No Anticiparse Al Espiritu

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    NO ANTICIPARSE AL ESPRITU

    VARIACIONES SOBRE

    EL ACOMPAAMIENTO ESPIRITUAL

    Josep M. Rambla, s.j.

    PRTICO ......................................................................................................

    1. UNA VISIN DE CONJUNTO .......................................................................................1. En medio, como el que sirve (Lc 22,27) ...................................................2. En vasijas de barro (2Co 4,7) .....................................................................

    2. LA TRADICIN IGNACIANA DEL ACOMPAAMIENTO ESPIRITUAL .....................1. Ignacio y el acompaamiento espiritual ..........................................................2. Acompaamiento espiritual ignaciano ...........................................................3. Las claves de una vida espiritual ....................................................................4. Algunas orientaciones concretas .....................................................................

    3. CONCLUSIN ................................................................................................................

    APNDICE ..........................................................................................................................

    NOTAS ................................................................................................................................

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    Edita CRISTIANISME I JUSTCIA Roger de Llria, 13 - 08010 Barcelona Tel: 93317 23 38 Fax: 93 317 10 94 [email protected] Imprime: Edicions Rondas S.L. ISSN: en trmite ISBN: 84-9730-256-7 Depsito Legal: B-44.371-2010 Diciembre 2010

    La Fundacin Llus Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histrico pertenecientea nuestro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el cdigo 2061280639. Para ejercitar los derechos deacceso, rectificacin, cancelacin y oposicin pueden dirigirse a la calle Roger de Llria, 13 de Barcelona.

    Josep M. Rambla, sj. Licenciado en teologa. Es autor entre otros de Dios, la amistad y lospobres. La mstica de Egide Van Broeckhoven, Santander, Sal Terrae, 2007; as como de lasediciones al cataln de los Ejercicios Espirituales (Exercicis Espirituals, Barcelona, ed. Proa,1990) y de la autobiografa de san Ignacio (El pelegr, Barcelona, ed. Claret, 1991).

    La edicin de esta obra ha contado con la ayuda del Departament de la Vicepresidncia

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    PRTICO

    El inters por el acompaamiento espiritual, en formas muy variadas, es unfenmeno creciente: acompaar en el crecimiento personal, acompaar en laasistencia social o mdica, acompaar en experiencias espirituales de distin-to gnero, cristianas o no cristianas o laicas, acompaar en el duelo, etc. Lasprcticas de acompaamiento abundan y se multiplican. A la vez proliferan laspublicaciones tericas y prcticas sobre este asunto.

    Soy, por tanto, plenamente consciente de que no puedo aportar aqu algonuevo a lo mucho ya escrito sobre el tema del acompaamiento y, sin embar-go, estas pginas se justifican por ofrecer un conjunto de datos y reflexionesque pueden ayudar a una mayor toma de conciencia de la tarea de acompa-ante y a una revisin personal por parte de las personas que realizan esteservicio de acompaar a otras en su camino personal. Al carcter amplio y ala vez somero de este escrito responde el subttulo de variaciones.

    La perspectiva en que se mueve todo este cuaderno es el del acompaa-miento en la vida cristiana, en el seguimiento de Cristo, pero, sin duda, muchode lo que se dice en l puede ser de utilidad para otras prcticas de acom-paamiento, siempre que se trate de ofrecer un apoyo profundamente huma-no. La impostacin ignaciana que domina en la mayor parte de las pginas,despus de una primera parte ms general, es no slo fidelidad al objetivo dela coleccin Ayudar de EIDES-CJ, sino tambin fruto de la conviccin deque una de las ms destacadas aportaciones de Ignacio a la tradicin espiri-tual ha sido la del arte de la mistagoga y del acompaamiento espiritual.

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    Como se trata de participar en la obra delEspritu, todo acompaante ha de avanzarcon profundo respeto, como de puntillas,sabiendo que se mueve en tierra sagrada.Ser sobre todo testigo que reconoce la ac-cin de Dios y ayuda a distinguirla de laque slo lo es en apariencia. Adems, suactitud ser a menudo de admiracin yadoracin ante Aqul que siempre y en to-do tiene la iniciativa y nos desborda ab-solutamente.

    Tratar ahora de recoger lo que creo

    ms elemental y fundamental sobre el te-ma.

    1.1. Acompaamientos

    La palabra acompaamiento cubre co-rrientemente contenidos un tanto distin-

    tos. Todos pueden encerrarse dentro delconcepto de acompaamiento pastoral.Sin embargo, primero se realiza cuandoalguien inicia el camino de una vida cris-tiana consciente y profunda; luego, cuan-do pasa a una experiencia espiritual per-sonal, una experiencia de Dios ms hondao cuando se entrega a la bsqueda de laorientacin de su futuro y a realizar una

    opcin de vida; finalmente, una situacindistinta es la de la persona que, una vez4

    1. UNA VISIN DE CONJUNTO1

    El acompaamiento espiritual, sea cual sea la manera de entenderlo, tieneque ver con lo ms ntimo, personal e inviolable de las personas. Quiendesempea la tarea de acompaante slo puede hacerlo desde la absolu-ta modestia de sentir que se le permite la entrada; desde la humildad dequien sabe que se le invita a participar, y slo como acompaante, en elcamino del Espritu que recorre la persona acompaada.

    1. EN MEDIO, COMO EL QUE SIRVE (Lc 22,27)

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    hecha la opcin de vida, trata de mantenerun ritmo exigente de seguimiento deCristo. De aqu que, dentro del conven-cionalismo que supone reducir a un es-quema una realidad viva, podramos dis-

    tinguir un acompaamiento formativo,uno de iniciacin espiritual, y otro de se-guimiento (o de vida cristiana adulta). Esimportante tener conciencia de esta diver-sidad de acompaamientos, con la plenaconciencia de que las personas necesita-das de l no se hallan en un estado de vi-da cristiana determinado qumicamentepuro.

    Sin embargo es del todo cierto que enla prctica no es posible realizar un acom-paamiento espiritual si no se han dado yalos pasos de una vida cristiana relativa-mente adulta y personal, que requiere supropio modo de acompaamiento pasto-ral. Esta vida cristiana se caracteriza, creoyo, por los siguientes cuatro rasgos: Laprctica (dentro de los lmites de la fragi-

    lidad humana) de un estilo de vida perso-nal evanglico (en el trabajo o estudio, enel uso del dinero, en las relaciones fami-liares y humanas en general, en la fideli-dad a la oracin personal, en el modo dehacer frente a situaciones particulares co-mo el paro, etc.). La dimensin social, queha de desarrollarse a la par que la vidacristiana personal. Porque sta es una vi-da en Cristo, hombre para los dems.Estas dos facetas de la vida cristiana cre-cen a partir de un progreso en la interiori-zacin del evangelio, de modo que stesea cada vez menos algo recibido y apren-dido y algo ms asumido y experimenta-do. La experiencia de oracin personal yun grado de formacin bblica y teolgi-

    ca, acorde con la formacin humana de lapersona, forman parte de esta interioriza-

    cin de la fe imprescindible. Finalmente,la referencia comunitaria (participacinen una parroquia, comunidad, movimien-to apostlico, etc.), es importante para quela vida personal se exprese eclesialmente

    y sea contextuada, interpretada e interpe-lada comunitariamente.

    En esta etapa formativa, el acompaa-miento puede diferir sensiblemente delpracticado en otras situaciones. Al acom-paante le compete, ms que en fases msavanzadas, aportar elementos formativosde los cuales, por hiptesis, carece la per-sona acompaada. Tambin, supuesto el

    carcter educativo de este perodo, la in-tervencin puede ser ms directiva que enotras ocasiones. Adems, el acompaa-miento puede realizarse parcialmente engrupo, sin necesidad de ceirse al dilogoindividual.

    1.2. Acompaamiento espiritual2

    1.2.1. Punto de partida: el nivelespiritual

    Segn lo que se acaba de exponer, elacompaamiento espiritual propiamentedicho supone que la persona acompaadavive ya una experiencia personal de Dios.Es decir, ha conseguido llevar una vidacristiana regida por la luz y la fuerza inte-

    rior del Espritu. Con sus dificultades, esclaro, ha pasado ya por un perodo ms omenos largo de formacin, en el que sehan asentado las bases de una vida cris-tiana personal con un cierto grado de ex-periencia del Espritu. En el caso, pues, deque la persona que solicita el acompaa-miento no ha llegado a esta experienciaespiritual, la primera tarea del acompa-

    ante ha de ser ayudarle (por s o por otrapersona) a adquirirla.5

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    El acompaamiento espiritual, pues,se diferencia de otras formas de dilogopastoral en que no se mueve en el planode las orientaciones o consejos morales,sino en el de la experiencia del Espritu y

    el del reconocimiento de su accin. Es de-cir, la tarea se centra en ayudar a la per-sona acompaada a objetivar lo que vive,a ver las sendas por donde se ha de movery conocer los medios que puede emplear.Por tanto, la comunicacin versar sobreaquellas vivencias o resonancias interio-res (pensamientos y mociones de quehabla la antigua tradicin cristiana) queconviene descifrar para reconocer las sen-das del Espritu y las posibles desviacio-nes. El acompaante, pues, no ha de ofre-cer el parecer sobre dudas que se planteanen la vida o en la accin, ni ensear, pla-nificar o exhortar, sino colaborar a que lavida de Dios vaya fluyendo en la personaacompaada y vaya fecundndola. Preci-samente por este carcter objetivador den-tro del caminar corriente, el acompaa-miento espiritual pide cierta regularidad(aunque no necesariamente una gran fre-cuencia) de encuentros de dilogo.

    Y, cuando hablamos de vida espiritualy de espiritualidad, no se ha de olvidar quenos referimos a toda la vida de la perso-na. Todo el campo de accin del Espritu

    es espiritual: vida individual y colecti-va, vida interior y relaciones con la socie-dad, asuntos explcitamente relacionadoscon la fe (oracin, sacramentos, virtudes,etc.) y asuntos profanos (economa, cultu-ra, poltica, etc.). Por consiguiente, elacompaamiento no ha de circunscribirseal campo de la vida interior, sino que hade extenderse a todas aquellas zonas de la

    vida que son dominio del Espritu deJess. ste fue conducido por el Espritu

    a la oracin y a la liberacin de los opri-midos, a la convivencia pacfica y al en-frentamiento, incluso a la tentacin.

    1.2.2. Dilogo

    El medio propio del acompaamiento esel dilogo y a l hay que prestar una ex-quisita atencin. El dilogo de acompa-amiento parte de una alianza previa. Lapersona que busca el acompaamiento es-piritual tiene el deseo de crecer en una re-lacin profunda con el Seor, una vida enel Espritu. Quien acepta colaborar en su

    acompaamiento hace una alianza con es-te deseo y as se establece entre las dospartes un pacto de trabajo para colaboraren el cumplimiento del deseo.

    Para emprender la colaboracin delacompaamiento se impone la confianzarecproca. Segn una orientacin ignacia-na en sus Ejercicios Espirituales (que sonuna experiencia de dilogo espiritual) es-

    ta confianza consiste en la tendencia ainterpretar siempre bien lo que la otra per-sona dice o manifiesta. Cuando una inter-pretacin en buen sentido no es posible,antes de rectificarla (menos an, conde-narla), conviene preguntar cmo entiendela otra persona lo que ha manifestado. Conesto slo, a buen seguro que la mayor par-te de malentendidos se eliminan. Sin em-

    bargo, si todava no se disipa el malen-tendido, o quiz aparece un claro error,entonces es el momento de entrar en undilogo ms a fondo. Esta actitud, natu-ralmente, es recproca.

    Debajo de este comportamiento est laactitud bsica de la acogida, que evita eltono moralizante (an para justificar o pa-cificar a la persona acompaada) y que se

    expresa en la escucha receptiva. El acom-paante, como el amigo retratado por6

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    Saint-Exupry, es el que no juzga nun-ca. Cuestin, ms que de palabras, de mi-rada, de gesto, en definitiva, de una acti-tud personal global que de algn modorefleja el amor acogedor de Dios. Esta

    acogida de la persona tiene, evidentemen-te, un claro parentesco con la empata ycon su fuerza liberadora.

    El dilogo no dejar de suministrar re-ferencias amplias y recursos para escu-char e interpretar mejor la accin delEspritu, pero siempre se mantendr en unprofundo respeto a la libertad, sin interfe-rir en las decisiones personales. La fun-

    cin de acompaante es valiosa y eficaz,pero ceida al campo de la iluminacin delos caminos por donde avanzar y en el delos recursos con que ayudarse. Este equi-librio de una colaboracin que no cae enel intervencionismo es sabidura espiritualfinsima, pero elemental. El acompaantees imprescindible sin resultar esencial, yaque la nica accin esencial es la del

    Espritu a la que slo ha de responder lalibertad de la persona acompaada.

    Un servicio muy propio del dilogoespiritual es ayudar a desenmascarar losengaos que, a medida que se progresa enel seguimiento de Cristo, se presentan deforma muy encubierta (debajo de espe-cie de bien). Tampoco aqu el acompa-ante ha de anticiparse en el juicio, pero

    puede y debe ayudar mediante preguntassencillas o remitiendo a una lectura aten-ta del proceso espiritual o con la proposi-cin de algunas puntos de oracin. Siem-

    pre su colaboracin es muy modesta, pe-ro puede ser decisiva. Ms que un adoc-trinamiento farragoso, la sobria oferta deorientaciones para el discernimiento al hi-lo de la historia espiritual de la persona

    acompaada es lo ms vlido y eficaz.

    1.2.3. Escoger la vida

    Hay un momento de particular delicadezae intensidad espiritual, el de elegir un es-tado de vida. Tiempo privilegiado dentrodel curso de una vida cristiana de ciertamadurez. Todo lo dicho sobre la necesi-

    dad de ofrecer ayudas o recursos sin in-terferir en la decisin tiene aqu especialimportancia. Escoger la vida no es enefecto tomaralgo exterior a uno mismo,sino reconocer el sentido profundo de lapropia existencia (es decir, la accin delEspritu en la propia vida) y asumirla li-bremente. Quin puede reconocer estaaccin sino la misma persona afectada? Y,

    evidentemente, nadie puede sustituir a es-ta persona en la libre determinacin deseguir un camino u otro. Sin embargo, eneste momento de tanta trascendencia(parto lo llamaron algunos autores an-tiguos), la informacin sobre el objeto uobjetos de eleccin y las ayudas para laoracin, para el discernimiento de los mo-vimientos y pensamientos espirituales y la

    eleccin es de todo punto imprescindible.Desarrollar aqu las caractersticas de es-ta ayuda pide un tratamiento largo que notiene lugar en esta somera exposicin3.

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    Un acompaante no est ordinariamente

    capacitado para ejercer su servicio sin unadiestramiento previo. Y, luego, no est yainmune de peligros en la forma de practi-carlo. Se le impone, pues, una preparacinconveniente y una habitual revisin ypuesta al da. Aqu indico slo algunos ca-ptulos que merecen atencin.

    2.1. Experiencia espiritual,experiencia de vida

    La sabidura del acompaante no es un de-psito estancado, sino una vida transfor-mada en lucidez. Slo si vive una verda-dera experiencia de Dios podr sintonizarcon el movimiento del Espritu en elacompaado. Los conocimientos teolgi-cos y, en particular, de teologa espiritual

    son imprescindibles, pero todo ello es in-suficiente si la persona que acompaa es-piritualmente a otra no mantiene vivaaquella sensibilidad espiritual que es sn-toma de madurez cristiana (cf. Heb 5, 14).No se trata de que el acompaante alcan-ce unos niveles muy altos de experienciade Dios (ni tampoco que se eleve ms arri-ba que el acompaado), sino de que en sulimitada condicin viva el encuentro conDios en las distintas circunstancias de lavida. Con esto se indica ya que ha de serpersona de experiencia de vida.

    Supuesto que el acompaamiento hade estar abierto a la gran variedad de si-tuaciones personales y a la inagotable cre-atividad del Espritu, todo acompaanteha de vivir la experiencia de Dios no sloen la oracin, sino tambin en otras zonas

    de la vida (sacerdotal, religiosa, familiar,

    profesional, social, etc. y, particularmen-te, en el contacto con la realidad de la po-breza y del sufrimiento). Es decir, ha detener la capacidad de percibir desde den-tro la accin del Espritu que no slo mue-ve en la plegaria. De lo contrario nos ha-llamos ante el riesgo (que a menudo hadeteriorado la direccin espiritual) dereducir la accin de Dios y, consiguiente-

    mente el acompaamiento, a un mundoalienado o alienante. Por lo mismo, es degran importancia el que el ministerio delacompaamiento sea ejercido cada vezms (como ya va ocurriendo en algunaspartes) no slo por sacerdotes, sino tam-bin por seglares y ms en concreto pormujeres.

    2.2. La oracin del acompaante

    El acompaamiento, servicio eminente-mente espiritual, se apoya en gran parte enla oracin. Efectivamente, en pocas acti-vidades apostlicas una persona es tanclaramente mediacin de la accin deDios como en sta. Comunin con Dios ycomunin con el acompaado son los dospolos de esta oracin de intercesin: po-nerse ante Dios y ante la persona acom-paada, pedir por ella y por uno mismo y,en abandono total de uno mismo (es de-cir, de las maneras de ver propias y de losintereses personales), dejar que Dios vayatransformando el propio corazn. De estemodo, uno va hacindose cada vez msdcil y transparente a la accin del Es-pritu, de modo que sea l solo quien va-

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    2. EN VASIJAS DE BARRO (2Co 4,7)

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    ya comunicndose a travs del acompa-amiento. Gran parte de las cualidadesesenciales del dilogo espiritual (acogida,respeto, equilibrio, mediacin y el amorque todo lo vitaliza) tienen su raz en esta

    oracin habitual por la persona acompa-ada.

    La prctica del examen completa laoracin de intercesin. El examen, es de-cir, mirada de fe a las personas acompa-adas y acogida llena de gratitud del donde Dios a ellas. En este clima eucarstico,el acompaante va ensanchando el hori-zonte de su servicio y, a la vez, siente ensu corazn las interpelaciones que le con-ducen a una forma de realizarlo cada vezms fiel al Espritu.

    2.3. Tambin la Psicologa

    La experiencia del Espritu no es algo flo-tante en las personas, sino que acontece

    en ellas tal como son, es decir con su di-mensin psicolgica, diferenciable de ladimensin espiritual, pero ntimamenteunida a ella. Olvidarlo sera ignorar la en-seanza de los mejores guas espiritualesdel cristianismo, expertos conocedores dela psicologa humana, de cuyo conoci-miento (ciertamente precientfico, pero degran solidez) se sirvieron en su ayuda es-

    piritual4.La primera preparacin psicolgica de

    un acompaante es haber pasado l mis-mo por el itinerario de una experiencia es-piritual humanamente madura y haberconcienciado esta misma experiencia. Enefecto, dado que la experiencia espirituales tambin una experiencia humana, ha-berla vivido bajo un buen gua y haberlareflexionado es un adiestramiento notable

    en el conocimiento del psiquismo huma-no y sus implicaciones en la vida espiri-tual. El paralelismo con la preparacin deun psicoanalista, que ha de haber pasadopersonalmente por el anlisis, es ilumina-

    dor. No es, pues, acompaante apta la per-sona sin experiencia personal espiritualhonda, madura, y con una reflexin obje-tivadora del propio proceso personal.

    Sin embargo esto no basta. Tanto laexperiencia religiosa como el dilogo,elementos esenciales del acompaamien-to, piden un mnimo de conocimientospsicolgicos para no perderse en los es-collos que a menudo encierran. Un pocopara saber lo que hay que hacer y muchopara saber lo que no hay que hacer. Lasimgenes de Dios, la oracin, los afectos,el deseo y los deseos, los imperativos mo-rales, etc. son terrenos en los que la sabi-dura psicolgica tiene mucho que decir.Lo mismo por lo que se refiere al dilogo:

    la transferencia, las posibles dependenciasentre acompaante y acompaado, lastambin posibles proyecciones del acom-paante5, etc. Esto por lo que se refiere asituaciones normales y corrientes. Ade-ms, como un acompaante tambin seencuentra a veces con personas que pade-cen algunas anomalas o patologas, debeestar preparado e informado para remitir-

    las a quien pueda ayudarlas a hacer fren-te a su problema, sin entrar l mismo enel campo teraputico.

    2.4. Acompaante acompaado

    Parece de sentido comn, y es cosa acon-sejada por los grandes maestros, la nece-sidad de conferir o contrastar con una per-sona ms experimentada la forma de

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    realizar el servicio de ayuda. Sobre todo alos comienzos. Sin embargo, no slo alprincipio, pues la evolucin cultural y eldinamismo del Espritu siempre llevan ha-cia la novedad y desbordan la sabidura y

    experiencia adquiridas en un tiempo de-terminado.

    Adems, no basta con conferir conotra persona la forma de practicar elacompaamiento. La supervisin delacompaante debera extenderse ms en-tre nosotros, ya que la forma como la per-sona que acompaa vive su servicio re-percute obviamente en bien o en mal delacompaado. Necesidad que viene acen-tuada por el hecho de que el acompaa-miento vuelve a emerger con fuerza en laIglesia y las situaciones, tanto de acom-paantes como de acompaados, son mul-tiformes.

    2.5. Hacerse prescindible

    El acompaamiento es de algn modo unaayuda permanente en la vida cristiana, aunen pocas de madurez espiritual. Sin em-bargo, el acompaante ha de conducir a lapersona acompaada hacia una autono-ma tal que le permita valerse slo de ladiscreta caridad, es decir, del amor pe-netrado de discernimiento. El acompaa-do necesitar todava de un apoyo objeti-vador, pero la tendencia del acompaantea desaparecer evitar que el acompaa-miento degenere en una situacin de de-pendencia permanente. El lema de todoacompaante debera, pues, ser aquel ig-naciano no anticiparse al Espritu, sinoseguirle. Y el Espritu es el que, median-te su uncin, lleva a la madurez cristia-na hasta el punto de que no necesitisque nadie os ensee (1Jn 2, 27).

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    Hoy no nos resulta sorprendente relacio-nar los Ejercicios de san Ignacio con latradicin espiritual de los antiguos Padresdel desierto, pero no se tiene tanto encuenta el hecho de que toda la obra igna-ciana est impregnada de esta sabidura y,por tanto, encierra una gran sabidura deacompaamiento espiritual. La misma re-

    lacin autoridad y obediencia, que es unacaracterstica esencial de la espiritualidad

    de la Compaa de Jess y de una granexigencia espiritual, est informada porlas cualidades del acompaamiento espi-ritual. Es inconcebible el ejercicio de laautoridad en la Compaa sin la cuenta deconciencia, que ha resistido y superado to-dos los escollos del Derecho Cannico8, yque es una prctica de acompaamiento

    espiritual con el objetivo de la misinapostlica. El ya citado T. Spidlick de-11

    2. LA TRADICIN IGNACIANA DEL ACOMPAAMIENTOESPIRITUAL

    En un estudio ya clsico, Heinrich Bacht sostena que si los EjerciciosEspirituales y las Constituciones de la Compaa de Jess no producan

    siempre el fruto esperado era porque se desconoca su arraigo en la tradi-cin monstica primitiva. Y, refirindose a los Ejercicios deca: Ignacioresumi en un compendio todas las cosas sustanciales que en el antiguomonacato el padre espiritual comunicaba a sus discpulos a lo largo deaos de instruccin activa6.

    Ms recientemente, T. Spidlik presentaba a Ignacio de Loyola como unreflejo de la pedagoga espiritual de los Padres del desierto. En efecto, des-tacaba que en l se dan las cualidades del padre espiritual: teologa oexperiencia de Dios, discernimiento de espritus, conocimiento del corazn

    humano y capacidad para transmitir la palabra adecuada

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    1. IGNACIO Y EL ACOMPAAMIENTO ESPIRITUAL

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    muestra que Ignacio mantiene en la rela-cin autoridad-obediencia de la Compa-a de Jess la sustancia de la paternidady filiacin espiritual. As se comprendecmo se ha de llegar a la obediencia de

    juicio y tambin se justifican las exigen-cias espirituales que comporta el ejerciciode la autoridad religiosa. Podemos, pues,afirmar que el acompaamiento espiritualtiene una verdadera centralidad en la es-piritualidad ignaciana.

    1.1. Acompaamiento ignaciano:

    visin de conjunto

    A grandes lneas, la posicin ignacianarespecto del acompaamiento sigue estosmomentos importantes.

    1.1.1. Acompaamiento de iniciacin

    Las conversaciones iniciales en Manresay en Barcelona, pero sobre todo, aquellosejercicios sencillos que daba en Alcal yque quedaron tipificados en la anotacin18 de los Ejercicios eran una forma deacompaamiento, en que no slo se ayu-daba a pasar de una vida de pecado, cuan-do era el caso, a una vida de mayor fide-lidad al Seor, sino que eran verdaderainiciacin a la experiencia espiritual, con

    un acompaamiento ms bien de grupo,pero personalizado. Examinar la concien-cia, modos de orar, el servicio de Dioso la orientacin de toda la vida hacia elSeor.

    1.1.2. Acompaamiento de EjerciciosEspirituales

    Aunque lo descrito en el prrafo anteriorya son propiamente Ejercicios ignacianos,

    puesto que se proponen en el mismo librode los Ejercicios, con todo en un sentidoms estricto son Ejercicios los propuestosen la anotacin 20 y tambin los de laanotacin 19, cuando abarcan la expe-

    riencia del mes entero. Aqu el acompaa-miento se refiere a la ayuda para realizaruna experiencia absolutamente personalde Dios, con todas las caractersticas ex-puestas con detalle en las anotaciones delos Ejercicios, tanto las iniciales [1-20]como las esparcidas a lo largo del libro.

    Aunque las orientaciones espirituales

    de los Ejercicios son para la realizacin deesta experiencia concreta, sin embargocontienen todos los elementos del acom-paamiento espiritual que pueden aplicar-se a las distintas situaciones en que puedahallarse una persona que solicita el acom-paamiento: iniciacin a la oracin, ins-truccin sobre el modo de haberse en elcurso de una experiencia personal de Dios

    a lo largo de todo un da, propuesta depuntos para orar, indicaciones sobre eldiscernimiento de mociones y pensa-mientos, instruccin sobre el modo de ser-virse de las cosas necesarias o convenien-tes de la vida (reglas para ordenarse en elcomer), orientaciones sobre la forma cris-tiana de administrar nuestras posibilida-des de servicio o de solidaridad con los de-

    ms (reglas para distribuir limosnas), lamanera de vivir la fe eclesial (reglas parael sentido verdadero en la Iglesia), cmotomar decisiones verdaderamente evang-licas o dar forma a la propia vida o esta-do de manera cristiana. Adems tambinindican la forma de relacionarse el acom-paante y el acompaado en orden a quese realice convenientemente la experien-cia de Dios.

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    1.1.3. Acompaamiento en la formacincristiana

    La pedagoga de Ignacio, que tuvo un ex-traordinario maestro, segn nos dice l enla Autobiografa [n 27], no ignora que unapersona en 30 das no puede adquirir todala sabidura espiritual prctica necesariapara una vida de progreso en el segui-miento de Cristo y, adems, necesita unainstruccin para ir respondiendo de ma-nera concreta a las situaciones que su vi-da o estado le plantean.

    Por esto, Ignacio, no slo pensando en

    los jesuitas que se hallan en formacin,sino en cualquier persona cristiana que sehalla metida realmente en el vaivn de supropia vida, propone un acompaamientode instruccin y de formacin proporcio-nado a su situacin. Por esto, l mismopiensa que no slo hay que instruir, sinotambin repetir o recordar9.

    1.1.4. El acompaamiento en la vidamadura de seguimiento

    Lo que Ignacio piensa de los jesuitas for-mados, que sern personas espirituales,puede tambin extrapolarse a personasque viven una cierta madurez cristiana.stas se guiarn por la caridad discreta,lo cual significa que su amor lleno ya de

    discernimiento (cf. Fil 1,9-10) les ilumi-nar y conducir en las decisiones perso-nales de su propia vida.

    Sin embargo, Ignacio no elimina deltodo la necesidad de un acompaamientoconveniente: el confesor o padre espiri-tual, o el superior para el jesuita, han deser personas con quienes contrastar lo queel Espritu que nos conduce parece suge-

    rirle10.

    1.1.5. Cesa el acompaamiento?

    Uno puede preguntarse si el acompaa-miento ha de cesar o, al menos, puede ce-sar en algn momento o etapa de la vida

    espiritual. Creo que es preciso afirmar queel acompaamiento espiritual es una ne-cesidad importante en el camino de la vi-da espiritual, como exigencia de la comu-nin en la fe, como luz y apoyo en lasoscuridades, engaos y fragilidades per-sonales. Sin embargo, no parece que, se-gn Ignacio sea algo absoluto e impres-cindible en todo momento de la vida sino

    que se trata de una necesidad relativa yque tiene tendencia a disminuir con losaos en el camino de la vida espiritual11.

    1.2. Conclusin

    Partiendo de lo expuesto ms arriba, creoque en el acompaamiento, Ignacio tam-bin distingui prcticamente, un acom-

    paamiento de iniciacin espiritual, unacompaamiento propiamente mistaggi-co, un acompaamiento formativo y unacompaamiento en la vida de una perso-na cristiana adulta. Supuesto que los pri-meros tipos de acompaamiento expues-tos se refieren a distintas maneras de dary hacer ejercicios espirituales12, me cei-r en mi exposicin al acompaamiento

    formativo y al que se realiza como apoyoa una vida cristiana adulta plenamente enmarcha. Sin embargo, no har distincio-nes en un campo en el que no caben lasseparaciones casi anatmicas de una vidaque est regida por el Espritu y en la queno hay acompaados en general, sino cre-yentes concretos, situados en contextosmuy variados13. Y, como en Ejercicios

    Ignacio sostena que haba jesuitas ms

    13

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    aptos para darlos completos y otros mspreparados para dar los de primera sema-na, tambin, por lo que se refiere al acom-paamiento espiritual, hemos de suponerque un gua espiritual no est dotado ne-

    cesariamente para todo tipo de personas,ni para todas las fases de la vida espiri-tual14.

    Este ministerio o servicio apostlico,lo coloca Jernimo Nadal como el prime-

    ro y ms eficaz entre los servicios de laPalabra15. Y, de tal manera la sabidura delacompaamiento est presente en la ex-periencia de la persona que ha realizadolos Ejercicios, que dicha sabidura infor-

    ma todas sus formas de dilogo pastoral.As lo expona ya Lus de la Palma en sucomentario de los Ejercicios, cuando serefiere a los que dan ejercicios an cuan-do no los dan16.

    14

    Primer principio: la iniciativa de la vidaespiritual la tiene el Espritu Santo y la pri-maca en la vida de cada uno la tiene elamor.

    2.1. La iniciativa del Espritu

    En cuanto al papel del Espritu en la vidaespiritual, aparte de que es obvio queIgnacio le da la primaca absoluta, hay unaserie de expresiones explcitas del santosobre ello. Cuando en el proemio de lasConstituciones quiere justificar la conve-

    niencia de escribirlas, empieza poniendode relieve el carcter absoluto de la accindel Espritu: para que se realice el pro-yecto de Dios en nuestras vidas, ms queConstituciones, imprescindibles, la inte-rior ley de la caridad y amor que elEspritu santo escribe e imprime en los co-razones ha de ayudar para ello17.

    En otro momento en que habla de las

    orientaciones que se han de proponer a losjesuitas que estn en formacin para que

    aprendan el modo de una relacin apost-lica con las personas tan variadas conquienes debern encontrarse y tratar, creeque es muy importante la prudencia que

    Dios nuestro Seor comunica a los que enla divina Majestad confan e incluso sir-ven algunos avisos, pero esta sabiduraprctica de las relaciones y comporta-miento apostlico, sola la uncin delEspritu Santo pueda ensearlo18.

    Y, cuando un cristiano ha de someter-se a algunas determinaciones u orienta-ciones eclesiales, lo hace porque por el

    mismo Espritu Seor nuestro, que dio losdiez Mandamientos es regida y goberna-da nuestra santa madre Iglesia19.

    Por tanto, aunque Ignacio distingueclaramente la actitud que ha de tener elacompaante espiritual en Ejercicios ofuera de ellos, ya que en esta circunstan-cia puede dar algunos consejos que ha deevitar durante los Ejercicios20, siempre ha

    de ser de modo que, como l mismo prac-ticaba, al decir de Jernimo Nadal, no se

    2. ACOMPAAMIENTO ESPIRITUAL IGNACIANO

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    anticipe al Espritu, sino que lo siga21. Deaqu, que la primera cualidad de la perso-na que realiza el acompaamiento es quesea verdaderamente espiritual, es decir,que en su vida haya experimentado y dis-

    cernido la accin del Espritu y haya ad-quirido un cierto grado de connaturalidadcon su accin. Esta cualidad o exigenciaes repetida por todos los tratadistas delacompaamiento espiritual.

    2.1.1. El Espritu llena el universo

    Conviene con todo dejar bien claro que la

    accin del Espritu no se cie al campo dela experiencia exclusivamente interior o almundo o sector de determinadas accionesque solemos llamar espirituales, porqueel Espritu que llena el universo (segnrecitamos en la antigua liturgia) no se cie-rra a determinados mbitos en su accin,sino que la extiende a lo corporal y a lomaterial, a lo individual y a lo comunita-

    rio, a lo eclesial y a lo social y poltico.Esto es ms importante hoy, ya que la vi-da cristiana est inmersa en una red in-mensa de situaciones y relaciones y enuna sociedad especialmente secular, en lacual, sin embargo, el Espritu de Dios noest ausente.

    Recordemos como defina PedroArrupe a la persona espiritual: Este es el

    homo spiritualis que, porque es capaz deamor, incluso a los enemigos en este mun-do malo, es tambin capaz de transformarel mundo; y, porque tiene el carisma deldiscernimiento, es capaz de descubrir y desumarse activamente al dinamismo msprofundo y eficaz de la historia, aquel quela empuja hacia la construccin, ya ini-ciada, del Reino de Dios22.

    Por esto, una de las caractersticas con-temporneas ms destacadas del acom-

    paamiento espiritual, el acento tal vezms importante es la integracin de to-das las dimensiones de la existencia enuna autntica vida segn el Espritu y, eneste punto, la espiritualidad ignaciana ha

    tenido un influjo decisivo23.

    2.1.2. Algunas consecuencias prcticas

    Ayudar a la persona acompaada aescuchar y descifrar las mociones osentimientos espirituales. Evitar con-vertir el acompaamiento en consejomoral.

    No dar respuestas a los problemas ocuestiones, sino ofrecer recursos parala tarea personal de la persona acom-paada.

    Ir al fondo de lo que se dice, captarel significado de palabras y reaccio-nes.

    2.2. El amor informa la vidaespiritual

    En cuanto a la primaca del amor es cosatambin obvia, pero no siempre tenida encuenta en la prctica del acompaamien-to. Demasiado a menudo se calibra la vi-da espiritual por la cualidad de los actosrealizados (oracin, sacramentos, piedad)o por los sentimientos espirituales de con-solacin o desolacin.

    Es, pues, el amor el que determina lacalidad de lo que hacemos y convierte enespiritual cualquiera de nuestras activida-des. Esto es sabido, pero en la prctica seolvida cuando la persona acompaanteinsiste en la prctica de la oracin y notanto en la purificacin del corazn o

    cuando valora en exceso la consolacinespiritual e ignora en la prctica la rique-15

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    za espiritual que conlleva un prolongadotiempo tranquilo o incluso la desolacin siuno sabe no solamente sentirla, sino co-nocerla y reaccionar adecuadamente24.

    Todo el proceso de los Ejercicios, que

    consiste en liberar el amor que nos habitapor el Espritu derramado en nuestros co-razones (cf. Rm 5,5), es un itinerario es-piritual, una larga experiencia, para quenos mueva el amor que desciende dearriba del amor de Dios25. Al final de lalarga experiencia, el ejercitante puede sa-lir con la disposicin de vivirlo todo en elamor: en todo amar y servir a su divina

    majestad26.Todo lo que precede no pretende decir

    cmo en cada caso concreto se ha de com-portar el acompaante y mucho menosqu tipo de palabras ha de transmitir a lapersona acompaada. Lo que pretendo esdestacar cul ha de ser el horizonte y elimplcito que ha de tener la persona queacompaa y desde el cual ha de ir preci-

    sando las concreciones, a menudo muysencillas, que en ningn modo han de serde un pragmatismo de bajos vuelos, pocoacordes con la sabidura evanglica. Y, encualquier caso, dado que el acompaa-miento espiritual no es una profesin odestreza puramente humana, es obvio queel acompaante ha de ser persona de unaseria experiencia espiritual. La cualidad

    del padre espiritual, tal como se concebaen los primeros siglos del cristianismo,como he recordado ms arriba con Spid-lik, indica cmo ha ser el verdadero o ver-dadera acompaante.

    2.2.1. El acompaamiento, experienciade amor

    Aunque no entro en la forma de realizarel acompaamiento, s que conviene po-

    ner de relieve que, de acuerdo con lo queprecede, el Espritu y el amor dirigen lavida espiritual, por tanto el ejercicio delacompaamiento ha de ser ejercicio deamor. El conocido presupuesto de los

    Ejercicios [22], ya deja bien asentado c-mo la relacin de la persona que acompa-a y la acompaada han de regirsepor el amor, que es transparencia y con-fianza.

    Esta relacin amorosa, no slo tendrsu origen en un impulso de afecto hacia lapersona acompaada, sino que guiar alacompaante para buscar lo mejor, po-

    niendo todo el esfuerzo requerido paraello, y le acompaar tambin con la ora-cin, ya que se trata de una experienciapropiamente espiritual y no simplementeprofesional. C. J. Jung, en una confe-rencia de pastoral, destacaba la importan-cia que tiene en la relacin pastoral elamor, la comprensin y la empata. Y P.van Breemen, en lnea con el pensamien-to de Jung, dice que el acompaamien-to debe transmitir algo del amor deDios27.

    Las palabras con que Pablo VI descri-bi la naturaleza del dilogo, expresanbien la relacin de amor que ha de infor-mar el dilogo del acompaamiento: Da-remos a este impulso interior de caridad

    que tiende a hacerse don exterior de cari-dad, el nombre ya comn de dilogo28.

    2.2.2. Algunas consecuencias prcticas

    Poner el acento de la vida espiritualen la vida teologal.

    Centrar la oracin en la relacin deamor, no tanto en la reflexin o en la

    revisin de vida, teniendo en cuentaque el amor es siempre prctico.16

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    El amor teologal une el amor a Diosy a los hermanos. Los amamos con elmismo amor... Esto debe vivirse en larelacin entre acompaante y per-

    sona acompaada, pero tambin entodo tipo de relaciones humanas,en el apostolado, en la accin social,etc.

    17

    Expuesta ya la importancia capital del

    Espritu como verdadero conductor de lavida de la persona acompaada y del amorcomo alma de la vida espiritual, pasemosahora a examinar los rasgos ms funda-mentales de la tarea espiritual que todoacompaante ha de tener muy en cuenta.

    3.1. La intencin recta

    El Principio y Fundamento de los Ejerci-cios sigue siendo el principio y funda-mento de la vida cristiana de cada da, por-que hay que mantener habitualmente laorientacin hacia Dios de la propia voca-cin. Esto es fuente de paz profunda,puesto que uno no ha de andar mirando aderecha y a izquierda pensando que otraforma de vida es mejor. Cada uno ha devivir la fidelidad a Dios en la fidelidad asu propia vocacin o el estado de su vi-da. De aqu la importancia de una elec-cin de vida bien realizada, que ser la ga-ranta de una vida bien orientada hacia elreino de Dios y fuente de paz y gozo pro-fundos. La estabilidad en su propio esta-do es algo que Ignacio valora sumamente

    y no permitir que un jesuita pase a otraorden o al revs no admitir en la Compa-

    a persona que haya entrado en otra or-

    den religiosa, siempre dentro de una nor-ma general que deja la puerta abierta a lasposibles excepciones.

    Pero la intencin recta se ha de teneren todas cosas particulares29. Todas lasintenciones, acciones y operaciones,segn los Ejercicios. Aqu se halla un pun-to de gran importancia ya que uno puedevivir con toda fidelidad dentro de su vo-

    cacin y estado propio, pero puede des-viarse de lo que es la voluntad de Dios enlo ms concreto y particular de las opcio-nes distintas, de las orientaciones de la vi-da privada o de la accin profesional,apostlica o eclesial.

    As Ignacio aconsejar a Pedro Conta-rini, cuya orientacin de fondo de su vidaparece la correcta, que oriente sus bieneshacia el servicio divino: A vos en espe-cial conviene considerar que, si algn bienhabis, por ninguno seis cogido, por na-da temporal posedo, dirigiendo todas lascosas, para servicio de quien las habis.Porque del que no puede emplearse porentero en lo nico que es necesario, pro-pio es poner todo su ser en tener bien or-

    denadas aquellas muchas cosas varias enque se ocupa30.

    3. LAS CLAVES DE UNA VIDA ESPIRITUAL

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    Insiste tambin en la importancia de larecta intencin al referirse a los estudian-tes que se hallan preparndose para elapostolado: Cuando el estudio es pura-mente ordenado al divino servicio, es har-

    ta buena oracin31. Y, por comisin desan Ignacio, el secretario Polanco escribeen el mismo sentido: Cuanto a la inten-cin, todos la querra tuviesen muy rectade buscar la gloria de Dios en su nima ycuerpo y operaciones todas32.

    Se trata, pues, de una orientacin detoda la vida, en todas sus dimensiones y

    no slo de modo general, hacia Dios y suReino. Esta direccin total no es sola-mente una voluntad, sino una cierta uninde voluntades, una verdadera experienciaespiritual. Baste recordar la peticin tan-tas veces repetida al final de sus cartas deque Dios conceda, a l y a quienes les es-cribe, el conocimiento y realizacin de lavoluntad de Dios.

    3.1.1. Algunas consecuencias prcticas

    No basta una intencin general so-bre el proyecto de vida o la vocacin,hay que orientar a Dios y a su reina-do todas las intenciones acciones yoperaciones en lo particular de la vi-da personal y en todas sus dimensio-

    nes. En el cumplimiento de la misinpropia hay que atender a lo concretode prioridades, criterios con los cualesse discierne y acta, etc.

    Valorar la unidad de vida que se ma-nifiesta en la paz de fondo, en la ar-mona que reina en las distintas di-mensiones de la vida y en las diversasactividades.

    3.2. Buscar y amar a Dios en todo

    Si la intencin recta es la prolongacin enla vida del Principio y Fundamento de losEjercicios Espirituales, el buscar y amar aDios es la permanencia del fruto de losmismos Ejercicios que cristaliza en lacontemplacin para alcanzar amor. Estacontemplacin corona el proceso de losEjercicios iniciado de modo ya embriona-rio en el Principio y Fundamento y ste, asu vez, pone la base del itinerario que cul-mina en la Contemplacin para alcanzaramor. Por esto en la vida ordinaria de unapersona espiritual la actualizacin delPrincipio y Fundamento mantiene conti-nuamente la orientacin de la vida enterahacia Dios, con el cual se relaciona segnel espritu de la Contemplacin para al-canzar amor con un amor servicial, que amenudo tiene sus resonancias en el cora-zn de quien as vive.

    La bsqueda de Dios en la tradicin

    bblica tiene muchas expresiones, perouna de las ms caractersticas es el cono-cimiento de su voluntad y la adhesin cor-dial efectiva a ella. Por otro lado, cuandolos primeros cristianos, una vez despare-cido Jess de la vida terrena, se pregunta-ban cmo seguir manteniendo una rela-cin con el Seor, cmo seguir amndole,la respuesta la hallaron en las palabras deJess: permaneceris en mi amor si guar-dis mis mandamientos como yo guar-do los mandamientos de mi Padre y per-manezco en su amor (Jn 15,10). Portanto, la intencin recta, actualizada en losinnumerables actos que comporta, lleva ala experiencia del amor de Dios en la vi-da: buscarle y amarle. Y sta es una for-ma integradora de amar: a l en todas y atodas en l As Ignacio consigue, en unesfuerzo de expresin asinttico, formular

    18

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    lo que sera caracterstico de esta expe-riencia de Dios en la misma vida: un amora Dios encarnado y un amor a lo terrenotrascendido.

    Una feliz expresin de lo mismo la ha-

    llamos en el jesuita mstico contempor-neo, Egied van Broeckhoven, cuando la-menta nuestros espiritualismos hueros ynuestros encarnacionismos alicortos:

    Si nos atreviramos a ver verdadera-mente lo divino en la eflorescencia delo humano, amaramos a los hombres,a nuestros amigos, nuestro trabajo, elarte, etc., con un mpetu divino, y aDios con una espontaneidad humana.Pero nos detenemos continuamente ennuestro amor de lo humano por el pre-texto del amor a Dios, y en nuestroamor a Dios por el pretexto del amora los hombres33.

    En el fondo de esta experiencia debuscar y hallar a Dios en todo est la rup-

    tura de la separacin entre lo sagrado y loprofano, fruto de la resurreccin Jess,que es un s a nuestro mundo y a la vi-da. Como lo anunci Jess, los verdade-ros adoradores no han de recurrir ni a unmonte determinado ni encerrase necesa-riamente en un templo, sino que guiadospor la palabra y la vida de Jess ilumina-da e interpretada por el Espritu, que nos

    conduce a la verdad completa, pueden en-contrar y amar a Dios en todas las cosas,aun con el riesgo que supone a veces la in-sercin en las realidades sociales cargadasde ambigedades.

    Ignacio era fiel a esta concepcinmundana del cristianismo, y de ah el con-sejo de hallar a Dios en las cosas ms co-rrientes de la vida: el conversar con al-

    guno, andar, ver, gustar, or, entender, y entodo lo que hiciremos34.

    Esta orientacin de la vida entera en elamor a Dios informa las horas de cada day, aunque esta relacin con Dios no siem-pre tendr el mismo componente afectivode una relacin con una persona cercana

    y visible, con todo no deja de ser muy re-al, como Jess lo dej asentado. Comoel Padre me ama, yo os he amado. Perma-neced en mi amor. Quien me ama guardalos mandamientos (Jn 15,9-10). En efec-to, esta fidelidad en lo cotidiano a la vo-luntad de Dios en lo propio de la vida decada uno es una forma de unin con l.Pero puede decirse algo ms, cuando se da

    un cierto grado de conciencia de esta co-munin con l, una conciencia que no re-quiere una reflexin suplementaria, sinouna percepcin sencilla de alguna presen-cia o de algn sentimiento que acompaala fe operante de las obras. Ignacio dirque a veces con una breve oracin estapresencia y compaa se har ms senti-da35. Como sostiene Henri Sanson, hay unencuentro con Dios que dimana ms biende la experiencia de la fe y es ms cog-noscitivo y se da en la oracin, y otro en-cuentro con Dios que dimana de la expe-riencia del amor y es ms afectivo y se daen la accin36.

    En el acompaamiento es pues im-prescindible dirigir la atencin de la per-

    sona acompaada a la oracin y a la vidainterior, pero sin limitarla a los actos deplegaria, sino a la manera de vivir todaslas dimensiones de la vida. Porque la vi-da espiritual, en fidelidad a esta concep-cin ignaciana, segn la CG 31 de laCompaa de Jess, tiene un carcter in-tegrador de toda la realidad: Esta vida[espiritual] abarca a todo el hombre y a to-

    das sus actividades, por las que el hombrecomo cristiano corresponde a todas las19

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    mociones de Dios. No consiste en los so-los actos de piedad, antes debe informary dirigir toda nuestra vida individual ycomunitaria, a la vez que todas nuestrasrelaciones para con las dems personas y

    realidades37.

    3.2.1. Algunas consecuencias prcticas

    No se halla a Dios simplemente conla intencin, sino que se requieren ac-titudes personales.

    No todas las cosas son mediadorasdel encuentro con Dios de la misma

    manera, sino que se supone un discer-nimiento y una eleccin entre ellas.

    Sin embargo, todas las cosas puedenser mediadoras y por tanto hay que su-perar el espiritualismo.

    3.3. Una prctica imprescindible: elexamen o la oracin sobre la vida

    La oracin, aunque sea breve, es siemprenecesaria y fecunda y, por tanto, Ignaciola supone: dando el tiempo que las cons-tituciones piden a la oracin, dir l mis-mo38. Y, Polanco, fiel intrprete del santo,explicar cmo para la persona que buscaa Dios en todas las cosas, causar estebuen ejercicio disponindonos grandes vi-sitaciones del Seor, aunque sea en unabreve oracin39. Sin embargo Nadal afir-ma, con expresin paradjica y muy ig-naciana, que hay que hallar la oracin sinque dependa de la oracin o sentimientosprecedentes40.

    Sin embargo, despus de lo que pre-cede se comprende mejor la insistencia deIgnacio, en su vida y en la espiritualidadque ensea, en la importancia del examen,porque es el ejercicio de la lucidez, de

    andar despiertos. Sin este ejercicio coti-diano, que puede practicarse en lugares yde formas variadas, el ideal del encuentrocon Dios en la vida resulta prcticamenteimposible. En el examen tiene una priori-

    dad total la mirada de fe y acogida cari-osa de la propia vida, que es el primerpunto propuesto por Ignacio. Desde la fe,todo lo que hacemos y recibimos es per-cibido como diafana de Dios que estpresente en nuestras vidas y en todas suscircunstancias. Reconocerlo o agradecer-lo es una invitacin al amor, en el cual es-tamos siempre en deuda (cf. Rm 13,8). Lo

    que dice Ignacio a propsito de la vida co-mo respuesta amorosa, a l en todasamando y a todas en l, se revela y se ac-tiva en el examen. Ahora bien, en ste, noslo se percibe la llamada a la conversincontinua, sino que se sienten las mocionesy pensamientos que son la base del dis-cernimiento. Por tanto, hablar de examenes hablar de discernimiento.

    Sin el discernimiento, el encuentrocon Dios es imposible, ya que no se tratasimplemente de buscarle, sino de buscar-le donde, como y cuando l nos sale alencuentro, puesto que es Dios quien tieneen todo momento la iniciativa de venir anosotros. Por esto, para Ignacio, el distin-tivo de la persona espiritual es que saberegirse por la discreta caridad, es decirpor un amor que muestra su madurez enel discernimiento (cf. Fil 1,8-10). Ni todaslas cosas indistintamente conducen aDios, ni cualquier manera de relacionar-me con ellas es ya de por s una forma deencuentro con l. Nuevamente aparece laimportancia de la atencin a todas cosasparticulares41.

    La persona que acompaa debe, pues,prestar especial atencin a que la persona

    20

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    acompaada no slo haga el examen, si-no sobre todo a cmo lo realiza. Adems,el examen ser comnmente lo que ofre-cer la materia de la comunicacin en elacompaamiento. El dominio de las re-

    glas de discernimiento de primera y de se-gunda semana de Ejercicios es necesario,porque incluso las de primera semana re-sultan de aplicacin frecuente dadas lasalternancias de la vida espiritual. Sin em-bargo, en la vida espiritual de las perso-nas espirituales tienen una especial rele-vancia las de segunda semana, puesto quecon mayor discrecin, ayudan a un ma-

    yor afinamiento espiritual, a un progresoregular en la habitual monotona de la vi-da corriente. En concreto, estas reglas sonun excelente recurso para descubrir laautenticidad y hondura de los sentimien-tos y pensamientos que se experimentan,no slo en la oracin, y a estar atentos ala evolucin de los pensamientos y pasosque la persona da en la vida personal oen el apostolado. Para este discernimien-to conviene saber descubrir las distintasformas que revisten los sentimientos es-pirituales de consolacin y desolacin enmedio de la vida. (Puede verse el Apn-dice).

    3.3.1. Algunas consecuencias prcticas

    Ayudar a la prctica diaria del exa-men, base de la comunicacin en elacompaamiento.

    Insistir en el punto de partida delexamen: accin de gracias, experien-cia de reconciliacin con Dios y con-sigo mismo.

    En el examen, no orillar lo anecd-tico de cada da, pero situarlo en pers-pectiva de fe (la presencia amorosa de

    Dios, el significado de los hechos, lasllamadas que van emergiendo).

    3.4. Pensar como Dios, no como

    los hombres (cf. Mc 8, 33)Ahora bien, la forma de vivir que Ignaciopropone viene condicionada por esta acti-tud: Apartando, cuanto es posible, de sel amor de todas las criaturas, por poner-le en el Criador dellas, a l todas amandoy a todas en l42. Con esta formulacinse indica una tarea espiritual, que no con-siste, obviamente, en dejar de amar, (quabsurdo cristiano sera esto!), sino enavanzar hacia aquella sntesis viva o inte-gracin que caracteriza la vida cristianainjertada en el Resucitado. Es cierto, sinembargo, que se nos propone un trabajo,un esfuerzo. Siempre con la conciencia deque la asctica en el cristianismo sigue ala mstica, ya que slo se vende todo yse compra el campo, cuando se ha vividola alegra del encuentro. Pero, habidacuenta de esto se puede afirmar que elesfuerzo por liberar de afecciones desor-denadas es caracterstico del acompaa-miento espiritual jesutico43.

    En qu consiste esta tarea? Ignacio loexpresa de formas muy distintas que aa-den matices, pero que siempre encierran

    un contenido positivo.

    3.4.1. Un xodo

    Salir del propio amor, querer e inters44.Es el xodo de la tierra de la esclavitud ha-cia la tierra de la libertad. Liberarse de unamor frgil y contaminado para que do-mine en el corazn el amor verdadero, lafuente misma del amor. Liberarse deaquellos criterios y deseos que no son los

    21

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    de Dios, sino los de los hombres. Buscarlos intereses del Reino de Dios.

    3.4.2. Una seduccin

    Que aquel amor que me mueve y me ha-ce elegir la tal cosa, descienda de arribadel amor de Dios45. Es la tarea de liberarel corazn de toda atadura de abajo (Cf.Col 3,1-2) para que sea movido por elAmor que ha sido derramado desde lo al-to en nuestros corazones.

    3.4.3. Un combate interior

    Mortificacin de voluntades y juicios, se-gn la doctrina repetida por Ignacio46. Esla lucha a muerte contra todo lo que en ca-da uno obstaculiza el imperio de los valo-res evanglicos en el propio corazn demodo que as la voluntad se adhiera a ellos.

    3.4.4. Integracin

    Apartar el amor de las criaturas y poner-lo en el criador de ellas, a l todas aman-do y a todas en l. En esta aparente con-tradiccin o afirmacin dialctica se hallala sntesis del amor cristiano, un amor teo-logal con el cual se ama a Dios y a los her-

    manos y hermanas y a todas las cosasorientadas al amor.

    Por tanto, la abnegacin es el reversodel amor, que nos ha sido dado por elEspritu que nos habita, pero que o bien

    est amordazado por el egosmo, o despa-rramado por un corazn derramado al ex-terior, o contagiado por el mundo y nece-sitado de depuracin. La abnegacin es elcombate de la vida y si tiene una conno-tacin negativa en su expresin, su reali-dad es tan poco negativa como lo son pa-labras del estilo de depurar, expurgar,desinfectar, etc.

    3.4.5. Algunas consecuencias prcticas

    Liberar el amor que ya nos habitaVivir la abnegacin desde la expe-riencia del amor.

    Centrar la abnegacin en los crite-rios y en la voluntad: pensar comoDios y no contentarse con decir Se-

    or, Seor!. Un test de la abnegacin cristiana:que sea fuente de armona interior y depaz profunda y que disponga paraunas relaciones humanas sanas, ma-duras.

    22

    4. ALGUNAS ORIENTACIONES CONCRETAS

    4.1. La vida no es homognea

    El acompaamiento ha de tener en cuen-ta que la persona acompaada no se halla

    ya definitivamente instalada en un cami-no regular y estable de seguimiento y de

    fidelidad. Es decir, ha de prever que en lavida espiritual no es raro que haya alter-nancias de ascenso y descenso. Por esto

    Ignacio, cuando presupone que un jesui-ta, o una persona formada, es persona es-

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    piritual, tambin aade que conviene quesu superior o su confesor, acompaantediramos ahora, estn al cabo de su orien-tacin personal de la vida interior y deotras opciones personales47. Lo mismo,

    cuando aconseja buscar a Dios en la vidams que dar mucho tiempo a la oracin,tambin aade no hubiendo necesidadespecial por tentaciones, como dije, mo-lestas o peligrosas.

    4.2. La oracin

    Para la espiritualidad ignaciana la oracin

    es de suma importancia, en los EjerciciosEspirituales y fuera de ellos. Pero es de to-do punto necesario insistir en el carcterteologal de la oracin que, por tanto, arrai-ga en el corazn. De aqu deriva la nece-sidad de la abnegacin que es purificaciny oblacin del ser, abnegacin de inteli-gencia y voluntad, como se ha visto ya.Una consecuencia de esta mistagoga de

    la oracin es que no se valora tanto eltiempo dado a ella, cuanto la disposicindel corazn. Aunque tambin es cierto quela actitud teologal, una relacin amorosaprofunda con Dios, lleva naturalmente abuscar tiempos de oracin, como lo mues-tra la misma experiencia de Ignacio, deFabro, de Javier, entre otros muchos. Otracaracterstica, importante para mujeres y

    hombres de hoy, es la gran flexibilidad encomprender las formas de oracin. EnIgnacio vemos recomendada la oracin decontemplacin, la misa y comunin, la li-turgia de las horas, breves elevaciones delcorazn a Dios, etc.

    4.3. El fervor y la discrecin

    La mistagoga de los Ejercicios Espiritua-les, traduccin de la misma experiencia de

    Ignacio, conduce a la persona que pideacompaamiento a la tensin crecientehacia la perfeccin en el seguimiento eimitacin de Cristo: oblaciones de ma-yor estima y momento, ms amarle y

    seguirle, tercera manera de humildad.Pero Ignacio, gran gua en la senda de laentrega generosa al Seor, es tambinmaestro de la discrecin, entendida comoel justo medio, dado que a l mismo lecost largo tiempo aprenderla. Sabemosque yendo hacia Montserrat todava no te-na discrecin para moderar las virtudes y,por esto, a pesar de su gran fervor por po-

    co se la a sablazos con un moro. Una vezya al frente de la Compaa tiene que ha-brselas con los desvos del fervor de losestudiantes de Portugal y con la desme-sura contemplativa de los jesuitas deGanda. Por esto, por lo que se refiere amortificaciones corporales, que puedendebilitar la persona y desviar de lo msimportante, como el deber del estudio o

    del apostolado, es muy precavido: Ycuanto a stas, parece que no solamenteno da espuelas, pero aun tiene el freno48.

    4.4. Instruir

    La persona que hace acompaamiento es-piritual no ha de interferir en la intimidadde la persona acompaada y ha de permi-

    tir que el creador se comunique inmedia-tamente a la criatura. Pero, aparte de la po-sibilidad, fuera de Ejercicios, de darconsejos, no de presionar, como indica laanotacin 15, Ignacio piensa que hay queinstruir sobre la manera de comportarse,cosa que ya se hace en los mismosEjercicios Espirituales. Con todo, en la vi-da corriente es ms necesario instruir, da-

    da la gran variedad de situaciones en quese halla cada persona y la cantidad de cir-23

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    cunstancias inditas que suelen presentar-se. En este caso, es patente que se suponeen la persona que acompaa no slo ex-periencia espiritual, sino unos conoci-mientos humanos, psicolgicos y teolgi-

    cos y una sabidura para saber proponersin condicionar.

    Por tanto, cada acompaante ha de serconsciente de si peca por dejar que las co-sas vayan por s solas por miedo al inter-vencionismo o directivismo o, al revs, sipeca por directivismo (con la aparienciade bien de creerse slo acompaante). Y,en este punto, tiene importancia la forma-

    cin permanente propiamente tal, es decirla reflexin sobre lo vivido y la informa-cin para enriquecer los recursos perso-nales.

    4.5. Algunos engaos corrientes

    Atravs de las orientaciones ignacianas sevan manifestando algunos de los engaoscon apariencia de bien ms corrientes enla vida espiritual. De aqu la importanciacapital de la exagoreusis, tan ponderadapor los padres y madres del desierto, o seala manifestacin de los pensamientos (lo-gismoi), que exige en primer lugar latransparencia ante Dios del mismo acom-paante49. Amodo de ejemplo enumero al-gunos de estos engaos ms corrientes.

    4.5.1. Guiarse por la corteza de loshechos

    Valorar lo espiritual por la cualidad de de-terminados actos, por ejemplo la oracin,y no por el amor y la gracia que los hande animar. Ya han aparecido algunos ca-sos en los que esto aparece con claridad:

    los que se refugian en hacer oracin en vezde buscar a Dios en todas las cosas, como

    en el uso del dinero, en las relaciones fa-miliares o laborales, en el compromiso so-cial o poltico, en la tica profesional, etc.

    4.5.2. Cuantificar la oracin

    Valorar la oracin por el tiempo dedicadoa ella ms que por la actitud de abnega-cin. Recordemos el clsico episodio conNadal que dudaba de poner ms oracin alos jesuitas de Espaa. Despus de la res-puesta de Ignacio de que lo que importaes la abnegacin, le dice que una personamortificada saca ms fruto de la oracin

    en un cuarto de hora que una persona noabnegada con mucho tiempo de oracin50.

    4.5.3. Todo es oracin

    Con todo, en el extremo contrario, cabe elengao de refugiarse en el compromiso dela accin para eludir la oracin o el del t-pico la accin es oracin. Pedro Casal-dliga se define con contundencia en este

    punto: La accin es accin, no es ora-cin. La liberacin es la liberacin, y laoracin es la oracin Es cierto que to-da accin cristiana realizada en la fe, enestado de oracin, es en algn sentidouna vivencia de oracin; pero no es equi-parable a la oracin misma. La caridad esla caridad, el servicio es el servicio, y laoracin es la oracin51. Convendr, pues,huir del engao de refugiarse en la accincomo excusa cuando se ha perdido la fi-delidad a la oracin.

    4.5.4. Sobrevalorar lo sensible en laexperiencia espiritual

    La excesiva valoracin de lo sensible, delsentimiento, de las lgrimas, de las con-

    solaciones sensibles, del efecto visible dela tarea espiritual o del apostolado, etc. La24

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    experiencia espiritual slida se funda en lavida teologal, y las lgrimas o consola-ciones han de recibirse con gratitud, perosin poner en ellas el peso. Por tanto, lo quehay que valorar y fomentar son las ver-

    daderas virtudes y slidas, agora sea conmuchas visitaciones espirituales, agoracon menos, procurando andar adelante enla va del divino servicio52. Adems, elapostolado y el progreso del Reino no sonsiempre verificables de manera sensible operceptible.

    4.5.5. La seduccin de los mitos

    Como en tiempo de Ignacio, tambin hoyse corre el riesgo de ponderar acrtica-mente y en exceso modas (personas, co-rrientes de pensamiento, actividades, he-chos espectaculares, etc.) en la Iglesia yde dejarse arrastrar por su impulso. Sobreesto ya habla Ignacio en la regla 12 parael sentido de Iglesia y Polanco se extien-

    de ampliamente en el tema, al escribir porcomisin del santo a Francisco de Borjasobre las exageraciones de algunos jesui-tas de Ganda53.

    4.5.6. La alienacin de lo abstracto yuniversal

    Dios es concreto y, a menudo, se corre elriesgo de moverse en el terreno abstractoo universal de los principios sin conside-rar las circunstancias muy particulares delas personas, que es el lugar donde Diosnos sale al encuentro. Ya en su relato au-tobiogrfico, cuando Ignacio confiesa queera una alma ciega, lo explica diciendo

    que no tena atencin a las circunstan-cias54. Por esto vemos, cmo el santo, a lahora de instruir en la direccin espirituales muy consciente del estadio de la vidaespiritual, incipiente y proficiente, en que

    se halla cada persona.

    4.5.7. No prestar atencin al propiolugar social

    La mirada a la realidad ha de ser lo msobjetiva posible. Un error acerca delmundo redunda en error acerca deDios55. Sin embargo la mirada al mundo

    siempre est condicionada por el lugardesde donde se la contempla: el ambien-te, las ideas, la formacin, la situacin so-cial o familiar, etc. De aqu la importan-cia en el discernimiento de superar dichoscondicionamientos, empezando por lasospecha sobre la propia objetividad.Desde luego, la oracin para implorar uncorazn limpio es ya un buen medio.

    Pero, hay que recurrir a otros medioscomo el dilogo abierto con personas deotras ideas o culturas, la insercin en elmundo de la pobreza real, experienciaspersonales de colaboracin en accionessociales, vivir algn modode pobreza como ayuda al conocimientode la realidad real de los pobres, que sonla mayora la humanidad. En nuestra so-ciedad hemos de tomar conciencia deque el mundo es todo lo que no es elprimer mundo, la inmensa mayora de lahumanidad. En cualquier caso no olvidarla advertencia machadiana de escuchar anuestro complementario que es nuestrocontrario.

    25

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    Dos caminos de la alegra aparecen en lamistagoga ignaciana: por un lado, la con-templacin e identificacin plena con el

    gozo del Resucitado y, por otro lado, elfervor. Respecto de lo primero, en losEjercicios Espirituales, en el clima de laexperiencia de alegra y gozo del Resu-citado, el ejercitante es invitado a buscarcosas motivas a placer, alegra y gozo es-piritual57. Todo el itinerario de los Ejer-cicios es una experiencia integradora detodo el ser y, por tanto, el placer y la ale-

    gra espirituales no son meramente inte-riores o espirituales, en el sentido de queno entre en ellos la sensibilidad y otras di-mensiones de la persona. Por esto, antesde la cuarta semana, cuando las peniten-cias ya no forman parte del ejercicio, seprocurar la temperancia y todo medio,despus de haber precedido ya las orien-taciones para ordenarse, no abnegarse, en

    el comer. Por tanto, para Ignacio, una l-nea de la vida espiritual es la bsqueda del

    placer en la identificacin con un Cristohumano y amante de la vida.

    La otra pista ignaciana hacia el placer

    espiritual humano, es la del fervor58.Fervor es palabra exhumada de la tra-dicin ignaciana por el P. Arrupe, muy en-cariado con ella. Y este fervor es paraIgnacio otra de las vas que llevan a la ver-dadera alegra: en esta vida sentiris elprovecho del fervor santo, no slo en laperfeccin de vuestras nimas, pero aunen el contentamiento de la presente vida,ya que se consigue obrar el bien fcil yalegremente59. Una tarea de especial im-portancia en el acompaamiento es, pues,la de guiar a la persona acompaada paraque encuentre, en su camino personal y enla fidelidad mantenida, la fuente de un go-zo profundo. Es una tarea y un reto en unasociedad muy marcada por el ansia de fe-

    licidad y tambin en buena parte por el he-donismo.26

    3. CONCLUSIN

    Todo esto os lo he dicho para que mi alegra est en vosotros y vuestraalegra sea completa (Jn 15,11). El evangelio es un mensaje de gozo y elacompaamiento espiritual en la escuela de Ignacio ha de ayudar a la per-sona acompaada a profundizar en la fuente del verdadero gozo. Estegozo es la cumbre de los Ejercicios espirituales y es algo inherente a laexperiencia cristiana madura. El Seor quiere que en gozo en l vivis,le dice Ignacio a Ins Pascual56.

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    Significado de las consolaciones ydesolaciones

    Las lgrimas de san Agustn por sus pe-

    cados y por haber conocido demasiadotarde el amor de Cristo, las lgrimas deTeresa de Jess en la contemplacin de losdolores de Jess en su pasin, las lgrimasde Iigo cuando, bajando de Montserrat,ve que maltratan a un pobre, son verda-dera consolacin espiritual, ya que expre-san unos sentimientos profundamentecristianos y ayudan a quien los experi-

    menta a arraigarse ms en la direccin deuna vida evanglica, a seguir mejor aCristo61. Paralelamente, la llamada deso-lacin no es siempre un sentimiento amar-go o doloroso. A menudo puede ser elbienestar de la atona, de la insensibilidadante el dolor ajeno, de un dolce far nien-te en la vida. Lo que la define es sobre to-do su tendencia a llevarnos en direccincontraria a la del evangelio62.

    Tambin conviene destacar que laconsolacin o la desolacin no indican undeterminado nivel, ms alto o ms bajo,de vida espiritual, ya que a veces se ex-perimenta la desolacin en etapas de granmadurez cristiana, como lo muestran lahistoria de santos como Teresa del NioJess o la Madre Teresa de Calcuta, ator-mentadas duramente en su fe en los lti-mos tiempos de su vida.

    Consolaciones y desolaciones enmedio de la vida

    Conviene hacer una traduccin de los dis-tintos sentimientos o mociones espiritua-les a circunstancias de la vida ordinaria,sin limitarnos a los de la interioridad, co-mo suele hacerse. Veamos algunos ejem-plos de consolacin a ttulo indicativo:

    Vivir con una cierta connaturalidadla fe y la familiaridad con Dios en

    27

    APNDICE60

    Cuando en lenguaje espiritual clsico se habla de consolacin se conside-ra tambin las lgrimas de dolor, por los pecados, por la pasin de Cristo opor alguna accin cristiana. Cuando Jess derramaba lgrimas ante elsepulcro de Lzaro o se le removan las entraas ante la miseria e injusti-cia que sufra la gente, experimentaba algo muy positivo.

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    medio de los quehaceres diarios(familia, profesin, descanso, etc.).

    Experimentar unidad en los distin-tos momentos del da: pasar con faci-lidad de la oracin al trabajo, de lavida individual a la comunitaria, de loeclesial a lo social, etc.

    Sentir dolor profundo por la exclu-sin y la injusticia que padecen lospobres.

    Vivir con sentido teologal las distin-tas dimensiones de la existencia per-sonal: ver las cosas desde la fe, espe-

    rar en medio de la desesperanzaambiental, amor cada vez ms gratui-to y desinteresado y sin acepcin depersonas.

    Hallarse habitualmente con una ale-gra y paz profundas, serenas

    En cuanto a las desolaciones, indicoestos ejemplos:

    Experimentar oscuridad y falta desentido en el apostolado, en el com-promiso, en la familia, etc.

    Sentir turbacin o desazn en elclima eclesial y poltico envolventeso ante las perspectivas de futuro de lafe o de la familia.

    Hallarse en una inclinacin progre-

    siva a pasarlo bien, a compensacionesafectivas no concordes con el evange-lio, a apego creciente al dinero, etc.

    Inquietud de fondo al sentir menosel peso de la fe y del evangelio en lavida, con una tendencia a abandonarel estilo de vida evanglico propuesto.

    Desidia y flojera en todo lo que uno

    hace: trabajo, familia, Iglesia, vidainterior, etc.

    Impresin de que Dios est lejos, deque estamos dejados de su mano...

    Carta de navegar

    El discernimiento es algo personal, ya queDios nos conoce a cada uno por nuestronombre y se nos comunica de forma in-dividual e irrepetible. Sin embargo, hayaires epocales que pueden constituirseen llamadas o en riesgos comunes en elcamino del seguimiento de Cristo en labsqueda del Reino de Dios. Veamos al-gunos de estos aires, que soplan en un sen-tido u otro.

    Buena Noticia para los pobres

    El evangelio es Buena Noticia para todoel mundo y esto es ya un principio uni-versal para el discernimiento, ya que laBuena Noticia no puede ser amenaza pa-ra nadie. Sin embargo, tambin es cierto

    que, segn el Nuevo Testamento, el men-saje de Jess y el contenido del segui-miento de Cristo han de ser una BuenaNoticia sobre todo para los pobres. Tal vezhoy podra inspirarnos a muchos el ejem-plo de Zaqueo, que viva unas condicio-nes materiales acomodadas y una posi-cin social privilegiada, y al encontrarsecon Jess se sinti impulsado a practicar

    con hechos inequvocos la justicia y acompartir generosamente.

    La solidaridad, factor religioso

    An dando por supuesto que la solidari-dad es una exigencia de humanidad, la ex-periencia religiosa cristiana conlleva unnuevo y profundo impulso de solidaridad,

    ya que es comunin trinitaria, es decir,participacin en la misma comunin y

    28

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    fuente de comunin. La solidaridad es,pues, un test de la autenticidad de nuestrafe, fundada en el bautismo que es inmer-sin en el misterio trinitario.

    La codicia, una idolatra

    Una de las races ms fuertes de la crisisactual ha sido la codicia, como han soste-nido muchos anlisis y comentarios. Yla codicia no es especialidad de nuestrapoca. Jess nos adverta de que el dine-ro era el adversario de Dios (no se pue-de servir a Dios y al dinero) y la carta a

    los Colosenses afirma que la codicia esuna idolatra. Es decir, el dinero y el te-ner no slo son adversarios de Dios sinosimplemente los sustitutos de Dios. Sinembargo, la tradicin cristiana ha puestoel acento en los dos polos de codicia y po-breza de espritu, para indicar que lo quenos amenaza no es tanto algo exterior anosotros, el dinero, sino la inclinacin no

    controlada hacia el tener. La historia nosmuestra cmo a menudo han sido pobreslos que acaban sentndose en las poltro-

    nas de los poderosos y explotadores. Laespiritualidad ignaciana ha aprendido delos Ejercicios que el derrumbe de la vidacristiana empieza por la codicia de ri-quezas.

    El individualismo

    La inseguridad del futuro, aumentada porla actual situacin de crisis, fomenta elque cada uno vaya a lo suyo y debiliteel sentido de solidaridad (se habla de laerosin de la solidaridad), que es la basepara la construccin de una sociedad ver-

    daderamente humana, y cristiana. Lacompetitividad invade no slo el mundode la empresa y de los negocios, sino eldel trabajo, el aprendizaje y los estudios,la cultura. El paso del yo al nosotros no esfcil y por tanto se esquiva casi insensi-blemente. El realismo, (no ser utpicos!,decide muchas de las opciones que uno to-ma de modo ordinario Y todo alimen-

    tado por un pragmatismo que slo mira alo inmediato, a lo til, a lo verificable.Seal de alerta: No somos islas!

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    NOTAS

    1. Esta primera parte es reproduccin, con alguna

    ampliacin y leves retoques, de mi artculopublicado en el nmero monogrfico, Elacompaamiento espiritual, Santander, SalTerrae, septiembre 1997, p. 619-628.

    2. Puede verse lo que sigue algo ms desarrolladoen: Josep M. RAMBLA,Lacompanyament per-sonal als joves. Vers una vida cristiana adul-

    ta, Delegaci Diocesana de Pastoral deJoventut. Arquebisbat de Barcelona, 1996.Dentro de la inmensa bibliografa sobre el

    tema del acompaamiento espiritual, me limi-to a citar: A. LOUF,La grce peut davantage.Laccompagnement spirituel, Paris, Descl deBrouwer, 1992 y Carlos Rafael CABARRS,Cuaderno de Bitcora, para acompaar

    caminantes. Gua psico-histrico-espiritual,Bilbao, Descle de Brouwer, 2000.

    3. Sobre este punto: J. M. RAMBLA, Escoger lavida, Santander, Sal Terrae, 1993 (octubre),p. 689-700.

    4. Baste recordar nombres como Antonio, Evagrio

    del Ponto, Diadoco de Foticea, Juan Casiano,Benito, Catalina de Siena, Ignacio, Teresa deJess, Juan de la Cruz, etc. Para un conoci-miento de las races cristianas primitivas delacompaamiento espiritual es fundamental laobra de Irene HAUSHERR,Direction spiritue-lle en Orient autrefois, Roma, InstitutumOrientalium Studiorum, 1955.

    5. Una obra notable sobre el acompaamientoespiritual en perspectiva psicolgica: W. A.

    BARRY - W. J. CONNOLLY, La pratique de ladirection spirituelle, Paris, Descl deBrouwer, 1992. Contiene colaboraciones decalidad y muy prcticas la obra colectiva:C. ALEMANY - J. A. GARCA-MONGE (ed.),Psicologa y Ejercicios ignacianos, 2 volme-nes, Bilbao-Santander, Mensajero-Sal Terrae,1992.

    6. H. BACHT, Die frmonastischen GrundlagenIgnatianischer Frmmigkeit. Zu einigenGrundbegriffen der Exerzitien, Ignatius von

    Loyola. Seine geistliche Gestalt und sein

    Vermchtnis (1556-1956), Wrzburg, 1956, p.

    259-260.7. Ignacio, Padre espiritual,Manresa, 69 (1997),

    19.32.8. El canon 630:5 prohbe a los Superiores inducir

    a los sbditos de cualquier modo a la manifes-tacin de conciencia. Sin embargo la Compa-a tiene el privilegio de mantener la obliga-cin de la cuenta de conciencia, condicin deun gobierno verdaderamente espiritual. Vaseel interesante estudio de P. H. KOLVENBACH,

    La cuenta de conciencia, Manresa, 79,2007, p. 183-190.9. Ayudar que haya una persona fiel y suficiente

    que instruya y ensee cmo se han de haberen lo interior y exterior, y mueva a ello, y loacuerde, y amorosamente amoneste; a quientodos los que estn en probacin amen, y aquien recurran en sus tentaciones, y se descu-bran confiadamente, esperando dl en el Seornuestro consuelo y ayuda en todo. Constitu-ciones, 263.

    10. Porque las personas que se admiten en laCompaa se presupone sern personas espiri-tuales y aprovechadas para correr por la va deCristo nuestro Seor no parece darles otraregla [en lo referente a su vida personal]sino aquella que la discreta caridad les dicta-re. Y aade inmediatamente: con que siem-pre el confesor [el padre espiritual] y, habien-do dubio en lo que conviene, el Superior, tam-bin sea informado. Constituciones, 582.

    11. Cf. J. STIERLI, Lart de la direction spiritue-lle, Christus, n1 153, hors srie, p. 42-44.12. Los Ejercicios como experiencia de iniciacin.

    No es la experiencia de la vida corriente, sinoun tiempo inicitico para que el ejercitanteaprenda prcticamente a abrirse a la accin deDios para serle dcil. De aqu que son muydirectivos en el mtodo, pero absolutamenterespetuosos de la libertad en el contenido de laexperiencia que se realiza. La formacin. Ig-nacio, en el caso de los jesuitas, supone queuna vez terminadas las pruebas propias del

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    Noviciado, necesita todava formacin yacompaamiento.

    13. El P. Surin distingua entre directores munda-nos, espirituales y divinos. El objetivo quepretenden los primeros es ayudar a hacer unabuena confesin y a llevar una buena vida

    cristiana. El director espiritual trata de suscitaruna vida interior en la persona acompaada,mediante la oracin, la ascesis y la prctica delas virtudes y propone prcticas espirituales,mtodos y exmenes. Acompaa en el progre-so ordinario en la vida cristiana y a vecesseala algunas exigencias. En relacin al ter-cer tipo, todava se da un cierto domino de lasobservancias y una cierta rigidez. El directordivino ayuda a discernir la accin del Espritu

    y a serle fiel. No desprecia las prcticas, peroparte de la base de que el Espritu tiene uncamino para cada persona. El ideal es lo quelos orientales llaman sinergia, que es la cola-boracin a la accin de Dios en el mundo. Enconsecuencia, tambin son distintas las situa-ciones de las personas acompaadas y es unaexigencia evidente de la persona que acom-paa discernir el momento o etapa en que sehalla. (cf. J LAPLACE,La libert dans lEsprit.

    Le Guide Spirituel, Paris, Chalet, 1996, p. 11-

    14).14. STIERLI, p. 46.15. Epp. NADAL, V, 833, citado por Piet VAN

    BREEMEN, p. 363.16. Camino espiritual, Libro 5, captulo 9, n. 2.

    Sobre la conversacin ignaciana son muy in-teresantes: Daro RESTREPO, Dilogo: Comu-nin en el Espritu, Bogot, 1975; Thomas,H. CLANCY, The Conversational Word of God,St. Louis, 1978.

    17. Constituciones, 134.18. Constituciones, 414.19.Ejercicios, 365.20. Cf.Ejercicios, 15.21. FN II 252.22. Formacin para la promocin de la justicia,

    La Iglesia de hoy y del futuro, Bilbao-Santan-der, Mensajero-Sal Terrae, 1982, p. 358.

    23. C. FLIPO, Laccompagnement spirituel: unenjeu ecclsial, Christus, n. 153, Hors srie,p. 9.

    24. Cf.Ejercicios, 313.

    25.Ejercicios, 184; cf. 338.26.Ejercicios, 233.27. BREEMEN, p. 371.28.Ecclesiam suam, n. 59.29. Constituciones, 288.30. Carta de agosto de 1537: BAC, 2 ed., p. 632.

    31. Al P. Bartolom Hernndez, BAC, 2 ed., p.874.

    32. Al P. Urbano Fernndez: BAC, 2 ed., p. 769.33. Josep M. RAMBLA, Dios, la amistad y los

    pobres, Santander, Sal Terrae, 2007, p. 34.34. Polanco, por comisin de san Ignacio, a Anto-

    nio Brandao (01.06.1551): BAC, 2 ed, p. 763.35. Cf.Ibid.36. Se puede estar unido a Dios en la oracin y

    admitir tambin que se puede estar unido a

    Dios en la accin; pero en cada uno de estosdos casos el tipo de unin es sensiblementediferente. En el curso de la accin, se puedepermanecer unido a Dios segn el modo de lafe y segn el de la esperanza que son propiosdel conocimiento y de la oracin, pero sepuede tambin estarunido a Dios y percibirla sensacin mstica de ello segn el modo dela caridad que es propia de la accin. Se puedeestar unido a Dios en el cara a cara de la ora-cin y en el codo a codo de la accin (Espi-ritualidad de la vida activa, Barcelona,Herder, 1964, p. 289-290).

    37. Congregacin General 31, decreto 13, n. 5.38. Carta a Bartolom Hernndez: BAC, 2 ed.,

    p. 874.39. Carta a Antonio Brandao: BAC, 2 ed., p. 763.40. NADAL,Monumenta, IV, 691.41. Conviene tambin notar, que Ignacio siempre

    supondr en los jesuitas, y consecuentementeen religiosas y religiosos, que la relacin entre

    el superior y el religioso, forma parte del dis-cernimiento, que nunca es slo individual, niaislado de la llamada del Seor a vivir en unproyecto de vida comunitario.

    42. Constituciones, 288.43. VAN BREEMEN, p. 365. Un testigo de la prime-

    ra Compaa nos guard este precioso recuer-do ignaciano: Lo primero, que yo siempre hedeseado que los de la Compaa se ocupenms en hacer que en pensar; y as veris nues-tras Constituciones qu poco tratan de ora-

    cin; ms insisten en la mortificacin, humi-

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    llacin, hospitales, peregrinaciones y obedien-cia, indiferencia y despego de todo; lo que dijoCristo nuestro Seor: Non omnis qui dicit,

    Domine, Domine, sed qui fecerit voluntatemPatris mei, intravit in regnum caelorum (Deuna instruccin de san Ignacio a Fabro. Texto

    visto por el P. Gil Gonzlez Dvila. Vase:Plticas sobre las Reglas de la Compaa de

    Jess, Barcelona, 1964, p. 291).44.Ejercicios, 189.45.Ejercicios, 184.46. Cf. Memorial de Gonalves da Cmara, nn.

    195-196.256.47. Constituciones, 582.48. Carta a Urbano Fernndez: BAC, 2 ed., p. 768.49. Cf. Sobre este punto: VAN BREEMEN, p. 365-

    368.50. Y, en el conflicto creado por el grupo deGanda, que peda ms tiempo de oracin enla Compaa, ya que oracin de una o doshoras no es oracin, deja bien asentado queno se trata de dedicar muchas horas a la ora-cin, pues entonces las de un da apenas bas-taran. Ser bien que se mirase que no slose sirve Dios del hombre cuando ora; que, sias fuese, seran cortas, si fuesen la oracionesde menos de 24 horas al da Pero es as que

    de otras cosas a tiempos se sirve ms que dela oracin, y tanto que por ellas la oracinhuelga l se deje, cunto ms que se abrevie.

    Polanco a Francisco de Borja por comisin desan Ignacio (julio de 1549): BAC, 2 ed.,p.738.

    51. Pedro CASALDLIGA - Jos M VIGIL, Espiri-tualidad de la Liberacin, Santander, Sal Te-rrae, 1992, p. 185-186.

    52. Constituciones, 260.53. Carta de julio de 1549, BAC 2 ed., nn. 1-15, p.

    723-731.54.Autobiografa, 14.55. San Toms de Aquino, Summa contra Gentes,

    II, 3.56. Carta de 6.12.1525: BAC, 2 ed., p. 612.57.Ejercicios, 229, 6.58. La CG 35, 1: 10 tambin se hace eco de esta

    palabra. El fervor es consustancial a una vida

    humana digna. El fervor verdadero no divide,sino que une. Y no conduce al fanatismo ni alfundamentalismo. Tal vez algn da el fervorvuelva a nuestras libreras y a nuestras mentes(Adam ZAGAJEWSKI, En defensa del fervor,Barcelona, Acantilado, 2005, p. 34).

    59. Carta a los Padres y Hermanos de Coimbra,07.05.1547 (carta de la perfeccin): BAC, 2 ed.,p. 682.

    60. Puede verse: J.M. RAMBLA, El viento sopladonde quiere (Jn 3,8), Santander, Sal Terrae

    97(2009), p. 629-641.61.Ejercicios, 316.62.Ejercicios, 317.