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Nómadas (Col) ISSN: 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia Fernández, Ana María La diferencia como problema: Género y psicoanálisis Nómadas (Col), núm. 6, marzo, 1997 Universidad Central Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105118999003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

La diferencia como problema: Género y psicoanálisis

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Nómadas (Col)

ISSN: 0121-7550

[email protected]

Universidad Central

Colombia

Fernández, Ana María

La diferencia como problema: Género y psicoanálisis

Nómadas (Col), núm. 6, marzo, 1997

Universidad Central

Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105118999003

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

LA DIFERENCIACOMO PROBLEMA:

GÉNERO YPSICOANÁLISIS

Ana María Fernández*

* Psicóloga. Profesora de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Deconstruir los modos como el relato psicoanalítico participa del dispositivo de inarización

propio de la razón occidental, en la estrategia que la al autora propone para acceder a la construc-

ción de la categoría género que, sustentada en conceptos psicoanalíticos, involucra también los pro-

cesos de subjetivación histórico-políticos en las nociones de femineidad y masculinidad.

1. La diferencia comoproblema

A partir de los años 50 se con-solidan tres importantes ejes de visi-bilidad que permitieron pensar a lasmujeres como nuevos sujetos socia-les. Por un lado, miles de mujeres anó-nimas, en centros urbanos de diferen-tes países occidentales instituyen prác-ticas transformadoras en su vida coti-diana; su irrupción masiva al merca-do laboral, su acceso a la educaciónsecundaria y terciaria, cierta adquisi-ción de códigos públicos, las transfor-maciones tanto en las formas de loscontactos conyugales como en sus re-gímenes de fidelidad, nuevas modali-dades de vivir su erotismo,la problematización de lavida doméstica -es decir ladesnaturalización de queésta sea una tarea necesaria-mente femenina-, serán al-gunas de las cuestiones mássignificativas en este punto.

Por otra parte, y enestrecha relación con lo an-terior, la práctica política delos movimientos de mujeres:su lucha sistemática en elplano legal y laboral por le-yes y normativas más justaspara las mujeres, su denun-cia permanente de la discri-minación de género tanto ensus formas más evidentescomo en aquellas más invi-sibles, la institución de gru-pos de autoayuda, etc., hanconstituído un factor decisi-vo en la lucha contra la opre-sión de las mujeres.

En tercer lugar “lasacadémicas” que desde unosveinte años a esta parte sepresentan en los más impor-

tantes centros universitarios analizan-do la ausencia de la dimensión de gé-nero en sus respectivas disciplinas, asícomo también sus consecuencias. Detal forma los estudios de la mujer yposteriormente los estudios de géne-ro (Bellucci, 1992) han posibilitadoque comiencen a manifestarse lossesgos sexistas en cada una de lasciencias. Este análisis de-constructivoes acompañado de significativos aun-que incipientes trabajos de re-cons-trucción teórico y metodológico de lasmismas.

Estas tres dimensiones: coti-diana, política y académica, en susavances y retrocesos, fueron institu-

yendo un movimiento que visibilizala discriminación, desnaturaliza susprácticas, denuncia, incomoda, trastor-na y produce importantes vacilacionesen el conjunto de significaciones ima-ginarias sociales que legitimaron du-rante tantas épocas la desigualdad y lainjusticia distributiva entre hombres ymujeres.

Si bien las mujeres avanzanadquiriendo nuevos espacios sociales,lejos estamos de la igualdad de losgéneros sexuales. Lo que quieresubrayarse no es una hipotética igual-dad conseguida sino cierta transforma-ción -en muy diferente grado segúnpaíses, clases, generaciones- en lo

imaginario social que per-mite que la discriminaciónno esté oculta; toma eviden-cia, incomoda ya a muchasmujeres, obliga frecuente-mente a no pocos hombresa esbozar alguna disculpacuando pronuncian una fra-se peyorativa con relación ala mujer que pocos añosatrás no hubieran necesita-do. Induce a los políticos enperíodos eleccionarios a in-cluir demandas de mujeresen sus plataformas electora-les; no pocos gobernantescrean organismos de Esta-do para diseñar políticaspúblicas sobre las necesida-des del colectivo femenino;los partidos políticos discu-ten el grado derepresentatividad de muje-res en sus listas de candida-tos, legisladores,intendentes, etc.

Si bien sería inge-nuo pensar que estos datosevidencian que ha llegado laera de la igualdad entreTulia Castrillón, 1898. Archivo Melitón R

hombres y mujeres, no habría que sub-estimar la importancia de aquello queponen de manifiesto. Algo se ha que-brado del equilibrio anterior donderegía un orden entre los géneros porel cual las mujeres “naturalmente”ocupaban un lugar postergado. Losorganizadores de sentido que regíanlo femenino y lo masculinotrastabillan, las demarcaciones de lopúblico y lo privado vuelven borrosos-o por lo menos confusos- sus límites.En suma, diversas fisuras amenazanel quiebre del paradigma que legitimódurante siglos las desigualdades de gé-nero.

Paradójicamente, a medidaque las mujeres van ad-quiriendo protagonismocomo sujetos sociales sevuelven más evidenteslas estrategias de discri-minación. El impacto deciertos grados de visibi-lidad de la misma poneen cuestión suinvisibilidad en los cuer-pos teóricos, en lasmetodologías de investi-gación y en las prácticasinstitucionales corres-pondientes a las cienciashumanas. Estas, históri-camente, hubieron deh o m o l o g a rHombre=hombre. Enlos últimos decenios sur-ge la necesidad de eluci-dar tanto las categoríasdesde donde tal diferen-cia ha sido pensadacomo su marca en losdispositivos de acciónque las diferentes disci-plinas han desplegado.Sin lugar a dudas se abreun verdadero desafío alas ciencias humanas

que, bueno es reconocer, no todas asu-men en igual medida.

Tal elucidación implica dosmovimientos articulados: el análisisque el tratamiento de las diferenciasde género ha tenido en los conjuntosdisciplinarios que se han agrupadocomo ciencias humanas (de-construc-ción) (Derrida, 1989,a) y la produc-ción de nuevas conceptualizacionescuyas lógicas de trabajo se sitúen porfuera de dos ecuaciones de tanta efi-cacia en nuestra cultura:Hombre=hombre y diferente=inferior(re-construcción).

Debe subrayarse que si bien

tal elucidación toma como uno de susejes principales el análisis de los dis-cursos clásicos, el problema de la di-ferencia atraviesa tanto la producciónteórica, como las metodologías de in-dagación, los dispositivos tecnológi-cos y las instituciones involucradas.En síntesis, la discriminación de gé-nero, como toda otra discriminación,se fundamenta y es atravesada en to-das sus dimensiones por el problemadel Poder. Los poderes como tales sos-tienen su eficacia obviamente desdelos discursos que instituyen. Pero elpoder no es meramente una cuestióndiscursiva, es en primera y última ins-tancia, acto de fuerza, ejercicio de vio-lencia.

Los discursos ymitos sociales ordenan, le-gitiman, disciplinan, defi-nen los lugares de los ac-tores de las desigualdadesy la subordinación de losmismos en los espaciossociales y subjetivos quela violencia -visible o in-visible, en tanto acto defuerza físico o simbólico-, instituye. De tal forma,sus posicionamientos se-rán el resultado histórico-social pero también singu-lar de las posibilidades delas fuerzas en juego, de lascuales la subordinación essu efecto complejo,difusivo y recurrente.

En síntesis lasmujeres en sus innovacio-nes cotidianas, los femi-nismos en sus combatespolíticos y los Estudios deGénero han transformado“la diferencia” en proble-ma. Es decir, han quebra-do la impunidad frente aAbel Martinez, 1893. Archivo Melitón R.

la postergación y la discriminación;han problematizado (interrogado, cri-ticado, denunciado), los cuerpos teó-ricos de las ciencias socialesconstituídos a partir de sus fundamen-tos mismos desde un universal mas-culino. Dicho universal adquiere di-ferentes nominaciones según la disci-plina que lo aborda, así por ejemplo,Ciencias del Hombre, Derechos delHombre; o en el caso de los psicoaná-lisis libido masculina, el falo -significante universal, el Nombre delPadre como lugar de la ley, etc.

El constituir las disciplinasdesde un único universal y masculino

ha colocado a lasmujeres en unlugar de particu-laridad: comple-mento o suple-mento de dichouniversal cuandono deinvisibilidad.

“La dife-rencia” es ahoraun problemapara pensar y noun ya dado bioló-gico. Los Estu-dios de Génerohan permitidopensar que la “di-ferencia de lossexos” se hizo si-nónimo de ladesigualdad delos sexos. Es, portanto, una cons-trucción históri-co-social, que las“Ciencias delH o m b r e ”invisibilizó.

P o s t e -riormente pudo comprobarse que lagran remoción que significó arrancara las mujeres de un ya dado de la na-turaleza, no fue suficiente. El aportede algunos tramos de las teoríaspsicoanalíticas fue de utilidad en lostrabajos de las feministas de los años´70 que demostraron que no había unya dado biológico que definiera el des-tino (lugar social y político) de lasmujeres.

Queda ahora por realizar unaelucidación crítica de las nocionespsicoanalíticas que colocan en un yadado simbólico a una femineidadconstituída en un excedente de la tra-

ma significante.

Pero antes de esto es necesario unpoco de historia.

2. Una difícil relación:feministas ypsicoanálisis

Tradicionalmente, los movi-mientos feministas se han ubicado,respecto a la teoría psicoanalítica, endos tipos de posiciones: la primera,característica de muchas feministascontemporáneas a Freud que vieronen él a un enemigo, rechazó a partirde allí prácticamente en bloque losaportes del psicoanálisis para unaeventual comprensión de la subjetivi-dad femenina.

Más allá de los propios textosfreudianos, muchas son las confluen-cias en la persistencia de la oposiciónteórica al psicoanálisis de diversosmovimientos políticos de mujeres,particularmente hasta la década de1960. Entre ellas merece destacarsela influencia filosófica delexistencialismo a través de la impron-ta casi fundacional que en la reflexiónteórica de la opresión de género hatenido el pensamiento de Simone deBeauvoir.

La segunda, más actual, ad-virtiendo la importancia de esa disci-plina para la indagación de la consti-tución de la subjetividad, ha tomadola responsabilidad de investigar susaportes, tratando de elucidar su utili-dad en la comprensión de la opresiónde género.

Podría decirse que a partir dela década del ´70 comienza adesplegarse un tipo de producción teó-rica realizada por mujeres feministas

sobre el corpus teórico del psicoanáli-sis, en particular su teoría de lasexuación.

Si bien en la actualidad la im-portancia de los aportes que la teoríapsicoanalítica puede ofrecer a la re-flexión feminista es indiscutible, sehacen necesarias algunas puntuacio-nes con respecto a la manera comotome su incorporación en el debatefeminista.

Texto inaugural de este mo-vimiento de indagación fue sin duda“Psicoanálisis y Feminismo”, de JulietMitchel (Mitchel, 1976). En el inten-to de rescatar e introducir los aportesde dicha disciplina, J. Mitchel puntua-lizaba, con mucho criterio, que el psi-coanálisis “no constituye una reco-mendación para la sociedad patriar-cal”, pero cuando a renglón seguidoafirmaba que “es un análisis de la so-ciedad patriarcal” se hace necesariointerrogar tal aseveración, ya que nila teoría, ni sus dispositivos de cura,ni los psicoanalistas, pretenden talcosa; debe interrogarse entonces quéprocesos de elucidación crítica, de de-construcción de su cuerpo teórico sonnecesarios para que esta disciplinadevenga un instrumento de valor paralos/as especialistas en la sociedad pa-triarcal.

En principio, su letra escritano analiza por sí misma la sociedad;su objetivo es la enunciabilidad de lasformaciones inconscientes; por lo tan-to es importante subrayar al respectoque, dado que esta disciplina no se haplanteado como uno de sus objetos dereflexión, la articulación entre forma-ciones inconscientes y formacioneshistórico-sociales, quienes sostenganque la opresión de las mujeres es his-tórica -y por ende lo serán las marcasen sus subjetividades- deberán pensar,

necesariamente,qué indagacióncrítica será im-prescindible des-plegar con la teo-ría en cuestiónpara poder incor-porarla eficaz-mente en la eluci-dación de la opre-sión de género.

En estesentido la lecturade los historialesde mujeres queFreud analizó -pese a la opiniónde algunas femi-nistas- no es evi-dencia por sí solade la opresión enque vivían; cuan-do esta lectura setransforma en evi-dencia de tal situa-ción, es porque esrealizada por un/alector/a para quienla opresión era yavisible con ante-rioridad. Freud no realiza de forma ex-plícita un análisis de tal realidad -y estacomprobación no tiene por qué inva-lidar su teoría-; sin embargo, y buenoes subrayarlo, pueden encontrarse ensu obra algunas referencias al preciopsíquico que las mujeres pagan por laslimitaciones que les impone la socie-dad, que indican que esta cuestión nole pasaba inadvertida.

Otro argumento que es inte-resante problematizar es el esgrimidocon frecuencia por psicoanalistas mu-jeres con cierto grado de compromisofeminista, que alegan que el psicoa-nálisis se satisface con “constatar he-chos”.

Este supuesto suele llevar aconsiderar que cuestiones tales comola frecuencia con que en sus dispositi-vos aparecen mujeres ubicadas en laenvidia fálica, por ejemplo, son toma-das como “evidencias clínicas” quetampoco es necesario interrogar. Enrealidad, en ninguna disciplina los da-tos hablan por sí mismos, sino quecobran su sentido respecto al marcoteórico que los nomina (Bourdieu,1985)1 y significa de determinadamanera.

También se realizan aseveracionescomo ésta:

El desarrollo psicosexual es-pecífico de hombres y mujeres se efec-túa en relación a la noción de falo, entanto éste es el símbolo elegido por lahumanidad para representar la pleni-tud de la satisfacción en el campo deldeseo, y del éxito en el campo de larealización y de la integración social.(Lemaire, 1983)2 .

Lo interesante es que estasapreciaciones operan como premisas-verdad no interrogables; no ponen encuestión el grado de generalización dela premisa, como tampoco se abren ainterrogaciones a los porqués de la atri-buida pregnancia del falo comosignificante de tales características.Por el contrario, es un ya dado que nollama la atención.

Al ser un ya dado se le vuel-ven sinónimos la humanidad y la teo-ría; lo que está claro es que en la teo-ría psicoanalítica, el falo es un símbo-lo que representa “la plenitud de lasatisfacción y del éxito”. Pero paraextender esta significación a toda lahumanidad, es necesario suponer queuna teoría -el psicoanálisis en estecaso- puede aprehender la realidad.Este es un modo típico dereduccionismo por el cual una reali-dad múltiple y compleja se limita aaquellas mínimas variables con que lateoría puede operar y luego se dice queesa es la realidad.

El segundo paso de tal opera-ción reduccionista es que queda ce-rrada cualquier interrogación. Cerrarla interrogación es fundamental por-que es lo que garantiza que se man-tenga sellada la sinonimia entre teoría

y realidad.

Por otra parte,a casi un siglo de desa-rrollo de esta discipli-na -y particularmenteteniendo en cuenta elgrado de inscripciónque ha alcanzado ennuestra cultura y sudespliegue de variadosy diversos dispositivos“psi” en el campo de lasalud, la educación,etc., más el número demujeres que recurren alpsicoanálisis o apsicoterapias más omenos inspiradas en élpara analizar sus con-flictos-, no sería aven-turado interrogarseacerca de los efectos dela teoría sobre las mu-jeres que el psicoanáli-sis ha gestado a lo largo

del siglo.

En ese sentido es interesante la si-guiente puntualización realizada porGayle Rubin:

El psicoanálisis se ha conver-tido frecuentemente en algo más queuna teoría de los mecanismos de re-producción de las normas sexuales; esya uno de esos mecanismos. (Rubin,1986).

En síntesis, es innegable queaquellos planteos feministas que ad-virtieron que el psicoanálisis puedeofrecer importantes herramientas teó-ricas para el análisis de la sociedadpatriarcal y en particular para la eluci-dación de sus marcas en la subjetivi-dad de mujeres y hombres, ofrecenuna posición superadora muy saluda-ble frente al cerrado oposicionismo delas feministas de las décadas de 1920y 1930. Sin embargo, este avance nodebe permitir que olvidemos que,como esta disciplina es producida enel seno de tal sociedad, es necesarioun análisis de las marcas de la socie-dad patriarcal en el interior de la teo-ría misma. (Fernández, 1992).

Dicho análisis cuenta aún hoycon una importante resistencia, pro-pia de muchas formasinstitucionalizadas del psicoanálisis,por la cual este funciona como totali-dad y en tal sentido, se ofrece comoun conjunto de “creencias teóricas”,de las que no se duda. Es decir, el cor-pus teórico se instituye como verdad.

En las relaciones entre femi-nismo y psicoanálisis, puede observar-se que el movimiento ha sido princi-palmente de las feministas hacia elpsicoanálisis. Y en esa dirección pue-de afirmarse que su producción enmenos de 20 años ha sido muy signi-Matilde de Santa Teresa, Benjamín de la Calle, 1913.

Archivo FAES

ficativa, hasta tal punto que hoy sehabla de feminismo psicoanalítico, ydentro de él pueden diferenciarse, in-cluso, escritos feministas que trabajanlos aportes del psicoanálisis adscribién-dose a la corriente de las relaciones deobjeto, del yo o lacaniana.

Es interesante observar quelos escritos de las feministas que tra-bajan desde el psicoanálisis lacanianogeneralmente se inscriben, a su vez,en el feminismo de la diferencia.

Pero, salvo muy puntualesexcepciones, el movimiento no ha sidorecíproco. Las institucionespsicoanalíticas, por lo menos en Ar-gentina, no han demostrado interéspor interrogar sus propias teorías apartir de los aportes en los últimos 30años de los Estudios de la Mujer yposteriormente los Estudios de Géne-ro. Más bien han “cerrado filas” repi-tiendo lo desarrollado clásicamentepor sus maestros.

Esto no excluye el interés o lacuriosidad de algunos/as psicoanalis-tas frente a las áreas de visibilidad queestos estudios han abierto con respec-to a invisibles sexistas en las cienciashumanas en general, o en el psicoa-nálisis en particular.

Pero las formas másinstitucionalizadas del psicoanálisisactual no han podido entrar en un diá-logo fructífero con aquellas feminis-tas que en los últimos años han co-menzado una interesante tarea teóri-ca: entrecruzar los análisis de génerocon la teoría psicoanalítica3 .

La importancia que tendríaeste diálogo no es sólo teórica ya quemuchos analizantes -tanto hombrescomo mujeres- no pueden ser escu-chados en sus sufrimientos de géne-

ro.

Las feministas contemporá-neas a Freud, operaron con un recha-zo en totalidad, sin advertir la impor-tancia del Psicoanálisis. Si bien estocerró, durante bastantes años, posibi-lidades al interior del feminismo depensar algunas cuestiones, se basabaen una fuerte intuición política que eltiempo haría evidente. La teoría de lasexuación de este cuerpo doctrinalconlleva un implícito de difícildeconstrucción: naturaliza elpatriarcado, dando como un ya dadoinconsciente lo que es construcciónhistórico-social de significaciones ima-ginarias (Castoriadis, 1988).

Al mis-mo tiempo, ydado que la cul-tura “psi” se hadesplegado mu-cho más allá delcampo profesio-nal para conver-tirse en un siste-ma explicativoque forma partede un modo depensar, de unasensibilidad, haprovisto una na-rrativa científicapara la condi-ción femenina;ofrece causaspsíquicas: envi-dias, pasivida-des oposicionamientosalgo fuera dellenguaje, paraaquello queconstituye uncomplejo preci-pitado de lainferiorización

política de un género sexual.

En realidad, la idea de esteposicionamiento algo fuera del lengua-je, sólo pone en términos teóricos ac-tualizados la antigua idea platónicaque ha atravesado la historia culturalde Occidente, por la cual “la mujer”ha sido simbolizada como naturalezay “el hombre” como cultura. Una vezmás, y en un mismo movimiento, seesencializa la diferencia y se naturali-za la desigualdad social (Scott, 1992).

Así las cosas, los ´90 encuentran alfeminismo y al psicoanálisis en una,si no difícil, al menos sí fructífera si-tuación4 .

Niños soldados del ejército del Gobierno.Ca. 1902

Bueno esaclarar rápidamenteque la resistencia alos aportes teóricosdel feminismo no tie-ne por qué deberse aparticulares rasgospatriarcales de los/aspsicoanalistas. Es unproblema mucho másgeneral, más allá delas cuestiones de gé-nero, donde si bienéstas quedan inclui-das, no es una dificul-tad específica frente aellas.

La dificultadestriba en el modo deproducción de un ré-gimen de verdad, queestablece un tipo par-ticular de afectaciónpor la cual la narrati-va de causa psíquica,narrativa válida en elcampo disciplinario:un modo de pensar -psicoanalítico- lo in-consciente, se esta-blece como lo que elinconsciente es. Esta creencia realistaopera como fuerte resistencia a la horade intentar pensar de otro modo.

El psicoanálisis ofrece resis-tencia a trabajos deconstructivos cuan-do se instituye como un gran relato(Fernández, 1994), es decir, cuandotransforma en verdad sus narrativas yse ofrece en la ilusión de una teoría“completa”.

Los años ´90 parecieran sertiempos de crisis de los grandes rela-tos; en el idioma chino, el vocablo cri-sis sostiene dos ideogramas: uno re-fiere a peligro y otro a oportunidad.

En tal sentido, la crisis de los grandesrelatos si bien presenta el peligro de lacaída de sistemas de sentido, ofrece laoportunidad de replantearse verdadesinstituídas, de recuperar ciertos aspec-tos de la imaginación radical obtura-dos en las formas instituídas de prác-ticas y teorías. En suma, oportunidadde abrir áreas de visibilidad que dichascristalizaciones impiden.

Puede afirmarse que hay unarelación necesaria y no contingenteentre los efectos de verdad de un dis-positivo -el psicoanálisis en este caso-y sus principales invisibles noenunciables.

En lo especí-fico de la cuestión degénero, confluye conla institución de unrégimen de verdad, elhecho de que susteorizaciones se hanefectuado sobre la yamencionada naturali-zación delpatriarcado y una ló-gica de la diferencia-propia del mismo-que excluye y/oinferioriza las dife-rencias.

La naturali-zación delpatriarcado tiene, enprimer lugar, unaconsecuencia políti-ca; el operar desde tallógica de la diferen-cia, tiene a su vezc o n s e c u e n c i a sepistemológicas.Una y otra se sostie-nen mutuamente yson pilares centralesdel dispositivo.

3. De orígenes ydefectos

Los textos freudianos ofrecie-ron las categorías lógicas de la dife-rencia que han permanecido intactasa través de los pensadores posteriores.Las diferencias entre Freud, M. Kleiny Lacan, por ejemplo, son sin duda desuma relevancia, pero son diferenciasconceptuales; es decir que los pensa-dores posteriores a Freud realizarondesarrollos de alguna área en particu-lar del corpus psicoanalítico, oreformularon -magistralmente en el

Grupo de Eusebio Cortés, 1900, Archivo Melitón R.

caso de Lacan- ejes dedicho corpus. Peroejes conceptuales:desplegaron nuevasformas de narrar lo in-consciente; incorpo-raron aportes de otrasdisciplinas de las cien-cias sociales o de lafilosofía con queFreud no contaba; es-tablecieron diferentesejes para pensar la clí-nica -esto es muy evi-dente tanto en M.Klein como enLacan5 - pero en nin-guno de ellos se mo-difican los a priorislógicos desde dondepensar la diferencia.

Un ejemploque puede resultarilustrativo al respectoes un texto de O.Mannonni (1979)donde desarrolla la te-mática de la produc-ción de creencias.

En “Ya lo sé, pero aún así...”,capítulo de “La otra escena. Clavesde lo imaginario” (Mannoni, 1979)toma la cuestión de la producción decreencias apoyándose en dos trabajosde S. Freud de gran importancia eneste punto. Son “El Fetichismo”, de1927, y “La escisión del Yo en los pro-cesos de defensa”, de 1938.

“El niño cuando toma por pri-mera vez conocimiento de la anato-mía femenina descubre la ausencia depene en la realidad, pero repudia eldesmentido que la realidad le infrin-ge, a fin de conservar su creencia enla existencia del falo materno. (Freud,1968) ... La creencia en la existencia

del falo materno es conservada y aban-donada a la vez; mantiene respecto aesa creencia una actitud dividida... Loque ante todo es repudiado es la des-mentida que una realidad inflige a unacreencia... El fetichista ha repudiadola experiencia que le prueba que lasmujeres no tienen falo, pero no con-serva la creencia de que lo tienen, con-serva el fetiche, porque ellas no tie-nen falo. La renegación por la cual lacreencia subsiste después de la des-mentida, se explica según Freud porla persistencia del deseo y las leyes delproceso primario”.

A partir de allí, Mannoni abre

dos reflexiones que sos-tiene una desde Freud yla otra desde Lacan.Desde el primero: nohay creencia incons-ciente. Desde el segun-do: la creencia supone elsoporte del otro. En fun-ción de esto, con losaportes de ambos pen-sadores -salvando lasdiferencias- Mannonipuede dar cuenta tantode un fetiche privadocomo de una creenciacolectiva.

Hasta aquí pue-de acordarse; el proble-ma se presenta cuandoenuncia “la renegacióndel falo materno traza-ría el primer modelo detodos los repudios de larealidad y constituye elorigen de todas lascreencias que sobrevi-ven al desmentido de laexperiencia”.

“La creencia dela existencia del falo materno, es elmodelo de todas las transformacionessucesivas de las creencias”6 .

Se presentan, a partir de estas afirma-ciones, dos problemas:

a) Descubrir que la diferenciade los sexos sea insoportable es yaimaginario. Que la diferencia -sexofemenino- tenga que ser pensadacomo igualdad -pene amputado- esuna significación colectiva, algo pro-ducido socialmente y no algo dado.

Porque la diferencia es signi-ficada colectivamente como insopor-table es que se hace necesario desmen-

Campesinos, 1910, Archivo Melitón R.

tirla, y construir un repudio e inventarun fetiche. El cuerpo teórico no “ve”que hay una construcción previa designificaciones, anterior al “descubrir”infantil que organiza uno de los senti-dos de tal descubrir.

Para no ver, realiza una seriede operaciones de naturalización. Sinduda una de las más significativas esla naturalización de la inferiorizaciónde la diferencia de los sexos. Al tomarcomo un ya dado, algo construído porla imaginación colectiva pierde -porinvisibilización- la posibilidad de in-dagar la dimensión política de lasexuación. Niños y niñas no sólo ad-vertirán la diferencia, sino que sus pro-cesos de sexuación no se completa-rán si no logran creer en el defectofemenino.

b) ¿Por quépensar que esta pro-ducción del niño, odel fetichista está “enel origen” de la pro-ducción de creen-cias? ¿Por qué pensarque la creencia de laexistencia del falomaterno es el mode-lo de todas las trans-formaciones sucesi-vas de las creencias?

Pensar unacuestión -cualquierasea- desde una refe-rencia a su origen -cualquiera sea-posiciona a quienenuncia tal cuestiónen un particularmodo de pensamien-to, que hoy es nece-sario -por lo menos-,interrogar. Particular-mente porque nues-

tra cultura conserva -tanto en el len-guaje coloquial como en el científico-un significativo grado de naturaliza-ción-invisibilización al respecto.

Nietzsche (Foucault, 1980)ha sido tal vez uno de los pensadoresque con más lucidez ha desmontadoalgunas de las implicancias que se sos-tienen en esta noción. Ella supone queen el origen se encuentra la esenciaexacta de la cosa, su más pura identi-dad cuidadosamente replegada sobresí misma y preservada de todo aque-llo externo, accidental y sucesivo.Buscar el origen es levantar las más-caras de la apariencia para develar loesencial.

Al mismo tiempo el origenesencial supone que en sus comien-

zos las cosas estaban en su perfección.La idea de perfección supone no sólouna referencia divina sino que colocaal origen en un lugar de verdad.

Esta verdad divina del origenhabilita tanto para refutar el errorcomo para oponerse a la apariencia.

Entonces decir que en el ori-gen de la producción de desmentidasse encuentra la creencia de la existen-cia del falo materno, instituye una ver-dad esencial -el defecto del cuerpo demujer-. Transforma en esencial aque-llo que no es otra cosa que produc-ción histórica de las significacionesimaginarias que instituyen lo propiode hombres y mujeres. Si es esencia yes verdad es un ya dado universal yano biológico, ahora inconsciente y porlo tanto se pierde de interrogar seme-jante rareza de la cultura.

Por otra parte, cuando afirmaque es el origen de la producción decreencias, psicologiza; es decir ofreceuna narrativa psicológica para expli-car complejos procesos religiosos, cul-turales, políticos. Si explica, traspola.Si explica y traspola, produce ideolo-gía.

Sería más pertinente afirmarque el psicoanálisis permite entenderlas condiciones de posibilidad por lascuales el sujeto de deseo -término teó-rico, no las personas- puede construircreencias que desmientan la realidad.Da cuenta de la potencialidad de lasubjetividad para repudiar una reali-dad siniestra, para desmentirla produ-ciendo una creencia, un fetiche, unaideología, una utopía, etc. Es decir,hace inteligibles las condiciones de lasubjetividad por las cuales el sujeto dedeseo -en tanto tal- puede construircreencias que desmientan una realidadinsoportable7

Juan de la Cruz Robledo, 1897. Archivo Melitón.

Esto es diferente de aplicaruna narrativa “psicológica” sobre elorigen, que

a. aplica el modelo del trau-ma del descubrimiento de los sexos alos acontecimientos colectivos.

b. naturaliza que el “descu-brimiento” sea un trauma.

c. identifica un tipo particu-lar de trauma, en función del a prioride Lo Mismo.

Para decirlo en palabras de JudithButler (Butler, 1992):

“El lenguajepsicológico que intentadescribir la fijeza interiorde nuestras identidadescomo mujeres o comovarones funciona parareforzar una cierta cohe-rencia y para impedirconvergencias de identi-dades de género y todotipo de disonancias degénero, o cuando exis-ten, para relegarlos a losprimeros estadíos de unahistoria de desarrollo, ypor lo tanto normativa(...) Parece crucial resis-tirse al mito de los orí-genes interiores, com-prendidos ya sea comonaturales o fijados por lacultura”.

Los dos problemas queel texto de Mannoniplantea:- naturalizar la diferenciasexual como insoporta-ble- pensar la verdad por el

origen,son tributarios de un modo binaristade pensar las diferencias de antiguatradición en la cultura occidental, porlo cual, como se decía líneas arriba,“se esencializa la diferencia y se natu-raliza la desigualdad social” (Scott,1992).

Este no es un “error” deMannoni, o del psicoanálisis, se ins-cribe en un modo de construir el mun-do en términos binarios. De allí la im-portancia de los trabajos de-construc-tivos.

4. De-construcciones: epis-temología y política8

De-construir implica analizaren los textos las operaciones de la di-ferencia y las formas en que se hacetrabajar a los significados. Dentro delas parejas binarias el término prima-rio o dominante deriva su privilegioen una supresión o limitación de susa prioris. Igualdad, identidad, presen-cia, lenguaje, origen, mente, razón,son términos privilegiados en relacióna sus opuestos que son vistos comovariables bajas, impuras del términoprimario. Así por ejemplo la diferen-

cia es la falta de identidado semejanza, la ausencia esla falta de presencia, etc.

El modo de-cons-tructivo provisto porDerrida (Derrida, 1989, b)articula la inversión y eldesplazamiento de las opo-siciones binarias, de mane-ra tal que hace visible la in-terdependencia de térmi-nos aparentementedicotómicos y la maneracomo su significado se re-laciona con una historiagenealógica y particularconstruidos para “propósi-tos particulares en contex-tos particulares” (Gross,1992). Hace visible que lasoposiciones no son natura-les sino construidas. Es ental sentido que la de-cons-trucción intenta seguir losefectos sutiles y poderososde la diferencia en acción,dentro de la ilusión de unaoposición binaria.

Tal vez este aspec-to sea una de las cuestio-Hijos de Lázaro Mejía, 1897, Archivo Melitón R.

nes más importantes que la de-cons-trucción posibilita en tanto desnatura-liza patrones de significado que sonutilizados diariamente, y que los cuer-pos teóricos incorporan sin advertirsus implicancias epistémicas y políti-cas.

Para la de-construcción de lateoría psicoanalítica en lo que a cues-tiones de género respecta, es necesa-rio articular dos dimensiones de tra-bajo:

a) Dimensión epistémica: De-construcción de la Episteme de loMismo, para poder pensar la diferen-cia de otro modo (Fernández, 1993).Dicha deconstrucción supone una elu-cidación crítica de las categoríasepistémicas desde donde el psicoaná-lisis ha pensado la sexuación que pue-da quebrar el impasse donde talEpisteme lo ha colocado. Esto supo-ne poner en interrogación la lógica dela diferencia desde donde esta teoríaha organizado sus conocimientos; elu-cidar la persistencia de una lógica porla cual la diferencia sólo puede serpensada a través de parámetrosjerarquizantes que invisibilizan posi-ciones fundamentales de la subjetivi-dad de las mujeres. Lógica de la dife-rencia por la cual se homologaHombre=hombre, invisibilizandoaquello genérico femenino por nohomologable a lo masculino; lógica dela diferencia por la cual cuando lo di-ferente se hace presente, es pensadocomo inferior, complemento o suple-mento de lo Uno, único, universal ymasculino.

b) Dimensión política: de-construcción genealógica de las cate-gorías conceptuales, por ejemplo: loactivo-lo pasivo, objeto-sujeto de de-seo; esto implica una indagación his-tórica de cuándo, cómo y por qué se

instituyeron, cómo se significaron lofemenino-masculino en determinadostiempos históricos y, fundamental-mente, cuándo la teoría rompe con elesencialismo de lo femenino y lo mas-culino y cuándo no puede hacerlo.

Esto permite quebrar el hábi-to de pensar las categorías conceptua-les como a-históricas y universales(esencias) y al mismo tiempo encon-trar los puentes entre estas narrativasteóricas y los dispositivos político-so-ciales que sostienen.

Dicho de otro modo, un aná-lisis genealógico que permita abrir vi-sibilidad respecto de las inscripcioneshistórico-sociales en la construcciónde la subjetividad -femenina y mascu-lina- que sostienen una forma parti-cular de orden político-social: elpatriarcado9. Condición (femenina y/o masculina) pero no esencia, ni es-tructura inconsciente universal, modode ser histórico-social en su dimensiónsubjetiva. Marcas en la subjetividaddel ordenamiento socio-político de losgéneros.

En tanto las invisibilidadesepistémicas y políticas puedan dejar sucondición de tales, se abre un caminode rearticulación del campo teóricoque sin lugar a dudas podrá llegar aser muy significativo tanto para laspreocupaciones teóricas de la opresiónde género, como para el campo de laescucha psicoanalítica.

Teoría institucionalizada queno puede o no quiere escuchar signi-ficativos aportes de elucidación críti-ca que puntúan sus marcas sexistas.Mujeres y hombres en tratamiento queno son escuchados en sus padecimien-tos de género.

¿Qué distorsiona, impide, cie-rra la escucha? Posiblemente -y entreotras cosas- la resistencia aldislocamiento necesario de un cuerpodoctrinal, en este caso el psicoanáli-sis, para poder utilizar dicha discipli-na en el abordaje de cuestiones queen el enlace con otras nociones deotros campos de saberes, permitan lareflexión de regiones que por su com-plejidad no pueden ser abordadasunidisciplinariamente.

En un sentido más general,puede decirse que encontrar la articu-lación de estas cuestiones, hallar unaforma de indagación inclusiva y noexcluyente de los aportes de diversosterritorios disciplinarios, significaráavanzar en uno de los impasses máspersistentes de las ciencias humanas,cual es la articulación de aquello queellas previamente han separado: “losocial” y “lo mental”.

Para ello hay que reconocer,como se planteaba líneas arriba, unadificultad: la falta de tradición en lacultura psicoanalítica de trabajar no-ciones de dicho campo como parteintegrante de una caja de herramien-tas de pensamiento.

Es posible que dicha dificul-tad estribe en el modo de producciónde un régimen de verdad, que estable-ce un tipo particular de narrativa váli-da en el campo disciplinario: un modode pensar -psicoanalítico- lo incons-ciente, se establece como lo que el in-consciente es. Esta creencia realistaopera como fuerte resistencia a la horade intentar pensar de otro modo.

En estrecha implicancia conel modo de producción de sus regíme-nes de verdad, instituye un modo par-ticular de pensar las determinacionesal modo causal (De Brasi, 1996) por

el cual la causa psíquica se transfor-ma en La Causa. Problemaepistemológico sin duda, pero a estaaltura de los acontecimientos seríamuy difícil diferenciarlo de modospolíticos de operar de la mayoría delas instituciones psicoanalíticas.

Los aportes psicoanalíticosson de suma importancia en una cajade herramientas del campo de proble-mas de la subjetividad (Fernández,1996). Pero para ello, como cualquierotra teoría que haya organizado férreossistemas teórico-institucionales, esnecesario:

- Problematizar los efectos de verdaddel dispositivo psicoanalítico.- Genealogizar las condiciones histó-ricas de producción de sus conceptos.- Elucidar sus efectos en eldisciplinamiento social.- Deconstruir los binarismos donde haquedado atrapado su tratamiento de ladiferencia.

Y esto es de capital importan-cia para el futuro productivo de dichadisciplina ya que en toda teoría hayuna relación necesaria entre los efec-tos de verdad y sus invisibles no-enunciables. Su posibilidad de desple-gar nuevos horizontes de inteligibili-dad estriba en poner toda su capaci-dad crítica en esta ecuación teórico-institucional. Es decir, transitar -parausar una palabra de Heidegger-, susimpensados.

Cuando el trabajodeconstructivo-genealógico se realizaen torno a la cuestión de género, arti-cular la dimensión epistémica y la di-mensión política10 pone de manifies-to, hasta dónde, cuando un cuerpo teó-rico esencializa, la constitución de lasubjetividad, ahora en un ya-dado sim-

bólico, forma parte de las institucio-nes que reciclan la subordinación fe-menina.

Por el contrario, cuando pue-de disociar sus construcciones teóri-cas, se coloca como elementoinsustituíble no sólo para comprenderel malestar de género de hombres ymujeres, sino también para dar lugara la conceptualización de las profun-das transformaciones que se encuen-tran hoy en proceso de la subjetividadde hombres y mujeres.

Tal tarea deconstructivo-genealógica es, sin duda, una activi-dad teórico-académica que -bueno esaclararlo- exige gran rigurosidad, perola decisión de realizarla es política.

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Citas

1 Para un análisis de la dimensión políticade los actos de nominación, véaseBourdieu, P., 1985.

2 El subrayado es mío.

3 Uno de los aportes más interesantes alrespecto es el de Dío-Bleichmar, 1985.

4 Para un interesante análisis de lacomplejidad actual de esta relación, verButler, 1992.

5 Para un análisis crítico de los aportes deLacan en la constitución de la femineidad,ver los trabajos de Emilse Dío-Bleichmar,1993 y 1991.

6 El subrayado es mío.

7 He desarrollado más extensamente estacuestión en Del imaginario social alimaginario grupal, en Fernández - DeBrasi, 1993.

8 He desarrollado más extensamente estascuestiones en La mujer de la ilusión (1993)y en De eso no se escucha: el género enPsicoanálisis (en Burín-Dío-Bleichmar,1996).

9 Al interior del debate feminista en laactualidad, la noción de Patriarcado se vesometida a su de-construcción, al igual queidentidad femenina y género. Creo que nohay que confundir la de-construcción conuna procesadora (en el sentido doméstico)de los conceptos. Los primeros usos de lanoción de patriarcado se realizaron desdeuna perspectiva estructuralista (estructurapatriarcal) y en tal sentido le caben lascríticas realizadas a la noción deestructura: énfasis en la reproducción y noen la transformación, subrayado de loidéntico en desmedro de lo diverso, etc.Aquí se utiliza dando cuenta de un modode orden político-social en el cual estáninstituídas formas de ejercicio del poder delos hombres sobre las mujeres, dondeambos géneros son marcados porconsecuencias político-económicas,culturas subjetivas y eróticas de talordenamiento.Para la actualización de este debate, verBenhabib y Cornella, 1990 y Nicholson(Comp., 1992). También Tubert, S.,Psicoanálisis, feminismo ypostmodernismo”, (en: Burín-Dío-Bleichmar, 1996).

10 He dado un tratamiento más extensode esta articulación en De eso no seescucha: el género en Psicoanálisis, 1996.