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7/26/2019 ETICA DE LA PAZ
1/218
Graciano Gonzlez R. Arnaiz Ed.)
Etica de la paz
V alor i dea l y de re ch o h u m a n o
NSAYO I Biblioteca Nueva
7/26/2019 ETICA DE LA PAZ
2/218
TICA DE LA PAZ
Valor, ideal y derecho humano
7/26/2019 ETICA DE LA PAZ
3/218
Graciano Gonzlez R. Arnaiz (Ed .), Jess Conill Sancho,
Rafael Junquera de Estfani, Jos Miguel Marinas Herreras,
Emilio Martnez Navarro, Pedro Sez Ortega,
Luis G . Soto y Javier de la Torre D az
TICA DE
LA PAZ
Valor, ideal y derecho humano
BIBLIOTECA NUEVA
7/26/2019 ETICA DE LA PAZ
4/218
Dise o cubierta: Jos Mara Cerezo
Los autores, 20 07
Editorial Biblioteca Nuev a, S. L., M adrid , 20 07
Almagro, 38
28010 Madrid
www.bibliotecanueva.es
editorial@bibliotecanueva.es
ISBN: 978-84-9742-642-8
Depsito Legal: M -31.265 -2007
Impreso en To p P rimer Plus, S. L.
Impreso en Espaa - Printed in Spain
Queda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de repro
duccin, distribucin, comunicacin pblica y transformacin de esta obra sin
contar con la autorizacin de los titulares de propiedad intelectual. La infrac
cin de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la pro
piedad intelectual (arts. 270 y sigs., Cdigo Penal). El Centro Espaol de De
rechos Reprogrficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
http://www.bibliotecanueva.es/mailto:editorial@bibliotecanueva.eshttp://www.cedro.org/http://www.cedro.org/mailto:editorial@bibliotecanueva.eshttp://www.bibliotecanueva.es/7/26/2019 ETICA DE LA PAZ
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NDICE
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PRESENTACIN
13
PRIMERA
PARTE
LA CONSTRUCCIN SIMBLICA DE LA PAZ
CAPTULO1.LA INVENCINDE
LA PAZ:
DE KANT AORTEGA
Y
GASSET,
Jess Conill Sancho
19
CAPTULO
2 .LAS
CONDICIONESDELA PAZ,
Jos Miguel Marinas
37
1.
El sntoma: ms all del conflicto, la crisis del vnculo social .. 40
2.
El diagnstico o la fuerza del revs 45
3.
Algo ms que pronstico: La tica del don y el vnculo social. 49
CAPTULO3 .LA PAZ,ALTERNATIVAA LAVIOLENCIA,
Luis G Soto ....
53
1. Paz
versus
violencia 53
2.
Pazpasosen falso 56
2.1.
Estructura contra personas 57
2.2.
Personas contra estructura 58
3.
La sustraccin de la violencia, la construccin de la paz 61
4.
La no violencia, el desarrollo 65
5. Derechos humanos, educacin para la paz 69
CAPTULO 4 . L A PAZC O M O DESARROLLOH U M A N O ,
Emilio Mar
tnez Navarro
71
1.
Qu significa afirmar que un pas est desarrollado? 72
2. Condiciones de posibilidad del desarrollo de los pueblos 71
2.1. Condiciones de posibilidad del desarrollo de la propia po
blacin 78
2.2.
Condiciones de posibilidad del desarrollo en relacin con
la naturaleza 80
2.3.
Condiciones de posibilidad del desarrollo en las relaciones
ntrelos pueblos 86
3.
La paz como parte del desarrollo pleno a escala mundial 98
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7/218
IO
ndice
SEGUNDA PARTE
LOS AVATARES DE UN DISCURSO DE LA PAZ
CAPTULO 5.TICA DELA PAZ.UNALECTURA MORALDELDERECHO
DE
PAZ,Graciano Gonzlez
R Arnaiz .. 103
1. La situacin tensional de un discurso sobre la paz 105
2. Cosmopolitismo y derecho a la paz 106
3.
Solidaridad originaria y derecho
de
paz:tica de la paz 112
4.
Cultura de la paz y Derechos Humanos ; 121
5. Obras de referencia 124
CAPTULO
6.LA
PAZ: DERECHO, VALOR
O
INSTRUMENTO?,Rafael
Junquera de Estfani
; 125
1. Paz frente a Guerra 127
2. Naturaleza de la Paz 136
2.1.
La Paz como reconciliacin entre culturas religiosas 136
2.2. La Paz como cultura y como derecho 139
2.3. La Paz como un valor jurdico 141
3.
La
Paz:
un derecho de solidaridad 143
4. Conclusin: La complejidad de un discurso sobre la paz 153
CAPTULO
7.ES
NECESARIA
LA
RELIGIN PARA CONSTRUIR
LA PAZ
MUNDIAL?,E Javierde laTorre Daz
157
1. Declogo de presupuestos 157
2. Elementos esenciales de una teologa pluralista 160
2.1. Las alianzas de Dios con los pueblos 161
2.2. Diversas Palabras de Dios 162
2.3.
Diversos rostros del misterio divino 163
2.4. Diferentes figuras salvficas 164
2.5. Distintos caminos de salvacin y liberacin 165
3.
Dilogo desde el compromiso con una tradicin religiosa 168
3.1. La regla deoro.Formulada de forma positiva afirma: Haz
a los dems lo que quieras que te hagan a ti mismo 169
3.2. El criterio de humanidad 170
3.3. Los cuatro mandatos nucleares 171
3.4. Unidad y fraternidad 173
3.5. Espacios sagrados de oracin y horizontes de sentido 174
3.6. La acogida al extranjero 175
3.7. La acogida al pobre 176
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I I
ndice
3.8 . La acogida familiar de la vida 176
3.9. La crtica al consum o 176
3.1 0. Crtica a los nacionalismos 177
4.
El papel de la paz en la tica mund ial 178
4.1. La paz en el nuevo horizon te global 180
4.2. Actitudes para construir un nuevo horizonte de paz 187
5.
Presupuestos de un nuevo paradigma pacfico 189
5.1.
Un nuevo hom bre integrador 190
5.2. Un a tica del cuidado 191
5.3.
N o violencia y autodisciplina 192
6. Conclusin 193
CAPTULO 8.TR ABAJA R LA EDUCACIN PARA LA PAZ EN LA ESCUELA:
UNAGUA DERECURSOS,
PedroSezOrtega
195
[Nota previa:] 195
1.
Antologa de materiales 196
1.1. Criterios 196
1.2. Textos tericos y unidades didcticas 198
1.3. Revistas y publicaciones peridicas 207
1.4. Intern et 20 9
2.
Un a lectura de la guerra y la violencia en el cine desde la edu
cacin para la paz 21 0
2.1. Argumentos 211
2.3-
Sugerencias para analizar pelculas blicas 21 2
2.4. Las violencias cinematogrficas del presente 21 5
2.5-
Pelculas sobre la violencia y sus causas 218
3. N ota bibliogrfica 220
AUTORES
221
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Presentacin
Tenemos que volver a hablar de la paz. Pero no de cualquier
manera y a cualquier precio. Tenemos que hablar de la paz, en paz,
en el en ten did o d e que en tica y en polticalas manerasconvalidan
el significado moral de lo que nos traemos entre manos. No en
vano, hemos titulado el libro como
Etica de la Paz.
Por lo dems, en la Filosofa Moral y Poltica, el tema de la paz
es un tema recurrente por inagotable. De manera que podemos de
cir, sin tem or a equivocarnos, que sob re la paz siempre hay algo que
decir; es ms, que no tenemos ms remedio que estar hablando de
ella, aunque slo sea para ejercer un contrapeso a los discursos que
avalan y de qu manera comportamientos y actitudes violen
tas, cuando no la guerra, sin ms.
Por eso decim os q ue es preciso volver a pensar, u na y otra vez,
la paz. Y volver a pensar la paz en su doble consideracin de ideal
m oral y poltico o si se prefiere, de ideal poltico a fuer d e m o
ra l.
Este es el marco en el que se encuadran los primeros siete
trabajos que, desde perspectivas diversas, confluyen en mostrar las
virtualidades prcticas de un pensamiento de la paz. El octavo
trabajo, no por l t imo menos importante, propone una ser ie de
vas para poder
trabajar
el tema de la paz en la educacin, en la
escuela.
Esta propuesta mltiple de la consideracin de la paz, de claro
sesgo universalizador, se desarrolla a la manera de dos crculos con
cntricos que hemos llamado La
construccin
simblica de la paz, el
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10/218
r
4 tica de lap az
primero, yLos avatares deundiscurso dela paz,el segundo. Los dos
hablan de la paz, pero con un registro distinto. Pues mientras en el
primero de ellos se trata de ver la pertinencia tal vez habra que
decir impertinencia de hablar de paz; en el segundo, la pertinen
cia
se
contempla como 'deber
(sic),
en el sentido de que se puede y
se debe hablar de Paz.
Divididas as que no escindidas unas de otras las aporta
ciones delimitan diversos aspectos que hay que tener en cuenta
cuando hablamos de la paz. En la primera de
ellas,
el profesor Jess
Conill se refiere a Kant com o pun to y aparte de toda una serie de
pensadores que han reflexionado sobre la paz, y de otros que han
proseguido su camino.La
invencin
de la paz: de K ant a Ortega y
Gasset
expone con claridad, maestra y determinacin, el punto de
arranque de una consideracin de la paz como ideal moral y po
ltico
que desde la modernidad no ha dejado de ser uno de sus
referentes privilegiados.
El profesor Jos Miguel Marinas, en su trabajo
Las condiciones
delapaz,
va tejiendo, sabiamente, los contornos requeridos para
que la paz se haga visible en el vnculo social; un vnculo social en
el que se condensa la dimensin tica de la
polis
y que acta como
ideal regulador en los conflictos o daos en los que se verifica un
posible discurso de la paz.
DeLa paz,
alternativa
a la
violencia
se ocupa el profesor Luis
G. Soto, que insiste en poner de relieve que la paz no es slo un es
tado de cosas sin violencia, sino tambin y sobre todo un pro
cedimiento contra la violencia.
Finalmente, el profesor Emilio Martnez Navarro lleva a cabo
una sugerente aproximacin al tema del desarrollo para hablar de la
paz. En su trabajo,
La
paz
como desarrollo
humano,tras revisar el
concepto de desarrollo humano, propone al mismo como condi
cin de posibilidad de una convivencia pacfica entre los pueblos y,
en consecuencia, como una delas ocasionesms claras para poder
hablar de paz.
El segundo crculo de esta reflexin conjunta sobre la paz, Los
avatares de
un
discurso de
la paz,es un esbozo de lo que suponepo
ner
a
trabajar
elconcepto de paz cuando se relaciona con los valo
res,
conlosDerechos Hum anos, con las distintas religiones o con la
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Presentacin
15
escuela, esto es, cuando de lo qu e hablam os es ya de una cultura de
la paz.
Precisamente, de esta cultura de la paz parte la consideracin
del profesor Graciano Gonzlez Arnaiz, para hablar de la paz
com o valor de cuarta generacin d e los Derecho s H um an os , en el
trabajo
Etica de la paz. Una lectura mora l del
derecho
de paz.
A tra
vs de los conceptos de cosmopolitismo y de solidaridad origina
ria, trata de considerar la raz antropolgica de la necesidadde la
paz y as poder considerar la paz como valor que reclama ser lle
vado a cabo.
El profesor Rafael Junquera, enLa paz: derecho, valor
o
instru
mento?realiza un minucioso y sugerente anlisis de ese fino hilo q ue
une el anhelo de todos nosotros de vivir en paz con la realidad de
los constantes enfrentamientos q ue ha n co nstituido nuestras res
pectivas historias . El objetivo es descubrir en qu m edid a la me
diacin del derecho puede paliar dichos conflictos y ser as til
para construir una cultura de la paz.
La inclusin del dilogo con las religiones para poder hablar
de una concrecin del valor de la paz en un proyecto de paz mun
dial es abordado, con gran despliegue y finura, por el profesor Ja
vier de la Torre en su trabajo Es necesaria lareliginpara construir
la paz mundial?
Como puede aprec ia r se , desde la s dos pe r spec t ivas , e l l ib ro
abarca un a serie de consideraciones q ue tiene n q ue ver con aspec
tos clave para la consideracin de la paz: la paz como ideal de
razn; la paz como capacidad para regenerar el vnculo social; la
paz co m o alternativa a la violencia; la paz com o valor mo ral y de
recho desde la consideracin de una lectura de cuarta generacin
de los derechos h um an os y la recurrencia de la religin en la cues
tin de la paz.
Pone r a trabajar todo s estos conceptos es el objetivo qu e persi
gue el trabajo del profesor Pedro Sez, uno de nuestros represen
tantes ms distinguidos en toda esta temtica, en
Trabajar
la educa
cinpara la paz en la
escuela:
una gua de recursos. En dicha contri
bucin se ofrece un elenco de materiales y de recursos para llevar
adelante una educacin para la paz en el contexto de la educacin
escolar.
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i 6
tica
de la paz
El conjunto resulta variado, pero no por ello menos sugerente
y esperanzador. Slo me resta invitar a los posibles lectores y lecto
ras a que lean despacio estos trabajos y a que nos acompaen en la
tarea inacabable de pensar y de trabajarpor yparala paz, all don
de nos encontremos. Porque hablar de paz
es
ya hacer paz.
EL
EDITOR
Madrid, enero de 2007
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PRIMERA PARTE
LA CO NSTR UC CIN SIMBLICA
DELAPAZ
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CAPTULO 1
La invencin de la paz:
de Kant a Ortega y Gasset
J E S S C O N I L L S A N C H O
1
Es la paz, para Kant, algo natural o antinatural? Es cierto
que representa un ideal? Qu significa algo as en este caso?
Podra tratarse de un ideal antinatural? Consiste en una inven
cin?
U na prim era respuesta sera qu e la paz no es lo ms natu ral del
mundo, sino una conquista de la voluntad humana, un logro muy
difcil de alcanzar (un invento ), para el que se requiere mucho es
fuerzo
y,
sobre tod o, saber com bin ar ciertas condiciones naturales y
racionales. Pues, segn Ka nt, la pug na e ntre los seres hum an os y la
guerra entre los pueblos o las naciones son, de entrada, lo ms na
tural, dad o que tienen races en la naturaleza hum an a. La lucha y la
guerra seran las condiciones ms naturales de existencia, como en
gran p arte confirma la experiencia histrica.
El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un
estado de naturaleza(status
naturalis),
queesms bien un estado
de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades
no se han declarado, s existe una constante amenaza. El estado
1
Profesor de tica y Filosofa poltica, Univ ersida d d e Valencia.
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2 0
tica de la paz
de paz debe, por tanto, serinstaurado, pues la omisin de hosti
lidades no es todava garanta de paz
2
.
Pero,
en tonce s, cmo es realme nte posible la paz? Cules son
las garantas de la paz? La respuesta kan tiana se muev e en dos rd e
nes:el de los mecanism os de la
naturaleza
y el de los resortes (o ca
pacidades) de la
razn.
C ua nd o Kan t se plantea el prob lema De la garanta de la paz
perpetua
3
, responde claramente acerca de la
naturaleza:
Quien suministraesta
garanta
es,
nada menos, que la gran
artista de la naturaleza (natura daedala
rerum),
en cuyo curso
mecnico brilla visiblemente una finalidad: que a travs del an
tagonismo de los hombres surja la armona, incluso contra su
voluntad.
En primer lugar, pues, es la naturaleza la que garantiza la paz
mediante el mecanismo de los instintos humanos. El ms im
po rta nt e de esos me canism os es el antagonismo radical entre los
seres humanos, que Kant expresa con su famosa frmula de la
insociable sociabilidad; un mecanismo propio del desarrollo
histrico que puede encaminarnos hacia la paz, porque la natura
leza se vale de los antago nism os par a pro du cir la
concordia
supe
rior
4
.
Es de sumo inters percatarse de la perspectiva autnticamente
kantiana en este punto. Kant adjudica al filsofo la tarea de descu
brir el plan y la
intencin de la Naturaleza.
Al inten tar escudriar
en este campo, Kant se percata de que los hombres y los pueblos,
al perseguir cada cual su propsito, segn su talante, y a menudo
2
I. Kant,
La paz
perpetua, Madrid, Tecnos, 1985, pg. 14. Para el contexto
de esta obra kantiana, vase G. Cavallar, PaxKantiana. Systematisch-historische
Untersuchung des Entwurfs
'Zum
ewigen Frieden
(1795) von I. Kant,
Bhlau,
Wien, 1992.
3
I. Kant,La pazperpetua, Suplemento primero, pgs.
31-41.
4
Cfr. Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, en I. Kant,Fi
losofa
de
lahistoria,Mxico, F.C.E., 1978, pgs. 39-65
y
Antropologa en sentido
pragmtico,
Madrid, Revista de Occidente, 1935.
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La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset
2 1
en mu tu a oposicin, siguen insensiblemente, com o hilo c ondu ctor,
la intencin de la Naturaleza
5
.
Lo que ahora importa es saber cules son los hilos conducto
res qu e pe rm iten ente nder la historia de la paz. No ser el prod uc
to de u na m oralizacin d e la naturaleza y de la cultura? No consis
te precisamente en eso el autntico progreso? Veremos que Kant s
tiene un criterio de progreso, el que va de la naturaleza animal a la
naturaleza humana y de la cultura a la moralizacin como perfec
cionamiento del ser humano
6
.
La historia permite cumplir el desarrollo de las disposiciones
naturales, al que se ve destinado el ser humano. Lo que ocurre es
que,
para progresar, se necesitan generaciones que se transm itan los
conocimientos adquiridos mediante tanteos, ejercicio y aprendiza
je, a fin de que el germen que lleva la especie llegue a la etapa de
desarrollo ms adecuada a la intencin profunda de la Naturaleza
(al destino del ser humano).
C o m o indicbamos antes, el m edio d e que se sirve la N atu ra
leza para lograr el desarrollo de todas las disposiciones es el
ANTA
G O N I S M O
de las mismas en sociedad. Entiendo aclara Kant
en este caso por antagonismo la
insociable sociabilidad
de los h om
bres,es decir, su inclinacin a formar sociedad qu e, sin emb argo , va
unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con
disolverla. Esta disposicin reside, a las claras, en la naturaleza del
hombre
7
.
El hom bre siente, a la vez, un a doble inclinacin: 1) la inclina
cin a
entrar en
sociedad, porque as cree que podr desarrollarse
ms;
2) pero, al mismo tiempo, tiende a aislarse, porque descubre
en s mismo y en los dems una cualidad insocial, de enorme re
percusin en la vida social, dado que constituye el impulso genera
dor de aquellas resistencias mutuas que despiertan todas las fuerzas
del hombre.
Estas fuerzas promueven el desarrollo incesante de la
cultura,
que consiste en el valor social del hom bre; de este m odo , m ed ian -
5
Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, pg. 40.
6
Ibd., pg. 56.
7
Ibd., pg. 46 .
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2 2
tica de la paz
te una continuada ilustracin, se podrn desarrollar progresiva
mente los talentos del gnero humano, hasta llegar a formar un
todo
moral.
Sin los mecanismos naturales de la insociabilidad y de las pre
tensiones egostas, los talentos quedaran adormecidos y los hom
bres seran borregos, carentes de iniciativa y de inters creativo.
Por tanto, aunque les parezca mentira a muchos que tienen una vi
sin recortad a d e su filosofa, Ka nt llega a expresarse co m o sigue:
Gracias sean dadas, pues, a la Naturaleza por la incompati
bilidad, por la vanidad maliciosamente porfiadora, por el afn
insaciable de poseer o de mandar Sin ellos, todas las excelentes
disposicones naturales del hombre dormiran eternamente ra
qudeas. El hombre quiere concordia; pero la Narturaleza sabe
mejor lo que le conviene a la especie y quierediscordia*.
La peculiar sabidura d e la Naturaleza nos constrie a llegar
a una SOCIEDAD CIVIL que permita compaginar el antagonismo
abso luto d e sus miembros (es decir, la m xim a libertad) con la
ms exacta determinacin y seguridad de los lmites de la misma,
para qu e sea comp atible con la libertad de cada cual
9
. La sociedad
ha de permitir elantagonismo que es expresivo de lalibertad
dentro de unos
lmites,
aquellos que aseguran la libertad de todos y
cada u no . La sociedad civil ha d e com paginar el libre a ntago nism o
y la seguridad vital suficiente para qu e cada cual ejercite su libertad.
C o m o el desarrollo de las disposiciones hum an as slo pued e lo
grarse en un a sociedad con un aconstitucin
civil justa,
ser sta una
tarea prioritaria si se quiere superar la libertad salvaje y establecer
una convivencia que permita el progreso en el perfeccionamiento
de la vida hu m ana :
Toda la cultura y todo el arte, ornatos del hombre, y
el
ms
bello orden social, son frutos de la insociabilidad que, ella mis-
8
Ibd., pgs. 47-48, cursiva nuestra; cfr.Antropologaensentidopragm tico,
pgs. 221-2.
9
Ibd., pgs. 48 y 49 .
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La invencin de la paz: de Kant a Orteg a y Gasset
2
3
ma, se ve en necesidad de someterse a disciplina y, de esta suer
te,
de desarrollar por completo, mediante un arte forzado, los
grmenes de la Naturaleza
10
.
Para posib i l i tar la convivencia , e l hombre necesi ta a lguna ins
tanc ia que marque los
lmites de la libertad;
de lo contrar io , s i no
hay nadie por encima que ejerza poder con ar reglo a las leyes , abu
sar de su l ibertad. Kant reconoce que esta tarea es la ms dif cil
y que su so lucin perfecta es imposib le , porque con una made
ra tan r e to rc ida como es e l hombre no se puede consegu i r nada
c o m p l e t a m e n t e d e r e c h o
1 1
.
S in embargo, an te es te panorama pesimis ta ( o real is ta ) no he
mo s d e d esesp e ra r, p o r q u e se g n K an t lo q u e n o s h a im p u es
to la Naturaleza es la aproximacin a esta idea, para cuya realiza
cin se necesi ta un largo camino de experiencias histricas y buena
voluntad,
s in qu e ten ga m os n in gu na segur ida d acerca del x i to fi
na l .
Lo decisivo es el sentido de la
aproximacin
a u n a m e ta , au n
cuando fuera inalcanzable . ste es e l sent ido que t iene un
ideal
co mo v e r emo s ms ad e lan te .
Si una de las condiciones de la paz perpetua, o b ien uno de los
hilos conductores de la historia de la paz, era lograr una sociedad
con una const i tucin civ i l jus ta , hay que adver t i r de que Kant la
hace depender de las relaciones externas entre los estados:
El problema de la institucin de una constitucin civil per
fecta de pen de, a su vez, del problem a de un a legal
RELACIN EX
TERIOR
ENTRE LOS ESTADOS,y no puede ser resuelto sin este l
t imo
1 2
.
Es decir , al igual que la insociabilidad oblig a los individuos
h u man o s a f o r mar u n a co mu n id ad y so me te r s e a u n a co n s t i t u c i n
civil legal, asimismo el enfrentamiento en las relaciones exteriores
entre los es tados , es decir , la insociabi l idad in ternacional , habr de
10
Ibfd., pg. 50.
11
Ibd., pg. 51. Vase J. Conill,Horizontes deeconoma tica.
Aristteles,
Adam Smith,Amartya
Sen,
Tecnos, Madrid, 2004, pgs. 206 y sigs.
12
Ibd. pg. 52.
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2
4 tica de la paz
llevar a alguna forma de comunidad en este macro-nivel. La Natu
raleza empuja a
ello,
incluso
atravs delaguerra
y del
rearmein
cesante,
dado que utiliza la incompatibilidad de los seres humanos
y de los estados como un medio para encontrar en su inevitable
antagonismo
un estado de tranquilidad y seguridad.
Pero los mecanismos de la naturaleza, que hemos considerado
(el antagonismo de la insociable sociabilidad, el egosmo), no son
la nica garanta de la paz perpetua, puesto que aquello a lo que
la Naturaleza empuja lo revela la razn sin necesidad de tantas y
tan tristes experiencias. Adems del impulso natural, el ser hum a
no cuenta con una capacidad racional, para proponerse el fin de
la paz.
Por consiguiente, si bien existe una garanta natural de la paz
perpetua, hay que ver tambin su conexin con el orden de los^z-
nes morales de la
razn,
porque, aunque desde el punto de vista te
rico puedan parecer exageradas las pretensiones de la paz perpetua,
en cambio, se trata de unaideabien fundada en sentido prctico
13
.
La Naturaleza garantiza la paz perpetua mediante el mecanis
mo de los instintos, pero esta garanta no es suficiente paravatici
nar
(tericamente) el futuro; en cambio, independientemente de
todo pronstico en la perspectiva terica, en sentido prctico, el
afanarse por este fin racional constituye un deber
14
.
Es muy ilustrativoelpasaje en que Kant aclaraelestatuto de un
ideal racional.Cuando no podemos probar que algo es o no
es,
to
dava tenemos la posibilidad de saber si interesa aceptar tal cosa,
o bien con el propsito terico de explicar algn fenmeno, o bien
con el propsito praico de alcanzar algn fin; un fin que puede
ser pragmtico (tcnico) o moral (aquel que proponrselo es un de
ber).
En este ltimo caso nada nos obliga a suponer que tal fin sea
realizable; pero, aunque no exista la menor probabilidad terica de
que pueda ser realizado, estamos obligados a actuar segn la idea
de aquel
fin
que es deber. Porque la cuestin no estriba en saber si
se trata o no de un absurdo desde un punto de vista terico, es de
cir, si nos engaamos con tal suposicin, sino que hem os de ac-
I. Kant,
La paz
perpetua, pg. 33.
Ibd., pg. 4 1 .
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La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset
2
5
tuar con vistas a su establecimiento
como si
fuera algo que a lo me
jor no es
15
.
Y, aunque tal fin quedara como un deseo irrealizable, no nos
engaaramos al orientar nuestra accin por un fin que ordena la
razn pura prctica como deber. Actuar bajo la perspectiva de tal
como si
presta sentido a la accin hum ana y no implica engao al
guno,
sino, antes bien, arrostrar el insondable misterio de la liber
tad como autonoma moral.
Esto es lo que ocurre con el ideal de la paz. No es un deber
aceptar que sea realizable, sino que a lo que estamos obligados es al
deber de actuar segn la idea del fin de la paz, aunque no exista
la menor probabilidad terica de que pueda ser realizado, pero no
obstante tampoco puede demostrarse su imposibilidad.
La razn prctico-mo ral expresa en noso tros suveto irrevoca
ble:no
debe
haber
guerra;
ni guerra entre t y yo en el estado de n a
turaleza, ni guerra entre nosotros como Estados que, aunque se
encuentran internamente en un estado legal, sin embargo, exte-
riormente (en su relacin mutua) se encuentran en un estado sin
ley, po rqu e ste no es el m od o en que cada un o debe procurar
su derech o. Por ta nto , la cuestin no es ya la de saber si la paz p er
petua es algo o es un absurdo , y si nos enga amos en nuestro ju i
cio terico si suponemos lo primero; sino que hemos de actuar
con vistas a su establecimiento com o si fuera algo qu e a lo mejor
no es, y elaborar la constitucin que nos parezca ms idn ea para
lograrla (...) y acabar con la terrible guerra, que es el fin al que,
como su fin principal, han dirigido hasta ahora todos los Estados
sin excepcin sus disposiciones internas. Y aunque esto ltimo
(...) quedara como un deseo irrealizable, no nos engaaramos
ciertamente al aceptar la mxima de obrar continua me nte en esta
direccin; po rqu e esto es un deber
16
.
La otra posibilidad contemplada por Kant, la de tomar
como engaosa a la ley moral en nosotros, tiene consecuencias
15
I. Kant,
La
Metafsica
de
lascostumbres,Madrid, Tecnos, 1989, pg. 194
(la cursiva es nuestra).
16
Ibd., pg. 195.
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tica de la paz
que rebajan al ser humano a un mero animal sin capacidad de li
bertad moral:
tomar como engaosa
a la ley
moral en nosotros mismos desper
tara el repugnante deseo de preferir hallarse privado de razn y
verse sometido (...), jun to con las restantes clases de animales, al
mismo mecanismo de la naturaleza
17
.
El hombre quedara reducido a un ser privado de razn moral
y som etido exclusivamente al me canism o de la naturaleza fsica (no
moral).
Esta perspectiva alternativa m overa al ho m br e a atenerse a
la mera ley natural por su total desconfianza ante la engaosa fic
cin de la ley moral y sus consecuencias en la orientacin de la vida.
El intershum anista mueve a Kant a confiar en este posiblemente
absurdo, pero irrenunciable, ideal de la razn moral, por conside
rarlo de mayor provecho para la humanidad
1 8
.
De qu ideal se trata? Un a respuesta la encontra m os en el mis
m o contexto citado an teriormen te:
Puede decirse que este establecimiento universal y duradero
de la paz no constituye slo una parte, sino la totalidad del fin
final de la doctrina del derecho, dentro de los lmites de la mera
razn. Por una
parte,
se trata de la necesidad de escapar del es
tado sin
ley
de
los
salvajes y entrar en una unin de naciones; en
la que hastaelestado ms pequeo pueda esperar su seguridad y
su derecho, no de su propio podero o de su propia decisin ju
rdica, sino nicamente de
esa
gran federacin de naciones
(Foe-
dus Amphictyonum),de unapotencia uniday de ladecisinsegn
leyes de la voluntad unida
19
.
Pero,po r o tra part e, el salir del estado de naturaleza pa ra cons
tituir una sociedad civil mediante un contrato originario consti
tuye tam bin un deber, un imperativo de la razn, dado qu e la ra-
17
dem.
18
J.
Conill,El
enigma
del animal fantstico,
Madrid, Tecnos,1991,
pgs.
80-81.
19
I. Kant, Idea de una historia universal en sentido cosmopolita, pg. 53 .
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2
7
zn prctico-moral expresa en nosotros su vetoirrevocable: no debe
haber guerra
20
.
Esto lleva a pensar en un estado civil mundial o cosmopolita,
de pblica seguridad estatal, pero que, segn Kant mismo, no ca
rece depeligros, porque en l se ha de conjugar el fomento de las
fuerzas vitales de la humanidad y la seguridad de que stas no lle
ven a la destruccin
21
.
Naturaleza y razn se aunan en este asunto: adems del impul
so natural, hay asimismo una exigencia racional que obliga a supe
rar el estado de naturaleza imperante entre los estados, a fin de
constituir una unin de estados
(Staatenverein)
o un estado de los
pueblos(Volkerstaat, civitasgentium).
U na prim era va para salir de la situacin sin ley que co nd uce a
la guerra es que los estados tengan leyes pblicas coactivas y for
men un estado
de pueblos
(civitas
gentium),
que (siempre, por su
puesto, en aumento) abarcara a todos los pueblos de la tierra
22
.
Si no se acepta esta salida que cond ucira a unarepblica
mun
dial,
hay que pensar en otra va sustitutoria para alcanzar y garan
tizar la paz: la de u na federacinde pueblos,permanente y en con
tinu a expansin, pero que n o sera un estado de pueblos.
Segn Kant, pues, hay dos caminos para garantizar la paz, que
podran denominarse: estatismo libre, cuando se trate de la forma
cin de un macro-estado mundial, yfederalismolibre, cuando se
opte por la formacin de una federacin de pueblos
23
.
En un primer momento, en
La Paz perpetua,
Kant ti tubea en
tre el estatismo y el federalismo, incluso da prio ridad al prim ero , es
decir, confa en un estado mundial para garantizar la paz; porque
slo u n estado m un dial pu ede hacer que el derecho de gentes (V'l-
kerrecht),
el derecho de los estados (Staatenrecht), tenga alguna efi
cacia. Pues de lo contario, no habr paz.
20
I. Kant,La Metafsica de lascostumbres,pg. 195.
21
Ibd., pg. 56. Vase J. Muguerza, Cosmopolitismo y derechos huma
nos,
en V. Serrano (ed.),
tica y globalizacin,
Madrid, Biblioteca Nueva,
2004,
pgs. 83-110.
22
I. Kant,
La paz
perpetua, pgs. 25-26 .
23
Vase
A.
Cortina, Lafilosofakantiana de la
paz,
enCuadernos
Salman
tinos deFilosofa,XXXII (2005), pgs. 379-396.
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28
tica de la paz
Sin embargo, ms tarde, en
la
Metafsica de las
costumbres,
Kant
aboga (para salir del estado de guerra) por un
federalismo,
sustenta
do en la alianza o confederacin de naciones, a modo de una
socie
dad
cooperativa,
sin necesidad de ningn poder soberano (como
en una constitucin civil)
24
.
Se trata de llevar a cabo la idea racional de una comunidad
pa
cficauniversal, que estara formada por todos los pueblos de la
tierra que pueden establecer relaciones efectivas entre s
25
.
Tambin aqu
es
un deber salir del estado de naturaleza de los
pueblos, igual que el de los hombres individuales, para entrar en
un estado legal, porque slo una
asociacin
universal
de Estados
puede convertirse en un verdadero
estado
de
paz.
Pero Kant ve dificultades en la extensin excesiva de tal Esta
do de naciones, ya que por este camino resulta imposible un go
bierno que cumpla eficazmente los fines que tiene encom endados,
lo cual conduce de nuevo a un estado de guerra, por consiguiente,
la
paz
perpetua(el fin ltimo del derecho de gentes en su totalidad)
es ciertamente una idea irrealizable.
Ahora bien, segn Kant, los principios que inspiran las alian
zas entre los Estados, impulsan una aproximacin progresiva al es
tado de paz perpetua; por tanto , es un deber proponerse como
tareaelacercarsealestado de paz perpetua yelrealizareseideal en
la medida de lo posible
26
.
Con lo cual queda claro que tam bin la federacin de la paz
(Friedensbund)
busca acabar con todas las guerras y que no es
slo un sucedneo negativo, como encontramos en algunos
textos kantianos. El negativismo aplicado aqu por Kant
como ms tarde por Popper podra tener ms eficacia que
la instauracin positiva de un estado mundial, lo cual tiene mu
chos inconvenientes y peligros. Independientemente de ciertos
titubeos, Kant se dio cuenta de las muchas dificultades que en
traara la instauracin de un estado m undial como garanta de
la paz.
24
I. Kant,
Metafsica de las
costumbres, 54.
25
Ibd., 62 .
26
Ibd., 61.
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La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset
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9
Ciertamente es constatable que las dos vas expuestas por Kant
tienen escasas probabilidades de lograr una efectiva paz perpetua.
No obstante, aunque no sea posible satisfacer el deseo de paz y
cum plir esa aspiracin de m od o efectivo y pleno , hay que intenta r
aproximarse a ella
27
. La paz no es producto de una revolucin, de
un salto violento y destructor, sino de una aproximacin continua
mediante una reforma permanente de la realidad, conforme a
principios slidos.
Este es el sen tido y el gran valor qu e tiene hablar de ideales d e
la razn. Ya hem os p od ido com probar cul es el estatuto del ideal,
qu e no h a de confundirse con nin gu na figura sensible o simblica.
Tambin aqu acta la eficacia de la ilustracin, que permite dis
tinguir en las representaciones (Darstellungen)de los concep tos re
ferentes a la moralidad las ideasde la razn pura, distinguir lo sim
blico de lo intelectual; de lo contrario, se confunde un idealde la
razn pura prctica con un mero
dolo,
perdindose entonces el
sentido intelectual que constituye el fin ltimo
(Endzweck).
Las
ideas
son los conceptos de la razn para los que no p ued e darse nin
gn objeto en la experiencia; no son ni intuiciones ni sentimientos,
sino conceptos de una perfeccin a la que cabe acercarse siempre,
pero nu nc a se alcanzar com pletam ente. Este es el caso del ideal de
la paz.
Recordemos que, segn Kant, la razn contiene no slo ideas
sino tambin ideales, pero que el ideal es algo que nicamente es
determinable a travs de la idea. Lo verdaderamente peculiar con
siste en que los ideales poseenfuerza prcticaco m o principios regu
lativos y sirven de base para perfeccionar al mximo las acciones.
Los ideales no son realizables en la esfera del fenmeno, pero tam
poco son quimeras; antes bien, suministran un modelo indispensa
ble a la razn, especialmente en su uso prctico
28
.
La
sabidura
humanista que se nutre de la razn moral, a dife
rencia del
razonar
con
argucia
(uso prctico de la razn q ue deja de
lado el fin ltimo), cuenta con el arsenal de los ideales de la razn
27
Ibd., 61 y 62, y Conclusin.
28
I. Kant,
Crtica de larazn pura,
Dialctica trascendental, Libro II, captu
lo III, Seccin 1.
a
: El ideal en general.
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3o tica de la paz
(como el de lapaz),y por eso se entiende dicha sabidura como la
idea del uso prctico de la razn con perfecta obediencia a la ley.
Esta sabidura nos permite comprender dndeesms efectiva la re
forma paulatina que la revolucin y dnde s que es necesaria de
raz la revolucin. En este punto la clarividencia de Kant adquiere
renovada actualidad, tras una poca en que tantas mentes quedaron
obnubiladas por la fascinacin de las falsas revoluciones.
En su obra La religin dentro delos lmitesde lamera razn,
Kant nos aclaralosespacios de la reforma y de la revolucin. Si
el ser hum ano debemejorar, tiene quepoderhacerlo. Cmo? Me
diante una dobleva:1) mediante reformas paulatinas, para lo cual
es suficiente cambiar las costumbres; 2) mediante revolucin de la
intencin del hombre: mediante una especie de renacimiento,
como por una nueva creacin y un cambio del corazn, puede el
hombre hacerse un hombre nuevo
29
. La autntica revolucin slo
puede darse en el corazn. En la vida social, jurdica y poltica slo
es posible la reforma.
As, por ejemplo, dentro de los espacios de la reforma, en el
reino de las costumbres, el hombre est obligado a ser un buen
ciudadano, aunque no est obligado a ser moralmente un hombre
bueno.Puescom o en tantas ocasionesseha trado a colacin
Kant llega a advertir lo siguiente: El problema del establecimiento
del Estado tiene solucin, incluso para un pueblo de demonios
30
.
Eso
es as
porque en este orden no
se
trata del perfeccionamien
to moral del hom bre sino del mecanismo de la naturaleza a travs
de las tendencias egostas y de la buena organizacin del Esta
do;basta con aproximar la conducta externa a lo que prescribe el
derecho, aunque no sea la moralidad la causa de este comporta
miento
31
.
Ahora bien, si queremos realmente progresar, no basta con
haber logrado ser
civilizados;
hace falta transmutar la ndole mo-
29
I. Kant,Lareligin dentrodelos lmites de la merarazn,Madrid, Alianza,
1969,pg.56.
30
I. Kant,
La paz
perpetua,^i%.38.
Vase
A. Corana,Hasta
un
pueblo dede
monios. tica pblica y
sociedad,
Madrid, Taurus, 1998.
31
Ibd.,39.
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La invencin de la paz: de Kan t a O rtega y Gasset 3
1
ral del ho m bre , porq ue todava no h em os alcanzado el nivel de pro
greso suficiente como para poder considerarnos
moralizados.
A
juicio de Kant, incluso falta mucho todava, porque, aunque la
idea de la moralidad forma parte de la cultura
32
, por una parte, el
uso que se hace de esta idea es muy limitado y, por otra, los estados
gastan sus energas en sus violentas ansias expansivas, sin prestar apo
yo a la formacin interior, a la educacin moral de sus ciudadanos.
Pero tod o lo bue no q ue no est em papad o de u n sentir m oralme n-
te bueno no es ms que pura hojarasca y lentejuela miserable
33
.
Si se quiere realme nte PROGRESARhabr qu eM ORALIZAR la cul
tura, introducir en la cultura el principio moral, porque, segn
Kant, slo en ese orden se toca el fundamento del verdadero pro
greso humano.
Este planteamiento se constata de nuevo en la Antropologa en
sentidopragmtico, cuya segunda parte, titulada Caractersticaan
tropolgica,
expo ne, adem s de las disposiciones naturales y el tem
peramento o ndole sensible, la ndole moral, el carcter: la pro
piedad de la voluntad en virtud de la cual el sujeto se vincula a s
m ism o a determin ados principios prcticos que se ha prescrito po r
m edio de su propia razn. N o se trata de lo que la naturaleza hace
del hom bre, sino
lo que el hombre
hace
de s mismo
34
.
Si todas las cualidades del hom bre tienen un precio, po r el que
pue den intercambiarse po r otras (el talento tiene un precio de mer
cado y el temperamento, un precio de afecto), el carcter tiene un
valor intrnseco y est por encim a d e to do precio.
Este carcter es aquel qu e el ho m br e m ism o se ha crea do, al ser
capaz de perfeccionarse de acuerdo con los fines qu e l m ism o se se
ala. Gracias a lo cual, y com o anim al do tad o de la
facultadde la ra
zn, pue de hacer de s un animal racional;y esto le lleva: 1. a con
servar su propia persona y especie; 2. a ejercitarla, instruirla y edu
carla; 3. a regirla como un todo ordenado segn los principios de
la razn. Pero lo ms llamativo es que Kant nos recuerde en este
momento un dato muy significativo para entender mejor en todo
32
I. Kant,Ideadeuna historia universal en sentido cosmopolita,pg. 56.
33
IbA, pg. 57.
34
I. Kant,Antropologa ensentido pragmtico,pg. 190.
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32
tica
de la paz
esto lo caracterstico de la especie humana: que la naturaleza ha
puesto en la especie hum ana
el
germen de ladiscordiay ha queri
doquesu propia razn saque de sta aquella
concordia
o,
almenos,
la constante aproximacin a ella. La concordia es en la idea el
FIN,mientras que dehechola discordiaes el
MEDIO
de una supre
ma sabidura inescrutable: producir el perfeccionamiento del
hom bre por medio del progreso de la cultura
35
.
Aspues,el hombre se distingue de los otrosseres,no slo por
que progresa mediante su capacidadtcnica(para manejarlascosas)
y su capacidadpragmtica(para utilizar a otros hombres segn sus
intenciones), sino por su capacidad
moral
(de obrar respecto desy
de los dems con arreglo al principio de la libertad bajo leyes).
Lacapacidad
pragmtica
de civilizarse por medio de la cultura y
la propensin natural a convertirse en un ser pulido [gesittet]
(aunque todava no moral) es un avance de la especie hum ana, que
es capaz de progresan) a lo largo de una serie de generaciones y de
elevarse hasta conseguir su destino (Bestimmung): la concordia;
un progresar en que el fin
(Ziel)
seguir siendo siempre algo en
perspectiva, pero, sin embargo, la
tendencia
a este fin ltimo(End-
zweck), aunque pueda ser frecuentemente estorbada, no podr vol
verse nunca totalmente retrgada
36
.
La capacidadmorales aquella por la que una persona, es decir,
un ser provisto con una facultad de la razn prctica y conciencia
de su libre albedro, se ve sometido a una ley del deber y al senti
miento moral acerca de lo justo y lo injusto. ste es el carcter
in
teligible
de la humanidad, perspectiva desde la que puede decirse
que el hombre esbuenopor naturaleza. Pero, como la experiencia
revela tambin que hay en l una propensin a apetecer activamen
te lo ilcito (una propensin al
mal),
tan pronto como el hombre
empieza a hacer uso de su libertad, tambin puede considerarse al
hom bre por naturaleza
malo.
Pero no hay contradiccin cuando se
habla del
carcter de
la especie,porque su destino natural consiste
en el progreso continuo hacia lo mejor
37
.
35
Ibd.,
pgs.
221-222.
36
Ibd.,
pg. 224.
37
Ibd.,
pg. 224.
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La invencin de la paz: de Kant a Ortega y Gasset 33
La suma de la Antropologa pragmtica respecto al destino
del hombre y
a
la caracterstica de su desarrollo
es
la
siguiente:
El
hombre est destinado, por su razn,aestar en una sociedad con
hombres y en ella (...) a
cultivarse,
a
civilizarse
y
a
moralizarse**.
Por consiguiente, el hombre tiene, pues, que ser educadopara
el bien. Pero justam ente seg n K an t lo que queda po r resol
ver (...) [es] el problema de la educacin moral de nuestra especie,
porque una propensin mala innata en ella ser, s, censurada por
la universal razn hu m an a, y, en rigor, hasta refrenada, pero no po r
ello ya extirpada
39
.
C o m o pue de apreciarse, en ning n m om en to olvida K ant algo
que muchos de sus comentaristas y crticos han pasado por alto: el
reconocimiento kantiano de la realidad conflictiva y paradjica del
ser humano. Por ejemplo, que en una constitucin civil, que es el
grado sup rem o en el arte de acrecentar las buenas d isposiciones, es,
sin embargo, anterior y, en el fondo, ms poderosa la animalidad
que la pura humanidad....
A m s de un o esto le sonar, por ejemplo, a Nietzsche y O rte
ga, pero lo enco ntram os ya en K ant m ism o, quien aade en el m is
mo contexto:
La voluntad propia est siempre en actitud de estallar en
aversin contra el prjimo y tiende en todo momento a realizar
su aspiracin a una libertad absoluta, a ser no m eramente inde
pendiente sino incluso dominador sobre otros seres iguales a
uno mismo por naturaleza; lo cual advirtese ya en el nio ms
pequeo, porque la naturaleza tiende en l a ir de la cultura a la
moralidad, no, empezando por la moralidad y su ley (como, sin
embargo, prescribe la razn), a dirigirse hacia una cultura ade
cuada y orientada en este sentido
40
.
38
Ibd., pg. 224.
39
Ibd.,
pgs.
225 y
227.
Vase, para el contexto roussoniano del problema,
el libro de J. Rubio Carracedo,
Ciudadanos sindem ocracia,
Granada, Comares,
2005.
40
Ibd. pgs. 227-228.
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tica de la paz
Contando con esta realidad y a partir de ella, el progreso con
sistir en promover la educacin moral, porque, adems y esto
tambin es parte de la realidad y de la cultura la especie hum ana
es la nica en que conocemos que existe una tendencia de la na tu
ralezaahacer por su propia actividad que un da surja el bien del
mal. Es sta una perspectiva que (...) puede esperarse con certeza
moral, aquella certeza que es suficiente para sentir el deber de
cooperar en la realizacin paulatina del fin propuesto, en nuestro
caso, elidealdela paz,pues es inmediata la aplicacin al mbito de
la paz, ya que el progreso moral exige educar orientndose por el
ideal de la paz
41
.
Tras haber repasado sucintamente la propuesta del ideal kantia
no de la paz perpetua, no tenemos motivos, por ejemplo, para co
rregir la opinin de Ortega y Gasset sobre el presunto pacifismo
jurdico o humanitarismo que atribuye al proyecto de paz perpe
tua de Kant? Se puede seguir afirmando con fundamento que la
posicin kantiana comparte con otras semejantes una concepcin
esttica, y, por tanto, falsa de la historia? Se trata de una ms de
las teoras que Ortega considera falsas, abstradas y utpicas? Es
que sera, entonces, la guerra un principio ms natural y dinmi
co de la historia? Por esta va acabaramos encontrndonos con la
apologa de la guerra de M. Scheler
42
yF.Nietzsche, para quie
nes la construccin de la paz sera algo antinatural o con tranatu
ral:
se ha renunciado a la vidagrandecuando se ha renunciado a
la guerra...
43
.
A pesar de ciertas apariencias, la propia posicin de Ortega se
acerca a la kantiana, especialmente cuando defiende que, igual que
la guerra fue un invento humano (un recurso y un instrumento),
existe la posibilidad de superarlo movilizando los cerebros para in-
41
Vase
V.
Martnez-Guzmn,
Filosofa para
hacer
las paces,
Barcelona, Ica
ria, 2001.
42
Vase
Max
Scheler,
El
genio de
la
guerra y
la
guerra alemana (1915), La
idea de paz y el pacifismo y el comentario de O rtega y Gasset, enObrascomple
tas\\, 192ysigs.
43
F.
Nietzsche,Crepsculo de losdolos,Madrid, Alianza, 1984
(7.
a
),
pg. 56.
VaseJ.Conill,Elpoder de lamentira. Nietzsche y apolticadla transvaloracin,
Madrid, Tecnos, 1997.
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La invencin de la paz: de Kant a O rtega y Gasset 35
ventar p rincipios q ue la sustituyan. D e este m odo , la paz deja de ser
un puro deseo y se convierte en un autntico invento histrico, de
ah que Ortega afirme expresamente que la paz necesita ser fabri
cada.
No hay ms remedio que trabajar en la organizacin de la
paz.
A juicio de Orteg a, frente a lo que con sidera la actitud dem a
siado pasiva de las diversas formas de pacifismo (el jurdico o hu
manitario y el econmico), la paz exige un enorme esfuerzo. La
paz no es un fruto espontneo, ni se obtiene como un regalo, sino
que hay que poner en marcha todas las potencias humanas. Hay
que hacerla. Empezando por la paz interior, aun en medio de las
turbulencias y los contratiempos que nos depara la vida, al modo
com o los sabios y
los
santos h an logrado un a cierta paz ntima . La
paz, pues, no es natural, sino una conquista, un ideal, que
slo puede hacerse realidad si se quiere paradjicamente,
merced al poder de idealizar, porque, al final, segn Ortega, no
hay otra paz que la paz de los corazones. La que fomentan, reba
sand o la vida natural (hecha de hostilidad ), los hom bres de bue
na voluntad a modo de fermento pacfico.
Algo as enco ntram os, y en directa lnea con la concepcin kan
tiana, en diferentes posiciones del pensa mien to co ntem po rneo : en
el Racionalismo crtico de Karl Popper
44
y de Hans Albert
45
, in
cluso en el peculiar pacifismo de Gianni Vattimo
46
. Desde su
perspectiva, el desarrollo de las capacidades (tcnica, pragmtica y
moral) del ser hu m an o h ace posible la emergencia de valores, com o
el de la paz. N o es algo antin atu ral el ideal de la paz, po r difcil qu e
sea conseguirla y conservarla. El valor y el ideal de la paz queda in-
44
K.
Popper,
Alies Leben istProblemlosen, Mnchen/Zurc, Piper,1995;vase
A. Muoz,
La sociedad
abierta entre las teoras de lademocracia.
La
ilosofa
social,
poltica y moral deK.
R.
Popper,Tesis doctoral, Universidad de Valencia, 1996.
45
Hans Albert,
Traktat ber rationale
Praxis,
Tbingen, Mohr, 1978. Vase
A. Cortina,Eticaaplicada ydemocracia radical Madrid, Tecnos, 1993.
46
Gianni Vattimo,Elmitode la
unidad,
Discurso en el acto de investidura
como doctor honoris causa, UNED, Madrid, 20 de enero de 2006. VaseWolf-
gang Stzl,Emancipacin oviolencia.Pacifismo esttico enG. Vattimo,Tesis docto
ral,Universidad Jaume I, Castelln, 20 01 .
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36
tica
de la paz
corporado al progreso moral de una razn esperanzada y hasta op
timista, a pesar de ser consciente de las enormes dificultades que
entraa. Porque, para Popper, como a su manera para Kant y Orte
ga, es posibleinventarla paz,dado que depende de la voluntad hu
mana y de la educacin moral.
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CAPTULO 2
Las condiciones de la paz
JOSMIGUEL
MARINAS
1
Yo vivoen pazcon los hombres
yen guerra con mis entraas
(ANTONIOM ACHADO)
Este texto pretende presentar algunos argumentos acerca de las
condiciones de posibilidad de la paz com o dim ensin tica de la ^o -
lis y como ideal regulador en los conflictos o daos que son lo
opuesto precisamente de la paz.
Si,
como Kant nos ense, para que la paz pueda existir como
espacio tico y poltico garante d e una vida m s justa es preciso si
tuarnos en un plano que transciende lo emprico de los juegos de
poder y postular una relacin ideal entre los sujetos y los pueblos,
la paz posible no resulta de un a conjetura de lo proclive de algunas
tendencias sociales o econmicas proclividad que es indudable
qu e se requiere en los procesos de pacificacin sino de u na refle
xin que mire a las condiciones mismas del vnculo social, es decir
de la propia condicin poltica.
Paz se puede definir como ausencia de violencia. Pero, si mi
ramos a la urdimbre del vnculo social en su dimensin tica y no
1
Jos Miguel Marinas, profesor de tica y Filosofa Poltica, Universidad
Complutense de M adrid.
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3
tica de la paz
slo estratgica, paz es equivalente a la ausencia de dao. Pacificar
es volver a restaurar, o fundar de nuevo un orden delapolisen el
que se garantice que los sujetos que la componen no son suscep
tibles de maltrato, en el sentido ms pleno y no descomponibe
(pese a que solemos separar analticamente dao fsico vs. psico
lgico, dao materialvs.dao moral). Asistimos segn el filtro
de la agenda de los medios llamados de comunicacin que deci
den sobre su visibilidad e incluso su estar
demodes,
su no ser no
ticia, como en frica a guerras de exterminio, guerras de paci
ficacin, ayudas llamadas humanitarias programadas a conti
nuacin de la destruccin de personas y de vidas, asistimos a
situaciones de sojuzgamiento tolerado, selectivo, de poblaciones
supuestamente enemigas de quien profiere el dictamen, frente a
escndalos causados por daos aparentemente menores en otras
latitudes, juzgadas perversas... por no convenientes a larealpolitik
de quien juzga.
Por ello, a la hora de considerar las condiciones morales de la
paz, el primer cambio de pu nto de vista tal vez pudiera ser el que
reconoce que es posible que la violencia en su sentido glo
bal no sea erradicable, pero que la pacificacin, el hacer la paz,
integra y supera la condicin de la violencia en una dimensin
que sita su posibilidad no en un irenismo antropolgico (que
no haya violencia como desidertum) sino en la postulacin de
un plano tico: paz es el equilibrio moral posible entre sujetos
postulados libres e iguales. Pero tam bin solidarios. Vnculo so
lidario que no es virtud sobreaadida, de gentes generosas que
reparten su excedente, sino condicin misma de la existencia de
sujetos morales y polticos sean de donde fueren, cultural, reli
giosa o polticamente.
Solidaridad
es
reconocimiento de la condicin hum ana. Su au
sencia
es
negacin de tal condicin y justificacin de la violencia en
su forma concreta del dao.
Quiero decir con esta apelacin al vnculo solidario como
dimensin amenazada que la paz se juega en la restauracin o
no del vnculo social. Que la presencia del dao puede ser ocasin
de revisar en qu medida est daado o no el vnculo entre los su
jetos.
Con el reconocimiento implcito o no de su pertenencia a
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Las condiciones de la paz 39
la condicin humana o su exclusin, previa, de manera inmedia
ta o mediata, a la legitimacin del dao, del ataque, de la reduc
cin.
Quiero plantear con ello que el foco contrario a la ausencia de
dao como condicin de la paz es precisamente el silencio sobre el
vncu lo solidario ro to. El deca im iento , el silencio, acerca de la quie
bra del nexo bsico de quienes comp artimo s la condicin hu m an a.
Aquella instancia m oral q ue se op on dra a la aceptacin cnica de la
desigualdad, la exclusin, el reparto del mundo entre naturalmen
te integrados (pertenecientes de suyo a la con dicin de sujeto m o
ral y poltico pleno: ciudadanos y consumidores) e imposibles de
integrar (dando a este verbo ya sea el valor transitivo, integrarles
o reflexivo que se integren).
Las condiciones actuales de la paz nos llevan a pensar tras las
indagaciones sobre la importancia de lo no consciente de los vncu
los sociales en lo qu e las diversas formas del conflicto (con el que
convivimos en el m odo de las guerras locales, o de las formas de in
vasin, acom paadas de diversas racionalizaciones) tienen de en cu
bridoras de una crisis mayor: la deslegitimacin tica del vnculo
social. Lo con trario d e la paz, la gestin del da o (que, com o en las
presentes formas de la llamada guerra preventiva se pretend e a ve
ces incluso m ora lm en te legitimad a), no es slo el im ped ir la vida de
los miembros de la comunidad humana, no es slo privar de dere
chos, es privar de la condicin ciudadana en el sentido ms pleno:
negar la capacidad de fundar vnculos sociales ticamente orienta
dos.Relegar a la con dicin preciu dadana, presubjetiva, a quienes se
les prete nd e pacificar.
Por ello, planteo tres pasos de reflexin que son, como se
ver, abiertos y m s alusivos qu e conc luyen tes:
a)
el
sntoma:
ms
all del conflicto, la crisis del vnculo social;
b)
los puntos del
diagnstico: la utilidad frente a la do m inac in , el do m in io del te
rritorio frente a la comunicacin, la subordinacin frente al reco
nocimiento, la explotacin presentista frente al proyecto;
c)
el
pronstico
y el ideal regulador: la tica del don, en su triple di
mensin de recibir, corresponder, superar lo recibido. Es decir, la
conveniencia de elaborar una nue va formulacin tica del vncu
lo social.
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4o
ticade la paz
1. EL
SNTOMA:
MS ALLDEL CONFLICTO, LA CRISIS
DEL VNCULO
SOCIAL
Para tratar de aclarar algunos de los planos en los que el blo
queo o la posibilidad de la pazsenos presenta en lo cotidiano, creo
que es posible establecer un modelo conceptual en el que tales pro
cesos se contraponen. En este esquema recojo las dos dimensiones
principales en las que la paz aparece en el discurso de la filosofa po
ltica:
1) Una apreciativa o de modalidad: la pazesunacualidad que
pueden y deben reunir las relaciones entre las instituciones
sociales, entre los pueblos y
las
naciones, entre los ciudada
nos y ciudadanas... As, lograr un clima apacible en las rela
ciones sociales es objetivo de quienes ejercen el liderazgo
mundial o local yesanhelo de los sujetos, nombre primero
de los subditos.
2) Otra estructural: la paz es
condicin
de posibilidad
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Las condiciones de la paz
4 i
que ese trnsito (de modal a estructural) sea frecuente en la refle
xin tica y poltica sobre la paz.
Si observamos el cuadro 1, aparecen las dos dimensiones, mo
dal y estructural, escalonadas segn sus planos, que no tienen ms
misterio q ue ser co m o niveles ms simples o m s complejos del dis
curso poltico.
Este puede permanecer en el plano delprograma (el discurso
voluntarista, dicho llanamente) en el que lo que a todas luces est
en juego en las situaciones de paz (y de su contrario evidente, la
guerra) es el equilibrio de poderes qu e se puede conseguir co m o b a
rrera ante cualquier ambicin unilateral. El vnculo se entiende as
(de equilibrio a vnculo) com o la un in p or intereses de no agresin
mutua: no hay ms en juego ni ms formas que el equilibrio de la
guerra fra.
El plano del
anlisis
parte del reconocim iento de que bajo las
guerras y carreras de arm am entos y m s all de las intenciones m is
mas de los agentes concretos n o h ay (com o se deca en las pelculas
de m aosos) nada personal: se trata de conflictos d e intereses q ue
fomentan el vnculo, en sentido anterior, y que marcan las fronte
ras de la desvinculacin (quien, po r ms que queram os, en un m o
mento dado, no puede ser ms que adversario o enemigo: porque
si no deja de apoyar o, ms an; si no se enfrenta a nuestro nuevo
enem igo, n o no s dejar otra op cin qu e considerarlo a l enem igo).
El plan o del
diagnstico,
q ue el discurso po ltico suele establecer
como punto fuerte y ms verdadero, consiste en la deteccin del
plano de las desigualdades en lo modal que se corresponde con la
desagregacin, con la fragmentacin y prdida del vncu lo tico: es
la llamad a inmunitas, o renuncia en nom bre del individualismo a la
responsabilidad del acuerdo cvico que constituye lapolis y cuya
qu iebra la desarticula.
El plano que supondra, lgicamente (no en los procesos con
cretos) el punto de llegada es el normativo: aqul que en el nivel
modal atiende al establecimiento de las condiciones de equidad. Lo
que implica, en primer lugar, el reconocimiento de las diferencias,
pero tambin de las desigualdades que se ocultan bajo ellas y son
avaladas a veces en nombre del multiculturalismo estetizante o de
la autenticidad com unitarista. Y, en segu ndo, la pregun ta m s radi-
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2
ticade la paz
cal porlascondiciones de convocar a la construccin de nuevos es
pacios polticos democrticos en el sentido de lacom munitas:setra
ta de la asuncin equitativa de responsabilidades, de la vinculacin
en nombre de unmunusqueesa laveztarea, reconocimiento de la
violencia originaria, pertenencia acordada y no consangunea, ha
bituacin a responder ante la razn comunitaria o discurso pbli
co,rotacin y no perennidad en el ejercicio de los cargos...
2
CUADRO1.Planosmodal y estructural de lascondicionesde la paz
PLANOS / DIMENSIONES
Programa
Anlisis
Diagnstico
Normatividad
MODAL
Equilibrio poderes
Conflicto intereses
Desigualdad
Equidad
ESTRUCTURAL
Vnculo
Desvinculacin
Inmunidad
Communitas
Podemos leer, pues, esta
figura
detenindonos en la primera co
lum na, la modal o apreciativa. Mi hiptesis
es
que,por
lo
general el
discurso tico y poltico sobre las condiciones de la paz (sus posibi
lidades o barreras), se detiene en ella con la conviccin de que son
tales los problemas
reales
y conceptuales para despejar en sus cuatro
planos (equilibrio, conflicto, desigualdad, equidad) que no resulta
viable, e incluso que puede parecer metafisico (o sencillamente
im
prudente, oaplazable)pasar a los cuatro planos de la dimensin
es
tructural(las preguntas por el vnculo, la desvinculacin, la inmu-
nitas o la com munitas). Esta detencin obedece a causas complejas
que podemos reunir bajo el rtulo de procedimientos de denega
cin: precisamente estos consisten en postular un plano ulterior,
una causa oculta de los fenmenos, para, a rengln seguido dudar
de su explorabilidad, o devaluar su poder explicativo, por procedi
mientos decisionistas (cmo se entienda el vnculo o la desvincula
cin, o la inmunidad o lo comunitario, al fin y al cabo es algo de
cada cual individuo o comunidad ).Y,por otro lado, la pol-
2
Estos rasgos
delmunus
estn inspirados
y
reformulados
a
partir
de los
tra
bajosdeRobertoEsposito,entre ellosCommunitas(Amorrortu, 2002)eInmuni-
tas(Amorrortu,2004).
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Las condiciones de la paz
43
tica real, con sus juegos especficos y decisiones mudables se dice
qu e no tiene tiem po de plantearse la raz de los fenmenos: los lo
gros pacificadores, en apariencia o en realidad, en regiones o grupos
dolorosamente enfrentados suelen presentarse como argumentos
de q ue ese nivel de trat am ien to concreto es el mejor de los posibles
hoy en da, au nq ue no sea el m s perfecto a largo plazo.
Como puede verse, estas dos maneras de argumentar tienen
bastante que ver con los modos de razonar de la autodenominada
psicoterapia conductista (en realidad modificacin de conducta: la
psique
les
suele sobrar):
a)
el prim ero consiste en reducir a lo obser
vable las seales del sntoma como si fueran signos monosmicos,
planos (como si no tuvieran entre s contradicciones, niveles enca
balgados del tipo jeroglfico
3
, que no se dejan disolver simplifican
do o negando planos), b)el segundo consiste en decir que si traba
jamos eliminando el sntoma, sus seales ms acuciantes, ya es su
ficiente (y, como se dice en expresin caribea, le pone la tapa al
pomo la sentencia: la poltica es el arte de lo posible).
As, las condiciones de la paz y de su falta se resuelven en un
primer plano modal o de apreciacin como una secuencia que va
de ms simple a ms complejo segn el discurso poltico al uso,
meditico, de referencia o dominante, como se prefiera decir
co m o si progresar en vertical bastase para llegar a las con dicio nes de
la paz: lograr que el equilibrio d e poderes d paso a proc edim ientos
ms o menos estables de mediar en conflictos, y de ellos pasar a
cuestionar
4
la desigualdad como dimensin ms profunda aunque
visible (lo inconsciente no es ntimo ni oculto: es
extimo,
a la vista
est) y de ah a arbitrar proc edim iento s pa ra practicar la discrim ina
cin positiva, la bsqueda de una no uniformadora equidad.
D e este mo do , pode m os leer la colu m na de la derecha en verti
cal para entender que, si bien a sta y a sus cuatro planos nos han
3
El encabalgamiento de planos econmico, geoestratgico, psicolgico, fa
miliar, de
lobby,
teolgico, poltico que se superponen en el discurso entre cual
quiera del llamado eje del bien y cualquiera de sus antagonistas del llamado eje
del mal servira para invitar a modelos de anlisis un poco ms complejos: que
tomen en serio los planos,
a veces
banales, a veces trgicos, del sntoma.
4
Qu tendr que ver el terrorismo con lapobreza:no es Bin Laden millo
nario? Pues eso.
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44 tica de la paz
podido conducir
los
elementos del sntoma registrados en el discur
so modal o apreciativo (equilibrio, conflicto, desigualdad, equi
dad),lo ms normal es que esta dimensin estructural quede dene
gada o sin plantear en los diagnsticos ydebatesen tornoa lascon
diciones de la paz.
Pero leamos en vertical los planos de la dimensin estructural:
lo que se pretende sealar es que las seales del conflicto de intere
ses, sea fro o caliente, apuntan muy inmediatamente si no se
quieren tapar con un aqu no pasa nada o, peor: aqu pasa lo de
siempre a la fragilidad de vnculo social ticamente considera
do.Vnculo no es un apao hecho con el pegamento de una paz
ms o menos duradera: es cuestionar, por ejemplo, cmo se form
la antigua Yugoslavia y cmo algunos pronosticaron la eclosin y la
etno-teologizacin interesada del conflicto. Vnculo hace referen
cia al valor moral (que comprende bueno y malo, vergonzante o
edificante) que llevar a lo que es representable u ocultable en la
memoria y en la esfera de lo poltico, entendido no como sector
institucional (frente a lo econmico o lo familiar) sino como confi
guracin global de la sociedad.
Vnculo, as entendido, pone otra perspectiva a la desvincula
cin (y a lainrnunitasque de ella se desprende): no se trata de re
dundar en las alianzas o enemistades geoestratgicamente consoli
dadas
5
,sino de considerar qu
es
lo que une o vinculapases,nacio
nes, reas, comunidades humanas un tiempo en guerra y otro
tiempo no. Y la pregunta, que puede tener una elevacin sublime a
la consideracin malvada o enferma de la condicin humana, es
posible realizarla a travs de los sntomas concretos contrarios a la
paz. El primero de ellos puede ser la aceptacin unnim e, resigna
da o con apenas disimulada arrogancia, de las actuaciones concre
tas de la llamada razn de estado. Los ejemplos son tan numero
sos y actuales que el lector me ahorrar el detalle: l mismo lo pue-
5
Lo que no impidi por poner algunos ejemplos que an pueden ser tema
de meditacin el pacto Hider-Stalin, ni el envo de recursos USA a la llamada
zona nacional en plena guerra civil espaola, o carbn del gobierno polaco co
munista de Gomulka a al gobierno franquista en los aos sesenta con ocasin de
las huelgas mineras del norte de Espaa.
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Lascondicionesde la paz
45
de hacer. Casi todos tienen la secuencia siguiente: las razones del
conflicto son discutibles, son argumentables, con base en los dere
chos humanos y en los derechos del ciudadano... pero algo hay que
zanja la discusin (la invasin se produce, el barco ecologista es di
nam itado, las tropas se retiran sin llegar
a
proteger
a
la poblacin de
sus genocidas que estn literalmente a las puertas, los posibles o
realmente violentos reciben un misil que destruye su casa, o su co
che con ellos dentro, el contrato de armas sefraguacomo parte in
tegrante de un acuerdo mayor en el que entran programas de ayu
da, de asistencia sanitaria incluso...) Algo hay que zanja la discusin
y muestra la lectura desde la razn poltica y la oclusin de la di
mensin tica de lo poltico
6
.
2. EL DIAGNSTICO O LA FUERZA DEL REVS
La desazn del sntoma nos lleva a explorar con mayor deteni
miento los nudos que renenloscontrarios en pugna. Es como tra
tar de sacar a flote las percepciones fugaces que entre lucidez y de
lirio utpico nos acometen de vez en cuando. stas se pueden reu
nir en un enunciado que por lo simple mantiene la fuerza del
sntoma y el comienzo del diagnstico:
y si
estuvisemos viviendo
un mundo al revs? Es decir, si por debajo de los juegos de poder
y de prestigio, de dominacin y de explotacin, fuese apareciendo
la verdadera naturaleza del sntoma, asaber:que lo que no est cla
ro es en nombre de qu establecemos lazos de respeto mutuo, coo
peracin, no agresin...?
Todo parece apuntar a que hay una realidad visible, vivida, que
es
objeto de una racionalidad que hasta ahora ha gozado de un mo
nopolio en el pensamiento de lo poltico: la racionalidad instru
mental que estiliza y simplifica lo que llama intereses (como metas)
y
frente
a ellos establece los medios que han de ser calculados segn
6
La poltica frentea lopolticosoncategoras inauguradasporClaude Lefort
ydesarrolladasporvarios autores cuyas obrasno detallo,puestoqueforman par
te de sus categoras bsicas:Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Zoltan Szankay,
Nelly Schnaith, entreotros.
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6
tica de la paz
la optimizacin. Los elementos del comn que se salen de este es
quema son considerados, como
es
sabido, poco menos que metfo
ras,delirios, brotes de la conciencia infeliz...
Porque esta forma de racionalidad
se
presenta en
el
escenario fi
losfico escasamente sometida a autocrtica o autoanlisis. Se suele
decir en materia de vnculos sociales y de su exacerbacin violenta
o polmica: seesel verdadero rostro, cada cual persigue su inters.
Lo que no est claro es precisamente la reflexin sobre la fuente y
los caminos de tal inters. Me refiero, como Kant apunta en su de
finicin del campo de la razn prctica, a la relacin del deseo con
la ley. Y as, el deseo, que trata de hacer que lo incoado por el suje
to tenga existencia, no cumple como un elemento diseado para la
maximizacin de costes-beneficios. El deseo sigue seuelos, signifi
cantes de otros significantes puede incluso hacer el dao buscan
do el supuesto bien propio o del otro que conviene continua
mente discernir. De ah que la crtica del discernimiento vuelva a
estar vigente, y
esta vez
en su aplicacin a
los
problemas ticos de la
poltica.
El problema de la violencia circula por planos complejos en el
orden del diagnstico. Pero no tantos que no resulten representa-
bles.
Si tomamos como eje la entrada en la perspectiva de un suje
to vincular y no slo en un sujeto utilitario (plano de lacommuni-
tasfrente a la
inmunitas,
en trminos de Esposito) notaremos que
los polos del diagnstico se desplazan, de sus razones instrum enta
les a sus razones vinculares. En el primer caso, la creencia en el
vnculo social est regida por la razn poltica en el sentido de que
el poder es la razn moral primera y realista, amn de pensar que
el poder es colmable por quien lo ocupa, y que ste coincide con
la ocupacin territorial, amn de considerar que la razn de la su
bordinacin jerrquica equivale a la divisin funcional de trabajo
y que, por ltimo, la razn de lucro, la explotacin presentista
que la cultura del consumo avala es razn de fondo de las formas
de crisis de la vinculacin. Si todos estos planos se dan en el diag
nstico, nos encontramos con una peticin de principio que en
tiende que crisis del vnculo social es la anomala mejorable, la
desviacin de u n modelo que se puede corregir tcnica y volunta
riosamente.
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Las condiciones de la paz
47
Si situamos, com o hacamos en la figura
1,
las dimensiones en
su plan estructural, nos encontramos con que el problema del
vnculo no es tanto responsabilidad de la divisin de poderes sino
de la configuracin de los sujetos que se vinculan y de la misma
definicin de ese vnculo:a)segn la tica del equilibrio, instru
mental, en el que el principio de pragmatismo poltico obtura
pensar ms all y piensa que los problemas que generan violencia
y la consagran y aun ritualizan tienen que ver (y son corregibles)
con un mejor diseo de los equilibrios de utilidades, de territo
rios,
de jerarquas, de mercado del lucro, o b)segn la tica del
don, de la restitucin, de la correspondencia respecto de un
mu-
nus(bien, cargo, representacin) que es de suyo circulante, com o
luego veremos.
La desigualdad, que es generadora de situaciones de conflicto
de intereses, territorios, jerarquas, beneficios, remite a un snto
ma mayor que es el que, a mi juicio, hay que analizar despacio: la
denegacin de las razones vinculares (del carcter moral del vn
culo social) y su ocultamiento bajo las supuestas razones instru
mentales.
Me apresuro a matizar que el plano de las razones instrum en
tales no es desdeable en el diagnstico ni en la intervencin en
las formas de conflicto y de violencia
7
. Lo que sugiero ahora es
que se trata de emprender un recorrido ms largo y ms cuida
doso.
Viendo cmo posiblemente tras cada plano de las razones
utilitarias se oculta una dimensin o plano vincular, que afecta a
los sujetos no funcionalmente considerados sino entendidos y
convocados desde la interdependencia moralmente orientada del
vnculo.
Si se me permite sintetizar estos pares de opuestos grficamen
te,
tenemos el siguiente cuadro:
7
Un ejemplo bien concreto de un anlisis institucional en el que participa
mos tena como punto de partida la mala definicin de los puestos de trabajo en
un rea de servicios sociales: que unos mismos sujetos fueran etiquetados de las
asistentas sociales por sus compaeros, mientras que a s mismos se vean como
trabajadores sociales con estudios universitarios era el emergente de una situa
cin de quiebra del lazo social en el interior de la institucin.
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48 tica de la paz
CUADRO2.Planos del diagnstico
RAZONES INSTRUMENTALES
Utilidad
Dominio territorial
Subordinacin
Explotacin presentista
RAZONES VINCULARES
Restitucin
Comunicacin
Reconocimiento
Proyecto
Estos planos en contraste nos permiten ver cmo tal vez quepa
una mirada ms atenta acerca del sentido de trminos morales
como restitucin (la apertura al compromiso que el don impone: si
estoy abierto a recibir en bienes o en ayuda
me
obligo
a
corres
ponder y a superar lo recibido y de ese modo el vnculo pacfico se
consolida). Pero tambin a trminos como comunicacin que no
implica repeticin de un discurso estigmatizador hegemnico, te-
rritorialmente anclado, sino, tal vez, a levantar
los
clichs y estereo
tipos en bsqueda no slo de una tica de mnimos sino de una ver
dadera razn com n. Lo que trae consigo la no negacin del deseo
de reconocimiento no com o una funcin psicolgica narcisista sino
como la correspondencia y corresponsabilidad de lo que hacemos
respecto al
munus
que nos vincula.
El cuarto par presentismo / proyecto hace referencia a la ten
sin formidable que genera violencia: entre el mandato de un con
sumo que se agota en s mismo (consumo improductivo o ritual,
como pauta) y el anhelo de relatos en los que el maana de lo que
hacemos tenga
cabida.
No utopas disciplinantes ni uniformadoras,
pero s relatos en los que la proyeccin de lo que anhelamos la
superacin de las formas de dao puedan encontrar soporte y fi
gura.
Adems de estos pares de opuestos, que nos permiten estable
cer
las
lneas de tensin por
las
que circula la vivencia de lo polmi
co yelanhelo de la paz, nos topamos aqu con un escollo que en la
teora clsica ha supuesto no un elemento apreciativo, sino una ver
dadera condicin estructural de la paz. Me refiero a la supuesta in
clinacin natural a la violencia de los humanos.
Refugindose en el lugar com n de la naturaleza o la condicin
humana, las pretensiones de la pacificacin han chocado con un l-
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Las condiciones de la paz
49
mite fatal, a saber: por ms que perodos incluso largos hayan for
mado parte de la experiencia de los pueblos, de vez en cuando, sale
(debe salir, dicen otros) la verdadera naturaleza depredadora, vio
lenta que todo sujeto lleva consigo y todo pueblo debe atemperar.
El recurso a ese macromito de la naturaleza humana daina va de
la m an o co n el discurso tecnocrtico de los ajustes de anom alas. Su
argumento (y mal diagnstico, como trato de mostrar) consiste en
decir: como en la naturaleza humana (genoma, psiquismo) no hay
correccin posible, acudam os a los resortes tcnicos instrum entales
sin dejar qu e se abra paso la dim ensin prop iam ente vincular: con
sus ambivalencias y sus recursos, pero innegable.
La metafsica alimenta un mito que se reboza en tecnologas
que lo corroboran y no lo desmo ntan. Precisamente porq ue n o per
m iten explorar los recovecos del preferidor racional (inc om pletu d
del sujeto) ni establecer las condiciones vinculares del sujeto tico.
Por ello, uno de los elementos importantes en el diagnstico
es la exploracin de las condiciones subjetuales de la paz. Precisa
mente porque de este modo se puede esclarecer, si no evitar, la
posicin que asimila violencia y ausencia de paz. Dichas condi
ciones subjetuales, es decir la percepcin del lmite del sujeto m o
ral, no implican una subjetivizacin, ni menos una psicologza-
cin del diagnstico.
Violencia tiene que ver con los modos de cursar el desarrollo y
logro del deseo. En ese sentido la frustracin, la represin, el retor
no de lo reprimido son otras tantas figuras que bien podemos leer
en su cara externa respecto del con texto analtico en el qu e se con s
truyeron. El anlisis y el discernimiento de estos modos es no slo
va del diagn stico de las cond iciones de la paz sino restauracin del
cam po p rop io del sujeto tico.
3 . AL GO MS QUE PRONSTICO: LA TICA DEL D O N
Y EL VNC ULO SOCIAL
Si la paz se plantea como la posibilidad sostenida de evitar el
dao, el conocimiento de los circuitos de la violencia (como el de
la frustracin personal en todo su reco rrido, amp liado al grup o, a la
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5o
tica de la paz
comunidad) es el paso primero de una intervencin
filosfica
y po
ltica que no olvida las condiciones del sujeto tico. Cierto es que
las reglas complejas de la estrategia, de las formas de negociacin
(incluyendo
los
tan de moda juegos de todos ganan...
a
condicin
de poder participar en el circuito negociador) nos ilustran lo que
est en juego en la lectura parcial de la crisis del vnculo: entendido
como resultado de los juegos de poder.
Slo faltara otro
paso:
saber que
tales
juegos no ocultan la con
dicin de la vinculacin,
munus,
no lo ponen en peligro, no lo va
can de contenido. Porque al
fin
yalcaboelvnculo social tiene que
ver con una conviccin de la propia limitacin y la
apertura
a reci
bir
que es concomitante. La propuesta de un vnculo basado en la
hospitalidad como virtud bsica noesapelacin a un compadrismo
ms o menos castizo: es la primera leccin de la tica del don que
Mauss puso casi involuntariamente (era etngrafo) en marcha y
que Derrida y otros ms cercanos desarrollan con cuidado no exen
to de sugerencias. Lo mismo ocurresidesarrollamoselsentido de la
correspondencia
como forma de vinculacin (obligacin moral de
corresponder: que no es poner en la balanza un objeto equivalente
segn mercado, sino una voluntad de alianza desde la propia limi
tacin y el propio recurso). La superacin de lo recibido implica
que quienes
se
vinculan no se cierran en la suma cero de un pquer
cuya apuesta
veo,
sino en la llamada a
s
y al otro a una progresin:
este vnculo va ms all de los gestos del presente.
As, este brevsimo apunte del pronstico nos coloca en la di
mensin de un genuino ideal regulador: la tica del don, en su tri
ple dimensin de
recibir, corresponder,
superar lorecibido.Es decir,
una nueva formulacin tica del vnculo social como condicin ra
dical de la paz. En ella cabe pensar y desear la construccin del vin
culo social como formulacin abierta, no fundamentalista, no ba
sado en la carne ni en la sangre, no inefable: que muestra sus prin
cipios y debate sobre ellos, que muestra en sus argumentos y en las
normas que produce una dimensin imp
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