi Echevarría López

El Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A y B, valle de Lurín, LimaJorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño

Normas editoriales

Índice

Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

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La revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, es una publicación peruana cuatrimestral, que se centra en los estudios arqueológicos e interdisciplinarios, tanto nacionales como internacionales, del incanato. La revista nació con la intención de cumplir tres objetivos que todo arqueólogo debe proponerse en su carrera: investigación, difusión y protección del patrimonio arqueológico. Luego de publicar diez números en los últimos cinco años, 2011-2016, les alcanzamos el número once, el cual contiene seis artículos con enfoques y propuestas variadas.

El destacado estudioso peruano del pasado previrreinal Lidio Valdez, resalta el valor del conocimiento indígena para construir puentes colgantes, que les permitió, en época inca, hispana y moderna, sortear con éxito los fieros ríos andinos. Desde el hermano país de Argentina hemos recibido tres importantes aportes. El primero de ellos, escrito por la investigadora María Constanza Ceruti, expone las influencias de ritos y creencias alpinos en la peregrinación andina de Qoyllur rit’i. Por su parte, Ivan Leibowicz analiza los espacios públicos durante el Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca. Mientras que, Sergio Martin estudia las evidencias rupestres asociadas al camino Inca en Famatina, La Rioja.

En el caso peruano, un interesante registro y aproximación al conocimiento arqueológico de evidencias rupestres, o quilcas como las definen sus investigadores, en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu, es presentado por primera vez a la comunidad académica por Fernando Astete, José Miguel Bastante y Gori Tumi Echevarría. Finalmente, los jóvenes arqueólogos Jorge Carlos Alvino y Consuelo González estudian la presencia incaica en el valle de Lurín, específicamente en Pampa de Flores A y B.

Desde hace cinco años seguimos adelante con esta importante tarea de difundir el conocimiento de nuestro pasado. El camino no ha sido fácil, sobre todo ante la indiferencia de nuestro Estado hacia el patrimonio y los investigadores. Pero como no podemos quedarnos con los brazos cruzados les hacemos llegar gratis nuestra revista, y en esta oportunidad el número 11. Como siempre, queremos agradecer a nuestro equipo editorial, a los autores y al Dr. Frank Meddens por su invalorable apoyo con la revista. Finalmente, invitamos a todos los arqueólogos y profesionales de diversas disciplinas, tanto peruanos como extranjeros, a participar en el próximo número programado para noviembre de 2016.

Rodolfo Monteverde SotilDirector y Editor

4Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo

REVISTA HAUCAYPATA

Editorial

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Colaboradores

Fernando Astete Antropólogo, Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco. Parque Arqueológico Nacional

de Machupicchu (PANM).

Sergio MartinCentro de Investigación Argentino Peruano

(CIAP). Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina. Instituto Nacional de

Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). Ministerio de Cultura de la Nación,

Argentina.

Ivan LeibowiczArqueologo. Doctor por la Universidad de

Buenos Aires. Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas-CONICET.

Jorge Carlos Alvino LoliArquitecto, Universidad Ricardo Palma (URP).

Arqueólogo, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudios de maestría

en Conservación del Patrimonio Edificado, Universidad Nacional de Ingeniería, Museología

y Gestión Cultural, URP, e Historia del Arte Peruano y Latinoamericano, UNMSM.

Lidio M. ValdezArqueólogo, PhD. Department of Anthropology,

Economics and Political Science, MacEwan University, Canada.

Gori Tumi Echevarría LópezArqueólogo, Universidad Nacional Mayor de San

Marcos. Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR).

María Constanza CerutiLicenciada en Antropología. Doctora en Historia. Investigadora del CONICET. Profesora titular en

la Universidad Católica de Salta, Argentina.

José Bastante AbuhadbaArqueólogo, Universidad Nacional Mayor de

San Marcos. Programa de Investigaciones Arqueológicas e Interdisciplinarias en el

Santuario Histórico de Machupicchu (PIAISHM).

Consuelo González MadueñoLicenciada en Arqueología, Universidad Nacional

Mayor de San Marcos (UNMSM). Licenciada en Educación en Ciencias Histórico Sociales,

Instituto Superior Tecnológico de Monterrico. Estudios de maestría en Antropología, UNMSM.

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REVISTA HAUCAYPATA

El conocimiento indígena y los puentes colgantes de los Andes centrales

Lidio M. [email protected]

VALDEZ, Lidio, M., 2016. El conocimiento indígena y los puentes colgantes de los Andes centrales. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 11: 6-13. Lima.

Introducción La región de los Andes centrales, por su va-riada y accidentada topografía, es reconoci-da como una de las regiones más difíciles del mundo (Isbell 1985: 22). La sierra central en particular, con sus nevados, topografía acci-dentada, cañones profundos y ríos caudalosos (Cieza de León 1959: 256 y Rowe 1946: 232), es un territorio que ofrece retos significativos, las mismas que sin la ingenua imaginación de sus habitantes hubieran sido barreras suficien-tes para mantener aisladas comunidades en-teras. Caminar hacia una comunidad visible a la distancia y por lo tanto aparentemente cer-cana, a menudo requiere toda una jornada de esfuerzo que consume tiempo y energía pre-cisamente por la accidentada topografía. No obstante, al tiempo que el estado Inka floreció,

sus habitantes ya habían logrado superar satis-factoriamente las barreras impuestas por la na-turaleza, ya sea estableciendo los sistemas de andenería y los canales de irrigación que en con-junto expandieron significativamente la capaci-dad productiva de la región (Murra 1984: 120). Del mismo modo, los antiguos habitantes de la región lograron establecer una compleja red vial en un territorio bastante accidentado, entrela-zando de este modo a una serie de comunidades distantes (Hyslop 1984). Dichas construcciones fueron más tarde reconocidas por los primeros españoles como el “primer y más impresionante de las grandes cosas” (Von Hagen 1976: 20). Puede haber poca duda de que muchos seg-mentos de los caminos encontrados por los es-pañoles existieron antes del establecimiento del estado Inka. En una región reconocida por su

Resumen El conocimiento indígena y la tecnología andina son dos temas íntimamente relacionados. Sin embargo, pocas veces se ha discutido estos temas de manera conjunta. A su vez, la tecnología andina tal vez es el tópico que ha recibido mayor atención de los especialistas, mientras que el conocimiento rara vez es mencionado en las discusiones académicas. En este trabajo se hace un intento de abordar estos temas de manera conjunta, poniendo énfasis en el conocimiento indígena y sobre todo en la forma como este es transmitido. Para su efecto, se utiliza el caso del puente colgante de Tinkuqchaka, construido por la comunidad de Sarhua y establecido sobre el río Pampas, en la sierra central del Perú.

Palabras claves: Conocimiento indígena, tecnología andina, puente colgante, sierra central, Inka.

Abstract Indigenous knowledge and Andean technology are two intimately related themes. Nevertheless these themes have rarely been discussed together. Andean technology as a topic has probably received most specialist knowledge while indigenous knowledge is rarely mentioned in academic discussions. In this paper it is the intention to consider these subjects together, putting emphasis on indigenous understanding and learning, and how this is transmitted. To relate these considerations the hanging bridge of Tincuychaka, constructed by the community of Sarhua, across the Rio Pampas, in the Central Sierra of Peru is employed.

Keywords: Indigenous knowledge, Andean Technology, hanging bridges, Central Sierra, Incas.

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Lidio M. Valdez

enorme diversidad ecológica (Brush 1976: 147; Isbell 1985: 24; Flannery et al. 2009: 13-24), el acceso a recursos únicos presentes solamente en nichos específicos (Murra 1972: 430) pudo haber sido una de las determinantes fuerzas que permitió la construcción de los primeros caminos de la región. Esto tal vez se dio poco después del establecimiento de los primeros asentamientos permanentes. El interés de mantener el acceso a diversos pisos ecológicos para establecer la autosuficiencia de las uni-dades domésticas (Brush y Guillet 1985: 20 y Mitchell 1978: 187), una estrategia que posible-mente ya existió antes del estado Inka, y el in-terés de mantener contacto con comunidades distantes para establecer el intercambio de pro-ductos (Alberti y Mayer 1974: 21 y Valdez 1997: 66), por ejemplo, pudieron haber sido los es-tímulos que permitieron el establecimiento de las primeras formas básicas de comunicación. Sin embargo, la energía y el tiempo invertido en la construcción de los caminos sobre un te-rritorio accidentado hubiera sido inefectivo sin su mayor componente: los puentes colgantes. Durante la estación lluviosa, el caudal de los ríos no sólo se incrementa rápidamente (Gade 1972: 94), sino tienen el potencial de separar efectivamente un sin número de comunidades por varios meses. En dicho contexto, incluso los caminos mejor diseñados hubieran sido de poco beneficio. En consecuencia, los puentes colgantes construidos ingeniosamente sobre ríos de corrientes rápidas constituyeron parte integral del sistema vial, que en última instan-cia permitieron la interacción de comunidades distantes (Lanning 1967: 167-168; Hemming 2010: 17; Morris y Von Hagen 2011: 91). Con el objetivo de explorar el significado par-ticular de los puentes colgantes y sobre todo de cómo el conocimiento de la construcción de tales obras de ingeniería indígena fue mante-nido y transmitido por varias generaciones, mi propósito es discutir como el conocimiento fue transmitido de manera efectiva dentro de una sociedad sin escritura. Para familiarizar a los lectores, primero hago una breve referencia a los puentes colgantes Inka.

Los puentes colgantes inka “La necesidad hizo que los indios inventen co-sas extrañas que son muy distintos de las co-sas que nosotros utilizamos para las mismas

cosas…” (Cobo 1990: 231). John Hyslop (1984: 317) cita al padre José de Acosta quien anotó que “los indios utilizan mi-les de formas para cruzar los ríos”. Aunque este puede ser una exageración, queda abierta la posi-bilidad de que los pueblos indígenas de la región utilizaron varias estrategias para cruzar los ríos, la misma que posiblemente varió dependiendo de sus caudales y de la topografía local. Puentes de piedra (Rumichaka) (Cieza de León 1959: 20; Gade 1972: 95; Hyslop 1984: 319) y puentes de troncos de árboles (Kulluchaka) probablemente fueron los más comunes y tal vez los más anti-guos, tal como indica la presencia de varios lu-gares identificados bajo dichos nombres. Así como anotó el Padre Bernabé Cobo (1990: 231), las soluciones a los retos impuestos por la difícil topografía nacieron de la ingenuidad de los habi-tantes de la región. La forma más impresionante de cruzar los ríos fue definitivamente mediante la construcción de los puentes colgantes (Cobo 1990: 232; Cie-za de León 1959: 129; Gade 1972: 95-96; Hyslop 1984: 323; Rowe 1946: 232; Morris y Von Hagen 2011: 94). Investigadores como Gade (1972: 96) y Hyslop (1984: 323-324) sostienen que la ma-yoría de tales puentes fueron establecidos en la sierra central del Perú, muchos de los cuales por ejemplo existieron a lo largo del camino real inka que entrelazó Cuzco-Vilcashuamán-Huamanga y Jauja (Cieza de León 1959: 119-121). La mayor presencia de los puentes colgantes en dicha re-gión deja abierta la posibilidad de que éstos ya existieron en la sierra central anterior al estable-cimiento del estado Inka y que dicha tecnología posiblemente se originó en la sierra central. Del mismo modo, se anota que los puentes colgan-tes más extensos, siguiendo a Cobo (1990: 233), fueron construidos sobre los ríos Vilcas y Apurí-mac. Cieza de León (1959: 129), quien recorrió el camino que une Jauja-Huamanga-Vilcashuamán y Cuzco, también menciona al puente colgante construido sobre el río Vilcas, ubicado al este de Vilcashuamán. Definitivamente este debe ser el río Pampas. Cieza de León añade que el puente en mención había sido construido de trenzas y que era tan resistente que los españoles incluso se atrevieron a galopar en sus caballos. Gade (1972: 96) determinó que los puentes col-gantes fueron construidos de una variedad de materiales vegetales y esta incluye ramas de ár-boles como el lloque, chachamoco, tasta, sauce,

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además de otras plantas como la chilca y la ca-buya. A esto merece anotar que Keswachaka, puente colgante construido sobre el río Apu-rímac, fue construido de ichu (McIntyre 1984: 160-162). Todos estos son productos vegetales que requirieron ser renovados anualmente y reemplazados del todo cada dos años. Aparte de la variación en el material utilizado en la construcción, la manera como los puentes fueron establecidos fue similar, sino idéntico. De la lectura de fuentes como las de Cobo, Es-tete, Xérez y Murúa, John Rowe (1946: 232) provee una de las mejores descripciones de la construcción de los puentes colgantes inka. Él señala que los puentes colgantes fueron cons-truidos habilidosamente y suspendidos de cua-tro torres hechas de piedra establecidos dos en cada margen y a los cuales fueron conectados

troncos gruesos que sirvieron para sujetar un to-tal de cinco cables o trenzas. Cinco cables trenza-dos, cada uno de un diámetro de 40 cm, fueron requeridos para cada puente; tres de los cables formaron la base del puente y dos para los pasa-manos. Para completar el piso, pequeños postes son colocados horizontalmente para asegurar los cables, y sobre este se coloca una serie de pe-queños palos , todos atados, los mismos que se extienden sobre el largo de la base del puente y sirven de piso. En general, los puentes colgantes son construc-ciones pesadas y, a su vez, son ensamblajes deli-cados establecidos elegantemente sobre corrien-tes caudalosas. Vistos a la distancia son obras únicas de la ingeniería e ingenuidad indígena andina, cuyo origen permanece desconocido (Hyslop 1984: 324) y tienen un futuro incierto.

Figura 1. Puente colgante de Tinkuqchaka siendo construido. Los tres cables de la parte central sirven de base al puente. Los dos cables de los extremos sirven de agarraderas. Foto Cirilo Vivanco Pomacanchari.

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Lidio M. Valdez

Figura 2. Construcción del puente colgante de Tinkuqchaka. Sobre los tres cables de la base se ha colocado el piso que consiste de una serie de pequeños palos. Foto Cirilo Vivanco Pomacanchari.

Considerando que los puentes colgantes tie-nen una amplia distribución en la sierra central del país, existe la posibilidad que dichos puen-tes ya existieron antes del establecimiento del estado Inka. Demostrar esta posibilidad, sin embargo, no es una tarea fácil. Al mismo tiem-po, el futuro inmediato de los puentes colgantes es incierto puesto que en su gran mayoría han dejado de ser construidos y sistemáticamente sustituidos, por ejemplo, por puentes de cable de metal (Gade 1972). Los contados casos que aún siguen siendo reconstruidos en tiempos más recientes, constituyen excepciones de una tradición, que en el pasado fueron populares, y a la vez una muestra elegante de la tecnología andina e ingeniería indígena que garantizó la interacción de los pueblos distantes.

En la siguiente sección se discute la manera como el conocimiento básico de construir los puentes colgantes fue transmitido de una gene-ración a otra de manera eficiente. Para ello, tomo en consideración el caso de Tinkuqchaka, puente colgante establecido por los habitantes de Sarhua sobre el Río Pampas (figuras 1, 2 y 3).

La transmisión del conocimiento indígena La tecnología es una expresión material de las actividades llevadas a efecto por unidades socia-les, como las comunidades, y mediante la cual las poblaciones actúan sobre el mundo natural (Lemonnier 1992: 1-2). En el caso específico del puente colgante de Tinkuqchaka, este representa un medio por el cual los comuneros de Sarhua lo-gran superar la barrera impuesta por la presencia

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REVISTA HAUCAYPATA

Figura 3. Vista general del puente colgante de Tinkuqchaka desde su lado oeste. Nótese que esta obra de inge-niería indígena es pesada, pero colocada de manera delicada sobre un río, como el Pampas, de crecida rápida.

Foto Cirilo Vivanco Pomacanchari.

del río Pampas. La construcción del puente permite la integración de los habitantes de Sar-hua en un mundo social más extenso a través de la interacción. Por la importante función que el puente cumple, su construcción también es parte integral de la comunidad de Sarhua en tanto que el puente define la identidad étnica de dicha población. Esta es una diferencia sig-nificativa que distingue a la comunidad de Sar-hua (Palomino 1978; Valdez y Vivanco 2015) y otras comunidades de la sierra central, por ejemplo, puesto que Sarhua es una de las pocas comunidades que aún preserva la tecnología que permite la construcción del puente col-gante. Por lo tanto, el mantenimiento de este importante conocimiento ha sido esencial para los habitantes de Sarhua, pues sin él habrían quedado aislados de otras poblaciones con las

que la interacción es necesaria. Entre otros, la comunidad entera participa ac-tivamente en la construcción del puente de Tin-kuqchaka. Ejemplos similares existen para otras comunidades que también efectúan diversas ac-tividades, como es la limpieza anual de los cana-les de irrigación, de manera activa y colectiva. En el caso de Tinkuqchaka, la comunidad de Sarhua participa colectivamente en todo el proceso de su construcción, desde la recolección de la principal materia prima, la preparación de las trenzas y la final construcción del puente. Todo este proceso permite que toda la comunidad actúe colectiva-mente, sin mayor distinción de edad y sexo. La participación colectiva de la comunidad es una instancia que facilita la socialización. Así como Eerkens y Lipo proponen (2007: 242; ver también Pelissier 1991: 81), la socialización es

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Lidio M. Valdez

el contexto más apropiado para transmitir el conocimiento. En el cual, los participantes tie-nen una gran oportunidad de enseñar y apren-der, trabajando colectivamente hacia una meta común que, en este caso, es construir el puen-te necesario para toda la comunidad. La acti-vidad se desarrolla en un medio no sólo ami-gable, sino también de juego. Por lo tanto, la construcción del puente, desde la perspectiva de la comunidad de Sarhua, no representa una carga, sino provee una oportunidad para la so-cialización, el juego y sobre todo para enfatizar los valores comunales. Nuevamente, este es el mejor ambiente para aprender y transmitir el conocimiento, en este caso de una tecnología que permite construir el puente colgante. Al mismo tiempo, la participación conjunta de individuos de varias edades, entre adultos y jóvenes, también facilita que los más experi-mentados transmitan sus conocimientos a los más jóvenes de una manera efectiva. Esto es muy importante en tanto que el maestro y el aprendiz comprenden muy bien que la sobre-vivencia de la tecnología depende de una ense-ñanza efectiva y de un aprendizaje eficaz. Del mismo modo, el aprendizaje tiene que ser del más alto nivel para asegurar que lo construido – un puente colgante – debe garantizar las vi-das de quienes la utilizan. Este es un elemento de particular importancia que refuerza la idea de que el aprendizaje tiene que ser satisfacto-rio. Para garantizar que la transmisión del co-nocimiento sea eficiente, los aprendices tienen más de una oportunidad de aprender y perfec-cionar sus conocimientos; del mismo modo, los maestros tienen muchas oportunidades para transmitir sus conocimientos de manera eficiente, asegurando a su vez la sobrevivencia de la tecnología. De este modo, queda evidenciado que la en-señanza tiene que ser efectiva y que solo así se puede garantizar el proceso de aprendizaje. También solo de esta manera se puede asegu-rar que el conocimiento se ha transmitido de manera efectiva a la futura generación. Aquí es importante subrayar que la enseñanza efectiva incluye un periodo durante el cual el aprendiz observa todo el proceso (Gosselain 2007: 160). La observación se hace por varios años, ini-ciándose al momento que los más jóvenes lle-gan a mirar por primera vez el proceso de cons-trucción del puente colgante. Posteriormente,

el aprendiz participa directamente junto a los más adultos y aprende mediante la participa-ción directa, pero siempre bajo la guía de los más experimentados. Durante este transcurso, el aprendiz tiene más de una oportunidad de corregir sus deficiencias y perfeccionar su habi-lidad y conocimiento. Es en este ambiente, como el conocimiento indígena es transmitido y don-de la enseñanza está diseñada para garantizar el aprendizaje. Finalmente, la práctica anual per-mite que el conocimiento permanezca constante, facilitando recordar los detalles mínimos de la construcción del puente colgante. De esta discusión queda establecido que la transmisión del conocimiento indígena, como es el caso de los puentes colgantes, se efectúa en un ambiente que garantiza el aprendizaje. Por últi-mo, este modo de enseñanza es la que fortalece la sobrevivencia del conocimiento y de las tecno-logías que se mantuvieron constante por genera-ciones, no obstante de no haber sido registrados en forma escrita.

Discusión y comentario final La cultura andina, tal vez mejor sintetizado por el estado Inka, estaba basada sobre un amplio conocimiento que fue puesto en práctica conti-nuamente. Por lo tanto, el éxito de la tecnología andina radicó en la continua práctica que facilitó no sólo superar cualquiera deficiencia, sino tam-bién permitió su transmisión a las futuras gene-raciones de manera efectiva. En este contexto, los poseedores del conocimiento disponían de las mejores condiciones sociales para transmitir sus conocimientos, mientras que los aprendices tenían una secuencia de oportunidades para cap-tar y eventualmente demostrar lo aprendido me-diante la práctica. Esta colaboración mutua, más la responsabilidad grupal de ejecutar el trabajo de la mejor manera posible, hizo del aprendizaje todo un éxito. Esta breve reflexión permite una mejor apre-ciación de la importancia de como el conoci-miento indígena es transmitido y el por qué fue efectivo. El margen de error fue definitivamente limitado, mientras que las posibilidades para la innovación no tenían límites. Esta forma de pa-sar el conocimiento posiblemente antecedió al surgimiento del estado Inka y hay la posibilidad de que la tecnología que permitió la construcción de los puentes colgantes ya existía antes del naci-miento del estado cuzqueño. Si esta observación

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tiene alguna validez, la tecnología de construir los puentes colgantes posiblemente tiene una larga historia, durante la cual el conocimien-to no sólo fue transmitido con mucha eficacia, sino también fue posiblemente perfeccionada. En la actualidad somos partícipes e integran-tes de una sociedad donde la tecnología cambia con mucha prisa. La transmisión del conoci-miento es también rápida, breve y a menudo no da ninguna oportunidad para la práctica. Como resultado, existen mayores posibilidades para una deficiencia en el aprendizaje y que las tecnologías de las que a menudo dependemos no sean necesariamente confiables. Lo desafor-tunado de todo es que tecnologías que funcio-naron de manera efectiva por mucho tiempo vienen quedando relegadas y al parecer desti-nadas a perderse en el olvido. Este es el caso de los puentes colgantes, donde existe la triste posibilidad de que las próximas generaciones tal vez nunca lleguen a ver un puente colgante de la manera como los Inkas llegaron a cons-truirlo. De darse esto, la cultura andina habrá perdido un valioso conocimiento que muchas generaciones lograron valorar, mientras la sociedad “civilizada” de nuestros tiempos no muestra interés alguno.

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Los Walser del monte Rosa y los carnavales a orillas del lago Bodensee: influencias de ritos y creencias alpinos en la peregrinación andina de Qoyllur rit’i

María Constanza [email protected]

CERUTI, María Constanza, 2016. Los Walser del monte Rosa y los carnavales a orillas del lago Bodensee: in-fluencias de ritos y creencias alpinos en la peregrinación andina de Qoyllur rit’i. Revista Haucaypata. Investi-gaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 11: 14-27. Lima.

Introducción Los peregrinajes en altura en los Andes son uno de los principales focos de interés en mis estudios antropológicos sobre montañas sagra-das, habiendo motivado la publicación de un li-bro específico sobre el tema y diversos artículos etnoarqueológicos y etnográficos. El hecho de haber iniciado mis investigaciones en el campo de la arqueología de alta montaña me ha llevado

a advertir la impronta del ceremonialismo Inca en las procesiones de Punta Corral y Sixilera, en-tre otras manifestaciones del catolicismo popu-lar andino en el noroeste de Argentina. Es desde esta perspectiva que he abordado inicialmente mis observaciones en torno a la festividad del Señor de la Estrella de la Nieve o Qoyllur Rit’i, instancia de peregrinaje por la cordillera del Vil-canota, en el sur de Perú, en la que personajes

Resumen La temática de los peregrinajes en alta montaña en el noroeste de Argentina y el sur de Perú ha sido analizada por la autora en un libro y varios artículos específicos, en los que se ha abordado la impronta del ceremonialismo Inca en las procesiones de Punta Corral y Sixilera, entre otras manifestaciones del catolicismo popular andino. Este trabajo se centra en la festividad del Señor de la Estrella de la Nieve o Qoyllur Rit’i, instancia de peregrinaje por la cordillera de Vilcanota en la que personajes vestidos con flecos y llamados “ukukus” ascienden a los glaciares del nevado Qolque Punku en busca de hielo, al que se atribuyen propiedades fertilizadoras y curativas. El análisis comparativo permite descubrir aspectos del Qoyllur Rit’i que cobran mayor sentido a la luz del sincretismo con creencias y ritos tradicionales que la autora ha documentado en el mundo alpino. En particular, las creencias que los pobladores Walser comparten en lo que respecta a la presencia de almas condenadas en los glaciares del monte Rosa y a la existencia de personajes vestidos con flecos y armados con látigos durante los carnavales a orillas del lago Bodensee.

Palabras claves: Andes, Alpes, montaña, peregrinaje, creencias.

Abstract The theme of high mountain pilgrimages in northwest Argentina and southern Peru has previously been analysed by the author in a book and several articles, in which she tackled the imprint of Inca ceremonialism on the processions of Punta Corral and Sixilera among other manifestations of popular Andean Catholicism. This article focuses on the festival of the Snow Star or Qoyllur Rit’i as part of the pilgrimage through the Vicanota Range in which participants with clothes adorned with fringes called ukukus, ascend the glacier of the Qolque mountain peak in search of ice to which they attribute fertilising and curative properties. A comparative analysis permits us to uncover aspects of Qoyllur Rit’i, which reveal in the broadest sense believes and rites which the author has similarly encountered in the Alpine world. This concerns specifically the Walser people with respect to their believes in the presence of condemned souls on the glacier of the Rose mountain as well as the presence of individuals donned out in fringe decorated clothes and equipped with whips in the carnival held on the shores of the Bodensee Lake.

Keywords: Andes, Alps, mountains, pilgrimage, believes.

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vestidos con flecos y llamados “ukukus” ascien-den a los glaciares del nevado Colque Punku en busca de hielo al que se atribuyen propiedades fertilizadoras y curativas (figura 1). En los últimos años, sin embargo, he tenido oportunidad de realizar observaciones de ca-rácter antropológico en distintos ámbitos rura-les de los Alpes y el análisis comparativo me ha facilitado descubrir aspectos del Qoyllur Rit’i que cobran mayor sentido a la luz del sincretis-mo con antiguas creencias y ritos tradicionales en el mundo alpino. Las similitudes, a nivel de ciertos rasgos culturales que resultan insosla-yables, suelen pasar enteramente desaperci-bidas dado el escaso interés demostrado hacia los estudios cross-culturales por parte una gran mayoría de antropólogos y expertos en folclore andino. El presente trabajo, de carácter preli-minar, tiene por objeto señalar algunos de es-tos aspectos, sobre la base del análisis de las le-yendas tradicionales de los pobladores Walser sobre los glaciares del monte Rosa y observa-ciones realizadas durante las celebraciones del

Figura 1. Los ukukus desafian a los condenados en su ascenso a los glaciares de Colque Punku (© Constanza Ceruti).

Carnaval a orillas del lago Bodensee. Reconoce como antecedente una ponencia presentada en la Universidad Nacional de Salta en el marco de las Sextas Jornadas sobre Poder y Religión (Ceruti 2015e).

Ukukus, glaciares y azotes en la festividad del Qoyllur Rit’i en el Perú Qoyllur Rit’i es una voz en lengua quechua que significa “estrella de la nieve”, con la que se cono-ce al peregrinaje religioso en que decenas de miles de fieles del catolicismo andino rinden culto a la imagen de un Cristo pintada en una roca sagrada emplazada en una hoyada glaciar en la cordillera de Vilcanota, al sur de Perú. Si bien tiene su origen en tiempos del virreinato, las características del escenario de alta montaña, la dinámica de apro-piación cultural del espacio a través de la proce-sión y los ritos de adoración y ofrenda ejecutados ponen de manifiesto la vertiente prehispánica que caracteriza a este culto (Ceruti 2007 y 2013). Sin embargo, también se hace necesario conside-rar el aporte de creencias tradicionales europeas.

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a pie cuarenta kilómetros de paisaje de la cordi-llera de Vilcanota durante la noche.

Los ukukus Los personajes enmascarados llamados ukukus

cubren su rostro y cabeza con una prenda tejida blanca o negra. Se abrigan con un vestido de lana o fibra de camélido negra, con grandes flecos, adornado con una cruz blanca o roja en el pecho y campanitas a la altura de la cintura. Llevan un trozo de cuero con lana sobre el hombro, una pa-ñoleta de seda de colores y un porongo de calaba-za o concha colgando de su cuello sobre el pecho. Calzan botines de fútbol y llevan en la mano un látigo fuerte, de cuero (figura 2). A nivel simbóli-co, cumplen la función ritual de mediadores en-tre los campesinos y el mundo sacralizado de las altas cumbres montañosas. Con sus cualidades semi humanas, son capaces de ascender al gla-ciar, vencer a las almas de los “condenados” que allí moran y extraer el hielo sagrado para trans-portarlo a las comunidades. Son intermediarios entre los hombres y los espíritus de las montañas o Apus y su muerte accidental al caer en grietas del glaciar – concebida por los peregrinos como “ser tragados por la nevada” - se considera como una suerte de ofrenda capaz de garantizar la fe-cundidad de las cosechas a lo largo del año (Flo-res Lizana 1997: 68). Es evidente que la vestimenta del ukuku intro-duce una cualidad zoomorfa en el que la porta. De hecho, la etimología quechua de ukuku remi-te a los osos; de allí que se haga referencia a ellos en carácter de “hombres oso”. En la vestimenta de los ukukus predomina la lana y el color negro. Además, ciertas actitudes rituales tales como el empleo de la voz en falsete, determinan que ha-yan sido vinculados simbólicamente con el “re-lincho” de los rebaños de alpacas, según lo plan-teado por etnógrafos andinos (Gow 1974). Las campanitas en el atuendo parecerían confirmar esta suposición.

El ascenso a los glaciares El nevado Colque Punku o Puerta de Plata su-pera los 5400 metros en su cima. Ofrece tres lenguas glaciares que descienden hacia la hoya-da de Sinacara, cuyos frentes llegan a ubicarse a aproximadamente 5000 metros sobre el nivel del mar, a una hora de marcha desde el santuario de Qoyllur Rit’i (figura 3). Las cotas altitudinales al-canzadas por los ukukus rondan los 5200 metros

La celebración de Qoyllur Rit’i se realiza con una periodicidad anual desde hace más de dos siglos, iniciándose durante el fin de semana que precede al Corpus Christi. Además del clero oficial de la Iglesia Católica, los actores socia-les que participan son millares de campesinos Quechuas, quienes asisten como promesantes y danzarines; aunque también participan po-bladores Aymaras y Atacameños. La dinámica ritual es recorrida en tres etapas sucesivas, co-rrespondientes, en primer término, a diversas actividades religiosas que se desarrollan en el santuario de la hoyada glaciar de Sinacara y que incluyen la purificación a través del baño en las vertientes, la adoración mediante la dan-za y el rezo, la presentación de ofrendas, juegos rituales, prácticas adivinatorias y la extracción de reliquias. En segunda instancia, tiene lugar la ascensión a los glaciares del nevado Colque Punku y la flagelación con azotes. En tercer tér-mino, una peregrinación final atraviesa a pie

Figura 2. Flecos en el atuendo ceremonial de los ukukus (© Constanza Ceruti).

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Figura 4. Danza y azotes durante el Qoyllur Rit’i (© Constanza Ceruti).

Figura 3. Ukukus en la fiesta del Señor de la Estrella de la Nieve (© Constanza Ceruti).

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Figura 5. Azote ritual en las nieves del Colque Punku (© Constanza Ceruti).

sobre el nivel del mar, en tanto que los peregri-nos comunes rara vez superan los 5000 o 5100 de altitud. Los obstáculos técnicos que presen-ta el glaciar son sorteados gracias a la experien-cia adquirida, el sentido común y sencillos me-dios técnicos. Los látigos o chicotes con los que van armados suelen ser empleados a modo de cuerdas, para brindar ayuda en los tramos más empinados, o ante la necesidad de atravesar grietas en el hielo. Los ukukus, tomados de su

respectivo azote y del látigo de un compañero, forman cadenas humanas que permiten sortear exitosamente los pasos más expuestos durante el descenso. La primera ascensión de los ukukus se desa-rrolla durante el lunes y tiene por objeto trans-portar una cruz de madera de considerable ta-maño, tan arriba como sea posible de acuerdo a las dificultades que ofrezca el terreno glaciar. Las cruces que suben al nevado son transportadas

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Figura 6. El lago Bodensee al pie de los Alpes (© Constanza Ceruti).

“vestidas”; es decir, cubiertas con estolas y de-más insignias. La segunda ascensión se inicia entre la 1 y las 3 de la madrugada del martes y tiene por objetivo la veneración de la cruz en el glaciar y su posterior descenso y retribución al santuario en la hoyada. Ritos complementarios son el encendido de velas y cirios en la nevada; el azote ritual de los peregrinos y ukukus, y la consabida extracción de hielo para llevar de re-greso a las comunidades. El peregrino que va a ser “sobado” o azotado ritualmente, se arro-dilla frente a la cruz en dirección a la cima de la montaña. Los devotos que encienden velas también lo hacen mirando hacia la cumbre del nevado. Los demás peregrinos prefieren acer-carse al glaciar a plena luz del día, entre otros motivos para evitar encontrarse o ser vistos por las almas de algún “condenado”, lo que se cree podría conducir a un cambio de fortuna, que resultaría en la muerte de la persona así des-graciada (Flores Lizana 1997: 49).

Los azotes rituales La flagelación mediante el azote persigue el objetivo ascético de “ayudar al Señor” y, sólo en contadas ocasiones, reviste carácter punitivo. Azotes de carácter ascético e iniciático tienen

lugar sobre los hielos del glaciar, donde quienes desean “ser sobados” se arrodillan frente a la cruz plantada el día anterior y reciben tres latigazos suaves en sus espaldas. Para los ukukus que as-cienden por primera vez, el azote es recibido de parte de un “padrino” y el rito pasa a ser referi-do con el nombre de “bautismo” (Flores Lizana 1997: 58) (figura 4 y 5). El iniciado besa la disci-plina en señal de respeto. La flagelación por azo-tes se repite en distintas instancias ceremoniales del Qoyllur Rit’i, y tal es su importancia que mu-chos peregrinos consideran a la procesión inefi-caz o incompleta si no son “sobados”. El azote recíproco de los danzarines que apa-rece en la coreografía de las danzas presentadas por las distintas comparsas en el santuario tiene carácter simbólico y hasta un tono jocoso. Las parejas de danzarines masculinos se propinan un mínimo de tres azotes cada uno, aunque gene-ralmente continúan flagelándose hasta que son separados por el ukuku de la comparsa. Ideal-mente los azotes se aplican en los tobillos, aun-que a veces resultan afectadas otras partes de las piernas. En algunos casos, el bailarín da saltos y hace “monerías” procurando esquivar el impacto del látigo. El enfrentamiento ritual se resuelve en la breve marcha que ambos danzarines efectúan

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Figura 7. Enmascarado en el carnaval de Konstanz (© Constanza Ceruti).

de Mari, la diosa de las montañas, remontando su importancia simbólica a las representaciones pictóricas en el arte parietal (Ceruti 2015a). Ade-más, en remotos rincones de los Alpes orienta-les, el látigo ha permanecido tradicionalmente en uso en el marco de actividades pastoriles de transhumancia y hasta como medio de comuni-cación entre los pobladores. Las exhibiciones del uso del látigo son frecuentes en época estival en las cabeceras de Val Senals, tal como pude com-probarlo durante mis observaciones de campo en los altos pasos transalpinos donde fuera encon-trada la momia del hombre del hielo del Tirol.

Los Walser y las almas condenadas en los glaciares del monte Rosa Las aldeas rurales que rodean al monte Rosa son hogar de inmigrantes que cruzaron los Alpes

abrazados en dirección al altar, para luego arrodillarse ante el mismo.

Flecos y azotes rituales en el carnaval al-pino a orillas del lago Bodensee En marzo de 2014 me encontraba en la región de Baden Wurttemburg en Alemania, invitada como expositora en un congreso de arqueolo-gía Inca en la ciudad de Stuttgart. El Sábado de Carnaval decidí visitar el parque arqueológico de Unteruhldingen, a orillas del lago Bodensee, donde se pueden apreciar reconstrucciones de viviendas lacustres sobre palafitos que datan de la Edad del Bronce (4000-850 aC) (figura 6). Por la mañana, al pasar por la ciudad de Konstanz, tuve oportunidad de admirar en-tre la multitud de participantes, que bebían cerveza y comían salchichas por las calles, a personas disfrazadas de arlequines, mujeres cigüeñas, hombres lobos y los llamados “trolls de Konstanz”, además de unos curiosos perso-najes enmascarados y con flecos de lana. Los mismos jugarían un papel fundamental al caer el sol en el poblado medieval de Uberlinger, du-rante el “fasnet”, considerado como una de las manifestaciones carnavalescas más típicas de esta parte de los Alpes. Aquella noche observé como recorrían las calles de Uberlinger dece-nas de estas figuras masculinas vestidas con trajes de flecos negros, adornadas con campa-nas y armadas con látigos, que me recordaron inmediatamente a los ukukus del Qoyllur Rit’i andino (figura 7, 8 y 9). En una distintiva dinámica de parejas, seme-jante a una danza, los personajes hacían estallar estruendosamente sus látigos sobre el suelo y procedían a continuación a emitir unas risillas en tono de falsete. Pese a la barrera lingüística logré entender que el repicar de los azotes tenía por objetivo el “ahuyentar al invierno”. Dichos personajes con flecos, campanas y lá-tigos aparecen en el mundo alpino enmascara-dos con una suerte de apéndice nasal, que les da la apariencia de mamuts lanudos. Vinieron a mi mente los evidentes vínculos con los llama-dos “mamutoni” que animan las procesiones religiosas en las montañas de Cerdeña y que también constituyen personajes enmascarados y lanudos vestidos con flecos. En los carnavales en el norte de España intervienen personajes zoomorfos semejantes, que los estudiosos del folclore vasco los asocian con el culto a la figura

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provenientes de Alemania en el siglo XIII AD (figura 10). Hablantes del dialecto germano “Tistch”, los Walser se instalaron en los valles de Gressoney, Ayas, Anzasca, Versasca y Formazza, ingresando la región franco-italiana a través del paso de Teódulo, en las faldas del monte Cervi-ño o Matterhorn. Dedicados tradicionalmente al pastoreo, la caza y el comercio transalpino, sus actividades agrícolas se limitaban a los cultivos de subsistencia que podían realizarse durante la corta estación estival. En la economía doméstica era muy importante el procesamiento de la leche para la elaboración de quesos y manteca. La le-yenda “del suero de los pobres” sostiene que fue-ron los gnomos o “enanitos” quienes enseñaron a los Walser el secreto de la fabricación del queso. La identidad de los Walser se manifiesta en su lengua germana, su sistema de creencias de fuerte raigambre católica y en su arquitectura, de reminiscencias suizas, en la que se destaca la creativa combinación de piedra y madera (figura 11). Distintivos de la arquitectura Walser son los llamados “hongos” de piedra pulida que se colo-can en los pilares de las casas para dificultar el

Figura 9. Azotes y flecos en el carnaval de Uberlingen (© Constanza Ceruti).

Figura 8. El poblado medieval de Uberlingen (© Constanza Ceruti).

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pan deshidratado, característico de los altos Al-pes, el cual debía ser consumido sumergiéndolo en caldo o leche. También se horneaban panes en miniatura para regalar a los niños, que pro-bablemente hayan sido la inspiración para las “guagas pan” de la tradición funeraria andina, que se mantiene viva hoy en día en regiones del noroeste de Argentina, tales como la Quebrada de Humahuaca. El valle de Gressoney, puerta de entrada y lu-gar de asentamiento de los primeros grupos de pobladores Walser, era llamado antiguamente Krämertal en alemán y “valle dei mercanti” en italiano, en razón de la actividad de intercambio con los valles de Suiza que se realizaba a lomo de mula - o a espaldas de los comerciantes al-pinos - y que llegó a ser bastante intensa antes del avance de los glaciares en el siglo XVI. En el 2015, tuve oportunidad de ascender en solitario a la cima Zumstein, de más de 4600 metros de al-tura, que constituye la segunda cumbre del mon-te Rosa, como parte de mis investigaciones sobre el paisaje cultural de alta montaña en esta parte de los Alpes. Tuve oportunidad de conversar (en italiano) con

acceso de los roedores, así como el encastre an-gular en las construcciones con troncos de ma-dera. El interior de las viviendas solía estar ta-pizado con paneles de madera para aislamiento térmico y el mobiliario consistía en cunas, ca-mas y otros muebles artísticamente decorados. Las actividades domésticas se nucleaban en la “stube”, la sala de estar que constituía el único ámbito calefaccionado, gracias a la presencia de estufas de cerámica. Aún hoy en día el ar-tesanado Walser se traduce en la fabricación de quesos y en la manufactura de pantuflas de fieltro y suecos de madera conocidos como “sa-bots”. La iconografía Walser se caracteriza por las decoraciones imbricadas con motivos vege-tales, que se utilizan tanto en el bordado como en la pintura de superficies. El modo de vida tradicional de los Walser era sumamente duro, debido al aislamiento casi total en el que permanecían los pobladores du-rante el invierno por el riesgo de avalanchas. La subsistencia pastoril era precaria y ciertas actividades como el horneado del pan podían realizarse solo una vez cada tantos meses y en forma comunitaria. De allí la tradición del

Figura 10. El monte Rosa en los Alpes (© Constanza Ceruti).

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Figura 11. Arquitectura tradicional de los Walser (© Constanza Ceruti).

que en un pueblo de montaña habituado a las condiciones ambientales más extremas de los Alpes, la acumulación de bienes fuese sancio-nada socialmente desde el folclore, procurando simultáneamente aportar una explicación a los cambios climáticos que se sucedían durante la llamada Pequeña Edad del Hielo. Los glaciares que se convierten en herramientas del castigo divino pasan consecuentemente a ser percibidos como moradas de demonios y almas condenadas (Savi 2014). El glaciar de la Brenva, a los pies del monte Blanco, aparece asociado a leyendas que ubican en sus oscuras morrenas frontales a lugares de encuentro de brujas con el diablo (Ceruti 2015b). Los Walser sostienen que las almas pasan su purgatorio aprisionadas en las grietas de los glaciares del monte Rosa, mientras aguardan su liberación. Cuenta una leyenda que un sacerdote escéptico fue llevado hasta allí y, para su asombro, pudo observar numerosas al-mas. Algunas se encontraban aprisionadas hasta

diversas mujeres Walser, quienes me contaron leyendas acerca de los “enanitos” que el folclore local asocia con los socavones de las minas au-ríferas. A ellos se atribuye el haber enseñado a los Walser el secreto de la elaboración del que-so y de ellos se dice que tienen “los pies para atrás”. La vergüenza que les genera el tener esta extraña deformidad los lleva a permane-cer ocultos de los humanos, para lo cual sue-len refugiarse en el llamado “valle perdido” del monte Rosa. Llamativamente, la característica de los pies “al revés” asemeja a los enanitos de los Walser a los duendes en el mundo andino, a quienes también se atribuyen este tipo de anor-malidades anatómicas (figura 12). En cuanto a la leyenda del “valle perdido cu-bierto de hielo”, el folclore Walser la sitúa en relación con el monte Rosa, interpretando el avance de sus glaciares como un castigo divino ocasionado por la avaricia de los pastores del valle (Christillin 2010). No debería extrañar

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Figura 12. Los glaciares del monte Rosa. Para los Walser son morada de almas condenadas (© Constanza Ceruti).

en el norte de Argentina, suelen reutilizar anti-guos tramos de la vialidad incaica como rutas de peregrinaje, tal como se observa en el caso del santuario en la cima del cerro Sixilera (Ceruti 2015d) y en las rutas de acceso a los santuarios de Punta Corral y Abra de Punta Corral, al este de Humahuaca (Ceruti 1999 y 2013). Al intentar resaltar el legado de los Incas en la festividad peruana del Señor de la Estrella de la Nieve, hemos afirmado en relación a los ritos de purificación por agua, que remiten a la ceremo-nia incaica de la situa (Ceruti 2007). Es cierto que en la situa, celebrada antiguamente al comienzo de la época de lluvias, los pobladores del Cuzco debían bañarse en los ríos que atravesaban la ciudad, para que el agua arrastrase consigo las enfermedades, tal como aparece descrito en las crónicas (Cobo 1990 [1653]: 145-146). Sin embar-go, el cuidadoso lavado que de sus cuerpos reali-zan los peregrinos de Qoyllur Rit’i resulta ajeno a las prácticas tradicionales andinas y parece se-guir al pie de la letra las detalladas instrucciones que el medieval Códice Calixtino guardaba para los peregrinos en arribo a la ciudad de Santiago de Compostela. En este sentido, cabe advertir también en la vestimenta de los ukukus la pre-sencia de porongos y conchas, que son distintivos de los peregrinos jacobeos (Ceruti 2015c). En lo que respecta a los ritos de azote, hemos

el cuello; otras solamente hasta el busto y otras ya se encontraban prácticamente afuera. El re-lato se amplía para poner en evidencia los lazos invisibles que vinculan a los muertos con los vivos. Asevera que un alma que se encontraba casi liberada de su prisión de hielo profetizó que “ya había caído la semilla que daría vida al árbol de cuya madera se haría la cuna don-de dormiría un recién nacido; y que el día que ese recién nacido, una vez adulto, se ordenase sacerdote sería el día de su liberación”.

Consideraciones En trabajos previos hemos puesto nuestra atención en los aspectos de la festividad de Qoyllur Rit’i que parecen remontarse a los tiempos de los Incas y que pueden conectar-se a nivel simbólico y ritual con las ceremo-nias de sacrificio y ofrenda de las capacochas (Ceruti 2003 y Reinhard y Ceruti 2010). En la coreografía de las danzas en el Qoyllur Rit’i se representan simbólicamente gestos de adora-ción y presentación de ofrendas que podrían resultar de antigua inspiración incaica, además de la variedad geográfica representada en las comparsas de danzarines, en la que repercu-ten ecos de la vastedad territorial y étnica del Tawantinsuyu. Por otra parte, las procesiones andinas en alta montaña, que tienen lugar hoy

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Figura 14. Ascenso y descenso del monte Rosa (© Constanza Ceruti).

Figura 13. La autora en una de las cimas del monte Rosa (© Constanza Ceruti).

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andinas. En conclusión, a la luz de las observa-ciones que venimos realizando en los últimos años en torno a la temática de las montañas sa-gradas y los peregrinajes en Europa (figura 13 y 14), se advierte la importancia de no soslayar el aporte de las creencias tradicionales y los ritos propios del mundo rural alpino, herederos de un antiguo sustrato cultural celta y traídos a Améri-ca por conquistadores, misioneros e inmigrantes

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María Constanza Ceruti

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Espacios públicos durante el Período Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina

Ivan [email protected]

LEIBOWICZ, Ivan, 2016. Espacios públicos durante el Período Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 11: 28-42. Lima.

Introducción El objetivo de este trabajo es analizar, desde la posible existencia de múltiples espacios pú-blicos, algunas de las relaciones sociales que se generaban y promovían al habitar los grandes

poblados conglomerados de la Quebrada de Hu-mahuaca durante el Período Intermedio Tardío (PIT) o Periodo de Desarrollo Regional (PDR) (ca. 1250-1450 dC). Para ello, se tomará en con-sideración, a partir del caso del sitio Juella, la

Resumen Se analizarán algunas de las relaciones y prácticas sociales que se generaban y promovían al habitar los grandes poblados conglomerados de la Quebrada de Humahuaca, noroeste de Argentina, durante el Período Intermedio Tardío, PIT, (ca. 1250-1450 dC). Desde los trabajos realizados en el sitio Juella, se observarán características como ubicación, tamaño, visibilidad, accesibilidad y capacidad de grandes recintos o espacios libres de estructuras que pudieran haber funcionado como lugares de reunión o posibles plazas. Esto cobra relevancia a sabiendas de la importancia que tienen las plazas dentro de la concepción espacial andina, como lugares donde se producían y reproducían ideologías, relaciones sociales y de poder. Se discutirán las propiedades de esta diversidad de posibles espacios públicos registrados tanto en Juella como en otros sitios del PIT. Ante este panorama de poblados compuestos por distintos barrios o sectores, los cuales contaban con sus propios espacios abiertos donde se realizaban tareas comunales, rituales o ceremonias, se concluye que la organización espacial de los poblados tardíos en Humahuaca propiciaba, al tiempo que producía y reproducía, relaciones de integración comunal por sobre algún tipo de distinción o jerarquización de personas o grupos.

Palabras claves: Período Intermedio Tardío, Humahuaca, espacios públicos, espacialidad.

Abstract The social relations and practices which were generated and developed among the large populations inhabiting the Humahuaca gorge in northwest Argentina during the Late Intermediate Period (c. AD 1250-1450) are analysed. From the investigations realized at the site of Juella observed characteristics such as placement, size, visibility, accessibility and capacity of the larger buildings and open spaces which could have served for the assembly of groups of people are formulated. This intentionally covers the importance which public squares hold within the Andean concept of space, serving as locals where reproductive ideologies and social power relations are reproduced. The possible properties and diversity of public space is reported on for Juella as well as other Late Intermediate Period sites. In face of this panorama of settlements composed of distinct quarters or sectors, each equipped with its dedicated open space where communal tasks, rituals or ceremonies can be played out, it is concluded that the spatial organisation of the Late Intermediate Period sites, in Humahuaca at times propriated the production and reproduction of relations of communal integration across a type of definition and hierarchization of local individuals and groups.

Keywords: Late Intermediate Period, Humahuaca, public space, spatial.

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Jujuy, Argentina

Ivan Leibowicz

Un paisaje es cultural y natural al mismo tiem-po, conecta valores, modos de percepción y re-presentación, experiencias, artefactos, historias, historias naturales, sueños, identidades, narra-ciones recuerdos (Shanks 2000). El ambiente construido se vuelve, entonces, una expresión de procesos y estructuras mentales culturalmen-te compartidas (Lawrence y Low 1990: 468).No obstante, cabe tener en cuenta que, más allá de los múltiples significados que un espacio o una construcción puede tener para los distintos acto-res involucrados, hay por parte de estos un in-tento de estabilizar, de manipular el significado, de asociarlo a un orden moral, a una ideología (Hutson 2002). Y estos espacios, cargados de sig-nificado, son construidos a través de las tempo-ralidades de actos históricos (Tilley 1996).

Juella El sitio arqueológico Juella se ubica en la Que-brada de Humahuaca, provincia de Jujuy, no-roeste de Argentina (NOA). Se trata de un estre-cho valle, con un ancho que va desde los 30 m a los 3 km, recorrido por el río Grande de Jujuy que se extiende por 150 km, con su extremo norte en el punto donde confluyen el río Cóndor y el de La Cueva para formar el río Grande, en las cer-canías de la localidad de Iturbe (22°55’ Latitud Sur) y con su extremo sur en la ciudad de San Salvador de Jujuy (24°10’ Latitud Sur). Este asentamiento cuenta con una superficie de 6 ha, y se localiza en una quebrada subsidiaria (Juella) de la Quebrada de Humahuaca, 4 km al poniente de la confluencia de ambas, sobre un antiguo cono de deyección en forma de espolón (figura 1). La gran diferencia altitudinal (más de 40 metros) producto de la erosión, entre dicho espolón y el cauce del río, le brinda una posición estratégica. De esta manera, desde la quebrada de Juella y desde el actual poblado, ubicado fren-te al sitio, al otro lado del río, se observan im-ponentes barrancas casi verticales, encima de las cuales se ha edificado el sitio. El antiguo poblado cuenta con alrededor de 420 recintos construidos íntegramente en piedra. Si bien existen distintas formas constructivas, la mayor parte de los muros que componen los recintos del sitio son del tipo doble con relleno, confeccionados con cuarcitas de diversos colo-res (amarillentas, verdes, moradas, grises, etc.) y esquistos negros y grises. Asimismo, una de las características salientes de la arquitectura de

presencia, tamaño y distribución espacial de grandes recintos o espacios libres de estruc-turas que pudieran haber funcionado como lugares de reunión. Estos espacios, que se pre-sentan aplanados y sin construcciones en su in-terior, han sido caracterizados de diversos mo-dos en la literatura arqueológica de los Andes del sur. Algunos de estos recintos comparten propiedades con aquellos que han sido común-mente llamados plazas o espacios públicos, y fueron anteriormente denominados en Juella “ámbitos de participación comunitaria” (Niel-sen et al. 2004). Las plazas son, dentro de la concepción espa-cial andina, lugares de suma importancia don-de se producían y reproducían ideologías, rela-ciones sociales y de poder. Allí se desarrollaban distintas ceremonias y celebraciones donde, entre otras cosas, se redistribuían bienes y se ofrecían grandes cantidades de comidas y be-bidas. Por ello, se considera que es importan-te intentar identificar la presencia o no de este tipo de espacios.

Algunos conceptos teóricos Dado que en trabajos anteriores se ha desarro-llado este tópico ampliamente (Leibowicz 2007 y 2012b), se dará cuenta de modo breve de los principales conceptos teóricos relacionados a la espacialidad y el paisaje, que han guiado esta investigación. En primer lugar, se entiende que los lugares y los paisajes donde se realizan determinadas prácticas sociales, o donde se plasman ciertas relaciones sociales, son parte constitutiva de las mismas. De esta manera, las acciones y relaciones sociales y el espacio se constituyen en una relación dialéctica; don-de las primeras moldean paisajes y lugares al tiempo que el segundo produce y reproduce re-laciones sociales, prácticas e identidades (Soja 1989). Se crea así un sistema de significación a través del cual la sociedad se reproduce y transforma (Tilley 1994), donde el significado se produce a través del funcionamiento diná-mico de las relaciones entre personas, cosas y lugares (Thomas 2001: 180). Las disputas por el poder, por imponer discursos, percepciones, formas de entender el mundo, tienen su corre-lato espacial, de modo que la construcción de estructuras y espacios es siempre, en mayor o menor medida, un acto político e ideológico (Miller y Tilley 1983).

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este asentamiento, en comparación con los otros grandes conglomerados de la región (Los Amarillos, Pukara de Tilcara, La Huerta), es la presencia de recintos con alguna de sus esqui-nas redondeadas. Se ha caracterizado a este sitio, de acuerdo a los materiales muebles e inmuebles allí encon-trados y a los fechados radiocarbónicos obte-nidos (tabla 1), como perteneciente exclusiva-mente al PIT. Resulta notable, en relación al contexto regional, la casi total ausencia de ele-mentos que nos permitan vislumbrar tanto una presencia incaica como ocupaciones más tem-pranas (Cigliano 1967; Pelissero 1969; Nielsen et al. 2004; Leibowicz 2012a y 2013a).

Espacios públicos en Humahuaca, algu-nos antecedentes Este trabajo se inserta en una discusión más amplia que es la caracterización que se ha dado en la arqueología argentina a las sociedades

del PIT en el NOA. Ésta ha sido la de un período signado por una competencia entre sitios y una situación de conflicto bélico endémico producto de un importante crecimiento demográfico y de la competencia por bienes de subsistencia (Niel-sen 1996 y Palma 1998 y 2000). Esta postura, que sugiere que durante dicho período se habría dado en la región una creciente estratificación social y situaciones de competencia por lideraz-gos (Palma 2000), se basa en varios y diferentes estudios. Los mismos se centraron en la posible existencia de jerarquías entre sitios (Albeck 1992 y Palma 1998), en el análisis de los materia-les asociados a tumbas y estructuras funerarias (Palma 1993) y las posibilidades de explotación económica (Olivera y Palma 1986 y Albeck 1992). Sin embargo, nuestros análisis y los de otros in-vestigadores (Nielsen 2006; Acuto 2007 y 2008; Leibowicz 2007, 2012a, 2012b, 2013a y 2013b; Leoni y Acuto 2008; Vaquer 2010; entre otros) han comenzado a cuestionar esta postura desde

Figura 1. Ubicación geográfica de Juella y vista del sitio desde el rio.

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la evidencia material. Tanto arqueológica como etnográficamente, y dentro de la concepción espacial andina, las plazas son lugares de crucial importancia. Han tenido, y aún tienen, una gran y significativa importancia cultural, siendo escenarios de ri-tuales claves donde se combinan alocuciones, danzas, la ejecución de música tradicional y el consumo conspicuo de alimentos y bebidas. Es-tas ceremonias se constituían como elementos fundamentales para la reproducción de la so-ciedad ya que allí se fusionaban comunidades, validaban distinciones sociales y restablecían cosmogonías (Moore 1996a: 792). Por ello, es importante tener en cuenta que estos espacios a menudo tienen un diseño formalizado, se ubi-can en lugares centrales de los asentamientos y suelen estar relacionados con arquitectura pú-blica y de poder (Acuto 2007: 81). A partir de la propia experiencia en el terreno y

el análisis de distintos trabajos realizados en si-tios conglomerados de la región, se sintetizará la información conocida sobre posibles espacios públicos en los grandes asentamientos huma-huaqueños. En Los Amarillos, el conglomerado más impor-tante de la región durante el PIT, Nielsen (1995, 1996 y 2006) destaca la presencia de una jerar-quía de espacios públicos, donde las principales vías de circulación del sitio convergen en un sec-tor central, dotado de varias plazas. No obstante, es importante tener en cuenta que también re-marca la existencia de espacios públicos simples distribuidos en distintos sectores residenciales periféricos. A raíz de esto, denomina a esta es-tructura como “polinuclear compleja” (Nielsen 1996). En el mismo sitio, Taboada y Angiorama (2003a y 2003b) se adhieren a la idea de que existen barrios o sectores, dando lugar a una zo-nificación, aparentemente funcional, donde se

Tabla 1. Total de fechados radiocarbónicos de Juella. Calibrados con el programa OxCal teniendo en cuenta la curva de calibración para el Hemisferio Sur (Hogg et al. 2013).

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Tabla 2. Espacios de gran tamaño en Juella.

reconocen grandes áreas reservadas a habi-tación y actividades domésticas. Es similar el caso de Volcán donde, de acuerdo a los autores que lo investigaron (Garay de Fumagalli 1998; Cremonte y Nieva 2003; Cremonte 2006) el registro arquitectónico y espacial se presenta como homogéneo, con recintos y patios con similares formas y técnicas constructivas, y es-tructuras de mayor tamaño que podrían ser ca-racterizadas como espacios públicos repartidos por todo el asentamiento. En el caso del Pukara de Tilcara se registra-ría una situación similar, con la existencia de por lo menos 6 plazas pequeñas vinculadas con los principales caminos del asentamiento que organizaban el espacio urbano del sitio (Zabur-lín 2009: 96-99). Mientras que las viviendas se agrupaban en conjuntos similares a barrios delimitados por muros con uno o dos accesos (Zaburlín 2009: 99). Otro caso relevante, es el de La Huerta, espe-cíficamente el sector B del asentamiento. Dicho sector cuenta con una extensión de 2 ha (sobre una superficie total de 8 ha) y se corresponde con los inicios de la ocupación del sitio, alre-dedor del 800 dC. Este sector cuenta con con-juntos de recintos relacionados a los momen-tos pre incaicos, los cuales según las dataciones radiocarbónicas, se mantuvieron ocupados durante la época Inca e incluso hasta la con-quista española. Una de las características más salientes de este sector es que sobre la base de

la técnica constructiva de los recintos y la cultura material hallada en su interior, no es posible in-ferir algún tipo de distinción social (Palma 1998 y Leibowicz 2007). En cuanto a su organización espacial, puede decirse que se trata de un espacio construido cuya principal característica es la aglomeración de recintos y la enmarañada distribución de los mismos (Leibowicz 2007). Estos conjuntos se encuentran separados entre sí por una serie de caminos que los cortan transversalmente. Acuto (2007) destaca, a la hora de analizar distintos as-pectos de las sociedades del PIT, que “En cada uno de estos módulos hay más de una estructura grande que pudo perfectamente haber servido como espacio público o de reuniones” y que “es posible que cada uno de estos conjuntos edilicios tan definidos haya sido el espacio de vivienda y actividades de familias extensas o facciones po-líticas que convivían en un mismo lugar, pero que también competían, dentro de los límites de la estructura social, por obtener seguidores y acumular poder” (2007: 83). Por otra parte, este mismo poblado, La Huerta, brinda un claro ejemplo de lo que es un espacio público con un diseño formalizado, que ocupa un lugar central del asentamiento y que está relacio-nado con arquitectura pública y de poder. Pero este espacio no corresponde al PIT sino que fue construido durante la etapa de dominación Inca del sitio. Dicha plaza cuenta con una superficie de aproximadamente 1000 m², se encuentra en

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Figura 2. Espacios grandes y abiertos en Juella. Modificado de Nielsen et al. 2004.

la zona central, está rodeada de algunos muros que sobrepasan el metro de altura y está íntima-mente relacionada con los principales edificios Incas del poblado (Leibowicz 2007, 2012b).

Grandes espacios libres y despejados en Juella A lo largo del trazado del sitio, existen diver-sos espacios que cuentan con un tamaño supe-rior a los recintos que pueden denominarse de habitación o aquellos que merecerían el apela-tivo de patios. De los 11 grandes espacios que se tratarán en este trabajo, 10 se encuentran deli-mitados por muros y, si bien la mayoría de ellos cuenta con una planta rectangular, es menes-ter destacar la variabilidad de formas y tama-ños con que cuentan. No obstante cabe aclarar que debido a que algunos de estos espacios se

encuentran adosados o comunicados entre sí, el número de espacios individuales y conjuntos a analizares es de 8. Dicha variabilidad en dimen-sión, ubicación y forma puede sintetizarse a par-tir de la siguiente tabla (tabla 2) y graficarse en el plano del sitio (figura 2). Estos y otros espacios fueron caracterizados tempranamente por Cigliano (1967) como cam-pos de cultivo. Este autor basa esta idea en la excavación del R35, un recinto ubicado en la par-te central del sitio y más pequeño que aquellos descriptos en la tabla y resaltados en el plano del sitio, con una superficie de 125 m². En relación a la excavación del recinto, Cigliano (1967) se-ñala que en la parte superior del sedimento de relleno se encontraron escasos fragmentos de huesos y cerámicas, de estilos pertenecientes al PIT, que correspondían a material rodado desde

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Figura 3. Recinto 101 de Juella. Extremo este.

el exterior. Posteriormente remarca la ausencia de estratos que puedan ser caracterizados como piso de ocupación. Asimismo, descarta la posi-ble utilización de estos recintos como corrales al no hallar allí restos de guano. Este panorama lo lleva a sugerir que estos espacios habrían sido utilizados para “cultivos a temporal” (1967: 161). Esta idea fue descartada por otros investiga-dores a comienzos de este siglo (Nielsen et al. 2004: 98); no obstante, se realizaron excavacio-nes en tres de estos grandes recintos con el fin de determinar o no la viabilidad de aquella idea de Cigliano. Así, se efectuaron recolecciones su-perficiales y sondeos exploratorios en los R101, R102 y R103. Como resultado de estas activida-des puede afirmarse que es casi total la ausencia de material en superficie (si se los compara con el resto de las habitaciones), así como también es nula la presencia de algún tipo de evidencia

arqueológica en los sondeos estratigráficos. Asi-mismo, debe destacarse que la matriz sedimen-taria de estos recintos era diferente a la de los de menor tamaño excavados (como el R94 y R100) (Leibowicz 2012a y 2013a), presentándose como más arenosa y ausente de clastos. Los resultados de estos sondeos también fue-ron importantes para descartar la funcionalidad que Pelissero (1969) adjudicó a algunos de estos grandes recintos (como corrales donde se ence-rraría el ganado), fundamentalmente a aquellos ubicados en el sector meridional del asentamien-to. Por un lado, y al igual que Cigliano en el R35, se destaca la ausencia de restos, tanto aislados como en forma de capa, de guano o coprolitos. Por otra parte, la instalación de corrales en esta parte del sitio debió resultar complicada para la vida cotidiana, ya que de esta manera los ca-mélidos deberían circular a través de todo el

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varios muros, que según su ubicación cuentan con diferentes alturas. Por ejemplo, los muros que miran hacia el poniente son muy bajos y se encuentran más afectados por el derrumbe, al tiempo que es el sector donde la vegetación es más abundante. Esta característica provoca que la posible entrada a este espacio, situada de acuerdo al plano de Nielsen y colaboradores (2004) en este sector, no haya podido ser identi-ficada en visitas posteriores. A su vez, el extenso muro que mira hacia el sur cuenta, de acuerdo a la inclinación del terreno, con una altura míni-ma, prácticamente al ras del piso hacia el interior del recinto mientras que visto desde afuera (en dirección norte) el muro se eleva algo más de un metro. En la parte central del asentamiento se encuen-tran las estructuras R102, R103, R231 y R277, a las que se suma un espacio libre (contiguo al R231) que no ha sido caracterizado como recinto, debido a la ausencia de muros que lo delimiten y su forma irregular. No obstante, este espacio (dado su tamaño) podría servir como un lugar de reunión. El R102 cuenta con su muro Este ubicado a la vera de uno de los principales caminos que atra-viesan el sitio (figura 4). Sin embargo, el único acceso al recinto no está allí, sino que se halla a 25 m del camino, teniendo que atravesar por lo me-nos 4 recintos para llegar hasta él. Por otra par-te, los muros bajos del recinto lo hacen accesible visualmente desde los recintos que lo circundan y desde aquellos que se evidencian al otro lado del camino. Cabe mencionar, que los restos de las antiguas paredes tienen en la actualidad una altura (vistos desde el camino) de no más de 25 cm y que la potencia cultural del recinto (calcu-lada a partir de los sondeos antes mencionados) no excede los 30 cm de profundidad. Asimismo, Nielsen y colaboradores (2004) destacan que los caminos principales del sitio se construyeron en un único evento, donde se rellenó su superficie con 1,5 metros de piedras y tierra. El R103 no cuenta con un vano de acceso y se halla a 10 m del camino principal. Se encuentra articulado con un grupo de 9 recintos que lo cir-cundan por tres de sus cuatro costados. En el caso del R231 tampoco ha podido iden-tificarse un acceso. Se localiza sobre otro de los caminos principales y presenta pequeños recin-tos adosados por dos de sus lados. Hacia el no-roeste se está el espacio libre antes mencionado,

asentamiento para ingresar y/o salir del mis-mo. Si bien el ancho de las principales vías de circulación podría permitir la circulación de animales, la ausencia de accesos a los grandes recintos desde estos caminos conspiraría con-tra una posible utilización de los mismos como corrales. Asimismo, es importante tener en cuenta que rara vez en este tipo de asentamien-tos la gente ubica los corrales entre medio de las casas. Hemos detectado espacios similares a estos en otro gran asentamiento de la región como La Huerta (tanto en el sector B como en el C, según Palma 1998). Se trata de grandes espa-cios, delimitados por muros, que no presentan material en superficie. Al igual que en Juella, se realizaron allí sondeos exploratorios buscando algún tipo de evidencia que nos orientase so-bre su funcionalidad. Y del mismo modo, estas excavaciones no aportaron material cultural alguno. A continuación se describirán brevemente, siguiendo un orden norte-sur, algunas caracte-rísticas de estos grandes espacios de Juella. En la entrada del asentamiento, localizada en el extremo septentrional del mismo, está el R1. Este espacio ha sido caracterizado por Ciglia-no (1967) como un posible corral de llamas, y cuenta con una puerta cuidadosamente con-feccionada con rocas con sus caras elegidas. Es interesante notar que en La Huerta existe un recinto que comparte muchas características con éste. El R1 de La Huerta se encuentra en la entrada al sitio, cuenta con un acceso clara-mente delimitado y al igual que el R1 de Jue-lla fue caracterizado como un corral de llamas por quienes lo investigaron en el pasado (Ra-ffino 1993). Asimismo, Nielsen y colaborado-res (2004) destacan que esta asociación entre corrales y accesos se observa en otros asenta-mientos tardíos de la región como Los Amari-llos, Pukará de Tilcara y Papachacra. El mayor de estos espacios circundados por muros es el R101 (figura 3), siendo éste, jun-to al R1 los únicos de esta magnitud ubicados en la parte más septentrional del sitio. Este recinto se encuentra cercano, a solo 10 metros de distancia, de la zona central libre de cons-trucciones, sobre un sector deprimido del asen-tamiento. Es un gran espacio plano de forma irregular, que cuenta con una superficie aproxi-mada de 660 m². Se encuentra delimitado por

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Figura 4. Plano de Juella con la posible circulación intrasitio y los accesos a los grandes recintos.

el cual no fue caracterizado como otro recin-to por estar delimitado por las caras externas de los muros de las estructuras que lo rodean. Como en los casos anteriores, los muros de estos espacios son bajos, generando áreas permeables sensorialmente. El R277 se localiza en un sector donde el espo-lón sobre el cual se edificó el sitio se angosta de manera considerable. A su alrededor, por tres de sus cuatro costados, está rodeado por espa-cios sin construcciones que actualmente están invadidos por vegetación autóctona; mien-tras que un conjunto de 5 recintos se articula con este gran espacio por el sector noroeste. Este recinto al igual que otros tampoco cuen-ta con un vano de acceso formal actualmente identificable.

Finalmente en el sector Sur del sitio se ubican los R320 y R334. Cabe destacar que aquí se loca-lizan dos recintos adosados a R320 algo menores que él, pero que igualmente se destacan por su tamaño al compararlos con el resto de las estruc-turas. Se trata de los R298 y R299 que tienen superficies de 180 y 130 m² respectivamente. Este par de recintos se encuentran conforman-do un conjunto, estando sólo separados por un muro doble de baja altura, por lo que los consi-deraré como una unidad. Además, están sepa-rados solo por un estrecho corredor del R320. En esa suerte de pasillo, exite el único acceso identificado al R320, a unos 20 m de distancia del camino principal, que surca ese sector del sitio. Aparte del corredor mencionado, uno de los lados del R320 se encuentra sobre el camino,

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los grandes recintos del sitio, es sumamente irregular. A esto se suma la inclinación misma del sector, que acompaña en sentido norte-sur la pendiente natural del espolón sobre el que se edificó el sitio. De esta manera, aquello que en la bidimensionalidad del plano puede ser visto como un espacio libre y abierto, en donde po-drían confluir los caminos que atraviesan lon-gitudinalmente el sitio, presenta características muy diferentes al recorrer el terreno. Asimismo, Nielsen y colaboradores (2004) pro-ponen que, además de este sector libre de estruc-turas, existe otro espacio que podría ser caracte-rizado como la plaza del sitio. Se trata de aquel que hemos denominado R101, ubicado, en un nivel altitudinal más bajo, a escasos metros del gran espacio sin construcciones. Como se men-cionó anteriormente, el R101 es un recinto de gran tamaño (660 m²), delimitado por muros y con su superficie aplanada. A su alrededor solo hay recintos en dirección oeste, justamente don-de se encuentra el único acceso documentado. Por el resto de los lados hay espacios libres de construcciones, los que se encuentran en distin-tos niveles altitudinales (más altos al norte, más bajos al sur). Asimismo, debe tenerse en cuenta la capacidad de la estructura para albergar per-sonas en algún tipo de ceremonia. Tsukamoto y colaboradores (2012) plantean que cada par-ticipante de rituales públicos ocuparía una su-perficie de 1 m². Sin embargo esto se aplicaría a ceremonias o rituales donde existe alguna clase de escenario sobre elevado, el cual es observado desde lo bajo por una multitud apiñada (Inomata 2006 y Kergaravat 2013). De acuerdo con Moo-re (1996b), en el caso de Juella y otros poblados andinos se considera más apropiado calcular la capacidad de la estructura con relación al tama-ño promedio de las unidades domésticas. De este modo, ante un tamaño promedio de 19.13 m² de las habitaciones de Juella (Leibowicz 2012a), el R101 podría albergar 34 unidades domésticas que representan el 11.88% de las 410 habitacio-nes registradas en el sitio. Así, la capacidad del R101, siguiendo los parámetros propuestos por Moore (1996b) puede ser considerada baja, es decir que es capaz de albergar a menos del 25% de las unidades domesticas del sitio. Moore (1996a: 790) sostiene que el tamaño, la localización y los patrones de acceso a un espacio público producen diferentes modos de interac-ción humanas. Por ello, creemos que es posible

mientras que por los dos restantes se hallan recintos de diversos tamaños. A su vez, el acce-so al conjunto integrado por los R298 y R 299 se ubica en éste último, en el lado opuesto al R320, a unos 15 m del camino principal. Se tra-ta de dos posibles entradas en las discontinui-dades de un muro bajo. El R334 se localiza sobre el camino principal, en una intersección entre aquel y un corredor en el lado norte de R334. No tiene accesos iden-tificados y está rodeado, en sus lados restantes, de recintos de distinto tamaño, con algunos de los cuales comparte muros anchos que permi-tirían su utilización como vías de circulación. Puede observarse, entonces, que estos espa-cios cuentan como máximo con una entrada (otros no tienen ninguna) y que esta nunca se localiza sobre las principales vías de circulación del asentamiento, aunque alguno de los muros del recinto sí.

¿Posibles plazas en Juella? De acuerdo a sus propiedades morfológicas y espaciales, algunos de los espacios aquí descri-tos, comparten ciertas características con otros que han sido denominados, en la literatura ar-queológica de los Andes del sur, como plazas o espacios públicos. Particularmente en Jue-lla, Nielsen y colaboradores (2004) los llaman “ámbitos de participación comunitaria”. Niel-sen (2006) identifica como espacios públicos claramente definidos a grandes áreas despe-jadas, que se recortan manifiestamente dentro de la densa red de edificación de los conglome-rados. De este modo, y siguiendo esta concep-tualización, considera que en Juella existe una plaza notoriamente delimitada en una zona del sitio, identificando como un espacio público claramente definido a un sector sin construc-ciones en la parte norte del asentamiento. Observando el plano del sitio este sector se presenta como un posible lugar de reunión o encuentro, un espacio libre entre las enmara-ñadas estructuras que se recorta entre las edifi-caciones. Sin embargo, esta idea no se sostiene de la misma manera al analizarla sobre el terre-no. Al caminar por ese sector, puede observarse que este espacio libre de estructuras, lejos de ser un lugar plano, se eleva como una suerte de cresta entre dos sectores más deprimidos que cuentan con gran cantidad de edificaciones (fi-gura 5). Este espacio elevado, a diferencia de

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Figura 5. Espacio libre de construcciones y sectores con estructuras a sus lados. Modificado de Nielsen et al. 2004.

considerar que, de acuerdo al tamaño y capaci-dad de albergar personas en una festividad, su ubicación dentro del trazado del asentamien-to, a su articulación con los recintos cercanos y los caminos, y con el posible lugar donde se encuentra su entrada, esta estructura, antes que ser la plaza de todo el sitio, podría estar corres-pondiendo al espacio de reunión de un sector o grupo del poblado.

Discusión En virtud del panorama planteado, puede ob-servarse que estos grandes espacios de Juella, presentan varias diferencias y algunas similitu-des con otros casos de los Andes del sur, como por ejemplo aquellos que presenta Nielsen (2006) al analizar la relación entre espacios pú

blicos y el culto a los antepasados en las plazas de Los Amarillos en Humahuaca y la de Laqaya en Lípez, sur de Bolivia. Los posibles espacios públi-cos de Juella cuentan con similar tamaño (entre sí) y si bien su tamaño es superior a los patios y recintos de habitación, no tienen “capacidad excepcional en relación al contexto edilicio, alta visibilidad (tanto exposición como dominio vi-sual en relación a las instalaciones) y centrali-dad en las redes de circulación” (Nielsen 2006: 64). Asimismo, a diferencia de otras plazas a lo largo de los Andes no se ha registrado en Juella la presencia de chullpas o algún tipo de monolito o wanka, así como no se han documentado entie-rros o arquitectura funeraria. Leoni y Acuto (2008) sostienen en relación a este fenómeno, que la existencia de varias plazas

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Espacios públicos durante el Período Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina

Ivan Leibowicz

manera, con similares técnicas constructivas, que tienen tamaños semejantes, y que para su edificación se utilizaron los mismos materiales. Por otra parte, no se han observado particulari-dades al momento de acceder a, o circular por, los asentamientos. En otros trabajos se analizaron las característi-cas arquitectónicas y espaciales de los patios y las habitaciones, identificando a estos espacios como ámbitos fuertemente permeables, sensi-bles de ser penetrados tanto visual como auditiva y corporalmente, otorgándoles de este modo un carácter integrador a nivel familiar y comunal (Leibowicz 2012a). Es por ello que, buscando ex-plicaciones alternativas que puedan sostenerse desde la evidencia material, se considera que la espacialidad y materialidad analizada puede dar cuenta justamente de mecanismos sociales que impiden los intentos de diferenciación social, de dispositivos reguladores que tienden a mantener un orden, en este caso una cierta homogenei-dad social y material. Las personas nacían y se criaban en una sociedad donde, antes que vivir diariamente en contextos de diferenciación o se-gregación social, el diseño de los poblados y las actividades allí desarrolladas, promovían el co-nocerse, encontrarse y compartir. La configuración arquitectónica y espacial del asentamiento enfatiza la proximidad espacial, y esta característica se convierte en un elemento crucial y determinante en la formación de iden-tidades (Jones 2005). Debe tenerse en cuenta, que la fusión y la dispersión de los asentamien-tos son categorías que están relacionadas con la densidad de las redes sociales y la regularidad de la interacción social. Así, distintos modos de habitar crearán e inculcarán formas diferentes de relacionarse y diferentes tipos de personas (Jones 2005). De esta manera, la redundancia y uniformidad material, la falta de diferencias sig-nificativas, la cercanía física y perceptiva de las unidades domésticas, originaba una forma de habitar que enfatizaba una forma de vida social comunitaria y fuertemente integrada. Y en este contexto las festividades y ceremonias realizadas en estos espacios públicos son elementos claves en la creación y reproducción de esta ideología, donde el conocimiento se torna visible y accesible a todos los integrantes de la comunidad, dando forma a un saber y sentimiento comunal (Bender et al. 1997). Allí se pone en juego, y se intenta re-producir, la representación que la sociedad tiene

o grandes espacios abiertos en distintos sitios del PIT en el NOA, pudo tener que ver con ten-siones y luchas por obtener poder y jerarquía, donde en estos espacios, distintos grupos o facciones pudieron hacer fiestas y redistribuir bienes, probablemente para ganar adeptos y fomentar el surgimiento de algún tipo de pres-tigio y poder. Por ello, antes de caracterizar a este espacio como “la plaza” del sitio, puede pensarse en la existencia de distintas facciones en tensión, de distintos grupos, tal vez unidos consanguíneamente, habitando el sitio y com-pitiendo por un incipiente liderazgo. Un sitio compuesto, con sus barrios o sectores, los cua-les contaban con sus propios espacios abiertos y/o públicos donde se realizaban tareas comu-nales, rituales o ceremonias. Esta idea cobra mayor vigor si se tiene en cuenta que en Juella se han contabilizado once espacios (conformando 8 conjuntos) que res-ponden a esta categoría de espacios abiertos, de gran tamaño, rodeados de estructuras ha-bitacionales, con accesos restringidos y vin-culados a espacios de circulación intra-sector. Siguiendo este planteo, las plazas pueden ser, en el caso de estas sociedades, simplemente espacios para la interacción humana, áreas no domesticas sin techar y elementos reconocibles en el ambiente construido (Moore 1996a: 789). A su vez, esta multiplicidad y diversidad de po-sibles espacios públicos registrados tanto en Juella como en otros sitios del PIT de Huma-huaca, y ciertas características espaciales como los “barrios” localizados en los trazados de los poblados, estarían en consonancia con otras características arquitectónicas y espaciales de los asentamientos. En primer lugar, es importante mencionar que tanto los distintos tipos de análisis que se han efectuado en Juella y en La Huerta (Leibowi-cz 2007, 2009, 2012a, 2012b), como aquellos realizados por distintos investigadores en los otros sitios mencionados, no han mostrado distinciones o singularidades que reflejen o generen una jerarquización entre las diversas construcciones, al interior de cada comunidad. Tampoco se ha documentado en la región la presencia de arquitectura de tipo monumental, ni la existencia de espacios claramente centra-lizados. Por el contrario, se ha podido mensu-rar y observar que las casas y estos grandes es-pacios están esencialmente hechos de la misma

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por el momento, relaciones donde un grupo o determinados individuos se encuentran en con-diciones de adueñarse de parte de la producción social en beneficio propio.

Agradecimientos Agradezco a la comunidad de Juella por permi-tirme desarrollar mis labores allí. A Alejandro Ferrari, Marisa Kergaravat y Cristian Jacob por la lectura del manuscrito y sus valiosos comen-tarios. Este trabajo contó con el apoyo, median-te el otorgamiento de Becas Postdoctorales, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET-Argentina) y del Programa de Becas Posdoctorales de la Universidad Nacio-nal Autónoma de México (UNAM –México).

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de sí misma, donde el colectivo se impone sobre las visiones individuales y se crea y recrea un sentimiento de comunidad (Leibowicz 2013b). Por ello, entendemos que la organización es-pacial de los poblados tardíos en Humahuaca propicia, al tiempo que produce y reproduce, relaciones de comunalidad e incluso sensacio-nes de igualdad, generando mecanismos de solidaridad e inclusión social por sobre algún tipo de distinción o jerarquización de personas o grupos. Por otra parte, de acuerdo al contexto regional, a la evidencia material recolectada y a los fechados radiocarbónicos obtenidos, Jue-lla, como poblado de importante magnitud en la zona, debió conformarse alrededor del año 1250 dC (Nielsen et al. 2004); y en este nue-vo poblado, siguiendo los patrones propuestos para el poblamiento de la etapa anterior en la región (Nielsen 1996 y 1997 y Rivolta 1997 y 2007), debieron integrarse diversas comuni-dades menores que vivían separadas en sitios de menor tamaño. Estas comunidades, que evidentemente compartían códigos culturales en común, debieron tener también sus diferen-cias, las cuales se manifestarían de alguna ma-nera, como puede ser la existencia de múltiples espacios de reunión, a lo largo de este proceso integrador. Dicho proceso de formación de un nuevo y gran poblado, debió implicar cambios al interior de las comunidades; y en la interac-ción con sus nuevos vecinos debieron existir tanto relaciones de integración como situacio-nes de tensión o conflicto. No puede hablarse, entonces, de una unidad monolítica a nivel sociocultural, y tal vez algu-nas de las sutiles diferencias observables a nivel arquitectónico en el interior de los sitios, como la multiplicidad de posibles espacios públicos, las que no se consideran suficientes como para hablar de sectores delimitados por diferencias sociales o de estatus, podrían dar cuenta de es-tas pequeñas diferencias en la comunidad. Por ende, queda claro que no se tiene una visión idealizada de esta sociedad, ya que por más igua-litaria que sea, o pretenda ser, siempre existen conflictos de distinto tipo y magnitud, así como individuos que intentarán sobresalir o distin-guirse del resto, y apropiarse u obtener algún beneficio material. Sin embargo, la evidencia arqueológica con la que se cuenta, y se ha pre-sentado aquí, tanto a nivel espacial como mate-rial, no brinda testimonio ni permite observar,

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Análisis de arte rupestre en el Qhapaq Ñan: dominación y conquista ritual Inca en Famatina (La Rioja, Argentina)1

Sergio [email protected]

MARTIN, Sergio, 2016. Análisis de arte rupestre en el Qhapaq Ñan: dominación y conquista ritual Inca en Famatina (La Rioja, Argentina). Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 11: 43-61. Lima.

Introducción Buscar una asociación entre el Qhapaq Ñan y el arte rupestre Inca no es una tarea simple, debido a que las manifestaciones artísticas del imperio continúan siendo hasta la actualidad un interrogante para muchas áreas (Hostnig 2008) y un interesante punto de discusión

1 Una primer versión reducida del trabajo fue pre-sentada en el marco del XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina celebrado en Mendoza, 2010, y publicado en los Resúmenes Expandidos, Tomo III/V: 1309-1314, con el título: “La conquista del símbolo: Análisis espacial de arte rupestre en el

dentro de los estudios andinos. La escasez de prospecciones sistemáticas, la falta de releva-mientos y un escaso interés por estos registros han hecho que en ciertas regiones del Kollasuyu,

área del Qhapaq Ñan (Campanas-Famatina- La Rio-ja)”. El artículo presentado aquí ha recibido modifica-ciones sustanciales. 2 Utilizamos el término grabado, petrograbado y/o petroglifo indistintamente para referirnos a las dife-rentes técnicas de sustracción realizadas sobre una superficie rocosa con el objeto de plasmar simbólica-mente diseños o dibujos que pudieron cumplir diver-sas funciones en la historia de un espacio geográfico determinado.

Resumen En Famatina, La Rioja-Argentina, relevamos concentraciones de rocas con grabados dispersas en el ámbito del Qhapaq Ñan. Nuestros objetivos principales fueron establecer si los petrograbados estaban ubicados en función de la red vial Inca; si ocupaban áreas de tránsito sobre sendas de poblaciones locales preexistentes a los caminos del imperio o si las rocas grabadas se distribuían aleatoriamente desde momentos preincaicos en territorios que el Qhapaq Ñan luego atravesaría. Los resultados permitieron realizar inferencias sobre la ubicación espacial de los bloques relevados, afianzar datos sobre los estilos de los motivos representados, proponer una cronología anterior a la época imperial y sugerir al Qhapaq Ñan como otro elemento utilizado por los Incas en la estratégica dominación de las poblaciones ubicadas al sur del kollasuyu.

Palabras claves: Qhapaq Ñan, arte rupestre, arqueología andina, camino Inca.

Abstract We unveil a group of rocks with dispersed rock art elements in close proximity to the Great Inca Road (Qhapaq Ñan) in Famatina, La Rioja, Argentina. Our principal objectives were to establish whether these occupied transit space associated with imperial road, superimposed on earlier road and settlement systems or whether the rock art was associated with pre-Inca developments across territories subsequently traversed by the Qhapaq Ñan. Our results have permitted us to make inferences regarding the spatial distribution of the blocks discovered and secure data regarding styles and design motives used, as well resulting in a chronology preceding the imperial epoch road which constituted another element in the subsequent Inca strategy of domination of the peoples residing in southern Kollasuyu.

Keywords: Qhapaq Ñan/Great Inca Road, rock art, Andean archaeology, Inca road.

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44Análisis de arte rupestre en el Qhapaq Ñan: dominación y conquista ritual Inca en Famatina

(La Rioja, Argentina)

Sergio Martin

Figura 1a: Ubicación del área de estudio, los sitios arqueológicos y las localidades mencionadas en el texto.

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REVISTA HAUCAYPATA

hasta hace unos pocos años, no se pudieran visibilizar asociaciones claras entre estas ma-nifestaciones artísticas y los Incas (Schobinger y Gradín 1985: 78; Berenguer 1999: 44; Her-nández Llosas 2001: 431; Berenguer 2004: 93, Strecker 2012; entre otros). Este fenómeno fue común a diversas regiones del Tahuantinsuyo y la identificación del arte rupestre incaico siguió procesos semejantes, que recién en la actuali-dad están revirtiéndose a raíz de la interdisci-plinariedad aplicada, de nuevas perspectivas teórico-metodológicas y de avances sustan-ciales para interpretar la complejidad de estos contextos (Hostnig 2006 y 2008; Tantaleán y Pinedo 2009; Falcón 2012). En el extremo más meridional del área de in-fluencia incaica, los análisis de motivos con-siderados como propios dentro de este perio-do, se realizaron fundamentalmente desde un abordaje estilístico y han reflejado diversidad de opiniones (Sepúlveda 2004 y 2008; Tron-coso 2004; Valenzuela et al. 2004; Berenguer et al. 2007; Rivera Casanovas 2011; Leibowicz et al. 2015), sobre todo en Chile, que fue el lugar

en donde más trabajos se realizaron (Falcón 2012) y en el que se fueron aplicando nuevas es-trategias para abordar este registro (Sepúlveda y Valenzuela 2012). En los inicios de las investigaciones del no-roeste Argentino (NOA), el arte rupestre Inca fue interpretado como un reflejo de la conquista del incanato (Ambrosetti 1895). Sin embargo, las asociaciones directas entre sitios incaicos y ma-nifestaciones pictográficas de indudable autoría imperial también son escasas. Tal exigüidad de información y su consecuente desconocimiento podría estar condicionado por: a. La falta de proyectos orientados al estudio de este tipo de componente arqueológico (Hernán-dez Llosas 2006: 30). b. Las condiciones de respuesta a los diferentes procesos erosivos que actúan sobre sus soportes (Hernández Llosas 2006: 30). c. Un registro menos profuso en la zona austral del imperio (Hernández Llosas 2006: 30). d. El breve lapso de tiempo que duró la ocu-pación Inca y su dificultad para separarla de los momentos anteriores y posteriores a esta

Figura 1b. Ubicación relativa del sector de prospecciones y registro de los grabados en el Qhapaq Ñan de Famatina.

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(La Rioja, Argentina)

Sergio Martin

(Hernández Llosas 2001: 431; Berenguer et al. 2007: 47; Rivera Casanovas 2011: 164). e. Sesgos producidos por las alteraciones an-trópicas3 (Martín 2002). f. La imposibilidad de obtener fechados preci-sos sobre los grabados o petroglifos (Berenguer et al. 2007: 47; Callegari 2001: 19). Aunque en algunas regiones del NOA la com-binación de elementos como el paisaje, los símbolos y los análisis de estilos contribuye-ron para aproximarnos al uso simbólico de es-tos espacios durante el período expansivo del Inca (Hernández Llosas 2006; Williams 2008; Ruiz y Chorolque 2012; Leibowicz et al. 2015), un poco más al sur, en nuestra área de estudio ubicada en las inmediaciones de la Sierra de Famatina (figura 1a y 1b) las expresiones cul-turales materializadas en los grabados hallados sobre la gran red vial Inca aún no permitían de-finir sus orígenes. A continuación mencionaremos los antece-dentes conocidos sobre grabados y su asocia-ción con el Qhapaq Ñan. Luego señalaremos brevemente el estado actual del arte rupestre a nivel regional, para inmediatamente desa-rrollar los aspectos metodológicos aplicados y concluir con los resultados obtenidos y las pre-sunciones que el registro rupestre vial genera en nuestra área de estudio.

Por los caminos del arte: los petrograba-dos y el Qhapaq Ñan Si consideramos las importantes distancias prospectadas por los estudiosos de los caminos (Strube 1963; De la Fuente 1971; Niemeyer y Rivera 1983; Hyslop 1984 y 1992; Vitry 2000) podremos observar que la relación entre el arte rupestre Inca y el Qhapaq Ñan no ha permiti-do detectar datos significativos de este registro; incluso en prospecciones sistemáticas exten-sas (tramos de más de 100 km), sobre ambas

3 Además de los sesgos comunes que ocasiona la gente que extrae rocas con petroglifos de menor por-te y que pueden ser transportadas, existen acciones de organismos públicos, como la realizada por la Dirección Provincial de Vialidad, que en 1957 reco-lectó petroglifos en las inmediaciones de la localidad de Campanas para montar lo que se conocía como Parque Diaguita, donde aún quedan algunos bloques con grabados que tienen las mismas características que los relevados por nosotros en el derrotero del camino incaico.

márgenes de la vialidad, en zonas con alta visibi-lidad arqueológica y con afloramientos óptimos para plasmar símbolos en las rocas (Berenguer et al. 2007). Esto desestima y pone en duda la idea que desde fines del siglo XIX tiene al arte rupestre en directa relación con los caminos, al considerar que tales manifestaciones servían para orientarse por estas vías de circulación (Ambrosetti 1895 y Boman 1908), cumpliendo la función de marcadores o señalizadores en el derrotero trazado (Kühn 1914: 13), mostrando el avance de la influencia incaica hacia Chile (Kühn 1914: 24) o como simples demarcadores visuales usados por las poblaciones locales para seguir el trayecto de las rutas (Nieva 1946: 149 y Debene-detti 1917: 399). Opiniones más contemporáneas, en cambio, coinciden en excluir al Qhapaq Ñan de esta dis-cusión (Berenguer 2004 y Podestá et al. 2005), en virtud de los distintos problemas atrás refe-renciados. Igualmente, podemos notar que al arte rupestre vinculado al camino se le asigna una multiplicidad de funciones que tendrían como finalidad las interacciones étnicas y as-pectos relacionados a ritualidad votiva (Núñez 1989 y Cartagena y Núñez 2006), las apropiacio-nes simbólicas del territorio al que se aproxima o atraviesa (Sepúlveda et al. 2005: 225; Cruz y Jara 2011; Leibowicz et al. 2015) o es tomado como un elemento de asociación indirecta para asignar registros del arte rupestre a este perio-do tardío prehispánico, aun cuando la evidencia parietal se halle a distancias considerables de los bordes de la red formalmente demarcada (Her-nández Llosas 2006). En la provincia de La Rioja existe un sector de camino incaico a unos 5 km al suroeste de la lo-calidad de Pagancillo, actual departamento Co-ronel Felipe Varela, con numerosos petroglifos asociados a la ruta, y en el que la reiterada pre-sencia de los mismos le hace otorgar un signifi-cado especial a este tramo caminero que uniría la Tambería del Inca en Chilecito con el Sitio Paso del Lamar en San Juan (De la Fuente 1971: 343). En la sierra de Famatina, Schobinger detectó en ambas vertientes, ladera oriental y occidental, rocas patinadas con evidencias de percusión que asigna a la iconografía incaica por su cercanía al camino Inca, aunque también por la presen-cia de ciertos motivos de neta influencia incaica como las de formas cuadrangulares de diferen-tes tamaños, incluidos internamente uno dentro

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de otro (“toco”) que cumplieron fines rituales, semejantes a las apachetas o círculos de piedra en puntos altos asociados al camino (Schobin-ger 1966: 145). Por último, De la Fuente (1971) menciona, para el área que alcanza nuestra investigación, pe-troglifos asociados a la red vial Inca, advirtien-do su semejanza a los estudiados por Lorandi (1966) un poco más al sur: “… un detalle im-portante lo consideramos al descubrimiento de numerosos petroglifos asociados a la ruta; si bien es cierto ya se habían detectado ante-riormente por Schobinger en la sierra de Fa-matina, solamente se trataba de bloques ais-lados y no en la forma abundantísima como nosotros los localizamos.” (De la Fuente 1971: 343). Sin embargo, más allá de estas escasas menciones, no se han publicado resultados o realizado tareas de registro y relevamiento en los tramos citados.

Grabados en la región del Famatina an-tes de los Incas La escasa estilística de épocas Incas en el área del Qhapaq Ñan tiene su contraparte en los abordajes del arte rupestre en momentos pre Incas y, en el ámbito de la sierra de Famatina y sus territorios aledaños, se ha logrado carac-terizar, identificar e incluso proponer tempo-ralidad a estas expresiones prehispánicas en el espacio regional. Sus resultados son de utilidad a la hora de establecer comparaciones o refe-renciar motivos que pudieran estar asociados contextualmente al camino principal andino, como sucedió con nuestra área. El primero de los trabajos sobre el arte rupes-tre de la zona en cuestión, que presenta el valor agregado de situarse a unos kilómetros del área del Qhapaq Ñan, que estamos investigando, se realizó en la década del 60’ con los análisis en los que Lorandi (1966) diferenció 79 rocas en un campo de petroglifos en la localidad de Cam-panas, presentando un detallado registro esta-dístico que incluyó el análisis estilístico de los motivos, técnicas de elaboración y tipologías, y en el que observa un marcado predominio de motivos geométricos (con mayor presencia de tipos curvilíneos y de circunferencias), y en menor medida figuras zoomorfas, cruciformes y unas escasa presencia de antropomorfas (Lo-randi 1966: 46). Las evidencias iconográficas, más los estilos cerámicos y algunos sitios con

estructuras de piedra en Campanas, estarían in-dicando que los grabados podrían estar ubicados temporalmente en un momento de transición entre rasgos característicos de un “Aguada final”, hasta los primeros momentos de un Tardío Infe-rior (Lorandi 1966: 157). Hacia el oriente de la sierra de Famatina, en el valle del actual departamento Chilecito, la locali-dad arqueológica de Palancho se erige funcional-mente como un monumento natural de singula-res características paisajísticas que lo convierten en un hito del espacio regional, donde se produ-jeron manifestaciones artísticas ubicadas crono-lógicamente desde el 600 dC hasta la conquista hispánica e incluso hasta momentos modernos, con marcas de arrieros de ganado grabadas sobre las rocas hacia principios de siglo XX (Falchi et al. 2011: 59). Existe una importante cantidad y diversidad de motivos y las características natu-rales lo sindican como un espacio público, cuyo uso estuvo exclusivamente dirigido a la ejecución de estas manifestaciones artísticas. Ya cruzando la sierra de Famatina, en su ladera occidental, los grabados del valle del río Berme-jo, quizás los que más semejanzas guardan con los relevados por nosotros en el área del Qha-paq Ñan, serían representaciones materiales de la apropiación del espacio que habrían formado parte del mundo ideológico de la entidad socio-cultural Aguada en este sector, entre el 850 y el 1350 dC (Callegari 2001; Callegari et al. 2009). Un poco más hacia el sur, en el cañón de Talam-paya, se han identificado diversos sectores con conjuntos de grabados descritos sucintamente por Cáceres Freyre (1966), Schobinger (1966), De la Fuente y Arrigoni (1971), Schobinger y Gra-dín (1985) y Giordano y Gonaldi (1991). En este último trabajo se realiza una descripción y un re-levamiento por medio de la técnica de calcos, así como una ubicación geográfica en los límites de esta área patrimonial. Fuera del actual territorio provincial, en las se-rranías de San Juan, casi en el límite del territo-rio riojano en la serranía de valle Fértil, existen aportes con resultados de relevamientos de arte rupestre que coinciden con los rangos tempora-les mencionados para La Rioja. En estos espa-cios se identificaron grabados que se presuponen correspondientes al Periodo Formativo, su paso por los Desarrollos Regionales, hasta el periodo de dominación Inca, ocupando espacios propios de lugares de tránsito a lo largo de las rutas y

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Figura 2. El Qhapaq Ñan al norte de Famatina, del tipo despejado y amojonado con doble hileras de piedras y 7 m de ancho, en el subtramo Cazaderos-Campanas (Famatina, La Rioja).

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otros ámbitos, probablemente construidos, in-ternos y ocultos con manifestaciones simbóli-cas e ideológicas del registro rupestre regional (Bárcena 2013: 116-117). Próximos a esta re-gión, y ocupando el ámbito centro-sur de valle Fértil y en la sierra de la Huerta, Cahiza analiza un conjunto de grabados, que definen áreas de actividades simbólicas, próximo a sectores resi-denciales y de actividades domésticas, aunque considerando que la recurrencia de los conjun-tos de motivos pueden haber funcionado como marcadores del paisaje en los accesos de pasos y quebradas asociados al tránsito interregional (Cahiza 2013: 131). También al noreste de San Juan, Re (2009) y Re y colaboradores (2011) en recientes trabajos de investigación combinan los análisis estilísticos de los motivos, su dis-tribución espacial y el rol funcional que pudie-ron desarrollar como componentes del registro arqueológico regional desde aproximadamente el ca. 600 hasta el 1500 dC. Sobre la base de distintos indicadores identifican espacialidades en el arte rupestre regional, con áreas de paso o de tránsito y otros espacios de ocupaciones más permanentes, destacando una alta variabilidad de roles dentro de los conjuntos de motivos es-tudiados que se diferencian de los contextos del arte prehispánico de la región.

Metodología El arte rupestre y fundamentalmente los grabados sobre soportes rocosos han estado considerados dentro de los sitios menores del sistema Qhapaq Ñan y para ser detectados e interpretados necesitaban diversas técnicas de relevamiento (Hyslop 1992: 249). Siguiendo esta opinión y una vez conocida parte de la esti-lística regional y sus características en la apro-piación y uso del espacio, decidimos imple-mentar una prospección lineal que se extendió desde la localidad de Campanas hasta el sitio Cazaderos próximo al Portezuelo del Inca en el límite de la provincia de La Rioja con Catamar-ca (figura 1a y 1b). La exploración se realizó en esta región debi-do a los antecedentes mencionados por De la Fuente (1971) y a los reconocimientos realiza-dos para el relevamiento de la traza del Qhapaq Ñan en la que habíamos detectado rocas con motivos grabados en los bordes de la red vial in-caica. No obstante, entendimos que debíamos orientarnos metodológicamente en función

de esta problemática y con variables especificas para definir la asociación contextual entre el camino y los petrograbados emplazados en sus márgenes. De esta manera, realizamos los releva-mientos siguiendo la traza Inca (figura 2) en un subtramo de 14 km lineales aproximadamente4, entre los parajes mencionados en ambas márge-nes de la red vial, transitando por el lado interno de la hilera de piedras, siempre que la topografía, vegetación y visibilidad arqueológica del camino lo permitieran. En líneas generales, el importante ancho del ca-mino (7 m) permitió conseguir buena visibilidad arqueológica en los relevamientos planificados, y desarrollar las prospecciones pedestres primero en la margen oriental y regresar por la margen occidental, pero además efectuar también tran-sectas perpendiculares a estas márgenes, cada 500 m aproximadamente. Estas tenían 100 m de largo y se realizaban para detectar la probable ubicación de rocas con grabados en zonas más alejadas de las orillas del camino incaico, fuera del ámbito de tránsito del mismo. Las variables de relevamiento para el registro de arte rupestre en los bordes del camino inclu-yeron características ubicacionales, formales y dimensiónales de las rocas y de los conjuntos de motivos5; la distancia en metros al camino incai-co, la cara de orientación de los petrograbados, la característica de la roca soporte, el número de motivos, las técnicas de producción de los moti-vos y los datos de ubicación, aclarando siempre si es visible desde el camino por quien transita sobre la calzada. De esta manera, se enfatizó principalmente la relación entre las rocas so-porte y aquellas variables que generan informa-ción desde lo espacial y expliquen la ubicación de estas manifestaciones rupestres. Las rocas soporte se ubicaron espacialmente mediante el uso de GPS (Datum WGS84) y se to-maron fotografías digitales de cada una de ellas y, en aquellos casos en que la visibilidad lo per-mitiera, en su contexto con el camino incaico.

4 En este sector el Qhapaq Ñan presenta una tipología del tipo despejado y amojonado con doble hileras de piedras (Raffino 1982 y Vitry 2000).5 Los motivos, entendidos como la menor unidad artística ejecutada en una roca (Gradín 1978), solo fueron contabilizados en función del estado de conser-vación de los soportes y sin tener en cuenta variables atinentes a identificar temporalidad en las mismas.

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Figura 3. Rocas con grabados en el área del Qhapaq Ñan, subtramo Cazaderos-Campanas (Famatina, La Rioja).

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Figura 4. Rocas con grabados en el área del Qhapaq Ñan, subtramo Cazaderos-Campanas (Famatina, La Rioja).

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Resultados y discusión Las prospecciones permitieron detectar 30 bloques con grabados6 en el área de la traza vial incaica (tabla 1 y figura 3 y 4), concentrados en el sector más meridional del tramo prospecta-do, es decir en las proximidades de la localidad de Campanas y en un subtramo lineal de 3.24 km que abarca desde el río de Las Campanas hasta la latitud de las serranías de Chaupima-yo, cercanas al sitio homónimo (Martin 2005). Los grabados únicamente se concentran en una zona acotada del espacio caminero de la región; de haber cumplido funciones de marcadores espaciales habrían sido detectados y relevados, además, en otros sectores del área explorada. Su concentración en secciones acotadas del Qhapaq Ñan estarían indicando una probable preexistencia a épocas en que el incanato pro-yectó y materializó la red vial por estos ámbitos del Kollasuyu.

6 En las técnicas de producción se advierte un impor-tante predominio del picado o piqueteado en la elabo-ración de los motivos grabados en las rocas (tabla 1).

Para realizar los grabados se utilizaron como so-portes rodados de diorita o gabros7 de diferentes dimensiones que estaban localizados en la super-ficie de esta geoforma, en la que predomina un re-lieve geomorfológico llano, sin desniveles impor-tantes. Esta característica también es relevante al pensar el uso de los motivos como marcas, hitos o señales utilizadas como estrategias visuales de control en la demarcación de caminos (Hartley y Wolley Vawser 1998 y Ruiz y Chorolke 2012). En tal sentido, si bien en la región se consideró que los conjuntos de motivos pudieron funcionar como marcadores del paisaje en espacios recono-cidos como rutas de tránsito a lo largo de la his-toria de estos lugares (Revuelta 2008: 10; Podes-tá et al. 2011: 366; Bárcena 2013: 116-117; Cahiza 2013: 131), en áreas que concentraban importan-tes cantidades de grabados o conjuntos de gran-des dimensiones (Re 2011: 86) y con ubicaciones

7 Informe Petrográfico provisto por el Laboratorio de Petrología del Centro Regional de Investigaciones La Rioja - CRILAR (CONICET- La Rioja) realizado por el Dr. Pablo Alasino en el 2009.

Figura 5. Motivos figurativos de petrograbados relevados en el Qhapaq Ñan, subtramo Campanas-Cazaderos (Famatina, La Rioja).

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Figura 6. Motivos abstractos de petrograbados relevados en el Qhapaq Ñan, subtramo Campanas-Cazaderos (Famatina, La Rioja).

en espacios que generalmente presentan una buena visibilidad (Schobinger y Gradín 1985: 70), en el subtramo Cazaderos-Campanas y con el paisaje descrito se debilitan las posibilidades de haber sido usadas como señales demarcato-rias. Las áreas geomorfológicas con superficies regulares y llanas, sumadas a la densa cober-tura vegetal del bosque chaqueño y al tamaño/ubicación de los soportes y motivos, son ele-mentos que por sus características ubicaciona-les y dimensionales no favorecen la creación de las rutas (Podestá et al. 2011). Otra de las variables tenidas en cuenta para ver la espacialidad de las rocas grabadas fue la distancia entre los bloques y el camino incai-co; los resultados mostraron una predominan-cia de rocas ubicadas entre los 50 cm y los 5 m (53%) de las márgenes; cinco casos de rocas con grabados ubicadas en línea con las hileras

que amojonaban la calzada del camino (20%) y tres ubicadas precisamente dentro de la calzada (10%), mientras que los bloques más alejados de la red vial (17%) estaban distanciados hasta 30 m de las márgenes del camino. Las rocas ubi-cadas sobre la calzada y sobre las hileras del ca-mino Inca, al igual que las que están alejadas y fuera del ámbito de visión del transeúnte, tam-bién desestiman su función como marcadores espaciales camineros; las ultimas por una cues-tión de distancia y posibilidades de ser visuali-zada, mientras que las primeras por invisibilizar la cara grabada al haber estado semienterrada o apuntando hacia abajo, hacia el suelo. Los bloques fijos, esto es aquellas rocas sin po-sibilidades de ser transportadas, correspondie-ron con el mayor número de aparición (70%) por sobre los bloques transportables o móviles y en cuanto a dimensiones, varían desde tamaños

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grandes hasta algunos con reducidos módulos de longitud. Aunque no hemos podido determi-nar las causas, la caras de estos bloques están mayormente orientadas hacia el norte, al este y al oeste. Precisamente, los grabados sobre estas últimas dos caras no pueden ser vistas desde la calzada o área de tránsito y junto a la imposibi-lidad de ser movidos o transportados estarían garantizando la exacta ubicación y orientación original de los motivos. Todos los bloques con petroglifos que están formando parte de la hilera de piedras del ca-mino, son rocas sueltas y por lo general rocas de tamaños medianos a pequeños, lo que per-mite suponer que pudieron ser trasladadas desde sus contextos originales hasta la actual ubicación, donde se depositaron como otro de los elementos constitutivos de las hileras de-marcatorias durante el amojonamiento del ca-mino inca. Con la premisa enfocada en los datos espacia-les, la variable tecno-tipológica de los grabados relevados en los bloques pétreos del Qhapaq Ñan del subtramo Cazaderos-Campanas no estuvieron contemplados dentro del objetivo principal de esta investigación, sin embargo re-sumiremos aquí algunos datos del relevamien-to de los motivos8 y su referencia estilística a nivel regional o interregional. En total se rele-varon 131 motivos que de acuerdo a sus caracte-rísticas morfológicas fueron clasificados en dos categorías: figurativos (N: 17, 13%) y abstractos (N: 114, 87%). El predominio de las categorías de motivos abstractos por sobre los figurativos coinciden con los relevados en otros sitios ubi-cados en las proximidades del área que estamos analizando (Lorandi 1966 y Falchi et al. 2011). Entre los motivos figurativos destacan funda-mentalmente las figuras humanas, los zoomor-fos no identificados, camélidos, rastros de suri, lagartijas y serpentiformes, entre los de mayor recurrencia (figura 5). La presencia de tocados cefálicos, de atributos masculinos en los antro-pomorfos y de probables armas recuerdan el re-gistro de arte rupestre relevado en las cercanías de Campanas (Lorandi 1966) y las ubicadas en el

8 El número de figuras en cada roca soporte varió desde 1 a 15, dependiendo este número máximo del estado de conservación del bloque o de las caras del mismo frente a los procesos erosivos.

otro lado de la sierra de Famatina, en el valle del río Bermejo (Callegari et al. 2009). Dentro de los no figurativos o abstractos se pudieron di-ferenciar geométricos complejos, círculos con punto central, líneas quebradas, líneas sinuosas, líneas con círculos y con rectángulos, lineales de tratamiento curvilíneo, líneas laberínticas, cua-driláteros con diseño interno, circunferencias con puntos rellenos, círculos unidos por líneas, rectángulos en forma de dameros, entre los de mayor representación, etc. (figura 6). Tomando la variable estilística como referencia relativa para asignar tentativamente un marco temporal a los motivos detectados en los graba-dos asociados al Qhapaq Ñan y teniendo en cuen-ta los trabajos realizados sobre los conjuntos de arte rupestre de espacios vecinos (Lorandi 1966; Callegari et al. 2009; Re et al. 2011; Falchi et al. 2011; Bárcena 2013; Cahiza 2013), es probable identificar tentativamente ciertas similitudes con motivos rupestres que han sido ubicados entre el ca. 500 hasta 1400 dC, aproximadamente, en la escala cronológica regional; esto es correspon-diente con el desarrollo de la entidad sociocul-tural Aguada, hasta el periodo de los Desarrollos Regionales, conocido como Periodo Tardío para el noroeste Argentino. No obstante, a pesar que los grabados relevados están formando parte del contexto Inca del Qhapaq Ñan, el área prospecta-da no ha permitido identificar aún indicadores precisos de motivos que puedan ser adscriptos a momentos de la dominación Inca en la región.

Epílogo Se realizaron prospecciones y se relevaron gra-bados ubicados sobre la calzada de la red vial y en las inmediaciones de la misma con el objeto de establecer si estaban relacionados al funcio-namiento y uso del Qhapaq Ñan, tal como han venido suponiendo otros autores. Nos propusimos obtener información más deta-llada desde lo espacial y con la metodología ele-gida, cubrimos el relevamiento de variables que permitieron establecer si existió relación entre las distancias de quienes transitaban por el camino, y la ubicación y visibilidad de las rocas soporte; si la función de las petroglifos estaba vinculada al uso del camino como marcadores o señales ela-boradas ex profeso, deberían cumplir ciertos es-tándares: la distancia a la calzada para poder ser observadas; presentar módulos dimensionales posibles de ser fácilmente detectable por el tran-

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Figura 7. Roca con grabados localizada sobre la calzada y el área de tránsito del Qhapaq Ñan. Subtramo Campanas-Cazaderos (Famatina, La Rioja).

seúnte; tener sus caras (soporte) orientadas hacia el camino; presentar motivos grabados o áreas de trazados de tamaños también visibles desde la red vial y estar fijos al suelo, para ga-rantizar la inmovilidad y el cumplimiento de la función prevista. Los resultados de los relevamientos estarían demostrando que en esta área del Qhapaq Ñan, el arte rupestre no fue realizado para cumplir funciones ligadas con actividades de tránsito y descartan que los petroglifos fueran elaborados para ser visibles desde la calzada debido a que: -Existen bloques con ubicaciones en que las caras con grabados no pueden ser vistas desde la calzada. -Los bloques con caras que miran en dirección contraria al área de la calzada incaica son blo-ques fijos y por lo tanto imposibles de mover. -Los petrograbados únicamente se concen-tran en un sector acotado del espacio caminero de la región, y no a lo largo de todo del tramo

Cazaderos-Campanas. -El hecho de que estén concentrados en un solo sector, también estaría avalando una probable preexistencia a épocas en que el incanato pro-yectó y materializó la red vial en este espacio del Kollasuyu. -Los análisis estadísticos demostraron que las distancias de los bloques con grabados al camino no presentaron relación alguna con el resto de las variables (Martin 2010). -Existe un interesante porcentaje de rocas que por sus características ubicacionales en el área de tránsito desestimarían su función como mar-cadores espaciales camineros. -La estilística de los motivos de los bloques gra-bados en el Qhapaq Ñan de Famatina es compa-rable y semejante a los motivos rupestres de la región ubicados cronológicamente en momentos anteriores a la presencia del inca. -Todos los bloques que están formando parte de la hilera de piedras, serían rocas sueltas, que

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pudieron ser trasladadas para formar parte de los amojonamientos del camino durante la épo-ca de ocupación imperial. Resumiendo, el relevamiento de las variables seleccionadas podría estar indicando que las manifestaciones rupestres fueron hechas antes del paso del incario por la región, o al menos de la materialización de la red vial Inca, dado que parte del amojonamiento del camino fue reali-zado con rocas que presentaban motivos gra-bados en sus caras y que al ser acomodados en el borde de las hileras quedaron invisibilizados. Esta práctica, constructiva del camino, al igual que los grabados relevados sobre la calzada misma del Qhapaq Ñan, nos permiten propo-ner algunas ideas que, aunque requerirían de mayor contrastación en el futuro, pueden ser viables para dimensionar el accionar del im-perio, en este caso con mecanismos de domina-ción menos comunes que los plasmados en la literatura arqueológica. Es conocido que más allá de acciones coerciti-vas y políticas, los Incas establecieron efectivos mecanismos para imponer su ideología y cos-mología (Acuto 2005), ejerciendo poder sobre la cosmovisión de los pueblos dominados, que pueden observarse en el registro arqueológico y que ha sido denominada “conquista ritual” (Nielsen y Walker 1999). Esta efectiva táctica, aplicada principalmente a categorías ideoló-gicas: “pudo haber constituido la principal estrategia empleada por el Estado para do-minar o “promover la obediencia” de grupos rivales, utilizando de este modo la violencia en una forma más limitada pero eficaz” (Nielsen y Walker 1999: 154). Si los grabados relevados en el área de Cam-panas fueron realizados antes del paso del im-perio por la región, ¿que sucedió entonces con este registro durante la construcción y materia-lización del camino Inca? y ¿cuál fue la reacción del incario ante estas manifestaciones que for-maron parte de la cosmovisión simbólica de los pueblos locales? Probablemente las rocas con grabados que forman parte de las hileras en los bordes del camino incaico, han sido trasladadas desde sectores cercanos para amojonar los lados de la calzada, al menos todos los bloques con moti-vos rupestres que ocupan esta posición estaban sueltos y sus caras presentaban orientaciones hacia diferentes puntos cardinales. De igual

forma, los bloques fijos de escasa altura, pero con grabados dentro de la calzada (figura 7), no hi-cieron alterar en absoluto el derrotero de la red vial en su trazado por este subtramo; por el con-trario, siguieron cumpliéndose los patrones de linealidad y rectitud de los caminos en este tipo de geoforma, y los grabados que quedaron for-mando parte de la calzada, pudieron incluso ser pisados ante casos de alto tránsito, debido a que ocupan un buena franja de la misma. Estas conjeturas, solo a nivel hipotético, podrían estar significando un fenómeno de elevado im-pacto social del imperio Inca en la región y hasta podría interpretarse como una advertencia, con un fuerte mensaje ideológico, de apropiación, le-gitimación y conquista del territorio; paisaje que ya estaba densamente ocupado por las pobla-ciones locales y que era utilizado espacialmente para diversas actividades, tal como se manifiesta en el registro arqueológico regional (Debenedetti 1917; Aparicio 1939; Lorandi 1966). En este sentido, en la sierra de Famatina se presenta un posible antecedente de represión de los cultos locales en el área del Sitio Tambería del Inca9 en Chilecito. Allí, en el centro arqui-tectónico de esta instalación, se erige el único ushnu reconocido hasta el momento en la lade-ra oriental de la serranía. Manejamos como hi-pótesis que esta plataforma ceremonial, durante la ocupación imperial habría relegado el uso de otra plataforma correspondiente a las poblacio-nes originarias, ubicada a menos de 2 km de la anterior y también con características arquitec-tónicas semejantes, conocida con el nombre de El Puquial (Greslebin 1940). Por sus particulari-dades constructivas, su ubicación en el espacio y su contexto artefactual, la plataforma del Puquial pudo haber cumplido funciones rituales relacio-nadas con los nevados sagrados del Apu Famati-na, aunque solo hasta que la llegada del inca y la

9 La Tambería del Inca o Casa del Inga es una de las instalaciones incaicas más notables al sur del Kollasu-yu y ha sido considerada el bastión del imperio cuz-queño más relevante en el actual territorio riojano. Sus instalaciones están inscritas en una forma más o menos circular de más de 16 hectáreas que recuer-dan el sistema Ceque del Cuzco (Zuidema 1995), con un patrón de construcciones dispersas planificadas en las inmediaciones de un muro de forma trapezoidal de 1.70 m de altura que los rodeaba en toda su extensión (Greslebin 1940), que imponía una verdadera imagen de arquitectura de poder.

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Sergio Martin

construcción del sitio concentraron el poder en un nuevo y segregado ámbito. Estas transformaciones de lugares ceremonia-les locales en centros de alta significación ideo-lógica (Bauer 2011: 31) pueden ser interpreta-dos como mensajes de dominación cultural y simbólica. Un mecanismo de control de la ri-tualidad que pudo ejercer en este caso acciones coercitivas inmateriales en las religiones locales por medio de la arquitectura de poder del ushnu. Igualmente, en la arqueología de los caminos y en consonancia con su rol significativo e ideo-lógico (Hyslop 1992: 269), también se pueden demostrar evidencias de conquista ritual, si se logra identificar indicadores arqueológicos adecuados. Si una roca con grabados era uti-lizada como cualquiera de las otras rocas que constituían la hilera o borde del camino, la car-ga simbólica de mover y usar ese bloque graba-do, podría ser considerado una muestra más de poderío y dominio. Tampoco interesaba si una roca con grabados formaba parte de la calzada y era efectivamente pasada por arriba y pisada; al contrario, ello podría indicar la “fuerza” del Inca y alertar que nada detendría su avance. Aparte de los usos prácticos y comunes de cualquier camino como medio para unir luga-res, o como transmisor de conocimiento, ideas, tradiciones, gente, objetos, etc., proponemos que el camino Inca en Famatina se transformó en un monumento altamente visible que logró sintetizar aspectos materiales y simbólicos para demostrar la autoridad del imperio. Sus carac-terísticas dimensionales y las particularidades del contexto arqueológico de los grabados en las áreas de tránsito también pudieron formar parte de una conquista ritual para asegurar su poder. En este caso, del análisis del arte ru-pestre de las poblaciones locales en el Qhapaq Ñan, surge otra aproximación que permite re-flexionar sobre los vínculos entre lo ideológico, lo social y lo político de la dominación en este sector periférico de los Andes del sur.

Agradecimientos A Axel Nielsen por sus valiosos comentarios en la lectura de una primera versión del ma-nuscrito. A Diana Rolandi (INAPL – Ministerio de Cultura de la Nación). A Roberto Bárcena y Norma Ratto. A todos aquellos que en diferentes momentos de la historia del proyecto colaboraron desinteresadamente en los trabajos realizados.

A las autoridades de la Secretaria de Cultura de la Provincia de La Rioja. A Jorge Carpio CEIPSU-UNTREF y a los presidentes del CIAP-UNTREF: Rector Aníbal Jozami y Embajador de Perú en Argentina José Luis Pérez Sánchez Cerro por su interés y aval a nuestras investigaciones. Al edi-tor de la Revista Haucaypata. Todo lo expuesto en el presente artículo es de mi absoluta respon-sabilidad.

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62Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo

REVISTA HAUCAYPATA

Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y perspectivas arqueológicas

Fernando Astete [email protected]

José Miguel Bastante [email protected]

Gori Tumi Echevarría Ló[email protected]

ASTETE, Fernando; José Miguel BASTANTE ABUHADBA y Gori Tumi ECHEVARRÍA LÓPEZ, 2016. Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y perspectivas arqueológicas. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 11: 62-86. Lima.

Introducción El Programa de Investigaciones Arqueológi-cas e Interdisciplinarias en el Santuario His-tórico de Machupicchu (PIAISHM), realizó en mayo de 2016 una primera prospección técni-ca de quilcas1 en el SHM-PANM. Sus objetivos consistieron en evaluar la presencia de estos

1 “Quilca” es el término nativo que describe el fenó-meno gráfico en el Perú. Su relación con el llamado “arte rupestre” fue establecida técnicamente por Ja-vier Pulgar Vidal a partir de la exploración del sitio arqueológico Quilla Rumi en Huánuco en 1935 (Pul-gar 1946) y, posteriormente, desde la Universidad

materiales, determinar su variación tipológica, conocer su probable distribución en el SHM-PANM, proponer su cronología relativa y exami-nar su estado de conservación. La evaluación es de

Nacional Mayor de San Marcos hasta la década del sesenta (Pulgar 1959-1960 y UNMSM 1962-1963). In-vestigaciones posteriores de Raúl Porras (1963), Victo-ria de la Jara (2010) y Echevarría (2013) corroboran lo establecido por Pulgar; por lo que el término “quilca” debe considerarse la nomenclatura técnica estándar del fenómeno rupestre en el Perú, en todas sus varian-tes y para todos los fines académicos y científicos que le correspondan.

Resumen El presente artículo estudia las quilcas de la Llaqta de Machupicchu y de dos sitios arqueológicos en su entorno geográfico, localizados en el piso del valle de la cuenca del Vilcanota. Esta investigación se realizó para establecer la primera articulación cultural de estas manifestaciones antrópicas en el ámbito del Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu (SHM-PANM). Basados en un muestreo aleatorio y observaciones analíticas, los autores discuten la naturaleza técnica y formal de las quilcas, evalúan su estado de conservación y proponen su cronología relativa.

Palabras claves: Machupicchu, camino Inka, quilcas, toq’os, ritual.

Abstract The present article reviews the rock art in the Machupicchu site and two additional settlements in its vicinity, located on the valley floor of the Vilcanota river. The research on which this paper is based was carried out to establish the earliest cultural articulation of these man-made manifestations in the setting of the Machupicchu archaeological park. Based on the analytical observations made on our sample the authors of this rock art paper evaluate its state of preservation and propose a relative chronology.

Keywords: Machupicchu, Inka road, rock art, “toq’os”, ritual.

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63Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y

perspectivas arqueológicas

Fernando Astete, José Miguel Bastante Abuhadba y Gori Tumi Echevarría López

Figura 1. Ortofoto de la Llaqta de Machupicchu y áreas circundantes, donde se indica la localización de las quilcas examinadas en este artículo. PIAISHM 2016.

carácter preliminar y se considera como el ini-cio de una investigación formal de largo plazo, que incluirá estudios especializados, trabajos de conservación y puesta en uso social de las evidencias. La prospección fue realizada sobre la base de un muestreo en la Llaqta de Machupicchu y en la margen derecha del río Urubamba, a la altu-ra de los km 108 y 109 de la vía férrea Cusco-Machupicchu, sitios Parawachayoq e Inkaterra, respectivamente. En todas las zonas menciona-das se documentaron quilcas con una amplia variación tecnológica y formal-representativa. Los datos arqueológicos obtenidos en cada uno de los sitios visitados serán descritos de manera independiente y, a partir de su análisis, se pro-pondrá un esquema integrador general centra-do en las quilcas de la Llaqta de Machupicchu. Los resultados tienen implicancias en la asociación cultural de estos materiales y en

la cronología general de la ocupación del área; además de otras consideraciones de orden so-cial, como el comportamiento ritual dentro de la llaqta y la interacción gráfica regional que las quilcas exponen.

Metodología La prospección se realizó siguiendo un mues-treo aleatorio en secciones restringidas de las zonas Hanan y Hurin (Chávez 1971) del Sector Urbano de la Llaqta de Machupicchu. El regis-tro se hizo sobre la base de reconocimientos vi-suales directos de las quilcas, sin intervenirlas. Para la documentación se usaron notas de campo y fotografía digital convencional con escalas de colores de IFRAO (Bednarik 2013). Posterior-mente, las fotos fueron analizadas y procesadas usando un software especializado. Un levanta-miento tridimensional fue realizado en Inkate-rra, cuyo modelo se aplicará en los otros sitios,

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64Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo

REVISTA HAUCAYPATA

Figura 2. “Roca del sol”, quilca abstracto-geométrica. Machupicchu. Foto Hiram Bingham 1912.

para así tener una visión completa de los mis-mos. El análisis final se hizo siguiendo paráme-tros teóricos arqueológicos y perspectivas cro-nológicas/culturalistas.

Resultados La prospección ha puesto en evidencia un enorme volumen de quilcas (pictogramas y petroglifos) en el área del SHM-PANM (figu-ra 1), en contextos gráficos bastante comple-jos, que hasta el 2016 no habían sido adecua-damente documentados2; por lo que su valor histórico había permanecido subvaluado. Al inicio de las investigaciones se corroboró la existencia de las dos estaciones con quilcas registradas por Hiram Bingham en el Sector Urbano de la Llaqta, localizadas durante las in-tervenciones de la segunda Expedición de Yale en 1912 (Bingham 1913 y 1922)3; a las que se han sumado nuevas evidencias no advertidas anteriormente. En la denominada “roca de la serpiente”, en el Sector Urbano (Hanan-Caos Granítico), un examen detallado reveló un alto número de toq’os4 y líneas percutidas cubrien-do la totalidad de bloque lítico. Asimismo, se registraron quilcas de diversas tipologías en el

segmento de camino Intipunku-Portada Princi-pal; ampliándose la documentación fuera de la Llaqta hacia Parawachayoq e Inkaterra, donde si bien el equipo del PIAISHM ya había realiza-do un registro de quilcas, se pudo determinar la existencia una amplia variedad de pictogramas y superposiciones gráficas, que indican una larga

2 La primera referencia de quilcas en la Llaqta de Ma-chupicchu fue publicada por Bingham (1913). Salvo registros específicos de quilcas conocidas (Valencia y Gibaja 1992) hasta el presente éstos materiales no habían sido objeto de estudios profesionales (Astete, comunicación personal 2016).3 Sabemos que durante la segunda Expedición de Yale, en el 1912, se ofreció a los asistentes 20 centavos adicionales al salario por cada roca con marcas o dibu-jos que encontrasen. La “roca del sol” fue la primera que ubicaron.4 Empleamos el término quechua “toq’o” para desig-nar el rasgo comumente llamado “cúpula”, que se re-fiere a orificios u hoyos ciegos con un único ingreso, tal como se puede corroborar etnográficamente en la region Cusco y otras zonas del sur andino. Salvo mejor información, esta es la primera propuesta para la im-plementación de un término nativo para las llamadas “cúpulas”, cuyo valor como categoría es equivalente al de “quilca”.

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Figura 3. Quilca con motivos lineales, Machupicchu. Foto Gori Tumi 2016.

Figura 4. Quilca con toq’os, Machupicchu. Foto Gori Tumi 2016.

Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y perspectivas arqueológicas

Fernando Astete, José Miguel Bastante Abuhadba y Gori Tumi Echevarría López

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66Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo

REVISTA HAUCAYPATA

Figura 5. “Roca de las serpiente”, soporte de numerosas quilcas lineales y toq’os. Machupicchu. Foto Gori Tumi 2016.

secuencia de presencia humana en la zona. Todo el registro alcanzado se traduce en nuevas adiciones culturales al inventario arqueológico de la Llaqta. A continuación presentamos una descripción y evaluación de estos hallazgos.

La Llaqta de Machupicchu En el Sector Urbano (Hurin) se verificó la exis-tencia de un motivo abstracto geométrico que Bingham denominó “roca del sol” (1913: 472 y 497), descrito con mayor detalle por Valencia y Gibaja (1992: 115). Este se halla en un soporte de roca granítica, hacia el oeste de la platafor-ma superior inconclusa del usnu, habiendo sido producido mediante percusión directa (figura 2). Actualmente su visibilidad es afectada por el crecimiento de líquenes de distintos tipos. Asociadas a esta quilca se presentan otras que fueron consideradas como representaciones de serpientes (Bingham 1913: 497), que nuestro análisis indica que son motivos lineales de ca-rácter abstracto.

En los alrededores del usnu se documentaron más rocas con quilcas en recintos y espacios abiertos, que incluyeron petroglifos lineales y toq’os (figuras 3 y 4). Generalmente, las quilcas se presentan sobre afloramientos de rocas graní-ticas sin modificación, con un entorno inmediato limpio y nivelado debido las permanentes labo-res de conservación que se realizan actualmente en la Llaqta. En el Sector Urbano (Hanan-Caos Granítico) se examinó un gran bloque de granito denomi-nado la “roca de la serpiente”, debido a un gran numero de petroglifos curvilíneos alargados en su parte superior, que fueron interpretados como ofídeos por Bingham (1913: 472 y 497). En este caso se determinó que las supuestas representaciones de serpientes constituyen en realidad líneas curvas asociadas a un conjunto mayor de petroglifos conformados por numero-sos toq’os y líneas percutidas; todos en un agru-pamiento abstracto-geométrico. De estas mar-cas, los toq’os se encuentran cubriendo la roca

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Figura 6. Afloramiento 1 con secciones esculpidas, anexado a una edificación. Presenta toq’os en su soporte. Segmento camino Intipunku-Portada Principal. Foto Gori Tumi 2016.

de manera masiva en toda su superficie supe-rior y en tres de sus lados (figura 5), constitu-yéndose, así, en la más poblada de quilcas de toda la Llaqta. El entorno inmediato de la “roca de la ser-piente” está compuesto por el suelo limpio y nivelado de la plataforma, que es la base de esa sección hacia el sur, norte y este, y por una zona irregular desnivelada cubierta de pasto hacia el oeste. Toda la evidencia reconocida, cientos de toq’os y decenas de líneas y curvilíneas, fue-ron producidas mediante percutido directo en todas las áreas de roca con facetas expuestas. La ubicación de la “roca de las serpiente”, en

evidente asociación espacial con los edificios más importantes de la Llaqta, sugiere un estatus de jerarquía para esta evidencia, lo que ya fue aludi-do por Bingham al emplear esta roca como punto de referencia para el sector. Esta relación nos da una referencia inicial para inferir su función y ca-rácter sagrado.

Segmento de camino, Intipunku-Portada Principal En el camino de acceso a la Llaqta de Machupic-chu, desde Intipunku hasta la Casa del Guardián, se examinaron diversos afloramientos de grani-to, destacando cuatro grandes bloques rocosos

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Figura 7. Afloramiento 2, parcialmente en estado natural, anexo a una plataforma y a una escalera de acceso. Presenta pocos toq’os, un canal y secciones esculpidas. Segmento camino Intipunku-Portada

Principal. Foto Gori Tumi 2016.

o wakas (figuras 6, 7, 8 y 9), los que presentan una considerable cantidad de toq’os y en menor medida otros elementos gráficos, como líneas percutidas, surcos, canales e incluso secciones labradas para el paso peatonal (figura 8). Todos los afloramientos, algunos trabajados como esculturas mediante la modificación de su superficie en volúmenes geométricos, y otros en estado natural, se encuentran cerca al gran farallón de roca de Pachamama que, como se verá más adelante, también contiene un con-texto particular de quilcas. Adicionalmente se registraron pequeñas rocas salientes con toq’os y piedras con petroglifos lineales en el remate de los muros de retención y contención de este segmento de camino (figura 10 y 11). De acuerdo con el análisis realizado in situ, los toq’os fueron producidos mediante percu-sión directa, lo que generó improntas cóncavas

y circulares de diverso acabado (figuras 12, 13 y 14). Esta variación indica distintos contextos de producción, lo que significa que los toq’os fueron elaborados por diferentes personas mediante téc-nicas particulares. En uno de los casos examina-dos la manufactura de los toq’os ha facilitado la exfoliación del granito, dejando secciones con im-prontas semicirculares (figura 15), que constitu-yen el borde del desprendimiento. La cantidad de toq’os en conjunto no ha sido definida aunque es-timamos que sobrepasan los cientos de unidades. Desde la Casa del Guardián hasta la intersec-ción con el segmento de camino Intipunku-Por-tada Principal, se han documentado otras rocas con toq’os en pequeñas cantidades, y es probable que la ampliación del registro incrementaría el número de testimonios de este tipo. La docu-mentación realizada, sólo en la sección lineal del camino al SSE de Machupicchu, ha corroborado

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Figura 8. Afloramiento 3 parcialmente en estado natural, se le anexa una escalinata y se le ha tallado una aper-tura en la roca para dirigir el paso peatonal. Presenta numerosos toq’os. Segmento camino Intipunku-Portada

Principal. Foto Gori Tumi 2016.

fehacientemente la existencia de quilcas, en forma de petroglifos (toq’os y motivos lineales), vinculados al ingreso o salida de la Llaqta. Un contexto de quilcas en esta sección del camino, pero que constituye una unidad ar-quitectónica y monumental separada es Pacha-mama, donde destaca un gran afloramiento de granito en forma de un farallón vertical. Este afloramiento tiene aproximadamente 20 m de alto por 15 m de ancho, y su base se encuentra sobre la parte superior de tres terrazas que se despliegan escalonadamente hacia el este del mismo (figura 16). El farallón y la edificación, asociados claramente, conforman un conjunto, usado en tiempos antiguos como lugar de en-terramiento. Eaton recuperó cuatro contextos funerarios de la terraza superior adyacente al afloramiento y reconoció el valor del sitio al considerarlo como el “lugar de enterramiento de mayor importancia”; además de calificarlo de ceremonial, artístico, esplendido, grandioso

y maravilloso (Eaton 1916: 23-29). Al revisar la pared baja del farallón se registra-ron más de seis conjuntos gráficos, entre picto-gramas y grafitis, ubicados a lo largo de la faceta expuesta de la roca hasta una altura aproximada de 1.80 m (figura 17). Debido a la gran altura del farallón, durante las labores de registro que lle-vamos a cabo sólo se examinó la parte baja, que evidentemente ha sido culturalmente modifica-da por factores de acceso. Toda la evidencia se presentó difusa, ya que el farallón fue cubierto numerosas veces por filtraciones de agua pluvial, las que lo han “manchado” de tierra, bacterias y minerales cristalizados la faceta expuesta, tapan-do parte de los testimonios arqueológicos. La evidencia gráfica, entre quilcas y grafitis, consiste en agrupamientos de motivos diversos, la mayoría con arreglos geométricos y escritura moderna5 (figuras 18 y 19). Entre estos, el único conjunto de motivos arqueológicos está consti-tuido por figuras negras con diseños curvilíneos

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Figura 9. Afloramiento 4 en estado natural con el camino adyacente. Presenta numerosos toq’os. Segmento camino Intipunku-Portada Principal. Foto Gori Tumi 2016.

de carácter geométrico y buena factura. Estos motivos, de líneas pintadas gruesas y unifor-mes, han sido cubiertos por una película de carbonatos (figuras 20, 21, 22 y 23), cuya mi-neralización se muestra también en forma de gránulos visibles sobre la superficie de la quilca (figura 24). La cobertura mineral indica que las quilcas son relativamente antiguas, aunque su cronología no puede ser definida directamente a partir de esta característica. La naturaleza gráfica-formal de estos diseños (figura 23), que no guarda relación con las ex-presiones gráficas conocidas para la cultura Inka (Chávez 1961, 1965; Baca 1989; Kauffmann

5 La mayoría de grafitis no figurativos están confor-mados por letras tipo iniciales o pequeñas palabras de difícil lectura.

2011), indica que no se trata de expresiones asociadas a la ocupación cusqueña de la zona durante el Periodo Horizonte Tardío. Dada la tendencia formal, singular y de línea geométri-ca, nos inclinamos a considerar que estas quilcas muestran expresiones relacionadas a conductas gráficas locales de una temporalidad pre-inka; incluso de un probable origen amazónico. No obstante esta aseveración debe aún examinarse con más detalle. Por su parte, los grafitis o gráficos modernos muestran gran variación de figuras en diversas técnicas, elaborados mediante líneas simples (fi-gura 25) o dibujos con mayor cobertura, con tin-tas de diversos colores provenientes de lapiceros o marcadores (plumones), y en forma más severa rayando o golpeando la superficie de la roca con he-rramientas sólidas, como piedras u otros objetos

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Figura 10. Pequeño afloramiento de granito con numerosos toq’os. Segmento camino Intipunku-Portada Principal. Foto Gori Tumi 2016.

(figura 26). En este panel hemos documentado incluso la afectación por abrasión usando obje-tos contundentes, con la intensión de eliminar determinadas marcas modernas (figura 25). La variación formal y técnica en la elaboración de los grafitis indica que estos se realizaron en diferentes momentos a través de los años, ha-biendo sido afectadas también por los mismos procesos medioambientales que se verifican en los pictogramas arqueológicos.

Inkaterra Este conjunto de quilcas está en la margen izquierda de la quebrada Alqamayo, dentro de los predios del Hotel Inkaterra en Machu-picchu Pueblo (Aguas Calientes). El sitio es básicamente un yacimiento de pictogramas cuyo soporte es un farallón de granito vertical de aproximadamente 15 m de alto y entre 10 y 15 m de ancho. La faceta del farallón es plana pero con irregularidades por las discontinuida-des de las diaclasas y fracturas naturales de la

roca (figura 27). Sobre esta faceta, las quilcas se encuentran conformando al menos cuatro con-juntos de motivos producidos mediante técnicas de pintura positiva. En la totalidad de casos, los grupos aislados de quilcas consisten en pictogramas abstracto-geométricos. Estos se disponen hacía la parte media del farallón, a una altura aproximada de 6 m, y desde la base de la faceta de roca hasta una altura promedio de 2 m. El principal motivo en la parte media consiste en círculos concéntri-cos con líneas salientes a modo de apéndices (fi-gura 28), mientras que el más notorio conjunto gráfico de la parte baja está representado por un rectángulo en posición horizontal con secciones triangulares interiores pintadas en área, el cual se halla superpuesto a otros motivos cuadrangu-lares y lineales (figuras 29 y 30). Un tercer grupo consiste en diseños que combinan grandes líneas curvas, líneas rectas y círculos con detalles inte-riores (figura 31); y aún se pueden notar figuras geométricas difusas en la base del farallón cerca

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Figura 11. Piedra de remate del muro de contención del camino inka con quilcas lineales. Segmento camino Intipunku-Portada Principal. Foto Gori Tumi 2016.

al suelo. Las quilcas de este sitio muestran un patrón geométrico marcado y una contundente evi-dencia de superposición gráfica, lo que implica una tradición en la producción de pictográmas para esta zona del SHM-PANM, complejizando la cronología de la ocupación arqueológica. A pesar del patrón evidenciados a nivel gráfico, las quilcas no muestran una relación formal di-recta con diseños relacionados a lo Inka, lo que sugiere una distinta asociación cultural y una cronología pre-Inka, aunque, como en el caso anterior, todavía deben realizarse más estudios al respecto. Por otra parte, durante el registro se pudieron

verificar dos filtraciones de agua pluvial activas afectando la roca, y en toda la faceta se pueden reconocer numerosas improntas de manchas biológicas y minerales generadas por antiguos cauces líquidos provenientes de la parte supe-rior del afloramiento. Muchas de esas manchas cubren todos los grupos de motivos, por lo que es posible hallar más imágenes ampliando los re-gistros en el futuro.

Parawachayoq Se ubica aproximadamente a un kilómetro al SSW de Inkaterra, en un afloramiento irre-gular de granito, el cual se levanta sobre el ta-lud boscoso que enmarca la margen derecha

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Figura 12. Toq’os del afloramiento de roca de la figura 7. Foto Gori Tumi 2016.

del cauce de río Vilcanota en esta sección de la cuenca. El sitio está formado por un conjunto de pictogramas dispuestos en tres facetas pla-nas con relieves y bordes irregulares, dentro de una sección a manera de alero, fragmenta-da e interior, en la consecución horizontal del farallón rocoso sobre la pendiente de la ladera (figura 32). En este sitio, todos los motivos documentados, en los tres paneles, exponen la misma factura técnica y formal siguiendo los mismos paráme-tros figurativos basados en diseños zoomorfos. En conjunto, las quilcas han sido ejecutadas empleando pigmentos rojos, destacando del pictograma el cuerpo engrosado rectangular del animal y la forma esquemática de la repre-sentación. El panel central expone las figuras

mejor conservadas que aparentemente son ca-mélidos esquematizados (figuras 33 y 34); las cuales solo conservan el cuerpo rectangular en los demás paneles (figura 35). De acuerdo a la consistencia formal y figurativa de las imágenes podemos estimar que todas fueron producidas durante un solo momento cultural. En la actualidad el sitio se halla en mal estado de conservación debido a la meteorización y erosión natural. Como en Inkaterra, una de las causas de la mala conservación son las filtraciones y las goteras creadas por acumulación y acción plu-vial, lo que ha deteriorado muchas de las quilcas del yacimiento. Por otra parte, el sitio también ha sido fuertemente alterado por excavaciones clandestinas, las que han afectado la totalidad de su entorno inmediato. El huaqueo parece estar

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Figura 13. Toq’os del afloramiento de roca de la figura 8. Foto Gori Tumi 2016.

motivado por la presencia de quilcas, que a ve-ces son consideradas erróneamente como indi-cadores de tumbas u otros contextos arqueoló-gicos.

Análisis La presencia de toq’os o cúpulas resulta bas-tante consistente para toda la Llaqta de Machu-picchu y en especial para el segmento de cami-no Intipunku-Portada Principal, registrándose en cuatro grandes afloramientos rocosos y en otros pequeños promontorios, donde también se incluyen motivos de líneas percutidas. La presencia de estas quilcas constituye un patrón de expresión gráfica bastante especializada. Para el Sector Urbano, la “roca de la serpien-te” ha demostrado ser el soporte de la mayor cantidad de toq’os en la Llaqta, cuyo patrón de marcas es seguido por otras rocas ubicadas en diferentes sectores, pero en menor dimensión y escala cuantitativa. De acuerdo a la distribución de quilcas sobre algunas rocas y afloramientos entre Intipunku y en el Sector Urbano de Llaqta de Machu-picchu, considerando además a Pachamama, sugerimos que la producción de estas estas marcas siguió parámetros rituales de compor-tamiento en relación a las wakas y/u orientadas a completar ceremonias de ingreso a la Llaqta. En este sentido, la roca de la serpiente (cubier-ta casi completamente con toq’os), localizada inmediatamente antes del ingreso a la Plaza de los Templos, revela un mismo sentido funcio-nal en la producción de las quilcas, que se re-lacionaría al pasaje y al acceso a determinados sectores de la Llaqta. Aunque aún falta ampliar los registros, la asociación espacial de estas evidencias no puede entenderse como casual, indicando por el contrario un comportamiento ritual complejo y estandarizado. El afloramiento rocoso de Pachamama, que es un conjunto cerrado similar al identificado en el monumento arqueológico Wiñaywayna (figura 36), constituye una waka de evidente valor sagrado por su ubicación, similitud con las montañas del entorno y su independencia paisajística a modo de wanka; además de ser el soporte de quilcas y lugar de cuatro ente-ramientos localizados al pie del afloramiento (Eaton 1916: 23-29). Desde una perspectiva ar-quitectónica todo el conjunto ha sido diseñado a manera de anfiteatro con tres niveles, cuyos

Figura 14. Toq’os del afloramiento de roca de la figura 9. Foto Gori Tumi 2016.

accesos están conformados por escaleras dobles, paralelas, y por una escalinata monolítica en el primer nivel. Este contexto, que integra el aflora-miento, los entierros, los pictogramas, los petrogli-fos y la arquitectura tiene un sentido funcional que siguiere una conducta ceremonial muy marcada.

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Figura 15. Toq’os del pequeño afloramiento de la figura 10. Foto Gori Tumi 2016.

carbonatos sobre los pictogramas (figura 26) y sobre todo, dada la naturaleza figurativa de los diseños; los motivos no corresponden a la cul-tura Inka de los siglos XV-XVI, debiendo aso-ciarse a una ocupación más temprana del área. Aunque esta afirmación debe ser más profunda-mente examinada, este pictograma (figuras 21 y 23) puede corresponder a las ocupaciones ama-zónicas que poblaron la zona antes de la llegada y asentamiento cusqueño en el siglo XV, o de la presencia del grupo Tampu que fue sometido por el Inka Pachakuteq (Sarmiento de Gamboa 1942 [1572]:179-180; Valcarcel 1964; Bueno 1911). La evidencia de pictogramas pre-Inkas en la Llaqta de Machupicchu cambia completamente los es-quemas temporales previamente establecidos para la ocupación inicial del lugar. Por su parte, Inkaterra muestra una historia gráfica bastante compleja. Destaca por la super-posición de dos grupos de motivos formalmente separados, lo que indica a priori una secuencia de producción continua y una conducta tradicio-nal de producción de quilcas. Hacia la derecha de la superposición mencionada hay otros conjun-tos de pictogramas formando imágenes lineales y abstracto-geométricas, que destacan por su inde-pendencia formal representativa, lo que comple-jiza aún más el panorama gráfico del sitio. De otro lado, los motivos ubicados en la parte media del farallón de Inkaterra (también de dise-ños abstracto-geométricos) parecen haberse pro-ducido luego de que la actividad pictórica en la parte baja de la roca fue concluida, lo que indica una posición tardía en la secuencia. La conside-ración conjunta de la evidencia sugiere que las quilcas de la parte baja del panel se produjeron en tiempos pre-Inkas, mientras que los motivos de la parte alta fueron realizados contemporá-neamente a la ocupación cusqueña de la zona, aunque la asociación cultural todavía debe ser mejor confirmada. En general, Inkaterra expone al menos cuatro momentos de producción de quilcas, que siguen ininterrumpidamente una tradición representa-tiva abstracto-geométrica. Como mencionamos, de los cuatro corpus gráficos aislados tres de-ben corresponder a tiempos pre-inkas, aunque su vinculación cultural no está definida aún, y lo mismo sucede con las quilcas de la parte alta, que son las más tardías del panel. La presencia de una secuencia representativa tan regular in-dica que existió una historia cultural importante

Los estimados cronológicos de estas eviden-cias pueden definirse, en primer lugar, a partir de los aspectos constructivos y arquitectónicos de la Llaqta (Astete 2008) que corresponden a los siglos XV y XVI de nuestra era (Bastante 2016). La definitiva asociación entre los toq’os y el asentamiento indican una relación directa en la producción de este fenómeno gráfico, que parece depender de la infraestructura edifica-da; lo cual también ha sido advertido en otras zonas con ocupación cusqueña imperial, como en la Llaqta de Chokekirao en la cuenca del Apurímac y en otros asentamientos menores en la cuenca del Amaybamba (Zenobio Valencia y Gori Tumi, comunicación personal 2016). La evidencia documentada en la Llaqta de Machu-picchu confirma la regularidad del patrón con-ductual que implican los toq’os, y las quilcas producidas por métodos reductivos, los que, de acuerdo a lo dicho, deben asociarse primaria-mente a la cultural Inka, en su etapa imperial. En el caso de los pictogramas de Pachama-ma es posible inferir que, dado el estado de conservación, la presencia de concreciones de

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Figura 16. Pachamama compuesto de terrazas y un afloramiento de granito tipo wanca. Foto José Bastante 2016.

Figura 17. Sección inferior de la faceta de roca en Pachamama, soporte de quilcas y grafitis. Foto Gori Tumi 2016.

en la zona, que precedió la ocupación Inka y que se mantuvo hasta los comienzos del siglo XVI sin corresponder o imitar los patrones grá-ficos de los cusqueños durante esa época. Por su parte, Parawachayoq evidencia una

singular producción de quilcas representan-do motivos zoomorfos. Este parámetro fi-gurativo es único para la zona explorada, donde se han documentado principalmente mo-tivos abstracto-geométricos, no obstante que es

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Figura 18. Sección de panel con quilcas y grafitis, Pachamama. Foto Gori Tumi 2016.

Figura 19. Foto anterior procesada con DStretch con indicación de las quilcas y grafitis descubiertos, Pachamama. Foto Gori Tumi 2016.

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Figura 20. Foto de la quilca o pictograma arqueológico, Pachamama. Foto Gori Tumi 2016.

Figura 21. Foto anterior procesada con DStretch, mostrando los detalles y extensión del pictograma. Foto Gori Tumi 2016.

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Figura 22. Motivos principales de la quilca o picto-grama. Pachamama. Foto Gori Tumi 2016.

Figura 23. Foto anterior procesada con DStretch, Pa-chamama. Foto Gori Tumi 2016.

consistente con otras evidencias de quilcas en el SHM-PANM y otras zonas de la región Cusco (Barreda 1994; Fernando Astete, comunicación personal 2016). Debido al aislamiento geográfi-co de este monumento, es difícil establecer una relación cultural o temporal, aunque dado su estado de conservación, afectado por una me-teorización severa, es posible sugerir que las quilcas son de época pre-Inka. La presencia de un patrón representativo zoomorfo implica que otro parámetro conductual esta interactuando en la zona, enriqueciendo y complejizando los esquemas de interacción social de la región ya advertidos por las quilcas de los otros sitios.

Discusión El equipo del PIAISHM viene realizando prospecciones que incluyen el registro de evi-dencias arqueológicas, como las quilcas, que permitirá realizar su estudio sistemático y científico, por lo que los alcances de este texto deben ser considerados iniciales. Como se ha podido ver, debido a la limitación de nuestro

muestreo, todavía no ha sido posible establecer una correlación histórica y cultural definitiva para la mayoría de las quilcas en la zona, excepto para los toq’os de la Llaqta de Machupicchu. La mayoría de las evidencias examinadas fuera de la Llaqta consistieron de pictogramas en regular estado de conservación, pero con una sorpren-dente variación gráfica-formal, lo que indicaría diferentes grupos culturales, con cronologías y lenguajes gráficos independientes. Esta alta variación formal entre los pictogramas, incluso siguiendo esquemas representativos se-mejantes, no puede ser todavía articulado debido fundamentalmente a la carencia de parámetros de correlación lo suficientemente definidos para una asociación cultural o cronológica entre los sitios, o para la elaboración de discursos de arti-culación cultural para toda la zona. En este senti-do, los tres sitios con pictogramas, Pachamama, Inkaterra y Parawachayoq, con corpus indepen-dientes de quilcas, serán profundamente exami-nados para una integración arqueológica segu-ra. Su estudio pondrá énfasis en la verificación

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Figura 24. Detalle de uno de los motivos del picto-grama, cubiertos con grumos o concreciones de car-

bonatos. Imagen enfatizada por DStretch. Pachamama. Foto Gori Tumi 2016.

Figura 25. Diversos grupos de grafitis sobre el la fa-ceta expuesta de la roca en Pachamama. Nótese que han sido repasados mediante procesos de abrasión, aparentemente con la intensión de borrar las pinturas. Imagen enfatizada por DStretch. Foto Gori Tumi 2016.

y definición de las secuencias culturales par-ticulares, lo que confirmará que en el SHM-PANM existe un componente gráfico que pre-cede la ocupación Inka del área. No obstante que las investigaciones conti-núan, la evidencia examinada prueba clara-mente que la zona no constituye un territorio aislado al momento del asentamiento Inka; por el contrario, sugiere una larga ocupación local cuya esfera de interacción y naturaleza cultural es aún desconocida. En este sentido, las quil-cas son probablemente una de las pocas líneas de evidencia que tenemos para examinar las antiguas poblaciones locales, cuyo papel en la historia de la región aún debe ser desentrañada por la arqueología nacional. Hasta aquí, debemos reafirmar lo evaluado en relación a la solidez y confiabilidad de los hallazgos y registros, así como las precisiones establecidas, especialmente al considerar los

Figura 26. Diversos grupos de grafitis sobre el la faceta expuesta de la roca en Pachamama. Nótese las letras elaboradas por percusión e inmediatamente a la iz-quierda, se distinguen letras difusas pintadas. Imagen

enfatizada por DStretch. Foto Gori Tumi 2016.

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Figura 27. Farallón de granito con quilcas, Inkaterra. Foto José Bastante 2016.

Figura 28. Motivos abstractos geométricos sobre la parte superior del panel en Inkaterra. Procesado con DStretch. Foto por Gori Tumi 2016.

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Figura 29. Motivo abstracto- geométrico rectangu-lar, Inkaterra. Imagen procesada con DStretch. Foto

Gori Tumi 2016.

Figura 30. Foto anterior procesada con DStretch mos-trando diversos motivos pintados superpuestos por la

figura rectangular. Foto Gori Tumi 2016.

aspectos sociales de la producción de toq’os, condicionados por conductas ceremoniales, y a la existencia de un componente pre-Inka en la Llaqta de Machupicchu.

Epílogo De acuerdo a lo observado la mayoría de las quilcas registradas se encuentran en regular es-tado de conservación, salvo algunos sitios espe-cíficos que requieren intervención preventiva. En el tramo del camino Inka hasta Intipunku se ha podido verificar numerosas rocas y aflo-ramientos con toq’os, los que vienen siendo involuntariamente afectados por el paso de los visitantes. Con respecto a Pachamama, hemos registrado seis episodios independientes de grafitis modernos, lo que pone en serio riesgo los pictogramas arqueológicos. Hasta mayores estudios, la Jefatura del SHM-PANM ha consi-derado el cierre del acceso al afloramiento y es-timado que por el momento ningún tratamien-to directo es recomendable; en este sentido se

está diseñando un mecanismo para la preven-ción de las filtraciones y goteras de la parte supe-rior del farallón. En la Llaqta de Machupicchu se han verificado rocas con petroglifos que no requieren ninguna intervención salvo un monitoreo preventivo. El mayor problema es la invasión de líquenes, sien-do necesario un estudio para evitar su prolifera-ción. En el caso de la “roca de la serpiente”, debi-do a su complejidad y la profusión de quilcas en su soporte, se realizará un análisis más detallado. Aunque todavía no se ha hecho una documen-tación exhaustiva en la Llaqta, el muestreo in-dica que todo el componente de quilcas se en-cuentra en situación estable y con posibilidades de mejorar su situación de conservación actual; no obstante, se continuará ampliando el traba-jo de registro y análisis. Debido a que las quil-cas examinadas se encuentran en equilibro con las circunstancias medioambientales de la zona, en ningún caso se alterarán las condiciones en las cuales se hallan, con las excepciones antes

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Figura 31. Motivos lineales abstracto-geométricos, Inkaterra. Procesados con DStretch. Foto Gori Tumi 2016

Figura 32. Afloramiento de granito con quilcas en varias facetas de la roca, Parawachayoq. Foto Gori Tumi 2016.

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Figura 33. Panel con quilcas (pictogramas), Parawa-chayoq. Foto Gori Tumi 2016.

Figura 34. Foto anterior procesada con DStretch, en-fatizando los detalles y extensión del pictograma. Foto

Gori Tumi 2016.

mencionadas. Para el caso de las evidencias arqueológicas en Inkaterra y Parawachayoq, se procederá a su de-limitación y se realizarán acciones para evitar las goteras y filtraciones de agua en los paneles con quilcas. Dado que estos dos yacimientos son, en stricto sense, sitios arqueológicos, todo el traba-jo se realizará bajo procedimientos técnicos de registro y operación arqueológica (Echevarría 2009), incluyendo intervenciones preventivas y excavaciones en las cabeceras y bases de los fara-llones y su entorno inmediato. Sobre la base de lo expuesto, consideramos que la prospección arqueológica realizada ha teni-do notables resultados. En primer lugar, se ha confirmado la existencia de un patrón formal de toq’os asociado a sitios sagrados al interior de la Llaqta de Machupicchu y en Pachamama. En se-gundo lugar, se ha expuesto la presencia de un componente pictográfico extendido y variado, que evidencia una larga tradición gráfica anterior a la ocupación Inka de la zona.

Figura 35. Foto procesada con DStretch mostrando los remanentes gráficos de un pictograma,

Parawachayoq. Foto Gori Tumi 2016.

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Figura 36. Waka de Wiñaywayna, en contexto arquitectónico y ritual cerrado. Foto José Bastante 2016.

A nivel de registro, se ha ampliado el cono-cimiento que se tenía sobre los petroglifos de la Llaqta, que habían sido reportados por Bingham durante la segunda Expedición de Yale en 1912, y de otros tipos de marcas, adver-tidos independientemente en el asentamien-to a través de los años (Astete, comunicación personal 2013). Los resultados obtenidos y las inferencias relacionadas al patrón formal y es-pacial de las quilcas confirman preliminarmen-te lo que el PIAISHM ha venido postulando desde que se iniciaron las investigaciones: que la Llaqta de Machupicchu es un asentamiento primariamente ceremonial, donde se realiza-ban diversas y complejas actividades religio-sas. La población local mantenía patrones de conducta ritual y ceremoniales consistentes, vinculados a la producción de marcas y gráficos sobre afloramientos y rocas, que consistían de actos votivos en piedra y ofrendas a las wakas.

Bibliografía

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El Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A y B, valle de Lurín, Lima

Jorge Carlos Alvino [email protected]

Consuelo González Madueñogonzá[email protected]

ALVINO LOLI, Jorge Carlos y Consuelo GONZÁLEZ MADUEÑO, 2016. El Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A y B, valle de Lurín, Lima. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 11: 87-106. Lima.

Preámbulo Durante mucho tiempo hemos planteado lo que sabemos de la sociedad Ychsma a partir de las investigaciones arqueológicas efectuadas en el sitio de Pachacamac, desde los aportes de Uhle (1903), Tello (1999), Jiménez Bor-ja (1962-1963 y 1985), Bueno (1982), Franco (1998), Eeckhout (2004a) y Ramos (2011). Estos estudios abordaron particulares proble-máticas, casi siempre vinculadas a las formas religiosas y políticas, y como estas se aplicaron de manera extensiva en los Andes. Un enfoque importante de estas investigaciones se ha ocu-pado de las hipótesis sobre la función social de la arquitectura, específicamente de los edificios conocidos como Pirámides con rampas, PCR1,

inicialmente mencionadas por Uhle (1903), ex-plicadas por Jiménez (1985), discutidas con aportes de Franco (1992) y con nuevas con-notaciones propuestas por Eeckhout (2004a). Por otro lado, el estudio alfarero ha facilitado una aproximación relativa sobre la cronología, principalmente sobre la base de los estudios de Bazán (1990) y los aportes propuestos por Vallejo (2004) y Feltham (2004). Sin embar-go, específicamente para el sitio arqueológico de Pampa de Flores (foto aérea 1), no existían

1 En Pachacamac se han efectuado excavaciones en las PCR nro. 1 por Jiménez Borja entre 1958 y 1960, la PCR nro. 2, por Paredes y Franco entre 1982 y 1983, y en la PCR nro. 3 por Eeckhout en 1993.

Resumen El presente texto expone algunos alcances de nuestros estudios en Pampa de Flores A y B, pretendiendo comprobar la presencia del Tahuantinsuyo en este sitio Ychsma, el cual llegó a convertirse en un asentamiento de importancia ceremonial en el valle de Lurín. Nuestro objetivo general fue conocer la finalidad social de Pampa de Flores a partir de los vestigios materiales encontrados en el sitio, teniendo como base un levantamiento arquitectónico preciso, la prospección y la excavación arqueológica; para así proponer preliminarmente la función de algunos edificios específicos, su cronología aproximada y el impacto del Tahuantinsuyo en la sociedad Ychsma.

Palabras claves: Tahuantinsuyo, arquitectura, edificio con rampa, ideología.

Abstract This paper records the results of our work on the Pampa of Flowers A and B, which was targeted at establishing the impact of Tawantinsuyo at this Ychsma site, which came to be converted into an important ceremonial centre in the Lurin valley. Our general objective was to understand the social ends of the Pampa of Flowers site by means of analysis of the material culture uncovered at the site. At its base was a methodical survey of the architecture, prospection and archaeological excavation by means of which some preliminary interpretation of the function of some of the buildings was arrived at as well as revealing its approximate chronology and the impact of Tahuantinsuyo on Ichsma society.

Keywords: Tawantinsuyo, architecture, building with ramp, ideology.

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Jorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño

Foto aérea 1. Orientada con el norte hacia la parte superior de la imagen. Se aprecian las dos quebradas con los sitios de Pampa de Flores A y B. Las atraviesa un gran canal abierto décadas atrás. Foto obtenida del Servicio

Aero fotográfico Nacional (1961).

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Plano 1. Zonas y edificios principales de Pampa de Flores A.

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Jorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño

Figura 1. Edificio con Rampa Central III en Pampa de Flores A. La rampa de poca inclinación sube las plataformas construidas con técnica Ychsma.

datos específicos ni un secuencia estilística probada. La única referencia conocida era la de Bonavia (1961), quien describió el lugar y pro-porcionó algunos datos2. De esta manera, la dis-cusión, aunque abierta, avanza parcializada y con énfasis en aspectos muy puntuales, lo cual pro-porciona una visión general muy fragmentada. También es importante considerar las fuentes documentales que señalan la existencia de los curacazgos tardíos en la cuenca del Lurín, que conformarían una unidad sociopolítica, la cual a la llegada del Tahuantinsuyo sería convertida en una provincia. Estos serían los de Pachaca-mac, Manchay, Caringas y Quilcaycuna (Es-pinoza 1964: 134)3. Además, los documentos consideran las relaciones de estas poblaciones con los grupos sociales cercanos, principal-mente con los identificados como los Yauyos, con los que aparentemente desarrollaron una competencia4. En la relación virreinal Dioses y

Hombres de Huarochirí, de Francisco de Ávila, se expone, por ejemplo, la antigua rivalidad entre los Yauyos y Yungas, explicando a través de estos relatos la tugurización de los poblados costeños y

2 Aunque el trabajo de Bonavia fue muy superficial y básicamente solo incluye sectorizaciones, sí alcanza a detallar algunas características como, por ejemplo, las del edificio de planta cuadrilátera en la pendiente este; así como algunos bajorrelieves escalonados hoy inexistentes.3 Para nuestro interés, Eeckhout (2008) propone que el sitio de Pampa de Flores podría ser el centro de uno de estos curacazgos.4 Si pretendiéramos considerar una frontera territo-rial entre ambos grupos, esta podría fluctuar, desde el Horizonte Medio, entre Huaycán de Cieneguilla, en algún momento, y Sisicaya, en otro. Esta influencia es, sin embargo, en el campo político muy difícil de probar. Marcone (2004) propone que existen edifica-ciones “asociables a la serranía en Chontay, y no por debajo de Río Seco”.

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la presencia de andenerías: “… Y estos pueblos, los pueblos de toda la región, tenían muchos yuncas. Por eso aumentaron tanto al principio y, como se multiplicaron de ese modo, vivie-ron miserablemente, hasta en los precipicios y en las pequeñas explanadas de los precipicios hicieron chacras, escarbando y rompiendo el suelo. Ahora mismo aún se ven, en todas par-tes, las tierras que sembraron, ya pequeñas, ya grandes.” (Arguedas 2009 [1966]).

La sociedad Ychsma en Lurín Con el término Ychsma (Ichma, Ichimay, Ychsma, etc.) se conoce a los grupos sociales que tuvieron como centro de origen y desarrollo cultural al gran asentamiento de Pachacamac, en la costa central andina. Sus integrantes fue-ron, durante muchos siglos, principalmente agricultores de los valles del Rímac y Lurín,

desarrollándose económicamente en la pesca y el comercio. Debido al carácter de su cohesión social, sostenida a partir de una estructura ideo-lógica, algunos investigadores han propuesto que alcanzaron a poseer una identidad cultu-ral como nación (Cornejo 2000), aun cuando no existe un consenso único entre los términos que intentan definir política y socialmente a es-tos grupos (reino, señorío o curacazgos). Desde nuestra perspectiva, consideramos que la gente Ychsma estaba organizada en distintos grupos sociales distribuidos equilibradamente en áreas geográficamente variables entre el litoral y el va-lle medio, llegando a desarrollar sus habitantes una vida urbana al interior de sus asentamien-tos. Además, las principales familias Ychsma habrían mantenido un linaje muy antiguo y se integraban íntimamente a partir de prácticas económicas equilibradas. Sin embargo, cualquier

Figura 2. Vista parcial, desde el cuadrilátero en pendiente, de los sectores residenciales de Pampa de Flores A. El alineamiento de la vegetación indica el paso del canal que corta el sitio.

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Jorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño

definición político social de los Ychsma siempre será limitada en cuanto no se incluya la dinámica social al interior de sus asenta-mientos y los criterios que los sustenten, aun-que éstos sean de difícil comprobación a través de la arqueología5. Los estudios de distribución de los asenta-mientos Ychsma en el valle (Negro 1977 y Bueno 1982 y 2012) indican la preferencia, en ambas márgenes, de espacios entre el límite de deyección de las quebradas laterales con el área cultivable del valle, articulándose a través de caminos el acceso al agua y amplias áreas de producción distribuidas en zonas inundables. Por consiguiente era posible para la gente, que practicaba actividades agrícolas y que a la vez residía en los asentamientos poblados, el haber llevado una vida urbana (nacimiento, residen-cia y enterramiento al interior del mismo asen-tamiento). De esta manera, se podría permitir la asociación de un grupo o ayllu determinado con su propio asentamiento, entre estos Pampa de Flores A en donde se habrían realizado muchas funciones, por ejemplo residencial, ceremonial, política y administrativa, además de una cen-tralidad que podría complementar la de otros).

Pampa de Flores A Se localiza en la margen izquierda del río Lu-rín, actual distrito de Pachacamac, provincia y departamento de Lima. El asentamiento se emplaza en la parte inferior de la quebrada, desde el área cultivable hasta el cerramiento de los cerros laterales, en una disposición que asciende desde los 209 msnm hasta los 240 msnm (plano 1•). La parte interior de la que-brada comprende agrupamientos de posible origen residencial y ceremonial, además de dos cementerios. De manera general, las eviden-cias físicas parecen indicar contemporaneidad entre los sectores y un uso intenso de los es-pacios urbanos con todas las implicancias que esto significa6. La siguiente es una zonificación tentativa de acuerdo a sus funciones:

Zona ceremonial (Zona A) Corresponde al espacio central del asenta-miento en donde se emplazan los edificios en los que, se propone, existieron actividades que requirieron ceremonias diversas. Principal-mente hay edificios con rampa central (figura 1), basurales, edificios con banquetas, etc.

Edificios con rampa central (ERC7). Son los edificios correspondientes a un modelo de construcción8, con sus respectivas variantes, que incluyen la significativa presencia de una ram-pa como rasgo edificatorio que evidentemente articulaba su funcionamiento. De acuerdo a su distribución en el asentamiento, ocupan la parte central de su extensión horizontal y se organizan en varios sentidos (orientación geográfica, altura de emplazamiento, dimensiones, dualidades, vi-suales, etc.).Basurales. Hemos evidenciado basurales sobre la superficie y enterradas por posteriores estratos culturales o eventos naturales. Las característi-cas generales de estos son:-Su dispersión entre los diferentes conjuntos ar-quitectónicos.-Constantes eventos de quemas y movimientos de acomodo.

5 La existencia de una cantidad considerable de asen-tamientos Ychsma en la cuenca del río Lurín nos per-mite considerar que debió existir una gran compleji-dad en sus relaciones sociales, más allá del gran sitio de Pachacamac frente al mar. En todos estos asenta-mientos los sectores residenciales son extensos y per-miten inferir que los grupos familiares eran los que mantenían la cohesión interna de los mismos.• Salvo la fotografía aérea, el plano y todas las fotos han sido, respectivamente, elaborado y tomadas entre el 2006 y 2016 por Jorge Carlos Alvino Loli.6 A nuestra consideración, la gente se vincula a una realidad física edificada culturalmente en donde nace, vive y se desempeña socialmente hasta incluso después de la muerte, siendo muchas veces enterrada en un ce-menterio inmediato al asentamiento en donde vivió.7 Algunos investigadores simplificando el análisis ar-quitectónico y centralizando la característica más evi-dente del conjunto lo mencionan como “Pirámides”, “Montículos troncocónicos”, “Plataformas con rampa” o incluso le otorgan una función general “Templetes piramidales”, otros relativizan el conjunto a un solo edificio integrante del conjunto: “Pirámide con rampa” o simplemente PCR. Consideramos que arquitectónica y teóricamente la definición correcta es “Edificio”, al estar orgánicamente integrado por varias partes y no un solo volumen, el cual además no posee los rasgos geométricos de una “pirámide” (base, lados inclina-dos unidos por un ápice, etc.), ni tampoco escalonada, pues varias poseen, a lo mucho, un par de niveles, los que además no siempre son superpuestos. 8 El patrón constante en estos conjuntos es la presen-cia de un edificio con rampa cuya ubicación central está asociada a un patio alargado, además de un muro perimétrico y recintos auxiliares abiertos, todos orien-tados y con planta casi exactamente ortogonal. Varía según su tamaño, orientación y la presencia de algu-nos recintos adosados al mismo edificio principal.

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Figura 3. Edificio residencial en Pampa de Flores A.

-Diversificación de materiales de desecho, tan-to de características domésticas, como de na-turaleza manufacturada a ser empleada en ri-tuales. En general, los basurales son evidencia de la actividad humana relacionada al consumo de alimentos, probablemente asociado a eventos comunales. Entre las especies agrícolas se han registrado las siguientes: maíz, guayabo, algo-dón, habas, maní, etc. Además, se han hallado restos óseos de camélidos y cavias. Por otro lado, se han detectado en los basurales restos de figurinas y ofrendas rotas o quemadas, ade-más de gran cantidad de fragmentos de cerá-mica utilitaria que estamos asociando prelimi-narmente a la sociedad Ychsma. Estos restos estarían indicando un fuerte consumo alimen-ticio anterior y posterior a la construcción de los ERC y a componentes urbanos (P.e. calles).

Zona residencial (Zona B) A partir del análisis de la fotografía aérea de 1961 del sitio, podemos indicar que el asentamiento contaba, hasta mediados del siglo XX, con una gran área cuya planimetría pareciera correspon-der en general a zonas de uso residencial. Apa-rentemente Pampa de Flores A habría sido un poblado con pequeñas áreas de conexión a modo de plazas y canales de circulación humana como calles. Los asentamientos con edificios residen-ciales (figuras 2 y 3) en el valle de Lurín (Río Seco, Chontay, Tijerales y Tambo Inga) guardan simili-tud con la estructura urbana de este espacio edi-ficado. En principio, existen edificios limitados físicamente por un muro propio y perimétrico, el cual limita la unidad residencial consistente en varios recintos internos (entre 4 y 8), cada uno de los cuales posee ligeros rasgos que los dife-rencian entre sí (nichos, banquetas, vanos, etc.).

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Figura 5. ERC 1 en Pampa de Flores B, emplazado sobre la banda izquierda de la quebrada y adaptado a la inclinación de la misma. Los muros perimétricos e internos se han realizado con rocas canteadas. Para lograr

los rellenos se ha utilizado arena de la quebrada.

Figura 4. Tumbas huaqueadas del Cementerio Sur de Pampa de Flores A.

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Figura 6. Peldaños de la escalinata que salva las diferencias de altura hasta llegar al pequeño edificio de adobes en Pampa de Flores B.

Zona funeraria (Zona C) Incluye los cementerios en el interior del área de deyección de la quebrada. Las tum-bas en el Cementerio Sur son de forma cú-bica alargada horizontalmente o de forma cilíndrica, de aparente uso individual. Las del Cementerio Este están excavadas sobre la ladera. Entre ambos cementerios y el área de edificios ceremoniales existen montículos con abundantes restos de cerámica (figura 4).

Pampa de Flores B La quebrada oeste se extiende sobre un área actualmente cultivada pero de probable ori-gen prehispánico (andenes extensos) y sobre la parte inferior de un área desértica de granito en descomposición, sin mayores alteraciones espaciales a excepción de algunos montículos

culturales, sobre la cual se emplazan los sectores edificados de Pampa de Flores B (Bonavia 1961). Nuestra identificación de las zonas existentes, basándonos en las características formales de los edificios, es la siguiente:

Edificio con Rampa Central I9. Edificación sobre la ladera de la quebrada. Posee caracterís-ticas formales especiales, ya que presenta una evidente inclinación debido a su adaptación a la ladera izquierda de la quebrada, lo que hace que sus recintos internos sean visibles desde el exte-rior (figura 5).Edificio con Rampa Central II. Este edificio se

9 Tenemos que indicar que aquí existen ERC, pero con una numeración independiente a Pampa de Flores A.

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Figura 7. Edificio Tahuantinsuyo en Pampa de Flores B, emplazado sobre la banda izquierda de la quebrada y construido con adobes paralelepípedos.

localiza sobre un área rectangular delimitada por un muro perimetral con un solo acceso, que actualmente es poco visible, pero que se ubica-ría en el muro este (figura 8). El patio uniforme se encuentra intervenido por la construcción de dos recintos sobre los cuales se extiende una gran cantidad de material de relleno construc-tivo (ripio) posiblemente depositado allí para su uso en alguna clausura. Este desmonte tam-bién cubre la posible rampa, la cual estaría en-terrada.Tendales. Es un cuadrilátero similar al exis-tente en Pampa de Flores A. Sin embargo, está asociado directamente al ERC I, emplazándose en la ladera en la cota superior a éste.Residencia Tahuantinsuyo. Se accede a este edificio desde la parte sur del ERC I, por medio de amplias terrazas rectangulares su-cesivas y en escuadra, entre las cuales exis-ten escalinatas con peldaños de roca cantea-da (figura 6) ascendiendo hasta superar una altura de promedio de 4 metros. El edificio

está construido de adobes (figura 7). Es el úni-co edificio construido por este sistema en todo el asentamiento de Pampa de Flores B; cuya técnica de manufactura es similar a los adobes de Pam-pa de Flores A. Su diseño implica dos recintos de planta rectangular y una banqueta que se adosa al muro exterior de ambas y se abre hacia la última terraza (figura 3). Consideramos tentativamente que, aunque sus dimensiones son pequeñas, este edifico fue la residencia de un representante del control cuzqueño.Ushnu. Pequeña edificación de planta rectangu-lar (figura 9) emplazada sobre el alineamiento de los edificios principales. La denominación tenta-tiva de ushnu la consideramos por su ubicación y comparándolas con otras edificaciones tipo altar existentes en los patios de los ERC de Pampa de Flores A10. Edificios al norte. Ubicados cerca a la actuales áreas agrícolas.Edificios al sur. Grupos de edificios de recintos de planta rectangular con presencia de algunos

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Figura 9. Probable ushnu de pequeño tamaño y planta rectangular emplazado sobre el área abierta de la quebrada. Es una plataforma con muros bajos y recinto interno.

Figura 8. Edificio en la quebrada de Pampa de Flores B, de planta rectangular con muro perimétrico y plata-formas internas, posiblemente destinado a ser un edificio con rampa central en proceso de construcción.

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Figura 10. Tumbas y recintos sobre la ladera este de Pampa de Flores B. Construcciones típicamente locales.

entierros.Edificios al este. Grupos de edificios sobre la ladera este de la quebrada. Son plataformas y tendales. Existen tumbas escalonadas sobre la ladera (figura 10). Pampa de Flores B es un asentamiento en don-de la escala de los espacios abiertos y la visibili-dad de los edificios la diferencian de Pampa de Flores A. Sin la presencia de los grandes basu-rales, se podría postular como un asentamiento en proceso de edificación o consolidación y con una accesibilidad más restringida en cuanto a popularidad o participación social. De acuerdo a nuestras observaciones en campo es posi-ble que Pampa de Flores B ya contara con los

10 Hemos identificado, preliminarmente, la existen-cia de algunas construcciones pequeñas dentro del espacio de los patios internos de los ERC de Pampa de Flores A, por ejemplo en la ERC I y V. Sin em-bargo, estos podrían ser tumbas y no necesariamen-te altares, en todo caso comparten la misma técnica constructiva y parecen ser agregados muy tardíos.

sectores de entierros y agrupaciones de vivien-das en el momento de inicio de la construcción de sus edificios principales (ERC I y II), en los que además se invirtió gran cantidad de mano de obra aunque no sofisticada, motivo por el cual los edificios claramente presentan celeridad en su estructuración material. Esto, sin embargo, logró permitir cierta articulación espacial entre sus edi-ficios cuyas fachadas logran presentar un frente de recorrido que, pensamos, pudo haber tenido una connotación ceremonial. Consideramos que estos edificios pudieron haber sido abandonados ante la caída de Pampa de Flores A, del cual pro-bablemente dependían, y al cual pudieron emular o complementar en sus funciones, probablemen-te ya muy desbordadas a inicios del siglo XVI.

El Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A

Arquitectura El gran asentamiento frente a las islas Cavillaca, llamado Ychsma, adopta con el Tahuantinsuyo el nombre de Pachacamac y sufre modificaciones urbanísticas considerables en

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Figura 11. Edificio Tahuantinsuyo en la ladera este de la quebrada de Pampa de Flores A. Superficie de una de las terrazas más grandes con divisiones internas.

urbanísticas considerables en relativamente poco tiempo (en volumen y espacio edificado). De igual manera, algunos cambios se realiza-rían en distintos asentamientos al interior del valle; de esta manera evidencias del Tahuan-tinsuyo en Lurín ya han sido registradas en Cieneguilla (Marcone 2004) y Sisicaya (Negro y fuentes 1989 y Sánchez 2000), aunque sin duda falta investigar otros asentamientos que permitan constatar debidamente el impacto de la sociedad quechua en la costa central. Craig Morris había relacionado los grandes asen-tamientos de la sierra central con edificios de rasgos oficiales Tahuantinsuyo, proponiendo un urbanismo obligado o compulsivo (Morris 1973), pero esto generalmente se aplica a espa-cios sin precedentes urbanísticos. A manera de hipótesis consideramos que en Pampa de Flores A, al parecer, y a

diferencia de Pachacamac, los ERC sigueron estando vigentes dentro de su función social, la que incluso podría haber tomado fuerza con la llegada de Túpac Yupanqui. De este modo, el in-terés del control de estos edificios habría sido un objetivo importante de parte del grupo de poder cuzqueño. Asimismo, consideramos que los edificios toma-dos como modelos formales dentro de la esfera social del Tahuantinsuyo (Gasparini y Margolies 1977; Agurto 1984; Hyslop 1990; Kendal 1976) fueron reinterpretados a la realidad física y social de la costa, y de esta manera surgieron algunas variantes formales en el diseño para satisfacer, además, nuevas funciones. De esta manera, la morfología de algunos edificios se aleja de los cá-nones de los edificios Tahuantinsuyo imperiales y sus rasgos formales se diferencian a los mode-los serranos. Esta diversificación podría deberse

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Figura 12. Muro norte del gran edificio, actualmente enterrado por movimientos agrícolas en la parte baja de la quebrada.

a las nuevas tecnologías y sistemas cons-tructivos, pero además a su inclusión dentro de un nuevo paisaje cultural. Entre edificios Tahuantinsuyo de distinta naturaleza, ubicados en el valle, podemos señalar un edificio aislado en Chontay, tendales desaparecidos en Rumi-huasi, kallankas en Avillay y Chaimallanka, así como un repertorio completo en Nieve Nieve. Todo esto además de los existentes en el pro-pio Pachacamac. Específicamente en Pampa de Flores A identificamos los siguientes edificios Tahuantinsuyo:Cuadrilátero en pendiente. Quizás el edifi-cio que más fuerza de trabajo requirió, no solo por las dimensiones de sus muros, sino por la dificultad de su construcción. Su emplazamien-to y cercanía a las áreas residenciales sugiere que su función requería que sea visible desde este sector. Revela además un conocimiento tecnológico para la función de tratamiento de productos, pues sus terrazas se orientan hacia

el oeste obteniendo mayor tiempo de exposición al sol y menor a los vientos de la tarde que son frecuentes en la parte baja de la quebrada. Algu-nos edificios de este tipo existen en otros valles como en Chancay, en donde un asentamiento importante, también con ECR (Pisquillo Chico), cuenta con uno similar, también asociado a áreas de residencias (Alvino 2013) (figura 11). Kallanka. Edificio cuya gran dimensión, es-pacialidad e inmediata accesibilidad, podría al-bergar oficios para la interacción entre la gente de Pampa de Flores y otros grupos sociales del valle. Dentro del asentamiento, habría sido el espacio habilitado para las coordinaciones y so-ciabilización de gente Tahuantinsuyo de manera muy diferente a las realizadas en los ERC. Por su emplazamiento es evidente su vinculación hacia el camino que comunica Pampa de Flores A con Tambo Inga, además de ubicarse en la parte más baja y accesible de la quebrada ocupando un área aproximada de 130 m2. La técnica empleada en

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Figura 13. Adobes paralelepípedos correspondientes a muros caídos al interior de un recinto asociado a un ERC.

su construcción revela la experiencia anterior de utilizar rocas canteadas usando argamasa, aunque en este caso las dimensiones de las uni-dades sean mayores. Nuestra identificación de este edificio como una kallanka es tentativa, pues el edificio se halla en gran parte enterrado (figura 12).Edificio de adobes en cementerio. Ubi-cado entre los dos cementerios, se asocia a un montículo bajo de piedras medianas. Está construido en sistema de adobes.

Asociación constructiva Sobre la base de un levantamiento arqui-tectónico general del sitio y sobre las ob-servaciones del uso del sistema constructi-vo de adobes, podemos indicar lo siguiente:-Los adobes se encuentran empleados principalmente en los ERC, mantenien-do siempre las mismas características físi-cas (forma, dimensión y peso) (figura 13).-Su uso está delimitado a la construcción de cier-tos recintos internos de los ERC, principalmente

a aquellos que, debido a su ubicación restrictiva, hemos considerado de manera tentativa como depósitos. A modo de hipótesis, que desarrollaremos en un futuro cercano, planteamos que el adobe es el sistema asociado al uso espacial de personajes vinculados al Tahuantinsuyo, y que corresponde-ría a dignatarios o funcionarios quechuas, aun-que para esto se tiene que hacer un análisis más profundo y detallado. Las evidencias arquitectónicas sugieren la pre-sencia de actividades socialmente significativas del Tahuantinsuyo en Pampa de Flores, sin em-bargo la gran cantidad de materiales culturales existente en los basurales son ante todo prove-nientes del valle mismo e incluso del litoral; la gran cantidad de material Ychsma también pre-senta rasgos de connotación religiosa (ofrendas y figurinas); por estas razones pensamos que la participación social cuzqueña pudo desarrollarse en dos niveles al interior de Pampa de Flores A:-A partir de la administración directa de los edi-ficios bajo su control.

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Figura 14. Fragmento de cuerpo de aríbalo con brazo en alto relieve y pintura pre cocción que complemen-ta la imagen de un cargador; otros rasgos Tahuan-tinsuyo son el ajedrezado y las bandas aserradas.

-Restringido a lugares específicos al interior de los ERC, esto es en los recintos construidos con adobes. El interés del Tahuantinsuyo por poseer una injerencia en Pampa de Flores A podría co-rresponder a la necesidad de asociarse con las wakas que aún seguían vigentes en los asenta-mientos del valle y alrededor de las cuales se congregaba gran cantidad de gente. La estrate-gia expansionista pudo comprender el proyec-to de complementar el asentamiento vecino de Pampa de Flores B con una directa supervisión quechua, el cual sin embargo no llegó a comple-tarse. De esta manera, si bien se establecía una consideración religiosa con las wakas locales del valle el interés de la intervención urbanís-tica de Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A y B pudo tener un trasfondo de interés político y económico.

Evidencia alfarera A partir de los aportes de Feltham (1983), Bazán (1990 y 1992) y Vallejo (2004), se ha es-tructurado una cronología basada en secuencias alfareras, de esta manera consideramos un or-denamiento11 dentro del cual proponemos que Pampa de Flores A presenta evidencias princi-palmente durante la fase Ychsma Tardío A y B, esta última sería contemporánea a la presencia Tahuantinsuyo en el valle. En los basurales se ha registrado abundante cantidad de fragmentos de cerámica de diversa naturaleza, de pastas sometidas a cocción oxi-dante, principalmente de función doméstica y, en particular, ollas y cántaros que poseen algu-nos rasgos decorativos (aplicaciones en relieve, diseños incisos e impresos). Es constante, por ejemplo, la presencia del tipo fitomorfo (formas de vegetales) y la decoración aplicada de la ser-piente ondulada en el tercio superior del cuer-po de las ollas; asimismo existen fragmentos de cántaros de cara gollete tratados superficialmen-te con pintura marrón sobre crema. Desafortu-nadamente no hemos recuperado vasijas ente-ras, aunque las formas correspondientes existen en museos y se han hecho algunas publicaciones de material similar recuperado en Pachacamac. En nuestras excavaciones en el patio del ERC III, hemos encontrado cerámica enterrada in situ, como ollas cortadas del tercio superior hacia arriba y también (aunque pocos) fragmentos de aríbalos Tahuantinsuyo, no de estilo Cuzco (Uhle 1903) o Inca Polícromo (Strong y Corbett 1943), sino del tipo Inca provincial o Inca local (figuras 14, 15 y 16), en particular de especímenes muy si-milares al publicado por Ángeles (2011: 45 y 46) y que se registrara en Pachacamac. La gran diversidad de formas también se com-plementa con las variantes en el uso de temperan-tes utilizados en la pasta alfarera, desde cuarzo hialino, partículas líticas angulosas, yeso, feldes-pato blanco con impregnaciones de óxido, fel-despato blanco cremoso, feldespato oscuros y ar-cilla cocida molida. Podríamos considerar que en Pampa de Flores A la cerámica Ychsma continuó utilizándose en todos los espacios urbanos hasta su última ocupación, permitiendo la presencia de cerámica Inca local directamente asociada

11 El ordenamiento de Vallejo se estructura en tres fa-ses: Ychsma Temprano, Ychsma Medio e Ychsma Tar-dío, cada una dividida en dos momentos: A y B.

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Figura 15. Fragmento de cuerpo de aríbalo con trata-miento decorativo Tahuantinsuyo: bandas aserradas,

ajedrezados y policromía.

a los ERC e incluso en los basurales. La abun-dancia de fragmentos en estos últimos, mezcla-dos con diversas especies vegetales comestibles, considera que el constante uso y renovación de estos objetos era importante para la función del sitio.

Ideología y religión Consideraremos algunas evidencias recupera-das de nuestras excavaciones de las cuales son reiterativos los fragmentos de figurinas hechas en molde, casi siempre representando una ima-gen femenina con ojos remarcados, brazos so-bre el abdomen, órganos sexuales acentuados y presencia de un collar de cuentas o pectoral (probablemente de moluscos); en general estas figurinas se han hallado en basurales adjuntos a los ERC III y VIII, pero también en los ac-cesos a estos, presentando huellas de rotura o quema intencional. A modo de hipótesis consi-deramos que estarían representando la imagen de la antigua deidad de Urpywachak, probable-mente alterada con rasgos del valle medio, pero que relacionaría la función de estos edificios con rituales vinculados a los recursos maríti-mos. Vale la pena indicar que esta deidad era considerada como “la que pare palomas”, y está asociada a los peces y a las aves marinas, quizás reemplazadas posteriormente por palomas, en evidente vínculo con el mar. También hemos registrado una pequeña escul-tura de un sapo (Buffo spinolosus), que pudo ser una ofrenda vinculada a la fertilidad de la natu-raleza como la waka Ampathu. Otras ofrendas son mates conteniendo representaciones de ca-mélidos con cuentas a modo de ojos trabajados en mullu (Spondylus prínceps). Otras ofrendas constituyen conopas rotas representando ca-mélidos preñados, probablemente bienes fami-liares llevados al sitio y ofrendados en eventos comunales; así como moluscos (Perumytilus purpuratus) amarrados con hilos de colores. Otro tipo de ofrendas incluyen mates (Lage-naria siceraria) con semillas (quizás propicia-dora de futuras cosechas). En general existen diversos tipos de ofrendas, al parecer locales, entre las que, sin embargo, existen fragmentos de formas alfareras Tahuantinsuyo local (arí-balos y platos). Es interesante, además, que no hayamos podido registrar imágenes o figurinas Tahuantinsuyo (llamas de metal), por lo que, preliminarmente, asociamos el asentamiento

Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Figura 16. Fragmento de borde evertido de botella con falsas asas, pintado totalmente de negro y con líneas

horizontales blancas.

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a funciones religiosas Ychsma.

Epílogo Consideramos que lo Ychsma incluye grupos sociales profundamente arraigados con su en-torno ambiental y vinculados ideológica y eco-nómicamente con su ecología. La religión y los vínculos ancestrales serían el nexo articulador de sus asentamientos, los cuales además, debido a su extensión, complejidad y población, poseían cierta independencia y una autonomía muy particular. De esta manera, Pampa de Flores A fue un asentamiento Ychsma que, de un gran poblado residencial (con cementerio incluido), admitió durante el Intermedio tardío la presen-cia de ERC por motivos histórico sociales aún no definidos; en gran medida y considerando la asociación alfarera, tipología arquitectónica y asociación de eventos por estratigrafía, algu-nos de estos edificios sufrieron remodelaciones (al menos los identificados como ERC I, III, IV y VIII) a inicios del Horizonte Tardío y pudie-ron incluso funcionar contemporáneamente. Los ERC son lugares donde la confluencia de lo religioso con la capacidad administrativa de bienes parece motivar su mantenimiento. Si bien no existe en la mayoría de ellos evidencia de una residencia inmediata, algunos poseen espacios restringidos que pudieron albergar al menos una permanencia muy breve. Los espacios internos como los patios son lugares de eventos rituales para ofrendas asociadas a diversos bienes, principalmente alimenticios. Las plataformas, al parecer construidas rápi-damente, parecen corresponder a la misma técnica constructiva y almacenan bienes que al parecer sobrepasaron la capacidad instalada original, motivo por el cual se efectuaron am-pliaciones, evidencia del éxito social económico que tuvieron en algún momento. Los cambios de ideología religiosa muchas veces responden a momentos de crisis o inter-venciones externas. Considerando esto para Pampa de Flores A, sugerimos que la celeridad en la construcción de muchos edificios y los ex-tensos contextos de basura, podrían estar indi-cando una coyuntura importante que surgió en Lurín poco antes del advenimiento del Tahuan-tinsuyo. Diversas ofrendas en contextos cere-moniales refuerzan esta consideración, la cual deja abierta la posibilidad de una participación cuzqueña en ciertos espacios de los ERC (recintos

construidos con adobes paralelepípedos) y utilizando ciertos objetos (aríbalos y platos). Los edificios de Pampa de Flores B, aun cuando no han sido profundamente investigados, poseen vacíos en su ordenamiento urbano, demuestran además una rapidez en su construcción y muchas veces un abandono en los mismos. Consideramos abierta la posibilidad que pudieron haber sido construidos durante el Horizonte Tardío, cuando el área urbana de Pampa de Flores A se encon-traba saturada de basurales y edificios públicos. La presencia de un evento de incendio extenso en los ERC, pudiera considerarse el abandono fi-nal del asentamiento de Pampa de Flores A. Esto pudo ocurrir al inicio de la ocupación española o en los primeros episodios de extirpaciones de idolatrías. Posteriores ofrendas y entierros in-dican que el sitio siguió siendo muy importante como lugar de culto durante el siglo XVI, ya en época virreinal.

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completos (no sólo sus siglas). Se debe seguir el siguiente modelo:

Artículo en una publicación colectiva:MEDDENS, Frank; BRANCH, Nicholas; VIVANCO, Cirilo; RIDDIFORD, Naomi y KEMP, Rob, 2008. High altitude Ushnu platforms in the Department of Ayacucho Peru, structure, ancestors and animating essence. En: Pre-Columbian landscapes of creation and origin: 315-355. (Editado por John Edward Staller). Springer. New York.

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Las notas deben ser a pie de página y deben estar a tamaño 9, estilo Time New Roman, espacio simple y justificado.

Agradecemos anticipadamente su participación y difusión.

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Nro. 1. Enero 2011 http://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

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¿Cómo era el ushnu de la plaza Haucaypata del Cuzco? Rodolfo Monteverde Sotil - Archivos Audiovisuales del Cuzco (Disponibles en Internet) Sheylah Vásquez Salcedo - Inca sacred space, platforms and their potential soundscape. Preliminary observations at usnu from Ayacucho Frank Meddens y Millena Frouin - Indiferencia y destrucción: El caso de Patipampa, un asentamiento Tawantinsuyo en el valle de Pisco-Ica Eberth Serrudo Torobeo - Metalurgia doméstica durante la presencia Inka en el valle Calchaquí Norte, Salta-Argentina Cristian Jacob - Materialidad en una tumba Inka de los Andes del Sur. El caso de La Huerta, Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Iván Leibowicz, Claudia Aranda y Cristian Jacob - Entrevista al Dr. Ramiro Matos Mendieta Jolie Soto Pérez

Nro. 2. Mayo 2011 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

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Esculturas zoomorfas talladas en afloramientos rocosos dentro del Parque Arqueológico de Sacsayhuaman-Cuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Choquequirao, un asentamiento imperial cusqueño del siglo XV en la Amazonía andina Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Aproximación a los queros incaicos de la colonia. Un ejemplar de estilo transicional-formal del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú Victor Falcón Huayta - Antes de la presencia Inca: desentramando la homogeneidad de la cultura material de las unidades domésticas de Juella en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Santiago Barbich - Montañas sagradas en los confines del imperio Inka: Nevado montañoso de Cachi, Salta-Argentina Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - El poderío de la Coya durante el auge del imperio incaico Alicia Alvarado Escudero - Entrevista al Dr. Federico Kauffmann Doig Sheylah Vásquez Salcedo

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Nro. 3. Noviembre 2011 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

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Emplazamiento de la arquitectura funeraria en los valles de Andahuaylillas y Lucre, Cuzco Geanette Guzmán Vinatea y Marlene Castro Fabre - Glosas sobre la decoración en la cerámica Inca-Cuzco Federico Kauffmann Doig - The Late Intermediate Period egalitarian polities of Ayacucho and Apurímac Frank Meddens - Producción metalúrgica doméstica en el Intermedio Tardío. El caso de Juella, Jujuy- Argentina Ivan Leibowicz y Cristian Jacob - San Marcos, Huagil y Huaca Doris: tres sitios Inca de la Huaranga de Pacarán, valle del río Cañete, Lima Milena Vega-Centeno Alzamora - Proyecto de Investigación Arqueológica Pacarán 01, valle medio del río Cañete, Lima Favio Ramírez Muñoz, Guido Casaverde Ríos y Gori Tumi Echevarría López- Entrevista al Dr. Waldemar Espinoza Soriano Rodolfo Monteverde Sotil.

Nro. 4. junio 2012https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

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La Luna como objeto liminal en la concepción del tiempo indicativo entre los incas Ricardo Moyano - Construyendo narrativas de la Capacocha Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - Tiana: asiento Inca Victor Falcón Huayta - Evidencias materiales de dos huacas del sistema de Ceques cuzqueño: Chincana Grande y Laqo. Parque Arqueológico de Sacsayhuamán-Cuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Cultos, rituales y paisajes sagrados en los Andes Centrales, siglo XVII: Apo Parato, Junín Andrea Gonzáles Lombardi y César Astuhuamán Gonzáles - Vasijas incas en los confines del imperio: los aríbalos y platos ornitomorfos de la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy, Argentina María Andrea Runcio - Una reseña sobre El Shincal: Una capital administrativa Inka al Sur del Kollasuyu. Catamarca, Argentina Guillermina Couso - Entrevista al Dr. Juan Ossio Acuña Rodolfo Monteverde Sotil.

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Nro. 5. diciembre 2012 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/

revista-haucaypata-nro-5-2012

Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda - Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima Tatiana Stellian - El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca Rommel Angeles Falcón - Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas Reinaldo Andrés Moralejo - Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios Rodolfo Monteverde Sotil.

Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Nro. 6. mayo 2013 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/

revista-haucaypata-nro-6-2013

Cuzco y Machu Pijchu Manuel Chávez Ballón - Excavaciones arqueológicas en un “basural” del Sector VIII, Subsector G, de Choquequirao Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - El Usno de Tamburco: vínculos de una plataforma ceremonial Inca con el paisaje local en la ruta del Chinchaysuyu. Apurímac José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Huancasragau: un asentamiento Inca en la cuenca del río Gorgor. Cajatambo-Lima Arturo Ruiz - ¿Cuándo comenzó “a existir” el arte rupestre incaico? Victor Falcón Huayta - El incómodo patrimonio arqueológico en la “modernización” de Lima: construcción de túneles, la ampliación de la avenida Javier Prado Este y la afectación de Puruchuco-Huaquerones Rodolfo Monteverde Sotil.

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Nro. 7. diciembre 2013 http://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_

haucaypata._nro._7._2013

El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco Victor Falcón Huayta - “El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina Christian Giovanni Cancho - Incanäni: un complejo funerario Wamalli con indicios de arte rupestre Inca en el Alto Marañón, Huánuco-Perú Carlo José Alonso Ordóñez Inga - Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013 Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López - La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-Perú Antonio Raymondi Cárdenas.

Nro. 8. mayo 2014 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/

revista-haucaypata-nro-6-2013

The abandonment process at Tambokancha (Zurite, Cuzco): Inca actions and rituals of site closure Ian Farrington - Esculturas zoomorfas del Parque Arqueológico de Sacsayhuamán, Cuzco: una aproximación a su entendimiento simbólico Rodolfo Monteverde Sotil - El ushnu, el qhapaq ñan y las huacas en el Altiplano del Chinchaycocha. Una aproximación a las estrategias de apropiación y control territorial Inca, desde la lectura de los paisajes rituales y la astronomía José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Los calzados utilizados por los Incas para las altas montañas Christian Vitry - Las fuentes etnohistóricas y la arqueología de montaña en el estudio de los escenarios incaicos en altas cumbres Constanza Ceruti - Paisajes rituales incaicos. Una mirada desde las crónicas coloniales Ivan Leibowicz, Cristian Jacob, Félix Acuto y Alejandro Ferrari - Presentación del libro: Inca sacred space: landscape, site and symbol in the Andes, 2014. Frank Meddens, Katie Willis, Colin McEwan y Nicholas Branch (editores). Editorial Archetype. Londres Frank Meddens.

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Nro. 9. enero 2015 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

home/revista-haucaypata-nro-9-2015

Más allá y más arriba del Cuzco. En torno a los ushnus de puna durante el Horizonte Tardío Gabriel Ramón Joffré - Quilcas en Sillustani, Puno. Cronología e implicancias Berenguela Sánchez y Gori Tumi Echevarría - Peregrinación andina al santuario de alta montaña en la cima del cerro Sixilera, norte de Argentina María Constanza Ceruti - Formaciones sociales en el noroeste argentino. Variabilidad prehispánica en el surandino durante el Periodo de Desarrollos Regionales y el estado Inca Verónica I. Williams - Divulgar para conocer, conocer para querer y proteger nuestro patrimonio cultural Rodolfo Monteverde Sotil.

Nro. 10. agosto 2015 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

revista-haucaypata-nro-10-2015

La arquitectura Inca de los Subsectores IIB y VB de Huánuco Pampa: excavación, identificación y registro de sus aspectos constructivos y estructurales Carlo José Ordóñez - Inkapintay: arte rupestre de resistencia Inca a la conquista española del Tawantinsuyu Victor Falcón - La ocupación Inca del valle de Cotahuasi, Arequipa-Perú Justin Jennings y Willy Yépez Álvarez - Los caminos rituales del volcán Llullaillaco, Argentina (6739 msnm) Christian Vitry - Rocas del Qhapaq Ñan: wankas y mojones en los caminos duales a las cumbres sagradas de la sierra de Famatina (La Rioja - Argentina) Sergio Martin - Una nota sobre el símbolo Chakana Federico Kauffmann Doig - Evidencias arqueológicas incas en la ciudad del Cuzco en estado de abandono y bajo amenaza de daño y destrucción - Rodolfo Monteverde Sotil

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Auspician:

Page 116: Revista Haucaypata Nro. 11. 2016

REVISTA HAUCAYPATALima-Perújunio 2016

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Index

Editorial

List of Collaborators

Indigenous knowledge and hanging bridges of the Central AndesLidio M. Valdez

The Walzers of Rose Mountain and Carnival along the Shores of the Bodensee Lake: Influences, rites and alpine believes in the Qoyllur rit’i pilgrimageMaría Constanza Ceruti

Public space during the Late Intermediate Period in Juella, in the Humahuaca gorge, Jujuy, Argentina.Ivan Leibowicz

Analysis of rock art along the Great Inca Road (Qhapaq Ñan): Inca dominion and conquest ritual in Famatina (La Rioja, Argentina)Sergio Martin

Rock art in the Historic Sanctuary of the National Archaeological Park of Machupicchu: analysis and archaeological perspectivesFernando Astete, José Miguel Bastante Abuhadba y Gori Tumi Echevarría López

Tahuantinsuyo on the Pampa of Flowers A and B in the Lurin Valley, LimaJorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño

Editorials Norms

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