Tema 7
Los conflictos como oportunidades pedagógicas para la construcción de una
cultura de paz
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Índice
Esquema 3
Ideas clave 4
7.1. Introducción y objetivos 4
7.2. La doble cara de los conflictos: riesgos y
oportunidades 5
7.4. Negociación, mediación y otras estrategias de
resolución constructiva de conflictos 21
7.5. Referencias bibliográficas 28
A fondo 32
Test 35
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Esquema
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Ideas clave
7.1. Introducción y objetivos
En este tema se estudian enfoques conceptuales y propuestas metodológicas para
entender y transformar los conflictos, promoviendo la cultura de paz como opción a
la sociedad basada en el antagonismo y la violencia. Se ofrecen alternativas que
están a disposición de la educación formal y no formal, para concebir proyectos que
desarrollen en las personas capacidades para lograr la paz y la convivencia
democrática.
Los contenidos que aquí se presentan reconocen la prioridad y relevancia de
analizar los conflictos como situaciones cotidianas que pueden ser gestionadas
apropiadamente para propiciar transformaciones y mejoras en las relaciones
sociales y en la calidad de la vida de las personas. Analizaremos los métodos
educativos para la resolución de conflictos que utilizan la mediación, el diálogo
cultural y estrategias participativas, y promueven inclusión social y el respeto a la
dignidad y derechos de todas las personas.
Los objetivos de este tema son:
Comprender que los conflictos propios de la vida social pueden ser fuente de
desarrollo y aprendizajes, si se gestionan con un enfoque pedagógico inclusivo.
Fortalecer las capacidades de los estudiantes para el desarrollo de proyectos y
acciones orientadas a promover una cultura de paz y generar compromisos con
la convivencia democrática, la participación social y la defensa y protección de
los derechos humanos.
Valorar la mediación y otros métodos de resolución constructiva y pacífica de
conflictos como estrategias primordiales de la educación inclusiva.
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7.2. La doble cara de los conflictos: riesgos y
oportunidades
El conflicto es propio del ser humano y de la vida social. Constituye una tensión,
una dificultad, que nos afecta porque percibimos limitaciones, desacuerdos,
competencia y, a veces, antagonismo y confrontación. Ante un conflicto no siempre
sabemos qué es lo que debemos hacer, cuál decisión tomar, cómo resolver la
contrariedad que tenemos con otras personas. También puede ocurrir que el
conflicto sea con uno mismo, porque no es fácil tomar una decisión, porque
tenemos intereses que se contraponen.
Generalmente no estamos preparados para resolver conflictos, nuestra
socialización se orienta a concebir la uniformidad, suponiendo que todas las
personas tenemos idénticas percepciones, valoraciones o intereses: en forma
idílica, las personas, familias y escuelas asumen que no deben existir conflictos, que
la vida social debe expresarse en armonía y conformidad, para lo cual es
conveniente «no ser problemáticos», expresando diferencias o criterios distintos.
Con este enfoque, se recomienda esconder o callar los problemas, silenciar las
divergencias y hasta aceptar injusticias. Pero cuando esto ocurre, las situaciones no
se resuelven, el conflicto existe, está latente, actúa potenciando el malestar porque
está sin resolver, socavando las relaciones humanas; por lo que en cualquier
momento ocurre el estallido: en su forma más explosiva o negativa, aparece un
conflicto intenso que resulta difícil de gestionar (Alonso, Rascón y Redondo, 2014),
justamente porque no fue oportunamente atendido, por no identificar y confrontar
a tiempo sus causas.
Como lo muestra la historia, por mucho tiempo y en diversos contextos y culturas,
los conflictos han sido resueltos con violencia o agresión. Y por esa razón, cuando se
habla de conflicto, se piensa en violencia, enfrentamiento o represión. Pero no
siempre el conflicto entre personas debe expresarse en formas violentas, hay
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muchas formas en que un conflicto se manifiesta: puede surgir como discrepancia,
reclamo, tensión... la violencia es la expresión más inadecuada o perjudicial de un
conflicto.
Si se analiza la definición de conflicto que está en el Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española, puede apreciarse como los seis significados de la palabra
están asociados a situaciones de enfrentamiento, lucha, contradicciones y hasta se
identifica como el «momento en que la batalla es más dura y violenta» (Real
Academia Española, 2014, «Conflicto»).
Pero entendiendo, o más bien, asumiendo, la complejidad y diversidad de la
existencia personal y de la vida social, parece necesario ampliar nuestra
comprensión sobre la naturaleza de los conflictos, valorando que parece necesario
superar la postura tradicional de evadir o pretender ocultar los conflictos, o
cuestionar a quien reclama o expresa un desagrado. Al cambiar de perspectiva, es
necesario entender que los conflictos, desavenencias o dificultades entre personas
son asuntos frecuentes, predecibles y hasta valiosos, si logran ser apropiadamente
conducidos.
En las familias, en las escuelas y en la amistad es natural que puedan existir
diferencias, apreciaciones o criterios distintos, a veces intereses que se oponen; y
en lugar de uno callar o tolerar «para no contrariar», lo conveniente es expresar la
incomodidad, defender el criterio propio, dialogar y superar así la dificultad.
(Perdomo, 2017).
Por ejemplo, cuando una pareja cuya relación no prosperó se separa, si las personas
vinculadas comprenden la situación y procuran gestionar la disolución por procesos
dialogados, podrían aprender de lo que pasó, clarificar y manejar apropiadamente
sus diferencias, y hacer cambios, revisar cómo comunicarse, con lo que en el futuro
podrán «gestionar los conflictos futuros en forma independiente, es decir, sin ayuda
externa» (Britz, 2018, p. 2).
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Atender el conflicto adecuadamente es una forma de mejorar la organización o una
relación personal, es una oportunidad para identificar condiciones o situaciones
que pueden mejorar, transformar una relación, sanar emocionalmente y aprender.
Si se trata de situaciones de violencia o agresión, igualmente el conflicto debería ser
resuelto para que se haga justicia, para que no impere la ley del más fuerte, y en
materia educativa, para que se afirme un aprendizaje social fundamental: la
agresión y la violencia tienen consecuencias, las leyes y las instituciones se aplican
para garantizar la integridad personal de todas las personas, para proteger a las
víctimas y sancionar al responsable (Perdomo, 2011, p. 51).
Definición de conflicto
Lederach (2000), uno de los principales investigadores en este tema, define el conflicto
como:
«la interacción de personas con objetivos incompatibles que, paradójicamente, deben cooperar para satisfacer sus necesidades. De este modo, el conflicto es esencialmente un proceso natural a toda sociedad y un fenómeno necesario para la vida humana, que puede ser un factor positivo en el cambio y en las relaciones, o destructivo, según la manera de regularlo» (Lederach, 2000, p. 56).
Efectivamente, Lederach identifica que en una situación concreta donde hay un
conflicto, es preciso observar que las personas están confrontadas porque tienen
objetivos aparentemente contradictorios, pero tienen como dificultad el hecho real de
no poder solventar esa situación a menos que cada una de las personas entienda que
depende, aunque sea parcialmente, de la otra para alcanzar esos objetivos.
Otro especialista en conflictos, Vinyamata, describe el conflicto de la siguiente manera:
«Lucha, desacuerdo, incompatibilidad aparente, confrontación de intereses, percepciones o actitudes hostiles entre dos o más partes. El conflicto es connatural con la vida misma, está en relación directa con el esfuerzo por vivir. Los conflictos se relacionan con la satisfacción de las necesidades, se encuentra en relación con procesos de estrés y sensaciones de temor… Lo importante del conflicto es la manera en que reaccionamos al mismo. Los conflictos representan crecimiento y
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desarrollo si aprendemos a convivir positivamente con ellos, a gestionarlos y resolverlos. Si el conflicto nos supera, nos domina y no acertamos a saber qué significa y cómo manejarlo, nosotros mismos nos transformaremos en generadores de violencia y destrucción» (Vinyamata, 2004, p. 185).
En esta perspectiva se destaca la potencialidad educativa del conflicto, y más
precisamente, de utilizar un enfoque preventivo para evitar el desarrollo de
comportamientos violentos. Nos advierte que de conflictos no resueltos puede
generarse un aprendizaje social que reproduce o preserva la violencia.
Estructura de los conflictos
Figura 1: Las «tres P» del conflicto fuente.
Fuente: La estructura del conflicto de Lederach (2008). Disponible en:
www.scribd.com/doc/7244000/El-Analisis-Del-Conflicto-Lederach
Al presentar este esquema gráfico, se indica que existen tres elementos
constitutivos de un conflicto, las llamadas «tres P», que deben ser cuidadosamente
examinadas, para conocer la naturaleza, características y causas de un conflicto. De
cada uno de esos tres aspectos, se requiere revisar asuntos que clarificarán qué
causa o complejiza el conflicto, pero, además, qué es lo que puede hacerse para
gestionar la mejor solución o desarrollo de ese conflicto. Los aspectos que deben
ser observados de las personas, de los procesos y de los problemas son los
siguientes:
Estructura
del conflicto
PERSONAS
PROBLEMAS PROCESOS
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«Aclarar el origen, la estructura y la magnitud del problema: Establecer quién está involucrado, y quién puede influir en el resultado del proceso. Concretar los asuntos más importantes a tratar. Distinguir y separar los intereses y las necesidades de cada uno. 2. Proceso - Tomar en cuenta: El proceso que el conflicto haya seguido hasta el momento. La necesidad de un proceso que parezca justo a todos los involucrados. La comunicación y el lenguaje con que se expresan lo que hace falta para establecer un diálogo constructivo. 3. Problema - Tomar en cuenta: Los intereses y las necesidades de cada uno. Las diferencias y valores esenciales que los separan. Las diferencias de cada uno en cuanto al procedimiento a seguir» (Lederach, 2001, p. 8).
Para entender una situación de conflicto habría que analizar en cada caso,
siguiendo lo planteado por Lederach (1992), cómo están presentes estos tres
aspectos. Por ejemplo, en un centro educativo donde unos jóvenes discuten y se
insultan en el patio del colegio, en primer lugar, sería importante saber quiénes son
las personas implicadas. De esas personas sería importante comprender sus
emociones, qué relación tienen entre ellos si son compañeros de curso, sus edades,
el nivel educativo, sus principales actuaciones en el colegio, conocer sus
necesidades, entender sus motivaciones, considerar sus puntos de vista, entender si
se sienten respetadas y escuchadas, valorar la percepción de cada uno en cuanto a
qué fue lo que ocurrió, cómo le ha afectado esta situación, cómo explica la pelea...;
en lugar de juzgarlos de antemano, es preciso conocer a cada quien y lo que
piensan de lo que ha ocurrido. Sobre el proceso, es importante esclarecer si es la
primera vez que ocurre un conflicto entre ambos, cómo se han relacionado antes, si
su controversia es solo entre ellos o si hay otras personas que se sienten afectadas
o relacionadas con el caso. Un aspecto importante es distinguir si hay ejercicio de
poder o autoridad, si son democráticos o autoritarios los estilos de gestión de las
personas que han conocido de la hostilidad entre ambos con anterioridad. Para
analizar el problema es preciso esclarecer cuáles son las necesidades, intereses y
valores de las partes en conflicto, detallar las preocupaciones, propuestas y temores
de cada una de las partes, qué principios o valores son importantes, qué objetivos o
metas están dispuestos a compartir.
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También es relevante observar el proceso que ha tenido el conflicto, teniendo presente
que no todos los conflictos se expresan en violencia. Podríamos identificar la violencia
como una forma no deseada y perjudicial de conflicto. Debemos tener en cuenta que
es importante gestionar adecuadamente los conflictos y que de ello depende que no se
desarrollen o deriven en eventos violentos. Al respecto, Vinyamata argumenta la
importancia de analizar exhaustivamente las situaciones sociales para prevenir los
conflictos o para atenderlos, no en forma reactiva, sino considerando las razones que
los originan y escalan:
«La NoViolencia, como la Conflictología, comprende los orígenes y las causas de los conflictos y trata de establecer soluciones que resuelvan las causas. La violencia trata únicamente de los síntomas, es simplemente reactiva, irracional y acostumbra a disponer de una eficacia a corto plazo y muy cara en todos los sentidos. »Las inversiones públicas en seguridad se orientan más bien a incrementar las dotaciones policiales, el armamento y la represión, sin indagar las causas y los orígenes del crimen y de la violencia. Este es realmente el problema, la incapacidad manifiesta por entender lo que sucede y limitarse a incrementar los presupuestos de seguridad y defensa sin atender a los motivos y las causas de tal inseguridad» (Vinyamata, 2015, p. 14).
Los procesos de gestión del conflicto como experiencias positivas de
empoderamiento, o como situaciones negativas
Estudiando experiencias de conflicto en Centroamérica, Lederach (1992) ilustra con el
ejemplo de las redes de pescadores, una comprensión del conflicto desde la cultura
popular, que permite valorar su significado y entender una perspectiva para gestionar
los conflictos, en lugar de asumirlos como situaciones que escapan de nuestro control:
«Veamos la palabra “enredo”. Para mí, este es el término que mejor describe la conceptualización popular del conflicto. Primero, un enredo nos da la imagen de una situación confusa, embrollada e intrigante. Así es como a menudo experimentamos el conflicto, porque metidos en un pleito nos sentimos confundidos. Segundo, la imagen literal e histórica es la de una red de pescadores. Si alguna vez hemos visto trabajar a un pescador, tendremos la imagen de manos pacientes, de hilos y nudos enredados, y del trabajo de atar y desatar, y de volver a atar. El enredo tiene que desenredarse cuidadosamente. No obstante, cuando por fin el pescador
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logra deshacer el enredo, su red queda anudada y entrelazada. Y así es la tarea de transformar constructivamente los pleitos» (Lederach, 1992, p. 22).
Pero su observación no se limita a esta clarísima indicación sobre cómo el conflicto
no es una situación que se nos impone y avasalla, sino que se trata de una
experiencia interpersonal, que las personas y los grupos pueden gestionar de
acuerdo a criterios que garanticen la superación de las desavenencias y hasta un
cambio o mejora de la situación inicial. Lederach (1992) va más allá, y advierte el
involucramiento cognitivo, moral, pero también emocional y afectivo asociado a los
procesos de resolución de conflictos, lo ilustra con mucha claridad en la siguiente
cita referida a las sociedades de Centroamérica:
«El enredo, como imagen, describe muy bien la dinámica del conflicto en muchas familias y barrios de Centroamérica. La “red” es también un término que describe el conjunto de relaciones de amistad y familiares que se tienen, que algunas veces sirven de apoyo y otras veces de tropiezo. Esta red es lo que solemos llamar “mi gente”. Es en el contexto de nuestras redes sociales, en medio de nuestra “gente”, donde se desarrollan muchos de los pleitos y problemas. El pleito representa una ruptura en la red. Arreglarla significa volver a atarla de nuevo, para que quede atada y completa. Cuando nos sentimos que estamos en un problema, buscamos salir del mismo. Paradójicamente, a nivel popular, la “salida” depende de una “entrada”. Por eso decimos, “hay que buscar cómo entrarle al problema”, y “cómo entrarle a la persona”. “Entrarle” implica el analizar y comprender bien la situación, a fin de solucionarla. El propósito […] es contribuir a que el enredo no nos confunda, sino que lo podamos manejar del mismo modo que un buen pescador maneja sus redes: con claridad, paciencia y cuidado. Me parece que la visión popular ha identificado varias facetas que forman la estructura del conflicto, las cuales nos ayudan a realizar un análisis adecuado: las personas, el proceso, y el problema» (Lederach, 1992, p. 22).
De acuerdo con González, Llinares y Zurriaga (2012), es posible reconocer que
existen connotaciones positivas de un conflicto, esto es, logros y oportunidades
que pueden derivar de una situación de conflicto, y entre estas mencionan las
siguientes:
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Incremento de la creatividad, al estimular el interés y la curiosidad, por lo que
supone en sí mismo enfrentarse al conflicto.
Aumento de la motivación y el esfuerzo de los implicados, para lograr algún
objetivo común.
Facilita mejoras en la comunicación entre los implicados, favoreciendo el flujo
informativo.
Aumenta la cohesión grupal y la implicación para conseguir una meta común.
Reduce las tensiones, el estrés, y disminuye los esfuerzos.
Produce atención hacia los cambios necesarios, posibilitando la modificación de
estructuras de poder o actitudes arraigadas.
Clarifica y reelabora la propia posición personal para hacerla más reflexiva,
defendible y convincente.
Produce confianza entre las partes, resaltando las posiciones comunes.
Fomenta el reconocimiento de la legitimidad del otro en la defensa de sus
puntos de vista.
Una ilustración práctica de esta valoración sobre lo positivo de la ocurrencia de un
conflicto es el caso de la vigencia de normas que han sido impuestas, en el centro
educativo, o en la asociación del vecindario donde los jóvenes practican deporte.
Por ejemplo, puede que se plantee un conflicto porque la directiva prohíbe la
entrada de aquellos estudiantes o deportistas que no llevan el tipo de zapato
establecido en la normativa. En ese caso, hay muchos afectados, y claramente, la
aplicación de esta norma sería injusta, porque varios de los estudiantes (y de los
deportistas) no tienen cómo pagar el costo de ese calzado, y, en definitiva, ese tipo
de calzado no es ni necesario, ni cómodo, solo está indicando por la tradición del
colegio o de la asociación deportiva.
Para hacer valer su punto de vista, los jóvenes se organizan, se informan sobre la
normativa, se asesoran sobre sus derechos, y varios de ellos asumen la
responsabilidad de tramitar ante la directiva un examen justo del caso y la
suspensión de la pretendida sanción. Al recibir a estos estudiantes o jóvenes
deportistas, las directivas los conocen, valoran lo apropiado de su proceder y
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evalúan cómo con la gestión del problema, los jóvenes han cumplido con los
trámites ante las autoridades apropiadas, lo que cambia su percepción sobre ellos,
pero también se valora lo injusta y anacrónica de una normativa que puede
producir injusticias, y aprueban la propuesta de los estudiantes de modificar esta
norma del reglamento. La institución en su conjunto gana porque se genera un
ambiente democrático y participativo, todos se sienten considerados y tomados en
cuenta. Y todo esto tuvo su origen en un malestar, un conflicto, que movilizó el
interés y la reacción de muchas personas.
Estos mismos autores describen lo que podrían ser valoradas como connotaciones
negativas de un conflicto:
Se genera una actitud hostil que incrementa las diferencias y disminuye los
puntos en común.
La tensión, el estrés y la frustración entre las partes generan actitudes
defensivas.
Disminuye la comunicación y se convierte en más agresiva.
Disminuye el rendimiento y la satisfacción, reduciendo la colaboración y
produciendo bloqueos.
Se producen distorsiones entre los objetivos, subordinando estos a las luchas
entre las partes.
Se pone en peligro la supervivencia del grupo.
Se originan respuestas estereotipadas que influyen negativamente en los
objetivos.
En la misma situación anterior, si la directiva no admite la participación de los
jóvenes, o impone la sanción y se genera una reacción de malestar y rencor de
varios estudiantes, el conflicto seguirá sin ser resuelto e incluso puede escalar,
produciendo, quizás, pugnas internas, confrontaciones, descalificación, y la
situación conflictiva será claramente negativa.
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La conflictología, enfoque interdisciplinario para el análisis y
tratamiento de los conflictos
Actualmente, existe un importante desarrollo conceptual relativo al conocimiento y
manejo de los conflictos sociales. En la literatura académica y en espacios de formación
es posible identificar una especialización en ciencias sociales, conocida como la
conflictología, dedicada al estudio y tratamiento de los conflictos en los distintos
ámbitos de la vida social.
«El interés destacado de la Humanidad por contener, solucionar o canalizar los conflictos ha llevado a un proceso de convergencia de denominaciones y prácticas en Irenología, Polemología, Transformación de Conflictos, Gestión de Conflictos, Estudios de la paz, Cultura de paz, que encuentren en la Conflictología o Resolución de Conflictos el nexo de colaboración necesario para unir en un esfuerzo de análisis que nos permita comprender las causas de los conflictos y la manera práctica de sustituir los métodos violentos y contradictorios de resolverlos» (Vinyamata, 2015, pp. 9-10).
Y a pesar de los variados enfoques, los exponentes de esta nueva disciplina coinciden
en señalar que el conflicto es propio de la vida social, que es factor de desarrollo y que
es importe asumir una postura constructiva y de amplitud para que los conflictos sean
fuente de mejora y aprendizaje, en lugar de ser fuente de frustración o de violencia.
La conflictología surge como disciplina especializada en el estudio de los conflictos,
pretendiendo «entender el origen y las causas de los conflictos, su evolución y
comportamiento. Para ello no podremos desdeñar ninguna aportación racional,
científica o de cualquier otra índole del conocimiento humano ya sea intuitiva o
emocional» (Vinyamata, 2015, p. 10).
El estudio de los conflictos requiere el conocimiento de muy diversas ramas del saber
científico, porque en su aparición y desarrollo están vinculados factores sociales,
políticos, intereses económicos, pero también condiciones particulares de espacios
comunitarios, en lo microsocial. Y por supuesto, median emociones, sentimientos,
percepciones y hasta intervienen factores biológicos que deben ser tomados en cuenta:
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«La ira, el odio, el miedo, el amor, la solidaridad, el altruismo significa la segregación de determinadas drogas endógenas que contribuyen a su desarrollo. La oxitocina contribuye a generar emociones afectivas, las endorfinas sensaciones placenteras que contribuyen a contrarrestar los esfuerzos y a incrementar la atracción: dopamina, testosterona, oxitocina, endorfinas, entre otras, son substancias que contribuyen a la toma de decisiones, la actitud y el comportamiento. Lo importante es percatarse que de la misma manera como nos afectan sutilmente, también podemos provocar secreciones de una u otra de manera más o menos consciente. Abrazar, por ejemplo, provoca secreciones de endorfinas y de oxitocina. Discursos que fomentan el odio incrementaran la testosterona y la dopamina o, todo aquello que procure por garantizar la seguridad la reducirá, por ejemplo. Me refiero a los efectos en las personas individuales y en los colectivos y sociales. »Los modelos de sociedad y de cultura también resultan determinantes e influirán en el desarrollo de actitudes pacíficas o agresivas. Las emociones, la concepción de la vida y del mundo y las reacciones psicológicas tienen mucho que ver con las características biológicas. Neurología y psicología clínica aportan conocimientos importantes si queremos conocer las causas de los conflictos que, unidas a las aportaciones de las Ciencias Sociales nos ofrecerán un panorama integral más próximo a la realidad que si observamos solo desde una única disciplina y desde un único método de análisis» (Vinyamata, 2015, p. 18).
Como se evidencia en estas citas, es preciso asumir la importancia de conocer las
realidades de los conflictos que pretendemos gestionar, y convencernos de nuestra
capacidad para comprender los conflictos, y evitar que generen consecuencias
impredecibles. El estudio de los conflictos permitiría reducir o transformar esos
conflictos generando oportunidades de mejora.
En el ámbito educativo, tanto en lo formal como en los programas no formales, resulta
prioritaria una revisión cuidadosa sobre pautas y prácticas tradicionales que enfatizan
la prioridad de la sumisión, la obediencia, el acatamiento irrestricto del orden y de las
normas, decisiones y directrices establecidas por la autoridad académica. Y aunque
apreciamos lo positivo de la enseñanza de valores como la lealtad, el respeto a la
autoridad y la solidaridad, la preparación de las personas para la vida social exige que la
educación incluya entre sus prioridades la formación de las y los estudiantes para poder
enfrentar y resolver las diferencias que puedan tener con otras personas, por criterios
distintos, opiniones divergentes, malos entendidos o problemas de comunicación, e
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incluso, debido a situaciones del contexto comunitario, problemas familiares, o hechos
de violencia que podrían haber ocurrido.
Contrariamente a las definiciones tradicionales que presentan el conflicto como un
asunto negativo que habría que evitar o erradicar, las más avanzadas perspectivas de la
psicología social, de la conflictología y de los métodos de resolución constructiva de
conflictos plantean que el conflicto es algo inherente al ser humano, que forma parte
de la vida social y es hasta una etapa identificable en la vida de los grupos que aparece
para fortalecer la integración, promover la transformación personal y social.
En la sección A Fondo, presentamos el texto completo de este artículo sobre el estudio
y gestión de los conflictos que propone Vinyamata, cuya lectura recomendamos
ampliamente por su utilidad para el trabajo educativo en contextos formales y no
formales.
7.3. Hacia una cultura de paz
La promoción de la paz como un derecho humano es uno de los objetivos
fundacionales de la Organización de Naciones Unidas, cuando al constituir la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco), los Estados deciden su conformación afirmando lo siguiente:
«Que, puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz; Que, en el curso de la historia, la incomprensión mutua de los pueblos ha sido motivo de desconfianza y recelo entre las naciones, y causa de que sus desacuerdos hayan degenerado en guerra con harta frecuencia; Que la grande y terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los hombres y de las razas; Que la amplia difusión de la cultura y la educación de la humanidad para la justicia, la libertad y la paz son indispensables a la dignidad del hombre y constituyen un deber
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sagrado que todas las naciones han de cumplir con un espíritu de responsabilidad y de ayuda mutua» (Unesco, 1945, párr. 3-6).
Son afirmaciones muy relevantes, pues dan cuenta de los peligros y consecuencias
que la ignorancia y los prejuicios pueden acarrear a las personas y a los pueblos. Por
ello, es la prioridad de la educación para la ONU. Y no cualquier enfoque sobre
educación, sino una concepción que tenga muy claro e inequívoco el propósito de
erradicar la discriminación, los estereotipos y todas las formas de exclusión y
violencia.
Definiciones sobre paz
El lema actual de Unesco es «Construir la paz en la mente de los hombres y de las
mujeres», y en sus diferentes documentos queda claro que la paz no se restringe a
la ausencia de guerra o de eventos de violencia. En el material A Fondo, puedes
encontrar un documento completo de Unesco sobre el derecho humano a la paz.
Desde la perspectiva de Unesco, se destaca la afirmación de un concepto positivo
de paz, referido al logro de una convivencia solidaria, pacífica y la garantía de los
derechos humanos para todas las personas:
«La paz es un concepto mucho más amplio y positivo que engloba el derecho a ser educado en y para la paz; el derecho a la seguridad humana y a vivir en un entorno seguro y sano; el derecho al desarrollo y a un medio ambiente sostenible; el derecho a la desobediencia civil y a la objeción de conciencia frente a actividades que supongan amenazas contra la paz; el derecho a la resistencia contra la opresión de los regímenes que violan los derechos humanos; el derecho a exigir a todos los Estados un desarme general y completo; las libertades de pensamiento, opinión, expresión, conciencia y religión; el derecho al refugio; el derecho a emigrar y participar en los asuntos públicos del Estado en que se resida; y el derecho a la justicia, a la verdad y a la reparación efectiva que asiste a las víctimas de violaciones de los derechos humanos» (Unesco, 2018).
Una propuesta de paz positiva es la que presenta la Unión Europea con las políticas
y programas de educación 2020, en las que declara explícitamente que lo que mejor
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evita la radicalización y violencia de los jóvenes es asegurarles una educación
inclusiva y democrática que promueve su integración a las sociedades (Consejo de
Europa, 2018).
En sentido contrario, la paz negativa podría ser definida «como simple ausencia de
guerra y violencia directa» (Harto, 2016, p. 130); tal sería el caso de los programas
Tolerancia Cero que limitan el enfoque de la disciplina escolar a la vigilancia y
sanción punitiva a quienes violan las leyes y las normativas escolares (Farias y
Perdomo, 2017, p. 3). Mientras que, con una perspectiva de justicia social, la «paz
positiva» asume que efectivamente la paz es ausencia de guerra y de violencia entre
las personas, pero es, además, la garantía de vivir con dignidad y sin ser sometidas a
condiciones de violencia estructural.
«Para aquellos autores que defienden la pertinencia de que sea la paz negativa, entendida como la ausencia de guerra, el objeto de estudio de la investigación para la paz, el argumento principal es que la inclusión de elementos tales como la justicia social o la vigencia de los derechos humanos amplía tan extraordinariamente el campo de estudio, que llevaría a una situación en la que el concepto de paz, al mostrar connotaciones tan amplias, perdería utilidad en tanto que categoría de análisis. Frente a estas críticas, los autores partidarios de la paz positiva señalan que la mera ausencia de guerra puede ser compatible con situaciones en las que estén vigentes status quo profundamente autoritarios e injustos (“la paz de los cementerios”), que tarde o temprano llevarían a un estallido violento» (Harto, 2016, p. 130).
En el campo de investigaciones sobre la paz y la no violencia, este debate ha sido
fuente de importantes polémicas, y en los últimos años se presenta una opción
ecléctica que propone el concepto de paz imperfecta, como definición que estiman
es realista y viable para el desarrollo de programas de paz.
«Frente al “todo o nada” de la paz positiva, la paz imperfecta plantea una aproximación gradualista hacia el objetivo final de la erradicación de la violencia estructural. La paz imperfecta asume que es posible la coexistencia en una misma realidad de experiencias de paz con experiencias de violencia tanto directa como estructural pero siempre en la perspectiva de avanzar hacia la reducción progresiva, gradual e inexorable
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de los niveles de violencia directa y estructural. […] En definitiva, “bajar” a la realidad las propuestas utópicas de la paz positiva con la intención de ir haciendo posible gradualmente la gran apuesta de la erradicación de la violencia estructural» (Harto, 2016, p. 142).
Este enfoque de «paz imperfecta» se propone como opción que deja muy claro que
el logro de una convivencia pacífica y el logro de la justicia social, de la plena
garantía de los derechos humanos, constituyen un horizonte, un objetivo al que no
se puede renunciar y en el que hay que invertir los mejores esfuerzos educativos.
Así, en escuelas de bachillerato ubicadas en barrios con los más altos índices de
criminalidad y violencia, es posible acordar con los estudiantes y familiares el
preservar la escuela como un lugar protegido, como espacio de no agresión, donde
se respetan las normas acordadas por la comunidad educativa, con participación y
aprobación de todas las personas (Perdomo, 2017). Esto, en contraste con lo que
ocurre en las calles del vecindario, es una paz imperfecta, pero que ilustra que la
convivencia respetuosa de las personas depende de todos.
Hay que tener presente que la paz es un fin, pero al mismo tiempo es un camino,
una ruta educativa que desarrolla capacidades para el conocimiento y ejercicio de
derechos, para la comprensión de las realidades del conflicto en la vida social y para
promover contribuciones crecientes a una cultura de paz y no violencia, que
sustituya las prácticas y creencias que fundamentan la violencia, las desigualdades y
las injusticias en la vida social.
«La paz es un derecho de todos los niños, niñas y adolescentes que tiene cabida en cualquier sociedad y cultura. Es un derecho realizable a lo largo de la trayectoria vital de cada persona. Es un proceso de cambio en el comportamiento que ocurre a largo plazo, se desarrolla en cualquier ambiente de aprendizaje e involucra a todos los actores de la comunidad. No obstante, se debe señalar que el cambio no ocurre en el vacío, está enraizado en las creencias y las prácticas que potencian u obstaculizan la construcción de una cultura de paz. La educación para una cultura de paz es un proceso gradual de desarrollo humano que capacita a las personas para transformarse a sí mismas y a sus contextos, mediante acciones deliberadas y colectivas que generan cambios constructivos a nivel personal y comunitario» (Unicef Colombia, 2017, p. 2).
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Cultura de paz:
La ONU ha dedicado varios acuerdos y resoluciones a la definición y promoción de
la cultura de paz, entendiendo que la paz es la estrategia primordial para garantizar
el desarrollo y el bienestar de la humanidad. En su Resolución A/52/13 de 1998, la
cultura de paz se define de la siguiente manera:
«La cultura de paz consiste en un conjunto de valores, actitudes, tradiciones y comportamientos fundamentados en el respeto a la vida, los derechos humanos y la libertad de expresión, que rechazan cualquier forma de violencia, transforman las maneras negativas de afrontar los conflictos, los cuales previenen tratando de atacar sus causas para resolver problemas por medio del diálogo y mediación entre las personas, los grupos y las naciones» (ONU, 1998, párr. 2).
El enfoque educativo que procura una cultura de paz y no violencia requiere de
proyectos de educación en ciudadanía en los que quienes participan tengan la
vivencia de la tolerancia, el respeto mutuo y garantías de participación (puedes
consultar el texto de la ONU que analiza la definición de «cultura de paz» en A
Fondo). Sin bien la paz y la convivencia respetuosa de los derechos de todas las
personas se proponen como un objetivo a lograr, requieren la puesta en práctica de
actividades que fomenten comportamientos democráticos, que utilicen estrategias
participativas, espacios de la negociación, diálogo cultural y el establecimiento de
acuerdos democráticos en el proceso mismo de su desarrollo.
Por otra parte, la promoción y construcción participativa es un proceso que
requiere tiempo, dedicación y planificación en los distintos ámbitos en los que se
promueve la cultura cívica de paz y derechos humanos:
«La cultura de paz requiere del desarrollo constante y sostenido de capacidades, tanto de las personas como de los colectivos, la paz no es algo que acontece en un dominio particular —en el currículo o la familia— sino que sucede y se construye todo el tiempo en cada escenario en el que interactúan los niños, niñas y adolescentes. Se trata de educar en una cultura donde la paz puede ser practicada y reflexionada. Se aprende a pensar sobre las propias acciones a fin de no actuar precipitadamente;
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actuar de acuerdo a los derechos propios y con los de los demás; en colaboración con otros; a evaluar constantemente las propias acciones; a actuar de acuerdo con lo que se cree que está bien, y entonces de nuevo se reflexiona, ya no por sí mismo, sino con otros. Es un proceso cada vez más complejo en el que se mezclan capacidades y responsabilidades» (Unicef, 2017, p. 3).
En la ilustración que muestra la experiencia que desarrolla Unicef en Colombia
(2017), se ha propuesto asociar la formación en cultura de paz con el enfoque
educativo de competencias ciudadanas, vinculado a una formación que pretende el
desarrollo de conocimientos y habilidades para una acción ciudadana ética y
responsable, lo que implica asumir el desafío de transformar el conflicto que
aparece en el contexto educativo, aunque se suele gestar en el contexto social que
lo induce y explica. Pero justamente, la educación para la paz se propone como
opción educativa para afrontar esas dificultades, promoviendo corresponsabilidad,
afirmando la condición de niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos y
como corresponsables de la vida social basada en el respeto a la dignidad y
derechos de todas las personas.
7.4. Negociación, mediación y otras estrategias de
resolución constructiva de conflictos
Los problemas o dificultades en la vida social pueden ser adecuadamente
gestionados y transformados utilizando estrategias de diálogo, comunicación y
resolución constructiva de conflictos, siempre que sea posible lograr el
reconocimiento y justa valoración de las personas, y su voluntariedad y disposición
al entendimiento y a solventar las desavenencias mediante acuerdos y garantías de
respeto a los intereses y derechos de las personas involucradas en la situación.
Vinyamata (2015) recuerda la importancia de un conocimiento previo, de las
personas, de sus relaciones y del contexto en el que se actúa, para que este tipo de
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actividades promotoras de paz y de solución no violenta de los conflictos pueda
rendir frutos.
En las experiencias educativas orientadas a promover la cultura de paz y a
desarrollar capacidades cívicas, es indispensable un progresivo entrenamiento en lo
que se han llamado métodos para la resolución constructiva de conflictos, o
procesos de gestión positiva de conflictos, o de manera global, experiencias de
educación para la paz y la no violencia. Se trata de métodos o enfoques de
educación en ciudadanía porque permiten el involucramiento activo de las personas
en la solución de sus problemas, con base a principios de respeto a la dignidad de
las personas, la voluntariedad, confidencialidad e imparcialidad del proceso,
generando compromiso y corresponsabilidad social por el proceso y por sus
consecuencias o resultados. Esos métodos de resolución constructiva de conflictos
están siendo utilizados en espacios educativos, comunitarios, sociales e
institucionales; a continuación, describimos brevemente tres de los más utilizados
en experiencias educativas: mediación, la negociación y los juegos de roles.
Mediación
La mediación es un procedimiento mediante el cual dos o más personas convienen
en dar solución a un problema mediante el establecimiento de arreglos y
compromisos que analizan y aprueban con la presencia de un tercero imparcial que
facilita el establecimiento de ese acuerdo amistoso.
Básicamente la mediación es un diálogo que es posible por varias razones
(Fundación Luz y Vida, 2008):
1. La disposición de llegar a un arreglo sin recurrir a los procesos judiciales
(generalmente lentos, costosos y muy formales).
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2. La presencia de un mediador, en quien se confía como persona imparcial,
interesada en favorecer el mejor acuerdo en beneficio de ambas partes.
3. La voluntad de establecer acuerdos entendiendo la perspectiva, intereses o
necesidades de ambas partes. En este caso, el establecimiento de acuerdo está
en la lógica de ganar-ganar, radicalmente distinta del proceso de litigio en el que
la otra parte es vista como adversario contra quien se imponen las decisiones.
4. La posibilidad del diálogo y la presentación de propuestas para todas las partes.
A diferencia del arbitraje donde el tercero decide e impone la resolución, en la
mediación se proponen soluciones que las partes analizan con el apoyo del
mediador, reconociendo las desventajas y beneficios, pero también
reconociendo y, de alguna forma, considerando, los intereses y necesidades de la
otra parte
En situaciones de conflictos familiares, entre padres e hijos, entre las parejas en
casos de separación, por ejemplo, la mediación es una oportunidad ideal porque la
presencia de un tercero imparcial ayuda a las partes en conflicto a escuchar la
perspectiva de la otra parte, a razonar sobre el desencuentro o la dificultad,
dejando de lado la emocionalidad y los sentimientos. En estos casos, muchos de los
problemas se resuelven rehabilitando la comunicación entre las partes, con un
mediador que ayuda a las personas a centrarse en sus intereses y objetivos, a
razonar sobre las consecuencias de sus decisiones y valorar cómo puede estar
siendo afectada esa relación que seguramente es muy significativa o relevante.
En este proceso, la labor del mediador se focaliza en favorecer la posibilidad del
diálogo y el análisis apropiado de los problemas y sus consecuencias. En particular,
si las relaciones se han deteriorado, el restablecimiento del diálogo y la confianza es
una de las más difíciles tareas que afronta un mediador:
«Solo en determinadas ocasiones hablar permite mejorar una relación deteriorada. Para hablar es necesario poder disponer de las condiciones
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para poder hacerlo satisfactoriamente. Una comunicación serena, constructiva, desde el respeto mutuo, desde la mutua autoestima, alejada de miedos y prejuicios es la única manera de hacer de ésta un método que aporte resultados de manera efectiva y sin efectos secundarios indeseables» (Vinyamata, 2015, p. 14).
La mediación tiene vastas aplicaciones en centros educativos, procesos no
judiciales, instituciones de administración de justicia, en espacios micro, pero
también a escala nacional, en la discusión de contrataciones laborales, para el
establecimiento de acuerdos políticos, o para el establecimiento de acuerdos de paz
en contextos sociales de postconflicto.
Como una ilustración relevante y con resultados generalmente positivos, la
denominada mediación comunitaria tiene un amplio desarrollo en instituciones y
programas que se realizan en distintos países de Latinoamérica:
«La mediación comunitaria es un procedimiento en el que el mediador, un tercero neutral, facilita el diálogo entre las partes enfrentadas a fin de que estas puedan llegar a un acuerdo que satisfaga recíprocamente sus expectativas. »Se trata de un servicio de carácter voluntario en el que las partes tienen equitativa oportunidad de expresar su visión del problema y de escucharse respetuosamente. Las asiste un mediador que no impone soluciones, sino que ayuda a elaborarlas» (Defensoría del Pueblo Buenos Aires, 2016, p. 6).
Los acuerdos así establecidos tienen obligatoriedad para las partes que los
suscriben y se fundamentan en el compromiso que resulta de la palabra dada, en el
establecimiento de un compromiso que se asume con responsabilidad y define una
relación que es significativa para el grupo social al que se pertenece. Es posible
valorar el impacto educativo que este tipo de prácticas puede tener para la solución
de conflictos en los espacios educativos.
Negociación
La negociación es definida como un proceso de toma de decisiones en el que dos o
más partes independientes hablan entre ellas en un esfuerzo por resolver sus
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intereses antagónicos (Ovejero, 2004). Ese encuentro entre dos partes tiene unos
rasgos peculiares, pues no se trata de una negociación entre adversarios, es decir,
no pretende anular al otro; tampoco la negociación se asume desde de la dicotomía
ganador-perdedor, porque se entiende que negociar no es imponer tus ideas y
ceder no es perder. Negociar es, ante todo, comprender que la cooperación puede
ser beneficiosa, mucho más que la confrontación, entender que la otra parte
también puede llevar razón, por lo que el acuerdo supone un modo positivo de
articular las relaciones entre las personas y los grupos.
En el proceso negociador de la gestión de los conflictos, la negociación cooperativa
constituye un elemento esencial, aunque la cuestión central es resolver si podemos
cooperar con la otra parte. La negociación cooperativa no niega la existencia del
conflicto, sino que intenta gestionarlo constructivamente a través de la
cooperación, en búsqueda del beneficio común.
Como nos recuerdan Bercoff (2005), Ovejero (2004), Fisher y Ertel (2004) y Uri
(2008), existen algunas recomendaciones que consideramos interesantes a la hora
de desarrollar un proceso de negociación de tipo cooperativo, por ejemplo:
Separar a las personas del problema, ya que, en la negociación cooperativa, es
necesario comprender el problema desde la perspectiva del otro, para saber
cómo negociar. Uno de los mayores problemas de las negociaciones competitivas
es que el foco del análisis está en identificar las posiciones de las personas
involucradas, no en conocer y valorar la propuesta que defiende. En la práctica,
ocurre un enfrentamiento entre personas, no entre propuestas. Sin embargo, en
la negociación de tipo cooperativo, ambas partes entienden que tienen un
problema común que es el de lograr la mejor o más provechosa forma de
gestionar el conflicto.
Centrarse en los intereses, ya que el fin de la gestión del conflicto es que los
intereses de ambas partes sean atendidos, por lo que es primordial informar a la
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otra parte de lo que nos interesa y asumir lo que le interesa a la otra parte. Este
proceso ayuda a desbloquear el conflicto.
Generar el mayor número de alternativas posibles. Es necesario ser creativo y
generar alternativas, con múltiples opciones, para que sea posible forjar la mejor
solución, pero es necesario comprender lo que efectivamente quiere la otra
parte.
Insistir en la fijación de criterios objetivos. Esto supone buscar procedimientos
justos que ayuden a las diferentes partes a encontrar un acuerdo beneficioso
para ambas, a través del intercambio de concesiones.
Figura 2: Proceso de negociación.
Fuente: Elaboración propia.
Algunas claves sobre cómo trabajar promoviendo la cultura de paz en espacios
donde es difícil el establecimiento de acuerdos, por la diversidad de intereses y
contradicciones, las podemos encontrar en el vídeo de John Paul Lederach, que
encontrarás en el apartado de A fondo, se presenta para profundizar el estudio
de este tema.
•El foco es identificar intereses
•Reconocer qué se quiere lograr
Diferenciar el problema de las personas
•Qué interesa a cada parte
•¿Hay intereses comunes?
Centrarse en los intereses •¿Cuáles son las mejores
opciones?
•¿Objetivos de la negociación?
•¿El acuerdo beneficia a ambos?
Alternativas viables
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Los juegos de roles
La dramatización de situaciones reales o hipotéticas de situaciones de conflicto
permite la reflexión y el análisis por parte de los grupos, asegurando que exista una
crítica o cuestionamiento ante acciones o actitudes que pueden ser transformadas.
Con este tipo de actividades se propicia la adopción de distintas perspectivas
porque, al dramatizar o al observar con distanciamiento el comportamiento
discriminador, el caso de hostigamiento o agresión puede ser percibido con cierta
objetividad. El juego de roles puede ponerse en marcha realizando actividades
sencillas como las que propone el equipo de la Universidad Internacional de
Valencia (2015):
«Describir la situación de conflicto, especificando el momento, el lugar y los antecedentes. »Definir los roles que se van adoptar y pedir a los participantes que los actúen, o bien solicitar voluntarios. »Pedir a los actores representen el conflicto, ayudándoles con preguntas claves en caso necesario. »El profesor debe detener la actuación en el punto del conflicto y pedir opiniones a los alumnos que están de público para que los actores las incorporen al juego de rol. »Analizar lo ocurrido en el juego y tratar de extraer lecciones para aplicar en la vida real respondiendo a preguntas del tipo: ¿cómo podría haberse prevenido el conflicto? ¿cómo se sentían los personajes en la situación? ¿fue una solución satisfactoria? o ¿qué otras soluciones podrían haber funcionado?» (Universidad Internacional de Valencia, 2015, p. 1).
Al trabajar en juegos de roles es bien importante la guía o facilitación que produce
el profesor garantizando que los criterios de análisis sean acordes a los principios y
derechos humanos, y que efectivamente se conduzcan hacia la crítica o
cuestionamiento de actitudes o comportamientos que promuevan la violencia en
cualquiera de sus formas. Puede trabajarse con casos hipotéticos o con experiencias
reales, pero lo usual es que los participantes asocien las situaciones a las vivencias y
realidades que forman parte de su vida social en el centro educativo, y esto es
provechoso y educativo, no debe desconcertar al educador que justamente
requiere de ese interés y motivación para favorecer el aprendizaje social sobre una
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convivencia promotora de justicia y paz. Otros métodos que pueden ser utilizados
para la enseñanza escolar sobre cómo gestionar conflictos pueden ser estudiados
en el texto «Educar en y para el Conflicto», disponible en A Fondo.
La Red por los Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes, una coalición de
ONG que ejerce su labor en Venezuela y trabaja en una campaña por el buen trato,
utilizó un juego de roles en el que un grupo de niños y adolescentes ocuparon
distintos roles para hacer un juicio al castigo físico y humillante a los niños y niñas
por parte de sus padres. Los niños y niñas se reunieron primero en mesas de trabajo
y se prepararon para representar sus roles: algunos de ellos hacían el papel de
padres, otros eran fiscales acusadores, otros eran niños víctimas de maltrato
familiar. Se representó un caso hipotético de una niña a quien su madre golpeó por
haber comido el único alimento que había en su casa. En la dinámica de esta
actividad, adolescentes que se conocía habían sido víctimas de abandono familiar y
maltrato, utilizaron argumentos muy convincentes para excusar las razones del
maltrato de esa madre, mientras que otros niños examinaron las consecuencias de
ese maltrato físico. Aunque los organizadores de REDHNNA originalmente temían
que todos los participantes adoptarían una posición centrada en la mirada de la
niña como víctima y que, en general, reclamarían sus derechos, en el juego de roles
presentaron las razones de muy diversos grupos, expresaron los razonamientos de
las distintas personas, y pudieron analizar el problema en toda su complejidad,
proponiendo soluciones educativas y orientadas a la restauración de las relaciones
entre padres e hijos (REDHNNA Venezuela, 2018).
7.5. Referencias bibliográficas
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A fondo
La prioridad de invertir en educación para alcanzar el derecho humano a la paz
Unesco (2018). El Derecho Humano a la Paz. Recuperado de
http://www.unesco.org/education/pdf/MAYOR2_S.PDF
En esta página se presenta un escrito de Federico Mayor, Director General de
Unesco en el que se analiza cómo la prioridad de invertir en educación no significa
solo atender un derecho fundamental, sino que es una de las mejores alternativas
para construir la paz y el progreso de los pueblos. Señala cómo el gran desafío es
lograr la «educación para todos, por todos, durante toda la vida».
Métodos para la educación en y para el conflicto
Cascón, P. (2001). Educar en y para el conflicto. Barcelona: Unesco. Recuperado de
http://pacoc.pangea.org/documentos/educarenyparaelconflicto.pdf
En este texto se propone a los educadores de centros educativos el empleo de
distintos métodos para el análisis y tratamiento de situaciones de conflictos,
distinguiendo cuando se trabaja en experiencias de naturaleza preventiva, del
trabajo en acciones de intervención y tratamiento de conflictos que ya están en
ocurriendo.
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La conflictología, estudio especializado en el tratamiento de los conflictos
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Recuperado de https://www.ugr.es/~revpaz/numeros/revpaz_8_1_completo.pdf
En este artículo, Vinyamata argumenta la importancia de la conflictología como
estudio interdisciplinario para el análisis y resolución apropiada de los conflictos en
las relaciones sociales. Expone los fundamentos biológicos, sociales y culturales que
explican los orígenes de los conflictos y analiza la importancia de promover una
cultura de paz y armonía que capacita a las personas para resolver sus propios
conflictos de convivencia o los que pueda tener consigo mismo.
Cultura de paz en la mirada de la Organización de las Naciones Unidas
Organización de las Naciones Unidas (1998). Resolución ONU Nº 52/13 sobre Cultura
de Paz. Recuperado de https://www.um.es/paz/resolucion2.html
Esta resolución pionera de la ONU detalla el alcance y significado de la cultura de
paz y la importancia de la educación para la paz, realizando acciones educativas y
comunitarias para que la paz sea reconocida y valorada como factor de progreso y
requisito para el desarrollo económico y social.
Algunas claves que aporta John Paul Lederach para construir una cultura de paz
Uramba TeVe (2 agosto 2016). Gente Interesante - Relatos en Cultura de Paz. Cap 1.
John Paul Lederach. La imaginación para la paz. [Archivo de vídeo]. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=KTzHuzjbFz4
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En este vídeo Lederach analiza factores claves para gestionar los conflictos, destaca
la imaginación moral como el arte y el alma de la construcción de paz.
35 El Enfoque Inclusivo en la Educación Formal y No Formal
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Test
1. ¿Qué debe hacer un educador frente a una situación de conflicto que ocurre en
su grupo?
A. Atender el caso, examinar por qué ocurre la situación y gestionar su
solución como un contenido de su trabajo escolar.
B. Informar al especialista del colegio y referir el caso.
C. Obviar la situación distrayendo al grupo al proponerle una actividad que
pueda ser atractiva y que concentre su interés.
2. ¿Cuáles son los componentes de un conflicto?:
A. Los Estados, las empresas y los individuos que pueden tomar decisiones.
B. Las personas, el proceso y el problema.
C. Los intereses económicos, las armas y el conocimiento del uso de la fuerza
para contener.
3. En los procesos de mediación:
A. El acuerdo es propuesto por el mediador y las partes lo respaldan.
B. Las partes aprueban y suscriben los acuerdos entre sí.
C. Las partes acuerdan y el mediador suscribe el acuerdo definitivo.
4. Desde el punto de vista educativo, ¿cómo puede ser definido un conflicto?:
A. Situación de lucha, oposición y confrontación.
B. Uso de la fuerza física para hacer daño a otra persona.
C. Factor que causa malestar o divergencias, y que puede generar cambios
personales y sociales en las personas y en la vida social.
36 El Enfoque Inclusivo en la Educación Formal y No Formal
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5. La Unesco define la cultura de paz como:
A. Comportamientos, actitudes, valores y tradiciones fundamentados en el
respeto a la vida, los derechos humanos y la libertad de expresión.
B. Actitudes y valores que rechazan cualquier forma de violencia.
C. Todas las anteriores.
6. De acuerdo, de nuevo, con González et al. (2012), una connotación positiva del
conflicto es:
A. Diversificación de pensamientos.
B. Incremento de la creatividad, al estimular el interés y la curiosidad por saber
cómo enfrentarse al conflicto.
C. Todos los anteriores.
7. A diferencia de la paz negativa, la paz positiva incluye en su definición:
A. Ausencia de guerra y de manifestaciones de violencia.
B. Garantías del acceso a la justicia y al disfrute de los derechos humanos.
C. Ninguna de las anteriores.
8. La educación para la paz es un esfuerzo educativo que capacita a las personas
para:
A. El desarrollo de competencias ciudadanas.
B. La adopción de comportamientos y actitudes de diálogo y establecimiento de
acuerdos en situaciones de conflictos.
C. Todas las anteriores.
9. Entre los métodos alternativos de resolución constructiva de conflictos están:
A. El juego de roles.
B La mediación comunitaria.
C. Todos los anteriores.
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10. En la negociación cooperativa es importante:
A. Separar a las personas del problema.
B. Alcanzar la reivindicación justa de las víctimas.
C. Ninguno de los anteriores.