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© Universidad de Salamanca Zephyrus, LXIV, julio-diciembre 2009, 97-113 ISSN: 0514-7336 LOS CASTELLA TARDORREPUBLICANOS DEL NOROESTE MURCIANO EN EL MARCO DEL PAISAJE COMARCAL DEL SIGLO I a.C.: CONTROL DEL TERRITORIO Y ROMANIZACIÓN EN EL SURESTE PENINSULAR e roman castella of the northwest of Murcia in the 1 st century B.C. regional landscape: territorial control and romanization in the Iberian south-east Leticia LÓPEZ-MONDÉJAR Área de Arqueología. Dpto. de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua. Universidad de Murcia. Facultad de Letras. C/ Santo Cristo, 1, Campus de La Merced. 30001 Murcia. Correo-e: [email protected] Recepción: 2009-09-02; Revisión: 2009-09-07; Aceptación: 2009-10-04 BIBLID [0514-7336 (2009) LXIV, julio-diciembre; 97-113] RESUMEN: Los castella romanos documentados en las cuencas del Argos y el Quípar (Caravaca de la Cruz, Murcia) se enmarcan en el contexto que define los conflictos civiles entre César y Pompeyo durante el siglo I a.C. Más allá de sus rasgos materiales y constructivos, el análisis de dichos castella en el marco del paisaje comarcal permite advertir los intereses y criterios que definen su emplazamiento, así como su posible influencia en el proceso de integración de estos territorios del Sureste peninsular en la órbita romana. Palabras clave: Castella. Mundo romano. Control del territorio. Ejes viarios. Noroeste de Murcia. ABSTRACT: The roman castella documented in the basin of the rivers Argos and Quípar (Caravaca de la Cruz, Murcia) can be related with the Roman civil wars between Caesar and Pompeius in the 1 st century B.C. Beyond its material and constructive features, the analysis of these castella in the regional landscape reveals the interest and the criteria of its location, and its possible influence on the process of integration of these territories of the Iberian South-East in the Roman world. Keywords: Castella. Roman world. Territorial control. Routes. North-West of Murcia. 1. Introducción La comarca del Noroeste murciano se sitúa, como su propio nombre indica en el sector más noroccidental del actual territorio de la Región de Murcia. Caracterizada por una orografía complicada que, en gran medida, condiciona y ha condicionado durante siglos la circulación por estas tierras, aparece surcada, en dirección suroeste-noreste, por los cauces de los ríos Argos y Quípar, que constituyen no sólo los ejes fluviales más destacados de todo este amplio sector regional sino también la principal vía de enlace con el mundo granadino. El trazado definido por ambos cursos fluviales ha sido históricamente la ruta de conexión con el valle del Segura y, a través de este, con el litoral, el área levantina y las tierras

Los “castella” tardorrepublicanos del noroeste murciano en el marco

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ISSN: 0514-7336

LOS CASTELLA TARDORREPUBLICANOS DEL NOROESTEMURCIANO EN EL MARCO DEL PAISAJE COMARCALDEL SIGLO I a.C.: CONTROL DEL TERRITORIOY ROMANIZACIÓN EN EL SURESTE PENINSULAR

The roman castella of the northwest of Murcia in the 1st centuryB.C. regional landscape: territorial control and romanizationin the Iberian south-east

Leticia LÓPEZ-MONDÉJARÁrea de Arqueología. Dpto. de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua. Universidad de Murcia. Facultad deLetras. C/ Santo Cristo, 1, Campus de La Merced. 30001 Murcia. Correo-e: [email protected]

Recepción: 2009-09-02; Revisión: 2009-09-07; Aceptación: 2009-10-04

BIBLID [0514-7336 (2009) LXIV, julio-diciembre; 97-113]

RESUMEN: Los castella romanos documentados en las cuencas del Argos y el Quípar (Caravaca de la Cruz,Murcia) se enmarcan en el contexto que define los conflictos civiles entre César y Pompeyo durante el sigloI a.C. Más allá de sus rasgos materiales y constructivos, el análisis de dichos castella en el marco del paisajecomarcal permite advertir los intereses y criterios que definen su emplazamiento, así como su posible influenciaen el proceso de integración de estos territorios del Sureste peninsular en la órbita romana.

Palabras clave: Castella. Mundo romano. Control del territorio. Ejes viarios. Noroeste de Murcia.

ABSTRACT: The roman castella documented in the basin of the rivers Argos and Quípar (Caravaca de laCruz, Murcia) can be related with the Roman civil wars between Caesar and Pompeius in the 1st century B.C.Beyond its material and constructive features, the analysis of these castella in the regional landscape reveals theinterest and the criteria of its location, and its possible influence on the process of integration of these territoriesof the Iberian South-East in the Roman world.

Keywords: Castella. Roman world. Territorial control. Routes. North-West of Murcia.

1. Introducción

La comarca del Noroeste murciano se sitúa,como su propio nombre indica en el sector másnoroccidental del actual territorio de la Región deMurcia. Caracterizada por una orografía complicadaque, en gran medida, condiciona y ha condicionadodurante siglos la circulación por estas tierras, aparece

surcada, en dirección suroeste-noreste, por los caucesde los ríos Argos y Quípar, que constituyen no sólolos ejes fluviales más destacados de todo este ampliosector regional sino también la principal vía de enlacecon el mundo granadino. El trazado definido porambos cursos fluviales ha sido históricamente la ruta de conexión con el valle del Segura y, a travésde este, con el litoral, el área levantina y las tierras

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del sureste meseteño, configurándose así este sectorcomo una zona de gran interés desde el punto devista de las comunicaciones de todo el Sureste pe-ninsular. Será además en torno a dicho trazado, yen clara relación con los valles de ambos cursos co-marcales, donde se documenta la mayor parte delpoblamiento de época ibérica y romana de todo esteárea regional. Del mismo modo, el propio carácterde los suelos de dichos valles, así como las vías pe-cuarias que tradicionalmente han surcado estas tie-rras, reflejan claramente las amplias posibilidadesagrícolas y ganaderas de las mismas.

Es precisamente en este sector donde se sitúanlos dos yacimientos que nos interesan y que corres-ponden a dos pequeños enclaves militares romanosdatados en época republicana. Los trabajos de exca-vación y prospección desarrollados en ambos yaci-mientos desde el año 2000, han puesto al descubiertodos castella romanos, emplazados respectivamenteen el Cerro de las Fuentes de Archivel y la Cabezuelade Barranda, ambos en el actual término municipalde Caravaca de la Cruz (Murcia) (Fig. 1). Dichos

trabajos, parecen poner en conexión ambos enclavescon el episodio de las guerras civiles que tuvo lugaren el siglo I a.C. entre partidarios de César y Pom-peyo (Brotóns, Murcia, 2008: 49-50), pudiendoquizás formar parte de la instalación, en estos mo-mentos, de una línea defensiva y de control a lolargo de toda la cuenca y, por tanto, del citado ejede comunicación con tierras andaluzas, con la quetal vez podría incluso relacionarse el vecino castellumdocumentado en la Puebla de Don Fabrique (Gra-nada) (Brotóns, Murcia, 2008: 62; Adroher, 1999:375-384; Adroher, López, 2004: 268-269; Adroheret al. 2006: 628-632; Diosono, 2005: 125-127).

El objetivo principal de este trabajo no es, preci-samente, el análisis concreto de ambos yacimientos,abordado de forma detallada en diversas publica-ciones (Brotóns, Murcia, 2006, 2008; Brotóns, Mur-cia, García, 2004, 2005, 2006, 2008) y al que sóloharemos una breve mención a modo de presentaciónde los mismos. Se pretende, más bien, intentar ofre-cer una imagen de ambos insertos en el marco, másamplio, del paisaje que define estos territorios del

interior murciano en el si-glo I a.C., intentando ad-vertir asimismo los posiblescambios que su presenciasupondrá en el desarrollodel proceso de romaniza-ción de las sociedades in-dígenas de este área del Su-reste peninsular.

Para todo ello, los SIGconstituirán una intere-sante herramienta de aná-lisis, de tal modo que, sibien no es nuestro objetivoabordar aquí de forma de-tallada los procedimientosconcretos empleados, yaampliamente tratados enotros trabajos a los cualesnos remitimos (Criado,1999; Zamora, 2006; Par-cero, 1995), resulta nece-sario indicar brevemente al-gunos de los principalescriterios utilizados en nues-tro análisis de los castellaregionales, especialmente

FIG. 1. Localización de los castella murcianos en el marco del Sureste peninsular y delos valles del Argos y el Quípar (1. Cerro de las Fuentes de Archivel; 2. Cabezuelade Barranda).

aquellos relacionados con el estudio de sus condi-ciones visuales y de accesibilidad.

Por lo que respecta a las primeras, nos interesanfundamentalmente las cuencas visuales de dichosestablecimientos así como su conexión visual, cues-tiones ambas que resultan ser, entre los muchos as-pectos que podríamos abordar o valorar en relacióncon dicha visibilidad (Zamora, 2006; Criado, 1999),aquellas de mayor interés para los objetivos concretosque planteamos en el presente trabajo. En particular,para analizar esas cuencas visuales, y atendiendo alas condiciones que en este sentido ofrece el propioterritorio de estudio, tomaremos como radio teóricoy comparativo de análisis una distancia de 8 kiló-metros, en la que estos centros lograrían un controldirecto de las tierras de su entorno inmediato (Za-mora, 2006; Grau 2002)1. En cuanto a las condi-ciones de accesibilidad, atenderemos fundamental-mente a aquellas tierras accesibles localizadas en unarco temporal correspondiente a una hora de caminodesde ambos castella, considerando que resultan losuficientemente representativas para un análisiscomo el que proponemos (Martín, Bermúdez, Per-lines, 2004: 215-225; Grau, 2002).

En cualquier caso, como apuntábamos, centra-remos nuestra atención no tanto en la propia meto-dología utilizada, sino en interpretar los resultadosobtenidos, siempre desde una perspectiva amplia,en el marco general del territorio analizado y enfo-cada a ofrecer una imagen global del Noroeste re-gional murciano en los momentos previos al cambiode Era.

2. Breve aproximación al marco histórico ygeográfico de los castella murcianos

En el segundo y tercer cuarto del siglo I a.C., losconflictos civiles entre los partidarios de César y de

Pompeyo parecen trasladarse a estas tierras murcia-nas. Como explican F. Brotóns y A. Murcia, lascuencas del Argos y el Quípar, configuradas en estosmomentos como una de las principales vías de accesoal territorio andaluz, debieron constituir un área deespecial interés para ambas facciones a la hora decontrolar las comunicaciones y, sobre todo, el pasode tropas entre las dos provincias romanas, la Cite-rior y la Ulterior (Brotóns, Murcia, 2008: 63-64).No es por tanto de extrañar el hecho de que estazona regional murciana se convierta en uno de lospuntos en los que se dejarán sentir claramente esosconflictos civiles, si bien, desafortunadamente, lasfuentes literarias guardan silencio sobre lo que ocurreen estas tierras del Sureste durante esos años.

Los datos que han arrojado las excavaciones rea-lizadas por F. Brotóns y A. Murcia en ambos yaci-mientos, así como las prospecciones desarrolladasen otros sectores de ambos valles, parecen reflejarun periodo de enfrentamientos que debió afectarampliamente a todo el territorio comarcal. En estalínea podrían quizás interpretarse los restos docu-mentados en otras elevaciones de la cuenca, si bienmucho menos destacados que los localizados en losdos cerros de Archivel y Barranda, así como algunosde los materiales recuperados en las proximidades dela muralla del oppidum de Los Villaricos, principalnúcleo ibérico de todo el área, emplazado tambiénen la citada ruta (Brotóns, Murcia, 2006: 652 y2008; Fontela, 2005: 67).

En todo caso, sólo futuros trabajos de campo entodo este área, como los que se están desarrollandoen ambos yacimientos por parte de dichos investi-gadores, podrán ofrecer nuevos datos sobre el des-arrollo de este periodo de conflictos en todo el Nor-oeste murciano. Hasta el momento, los trabajosrealizados han proporcionado ya interesantes datossobre ambos enclaves tardorrepublicanos.

Por lo que respecta al primero de ellos, empla-zado en el Cerro de las Fuentes de Archivel, a másde 990 metros de altitud y rodeado por fuertes pen-dientes en prácticamente todas sus laderas, presentauna estructura poligonal con una superficie de unos2942 m2, que se adapta perfectamente a la topografíadel cerro. Aparece realizada con lienzos rectos y lisosde longitud variable, utilizando zócalos pétreos deopus incertum cimentados sobre la roca madre, y so-bre los que se apoyan los alzados de tapial de tierraanaranjada, ocasionalmente reforzados con adobes

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1 Junto a ese radio teórico utilizado en el análisis y sufi-ciente para el estudio comparativo planteado, en las diversasfiguras representadas hemos preferido ampliar dicha distanciahasta los 20 kilómetros. Esta última, aceptada en el marcode los estudios arqueológicos (Zamora, 2006: 42-46; Martín,Bermúdez, Perlines, 2004: 215-225; Fábrega, 2004: 23),resultaría, en nuestra opinión, más real a la hora de repre-sentar el control visual de ambos castella en este sector con-creto del Sureste en el que la topografía y las propias condi-ciones ambientales ofrecen una amplia visibilidad la mayorparte del año.

(Brotóns, Murcia, 2008: 53). Asimismo, y en el sec-tor más accesible de dicho cerro se han localizadodos torres cuadrangulares que flanquearían la puertade acceso al castellum. El yacimiento que, tras sudestrucción durante dichos conflictos, no volvió aser reocupado hasta época medieval, ofrece un claropredominio de materiales de tradición indígena, querepresentan casi el 67% de los documentados, a losque cabría sumar, además, la aparición de importa-ciones itálicas y de otra serie de producciones quehan contribuido a datar con amplia precisión esteenclave. Entre ellas, baste señalar la aparición de ce-rámica de Campamentos Numantinos, campanienseB y un plato de terra sigillata oriental de la formaHayes 3 procedente del área sirio-palestina (Brotóns,Murcia, 2006: 647-649 y 2008: 58).

En cuanto al castellum situado en la Cabezuelade Barranda, aparece también emplazado en unpunto elevado sobre las tierras del entorno, a casi900 m de altitud, con fuertes pendientes en su laderanorte y un acceso más fácil por el sector meridional.De extensión menor que el anterior, tan sólo 860 m2,el castellum de Barranda presenta, al igual que el deArchivel, una estructura poligonal, de forma irre-gular, a la que se adosa una menor con un pavimentode opus signinum, quizás, como indican sus investi-gadores, posible estancia reservada a algún mandodel ejército romano. Entre las diversas estanciasdocumentadas, algunas han sido interpretadas porF. Brotóns y A. Murcia como contuberni, para elalojamiento de los soldados, mientras que otrasparecen corresponder a horrea (Brotons, Murcia,2008: 57).

Los materiales ibéricos recuperados en este en-clave presentan también, como en el anterior, undestacado predominio, documentándose asimismonumerosas cerámicas de importación itálica, tantocerámica fina como de cocina, y advirtiéndose, ade-más, un amplio número de recipientes destinados aalmacenamiento y transporte (Brotons, Murcia,2008: 57). La datación de dichos materiales, unidaal carácter que reflejan las estructuras documentadasen ambos enclaves, los presentan claramente en co-nexión con los citados conflictos civiles, que se de-jarán sentir, asimismo, en otras áreas peninsulares,como en las vecinas tierras oretanas (López, 1994:328-329).

En el Noroeste murciano dichos enfrentamientosdebieron implicar, probablemente, una ocupación

permanente y un amplio despliegue militar, tal ycomo reflejan no sólo ambos castella sino tambiénel posible establecimiento de un destacamento mi-litar en las puertas del propio oppidum de Los Villa-ricos (Brotóns, Murcia, 2008; Brotóns, Murcia, Gar-cía 2005: 257-258 y 2008). Es precisamente enconexión con este hecho, que la instalación de loscastella frente al citado yacimiento ibérico deberíatal vez entenderse, probablemente, como reflejo dela presencia en estos territorios de dos facciones ro-manas distintas puesto que, de otro modo, dichoscontingentes militares habrían aprovechado ese nú-cleo indígena, en una posición inigualable tantodesde el punto de vista estratégico como defensivo,sin necesidad de establecer dichos enclaves (Brotóns,Murcia, 2006: 652-653). En todo caso, actualmenteresulta complicado adscribir dichos castella a uno uotro bando, ya que, como explican sus investigado-res, para ambas facciones debió resultar fundamentalel control de este eje de comunicaciones. En estesentido, cabría recordar, dos hechos que podríanexplicar la necesidad que ambas pudieron tener decontrolar dicha ruta. Por un lado, la llegada de CneoPompeyo al puerto de Carthago Nova en el año 48a.C. aprovechando la sublevación contra el gober-nador de la Ulterior, hasta donde se desplazó suejército, advirtiéndose el interés por el dominio delos ejes viarios de la zona y, por otro, la llegada deCésar, que también debió implicar un control similarde dichas rutas. De este modo, ambos aconteci-mientos podrían quizás ponerse en conexión con lainstalación de los castella comarcales (Brotóns, Mur-cia, 2008: 63-64).

Si atendemos así al análisis de estos enclaves mi-litares, advertimos el interés de abordar el estudiode los mismos desde una perspectiva más amplia,integrándolos en el marco del paisaje comarcal delsiglo I a.C. Sólo analizándolos como parte de dichopaisaje, por otro lado aun claramente indígena, seráposible comprender el emplazamiento de dichos en-claves en este área del Sureste, su papel en el contextocomarcal y, sobre todo, su posible influencia en elproceso de romanización de estas tierras murcianas.

Es por ello que, una vez abordados brevementelos rasgos que definen, de un modo más particular,a ambos castella, intentaremos aproximarnos, en lamedida de lo posible, y desde una perspectiva terri-torial más amplia, a estos aspectos. Atenderemosasí, en primer lugar, ayudados por las posibilidades

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que nos ofrecen los SIG y de forma más concreta, alos criterios que definen la localización de dichoscastella y a los intereses que guiaron su emplaza-miento en el Noroeste regional. Del mismo modo,intentaremos insertar ambos yacimientos, en la di-námica evolutiva que parece definir el paisaje co-marcal en época ibero-romana, analizando especial-mente su significado en el proceso de integraciónde estos territorios en la órbita de Roma.

3. Castella tardorrepublicanos, intereses romanosy control del territorio en las cuencas delArgos y el Quípar

Si atendemos a los rasgos que, en general, definenel área comarcal del Noroeste murciano, y concre-tamente el sector en el que aparecen instalados am-bos enclaves, queda claro que su posición respondeal carácter militar y de control que reflejan las es-tructuras documentadas en ellos, y, por tanto, a cri-terios fundamentalmente estratégicos y defensivos(Parcero, 1995: 134).

Como apuntábamos alinicio, ambos castella se lo-calizan en un área clavedesde el punto de vista delas comunicaciones comar-cales y, a escala más amplia,de todo el Sureste peninsu-lar, especialmente en estosmomentos en los que, yhasta la consolidación de lavía Augusta, la ruta marcadaprimero por el trazado delArgos y posteriormente, unavez alcanzado el entorno deBarranda, por el curso delQuípar, constituiría la prin-cipal vía de enlace con lastierras andaluzas. En estesentido, no es sólo la insta-lación de ambos castella laque reflejaría la innegableimportancia de este eje decomunicaciones, sino tam-bién, otros muchos factores.

Desde este punto devista, la propia distribución

del poblamiento en todo este área y en las vecinastierras lorquinas, así como algunos de los datos quenos ofrecen los yacimientos comarcales ya desde elsiglo IV a.C., muestran el destacado papel de estaruta a lo largo de prácticamente toda su historiapero, de forma especial, durante los periodos ibéricoe ibero-romano. Así, baste recordar la dispersiónque reflejan los asentamientos ibero-romanos, si-tuados en las inmediaciones de dicha ruta y de losposibles trazados que pudieron constituir, como lohan hecho histórica y tradicionalmente, el tramo fi-nal de enlace con Andalucía, bien a través del ba-rranco de la Junquera, o bien remontando toda larambla de Tarragoya (Tapia, 1981: 71-72 y 92-94;Brotóns, 1995: 250-254) (Fig. 2).

No olvidemos, además, que será en ese trazadoen el que se sitúa el núcleo principal de todo el te-rritorio, el citado oppidum de Los Villaricos, y dondeencontraremos, siglos más tarde, el destacado centroromano de Begastri, siendo asimismo en los propiosestablecimientos ibéricos e ibero-romanos localizadosa lo largo de dicha ruta donde se documentará lallegada de producciones áticas y de las primeras

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FIG. 2. Ejes viarios y distribución del poblamiento ibero-romano en el área de estudio.

importaciones itálicas. También en dicho recorridovemos establecerse durante el periodo ibérico prác-ticamente la totalidad de los santuarios indígenasdocumentados en este sector del Noroeste regional,incluido el importante santuario localizado en elCerro de la Ermita de La Encarnación, hecho inte-resante si tenemos presente la conexión que se haestablecido en ocasiones entre muchos de estos lu-gares sacros y los trazados viarios del momento.

Finalmente, y junto a los aspectos señalados, ca-bría también tener presente el panorama que reflejanlos vecinos territorios lorquinos desde el siglo V a.C.y hasta época de Augusto. En estos, y concretamenteen el valle del Corneros, antigua vía de enlace contierras andaluzas, se advierte, a lo largo de dicho pe-riodo, un amplio vacío poblacional que, sin em-bargo, contrasta con el importante número de cen-tros que surgirán en el trazado marcado por la rutadel Argos-Quípar en el Noroeste regional murciano.Si a todo ello sumamos los condicionamientos quesupondría la propia orografía de este sector regional,que pocas más posibilidades ofrecería para la circu-lación por la comarca, no cabe duda de la impor-tancia que este eje de comunicaciones debía teneren el momento en el que cabría situar los dos castellacomarcales. Ambos, emplazados en el trazado deesa ruta, proporcionarían un excelente acceso a dichavía de comunicación, contando además en su en-torno con los recursos naturales que les proporcio-narían los propios valles fluviales de la comarca ytodo el sector más septentrional de altiplanos quediscurre entre ambos. En este sentido, cabe destacar,especialmente, los importantes recursos hídricos delos que ambos enclaves dispondrían en sus proxi-midades, como las fuentes de La Muralla y La Tos-quilla, los ‘Ojos de Archivel’ o el nacimiento delOjico, que permitirían el abastecimiento de los con-tingentes allí instalados (Brotóns, Murcia, 2008:52-53) (Fig. 5).

A pesar de ello, y al margen de dichos recursos,es su posición en esa ruta hacia tierras andaluzas laque mejor define el emplazamiento de ambos castellaen el conjunto del paisaje de estos territorios mur-cianos. En este sentido, insertando dichos enclavesen el panorama que caracteriza los valles del Argosy el Quípar durante el siglo I a.C., y considerandoel propio carácter estratégico de los mismos, resultafundamental atender al control que pudieron ejercerdel citado eje de comunicaciones así como del resto

del territorio que configura las cuencas media y altade dichos ríos. Partiendo de esta cuestión, y siempredesde una perspectiva de conjunto de estos territo-rios, dos parecen ser los intereses a los que respondeel emplazamiento elegido para la instalación de estoscastella: la facción a la que están ligados pretendecontrolar el territorio y, al mismo tiempo, mostrardicho control a través de estos enclaves (Criado,1999: 18). Ambos deben entenderse claramente,además, en el contexto histórico señalado, condi-cionado por un clima de inseguridad y conflicto y,posiblemente, como hemos apuntado, por la pre-sencia de esas dos facciones distintas que pretendencontrolar la que debió constituirse como la principalruta de acceso a Andalucía en estos momentos (Bro-tóns, Murcia, 2008: 61 y 63).

Ante todo, el objetivo de la facción romana queestuvo tras la instalación de ambos castella fue el dehacerse presente en el territorio, mostrándolos comopuntos fuertes y bien defendidos, e intentando di-suadir a cualquier contingente que pretendiese acce-der a tierras andaluzas siguiendo una ruta que estaríaperfectamente controlada desde dichos enclaves. Así,su implantación en un contexto aun predominan-temente indígena y rural, unida a una localizaciónprivilegiada, haría de estos centros puntos destacadosen el paisaje de la comarca, que, como veremos, pu-dieron tal vez influir en los cambios que este expe-rimentará a lo largo del siglo I a.C.

Junto a dicha cuestión, será precisamente el in-terés por el control de estos territorios, y especial-mente de los ejes viarios, el que definirá en granmedida el emplazamiento de ambos castella. Su po-sición, en cerros perfectamente situados en las pro-ximidades del trazado de dicha ruta, y a una alturadestacada sobre las tierras del entorno, les propor-cionaría no sólo una importante protección natural,completada en los puntos de más fácil acceso conlas defensas artificiales señaladas (Brotóns, Murcia,2008), sino también un dominio visual incompara-ble de todo el territorio de su entorno y de la citadaruta de comunicación natural. Del mismo modo,su localización en un sector de altiplanos, con escasaspendientes, y la ausencia de relieves destacados ensus inmediaciones, facilitaría además la clara cone-xión visual entre ellos, logrando de este modo uncontrol más completo de estos territorios.

Ambos castella aparecen también conectadosvisualmente con el oppidum de Los Villaricos, el

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establecimiento indígenamás destacado de todo elterritorio, el que hasta elmomento, y probablementeya desde el siglo IV a.C.,debió organizar y articularel poblamiento de todo elárea, y junto al que quizás,como apuntábamos, pudoincluso instalarse un contin-gente romano durante esteperiodo de conflictos civiles(Fontela, 2005; Brotóns,Murcia, 2006, 2008) (Fig.3). Así, la propia relaciónvisual entre estos yacimien-tos confirmaría claramentelos intereses señalados (Cria-do, 1999; Zamora, 2006),mostrando la necesidad demantener una vigilancia yun dominio absoluto de to-do el área a lo largo de esteperiodo de enfrentamientos.

Junto a esa intervisibili-dad entre los dos castella,quizás sea precisamente lacuenca visual que ofrecenambos centros la que másclaramente permita advertirsu carácter y la privilegiadasituación estratégica de losmismos, especialmente sila comparamos con la deotros yacimientos comarca-les ibero-romanos y altoim-periales. En este sentido, laamplitud de ambas cuencasvisuales, ofrecería un abso-luto control de la citadaruta de comunicación haciaAndalucía, sin permitir quenadie pudiese discurrir porella sin ser visto y sin veresos fortines (Fig. 4).

En cuanto al castelluminstalado en el Cerro de lasFuentes de Archivel, apareceemplazado, como apuntába-mos, en una cota próxima a

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FIG. 3. Áreas controladas visualmente desde los castella tardorrepublicanos y desde elCerro de Los Villaricos.

FIG. 4. Control visual de los castella tardorrepublicanos del Noroeste regional.

los 990 metros de altitud desde la que lograría unexcelente dominio de la amplia extensión de tierrasque se extiende a sus pies. Al mismo tiempo, se con-vierte así en un punto clave y visible desde cualquierparte de todo este área y, muy especialmente, desdeel valle del río Argos, ruta natural de acceso a estesector de la comarca donde enlazaría con el trazadodel Quípar, dirigiéndose hacia tierras andaluzas (Bro-tóns, Murcia, 2008; Adroher et al., 1999: 50-51;Fernández, Serrano, 1993: 106 y 1995: 96; Quesada2001-2002: 17-18; Tapia, 1981: 71-72; Muñoz,Martínez, 1983: 426). Así, en la cuenca visual deeste centro, no sólo quedarían englobadas la mayorparte de las tierras de ese sector de altiplanos sep-tentrionales de Singla, Barranda, Pinilla y Benablón,sino también algunas de las que debieron ser víasesenciales en la circulación por estos territorios co-marcales. En este sentido, cabría destacar el controlque este centro alcanza sobre el valle del Argos, asícomo sobre aquellas rutas naturales seguidas por loscaminos ganaderos que, procedentes del área másseptentrional de la comarca y del ámbito lorquinode Coy y Doña Inés, se dirigen hacia las sierras oc-cidentales de la Región, como la Cañada Real de

Archivel, y que bien pudieron constituir ejes detránsito desde el territorio de Lorca en estos mo-mentos (Alfaro, 2001: 218-219). De todas ellas estecentro tuvo, en todo momento, un control absolutoque además se completaría con el que ejercería sobrelas ramblas que configuran la cabecera del Argos.Del mismo modo, lograría ejercer un claro dominiovisual sobre los importantes recursos hídricos de todoeste área del Noroeste, como la cercana Fuente de laMuralla y el área conocida como los ‘Ojos de Archi-vel’ (Brotóns, Murcia, 2008: 52-53), y sobre aquellosnúcleos que aparecen dispersos en esta centuria, y yadesde el siglo II a.C., por este sector de la comarca,como los localizados en El Palomar, Casa Quemada,Casa de la Vereda, Casa Muso y Casa Serrano.

Como hemos indicado, la cuenca visual del caste-llum de Archivel se establecería entre las más destaca-das de los asentamientos comarcales documentadosen estos momentos, controlando más del 45% de lastierras que quedarían englobadas en un radio teóricode 8 kilómetros en torno a él. Dicho radio sería enla práctica mucho más amplio, alcanzando inclusoel ya indicado núcleo de Los Villaricos, especial-mente gracias a la orientación del propio castellum

y a los rasgos que definenla orografía de todo el sectorde altiplanos que vemos ex-tenderse entre ambos yaci-mientos (Fig. 5).

De este modo, y comorefleja el emplazamiento deeste enclave romano, suprincipal objetivo sería el degarantizar el control terri-torial de este área comarcaly, desde un punto de vistaamplio, de la cuenca mediay alta de los dos cursos flu-viales del Argos y el Quípar,dominando tanto las prin-cipales vías de comunica-ción del Noroeste como losposibles puntos de avitua-llamiento, forrajeo y aguada(Brotóns, Murcia, 2008).Recordemos, en este sen-tido, el abrevadero de ga-nado localizado en las pro-ximidades del yacimiento,

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FIG. 5. Cuenca visual del Cerro de las Fuentes de Archivel, poblamiento ibero-romanoy principales ejes viarios y manantiales de su entorno.

en un área donde además enlazarían dos importantesvías pecuarias de la comarca, la mencionada CañadaReal de Archivel, procedente de Lorca, y la veredadel Llano de Béjar, proveniente de las sierras situadasal noreste del yacimiento.

Por lo que respecta a la cuenca visual que ofreceel castellum instalado en la Cabezuela de Barranda,situado a medio camino entre el anterior y el citadooppidum ibérico de Los Villaricos, también parecemostrar un claro interés por el control del territoriocircundante y de las vías de comunicación del en-torno, de los que su ubicación le proporcionaría unamplio dominio visual. También desde el cerro secontrolarían los distintos centros ibero-romanos queposiblemente en el momento de instalación de estosenclaves debamos ver aun en funcionamiento entodo este sector de altiplanos comarcal de Singla yPinilla. Asimismo, se dominarían los recursos detodo tipo que pudieron ofrecer las tierras más pró-ximas a este yacimiento, entre los que cabría desta-car los manantiales localizados en las vecinas fuentesde Las Tosquillas, Navares y en el Nacimiento delOjico.

Al igual que el anterior,también la cuenca visual deeste castellum alcanza unagran amplitud, enlazandoademás con la de aquel y conla del citado oppidum y con-trolando más del 44% de lastierras que quedarían dentrode ese radio teórico y com-parativo de 8 kilómetros.Asimismo, dentro de dichacuenca quedarían, como he-mos indicado, algunos delos centros ibero-romanosde este área comarcal, comoel Altico de Barranda y elnúcleo localizado próximoa la Fuente de las Tosquillas(Fig. 6).

Ambos castella lograrían,por tanto, un perfecto con-trol de prácticamente todoeste sector de los valles delArgos y el Quípar, área clavede paso hacia las cuencas al-tas de ambos ríos y hacia

tierras andaluzas. De este modo, en un paisaje do-minado hasta el momento por pequeños asenta-mientos de carácter agropecuario, establecidos enzonas bajas, y sin aparentes defensas naturales, lainstalación de esos castella tendrá, como señalába-mos, un doble significado. Así, mostrará un dominioreal de esos territorios por parte de la facción romanaa la que podrían vincularse ambos enclaves, perotambién, en cierto modo, un dominio simbólico delos mismos, expresado a través del establecimientode dichos castella, que permitirá a esa facción hacersepresente en el territorio.

A pesar del carácter similar y de ese doble interés,anteriormente apuntado, que caracteriza a ambosenclaves, quizás su funcionalidad podría ser en ciertomodo un poco distinta y, en este sentido, sería in-teresante atender a otras cuestiones con respecto ala localización de ambos.

Como han señalado sus investigadores, el análisisde las estructuras documentadas en dichos castellaparece ofrecer un carácter diverso para aquellas do-cumentadas en Archivel y para las que han puestode manifiesto los sondeos realizados en Barranda.

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FIG. 6. Cuenca visual del castellum de La Cabezuela de Barranda, poblamiento ibero-romano y principales ejes viarios y manantiales de su entorno.

En este último, la menor entidad de las mismas hallevado a interpretar dicho enclave más como unposible punto de vigilancia y control del territorio yde dicha ruta que como un establecimiento desti-nado a una defensa prolongada. Del mismo modo,F. Brotóns y A. Murcia, apuntan también a la posi-bilidad de ver en él un punto de salvaguarda de ex-cedentes que, incluso, pudo haber desempeñado unafunción similar a la de un praetorium, funcionandocomo lugar de residencia de posibles mandos mili-tares durante el conflicto (Brotóns, Murcia, 2008:62; Morillo, 2003). Además, y junto a ese posiblecarácter distinto también cabría indicar el mayorcontrol que este último castellum pudo tener del valledel Quípar mientras que el instalado en Archivel lo-graría un mejor dominio del valle del Argos.

En esta misma línea, y al margen de los propiosrasgos materiales que presentan ambos centros, cabríatambién atender a la accesibilidad a dichos castelladesde las tierras del entorno, rasgo que también reflejaimportantes diferencias entre ambos enclaves. Si aten-demos a los territorios a los que teóricamente dichosestablecimientos pudieron tener acceso en el intervalocomparativo de una hora de camino, el instalado en

Archivel sólo alcanzaría un área de 265 ha, mientrasque el castellum de Barranda accedería sin problemasa una superficie que superaría ampliamente las 2000ha. En este sentido, la clara diferencia que se advierteentre ambos centros, podría también apuntar a unainterpretación similar a la planteada por F. Brotóns yA. Murcia, confirmando en cierto modo la hipótesissugerida por dichos investigadores, y llevándonos aver en este segundo enclave un posible punto de vi-gilancia pero también, al mismo tiempo, de recogiday almacenamiento de avituallamientos (Brotóns, Mur-cia, 2008: 61-62) (Fig. 7).

Partiendo de esta posibilidad, sería también in-teresante analizar, sólo brevemente, los rasgos quedefinen el entorno inmediato del castellum de Ba-rranda, atendiendo no sólo a los recursos de tipohídrico anteriormente indicados sino también aaquellos de tipo agropecuario que pudieron ser uti-lizados para abastecer a esos contingentes. En estesentido, debemos ser conscientes de que no seríaeste centro el que desarrollaría dicha explotación,sino quizás los núcleos localizados en todo este sectorcomarcal, proporcionando a las tropas todo lo ne-cesario para su mantenimiento.

Ante todo, destaca la es-pecial aptitud de los suelosde este sector para el de-sarrollo de las actividadesagrícolas (Alías, 1991). Eneste marco, no es de extra-ñar el marcado carácteragropecuario que ofrece lamayor parte de los centrosinstalados en este área co-marcal, que además conta-rían con amplios sectoresfácilmente accesibles a lolargo y ancho de todo estesector de altiplanos. Todoello pudo quizás ofrecer aestos núcleos la posibilidadde producir el excedente ne-cesario para el abasteci-miento de las tropas acan-tonadas en dichos castella.Asimismo, cabe señalar laaparición de restos de vasi-jas de almacenamiento entodos esos asentamientos,

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FIG. 7. Visión comparativa de las áreas teóricas a las que ambos castella tendrían accesoen una hora de camino.

reflejo quizás de la capacidad de producción de lasricas tierras en las que se instalaron, tal y como seaprecia en los núcleos localizados en Casa Muso, ElPalomar, Casa Quemada, la Fuente de las Tosquillasy el Altico de Barranda, estos dos últimos muy pró-ximos al castellum de La Cabezuela.

De este modo, y si bien todo ello podría confir-mar también ese posible carácter diferenciado entreestos enclaves romanos, lo cierto es que queda claro,en ambos casos, su interés común por vigilar y con-trolar visualmente estos territorios y el eje viarioque discurriría en dirección a tierras andaluzas. Elbreve periodo al que correspondería su ocupación,su posterior abandono y el hecho de que ningunode ellos sea reocupado nuevamente en época ro-mana, son aspectos que ponen aun más de mani-fiesto el carácter señalado, confirmando el papel decontrol de ambos castella que, una vez finalizadodicho conflicto, dejará de tener sentido.

Tras todo lo indicado está claro, por tanto, elobjetivo e interés fundamental de estos enclaves asícomo el nuevo panorama que su instalación supon-drá en el paisaje de las cuencas media y alta del Argosy el Quípar, representando su presencia un puntode inflexión en el modelo de control que, definidoprácticamente desde el Ibérico Pleno, aparecía hastael momento centrado en Los Villaricos. Ahora, eldominio de dicha ruta y, en definitiva, el control dela circulación y el tránsito a través de la misma, que-dará en manos de ambos yacimientos romanos, sindescartar la posibilidad, como apuntábamos al inicio,de otros posibles puntos secundarios de vigilancia alo largo de su trazado (Brotóns, Murcia, 2008).

Es precisamente en conexión con esos cambiosque se advierten en el modelo de control territorialque resulta interesante analizar el nuevo panoramaque pudo suponer, para estos territorios, la instala-ción de ambos castella y el traslado de esos enfren-tamientos civiles, especialmente, como señalábamos,en el contexto del proceso de romanización que yadesde la centuria anterior se había iniciado en todoeste área murciana.

4. Los castella en el marco del paisaje comarcaldel siglo I a.C.: organización territorial yromanización en el Noroeste murciano

Tras analizar la dimensión estratégica de amboscastella en el conjunto del territorio comarcal, resultaría

interesante intentar insertarlos en la dinámica evo-lutiva que caracteriza estas tierras del interior mur-ciano en el siglo I a.C. y, en definitiva, en el procesode integración de las mismas en la órbita de Roma,que veremos ya plenamente consolidado a partir delcambio de Era.

Desde el siglo II a.C., el paisaje de las cuencasdel Argos y el Quípar parece estar dominado porpequeños establecimientos de carácter marcada-mente agropecuario, establecidos en zonas bajas ysin aparentes defensas naturales. Únicamente el nú-cleo ibérico emplazado en Los Villaricos, centrodestacado en el marco del poblamiento comarcal,parece reflejar una amplia continuidad desde el pe-riodo anterior. Su posición estratégica en la citadaruta del Quípar, unida al destacado papel que debiódesempeñar en la organización y el control de todoese poblamiento disperso, así como el posible apoyoque debió mostrar desde un primer momento a lapresencia romana, parecen justificar en gran medidasu pervivencia y, sobre todo, la transformación edi-licia que experimentará el santuario vinculado a él,en el vecino Cerro de la Ermita de La Encarnación.Dicho centro de culto será objeto de una amplia re-modelación en época republicana, que llevará a laconstrucción, en el área donde se situaba el anteriorsantuario indígena, de dos templos de estilo itálico,cuya decoración es claro reflejo de los modelos de-corativos documentados en el ámbito lacial (Rama-llo, 1991: 39-65).

Atendiendo al panorama señalado, y en un con-texto aun claramente indígena desde el punto devista de la organización de estos territorios, así comode la propia cultura material que predomina en lamayor parte de esos establecimientos rurales, la ins-talación de ambos castella supondrá un importantecambio en el paisaje comarcal que debe analizarseno sólo desde el punto de vista de esos conflictos ci-viles sino también del propio mundo indígena. Eneste sentido, ¿qué suponen esos castella romanos enel paisaje del Noroeste regional del siglo I a.C.?

En primer lugar, como hemos indicado, consti-tuirán un nuevo elemento en el paisaje comarcal quevendrá, además, a modificar en cierto modo, un mo-delo de control territorial definido y articulado exclu-sivamente, hasta el momento, por el citado oppidumibérico. Al mismo tiempo, y si atendemos al panoramadescrito, estos enclaves representarán un elementonuevo para ese mundo indígena de la zona, sin quepodamos descartar su posible influencia romanizadora.

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En este sentido, y si bien su instalación no pretendióen ningún momento la integración de estos territo-rios, indirectamente sí que pudo influir, tal vez, ycomo tantos otros factores, en el lento proceso deconsolidación romana en los mismos.

4.1. Los castella y la transformación del paisaje comarcalen el siglo I a.C.: cambios en el poblamiento, losejes viarios y el modelo de control territorial

Desde una perspectiva amplia, lo cierto es queel traslado a territorios comarcales de los conflictosromanos, no debe verse como un hecho exclusivode este área del Sureste. También otros ámbitos pe-ninsulares se verán afectados por los enfrentamientoscomo es el caso, ya señalado, de las vecinas tierrasoretanas (López, 1994: 328-329). En este área, lapresencia de magistrados monetales ya con anterio-ridad a César, parece reflejar cómo las élites localesse habrían ganado ampliamente la confianza deRoma, buscando lograr la ciudadanía con sus servi-cios a aquella. Según R. López Domech este pano-rama estaría en conexión, en gran medida, con elhecho de que durante los conflictos civiles entrepartidarios de César y de Pompeyo todo este áreamostrase, probablemente, una actitud pro-cesariana,que sería recompensada más tarde por el propio Cé-sar y posteriormente por Augusto con la municipa-lización de la zona (López, 1994: 328-329).

A pesar de ello quizás sería en tierras alicantinas,y más concretamente en el área central contestana,donde se advierte probablemente un panorama mássimilar al del Noroeste murciano en este periodo,ya que también dicha zona se verá envuelta en unenfrentamiento que marcará definitivamente la pro-pia evolución del poblamiento y la organización deestos territorios. En este caso, sin embargo, no seránesos conflictos civiles entre cesarianos y pompeyanos,sino las Guerras Sertorianas las que implicarán unimportante cambio en la dinámica del poblamientode este área (Grau, 2002).

En el caso de las cuencas del Argos y el Quípar,y debido al carácter de los datos de los que dispone-mos para este periodo, en su mayoría escasos y frag-mentarios, así como al hecho de que ambos castellase encuentren aun en fase de estudio, resulta espe-cialmente complejo intentar advertir las posiblesconsecuencias que dichos conflictos pudieron tener

en el poblamiento documentado en este área. Asi-mismo, el propio desconocimiento que tenemos so-bre la composición de los contingentes instaladosen dichos enclaves, aspecto arriesgado de plantearúnicamente en base a los citados datos materiales,resulta también un problema más para abordar estetipo de cuestiones (Brotóns, Murcia, 2008).

A pesar de ello, y aunque no podemos estableceruna clara conexión entre dichos enfrentamientos ci-viles y la desaparición de un importante número decentros en un momento indeterminado antes delcambio de Era, lo cierto es que tampoco podemosdescartar una relación entre ambos hechos. En estesentido, un periodo marcado por un ambiente con-flictivo y de la inseguridad, tal y como cabría plantearsi aceptamos la presencia de esas dos facciones ro-manas en estos territorios, pudo llevar al abandonoo al progresivo declive de la mayor parte de esoscentros rurales, que presentarán un patrón de asen-tamiento con inigualables condiciones para la ex-plotación agrícola, pero no para la defensa en unambiente de enfrentamiento militar. Asimismo, re-sulta llamativo que prácticamente ninguna de laspequeñas granjas agropecuarias que parecen surgiren el tránsito de los siglos III-II a.C. perdure hastaépoca imperial, ni tan siquiera los escasos estableci-mientos que parecían ofrecer una mayor continuidaddesde el siglo IV a.C. Ejemplos de ello son centroscomo los localizados en la Loma de la Casa Nuevay en Fuente de la Teja, en el que los trabajos ar-queológicos apuntan también a un claro momentode abandono a finales del siglo I a.C. (Brotóns,1999: 260-261; Murcia, 2006: 196-197 y 209-210).Asimismo, F. Brotóns ha puesto también en cone-xión con dichos enfrentamientos civiles, y con lapropia instalación del vecino castellum del Cerro delas Fuentes de Archivel, el nivel de abandono que seadvierte en la necrópolis de Casa Noguera en tornoal siglo I a.C. (Brotóns, 2003: 28).

Del mismo modo, junto a esos conflictos, y hastaque nuevos trabajos aporten más información sobremuchos de los núcleos rurales de este periodo, escierto que tampoco podemos descartar la posibilidadde que dichas transformaciones en el poblamientorespondiesen en cierto modo también a la nuevaordenación territorial que la presencia de Roma su-pondrá en todo este área peninsular especialmentea finales del siglo I a.C. En cualquier caso, los datosde los que disponemos nos impiden actualmente

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aproximarnos de forma más precisa a la influenciaconcreta de dichos conflictos en el poblamientoibero-romano comarcal, siendo complicado asi-mismo determinar el posible papel que pudierondesempeñar las propias comunidades indígenas enel marco de estos enfrentamientos.

Por lo que respecta al oppidum de Los Villaricos,que sí parece mostrar una cierta continuidad hastaépoca imperial, como atestiguan los restos de terrasigillata hallados en superficie y los materiales recu-perados en las últimas prospecciones realizadas enel mismo, quizás tampoco debió permanecer ajenoa dicho conflicto. Recordemos en este sentido losrestos de proyectiles de honda localizados junto a lamuralla del mismo, así como las monedas republi-canas recuperadas también en este área (Fontela,2005; Brotóns, Murcia, 2006: 652). Desafortuna-damente resulta complicado aproximarnos a su papelen este periodo, especialmente debido a la ausenciade trabajos de excavación que ofrezcan nueva infor-mación sobre su desarrollo en estos momentos y alo largo de los años posteriores al conflicto.

Al margen de todo ello lo cierto es que a partirdel siglo I d.C. la mayoría de los establecimientosque veremos instalados en es-tos territorios murcianos se-rán centros de nueva planta,a excepción del citado oppi-dum, y sólo aquel situadoen la Fuente de la Teja, enlas proximidades del Argos,pudo ser reocupado, tras unhiatus, a lo largo del periodoaltoimperial (Murcia, 2006)(Fig. 8).

El siglo I a.C. se presen-taría así como un momen-to de cierta ruptura en lascuencas media y alta del Ar-gos y el Quípar, que apa-rentemente parece marcar elfin del modelo organizativodel poblamiento y de con-trol territorial de época an-terior, desembocando, ya apartir del siglo I d.C. paraestas tierras murcianas, en laromanización e integracióndefinitiva de las mismas en

la órbita romana (Grau, 2002: 267-268). De estemodo, y como se observa también en los territoriosalicantinos, se apreciará en la comarca, especialmentea partir del cambio de Era, un nuevo desarrollo delpoblamiento cuyos rasgos definirán ya la ocupacióny explotación del territorio a lo largo de todo el pe-riodo altoimperial (Grau, 2002: 268).

Asimismo, quizás tampoco podríamos descartarel hecho de que dichos conflictos estuviesen en co-nexión con la reactivación de la ruta que, a través delos valles del Guadalentín y el Corneros, discurriríatambién en dirección a Andalucía, aparentementeabandonada desde el siglo V a.C. y que con Augusto,y la instalación de la mencionada calzada romana,experimentará nuevamente un amplio desarrollo.

En este sentido, no sólo en las vecinas tierras le-vantinas y del ámbito granadino se advierte un pa-norama similar, en el que la actuación romana im-plicará también ciertas novedades en el poblamientoy los ejes viarios de época ibérica Plena (Adroher,López, 2002: 32-33 y 2004: 114-115; Grau, 2003:62-67; Muñoz, 1997: 50-56), sino también en otrasáreas del Mediterráneo, como en el propio ámbitoitálico. Aquí, resulta llamativo el cuadro definido

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FIG. 8. Distribución del poblamiento ibero-romano en las cuencas del Argos y el Quípary localización de los nuevos centros altoimperiales.

en el área etrusca centro-meridional, en la que seobserva una clara relación entre el interés romanopor lograr la seguridad comercial y el control militarde la zona, y los cambios que se advertirán en lasrutas de comunicación que Roma desarrollará a tra-vés de estas tierras. Estas implicaron, además, unimportante cambio en el poblamiento, convirtién-dose ahora muchos de los establecimientos situadoshasta el momento en puntos clave, como Vulci, ennúcleos periféricos (Cambi, 1999: 117-119; Sgubini,1993: 37-40; Maggiani, 1981: 90). Así, y en cone-xión con el panorama indicado, también en el casodel Noroeste murciano cabría plantear la posibilidadde que fuese precisamente la situación de inseguridadque define en estos momentos todo el área atravesadapor la citada ruta del Argos-Quípar, uno de los múl-tiples factores que pudo favorecer la puesta en mar-cha nuevamente, y su definitiva consolidación porparte de Roma, de ese eje viario alternativo por te-rritorios lorquinos que será la vía Augusta.

El siglo I a.C. parece presentarse así, en el Nor-oeste murciano, tal y como se ha señalado tambiénpara las vecinas tierras granadinas, como un mo-mento políticamente romano, si bien, y desde elpunto de vista social y cultural, las poblaciones quehabitan estas tierras continuarán siendo fundamen-talmente indígenas (Adroher, López, 2004: 97-110).En este contexto no es de extrañar que el núcleoinstalado en Los Villaricos jugara un papel destacado,especialmente si tenemos presente la importanciade este centro como punto fundamental en la arti-culación y control territorial de ambas cuencas a lolargo de las centurias precedentes y hasta estos mo-mentos. Como apuntábamos, su continuidad frenteal abandono que experimentarán el resto de los cen-tros comarcales, así como el asedio que pudo sufrir,tal y como parecen apuntar algunos de los hallazgoslocalizados en las proximidades de la muralla de esteoppidum (Fontela, 2005: 67; Brotóns, Murcia, 2008:63), parecen confirmarlo como centro destacado enla organización de todo este área, al que cabría añadirahora también esos dos nuevos establecimientos mi-litares romanos.

Al margen del papel que pudo desempeñar el citadooppidum ibérico, lo cierto es que el paisaje comarcalcambia y con él el modelo de control que, centradoen Los Villaricos, había definido estas tierras desdeépoca ibérica, configurándose así también ambos cas-tella a lo largo de este breve periodo de enfrentamientos

civiles como nuevos puntos de referencia esencialesen el mismo. Estos enclaves lograrán de este modoun control de dichos territorios y, sobre todo, ejer-cerán un claro dominio del tránsito a través del ejede comunicación que discurrirá, siguiendo los vallesdel Argos y el Quípar, hacia el área andaluza (Brotóns,Murcia, 2008; Brotóns, Murcia, García, 2004: 78-80, 2005: 257-258 y 2008: 545-560).

4.2. El significado de los castella de Archivel yBarranda en el marco de la romanización de lascuencas del Argos y el Quípar

Apuntábamos anteriormente al posible papel queal margen de las citadas transformaciones en el pro-pio poblamiento, los ejes viarios y el modelo decontrol que definiría estos territorios hasta el siglo Ia.C., pudieron desempeñar ambos castella en el pro-ceso de integración de las sociedades comarcales,aun plenamente indígenas, en la órbita romana.

Ante todo, está claro que la instalación de dichoscastella responde a un contexto concreto, como esel de las guerras civiles y, por tanto, a las necesidadespropias de dicho conflicto. No podemos ver en ellosestablecimientos destinados a favorecer la romani-zación de estas tierras, carácter que en cambio sítendrán los núcleos romanos instalados en otrasáreas peninsulares y del Mediterráneo occidental,ni tampoco un interés romano por lograr una inte-gración real de dichos territorios (Brotóns, Murcia,2008: 63-64).

Es cierto que los contactos con Roma no seránun factor nuevo en estos momentos, pues ya desdela centuria anterior se advierte la presencia de im-portaciones itálicas en muchos de los yacimientoscomarcales, tales como cerámica campaniense y, so-bre todo, material anfórico, así como la buena rela-ción que debió establecerse entre indígenas y roma-nos, reflejada en la citada transformación ediliciadel santuario de La Encarnación (Ramallo, 1991).

Aun así, y si bien está claro el carácter prácticode dichos enclaves en el marco de un contexto his-tórico muy particular, no podemos olvidar comovenimos señalando que la sociedad que habita estosterritorios, tal y como refleja su cultura material ylos propios rasgos constructivos que definen losasentamientos de este periodo, sigue siendo funda-mentalmente indígena. Si atendemos a la posición

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destacada en el paisaje de ambos castella está claroque no sólo se haría eco de su presencia la facciónromana contraria a los contingentes instalados enellos, sino también esas comunidades locales, quese verían inmersas en ese ambiente de inseguridad yconflicto que definirá el paisaje comarcal duranteeste periodo de enfrentamientos. Este hecho, y de-jando al margen la posible participación de contin-gentes indígenas en dichos conflictos, cuestión a laque sólo futuros trabajos de campo podrán respon-der, tendrá necesariamente su repercusión en dichascomunidades, especialmente si tenemos presente laposibilidad, ya apuntada, de que el núcleo principaly articulador de todo este territorio, el oppidum deLos Villaricos, se viese inmerso también en dichasguerras civiles (Brotóns, Murcia, 2008: 63).

Ya hemos señalado que uno de los intereses delos castella comarcales será el de hacerse presentes enel territorio con el objetivo, posiblemente, de con-trolar la ruta hacia Andalucía y, en cierto modo, demostrar a los contingentes de la facción contraria,un territorio y un eje viario dominados, prácticamenteen su totalidad, por estos enclaves y por la facciónque los ocupa. De este modo dicho control tieneuna dimensión real pero también, en cierta medida,como hemos apuntado anteriormente, simbólica, yen este sentido no sólo podemos ponerlo en conexióncon la imagen que esos contingentes romanos ten-drían de él sino también con aquella que pudierontener los indígenas residentes en estas tierras.

Como refleja el propio traslado de dichos conflictosciviles al Noroeste murciano, el destino de estos terri-torios se presenta ya claramente ligado al de Roma.La instalación de los castella simplemente pondrá demanifiesto que será esencialmente Roma quien, endefinitiva, y al margen del poder que aun pudiese os-tentar, con su consentimiento y apoyo, la elite local,ejercerá el control y decidirá finalmente el destino deestos territorios. Así, es precisamente en este contextodonde debemos encuadrar la desarticulación definitivadel modelo territorial ibérico y el surgimiento delnuevo paisaje altoimperial que veremos consolidadoya a partir del siglo I en estas tierras.

5. Conclusiones

El análisis de los castella tardorrepublicanos do-cumentados en el Noroeste murciano, en las actuales

pedanías de Barranda y Archivel, y datados en elperiodo de las guerras civiles entre partidarios deCésar y Pompeyo, refleja claramente el traslado aestos territorios, a mediados del siglo I a.C., de di-chos enfrentamientos.

El propio patrón de asentamiento de estos cen-tros y su inserción en el marco del territorio definidopor las cuencas media y alta del Argos y el Quípar,reflejan claramente su carácter estratégico y su posi-ción privilegiada, que responderá a un interés fun-damental: el control de la vía de comunicación yacceso a tierras andaluzas a través del interior mur-ciano. Junto a él, y aceptando la presencia de dosfacciones contrarias en estos territorios, no podemostampoco descartar el interés de aquella que estuvotras la instalación de dichos enclaves por hacersepresente y mostrar su dominio en todo este sectorregional frente a la que pudo localizarse en el núcleoibérico de Los Villaricos.

Si bien estos castella tendrán un periodo de uti-lización muy concreto, limitado al desarrollo de di-chos conflictos, su presencia en el territorio y en unpaisaje aun marcadamente indígena, supondrá im-portantes transformaciones que, junto a las queimplicarán otros muchos factores, contribuirán a ladefinitiva desarticulación del modelo territorial ibé-rico en la zona y a la consolidación del nuevo modeloromano que definirá estos territorios murcianos alo largo de todo el periodo altoimperial.

Aun así los datos de los que aun hoy por hoydisponemos nos impiden poner en conexión directacon dichos conflictos y con la instalación de estoscastella muchos de los cambios que se advierten enel siglo I a.C. en el poblamiento y los ejes viarios deépoca ibérica e ibero-romana, cuestión a la que,como tantas otras, sólo nuevos trabajos de campo,como los que se están desarrollando actualmente enambos enclaves romanos, podrán responder.

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