Arkadi & Boris Strugatsky - Picnic Extraterrestre

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  • 8/14/2019 Arkadi & Boris Strugatsky - Picnic Extraterrestre

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    PICNIC EXTRATERRESTREArkadi y Boris Strugatsky

    Ttulo original: Piknik na obochoneTraduccin: Edith Zilli 1977 By Arkadi y Boris Strugatsky 1978 by EMECE Distribuidora S.A.C.I.Alsina 2062 - Buenos Aires - ArgentinaISBN 145026-78Edicin electrnica de SadracR6 06/2000 L

    Es preciso sacar bueno de lo malo,

    Pues es todo cuanto se puede hacer.Robert Penn Warren

    De la entrevista realizada por el enviado especial de radio Harmont al doctorValentine Pilman, premio Nbel de fsica 19..

    - Tengo entendido, doctor Pilman, que su primer descubrimiento de importancia fue loque ha dado en llamarse el Foco Irradiador de Pilman.

    - No lo creo. El Foco Irradiador de Pilman no fue el primero, ni fue importante; nisiquiera fue un descubrimiento. Por otra parte tampoco fue del todo mo.

    - Debe estar bromeando, doctor. El Foco Irradiador de Pilman es un concepto corrientehasta para los escolares.- Eso no me sorprende. Segn algunas fuentes, el Foco Irradiador de Pilman fue

    descubierto por un escolar. Por desgracia no recuerdo cmo se llamaba. Bsquelo en laHistoria de la Visitacin, de Stetson; all est descrito con lujo de detalles. l sostiene queel foco irradiador fue descubierto por un escolar, que fue un estudiante universitario quienpublic las coordenadas, pero que por alguna razn desconocida, se le dio mi nombre.

    - S, con cualquier descubrimiento pasan cosas sorprendentes. Le molestara explicara nuestros oyentes de qu se trata, doctor?

    - El Foco Irradiador de Pilman es la cosa ms simple del mundo. Supongamos quehacemos girar un globo enorme y disparamos balas contra l. Los agujeros de esas balas

    quedarn marcados en la superficie en una suave curva. La base de lo que para usted esmi primer descubrimiento de importancia consiste en el simple hecho de que las seisZonas de Visitacin estn dispuestas sobre la superficie del planeta como si alguienhubiera disparado seis tiros hacia la Tierra con una pistola ubicada en algn punto de lalnea Tierra-Deneb. Deneb es la estrella Alfa en la constelacin de Cygnus. El puntoespacial del que provienen los disparos, por as decirlo, se llama Foco Irradiador dePilman.

    - Gracias, doctor Compaeros harmonitas! Al fin hemos recibido una clara explicacinde lo que es el Foco Irradiador de Pilman! A propsito: anteayer se cumplieron treintaaos de la Visitacin. Doctor Pilman, quiere decir a sus conciudadanos algunas palabrassobre el particular?

    - Hay algo que le interese en especial? Recuerde que yo no estaba en Harmont porentonces.

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    - Por eso mismo ser an ms interesante saber qu sinti usted al enterarse de quesu ciudad natal era el centro de una invasin de seres ultracivilizados provenientes delespacio.

    - Para serle sincero, al principio pens que eran mentiras. Me costaba creer quepudiera pasar algo as en nuestra pequea Harmont. Habra sido ms plausible en Gobi oen Terranova.

    - Pero al fin tuvo que creerlo.- Ah s, al fin...- Y entonces?- De repente se me ocurri que Harmont y las otras cinco zonas de Visitacin... Perdn,

    me equivoco: por entonces haba slo otras cuatro zonas conocidas. Se me ocurri quetodas entraban en una leve curva. Calcul las coordenadas y las envi a Naturaleza.

    - Y no se preocup en ningn momento por la suerte de su ciudad natal?- La verdad es que no. Vea, aunque yo haba llegado a creer en la Visitacin, no poda

    convencerme de que haba algo de cierto en esos informes histricos sobre barriosincendiados, monstruos que devoraban selectivamente slo a los viejos y a los nios,batallas sangrientas entre los invasores invulnerables y los tanques reales, tripulados por

    humanos muy vulnerables, pero valientes y decididos.- Tena razn. Si mal no recuerdo, nuestros periodistas arruinaron bastante la

    informacin. Pero volvamos a la ciencia. El descubrimiento del Foco Irradiador de Pilmanfue el primero, pero no el ltimo, probablemente, de sus aportes al estudio de laVisitacin.

    - El primero y el ltimo.- Pero sin duda usted se mantendr muy al tanto de la investigacin internacional que

    se lleva a cabo en las Zonas de Visitacin.- S. De vez en cuando leo los Informes.- Se refiere a los Informes del Instituto Internacional de Culturas Extraterrestres?- S.- En su opinin, cul ha sido el descubrimiento ms importante en estos ltimos

    treinta aos?- La Visitacin en s.- Perdn, no comprendo.- La Visitacin, en s, es el descubrimiento ms importante, no slo de los ltimos

    treinta aos, sino de toda la historia de la Humanidad. No importa tanto saber quinesfueron esos visitantes. No importa saber de dnde venan, por qu vinieron, por qu sequedaron tan poco tiempo ni dnde estn desde que se fueron de aqu; lo que importa esque la humanidad ahora puede estar segura de algo: no estamos solos en el universo.Temo que el Instituto de Culturas Extraterrestres jams tendr la buena suerte de hacer

    un descubrimiento ms fundamental que se.- Lo que usted dice es fascinante, doctor Pilman, pero en realidad yo me refera adescubrimientos y progresos de ndole tcnica. A descubrimientos y progresos quenuestros cientficos y nuestros ingenieros pudieran utilizar con provecho. Despus detodo, muchos cientficos famosos han sugerido que los descubrimientos hechos en lasZonas de Visitacin podran cambiar todo el curso de nuestra historia.

    - Bueno, yo no estoy de acuerdo con esa opinin. En cuanto a descubrimientos,especficamente hablando, no caen dentro de mi especialidad.

    - Sin embargo usted, desde hace dos aos, es asesor por el Canad de la comisin delas Naciones Unidas que estudia los Problemas de la Visitacin.

    - S, pero no tengo nada que ver con el estudio de las culturas extraterrestres. En la

    Comisin, mis colegas y yo representamos a la comunidad cientfica internacional cuandosurgen dilemas al poner en prctica las decisiones de las Naciones Unidas con respecto ala internacionalizacin de las Zonas. Dicho en otros trminos: nuestra funcin es ver que

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    todas las maravillas extraterrestres halladas en las Zonas vayan a manos del InstitutoInternacional.

    - Hay alguien ms que se interese por esos tesoros?- S.- Supongo que se refiere a los merodeadores!- No s qu es eso.

    - As llamamos en Harmont a los ladrones que arriesgan la vida entrando a la Zonapara llevarse todo lo que encuentran al alcance. Se ha convertido en una verdaderaprofesin.

    - Comprendo. Pero no, eso no est dentro de nuestra jurisdiccin.- Por supuesto, es cosa de la polica. Pero me gustara saber qu es lo que cae dentro

    de su jurisdiccin, doctor Pilman.- Hay una constante prdida de materiales provenientes de las Zonas de Visitacin que

    caen en manos de personas u organizaciones irresponsables. Nosotros debemosencargarnos de las consecuencias de esas prdidas.

    - Podra explicarse mejor, doctor?- Por qu no hablamos de arte, mejor? No cree que a los oyentes les interesara

    conocer mi opinin sobre el incomparable Godi Mller?- Por supuesto! Pero antes me gustara terminar con la parte cientfica. Como

    cientfico, no le gustara tener un contacto directo con los tesoros extraterrestres?- Cmo le dir? Supongo que s.- En ese caso, podemos esperar que un buen da los harmonitas podamos ver a

    nuestro famoso conciudadano en las calles de su ciudad natal?- Puede ser.

    1. Redrick Schuhart, veintitrs aos, soltero, ayudante de laboratorio en ladivisin Harmont del instituto internacional de culturas extraterrestres.

    La noche anterior, l y yo estuvimos en el depsito. Ya estaba anocheciendo; yo podatirar el guardapolvo e ir a Borscht, a echar una o dos gotas de algo fuerte en miorganismo. Pero segua all, sosteniendo la pared, con el trabajo terminado y un cigarrilloen la mano. Me mora de ganas de fumar; haca dos horas que no echaba una pitada. Y lno dejaba de dar vueltas con todo aquello. Ya haba llenado, cerrado y sellado una cajafuerte y estaba empezando con la otra; sacaba los vacos del transportador, losexaminaba uno por uno desde todos lados (y eran bien pesados, los malditos; como sietekilos cada uno) y despus volva a ponerlos cuidadosamente en el estante.

    Se haba pasado la vida peleando con esos vacos; a mi modo de ver, sin beneficioalguno, ni para la humanidad ni para s. En su lugar yo habra mandado todo al diablo

    desde haca rato para dedicarme a trabajar en otra cosa ganando lo mismo. Claro que siuno lo piensa bien, un vaco es algo misterioso, hasta incomprensible, se podra decir. Yohe tenido muchos entre las manos, pero no dejo de sorprenderme cada vez que veo uno.Son slo dos discos de cobre, del tamao de un platito y de medio centmetro de grosor,ms o menos, separados por una distancia de cuarenta y cinco centmetros. Nada ms.Nada, absolutamente, slo espacio vaco. Uno puede pasar la mano por el medio y hastala cabeza, si el asunto lo deja tan fuera de combate; no hay ms que vaco y vaco; airepuro. Claro, tiene que haber alguna fuerza entre los dos, segn creo, porque no se lospuede juntar ni separarlos ms de lo que estn.

    La verdad, compaeros, es difcil describrselos a alguien que no los haya visto. Sondemasiado simples; sobre todo cuando uno los mira bien de cerca y acaba por creer en lo

    que ve. Es como tratar de describir el vidrio: uno termina retorcindose los dedos ydiciendo malas palabras por la frustracin. Okey, supongamos que lo han entendido; para

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    los que no tengan una copia de los Informes del Instituto, en cualquier nmero hay unartculo sobre los vacos, con fotos y todo.

    Kirill llevaba casi un ao rompindose los sesos con los vacos, yo haba trabajado conl desde el principio, pero todava no estaba muy seguro de lo que quera averiguar: paraserles sincero, no me esforzaba mucho por descubrirlo. Que primero lo descubriera lsolo; despus, a lo mejor, yo hara la prueba. Por el momento slo entenda una cosa:

    Kirill quera averiguar, a toda costa, cmo funcionaban esos vacos; los perforaba concidos, los estrujaba en la prensa, los pona a fundir en el horno. As comprendera todo ylo llenaran de vtores y de honores: el mundo de la ciencia se estremecera de gozo. A mimodo de ver le faltaba mucho para eso. Todava no haba llegado a nada y ya estabaagotado. Andaba como gris y callado, con ojos de perro enfermo, hasta lagrimeaba. Si sehubiera tratado de otro, yo lo habra emborrachado de lo lindo y lo habra puesto enmanos de alguna chica experta para que lo desenredara. Y a la maana lo habra vuelto aemborrachar y a mandarlo con otra fulana. En un semana, como nuevo!: los ojosbrillantes y la cola espesa. Pero con Kirill esos remedios no servan. Ni siquiera vala lapena sugerirlo: no era de esos.

    As que estbamos en el depsito. Yo lo observaba, viendo qu mal andaba, cmo se

    le haban hundido los ojos, y sent ms lstima por l de la que haba sentido por nadie enla vida. Fue entonces cuando decid... No, no es que lo haya decidido, fue como si alguienme abriera la boca y me hiciera hablar.

    - Oye - dije -, Kirill...All estaba, con el ltimo vaco en la balanza, como si estuviera dispuesto a trepar

    sobre l.- Escchame - dije -. Kirill! Qu tal si encontraras un vaco lleno, eh?- Un vaco lleno? - replic, con cara de no entender.- S, Tu trampa hidromagntica, cmo se llama..., el objeto 77 b. Tiene una especie de

    cosa azul adentro.Vi que empezaba a entender. Me mir, parpade, y un destello de razn, como a l le

    gustaba decir, surgi tras las lgrimas de perro.- Un momento - dijo -. Lleno? Como ste, pero lleno?- S, eso es lo que digo.- Dnde?Mi Kirill estaba curado. Ojos brillantes, cola espesa.- Vamos a fumar un cigarrillo.Meti el vaco en la caja fuerte, golpe la puerta con fuerza y la cerr con tres vueltas y

    media de llave; despus volvimos al laboratorio. Ernest paga cuatrocientos al contado porun vaco vaco; podra haberle sacado hasta la ltima gota de jugo por uno lleno,grandsimo hijo de puta; pero crase o no, ni siquiera me pas por la cabeza, porque Kirill

    volva a la vida ante mis ojos. Baj los escalones de a cuatro por vez, sin dejarme siquieraterminar el cigarrillo. Le cont todo: cmo era, dnde estaba y cul era la mejor manerade llegar hasta all. l sac un mapa, busc la ubicacin del garaje y me lo indic con eldedo, Inmediatamente se imagin que era yo, por supuesto; cmo no iba a entender?

    - Qu perro eres - dijo, sonriendo -. Bueno, vamos a buscarlo. Lo primero que haremosa la maana. Pedir los pases y el equipo para las nueve y saldremos a las diez con lasmejores esperanzas. De acuerdo?

    - De acuerdo - dije -. Quin ser el tercero?- Para qu queremos un tercero?- Oh, no - exclam -. ste no es un picnic con seoritas. Y si te pasa algo? Est en la

    Zona. Tenemos que obedecer los reglamentos.

    l solt una risa breve y se encogi de hombros.- Como quieras. Sabes ms que yo de esto.

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    S, seguro! Claro que slo estaba tratando de seguirme la corriente. Por lo que a lconcerna, el tercero no hara ms que estorbar. Si bamos los dos solos todo saldra bien.nadie sospechara nada sobre m. Pero haba un inconveniente: los del Instituto noentraban de a dos en la Zona. Las reglas indican que dos trabajen mientras un terceromira, para que pueda hablar cuando le pregunten, ms tarde.

    - Por mi parte llevara a Austin - dijo Kirill -. Pero a lo mejor a ti no te gusta. O te

    parece bien?- No - dije -. Cualquiera menos Austin. Puedes llevar a Austin otra vez, eh?Austin no es mal tipo; tiene la mezcla exacta de valor y cobarda, pero creo que est

    condenado. Era algo que no poda explicar a Kirill, pero lo senta. El hombre cree queconoce y entiende la Zona perfectamente. Esto significa que pronto va a estirar la pata.Que vaya, pero no conmigo, gracias.

    - Bueno, est bien. Qu te parece Tender?Tender era su segundo ayudante. Uno de esos tipos callados. que no se meten con

    nadie.- Es un poco viejo - dije -. Y tiene hijos.- Eso no importa. Ha ido antes a la Zona.

    - Bueno. Llevemos a Tender.Mientras l se abocaba al estudio del mapa, yo fui directamente al Borscht; estaba

    muerto de hambre y tena la garganta seca.A la maana llegu al laboratorio como siempre, alrededor de las nueve, y mostr el

    pase. El guardia de turno era ese polaco larguirucho al que le romp el alma el aopasado, por propasarse con Guta cuando estaba borracho.

    - Qu bien! - dijo -, Te estn buscando por todo el instituto, Red.Lo par en seco, muy cortsmente.- Qu es eso de Red? Nada de intimidades conmigo, pedazo de sueco imbcil.- Vamos, Red! Todo el mundo te llama as.Yo estaba muy nervioso por la perspectiva de entrar a la Zona y sobrio como un

    pescado. Lo levant por la correa del pecho y le dije claramente qu opinaba de l y dequin descenda por la rama materna. Escupi en el suelo, me devolvi el pase y dijo, sinms amabilidades:

    - Redrick Schuhart, tiene rdenes de presentarse inmediatamente al jefe de Seguridad,capitn Herzog.

    - As me gusta ms - dije -. Por ah andamos. Siga es forzndose, sargento; an puedellegar a teniente.

    Pero mientras tanto pensaba qu novedad era aqulla. Para qu me querra elcapitn Herzog durante el horario de trabajo? Bueno, fui y me present.

    Su oficina estaba en el tercer piso; un lindo despacho, con barrotes en las ventanas,

    justo como una comisara. Willy estaba sentado a su escritorio, fumando su pipa yescribiendo a mquina no s qu jerigonza. Un sargentito revolva el interior del archivometlico, en el rincn; era nuevo; yo no lo conoca. En el Instituto hay ms sargentos queen el cuartel de polica; son todos tipos robustos y saludables; no tienen que entrar a laZona y les importan un bledo las cuestiones mundiales.

    - Hola - dije -. Me llamaba?Willy me mir sin verme, se apart de la mquina de escribir, dej un pesado archivo

    sobre el escritorio y empez a revisar el contenido.- Redrick Schuhart?- El mismo - respond.Por dentro me suba una risa nerviosa todo era muy extrao. No poda evitarlo:

    - Cunto hace que est en el Instituto?- Dos aos y pico.- Tiene familia?

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    - Soy solo - respond -. Hurfano.En seguida se volvi hacia el sargento y orden, en tono severo:- Sargento Lummer, vaya a los archivos y traiga la carpeta nmero ciento cincuenta.El sargento hizo la venia y desapareci. Mientras tanto Willy cerr el archivo con un

    golpe y pregunt, ceudo:- Ha vuelto a las andadas?

    - Qu andadas?- Ya sabe a qu andadas me refiero. Aqu hay informacin nueva sobre usted.Aj, pens.- De dnde?l frunci el ceo y golpe la pipa contra el cenicero, irritado.- Eso no le importa - dijo -. Se lo advierto como si fuera un viejo amigo: deje eso, djelo

    por su propio bien. Si lo atrapan por segunda vez no va a salir a los seis meses. Y loexpulsarn del Instituto definitivamente, entindalo.

    - Entiendo - dije -. Eso lo entiendo. Lo que no entiendo es quin fue el malnacido quepas el dato.

    Pero ya haba dejado de mirarme; segua chupando la pipa vaca y hojeando las fichas

    del archivo. Con eso estoy diciendo que el sargento Lummer haba vuelto trayendo lacarpeta nmero ciento cincuenta.

    - Gracias Schuhart - dijo el capitn Willy Herzog, tambin conocido como El chancho- Eso es todo lo que quera aclarar. Puede irse.

    Volv al vestuario, me puse el guardapolvo y me anim. No poda dejar de pensar enquin habra pasado los rumores. Si provenan del mismo instituto eran todas mentiras,por fuerza, porque all nadie saba nada de m ni haba forma de que lo supieran. Si eraun informe de la polica, tambin: qu podan saber, salvo mis viejos pecados? Tal vezhaban atrapado a Cuervo. Ese hijo de perra habra vendido hasta la madre por salvar elpellejo. Pero ni siquiera Cuervo saba nada de m. Pens y pens, sin llegar a nada grato.Al final entrado por ltima vez en la Zona, de noche; ya me haba decidido a mandar todoal diablo. Haca ya tres meses que haba desprendido de casi todo el botn y el dinero seme estaba acabando. Si no me haban pescado con la mercadera en las manos, menoslo haran ahora, siendo yo tan escurridizo.

    Pero en ese momento, justo cuando me diriga hacia las escaleras, se me iluminrepentinamente la cabeza, y tan claramente que volv al vestuario, me sent y encendotro cigarrillo. Eso significaba que no poda ir a la Zona ese da. Ni al siguiente, ni dosdas despus. Significaba que esos escuerzos me tenan otra vez entre ojos, que no mehaban olvidado; o, si me haban olvidado, alguien se encargaba de hacerles acordar.Ningn merodeador, a menos que estuviera completamente chiflado, se arrimara a laZona, sabiendo que lo vigilaban, ni con un revlver a la espalda. Lo que me hubiera

    convenido en ese momento habra sido esconderme en el rincn ms oscuro. Zona?Qu Zona? Hace meses que no voy a siquiera con pase! Por qu tienen que ningunaZona, ni molestar a un honrado ayudante de laboratorio?

    Lo pens bien y decid, casi con alivio, que ese da no ira a la Zona. Pero cul era lamejor manera de decrselo a Kirill?

    Se lo dije directamente.- No voy a la Zona. Qu instrucciones tienes para darme?Al principio me mir con ojos de huevo duro, por supuesto. Despus pareci entender.

    Me agarr por el codo para llevarme a su pequea oficina, me hizo sentar ante elescritorio y l se instal en el antepecho de la ventana, frente a m. Encendimos loscigarrillos. Silencio. Al fin me pregunt, como con cautela:

    - Pas algo, Red?Qu iba a decirle?

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    - No. No pas nada. Ayer perd veinte al pker; ese Noonan es muy buen jugador, eldesgraciado.

    - Un momento - interrumpi -. Has cambiado de idea?La tensin me hizo soltar un ruido ahogado.- No puedo - dije entre dientes -. No puedo, entiendes? Herzog me hizo llamar a su

    oficina.

    Se qued tieso. Puso otra vez aquella cara pattica, con ojos de caniche enfermo, Seestremeci, encendi otro cigarrillo con la colilla del viejo y hablo con suavidad.- Puedes confiar en m, Red. No le dije una palabra a nadie.- Por supuesto, nadie habla de ti.- Ni siquiera habl todava con Tender. Hice extender un pase a nombre de l, pero ni

    siquiera le he preguntado si quiere ir.No dije nada y segu fumando. Era extrao y triste. Ese hombre no entenda nada.- Qu te dijo Herzog?- Nada en especial. Alguien pas el dato, eso es todo.l me ech una mirada extraa, se baj del antepecho y empez a pasearse, mientras

    yo haca anillos de humo en silencio. Lo senta por l, naturalmente, y lamentaba que las

    cosas no hubieran salido mejor. Vaya cura la que haba encontrado para la melancola deKirill! Y de quin era la culpa? Ma; haba ofrecido una galletita a un nene, pero lagalletita estaba escondida en un lugar custodiado por hombres malos... De pronto l dejde pasearse y se acerc a m. Mir de soslayo hacia cualquier parte y murmur:

    - Escucha, Red, cunto costar un vaco lleno?Al principio no entend; pens que tena esperanzas de comprar alguno. Dnde lo iba

    a conseguir? Tal vez se fuera el nico del mundo; adems l no deba tener tanta platacomo para comprarlo. De dnde pensaba sacarla? Era un cientfico extranjero, ruso,para colmo. De pronto comprend. As que el malnacido pensaba que yo lo estabahaciendo por plata?

    Grandsimo tal por cual, pens, por qu me tomas? Abr la boca para decrselo,pero la volv a cerrar. Porque en realidad, por qu iba a tomarme? Un merodeador es unmerodeador. Cuanta ms plata, mejor. Se juega la vida por plata. Tena derecho a pensarque el da anterior yo haba tirado la lnea y ahora la estaba recogiendo, tratando de subirel precio.

    La idea me dejaba mudo. Y l segua mirndome intensamente, sin parpadear. Nohaba disgusto en sus ojos, sino una especie de comprensin, me parece. Al fin se loexpliqu, con calma.

    - De los que entran con pase, nadie ha llegado hasta el garaje todava. No haycaminos. T lo sabes. En cuanto volvamos de la Zona ese Tender le va a contar a todo elmundo que fuimos directamente al garaje, recogimos lo que queramos y volvimos en

    seguida. Como si furamos al depsito. Entonces todo el mundo se dar cuenta de quesabamos de antemano lo que buscbamos y dnde estaba. Eso quiere decir que alguiennos lo dijo. Y de nosotros tres, quin puede haber estado all? No hace falta decirlo.Comprendes lo que me espera?

    Termin mi discursito. Nos miramos fijamente a los ojos, sin decir nada. De pronto ljunt las manos, con ruido se las frot y anunci cordialmente:

    - Bueno, t no podrs ir, comprendo. No voy a juzgarte, Red. Ir solo. Tal vez me vayabien. No ser la primera vez.

    Tendi el mapa sobre el antepecho de la ventana y se apoy en las manos parainclinarse sobre l. Toda su cordialidad pareci evaporarse ante mis ojos. Le o musitar:

    - Cuarenta metros, cuarenta y uno, podra ser, y tres hasta llegar al garaje. No, no

    llevar a Tender. Qu te parece, Red? Dejo a Tender? Despus de todo tiene doshijos.- No te dejarn ir solo.

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    - Me dejarn - murmur -. Conozco a todos los sargentos y a los tenientes. No megustan esos camiones! Llevan treinta aos expuestos a los elementos y parecen nuevos.A cinco metros de all hay un envase de gasolina y est completamente herrumbrado,pero los camiones parecen recin salidos de la fbrica. As es la Zona!

    Apart la vista del mapa y mir por la ventana. Yo tambin lo hice. Los vidrios denuestras ventanas son gruesos y emplomados. Y ms all... la Zona. All est, corno si

    bastara con estirar la mano para tocarla. Desde el piso trece es como si uno pudierarecogerla en la palma de la mano.A simple vista parece una extensin de tierra como cualquier otra. El sol brilla sobre

    ella como en cualquier rincn del planeta. Dara la impresin de que nada ha cambiadomucho en ella; todo est como hace treinta aos. Mi padre, que en paz descanse, noencontraba nada fuera de lugar cuando la miraba, salvo que preguntara, tal vez, por quno haba humo en la chimenea de la planta. Haba una huelga o algo as? El metalamarillo se amontonaba en forma de conos, los altos hornos brillaban bajo el sol; habarieles, rieles y ms rieles, y una locomotora con vagonetas sobre los rieles. En otraspalabras, una ciudad industrial. Pero sin gente, ni viva ni muerta. All estaba tambin elgaraje: un largo intestino gris con las puertas abiertas de par en par. Los camiones

    estaban estacionados en un sitio pavimentado, junto a l.Kirill tena razn con respecto a aquellos vehculos: la cabeza le funcionaba bien. Y

    pobre del que se metiera entre dos camiones! Haba que dar la vuelta por alrededor. Hayuna grieta en el asfalto, si es que las zarzas no la han cubierto an.

    Cuarenta metros. Desde dnde contaba? Oh, probablemente desde el ltimo poste.Tena razn, la distancia no era mayor; esos cientficos tragalibros iban progresando.Haban trazado toda la ruta hasta el vaciadero de basuras, y bien trazada. All estaba lafosa donde haba cado Zalamero, a dos metros de. la ruta. Nudillos haba avisado aZalamero: Mantente tan lejos de las fosas como puedas, o no quedar de ti ni siquieraun resto que podamos enterrar. Cuando mir en el agua no haba nada. As son lascosas de la Zona: si uno vuelve con botn, es un milagro; si vuelve vivo, es un triunfo; si lapatrulla no le acierta ningn disparo, es un golpe de suerte. En cuanto a todo lo dems, esel destino.

    Al mirar a Kirill not que me observaba secretamente. Fue la expresin de su cara laque me hizo cambiar de idea. Al diablo con todos, pens; al fin y al cabo, qu mepueden hacer estos esfuerzos? No haca falta que me dijera nada, pero lo hizo.

    - Ayudante de laboratorio Schuhart - dijo -. Fuentes oficiales (y lo repito: oficiales) mehan inducido a creer que convendra realizar una inspeccin del garaje, que podra ser degran valor cientfico. Sugiero que lo hagamos. Garantizo una bonificacin.

    Y sonri, luminoso como el sol del verano.- Qu fuentes oficiales? - pregunt, sonriendo a mi vez como un tonto.

    - Son confidenciales, pero a ti puedo revelrtelas - dijo, frunciendo el ceo -. Digamosque me lo dijo el doctor Douglas.- Oh, el doctor Douglas. Qu doctor Douglas?- Sam Douglas - respondi l, secamente -. Muri el ao pasado.Se me eriz la piel. Quin se atreve a hablar de esas cosas antes de ponerse en

    marcha? Estos tragalibros! Uno puede darles por la cabeza con un mazo y no entienden.Aplast la colilla en el cenicero y dije:

    - Est bien. Dnde est ese Tender? Hasta cundo tenemos que esperarlo?En otras palabras, no volvimos a tocar el tema. Kirill telefone a Transportes y pidi una

    cabina voladora. Mientras tanto yo estudiaba el mapa; no era malo; se trataba de unproceso fotogrfico, una vista area muy ampliada. Se vean hasta los picos de la cubierta

    que estaba junto a los portones del garaje. Si los merodeadores pudieran hacerse de unmapa as... Pero no servira de mucho por la noche, cuando ni siquiera las estrellasiluminan y uno no se ve ni los dedos de la mano.

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    En ese momento entr Tender. Estaba rojo y sin aliento; tena la hija enferma y habaido a buscar un mdico. Se disculp por haber llegado tarde. Bueno, le entregamos elregalito: los tres bamos a entrar en la Zona. En el primer momento hasta dej de jadear yde bufar, de puro miedo.

    - Cmo que a la Zona? - dijo -. Y por qu yo?Sin embargo recuper la respiracin en cuanto le dijimos que haba doble bonificacin

    y que Red Schuhart ira tambin.Al fin bajamos al boudoir y Kirill fue a buscar los pases. Se los mostramos a otrosargento, que nos entreg trajes especiales. En realidad son cosas muy prcticas; si unolos tiera de cualquier color, menos el rojo que tienen, cualquier merodeador pagaragustosamente unos quinientos por uno de ellos, sin parpadear siquiera. Yo jur hacetiempo que un da cualquiera encontrara el modo de hacerme de uno. A primera vista noparecen nada extraordinario; algo as como un traje de buceo con un casco en forma deburbuja, provisto de visor. En realidad no es exactamente un traje de buceo; ms bien separece al de los pilotos de estatorreactores o al de los astronautas. Era liviano, cmodo,sin ninguna costura, y no haca sudar. Con un trajecito como se uno poda caminar entreel fuego y el gas, Dicen que ni siquiera las balas lo perforan. Claro que el fuego, las armas

    y el gas mostaza son todas cosas humanas y terrqueas; en la zona no hay nada de eso.Y de cualquier modo, para decir la verdad, la gente cae como moscas con traje o sin l.Eso s, tal vez sin trajes moriran muchos ms. Esos equipos ofrecen un cien por ciento deproteccin contra la pelusa ardiente, por ejemplo, y contra la col del diablo escupidera...Bueno.

    Nos pusimos los trajes especiales. Yo volqu en el bolsillo de la cadera las tuercas ylos tornillos que llevaba en una bolsa, y todos cruzamos el patio del Instituto hacia laentrada de la Zona. As lo estableca la rutina, para que todos vieran a los hroes de laciencia que depositaban la vida en el altar de la humanidad, del conocimiento y delEspritu Santo, amn. Y sin duda alguna, desde el piso quince hasta la planta baja habacaras solidarias que nos observaban. No nos faltaba ms que un agitar de pauelos y unaorquesta.

    - Arriba! - dije a Tender -. Saca pecho, gordinfln! La humanidad te estareternamente agradecida!

    Cuando se dio vuelta a mirarme comprend que no estaba de humor para bromas. Ytena razn, no era momento para hacer chistes. Pero cuando uno va a entrar en la Zonapuede llorar o bromear... y yo nunca llor, ni siquiera de nio. Mir a Kirill; l soportababien la tensin, pero mova los labios corno si estuviera rezando.

    - Rezas? - pregunt -. Reza, reza. Cuanto ms se entra en la Zona ms cerca se estdel Paraso.

    - Qu?

    - Reza! - grit -. Los merodeadores son los primeros en la cola hacia el Paraso.Con una sbita sonrisa, me palme la espalda como diciendo: No tengas miedo, nadapasar mientras ests conmigo, y si pasa... Bueno, slo se muere una vez, Qu tiposimptico es, de veras.

    Mostramos nuestros pases al ltimo de los sargentos, slo que en esa oportunidad,para cambiar, era un teniente. Lo conozco; el padre vende losetas para tumbas enRexpolis, all nos esperaba la cabina voladora; los muchachos de Transporte la habandejado en el pasillo. Tambin esperaban all todos los dems: el equipo de primerosauxilios, los bomberos y nuestros valientes guardianes, nuestros temerarios salvadores:un puado de tontos sobrealimentados dentro de un helicptero. Ojal no los hubieravisto nunca!

    En cuanto subimos a la cabina, Kirill se hizo cargo de los mandos, diciendo:- Okey, Red, t guas.

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    Baj tranquilamente la cremallera del pecho y saqu una petaca; tom un trago largoantes de volver a guardarla. Sin eso no puedo. He estado muchas veces en la Zona, perosin eso... no, no puedo. Los dos me miraban, esperando.

    - Bueno - dije -, no les ofrezco porque es la primera vez que salimos juntos y no s quefecto les causa. Trabajaremos de este modo: lo que yo diga, ustedes lo harninmediatamente y sin preguntas. Si alguien comienza a dar vueltas o a hacer preguntas le

    tirar con lo primero que encuentre a mano. Quiero pedirles disculpas desde ahora. Porejemplo: seor Tender, si te ordeno caminar en cuatro patas levantars inmediatamenteese culo gordo y hars lo que te digo. Y si no lo haces, quin sabe si volvers a ver a tuenfermita. De acuerdo? Pero yo me encargar de que vuelvas a verla.

    - No te olvides de darme las rdenes - buf Tender, enrojecido, sudoroso,mordisquendose los labios -. Caminar de panza, no en cuatro patas, si es preciso. Nosoy novato.

    - En lo que a m respecta los dos son novatos - dije -. Y no me olvidar de dar lasrdenes, no se preocupen. A propsito, sabe manejar cabinas?

    - Sabe - dijo Kirill -. Maneja bien.- Bueno, de acuerdo. Aqu vamos. Buen viaje. Bajen las viseras. Poca velocidad, en

    lnea recta a lo largo de los postes, altura tres metros. En el poste veintisiete, alto.Kirill elev la cabina a tres metros y avanzamos a marcha lenta. Me volv sin que nadie

    se diera cuenta para escupir sobre el hombro izquierdo. Vi que la patrulla de rescatehaba trepado al helicptero; los bomberos estaban en posicin de firme, por puro respetoy el teniente de la puerta nos haca la venia, el imbcil; sobre todo aquello flameaba elenorme y desteido estandarte: Bienvenidos, Visitantes Tender pareca a punto deresponder a los saludos, pero le di tal codazo en las costillas que inmediatamentedescart cualquier ceremonia. Ya te ensear a decir adis! Ya te tocar decir adis!

    Y partimos.El Instituto estaba a nuestra derecha; el Cuartel de la Peste, a nuestra izquierda.

    Avanzbamos de poste en poste bien por el medio de la calle. Haban pasado siglosdesde la ltima vez que alguien caminara o manejara por esa calle. El asfalto estaba todoresquebrajado y haba pastos en las grietas, pero siquiera se trataba de nuestro pasto, elhumano. En la acera izquierda crecan zarzas negras; los lmites de la Zona eran bienvisibles: los pastos negros terminaban en el cordn como si los hubiesen podado. S,aquellos visitantes eran educados; revolvieron un montn de cosas, pero al menos semarcaron lmites bien establecidos. Ni siquiera la pelusa incendiada llegaba a nuestrosector de la Zona, aunque cualquiera dira que con un viento fuerte poda llegar.

    Las casas en los Cuarteles de la Peste estaban descascaradas y muertas; lasventanas, sin embargo, no estaban rotas, pero s tan sucias que no se vea nada. A lanoche, cuando uno pasaba furtivamente por ah, se vea un resplandor all dentro, como

    de alcohol que ardiera con llamas azules. Es la jalea de brujas que se filtra por losstanos. Si uno mira al descuido se lleva la impresin de que es un barrio como cualquierotro, de que las casas son como todas, aunque necesiten algn arreglo, pero eso no esnada extrao. Lo nico extrao es que no hay gente por all.

    En aquella casa de ladrillos, ya que estamos en el tema, viva nuestro profesor dematemticas; le llambamos La Coma. Era aburrido, un fracasado; la segunda esposa loabandon justo antes de la Visitacin; la hija tena cataratas en un ojo y nosotros nosburlbamos de ella hasta hacerla llorar, me acuerdo. Cuando comenz el pnico, l y losotros vecinos corrieron al puente en ropa interior, tres millas, sin parar. El pas muchotiempo enfermo con la peste; perdi toda la piel y las uas. Se enfermaron casi todos losque vivan en ese barrio; por eso lo llamamos el Cuartel de la Peste. Algunos murieron;

    los viejos, en su mayora, y no fueron muchos. Por mi parte, creo que no los mat lapeste, sino el miedo. Era terrorfico. Todos los que vivan all cayeron enfermos. Y la gentede tres barrios qued ciega. Ahora esas Zonas se llaman Primer Cuartel de Ciegos,

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    Segundo Cuartel de Ciegos, etctera. No es que hayan quedado ciegos por completo,pero s con una especie de ceguera nocturna. A propsito, dicen que eso no fueconsecuencia de ninguna explosin, aunque explosiones hubo muchas; dicen que fue unruido fuerte. Dicen que de tan fuerte perdieron inmediatamente la vista. Los mdicos lesdijeron que era imposible, que trataran de recordar, pero ellos insistan en que fue untrueno lo que los ceg. Lo raro es que nadie ms oy ese trueno.

    S, era como si all no hubiera pasado nada. Haba un kiosco de vidrios, intacto. Uncochecito de beb en la entrada de una casa; hasta las sbanas parecan limpias. Perolas antenas estropeaban el efecto: todas estaban cubiertas por una cosa peluda quepareca algodn. Haca rato que los tragalibros venan rompindose los sesos con eseasunto del algodn. Queran examinarlo, entienden? No haba nada parecido en otroslugares, slo en el Cuartel de la Peste y slo en las antenas. Ms an: lo tenanprecisamente all, bajo las ventanas. Al fin tuvieron una idea luminosa: desde unhelicptero bajaron un ancla sujeta por un cable de acero y engancharon un trozo dealgodn. En cuanto el helicptero tir, se oy un psst, y vimos salir humo de la antena,del ancla y del cable. Pero el cable no se limitaba a humear: siseaba ponzoosamente,como una serpiente de cascabel. Bueno, el piloto no era ningn tonto (por algo haba

    llegado a teniente); en seguida se imagin lo que pasaba, solt el cable y sali a todavelocidad. All estaba el cable, colgando casi hasta el suelo, cubierto de algodn.

    As llegamos al final de la calle, donde debamos girar, fcilmente y sin problema. Kirillme mir: doblaba? Le indiqu por seas que lo hiciera bien despacio. Nuestra cabinadobl, avanzando lentamente por sobre los ltimos centmetros de tierra humana. Laacera se estaba aproximando y la sombra de la cabina caa sobre las zarzas. Listo.Estbamos en la Zona! Sent un escalofro. Siempre siento el mismo escalofro. Y nuncas si es la Zona que me saluda a mis nervios de merodeador que se ponen enfuncionamiento. Siempre digo que cuando vuelva preguntar a los otros si ellos sienten lomismo, pero siempre me olvido.

    Bueno, as que bamos avanzando silenciosamente sobre los antiguos jardines. Elmotor canturreaba parejo bajo nuestros pies, tranquilo; a l nada lo preocupaba, nadapoda hacerle mal all. Y entonces el viejo Tender se nos vino abajo.

    Todava no habamos llegado al primer poste cuando comenz a parlotear. Todos losnovatos suelen hablar como si les dieran cuerda cuando llegan a la Zona. Lecastaeteaban los dientes, le palpitaba el corazn, le fallaba la memoria; se sentaavergonzado, pero de cualquier modo no poda dominarse. Creo que es como cuando noschorrea la nariz: no depende de nosotros: chorrea y chorrea. Y qu tonteras dicen!Comentan el paisaje, expresan sus puntos de vista sobre los Visitantes o hablan de cosasque no tienen nada que ver con la Zona. Como Tender, que se puso a charlar sobre sunuevo traje sin poder parar. Cunto le haba costado, qu buena era la tela, y los botones

    nuevos que le haba puesto el sastre...- Cllate.Me mir patticamente, hizo un puchero y sigui: cunta seda haba hecho falta para el

    forro.Los jardines ya haban terminado; por debajo de nosotros estaba el baldo que antes se

    usaba como basurero municipal. Sent una ligera brisa. Pero no haba viento, nada deviento. De pronto sent un soplo fuerte; los pastos sueltos rodaron y me pareci or algo.

    - Cllate, idiota! - dije a Tender.No, no poda callarse. Ya andaba por los bolsillos. No me quedaba ms remedio.- Detn la cabina! - orden a Kirill.l fren inmediatamente. Buenos reflejos; me sent orgulloso de l. Tom a Tender por

    el hombro, lo hice girar hacia m y le lanc una trompada hacia el visor. Se le estrell lanariz contra el vidrio, pobre tipo; cerr los ojos y qued mudo.

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    En cuanto call volv a orlo: trrr, trrr, trrl,... Kirill me mir con los dientes apretados ydescubiertos. Le hice una sea para que se estuviera quieto. Dios, por favor, qudatequieto, no muevas un msculo. Pero l tambin oa el ruido y, como todos los novatos,senta la necesidad de hacer inmediatamente algo, cualquier cosa.

    - Retrocedo? - susurr.Sacud desesperadamente la cabeza y agit el puo bajo su visera: silencio! De veras,

    con los novatos nunca se sabe para dnde mirar: si al terreno o a ellos. Pero en esemomento me olvid de todo. Sobre la montaa de viejos desechos, vidrios rotos yharapos, trepaba un estremecimiento, un temblor, como si fuera el aire caliente que vibrasobre los techos de lata, a medioda. Cruz por sobre el montculo y avanz, ms y ms,hacia nosotros, justo al lado del poste; qued suspendido por un momento sobre la ruta(o era slo imaginacin ma?), para deslizarse finalmente hacia el suelo, entre matas ycercas podridas, hacia el cementerio de los automviles,

    Malditos tragalibros! A quin se le ocurre trazar la ruta sobre el vaciadero debasuras? Y yo tambin, qu inteligente! En qu estaba pensando cuando meentusiasm con ese mapa estpido?

    - Despacio, adelante - indiqu a Kirill.

    - Qu era eso?- Sabr el diablo. Era algo y ya no est. Gracias a Dios. Y ahora cllate, por favor; ya

    no eres un ser humano, entiendes? Eres una mquina, mi volante, nada ms.De pronto me di cuenta de que estaba hablando demasiado.- Suficiente. Ni una palabra ms.Necesitaba otro trago. Djenme que les diga algo: esos trajes de buceo eran una

    tontera. He sobrevivido a muchas cosas sin ese maldito equipo y sobrevivir a muchasms, pero sin un buen trago en el momento justo... Bueno, ya basta!

    La brisa pareca haberse calmado. No oa nada amenazador. El nico ruido era elronroneo tranquilo y sooliento del motor. El sol estaba fuerte y haca mucho calor. Sobreel garaje penda una neblina. Todo pareca andar bien; los postes pasaban uno tras otro,Tender estaba callado, Kirill estaba callado. Los novatos se iban puliendo. No sepreocupen, compaeros, en la Zona se puede respirar tambin, si uno sabe lo que hace.Llegamos al Poste 27; el cartel de metal tena un crculo rojo con el nmero 27 dentro.Kirill me mir, yo asent y nuestra cabina se detuvo.

    Ya haban cado los capullos y era el tiempo de las cerezas. Ahora lo importante eramantener una calma absoluta. No haba apuro. El viento haba cesado y la visibilidad erabuena. Todo iba como la seda. Vi la fosa en donde Zalamero haba estirado la pata;dentro haba algo de color, tal vez sus ropas. Era una porquera, que en paz descanse:avaricioso, estpido y sucio. Justo el tipo de gente que se enreda con Cuervo Burbridge,Cuervo los ve venir desde lejos y les echa mano en seguida. Por lo general, la Zona no

    pregunta quin es bueno y quin es malo. As que gracias, Zalamero; eres un idiota ynadie se acuerda de tu verdadero nombre, pero al menos serviste para que los vivossupieran por dnde no tenan que pasar.

    Claro, nuestra mejor salida consista en llegar, al asfalto. El asfalto es liso y se puedever todo lo que hay en l; adems esa grieta la conozco bien. Pero no me gusta elaspecto de esos dos montculos! Entre ellos corra una lnea recta hacia el asfalto. Allestaban, muy pagados de s, esperando. No, por all no pasaramos. Una de las reglas detodo merodeador aconseja mantener cuanto menos treinta metros de espacio libre a laderecha o a la izquierda. Pasaramos por sobre el montculo izquierdo. Claro que yo nosaba lo que haba del otro lado. Segn el mapa, nada, pero quin confa en los mapas?

    - Escucha, Red - susurr Kirill -, Por qu no saltamos por encima? Veinte metros

    hacia arriba, despus bajamos, y estaremos junto al garaje, eh?- Cllate, abriboca - dije -, no me molestes.

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    Quera subir. Y si algo nos atrapaba a los veinte metros? No quedaran siquieranuestros huesos. O tal vez apareciera la roncha de mosquitos por cualquier parte y nodejara ni un pedacito hmedo de nosotros. Ya estaba hasta la coronilla de losarriesgados. l no puede esperar; saltemos, dice. Pero yo saba ya perfectamente cmollegar hasta el montculo. Despus nos detendramos all por un ratito a pensar elmovimiento siguiente. Tom un puado de las tuercas y tornillos que tena en el bolsillo y

    se los mostr a Kirill sobre la palma.- Recuerdas el cuento de Hansel y Gretel que te enseaban en la escuela? Bueno,vamos a hacer lo mismo, pero al revs. Mira!

    Arroj la primera tuerca; no muy lejos, a unos diez metros, como yo quera. Lleg sinproblemas.

    - Viste eso?- Y qu? - pregunt l.- Nada de y qu. Te pregunt si lo viste.- Lo vi.- Ahora lleva la cabina, bien despacio, hasta donde est la tuerca; detente a medio

    metro. Entendido?

    - Entendido. Buscas graviconcentrados?- Busco lo que debo buscar. Espera, arrojar otra. Mira bien dnde cae y no vuelvas a

    sacarle los ojos de encima.La segunda tuerca tambin cay sin inconvenientes junto a la primera.- Vamos.Hizo arrancar la cabina. Su cara estaba tranquila y despejada. Comprenda bien, por lo

    visto. Todos son iguales, estos tragalibros; para ellos lo ms importante es encontrar unnombre para cada cosa. Mientras no encontr el nombre tena un aspecto lamentable, eraun verdadero idiota. Pero ahora tena una etiqueta, graviconcentrados; entonces entendatodo y la vida era unas pascuas.

    Pasamos sobre la primera tuerca, sobre la segunda, sobre una tercera. Tendersuspiraba, cambiaba el peso del cuerpo de uno a otro pie, bostezaba de puros nervios; sesenta encerrado, pobre tipo. Pero le hara bien. Bajara como cinco kilos; eso es mejorque cualquier dieta. Cuando arroj la cuarta tuerca su trayectoria no me gust del todo.No habra podido explicar qu andaba mal, pero me daba cuenta de que algo fallaba, ysujet a Kirill por la mano.

    - Quieto - dije -. No te muevas ni un centmetro.Tom otra y la lanc ms alto y ms lejos. All estaba la roncha de mosquitos! La

    tuerca vol normalmente; pareca caer sin problemas, pero a mitad de camino fue como sialgo la atrajera hacia un lado, con tanta fuerza que cuando aterriz qued hundida en laarcilla.

    - Viste eso? - susurr.- Slo en las pelculas - observ, estirndose tanto para ver que tuve miedo de que secayera -. Tira otra, quieres?

    Era triste y divertido. Una! Como si con una bastara! Oh, la ciencia. Arroj otras ochotuercas y tornillos hasta conocer la forma de esa ronda de mosquito. Para ser sincerohabra alcanzado con siete, pero lanc uno ms, bien hacia el medio, para que l pudieradisfrutar con su concentrado. Se estrell en la arcilla como si fuera una pesa de cincokilos y no un tornillo, dejando un agujero en la arcilla. Kirill gru de gusto.

    - Okey - dije -, ya nos divertimos bastante. Ahora sigamos. Mira bien, te estoymarcando el camino, as que no lo pierdas de vista.

    As dejamos a un lado la roncha de mosquitos y llegamos al montculo. Era tan

    pequeo que pareca un sorete de gato. Hasta entonces yo no haba reparado en l.Quedamos suspendidos en el aire por sobre el montculo. El asfalto estaba a menos de

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    seis metros. La visibilidad era muy buena; se vea cada brizna de pasto, cada grieta,como en una instantnea. Bueno, con arrojar una tuerca podramos seguir.

    No pude arrojar esa tuerca.No entenda lo que me pasaba, pero no poda decidirme a arrojarla.- Qu pasa? - pregunt Kirill -. Por qu no seguimos?- Espera - dije -. Cllate.

    Haba pensado arrojar la tuerca para que avanzramos tranquilamente, como sobremanteca derretida, sin mover siquiera las briznas de pasto. En treinta segundos podamosllegar al asfalto. Y de pronto empec a sudar! El sudor me chorreaba hasta los ojos.Supe que no poda arrojar la tuerca hacia all. A la izquierda, todas las que quisiera,aunque la ruta era ms larga y haba un montn de guijarros poco simptico. Hacia all s,pero no hacia adelante; por nada del mundo.

    Arroj la tuerca hacia la izquierda. Kirill, sin decir nada, hizo girar la cabina y avanzhacia ella. Despus me mir. Debo haber tenido bastante mala cara, porque en seguidaapart la vista.

    - Est bien - dije -. Ahorraremos tiempo si damos un rodeo.Y lanc la ltima tuerca hacia el asfalto.

    A partir de ese momento fue mucho ms fcil. Encontr la grieta; estaba limpia, sindesperdicios y sin cambios de olor. Me limit a observarla, con silencioso regocijo. Noslev hasta las puertas del garaje mejor que cualquier poste, cualquier seal.

    Orden a Kirill que descendiera hasta un metro veinte; me ech de panza al suelo ymir hacia las puertas abiertas. Al principio la poderosa luz del sol no me dej ver nada.Slo negrura. Despus mis ojos se fueron acostumbrando. Vi entonces que nada habacambiado en el garaje desde la ltima vez. El camin de la basura segua anestacionado sobre la fosa, en perfecto estado, sin agujeros ni manchas. Todo estaba ensu sitio sobre el piso de cemento, tal vez porque en la fosa no haba demasiada jalea debrujas y no haba salpicado hacia afuera desde la ltima vez.

    Slo una cosa no me gustaba. En la parte trasera del garaje, cerca de las latas, se veaalgo plateado. Eso no estaba all antes. Bueno, haba algo plateado, y qu. No bamos avolvernos slo por eso! No tena ningn brillo especial; reluca un poquito, suave,tranquilamente. Me levant, me cepill la ropa y ech una mirada a mi alrededor. Allestaban los camiones, en el baldo, siempre como nuevos. Hasta parecan ms nuevosque la ltima vez, Y el camin de gasolina, pobrecito, estaba completamenteherrumbrado, listo para caerse a pedazos. All estaba tambin la cubierta, como ellos lotenan indicado en el mapa.

    No me gustaba el aspecto de esa cubierta. La sombra no estaba bien; tenamos el sol ala espalda, pero la sombra de la cubierta vena hacia nosotros. Bueno, no importaba,estaba bastante lejos. Todo pareca bien; podamos empezar el trabajo.

    Pero esa cosa plateada que brillaba all atrs, qu era? Imaginacin ma, no ms?Sera lindo sentarse a fumar un cigarrillo y pensarlo bien: por qu ese resplandor porsobre las latas, por qu no estaba entre ellas, por qu la sombra de la cubierta. CuervoBurbridge me haba dicho algo sobre las sombras: que eran extraas, pero no peligrosas;algo pasa aqu con las sombras.

    Pero qu era ese brillo plateado? Pareca una telaraa de las que suele haber en losrboles de los bosques. Qu clase de araa podra haber tejido su tela all? Nunca habavisto bichos en la Zona.

    Lo peor era que mi vaco estaba precisamente all, a dos pasos de las latas. Tendraque haberlo robado la ltima vez, y entonces ahora no estara pasando por todos esosproblemas. Pero era demasiado pesado. Despus de todo el degenerado estaba lleno; lo

    levant sin dificultad, pero eso de llevarlo sobre la espalda, en cuatro patas, en laoscuridad... Si ustedes nunca anduvieron con un vaco a cuestas, hagan la prueba: escomo llevar diez litros de agua sin balde.

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    Ya era hora de ponerse en marcha. Tena ganas de un trago. Me volv hacia Tender.- Kirill y yo vamos a entrar al garaje. Qudate aqu y no toques los mandos si yo no te

    lo ordeno, pase lo que pase, aunque la tierra estalle en llamas aqu mismo. Si teacobardas te espero a la salida.

    Asinti seriamente, como quien dice: No me voy a acobardar. Tena la nariz comouna ciruela; mi trompada haba sido fuerte de veras. Baj cuidadosamente las sogas de

    emergencia, observ una vez ms aquel resplandor plateado, hice seas a Kirill ycomenc a bajar. Una vez en el asfalto esper a que l descendiera por la otra soga.- No te apures - le dije -. No nos corre nadie.Nos detuvimos sobre el asfalto, con la cabina flotando al lado y las cuerdas

    culebrendonos bajo los pies. Tender asom la cabeza por encima del riel y nos mir conojos llenos de desesperacin. Era hora de ponerse en marcha.

    - Sgueme paso a paso, a dos pasos de distancia. No apartes los ojos de mi espalda ymantente alerta.

    Avanc. Me detuve en el vano de la puerta para mirar a mi alrededor. Es muchsimoms fcil trabajar a la luz del da que de noche! Recuerdo que una vez estuve tendido enese mismo vano. Aquello estaba negro como boca de lobo; la jalea de brujas llameaba

    desde la fosa en lenguas de color celeste, como el alcohol encendido. Pero no iluminabannada. Al contrario, todo pareca ms oscuro, malditas sean. Ahora, en cambio, era jauja!

    Ya haba acostumbrado los ojos a aquella luz lbrega y poda ver hasta el polvo en losrincones ms oscuros. En verdad haba algo plateado por all; eran hilos plateados queiban desde las latas hasta el techo. S, parecan una tela de araa; tal vez no fueran msque eso, pero era mejor no acercarse.

    Fue entonces cuando comet mi error. Tendra que haberme detenido, con Kirill bien allado, esperar a que l tambin acostumbrara los ojos a la penumbra y entonces sealarlela telaraa. Sealrsela. Pero estaba habituado a trabajar solo. Vi lo que deba ver y meolvid de Kirill.

    Di un paso hacia el interior y me dirig en lnea recta hacia las latas. Me inclin sobre elvaco. En l pareca no haber ninguna telaraa. Levant un extremo y dije a Kirill:

    - Agarra de ah y no lo dejes caer; es pesado.Levant la vista y sent que algo me apretaba la garganta. No pude abrir la boca.

    Quera gritar: Quieto! No te muevas!, pero no pude. Tal vez de cualquier modo nohabra tenido tiempo, pues todo ocurri demasiado rpido. Kirill se acerc al vaco, deespaldas a las latas, y apoy toda la espalda en la telaraa plateada. Cerr los ojos;qued aturdido; no o ms que el ruido de la telaraa al desgarrarse. Era un sonidocoruscante y dbil.

    As estaba todava, con los ojos cerrados, sin sentir los brazos ni las piernas, cuandoKirill habl:

    - Bueno, lo llevamos?- Vamos.Levantamos el vaco y nos dirigimos hacia la puerta, caminando de costado. Era

    terriblemente pesado, el maldito; aun entre dos resultaba difcil llevarlo. Salimos al sol ynos detuvimos junto a la cabina. Tender se estir para tomarlo.

    - Bueno - dijo Kirill -. Uno, dos...- No - interrump -. Esperemos un segundo. Primero djalo en el suelo.Lo dejamos.- Date vuelta. Quiero verte la espalda.Se volvi sin decir palabra. Mir; no tena nada all. Lo hice girar para aqu y para all,

    pero no tena nada. Volv los ojos hacia las latas; all tampoco haba nada.

    - Oye - dije a Kirill, sin sacar los ojos de las latas -. no viste la telaraa?- Qu telaraa? Dnde?- Bueno, tuvimos suerte.

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    Sin embargo pensaba: En realidad todava no se puede saber.- De acuerdo. Levantemos esto.Metimos el vaco en la cabina y lo ubicamos de modo tal que no se moviera. All

    estaba, el minino, brillante y limpito; el cobre relumbraba a la luz del sol. Su contenido azulvagaba en lentes no corrientes de nubes entre los dos discos. Comprendimos que no eraun vaco, sino algo as como un recipiente, como una jarra de vidrio, lleno de jarabe azul.

    Lo observamos un rato ms antes de trepar a la cabina e iniciar el viaje de regreso sinms vueltas.Qu fcil era todo para los cientficos! Para empezar trabajaban a la luz del da.

    Adems, lo nico bravo era entrar a la Zona, porque para regresar, la cabina se conducesola. En otras palabras, tiene un mecanismo, un cursgrafo, creo que se llama, que llevaa la cabina exactamente por donde vino.

    Mientras flotbamos en el aire, en el trayecto de regreso, repiti todas las maniobras,detenindose por un momento para proseguir en cada cambio de direccin. Pasamossobre cada uno de los tornillos y las tuercas; podra haberlos recogido, si se me hubieradado la gana.

    Mis novatos estaban eufricos, por supuesto. Miraban hacia todos lados, prcticamente

    sin miedo ya. Empezaron a parlotear. Tender agitaba los brazos y amenazaba con volverapenas terminara de cenar para trazar la ruta hasta el garaje. Kirill me tirone de lamanga y comenz a explicarme el fenmeno de la graviconcentracin, es decir, la ronchade mosquito. Bueno, los puse en lnea, pero no a la fuerza. Les cont, tranquilamente, detodos los idiotas que reventaban en el camino de regreso.

    - Cierren el pico - les dije - y mantengan los ojos abiertos si no quieren que les pase lomismo que al petiso Lyndon.

    Eso dio resultado. Ni siquiera preguntaron qu habla pasado con el petiso Lyndon.Avanzamos en silencio. Yo slo pensaba en una cosa: cmo iba a sacarle la tapa a labotella. Trataba de imaginarme el primer trago, pero esa telaraa me segua brillando antelos ojos.

    Al fin salimos de la Zona y nos enviaron al despiojador (los cientficos lo llaman hangarmdico) junto con la cabina. Nos baaron en tres tinas diferentes donde hervan tressoluciones alcalinas; nos embadurnaron con cierta pasta, nos rociaron con no s qupolvo y nos volvieron a lavar. Despus nos secaron y dijeron:

    - Okey, muchachos, pueden irse!Tender y Kirill llevaban el vaco. Eran tantos los que haban venido a mirar que no se

    poda caminar. Muy tpico! No hacan ms que mirar y gruir frases de bienvenida, peroninguno tena el valor de tender una mano a los cansados hroes. Bueno, eso no eracosa ma. Ahora ya nada era de mi incumbencia.

    Me quit el traje especial y lo tir al suelo (que los malditos sargentos se encargaran de

    recogerlo). Fui directamente a las duchas, porque estaba empapado en sudor de lacabeza a los pies. Me encerr en uno de los cubculos, busqu mi petaca, desenrosqu latapa y me prend a ella como una lamprea.

    Despus me sent en el banco, con las rodillas vacas, la cabeza vaca, el alma vaca.Tragaba ese lquido fuerte como si fuera agua. Viva. La Zona me haba dejado salir. Mehaba dejado salir, la puta. Esa maldita y traicionera puta. Estaba vivo. Los novatos nuncasaban apreciarlo, slo un merodeador saba lo que era eso. Las lgrimas me corran porlas mejillas, no s si por los tragos o por qu. Mam de la petaca hasta dejarla seca. Yoestaba mojado; la petaca, seca. Por supuesto, no alcanz para ese ltimo sorbo quenecesitaba. Pero eso se poda arreglar. Todo se poda arreglar ahora. Vivo.

    Encend un cigarrillo, y mientras fumaba, all sentado, sent que todo andaba bien.

    Entonces me acord de la bonificacin. sa era una de las grandes ventajas quetenamos en el Instituto; poda ir ya mismo a retirar el sobre. O tal vez me lo alcanzaranhasta all, a las duchas.

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    Empec a desvestirme lentamente. Me quit el reloj y comprob que habamos pasadocinco horas en la Zona. Dios mo, cinco horas! Me estremec. Cinco horas, Dios...Realmente, en la Zona no pasa el tiempo. Pero pensndolo bien, qu son cinco horaspara un merodeador? Un abrir y cerrar de ojos. Y si hablamos de doce, de dos das?Cuando uno no logra salir en una noche tiene que pasarse todo el da de cara contra elsuelo. Ni siquiera reza; murmura, noms, delirando; no sabe si est muerto o vivo. Al

    llegar la segunda noche termina con lo suyo y se arrima al puesto de la patrulla con elbotn. All estn los guardias, con las ametralladoras. Y esos malnacidos, esos esfuerzos,lo odian a uno con toda el alma. Pero arrestar a un merodeador no les hace ningunagracia, porque les aterroriza la idea de que uno est contaminado. Lo nico que quierenes liquidarlo, directamente, y para eso llevan todas las de ganar: a ver quin puedeprobar que lo mataron ilegalmente! As que uno vuelve a enterrar la cara en el suelo yreza hasta que llega la aurora y hasta que vuelva a oscurecer. Y all est el botn, al lado,y no sabemos si est all, noms, o si nos est matando lentamente. Tambin se puedeterminar como Nudillos Itzak, que se empantan al alba entre dos fosas. No podaavanzar ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. Dispararon contra l durante dos horas,pero no pudieron acertarle. Durante dos horas l se fingi muerto. Gracias a Dios, al fin le

    creyeron y lo dejaron en paz. Yo lo vi despus de eso; ni siquiera lo reconoc. Era unhombre destrozado; ni siquiera segua siendo humano.

    Me sequ las lgrimas y abr la canilla; para ducharme por largo rato. Primero con aguacaliente, despus con fra, despus otra vez con caliente. Us una barra entera de jabn.Al final me aburr y cerr la ducha. Alguien estaba golpeando la puerta con ganas. Kirillgritaba.

    - Eh, merodeador! Sal de una vez! Aqu fuera se huele a plata!Plata. Eso nunca viene mal. Abr la puerta. All estaba l, medio desnudo, en

    calzoncillos. Pareca en xtasis; toda su melancola haba desaparecido.- Toma - dijo, entregndome el sobre -. De parte de la humanidad agradecida.- Me cago en tu humanidad. Cunto hay?- Teniendo en cuenta tu coraje ms all del deber y como excepcin, dos meses de

    sueldo!- S, ganando dinero as yo poda vivir tranquilamente. Si pudiera cobrar dos meses de

    sueldo por cada vaco habra mandado al diablo a Ernest hace mucho tiempo.- Bueno, ests contento? - pregunt Kirill. Por su parte, estaba radiante, feliz; sonrea

    de oreja a oreja.- No est mal. Y t?l no respondi. Se prendi a mi cuello, me apret contra su pecho sudoroso y en

    seguida me apart de un empujn. Desapareci en la ducha de al lado.- Eh! - lo llam a gritos -. Cmo est Tender? Lavndose los calzoncillos, supongo.

    - Nada de eso. Tender est rodeado de periodistas. Tendras que verlo. Se haconvertido en un personaje importantsimo. Est explicndoles autenticadamente...- Cmo es que les est explicando?- Autenticadamente.- Est bien, seor. La prxima vez vendr con el diccionario, seor.Y en ese momento sent como un shock elctrico.- Espera, Kirill. Ven aqu.- Estoy desnudo.- Vamos, ven. No soy una damisela.Sali. Lo tom por los hombros y lo puse de espaldas a m. Nada. Ya poda haberlo

    imaginado. Tena la espalda limpia; las gotitas de sudor se estaban secando.

    - Qu tienes con mi espalda?Le di una patada en el traste desnudo, volv a mi cubculo y cerr la puerta. Malditosnervios! Primero haba estado viendo cosas raras all; ahora las vea aqu. Al diablo con

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    todo! Esa noche me iba a emborrachar. Lo que me hubiera gustado era ganarle aRichard, eso era lo que me hubiera gustado. Ese degenerado sabe jugar a las cartas. Nole puedo ganar nunca, ni aunque vuelva a barajar las cartas, ni aunque las bendiga pordebajo de la mesa.

    - Kirill - grit -, irs al Borscht esta noche?- No se dice Borscht; se pronuncia Borshch. Cuntas veces tengo que repetrtelo.

    - Qu importa. Se escribe B-O-R-S-C-H-T. No jorobes con tus costumbres. Vas o no?Me encantara ganarle a Richard.- Oh, no s, Red. T, alma simple, ni siquiera imaginas lo que hemos trado.- Y t s, supongo.- Bueno, yo tampoco, eso es verdad. Pero ahora, por primera vez, sabemos para qu

    sirven los vacos; si mi brillante idea funciona, voy a escribir una monografa y te ladedicar personalmente: A Redrick Schuhart, honorable merodeador, con mi respeto ymi gratitud.

    - S, y me mandarn a la sombra por dos aos.- Pero quedars en los anales de la ciencia. Le llamarn la jarra de Schuhart. Qu

    te parece cmo suena?

    Mientras bromebamos me vest y puse la petaca vaca en el bolsillo; despus cont midinero y me retir.

    - Buena suerte, alma complicada.No respondi. El agua haca muchsimo ruido.En el corredor estaba Tender en persona, enrojecido e inflado como un pavo, rodeado

    de compaeros de trabajo, periodistas y un par de sargentos, que recin acababan decomer y de escarbarse los dientes. Parloteaba sin parar.

    - La tecnologa de que gozamos - deca el muy charlatn - permite contar con unagaranta casi absoluta de seguridad y de xito.

    En ese momento, al verme, se sofren un poquito. Sonri y me salud con pequeassacudidas de mano. Bueno, ser mejor que desaparezcamos, pens. Segu en lnearecta hacia la puerta, pero ya me haban pescado. En seguida o pasos tras de m.

    - Seor Schuhart, seor Schuhart! Unas palabritas sobre el garaje!- No habr declaraciones.Ech a correr, pero no haba forma de escaparse. Tena un tipo con un micrfono a la

    derecha y otro con una cmara a la izquierda.- Haba algo extrao en el garaje? Dos palabras, no ms!- No habr declaraciones - repet, tratando de poner la nuca hacia la cmara -. Es un

    garaje, nada ms.- Gracias. Qu le parecen las turboplataformas?- Maravillosas.

    Empec a correrme hacia el bao de caballeros.- Qu Piensa de la Visitacin?- Pregunte a los cientficos - respond, deslizndome tras la puerta del bao.O que rascaban la puerta y grit:- Les recomiendo efusivamente que pregunten al seor Tender por qu razones le ha

    quedado la nariz como una remolacha. Es demasiado modesto para sacar el tema, perofue nuestra aventura ms interesante.

    Salieron a la disparada por el corredor, ms veloces que caballos de carrera. Aguardun minuto. Silencio, Saqu la cabeza. Nadie. Entonces prosegu tranquilamente micamino, silbando una meloda. Baj el vestbulo, mostr el pase al sargento polaco y vique me haca la venia. Al parecer, yo era el hroe de la jornada.

    - Descanse, sargento - dije -. Me siento muy complacido.Exhibi tantos dientes como si le hubieran dicho el mejor de los elogios.- Bueno, Red, usted es un hroe, sin duda. Estoy orgulloso de conocerlo - dijo.

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    - As que ahora tendr algo que contar a las chicas cuando vuelva a Suecia.- Qu le parece! Caern en mis brazos como moscas!Supongo que tiene razn, A decir verdad no me gustan los tipos altos y de mejillas

    rosadas. Las mujeres se enloquecen por ellos, vaya a saber por qu. La estatura no es loms importante.

    Pensando en estas cosas iba caminando por las calles, bajo el sol; no haba nadie por

    ah. De pronto sent ganas de encontrarme con Guta en ese mismo instante, en esemismo lugar. As noms, mirarla y tenerla de la mano por un rato. Despus de estar en laZona no se puede hacer otra cosa: tenerse de las manos y basta. Especialmente si unopiensa en lo que se comenta sobre cmo salen los hijos de merodeadores. Pero a quinle haca falta estar con Guta? Lo que me haca falta era una botella, por lo menos unabotella de algo fuerte!

    Pas junto a la playa de estacionamiento. All haba un puesto de control, con dospatrulleros en su mejor estilo: bajos, amarillos, dotados de reflectores y ametralladoras,los esfuerzos. Y por supuesto llenos de policas con cascos azules. Bloqueaban toda lacalle y no haba forma de pasar. Segu caminando con los ojos bajos, porque no meconvena verlos en ese momento, a la luz del da. Entre ellos haba dos o tres personajes

    que tena miedo de reconocer, pues en cuanto lo hiciera pobres de ellos! Era una suertepara ellos que Kirill me hubiera convencido de trabajar para el Instituto; de lo contrario, porDios, habra descubierto a esas vboras para liquidarlas definitivamente.

    Me abr paso por entre la multitud, y estaba casi del otro lado cuando o que alguiengritaba:

    - Eh, merodeador!Bueno, eso no tena nada que ver conmigo, as que no me detuve; segu caminando

    mientras buscaba un cigarrillo en los bolsillos. Alguien me alcanz y me tom por lamanga. Me sacud aquella mano; volvindome a medias hacia el hombre, dijecortsmente:

    - Qu diablos est haciendo, seor?- Un momento, merodeador - dijo l -. Dos preguntas, no ms.Lo mir fijamente. Era el capitn Quarterblad, un viejo amigo. Estaba deshidratado y

    medio amarillento.- Ah, mis saludos, capitn! Cmo anda su hgado?- No trates de zafarte charlando, merodeador - replic, enojado, sin quitarme los ojos

    de encima -. Ser mejor que me digas por qu no te detuviste en seguida cuando tellam.

    Detrs de l haba dos cascos azules con las manos en las pistoleras. No se les veanlos ojos; slo las mandbulas movindose bajo los cascos. De qu parte del Canadtraen a esos ursos? O los mandan a criar all? Por lo general, los patrulleros no me dan

    miedo a la luz del da, pero aquellos escuerzos podan tener la idea de revisarme, cosaque no me gustaba nada.- Me llamaba a m, capitn? - exclam -. Me pareci que llamaba a algn merodeador.- Y vas a decirme que t no lo eres?- Cuando termin el tiempo que me dieron gracias a usted, capitn, me enderec.

    Abandon el merodeo. Gracias a usted abr los ojos, si no hubiera sido por usted...- Qu estabas haciendo en el rea de Prezona?- Cmo qu estaba haciendo? Trabajo all. Desde hace dos aos.Para terminar de una vez con aquella desagradable conversacin mostr mis papeles

    al capitn Quarterblad. Tom mi libreta y la revis pgina por pgina, olfateando cada unode los sellos. Cuando me la devolvi lo hizo con gran placer. Tena color en las mejillas y

    brillo en los ojos.- Perdname, Schuhart - dijo -. No lo esperaba de ti. Me alegro de ver que no echasteen saco roto mis consejos. Vaya, esto es maravilloso! No s si me creers, pero hasta en

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    aquel momento yo saba que terminaras enderezndote. No poda creer que un tipocomo t...

    Sigui y sigui, como si fuera un disco. Al parecer me haba echado encima otromelanclico curado. Lo escuch, por supuesto, con los ojos bajos en seal de modestia,entre gestos de asentimiento, abriendo los brazos con inocencia; si mal no recuerdotambin restregu tmidamente los pies contra la acera. Los gorilas que custodiaban al

    capitn escucharon un poco, pero en seguida se aburrieron y buscaron un lugar msinteresante. Mientras tanto, el capitn segua pintando gloriosos paisajes de mi futuro: laeducacin era luz; la ignorancia, oscuridad; el Seor ama y aprecia a los trabajadoreshonestos, etctera, etctera. Las mismas idioteces que nos encajaba el cura en la prisin,todos los domingos. Y yo necesitaba un trago; mi sed no poda esperar.

    Bueno, me dije, tendrs que pasar tambin por esto. No hay ms remedio, as que tenpaciencia, Red, No puede seguir por mucho tiempo; mira, ya est perdiendo el aliento.Qu suerte, se detiene Uno de los patrulleros empez a hacer seales. El capitn mirhacia all con un suspiro de fastidio y me tendi la mano.

    - Bueno, me alegro de haberte visto, mi honrado seor Schuhart. Me habra gustadobrindar por esta amistad. No puedo tomar whisky porque me lo prohibi el mdico, pero

    me habra gustado tomar una cerveza contigo. Pero el deber me reclama. Ya nosvolveremos a encontrar.

    Dios no lo permita. Pero le estrech la mano, me ruboric y volv a restregar el pie, todocomo l quera. Al fin me dej ir. Sal como bala hacia el Borscht.

    A esa hora del da el Borscht est siempre vaco. Detrs del mostrador estaba Ernest,secando vasos y mirndolos a trasluz. A propsito, es extrao que cuando uno entra losbarman estn siempre secando vasos como si de ello dependiera su salvacin. l se pasael da as: levantar un vaso, mirarlo de reojo, sostenerlo a la luz, empaarlo con el alientoy frotar. Frota y frota, lo vuelve a mirar (esta vez por el fondo) y frota otro rato.

    - Hola, Ernie! Deja eso en paz. Le hars un agujero de tanto frotarlo.Me mir a travs del vidrio, murmur algo incomprensible y sin decir una palabra me

    sirvi cuatro dedos de vodka. Yo trep a un taburete, tom un trago, hice una mueca,sacud la cabeza y tom otro trago. La heladera ronroneaba, la vitrola automtica tocabaalgo suave y lento y Ernest trabajaba con otro vaso. Todo era paz. Termin mi copa y ladej sobre el mostrador. Ernest me sirvi en seguida otros cuatro dedos.

    - Mejor? - murmur -. Vas volviendo en ti, merodeador?- Sigue frotando, quieres? Sabrs que un tipo frot hasta que apareci un genio.

    Termin forrado en plata.- Quin era? - Pregunt Ernest, suspicaz.- Otro barman de aqu. Antes de que vinieras.- Y qu pas?

    - Nada. Por qu crees que ocurri esto de la Visitacin, fue de tanto que frot.Quines crees que eran los visitantes?- Eres un vago - replic Ernie, aprobando.Fue a la cocina y volvi con un plato de salchichas asadas. Me puso el plato delante,

    me arrim el ketchup y volvi a sus vasos. Ernest conoce su oficio. Tiene el ojo entrenadopara reconocer al merodeador que vuelve de la Zona con botn; sabe tambin qu es loque un merodeador necesita despus de estar en la Zona. Este bueno de Ernie. Todo unhumanitario.

    Termin las salchichas, encend un cigarrillo y empec a calcular cunto poda sacarErnie con nosotros. No s muy bien a cunto se vender el botn en Europa, pero dicenque un vaco puede llegar casi a los dos mil quinientos; Ernie no nos da ms que

    cuatrocientos. Las pilas, all, cuestan al menos cien, y a nosotros, con suerte, nos danveinte. Claro que embarcar eso para Europa debe salir un ojo de la cara. Untar una manopor aqu y otra por all... y el jefe de estacin tambin debe estar en la lista de pagos.

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    Pensndolo bien, Ernest no gana tanto; un quince o veinte por ciento, cuanto ms. Y si lopescan son diez aos de trabajos forzados.

    En este punto un tipo muy corts interrumpi mis honorables meditaciones. Yo nisiquiera lo haba visto entrar. Se anunci bien al lado mo, pidiendo permiso parasentarse.

    - Por favor, no tiene por qu.

    Era un tipo flaquito de nariz afilada, con corbata de moo. Su cara me parecaconocida, pero no poda ubicarlo. Subi al lado y dijo a Ernest:- Whisky canadiense, por favor!En seguida se volvi hacia m.- Disculpe - dijo -, no nos conocemos? Usted trabaja en el Instituto Internacional, no?- S. Y usted?Sac rpidamente su tarjeta de presentacin y me la puso enfrente:Aloysius Maenaught, Agente Plenipotenciario de la Oficina de Emigracin Claro que

    lo conoca. Es de los que joden a la gente para que salga de la ciudad. Si tal como son lascosas apenas queda la mitad de la poblacin inicial de Harmont, qu pretender este tipo,limpiar la ciudad por completo. Apart la tarjeta con la ua.

    - No, gracias. No tengo inters. Mi sueo es morir en mi ciudad natal.- Pero por qu? - Grit l en seguida -. Perdone mi indiscrecin, pero qu lo retiene

    aqu?- Cmo? Lindos recuerdos de la infancia. El primer beso en la plaza municipal.

    Mamita y papito. Mi primera borrachera, en este mismo bar. La comisara, tan queridapara m.

    Saqu un pauelo muy usado y me sequ los ojos.- No, no me ira ni por todo el oro del mundo!l se ech a rer, tom un sorbito del whisky canadiense y respondi pensativo.- No entiendo cmo piensan ustedes, los harmonitas. En esta ciudad la vida es dura.

    Hay control militar, pocas diversiones. La Zona est a un paso, como si uno estuvierasentado sobre un volcn. Podra estallar una epidemia en cualquier momento, o algopeor. Comprendo que los viejos quieran quedarse, pero usted, qu edad tiene usted?Veintids, veintitrs? No se da cuenta de que la Oficina es una organizacin decaridad? No ganamos nada con esto. Lo nico que deseamos es que la gente se vaya deeste agujero infernal y vuelva a la corriente de la vida. Nosotros salimos de garanta parala mudanza, le buscamos trabajo. En el caso de la gente joven, como usted, le pagamosestudios. No, no entiendo,

    - Es decir que nadie quiere irse?- No tanto como nadie. Algunos se estn yendo, sobre todo los que tienen familia. Pero

    los jvenes y los ancianos... Qu buscan aqu? Esto es un agujero, un pueblo de

    provincia.Entonces le contest como mereca.- Seor Aloysius Maenaught! Usted tiene toda la razn del mundo, Nuestra pequea

    ciudad es un agujero. Siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Pero ahora es un agujerohacia el futuro. Vamos a pasar tantas cosas por ese agujero a su podrido mundo que locambiaremos por completo. Y cuando obtengamos los conocimientos haremos ricos atodos, y volaremos a las estrellas, y viajaremos adonde nos plazca. Esa es la clase deagujero que tenemos aqu.

    Me interrump en ese punto porque vi que Ernest me miraba atnito. Me sentincmodo; por lo comn no me gusta usar palabras ajenas, ni siquiera cuando estoy deacuerdo con ellas. Adems todo eso me sala medio raro. Cuando lo dice Kirill uno

    escucha y se olvida de cerrar la boca. Pero por ms que yo dijera lo mismo no me salaigual. Tal vez porque Kirill nunca le pasaba cosas robadas a Ernest por debajo delmostrador.

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    Ernie reaccion velozmente y se apresur a servirme seis dedos de combustible, comopara que recuperara la cordura. El narigudo seor Maenaught volvi a sorber su whisky.

    - Claro, por supuesto. Las pilas inagotables, la panacea azul. Pero seor, de verascree que todo ser como usted dice?

    - Lo que yo creo no es asunto suyo. Hablaba en nombre de la ciudad. En cuanto a m:qu tienen ustedes en Europa que yo no haya visto? Se aburren, lo s bien. Se rompen

    el lomo todo el da y miran televisin toda la noche.- No es obligatorio que vaya a Europa.- Todo es igual, salvo que en la Antrtida hace fro.Lo ms asombroso es que yo crea hasta con la panza todo lo que le estaba diciendo.

    Nuestra Zona, esa puta, esa asesina, me era cien veces ms querida que todas lasEuropas y las fricas. Y todava no estaba borracho. Por un instante haba imaginadocmo tendra que volver a casa, arrastrndome, con una manga de cretinos como yo;cmo me empujaran y me estrujaran en el subte, y lo cansado, lo harto que estaba detodo.

    - Y usted? - pregunt el hombre a Ernest.- Yo tengo mi negocio - respondi ste, dndose importancia -. No soy ningn

    pobretn. He invertido todo mi dinero en este negocio. Hasta el comandante de la baseviene aqu de vez en cuando; un general, qu le parece? Cmo me voy a ir?

    El seor Aloysius Maenaught trat de ganar algunos puntos citando muchas cifras.Pero yo no escuchaba. Tom un buen trago, bien largo saqu un montn de cambio delbolsillo, me baj del taburete y cargu la vitrola automtica. Hay una cancin all que sellama No vuelvas si no ests seguro. Me causa un buen efecto despus de haberestado en la Zona.

    La vitrola aullaba y arrullaba. Me llev el vaso a un rincn, donde esperaba igualarviejos cantos con el bandido de un solo brazo, y el tiempo pas volando, como un pjaro.Cuando echaba el ltimo centavo en el artefacto entraron Richard Noonan y Gutalin, paraecharse en los brazos hospitalarios del bar. Gutalin estaba mamado; los ojos se le dabanvuelta para todos lados y buscaba dnde poner el puo. Richard Noonan lo tenatiernamente por el codo y lo distraa con chistes. Linda pareja! Gutalin es un mono negroy enorme; las manos le llegan hasta las rodillas; Dick, en cambio, es una cosita regordetey rosada, toda sonrisas.

    - Eh! - grit Dick -. All est Red! Ven con nosotros! Biennnn! - rugi Gutalin -. Enesta ciudad hay slo dos hombres de verdad: Red y yo! Los dems son todos cerdos ohijos de Satans. T tambin sirves al demonio, Red, pero todava eres humano.

    Me acerqu con mi copa. Gutalin me quit la chaqueta y me hizo sentar a la mesa.- Sintate, Red! Sintate, sirviente de Satans. Me gustas. Lloremos por los pecados

    de la humanidad. Lloremos, larga y amargamente.

    - Lloremos - dije -. Bebamos las lgrimas del pecado.- Porque el da est cerca - anunci Gutalin -. Porque el corcel blanco est ensillado ysu jinete ha puesto el pie en el estribo. Y las plegarias de los que se hayan vendido aSatans sern en vano. Slo los que han resistido a l se salvarn. Ustedes, hijos delhombre, que fueron seducidos por el diablo, que juegan con los juguetes del diablo, quedesentierran los tesoros de Satans, a ustedes les digo: Estn ciegos! Despierten,idiotas, despierten antes de que sea demasiado tarde! Pisoteen esas baratijas del diablo!

    Se interrumpi como si hubiera olvidado lo que segua. De pronto pregunt, en tonodistinto.

    - Puedo tomar un trago aqu? Sabes, Red, me emborrach de nuevo. Me acusaron deagitador. Les digo: Despierten, ciegos, estn cayendo al abismo y arrastran a otros

    tambin. Pero ellos se ren, nada ms. Por eso le aplast la nariz al dueo del negocio.Ahora me van a arrestar. Y por qu?Dick se acerc y puso la botella sobre la mesa.

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    - Hoy corre por mi cuenta - dije a Ernest.Dick me ech una mirada de soslayo.- Est dentro de la ley - dije -. Nos estamos tomando el cheque de la bonificacin.- Fuiste a la Zona? - pregunt Dick -. Trajiste algo?- Un vaco lleno. Para el altar de la ciencia. Vas a servir o no?- Un vaco! - repiti Gutalin, lleno de pena -. Arriesgaste la vida por vaya a saber qu

    vaco! Has sobrevivido, pero trajiste otro artefacto del demonio al mundo. Cmo sabes,Red, cunto de pena y de pecado...?- Calla, Gutalin - dije severamente -. Bebe y festeja que yo haya vuelto con vida. Por el

    xito, amigos mos.Dio buen resultado aquel brindis por el xito. Gutalin se vino abajo por completo.

    Sollozaba, las lgrimas le brotaban como agua de una canilla. Lo conozco bien; es nadams que una etapa. Solloza y predica que la Zona es una tentacin del diablo. Que nodeberamos sacar nada de all y que deberamos poner de nuevo en ella todo lo quehemos sacado. Y seguir viviendo como si la Zona no existiera. Dejar al diablo las cosasdel diablo. Me gusta; me refiero a Gutalin. Siempre me gustan los tipos raros. Cuandotiene dinero compra el botn sin regateo, por el precio que los merodeadores le pidan, y de

    noche lo lleva a la Zona y lo entierra. Estaba esperando, pero pronto parara.- Qu es un vaco lleno? - pregunt Dick -. S qu son los vacos, a secas, pero es la

    primera vez que oigo hablar de uno lleno.Se lo expliqu. l asinti y se lami los labios.- S, es muy interesante. Una cosa nueva. Con quin fuiste, con el ruso?- S, con Kirill y Tender. Lo conoces, no? Es nuestro asistente de laboratorio.- Te habrn vuelto loco.- Nada de eso, se portaron muy bien. Especialmente Kirill. Es un merodeador nato.

    Necesita un poco ms de experiencia que le lime el apuro. Con l ira a la Zona todos losdas.

    - Y todas las noches? - pregunt, con una mueca de borracho.- Termnala, quieres? Un chiste es un chiste.- Un chiste es un chiste, ya lo s, pero me puede meter en un montn de problemas. Te

    debo uno.- Quin tiene uno? - pregunt Gutalin, excitado -. Cul es?Lo sujetamos por los brazos y volvimos a sentarlo en su silla. Dick le puso un cigarrillo

    en la boca y se lo encendi. Al fin lo calmamos. Mientras tanto iba entrando ms y msgente. El bar estaba lleno; muchas de las mesas se haban ocupado. Ernest llam a lasmuchachas, que empezaron a servir bebidas a los clientes: cerveza, ccteles, vodka.Not que haba muchas caras nuevas en la ciudad, ltimamente; en su mayora, jvenesnovatos con bufandas largas y brillantes que les colgaban hasta el suelo. Se lo mencion

    a Dick y l asinti.- Qu quieres?- Estn empezando un montn de construcciones. El Instituto va a levantar tres

    edificios nuevos. Adems piensan cerrar tras un muro toda la Zona, desde el cementeriohasta el rancho viejo. Ya se acabaron los buenos tiempos para los merodeadores.

    - Cundo fueron buenos los tiempos para los merodeadores? - observ yo.Y pens: Caramba, qu novedades son stas? Parece que ya no voy a poder hacer

    un poco de plata extra por ese lado. Tal vez sea para mejor. Menos tentaciones. Ir a laZona de da, como un ciudadano decente. No se gana lo mismo, por supuesto, pero esmucho ms seguro. La cabina, el traje especial y todo eso, y nada de preocuparse por lapatrulla. Puedo vivir del sueldo y emborracharme con las bonificaciones. Pero entonces

    me sent verdaderamente deprimido. Otra vez a juntar centavitos: Esto lo puedo comprar,esto no. Tendra que ahorrar para comprar a Guta los trapos ms baratos, dejar los bares,

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    limitarme a los cines modestos. El panorama no era nada prometedor. Los das erangrises, y tambin las tardes, y tambin las noches.

    Y mientras yo pensaba as Dick me chillaba en la oreja:- Anoche, en el hotel, fui al bar para tomar algo antes de acostarme. Haba unos tipos

    nuevos. No me gust nada el aspecto que tenan. Uno se acerc a m e inici unaconversacin con muchas vueltas, sugiriendo que me conoca, que sabe lo que hago,

    dnde trabajo, e insinuando que l me pagara muy bien por varios servicios.- Un pasador de datos - dije.Eso no me interesaba mucho. Estaba harto de pasadores de datos y de charlas sobre

    trabajitos.- No, compaero, no era eso. Escucha. Le segu la corriente por un rato, con mucho

    cuidado, por supuesto. Tiene inters en ciertos objetos que hay en la Zona. De losimportantes; las pilas, las picapicas, las gotitas negras y esas tonteras no le atraen enabsoluto. Se limit a sugerir indirectamente lo que quiere.

    - Qu es?- Jalea de brujas, por lo que entend - respondi Dick, mirndome con expresin

    extraa.

    - Oh, as que quiere jalea de brujas, eh? Y ya que estamos, no le gustaran algunaslmparas de la muerte?

    - Eso mismo le pregunt yo.- Y?- Me creers si te digo que tambin quiere?- Ah, s? - dije -. Bueno, que vaya a buscarlas, Es una pavada. Los stanos estn

    llenos de jalea de brujas. Que agarre un balde y vaya a recoger toda la que quiera. Escosa suya.

    Dick no respondi; me mir sin sonrer siquiera. Qu diablos estaba pensando? Notendra intenciones de contratarme a m? Y en ese momento se me ocurri.

    - Un momento - dije -. Quin era ese tipo? Ni siquiera en el Instituto dejan estudiar lajalea.

    - Est bien - replic Dick, hablando con lentitud y sin dejar de observarme -. Es en lainvestigacin donde est el verdadero peligro para la humanidad. Ahora comprendesquin era se?

    No, no entenda nada.- Te refieres a los Visitantes?l ri, me palme la mano y dijo:- Por qu no tomas un trago? Pobre alma simple!- Por mi parte, de acuerdo.Pero me senta enojado. As que los hijos de puta me tienen por idiota, eh?

    - Eh, Gutalin - dije -. Gutalin! Despierta! Bebamos!Gutalin estaba profundamente dormido. Su negra mejilla yaca sobre la negra mesa; lasmanos le colgaban hasta el suelo. Dick y yo tomamos una copa sin su compaa.

    - Ahora bien - exclam despus -. No s si soy un alma simple o un alma complicada,pero te dir lo que puedes hacer con ese tipo. Ya sabes cmo quiero a la polica, pero lodenunciara.

    - Seguro. Y entonces la polica te preguntara por qu ese tipo fue a hablar contigo y nocon cualquier otro. Y?

    - No importa - repuse, sacudiendo la cabeza -. T, pedazo de idiota gordinfln, haceslo tres aos que ests en esta ciudad y nunca fuiste a la Zona. No has visto la jalea debrujas ms que en el cine. Tendras que verla en la vida real, y ver lo que hace con los

    seres humanos. Es algo espantoso; no hay que sacarla de la Zona. Sabes muy bien quelos merodeadores son tipos de agallas, que no piden ms que plata y ms plata, pero nisiquiera el finado Zalamero se habra metido en un asunto de esos. Cuervo Burbridge

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    tampoco aceptara. No quiero ni pensar qu clase de tipo puede querer esa jalea debrujas y para qu.

    - Bueno, tienes razn - dijo Dick -. Pero te dir: no me gustara que cualquier da meencontraran en la cama, habiendo cometido suicidio. No soy merodeador, pero si unapersona prctica, y me gusta vivir. Hace mucho que lo hago y ya me acostumbr.

    - Seor Noonan! - grit Ernest desde el mostrador -. Telfono!

    - Qu diablos! - exclam Dick, enojado -. Debe ser otra vez Contralor de Envos. Seencuentran en cualquier parte. Permiso, Red.Se levant para atender el telfono, mientras yo me quedaba con Gutalin y la botella;

    puesto que Gutalin no ayudaba en nada, ataqu la botella por mi cuenta. Maldita Zona; esimposible escapar de ella. Vaya uno donde vaya, hable con quien hable, siempre la Zona,la Zona. Para Kirill es fcil hablar de la paz eterna y de la armona que vendr de la Zona.Kirill es un buen tipo, nada tonto (por el contrario, es inteligente de veras), pero no sabeun bledo de la vida. Ni siquiera imagina qu clase de malhechores y criminales merodeanpor la Zona. Y ahora alguien quiere meter la mano en esa jalea de brujas. Gutalin ser unborrachn y un chiflado por la religin, pero a lo mejor no est tan desacertado. Tal vezdeberamos dejar al diablo las cosas del diablo y no tocar.

    Uno de aquellos novatos de bufanda brillante ocup la silla de Dick.- El seor Schuhart?- S. Qu hay?- Me llamo Creonte. Soy de Malta.- Cmo andan las cosas por Malta?- Las cosas andan muy bien por Malta, pero no es de eso que quera hablarle. Ernest

    me dijo que lo viera a usted.Aj, pens. Ese Ernest es un hijo de puta. No hay una gota de piedad en l. Aqu

    est este muchacho: bronceado, limpio, lindo. Todava no sabe lo que es afeitarse o besara una mujer. Pero a Ernest no le importa nada. Lo nico que quiere es mandar ms gentea la Zona. Slo uno de cada tres sale con botn, pero eso para l es dinero.

    - Cmo anda el viejo Ernest? - pregunt. l mir hacia el mostrador.- Tiene buen aspecto. Me gustara estar en lugar de l.- A m no. Quiere una copa?- Gracias, no bebo.- Un cigarrillo?- Perdone, pero tampoco fumo.- Maldito seas. Para qu diablos quieres la plata, entonces? l se ruboriz y dej de

    sonrer.- Tal vez eso sea cosa ma solamente - dijo en voz baja -. No le parece, seor

    Schuhart?

    - Tienes toda la razn del mundo.Me serv otros cuatro dedos, Ya me estaba zumbando la cabeza y senta unaagradable pesadez en los miembros. La Zona me haba liberado por completo.

    - En este momento estoy completamente borracho - aclar -. Estoy celebrando, comopuedes ver. Entr en la Zona, sal vivo y adems con dinero. Eso no ocurre confrecuencia; que la gente salga viva, y con dinero menos todava. As que preferira dejarcualquier asunto serio para ms tarde.

    l se levant de un salto, pidiendo disculpas. Entonces vi que Dick haba regresado.Estaba de pie junto a la silla. Por la cara que traa me di cuenta de que pasaba algo feo.

    - A que tus tanques pierden otra vez el vaco.- S - dijo -. Otra vez.

    Se sent, se sirvi un trago y volvi a llenar mi vaso. Comprend que el problema notenla ninguna relacin con mercaderas en mal estado. En realidad le importaba uncuerno lo de los envos: un empleado modelo!

  • 8/14/2019 Arkadi & Boris Strugatsky - Picnic Extraterrestre

    26/90

    - Bebamos, Red - dijo, y sin esperarme baj su vaso de un trago y se