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En domingoLevante

EL MERCANTIL VALENCIANO

18 de febrero de 2001

Esta semana se cumplen 20 años del intento de golpe deEstado del 23 de febrero de 1981, el conocido «tejerazo»que fue seguido en Valencia de una verdadera acción militarcuando Milans del Bosch ordenó desplegar medio centenarde carros de combate y 2.000 soldados en el centro deValencia, una ciudad que permaneció copada algo más decuatro horas mientras las radios emitían un bandoinvolucionista y marchas militares. Dos décadas despuéstodavía hay demasiadas zonas oscuras sobre lo ocurridoentonces y muchas cautelas a la hora de desvelar secretos.

La perspectiva histórica aún no ha alcanzado al 23 F, pero Levante-EMV reconstruye parte de lasluces y sombras de aquella jornada que para miles de valencianos fue terrorífica. La noche de lostanques que tomaron la capital y el alma de los ciudadanos.

La noche de los TANQUES

LOS PREPARATIVOSXàtiva o Xàbia pudieronalbergar una importanteconspiración previa

2/3 OPERACIÓN TURIAMilans imitó el bandode Mola y la táctica deQueipo del Llano

4/5 LOS TESTIMONIOSSoldados que subieron a lostanques relatan la angustiade esa madrugada

6/7 LA TRAMA CIVILNo hubo movilización dela ultraderecha a pesar desu conexión valenciana

8/11 FIRMAS. Manuel Jardí, Ortifus,Emili Piera, Alfons Cervera,Antonio Vergara, Josep-VicentMarqués, Ángel & Guillermo.

jefe de la Unidad de Automovilismode la Brigada de Infantería XXXIcon sede en Bétera. Pitarch reme-mora cómo durante la segunda mi-tad de 1978 el jefe de dicha brigadaa la que pertenecía el batallón de ca-rros de combate del Regimiento Viz-caya 21, el general Luis Caruana—durante el golpe del 23-F goberna-dor militar de Valencia—, «dijo du-rante una comida en la Base de Béteraante más de un centenar de oficiales ysuboficiales: ‘Esos carros tenerlos prepa-rados, que igual hay que sacarlos a lacalle’».

FASE PREMONITORIA. Las palabras deCaruana auguraban lo que sucede-ría tres años después cuando las di-ferentes operaciones golpistas enmarcha coincidan en una. MartínezInglés cita en su obra la existencia decuatro movimientos simultáneos du-rante 1980: El primero y el mejorplaneado sería el del grupo de Xàti-va, que ultimaban un golpe duropara principios de mayo de 1980 queacabaría con la Democracia y la Co-rona. Aunque pertenecía a este gru-po como socio fundador, Milans de-fendía que el golpe de mano no sellevase por delante al Rey que Fran-co había elegido como su sucesor.

Otra conspiración golpista, segúnMartínez Inglés, sería la planeadapor espontáneos, como Tejero. Elcuarto movimiento lo impulsaba elex secretario general de la Casa delRey y antiguo preceptor de don JuanCarlos, el general Alfonso Armada,que pretendía salvar la monarquíacon un gobierno de unidad presidi-do por él: la solución Armada.

Milans habría captado a Tejero enel verano de 1980 a través de su ayu-dante, el teniente coronel Mas Oli-

ver. Posteriormente, con dos reunio-nes en la Capitanía de Valencia, losdías 17 de noviembre de 1980 y 10de enero de 1981, Armada se ganala confianza de Milans al convencer-le, según dijo este último en el pro-ceso del 23-F, de que el Rey era sabe-dor de la solución Armada.

El capitán general de Valencia or-ganiza una reunión en Madrid conTejero y otros altos militares el 18 deenero, en el domicilio de su ayudan-te Mas Oliver en la calle General Ca-brera. En esta cita conoce el plan deasalto al Congreso de los Diputadosy planea la movilización de la DAC yla toma de Valencia que debía servirpara que el resto de capitanes gene-rales secundasen el levantamiento.

EL «CORREO» DE MILANS. Como a estareunión no asiste Armada, Milansenvía a su subordinado, el coronelIbáñez Inglés, el 20 de enero a Léri-da donde estaba destinado el anti-guo preceptor del Rey. Ibáñez Ingléstambién haría de correo de Milans enotras dos ocasiones: El 3 de febreropara ver qué hacían después de la di-misión de Suárez el 29 de enero, yuna tercera el 16 de febrero para so-licitar más información.

Durante el juicio, Milans dijo queTejero le confirmó el sábado 21 defebrero o el domingo 22 que el lunestomaría el Congreso de los Diputa-dos, mientras que el teniente coro-nel de la Guardia Civil aseguró quefue «Diego —en alusión a Ibáñez In-glés— quien le indicó la fecha de la ope-ración». El segundo jefe de EstadoMayor de Milans, al igual que MasOliver, negaron que la orden delasalto al Parlamento se diera desdeValencia.

El fin de semana previo a la aso-nada militar el nerviosismo en la Ca-pitanía General de Valencia es má-ximo, Milans, que desde una semanaantes ya no veía confidenciales sus te-léfonos, le da a Armada el númerodel despacho de arquitectura queun hijo de Ibáñez Inglés tenía cercadel Convento de Santo Domingo.

Por la tarde del domingo 22, siem-pre según la versión de Milans en eljuicio, Armada llama al número delmencionado despacho. Allí, junto alcapitán general, se encuentran Ibá-ñez Inglés, Mas Oliver y un coman-dante de la DAC, Ricardo PardoZancada, a quien su antiguo jefe ha-bía llamado para preparar el levan-tamiento de la Brunete.

Milans dijo durante su declara-ción en el proceso que Armada le in-formó de que no se había podido pa-rar a Tejero «y que eso se hacía y queya me diría si iba a estar en la Zarzuela.Le pregunté si había hablado con el nú-mero uno y me dijo que en las últimashoras no».

Carcedo en su libro añade algúnmatiz a esta conversación, al señalarque los tres testigos oyeron que Mi-lans le decía a Armada «¿Has habla-do con el número uno? ¡Ah!, en las úl-timas horas no. Que estarás mañanacon él para que no cambie, porque es vo-luble. ¡Ya!». Los cuatro militares reu-nidos en el gabinete de arquitecturaaquella tarde dominical de febrero«habían entendido que el Rey estaba deacuerdo», dice Carcedo, y que la ope-ración del 23-F estaba en marcha.

2/3 En domingo Levante-EMV18 de febrero de 2001

Rafa Montaner ■ VALENCIA

FOTOS:LEVANTE-EMV

EN 1977 el entonces generalde división Jaime Milansdel Bosch era el militarmás poderoso de Españaal tener bajo su mando los

12.000 hombre de la División Aco-razada Brunete, la DAC, la unidadcon los carros de combate más mo-dernos del Ejército. Milans ya estu-vo en un tris de llevar sus carros decombate a Madrid para revocar lalegalización del PCE, pero se fre-nó. No sería hasta varios meses des-pués, en septiembre, cuando laconspiración tomaría cuerpo enuna reunión supuestamente cele-brada en un chalet de Xàtiva. Aun-que la mayoría de investigadores si-túan dicho encuentro en un puntoindeterminado del término de lacapital de la Costera, veinte añosdespués nadie ha desvelado dóndetuvo lugar exactamente.

En esta subversiva jornada oto-ñal se darían cita los altos jerarcasmilitares franquistas de la época, alos que el coronel Amadeo Martí-nez Inglés en su libro 23-F. El golpeque nunca existió, cataloga como los

«príncipes de la milicia». Estos gene-rales, añade Martínez Inglés, seconjuraron «contra el desmantela-miento real del sistema político fran-quista». Este autor asegura que elencuentro fue en la Costera y du-rante su obra alude en reiteradasocasiones al «espíritu de Xàtiva».

El periodista Diego Carcedo, ensu obra 23-F. Los cabos sueltos, tam-bién sitúa el cónclave militar invo-lucionista en Xàtiva, donde revelaque asisten una docena de genera-les vestidos de paisano y acompa-ñados de sus esposas con la coar-tada de celebrar «el aniversario deuna de las promociones de variosmiembros del grupo que habían coin-cidido aquel verano de vacaciones enla región levantina».

«JÁTIVA O JÁVEA». El periodista JesúsPalacios, en su libro 23-F: El golpedel Cesid, apunta que la fecha de ce-lebración de la reunión fue entreel 13 y 16 de septiembre, aunqueél defiende que la cita fue en Xàbiay no Xàtiva, dado que en la locali-dad costera veraneaban gran partede los implicados en la conjura.«Lo chusco del asunto es que alguienhabía confundido Jávea con Játiva»,escribe Palacios.

El acuerdo salido de esta prime-ra reunión fue el hacerle llegar alRey una carta exigiéndole la dimi-sión de Suárez, la creación de unGobierno de unidad nacional pre-sidido por un teniente general y elmeter a la Constitución en la ne-vera. Si don Juan Carlos no se ave-nía a sus planes no les importaríair contra él.

Milans del Bosch, que era el ofi-cial de menor graduación en lareunión pero al mismo tiempoera el que más poder acumula-ba en sus manos al tener bajo sumando a la potente DAC, «su-girió contar con el Rey antes deadoptar cualquier decisión extre-ma», revela Carcedo.

El sindicalista valenciano CésarLlorca, quien por aquellas fechasera miembro del Comité Centraldel PCE, recuerda que a través «deuna importante agrupación comunis-ta que había en Xàtiva nos enteramosde la reunión, comunicándoselo al se-cretario general, Santiago Carrillo,quien a su vez le transmitió nuestraalarma a Suárez».

EL GOLPE «IBA EN SERIO» . El presiden-te, sigue Llorca, le negó a Carrilloque tal reunión hubiese tenido lu-gar, «lo que llevó al secretario general,contrariado por la negativa de unaevidencia, a afirmar en el Comité Cen-tral que el golpe ‘iba en serio’».

El núcleo comunista más impor-tante en la Xàtiva de final de la dé-cada de los años 70 era el Partit Co-munista Marxista Leninista(PCML), un ex militante de estaformación sitúa la hipotética reu-nión en un chalet de la partida deEl Realengo, a más de 20 kilómetrosdel casco urbano de Xàtiva y colin-

dante con los términos deCarcaixent y Rafelguaraf.Durante la época circuló elrumor, que nadie ha confir-mado ni desmentido, que el

encuentro clandestino podríahaber tenido lugar enuna finca de naranjospropiedad de la fami-lia del ex ministro

franquista Oriol y Urquijo.La inquietud en los cuarte-

les iba en aumento a finales delos años setenta como recuerdael entonces capitán de caballe-ría Jose Luis Pitarch, a la sazónmiembro de la proscrita Unión

Militar Democrática (UMD) y

◆ LOS PREPARATIVOS El ruido de sables en España era intensísimo meses antes del «tejerazo»

DOMINGO, 11. Consumida bellezaCualquiera tiene derecho adespreciar la flor del almen-dro, cualquiera menos quie-nes pensamos que todo lo im-portante puede decirse con lasbreves sílabas de sus pétalos,que visten de blanco mortal yniñez rosa. Elegí la Vall de Ga-llinera para asistir a ese prodi-gio cotidiano, que llega conlas ordenanzas del almanaque.

Pero la flor ya tenía guarni-ción abundante de brotes ver-des, como sortijas en los dedosadolescentes de la enramada.Tuvimos un sábado tropical yeste domingo que frisa losveinte grados en pleno febre-ro, convierte los ámbitos enun invernadero general don-de zumban todos los órdenesde la entomología. Dejo el co-che en Benialí y me pongo aandar, con la fiambrera casca-beleando en la mochila. Lasavispas han ocupado una col-mena derrengada que aban-donaron las abejas.Primera constatación: lo mis-mo aquí que en la Vall d’Ebolos arroyos habitualmente rui-nes están en quiebra absoluta.Ni gota, ni gota, aunque loscostados de la sierra se siguen

plisando con nuevos bancalesy más depósitos circulares deagua de riego: cerezos y cha-lés. No me doy la oportunidadde indignarme porque entredos cantiles de la sierra se des-liza una luz pulverulenta y fría,una luminosidad muy pocomediterránea, más druídicaque griega. A mí me gusta y alos mirlos no parece importar-les porque, sin ninguna obli-gación que atender, charlansin descanso en sus tertuliasaéreas. Todo está florecido yhan estallado las amapolascomo si abril se hubiera pues-to a voltear sus azahares. En estos contornos, el cineastacatalán, con perdón, Marc Re-cha, rodó una película queconseguía ocultar soles, calci-naciones y resplandores, unahistoria donde siempre llovía,sobre todo en el alma de lospersonajes: misterios de la fo-tografía. Llego a la cumbre ycontemplo, hacia el sur, un ex-tenso panorama de montes ca-davéricos, osificados, sin cres-tas pinosas, ni luz de verduras,ni nada de nada. Mientras nospreguntamos qué será, mama,lo que tiene el negro (de Za-plana), nos estamos quedandosin país.

LUNES, 12. Marc RichNo se pierdan lo que los perió-dicos andan contando de estepajarito: el mayor defrauda-dor fiscal de la historia de losUSA. Marc Rich se hizo ricoen España y ha ostentado va-rias nacionalidades, entre ellasla israelí y la española. Cuan-do Barrionuevo mandaba enInterior, los abogados de Richle preguntaron al ministro sipodía estar tranquilo y, tras lascorrespondientes consultas,Barrionuevo contesto: «no ospreocupéis, los motivos por losque es reclamado por la justicianorteamericana no son delitos ennuestro país». Magnífico: somos

más liberales que nadie: aquítampoco es delito firmar, deli-beradamente, un cheque sinfondos. Un famoso político denatural pesimista dijo que esespañol el que no puede serotra cosa. Corrijamos: es espa-ñol el que espera no ser extra-ditable.

MARTES, 13.Diez días vistaCreo que la única enseñanzaque me procuran los veinteaños del cuartelazo del 23-F esel descubrimiento de una ex-traña y lejana lentitud. Duran-te horas, nadie supo si eranmuchos o pocos, moderados ocarniceros, por qué el Rey tar-dó tanto en hablar o a quienprestamos servicios en aquelparéntesis. Ambigüedad. Lamisma de nuestra Transición.El signo diferencial de la ba-bosa centrista, cuyos jugos pe-gajosos noto en la nuca. Sólofuera del abdomen de la babo-sa existe la vida.

MIÉRCOLES, 14. Policía falleraA mí que una comisión falle-ra como la de Huerto de SanValero destroce un ninot porindecoroso me parece tan sor-prendente como que el obis-po organice los carnavales yla Universidad las apuestas hí-picas. Un ninot que represen-ta a una mujer desnuda conun plátano no es un modelode depuración estilística o fi-nura de concepto, desde lue-go, pero es un expedientemuy fallero y de larga tradi-ción. Ni el concejal AlfonsoGrau tiene derecho a descali-ficar a la artista –Manuela Tra-sobares, tan impetuosa queha plantado falla en Tarrago-na: panvalencianismo entrecatalanes–, ni los falleros quela contrataron a retirar y, mu-cho menos, a destruir la figu-ra como han hecho. ¿Guar-dianes de la moral quienestienen el derecho y hasta eldeber de desmadrarse?

Erosiones y trastocamientos

Creo que la únicaenseñanza que me pro-curan los veinte añosdel cuartelazo del 23-Fes el descubrimientode una extraña y lejanalentitud. Durantehoras, nadie supo sieran muchos o pocos,moderados o carnice-ros, por qué el Reytardó tanto en hablar oa quién prestamos ser-vicios en aquel parén-tesis. Ambigüedad.

EmiliPiera

DÍAS DE GUARDAR

ILUSTRACIÓN: ELISA RAMÍREZ

El ruido de sables fue una constante durante latransición con el generalato franquista controlando

el Ejército, pero la conjura militarcontra la democracia no tomaríacuerpo hasta el punto sin retornomarcado por el presidente AdolfoSuárez con la legalización del PartidoComunista en plena Semana Santa, el

9 de abril de 1977, en una fecha que ha quedadograbada en los anales de la historia como el SábadoSanto Rojo.

El entonces capitánde caballería JoséLuis Pitarch afirmaque en 1978, enuna comida conmás de cien oficia-les en la base deBétera, el generalCaruana dijo: «Esoscarros tenerlospreparados, queigual hay que sa-carlos a la calle».

Diversos investi-gadores defiendenque el golpe em-pezó a tomarcuerpo en unareunión de genera-les franquistasque supuestamen-te se celebró en lazona de Xàtiva enel otoño de 1977.

EL teniente general JaimeMilans del Bosch y Ussíaestaba en la cumbre de su

brillante carrera militar cuando en1981, con 64 años y a punto deretirarse, protagonizó la asonadamilitar. Era el general con mandode más prestigio en la cúpula mili-tar española. Las crónicas del jui-cio en el que se le condenó a 30años de prisión por rebelión militar,cuentan que la lectura de su hojade servicios llevó más de trescuartos de hora. En la pechera de su uniforme nocabían más condecoraciones,entre ellas la más alta distinción ala que un militar español puedeaspirar: la laureada de SanFernando, desde que con una vein-tena de años se presentó volunta-rio a la defensa del Alcázar deToledo. «Era la imagen del militar fran-quista incapaz de superar elengreimiento de los vencedoresen la guerra civil», relata el perio-dista Diego Carcedo en su libro23-F. Los cabos sueltos. El héroedel Alcázar continuó engrosandosu currículum militar durante laguerra civil en una bandera de laLegión.Las varias heridas que acumulódurante la cruzada franquistano le parecieron suficiente ydecidido a continuar siendoel azote de comunistas ymarxistas, buscó más méri-tos de guerra en el frente deRusia al mando de una compañíade voluntarios de la División Azul,prestando promesa de fidelidad aAdolf Hitler.Como no podía ser de otra forma,Milans no es el único en su sagafamiliar donde ha cuajado el tradi-cional carácter levantisco de losmilitares españoles que ha marca-do la historia del país en losúltimos 150 años.Así, «entrelosotros

Milans del Bosch que le habíanprecedido en el generalato», apun-ta Carcedo, hay un antepasadosuyo que en 1817 «había encabe-zado una rebelión contra el des-potismo de Fernando VII, y otro,su abuelo, era el jefe del CuartoMilitar de Alfonso XIII cuando en1923 el monarca (...) entrego elpoder a Miguel Primo de Rivera».Los políticos que le conocieron,como el ex alcalde de Valencia, elsocialista Ricard Pérez Casado, lodefinen como «un hombre decarácter fuerte, muy leal con susideas y muy intransigente con lasnuevas formas democráticas».Milans estaba con el Rey como elmonarca elegido por Franco parasu sucesión, pero no consentíaque la democracia derrumbase laobra del Caudillo.Pérez Casado rememora quedurante una visita del presidenteAdolfo Suárez a Valencia en 1980,Milans se negó a darle la mano aSuárez y el entonces ministro deDefensa, el general GutiérrezMellado, se lo tuvo que ordenarpor escrito. ■ R. M. C.

UN MILITAR «REBELDE» A LA ANTIGUA USANZA

Jaime Milans del Bosch,semanas antes del golpe.

FOTO: LUIS VIDAL

Conspiración en

¿Xàtiva?

Diversos investigadores apuntan a que enesta finca del Realengo, propiedad de un exministro franquista, pudo tener lugar unareunión militar anterior al 23-F. Una cita quenunca ha podido ser confirmada.

R. M. ■ VALENCIA

FOTOS: TVE - VALENCIA

LA Operación Turia fue elnombre interno que recibióla toma de la ciudad manumilitari, una acción que estu-vo lista desde las 16 horas de

ese fatídico lunes 23 de febrero dehace veinte años pero que no se pusoen marcha hasta que Tejero asaltó elCongreso de los Diputados en Ma-drid y telefoneó al capitán general deValencia para confirmarle el éxito dela toma al grito de«¡Viva España, porfin!» El capitán general de la TerceraRegión Militar, el teniente generalJaime Milans del Bosch, que siguióla irrupción de los guardias civiles enla Cámara Baja a través de Radio Na-cional, suspendió las garantías cons-titucionales con un bando calcadodel emitido por el general Mola enjulio de 1936 en Pamplona en el pre-ludio de la guerra civil.

La consigna que pondría rumboa Valencia a unos 54 carros de com-bate M-47 del Batallón de carros me-dios del Regimiento Vizcaya 21 deBétera, a los carros ligeros M-41 delRegimiento de Caballería Lusitania8 de Marines y a unos 2.000 militaresarmados, era la tan valenciana clavede Miguelete.

«VACÍO DE PODER». La justificación detal despliegue, según afirmaron Mi-lans del Bosch y sus subordinados, elcoronel Diego Ibáñez Inglés y el te-niente coronel Pedro Mas Oliver, enel juicio del 23-F por el que seríancondenados a 30, 10 y 6 años de cár-cel por rebelión militar, era garanti-zar el orden en la ciudad ante el«vacío de poder» provocado por la en-trada de Tejero en el Congreso.

Así pues, Milans desparramó por

los puntos neurálgicos de la ciudada unos 2.000 hombres divididos encuatro grupos tácticos: dos mecani-zados, uno acorazado y otro motori-zado, cuyos nombres clave eran Cor-

cel, Pantera, León y Tigre. Además,durante el operativo se recurrió a latáctica, utilizada por el general Quei-po de Llano en Sevilla durante la su-blevación de 1936, de tener constan-

temente a unidades motorizadas re-corriendo la ciudad para dar la sen-sación de que se disponía de un ma-yor número de tropas.

UN BORRACHO SOLITARIO. Al final, losefectivos de la Operación Turia, enlugar de hacer frente a las masas en-fervorizadas que se preveía saldríana la calle en defensa de la democra-cia, sólo se las tuvieron que ver conun único vecino que, armado conunas cuantas copas de más, encon-tró en los vapores etílicos el suficien-te valor para enfrentarse a las unida-des militares que ocupaban la actualplaza del Ayuntamiento.

Éste es el único incidente que re-coge el parte de la policía municipaldurante una noche en la que la ciu-dad «estaba semidesierta», recuerda asus 80 años el entonces jefe de la po-licía municipal, Manuel Jordán. Conel Gobierno Civil en manos del go-bernador militar, el general Luis Ca-ruana, y la mayoría de responsablespolíticos tomando las de Villadiego,se puede decir que el jefe de la poli-cía fue la única autoridad civil queestuvo al frente de la ciudad durantelas horas más delicadas, es decir lasque van desde la llegada de los tan-ques sobre las 21 horas y el mensajedel Rey por televisión alrededor dela una y cuarto de la madrugada.Aunque el bando de Milans decre-taba la militarización de todos losservicios públicos, Jordán dice quelos militares «no se acercaron a la puer-ta del ayuntamiento, no pidieron entrarni al servicio».

MORTEROS «FRANCO». El jefe de policíaseñala que el destacamento que sedesplegó frente al consistorio, condos carros de combate, varios camio-nes, una ametralladora y dos morte-ros Franco de 120 milímetros de diá-metro, llamados así al atribuirse sucreación al Caudillo, «no sabía nadadel golpe de Estado. Cuando me acerquéal jefe de la unidad militar a interesarmepor su presencia en la plaza, éste me dijoque estaban haciendo un ejercicio de ma-niobras en el que había que ocupar Va-lencia: desconocían el bando de Milanshasta que yo se lo leí».

INFORME PERIODÍSTICO. Fuera de la ciu-dad, la Unió de Periodistes (UP) delPaís Valencia relataba en un informedel verano de 1981 que los jefes dela base aérea de Manises se negarona sumarse al golpe, «siendo amenaza-dos con el envío de tanques por una au-toridad militar, al parecer un general,desde Valencia». La UP también des-taca en su informe de quince foliosque la Guardia Civil «toma el ayun-tamiento de Torrent y desaloja a las au-toridades democráticas», y el caso deBuñol «que sufre una ocupación simi-lar a la de la capital valenciana».

◆ OPERACIÓN TURIA

El teniente generalJaime Milans del Boschinundó Valencia en lanoche del 23 defebrero de 1981 conuna riada de toneladasde acero en forma demás de medio centenarde carros de combateM-47 tomando lasprincipales avenidas dela ciudad, machacandoel asfalto y de pasotambién encogiendo elcorazón al vecindariocon el ensordecedorruido de sus cadenas yla amenazante siluetade sus cañones yametralladoras.

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La mayoría de lasunidades quetomaron parte enla Operación Turiacreía que salían demaniobras haciaValencia. Otrosinformes señalanque en Buñol yTorrent tambiénhubo conatosmilitares y de laGuardia Civil.

La toma de Valencia

El camarógrafo del centro territorial de RTVE en Valencia, Aníbal Jiménez —hoy yajubilado— grabó para toda España, sin que ningún militar se lo impidiese, lasimpresionantes imágenes de una columna de carros M-47 recorriendo la avenida del Puerto.

LOS carros de combate en-traron en Valencia sobrelas 21 horas, mientras que

a las tres de la madrugada, casiuna hora y cuarto después deque el capitán general ordenaseel repliegue, salió el último blin-dado de la ciudad. Tal como ha-bía ordenado el Rey a Milansdel Bosch, y éste a sus jefes,todas las tropas movilizadas ha-bían regresado a sus cuarte-les... ¿Todas? ¡No! Una unidad motorizada con unadecena de camiones repletosde atemorizados soldados dereemplazo y un teniente coronelal mando, a quien nadie habíadado ordenes de que se fuerana casa, seguía dando vueltas ala ciudad pasadas las tres de lamadrugada.El mando de estas dos compa-ñías perdidas en la madrugada,cansado de no encontrar los ca-rros de combate por ningúnlado, se dirigió a la comisaríamunicipal del Palacio de la Ex-posición, dónde preguntó si sa-bían dónde estaban los tan-ques, a lo que los agentes lecontestaron que ya hacía ratoque se habían marchado. Enton-ces el oficial pidió permiso parallamar por teléfono; los agentesque presenciaron la conversa-ción contaron las palabras delsofocado militar: «¡Coño!, yono sabía que tenía que retirar-me. A mí nadie me ha dichonada.» Tras percatarse la poli-cía de que el hombre se habíaperdido y no sabía cómo salirde la ciudad, un coche patrullales marcó el camino hasta laavenida de Burjassot, desdedonde salieron para Bétera so-bre las cinco de la mañana.Ésta era la última unidad militarque se replegaría, despertandola ciudad hacia las seis de lamañana de una pesadilla queveinte años después sigue en elrecuerdo de los que vivieron lalarga noche de los tanques deMilans. ■ R. MONTANER

PERDIDOS EN LA CIUDAD

Durante 4 horas la ciudad estuvo ocupada por 2.000 soldados y medio centenar de carros

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Nada más volver a la base de Bétera los soldados quedaron arrestados tres días

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◆ LOS TESTIMONIOS

AntonioOrtiz

LA SEMANA DE ORTIFUS

R. M. C. ■ L’ELIANA

REPARTE el armamento que nos va-mos a Valencia a matar rojos», fuela orden literal que la nochedel 23-F dio un brigada al ar-mero de la batería de servicios

del Grupo de Artillería Antiaérea Lige-ra 40/70 (GAAL) de Paterna, recuerdaManuel Montaner, un vecino de l’Elia-na que ese lunes de hace 20 años reali-zaba su servicio militar como voluntarioen dicho grupo del Regimiento de Ar-tillería 17 de la División Motorizada Ma-estrazgo 3, con base en Paterna.

Las palabras del brigada sobrecogie-ron a los 40 soldados de la batería, es-pecialmente al armero, «un soldado dereemplazo de Madrid, que de nervioso queestaba no atinaba a abrir el lugar donde seguardaban las armas». El único que res-pondió a las órdenes del brigada fue un

soldado vasco, Iñaki Callearansolo, quele replicó «yo no voy a ningún sitio», re-cuerda Manuel.

«Cuando todos temíamos —continúa—que el brigada respondiera al desafío de Iña-ki, que a pesar de medir 1,60 centímetros dealtura era una mole puesto que era aizkola-ri, encañonándole con la pistola, el subofi-cial no respondió.» El soldado amotinadodio media vuelta y se metió en los dor-mitorios«y todos nos fuimos detrás de él».

Entre la tropa reinaba la tensión, ha-bían oído por la radio la toma del Par-lamento y el bando de Capitanía. «En-tre nosotros comentábamos que los mandosno se iban a cortar y al primero que desobe-deciera le meterían un tiro.»

Cuando el armero se disponía a re-partir los cetmes, tal y como le habían or-denado, apareció el jefe de la batería,un teniente que les gritó: «¡El que sevaya con el brigada, cuando vuelva lo fusiloa él y al brigada! No quiero que le hagáis nicaso.» Las amenazadoras palabras deloficial sentaron con un bálsamo, «apartir de ahí empezamos a tranquili-zarnos».

Afortunadamente, su unidad no sa-lió a Valencia, y recuerda como uno delos momentos más intensos el discursodel Rey que presenciaron todos a travésdel televisor del cuartel. «Cuando el Reyacabó de hablar, los oficiales se quedaronmudos mientras los soldados insultaban aTejero y a los milita-

Rafa Montaner ■ VALENCIA

FOTO: LEVANTE-EMV

AMADEO Martínez Inglés,coronel del Ejército deTierra apartado del servi-cio activo en 1990 por de-fender públicamente la

profesionalización de las fuerzasarmadas, ha recopilado en su libro23-F. El golpe que nunca existió 17años de investigación alrededorde lo que él define como «unacompleja operación político-militar-institucional».

Martínez Inglés, casado con unavalenciana y que entre 1973 y 1974estuvo destinado en Castellón co-mo oficial del Estado Mayor de laBrigada XXXI, a la que perteneceel batallón de carros del Regi-miento Vizcaya 21 que ocupó Va-lencia, recoge en su libro, publica-do por la editorial Foca, una entre-vista inédita con el teniente gene-ral Milans del Bosch.

El autor, durante los seis mesesque pasó arrestado en la prisiónmilitar de Alcalá de Henares porcriticar la mili obligatoria, se en-trevistó en dos ocasiones con Mi-lans, quien cumplía su condenade 30 años por rebelión militar.Cuatro años después de la muertedel entonces capitán general de laTercera Región Militar, MartínezInglés saca a la luz de la historia laspalabras del general .Así, Martínez Inglés cuenta queMilans del Bosch le dijo que el ba-tallón de carros que envió a Valen-cia el 23-F «salió prácticamentedesarmado. No iba a combatir contranadie. Ni el pueblo valenciano nicualquier otro de España eran susenemigos. Y llevaba órdenes rigurosasde respetar el entorno urbano paraevitar accidentes entre la población ci-vil. Aquello no era un golpe militar.Sólo se trataba de escenificar una si-tuación política especial, limitada enel tiempo, en provecho de España y laCorona».—Lo primero que llama la atenciónde su libro es el título, El golpe quenunca existió. ¿La toma del Congre-so por Tejero y el bando militar en elque Milans anulaba la Constituciónno fueron un golpe de Estado?—Mire, para que haya un golpemilitar se deben dar unas condi-ciones básicas. Lo primero y másimportante es ir contra el jefe delEstado y cortarle las comunicacio-nes, aislarle de sus posibles alia-dos. Segundo, un golpe se da porla noche, como hicieron los coro-neles en Grecia, y no a las seis dela tarde. En nuestro caso no servíade nada tener a los diputados re-tenidos en el Parlamento y al Rey,el jefe del Estado, con todas las co-municaciones abiertas en la Zar-zuela. Si consideramos el 23-F co-mo un golpe de Estado, éste fueun golpe de tontos, y Milans y elgeneral Armada, sus organizado-res, no tenían un pelo de tontos.—Entonces, si no fue un golpe mi-litar, ¿qué fue lo que pasó aquellanoche?—La operación del 23-F fue unamaniobra político-militar-institu-cional en la que estaba metido to-do el mundo, como se pudo ver enla lista de gobierno que Armadatrató de imponer a Tejero con un

Ejecutivo de unidad nacional pre-sidido por un militar y con la par-ticipación de todo el arco parla-mentario, incluidos socialistas ycomunistas, con la que se preten-día desmantelar un golpe que lostenientes generales franquistaspreparaban para principios demayo de 1981.—Es decir, usted defiende la teoría delcontragolpe o golpe blando para sal-var a la Corona y a la democracia.

—Nadie debe olvidar que, aunqueFranco había muerto, el Ejércitoseguía siendo franquista y el poderreal estaba en sus manos. Los altosjerarcas militares, la mayoría deellos con mando en plaza en las ca-pitanías generales de diferentesregiones militares, cuando en1977 fue legalizado el PCE, dije-ron hasta aquí hemos llegado yempezaron a maquinar un golpeduro que hubiera hecho temblaral mismo Allende. Yo, como jefe deEstado Mayor de la Brigada de In-fantería de Zaragoza, fui convoca-do por mi capitán general a tresreuniones golpistas, la última enenero de 1981, y le puedo garan-tizar que los planes para derrocaral Rey, acabar con la democracia einstaurar una junta militar involu-cionista iban muy en serio.—Así pues, según su teoría, el Rey es-taba detrás de esta maniobra.—No, yo no trato de involucrar alRey, don Juan Carlos estaba en unasituación muy difícil. Pero lo quesi defiendo es que el general Ar-mada, antiguo preceptor del Reyy ex secretario de la Casa Real, nofue un traidor a la Corona, de ton-to no tenía un pelo y sabía nadaren 14 aguas distintas. Así que la so-lución Armada, la de un gobiernode unidad nacional de dos años deduración presidido por un militar,

el propio Armada, y con Milanscomo jefe del Estado Mayor delEjército, fue vista como un malmenor, una solución transitoriacon la que neutralizar el golpeduro que preparaban los genera-les para mayo. Además, yo creoque los partidos políticos estabanen el ajo, pues si no, no se entien-de la lista de gobierno que confec-cionó Armada. Pero todo fue unachapuza de altos vuelos porqueTejero se salió del guión al entrara tiros en el Congreso.—¿Una chapuza?, pero si al final seconsiguió fortalecer la monarquía.—La alocada actuación de Tejero,a quien tanto Armada como Mi-lans le habían dado mucha auto-nomía, puso al Rey en contra dela solución Armada, lo que resultómás reconfortante para la salud dela democracia y la Corona españo-las, a costa precisamente de los dosgenerales más monárquicos de lacúpula militar española, con quie-nes se cebaron condenándoles a30 años de cárcel en un juicio enel que las condenas fueron políti-cas y no hubo garantías procesales.—La lealtad de Milans al Rey es unaconstante a lo largo de las páginas desu libro, ¿cómo explica que el tenientegeneral desobedeciera a don Juan Car-los y mantuviese los tanques corre-teando por las calles de Valencia du-rante varias horas?—Milans era un capitán generalcon mucho prestigio y con contac-to directo con el Rey, un hombremonárquico que pensaba que lademocracia había ido demasiadolejos, pero no quería ir contra laCorona. El 23-F, al sacar los tan-ques a la calle, él dio un paso en elque se jugó su carrera militar y lacárcel. Él sabía perfectamente quesi la operación fallaba le iba a caeruna condena de 30 años por rebe-lión y que acabaría como un trai-dor a su Rey. Cuando ya había da-do un paso al frente se siente trai-cionado por todos al ver cómo ledejan en la estacada, de hecho, enla entrevista que le hago me dice:«Cuando la cosa cambió, tras la ac-tuación de Tejero en el Congreso, y per-sonalmente me sentí abandonado ami suerte (...), por supuesto que con-templé, con mi Estado Mayor, una rá-pida marcha hacia Madrid con todoel poder acorazado del que disponía.»—Esto último más bien parece unabravuconada a la desesperada de unrudo general, ¿cómo iba a llegar aMadrid medio centenar de viejos ca-rros de combate M-47 sin ningún apo-yo logístico?—Tácticamente era difícil peroposible; además, Milans me co-mentó que los blindados tenían elmotor recién cambiado y que en8 ó10 horas se hubiera plantadoen la capital. Pero eso es lo de me-nos, lo importante era el impactopsicológico de la salida de los tan-ques hacia Madrid, tanto entre losmilitares que estaban en contradel golpe como en aquellos capi-tanes generales indecisos.—Entonces, si Milans sabía que mar-chando sobre Madrid podía salvarse,¿por qué no lo hizo?.—Eso, según sus palabras, habríadesencadenado una nueva guerracivil, y él no quería eso ni aun«abandonado por la Corona».

“Nosvamos a matarrojos”

R. M. C. ■ BÉTERA

YO siempre digo que estuve en unaguerra de 24 horas», recuerdaFrancisco, un albañil de Béteraal que el 23-F le sorprendiócuando realizaba el servicio mi-

litar como voluntario en la primeracompañía de carros de combate del Re-gimiento Vizcaya 21 de Bétera. «Miedo,mucho miedo», es la frase que más repitecuando recuerda su viaje como tiradoren un M-47 hacia Valencia y las cincohoras que pasó en la gran vía Marquésdel Turia junto a otros dos soldados y unteniente.

A las 9 de la mañana les ordenaronque prepararan los blindados para unas

maniobras.«Todo teníaque estar lis-to para las17 horas,aunquenunca nosdijerondónde iría-

mos.» Era «muy extraño, cualquier manio-bra se nos comunicaba con muchos días deantelación y nos prohibieron telefonear acasa». El desconcierto creció cuando seles obligó «a cargar a tope de munición loscarros». «Recuerdo que subimos entre 35 y40 pepinosal tanque. En las dos maniobrasque había hecho después de 12 meses de milinunca había visto tantos proyectiles juntos».

La pista definitiva le llegó pasadas las18.30 horas, cuando el cabo furriel dela compañía, un soldado de Alzira, lesanunció sobresaltado que la Guardia Ci-vil «había dado un golpe de Estado al entrara tiro limpio en el Congreso». Aunque elnerviosismo era evidente cuando sobrelas 19 horas dejaron la base de Béterarumbo a Valencia, el mazazo definitivole llegaría a la altura del actual Palaciode Congresos, cuando el jefe de carrole ordenó que retirase las fundas de lasametralladoras: «Se me puso la piel de ga-llina.»

«No sé cuántas horas estuvimos en uncruce de Marqués del Turia, pero han sidolas horas más largas de mi vida.Luego supeque muchos soldados lloraron dentro de lostanques.» «La gente nos insultaba desde losbalcones, y temía que alguno de esos vecinosbajara a la calle y se enfrentara a nosotros.Yo no quería disparar a nadie...»

La situación era muy confusa, «no sa-bíamos si estábamos allí para atacar o de-fender», y en el carro no tenían ningúntransistor con el que enterarse de lo quepasaba. «El momento más alegre fue cuan-do recibimos la orden de regresar al cuartel.»La pesadilla no acabó esa noche , ya quelos tres días siguientes estuvieron arres-tados e incomunicados. Cuando al finalle dieron permiso para ir a casa, «mispadres me recibieron llorando, como si hu-biera regresado del fin del mundo».

“Viví unaguerrade 24horas”

Amadeo Martínez Inglés, el coronel progresista que entrevistó a Milans

Francisco, tirador en un carro «M-47»

Manuel, soldado el 23 de febrero

El coronel Amadeo Martínez Inglés, autor de una importante investigación sobre el golpe.

«Vimos en la tele delcuartel el mensaje delRey; cuando ésteacabó de hablar, losoficiales se quedaronmudos mientras lossoldados insultaban aTejero y los militares»

«La gente nos insultabadesde los balcones y temíque algún vecino saliera a lacalle a hacernos frente... Yono quería disparar a nadie»

Según Inglés, elgeneral Milans delBosch le confesóque estuvoanalizando marcharcontra Madrid, apesar de lo cualsostiene que el 23-Ffue un contragolpeblando urdido porgenerales«monárquicos» paraevitar una rebeliónsangrienta de lossectores más duros

“En el golpeestaba implicado todo el mundo”

EquiKrònic@ ■ CASTELLÓN

AQUEL lunes 23 de febrero hacíafrío. En Benicàssim se registró

un accidente con cinco heridos. ElVillarreal ganó frente al Mestallapor 3 a 1. La noticia del momentoera que el aeródromo del Pinar iba aser acondicionado para utilizarsecon motivo del Mundial de Fútboldel 82, y una viñeta de Quique desli-zaba un por «si alguien tiene quesalir volando...», porque muy cercade aquel espacio del aeródromo, enla residencia de oficiales del Pinarde El Grau habían tenido lugar reu-niones conspirativas. Allí, duranteel mes de enero, se reunió una par-te importante del colectivo autode-nominado Almendros que decidiópublicar el artículo que apelaba alas «otras instituciones del Estadocuando ya nada se puede esperardel Gobierno y los partidos». Estecolectivo iba dando instruccionesentre líneas en sus artículos de ElAlcázar. Integrantes del colectivofueron parte de la trama del golpeduro que se iba cerniendo a finalesde 1980, tras el acoso al que suspropios compañeros de partido, laUCD, habían sometido al presidenteSuárez, obligándole a dimitir.El seudónimo utilizado por los gol-pistas Almendros y un pie de fotoen primera página, bajo el título«Han florecido ya casi todos losalmendros», publicado por un dia-rio local el 5 de febrero disparó laselucubraciones. «La primavera hareventado en los almendros —de-cía— tibios por un sol sin reloj,sin tiempo, y ha hurtado del vien-tre de febrero —al borde mismodel Mediterráneo—un grito, ungesto, un trozo de abril con quehacer frente a la sórdida rutina dela actualidad escrita con gomados, hambre, pobreza, dolor y pri-sa.» Se divulgaron octavillas ha-ciendo la exégesis del texto y atri-buyéndole claves golpistas: abrilera el mes del golpe duro y Medite-rráneo era la III Región Militar. Elautor, Luis Herrero, y otros redac-tores negaron rotundamente estainterpretación.La tarde tranquila de Castellón sevio rota por el estruendo de lasametralladoras emitido en directopor las emisoras. A los pocos minu-tos, en todas las radios valencia-nas, el sonido de marchas militaresprologaron la lectura del bando mili-tar del general Milans del Bosch.En todas menos en Radio Popularde Vila-real.El bando fue entregado por un ofi-cial del Ejército, en todos los me-dios de comunicación,con la ordende su obligada emisión cada treintaminutos y la transmisión de mar-chas militares. En Radio Castellón,Crescencio López, Chencho, le pusosu énfasis habitual en la lectura. EnRadio Cadena Española, el encarga-do de la lectura fue José Ribera. Eltexto del bando llegó a Castellón,en sobre lacrado, a las cinco de latarde, una hora y veinte minutos an-tes de iniciarse el asalto al Congre-so de los Diputados.Las marchas militares y el bandoeran la única información que recibí-an los valencianos. Excepto quie-nes sintonizaron con Radio Popularde La Plana. Juan Soler, su director,recuerda: «Vinieron a la emisora unoficial del Ejército acompañado dedos soldados. Dejó el texto delbando del general Milans delBosch y la orden de emitirlo, comoen Chile el año 1973. Estuvieron

allí quince minutos. Cuando se fue-ron reuní al personal. Les dije queyo no iba a emitir el bando, queasumía toda la responsabilidad, ysi alguien quería podía irse, sin nin-gún problema. Muchos se queda-ron, como el periodista XavierManzanet. Nos enteramos de quetodas las emisoras estaban radian-do el bando y ponían marchas mili-tares. Decidimos dar los despa-chos de las agencias Europa Pressy Efe. Yo tenía que contar que todono era como quería Milans delBosch en la III Región Militar, queen otras partes no ocurría lo mis-mo. Hubo infinidad de llamadaspreguntando qué estaba pasando.Era consciente de que estábamosarriesgando mucho si el intento degolpe triunfaba. Pero lo tenía muyclaro. Alguien tenía que explicarqué estaba pasando.»En Valencia, desde el acuartela-miento de Marines salieron unida-des blindadas que llegaron hasta laplaza del País Valenciano, frente alayuntamiento. La misma operaciónintentó toda la tarde Milans delBosch en Alicante y Castellón. Se-gún publicó Diario de Valencia: «Alas 13 horas del lunes 23 habíansido acuartelados los soldados delregimiento de Castellón.» Pero aquíse encontró con la serenidad y fir-meza del gobernador civil, RafaelMontero, secundado por el goberna-dor militar, Vicente Chover. «Unida-des del Regimiento Tetuán XIV ca-lentaron motores y estuvieron lis-tas para salir al centro de la ciu-dad, pero regresaron a sus puestossin llegar a pisar las calles de Cas-tellón». El gobernador civil convocóen su despacho de la plaza de MaríaAgustina a la Junta Provincial de Se-guridad. Allí estaban el gobernadormilitar y otros mandos. Monterotuvo la sagacidad de no despegarsede ellos en ningún momento duran-te las horas de incertidumbre y titu-beos, neutralizando así cualquier ve-leidad que pudiesen tener de secun-dar a los golpistas. Reiteró que élera el representante legítimo del Es-tado en la provincia y que todos losmandos y servicios estaban bajo sujurisdicción, contradiciendo de he-cho el espíritu y la letra del bandode Milans del Bosch.El gobernador civil estuvo en con-tacto permanente con el subsecre-tario del Ministerio del Interior. Elmismo gobernador militar aceptó elencargo de la autoridad civil y sedesplazó ya entrada la noche a Va-lencia a intentar detener al capitángeneral Jaime Milans del Bosch.La ciudad no visualizó el golpecomo en Valencia. Aquella nochetan sólo una unidad de la policía sedestacó frente al edificio del Go-bierno Civil, frente al Gobierno Mili-tar y junto al Ayuntamiento de Cas-tellón.

Castellón retuvoel orden civil

El texto del bandollegó a Castellón,en sobre lacrado,a las cinco de latarde, una hora yveinte minutosantes de iniciarseel «tejerazo»

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es que no hubo absueltos, lo que no hubofueron acusados», comenta el militar.

Como dijo alguien, en una socie-dad de mercado hasta los golpes deEstado responden a una demanda.El 23-F la había. La crisis económica,la descomposición de la UCD, el eter-no problema de los nacionalismos

que desde las mirillas de los tanquesse divisaban como sarampión separa-tista, y, sobre todo, la escalada terro-rista, resultaban un cóctel explosivoservido en las salas de banderas de losacuartelamientos. El espíritu del 18de julio naufragaba traicionado porlos dos cabezas visibles del Estado: elRey Juan Carlos y un Suárez que conla aprobación de la ley del divorcio yla legalización del PCE el viernes san-to de 1977 se había convertido enbestia negra de las Fuerzas Armadas.

La tarde-noche y madrugada del23 al 24 de febrero, pese a todo, Va-lencia, como Madrid, vivió, paradó-jicamente, los momentos de mayortranquilidad en sus calles. Era unacalma tensa. Muchos sintieron en elcuerpo la paz de los cementerios.Otros, la euforia contenida de un di-rectivo en el palco cuando su equipomarca el gol de la victoria en los mi-nutos de basura. Calma en las calles,en una ciudad en la que dieciséis me-ses antes no lincharon al alcalde demilagro, en uno de los capítulos másvergonzosos de la batalla de Valencia.

¿Cómo es posible que no se regis-trasen incidentes en la capital en cir-cunstancias tan extremas, en épocade plena efervescencia sindical, enuna sociedad tremendamente politi-zada, con un PCE que en la Comuni-dad contaba con 20.000 afiliados yuna organización sólida cultivada enla clandestinidad antifranquista y conuna Fuerza Nueva con seis mil mili-tantes en la provincia de Valencia?

En municipios como Torrent o Bu-ñol hubo reparto de armas y en el pri-mer caso hasta asalto al ayuntamien-to. En Valencia, el «toque de queda»de-cretado en el punto sexto del bandono basta para explicar la ausencia deenfrentamientos. Hay que acudir a lapropia esencia del pronunciamientoy al sello que Milans le imprimió a laoperación. En una de las reunionespreparativas celebrada en la calle Ge-neral Cabrera de Madrid en el pisodel teniente coronel Pedro Mas Oli-ver, ayudante de Milans del Bosch,éste echó al único civil presente en lareunión conspiratoria porque eramateria reservada a los militares.

Desde ese planteamiento, Milansse mostró contundente al rechazar elofrecimiento de sumarse activamen-te a la causa que un dirigente de ul-traderecha le hizo la noche del día D.Lo admite un dirigente ultradere-chista que no quiere dar su nombre,pero recuerda que desde el arranquede la transición «llenamos varias vecesla plaza de toros en mítines de Blas Pi-ñar»,un termómetro inapelable paramedir la capacidad de movilización.

Las listas, como las meigas

Niega, sin embargo, la existenciade listas negras. La revista Tiempo pu-blicó en su día una relación de per-sonas cuyo futuro, de haber prospe-rado el golpe, se antojaba poco pro-metedor. Aparecían los nombres deFrancesc de Paula Burguera, JosepLluís Albiñana, Joaquín Muñoz Pei-rats, Pere Riutort, Antonio Paloma-res, José Galán, Doro Balaguer, Joa-quín Ruiz Mendoza, Joan Lerma,

8/9 En domingo Levante-EMV18 de febrero de 2001

Francesc Arabí ■ VALENCIA

FOTOS:LEVANTE-EMV

PERO veinte años no sonnada cuando se aborda elenfoque histórico. Faltaperspectiva y sobran obs-táculos. Vivos y muertos.

«El 23-F todavía no es historia. Deje us-ted el tema, que quedan muchos prota-gonistas que siguen vivos». La adver-tencia es de un militar de alta gra-duación que pasó la noche deaquel aciago lunes de asonada mi-litar, de precepto decimonónico,en Capitanía General de Valenciaretenido por su condición de de-

mócrata. Hoy prefiere mantener elanonimato.

Si la controversia campa por ellado del diseño de la operaciónde intervención manu militari, enlo tocante a la participación civily política, eso que se ha dado enllamar la trama civil del golpe, laslagunas son mayores. Hay quienha resuelto la cuestión por la víadel decreto para sentenciar queno existió tal trama en el cálculode la operación, aunque pertene-ce al terreno de la evidencia cons-tatar que no eran pocos los quepermanecían agazapados y enco-mendados a Santa Bárbara para

que prosperase la intentona. El único civil que se sentó en el

banquillo de los acusados aquel 19de febrero de 1982, en el juicio de-sarrollado en el Servicio Cartográ-fico del Ejército, fue el falangistaJuan García Carrés. Le cayeron dosaños de condena. ¿Fue el único civilimplicado en la operación? Su in-tervención fue tan evidente comoel trajinar de tanques por Valencia.En aquel juicio, desarrollado conlas urgencias históricas tan propiasde España, comparecieron comoacusados la inmensa mayoría, si notodos, los actores, pero casi nadiede los figurantes. De esos cuyo gra-do de complicidad sigue sin sabersea ciencia cierta. Ser selectivos en lanómina de acusados era la mejorforma de garantizar el éxito de unjuicio que debía ser ejemplarizanteen el consumo interno y vendibleen la imagen que debía proyectarseal exterior. Así, sólo 3 de los 33encausados fueron absueltos. «No

◆ EL ANÁLISIS

LA jornada del 23 de fe-brero de 1981, entre latarde y la madrugada,deparó sorpresas, ten-sión, incertidumbre, te-

mor y, sobre todo, múltiplesepisodios insólitos que quedanpara la historia. Aquel atarde-cer Julio Casillas, segundo jefede la Policía, pidió a su hijoque le acercase en su vehículoal ayuntamiento para incorpo-rarse al servicio. El abogado Ju-lio Casillas mantiene vivos losrecuerdos y los testimonios desu padre, fallecido hace tresaños, sobre los hechos vividosen aquella jornada particular:«Casi en la avenida de Burjassotoímos el ruido de los motores de lostanques. Le dije a mi padre: se oyecomo si fueran tanques. Y mi pa-dre respondió: son camiones de labasura. Entonces, los vimos. Nohabía duda». Eran tanques. Elpanorama en Valencia tampo-co se parecía al de cualquierjornada. A las seis de la tarde,efectivos de la Policía Militarocupaban diversos puntos de lacéntrica calle de don Juan deAustria, donde se halla la SER.La presencia de los vehículospesados alteró totalmente elpaisaje. En la plaza del País Va-lenciano, que así se llamaba en-tonces la del Ayuntamiento, losmáximos responsables del des-pliegue exhibido frente al edi-ficio consistorial entraron a lapequeña cafetería ubicada enel sótano. Allí coincidieron conel retén de la Policía Local, almando de Manuel Jordán.«Creo que esto va en serio», habíacomentado Julio Casillas, elmismo hombre que, en torno alas 10 de la noche, atendió unallamada telefónica, ante la au-sencia de representantes políti-cos de la corporación. «EraJordi Pujol, el presidente de la Ge-neralitat de Cataluña. En elAyuntamiento no había ni Cristoque lo fundó. El dirigente catalánse interesó por la situación que sevivía en Valencia». «Mi padre—recuerda el abogado Casi-llas— le contestó: No pasa nada;está tomada por los militares, ¿leparece poco?». En la cafetería delAyuntamiento había un peque-ño receptor de televisión.«Cuando apareció el Rey, el mili-tar de mayor graduación, al man-do de las fuerzas desplegadas allíenfrente, comentó: ‘Nos han deja-do solos’», rememora el hijo delmando policial.La imagen de los tanques enaquella tarde-noche invernal,donde pareció anochecer mu-cho antes que de costumbre,impresionó las retinas de nopocos transeúntes, como la decierta funcionaria del Consell

preautonómico, militante so-cialista. Tras escuchar el bandopromulgado por el general Jai-me Milans del Bosch, abando-nó las dependencias adminis-trativas, intranquila pese a losintentos de un colega para cal-marla: «Tranquila, mientras nosalgan los tanques, no pasanada». En ese preciso instante,los blindados asomaban por laavenida del Puerto. La lividezfue instantánea. Los tanquesno avanzaron hacia Madrid,pese al rumor que, en determi-nado momento, comenzó a ex-tenderse entre los diputados se-cuestrados en el Congreso porlos guardias civiles comanda-

dos por Tejero Molina. «Habíaalgunos diputados de UCD que lo-graron conectar sus transistores»,evoca el que fuera parlamenta-rio comunista Antonio Paloma-res, «y en algún momento corrió elbulo de que los tanques de Milansse desplazaban hacia aquí». Palo-mares recuerda como el mo-mento de mayor tensión cuan-do Fraga perdió la paciencia yse enzarzó en una discusióncon Tejero, «que provocó unaentrada de guardias civiles que co-menzaron a encañonar a los dipu-tados. Era la visión de una bandade forajidos. Si alguien llega aapretar el gatillo, podría habersemontado una batalla».Las instrucciones que circula-ron entre los líderes de la opo-sición aconsejaban mantener lacalma. Así lo recuerda Paco So-ria, entonces alcalde de Massa-nassa y portavoz socialista en laDiputación que presidía Ma-nuel Girona. «Yo me fui a dormira la playa, porque la reacción ma-

yoritaria entre la gente más signifi-cada era ponerse a salvo. Se dijoque circulaban listas sobre la genteque primero debía caer, si el golpehubiera ido a más. Recuerdo queAntoni Asunción, que era alcaldede Manises, se vino a pasar la no-che a la casa de Adela Pla, que eradiputada y estaba encerrada en elCongreso. Una imprudencia». Allímismo, en Massanassa, hubomilitantes socialistas, a la vezque miembros de la Sociedadde Cazadores, que pasaron lanoche con la escopeta a mano,pese a que la veda no se habíalevantado.El bando de Milans del Boschno dejaba mucho margen paralas alegrías. Los derechos dehuelga, manifestación y reu-nión quedaban en suspenso.Esa misma jornada, los servi-cios de recogida de basura delAyuntamiento de Valencia ha-bían negociado un acuerdopara desconvocar la huelgaanunciada. Nunca se arrepin-tieron tanto del acuerdo queles obligaba a salir en aquellanoche aciaga. Tanto ellos,como los conductores de losautobuses municipales, recaba-ron el consejo del jefe de la Po-licía Local. Manuel Jordán lesaconsejó salir y cumplir consus obligaciones, como si fueracualquier otra noche. El pro-pio Milans, sin duda involunta-riamente, elevaba el rango delautogobierno valenciano, alasumir las competencias auto-nómicas en un bando que nodiferenciaba entre preautono-mía y nacionalidad con estatu-to refrendado. Semejante cate-goría se esfumó con la in-tentona.Tras la asonada de Tejero y lasráfagas retransmitidas en losinformativos radiofónicos, lascalles de Valencia, a medidaque se acercaba la hora puntaque ponía fin a la jornada la-boral, sufrieron repetidos co-lapsos de tráfico. Al contrariode la conducta habitual de losconductores, ese día, dondeno se oyó un solo claxon. Lassirenas, los uniformes y las le-cheras o vehículos policialeslanzados a todo gas sin desti-no conocido y con las sirenasen marcha, contribuyeron aenmudecer otros ímpetus.

Ante todo,muchacalma

«En el Ayuntamientode Valencia no habíani Cristo que lofundó». Así que fue-ron los propios policí-as municipales losque atendieron lasmuchas llamadas reci-bidas interesándosepor la situación, entreotras, las de JordiPujol y Narcís Serra.

ManuelJardí

FIRMA INVITADA

CUATRO lustros constituyen un abismo infranqueablepara el ejercicio del periodismo en torno al intento

de golpe de Estado del 23-F. Muchos deta-lles reveladores siguen sepultados por elsilencio de la complicidad, el miedo o lacautela. Otros han sido alterados porquienes han construido coartadas paracamuflar la debilidad de la carne o la li-

bertad del miedo o para enmascarar las miseriaspropias, cuando no para realzar las ajenas.

Hasta que en las calles deValencia no se consumó lametamorfosis de vuelta del

verde olivo al negro asfalto, laintendencia de la ciudad fue gober-nada por el jefe de la policía muni-cipal, Manuel Jordán. Los pocosconcejales a los que esa tarde sor-prendió el pronunciamiento miliar(el alcalde Ricard Pérez Casado,Virginio Fuentes, o Vicent Garcés,que se incorporó pronto de vueltaprecipitada de un viaje a Xàtiva)se reunieron al instante y, tras ladifusión del bando de Milans acor-daron, cuenta Garcés, disolverse ymantenerse en contacto. El edilsocialista se refugió en casa de unamigo, porque en la propia habríasido fácilmente localizable.Tras la reunión de Jordán con sustres suboficiales y el delegado depolicía, Virginio Fuentes, se acor-daron medidas de urgencia. La pri-mera decisión fue mantener losturnos habituales porque movilizara todos los efectivos podía ser

contraproducente si se prolongabala emergencia, pues el cansancioharía mella. Lección aprendida dela riada del 57. La segunda iniciati-va fue ordenar a los guardias queno llevasen las armas visibles,para evitar altercados con los mili-tares. Los tanques no tardaron en llegar.Las tropas instalaron un morteroenfrente del edificio de Correos. Almando de ese destacamento iba—el mundo es un pañuelo— uncompañero de estudios de Jordán.Quieras que no, salir temblando arecibir a los militares, durante ungolpe de Estado, y ver a un anti-guo colega, siempre es un alivio.Las tropas permanecieron toda lanoche en la calle. Entretanto, den-tro, Jordán atendía el consultoriotelefónico. Dos cuestiones de cier-to calado tuvo que resolver: unaconsulta del servicio de recogidade basuras —cuya huelga para esanoche se había desconvocado esemismo día— sobre si salían a la

calle y otra similar de los conduc-tores de los autobuses municipa-les. Afirmativo. Se indicó a losempleados que si algún militar lesllamaba la atención, que lo remi-tiesen al Ayuntamiento. «Eso dela jerarquía, de la obediencia debi-da siempre lo respetan los milita-res», comenta Jordán. Entre las lla-madas atendidas, recuerda una dePedro Zamora, teniente de alcaldepor el PCE, que pidió que fueran arecogerle para asistir al plenoextraordinario convocado demadrugada, tras el mensaje televi-sado del Rey. Entre los primerosediles de toda España que llama-ron, estaba el entonces alcalde deBarcelona, Narcís Serra.«Oiga, tal como habla, parece queafrontó la situación con entere-za». El octogenario y polifacéticoJordán, catedrático de derechoromano, responde tajante: «Mire,quien diga que no pasó miedo esedía es que era un fascista o unimbécil».■ F. ARABI

EL JEFE DE POLICÍA LOCAL «GOBERNÓ» VALENCIA HASTA EL PLENO EXTRAORDINARIO Milans eraexcesivamenteprofesional comopara permitir lainjerencia de civiles,lo que resultódecisivo para evitaraltercados de laextrema derecha

Manuel Jordán, jefe de la policía en 1981.

Continúa en la página 8 >

La trama civil que “nunca existió”

«No es que no hubo absueltos en el juicio,lo que no hubo fueron acusados». Sólo losactores principales se sentaron en elbanquillo, en un proceso que se celebrócon muchas urgencias históricas

El propio Milans del Bosch planeó una «operación» de estricto carácter militar, desmovilizando a los fuerzanovistas

Tanques, camiones, morteros yametralladoras en la Plaza del

Ayuntamiento la noche del 23 defebrero

Joan Pastor, Manuel Sánchez Ayu-so, Joan Fuster, Enrique PérezPastor, entre muchísimos otros.Como se aprecia, una mezcla decomunistas, socialistas, naciona-listas, democristianos, liberales,cuyo común denominador era ladefensa de los valores democrá-ticos.

Milans era excesivamenteprofesional como para permitirinjerencias y demasiado tradi-cional como para mancillar elhonor de la familia —su bisa-buelo participó activamente allado del general Prim en el gol-pe de 1868— permitiendo au-xilio civil. Aquella era una cues-tión que dirimirían los milita-res. Este aspecto resultó deci-sivo para evitar altercados fre-nando a los activistas de la ex-trema derecha en su afán desaltar a la arena.

El entonces secretario ge-neral del PCPV, José Galán,recuerda que pasó «muchomiedo». «Nos preocupa másuna posible actuación de los fas-cistas que la del ejército», expli-

ca. El tejerazo le sorprendió enla sede del partido, en el 43 de la calleJoaquín Costa. Una de las primeras

decisiones que se tomaronfue enviar a Juan Villalba,miembro de la direccióncomunista, a Sagunto a po-ner a buen recaudo el«aparato de propaganda» porsi regresaban a la clandes-tinidad.

Fuerza Nueva era el prin-cipal partido depositariodel tarro de las esencias delfranquismo. Los casi350.000 votos logrados entoda España habían conver-tido a Blas Piñar, su caudillo,en diputado. En las comar-cas valencianas tenían pocafuerza en votos —18.000, en1979— pero una nutrida y ac-tiva militancia y una estructu-ra bien asentada. 170 sedes enla Comunidad y 6.000 afilia-

dos en la provincia de Valencia,«más de la mitad jóvenes», eran el ca-pital de este «movimiento patriótico»,explica el entonces jefe de FN JuanGómez Ferris. «Mucha gente se entu-siasmó ese día», confiesa, a la vez queasegura que el golpe les pilló fuerade juego.

La comidilla de la recepción que,con motivo de la Pascua Militar, dioMilans en Capitanía dos meses an-tes, fue un estado de la cuestión na-cional que pintaba desastroso. Perolos comentarios apocalípticos sobreel destino de España estaban en elperenne orden día en esos círculosdesde que Franco murió de viejo.

Conocimiento de los planes de al-guno de los diferentes proyectosque se manejaron sí que existía enla esfera civil. No de otra forma seentienden los constantes guiños al

lector que llegaban desde FuerzaNueva, revista del partido, El Impar-cial o El Alcázar, los diarios de refe-rencia para la derecha más rancia.

En diciembre de 1980, apareceun artículo en El Alcázar, firmadopor el denominado Colectivo Al-mendros, en el que se hace referen-cia a un hecho importante que ocu-rrirá «a finales de marzo, cuando flo-recen los almendros». El 22 de enero,el mismo colectivo insta al Rey anombrar, como sustituto del ya di-mitido Suárez, a un hombre quecomo «De Gaulle en la Francia de1958, levante el país». Era, sin duda,la defensa pública de la solución Ar-mada, consistente en situar a estemilitar, ángel de la guarda del Reydurante 23 años, al frente de un go-bierno de concentración integradopor civiles y militares, en una solu-ción pactada entre el Parlamento yel Ejército. Salida que Suárez abor-tó al anticiparse con su dimisión yla propuesta por parte de UCD deLeopoldo Calvo Sotelo, lo que situóla vía Armada al margen del Con-greso y, por ende, de la Constitu-ción.

Una solución Armada que la CIAesperaba con los brazos abiertos, se-gún varios autores, tras el golpe deTurquía. El antiatlantismo de Suá-rez —partidario de la neutralidadactiva— era conocido, en un mo-mento cumbre de la guerra fría,con la llegada de Reagan a la CasaBlanca. El comentario del cónsulamericano en Valencia, Daniel Gre-en, al minuto del asalto al Congre-so, revela que tenía información odotes para la adivinación. «Tran-quilos, es un pequeño golpito. Aquí enValencia, ley marcial», soltó a variosperiodistas en la sede de la AgenciaEfe, en la Calle Ribera.

La trama civil, políticos incluidos,sigue siendo tabú. El anónimo mi-litar sostiene que la proporción gol-pistas-demócratas no fue muy dife-rente en el lado militar y en el civil.«Ni todos los militares de Valencia es-tuvimos con el golpe, ni todos los polí-ticos con la democracia», mantienequien se pasó la noche neutralizadoen un despacho de Capitanía.

Francesc Arabí ■ VALENCIA

FOTO:MANUEL MOLINES

Ala hora en la que Tejero im-pedía a Núñez Encabo, Ma-nuel, decir sí o no a la inves-tidura de Calvo Sotelo, en laDivisión Acorazada Brune-

te estaban buscando en las páginasamarillas las direcciones de algunasemisoras de radio para ocuparlas. Esun botón de muestra de la inmensachapuza, digna de ser confinada alas páginas de un esperpento vallein-clanesco, que fue el golpe. Tan in-mensa como peligrosa. De óperabufa fueron también algunos de losargumentos utilizados por los en-causados para salir indemnes del jui-cio. Víctima de uno de ellos fue eldirigente de CC OO César Llorca.

En agosto de 1981, leyó en el Yaque en el sumario del proceso del23-F existía un documento secretodel sector tercero del Cesid en Va-lencia en el que se daba cuenta dela voluntad del PCE de ocupar loscuarteles en caso de golpe de Esta-do. En una segunda nota, fechada el19 de febrero, los servicios de inte-ligencia advertían que un miembrodel comité central del PCE habíamanifestado en Valencia su temor aun golpe y su voluntad de tomar losacuartelamientos. «Para lo cual sedispone de armamento», adquirido, se-gún el Cesid, en Andorra. Quizáspor el precio.

La nota fue utilizada como pretex-to para justificar el cambio de obje-tivos de la Operación Turia, el des-pliegue de carros de combate por la

ciudad para controlar los puntosneurálgicos. Se ejecutó para garan-tizar los traslados de personal militara sus casas, en momentos en los queel peligro de atentados era muy alto.En su declaración, el coronel golpis-ta Diego Ibáñez Inglés se ratificó enque César Llorca había corroboradotodas las sospechas cuando esa no-che entró en el Gobierno Civil «porla fuerza y amenazando».

El hombre que con su actuaciónprovocó la salida de tanques —enversión golpista— explica hoy loshechos. Tan poco crédito se dio aese argumento novelesco, que ni si-quiera fue llamado a declarar. Llor-ca fue, quizás, el civil que con másenergía planto cara ese día a las es-trellas y los galones. Enterado delasalto al Congreso y ante el bloqueotelefónico, Llorca se dirigió desde lasede de CCOO en la calle doctorVila Barberà a Gobierno Civil parainformarse de lo que sucedía. Elguardia de puerta, primero, y el se-cretario del gobernador, después, lenegaron la audiencia. Este último leindicó que José María Fernándezdel Río «estaba reunido con una altaautoridad militar», cuenta Llorca.«Sepan que CCOO se va a movilizar endefensa de la democracia». Cuando yase iba, un guardia lo invitó a subir.

Fernández del Río estaba reunidocon el gobernador militar, Luis Ca-ruana. A la pregunta sobre el diag-nóstico de la situación, Llorca expli-ca que Caruana respondió: «aquí es-tamos, a la expectativa y a las órdenesdel Rey». Llorca preguntó entoncessobre las órdenes que había dado elRey. «Y me contestó que cuando él habíasalido del despacho de Milans, éste, queestaba hablando telefónicamente con elmonarca, se despidió diciendo a sus ór-denes». El sindicalista recuerda quele contestó que eso no significabaabsolutamente nada: «A sus órde-nes es una muletilla que los militarlesutilizan para todo».La frase que sinduda se le quedó grabada fue laque a continuación le soltó Ca-ruana: «Me ha enviado don Jaimea echar una manita a José María».Entonces llegó la «soflama del sindi-calista». «Le dije que los obreros —co-mentario que, por cierto, fue citadopor Ibáñez Inglés en el juicio—también hacíamos patria y les solté unmitin». Y remató la faena, pregun-tando si sacarían tanques a la calle.«No, unas patrullitas para proteger alos partidos y sindicatos de los de FuerzaNueva», dice que le contestó. Llorcase retiró.

Un alto mando de la Guardia Civil

que no quiere que su nombre apa-rezca, ni quiere hablar, tan sólo seatreve a calificar como «calma conexpectativas» el ambiente de esa no-che. Y subraya lo de «muchísima ex-pectación». Fue una noche en la que

las sedes del Consell Preautonòmic,del Ayuntamiento de Valencia y la Diputación estuvieron casi de-siertas.

En el domicilio del PSPV-PSOE dela Calle Albacete, el gerente Manuel

Rivas atendió muchas llamadas y re-partió las consignas que circulabanpor el partido. El presidente socia-lista de la agrupación comarcal deValencia, Joaquín Ruiz Mendoza,también se puso en contacto conMadrid desde la sede comarcal de laGran Vía Marqués de Turia. Adoptólas decisiones que su instinto y expe-riencia le dictaron: Que nadie salie-se de casa, que se cerrasen las sedesde las cuatro agrupaciones, que na-die cayese en provocaciones y noperder contacto entre los militantes.

La decisión que no comunicó, sal-vo a dos dirigentes de la ciudad quese encontraban junto a él, fue el tras-lado de los archivos con los datos delos 650 militantes de la ciudad. Fue-ron llevados a la mercería del vete-rano socialista Elías Mouriño, ubica-da en la Plaça de Sant Jaume, en ple-no centro histórico. Se le entregó ladocumentación para que la pusiesea buen recaudo, pero ninguno delos mensajeros vio dónde los escon-día. «En casos así, cuanto menos sepasmejor», explica uno de los que hizoel traslado, que no quiere salir para«evitar protagonismo». Eso sí, subrayaque esa noche «los que verdaderamen-te dieron el callo y tomaron el mando fue-ron los abuelos del partido». Como enel ejército, la experiencia es un gra-do. De vuelta de la misión, pudieroncomprobar que un tanque se habíasituado frente al portal de la sede.Fue tal el temor del vecindario, quedespués presionó, cuenta, para quela sede fuese trasladada.

En Madrid, varios políticos valen-cianos seguían retenidos en el Con-greso. Entre ellos, los socialistas JoanLerma, Manuel Sánchez Ayuso,Joan Pastor, o los comunistas EmèritBono, Pilar Bravo o Antonio Palo-

mares, quien retiene en la me-moria como uno de los momen-tos de mayor tensión el altercadode Fraga con Tejero, a las siete dela mañana, que acabó con losguardias apuntando a sus señorí-as desde la tribuna. En varios mo-mentos se sintió candidato al pa-

tíbulo, sobre todo al principio. Losasaltantes no parecían un grupocompacto, ni siquiera en el aliño delvestir. «Parecía aquello el ejército dePancho Villa, había guardia civil de to-dos los palos, hasta de tráfico», comentaPalomares. Pero 150 tipos con me-tralletas infunden más respeto queuna manada de Miuras toreados.

Fue una noche para la super-vivencia más que para el hero-ísmo. Cuestión distinta es que,conocido el desenlace, no faltaquien ha corregido la historiay la ha moldeado a la medidade los héroes del séptimo arte.De esos relatos corregidos han

resultado políticos con el don de laubicuidad que pasaron las horasque van desde las 18.23 a la 1.30 dela madrugada en la sede de una ins-titución en la capital y, a la vez, enuna localidad turolense. Y hastahubo quien pasará a la historia delas horas críticas sentado junto al te-léfono en su casa valenciana, aun-que se registró en un hotel de Per-pinyà. El más precavido de todosfue un concejal de Valencia que lle-gó justo a tiempo a la manifestaciónque en defensa del orden constitu-cional se celebró... tres días des-pués.

10/11 En domingo Levante-EMV18 de febrero de 2001

Unanoche no aptapara héroes

23-F. Los cabos sueltos. DIEGO CARCEDO. Editorial Temas de hoy. 391 páginas.

E l periodista Diego Carcedodefiende en su libro 23-F.

Los cabos suel-tos que estegolpe de Estadofracasó porqueel Rey «actuócontundente-mente desde elprincipio», yachaca las«nebulosas» a

la actuación del monarca a losimplicados en el caso, quienes,«para salvarse de sus condena,intentaron dejar en el aire som-bras y dudas que este libro aclara».

23-F. El golpe que nunca existió.AMADEO MARTINEZ INGLÉS. Editorial Foca. Colección Foca Investigación, 10. 202 páginas.

El coronel del Ejército de Tierray profesor de Historia Militar y

Estrategia de la Escuela deEstado Mayor, Amadeo Martínez

Inglés, ha volcado17 años de investi-gación en su libropara llegar a laconclusión que el23-F no fue ungolpe militar involu-cionista sino «unacompleja maniobrapolítica-militar-insti-

tucional destinada a salvaguar-dar el orden democrático seria-mente amenazado por los ele-mentos más radicales delEjército Español».

23-F: El golpe del Cesid. JESUS PALACIOS. Editorial Planeta. 486 páginas.

El periodista madrileño JesúsPalacios también intenta apor-

tar luz a lo sucedidola tarde noche del 23de febrero de hace20 años con un volu-minoso libro en elque recoge nuevosdatos que le llevan ala conclusión de queel 23-F no habríasido fruto de laimprovisación ni la mera acciónde unos militares nostálgicos,sino una perfecta operación deEstado Mayor dirigida por elCentro Superior de Investigaciónpara la Defensa (Cesid), el espio-naje español.

El Elefante Blanco. FRANCISCO MORA. Ediciones B. 296 páginas.

El libro sostiene,entre otras tesis, queel Elefante Blanco,nombre con el que losgolpistas llamaban ala máxima autoridadmilitar que iba ahacerse cargo de lasituación, no era otroque Jaime Milans delBosch. Francisco Mora revelacomo José Antonio Girón alertóal Rey sobre la conspiración quese estaba gestando para acabarcon el proceso democrático. Almismo tiempo, se retoma laimportancia de la llamada cone-xión Tarradellas.

LAS DIVERSAS LECTURAS DEL GOLPE

El 23-F fue, en su lado estratégico, una charlotada.No es óbice para que la noche en la que Valenciaestuvo presa de las orugas mecánicas de Milans y elinstinto de supervivencia, las sedes de los partidos ylas instituciones registraran una inusual baja entrada.

> Viene de la página 7

E l 24 de febrero de 1981las portadas de los dia-rios valencianos no se

hicieron eco del inminentedebut de Johan Cruyff comonúmero 9 del Levante UD,anunciado en una brillante cró-nica por Josep VicentAleixande el día anterior. Y elfútbol, ya entonces, estaba enla agenda de preocupacionesde la mayoría del personal.Pero los diarios fueron ese díauna especie de suplementomonográfico dedicado a lossucesos que la noche anteriorpusieron en jaque a la demo-cracia. La televisión, una vezmás, fue el medio más vivo.Las primeras imágenes delgolpe militar ofrecidas por lostelediarios de toda Europa, elde España se suspendió porvez primera en su historia, fue-ron las de la procesión de tan-ques por las calles de Valencia. Aitana, genuino nombre de TVE

en la Comunidad Valenciana enla Calle Lebón, 7, obtuvotomas en la colindante Avenidadel Puerto por encargo de losresponsables del centro. Lapelícula más completa consecuencias sobre el trajinar decarros de combate y la ausen-cia de civiles en las calles fue-ron fruto de la iniciativa deunos trabajadores que se jura-mentaron para evitar que laestrategia golpista contasecon el arma más eficaz en esetipo de saraos: la televisión.Dos técnicos se apostaron enel tejado por si se hacía nece-sario cortar cables para evitarla difusión de mensajes favora-bles a la asonada militar, expli-can trabajadores de la casa poraquel entonces. La redaccióntenía más que constancia deque uno de los platós iba a serhabilitado para que Milans delBosch leyese en antena subando declarando el estado de

excepción y la asunción detodos los poderes. Mientras,en uno de los despachos, unresponsable administrativo seaplicaba en la confección deuna lista de trabajadores deizquierdas para obsequiar a losinsurrectos, cuentan las mis-mas fuentes.Tres miembros de la plantillase echaron a la calle a bordode la ranchera de TVE, adorna-da entonces con un banderínrojigualda, al tratarse de uncoche del parque móvil minis-terial. Tanta pompa despistó alos soldados, que se cuadraban

al paso de los periodistas.Tomaron la precaución de gra-bar a la luz de las farolas, nofuera caso que confundieranlas cámaras con bazocas, asícomo cambiar de cinta cadados por tres por si los militaresse incautaban del material. Enla plaza de Cánovas, un mandomilitar puso fin a la aventura,pero las imágenes llegaron aEurovisión gracias al esfuerzotécnico en burlar a los centu-riones de la sede de Aitana.Los soldados también vigilaronlos diarios y emisoras. De loque aconteció en las redaccio-

nes de los diarios se ha habla-do mucho más de lo que se haescrito. En Capitanía se perso-nó una influyente periodista,acompañada por su padre.Fueron recibidos por el coronelDiego Ibáñez Inglés. Motivo depolémica fue en su día el télexremitido desde el Diario deValencia en el que se hacíaconstar que se estaba a laespera de órdenes. Los respon-sables del medio aclararon queen una situación excepcionalquisieron tener información decómo estaba la situación paraevitar males mayores. Levanteestrenaba rotativa en la nochemás inoportuna. Tanto estediario, como Las Provincias,Diario de Valencia y Noticiasal día, salieron a la calle el 24de febrero reflejando el bando yel manifiesto posterior deMilans anulándolo, así como uneditorial compartido en defen-sa de la democracia. ■ F. ARABI

Las primeras imágenes que vio Europafueron de los tanques de Valencia yllegaron a Eurovisión porque los técnicosde Aitana burlaron a los centuriones

LA TROPA TOMÓ LA TELE PERO UNA CÁMARA RODÓ POR LA CIUDAD

La defensa de losgolpistas lanzó lafalsa hipótesis deque el PCE se esta-ba armando vía An-dorra y Valencia. Elcomunista Llorca,en cambio, se pre-sentó ante el go-bernador civil y Ca-ruana para lanzar-les unmitin obrero.

El comentario delcónsul americanoen Valencia, DanielGreen, al minutodel asalto al Con-greso, revela queese hombre teníainformación, queera un lince o teníadotes para la adivi-nación. «Tranquilos,es un pequeño gol-pito. Aquí en Valen-cia, ley marcial»,soltó a un grupo deperiodistas en lasede de la AgenciaEfe, en la calle Ribera.

Portadas de los diariosvalencianos del día 24

(Diario de Valencia) y 25(Levante y Las

Provincias) de febrero,tras el intento de golpe

de Estado

César Llorca

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