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Revista Catauro No.03

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Page 1: Revista Catauro No.03

de antropologla. - - -- - - - - - -

Arlo 2. No. 3. enero-junio de 2001.

EDlTORIAL Diih1lr;rriAn "La ruta del es$avoV. Desencadenar la memoria.

DOUDOU DIENE 6

Dossier T . semestral de la Fundación Fernando Ortlz. Director: Miguel Rarnet Prefacio

FEDERICO MAYOR Subdirsctora: Trinidad Perez

Jde de &acciór Daniel Álvarez Diir&

Edición: ¿Quienes son los responsables? ELIKIA M'BOKOLO

Director artístico y diseño de cubierta: Los archivos de la ruta del esclavo

HOWARD DODSON E d u ~ r ~ i o Moltó

Ilustración de cubierta: Roberto Diago (El o10 que ve)

AmGrica b t i n a y el Caribe LUZ-MARIA MARTINEZ MONTIEL

Dlsefto grdfico y compocildón: Trata e identidad

HUGO TOLENTINO DIPP Yqrnilet Moya Jorge Estkvz

Trata de esclavos y desarrollo CLAUDE MEILLASSOUX CorKeJo Editorial:

Marh Tersa Linwer %vio, l a ü s Guar~chc. Ana Cairo, k r g i o Valdá Rernal. A u r e k Francos.

Ideología, filosofía y pensamiento LOUIS SALA-MOLINS

El V Centei-iario,de la Africanía: un (re) descubrimiento de Iberoamérica LOUIS BELTRAN REPETTO 38

losé Matos, Roberto Zi i rb~no, Frmk Péiez, P+i Mari4 de i;ihaye, Angel Luis Fernandez.

Todos los deruhos reservados

Informe de "La ruta del esclavo" en Cuba COMITE CUBANO DE LA RUTA DEL ESCLAVO

@ Sobre la piussnte didón: Fundación Fernando Ortiz. 2001 ISSN: ~nliritxln -. -- .,-....-- Contribucicín africana a la identificación del hombre americano

ARGELIERS LEON 53 Fundación Fernando ürtlz Calle L no. 160, erq. a 27. El Vedado, Ciocld de L4 Hahm. Cuh. C a l o Post31 10400 T e ~ d n o : ( 5 3 7 ) 32-4&4 ~elehx: (537) 30-0623 E-mail: [email protected]

Áfrip en Ain6rica: las secuelas de la esclavitud JESUS GUANCHE

Los sitios y patrinioiiios arquitect6nicos de "La ruta del esclavo" en Cuba NILSON ACOSTA REYES 8 1

El método intydisciplinaro de José Antonio Saco en una historia inédita ORESTES GARCIGA GARCIGA 9 1

Cada trabajo Ewp<usa la opinión Persistencia rejigiosa de la cultura africana en las condiciones cubanas

de su autor, JORGE RAMIREZ CALZADILLA 1 06

Page 2: Revista Catauro No.03

Sustrato cultural de la santería santiaguera SE MILLET

trata negreca en el puerto de La Habana a mediados del siglo XVIII ENRIQUE LOPEZ MESA 148

Ñ ~ f i i ~ o s en Key West (i1880-1923?) ENRIQUE SOSA

Resignificación plástica de un legado africano: la máscara YOLANDA WOOD

Los dueños de la,palalm africana, MIRTA FERNANDEZ MARTINEZ

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DOCUMENTOS 199

La Coppiración de la Escalera: el precio de una traición MARIA DEL CARMEN BARCIA ZEQUEIRA MANUEL BARCIA PAZ

Los juegos infantiles en La ruta del esclavo. Una primera aproximación RODRIGO ESPINA PRIETO 205

Los changaníde guanabacoa (reglas de palo) NATALIA BOLIVAR 211

iPor qué CATAURO? 220

ARCHIVOS del FOLKLORE 'Z";IF" Sin el negro Cuba no sería Cuba FERNANDO ORTIZ

ENTRE-VISTAS Un encuentro con Salvador Bueno AURELIO FRANCOS LAUREDO

- -- -

DESDE L y 27 ,-

Eventos /Seminarios / Premio Catauro 1 Diplomado de Etnología 2000 1 Publicaciones

Nuevos libros de la Fundación Fernando Ortiz

Resúmenes de trabajos de diploma y maestría

Page 3: Revista Catauro No.03

Atlas de los instrymentos de la música folklórico-popular de Cuba GRIZEL HERNANDEZ 249

El vo+ en Ciiba MARlA ELENA FAGUAGUA IGLESIAS

La h$«ria en Fernando Ortiz JOSE ANTONIO TABARES DEL REAL

El Espiritisnw de cordón: un,ciilto popiilar cubano DANIEL ALVAREZ DURAN

Los culíes chinos en Ciiba de Juan Pérez de la Riva JESUS GUANCHE

Presentación de originales 260

Page 4: Revista Catauro No.03

a tragedia que significó la es- clavitud africana, ha sido re-

conocida como el crimen mayor de la humanidad. Cuatro siglos duró este holocausto que extraria- mente ha estado ausente de los li- bros de historia y de la enseñanza escolar. Decenas de millones de hombres, mujeres y niños fueron arrancados de sus lugares de ori- gen en el continente africano y lle- vados a América y a las Antilkzs para la explotación de las colonias y cl trabajo en los campos y las casas de los amos.

El legado africano a las cultu- ras del continente americano ha sido, pues, el resultado de u n lar- go y dramático proceso histórico. La mayor parte de América ha sido en gran medida construida y sostenida por manos esclavas y sus millones de descendientes.

En esta ocasión Catauro pre- senta u n conjunto de trabajos que reflejan la continuidad centenaria de las irivestigacioncs sobre la pre- sencia transformada de las cultu- r a africanas en nuestro continente y especialmente en Cuba. De este modo, junto con otra serie de ac- tividades y proyectos en proceso de realización, damos a conocer una mínima parte de lo que signi- fica " L a ruta del esclavo" e n C u b a , como parte del proyecto internacional auspiciado por la U N E S C O .

Como ha expresado Federico Mayor, " [ l ] a trata del esclavo transatlántica [. . . ] constituyó u n choque que transformó el área geocultural de América y el Cari-

be en u n teatro vivo, en el que se creó la dramaturgia del pluralis- mo cultural".

Han sido muchos los estudio- sos que desde el siglo X ~ X y a lo largo del xx dedicaron mci parte de su fmctífera vida a la presencia africana en América, tales como Raimundo Nina Rodrigues en Bra- sil, Gonzalo Aguirre Beltrán en México, Miguel Acosta Saignes en Venezuela, Melville J. Herskovitz en los Estados Unidos, Nina S. de Friedernann en Colombia, Fernun- do Or t i z y Lydia Cabrera e n Cuba; todos con diversos enfoques a partir de sus métodos de traba- jo, de las fuentes consultadas, de sus vivencias y de sus propias ca- pacidades interpretativas. Sin m- burgo, lo cierto es que ellos abrieron el camino, trazaron de- rroteros, plantearon nuevos pro- blemas, auguraron perspectivas y dieron luz a la valoración de un .gigantesco patrimonio que aún ne- cesita ser conocido a plenitud como parte de la cultura general de las nuevas generaciones.

En el caso de Cuba, una parte de los trabajos que &a ofrecemos también tienen una larga his wria pre- cedente. Se remontan a las observa- ciones no sistematizadas que, desde stls respectivas culturc~s de referen- cia, hicieron múltiples viujeros y via- jeras a lo largo de la época colonial; a las visiones nmmativas que aportó la litmatura costumbrista; a la i m - gen diversa de pintores, grabadora, caricaturistas y fotógrafos; a los he- chos e intmprecaciones de los prime- ros historiadores y geógrafos. Otros

Page 5: Revista Catauro No.03

como José Antonio Saco, Antonio Bachilkr y Morales, José 1María de 121 'Erre y Esteban Pichnrdo sirvie- rcm de sepro puente para /a mag- m obra de Fernando Ortiz.

Sin embargo, esta temática no ha quedado trunca, sino que se ha multiplicado. La semilla sembra- da por Ortiz y otros contemporú- neos, como José Lticiano Franco, Rómulu Lacliutañeré, Salvador García Agüero y Emilio Roig de Leuclisenriiig en la Sociedad de Estudios Afrocrlbanos ( 1 937- 1946) y anteriormente e n la Revista Biniestre Cubana y Ar- chivos del Folklore Cubano, tuvo S I L continuidad en el Instituto de Etnologíu y Folklore ( 1 96 1 - 1 973) y en los trabajos de Argeliers León, Isaac Barred, Ped~o Deschamps Chapeuux, Gabino Lci Rosa, 20- doro Díug Fabelo, María del Car- m e n Barcia, Rogelio Martínez Furi , entre otros. Todo ello ha dado lugar no sólo a una amplia bibliografía, sino a una toma de conciencia colectiva sobre la sig- nificación de este patrimonio como parte de la cultura nacional y con- tinental.

i Por esta razón, hemos querido dar u n avance del amplio inventa- rio sobre los sitios y lugares de la

6 memoria relacionados con " L a

Fa ruta del esclavo", realizarlo por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba. y sus prs lrc- tivas pum el trabajo de restaiira- - ción y conservución y su promoción q en el turismo.

Este número de Catauro es u n tributo a hombres y mujeres

que, frente a todas las contingen- cias, silpieron resistir para dejar- nos u n a herencia cultural de valores permanentes, y forma parte de las activuiades del Co- mité C u b a n o de " L a ruta del esclavo" no como el recuerdo im- borrable de lo que fue el drama de la esclavitud africana, sino como perspectiva incluyente de lo que significa una identidad asu- mida sin prejuicios y con una ple- na conciencia de su significación histórica.

Asimismo, hemos incluulo tra- bajos que revelan la presencia del ingrediente africano en nuestro acer- vo cultural, de los sistemus relLgiosos que aportaron uiui cosirwvisióri del cubano y t m tesoro artístico y cultu- ral, sin el c w l C u h i no seríu lo que es. Hemos quenilo mostrar ademCls que, a pesar de la vwlencui y el do- lor que causó la esclavitud, el dicílo- go interculturul que generó ]uzo que ~rparecieran en nuestro paíi y en el continente f o m de vida únicas y u n imaginario que revela la podero- sa finetite nutricia de las culturas af i - canas, su resistencia y su capacidad de adaptación al nuevo medio en que se vio obligada u existir

Insurrección, sublevaciones, cimarroíiaje obligaron a ver la es- clavitud con otros ojos. Nuestra guerra de independencia contó con la purticipación masiva de escla- vos primero y de la población ne- gra liberada y S U S descendientes después. Cuba , en fin, n o sería Cuba sin el negro, como expresó elocuentcmente Fernando Ortiz.

EL DIRECTOR

Page 6: Revista Catauro No.03

La RUTA del ESCLAVO

Dwmu DIEN -- Dirsdor de la

División de Proyectos

Intsrcultural~s, UNESCO.

6

"La ruta del esclavo" puede con- siderarse una respuesta al histo- riador Jean Michel Deveau, quien, en La Frunce aux m p s des kgners, escribe: "La trata transa- tlántica de negros es la mayor tra- gedia de la historia humana por su amplitud y su duración." De- cenas de millones de africanos fueron arrancados de sus pueblos para ser transportados a la fuerza a las Américas y las Antillas.

La esclavitud es un fenóme- no universal. Grecia la convir- tió en un arte de vivir. Pero la trata transatlántica de negros tuvo tres peculiaridades: su du- ración (unos cuatro siglos), su carácter racial (el negro africa- no como arquetipo del esclavo) y su organización jurídica (los códigos negros). Por esa razón provoca un rechazo profundo, tanto en la historia como en el inconsciente de los pueblos afectados. La UNESCO, más allá de la legítima emoción que suscita la trata, quiere dotar de carácter científico riguroso a las investigaciones que coordina

--

' Tomado de Fuentes UNESCO, no. 99. marzo. 1998.

sobre sus causas, modalidades y consecuencias, en el marco del proyecto "La ruta del escla- vo". Esta tragedia está prácti- camente ausente de la memoria colectiva y de los libros de his- toria, incluso africanos.

La lucha por los derechos hu- manos es una lucha de la memo- ria, pues toda tragedia no asumida puede reproducirse bajo otros as- pectos. El proye,cto posibilita una reflexión sobre Afnca, cuyos prin- cipales problemas -subdesarrollo, enfrentamientos étnicos- no pue- den explicarse sin remontarse a la inaudita sangría de la trata. ,Tam- bién es la ocasión de que Africa redescubra la vitalidad de su cul- tura. El esclavo resistió, en efecto, gracias a la fuerza vital de sus dio- ses, mitos, valores, ritos y ritmos, cosas todas ellas que llevaba ocul- tas en su cabeza y que el esclavis- ta, a quien sólo le interesaba su cuerpo, no podía alcanzar.

DENIGRACI~N CULTURAL

Pero la trata no habría podido durar tanto tiempo si no hubiera

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ido acompañada de una ideolo- gía de justificación moral y de un aparato jurídico. La ideolo- gía no es otra que la construc- ción intelectual del racismo: la denigración cultural del hombre negro y de Africa, que permite la venta de seres humanos. Aun- que la trata desapareció, el ra- cismo sigue haciendo mella. En cuanto a la organización jurídi- ca, hubo códigos negros, textos infames extraídos de la inemoria jurídica e histórica, que urge dar a conocer.

La trata fue el inayor despla- zamiento de población de la his- toria y por consiguiente u11 encuentro, ciertamente forzado, entre culturas. Generó interac-

ciones entre africanos, amerin- dios y europeos de tal amplitud que quizá hoy, en el bullicio americano y antillano, esté en juego algo vital para el tercer milenio: el pluralismo cultural, es decir, la capacidad y el po- tencial de convivencia de pue- blos, religiones, culturas de orígenes distintos, el reconoci- miento de la riqueza de las es- pecificidades y de la dinámica de sus interacciones. Así, en las afueras de las grandes metrópo- lis, la vitalidad de las expresio- nes artísticas surgidas de esas interacciones, coino el rap, plantea la cuestión de la reali- dad del pluralismo cultural en las sociedades occidentales. "La ruta del esclavo" permite una reflexión sobre el proceso de identidad, resultado de la alqui- mia entre el genio de un pueblo y lo que recibe del exterior, aun- que sea a través de la violencia.

La UNESCO impulsa así una especie de catarsis colectiva tendente a pasar de la tragedia a la !ida. Se trata de que Euro- pa, Africa, las Américas y las Antillas avancen juntas, para mirar hacia un pasado que pue- de constituir la base de un f ~ i -

turo común: asumir juntas una tragedia, con pleno conocimien- to de causa, fertilizar sus conse- cuencias, en el espíritu de la cultura de la paz. '-t

Page 8: Revista Catauro No.03

PRE-

FEMRICO MAYOR - Ex Dir~ctor

G ~ n ~ r a l d~ la UNESCO.

8

Desarrollo, derechos humanos y pluralismo cultural son otros tan- tos grandes temas del miindo actual que están estigmatizados por un "agujero negro" en la his- toria de la humanidad: la trata esclavista. Símbolo de todas las violencias, durante largos años el comercio triangular ora se pa- saba por alto, ora se trataba fur- tivamente en los programas de historia como un episodio más de las relaciones entre Europa y África. Podemos situar el signi- ficado histórico y moral de esa ocultación al citar a Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz: "El verdugo mata siempre dos veces; la segunda, por el silen- cio." Por el silencio universal que la ha envuelto, la extrema violencia que la ha acompafia- do, la luz inquietante que arro- ja sobre la escala de valores de las sociedades que la engendra- ron y las profundas interaccio- nes que ha provocado, la trata

Los primeros ocho articulas de este Dossier constituyen el texto completo del folleto La

ruta del esclavo que. auspiciado por la División de Proyectos lnterculturales de la UNESCO. lue realizado por la asociación francesa Les

Anneaux de la MBmoire.

transatlántica de negros se pue- de comparar, en efecto, con la materia invisible que, según los astrofísicos, ocupa la mayor par- te del universo y cuya presencia explica el movimiento de todos los cuerpos celestes.

Precisamente con objeto de hacerla visible, la Conferencia General de la UNESCO deci- dió instituir el proyecto interna- cional "La ruta del esclavo", creando así el marco necesario a una reflexión internacional pluridisciplinaria que dilucide las causas profundas, las moda- lidades y las consecuencias de la trata de negros. Para la UNESCO y la comunidad mun- dial, se trata ante todo de vol- ver adrede sobre un hecho histórico que, en su obra titula- da L a Frunce a u t emps des négriers, el historiador francés Jean-Michel Deveau ha consi- derado la "mayor tragedia de la historia humana por su duracicín y su magnitud". El estado de de- sarrollo de África no se puede explicar sin la destructiiración profunda de las sociedades afri- canas y la sangría humana,

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intelectual y cultural de que, sistemática y duraderamente, fue objeto ese cont inente durante siglos de la trata de negros, transaliariana y transa- t lh t ica , pues es innegable que esa sangría ha repercutido en las relaciones de fuerzas económi- cas y políticas entre las partes en el comercio triangular.

La consecución de una paz duradera, objetivo fundamen- tal del sistema de las Naciones Unidas, ha alentado, pues, a los Estados Miembros de la UNESCO a esclarecer la cues- tión d e la t ra ta , ya que el principio enunciado e n la Constitución de la Organiza- ción, según el cual "como las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz", permite comprender que exis- ten en la historia acontecimien- tos capitales cuya ignorancia y

ocultación científica son un obstáculo a la paz.

La trata de esclavos transa- t lántica, encuentro forzado ent re millones de africanos, ainerindios y europeos, consti- tuyó un choque que transfor- mó el área geocultural d e América y el Caribe en un tea- tro vivo, en el que se creo la dramaturgia del pluralismo cul- tural. El proceso de inulticul- turalidad iniciado con la trata prosigue aún hoy en día. Co- nocer mejor y dar a conocer los componentes de la trata de ne- gros, permitirá a los pueblos afectados, y también a todos los demás, asumir una memoria co- mún y crear con ello las con- diciones necesarias para la renovación de su cooperaci6n. Estos son los objetivos de "La ruta del esclavo", que se ins- cribe en la prolongación del Año de las Naciones Unidas para la Tolerancia. 1:

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Douwu DIENE Director de

División de Proy~ctos

Intsrculturales, UNESCO.

En la historia universal de la es- clavitud, la trata transatlántica reviste una triple singularidad: su duración de casi cuatro siglos; la especificidad de sus víctimas: el niño, la mujer, los hombres negros africanos; y su legitimación intelectual: la de- nigración cultural de Africa y del Negro, la construcción de la ideología del racismo contra el Negro, y su organización jurí- dica, el Código Negro.

Pero esta tragedia curiosa- mente está ausente de los libros de historia y, por tanto, de la me- moria de la humanidad. La UNESCO desea, en el marco del proyecto "La ruta del esclavo", por una vía científica rigurosa, hacer de una tragedia singular una cuestión universal que ocu- pe su lugar en los libros de his- toria del mundo. Exigencia de veracidad histórica, cierto, pero sobre todo toma de conciencia del hecho de que el combate por la democracia y los derechos humanos es, por encima de todo, un combate de memoria. Toda tragedia ocultada, no asu- mida, puede volver a reprodu-

cirse y, según palabras de Bertolt Brecht, nutrir "el vientre fecun- do del que salió la bestia inniun- da". Se trata igualmente de dar su espacio a la historicidad del continente africano, puesto que, más allá del afropesiinismo alimentado por la memoria cor- ta, ningún gran problema actiial de Africa es ajeno a la sangría brutal y a la violencia inaudita de la trata de esclavos transat- Iántica: ni el subdesarrollo eco- nómico, ni la desarticulación social y familiar constatados en esta parte del inundo.

Paradójicamente, el choque brutal provocado por la trata en- tre millones de africanos, ame- rindios y europeos en América y el Caribe generó un diálogo intercultural y la aparición de nuevas formas de culturas, aun- que fuera en la violencia y el dolor extremos. La tragedia ge- neró así otras formas de vida. El esclavista, únicamente intere- sado en la fuerza de trabajo del esclavo y, por tanto, en la parte física de su persona, nunca pudo tocar la fuerza vital in- terior del esclavo, es decir, los

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dioses, mitos y valores que ha- bi tan su espíritu y le permi- t i e ron sobrevivir, resistir y renovarse en un medio hostil.

Este proceso, desencadenado desde el primer momento de la trata, hace del área americana y caribefia un teatro excepcio- nal d e niulticulturalismo. Los desafíos de este proceso so11 de

una importancia considerable para el futuro, pues es, posible- mente, allí donde estén confor- mándose no sólo las respuestas al antagonismo racial, que per- duró más allá de la dimensión material de la trata, sino tam- bién todas las fecundidades de un diálogo intercultural abierto al porvenir. 9:

Page 12: Revista Catauro No.03

ELIKIA M'BOKOLO - -- Historiador,

d k d o r de la Escuela de Altos

Estudios en Ciencias Sociaks

de París. Ha publicado

numErosas obras sobr~ la historia.

las culturas y los problemas d~ desarrollo de

África. entré las que c a k

mencionar L 'Afriqué au w si€cl€ LE

con tinén t convoiti (Africa en el siglo xx. el

continente codiciado) de

1385. así como un Estudio sobre la

historia y la civilización del

África nqra en los siglos

XIX y xx

RESPONSABlLlDAD PRIN- ClPAL DE LOS NEGREROS EUROPEOS, LOS PODERES AFRlCANOS MUCHAS VECES C~MPLICES, LOS PUEBLOS AFRlCANOS SlEMPRE V ~ T I M A S

Desde el punto de vista de los europeos, la trata de esclavos fue a la vez un comercio fructífero, a juzgar por el número de na- ciones qiic lo practicaron, y tri- vial, c o m o lo demues t ra su duración. Sin embargo, e n va- rios de los puertos que se dedi- caban a la trata, por ejemplo Nantes, los propios negreros pre- ferían no llamarla por su nom- bre y hablaban púdicamente de la "cosa". ¿Y los africanos? ¿Fue- ron meras víctimas o bien socios lúcidos y voluntarios de una re- lación mercantil cuyos términos conocían de un modo perfecto?

UN TEMA CONTROVERTlDO

El tcina de la participación de los africanos en la trata ha dado siempre lugar a polémicas. Du-

rante mucho tiempo los inerca- deres de esclavos se escudaron e n el argumento, a su juicio irre- futable, de que los africanos te- nían por costumbre vender a sus semejantes y si los europeos no les coinpraban esclavos, otros -léase los Grabes, que también utilizaban, entre otros, esclavos negros- se apresurarían a hacer- lo. En la actualidad, intelec- tuales y estadistas africanos sostienen que esos intercambios fueron siempre desiguales (se- res Iiuinanos a cambio de chu- cherías) y q u e los europeos forzaron a los africanos a cola- borar, lo que, inuy a su pesar, no tuvieron más remedio que ha- cer. Para el historiador las c o s a no son tan sencillas. En primer lugar, porque los valores que hoy nos sirven de referencia no son los mismos de hace quinientos años, ni siquier:i de hace iin si- glo. Para nosotros, con que uii solo esclavo hubiera cruzado ei AtlAntico bastaría. Pero, ipen- saban así los africanos de anta- ño? En segundo lugar, la trata, que duró casi cuatro siglos, e: un proceso muy complejo en el

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que intervinieron relaciones de fuerza variables y actores cuyos intereses y sensibilidades han evolucionado necesariamente con el tiempo. Ello autoriza al historiador británico Basil Da- vidsoii a afirmar que "la tesis, según la cual Europa impuso a Africa la trata de esclavos, ca- rece de todo fundamento histó- rico [...] al igual que la idea europea de que las institucio- nes serviles,eran en todo caso propias de Africa".

DEL RAPTO AL COMERCIO REGULAR

La primera forma de adquisición de esclavos africanos por los eu- ropeos fue el rapto puro y siin- ple, del q u e hay ejeniplos pasmosos en la célebre Crónica de Guinea, escrita a mediados del siglo xv por el portugués Gomes Eanes de Zurara. Cuan- do los europeos llegaban a las costas africanas, elegían al azar un lugar que les parecía propi- cio y hacían una parada para dedicarse a la caza del hombre, actividad no exenta de riesgos, como demuestra la matanza en 1446 de la casi totalidad de los miembros de la expedición diri- gida por N u n o Tristao e n las proximidades d e Cabo Verde. Esa matanza, que no fue la úni- ca, prueba que los africanos es- t aban decididos a combat i r contra la esclavitud.

El rapto tenía el inconve- niente de ser sumamente alea-

torio frente a una demanda que aumentaba s in cesar, ya q u e había que abastecer de niano de obra servil las plaiitacioiies y minas de las Américas. Esta ra- zón indujo a los portugueses a pasar de la captura al verdade- ro comercio d e esclavos, si- guiendo una reconieiidacióii hecha por Enrique el Navegan- te en 1444 y reiterada después por los monarcas lusitanos lias- ta finales del siglo xv. Pero in- cluso una vez regularizado este comercio, el rapto siguió siendo un recurso suplementario para los negreros. La llamada "trata volante" o "itinerante" -~111 bar- co negrero recorría el litoral y raptaba esclavos aquí y allá hasta completar su cargamento- se traducía muchas veces e n incur- siones violentas contra los po- blados cercanos a la costa. Por último, las naciones que se ini- ciaban en este comercio, solían empezar practicando el rapto, como hicieron los primeros bu- ques procedentes d e las "doce colonias" (los futuros Estados Unidos de América) en la pri- mera mitad del siglo XVII.

Sin embargo, los grandes na- ciones europeas habían impues- to por entonces una especie de ética del comercio negrero. In- gleses, portugueses y franceses se habían puesto de acuerdo para proclamar que la trata s d o se justificaba con los esclavos vendidos regularn-ieiite por los africanos. A lo largo de las cos- tas se construyeron fuertes para

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organizar los intercambios. Otra finalidad era inspirar un sano terror a los africanos. El mensa- je era claro: "Vendednos escla- vos y seréis libres de escogerlos a vueatro antojo, o nosotros nos apoderamos 31 azar de los que necesitemos.''

Así, la trata de esclavos fue una relación desigual, fundada y mantenida por la amenaza constante del enipleo de las ar- nias. Forzoso es reconocer una vez ?$a con Bxil Davidson que si "Africa y Europa estaban imbricadas [...] Europa dominó las relaciones, configur6 y esti- niul6 la trata de esclavos y la utilizó constantemente en su propio beneficio y en detrimen- to de Africa".

ASUNTOS DE ESTADO Y SOCIEDADES BASADAS EN EL LINAJE

En su apogeo, la trata de escla- vos llegó a ser para los africanos una especie de niaquinación infernal a la que había que su- marse o morir. Así, casi todas las sociedades del litoral africano, ya fueran estatales o basadas en el linaje, tuvieron que partici- par en ella, lo que hicieron de formas y en condiciones muy va- riables de una regicín a otra y según las épocas.

La historia social de África precolonial muestra que la es- clavitud era una institucih co- rriente en los estados, en los que a veces existía ya un comercio

interno de esclavos con fines ini- litares y económicos. Ahora bien, hay que distinguir, entre esos estados, los que mantenían relaciones con el mundo exte- rior y los que no. Los primeros pasaron a formar parte antes y con más facilidad de la cadena negrera, como los estados limí- trofes del Sahel que, entre otras mercancías, vendían ya esclavos a sus socios áraho-bereberes, que los revendían en parte a los europeos. El cronista Alvise de Ca'da Mosto, que en 1455-1456 participó en una expedición por- tuguesa a Senegambia, cuenta que los reyezuelos locales aiipie- ron sacar partido de la nueva competencia que se estaba es- tableciendo entre el coinercio transahariano y el comercio atlántico, vendiendo esclavos a cambio de caballos a los árabo- bereberes y otros esclavos a los portugueses a cambio de mer- cancías europeas.

La situación era distinta en los estados que no tenían rela- ciones con el inuiido exterior. Su participación en la trata es re- veladora de las ainhigüedades, contradicciones y dificultades inherentes a decisiones tomadas muchas veces bajo coacción. El reino del Kongo, por ejemplo, uno de los inás grandes del cori- tinente en la época en que apa- recieron los portugueses, a finales del siglo xv, había Ilega- do desde el punto de vista eco- nóniico, social y político n un nivel comparable al de Portugal,

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según los historiadores conteni- poráneos. La nobleza kongo se convirtió enseguida al cristianis- mo, y el rey creyó que podía di- rigirse al soberano portugués tratándolo de "hermano". En realidad la trata, que violaba los acuerdos tácitos y expresos sus- critos entre los dos estados, ha- bía empezado ya. Han llegado hasta nosotros varias cartas en las que el rey del Kongo se in- digna por la captura de escla- vos, incluso entre los nobles. El significado de estas protestas si- gue siendo objeto de polémicas: para algunos historiadores se trata de un arranque de iiacio- nalisino, en tanto que para otros responde al afán de la aristocra- cia de n o perder un comercio sumamente lucrativo. Sea como fuere, el reino sobrevivirá poco tiempo a esta conniocióii. El mismo drama se produjo, con m& o menos intensidad, en otros puntos de Africa.

También el reino de Daho- mey conoció la amarga experien- cia del comercio de esclavos. A inediaclos del siglo xvirr se ha- bía apoderado de Ouidah, uno de los centros principales de la trata e n el golfo de Guinea. Es cle suponer que el rey de Daho- mey sintió peligrar sus posesio- nes debido a la ventaja tactica sobre sus vecinos que el tráfico iiegrero daba a ese puerto, e n el que se acuniulabaii las armas de fuego. Una vez dueños d e Ouidah, los reyes de Dahomey se encontraron atrapados en un

círculo vicioso: para mantener un Estado fuerte necesitaban fu- siles y pólvora y, para coiiseguir- los, tenían que vender esclavos a los europeos. La solución f ~ ~ e ésta: corno la venta de súbditos del reino estaba formalmente prohibida, se organizaron pode- rosos ejércitos que efectuaban correrías entre las poblaciones y guerreaban cont ra ellas para capturar esclavos.

A diferencia de los estados, las sociedades basadas e n el li- naje no disponían d e ningún medio para conseguir esclavos por la fuerza. La servidumbre estaba basada en prácticas com- plejas, que consistían e n redu- cir a la esclavitud a diversos tipos de indeseables (criminales, inadaptados a la vida social, bru- jos, víctimas de catástrofes na- turales y económicas...). Esto no hubiera bastado para hacer de la trata el próspero y duradero comercio en que llegcí a conver- tirse, d e modo que hubo que encontrar los meclios de respon- der a las exigencias de los eu- ropeos. Así, e n la ciudad de Arochukwu ("la voz de Chuk- WU", el dios suprcmo), situada en el delta del Níger, un ortícu- lo famoso y respetado por todos sirvió principalinente hasta prin- cipios del siglo XIX para desig- nar a aquéllos que, por las mlís diversas razones, eran condena- dos a ser vendidos.

E. otras regiones, sobre todo e n Africa cen t ra l , se fueron constituyendo progresivamente

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-. -- . ' g . -,.: -: . -

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a - &i S- - c. d..

+-- . . <;>?-. -. -. - :--,; -- . , MUJERES NEGRAS

CAMINO M VI IGLESIA

PARA 5ER BALmZADAS.

redes conierciales que, partien- d o d e las costas, llegaban al interior y en las que participa- ban los jefes de linajes. Por ellas transitaban las mercancías im- portadas o exportadas, esencial- mente esclavos. En Gahón y en Loango las sociedades costeras, núcleos f~iiidainentnles de es- tas redes mercantiles, se orga- nizarcm de manera sumamente jerarquizada e n fiincicíii d e la participacion de sus miembros e n la t ra ta . Las re lac iones basadas en el parentesco, pri- niordiales e n las sociedades africanas de linaje, se fueron transforn-iando progresivanien- te en relaciones basadas en la fo r tuna adqui r ida gracias a

este comercio, que llego así a determinar el lugar que corres- pondía a los individuos e n la sociedad.

LOS AFRICANOS Y LA ABOLICI~N DE LA TRATA

C o n todo, hay que tener e n cuenta que el equilibrio eii que descansaba el comercio negrero fue sienipre niuy precario del lado africano. No es posible ann- lizar el papel que los africanos tiivieron en la trata sin tener en cuenta su participaci6n en la abolición. Con tina visión uni- lateral de la historia, se suele insistir en exceso en el papel de los europeos -filósofos, pensado-

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res, religiosos y negociantes-, pasando por alto el que corres- ponde a los africanos, a quienes incluso se presentan como el principal obstáculo que se opo- nía en el siglo xrx a la extinción de este comercio, afirmación totalmente desprovista de fun- damento.

Fuera de África, las víctimas de la trata negrera fueron los primeros que, por su resisten- cia -en forma de "regreso" a Africa, cimarronaje e incluso insurrección armada (como en Santo Domingo en 1791)-, obli- garon a ver con otros ojos la esclavitud. Cuantos lograron librarse de ella, participaron muy activamente -hecho con frecuencia ignorado- en la campaña abolicionista. Entre ellos, Ottobah Cuguano, naci- do en territorio fanti (Ghana), ex esclavo en las Antillas, pu- blicó en Londres en 1787 sus Pensamientos y sentimientos so-

bre la inicua y funesta trata ne- grera. En 1789 otro africano, Olaudah Equiano, alias Gusta- vo Vasa, natural del país ibo (Nigeria), publicó también en Londres La verídica historia de Olaudah Equiano, africano, es- clavo en el Caribe, hombre libre, narrada por ¿l mismo.

Estos libros tuvieron una in- fluencia considerable en el mo- vimiento de opinión que culmii~ó en la abolición del co- mercio de esclavp.

En la propia Africa, los ne- gros, al mismo tiempo que ven- dían esclavos, no dejaron de vender durante todos los "años difíciles" que duró la trata otros productos de la tierra y el sub- suelo: maderas, marfil, especias, oro, plantas oleaginosas ..., de modo que habría bastado con que la demanda europea se mo- dificara para que los africanos se orientaran hacia un comer- cio "más lícito". 7

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-. - - - -. . Historiador

norteamericano. director del

Centro Schomburg d~

Investigacion~s sobre la Cultura Negra. de Nuwa York. uno de los

principales centros del

mundo africano En los Estados

Unidos; mi~mbro del ComW

Científico Intérnacional de

"La ruta d ~ l ~sclavo".

de La ruta del esclavo

HOWARD DODSON

El material procedente de fuen- tes originales, esencial para do- cumentar las dimensiones y las consecuencias econcíinicas, po- líticas, culturales y sociales de la trata de esclavos a través del Atlántico, es muy abundante, pero a los especialistas o al pú- blico interesado no le resulta fácil consultarlo, pues no se en- cuentra en un solo continente ni en una biblioteca, archivo, museo u otro tipo de colección únicos; antes bien, la mayoría de los documentos sobre este tráfi- co que han sobrevivido están desperdigados en colecciones civiles y religiosas por las regio- nes del mundo que particip?ron en este comercio: Europa, Afri- ca, América del Norte, América Central, América del Sur y el Caribe. Millones de documen- tos, cuadernos de bitácora, in- formes, artefactos y otras fuentes de comprobación se perdieron hace mucho tiempo; otros e s t h almacenados actualmente en condiciones climáticas y am- bientales que suponen una ame- naza para su supervivencia. El proyecto "La ruta del esclavo"

se propone localizar y proteger el patrimonio documental de la trata de esclavos y proporcio- nar acceso a él como medio para fomentar el entendimien- to intercultural de las amplias repercusiones de la trata de es- clavos en los puebly y las cul- turas de Europa, Africa y las Américas.

Todavía existen cientos de millones de documentos sobre estos cuatro siglos, un fenó- meno transcontinental , que contienen la base probatoria necesaria para replantear y reescribir la evolucicín cultural e histórica de los pueblos, las lenguas, las culturas, las insti- tuciones, las sociedades y las na- ciones que intervinieron en esa migración forzosa de millones de africanos y las repercusiones de esa disgregación masiva de se- res humanos. Por desgracia, aun- que se conoce la existencia de esos archivos, distintos proble- mas de conservación y acceso impiden utilizarlos a los especia- listas, los educadores y otras per- sonas interesadas en descubrir los misterios de esta trata. Una

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de las máximas prioridades del proyecto "La ruta del esclavo" es promover la conservación de los archivos documentales sobre la trata du esclavos, especial- mente en Africa y las Américas, donde corren más peligro, y fo- mentar y apoyar iniciativas que contribuyan a localizar y dar acceso a las fuentes de inves- tigación originales sobre ese comercio.

Los archivos nacionales y re- ligiosos de las principales poten- cias europeas que se dedicaron a la trata de esclavos, constitii- yen la base documental escrita primordial sobre la organización y la administración de ese co- mercio, así coino del comporta- miento y las actividades de los esclavos negros. La trata cle es- clavos, una gran empresa eco- nómica europea, suscrita por financieros oficiales y privacios, exigií, que sus ejecutores y ad- ministradores llevaran minu- ciosos registros de todas las transacciones comerciales. Los organismos religiosos europeos, sobre todo la Iglesia Católica, apoyaron las actividades, prose- litistas y misioneras en Africa y las Américas durante la época de la trata de esclavos. Los mi- sioneros tenían que informar sobre los resultados de su labor, pero sus informes s~ielen ser des- cripciones detalladas de los pue. blos y las sociedades junto con los acontecimientos y fenóme- nos económicos, políticos y turales que presenciaron.

cul- Por

todo lo dicho, la mayoría de las fuentes escritas existentes para estudiar la trata de esclavos a través del Atlántico y la diáspo- ra africana que provocó, se en- cuentran en la actualidad en los archivos nacionales y eclesiás- ticos y en otras bibliotecas de las principales potencias europeas dedicadas a la trata de escla- vos, es decir, el Reino Unido, Francia, los Países Bajos, Espa- ña y Portugal . ' Los archivos alemanes, daneses, italianos y noruegos también cont ienen material importante, así como el Archivo Vaticano.

Aunque se puede investigar y estudiar una muestra represen- tativa de este material gracias a diversos proyectos de reproduc- ción impresa y inicrofilrnada, los documentos seleccionados e n estos proyectos rara vez se han centrado, en particular, en la tra- ta de esclavos o en la dináinica económica, política y cultural que originó la dispersih de pue- blos, culturas y sociedades de África. Normalmente, a los edi- tores de estas colecciot-ies docu- mentales les ha interesado más el proceso de colonización euro- pea en general. A pesar de que las personas afectadas por la tra- ta de esclavos y la colonización de las Am6ricas fueron niayori- tariamente africanas (5,s africa- nos por cada europeo entre 1492 y 1776), la inmensa mayoría de las fuentes distribuidas en estos formatos siguen siendo europeas y eiirocéntricas.

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Por otra parte, las fuentes eu- ropeas originales contienen ma- teriales extraordinariamente ricos sobre la trata de esclavos y el desarrollo del éxodo de los pueblos de la diáspora africana y las comunidades de las Amé- ricas. El proyecto "La ruta del esclavo" se propone respal- dar iniciativas encaminadas a localizar y hacer accesible he- rramientas de búsqueda y do- cumentos escritos completos sobre estos temas, extraídos de los archivos europeos, por me- dio de publicaciones impre- sas, microfilmadas o electróni- cas. Un objetivo básico de este proceso consiste en facilitar el acceso a estos archivos a inves- tigadores y especialistas africa- nos, tanto del continente como del Nuevo Mundo.

Las fuentes escritas de origen africano indígenas, aunque me- nos numerosas que las europeas, son importantísimas para recons- truir la historia de la trata de esclavos a través del Atlántico y sus consecuencias. Los ?f rica- '

iios traficantes de esclavos, coino sus colegas europeos, llevaban registros por escrito, entre ellos la correspondencia al respecto, y ocasioiialmente un diario de sus actividades. Los relatos de esclavos negros objeto de este tráfico forman parte de esta co- lección de documentos escritos de origen africano. También se lian publicado muestras repre- sentativas de este material en soporte impreso o microfilniado,

pero la abruniadora mayoría del material indígena africano no ha sido localizado, ni protegido, ni puesto a la disposición de iiives- tigadores y estudiosos. El proyec- to "La ruta del esclavo" ofrece apoyo a las iniciativas destina- das a localizar, proteger y mejo- rar el acceso a este material efímero. Algunos de estos docu- mentos esenciales permanecen en manos privadas, inaccesibles a la comunidad de investigado- res y al público en general, pero hay colecciones de documentos importantes en archivos nacio- nales y regionales, centros de investigación y bibliotecas uni- versitarias de Africa, aunque, por desgracia, suelen correr tanto peligro y resultar tan in- accesibles como las que no es- tán depositadas en instituciones.

La niayoría de los archivos provinciales, regionales y nacio- nales e instituciones conexas de Africa no están equipados para proteger adecuadamente los do- cumentos históricos originales que custodian. Los peligros externos que amenazan su super- vivencia, van desde las bruscas variaciones del calor y la hume- dad hasta los daños causados por el agua o las plagas de insectos. Además, la ~nayoria de estos ar- chivos no cuentan con el perso- nal necesario, y en consecuencia estas instituciones no han inven- tariado, procesado ni cataloga- do correctamente el material, ni tampoco lo han puesto a disposi- ción de los investigadores. Una

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de las prioridades del proyecto "La ruta del esclavo" es, por con- siguiente, prestar ayuda a los ar- chivos indígeqas regionales y nacionales de Africa y otras co- lecciones (así como 3 los del Ca- ribe y las Américas) para mejorar sus instalaciones y servicios, a fin de preservar su patrimonio do- cumental, especialmente el relacionado con la trata de es- clavos y la esclavitud. La forma- ción del personal y el apoyo al procesamiento de los documen- tos relacionados con la trata de esclavos, con miras a mejorar el acceso a ellos, son otras de las prioridades. Por último, el pro- yecto respalda las iniciativas de rescate y conservación y apoyo al desarrollo permanente de co- lecciones de fuentes orales re- lacionadas con la trata de esclavos y sus repercusiones.

Un gran número de docu- mentos relativos a la esclavitud y la trata de esclavos se ha con- servado en archivos provincia- les, regionales y nacionales de toda la América. Las coleccio- nes de América Latina y e) Ca- ribe comparten con las de Africa muchos de los problemas de ac- ceso y protección. En numero- sos casos, las condiciones de conservación que existen en es- tas instituciones, no se ajustan a las normas internacionales aceptadas. Las mismas amena- zas para la supervivencia de los documentos ,originales de los archivos de Africa suelen estar presentes en los archivos y co-

lecciones oficiales, civiles y re- ligiosos de América Latina y el Caribe. A menudo se ha descui- dado la seguridad de los docu- mentos, lo que ha dado lugar a hurtos y a la dispersión de ma- terial valioso. muchas coleccio- nes importantes de documentos originales son de propiedad privada y no se conservan con- venientemente ni están a dispo- sición de los especialistas y del público en general interesado en consultarlas. Otra dificultad para el acceso a estas coleccio- nes de archivos ptíblicos, religio- sos o privados es que no existen inventarios, catálogos ni herra- mientas de búsqueda apropiados. Algunas de estas dificultades se explican por la falta de personal adecuado o por si1 bajo nivel de capacitación; y donde se cuenta con el personal apropiado, no suele haber suficiente interés ni demanda de documentos sobre la esclavitud o la trata de escla- vos que justifiquen el que se les dé prioridad.

El proyecto "La ruta del es- clavo" se propone fomentar este interés y promover que se dé prioridad a la conservación y el acceso de los documentos origi- nales que sobre la trata de es- clavos y la esclavitud se guardan en los archivos. También quiere ayudarlos a mejorar sus capaci- dades de protección e iden- tificación, procesamiento y creación de herramientas de búsqueda y catálogos sobre el material relacionado con la tra-

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ta de esclavos que se encuen- tra en sus colecciones. Además, les prestará asistencia para ob- tener copias niicrofilniadas, electrónicas o fotocopias de do- cunientos coniplenientarios con- servadas eii otros archivos.

Los estudios de la esclavitud y la trata de esclavos pasaron a ser un importante tenia de inves- t igacih en los Estados Unidos diirante la dtcada del cincuen- ta, y en la actualidad siguen sien- do prioritarios en los círculos académicos y de especialistas. Este creciente interés de los es- pecialistas, junto con el interés del público general a partir del enorme éxito de la serie de tele- visiíin Raíces en 1976, incitcí a los archivos nacionales, estatales y locales de los Estados Unidos de América a identificar sus docu- mentos sobre la esclavitud y la trata de esclavos y facilitar niás su consulta al público en gene- ral. Para ello, se han publicado en ediciones impresas y micro- filmadas amplias colecciones de documentos sobre el tema, que tainbi6ri adolecen de algunos de los problemas de las colec- ciones europeas publicadas: los principios de selección, la base centroeuropea y el tratamien- to ineficiente de temas relacio- nados con los procesos de transformación y cambio africa- nos. Aunque las fuentes de do-

cumentación iniprescindibles sobre la trata de esclavos y la es- clavitud figuran en estas colec- ciones, éstas no constituyen más que un pequeño porcentaje de las fuentes originales existentes en los archivos de los Estados Unidos.

El proyecto "La ruta del es- clavo" se propone apoyar inicia- tivas cuyo objeto sea identificar documentos en que se puedan basar los programas de investi- gación que desarrolla y facilita el acceso a ellos. El material que documenta las actividades eni. prendidas por los africanos y afroaniericanos y los comporta- mientos a nivel individual o de grupo con un origen africano, tiene alta prioridad. Este proyec- to quiere fomentar además la protección de fuentes documen- tales importantes mediante la mejora de las condiciones de conservación en los archivos que contienen este ~iiaterial ori- ginal. Por último, el proyecto apoya los esfuerzos destinados a facilitar la consulta electrcínica de los registros bibliográficos y las herramientas de búsqueda que describan y permitan acce- der a la docunientacióii relacio- nada con la trata de esclavos que se encuentra en estos archi- vos, así como a los documentos escritos conipletos siempre que sea factible y conveniente. r C

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América Latina

Luz-MAR~ MARTINEZ-MOMIEL Antropóloga E inv~stigadora

m~xicana. doctora por la

Univ~rsidad RmÉ D ~ s c a r t ~ s

(Parls). cat~drática de

Antropología Afroam~ricana d~

la Universidad Nacional

Autónoma d~ MÉxico.

coordinadora del programa

"Nuestra tercera raíz". d ~ l Cons~jo Nacional para la

Cultura y las A r t ~ s d~ MÉxico.

autora d~ numerosas obras

y artículos consagrados a

las culturas africanas y

afroamericanas. mi~mbro del

ComitÉ Cientifico Internacional de

"La ruta d ~ l esclavo".

LOS AFRICANOS EN LA VIDA ECON~MICA

El mayor impiilso de la expansión ibérica en América se debe a la explotación de metales preciosos. En efecto, hasta las últimas dé- cadas del siglo XVIII la economía del imperio español estuvo ba- sada en la explotación de las mi- nas de metales, explotación que iría disminuyendo de importan- cia con el paso del tiempo. En Brasil las minas de oro experimen- taron un auge debido a la impor- tación de mano de obra esclava, que sirvió para que las provincias donde abundaban los metales al- canzaran un alto nivel de produc- ción. La desaparición de los lavaderos de oro en el trai-iscurso de la segunda mitad del siglo X\;I cederá la plaza a una nueva fuen- te de riqueza: las minas de plata, cuyos ejemplos más destacados eran las de Zacatecas y San Luis, en México, y las de Potosí, en Bolivia.

Numerosos factores deternii- naron la llegada progresiva a América de una mano de obra constituida por esclavos africanos.

La importación de esos esclavos tenía mucho que ver con la expansión de nuevos cultivos e in- dustrias, entre los que se destaca la industria azucarera. El cultivo de la caña de azúcar se extendió por las costas y las zonas tropica- les de los valles de las islas del Caribe, lugares donde la coloni- zación europea había terminado por exterminar la población au- tóctona y agotar las minas. Los negros que habían conseguido dominar ciertas técnicas, lograron que se les empleara como mano de obra en las empresas, como obreros auxiliares (capataces) o como domésticos. Obligados por la conjunción de distintos facto- res económicos a crear una fuen- te de riqueza que sustituyera a la anterior, los colonizadores se de- dicaron a producir determiriados géneros cuya demanda era muy elevada en Europa. De esa ma- nera los europeos pusieron e n marcha un nuevo sistema de pro- ducción, sobre todo en las regio- nes donde la población autóctona había disminuido tanto que se en- contraba a punto de desaparecer,

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niientras que en las zonas donde dicha población se había mante- nido en gran número, como en Paraguay, hlivia, Perú, parte de América Central y México, se tra- jo menor cantidad de negros. Aunque aparte del cacao y el algodón se cultivaban tabaco, colorantes y coca, todos ellos pro- ductos importantes para la eco- nomía colonial, no cabe duda de que el azúcar constituía la pro- ducción mas característica de la economía de plantación. Desde el siglo xvr las metrópolis euro- peas trataron de diversificar la economía de las colonias crean- do actividades artesanales vincu- ladas con la agricultura; de ese modo se trató, en particular, de aumentar la producción de co- chinilla y de cera. Las plantacio- nes de tabaco, en las cuales trabajaban esclavos negros, sumi- nistraron a Holanda y a Portugal productos de intercambio comer- cial y de contrabando. Por ello, se puede afirmar que durante el pe- ríodo comprendido entre el siglo xvr y la segunda mitad del XIX los mo~iocultivos tropicales depen- dían de la mano de obra esclava, circunstancia que da idea de la deuda material quq América y Europa tienen con Africa.

LOS AFRICANOS EN LA SOCIEDAD LATINO- AMERICANA Y CARIBENA

En todas las sociedades esclavis- tas de América los factores eco- nómicos, religiosos y culturales

influyeron decisivaniente en las condiciones sociales que permi- tieron la integración y aceptación sociales de los esclavos emanci- pados; entre esos factores, el racismo resultcí ser el más persis- tente, al impedir que los negros y los mulatos se integraran como ciudadanos libres. Cabe señalar, sin embargo, que la reacción de aceptación o de rechazo tuvo distintos efectos según la poten- cia europea que dominara en cada zona. Los negros que logra- ron integrarse en la primera épo- ca del proceso de expansión europea o qiie lograron escapar- se, gozaron de mejores oportuni- dades de integración social que los esclavos de las plantaciones y minas. Para regular los tipos de situación jurídica derivados de la esclavitud en el Nuevo Mun- do, los funcionarios reales se ba- saron en disposiciones antiguas de la Corona española que te- nían varios siglos de existencia; dichas disposiciones se referían a la compra y venta de esclavos y regulaban la vida de los cauti- vos, la explotación de los escla- vos y el ejercicio del derecho de propiedad del qiie gozaban los dueños en relación con los es- clavos. Esas leyes también sirvie- ron para codificar las distintas modalidades de eniancipación y los castigos aplicables en caso de fuga o de delito. Algunas dispo- siciones legales intluyeron en las codificaciones aniericanas; en el Código Negro que firmó el rey de Francia en 1685, por ejemplo,

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se definen los castigos a los que estaban expuestos los negros ci- marrones, vale decir, que se ha- bían fugado. Las Siete Partidas, que firmó Alfonso X en el siglo xiir, y el derecho romano del Fue- ro Juzgo sentaron las bases de las Leyes de Indias, que a su vez sir- vieron para incorporar disposi- ciones francesas en la legislación que se aplicaba en América.

Desde los primeros años del siglo XVII la sociedad de las co- lonias españolas quedó dividi- da en castas que respondían a la necesidad de justificar el do- minio de los españoles sobre los indios y los negros. Para definir las castas que provenían del cru- ce de las tres "razas", es decir, la española, la indígena y la afri- cana, se empleaban fórniulas de carácter muy despreciativo. En virtud de dicho régimen jurídi- co, los negros y las castas que procedían de los negros, care- cían de todo tipo de derechos y se les negaba el acceso al mer- cado de trabajo libre y remune- rado. Además, tenían prohibido llevar armas y ponerse adornos, ropa y otro tipo de accesorios cuyo uso estuviera reservado exclusivamente a los blancos; tampoco podían desplazarse con libertad por las ciudades, burgos o pueblos, y les estaba prohibi- do casarse con una persona que no fuera de su "raza". Esta si- tuación no pudo detener el con- tinuo mestizaje de la población, factor que representa genético de Africa a

el legado América

Latina. Las constantes rebelio- nes de los esclavos, que iban de la insumisión individual a la in- surgencia colectiva en palen- ques, masieles o quilombos (nombres que se daban a las coniunidades de cimarrones), se convirtieron con el tiempo en una serie de luchas organizadas que desembocó en la revolución de los esclavos de Santo Domin- go, la cual culminó a su vez con la conquista del primer territo- rio libre de América.

Posteriormente, durante las guerras de independencia, los ejércitos de los insurgentes aco- gieron en sus filas a negros, par- dos y mulatos, que defend?eron el legado más valioso de Africa y de América: el concepto de la libertad.

APORTES AFRICANOS A LAS CULTURAS DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE

El proceso de transculturación que tuvo lugar en América La- tina entre los indios, los eu- ropeos y los africanos, supuso una notable modificación de las tres culturas originales y la aparición de una nueva realidad cultural. Dada la diversidad y compleji- dad que la caracterizaban, esta cultura no podía definirse ni como la suma caótica de las ca- racterísticas de una u otra cul- tura, ni como un conglomerado indefinido de costumbres, idio- mas y otros productos cultura-

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les, sino m6s bien como un pro- ceso en continuo devenir, en el que intervienen diferentes fac- tores entrelazados que se nutren de sus propias raíces culturales. En definitiva, se trataba de una cultura que se expresaba por medio de nuevos modos de sa- ber y de sentir (es decir, por re- presentaciones colectivas) de los que se sirve la cultura, conce- bida como un todo que engloba a la economía, la organizacicín social y el conocimiento, para dar sentido a una nueva civili- zación.

En las distintas regiones de Ainérica ibérica, las relaciones intcrétnicas prosiguieron en el marco de diversos sistemas mo- rales, religiosos y jurídicos. La manera en que se percibía al in- dividuo negro y al esclavo y las posibilidades de manumisión, de recurso a los tribunales, de ma- trimonio y de otras cuestiones, variaron con la época y con el modo de vida propio de cada colonia. A tal circunstancia se debe la gran disparidad que se observa en cuanto a la integra- ción de los esclavos una vez que alcanzaban la libertad y a la evo- lución de esos esclavos emanci- pados desde e1 momento en que podían dar prueba de sus apti- tiides. Todos estos factores de- terminaron, junto con lo que se denomina descul turación y aculturación de las poblaciones negras, las distintas formas de supervivencia cu l tura l y los sincretismos más variados, pero

la vitalidad de la personalidad que caracteriza al , f r ~ c a n o ' re- sistió todos los intentos de asi- milación total.

Las culturas afroamericanas comprenden tres planos recono- cibles en lo que respecta a sus características propias. El prime- ro de ellos consiste en la preser- vación de creencias religiosas que han sobrevivido en todo el continente. Las creencias más importantes han pasado a ser verdaderas religiones que prac- tican no solatnente los africanos y sus descendientes, sino tam- bién otros grupos de población. La religión no ha quedado limi- tada solamente a una serie de prácticas rituales convenciona- les, pues también comprende modos de conducta y prácticas cotidianas que han ido forman- do un código moral que regula la vida de sus adeptos al ofre- cerles un sistema de valores y una solución mística e11 los mo- mentos de crisis y al servirles también para acentuar la resis- tencia frente a las fuerzas opre- soras; pero la religión constituye más que nada un vínculo al sen- tar las bases de la identidad de estas personas.

El segundo plano caracterís- tico de las ci~lturas afroaineri- canas es lo que Roger Bastide denomina el "folklore criollo" que, al haber nacido en Améri- ca, mantiene formas africanas, pese a que el contenido da cuen- t a d e la nueva realidad q u e rodea la vida del esclavo: la

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plantación, el sometimiento a la autoridad, el sufrimiento y la ruptura. A este plano pertene- cen las rebeliones de los escla- vos fugitivos, que se manifiestan principalmente en la danza y en los cuentos. Este plano cultural es espontáneo y, al basarse en la experiencia de los negros en Amé- rica, se extiende por todos los paí- ses del continente y representa una parte fundamental del lega- do cultural americano.

El tercer plano característi- co de las culturas afroamerica- nas se originó en las sociedades no africanas, las cuales, gracias a un proceso d e "blanquen- miento", seleccionaron ciertas

nianifestaciones de la música, la danza y los valores estéticos de los negros y ciertas formas de expresión oral, fiestas y otras costumbres, que adoptaron como punto de partida para ins- taurar una especie de negritud que, una vez institucionalizada, quedó vinculada con distintos tipos de "consumismo". Tal es el caso del Carnaval de Río y de otras manifestaciones que, al tomar elementos de las tradicio- nes de origen africano, con todo constituyen, por muy profana o incluso desnaturalizada que sea, un tipo de expresión que emana de la cultura africana de América Latina. ?'D

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HUSO TOLENTINO Dw

Invéstlgador dominicano:

Doctor én Dérécho Público:

diplomado dé1 Instituto de

Altos Estudlos Intérnacionaks dé París (1956):

autor dé numErosos artículos y

obras. incluso Los o r í g ~ n ~ s del

pr~juicio raclal En AmCica

Latina (Robért Laffont. París.

1984) y La lnflumcla d~ la

R~volución Franc~sa En la

R~pública Dominicana

(París. 1989): mismbro dé1

ComW Científico Intérnacional d~

"La ruta dé1 ~sclavo".

HUCO TTOLENTLNO DLPP

Apenas nueve años después del descubrimiento de América, en el año inaugurador del siglo XVI

y mediante Instrucciones Rea- les dadas al tercer goberiia- dor de La Española, Nicolás de Ovando, se autorizó por prime- ra vez la introducción de escla- vos negros en América.

Y cuatro años después, en 1505, Bartolomé de Las Casas se- ñaló la existencia de esclavos africanos que trabajaban en las fortificaciones de la ciudad de Santo Domingo de dicha isla es- pañola. En los años siguientes, el número se fue incrementando hasta llegar, a fines de la segun- da mitad del siglo xvr, a diez mil en las plantaciones de azúcar y en otras labores.

Ahora bien, cuando la pre- sencia del esclavo se hizo mul- titiidinaria en buena parte de las tierras cont inenta les de América del Sur y del Norte, cuando más de medio millón de esclavos fueron llevados a las plantaciones de las Antillas españolas, francesas, inglesas, holandesas, el mundo comen- zaría a conocer el surgimiento

de una transculturación que involucró a europeos y africa- nos en la elaboración de cultu- ras originales.

Fue tanta la necesidad de es- clavos y tanto el aliento que se dio a una reproducción de esta mano de obra que ya para el si- glo XIX los africanos y sus descen- dientes constituían más de la tercera parte de los pobladores de las Américas.

El grado de desarrollo de las distintas metrcípolis coloniales condicionó en gran parte las re- laciones entre amo y esclavo y determinó las características que fueron definiendo las dife- rentes identidades coloniales. Como regla general, sin que por ello se olviden las situaciones de excepción, fue en las socieda- des con un mayor grado de de- sarrollo capitalista donde la esclavitud se expresó con m& violencia. Las diferencias de Ias metrópolis en el desarrollo eco- nómico y en las concepciones ideológicas de tipo religioso crearon condiciones desiguaIes en la participación del esclavo en la creación de los patrones

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culturales que engendraban las nuevas sociedades.

Por m5s que el amo y el es- clavo pretendieron recrear en el medio colonial las culturas de las sociedades de donde provenían, la realidad colonial se les impu- so y les atribuyó el papel de au- tores de una nueva dimensión histórica. Sin negar la permanen- cia de determinados valores de sus respectivas sociedades origi- nales, las relaciones entre amo y esclavo prohijaron leyes, institu- ciones, reglas de coniportamien- to social y creencias, específicas de la vida colonial esclavista. Y en todo el proceso contr a d' ~ t o - rio que escenificaban amo y es- clavo se iba acumulando el sedimento cultural de la identi- dad de esas sociedades, iden tidad del sojuzgamiento, pero identidad también de la rebel- día y la lucha por la libertad.

Desde la resistencia a la opre- sión, en la brega contra la cultu- ra del amo negadora de la igualdad y de la libertad, en las revueltas y en el ciniarronaje; es decir, en la búsqueda de su au- téntica personalidad dentro de la sociedad que pretendía des- Iiumanizarlo completamente, fue desde donde el esclavo se encon- tró a sí mismo y desde donde pudo lograr que su actividad cultural jugara un papel determinante en la evolución de las sociedades coloniales hacia sociedades in- dependientes.

Por más que en algunas co- munidades esclavistas y postes-

clavistas se crearan ghettos para separar físicamente al esclavo del colonizador, o al esclavo y sus descendientes del coloniza- dor F~ sus descendientes, los pro- cesos de formacicin d e las nuevas culturas fueron irrefre- nable~. Ni prejuicios, ni leyes, ni costumbres pudieron dete- ner la síntesis a la que obligó la dialéctica d e unas relacio- nes humanas que se estable- cieron por la necesidad del modelo econcimico y por la im- posibilidad del aislamiento e n compartimientos estancos de sus actores principales.

No es, pues, cierto que en las sociedades que conocieron la esclavitud exista una suerte de cultura aislacionista, de identi- dad segregada, de cimarronaje cultural. Pueden existir carac- terísticas y expresiones cultura- les propias de un grupo, pero éstas no llegan a condicionar el perfil definitorio de la sociedad toda. Y si es innegable que to- davía persisten ideologías xenó- fobas de unos grupos frente a otros, la realidad de los hechos demuestra que el movimiento histórico de la sociedad global impone la participación d e todos sus integrantes en la defi- nición de los rasgos que carac- terizan la identidad nacional de las antiguas colonias esclavistas.

En todos los aspectos, en el trabajo, en la religión, en las fes- tividades colectivas, en el arte, en la música, en la cocina y en otras fornias de la expresión

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humana, el sincretisrno y la sín- tesis cultural han venido defi- niendo las peculiaridades de esas sociedades. Pretender es- tablecer diferencias absolutas entre las distintas sociedades que conocieron la esclavitud, puede ser peligroso por lo que esto puede significar como dis- persión en la lucha común por una mayor integración y un mas dinámico papel de los descen- dientes de esclavos en un mun- do que tiende a globalizar determinadas características no siempre liberales del desarrollo del capitalismo. Nadie ignora que la separacihn entre los pue- blos colonizados fue interesada- mente provocada.

Quiere esto decir que, sin negar las originalidades nacio- nales, lo positivo es comprender que en la mayor parte de los pueblos e n que perviven los efectos de la esclavitud se han ido forjando determinadas ca- racterísticas comunes y muy pa- recidos afanes de reiviiidicación social.

Tengo el convencimiento de que el proyecto "La ruta del es-

clavo" nos llevará a comprender mejor los problemas de la escla- vitud, sus orígenes, el sistema esclavista, el papel del des- cendiente del esclavo en las sociedades neocoloniales o in- dependientes y, ante todo, el papel que en la intimidad de las identidades nacionales, y como parte de ella, debe tener la con- ciencia histórica de las socieda- des en ciiyo devenir incidieron las relaciones esclavistas.

Y esto así, porque, con una que otra excepción, esas relacio- nes han situado a casi todos esos pueblos, y sobre todo a los secto- res sociales descendientes de los esclavos africanos, en una po- sición de subdesarrollo y des- ventaja. La pobreza, el desani- paro, las enfermedades, la falta de educación, la carencia de se- guridad social y la ausencia de una verdadera solidaridad nacio- nal frente a ellos obligan a una reflexión activa que concentre esfuerzos en la vindicación de esas grandes masas, coadyuvan. do a que de manera real se in- corporen al ejercicio y al disfrute de los derechos humanos. Pt

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CLAULE M~i~ussoux Dir~ctor da inv~s- tigacion~s hono-

rario da1 CNRS. Francia: gradua- do da1 Instituto

d~ Estudios Polí- ticos d~ París: li-

canciado En Economía por la

Unlvarsidad d~ Michigan: Doctor En Sociología d~

la Sorbona. Ha dactuado inves-

tigacionas de campo En Costa d~ Marfil. Mali y

S~nagal.

CLAUDE MELLLASSOUX

Cuando el capitán Binger reco- rre los meandros del Níger en los años 1887-1889 observa que hay muchos pueblos exangües o arruinados, fortificaciones que atestiguan la existencia de en- frentamiento~ extenuantes. Le sorprende sobre todo la despo- blación que podría poner en peligro la explotación colonial del país. Pero no todos los luga- res de la regicín se encuentran en estas condiciones. Hay ciu- dades prósperas que trafican, formaciones guerreras que se pa- vonean, soberanos que imponen tributos a sus campesinos. La miseria del campo alterna con la opulencia de las cytes y de los caravasares. En Africa, los efectos de la trata de negros y de la esclavitud no se manifes- taron de modo uniforme. Las tratas, primero mediterrá- neas y luego atlánticas, impul- saron la constitución de bandas de saqueadores, Estados depre- dadores y villas de mercaderes. Estas formaciones guerreras y mercantiles, que se crearon para el abastecimiento de escla- vos y su exportación hacia te-

rritorios y continentes más leja- nos, contribuyeron a propagar la esclavitud en el continente afri- cano, provocando grandes dis- paridades de riqueza. Al tiempo que la trata arruinaba a las po- blaciones campesinas, cuyos hi- jos, y sobre todo sus hijas, eran raptados por los bandoleros o los grupos armados y vendidos a los tratantes, por otro enriquecía a los caciques, los negociantes y los tratantes de las villas, e igual- mente a los aristcícratas, los militarotes y los caudatarios de las cortes reales. Por una perver- sión de la memoria, la suntuosi- dad de los reyes depredadores y de sus caciques se recuerda allá como una trata brillante, una historia prestigiosa, mientras que sus víctimas campesinas han permanecido sepultadas en su pobreza.

Dos eran los destinos de los cautivos: los tratantes europeos compraban la mayor parte, so- bre todo a los hombres, de los que había más demanda del otro lado del Atlántico; otros, cada vez más numerosos, se eniplea- ban en la propia Africa, desti-

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nándose a las jóvenes por lo ge- neral a las labores domésticas y entrenando a los jóvenes pa- ra participar e n la guerra d e captura.

Localmente, el primer efec- to nefasto y acumulativo de la esclavitud es la disminución glo- bal de la producción de alinien- tos: priva a las comunidades campesinas saqueadas de una parte de los jóvenes adultos en edad activa, cuya producción en los lugares de su servidum- bre libera a las clases esclavis- tas de las labores agrícolas. De este modo, la transferencia de personas d e las comunidades clomésticas hacia las sociedades esclavistas locales ocasiona una reducción global de la mano de obra dedicada a la producción de alimentos y, por lo tanto, a la reproducción humana. Asimis- mo, las comunidades saqueadas necesitaban más de una gene- racicín para volver a estar forma- das por un número de personas similar al anterior, siempre que no fueran totalmente destruidas y que entre tanto no se produ- jese ninguna captura. La des- aparición de las jcívenes hacía disminuir los índices de repro- ducción demográfica. Empero, los hijos de las mujeres que ha- bían escapado a la captura, no tenían la seguridad d e encon- trar los medios de subsistencia indispensables para sobrevivir, ya que, al haber disminuido la pro- duccicín de alimentos a causa de la captura de parte de los pro-

ductores adultos, la generacicin siguiente contaba con un núme- ro de individuos proporcional- mente menor.

La masa d,e los esclavos ex- plotados en Africa desapareció sin dejar rastros. El destino de la gran mayoría de ellos fue mo- rir sin posteridad: ésta era la con- dición objetiva de su explotación cíptima. Raptados en su adoles- cencia, en el marco de ataques denominados cclmisades (por- que se efectuaban de noche y los asal tantes se ponían una camisa clara para reconocerse) o poigriades (de poigne, fuerza), o de guerras de captura, cuaii- d o es taban ex tenuados e r an sustituidos, al final de su niadu- rez física, por otros jóvenes cau- tivos, raptados e n los pueblos que los habían criado y forma- do. Las comunidades se veían privadas de toda su energía vi- tal, que absorbía, vampirizaba una clase formada por amos ex- tranjeros.

En la mayoría de las socie- dades esclavistas, una pequeña minoría de esclavos, los llama- dos eienacles, estaba autorizada a unirse inaritalmente y vivir en pareja de manera precaria. No tenían ningún derecho a aho- rrar, excepto la cuantía que exi- gía el a m o para conceder la manumisión. Sus hijos, si los te- nían, pertenecían al amo de la madre. Algunos llegaban a des- empeñar funciones de za, porque, al carecer d e parentesco, como

confian- de lazos no eran

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"personas1' y estaban incapaci- tados social y políticainente, se podía tener más confianza e n ellos que e n parientes rivales.

Es verdad que la esclavitud permitió que las clases explota- doras aumen ta r an y diversi- f icaran la p roducc ión y los intercambios, se integraran e n las corrientes comerciales inter- nacionales , abrieran rutas y crearan mercados en los que no se vendían esclavos. Así pues, el efecto de la trata no se mide del mismo modo cuando se con- sidera el continente en su tota- lidad. La economía esclavista no es demográficaniente autónoma e n lo que respecta a la repro- ducción: se basa en el robo de seres humanos. Mientras que el crecimiento demográfico depen- de normaliuente de una cohorte de mujeres púberes y de la ca- pacidad de la población de ali- mentar a una nueva generación de niños hasta su madurez, la reproducción de los esclavos es resultado de los triunfos niilita- res de los saqueadores, de sus exigencias económicas y de la capacidad de los compradores de darles las contrapartidas es- trictamente materiales que exi- gen . Una vez d e n t r o d e la economía esclavista, el esclavo se reproduce al ritmo de la pro- ducción de los bienes que sir- ven para comprarlo. De ahí que u n esclavo pueda producir su propio valor comercial en pocos años. La demanda de esclavos se multiplicó aún más porque

cualquier persona que podía fabricar o hacer fabricar una mercancía de trata tenía los me- dios para adquirir la vida sin haberla dado y para acrecentar su rebaño h u m a n o indepen- dientemente de las leyes denio- gráficas. Una poblacicín capaz de renovar mediante la compra una población esclava es, desde el punto d e vista social y sexual, totalmente diferente de la que los trae al mundo. La produc- ción d e mercaderías da origen a los esclavos, que a su vez se transforman en cosas. A partir del momento e n que la produc- ción de esclavos se vende e n el mercado, la demanda d e es- clavos aumenta sin cesar. La captura se convierte e n una em- presa permanente, los terrenos de caza se extienden hasta zo- nas que se encuentran a varios meses de distancia y los estados que los capturan están en gue- rra permanentemente.

A pesar de que existía un gru- po local que sacaba provecho de la trata, el proceso de acumula- ción no superaba apenas, en sus manos, el nivel del atesoramien- to de dinero. Los aristócratas guerreros reinvertían, desde lue- go, e n armas y caballos, pero gastaban voluptuosamente e n aderezos y en barricas de alco- hol, rodomiel y sangría. Los mer- caderes y los aristócratas s e vestían con suntuosas telas importadas: platillas, acrocs, anabas, bretañas, siamesas, su- c re tones y guineas; algunas

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procedían de la India: caladary, bayeta, birampot, zingua, ne- ganopo, salapur);. Signares favori- tas de las cortes y esposas de los mercaderes ricos se adornaban con tacú, enviñot, perlas falsas, vidrios de colores y bevisas, cuen- tas carbé, guijarros, margaritas y pesantes. Estas riquezas consti- tuían los tesoros ostentatorios y fugitivos de una economía que seguía siendo en gran parte mer- cantil y se evaluaban en cauríes, marginellas, simbos y patacos y se medían en lingotes consuetu- dinarios. Difícilmente cabía in- vertirlas en una economía de expansión productiva. Solamen- te los esclavos de las plantacio- nes ofrecían alguna semejanza con la explotación de la esclavi- tud que existía en América, pero se sabe que ésta fue transitoria y superada por el régimen salarial capitalista.

La trata no contribuyó de pin- gún modo al desarrollo de Afri- ca, ni en el plano demográfico, por el empohrecirniento radical

de las poblaciones campesinas, ni en el plano económico, por el enriquecimiento inútil de una clase d e empresarios locales. Diezmó las poblaciones trabaja- doras del campo. Polarizó la eco- nomía local en las actividades mercantiles, en vez de en las pro- ductivas; y lo que es aún peor, como esa econoinía mercantil se construyó sobre la extracción vio- lenta de sus jóvenes adultos, ri- queza primordial del continente, y sobre su deportación masiva a ultramar, la valiosa fuerza de tra- bajo de esos hombres y mujeres sirvió para iniciar sin muchos gas- tos una economía capit cl 1' lsta en formación, cuyo imperialismo, esta vez e n su forma colonial, volvió a ensañarse con sus des- cendientes. Al mismo tiempo que la trata de negros alimenta- ba la expansión y la hegemonía de la economía euroanieric3na malbaratándole los hijos de Afri- cal también predisponía a la eco- nomía africana a padecer sus ataques. Ft

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1 1 filosofía y pensam~imto

Filósofo francas: profssor dc

fllosofía política cn Tolosa: sus

invcstigacioncs SE c~ntran cn

las t~or ías dr la I E ~ y las

abcrracioncs dcl Dcrccho. Publicó.

~ n t r E otras obras, El Código

N ~ g r o o €1 calvario de

Canaán (PUF. París. 1988).

Sodoma. E x ~ r g o a la filosofía dd

D~recho (Albin . Mlch~l. París.

1919). Las miserias ' dé las

luces. ea10 la razón del u l t ra j~ (Rob~rt Laffont.

París. 1992).

LOU 15 SALA-MOLlNS

La Europa cristiana vivió en feu- dalismo durante siglos. Suficien- tes como para haber rescatado irreversiblemente al esclavo ro- mano y haber afianzado al siervo en su servidumbre, arran- cándolo- así a la animalidad y promoviéndolo jurídica, social y políticamente a la humanidad. De pronto apareció América en el Poniente. Como por arte de magia, la Europa cristiana -pri- mero España, más tarde Portu- gal, luego Francia y otros paí- ses- redescubría la esclavitud grecorromana de antaño y la antigua pero eficaz manera de esbozar su retrato en los frescos ideológicos. Se acordaba de los africanos que vivían exactamen- te en la vertical del sol, mucho más al sur del país de los moros, y tras largos siglos de feudalis- mo y servidumbre, volvía a ese tipo de,esclavitud; se iba a ca- zar a Africa y depositaba e n América cargamentos infinitos de sub-hombres, de ganado, que necesitaba para explotar la tie- rra y el subsuelo del nuevo con- tinente, una vez exterminadas las poblaciones amerindias.

Esto es, a grandes rasgos, lo que se cuenta cuando se quiere decir lo esencial en pocas pala- bras. Sin embargo, es falso. Du- rante toda la era feudal la Europa cristiana administra una esclavitud residual, pero cuan- titativamente considerable, al mismo tiempo que una servi- dumbre masiva. Veamos el caso de España. Este país no tiene que retroceder siglos en busca de un modelo para reglamen- tar la esclavitud de los negros en las colonias del Poniente; le basta con exportar prácticas na- cionales vigentes en pleno siglo XVI, aplicadas endémica y rigu- rosamente entre los moros y los negros esclavizados en su suelo. Al pasar de la esclavitud ibéri- ca (y mediterránea en general) de tipo cristiano a la esclavitud americana, cambiará la canti- dad, pero no los datos ideológi- cos ni cualitativos. Se pasará de una explotación artesanal a una explotación industrial de ese ga- nado. El esclavo era incluso un bien mueble en el mundo feu- dal, en el que se le confundía con el siervo: en América segui-

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rá siendo un bien mueble. El es- tatuto jurídico y social del es- clavo era el de un animal: ese estatuto no cambiará. La Iglesia querrá redimir el alma si la vo- luntad del esclavo se adhería a la fe cristiana, pero entregará sin escrúpulo el cuerpo al propieta. rio, a quien concede textual- mente el derecho de usar y abusar del esclavo desprovisto de voluntad (entiéndalo quien pue- da). Y, en suma, si se acepta la voz de su jerarquía, a lo que des- de luego se tiene derecho, la Iglesia convencerá fácilmente a los cazadores después del descu- brimiento de América de que con total tranquilidad de espíri- tu pueden cazar, encadenar y de- positar allá sus cargamentos, ya que sólo habrán cazado, tratado, trocado y transportado animales. Y el ganado no tiene nada que ver con la teología, la moral, ni la filosofía.

Con la intervención de algu- nas naciones más civilizadas, las cosas, en vez de arreglarse, em- peoran. Será la caza abierta en regiones cada vez más vastas del continente austral. El bandida- je más colosal de 1a.historia mo- derna y conteinporánea asolará completamente la vieja Africa, con la colaboración, naturalmen- te, de los propios africanos. La pastoral cristiana no encontrará nada o casi nada que desapro- bar. La filosofía tendrá la temeri- dad extrema de mirar hacia otro lado, o el valor extremo de su- plicar a todo el mundo, y a na-

die, que se mitiguen un poco los malos tratos, que se suavicen las torturas, que no se multipliquen inútilmente las muertes, sin invalidar en modo alguno el principio de la licitud de la es- clavitud. La trata de "madera de ébano" se convertirá en una empresa de comercio marítimo como otra cualquiera, pero más rentable que muchas. Las na- ciones cristianas promoverán compañías dedicadas exclusiva- mente al tráfico de esclavos. Es- paña y Portugal producirán síntesis repulsivas de teología y derecho para mantener esclavi- zados en sus colonias, con plena tranquilidad de conciencia, a los negros arrancados a Africa. La Francia de Luis XIV y de Colbert se arriesgará a elaborar el Código Negro, sin la menor duda el texto jurídico más monstruoso de la era moderna. Envidiosa de los beneficios eco- nón-iicos y sociales de esa codi- ficación, España pondrá orden en el desbarajuste de sus edic- tos y producirá, según el mons- truoso modelo francés, una larga serie de "códigos negros" para cultivar mejor la caña de azú- car. Inglaterra sólo se permitirá el lujo del escrúpulo después de haberse forjado un imperio en la India.

Y, mientras tanto, los teólo- gos recitan padrenuestros. Por su parte, la filosofía se empieza a despertar: coloca al negro en el peldaño más bajo de la esca- la antropológica, en cuya cima

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reina el blanco europeo, ama- mantado por la Biblia; con mu- cho retraso pide a todos, y a nadie, que cese la trata porque no es rentable (lo ha insinuado la Fisiocracia) y describe inter- minables moratorias para llegar a la extinción de la esclavitud. Una vez la conciencia en paz, se vuelve a dormir.

Santo Domingo explota y se libera. Algunas naciones supri- men la esclavitud, entre ellas Francia. Napoleón la restable- ce. Sus generales inventan la "negromaquia" y alimentan a sus perros con negros. La trata con- tinúa. Africa sigue dejándose sa- quear, comercializar, asesinar, sin dejar de colaborar. Las redes interiores de abastecimiento de los negreros, tanto e n la costa del Atlántico, como e n la del océano Indico, recorren el con- tinente de un extremo a otro y en todas las direcciones. Des- pu& los espiritus se despiertan

y los ideólogos peroran (mien- tras que los teólogos oran). ¿Qué van a decir, por Dios, e n esta tercera parte del siglo XIX? Que es insensato desguarnecer Afri- ca para guarnecer Ainérica. Y se producirá entonces, en noin- bre de la Ilustración, del pro- greso, de la civilización y del cristianismo, la instalación ma- siva de Europa en Africa y el avasallamiento del africano en su propia tierra. La trata y los códigos negros han terminado su ciclo. Será la aurora del colo- nialismo africano y de los códi- gos del indigenismo. El esclavo ya no existe; lo sustituye el indí- gena. El derecho blanco ata al indígena al suelo y encadena su voluntad, de la misma manera que arrojaba al esclavo e n el vientre de un barco negrero y le arrancaba el alma.

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4: EL V Centenarw Ur, ~a Africanía: un (rejdescubrimiento de Iberoamérica

Luis B E W RE^

V i c ~ r r ~ c t o r d~ Relacion~s

Int~rnacional~s d~ la Universidad

de Aicalá. España.

Ante la inminencia del V Cen- tenario de la "Africanía", en el umbral del siglo XXI, sorprende que, tanto en la percepción general que se tiene de Ibero- ainérica como en numerosos es- tudios realizados por destacados especialistas, se persevere, con no poca tenacidad, en reducir a un binoniio los protagonistas de la historia y de la realidad sociocultural de estas naciones.

Efectivamente, si bien es cier- to que desde los primeros en- cuentros que jalonan la invasión europea al continente america- no participaron españoles, portu- gueses y amerindios, también lo es que desde un inicio, a partir de los años 1501- 1503 se incor- poran, llevados forzadamente desde la Península Ibérica, los terceros protagonistas de la cons- trucción de la América que hoy conocemos: los africanos. Estos "ladinos", a los que luego se aña- diría un reducido número de africanos o afrodescendientes lle- gados como soldados libres, o in- cluso como conquistadores -el caso de Juan Garrido, por ejeni- plo-, fueron seguidos por cien-

tos de miles de "bozales" o afri- canos cruelmente arrancados de su tierra para participar en el am- bicioso proyecto de los imperios europeos en las Américas.

Podría cuestionarse la con- memoración del V Centenario de la Africanía en estos años, a inicios del siglo XXI , pero todo aniversario tiene generalmente un sentido simbólico y un carác- ter convencional. También po- dría argumentarse que en los viajes colombinos vinieron tri- pulantes africanos o afrodescen- dientes, pero lo real es que el inicio de la inmigración masi- va de los africanos en América tiene su antecedente más direc- to en la autorización al gober- nador de La Española, Nicolás de Ovando, para llevar esclavos a la Isla, aunque en 1503 ya no quiere recibir más por su rebel- día, lo que prueba que los pri. meros negros llegan a América entre 1501 y 1503. Por otra par- te, esa primera llegada marca la entrada del componente africa- no en el proceso de transcultu- ración que identifica la propia gestación de Iberoamérica, y por

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tanto de la africanía, razón que pesa al momento de considerar algunas fechas.

Es entonces, a partir de esos años (1501-1503), que se pue- de establecer documentalmen- te, aunque n o con toda la precisión deseada, la llegada de africanos o afrodescendientes al continente americano. Desde aquel momento la historiografía -salvo contadas excepciones- se limita a mencionarlos como mero dato estadístico, concre- tamente como una cuantifica- ción de la mano de obra esclava en el engranaje de la economía colonial, sin concederle la me- nor relevancia. Aun mis grave resulta el hecho de qiie no se analicen los cambios en la es- tructura social y sus conse- cuencias, atendiendo a las probabilidades de acceso a la li- berrad del esclavo -lo que no estuvo exento de dificultades- y que constituye un elemento diferencial de la colonización española en América frente al resto de las europeas. En esen- cia, una población libre, de color, cuyos efectivos van cre- ciendo hasta ser mayoritarios frente a la población esclava en las postrimerías del siglo XVIII -que matiza la situación de Ciiba y de Brasil-, siendo de- terminante en los procesos de formación de una Iberoamérica identificada con el paradig- ma del "puchero-sancocho" (melting pot), contrapuesto al de la "ensaladera" (salad bowl).

En general, la historiografía americanista no ha llegado a abordar la importancia que tuvo la búsqueda de la libertad por parte del esclavo a través de la vía formal, según lo previsto por la legislación, que suponía in- gentes esfuerzos por obtenerla, o también mediante la huida -el cirnarronaje-, con la consi- guiente formación de palen- ques, cumbres o quilombos, que llegaron a enfrentarse al poder colonial. De igual forma, duran- te las guerras de independencia en fechas posteriores, muchos esclavos pasarían a engrosar los ejércitos libertadores, aportan- do su vida a la creación de las nuevas repúblicas.

Algo similar sucede con la contribución cultural proceden- te de Africa, tratada sólo en tra- bajos muy especializados que no siempre son apreciados por el mundo académico, mientras qiie es evidente que la partici- pación africana, o de origen afri- cano, abarca prácticamente todas las facetas de la vida cul- tural (lengua, literatura, arte, música, religión y creencias, danza, gastronomía, tradición oral ...) y continúa sin ser reco- nocida en su justo valor.

De todo ese "silencio" resul- ta más significativo lo que se ha denominado como la "invisibili- dad" del negro; es decir, a pesar de la existencia bien tan- gible de una población afrodes- cendiente, ésta es ignorada por los sociólogos y los antropólogos,

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con excepci6n de algunas inves- tigaciones, sobre todo en el caso de Brasil. Cabe preguntarse si las poblaciones del Pacífico colom- biano o ecuatoriano, de la costa atlántica centroamericana, e in- cluso comunidades mexicanas o ciertos habitantes de Uruguay o de Perú, constituyen un espejis- mo para los científicos sociales.

El mero hecho de comenzar a formular el término de africa- nía, olvidado desde su precipi- tada inclusión e n una de las últimas reuniones de las Comi- siones Nacionales del V Cente- nario del Encuentro de Ambos Mundos (Santiago de Chile, 1990), provoca reacciones ad- versas, suspicaces o, en el mejor de los casos, de incredulidad.

Si la historia, la sociología y la antropología, así como la lin- güística o la niusicología, por citar ejemplos ilustrativos, no in- corporan la africanía como tal, ¿cuál es la razón? Llegados a este punto, sólo puede entenderse esta anómala situación en el es- tudio de Iberoamérica si se se- ñalan como posibles causas la ignorancia, los prejuicios y los estereotipos que son incompati- bles precisamente con el méto- do científico.

En estas breves reflexiones, naturalmente, no se pretende introducir una versión "afro- céntrica" de Iberoamérica, sino abogar por un estudio científi- co de sus países que considere los aportes culturales y sociales fundamentales que Africa ha

legado a la creación y desarro- llo tanto de la identidad regio- nal como nacional de nuestros países; un objetivo que sólo será alcanzable si se acomete la ne- cesaria y urgente revisión del estudio de la historia, de la sociedad y de la cultura ibero- americanas, dirigido a neutra- lizar visiones incompletas, deformadas y10 excluyentes de esta materia.

En esencia, ésta es la propues- ta de la Cátedra UNESCO de Es- tudios Afmiberoamericanos de la Universidad de Alcalá, que in- tenta el reconocimiento y la re- habilitacicín de la africanía a través de un sostenido programa de intercambios de profesores e investigadores a través de colo- quios, seminarios, publicaciones de libros y otras actividades.

El objetivo inmediato es lo- grar que este V Centenario se conmemore en el período 2001- 2003, por lo que se ha previsto para el año 2001 una serie de actos y encuentros organizados por la Cátedra tanto en Santia- go de Cuba y L3 Habana como en Alcalá de Henares y Santo Domingo, primer territorio ame- ricano que recibe a africanos y afrodescendientes.

Entre todos la conmemora- ción constituirá un reconoci- miento y un homenaje que no podemos dejar de rendir a todos los hijos de Africa, y a sus des- cendientes que con tanta gene- rosidad forjaron -también- esta América única y múltiple. T*C

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Lnforme de

En la Conferencia General de la UNESCO, en su XXVII reunión de 1993, y a sugerencia de Haití y de los países africanos, se aprue- ba la realización del proyecto "La ruta del esclavo". Su ejecución estuvo a cargo del Comité Cien- tífico Internacional, integrado por cuarenta miembros seleccio- nados personalmente por el Di- rector General de la UNESCO y presidido por el señor Amadou- Mahtar M'Bow, ex Director Ge- neral de la UNESCO. El Comité Internacional lo conforman ex- pertos de diversias disciplinas que representan a Africa, las Améri- cas, Europa y el Caribe.

A través de la investigación sistemlítica se pretende develar una historia silenciada durante mucho tiempo: la esclavitud p n s a t l á n t i c a , en el océano Indico y en el Mediterráneo. Profundizar en el conocimiento de las causas y métodos que pro- piciaron un evento de esta mag- nitud, así como analizar el resultado y la evolución de las diversas interrelaciories entre los pueblos involucrados en la tra-

Comití Cubano dc ruta dPI ta, será el objetivo central de

~sciavo". este proyecto. Es un trabajo de

reconstrucción del pasado, que aún permanece latente,

El proyecto "La ruta del es- clavo" se hizo oficial en 1994, cuando el Comité Científico In- ternacional celebr6 su primera reunión en Ouidah, Benin, del 6 al 8 de septiembre. La inaugu- ración fue realizada por el sefior Federico Mayor, Director Gene- ral de la UNESCO, y el Presiden- te de Benin, el señor Nicéphore Soglo. La segunda reunidn se rea- lizó en Matanzas, Cuba, del 4 al 6 de diciembre de 1995, en cuyas sesiones se determinaron las pri- meras prioridades de este proyec- to. La tercera reunión se efectuó en Cabinda, Angola, del 6 al 8 de noviembre de 1996; para esta ocasión se establecieron estrate- gias de investigación y las insti- tuciones encargadas de impulsar el proyecto. En la cuarta cita, ocu- rrida en Lisboa, Portugal, en di- ciembre de 1998, se evaluó el estado del proyecto en su tota- lidad. La íiltiina reunión hasta el momento fue coi-ivocacla en Palermo, Italia, del 24 al 30 de septiembre de 2000. En este encuentro se analizaron las pro- puestas de trabajo por los coorcli- nadores de "La ruta del esclavo".

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COMITÉ CUBANO DE "solicita al Director General de "LA RUTA DEL ESCLAVO" la UNESCO el refuerzo de los

El Comité Cubano de "La ruta del esclavo" ha desarrollado un conjunto de actividades previas a su constitucicín oficial el 10 de septiembre d e 1996,' lo que hace posible la elaboración del presente informe del Programa de Trabajo para el año 2000.

La concepción que ha alen- tado este Programa, se basa en el reconocimiento pleno de la herencia cultural de una parte importante de los pueblos de Africa, que contribuyeron a la formación de la cultura cubana actual, y, al mismo tiempo, en la valoración de esa herencia cultural como resultado de un largo y violento proceso de transculturación, debido a una compleja amalgama de etnias que se relacionaron y transfor- maron con el paso de decenas de generaciones hasta crear modd 'd r 1 '1 d es nuevas.

En el presente informe del Programa hemos tratado de com- binar arnicínicamente los resulta- dos de las reuniones del Comité Científico Internacional de "La ruta del esclavo", sus actividades prioritarias y reconiendaciones, con las principales modalidades de accicín presupuestaria de la UNESCO. En este contexto, la tercera sesión del Comité Cientí- fico Internacional, efectuada en Cabinda, Angola (6-8 de noviem- bre de 1996), en su Resolución

' Véase Anexo.

medios financieros puestos a dis- posición del proyecto 'La ruta del esclavo"'.

ACTIVIDADES PRIORITA- RIAS PARA EL AÑ0 2000

Fuentes documentales, archivos y bancos de datos

El Consejo Nacional de Patri- monio Cultural del Ministerio de Cultura ha realizado la iden- tificación y digitalización del Inventario del patrimonio cul ttirul relacionado con el proyecto "La ruta del esclavo" en Cuba.

Archivo de la tradición oral de origen africano en Cuba. - Miembros de la Fundación Fer- nando Ortiz y la Casa del Caribe, que forman parte del Comité Cubano, participaron en el Semi- nario Internacional "La bantuidad iberoamericana", auspiciado por la Cátedra UNESCO de Estudios Afroiberoamericanos de la Uni- versidad de Alcalá, el Programa UNESCO "La ruta del esclavo", el Centro Cultural Africano Fer- nando Ortiz y la Casa del Caribe de Santiago de Cuba los días 5-7 de julio de 1999. - En coordinación con la Cá- tedra UNESCO de Estudios Afroiberoamericanos de la Uni- versidad de Alcalá, liemos iiiclui- do en la colección Africanía un nuevo título de la profesora Gema Valdés, de la Universidad Central de Las Villas, sobre Re- manentes bantti en el espmiol

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de Cuba, como parte del plan edi- torial de 2001.

Iconografía de los esclavos afri- canos y sus descendientes en Cuba. - Este proyecto, en fase de re- dacción final, abarca un estudio y un catdogo digitalizado de más de quinientas imágenes sobre los diversos aspectos de la vida de los esclavos africanos y sus des- cendientes en Cuba durante la época colonial, a partir de la visión múltiple reflejada por gra- badores, pintores, dibujantes, fotcígrafos c ilustradores eu- ropeos, norteamericanos y naci- dos en Cuba. El estudio abarca desde ia segunda mitad del si- glo XVIII hasta fines del siglo XIX, con algunas muestras de la pri- mera mitad del siglo XX, a partir de reconstrucciones históricas. Realizado por la Fundación Fer- nando Ortiz, este amplio trabajo requiere de un necesario finan- ciamieiito para la publicación de la monografía y una selección de las imágenes, así como la con- clusion del CD-ROM con el ca- tálogo y el conjiinto iconográfico.

Educación, formación e infonnación

Enseñanza superior: - La Fundación Fernando Ortiz, en coordinación con el Centro Nacional de Superación del Ministerio de Cultura, realizó el segundo Diplomado en Etnolo- gía entre los meses de mayo a julio de 2000, formado por seis

cursos de postgrado. En esta oca- sjón se incluyeron temas sobre Africa y fue invitada la doctora Nadia Lovell, africanista sueca radicada en Inglaterra, quien disertó sobre los ewe de Togo. - Paralelamente, la Fundaci6n ha participado con temas sobre la presencia africana en la cul- tura cubana e n el curso de Maestría en Antropología que lino de los profesores de la Fun- dación Fernando Ortiz imparte en el Instituto Superior de Arte, como parte de los curscos regu- lares de la Maestría en Promo- cicín y Gestión Ciiltural. - Varios estudiosos de los temas africanos en América (de Argen- tina, Brasil, Colonibia, Cuba y México) participaron como pro- fesores en el curso sobre "Ci~ltu- ras afroamericanas; de esclavos a ciudadanos", en la Universi- dad Internacional Iberoamerica- na de Jarandillri, Extreniadii- ra, España, convocado por el Centro Extremeño de Estudios y Cooperacicín con Iberoamérica, del 17 al 2 1 de julio de 2000.

Patrimonio físico, museos y turismo culturat

Fue realizado el estudio de fnc- tibiiidnd del Museo de la Ruta del Esclavo en el Castillo de San Severino en la ciudad de M3- tanzas por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural del Mi- nisterio de Cultura.

La Fundación Fernando Or- tiz entregó a la Presidencia del

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Consejo Nacional de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cul- tura un primer proyecto de guión del Museo de la Ruta del Escla- vo, que incluye varias salas de inmueble con temas que abarcan desde los antecedentes históri- cos hasta su proyección contem-

. porjnea en la cultura nacional y los vínculos con el Caribe.

El Consejo Provincial de Pa- trimonio Cultural en Matanzas, en coordinación con el Gobier- no de esa provincia, ha desig- nado a la directora del Museo de la Ruta del Esclavo, quien coordinará todas las actividades y gestiones previas a la inaugu- ración de esta nueva institucih cultural.

La Presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultu- ral ha efectuado conversaciones con el Presidente de la Cadena Hotelera Rumbos, con el obje- tivo de coordinar acciones en- caminadas a la ejecuci6n de la obra y la explotación turística del museo, que es a la vez Mo- numento Nacional.

El Centro de Información Ci- neinatogrBfica del Inst i tuto Cubano de Arte e Industria Ci- nematográficos ha elaborado un inventario de la filmografía sobre la presencia africana en Cuba, que incluye más de cin- cuenta tít~ilos entre largometra- jes, cortometrajes y dibujos animados, como apoyo al guión del referido museo.

El Consejo Nacional de Patri- monio Cultural de Cuba y la

Fundación Fernando Ortiz rea- lizaron el informe y el cattilogo de 1 150 páginas sobre los 705 ritos históricos localizados y re- lacionados con la esclavitud en Cuba.

Reuniones

Se efectuó con gran éxito el XX Festival del Caribe (Santia- go de Cuba, 3-9 de julio de 2000) el cual se dedicó a África.

En 1999 se efectuó nuevamen- te el Festival de Raíces Africa- nas Wemilere, en Guanabacoa, Ciudad de La Habana (23-25 noviembre), que estuvo dedica- do a Angola. El evento contó con la presencia del Ministro de Cultura de Angola, quien inau- guró el encuentro científico, el Excelentísiino Embajador de ese país en Cuba y una amplia re- presentación de la sede diplo- mática, estudiosos y artistas invitados. En el 2000 este festi- val estuvo dedicado a B e ~ i n .

Con motivo del Día de Africa el Ministerio de Relaciones Exteriores auspició una visita de los embajadores de los países afri- canos en Cuba a la provincia de Matanzas, quienes, entre otros lugares, visitaron el museo y el monumento de Triunvirato, sím- bolo de una de las mayores sublevaciones de esclavos e n Cuba. Esta actividad contó con la presencia del Viceniinistro de Relaciones Exteriores, el señor Jorge B,olaños, el Departamen- to de Africa Subsahariana del

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propio Ministerio y un represen- tante del Comité Cubano de "La ruta del esclavo".

Otras actividades del Comité Cubano

Comunicación - En junio de 2000 una parte del Ciclo de Cine Etnográfico (dedicado a los países de la diás- pora africana) fue proyectada y debatida con estudiantes norte- americanos del Center for Cross-Cultural Study de Sevilla, España, en la Facultad de Ar- tes y Letras de la Universidad de La Habana, a través de la Fundación Fernando Ortiz. - La Fundación Fernando Ortiz ha continuado la asesoría al pro- grama de televisión "Orígenes" con la inclusión de iluevos temas relacionados con la herencia cultural africana en Cuba, a tra- vés del canal Cubavisión, del Instituto Cubano de Radio y Televisión. - Se realiza semanalmente el programa radial "Arte y Folklo- re" en Radio Taíno, asesorado por la Fundación Fernando Ortiz, con la inclusión de nuevos te- mas relacionados con la heren- cia cultural africana en Cuba. - La Fundación Fernando Ortiz ha elaborado y actualizado un sitio web en Internet (www. infcxxte.cu1t.c~) sobre las activi- dades realizadas por el Comité Cubano de "La ruta del esclavo". - Varios miembros del Comité Cubano de "La ruta del escla-

vo" forman parte del Repertorio de la Africanía, que coordina y elabora la Cátedra UNESCO de Estudios Afroiberoamericanos, Universidad de Alcalá.

Publicaciones

- La colección Clásicos Cubanos ha incluido una nueva edición de Biografía de un cimarrón del doctor Miguel Barnet. Asimismo, esta obra ha sido reeditada en Portugal, Francia e Italia. - La coleccicín La Fuente Viva de la Fundación Fernando Ortiz ha publicado su décimo título, El culto de San Lázuro en Cublz del licenciado Laciel Zamora, en el que se evalúan los vínculos entre el catolicismo y su sincretización con diversas religiones de origen africano en Cuba. - La colección La Fuente Viva de la Fundación Fernando Ortiz ha incluido la publicación del libro Oraciones populares en Cuba: invocnciones e iconografín del doctor Jesús Guanche, en el que se analizan las relaciones entre la tradición medieval del cristianismo y su fusión con di- versas religiones de origen afri- cano en Cuba. - La revista De1 Caribe, publica- da por la Casa del Caribe de San- tiago de Cuba, dedicó su número 31 de 2000 a los principales tra- bajos presentados en el Semina- rio Internacional "La bantuidad iberoamericana", referido ante- riormente en el primer punto de este informe.

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- Las Ediciones UNEAC piibli- caron en el aíío 2000 el libro Ar- tesanía y religiosidad popular en la santería cubana de Jesús Guan- che y Gertrudis Campos.

ANEXO

Principales actividades realizadas por el Comité Cubano de "La ruta del esclavo"

Constitución del Coinité Cu- bano de "La ruta del esclavo", presidido por Miguel Barnet, Presidente d e la Fundación Fernando Ortiz, y constituido por treinta miembros.

Coloquio "Fernando Ortiz in memoriain" (abril de 1995), que incluyó temas sobre la presen- cia subsahariana en Cuba.

Cursos de divulgación cien- tífica "Acercamiento a la obra de Fernando Ortiz" (septiem- bre de 1995 y octubre de l998), que incluyeron temas sobre la presencia subsahariana e n Cuba.

Segunda Reunidn del Comi- té Científico Internacional del Proyecto "La ruta del esclavo" en Cuba, de la UNESCO, Ma- tanzas, diciembre de 1995.

Programa radial "Arte y Fol- klore", que abarca tenias sobre Id presencia subsahariana e n Cuba; ya tiene dos años de trans- misión cada domingo de 7:30 a 8:00 p.m. Se efectuó un progra- ina dedicado a "La ruta del es- clavo" en Cuba.

Curso de postgrado sobre Los negros brujos, obra de Fernando

Ortiz, impartido en la Universi- dad de La Habana por la doc- tora Ana Cairo, miembro de la Junta Directiva de la Fundación Fernando Ortiz.

Conferencia científica sobre la cultura arará en Cuba (mayo de 1996), con la participación de especialistas y conjuntos mú- sico-danzarios en vivo.

Coauspicio del Taller Cien- tífico Internacional "1 10 m i - versario de la abolición de la esclavitud en Cuba", en Matan- zas (octubre de 1996).

Mesa redonda acerca de "La ruta del esclavo" en Cuba, como parte de la Conferencia Interna- cional sobre Cultura y Turismo, coauspiciada por la UNESCO y la OMT, que contó con la pre- sencia de Federico Mayor Zara- goza, ex Director General de la UNESCO.

Exposición de pintura cubana como parte del anterior evento, actividad que contó con la pre- sencia de Doudou D i h e , Direc- tor de la División de Programas Interculturales de la UNESCO.

Elaboracicín y publicación de un plegable sobre "La ruta del esclavo" en Cuba, que contó con la participación de un gru- po interdisciplinario y con apo- yo de la UNESCO.

Asesoría y participación siste- mática en el Festival de Raíces Africanas Wemilere, que realiza anualmente el municipio de Guanabacoa en Ciudad de La Habana. En ese contexto la Fun- dación Fernando Ortiz ha hecho

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entrega del Premio Merceditas Valdés (1995-1998).

Seis publicaciones de la Fun- dación Fernando Ortiz relacio- nadas con el tema: - Femuntlo 0rti.t y la cubanldad, selección de Norma Suárez, La Habana, 1996. - Componentes écnicos de la na- ción cubana del doctor Jesús Guanche, La Habana, 1996 (Pre- mio Nacional de Investigaciones del Ministerio de Cultura, 1997). - Catalanes y guhtanos e n la trata negreru cubana: 1827- 1833 del doctor Enrique Sosa, La Haba- na, 1998. - Ensayo político sobre la Isla de Cuba de Alejandro de Humboldt, con prólogo de Fernando Ortiz (reedición con motivo del ani- versario 2000 de la presencia del gran sabio alemán en Cuba), La Habana, 1999. - Ln erudición ewe-fon (ararn) en Cuba Uovellunos, Perico y Agra- m u e ) del doctor Hippolyte Sog- bossi (en colaboración con la Uni- versidad de Alcalá, España), La Habana, 1999. - El culto de San Uwro en Cuba del licenciado Laciel Zamora, co- leccih La Fuente Viva, no. 10, La Habana, 2000.

Mesa redonda con motivo del aniversario 50 de la publicaci6n de la obra de Fernando Ortiz El enguño de las razas (enero de 1997).

Premio Fernando Ortiz, que se concede por vez única a personas e instituciones, ha sido conferido precisamente a personas cuyas

obras Iian estado dedicadas al tenia de la presencia africana en Cuba y América, tales como Argeliers León (in inemoriam) , de Cuba; Ricardo Alegría, de Puer- to Rico; Dou-dou Dihe , de Se- negal; Manuel Rivero de la Calle, de Cuba; Nina de Friederniann (in memoriani), de Colombia; y Salvador Bueno, de Cuba, todos estudiosos del legado africano en América.

Mesa redonda sobre el turis- mo multidestino, que incluye "La ruta del esclavo" en Cuba, como parte de la Convenci6ii Internacional de Tiirismo, La Habana, Palacio de las Conven- ciones, mayo de 1998.

Exposición de pintura y escul- tura afrocubanas de los artistas Alfredo Cont ino y Carmen González, en Guanabacoa (mar- zo de 1998).

Elaboración de iin sitio web sobre "La ruta del esclavo" en Cuba para la UNESCO.

Ciclo de Cine Etnográfico "Imagen de Cuba" (junio de 1998), que incluyó tópicos so- bre religión, fiestas, etnicidad, música y otros relacionados con la presencia africana en Cuba.

Diplomado en Etnología, que abarcó seis cursos de postgrado sobre esta disciplina (mayo-julio de 1998 y 2000) y trató temas de interés para el estudio de la pre- sencia africana en Cuba.

Asesoría científica al proyec- to de investigación y pronioción "El cementerio de africanos es- clavizados en el ingenio Santa

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Lutgarda", en la provincia de Villa Clara.

Encuentro de especi a 1' istas cubanos sobre "Integración y tn~iltirracialidad en Cuba", con el fin de discutir cuestiones acerca de los prejuicios y la dis- criminación racial en Cuba (oc- tubre de 1998).

Museo de la Ruta del Esclavo en Cuba. Proyecto que se en- cuentra en su fase inicial de microlocalización y estudio de factibilidad en el Castillo (for- taleza) de San Severino en la ciudad de Matanzas. Ha sido visitado por Federico Mayor y Doudoii D i h e , y está coordina-

do con el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural del Minis- terio de Cultura.

Colaboración en las Jornadas Ceiba 1998 sobre "La esclavitud negra en Andalucía y la Penín- sula Ibérica", a~ispiciadas por la Fundación Ceiba y el Centro Cultural de España en La Haba- na (9- 1 1 de diciembre de 1998).

Reunión del Comité Cuba- no de "La ruta del esclavo" con la Comisión Cubana de la UNESCO y la Oficina Regional de Cultura para América Lati- na y el Caribe de la UNESCO sobre las actividades realizadas (12 de febrero de 1999).

Miembros del comité cubano del proyecto "Lu ruta del esclavo"

MICWEL BARNET escritor, etnólogo Presidente - Fundación Fernando Ortiz

SERGIO VALDÉS BERNAL lingüista, profesor, investigador Instituto de Literatura y Lingüística, Ministerio cle Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente

MAR~A TERESA LINARES musicóloga Vicepresiclenta - Fundación Fernando Ortiz

JOEL JAMES

e tnólogo Director - Casa del Caribe, Santiago de Cuba

ALEJANDRO GARC~A historiador, profesor Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana

JEÚS GUANCHE etnólogo, investigador Fundación Fernando Ortiz

RAÚL ROA Presidente - Comisión Nacional Cubana de la UNESCO

GABINO LA ROSA investigador Centro de Antropología, Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente

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AFÚ'V~ANDO ENTRALGO historiador, profesor Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana

ANA CAIRO historiadora, crítica literaria, profesora Facultad de Artes y Letras, Universidad de La Habana

LÁZAM M E N ~ N L W etncíloga, profesora Facultad de Artes y Letras, Universidad de La Habana

MAR~A DEL CARMEN BARCIA historiadora, profesora Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana

MARTA ROJAS escritora, periodista

OLGA FERNÁNDEZ Ríos filósofa

RCXELIO M ART~NEZ FURÉ etnólogo, folklorista Conjunto Folklórico Nacional

TATO ( ~ U I ~ ~ O N E S realizador de cine, folklorista Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematogr'f a icos

TEREA MUNOZ socióloga, profesora Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana

TouÁs FERNANDEZ historiador, investigador Biblioteca Nacional José Martí

VI~TORIA ELY musicóloga Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana

LÁZARA RODR~GUEZ ALEMAN periodista Prensa Latina

NATALIA BOL~VAR etnóloga, investigadora

NANCY MOREJÓN poeta, escritora Casa de las Américas

MANUEL MENDIVE pintor

NELCON HERRERA YSLA Director Centro Wifredo Lam

JOHANNES GARC~A corecígrafo Unión de Escritores y Artistas de Cuba

ISABEL HERNANDEZ CAMPOS historiadora Comité Provincial - Partido Comunista de Cuba, Matanzas

EUGENIO HERNÁNDEZ ESPINOSA autor, director teatral

MARTA ARIONA escultora Presidenta - Consejo Nacional de Patrimonio

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Miembros del comité científico internacional del proyecto "La ruta del esclavo"

DR. AMADOU-MAHTAR M'Bow ex Director General UNESCO Presidente del Comité Dakar, Senegal

SR. SAMIR AMIN Director - Oficina Africana Foro del Tercer Mundo Dakar, Senegal

SR. JAIME AROC:HA RODR~GUEZ PhD, Departamento de Antropología y Centro de Estudios Sociales Santafé de Bogotá, Colombia

SR. LECLIE ATHERLEY Ex L3irector - Programa Cultura de Paz, UNESCO Barbados

SR. MIGUEL BARNET Presidente - Fundación Fernando Ortiz La Habana, Cuba

SRA. DANY BEBEL-GISLER responsable y coordinadora Comité "La ruta del esclavo" Le Lamentin, Guadalupe

SR. A. S. BEKOE Director - Departamento de Investigación Estadística e Información, Ministerio de Turismo Accra, Ghana

DR. LUIS BELTRÁN Vicerrector - Relaciones Internacionales,

Universidad de Alcalá de Henares, España

DR. NORUERT BENO~T historiador RepUblica de Mauricio

PROF. ISABEL CASTRO HENR~QUEZ Departaniento de Historia, Universidad de Lisboa Portugal

SR. YVON CHOTARD Presidente - Asociación Les Anneaux de la Mémoire Nantes, Francia

S. E. SR. ALBERTO DA COSTA E SILVA africanista Río de Janeiro, Brasil

PROF. JEAN-MICHEL DEVEAU profesor de Historia Moderna, Universidad de Nice-Sophia Antipolis, Niza, Francia

SRA. MAR~A NAZARÉ DIAS DE CEITA Santo Tomé Santo Tomé y Príncipe

SR. HOWARD DODSON The Schomburg Center for Research in Black Culture Nueva York, Estados Unidos

SR. QUINCE DUNCAN Asociacion Proyecto Caribe Santo Domingo de Heredia, Costa Rica

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SR. RICHARD FOSTER Director - National Museums and Galleries oii Merseyside, Liverpool Museum Reino Unido

SR. MAX GUÉROUT Asociación GRAN Centre de documentation et de recherche de la Troisieme région maritime T o l h , Francia

PIIOF. MBAYE GUEYE Facultad de Letras y Ciencias Hiimanas, Universidad de Cheikh Anta Diop Daknr, Senegal

DR. JOSEPH E. HARRIS Departamento de Historia, Howard University Washington, D. C., Estados Unidos

SR. LAENNEC HURBON Coordinador - Comité Nacional Haitiano "La route de I'esclave" Puerto Príncipe, Haití

jurista Puerto Príncipe, Haití

PROF. RORIN LAW Departamento de Historia, Universidad de Stirling Reino Unido

DR. ARTEM LETNEV Iiistituto de África Moscú, Federación de Rusia

PROF. PAUL E. LOVEJOY Departamento de Historia, York University North York, Ontario, Canadá

DR. NESTOR N. LUANDA Departamento de Historia, Universidad de Dar es-Salam República Unida de Tanzania

DRA. Luz MAR~A MART~NEZ- MONTIEL Dirección General de Culturas Populares Ciudad de México, México

DR. JOSEPH C. MILLER Departamento de Historia, Universidad de Virginia Estados Unidos

PROF. HARRIS MEMEL-FOTÉ Facultad de Letras, Artes y Ciencias Humanas Abiyán, Costa de Marfil

PROF. REX N E ~ L E F O R D Vicerrector - Universidad de las Indias Occidentales Mona, Kingston, Jamaica

SR. NICOLAS NGOLI-MvÉ historiador Universidad Oinar Bongo Libreville, Gabón

PROF. DJIRRIL TAMSIR NIANE Société africaine d'édition et de communication Conakry, G~iiiiea

PROF. BRONISLAW NOWAK Director - Instituto de Historia, Universidad de Varsovia Polonia

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EXCMA. SRA. ANA MAFÚA DE OLIVEIM ex Ministra de Cultura, miembro del Parlamento Angola

SRA. ANNE REMICHE-MARTINOW cineasta Radio-Télévision belge de la communauté franpise Lieja, Bélgica

PROF. JOEL RUFINO DOS SANTOS Escola de Coniunicacóes da UFRJ Río de Jaiieiro, Brasil

PROF. LOUIS SALA-MOLINS profesor de Filosofía Política Universidad de Toulouse-le -Mirail Francia

DR. WALLY SEROTE miembro del Parlamento Ciudad del Cabo, Sudáfrica

PROF. ELISÉE SOUMONNI historiador coordinador del Comité Nacional La route de l'esclave Cotonú, Benin

SR. WOLE SOYINKA Premio Nobel de Literatura Nigeria

DR. LEIF SVALESEN Noruega

DR. HUGO TOLENTINO DIPP historiador Universidad Autónoma de Santo Domingo República Dominicana

PROF. G. N. UZOIGWE (Nigeria) Departamento de Historia, Lincolii University Estados Unidos

SRA. SHEILA S. WALKER Directora - Departamento de Antropología, Centro de Estudios Africanos y Afroaniericanos Austin, Texas, Estados Unidos

SR. JEAN-CLAUDE WILLI~\M jurista ex Presidente - Universidad de las Antillas y Guayana Schoelclier, Martinica

EXCMO. SR. OLARIYI BABALOBA JOSEPH YA1

africanista Embajador, Delegado Permanente de Benin ante la UNESCO París, Francia T

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Contribución

AF Rl CAN ' a la identificación del 7 - y n yo

u [ - . - / MERiCANO

Contribución africana a la identificación del hombre umet.icccíio

El anúlisis [fe los elementos ctiltuiulcs ufricunos j~iesentes cni Amdricir condttce LL s~fi111ur lus bases ft~ndumentales ecoriómicas y sociales cle tizrcstm identidad. Al cotisiderar estos rasgos ufroides, e11 términos de caracteres, íispcctos, c~tulidudes 0 idi~~sincrasiii, se encLtentru irmicdia- tuniente L L ~ U d i s t r ib t~ ih top+pifica que cieliniitu m u fusc de h dctiti- dad unierici~t~u, lu del hornbw y la mujer negros con su .i:urinda z o ~ de claroscuro proclucidct por el mestizaje. 7 2 0 esto cundttcc. u tmu intrin- cadu 7-etl en cl proceso de identific«cióti del hombre itniericuiio, lu cztiil hciy que corisidcrci~ en stt ultcrnanciu con los niorrientos Iiist6ricos qttc sc sttceden en Amirica.

ARGELIERS LEON América, en algo iixís cíc iiii ini- --- (1919-1991) - - lenio que dista de la priincra apa- Musicólogo. rici6i-i dc Eiiropa rei-iaceiitista en ~tnólogo.

p~dagogo sus costas, ha obtenido im perfil Y compositor. que la sitíia de niancra peculiar

Discípulo d~ FErnando ortiz, entre los lionibrcs qiic se agrupan

fundador eii las otras partes de la Tierra.' d ~ l Instituto d~

Etnología El curso de desarrollu que esta 1í- y Folklor~. iiea nos dibuja, es el resultado de

- - - - -- - -- - - - - -- - 'E l presente trabajo inédito constituye el capitulo l l de la obra Tras las

huellas de las civilizaciones nearas en América de oróxima aoaricion en la coleccióri La Fuente Viva. A sugerencia del ~ o n s e h ~d i lo r ia i de la revista Calauro se modificó el titulo. que oriainalmenie se llamaba "Corno las su-

pervivencias africanas contribuyen a ¡a identificaci6n del hombre america- no". Todas las notas del editor pertenecen al editor del libro en preparacion. - - -- - -- - ,' Aunque los escandinavos vikingos estuvieron en América hacta los

siglos x y xi. este hecho no tuvo la trascendencia internacional que alcanz6 la presencia hispánica a través de Cristóbal Colón y sus hombres. (N. del E.)

---- --

'Tanto en ~ f r i ca . en Asia. como en America. una de las principales con- secuencias morales y sociopsicologicas de la dominacion colonial ha sido

la despersonalización del ser humano de estos [res continentes" (Depestre 1969 b : l ) .

los nicís coinplcjos ingredientes étiiicos, dc las mrís duras Iiiclias en todos los caiiipos de la activi- dad hiiinai-ia, cic las mrís disíitiiles situaciones psicosociales, de 11-1s di- versas presiones y ainbicioiies cco- nóniicas qiie sc han ei-isnii ; 1 ~ 1 O en América.

Este perfil iio es iiiás qiie el resultado que en cada instante del devenir hist6rico ha logrado el proceso de ideiitifiucin del hombre en América, eii coiitra- dicci6i-i coi1 la des~ci-so~i~dizaci(~~i' qiie representa el rCgiiiic1-i colo- nialista bajo el ciiril se abrieron las puertas de este continei-ite el 12 de octiibre de 1492.

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Pero este perfil americano se presenta inmediatamente con rasgos dis t int ivos regionales -que e n algunos casos serán luego nacionales- desde el ins- tante mismo que Hernán Cor- tés llegó a la Tierra Firine, desde el momento e n que siguieron arribando los hombres que par- tían de las dos islitas que tanto apoyaron las empresas coloni- zadoras: Cuba y La Española. N o se puede hablar del perfil americano si no se trata como complejo integrado d e estos otros regionales y nacionales. Las culturas indígenas y los cho- ques y asiiiiilaciones q u e s e sucedieron ante la presencia de las culturas inriiigradas, desa- rrollaron global y separadamen- te un mecanismo defensivo qiie devino u11 recurso considerable para la conformación de la iden- tidad del hombre en este conti- nente.

Pasemos ahora a plantear la necesidad para el presente tra- bajo de considerar al africano en el papel que desempeñó e n la formación del perfil americano, en el proceso histórico de la apa- ricicín d e una conciencia d e identificación, e n las nuevas oposiciones e integraciones que resultaron de la confrontación del africano con el colonizador y con el indígena.

El intento de aislar los ele- mentos culturales africanos pre-

-

' "He elegido considerar este movimiento histortco de búsqueda de la iden- tidad en sus relaciones alternantes con el hecho colonial, con la sociedad

nacional y con la sociedad revolucionaria" (Ibid.).

sentes en Amtrica, conducirlí a señalar las bases fundamentales económicas y sociales de nues- tra identidad. Al considerar es- tos rasgos afroides, tratados ya en términos de caracteres, aspectos, cualidades o idiosincrasia, en- contraremos inmediatamente una distribución topográfica que aislará una fase de la identidad americana, la del hombre y la mujer negros con su variada zona de claroscuro producida por el mestizaje. En esta dis t incih ti- pológica que obra sobre la carta americana se percibiran otras zo- nas de límites más precisos al acercarnos a las áreas culturales indígenas, qiie ofrecieron al co- lonizador ima ident idad mas asentada económicamente e n lo que a estructura y superes- tructura se refiere. Todo esto conduce a una intrincada red en el proceso de identificación del hombre americano, la cual hay que considerar e n su alternan- cia con los momentos históricos que se suceden en An~é r i ca .~

La i den t idad amer i cana , con sus rasgos afroides -que son los que ahora se concentrarán en nuestro trabajo-, se ha lo- grado en menos de cinco siglos, aunque no debemos dejar de la mano las alforjas repletas que aportaba el mundo occidental rnediterráneo -con sus corre- rías por u n O r i e n t e q u e lo impuls6 a buscar la vía de Oc- cidente en el momento en que el Iiiiperio Otomano, cerraba el paso por el océano Indico-; la

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acendrada oralidad del negro, con sus técnicas de cultivo, sus mitos, sus músicas y magias que depositó en las güiras que re- conoció en estas tierras; y las jabas precolombinas, con el maíz, la patata, la yuca, el taba- co, las perlas, la plata, el oro. .. Nos situamos así, claro está, en el punto opuesto de aquellos hombres que comenzaron a considerar la historia a partir del descubrimiento -descubri- miento que obraba para ellos, pues el indígena ya se sabía en sus tierras. Los elementos cul- turales del africano permane- cieron, durante todo el período de opresión colonialista, bajo una situación de subestima- ción, permitidos sólo a título de exotismos pueriles, de etique- tas pintorescas, de exuberancia y color tropicales, muy relacio- nados con la otra exuberancia de la mujer negra, de la mula- ta, valores cotizables por el blanco. Los negrismos pasaron a la pintura de tipos populares de fácil a scens ih a los géne- ros picarescos de la poesía y el teatro. Etiquetas y marcas co- merciales, obras de teatro, pin- tura y literatura han hecho uso de acluellos elementos más exte- riores y frícilmente distinguibles por el blanco.'

"La cultura nacional es, bajo el dominio colonial, una cultura impugnada, cuya destrucción es perseguida de manera sistem8tica. Muy pronto es una

cultura condenada a la clandestinidad. Esta noci6n de clandestinidad es percibida de inmediato en las reacciones del ocupante. que interpreta la complacencia en las tradiciones como una fidelidad al espiritu nacional. como una negación a someterse. Esta persistencia de formas culturales

condenadas por la sociedad colonial es ya una manifestación nacional. Pero esta manifestación obedece a las leyes de la inercia. No hay ofensi-

va. no hay nueva definición de las relaciones" (Fanon 1965:219).

Desde los más tempranos con- tactos con el colonizador hasta las revoluciones independentis- tas americanas transcurre todo iin proceso de lucha por conser- var y consolidar esta identidad. Corresponde plantear aquí la existencia de movimientos como hechos históricos concretos que han pugnado en favor y en con- tra de este proceso histórico de forja de la identidad. Desde el momento del contacto y desde los inicios de la colonización hubo fuerzas, como en los casos de los grupos indígenas, de las tierras bajas americanas que 111-

charon en contra de la penetra- ción colonialista. Por otra parte, el colonizador encontró dentro de las grandes culturas precolom- binas un punto de apoyo para sus propósitos de asentamiento e im- plantación del régimen económi- co del Quinientos europeo. Ambos hechos implican actitu- des diferentes e n el curso de identificación y, sin embargo, las formas distintas que tuvieron las grandes cultiiras precolombinas de comportarse ante el coloniza- dor no niegan la influencia y sal- do de éstas en la base de nuestra identidad. La primera rebeldía contra el imperio español en América, y las primeras rebel- días contra los otros dominios que le siguieron, marcarían el punto de partida más lejano de la identidad, es decir, desde el instante que se distinguen inte- reses opuestos entre los hombres de esta parte del mundo y las

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111e triipolis ciiropcas. Las rebelio- ncs tcinpranas pudieron apuntar liacia una h u r a conciencia de identificación.

La lucha por corisolidar la identidad, toma inicie ,i 1 mente caracteres co~n~letamei-itc loca- les y circuiistancialcs; no pre. senta siempre el ii-iisiuo aspecto. Hoy esta lucha es c o n ~ ú n n los procesos de dcscoloni~ución e n el Tercer Mundo. Sin embargo, esto nos lleva a tomar en cuen- ta los siguientes aspectos, los cuales nos servirán para consi- clcrnr los eienientos culturales nfric:inos que h a n persistido como factores instriinientales de la idci-itidxl ainericana: a ) ;hasta qué punto existe una

conciencia continental de la iclcntidacl relacioi-iada a su vez con el proceso de desco- lonizacicínl,

b) ¿hasta dónde es posible clis- tinguir sectores, grupos o cla- ses sociales que tengan esa conciencia y sean prociives a ctcfenderlal,

C ) icUn-io lia actiiaclo el colonia- lismo y el neocoloiiialisnio en contra cle la idei-iticlad? En cl caso del africano, inmer-

so en el oscuro río cle la tmtn, se vio cnviiclto contra su voluntad y sin ;ilc;inix a entender la cs- tructiir;i económica qiic se abría a Europa cori el recurso de sus fuerzis, en formas de vida dife- rentes y contradictorias a las pro- pias, y perdió su econoinía, sus relacioncs cle trabajo, su estruc- tura dc parentesco, su nombre;

hasta se discutió su condici61i humana . El hombre negro "devino L I I ~ desconocido de sí mismo, dejó Je tener relaciones humanas con su propia persona y con sus semejantes. Perdió su esencia pues se disolvió e n la química opaca del despreciov (LJcpcstre 1969 b: 1) . El desco- nocimiento de su persona no fue rnás que la ruptura del honibre con sil tr;idicií,n; la falta dc las relaciones l-iuinanas consigo y con los deniás significó lu total ctis- taiiciación cle su conciericia con el objeto del trabajo que se le im- ponía. La situacicín del esclavo tuvo una doble significación si la analizanios desde el proceso de formación d e una nueva conciencia social. Por un lado, es- taba en una situación de trabajo, real, con técnicns que podían serle nuevas y normas de vida que le resultaban diferentes, lo cual tiene que haberle llevado a con- siclerar de algún modo esta sitiia- ci61-i y a adoptar normas de conducta consecuentes. Por otro lado, el trabajo esclavo en Amé- rica carecía para el africano de todo sentido conio proceso de pro- duccicín -lo quc se diferenciaba t5)talmente del trabajo esclavo en Africa. En este aspecto el escla- vo africano en Amcrica se vio imposibilitado cit. forjar un gra- do de conciencia que, derivaclo de la funcionaliiiad del trabajo, le permitiera la forrnaci6i-i de una conciencia de clase, de una au- toconciencia capaz de llevarle a la constitución de un grupo

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Iiiiiiiano o de iii-ia colectividad iiaciotial. Es el proceso que se ha llamado de cosificacicíii, que po- demos identificar como el de irtiposibilidad de forjar una au- toconciencia grupa1 y que resul- ta, e n última instancia, de la distaiiciación del Iioinhre respec- to al resultado y fin de su traha- jo, traiisfornianclo sus relaciones en relaciones de objetos. Las re- laciones sociales se deshuiiiani~ zai-i y buscan sus razones e n causas falsas: la esclavitud est6 consagrada por 1:is Escritirras, el negro no es persona, etc ... Esto hizo cluc a los esclavistas conci- bieran al africmo como un ser iiidolente, hiiinillado y suiniso; hasta se hablii cle que el africa-

no estaba más contento, a u n siendo esclavo, en Amtricü que en sus tierras, y cfe q r c con cuuii- ta humildad y agrntlecirnieiito recihían la iiienor iiiiucstra clc afecto por parte de sus ainos.

Sin einbargo, iiicluso si se rc- chaza el hecho de rriia auseiicia coiicieiicial en el africano y ya que, corno acahaiiios de plan- tear, las condiciones dc trabajo esclavo se c.onvcrtíaii, con todo lo nuwas e impirestas cluc eran para él. cii una rcaliclad objcti- va que tiene iluc haber tletcr- minado 1111 iiivcl racioii:il consciente, el esclavo Ilegcí a explicarse su situaciiiri, :i bus- car salidas a ésta, ajustes, aco- modaiiiientos, taiitcos para el ahorro dc esf'uerzos, cii fin, :i pro- piciar el ajuste físico y psíquico iníninio e i~n~resciridible a la si- tuaci6n de trabajo esclavo, y subsistir. El africano ciiipleó desde el suicidio -fornia ilc subsistir junto a sus ancestros protcctores- 1i:ista el cimurro- ni+, desde el recurso clc iiiagi;~ hasta el envcriciiainic.iito de las aguas de los anos , ilesdi. el re- fugio en un orichu has ta czjm~cai- a un dios de los blancos, desde soportar iiiios azotcs o el cc~-cc- iiainiento de una niano o uiia oreja y esperar i i i i desquite lias- ta ponerse bajo la protcccióii abyecta de un mayoral por me- clio de la clelaci6i-i. Tocfo cI1o no es iiiás que las foriiias concretas que adquiricí la autocoiicieiicia del africano al llegar el traba- jo esclavo a ciertos grados de

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desarrollo, en los momentos en que el esclavo relacionaba el tra- bajo con el objeto del mismo, el cual siempre le fue totalmente ajeno.

No debeinos olvidar que la situación del esclavo que esta- mos configurando estuvo sujeta a su vez a las relaciones sociales que determinaron la presencia de esclavos ladinos venidos de España y Portugal y de negros libertas, además de a las relacio- nes con los indígenas -experi- mentados, en el caso de las Antillas, en sus tratos con los co- lonizadores-, que motivaron nuevas situaciones psicosociales para el africano en el Nuevo Mundo. Para el negro liberto la relación con el objeto de su tra- bajo se definía más claramente como recursos materiales inipres- cindibles para su existencia, de aquí el carácter diferente que se vislumbra en la conciencia so- cial de las masas de población negra liberta, concentradas en las zonas marginales de las ciu- dades y poblados del interior y dedicadas a oficios y trabajos de servicios a la población domi- nante. El conjunto de concep- ciones universales, criterios niorales, gustos y preferencias estéticas, nociones de la reali- dad que rodea al hombre, en fin, la ideología del esclavo, se coni- prenderá eii sus peculiaridades si la concebimos como reflejo de la actividad que desarrolló el africano, eii calidad de ser so- cial, en una etapa del desarro-

llo y determinada por aquellos motivos que mueven el curso his- tórico de la sociedad (Thénon 1963:213).

Las clases dominantes logra- ron de la Corona española las disposiciones necesarias para es- tructurar en Aniérica un siste- ma de castas, en cuyo peldaño inferior estuviera el esclavo. Reglamentos de todas clases li- mitaron siempre cualquiera po- sible acción del africano que se pensara que fuera un síntoma de independencia; "se hizo de los esclavos legalmente una casta, sometida a toda clase de restricciones y aislada compul- sivamente de los otros estratos sociales" (Acosta 1967:298). El esclavo quedaba, por los cri- terios que obraban sobre él, totalmente separado de las relaciones humanas con el mun- do que le rodeaba, mundo que le era controlado por el escla- vista. Los sentidos físicos y so- ciales habían sido reemplazados por la alienación que significaba la situación del trabajo esclavo, de modo que el proceso de apo- ~Wcióri de la realidud mediante las relaciones del hombre con el mundo exterior resultó falseado, por lo que fue conipiilsado a bus- car nuevos recursos conciencia- les, los cuales encontró en lo irracional; de aquí el refiigio del esclavo en sus creencias y la bús- queda de la solución de sii alie- nacicíii en la magia.

Los Códigos Negros y luego las legislaciones especiales,

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como las de los Estados Unidos, aseguraron primero la condición de objeto del esclavo antes que el de pel-sonu."escle 1852, la legislación de Alabama recono- cía el derecho del amo a dispo- ner del tiempo, del trabajo y de los servicios del esclavo, y a exi- girle el estricto cumpliiniento de sus mandatos. Al mismo tiempo se reconocían los "deberes" del amo para con sus esclavos: mos- trarse bondadoso, proporcionar- les ropas y alimentos y ampararlos en la enfermedad y en la vejez. "La legislación de Alabania de- finía la condición de propiedad del esclavo antes de reconocer su condición humana, y, del uno al otro extremo del Sur anterior a la guerra de Secesión, el frío lenguaje de las leyes y de las sen- tencias judiciales, probaba que, legalmente, el esclavo era con- siderado antes una cosa que no una persona" (Stampp l966:2!3).

En la medida en que crecían tímidas oposiciones 3 estas le- gislacibnes discriminadoras, iban aparecieiido "estudios" de "honi- bres de ciencia" que demostra- ban por qué el negro era un ser inferior y, como tal, poseedor de un "temperamento innato" que

Los Códigos Negros españoles surgieron a fines del siglo XViii y estuvieron precedidos por fórmulas legales expresadas. por ejemplo, en las Ordenen-

zas de Cáceres y en los Bandos de Buen Gobierno promulgados por los ca- pitanes generales en Cuba. El primer Código Negro fue promulgado por el

monarca francés Luis XIV en 1768, cuando el cabildo de Santo Domingo de- cidió lundir el Código francés con las Ordenanzas españolas del siglo XVi.

En Luisiana, entonces colonia española, se aplicó el Código francés desde 1724 y fue respaldado por su Gobernador en 1768. El primer Codigo Negro

español fue concluido en 1784 por la Audiencia de Santo Domingo y se co- noce como Código Negro Carolino, el que nunca se aplico ni publicó. Poste-

riormente se elaboró el de 1789 como Reglamento de Esclavos. que se mantuvo vigente hasta 1842, cuando se promulgó el nuevo reglamento que

se aplicó hasta la abolicion de la esclavitud en 1886. (N. del E.)

110 sólo hizo posible la esclavi- tud, sino que ésta fue su reden- ción. Kenneth M. Stanipp (1966: 17 y SS.) recoge varias referencias de autores que se esforzaron en definir cómo las diferencias de color de la piel se extendían a las membranas, tendones y inúsculos, y hasta un ('matiz sombrío" que se notaba en los humores, secrecioiies, en el cerebro y en todo el sistema nervioso.

No puede ser considerada ahora esta lucha por la forja, cotisolidación y defensa de una identidad como una acción de agarre sin~plista a viejos moldes culturales, ya de por sí fragnien- tados como coiisecuencia na- tural de los embates d e la migración, sino que el liombre en América -el colonizador blanco o negro (pues el africano desempeñó en parte este papel) y el indígena niismo-, sometido a las alternancias del sistema econóinico impuesto, quedó den- tro de un vasto sistema de traiis- culturacióii que se daba en el Nuevo Mundo dentro de cir- cunstancia~ muy peculiares. En este paso del liombre de Amé- rica, desde los primeros mo- mentos en que se enfrentó el colonizador con el indio y el ne- gro hasta el surgimiento de las iiacioiialidades, hasta las luchas emprendidas por las masas de población para lograr su iden- tificación, se fue dando este complejo intercambio cultural, que adquiría formas concretas

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qiic repemitíim en todas las ca- tegorías del ser social. Es decir, form¿is concretas de vida quc se reflejaban e n la conciencia social que se forjaba e n cada clssc, con las variantes clásicas c n las burguesías america- nas. Repercutían, dccía Ortiz (1903:99), en lo eccinóinico, ins- t i tucional , jurídico, é t ico , religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual, y todavía ariadía: y e n los cleniás aspectos de la vida. Diganios que el com- plejo mecanismo cle intercam- hios cul turales , cambiante his tór icanient~ se refleja, tam- hién diacrónicamente, en la conducta del lionibre, en la for- ma y dirección de sus seiiti- micntos y en la integración de sus concepciones, El fenOmeno transcuhratorio está, como pro- ceso histórico, aislable por vía de estudio, entre la actividad ma- tcrial del hombre y la producción de las ideas, las representacio- nes y 10s sentimientos; coniu he- cho histórico, será perecedero y respoiidcrií a los priiicipios ma- tcridistas dc la evoluci6ii de la cultura del piicblo. Un proceso d e pvblamiento, producto d e sucesivas migraciones, el desa- rrollo de características sociop- sicol6gicas qiic se planteaban por las coiidicioiics de la cxplo- tación colonialista, y ~ i n n ELI- ropa que, tras iniciarse en las formas de explotación capitalis- ta, se imp~iso a travis de las al- t e rna t ivas q u e siguió e n la historia, tales fueron los cain-

biantes escenarios donde el hombre de AinGrica vino ilesa- rrollando su drama definitorio.

Digamos ahora que el prnce- so de definici6n de 1a identidad trae consigo este otro de la trans- culturación. Este, concebido en sus aspectos exteriores, se liacc siniplenientc descriptivo, ad- quiere aspecto estático y resulta aisladi) de sus causas. En cam- bio, si considerainos el fenóme- no de transculturación como el elemento formal que sosticiic la lucha por la identificación, y ésta se sitúa como un moviiiiiento so- cial, estaremos ante una realidad más definida y dentro de su as- pecto dinámico. Se trata de po- nernos an t e el fenónietio de traiiscu~turacióii corno proceso dialéctico en el que "cualquier trabajo est5 vinculado :iI arite- rior [tradición], niaterializado en las cosas y fijado en las ideas, o sea, en el progrcso de la cultu- ra [actualización]" (Pínienov 1968: 176), del que el hombre adquiere la concieiic.ia de sus re- cursos iiistrumentnles culturales.

De este niodo cl esclavo afri- cano, \~oIcado ya en el Nuevo Muiitlo, inició un proceso de identificacicín que le permitió moverse dentro de las nuevas for- mas d e existencia social, con todo lo cambiante que Iian sido éstas durante las más de cinco centurias de estar plantado en Anibrica.

El africano conservó acl~iellos eleiiientos cul turales que le sirvieron de iiistrume~ito innie.

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cliato para relacionarse con sus nti tws compañeros, que le per- mitieron establecer ruievos nexos dentro de una estructura faini- 1. - d. - iai iferente, servirse de ntie- vos medios d e subsistencia! someterse a otros hombres que le gobernahan y le imponían cos- tumbres arbitrarias, las más de las veces de manera abusiva. Muchos esclavistas se preocupa- ron a su vez por configurar de manera precisa las relaciones amo-esclavo. "Para llegar a con- seguir la totcd sumisión de sus es- clavos, para que su trabajo les resultara beneficioso, cada amo concebía su propio reglan~ento para gchernarlos. [...] Los proce- climientos de control eran muchos y muy variados: Linos, sutiles; otros, ingeniosos; y otros, bruta- les. Generalmente los propietarios preferían la combinacicín de unos y otros'' (Stampp 1966: 160).

Al inismo tiempo, el esclavo africano incorporaba recursos, modos de vida e instrumentos de trabajo que le eran extraños, pero qiie le resultaban necesa- rios ya que le facilitaban resol- ver los problemas de las nuevas relaciones soc.ioeconómicas e n

-- - - - - -- - - - -. - - .. - - -. - - ' "Uno de los primeros misioneros en América fue un franciscano con el

nombre de Pedro de Gante, nacido en Flandes alrededor de 1480. Este fla- menco, no s61o ya teólogo sino también músico competente [...] arribo a

Veracruz el 30 de agosto de 1523. Necesitando inúsica para el servicio eclesiastico. descubrió pronto que los nativos poseían una inclinación na-

tural para el canto y emprendió a ensefiar los rudimentos de la música lilúrgica. En poco tiempo no solo los monjes cantaron sino cientos de vo-

ces indigenas se unieron diariamente en el servicio religioso" (Lang 194131 1). "Esta ensenanza [canto eclesiástico] aprovechaba muchos ele- mentos indigenas, lo que no fue posible desterrar ni con las prohibiciones

de los tres Concilios Provinciales mexicanos que se celebraron durante ese siglo (1555, 1565 y 1585) y aun la de la Junta Eclesiistica de 1524. Asi en la fiesta de Corpus se permitia a los niños indígenas que servían de acolitos, que fuesen adornados con coronas empenachadas de ricas

plumas [.. 1 despues principiaban las bandas, sólo que ahora lo hacían en- derezando los cantos a los santos y a Cristo" (Saldivar 1934:97).

qiie se veía situado tras el viaje en las bodegas d e los buques negreros. De esta manera surgía una creciente apropiación del africano d e una situación so- ciopsicoi6g<ca que cortaha sus nexos con Africa, por lo que se vería, cada vez más, enfrentado a una cultura ajena que le He- gaba fragmentadamente, res- tringida o viciada. Nunca se prestó atención a la educación del esclavo, fuese . ~3 f r~cano ' o no, o ésta fue expresamente prohi- bida. Nadie, ni siquiera su amo, podía enseñar a leer o a escribir a un esclavo, pues así lo esta- blecían varias legislaciones es- ta tales e n Nor teamér ica , ni emplearlo corno cajista en un ta- ller dc imprenta, ni prestarle li- bros. Graves sanciones recaían sohre cualquiera que le enseha- ra a leer o escribir (Ibíd:229).

El africano no se vio someti- do a los recursos yiie empleó la catequización de los indígenas y que muy temprana~nente puso en juego aquel Pedro de Gante al transcribir melodías indíge- nas y sustituir sus textos fx~gu- nos por versos alusivos a la cristiandad.'

La identificaci6n misma, como necesidad social para re- lacionar la existencia social del esclavo con las formas concien- ciales que fue creando como d a - se, adquirió caracteres diferentes en el decursar del tiempo.

Para las sociedades clasistas americanas, las formas de con- ciencia social que forjaba cl

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africano y proseguían sus des- cendientes, quedaban siempre sometidas a serios prejuicios. Las formas que adoptaba la identi- ficación social, respondían a esta situaciói-i de clase. El fenómeno (le trai~sculturación se daba en diversas proporciones según las necesidades y posibilidades de la identificacicín alcanzada.

La identificación que busca- ba el afroamericano, entraba en contradicción con la necesidad de iitentificación del hombre de la clase dominante. Su imposi- ción sobre el afroamericano, y las propias contradicciones que creaba la identificación de éste e n la nueva existencia social, dejaron indudables huellas en la personalidad del negro y sus des- cendientes. "El color se convir- tió en un obstáculo infranqueable entre el ser genérico del negro ¿intiííano y sil realización e n la historia. Mientras que la aliena- ción del trabajador blanco en la sociedad capitalista está ligada a la trama económica y social del trabajo, la alienación del negro penetraba en las ii-iás íntimas es- tructuras de su personalidad. La esclavitud y las estructuras so- cioeconóniicas igualmente opre- sivas que la han sucedido en las Antillas, han sido fuentes de traun-iatismos sociológicos que han afectado profundamente la personaliclad del negro antilla- no" (Depestre 1969 ~ 2 0 ) .

El hecho de la búsqueda de la identificación como recurso de relación entre una existen-

cia social impuesta y las formas supraestructurales creadas por el negro en América, le llevaron a un activo fenómeno de transcuí- turación que fue mucho más allá de una simple reinterpreta- ción del occidente, caricaturi- zado por el africano. Pero el afroamericano transformó "los esquemas culturales occidei-ita- les en función de sus necesitla- des afectivas profundamente tributarias de Africa" (Ibíd:2 1).

Es indudable que esta bús- queda de identificación, que transforma íos esquemas cultura- les euroccidentales que le Ilega- ban al negro y reagapta los que aún le servían de Africa, produ- jo toda una gama transcultura- tiva, cuyas expresiones fueron muy variadas en cuanto a las combinaciones que se hacían de las costumbres de uno u otro ban- do: europeo o africano.

Los poemas en la lcngtur bo- zal -con métrica y fórmulas de rima castellanas- o las oracio- nes y rezos en yoruba o el len- guaje críptico de los ubukuú representan toda una escala de incor-poraciones de superviven- cias africanas. Luego pasan al habla popular vocablos sueltos y frases, los cuales siguen rodan- do por esos kilombos, o nos uie- n c n dc Amoanga . Quedan vírgenes católicas negras y mu- latas, santos negros, a los cua- les se les reza, se les adora, se les pide y se les ofrendan exvo- tos. Estos pudieran refi-escurse con la sangre de un animal y

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compartir con la ofrenda para un oricha o un oodú -con el cual se haya sincretizado el santo cató- lico al cual se le hará la ofren- da-, que radica en una piedra que se guarda con todo ritual dentro de una jícara o totuma.

Se recurre para conocer el futuro y la solución de un pro- blema, o la causa y cura de una enferinedad, al misterioso table- ro de Ifá, a los diloggzín o a los trazos sobre el espejo del mpuh congo, porque el hombre de las iiiasas explotadas busca la solu- ción de una situación de la cual él no es ni el responsable ni el que la creó, y comparte luego con una vieja cartomántica o con un médium. En la danza y el canto el ámbito a recorrer en la escala de tranculturaciones es mucho más rico en experiencias y en préstamos, en superviven-

cias que afloran aisladamente, desde la umbiguda brasileña y el vacunao d e la rumba cubana -gestos de eiitrechocpes pélvi- cos que aparecen también e n inuchos bailes de origen africa- no- hasta el patear el suelo con el pie descalzo como en los an- tiguos ritos de fertilidad agraria, que aparecen en danzas ritua- les afroides. Por este camino, dando un salto al momento ac- tual, alcanzamos las versiones nacioiiaks de yeyés, gc@, yencas y otros géneros contemporáneos, con guitarras eléctricas acompa- ñadas de tumbadorus. En este ar- co histórico pasaríamos por los conghs, paracumb¿s, gay umbas, re tanlbos, cachumbas, ,prrtanbés, sambapulos, zarambeques y el chic- chumbé, que llevado por negros cubanos a Veracruz (1776) me- reció la más absoluta y total des- aprobación por parte del Tribunal del San to Oficio d e México. Analogía de estos nombres con los que aparecen después e n todos los lugares d e América donde se insertó el negro: bem- bés, sambas, batuques, rnacumbas, guuguancó~, candombes, tumbas, chuchumbés, carrumbas, yambús. "Hay un hecho cierto: las pri- mitivas danzas, traídas d e la Península, adquirían una nue- va fisonomía en América, al po- nerse en contacto con el negro y el mestizo. Modificadas e n el tembo, e n los movimientos, en- riquecidas por gestos y figuras de origen africano, solían hacer el viaje inverso, regresando al

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yauieg lan6!~ ap uoi~ewp un ap ~IEJ~OI~ ua a3aiede ti!jt?i60lq aAn3 o!ieualua3 uyiewp 'olaiuo~ ueqals3 ua pisa 'olua!ues -uad la A e13npu03 el ap uomr!uiouoina el A s3!60103!sd uo!s!>sa eun a3 -npoid sin~dni ap szaleinieu ns iod aleuo~~eui!3 la owo3 ap eiauaw eun ,,

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de los clementes eiiroccidenta- les, q u e llegaban a América fragmentariamente, a veces con notables retrasos y con marca- das diferencias entre las clases ch i i nan t e s (y los sectores que dentro de ésta se perfilaron a lo largo de 13 historia de la coloni- z a c i h ainericana) y las modali- dades que adoptaron aquéllas

--- - - - - - - " "Creo que en las Antillas [lo que es lambién válido para toda America]

tenemos el derecho de hablar de una literatura de la idenlificación que se expresa en frances, en inglés y en español. Creo que a busqueda apasiona-

da de esta identidad,es el primer elemento de unidad que aparece cuando se comparan las lineas de fuerza de nueslras diversas literaturas. Semejan-

re preocupacion de coincidencia de si consigo misnio es evidente en las obras de la mayoria de los autores antillanos de este siglo'

(Depestre 1969 a:19).

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-

Africcin Contribution to the ldentification of the Arnerícan Man

The analysis of African ctilttiral elenients present in Ainerica lerrds tci pinpoitzt the econonlic m d socid fi~i~du~nentals of o~.ir itlentity O n consitlcriq thesc Africanoid fecrttues in ternis of characten, ~isbccts, qualities. or idiosyncrusy, ci topogralhical distribution t h t defines a pliiise of rhe Amcricnn identity-that of Ncp-o nlen and women with their varied light-mid-shade ami cciused by inte~bwediiig-is irnnicdiiitely founcl. All this l w d s to un intricare web in the identifiuicioii process of the Aniesicrrn mctn, which inust be considered alternatively with tlie s~~cccssive historicd j~eriods in Anierica.

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J~sus GUANCHE -

Antropólogo. rni~rnbro del

Consejo Ckntífico de la

Fundación F ~rnando Ortiz.

Africa en América: l a s S e ~ u ~ e L a . 5 de La ESCLAVITUD

JESUS GUANCHE

África en América: las secuelas de la esclavitud

h historia del continente americano ha estado marcada durante medio milenio por cl impacto sociocultural de la esclavitud de millones de cifricanos y su amplia red de descendientes. Este proceso hu gencrado múltiples secuelas que repercuten en la identidad cultural de los luzbitantes de Ame'rica con infinidad dc matices, desde los que se sienten parte substancial de u n gran continente mestizo y lo aprecian con orgullo, hasta los que perciben u1 indígena distante del descendiente dc europeo, africano o asicítico, y tratan de buscar una identidad otru enajenada de sus escncius culturules. Este trabajo tambiin evalúa la experiencia cubana id respecto.

LO QUE NOS TOCA DE LA DZÁSPORA

Nuevamente la diáspora cultural africana nos convoca a la re- flexión y al debate. A sólo algo más de un siglo de la abolición de su último reducto americano (Brasil), el estigma de la esclavi- tud aún está presente en las men- talidades de los descendientes de quienes la han padecido y de los que hoy, conscientes o sin saber- lo, disfrutan de una ventajosa po- sición social y económica gracias a sus frutos directos e indirectos. Al misnio tiempo, los valores cul- turales de los pueblos africanos viven transformados hoy en este

Nuevo Mundo, pero no sólo en los antiguos descendientes por decenas de generaciones, sino en una parte muy significativa de su población que, mcís alli de sus cru- ces genéticos, ha asumido o de- berá asumir como propio ese rico patrimonio y lo ha recreado has- ta formar esa sustancia ii~disolu- ble de una parte importante de las culturas nacionales del conti- nente y muy especialmente de sus áreas insulares.

Uno de los grandes retos de los pueblos de América en los albores del tercer milenio es la superación del estigma de las discriminaciones y los prejuicios

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raciales, para alimentar la lla- ma de la cultura, cada una con su propia identidad, y recono- cer e n igiialdad de condiciones todo el 1,egado procedente de Europa, Africa y Asia, junto con la originalidad irrepetible de cada una de las culturas añejas y nuevas, independientemen- te de su lejanía e n el tiempo o de su conmensurabilidad en el espacio.

M TRATA Y SUS SECUELAS

Muchas han sido las interpre- taciones sobre la mayor sangría demográfica y cultural que ha tenido la humanidad: la trata esclavista, desde la justificación del gran crimen -hoy se sabe mejor que antes que todo acto humano puede ser justificable y al mismo tiempo rebatible- 4 concebir los cargamentos del Africa al sur del Sahara como parte de los bienes muebles, en calidad de mercancía converti- ble en capital, hasta las múlti- ples denuncias que se hicieron en AmSrica, desde el propio si- glo XVI hasta el presente, acer- ca de la degradación extrema de la condicicin humana. Como bien se ha señalado e11 una pers- pectiva universal:

La trata fue el mayor despla- zamiento de población de la historia y por consiguiente un encuentro, ciertamente forza-

' Doudou Diene: "La ruta del esclavo Desencadenar la memoria", en Fuen- tes UNESCO, Paris, no. 99. marzo, 1998. p. 7.

do, entre culturas. Generó interacciones entre africanos, amerindios y europeos de tal amplitud, que quizá hoy, en el bullicio americano y anti- llano, esté en juego algo vital para el tercer milenio: el plu- ralismo cultural, es decir, la capacidad y el potencial de convivencia de pueblos, reli- giones, culturas de orígenes distintos, el reconocimiento de la riqueza de las especifi- cidades y de la dinámica de sus interacciones.' En el caso part icular d e

Cuba, el profundo impacto de la esclavitud marcó primero la so- ciedad colonial durante tres si- glos y medio, lo que condicionó una lacerante desventaja histci- rica para la ascensión social y el nivel de vida de los esclavos y sobre todo de sus descendien- tes, que fueron convertidos e n fuerza de trabajo asalariada con el advenimiento de la Repúbli- ca neocolonial, cuyos niveles de calificación es taban e n d e - pendencia de los oficios y las ocupaciones realizadas en su an- terior condición de servidumbre. De ese modo, el otrora barracón de esclavcis en las áreas rurales se transfiguró en el conocido so- lar de la marginalidad urbana y suburbana, símbolo de promis- cuidad y hacinamiento, propio de la periferia de las ciudades, que sirvi6 de caldo d e ciiltivo para diversas formas de pato- logía social. Desde los albores del siglo xx esta par te d e la

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CASTIGO PIJEMO. población fue considerada conio un hmlpu, denominada enton- ces, niinque consciente de su iriiprecisión, con el adjetivo de "afroc~bana".~ Luego, esta apre- ciación prejuiciada r e m o ~ ~ i ó de pies a cabeza al joven investiga- dor cubano Fernando Ortiz has- ta ufirinar que "sin el negro Cuba no sería Cuba".'

Paralelamente, debo resaltar la significativa presencia d e una población libre que tiene sus orígenes desde el siglo xvr, p rocedente d e Andaluc ía , y que se asienta en las primeras villas. Esta población negra y mulata, horiclaniente liispaniza-

. - -. - -- - .- - - - -. -- ? Véase Fernando Orliz: Los negros brujos, La Habana. 1995. La primera d i -

cion, publicada en Madrid (19061, se Iiliila Hampa afrocubana. Los negros bru- /OS (Apuntes para un estudio de elnologia criminal), con una vision aun muy

prejuiciada sobre esle tema. que el autor supera en trabajos posteriores.

Conferencia en el Club Atenas. 12 de diciembre de 1942.

VBase Pedro Deschamps Chapeaux El negro en la economía habanera del siglo XIX, La Habana, 1970

68 - 8 7

da por sus tradiciones y cos- tumbres, pero con una alta CEI-

pacidad d e 1-eproduccióii riatural, fue apropiándose poco a poco de los principales oficios y ocupaciones desdeñados por los sectores soci:iles dominan- tes y se abrih un espacio en la fori-riación de una cultura labo- ral en las Areas urbanas, entre las que se ciestac6 cl magiste- rio y el ejercicio de las artes hasta inuy entrado el siglo XIX."

La herencia cultural de los pueblos de Africa en la forni;i- cióii histórica de la cultura cu- bana, sin distincicín de niatices epiteliales ni resabios protag6- nicos de una 11 otra etnia +n su a c e p c i h liiigüístico-cultural c identitario-, cs un hecho sus- tancial e imprescindible para el coiiocimiento de la diversi- dad dc iiiaiiifestaciones que lioy forinan parte de la cubanidad,

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devenida cubanía y entendida como identidad cultural cam- biante y distinta cualitativa- mente de sus coniponentes indígenas, hispánicos, africanos y chinos originarios, así como de otros ininigrantes llegados en pleno siglo xx de casi todos los confines del planeta. Sin embar- go, con habitual frecuencia, debido al conocido retraso de la ciencia respecto de la acelera- da riqueza de la realidad, no siempre los científicos han sido capaces de nombrar los fenóme- nos nuevos según su nueva cua- lidad, y por falta de términos precisos o por la vieja resaca de los paradigmas axiológicos de Europa y Norteamérica, no han podido mirar con ojos propios a los fenómenos propios y se han visto obligados a echar mano a denominaciones incapaces de valorar los nuevos fenómenos, que lejos de ayudar nos confun- den. Quizá por ello aún se designan manifestaciones artís- ticas, lingüísticas, culinarias, religiosas, danzarias, musicales y otras como supuestamente "afrocubanas", cual falsa inia- gen estática de una compleja trama simbicítica que ha pasado por múltiples procesos de trans- misión intra e intergeneracio- nal y que hoy forma parte de la cultura cotidiana e n nuevos portadores de los más diversos

%ase Fernando Oriiz: "Del fen6meno social de la transculturación y de su importancia en Cuba", en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar,

La Habana, 1983, pp. 83-90.

Véase Fernando Ortiz: El engaño de las razas, La Habana, 1975.

biotipos humanos, inniersos en permanentes procesos de trans- cultiiracion, como hace ya más de medio siglo acuñó el propio O r t i ~ . ~

A diferencia de la época co- lonial, la República neocolonial inaugurada casi al despertar el nuevo siglo en 1902, muy lejos de aplicar los ideales democráti- cos y antirracistas de líderes independentistas como José Mar- tí, Antonio Maceo y Juan Gual- berto Gómez, se vio sometida al modelo de gobierno dependien- te del naciente imperid' lsmo nor- teamericano, con una arraigada cultura de la estamentación y se- gregación de grupos y clases so- ciales muy marcada por criterios racistas. De ese modo, no obs- tante las conquistas sociales y políticas del movimiento in- telectual, obrero, campesino, estudiantil, femenino y antirra- cista, la sociedad cubana se vio también dividida e n asocia- ciones de supuestos "blancos", "negros" y "niulatos" que agru- paban de modo artificial lo que las relaciones biológicas y cul- turales habían fundido durante decenas de generaciones.

El convincente Engaño de las razas"l946), fruto de múltiples denuncias, artículos y disciirsos de Fernando Ortiz y de intelec- tuales como Rafael Serra Mon- talvo, Lino Doii, Gustavo Urrutia y José Luciano Franco, cuyos fe- notipos los implicaba niás con las víctimas del racismo que con los victimarios, no fue capaz de

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ap uV!3nlgsuo3 emnu e1 ua op -!803a~ anj a~uarrrcun~~odo anb o1 'sono A pep13ya 'pep!li?uop -eu 'pepa 'o~au$ (lolos ap so^!^ -ow md uq!3eu!wp3s!p ap od!~ la1nblen3 ~!q!~ssoxl le (leuo!r, -n~~~su!) le3!11a~ ari?!iiicpue ]a opol ua ol2axp opoiu ap 9An~ -u! 'saltl!~os sosmo~d sol ap cy3 -1eru e1 aqos o~l~qo~ oplsa un lariodui! sp uysualu! el u03 .4 'a~uapac7ald i:!.ro~s!y ap eqmui .4 se1ln~ua3 ollens ap sopcpalay 'son~nm so!s!n[a~d sol h le!3e1 upcu!rri!.~r>s!p i?1 313 a.11s~1 opev -enxuua la alut! cueqn=> ur>!ml -omx e1 ap c~s~n~~lc U?!~C~OA

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'OL 1-99 'dd '8661 'eueqeH el 'oueqrio lap leirillrn peprwapi a leuoixu eriEua7 ua ',,oueD!ile oinllui lj., :Ieuiag saple~ oiñias A :(eiope el ap ejsaUo3 i9661 'eoxqeusn3 ,aia!iuaM ojuaha (e epeluas -aid eiwauod) ~SOUI~S~ zapuyuleH o!ua&i3 ap soqreweip solxai sop ua eueqrimije eirillri3 57 :zaienS zapupulaH lahpeyii ,¿g-cg 'dd '6961 'oiunl-oi -aua 'L 'ou 'eueqeH el 'aiolyloj A ej6olou)3 ua ',.leiuolo~ eueqn3 einleial!l e1 ua euosiaci A uolnq 'aoiaq 'oi6au 13 :opuonUod oiuoiuv asoy asueaA , 'sg-~s 'dd '~66~ '29 'ou 'euolamg 'Smded ua ',,sauo~~eiap~suo~ seun6p :lenpe eqn3 ua lepei uo!lsan3 el.. :aq3ueng snsay asaaA 'saielndod sod!louaj sol ap sauoi~eu~uiouap sal aiqos , 3061 'aueqe~ el 'soueqnooJp sewal ap e!je~60,19i8 ua '.le!xi uppeu!uiiixia,. :eu!eqoH zapueuiaj s~uiol asea/\ ,

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J. M. RUGENDAS:

ESCLAVOS NEGROí EN

U CALA DEL BARCO.

BRASIL. 1827-1835. TOMADO DE CON E&.

R ~ S A DE CULTURA H I S P A N O A M E R ~

NO. 11. &O. SEMESTRE.

2000, P. 45.

la República y refrendado por la población de modo masivo."

Sin embargo, las tradiciones culturales de cualquier pueblo estiín cargadas d e vir tudes, como el sentido de la honradez, el valor de la verdad, la acerta- da apreciación de la belleza, la significación del trabajo y mu- chas otras; pero también inclu- ye lo que esa sociedad puede considerar o no como defectos, entre los cuales se encuentra el desprecio por persoi-ias de su pro- pia especie, no porque sean por-

tadoras d e otras virtudes, sino por tener cualidades corpcíreas diferentes . Es el viejo tema ai-itropológico de la aceptación o el rechazo del otro; el típico etnocentrismo y su liabitual re- acción etnofóbica, cuando las personas que componen deter- minado pueblo poseen rasgos fí- sicos relativamente comunes y, como mecanisino de defensa o por otras razones particulares, no aceptan a ese otro distinto; o al contrario, cuando lo acogen, Ici colinan de ritos hospitalarios.

Estas tradiciones culturales que niarcati el sistema de valo- res d e una sociedad, aunque sean impugnables, no se pueden cambiar por decreto, ni por la mejor energía volitiva. El nece- sario cambio hacia la superación dcl prejuicio y la discriminación raciales es un proceso de trans- formación relativamente lento,

' O Constitucion de la República de Cuba, La Habana, 1976, modificada y aprobada en 1992.

de carácter intergeneracional y de profundo contenido ideoló- gico, pero no sólo de esa parte de la ideología que se identifi- ca de modo protagcínico, y a la vez limitado, con la ideología política, sino con el sistema com- plejo de las ideas, desde la filo- sofía has ta la co t id ian idad , desde el pensamiento científico más profundo y abarcador has- ta e l mito cosmovisivo yue

7 1 m.-- l-

1 l

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interpreta la realidad a imagen y semejanza del propio pensador y abarca a toda la sociedad sin excepción en un discurso dialó- gico sobre las causas sociales y culturales del problema hasta su plena identificación, sin nuevos prejuicios para su solución.

Por esto, en el contexto cu- bano actual, no debemos identi- ficar ni sobrediniensionar el denominado "problema" del "ne- gro", del Lcmulato" o del "blan- co" como un problema capaz de distraernos del problema ceii- tral: la existencia del país como nación independiente, la salida de la crisis, la aspiración a un tipo de desarrollo a escala liu- inana y la preparación para una integración futura con otros pue- blos del área en condiciones de equidad y respeto mutuos.

Eii este sentido, los estudios actuales sobre las relaciones ra- ciales y la etnicidad en Cuba per- miten destacar (aún de manera muy parcial, debido al lento de- sarrollo de los trabajos de cam- po y a la escasa discusión abierta del tema) un proceso de paula- tina disolución de los prejuicios raciales junto con diversos mo- dos de reproducción social en los niveles horizontal y vertical. Se pueden detectar al menos tres tendencias que se relacio- nan directamente con la perte- nencia generacional, fenotípica y socioclasista: 1. Coiiservación de los prejui-

cios raciales en las genera- ciones nacidas antes de 1959,

muchos de ellos abuelos o bis- abuelos de las generaciones más jóvenes. (Principales transinisores intergeneracio- nales de los prejuicios y de otros valores.)

2. Abandono público del pro- blema, que fue dado como si estuviera resuelto (a nivel de instituciones estatales), lo que contribuyó a su perma- nencia en el tramado social y familiar e influyó en una leve disminución de los pre- juicios raciales en las gene- raciones nacidas entre 1960 y 1979, la mayoría de ellos padres y maestros de las ge- neraciones más jóvenes. (Transmisores de los prejui- cios raciales mediante la en- doculturación familiar y social con menor intensidad que la generación anterior; en ellos influye todo el pro- ceso revolucionario cubano y especialmente el acceso a un mayor nivel de instrucción.)

3. Análisis crítico de los pre- juicios raciales de modo pú- blico con el objetivo d e propiciar su disolución pers- pectiva, sin dejar de consi- derar la formación de nuevos prejuicios en la generación posterior a 1980 según los cambios socioeconómicos y tecnológicos. (Junto con la habitual transinisión ii-iterge- neracional de valores existe una alta dependencia de los medios de comunicación masiva y la ausencia de una

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mayor discusión pública so- bre el tema.) En los referidos estudios fue-

ron analizadas las relaciones de nupcialidad, las paterno-filiales, las de vecindad y las de amis- tad." Durante uno de los traba- jos de campo se observ6 que los vecinos se relacioiian entre sí in- dependientemente de la noci6n de pertenencia racial, pero los niás allegados son personas de la misiiia autopercepción racial; los amigos también son considerados generalmeiite dentro de la inis- nia autopercepción racial; en el barrio los grupos son comúnmeii- te miiltirraciales, pero en las re- laciones más íntimas prefieren los de la misma filiación; al mismo tieiiipo, "las persoiias que dije- ron iio ser racistas, en todos los casos se integran a grupos de amigos de variada composición racial. Los que afirmaron coiis- cientemente tener prejuicios ra- ciales presentan tres casos significativos: primero, los que sólo se relacionan con personas de su propio grupo racial; segun- do, los que conforman grupos que mayoritariamente son de igual filiación racial, con la in- clusión de personas de otra filia- ción sobre los cuales se afirma que comparten normas e intere- ses afines; y tercero, los que

'' Véanse Rodrigo Espina Prieto. el al.: Estudio diagndstico sobre las rela- ciones raciales en tres municipios de Ciudad de La Habana [Playa, Plaza y Centro Habana], Centro de Antropologia. La Habana, 1996: Maria Magdale-

na PBrez Aivarez: Conductas y prejuicios raciales en un grupo de familias habaneras [barrio de Carraguao. El Cerro]. Centro de Antropologia, La Ha-

bana, 1997. (Materiales in8ditos. cortesía de los autores.)

l 2 Maria Magdalena Perez ~ i v a r e z : ob. cit., pp. 2-3.

expresaron tener relaciones niultirraciales exclusivaniente en determinadas actividades. Estos últimos patrones de relación interracial se susteiitan en el gra- do de identificación con perso- nas valoradas por los informantes como iguales a uno".'2

De modo análogo, se produ- cen y reproducen diversos este- reotipos q u e identifican al blanco como "ambicioso e hipó- critalll al negro como "extrover- tido y escandaloso" y al iiiulato como L'blaiico y negro a la vez", como percepcicín del otro y en determinados casos como arito- percepción prejuiciada.

Al cabo de más de medio si- glo hay que oponer nuevamente al pseudoproblema de la "raza", en su acepción biológica, el com- plejo problema de la culturll en su rica diversidad plural, ya que los actuales temas que se discu- ten sobre el prejuicio y la discri- minación son cuestiones de tipo sociocultural que afectan el de- sarrollo pleno de muchas perso- nas; es una especie de tara cultural derivada del estigma de la esclavitud y de todo el con- junto de ideas que argumenta- ron las desigualdades sociales y las diferencias culturales en el desarrollo como si fueran des- igualdades biológicas. Sus cau- sas primarias hay que evaluarlas, precisamente, en la desventaja liistórica que ha tenido la pobla- ci6n más humilde (cuya inmen- sa mayoría ha sido obviamente negra y mulata, aunque no es la

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única) l 3 para aprovechar al máximo las oportunidades de educación, empleo y elevación de la calidad de vida mediante el trabajo honrado, en un mode- lo social convulso qiic tainbi6n ha heredado v generado diver- sas manifestaciones de la pato- logía social.

La experiencia negativa que tuvo Cuba con el sistema políti- co de cuotas segíin colores epi- dérmicos a mediados de los años ochenta, no siempre fue equiva- lente al talento de las personas electas o designadas para unos u otros cargos. Una reflexión au- tocrítica al respecto ha permiti- d o que poster iormente los dirigentes políticos, militares, gubernamentales y otros, cuya distribución de inelaniria en piel los acerca más a sus antiguos ancestros africanos, asuman fuii- ciones en atención a la experieii- cia, la capacidad, el talento y no por la simple apariencia externa.

La solución del problema no consiste en aplicar una opción absurda e igualitarista para cum- plir con un elemental balance estadístico, sino en una racio- nal elección y distribución de funciones de acuerdo con el de- sarrollo alcanzado por las perso- nas, según sus capacidades y en atención a las diferencias de ac- titudes y aptitudes.

'" Se conoce muy bien que. entre muchos pueblos vinculados en uno o va- rios estados nacionales, los conflictos discriminatorios obedecen a causas

económicas, políticas, religiosas, territoriales y otras, que han servido para ]ustiíicar las guerras.

--

'' El Congreso se efectuó del 5 al 7 de noviembre de 1998 en el Palacio de las Convenciones de La Habana.

En este sent ido, t ra tar d e equilibrar la composición por sexo de los estudiantes iiniversi- tarios en Cuba significa debili- tar el empuje que han tenido las muchachas en el acceso al nivel superior, como reflejo de un me- jor rendimiento académico, al margen de lo discutible que re- sulta el retraso de los muchachos por múltiples razones mucho mjs profundas y complejas. Del mis- iiio modo +S otro e j e m p b , tra- tar de equilibrar la composición por el color de la piel de los equi- pos deportivos de alto rendimien- to significa debilitar un proceso de captación y seleccion de atle- tas que tiene su base en las com- petencias escolares y cuya mayoría han sido y son jóvenes negros y mulatos (e incliir'o en estos términos toda la coiiil~leji- dad actual del mestizaje).

Durante el VI Congreso de la Unión de Escritores y Artis- tas de Cuba (UNEAC)I4 se vol- v i ó a discut i r e l t ema d e la discriminación racial y los pre- juicios que le son afines, el de- cisivo papel de los medios d e comunicación masiva y de toda la sociedad en su conjunto, des- de la familia hasta los centros laborales y educacionales, en el conocimiento de siis causas y en sus vías de solución. Aunque no sea coinún e n otros países, la presencia permanente del Jefe del Estado y del Gobierno cu- bano durante los días de sesio- nes plenarias, animó el debate sobre el reconocimiento actual

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del racismo y ci papel estratégi- co de la cultura (en su amplio sentido y alcance) para asumir los problemas del desarrollo en su esencia huinana y en su plurali- dad, como vía para contrarrestar las pretensiones globalizacloras desde la ~inipolaridad homogenei- zante. El tema se vol\ '10 ' ' a tratar en el Consejo Nacional de la UNEAC, celebrad(-) durante los días 24 al 26 de febrero de 2001.

UN PROBLEMA GLOBAL

Este nrobleni~ va del nivel micro

cada país se contrastaii las des- igualdades sociales y las limita- ciones de oportunidades para el desarrollo, a escala internacio- -. - . . -- --.

Desde el acelerado proceso de descolonización de los pueblos de Africa en los anos sesenta hasta la actualidad. el flujo y reflujo de refugiados y

repatriados ha crecido incesantemente. Véase Un instrumento de paz. ACNUR, cuarenta años a l lado de los refugiados, Roma. 1991.

lo Véase Guillem Clua: "LQuiBn vigila tos derechos humanos? El tribunal in- ternacional y otros organismos", en CNR. Madrid. no. 21. noviembre.

1998, pp. 112-1 16. - - - - -. . . - .. - - - -

'' El Siglo, Santiago de los Caballeros, lunes 16 de marzo de 1998, p. 15 B.

11al el hecho es inuclio más gra- ve, pues las Jiferencias entre paises ricos y pobres ya represen- ta u n abismo infranqueable. Desde el punto de vista conti- nental , la situaci61i actual y perspectiva de Africa es de un dramatismo extremo si se com- para con cualesquiera de las ma- sas continentales del planeta. Las miles de vidas que a diario cobra la pandernia del VIH/ SIDA y de otras enfermedades, muchas de ellas curables, junto con el hambre y la desnutricibn crónica, no scílo amenazan se- riamente el creciiniento natural de la población, sino la propia evolución genérica de millones de personas. La situaci6n de los refugiadosi5 debido a las migra- ciones rnasivas forzadas por con- flictos d e diversa índole, los exterminios colcctivosl" la cre- ciente depauperacicín de las mi- norías étnicas que residen e n uno o varios estados actuales co- locan al continente al borde in- sostenible de la subsistencia, y la gobernabilidad pende de un fr6giI hilo de araíía.

En nuestro amplio contexto lingüístico-ciiltural también se afirma con razón que "Iberoamé- rica es una comunidad racis- ta" 17 y a la vez xenófoba. Una

amplia encuesta, realizada a ter-

ca de 44 000 jóvenes de Amé- rica Latina, España y Portugal, ha confirmado que durante el prhximo niilenio este problema seguirá presente, lo que signifi- ca la transmisión prejuiciada de

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valores a las nuevas generacio- nes que están por nacer median- te personas que ahora son adolescentes y jóvenes. Según la fuente, más de un cuarto de los jóvenes latinoamericanos y un tercio de los españoles y portu- gueses desearían la expulsión de los gitanos. En España 13,2 % de los jóvenes expulsaría a los ne- gros latiiioaniericanos y 1 1,4 % a los indígenas, aunque sólo 6,4 % lo haría con todos los latiiioame- ricanos. Sin embargo, en Amé- rica Latina, 13,2 % también expulsaría a los españoles.

Eii relación con los vínculos matrimoniales, más del 40 % de los jóvenes latiiioaniericanos re- chaza el contacto con gitanos, negros africanos y árabes, 38 % no desearía casarse con judíos y 24 5% con españoles. En España, en cambio, más de la mitad de los jóvenes eiicuestados no se ca- saría con gitanos ni con moros; 38,5 96 rechaza el matrimonio con negros africanos, 30,6 96 con judíos y l3 , l % con latinoaine- ricanos. Según estos resultados, "si se exceptúa a iiioros y gita- nos, España aparece como país más tolerante que Portugal y que el conjunto de Latinoamérica, e incluso frente a los indios, ne- gros, mulatos y mestizos, el pre- juicio racial es similar o inferior entre los jóvenes españoles que los latinoamericano^".^^^^ da-

l 5 Ibidern.

Vease Tornds Calvo Buezas: Racismo y solidaridad de espaíioles, portu- gueses y latinoamericanos: los jóvenes ante otros pueblos y culturas, Ma-

drid. 1998.

tos reflejan que se aprecia un mayor racismo en Portugal con superiores índices de rechazo a los inmigrantes de España, La- tinoaniérica y de otros países. El 52 % de los jóvenes, en ambos sexos, consideran que el país donde inás se discrimina es los Estados Unidos y, por el obvio peso de los medios de coniuni- cación masiva, ese propio país se convierte en una expectativa de residencia para 38 % de los lati- noaniericanos y 28 96 de los es- paño le^.'^

Por esto, en el continente aniericaiio resulta sumamente peligroso extrapolar discursos y experiencias de un país vecino que no siempre sirve de ejemplo para dar lecciones de democra- cia con abstención masiva, de derechos civiles o de acciones afirmativas, que pueden ser úti- les y apropiadas en su contexto de habitual segregación, pero in- adecuadas en otro contexto de habitual fusión. Y no nie refiero a la simple fusión de genes, sino de bienes culturales coniparti- dos, aunque no siempre todos sean conscientes de que, al de- cir de Nicolás Guilléii, nos es- coltan dos ;en ocasiones niás- abuelos de Africa, España o de otra latitud fecundante de nues- tra cultura actual.

RELIGIONES "NEGRAS" Y NEORRACISMO

Por otra parte, e n el área de América Latina y el Caribe, el

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denominado movimiento "indí- gena, negro y popular" aún os- tenta una gama de discursos que si por un lado defienden los de- rechos de los humildes y discri- minados del continente en sus j~istas reivindicaciones laborales, asociativas, religiosas y cultura- les en general, por otro pueden conducir a la fragmentación de sus respectivas naciones (en el sentido canonice), que no siem- Dre reconocen los derechos de- mandados; al mismo tiempo, estos discursos generan o son influidos por otros de toexclusión y marginación política, social e incluso religiosa que, lejos de aclarar, confunden sus estrate- gias de acción común.

En este sentido he tenido expe- riencias e n Brasil, Colombia v Nicaragua, al escuchar discursos pro "indígenas" de personas muy mestizadas, portadoras de una modalidad cultural brasileña, co- lombiana y nicaragüense respec- tivamente. aún no conscientes de la significación del múltiple acer- vo cultural acumulado del que son portadoras, pues son influidas por antropóhgos foráneos que trae tan de llevar sus clasificaciones de gabinete a la realidad social y por el abrumador bombardeo de información que trata de conver- tirlas en otras. De igual manera,

m VIanse Mawin Harris: "Pobreza y movilidad ascendente en Estados Uni- dos*, en su ln!roducci6n a la antropologia general, Madrid, 1995, pp. 587-

599; y Jagna Wojcicka Sharíí: "We Are All Chickens for the Colonel: A Cul- lurai Materialisrn View of Prison", en Martin E Murphy y Maxine L. Margolies

(eds.): Science, Malerialism, and lhe Sludy o/ Culture, Florida. 1995, pp. 132-156.

2' Vease Giulio Girardi: Cuba, después del derrumbe del comunismo, 'resi- duo del pasado o germen de un futuro nuevo?. Madrid. 1994.

he dialogado con un represen- tante negro del Choco colombia- no, cuyo discurso en español (bogotano) es honiologable al de intelectuales norteamericanos que, por el color de su piel, no se identifican con lo que son (como actitud de rechazo a un tipo de racismo contra ellos para ejercer otro tipo de racisnio en dirección opuesta), sino con algún pueblo renioto, quizá desaparecido, de donde vinieron sus ancestros al sur del Sahara, pero en sus vidas cotidianas ruedan coches del año, compran productos de marca con tarjetas de crédito, están al tanto de las aventuras sexuales del pre- sidente Clinton, usan celular y lo- calizador, se desrizan el pelo o se lo trenzan según la moda, acce- den a Internet, ven la televisión por cable, y si no van, por lo me- nos observan la proliferación mun- dial de las McDonald's como símbolo de la globalización norte- americanizante, mientras la mayoría de la población autode- nominada "afroamericana" vive en condiciones de pobreza y tie- ne los más altos índices de des- empleo y de l ic t i~ idad .~~

Al igual que otros autores con una fomiacicín académica europea y una amplia experiencia latinoa- mericana, el respetable sacerdote y filósofo italiano Giulio Girardi, muy identificado con el referido niovimiento "indígena, negro y popular" y también con nuestro proyecto de socialismo a la cuba- na, visto desde el prisma de la crí- tica constmctiva y optimista," ha

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D I A B ~ O ABAWA. tratado de siste~iiatizar y de teori- zar sobre el tetna de las supuestas "religiones negras" desde la teo- logía de la Iiheracih, e incluso ha escrito acerca del posible vínculo de esta conccpcicíii en el contexto religioso cubano sobre la base de un "niétodo cle la teolo&~ negra"?2 c,on la sincera intención de propi- ciar el diálogo entre las iglesias

22 Véase Giulio Girardi: "Teología de la liberacion y dialogo con las religio- nes sfroamericanas". en Raiz y ala. Centro de Estudios del Consejo de

Iglesias de Cuba, La Habana. 1997.

cristianas y las diversas religiones populares de marcados orígenes africanos.

A las puertas del siglo xsr Iia- blar de supuestas "rcli,' w ) n e ~ nc - gras" en Cuba es un disparate de tal magnitud como Iri perdoi~able coiifusi61i dcl Gran Alniiraii- te cuando, ansioso por encoiitrar- se en Cipango, confiindicí la Isla con el continente.

El autor, etit~isiasniado por la necesidad del di5logo, no se basa en las peculiarid:ides de las rc+ giones populares latinoanierica- nas, sino que acude precisanicntc a pensadores iiorteaiiiesica~ios, como Janies Cone, y a otr(os te6- logos negros ctel Caribe ariglcífo- no, que desde sus respectivos contextos han elalxmdo ideas no siempre extrapolables a otros pní- ses con L I ~ alto pila de m ~ ~ s t i ~ a - je e integr:ici<ín cultural. Si el nioviniiento indígena, negro y popi~las proclama coiiio uno tle sus principios el derecl-io a la di- ferencia, este derecho dehe res- petarse tambibn e n el plano religioso y no tratar de influir con nuevas forin:ts ileificadas de racisnio en una LI otra dirección o con maneras sutiles de globali- zar el cristianismo, sca católico o protestante.

El desarrollo de las ~eli@ones p o p u h c s C I - L ~ L L ~ U L S es un tema SO-

hrenianera cstudindo, aunque no siempre bien identificado. Una parte significativa de ellas, como 13 santería o complejo ocha-ifrí, el palomonte, las so- ciedades abakuá, las p rk t icas

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arará, iyesA, vodíi y otras d e menor menibresía, aunque to- das muy matizadas por e1 espiri- tismo popular, poseen esencias cosniovisivas, valores éticos y es- teticos de profundo substrato africano, pero sus niodos actua- les de manifestarse 110 se que- daron e n la estática metafísica de un tiempo inexistente, sino que Iian evolucionado con pro- fundidad y se han transforinado d e manera sustant iva para adaptarse a diferentes inomen- tos, tanto hostiles como de libre prlíctica. De manera que estas religiones trascienden al "ne- gro" abstracto, como adjetivo impreciso, y cruzan diversos g i l -

pos y capas sociales que abarcan todos los fenotipos humanos. Se han convertido también e n re- ligiones nacionales, pero, conio las otras, con diversos niveles de participación social, organiza- ción y expansión territorial.

Estas religiones populares for- man parte esencial de la cultura cubana, aunque por razones ob- vias no todos los cubanos sean partícipes de tales creencias. El propio principio no excluyente de estas pr5cticas respecto de otras, les otorga un vigor muy peculiar que las convierte en la principal base social de la religiosidad cu- bana actual, y al mismo tiempo las fusiona e influye mutuanien- te de manera constante y cre- ciente. La abrupta expansión internacional de 13 santería cu- bana hacia el resto de América, Europa y Asia, no siempre es

equivalente dc inocfo mec5nico a la dihpora de los cubanos e n las últimas cuatro cfécadas, aun- que sí es plenamente relaciona- ble con los valores existenciales

w n una y artísticos que posee, se,' conipleja cosmovisión vinculada muy estrechaniente con el bien- estar de 105 scres humanos du- rante su ciclo vital; es decir, para hablar claro, en el culto cotidia- no "al m8s acá".

En este sentido, e! legado humano y cultiiral de Africa 110

se dividió, sino yue se multip- licó de niodo exponencial. El grave error consiste precisamen- te en confundir la apariencia del aporte africano con su esencia, en identificar el hecho eviden- te por su origen remoto y no por su nueva cualidad s incrh icü y sintstica.

Este es otro principio que ha contribuido a enfocar el proyecto sobre "La ruta del esclavo" en su precisa dimensióri cultural, no conio recuerdo amargo de un crimen de lesa humanidad que necesita ser vengado, sino como simiente de una parte muy sig- nificativa de los pueblos de Amé- rica, África e incluso de la propia Península Ibtrica que, tarde o temprano, deben asumir estc le- gado como atributi) de su con- ciencia histhica y conio natural componente formativo de su iden- tidad. Por ello, "la LJNESLO ini- pulsa así una especie de catarsis colectiva tendente a pasar de la tragedia la vida. Se trata de que Europa, Africa, las Américas y las

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Antillas avancen juntas, para mirar hacia un pasado que pue- de constituir la base de un fu- turo común: asumir juntas una tragedia, con pleno conocimieii- to de causa, fertilizar sus conse- cuencias, e n el espíritu de la cultura de la paz".2' ,

Hoy día, salvar a Africa para el tercer milenio significa salvar a la humanidad de otro nuevo e irreparable desequilibrio, que atenta, más allá de la ecología, contra la armonía planetaria como sistema íntegro, es decir,

Doudou DiBne: ob. cit., p. 7.

en los órdenes natural y cultu- ral. Para nosotros los anierica- nos, pues no podemos pasar por alto que sólo una parte del con- t inen te se au todenomine e n nombre de todos, la respoyabi- lidad es aún mayor, pues Africa representa mucho más que una raíz; es la savia misma que, al nutrir cada uno de nuestros po- ros americanos, ha sido capaz de transformarse y desdoblarse e n nuevos pueblos con identidades propias, cual mágica analogía con los múltiples avatares de los orichas nuestros, que también han sido capaces de saltar de la sombra a la luz. 1:

--

Africa iii Ammicu-Slavery Sequels

For half a millenniuiri the historj ofthe Americnn continent has been marked by the sociocultural inrpact of the slnvery of millioris of Africans and their wide range of descendants. This prncess has genemted many a sequel that ciffect with countless subleties the cultural identity o f the inhabitunts of the American continent-from those who feel they belong to LL great mixed-ruce continent and proudy cherish it to those who deem the native to be fur removed from the Europeair, Africun or Asian descendunts and so search for other identity, uliemted from its culturul essencc. The article also eualuutes Cuban experience on the muttel:

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ARQU LTECTÓN LCOS de "La ruta de[ esclavo" en Cuba

Graduado de arquitscto en sl

Instituto de Arquitectura y

Construcción Civil de Ama Atá,

Kazajstán. sn 1988. Sub- director da

Bienes Inrnuebles del Centro

Nacional de Conservación.

Restauración y Museografía:

actualmente SE dsssmpena como

Vic~presidsnte de Monumsntos

del Conssjo Nacional da Patrimonio

Cultural.

N 1LSON ACOSTA REYES

Los sitios y patrimonios arquitectónicos de La ruta del esclavo en Cuba

La incorporación de Cuba al proyecto "La ruta del esclavo", auspiciudo por b UNESCO y la Organización Mundial del Turismo, nos ha permi- tido acometer el inventario de "La ruta del esclavo" en Cuba, el cual registra las evidencias materiales crún presentes (705 sitios), como resul- t& del profundo impacto que tuvo este fmómeno en la Isla durante casi cuatro siglos, lo cual f i decisivo pura su economia, fundamentalmente m cl cultivo del café y la caña de azúcar. Sin embargo, su mayor aporte la encontranios en el arte, la religión, la cultura y consecuentemente en la forma de ser y de pensar de ese criollo convertido en cubano.

La esclavitud es tan antigua como el origen de la civilización, basa- da en la dominación del más fi~er- te sobre el más débil: el trabajo forzado en sus diversas modalida- des existió en el Egipto de los faraones, en el Oriente Medio y alcanzó su mayor esplendor en Grecia y durante el Imperio Ro- mano. Las relaciones de produc- cicin esclavistas se extendieron con tanta fuerza que sustituye- ron las relaciones de producción de la comunidad primitiva y cons- tituyeron la segunda forma de or- ganización social reconocida en el desarrollo de la humanidad.

Las repercusiones de la es- clavitud fueron importantes

tanto en el plano económico como sociocultural en los países que la desarrollaron. Económica- mente se obtenían grandes be- neficios con sólo suministrar un poco de coinida y refugio a los esclavos, los cuales eran consi- derados un instrumento de tra- bajo, usado mientras fuera útil y desechado cuando no lo era. Pero su mayor importancia está dada en la profunda influencia sociocultural que esta gran masa humana ejerció en las socieda- des a donde fue trasladada. Los esclavos constituían la mayoría de la población; hombres y n-iu- jeres, arrancados de sus tierras por la fuerza, lograron mantener

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TORRE DEL INGENIO SUS costunlbres. idioma. creencias lZNAw religiosas, y los iiisertaron en rs-

TRINIDAD. tas sociedades, generando un proceso al que Fernando Ortiz llamtj transculturación, que no es inás que la mezcla cultural en- tre el esclavo y su amo, 13 inter- influencia de dos culturas sin excluirse.

De todas las formas en que se inaiiifestcí la esclavitud en el mun- do niodemo, particular iinportan- cia ha revestido la desarrollada

entre los siglos xvr al XIX por los europeos, dígase fundameiital- niente ingleses, holandeses, f r m - ceses, portugueses y espafioles, a partir de esclavos obtenidos del continente africano en su mayo- ría, trasladados a las colonias del Nuevo Mundo, América.

Este fenómeno, que se cono- ce en la historia como la trata negrera o de esclavos y que ha dejado profundas huellas iiiate- riales y espirituales e n los pue- blos que la protagonizaron, es el motivo de un proyecto de inves- tigaciones interdisciplinarias impulsado por la UNESCO des- de septiembre de 1994, cuando fue presentado e n la ciudad de Ouidah, Benin, uno de los paí- ses africanos mis afectados.

Con el nombre de "La ruta del esclavo", el proyecto preten- de coordinar y promover estu- dios sobre este acontecimiento histórico en cada uno de los paí- ses involucrados e n el tráfico esclavista. Es objetivo primordial mostrar al mundo este fenóme- no, estudiar sus causas, niodali- dades de ejeciición, desarrollo y consecuencias, así como valo- rar su impacto y propiciar la sal- vaguarda de algunos elementos que testimonien la huella afri- cana en nuestras tierras.

LA ESCLAVITUD EN CUBA

Cuba fue una de las primeras co- lonias a las que llegaron los afri- canos esclavizados, debido al

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dcspoblamiento de los indígenas a manos r l r los colonizadores es- paiíoles y la creciente nece- sidad de explotar las nuevas tierras cony~iistadas.

El período comprendido des- cle finales del siglo XVI hasta prin- cipio del X V I I se considera la etapa inicial de introduccicín dc la esclavitud africana en Cuba. Ante la falta de fuerza de traba- jo para continuar la coloniza- c i h , los españoles comenzaron a traer pecluefias cantidades de esclavos africanos a través de la Rcal Compañía de Comercio de las Indias, al rnisiiio tiempo que rcalizahan esporüdicas compras a coinerciantes negreros ingkses. Pronto estas cantidades resulta-

MANACAS ron insuficientes ante el desarro-

IZNAGATRINIDAD. 110 plantacionista de cultivos

como el azúcar. Por otra parte, la Corona española estaba muy ocu- pada en la conquista de nuevas tierras en América y no podía satisfacer las necesidades de su- ministro de mano de obra a los colonos cubanos, los cuales se vieron obligados a recurrir al mercado internacional d e f~ierza de trabajo, en el que In- glaterra jugaba un papel predo- minante, con el desarrollo de un importante coinercio de esclavos tiescle Ins costas del continente africano liacia sus colonias en el Caribe, esclavos que, por supues- to, estaba dispuesta a vender a sus vecinos españoles.

El crecimiento económico de la Isla durante finales del siglo X V I I I y primera iiiitad del X I X constituye una segunda etapa en el desari-ollo de la esclavitud en Cuba. La demanda de mano de obra crecía y los esclavos se hi- cieron necesarios cn los cientos de ingenios y cafetales que iban surgiendo a lo largo de toda la isla. Las 3reas de mayor presen- cia de esclavos se concentraron en la zona occidental azucarera de la llanura Habana-Matanzas y las zonas cafetaleras niontaño- sas de la sierra de Rosario en Pi- nar del Río y la Sierra Maestra en Santiago de Cuba. El traba- jo esclavo no s d o se utilizó e n las plantaciones, sino también e n la construccicín de caminos, vías férreas, almacenes y en la realizacih de labores domisti- cas, entre muchas otras ocupa- ciones.

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SECADERO DE CAFÉ

DEL CAF€TAL

LA ISABELICA s~Ni'L4G0 M CUBA.

Se estima que durante es- ta etapa entraron la Isla, legal o ilegaltnente, alrededor de 1 300 000 esclavos traídos de diferentes zonas de África, fun- damentalmente de la parte sub- sahariana. Esta gran cantidad de esclavos provenientes de di- ferentes etnias, conocidas en Cuba de modo genérico con las denominaciones d e lucunií, carabalí, congo, gangá, niina, bibí o viví y mandinga, entre inu- clias otras, provocó un grave impacto en la sociedad colonial española, a la que aportaron su trabajo en las plantaciones, pero también sus lenguas, creencias religiosas, música y tempera- mento. Así llegamos al complejo proceso de traiisculturación que da origen a la nacionalidad cu- bana, mezcla de lo hispano y lo africano fundamentalmente, sin olvidar la influencia asiática.

Del desarrollo de este proce- so han quedado en Cuba pro- fundas huellas materiales, testigos de una época que, con la forma de antiguos ingenios azucareros, cafetales, barraco-

nes y otras instalaciones, perma- necen en nuestros campos, unos olvidados y confundidos con la naturaleza, mientras que otros continúan realizando las funcio- nes que les dieron vida.

"LA RUTA DEL ESCLAVO" EN CUBA

A escala nacional la iinplenien- tación de este proyecto, auspi- ciado por la Organizacicín de las Naciones Unidas para la Edu- cación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización Mundial del Turismo (WTO), cuenta con el apoyo de institu- ciones como la Fundación Fernando Ortiz, el Consejo Na- cional de Patrimonio Cultural y la Comisión Cubana de la UNESCO. Vale destacar que en el desarrollo de este proyecto pri- maron, conio bases para su eje- cución, el rigor histórico en la investigacicín, contribuir de un modo efectivo a preservar la me- moria histórica y propiciar un diálogo intercultural como forma armónica de interrelacióii del tu- rismo con nuestra historia.

Para la ejecución de una estrategia efectiva en la inves- tigación y protección de las incidencias materiales del fenó- meno de la esclavitud en Cuba era imprescindible su cuantifi- cación, pues aunque mucho de los sitios relacionados con éste habían sido estudiados y en al- gunos casos protegidos por su relevancia cultural, histórica

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o natural, s6lo puntualmente había una asociación directa con el tema que nos ocupa - Triunvirato sería un buen ejem- plo. Por ende, llevar a cabo iin inventario detallado de todos estos sitios era una tarea primor- dial. Precisamente sobre el niis- nio y sus resultados quisiera profundizar.

EL INVENTARIO DE "LA RUTA DEL ESCLAVO" EN CUBA

La tarea de inventariar las evi- dencias materiales en inmuebles y sitios de la huella esclava que ha trascendido hasta nuestros días, fue realizada por cI Conse- jo Nacional J e Patrimonio Cul- tural, los Equipos Técnicos de Monumentos' y los museos mu- nicipales, que contribuyeron con todo su empeño y la experiencia acuni~ilada en la elaboración de

' Grupo interdisciplinario especializado en labores de conse~acion y res- tauración de sitios históricos.

diecinueve inventarios sobre cli- ferentes campos del patrinionio cultural de la nación; específi- camente en el patrimonio ininue- ble y natural teníamos como precedente los inventarios Je los nionumentos declarados, las construcciones conmemorativas y el patrimonio industrial.

Para la organización del tra- bajo se tuvo en cuenta el nivel profesional de los técnicos que a lo largo de todo el país elabo- rarhn las fichas preliminares, así como los recursos tecnológicos con que cuentan los Centros Provinciales de Patrimonio Cul- tural y el dominio de la compu- tación por sus especialistas, lo cual garantizó un paso cualita- tivo e n la organización del trn- bajo, pues las fichas fueron automatizadas en las pro~~incias util izando como sopor te in- form6tico el CDS ISIS, lo cual facilita su compatibilidad con el sistema de información de la UNESCO. además d e las

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ventajas propias del programa informático.

Se diseñó una planilla para la recogida de la información nia- nual; en la misma quedan defini- dos aquellos campos de mayor interés sobre cada sitio o edifica- ción registrada: denoiiiiiiación, localización, clasificación según su tipologia constructiva, grado de protección, integridad física, estado de conservacicín, los usos y la propiedad; finalmente se anexa una fundamentación sobre la presencia esclava en el lugar y las potencialidades que éste tie- ne para su rescate y autogestión.

LOS PRIMEROS FRUTOS

Llevar a cabo un inventario im- plica necesariamente una ac- c ión d e control y orden; sin embargo, quizás el mayor valor del mismo está en la certera iiti- Iización de la informaci6ii con- tenida en él, sobre todo si dentro de las premisas para su elabora- ción se previó esta finalidad. En el caso que nos ocupa, los cain- pos que se definieron para la bús- queda d e la información se

DESP~LPADERO DEL

CAFETAL LA corresponden con aquellos as- SANTIAGO DE CUBA pectos b3sicos para valorar una

edificación o sitio, por sus \ d o - res, estado físico, factibilidad de in~~ersión, accesibilidad, etcéte- ra; de modo que el in\~entario pasa a ser un escalón primario de estrategias para la protección de los bienes, particularmente el inventario de "La ruta del es- clavo" en Cuba, ya que nos ofre- c e e lementos impor tan tes a considerar (ver gráficos al final del artículo).

Denominacih de los sitios. Este gr5fico sintetiza la información recopilada en cuanto al nombre de los bienes, lo cual tiene una relación directa con el uso que se le dio; en el rnismo aparecen reflejados por medio de barras los más significativos desde el p~ in - to de vista cualitativo. Se puede corroborar el predominic-, de los ingenios y cafetales como expre- sión del trabajo esclavo en la in- dustria azucarera y cafetalera de modo fiindamental.

Clnsificación. Este paránietro definido por la ley d e Monu- mentos Nacionales y Locales diferencia los bienes e n centros histcíricos, coiistriicciones y si- tios, lo cual facilita una \~isión más precisa de los mismos. En el grafico resumen de este paránie- tro podemos ver el predominio de los sitios arqueológicos, de- bido fundamentalniente a que en muchos casos las coiistruc- ciones están en estado ruinoso y niuchos de los elementos nia- teriales que perduran requieren técnicas arqiieológicas para sil estudio.

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Tipdogiu. A su vez, las cons- trucciones están diferenciadas por su tipologín, la cual estrí fiierteincnte relacionada con el uso de la edificación; por tanto, los tCrminos tipoiOgicos utiliza- dos en este gráfico expresan in- equívoc;imeiitc su finalidad. Al scr los cafetales e ingenios las dciioiii inacioncs preponde- rantes, es lOgico entonces que las construcciories industrialcs constituy:in 57 O/o de todas las inventariadas.

Deckzrntoritrs. Este par5met1-o permite, por una parte, tener una idea del grado de significación que tienen los lugares inventa- riados, pues recoge las declara- torias d e P:itrinioriio d e la Humanidad, Monuiiientos Na- cionales, Monuinentos Locales y Zonas de Protecci6n y , por otra, la protección legal de los niisinos. Vale aclarar que cuando el grlí- fico refleja 2 5 registros como Pa- triinonio de la IHuinaiiictad, se refiere a cdificncioiies puntuales, pues todas se enc~ientran en el Valle de los Ingenios que apare- cc oficialmente junto al Centro Histórico de Trinidad como un solo sitio declarado con esta con- dicií,ii; de aprobarse por el Co- mité de Patriinonio Muiidial la propuesta cubana de incluir los cafetales franceses del surorien- te cubaiio en la Lista cfe Patri- inonio Mundial , estos datos carnbiaríriri dc forma smtancial.

Grado de fwtección. Con el fin de establecer definiciones y criterios de protecci6r-i de los

bienes, se establecen distintos grados de protección a los que estar511 sujetos de acuerdo con su valoración, estado de conser- vación, integridad, su relación con el inedio y den-iás factores que determinen su interés so- cial y cultural. Existen cuatro grados de protección, siendo el grado 1 para los bienes de alto valor y gran nivel J e integridad, en los cuales se autorizan y re- co~nienclan funciones que pro- picien s~ conservación y / o restaurzición. Los 146 registros denon-iinados como grado de protección 1 soii, por supuesto, los más importantes, de mayor valor, y por eiidc, hacia donde están dirigidos los mayores es- fuerzos para su protección.

Los gráficos de- Integridad y Estado de Conservación deta- llan cl nivel de trarisforinacio- iies sufriclos por los iiiniuebles y su estado físico actual.

Se destaca de inodo inequí- voco el predominio ctc la pre- sencia africana e n la l lanura Habana-Matanzas, vinculada a la industria azucxera, y en el suroriente de Cuba y el noreste de Pinar del Río conio conse- cuencia del desarrol lo cafe- talero d e estos territorios; el nlu~iicipio y la provincia de San- tiago de Cuba soii los que con- servan mayor cantidad de sitios, fiiiidamental~iieiite vestigios de los cafetales fonientados por co- lonos franceses.

Aun cuando el estudio de to- clos los sitios no se puede coiisi-

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Jerar concliiido, podemos :ifir- mar que hay elementos suficien- tes para cdefinir esta etapa de trabajo, dar una evaluación de la investigación y trazar estra- tegias para el cuidado y manejo de estos sitios.

Conclusiones de la investigación

Se confirmí, científicaniente la presencia de una rica liuella material del fenóineno escla- vista en Cuba. Por la riqueza y variedad de los sitios identificados, es indis- pensable continuar su investi- gación, protección y manejo. La huella material de la pre- sencia africana e n Cuba se debe aborclar integralniente. Es indispensable la definición d e una estrategia para d a r continuidad al trabajo.

Estrategia

Mantener un control sisteniáti- co sobre los sitios inventariados. Priorizar las acciones de con- servación y las investigaciones arqueológicas. Introducir los criterios de ma- nejos de sitios recomendados por LVHC (Centro de Patrimonio Mundial) e ICOMOS (Comité IntemacionaI de Monumentos y Sitios). Buscar fórmulas de financia-

inicnto para la restauraci6i-i a través de una participaci6n res- ponsable del turismo.

Abogar por la cooperacicín in. ternacional e n el intercambio de experiencias e información.

NACE UN PROYECTO

Como parte Jc- "La ruta del es- clavo" en Cuba, nace el pro- yecto de crear una institución que siendo representativa de la huella niaterial africana y con una posición privilegiada, cen- tre 13s acciones que e n mate- ria de protección y rescate de la herencia afr icana puedan desarrollarse e n todo el país. A partir de un estudio que inclu- y 6 investigación histórica, aná- lisis de factibilidad económica, matriz D A F O y definición de Ia misión y los obje-tivos de esta iiistitiición, se propone la crea- ci61-i del Museo de la Ruta del Esclavo e11 el castillo d e San Severiiio, Matanzas.

Esta institucióii central ten- drcí como objetivos:

creación de un museo sobre el fenóineno de la esclavitud; preservación de la memoria his- t6rica sobre es te acontec i - miento; estudio y divulgación de la herencia ciiltural africana; creación de un centro de in- formación científica sobre el tema; ubicacicín de un centro de re- ferencia de "La ruta del escla- vo" en el país; restauración y rehabilitación del castillc) cie San Severino; foniento del turisrno cultural;

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búsqueda de fuentes de finan- ciainicnto para la autogestión de la institución.

Su privilegiada posición obedece al importante legado de lu cultura africana presente en cada rincón de Matanzas, cloncle más allá de las eviden- cias materiales perdura la nie- inoria histórica de su pueblo a través de su religión, música, oralidad, cocina, etcétera. Por sil parte, el castillo de San Se- verino es una de las edificacio- nes más significativas d e la ciudad, ha sido testigo duran- te tres siglos de su evolución, y e n sus muros aún podemos en- contrar huellas indelebles de la presencia esclava en su cons- trucción.

Si estos elementos por sí so- los i-io fueran suficientes para hindamentar la necesidad de crcar un Museo de la Ruta del Esclavo en Cuba y su ubicación, se realizó una matriz DAFO:

Debilidades

Falta de fii~anciainiento para inversicín. Necesidad de una niano de obra especializada en los tra- bajos de inversión. Demora en la ejecucibn de los trabajos tf cnicos.

Amenazas

La factibilidad de que surjan museos con esta temjtica e n otros países de la regi6n.

Fortalezas

Apoyo y reconociiniento del Es- tado a los proyectos culturales. Funcionamiento d e una recl nacional de museos con un tra- bajo estable y sistemjtico. Existencia de una co1nisi6n de trabajo cultura-turismo. El alto nivel alcanzado en la investigación de la influencia africana en nuestra cultura, así corno e n la conservación y pro- tección de sus evidencias más significativas. La e~ce~cional idact del ininue- ble y la región para la ubica. ción del museo. Cercanía a los dos polos turís- ticos más importantes del país (Varadero y La Habana). Posibilidad de acceso por mac

Oportunidades

Significativo crecimiento del turismo e n Cuba y particular- mente e n Matanzas. El desarrollo del iiiultidestiiio por los turoperridores del Caribe. Incorporación d e Cuba al tu- rismo de crucero. El interés del turismo europeo por la temrítica de la esclavitud y las religiones africanas. Los planes de creciniiei-ito sos- tenido de la infraestructurn turística e n el eje Habana - Varadero.

Por último, se incorporí, a1 es- tudio de factibilidad un análisis de1 potencial de visitantes, las expectativas d e ingresos y la evaluacióli económico-final-icie-

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rn, los cuales no abordamos por tes Iiaceii particiilarniente acon- razones de espicio, pero que fiie- sejable su cjeciicicín a partir de ron cleii-icntos de peso en la va- LIII proyecto coiijiinto con una loracicjn dc la inversidn, sobre en t i dad tiiristica capaz d e toclo porque 10s índices resultan- financiarlo. C

Ccrncntcrios 016 Palsnqucs 17

Barraconcs r z145 Casas templos [ :rJ 76

Cuevas [---:777 Ingenios - -1146

Cafdalss r ' 199 / Malo 71 8

Intcyidad Clasificación Poco transformado, 159 Silio historico, 71

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

/ - - ~. . - - . . . . / No transformado, 1 I R Sitio arqueologico, 362

'Construcción, 271

L)~clur,itori,is

Moniimento Nacional 109

-Patrimoiiio de la Humanidad 25

T ~ p o l ~ ~ í ~ i Religiosa 10 \ ,Militar 15

/ No declarado 545

- 'Civil, 36

The Route of the Slaves i t i Cuba-Sites and Architectural Heritage

The iticotpoi-citiori of ( h h l to Tlie Kot~te of the Sluves l'roject, spotlsoretl by UNESCO untl the C%t-ld 7httristn 0 r g ~ m i . z - a t i ~ h~ts enitbled the i n v m t a q of thc Rot~te of the Sluvcs ir1 Chbu to bc ~ ~ l ~ d c r t t i l w ~ . S t ~ h (11i inwitory rcc~)rtIs t h existing tn~tterid evitlence (705 sites) resttltitig- froin die tleep iniptict of sLtvcv in Ctihn for ttlrnost fotii- ceritiirics zuhicli pliiyed u key role in its cconoiny-rnuirily cofic utid stlgur C L ~ C cultivution. Howezler; sliwery's greutest contribt~tion zvus inc~le to fhe mts , i-cligioti, cdtttre, U I ~ conscqtiently to the zuay of bcing iind tlii~lking of tlw Creole tluit later becclme a Chbun.

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de José Antonio Saco en una historia inédita

El método interdisciplinario de José Antonio Saco en una historia inédita

La visión enciclopedista de José Antonio Saco, presente en toda su obra, se Iiuce patente eri la aún ine'dita Historia de la esclavitud en las colonias francesas. A través de su análisis en particukq se demuestra la utilización del mdtodo intedisciplinmio de varias ciencias, como so- ciología, filosofía, política, estadística, demografíu, economía, geogra- fía, ciencias jurídicas, etnología, etnolingüística y socioreligión para el estutlio de los procesos Iiisth-icos que tuvieron lugar en relación con la trata y la esclavitud en las distintas regiones donde operó el sistema colonial frunce's.

La Historut de iu esclavitud en Lls colonias francesas es una obra inedita, posiblemente la última historia que sobre esta temáti- ca escribiera Jos6 Antonio Saco y dejara inconclusa. Los inanus- critos fueron hallados en el ar- chivo de Fernando Ortiz; formaban parte de sus fondos con el propio título del libro como denominación epigráfica. Constan de más de cuatrocien-

ORESTES GARCIGA tas cuartillas, agrupadas en nue- -- Historiador, vc capítulos y un apéndice.'

Investigador La obra trata sobre el origen L,

Auxiliar del instituto de de las colonias francesas en

Historia de Cuba. Amirica; los indios que las ha- - -

l Por consiguiente, las citas tomadas de esta obra no tendrán los datos acostumbrados a pie de pagina. (N. del E.)

bitaban y su destino; los engugés, que eran contratados franceses para el trabajo que reclamaba la colonización; el comienzo de las relaciones de los franceses con la costa occidental de Afri- ca y los sitios que ocuparon en ella; las primeras introducciones de esclavos negros en las colo- nias francesas del Nuevo Mun- do; las mercancías con que en África se compraban los escla- vos y el valor de éstos en q u e - Ila región; y el tráfico de negros en las colonias francesas. El tra- bajo consta de varios capítulos que abordan la trata de escla- vos según la siguiente periodi- zación: durante el siglo xvrr; su

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continuación hasta 1790, con las disposiciones generales que la favorecían y el estado particu- lar de las colonias con respecto a la trata. Hace referencia, ade- más, al tr5fico después de 1790 y ofrece un apéndice sobre De- recho francbs y trata.

Con el fin de annlizar de una forina inás integral el proceso his- tcírico de la esclavitud en las co- lonias francesas, José Antonio Saco abarcó eleinei-it«s que son propios de lo que devino, poste- riormente a su época, especiali- dades o disciplinas específicas de otras ciencias.

Hay que decir que el difícil objetivo que se trazó -abarcar la diversidad de aspectos de un misino fenómeno en su estudio- no lo hizo fracasar en sil einpe- no, sino que lo convirtió en un pioi-icro de varias ciencias y un precursor del metodo interctis- ciplinario para la historia; qui- z:ís todo ello obedezca a su visión

y análisis enciclopedista. En su época, dado el nivel de desarro- llo de la ciencia, no estaban des- lindados los campos de muchas de ellas y se presentaban inte- gradas como un todo.

El desarrollo científico de hoy, caracterizado por un incontenible avance que nos obliga a una am- plia clasificación en consecuencia con las modificaciones que ha ex- perimentado la ciencia, dada sus funciones sociales, nos permite detectar, cfentro de la Historiu de la esclnvittui en las colonius france- sus, los estudios realizados por Saco que, en la actualidad, son propios de materias tales como sociología, filosofia, política, estadística, de- mografía, economía, geografía, ciencias jurídicas, antropología, etnología, etnolingüística y religiología.

Innumerables son los ejem- plos en cuanto a la sociología. Los estudios en esta dirección son predominantes y resultan la

ESCLAVO CON CADENA GFABADO DE LA €POCA.

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esencia misma de toda esta obra hist6rica de Saco al analizar los efectos sociales de la conquis- ta, la colonización, la trata, la esclavitud y otros tipos de coac- cicín, las misiones religiosas, las manifestaciones de resistencia, las sublevaciones, las revoliicio- nes, entre otras, en los grupos humanos que las vivieron, como fueron los indios ai-itillanos y del continente, los negros africanos y sus descendientes, los engagés y d e m k blancos europeos y crio- llos, en los distintos escenarios histcíricos que tuvieron lugar.

La historia como disciplina no Rie vista por José Antonio Saco como una mera descripción del pasado, sino como una fuerza po- lítica en estrecha relación con su presente. No sólo la estudió para conocer las raíces de los pro. blemas, sino tan-ihién para darle solución a la situaci6n de Cuba. Y hemos dicho deliberadanien- te Cuba. puesto que, al 3 * b arcar el universo del fenómeno de la esclavitud, en sus escritos histó- ricos se delatan sus propias ideas referentes a esta probleinática, que se dio particularmente e n nuestro país, aun al referirse a otras regiones y a épocas ante- riores en que oper6 dicha insti- tución, al resaltar aquellas cuestiones que mayor importan- cia tenían para la colonia y para cl inejoraniiento de su status eco- ncíniico, sncial y político.

Por los objetivos políticos que se trazó en sus estudios histo- riogrríficos, José Antonio Saco

pudo salir del contexto de su propio tiempo al erigirse como uno de los pioneros en la defen- sa de la nacionalidad cubana.

A través de dichos trabajos reconstruyó el pasado, abordó los estudios de la esclavitud clií- sica y moderna y detectó con su método, más allá de lo insular, la comunidad regional y el uni- verso del sistema esclavista en el tieinpo y el espacio, en fun- ción de que se enmendara el presente de Cuba para así ase- gurarle un mejor futuro.

Con este fin trabaj6 la histo- ria y la sociología comparadas en su afán d e detectar los rasgos comunes y diferenciales que presentaron en su evolución los sistemas esclavistas, tanto el clá- sico de la Antigiiedad como el moderno instaurado por las dis- tintas potencias colonialistas, con el surginiiento del capita- lismo, en las islas antillanas y el continente americano.

Estudió por separado dichas evoluciones esclavistas, parecidas e n su nianifestación, tratando de hallar generalizaciones, con el objetivo exclusivo de cornpa- rarlas, para aprender y enseñar a través de la liistoria. De esta forma pretendió alcanzar una comprensión más cabal y preci- sa del fenómeno d e la esclavi- tud y sus efectos en la sociedad, aunque sin pretender formular esquemas pues, seguramente, tuvo e n cuenta lo distinto d e cada uno de los inedios históri- cos analizados.

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La ciencia política y la filo- sofía sociai están implícitas e n toda esta obrli de Saco. Precisa- mente en el aspecto político se presenta su gran contradicción; si su fin fire que se implantara cl capitalismo con el elemento asalariado, fin liberal y revolu- cionario en su época, los medios que concibió para que se Ilega- ra 3 el10 fueron coiiservridores.

El temor de Saco a una revo- lución, corno la de Haití y otras colonias francesas, que estre- iiieciera la estructura de la so- c iedad cubana (ent iéndase sociedacl esclavista), con una poblaci61i negra que segíln su lógica no conformaba nuestra nacionalidad, en la que el escla- vo iletrado tenía un gran peso, f~ ic superior a la propia experien- cia personal que tuvo con las au- toridades espaiiolas de la Isla, por las que se vio obligado ri un pro- longado exilio.

Esas autoridades eran las úni- cas encarg:iJas de aplicar refor- nias a través de todo el aparato jurídico y el poder político que tenían en sus manos, pero eran muy enemigas de éstas y por taii- to incapaces de llevarlas a ca- bo por su carácter retrógracio y reaccionario.

Los efectos de la Revolución Francesa e n sus colonias, que Saco estudió en el capítulo no- veno de esta Historia ..., e n el que trata sobre el tráfico des- pués de 1790, fueron suficien- tes para él. El arilílisis que hizo dc sus corisecuencias, no le per-

mitió admit i r quc esa fuera la vía.

Allí, después de conmocio- liarse toda la vida económica, sociai, política, cultural, ...p or la Repercusión de la revolucicín Francesa, los elementos del de- sarrollo que anhe laba Saco para Cuba est~ivieron ausentes dentro del sistema colonial fran- cés; la trata se restableció, la esclavitud prevalecio y el asa- lariado, como elemento predo- minante, no surgió.

Por tanto, no vio la revoluci61-i como el medio para llegar a su objetivo, sino sólo a través de re- formas graduales que partieran de un cambio en las concepciones y en la conducta de la clase de los hacendados cubanos, a la que pretendió modificar con sus tra- bajos científicos, consciente de que era un sector importante de la sociedad por el poder econó- micc que ostentahan, pero éstos no atendieron a sus etiseñaiizas.

La conexión precisa de tres ciencias como la estadística, la econoiiiía y la demografía, en los estiidios de la historia, se evi- clencian en esta obra. Saco re- cogib todos los datos estadísticos que estuvieron a su alcaiice, relativos a distintas variables poblacioiiales, de la produccicín y la exportacicín, y probó la interacción que tuvieron al es- tudiar cl comportamiento liistó- rico de la trata y la esclavituci e n las posesiones francesas. En otra de sus obras va había expresado que " [eliitre la pro-

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ciucci6n del azíicar y el corner- cio dc esclavcis negros hubo dcs- d e el principio t an es t recho enlace, que tocto lo que influía en aumentar o disminuir aclué- Ila, daba cn éste u11 resultado equivalente . Ni pudo ser de otra manera porque los negros fiieron el brazo poderoso, la pa- l anca principal d e los inge- nios".'

Los cinálisis estadísticos que abordan los aspectos dernográ- ficos y económicos se concen- tran, fundamentalnieiitc, en los cnpítdos quinto, sobre los "pri- nieros negros e n las colonias frrincesas"; xEptimo, acerca de la "continuación del trhfico de negros hasta 1790, las disposi- ciones gencr;des que lo favore- cieron y el cstado particular de las colonias respecto a la trata"; y, noveno, sobre el "triífico des- puCs de 1790".

La geografía está presente a lo largo de la obra; basta señalar que el índice que hemos elalm- rado registra 326 epígrafes, refe- ridos a océanos y cqntinentes; regiones de Europa, Africa, Asia y Am6rica; colonias establecidas; reinos de cteterminndas regiones africanas; países, capitales de países, jurisdicciones, partidos y ciudades; regiones específicas donde fueron construidos fuer- tes y puestos militares; lugares cloiide se establecieron las fac- torías para el t r u q u e de mer- cancías por esclavos; lagos, ríos - - - -.

' Jose Antonio Saco: Historia de b esclavi!ud de la raza africana en el Nuevo Miindo, Habana Cultiiral S.A., 1938, t . 1 , p. 202.

y afluentes de ríos; golfos, piin- tas, cabos, costas, puertos, bahías, etcétera.

Entre los lugares geogr3Gcos más citados se encuentran Afri- cal-América, las Antillas, la Isla dc Borbón, Brasil, Cabo Francés, Cabo Verde, colonias francesas, Dieppe, Espaiia, Europa, Francia. el río Gambia o Senegal, Grana- da, Guadalupc, Guayana, Guinea, Inglaterra, Luisiana, hdartinica, Santo Domingo y Senegal.

En rnuchns referencias de los lugares geogrlíficos no faltan las descripciones de su ubicación y sus características. Ejemplo de ello resulta el capítulo cuarto, que trata sobre las "primcras re- laciones de los franceses con la costa occidental de Africa y pun- tos que ocuparon en ella", en el que Saco escribe acerca de las factorías establecidas, los fuer- tes, puestos inilitares, puntos for- tificados y los territorios del continente africano e islas que fueron ocupados por franceses.

Las referencias que hace so- bre estos establecimientos, tie- nen una gran importancia para la geografía histórica. Conscien- te de que escribía sohre lugares de Africa quizrís poco conoci- dos en su época, Saco supo que era iinprescincliblc dar su ubi- caci6n geográfica para orientar, de un inodo más preciso, a tos est~idiosos dci tenia y lectores en general.

En el análisis que rcaliz6 acerca d e la acción del medio geogrjfico sobre el honibre, re-

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Estuvo. saltó que no fue el clima la cau- OLMDELANDALUCE. sa de la mortal idad d e los

cngugés o primeros "colonos" blancos introducidos en las An- tillas francesas, sino el trata- miento que recibieron, a1 haber sido sometidos a condiciones de esclavitud; su objetivo estuvo centrado en arremeter contra las teorías manejadas eil su época que atribuían scílo al negro la ca- pacidad de soportar el trabajo

físicc) bajo el clima de estas lati- tudes, y en demostrar, además, lo imprescindible que resultaba el cambio en las relaciones y en el ca rác te r d e la fuerza d e trabajo, con la sustitución del esclavo por el asalariado.

En este misino sentido, tain- bién combate las tesis manteni- das por "algunos" en cuanto a que en "la escasa introduccicín de ne- gros en la Giiayana había influi- d o el temor d e que éstos se huyesen con más facilidad que en las Antillas", por causas geográfi- cas, ya que "aquella región les presentaba in~nensos bosques don- de esconderse, caza en ellos, pes- ca en los ríos para alimentarse y maderas scílidas para hacer arcos y flechas con que defenderse".

Para Saco estaba claro que la cuestión no era un problema del medio geográfico sino de las relaciones q u e se establecen entre los hombres. "Para refutar este error", cita como ejemplos la Guayana Holandesa y el Bra- sil al preguntarse: "¿no presenta también innlensos bosques el imperio del Brasil?, ¿y no abun- daron también en él los negros desde el siglo XVII? A continua- ción añade:

Verdad es que hubo desde temprano negros cimarrones; pero esto provino de la cruel- dad con que se trató a los es- clavos. Cuando esta causa existe, lo mismo se huyen los negros de las islas que los del continente, y si por desgracia la tierra les niega un bosque

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o una niontaíia ilonde refu- giarse, entonces el esclavo se suicida, o se subleva contra sus opresores. Tráteseles con dulzura y las fugas cesarán. El rnisirio estado de abatimiento en que yace el negro, le pre- dispone a la docilitlad, y so- lamente rompe el freno de la obediencia y se entrega a la desesperación, cuando el amo se transforriia eii verdugo. Tal es la verdad que en todos tiempos nos predica la liisto- ria del Nuevo Mundo, y esa misma Guayana nos ofrece un gran ejemplo. Acerca de la geografía eco-

nóiiiica regional, niuchos son los ejemplos que Saco cita al abor- clar la evolución histórica de la población, la producción y la cir- crilación de las mercancías de las posesi?iies de Francia e n América, Africa y Asia.

Las ciencias jurídicas, propias de su profesión, son manejadas tainhign, a través de la legisla- ción, en la interpretación his- tórica que hace Saco e n esta obra. Para su andisis supo reco- ger todo el cuerpo de ccídigos, edictos, leyes, decretos, regla- mentos y o t ros documen tos legales que estuvieron a su al- cance, relacioiiados con la tra- ta y la esclavitud, que iiicluían lo concerniente a la conquista y la colonizlicicín realizada por los europeos, y que coiisideró de interés para el tema. Con todo ello pudo estudiar la evolución jurídica que a lo largo d e la

historia tuvieron dichas insti- tuciones, generadas por el régi- men colonialista, e11 las que se manifestó osteiisiblernente el de- recho como fuerza, tanto en el plano interno $e las posesiones de América y Africa como e11 el internacional. De esta forma introduce textos completos o par- tes de ccídigos, leyes, decretos ..., a modo de argumento o de com- pleinento de lo tratado e11 la obra.

Saco relaciona la legislación acerca de la trata a través del decreto del Consejo de 1670, que los libraba del derecho del 5 %; el Real Decreto cle 1672, que ofrecía primas; las Letras Paten- tes de 1681, que sólo permitían este comercio a los súbditos fran- ceses en las colonias; las cédu- las expedidas e n 1716 sobre libertad de comercio con Áfri- ca; la libertad de comercio de Dinamarca, en 1783, que perini- ti6 la trata a extranjeros y el pago exigido; el reglanlento de 1784, que dispensaba favores a la trata; el decreto de Luis XV en 1789, sobre reglas de salubri- dad y hunianidad e n buques negreros; la abolición decreta- da en 1807 por Gran Bretatia y por Napoleón en 18 15 y los de- cretos y leyes de 1817, 1818,1827 y 1831, que imponían la coiifis- cación de los buques y medidas severas a 10s capitanes y oficia, les ligados a la trata.

Saco coiisideró como liberal la idea de la abolición de la tra- t a ; por t an to , se au tova loró cuando escribió:

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Napc'lecín halagcincio las ideas liberales, tainbién lo proscribií, a su vuelta de la isla cte Elba. Fuese liipocre- sía política, o sentimiento verdadero, tributóle al fin un homenaje al espíritu del si- glo, homenaje a las ideas, y el decreto de 30 de inarzo de 18 15 honra su memoria. Y a continuación transcribió

al español cuatro artículos de dicho decreto. Hizo, además, un anlilisis de las condiciones de Francia y cómo incidió la sitiia- ción internacional para la abo- licicíii de la trata.

T7mbién estudi6 la legislación generada en relacicín con las coin- p;inhs de las Indias Occidenta- les, del Seiiegal. de Occidente y otras relacionadas con la trata y las posesiones francesas de Afri- ca y AmC-rica. En este estudio se aprecia todo el inovimicnto que autorizó o suspendi6 los negocios de las compaiíías, el control que ejercieron en las posesiones, la re- ducción a que se vieron someti- das en su radio de acción para el conwrci o...

No faltan las leyes y decretos emitidos con el objetivo de re- animar el cciiiiercio de las colo- nias con Francia, atendiendo a los derechos de importación y ex- portación, la declaraci6n de puer- tos neutros e n las colonias, las leyes prohibitivas a extranjeros y las excepciones bajo restriccio- nes, entre otros asuntos.

lbid., t. II, p. 57.

En lo refercntc a la esclavi- tud, Saco incliiye en la obra, ~ 0 1 1 1 0 apéiidice, el C6digo fun- dimental de legislación francesa sobre sus esclavos negros e n América, dictado en 1685 e in- troducido a solicitud de los co- lonos, haciéndolo extensivo a los estnhlecin~ieiitos de Asia y a Borbón. Las leyes, decretos y edictos que fueron sancionados posteriormente, como en 17 12, 1716 y 1786, hicieron algunas inodificaciones al de 1685. En- tre 1791 y 1794 la tónica de las leyes fueron abolicionistas y tu- vieron gran repercusión e n las colonias. En el período de 183 1 a 1840 se emitieron varios de- cretos sobre rnaiiiiinisiones y mejoras al esclavo.

Aunque Saco nunca cieclnr6 ser antiesclavista, dada la condi- cicin de los lectores a quien iba dirigido su discurso, llegó a escri- bir sus ideas con respecto al ver- dadero derecho del lioinhre, a ése que hace posible la coesistencia y que estli divorciaclo de las leyes del clereclii) ejercido coino fiier- za, cuando sefialó: "...perniciosa institución es la esclavitud: el hombre desea naturalmente sil libertad: repíignale trabajar para otro sin retribución."'

La obra cont iene referen- cias cle toda una seric de hitos e n el acontecer histórico, que fiieron coiiforniando los an te - cedentes de lo que hoy rcsulta el Derecho Internacional. En este sentido, comienza por el Edicto de Naii tes , d e 1598 ,

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firmaclo por Enrique IV, en fa- vor de los protestantes, a los que se les clio plazas de refu- gio; este documento posibilitó a Francia "extender su imperio al occidente africano y a las re- giones del Nuevo Mundo".

Acerca del acontecer en el siglo xvir, se concentró no sólo e n la consideración qiie hizo Richelieu, en favor de Francia para la ainpliación de su siste- ma colonial, de la breve del papa Urbano vrrr de 1635, como de- rogación de las bulas alejandri- nas, sino también en los tratados de paz firrnados en 1627 con Gran Rretafia sobre la isla de San Cristcíbal y los realizados en las décadas de los años cuaren- ta, cincuenta y sesenta con los indios de las Antill as : M i enores y el Tratado de Paz de Riswik, en 1697, en el que todas las con- quistas de Inglaterra y Francia fueron restablecidas como esta- ban antes de la guerra.

Saco relacionó los tratados de paz que durante el siglo WIII ,

se firmaron entre las potencias de entonces para el reparto te- rritorial y la conh.xmación de sus respectivos sistynas coloniales en Arn6ric:i y Africa. Ejemplos d e éstos fueron el de Paz d e Utrech, en e1 que Gran Breta- ña monopolizó el comercio de esclavos con las colonias espa- ñolas y se apropió enteramente de San Crist6bal; el de Nime- gue, en 172 1? por la posesión de Argüín, disputado por franceses y holandeses; el de AquisgrAn,

en 1748, en el que Dominica, Santa Lucía, Tobago y San Vi- cente fueron declaradas neutra- les; el de París, en 1763, qiie fue desastroso para el colonialismo francés al perder Canadlí, Gra- nada, Granadinas, Santa Lucía y la Luisianti; y, el Tratado de Paz de 1783 el cual delimitcí los derechos respectivos de Francia e Inglaterra.

A lo largo de las cuatro pri- meras décadas del siglo SIX, los sucesos estuvieron centraclos, fundanie~italii-iei~te, en la pre- sión que ejerció Gran Bretaña sobre Iás clemrís potencias para el cese de la trata de esclavos, pues se elaboró todo un articu- lado de derecho internacional a través del Tratado de París de 18 14 y los trataclos del Congre- so de Viena de 18 15 y del Con- greso de Verona en 1822, cuy:is leyes penales en 13 arena intcr- nacional no siempre prodiijeron el efecto deseado.

En la obra Saco abordó el ori- gen y significaci6n de ciertos ~~ocablos, estudiosos que hoy es- tán comprendiclos dentro de la lingüística. Aclarcí el significado de los términos utilizados por los cronistas y otros autores, que re- sultaban arcaísmos, como el caso de "piezas de india": "entiénda- se de los esclavos de 18 a 30 años de edad , sano y sin ningíin defecto corporal"; del término "barras" brinda una extensa ex- plicación a través de una cita de Labat: "son las de hierro que en Europa se Ilewban a Africn.

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Servían de moneda en los nier- cados de los negros" (ni& ade- lante describe sus medidas y añade que se utilizaban para ha- cer azadas).

iricluyc', términos en francés, dado el uso de las fuentes en di- cho idioma, corno papc, el cual subraya y aclara en una cita: "es iin nombre general que se da a cualquier pedazo de tela en for- ma de banda [...l. Los negros co- sen estas bandas para formar vestidos"; otro ejemplo es pistole, que Saco desc.ribe corno una "mo- neda francesa imaginaria, eqiii- valente a 40 reales de vellón".

Con otras palabras en fran- cés brinda su etimología y sig- nificado, abordando con ello aspectos de la lingüística. En el texto incluyó una cita respecto a bucanel. que dice: "...después que niataban en los bosques el ganado, asesinaban las carnes a la manera de los salvajes. Esta operación se Ilainó en francés boucaner, y de aqiií se dio a los quc se dedicaban a ella el nom- bre de boucanier o bucaneros, españolizando la palabra." En cuanto al término "filibustero" también con una cita aclaró:

Cansados [los bucaneros] de esta vida terrestre, algunos de nquellos aventureros vol- viéronse corsaristas, robando indistintamente a cuantos encontraban. Diose a estos ladrones el nombre de Flihus- tiers o Friboutiers, palabra derivada de l inglés Free. booter, que pronunciándose

Frii-buter, produjo el vocablo corrompido de Fributiers o Flibustiers. Trata además térininos que

fueron utilizados para nombrar a deterniinados personajes en la trata y la colonizacióii. Saco nos aclaró que se denominaba al- quicr al "gobernador del lugar donde se hacía la trata" y fiton al "oficial encargado de los cau- tivos"; en cuanto a engagé, es- cribió que "estos operarios eran contratados e n Francia por la Conipañía de San Cristóbal y se obligaban por 3 aiios, lo que hizo darle el nombre de engagés a trente six niois".

La antropología y en particu- lar la etnología también apare- c en tratadas por Saco en,sus estudios sobre América y Afri- ca, al abordar el choque de cul- turas y sus resi~ltados. Analiza las consecuencias de las relacio- nes europeo-africanas y su re- percusión e n el desarrollo d e Africa cuando advierte sobre los efectos de las relaciones comer- ciales antes del descubrimiento de América, que imprimieron un probado desarrollo, y los de- sastrosos efectos de la trata ne- grera , q u e condu je ron a u n estado de estancamiento y has- ta de involuci61-i en las costas africanas donde se llevó a cabo. Con ello Saco se erige como uno de los primeros africanistas de la historiografía americana.

Estudia los diferentes grupos "raciales" de América y Africa, a tendiendo a sus ciinlidades

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físicas y psíquicas según la zona geogr5fica de procedencia y de- teiiiéndosc cn las aptitudes y habilidades para determinadas ocupaciones, de acuerdo con el nivel de desarrollo de los dife- rentes grupos étnicos, entre los indios y los a f ricanos. '

Hizo estudios del resultado de las mezclas bioló,' ~ I C ~ S entre blancos. negros e indios, y las denominaciones que tuvieron según el carácter del mestizaje.

A p n t a acerca de la división cnipleada por los colonizadores entre indios y negros para su mejor explotación como fuerza de trabajo, atendiendo a raza, religión y condición de esclavos en los negros y aparentemente libre en los indios, como medio de evitar que hicieran causa común contra los colonizadores.

Saco realizó estudios de cm- te sociorreiigioso. Al investigar y escribir acerca del papel de la religión en la conquista, co-

lonización, trata y esclavitud, analizó algunos de los proble- mas ideológicos presentes e n dichos procesos, según el mar- co histcírico en quc se desarro- llaron, destacando, por sobre otras manifestaciones, la parti- cipación de la Iglesia Católica como complemento fundanien- tal para viabilizarlos, a través de la coacción extraeconcímica religiosa, el desarraigo y la irn- posición bajo los dogmas de la evangelización.

Atiende a las actitudes de las distintas órdenes católicas, la interniecliación de los misione- ros católicos en,las guerras, la penetración en Africa del cato- licismo, el maliometismo y las su- persticiones que existieron en los africanos llevados a América.

Las investigaciones acerca del origen de los aborígenes que habitaban e11 las Antillas, aten- dieron al anBlisis de sus dife- rencias, sus características y su posible comunidad con los que poblaban las distintas zonas del cont inente . Aunque con des- iguales intereses, los cronistas de los inicios d e la coloniza- ción, los historiadores d e las centurias anteriores y los cien- tíficos sociales Jel siglo SS han abordado este estudio, y aún hoy se cont inúa por esos de - rroteros, guiados todos por el niismo objetivo de definir el ver- dadero origen de nuestros abo- rígenes isleños.

En José Antonio Saco halla- mos inanifiestamente, a través

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de esta obra, ese interés cieiití- fico por esta problemática al preguntarse " ipero de dónde procedieron los carihes?" en el primer capítulo, que tituló "Ori- gen de las colonias francesas en América". Para ello tuvo e n cuenta el nivel de conocimien- tos existente en su época, a tra- vés d e las hipótesis y tesis planteadas por distintos autores.

Con el objetivo de responder a tan in~portante pregunta acer- ca del origen de los caribes y expo- ner sus ideas al respecto, José Antonio Saco compila opiniones de varios historiadores, las que agrupa en dos tesis f~indainenta- les. La primera es la de Rochefort y sus seguidores, quienes mantu- vieron la hipótesis de que los Ila- mados indios caribes de las islas procedían de indios apalaches de la Florida desplazados de la zona norte del continente aniericano; en su búsqueda de un asenta- miento pernianente, atacaron 13s islas de Barlovento, apoderáiido- se de ellas, después de extern-ii- mar a sus pobladores. Dicho autor sostiene que las diferencias que existían entre estos indios y los que habitaron en las Antillas Ma- yores respondían al hecho de que estas últirnas islas estaban niás po- bladas y pudieron defenderse de los invasores.

Saco destacó que la mayor parte de los historiadores est5n de acuerdo con dicha tesis; en- tre ellos se encuent ra Labat, quien adeniis aseguró que los caribes casi tenían igualdad lin-

güística, entre otros eleinentos coinunes, con los indios d e la Floricla.

Saco refuta esta tesis cuando responde sus propias preguntas y cita indirectamente a Antonio de Herrera y Tordesillas:

Pero ¿fue cierta la tal emigra- c ión d e Florida? caso d e serlo, ¿con qué se prueba esa relación? Es muy natural que en el estado imperfecto de la navegación y e n el rumbo que debieron llevar hubiesen dejado vestigios e n las islas más cercanas a Florida, pero los habitantes d e las Baha- mas eran d e la misma raza que los d e la Espafiola al tiempo del descubriniiento de C o l h . Al apoyarse en los estudios de

Bancroft y Hakluyt, entre otros autores, Saco concuerda en una segunda tesis, que sostiene que proceden del sur de Ainérica; al respecto Saco apuntó:

... desde el Orinoco hasta el Brasil atravesando por la Gua- yana había y aún creo que hay todavía, varias naciones ca- ribes. Cuando Walter Raleigh hizo su viaje a la costa d e Guayana e n 1595 formó alianza con una de esas na- ciones, y dice también que allí se hablaba la niisrna len- gua que en la Dominica una de las islas caribes.

A continuación se apoyó tain- bién e n opiniones que ofreció Pedro M~írtir de Aiiglería >afir- inó que hay inotivos f~indridos

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para creer en el origen surame- ricano de los caribes ii-isulares.

Como características esen- ciales que marcan las diferen- cias e n t r e los indios d e las Antillas considercí, en pr i~ner término, su lengua y, en segun- do lugar, su carácter y sus cos- tumbres, con el objet ivo d e definir lo que hoy conocernos como el "eti-ios" o "coinui-iidad étnicaV4 de estos grupos aborí- genes, dadas las peculiaridades que presentahan los que ha- bitaban en las de mayor y me- nor extensiones de sus territorios respectivos.

El estudio que realizó Saco sobre el origen de los ii-idios Ila- mados caribes posee gran valor en más de un sentido. Sin em- bargo, resulta una obra inipor- tante si sólo nos detenemos en el hecho de que recurrió a ele- mentos que, en nuestros días, han devenido propios del estu- dio de diferentes disciplinas de las ciei-icias sociales como la et- nología y la lingüística o, para ser &S precisos, de la etnolin- gíiística. Al abordar este tema, nuestros científicos contcmpo- ráneos afirman que los caribes

" "El elnos o comunidad étnica se puede definir como un organismo social ubicado en un determinado territorio, es integrado por grupos de personas. con la condicion de que ya tuvieran o hubieran adquirido diferentes vincu- los (económicos, culturales, familiares u otros), una comunidad de lengua,

rasgos comunes en el modo de vida (con frecuencia también comunidad de religión). una serie de valores sociales y tradiciones comunes, asi

como un cruce considerable de componentes raciales que antes de la for- mación étnica se distinguian acentuadamente." Kozlov: "El concepto de

etnos o comunidad étnica", Problemas del Mundo Contemporáneo, Moscú. n. 1 , 1973, p. 120. Citado por Jesús Guanche: Procesos elnoculturales de

Cuba, Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana. 1983, p. 26.

Sergio Valdes Bernal: Indoamerican~srnos no aruacos en el espan01 de Cuba, Ed. Ciencias Sociales, La Habana. 1978, p. 10.

insulares en-iigraron de la zona entre los afluentes del Orinoco y la Guayana y ocuparon las Ai-i- tillas Menores, al tiempo que exterminaron a los indios arua- cos que las habitaban.

En los trabajos lingüísticos realizados por Sergio Valdés Bernal se afirma que los aborí- genes de las Antillas Menores hablaban "una lengua comúi-i- mente dei-iomii-iada caribe insu- lar (o calínago), muy similar al gálibi y el calina, hablados por las tribus caribes continentales del territorio coi-iocido en la ac- tualidad por Guayana. (La cla- sificacicin d e las lenguas y dialectos de la familia caribe es, en gran medida, geogrfifica, ya que se carece de descripciones lingüísticas exhaustivas [. .

Rasgos comunes y diferentes entre ambos grupos indígei-ias de las Antillas mayores y menores, propios de factores que definen el etnos de los griipos huinanos, como el territorio, la modalidad psíq~iica, la raza y hasta la cul- tura misma, f ~ ~ e r o n seiialados por José Antonio Saco e n breves pero enjundiosos enunciados; para afirmar que "la leiig~ia dis- tinta sí es prueba de la diversi- dad de origen", señaló:

Yo no considero la nianse- dun-ibre de los unos y la va- l en t ía d e los o t ros conlo prueba convincente d e su diversidad de origen pues las distintas circunstancias e n que haya vivido un pueblo, pueden haber modificado

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pia de las relaciones entre los pueblm6

prof~~iidamente sus usos, cos- tumbres y carácter respecto d e o t ro del mismo origen [.. . ] la diversidad de la len- gua [ . . . ] sí debe tomarse como signo infalible de las diferencias de razas, y si es verdad que la que hablaron los caribes fue diferente de la de los isleííos de Cuba y de~iiás grandes Antillas, cla- ro es que tuvieron distinto origen. Aun cuando pueda ser cues-

tioiiada esta tesis debido al ni- vel de infoririacih y los métodos de investigación existentes en la actualidad, la etnología consi- dera a la lengua, entre otros, corno un factor importante para definir el origen de las comuni- dades. Ello se hace determinan- te e n la medida en que éstas se encuentran en un estadio pri- mitivo de su desarrollo social, por la falta de interacción, pro-

- -

Jesús Guanche: ob. cit., p. 29.

Los elementos de sociología, fi- losofía social y ciencias políticas están implícitos e n toda esta obra y resultan su esencia mis- ma, debido a los objetivos que tuvo Saco al escribir sobre la historia.

A través de las estadísticas, Saco probó la interacción que tuv ie ron d is t in tas variables poblacionales con la produccicín y el comercio cuando estudió el comportamiento histórico de la trata y la esclavitud.

Incluyó descripciones y la ubi- cacicín de niuclios de los lugares geográficos presentes en la obra; también analizó lo determinan- te que resultaban las relaciones sociales en la conducta del Iioni- bre, y lo débil de la tesis que con- sideraba la acción del medio geográfico por eiici~na de éstas, como erróneamente se afirmaba.

Supo recoger todo el cuerpo jurídico que se legisló en torno a la trata y la esclavitud, al ofre- cer su evolución con el surgi- m ien to y desarrol lo d e las colonias francesas.

En materia de lingüística, es- tudió el origen, significación y etimología de vocablos que in- trodujo en su estudio.

Acerca de la antropología y la etnología en particular, abor- d ó el análisis d e los grupos étnicos aborígenes americanos y

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dc los africanos traídos por la trata y la esclavitiid, y el rcsul- tado del mestizaje provocado por las mezclas de razas; planteó sus tesis sobre la procedencia de los indios antillanos a través d e estudios que hoy están com- prendidos dent ro d e la e tno - lingüística. También abordí, análisis de corte sociorreligioso.

Por todo ello Saco fiie pionero en los estudios africanistas, antillanistas y de varias ciei-icias, así como precursor dcl iiiétodo interdisciplinario para la historia, dada su visicín enciclopedista. Puede considerarse como uno de los científicos sociales rnás com- pletos y de más alta rep~itación del continente en el siglo xrx. - C

José Antonio Saco's Interdisciglinary Method In An Unpublished History

José Antonio Suco's encyclopedic vision, ever-present throughout his works, reveuls in the us yet unpiblished Historia de la esclavitud en las colonias francesas (Histoly of Slaveq in French Colonies). Through its detailed analysis, the use of the iizterdisciplinaq-soci(~lo~y, pliilosophy, political scicnces, demography, economy, geography, jtiridical scierices, cthnology, etiu)lingtiistics, and socioreligion-method to study h e historical proccsses talcing pkzce d~iring slitve trade and slavcry in the diversc regioíis in euhich the French colonial system operuced is demonstrated.

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C1b k U L L L I ..,¿ANA en Ins

condicioiies CU BANAS

JORGE RAM~REZ C A u n ~ l ~ c n - -

Doctor En Ciencias

Filosóficas E Investigador

Titular. Jefe d ~ l D~par tamento

de Estudios Sociorreligiosos

del Centro d~ Investigacion~s

Psicológicas y Sociológicas.

Persistencia religiosa de la cztltura africana en las condiciones cubanas

Eri circunstuncius de uru econoniíu búsicarriente de phntución, lcis re- lixi(nies originales fiieron tlerivando en nuevos complejos, rcs~iltuntcs de un proceso de transczrlturucicín marcado por lct diakcticu de la conser- vctcitjn y el cambio. Una primera interrogante se impone entre otras tritrclias respecto u las razones por las que uqtiellas formas ufricmius lol~t.uron /)ersisti7; utiri~zre rriodificudas, uzin siendo parte de una cultura doniinutlu. con portudores sometitlos u lus peores contliciones de vida, lalgumente siihestirncidos y bujo t)rejuicios qiie sobrevivieron a kl esch. uitind, y sin disponer de estructti~us centrctles or,ganiz~~tivus y estu:?dctri- eadorcu del culto y lcts ideus. En este urtíctilo se pretende dur un(i respuesta tendiendo ( 1 tmu multiplicidad de factores intervinientes, en- tre los c u ~ ~ l e s se encuentran obstilctilos paru zrnu eficaz euarigelizución.

Es iin hecho sobrada~i-icnte re- conocido en la actualidad la sig- nificativa influencia de "lo africano" c1-i 12 cultura cubana. LJcspués de los aportes cle Fer- nando Ortiz (1881- l969), ei-iri- quecidos por sus discípulos directos y por posteriores inves- tigaciones sistematizadas, tal afirniaciói-i resulta inclisc~itible. Con independencia de aprecia- c iones opues tas , que e n sus cstreinos han ido J c una subes- timaci61-i reductivista hasta una entusiasta y exccsiva sobrevalo- ración, un exan-ien objetivo con-

cluye por reconocer una parti- cipación de las raíces africanas en la identidad cultural cuba- na -conjuntamente con "lo hispano" en un hinon-iio funda- mental- y otros aportes de di. versa procedencia y gradación.

La presencia africana en la cdtrira cubana se advierte tan- to en e1 arte (la música, la dan- z a , 1:i literatura, la plástica y los instriiinentos musicales) como c1-i el 11-iodo de ser cubano, de percibir la realidad, dc ei-ifrei-i- t a r probleinas, expec ta t ivas y previsiones e incluso ideas

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sobre la vida y la muerte. Sin eni- bargo, no es sencillo determinar siempre un origen específica- mente africano, espahol u otro de distintas latitudes y longitu- des. Como dijera el Poeta Na- cional, Nicolás Guillén, aquí está "todo mezclado".

Un canipo en el que se hace evidente y notoria esa incidencia "negra" es el religioso, sobre todo, aunque no scílo, en derivaciones de religiones africanas, con sus formas organizativas propias, su or- todoxia doctrinal y litúrgica, su sistema diferenciado de represen- taciones siiiib6Iicas, y en esa otra forma difundida, notableniente sincrética y de relativa autono- mía, la niás extendida en la po- blacicín cubana de ahora y otros tiempos, a la que pudiéramos de- nominar, sin temor a imprecisio- nes, ~-eligi»sidd p o ~ k r r .

Un cuestionamiento salta de inmediato a priniera vista a partir de la experiencia, y más aún una vez constatados los datos que las investigaciones reportan. Si aten- demos a que las religiones africa- nas fueron importadas a 1, '1 f uerza y correspondían 3 culturas des- arraigadas, dominadas; eran so- cial y religiosamente iscriminadas, c ~ i a n d o menos desvirtuadas al considerarse a veces meras iiia- nifestaciones folklóricas, sin es- tructuras adecuadas para su conservaci01-i y divulgación; estn- bat-i desprovistas de textos escri- tos, sobre todo de algún libro único de sacriilidad admitido por el común de los creyentes; y se

hallaban portadas por hombres y mujeres tan desarraigados ellos mismos como lo fuera su cultura y situados en el escalón más de- nigrante de la condicicín huma- na, la esclavitud; entonces, icónio fue posible que estas religiones persistieran y lograran trascender en condiciones tan adversas, gra- vitando sobre ellas la voluntad dominante de su desaparición?

Este problema es el que en esta ocasión se exan-iina, pero sin la pretensión de dar respuestas acabadas. El propósito es más bien ofrecer ideas conducentes a reflexiones que de algún modo contribuyan entre cubanos a un niejor conocimiento de i-iosotros mismos y a la reducción, si no desaparición q u e sería lo ideal- de esquemas y prejuicios larga- mente inculcados, en el supues- to de que pudieran subsistir.

Se parte del criterio de que los fenómenos sociales se expli- can por un conjunto de factores en una relaci6i-i causal y no por uno solo. En esta persistencia concurren razones cuantitativas pero más aún cualitativas; ellas generaron las condiciones para la prolongación del fenómeno hasta la actualidad, encontran- d o circunstancias más favora- bles, por lo que es presumible pronosticarle estabilidad. Previa- mente, para una mejor conipren- sión, es necesario incursionar de forma breve en los rasgos princi- pales que caracterizan el campo religioso cubano en su devenir histórico hasta nuestros días.

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LO AFRICANO EN EL CAMPO RELIGIOSO CUBANO En diferentes etapas, en conso- nancia con el movimiento so- cioliistórico, en Cuba la religión e n general ha ido adquiriendo variadas características que le

, - confieren peculiaridades de las cuales son destacables tres he- chos. Primeramente, el conjun- to de formas religiosas concretas que conforman el cuadro religioso cubano, resulta diverso, hetero- géneo y hasta contradictorio. En el país se han sucedido, y en cier- to modo convivido, varios mode- los socioculturales, los que a grandes rasgos se pudieran iden- tificar como aborigen, hispano, africano y norteamericano, cada uno aconipañado de expresiones religiosas que han enriquecido ese complejo, a la vez que 1ia habido influencias religiosas de otras procedencias culturales: europeas, asiáticas y caribeñas; por otro lado, la cultura -y reli- giosidad- aborigen alcanzó reducida t rascendencia , con lo cual se han verificado simili- tudes al mismo tiempo que di- ferencias respecto al área geográfica en que se sitúa la Isla.

En segundo lugar, por muy variadas razones ninguna expre- sión religiosa organizada ha pre- dominado sobre las restantes de modo que llegase a tipificar la religiosidad. En el cubano de diferentes épocas ha existido y existe una religiosidad prevale- ciente y típica que se expresa

con relativa autonomía de sis- temas religiosos específicos, es espontánea y está enmarcada en los límites de la vida cotidia- na. Es a la que proponemos lla- mar religiosidad popular, la cual, conlo la cultura cubana, es un

nuevo, resultante de una peculiar síntesis de diver- sos componentes (DESR, 1990).

En tercer lugar, e n ninguno de los sistemas socioeconómicos implantados, lo metccsocial, como lo califica Francois H o u t a r t (Houtart, 1989), y por tanto la religión, constituyó el fiinda- mento de la reproducción social, sino mecanismos laicos de ca- rácter econcímico, político y social en general sobre los que se construían ideologías legiti- madoras del sistema, suficientes por sí mismas y sin necesidad del recurso religioso como funda- mental , aunque lo utilizasen (Ramírez, 2000).

Por tal motivo, la religión en Cuba no ha alcanzado niveles altos de significación social, al menos en comparación con otros países latinoamericanos (con los que la sociedad cubana compar- te identidades cultiiroles e his- tóricas, aunque, como se acaba de apuntar, con peculiaridades diferenciales), donde e n algri- nos momentos y lugares sí ha re- gistrado niveles importantes de importancia sociopolítica. En modo alguno lo dicho conduce a negar relevancia y capacidad de intervencihn de lo religioso en múltiples campos de la vida

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cultural, política, social en ge- neral y en el complicado mun- d o d e la espir i tual idad y la conducta individual.

A su vez, las complejas ca- racterísticas del campo religioso cubano se desprenden principal- mente de cuatro factores: a) la diversidad de l or igen d e las expresiones que lo componen, b) los contenidos de las ideas y representaciones, c) los modos de organización y de expresar el ritual y d) los enfoques sobre la sociedad y la inserción y nivel de influencia en ella. En esto ha incidido básicamente la mul- tiplicidad cultural que caracte- riza a la sociedad cubana.

El modelo sociocultural afri- cano aportó distintas formas re- ligiosas, que en las condiciones cubanas fueron niodificándose hasta conformar las actuales expresiones cubaiiizadas, entre ellas las más extendidas: la re- gla de ocha o santería, de as- cendenc ia yoruba; la regla conga o palo nioiite, originaria de pueblos de un tronco coniúii bantú -ambas e n realidad son coniplejos d e formas relativa- mente integradas en cada una- y las sociedades secretas niascu- linas abakuá , similares a las iiigerianas (Argüelles y Hodge) . Existen otras expresiones d e iguales raíces africanas, aunque menos difundidas, como la re- gla a ra rá , d e procedencia dalionieyana. Introducido por braceros liaitianos llevados a Cuba, al cesar la trata esclavis-

ta, por exigencias de mano de obra barata para la cosecha azu- carera, se practica el vodú por portadores originales de edad avanzada y descendientes. Más recientemente se han ido con- formando grupos de rastafaris, en reducidas proporciones (aunque se trata de una religión autóc- tona jaina?cana, la cual si bien apunta a Africa y a la reivindi- cación del negro, se Iia construi- do con elementos doctrinales y d e culto occidentales).

Lo africano, por su parte, al igual que lo hispano, como com- ponente de la cultura cubana, es integrable en un concepto cons- truido en la mezcla de diferencias en relacicín dialéctica con senie- janzas, sólo en las condiciones americanas y no en los lugares de procedencia donde se conservan sustanciales diferencias étiiicas.

La influencia africana e n América Latina y en el Caribe es significativa, con seguridad mayor que la que algunos auto- res admiten, especialmente en los territorios donde hubo un crecido asentamiento estable de esclavos por una más alta inten- sidad d e la " t ra ta iiegrera", sobre todo debido a la estructu- ración de economías de planta- ción. Esto es advertible e n la cultura de varios países, parti- culariiiente de la cuenca del Caribe, no sólo en la parte insu- lar sino también en la coiitinen- tal, incluyendo a Brasil.

Lo africano forma parte de 1 ~ . ident idad lat inoamericana y

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TRAMO caribeíia. construida en un lar- EN EL go y coniplejo proceso califica-

GRABADO DE LA ÉPDCA. do acertadamente por Fernando Or.tiz de transcult~iracióri (Ortiz, l986), con aportes hispanu-lii- sitanos y en diversos grados de culturas aborígenes, más marca- d a m e n t e mesoamericanas e incaicas en unas zonas, y africa- nas en otras. En variada medi- da han convergido influencias culturales norteamericana, in- glesa, francesa y, e n menores niveles, de otros países europeos y asiáticos. La resultante es un

nuevo producto. síntesis de esos aportes.

En el tambi6i-i complejo cua- dro religioso latinosiiiericano y caribeño existen diversas dcri- vaciones de religiones africanas, como, adeinjs de las cubanas antes referidas, el candomblé brasileño, el vodú haitiano, el Shangó de Trinidad, el winti de Surii-iame y, con la salvedad an- tes apuntada, el rastafari jamai- cano (Ham). Entre unas y otras hay evidentes diferencias, pero por encima de ellas son notables

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scniejanzas por el origen, el con- tenido de símbolos y representa- ciones, e l sen t ido ritual, su evolución en condiciones social- mente cksventajosas y la incor- poración de elementos cristianos.

CONTINUIDAD Y CAMBIO DE LAS RELIGIONES AFRICANAS EN LAS CONDICIONES CUBANAS

Las religiones africanas, o sea las originales que fueron traídas por los esclavos entre los siglos XVI

y xix, formaban parte de las cul- turas de diversos pueblos de esa porción geográfica freciiente- iiiente Ilainacla continente ne- gro, y e n un n10vimienfo de cambios y persistencias se inser- taron en la nacionalidad cuba- na como una d e las par tes principales dc sus raíces eti-io- culturales.

Los portadores de aquellas formas religiosas procedían de zonas distantes difíciles de de- terminar, ya que al parecer los traficantes no eran muy riguro- sos e n esos registros y coiiiún- mente señalaban la etnia de los cautivos según el puerto de en]- barque. No obstante, es sabido que las mayores cai-itidacies fue- ron cle zonas subsahnrianas cen- t rooccidentales , aunque . los hubo hasta de Mozambique con costas en el Indico.

Los pueblos africanos de en- tonces alcanzaban diversos estadios de desarrollo socioeco-

ncíniico, desde comunidades tribales agrarias o nómadas has- ta imperios con poderes centra- les organizados. El tr;ífico esclavista que aconipafió al co- lonialisino, europeo no scílo desangrcí a Africa, sino q u e tam- bién interrumpió su e\7olución. Coi-itradictorianiente, sin em- bargo, junto con la dispersión de SUS Iiombres y mujeres, fue ve- hículo de difusicín de su cultu- ra, o más bien de sus culturas.

Separadas de su medio ori- ginal y de su desarrollo sociocco- nón-iico normal, las culturas de estos pueblos fueron sufriendo modificaciones en las condicio- nes de la esclavitud y poste- riormente de un capit a 1 ' isino dependiente y subdesarrollado. E11 estas circunstancias las rcli- giones africanas fueron can-i- biando, e n especial , por u n proceso d e adaptacicín d e re- presentaciones, ritos y modos organizativos, mediado por un sincretisnio entre sí y con otras expresiones re1igios;is existentes en Cuba, e n particular con el catol ic ismo impues to como religión oficial por los coloniza- dores y mrís tarde con el espiri- t ismo, con el que ex is ten ciertas proxiinidacles. Cambios, en iiiievas inodalidades, de for- ma y de contenido, continúan verificándose en la actualidad.

Inicialmei-ite practicadas por los esclavos según grupos étnicos y trasladadas con posterioridad a sus descendientes y a los sec- tores de la población 1116s huniil- ,

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de, las religiones africanas fue- ron derivando en las expresio- nes religiosas antes relacionadas que se practican e n la actuali- dad en Cuba. A lo largo de la colonia y de la etapa republica- na neocolonial, se conformaron estas formas religiosas concre- tas. En ello influyó, mientras duró la trata, cierta relativa e involuntar ia tolerancia , que analizaremos más adelante, con las celebraciones festivas de los esclavos y agrupaciones como los cabildos que, en la repre- sentación de figuras católicas, ocultaban formas religiosas tra- dicionales africanas.

En las condiciones sociales de Cuba, lar expresiones religio- sas de origen africano se inodi- f icaron, apar tándose d e las formas originales, aunque con- servaron los aspectos con-iunes y esenciales que los identifican entre sí. Ese doble proceso de continuidad y discontinuidad se ha prolongxio hasta nuestros días. En el mismo han incidido las distancias epocales y geo- gráficas y la no existencia d e textos que recojan sistematiza- da~nen te la teoría doctrinal, ni de instituciones centrales que preserven la homogeneidad de las ideas y representaciones ni las prácticas cultuales. La espon- taneidad consiguiente y la diver- sidad d e interpretaciones y formas d e cul to individuales, conjuntamente con el secreto ri- tual, son factores que, además, obstaculizan el trabajo investiga-

tivo y originan diferentes apre- ciaciones entre los estiidiosos.

La referida continuidad de estas expresiones religiosas e n Cuba se advierte en un conjun- to de eleinentos generales den- tro de la conciencia religiosa, la que se expresa con un marcado componente emotivo en referen- cia particularmente a la vida cotidiana, y sobre todo en el culto de antepasados, espíritus y deidades. Al mismo tiempo se observa la persistencia d e exteriorizaciones en lo concreto sensible, la funcionalidad de una lengua ritual, la oralidad y los tipos de ceremonias (de inicia- ción, jerarquización, funerarias, propiciatorias y de adiviiiación).

La discontinuidad, por su par- te, se manifiesta principalmen- te en las actividades religiosas, en específico en sus formas de aplicación, de interpretación de los mitos, e n las adaptaciones dentro de las ceremonias, normas de conducta, objetos y artículos destinados al ceremonial y e n especial en la personificación de fuerzas sociales en deidades que, como advirtiera Jesús Guanche (Guanclie: 373-376), han ido asimilando atributos de la vida social cubana e n la medida en que se apartaban de la perso- nificación de fuerzas naturales, sobre todo de lugares, ríos, mon- tañas, an i~na les específicos de Africa, desconocidos por los practicantes cubanos.

U n cambio importante en estas expresiones religiosas es la

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reduccicín o pérdida de los ritos agrarios de fertilidad, caracte- rísticos de las religiones africa- nas. Ello es una consecuencia de las condiciones de vida a la que f~ i e sometido el esclavo se- parado de los resultados de sil trabajo, por lo que prefirió, con seguridad de forma inconscien- te, los cultos orientados a su pro- tección y no a la abundancia de su cosecha, de la que no se be- neficiaba. Hipotéticaniente pue- d e afirmarse que este rasgo establece una diferencia con la religiosidad en algunas partes de América Latina, donde existe influencia de religiones de los pueblos aborígenes, sometidos a un régimen d e servidumbre durante la conquista y coloni- zación, y se conservan tradi- cionales ritos agrarios y una sacralización tanto de la tierra como, en mayor medida que en Cuba, de símbolos y funciones.

Otra modificación significa- tiva dentro de estas expresiones religiosas son las variaciones ra- ciales operadas en la composición de miembros de los grupos y se- guidores no iniciados. Primero practicadas por "negros de na- ción", inás tarde, como se ha di- cho, en t re sus descendientes negros y mestizos, y por último extendidas al resto de la pobla- ción, han sobrepasado los límites étnicos y finalmente raciales, de- jando de ser en la actualidad, según demuestra la práctica investigativa, "religiones de ne- gros", como las calificara Feman-

do Ortiz a principios del siglo xx. Es decir, han evolucionado e n correspondencia con la cons- trucción de la unidad étnica que conforma al cubano, por la des- aparicicín d e las diferencias étnicas iniciales y por el inesti- zaje.

FACTORES CONCURRENTES EN LA CONSERVACI~N DE LAS RELIGIONES DE ORIGEN AFRICANO EN CUBA

Condicionantes socioeconónii- cas, ideológicas, políticas y cul- turales, junto a deficiencias en el trabajo del clero, pero más aún el hecho de que la evange- lización, coino proceso de con- versión religiosa, tropezó con dificultades objetivas que limi- taron su efectividad, determina- ron q u e primase una c ie r ta tolerancia práctica por encima de disposiciones formales y se verificase una temprana s in- cretizacicín entre elementos del santoral católico y de 13s nii- tología~ africanas; otras se pro- ducirían después.

Aunque difundidas en la po- blación, las expresiones de origen africano no podían ccinsti- tuirse en la religión característi- ca del cubano. Otros factores actuaron sobre las restantes for- mas religiosas organizadas, con se- mejantes resultados. En las de raíces africanas intervinieron la ausencia de estructuras organiza- tivas y estandarizadoras idóneas,

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el ser parte dc la cultura domina- da, y las siibestiinaciones y discri- ininaciones de éstas sostenidas diirante largo tiempo. No tener e n cuenta las profilndas dife- rencias del modelo africano y valorarlo aplicándole criterios occidentales, contribuyeron a prejuicios e incluso la conside- rnción de religiones amorales.

Sin embargo, en las condicio- 11cs de la sociedad cubana en las etapas prerrevolucionarias, las expresiones religiosas africanas encont ra ron factores que fa- vorecieron sil extensi in e n la población. Esto se evidencia prin- cipalmente en el análisis sobre la situación del esclavo africano y las características de su evan- gelización.

La Iglesia Católica se identi- ficí, con los intereses políticos ,

de la Corona española a través de las disposiciones contenidas en las bulas papales de la época y el estableciniiento del Patro- nato Regio, que en conjunto si- tuaron a esta institiici6n religiosa dentro de la estructura de do- niinación colonial con una cier- ta depeiidencia de los reyes de Espafia. Ello iinplicó la legitima- ción con bases religiosas del ré- gimen colonial y el sistema escla~~ista, sobre el que descan- saba su actividad productiva en Cuba y en otras colonias espa- ñolas y portuguesas.

La situación política de la Iglesia Catd ica , e n calidad de instituciUn favorecida y hasta liegeniónica no sólo durailte la

etapa colonial, sino tarnbién pos- teriormente, junto con un débil trabajo de influencia en zonas rurales y e11 la población huinil- de urbana, determinaron una cierta actitud social que estirnii- 16 la búsqiieda d e alternativas religiosas independientemente de la ortodoxia católica. De este modo, pese a la situaci6n que favorecía al catolicisino y aun cuando algunos de sus concep- ciones o símbolos y prjcticas lo- graron extenderse entre otros creyentes de un tipo u otro, se abrieron posibilidades para la difusión de expresiones religio- sas que no gozaban del apoyo político y social. De ello se be- neficiaron también, con diferen- te suerte, el protestantismo en su diversidad denominacional y el espiritismo, ambos proceden- tes mayorniente d e la ciiltura norteaniericana de mediados y fines del siglo decinionono. El primero se mantiivo alejado du- rante largo tiempo d e forinas popularizadas; el segundo se di- fiindií, e incluso intervino e11 sincretizaciones con las religio- nes de raíces africanas.

A lo largo de la etapa colo- nial las disposiciones civiles y eclesiásticas establecían normas para la educación cristiana de los africanos sometidos a la es- clavitud, para despojarlos de sus viejas tradiciones autóctonas. Por ejemplo, las disposiciones del Sínodo Diocesano celebra- d o e n Cuba a finales del siglo xvii , regulaban e n t r e o t ros

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aspectos la e\jangelizacicín de los esclavos (Torres-Cuevas y Rey). Sin embargo, en la práctica es- tas regulaciones quedaron sus- tancialineiite en su expresión formal. En este análisis debe considerarse la contradicción que se presentaba entre los pro- pósitos explicitados de la evan- gelización y las condic iones socioeconóinicas específicas e n las que debía n-iaterializarse este proyecto.

Las disposiciones de esa le- gislación debían ser cumplidas por los esclavistas, que no en- contraban beneficios prácticos en la evangelización, sino más bien un obstáculo a sus intere- ses económicos, ya que evange- lizar al esclavo significaba sustraer tiempo de las largas jor- nadas laborales para dedicarlo al aprendizaje del dogma; éstas se reducirían más de cumplirse con los domingos y otros días de precepto.

Hay que considerar, además, que sobre las propias regulacio- nes civiles se ejercían trabas por permitir de forma encubierta el trabajo en día de precepto reli- gioso, violando las normas formalmente dirigidas a la ca- tequización de los esclavos. Es- tas observaciones se recogen, por ejemplo, e n el documento de la Junta del Real Consulado de fecha 25 d e septiembre d e 1798, aprobado con modificacio- nes por la Jiinta de Gobierno y en el Reglamento de Esclavos de 1842, artículo 3, t. 1, que au-

torizaba cl trabajo en días de precepto (Pichardo).

Por otra parte, para los escla- vistas no era conveniente la uni- dad religiosa de sus esclavos, sino q u e les e ra más proveclioso, como recurso contra las subleva- ciones de sus dotaciones, con- servar la divisicín a partir de diferencias étnicas, lingüísticas y, por tanto, religiosas.

Con respecto al vínculo es- ciavista-iglesia, ni el esclavista necesitaba la institución religio- sa para legitimar específicamen- te la esclavitud, pues contaba con efectivos y directos méto- dos de coerción para ejercer su opresión sin apelar al convenci- miento y consuelo cristianos, ni el clero, en sentido general, n su vez esclavista, estaba en con- diciones de exigir el cumpli- miento de disposiciones legales eclesiásticas; no predominaba en él un espíritu estrictamente ético misionero y más bien, en buena parte, debía interesarse por su sostén material. Por ejem- plo, cuando ci ta el libro del presbítero Duque d e Estrada Explicación de la doctrina cristia- na aco~nodada a la capacidad de los negros bozales, Manuel Mo- reno Fraginals plantea que este autor reconoce que los capella- nes de los ingenios tenían como interés principal "buscar un mo- desto acomodo que los ponga a cubierto de las escaseces y como objeto secundario y nienos prin- cipal adoctrinar a los negros" (Moreno: 1 16- 1 17).

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Fernando Ortiz, por su parte, calificó al clero de la conquista y colonización, de belicoso, in- transigente, ignorante, pobre de espíritu y egoísta (Ortiz, 1917: 21- 29). En forma similar se han ma- nifestado otros autores , y e l propio Sínodo del siglo XVII debió establecer iiorinas para limitar la conducta licenciosa de una par- te del clero. Obviamente hubo excepciones, algunas de ellas notables.

Puede afirmarse que los escla- vistaa no estuvieron realmente interesados en la vida reli,' ~ ~ o s a de los esclavos y que éstos, a su vez, no encontraban en la nueva religión estímulos para su con- versión. En esto último incidie- ron, en t r e otros factores, las

características específicas del dogma católico, no accesible por partir de concepciones cosmovi- sivas generadas en medios cul- turales distantes; las dificultades lingüísticas que entorpecían la labor evangelizadora; y el can- sancio de las largas jornadas la- borales, después de las cuales era común que se realizase, cuando se hacía, la enseñanza de la i u e - va religión; pero, además, el es- clavo no podía ver en el esclavista cristiano un inodelo ético ni re- ligioso a imitar, ni podía com- prender la contradicción entre la prédica del amor como princi- pio y la práctica de la explota- ción y crueldad esclavistas. El africano y sus descendientes, he- rederos de la cultura paterna, no eran seres aculturados ni arreli- giosos; cristianizarlos significaba como primer paso borrar su cul- tura y creencias, y en ellos hubo la lógica resistencia a que des- apareciera su propia identidad, fenómeno común a pueblos en situaciones de emigración, con más peso en éstos que no aban- donaron su medio natural por voluntad propia.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que las propias caracte- rísticas del tipo de catolicisnlo importado a Cuba favorecían el sincretismo finalmente verifica- do entre éste y las religiones afri- canas. El catolicismo practicado en esta sociedad se inaugurcí, y durante largo tiempo continuó, al estilo de los aventureros colo- nizadores con esa forma que se

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ha dado en llamar catolicismo popular espaiiol, no coincidente del todo con la ortodoxia oficial y menos aun con el rigor mona- cal ni de los grandes místicos espaiioles, expresándose predo- minantemente en términos de perfeccionamiento espiritual y de salvación del alma, en el contac- to mágico con lo sobrenatural; apelando al milagro, a través de peticiones, promesas y mortifica- ciones, asociadas con lo tempo- ral y la vida terrenal; recurriendo a santos, vírgenes y objetos que sirven para estas relaciones y para proteger también. Más que a la Biblia y a textos doctrinales, el catolicismo en el país tradi- cionalmente ha acudido a las imágenes, estampas, rosarios, de-

tentes, novenas, peregrinacio- nes, procesiones, exvotos. Los servicios más solicitados en las iglesias se relacionan con la ini- ciación y la muerte, es decir, el bautizo y las misas de difuntos. Las coincidencias entre el cato- licismo practicado en Cuba y las religiones africanas fueron resu- midas por Fernando Ortiz al de- cir: "El culto católico practicado en Cuba no era, en efecto, esen- cialmente distinto del fetichista" (Ortiz, 19 17: 292).

Por otra parte, es importante recordar que la esclavitud en Cuba, además de su intensidad, debida en especial al auge azu- carero desde la primera mitad del siglo xix, tuvo una duración prolongada que alcanzó las pos- trimerías de ese siglo (Cuba fue la última colonia española en abolir la esclavitud: en las colo- nias francesas fue abolida en 1848, en las holandesas en 1863, en las inglesas en 1883, en Puer- to Rico en 1873 y en Cuba en 1886; Brasil, en 1888, fue don- de finalmente se abolió la es- clavitud en América). De esas peculiaridades se derivan varios aspectos importantes para la so- ciedad cubana, entre ellos los siguientes: - por un lado, contribuyó a que fuese cuantitativaniente consi- derable la significación africa- na en la composición étnica y racial cubana; - por otro, facilitó la fijación y extensión de valores cultura- les y religiosos africanos, apor-

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tados a la sociedad de enton- ces y posterior.

Adviértase que a mediados del siglo xrx la población negra era mayoritaria, lo que en aque- llos momentos significaba una alta composición de africanos y descendientes directos de los mismos, con la consiguiente pre- sencia de la cultura africana con sus prácticas, mitos y demás con- cepciones religiosas. En el cen- so de 1846, la población esclava era de 323 849, la de color libre 149 226 para un total de 470 075, mientras que la población blan- ca era 425 767. Según el censo de 1841, la población blanca as- cendía a 418 291, la esclava a 436 495, que unida a la de color libre hacía un total de 589 333 (Humboldt: 127, nota).

Algo similar se ha apuntado respecto a Brasil, donde el iiú- mero de africanos y afrodesceii- dientes fue muy superior al de nativos y blancos, hecho que por sí mismo contribuye a explicar la considerable influencia y el papel firme de la participación cultural africana e n ese país. Ello indica el peso de lo numé- rico e n la herencia africana; pero no es éste el único factor contribuyente y por sí sólo no logra explicar la magnitud del fenómeno fuera del continente africano.

Todos estos elementos conju- gados favorecieron que en Cuba y otras colonias españolas y por- tuguesas, a diferencia del común d e las inglesas, se mantuvieran

vigentes representaciones reli- giosas africanas. Pero la razón básica de la iiiefectividad de la evangelización del negro (no la del indio, que e n Cuba había desaparecido como comuiiidad étiiica) residía e n realidad en que, de hacerse cristiano, el es- clavo adquiría una indeseada coiidición de igualdad con el esclavista, al ser hijo del niisnio Dios y redimido por la misma saii- gre d e Cristo. Ello conducía a destruir la lógica legitimadora de la esclavitud, fundamentada en la desigualdad. Se imponía, por intereses econóinicos e ideológi- cos, permitir que los esclavos, y por extensión los negros en ge- neral , cont inuasen con sus creencias y prácticas, calificadas de primitivas, fetichistas, idóla. tras, paganas, demoníacas, como prueba de su incapacidad de asi- milar los altos valores de la doc- trina cristiana. Ser esclavo era, por tanto, condición idónea para el africano y su descendencia. Prueba de ello es que al cesar la trata y, más todavía, al ser aboli- da la esclavitud, las autoridades españolas modificaron su relati- va tolerancia y aplicaron res- tricciones a las agrupaciones religiosas d e origen africano, práctica que heredó la naciente república, con lo que quedaron frustrados los sueños martianos de una patria "con todos y para el bien de todos".

En la época republicana neocolonial, al igual que en la colonial, se subvaluraE.nii, des-

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preciaban y discriminaban las creencias y prácticas religiosas del tipo que analizamos. La ac- titud social prevaleciente, im- puesta por los patrones morales dominantes, rechazaba prejui- ciadamente dichas creencias y a sus practicantes por proceder en su mayoría, además, de los sectores más humildes de la po- blacicín, en los que predornina- ron durante niuclio tiempo los negros y los niestizos. Las clases dominantes imponían sobre los mismos una discr iminación social y racial, y valoraban ade- niki sus creencias como expre- siones incultas.

Incluso la legislación enton- ces vigente consideraba una agravante la práctica religiosa de cste tipo. En el artículo 171, in- ciso 14, del Chdigo de Defensa Civil, actualmente derogaclo, sus creyentes podían ser sancionados a multa o arresto cle hasta trein- ta días, ya que su existencia se consideraba como una contra- vención del orden público al entenderse que eran cultos o creencias contrarios a la civili- zaci6n y las "buenas costuni- hres"; en el artículo 40, inciso (e), la pertencncia a este tipo de expresiones religiosas era consi- derada e n el derecho penal como circunstancias agravantes de niayor peligrosidad.

Las constituciones burguesas de 1902 y 1940 establecían la moral cristiana como la oficial y por ende como modelo social, en detrimento no scílo de principios

éticos laicos, sino de los de otras religiones no cristianas existen- tes en el país. Sobre la "bruje- ría", con10 comúnmente eran consideradas las diferentes ex- presiones religiosas de origen africano, se extendieron las más variadas leyendas que inventa- ban o exageraban hechos reales e n torno a las mismas. Las igle- sias cristianas, de un modo u otro, consideraban las inanifes- taciones religiosas extendidas popularmente, incluyendo los llamados cul tos s incrét icos, cuando menos, como formas de fe imperfecta. Todavía en la ac- tualidad se mantienen criterios de este tipo entre cristianos.

Otra forma de subestimacióir se advierte en valoraciones d e estudiosos, y e n general e n la antropología, en dos sentidos: por una parte, se les denomina cultos y no religiones, subrayan- do el sincretisino; por otra, como fue d icho , se les califica d e amorales, es decir, carentes de sistemas éticos (sin embargo, u11 reciente estudio realizado al res- pecto demuestra la existencia de valores, que no coinciden ne- cesariamente e n lo ét ico con ccídigos cristianos, en la regla de od ia cubana y la construcción de sentidos que ello trae consi- go (Perera).

Se evidencia así un punto de partida etnocentrista según ino- delos occidentales, que obvia que la cosmovisión africana tie- ne otros fundamentos sobre los que se construyen valores, que

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el sincretisnio no es ajeno a niii- guna foriua religiosa concreta, mucho menos en la contempo- raneidad, y que, si se produce en las religiones de origen africano, no implica la ausencia de orto- doxias como en las restantes.

LAS RELIGIONES DE ORIGEN AFRICANO EN LA ACTUALIDAD CUBANA La política oficial e11 materia re- ligiosa establecida con el triunfo revolucionario se fundamenta en la consideración por igual de las distintas iglesias, grupos y expre- siones religiosas, sin perseguir, discriminar ni tampoco privi- legiar niiiguna. C o n ello, por primera 17ez en la historia cuba- na, se rescata el librepensamiento predominante en las construc- ciones teóricas cubanas fun- dadoras y posteriores, pero, imposibilitado de sobrepasar en la práctica las foriniilaciones ju- rídicas y filosóficas, se le conce- de de facto y de jure, no s d o en la letra, paridad a las religiones de origen africano, más allá de dis- criminaciones y prejuicios resul- tantes del establecimiento de un ateísmo mal llamado científico, asumido o, más bien, copiado del entonces campo socialista, que, sin llegar en Cuba a extremos de otros países, afectó a estas reli- giones del mismo modo que a las restantes, aunque no se hubie- sen levantado conflictos coino los habidos con jerarquías cristia- nas, ya que en cierto modo se les

veta a nivel social en términos más bien de folklore.

Las rectificaciones a las que se convocó oficialmente, inicia- das en la segunda mitad de la década del ochenta, los acuerdos del IV Congreso del Partido en 1991, que permiten el ingreso en él de creyentes, y la Reforma Constitucional d e 1992, que expresa de fonna más explícita el carácter laico del Estado cubano, lo que invalida cualquier mani- festación de discriminacicín, sien- tan bases normativas más sólidas para el ejercicio de la política definida sobre la libertad de reli- gión que se Iiabía generado con la tradición independentista.

Por otra parte, ha incidido sobre las religiones d e origen africano la política cultural de rescate de los valores tradicio- nales folklóricos, en especial de raíces africanas, con lo que de cierta manera se relacionan esas expresiones religiosas, en parti- cular en la música, la danza y los ins t rumentos musicales. Todo ello ha significado en la práctica un estímulo para las religiones de origen africano y sus portadores, lo cual, aunque no programado, es real.

La significación sociorreli- giosa de las expresiones de ori- gen afr icano pract icadas e n Cuba estriba principalmente en la incidencia de los símbolos, ideas, mitos y prácticas propias de 13s mismas en las caracterís- ticas que tipifican la religiosi- dad de los creyentes cubanos.

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Esta religiosidad cont iene elementos aportados por unas y otras formas religiosas concre- tas. De las de origen africano ha asimilado, entre otros, un carác- ter empírico y utilitario aunque con poca referencia a ideas y relatos mitológicos, la utiliza- c ión d e objetos y sustaiicias naturales en el ritual, la mani- pulaci6n de lo sobrenatural y formas de con-iunicacióii dialo- gadas, y la vinculación de lo fes- tivo con lo religioso. En ello convergen rasgos del modo e n que se practican otras expre- siones, en particular, como se ha dicho, el catolicismo y también el espiritismo.

Acerca de las interrelacio- nes de las religiones de origen africano y otras existentes e n Cuba, es interesante examinar la mutua influencia entfe las pri- meras y el espiritismo. Esta es una experiencia que se observa en otros países, en particular Brasil. Aquí parece que están actuan- do dos factores. Ambas formas religiosas se han extendido en sectores populares, lo cual resul- ta significativo al menos en el caso cubano, porque tienen un niismo referencia1 social. Por otra parte, en esas dos fornias religio- sas el culto a los iniiertos, que se manifiesta en antepasados o per- sonas ilustres fallecidas y en ri- tos niortuorios, y los muertos en sí mismos, ocupan un lugar ini- portante, central incluso e n al- gunos casos, pues presentan la necesidad y la aceptación d e

la posibilidad de coniunicación con ellos, adeniás de que es co- niún la práctica de la posesión. Un caso singular es el Ilaniado espiritismo cruzado ("cruzao" en la denominación popular), del que realmente se hace dificil de- teiminar si se trata de un espiri- tismo con fuerte influencia africana o de una vertiente del palo monte con incrustaciones espiritistas.

Otro dato de interés es que el común de los creyentes en fornias de origen africano es pro- clive a la niiiltiplicidad religio- sa. Es usual que un santero, por ejemplo, simultáneamente esté bautizado por la Iglesia Ca td i - ca y se declare ca td i co , esté iniciado en palo y acuda a con- sultas y ceremonias espiritistas.

Es interesante añadir que en los momentos actuales, en ine- dio de un reavivamiento religio- so general, se aprecian e n las religiones cubanas de origen afri- cano indicadores de iin creci- miento básico. En diferentes grupos e individuos se manifies- tan inquietudes por constituir estructuras centrales organiza- tivas y de d i r e c c i h que dina- inicen la religión y estandaricen el culto. Algunos pasos ya se han dado con la constitucicín de la Sociedad Cultural Yoruba d e Cuba en la santería y la Orga- nización d e Unidad Abakuri (OUA), que incluye a los gru- pos (juegos, potencias o tierras, como se les llama) de Ciudad d e La Habana y se proyecta

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hacia los reatantes. Paralela- mente, dirigentes de culto, e n especial babalawos, algunos de ellob con nivel profesional, pro- mueven una forniulacióii siste- niatizada del conjunto de ideas de la regla de ocha para crc- a r un cuerpo teórico más coherente.

REFLEXIONES FINALES

En resumen, las expresiones re- ligiosas existentes en Cuba que se conforniaron de religiones africanas traídas forzosamente por la violencia de una prolon- gada trata y sometidas a un pro- ceso d e s incret ización bajo nuevas condiciones sociales que iiiterrunipieron el curso normal de las expresiones originales, han sufrido en conjunto modi- ficaciones que las apartan de íIstas, aunque conservan ele- mentos en las ideas y prácticas que las mantienen próximas a las manifestaciones primigenias. Son realmente cubanas y no pro- piamente africanas, ni tampoco, en sentido estricto, afrocubanas, al menos no con la connotación que tiene para la poblacicín ne- gra norteamericana el término afroi~ortearuericaiq aun cuan- do sean de raíces a f ricanas. '

Sin contar con una estructu- ra eclesiástica que garantice su uniformidad y desarrollo ideo- lógico, alcanzaron una cierta extensión en la población humil- de cubana, por lo que, si bien no llega-on a ser tipificantes del

niodo de extenderse la religiosi- dad en general, influyen signifi- cat ivamente e n el modo d e existencia de la religiosidad más extendida, en la que se observan ideas, representaciones, síiiibolos, mitos y formas rituales próximas a las características esenciales de esas expresiones religiosas de ori- gen africano. Todo ello es un re- flejo particular en la concieiicia social de la ascendencia etnocul- tural en la nacionalidad cubana, en la qiie sc advierte como rasgo firndainental un mestizaje cultu- ral y racial.

Respecto a las expresiones de origen africano, también parti- cipantes de las raíces culturales por la incorporación tenipraiia de las religiones ciriginales y por su alta difusión en los sectores populares, es necesario destacar dos elementos principales que iiitervinieron deskivorablemen- te en su significacicin social: la relativamente menor eliibora- ción de un pensaniiento religio- so sistematizado, de lo que se desprende menores niveles de estructuración orgánica, y su uh i cac ih dentro de la cultura dominada, sometida por un lar- go período a discriminaciones, subvaloraciones y prejuicios.

La conformación d e estas expresiones se realizó en un pro- longado proceso de transcultu- ración, e n el q u e la cu l tura africana y sus derivaciones fue- ron s i t udas en condiciones de resistencia, favorecidas en cier- to modo por una relativa tole-

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rancia, pero, en definitiva, en desventaja respecto a la cultu- ra cristiana. Sólo muy tardia- mente en la historia cubana, por parte de 13s proyecciones socia- les revolucionarias, se dio reco- nocimiento oficial paritario a estas religiones, a la vez que se ejecutó una política de rescate de valores folklóricos a los que las mismas se asocian, y se crea- ban las condiciones objetivas para la erradicación de discri- ininaciones sociales.

El carácter empírico de estas religiones y, por tanto, sus cons- tantes referencias a lo cotidia- no; sus características por las que ofrecen soluciones mágicas a pro- blemas materiales mediante el control directo de lo sobrenatu- ral; la adivinación y rituales de proteccicín; el atractivo de sus cerenionias, con empleo de lo festivo e incluso del "misterio" en las mismas y en las leyendas, han constituido condiciones pro-

picias para su extensión en la población. Sin embargo, la me- nor elaboracicin ideológica (en particular la carencia de comple- jas doctrinas éticas y filosóficas) y la ausencia de estructuras de alto desarrollo institucional, les han impedido tener una partici- pación consciente activa en la vida política, social e ideológica, siendo más notoria su influencia a nivel de conciencia cotidiana.

En el plano político, por tan- to, no puede hablarse de una participación de grupos de este tipo en las estructuras de poder, ni que dirigentes de culto, en condición de tales, tuviesen po- sibilidades de decisión política (y en todo caso, de haber existi- do alguna figura principal de gobierno practicante de la san- tería u otra de estas religiones, la tendencia hubiera sido ocul- tar tales creencias). Hubo, no obstante, sucesos eventuales lo- calizados de iitilización de creencias abakuá y santeras en algunas campañas electorales de la época republicana. En lo ideológico, la función de estas expresiones no pudo ser de legi. tiniación del régimen colonial ni del neocolonial, que les eran adversos. La etapa más favora- ble les ha sido la revolucionaria por lo apuntado y por la eleva- ción del nivel de vida y de posi- bilidades de ascenso de la población humilde en la que se encontraba su potencial huma- no, aunque subsisten dificulta- des de otro tipo.

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Las relaciones sociales en las que se insertaron y evoluciona- ron las creencias y prácticas afri- canas, determinaron cambios importantes, sobre todo en la re- ducción de ritos agrarios y de fertilidad y de referencias a la naturaleza; por el contrario, se produjo un acrecentamiento de representaciones de símbolos y mitos y de la protección y adivi- nación, que or ientaban estas expresiones más al ámbito indi- vidual y familiar y a lo concreto que a proyecciones sociales, po- líticas, éticas y a abstracciones. Recuérdese que el esclavo era enajenado totalmente del resul- tado de su trabajo y sobre él, como después lo fue en su des- cendencia y en sectores popula- res, pesaban condiciones de vida ad,versas, por lo que la fertilidad

y la cosecha para el esclavo, y los problemas estructurales de la so- ciedad e n su globalidad para el común de la mayoría de los prac- ticantes no podían ocupar el cen- tro de las preocupaciones, sino ante todo la inmediatez de la su- pervivencia, reduciendo a la par el nivel de sacralizaciones pro- pias de religiones originales y con ello posibilidades de significación social.

Cambios en las condiciones de vida en la última etapa favore- cen, por una parte, una mayor influencia social de estas expre- siones religiosas, entre otras razo- nes como recurso ante dificultades individuales y familiares y, por otra, la tendencia dentro de sí de crear estructuras organizativas centrales y el planteamiento de sistematizaciones teóricas. 9:

Religiotls Permanente of African Culture Under Cuban Conditions

Under a plantution-based ecoriomy, original religions sIowly ttirned into new complexes resulting from ii traiwcttltural process niarked by conservation-change dialectics. A question stands out limong many others. It rcgards the reasom thlrt enabled those African religious foms to stcrui~ie, ulthough modified, whilc being part of a donlinated culture, with their followers subjected to the worst living conditions-largely underestimated and suffering prejudices that lived beyond slaveq-, and without ruling structures for t he organization and standardization of both cult and ideas. This article is intended to give un answer that takes into account a multiplicity of in tervening factors among which the obs tacles for ejfective evangelization can be mentioned.

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josÉ MLLLET

Sustrato cultural de la santería santiaguera

La práctica de la santería en S~rntiago de Cuba ha formado parte del imaginario religioso de su población a través de su historia. El análisis de los diversos sistemas de religiosidad que interactúan en esta región, propicia el debate en cuanto a la originalidad de la santería como expresión socio-religiosa, y mantiene una distinción en la producción cultural santiaguera.

Con las presentes notas me pro- pongo discutir el criterio de qiie la santería es una religicín d e reciente introducción en San- tiago de Cuba, opinión compar- tida por muchos estudiosos y por los propios practicantes religio- sos. Tal consideración no ten- dría cierta base si se refiriese a la entrada en nuestro territorio, para inicios del siglo xx, de la regla de oclia o religión lucumí, segíin se le conoce en el occi- dente de Cuba. Acerca de este mismo hecho iremos aportando nuevas ideas y evidencias e n artículos sucesivos. Como obje- tivo de mayor alcance, seguimos la línea de estudio del compor- tamiento religioso propio del san-

'OSE t iaguero, emprendida hace lnvrstigador ds varios lustros por la Casa del la Casa d d

Caribe. Caribe. Para lograr ambas me-

tas concomi tan tes , es tamos conscientes d e qiie debemos ampliar el punto de vista hasta abarcar acontecimientos y cir- cunstancias de alcance nacio- nal e n los que la comunidad y la cultura local han estado in- volucrados, en cierto modo. Asi- mismo, resulta indispensable proporcionar información acer- ca del contexto histórico regio- nal en que se han insertado los diversos sistemas de pensamien- to con base africana.

Tampoco es posible avanzar en la dirección apuntada sin esfor- zarnos por darle continuidad a un proceso de rectificación de con- ceptos propuesto hace varias dé- cadas por R6mulo Lachatañeré y continuado, con singular cons- tancia, por Fernando Ortiz, gra- cias a cuya monumental obra el

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oprobioso concepto de brujería fue siendo reen~plazado por el de san- tería. En un artículo publicado en 1939, Ortiz volvía sobre la carga rectificadora en busca del origen de ambos conceptos y la delimi- tación de sus diferencias:

. ..santero es un vocablo muy castizo que figura de viejo en los diccionarios para significar a quien tributa a las imágenes un ciilto indiscreto y supersti- cioso. Sin duda, fue primera- mente aplicado por los mismos clérigos españoles, los cultos, a los negros que en sus cabil- dos veneraban a la Mersé, a la Cm& o a Santa Bárbara, con ritos no ortodoxos. Con el vo- cablo santero se expresaba también algo eclesiásticamen- te despectivo y desviado de la buena conducta ritual "co~no Dios manda", pero en su sentido peyorativo no se lle- gaba, ni con mucho, al conte- nido infamante de la palabra brujo. El santero es un equi- vocado, que adora a entes ce- lestiales y buenos, el brujo es un perverso, que adora a los entes infernales y ma1Sficos.l Entre los pocos estudiosos

que en Cuba incursionaron en el estudio de la fenomenología

mágico-religiosa del negro, ha sido el propio Lachatañeré quien intentó acercarse a la com- prensión de ésta en la porción oriental de la Isla. Lanientable- mente, la mayoría de los traba- jos publicados se centra casi exclusivamente e n la región Habana-Matanzas y; acerca del complejo regla de ocha-Ifá, son prácticamente inexistentes los referidos a Santiago de Cuba. Por consiguiente, las afirinacio- nes hechas por mí apenas tie- nen antecedentes y deben ser tomadas, pues, como una nece- saria aproxiniación a complejos problemas relativos a las histo- rias locales -aunque de alcan- ce nacional- que reclaman un tratamiento sistemático. Salta a la vista esta necesidad cuando analizanios determinadas afir- maciones de colegas, como la del norteamericano Ivor Miller, quien, basándose en sus obser- vaciones de campo y, especial- mente, en los juicios del doctor Wande Abimbola2 -una de las autoridades mundiales más re- putadas en el conocimiento de la cultura y religión yoruba-, afirma que el sistema de adivi- nación Ifá fue establecido en C u b a en el siglo xrx, sin que nada pueda aportar en relación

-

Ensayos etnosociolggicos, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. Con oriente. A reserva de que 1991. p. 100. Esta labor pionera de rectificaci6n no ha concluido, sino que.

por el contrario. exige un esfuerzo aún mayor de los cientificos sociales Se demuestre lo creo cubanos para vencer los prejuicios que todavía subsisten. a pesar de que que para esa misma época (so- el actual contexto sociocultural es radicalmente distinto al existente antes de 1959. La rectificacibn alcanza los errores e insuficiencias previas y ac- bre todo si se toma Con10 Centro

tuales y. en cierta medida. puntos de vista de aquellos estudiosos que nos antecedieron. el período posterior a 1 830,

Wande Abimbola: IIA Will Mend Our Broken World, Aim Books. cuando se produce la disolución

Massachusetts. 1977, p. xii. del Imperio Antiguo de Oyó y

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se increinenta notablemente la en t rada a Cuba d e esclavos yorub:~) se fraguó defii-iitivainen- te una variante santiagiiera de la santería uue. como sucedii, . . con el vodú, ha pasado inadver- tida, incluso a los investigadores - m k anudos. Se trata de un con- junto heterogéneo de creencias e ideas, f undanen ta lmen te transmitidas por la vía oral; de sentimientos y de prácticas ritua- les asociadas a éstos en las aue cabe identificar, entre otros fac- tores bien amalgamados, el cul- to desmedido a las imágenes, en especial a las de los santos cató- licos, el culto a los muertos 4 e fuerte ascendencia bantú-, el culto a los ancestros africanos v a los espíritus de personas falle- cidas. En lo litúrgico, ocupa un lugar especial y fuerteniente remarcado, entre otros. el culto 3 entidades corno la virgen de la Caridad, Santa Bárbara y, más tarde, San Ltizaro. A éstas últi- mas 13s he calificado, en otro lu- gar,' d e formas d e máxima elaboración simbólica del deno- minado bembé de sao, el cual es una expresi61-i religiosa resultan-

' José Millet: El espirihsrno, variantes cubanas, Editorial Oriente. Santiago de Cuba. 1995. p. 55. Un libro reciente, Fiestas populares tradicionales cu-

banas (Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1998). en su clasifica- ción de liestas patronales, fiestas rituales y aun las de altares y velorios,

nos confirma el predominio del culto a Santa Bárbara y a la Caridad, al me- nos numéricamente, entre las celebraciones religiosas que tuvieron y lie-

nen lugar en Cuba. Para la regi6n oriental, resultan mayoritarias las dedica- das a Santa Bdrbara y a San Ldzaro, hecho que ya habíamos establecido

en nuestras investigaciones de campo.

' Véase Isaac Barreal: "Tendencias sincrélicas de los cultos populares de Cuba". Etnologia y Folklore. La Habana. n. 4, julio-diciembre. 1967. Este

autor señala como propio del catolicismo popular el culto mariano. acerca del cual llamo la alencion que existen veintidós mil adoraciones marianas en España, segun Ramos Perera en su documentado libro Las creencias de los espafioles. La tierra de María Sanlisima, Mondadori, Madrid, 1990.

No creo que el culto a los santos católicos varones supere esta cifra.

te d e la cu l tura cimarrona gestada e n el palenque y qiie posee hoy una tremenda fuerza en nuestra religión. Dicho sea de paso, esa tri.logía ha alcanzado hoy el nivel de inanifestaciones espirituales de carácter nacional popular, en el sentido gran-isciario del término.

En esa santería, como es na- tural, también se fusionaron otros elementos de los sistemas de pensamiento religioso proce- dentes de Africa, del catolicis- mo popular' y, a partir de los inicios del siglo xix, del vodú y de otras creencias, ideas y prác- ticas rituales acarreadas por la inmigración forzada de 1% de- nominados "franceses". Estos, los criollos franco-haitiaiios y parte de sus dotaciones de es- clavos, fueron arrojados en las costas cubanas por 13 revolución antiesclavista que ocurrió en la colonia francesa d e Sa in t - Domingue en la última década del siglo X V I I I y tuvieron como principal punto d e destino 13

zona del sur del Oriente cuba- no, con centro en Guant' anamo y Santiago de Cuba. El vodú posee un panteón de divinidades en el que ocupan iin lugar des- tacado, junto a los 1o.a o espíri- tus dahomeyanos , congos y criollos, los de claro sello yoruba. iCuál lia sido el papel y el peso del vodú en la configiiración de nuestra protosantería? Es 10 qiie habría que determinar, ademhs de que debemos justipreciar el resto d e los e lementos q u e ,

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J o s É PIE JUNTO A SU SAN WRO. ESTA NE LA ÚLTIMA FOTO

QUE SE HIZO ANTES DE

MORIR. 1987.

como éste, proceden del exte- rior de la Isla. Es significativo, en más de un sentido, el relato de 1111 testigo ocular del siglo XIX

acerca del vodú y de otras creen- cias asociadas a éste.

En efecto, Hypolite Piron, un creole o hijo de francés con cu- bana nacido en Santiago y edu- cado en París, ofrece un vívido testimonio personal d e hasta d6nde había pene t rado la cul tura religiosa hai t iana e n

-- S La isla de Cuba, Editorial Oriente. Santiago de Cuba. 1995.

p. 51 y pássim.

Fetiche. talismán. resguardo. Es sinónimo también de brujería. Vid. lvonne Menkndez y Jose Millet: "Glosario minimo del vodu", Signos, n. 43,

julio-diciembre. p. 60. 1996.

Cuba designaba en la Bpoca a Santiago de Cuba. La secta a que se re- fiere Piron es al vodú o a lo que sus ojos prejuiciados no son capaces de

ver: a las sociedades secretas zobop, acusadas de fechorias y de sacrifi- car victimas humanas. Véase nuestro vocabulario ya referido. Actualmente

grupos de haitianos practican el vodú en ciudades como Santiago de Cuba. Palma Soriano. Contramaestre, San Germán.

Las Tunas, Camagüey y Ciego de Avila.

la sociedad santiaguera de la se- gunda mitad del siglo xrx. Afir- ma que "desde la inás tierna edad los niños crecen rodeados de negros que atiborran sus ca- bezas con los más prodigiosos fantasmas; no es sorprendente que ya adultos, su ingenua cre- dulidad coja [ s i c ] favorable- mente los milagros atribuidos a1 espíritu inaligno de los brujosu5 hai t ianos. Estos inspiran u n verdadero terror, tanto a conse- cuencia de sus conjuros, niale- ficios y sortilegios como por la acción que ejercen con sus uziangas6 y por la mirada: "...na- da puede salir, su salud, su for- tuna, todo es perjudicado".'

Piron considera que esta bru- jería fue importada de Haití por "la plebe; desde entonces, se ha alimentado fácilinente en [San- tiago de] Cuba y tomado pro- porciones notables al ganar una parte de la sociedad creole, la parte corrompida. Hay setíoras aparentemente virtuosas que recibimos en casa, que frecuen- tiimos y que pertenecen a esta secta infamevas A continuación, descr ibe u n a ce r emon ia d e vodú realizada en una casa de la ciudad; antes de que con- cluya el rito, declara que huye de ella aterrorizado. Es intere- sante anotar que la sacerdotisa que dirige la ceremonia emplea- ba una culebra, objeto de culto por excelencia de esta religión y que aún hoy puede ser obser- vado en celebraciones religiosas o en actividades rituales que tie-

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neii lugar en nuestra locali- dad, sean o no de procedencia haitiana.

Son obligadas dos observa- ciones: hasta donde sé, es la pri- mera vez que se reconoce la existencia de una brujería hai- tiana en la ciudad de Santiago, la cual se ubicará en áreas rura- les en las primeras décadas del siglo xx para retornar al espacio urbano en estos últimos años. Entonces ¿acaso este vodú no coadyuvó a configurar la varian- te local de la santería, como refuerza aún hoy la santería san- tiaguera? Indudablemente cons- tituyó un factor más que contribuyó a delinearla y a caracterizarla en algunos de sus rasgos más definidos. De otros territorios adyacentes del Cari- be llegaron influencias semejan- tes; el comercio d e rescate favoreció grandemente estos in- tercambios, e incluso las sacie- dades cimarrones o palenques llegaron a instituir mecanismos comerciales con las islas del Caribe y con contrabandistas ita- lianos e ingleses a través de los propietarios y mayorales de ha- ciendas con quienes mantenían sólidos vínculos. El caso de Ja- maica es notable por su cerca- nía y por la fuerza de su cultura, extremadamente presente en este territorio sudoriental, sobre todo en Guantánamo.

De modo que fruto del sin- c~etismo espiritual y religioso de Africa con Francia y América, así como de un singular cima-

rronaje cultural, este nuevo sis- tema religioso ofrecía también esclavos, y al resto de los grupos sociales oprimidos un arma en su lucha y un medio de hacerse de una cosmovisión propia, que mostraba en su exterioridad expresiones visuales -como el culto a los santos católicos con que se identificaban los ances- tros africanos o misterios propios del vodú- que debieron influir mucho, particularmente en la mentalidad de los esclavos libres y de los hispanocubanos de en- tonces, como heinos visto más arriba.

En particular, otras expresio- nes de religiosidad tradicional con base africana se instalaron en los espacios más intrincados del monte donde se refugiaron los africanos huidos de las plan- taciones esclavistas. En un am- biente de libertad, ajenos al ojo del amo, ¿aquellos africanos li- bres y ex esclavos criollos no mantenían vivas las creencias y costumbres africanas? 0, e n otros casos, iqué quedaba de los territorios del Nuevo Mundo de donde algunos procedían? La respuesta en ambos casos es po- sitiva, aunque hasta el presente dispongamos de escasas pruebas materiales y fuentes escritas que nos permitan demostraciones plausibles. A continuaci6n re- lacionaremos algunos casos de expresiones de esta rebeldía.

Componentes etnoculturales como los señalados, más otras expresiones de nuestra espiri-

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tualidad, como las festivas, que meiicionaremos más adelante, contribuyeron a conformar la iconografía tan heterodoxa y barroca que se aprecia hoy en los altares de los practicantes de estas religiones tradicionales y que es el vivo reflejo de una vi- sión del niundo propia que se gestó e n aquella temprana etapa de nuestra historia. En de- finitiva, tal heterodoxia, mani- fiesta en todas las expresiones de la vida del pueblo pero espe- cialmente en su comportaniien- to religioso, se corresponde por entero con el grado de organi- zación social alcanzado; respecto a la variante santiaguera de la santería, se relaciona con el sen- timiento de patria chica que ya había cristalizado como antece- dente vigoroso de una identi- dad nacional en pleno proceso de formación. Resulta, pues, in- dispensable hurgar en el fondo histórico y cultural de Santia- go, de la región oriental donde está enclavado y en sus relacio- nes con el Caribe, con el fin de obtener una visión lo más am- plia posible del asunto que nos ocupa, el cual constituye uno de

Olorun. Departamento de Folklore del Teatro Nacional de Cuba. La Haba- na, 1960, p. 14. Díaz Fabelo define este cuadro en estos términos: "Santa Claus. la virgen María gallega. valenciana, catalana, judía, francesa, afri- cana y hasta china. son adorados en la misma casa y altar. en la misma

familia y pueblo que adora el 'Indio Guanari', al 'Congo José', a 'Santa Bar- bara-Shangó', a 'Cachita-Caridad-Oshún', al Sol. al Mar, al Divino Protec- tor, a la bruja Cruz de Caravaca, a la Estrella, a las barajas. Aquí Iodos

creemos, pero a nuestro modo. Tenemos todas las sectas catdlico-cristia- nas, ortodoxas. romanlicas y protestantes; tenemos abakuas, brujos de todas clases: euroespaiioles. judaicos. mahometanos. egipcianos: tene-

mos brujerías africanas en personas blancas, mulatas y negras, pobres y ricos, cultos e incultos. hombres y mujeres. Tenemos brujerías islenas ca-

naria, mora, gitana, gallega, jamaicana, haitiana y cubana; creada aquí; úl- timamente estamos principiando a importar fetiches norteamericanos."

los fines de gran prioridad en mi actual investigación y reflexión.

Como es natural, la estructu- ra de la conciencia religiosa del santiaguero es portadora de ele- mentos más numerosos, enreve- sados y de más diverso origen que los señalados o que seamos capaces de apuntar aquí. Si- guiendo ideas de Fernando Ortiz, el investigador Teodoro Díaz Fabelo nos ha proporciona- do un cuadro patético del abi- garramiento de la mentalidad y del mundo mágico-religioso del cubano, que incluye natural- mente a los del santiaguero y que nos permite hacernos uiia idea de la complejidad del asunto que nos ocupa.9 Este inteligente y sabio estudioso concluye su ca- tastro de las entidades integran- tes de nuestra espiritualidad expresando que somos un ajiaco cultural urgido de una cohesión educativa que nos proporcione el entendimiento de nuestras rea- lidades. Se necesitaba entonces un sistema educativo que ayu- dase a comprender, para hacer conciencia de la complejidad del conjunto abigarrado que es nues- tra cultura nacional; pero la edu- cación es una vía, no la solución a esa problemática. Lo interesan- te de su propuesta consiste en hacer ver que, en modo alguno, el pueblo cubano es católico y aún menos cristiano, aunque son términos con que legitimamos y cubrimos nuestras expresiones, así también el uso de sus prin- cipales manifestaciones, como

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reglas, credos, mitos y magia, ac- ciones con las que nutrimos la complejidad de la cultura. Opi- na que espiritismo es el espacio común o reflejo donde se obser- van las formas de creencias, del cual, según él, hay más de diez modalidades o reglas, aunque po- cos militan en los altos niveles del teosofismo, el rosacrucismo y el hinduismo. Desconozco el con- cepto de espiritismo de Fabelo, pero comparto el lugar que le otorga a la conciencia del cuba- no. He dicho, a propósito, en repetidas ocasiones que el espi- ritismo es la religión por exce- lencia de nuestro pueblo, buena parte del cual no comulga con las religiones africanas existen- tes en el país por diversos moti- vos que no podemos analizar ahora. Tal vez deba interpretarse la variante santiaguera de la san- tería como un puente o con- ciencia transitoria hacia la conciencia religiosa que predo- minó a lo largo del siglo xx, y que predomina hoy en Cuba, en la que es apreciable el señorío del espiritismo.

Fabelo considera, en cambio, que la santería "es menos pobla- da que el espiritismo, pero [que] su presencia y supervivencia im-

la Ibid., p. 13. Lydia Cabrera considera, en cambio, que la santeria fue una 'conocida e inconfesa religi6n de la mayoría de un sector de nuestro pue-

blo". aunque vive, según ella, en "secreto exilio en los Estados Unidos". "Religious Syncretism in Cuba", Journal o1 Caribbean Studies. v. 10. n. 182,

Winter 1994-Spring 1995, p. 86. Texto editado y traducido por esta revista a parlir de una disertación hecha por la autora en Miami en 1979. La tra-

ducción al español es del autor, J. M. B.

" Lydia Cabrera: ob. cit., p. 86.

'' Ibid., PP. 85-86.

plican convivencias con el cre- do católico, con el espiritismo y las brujerías de europeos, africa- nos e indio^".'^ Comparto muchos de estos juicios, como éste últi- mo, pero otros los tomo con cuidado. Así, la relación catoli- cismo-santería constituye uno de los puntos más controvertidos, por lo que acerca del cual es pre- ciso extendernos. Por ejemplo, en una de sus últimas disertaciones públicas, Lydia Cabrera consideró que entre ambas religiones la "única cosa que varió fue los nombres de los dioses. Cuando se le preguntó [a una iyalosha] cómo podía rendir culto 3 los san- tos africanos y católicos juntos y, al mismo tiempo, por separado, la anciana afirmó: 'Dios es el mis- mo, pero con collar diferente'."ll Esta autora está de acuerdo con Fernando Ortiz en que las imá- genes de los santos católicos en los cabildos durante la colonia sólo escondían y eninascaraban la esencia de las prácticas de la religión africana, aunque recha- za que se hiciese como artificio o engaño, "si alguien juzga por las explicaciones que han sido dadas sobre el dualismo religio- so por estas felices, iletradas y voraces viejas personas no aleja- das de ser centenarias y algunas de las cuales habían sobrepasa- do esta edad".I2

Sin embargo, la influencia del catolicismo no llegó a cambiar radicalmente el mundo espiri- tual del africano, y muclio me- nos el de los criollos, quienes se

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irían alejando de aquella reli- gión oficial hasta concluir por apropiarse de esas imágenes alu- didas y de su contenido, traiis- formándolas radicalmente al imprimirles distintos sentimien- tos, significados y fiinciones. No resulta difícil inferir que, a par- tir de estos procesos, se confi- gurarían con tales elementos otras expresiones, fenómenos y conjuntos religiosos como la san- tería santiaguera. Esto podría quedar claramente demostrado con el estudio de la trilogía la Car idad-Santa Bárbara-San L5zaro ya mencionada. Teneinos que ampliar la inforniación eii lo relativo a otros actores socia- les que tendrían a su cargo la creación d e t an importantes monumentos de nuestra ciiltu- ra nacioiial.

Lydia reconoce dos feiióme- nos significativos referidos a los dos tipos de esclavos existentes en la colonia: el rural, que no recibía instruccicín religiosa (léase catequizacióii católica) alguna, pues en el iiigeiiio y en la plantación se carecía de ca- pillas y capellanes, mientras que, por su parte, el esclavo domés- tico recibía elementos de la fe "verdadera", por el prolongado contac to con el amo. Según

'3 Ibíd., p. 86. Oiaz Fabelo establece una clara distinción entre los nsambes y orichas de los negros: *...no son homólogos de los santos ca-

t6licos. sino ideas muy distintas correspondientes a fuerzas naturales que son principios causales, mientras que los santos de la santería católica

son canonizaciones de los seres humanos que existieron y por sus obras fueron llevados a la categoría de santo. que es un aspecto de nueslro

consciente, de ndoqui o egun." Dicc~onano de la lengua residual conga en Cuba, ORCAUCasa del Caribe, Santiago de Cuba, s.a., p. 131.

- .. - - ''' Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, p. 32.

ella, aquella instruccicín no in- terfirió -y e n raros casos disnii- nuyó- la fe de los africanos, sino que permitió sus creencias y prácticas rituales aiicestrales. Esta au tora concluye que la esclavitud posibilitó la coiiserva- ción de los cultos y ritos africa- nos de un modo increíblemente puro, por lo que los afrocubanos fueron superficialn~ente católi- cos y continuaron siendo afri- canos.13 Esto lo confirma el testimonio de la vida en el ba- rracón de Esteban Mnntejo, re- cogido por Miguel Barnet en su Biografía de un cimarrón, en el que, por cierto se afirma que la brujería es más cosa del congo que del lucumí, pues éste estcí más ligado a "los san tos y a Dios".14 Continúa diciendo el ex esclavo:

... a los viejos lucumises les gustaba tener sus figuras de maderas, sus dioses. Los guar- daban e n el barracón. Todas esas figuras tenían la cabeza grande. Eran llamadas oché. A Eleguá lo hacían de ce- nieiito, pero Changó y Yema- yá e r an d e madera y los hacían los mismos carpinte- ros. En las paredes d e los cuartos hacían niarcas d e santo, con carbón vegetal y con yeso blanco. Eran rayas largas y círculos. Aunque cada una era un santo, ellos dec ían que e r an secretas. Esos negros todo lo tenían como secreto. Hoy en día han cambiado mucho, pero antes

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lo más dificil que Iiabía era conquistar uno de ellos".'5 Al menos en el ingenio Flor

de Sagua, donde transcurre su vida, la conga era la religión i-i-iás importante, aunque la evalua- ción axiológica de Esteban es en extremo negativa: "...si uiio se pone a pensar" -nos dice- "los congos eran asesinos. Pero si mataban a alguien era porque tan-ibién a ellos les hacían daño. [...]"16

Hasta donde penetró ese ca- tolicismo en la mentalidad y encandiló la in-iaginación del esclavo, del negro y del mulato libre, así conio la del criollo y

'* Ibid., p. 33.

l6 Ibid., p. 32.

l7 Ibid., p. 36.

Ibid., p.33.

Ibid., p. 74.

luego del cubano, es una de las interrogantes que todal~ía no Iian sido suficientemente res- pondidas por las ciencias socia- les, desde mi punto de vista como pensador. Refiriéndose al esclavo, el propio Esteban Mon- tejo confiesa que él jan-ilis se aprendió "esa doctrina porque no entendía nada",lí pero reco- noce que los esclavos domésti- cos seguían a los curas "al pie de la letra", hasta el punto de fungir como sus mensajeros con respecto al adoctrinaniiento realizado con los esclavos del campo, de los bateyes. Por las consideraciones que los amos tenían con este tipo de esclavo, quienes vestían bien, tenían niodales, raras veces eran casti- gados y no trabajaban en el cam- po, los otros "no los querían ver ni en pinturaV.'"El ex esclavo Montejo se percata de la exis- tencia de la profusión de fiestas religiosas y es consciente del tono licencioso o rnundano que éstas tienen. Nos dice:

... aunque aquella era una fiesta religiosa, porque altares había hasta en los portales de las casas, yo i-iiinca n-ie ponía a rezar. Ni vide tampoco mu- chos hombres que rezaran. Ellos iban a beber y a buscar mujeres. Las calles estaban llenas de vendedores [...] . '" No obstante, reconoce que

"por aquellos años el más pinto era creyente. Los españoles to- dos creían. La prueba es que en los días de Santiago y de Santa

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Ana en Purio no se trabajaba. El ingenio se recogía [...l. Daba la idea de un sai-it~ario". '~ Aqué- lla era una herencia adquirida de España, y de ella subraya- mos la enorme cantidad de cele- braciones y su centro religioso principal: el culto a los santos católicos con su exuberancia de im5genes y parafernalia, las cua- les también imprimían su hue- lla en la psique colectiva y en la vida familiar e individual.

La mencionada Biografía de un c imnón aporta ciiriosos ele- mentos en lo que respecta a la vida religiosa del cimarrón en el monte: por ella sabemos de algunas creencias espirituales aprendidas d e los congos y de la doble estructura alma-espíri- tu del individuo, así como de la inclinación de Montejo por el "alma natural", frente a la otra poseída por algunas personas vinculadas a la brujería, "por- que la otra tiene pacto con el diablo".21

Poco se ha avanzado, pues, en el reconocimiento de la cultura que existió en el palenque; me- nos aún , acerca d e la religio- sidad que debió imperar e n aquellas sociedades cimarronas. Aquellos enclaves rebeldes fue- ron numerosos en la región orien-

22 Ren6e MBndez Capote: Cuatro conspiraciones, Instituto Cubano del Libro, La Habana.1975. p.18.

23 Jose Luciano Franco: "Cuatro siglos de lucha por la libertad: los palen- ques". Revista de la Biblioteca Nacional Jose Malti. 3a. epoca. año 58.

v. IX, n. 1, enero-marzo, 1967.

tal. Para 1812, "en el Cabildo de Santiago de Cuba se denuncia un importante palenque de ne- gros cimarrones en el partido de Tigu~bos y eran famosos los de Toa, Baracoa y IMa~arí".~? Uno de los palenques 1116s famosos fue el de la sierra de Moa, colindan- te con Baracoa y la jurisdicción de Cuba, conocido como El Fri- jol, que llegó a tener trescientos ciinarrones, según el doctor José Luciano F r a n c ~ . ~ ' Entre los obje- tos ii-icautados por el ejército es- pañol, cuando el palenque fue abatido en 1816, había "9 calde- ros de fierro", empleados obvia- mente en funciones utilitarias, pero que bien -antes o después de esta vida cimarrona- pudie- ron ser empleados como los receptdculos que contienen la carga mágica y de poder sobre- natural, conocidos hoy como ngargas. En dicho documento se nos aporta también información acerca d e supuestas prácticas antropof3gicas de los apalenca- dos y de otras de adivinacih aso- ciadas a las primeras:

Por la vereda por donde se emprendió [el a taque] se hall6 primero la caravela del moreno nombrado Ramón colgado en un palo, el que fue muerto en el anterior ata- que que emprendió el sar- gento Martínez, sobre cuyo cadáver han alertado extra- judicialmente los menciona- dos capturados, Juan de Dios y Gregario, que fue comido por los apaiencados nombra-

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dos Ventura y José Caridad y que con sus pasas y tiiétanos hicieron fingidas adiviriacio- 11es .14

Es evidente la intención de desacreditar a los ciiiiarrones, perseguidos con f'uego y saña por los españoles , para quienes aquéllos no eran hombres, sino bárbaros inmundos capaces de hechos d e la inás repugnante índole. No obstante , existen prácticas rituales que se realizan con las vísceras de los aiiima- les sacrificados que, en ciertos casos, sustituyen a ancestrales costumbres de sacrificios liuina- nos, presentes no scílo en el con- tinente africano, sino e n casi todas las ciilturas de la Iiuma- n idad , incluida la hebreo- judeo-cristiana.15 Llaniaii la atencicín las declaraciones d e estos africaiios apaleiicados que bien pudiesen ser d e or igen bantíi o rnandinga y que , d e acuerdo con su religión, pudie- sen haber usado esos despojos en conjuros, para alejar el impla- cable enemigo o, en efecto, en

- . -. - -- s. Archivo Histórico Provincial, Santiago de Cuba. Sección Orden Público.

Legajo l . n. 4. Apud Zoila Danger: Los cimarrones de El Frijol, Editorial Oriente. Santiago de Cuba, 1977, p. 57. El subrayado es del autor, J. Id. B.

25 La Biblia ofrece testimonios de estos sacrificios humanos. El del propio Jesús de Nazareth es un remedo de tales prácticas y, significativamente,

se le llama Agnus Dei, animal enviado por Dios para expiar en la tierra el pecado original del hombre. La piedra de Cristo no es otra que aquella en-

cima de la cual no sólo se duerme sino se vierte la sangre emanada de los sacrificios cruentos, igual que se hace hoy encima de los otanes, o pie-

dras sagradas que son y representan a los orichas de la regla de ocha, y del matar¡ o piedra con la que se jura (inicia) el nguello, quien vierte tam- bién su sangre en el rito de su iniciación en la regla conga. Al referirse al fin ultimo de su accionar en la dirección del pueblo que estaba fundando con el proceso de su liberación del yugo español, Marti retomó una vieja

idea suya y escribió: "La patria es ara. no pedestal". es decir. piedra don- de se debe consumar el sacrificio supremo de todo patriota.

- -- Natalia Bolívar: Lydia Cabrera en su laguna sagrada, Editorial Oriente.

Santiago de Cuba, 2000, p. 156.

ac tos adivinatorios porque , como bien dice el congo por boca de Lydia Cabrera, "para bueno y para malo sirve todo".'6 Fue Alejo Carpentier quien afir- m6 que los decisivos conceptos d e independencia y l ibertad, antes que entre los criollos de América, se fraguaron entre los negros africanos insiirrecciona- dos desde los inicios iiiisnios de la implantación del sistema es- clavista y se hicieron realidad en palenques, c o n ~ o el mencio- nado, que se levantaron e11 inu- chos lugares del cont inente . Fernando Ortiz publicó en 1956 un excelente trabajo sobre lo que él denorriina "la secta con- ga de los matiabos de C~tba", es- clavos ciinarrones reclir tados en Oriente por el Ejército Liberta- dor cubano e n la Guerra de los Diez Años (1868-1878). En di- cha piiblicacicíti señaló:

... así como los blancos en siis guerras se encomendaban a San Jorge, a San Juan o al Apóstol Santiago, y hasta la virgen María (que en algii- nos países recibe el t í tulo militar, el bastcíii y la paga de capitana generala), así los negros africanos invocaban a Ogún o a Nsambí Mpungo; y se valían de sus conjuros y ritos conio los cristianos de sus rogativas y bendiciones. Consta, por ejemplo, que e11 una sorpresa de palenqt~es, cerca de Batabanó, le ocu- paron al negro cabeci l la Mariano Mandinga, "cuatro

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jabucos con objetos de bru- je~ía".~ ' En su trabajo, Ortiz pro-

porciona adicionalniente la descripción de un acto de adi- vinación con fines de explo- ración de la tropa cubana insurrecta, acontecimiento rea- lizado por los cimarrones en el interior del campamento, ubica- do en lo intrincado del monte, y nos revela lo que identificamos como una nganga, receptáculo que contiene el fundamento de la religión de los congos también conocida por regla de palo:

En el centro [del campa- mento] había una especie de altar hecho de ramas y cujes, y encima de todo aquel cata- falco habían puesto un pelle- jo de chivo, relleno de tal suerte que parecía vivo. Den- tro de la barriga y sobre el al- tar tenía inil porquerías, tales como espuelas de gallo, tarros de res, caracoles y rosarios de semillas. Aquel pellejo era el Matiabo, el dios protector del campamento [...] .2"

Omi to cualquier o t ro co- mentario en razón del espacio, pero esta y otras evidencias me han llevado a la consideración de que el fundamento de la reli- gión conga o, al menos, la idea

27 Estudios etn0~0~i0 l6gi~0~, p. 107. LOS subrayados son de Otliz. Son nu- merosos también los jabucos con tales contenidos mAgicos ocupados por Francisco Estevez, capitán de una partida de rancheadores cuyas rnemo- rias fueron rescatadas por Cirilo Villaverde y publicadas luego con el título

de Diario del rancheador, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1982. - - - - - -

m Ibid. p. 108. Es curioso observar que el testigo ocular de los hechos, ci- tado por Ortiz. manifiesta su temor porque "sabia que aquellas gentes en

algunas ocasiones habian rociado el chivo con sangre humana". p. 109.

de la adecuación de lo traído de Afnca en cuanto a la concentra- ción de fuerzas de la naturaleza en un receptáculo mágico, se fra- guó en la manigua redimida al amparo de los montes inaccesi- bles; quizás alguna vez encontre- mos las pruebas que nos permitan confirmar esta importante hipó- tesis. Conocemos la evolución aproximada de este secreto asun- to conocido por fundamen- to. Joel James la ha descrito en estos términos generales: prime- ro, introducción del secreto de la prenda en el cuerpo del ini- ciado, que a veces la llevaba amarrada en su exterior, como se- ñala Esteban Montejo; segundo, ocultamiento en un árbol o en algún lugar del barracón; y ter- cero, su inclusión en el interior del macuto. A otra fase de di- cha evolución podría correspon- der el uso de la nganga hecho por los matiabos que acabamos de ver, el cual pensamos que podría ser anterior al uso de la cazuela de barro y del caldero metálico.

A pesar de lo expuesto, en sentido general, muy poco se conoce acerca del uso de la re- ligiosidad tradicional por parte del negro africano en el proceso d e la lucha antiesclavista e n Cuba. De la conspiración del mulato Nicolás Morales, acae- cida en Bayamo en 1895 y con fuertes motivos de reivindica- ción de los derechos de los mu- latos a la igualdad frente a los blancos, se desconocen víncu- los de esta naturaleza. Como un

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importante eco de la conspira- ción de José Antonio Aponte,'" se llega a articular también en esta última ciudad un movi- miento conspirativo armado, en el que estaban implicados ne- gros libres, esclavos bozales y criollos, encabezados por el jefe de un cabildo africano llamado Blas Tamayo. El levantamiento ocurrió al unísono también en Puerto Príncipe (actual Cama- güey) y Holguín. En el caso bayamés, estuvieron involucra- dos esclavos minas, mandingas, lucumíes, carabalíes y bibis, así como congos en calidad de in- vitados; se aprecia la realización de ritos y ceremonias propios de las religiones africanas como parte de las actividades sedi- c iosa~ de los encartados. Son significativas, además, la parti- cipación de varias mujeres que desempeñaron un destacado papel en la organización y eje- cución de la conspiración, la vinculación con los palenques de la jurisdicción y de esclavos que hablaban inglés y francés, esto es, que procedían de !as vecinas colonias del Caribe. Es- tas son algunas evidencias de la función de la religiosidad en el interior del cabildo, fragua don- de cristalizarán no sólo algunos

Esta conspiración nacional. ocurrida en 1812, tuvo un cardcter clara- mente independentista y abolicionista. Los datos referidos a Bayamo

fueron tomados del libro Bayamo en el crisol de la nacionalidad cubana, Ediciones Bayamo, Bayamo, 1996, pp. 56-58.

" "Presencia religiosa en las sublevaciones de esclavos", Del Caribe, n. 16-17, 1990, p. 102.

de los mecanismos estratégicos de defensa, sino de resistencia activa de estos grupos sociales explotados y preteridos.

Parece que siguiendo ideas de Fernando Ortiz, el desapa- recido maestro Deschanips Cha- peaux nos leyó una magnífica ponencia suya en 1989. Nos re- lata en ella3@ la conspiración ocurrida en junio de 1835 en la casa-templo del Taita Herme- negildo Jáuregui, en un barrio extramuros de La Habana, que era visitada por esclavos lucu- míes. Todos vestían de blanco para identificarse, debido a que el cabildo tenía como advoca- ción principal a Obatalá. La abortada conspiración costó la vida a veintinueve de los alza- dos, además de que otros seis fueron hechos prisioneros, entre los que estaba su líder Herme- negildo. Deschamps también nos refiere el caso de los matiabos, quienes, antes de entrar en com- bate, "realizaba[n] ciertos ritua- les [...] dirigidos por un tata nganga llamado Ezequiel, de quien se decía que estaba dota- do de poderes excepcionales, tales como crear invisibilidad de los suyos y la inmunidad al ata- que de las fuerzas enelnigas. Los matiabos se hicieron sentir y ganaron adeptos aun entre los insurrectos no congos, entran- do todos en combate con su can- to que decía: cúmbila, cumbilé, cúmbile ng~mga".3'

Para entender acontecimien- tos como los descritos, es nece-

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sario analizar la estructura so- cial de entonces, cuando deter- minados sectores y capas 'habían estado ocupando posi- ciones significativas desde el punto de vista ecoiióinico, en- tre otros. Si retoinamos una de las afirmaciones de Lydia Cabre- ra esbozadas más arriba, obser- vamos que en cierto modo en el oriente de Cuba se repite la si-

" Fe Iglesias: "Panorama geogrAfico e hist6r1co de la plantación de azú- car". Del Caribe, n. 16-17, 1990, pp. 24-25.

tuación de los dos tipos de es- clavos descrita por ella, aunque determinadas condiciones nia- teriales propias del tipo de plaii- tación imperante aquí dieron lugar a zonas de contactos más amplias entre amos y esclavos, intercainbios e influencias recí- procos más profundos y abarca- dores que los que tuvieron lugar e n el occidente. En lo que la historiadora Fe Iglesias conside- ra como la gran región oriental, "Santiago de Cuba y Guantána- ino tienen un peso importante en cuanto a la concentración de esclavos y la producción azuca- ~ e r a " , ' ~ aunque las dotaciones de ingenios no alcancen núme- ros elevados de esclavos, ni la caíia se moliese, en un porcen- taje grande, con ináquinas de vapor, e n particular a la altura de la década del sesenta del si- glo xrx. Según esta autora, los ingenios de esta región con do- taciones grandes y suficiente cantidad de caballerías de caña son pequeños en comparacicin con las grandes manufacturas esclavistas de occidente. Men- ciona a Jorge Ibarra entre los autores que sostienen el carác- ter patriarcal de la esclavitud en esta región, donde era iinportan- te la influencia de la población esclava y era "la región de ma- yor población de negros libres, que se desplazaban huyendo de la plantación [...] y se asientan aquí con sus raíces africana^".^^

La historiadora Olga Por- tuondo afirma que en los prime-

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ros siglos de colonización se pro- dujo una creación social excep- cional: el mestizo, que debe ubicarse antes de la plantación esclavista; según ella, ya a me- diados del siglo XVIII debe hablar- se de "los criollos" como un grupo social diferente del español, en el que se incluían blancos, ne- gros y mestizos, y entre quienes existían ya los gérnienes de nues- tra na~ionalidad.'~ Fueron ellos, actuando de consuno sobre el rico y abigarrado universo de las culturas, quienes precisamente elaborarían las formas y expre- siones religiosas radicalmente diferentes de las del amo espa- ñol. Este proceso de creación se llevaría a cabo en íntimo con- tacto con aquellos mismos ne- gros libres que aquí eran mayoría, ¿y acaso no partici- paron en él los esclavos? ¿De dónde procedían éstos en esta región?

La muestra tomada por la investigadora Zoe Cremé" co- rrespondiente al período 1792- 1838 arroja un predominio de esclavos bantú en la jurisdicción de Cuba, seguidos por los cara- balíes y mandingas. Los prime- ros representan 7 1,4 % del total

" "Protoplanlac~ón y nacionalidad", Del Caribe, n. 16-17, p 36. - - - - -

" Zoe Cremé Ramos: Pesquisaje sobre la procedencia de los esclavos in- troducidos en la jurisdicción de Cuba entre 1792-1838 [Publicigraf. Santia-

go de Cuba, 19941, p. 20 y passim.

Olga Portuondo: Santiago de Cuba desde su fundación hasta la Guerra de los Diez Anos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1996. p. 85. Ese mis- mo año, la apertura del puerto al comercio de negros trajo aparejada la intro-

ducción de un buen niimero de estas piezas de Bbano y la decadencia de Bayamo, agravada Bsta en 1826 por la apertura de este mismo puerto al co- mercio exterior. Véase Bayamo en el crisol de la nacionalidad, pp. 48-49. Los autores de este último titulo señalan lambién el carecter patriarcal que tuvo

la esclavitud en ese territorio Bayamo-Manzanillo de la región oriental.

de los 7 260 esclavos registra- dos, de los que llama la aten- ción que 60,93 % sean de origen africano y 39,07 % criollos. De esta última cifra, 20,39 % eran nacidos en Cuba y el resto pro- cedían de las colonias france- sas, inglesas y españolas. Los yorubas no tienen representati- vidad en la muestra, aun cuan- do su número elevado provocó que su presencia se sintiese en toda la Isla. Sin embargo, que- da por despejar el origen étnico de los esclavos procedentes del resto de las islas y aun los traí- dos de territorios continentales, así como el peso de su influen- cia en la cultura local, lo cual nos pondría en ventaja para avanzar en la fundamentación de la mencionada santería san- tiaguera. Por último, es impor- tante tomar en cuenta que los esclavos congos sufrieron un pro- ceso de cristianización en el pro- pio continente africano. Cabe preguntar, ¿hasta dónde ellos in- tervinieron en este proceso de fornlaci6n de la santería? iAca- so no tenían también un tipo de santería propia o asimilada a partir de la yorubn?

La autorización de España de febrero de 1789 para que entra- sen libremente negros bozales, permitió al puerto de Santiago comerciar con extranjeros du- rante dos años, hecho que "constituyó la piedra de toque que aceleró los cambio^"'^ en la jurisdicción. Para la doctora Por- tuondo, la iinidad del patricia-

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d o criollo local, de cara al des- pegue capitalista, se obtendría e n algo más d e dos décadas (1794- 1817). La ciudad para entonces y a lo largo de todo el siglo xrs sería "la prolongación y eje de la vida rural de su ju- risdicción"," con apego a cos- tumbres de siglos anteriores que serían modificadas por la pre- sencia franco-haitiana aludida más arriba. De modo que esa vida rural influiría notablemen- te en la formación d e los va- lores, rasgos y caracteres defi- nitivos de 13 espiritualidad del santiaguero, incluida su con- ciencia religiosa. Una eviden- cia lo constituye el propio bembc' de sao, inicialmente instalado en áreas siiburbanas y más tarde en núcleos itrbanos, como exis- te hoy en la ciudad de Santiago con poderoso brío.

Retoniando el tema de la in- fluencia de la vida rural en la ciudad, ésta qiieda niuy bien demostrada por la participación de las comparsas tahona en las fiestas conocidas como de ma-

m "El culio a la virgen de Guadalupe en El Caney", Del Caribe, n. 29. 1999, pp, 62-73. Los documentos consultados por este musicólogo arrojan, para 1775, una mayoritaria población indigena en el partido, seguida. en orden

de importancia para mi articulo. por pardos y negros libres y por negros esclavos. Entre estos, lainbién alli. se fraguó el culto a los santos, uno de los componentes o batientes de la variante sanliaguera de la santería que

delendemos.

" Estas nianileslaciones de nueslra religiosidad popular han sido esludia- das muy bien en el folleto Altares de cruz (Ediciones Holguin. Holguin.

1995) de la colega Haydée Toirac, quien reporta su existencia en su propia provincia. la vecina Guanlanamo y. dentro de ésta, en Baracoa. En el libro

Fiestas populares tradicionales cubanas (ed. cit., p. 7) se afirma que en Santiago a esos altares "se le incorporaban cortinas y paños rojos. cande- labros con velas. búcaros con flores. imagenes de sanlos y joyas, que los

participanles colocaban en los brazos de la cruz y en las gradas", Esas iinagenes de santos y esos colores no aparecen en la mayoría de los alla-

res descritos por Haydée.

rna~rachos -celebraciones festi- vas q u e cons t i t uyen p u n t o intermedio en ni\7el de concre- ción de nuestros actuales car- navales- y e n el a cc iona r permanente de las tumbas fran- cesas, ambas nianifestaciones d e rec ien te sello ha i t i ano . Completaban esta vida espiri- tual del santiaguero las fiestas del Corpus Christi que, con los maniarrachos, a lcanzarían a convertirse e n los espacios en que se involucraba con mayor adhesión y entusiasmo la ma- yor parte de la sociedad santia- guera . A el las cabe añad i r celebraciones más localizadas, como los caneycitos del pobla- do de San Luis del Caney y la del 8 de septiembre en el po- blado d e El Cobre, día d e la virgen de la Caridad. De acuer- d o c o n el rec ien te de scu - b r imien to d e l invest igador Rolando P é r e ~ , ~ " ésta se suma el culto a la virgen de Guada- lupe d e Tapeyac, introducida en el propio El Caney e n el si- glo xvir y que sobrevivió hasta hace pocas décadas en t re los niiembros de la conlunidad de descendientes d e amerindios de ese poblado.

Por iíltimo, las celebraciones denominadas Altares de Cruz3" de Mayo o altares de cruz mar- can un punto de giro en el com- portamiento religioso local, ya que se pone distancia entre el criollo y la Iglesia Católica, bra- zo espiritual del dominio políti- co peninsiilar. En la segunda

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mitad del siglo, este viraje se convierte en una clara ruptura entre el cubano y esa represen- tación oficial del poder domi- nante. Al pasar d e los centros urbanos a los pequeños pobla- dos, estas fiestas sufrieron cam- bios, e n especial e n su contenido

., religioso. En manos de sectores populares llegarían a alcanzar fuertes matices patrióticos pre- \ ~ i o y durante el desencadena- miento de la guerra por nuestra independencia nacional.

Subrayo este hecho, porque estamos e n presencia del mo- mento inicial cuando se tras- lada e l c u l t o a los s an to s católicos, y cuando otra repre- sentación de tanto valor sagra- do como es la cruz pasa de un recinto oficial a las viviendas de individuos. Esto permitió que el individuo pudiese fungir como ministro ii oficiante e n sustitución de los sacerdotes. Este espacio resultaba el más propicio para la ampliación de esas áreas de intercambio y mes- tizaje entre el pueblo y otros grupos sociales como los antes aludidos. Se trata del punto en que la cultura del cabildo de nación se irá desplazando a ex- presiones de una cultura fami- liar e individualizada, e n la que, e n particular después de la abolición d e la esclavitud, concluiría el proceso de forma- cicín de aquella santería objeto de nuestro análisis. Por lo de- inás, esa manifestación de cul- tura familiar es el antecedente

más claro de las actuales ca- sas - templos q u e pulu lan e n nuestro medio.

El denominado curanderis- mo, el mesianismo y el espiri- t i smo h a n c o n t r i b u i d o c o n parecida fuerza a configurar la conciencia religiosa del san- t iaguero, desde e l a r r anque mismo de la colonia. Si no los tomamos en cuenta, sería aún más difícil la tarea del estudio y la comprensión de la varian- te local de la santería. En el Archivo Provincial de Histo- ria de Santiago hay documen- tos e n que se acusa a personas d e practicar el curanderisnio, perseguido y penalizado por el gobierno español. En uno de éstos, el moreno Francisco Ca- ballero, de l poblado d e Dos Caminos, acusa a Juan An to - n io Té l lez , de l pob l ado d e Morón, d e que éste creía te- ner el don de curar a los veci- nos por medio de brujerías. La acusac ión s e hace m u t u a , y resulta de interés notar la alta suma de dinero que exigen en pago por ta les servicios d e s a n a c i h , además de la atribu- ción de un duño como causa d e las en fe rmedades , para cuya cura se emplean sustan- cias ... La magia neg ra , sus efectos negativos y los antido- tos para enfrentarla podemos encontrarlos registrados desde entonces e n Santiago, donde todavía gozan d e buena salud. Son varios los casos semejan- tes encontrados e n ese archi-

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vo por dos jóvenes investiga- doras40 del mismo.

En cuanto al niesianismo, en otro documento se nos informa que, en Baracoa, Quintín Fr6- meta, iin conocido curandero, se hace llamar Dios Nuevo y reúne a centenares de personas en su casa de la calle Desenga- iio. Se trata de un moreno que hace curas espirituales: echa bendiciones y hace cruces en el suelo, que son besadas por los concurrentes. El más notable de estos casos de mesianismo es e1 que aparece en la estancia del demolido ingenio Sagua Baralt del distrito Alto Songo. Se tra- ta de un individuo de la "raza negra" a quien el pueblo deno- mina "El Dios Nuevo" y que mantiene inquieto y en movi- miento a sectores liiiniildes de la población. Este personaje -nombrado Hilario Mustelier, Hilarión o Papá Hilarión- dice que había sido elegido por el Señor para curar y hacer el bien, sin recibir a cambio ningún tipo de remuneración.

Emilio Bacardí sitúa a Hila- rión en el período de la primera intervención norteamericana

" Rebeca Calderón y Maria Caridad González: "Algunas consideraciones del espirilismo en la region oriental a través de documentos de archivos"

(inédito). Ellas cuantifican. en Santiago de Cuba, 174 sociedades espiritis- las inscriplas en los registros del Gobierno de la antigua provincia de

Oriente. para la cual totalizan 986 sociedades inscriptas en el periodo de 1900 a 1969. He utilizado los casos de los curanderos y espiritistas

mesi6nicos que se mencionan y tratan en el articulo.

'' Crónicas de Santiago de Cuba, tomo X. Santiago de Cuba, 1924, p. 267. En Republica Dominicana surge Oliborio Mateo como encarnación de Cristo

en el período de la inlewencion norteamericana (1916) en ese hermano pais; éste llega a articular un fuerte movimiento mesiánico que opone te-

naz resislencia al invasor yanqui. Véase Palma Sola. Opresión y esperan- za de Lusitania Martinez (Ediciones CEDEE, Santo Domingo, 1991) y

Mana: monogralia de un movimiento mesiánico abortado de Dagoberto Tejeda Orliz (Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, 1981).

(1898- 1902). En sus Crcínicas refiere que, en julio de 1901, "una numerosa peregrinación acude a Sagua Baralt, Alto Son- go, deseosa de presenciar los milagros del Dios Nuevo que ha aparecido allí ... El Dios Nuevo es un anciano de la raza negra, que se llama Hilario Mustelier Garzon. Las autoridades einpie- zan a preocuparse por el estado de agitación en que mantiene al pueblo este impostor y sus secuaces que explotan la can- didez de la gente sencilla e ig- n ~ r a n t e " . ~ ' Pasemos por al to estos juicios equivocados de Bacardí para subrayar la impor- tancia del mesianismo en la re- gión oriental, y particularmente en lo que se conoce como su franja negra (Guantánamo-San- tiago de Cuba), donde surgen figuras relevantes como Benito Collazo y, hacia Manzanillo, Juan Bautista Lavié.

La pregunta de rigor que sal- ta a la vista es: ¿de qué fondo si no del histórico y étnico quc bos- quejamos surgen figuras con ta- les características? No pueden ser explicadas más que por las pe- culiaridades de la región donde se enclava Santiago y desde la que han ejercido una enorme influencia que llega hasta el pre- sente. Estos tres últimos ele- mentos entran en el complejo conjunto denominado santería santiaguera, caracterizado, entre otros factores, por la mezcla abi- garrada de santería catdlica, cul- to al muerto africano, espiritisnio

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reglas africanas en todo este ex- tenso territorio de la Isla. Otros ahijados suyos, como Vicente Portuondo, le dieron continui- dad a esta labor.

Del fondo histórico, cultural y étnico bosquejado aquí brota esa variante santiaguera de la sante- ría que ha sabido sobrevivir a ta- les ordenamientos, porque en primer lugar es un rasgo propio de la mentalidad del santiaguero. Sustentándose en este rasgo, la santería obtuvo su sello peculiar, que se manifiesta en la conviven- cia desprejuiciada y libre, y hasta cierto punto armónica, de sus di- versos componentes. El palero- babalocha siguió y ha seguido ejerciendo la obra espiritual y con- sultando al muerto africano como dos campos concomitantes, sin que con ello, en cada ocasión y espacio, se transgredan los códi- gos ancestrales. Figuras históricas, tanto las mencionadas como otras, siguen el ejercicio de la religión de acuerdo con las nornias cris- talizadas desde la colonia. Es el caso de Matilde Veranes, parien- te del general Guillermón Mon- cada, en cuyo cabildo se integran la cazuela bruja con el fundamen-

to congo y otras expresiones del espiritismo, no excluyentes de las prácticas curanderas consuetudi- narias. Estas últimas, calificadas despectivamente de curanderis- mo, son las más extendidas entre los miembros de estas familias religiosas.

Los nombres de otras perso- nalidades, como los de José Pie, fallecido a una edad centena- ria, y de Pablo Correa, tienden a completar la nómina que in- tegra la santería santiaguera. Por un lado, el cabildo se ha desintegrado, aunque sus ahi- jados mantienen la línea tra- zada por el padrino; por el otro, la familia sanguínea le ha dado continuidad. Jun to con esta protosantería conviven la bru- jería haitiai-ia y el vodú; el palo y la ocha como reglas africanas; el espiritismo y el catolicismo popular: todos integrados en un conjunto diferenciado. De modo que no hay introducción tardía de la santería en Santia- go, sino santería santiaguera de pura raigambre y fuerte cepa, sustentada en el humus enri- quecedor que nos viene de un fondo histórico profundo. '"I:

Cultural Substrate of Santería in Santiago de Cuba

The pructice of santería in Santiago de Cuba has been part of its inhbitants' religious beliefs throughout the histnq of this city. The analysis of the diverse religiousness systems interacting in the rqion favors the debate mi the originality ofsantería as a sociocttltural religious expession, while advocuting the distiiictiue quulity of cultural poduction in Santiago de Cuba.

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La &atu negrera en el puerto de La Habana a mediados del siglo mrr

Se aborda el modus operandi de la importancia de esclavos por el puesto de La Habana durante los años 1739- 1762, que constituyeron u n período de k~ historia de kz trata negrera en Cuba. También se refie- re al comercio que se realizó al amparo de la misma, así como a las diferentes variuntes seguidas para las introducciones clandestinus de es- clavos por dicho puerto.

ENRIOUE L d ~ e z MESA --

Licenciado en Historia por la Universidad de

La Habana. investigador del

Centro ds Estudios

Martianos.

Durante la primera mitad del siglo xvrri el comercio exterior de la isla de Cuba se compo- nía de cuatro subsistemas ma- rítiinomrrcantiles:

la Carrera de Indias (Cádiz) y el comercio de Canarias; el comercio intercoloi-iial espa- ñol en la cuenca del Caribe y el golfo de México;

' El asiento frances en Cuba aun espera por la monografía que bien mere- ce. Mientras esta llega, pueden leerse las paginas que le dedica el doctor Levi Marrero en su Cuba: economía y sociedad, Ed. San Juan-Ed. Playor.

San Juan-Madrid, 1974-1992, t. 6, pp. 14-16; t. 7, pp. 94-96. Stein, quien sólo trabajó con los archivos franceses. no aporta cifras de

introducciones en los puertos españoles de America. Además. afirma que la documentacion está plagada de terminos vagos que impiden precisar el

lugar de destino de las armazones. Cfr. Robert Louis Stein: The French Slave iiade m the Eighleenth Cenlury: An Old Regime Business, The

University of Wisconsin Press [Madison] [1979], p. 205. . -

Sobre el asiento brilAnico en Cuba pueden verse: L. Marrero: ob. cit., t. 6, pp. 17-22; Mercedes Garcia Rodriguez: "La Compañia del Mar del Sur y el

Todo espacio económico coherente termina en una ciudad central, conlo

una pirániide en su punta. FEWAND BRAUDEL

la trata i-iegrera legal; el contrabando con las colo- nias extranjeras del área.

Nuestro objeto de atención es el tercero de ellos, el cual per- mite a los dos puertos autoriza- dos (La Habana y Santiago de Cuba) comerciar legalmente con las colonias americanas de otras potencias europeas, inclu- so e n los períodos de guerra en- tre las respectivas metrópolis.

A lo largo de las cuatro pri- meras décadas del siglo y gra- cias a los sucesivos asientos francés (1 701-1 7 13) y británi- co (1713-1739)' -con sendas factorías y funcionarios e n los dos puertos autorizados- Cuba

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pudo participar de soslayo en un sistema de relaciones mercan- tiles ajeno por completo a la anacrónica rigidez de la Carre- ra de Indias.

El inicio en 1739 de la lla- mada Guerra de la Oreja de Jenkins -pronto englobada en la Guerra por la Sucesión Aus- tríaca (1739-1748)- puso fin a la etapa de los asientos extran- jeros y abrió un paréntesis de dos décadas, en las cuales la Real Compañía de Comercio de La Habana (RCCH)' -empre- sa emblemática de la oligar- quía habanera- prácticamente monopolizó las introducciones legales sobre la base de licen- cias, ya que nunca pudo ob- tener de la Corona el asiento como tal.

La ausencia de crecimiento vegetativo de la población es- clava obligaba a una continua reposición de esa fuerza de tra- bajo, cuya vida útil -calculada e n un promedio de quince años- muchas veces se veía truncada por epidemias de vi- ruela o sarampión.

Más allá de las cifras de es- clavos introducidos -sólo sus-

Asiento de esclavos en Cuba (1715-1739)", Santiago, Santiago de Cuba. n. 76, 1993. pp. 121-170. Para estudios generales: Colin Palmer: Human

Cargoes; The British Siave irade lo Spanish America, 1700-1739. University of lllinois Press. Urbana [1981]: Victoria Ann Sorby: British

Trade with Spanish America under the Asiento (1713-1740) (tesis doctoral inddita), Universily of London, 1976.

Para una historia integral de la empresa. ver: Montserrat Garate Ojanguren: Comercio ultramarino e Ilustraci6n. La Real Compañía de La Ha- bana, [Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País] San Sebastian,

1993. Para un estudio abarcador. pero limitado a los brganos de gobierno de la empresa. ver: Raquel Rico Linage: Las reales compañias de comercio

con América: los drganos de gobierno, Excma. Diputacibn Provincial, Escue- la de Estudios Hispano-Americanos. Sevilla, 1983. Sobre las importaciones

de esclavos por la RCCH: L. Manero: ob. cit., t. 6. pp. 23-26.

ceptibles de una reconstrucción aproximada-, el comportamien- to del tráfico negrero en su do- ble faceta legal/ilegal denota que durante la primera mitad del siglo XVIH la economía insu- lar, a pesar de las desalentado- ras restricciones burocráticas y de las desventajas competitivas con las colonias francesas y bri- tánicas, seguía creciendo a gol- pes coyunturales, lo que pone en precario el manido postulado historiográfico que durante más de una centuria ha pretendido situar la ocupación británica de La Habana (1762- 1763) como un momento de eclosión econó- mica y el punto de partida del ascenso productivo criollo.

Desde el siglo XVII, la oligar- quía liabanera, que usufructua- ha los beneficios del puerto más concurrido de la América espa- ñola, ejercía una hegemonía económica sobre las oligarquías locales del resto de la Isla, prin- cipalmente sobre la de Santia- go de Cuba, sede del segundo gobierno desde 1607.

La condición de La Habana como obligado puerto de escala del tornaviaje de la Carrera de Indias había sido el origen de la acumulación de riquezas del gru- po económico dominante y de la progresiva diferenciación de la ciudad y su hinterland respecto de la llamada Tierra Adentro. Toda la problemática política, económica y comercial interna de la Isla hay que verla a la luz de esa pugna de intereses.

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Este hegemonismo fue "lega- lizado" en 1740 con la fundación de la RCCH, a la cual se le otor- gó de hecho el monopolio co- mercial insular. A partir de 1743 éste se haría extensivo, si bien no del todo, a la trata negrera.'

El cese del asiento británico, en 1739, condujo a replantearse los mecanismos de abasteci- miento de mano de obra escla- va. Pero españoles y cr,jollos carecían de factorías en Africa, de capacidad técnica y organi- zativa y de la experiencia iiece- saria para acometer por su cuenta el complejo negocio de la t rata , máxime e n medio de una contienda bélica europea en la cual, por primera vez, las colonias americanas se conver- tían en teatro de operaciones.

De ahí que se impusiera la adquisición de las piezas de In- dias en las colonias extranjeras del área, principalmente en Ja- maica, pues los británicos domi- naban el tráfico en el Caribe.5 Ademds, una licencia de intro- ducción de esclavos equivalía a una autorización para comerciar con extranjeros, es decir, para

La información utilizada en este articulo proviene básicamente de nues- tra obra en proceso La Real Compañía de Comercio de La Habana y la Ira-

ta negrera, 1740.1762, de ahi que sólo consignemos referencias documentales o bibliográficas en los casos más necesarios.

"La guerra de 1739 fue. inequivocamente, una guerra por el comercio", ha afirmado con certeza Richard Pares. La flota británica en el Caribe reci- bió órdenes de interrumpir el tráfico entre la Península y sus colonias. y, a la vez. proteger el comercio ilegal de los contrabandistas ingleses con és-

tas, incluso con perjuicio de se~ ic ios tácticos más imporlantes. Clr. Richard Pares: War and nade in the West Indiae, 1739-1763, Clarendon

Press. Oxford. 1936. pp. 114-118, 126.

En su extremo este, el área del depariamento occidental crecía o decre- cía al vaivén de la política interna, en dependencia de que la imporiante

Tenencia de Gobierno de Puerto Principe se subordinara alternativamente a uno u otro gobernador.

hacer legalmente durante un tiempo aquéllo que era usual ha- cer ilegalmente todo el tiempo. ¿ C o n quién aplicarla mejor, pues, que con aquellos provee- dores que no figuraban entre los amigos o aliados de la Corona española? Para el abasteciniien- to tanto de esclavos como de harinas y otras mercancías liga- das con la trata, la RCCH acu- diría durante dos décadas -con la anuencia explícita de la Co- rona unas veces y su "disimulo" otras- a los enclaves coloniales británicos que formaban parte del entorno geomercantil de la Isla y haría todo lo posible por eludir el patrón monopólico y antinatural que pretendía impo- ner la Metrópoli, independien- temente de que la empresa, a su vez, pretendiera imponer el suyo a las ciudades y villas de Tierra Adentro.

La jurisdicción del gobierno habanero abarcaba la mitad oc- cidental de la Isla."staba den- tro de la lógica burocrática que la ciudad cabecera transfundie- ra a todo aquel organismo eco- nómico la sangre africana que lo hacía vivir. Por tanto, el puer- to de La Habana tenía la mi- sión de abastecer de esclavos a los hatos de ganado mayor, co- rrales de ganado menor, tejares, molinos de rapé, vegas de taba- co, ingenios y trapiches azuca- reros, estancias agropecuarias mixtas, sitios de cultivos meno- res, en fin, suministrar la fuerza de trabajo para toda la agricul-

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tura y manufactura de su vasto territorio, cuya producción ven- dría a su puerto para ser expor- tada, además de los esclavos urbanos -en su mayoría mujeres- , que desempeñaban los más di- versos oficios en las ciudades y villas de la jurisdicción. O sea, aquel puerto era origen y destino de todo un sistema económico.

Balandras, paquebotes, ba- landrillas, goletas, fragatas y bergantines cruzaban frente a los cañones del Morro y fondea- ban en las mismas aguas sobre las que flotó todo el oro y la plata extraídos de América du- rante tres siglos. Pero la "mer- cancía" transportada en estas ?aves había sido extraída de Africa: inmigrantes involunta- rios que venían a fomentar con sus brazos la economía de una tierra desconocida.

Intentemos un bosquejo de aquel modus operandi. Tan pron- to como la RCCH era bene- ficiada con una licencia o permiso, enviaba a un agente a Jamaica para gestionar la com- pra de esclavos y víveres. El im- porte se abonaba en La Habana, una vez escogidos los negros que aceptaba la Compañía. Los res- tantes eran vendidos directa- mente a la población por el apoderado del negrero británi. co, quien venía desde Kingston acompañando la armazón o residía en La Habana. Acto se-

--

Hasta 1753 el derecho de marca ascendió a 33 1/3 pesos de a ocho rea- les por cada pieza de Indias. A partir de esa fecha se elevó a 40 pesos.

Entre 1755 y 1765 se cobró independientemente por los rnulecones (26 pesos y 5 113 reales por cada uno) y los muleques (20 pesos).

guido se procedía al "palmeo" de los esclavos, es decir, su medición con la vara de siete cuartas o palmos, paso determi- nante para su clasificación o no como piezas de Indias, unidad de medida principal por la cual se concedían las licencias y se abonaba el impuesto de entra- da. En la aritmética negrera, una pieza de Indias podía equivaler, en cuanto a seres humanos, lo mismo a un esclavo "pieza" d e 16-18 años hasta 35 de edad- que a dos "mulecones" d e 12-14 a 16- 18 años-, todo en dependen- cia de su estado físico. Los "mu- leques" -niños de 6 a 12-14 años- se computaban a razón de tres por dos piezas de Indias. El precio pro- medio de venta de un esclavo "pieza" en el mercado habanero osciló durante este período de 280 a 300 pesos de a ocho reales.

El impuesto de entrada o de- recho de marca7 debía ser abo- nado a la Real Hacienda por el importador oficial de la armazón, en esos años la RCCH, cuando ya no había sido adelantado su monto total a la Corona como forma de obtener la correspon- diente licencia. Además de asen- tarse en los registros contables, la constancia gráfica del pago quedaba cruelmente impresa so- bre la piel del esclavo con la marca de carimbo o calimbo, un hierro candente con las inicia- les de la Real Contaduría.

Otros gastos de rutina eran los derechos que se pagaban a las autoridades portuarias que

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actuaban en los trámites de en- trada, desembarco y salida de los navíos negreros, así como en la tarea de carimbar las arma- zones. Estos eran el oficial ma- yor de la Real Contaduría, el capitán del puerto, el escribano de registros, el guarda mayor, los guardas menores de la ribera y la tropa de guardia.

A un escribano público se le abonaban regularmente los gas- tos de amanuenses y papel se- llado e n que incurría por las escrituras de ventas de esclavos y por las certificaciones de aque- llos que fallecían en el llamado Hospital de la Compañía. Supo- nemos que éste último no pasa- ría de ser un barracón utilizado como enfermería, en el cual se recluía a los esclavos rezagados de las armazones, generalmen- te por padecer de viruelas. Al frente del mismo figuraba un controlador, que utilizaba como enfermeras a un grupo de ne- gras esclavas. La Compañía sufragaba la curación y alimen- tación de los pacientes, así como las esquifaciones de cañamazo que se les proporcionaban y los gastos de entierro de aquéllos que fallecían. Como médico del llamado Hospital fungía un sa- cerdote, cirujano mayor del Hospital de San Juan de Dios, quien llevaba a cabo el recono- cimiento médico de los integran- tes de las armazones antes de proceder a su compra a los ue- greros británicos. Por otra parte, la empresa ingresaba en el men-

cionado Hospital de San Juan de Dios a los esclavos de su pro- piedad que mantenía trabajando en el Astillero de La Habana. No lo hacía en el llamado Hospital de la Compañía, quizás con la in- tención de evitar el contacto en- tre bozales y ladinos.

Gracias a su ubicación geo- gráfica en una de las zonas más estrechas de la Isla, la ciudad de La Habana disponía de un segun- do puerto: el Surgidero de Batabanó, situado en la costa sur, a cincuenta y dos kilómetros de la capital. A través de él solía mantenerse la comunicación marítima con Trinidad, Santia- go de Cuba, Santo Domingo y las otras colonias, tanto españolas como extranjeras, de la cuenca del Caribe. De las armazones de esclavos llegadas a La Habana entre 1743 y 1761, al menos die- cisiete de ellas fueron desem- barcadas por el Surgidero de Batabanó. Allí se efectuaban los trámites de selección, medición y marca. Después los negros eran trasladados por tierra hacia La Habana, con escala en Bejucal, poblacibn de señorío del marqués de San Felipe y Santiago, uno de los directores de la Compañía.

En sus frecuentes manifiestos y memoriales elevados a la Cor- te, la RCCH se autorretrataba como una especie de Atlante . sobre el cual descansaba la eco- nomía de la Isla. Para ser con- secuente con la imagen que pretendía proyectar, era lógico que asumiera como una res-

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ponsabilidad "moral" el suminis- tro del combustible humano que mantenía funcionando aquella maquinaria económica, máxime cuando uno de sus principales ideólogos, el doctor Bernardo de Urrutia y Matos, había sinteti- zado aquella realidad producti- va en una antológica frase: "Nada se emprende en la Ysla para que no necesiten negros y el hazerlos adquisibles era auxi- liar todo lo ~ i a b l e . " ~ Por ende, la Compafiía presentó su actita- ción en este giro como algo pa- recido a un apostolado negrero, un sacrificio por el bienestar de la s ~ c i e d a d , ~ cuando en verdad era un pingüe negocio que en- tre 1743 y 1752 le dio utilidades por 1 11 242 pesos1° y a cuyo am- paro se hacía un comercio qui- zás inás productivo que la trata misma. La South Sea Coinpany había trazado derroteros al res-

Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, 1157. Bernardo de Urrutia y Malos' 'Resumen de los Yntereses, y posibles aumentos de la

Ysla de Cuba enquanto Comerciable segun el presente estado de sus ne- gocios, y Govierno". f 18

e Cfr. Archivo Nacional de Cuba (ANC). Asuntos Políticos. leg. 1. n. 60. 'Junta General celebrada por la Real Compañía de la Havana, a convoca-

toria del Señor Governador y Capitan General de dicha ciudad, e Isla en las casas de consejo a 19 de diciembre de 1748..:', pp. 50-51.

lo AGI. Ultramar. 899. "Resumen General en que se manifiesta por menor la entrada de Caudales, erogaciones, enceres, devitos. utilidades,

perdidas y demas noticias..:'

Por ejemplo, en la licencia otorgada a Mariin de Ulibarri por Real CBdula de 4 de abril de 1741 no se mencionaba nada sobre harinas y otras mer-

cancias; sin embargo, en la licencia otorgada a la RCCH por la Real Cédu- la de 18 de mayo de 1745 se le autorizaba a adquirir de extranjercs todas

las harinas y demás provisiones necesarias para el abastecimiento de la Armada de Barlovento, la Florida y el resto de la Isla. No es difícil imaginar

los negocios que debi6 hacer la empresa con esa "patente de corso" co- mercial. Por aquellos años tenía a Pedro de Estrada residiendo en Jamaica en condiciones de apoderado. En una carta de 1747 se afirma que por en- tonces la RCCH solamente adquiria en Jamaica los esclavos y que procu-

raba las provisiones en las Trece Colonias. mayormente harina, carne de res y cerdo, mantequilla y queso. Elizabeth Donnan: Documents /Ilusfrative o1 History o1 the Slave nade to America, Carnegie Institution, Washington.

1930-1935, v. lll, pp. 141-142 (John Bannister a Hubert Lascelles. [Newpori] 14 de noviembre de 1747).

pecto y la RCCH no sería una excepción en este continente.

Era una norma de la época, independientemente de que fue- ra explicitada o no en las licen- cias," que los tratistas estuviesen autorizados a introducir un ba- rril de harina por cada pieza de Indias, supuestamente para la alimentación de los propios es- clavos. En la práctica intro- ducían un barril por cada esclavo, cantidad siempre su- perior a 13 de las piezas. De esto se derivaba una segunda astu- cia: al llegar a puerto aparecían más barriles que esclavos. En- tonces se alegaba que la dife- rencia correspondía a los que habían muerto durante la tra- vesía.

En algunas ocasiones los ba- rriles de harina venían conjun- tamente con las armazones; en otras, eran transportados en otras naves y procedían de otros puertos, pero siempre su impor- tación estaba amparada por la licencia o permiso otorgado para la introducción de esclavos.

Ya en 1753, Julián de Arria- ga, entonces in tendente de Cádiz, dejaría constancia de su desacuerdo con esta costumbre:

... Bulgaridad recivida en to- dos los asientos con notable admiracion mia, pues no dandose a los Negros e n aquella Ysla otro comestible, que lo que ella produce, y aun en la mas infima espe- cie, por que regularmente con Platanos, y tasajo de car-

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n e salada los mantiene, y quando mas tanibien casave, no descubro por que se ha de disimular este capitulo tan bien admitido.12 En nuestra revisión de las in-

troducciones de esclavos efec- tuadas durante este período encontramos embarcaciones pro- cedentes de Martinica, Provi- dencia y Carolina del Sur con pequeiías partidas de negros que no justificaban tan largas trave- sías. Evidentemente, la mayor parte del cargamento se compo- nía de víveres, ropas y otras mer- caderías de amplia demanda en La Habana y los esclavos eran solamente el pretexto.

Del texto de la Real Orden de 21 de marzo de 1754 se des- prende que la jerarquía admi- nistrativa metropoli tana n o ignoraba estos ardides colonia- les y que trataba de obstaculi- zarlos e n algo, dentro de las limitadas posibilidades que le permitía su lejanía del lugar de los hechos:

... que cada Embarcacion haya de conducir a10 menos cien Negros, en que se mira aprecaber el incombeniente de que conduciendo pocos, con el maior numero de Em- barcaciones sea excesiba la

AGI. Santo üciningo. 2209. Arriaga a Ensenada. Cádiz. 25 de junio de 1753.

ANC. Correspondencia de los Capitanes Generales. Leg. 18. n. 87. RO 21 de marzo de 1754.

l4 Harvard Universily, Graduate School ol Business Administration, Baker Library. "Libro de Datas al Thesorero..:' [ l de noviembre de 1752-31

de marzo de 17581, f . 174.

Ibíd.. f. 173 y V.

introduccion de Viberes (so- bre que se ha deponer expe- cialissimo cuydado, pues e n eso suele estar regular~nente el maior daño, y fraude) óse facilite otro ilicito Comercio [...l." En el único libro de contabi-

lidad de la RCCH que hemos podido localizar no es posible discernir la cantidad de mer- cancías que acompañaba cada armazón, pues el pago solía en- globarse habilidosamente con el rubro de "negros y víveres". No obstante, en un caso sí pudimos desglosarla.

Al amparo de la licencia de introducción de esclavos otorga- da por la Real Orden de 11 de enero de 1753 la RCCH recibici desde Nueva York, en septiem- bre de 1754, quinientos barriles de harina que le remitía el co- merciante Lorenzo Reade, a bor- do del bergantín "La Hermosa Sara", capitaneado por Guiller- mo Teysham.14 Pero ya la misma licencia había servido de cober- tura legal cuatro meses antes, en mayo de 1754, para importar de Jamaica cien barriles de carne de vaca de Irlanda, y en julio del mismo año otros veintidós barriles, para un total de ciento veintidós, todos adquiridos en aquella isla por el agente Juan de mi ralle^.'^ Junto con las ha- rinas, el ya citado mercader neo- yorquino también había remitido "algunas Menudenzias de Comes- tibles, de que la maior parte sir- vió para regalos precisos en esta

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ciudad".l"Quién sabe cuántos productos formaban parte de las aparentemente intrascendentes "menudencias"? Además, si esto era lo que asentaba la empre- sa en sus libros oficiales, o sea, lo lícito, ¿qué no pasaría por lo bajo? En fin, lo cierto es que una licencia para importar cuatro- cientas setenta piezas de Indias había propiciado la introchcción adicional de quinientos barriles de harina, ciento veintidós ba- rriles de carne y unas enigmáti- cas "menudencias" para regalos, todo procedente de colonias bri- tánicas."

También sería absurdo creer que estas naves hacían el tor- naviaje e n lastre. Lamenta- blemente, n o hemos podido consultar la contrapartida de este Libro de Datas, o sea, el Libro de Cargos. De haberlo po- dido hacer, es muy probable que hubiéramos encontrado registra- das en él las ventas de produc-

l 7 A lo largo del ya citado Libro de Datas hay abundantes y variadas mues- tras de las formas en que la Compañia practicaba el soborno de las autori- dades. tanto con regalos de viveres -ya vimos los procedentes de Nueva

York- como de esclavos. de dinero en efectivo o todo simuit8neamente. Por supuesto. nunca se, consignan los nombres propios de los beneficia-

dos; las referencias se hacen deliberadamente ambiguas: "los señores ministros de esta ciudad", "una persona de respeto",

"varios recomendables sujetos" ... Sobre el contenido de las "menudencias" puede ilustrarnos la lista de en-

cargos hechos por la dirección de la empresa a su agente Juan de Miralles el 11 de julio de 1753. para su adquisición en Jamaica y remisión con los

buques negreros: cristales para carruajes. servicios de café de loza de China, lelas, bujlas de cera de Venecia, cornucopias. papel, polvos de tin-

ta. sidra. mantequilla de Flandes, jamones. café, té. bacalao. ostiones. quesos de Flandes, cerveza de Bristol y un articulo especial: "Dos Negras de diez y ocho a veinte años de edad cada una Casta Arara, ú otra delas mejores de Costa de Oro, de buen cuerpo. bien parecidas, robustas y de

bella presencia vestidas honestamente y con alguna mas decencia que la que traen comunmente las Negras que vienen en Armazones." AGI. Santo

Domingo. 2026. Certificación de Antonio Núiiez de 26 de enero de 1762.

Nicolás Joseph de Ribera: Descripción de la Isla de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1973, p. 1 1 1.

tos cubanos a esos mismos capi- tanes y apoderados ya niencio- nados. N o sería arriesgado conjeturar que el bergantín "La Hermosa Sara" regresó cargado de azúcar y mieles para las des- tilerías de Massacliusetts y Rho- de Island.

La otra faceta de la trata era la ilegal. En una isla larga y es- trecha, con más de 3 500 kiló- metros de costas, en cualquier zona existían sitios propicios para alijos clandestinos de esclavos. Pero esto no ocurría solamente en parajes apartados. Nicolás de Ribera señalaba que el contra- bando se practicaba en el mis- mo puerto de La Habana,I8 lo que corroboran dos testimonios excepcionales que han llegado a nosotros desde el siglo xvrrr. Tan siquiera por una vez las víctimas tuvieron la palabra.

La negra Antonia María, natural de Kingston, Jamaica, declara el 9 de agosto de 1783 que siendo "de una edad tier- na" había sido trasladada a La Habana por Juan Antonio Ro- dríguez, conjuntaniente con otros cuatro esclavos. Tras des- einbarcarlos ocultamente, los cinco fueron llevados a una es- tancia en Guanabacoa, donde permanecieron varios días. Des- pués la dec larante fue con- ducida al embarcadero d e Marimelena, en la bahía de La Habana, desde el cual la trans- portaron en bote al muelle de la Real Contaduría -frente a la residencia del Gobernador-,

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"por donde paso de día Claro sin que fuese detenida condu- ciendola su amo a su casa". Por la fecha aproximada que apor- ta Antonia María, los hechos ocurrieron durante el mandato de Güemes y Horcasitas (1734- 1746).19

También existe el testimonio del mandinga Pedro Joseph, que llegó al puerto de La Habana en un barco inglés cuando gober- naba la Isla Francisco Cajiga1 de la Vega (1747-1760). Declara que el escribano Cristóbal Vianes de Salas lo extrajo direc- tamente del buque, sin pagar el derecho de marca.20

En 1758 un informante anó- nimo le comunicaba a Joseph de Iturrigaray, factor de la RCCH en Cádiz, que en La Habana era notorio que "se traen Negros fur- tivamente; y se introducen por la Ysla de Pinos, Vane, y Jaima- nita, de cuios parages luego se ban traiendo á la C i ~ d a d " . ~ '

Al final, las autoridades aceptaban los hechos consuma- dos -cle los cuales solían ser cóm-

' V A C . Intendencia General de Hacienda, leg. 1032, n. 15.

En carta de 10 de octubre de 1746 los contadores del Tribunal de Cuentas de las Islas de Barlovento, con sede en La Habana, informaban al Rey "de la poca formalidad y total desorden" con que manejaban los oficiales de la

Real Hacienda habanera 'los caudales que entran, y salen de las Cajas", "unidos con Don Juan Francisco de Güemes y Horcasitas en el tiempo que

fue Gobernado? de la Isla; "[ ...] a cuyo exceso se anaden otros muchos que se cometen por las Frequentes Embarcaciones Ynglesas que con titu-

lo de Cange de prisioneros, 6 de conducir viveres para la Compañia de esa Ciudad. llevan. y introducen otros generos, sin que se vea que de

ellos se cobren derechos algunos [...]". ANC. ('CBdulas y 6rdenes de S. M. de los arios de 1721 a 1753"). f. 512-514. RC 23 de marzo de 1748.

ANC. lntendencia General de Hacienda. leg. 1007, n. 8.

?' AGI. Ultramar, 929. La Habana, 4 de agosto de 1758. - - -

22 Fernando Olliz: Los negros esclavos, 2da. ed., Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975, p. 286.

plices- y optaban por salvar la parte correspondiente al fisco mediante los llamados "indultos de negros de mala entrada" -variante de la composición-, cuyo nombre se presta a confu- sión, pues, al igual que en la "coartación" el realmente "coar- tado" no era el esclavo, sino el

en este caso el verdade- ramente indultado no era el negro -que no había cometido ningún delito-, sino el dueño o introductor clandestino.

En realidad, el contrabando era el punto de contacto de los isleños con el mercado interna- cional y su manera de informar- se de los costos y precios en aquel mundo del cual preten- día mantenerlos aislados el mo- nopolio gaditano. En el caso específico de la mano de la obra forzada, las introducciones clan- destinas de esclavos obedecían a una necesidad ineludible de los terratenientes y manufactu- reros insulares de reducir sus costos de producción para po- der competir y obtener ganan- cia respecto al precio de mercado.

También llegaban a La Ha- bana esclavos por introduccio- nes fortuitas, las que en general eran de tres tipos: las presas -de guerra y contrabando-, las "arribadas maliciosas" -ejercicio de simulación que no engañaba a nadie- y los comisos o desca- minos. Salvo en el caso de las presas de guerra, es de suponer que en el resto de las categorías

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las partidas de esclavos introdu- cidas fueran pequeñas.

La entrada de España en la Guerra de los Siete Años (1756- 1763) culminaría para los ha- b a n e r o ~ con el episodio más dramático de toda la historia de la ciudad: el ataque británico. En lo que a la trata respecta, los once meses de ocupación de la plaza (13 de agosto de 1762-6 de julio de 1763) sólo significaron el paso del monopolio de la RCCH al de John Kennion, el mercader de Jamaica a quien el conde de Albemarle otorgó dicho privile- gio el 23 de octubre de 1762. Al hacerlo, tuvo buen cuidado de fijar el tope de introducción en

"' El documento aparece reproducido en: Hugh Thomas: Cuba or the Persuit o! Freedom, Eyre 8, Spolliswoode, London. [1971], pp. 1530-1531,

apéndice IV.

2' Cfr. R. Pares: ob. cit.. pp. 84 y 92; Eric Williams: Capitalismo y esclavi- tud, Ir. de Daniel Rey Diaz y Francisco Angel Gómez, Editorial de Ciencias

Sociales. La Habana [1975]. pp. 99-101; Richard S. Dunn: Sugar and Claves. The Rise o! the Planter Class in Ihe English Wesl Indies, 1624-

1713, Jonalhan Cape, London, [1973], p. 21; Harold Underwood Faulkner: Historia económ~ca de los Estados Unidos. Ir. de Aida Aisenson, Editorial

de Ciencias Sociales. La Habana. 1972. l. 1, pp. 139-140.

dos mil esclavos anuales, pues un exceso podría ser perjudicial para las otras colonias de Su Majestad Británica en el Caribe.z3

Por tanto, y contrariamente a lo que algunos han sostenido, las autoridades militares de ocupa- ción, lejos de promover las ven- tas de esclavos, hicieron lo posible por restringirlas, en defensa de los intereses del lobby azucarero de sus colonias caribeñas, el cual se oponía a cualquier empresa bélica que redundara en la ad- quisición de nuevas colonias pro- ductoras de azúcar. Ya en 1741 habían tratado de disuadir al vicealmirante Vernon de apode- rarse de Santiago de Cuba, y en 1763 influyeron para que La Ha- bana, Martinica y Guadalupe fueran reintegradas a sus respec- tivas rnetrópoli~.~~

Si el monto de los esclavos importados excedió de dos mil se debicí al afán de lucro de los negreros y 110 a un propósito del mando militar. A las ventas au- torizadas de Kennion se agrega- ron las hechas por funcionarios y oficiales del cuerpo expedicio- nario, que se deshicieron de los esclavos que habían traído para su servicio personal, y las reali- zadas clandestinamente por otros mercaderes británicos que operaron en la plaza.

No menos de 2 727 esclavos fueron introducidos en La Ha- bana durante aquellos once meses. Solamente los vendidos por Kennion importaron 593 862 pesos de a ocho reales. Esto pone

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en precario cualquier argumen- to acerca de la pobreza y falta de circulante en que quedaron sumidos los habaneros por las exacciones de las fuerzas ocu- pantes.

A lo largo de dos décadas, los adversarios de la RCCH ha- bían criticado su papel de inter- niediaria entre los negreros de Jamaica y los compradores del país. Achacaban a esto los altos precios de los esclavos y pedían el comercio directo con los bri- tánicos. Por una ironía de la his- toria, cuando llegó el momento anhelado por ellos tuvieron que pagar precios superiores a los de la RCCH, que desde 1758 se habían estabilizado en 290 pe- sos la pieza de Indias. O sea, la clave no estaba en que las in-

25 Enrique López Mesa: "Acerca de la introducción de esclavos en La Ha- bana duranle la ocupación británica (1762.1763)" (articulo inédito).

m C h Bibiano Torres Ramirez: La Compafiía Gaditana de Negros, Escuela de Estudios Hispano-Americanos. Sevilla, 1973; Gloria García: "La impor-

tación de esclavos en La Habana (1763-1799): nuevas cifras". Granma. La Habana, 19 y 21 de febrero de 1985, p. 2; G. Garcia: "El mercado de fuer- za de trabajo en Cuba: el comercio esclavista (1760-1789)", en Academia

de Ciencias de Cuba, Instituto de Ciencias Históricas: La esclavitud en Cuba, Editorial Academia [La Habana] [1986], pp. 124-148.

troducciones se hallaran e n manos de los intermediarios hispanocriollos, sino en el pre- cio de nionopolio.15

La ocupación británica de La Habana cerró el paréntesis abierto desde 1739. Los veinti- trés afios transcurridos habían constituido un período de la his- toria de la trata negrera e n Cuba. Después, se alternarían asientos y licencias hasta culmi- nar en 1789 con la libertad de la trata.16

El boom azucarero a finales de siglo dinaniizaría extraordi- nariamente el tráfico esclavista y haría empequeñecer la pers- pectiva histórica de los años pre- cedentes. Sin embargo, la historia económica de Cuba re- quiere estudios inonográficos sobre la inmigración forzada en los tres primeros siglos colonia- les. No olvidemos que la trata es como un hilo negro que nos conduce a través de los perío- dos de auge y depresión de aque- lla economía precapitalista. Pt:

Black Slaaie Trade i n Haaiana Harbor i n mid-18th century

The rnodus operandi of slave import through Havana harbor from 1739 to 1 7 6 2 h n e of the perio~ls of slave trade histoly in Cuba-is approached. The article refers not only to slavery- promoted úusinesses but also to the various alternatives followed to furtively introduced slaves th~ough Havana Harbor.

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ENRIWE SOSA Doctor en

Ciencias Históricas.

Profesor EmLrito de la Univ~rsidad

dé La Habana y de la

Autónoma de Santo Domingo.

POSEE numerosas

cond~coraciones y premios

nacional~s E

intérnacional~s.

ENRIQUE SOSA

fiáñigos en Key West (l88O?- l923?)

El hullazgo de una organizucih Ñáñiga en Key West entre los siglos xix y ,m, y su incorporación a la cama por la independencia de Cuba son los dos aspectos sobresalientes del artículo.

Key West es el nombre oficial del islote -tiene menos de diez millas cuadradas- y la ciudad de Norteamérica más próxima a la isla de Cuba, separados entre sí por el estrecho de la Florida, surcado por ese gigan- tesco río marítimo que es la Corriente del Golfo, secular propiciador de navegaciones entre el golfo de México, Eu- ropa y la costa este de los actuales Estados Unidos: la an- tigua y peligrosa ruta de los galeones de las flotas imperia- les españolas de las Indias Oc- cidentales que, con puerto final de reunión e n La Habana, transportaban al Viejo Mundo riquezas del Nuevo, cuando no naufragaban a causa de la vio- lencia de los elementos natu- rales, por el desconocimiento de los peligros de la ruta o por la emboscada de otros hombres, de otros pueblos, prestos para

el ataque y el saqueo, con ame- naza de siniestras calaveras y ti- bias emblemáticas, de los tesoros que allende el Atlántico facili- taron la acumulación originaria de capitales de Holanda, Ingla- terra, Francia o Alemania.

La proximidad geográfica -Key West está más cerca de La Habana que de cualquier otro puerto de la costa atlánti- ca de los Estados Unidos-, la compartida importancia estra- tégica, intereses económicos favorables para el intercanibio múltiple de mercancías y gen- tes, y hasta por coparticipación de banderas pues la española ondeó en la Florida hasta 1819 cuando, bajo los términos del tratado Adanis-Onis, España vendió a los Estados Unidos la península, ocupada en 182 1 con el actual Key West converti- do en base naval en 1823, año en el cual se creó el condado

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Monroe' el 3 de julio, con sede (county seat) en Key West a par- tir del 8 de enero de 1828.

Es aproximadamente en esos años cuando fue bautizado como Key West, pero antes, y siempre para los cubanos, fue Cayo Hue- so; nombre que la tradición hace proceder, según Jefferson Beale Browne y otros autores, del hecho de que españoles que arribaron al islote encontraron su suelo cubierto de huesos hu- manos, restos de indios, quizás calusas, que defendieron allí sus vidas por última vez, imposibili- tados de huir más hacia el sur -pues Key West es el último de los cayos que, como un rosario, se extienden al sur de la Flori- da-, perseguidos por otros indios, quizás seminolas (Creek), que les arrebataban, con su espacio vital, la existencia. Pero también, pen- samos nosotros, con la posibilidad de que murieran de sed, pues en los cayos mencionados no existen fuentes de agria potable -sólo en años relativamente recientes se le ha conducido por cañerías y bombeo desde Hampstead-, lo que determinó que permanecie- ran deshabitados durante siglos, sólo visitados por navegantes de diversos orígenes y procedencias dedicados a la pesca.

De ser cierta esta hipótesis, ese holocausto de indios, debi- do a seminolas que penetraron en la Florida para combatir a otros grupos étnicos allí asenta-

' Llamado as1 en honor del presidente Monroe, el de la famosa doctrina traducida como America para los Estados Unidos.

dos, debió producirse después de 1750, año que se reporta como el de su entrada en la península floridana. Pero esto parece im- probable, pues los cayos eran ya conocidos por los espaííoles, aun- que no habitados, desde el siglo XVI.

Sea como fuere, lo que nos interesa destacar es que Key West fue resultado de la pronuii- ciación anglizada de Cayo Hue- so; un producto historico, no un nombre originario, como sí lo fue Cayo Hueso, aunque el que quedó oficialmente fue deriva- ción, con key por corrupción de cay, a su vez corrupción de la palabra castellana cayo, y west (oeste) por hueso (bone).

El cubano Gerardo Castella- nos divide en tres períodos la historia de Key West hasta fina- lizar el siglo xix: hasta 1822, con el islote prácticamente desplo- bado, posesión americana de España con vínculo principal con Cuba y con una heterogénea población que incluía sobre todo a gentes procedentes de las islas Baliamas, con presencia de cubanos; de 1822 a 1869, inte- grado al condado Monroe del estado norteamericano de la Florida, con sus pobladores de- dicados principalmente a la pes- ca, al rescate de tesoros de barcos hundidos en los peligro- sos arrecifes rodean el cayerío -actividades que procedían del anterior período-, al comercio y al uso de Key West como esta- ción naval, siempre con relación

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principal con Cuba y extensión a otras partes del Golfo y de la costa este de los Estados Uni- dos; de 1869 a 1899, con auge del poblamiento y la interrela- ción múltiple entre Key West (para los cubanos Cayo Hueso o , simplemente, el Cayo) y Cuba.

Este auge se debió al traslado a Key West de parte importante de la industria manufacturera de tabacos de La Habana, que ~0111.

prendió a miles de obreros cuba- nos dedicados a su elaboración. Auge que llevó a José Martí a escribir con orgullo en Patria, en un poema dedicado a Hortensia Lechuga en 1893:

YO he visto en mi Cayo amado, en el hogar y en la escuela, lucir como en castigado t o w o mar, la limpa estela. [Martí, XVII : 2191

El significado de estas pala- bras puede constatarse con las siguientes cifras: en 1869 Key West tenía una población de unos 2 000 habitantes y en 1870, sobre todo por emigración de cubanos dedicados a la indus- tria tabacalera -con otros que tuvieron que abandonar la Isla grande por motivos políticos- era de 5 657.

En 1875 era la segunda ciu- dad de la Florida, sólo inferior a la de Pensacola, a la cual ya su- peraba en 1880, para ocupar el primer lugar con 9 890 habitan- tes, en su mayoría vinculados a

la industria tabacalera en cin- cuenta y siete talleres que em- pleaban 2 295 obreros. En 1890, en vísperas de la primera visita de Martí al Cayo cubano, don- de encontró hogar, amor y recursos para la gesta indepen- dentista que organizaba con el fin de dar libertad a Cuba, Key West tenía una población de 18 080 habitantes, 12 000 de ellos de origen cubano. Fue con esa población, con su vanguar- dia aglutinada en clubes y so- ciedades de todo género, con la que pudo contar para su magno empeño.

Pero la industria manufactu- rera de tabaco, con materia pri- ma procedente de Cuba, no se inició en Key West en 1869; pro- cedía, con asistencia de mano de obra especializada de cuba- nos, de mucho antes, al menos de 1831, año en el que, según se cita, se origina en el estable- cimiento de William H. Wall (destruido por un fuego e n 1859), que tenía cincuenta obreros, seguido por la apertura de otros más, con inclusión de propietarios y obreros llegados de Cuba y de otras partes, como la fábrica de tabacos Globe, del alemán Samuel Seidenberg, que llegó a tener doscientos obreros que, es de suponer, eran tam- bién cubanos en su mayoría.

Lo que se produjo a partir de 1869 fue, repetimos, el auge de esta producción, con rápido avance desde el traslado de la fábrica que elaboraba los taba-

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I Lii-i !!! A Y M A M A !!! QUE E O C H ~ A Q U ~ L L A ~ J

cos de la afamada marca Prín- cipe de Gales, del español ami- go de Cuba Vicente Martíiiez Ibor, a su vez seguida por otras más, no sólo de Cuba, pues de Nueva York trasladó su gran ta- ller el generoso cubano, también amigo de Martí, Eduardo Hidal- go Gato.

Esta larga y nutrida residen- cia de cubanos en Key West im- pregnó a la localidad d e un vigoroso y multifacético carácter cultural hispanocubano, que, por cubano, fue también afrocubano, favorecido por el origen clasista y racial de los cubanos en Cayo Hueso, con muchos obreros de la raza negra, entre quienes, coino veremos, los hubo hasta africanos en proceso de cubanía. La "ruta del esclavo" en Améri- ca fiie tan rica y compleja como la historia de los pueblos a los que se integraron.

Las fábricas de tabaco en Cuba, en particular en La Ha-

bana, se contaron entre los gran- des centros laborales, junto a los puertos y los mataderos, con pro- liferación ñáñiga en el siglo xix,

con membresía limitada a tres ciudades portuarias: La Haba- na (con otras localidades próxi- mas como Marianao, Regla y Guanabacoa), Matanzas y Cár- denas. A ellas debe sumarse ahora, como veremos, Key West /Cayo Hueso, con por lo nienos una "tierra" (tierralnación afro- cubana en el Cayo) organizada en la segunda mitad de ese si- glo, posiblemente en año poste- rior a 1869, como resultado adicional del gran éxodo d e obreros negros tabaqueros que liemos descrito.

Allen Morris expone que "los negros que llega~on a la Florida procedentes de Africa conserva- ron poco de su hejencia africa- na" (Morris: 1 O). Ese no fue el caso de los negros llegados de Cuba, que llevaron consigo al Cayo de las tabaquerías aspec- tos culturales de su herencia africana, como el ñañiguismo, con vigencia durante muchos años, hasta el siglo xx, cuando ya la industria del tabaco en Key West se hallaba en proceso de desaparición, con importante mengua de la población de ori- gen cubano allí doniiciliada.

Dos autores cubanos estable- cidos en el Cayo a partir de 1869 testimonian en sus libros la pre- sencia ñái'iiga e n Key West: Gerardo Castellanos Garcia y Juan Pérez Rolo. El primero en

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Motzvos de Cuyo Hueso, de 1935, rememoró: "En el afán de diver- tirse efectuaban los ñ.jñigos, el Día de Reyes, esas raras cere- monias y paseos con el consabi- do diablito y demás funcionarios al toque del ronco tambor"' (Castellanos:250); el segundo, en Mis recuerdos aparecido en la década del veinte del siglo pasado, atesta de nuevo que los ñ6ñigos salían a las calles el 6 de enero, con paseos "que frie- ron suspendidos [no dice fecha], pues la colonia cubana creyó que esos espect,?culos desdecían de la ciiltura de la emigración" (Pérez Rolo: 23).

Ambos testinioniantes recuer- dan los desfiles ñáñigos el 6 de enero, una práctica que tuvo su equivalente en ia Habana, don- de fue prohibida por las autorida- des coloniales en aiios que coinciden con los de su práctica en Key West. Su prescnpcicín, de acuerdo con lo informado por Pérez Rolo, debió preceder a la desaparición de la (S) sociedad (es) secreta(s), síntoma de un ocaso que se inició, posiblemente, con el de estos desfiles en 1923.

Importada de Cuba, la pala- bra "iiáñigo" apareció en Key West como una religión, una secta fraternal y de ayuda mutua entre negros e n el período de 1880 y 1890. El último baile ñáñigo calleje- ro se produjo en el Cayo en 1923 [Wells:47].

* Se refiere al ékue de las ceremonias.

Estas palabras, transcritas por el autor de este artículo de un trabajo de Sharon Wells, quien al parecer las tomó del escrito de Stetson Kennedy titulado "Ñáñigos in Florida", publicado en 1940 en el volumen IV nnú- mero 3, de la revista Sottthern Folklore Qttuterly de la Univer- sidad de la Florida, dan una vi- gencia al ñañiguismo cubano Icayero de no menos de cuaren- ta años, con la siguiente expli- cación adjudicada a un cubano de Key West al que se le pidicí que-lo definiera:

Náñigo es una orden frater- nal secreta sólo para hombres, aunque ocasionalmente se admite a una mujer muy vie- ja. Sólo son iniciados los hom- bres más valientes y viriles, a quienes no se permite recibir desaires [slights] ni insultos de nadie, excepto de un herma- no ñáñigo. Los distintos gru- pos son competitivos y no tiene relaciones. Los miem- bros cooperan estrechamen- te dentro de su propio grupo, ayudándose entre sí de ser posible, sobre todo en casos de enfermedad, etcétera. Con frecuencia se crean problemas cuando el miembro de un gru- po dafia a un miembro de otro [Ibíd.]. Otro cubano e n Key West

informó respecto al origen de la palabra "ñáiiigo":

Su nombre real, al ser lleva- dos los esclavos africanos a Cuba, era Carubali Apupu

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Abacua. Con la primera pa- labra por el lugar de su pro- cedencia, la segunda por algo que es viejo y grande para ellos y la tercera por compromiso (pledge). El ri- tual fue tomado por los blan- cos y nombrado por ellos ñhñigo [Ibíd.:48]. Nada nuevo para nuestros

días, excepto esa significativa equiparación de la palabra "abakuá" con "voto" o "compro- miso" y la aclaración de que fue a partir de la incorporación de blancos a las sociedades que sus miembros recibieron el nombre

e nanigos. d - / -

Wells admite que su breve ensayo fue escrito basándose en "materiales compilados por in- vestigaciones en Key West por Stetson Kennedy en la década del treinta con los auspicios de la Works Progress Administra- tion (WPA)". Como observamos, con datos errados y hasta con- tradictorios, como los que utilizó para definir el ñañiguismo.

El ñañiguismo no es un pro- ducto de Cuba o de los cubanos. Es una sociedad se- creta con origen en el Bajo Congo y otras partes de Afri- ca, importada a Cuba por es- clavos africanos. Entre los dioses de la sociedad está Ecue, hijo de Abasi: ser su- premo; Changó, el espíritu del bien y el mal, poseedor del poder del castigo; Yenia- yá, un espíritu del aire; Negues [iñeques?] , genio del

mal; y Ñañga, espíritu supre- mo del mal [Ibíd.]. El autor (o el informante) se

limitó a oír las campanas ... y lo confundió todo. Admitió que el ñañiguismo procedía del Bajo Congo, a pesar de que antes, con acierto, relacion6 el término "carabalí" con su lugar matriz en África, aunque es posible que no supiera su derivación de Calabar (Viejo y Nuevo), en el sureste nigeriano y su frontera con Camerúri y la de Ecue (no Dios) con el sacrosanto tambor/ receptáculo espiritual del fambá.

La confusión integra al ña- ñiguismo orichas de la regla de oclia cubana, posibles ñeques y un "espíritu suprenlp del mal" con el nombre de Nañga, que pensamos puede proceder de la nganga propia de la regla conga o palo monte.

Así planteado, desbrozando el párrafo para revelar posible infor- mación adicional, se puede con- jeturar que, en el afrocubanismo de los cubanos de Key West, co- existieron cubanos ñáiiigos, santeros y paleros, pero sólo como proposición, pues del único com- plejo cultural afrocubano del que disponemos evidencia documen- tada es del ñañiguismo.

Esta incógnita, requerida de investigación, se complica aún más cuando Wells y Kennedy suman a los ingredientes apun- tados el vuduísmo, una indefi- nida pero temible brujería, y hasta la obeah jamaiquina:

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La perpetuación de lo oculto también fue evidente en la idolatría y el antropomorfismo inherente al priniitivo culto de la brujería. Los poderes de la brujería se centran en la fusión de la idolatría, un nú- mero variable de divinidades menores, elementos de cato- licismo, brujería, y un dios pre- minente, Olorun. Este culto y el de obeah, un tipo similar de secta de los negros de las Indias Occidentales, com- prenden un misterio y herme- tismo que eran remanentes de religiones tribales africanas, significativas para el vuduís- nio que existía en Key West. De acuerdo con el estudio de Keniiedy: "...el vuduísmo es menos una ideología religio- sa organizada que un intento inicial para comprender los fenómenos; es una religión en una de sus formas más primi- tivas l...]" [Ibíd.: 491. Kennedy y Wells resultan tan

oscuros para nosotros como para ellos debieron ser las religiones de origen africano importadas de Cuba y -según sus textos- de Jamaica y de Haití, además de las islas Bahanias, que de- bieron investigar en Key West.

Lo que extraemos de su lec- tura nos lleva a la certeza de la existencia de ñáñigos, a la posi- ble presencia, organizados o no, de adeptos de la cubana regla de ocha, y a dudar de la de vu- duistas. Concluimos su pre- sentación con dos párrafos

adicionales que una vez más des- conciertan niás que informan:

Gran parte de [...] las tradi- ciones en Key West, preser- vadas hasta el siglo xx por el aislamiento geográfico del Cayo, tienen sus raíces ori- ginales en Africa, Bahainas y Cuba. Costumbres y cre- encias, cultos vuduístas y supersticiones, prácticas funerales y canciones trans- mitidas +on reflejo de deri- vaciones en no pocas d e ellas- que se han filtrado por primera vez por iiiniigrantes negros de Bahainas y latinos [sic] para particularizar la mezcla singular de la cultu- ra de Key West [...l. Dos primitivos cultos religio- sos que incorporaron africa- nisnios se documentaron al finalizar el siglo [xrx]. Aun- que las prácticas de ñañi- guismo y brujería comparten una herencia común afrocu- bana centrada en el herme- tismo, el ritualismo y la creencia en lo subrenatural, cada una es dist inta [...] [Ibíd.] En fin, volvemos al inicio: de

Cuba, así les pareció, llegaron el ñañiguisnio y esa "brujería" que no sabemos si fue conside- rada también como "vuduísmo". De más interés es la fisonomía que adquirió Key West como consecuencia de su rápido y heterogéneo crecimiento demo- gráfico en el sur de los Estados Unidos. Wells recoge que "los

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nuevos residentes, de origen bahamense o cubano, tendieron a establecerse e n distritos (pockets) culturales" y mencio- na que en 1880 existían, con 1í- mites mal definidos, "Conch Town", "Nigger Town" y "Cuban Village", localidades con patro- nes de vida y comportamiento social distintos [Ibíd.:34].

Los cubanos Pérez Rolo y Castellanos coinciden en esta apreciación, pero no en los noin- bres, que españolizan; escribe Castellanos:

Imitando el principio yanqui de yanquizar los nombres, dieron nombres suyos a las calles, parques, edificios, o los cubanizaron, como, por ejemplo, a los conchs (anglo- norteamericanos), les llama- ron concos, al barrio de los nativos le llamaban conco taon [...l. El idioma castella- no desplazó al inglés [...l. Millares de cubanos, muje- res y hombres, pudieron allí vivir más de un cuarto de si- glo sin necesidad del idioma inglés [Castellanos: 1421. Por su parte, Pérez Rolo apun-

ta que al arribar a Key West la gran emigración de cubanos ini- ciada en 1869, las calles no te- nían nombres y los recién llegados las bautizaron como sigue: Rema- tes (Front), Hospital (Emma), Esponjas (Elizabetli), Banderas (Duval) , Tablas (Simonton), Fambá (Thomas). Esa era la par- te cubana, con callejones como los de Poyo (por José Dolores

Poyo), del Dr. Español (por el doctor Juan González), de los Muertos, de San Carlos, de la Ceiba, de Castellanos ... A lo cual debemos añadir la costuni- bre de los grandes fabricantes de construir albergues para sus tra- bajadores, comunidades adicioe nales de cubanos, más o menos grandes, como, en Key West, Gatoville para obreros de la fá- brica de Eduardo Hidalgo Gato, e n la calle S imonton e n t r e Truman y South Beach; Pohalsky City para trabajadores del tejano Pineus Pohalski, fundador de la marca Montecristo, cerca de las calles White y Truman, costuni- bre continuada en Tampa, don- de se estableció Ibor City, o en Ocala con Martí City.

De todas estas denominacio- nes es muy sugerente, en rela- ción con los ñáñigos, la que tuvo por nombre Fambá, palabra que denomina el cuarto secreto y sagrado de sus sociedades. En el lugar así bautizado en Key West pudo existir tan nutrida concen- tración ñáñiga que condujo a que recibiera ese nombre, lo cual debió servir también para el sur- gimiento y conservación de so- ciedades secretas de ese tipo en el Cayo cubano.

Una última fuente valiosísi- ma -por tratarse de José Martí quien, como es sabido, estuvo en muy íntima relación con la colo- nia cubana del Cay* es un artí- culo que apareció en el número de Patria del 1 de abril de 1893, titulado "Una orden secreta de

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africanos", dedicado a Tomás Surí, el africano "que ha cum- plido los setenta años en el des- tierro del Cayo" (Martí, V:324).

Martí no utilizo la palabra "ñáñigo" en este escrito, pero, como veremos, es evidente que se refiere a ellos, entre los cua- les militó Surí, un ejemplar hom- bre y patriota con hijos cubanos, al parecer también acogidos en el exilio de Key West. Sobre el ñañiguismo que no reconoció, escribió:

Es de una orden secreta, de una tremenda orden secreta de africanos, con ordenanzas y quién sabe qué, que dejó ir a unos hermanos porque que- rían aún el tambor, y los de- más ya no querían más tambor en la orden, sino escuela. De una misteriosa, peligrosa, fu- nesta orden secreta es Tomás Surí, donde el tercer grado no lo puede obtener el que no sabe leer [Ibíd.]. Es obvio que a Martí no le gus- tó -tampoco tuvo tiempo para conocerle+ el ñañiguismo, que era "tremendo", "peligroso" y "funesto"; pero sí le agradó un representante suyo como el ne- gro Surí quien, a los setenta años, ingresó en una escuela, ¡en la propia sociedad a la que pertenecía!, para aprender a leer y a escribir y poder ascen- der al tercer grado jerárquico de la sociedad. No creemos que se tratara de

un dilema planteado entre los que querían tambor y los que

querían escuela. Dadas las ca- racterísticas ceremoniales y has- ta el sistema básico de creencias ñáñigas, el tambor -su sonido sagrado o estimulante- es indis- pensable.

Lo que nos sorprende, por no haber encontrado una situación semejante en las sociedades cu- banas, es el establecimiento de una escuela en la "tierra" del Cayo y la disposición alfabetiza- dora de sus miembros para as- cender en su seno, como en el caso de Surí, sobre quien aña- dió Martí una anécdota que lo honra como cubano cabal a pe- sar de su origen africano: un día apretó en sus brazos a un patriota cubano blanco y le dijo: "Yo lo hice, y lo hice cuando la pelea, y tengo tres hijos, y si no vuel- ven a ser como yo, esos tres no son mis hijos" (Ibíd.:325), pala- bras que lo revelan como mambí del '68 y paterno promotor de mambises para el '95.

Eso respecto al ñáñigo mambí de Key West, Tomás Surí, y su decisión de alfabetizarse para hacerse mejor ñáñigo y mejor cubano, digno de asistir a un fambá, que Martí presenta como: "...sala embanderada [...] la sala que adorna sus fiestas con la bandera de la revolución (Ibíd.:324). A lo cual agrega:

En reunión regular que cele- bra la orden los jueves, Juan Pascual, que así se nombra el venerable director, propuso que la orden donara una can- tidad que ayudase a engrosar

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los fondos de la guerra, por- que ellos también quieren contribuir con algo al día de la patria. Fue unánime la aprobación, y se dijo mucho bueno, aunque no con mucho adorno, pero creo que con el mejor, porque hablaban con el corazón [Ibíd.: 3251. En la introducción a la bio-

grafía Martín Morúa Delgado. Vida y mensaje, de Leopoldo Horrero Estuch, el autor recoge que las sociedades de la raza de color en Key West, como en otras ciudades de los Estados Unidos, siguieron las instrucciones del Directorio que en Cuba presi- día Juan Gualberto Gómez, a su vez estrechamente vinculado a las orientaciones procedentes de José Martí, y anota las socieda- des: la Gran Orden Misioneros No. 1, fraternal, presidida por V D. Pascual, y la Sociedad de Instrucción y Recreo El Recreo, dirigida por Francisco Guerra, ambas con membresía de taba- queros.

¿Acaso el ñáñigo Juan Pas- cual fue el misino V D. Pascual o alguien de su familia? La co- incidencia del apellido es muy sugerente; puede admitirse error de quien le puso el nom- bre de Juan o las siglas K D. de ser Pascual la misma persona y sin que el autor citado mencio. ne otra sociedad de gente de color El Progreso en Key West y esta fraternal Gran Orden Mi- sioneros No. 1, tampoco es aven- turado adjudicar ese nombre a

la sociedad ñáñiga que presen- tamos en Key West. Con enri- quecimiento de datos que nos conducen, a partir del Directo- rio y de Juan Gualberto a José Martí y la organización del Par- tido Revolucionario Cubano en el exilio cubano de los Estados Unidos. Contribuye también a explicar tres básicos principios martianos en su seno: la inte- gración de todos los cubanos al proyecto mayor de hacer libre a Cuba, el interés en la educación para "ser culto que es la única forma de ser libre", y el rechazo de toda forma de segregación o discriminación racial.

Pero hay algo más: una legí- tima pregunta que necesaria- mente suscita: ifue ese ejemplo seguido por otras sociedades náñigas en Cuba? No parece 1ó- gico sustentar ese trabajo patrió- tico del Directorio sin suponerlo para las "tierras" ñáñigas exis- tentes en Cuba, o al menos para alguna de ellas.

Por último, resulta interesan- te el nombre de la sociedad: imi- sionero?, i en Key West? La selección de esa palabra, con el añadido de "No. 1" hace de sus miembros portadores-dependien- tes, es decir, personas responsa- bilizadas con la propagación de su culto y sistema de creencias, dependientes de "casas matri- ces" que sólo podían estar en Cuba, en La Habana.

La decisión unánime de los niiembros de la Gran Orden Misioneros No. 1 de apoyar el

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proyecto martiano para indepen- dizar a Cuba de España, en una habitación adornada con la ban- dera de Guáimaro, con hombres que comprendían a ex manibises y a otros dispuestos a serlo, es tan comparable a la de los clu- bes revolucionarios de Cayo Hueso, Tampa y otras ciudades, que puede admitirse su adición a éstos, aunque entonces no se pensara así por tratarse ide ñá- ñigos! El "corazón cubano" que los condujo a su generoso y pa- triótico gesto era tanto más ce- loso y ferviente porque, según el citado artículo de Martí:

... ellos, los que habían sido esclavos, eran los únicos que habían ganado con la revo- lución, que la mucha sangre y lágrimas que había costa- do a los hombres que, no es- tando acostumbrados a la guerra, se lanzaron a ella ge- nerosamente, sólo habían servido para conquistar la li- bertad de los negros; que no es posible que hombres que se reúnen para progresar, quedaran sordos y ciegos en el momento en que todo se mueve para terminar la ta- rea interrumpida [Ibíd.]. Mnrtí escribió su artículo a

partir de una carta recibida del Cayo; desde aquel día, añadió, los ñáfiigos pagaron su cuota "puntuales y contentos", trans- cribiendu el sentimiento de su testimoniante, a todas luces un cubano blanco radicado en Key West.

iAh!, amigo, no falta quien me critique y me tenga a menos porque me siento con ellos en los bancos de apren- der; pero cada día sigo con más interés en mi tarea, por- que nunca me he reunido con tanto hombre honrado y de verdad en tan poca gente [Ibíd.]. También merece atento cui-

dado y estima la escuelita, aun cuando sólo fuera para alfabeti- zar. Key West, situado al sur de los Estados Unidos, compartió la férrea e indignante práctica segregacionista que caracterizó, sobre todo, a la extensa parte sureiía del poderoso país de Norteamérica. Los cubanos en Key West la conocieron y tuvie- ron que aplicarla, aunque no igual, ni siempre.

La segregación por razas, has- ta entre cubanos, comprendió los barrios, las sociedades, las logias masónicas y las escuelas. En tanto que los cubanos controlaron los trabajos relacionados con la ela- boración del tabaco y parte im- portante del comercio, el gobierno de la localidad y la ad- ministración de justicia se con- servaron -salvo raras excepciones como durante la alcaldía de Car- los Manuel de Céspedes (hijo)- en manos de los conchs (o concos). Una situación que ge- neró no pocos problemas, pues en esos aspectos, a pesar de su nú- mero, los cubanos -con los ne- gros de cualquier procedencia- estuvieron en desventaja.

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Respecto a la .desegregación escolar, ésta sólo se logró en la Florida entre 1954 y 1960, con oposición para su aplicación has- ta por la Corte Suprema del Es- tado. Sólo en 1870 se abrieron en Key West las primeras escue- las públicas, una para niños blan- cos y otra para negros; pero en 1871, a pesar de leyes y repu- dios, en el glorioso Club San Carlos, recién creado como So- ciedad de Recreo e Instrucción de San Carlos, se abrieron, con suerte inestable pero larga his- toria, escuelas para niños y ni- ñas que posiblemente fueron las primeras escuelas integradas (para niños blancos y negros) y bilingües (inglés y español) en el sur de los Estados Unidos.

Los ñáñigos de Key West si- guieron su ejemplo democráti- co, desinteresado, fraternal e igualitario, y Martí dejó cons- tancia de ello en su artículo:

En la escuela son sublimes, pues en ella se recibe a todo el que desee aprender [ya vi-

mos que también a adultos], sin preguntarle quién es. El niño de cualquier color que a ella llega sólo tiene que sen- tarse en un banco, y encuen- tra quien lo enseñe. No tiene que hacer otra diligencia para entrar en la escuela [Ibíd.]. A partir de 1894 se inició un

creciente éxodo de cubanos de Key West hacia otras ciudades de los Estados Unidos, en parti- cular hacia Tampa, que logró el primer lugar en la producción tabacalera en ese país. Las pri- meras décadas del siglo xx fueron de decadencia y despo- blamiento para Key West, pero las relaciones étnicas, cultura- les y de otro tipo entre Cuba y el venerable Cayo tabacalero y martiano no desaparecieron: allí permanece el venerable San Carlos, viven descendientes de cubanos y se celebra anualmen- te un Festival de la Heren- cia Cubanoamericana (Cuban American Heritage Festival), pero sin presencia ííáñiga. 6

Ráñigos i n Key West (1 88O?* 1923?)

The discovery of a ñáñigo organization in Kq West in the 19th and 20th centuria and its joining in the struggle for Cuban independence are the two outstanding features of this article.

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- 8 Resirmi ficacióri plástica - < de un legado africano:

YWDA WWD --- Crítica de arte y profesora de la Universidad de

La Habana.

Resignificación plástica de un legado africano: la máscara

Lu múscara conserva suficientes valores espirituales en la conciericiu colectiva, se resignifica y recontextualiza, como valor identitario asociado a Icrs ftientes que definen nuestras culturas. Lu máscara está en el universo simbólico del imuginario caribeño, y se incorpora como un atributo del substr~lto africano de kl que se nutren y enric~uecen las artes plásticas contemporitneas.

La mríscara presupone el rostro. El rostro, la identidad. Quizás esto explique por qué en el arte caribeíio la máscara ha adqui- rido la fuerza de un referente visual contemporríneo incorpo- rado a las búsquedas de una expresicín artística que se con- fronta con sus orígenes en los intentos por definir una imagen de autenticidad. Como objeto cultiiral, la niascara es tan an- tigua como el hombre mismo y ha formado parte del ajuar de todos los pueblos prin~itivos con distintas fiinciones: mágicas, ri- tuales, guerreras, teatrales y car- navalesca~, entre otras.

En el contexto caribeño, la iriáscara remite a la africank y a su liso tradicional en los antiguos reinos del continente negro. Ha sido ese legado el que el artista

caribeño contemporáneo ha reevaluado como dato histórico de ancestralidad. De tal modo que, al margen del uso de la máscara desde los momentos fun- dadores de la cultiira europea occidental, su reapropiación ar- tística constituye iin ejercicio consciente de encuentro con una de las fuentes que muten la cul- tura regional: la africana. No es- capa a este estiidio el conflictivo tránsito de la máscara desde un espacio a otro -Africa hasta Aniérica- y desde un tiempo a otro -de la esclavitud hasta el siglo xx.

El desplazaniiento de un es- pacio a otro estuvo marcado por la desiriidez del negro aherroja- do y el despojo, impuesto por el látigo, de todo objeto aconrpa- ñante. La máscara no cruz6 físi-

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cameiite el océano. Viajó silen- ciosa e n la memoria hacia el espacio de las plantaciones ca- ribeñas. En las travesías sucesi- vas, en las mezclas iiiterétiiicas y en las exigencias prácticas im- puestas por el trabajo diario, las formas d e reproducción de la vida espiritual africana encon- traron el impacto de la decul- turación. La máscara no escapó a los efectos. El rompimiento de las cadenas culturales origina- les extiiiguió su uso y declinó sus sistemas de valores originales. Los procesos reproductivos de la cultura africana quedaron inte- rrumpidos e n el nuevo contex- to, lo que plantea el problema de la entrada de esos referentes a una nueva genealogía e n el espacio de recepción. Cuestión muy importante para el estudio

Manuel Moreno Fraginals: "Aportes culturales y deculturación", en África en Amérrca, Ed. Siglo XXI. 1977, p. 17.

de la resignificación de la más- cara como legado plástico en la contemporaneidad.

La máscara africana remite a los grandes saberes aciimiila- dos en la cultura de aquel coii- tinente. Los ancianos sabios no fueron traídos al Caribe, por lo que la edad promedio de los es- clavos constituyó otro factor de riesgo para la máscara y para la supervivencia de otros saberes. Manuel Moreno Fraginals refiere que los límites 16gicos para un buen rendiinieiito econcímico de los esclavo3 eran entre quince y ~ ~ e i n t e años, y que incluso du- rante el siglo xrx, ante los te- inores que generaba el fin de la trata entre los esclavistas, la edad se redujo aún más e n la importación de mano d e obra inasciilina. Moreno lo expresa con térmiiios muy precisos: "MAS tiempo de vida significaba, tam- bién, más baja tasa de aniorti- zación equiva len te a mayor rentabilidad."l

Sin duda, esta conformacióii etaria de los grupos esclavos tuvo importantes coiisecueiicias en el proceso de transferencias cultu- rales desde Africa hacia el Ca- ribe. "Los ancianos sabios lamas llegaron a América o lo hicie. ron por e~cepc ión" .~ La niásca- ra en el contexto africano estaba asociada a significativos momeii- tos de la vida colectiva. En ella se fijaban valores y patrones de la tradición vinculados a la ini- ciación, a la muerte y a ciertas prácticas rituales que diferían

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en su forma y función entre unas y otras comunidades.

Pudiera decirse que las más- caras, igual que las escarificacio- nes, pasaron por un proceso de "desafricanización", según térmi- no acuñado por Deschamps Chapeaux para referirse a la pér- dida de las marcas tribales, tan- to faciales como corporales, de los esclavos llegados del conti- nente negro. Al estudiar este asunto, el autor revela cómo era frecuente en Cuba atribuirle a un esclavo un , determinado origen étnico a partir de esas marcas. "Generalmente la clasi- ficación de lucumi se aplicaba a todo negro que tuviera rayada sus mejillas, así como la de carabali a aquéllos otros cuyos dientes estuvieran cortados en punta." Precisa el propio autor que estas marcas sólo eran luci- das "por los nacidos en Africa, pues para el esclavo criollo esta costumbre prácticamente nunca e~ i s t ió . "~

Nuevas marcas, hechas con hierro y fuego, darían título de propiedad a los amos sobre los esclavos: la calimba. Objeto de la tradición ganadera, bovina y caballar, con el que se numera- ban las reses del establo, exten- dió su uso sobre las espaldas de los negros en las plantaciones. Con diseños diversos, que podían incluir las iniciales de los due-

Pedro Deschamps Chapeaux: "Marcas tribales en los esclavos de Cuba", Etnologia y Folklore, Academia de Ciencias de Cuba. n. 8, 1969, p. 65.

Fernando Ortiz: Los negros esclavos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1975. p. 237.

nos, rematadas por cruces o síin- bolos nobiliarios, fue un artefac- to revelador de toda la crueldad esclavista. El látigo empleado durante los castigos también los marcaba para siempre; lo mismo ocurría con otros medios de re- presión y tortura, como los grilletes en los tobillos, de cuyas úlceras sobre la piel se padecía toda la vida. Se trata, en todos los casos, de huellas imborrables de lo que fueron aquellas atro- cidades cometidas contra los es- clavos en el Caribe.

El hierro fue un material im- portado por las culturas impues- tas. Vinculado a la tecnológica y al desarrollo indus- trial, es un metal que alcanzó su esplendor mayor durante el pro- ceso esclavista, sobre todo en la industria azucarera. Las herrerías fueron imprescindibles en los in- genios. De ellas saldrían no sólo instrumentos necesarios para la producción, sino también los objetos de tortura: cadenas, gri- llos, calimbas y cierto tipo de más. cara descrita por Fernando Ortiz, "que se aplicaba sobre la cara y se sujetaba con un candado ce- rrado a llave. El esclavo con la cabeza metida en tal artefacto no podía comer, ni beber, sin permi- so. Por eso se aplicaba a los bo- rrachos, a los que comían tierra, y a los que ¡comían caña!"4

El desarraigo impuesto como status al esclavo en las planta- ciones no sólo interrumpió el emp!eo de la máscara originaria de Africa dentro del contexto

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CAmGoMLA colonial, sino que la sustituyó MASCARA

-como refiere Ortiz- Dor otros artefactos de poder, asociados al drama de los castigos físico-cor- porales. Quedaría para el hom- bre de origen africano una zona de recuperación de la máscara ya dentro de los sistemas de ritualidad, secretos y clandesti- nos, u otra de carácter festivo a través de su empleo en activi- dades públicas como el Día de Reyes y el Carnaval.

Quizás por haberse conserva- do en los espacios prohibidos de la ritualidad abakuá, el heme corrió mejor suerte. Ese enca- puchado misterioso del cuarto fambá constituye una de las imá- genes de encubrimiento más

importantes en el contexto cu- bano, por su personalidad im- pactante y por si1 modo de bailar haciendo sonar cencerros colga- dos a sil cintura y cascabeles anudados a los pies. El íreme fue desde los tiempos coloniales una visión marginalizada y temible que motivó la representación de artistas plásticos cubanos, como Víctor Manuel y René Portoca- rrero. Sobre todo este último dejó impresionantes versiones de un riquísimo colorido.

Las festividades populares fueron otro espacio para la re- aparición de la máscara involu- crada a nuevos significados dentro del espíritu de sincretis- mo y transculturación de las mezclas interculturales en el Caribe. El negro se incorporaba a un sistema de festividad dise- ñado desde una tradición otra, en la cual su inserción estaba condicionada por su propia si- tuación social subalterna, siem- pre devaluada por el sistema hegemónico. En las plantacio- nes comenzaron ciertas licencias en fechas señaladas o en oca- siones importantes, durante las cuales el solo cambio de indu- mentaria de los esclavos y las escenificaciones que represen- taban provocaban la hilaridad de los amos. Pero a los efectos del uso extendido de la másca- ra en el Caribe en fiestas calle- jeras, habría que iiiencionar las procesiones del Corpus Christi. En ellas, ha dicho Argeliers León, "al africano se le situó

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entre las representaciones de diablos, grandes y chicos, de dia- blos y diablesas, de diablos rojos y azules

El diablo no 5s una imagen que proceda de Africa. Su ver- sión caribeña está profunda- mente cargada con todo el simbolisnio proveniente de la catequización y resume todos los miedos que en ella genera el horror a1 pecado. La iinagen del diablo sobre los rostros y los cuerpos de los esclavos reafirma- ba la discriniiiiacicíii y el trato despectivo al negro en la socie- dad colonial. Con el paso del tiempo, la imagen del diablo se hizo protagonista fundamental en los carnavales del Caribe. Su indumentaria podría recordar, según el propio Argeliers León, algunos elementos del color y lii

d e c o r a c i ó ~ que pudieran ras- trearse en Africa, pero a las mas- caras -de riquísima novedad formal- portadas por negros ha- bría que añadirles un modo de danzar y movimientos corpora- les propios de una gestualidad de origen africano. La realiza- ción de estas niáscaras y su uso extendido al Carnaval constitu- yen hoy toda una tradición en Santo Domingo y Puerto Rico fundainentalmente. Mientras la aparición de los "diablos" ha quedado como una constante en todas las festividades carna- valesca~ de la región. Bajo aquel

Argeliers León: "Elementos africanos en lo festivo latinoamericano". en El arte elimero en el mundo hispano, Universidad Nacional Autdnorna de

México. 1983, p. 336.

atuendo asumieron ciertas li- bertades circunstanciales que fueron aprovechadas para el des- qufte. El Diablo Cojuelo o los Vejigantes son en ese sentido personajes fundamentales del folklore antillano.

Resulta de mucho interés precisar cómo a los íreme de los abakuá se les identifica popular- mente con el apelativo de dia- blos o diablitos, lo cual nos hace pensar en el modo en que las fi- guras encapuchadas, ocultas o "enmascaradas" se asocian en la conciencia colectiva a esa de- nominación satánica o nialéfica. Sin dudas, la máscara presupo- ne siempre un ocultamiento líe- no de misterios. Esas máscaras del carnaval funcionan en rea- lidad coino caretas de oportu- nidad y constituyen toda una tradición de artesanalidad en el Caribe hispano pues se emplean también para otros momentos de significación en las festividades católicas, como los domingos de Resurrección en algunos pobla- dos dominicanos.

Especialineiite las caretas de los diablos se reconocen por la presencia de los tarros, que Ile- gan a cubrir casi totalmente las cabezas enormes, llenas de co- lores. Esa visión de múltiples tarros constituye un verdadero aporte a la imagen del diablo proveniente de los textos visua- les de la Edad Media, cuando esta figura adquirió una presen- cia tan significativa, vinculada a los temores del Juicio Final.

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Otras importantes expresiones de enmascaramiento son las pin- turas faciales y corporales, que con gran profusión revelan un imaginario popular riquísimo, asociado al cuerpo como sopor- te de expresividad artística y tradición popular en las festivi- dades com~initarias.

La máscara, perdido ya su sentido original, quedó transfor- mada en careta de uso popular, asociada a un modo de oculta- miento que varió sus formas y . funciones originales. Perdidas las claves ancestrales de su sig- nificación, la niáscara devino por otra parte un atributo de africanidad, propiciatoria de un ideal primitivo que parecía reencontrarse con lo mágico y lo mítico de significaciones des-

conocidas para la cultura "blan- ca". Por eso fue creadora de una zona de miedo a lo inaccesible y hasta lo terrífico. Su aspecto di- námico, esencial en la cultura africana, que contradictoriamen- te le ofrece su mayor estabilidad como objeto visual, como los pei- nados, los tipos de escarificacio- nes y atributos de dignificación y reconocimiento ritual o de per- tenencia social, se desvanece en el tiempo y en la men~oria del africano en el Caribe. Esos sig- nos de las máscaras respondían a un status social y reli,' w m , a un linaje que, desgajado de su tronco original, se anula en el nuevo espacio cultural, por lo que sus valores simbólicos que- daron, como los propios africa- nos, contraídos y perdidos en su riquísima diversidad.

La máscara reaparecerá -como alusión simbólica de ancestralidad- en el arte con- temporáneo de la región. Es uno de esos objetos que se incorpo- ran y asimilan conlo atributo de identidad, profundamente aso- ciados a la atraccicín que inspira en los artistas del siglo xx el tema de la esclavitud y la presencia africana conlo componente esen- cial de una personalidad artísti- co-cultural caribeña. En el desarrollo del arte moderno, la máscara activó las nuevas bíis- quedas formales y expresivas. Dos fueron los caminos del reencuentro: Europa y Africa. El Caribe no podía brindar los mo- delos originales de inspiración,

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pues la máscara no había atra- vesado el Atlántico en los bar- cos negreros.

Para las artes plásticas esos caminos confluyeron hacia el continente negro a través del arte de la vanguardia europea, que también se interesó en aquel objeto cargado de enigmas y fuerzas simbólicas. Los descubri- mientos de Ifé y Benin desperta- ron profundas inquietudes en la experimentación de un nuevo lenguaje plástico e n Europa. Aquel arte sintético e impactan- te estimulaba y sorprendía la sen- sibilidad del viejo continente por la alta depuración de sus recur- sos visuales. De entre todas aquellas piezas diversísimas de madera y bronce, sobresalía -por su concentración imponente- la ináscara, que pasaría a ser moti- vo esencial, sobre todo para los iniciadores de las primeras van- guardias artísticas.

Interesaba a esas búsquedas pioneras la silenciosa frontalidad de la ináscara y sus misterios, que rompía el cuadro convencional de la representación de la tradi- ción europeo-occidental y, en particular, la grecorromana. Su exotismo proponía un nuevo con- cepto de belleza, diferente. Sin embargo, en ese proceso de apro- piación la máscara se vacía de sentido al desconocerse, signifi- cativamente, el contexto simbó- lico y mítico que sustentaba sus valores originales. El objeto se

Jean Laude: Les ails de I'Afrique noire, París, 1966, p. 35.

desprendió de su significado, y la máscara se transformó en su- perficie para explorar nuevas solu~ciones visuales, tendentes a su formalización. Jean Laude lo expresa de modo muy con- vincente: "...esculturas y más- caras son traídas a Europa sin documentación que pueda precisar su significación ni su destino ... ningún dato acompa- ñaba a la obra".6

El propio autor indica la im- portancia de este aspecto para orientar las indagaciones artís- ticas hacia la "autonomía de las formas plásticas". Con ello, añade, se rompía un esquema fundamental de la tradición euroccidental en la relación en- tre pintura y escritura, pues aquellas imágenes no tenían un texto que les sirviera de soporte. La negrofilia que se desata, según Laude, dará lugar al desarrollo de grandes colecciones, a un in- tenso mercado y exposiciones muy significativas, como la de Marsella (1923) y la de París (1925). Los estudios sobre el tema alcanzaron un gran impul- so en todos los centros más im- portantes del arte internacional.

En ese proceso el cubismo desempeñaría un papel decisi- vo por el modo en que reordena los sistemas visuales a partir de su cuestionamiento de la tradi- ción precedente. En ello influ- yó de manera decisiva el arte africano, en especial la escultu- ra y la máscara, así como otras nociones plásticas provenientes

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del arte de Henri Rousseau y Alfred Jarry. La base conceptual del arte cubista y sus obsesiones racionalistas se identificaron con el esencialismo visual africano. El modo en que estos compo- nentes penetran a la cultura visual del occidente europeo, contribuye a la nueva concien- cia plástica que inspira el arte moderno, que se extendería a otras corrientes y movimientos, como el surrealismo, en años sucesivos.

Cuando Wifredo Lam co- mienza su labor artística al lado de Pablo Picasso, ya el gran ar- tista ha transitado por todas es- tas experiencias; superada la experimentación cubista, persis- tir6 en su obra el desmontaje polifocal de las figuras y de los objetos como recurso expresivo. La obra del cubano a finales de la década del treinta no se sus- t rae de las evidentes ense- ñanzas que ha asimilado del maestro. La máscara es quizás el dato más evidente. Lam se despoja con gran agilidad y des- treza de la tradición académica en la que se formó y trabajó, y comienza a incursionar en los modos sintéticos de lo moderno. La figura predomina e n sus obras, y la mujer se convierte en soporte experimental de los nue- vos caminos por los que se orien- ta su. En ella el autor utiliza la máscara como un recurso de transfiguración, tal como ya lo

' Gerardo Mosquera: Exploraciones en la plástica cubana, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1983, p. 184.

había hecho Picasso desde L a s señoritas de Avinón.

Dos obras me parecen fun- damentales para observar un cambio de sentido en esa tra- yectoria. Ambas las realiza en Cuba, después de su "retorno al país natal" en 1942. Me re- fiero al Rumor de la tierra (1942) y Sin título (1943). Por supues- to, entre estos años el autor ha pintado la obra que lo inmor- talizó, La jungla. En la primera, la máscara recupera su dimen- sión de fetiche por el contexto simbólico en el que se encuen- tra. Lam decía: "...me irritó mucho que en París se vendie- ran las máscaras y los ídolos africanos como adornos ... me propuse poner los objetos negros en función de su paisaje y de su mundo propio^."^ La hibridez de la figura hace pensar en una imagen de metamorfosis y trans- mutación. Con todo ello el com- ponente mítico está en proceso de resignificación. La máscara se reinstala e n el imaginario sincrético y mestizo del espa- cio caribe. El artífice fue el pro- pio Lam, en su condición de mediador consciente entre es- pacios y tiempos. El proceso fue artístico y cultural.

La manipulación del objeto por el arte vanguardista europeo se constituyó en una excelente oportunidad para los reciclajes y revertimientos de los que el arte caribeño se ha valido como pro- cedimiento creador. Se diría, con palabras de Roberto Fernández

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WIFREDO LAM. Retaniar: "Calibán revisitado"; MA~RN''a40 dicho por Wifredo Lam: "Yo

EN VERDE. pude convertirme en un acusa- dor y representar al Tercer Muii- do dentro de la cultura europea por liaberiiie posesionado antes de esa niisnia cultura.""n un nuevo viaje transatlántico, la máscara se instala en las coor- denadas reivindicativas de las inquietudes nacionalistas y van- guardista~ del arte caribeño, sus- tentadas e n una búsqueda de identidad que revalorizaba la componente étnica africana en la coiistrucción de nuestros ima- ginarios culturales. El dibujo Sin

Ibid.. p. 186.

titulo de 1943 es aún más elocuen- te. En éste una mujer se niira ante un espejo (versión muy pro- pia de la tradición eurocciden- tal) y la imagen que le devuelve es la de un caballo. Se trata de una obra anunciadora d e toda una poética que Lam desarrolla- rá posteriormente: la imagen de la mujer-caballo. Una simbiosis cargada de simbolisino, por lo que implicaba como desdobla- miento dentro de las creencias de origen africano e n Cuba. Para la santería, "un caballo" es aquel practicante que monta la deidad durante la ceremonia. En el mo- mento de poses ih se desdobla, y actuará, hablará y bailará conio ella. La visicín de mujer-caballo, es una creación de Wifredo Laiii en la que la máscara se reapropia de las fuerzas y las energías ocul- tas de un pensamiento mágico y simbólico que tiene su fuente en el Africa ancestral.

Precisamente en obras conio éstas la máscara se resignifica y recontextualiza. Su referente es difuso en relación con los orí- genes africanos; no se copia un modelo del continente negro, sino que se incorpora un legado d e ancestral idad. U n a gran laxitud caracteriza el empleo de sus elementos visuales por el arte contemporáneo , pero su uso constituyó una apertura hacia las grandes incógnitas q u e habían quedado excluidas y de- valuadas en los espacios de do- minación. La presencia d e la máscara e n el arte de nuestros

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pueblos en la trayectoria del si- glo xx, ha sido un acto de legi- timación antihegemónico. En esa recuperación de un objeto perdido en el tiempo y en la re- significación de un atributo va- ciado de significado por el arte euroccidental, la subjetividad caribeña asimila creativamente un atributo esencial de identi- dad racial y clasista. En ello habrá que reconocer el gran aporte de Wifredo Lam al arte cubano y regional.

Durante la segunda mitad del siglo xx, muclios otros artis- tas se lanzan a la aventura de dignificar el alma africana que late en nuestras culturas. La máscara se asume como motivo para evocar los mitos originales, como hace el jamaicano Kofi Koyiga con su obra Fertility Mask (1979). En una obra vista en La Habana, Oh Africa, el artista trinitario Francisco Cabral, re- compone simbólicamente los atributos del continente negro sobre una de sus sillas, niajes- tuosamente rematada en su par- te superior, como cetro de identidad, por una máscara ta- llada en madera, como si Africa y su pensamiento mítico vivie- ran en los secretos que esconde toda máscara en su imagen.

Como recurso visual, son muchos los artistas contempo- ráneos que la han hecho parte de su discurso artístico. Eligio Pichardo fue uno de los que inau- guró e n República Domini- cana el arte moderno. En El

sacrificio del chivo (1953), obra emblemática del arte dominica- no, las figuras enmascaradas crean esos personajes híbridos de tanta significacibn en el orden cultural. También Fernando Peña Defilló hará un uso muy in- teresante de la máscara en téc- nica de collage, como ocurre en La serial (1979), pieza abstracta en la que alineaciones de más- caras -en blanco y en negro- generan toda una referencia a la dualidad racial que identifi- ca la región. Clara Barleta, fo- tógrafa dominicana, aporta visiones muy interesantes de personajes del carnaval, en el que la máscara reaparece enri- quecida con todos los aportes de la pseudocultura kitsh en el con- texto urbano y marginal.

Por su parte, Ever Fonseca, Manuel Mendive y Zaida del Río han hecho verdaderas crea- ciones en el uso de la máscara con profundo sentido simbólico desde diferentes sistemas de creencias de origen africano, apoyándose en leyendas, pata- kines y relatos de la ruralidad cubana. De modo muy original, Mendive ha recreado en sus performunces toda la tradición del cuerpo pintado con alusio- nes de gran impacto visual al mundo de los orishas y los atri- butos de la ritualidad de origen africano. El artista martiniqués René Loiuse produjo en 1987 una serie de mascaras concebi- das para su uso e n función teatral. Realizadas con instru-

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mentos de trabajo -y de labran- za, las máscaras constituyen todo un arsenal de interpretaciones creativas y una expresión de cultura de resistencia, que se apoya fuertemente en las nocio- nes teóricas elaboradas por el propio autor sobre el cimarronis- ino cultural. Aquellos objetos de hierro, sobre los cuales se so- portaba la fuerza de la coloniza- ción y la esclavitud, se instalan siiiibólicamei-ite con nuevos atri- butos de poder sobre los rostros de los actores. En la obra de los artistas haitianos, la máscara es recurrente. Tiga (Jean-Claude Garoute) ha hecho de ella, en su técnica característica de sokil brulé, un recurso fundamental para múltiples significaciones, mientras que Nasson esculpe en madera piezas inspiradas en la carga emotiva y contenida de la máscara africana.

La máscara está en el univer- so simbólico del imaginario caribeño, fuertemente resignifi- cada como valor de identidad asociado a las fuentes que defi- nen nuestras culturas. Lo que hay en ellas de indescifrable y

oculto, forma parte de esos es- pacios de silencio que nos legó la historia traumática de nues- tras naciones caribeñas. Aunque lamentablemente utilizada como objeto de múltiples versiones tu- rísticas, con sentido decorativista y simplificación banal, la másca- ra conserva suficientes valores espirituales e n la conciencia colectiva como atributo de africanidad latente de la que se nutren y enriquecen las artes plásticas contemporáneas. Esto me lo corroboró el artista Ganer, de la isla de Guadalupe, que vive en París. Al llegar a su taller, cuál no sería nii sorpresa al ver sobre uno de los muros, colga- das, aquellas máscaras hechas por él a partir de objetos recicla- dos -botellas plásticas de dife- rentes tipos- en los que el artista descubrió las formas sugeridas de sus orígenes. Manipulados por su imaginación, aquellos recipien- tes inservibles habían cobrado nueva vida y -desde la estética de la recuperación y el deterio- ro- rendían homenaje a ese le- gado genésico-ancestral del alma africana. rC

Visual Resignification of an African Legacy-The Mask

The mask retains a fair amount of spiritual values in collective conscience. As un identity value associated with the defining sources of our cultures, the mask is resignified and recontexted. l t lies in the symbolic universe of Caribbean imagination and is incorporated as un attribute of the African stibstrate which contemporary visual arts nourish and enrich from.

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Profesora e investigadora

~specialista En literatura

africana y carib~fia.

lpalabra africana l)

Los dueños de la palabra afncana

Los dueños y maestros de Irc palabra en África tradicionalista, griots, rnabo, Belen Tigui, rnuet, son instituciones viuientes, sabios de Iu orulidad que mantienen y difunden los tesoros del pensamiento africano y de una rica y variada literatura oral.

Somos los cofres que encierran secretos muchas veces seculares. El arte de hablar no tiene secretos para nosotros. [...]

Somos la memoria de los hombres. D. T. NIANE

Soundjata otc la graruie épopée mandingue

África aporta a la civilización universal su pensamiento, que se manifiesta en cosmogonías gran- diosas, en un pensamiento filo- s6fico centrado en el hombre y sus relaciones con la naturaleza, una rica y variada literatura oral cuya manifestación más relevan- te es la épica africana. Es el mun- d o de "la palabra profunda" presidido por los dueños y maes- tros de la palabra, los sabios de la oralidad depositarios del saber oral, dueños de una memoria prodigiosa, considerados como verdaderos archivos vivientes.

Estos pueden ser de diversa índole, y su nombre cambia de

' Capitulo III del libro A la sombra del árbol tutelar.

acuerdo ,con las distintas regio- nes de Africa; su situación so- cial también varía: pueden ser hombres de casta, que pertene- cen por su nacimiento a una cla- se social endógama, como la de los t~adicionalistas y los griots del Africa del Oeste, u hombres libres que pasan una iniciación o aprendizaje ritual, como es el caso de los rnb6 momvec, cantan- tes, compositores y artistas de varias e tn ias d e Camerún y Gabón.

LOS TRADICIONALISTAS

Los tradicionalistas son hombres de gran sabiduría y muy respe- tados, cuya palabra recoge el

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conocimiento ancestral deposi- tado en la memoria colectiva. Archivistas de la historia afri- cana, e n las sociedades sin escritura, en las que la memo- ria colectiva se conserva por transmisión de padre a hijo, de maestro a discípulo, t ienen como función ser la memoria histórica de los puqblos. Aunque existen en toda Africa, en las regiones donde otrora existieron los grandes imperios del Africa del Oeste , se les denomina domá, belen-tigui, sikltiguí.

Conservador de los secretos de la génesis cósmica y de las ciencias de la vida, el tradicionalista, en general dotado de una memoria pro- digiosa, suele ser también archivero de los aconteci- mientos pasados transmitidos por la tradición o de sucesos co~itemporáneos.~ Babou Condé, uno de los

grandes tradicionalistas, que sir- vió de fuente a Camara Laye para Kouma Laf6l6 Kouma. Le maitre de la parole, versión novelada de la epopeya Sundia- tu, es descrito por este autor: "Babou Condé, viejecito arru- gado; sabio respetado al que correspondía tomar la palabra en las ceremonias fúnebres, en su calidad de depositario exclusi- vo de los juramentos l...]."'

Arnadou Harnpaté 8% "La Parole. mémoire vivante de I'Afrique". Le Courrier de la UNESCO, aoijt-septernbre. 1979. p. 20.

Citado por Jacques Chevrier en su artículo "Un dcrivain fondateur: Camara Laye", en Notre Librairie, Paris. julio-septiembre, 1987, p. 65.

(Traducci6n de la autora.)

Cabe decir que la persona que llega a ser tradicionalista-domá (de máxima jerarquía) ha sido toda su vida alguien que busca y pregunta constantemente y que nunca deja de hacerlo. El tradi- cionalista es un genealogista y para lograr el conocimiento de las etnias o linajes que han emigra- do a través del continente y re- construir así la historia a partir de la vida de las familias importan- tes, viaja mucho. Una bella y poética descripción de un tradi- cionalista aparece en la obra de Massa Makan Diabaté Comme une piqfire de pepe (Como una picada de avispa), que por su in- terés reproducimos:

U n hombre de avanzada edad, pero aún sólido, vesti- d o con una túnica kobla nyabla, cubierto con un go- rro de dos cuernos color de tierra, salió de su casa [...l. Era Fadiala, el decano de la gran familia de los Kuyaté, encargados de conservar el alma invencible del país mandinga y de restituirla mediante el juego de la me- moria. Maestro de ciencias, su reputación y su autoridad, como aquella de los cadí de Tumbuctú y de Djenné, ha- bían sobrepasado los límites de su región. Había comenzado por reco- ger entre los suyos los hechos y gestos, las costumbres y las genealogías de los hombres de antes, para salvarlos de la muerte. Después, había via-

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jado, yendo de un maestro a otro con el fin de profundi- zar en sus conocimientos an- tes de permanecer e n las grandes escuelas, sobre todo en Kela, donde vivió e n el seno de la gran familia de los Janbakaté, guardiana de se- cretos seculares que le trans- mitieron bajo juramento. l...] por su conocimiento de la sociedad mandinga, se había convertido en árbitro supremo. Los jefes de cantón lo consul- taban en caso de litigio, y S1 decidía con su autoridad a quién pertenecía tal aldea desde el reparto del Imperio de Malí en Kukugán F ~ g á . ~ Antes de hablar, el tradicio-

nalista-& se dirigirá con de- ferencia a sus antepasados para pedirles asistencia. Siempre hay una referencia a la cadena de la que el do& mismo es un es- labón. Es esta noción de respeto a la cadena o de respeto a la transmisión lo que hace que el africano no aculturado tienda a repetir un relato, en la forma misma en que lo ha oído. Este respeto a la "cadena de trans- misión" constituye una garantía de autenticidad.

A partir de grabaciones rea- lizadas a tradicionalistas se han podido comprender los compli- cados sistemas filosóficos, las

Massa Makan Diabate: Comme une piqure de guepe, Présence Africaine, París, 1971. p. 9. (Traducción de la autora.)

Théophile Obenga: La cuenca congolesa, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1988. p. 137.

concepciones de la vida y la muerte, la visión sobre el hom- bre y su destino, de pueblos afri- canos que algunos etnólogos consideran "primitivos".

En la cuenca congolesa los tradicionalistas o maestros ngan- ga han sido confundidos o in- cluidos en la categoría de los hechiceros y cuentistas. Sin embargo, según Théophile Obenga, director del Centro de Investigaciones de la Civili- zación Bantú (CICIBA), son personas que han demostrado grandes conocimientos en los campos de la anatomía, la botá- nica, la geografía, la historia tri- bal y la psicología social.

En el caso del nganga otwere, quien es un sabio, un filósofo, "es decir un hombre que cono- ce todo lo que cree saber (en los límites de una cultura) [,éste] pasa horas y horas filosofando en su ekwembe, lugar retirado y tranquilo, propicio a la reflexión filosófica. U n nganga otwere siempre es escuchad^".^

Tenemos un ejemplo del pensamiento del anciano tradi- cionalista mbochi de la cuenca congolesa, el maestro Alomba, citado por Théophile Obenga, en diálogo con un joven univer- sitario que visita la aldea:

OPO. ¿Qué es esto que es? ALOMBA. Todo esto que es. Esto que es. Esto que ha sido. Esto que será. En otras pala- bras, ser haber sido y llegar a ser. Todo lo que es, es la tota- lidad absoluta, el Uni~erso".~

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En otra parte del interesan- te diálogo, el Mwene Alomba explica el trabajo humano y su significación ontológica:

... La realidad humana se de- fine por mediación del traba- jo. El inundo cultural creado por el trabajo humano coloca al hombre en la naturaleza ante su realidad esencial. La totalidad está presente en la parte del hombre que es el tra- bajo, y esta parte del hombre -el trabajo humano- mani- fiesta la t~ ta l idad ."~ Los grandes tradicionalistas

que quedan, son muy pocos y de edad avanzada; además, las con- diciones actuales en lo referen- te a la economía y los cambios sociales provocan modificacio- nes sustanciales de la sociedad tradicional y, por la pérdida de valores que la sustentaban, tam- bién impiden que continúe la cadena de transmisión de los conocimientos. Por ello repeti- mos una vez más el asierto del sabio Hampaté Ba que afirma: "Cada anciano que muere es una biblioteca que se q ~ e m a . " ~

LOS ARTISTAS DE LA PALABRA

En África la poesía es una profe- sión. Los transmisores "profesio- nales" de la literatura oral y en especial de la épica existen en toda Africa, desde el Maghreb

Amadou Hampate BA: ob. cit., p. 17.

hasta África del Sur. Por la com- plejidad de algunos géneros de esta literatura oral, sus artistas necesitan largos años de apren- dizaje: los "Dueños de la Pala- bra" deben estar dotados de una memoria prodigiosa, de un cono- cimiento profundo y sedimenta- do de las tradiciones históricas y culturales, y de un dominio de otras artes, como la música, el canto y la actuación, amén de técnicas de comunicación que les pemlitan penetrar en la psicolo- gía de su público y hacerlo copar- tícipe, coautor del hecho literario y de su "puesta en escena".

En casi todas las manifesta- ciones literarias, el artista -11á- mese griot, dielí, sihtiguí, muabo, mvet, apwon o de otra forma se- gún la región d e Africa- se acompaña o se hace acompañar de instrumentos musicales que incluso pueden definir géneros literarios, como es el caso del mvet, instrumento realizado de un tallo de palma de metro y medio de largo, sobre el cual se sitúan ocho cuerdas yuxtapues- tas y estiradas, por encima de dos grandes calabazas truncas que sirven de resonadores; éste acompaña los cantos épicos de los pueblos fang, ewando, bulú y betí de Gabón y Camerún.

Entre los pueblos del grupo mandinga se utilizan: - La kora, especie de arpa-gui- tarra (según se taña) de vein- t iuna cuerdas, ins t rumento solemne que acompaña la epo- peya:

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Su caja de resonancia es una inedia calabaza provista de un mango que lleva 21 anillos a cada uno de los cuales está sujeta una cuerda. Estas se dis- tribuyen en dos hileras separa- das por un puente, cada mano se ocupa de una iulera por ine- dio del pulgar y el índice. [...] Su música es indisociable de la lengua mandinga. Hay que conocer esta lengua para to- car el instrumento. Como no existen partituras, se toca de oído. Hay que tener en la me- moria estas melodías y, para ello, hay que conocer la histo- ria. Puesto que la historia se cuenta en mandingo o ina- linké, es absolutan~ente nece- sario conocer estas lenguas para tocar la h a . "

- El balafón, o marímbula afri- cana; algui-ios; como el soso balla, instrumento propiedad del Sumangarú Kanté, emperador de los sosó en el siglo XII, son sa. grados por su antigüedad y su historia, que les otorga un ca- rácter mágico. Balla Faseké, el griot de Sundiata, penetró en el cuarto mágico del Sumanga- rú Kanté y tocó algunas cancio- nes en el balafón. El Sumangarú, que era considerado iin gran brujo a distancia, supo que ha- bían tocado en su balafón per- sonal y regresó. Sorprendido, Balla Faseké improvisó varias canciones en honor del Suman- garú, quien, adulado, lo perdo-

Lamine Konle "El griot", El Correo de la UNESCO, abril. 1986, p 24

nó y lo nombró su griot. A la muerte del emperador de los sosó, después de haber sido ven- cido por Sundiata, el balafón con- tinuó en poder de Balla Faseké y hoy en día está en poder de los descendientes de este griot. - El ngoni, especie de guitarra tetracorde que se emplea para la poesía lírica, pero también para el acompañamiento de al- gunas canciones épicas. - El xaiam, palabra wolof (Selle- gal) que designa una guitarra de cinco cuerdas, instrumento afri- cano muy antiguo. - El bolong, especie de kora de tres cuerdas tocada en la región de Casamansa, Senegal. - Los tam-tan1 o tambores en gran número y variedad aten- diendo a la forma, tamaño, con- fección y formas de percutirlos, son instrumentos que existen en toda Africa. En algunos pueblos, como los yoruba, los tambores ri- tuales tienen carácter sagrado. También son instriimentos de comiinicación a distancia, ya que imitan los tonos y sonidos de la lengua hablada; por tanto, es- tos sonidos son comprensibles.

En África el arte de la palabra es una profesión. Los griots son poe- tas y artistas kumatiguí o maes- tros de la palabra, comediantes, mimos, bailarines, creadores, músicos que emplean en sus re- presentaciones todas las artes en que se han especializado.

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Ser griot es participar en la me- moria social del pueblo mandin- ga, ya que los griots pertenecen esencialmente al área del antiguo Imperio de Malí y algunas regio- nes vecinas. Aunque su función sea la de manejar signos como todos los poetas y creadores, cum- plen diversas funciones ,en la so- ciedad tradicional del Africa del Oeste: historiadores, enealogistas, embajadores, músicos, anima- dores sociales, intermediarios matrinioniales, negociadores, conciliadores, entre otras. Pero, "antes de ser historiador, deposi- tario de la tradición histórica, el griot es ante todo un artista, y como corolario, sus cantos, sus epopeyas y sus leyendas, obras de arte".I0

El nombre "griot" designa a la casta proteiforme de artistas que establecici Sundiata Keita en el antiguo Imperio de Malí, cuando dividió la sociedad en castas codificadas y bien deli- mitadas. La palabra griot, hoy admitida en las lenguas euro- peas para designar a estos artis- tas "proviene probablemente de la palabra gewel que en wolof, la lengua liablada mayoritaria- mente en Senegal, equivale a dieli, e n bambará"." Desde el siglo xvrir los viajeros europeos llamaron griots a los músicos y poetas africanos del Africa del

'O Camara Laye: Kouma Lafdld Kouma. Le maitre de la parole, Presses Pocket, Paris. 1978. p. 21.

" Dominique Zahan: La dial6clique du verbe chez les Bambara, lmprimerie DarantiBre. Dilon, France, 1963. p. 125. Citado por l. Diaz

Narbona en Los cuentos de Birago Diop, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, España, 1990. (Traducci6n de la autora.)

Oeste, pero en ninguna de las lenguas africanas existe esta designación. Por ejemplo, entre los peul o fulbé existen tres ti- pos de griots: el mcmbo, el gawlo y el tiapurta.

El maabo pertenece a una gran familia y conoce su liisto- ria y su genealogía; conserva en su memoria los hechos notables: es un archivo. Conoce el Corán, la teología y el derecho musul- mán, mientras que el gawlo conoce las tradiciones; estable- ce comparaciones elogiosas, o discutibles, entre los individuos; está a la caza de indiscreciones que le permiten alcanzar su ob- jetivo. Cuando habla o elogia es con el objetivo de obtener rega- los a cambio de su palabra o de su silencio. El tiapurta alcanza la posición más baja en la escala de los griots. Se distingue por su extrema libertad de palabra y de gesto, incluso palabras y gestos obscenos o incongruentes.

Según el gran sabio maliense de origen fulbé Hampaté B2, existían distintos tipos de griots: el griot-artista popular, narrador- poeta-músico; el griot- consejero de los reyes y príncipes, que en ocasiones hacía la funcicin de embajador; el griot genealogista e historiador y el griot-rey ofanla o domá que es un sabio cuya principal preocupación es la transmisión verídica de sucesos y conocimientos.

El griot que es al mismo tiem- po tradicionalista-domá, resul- ta una fuente de informacicin

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digna de confianza, ya que su calidad de iniciado le confiere un alto valor moral y lo somete a la prohibición de mentir. "Mi palabra está despojada de men- tira: es la palabra de mi padre; es la palabra del padre de mi padre. Les comunicaré la pala- bra de mi padre tal y como la recibí; los griots del rey ignoran la mentira."I2

El género épico, género ma- yor y vivo de la literatura oral africana, necesita un cuerpo es- pecializado de poetas-niúsicos- historiadores-narradores, quie- nes adquieren este saber tras largos años de aprendizaje tan- to de la historia como de las téc- nicas d e tesaurización de la palabra y de sus formas de pro- ferirla ante un auditorio. Son "Dueños y Maestros de la Pala- bra". Cuando un Maestro de la palabra habla, "se le escucha con respeto y se toma en serio su relato. Comienza identificán- dose, declinando su identidad y su autenticidad, da su genea- logía". ' j

Un griot tradicionalista be- len-tigui es un "maestro de la palabra. Su iioinhre en malinké proviene de 'belen' que es el 'ár- bol de las palabras' plantado en

j 2 D. T. Niane: Soundjata ou la grande epopée mandingue, Prbsence Africaine. Paris. 1960, p. 10. (Traducci6n de la autora.)

'S Entrevista concedida por D. T. Niane a la autora en 1995. (Traducci6n de la autora.)

" Carnara Laye: ob. cit.. p. 21.

l5 D. T. Niane: ob. cit., p. 10. (Traducci6n de la autora.)

medio de la plaza pública y so- bre el cual se apoya el orador y 'tigui' que quiere decir maes- tro."14 E1 griot-rey o belen-tigui es poseedor de un enorme vo- cabulario, que le sirve para dar realismo a sus descripciones. Si describe una batalla, el gesto acompaña a la palabra y logra que el que lo escuche se en- cuentre en la batalla. Los belen- tigui "no se pasean por las grandes ciudades, quedan po- cos, se desplazan raramente y mantienen las tradiciones y el apego a la tierra natal; se en- cuentra uno por provincia [ . . . ]".t5

Su palabra permite recons- truir la historia del fundador de Malí, Sundiata Keita. En su ver- sión del poema épico Sundiata, Djibril Tamsir Niane utiliza como fuente la palabra del gran griot Mamadou Kouyaté, dielí de la aldea de Siguirí en Guinea, quien nos relata "la historia del fundador del Gran Mandinga, la historia de aquél que por sus hazafias sobrepasó a Alejandro Magno".'"n ella explica cómo adquirió su conocimiento de la epopeya:

... Recorrí la región mandinga: en Kita, vi la montaña de la que sale el agua bendita; en Segú, aprendí la historia de los reyes de Do y de Kri; en Fa- dama, en el Hamana, escuché a los griots Kondé contar cómo los Keita, los Kondé y los Kaniara hicieron la conquista de Wurula. En Keyla, aldea de

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los grandes maestros, aprendí sobre los orígenes del Man- ding; ahí aprendí el arte de la palabra. l 7

Por su parte, Camara Laye, su versión del Sundiata, elige

al griot be/&-tigui Babou condé, Maestro de la palabra de Hama- na y considerado como jefe de la "cátedra" (oral) de historia de la región de Kurusá, e n la Alta Guinea, mientras que el griot y escritor Massa Makan Diabaté realizó una versión poé- tica en francés de esta epopeya, en la cual utiliza como fuente a su tío, el gran griot K6le Mon- zón Diabaté.

La Fundación SCOA realizó dos coloquios en la década del ochenta sobre Sundiata, en los que el gran griot ya fallecido Waa Kamissoko relató la epo- peya (que pudo grabarse) y res- pondió a las preguntas de los investigadores presentes, de- mostrando un conocimiento en- ciclopédico sobre el mundo mandinga. Waa Kamissoko era de la aldea de Kirina o Krina.

Según Hampaté BA, existe una diferencia sustancial entre los tradicionalistas-domá, que saben enseliar divirtiéndose y poniéndose al alcance de sus oyentes, y los trovadores, narra-

" D. T. Niane: ob. cit., p. 120. (Traduccidn de la autora.) ..

lB LOS cautivos de las guerras eran distribuidos entre las familias del clan o tribu; Bstos podían apodar con su trabajo a la sociedad y crear

sus propias familias, aunque eran considerados miembros de una casta inferior por no descender de los antepasados fundadores.

Iq Jacques Cochin: "Sory Camara: Gens de la parole", Notre Librairie, Parls, n. 88-89. juillet-septembre, 1987. p. 181.

(Traduccidn de la autora.)

dores y animadores públicos, que en general son de la casta de los dieií (griots) o de los, woloso ("cautivos de case").'"stos no están sometidos a la disciplina de la verdad y se les reconoce el derecho de disfrazarla o em- bellecerla, incluso de manera tosca, siempre que logren dis- traer o interesar a sus oyentes.

"Imaginen un país en el que la poesía sea una profesión, con- cebida de manera tal que el poe- ta pueda entrar en cualquier reunión, proferir impunemente todo lo que le pase por la cabe- za. Su performance le valdrá una gratificación que él reclamará además con una avidez agresi- va."I9 Se dice que al griot le está permitido tener dos lenguas: una para educar, que respeta la ver- dad, y otra para divertir. En nuestra sociedad, el escritor es, según lo definió el creador ar- gentino Jorge Luis Borges, "to- dos los hombres y nadie1'; en las sociedades africanas, el lugar del griot lo acerca a todos y lo aleja de todos.

Este personaje disfruta de una gran libertad de estilo, so- bre todo en el decir: ningún tenia le está vedado. Puede mentir, criticar, ofender, burlarse o ala- bar. Disfruta de la más absoluta impunidad: si ofende, nadie puede castigarlo; si se burla, nadie puede regañarlo. El griot encarna en cierta forma a la colectividad: es su memoria y también, en cierto modo, su con- ciencia:

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Fmiun ESCLAVA, Su palabra asigna a las cosas -OMCAÉ- y a los seres su justo lugar;

sin su palabra el universo se disolvería en el caos. A pesar de ese papel demiúr- gico, el poeta es despreciado toda su vida. A su muerte, su cadáver no será enterra- do. Su impureza contamina- ría la tierra; el tronco de un árbol hueco le servirá de se- p ~ l t i i r a . ~ ~ En la 6pica africana existen

numerosos ejemplos de la impor- tancia y el lugar del griot. Estos comenzaban el relato épico pre- sentándose y presentando a los

20 Ib/d.

7 ' D. T. Niane: ob. cit., p. 9. (Traducción de la autora.)

22 Chrisliane Seydou: "Comment dbfinir le genre Qpique?", en .&sais sur la litl&alure alricaine, Musée des Sciences de I'Homme,

Paris-Oxford, 1983, p. 89.

miembros de su familia que lo precedieron y que le trasmitie- ron sus secretos y sus conoci- mientos:

Soy griot. Soy el dielí Mamadú Kuyaté, hijo de Bintú Kuyaté y del dielí Kedian Kuyaté, maestros en el arte de hablar. Desde tiempos inmemoriales los Kuyaté están al servicio de los príncipes Keita del Man- dinga.21 Desde el antiguo Imperio de

Malí (siglo XIII al xvr), los griots son hombres de casta y pertene- cen por su nacimiento a una cla- se social endógama. "Se nace en una familia de griots y durante toda la vida se aprende el arte de contar y se memoriza todo el saber, todo el conocimiento. Aun- que no poseen traje o insignia de su profesión, si1 instrumento y su saber lo d i s t i ng~en . "~~ Estas cas- tas endógamas se transmiten la tradición oral literaria de gene- ración en generación, pero la en- seiianza se realiza en un marco definido y estructurado.

Las familias de griots residen en lugares específicos que cons- tituyen centros de enseñanza de la tradición oral. Entre los malinké existen el Kamablón o "Casa Sagrada", gran casa real mandinga en Kangaba (Malí), cuyo techo se cambia cada siete años, momento en que se reúnen todos los grandes griots a cantar la historia de los orígenes del país mandinga y del fundador del Imperio de Malí, Sundiata Keita (en Kangaba se celebrcí la asam-

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blea que dio constitución al im- perio de Sundiata y en la cual el héroe de Malí distribuyó el miin- do conocido y estableció las cas- tas); el Kirina Komo o "Pájaro de Kirina" en Kirina, donde se con- serva un culto secreto alrededor de una máscara-pájaro, en re- memoración del pájaro d e la muerte que apareció planeando sobre el campo d e batalla de Kirina durante el enfrentamien- to decisivo entre Sundiata y Su- niaoro, cuya aparición marca el fin de Sumaoro, emperador de los sosó, vencido por Sundiata en 1235 (allí adeinás se conservan datos concernientes a este per- sonaje y una visión histórica no permeada por el islam, ya que los sosó practicaban su religión tra- dicional y rechazaban el islam); y el Kitahuru, eii Kita, con su laguna sagrada. Asimismo, entre los más importantes centros de griots están Kela, centro de las tradiciones épicas, y Kurusá, Siguirí, Kayes y Casamansa. En- tre los bambará, la gran palabra se encuentra en las regiones de Segú, Djoila y Beledugú, pero se han perdido tradiciones, como la relativa a la escuela de Koré, cuyos miembros eran grandes "Maestros d e la palabra" que durante siete años se preparaban o iniciaban.

Las dos familias d e griots malinké niás iniportaiites son los Kuyaté y los Diabaté o Jambaka- té, pero entre los griots ni5 r S CO-

Z' Entrevista con D. T. Niane. concedida a la autora en 1995.

nocidos e importantes, además de los de las familias citadas, tenemos a Kele Monsón, de los Jabaté de Kita; Waa Kamissoko, d e Kirina; Yamaru Jabaté , d e Kela; y Jara Sila, de Yerere. To- dos son conocidos internacio- nalmente.

Djibril Tamsir Niane nos expli- có que para hacer su versión del poema épico Sundiata recorrió el país mandinga y escuchó dife- rentes versiones de las principa- les escuelas grióticas, las cuales conservan la historia:

Existen varias escuelas histó- ricas en Guinea, Malí y Se- negal. En Guinea, ya le cité Keliba- koro y Fadama, pero existe también la aldea de Ngaga- sola, situada e n la frontera con Malí. En Malí están los poblados de Keyla, cerca de Kangaba, y de Kirina, otro centro de importancia. Existe igual- mente la escuela de Gambia, porque hay nialinkés e n Gambia, en Casamansa. Hay mandingas en C a ~ a m a n s a . ~ ' Este sabio guiiieano nos dio

a conocer cuáles son las diferen- cias entre una y otra escuelas grióticas:

Hay la influencia del inedio e n el que se encuent ra el griot. En Kita, los nialinkés de Kita tienen las mismas in- fluencias que los de Siguirí, en Guinea, pero están sepa- rados 200 kilómetros. Desde la época de Sundiata hasta la

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actualidad, no han vivido la historia de la misma manera. Existen pues variantes de una a otra escuela. Las escuelas se encuentran en provincias históricas diferente^.^^ Los Kuyaté eran los griots de

los reyes de Mandé, los Keita, ligados a ellos por un secreto. En realidad, la etimología de ese apellido quiere decir "existe un secreto entre tú y yo".

Cuando Balla Faseké [el griot de Sundiata] fue enviado en misión al palacio del Suman- garú [Sumaoro] Kanté, Bala Faseké logró penetrar en el cuarto secreto y descubrir el balafón sosó, llamado balasosó, el cual, según la tra- dición, tenía poderes mági- cos. Con posterioridad a este hecho, Balla Faseké fue co- nocido por el nombre de Balla Faseké Kuyaté, lo que quiere decir "tú has descubierto mi balafón; en lo adelante, un secreto te ata a mí En la actualidad existe un nú-

cleo Kuyaté en Kita, pero la gran mayoría de estos griots están dis- persos por el país mandinga.

En Kela (localidad a treinta y seis kilómetros de Bamako), todo el mundo es Diabaté, salvo una familia de apellido Keita. El nonibre de la localidad, Kela, sig- nifica en malinké "ahí donde está la herencia mandinga". El

- 24 Ibid.

- -

Z5 Dango CissB y M a s a Makan Diabaté. citados por Silvio Castro: La larga guerra de los solas del Almany Samory Tour6, Editorial Unión,

La Habana, 1986. p. 372.

maliense Massa Makan Diabaté es descendiente de una de las grandes familias de griots, los Jambakaté, la familia de uno de los cazadores que entregaron a Sogolon Condé, madre de Sun- diata, al rey de Mandé. Este nom- bre de familia, Jambakaté (que por evolución se ha simplificado en Diabaté) , tiene un significa- do etimológico: "aquellos a los que nadie les puede rehusar nada y que en contrapartida no pueden rehusar nada a nadie".

Los griots de Kela se encuen- tran entre los mejores conoce- dores de la epopeya Sundiata. Afirman los conocedores que la lengua que emplean es admira- ble: rica, plena de imágenes, y describen cada acción con pre- cisión y de forma detallada; el léxico resulta arcaico debido a la fijación e n versos de un rela- to legendario.

En el prefacio a Sundiata o la gran epopeya mandinga, Djibril Tamsir Niane nos explica que en la actualidad los griots se ven obligados a sacar partido de su arte musical para vivir; sin em- bargo, antiguamente, en la épo- ca de los grandes imperios del Africa del Oeste -Ghana, Malí, Songhai, Segú- los griots eran los consejeros de los reyes: "...con- servaban en su memoria las cons- tituciones de los reinos; cada familia importante tenía su griot dedicado a la conservación de las tradiciones, a la transmisión de los conocimientos heredados

Además de ser los pre-

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ceptores de los príncipes, conser- vaban las costumbres, las tradi- ciones y los principios de gobierno de los reyes. Cada príncipe al nacer recibía como regalo su griot, quien debía servirlo, can- tar sus elogios y aconsejarlo:

En la muy jerarquizada so- ciedad africana anterior a la colonización, en la que cada uno tenía su lugar, el griot era uno de los miembros más importantes de esta sacie- dad. El era quien, a falta de archivos, conservaba las cos- tumbres, las tradiciones y los principios gubernamentales del reino." Camara Laye, el "Maestro",

en su introducción a Kouma Laf6I6 Kouma. Le maitre de la parole, nos explica que del an- tiguo Imperio de Malí no se con- servan archivos escritos, porque las actas oficiales eran dichas de viva voz y, según costumbre se. cular, las órdenes del rey eran proclamadas por sus heraldos, en este caso una verdadera can- cillería de griots.

Los griots conservaban celo- samente secretos familiares, conocían a la perfección la ge- nealogía de los reyes y nobles, y además eran sus consejeros. "El secreto del poder de los dieIí

(griots) sobre los nobles radica en el conociniiento de su genea- logía y de la historia de su fami- lia."ZR Este poder los hacía temibles. Un ejemplo sería cuando en el poema épico Da Monzón y el rey de Koré, que forma parte de la gesta del Im- perio de Segú, se trasgrede del orden establecido y se revela un secreto de la familia imperial. Primero la costumbre se rompe cuando el hijo del griot princi- pal del rey de Segú decide cam- biar de amo y servir al rey de Koré. Este hecho, unido a la ofensa que el joven griot lanza a la cara de Monzón, el mansa o emperador, al revelar un secre- to de la familia real que lo Iiu- milla, provoca una guerra.

El rey Monzón amaba mucho a Tiecura, a quiet-, consideraba como a un hijo. Dilo: "iOué gran alegría, he a q ~ i í a nuestro Tiecura que regresa de casa de Duga!" Entonces Tiecura se puso a describir los regalos que le fueron entregados por Koré Duga y declaró de m a n e a que Monzón lo oyera: "iNunca m4s tocaré para un cautivo! ¡Me voy a vivir con Koré Dug4!"27

D. T. Niane: ob. cit., pp. 5-6. (Traducci6n de la autora.)

27 Amadou Hampate 0% "Los archivos orales de la historia", El Correo de la UNESCO, agosto-septiembre, 1979, p. 23.

* Camara Laye: ob. cit.. p. 40.

m "Da Monz6n y el rey de KorB", poema recogido y traducido por Hampate B& en Mirta Fernhndez: Anfhologie de litfdrature aMcaine

d'expression franpise, tomo 1, MES. La Habana. 1988. p. 37.

... - .. 194

Al romper con su señor, el Mansa de Segú, Monzón, el griot expone ante toda la corte sil de- cisión de no tañer más su gui- tarra para un "cautivo". Sus palabras atuden al hecho de que

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Monzón es descendiente de Ngolo Diarrá, quien usurpó el poder de los Kulibaly de Segú. Ngolo había sido entregado por sus padres a Bitón Kulibaly, rey de Segú en aquel entonces, en pago del impuesto del aguamiel. Fue educado en la corte a pesar de ser considerado de una casta inferior, la de los woloso o "cau- tivos de case" y a la muerte de Bitón se apoderó del trono por la fuerza.

"Los griots participaron en todas las batallas al lado de sus señores cuyo valor aguijoneaban recordándoles su genealogía y las hazañas de sus padres."jO En la epopeya Sundiutu, la noche antes del combate decisivo en- tre el héroe y el rey de los sosó, Sumangarú Kanté, el griot de Sundiata -Balla Faseké- le re- cuerda que si la realeza del Su- mangarú es "de ayer", la del trono Mandinga remonta a la época del profeta Mahoma:

Tú, Maghán, eres el Man- ding [el reino]. Al igual que tú, tuvo una infancia larga y difícil; dieciséis reyes te pre- cedieron e n el t rono de Niani, dieciséis reyes reina- ron con suertes diversas, pero de jefes de aldea, los Keita se convirtieron en jefes de tribu y luego en reyes; dieci- séis generaciones afianzaron el poder; tú estás enraizado en el Manding como la cao-

m D. T. Niane: ob. cit., p. 51. (Traducci6n de la aulora.)

ba en la tierra, con raíces potentes y profundas." Esta presentación de la ge-

nealogía del héroe épico Sundia- ta permitía resaltar y acreditar la verdad histórica contenida en el relato. Los griots músicos, en la actualidad predominantes, son griots que van de pueblo en pue- blo colectando retazos de la trama oral y difundiendo las ma- nifestaciones literarias de otras regiones; también los griots se presentan en la radio, realizan grabaciones de los grandes poe- mas y cantos épicos, y muchos de ellos se han convertido en ar- tistas profesionales de gran éxi- to que permiten que el pasado hable al presente amplificado por los medios de comunicación de masas.

Existen igualmente grupos de mujeres griotas; ya desde la épo- ca de los grandes imperios, las reinas y princesas tenían en su séquito mujeres griotas encarga- das del arte de cantar y contar, pero también de conservar y en- * señar las reglas de cortesía y del buen decir. Antiguamente, en los grandes imperios y reinos del Africa del Oeste, algunas griotas vivían en las cortes para divertir a los reyes y nobles con su arte de la palabra y de la música; sin ellas se hubiera perdido la me- moria de esos reyes y reinos.

El estilo del griot cambia se- gún el género que interpreta: si es una epopeya, se sienta por tie- rra y su declamación, ritmada y acompañada por la música que

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identifica a cada héroe y por un tema musical de fondo, trans- mite con el poder de la voz la emoción o la reconstrucción de un pasado glorioso.

El griot como prototipo del creador pertenece al área del Africa del Oeste; en otras re- giones existen también artistas que cumplen funciones análo- gas pero presentan característi- cas que los diferencian.

EL MVET

Entre los pueblos fang, ewondo, bulú y betí de Gabón y Camerún existe un instrumento, el mvet, que da su nombre al género al cual acompaña, la epopeya, al artista que lo utiliza y a la música que produce.

El m& nunnvet, o artista que toca el mvet (cítara africana), es además de músico y compositor, poeta épico, principal actor, re- citador, comediante, cantante solista y bailarín. El mb6 momvet baila y mima su relato de forma viva, incorporando los persona- jes, emitiendo onomatopeyas para representar las batallas y las intervenciones de la naturaleza, cantando o salmodiando el rela- to, y en los intermedios baila y canta los aires tradicionales con respuestas del coro y del públi- co. Estos intermedios son recrea- tivos en medio de la tensión dramática que produce la epo- peya; además, constituyen una forma de transición entre uno y otro episodio.

Las epopeyas y relatos épicos del mvet siempre son cantados y acompañados de míisica. En las ceremonias del mvet existe una relación estrecha entre el artis- ta-poeta-músico que "cuenta" (cantando o salmodiando y actuando) y los espectadores- au-ditores, quienes responden cantando los temas y canciones del mvet, lo que produce una especie de complicidad que fa- cilita la interacción de ambos. La atención del auditorio se mantiene llevada por el torren- te verbal y el expresionismo de la actuación.

El mbd momvet no es un hoin- bre de casta; sin embargo, ade- más de ciertas apti tudes y conocimientos musicales, nece- sita un período de aprendizaje largo, que en general se inicia en la niñez. El futuro bardo re- cibe, desde su niñez, un trata- miento médico para desarrollar la voz y los pulmones, un entre- namiento para perfeccionar su canto y su memoria. Además, observa y participa en los bailes que acompañan al espectáculo cuando se hace un mvet.

Después de pasada la etapa inicial, debe fabricar su propio mvet. Para aprender la música, se sirve de su oído, de la ejercita- ción y de escuchar los consejos de los ejecutantes que ya son profesionales. Aprender la músi- ca, memorizarla y aprender a eje- cutarla es una ciencia compleja que se transmite en el marco de la oralidad. Por lo general,

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durante años acompaña a un profesioiial del mvet corno miem- bro de su coro.

El mb6 momuet t iene una iniciación religiosa. Según Bo- iiaventure Mve Ondo, para ini- ciarse, es decir para adqi mwe (literalmente "comerse el mwet"), el candidato recibe una ense- fianza esotérica que le permite comprender la posición del hombre con respecto a lo abso- luto. Aprende a desarrollar su elocueiicia, su mímica, su cono- cimiento, la visicín iiiítica y su sa- ber. Debe pasar por pruebas morales y físicas, de las cuales la más célebre es aquélla en la que el candidato a mb6 momvet debe sacrificar una parte de su cuer- po o a un miembro de su familia.

Este sacrificio, no simbólico, debe permitirle "ver". Según la opinión general, el sacrificio sir- ve para que el ser o miembro sacrificado sirva de intermedia- rio entre el mundo de los vivos y el mundo invisible.

Después de iniciado, el mb6 momvet es considerado como "acluél que posee la Palabra y la Verdad". Es aquél que conoce el sentido de las cosas y quien, por ello, puede ser el jefe escla- recido de la comunidad. Su for- ma de vestir es simbólica del poder de la Palabra: en la cabe- za lleva un tocado de plumas de pájaro, p re fe ren temente d e tucán; una capa d e animales (felinos); una saya de corteza de árbol deshilachada (obdm), sus- tituida actualmente por un paño

de tela; un collar de cauris o de cuentas de vidrios; una másca- ra en la espalda; una campanita y cascabeles en los tobillos.

Otro aspecto a considerar, ya dentro de la dinámica del mvet es que el poeta épico mbd momuet, sus músicos percusionistas y sus cantores coristas son personajes reales. Se conoce el nombre del primer poeta o mb6 momuet de Camerún: Oyono Ada Ngono.

Al comenzar, estos artistas se presentan, explican su genealo- gía como artistas-iniciados e i11- tervienen con sus comentarios e n la acción, actuando de for- ma tal que los lleva a "vivir" el muet y a transmitir esa emoción al público, ya que además son creadores. Uno de los más co- nocidos y que ha "fijado en el papel" algunos muet, es Tsira Ndong Ndoutoumé, quien se presenta así e n el mvet:

Tsira N d o n g Ndoutou tné , hijo d e Ncloutoutné Medzo'o Metoulou De la aldea Engongome, d e la tribu Yengü, la tribu de los Jabalíes. Tsira fue a la escuela d e los blancos

Un buen día Tsird N d o n g regresó a la aldea; i ~ u é alegría ese día! Todo Engongome vibraba c o n los ta tn-tarn ..................... ,..,....,,,........,. s . . . , . , . . . , , . . . . . . . .

Y Tsira Ndong dijo ;i su padre q u e quería tocar mvet. Se los digo: las orejas de su padre n o lo creían. i U n n iño adoptado por los

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bla ricos puede tocar mvet?"

A propósito del paso a la es- critura, Tsira Ndong declarcí: "Cuando can t aba el m v e t y tocaba el muet, cuando lo de- cía, bailaba, vivía, me expresa- ba tranquilo y libre. Pero me puse a escribir, me petrifiqué con un Irípiz sobre un papel. [...] Si el mvrt se toca sobre un papel, iqué iesonancia t iene? i Q u é conserva de lo que tenía, de lo que significa, en lo p r o f ~ n d o ? " ' ~

.- -- ?' Tsira Ndong NdoutournB: "Notre litlerature est abondante". Notre Librairie, n. 105. abril-junio. 1991, p. 36. (Traducción de la autora.)

The Lords of African Speech

Un relato épico niuet es difí- cil de decir por su extensión. Por lo general se emplean varias no- ches para decirlo. Una graba- ción realizada el 3 d e octubre de 1960 a Zwé Nguéma, bardo del mvet ya fallecido, duró des- de las ocho de la noche hasta las seis de la inañaiia.

Por su arte, el mbo momvet es determinante en la sociedad fang. En la sociedad tradicional tenía como k~iición exhortar a los gue- rreros al combate y a realizar ha- zañas. Hoy, actúa en los funerales y en ceremonias de importancia que permiten revivir la solidari- dad intraétnica, así corno en la solución de los conflictos. C

In traciitiotudistic Africa the lords and mnsters of speech-p-iots, m b o , belen t i g ~ ~ i , muet- are livitx institutions, authorities in oral e,?rpression, preserving ami spreading the tremures of both Afncan thought and a nch and dieiersr oral literature.

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La Conspiración de la Escalera: = / 1 , el recio de una traicion

MARIA DEL CARMEN BARCIA Z~ouei~n

Profesora de la Universidad de

La Habana y rnianbro del

Consejo Científico d~ la

Fundación Fernando Ortiz.

MANUEL BARCIA PAZ Máster en

Cimcias por la Universidad

de La Habana e investigador

de la Oficina del Historiador

d~ La Habana.

WbJ UEL BARCLA PAZ

En los años cuarenta del siglo xix la represión hacia los negros es- clavos y también libres alcanzó su punto culminante. Por esos años, los forzados constituían en el occidente de la Isla el 43 % de la población en tanto que las' plantaciones, cada vez más extensas, disponían de enormes dotaciones que tenían ent re doscientos y cuatrocientos es- clavos cada una.'

Tampoco puede obviarse la notable presencia de los negros libres, sobre todo en las ciuda- des. Estos constitutan un sector que aspiraba a ascender social- mente, presidido por una élite económica con cierto grado de ilustración, considerada marca- daniente peligrosa y subversiva por el poder colonial. Desde 1810 negros y mestizos habían mostra- do su vocación sediciosa conspi- rando contra el poder colonial.

- - -

' En 1850 los ingenios considerados como grandesgroductores tenían en- tre trescientos ochenla y seiscientos esclavos. El ingenio Santa Rosa, de

Domingo Aldama, contaba con cuatrocientos. Ver: José Garcia de Arboleya: Manual de la isla de Cuba. Compendio de su historia estadística

y administración. Imprenta del Gobierno y la Capitania General por S.M.. La Habana. 1852.

Aunque la resistencia de los siervos había tenido una presen- cia constante y diversa en la isla de Cuba, sus manifestaciones más significativas habían sido las frecuentes sublevaciones ocurri- das en las plantaciones azuca- reras y cafetaleras desde los años veinte del siglo xrx. A partir de 1843 estas rebeliones comenza- ron a caracterizarse por su vas- tedad y organización. En ese año se alzaron las dotaciones de los ingenios Alcancía, La Luisa, La Trinidad, Las Nieves, La Auro- ra, el cafetal Moscú y el potrero Ranchuelo; también se amotina- ron los forzados que construían el ferrocarril que iba de Cárde- nas a Bemba, y por último se su- blevaron los esclavos d e los ingenios Triunvirato y Acana. La oleada del movimiento sedi- cioso se extendió por toda la llanura de Colón cuando los es- clavos invadieron los ingenios La Concepción, San Miguel, San Lorenzo y San Rafael.

En el mes de enero de 1844 se "descubrió", gracias a la de-

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lnción de una esclava, que la re- \~iielta respondía a un complot de gran alcance que ha pasado a la historia como Conspiración de la Escalera, porque este ob- jeto se utilizaba para su j e tx a los negros que eran torturados. El procedimiento era usual en la amplia gama de castigos que se aplicaban a los siervos; éstos eran atados por las muñecas y los tobillos a una escalera de niano, de forma tal que no pu- diesen eludir los azotes que, con uii látigo de cuero, les infliiigía el mayoral.'

Como puede apreciarse, esa forma de castigo, que podía re- vestir la forma pública o priva- da, no sólo se utilizaba como escarmieiito o corrección ante una falta cometida, sino tain- bién como procedimiento para obtener la confesión de 1111 "de- lito". De esta iiianera la decla- ración pasaba a ser una prueba decisiva, capaz de confirmar el crimen, justificar la sanción y restablecer el precario equilibrio en el inicroni~tndo de la planta- ción.

Todo suplicio está sometido a reglas: se calcula el terror pre- vio, los comentarios en torno al mismo, el níiniero de latigazos que puede darse para que el es- clavo no muera, e l alcance de la fatiga. A menudo la muerte puede significar para la víctima el cese de la tortura; resulta pre- ferible hablar para descansar,

Walter Goodman refiere ese tipo de castigo. aplicado en un cafetal. en su li- bro Un arlista en Cuba Consejo Nacional de Cultura. La Habana. 1965. p. 195.

para que todo termine; asentir para confirmar y también dela- tar para que otros compartan el castigo, quizá así el dolor se di- funiine. Pero la memoria de los hombres conservará el recuerdo.

Desde la época e n que se produjo la cadena de subleva- ciones de los arios 1843 y 1844, se establecieron dos posiciones fundamentales con respecto a su posible carácter espontáneo o provocado, y a la existencia real o construida d e un proyecto conspirador: una respondía a aquéllos que consideraban que Inglaterra, a través de sus cón- sules en la Isla, había desempe- hado un papel promotor; y la otra a los que argüían que todo era una falacia fomentada por 12s autoridades coloniales para eli- minar la disidencia y establecer un control aún más férreo. La liistoriografía en torno al tema ha heredado esta dicotomía, sin que hasta el momento se hayan brindado los elementos factua- les necesarios para llegar a un consenso sobre el problema.

Una mayor convergencia en- tre los estudiosos de la esclavi- tud existe con respecto a que la represión del niovimiento no sólo se dirigió contra los esclavos, s ino, incluso con mayor f~ierza, contra los libres "de co- lor". En este sentido las cifras son elocuentes, pues de acuerdo con las sei-itencias 7 1,09 ?h de los par- ticipantes pertenecían a este sec- tor, en tanto que 25,45 % eran esclavos, y sólo el 10,5 % proce-

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día de las plantaciones. Aquí se refleja el poder ideológico del castigo, el control a partir de su posible aplicación; el "miedo al negro" justificaba la utilizacicín de procederes sobrecogedores y paralizaba la movilidad de una sociedad que pretendía romper viejas ataduras.

La simple confrontación de estas cifras permite percibir que los criterios sobre la existencia de las plantaciones como encla- ves cerrados, c o n esclavos imposibilitados d e tener co - nexiones con el exterior, consti- tuye una construcción histcírica que no resiste el análisis cientí- fico del problema. El microcos- mos social d e la plantacicín -avizorado e n múltiples docu- mentns- muestra diversos tipos de relaciones entre amos y es- clavos, entre trabajadores forza- dos y empleados libres, en t re siervos y vendedores ambulan- tes o taberneros , y también entre los iniembros de las dota- ciones de diferentes ingenios o cafetales. Si estas formas de so- ciabilidad no hubiesen existido, la rápida dispersión del nlovi- miento sedicioso hubiese sido iniposible.'

Pero de una u otra forma, es- tuviesen presentes los intereses de Inglaterra o la necesidad de

' Para este aspecto resulta sumamente interesante el trabajo de Gloria Garcia Rodriguez: La esclavitud desde la esclavitud. La visión de los sier-

vos. Centro de Investigación Cientirica Ingeniero Jorge L. Tamayo. México D. F., 1996.

Vida1 Morales y Morales: Iniciadores y primeros mártires de la revolucidn cubana, Coleccibn de Libros Cubanos, vol. XXIV, t. 1 , Cultural S.A..

La Habana, 1931, p. 303.

un control "justificado" por par- te del poder colonial, el terror e n su más amplia acepción se apoderó de la sociedad cubana. Pánico en los esclavos al casti- go físico para que confesaran delitos pensados o realizados, pavor de los negros y mulatos li- bres a ser condenados a muerte o expatriados, temor en los crio- llos blancos acusados por sus expresiones liberales ante la es- clavitud. Fue entonces cuando el terror brotó, invndicí, penetrci y caló las esencias más profun- das de la sociedad cubana. Poco importa, a estos efectob, si se tra- taba de conjuras aisladas o de un plan concertado fuera y den- tro de la Isla.

Desde luego, el miedo no era nue170, y aunque hubo amos que se caracterizaron por ejercer el paternalismo sobre sus siervos, muchos más ins t i tuyeron la crueldad conlo un mecanismo de coacc ión general izado. U n o de ellos fue Esteban Santa Cruz de Oviedo, quien "según públi- ca voz y fama era un hombre ig- norante, de limitadas facultades iiitelectuales, retraído del roce de la gente sensata, viviendo en su finca en completo aislamien- to, entregado J 10s falaces go- ces de su harén de esclavas y reputado de cruel e n el trata- niieiito que daba a sus negros".' Por estar en aniores con una de sus siervas, hizo niatar a golpes a un esclavo; a la negra Rufina, que tratcí de escapar para ver a su marido, del cual la había se-

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parado hacía nueve años, le dio "bocabajo" durante siete días y despuGs la mantuvo en el cepo, con grillos, durante cinco me- ses; a otros siervos los torturaba con hierros ~ai-idei-ites.~ Tal vez por esa razón la esclava Polonia, de "nación" gangá,h se decidiera a traicionar a los suyos. Según su testimonio, las dotaciones de los ingenios Trinidad, La Rosa, Santo Domingo, Jesús María, La Majagua y La Trinidad estaban complotadas para levantarse el primer día de la Pascua de Na- vidad del año 1844; en ese mo- mento incendiarían los campos y las fábricas de azúcar y darían muerte a los XIIOS.~

¿En qué fecha llegó Polonia a Cuba? ¿Quién la capturó? ¿Qué vicisitudes sufrió en la travesía?

, iCuántos la violaron? Son pre- guntas sin respuesta; sólo cabe decir que era una esclava de dotación, que trabajaba en el campo y que ni siquiera logró Ile- var, como otros africanos, el ape- llido de uno de sus amos; era sólo una gangá más, calificada así por SII supuesta "etnia" de origen.

Debió venir niña, pues ha- blaba el idioma de los amos, que a los africanos les llevaba años aprender, y era aún joven, por-

Manuel Barcia Paz: Con el IAtigo de la ira, Pinos Nuevos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999.

Con este termino se designaba un conjunto de tribus del interior de Liberia y Sierra Leona que participaban en común de la cultura mandinga.

Ver Gonzalo Aguirre Bellran: La poblanón negra de Mexico. Estudio etnohistdrico. F.C.E., MBxico, 1972, p. 122.

' Hasta este momento loda la informacidn que se tenla sobre Polonia se resume a estos datos, que fueron expuestos por Vidal Morales y Morales

ob. cit. (4). p. 299.

que formaba parte del harén de Esteban Santa Cruz. La delación se basó en que los esclavos pre- tendían dar muerte a los due- ños, entre ellos al suyo; pero ¿fue amor o miedo a las consecuen- cias? Todas las sublevaciones anteriores habían fracasado y muchos esclavos habían muerto en el intento. ¿Pensaba Polonia en ello o simplemei-ite calculó el beneficio que podía recibir? La traición podía llevarla a una li- bertad más fácil y segura; final- mente ése fue el camino que escogió, individual y artero. La esclava se transformó en libre, mientras sus congéneres paga- ron su decisión con la muerte o la cárcel. Se le otorga el dere- cho a que "trate, contrate, ven- da, compre, otorgue, escriba testamentos, poderes y cuantos más documentos pueda y deba". También recibi6 quinientos pe- sos como premio, cifra notable para la época; con éstos debía iniciar, 110 sin cargos de concien- cia, su nueva vida.

Desconocemos si Polonia te- nía hijos; probablemente decidió marcharse del ingenio Trinidad y de Sabanilla del Encomei-idador para rehacer su vida, pero el re- cuerdo de la violencia que ha- bía contribuido a desatar y los lamentos de los esclavos tortii- rados debieron perseguirla a to- das partes.

En las largas jornadas de tra- bajo en el Archivo Nacional de Cuba a que el oficio de histo- riador nos obliga, Manuel Bar-

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cia Paz encontró la Carta de Li- bertad, otorgada a Polonia Gan- gá, que confirma su traición. Fue un hallazgo casual, pero no por ello nienos valioso. No estaba entre los papeles de la Conspi- ración y ni siquiera aparecía re- gistrada como tal. El documento fue localizado en el fondo Go- bierno Superior Civil y forma parte de los testimonios de las sentencias sobre la conspiración de varias dotaciones de escla- vos en la jurisdicción de Ma- tanzas. Ese día Manuel y yo compartimos la alegría de un pequeño "descubrimiento" que ahora ponemos a la disposición de los estudiosos del tema.

En este documento el Capi- tán General de la Isla, Leopoldo O'Donnel l , declara a Polonia acreedora de la libertad que se ha ganado con la delacicín; ade- más le otorga, de acuerdo con lo señalado en el párrafo primero del artículo 38 del Reglamento de Esclavos, un premio de qui- nientos pesos. El gobernador de Matanzas sería el encargado de realizar las gestiones pertinentes.

El 21 junio de 1844 éste últi- mo informará a1 Capitán General que Esteban Santa Cruz d e Oviedo había expresado su dis- posicicín de otorgar la carta de li- bertad a la negra Polonia por los servicios que ésta había prestado en la causa de la Conspiración, siempre y cuando el Gobierno le pagase los cuatrocientos pesos en que estaba coartada.

También expresa el Gober- nador de Matanzas que no te- n ía d ine ro suf ic ien te para entregar los quinientos pesos que, en clase de premio, debía dar el Gobierno a la ex escla- va, porque e n los fondos d e Policía de la provincia scílo ha- bía trescientos cuarenta y dos. Ante esta situación, el Capitán General autorizó que se libra- se la cantidad de dinero que faltaba, tanto para la manumi- sión como para el premio, de los fondos de la Secretaría de Obras Públicas de la ciudad de La Ha- bana. De esta forma se consu- ni6 la traición, y Polonia obtuvo el beneficio que esperaba des- de hacía más de un año.

CARTA DE LIBERTAD"

En la ciudad de Matanzas, a veinte y cinco de julio de mil ocho- cientos cuarenta y cinco años: antemi el Esb. Público y testigos que se espresaran comparecicí, D. Estevaii Santa Cruz de Oviedo, vecino y hacendado dela Sabanilla del Eiiconieiidador Residente en esta a quien doy fe conozco Dijo: Que acoiisecueiicia de la Conspiración proyectada por la gente de Color, habiendose faltada la instruida e n el citado Partido dela Sabanilla e Ingenio de supropiedad. Según el parrafo primero del articulo treinta y ocho

La ortografía del documento corresponde al original.

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del Reglamento de Esclavos y que se cita en dicho fallo, el Esnio. Sr. Capitan General por si1 oficio de doce de Enero del año prosimo pasado dirigido al Sor. Brigadier Governador de esta Ciudad, dis- puso que a la negra Polonia esclava del compareciente sele otor- gase desde luego la Carta de Libertad de toda servidumbre y sele entregasen adeinas la suma de quinientos pesos, bajo su corres- pondiente recibo por haberse hecho acreedora a este premio se- gun 10 dispuesto e n aquel ar t ículo, e n su consecuencia e n obedecimiento de aquel superior precepto: Otorga: Que ahorra y liberta a una negra de su propiedad nombrada Polonia, de nación Ganga que no esta gravada a ninguna reponsabilidad, como al final constara por Certificación de la Oficina de Hipotecas de esta Ciudad, mediante a que para esta le ha exhibido el Sor. Brigadier D. Antonio Garcia Oña , Governador Politico y Militar d e esta ciudad la suma de cuatrosientos pesos enesta forma, ciento seten- ta y ocho pesos dos reales en efectivo y los dosientos veinte y un pesos seis reales restantes, valor de un libramiento jurado por di- cho Sor. contra los fondos de obras públicas dela Ciudad de la Habana a doiide los cobrara el compareciente, detodo locual se da por entregado asu satisfaccioii, remita la prueba, leyes dela entrega, esepcion dela n o n numera ta pecunia dolo y denias del caso y otorga formal recibo. Consecuente al cual se aparta del derecho de propiedad qiie tenia a la Esclava Polonia, todo locede renuncia y transfiere en ella para que como persona libre, trate, contrate, venda, compre, otorgue, escriba testamentos, poderes y cuantos mas docuineiitos pueda y deba gozando de su libertad y se obliga aquela presente sedara cierta y segura y a qiie no se le colmadira por persona alguna y si lo tal sucediere siendo requeri- d o saldra a la voz y defensa del litis que se moviere siguiendo10 hasta su concliisicín aboiiandole adeinas las costas con costos, da- ños, y perjuicios que se le ocasionaren diferida liquidacion en el simple juramento de la parte que siendo legitima usare d e esta escritura a quien releva de prueba, a cuya firmeza obliga sus bie- nes presentes y futuros prestando poderio y sumision a la justicia de S.M. y clausula cuarentigia que dio por inserta para su cumpli- miento. En fe de lo cual asi lo dijo ratifico y firmo siendo testigos D. Francisco Reale, D. JosG María Güemes y D. Antonio Salinas, vecinos presentes = Estevan Santa Cruz Oviedo = Ante mi Angel Bruzón = Certifico que la negra Polonia Ganga de que dice es dueño Santa Cruz de Obiedo n o consta este gravada por este has- ta hoy. Fcha. Tu. Supra = Naranjo rl:

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Los J U es05 1lItdlItl Le5 en la ruta del esclavo

Una primera aproximación

En 1940, en el amplio comentario que hiciera del libro Juegos y can- ciones infantiles de Puerto Rico, de la investigadora y folklorista puer- torriqueña María Cadilla de Martínez, texto ampliamente co- nocido por los estucliosos del tema, Fernando Ortiz obseiva que en el libro no aparece registrada "su- pervivencia alguna característica- mente africana" y que "no es menos cierto que en estas Anti- llas se nota una gran parquedad y casi ausencia total en esa rama del folklore de oriundez negra" (Ortiz, 1940: 13 1).

En efecto, al revisar difereii- tes coleccioiles del folklore in- fantil, de juegos infantiles en particular u otros documentos que rondan esta teniática, refe- ridos no sólo a las Antillas sino

R O D R ~ E S P ~ ~ también a la América hispana PRIETO al menos, se puede comprobar

Investigador del de que en todos se destaca el an-

Antropología. tecedente hispánico y en raras

' Al respecto, pueden revisarse, entre otros, los siguientes textos: Con- cepción Alzola: Folklore del nfrio cubano; Sofía Córdova de Fernández: "El

folklore del niiio cubano"; Larimer Denis: Chants et jeux des enfants haitiens: Aura Gómez: Los juegos intanliles en el Estado Lara; Vicente T.

Mendoza: Lírica infantil de M6xico; F. Moncada: Juegos infant~les tradicio- nales: Victor Manuel Patifio: Historia de la cultura material de la América

equinoccial; José L. Ramos: Juegos tradicionales de Oaxaca; Calixta Vélez: Juegos infantiles de Puerto Rico.

ocasiones el indígena; sin eni- bargo, no aparecen, en general, juegos que tengan como ante- cedente los p~acticados por la infancia del Africa subsaharia- na, a pesar de las niiríadas de niños provenientes de ese sub- continente que llegaron a las costas de América como conse- cuencia de la trata negrera.'

Para el caso de Cuba, tenien- do en cuenta la cifra total que ofrece Pérez de la Riva de 1 3 10 000 africanos traídos a la Isla -la más confiable hasta el niomento- (Pérez de la Riva, 1979:40) y las proporciones de infantes que venían e n cada cargamento o "armazón" de bu- ques negreros, al menos para la trata ejercida por los ingleses durante el siglo xvrrr, "que pue- de tomarse como tipo" (Ortiz, 1975: l53), entre una tercera y una quinta parte estaba com- puesta por niños, lo que pernii- te un estimado de entre 262 000 a 436 000 infantes aportados a Cuba por el África negra, can- tidad nada despreciable en el monto general de la inmigración forzada a nuestro país y que

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obliga a asombrarnos de que no hayan dejado su impronta en el folklore del iiiiío cubano. Aun- que esta cifra pudiera ser me- nor a partir de que "en los primeros siglos de la trata no eran muy numerosos los escla- vos hembras en los ingenios" (Ortiz, 1975: 196), lo que im- plicaría también menor canti- dad de niños pequeños, además de ser éste un grupo etáreo muy vulnerable en el que la mortali- dad durante la travesía y en tie- rra firme debe haber sido mucho mayor que en los otros grupos, de cualquier modo, el monto resultante debe haber sido alto.

Ortiz apunta posibles causas para este fenómeno de la inexis- tencia de juegos infantiles de ori- gen africano en este lado del Atlántico, entre ellas: "el prejui- cio social que no permitía que los niños blancos jugaran como los negritos esclavos"; "la igno- rancia de los idiomas negros, los cuales no pudieron transniitirse a los blancos" y, sin este soporte linguístico originario, "el folklo- re infantil africano quedó abortado en América"; el pluri- lingüismo existente entre los afri- canos, lo que imposibilitaba, de forma general, la comunicacióii entre ellos; y la pérdida de un basamento cultural subjetivo (re- ligión, mitología, tradiciones, música, trabajos) que imposibi- litaba la transmisión del folklore (Ortiz, 1940).

Sin objetar como generales estas causas propuestas por don

Fernando, habría que decir que existen ejemplos que dan fe del juego en común de niíios blan- cos y "negritos de nacicín" o "criollitos~', conlo el propio Ortiz asegura en algunas de sus obras (Ortiz, l94O:l3 1; 1975:284). Un ejemplo de este juego en común nos lo ofrece Aiiselmo Suárez y Romero cuando nos narra: "Mi hermana y los criollitos, buscan- do la claridad y el espacio, co- rrían por la guardarraya de palmas y naranjas" (1974 b: 198-199).

Además, resulta niuy difícil aceptar que no hubiera transnii- sicin alguna de cantos, arrullos y otras formas lúdicras infantiles en el lugar dedicado a la crianza de los "chiquillos" de los barracones o en la "casa de criollos" de los ingenios y cafetales; éstos eran cuidados por una o más negras mientras las madres trabajaban en las faenas del campo, conlo obli- gaba el Reglamento de Esclavos de 1842 (Ortiz, 19753443; Pérez de la Riva, 1975:37). Algo simi- lar debici haber sucedido en el caso de la esclavitud doméstica:

... los pequeños blancos [...] crecían en el regazo de las esclavas, a menudo sus no- drizas, y jugaban con los ne- gritos, inconscientes del abismo social que habría de separarlos, abismo tan inson- dable en aquella época como el étnico [Ortiz, 1975:284]. Y en el caso de los "negritos

de nación", que los hubo de to- das las edades (Ortiz, 1975: l68), ¿cuántos juegos aprendidos en su

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tierra debieron haber traído con- sigo?, icuántos juegos similares existían entre una cultura y otra, a pesar de las diferencias étnicas y lingüísticas?, icuántos de estos juegos fueron transmitidos a los "criollitos" y "reyoyitos"? En re- lación con este aspecto, nos dice Suárez y Romero:

Pero hay tonadas que nunca varían, porque fueron com- puestas allá en Africa y vi- nieron con los negros d e nación; los criollos las apren- den y las cantan así como aquellos aprenden y cantan las de estos; son padres e hi- jos, ino lo extrañemos! Lo par- ticular es que jamás se les olvidan; vienen pequeñuelos, corren años y años, se ponen viejos, y luego, cuando solo sirven de guardieros, las en- tonan solitarios en un bohío, llenos de ceniza y caléntan- dose con la fogata que arde delante (Suárez y Romero, 1974a:196). A estas causas sociológicas,

lingüísticas y culturales adver- tidas por Ortiz, importantes pero que no parecen ser suficientes, podría sumarse otra, más intrín- sicamente Iúdicra: la universa-

En Folklore del nifio cubano de Concepción T. Alzola, dice Maria Álvarez Ríos, quien realizó la notación musical de las formas cantadas que apare- cen en el primer tomo del libro: "La gracia cubana. el movimiento de cade- ras" se sugiere en cuanto el ritmo deja de ser cuadrado, con los acentos en los tiempos fuertes o en partes fuertes de los tiempos. En el No. 159

("Vamos a ver al niño Manuel"] se aprecia esto muy bien. Se trata de una melodía española, didfana, clara, inocente. Es un canto de Navidad que se

entona en las iglesias católicas y protestantes con una dulzura infantil y en cuanto se cubaniza (al adquirir las caracteristicas del fenómeno folkló-

rico), se torna un poco insinuante: el milagro del ritmo africano. De una parte se mutila. y de la otra, se rumbea. Esto se aprecia hasta en los jue- gos de los niños pequeños, como el No. 101 cuando dice 'as( bailaba que

yo la vi' (Alzola, 1961: 232).

lidad de ciertos juegos como las rondas, los juegos de persecu- ción, las niuñecas y las bolas o canicas, por sólo mencionar al- gunos, juegos que presentan múltiples variantes de acuerdo con la cultura en que se desa- rrollen, pero el espíritu que los anima es el mismo en todas ellas.

De esta forma, esos posibles juegos traídos del Africa subsa- hariana pudieron haberse aco- modado perfectamente en formas lúdicras similares de la cultura hispánica dominante y adopta- do el idioma español en sus for- mas cantadas y narradas y como comunicación en general.

En este proceso transcultural debieron haberse producido, aunque fuera e n forma leve, cambios en los gestos, ademanes y pasos, en la mecánica general de los juegos12 fenómeno muy difícil de develar hoy día dado el paso del tiempo, perdidos ya, ahora sí, sus antecedentes origi- narios africanos que permitieran comparaciones. Por otra parte, la inmensa mayoría de los estudio- sos o no, que reflejaron en sus escritos algún juego, centraron su atención en las formas lingüís- ticas que los acompañan y no en su desarrollo.

O t r a causa apuntada por Ortiz en relación con la inexis- tencia de referencias al antece- dente africano subsahariano en los juegos infantiles del lado de acá del Atlántico, es "la limita- ción de los investigadores que no han podido extenderse a ese

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campo y que su fronda siga dificultades para su estudio au- inexploracia"(Ortiz, 1940:131), m e n t a n con el decursar del limitación que hoy día se man- tiempo. tiene y se hace mayor, pues las Fue el propio Ortiz quien ini-

ció estos estudios al publicar sus En su Glosario ..., dice Ortiz:

"Bdmboro: Viene este vocablo al Glosario para recoger la expresión Catauro de cubanismos (Ortiz, folklórica infanlil: 'Bómboro foloro guasasa quitilla. ¿Ya es de día? iTodavia!.' 1974). "Unn ambuesta de cu-

Ignoramos el origen y significado de la locución con que entrellene a los niñitos. jugando con ellos. Pero prevenimos que al menos las primeras pa-

labras son de oriundez africana. a juzgar por su fonetismo. Nos sirve también de base la aplicacidn de esa frase africana al cuento de

los niños. que es de indudable origen africano, y que se refiere a una re- unión de animales celebrada durante la noche, donde la lechuza, lemerosa de la salida del sol, pregunta constantemente a todos los animales presen- tes. en la forma expuesta. Los cuentos de personificación de animales son muy propios del folklore africano, como en todo pueblo primitivo. y pueden

leerse en las colecciones que ya se han publicado" (Ortiz. 199153). El estudio del folklore africano es una de las vías obligadas que debe to- mar lodo intento de esclarecer el posible origen subsahariano de los jue-

gos infantiles practicados en Cuba y otras regiones de América. Al respec- to puede citarse un ejemplo en la Antología negra de Blaise Cendrars, en

la que aparece, entre las poesias y canciones de baile, el "Tam Tam fune- bre de Baraguama", cuyo final es el siguienle: "Pero sucedió que un

alcatan robó el pollo. que una flecha de paja mato al alcatán. que el fuego consumid la flecha. que el agua apagó el fuego, que un elefante se bebió

el agua. que un cazador derrib6 al elefante. que un escorpión mordi6 en el pie al cazador. que una piedra aplasto al escorpi6n. que la piedra rueda y sigue rodando, y el pobre Baraguama descansa en una tumba" (Cendrars: 350-351). fórmula que recuerda el final igualmente aglutinante del cuento muy gustado en Cuba "El gallo que quería ir a la boda de su tío Perico", con el que juegan y se divierten actualmente los niños cubanos. Es una

simple muestra de todo lo que queda por estudiar.

' En el Glosario ... aparece lo siguiente: Sambé. Era un juego entre niños. Consistia en regalarse mutuamente un distintivo, como un lazo, un alfiler, una cinta. un collar. elc., quedando obligado a llevarlo a la vista hasta el

primer encuentro. horas después, al día siguiente, etc. El que había dado el distintivo decía. en cuanto recordaba el juego: sambé que no lo vi y el

preguntado, si no tenia el distintivo pagaba prenda o recibia algún golpe o castigo. Si lo lenia contestaba: sambé que lo tengo aquí y lo enseñaba.

Parécenos voz africana. acaso juego de negritos. Algunos dicen sambeque.

Pichardo describe una ya perdida coslumbre de la muchacheria con el nombre de cuba.

, ,

banismos" (Ortiz, 1923) y Glo- sario de afronegrismos (Ortiz, 1975) en 192 1, 1923 y 1924 res- pectivamente. En estos trabajos, sobre todo e n el Glosario.. . , apa- rece un pequeño conjunto d e términos referidos a juegos in- fantiles; en diez de ellos, Ortiz analiza la posible oriui-idez afri- cana subsahariana del vocablo y en ocasiones la del juego mis- mo. Como resultado de esos aná- lisis, que Ortiz nunca da coino conclusivos sino a manera de proposición, aparecen sólo dos juegos acerca de los cuales esti- ma que pudieran tener proce- dencia africana: "bóinbnro"' y "sainbé" O " s a m b e q ~ e " . ~

A pesar de estos trabajos ini- c iadores e n relación c o n el posible origen africano subsaha-

Es juego de muchachos. i s te consistia en pactar que el primero de ellos riailo de juegos infantiles prac- que vea a otro y pronuncie la palabra sagrada, el sésamo ábrete, del jue-

go, será ganancioso y tendrá derecho a obtener algo del perdidoso. Si uno ticados el1 Cuba , 10s autores de los muchachos dice Cuba tu papalote, puede hacerlo suyo a menos que el otro diga antes Cuba mi papalote. en cuyo caso el otro ya nada

puede lograr. [...] ¿Es afrocubano este vocablo? Lo parece por su homofonia con otros que sin duda lo son. Pero acaso derive no de éstos, sino de otra voz del

Congo. como nsarnba. 'marca tribal', 'cicatriz', 'tatuaje'. 'oración', o nsambi, 'uno que ora'. 'que se dedica a orar', nsambu, 'buena suerte'; samba, 'ado- rar', 'orar', 'rendir culto'. Estas voces pueden tener relacidn ideológica con

el 'sambe criollo y su valor folklórico. Y asimismo, en lengua malinké encontramos el vocablo samba, "regalo que

se hace después de una ausencia", "hacer regalo". Y, dada la abundancia de malinkés o mandingas en Cuba y las analogias ideolbgicas y el "sambe'

criollo y esta "samba" africano, no es aventurado creer en una aproxima- ción familiar de ambos vocablos" (Ortiz, 1991: 395-396).

Variantes de este juego han sido disfrutadas por los niños de todas las épocas en Cuba. Asombra oír actualmente a nirios de los municipios Haba-

na Vieja y Centro Habana, colindantes en la capital del país, jugar al "sambeque", juego que implica un paclo entre dos o mAs niños y que per- mite darle un golpe con la mano en la pantorrilla al encontrarse y no decir

la palabra "sambeque".

posteriores no dirigieron sus es- tudios a ese campo.

Existe un juego cuya intro- ducción en Cuba y otras partes de América (Estados Unidos, Guyana, Brasil, Uruguay, Argen- tina, Surinam, Caribe insular) se reconoce como deb+ a los es- clavos traídos del Africa subsa- hariana, pues en el momento de su aparición e n el cont inente americano no era conocido ni por

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los españoles, ni por los aboríge- nes. Se trata del llamado iuego de las piedras y los agujeros o de las doce casillas, el cual asume diversas deno~ninaciones según la lengua de las distintas cul- turas que lo h a n adoptado: "awele", "adji", "ayo", "warí", en- tre otras.

Este juego tuvo su origen en Sumeria, aunque presenta una amplia área d e difusión, pues han sido hallados restos de ta- bleros e n ruinas del an t iguo Egipto. Actualmente puede en- contrarse, además de los países y regiones mencionados, e n Ii-idonesia y Asia sudoriental, en el niundo mediterráneo y en toda Africa, donde su práctica es verdaderaniente popular.

Su introducción en Cuba se produjo por el occidente de la Isla y parece no haberse exten- dido hacia el oriente del país. En la provincia d e Matanzas, donde se conoce con el nombre de "adji-kui" o "ayi-cui", se han encontrado tableros que fueron guardados con celo por parte de los descendientes d e aquellos africanos traídos por la fuerza a nuestras costa^.^

En u11 inicio, la función del ta- blero y de las fichas que en él se

El autor de este arliculo agradece al doctor Miguel Barnet la informa- ción de que en los años sesenta visito junto con el doctor Argeliers León

en Guanabacoa al "oriaté" Miguelito Febles. quien conservaba un tablero de "awelé".

%ctualmente el juego de las piedras y los agujeros se considera en diver- sos lugares del sur de los Estados Unidos un método idóneo para el

aprendizaje de la matemática en la enseñanza primaria. En Santiago de Cuba, a partir de un trabajo de investigación-desarrollo emprendido por el

Centro Cultural Africano Fernando Orliz, se ha emprendido la revitalización de este juego entre los estudiantes de la enseñanza primaria.

niueven, parecen haber sido la de sistema aclivinatorio; posterior- mente pasó a servir como ábaco. Su función lúdrica, regida por reglas rigurosas, prescripciones sociales e internas del juego mis- mo y tabúes, niantiene latente su condición sacra en las diversas va- riantes cono+ias del juego. Aún hoy, en el Africa subsahariana este juego cumple funciones ce- renioniales y rituales, conio en ri- tos de pasaje o en la sucesión de un jefe muerto. Tanibién se ha de- niostrado la relación existente en- tre los principios del juego y la del trueque o con la cosmogonía d e algunos p u e b l o s ~ F u l l e d a ; UNESCO: 1 7; Wilson) .

El juego de las piedras y los agujeros -o "awelé", "aware", "kpo" O "adji-kui"- es un ejeni- plo, no por único hasta el moiiien- t o menos importante, que nos habla, en el nivel lúdrico de los aportes realizados a la cultura de la América toda por parte de aquellos hombres y mujeres lle- gados a nuestras costas por la tra- ta transatlántica de esclavos y que obliga a los investigadores a seguir urgando en esa herencia para hacer honor a "la verdad his- tórica" y a cumplir con el "deber de la memoria" (Diene:3). i"e

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Conozco algunos ríos. Conozco ríos tan antipos como el mundo y más vielos que las corrientes de sangre humana

en las venus de la humunidaci. LANGSTON HUGHES. "El negro habla de los ríos"

Bañado por el océano Indico, en el continente de África meridio- nal, Mozambique, es el eje de esta rama de las reglas de palo, con habla bantú, &e se esta- blecieron en nuestro uaís desde finales del siglo xvr en Matan- zas, Pinar del Río y en La Haba- na, sobre todo en el poblado de Guanabacoa.

Las costas de Mozambique, rocosas y escarpadas al norte, arenosas al sur, propiciaron e n fechas muv temwanas la trata de esclavos. Los hombres proce- dentes de estas costas se cono-

NA~Aun B~~~~~~ cieron en nuestra tierra como --- Etnóloaa: se ha macuá.' El clima tropical y SUS

dsdicado a la ríos, el Zanibeze, Limpopo, invsstigación ds

las rsligionEs Maputo y Rovuma, hicieron po- . . afrocubanas sible sus excursiones para la ca-

' La composición étnica mayoritaria en Mozambique era de origen bantú y está compuesta por cuatro grandes grupos; los tsonga al sur, con fuerte

influencia zulú, emigraron temporalmente a Africa del Sur; los caranga, en la sabana y los bosques del centro, se dedicaron a la agricultura sedenta-

ria; los nhanga se establecieron en el valle de Zambeze y alrededor del lago Malawi; y por ultimo los macuh, con influencia árabe e islamizados,

ocupa el norte de la costa entre los dos Zambeze y Rovuma.

cería iiidiscriminada en este de- nigrante negocio de carne hu- inana. Sus bosques exuberantes, sus sabanas y estepas hacen de la agricultura su recurso más importante.

Los changaní, llamados mua- ra, que se establecieron en el pueblo de Guanabacoa, provie- nen de la etnia "muarara" de las orillas del río Zambeze, que des- emboca cerca del puer to d e Queliniaiie, enclave iinportan- te del tráfico negrero. Se les de- nomina changan í por e l río llamado Changane, que deseni- boca cerca de Maputo, capital de ~Mozambique.

Las etnias que se encontraban en los alrededores de este río, con- juntamente con los "niuarara" fue- ron embarcadas a diversos puntos del continente americano. Las empresas encargadas de este in- fame comercio entre los años 1696 y 1763 f~ieron:

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La Real Compañía de Gui- nea del Reino de Portugal, que operó la ruta Cuba en- tre 1696 y 1701; la Real Compañía Francesa de Guinea, cuyo negocio se mantuvo vigente de 1702 a 17 12 y cuya mercancía coi-i- sistía principalmente de es- clavos oriundos de Angola; la Compañía del Mar del Sur, que puso la trata de las In- dias españolas en manos bri- tánicas entre los años 17 13 y 1750, excepto e n períodos de guerra; la Real Compañía de Conier- cio de La Habana, a la cual se le concedieron permisos para conducir esclavos a Cuba. Los portugueses se estable-

cieron en Mozan-ibiq~ie en 1507; existió un importante centro de comercio con el actual Harare, que era gobernado por un nio- narca legendario al sur de uno de los afluentes del Zainbeze. El origen geogrsfico de los es- clavos traídos a Hispanoaméri- ca se observa e n el inventario d e las posesiones de Heri-ián Cortés en 1547. Poseía 169 es- clavos indígenas de México y 68 negros de una variedad de lugares, como gelofe (wolof en Senegambia), mai-idingo (en el val le d e C a m b i a ) , b r an ( e n Guinea Bissau, Biafra y Mozani- b ique ) ; muchos d e es tos esclavos eran ladinos, o sea ha- blaban español.

En 1643 algunos nobles de Portugal idearon mandar e n bar-

cos de origen flamenco niarine- ros portugueses a Mozambique, en busca de esclavos y maderas preciosas, ya que no s61o era Brasil su destino final, sino Cuba y otras colonias en desarrollo.

En la década del cincuenta del siglo XVIII se exportó un es- t imado d e 35 000 negros de Mozanibique, destinados funda- mentalmente a Brasil y Cuba, entre otras colonias, ávidas de mano de obra barata.

Recoge la historia que entre los años 1720 y 1800 fueron intro- ducidos en la América, 125 000 esclavos de Mozambique. En 1795 sólo el barco "Ascención", coman- dado por el capitán Chace, com- pró 283 esclavos, remitidos y vendidos en Montevideo, La Ha- bana y Buenos Aires.

Sobre los esclavos procedei-i- tes de este enclave, escribe el brasileño Calderón Brant e n 1819 "que eran el 'demonio"'. Pero otros con~pradores, "los de- seaban, pues eran mejores, más intel igentes y pacíficos q u e los 'minas"'; sin embargo, otros los despreciaban por sus marcas en la cara.

Los t ratantes comerciaban por el puerto d e Quel imane, desde d o n d e sa l ían c o n los hombres que compraban o cam- biaban por cuentas y abalorios e n las márgenes d e los ríos Changane y Zanibeze; la mayo- ría de las veces eran secuestra- dos y vendidos e n guer ras intertribales por veinte pesos, sobre t o d o los d e la e t n i a

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muarara, que prácticamente, años 1817-1843 fueron traídos . .

mermaron con el tiempo. Un es- a Cuba 29,5 % de los macuá im- t imado arroja que e n t r e los portados de Mozanibique.

LOS CHANGAN~ EN CUBA

A finales de l siglo XIX estas etnias herederas de los muarara establecen su munanso o casa de culto en la villa de Nuestra Señora de Asunción de Guana- bacoa; esa casa es regida por des- cendientes de esclavos, ya libertos. Muchos de ellos prove-

Este ingenio fue construido por Zulueta en tierras del demolido ingenio San Francisco, agregándole, antes de 1860. las tierras de dos ingenios, el Vizcaya y el Habana, que se encontraban ubicados en Banagüises, térmi-

no municipal de San Jos6 de los Ramos en Matanzas.

Nació el 9 de enero de 1814. en Alava. País Vasco, España. Fue analfa- beto y aprendió a leer y escribir en La Habana. Fue cornerciante-almace- nista-refaccionista. Pariicip6 en la trata hasta alcanzar la primacia entre los magnates del lriste comercio africano. Según el eminente historiador cubano Levi Marrero, "Zulueta fue, posiblemente, el mayor poseedor de

esclavos en el mundo occidental". El 21 de julio de 1875 un Real Decreto le olorg6 el marquesado de Alava. Fue coceado por un mulo y, producto de

este accidente. muere el 6 de mayo de 1878.

nían del ingenio Alava,' propie- dad d e Ju l ián d e Ziilueta y A m ~ n d o , ~ tristemente famoso por el negocio de la trata, quien contaba, alrededor de 1870, con una gran cantidad de esclavos procedentes de diferentes etnias de Senegambia y iMozambique, entre ellos los macuá. Esta rama de las reglas de palo, como co- múnmente se les llama, son ga- jos del ma~oinbe, que a su vez da origen a tres vertientes: bri- llumba, de la c i d nace Siete Brilluniba Nadiambo Kuaba, Ila- mados los changani; malongo o sharnalongo; y kimbisa del San- to Cristo del Buen Viaje.

Para el investigador cubano el doctor Teodoro Díaz Fabelo

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el significado de la palabra "Shnriganí" es amigo; así lo expresa en su valiosa obra Dic- cionario de la Lengua Conga Residual en Cuba. Para el Maestro Fernando Ortiz:

El título de Changaní, que lleva la secta, es muy expre- sivo para el caso. Changaní es palabra formada en Cuba de la conga sangána "Mez- cla". De esta voz se deriva en congo angani "Cosa de otras gentes". Y con el prefijo ?a, que indica "concernencia", se tiene changaní, "cosas con- cernientes a otras gentes" o "~nezclados". Tal como es en realidad la secta de los changanís. que es "cruzada", como ellos niisnios dicen, de congo, lucumí, ñáiiigo y cris- t i a ~ i o . ~ Hemos podido investigar que

los changaní se encuentran asentados en las regiones de Ma- tanzas, Pinar del Río, en los al- rededores del central Orozco, en La Habana y sobre todo en Gua- nabacoa, doiicie actualmente funciona, con gran vitalidad, la rama llamada Siete Brillumba Ndianibo Kuaba, y cuyo lema es "Paz, Unión y Fraternidad", "Munan Simba Chucudun Buni- bo niunan Jiyue", que significa "La posesión del espíritu que vive en el saco (Boumba o bumba) que se presenta en el templo",

.' Fernando Ortiz: Los instrumentos de la musica afrocubana, v. IV, Edito- res Cárdenas y Cia.. La Habana, 1954. p.411.

Andres Ruiz nace el 20 de mayo de 1891 y muere el 19 de mayo de 1959.

como hemos podido leer en las páginas iniciales de una de las libretas que data del año 1946. A esta rama va dirigida nuestro trabajo.

A finales del siglo XIX un hijo de esclavo, llamado Ta Floren- tino y más conocido por "Ta Yen- do", estableció su munanso en Guanabacoa; se dice que fiie de los primeros en asentar la rama de los changaní en este poblado habanero. Con el paso del tiem- po Ta Yendo, tuvo muclioa seguidores y una respetada des- cendencia que ha durado hasta nuestros días. Fue padrino de Ta Benigno Franco (Taguero Bero) , cuya nganga se Ilania "Zaraban- da Nyuko Bobo"; a su vez, fue padrino de Ta Andrés RuizS (Buanque Grimbao), propietario de la Nganga "Siete Mundos Ndiambo Kuaba" y trabajador de los muelles de la Ward Line. De Ta Benigno nace también Mar- cos Pérez, cuya nganga se llama "Siete Estrellas Ndiam-bo Kuaba". Estos dos ahijados de Ta Benigno, Andrés Ruiz y Marcos Pérez eran además miembros de la Sociedad Secreta Abakuá, perteneciente a la Potencia Kanfioro Kerewa Efi, en el ba- rrio de Belén.

Otra ahijada de Ta Benig- no fue Mercedes Gutiérrez, quien tiene Madre de Agua sa- cramentada al estilo de Siete Brillumba Ndiambo Kuaba. Esta rama plantaba en casa de Munda, hija de Changó, que vivía en la calle Cruz Verde

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entre Seguí y Candelaria en Guanabacoa; Mercedes Gutié- rrez, niujer de recia personali- dad, como requisito esencial le exigía a cada uno de sus ahija- dos que conocieran los térnii- nos y principios de los muara congo. Entre los changaní:

tenemos que querernos entra- ñablemente antes que todo, pues estamos jurando ante Dios que es Sambia Npungu, que es la naturaleza; tenemos que ayudarnos en todo ante la vida y la muerte; No habrá más Dios que Sie- te Mundos y más madre que Madre de Agua. Nuestro Padre y nuestra Madre, or- denados por Sambia; Paz, Unión y Fraternidad.

Los changaní proceden de la rama brillumba, pertenecien. tes a las reglas de palo. La Bri- llumba nace del mayombe, pero ha sido muy influenciada por la oclia y algunas nianifes- tacioiies acriolladas del espi- ritismo. Esta mezcla puede encontrarse en todas las ver- tientes de palo monte, que no son excluyentes de otras creen- cias. De hecho, la mayoría de sus seguidores son también católicos. La brillumba surgió a finales del siglo XIX.

Esta vertiente del palo monte es la conjunción del ina- yombe, la ocha y -siempre pre-

sente- el espiritismo a la usanza criolla. Cuando los que en el si- glo XIX se dedicaban a practicar algún culto, solamente lo hacían de acuerdo con sus formas más puras, aquellas que vivían en sus recuerdos y eran transmitidas por la tradición oral. Pero al paso de los años, aislados de sus oríge- nes, esos cultos fueron ad- quiriendo estilos propios y uniéndose a los de otros grupos con los que más se relacionaban en la vida cotidiana, aunque no fueran los de su misma etnia.

Sarabanda-Oggún, señor de todos los metales, es el guía principal de los brilluiiiberos. Cuando los ta ta , personajes enigmáticos e introvertidos, eran abordados por religiosos que te- nían asentado un oricha, pero que querían incursionar en el palo, tan íntimamente asociado a las fuerzas de la naturaleza, se estableció la interrelación entre la Brillumba y la ocha.

Algunas casas comenzaron a montar ngangas e n t r e cuyo contenido constaba una frac- ción del fundamento del oricha que tuviera asentado el inicia- do. Como los descendientes congos y ngolas adoran también los elementos de la naturaleza -el aire, el fuego, el agua, la tierra- fabricaron sus ngangas con elementos de la ocha. Esas prendas recibieron nombres en congo, a los cuales se aiiadían los "apellidos" de la nganga ori- ginal. Así quedaban coniplaci- dos los que tenían asentada

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ocha, y los niayoniberos seguían practicando sus ritos de forma pura, tal como se la enseñaran sus padrinos.

FIRMAS

Creemos de importancia, por la belleza que encierran sus trazos, darle un aparte a las firmas o je- roglíficos que significan "grabar lo sagrado" en las reglas de palo, y entre ellas, la de la rama de los changaní.

La niayoría de las culturas 1n5s antigiias, como las de Egip- t o , la India, Mesopotainia, Abisinia y China, basaban en la luz del sol y en el lucero del oca- so o de la aurora sus dibujos o jeroglíficos. Cada ser humano se identifica con una firma. Del misino modo, cada nganga o su iifumbe estará "personalizado" por un trazo que en parte es pro- ducto de la interpretación, tal vez de la fantasía, pero cuyos rasgos básicos serán muy seme- jantes a los de sus padrinos.

Cuando un ngueyo pasa los ri- tos de la iniciación sus padrinos confeccionan una firma que lo

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distinguirá de los iniciados en otras causas. Asiinismo, recibirá su noiiibre en la regla en la cual se haya iniciado o rayado. Este nombre formará parte del apelli- do, por llamarlo de alguna for- ma, de la ngaiiga de sus mayores.

Ahora bien, cuando iin ngue-yo se inicia como Padre o Madre, usará su nombre inás el nombre y el trazo de la prenda que recibir& De esta forma po- drá comunicarse con el espíritu que la habita. Cada movimien- to en los ritos de las reglas de palo es precedido por los trazos mágicos. Por tanto, toda firma dice quién es el individuo, sil carácter, sus padres, sus relacio- nes espirituales y el camino de su nganga y la casa a la cual per- tenece.

Las firmas que a continuación reproducimos son simples mues- tras de la belleza que encierran estas firmas de la rama changaní de Guanabacoa, las cuales, por su místico significado y sus tras- cendentales misterios, han sido la inspiración de pintores y arte- sanos. Pero con pena vemos que algunos inescrupulosos las usan de ciialquier manera, sin que medie una investigación previa, con la seriedad que su empleo y difusión requieren, aunque sea con un propósito puraniente es- tético.

SISTEMA ADIWNATORIO

Los changaní utilizan los misinos métodos de adivinación que los

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brillumberos. Por medio d e los nkobos o shamalongos, inter- p re tan los presagios; según estos creyentes, "les gusta em- plearlos, pues dan una respiies- ta rápida y precisa".

Los nkobos son conchas abier- tas que, en número de 7, 14 o 2 1 , se leen igual que con los cauris de la regla de ocha. Los nkobos son preparados ritual- mente antes de que puedan ser empleados. La prenda tiene que dar su consentimiento para que el tata o la yayi se dediquen a la adivinación. Aqu í hay que apuntar que el caracol o la con- cha son el medio de enlace con el nfuinbe de la prenda, pues ellos, como tal, son mudos.

Muchas casas o 1 x 0 nganga i n t e rp re t an la t i rada d e los nkobos según el significado que le da la ocha, pues por la canti- dad de nkobos que caigan boca arriba o boca abajo, en el acto de adivinación, se sabrá qué deidad habla por ellos, aunque también este acto estará muy relacionado con los espíritus que se pbsesionan de quien efectúa el registro.

LOS 1NSTRUMENTOS MUSlCALES DE LOS CHANGANI Hace unos meses recibimos una carta del señor Miguel Garzón Ayala, nacido en Vuelta Abajo y cuyo nombre en lengua es Beju-

Fernando Oríiz: ob. cit.. p. 408.

co Finda Nsasi Moana Filo Ba- talla Sacara Empeño, que nos informó sobre las casas de la rama changaní, en las cercanías del central Orozco, en Pinar del Río:

... cerca de la casa del difiints Casanova hay una ceiba y al- rededor de su tronco, se sien- tan los tamboreros. Primero abren con toques de Santo y después siguen, hasta terminar con el Palo. Lo que muchas personas de nuestra misma raza, no saben es que el tam- bor que se toca en esa zona es el "Tambor Changa-ní" [...] Por su parte, en su monumen-

tal obra Los instrumentos de la música afrocubana el Maestro Fernando Ortiz habla de los tam- bores utilizados por los changaní d e Guanabacoa , llamados d e torniquete o tarabilla:

... los chnngnnís han formado una orquesta de instrumen- tos que son de tipos origina- riamente africanos pero con innovaciones criollas. Una de éstas la constituyen los tambores de tarabilla. La orquesta de los chnngani se compone de tres tambo- res. De éstos, dos son de tipo ligeramente clepsidriforme y bimembranófonos, acintura- dos como los batú de los cul- tos lucumís, y el tercero es de tipo suavemente cónico truncado y unimembranófo- no, como el bonkó enchemiyú de los ñáñigos [...16 No queremos terminar este

artículo sin darle a conocer a

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NOTA DE u AUTO^ ACRADEzco

ESPECIALMENTE A EMIR MOL~NA. AHIJADO OE IA

CASA Sl€rE

BRILLUMBA NDIAMBO K m LOS CHANGANI DE GUAWCOA su

cOWRAC~ÓN EN ESTE TRABAJO. Los M B W S

QUE APARECEN EN EL

ART~ULO FUERON REAUZADOS POR EL

PINTOR CHILENO PABLO CARES. E ~ D I A N T E DEL

I ~ s m v n , SUPERIOR DE ARTE.

los arnigos lectores uno de los can tos en tonados por viejos changaní del poblado de Gua- nabacoa:

Lungo, Iungo. I ~ ~ a n g o y o n o mete c o n nadie, mi Changaní

Buena noche mi changani , mi rnunansala guancasi

und dele mi ~hangctní , mi r n ~ i m n s a h guaocasi

Simbra nii simbra, simbra palo b o b o

Ven Siete Mundo, ven cdrire

Traducción del canto: Anda. anda. camina. yo no mete con nadie, mi Changani

Buena noche mi Changani. no te quejes. yo saludo Mi confianza mi Changani. no le quejes te saludo

Simbra mi simbra. simbra palo bobo Ven Siete Mundo, ven estrella para que alumbres.

Albitrn de vosos rqros , suplcmcnto dc la revista Folklore, La Habana, 1953.

BOI.~\;AR, NATALIA Y CARMEN G~NZALEZ. Ti Maki~e~itlc YU~LI y las re& de pulo monte. Edicioncs U i i i h , La Haba- na, 1996.

CAS~~I.LANOC, JORGE t 1sn~;~i. Cultitrit afro- cihuna. V. 7 . Edicioncs Universal, Miami, 1990.

DÍAZ FADELO, TEOOORO. Diccionu~io de h lenguu conga residi~ul en Cuba. Casa del Caribe, Universidad de Alcallí y ORCALC/UNESCO. (Colección Africanía.)

MARRERO. LEVI. C I ~ : economh y socw- &d. Editorial Playor, S. A., Madrid, 1966.

ORTIZ, FERNANDO. Los ins[r~mm[os cic ía mítsicu afrocubana. vol. IL! Editores Ciírclenas y Cía., La Habana, 1954.

THOMAS, HUGH. TIie SIave Ttiide. Tlie Srorg of the Atlaritic Slave Trade: 1440-1870. Simon & Schiister, Ncw York, 1997. C

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Porque la población africana y sus descendientes por muchas gene- raciones, especialmente el cam- pesinado libre y los vendedores ambulantes que invadían las ca- lles de las principales ciudades, también asumieron el catauro como recipiente de fácil fabrica- ción para transportar muchos de los productos que form,iban par- te de la dieta diaria o que ofre- cían al transeúnte mezclados con un amplísimo repertorio de pre- gones. A diferencia del macuto (saco largo y angosto) o de la jaba (que tiene por lo regular una cuarta parte más de largo que de ancho para diferenciarse del pri- mero), pues ambos están hechos de tiras anchas de hojas de pal- ma (guano) tejidas, el catauro o cataure, como aún le llaman los canipesinos, se hace e n breves miniitos, de muy variadas dimen- siones y de rápida manipulación.

Pequeiios catauros d e fina yagua o de hojas de plátano se hacían artesanalmente para cu- brir y llevar uno de los dulces tradicionales más relacionados con la cul tura del azúcar e n Cuba , a la que estuvo suma- mente ligado el esclavo africa- n o o e l obrero industrial: la raspadzna, descrita desde el si-

glo pasado por el lexicografo Es- teban Pichardo, quien la iden- tifica como "la costra dulce que va quedando pegada e n la Res- friadera [especie de canoa e n que se vierte el guarapo coci- do] donde se bate el líquido para sacar el grano a la azúcar. En los lngenios pequeños o Trapiches, cuya principal o única elabora- ción es de la Raspadztra, se da a la miel el punto correspondien- te , y después d e una ligera baticicin, se echa e n moldes, fo rmando unos ladrill i tos o cuadrilongos de color moreno. Es el suplente común del azú- car en el campo, principalmen- te e n los Departamentos Central y Oriental. Algunos dicen tam- bién Raspa e n la Vueltabajo. En la de arriba se hace la mejor Ras- padz~ra de flo?; dándole la figura que tienen las barras de jabón de Castilla, [...] es de color ru- bio, blanda y suave" (Dicciona- rio proeiincial casi-razonado de vozes y frases cubanas, La Haba- na, 1976, p. 520). De esta y otras muchas maneras el indígena ca- tauro trascendió por su fuiicio- nalidad múltiple al resto d e la población del país y, como el ajiaco, la yuca y la espiritualidad cordonera, vino para quedarse.

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sin el Yiegt.0 Cuba no sería Cuba

Hace cuarenta años que, movi- do por mi temprana curiosidad por los hechos humanos, y par- ticularmente por los temas so- ciológicos, que entonces eran gran novedad e n el ambiente donde yo estudiaba, me fui en- tregando, sin preineditarlo ni sentirlo, a la observación de los problemas sociales de mi patria. Apenas regresé de inis años uni- versitarios en el extranjero, me

' Fragmento del discurso de agradecimiento en el acto por la concesión del titulo de Socio de Honor de la sociedad de la raza negra Club Atenas,

efectuado el 12 de diciembre de 1942; publicado integramente con el titulo "Por la integración cubana de blancos y negros", en; La Habana, no. 2,

marzo-abril. 1943. vol. LI. pp. [256-2723 reproducido con el mismo titulo en la revista Estudios Atrocubanos, La Habana, 1945-1946, vol. V. pp. [216]- 229. para publicarlo en Catauro se ha tomado de la Etnia y Sociedad, Ed.

de Ciencias Sociales. La Habana. 1993. cap. XVIII. pp.136-140.

José Antonio Aponte. Negro libre. considerado cabecilla de una conspira- ción encaminada a obtener la liberación de los esclavos. Fue ejecutado

junto a ocho de los complotados.

3Juan Francisco Manzano: (La Habana, 1797.1042). Poeta. esclavo, que habiendo aprendido a leer y escribir por si mismo, creó una poesia de ele-

vados propósitos formales. Fue liberado de su condición servil mediante suscripción efectuada por un grupo de intelectuales blancos.

" Gabriel de la Concepción Valdés, Pldcido (La Habana, 1809 - Matanzas 1844). Notable poeta mulato. Superó los obstáculos de su origen como hijo natural, su condición racial y aún su estado de criollo en una sociedad es- clavista bajo un régimen colonial, y alcanzó una amplia repercusión popu- lar. Fue fusilado, debido a la acusación de haber participado en una cons-

piración para lograr la libertad de los esclavos. de la cual se declar6 inocente.

-T.--

Antonio Maceo Grajales (Santiago de Cuba. 1845 - San Pedro. La Haba- na, 1896). Una de las principales figuras de las luchas independentistas

del pueblo cubano. Desempañaba, en el momento de su muerle en comba- te. el cargo del Lugarteniente General de las fuerzas insurrectas contra la

dominación espaíiola.

puse a escudriñar la vida cuba- na y enseguida me salió al paso el negro. Era natural que así fue- ra. Sin el negro Cuba no sería Cuba. No podía, pues, ser igno- rado. Era preciso estudiar ese factor integrante de Cuba; pues nadie lo había estudiado y has- ta parecía como si nadie lo qui- siera estudiar. Para unos, ello no merecía la pena; para otros, era muy propenso a conflictos y dis- gustos; para otros era evocar cul- pas incofesadas y castigar la conciencia; cuando menos, el estudio del negro era tarea har- to trabajosa, propicia a las bur- las y no daba dinero. Había literatura abundante acerca de la esclavitud y de sil abolición y mucha polémica e n torno de ese trágico tema, pero embebida de odios, mitos, políticas, cálculos y romanticismos; había también algunos escritos d e encomio acerca de A p ~ n t e , ~ de Manza-

de P l á c i d ~ , ~ de Maceo5 y d e otros hombres de color que habían logrado gran relieve na- cional e n las letras o e n las lu- chas por la libertad; pero del negro como ser humano, de su

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espíritu, de su historia, de sus antepasados, de sus lenguajes, de sus artes, de sus valores posi- tivos y de sus posibilidades so- ciales ... nada. Hasta hablar en público del negro era cosa peli- grosa, que sólo podía hacerse a hurtadil1,is y con rebozo, como tratar de la sífilis o de un ne- fando pecado de familia. Hasta parecía que el misino negro, y especialmente el mulato, que- rían olvidarse d e sí mismos y renegar de su raza, para no re- cordar sus n-iartirios y frustracio- nes, como a veces el leproso oculta a todos la desgracia de sus lacerías. Pero impulsado por mis aficiones, ine reafirmé en mi propósito y me puse a estudiar enseguida lo que entonces, en mis primeros pasos por la selva negra, me pareció más caracte- rístico del elemento de color de Cuba, o sea el misterio de las sociedades secretas de oriiindez africana qiie son supervivientes e n nuestra tierra.

Todos hablaban aquí de tal tema, pero en rigor nadie sabía la verdad. El asunto se presen- taba tenebroso, envuelto e n fá- bulas inacabras y e n terribles relatos de sangre, los cuales es- poleaban niás mi interés. Hasta 1c escribí a un editor amigo ofre- ciéndole el original de un libro qiie yo iba a escribir en un año; pero han pasado cuarenta anos

Se refiere al libro Los negros ñdñigos, reiteradamente anunciado desde principios de siglo. pero que lamentablemente nunca lleg6 a publicar; sin

embargo. en distintas ocasiones Ira16 esta temdtica, como aparece en los textos incluidos en este volumen titulados "Los ñañigos o abaku.4: el culto

a los antepasados" y "Los danzantes enmascarados: los irimes".

y ese libro a ú n n o es tá es- ~ r i t o . ~ Comencé a investigar, pero a poco comprendí que , como todos los cubanos, yo es- taba confiindido. No era sólo el curiosísiino fenómeno de una masonería negra lo que yo en- contraba, sino una complejísinia maraña de supervivencias reli- giosas procedentes de diferen- tes cultitras lejanas y con ellas variadisímos linajes, lenguas, músicas, instrumentos, bailes, cantos, tradiciones, leyendas, artes, juegos y filosofías folkló- ricas; es decir, toda la inmensi- dad d e las dis t intas cul turas africanas que fueron traídas a Cuba, harto desconocidas para los mismos hombres de ciencia. Y todas ellas se presentaban aquí intrincadísimas por haber sido trasladadas de uno a otro lado del Atlántico, no en resieinbras sistemáticas sino en una caótica transplantación, como si duran- te cuatro siglos la piratería ne- grera hubiese ido fogiieando y talando a hachazos los montes de la humanidad negra y hubiese arrojado, revueltas y confusas a las tierras de Cuba barcadas in- contables de ramas, raíces, flo- res y semillas afrancadas de todas las selvas de Africa.

Desde hace cuarenta años me hallo en labor exploradora, de clasificación y de análisis, por esa intrincadísinia fronda de las culturas negras retoñadas e n Cuba, y de cuando e n cuando he ido dando algo a la luz, como dGbil muestra y ensayo de lo mu-

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cho que puede hacerse y está por hacer en ese campo de la investigación, aún casi sin ex- plorar.

En 1906, publiqué mi primer libro, un breve ensayo de inves- tigación elemental acerca de las supervivencias religiosas y iná- gicas de las cultiiras africanas en Cuba, tales como eran en rea- lidad y no como aquí eran te- nidas.; Es decir, como una variación extravagante de la brujería de los blancos, o sea de ese milenario trato con los de- nioiiios o malos espíritus, donde se daban las horribles prácticas de las brujas de Europa, las cua- les chupaban las sangres de los niños y volaban montadas en escobas a los aquelarres de Zagarraniiirdi para entregarse a las orgías más repugnantes con el cabro satánico, quien en sus entrañas engendraba seres nioiistruosos, semihuinanos y semidemonios. Así lo asegura- ban los autos de los procesos de la Santa Inquisición y las obras de niuy sesudos teólogos. Díga- lo por todos ellos el jesuita pa- dre Martín del Río, con su obra famosa, de tanta sabiduría en la estructura como barbarie en el

- - - -

Fernando Oriiz: Los negros brulos. (apuntes para un estudio de etnolog(a criminal). con una caria-prdlogo de Cesare Lombrose, Libreria de Fernando

Fe, Madrid, 1906.

Padre Mariin del Rio, S. J.: Disquisitions rnagicarurn, s. r.

Francisco GonzAlez del Valle: (La Habana. 1881-1942). En sus estudios historiogrAficos. destaco el papel de la intelectualidad patriótica del siglo

XIX cubano y el papel colonialista de la Iglesia Catdlica.

'O Cesare Lombroso: (Verona. 1835-Turin, 1909). MBdico y crimindlogo ita- liano, cuyas teorias positivislas en la criminologia ejercieron una gran in-

fluencia en los primeros libros de Ortiz.

pe~isamiento.~ Fue suerte de que ya en la primera investigación de la brujería en Cuba y sus mis- terios, pudiéramos asegurar de que aquí no Iiabía tales vuelos de la aeroiiáutica diabólica y que la llamada brujería en Cuba era sobre todo un complejo con- junto de religiones y magias afri- canas mezcladas entre sí y con los ritos, leyendas hagiogrlíficas y supersticiones de los católicos y con las supervivencias del pa- ganismo precristiano que entre éstos se conservan.

En este libro introduje el uso del vocablo afrocubano, el cual evita los riesgos de emplear vo- ces de acepciones prejuiciadas y expresaba con exactitud la dualidad originaria de los fen6- menos sociales que nos propo- níamos estudiar. Esa palabra ya había sido empleada en Cuba una vez en 1847, por Antonio de Veitia, según dato que debo a la tan cortés como intensa eru- dición de Francisco González del Valle;9 pero no Iiabía cuajado en el lenguaje general como lo está hoy día. Mi primer libro, aun cuando escrito con serena ob- jetividad y con criterio positivis- ta, y pese al prólogo con que lo honró César L o m b r o s ~ , ~ ~ fue re- cibido por lo general entre la gente blanca con benevolencia, pero siempre con esa sonrisa complaciente y a veces desde- ñosa con que suelen oírse las anécdotas de Bertoldo, los cuentos baturros o los chistes de picardía; y entre la gente de co-

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lor el libro no obtuvo sino silen- cio de disgusto, roto por algu- nos escritos de manifiesta aun cuando refrenada, hostilidad. Para los blancos aquel libro so- bre las religiones de los negros no era un estudio descriptivo, sino lectura pintoresca, a veces divertida y hasta con puntas de choteo. A los negros les pareció un trabajo ex profeso contra ellos, pues descubría secretos muy tapados, cosas sacras de ellos reverenciadas y costumbres que, tenidas fuera de su am- biente por bochornosas, podían servir para su menosprecio co- lectivo. Sentí yo esa Iiostilidad muy de cerca, pero no me arredró.

Pasaron los años y seguí tra- bajando, escribiendo y publican- do sobre temas análogos. Como

no había acritud despectiva al- guna en mis análisis y comenta- rios, sino mera observación de las cosas, explicación de su ori- gen étnico y de su sentido so- ciológico y humano, y además su comparac ih con idénticos o análogos fenómenos presentados en el seno de las culturas típi- cas de los blancos según los tiein- pos y países, a la hostilidad prejuzgadora que me tenía la gente de color sucedieron des- pués el silencio cauteloso y la actitud indecisa y una respetuo- sa cortesía, mezcla de timidez, de disculpa y demanda de favor. No gustaba que yo publicara esos temas, pero no se me com- batía en concreto. "¿Qué se traerá ese blanquito"?, oía yo de- cir más de una vez a mis espal- das. En varias ocasiones me preguntaron directamente: "¿Por qué se mete en esas cosas de los negros? ¿Qué razón o qué gusto tiene usted en ello? ¿No sería mejor no tocarlo?" Por entonces tuve ya la malaventura de nie- terme en política y durante aquellos diez o doce años, ya muy conocido y con cierta populari- dad, cada vez que iba por Marianao, Regla, Guanabacoa y por ciertos barrios habaneros en excursión exploradora de ca- bildos, santerías, plantes, com- parsas, claves, bailes, toques y demás núcleos donde sobreviven las ancestrales tradiciones del mundo negro, oía yo alguna nueva y curiosa interpretación de mis persistentes averiguacio-

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nes. U n liberal dijo: "¡Este doc- tor es un vivo que quiere hala- gar a los negros para que le den los votos!" Un conservador, mu- lato pasado por más señas, aña- dió: "¡Este liberal está haciendo un grave daño en Cuba, desper- tando las cosas de la esclavitud!" No faltó señorona encopetada que dijera que yo solía correrme a los bembés atraído por las hijas de la Virgen de Regla más que por los cultos a la Madre del Agua. Salí de la política, en la cual ni perdí ni gané por mis escritos. Ya entre la gente de color la desconfianza iba inen- guaiido; a veces se me iban acer- c a n d o para pedirme, como abogado ejerciente que yo era, protección contra quienes los atropellaban. Cuando menos, se me miraba como un turista del propio patio, amigo de divertir- se con las cosas exóticas, algo así como esos rubios del Norte que de paso en Cuba pagan por- que aquí les bailen la rumba al gusto de su obscenidad. Pero así entre negros ~01110 entre blancos, mis publicaciones no pasaban de ser meros entretenimientos de historia y de costumbrismo pin- toresco. Y, en algún caso, algún informante de color se creía de buena fe obligado a subrayar sus noticias de las cosas africanas con los más despectivos comentarios, creía así que, denigrando absur- damente a sus abuelos oscuros, re- alzaba su persona ante mi estima.

Permitidme de paso que os diga, aprovechando esta oca-

sión t an adecuada , que este t r is t ís imo f enómeno d e la autode-nigración es perfecta- mente coinprensible y disculpa- ble, conoc i endo la e n o r m e presión c o n q u e las fuerzas dominadoras han aplastado du- rante siglos a los grupos huma- nos sometidos y la tremenda y singular hostilidad del ambiente social contra quienes han teni- do la desventura de que la sub- yugación les fuese agravada por lo imborrable y ostensible de su cutánea pigmentación. Por ello esa actitud negadora de su pro- pia personalidad ha sido más frecuente y duradera en el ne- gro. Ya se ve documentada en p lena Edad Med ia , c u a n d o América no l?abía sentido aún el abrazo de Africa:

La negra por ser blanca contra síse deoue4a.

Así, lo advertía hace más de seis siglos el famoso Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en su Libro de buen amor. Y no puede des- conocerse que todavía abunda entre los inás infelices elemen- tos de color ese complejo de in- ferioridad sumisa y denigratoria. Pero ese fenómeno negativista, realmente psiquilítrico y de pa- tología colectiva, no es privativo de los negros, y constantemente lo vemos en individuos y pueblos de las más diversas razas, esto es, sin duda, el niás grave obstáculo contra la dignificación y ascenso social de las razas supeditadas a

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los niveles superiores d e la indiscriminación.

En 1928 fui a Europa y, e11 Madrid, ante el pleno de la in- telectualidad española, hube de protestar de que se hiciera polí- tica de reaproximación con América invocando la religión y la raza. Contra el mal uso de la religión, porque no hay una reli- gión española, aunque no faltan fanáticos que se conducen como si tal creyeran, y quieren impo- ner a toda la América Latina un catolicismo inquisitorial, tradu- cido por ellos en Toledo. Y com- batí la propaganda de la raza, porque tampoco hay tal raza es- pañola, siendo España, a cuya ci-

vilización pertenecemos sin des- doro en lo troncal, uno de los pueblos más amestizados de la tierra; y porque, aun existiendo tal raza hispánica, de todos mo- dos el racismo es un complejo anacrónico de barbarie, incom- patible con las exigencias con- temporáneas d e la cul tura y enemigo de la nación cubana. Entonces ya comprendieron al- gunos, así blancos como de co- lor, que mi faena de etnografía no era un simple pasatiempo o distracción, como una afición de caza o pesquería, sino que era base para poder fundamentar mejor los criterios firmes de una mayor integración nacional. 9:

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Un encuentro

5aSva.d~ con

Bcrmo AURELlO FRANCOS LAUREDO

Catauro dialoga con e1 doc- tor Salvador Bueno. autor d~ €/ negro en la novela hispano- americana. Editorial Letras Cu- banas (La Habana. 1986). pre- sidente de la Academia Cubana de la Lengua desde 1995 y Prc- mi0 Fernando Ortiz En el año 2000, acerca d~ temas bási- cos de su trayectoria en el cam- po de los E S ~ U ~ ~ O S literarios cu- banos. Nuestra convarsación. extandida a lo largo de una ma- ñana habanera. abarcó las in- teresantas raspuastas qua aho- ra transcribo -de su propia voz- siguiendo el orden d~ es- tas preguntas.

En su amplia obra dirigida al conocimiento de la literatura en nucstro idioma, &ómo ha consid~rado usted el tema rde- rido al componmt~ africano?

Para hablar de esta temáti- ca, en forma detallada, debo re- montarme a los años setenta, cuando ejercía como profesor invitado en la Universidad de Letras de Budapest, y defendí mi tesis de doctorado en la Aca- demia de Ciencias de Hungría,

precisamente con una investiga- ción sobre la forma en qbie la po- blación originaria de Africa se refleja en la novelística de His- panoamérica.

Desde entonces, consideré necesario esclarecer que la uti- lización que hago del vocablo "negro" no encierra ninguna intención peyorativa, sino que evita emplear el término "ne- groide" y otros de sentido des- preciativo. En esencia, mi objeto de estudio no responde a un cri- terio racista, determinado por el color de la piel de los autores o personajes de las obras analiza- das, todo lo contrario, se dirige a reivindicar la presencia de ele- mentos de procedencia africa- na en la literatura de habla hispana.

Como es sabido, la figura de los africanos y sus descendien- tes emerge en la poesía caste- llana desde una etapa previa a los viajes de Cristóbal Colón a América, producto de la presen- cia en la Península Ibérica de negros, muchas veces llamados "niorenos" e identificados por su forma pintoresca de hablar es-

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pañol, así como por actitudes de burla y c r í t i c ~ , hasta llegar al representativo personaje encar- nado por el Lazarillo de Tormes.

En el caso de Cuba, la figura del negro aparece desde el pri- mer texto conservado por nues- tra literatura, el poema Espejo de pucienciu, escrito por Silves- tre de Balboa, quien, en la tem- prana fecha de 1608, no sólo hace referencia a los esclavos en la Isla, sino qiie la persona qiie combate del lado de los colonos frente a los piratas, y mata al jefe de éstos, es un negro, llamado Salvador Golonión.

Luego, aunque no desapare- ce en el siglo XVIII, es en el si- glo XIX cuando vuelve a tener cierta preponderancia el tema negro, como expresión d e la canipaña contra la esclavitud que cobra fiierzas e n Cuba, y hace que diversos escritores niicleados en torno a Domingo del Monte produzcan obras de temlítica antiesclavista, entre las que se destaca la autobiografía escrita por un esclavo, el poeta Juan Francisco iManzano, quien obtuvo la libertad en 1837 con el dinero reunido en la tertulia delmontina.

Por otra parte, Anselmo Suá- rez y Romero escribió la novela titulada Francisco en el año 1838, qiie aborda la vida de un negro esclavo, obra que motivó a otros autores a trabajar en esa misma dirección, e incluso cuenta con una versión cinematográfica rea- lizada en Cuba.

Con posterioridad a la aboli- ción de la esclavitiid, existen importantes ejemplos de escri- tores que tratan el tema del ne- gro e n C u b a , e n t r e los q u e puedo mencionar a Diego Vi- cen te Tejera y al propio José Martí, quien en sus Versos sen- cillos nos Iia legado la conocida poesía qiie dice:

E I temporal sacudía LOS barracones henchidos: Una madre con sr i cría Pasaba, dan40 alaridos.

Rojo, como en el desierto, Salió el sol a1 horizonte: Y dl~imbró a un esclavo muerto, Colgado a un seibo del monte.

Acerca del tratamiento del negro en nuestra literatura, 2cuáles han sido los principales trabajos realizados por usted?

En cuanto a la poesía, hace veinte años conformé una An- tología sobre la presencia nega en la poesía cubana, siguiendo un orden cronológico que abarca desde el siglo xvr al xx, para mostrar a lo largo de unas dos- cientas páginas la evolución de esta importante expresión de nuestra identidad, llegando lias- ta la obra d e Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, Marce l ino Arozarena y muchos otros auto- res que simbolizan el Ilaniado movimiento afrocubano.

En relación con la narrativa, debo señalar que la tesis de doc- torado que desarrollé en la Aca-

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demia de Ciencias de Hungría me sirvió de base para publicar el ensayo titulado El negro en In novela hispanoamericana, en el que analizo las principales ten- dencias que han caracterizado esta temática a lo largo de su desarrollo.

Resumiendo, en el caso de Cuba dichas tendencias pueden identificarse con las etapas básicas de desarrollo sociopolí- tico, entre cuyas principales ma- nifestaciones se encuentran las siguientes:

una creciente expresión abo- licionista durante el siglo XIX que, al ser suprimido el régi- men servil, es continuada por obras que evidencian el fenó- meno de la discriminación racial; aparece e11 1882 la se- gunda y definitiva edición de la novela Cecilia Valdh, en la que Cirilo Villaverde hace el esfuerzo más ambicioso por captar las búsquedas de ten- siones sociales e interétnicas que caracterizaron la vida cu- bana a lo largo de ese siglo; un incremento de las expre- siones dirigidas a la inserción del negro en la vida nacio- nal, encontrándonos la labor de intelectuales cubanos en defensa de este tema como parte de nuestra cultura, en medio de las condiciones existentes con anterioridad al año 1959, como es el caso de Fernando Ortiz, quien suma a su magna obra de res- cate de la cultura de origen

africano la publicación de iin artículo en la revista Archi- uos del Folklore Cubano en el que hace un llamado a re- coger los relatos conservados por los descendientes de ne- gros africanos en Cuba, an- tes de que desaparecieran tan valiosos ejemplos de li- teratura oral; una proliferación literaria de elementos relacionados con las religiones sincréticas en los años posteriores a 1959, entre cuyos exponentes en el cam- po de la poesía se encuentran Nicolás Guillén y Nancy Morejón, mientras que en la narrativa destaca la figura de Alejo Carpentier, quien a tra- vés de sus novelas subrayó la forma en que los f?ctores cul- turales traídos de Africa a tie- rras americanas forman parte de la cultura planetaria, ocu- pando un lugar nada inferior a los que proceden de otros continentes. Punto y aparte merece la antológica novela testimonio de Miguel Barnet Biografía de un cimarrón, que más de treinta años después de su primera edición sigue sien- do una de las más completas expresiones del genuino espí- ritu negro en nuestras letras. Al inicio de su trabajo en

estos temas. 2quC despertó su interís profesional hacia el com- ponente negro en la literatura y cultura cubanas?

Fernando Ortiz, sin dudas, es el nombre con que debo contes-

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tarte, pues su ejemplo profesio- nal y humano constit~iyó el ma- yor est ímulo a niis primeras inquietudes iritelectuales como cii-bano, en sentido general y particularmente e n materia de nuestra literatura.

Yo iio soy antropólogo, pero la perspectiva de niis estudios li- terarios se enriqueció enornie- mente gracias a la relación de amistad que nie unió a Ortiz durante años, y, como podrás imaginar, con él el tema negro era inevitable.

Te diré que conocí a don Fer- nando, e n persona, a mediados de 1936, precisamente el año en que 61 reactivó la Hispanocu- bana de Cultura. Entonces yo era estudiante de bachillerato y mi vocaciúii me hizo acercarme a la Maiizana de Gómez, frente al Parque Central de La Haba- na, donde estaban las oficinas de esa prestigiosa institución, y allí me sorprendió ver frente a frente a Ortiz, que con la mayor naturalidad del mundo, mieii- tras yo hacía inis trámites de ins- cripción, empezó a preguntarme sobre lo que yo hacía, mis estu- dios, lecturas, etcétera. Desde ese momento, me di cuenta de que a él le gustaba charlar con los jóvenes. Hoy, transcurrido niás de medio siglo, debo decir que aquel encuentro significó para mí mucho nilís que la mera membresía a una institución, sino -y quiero enfatizarlo con estas palabras- una gran aper- tura a la cultura.

Realmente fue así, porque las act ividades organizadas por Ortiz en la Hispanocubana de Cultura eran de una calidad y una significación muy iinportan- tes, porque incluían actos como la celebración de veladas artís- ticas, funciones de cine, teatro, recitales y conferencias de sumo interbs.

Así, en el mes de diciembre de 1936, tuve la ocasión privile- giada de escuchar a Juan Ramón Jiniénez en tres conferencias que resultaron lecciones magistrales para mí, en especial una que ja- más he olvidado, cuyo título re- sume la idea expresada por él ese día ante un nutrido público: "El trabajo gustoso."

Poco después vino a La Ha- bana Ramón Menéndez Pidal, también con un ciclo de confe- rencias organizado por Ortiz, y así sucesivamente, por lo que te podrás imaginar lo que e r an aquellos encuentros en el mar- co de la Hispanocubana, sobre t odo para alguien como yo, cuando empezaba a inclinarme a este ámbito de la cultura y la literatura.

Ademlís de asistir a las con- ferencias, comencé a recibir la revista ULtra, una publicación dirigida por Ortiz, en la que se presentaba una selección d e valiosas iiiforinaciones y artícu- los tomados de múltiples revis- tas y periódicos extranjeros. Así las cosas, 31 llegar el año 1942 José Antonio Portuondo se dio a la tarea de preparar a un gru-

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po de graduados de la Escuela de Filosofía y Letras con el fin de integrarnos conio un equi- po de trabajo en la propia His- panpcubana de Cultura.

Ese fue un momento muy im- portante para mí, tanto desde el punto de vista profesional como personal, y fue precisamente allí donde impartí por primera vez una conferencia, en el año 1943, cuya reseña puedes ver en la re- vista Ultru. El tema que traté fue sobre un escritor argentino, Eduardo Mallea, y desde ese día me inicié en la difícil y grata ta- rea, a la vez, de impartir confe- rencias. Aquel autor había publicado pocos años atrás un libro titulado Historia de una pa- sión argentina, cuya lectura fue una experiencia muy interesan- te, porque él defendía a la Ar- gentina invisible frente a la que aparecía en todas las noticias y diarios con un rostro festivo y alegre, sin lo que había detrás de tan hermosas imágenes.

Para referirme a mis vínculos con don Fernando, debo añadir algo que ocurrió antes, en el año 1939, cuando yo estudiaba aún en la Universidad e integraba una fraternidad estudiantil lla- mada Iota-Eta, en la que orga- nizamos un ciclo de conferencias nada más y nada menos que so- bre el tema de la cubanidad. La primera estuvo a cargo del doc- tor Salvador Massip y trató so- bre los factores geográficos de la cubanidad; como el segundo tema se refería a los factores hu-

manos de la cubanidad, decidi- mos ir a ver a don Fernando, y cuando éste vio llegar a su casa a los cuatro estudiantes que fui- mos para invitarle a impartir di- cha conferencia, recuerdo, como anécdota, que nos recibió pre- guntando por qué habíamos ido en "cuadrilla".

Enseguida aceptó nuestra propuesta, con sincero agrado, y a los pocos días, en una fecha que jamás olvidaré, 28 de no- viembre de 1939, tuve la suerte irrepetible de escuchar, en el teatro del edificio Varona de nuestra Universidad, uno de los textos básicos de Ortiz, luego publicado en la Revista Bimestre Cubana, órgano de la Sociedad Económica de Amigos del País.

En mi criterio, ese texto re- presenta una genuina introduc- ción al pensamiento y la obra investigativa de Ortiz, pues es- tablece la metáfora de que Cuba es 1111 "ajiaco". El segun- do acto en que participé estan- do presente don Fernando, fue un homenaje que se le ofreció con motivo de la edición de Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar en 1940. Recuerdo que consistió en un almuerzo organizado en el restaurante El Jardín, de la calle Línea, al que asistieron muchas personas, y entre los más jóvenes estábamos algunos compañeros de la Uni- versidad.

Aparte dc estos vínculos cn la Universidad. la Hispanocuba- na y otras institucioncs, Scono-

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ció a don F~rnando En su ámbi- to familiar?

Desde 1949, fecha de mi nia- trimonio con Ada, nosotros em- pezamos a visitar la casa de L y 27 d e una forma más íntima, pues mi esposa hizo una buena ainistad con María, la señora de don Fernando, y en ese propio aiio comencé a publicar en el periódico Alcrta artículos sobre la vida cultural. Así que, en los últimos afios de la vida de Ortiz, hasta 1969, fecha de su falleci- miento e n La Habana, estuve con mucha frecuencia e n su casa, por lo que se estableció entre nosotros una relación más directa, en la que la profesión y la amistad que nos unían se fiie- ron complementanclo cada vez más. Sobre esto puedes conver- sar mucho con Ada, quien con- serva imborrables recuerdos de aquellos tiempos compartidos en la casa de "el Don" -como ella se refiere a él con aprecio-, so- bre todo de los encuentros más informales que sosteníamos allí cada semana, cuando terminá- bamos hablando con Ortiz de los temas m& variados, desde la cultura universal hasta la reali- dad que vivía nuestro país.

Como la casa de ellos estaba en una esquina diagonal con la escalinata universitaria, aquél era un lugar muy próximo a su- cesos claves en la lucha contra la dictadura de Batista, como fue el asesinato de José Antonio Echeverría tras el asalto a Pala- cio y Radio Reloj; además, el 31

de diciembre de 1958 estuvinios junto al matrimonio Ortiz duran- te la noche que concluiría con la huida del tirano ante el triun- fal avance revolucionario.

También, otra forma en que pude conocer mejor nuestra rea- lidad desde la casa de L y 27, definida por Barnet como "Casa templo de la cultura cubana" al inaugurar la sede de la Funda- ción que él preside, fue a través de las presentaciones que allí hacían valiosas figuras de nues- tro folklore más genuino, como eran Merceditas Valdés y el con- junto de guagiiancó de Flor de Amor. Era algo impresionante, porque no se hacía afuera, en los jardines, o en algún lugar secundario de la casa, sino que Ortiz mandaba a correr la mesa principal del comedor, y en me- dio de aquel salón empezaban a sonar la música y los cantos ne- gros d e Cuba para deleite d e todos nosotros.

Hablando de Merceditas, re- cuerdo que por ella conocí al- gunos ejemplos de la forma en que Ortiz reaccionaba frente a los prejuicios raciales iniperantes e n la Cuba de entonces, como es el caso de un viaje que ella y otros colaboradores de don Fer- nando hicieron a Cienfuegos para participar e n unas confe- rencias impartidas por él, pero al llegar al hotel y no dejarlos entrar a ellos por ser negros, Ortiz exigió que sacaran su pro- pia maleta y no entró hasta que no lo hicieron todos juntos.

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Por eso sienipre destaco un factor en Fernando Ortiz que da un sentido mayor a su obra es- crita y a su acción de promotor cultural, y es el hecho d e que tiivo qiie realizar toda su labor por el rescate, el estudio y la di- fusión de nuestra identidad fren- te a la indiferencia y hasta la hostilidad de muchas personas e instituciones cubanas antes de 1959. El niisrno lo ha contado, haciendo referencia a los co- mentarios que generaba su tra- bajo de campo, w l t r a ta r d e iguales 3 los descendientes de esclavos africanos que él entre- vistaba para sus investigacio- nes. Por eso hay que enfatizar que Ortiz no sólo tuvo una ac- titud intelectual frente al ra- c ismo, s ino q u e actii6 e n la práctica contra el racismo.

Por otra parte, algo qiie siem- pre me resiiltaba interesante en ese plano más íntimo, más fami- liar que te comentaba, era oír e n su propia voz numerosas anécdotas y gratos recuerdos qiie narraba sobre su niñez y adolescencia en España, pues, como tú conoces, su madre lo llevó a vivir a Menorca desde que tenía un año de edad, por lo que allí inició sus estirdios y también realizó sus primeros es- critos. Más tarde, después de comenzar estudios superiores en La Habana, volvería a España para continuarlos en las iiniver- sidades de Barcelona y Madrid.

Como parte de sus vínculos con Ortiz. 2hubo algún proyec-

to u obra específica en qué us- tedes trabajaran o publicaran de conjunto?

En 1955 se realizó un home- naje nacional a Fernando Ortiz, ocasión en que se prepararon tres tomos, denominados iMisce- kíneus, con trabajos hechos por amigos, discípiilos e investiga- dores relacionados con él, en los que publiqué Presencia cubanct en Valle Inclán. Luego, e n 1956, Ortiz y Julio Le Riverend me presentaron para ser miembro de 13 Sociedad Económica de Ami- gos del País, y desile 1957 fui se- c re ta r io d e la comisión q u e publica la Revista Bitnestre Cii- bana, órgano de esa institución.

Y aquí encontramos otro pun- t o básico d e ini labor y mis vínculos con la intelectiialidad d e vanguardia cubana , e n la que Ortiz era, y sigue siendo, un ejemplo, una figura cimera. Pre- cisamente él escribió ese vnlio- so trabajo titulado La hija cubanu del iluminismo, que es la historia de la Sociedad Económica de Ainigos del País, tema que siem- pre he investigado, tanto en su etapa anterior coino ahora, a1 revitalizarse las funciones d e esta intitucióii tras una larga in- actividad.

Pero tres dícadas es un lap- so muy amplio para estar in- activa una organización. Como miembro de la Sociédad Econó- mica en esta nueva etapa qui- siera saber quí ocurrió antes. entre los años sesenta y ochen- ta. según su opinión.

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El problema puede explicar- se por varios factores que con- fluyen en ese período, cuando desde 1959 se fueron de Cuba algunos benefactores de la So- c iedad Económica , e n su niayoría empresarios y coiner- c ian tes , así como o t ros q u e quedaban aquí con cierta edad y fallecieron. De modo que esa ab rup t a ausenc ia d e apoyo constituyo una de las primeras causas de ese extenso período d e calina.

Luego, ten en cuenta también que, en medio de las prioridades del país en esas décadas, algunas personas no interiorizaban la idea de reactivar una sociedad que a veces escuché identificar como un grupo de burgueses y cosas si- milares.

Finalmente, cuando Le Rive- rend y yo, jun to a otros compañeros entre los que se en- contraba Julio García Olivera, nos dimos a la tarea de poner en marcha la Sociedad Económica, comprobamos que es más fácil crear una institución nueva que resucitar otra con más de cien anos de existencia; pero nosotros insistinios en nuestras gestiones, y con el apoyo de personalida- des como Eusebio Leal, Arman- do Hart, y la propia Daisy Rivero, quien la preside actualmente, hemos podido volver a ver la So- ciedad Económica en activo, y con un papel creciente a través de sus diferentes comisiones, ac- tividades y un número iinportan- te de asociados.

Soy su presidente de honor, pero de eso prefiero no hablar yo mismo y ya tendrás en mente inás preguntas sobre otros temas.

Tengo en mis manos el curriculum vitae de Salvador Bueno Menendez. nacido en La Habana el 18 de agosto de 1917. y leo los siguient~s datos: DOC- tor en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana. Doc- tor en Ciencias Literarias por la Academia da Ciencias de Hun- gría, Profesor titular de la Fa- cultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, Pre- sidente de Honor del Centro de Estudios Hispánicos Jose Ma- ría chacón y Clavo. Director de la Academia Cubana de la Len- gua. K ó m o podríamos resumir su amplia trayectoria de tra- bajo dedicada a los estudios li- terarios?

Resulta que en 1930, cuan- do ingreso en el Instituto de La Habana, si pude asistir a tres clases fue mucho, pues tras el asesinato de Rafael Trejo se sus- pende el curso escolar en todos los institutos del país, así como en la Universidad, sin reanudar- se hasta después de la caída de Machado en 1933.

Durante ese período estudié Comercio en el Colegio de los Maristas, lo cual me sirvió para aprender a escribir a máquina, que ha sido mi instrumento de trabajo fundamental a lo largo de tanto tiempo, pero en 1934, al comenzar de nuevo las cla- ses, retorno mis estudios en el

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Instituto de La Habana. Ese año fue muy importante para mí, pues implicci un cambio total. al pasar del ambiente religioso de los Hermanos Maristas a un contesto en el que había personas de to- das las clases sociales, así como cierto hervor revolucionario.

Posteriormente matriculé en la Escuela de Filosofía y Letras, y concluí la licenciatura e n 1942, aunque defendí mi tesis en 1947, pues durante esos años estuve tra- hajando en la Escuela de Comer- cio Havana Business Academy, como profesor de español.

Fue en ese período que em- pecé a publicar en El Mtindo y otros periódicos, así como a dic- tar conferencias en el Lyceum y otras instituciones, mientras co- laboraba en Carteles, Gaceta del Caribe y otras revistas sobre te- mas literarios; por supuesto, sin cobrar, pues scílo lograban ha- cerlo los colaboradores fijos.

En realidad. mi primera p ~ i - blicación independiente fue tras iina conferencia que impartí en la Universidad del Aire, en 1950, titulada "Contorno del modernis- mo en Cuba". Ese mismo año, Félix Lizaso, quien trabajaba en la Direccihn de Cultura del Mi- nisterio d e Educación, tuvo la idea de realizar unos libros sobre el cincuentenario de la Repúbli- ca, de ahí que Cintio Vitier pre- paró Cincuenta años de poesía en Cuba, y yo la Antología del cuento cubano.

Poco después, publicado por la Comisicín Cubana d e la

UNESCO, apareció mi libro Medio siglo de literatura cubariu, al mismo tiempo preparé Histo- ria de la literatura cubam, que ha merec ido c inco reediciones como libro de texto universita- rio. Como ves, sucede que yo empiezo a estudiar la literatura que se hacía en Cuba en el mo- m e n t o e n que e n t r o e n ese ámbito, y empiezo a publicar tra- bajos sobre los autores que e n ese momento estaban escribien- do su obra.

Por ejeinplo, ofrecí una con- ferencia e n un ciclo organizado por Raimundo Lazo sobre la li- teratura cubana contemporá- nea, en la que n-ie ocupé de la cuentística cubana, luego publi- cada en la revista mexicana El Hijo Pródigo, que editaba Octa- vio Paz junto a otros jóvenes de entonces. Entre los cuentistas cubanos que estudié se encuen- tran Luis Felipe Rodríguez, Car- los Montenegro, Enrique Serpa y Lino Novás Calvo.

Siendo ya profesor de la Uni- versidad, en la actual Facultad de Artes y Letras, en 1967 me in- vitaron a dar unas conferencias a Hungría, con lo que se abrió un campo muy grande para mí, porque cada dos o tres años me invitaban a impartir clases sobre literatura hispanoamericana e n la Universidad de Budapest.

Además, en esa etapa prepa- ré varios libros que se publica- ron e n idioma húngaro, como una antología de Martí (verso y prosa) y una compilación de tex-

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tos de Fernando Ortiz, lo que me vali6 para que, veinte años después, y tras los cambios ocu- rridos en Hungría y Europa, me confirieran la cruz de la Orden d e la República d e Hungría, "por haber contribuido a formar a una generación de hispanis- tas húngaros que hoy son profe- sores, académicos, traductores y diploniáticos".

Volvielido a Cuba, no quie- ro dejar de mencionar el tra- bajo que desarrollé con María Teresa Freyre de Andrade e n la Biblioteca Nacional José Martí, que abarccí desde la ela- boración de una campaña po- pular de la lectura hasta tareas relacionadas con la selección de libros para diferentes nive- les de lectores, incluyendo el estudio a fondo de la novela Cecilia Valdés.

Tras ~scucharle hablar so- bre nuestra Biblioteca Nacional. así como otras institucion~s culturales clavcs. Spodría refe- r i r ~ ~ a la Academia Cubana de la kngua. presidida por usted en la actualidad?

La Academia Cubana de la Lengua, fundada precisamente por Fernando Ortiz en el año 1926, como correspondiente de la Real Academia Española, es una institucicín a cuyas confe- rencias yo asistía regularmente, y desde 1992 pasé a ser uno de sus miembros. Recuerdo que mi discurso de ingreso fue "Visihn de Martí por cuatro escritores españoles: Unamuno, Juan Ra-

nión Jímenez, Federico de Onís y Giiillermo Díaz Plaja".

En cada una de las reunio- nes mensuales de la Academia, Dulce María Loynaz repetía su solicitud de ser reemplazada en su cargo de directora debido a su avanzada edad, hasta que fi- nalmente lo aceptamos, y a pro- puesta d e Miguel Barnet, e n 1995 resulté electo por unani- midad como director.

Durante este período heiiios logrado editar el Boletín nue- vamente, después de treinta y dos años de silencio. Pero hay iiiás, al yo recibir el premio José Vasconcelos, que otorga el Fren- te de Afirmación Hispanista de México, obtuve de su presiden- te, Fredo Arias de la Canal, el apoyo necesario para publicar li- bros de la Academia, algo que no se hacía desde 1957.

El título que hemos escogi- do para esta colección es el de Clhicos Cubanos y sus primeros libros son Enrique ]osé Varona, periodista y Poetas famosos del si- glo X I X , por Enrique Piñeyro, un libro de 1883. El próximo será sobre los artículos críticos de Domingo del Monte, por lo que puedes apreciar que son obras muy valiosas desde muchos pun- tos de vista.

En materia de interacción entrs idioma e identidad cultu- ral, 2podría ofrecernos algu- na reflexión, en sentido gene- r a l , y par t icularmente En cuanto al aporte de África a nuestro idioma?

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Considero que el idioma es un símbolo de la identidad na- cional; y tal como la bandera, el escudo y el himno son los lla- mados símbolos patrios, también el idioma representa a la na- ción; por eso mismo aclaro que nuestro idioma nació en Espa- ña, pero los americanos lo aco- gemos coino nuestro. En mi criterio, al lado de Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Unaniuno están el mexicano Alfonso Reyes, el argentino Sar- mientos y el cubano José Martí, coiiio clásicos de nuestro idionia.

Así que para hablar de la len- gua nacional, aunque se le de- nomine "española" no quiere decir que dependa de España, sino que estanios en un nivel de igualdad en cuanto a la contri- bución a1 idioma. El 12 de octu- bre es el día de la Hispanidad, pero pienso que deberíamos llamarle día de la Hispanoaiiieri- canía, porque es tan español como americano; incluso España se lia podido proyectar más en el iiiiiii-

do porque conforma con nuestros países el orbe hispánico.

El idioma es uii ser vivo, y en su evolucih participamos todos, por lo que su estudio debe tener iin carácter integral. En cuanto al aporte del Africa negra a la modalidad cubana del español, existen diversos ejemplos de la forma en que el proceso de in- tercambio afrohispánico lia influido en nuestro léxico.

Por otra parte, existen inu- chas palabras de origen africa-

no que aún perduran en nues- tro idionia, sobre todo en la prác- tica culinaria, como son: fiiffi, inalanga y quimbonibó.

A propósito de este tema, re- sulta de siiino ~ ~ a l o r el estudio realizado por el doctor Sergio Valdés acerca del legado africa- no en el léxico que emp1e.i . mos en Cuba, según se aprecia en si1 libro Lengua nacional e identidad cultural del cubano. Esta obra cuenta con un capítulo dedica- do a dicho tema, en el que se exponen las principales formas en que se ha nianifestado la huella idiomática de Africa en la Isla, explicando múltiples vocablos que se han incorporado al espa- ñol popular, así conio nombres de deidades africanas, conocidos incluso por no practicantes, como son Changó, Yemayá y Eleguá.

En sentido general, puedo afirmar que el cubano siempre ha tenido preocupacihn por si1 idionia. Existe un curioso antecedente: hace más de doscientos años, dos frailes ha- banero~, cofiiiidadores de la So- ciedad Econcimica de Amigos del País, prepararon sendas nie- niorias sobre el idioma que se hablaba entonces en Cuba.

A lo largo da su carrara us- ted ha meracido important~s r e conocimiantos. entra allos la Dis- tinción por la Cultura Nacional. la Medalla Alejo Carp~ntiar y la cruz de la Rapública de Hun- gría, 2quÉ sintió al recibir al Pr~rnio Internacional Fernando Ortiz an Enero dé1 año 2000?

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Tú estabas presente, y po- drás imaginar lo que se siente rodeado de tantas personas de las más diversas instituciones cubanas, e n presencia de Abel Prieto, Carlos Martí , Eusebio Leal, Juan Vela y muchísimos amigos y colegas entrañables, en t re los cuales escuché con gran emoción las palabras de Miguel Barnet y Sergio Valdés que se refería a los motivos por los cuales se me imponía esta distinción.

Al leer mi discurso de acep- tación en esos mismos salones donde con frecuencia traté a

don Fernando, sede actual de la Fundación que lleva su nombre, expresk unas palabras que de- seo reafirmar al término de esta entrevista:

La cultura y el saber se hi- cieron carne y sangre e n don Fernando Ortiz; la ciencia y la conciencia d e este hombre se filtraron en su ser de tal manera que le permitieron captar e in- terpretar los hechos y las acti- tudes humanas a la luz de su mundividencia, d e tal manera que es, y seguirá s iendo, un maestro de cubanía. C

SEITIEMRRE DE 2000

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CICLO DE CINE

EMOGRAFlCO

Eventos S e realizó del 9 al 13 de abril de 2001 el Ciclo de Cine Etnográfi- co Venezolano en la Fundación Fernando Ortiz. En esta ocasión estuvo dedicado a Miguel Acosta Saignes, a quien se le entregó el Premio Internacional Fernando Ortiz (post mortem). Las palabras de homenaje estuvieron a cargo de Roberto Fernández Retamar. Este ciclo se realizó conjuntamente con la Fundación Biggot y la Cinemateca Nacional de Venezuela; sus coordinadores fueron Miguel Barnet, Edmundo Aray, María Teresa Linares y Trinidad Pérez.

Los paneles estuvieron compuestos por destacadas personalida- des de las ciencias sociales y las artes cineinatográficas, como Tato Quiñones, Jesús Guanche, Edmundo Aray, Gabino La Rosa, Ma- ría Teresa Linares y Alberto Faya.

Seminarios La Fundación Fernando Ortiz organizó del 4 al 14 de enero de 2001 el Seminario sobre Cultura Cubana: Pasado y Presente, im- partido a un grupo de estudiantes de la Drew Ui-iiversity. Los te- mas tratados se concentraron en diversos tópicos de la cultura cubana, como transculturación, nacionalidad, identidad, arqui- tectura, religión, literatura y cine.

Las conferencias estuvieron a cargo de prestigiosos intelectua- les cubanos, entre los que se encuei-itrai-i Miguel Barnet, Mario Coyula, Marcelino Fajardo, Francisco López Sacha, Natalia Bolí- var y Héctor Veitía.

Premio Catauro C o n carácter anual la Fundación Fernando Ortiz concede el Pre- mio Catauro a un libro publicado que pertenezca al campo de las ciencias sociales. El pasado aiio 2000 fue otorgado post mortem a la obra Los culíes chinos en C u b a del destacado historiador y demográfo Juan Pérez de la Riva, autor, entre otros libros de El barracón y otros ensayos (l975), ¿Cuántos africanos fueron traídos a Cuba? (1977), El monto de la emigración forzada cn el siglo XIX (1979), Los demógrafos de la dependen& (1979) La isla de Cuba en el siglo xrx vist~i por los extranjeros (1981), Contribución a la historia de la gente sin historia (en coautoria con Pedro Deschamps Chapeaux, 1974) y Sun José de Sumidero: demografía social en el campo cubano (en coautoría con su esposa (Sarali Fidelgait, 1987). Entre sus con- tribuciones más notables está la introducción de importantes ele- mentos cuantitativos en el estudio de nuestro pasado, el fomento de la investigación de la "historia de la gente sin historia" y de la vida cotidiana, los más modernos aportes del pensamiento univer-

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DE SAN LAZAR0

h HISiORiA EN FERNANDO Omz

sal a la reflexión científico-social cubana y la creación de una línea de trabajo de la que son deudores sus discípulos.

Juan Pérez de la Riva, hijo, recibió el galard6n de manos del presidente de la Fundación Fernando Ortiz, el doctor Miguel Barnet Lanza, en un acto celebrado el 20 de diciembre de 2000 en los salones de nuestra institución.

Diplomado En Etnología 2000 D e l 2 de mayo al 21 de julio se efectu6 el segundo Diplomado en Etnología, auspiciaclo por la Fui-idacicíii Fernando Ortiz y el Centro de Superación del Ministerio de Cultura. Coordinado por el doctor Jesús Guanche, contó con una matrícula de veintisiete profesionales de diferentes disciplinas. En esta ocasión participaron conlo profesores o conferei-icistas los doctores Miguel Barnet, María Teresa Lii-iares Savio y Sergio Valdés Bernal, todos por la Fundación Fernando Ortiz. En calidad de profesores invitados también participaron Alejandro Cam- pos Campos, del Colegio de México; Emilio Castell Blanch, de Cata- luña, España; Nadia Lovell, de la Universidad de Kent, Caiiterbuni, Reino Unido; y Ricardo Delfín Quesada Doniínguez, de la Universi- dad A u t h o m a de Yucatán, México. Conjuntamente, participaron como conferencistas invitados los doctorandos Aurelio Francos Lauredo, de la Fundación Fernando Ortiz, y Sabrina Doyon, de la Universidad McGill, Montreal, Canadá.

Publicacion~s L a Fundación Fernando Ortiz presentó el 16 de septiembre de 2000 el libro El culto de San Lázuro en Cuba del periodista e inves- tigador Laciel Zamora, a través de la colección La Fuente Viva. En esta obra se realiza un vasto análisis de la figura de este santo tanto en la religión católica como en la africana, desde su origen hasta nuestros días, abarca la transculturacicín o sincretismo. La presentación se realizó en el Hospital Doctor Guillei-ino Fernáii- dez Hernández-Baquero, en la localidad de El Rincón, por el doc- tor Jesús Guanche, prolosuista del libro, así como por Marietta Suárez Recio, y Matilde Alvarez, directora de la institución médi- ca. En sólo una jornada se vendieron cerca de quinientos ejempla- res; posteriormente se han realizado otras presentaciones e n diversas instituciones culturales, así como e n la x Feria Iiiterna- cional del Libro de La Habana (del 2 al 10 de febrero de 2001).

El miércoles 18 de octubre de 2000 se presentó el libro LLI Iiistoriu m Fernaruio Ortiz del investigador José A. Matos Arévalos en el Iiistituto de Literatura y Linguística. Las palabras introductorias estuvieroii a cargo de la doctora Deisy Rivero, presidenta de la Sociedad Econcí-

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mica Amigos del País. En su intervención se refirió al valor actual del libro y a la necesidad de que se publiquen obras sobre Fernando Ortiz que destaquen su labor como historiador cubano.

Presidieron la actividad la vicepresidenta del Instituto de Li- teratura y Lingüística, la editora Ana María Muñoz y el autor del libro doctor José A. Matos Arévalos. En el lugar se reunieron los profesores e investigadores de la Universidad de La Habana, del Instituto de Antropología, del Instituto de Filosofía y del Instituto Jonde se realizó la presentacicín. Por la Fundación Fernando Ortiz participaron la vicepresidenta Trinidad Pérez, el doctor Jesús Guanclie y otros miembros.

La presentacicín del libro fue motivo para que estudiosos de temas cubanos intercanibiaran impresiones y opiniones sobre la mo- niimental obra del sabio cubano Fernando Ortiz.

CARTADE CHAMADA G ~ t a de Chamada de Aurelio Francos Lauredo es el número once de la colección La Fuente Viva. Con el objetivo de conservar y difundir la memoria lusitana de la Isla, este volumen se basa en los diálogos sostenidos entre el autor y la última emigrante portugue- sa establecida en nuestro país, en los que aplica la metodología

<n, . . /c . l . propia de un Archivo de la Palabra. Como resultado, el lector pue- f .$ & $!$ de seguir la reconstrucción autobiográfica de María Cáiidicla dos

Fi< sir ,,ir R Santos Chaves a través de un testimonio oral y gráfico, que inclu- ye desde su nacimiento en el norte portugués en 1943 hasta el primer viaje de visita a su aldea de origen en 1999, identificando importantes elenientos de su historia de vida: motivos para emi- grar de Portugal, trabajos desempeñados en Cuba y vínculos fami- liares entre ambos países.

La presentación del libro Carta de chamada se efectuó en la Emba- jada de Portugal en la Ciudad de La Habana, el día 13 de diciembre de 2000, ante funcionarios de diversas instituciones nacionales y ex- tranjeras. Las palabras iniciales del acto estuvieron a cargo del señor Alfredo Duarte Costa, embajador de Portugal, y el doctor Miguel Barnet dio lectura a su prólogo a esta obra, en el que señala: "El proyecto que la Fundación Fernando Ortiz dedica a rescatar la memoria colectiva de inmigrantes ibéricos no podía olvidar a los lusitanos. María Cándi- da dos Santos, en su estoicismo y voluntad de vivir, nos ha revelado un carácter y unos sentimientos que ennoblecen y dignifican la tierra portuguesa de Cliaves, donde nació."

NUEVAS CONTRIBUCIONESAL The Encyclopedia of che Chinese Oversens [La Enciclopedia de los

EmDiODELn chinos de ;ltraniár]. Harvard univer;ty Press, ~ a m b r i c l ~ e , PRESENCIA CHINA EN EL

Eni- Massachusetts, 1999. pp. 399 23 x 29 cni, cronio y cartoné.

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Un amplio colectivo de cincuenta y dos autores y autoras, bajo la edición de Lynn Pan, ha dado a conocer una importante Enci- clopedia, profiisainente ilustrada y documentada, sobre el origen cultural y etnolingüístico de la antigua China y su larga historia de migraciones hasta nuestros días.

Le dedica un significativo espacio al estudio de las coniuni- dades chinas de ultramar, divididas operativamente en el Sudeste de Asia (Brunei, Burma, Cambodia, Indonesia, Laos, Malasia, Is- las Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), América (Canadá, El Caribe, Suramérica hispanohablante y Los Estados Unidos de América), Australia y Oceanía (Australia, Nueva Zelanda, El Pa- cífico Sur [Islas Fiji, Naiiru, Nueva Caledonia, Papúa-Nueva Gui- nea, Islas Salomón, Tahití, Tonga, Vanuatu y Samoa Oriental]), Europa (Reino Unido, Francia, Italia, Ho!anda y Rusia), Asia orien- tal (Japcín y Corea ) , y El O c é a n o Indico y África ( Ind ia , Madagascar, Isla Mauricio, Isla Reunión y Sudáfrica). La obra se encuentra acompañada de una actualizada bibIiografía y cartogra- fía de cada uno de los territorios estudiados.

Nos encontramos en presencia de una imprescindible obra de consulta para conocer de modo global la amplia distribución de los emigrantes chinos y sus descendientes en todo el orbe, sus relacio- nes entre sí y con sus lugares de origen.

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Nuevos libros de la Fundación Fernando Ortiz

Colección La Fuente

\falil6s Rcrnal, Sergio: Anrropokqh lirigi~ísricu, La Hzibana, 2C00. pp. 279, 1 1 x 17.2 cm, ríisric:~ croiiiada.

==s.: L .<'&&LA .'T. . , - , ,

,;-j Ondone popSrn Cc;i 1.71 imn , , , ,

La Habana, 2COI.

. . : - . . -,

Vioa

Colección Fernando Ortiz

, - .. . L.

Ortiz, Fernanclo: Citlecció d'els mal-ntírns de Ciitrudiih. La Habana, 20CO. p p 60, 14 x 20,3 cm, rústica cromada.

H6rnindez PGrez, Jorge Ángel: La pcirruiida, La Habana, 2CEO. pp. 291, 1 1 S 17.2. rúsricn croniada.

Yi! E. B L h Bois: Las alnicis del pueblo negro, La Habana, 2001. pp. 315, 11.4 x 20 cm, rústica croniada.

3rtiz. Fernando: 51 sariiei.itr y fa Imrjci.íu ie los bkiiicos, La Habana, 2OCO. ,p. 180, 14 x 20,3 cni, .ústica cromada.

Cu~uu io , Año 2, No. 2, 2C00.

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Con profunda consternación recibiinos la noticia del fallecimiento del amigo José Baltar Rodrígiiez, quien había venido colaborando con la Fundacicin Fernando Ortiz desde sus inicios. Pepe, como siempre le dijimos los más allegados, se encontraba en la ciudad de México preparando la etapa culininante de su doctorado en Antropología, con el apoyo de nuestra institución.

Desde 1976, muy joven aún, se vinculó al primer equipo de trabajo preparatorio en la Ciudad de La Habana para la elabora- ción del Atlas Etnogrúfico de Cuba, en la actual Dirección de Cul- tura de la capital, donde también formó parte de la organización anual del Simposio de Cultura de la Ciudad. Allí, participó en la preparación de los seiiiinarios para los colaboradores del trabajo de investigación en ciernes.

Concluyó su licenciatura en Historia del Arte en la Universi- dad de La Habana con un tema que lo marcaría para siempre: el estudio de la presencia china en la cultiira cubana. Esa fue su especialidad y dedicación desde un punto de vista que rebasaba los iniciales estudios inigratorios. Sobre esto escribió y publicó di- versos trabajos en Cuba y en el extranjero.

De manera paciente se ganó el respeto de la comunidad del barrio chino de La Habana e inició estudios de esa lengua y si1 variante cantonesa, como requisito elemental para comunicarse con los viejos inmigrantes y conocer de primera mano los docu- mentos en ella escritos o impresos.

En 1997 la Colección la Fuente Viva publicó su libro Los chinos de Cuba, aptintes etnográficos, que pronto se agotó. Una parte de si1 trabajo nos sirvió, con su coautoría, para la elaboración del plega- ble cartográfico trilingüe Presencia china en Cuba en 1999, en cola- boración con el Grupo Promotor del Barrio Chino.

En México, junto con los cursos y exámenes doctorales de rigor, se interesó por la antropología política y preparaba su tesis sobre las relaciones de poder en el barrio chino de La Habana, y para ello también se apoyó en un estudio comparado que habia realiza- do de los chino-cubanos en México y Estados Unidos.

José Baltar se nos fue con demasiada premura y nos dejó parte de una obra inconclusa que una repentina enfermedad cortó sorpresivainente, pero deseamos reavivar la memoria de los que agradecemos haber coinpartido contigo una sincera amistad.

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La revista Cat~iuro reseñará las tesis de grado, diplomados, docto- rados que se distinguen por su originalidad y profundidad científi- ca. Es nuestro interés dar a conocer el desarrollo actual de los estudios antropológicos y sociales cubanos.

Título: Censura y disentimiento. Prensa, procesos culturales y cam- bios sociales en Cuba (1878-1895) Autor: Mtro. Alain Basail Rodríguez Tutor: Dr. Enrique Sosa Rodríguez Facultad: Filosofía, Historia y Sociología (Departamento de So- ciología), Universidad de La Habana Objetivos: 1) Caracterizar la prensa s e g h su posición política y su represen-

tación de los hechos sociales. 2) Describir los principios organizativos d e la coerción ejercida

sobre la palabra impresa, a saber: Los permisos, la censura y los enjuiciamientos.

3 ) Analizar los procesos de censura con el fin de conocer las de- terminaciones culturales que regulaban los discursos, así como las ini5geiies que luchaban por definir la realidad en el campo cultural, en particular las imágenes del pasado, el poder y la Iglesia Católica.

4) Comprender las relaciones establecidas entre los productores (impresores, grabadores, periodistas), los grupos de interés y el público en el ejercicio de la crítica y la protesta social.

5) Valorar la crisis de las relaciones coloniales de doniinaciGn a partir de los cambios simbólicos expresados por la cultura im- presa y asegurados por su circulación y consumo.

Utilidad y resultados de la investigación:

El trabajo contribuye al mejor conocimiento del aliento cultural que acompañó a los procesos socio históricos de cambio de la so- ciedad cubana, es decir, del conjunto de prácticas culturales que implicaron innovaciones o rupturas en términos simbólicos con el orden social colonial y que desembocaron en la imposición del lenguaje de la violencia con una doble dimensión nacional e in- ternacional. Este estudio inicial en torno a la dimensión cultural del proceso de modernización privilegió, en particular, la investi- gacicín de la naturaleza de los principios organizadores de la socie- dad colonial -la censura, por ejemplo- y de las críticas que el

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propio autoritarismo provocó -disenso periodístico- o, en otras pa- labras, de la relación entre lo oficialmente establecido y lo social- nicnte cuestionado.

Se analiza cóino se expresó la realidad social e n los medios coinunicacionales -la prensa- como productos culturales y vehí- culos transniisores de ideas, conocimientos y disímiles "modos de ser" de índole legitiniadora del orden de cosas impuesto y, al mis- mo tiempo, subversiva, por ser suscitadores de interrogantes, de nuevas imágenes y críticas al orden cotidiano de "cosas". Por ello, 1x1 scílo fue importante atender al resurgimiento de las imprentas tiesputis de la liberalización que supuso la ley de Imprentas (1878), sino a la centralidad de la palabra impresa para proponer lecturas de lo social y sus cambios. Así se atendieron las relaciones de po- der en las que se insertaron las prkt icas culturales; las institucio- nes del gobierno que perpetuabnn un sistema jerárquico de control de la palabra impresa y de la opinión pública -a través de los per- misos de impresión, la censura, los procesos penales y los secues- tros ejecutados por la policía-; y, de su correlato histórico, el lugar de la iniiovación y la crítica social, de las complicidades y conspi- raciones que, a pesar del sistema legal, subrayan una horizontalidad en las comunicaciones que informaban y confirmaban rasgos identitarios específicos.

Título: Aproximación al estudio de la fitonimia en Cuba: las or- quídeas (tesis de doctorado, 1999) Autor: Lic. Pedro Jesús López Trabanco Tutor: Dr. Sergio Valdés Berna1 Facultad: Departameiito de Idiomas, Universidad de Pinar del Río Objetivos: Realizar un estudio pornienorizado sobre la motivación de los nombres científicos y vulgares (populares) de las orquídeas eii Cuba.

Utilidad y resultados de la inuestigación:

Las orquídeas representan una de las fainilias de plantas de mayor diversidad en la flora cubana, pues existen endémidas y exóticas, es decir, trasplantadas a Cuba. Esta investigación se propuso el objetivo científico de estudiar y esclarecer, desde el punto de vista lingüístico, los factores que participan en el proceso de denomina- ción y redenominación de las orquídeas, a partir de tres fuentes fiindainentales de nominación: formación de palabras, préstamos y extensión seniántica. Se tomaron e n cuenta las denominaciones científicas y populares.

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Con esta tesis se logra que los especialistas en botánica puedan contar con un instrumento de trabajo e información; sil finalidad ha sido el desarrollo general del estudio fitoníniico de la variada y exu- berante flora cubana. Se hace énfasis en la relación entre el nombre científico y el popular o vulgar, así como en el nexo entre nombre y motivacicín. Un capítulo está dedicado a la relación de la lingüísti- ca con la botánica; otro aborda la formación de los nombres cientí- ficos y vulgares. No menos importantes son los capítulos centrados en la clasificación de los nombres científicos y vulgares según la motivación. También se adjunta la clasificación más amplia de los colores, que sirve para la creación de nuevas denominaciones. Esta tesis de doctorado ha creado una muy útil y necesaria metodología, que perniite ser utilizada como modelo para emprender otras inves- tigaciones sobre la fitoniniia cubana y constituye un ejemplo en cuanto al vínculo que logra entre dos disciplinas tan aparentemente leja- nas entre sí: la botánica y la lingüística.

Titulo: El legado lingüístico bantú e n la región central de Cuba. (tesis de maestría, 1999) Autor: Lic. Gema Valdés Acosta Tutor: Dr. Sergio Valdés Berna1 Facultad: Departamento de Idiomas, Universidad Central de Las Villas Objetivos: Realizar un estudio pormenorizado del legado bantú en el habla de practicantes y no practicantes de religiones cuba- nas de origen africano en la región central de Cuba.

Utilidad y resultados de la investigación:

La autora, de larga experiencia en trabajos de este tipo sobre los remanentes de lenguas subsaharianas en el español de Cuba, con- cretamente en la zona central de nuestro país, nos ofrece ahora una tesis de maestría con un alto grado de madurez por la forma expositiva y el enfoque del objeto de estudio. Demuestra que los remanentes aparecen funcionando dentro de las estructuras del español; es decir, confirma que en Cuba no hay hablantes de len- guas africanas. La tesis está apunta lada c o n enjundiosos y pormenorizados datos históricos y etnodemográficos. A esto se suma el resultado de las encuestas, las fotos de localidades y de infor- mantes, etcétera. Es un trabajo que fue altamente valorado en su defensa por lo mucho que aporta al mejor conocimiento de niies- tras raíces africanas. Además, sirve de modelo para realizar simila- res investigaciones en otras partes de nuestro país.

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Título: Los chinos en La Habana: dinámica social clasista y poder (1930-1968) Autor: Mario Castillo Sai-itana Tutor: Prof. Federico Chai-ig Facultad: Filosofía e Historia, Universidad de La Habana Objetivos: Analizar la dinámica socioclasista de la comunidad chi- na cle La Habana cn el período 1930-1968 y las características que adquiere su interacción con la sociedad cubana a partir de esa di- námica. Develar el accionar de la élite con-iercial china como grupo de poder y sus estrategias de legitimación ante sus subordinados y el resto cle las élites del país. Establecer las características y el signifi- cado social de la ecoi-ioinía china en el contexto de La Habana.

Utilidad y resultados de la investigación:

El trabajo permite develar, a partir de un enfoque histórico concreto, la dinámica con que la emigracicín china, en el caso de La Habana, participa en la sociedad cubana del período. Ofrece la posibilidad de detectar oportunidades y obstáculos que ofreció la sociedad cubana a este grupo de inmigrantes. También constituye un valioso aporte por cl conjunto de las fuentes inkditas que emplea, lo que permitió la elaboración de nuevos enfoques teórico-metodolcígicos en el estudio de esta inmigracih que fornia parte de la sociedad cubana.

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ATLAS M LOS INSTRUMENTO5 w LA MÚSICA

MLKL~RICO-P(~PULAR M Cum. EDITORIAL CI€NCIAS SOCIALES. b HABANA. 1997.

CIDMUC

La musicología contemporánea cubana está de plácemes al con- tar hoy con una obra científica que sefiala la madurez de la es- pecialidad e n nuestro país: e l Atlas de los zristrumeritos de la tnllsicu folklórico-popular de Culxi , obra que concluye una intensa etapa de catorce años de trabajo por el Centro de In- vcstigación y Desarrollo d e la Música Cubana (CIDMUC).

El estudio de los instrunien- tos e n nuestra área tiene ccmo antecedentes la nioniimental obra, Los irutrttmentos de la mú- sicu cifrocubanci en cinco tomos, creada en t re los años 1952 y 1955 por el sabio don Fernando Ortíz e investigaciones posterio- res que han llenado vacíos a partir de intereses de diversos estudiosos de la cultura; por tan- to, hoy se conservan trabajos de carácter etnográficos y musico- lógicos que abordan estos estu- dios de disímil manera y desde diferentes posiciones, pero po- cos c o n la integralidad e n ciianto al niétodo y al conteni- do con que se enfoca esta te- inlítica en la obra que se reseña.

El Atlas. . fue diseñado e n 1980 como proyecto del Depar- t a m e n t o d e Invest igaciones Fundamentales del C IDMUC que, con la dirección de la doc- tora. Victoria Eli, el apoyo de un joven colectivo de inusicólogos y especialistas de las más diver- sas ramas (antropología, carto- grafía, lingüística, informática) y la colaboración d e los estu-

diantes d e la l icenciatura e n Musicología del Instituto Supe- rior de Arte, aportó numerosa información y aiiálisis 3 partir de las estrategias de trabajo traza- das por el equipo de dirección.

Las diversas expediciones realizadas por todo el territorio nacional permitieron al equipo d e invest igadores conocer y adentrarse en el pensar y el sentir de los portadores de la cultura folkldrico-popular cubana, e n algunos casos dcsde la recons- t r u c c i h del instrumento y, e n otros, con la confrontacicín ac- tual. Tal proceder resultó ini- prescindible para comprender el comportamiento de cada uno de ellos desde los más diversos án- gulos y caracterizar a1 hombre y al conjunto instrumental como testimonio de nuestro proceso cultural y de nuestra identidad, considerados como cultura he- redada que lleva implícita crear, transmitir y coiisuniir las expre- siones del quehacer popular

Trascendental, como en toda investigación de tal envergadu- ra, fue definir y esclarecer des- de un primer momento el objeto de estudio, la metódica y las téc- nicas a aplicar e11 el proceso de búsqueda de la inforinación de manera que el Atlas ... resultara novedoso; en tal sentido, se to- maron como principios los ya clfi- sicos paránietros de clasificación propuestos en 1914 por los es- tudiosos E. von Hornbostel y C. Sachs en su Sisteniictica de los iris- twmentos niusicales y el método

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integral de análisis aportado por el organólogo a lemán Erick Stockmann, todo lo cual fue fi- nalmente adaptado a las pecu- liaridades de nuestro país por los investigadores, e n tanto que el análisis crítico y la objetividad sobre las particularidades d e nuestra cultura musical se im- pusieron para potenciar nuevos patrones i~a lo ra t i vos e n el estudio y la redacción final: des- cripción y clasificación, termi- nología, construcción, ejecución y caracterizacih acústica, fun- ción musical y social e historia, los cuales son sustentados e n fotos, mediciones, grabaciones especializadas y transcripciones que conducen los capítulos por el estudio de cada instrumento en particular. En cuanto a su es- tructura, el Atlas ... está conce- bido en dos tomos de contenido y una carpeta de mapas, que re- sume cartográficamente los as-

GRIZEL - .- HERNANDEZ. - - - pectos expues tos e n cada Musicóloga. capítulo, a fin de ilustrar de ma-

Investigadora dEl CEntro nera clara y concreta la infor- Musicología. mación teórica brindada.

Seis años después de la apari- ción, en la República Domini- cilna, de El vodú e n Cuba, los lectores cubanos por fin pode- mos encontrarnos con esta obra, fruto del paciente trabajo de los investigadores Joel James, José Millet y Alexis Alarcón, perte- necientes a la Casa del Caribe -cuyo director es el primero- en Santiago de Cuba.

Resultan significativas la in- dependencia y la interrelación de cada una de las partes de los volúmenes, que se agrupan des- pués de un primer capítulo con aspectos etno demográficos del poblainiento de Cuba; son de gran riqueza los dos últimos, relacionados con los instrumen- tos en desuso y con una propues- ta d e agrupar y sistematizar modelos d e combinac iones instrumentales a partir del des- cubrimiento de tendencias ca- racterizadoras entre las diversas tipologías.

Dedicada a Fernando Ortiz, el Precursor, y a Argeliers Lerín, el Maestro, esta importante obra les rinde justo homenaje, no sólo por su contenido sino porque su em- peiio ha sido síntesis del pensa- miento de la musicología cubana y universal, amén de apuntar a nuevas y exigentes investigacio- nes en las diversas esferas de la cultura, reto al que siempre res- pondieron ambas personalidades más allá de su tiempo.

GRIZEL HERNÁNDEZ

En la edición cubana, de 1998, destaca la ausencia de la introduc- ción redactada para la edición dominicana, con una extensa con- ceptualización de carácter mamis- ta, así como la reelaboración del capítulo 1: "Cuba y Haití en la his- toria y la cultiira. Acercamiei-ito a los mecanismos de intercambio cultural entre cubanos y haitianos" (pp. 3 1-93),

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No obstante ser Cuba y Hai- t í dos naciones históricamente entrelazadas, poco interés se ha prestado entre nuestros estudio- sos a los lazos que nos unen y que nos han dejado un legado cultiiral tan importante como el vodú, a l que algunos, -como 1 .- James, ~ i l i e t y A l a r c h . consi- deran una religión, y otros un complejo mágico-religioso, qui- zás olvidando que la magia -con una u otra característica- for- ma parte sustancial de todas las religiones.

"Justo es reconocer que, sin la obra colosal d e Fernando Ortiz y de otros investipdores que la continiiaron, empresas de trascendencia no liubiesen con- tado con antecedentes tan fir- mes en que erigirse." Así señalan los autores en sus agradeciinien- tos (p. 9). Y justo también es destacar, entre los pocos estu- diosos que han prestado aten- ción a la comunidad haitiana y haitiano-cubana y a su mundo cultural-religioso -de forma co- lateral o explícita- a algunos otros pasados por alto por los autores, como José Luciano Fran- co, Rcímiilo Lachatañeré y, más recientemente, Jesús Guanclie, Yolanda Wood, Digna Cnstañe- da y Carlos Padrón.

N o debe pasar al olvido la labor de divulgación sobre la cultura haitiatia realizada e n Cuba por el poeta haitiano René Depestre, quien durante varios años fungió como profesor del Departamento d e Historia de

América, en la Facultad de His- toria y Filosofía de la Universi- dad de La Habana.

La obra del equipo de la Casa del Caribe, única en su tipo has- ta el momento, es heredera del trabajo de los precursores y cons- tituye un esfuerzo de sisternati- zación de lo acontecido con el vodú en Cuba, pues toma corno centro de observación para su estudio tres asentaniientos de haitianos y su descendencia ubi- cados en el oriente del país: La Caridad, Barrancas y Pilón de Cauto.

Pero la comunidad haitiana y haitiano-cubana, no excluida de los acelerados cambios acon- tecidos en los últiinos cuarenta años a escala nacional, se ha diseminado por toda la Isla, in- tegrándose en todos los estratos sociales y contribuyendo a fo- mentar el cada vez mayor mes- tizaje biológico y cultural del pueblo cubano, generador d e nuevos sincretismos.

Actualmente resulta imposi- ble limitar al oriente del país la existencia d e la práctica del vodú e n Cuba; tampoco debe pensarse como algunas pudieran inferir al leer el título de este libro, que en el mismo se expre- sa con nitidez la caracterización de todo el vodú que se practica en la Isla, pues en cada regicíii -e iiicluso quizás en cada fami- lia religiosa- adquiere peculia- ridades distintivas.

Hay que tener e n cuen t a que, a diferencia del oriente del

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país -donde está centrado el tra- bajo de campo que sirve de sos- ten a la obra-, nuevos procesos cle sincretisinos se gestan en el occidente, ocasionando una nueva realidad a partir de la mixtura, coi-isciente o incons- ciente, d e elementos de la regla de Ocha, el sistema adivi- natorio de Ifá y el vodí~. Carac- terístico del vodú ha sido la incorporación de elementos pro- pios del catolicismo popular, algo que -según notamos- tiende al fortalecimiento en esta zona oc- cidental.

En el occidente no es extra- ño que religiosos \7odú se inicien a su vez en la regla de Ocha o el sistema adivinatorio de Ifá o en ambos a la vez. iEinplean de modo ortodoxo las ensefianzas de una u otra creencia? E11 más de una oportunidad el pueblo reli- gioso seguidor de esa iyalosha o de ese ese babalosha o babalawo desconoce que se trata también de una mambí, o de un houngan (sacerdotisa o sacerdote vodú). Es posible -hemos sido testigo de ellc* que esta "mambó-iyalosha" o este "houngan-Babalosha" o "houi-igan-babalawo" integre en su práctica religiosa -no del todo consciente- elementos de algu- na de las tres creencias o de las tres, dando lugar a un nuevo tipo de sincretismo al que hoy, están expuestas estas creencias. Esta es

' Ver Joel James: "El vodú en Cuba", en Revista del Caribe, Santiago de Cuba, no. 29. 1999, pp. 74-77

' Ibidem, p. 83

una de las razones por las que coincidimos con Joel James en que se puede afirmar, con todo rigor, que ya existe u11 vodú cu- bano, diferente al de sus proge- nitores: africano y haitiano' .

Uno de los aspectos más po- sitivos de la obra radica e11 des- tacar la presencia de la cultura haitiana dentro de la cultura nacional cubana, tenia prácti- camente sin tratar por otros científicos sociales nacionales: ... "lo haitiano en Cubase auto- rreconoce y se hace visible en sus contornos concretos, dentro de sus especificidades precisas, cuando se inserta en la cultura nacional cubar~a ."~

Es meritorio el esfuerzo rea- lizado por la localización de los lwas (divinidades del vodú) conocidos en los tres asenta- mientos haitiano-cubanos estu- diados. Esfuerzos de este tipo despejan el camino de los otros investigadores que abordamos la temática del vodú en Cuba y resultan esclarecedores para autores extranjeros que -co111o el español-donlinicano Carlos Deive- al referirse al caso cu- bano incurren en equivocacio- nes que demuestran la ausencia del trabajo de campo y la omi- sión de la consulta de una bi- bliografía autorizada, avalada por un serio estudioso.

Adecuado soporte al texto -que subraya aspectos del vodú importantes para los desconoce- dores como los familiarizados con éste- lo es sin duda el trabajo

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MARA ILEANA FAGUAGA IGLESIS Historiadora,

Etnologa y P~riodista.

Miembro del equipo

coordinador d~ trabajo Macro-

Ecumlnico. En Cuba.

grcífico. Son mostrados monien- tos, figuras e instrumentos de especial significación para el voclú por lo que permite una mejor comprensión del resulta- do de la investigación al lector neófito, quien por cierto, en la presentación pública que de la obra se efectiicí en Ciudad (le La Habana lamentó la inasisten- cia de los autores a la niisma, por lo que se perdió de establecer una comunicación directa que ayudara a despejar las dudas y quizás ahondara en algunos as- pectos.

Si tuviéramos que clasificar El vodú en Cuba, nos arriesga- ríamos a hacerlo como una o b r ~ de carácter etno-histórico y no propiamente etnol6gica ya que sil marco referencia1 -quizá de- bido a la impronta de la larga

Con la publicación de este bre- ve, enjundioso y trascendente li- bro, la Fundación Fernando Ortiz nos ofrece otra muestra de su perenne y múltiple labor en aras de la cultura, del enrique- cimiento espiritual del hombre cubano y de todos aquellos que, de una forma u otra, reciben el influjo de su quehacer.

En La historia en Fernando Orti?; José A n t o n i o Matos Arévalos tiene la virtud de ha- cer u11 feliz estudio de un aspec- t o del magisterio orticiano, el relativo a las ciencias históricas, s in parcelar lo, anal izándolo

experiencia del historiador Joel James- trasciende los límites descriptivos, comparativos y de argumentación específicos de la etnología y se adentra sin titu- beos en el campo del devenir de la historia.

En tal sentido, la obra d e Janies, Millet y Alarcón se erige como precursora. en Cuba, de una disciplina aún algo incom- prendida, la etno-historia, que mucho puede ayudarnos eii la difícil tarea de comprendernos como pueblo mestizo, con nues- tros sostenidos procesos trans- culturales y sincréticos, tiene todavía niuchas barreras menta- les que enfrentar hasta conseguir imponerse como disciplina cien- tífica. Por esa senda, El vodú en Cuba, tiene ya un lugar de avan- zada. Agradezc6nioselo.

MAR~A ELENA FAGUAGUA IGLESIAS

siempre como un componente de la unidad transdisciplinaria que es la obra de don Fernan- do. O t ro acierto del autor ha sido el presentarnos la labor historiográfica d e Ort iz tal y como ella se produjo, paso a paso y en sus distintas etapas, con las correspondientes reflexiones so- bre las continuidades y las in- evitables diferencia~, paradojas y contradicciones que hay e n ellas, como frutos del proceso de maduración ininterrumpida del pensamiento del ilustre sabio.

El doctor Matos expone y va- lora de manera crítica, coheren-

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JosQ A TABARES - Profesor d~ la

Univ~rsidad de La Habana.

Asesor d~ la Casa d~ Altos Estudios Don

Fernando Ortiz.

EL ESPIR~SMO DE c O R I ~ ~ N : UN CULTO

POPULAR CUBANO FUNDACI~N FERNANM) ORTIZ. CIUDAD DE L4 HABANA, 2000. DE

CARLOS CORCOVA MART~NEZ Y OSCAR

BARZAGA SABL~N.

te y amena los fundamentos de carácter humanista, c~ ibanos , variados, no dogmáticos, electi- vos; el tratamiento transdiscipli- nario de la historia en sus nexos orgánicos y sus inibricaciones con la economía, la sociología, la politología, la cultura y otras dis- ciplinas; y la metodología que para investigar y comunicar los resultaclos de sus pesquisas fue un horcón del trabajo historiográfico de Fernando Ortiz.

El au to r nos presenta y comenta los diversos medios -li- bros, ensayos, artículos, conferen- cias- que Ortiz utilizó para la divulgación d e la actividad historiográfica suya y de otros prominentes especialistas, y en- juicia con rigor cómo y en qué medida diversos segmentos de la sociedad acogieron sus mensajes. El contenido fundamental de

La Fundación Fernando Ortiz ha presentado, como parte de su co- lección La Fuente Viva, el libro El espiritismo de cordón: un ctdto popular cubano. Sus autores, Car- los Córdova Martínez, Doctor en Filosofía y Oscar Bárzaga Sablón, Doctor en Ciencias Filosóficas, nos proponen un texto iiovedoso para la profundización en el co- nocimiento de los sistemas reli- giosos de nuestro país.

El estudio científico del es- piritismo de cordón o cadena, en la zona oriental de Cuba, ha padecido d e la ausencia de un análisis sistemático que perini- ta a los especialistas de las cien-

este libro es desarrollado niedian- te una introduccicín y tres capí- tulos, complementados con una certera sugerencia bibliográfica y e interesantes anexos documen- tales y precedidos por un magní- fico prólogo de Miguel Barnet.

José Antonio Matos Arévalos nos entrega con Lu historiu en Ferriundo Orti?: un texto que debe leer el creciente público interesado en la obra orticiana. Y además, seguramente sin pro- ponérselo, nos brinda un con- junto de lecciones -derivadas del pensar y del hacer de Ortiz e n el campo de la historia y de lo que nos dice el autor al res- pect* que merecen ser est~idia- das profundamente por todos los que ejercen o aspiran a ejercer el oficio de historiador.

JosÉ ANTONIO TABARES DEL REAL

cias sociales una visión integral de esta expresión socio-religio- sa. Autores coino Fernando Ortiz, iniciador y referente e n este campo particular; contem- poráneos como Jorge Ramírez Calzadi l la , José Mil let , Joe l Janies Figarola y José Sánchez Luss6n -respetando los espacios- t iempos d e sus producciones intelectuales- h a n realizado acercainieiitos a la temática desde diversas especialidades y paradignias sociales, que mu- chas veces nos presentan frag- mentado el objeto social.

En la actualidad la discusióii científica enfoca sus preguntas y

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análisis hacia una pluralidad de hechos sociales; se han replan- teado las teorías en pos de las diferencias, de la multiplicidad d e hombres, de sociedades, de culturas diversas. El reconoci- miento de un otro pensante y no sólo pensado por el estudioso, ha propiciado una dinámica más flesible y por tanto, una muta- ción en el pensamiento monolí- tico de las ciencias sociales.

La imposibilidad de que exis- tan reglas y leyes que puedan abarcar la multiplicidad de va- riables sociales, se ve además reforzada por discontinuidades de los sistemas sociales no pres- tos a sujeción. Ya no se estima la concepción de ciencias fiinda- mentales, ni un discurso unita- rio; la reflexión va dirigida a la contribución entre sistemas de pensamiento, entendido como interdisciplinariedad y transdis- ciplinariedad. En este contexto surge esta investigacicín.

Consecuentes coi1 las preini- sas anteriores, tres son los apor- tes fundamentales del libro, en nii apreciación. En primer lugar, los autores incorporan el mé-todo histórico-social a la es-tructiira de su análisis; se introducen en la historia de este sistema de re- ligiosidad, para luego reconstruir el proceso en su diinensión dia- léctica. Se asume una histo- rizacicín d e los orígenes del espiritismo, sistematizando la doctrina creada por su fiinclador, Allan Kardec, y la mentalidad de su época, así como los proce-

sos de reproducción y cambio en el devenir de la expresión reli- giosa hasta nuestros días.

Con esta práctica se toma dis- tancia objetiva del hecho social, evitando a priori que prejuicien el conocimiento y entendimien- to de la realidad. La valoración histórica permite la reconstruc- ción global de la práctica religio- sa , por lo que se obt iene un resultado integrador que viene a cubrir los vacíos de la literatu- ra e n 13s ciencias sociales d e nuestro país. En esta medida el texto El espintarno de cordón ... propone coordenadas para esta- blecer un análisis comparado entre la diversidad de expresio- nes espiritistas y sus produccio- nes materiales y espirituales.

Un segundo aporte al trata- miento de la temática por sus autores es asumir el objeto de estudio en su complejidad: se utiliza una perspectiva sistémi- ca en t re diversas disciplinas. Enfoques de tipo histórico, filo- scífico, psicosocial y sociológico nos presentan diversas aristas del comportamiento grupa1 de los espiritistas cordoneros e11 la pro- vincia de Holgi i i i~. C o n esta mirada se profundiza e n la es- tructura y dinámicas de su sis- tema religioso, sus componentes significacionales, las expresiones religiosas, los códigos éticos y su organizacicín interna.

El énfasis en este punto pro- pone revelar las lógicas internas que se establecen entre actores sociales, estructuras o institiicio-

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nes y sus cambios. En este senti- do, el estudio se introduce en las particularidades de los estra- tos sociales que participan d e esta expresión (situados en gru- pos perifér icos) , alor orando indicadores económicos, cultu- rales, de salud física y mental, liasta los grados de enajenación individual y colectiva. Este aná- lisis va precedido d e niveles efectivos de relación, en la que el medio social actúa como de- terminante en el comportaniien- to inmediato y futuro de estas agrupaciones.

Lograr resultados de esta ín- dole ha requerido que los auto- res establezcan un equilibrio entre su proyección teórica y empírica a través de un riguro- so trabajo de campo e n el que se utilizan las perspectivas cuan- titativas y cualitativas. Los re- sultados de estas perspectivas son procesados por un prisma traiisdiscipliiiario, que nos pre- senta el hecho social en sil com- plejidad y bajo presupuestos de reflexividad integradora.

U n tercer plinto de importan- cia es el enfoque del espiritismo de cordón como un proceso so- cio-religioso que forma parte de la diversidad cultural cubana. Tratar de reconocer la diversi- dad de expresiones sociales, ha sido para esta investigación tina forma de comprender la identi- dad cubana corno una construc- ción dinámica y heterogénea. La diversidad no implica quiebra; es u11 indicador de riqueza.

Los autores asumen el análi- sis de las expresiones espiritistas a partir de contrastes con iníllti- ples construcciones imaginarias existentes en Cuba. En este sen- tido, se toma el patrcín de los pro- cesos sincréticos como distincicín y, al mismo tiempo, coino 13 con- formación de símbolos universa- les q u e t rascienden a cada sistema de religiosidad. E11 otro orden, se reconoce la importan- cia del uso d e una li teratura especializada de información com- plen-ientaria sobre la temática.

El texto de El espiritismo de cordón ..., ademiís de aportarnos a nuestro saber, genera interro- gantes y nuevas reflexiones. El presupuesto que se emplea para analizar la adopción de la creen- cia cordonera y su comportamien- to como miembro, viene dado por el estado socio-cultural de la persona o colectividad en re- lación con la sociedad como ins- titución rectora. Pienso que de la misma inanera que se adoptcí una perspectiva sistéinica entre disciplinas científicas, entre la teoría y la einpiria, pudiera ha- berse establecido entre lo macro- social y microsocial. El análisis se complementaría a partir de la reconstrucción de cónio -influi- dos por las relaciones y estructu- ras de la sociedad-, surgen estratos con características socio- culturales que los predispongan a tomar parte d e este tipo d e creencia.

Esta visión del proceso socio- religioso conduciría a nuevas

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Sociólogo. Jefe de Redacción de

la Revista Catauro, de la

Fundación Fernando Ortiz.

LOS CUL~ES CHINOS EN Cum EDITORIAL

NUEVO MILENIO. CIUDAD DE LA

HABANA. 2000. PREMIO CATAURO

c u m . DE JUAN PÉREZ DE

LA RNA.

reflexiones en su connotación nacional, por ejemplo, el papel yue deseiiipeiia este tipo de ex- presión religiosa como efecto ideológico e n el equilibrio so- cial, o una idea algo más atre- vida: iexiste un sustrato cultural "regional" que condicione el desxrollo de tipos específicos de religiosidad?; concluiría a re-

Durante algunos aíios esperamos pacientemente, en clara conipe- tencia con la niilenaria tradición china, por la salida de un libro que de anteinano sabíamos que representaría de un clásico de los estudios migratorios: léase denio- gráficos, geográficos, antropol6- gicos e históricos, entre otros campos que estudian las cien- cias sociales. Se encuentra re- lacionado muy especialmente con la inmigración contratada en el Caribe y las múltiples vici- situdes de cientos de miles de personas que salían con la es- peranza de regresar algún día y mejorar si1 vida personal y fami- liar, y en definitiva dieron lugar a nuevas naciones. Se convirtie- ron así en genitores de pueblos que se han venido mezclando día a día y durante muchas ge- neraciones.

Nosotros los cubanos somos el fruto de esa mezcla y de las relaciones transcultiirales con el resto de los pueblos del Caribe y América. Los chinos son tan pa- dres nuestros como el substrato indígena que no pudo desapa- recer, junto con las oleadas de

flexiones muchas veces esboza- das pero no resueltas en la lite- ratura de estas teniáticas.

El espiritismo de cordón: un culto popular cubano será tomado sin duda como texto de consul- ta, ya no s61o por los estudiosos de la teniática, sino tanibién por la población espiritista de la zona oriental de nuestfa Isla.

DANEL ALSAREZ DuRjlN

inmigrantes hispánicos y afri- canos, fusionados entre sí para gestar uno d e tantos pueblos nuevos de América.

Desde que busqué apoyo en Argeliers Lecín, Isaac Barreal, Pedro Deschanips y Juan Pérez de la Riva, a principios d e los años se ten ta , para los cursos sobre Etnología de Cuba que iin- partimos a dirigentes y promo- tores del trabajo cultural, ya Juan había escrito en 1967 todo el texto de Los culíes chinos en Cuba. Sin embargo, el manus- crito durmió un sueño más allá de lo necesario, y tras otra his- toria de tribulaciones y desven- turas, al fin lo tenemos ante el público coino un significativo bien patrimonial en esta X Feria Internacional del Libro de La Habana.

La Editorial de Ciencias So- ciales (ahora Nuevo Milenio) se viste de gala por el contenido d e una obra que, inteligente- mente, su autor nos venía ade- lantando e n pequeñas dosis a través de la Revista de lci Biblio- teca NacionalJosé Martí, en Con- tribucih a la historia de la gente

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sin historia (1974) y en El barra- cón y otros ensayos (1975), para alimentar esa gran expectativa generada, y a la vez satisfecha, por el libro que ahora tengo el Iioiior de volver a presentar.

Hace pocos meses nos vimos en la Casa de Artes y Tradicio- nes del Barrio Chino de La Ha- bana cuando dimos a conocer por primera vez que esta obra de J u a n Pérez d e la Riva venía amasando como el más celoso alfarero, a la vez que enseñaba s6lo partes de sus piezas, mien- tras discutía e n aulas, pasillos y cubículos sobre el vacío que representaba desconocer la his- toria de los millones que la ha- cen, respecto de los pocos que la escr iben d e modo oficial, muchas veces para su a u t o - complacencia. Por eso prefirió "abollar" algunas imágenes d e venerables patricios de la bur- guesía cubana, aunque luego vinieran otros a "cliapistearlas" para la posteridad.

Recientemente, e l Consejo Científico de la Fundación Fer- nando Ortiz otorgó por unani- midad el Premio Catauro Cubano a lo que consideramos la mejor obra de nuestro perfil de traba- jo publicado en el aíío 2000 y recayó, precisamente, e n Los culíes chinos de Cuba. Todas es- tas razones son motivo de re- gocijo y me permiten felicitar la cu idadosa ed ic ión d e Er- nesto Chávez Álvarez y Gladys Alonso González, dos amigos que prestigian cualquier publi-

cación de las ciencias sociales en nuestro país.

Esta obra estudia las caracte- rísticas históricas de Cuba colonial como esencial receptora de inmigrantes empleados como fuerza de trabajo fundamental y las condiciones ominosas de los hom- bres contratados en relacicín con la plantación esclavista moderna. Lo anterior le posibilita analizar el proceso de lLla trata amarilla" y la fuerte implicación de la burgue- sía cubana y del gobierno colonial español. Cuando evalúa las con- diciones materiales de la inmigra- ción china en Cuba, considerada la situación de ésta a nivel mun- dial a mediados del siglo srx, su acelerado crecimiento demográfi- co y las difíciles condiciones de vida, propiciadoras del éxodo ma- sivo y la diversidad de su distribu- ción internacional. Esto le sirve de precedente para valorar la signifi- cación social del culí en calidad de contratado, pero en condicio- nes de srvidumbre semejantea *n muchas ocasiones peores- a los africanos esclavizados y sus des- cendientes de esa misma condi- ción social.

Su formación y ejercicio de gecígrafo le facilitó analizar el .área territorial de Guangdong y Fu- chién, la composición étnica de los grupos y nacionalidades, así como las condiciones históricas en que se efectúa el proceso emigra- torio hacia Cuba. De modo sin- crónico evalúa la función que ejercieron Macao y Hong Kong en el financiamiento y ejecución

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del tráfico, así como el proceso ini- cial de los destinados a Cuba, para lo cual no sólo einplea la do- cumentación de la época sino los testimonios de los negociantes en el lugar de origen.

El estudio de la ruta de los culíes confirma que, respecto de todos los procesos migratorios hacia Cuba, éste fue sin duda no scílo "el j~iaje más largo", sino el mrís difícil y riesgoso. Los clípers recorrían unas trece mi- llas náuticas d e Macao a La Habana durante tres o cuatro meses. Esto explica el alto índi- ce de mortalidad a bordo, los innumerables mot ines y las crueldades de la tripulación para no perder la preciada mercan- cía Iiuniana, que llegaba en con- diciones peores a cualquier otro tráfico inarítinio.

Este negocio altaniente ren- table generó rivalidades impe- r i a l i s t a~ d e Inglaterra contra Cliina e n torno a la contrata- ción de culíes para Cuba y Perú, pero el pueblo chino reaccionó contra la trata e influyó fuerte- mente en la abolición definiti- va del tráfico interoceánico.

La presencia en Cuba de unos ciento cincuenta mil culíes repre- sentó una importante masa hunia- na que contribuyó a la crisis general de la esclavitud. Si bien las condiciones de trabaio sienifi-

J Q

J~sus GUANCHÉ - caron un impacto cultural profun- Antropólogo. MiEmbro del damente regresivo que condujo

~ o n s d o a la ~é rd ida de la condicicín hu- CiEntificO mana y, por lo tanto, a un tipo de Fundación

Fernando suicidio masi j~o (el mayor del

niundo por m i l l h de 11 a b' itantes en la década de 1850- l86@), éste adquirió voz propia como elo- cuente denuncia social de lo yue significa tr.lifico liuinano. También la alta proporcih de chinos en las guerras de independencia tras- cienden la liberación personal y envuelven toda la historia de la formación nacional cubana.

Este libro, q u e a t r apade modo brillante el tráfico desde el Río de las Perlas a la Perla de las Antillas, cuenta con un am- plio anexo documental y una abundante referencia bibliográ- fica. Se convierte así en una de las obras iinpresciridibles para conocer la historia de las gen- tes sin historia y una parte de los componentes étnicos asiáti- cos de la nación cubana.

Los ctdíes cliinos de Cuba es, además, de un espacio muy en- trañable de la vida de Juan Pérez de la Riva, que inuestra sus do- tes de agudo investigador y en- t renado polemista. Tras las vicisitudes del libro, ya podemos decir, como el I Chin (Yijing) o Libro de los cambios de Confucio, que la obra Iia pasado del reino del silencio al de la buenaven- tura. La mítica tortuga sagrada yue descubrió el emperador Fuxi hace más de cuatro mil cuatro- cientos años, en la que descifrcí los ocho trigramas de su capara- 2611, ha proporcionado un signo positivo que evoluciona hacia el conocimiento verdadero de esta larga historia compartida.

JESÚS GUANCHE

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m / Presentaci on m m

de originales Cat~am), ha sido concchida fundamentalmente para el estudio de la vida sociocultural cubana,

sus entornos menos conocidos, el imaginario cotidiano y la cultura pop~ilar. Es una publicación que servir5 paraatesorar el riccrvo de nuestra cultura nacional, caribetia y latinoamericana.

El interés principal de Catmllz, es la compilación y divulgación del saber antropológico y etnológico, tanto nacional como internacional. Es un espacio de debate científico en donde se promueve la creación y la profundización en los estiidios de estas especialidades, y la contribución de sus investiga- ciones a las ciencias sociales.

Los autores debcrin enviar sus

colaboraciones a:

Revistri Citrcruru F~indacihn

Fcriiaiitlo Ortiz Calle 27 No. 160

esquiiia a L. El Veclndo. Plaza

Ciudacl rle La Hahaiia,

Ciiba. Elrfax: (5 37) 30 C6 23

Xlf: (537) 32 43 35 e-iii;iil:

fforiiz((c~ciih;irt~.c~~lt.cii Lhniel Alvarcz,

Jefe dc. Rcclacci6n.

(Informe para colaboradores) Catauro recibe artículos e n es- pañol, inglés, portugubs y fran- cés. Solicitamos a nuestros co-laboradores ajustarse a las si- guientes normas para la presen- tacicín de originales:

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Los artículos se presentarán en papel blanco, con impresión le- gible, a dos espacios, en párrafo español, en Times New Roman a 12 puntos y un total de 28 a 30 líneas por cuartilla. Todas las páginas deberán numerarse. Se solicita a los autores que entre- guen una copia en disquete en Word sobre Windows.

Los autores adjuntarán sus cré- ditos más importantes (profesión, especialidad, filiacicín institiicio-

nal y nacionalidad), tanto en la versión impresa, coino e n la digital. Las notas explicativas o biblio-

gráficas deberán aparecer a pie de página. .. El orden d e la inforniación e n las referencias bibliográficas será, Para libros: Apellido, Nombre de autor. Tí- tulo de libro (en cursiva). Edito- rial, Ciudad, Fecha. Página(s) citada(s). Para artículos: Apel l ido, Nombre d e autor . "Título" (en t re comillas), e n (Título en cursiva de In publica- ción), Ciudad, Año, Página(s) citada(s).

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