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19 Revista Estado y Políticas Públicas Nº 5. Año 2015. ISSN 2310-550X pp. 19-39 La sociedad civil “desorganizada”. P rotestas y oposición en la sociedad civil a los gobiernos kirchneristas The “disorganized” civil society. Protests and civil society opposition to the Kirchner governments Por Sergio De Piero *  y Agustina Gradin ** Fecha de Recepción: 03 de junio de 2015. Fecha de Aceptación: 19 de julio de 2015. RESUMEN El objetivo de este artículo es realizar una aproximación al fenómeno de los procesos de movilización social en la Argentina ac- tual, cuando los protagonistas son sectores sociales de sectores medios y medios altos, y cuyo objetivo es lograr que las políticas públicas se inclinen en otra dirección a la desarrollada hasta ese momento. Nos in- teresa establecer si las protestas protago- nizadas por estos actores, y acontecidas durante los últimos años, dieron lugar a la emergencia de un movimiento social como sucedió en otras partes del mundo, por ejemplo España y el Movimiento de los In- dignados (Castells, 2012). Para ello, desde una perspectiva sociopolítica y basada en el análisis de fuentes secundarias, describire- mos la composición y las demandas de las protestas comprendidas entre el 13 de sep- tiembre de 2012 y el 18 de abril de 2013, para contrastarla con su incidencia en las políticas públicas a nivel nacional. Sobre la base de los desarrollos teóricos utilizados por Manuel Castells (2012) afirmaremos la no correspondencia de plantear que nos encontramos frente a la emergencia de un nuevo movimiento social, sino que estamos frente a un fenómeno que expresa dos cues- tiones diferenciables. Por un lado, evidencia que a la multiplicidad y al contenido de las demandas emergentes, subyace una crítica global al kirchnerismo como proyecto po- lítico de gobierno. Y por otro lado, expresa la persistencia de la crisis de representación de los partidos políticos opositores como herramientas de canalización del malestar social emergente. Palabras clave: Protestas sociales, Kirch- nerismo, Sociedad civil.  ABSTRACT Te aim of this article is to approach the phenomenon of social mobilization proces- ses in today’s Argentina, where the protago- nists are social sectors of middle and upper * Doctor en Ciencias Sociales (UNQ), UBA/UNAJ/FLACSO. Correo electrónico: depiero@acso.org.ar ** Magister en P olíticas Públicas para el Desarrollo con Inclusión Social (FLACSO), CONICE/ FLACSO. Correo electrónico: agradin@acso .org.ar

La sociedad civil “desorganizada”. Protestas y oposición en la sociedad civil a los gobiernos kirchneristas Por Sergio De Piero* y Agustina Gradin**

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Revista Estado y Políticas Públicas Nº 5. Año 2015. ISSN 2310-550X pp. 19-39 

La sociedad civil “desorganizada”.

Protestas y oposición en la sociedadcivil a los gobiernos kirchneristas

The “disorganized” civil society.Protests and civil society opposition to the Kirchner governments

Por Sergio De Piero* y Agustina Gradin**

Fecha de Recepción: 03 de junio de 2015.

Fecha de Aceptación: 19 de julio de 2015.

RESUMEN

El objetivo de este artículo es realizar unaaproximación al fenómeno de los procesosde movilización social en la Argentina ac-

tual, cuando los protagonistas son sectoressociales de sectores medios y medios altos,y cuyo objetivo es lograr que las políticaspúblicas se inclinen en otra dirección a ladesarrollada hasta ese momento. Nos in-teresa establecer si las protestas protago-nizadas por estos actores, y acontecidasdurante los últimos años, dieron lugar a laemergencia de un movimiento social comosucedió en otras partes del mundo, por

ejemplo España y el Movimiento de los In-dignados (Castells, 2012). Para ello, desdeuna perspectiva sociopolítica y basada en elanálisis de fuentes secundarias, describire-mos la composición y las demandas de lasprotestas comprendidas entre el 13 de sep-tiembre de 2012 y el 18 de abril de 2013,para contrastarla con su incidencia en laspolíticas públicas a nivel nacional. Sobre la

base de los desarrollos teóricos utilizadospor Manuel Castells (2012) afirmaremosla no correspondencia de plantear que nosencontramos frente a la emergencia de unnuevo movimiento social, sino que estamosfrente a un fenómeno que expresa dos cues-tiones diferenciables. Por un lado, evidenciaque a la multiplicidad y al contenido de lasdemandas emergentes, subyace una críticaglobal al kirchnerismo como proyecto po-lítico de gobierno. Y por otro lado, expresala persistencia de la crisis de representaciónde los partidos políticos opositores comoherramientas de canalización del malestarsocial emergente.

Palabras clave: Protestas sociales, Kirch-nerismo, Sociedad civil.

 ABSTRACT 

Te aim of this article is to approach thephenomenon of social mobilization proces-ses in today’s Argentina, where the protago-nists are social sectors of middle and upper

* Doctor en Ciencias Sociales (UNQ), UBA/UNAJ/FLACSO. Correo electrónico: [email protected]** Magister en Políticas Públicas para el Desarrollo con Inclusión Social (FLACSO), CONICE/

FLACSO. Correo electrónico: [email protected]

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middle, and aims to ensure that public po-licies are inclined in another direction the

developed so far. We are interested in esta-blishing whether protests by these actors,and took place during the last years, they ledto the emergence of a social movement as inother parts of the world, such as Spain andthe Occupy Movement (Castells, 2012). odo this, from a socio-political and based onthe analysis of secondary sources perspective,describe the composition and the demandsof the protests between the September 13,

2012 and April 18, 2013, to contrast withits impact on public policy at the nationallevel. Based on the theoretical developmentsused by Manuel Castells (2012) affirm thatdoes not correspond to state that we are fa-ced with the emergence of a new social mo-vement, but we are facing a phenomenonthat expresses two distinguishable issues. Onthe one hand, evidence of the multiplicityand the content of the emerging demands

lies a comprehensive critique of the Kirch-ner government as a political project. On theother hand, it expresses the continuing cri-sis of representation of opposition politicalparties as tools for channeling the emergingsocial unrest.

Keywords:  Social Protests, Kirchnerismo,Civil Society.

Introducción

La movilización y ocupación del espaciopúblico para la protesta y las demandas derespuestas por parte del Estado, son marcasnotables del sistema político argentino y desu sociedad civil. Desde el retorno a la de-mocracia en 1983, diversos actores han ape-lado a este recurso (Calderon y Jelin, 1987;García Delgado, 1989; Lechner, 1994; For-

ni, 2002; De Piero, 2005). Sin embargo, notodos lo hicieron con la misma intensidadni del mismo modo, y ese uso también se

vio afectado por los tiempos políticos. Loque representa una novedad es la moviliza -

ción callejera de sectores socioeconómicosmedios y medios altos (incluso altos) quehabían recurrido en muy pocas ocasiones aesta herramienta (Paramio, 2012; Gómez,2014). Estas expresiones parecen tener doshechos clave que las conformaron y atrave-saron: el ciclo de protestas que desembocóen las jornadas del 19 y 20 de diciembre de2001, y su posterior proceso de moviliza-ción social que incluyó asambleas barriales,

piquetes y cacerolazos; y la conflictividad entorno de la Resolución ministerial 125 delaño 20081.

La bibliografía desarrollada en nuestro paísse ha centrado, y con razón por su enverga-dura, en las movilizaciones generadas por lossectores excluidos, desocupados y popularesen general, las transformaciones del sindica-lismo y de los partidos políticos tradicionalescomo mediadores sociales, la emergencia de

los “nuevos movimientos sociales, su relacióncon el Estado y la capacidad, o no, de incidiren las políticas públicas2.

En este artículo, nos interesa realizar unaaproximación a este fenómeno cuando losprotagonistas son otros sectores sociales, los

1 La Resolución del Ministerio de EconomíaNº 125, fue firmada en el año 2008, y estable-cía la implementación de retenciones móvilessobre las exportaciones de granos y oleagino-sas; la medida fue resistida por los sectores delagro, como ya veremos.

2 Véase Farinetti (1999), Schuster y Pereyra(2001), Auyero (2002), Svampa y Pereyra(2003), Lobato y Suriano (2003), Massetti

(2004), Delamata (2004), Merklen (2005),Schuster et. al. (2005), Svampa (2005, 2008),Pereyra (2008), Pereyra et. al. (2008), Pérez yNatalucci (2012).

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sectores medios y medios altos3, pero cuyoobjetivo es semejante: lograr que las políticas

públicas se inclinen en otra dirección a la desa-rrollada hasta ese momento. A su vez, nos in-teresa establecer si las protestas protagonizadaspor estos actores, y acontecidas durante los úl-timos años, dieron lugar a la emergencia de unmovimiento social como sucedió en otras par-tes del mundo, por ejemplo España y el Mo-vimiento de los Indignados (Castells, 2012).Para ello, desde una perspectiva sociopolíticay basada en el análisis de fuentes secunda-

rias4, vamos a describir la composición y lasdemandas de las protestas comprendidas entreel 13 de septiembre de 2012 y el 18 de abrilde 2013, para contrastarla con su incidenciaen las políticas públicas a nivel nacional. Enun primer momento, recuperaremos sus ante-cedentes y el contexto en cual se desplegaronsus discursos, demandas, modalidades de pro-testa y formas de organización. Seguidamente,reflexionaremos en torno a la caracterización

de este tipo de movilizaciones callejeras de

3 Utilizaremos indistintamente los conceptosde clase media y sectores medios. Sin embar-go, en ambos casos, los definimos siguiendo a Adamovsky (2009), donde en Argentina, lossectores medios de la sociedad no conformanuna clase social ni un grupo política o econó-micamente homogéneo, pero sin embargo la

mayoría la sociedad argentina dice pertenecera la clase media, y se encuentra identificadocon una identidad caracterizada por rasgosantipopulares y clasistas.

4 La estrategia metodológica se basó en el aná-lisis de notas periodísticas publicadas en losprincipales Diarios nacionales Clarín, Página12 y  La Nación durante el periodo analizado(del 10 de septiembre de 2012 - 19 de febrero

de 2015), y en el análisis de estudios de opi-nión realizados por consultoras privadas paraotros fines. El análisis se complementó conuna revisión bibliográfica sobre la temática.

protestas y su impacto en el sistema políticoargentino, sobre la base de los desarrollos teó-

ricos utilizados por Manuel Castells (2012)para analizar los procesos de movilización enEuropa y África de los últimos años. En las conclusiones, afirmaremos que no correspon-de plantear que nos encontramos frente a laemergencia de un nuevo movimiento socialsobre la bases de las protestas analizadas, sinoque estamos frente a un fenómeno que expresados cuestiones diferenciables. Por un lado, evi-dencia que a la multiplicidad y al contenido de

las demandas emergentes, subyace una críticaglobal al kirchnerismo como proyecto políticode gobierno. Y por otro lado, expresa la persis-tencia de la crisis de representación de los par-tidos políticos opositores como herramientasde canalización del malestar social emergente.

1. Movilizaciones sin conducción.Breves antecedentes

El retorno de la democracia en 1983, es to-mado como punto de partida para analizar di-versos fenómenos sociales actuales. A medidaque transcurrieron los años la conflictividady las demandas sociales tendieron a tornarsemás complejas y heterogéneas; así, organiza-ciones y movimientos de la sociedad (algunosya existente, otros emergentes) comenzaron aganar protagonismo como canales de expre-sión. En esa misma década se hizo mención alsurgimiento de nuevos movimientos sociales(Jelin, 1985)5. En particular la dinámica de

5 Podemos hacer referencia también a otras ex-presiones que no se enmarcaban en los estu-dios de los nuevos movimientos sociales. Qui-zás un antecedente a rescatar, en este sentido,sea la cuestión que suscitó los tratamientos

con Crotoxina  en el año 1986. Un grupo demédicos anunció que había diseñado una dro-ga capaz de ayudar en la cura contra el cáncer.Los tratamientos ya se estaban llevando ade-

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la década del ‘90, incluyó profundos cambiosen la matriz de la relación Estado - sociedad,

muy particularmente en las instancias de me-diación entre ambos espacios. En cuanto a larelación con los partidos políticos y el resto delas instituciones, ya desde inicios de la décadase habló de una crisis de representación (DosSantos, 1992; García Delgado, 1994). A suvez comenzaron a multiplicarse los casos deorganizaciones y movimientos sociales, queadquirían un gran protagonismo en torno deciertas demandas que se presentaban en el es-

pacio público. A partir del año 1996, surgenlos piquetes como forma de protesta de lasorganizaciones de trabajadores desocupadosen diversos puntos del país. Esta práctica, queemergió ante la ausencia de respuestas estatalesa la crítica situación social, alcanzó después unalto grado organizativo, bajo lógicas sindica-les y políticas, convirtiéndose en actores clavede la crisis de los años 2001-2002. Al mismotiempo, un conjunto de organizaciones socia-

les, con diversa capacidad de acción, se fuearticulando en el territorio para dar respues-tas inmediatas a la crisis6. Eran los intentos delos sectores que sufrían un proceso de exclu-sión, por encontrar respuesta a demandas queel mercado no buscaba atender (más bien locontrario) y el Estado demoraba en su respues-

lante cuando el tema tomó estado público, loque provocó un gran revuelo. Al demostrarseque la droga no era eficaz en el tratamientoel gobierno prohibió su comercialización, loque generó la protesta de personas enfermasde cáncer, las cuales realizaron marchas deprotesta ante el Ministerio de Salud y Ac-ción Social. Un análisis sobre este caso en DeIpola, 1990.

6 Mediante sociedades de fomento, clubes de-portivos, los “Clubes del rueque”, organi-zaciones que crecían al calor de programasfocalizados de políticas sociales, etc.

ta o lo hacía con una moderación intolerable(Forni, 2002).

 Junto a este tipo de demandas, ubicadasdentro de lo que se denominó la nueva cues-tión social, surgieron también otras de diversotipo. Estas no componían temas desconocidosni “nuevos”, sino que lo innovador era que seexpresaran con la ocupación del espacio pú-blico, cuando hasta ese momento corría porlógicas individuales, judiciales, etc. Así, porejemplo, las dos tragedias aéreas de la décadadel ‘907, generaron acciones novedosas por

parte de los familiares y amigos de las víctimas:se vincularon para reclamar justicia por lo su-cedido, y decidieron realizar concentraciones,peticionaron a las autoridades, concurrieron alos medios de comunicación, se informaronsobre el tema en cuestión y la responsabilidadde las empresas y desde luego litigaron; y elloen buena parte lo realizaron a través de un co-lectivo. Hicieron escuchar su voz, en un doblesentido: como la identidad de víctima, desde

la cual levantaban su reclamo y a la vez lo reali-zaban bajo un colectivo, algo difuso, pero quese referenciaba claramente en el hecho trágicoque los había vinculado repentinamente. Lasituación de víctima como identidad, comen-zó a ocupar el espacio público desde diferentesrealidades: tragedias naturales, personas asesi-nadas a causa de secuestros o en situacionesde robos (es decir víctimas de la denominada“inseguridad”), accidentes de tránsito, per-

sonas que sufrían alguna discapacidad o en-fermedad crónica, familiares de jóvenes conadicciones a drogas, entre otros. Surgieron nopocas organizaciones que en general buscaron

7 Se trata del vuelo 2553 de Austral Líneas Aé-reas que se estrelló en la Ciudad de Fray Ben-tos, Uruguay, el 10 de octubre de 1997, y el

vuelo 3142 de LAPA, que se estrelló antes dedespegar en el Aeroparque Jorge Newbery enBuenos Aires el 31 de agosto de 1999. Falle-cieron 74 y 65 personas, respectivamente.

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instalar los temas en el espacio público a travésde la protesta y la visivilización en los medios

de comunicación masivos. Sus demandas nopodían ser canalizadas ni por los partidos po-líticos ni por los sindicatos; pertenecían a otradimensión que lo salarial, y el grado de especi-ficidad, las volvía complejas de ser articuladaspor los partidos, menos aún en un proceso decrisis de representatividad, que esta situacióntendía a profundizar. Ese mismo año de 1999,un prolongado apagón en el sur de la Ciudadde Buenos Aires, generó protestas y cortes de

calles por parte de varios afectados.La víctima, que se impuso a la noción de

ciudadano sujeto de derecho, se convertía enun eje sobre el cual el Estado debía dar res-puestas, por su misma condición de sufrir unasituación considerada injusta. Pero mientrasque en décadas anteriores, injusticias seme-

 jantes podían ser procesadas en términos po-líticos, la mayor parte de estas organizacionesy movimientos, algunos de ellos esporádicos,

perseguían en este contexto histórico, la res-puesta focalizada a su demanda, sin planteospolíticos más amplios, que implicaran una de-finición de las pautas que el neoliberalismo,había impuesto en particular acerca del rol delEstado. A este, en todo caso, se lo cuestionabaindirectamente al plantear que acrecentara supresencia, pero no había detrás de ello un dis-curso político con capacidad articuladora, niactores que encararan esa tarea. Los cuestiona-

mientos iníciales referían a la necesidad de darrespuesta, pero no que ello implicara un cam-bio político por parte de la orientación gene-ral del Estado. Este punto es relevante porquedichos reclamos convivían con la conforma-ción de los grupos piqueteros, asambleas, etc.,que sí exigían cambios políticos sustanciales ymuchos de ellos optaron por la vía electoral ose acoplaron a partidos políticos ya existentes.

La heterogeneidad de la sociedad civil se

ha convertido en una marca de los tiempospresentes. Cierta homogeneidad que caracte-rizó a la sociedad civil del siglo XX, se expresó

en la presencia de espacios políticos con fuertecapacidad agregativa y organizativa respecto

de las demandas, frente a los poderes públi-cos, partidos políticos y sindicatos, fueron he-rramientas clave en este sentido. Pero cuandola diferencia parece ocupar un rol central enla definición de la sociedad civil (Grimson,2013) incluso en tensión con la noción dela igualdad, la representación de ese compo-nente se torna más compleja. Lo específico,la búsqueda de la aceptación e inclusión de ladiferencia, hace más difícil la construcción de

una partido capaz de englobar esas demandas8.La crisis del 2001 fue en parte una resultantede esa situación. Se la llamo “la rebelión delos fragmentos” (Sidicaro, 2006), porque elgrado de espontaneidad y ausencia de con-ducción política en el mes de diciembre de eseaño, fue una marca que evidenciaba la impo-sibilidad inmediata de ordenar esos reclamos,bajo algún tipo de lógica organizativa y con-ducción política. En esa experiencia, por otra

parte, los sectores medios urbanos utilizaronla ocupación de la calle como una herramientade protesta a la que sólo se habían acercadoenmarcada en partidos políticos o de mane-ra fragmentaria ante hechos muy puntuales(como algunos de los que mencionamos). Elcacerolazo de la noche del 19 de diciembre,pero en particular la aunque efímera, no poreso menos interesante experiencia de las asam-bleas barriales durante todo el verano de 2002

(y, según los casos, algunos años más tam-bién), se convirtieron en un “bautismo de fue-go” para muchos ciudadanos, una experienciade participación democrática, más intensa quela emisión del voto o la mera discusión coti-diana. El descubrimiento que la ocupación delespacio público (que implicaba cortar calles,interrumpir el tránsito, marchar junto a des-

8 La resolución en parte de esta complejidad ex-plica el éxito electoral del Kirchnerismo, cues-tión que será retomada en las conclusiones.

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conocidos), se convirtió en una experienciaque dejó su huella. A ese impacto también

debe sumarse conocer la práctica participati-va para muchos sectores que nunca se habíanacercado a instancias semejantes: tomar deci-siones, ordenar el uso de la palabra, votar, fue-ron también aprendizajes para algunos de ellos(riguboff, 2015)9.

2. El después

 Así, el clima generado en torno de los sucesos

del año 2001, permaneció e impactó en losdistintos sectores sociales, con una permanen-cia que tal vez no estemos en condiciones dedefinir. Lo cierto es que ante nuevos hechosque fueron valorados como relevantes, pordistintos ciudadanos, la ocupación y expresiónen el espacio público empezó a tornarse unapráctica usual. El peso de las demandas espe-cíficas, focalizadas, creció en diversos espaciosde sociedad. Movimientos, protestas con re-clamos de diverso tipo, comenzaron a hacersepresentes en el espacio público y a demandarsoluciones de parte del Estado. La llegada algobierno de Néstor Kirchner despertó rápida-mente una particular expectativa, en cuantoa la posibilidad de que esas demandas fuesenatendidas. Así, un presidente electo con tansólo el 22% de los votos, comenzó ampliar subase de apoyo a través de diversas medidas y

9 El autor señala que uno de los procesos másinteresante de las asambleas barriales de aque-llos años, fue la convergencia entre el conflic-to y la articulación, de los militantes políticosactivos, aquellos que tenían alguna experien-cia de militancia años atrás y quienes jamás lohabían hecho. El modo en que se resolvió esacuestión, impactó directamente en la forma

que tomó la asamblea (riguboff, 2015, espe-cialmente capítulo III). Indica también que lamayor parte de las asambleas se constituyeronen barrios de clase media y media alta.

gestos políticos, que despertaron nuevas ad-hesiones y respondiendo a algunas de esas de-

mandas (De Piero, 2009).El concepto de populismo (Laclau, 2005),

vino a explicar (nuevamente) este fenómenopolítico, que involucraba ciertas redefinicionesdel sistema político y en particular el tipo demediaciones desde este, con el conjunto de lasociedad civil. Como señala Biglieri (2010) laproductividad política del nuevo gobierno, ge-neró una amplia expectativa social y recolocóal sistema político - institucional en el primer

plano de las cuestiones sociales, lo cual abrióun nuevo panorama político para todos los ac-tores del sistema. La percepción inicial, por lomenos de la mayoría de los actores sociales ypolíticos de ese momento histórico, fue quese encontraban frente a un cambio tanto enel discurso presidencial como, particularmen-te, en la relación entre el Estado y la sociedad.En este marco, el gobierno viró la estrategiacon respecto a las demandas emergentes, de

la represión utilizadas en torno de la crisis del2001, a la incorporación de las demandas enla agenda política bajo su mandato (Mauro,2014; Gradin, 2013). A su vez, nos pareceimportante repetir, una vez más, que este giroen la construcción de la relación entre Esta-do y sociedad no implicó modificaciones enla estructura institucional propia de las de-mocracia liberales, sino la generación de otrasinstancias de mediación política que conviven

con aquellas, donde “el populismo se convier-te en un acompañante espectral de la políticaliberal-democrática (Arditi, 2004, citado porBiglieri y Perelló, 2007: 15).

Sin embargo esa construcción no fue in-mediata y no todas las demandas lograbanestructurarse del mismo modo. Nos referimosespecíficamente a todas aquellas que prove-nían de las particularidades que ya señalamosen el apartado anterior. Quizás pueda tomarse

como el primer antecedente de ellas, la mo-vilización que sucedió el 1 de abril de 2004,cuando Juan Carlos Blumberg, convocó a

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una marcha pidiendo por “seguridad”, luegode que su hijo fuese secuestrado y asesinado.

Esa convocatoria reunión a un número querondó las 130.000 personas según los diariosde la época. La marcha se realizó por fuera delos partidos políticos, sin que estos moviliza-ran estructuras, más allá de algunos espaciosmenores. La demanda fue acotada al pedidode mayor seguridad, con una agenda que pug-naba por el aumento de las penas y la mayorpresencia policial en las calles. Luego de estaconcentración y hasta el año 2005, Blumberg

convocó a otras cuatro marchas con suertedespareja, bajo las mismas consignas. Dadala capacidad de convocatoria en las primerasconcentraciones, algunos actores del sistemapolítico se acercaron a él y el propio presidenteNéstor Kirchner lo recibió en la Casa Rosada.al fue el impacto que logró generar bajo laagenda de la “inseguridad”, que por la presiónde estas marchas y su presencia permanenteen los medios de comunicación, el Congreso

Nacional modificó distintas leyes penales, queapuntaban al endurecimiento de penas. Con-seguidos los cambios en las leyes y algunas po-líticas de seguridad específicas, la capacidad demovilización mermó. Finalmente Blumberg sevolcó a la opción electoral, donde su fracasofue estrepitoso10.

El cuestionamiento también atravesó a al-gunos movimientos sociales, que los interpela-ron en un parte aguas, dado que el tema “se-

guridad” implicaba hechos graves, pero no eraarribado desde la perspectiva de la ampliaciónde derechos, propia de los movimientos socia-les, sino de una visión más represiva. En estesentido, se presenta una división cuando losreclamos por mayor seguridad en sectores po-pulares, implica el accionar de la policía como

10 En el año 2007, Blumberg se presentó comocandidato a Gobernador de la provincia deBuenos Aires por el Frente Vamos y obtuvoúnicamente el 0,98% de los votos.

responsable directa de los homicidios. En unsentido semejante, cabe recordar la tragedia de

República Cromañon en diciembre de 2004,donde murieron 194 jóvenes11. En este casolas víctimas provenían en general de sectorespopulares y también produjo una importantecapacidad movilizadora durante varios años, locual no estuvo exento de numerosas fracturasal interior de este grupo, acerca del contenidoy las formas de la protesta y la acción judicial12.

Otro antecedente lo constituyen las pro-testas y manifestaciones del año 2008, en

torno de la Resolución 125 del Ministerio deEconomía, que afectaba el modelo de reten-ciones. Las cuatro cámaras patronales (SRA,CRA, FAA y CONINAGRO)13 conformaronuna “Mesa de Enlace”, unificando su posiciónfrente a la política del gobierno, y llevandoadelante una estrategia conjunto de lucha paraimpedir que la Resolución entrara en vigen-cia. El despliegue que la Mesa de Enlace logróen todo el país fue inédito: se cortaron rutas

nacionales y provinciales, se derramaron milesde litros de leche y se destruyó cosecha, en el

11 La tragedia de Cromañon hace referencia alincendio del boliche el día 30 de diciembre de2004, donde fallecieron 194 jóvenes que esta-ban participando de un recital de música. Porel hecho, el entonces Jefe de Gobierno de la

Ciudad de Buenos Aires fue sometido a juiciopolítico y destituido de su cargo. La tragediapuso en evidencia la trama de corrupción quese tejía alrededor de la habilitación de localesnocturnos.

12 Las protestas y la acción de los partidos opo-sitores terminaron por destituir, a través delprimer juicio político, al entonces Jefe de Go-bierno porteños, Aníbal Ibarra.

13 Sociedad Rural Argentina, ConfederacionesRurales Argentinas, Federación Agraria Ar-gentina y Confederación Intercooperativa Agropecuaria.

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punto más crítico, buena parte del interior delpaís sufrió desabastecimiento de diversos in-

sumos. Además de estas acciones que le acre-centaron su poder, el apoyo de buena partede los sectores medios urbanos, no vinculadosal reclamo específico de lo que implicaba laresolución 125, se convirtió en un recurso depoder notable para el sector patronal agrario.

 Así, el 25 de marzo de 2008, luego de un dis-curso de la presidenta Cristina Fernández deKirchner defendiendo la medida, se produje-ron manifestaciones en diversas ciudades del

país apoyando a la Mesa de Enlace, y con unfuerte tono opositor al gobierno (Balan, 2014;Muzlera, 2009). El 14 y el 16 de junio se rea-lizaron nuevos “cacerolazos”, donde ya podíanotarse el apoyo de diversos partidos políti-cos, incluso de sectores de izquierda, mientrasel desabastecimiento se transformaba en unproblema cada vez más grave. Mientras ello,el oficialismo también apeló a la ocupacióndel espacio público y convocó a marchas de

apoyo en la Plaza de Mayo. Cuando la situa-ción tomó estado parlamentario, y antes desu rechazo en el Senado el día 16 de julio, elgobierno realizó una marcha en la Plaza delos dos Congresos, mientras que la “Mesa deEnlace”, efectuó una concentración sobre la

 Avenida del Libertador en el barrio de Paler-mo, también en la Ciudad de Buenos Aires.La 125, quedó anulada por su falta de apo-yo en el Congreso (aprobada en Diputados,

pero rechazada en el Senado) sin embargo unefecto notable, fue la capacidad de moviliza-ción que logró desplegar por parte de sectoresque en algunos casos, nunca habían recurridoa la acción callejera como herramienta polí-tica. El mayor logro de la “Mesa de Enlace”,fue justamente el de lograr galvanizar unaalianza entre sectores propietarios de diversaextracción (medianos con grandes) y el apo-yo de un importante sector de la clase media

totalmente ajeno a los intereses específicos del

“campo”, pero identificado por su rechazo algobierno nacional, y quizás al peronismo en

términos generales. El poder simbólico deidentificación del “campo” con los “orígenesy la esencia de la patria” jugó también un rola considerar.

En esta línea puede decirse que los secto-res sociales movilizados, ubicados tal vez de lamitad hacia arriba de la pirámide socioeconó-micamente hablando y con un fuerte discursoopositor, lograron a partir de aquí la apropia-ción del “cacerolazo” como herramienta de

protesta propia. La cacerola, que en el contex-to del 2001 si bien fue utilizada por sectoresmedios, podía ampliarse a otros y tener comodestinataria el rechazo a una situación políti-ca y económica crítica, ahora quedaba comosímbolo de protesta de un sector social y polí-tico definido de modo más acotado, e inclusocomo argumento de una supuesta autonomía,en contra de los aparatos políticos y sindicales.La cacerola, vinculada a la vida cotidiana, ho-

gareña, despolitizada de cualquier tradición,parece contrastar con el uso de los bombos yredoblantes u otros instrumentos cargados desimbología política. Ante la generación de unespacio difuso, un instrumento ambigüo pue-de convertirse en una opción acertada.

De la mano de las cacerolas llegó el nuevociclo de protestas. Luego del momento críti-co del conflicto por la 125, el kirchnerismosufrió la muerte de Néstor Kirchner; sin em-

bargo un año después Cristina Fernández deKirchner era reelecta presidenta con el 54%de los votos, marcando un nivel inédito. Elsegundo candidato se ubicó 38 puntos pordebajo; la oposición que logró el control deespacios subnacionales, gobernando algunasprovincias y la Ciudad Autónoma de Buenos

 Aires, no lograba construir un armado nacio-nal para enfrentar al kirchnerismo. Las pro-testas que habían ocupado calles con miles de

personas, no tenían ninguna traducción polí-

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tica, ni habían implicado cambios notables enla orientación de las políticas públicas14.

3. La protesta sin mediación

El escenario del contundente triunfo electo-ral del Frente para la Victoria en octubre de201115, pudo hacer suponer que la conflictivi-dad expresada en el primer mandato de Cris-tina Fernández, entraría en una etapa de ciertacalma política y social; también que ese avalelectoral (repetimos, inédito en el retorno de-

mocrático) implicaría algún grado de acuerdosocial sobre el rumbo político y económico.No fue así. El nuevo mandato presidencialcomenzó con un fuerte malestar social de laclase media, media alta y alta sobre la políticade restricción de venta de divisas operada porel gobierno, y por los anuncios de recortes desubsidios a servicios públicos como el gas, laluz, y el transporte, que beneficiaban princi-palmente a estos mismos sectores, concentra-dos en el AMBA. El 22 de febrero de 2012 la“tragedia de Once” irrumpe en la escena polí-tica nacional, poniendo en debate no sólo lapolítica ferroviaria y de transporte del gobier-no, sino también su relación con los principa-les actores económicos de la misma y las tra-mas de corrupción con respecto a los subsidiospúblicos que recibía la empresa que operaba elservicio, como así también sectores del sindi-

14 Si bien el gobierno no logró implementar lasretenciones móviles, estas no fueron reduci-das, como se especulaba ocurriría, luego delos hechos en torno de la 125.

15 En las elecciones presidenciales de 2011,Cristina Fernández (FPV) ganó con el54,11% de los votos y con una diferencia decasi 38 puntos con el candidato que obtuvo

el segundo lugar.

cato16. Se puso, así, en debate la relación delEstado nacional con las empresas privadas en

el marco de las políticas de subsidio a los ser-vicios públicos17. Si bien las principales vícti-mas fueron los sectores medios y medios bajosque utilizan este tipo de servicio, la tragediasuscitó la solidaridad y la sensibilización deotros sectores sociales, que se movilizaron enalgunas instancias, acompañando la demandade justicia por parte de las víctimas y sus fami-liares18. La figura de las víctimas y sus familia-res, como en la tragedia de Cromañon y otros

casos ya mencionados, habilitó nuevamenteun proceso de organización y movilizaciónsocial que tuvo sus consecuencias en la inter-vención estatal al respecto. La empresa BAfue, primero, intervenida por el Estado quiénposteriormente decidió rescindir su contrato,y el Secretario de ransporte fue separado de

16 Por la “tragedia de Once” se conoció al acci-

dente ferroviario ocurrido el 22 de febrero de2012, donde murieron 51 personas que viaja-ban en el tren Sarmiento hacia la Capital Fe-deral. Actualmente hay una causa penal queinvolucra al conductor y a ex funcionarios dela Secretaría de ransporte.

17 Este incidente tuvo tres antecedentes en du-rante los gobiernos kirchneristas que fueronanalizados profundamente por Pérez y Rebón(2012). res estallidos sociales de pasajeros detrenes metropolitanos se sucedieron en Hae-do (2005), Constitución (2007) y Castelar(2008). Ninguno de estos hechos tuvo im-pacto relevante en la política ferroviaria.

18 Los días posteriores a la tragedia se sucedieronun número importantes de movilizaciones,concentraciones y bocinazos pidiendo justiciapor las víctimas. http://www.lanacion.com.ar/1453464-lagrimas-de-los-familiares-y-

quejas-al-gobierno-en-la-plaza-de-mayo

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su cargo19. Si bien hubo una intervención delEstado con respecto a la demanda de justicia

y de mejoramiento del servicio, la tragedia deOnce atravesó todo el año 2012, dando pie a  una serie de protestas contra algunos aspectosde la política gubernamental, que analizare-mos en los siguientes apartados.

Por lo pronto, podía observarse que existíaun clima hostil y de rechazo al gobierno na-cional, en particular entre los sectores mediosy altos que se moldeó al calor de la administra-ción del tipo de cambio (lo que los medios de

comunicación dominante llamaron “cepo”),la desaceleración del crecimiento y la subade la inflación. Pero estos sectores tampoco,y de allí la “desorganización”, encuentran enlos partidos de oposición una representacióna sus reclamos, ni contaban en ese momentocon un liderazgo nacional alternativo. Cuan-do no existe un partido ni un liderazgo capazde condensar, de “encontrar las equivalencias”entre esas demandas, estas protestas se presen-

tan aunque contundente, de manera algo caó-tica. Se inicia así, una serie de “cacerolazos”: el13 de septiembre de 2012 se realiza el primerocon una alta adhesión en los principales cen-tros urbanos, que lo instala como la principalmovilización opositora al gobierno; el 8 denoviembre de 2012 se repite la convocatoria,realizándose, tal vez, el cacerolazo que reunióa la mayor cantidad de gente. Al año siguiente,se inicia la campaña electoral y en ese marco

el cacerolazo del 18 de abril de 2013 tiene unaadhesión moderada, pero con mayor visibili-zación de partidos políticos opositores.

De este modo, establecido el proceso so-ciopolítico en el cual se desarrolla nuestro fe-

19 El gobierno, después de la tragedia, decidióremover de su cargo al Secretario de rans-

porte Juan José Schiavi, reubicando la secre-taria de transporte dentro del Ministerio deInterior, y rescindirle el contrato a la empresatitular del servicio.

nómeno de estudio, en el próximo apartadosistematizaremos los reclamos y demandas de

carácter específico, y su impacto en las polí-ticas públicas y en el escenario electoral delperiodo analizado.

4. Las implicancias delas movilizaciones

Las características del ciclo de movilizacionesabiertas con la concentración del 13 de sep-tiembre de 2012 (13S) suponen un desafíopara pensar el sistema político argentino en laactualidad. Como veremos en este apartado,la heterogeneidad de sus demandas, la ausen-cia de un interlocutor definido, la masividadde su concurrencia y la amplificación de susreclamos por parte de los grandes medios decomunicación y buena parte de la oposiciónpolítica, imponen analizar sus efectos en dosniveles. Por un lado, en el nivel de las políti-cas públicas. Es decir, si el Estado se hizo ecode estos reclamos, de modo tal que canalizaralas demandas concretas de las movilizaciones através de la modificación de la agenda estatal,y si lo hizo de qué modo. Y por otro lado, en elnivel de la representación política. Es decir, siimpactaron, y cómo, en los armados políticosoficialistas y opositores.

4.1 Las demandas emergentes

Si nos centramos en los puntos específicos delas demandas, el 13S expresó, según algunostrabajo de investigación (Gold, 2015; Mauro,2014; Gamallo, 2013) el rechazo a la sospechade un proyecto de reforma constitucional im-pulsado por el Kirchnerismo que suponían ha-bilitaría la posibilidad de una nueva elecciónpresidencial (la tercera en este caso), así comoel rechazo al “cepo”20 sobre la compra de divi-

20 Se denomina “Cepo”, a la política de controlde compra y venta de divisas en Argentina,que implementó el Ministerio de Economía

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sas para ahorro, y a los casos de corrupción quehabían salpicado al gobierno de Cristina Fer-

nández. Según el diario La Nación, esta expre-sión “espontánea ” de la sociedad civil se cons-tituyó en “la mayor manifestación de protestaantikirchnerista ” (La Nación, 13/09/2012).

Como señala Gómez (2014) para el casoespecífico del 8 de noviembre de 2012 (8N),los reclamos y demandas individuales de losparticipantes referían principalmente, y másallá del discurso instalado mediáticamente,a cuestiones vinculadas a las posibilidades de

capitalización y desarrollo económico de lasclases medias, más que sobre cuestiones cívicasy morales. En esta oportunidad, la “esponta-neidad” no fue el rasgo distintivo, sino que eraevidente la organización previa y durante lamovilización, así como la participación, aúnsin banderas partidarias, de algunos sectoresde la oposición.21

En el caso del 18 de abril de 2013 (18A)las organizaciones políticas opositoras fueron

un actor fundamental de las movilizaciones

desde finales del año 2011. A partir de estanormativa, las personas que quisieran com-prar divisas para ahorro personal, deberíanpresentar una solicitud a la Agencia Federalde Ingresos Públicos, para que esta autoricela operación, de acuerdo a los ingreso declara-dos por el solicitante. Decisión enmarcada

en problemas de restricción externa de laeconomía argentina y necesidad de evitar lafuga de divisas.

21 En este aspecto la oposición se dividió ymientras algunos participaron activamente(por caso el PRO de Mauricio Macri) otro sehicieron eco de la idea de “respetar las expre-siones ciudadanas” y movilizaron en formaanónima (en particular los sectores pertene-

cientes a la Unión Cívica Radical, principalpartido opositor y a la coalición FAP, Frente Amplio Progresista, con preponderancia delPartido Socialista).

donde imperó el rechazo por el proyecto dereforma judicial y por la “corrupción” del

gobierno y el reclamo por mayor seguridad(La Nación, 9/08/2013)22. La cercanía a laselecciones de medio término urgía al sistemapolítico a intentar canalizar “las protestas ciu-dadanas ” (La Nación, 18/04/2013) por lo quealgunos sectores de la oposición participaronactivamente de la convocatoria, la organiza-ción y el desarrollo de las mismas. Sin em-bargo, según una encuesta de opinión públicarealizada por la consultora CEIS durante las

movilizaciones, el 67% de los encuestados de-claró interesarle bastante y mucho la política,solamente el 2% declaró tener una militanciapartidaria mientras que el 77,4% declaró nosentirse identificado con ningún partido po-lítico. En este mismo sentido, el 43% declaróno preferir a ningún político como represen-tante a nivel nacional, mientras que el 57%

22 La “reforma judicial” impulsada por el oficia-lismo consistía en un proyecto de ley basadoen seis puntos clave de reforma del sistema judicial. De esos seis puntos, hubo dos quegeneraron rechazos y polémica, ya que se su-ponía que atentaban contra la independencia judicial. El primero consistía en una reformadel Consejo de la Magistratura, mediante la

cual sus miembros pasarían a ser elegidos porvoto popular y no deberían ser necesariamen-te abogados para acceder a su postulación,respetando la pluralidad establecida por laConstitución de 1994. El segundo punto im-plicaba la regulación de las medidas cautelarescontra el Estado Nacional, implicando unlímite temporal de seis meses para que ellascaducaran, y un límite casuístico a aquelloscasos en que estuviera en riesgo la vida o la li-

bertad de las personas. Estas dos medidas eranvistas por los opositores al gobierno como unatentativa oficial por controlar la independen-cia judicial (Gold, 2015: 200).

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restante se fragmentó entre la oposición sinconstruir una opción competitiva.

En síntesis, podría decirse que, aún en elalto grado de heterogeneidad de las voces queconvocaron y se hicieron presentes, las deman-das podrían resumirse en: el rechazo a una po-sible nueva reelección presidencial23, el controlen la compra y venta de divisas (“cepo”), lasuba de la inflación, la corrupción y la insegu-ridad; en conjunto constituían los emergentesy los mensajes de las manifestaciones de opo-sición al gobierno. ¿Cuál fue la agenda central

de estas protestas? Podría decirse que cuentancon un relato enmarcador, de donde se deri-van estos reclamos puntuales. El marco es laconcepción del kirchnerismo (acaso del pero-nismo) como un movimiento antirepublicano(que se caracterizaría por no cumplir los proce-dimientos ni respetar la división de poderes), ya su vez, por ser un gobierno corrupto (lo queimplicaría que sus funcionarios se enriquecencon negocios públicos). Anti-republicano y

corrupto, forman un par que otros gobiernosde matriz peronistas han recibido en distintasépocas, claramente los dos primeros gobiernosde Perón24. En este sentido, el kirchnerismo,en tanto régimen populista, es criticado porun supuesto avasallamiento de las institucio-nes republicanas, lo cual, consecuentemente,deriva en un uso discrecional del aparato delEstado, a favor del enriquecimiento personal,el clientelismo como modo central de relación

en las políticas sociales, y la cooptación de gru-

23 Que, repetimos, no había sido expresadapúblicamente por el gobierno, e incluso laPresidenta de la Nación había dicho que ellano presentaría ningún proyecto al respecto.

24 Recuérdese el reiterado uso en la bibliografíadel término “régimen peronista” reemplazan-

do la denominación de “gobierno peronista”,y de este modo estableciendo a los gobiernosde esta extracción, una clasificación por fueradel régimen democrático.

pos políticos a cambio de prebendas (Novaro,2011). Esta interpretación del kirchnerismo

ha logrado una importante repercusión endistintos sectores sociales económicos y cultu-rales. Está, como ya se ha dicho respecto delos populismos, cargado de imprecisiones (La-clau, 2005), pero cumple sin dudas un rol pe-dagógico en la interpretación de un fenómenopolítico complejo (Casullo, 2013).

4.2 El impacto en las políticas públicasCon respecto al impacto en las políticas pú-blicas, la multiplicidad de demandas y la au-sencia de un interlocutor único que sintetice,exprese y represente las movilizaciones calle-

 jeras expresadas en el ciclo 13S - 8N - 18A,dificulta otorgarle un sentido político unívocoa las mismas y por lo tanto la posibilidad deser traducida en una política pública. Estosprocesos de movilización se dan en un mar-co donde los resultados electorales de 2011,pone a los partidos políticos opositores en lasituación de tener que crecer en representati-vidad y legitimidad a partir de la expresión delmalestar y de la protesta social. Como señalaGamallo (2012):

los niveles presentes de conflictividad socialestán asociados a la táctica desarrollada por lasagrupaciones opositoras luego de su contun-

dente derrota electoral. (…) las acciones deeste híbrido conglomerado social (como vimos,conformado no sólo por partidos políticos, sinotambién por movimientos sociales y corpora-ciones económicas), trasladaron (complemen-taron) el centro de operaciones desde el sistemapolítico institucional hacia la ocupación delespacio público, a partir de personificacionesvariadas y reivindicaciones heterogéneas, perocon un trasfondo político común: una táctica

de confrontación permanente hacia el kirchne-rismo (Gamallo, 2012: 879).

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Esto implica, como mencionamos anterior-mente, que expresan un rechazo general a un

estilo de gobierno (calificado de anti - institu-cional y corrupto) cuyas expresiones serían: elintento de permanecer en el Poder Ejecutivopor un nuevo mandato, limitar la “libertad”de compra de dólares y dejar crecer la infla-ción, la corrupción y la inseguridad. Las argu-mentaciones se sostienen y legitiman mutua-mente, en un discurso que, sin embargo, nologra construirse en un proyecto alternativode gobierno, expresado por un actor político

emergente del proceso. Esto, sin embargo, noimplica que las protestas no hayan impactadoen la acción política del Kirchnerismo.

Del abanico de cuestiones expresadas enlas protestas, podemos decir por una parte queel gobierno no avanzó en la reforma consti-tucional que habilitaría la re reelección (pro-puesta sobre la que sólo se habían expresadoalgunos pocos referentes políticos del espaciokirchnerista). La regulación de la venta de di-

visas, no se modificó en lo inmediato, aunqueposteriormente, hacia el 2014, se presentaronalgunas flexibilizaciones. Con respecto a lainflación, en noviembre de 2013 renuncia elSecretario de Comercio Interior, dando lugara un proceso de reformulación del INDEC yde los índices de precios para, en febrero de2014, lanzar un programa nacional de controlde precios que regule la inflación en la canas-ta básica de alimentos. De todos modos debe

tomarse en cuenta que el gobierno establecióuna devaluación del peso entre enero del 2013y enero del 2014 que llegó al 60%. Luego deesta medida que puede vincularse a una matrizortodoxa, la política de control de la inflaciónasume un perfil claramente heterodoxo, bajola mencionada política de control de precios.

En cuanto a la seguridad, un tema cuyacomplejidad no es necesario remarcar aquí, elgobierno nacional había creado en el año 2010

el Ministerio de Seguridad de la Nación y elmarzo de 2012 nombra a Sergio Berni comoSecretario de Seguridad, quien asume un dis-

curso que en cierta medida se va a identificarcon las protestas sobre este tema. Recordemos

que en octubre de 2012 estalla otra cuestión,las protestas de gendarmes y prefectos por au-mentos salariales, que si bien no tiene relacióndirecta con los hechos aquí analizados, aporta-rá su cuota a ese clima de época. Estos acon-tecimientos desembocaron en la renuncia del

 Jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad,y hermano de la Ministra Nilda Garré, quienposteriormente en mayo de 2013 es removidade su cargo por decisión de la titular del Poder

Ejecutivo. En diciembre de 2013 se llevarona cabo huelgas de policías en diferentes pro-vincias que desencadenaron saqueos de super-mercados en algunas ciudades, en el marco delas protestas por la recomposición salarial delos agentes.

Por último, los casos de corrupción de-nunciados por los manifestantes se encuentranen manos del Poder Judicial, y cuentan con elseguimiento de los medios de comunicación

concentrados. La denuncia genérica de co-rrupción es difícil de inscribir como una cues-tión política en sí misma, sino que es utilizadapara criticar solapadamente otras políticas delgobierno. En este sentido, consideramos que

la instalación de la corrupción en la agendapública, así como la concepción particular quepredomina sobre ella, se encuentran motoriza-das principalmente por el neoliberalismo. En

efecto, existen razones teóricas y prácticas que justifican la centralidad que confiere este para-digma a la corrupción, razones que, cabe anti-cipar, confluyen en un único y último objetivo,no siempre explicitado, que es la oposiciónirrestricta a toda forma de intervencionismoestatal (Astarita, 2013:172).

En resumen, parecería que mientras el gobier-no mantiene el discurso confrontativo conrespecto a los actores sociales que se moviliza-ron, articuló algunas medidas vinculadas a lasdemandas expresadas, aunque no necesaria-mente en la línea que los manifestantes espera-

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ban. La ausencia de una agenda de demandasconcretas en las protestas y de un interlocutor

claro, fue aprovechado por el gobierno pararealizar una incorporación de ciertas deman-das en su agenda, pero redefinidas a través desus propias orientaciones políticas. De estemodo, puede decirse que existió un modera-do, y particular impacto en la agenta de polí-ticas públicas, cuestión que será retomada enlas conclusiones.

4.3 El impacto en el escenario electoral

Por último, ¿existió algo semejante en la di-mensión electoral? Después de haber ganadocon el 54% de los votos en 2011 y con unadiferencia de más del 38% con respecto al se-gundo candidato más votado25, en la elecciónde 2013 el FPV perdió su lugar de primeramayoría, para constituirse en primera mino-ría con un 33% de los votos a nivel nacional.

Quizás el dato más significativo fue la derrotaen la provincia de Buenos Aires, a manos delFrente Renovador de Sergio Massa 26, quiénobtuvo el 43.95% de los votos, frente al candi-dato del FPV, Martín Insaurralde que obtuvoel 32.33% de los votos. En tres de los distritosmás importantes en términos político - elec-torales como Santa Fe, Córdoba, y Ciudad deBuenos Aires, si bien se repite una tendenciaque ya se venía expresando desde 2007, la

novedad la constituye la relegación del ofi-cialismo al tercer lugar. La emergencia de unanueva fuerza política, el Frente Renovador, yla consolidación de dos fuerzas ya existentes, el

25 Nos referimos a Hermes Binner por el FAPque obtuvo el 16.11 % de los votos a Presi-dente en 2011.

26 Intendente del Municipio de igre, habíasido Jefe de Gabinete del gobierno de CristinaFernández, en el año 2008, luego de la crisiscon el campo.

Frente Amplio Progresista (centro izquierda)y el PRO (centro derecha) permiten pensar

que canalizaron el descontento expresado enel ciclo de movilizaciones callejeras que aquíanalizamos. Un dato interesante son los nive-les de participación electoral (79.24%) y devotos blancos y nulos (4.36%) que expresanla vigencia del actual sistema de partidos parala canalización de la preferencias ciudadanas,aún en un escenario fragmentado, donde lasdiferentes opciones opositoras cuentan conexigua representación y por lo tanto limitadas

capacidades de consolidar una alternativa na-cional de gobierno.

Pero, al mismo tiempo, debe tenerse encuenta que estas protestas se producen enmedio de la consolidación del PRO, comopartido político en el ámbito de la CABA, ycon la expectativa de la elección presidencialdel presente año 2015 y la candidatura deMauricio Macri. Más allá de la evaluación es-trictamente electoral del PRO (que por ahora

enfrenta algunas limitaciones para expandirterritorialmente su capacidad electoral fuerade la CABA) interesa remarcar el tipo de par-tido que ha constituido y su vinculación conel lenguaje de estas protestas. En un interesan-te trabajo (Vommaro y Morresi; 2014) dancuenta de las características de la construccióndel PRO:

Es asunto de controversia en qué sentido era

novedoso PRO, ya que en nuestra encuestaidentificamos que la mitad de sus líderes eranpolíticos experimentados. Sin embargo, parececlaro que PRO nació como una organizaciónde nuevo tipo al menos en el sentido de su for-ma de entrada en el campo político, distinta alde otras experiencias de nuevos partidos (Hug,2001). En efecto, PRO no se presentó como un“vocero” de una demanda puntual desatendidapor los partidos mayoritarios, un “profeta” ca-

paz de articular una nueva ideología o como un“purificador” de una ideología tradicional (Lu-cardie, 2000). En lugar de ello, y de un modo

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similar al que habían empleado partidos euro-peos como Forza Italia y Res Publica , debutó

como “un partido de lo nuevo”; es decir, comoun nuevo jugador que entra en el territorio delos partidos establecidos para disputar un es-pacio propio a partir de ofrecer, más que unanueva orientación, un cambio en las formas dehacer política (Sikk, 2011) (Vommaro y Morre-si, 2014: 389)27.

Esta mirada, nos indica que el PRO ha bus-cado hacerse eco de lo que podríamos deno-

minar el “espíritu de estos reclamos” más quede los reclamos en sí mismo. En este sentido,en tanto colectivo esta expresión de los sectoresmedios y altos urbanos, son interpelados porlos postulados que el PRO busca representar.

Sin embargo, podemos decir que si bienlas elecciones legislativas de 2013 permitenpensar en una capitalización electoral porparte de la oposición de las movilizaciones ca-llejeras analizadas, la decisión de los partidos

políticos de no participar abiertamente en lasmismas, así como el rechazo de los “ciudada-nos auto convocados” a ser identificados conun referente o partido político, nos permitensuponer que la crisis de representatividad (o-rre, 2003; Mustapic, 2002), y de legitimidadafecta, y mucho, a la oposición. A su vez, con-sideramos que estas movilizaciones no expre-san una ruptura de sectores sociales y políticosotrora afines al gobierno, sino que cristalizan

una polarización de la sociedad que ya se ha-bía manifestado en otras oportunidades28.Distinto es el caso de los conflictos sindica-les que acompañaron este proceso histórico, y

27 Los autores han publicado luego Mundo Pro.(2015).

28 Según una encuesta de CEIS Consultora so-

bre el 18 de abril de 2013, los votantes deCristina Fernández sólo representaron el 4%de los entrevistados, por lo que no se podríainferir una migración relevante de votos.

que expresaron una ruptura importante de unsector del sindicalismo que supo ser un actor

estratégico del armado kirchnerista, pero queen ningún caso constituyeron el grueso de laconvocatoria de las protestas mencionadas29.Como señala Gamallo (2012), ambos conflic-tos, las movilizaciones callejeras y las protestassindicales, no lograron trascender las identi-dades sociales que las promovieron, y por lotanto, la capacidad de incidencia fue diluyén-dose en la medida que el gobierno recuperó lainiciativa política.

Una expresión de los límites de esta cons-trucción fue la marcha realizada el 18 de fe-brero de 2015 (18F), en torno a la muerte delfiscal federal Alberto Nisman. Salvo la convo-catoria formal, que fue realizada por un grupode fiscales federales, pero acompañada por losmedios masivos de comunicación concentra-dos, y la oposición política, la marcha tuvo lasmismas características que los cacerolazos an-teriores. Reunió a un número considerable de

ciudadanos pero que tan solo un mes después,con el mismo objetivo, otra marcha concentróa menos de 100 personas (Tribuna Indepen-diente , 18/03/2015). Esto demuestra la inca-pacidad de construir, a partir de un reclamoespecífico como “justicia por la muerte delfiscal”, un movimiento político que canalicey articule todos los reclamos que se expresa-

29 Nos referimos a la ruptura de la CG con-ducida por Hugo Moyano (Sindicato Ca-mioneros) y las protestas sindicales que sesucedieron durante 2012 - 2013. Ver Gamal-lo, 2012. El 20 de noviembre de 2012, laCG opositora conducida por Moyano real-izó el primer paro al gobierno de CFK. Dedifícil medición, puede percibirse la adhesiónde sectores medios y altos, opositores, dentro

de los cuales la imagen del sindicalista no erapositiva cuando se encontraba dentro de laalianza de gobierno, pero que los encuentraahora juntos en la oposición al gobierno.

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ron en la primera movilización del 18F. A suvez, pone en evidencia que la fugacidad de la

movilización social alrededor del tema es unacaracterística propia de este tipo de movili-zaciones que no encuentran traducción en elsistema político.

5. ¿Las movilizaciones callejerasde 2012 -2015 son expresión deun nuevo movimiento social?

eniendo en cuenta el tipo de demandas ex-presadas en las protestas y su impacto en elescenario posible, nos preguntamos: ¿puedendar lugar a la emergencia de un movimientosocial que represente, organice y canalice estasdemandas?

En primer lugar, habría que aclarar quelos procesos de movilización que aquí anali-zamos, evidencian algunas características dela sociedad civil argentina en épocas kirchne-ristas (De Piero, 2012). Por un lado, sus al-tos niveles de politización y de movilizaciónpost-crisis de 2001, así como la tendencia ala ocupación del espacio público como for-ma de protesta (ya sea cacerolazos, piquetes,movilizaciones, escraches, etc.), claramenteun repertorio de acción que se instaló en lacultura política argentina. Estas movilizacio-nes implicaron de una forma u otra, algúnreclamo de derechos ciudadanos manifiestoso latentes pero que en estas expresiones pa-reciera manifestarse de modo explícito comoel reclamo de victimas (de la inseguridad, dela corrupción, de la autoritarismo del gobier-no, etc.). Ahora bien, esta conciencia de de-rechos se inscribe necesariamente dentro deuna disputa más amplia y estructural comolo es la tensión por la construcción de con-sensos y la redistribución de los excedentesde una sociedad (apia, 2009). Si bien, como

vimos, emergen reclamos puntuales, ellos seexplican en el marco de un planteo global alkirchnerismo en su forma como modelo po-lítico económico.

Claramente pensar a estas protestas como“estallido social” principalmente planteados

por los medios de comunicación concen-trados y por algunos académicos, ponderapositivamente la espontaneidad de los au-toconvocados, quienes habiendo sentido lanecesidad de expresar su malestar social, sevolcaron a la acción colectiva de protesta ocontenciosa para hacer oír su voz. Esta mira-da intenta construir la legitimidad de las pro-testa en base a su carácter “ciudadano”. Res-tándole valor, por default , a las expresiones

políticas organizadas, reproduciendo la dis-tinción neoliberal entre lo social y lo políticodonde lo social es visto como el reservoriomoral y ético de la sociedad, mientras que lopolítico es asociado a los intereses sectorialesy/o individuales de la clase política. A estamirada, donde la movilización ciudadana delas clases medias se explica por su vocaciónrepublicana, mientras la politización de lossectores populares sería por clientelismo (Ca-

sullo, 2013), subyace esta conceptualizaciónde las movilizaciones aquí analizadas.

En un sentido similar, podríamos destacarlas expresiones que caracterizan a los hechossociales a partir de su repertorio de acción, “loscacerolazos”. Cacerolear sería entonces una cla-ra expresión social de las clases medias, medias- altas, y altas, contra las expresiones autorita-rias de la política. Su relación con la políticay lo político, según estas miradas, se basaría

en una distinción inicial entre los ciudadanosy “la clase política”. De ahí que estos últimosdebieran participar sin banderas partidarias enlas movilizaciones aquí analizadas. Esta opera-ción de distinción, que subyace al inconscientecolectivo de nuestra sociedad, se basa en unaperspectiva de la sociedad civil liberal y demo-crática, la cual debe constituirse en la esfera devida social en donde las relaciones libres, autó-nomas y no colonizadas pueden florecer (Ha-

bermas, 1999 citado por Casullo, 2013: 99). Así como las movilizaciones que acompañaronla discusión por la reforma del sistema reten-

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ciones a la exportación agropecuaria, fue per-sonificada en “el campo”, el ciclo de protestas

aquí analizado, fue personificado mayoritaria-mente en “la clase media, media - alta y alta”.Esta pertenencia de clase explicó, según la mi-rada instalada en una parte de la sociedad, eltipo de movilización –los cacerolazos– , el tipode demanda –el rechazo al gobierno expresadaen diferente cuestiones económicas, políticas ysociales–, y la forma de organización y convo-catoria –la redes sociales–.

Sin embargo, en estos análisis no se expli-

ca por qué este sector social que tradicional-mente se expresó a través del sistema políticoinstitucionalizado, expresa su descontentopor fuera del mismo, con un claro sesgo antipartidario. La crisis de representación de lospartidos políticos opositores y oficialistas pue-de ser una pista para pensar este tema y lasdificultades para canalizar algunas demandasen este caso por parte de las oposiciones, ex-presando una crisis en las instituciones que

las canalizaron; y aún no sólo los partidos,sino también las instancias que representanel resto de los intereses, que merece tambiénuna atención poca veces dada (Aguas, 2005).Como diría apia (2009) cuando la políticainstitucionalizada no da respuestas, la socie-dad civil las desborda. En este caso, también alos partidos de oposición.

Castells (2012) sostiene que los movi-mientos sociales son la fuente del cambio so-

cial, y que surgen de la humillación política,económica y cultural que ejercen los podero-sos sobre los individuos y las sociedades30. Unamezcla de crisis de las condiciones de vida dela población, y crisis de la legitimidad de go-bierno, construye el escenario propicio paraque emerjan procesos de movilización social

30 Castells analiza la revolución egipcia, loslevantamientos en el mundo árabe, los in-dignados en España y el movimiento occupyWall Street .

que den nacimiento a nuevos movimientossociales. La humillación supone un elemento

emocional individual o colectivo que fungecomo catalizador del proceso de movilización.Según Castells los movimientos sociales pre-sentan una serie de características comunesque permiten pensar su constitución y conso-lidación como tales. La primera característicaseñalada es estar conectados, donde las “redesde comunicación son un elemento indispen-sable en la práctica y la organización de estosmovimientos”. Pero, también, el autor recono-

ce que “son un elemento necesario aunque nosuficiente de la acción colectiva” (2012: 219).En este sentido y como segunda característica,éstos se constituyen en movimiento al ocuparel espacio público. En los casos analizados, lasredes de comunicación posibilitaron la convo-catoria y difusión de las protestas, pero el de-sarrollo de las mismas y las deliberaciones delos casos analizados por Castells, acontecieronen el espacio público. Esta recuperación del

espacio público como el lugar de ejercicio dela ciudadanía plena tiene que ver con la crisisde legitimidad y la necesidad de repensar lademocracia. Entre las redes y el espacio pú-blico se crea lo que Castells llama el espaciode autonomía que es la forma espacial de losmovimientos sociales de esta década, combi-nando la ocupación del espacio público y lalibertad del espacio cibernético de las redes so-ciales. La tercera característica es su referencia

local y global a la vez, justamente por ser unade red interconectada. La cuarta característicaseñalada es su propio tiempo atemporal, vin-culada a la doble faceta de protesta y propuestade los movimientos sociales. Es decir, su ca-pacidad de construir resistencia pero tambiénde proyectar a futuro la transformación social.Son movimientos no violentos y autorreflexi-vos, que a través de procesos de deliberaciónasamblearia se interrogan por sus ideas. Sin

embargo, son movimientos no programáticos,ya que tienen numerosas reivindicaciones queno son posibles de expresar de forma organi-

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zada y mediante un proyecto. Por último, sonmovimientos políticos, aunque no partidarios,

porque su objetivo es la transformación de losvalores de la sociedad, y lo hacen a partir dela democracia deliberativa directa basada en lademocracia en red (Castells, 2012: 218). Plan-teadas estas dimensiones: ¿Es posible pensar elciclo de protestas que nos convoca como ex-presión de un movimiento social?

Recuperando las características propuestaspor Castells, si bien las protestas que compo-nen el ciclo de 2012 - 2015 surgen del espa-

cio de autonomía conformado por las redessociales y se expresan en el espacio público apartir de las movilizaciones callejeras, no cum-plen con las cuestiones vinculadas a su formade organización interna ni en sus objetivos.Mientras las convocatorias eran realizadas ylas concentraciones llevadas adelante, desdelos principales medios de comunicación, sereiteraba la afirmación respecto a que la “gen-te” era convocada desde “las redes”. Estas se

convierten en un nuevo “no lugar” por su an-claje ambigüo e impreciso. ¿ienen las redesun eje articulador, una conducción? ¿Están enalgún lugar? La respuesta negativa unifica estaspreguntas. Las redes, su acceso e intervencióndesde distintos puntos y por parte de todos losque las componen (aunque no todos lo pue-den hacer en la misma escala) crean la ficcionalimagen de una democracia de la opinión enel ciberespacio, fuera del control del “poder”

identificado con el Estado (Castells, 2012).“Las redes convocan” intenta generar un sujetopolítico nuevo e impersonal, por fuera de losmarcos ideológicos propios de la modernidad,en la lógica izquierda - derecha, o bien máshistóricamente situada en los debates locales,del peronismo - antiperonismo. La negaciónde la política, el hecho de que los referentesde los partidos opositores no participaran or-gánicamente, sino “a título personal”, la refe-

rencia permanente a las redes como fuente deconvocatoria, lograba a su vez profundizar esapertenencia ideológica difusa, no presentán-

dose como la oposición al gobierno (aunqueel discurso convocante lo fuese).

Por otro lado, la falta de continuidad enel tiempo, y la ausencia de instancias de deli-beración directa 31  y de anclaje territorial (notuvieron reuniones previas o posteriores, nilocales o sedes que les otorgaran un espaciofísico de encuentro e intercambio32), así comosu inscripción exclusivamente local sin relacio-nes con experiencias globales (habiendo mani-festaciones semejantes en países como Brasil yVenezuela, no han establecido relaciones polí-

ticas con estos grupos) y su carácter negativo(de rechazo al gobierno), pero en ausencia deelementos propositivos, hacen suponer queno es posible hablar, en términos de Castells,de un movimiento social cacerolero. Este obje-tivo que tal vez pudiera no estar presente entodos los actores que se manifestaron, sí eravisible en algunos, por ejemplo en medios decomunicación. En el año 2013, fue creada laConfederación General de la Sociedad Civil;

un agrupamiento que reúne a diversas funda-ciones y asociaciones civiles, que compartenuna concepción semejante respecto al rol deeste espacio, y que claramente se ubica lejosdel gobierno nacional33. Si bien sus objetivosse encuadran en la dimensión “social”, en unaeditorial del diario La Nación del 22/11/2014,se hacía referencia al “esencial rol político de lasociedad civil”; este llamado puede ser enten-dido como un intento de institucionalización

31 Como en el caso de los Indignados de Españaanalizado por el mismo Castells (2012).

32 Como demuestra riguboff (2015) las asam-bleas barriales que funcionaron en Bs. As.,luego de la crisis de 2001, tuvieron en las re-uniones y encuentros periódicos, un espaciofundamental de construcción.

33 Ver: http://www.forodelsectorsocial.org.ar/wp-content/uploads/2014/11/Agenda-Sociedad-Civil-Octubre.pdf 

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de esta protesta, dado su fracaso en constituir-se como actor político, sea como movimiento

social o como grupo de presión sólido, y en sucapacidad de incidir en el escenario político.

Dicho todo esto, ¿Por qué estas expresio-nes ciudadanas de rechazo al gobierno no setradujeron en la emergencia de un actor queimpactara en el escenario político? En las re-flexiones finales vamos a intentar aproximar-nos a una respuesta a este interrogante.

Reflexiones finalesEn los sectores sociales interpelados por lasmovilizaciones callejeras inscriptas en el ciclo13S - 8N - 18A, se generaron un cúmulo dedemandas que describimos y sintetizamos enalgunas medidas específicas, pero que, comoseñalamos, se enmarcaron en una lectura másamplia respecto del kirchnerismo y el pero-nismo en general. Sin embargo, esas deman-das (que en las protestas se centralizaron enel “cepo” a la compra de dólares, inseguridad,corrupción y no reelección presidencial) nolograron convertirse en lo que Laclau denomi-nó “cadena de equivalencias”, que expresara yexplicara el vínculo representativo y legitima-dor entre los sectores sociales movilizados y losactores políticos que intentaron capitalizar eldescontento social. A esto se le sumó la ausen-cia de un liderazgo personificado, que por otraparte los manifestantes nunca buscaron. Eneste sentido, las manifestaciones apuntaron aexpresar demandas puntuales, enarbolando elconcepto de víctima juntamente al conceptode derecho ciudadano, y a desgatar al gobier-no, pero no lograron constituirse en un actorpolítico que expresará un proyecto alternativo.

¿Por qué la oposición no consigue con-vertirse en un factor de poder político capazde capitalizar esas protestas, que ambigüas ytodo, reflejan cierto consenso discursivo sobrela política y el rol del Estado? Mencionamosrecién las dificultades para articular las de-mandas desde la oposición, en un régimen

presidencial; a ello podemos sumarle la largay no resuelta discusión sobre la crisis de re-

presentación que atraviesa el sistema políticoargentino desde la década de los ‘90, aún enel interregno kirchnerista y en el intento deéste de suturar esta cuestión. Sin duda, estacrisis, es más pronunciada en la oposición anivel nacional como demuestran los últimosprocesos electorales34. Estas acciones colec-tivas, que buscaron construir un escenariode crisis de gobernabilidad y, por lo tanto,desgastar al gobierno nacional, tuvieron la

característica de ser convocadas como “movi-lizaciones ciudadanas” desde el rechazo a lasidentidades partidarias. Este carácter regresivode las movilizaciones seguramente posibilitósu masividad en términos de convocatoria, noasí la emergencia de nuevas formas de organi-zación o la institucionalización de liderazgosque canalicen ese descontento social. En estemarco, el gobierno estableció cuál universo dedemandas formaban parte de su agenda de go-

bierno y cuáles no. Inaugurada en el conflictocon el “campo” esta estrategia de confrontar

34 Esto puede evidenciarse en el alto nivel dedispersión con que se presentó el mapa dealianzas políticas opositoras al oficialismo enla elección legislativa nacional de 2013, y suincapacidad de construir una herramienta

partidaria competitiva (aún en un escenariocon un oficialismo debilitado), y de trascend-er fronteras locales, sectoriales y hasta de clasesocial que aún en 2015 continúa pesando en elescenario político nacional. En esa oportuni-dad, se presentaron un total de 10 armadospolíticos que accedieron a bancas nacionales,de los cuales 9 eran considerados opositoresal gobierno. Del total de votos, el oficialismose quedó con el 33% de los mismos, mientras

que el ganador dentro de la oposición (UCR,PS y aliados) se quedó con el 21.38 % de losvotos, el segundo (FR) el 17% y el PRO y elUNEN, el 9% y el 6%, respectivamente.

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contra “los enemigos del pueblo” ubicó estasotras demandas sociales emergentes como in-

tereses particulares, sectoriales, o corporativos,dificultando aún más la capacidad de la oposi-ción de canalizar, organizar y representar estesector social movilizado.

La “desorganización de la sociedad civil”,(de un sector, más precisamente) en este mar-co, expresa por una parte la dificultad de es-tos sectores por lograr encauzar sus demandasmediantes algún tipo de organización socialduradera, menos aún institucionalizada, e

incluso, sostener la movilización y la presen-cia en el espacio público, más allá de algunoseventos impactantes. Por otro lado, si bienlos partidos de oposición han levantado estasdemandas y las incluyen en sus plataformaselectorales, tampoco puede decirse que ellovislumbre por el momento un movimien-to político de transformación que, lograndoocupar el gobierno mediante el triunfo elec-toral, pueda llevar adelante políticas públicas

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