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Alejandro Magno, “homo religiosus” José María Blázquez Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Web] Página mantenida por el Taller Digital

Alejandro Magno Homo Religiosus

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  • Alejandro Magno, homo religiosusJos Mara Blzquez

    Antigua: Historia y Arqueologa de las civilizaciones [Web]

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  • J.M. Blzquez De la versin digital, Gabinete de Antigedades de la Real Academia de la Historia

    [Publicado previamente en: J. Alvar J.M. Blzquez (eds.), Alejandro Magno. Hombre y mito, Madrid, Actas, 2001, 99-152 (tambin en J.M. Blzquez, El Mediterrneo y Espaa en la anti-gedad. Historia, religin y arte, Madrid, Ctedra, 2003, 252-305). Versin digital por cortesa del autor, como parte de su Obra Completa. J.M. Blzquez De la versin digital, Gabinete de Antigedades de la Real Academia de la Historia

    Alejandro Magno, homo religiosus

    Jos Mara Blzquez Martnez

    Alejandro Magno ha sido una de las grandes figuras de la Humanidad de todos los tiempos. Igual que Daro I, cre un gran Estado universal, que comprenda desde el Indo hasta el Danubio. Supo gobernar, como antes nadie lo haba hecho, pueblos diferentes en su etnia, su cultura, su economa, sus religiones y sus distintas formas polticas. Un aspecto fundamental de este personaje es su religiosidad.

    Estamos relativamente bien informados de la vida de Alejandro, de su carcter y de sus sentimientos religiosos, a travs de varias biografas que nos dejaron griegos y latinos, al-gunos de los cuales utilizaron informacin directa de aqullos que vivieron junto a l, o bien de sus Efemrides, obras que no han llegado hasta hoy. Estas vidas son las siguientes:

    Arriano, Anbasis de Alejandro Magno. Libros I-VIII. Seguimos la edicin publicada por Gredos en 1982, en dos volmenes. La introduccin general es de A. Bravo, y la traduccin y las notas de A. Guzmn. Tambin hemos consultado la edicin de L. Belloni: Arriano, Storia di Alessandro, Miln, Rusconi, 1980.

    El libro XVII de la Biblioteca Histrica de Diodoro Sculo. Hemos utilizado la edicin de T. Alfieri, Miln, Rusconi, 1985.

    Trogo Pompeyo, Historias Filpicas, extractadas por Justino en su Epitome. Hay edi-cin espaola de esta obra en la editorial Gredos: Justino: Historias Filpicas de Trogo Pom-peyo, Madrid 1995, cuya introduccin, traduccin y notas van a cargo de J. Castro.

    Q. Curcio Rufo, Historia de Alejandro Magno. Manejamos la edicin de F. Pejenaute en la coleccin Biblioteca Clsica Gredos, Madrid 1986.

    Plutarco, Vida de Alejandro Magno. Utilizamos la versin de Ranz Romanillos, publi-cada por Planeta, 1991, Vidas Paralelas, vol.II, pp. 484-568. ;

    Ps. Calstenes, Vida y hazaas de Alejandro de Macedonia. Seguimos la edicin de C. Garca Gual, Madrid, Gredos, 1977.

    Arriano escribi en el s. II y utiliz como fuente fundamental las Memorias de Ptolo-meo I, el fundador de la dinasta Lgida, y de Aristbulo. Ambos haban participado en la expedicin de Alejandro Magno. Su obra es fundamental sobre el tema que aqu vamos a tratar. Trogo Pompeyo, Diodoro Sculo y Q. Curcio siguieron en gran parte a Clitarco. La mayora de los autores modernos opinan que no intervino en la guerra. Plutarco sigue una va intermedia. Entre estos dos grupos se sita la obra de Ps. Calstenes, de menor valor historiogrfico. Todas las ediciones modernas que hemos consultado estn dotadas de un excelente aparato critico, introducciones histricas, anotaciones y bibliografas recientes, que son instrumentos necesarios para el correcto uso de estos autores 1.

    1 La bibliografa sobre Alejandro Magno es muy numerosa. La fundamental en el veintenio 1970-1990

    est recogida por J. Carlsen, Alexander the Great (1970-1990), Alexander the Great. Reality and Myth, Roma 1997. Algunos libros importantes son: F. Altheim, Alexander et l'Asie. Histoire d'un legs

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    1. Culto y Sacrificio en la religiosidad de Alejandro Magno.

    Los sacrificios a los dioses constituyen uno de los aspectos fundamentales del culto, y por tanto de la religiosidad, de los pueblos. En el caso de Alejandro Magno disponemos de abundantes datos proporcionados por sus bigrafos antiguos.

    Alejandro Magno hizo sacrificios pblicos a los dioses a lo largo de su vida. stos son la manifestacin ritual religiosa ms importante de los griegos y romanos. Despus de ven-cer a los getas, a los que llamaron dacios los romanos (Trajano incorpor su territorio al Imperio Romano), Alejandro ofreci un sacrificio sobre la ribera del Istro a Zeus Salvador, a Heracles, y al propio Istro cuya travesa le haba resultado tan cmoda (Arr. I, 4.5). Es sacrificio con vctimas ofrecidas a los dioses de los que Alejandro se consideraba descen-diente: Zeus era su padre, y Heracles era el progenitor de la Dinasta Macedonia (Curt. IV 2.3). De ambas deidades sera muy devoto todos los das de su vida; y de los ros, a los que divinizaba frecuentemente.

    Despus de arrasar Tebas y de pactar con Atenas, aliada de Tebas, Alejandro Magno regres a Macedonia e hizo a Zeus Olmpico el sacrificio que haba instituido Arquelao, y estableci en Egas un concurso de juegos como en Olimpia; otros dicen que organiz un certamen en honor de las Musas (Arr. I, 11.1). El rey, pues, hizo un sacrificio a Zeus fun-dado por el monarca macedonio que rein del 413 al 399 y que pas a la Historia por su proteccin a los artistas. El poeta trgico ateniense Eurpides pas en su corte los ltimos aos de su vida y en ella escribi Las Bacantes. En Egas celebr un concurso semejante a los olmpicos. Las competiciones agonsticas eran rituales en honor de los dioses Zeus, Apolo y Heracles 2, cuyo carcter pervivira hasta el final del Mundo Antiguo, y por eso

    spirituel, Pars 1954. J. Benoist-Mchin, Alejandro Magno, Barcelona 1995. A. B. Bosworth, Alejandro Magno, Cambridge 1996. B. Carlsen, B. Due, S. Steen Due, B. Poulsen, Alessandro Magno, Storia e Mito, Martellago 1955. J.M. Croisille (ed.), Alejandro Magno, modelo de los emperadores romanos, Bruselas 1990. D.W Engels, Alexander the Great and the Logistics of the Macedonian Army, Berkeley 1978. W Ehrenberg, Alexander and the Greeks, Oxford 1938. P. Faure, La vie quotidienne des armes d'Alexandre, Pars 1982. Idem, Alejandro. Vida y leyenda del hijo de los dioses, Madrid 1990. P Green, Alexander of Macedon, 356-323 B.C. A Historical Biography, Londres 1974. Idem, From Alexander to Actium. The historical Evolution of the Hellenistic Age, Berkeley 1990. P Goukowski, Essai sur les origines du mythe d'Alexandre, 1, Nancy 1978. A. Guzmn, F. J. Gmez Espelosn, Alejandro Magno, de la historia al mito, Madrid 1997. R. Hamilton, Alexander the Great, Londres 1973- Hammond, Ale-jandro Magno, rey, general y estadista, Madrid 1992. AJ. Heisserer, Alexander the Great and the Greeks. The Epigraphic Evidence, Norman 1980. R. Lane Fox, Alexander the Great, Londres 1973. M.A. Levi, Alessandro Magno, Miln 1981. L. Prandi, Callistene, Uno storico tra Aristotele e i re ma-cedoni, Miln 1985. G. Radet, Alessandro il Grande, Turn 1944. M. Renault, Alejandro Magno, Bar-celona 1995. A. Savill, Alexander the Great and his Time, Londres 1959. F. Schachermeyer, Alexander der Grosse. Das Problem seiner Persnlichkeit und seines Wirkens, Viena 1973. M. Sordi, Alexandro Magno tra storia e mito, Miln 1984. A. Stewart, Faces of Power. Alexander's Images and Hellenistic Politics, Berkeley 1993. A. Weigall, Alexandre Le Grand, Pars 1976. U. Wilcken, Alexander the Great, Nueva York 1967. Varios Autores, Alexander the Great. Reality and Myth, Roma 1993. Varios Autores, Alexander the Great. The Ancient World, VIII, 1994.

    2 En general, Sh. Glubok, A. Tamarin, Olympic Games in Ancient Greece, Nueva York 1976. S. Segura, Los juegos olmpicos, Sabadell 1992. El origen de estos juegos tiene un carcter funerario, y nunca lo perdieron, como lo prueban los juegos rituales fnebres organizados por Alejandro (J.M. Blzquez, M.P Garca Gelabert, El origen funerario de los juegos olmpicos, Rev. de Arqueologa 140, 1992, 28-39). Estos rituales fnebres estn representados en la cermica del Dipiln, s. IX-VIII a.C., que son el mejor comentario al libro XXIII de la Ilada (M. Robertson, La peinture Grecque, Ginebra 1959, 34-41. E Demargne, Nacimiento del arte griego, Madrid 1964, 288, figs. 377-379, fechadas estas crteras hacia 750 a.C.). En el mundo micnico, s. XVI a.C. ya se representaron carreras de carros en estelas funera-rias (R. Hampe, E. Simon, Un millnaire d'art grec, 1600-600, Friburgo 1980, 36, 39, fig. 52).

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    fueron prohibidos por los cristianos 3. Tertuliano escribi un libro titulado Sobre los espectculos hacia el ao 202, y Novaciano otro. El certamen en honor de las Musas sera literario. Las fiestas duraban nueve das, uno por cada Musa. En Atenas el ritual en honor de Dioniso consista en la representacin de tragedia, comedia y drama satrico 4. Cuando Fi-lipo II preparaba la guerra contra los persas, consult el orculo de Delfos (Diod. XVI, 92.4) y lo interpret favorable a la expedicin que haba planeado. Su hijo podra empren-der tranquilo la campaa militar. Al pasar a Troya para comenzar la conquista de Asa por encargo de la Liga de Corinto, subiendo hasta Ilion, hizo un sacrificio en honor de Atenea troyana, y ofreci al templo su armadura completa. A cambio de ella tom una de las arma-duras dedicadas a la diosa desde la poca de la guerra de Troya (Arr. 1, 11.7; Diod. XVII, 18.1). La ofrenda de las armas en honor de los dioses era frecuente. En Olimpia muchos ex-votos son armas 5. La entrega de las armaduras a los dioses volvemos a encontrarla despus de la primera gran victoria sobre los persas en el Grnico (Arr. I, 16.7). Como ofrenda a Atenea, la diosa protectora de la ciudad, envi a Atenas trescientas armaduras persas com-pletas, en las que haba hecho inscribir el siguiente epigrama: Alejandro hijo de Filipo y los griegos, excepto los lacedemonios, de los brbaros, de los brbaros que habitan Asia. La ofrenda de Alejandro a la diosa pollada de Atenas es un detalle de buen gobernante, pues hizo la ofrenda en nombre de todos los griegos, haciendo de la campaa asitica una em-presa panhelnica.

    En feso, organiz un sacrificio en honor de Artemis, y una procesin con todo el ejrcito armado en formacin de combate (Arr. I, 18.2). El sacrificio de animales era un ritual que cumpla Alejandro siempre que terminaba una accin importante, generalmente militar. El sacrificio en honor de Artemis era una deferencia con la diosa, protectora de la ciudad conquistada. El desfile militar formaba parte de la ceremonia del ritual.

    Alejandro Magno, despus de cortar con su espada el nudo Gordiano (Arr. II, 3.8) y tras una noche de truenos y relmpagos, a la vista de ellos, ofreci al da siguiente sacrifi-cios en honor de los dioses, que haban manifestado estas seales por desatar el nudo. En esta ocasin el sacrificio es de accin de gracias a los dioses en general. Alejandro Magno tuvo conciencia de que los dioses le protegen siempre en esta empresa. As, escribe una carta a Daro (Arr. II, 14.7) donde dice: poseo esta regin por don de los dioses. Los sa-crificios son gratulatorios por los continuos favores recibidos. Alejandro, tras haber sanado una enfermedad, cumpli los votos hechos por su salud y celebr unos juegos en honor de Esculapio y de Minerva (Curt. III, 7.3). El rey era muy devoto de esta diosa. Junto al ro Pi-naro consagr altares a Jpiter, Heracles y Minerva (Curt. II, 12.27. Otros textos: IV 13-15; VII, 12.32; 11.24). Alejandro unas veces haca rituales y en otras ocasiones levantaba alta-res. Antes de librar la batalla de Issos, en 333 a.C., Alejandro subi a la cima de una elevada montaa y a la luz de gran cantidad de antorchas celebr sacrificios, segn la costumbre de su pas, a los dioses tutelares de la regin (Curt. III, 8-22). El ritual consisti en una proce-sin de hombres con antorchas, segn la costumbre persa. Los griegos y los romanos no tu-vieron reparo alguno en adaptar e incorporar los dioses de los pueblos vencidos a sus pro-pios panteones.

    Continuamente el monarca ofreca sacrificios a los dioses. Cuando marcha al encuentro del rey Daro se detuvo no poco tiempo en conocer Solos, mientras ofreca sacrificios y or-ganizaba una solemne procesin (Arr. II, 6.4). Los sacrificios siempre son aspectos desta-cado de los rituales del monarca. La procesin de antorchas, ya citada, debi contar la parti-

    3 R. Teja, Los juegos del anfiteatro y el Cristianismo, El Anfiteatro en la Hispania Romana, Badajoz

    1995, 69-78. 4 F. Rodrguez Adrados, Fiesta, Comedia y Tragedia. Sobre los orgenes griegos del teatro, Barcelona 1972. 5 E. Kunze, Archaische Schildbnder, Olympische Forscbungen, II, 1950. La ofrenda de armas no era

    peculiar de la religin griega. A Astart se la ofrecan armas arrebatadas al enemigo (ISm, XXXI, 10).

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    cipacin de buen nmero de soldados. Arriano (II, 24.6; Diod. XVII, 46.6) vuelve a refe-rirse a estos rituales con ocasin de la toma de Tiro en el 332 a.C.:

    Alejandro hizo sacrificios en honor de Heracles y organiz una procesin con su ejrcito en armas, en la que tambin las naves formaron en honor de este dios. Tuvo lugar un certa-men gimnstico y una carrera de antorchas en el templo. Deposit en l, como ofrenda, las mquinas que haban servido para abatir el muro de la ciudad, y asimismo fue consagrada a Heracles la nave que los tirios haban dedicado al mismo Heracles y que haba sido captu-rada por Alejandro. Hizo escribir en ella una nueva inscripcin, no muy afortunada por cierto (y por eso precisamente no me ha parecido oportuno reproducirla), que tal vez compusiera el propio Alejandro, o quiz otra persona.

    Este texto de Arriano es de gran importancia por los datos que aporta acerca de sus fuentes, Ptolomeo y Aristbulo, y sobre los ritos regios, que en esta ocasin son ms deta-llados, consistentes en sacrificio de animales, procesin del ejrcito armado y desfile de na-ves en honor de Heracles, tambin una competicin atltica y una carrera de hombres por-tando antorchas en el templo. Estos dos ltimos actos eran desconocidos hasta este mo-mento. El certamen gimnstico deba de ser similar a los olmpicos, pricos, nemeos o st-micos. La ofrenda de la maquinaria blica de asalto, llevada hasta el templo, y la nave tiria consagrada a Heracles no tienen otra finalidad que purificar las armas que llevaron a la victoria y consagrarlas con los dioses de la ciudad sometida. As, Heracles en realidad el Heracles argivo, del que decan descender los reyes macedonios, colonizaba en lo pol-tico y en lo religioso las conquistas de Alejandro, trasfiriendo al propio rey las cualidades de ese dios, usurpando as las funciones poladas y rituales del Melqart tirio 6. Estos festiva-les tuvieron lugar entre los meses de julio y agosto del ao 332 a.C.

    Hasta ahora hemos examinado las noticias acerca de sacrificios y rituales cuyo fin era agradecer a los dioses las victorias obtenidas. Alejandro hace tambin rituales antes de las batallas importantes. As, en el ao 332 a.C., antes del asalto de la ciudad de Gaza, que pre-sentaba senas dificultades, el rey hizo un sacrificio, vestido de forma especial y preparando a las vctimas (Arr., 2, 26, 4). Arriano da en este prrafo algunos detalles interesantes como el hecho que Alejandro se adornara con guirnaldas y vestidos apropiados al ceremonial que iba a tener lugar, consistente en su parte principal en el sacrificio de varias vctimas.

    Arriano es ms explcito que en otras ocasiones al describir las ceremonias que el rey realiz en la ciudad de Menfis en el ao 332-331 a.C., donde ofreci sacrificios a todos los dioses, y de modo especial a Apis, y celebr certmenes gimnsticos y musicales, a los que concurrieron los especialistas ms famosos de Grecia (Arr. III, 7.4). All los sacrificios de-ben ofrecerse a los dioses egipcios, o mejor a los dioses griegos y egipcios. Las ceremonias consistan, como era frecuente, en certmenes atlticos y musicales, citados por vez primera como parte de un ritual. Estos concursos eran panhelnicos. Se anunciaban en Grecia y po-dan participar artistas de todo el pas. En un prrafo posterior, Arriano (III, 5.2) recoge al-gn dato ms concreto, como que Alejandro ofreci un sacrificio en honor de Zeus Sobe-rano, y orden que se hiciera una procesin con todo el ejrcito en armas, ya documentado antes, adems de los certmenes gimnsticos y musicales, en honor de Heracles como era frecuente. Antes de partir hacia el ufrates consagr a Heracles Tirio una crtera de oro y 30 pteras (Curt. IV 8.16) en el verano de 331- Las pteras deben ser del tipo de las famosas pteras fenicias.

    6 J. M. Blzquez, Imagen y mito. Estudios sobre las religiones mediterrneas e iberas, Madrid 1977,17-

    28. C. Bonnet, Melqart. Cultes et mythes de l'Hracls tyrien en Mditerrane, Lovaina, 1988. Sobre el Herakleion de Lixus, tan antiguo como el gaditano, segn Plinio (NH, 19, 63): J. M. Blzquez, Los templos de Lixus (Mauritania Tingitana) y su relacin con los templos de ciudades semitas representa-dos en las monedas, Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Madrid, 1988, 529-561.

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    En Babilonia, en 331 a.C., ofreci sacrificios a Baal, es decir, Marduk, siguiendo el ritual que los caldeos le indicaron (Arr. II, 16.5). Este sacrificio segn el rito babilnico al dios de la ciudad es una medida que evidencia la inteligencia poltica de Alejandro, para ganarse el favor de los ciudadanos conquistados, tal como hizo en feso, en Tiro y en Men-fis. Tambin obedece al hecho psicolgico de que el rey vencedor de la ciudad fuera homologado al dios o dioses protectores de la misma, como ya se indic.

    En Susa volvi a celebrar sacrificios siguiendo el ritual tradicional griego, como se desprende de la organizacin de carreras de antorchas y juegos gimnsticos. En esta ocasin estas actividades tuvieron lugar probablemente al aire libre.

    A veces Alejandro ofreci sacrificios al cruzar una ciudad importante. As en Nicea, en su marcha hacia la India, ofreci sacrificios en honor de Atenea (Arr. IV 22.6) en el ao 327 a.C.

    Igualmente realiz sacrificios de accin de gracias a los dioses antes de entrar en Per-spolis (Diod. XVII, 72.1). Seguramente cuando se mencionan los sacrificios a los dioses stos sean las doce divinidades olmpicas, como parece deducirse de un pasaje de Arriano (y 29.1-2), quien cita doce altares levantados en accin de gracias a los dioses que hasta el momento le haban conducido victorioso. La ereccin de altares fue acompaada de sacrifi-cios segn el ritual, expresin equivalente, con toda probabilidad, al rito griego, acompa-ado de un certamen gimnstico e hpico al modo griego.

    Tomada la Roca de Aorno en el verano de 327 a.C., en cuya conquista fracas el mismo Heracles, ofreci Alejandro un sacrificio (Arr. IV 30.4; Diod. XVII, 85.1-7), y aunque Arriano no puntualiza esta vez qu divinidad era la destinataria del ritual, sin duda fue en honor de Heracles, ofrecindole aquella victoria que fue imposible para su antepasado divino.

    Algunos de estos sacrificios eran verdaderas hecatombes de animales. El rey indio Taxilo regal a Alejandro, al llegar ste al Indo, tres mil reses para el sacrificio (Arr. y 3-5).

    Al llegar a la ciudad de Zadracarta, capital de Hircania (Arr. II, 25.1) Alejandro sacri-fic en honor de los dioses y celebr competiciones gimnsticas. El sacrificio debi hacerse al conjunto de los dioses, y no a uno en particular, tal como sucediera antes de atravesar el Cucaso (Arr. III, 28.4), y al luchar contra los escitas (Arr. IV 4.1) en cuyo honor celebr tambin un certamen ecuestre consistente posiblemente en una carrera de caballos- y gimnstico. En cambi realiz un sacrificio en honor de un slo dios, Apolo, en la regin de los antiguos ariaspos (Arr. III, 27.5).

    Los rituales sacrificiales y los certmenes gimnsticos e hpicos fueron muy frecuentes. No se mencionan al comienzo de las campaas de Alejandro, y despus se van haciendo habituales, como en Taxilo (Arr. y 6.3) y en las orillas del Hidaspes (Arr. y 20.1). Arriano puntualiza en este caso que los ritos eran a los dioses en general segn la tradicin tras una victoria, lo que significa que los sacrificios eran tan frecuentes como los triunfos militares. Para tales ceremonias se elegan a menudo las riberas de los ros, como en los casos conoci-dos del Hidaspes y del Indo (Arr. y 3.6), posiblemente por ser las vegas fluviales espacios abiertos propios a las competiciones agonsticas e hpicas, aparte del sentido sacral que Alejandro otorgaba a los ros.

    El regreso en naves por el Indo abajo fue iniciada por Alejandro con una invocacin al Indo y una libacin a Heracles, su antecesor, al que haba ofrecido antes muchas victorias, a Amn, y a los dems dioses. Esta libacin no significa accin de gracias por victorias al-canzadas como en otras ocasiones sino para invocar el favor divino en el viaje de retorno. Es interesante puntualizar que no se trata de un sacrificio de vctimas animales, como cabra esperar, sino de una libacin, por tratarse el destinatario divino de un ro, y por el hecho que se mencione, por vez primera, a Amn (Arr. VI, 3.2), divinidad que ser recordada luego, cuando el ejrcito de Alejandro alcanz una isla, en el ao 325 a. C., situada en la desembo-cadura del Indo. Aqu Alejandro prepar sacrificios a aquellos dioses a los que segn Amn deba sacrificar. Al da siguiente, en la isla situada en mar abierto, ofreci Alejandro un sa-

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    crificio a otros dioses, y con distinto ritual, siguiendo en todo las indicaciones del orculo de Amn. Los dioses honrados eran egipcios y griegos, con sendos rituales en uno y otro caso. Alejandro consult el orculo de Amn quizs cuando visit el orculo de Siwa.

    En una ocasin, en viaje de vuelta, atravesando Carmania, en el invierno del 325 a.C., el rey ofreci sacrificios gratulatorios por las victorias obtenidas sobre los indios, y en nom-bre de su ejrcito, frase que no se haba mencionado antes, por haber cruzado Gadrosia sa-nos y salvos, e instituy un certamen musical y gimnstico. Este prrafo recuerda la ya mencionada dedicatoria hecha en nombre de Alejandro y de los griegos.

    Sacrificios se hicieron tambin despus de salir de una crisis como en Opis (Arr. VII, 11.6). Esta vez, puntualiza Arriano, seran en honor de Zeus, Heracles y Dioniso. El mismo historiador (Arr. VII, 14.1) aade: celebr Alejandro en Ecbatana (ao 330) un sacrificio, segn tena por costumbre tras algn buen suceso. El sacrificio fue acompaado de un certamen gimnstico y musical. Un dato interesante aade este autor: que mientras se cele-braban los rituales Alejandro asisti con sus compaeros a un festn, que no sera posible-mente una comida sagrada, pues no se conservan indicios de que Alejandro las celebrara con tal sentido religioso. A algn otro dios Asclepio orden Alejandro ofrecer sacrifi-cios en Epidauro, para lo cual envi una embajada (Arr. VII, 14.6), aunque el dios no haba evitado la muerte de su ntimo amigo Hefestin. Poco antes de enfermar y morir ofreci Alejandro sacrificios a los dioses, en agradecimiento por sus xitos, que, como indica A. Guzmn, deben referirse al xito de las expediciones martimas por Arabia que acababa de realizar. Un dato interesante acerca de la originalidad de Alejandro no mencionado antes es que el ejrcito pudiera ofrecer sacrificios.

    La religin griega era una religin fundamentalmente ritualista. Alejandro Magno se presenta en este aspecto como hombre profundamente religioso, realizando numerosos sa-crificios de accin de gracias a los que hemos hecho referencia. Tales dioses eran los olm-picos en general, Heracles, Dioniso, las Musas, Atenea, Artemis, Apolo, Asclepio, Sol, Luna y Tierra, Poseidn, Anftrite, Nereidas, Ocano; y a los ros, Hidaspes, Acesines e Indo; junto a dioses de los pueblos conquistados, como Melqart, Apis, Marduk, y Amn, al que tena por su padre. Alejandro Magno, a decir de Plutarco (Al. L, 2-3) era tambin de-voto de los Ds-curos.

    Alejandro tambin realizaba sacrificios para procurar la salud de sus amigos enfermos, como el caso de Crtero (Plut. Al. XLI, 3).

    Los distintos tipos de rituales sacrificiales y su significado han sido estudiados por H. U. Instrinsky 7, en un libro criticado por F. W. Walbank 8. Al atravesar el Helesponto sacri-fic un toro a Poseidn y ofreci una libacin a las Nereidas en una copa de plata (Arr. I, 11.6); pasaje que recuerda a la libacin de Jerjes en el ao 480 a.C. al atravesar tambin el Helesponto camino de Grecia, al frente de su ejrcito, descrito por Herdoto (VII, 34). Al comienzo de la expedicin del periplo de Nearco, segn Arriano (Ind. 18.11), Alejandro ofreci un sacrificio a los dioses (o los familiares a los que los adivinos indicaron), adems a Poseidn, a Anftrite, a las Nereidas, al propio Ocano, al Hidaspes, de donde iba a partir la expedicin al Acesines (del que el Hidaspes es un afluente), as como al Indo, al que van a parar las aguas de aquellos dos. Se celebraron certmenes musicales y gimnsticos y se repartieron las vctimas del sacrificio por los destacamentos de todo el ejrcito. Los sacri-ficios son en honor de todos los dioses, y de una serie de divinidades acuticas, como Po-seidn, Anftrite, las Nereidas y el Ocano, y a tres ms especialmente vinculadas con la expedicin de Alejandro a la India. Los rituales son los mismos que en otras ocasiones. Arriano aade un dato interesante: que la carne de las vctimas sacrificadas era consumida por los soldados, teniendo en esta ocasin un carcter de banquete sagrado. Probable- 7 Alexander der Grosse am Hellespont, Godesberg 1949. 8 JHS 69, 1949,79-81.

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    mente sta era la costumbre, aunque en otros casos no se especifique. Este prrafo es copia de otro que podemos leer en la Anbasis (Arr. VI, 3-1), aunque no se mencionan las com-peticiones agonsticas ni musicales, ni el reparto de la carne al ejrcito; en cambio aade al texto anterior una libacin a Heracles, a Amn, y a los dioses.

    Arriano (VI, 19-5) recoge la noticia de otro sacrificio a divinidades acuticas en la des-embocadura del Indo: Degoll all (en una isla en el mar) unos bueyes en honor de Posei-dn, lanzndolos al mar, y despus del sacrificio ofreci una libacin con una copa de oro que arroj tambin al ocano, al igual que unas crteras tambin de oro, todo ello como ac-cin de gracias, pidiendo al dios que permitiera regresar a los hombres de su flota. Se des-criben muy bien en este prrafo dos rituales: un sacrificio de bueyes y una libacin. En se-gundo lugar merece la pena destacar el detalle que los bueyes sacrificados eran arrojados al mar, as como la copa de la libacin y las crteras. El ritual tena sentido de accin de gra-cias. Las aguas de los ros y del mar reciban los sacrificios y tambin los objetos utilizados en los rituales que adquiran as el carcter de objeto sagrado y de ofrenda a los dioses.

    La costumbre de sacrificar Alejandro a los ros era antigua, pues se documenta ya en el principio de sus campaas en el norte de Macedonia, concretamente en el texto, citado, en que se dice que sacrific en las riberas del Istro a Zeus Salvador, a Heracles, y al propio Is-tro (Arr. I, 3.5). La ceremonia en aquella ocasin, como en todas las dems lejos de Grecia, tuvo lugar en la misma orilla del ro.

    De todos los datos aportados se desprende que Alejandro era un hombre religioso en extremo. Sus bigrafos as le retratan. Arriano (VII, 29.1), al trazar en pocas palabras el re-trato de Alejandro, se refiere a l como el ms piadoso de los hombres.

    2. Alejandro Magno, los templos y el sacerdocio.

    Este aspecto; tan importante para entender la compleja personalidad religiosa de Ale-jandro Magno, estamos bastante bien informados por Arriano, que sigue, como en la mayo-ra de las descripciones, a Ptolomeo y a Aristbulo, testigos de los sucesos de la vida del rey. Ptolomeo fue muy minucioso en la toma de datos. Esta caracterstica de sus Memorias queda bien reflejada en la narracin de Arriano.

    Alejandro sola respetar los templos y el derecho de asilo de las personas refugiadas en ellas. Una excepcin fue Tebas (Arr. I, 8,8). La ciudad fue arrasada y no se perdon la vida a las mujeres y nios que haban buscado asilo en los santuarios. Este asunto estuvo siempre muy mal visto por los griegos de todas las pocas, como lo prueban las muertes de Ciln, el primero que intent la tirana en Atenas en 635, y del rey espartano Pausanias, ambos, que se haban refugiado en lugar sagrado fueron asesinados al salir, por necesidad, lo que mo-tiv el comienzo de la Guerra del Peloponeso. Ambos bandos se acusaron mutuamente de sacrlegos. Destruir los templos era uno de los mayores crmenes en el Mundo Antiguo. En este aspecto Alejandro Magno fue un hombre muy religioso. Con frecuencia ese respeto a los templos no se cumpla, como hicieron los cartagineses en las Guerras Greco-Pnicas de Sicilia, donde destruyeron las tumbas de Geln, el vencedor de Himera en 480 y de su es-posa Demarate (Diod. XIV 54.5-6). En la toma de Selinunte (Diod. XIII, 57.4-5) los tem-plos fueron saqueados; en Himera arrasados entre otros el templo construido para conme-morar la paz del 480 sobre Cartago (Diod. XIII, 6.4.4). En Selinunte los refugiados en los templos fueron asesinados (Diod. XIII, 86.1-3). En el ao 396 el general cartagins dio or-den de arrasar el santuario de Dmeter y Kore de Siracusa. En la Pennsula Ibrica sucedi lo mismo. Los dos heroon de la segunda mitad del s. V a.C. fueron inmediatamente arrasa-dos, as como el de Huelma (Jan), de la misma fecha. Toda la escultura ibrica que es de carcter religioso ha llegado hasta nosotros triturada. Ello se debe a las frecuentes luchas de unas tribus contra otras, de las que habla Estrabn (III, 4.5), y no a luchas de carcter social, de las que no se conserva huella alguna, ni a un cambio de mentalidad en la religiosidad

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    ibera. Volviendo al tema de Alejandro, en la degollina que tuvo lugar en Tebas participaron no slo los macedonios, sino otros pueblos que les ayudaron y que eran enemigos acrrimos de los tebanos, como los focenses, los plateases e incluso el resto de los beocios. Sin em-bargo, a los aliados que haban intervenido en el asalto a la ciudad, Alejandro les confi arreglar los asuntos de la ciudad. Les pareci bien arrasar la ciudad y repartir el territorio entre los aliados, esclavizar a todo el mundo, incluso a las mujeres y a los nios, respe-tando tan slo a los sacerdotes y sacerdotisas (Arr. I, 9-9). No fue respetado el derecho de asilo, pero no se repartieron las tierras propiedad de los templos ni los sacerdotes fueron hechos esclavos. La decisin la tom la Liga de Corinto, pero sin duda con el visto bueno de Alejandro.

    Al atravesar el Helesponto para invadir Asia, Alejandro levant un altar en el punto de partida y otro en el de llegada en honor de Zeus protector de los que arriban a nuevas tie-rras, de Atenea y de Heracles (Arr. I, 11.7).

    En Sardes plane Alejandro construir sobre las acrpolis de la ciudad un templo a Zeus Olmpico, y levantar un altar. Incluso inspeccion la fortaleza para elegir el lugar idneo. La irrupcin repentina de una fuerte tormenta fue interpretada por el monarca como seal divina que le indicaba el lugar donde deba ser construido el templo de Zeus (Arr. I, 17.6), y as lo dispuso. En feso orden tambin que se tributaran al templo de Artemis los mismos impuestos que antes pagaban a los persas (Arr. I, 17.10). Los habitantes de feso tomaron la venganza por su mano: ajusticiaron a los que haban saqueado el templo de Artemis, y a los que haban sacado del santuario la estatua de Filipo II, todo lo cual se hizo con el con-sentimiento de Alejandro.

    Al revs de lo que sucedi en Tebas, Alejandro en Tiro perdon a todos los refugia-dos en el templo de Heracles, entre los que se encontraban los habitantes de Tiro ms influ-yentes, el rey Acemilco, as como a algunos cartagineses que haban venido a Tiro, su me-trpoli, a rendir culto a Heracles siguiendo una antigua costumbre (Arr. II, 24.5). Segn Q. Curcio (Curt. IV, 4.18) Alejandro perdon slo a los embajadores de Cartago. Es ms vero-smil el relato de Cartago. Alejandro despus de quitar las cadenas de oro y las ataduras de la estatua de Apolo dijo que deba llamarse el dios Apolo Filoalejandro (Diod. XVII, 46.6), por el favor que le haba prestado.

    Al fundar Alejandra (Arr. III, 1.5) el monarca determin el nmero de templos que haba que levantar y qu dioses se veneraran en ella.

    El Ps. Calstenes indica que la consulta del orculo de Siwa se hizo en funcin de la creacin de Alejandra. Al fundar una nueva ciudad, lo primero que se haca era levantar los templos, como suceda al fundar una colonia. El texto ms significativo en este sentido es el referente a la fundacin de Naucratis, en el Delta del Nilo, que narra Herdoto (II, 178-179):

    Les otorg a Naucratis, como asiento comercial para cualquiera que quisiera estable-cerse en el pas. Tambin hizo concesiones de tierras para que los comerciantes griegos, que no deseaban vivir continuamente en Egipto, pudieran levantar altares y santuarios. Entre los ltimos, el mejor conocido y el ms frecuentado y tambin el ms grande, es el de Helenion. Fue construido conjuntamente por los jonios de Quos, Teos, Focea y Clazomenes, los dorios de Rodas, Cnido, Halicarnaso y Faselis, y los eolios de Mitilene. El santuario perteneci a estos Estados, y a ellos correspondi el derecho de nombrar los encargados de la direccin del puerto. Otras ciudades reclaman su participacin en el Helenion, pero sin base alguna. Los eginetas construyeron un templo a Zeus, por voluntad propia; los samios otro en honor de Hera y los milesios uno en honor de Apolo.

    Alejandro, al planear la fundacin de Alejandra, sigui, pues, esta vieja tradicin griega. Probablemente en otras fundaciones Alejandro Magno tom la misma determina-cin, aunque las fuentes no lo digan (Arr. IV 4.1; 22.5; 24.7; y 29-3; VII, 21.7). Arriano y Plutarco colocan la fundacin de Alejandra antes de consultar el orculo de Siwa; Diodoro

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    (XVII. 52), Justino (XL, 11.13) y Q. Curcio (IV 8), despus. Estos dos ltimos autores no mencionan expresamente las construcciones de templos en Alejandra; Diodoro menciona los palacios 9.

    Alejandro al decidirse a volver y no seguir su aventura rumbo a la India, mand que se erigieran doce altares, ms altos que las ms altas torres, y tambin anchos como una to-rre, sobre las que realiz sacrificios y certmenes gimnsticos e hpicos, segn se ha indi-cado (Arr. y 29-1). Estos altares los mencionan tambin Diodoro (XVII, 95.1), Q. Curcio (IX, 3.19) y Plutarco (AL LXII, 4).

    Alejandro castig a los que haban saqueado los santuarios y las tumbas, como hizo Orxines, gobernador de Persia (Arr. VI, 30.2).

    Sobre la construccin por orden de Alejandro a su vuelta de Babilonia del templo de Marduk (dios patrono de la ciudad), descrito por Herdoto (I, 181), Arriano (VII, 17, 1-4) aporta datos importantes, en el s. V a.C., como que estaba situado en el centro de la ciudad, que era de enormes dimensiones, que estaba construido de ladrillos amasados con asfalto y que Jerjes haba arrasado todos los templos de Babilonia al volver de su expedicin a Gre-cia. Segn unos autores Alejandro pens reconstruirlo y restituirlo a su ubicacin primitiva y por tal motivo orden a los babilonios que retiraran los escombros. Otros piensan que el nuevo templo iba a ser de mayores dimensiones que el antiguo. Al abandonar Babilonia para marchar a la India, Alejandro dio instrucciones de que las obras comenzaran, y as se hizo aunque con lentitud. Al Volver de su expedicin a la India decidi Alejandro que se concluyera la obra. Los caldeos por aquellos aos administraban los bienes del templo. Por tal motivo sospech Alejandro que los caldeos queran disuadirle de que entrara en Babilonia, ya que perderan los beneficios econmicos que les proporcionaba la gestin del templo.

    Razones diplomticas son la causa de la construccin de este templo, como de la ma-yora de los santuarios citados. La construccin de templo tuvo que ser una medida de ca-rcter poltico encaminada a atraerse el favor de las poblaciones. Tampoco se puede des-cartar que fueran motivadas, adems, por causas estrictamente religiosas. Alejandro dio como pretexto del incendio de Perspolis un motivo religioso (Arr. II, 18.12), cual fue el vengarse de las destrucciones de los templos de la Acrpolis de Atenas en el ao 480 a.C. a manos de los persas. Perspolis era una ciudad sagrada, pues en ella se celebraba la Fiesta del Ao Nuevo. Alejandro conden a los que robaron los templos, como a Cleandro, a Gita-cles, y a Heracn (Arr. VI, 27.4-5). A los dos primeros los conden a muerte; al igual que hizo con Orxines (Arr. VI, 30.2) por idntico motivo.

    3. Alejandro Magno y la adivinacin.

    Alejandro Magno utiliz continuamente los consejos de los adivinos antes de empren-der una accin importante. Esta consulta no slo fue peculiar del rey macedonio, sino que era costumbre extendida en Grecia. El rey espartano Lenidas consult a un adivino antes de la batalla de las Termpilas (Hdt. VII, 219-221).

    Ya al comienzo de la expedicin contra los persas sucedi un fenmeno portentoso (Arr. I, 11.12): Se divulg por entonces el rumor de que la estatua de Orfeo, hijo de Eagro el tracio, que estaba en Pieria, sudaba ininterrumpidamente. De este fenmeno cada adivino daba su propia interpretacin; entre estos, Aristandro, adivino de Telmiso, aconsej a Ale-jandro tener confianza, porque significaba claramente que para los poetas, tanto picos como lricos, y para cuantos compusiesen odas, iba a ser una penosa tarea hacer composi-ciones y celebrar las hazaas de Alejando. Aristandro fue el adivino oficial de toda la ex-pedicin. Alejandro le consultaba continuamente. No se puede dudar que en las respuestas adulaba al rey, que tena fe ciega en que la Fortuna estaba de su lado.

    9 E. M. Fraser, Ptolemaic Alexandria, I-IV, Oxford 1982.

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    Antes de volver a Macedonia, despus de hacer la paz con Atenas, Alejandro visit el famoso orculo de Delfos, que haba desempeado un papel tan importante en la Historia de Grecia 10. La Pitia le proclam invencible, lo que le anim a emprender su expedicin orien-tal Plutarco (Al. XIV 4) conserva una noticia curiosa sobre esta consulta, cuando pas Ale-jandro por Delfos estaba prohibido consultar el orculo, pues no era un da favorable. El rey oblig a la Pitia a drselo. Alejandro Magno estuvo de joven muy vinculado con el orculo de Delfos. Plutarco (Al. XXXVIII, 1) recoge otra profeca de este santuario: siendo todava nio Alejandro, la Pitia le profetiz que un licio le servira de gua en la expedicin contra los persas. Este mismo orculo anim ya a su padre, Filipo II, a iniciar una campaa militar contra los persas, lo que debi confirmar a Alejandro en sus planes.

    Al querer elegir el lugar ms apropiado para construir un templo a Zeus Olmpico en la acrpolis de Sardes, a cuya decisin ya hemos aludido en este trabajo, Alejandro interpret la irrupcin de la tormenta como un indicio divino que dictaba en qu lugar deba levantarse el templo.

    La consulta de los adivinos era prctica comn, no slo de Alejandro, el cual tena siempre bien presente sus vaticinios, sino tambin de sus principales seguidores. Parmenion (Arr. 1,18.6) aconsej a Alejandro presentar batalla no slo por confiar en la superioridad naval de los griegos sino por seguir el consejo de un adivino al que haba consultado. El au-gurio consista en que un guila se puso a la orilla del mar detrs de la proa de las naves de Alejandro. En esta ocasin Alejandro (Arr. I, 18.9) interpret el augurio de modo diferente a su general.

    Se podan obtener vaticinios de los acontecimientos ms variados. Las aves eran con frecuencia objeto de interpretacin. Cuando sitiaba Halicarnaso (Arr. I, 25.6-8) apareci una golondrina que revoloteaba instintivamente sobre su cabeza... Alejandro, molesto por el ruido, espant con la mano suavemente al ave, pero sta, lejos de alejarse al ser tocada por la mano, se pos sobre la misma cabeza de Alejandro y no levant el vuelo hasta que hubo despertado por completo el rey. Tom Alejandro este asunto de la golondrina como cosa nada balad, e inform del acontecimiento al adivino telmiseo Aristandro, quien le contest que aquello era indicio de la traicin de alguno de sus amigos, pero tambin aadi que lle-gara a descubrirlo, pues la golondrina es un pjaro que convive con el hombre de quien es su amigo, y ms dado a canturrear que ninguna otra avecilla. Se trataba en esta ocasin del complot de Alejandro, hijo de Arope. Quedaba, pues, claro por qu el adivino Aristandro predijo esta amenaza para Alejandro.

    Alejandro Magno interpretaba como intervencin divina muchos fenmenos acaecidos en momentos decisivos. Cuando caminaba hacia Perge, bordeando la costa, hubo un fuerte viento del sur, mas luego empezaron a soplar unas brisas del norte gracias a la intervencin divina (Arr. I, 26, 1-2). Arriano comenta que as lo crean al menos Alejandro Magno y los suyos, pues mientras soplaban los vientos del sur no se poda transitar por la costa. Alejan-dro estuvo toda su vida convencido de que los dioses protegan su vida y sus empresas.

    Alejandro Magno (Arr. II, 3.6-8) tuvo especial inters por deshacer el nudo del carro de Gordin, pues estaba vaticinado que quien fuera capaz de soltar el nudo del yugo del carro gobernara toda Asia. Al desatar el nudo, el monarca y sus acompaantes creyeron que el orculo se haba de cumplir y que aquel que lo solt iba a ser el dueo de Asia. Tal convencimiento creci cuando, al decir de las fuentes, toda la noche hubo truenos y relm-pagos, que fueron interpretados como signos prodigiosos.

    Antes de proceder a la fundacin de una ciudad eran examinadas las vctimas de los sacrificios buscando signos favorables a tal empresa, como en el caso de la fundacin de Alejandra (Arr. III, 1.5). La noche anterior a la batalla de Gaugamela, cuenta Plutarco (Al.

    10 J.J. Pollitt, El arte helenstico, Madrid 1989, 79.

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    XXX, 1.4) que mientras descansaba el ejrcito macedonio, Alejandro pas la noche de-lante de su tienda con el adivino Aristandro, realizando ciertas ceremonias arcanas y sacrifi-cando al Miedo. Se trataba de conjurar mediante ritos secretos el peligro de una gran derrota.

    Se consultaba a los adivinos ante situaciones imprevistas, lo que indica la necesidad psicolgica de interpretar prodigios incomprensibles a los comunes. Uno de los fenmenos atmosfricos a los que los antiguos concedan ms importancia como presagio era el de los eclipses de luna. Un eclipse como el acontecido en el ao 415 a.C. antes de la expedicin ateniense a Sicilia fue interpretado como mal presagio; y, en efecto, la expedicin termin en catstrofe. El 21 de septiembre del ao 331, antes de la batalla de Gaugamela hubo uno de estos eclipses. En esta ocasin se hizo un sacrificio a la Luna, al Sol, y a la Tierra, a cuya conjuncin se atribua el eclipse (Arr. III, 7.6), segn se indic antes. Se consulto el parecer del adivino oficial, Aristandro, quien interpret el eclipse en el sentido que la posicin de la luna era favorable a los macedonios, y a Alejandro, y afirm que el combate tendra lugar ese mismo mes, y que las vctimas presagiaban la victoria de Alejandro. Aristandro no slo predijo la victoria del ejrcito macedonio sino tambin la fecha de la batalla. Los augurios no slo se fundamentaban en el eclipse, sino en el examen de las entraas de los animales sacrificados.

    Alejandro no slo oa la interpretacin del adivino oficial sino a aquellos adivinos de los pueblos conquistados, como una medida poltica de atraccin de la poblacin local que tena confianza en los vaticinios de sus adivinos. As, al hacer su entrada en Babilonia visit a los adivinos caldeos, muy afamados, y sigui sus consejos acerca de la construccin del templo a Marduk (Arr. II, 16.5), y sobre los rituales a seguir.

    Las vctimas no siempre eran propicias a las acciones planeadas por el rey, como cuando se dispona a atravesar el ro y luchar contra los escitas (Arr. IV 4.2-3). Las vctimas no le fueron propicias, y Alejandro pospuso su decisin. Consultadas nuevamente las entra-as de las vctimas, Aristandro le profetiz algn peligro y manifest al rey que no era po-sible interpretar los sacrificios contra la evidencia de los signos del cielo por ms que Ale-jandro deseara obtener de ellas mejores noticias. Segn Q. Curcio (VII, 7.24) Alejandro oblig a Aristandro a modificar la prediccin; lo que prueba la potestad del rey para cam-biar el signo del vaticinio. Arriano (IV, 4.9) puntualiza que se cumpli la profeca de Aris-tandro al caer Alejandro enfermo de cierta gravedad. Las predicciones eran siempre lo sufi-cientemente flexibles, o incluso ambiguas, para obtener una respuesta favorable a los planes del rey, aunque se tenda generalmente a aceptar la interpretacin del adivino que era, en definitiva, mensajero de la voluntad divina. En la frontera de la India, cuando planeaba la travesa del ro (Arr. V, 28 A) las vctimas no fueron favorables, por lo cual desisti de la empresa y decidi tomar el camino de regreso desde el Indo.

    Aristandro no era el nico adivino oficial; tambin goz de respeto como augur una mujer siria famosa por sus predicciones. Arriano (IV 13.5-6) cuenta lo sucedido tomando esta vez como fuente a Aristbulo, testigo de los hechos que narra. La mujer siria, inspirada por la divinidad, segua a Alejandro, que la tomaba a broma. Esta mujer no obtena los pre-sagios de las entraas de las vctimas sino mediante el trance ext tico. Cuanto predeca se cumpla siempre, por ello hizo que Alejandro la tuviera siempre cerca, de da y de noche, convirtindose en la vigilante del sueo del rey. Estando en xtasis adivinatorio se encontr con Alejandro, y le aconsej que continuara bebiendo durante toda la noche. Alejandro lo interpret como una orden de los dioses; y volvi a la fiesta, donde abort una conjura ur-dida por los pajes. Alejandro tena fe ciega en las predicciones de los adivinos.

    Se obtenan predicciones de los ms variados fenmenos naturales. En las proximida-des del ro Oxo, cerca del lugar donde Alejandro coloc su tienda, brotaban dos manantia-les, uno de agua y otro de petrleo. Alejandro ofreci un sacrificio ante este hecho miste-rioso, siguiendo las indicaciones de los agoreros que en este prrafo se mencionan en plural.

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    Los adivinos queran interpretar el prodigio y sugirieron al rey la realizacin de sacrificios. Aristarco interpret la fuente de petrleo como indicios de futuros sufrimientos, pero tam-bin apuntaba a la victoria, que llegara despus de algunos contratiempos (Arr. IV, 15.7-8). La fuente de esta narracin es Ptolomeo, testigo del suceso.

    Se conoce (Plut. Al. LXXIII-LXXIV) el nombre de otro adivino de Alejandro, Pitgo-ras, y su forma de obtener los presagios, de forma tradicional examinando las entraas ani-males. En una ocasin este observ que un hgado examinado careca de un lbulo, lo que no fue entendido por Alejandro como advertencia necesariamente desastrosa.

    Alguna vez los augurios se hacan tras interpretar los sueos, como sucedi durante los preparativos que se haca para el asalto de la muralla de Tiro. Alejandro so que se acer-caba a los muros de la ciudad, y Heracles le estrech la mano derecha y le introdujo en la ciudad. Aritandro interpret el sueo como que la ciudad sera tomada despus de un labo-rioso esfuerzo (Arr. II, 18.1; Curt. IV, 2-3).

    Los pronsticos se obtenan tambin de visiones, como el caso de Clito. En esta oca-sin Anaxarco le confirm, tras la muerte de Clito, que lo sucedido era un deseo del hado (Plut. Al. LII, 1).

    Plutarco (Al. LXXIV) recoge algunos otros presagios. Una vez un asno acometi al len ms grande y ms hermoso de los que el rey haba criado y le mat de una coz. Otro da el monarca se levant para jugar a la pelota, y los jvenes que le acompaaban, al ir a coger la ropa, vieron sentado en el trono a un hombre que se haba colocado la diadema y la estola regia. El hombre contest a las preguntas que le hicieron. Dijo que haba llegado por mar con motivo de un pleito, que haba estado encarcelado mucho tiempo, que se le haba aparecido Serapis, el cual le quit los grillos y le condujo a aquel lugar con la orden de ves-tirse la estola regia y la diadema y sentarse en el trono permaneciendo en silencio. Serapis no poda ser el dios grecorromano, aunque as aparezca en el texto griego, pues su culto fue establecido despus por Ptolomeo I, sino que se tratara posiblemente del dios Oser-Hapi.

    Tambin es Plutarco (Al. LVII, 3) quien cuenta una ancdota muy significativa de la supersticin del monarca macedonio. Sucedi que una oveja pari un cordero que en la ca-beza tena la figura, el color de una tiara y la forma de unos testculos a ambos lados. Ale-jandro se asust mucho y lo interpret como un mal presagio. Para evitar males se hizo pu-rificar por unos babilonios que llevaba consigo, sin duda para estas ocasiones lmite, lo que confirma su personalidad en extremo supersticiosa y su dependencia de los adivinos y magos.

    Alejandro (Curt. IV 10.4-6) consult tambin a los adivinos egipcios, a los que el rey consideraba los ms versados en el conocimiento del cielo y de los astros, y que acompaa-ban al ejrcito macedonio. Les pidi opinin acerca de un eclipse de luna que sucedi el 1 de octubre del 331 a.C. Los adivinos no quisieron divulgar sus conocimientos sobre las cau-sas de los eclipses lunares. El eclipse anunciaba la victoria de los griegos.

    Conocemos por Plutarco (Al. L) el nombre de otro de los adivinos que actuaba al lado de Aristandro, de nombre Clemenes.

    A veces actuaban unidos los adivinos griegos y los magos persas, como en el banquete que Alejandro hizo antes del viaje de regreso de los veteranos de su ejrcito (Arr. VII, 11.8).

    El ltimo augurio que Alejandro oy en su vida fue al cruzar el Tigris camino de Ba-bilonia. En el camino se encontr con unos profetas caldeos, que apartaron al rey de la co-mitiva y le rogaron qu no se encaminara a Babilonia, pues Marduk les haba dado un or-culo segn el cual nada bueno le aguardaba en la ciudad. Alejandro desoy el consejo, por relacionar el orculo con la dificultad del terreno y no con dificultades de mayor grado. Arriano (VII, 16.5-7) y Diodoro (XVII, 112.2-3; 116.1-2) comentan que el destino le con-duca inexorablemente hacia la muerte, que lleg el 10 de junio del ao 323. Poco antes de esa fecha los adivinos no profetizaron nada bueno para el rey (Arr. VII, 24.3). Ofreci sacri-

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    ficios segn las indicaciones de los adivinos (Arr. VII, 24.4). Todava ante la gravedad de la enfermedad varios compaeros estuvieron de guardia durante la noche en el templo de Oser-Hapi (Serapis en el texto griego de Arriano) para preguntar al dios si era conveniente y mejor llevar a Alejandro al templo de la divinidad y hacer splicas por su curacin (Arr. VII, 26-2). La respuesta del dios fue que no movieran el cuerpo del rey de donde estaba. Arriano es muy minucioso en sus descripciones, como ya se ha indicado, pues no slo ma-neja las obras de Ptolomeo y Aristbulo, contemporneos de Alejandro, sino tambin las Efemrides reales, que Arriano menciona en dos ocasiones, quizs a travs de Ptolomeo con ocasin de la narracin de la muerte de Alejandro, que fue anunciada por algunos presagios (Arr. VII, 30.2).

    Se pueden aadir todava algunos datos que ilustren el perfil supersticioso de Alejan-dro. Cuenta Plutarco (Al. LXX, 2-4) a propsito de una acusacin de Casandro contra unos que haba hablado mal de Antpatro: Luego que Alejandro cedi a los temores religiosos, qued con la mente perturbada de terror y espanto, y no haba sospecha balad que fuera desatendida, ni tan extraa que sirviera de seal, ni presagio que fuera desatendido, motivo por el cual el palacio estaba lleno de sacrificadores, de expiadores y de adivinos que llena-ban el nimo de Alejandro de necesidades y de miedo.

    Posiblemente Alejandro crea que los dioses indicaban a los hombres el camino a se-guir, a travs de signos, smbolos y hechos de la vida cotidiana, que tenan que ser interpre-tados por gentes especializadas en este lenguaje simblico de lo divino, de modo que lo su-persticioso en Alejandro puede ser entendido como una forma particular de religiosidad.

    En la formacin de la mentalidad supersticiosa de Alejandro, a la que se refiere expl-citamente su bigrafo Q. Curcio (IV 2.12) parece que nada tuvo que ver la educacin de su maestro Aristteles. La obra de Tucdides, al contrario que la de Herdoto, est desprovista de todo elemento supersticioso o adivinatorio, lo que indica que en la Atenas del s. V a.C. haba una clara corriente intelectual contraria a la especulacin, a los augurios y a la magia en general. Los sofistas fueron tambin contrarios a estos fenmenos.

    4. Alejandro Magno y el culto de los muertos.

    Enterrar a los muertos era un acto religioso. El no hacerlo se castigaba duramente. Los navarcas atenienses vencedores en el combate naval de las islas Arginusas, en el 406 a.C., fueron condenados a muerte por no recoger los cadveres del mar y darles sepultura, a pesar de que tal tarea era dificultosa por la tormenta.

    La mayor desgracia para los familiares de un difunto es que el cadver no recibiera se-pultura. En todas las culturas mediterrneas ese hecho era considerado calamitoso. En el relato bblico, David y Goliat se amenazaron mutuamente con dejar insepulto el cadver de su enemigo para que fuera devorado por las aves y las fieras (ISm. XVII, 44-46). En la le-yenda de Keret se considera gran desgracia no recibir sepultura. Cuando no se recuperaba un cadver se construa su tumba vaca, tal como se documenta en las necrpolis ibricas de Galera, Peal de Becerro y Castulo. A la existencia de estas tumbas vacas se refiere en va-rios epigramas \z Antologa Palatina (XIII, 27; VII, 273, 497, 506, 539, 652, 654). A Eneas, en su descenso al Hades, le pidi Palinuro que diese sepultura a su cadver, que permaneca flotando sobre las-olas del mar (Virg. Aen. y 893; VI, 37). Es ste un aspecto que no se suele tratar al hablar de la figura de Alejandro Magno, y que creemos importante por com-pletar los aspectos anteriores relativos a su religiosidad.

    Alejandro Magno tuvo como modelo a Aquiles, y las obras de Hornero eran su lectura de cabecera. El gran poeta pico dedic el ltimo libro de su Ilada a narrar los juegos fne-bres organizados por Aquiles en honor de su ntimo amigo Patroclo. Alejandro Magno, ape-nas subi al trono, lo primero que hizo fue celebrar las honras fnebres de su padre (Diod. XVII, 2.1). Alejandro era muy joven, slo 20 aos, pues haba nacido en el 356 a.C., pero

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    tena ya muy claro que era un acto de justicia y de piedad enterrar los cadveres. Alejandro mand enterrar a los macedonios cados en la lucha contra Tebas (Diod. XVII, 14.1), y mostr ya preocupacin porque a su muerte se le hicieran honras funerarias.

    En Eleunte ofreci un sacrificio sobre la tumba de Protesilao, que fue el primer griego que desembarc en Asia. Arriano (I, 11.5) interpreta este sacrificio en el sentido que Ale-jandro buscaba una arribada y un viaje ms propicio que el de Protesilao.

    Celebr solemnemente los rituales de duelo en honor de los griegos muertos en Troya. El rey realiz un sacrificio en honor de Pramo sobre el altar de Zeus intentando aplacar la ira de Pramo contra el linaje de Neoptlemo, del que l mismo era descendiente, como interpreta Arriano (I, 11.8) o mejor Ptolomeo, su fuente de informacin en este caso, testigo de los hechos que recoge en sus Memorias.

    Alejandro deposit una corona sobre la tumba de Aquiles, y otro tanto hizo Hefestin sobre la de Patroclo (Arr. I, 12.1). Plutarco (Al. XV, 4) aade algn dato importante sobre el ceremonial funerario: el rey ungi profusamente la estela levantada en honor de Aquiles, corri desnudo con sus amigos alrededor de ella, segn es costumbre, y la coron.

    Estamos informados acerca de algunos exvotos, ofrecidos esta vez por Crtero, en el santuario de Delfos (Plut. Al. XL, 4), de una cacera en la que estaba esculpida en bronce la imagen de un len, de los perros, la del rey en actitud de haber matado al len, la del mismo Crtero, que le asista. Unas esculturas fueron obra de Lisipo y otras de Lecares, dos de los mejores escultores del momento.

    Las ofrendas a los dioses en seal de agradecimiento tenan gran tradicin en el mundo griego. Son frecuentes las ofrendas en el santuario de Delfos. Ya Giges (primera mitad del s. VII a.C.) ofreci grandes cantidades de objetos preciosos al santuario. Herdoto (I, 14) escribe sobre el particular: Giges, una vez en el trono, envi a Delfos cuantiosas ofrendas, pues la mayora de las ofrendas de plata que hay en Delfos son suyas; y adems de la plata ofreci gran cantidad de objetos de oro, entre los que merecen especial atencin unas crte-ras, en nmero de seis, que fueron consagradas por l. Giges, adems, fue, entre nosotros, que sepamos, el primer brbaro que consagr ofrendas en Delfos, despus de Midas, hijo de Gorgias, rey de Frigia, Resulta que Midas finales del s. VIII a.C. ya haba consagrado el trono real en el que se sentaba para impartir justicia. Famosas fueron las fabulosas ofrendas de objetos preciosos donados a mitad del s. VI a.C. por Creso, minuciosamente enumeradas por Herdoto (I, 50-54). Otro ejemplo es el famoso auriga, hoy en el museo de Delfos, obra donada al santuario hacia el ao 477 a.C. por el tirano Polizalo de Gela. El au-riga fue el vencedor de una carrera de carros en los Juegos Pticos. Se ha atribuido este bronce a Pitgoras de Regio.

    Alejandro orden (Arr..1,16.4.6) al gran escultor Lisipo hacer 25 estatuas de bronce en honor de otros tantos compaeros muertos en el Cermico (Plut. Al. XVI, 8) 11.

    Despus de cada gran batalla o tras conquistar una ciudad importante Alejandro man-daba enterrar los cadveres, como hizo en Tiro (Diod. XVII, 46.6). Los muertos de su ejr-cito eran enterrados con grandes honores. Los datos conocidos en este sentido son numero-sos. Nos referimos a los ms importantes. Alejandro enterr con todos los honores a Hctor, hijo de Parmenin, por el que el rey tena un especial cario, y que haba muerto ahogado en el Nilo (Curt. iy 8.7). Concluida la batalla de Arbelas, en 331 a.C., orden sepultar a los muertos (Diod. XVII, 54.3). El respeto que Alejandro mostr hacia los muertos se hace ex-tensivo tambin a los generales persas cados en la batalla o a los mercenarios griegos. Tri-but honras fnebres reales al cadver de su enemigo Daro III (Arr. III, 22.6). Es ste un rasgo de enorme generosidad y que evidencia su gran altura humana.

    11 J. J. Pollitt, op. cit. 85-88. G. Calcani, L'immagine di Alessandro Magno nel gruppo equestre del

    Granice, Alexander the Great. Reality and Myth, 29-39.

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    Segn Diodoro (XVII, 73-3) Alejandro orden enterrar a Daro al comienzo del ao 330/329 a.C., a quien encontr muerto. Arriano (II, 21.10-22.1), Plutarco (Al. XLIII, 3-5) y Justino (XI, 15.5-15) puntualizan unnimes que devolvi el cadver a los persas para que lo enterrasen. Slo Plutarco menciona a la madre del rey difunto. Este autor (Al. XXI, 1) es-cribe que autoriz a la esposa y a la madre de Daro a enterrar a cuantos persas quisieran, tomando las ropas y todo lo dems necesario para el ornato fnebre del botn de guerra. La esposa del rey Daro III muri, segn Plutarco (Al. XXy 1) de sobreparto. Alejandro la llor amargamente (Curt. iy 10.19-24). Las honras fnebres se celebraban segn la moda persa en estas dos ocasiones.

    Demarato de Corinto, siendo ya muy anciano, viaj a ver a Alejan dro, y muri poco despus de agotamiento. Alejandro (Plut. Al. LVI) orden darle exequias ostentosas, que consistieron en que el ejrcito levantara un gran tmulo de gran circunferencia, de ochenta codos de altura. Su cadver fue llevado al mar en un carro magnficamente ador nado, tirado por cuatro caballos.

    El rey prepar el entierro y los funerales de Ceno, uno de los compaeros ms leales (Arr. VI, 2.1). Tena Alejandro un especial cuidado de las tumbas profanadas. Orden a Aristbulo restaurar la tumba de Ciro para dejarla como estaba al principio, para depositar luego los restos del cadver en el sarcfago y taparlo nuevamente, restaurando todo el des-trozo, extender el divn con sus bancales y rehacer los restantes elementos destruidos y sus-tituidos por otros iguales, tapar la pequea entrada, cerrando parte de la puerta con piedra y parte con mortero, y grabar sobre el mortero el sello real. De esta tumba y de su contenido se lee una descripcin detallada en la obra de Arriano (VI, 29-4-10). Alejandro someti a tortura a los magos que cuidaban de la tumba de Ciro. Los someti a torturas para que de-lataran a los violadores. Como no daban el nombre de los violadores, los dej libres (Arr. VI, 2.9-11).

    Estos saqueos de tumbas y de santuarios eran frecuentes, como puntualiza Arriano (VII, 4.2) por parte de los gobernadores, los cuales crean que Alejandro no regresara de su expedicin a la India.

    Afect mucho a Alejandro la muerte de Hefestin. Arriano (VII, 24.2-10) se hace eco de los sentimientos de dolor del rey. Este se encarg personalmente de organizar los juegos funerarios, esplndidos, en honor de su ntimo y fiel amigo, y dio muestras de profundo dolor en algunos momentos, como cuando se ech baado en llanto sobre el cadver de su amigo. Alejandro mat al mdico, de nombre Glaucias, que se equivoc en la dosis de me-dicamento que administr a Hefestin. Se cort los cabellos, como hizo Aquiles en una si-tuacin idntica de duelo, y condujo personalmente durante un buen trecho el carro funera-rio que transportaba el cadver de Hefestin; y mand arrasar el templo de Asclepio en Ec-batana, aunque este hecho Arriano duda que fuera cierto; y mand llevar a Epidauro una ofrenda a Asclepio con una inscripcin quejndose de lo poco que haba ayudado el dios de la medicina a su amigo enfermo. Orden hacer sacrificios en honor de Hefestin como si se tratase de un hroe, segn afirman la mayora de los historiadores. Segn otros, envi una embajada al orculo de Anin, consultndole si proceda hacer sacrificios a Hefestin como si se tratara de un dios (Just. XII, 12.12). La respuesta fue negativa. El monarca encarg a Clemenes que construyera en Alejandra, en honor de Hefestin, un templo de hroe, y un segundo en la isla de Faro, templo que deba ser muy grande y costoso (Arr. VII, 23.7). Hefestin, del que se conserva una soberbia cabeza fundida en bronce en el Museo del Prado, cas con la hija menor de Daro III, Dripetis, hermana de la segunda mujer del rey, Estatira. Muri en el ao 324 a.C. en Ecbatana.

    Todos los historiadores coinciden en que Alejandro durante tres das no comi ni cuid su cuerpo, sino que pasaba el tiempo llorando sin cesar. Plutarco (Al. LXII) aade un dato ms sobre las honras fnebres: en el ejrcito ces el toque de flauta y todo tipo de msica,

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    por un largo tiempo, hasta que hubo respuesta de la demanda cursada al orculo de Amn. A imitacin de Aquiles, que ofreci a los manes de Patroclo prisioneros troyanos (escena representada en la tumba Franois de Vulci, fechada hacia el s. II I a.C.). Alejandro acab pasando a cuchillo a todos los que estaban en edad de llevar armas, dando a esta matanza categora de ofrenda a los manes de Hefestin. Se trata de un sacrificio humano de carcter funerario, como aquellos que se celebraban en las honras fnebres etruscas 12. En los ritua-les cartagineses igualmente se inmolaban vctimas humanas en honor de los difuntos. As, el general cartagins Anbal despus de la toma de Himera, 409-408 a.C., sacrifico a los ma-nes de su abuelo Amlcar, muerto en 480, tres mil prisioneros (Diod. XIII, 80). En las tum-bas de Salamina de Chipre, del s. VIII a.C., hay depsitos de restos humanos sacrificados.

    Alejandro mand al arquitecto de Rodas, Deincrates, que levantara en Babilonia una pira en honor de Hefestin. Este arquitecto es el mismo que dirigi el acto fundacional de Alejandra, que segn Arriano cost 10.000 talentos, cifra que Diodoro (XVII, 115) as-ciende a 12.000.

    Diodoro aporta ms datos sobre los funerales de Hefestin organizados por Alejandro, corno la orden que Alejandro curs a las ciudades para que, en la medida de las posibilida-des de cada una, contribuyeran a las honras funerarias, e inst a todos los pueblos de Asia a apagar el fuego sagrado, segn se haca en los funerales de los reyes persas, lo que fue in-terpretado por el pueblo como seal negativa. Los comandantes y amigos, para congraciarse con el rey, mandaron fabricar estatuas de marfil, de oro y de otros materiales preciosos, con la figura de Hefestin. El rey convoc a los arquitectos y artistas de ms prestigio para le-vantar el monumento fnebre. Hizo abatir un trozo de muralla de diez estadios de longitud, cuyos materiales hizo trasladar, nivelando con ladrillos el suelo de la pira, que tena forma cuadrada, de un estadio de longitud en cada lado. Despus dividi la superficie en veinte compartimentos extendidos sobre una cubierta de tronco de palma. Dio a las construcciones una forma piramidal. El exterior del monumento fue decorado. La base estaba cubierta de proas doradas de quinquerremes, en total 240, cada una con sus espolones y con las figuras de dos arqueros de cuatro palmos arrodillados. Sobre el puente haba estatuas de soldados armados, de cinco palmos de alto. Banderas de fieltro de color escarlata ocupaban los espa-cios intermedios. Sobre este decorado, el segundo orden, de quince palmos de altura, estaba ocupado por coronas de oro sobre torretas y sobre la llama guilas con las alas desplegadas y las cabezas inclinadas haca abajo. El tercer orden estaba decorado con escenas de caza de animales de todo tipo. El cuarto, con una centauromaquia dorada; y el quinto con leones y toros de oro, alternando. Armas macednicas y brbaras adornaban la parte superior. Unas simbolizaban las empresas gloriosas; las otras las derrotas. En la parte superior se colocaron figuras de Sirenas mirando al interior, entre las que haba algunas que entonaban lamentos en honor del difunto.

    Las escenas de los combatientes y de los cazadores tenan fuerte carcter funerario. Basta recordar el sarcfago del propio Alejandro 13. Las guilas, los toros, los leones y las sirenas tambin poseen un rol funerario entre todos los pueblos del Mediterrneo. Estn presentes junto a escenas de caza y combate en los heroon de Obulco (Porcuna, Jan) en la 12 M. Pallottino, La peinture trusque, Ginebra 1952, 115-117. S. Steingrber, Catalogo ragionato della

    pittura etrusca, Miln 1985, 380-383, lm. 183. Ambos libros son tiles como referencia para la tumba Franois. Para los sacrificios humanos, las pinturas de la Tumba de los Augures, fechada hacia el 530 a.C. (M. Pallottino, op. di., 40; S. Steingrber, op. cit. 289, lms. 18-22); la Tumba de las Olimpiadas, hacia el 510 a.C. (S. Steingrber, op. cit. 333, lm. 122), y la Tomba della Pulcella, en Tarquinia, hacia 510 a.C. (S. Steingrber, op. cit. 341-342, lm. 137). Estos juegos funerarios podan ser los precedentes de los combates de gladiadores, que en origen tambin seran fnebres, representados en tumbas de Paestum fechadas en el s. IV a.C., donde adems se representas carreras de bigas, jinetes, escenas de duelo y banquete (A. Pontrandolfo, A. Rouveret, Le tombe dipinte di Paestum, Mdena 1992).

    13 J. J. Pollitt, op. cit. 79-82, figs. 32-33; 86-88, figs. 37-38.

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    segunda mitad del s. V a.C. 14. Diodoro aade un dato importante no recogido por Arriano: que Alejandro Magno orden a todos hacer sacrificios a Hefestin como si fuera un dios asociado al propio Alejandro. La misma tradicin del culto divino a Hefestin est en la obra de Justino (XII, 12.12) sin correspondencia con las noticias de Arriano y Plutarco (Al. LXXII, 2). Segn Diodoro lleg uno de los amigos de Alejandro con la respuesta del or-culo de Amn, que ordenaba sacrificar al dios Hefestin. A Alejandro le agrad mucho que el Amn hubiera confirmado su deseo. Cumpli el rey el sacrificio el primero, ofreciendo un esplndido banquete a todos, despus de haber sacrificado doce mil vctimas de toda es-pecie, cifra que indica la ostentacin y magnificencia de los funerales y la verdadera devo-cin del rey por su amigo antes y despus de su muerte. El banquete, en este caso, adquiere un claro papel funerario, al modo de los representados en las tumbas etruscas 15.

    Alejandro declar el luto oficial por todo su Imperio. Muchos compaeros se ofrecie-ron, con sus armas, como seal de veneracin al difunto Hefestin. El primero fue Eume-nes. Alejandro no cubri el puesto que haba dejado Hefestin al frente de la caballera. El batalln montado tom a partir de entonces el nombre del difunto, y su estandarte fue sus-tituido por otro que haba diseado en vida el mismo Hefestin.

    Luego el rey mand que se hicieran competiciones gimnsticas y musicales, de indu-dable carcter funerario, a imitacin de los organizados por Aquiles en honor de Patroclo, y los descritos grficamente en las tumbas etruscas 16, en las esculturas iberas 17, en las que 14 J. M. Blzquez, Fenicios, griegos y cartagineses en Occidente, Madrid 1992, 387-421. J. M. Blzquez, J.

    A. Gonzlez Navarrete, The Phokaian Sculpture of Obulco in Southern Spain, AJA 89, 1985, 61-69, lms. 9-20. J. A. Gonzlez Navarrete, Escultura Ibrica del Cerrillo Blanco, Porcuna, Jan, Jan 1987.

    15 S. Steingrber, op. cit. 298, lm. 39, Tomba della Caccia al Cervo, en torno al 450 o poco despus; S. Steingrber, op. cit. 324, lm. 105, fechada entre 480/324 a.C., la Tomba dei Leopardi; S. Steingrber, op. cit. 327, lms. 116-117, Tomba Maggi, del segundo cuarto del s. V a.C.; S. Steingrber, op. cit. 332, lm. 118, Tomba della Nave, de finales del s. V a.C.; S. Steingrber, op. cit. 343, lm. 139, Tomba Querciola I, de finales del s.V o primera mitad del s. IV a.C.; S. Steingrber, op. cit. 344, lms. 139-140, Tomba della Scrofa Nera, de mediados o tercer cuarto del s. V a.C.; S. Steingrber, op. cit. 346-347, lms. 146-149, Tomba degli Scudi, del tercer o ltimo cuarto del s. IV a.C.; S. Steingrber, op. cit. 372-373, lm. 174. Todas estas tumbas se sitan en Tarquinia.

    16 S. Steingrber, op. cit. 318-319, lms. 95-96, del segundo cuarto del s. IV a.C., Tomba del Guerriero, Tarquinia, con escenas atlticas, acrobticas, banquetes, interpretaciones musicales. Tambin en la ci-tada tumba de las Olimpiadas se representan competiciones deportivas, pugilato, carrera pedestre, salto, lanzamiento de disco y carreras de cuatro bigas; S. Steingrber, op. cit. 338, lm. 135, Tomba dei Pig-mei, de la mitad o tercer cuarto del s. IV a.C. con escena de banquete y cortejo de jinetes, que son un componente de las honras fnebres. Todas ellas en Tarquinia. Aadir, en Vulci, S. Steingrber, op. cit. lm. 189, del segundo cuarto del s. V a.C. la Tomba dell Cole Cassuccini, con escena de banquete y juegos atlticos, carreras de bigas, y danzas; S. Steingrber, op. cit. 211, lms. 191-192, de la misma fe-cha y localidad, con banquete y juegos atlticos, carreras de biga; S. Steingrber, op. cit. 279-281, lm. 193, Tomba della Scimmia, en torno al 480/470 a.C., con varios tipos de competiciones agonsticas, y de espectculos en honor del difunto, Vulci. La msica acompaa a los banquetes y a las competiciones agonsticas a veces; en otras, se danza, como se ve en las escenas de la tumba etrusca del Triclinio, en Tarquinia (S. Steingrber, op. cit. 355-366, lms. 168-171), fechada en torno al 470 a.C., con dos cor-tejos de danzantes; tambin en la citada Tumba di Leopardi, con un friso de aulistas y citaristas (S. Steingrber, op. cit. lms. 106-108). En la citada Tumba de los Escudos un aulista y un citarista acom-paan al banquete del matrimonio; etc. En los rituales funerarios de Urso, Osuna (Sevilla), colonia fun-dada por Csar en el 44 a.C., un aulista acompaa con su msica los rituales fnebres de jinetes y com-batientes, en relieves fechados a comienzos del s. III a.C.

    17 J.M. Blzquez, S. Montero, Ritual funerario y status social: los combates gladiatorios prerromanos en la Pennsula Ibrica, Veleia 10, 1993, 71-84. J.M. Blzquez, Posibles precedentes prerromanos de los combates de gladiadores romanos en la Pennsula ibrica, El anfiteatro en la Hispania Romana, 31-36. Los rituales funerarios del estilo de los organizados por Alejandro se documentan en Grecia, Etru-ria, Paestum, la Pennsula Ibrica y Tracia (J.M. Blzquez, Los rituales funerarios de la tumba tracia de Kazanlak y sus paralelos en Grecia, Etruria, Campania, Lacio, la Pennsula Ibrica y Chipre, en

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    participaron tres mil competidores, nmero igual a los que intervinieron en el funeral de Alejandro.

    Las seales de duelo fueron grandes en casos de muerte de otros amigos de Alejandro, como Clito, en el ao 328 a.C. (Plut. Al. LII): Pas toda la noche en llanto, y al da siguiente, cansado de gritar y de lamentarse, yaca callado, emitiendo slo profundos suspiros.

    Alejandro Magno, descendiente de Zeus y de Heracles. Dioniso como modelo.

    Antes de tratar este punto fundamental en la religiosidad de Alejandro conviene recor-dar la interpretacin que de l hizo Arriano (VII, 29-3), tambin aceptada por Plutarco (Al. XXVIII, 6).

    Ni siquiera me parece un grave error de Alejandro el hecho de que retrotrajera su ascen-dencia al linaje divino, si no se trataba de otra cosa que de una aagaza de cara a sus sbdi-tos, y por darse mayor dignidad. Es ms, a mi parecer, que fue un rey menos famoso que Minos, Eaco o Radamanto, quienes haban hecho remontar su origen hasta Zeus, sin que por ello los hombres de antes lo considerasen un acto de arrogancia. Lo mismo ocurri con Te-seo, que se hizo pasar por hijo de Poseidn, o con Ion, hijo de Apolo.

    Alejandro Magno se consider descendiente de Heracles y de Zeus. Por lnea paterna Alejandro descenda de Heracles, hijo de Zeus y de Alcmena, y por lnea materna de los Ecidas, que remontaban el origen de su estirpe a Neoptlemo (Diod. XVII, 1.6). Por su parte, Aquiles era hijo de Peleo y nieto de Eaco, engendrado por Zeus y Egina. Por ambas partes Alejandro estableci su conexin con Zeus. Las fuentes son bien explcitas en este punto. Anaxarco, en la discusin con Calstenes sobre la proskynesis, afirma que Alejandro era descendiente de Heracles, como la Dinasta Macednica (Arr. IV, 10.6; 1.6). Alejandro crea que Dioniso y Heracles haban llegado a la India, tenindolos, pues, por modelos a se-guir. El primero fund la ciudad de Nisa (Arr. V 2.1-7), y el segundo no pudo apoderarse de la Roca de Aorno, lo que Alejandro intent y logr en el verano del 327. En la India Ale-jandro imit la marcha triunfal de Dioniso (Arr. VI, 28.1.2; Curt. IX, 10.24; Plut. Al. 67; Diod. XVII.106.1). En el ao 325 Alejandro mand unir dos coches para recostarse en ellos y cruzar toda Carmania, junto a sus compaeros al son de la flauta, mientras su ejr-cito le segua coronado de guirnaldas y danzando. Los habitantes de Carmania salan por los caminos a su encuentro ofrecindole toda clase de alimentos y refinamientos. Segn nos di-cen, Alejandro haba preparado todo esto imitando a Dioniso, ya que sobre l corra un ru-mor segn el cual el dios despus de haber sometido a los Indios, atraves con una comitiva semejante la mayor parte de Asia, donde recibi la invocacin de Triambo y que sus vcti-

    R.M. Aguilar, M. Lpez Salva, L. Rodrguez Alfageme, Charis didaskalias. Homenaje a Luis Gil, Ma-drid 1995, 623-635). Juegos y ritos semejantes los vemos en los funerales del caudillo lusitano Viriato, en 139 a.C., segn las fuentes clsicas: El cadver de Viriato, magnficamente vestido fue quemado en una altsima pira; se inmolaron muchas vctimas, mientras que los soldados, tanto los de a pie como los de a caballo, corran formados alrededor con sus armas y cantando sus glorias al modo brbaro, y no se apartan de all hasta que el fuego se extingui. Terminado el funeral, celebraron combates singulares sobre su tumba (App. Iber. LXXI). Estos combates funerarios se dieron tambin en Carthago Nova en el ao 207 a.C. como parte de los ritos funerarios en honor del padre y el to de P. Cornelio Escipin, muertos pocos aos antes por la traicin de los celtberos en 212-211 a.C. (Liv. XXVIII, 21). Sobre los rituales funerarios hispanos entre los pueblos prerromanos, J.M. Blzquez, Diccionario de las religio-nes prerromanas de Hispania, Madrid 1975, 105-107; Idem, Religiones primitivas ibricas. II. Religio-nes prerromanas, Madrid 1983, 162-163, 209. Desde la perspectiva del arte: A. Blanco, Las esculturas de Porcuna, II. Hierofantes y cazadores, BRAH, CLXXX, 1, 1988, 15-16. El heroon de Porcuna, y otros del mismo estilo en Hispania, fueron destrozados, de lo que hay paralelos en el mausoleo de Ge-ln y de su esposa Demarate, destruido por los cartagineses en Siracusa en las Guerras Greco-Pnicas, ao 397-395 a.C. (J.M. Blzquez, Religiones de la Espaa Antigua, Madrid 1991, 189-195).

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    mas en la guerra se llamaron por este motivo Triambos. Arriano puntualiza que este relato no se encuentra en Ptolomeo ni en Aristbulo, ni en otro historiador fiable, y que por eso lo juzga poco digno de crdito.

    La pompa triumphalis dionisaca de vuelta de la India alcanz gran xito en el arte y est bien representada en sarcfagos y en los mosaicos 18. Alejandro parta con el ejrcito en las fiestas que celebraban los habitantes de Nisa en honor de Dioniso. Se coronaban con hojas de hiedra, entonando cantos a Dioniso e invocando al dios bajo diversos nombres. Muchos macedonios quedaron posedos por el dios; lanzaban los gritos de precepto y dan-zaban como sus adoradores (Arr. V, 2.6-7). Q. Curcio (IX, 10.24), por su parte, escribe:

    Dio orden Alejandro de que las aldeas por donde haba pasado fueran alfombradas con flores y con guirnaldas, y que en los umbrales de las casas fueran colocadas crteras repletas de vino y otras vasijas de gran capacidad. Adems muchos carros cubiertos con tablas para transportar bastantes soldados fueron decorados a manera de pabellones, unos con mantos blancos y otros con vestiduras preciosas. Abran la marcha los amigos del rey y la cohorte real, adornados con flores y coronas. De un lado se oa el sonido de la flauta, de otro el de las liras. Venan los soldados en plan de fiesta, sobre los carros engalanados segn las posibilidades de cada uno y llevando colgados a los costados sus armas ms lujosas. El rey y sus invitados marchaban sobre un carro repleto de crteras de oro y de enormes copas del mismo metal. De este modo avanz durante siete das este ejrcito que caminaba totalmente borracho.

    Plutarco (Al. LXVII) describe esta marcha, que se celebr en el ao 325, en los si-guientes trminos:

    Repuso all sus tropas y march en continua fiesta unos siete das por la Carmania. Con-ducanle a l y a sus compaeros con gran reposo ocho caballo en una especie de altar colo-cado en un tablado ms largo que ancho, alto y descubierto, banqueteando continuamente de da y de noche. Seguanle gran nmero de carretas cubierta con unas cortinas de prpura de diferentes colores, y defendidas otras con ramas de rboles verdes y recin cortadas; y en ellas caminaban los dems amigos y oficiales, con coronas sobre la cabeza y bebiendo. No veras all ni adarga ni casco, ni pica, sino que por todo el camino los soldados, con tazas, con cuernos y con copas tericleas, tomaban vino de grandes toneles y crteras al mismo tiempo, y otros recostados. Haba mucha msica de flautas y chirimas, y todo resonaba con versos y canciones y con algazara de mujeres posedas de Baco; y a este desorden y confu-sin de camino segua el juego de la bquica descompostura, como si el mismo dios se hallara presente y concurriera a aquel gozoso desfile.

    Arriano no concede mucho crdito a estas leyendas. Segn Eratstenes, citado por Arriano, los macedonios contaban estas historias para adular al rey. Sin embargo opinamos que es muy probable que se realizaran fiestas dionisacas del tipo de las descritas. Primero porque los macedonios celebraban anualmente la fiesta de Dioniso (Arr. IV, 8.1-2), y en se-gundo lugar por el deseo de imitar a Dioniso. Un cortejo dionisaco de gentes borrachas, a las rdenes de la hetaira ateniense Taide, que fue la concubina de Ptolomeo (Plut. Al. XXXVIII, 2) y que tuvo tres hijas, incendi Perspolis. Plutarco (Al. XXXVIII, 1-2) y Q. Curcio (V, 7) coinciden en esta versin. Diodoro (XVII, 71.3) afirma en otro prrafo que Alejandro quera destruir Perspolis para vengarse de la destruccin de los templos de la Acrpolis ateniense por Jerjes en el 480 a.C. La celebracin de estas fiestas dionisacas se acomodan bien al temperamento y costumbres de Alejandro, que frecuentemente banque-teaba con sus amigos (Just. XII, 3.12). Adems, como cuenta Plutarco al comienzo de la Vida de Alejandro, su madre Olimpade fue devota de Dioniso y furibunda bacante que par-ticipaba en los rituales dionisacos con dos serpientes amaestradas. 18 M. Matz, Die dionysiscben Sarkophage, I-IV, Berln 1969, passim.

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    Una tetradracma acuada por Alejandro expresa magnficamente la doble descenden-cia divina del monarca. En el anverso se represent la cabeza de Heracles cubierta por la piel del len de Nemea, y en el reverso aparece Zeus entronizado con sus atributos: el guila y el cetro. El prototipo de Zeus es el Baal de Tarso.

    Por razones polticas, quizs tambin religiosas, Alejandro Magno se consideraba des-cendiente de los dioses. Arriano y Plutarco son tajantes: tal atribucin era una aagaza para controlar ms fcilmente a los sbditos. La religin estaba al servicio del poder, como su-cede con frecuencia.

    5. Alejandro y el orculo de Siwa.

    Este orculo, en el desierto libio 19, fue tan famoso como los de Delfos y Dodona. Fue muy frecuentado, pues mantuvo buenas relaciones polticas con todo el mundo, con Car-tago, con la Cirenaica, con Esparta y con Atenas, ciudad que tena un templo de Amn, mencionado en un decreto del 333; y con Asia, ya que el rey troyano Laomedn lo haba consultado (Serv. In Vergil Aen. Y 30). La tradicin afirmaba que la propia Semramis lo visit (Diod. II, 14.3). Importantes polticos griegos fueron en peregrinacin, como Creso (Hdt. I, 46), Cimn (Plut. Cim. XVIII, 8), Alcibades (Plut. Nidos XIII, 2) y Lisandro (Plut. Lys. XX, 6; XX, 3). El mismo padre natural de Alejandro, Filipo II (Plut. Al. III, 1) era de-voto de Amn. Despus de un sueo, envi a Quern de Megalpolis a consultar el orculo de Delfos, el cual orden hacer sacrificios a Amn. .

    La consulta de este santuario por Alejandro es un hito importante para comprender su religiosidad; y tuvo gran trascendencia para los seguidores de Alejandro, que establecieron una filiacin divina con Zeus Amn. Arriano (III, 3.1-5) ofrece en este punto diferencias notables con las noticias de otros bigrafos de Alejandro. Segn Arriano, Alejandro sinti vivo deseo de visitar el orculo de Amn, primero para consultar el orculo, que tena fama de infalibilidad, y en segundo lugar porque, segn el relato mtico, Perseo lo haba consul-tado cuando fue enviado all por Polideuctes a buscar a la Gorgona, y Heracles cuando fue a frica en busca de Anteo y a Egipto a por Busiris. Alejandro, que se crea descendiente de estos hroes, quera emularlos, incluso sobrepasarlos en hazaas, como sucede con el peri-plo de Dioniso a la India. Haba atribuido su nacimiento a Zeus Amn, al igual que los mi-tos atribuan a Zeus la paternidad de Heracles y de Perseo.

    El rey quera consultar el orculo para conocer su destino. Parti de la ciudad de Para-tonio y atraves el desierto. Arriano da una distancia de 290 km citando a Aristbulo, que debi participar en la comitiva real. Despus se intern en el desierto, difcil de atravesar y sin pozos de agua. Durante el viaje llovi, lo que fue atribuido a la proteccin de los dioses. Los guas se perdieron. Arriano menciona, siguiendo a Ptolomeo, que tambin debi ir en la expedicin, que dos serpientes avanzaban delante del ejrcito, silbando. Una vez ms Ale-jandro vio en ese hecho la intervencin divina y orden que la comitiva siguiera a las ser-pientes, que habran de conducirlos al orculo. ste fue el rumor ms difundido. Arriano, bastante escptico, cree que Alejandro tuvo alguna ayuda divina pero no se decanta por una de las dos versiones, la de la lluvia o la de las serpientes.

    19 G. Radet, Le pelegrinage au sanctuaire d'Ammon, REA 28, 1926, 213-240. U. Wilcken, Alexanders

    Zug in die Oase Siwa, SBBertin 1928, 576-609, y la crtica de H. Berve en Gnomon 1929, 370-386. C.B. Welles, The discovery of Serapis and the Foundation of Alexandria, Historia 11, 1962, 271-298, con versin distinta de la propuesta de Arriano sobre la vuelta del viaje de Alejandro. A.B. Bos-worth, Alexander and Ammon, Festschrift E Schachermeyr, Berln 1977, 51-75. L. Braccesi, Ales-sandro all'oasi di Siwah, CISA 5, 1978, 68-73. D. Kienast, Alexander, Zeus und Ammon, Zu Ale-xander der Grosse, Festschrift G. Wirth, I, Amsterdam 1987-1988, 309-333. R Langer, Alexander the Great at Siwah, Anc.W. 4, 1981, 109-127.

  • J.M. Blzquez: Alejandro Magno, homo religiosus

    J.M. Blzquez G. Lpez Monteagudo De la versin digital, Gabinete de Antigedades de la Real Academia de la Historia

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    El orculo estaba situado en un oasis repleto de plantas cultivadas, de olivos y de pal-meras. Tena una fuente de agua fresca al medioda y templada a la puesta de sol, siendo su temperatura alta a la media noche. Se enfriaba