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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE MEDICINA Departamento de Psiquiatría TESIS DOCTORAL Disfunción sociocognitiva en los trastornos mentales severos: inteligencia emocional en esquizofrenia y trastorno bipolar MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Esther Chapela Herrero Directores Francisco Javier Quintero Gutiérrez del Álamo Mª Inés López-Ibor Alcocer Madrid, 2017 © Esther Chapela Herrero, 2016

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE MEDICINA

Departamento de Psiquiatría

TESIS DOCTORAL

Disfunción sociocognitiva en los trastornos mentales severos: inteligencia emocional en esquizofrenia y trastorno bipolar

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR

PRESENTADA POR

Esther Chapela Herrero

Directores

Francisco Javier Quintero Gutiérrez del Álamo

Mª Inés López-Ibor Alcocer

Madrid, 2017

© Esther Chapela Herrero, 2016

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

FACULTAD DE MEDICINA

DEPARTAMENTO DE PSIQUIATRÍA

PROGRAMA DE DOCTORADO EN NEUROCIENCIA

TESIS DOCTORAL

DISFUNCIÓN SOCIOCOGNITIVA EN LOS

TRASTORNOS MENTALES SEVEROS:

INTELIGENCIA EMOCIONAL EN

ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO BIPOLAR

Autor: Esther Chapela Herrero

Directores:

Dr. Francisco Javier Quintero Gutiérrez del Álamo

Dra. Mª Inés López-Ibor Alcocer

Madrid, 2015

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Este proyecto se ha realizado en parte gracias a una beca de investigación de Otsuka,

s.a.

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A mi marido, por cuidarnos a todos

A Arturo y Aitana, por ser mi inspiración cada día

A Javier, por creer que este proyecto era posible

A Isabel y Miriam, por hacerlo posible

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ÍNDICE:

1.RESUMEN:............................................................................................................Pg.1

ABSTRACT………………………...……………………………………...Pg.7

2.INTRODUCCIÓN:

2.1. EL CONCEPTO DE TRASTORNO MENTAL SEVERO………………........Pg.12

2.2. LA DISFUNCIÓN COGNITIVA EN LOS TRASTORNOS MENTALES

SEVEROS…………………………………………………………………………..Pg.15

2.2.1. LA DISFUNCIÓNNEUROCOGNITIVA……………………………Pg.16

2.2.1.1. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN LA

ESQUIZOFRENIA………………………………………………….Pg.18

2.2.1.2. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN EL TRASTORNO

BIPOLAR…………………………………………………………...Pg.19

2.2.1.3. COMPARACIÓN DE LA DISFUNCIÓN NEUROCOGNITIVA

EN ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO

BIPOLAR…………………………………………………..…….....Pg.20

2.2.2. LA COGNICIÓN SOCIAL EN LOS TRASTORNOS MENTALES

SEVEROS…………………………………………………………………..Pg.21

2.2.2.1. LA COGNICIÓN SOCIAL EN LA ESQUIZOFRENIA…..Pg.23

2.2.2.2. LA COGNICIÓN SOCIAL EN EL TRASTORNO

BIPOLAR…………………………………………………………...Pg.24

2.2.2.3. COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO

SOCIOCOGNITIVO EN ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO

BIPOLAR…………………………………………………………...Pg.26

2.3. EL CONCEPTO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL…….……………..Pg.27

2.3.1. MODELOS TEÓRICOS DE INTELIGENCIA EMOCIONAL..........Pg.29

2.3.2. TEST DE INTELIGENCIA EMOCIONAL DE MAYER-SALOVERY-

CARUSO (MSCEIT)………………………………………………..………Pg.31

3. JUSTIFICACIÓN, HIPÓTESIS Y OBJETIVOS:

3.1. JUSTIFICACIÓN…………………….………………………………...Pg.35

3.2. HIPÓTESIS……………………………...……………………………..Pg.38

3.3. OBJETIVOS……………………………………………………………Pg.38

4. MATERIAL Y MÉTODOS:

4.1. CONSIDERACIONES ÉTICAS…...…………………………………..Pg.39

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4.2. PARTICIPANTES……………………………………………………...Pg.39

4.3. INSTRUMENTOS DE MEDIDA:

4.3.1. CUESTIONARIO DE DATOS SOCIO-DEMOGRÁFICOS Y

CLÍNICO-ASISTENCIALES…………………………...…………..Pg.40

4.3.2. ESCALAS DE EVALUACIÓN CLÍNICA…………………..Pg.41

4.3.3.ESCALA DE EVALUACIÓN DE LA INTELIGENCIA

EMOCIONAL……………………………………………………….Pg.42

4.3.4. INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN

NEUROCOGNITIVA……………………………………………….Pg.43

4.3.5. ESCALAS DE CALIDAD DE VIDA Y

FUNCIONALIDAD………………………………………………...Pg.44

4.4. PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN……...………………………Pg.44

4.5. ANÁLISIS ESTADÍSTICO…...……………………………………….Pg.45

5. RESULTADOS:

5.1.ESTADÍSTICOS DESCRIPTIVOS…………………………………….Pg.47

5.1.1.VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS……………………Pg.47

5.1.1.1.DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA………………..Pg.47

5.1.1.2.ESQUIZOFRENIA EN FASES INICIALES……….Pg.50

5.1.1.3.ESQUIZOFRENIA DE MÁS DE 5 AÑOS DE

EVOLUCIÓN……………………………………………….Pg.51

5.1.1.4.TRASTORNO BIPOLAR…………………………..Pg.52

5.1.2.VARIABLES CLÍNICAS……………………………………..Pg.54

5.1.2.1.ESCALAS CLÍNICAS…………………………...…Pg.55

5.1.2.2.ESCALA DE INTELIGENCIA EMOCIONAL…….Pg.57

5.1.2.3.ESCALAS DE EVALUACIÓN

NEUROCOGNITIVA……………………………………….Pg.58

5.1.2.4.ESCALAS DE CALIDAD DE VIDA Y

FUNCIONALIDAD……………………………………..….Pg.59

5.2. CONTRASTE DE HIPÓTESIS:

5.2.1.COMPARACIÓN DE LAS PUNTUACIONES EN EL MSCEIT

CON LA POBLACIÓN GENERAL………………………………..Pg.62

5.2.2.COMPARACIÓN DE LOS RESULTADOS EN EL WAIS-IV

CON LA POBLACIÓN GENERAL………………………………..Pg.65

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5.2.3.RESULTADOS EN LA EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES

EJECUTIVAS EN COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN

GENERAL………………………………………………………….Pg.66

5.2.4.COMPARACIÓN DE LOS TRES GRUPOS………………...Pg.67

5.2.4.1.VARIABLES SOCIO-DEMOGRÁFICAS…………Pg.67

5.2.4.2.VARIABLES CLÍNICAS…………………………...Pg.68

5.2.5.COMPARACIÓN DE LA PUNTUACIÓN EN EL MSCEIT

ENTRE GRUPOS………………………………………………...…Pg.69

5.2.6.COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO

NEUROCOGNITIVO ENTRE LOS TRES GRUPOS……………...Pg.72

5.3.CORRELACIONES DEL MSCEIT CON ESCALAS CLÍNICAS,

NEUROCOGNTIVAS Y FUNCIONALES………………………………..Pg.74

5.4.ANÁLISIS DE REGRESIÓN LINEAL…………………...……………Pg.75

6.DISCUSIÓN………………………………………………………………………Pg.77

7.CONCLUSIONES………………………………………………………………...Pg.88

8.BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………….Pg.89

ANEXO I. RELACIÓN DE TABLAS Y GRÁFICOS

ANEXO II. DICTAMEN DEL COMITÉ ÉTICO DE INVESTIGACIÓN

CLÍNICA DEL HOSPITAL GENERAL UNIVERSITARIO GREGORIO

MARAÑÓN

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1.RESUMEN:

1.1.INTRODUCCIÓN:

Los trastornos mentales severos son objeto de creciente investigación en el área de

la inteligencia emocional debido a su relación con la pérdida de funcionalidad

psicosocial.

A pesar de los avances de los tratamientos, los pacientes continúan presentando

altos grados de discapacidad social, laboral y personal, que se relacionan con la

presencia de déficits en la esfera cognitiva (Couture S.M. 2006). Estas alteraciones se

manifiestan en dos áreas: la neurocognición y la cognición social.

Tanto los pacientes con esquizofrenia como los que padecen trastorno bipolar

presentan significativa disfunción neurocognitiva, más acusada en los primeros. La

cognición social se encuentra deteriorada en la esquizofrenia, pero parece relativamente

conservada en el trastorno bipolar (Lee J. 2013).

Tanto la neuro como la sociocognición se han relacionado con la discapacidad. De

hecho, en la actualidad se considera que en la esquizofrenia la cognición social predice

mejor el funcionamiento que la neurocognición (Schmidt S.J. 2011) (Fett AKJ 2011)

(D. C. Bowie C.R. 2010).

La cognición social engloba los procesos mentales necesarios para las relaciones

interpersonales y el desempeño social. Incluye habilidades como el reconocimiento de

normas sociales, la capacidad para inferir estados mentales, apreciar el contexto social y

gestionar las propias emociones. La inteligencia emocional, definida como la habilidad

para procesar, entender y manejar las emociones, es uno de los principales componentes

de la sociocognición.

En las personas con esquizofrenia se han demostrado alteraciones de las capacidades

relativas a la cognición social, entre ellas la inteligencia emocional. En el trastorno

bipolar parecen más conservadas (Lee J. 2013) y con menor repercusión funcional

(Pacheco A. 2010).

Hasta el momento son escasos los estudios que comparan la inteligencia emocional

en el trastorno bipolar y la esquizofrenia.

El objetivo de esta investigación es comprender mejor las características

diferenciales y los factores que condicionan estas disfunciones sociocognitivas en los

trastornos mentales severos para optimizar el diseño de intervenciones específicas

orientadas a facilitar la máxima recuperación de estas habilidades, para mejorar el

pronóstico y la calidad de vida de estos pacientes.

1.2.JUSTIFICACIÓN, HIPÓTESIS Y OBJETIVOS:

1.2.1.JUSTIFICACIÓN:

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Los trastornos mentales severos presentan déficits en diferentes aspectos de la

cognición social, que parecen más acusados en los pacientes que padecen esquizofrenia

respecto a los que presentan un trastorno bipolar. Entre los componentes de la cognición

social, la inteligencia emocional emerge como concepto novedoso y prometedor en el

campo de los trastornos mentales.

Tanto en esquizofrenia como en trastorno bipolar se han descrito alteraciones en

la inteligencia emocional, que se relacionan en parte con el deterioro neurocognitivo.

Son escasas las investigaciones que comparan la inteligencia emocional en ambas

patologías y su relación con el proceso deteriorante.

El objetivo de este proyecto de investigación es ampliar los conocimientos sobre

las posibles diferencias entre la esquizofrenia y el trastorno bipolar en las habilidades

relativas a la inteligencia emocional, así como estudiar su curso evolutivo y los factores

con que se relaciona, con especial interés por los déficits neurocognitivos.

Entre los instrumentos de evaluación de la inteligencia emocional,

seleccionamos el Test de Inteligencia Emocional de Mayer-Salovery-Caruso (MSCEIT)

por ser el más validado, con evidencias de sus buenas propiedades psicométricas en

ambos trastornos mentales severos (G. C.-G. Eack S.M. 2010) (H. W. Kee K.S. 2009).

Hasta nuestro conocimiento, este es el primer estudio que compara el desempeño

en el MSCEIT completo, con sus cuatro sub-escalas, en sujetos con esquizofrenia

versus trastorno bipolar, así como la primera investigación en comparar la inteligencia

emocional en dos momentos evolutivos diferentes de la esquizofrenia.

1.2.2.HIPÓTESIS:

La esquizofrenia presenta mayores déficits que el trastorno bipolar en las

habilidades sociocognitivas comprendidas en el concepto de inteligencia emocional.

Con la evolución de la esquizofrenia, estas habilidades tienden al empeoramiento como

resultado del proceso deteriorante de la enfermedad.

1.2.3.OBJETIVOS:

1. Comparar la inteligencia emocional en pacientes con esquizofrenia versus

pacientes con trastorno bipolar.

2. Comparar la inteligencia emocional en pacientes con esquizofrenia de diferente

tiempo de evolución.

3. Explorar posibles factores relacionados con la inteligencia emocional en estos

trastornos mentales severos: sintomatología, funcionamiento cognitivo, calidad

de vida y funcionalidad psicosocial.

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1.3.MATERIAL Y MÉTODOS:

1.3.1.CONSIDERACIONES ÉTICAS:

Este proyecto fue aprobado por la Comisión de Ética del Hospital General

Universitario Gregorio Marañón, todos los pacientes prestaron consentimiento

informado y se ha respetado la confidencialidad de los datos.

1.3.2.PARTICIPANTES:

Se reclutaron 75 pacientes adultos, a través de los dispositivos asistenciales del

Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid, que fueron dividimos en tres grupos:

25 pacientes con esquizofrenia de hasta 5 años de evolución, 24 pacientes con

esquizofrenia de más de 5 años de evolución y 26 pacientes con trastorno bipolar tipo I.

Todos ellos clínicamente estabilizados y competentes para prestar consentimiento

informado para participar en el estudio.

Criterios de inclusión:

Diagnóstico de esquizofrenia o trastorno bipolar tipo I.

Edad comprendida entre los 18 y los 75 años.

Suficientemente estables psicopatológicamente para ser evaluados.

Competentes para consentir su participación en el proyecto.

Criterios de exclusión:

Otros trastornos mentales del eje I del DSM-V.

Consumo activo de sustancias, excepto el tabaco.

Historia de retraso mental, enfermedad neurológica o condiciones

clínicas que pudieran afectar al desempeño cognitivo.

1.3.3.INSTRUMENTOS DE MEDIDA:

El protocolo de evaluación constaba de un cuestionario de datos socio-

demográficos y clínico-asistenciales, y una batería de escalas de evaluación compuesta

por:

Escalas clínicas: Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos del

Eje I del DSM-IV-TR-versión para la investigación (SCID-I-RV), Escala

Breve de Evaluación Psiquiátrica (BPRS), Escala para el Síndrome

Positivo y Negativo de la Esquizofrenia (PANSS), Escala de Evaluación

de la Manía de Young (YMRS), Escala de Evaluación de la Depresión de

Hamilton (HDRS), Escala de Impresión Clínica Global-Severidad (CGI-

S).

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Escala de inteligencia emocional: Test de Inteligencia Emocional de

Mayer-Salovery-Caruso (MSCEIT).

Escalas de evaluación neurocognitiva: Escala de Inteligencia de

Wechsler para Adultos-4ªedición (WAIS-IV), Test de Trazo (TMT)

partes A y B, Test de la Figura Compleja de Rey.

Escalas de funcionalidad y calidad de vida: Escala de Calidad de Vida

(QLS) y Escala de Evaluación de la Actividad Global (EEAG).

1.3.4.PROCEDIMIENTO:

La evaluación se llevó a cabo por un facultativo cualificado en un número

flexible de entrevistas individuales.

1.3.5.ANÁLISIS ESTADÍSTICO:

El análisis estadístico se realizó mediante el paquete estadístico Statistical

Package for the Social Sciences, SPSS, versión 23. El nivel de significación estadística

se fijó en 0,05. Se eligieron test paramétricos cuando se cumplían los requisitos

estadísticos para ello. Tras el análisis descriptivo de los datos, se compararon los

resultados de las escalas de Inteligencia Emocional y neurocognición con la población

general, se compararon entre sí los resultados de los tres grupos analizados y se

exploraron posibles correlaciones del MSCEIT con el resto de variables estudiadas. Las

correlaciones moderadas se analizaron mediante regresión lineal. En cada caso se eligió

el test paramétrico o no paramétrico indicado para cada contraste de hipótesis.

1.4.RESULTADOS:

Los tres grupos de trastornos mentales severos evaluados muestran un deterioro

de la inteligencia emocional respecto a la población general.

Los tres grupos muestran un deterioro del funcionamiento neurocognitivo

evaluado por los instrumentos de medida aplicados.

No hay diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos en

escalas clínicas, neurocognitivas, funcionales ni de inteligencia emocional.

No hay diferencias en la comparación de la inteligencia emocional entre

esquizofrenia y trastorno bipolar.

Los pacientes con esquizofrenia de más de 5 años de evolución tienen peor

desempeño en el test de inteligencia emocional que los esquizofrénicos de

menor evolución.

La inteligencia emocional de la muestra de 75 pacientes correlaciona

negativamente con la edad, la gravedad de la sintomatología clínica (BPRS,

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CGI-S), el TMT-A y el Test de la Figura Compleja de Rey, y positivamente con

el cociente de inteligencia.

En el grupo de esquizofrenia de hasta 5 años de evolución no se encuentran

variables que correlacionen de manera estadísticamente significativa con la

inteligencia emocional.

En el grupo de esquizofrenia de más de 5 años de evolución se detectan

correlaciones moderadas negativas con la gravedad de la sintomatología (BPRS,

CGI-S) y la clínica depresiva (HDRS), y correlación moderada de signo positivo

con la funcionalidad (EEAG), pero no con ninguna de las escalas de evaluación

neurocognitiva.

En el grupo de trastorno bipolar tipo I la inteligencia emocional correlaciona de

manera moderada con la edad, el TMT parte A y el índice Memoria del Test de

la Figura Compleja de Rey.

1.5.DISCUSIÓN:

Se observa una evolución hacia el deterioro de la inteligencia emocional en la

esquizofrenia, compatible con los conocimientos previos sobre este trastorno mental

severo. Se discuten los motivos por lo que no se logran demostrar diferencias en la

inteligencia emocional entre la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Se analizan las

variables que muestran relación con la inteligencia emocional. Se exponen las

limitaciones que condicionan la generalización de los resultados.

1.6.CONCLUSIONES:

1. La esquizofrenia y el trastorno bipolar presentan déficits en la inteligencia

emocional entendida como habilidad.

2. Estas alteraciones en la inteligencia emocional forman parte de un conjunto

de capacidades cognitivas, sociales y no sociales, que se ven alteradas en

estos trastornos mentales severos.

3. La disfunción cognitiva que presentan afecta tanto al funcionamiento

cognitivo global como a tareas cognitivas específicas, entre las que destacan

las funciones ejecutivas.

4. La inteligencia emocional empeora con el deterioro del funcionamiento

cognitivo, la disfunción ejecutiva y la gravedad del cuadro psiquiátrico.

5. Existen argumentos a favor de la existencia de un deterioro progresivo de la

inteligencia emocional con la evolución de la esquizofrenia.

6. Este déficit en la inteligencia emocional de los sujetos con esquizofrenia

parece estar presente desde los primeros años de la enfermedad, pero

afectando sólo a algunas de las habilidades implicadas.

7. En esas primeras etapas de la esquizofrenia, la inteligencia emocional no se

ve condicionada por factores clínicos ni neurocognitivos, de lo que se deduce

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que los déficits en la inteligencia emocional pueden ser una manifestación

intrínseca a la propia patología.

8. En la esquizofrenia de mayor evolución, la inteligencia emocional se asocia

con la gravedad de la sintomatología, la funcionalidad y la clínica depresiva,

pero no con el funcionamiento neurocognitivo.

9. En los trastornos bipolares, sin embargo, la inteligencia emocional entendida

como habilidad se relaciona con el funcionamiento en algunas tareas

neurocognitivas, como la memoria y la velocidad de procesamiento, pero no

con la sintomatología.

10. En base a la literatura previa y los resultados de este estudio, el deterioro de

la inteligencia emocional que produce la esquizofrenia parece no sólo

cuantitativo sino cualitativo.

11. Se requieren más investigaciones para conocer el comportamiento de la

inteligencia emocional en estos trastornos mentales severos.

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ABSTRACT:

1.INTRODUCTION:

The severe mental disorders are the subject of growing research in the area of

emotional intelligence because of his relationship with psychosocial functionality loss.

Despite treatment advances, patients continue to experience high levels of social,

professional and personal disabilities, related to the presence of deficits in cognition

(SM Couture 2006). These changes are manifested in two areas: the neurocognitive and

social cognition.

Both patients with schizophrenia and those with bipolar disorder have

neurocognitive dysfunction, more severe in the first. Social cognition is impaired in

schizophrenia, but seems relatively preserved in bipolar disorder (Lee J. 2013).

Both neuro and sociocognition have been linked to disability. In fact, today it

is considered that in schizophrenia social cognition predicts performance better that

neurocognition (SJ Schmidt 2011) (Fett AKJ 2011) (DC Bowie CR 2010).

Social cognition includes the mental processes required for interpersonal

relationships and social performance. Includes skills such as recognition of social

standards, the ability to infer mental states, appreciate the social context and manage

emotions. Emotional intelligence, defined as the ability to process, understand and

manage emotions, is one of the main components of the sociocognition.

People with schizophrenia show changes in the capabilities related to social

cognition, including emotional intelligence. In bipolar disorder they seem more

conserved (Lee J. 2013) with less functional impairment (A. Pacheco 2010).

So far there are few studies comparing emotional intelligence in bipolar

disorder and schizophrenia.

The objective of this research is to better understand the different

characteristics and the factors affecting these social-cognitive dysfunctions in severe

mental disorders to optimize the design of specific interventions to facilitate maximum

recovery of these skills in order to improve the prognosis and quality of life of these

patients.

2.JUSTIFICATION, HYPOTHESIS AND OBJECTIVES:

2.1.JUSTIFICATION:

Severe mental disorders have deficits in different aspects of social cognition,

which seem to be more pronounced in patients with schizophrenia compared to those

with bipolar disorder. Among the components of social cognition, emotional

intelligence emerges as a promising new concept in the field of mental disorders.

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Both in schizophrenia and bipolar disorder have been described changes in

emotional intelligence, partly related to neurocognitive impairment. Little research has

been done comparing emotional intelligence in both disorders and their relationship

with the deteriorating process.

The aim of this research is to increase knowledge about the differences

between schizophrenia and bipolar disorder in skills related to emotional intelligence

and study its clinical course and factors related, with particular interest in

neurocognitive deficits.

Among the assessment tools of emotional intelligence, we select the Mayer-

Salovery-Caruso Emotional Intelligence Test (MSCEIT) as the most validated, with

evidence of good psychometric properties in both severe mental disorders (GC-G. Eack

SM 2010) (HW Kee KS 2009).

To our knowledge, this is the first study to compare the performance in

MSCEIT complete scale and four subscales, in subjects with schizophrenia versus

bipolar disorder, as well as the first study to compare emotional intelligence in two

different phases of schizophrenia.

2.2.HYPOTHESIS:

Schizophrenia has higher deficits than bipolar disorder in emotional

intelligence. With the evolution of schizophrenia, such skills tend to decline as a result

of the deteriorating process of the disease.

2.3.OBJECTIVES:

1. To compare emotional intelligence in patients with schizophrenia versus bipolar

patients.

2. To compare emotional intelligence in patients with schizophrenia in a different

moment of evolution.

3. To explore possible factors related to emotional intelligence in these severe mental

disorders: symptoms, cognitive functioning, quality of life and psychosocial function.

3.MATERIAL AND METHODS:

3.1.ETHICS:

This project was approved by the Ethics Committee of the Hospital General

Universitario Gregorio Marañón. All patients signed informed consent. The

confidentiality of the data has been respected.

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3.2.PARTICIPANTS:

75 adult patients were recruited through devices of Psychiatry Unit of

University Hospital Infanta Leonor in Madrid. They were divided into three groups: 25

patients with schizophrenia for up to 5 years of evolution, 24 patients with

schizophrenia for more than 5 years of evolution and 26 patients bipolar disorder type I.

They were all clinically stabilized and competent to provide informed consent

to participate in the study consent.

Inclusion criteria:

Diagnosis of schizophrenia or bipolar disorder type I.

Aged between 18 and 75 years.

Psychopathologically stable to be evaluated.

Competent to consent participation in the project.

Exclusion criteria:

Other mental disorders of Axis I DSM-V.

Drug abuse, except smoking.

Personal history of mental retardation, neurological disease or clinical condition

which might affect cognitive performance.

3.3.INSTRUMENTS OF ASSESSMENT:

The assessment protocol consisted of a questionnaire on socio-demographic and

clinical-care data, and a battery of assessment scales composed of:

Clinical Scales: Structured Clinical Interview for Axis I Disorders DSM-IV-TR-

research version (SCID-I-RV), Brief Psychiatric Rating Scale (BPRS), Scale for

the Positive and Negative Syndrome of Schizophrenia (PANSS), Young Mania

Rating Scale (YMRS), Hamilton Depression Rating Scake (HDRS), Clinical

Global Impression scale-Severity (CGI-S).

Scale of emotional intelligence: Mayer-Salovery-Caruso Emotional Intelligence

Test (MSCEIT).

Neurocognitive assessment: Wechsler Adults Intelligence Scale-fourth edition

(WAIS-IV), Trail Making Test (TMT) A and B, Rey Complex Figure.

Scales of functionality and quality of life: Quality of Life Scale (QLS) and

Global Assessment of Functioning (EEAG).

3.3.METHODS:

The evaluation was conducted by a qualified rater in a flexible number of

individual interviews.

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3.4.ANALYSIS:

Statistical analysis was performed using the Statistical Package for the Social

Sciences, SPSS, 23 version. The level of statistical significance was set at 0.05.

Parametric tests were chosen when meeting the statistical requirements. After the

descriptive analysis of the data, we compare the results of the scales of Emotional

Intelligence and neurocognitive evaluation with the general population scores, the

results of the three groups studied were compared with each other, and correlations of

MSCEIT were explored. Moderate correlations were analyzed using linear regression.

In each case the parametric or nonparametric test indicated for each analysis was

chosen.

4.RESULTS:

The three groups show a deterioration of emotional intelligence compared to the

general population.

The three groups show a deterioration of neurocognitive functioning assessed.

There were no statistically significant differences among the three groups in

clinical scales, neurocognitive, functional or emotional intelligence.

There is no difference in the comparison of emotional intelligence between

schizophrenia and bipolar disorder.

Schizophrenia patients over 5 years of evolution have worse performance in

emotional intelligence test that schizophrenic lower evolution.

When comparing all the 75 patients, MSCEIT was negatively correlated with

age, the severity of the clinical symptoms (BPRS, CGI-S), the TMT-A and the

Test of Complex Figure, and positively with the intelligence quotient.

In the schizophrenia group of up to 5 years of evolution, none variables correlate

with emotional intelligence.

In the schizophrenia group of more than 5 years of evolution, there were

moderate negative correlations with the severity of symptoms (BPRS, CGI-S)

and depressive symptoms (HDRS), and moderate correlation of positive sign

with functionality (EEAG), but none of the neurocognitive assessment scales.

In the group of bipolar I disorder, emotional intelligence moderately correlated

with age, TMT-A and Test Complex Figure-memory index.

5.DISCUSSION:

It is observed an evolution towards deterioration of emotional intelligence in

schizophrenia, consistent with prior knowledge of this severe mental disorder. The

reasons why this study fail to demonstrate differences in emotional intelligence between

schizophrenia and bipolar disorder are discussed. Variables showing relationship with

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emotional intelligence are discussed. The limitations on the generalization of the results

are reported.

6.CONCLUSIONS:

1. Schizophrenia and bipolar disorder have deficits in emotional intelligence.

2. These changes in emotional intelligence are part of a set of cognitive, social and non-

social skills, which are altered in these severe mental disorders.

3. Cognitive dysfunction affects both global cognitive functioning and specific

cognitive tasks, among which are executive functions.

4. Emotional intelligence worse with the deterioration of cognitive functioning,

executive dysfunction and severity of psychiatric disorder.

5. There are arguments for the existence of a progressive deterioration of emotional

intelligence in schizophrenia.

6. This deficit in emotional intelligence in schizophrenia appears to be present from the

first years of the disease but affecting only some of the skills involved.

7. In these early stages of schizophrenia, emotional intelligence is not conditioned by

clinical and neurocognitive factors, so that deficits in emotional intelligence can be an

intrinsic manifestation of the disease itself.

8. In later stages of schizophrenia, emotional intelligence is associated with the severity

of symptoms, functioning and clinical depression, but not with neurocognitive

functioning.

9. In bipolar disorders emotional intelligence ability is related to neurocognitive

functioning in some tasks, such as memory and processing speed, but not the symptoms.

10. Based on previous literature and the results of this study, the deterioration of

emotional intelligence that produces schizophrenia seems not only quantitative but

qualitative.

11. Further research is needed to understand the evolution of emotional intelligence in

these severe mental disorders.

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2.INTRODUCCIÓN:

2.1.EL CONCEPTO DE TRASTORNO MENTAL SEVERO:

La investigación se esfuerza por comprender en profundidad todos aquellos factores

que puedan tener importancia evolutiva y pronóstica en los trastornos mentales severos,

sobre todo aquéllos sobre los que se pueda intervenir de manera específica para reducir

la discapacidad.

Los dos trastornos mentales severos por excelencia, la esquizofrenia y el trastorno

bipolar, suponen, respectivamente, la 7ª y la 9ª causa de discapacidad a nivel mundial en

personas de ambos sexos y todas las edades, según el Informe Mundial sobre la

Discapacidad 2011 realizado por la Organización Mundial de la Salud (Organización

Mundial de la Salud 2011). A pesar de los avances en el abordaje psicofarmacológico

de estas patologías, su eficacia es limitada en lo que respecta a la disfunción cognitiva

(B. R. Keefe R.S. 2007), que es una de las principales factores relacionados con la

pérdida de funcionalidad psicosocial.

Se considera que un trastorno mental es severo cuando presenta una duración

prolongada, y conlleva discapacidad y disfunción social. Entre las definiciones

aceptadas, la de mayor consenso internacional es aquélla que lo considera de una

manera dimensional, ante la presencia de tres variables: diagnóstico clínico, duración y

discapacidad resultante (Schinnar A.P. 1990).

En cuanto al diagnóstico clínico, se consideran trastornos mentales severos todos

aquellos diagnósticos relativos a la psicosis, así como aquéllos que impliquen alteración

en la capacidad de relacionarse con el entorno, comportamiento inadecuado o

afectividad inapropiada. Por consenso, se consideran incluidas en esta categoría los

siguientes diagnósticos de la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud 2003):

Trastornos esquizofrénicos (F20.x)

Trastorno esquizotípico (F21)

Trastorno delirante persistente (F22)

Trastorno delirante inducido (F24)

Trastornos esquizoafectivos (F25)

Otros trastornos psicóticos no orgánicos (F28 y F29)

Trastorno bipolar (F31.x)

Episodio depresivo grave con síntomas psicóticos (F32.3)

Trastorno depresivo recurrente (F33)

Trastorno obsesivo-compulsivo (F42)

En cuanto a la duración de la enfermedad, se considera trastorno mental severo

aquél que dura dos o más años o que provoca un deterioro progresivo y marcado en el

funcionamiento en los seis meses previos, aún en remisión de los síntomas.

El Instituto Nacional de Salud Mental norteamericano, National Institute of Mental

Health (NIMH), propone en esta dimensión unos criterios más condicionados por la

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funcionalidad que por la duración (National Institute of Mental Health 1987), que

incluyen:

Haber recibido tratamiento psiquiátrico de una intensidad mayor que el

tratamiento ambulatorio estándar al menos en una ocasión.

Haber recibido apoyo residencial continuado y distinto a la hospitalización por

un tiempo suficiente como para suponer una interrupción significativa de la

situación vital de la persona.

La tercera dimensión de la definición se refiere a la existencia de discapacidad,

entendida como la afectación del funcionamiento personal, familiar, social y laboral con

una intensidad de moderada a severa. El grado de discapacidad se puede estimar

mediante la escala EEAG, considerando el punto de corte correspondiente a una

afectación moderada (<50).

Para el NIMH, la discapacidad ha de generar limitaciones funcionales importantes

que se manifiestan por al menos dos de los siguientes, de forma continuada o

intermitente:

Desempleo, empleo protegido, historia laboral escasa o capacidades

laborales claramente mermadas.

Necesidad de ayudas económicas públicas.

Dificultad para iniciar y mantener redes de apoyo social personal.

Necesidad de ayuda para las habilidades de la vida diaria.

Conducta social inapropiada que precisa de la intervención de los Servicios

de Salud Mental o del sistema judicial.

Tanto las personas con esquizofrenia como las que padecen trastorno bipolar

padecen una significativa disfunción interpersonal, dificultades laborales y pérdida en

su calidad de vida incluso en los períodos de remisión clínica. En este sentido, las

alteraciones en la cognición en general, y la cognición social en particular, están

suscitando un interés creciente por su relevancia para la funcionalidad psicosocial de

estos pacientes.

Cada vez hay más evidencias de que tanto la esquizofrenia como el trastorno bipolar

presentan disfunciones cognitivas como parte nuclear del cuadro clínico, que en el

trastorno bipolar perduran incluso en períodos de eutimia y en la esquizofrenia avanzan

con el proceso de la enfermedad. Se sabe que son consistentes, persistentes, resistentes

al tratamiento y que se relacionan con la cronificación de la enfermedad (Elvevag B.

2000) (Y. M. Bora E. 2010).

Desde el siglo XIX se mantienen dos conceptualizaciones contrapuestas de la

esquizofrenia y el trastorno bipolar: desde la dicotomía entre ambas patologías descrita

por Kraepelin (1856-1926) y aceptada por las clasificaciones diagnósticas

internacionales, a la propuesta de un continuum entre ambos trastornos, compatible con

la existencia de una “psicosis única”, propuesta por Griesinger (1817-1868). En la

actualidad se sabe que la esquizofrenia y el trastorno bipolar comparten vulnerabilidad

genética, prevalencia, síntomas y alteraciones neurobiológicas, pero mantienen aspectos

diferenciales suficientes para justificar la separación entre ambos diagnósticos

(Craddock N. 2006) (Demily C. 2009). La disfunción cognitiva es una de las

manifestaciones que comparten la esquizofrenia y el trastorno bipolar. El propósito de

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esta tesis es ampliar los conocimientos sobre los aspectos diferenciales de la disfunción

socio-cognitiva entre ambas patologías.

La esquizofrenia es un trastorno psicótico crónico que afecta aproximadamente al

1% de la población mundial. Debuta con mayor frecuencia entre los 15 y los 25 años en

varones, y una década después en mujeres. La presentación clínica es heterogénea, con

episodios psicóticos de duración variable y deterioro funcional sostenido.

Tradicionalmente, la esquizofrenia se ha comprendido bajo un enfoque categorial,

considerando diferentes subtipos diagnósticos (paranoide, desorganizado, catatónica,

residual y no diferenciada). Esta definición convive actualmente con un enfoque

dimensional, que incluye una combinación variable de síntomas, clasificados en cuatro

dominios: síntomas positivos (ideas delirantes, alucinaciones, desorganización y

catatonía), síntomas negativos (aplanamiento afectivo, alogia, anhedonia, aislamiento

social y falta de motivación), alteraciones del estado de ánimo (afecto plano, disfórico,

extravagante o inapropiado) y disfunciones cognitivas. El dominio cognitivo, con sus

dos vertientes, neuro y sociocognición, es el que mayor correlación ha demostrado con

la funcionalidad psicosocial y la calidad de vida (Schmidt S.J. 2011). La evolución de la

esquizofrenia es variable y el pronóstico implica, en la mayoría de pacientes, grados

importantes de deterioro en todas las áreas del funcionamiento de la persona. La

etiología aún es desconocida, pero se sabe que incluye una combinación de factores

genéticos, ambientales y del desarrollo (National Collaborating Centre for Mental

Health 2014) (American Psychiatric Publishing 2013) (American Psychiatric

Association 2006).

El trastorno bipolar es un trastorno del estado de ánimo crónico, de curso episódico,

que afecta a más del 1% de la población mundial. Se caracteriza por episodios afectivos

que pueden ser maníacos, hipomaníacos, depresivos o mixtos, que se intercalan de

manera variable con períodos de aparente estabilidad clínica. Las clasificaciones

internacionales diferencian varios tipos. El más prevalente es el tipo I, que afecta

aproximadamente al 0,6% de la población adulta, y se define por presentar al menos un

episodio maníaco a lo largo de la evolución. La edad de inicio habitual es en la

adolescencia o principio de la vida adulta y existe gran variabilidad en el curso

evolutivo. Se asocia a importante discapacidad y pérdida de calidad de vida. Cada vez

hay mayores evidencias de la existencia de déficits cognitivos similares a los que

presenta la esquizofrenia, pero de menor intensidad (Grande I. 2015) (American

Psychiatric Publishing 2013) (American Psychiatric Association 2006).

Un mejor conocimiento de los déficits cognitivos específicos de cada patología

permitirá el diseño de intervenciones terapéuticas específicas para mejorar la

funcionalidad social y laboral de estos pacientes. Los próximos apartados exponen una

revisión del estado actual del conocimiento sobre la disfunción cognitiva en estos

trastornos mentales severos.

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2.2.LA DISFUNCIÓN COGNITIVA EN LOS TRASTORNOS MENTALES

SEVEROS:

Aunque la disfunción cognitiva en la esquizofrenia es recogida ya por Kraepelin

(1856-1926) en su descripción de la demetia precox, la investigación de las alteraciones

cognitivas y su repercusión funcional es relativamente reciente en las dos últimas

décadas. En la segunda mitad del siglo pasado comienza a emerger una nueva

aproximación a la esquizofrenia que denominan “cognitiva”, que trata de comprender la

manera en que los esquizofrénicos codifican, transforman, almacenan y manejan la

información para regular la conducta. Ya entonces hay evidencias a favor de que los

déficits cognitivos y emocionales formen parte del propio proceso de la esquizofrenia, y

se apunta la importancia de diseñar intervenciones específicas para mejorar el

funcionamiento cognitivo de estos pacientes (George L. 1985).

Desde entonces mucho se ha investigado sobre los déficits cognitivos de los

diferentes trastornos mentales severos, en particular de la esquizofrenia y el trastorno

bipolar, si bien hasta fechas recientes los estudios se habían centrado en las diferentes

capacidades neurocognitivas, olvidando las habilidades cognitivas relativas a lo

emocional y lo social.

Actualmente se considera probado que los déficits cognitivos son una manifestación

nuclear de la esquizofrenia (E.Stip 2006), no sólo una manifestación secundaria a otros

síntomas de la enfermedad ni a la medicación, y que condicionan la disfunción

psicosocial de manera más importante que los propios síntomas positivos (Lesh T.A.

2011).

Las dificultades para la investigación de los déficits cognitivos en los trastornos

mentales severos deriva de la variedad de dominios afectados y la cantidad de factores

que condicionan el funcionamiento cognitivo (psicopatología, medicación, etc.).

Con el avance de la investigación se han llegado a separar dos dominios dentro de la

disfunción cognitiva característica de la esquizofrenia y el trastorno bipolar: la

neurocognición y la cognición social (Allen D.N. 2007). Estos dos dominios están

relacionados entre sí, llegando a superponerse en algunos puntos, y ambos se asocian

con la funcionalidad psicosocial (M.F.Green 1996) (R. A. Bowie C.R. 2006). Mediante

análisis factorial se ha demostrado que la neurocognición y la sociocognición son

dominios independientes (Mehta U.M. 2013), si bien existe una correlación moderada

entre ellos (W. R. Ventura J. 2013).

Dentro del término neurocognición se incluyen capacidades como la atención, la

memoria, la velocidad de procesamiento y las funciones ejecutivas, es decir, procesos

cognitivos generales. Estas tareas neurocognitivas son necesarias también en las

relaciones sociales, pero no implican emociones. Por su parte, la cognición social

engloba las funciones cognitivas necesarias para apreciar, interpretar y responder a las

interacciones sociales. Según el consenso establecido por el National Institute of Mental

Health Worshop on Social Cognition, específicamente dedicado a esta cuestión, la

cognición social incluye cinco dominios (Green M.F. 2008):

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Procesamiento de emociones, entendido como la capacidad para percibir y

emplear las emociones.

Teoría de la mente, que es la habilidad parar inferir los estados mentales de

los demás.

Percepción social, definida como la capacidad para apreciar las claves

sociales.

Conocimiento social, que es la comprensión de los roles, reglas y objetivos

que guían las interacciones sociales.

Estilo atribucional, o habilidad para inferir las causas de un determinado

evento positivo o negativo.

Se estima que aproximadamente el 80% de las personas con esquizofrenia y el 70%

de los trastornos bipolares en remisión tienen algún tipo de déficit neurocognitivo y/o

sociocognitivo (Martino D.J. 2014) (R. M. Burdick K.E. 2014). Asimismo, se han

detectado déficits en tareas neuro y sociocognitivas en personas con alto riesgo de

desarrollar psicosis (Damiao A.L. 2015), que son más acusadas en aquéllos que

finalmente desarrollan un proceso psicótico.

Las capacidades neurocognitivas más frecuentemente afectadas en la esquizofrenia

son la velocidad de procesamiento, las funciones ejecutivas, la atención, la memoria, la

percepción y la inteligencia (Schaefer J. 2013) (Fioravanti M. 2012). En lo que respecta

a la cognición social, los déficits más estudiados afectan al reconocimiento de

emociones en expresiones faciales (W. J. Kohler C.G. 2010), la teoría de la mente

(Sprong M. 2007) y la percepción de normas sociales (Baez S. 2013).

Actualmente existe consenso en que la cognición social se relaciona con la

neurocognición (Schmidt S.J. 2011) y se estima que hasta un 68% de los

esquizofrénicos muestran deterioro en ambos dominios (T. J. Mehta U.M. 2013). La

neurocognición es considera necesaria, pero no suficiente, para una buena cognición

social. Se ha calculado que la neurocognición explica tan sólo el 10-20% de la varianza

en la cognición social, salvo en lo que respecto al reconocimiento de afectos, que

depende en un 34%. Se ha descrito que hasta un 25% de pacientes esquizofrénicos

pueden mostrar deterioro de la cognición social en ausencia de déficits neurocognitivos.

Sin embargo, es excepcional que los pacientes tengan afectación neurocognitiva sin

deterioro en el dominio social (Fanning J.R. 2012).

2.2.1.LA DISFUNCIÓN NEUROCOGNITIVA:

Los déficits en el desempeño de tareas neurocognitivas (atención, funciones

ejecutivas, velocidad de procesamiento, memoria, etc.) son manifestaciones comunes a

los principales trastornos mentales severos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y

el trastorno depresivo recurrente. Este deterioro se manifiesta en el funcionamiento

cognitivo general y en tareas cognitivas específicas, como las funciones ejecutivas, la

memoria y la atención.

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Las funciones ejecutivas se definen como las capacidades cognitivas necesarias para

llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptable que permita resolver los

problemas y alcanzar las metas futuras. En el concepto se incluyen un conjunto de

habilidades cognitivas superiores, entre las que se encuentran (Freedman D. 2011)

(Demily C. 2009):

El planteamiento de metas.

La abstracción

La capacidad de dar significado a los estímulos provenientes del

exterior.

La discriminación de los estímulos exteriores.

La resolución de problemas complejos.

La capacidad de inhibir la respuesta y de cambiar o alternar tareas.

El desarrollo, puesta en marcha y evaluación de estrategias dirigidas

a un fin.

Las funciones ejecutivas tradicionalmente se habían atribuido al cortex prefrontal y

el cortex frontal dorsolateral, aunque actualmente se sabe que no todas las funciones

ejecutivas se desarrollan en el lóbulo frontal, sino que dependen de redes más complejas

que incluyen otras estructuras cerebrales.

Entre los instrumentos más extendidos para evaluarlas en personas con

esquizofrenia se encuentran el Trail Making Test, parte B, el Wisconsin Card Sorting

Test (WCST), el test de Stroop y el Controlled Oral Word Association Test (COWAT)

(A.Reicherberg 2010).

La relevancia de la disfunción neuro-cognitiva en los trastornos mentales severos

viene determinada por las graves repercusiones funcionales que implica. En la literatura

encontramos varios estudios que estudian su desempeño cognitivo (Zanelli J. 2010)

(Tuuilo-Heriksson A. 2011) y demuestran correlación entre el funcionamiento

psicosocial y los déficits neurocognitivos en trastornos mentales severos como la

esquizofrenia y el trastorno bipolar (Simonsen C. 2010) (Biederman J. 2011). Se ha

estimado que los déficits neuro-cognitivos, considerados en su conjunto, justifican entre

el 20 y el 60% de la variabilidad en el resultado funcional de los pacientes con

esquizofrenia (Schmidt S.J. 2011).

Se sabe que el funcionamiento cognitivo de las personas con esquizofrenia es

notablemente peor que los trastornos bipolares en todas las habilidades anteriormente

citadas. Los estudios que evalúan la posible especificidad de la disfunción neuro-

cognitiva de cada patología encuentran diferencias cuantitativas, pero no cualitativas

(Reichenberg A. 2009) (Simonsen C. 2010) (Tuuilo-Heriksson A. 2011) (Zanelli J.

2010). En el período pre-mórbido y en el curso evolutivo sí parecen existir diferencias

cualitativas entre ellas. En la esquizofrenia hay evidencias de que el deterioro cognitivo

se inicia antes del debut de la psicosis, es evidente ya en el primer episodio psicótico y

progresa con la evolución de la esquizofrenia (Damiao A.L. 2015). En el trastorno

bipolar, sin embargo, no está demostrado de manera concluyente la existencia de

deterioro pre-mórbido ni la evolución progresiva hacia el empeoramiento (Reichenberg

A. 2009).

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2.2.1.1. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN LA ESQUIZOFRENIA:

Se calcula que más del 80% de los pacientes con esquizofrenia presentan deterioro

de sus funciones cognitivas, que se manifiesta tanto en el funcionamiento global que

estiman los test de inteligencia estandarizados mediante el cociente intelectual (CI),

como en tareas cognitivas específicas Este deterioro está presente desde las etapas

premórbidas y experimenta un empeoramiento progresivo con el proceso de la

enfermedad, lo que resulta determinante para el pronóstico funcional del paciente La

esquizofrenia genera un deterioro generalizado, severo y sostenido de la cognición

global, estimada a través del CI, caracterizado por ser un 50% más acusado en el CI

manipulativo que en el verbal (A.Reicherberg 2010).

Este déficit en el funcionamiento cognitivo general está se manifiesta desde el

período premórbido. Un metanálisis que revisa los estudios sobre el CI premórbido en

personas que luego desarrollan esquizofrenia (Woodberry K.A. 2008), evidencia que las

personas con esquizofrenia obtienen, desde la infancia, puntuaciones medias del CI 0,5

desviaciones estándar por debajo de los controles sanos. Aún no está aclarado si esta

merma en el CI es una manifestación premórbida o constituye ya parte del cuadro

clínico de la esquizofrenia (Reichberg 2005). Asimismo, se ha observado que mejores

puntuaciones en los test de inteligencia se asocian a una evolución más benigna de la

esquizofrenia, por lo que se ha llegado a proponer el CI como factor con valor

pronóstico (Alyward E. 1984).

Hay evidencias que el CI empeora tras el debut del proceso psicótico (Woodberry

K.A. 2008). Se ha encontrado correlación entre el cociente de inteligencia y la pérdida

progresiva de volumen cerebral (material gris, volumen cortical y adelgazamiento de

regiones corticales frontales, temporales y parietales) que se produce en las fases

tempranas de la esquizofrenia (Kubota M. 2015), hallazgos que son independientes de la

sintomatología, el consumo de cannabis y los tratamientos mantenidos con

antipsicóticos.

En lo que respecta a tareas cognitivas específicas, el deterioro es al menos tan

intenso como el del CI. Algunas de las funciones, como la atención y la memoria

declarativa, están presentes desde el período premórbido y podrían considerarse

marcadores de vulnerabilidad, mientras que otros, como la disfunción ejecutiva, parecen

deteriorarse con el progreso de la esquizofrenia (Woodberry K.A. 2008). Los síntomas

negativos correlacionan con los déficits en velocidad de procesamiento, atención y

funciones ejecutivas (Hedge S. 2013). Se ha planteado la posibilidad de que los déficits

neurocognitivos fueran secundarios a otros aspectos de la enfermedad, pero la literatura

indica que los síntomas positivos, la medicación, la duración de la enfermedad y la

gravedad psicopatológica no están significativamente asociados con la gravedad de la

disfunción neurocognitiva en la esquizofrenia (A.Reicherberg 2010).

Según una revisión exhaustiva de los metanálisis publicados, la esquizofrenia genera

un deterioro severo de la velocidad de procesamiento y las funciones ejecutivas, y una

afectación algo menos grave de la atención, la percepción, la memoria declarativa, la

memoria de trabajo y la percepción. La memoria no declarativa y el lenguaje, en

cambio, se mantienen relativamente conservados (A.Reicherberg 2010). En pacientes

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crónicos el funcionamiento en algunas de estas tareas llegan a desviarse entre 1,5 y 2

desviaciones estándar por debajo de la media de los controles sanos (G. T. Keefe R.S.

2004). De entre ellas, son las alteraciones en la atención, memoria de trabajo y

funciones ejecutivas son las que más consistentemente predicen la funcionalidad social

y laboral (Hedge S. 2013) (K. R. Green M.F. 2000).

La disfunción ejecutiva ha acaparado especial interés por la similitud de los

síntomas negativos de la esquizofrenia con las manifestaciones características de las

lesiones frontales. De hecho, ya en la famosa descripción de Crow (1980) se hacía

referencia a que la esquizofrenia de predominio negativo tenía mayor deterioro

cognitivo asociado. Se ha visto que la disfunción ejecutiva está presente desde las

primeras fases de la esquizofrenia, persiste de manera atenuada tras la remisión de los

síntomas positivos (Remberk B. 2015) y correlaciona con la severidad de síntomas

negativos (Stip E. 2006). Freedman y Brown (Freedman D. 2011) señalan la

importancia de ampliar los conocimientos en cuanto al curso evolutivo de las funciones

ejecutivas en la esquizofrenia.

Tradicionalmente, los déficits en las funciones ejecutivas encontrados en la

esquizofrenia se han atribuido a una disfunción en los lóbulos frontales. Sin embargo,

las pruebas de imagen estructural y funcional aportan resultados contradictorios en

cuanto a la posible pérdida de volumen o perfusión frontal en la esquizofrenia. La

disfunción más claramente demostrada es una menor perfusión en los lóbulos frontales

durante la realización de una tarea, lo que indica que las personas con esquizofrenia

tienen problemas cuando requieren utilizar su corteza frontal para una tarea concreta

(E.Stip 2006).

Todos estos déficits neurocognitivos condicionan de manera crítica la funcionalidad

de los pacientes, pero no explican totalmente las dificultades emocionales y sociales que

manifiestan.

2.2.1.2. DÉFICITS NEUROCOGNITIVOS EN EL TRASTORNO BIPOLAR:

La pérdida de funcionalidad social y laboral de los afectados por un trastorno

bipolar fue descrita ya por Kraepelin en 1904, aunque en aquella época se consideraba

que el trastorno bipolar, en contraposición a la esquizofrenia, no presentaba deterioro

cognitivo. Tradicionalmente, se creía que el deterioro cognitivo en el trastorno bipolar

era poco frecuente y circunscrito a las fases afectivas, o que se relacionaba con la

presencia de síntomas psicóticos en el cuadro clínico (Albus M. 1996), mientras que la

esquizofrenia presentaba una alteración cognitiva más grave y extensa, ligada con el

propio proceso de la enfermedad.

Con el avance de la investigación, actualmente se considera que los déficits

cognitivos constituyen una manifestación clínica más del trastorno bipolar, que persiste

más allá de la remisión de los síntomas afectivos (Lewandowski K.E. 2011) (Bora E.

2010). Se estima que aproximadamente el 70% de los pacientes bipolares eutímicos

presentan disfunción cognitiva (Martino D.J. 2014) (R. M. Burdick K.E. 2014), que se

relaciona con la pérdida de funcionalidad psicosocial y laboral que mantienen los

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pacientes a pesar de la estabilización clínica (Bonnin C.M. 2010) (G. J. Burdick K.E.

2010), si bien se sabe que los síntomas afectivos, sobre todo los depresivos, ocasionan

un deterioro funcional aún mayor (Andreou C. 2013).

Las alteraciones en la atención, la memoria verbal y las funciones ejecutivas son

síntomas ampliamente reconocidos dentro del cuadro clínico de las fases maníacas y

depresivas del trastorno bipolar (Quraishi S. 2002). Respecto al funcionamiento neuro-

cognitivo durante los períodos de eutimia, la investigación ha prestado especial atención

a la disfunción ejecutiva, la memoria, la atención y la velocidad de procesamiento. Se

han descrito peores puntuaciones en los test de inteligencia (Reichenberg A. 2009) y

diversos metanálisis demuestran consistentemente que los bipolares eutímicos presentan

afectación de las funciones ejecutivas, la atención sostenida, la memoria verbal, la

memoria visual, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento (Y. M. Bora E.

2009) (Arts B. 2008) (T. J. Robinson L.J. 2006), que no pueden atribuirse únicamente a

los síntomas afectivos residuales (Torres I.J. 2007). Los déficits mejor establecidos en la

literatura son aquéllos que afectan a la atención y a la memoria verbal (Andreou C.

2013).

La literatura no es concluyente sobre el funcionamiento cognitivo premórbido, con

estudios que apuntan incluso a un CI por encima de la media (Woodberry K.A. 2008).

En familiares de primer grado se han encontrado alteraciones en las funciones

ejecutivas, la memoria verbal y la atención, que se han propuesto como endofenotipos

del trastorno bipolar (Y. M. Bora E. 2009) (Arts B. 2008). Sin embargo, aún no está

establecido si este deterioro es de origen genético, una alteración del neurodesarrollo o

un deterioro progresivo asociado al proceso neurodegenerativo de la enfermedad

(Torres I.J. 2007). Se cree que algunos factores podrían modular la severidad de los

déficits neuro-cognitivos del trastorno bipolar, como la edad de inicio, el número de

fases maníacas y la duración de la enfermedad.

2.2.1.3. COMPARACIÓN DE LA DISFUNCIÓN NEUROCOGNITIVA EN

ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO BIPOLAR:

Tradicionalmente se ha considerado que la alteración cognitiva de los pacientes

esquizofrénicos era más grave y afectaba a mayor número de funciones. Actualmente se

sabe que los déficits son similares cualitativamente, pero de mayor gravedad en la

esquizofrenia (Seidman L.J. 2002) (Reichenberg A. 2009) (Yatham L.N. 2010) (Jabben

N. 2010) y que en el trastorno bipolar las alteraciones alcanzan la máxima intensidad

durante las fases afectivas, persistiendo atenuadas en los períodos de eutimia (Bora E.

2010). Tanto en la esquizofrenia como en el trastorno bipolar la disfunción cognitiva

persiste una vez estabilizada la sintomatología aguda y predice todos los aspectos de la

funcionalidad (D. C. Bowie C.R. 2010), si bien en el trastorno bipolar la disfunción

psicosocial se relaciona de manera más directa con la sintomatología (Simonsen C.

2010) (Jabben N. 2010).

Los estudios más recientes que comparan el desempeño neurocognitivo de

esquizofrénicos con bipolares demuestran que los pacientes con esquizofrenia

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estabilizados presentan unos déficits cognitivos más graves y generalizados, que afectan

a múltiples tareas cognitivas (memoria de trabajo, aprendizaje verbal, fluencia verbal,

memoria y funciones ejecutivas), mientras que los bipolares eutímicos comparten las

alteraciones de la memoria de trabajo, el aprendizaje verbal y la memoria, pero con una

menor gravedad que los esquizofrénicos (Kim M.D. 2015).

En cuanto a la presencia de disfunciones cognitivas en los familiares, tanto la

esquizofrenia como el trastorno bipolar se han asociado con alteraciones de la memoria

de trabajo en los familiares (Kim M.D. 2015), si bien la evidencia de la disfunción

cognitiva como marcador de la vulnerabilidad genética es mayor en la esquizofrenia

(Jabben N. 2010).

La investigación más recientemente publicada (Nenadic I. 2015) que compara el

funcionamiento cognitivo en un grupo de bipolares tipo I eutímicos, un grupo de

esquizofrénicos y un grupo control mediante la Escala de Inteligencia Wechsler (WIE),

el Test de Trazo (TMT) y el test Controlled Oral Word Association (COWA) encontró

que el grupo con esquizofrenia tuvo un desempeño cognitivo notablemente peor el

algunas tareas del WIE, mientras que los bipolares mostraban mayores dificultades con

el TMT-B. Había diferencias entre ambas patologías en la memoria de trabajo y la

velocidad de procesamiento.

2.2.2. LA COGNICIÓN SOCIAL EN LOS TRASTORNOS MENTALES

SEVEROS:

Aunque la disfunción social y emocional están presentes en las descripciones

más antiguas de la esquizofrenia, la investigación científica sobre las mismas se ha

desarrollado en las últimas dos décadas. Hasta fechas recientes, la investigación trataba

por separado los procesos emocionales y sociales.

La importancia del deterioro sociocognitivo en los trastornos mentales deriva de la

importante discapacidad social, laboral y personal que genera, al limitar la gestión de la

información socio-emocional y otras habilidades imprescindibles para las relaciones

interpersonales (S. K. Vaskinn A. 2013). En el metanálisis realizado por Fett y

colaboradores (Fett AKJ 2011) se calcula que la cognición social supone un 23% de la

varianza de los resultados funcionales en esquizofrenia.

Se emplea el término cognición social para referirse a los aspectos de la cognición

requeridos para percibir, interpretar, integrar y responder adecuadamente a la

información emocional en contextos sociales. Se ha definido como la suma de procesos

que permiten a un sujeto vivir en sociedad e interaccionar de manera efectiva con los

otros para establecer relaciones con ellos (Frith C.D. 2007) o el conjunto de procesos

por los cuales las personas se entienden a sí mismos y entre sí (Beer J. 2006).

Ong y colaboradores (Ong D.C. 2015) proponen el término cognición afectiva para

referirse a los procesos cognitivos que nos permiten razonar sobre las emociones.

Defienden que las emociones tienen un gran componente cognitivo en su manejo social,

en la medida que es preciso comprenderlas, inferir reglas sociales, razonar sobre ellas,

etc. En los últimos años el Cognitive Neurosciente Treatmente Research to Improve

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Cognition in Schizophrenia, CNTRICS, ha aconsejado fusionar los procesos

emocionales y sociales a efectos de la investigación (M. A. Taylor S.F. 2012),

incluyendo cinco dominios:

1. La adquisición de valores y respuestas socio-afectivas.

2. El reconocimiento y respuesta a estímulos socio-emocionales.

3. La inferencia del estado mental de bajo nivel.

4. La inferencia del estado mental de alto nivel o teoría de la mente.

5. La regulación en función del contexto.

Cada vez hay más evidencias de las bases neurobiológicas de la cognición social

y el procesamiento de las emociones. En sujetos sanos, se sabe que participan regiones

del cortex prefrontal (corteza orbitofrontal y corteza prefrontal ventrolateral), la ínsula,

el lóbulo temporal medial (amígdala, hipocampo, giro parahipocampal y giro fusiforme)

y el giro cingulado, estructuras que presentan disfunciones en las personas con

esquizofrenia (Wojtalik J.A. 2013) (R.Adolphs 2009). Se piensa que la regulación

emocional puede estar mediada por el sistema serotoninérgico y, de hecho, se ha

asociado las variaciones en el gen 5-HT2A con los déficits en el manejo emocional

medidos mediante el MSCEIT (Lo C.H. 2010).

La literatura aporta sólidas evidencias de que los trastornos mentales severos

presentan importantes déficits en el procesamiento y la interpretación de la información

social y emocional que condicionan de manera determinante su desempeño funcional en

el ámbito relacional, académico y laboral (Couture S.M. 2006) (H. W. Green M.F.

2010). La investigación se esfuerza por profundizar en el conocimiento sobre estas

alteraciones para orientar las intervenciones terapéuticas a las necesidades específicas

de estos pacientes.

El National Institute of Mental Health (NIMH) aconseja centrar la investigación

sobre la cognición social en cinco dominios (P. D. Green M.F. 2008):

1. Procesamiento de las emociones, que incluye la percepción emocional, es

decir, la habilidad para identificar expresiones emocionales en los demás y

en uno mismo, y con esa información guiar el pensamiento y la conducta, es

decir, la inteligencia emocional.

2. La capacidad de mentalización o Teoría de la Mente, que es la capacidad de

inferir estados mentales.

3. La percepción social, que se define como la habilidad para identificar claves

de interacción y contextos sociales.

4. El conocimiento social, en el sentido de comprensión de los roles, normas e

intenciones que condicionan las interacciones sociales.

5. El estilo de atribución, que se refiere a la tendencia personal a interpretar lo

que sucede alrededor de manera positiva o negativa.

Otro concepto muy relacionado con la cognición social es la empatía, que supone la

combinación de tres habilidades emocionales: la habilidad para reconocer las emociones

en expresiones faciales, discurso y conductas, la habilidad para recibir la perspectiva

emocional del otro y, por último, la resonancia emocional.

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De los cinco dominios de la cognición social, el más ampliamente estudiado en los

trastornos mentales severos es el procesamiento de las emociones, que se refiere a la

capacidad para percibir, entender, utilizar y manejar las emociones propias y de los

demás (Green M.F. 2008). Dentro de las habilidades necesarias para el procesamiento

de emociones, la percepción emocional, entendida como la capacidad de apreciar las

emociones en las expresiones faciales o inflexiones vocales, ha concentrado gran parte

de la investigación en este campo en la esquizofrenia.

La disfunción de la percepción emocional en la esquizofrenia incluye alteraciones

en la expresión emocional, alteraciones en la percepción de señales emocionales en

contextos sociales y un aumento de la percepción de emociones negativas (K. J. Taylor

S.F. 2012) (Couture S.M. 2006). En el trastorno bipolar, la investigación se ha centrado

fundamentalmente en dos de las cinco dimensiones de la cognición social: el

procesamiento de emociones y la teoría de la mente (Samamé C. 2015).

En los últimos años, dentro del procesamiento de emociones, ha ido cobrando

importancia el concepto de la inteligencia emocional, en la medida que aporta un marco

teórico sólido e instrumentos de medida válidos. El modelo teórico propuesto por Mayer

y Salovery (Mayer J.D. 1997) considera el procesamiento emocional como la suma de

cuatro habilidades interrelacionadas: percibir, facilitar, comprender y manejar las

emociones. Las habilidades de percepción y comprensión se refieren al razonamiento

sobre las emociones, mientras que la facilitación y manejo agrupan la gestión adaptativa

de las mismas (Kee K.S. 2009). Desde este concepto de la inteligencia emocional,

disponemos de un instrumento de medida válido, el Mayer-Salovery-Caruso Emotional

Intelligence Test (MSCEIT) (P. J.D.Mayer 2003), que ha mostrado buenas propiedades

psicométricas como medida de la cognición social en esquizofrenia (Eack SM 2010) (H.

W. Kee K.S. 2009). En la actualidad es el test recomendado por el Comité de

Investigación para la Evaluación y Tratamiento para la Mejora Cognitiva en la

Esquizofrenia (Measurement and Treatment Research to Improve Cognition in

Schizophrenia, MATRICS) del National Institute of Mental Health (NIMH) para evaluar

la cognición social en investigaciones sobre personas con esquizofrenia (O. B. Green

M.F. 2005).

2.2.2.1. LA COGNICIÓN SOCIAL EN LA ESQUIZOFRENIA:

Los pacientes con esquizofrenia presentan deterioro en las diferentes

capacidades implicadas en la cognición social (Savla G.N. 2013) (S. E. Derntl B. 2012),

lo cual afecta a su funcionalidad (Fett AKJ 2011) y empeora su calidad de vida (Penn

D.L. 1997) (E.Stip 2006) (H. W. Green M.F. 2010). Se cree que estos déficits en la

cognición social se mantienen a lo largo de las diferentes fases de la esquizofrenia y

persisten incluso en los períodos de remisión clínica (T. J. Mehta U.M. 2013), pero no

está claro si progresan hacia el empeoramiento con la evolución de la enfermedad

(Savla G.N. 2013) ni se ha podido concluir si existe o no asociación con los síntomas

negativos y positivos (Mancuso F. 2011). Asimismo, se han encontrado alteraciones de

la cognición social en período premórbido en personas que posteriormente desarrollan

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esquizofrenia (Davidson M. 1999) y en familiares de primer grado sanos (Lavoie M.A.

2013).

Diversos estudios demuestran que existe correlación entre los déficits en la

cognición social y la discapacidad social (M.Brüne 2005) y laboral (Vauth R. 2004) que

sufren las personas con esquizofrenia. Este último estudio sugiere incluso que la

disfunción laboral en esquizofrénicos está más condicionada por los déficits en la

cognición social que en el resto de dominios neurocognitivos, afirmación que confirma

el metanálisis de Fett y colaboradores (Fett AKJ 2011), que demuestra que la cognición

social condiciona la funcionalidad de manera más significativa que las capacidades

neuro-cognitivas. Para Couture y colaboradores (Couture S.M. 2006), la relación entre

cognición social y funcionalidad es evidente, pero los resultados de las investigaciones

varían en función de los aspectos funcionales y de la cognición social que se evalúen.

En personas con esquizofrenia se han detectado alteraciones en varias de las

tareas cognitivas sociales. Los más validados son los déficits en la percepción de

emociones en las caras y alteraciones en la capacidad de mentalización o teoría de la

mente (Bora E 2009), que se han llegado a proponer como potenciales marcadores de

vulnerabilidad a la esquizofrenia (Kim HS 2011).

La denominada “mentalización” o Teoría de la Mente, consiste en la habilidad

para inferir estados mentales, intenciones y pensamientos de los demás. Existe bastante

consenso en que la Teoría de la Mente se encuentra deteriorada en los enfermos de

esquizofrenia, con peor desempeño que los controles sanos tanto en tareas verbales

como no-verbales relacionadas con esta capacidad para mentalizar. La investigación

sobre la Teoría de la Mente en esquizofrenia ha sido productiva en las últimas dos

décadas, con metanálisis recientes (Y. M. Bora E. 2009) que documentan un importante

deterioro en la capacidad para inferir estados mentales, parcialmente relacionado con la

disfunción cognitiva generalizada. Mediante pruebas de imagen funcional, la Teoría de

la Mente se ha relacionado con tres regiones cerebrales: el cortex paracingulado

anterior, el surco temporal superior y ambos polos temporales. En la esquizofrenia se

han visto alteraciones en todas estas regiones cerebrales.

2.2.2.2. LA COGNICIÓN SOCIAL EN EL TRASTORNO BIPOLAR:

La pérdida de funcionalidad y calidad de vida del trastorno bipolar se sabe que está

relacionada con la propia sintomatología de la enfermedad y con los déficits neuro-

cognitivos (Bonnin C.M. 2010), pero se ha investigado menos sobre los posibles déficits

en la cognición social.

Parece que en el trastorno bipolar el deterioro socio-cognitivo podría estar en parte

condicionado por el estado clínico, en lugar de formar parte del proceso de la

enfermedad como en el caso de la esquizofrenia. Los primeros estudios que comparaban

habilidades como el reconocimiento de emociones a lo largo del curso de las distintas

fases del trastorno bipolar, describían mejorías de las capacidades al mejorar los

síntomas (Mikhailova 1996). Estudios posteriores demuestran que cierto grado de

deterioro de la cognición social (procesamiento emocional y teoría de la mente) podría

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persistir en las fases de eutimia (Samamé C. 2015) (Samamé C. 2012), si bien algunos

de estos déficits podrían estar mediados por las alteraciones neurocognitivas, la

disfunción ejecutiva y efectos de la medicación (Bora E 2005) (Thaler N.S. 2014). En

cualquier caso, la literatura es menos concluyente que en la esquizofrenia debido a que

ha sido menos estudiado, y porque muchos de los estudios analizan muestras pequeñas

y heterogéneas clínicamente. La investigación de la cognición social es particularmente

complicada en el trastorno bipolar por las características del curso clínico y por la

relevancia de la sintomatología afectiva para todos los procesos socio-emocionales.

Las habilidades más estudiadas han sido la apreciación de expresiones emocionales

y la teoría de la mente. Los estudios sobre la capacidad de los bipolares tipo I y tipo II

eutímicos para reconocer expresiones emocionales en rostros han sido contradictorios,

de manera que algunos estudios muestran deterioro (Hoertnagl C.M. 2011) (H. L.

Kohler C.G. 2011) (Bozikas V.P. 2006) (Getz G.E. 2003), incluso en etapas

premórbidas y en familiares de primer grado (Brotman M.A. 2008), mientras otros no

(S. S. Martino D.J. 2011) (Venn H.R. 2004). En cuanto a la capacidad de mentalización,

las investigaciones realizadas durante episodios afectivos maníacos y depresivos han

encontrado una clara afectación de la atribución de estados mentales (G. T. Burdick

K.E. 2011), pero los resultados en pacientes eutímicos son contradictorios (Samamé C.

2015), oscilando entre la ausencia de afectación y la disfunción grave (V. S. Bora E.

2005) (Olley AL Malhi GS 2005) (Montag C. 2010).

En un metanálisis realizado por el grupo de Samamé y colaboradores (Samamé C.

2012) se describía una magnitud del efecto de las diferencias entre bipolares y sanos

moderada para la teoría de la mente y escasa en el reconocimiento de emociones. Tras la

publicación de nuevas investigaciones en este campo, el meta-análisis ha sido ampliado

y actualizado en este año (Samamé C. 2015). Concluyen que la cognición social podría

estar relativamente conservada en comparación con la neurocognición en los pacientes

bipolares eutímicos, de manera que sólo algunos de los componentes del razonamiento

de estados mentales estarían afectados de manera leve-moderada (el razonamiento

social, y en menor medida, el procesamiento de emociones y la teoría de la mente),

mientras que el resto de capacidades no estarían afectadas o apenas muestran diferencias

con los controles sanos.

Estas misma conclusiones se extraen de la aplicación de la batería MCCB a un

grupo de bipolares tipo I eutímicos, en los que se observa que la cognición social y las

funciones ejecutivas no muestran déficits significativos, mientras que sí aparecen

diferencias en el desempeño de tareas neurocognitivas (velocidad de procesamiento,

atención, memoria de trabajo, aprendizaje verbal y visual). En contrapartida, los

bipolares sintomáticos sí muestran afectación tanto de las funciones ejecutivas como de

la cognición social (G. T. Burdick K.E. 2011).

Estos déficits se han asociado con pérdida de funcionalidad y calidad de vida

(Fulford D. 2014), a pesar de que los pacientes bipolares mantienen una funcionalidad

social más conservada que los esquizofrénicos (Pacheco A. 2010).

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2.2.2.3.COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO SOCIOCOGNITIVO

EN ESQUIZOFRENIA Y TRASTORNO BIPOLAR:

Tanto los pacientes con esquizofrenia (Schneider F. 2006) (Kohler C.G. 2010) como

los bipolares (Derntl B. 2009a) (Kohler C.G. 2011) han demostrado déficits en

determinadas tareas de procesamiento emocional, como la identificación de emociones

en expresiones faciales, la Teoría de la Mente y el conocimiento social. Las escasas

investigaciones que comparan ambos trastornos encuentran que los pacientes bipolares

manifiestan cierto deterioro, pero obtienen mejores resultados que los esquizofrénicos

(Bodnar A. 2014) (Wynn J.K. 2013) (Addington J. 1998). Además, en el trastorno

bipolar los déficits son más específicos (p.e. alteraciones en el reconocimiento de

emociones y de la resonancia emocional), mientras en la esquizofrenia el deterioro

socio-cognitivo es más generalizado, afectando a mayor número de capacidades

(Bodnar A. 2014). En alguna de las tareas implicadas en la Teoría de la Mente, las

alteraciones en el trastorno bipolar son similares a las que se manifiestan en la

esquizofrenia (Donohoe G. 2012), pero parece que la especificidad de los déficits podría

permitirles compensar las carencias.

Derntl y colaboradores (Derntl B. 2012) analizan los déficits en diferentes tareas

emocionales en pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar y depresión con el

objetivo de analizar la especificidad de estas alteraciones en cada una de las patologías y

respecto a controles sanos. Las tareas que estudian son el reconocimiento de emociones,

la capacidad para tomar una perspectiva emocional y la resonancia afectiva. Encuentran

que los pacientes con esquizofrenia son los que peores capacidades presentan en todas

las tareas, seguidos por los bipolares, sin que en ninguno de estos dos grupos haya

correlación entre la disfunción emocional y la sintomatología clínica. En este estudio,

las personas con esquizofrenia presentaban de manera específica problemas para inferir

el estado emocional de una persona, teniendo en cuenta su conducta y el contexto social

en que se desarrolla, así como la capacidad para adoptar un estado emocional en

respuesta a estímulos externos.

Lee y colaboradores (Lee J. 2013) comparan el desempeño cognitivo social y no

social en 68 pacientes bipolares eutímicos, 38 esquizofrénicos estabilizados y 36

controles sanos. Para ello aplican una amplia batería de pruebas relativas a la cognición

social (percepción de emociones en rostros, regulación emocional, empatía, inferencia

de estados mentales y memoria auto-referencial) y neurocognitivas (velocidad de

procesamiento, atención, memoria de trabajo, memoria verbal, memoria visual y

resolución de problemas). Para las tareas cognitivas sociales emplean la rama “manejo

emocional” del MSCEIT v2.0, siguiendo las recomendaciones del MATRICS. Los

bipolares eutímicos no mostraron déficits en ninguna de las tareas socio-cognitivas,

mostrando un desempeño similar a los sanos, y además sin relación ni con medicación

ni con psicopatología. Los esquizofrénicos mostraron afectación en ambos dominios

cognitivos, con mayor deterioro relativo de la parte social. En conclusión, mientras en la

esquizofrenia existe una evidente alteración de la cognición social, que además

correlaciona con el funcionamiento global del sujeto, en el trastorno bipolar la

cognición social se conserva relativamente intacta. De hecho, los bipolares eutímicos

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mostraron un desempeño cognitivo similar al de controles sanos, con mejores resultados

relativos en las tareas sociales (incluyendo percepción de emociones en las caras,

regulación emocional, empatía, atribución de estados mentales y memoria auto-referida)

en comparación a las no sociales (velocidad de procesamiento, atención, memoria de

trabajo, memoria verbal, memoria visual y resolución de problemas).

Otro estudio publicado en el año 2013 compara el desempeño en tareas socio-

cognitivas especialmente sensibles al contexto en 13 pacientes esquizofrénicos, 13

bipolares y 30 controles sanos (Baez S. 2013). Las tareas que evalúan son el

procesamiento emocional, la empatía y el conocimiento de normas sociales.

Encontraron déficits en ambas patologías, con una mayor gravedad en el grupo de

esquizofrénicos.

Investigaciones recientes con neuroimagen cerebral (Zhang, Opmeer et al. 2015)

encuentran menor activación en áreas cerebrales importantes para el procesamiento de

las emociones (corteza cingulada posterior y precuneus) tanto en pacientes bipolares

como esquizofrénicos, sin diferencias significativas entre ellos. En base a la literatura

previa (Abu-Akel A. 2011, Poletti M. 2012), estas regiones cerebrales se relacionan con

las tareas de la teoría de la mente.

En definitiva, en el trastorno bipolar los procesos sociocognitivos podrían estar

relativamente conservados en comparación con la esquizofrenia, pero es necesario

ampliar la investigación en esta materia.

2.3.EL CONCEPTO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL:

El concepto de inteligencia se ha ido constituyendo a lo largo de décadas de

investigación, cuyo resultado ha sido una amplia diversidad de teorías sobre los

diferentes aspectos de una ejecución inteligente. La inteligencia se define como la

facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y

formarse una idea determinada de la realidad.

El concepto de inteligencia emocional parte del concepto de inteligencia social de

E.Thorndike (1920), que origina la aparición de diversas publicaciones que describen lo

que se considera un comportamiento socialmente competente y la aparición del primer

instrumento para su evaluación en 1935. El propio Wechsler reconoce, en 1940, la

existencia de factores no-intelectivos que condicionan la conducta inteligente.

En la década de 1980, H.Gardner cuestiona el concepto reduccionista de la

inteligencia y concibe una visión plural de la capacidad cognitiva humana que denomina

la “Teoría de las inteligencias múltiples” (H.Gardner 1983). Concibe la inteligencia

como un conjunto de siete habilidades diferenciadas (inteligencia lingüístico-verbal,

lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cinestésica, naturalista, intrapersonal e

interpersonal) que funcionan de manera semi-independiente. Para Gardner, el cociente

intelectual que estiman los test de inteligencia es una estimación demasiado limitada de

las capacidades humanas, que mide sólo las dos primeras inteligencias, la lingüístico-

verbal y la lógico-abstracta. Las dos últimas facetas de la inteligencia, la intrapersonal y

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la interpersonal, se corresponden con la inteligencia emocional y social,

respectivamente.

El término inteligencia emocional es acuñado por Salovey y Mayer (Salovery P.

1990) para definir un tipo de inteligencia social que engloba la habilidad para percibir

emociones en uno mismo y en los demás, para entenderlas, expresarlas, regularlas y

utilizar estos conocimientos de manera productiva. Estos autores idean un modelo de la

inteligencia emocional, concebida como un conjunto de tres tipos de habilidades

adaptativas:

I. Habilidad para apreciar y expresar las emociones.

II. Habilidad para regular las emociones.

III. Habilidad para utilizar las emociones para solucionar problemas.

Una década después, Mayer, Caruso y Salovery (C. D. Mayer J.D. 2000) amplían la

definición, incluyendo la habilidad para reconocer el significado de las emociones y sus

relaciones, y para razonar y resolver problemas basados en ellas.

Desde el primer momento de su aparición el concepto de inteligencia emocional

suscita un interés creciente no sólo en el ámbito de la investigación, sino entre el

público general. La utilidad en ámbitos tan variados como educación, deporte, sanidad y

recursos humanos hace crecer el número de publicaciones al respecto.

La inteligencia emocional se populariza en la década de 1990 de la mano de D.

Goleman, autor del famoso best-seller “La inteligencia emocional” (D.Goleman 1995).

Goleman atribuye a la inteligencia emocional la capacidad para adaptarse socialmente y

escribe varios libros orientados a mejorarla. Defiende la posibilidad de estimular la

inteligencia emocional para mejorarla, en contraposición al concepto estático de la

inteligencia clásicamente entendida.

Varios estudios sugieren que la inteligencia emocional condiciona la capacidad de

afrontamiento del estrés agudo y crónico, y que los individuos con mayor inteligencia

emocional muestran mejor ajuste psicológico ante las exigencias tanto de la vida

cotidiana como de situaciones vitales que requieren de mayores recursos de adaptación

(Limonero J.T. 2015)f (Fernández-Berrocal P. Extremera N. 1999).

Una inteligencia emocional deficitaria implica falta de habilidades de afrontamiento,

escasa competencia en el control de las emociones y posiblemente un menor apoyo

social derivado de la menor habilidad de la persona para construir relaciones

interpersonales. La inteligencia emocional podría constituir un factor más de

vulnerabilidad para desarrollar y mantener algunas patologías psiquiátricas en las que

los trastornos emocionales tienen relevancia, como la depresión, los trastornos de

personalidad los trastornos de ansiedad y los trastornos del control de impulsos.

Los pacientes con diferentes trastornos mentales como el trastorno depresivo mayor,

el trastorno límite de personalidad o el abuso de sustancias muestran menor puntuación

en las pruebas que miden inteligencia emocional (Hertel J. 2009) (Prakash O. 2015).

Esta menor inteligencia emocional parece repercutir negativamente en la funcionalidad

y el pronóstico de los pacientes, lo que aconseja el diseño de intervenciones específicas

orientadas a mejorar la inteligencia emocional. Si se logra mejorar las habilidades de los

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pacientes parar identificar, expresar y manejar emociones contribuiremos a una mejor

capacidad de adaptación al entorno, relaciones sociales y calidad de vida.

2.3.1. MODELOS TEÓRICOS DE INTELIGENCIA EMOCIONAL:

Con el avance de la investigación se proponen diferentes modelos teóricos para

conceptualizar la inteligencia emocional, que pueden considerarse complementarios.

Todos ellos tratan de explicar el constructo de la inteligencia emocional, sus

componentes y procesos implicados, además de desarrollar instrumentos de medida

específicos. En la literatura científica destacan dos aproximaciones teóricas a la

inteligencia emocional: el modelo “mixto” o “rasgo” y el modelo de “habilidades”.

El modelo “rasgo” (trait) parte de la conceptualización de R.Bar-On (1997) de

la inteligencia socio-emocional (R.Bar-On, The bar-on model of emotional-social

intelligence (ESI) 2006), que define como una serie de competencias y habilidades

sociales (interpersonales) y emocionales (intrapersonales) que nos permiten

relacionarnos de manera efectiva y alcanzar el bienestar psicológico. Bajo este modelo,

la inteligencia emocional se concibe como un conjunto de cualidades y rasgos de

personalidad constitucionales relacionados con el éxito emocional, alejados de lo

cognitivo (Chamarro y Oberst, 2004). El modelo incluye cinco factores, que se sub-

dividen hasta configurar un total de quince cualidades personales:

1. Las habilidades intrapersonales, que se refiere a las capacidades para

captar y entender las propias emociones, sentimientos e ideas. Incluye a

su vez cinco cualidades: autoconciencia emocional, asertividad, respeto

por uno mismo, auto-actualización, independencia.

2. Las habilidades interpersonales, definidas como la habilidad de recibir y

comprender las emociones, sentimientos e ideas de los demás. Incluye la

empatía, la responsabilidad social y la relación interpersonal.

3. La adaptabilidad, que se refiere a la capacidad de adaptar los

sentimientos a las distintas situaciones. A su vez comprende el contraste

con la realidad, la flexibilidad y la resolución de problemas.

4. El manejo del estrés se refiere a la capacidad de controlar las emociones

y manejar el estrés. Incluye la tolerancia al estrés y el control de

impulsos.

5. El ánimo general habla de la disposición a sentir y expresar emociones

positivas, e incluye el optimismo y la felicidad.

La evaluación de la inteligencia emocional así entendida se lleva a cabo

mediante cuestionarios auto-aplicados, similares a los que se emplean para los rasgos de

personalidad. Uno de los instrumentos más validados para la investigación desde esta

perspectiva teórica es el que diseñó el propio R.Bar-On en 1997, el Emotional Quotient

Inventory (EQ-i) (R.Bar-On 1997). Se trata de un cuestionario auto-administrado de 133

ítems que evalúa los cinco dominios anteriormente descritos. Otro instrumento validado

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es el Wong and Law Emotional Intelligence Scale (WLEIS), que solicita al sujeto que se

puntúe a sí mismo respecto a una serie de afirmaciones acerca de sus capacidades,

como por ejemplo: “Generalmente sé lo que sienten los demás”.

Los resultados en estas escalas se ven condicionadas por rasgos de personalidad

(Branninck M.T. 2009) y la auto-percepción de bienestar emocional, lo que ha generado

críticas a este modelo (Petrides K.V. 2003) (M.A.Brackett 2003).

El modelo de “habilidades” (ability) concibe la inteligencia emocional como un

conjunto de habilidades cognitivas respecto a las emociones, poco relacionadas con

factores de la personalidad. Se considera la inteligencia que permite procesar la

información emocional. Es el modelo teórico más extendido y aceptado en la literatura

científica por su solidez (S. P. Mayer J.D. 2008) (S. P. Mayer J.D. 2001) (C. D. Mayer

J.D. 2000). Se basa en la definición original propuesta por Mayer y Salovery

(J.D.Mayer 1997), que comprende la inteligencia emocional como la integración de

cuatro habilidades, que ordenadas jerárquicamente de la más básica a la más compleja,

incluyen:

1. La percepción o identificación emocional se refiere a la habilidad para

percibir emociones en uno mismo y en los demás, así como en otros

estímulos provenientes del exterior, como la música.

2. La asimilación emocional es la habilidad para acceder y/o generar

emociones y canalizarlas adecuadamente para facilitar otros procesos

cognitivos, como resolver problemas, o para comunicarlas.

3. La comprensión emocional es la habilidad para entender la información

compleja referente a las emociones, incluyendo cambios o grados de

intensidad.

4. El manejo emocional es la habilidad para regular las propias emociones

para promover el crecimiento personal y de utilizar información

emocional para las interacciones sociales.

Desde el modelo “habilidad”, la inteligencia emocional se evalúa mediante

instrumentos heteroaplicados en los que se pretende medir de la manera más objetiva

posible la conducta considerada óptima en el desempeño en tareas emocionales. Se

parte del concepto de que la inteligencia emocional implica la resolución eficaz de

problemas emocionales y la solución de problemas mediante la utilización de

emociones.

La prueba más extendida y validada desde esta aproximación teórica es el Test

de Inteligencia Emocional de Mayer-Salovery-Caruso, Mayer-Salovery-Caruso

Emotional Intelligence Test (MSCEIT), versión 2.0, que evalúa las cuatro

“ramas”(branches) de la inteligencia emocional (S. P. Mayer J.D. 2012).. El MSCEIT

evalúa la inteligencia emocional como una aptitud, graduando las respuestas del sujeto

de manera dimensional, de mayor a menor habilidad. Las respuestas se comparan

mediante un programa informático con unos valores normalizados, obtenidas de su

aplicación a una amplia muestra representativa de la población general.

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Estudios que han comparado instrumentos de medida correspondientes al

modelo rasgo y el modelo habilidad (en concreto el MSCEIT y el WLEIS) concluyen

que difieren tanto que se puede considerar que no miden lo mismo (Branninck M.T.

2009).

Cabe destacar un tercer y último modelo, ideado por Goleman (D.Goleman

1995) para favorecer el éxito personal en el ámbito laboral. Este autor enfatiza el

concepto de que la inteligencia emocional es una competencia que se puede aprender.

Considera que el éxito personal se debe en un 80% a la inteligencia emocional y en un

20% al cociente de inteligencia.

Goleman propone cinco capacidades:

1. Autoconocimiento: conciencia de uno mismo y de los estados internos,

recursos e intuiciones. Conciencia emocional: reconocer las propias emociones y sus

efectos. Comprender los vínculos entre nuestras emociones y nuestro comportamiento.

Tener conocimiento consciente de nuestros valores y objetivos.

2. Autocontrol-autorregulación: control de los propios estados, impulsos y

recursos internos. Implica tener integridad, adaptabilidad y capacidad de innovación.

3. Automotivación: manejo de las tendencias emocionales que guían y

facilitan la consecución de los propios objetivos. Motivación de logro: esforzarse por

mejorar y crecer internamente. Compromiso. Optimismo.

4. Empatía: conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones

del otro. Darse cuenta de las necesidades de desarrollo de los demás. Conciencia

política. Orientación hacia el servicio.

5. Habilidades sociales: capacidad para inducir respuestas deseables en

otros. Saber dar y recibir información afectiva y efectivamente. Capacidad de

colaboración y cooperación. Sinergia. Liderazgo.

En el modelo de Goleman las evaluaciones se hacen mediante test de 360

grados.

2.3.2. TEST DE INTELIGENCIA EMOCIONAL DE MAYER-

SALOVERY-CARUSO (MSCEIT):

Uno de los temas más complejos ante un concepto como la inteligencia

emocional es ser capaces de desarrollar instrumentos de medida que realmente midan lo

que queremos medir. Actualmente disponemos de tres modalidades de evaluación,

correspondientes a cada uno de los tres modelos teóricos de la inteligencia emocional:

las medidas de habilidad, los test auto-aplicados y las medidas de 360 grados.

El Mayer-Salovery-Caruso Emotional Intelligence Test (MSCEIT) es la

herramienta más aceptada para la evaluación de la inteligencia emocional. Se

corresponde con el modelo teórico de habilidad. Ha sido testada y validada en más de

2000 sujetos sanos. Mayer y cols. desarrollaron este test a partir de estudios de análisis

factorial realizados en sujetos sanos. Diseñaron un instrumento de evaluación de la

inteligencia emocional constituida por 4 ramas (branches) de habilidades:

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1. Percepción, apreciación y expresión de emociones

2. Facilitación emocional del pensamiento

3. Comprensión, análisis y utilización del conocimiento emocional

4. Regulación reflexiva de las emociones para promover el desarrollo

emocional e intelectual (manejo emocional).

Cada una de estas ramas se divide en dos sub-test y la evaluación de cada uno de

ellos se basa en el desempeño en la resolución de problemas que requieren habilidades

emocionales. La rama 1, Percepción emocional, incluye la identificación de emociones

en expresiones faciales y dibujos abstractos, la rama 2, Facilitación emocional, incluye

ítems que evalúan cómo algunas emociones facilitan el razonamiento y la comparación

de las emociones con sensaciones, la rama 3, Comprensión emocional, comprende una

sub-escala de combinar emociones y otra de entender cómo cambian y evolucionan, y la

última rama, Manejo emocional, en la que se pide que el sujeto valore cuál sería la

mejor manera de manejar las propias emociones y en situaciones interpersonales.

Consta de un total de 141 ítems, que se responden en base a una escala Likert del 1(en

absoluto) a 5 (mucho).

Los creadores de la escala proponen asimismo una estructura bifactorial de la

escala, que comprime las cuatro ramas en dos factores: Área Experiencial, que

comprende las dos primeras ramas, y Área Estratégica, que comprende las dos últimas

(Mayer JD 2003). En cualquier caso, los autores recomiendan emplear la puntuación

total del MSCEIT como medida multidimensional de la inteligencia emocional (S. P.

Mayer J.D. 2012).

El MSCEIT es el primer test que se diseñó para medir la inteligencia emociona-

habilidad. En su primera versión, en el año 2000, se denominaba Multifactor Emotional

Intelligence Scale, MEIS. Desde entonces ha sido revisado en varias ocasiones hasta la

estructura actual. La versión 2.0 del MSCEIT ha sido traducida y validada para

población española en una muestra de 946 sujetos sanos con buenos resultados en

cuanto a su fiabilidad y consistencia interna (Extremera N. 2006, Fernández-Berrocal

P. 2006). La muestra constaba de 426 varones y 520 mujeres con edades entre los 16 y

los 58 años. Como objetivos secundarios en este estudio analizaron posibles

correlaciones del MSCEIT con edad y sexo. Encontraron que las mujeres españolas

puntuaban más alto tanto en la escala global como en las cuatro ramas, y que las

puntuaciones en el MSCEIT mejoraban con la edad.

La inteligencia emocional (medida mediante MSCEIT) se ha relacionado con el

éxito académico, laboral y social de personas sanas, tras controlar variables como los

rasgos de personalidad y la inteligencia general (Gil-Olarte Márquez P. 2006) (Mestre

J.M. 2006) (Brackett M.A. 2006) (Lopes P.N. 2004).

Los esfuerzos de los investigadores por validar el MSCEIT para la evaluación de

la cognición social en la esquizofrenia, un estudio ha examinado la relación entre el

desempeño en el MSCEIT y la morfología de la sustancia gris cerebral en pacientes con

esquizofrenia en fases iniciales. Mediante pruebas de imagen se ha detectado que los

pacientes con peores puntuaciones en el MSCEIT presentan menor densidad en la

sustancia gris del giro parahipocampal y el cingulado posterior (Wojtalik J.A. 2013),

estructuras que se sabe están implicadas en el procesamiento de emociones.

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Hasta la aprobación del MSCEIT para su aplicación a personas con

esquizofrenia había limitaciones para la investigación de la cognición social y sus

déficits, por lo que el National Institute of Mental Health (NIMH) creó el comité

Measurement and Treatment Research to Improve Cognition in Schizophrenia

(MATRICS) para desarrollar una batería estandarizada para la evaluación de los

cambios cognitivos en los ensayos clínicos con esquizofrénicos.

Tras evaluar más de 90 test, los expertos del comité decidieron incluir el

MSCEIT (en concreto, la sub-escala de manejo emocional) entre los 10 test

seleccionados para la batería cognitiva de consenso, MATRICS Consensus Cognitive

Battery (MCCB), por su alta correlación con la funcionalidad del paciente (August S.M.

2012) (G. M.-G. Nuechterlein K.H. 2008). La sub-escala de manejo emocional del

MSCEIT es la única medición de la cognición social incluida en esta batería. Aunque la

MCCB fue desarrollada para ser aplicada en esquizofrenia, se considera válida también

para detectar déficits cognitivos en el trastorno bipolar (G. T. Burdick K.E. 2011)

(Yatham L.N. 2010).

En las investigaciones que lo han aplicado a sujetos que padecen esquizofrenia,

el MSCEIT ha mostrado buenas propiedades psicométricas, validez y consistencia

interna para dicha población (G. M.-G. Nuechterlein K.H. 2008) (H. W. Kee K.S. 2009)

(G. C.-G. Eack S.M. 2010), por lo que se considera un test válido para estudiar esta

patología. Tiene la ventaja de que estudia el procesamiento emocional de una manera

amplia y multidimensional, además de mostrar buena correlación con la funcionalidad

del paciente.

En los últimos años contadas investigaciones han aplicado el MSCEIT para

evaluar la inteligencia emocional de personas con esquizofrenia (Dawson S. 2012)(Lin

Y. 2012) (Eack SM 2010) (Kee K.S. 2009) (Brotheridge 2006). Algunos comparan una

muestra de pacientes con controles sanos (H. W. Kee K.S. 2009) y otros directamente

comparan una población clínica con las puntuaciones normalizadas (Eack SM 2010).

Kee y colaboradores (Kee KS 2009) fueron los primeros en aplicar el MSCEIT

completo en esquizofrenia, ya que estudios previos se limitaban a la rama de manejo de

emociones. Compararon las puntuaciones en la escala completa y sus cuatro ramas de

una muestra de 50 pacientes con esquizofrenia versus 39 sujetos sanos, y exploraron

posibles correlaciones con síntomas y funcionamiento en la comunidad.

Los pacientes con esquizofrenia obtuvieron puntuaciones significativamente más

bajas en el MSCEIT total. Al analizar por separado las cuatro ramas del test, las

puntuaciones del grupo con esquizofrenia eran peores tan sólo en 3 de las 4 ramas de la

prueba: identificar, comprender y manejar emociones. Las puntuaciones peores

correlacionaron con síntomas de desorganización y negativos. Encontraron que

puntuaciones más altas en el MSCEIT total correlacionaban con mejores capacidades

para el autocuidado y para vivir independiente, y determinadas ramas del test con la

productividad laboral, relaciones familiares y ajuste psicosocial. En sus conclusiones

afirman que el MSCEIT es una buena prueba para evaluar la inteligencia emocional en

personas con esquizofrenia.

Eack y colaboradores (Eack SM 2010) estudiaron una muestra de 64 pacientes

ambulatorios con esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo y trastorno esquizofreniforme

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en fases tempranas de la enfermedad, sin grupo control. Los pacientes puntuaron

significativamente más bajo en el MSCEIT y además estas puntuaciones mostraron una

correlación positiva con estimaciones del funcionamiento social medidas con la Social

Adjustment Scale. Sin embargo, la correlación resultaba menos sólida con las medidas

objetivas de resultado funcional.

Este estudio confirma también las buenas propiedades psicométricas del

MSCEIT para evaluar los componentes emocionales de la cognición social en esta

población. Consideran que entre sus puntos fuertes destacan la alta validez interna y

fiabilidad para detectar déficits en la cognición social en esquizofrénicos. Además, la

escasa correlación con las medidas de funcionamiento neurocognitivo y de

psicopatología indican que el MSCEIT es capaz de valorar capacidades socio-cognitivas

independientes del estado neurocognitivo y clínico de los pacientes.

Dawson y colaboradores (Dawson S. 2012) compararon 20 pacientes con

esquizofrenia con 20 controles sanos para estudiar las relaciones entre la inteligencia

emocional (valorada mediante el MSCEIT), neurocognición (inteligencia premórbida

estimada mediante el National Adult Reading Test, NART, y funcionamiento

neurocognitivo actual medido con el Brief Assessment of Cognition in Schizophrenia) y

funcionamiento social (Social Functioning Scala, SFS). Los enfermos presentaron

peores puntuaciones en todas las ramas del MSCEIT, de manera más significativa en la

rama 3. Encuentran asimismo que peores puntuaciones en inteligencia emocional se

asocian a peor funcionamiento social.

Dos investigaciones han realizado un análisis factorial del MSCEIT (Lin Y.

2012) (Eack SM 2010) (P. M. Eack S.M. 2009) con similares resultados. Hallaron que

en población con esquizofrénico el MSCEIT se ajustaba a un modelo de dos factores en

lugar de las cuatro ramas del test. Mayer y colaboradores ya describieron un modelo de

dos factores en población sana (Mayer JD 2003), pero diferente. El modelo de dos

factores descrito por el grupo de Mayer y colaboradores consistía en un factor

experiencial, que incluye las ramas de percepción emocional (rama 1) y facilitación

(rama 3), y otro estratégico, que agrupa el manejo y la comprensión emocional. En

cambio, el modelo de dos factores descrito para pacientes psiquiátricos diferencia dos

factores diferentes: un factor que incluye percepción emocional (rama 1) y compresión

(rama 2), y otro que contiene facilitación emocional (rama 3) y manejo de emociones

(rama 4). La pregunta que se plantea tras estos hallazgos es si con la enfermedad mental

la inteligencia emocional no sólo se merma, sino que se modifica estructuralmente. Otra

duda es si estamos midiendo lo que realmente queremos medir, o si el problema es que

el MSCEIT no es adecuado para pacientes psiquiátricos.

Hasta nuestro conocimiento, ningún estudio ha aplicado el MSCEIT completo en

trastorno bipolar. Los pacientes bipolares han obtenido puntuaciones dentro de la

normalidad en los dos únicos estudios publicados en los que se les aplica el MSCEIT

(G. T. Burdick K.E. 2011) (Lee J. 2013), pero sólo aplican la rama de manejo

emocional del test.

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3.JUSTIFICACIÓN, HIPÓTESIS Y OBJETIVOS:

3.1.JUSTIFICACIÓN:

Los dos trastornos mentales severos por excelencia, la esquizofrenia y el

trastorno bipolar, han sido históricamente cuestionados como entidades diferenciadas

debido a los puntos en común entre ellos. Ambas presentan alteraciones en las

funciones cognitivas, si bien, hasta fechas recientes, la investigación se había centrado

en las tareas neuro-cognitivas, siendo el interés por el estudio de la cognición social un

tema mucho más novedoso. En esta línea, la inteligencia emocional se ha ido

posicionando como un componente crítico de la cognición social, puesto que incluye

aspectos de la cognición que resultan imprescindibles para las relaciones interpersonales

y el funcionamiento en sociedad.

La inteligencia emocional comprende aquellas habilidades que nos permiten

reconocer emociones en uno mismo y en los demás, entender su origen, evolución y

cambios, así como ser capaces de aplicar estos conocimientos al razonamiento y la

conducta. La inteligencia emocional como concepto ha probado ampliamente su utilidad

y validez en población sana, y cada vez más evidencias confirman que lo es también

para población afectada de trastornos mentales severos como la esquizofrenia y el

trastorno bipolar (Dawson S. 2012).

En sujetos sanos, se ha observado que las puntuaciones más elevadas en

inteligencia emocional se asocian con un mejor desempeño social, menor riesgo de

conductas agresivas y menores tasas de abuso de tabaco y alcohol.

Muchas de las personas que padecen un trastorno mental severo sufren un

importante deterioro del funcionamiento psicosocial que incluye dificultades para

relacionarse con los demás, aislamiento social, problemas para acceder y/o mantenerse

en el mercado laboral, incapacidad para establecer relaciones de pareja y formar familia

propia, mantenimiento de la dependencia económica de la familia de origen, etc. Estas

dificultades no se justifican por completo por la presencia de sintomatología positiva,

negativa o afectiva, y persisten más allá de la estabilización clínica. Evidencias

crecientes relacionan este deterioro funcional con los déficits en la cognición social en

general y la inteligencia emocional en particular.

En esta investigación partimos de la hipótesis de que los trastornos mentales

severos conllevan un deterioro de las funciones neuro y socio-cognitivas, pero que su

manifestación es diferente en la esquizofrenia y el trastorno bipolar, como entidades

patológicas diferenciadas que son. En la literatura disponemos de comparaciones neuro-

cognitivas entre esquizofrénicos y bipolares que confirman diferencias al menos

cuantitativas entre ambas entidades, pero las diferencias en el funcionamiento socio-

cognitivo no se han investigado con la misma intensidad hasta el momento.

La literatura previa perfila un patrón de la esquizofrenia con mayor afectación

socio que neuro-cognitiva y el perfil inverso para el trastorno bipolar (Lee J. 2013). Son

contados los estudios que comparan la inteligencia emocional entre ambas patologías y

los publicados hasta la fecha han empleado solamente la rama de manejo emocional del

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MSCEIT. Ninguna investigación hasta el momento había aplicado el MSCEIT

completo, con sus cuatro ramas, a sujetos con trastorno bipolar.

Esta investigación, por tanto, es la primera en:

Aplicar el MSCEIT completo a pacientes con trastorno bipolar.

Comparar el desempeño en el MSCEIT completo de pacientes con

esquizofrenia versus trastorno bipolar.

Comparar la evolución del desempeño en el MSCEIT en dos momentos

evolutivos diferentes de la esquizofrenia.

Correlacionar lo anterior con variables psicopatológicas (síntomas

negativos, positivos, psicopatología general, depresión y manía), neuro-

cognitivas (test de inteligencia general y funciones ejecutivas),

funcionales (independencia económica, situación laboral, convivencia) y

de calidad de vida (QLS).

Las funciones neuro-cognitivas las evaluamos mediante un test de inteligencia

(WAIS-IV) y dos pruebas ampliamente validades para evaluar las funciones ejecutivas,

el Test del Trazo (TMT) y la Copia de la Figura Compleja de Rey. Las amplias baterías

neuro-cognitivas que se emplean en las evaluaciones individuales de pacientes no

resultan operativas para la investigación clínica en esquizofrenia (G. T. Keefe R.S.

2004), por lo que actualmente se recomiendan baterías de test más eficientes. En este

sentido, para la evaluación del funcionamiento cognitivo general se recomienda la

medición del CI total mediante test de inteligencia como el Wechsler Adult Intelligence

Scale (WAIS), que aporta una estimación global de las habilidades cognitivas del sujeto

y además permite contextualizar otros resultados (A.Reicherberg 2010).

En lo que respecta a las tareas cognitivas específicas, el comité del MATRICS

(G. M.-G. Nuechterlein K.H. 2008) recomienda evaluar siete: velocidad de

procesamiento, atención/vigilancia, memoria de trabajo, aprendizaje verbal, aprendizaje

visual, funciones ejecutivas y cognición social. En este estudio nos centraremos en las

dos últimas por su novedad y creciente interés en la investigación.

Para medir la inteligencia emocional, hemos seleccionado el MSCEIT, ser el

instrumento más extendido, objetivo y validado, que ha sido aprobado para su

aplicación tanto en esquizofrenia como en trastorno bipolar, y validado para población

española. De hecho, el comité MATRICS recomienda utilizar la sub-escala de manejo

emocional del MSCEIT (O. B. Green M.F. 2005) para evaluar la cognición social en la

esquizofrenia.

En esta investigación hemos elegido el modelo “habilidad” de la inteligencia

emocional porque se ven menos influidos por la personalidad y el estado emocional

subjetivo, y porque se miden “habilidades”, que podrían modificarse mediante una

intervención específica, lo que en último término es el objetivo de este proyecto

(Roberts R.D. 2006) (S. P. Brackett M.A. 2006).

Si bien el comité MATRICS considera que la rama de manejo emocional del

MSCEIT es suficiente para estimar el funcionamiento socio-cognitivo, los autores de la

escala recomiendan aplicar el test completo porque aporta una valoración

multidimensional más amplia.

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La literatura previa indica que los pacientes con esquizofrenia muestran peores

puntuaciones en el MSCEIT (H. W. Kee K.S. 2009) (Eack SM 2010) (Lin Y. 2012) y

que el procesamiento de emociones se deteriora con el curso de la enfermedad (Savla

G.N. 2013).

En la búsqueda bibliográfica realizada, no existe ninguna referencia con los

campos MSCEIT y trastorno bipolar. Hasta nuestro conocimiento ninguna investigación

ha comparado el desempeño en el MSCEIT completo en esquizofrenia vs trastorno

bipolar. En los dos únicos estudios encontrados a los que se aplica el MSCEIT a

pacientes bipolares, se emplea sólo la rama de manejo emocional, en la que los

bipolares obtienen puntuaciones dentro de la normalidad (G. T. Burdick K.E. 2011)

(Lee J. 2013).

El meta-análisis más recientemente publicado sobre la disfunción socio-

cognitiva en el trastorno bipolar (Samamé C. 2015), advierte de la necesidad de

investigar la posible influencia del estado clínico y neurocognitivo sobre el desempeño

de los pacientes bipolares en tareas de la cognición social. En este sentido, el MSCEIT

se considera una herramienta capaz de discriminar los déficits específicamente socio-

cognitivos de los secundarios a alteraciones neuro-cognitivas y psicopatológicas (Eack

SM 2010).

Posteriormente al diseño y recogida de datos de nuestro estudio, se ha publicado

una investigación (Tabak N.T. 2015) que compara la inteligencia emocional de 35

pacientes con esquizofrenia, 38 pacientes con trastorno bipolar y 35 controles sanos. A

diferencia de nuestro estudio, la comparación se ha realizado aplicando el Trait Meta-

Mood Scale (TMMS), un test auto-administrado desarrollado por el grupo de Mayer en

1995, que con el avance de los conocimientos fue sustituido por el MSCEIT. Sus

resultados muestran que tanto los esquizofrénicos como los bipolares obtienen peores

puntuaciones en la medición de la inteligencia emocional en comparación con los sanos,

sin diferencias significativas entre ambas patologías. Los pacientes con mejores

puntuaciones en el TMMS tenían, además, mejor funcionamiento psicosocial.

El objetivo de esta tesis es comparar la inteligencia emocional en personas con

esquizofrenia y personas con trastorno bipolar, y dos momentos evolutivos dentro de la

primera, así como analizar posibles correlaciones con variables neuro-cognitivas,

clínicas, funcionales y de calidad de vida.

El presente estudio pretende responder a las siguientes cuestiones:

1. ¿Existen diferencias en los aspectos de la cognición social incluidos en el

concepto de inteligencia emocional medida mediante el MSCEIT entre la

esquizofrenia y el trastorno bipolar?

2. ¿Varía la inteligencia emocional en función de los años de evolución de

la esquizofrenia?

3. ¿La inteligencia emocional se relaciona con el funcionamiento

neurocognitivo en estos trastornos mentales severos?

4. ¿La inteligencia emocional se relaciona con la sintomatología clínica en

estas patologías?

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3.2.HIPÓTESIS:

La esquizofrenia y el trastorno bipolar presentan déficits en las habilidades

cognitivas denominadas inteligencia emocional, que son más acusadas en la primera.

Con la evolución de la esquizofrenia, estas habilidades tienden al deterioro como

resultado del propio proceso patológico y de otros factores.

3.3.OBJETIVOS:

1. Comparar la inteligencia emocional en pacientes con esquizofrenia versus

pacientes con trastorno bipolar.

2. Comparar la inteligencia emocional en pacientes con esquizofrenia en dos

momentos evolutivos diferentes.

3. Explorar posibles factores relacionados con la inteligencia emocional en estos

trastornos mentales severos: sintomatología, funciones ejecutivas,

funcionamiento cognitivo global, calidad de vida y funcionamiento psicosocial.

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4.MATERIAL Y MÉTODOS:

4.1.CONSIDERACIONES ÉTICAS:

Este proyecto fue aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica

del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid con

fecha 8 de abril de 2013. Véase Anexo II.

Todos los pacientes prestaron consentimiento informado por escrito para

participar en el estudio siendo competentes para ello.

Todos los datos han sido analizados respetando el anonimato de los

participantes.

4.2.PARTICIPANTES:

Se evaluaron un total de 75 pacientes (n=75) con trastorno mental grave.

Los participantes fueron reclutados a partir de los registros clínicos de la Unidad

de Hospitalización Breve, las Consultas Externas y el Hospital de Día de la Sección de

Psiquiatría del Hospital Universitario Infanta Leonor.

Se ofertó participar en el estudio a todos los pacientes que cumplían los criterios

de inclusión y en algún momento desde 2013 habían sido atendidos en alguno de estos

dispositivos o lo estaban siendo en la actualidad.

Se seleccionaron tres grupos de pacientes:

1. Esquizofrenia en fases iniciales de la enfermedad, con tiempo de evolución

máximo de 5 años (n=25)

2. Esquizofrenia de más de 5 años de evolución (n=24)

3. Trastorno bipolar tipo I estabilizados (n=26).

Para establecer los años de evolución de la esquizofrenia se consideró el tiempo

trascurrido desde el primer diagnóstico de trastorno psicótico (primer episodio

psicótico, trastorno psicótico no especificado, trastorno esquizofreniforme o

esquizofrenia), para tener un dato lo más objetivo posible del inicio del proceso

patológico y evitar la subjetividad e imprecisión que podía suponer el recuerdo del

paciente del inicio de sintomatología antes del diagnóstico.

El período de reclutamiento se extendió entre marzo de 2014 y marzo de 2015.

La finalización del mismo se fijó una vez completado el tamaño muestral de 25 ± 1

sujetos en cada uno de los tres grupos. El objetivo inicial era alcanzar una N total de

100, con al menos 30 sujetos por grupo para aumentar la potencia estadística del

estudio, pero no fue posible lograrlo por dificultades en el proceso de reclutamiento.

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Todos aquéllos pacientes que cumplían los criterios de inclusión del estudio

fueron entrevistados personal o telefónicamente por alguno de los miembros del equipo

de investigación para informarles sobre el estudio y solicitarles su participación.

La Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos del Eje I del DSM-IV se

aplicó a todos los participantes para confirmar el diagnóstico que motivaba la inclusión

en el estudio.

Criterios de inclusión:

Diagnóstico de esquizofrenia o trastorno bipolar tipo I.

Edad comprendida entre los 18 y los 75 años.

Suficientemente estables psicopatológicamente para ser evaluados.

Competentes para consentir su participación en el proyecto.

Criterios de exclusión:

Otros trastornos mentales del eje I del DSM-V.

Consumo activo de sustancias, excepto el tabaco.

Historia de retraso mental, enfermedad neurológica o condiciones

clínicas que pudieran afectar al desempeño cognitivo.

Todos los pacientes estaban recibiendo psicofármacos como tratamiento de su

trastorno mental.

Todos prestaron su consentimiento informado para participar en el estudio.

4.3.INSTRUMENTOS DE MEDIDA:

El protocolo de evaluación del estudio incluye los siguientes cuestionarios y

escalas que se exponen a continuación:

4.3.1.Cuestionario de datos socio-demográficos y clínico-asistenciales:

4.3.1.1. Variables socio-demográficas: fecha de nacimiento, sexo, estado civil,

país de origen, modalidad de convivencia, número de hijos, dependencia o

independencia económica respecto a familia de origen, número de años de educación,

situación laboral, historia laboral, número de hijos.

4.3.1.2.Variables clínico-asistenciales: Diagnóstico, antecedentes personales

psiquiátricos, consumo actual y pasado de sustancias, años trascurridos desde el

diagnóstico, años trascurridos desde el inicio de los síntomas, número total de episodios

y número total de hospitalizaciones psiquiátricas.

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4.3.2. Escalas de evaluación clínica:

4.3.2.1.Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos del Eje I del DSM-

IV-TR, versión para la investigación (Structured Clinical Interview for DSM-IV-TR Axis

I Disorders, Research Version, SCID-I-RV): se trata de una entrevista semi-

estructurada, con version official en castellano, orientada a realizar diagnósticos

psiquiátricos del eje I (First MB 1997). Se administró a todos los participantes para

confirmar el diagnóstico que suponía la inclusion en el estudio.

4.3.2.2.Escala Breve de Evaluación Psiquiátrica (Brief Psychiatric Rating Scale,

BPRS): desarrollada originalmente por Overall y Gorham (Overall J.E. 1962) para

realizar evaluaciones eficientes de los cambios clínicos. Actualmente es una escala de

uso habitual en investigación porque permite medir la gravedad de la sintomatología en

los días previos a la evaluación. Ha sido validada en español. Se administra mediante

entrevista semi-estructurada y se puntúa según los criterios definidos por los autores. La

versión original constaba de 16 ítems, si bien en este estudio hemos aplicado la version

más extendida actualmente, de 18 ítems, ampliada por Ventura y colaboradores

(Ventura J. s.f.). Cada ítem se puntúa del 0 al 4, siendo el 0 la ausencia del síntoma y el

4 la máxima gravedad posible. La puntuación total proviene de la suma de todos los

ítems. Los puntos de corte recomendados son:

0-9: ausencia de trastorno.

10-20: trastorno leve

≥21: trastorno grave

4.3.2.3.Escala para el Síndrome Positivo y Negativo de la Esquizofrenia

(Positive and Negative Syndrome Scale, PANSS) (Kay S.R. 1987): es la escala más

empleada para evaluar la psicopatología en esquizofrenia. Valora el trastorno tanto en

su gravedad como en sus diferentes manifestaciones clínicas (positiva, negativa y

psicopatología general). También categoriza el tipo de síndrome predominante

(positivo, negativo o mixto). Se aplica mediante entrevista semi-estructurada de unos

30-40 minutos de duración. Se compone de 30 ítems agrupados en 4 sub-escalas, cada

uno de los cuales se valora del 1 al 7 (siendo 1 la ausencia de síntoma y 7 la máxima

gravedad) según las definiciones y criterios proporcionados por los autores. Las sub-

escalas son:

Escala positiva (PANSS-P): 7 ítems

Escala negativa (PANSS-N): 7 ítems

Escala compuesta (PANSS-C): evalúa si predomina la

sintomatología negativa o positiva.

Psicopatología general (PANSS-P): 16 ítems que valoran la

presencia de otra sintomatología.

4.3.2.4.Escala de Young para la Evaluación de la Manía (Young Mania Rating

Scale, YMRS): (Young R.C. 1978) es una de las escalas de uso habitual para la

valoración de la intensidad de los estados maníacos. Está compuesta de 11 ítems que

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son puntuados por el clínico entre 0 (ausencia de síntomas) y 4 (máxima gravedad),

salvo en el caso de los ítems 5,6,8 y 9, que se puntúan entre 0 y 8. La puntuación global,

tras sumar las valoraciones de cada uno de los once ítems, se extiende en un rango entre

0 y 60. A mayor puntuación, mayor gravedad. Ha sido validada al castellano.

4.3.2.5.Escala de Hamilton para la Evaluación de la Depresión (Hamilton

Depression Rating Scale, HDRS): Diseñada por M.Hamilton en 1960 (M.Hamilton

1960), en la actualidad es la escala más habitual para valorar la psicopatología y la

gravedad de los síndromes depresivos. Existe versión al castellano. Consiste en 17 ítems

que se puntúan según las instrucciones hasta obtener una puntuación global que oscila

entre 0 y 52. SE obtiene así una valoración global de la gravedad del cuadro. Se pueden

emplear diferentes puntos de corte, entre los más habituales los de Bech (P.Bech 1996):

0-7: ausencia de depresión.

8-12: depresión menor.

13-17: gravedad intermedia entre depresión mayor y menor.

18-29: depresión mayor.

30-52: más grave que depresión mayor.

4.3.2.6.Escala de Impresión Clínica Global (Clinical Global Impression-

Severity, CGI-S): En este studio se ha aplicado tan solo la subescala de severidad, que

consiste en un único ítem que puntúa la gravedad del cuadro clínico presente desde el 0

(no evaluado) al 8 (máxima gravedad) en su versión heteroaplicada (W.Guy 1976).

4.3.3.Escala de evaluación de la inteligencia emocional:

Se eligió el Test de Inteligencia Emocional de Mayer-Salovey-Caruso (Mayer-

Salovery-Caruso Emotional Intelligence Test, MSCEIT), que es el test más extendido

para la evaluación de la inteligencia emocional en todo tipo de poblaciones. En personas

con esquizofrenia se considera que tiene una alta fiabilidad y validez, escasa

interferencia por los síntomas y que es estable a lo largo del desarrollo de la

enfermedad. El MSCEIT ha sido validado para población española.

Comprende 141 ítems agrupados en cuatro ramas que evalúan ocho habilidades

emocionales: Percepción emocional, Facilitación emocional, Comprensión emocional y

Manejo emocional. La primera rama, Percepción emocional, evalúa la habilidad para

percibir emociones en las caras y en dibujos; la segunda rama, Facilitación emocional,

mide con qué sensaciones están asociadas las emociones y cómo afectan al

razonamiento; la tercera rama, Comprensión de Emociones, mide la capacidad de

apreciar cambios entre emociones; y, por último, la cuarta rama, Manejo Emocional,

evalúa la habilidad para emplear las propias emociones en el proceso de toma de

decisiones.

El MSCEIT evalúa la inteligencia emocional como una aptitud, graduando las

respuestas del sujeto de manera dimensional, de mayor a menor habilidad. Puntuaciones

más altas implica mejores habilidades. Las puntuaciones se comparan con una escala

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normalizada desarrollada por los autores a partir de una amplia muestra representativa

de la población general, siendo la media 100 y la desviación típica 15 (P. J.D.Mayer

2003). Mayer, Salovery y Caruso proponen una puntuación de acuerdo a lo común que

es esa respuesta entre la población, es decir, si una persona elige una respuesta que ha

dado el 80% de los sujetos obtiene una puntuación de 80.

Los resultados de la aplicación de la prueba se desglosan en: puntuación total,

puntuaciones de área (dos áreas: experiencial y estratégica), puntuaciones de rama

(incluye las cuatro ramas: percepción, facilitación, comprensión y manejo emocional) y

puntuaciones de tarea (que comprenden ocho sub-ramas: caras, dibujos, facilitación,

sensaciones, cambios, combinaciones, manejo emocional y relaciones emocionales).

Las puntuaciones obtenidas en cada uno de estos apartados se traducen en el siguiente

rango de resultados: necesita mejorar (<70), aspecto a desarrollar (70-90), competente

(90-110), muy competente (110-130) y experto (>130). Hay otro sistema de corrección

propuesto por los autores, aunque recomiendan utilizar el anteriormente explicado. Este

segundo sistema de corrección se base en las respuestas dadas por un grupo de expertos,

pero es considerado menos fiable.

4.3.4. Instrumentos de evaluación neurocognitiva:

4.3.4.1.Escala de Inteligencia de Wechsler para adultos, 4ª edicación (Wechsler

Adult Intelligence Scale, fourth edition, WAIS-IV). El WAIS-IV ofrece cuatro índices:

comprensión verbal, razonamiento perceptivo, memoria de trabajo y velocidad de

procesamiento.

4.3.4.2.Test del Trazo (Trail Making Test, TMT) A y B: es una prueba

ampliamente validada para discriminar deterioro cognitivo en diversas poblaciones.

Forma parte de numerosas baterías neuropsicológicas. Fue ideada como parte del Army

Individual Test Battery (1944) (Adjuntant General´s Office 1944) y posteriormente

incorporada a la Batería Halstead-Reitan (Reitan R.M. 1985). Consta de dos partes: A y

B.

4.3.4.2.1.Parte A: consiste en una hoja en la que están impresos los números del

1 al 25, distribuidos al azar por el papel. El sujeto debe unir los números con una

línea recta, en orden consecutivo ascendentes, en el menor tiempo posible.

Evalúa habilidades motoras, visuo-espaciales, velocidad de procesamiento y

atención sostenida.

4.3.4.2.2.Parte B: consta de una hoja en la que se distribuyen al azar números del

1 al 13 y letras de la A a la L. El sujeto debe unir los caracteres por orden

ascendente y alfabético respectivamente, alternando cifras y letras. Añade la

evaluación de la flexibilidad mental y la atención dividida.

El tiempo empleado para la ejecución de la tarea se cronometra en segundos y se

compara con puntuaciones tipificadas.

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4.3.4.3.Test de la Figura Compleja de Rey: Creado por Rey A. y Osterrieth P.A.

en la década de 1940. Evalúa la capacidad para organizar y planificar estrategias para la

resolución de problemas, la capacidad visuoespacial y la memoria visual. Consiste en

solicitar al sujeto que copie una figura completa a mano, sin límite de tiempo.

Posteriormente, el sujeto, que no ha sido advertido, debe reproducir la figura sin ayuda

del modelo inmediatamente tras la primera copia y a los 30 minutos. La corrección se

realiza asignando una serie de puntos en función de la corrección con que ha sido

reproducido el dibujo, en una escala de rango 0 a 36 puntos. La puntuación media en

adultos se sitúa en los 32 puntos, siendo el percentil 10 los 19 puntos y el 90 los 35

puntos.

4.3.5.Escalas de calidad de vida y funcionalidad:

4.3.5.1.Escala de Calidad de Vida (Quality of Life Scale, QLS): Se desarrolló en

1984 (Heinrichs D.W. 1984) para evaluar la pérdida de funcionalidad derivada del

síndrome defectual esquizofrénico. Es una escala de uso extendido en investigación para

valorar la calidad de vida de los sujetos. Hay version en castellano. Se aplica mediante

entrevista semiestructurada en función de lo acontecido en las 4 semanas previas a la

evaluación. La escala contiene 21 ítems agrupados en 4 factores: funciones

intrapsíquicas (cognición, conación y afectividad), relaciones interpersonales

(experiencia interpersonal y social), rol instrumental (trabajo, estudio, deberes

parentales) y uso de objetos communes y actividades cotidianas. Cada uno de ellos se

puntuá del 0 al 6, siendo 0 la máxima disfunción y 6 la normalidad. A mayor

puntuación, mejor funcionamiento, puesto que no se han establecido puntos de corte.

4.3.5.2.Escala de Evaluación de la Actividad Global (EEAG): Es una revision de

la Global Assessment Scale (Endicott J. 1976), que permite al clínico puntuar el

funcionamiento global del paciente de 0 a 100, siendo 100 el funcionamiento excelente,

en base a las descripciones detalladas aportadas por el instrumento. Es una escala

ampliamente utilizada en la práctica clínica diaria. Se considera que existe discapacidad

si la puntuación supera los 50 puntos.

4.4.PROCEDIMIENTO DE EVALUACIÓN:

Los pacientes que cumplían los criterios de inclusión fueron contactados

personal o telefónicamente por uno de los investigadores para solicitar su participación

en el proyecto. Una vez los candidatos dieron su consentimiento informado verbal a

participar en el estudio, se fijó una primera entrevista para firmar el consentimiento

informado escrito y comenzar la evaluación.

La evaluación fue llevada a cabo de manera trasversal mediante entrevistas

individuales realizadas por una única psicóloga clínica adecuadamente capacitada para

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realizar los procedimientos del proyecto, previo consentimiento informado escrito por

parte del paciente.

Las entrevistas tuvieron lugar en las consultas médicas del hospital.

El número de entrevistas necesarias para completar la evaluación fue flexible en

función de las necesidades de cada participante. Siempre se buscó concertar el mínimo

número de sesiones posible. Los participantes completaron la evaluación en un mínimo

de 3 horas, repartidas en 2 sesiones, y un máximo de 9 horas, repartidas en seis

sesiones.

Una vez completada la evaluación a los participantes interesados se les entregó

un informe con un resumen de los resultados.

4.5.ANÁLISIS ESTADÍSTICO:

Para el análisis estadístico de los datos se utilizó el paquete estadístico Statistical

Package for the Social Sciences, SPSS, versión 23.

En primer lugar se extrajeron los estadísticos descriptivos y las frecuencias de

todas las variables estudiadas en la muestra de 75 sujetos y en los tres grupos

diferenciados por diagnóstico y tiempo de evolución.

Se exploró la normalidad de la distribución de las variables mediante el test de

Kormogorov-Smirnov con el fin de aplicar pruebas paramétricas si se cumplían los

criterios de normalidad y homogeneidad de la distribución de las varianzas.

En la mayoría de casos hubo que optar por pruebas no paramétricas, dado el

reducido tamaño muestral.

El nivel de significación se estableció en 0,05.

Se comenzó por comparar las puntuaciones obtenidas en las escalas MSCEIT,

WAIS, TMT-A y B, y prueba de la Copia de la Figura de Rey con las puntuaciones

normalizadas de población general. Para ello se empleó la t de Student para muestra

única en las variables que se ajustaban a los criterios paramétricos, y el test de Wilcoxon

de rangos signados cuando no se cumplían.

Posteriormente, se compararon todas las variables socio-demográficas y las

puntuaciones medias obtenidas en las escalas de evaluación en los tres grupos

establecidos en el proyecto (esquizofrenia de hasta 5 años de evolución, esquizofrenia

de más de 5 años de evolución y trastorno bipolar tipo I). Las comparaciones de

variables cuantitativas entre los tres grupos se realizaron mediante ANOVA de un factor

para los datos paramétricos y Kruskal-Wallis para muestras independientes para las

variables cuyos datos no cumplían los criterios de normalidad y homogeneidad de las

varianzas. La comparación de variables cualitativas se realizó mediante la prueba de

chi-cuadrado.

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Se compararon las medias de las puntuaciones en el MSCEIT entre los grupos de

bipolares y esquizofrénicos, y los dos grupos con esquizofrenia entre sí mediante la

prueba de Mann-Whitney.

Por otro lado, se analizaron las correlaciones bivariadas entre la puntuación

MSCEIT total de la muestra en su conjunto y cada uno de los tres grupos con las

diferentes escalas de evaluación aplicadas. Se empleó el coeficiente de correlación de

Pearson cuando se cumplían los criterios paramétricos y la Rho de Spearman cuando no

lo hacían, según el caso.

En las correlaciones lineales con coeficiente de correlación mayor de 0,3 y p

menor de 0,05 se completó el análisis estadístico con el cálculo de la regresión lineal

simple.

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47

5. RESULTADOS:

5.1. ESTADÍSTICOS DESCRIPTIVOS:

5.1.1.VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS:

En los próximos apartados se exponen los estadísticos descriptivos de las

siguientes variables socio-demográficas en la muestra en su conjunto y en cada uno de

los tres grupos definidos en este estudio (esquizofrenia de hasta 5 años de evolución,

esquizofrenia de más de 5 años y trastorno bipolar tipo I). Las variables cuantitativas se

describen mediante media ± desviación estándar, máximo y mínimo, y las cualitativas

con el porcentaje de la muestra y número de sujetos (n).

Se describen las siguientes variables:

Edad

Género

Estado civil

Nº de hijo propios

Nacionalidad

Historia laboral

Situación laboral actual

Situación de dependencia/independencia económica de familia de origen

Nivel educativo alcanzado

Modalidad de convivencia

Consumo actual y pasado de sustancias

Antecedentes personales psiquiátricos en el eje I y II del DSM-IV.

Años desde el inicio de los síntomas

Años desde el diagnóstico psiquiátrico

Número total de episodios del trastorno mental

Número total de hospitalizaciones psiquiátricas

5.1.1.1.DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA:

Se presentan en primer lugar los resultados estadísticos descriptivos obtenidos

de los 75 pacientes reclutados para el estudio.

La muestra (n=75) se compone de 26 pacientes con trastorno bipolar tipo I

estabilizados, 25 pacientes con psicosis de hasta 5 años de evolución y 24 con

esquizofrenia de más de 5 años de evolución.

La edad media es de 37,79 años con una desviación típica de 13,2, un máximo

de 73 y un mínimo de 18. En cuanto al género, el 50,7% (n=38) de la muestra son

varones y el 49,3% (n=37) mujeres.

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48

En relación al estado civil, el 46,7% (n=35) son solteros sin historia de pareja

estable, el 25,3% (n=19) solteros con antecedentes de pareja estable, el 13,3% (n=10)

casados o pareja de hecho, el 4% (n=3) viudos y otro 4% (n=3) re-emparejados. El 6,7%

(n=5) restante, declararon otras situaciones. Es decir, el 50,7% (n=38) no tenían historia

de pareja, el 38.7% (n=29) tenían pareja actual y el resto, un 10,7% (n=8) no tenían

pareja actual, pero sí antecedentes de haberla tenido.

El 80% de la muestra (n=60) no tenían hijos, el 5,3% (n=1) tenía un único hijo,

el 10,7% (n=8) tenían dos hijos y el 4% (n=3) tres hijos.

El 93,3% (n=70) eran españoles, un 4% (n=3) inmigrantes nacionalizados, un

1,3% (n=1) de Europa del Este y otras nacionalidades el restante 1,3% (n=1).

Respecto a la historia laboral, el 62,7% (n=47) habían trabajado con un contrato

estable, el 21,3% (n=16) habían tenido empleos esporádicos de duración inferior a 6

meses y el 16% (n=12) declaró no haber trabajado nunca.

La situación laboral en el momento de la evaluación es de desempleo en el 36%

(n=27), pensionista por incapacidad laboral permanente el 18,7% (n=14), activo

trabajando con contrato indefinido el 12% (n=9), con contrato temporal el 1,3% (n=1),

activo en situación de incapacidad laboral temporal el 4% (n=3), jubilados el 5,3%

(n=4) y otras situaciones el 17,3% (n=13).

Los resultados de la situación laboral se exponen en el siguiente gráfico:

Gráfico nº1. Situación laboral de los sujetos de la muestra.

Declaraban haber logrado la independencia económica de su familia de origen

en 53,3% (n=40), mientras que la mantenían el 44% (n=33). El 2,7% (n=2) restante

dieron respuestas no codificables.

El nivel educativo era titulado superior en el 9,3% (n=7), 1 a 3 años de

universidad o título medio en el 34,7% (n=32), 12 ó más años de escolaridad o

formación profesional en el 42,7% (n=32), 10 a 11 años de escolaridad en el 8% (n=6),

16% (n=12)

6,7% (n=5)

36% (n=27)

41,3% (n=31)

SITUACIÓN LABORAL

activo estable activo inestable inactivo pensionistas, jubilados

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49

7-9 años de escolaridad en el 2,7% (n=2) y menos de 7 años de escolaridad en el 2,7%

(n=2).

En cuanto a la modalidad de convivencia, los resultados se exponen en el

siguiente gráfico:

Gráfico nº2. Modalidad de convivencia de los sujetos de la muestra.

El 97,3% (n=73) negaron trastorno relacionado con sustancias en el momento de

la evaluación, mientras que 2 pacientes (2,7%) reconocía consumir. En cuanto al

consumo de sustancias en el pasado, el 50,7% (n=38) presentaban antecedentes

personales de consumo, frente al 49,3% (n=37) que no. En relación con las sustancias

consumidas en el pasado: el 10,6% (n=8) había consumido heroína, el 28% (n=21)

cocaína, el 9,3% (n=7) anfetaminas y derivados, el 6,6% (n=5) LSD y otros

alucinógenos, 37,3% (n=28) cannabis y 10,7% (n=8) drogas de diseño.

En cuanto a los antecedentes personales psiquiátricos, un único paciente refería

antecedentes personales de trastorno depresivo (1,3% de la muestra). El resto no

refirieron otros antecedentes personales de trastornos mentales del eje I distintos de los

que suponen el criterio de inclusión en el estudio (trastorno adaptativo, trastornos por

ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, trastorno por déficit de atención e

hiperactividad, trastorno conducta, trastorno obsesivo-compulsivo ni trastornos del

control de impulsos). Respecto al eje II, un 62,7% (n=47) referían haber sido

diagnosticados de trastorno de la personalidad en algún momento de su evolución.

Los pacientes llevaban de media 11,14±10,46 (0,54-54,57) años diagnosticados

y 12,69±10,93 (0,54-54,57) años desde el inicio de los síntomas. Había sufrido un total

de 3,16±2,9 (1-15) episodios del trastorno mental y 2,71±2,4 (0-10) ingresos en Unidad

de Hospitalización Psiquiátrica.

57,320

17,3

4,3

CONVIVENCIA

FAMILIA DE ORIGEN INDEPENDIZADO SIN FAMILIA PROPIA PAREJA Y/O HIJOS OTROS

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5.1.1.2.ESQUIZOFRENIA EN FASES INICIALES:

La muestra de pacientes con esquizofrenia de menos de 5 años de evolución la

componen 25 sujetos con una edad media es de 28,84 años, con un desviación estándar

10,48, un máximo de 55 años y un mínimo de 18 años. El 72% (n=18) son varones y el

28% (n=7) mujeres.

Todos ellos han sido diagnosticados de esquizofrenia: tipo paranoide en el 32%

(n=8), tipo desorganizado en el 32% (n=8), tipo catatónico el 4% (n=1), indiferenciado

el 8% (n=2). El restante 24% (n=6) tienen diagnóstico de esquizofrenia sin otra

especificación.

El 76% (n=19) está soltero y nunca ha tenido pareja estable, el 12% (n=3) no

tiene pareja actual pero la ha tenido en el pasado, un 8% (n=2) están casados y el

restante 4% (n=1) declara otro estado civil no recogido en el formulario.

El 96% (n=24) no tienen hijos. Un único paciente de este sub-grupo tenía un

hijo, lo que supone el 4% de la muestra.

Conviven con la familia de origen el 80% (n=20), el 12% (n=3) se han

independizado sin familia propia, el 4% (n=1) viven con su pareja y/o hijos y el restante

4% (n=1) otras modalidades de convivencia.

Son de nacionalidad española el 92% (n=23), el 4% (n=1) inmigrantes

nacionalizados hace más de 10 años y otras procedencias el 4% (n=1).

En relación con el nivel educativo, el 8% (n=2) poseen una titulación superior, el

24% (n=6) una titulación media, el 52% (n=13) ha estudiado 12 o más años, el 8%

(n=2) concluyó de 10 a 11 años de escolarización y otro 8% (n=2) estuvo menos de 7

años escolarizado.

El 32% (n=8) nunca ha trabajado, frente al 24% (n=6) que ha tenido trabajos

esporádicos y un 44% (n=11) que ha llegado a tener empleo estable.

Respecto a la situación laboral presente, el 48% (n=12) se encuentra en situación

de desempleo, un 8% (n=2) activos en situación de incapacidad laboral temporal, un 8%

(n=2) trabajan por cuenta propia, el 8% pensionistas por incapacidad laboral

permanente y el restante 28% (n=7) declaran otras situaciones.

El 68% (n=17) mantenía dependencia económica de los padres, frente al 28%

(n=7) que habían logrado independizarse y un 4% (n=1) restante que no se consideró

incluido en ninguna de las dos opciones.

Un único sujeto, que supone un 4% de la muestra, refirió trastorno relacionado

con sustancias en el momento de la evaluación. El 48% (n=12) de los sujetos es

fumador, un 20% (n=5) reconoce consumir alcohol y otro 4% (n=1) cannabis.

En el pasado habían consumido alcohol el 72% (n=18) de la muestra, cannabis

un 44% (n=11), cocaína el 24% (n=6), drogas de diseño un 12% (n=3), heroína y

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opiáceos el 8% (n=2), anfetaminas y derivados otro 8% (n=2) y LSD y otros

alucinógenos el 4% (n=1).

No se refieren otros antecedentes psiquiátricos del eje I. El 52% (n=13) tenían

diagnóstico previo de trastorno de personalidad en el eje II.

Los pacientes llevaban de media 3.07±3,11 (0,54-16,55) años desde el inicio de

los síntomas y 2,86±1,49 (0,54-5,54) años desde que fueron diagnosticados. Había

sufrido un total de 1,64±1,22 (1-5) episodios del trastorno mental y 1,56±1,36 (1-7)

ingresos en Unidad de Hospitalización Psiquiátrica.

5.1.1.3.ESQUIZOFRENIA DE MÁS DE 5 AÑOS DE EVOLUCIÓN:

La muestra de pacientes con esquizofrenia desde hace más de 5 años la

componen 24 sujetos con una edad media es de 41,40 años, con una desviación estándar

9,6, un máximo de 60 años y un mínimo de 21 años. El 50% (n=12) son varones y el

50% (n=12) mujeres.

La esquizofrenia es de tipo paranoide en el 62,5% (n=15), tipo desorganizado en

el 12,5% (n=3), tipo catatónico el 8,3% (n=2), indiferenciado el 8,3% (n=2). El restante

8,3% (n=2) tienen diagnóstico de esquizofrenia sin otra especificación.

El 41,7% (n=10) ni tiene ni ha tenido pareja estable, el 33,3% (n=8) está soltero

en la actualidad pero ha tenido pareja estable en el pasado, un 12,5% (n=3) están

casados, un 8,3% (n=2) re-emparejados y el 4,2% (n=1) restante declaran otro estado

civil.

El 83,3% (n=20) no tienen hijos,8,3% (n=2) tienen un único hijo, 4,2% (n=1)

tiene dos hijos y otro 4,2% (n=1) tres hijos.

Conviven con la familia de origen el 54,2% (n=13), independientes sin familia

propia el 29,2% (n=7), con pareja y/o hijos el 8,3% (n=2) y otros 8,4% (n=2).

Son de origen nacional el 95,8% (n=23), y el 4,2% (n=1) inmigrantes

nacionalizados hace más de 10 años.

En relación con el nivel educativo, el 8,3% (n=2) poseen una titulación superior,

el 25% (n=6) una titulación media, el 58,3% (n=14) ha estudiado 12 o más años, el

4,2% (n=1) concluyó de 10 a 11 años de escolarización y otro 4,2% (n=1) estudió de 7 a

9 años.

El 79,2% (n=19) ha tenido en su historia laboral empleos estables, frente a un

16,7% (n=4) que sólo han logrado empleos temporales y un 4,2% (n=1) que nunca ha

trabajado.

La situación laboral actual era de desempleo en un 29,2% (n=7), pensionista por

incapacidad laboral permanente un 25% (n=6), activos con contrato indefinido un

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52

20,8% (n=5), activos en situación de incapacidad laboral temporal un 4,2% (n=1),

autónomos otro 4,2% (n=1), jubilados el 8,3% (n=2) y otras situaciones laborales el

restante 8,3% (n=2).

El 66,7% (n=16) había logrado independencia económica de los padres, frente al

33,3% (n=8) aún dependientes.

Un único sujeto, que supone un 4,2% de la muestra, reconoce presentar un

trastorno relacionado con sustancias en el momento de la evaluación. El 50% (n=12) de

los sujetos es fumador y un 20,8% (n=5) refiere consumo de alcohol. Ninguno refiere

consumo de cannabis ni otras drogas de abuso.

En el pasado habían consumido alcohol un 45,8% (n=13) de los pacientes,

cocaína el 29,2% (n=7), cannabis el 25% (n=6), un 4,2% (n=1) drogas de diseño, otro

4,2% heroína y opiáceos el 4,2% (n=1), así como LSD y alucinógenos otro 4,2% (n=1).

No refirieron otros antecedentes psiquiátricos personales de trastornos del eje I.

Un 70,8% (n=17) de la muestra refirieron antecedentes de diagnóstico de trastorno de la

personalidad.

Los pacientes llevaban de media 16,97±7,55 (5,54-37,56) años diagnosticados y

18,18±7,81 (5,54-37,56) años desde el inicio de los síntomas. Había sufrido un total de

4,63±3,84 (1-15) episodios del trastorno mental y 3,71±3,04 (0-10) ingresos en Unidad

de Hospitalización Psiquiátrica.

5.1.1.4.TRASTORNO BIPOLAR:

La muestra de sujetos con trastorno bipolar tipo I estabilizados la componen 26

sujetos. La edad media es de 43,06 años, con un desviación estándar 14,31, un máximo

de 73 años y un mínimo de 20 años. El 30,8% (n=8) son varones y el 69,2% restante

(n=18) mujeres.

El diagnóstico principal era trastorno bipolar era tipo I en el 100% de la muestra,

actualmente estabilizados.

En el siguiente gráfico se representan los porcentajes de las especificaciones

diagnósticas.

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53

Gráfico nº3. Especificaciones diagnósticas en el grupo de trastorno bipolar.

El 23,1% (n=6) está soltero y no ha tenido pareja estable, el 30,8% (n=6) no

tiene pareja actual pero la ha tenido en el pasado, un 19,2% (n=5) está casado, 11,5%

(n=3) son viudos sin pareja actual, un 3,8% (n=1) re-emparejados y el restante 11,5%

(n=3) declaran otras situaciones distintas a las descritas.

El 61,5% (n=16) no tienen hijos. El 3,8% (n=1) tienen un único hijo, el 26,9%

(n=7) tienen dos y el 7,7% (n=2) tienen tres hijos.

Conviven con familia de origen el 38,5% (n=10), con familia propia otro 38,5%

(n=10), independizados sin pareja ni hijos el 19,2% (n=5) y otras modalidades de

convivencia el 3,8% (n=1).

El 92,3% (n=24) eran de origen nacional, un 3,8% (n=1) de Europa del Este y

otro 3,8% (n=1) inmigrante nacionalizado hace más de 10 años.

En relación con el nivel educativo, el 11,5% (n=3) posee una titulación superior,

el 53,8% (n=14) una titulación media, el 19,2% (n=5) ha estudiado 12 o más años, el

11,5% (n=3) concluyó de 10 a 11 años de escolarización y el 3,8% restante (n=1) estuvo

menos de 7 años escolarizado.

El 65,4% (n=17) tenía una historia laboral estable, un 23,1% (n=6) tan sólo

había desarrollado trabajos esporádicos y el 11,5% (n=3) nunca había trabajado.

Respecto a la situación laboral presente, el 15,4% (n=4) se encuentra en activo

con contrato indefinido, el 3,8% (n=1) activo con contrato temporal, otro 3,8% (n=1)

son autónomos, el 30,8% (n=8) desempleados, un 23,1% (n=6) pensionistas por

incapacidad laboral permanente y 7,7% (n=2) jubilados.

MANÍACO30%

DEPRESIVO26%

MIXTO25%

HIPOMANÍACO15%

EP.MANÍACO ÚNICO

4%

T. BIPOLAR TIPO I: EPISODIO MÁS RECIENTE

MANÍACO DEPRESIVO MIXTO HIPOMANÍACO EP.MANÍACO ÚNICO

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54

El 30,8% (n=8) reconocía seguir dependiendo económicamente de sus padres,

mientras que el 65,4% (n=17) eran independientes. El restante 3,8% (n=1) no se

consideró incluido en ninguna de las dos posibilidades.

Entre los antecedentes personales psiquiátricos, un paciente tenía antecedentes

de diagnóstico trastorno depresivo unipolar y dos pacientes (7,7%) de trastorno

psicótico.

Ningún sujeto refirió trastorno relacionado con sustancias en el momento de la

evaluación. El 53,8% (n=14) de los sujetos es fumador y un 11,5% (n=3) reconoce

consumir alcohol. Ninguno refiere consumir actualmente cannabis ni otras drogas de

abuso.

En el pasado había tenido problemas por consumo de alcohol el 50% (n=13) de

la muestra, cannabis un 42,3% (n=11), cocaína el 30,8% (n=8), heroína y opiáceos el

19,2% (n=5), anfetaminas y derivados el 19,2% (n=5), drogas de diseño el 15,4% (n=4),

LSD y alucinógenos el 11,5% (n=3), hipnóticos o benzodiazepinas el 7,7% (n=2) y

otras sustancias el 7,7% (n=2).

Un 65,4% (n=17) habían recibido diagnóstico de trastorno de la personalidad en

el eje II.

Los pacientes llevaban de media 14,31±12,41 (1,28-54,57) años diagnosticados

y 17,09±12,24 (1,54-54,57) años desde el inicio de los síntomas. Había sufrido un total

de 3,27±2,36 (1-10) episodios del trastorno mental y 2,88±2,20 (1-10) ingresos en

Unidad de Hospitalización Psiquiátrica.

5.1.2.VARIABLES CLÍNICAS:

En las siguientes tablas se detallan las puntuaciones obtenidas por la muestra

considerada como un conjunto y por cada uno de los tres grupos en cada una de las

escalas aplicadas en el protocolo de evaluación. Se exponen los resultados como media

± desviación estándar de las puntuaciones cuantitativas, o porcentaje y número de

sujetos en las variables categóricas.

Se describen los resultados obtenidos en las siguientes escalas de evaluación:

5.1.2.1.Escalas clínicas: Escala breve de evaluación psiquiátrica (BPRS), Escala

para el Síndrome Positivo y Negativo de la Esquizofrenia (PANSS) positiva y

negativa, Escala de Manía de Young (YMRS) y Escala de Depresión de

Hamilton (HDRS) y EEAG.

5.1.2.2.Escala de inteligencia emocional: MSCEIT.

5.1.2.3.Escalas de evaluación neuro-cognitiva: WAIS-IV, Test del Trazo (TMT)

A y B, y Test de la Copia de la Figura Compleja de Rey.

5.1.2.4.Escalas de calidad de vida y funcionalidad: QLS y EEAG.

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55

5.1.2.1.Escalas clínicas:

En la Escala Breve de Evaluación Psiquiátrica la media de la muestra se

situó por encima del punto de corte a partir del cual se considera un trastorno grave,

fijado en ≥ 21 puntos. Se trata de un instrumento que valora la gravedad de los síntomas

en los días previos a la evaluación. Observamos que tan sólo el grupo de esquizofrenia

de mayor evolución tiene una media por debajo de esta puntuación, lo que refleja que

estos pacientes estaban más estables clínicamente, mientras que el grupo de bipolares es

el que puntúa más elevado, indicando una mayor gravedad sintomática.

Tabla nº1. Puntuación en la Escala Breve de Evaluación Psiquiátrica (BPRS).

Puntuación

BPRS

Grupo completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

de > 5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

Total 22,47 ± 18,76 21,08 ± 18,68 20,63 ± 20,34 25,50 ± 17,69

Positivo 4,85 ± 4,35 4,52 ± 4,10 4,67 ± 5,03 5,38 ± 4,03

Negativo 5,23 ± 4,74 5,20 ± 4,70 4,88 ± 5,05 5,58 ± 4,64

Los valores se presentan como media ± desviación estándar

En la escala PANSS, la muestra de trastornos mentales severos en su conjunto

presentaba sintomatología predominantemente negativa en el 69,3% (n=52) y positiva

en el 30,7% (n=23). Por grupos, los pacientes con esquizofrenia en fases iniciales

mostraron sintomatología predominantemente negativa en el 84% (n=21) y

predominantemente positiva en el 16% (n=4), los sujetos con esquizofrenia de más de 5

años de evolución tenían sintomatología predominantemente negativa en un 83,3%

(n=20) y positiva en el 16,7% (n=4) y, por último, los pacientes bipolares presentaban

sintomatología predominantemente positiva en un 57,7% de los casos (n=15) y

predominantemente negativa en el restante 42,3% (n=11).

Gráfico nº4. Sintomatología predominante en la escala PANSS.

0%

20%

40%

60%

80%

100%

ESQUIZOFRENIAHASTA 5 A.

ESQUIZOFRENIAMÁS DE 5 A.

T.BIPOLAR I N=75

21 20

1152

4 4

1523

PANSS: sintomatología predominante

NEGATIVA POSITIVA

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56

Tabla nº2. Puntuación en la Escala para el Síndrome Positivo y Negativo de la Esquizofrenia

(PANSS).

Puntuación

PANSS

Grupo

completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

de >5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

Positiva 9,37 ± 3,76 9,48 ± 6,03 10,21 ± 5,61 8,50 ± 2,18

Negativa 11,75± 4,38 12,92 ± 4,11 13,25 ± 4,87 9,23 ± 2,94

Psicopatología

general

25,68 ± 8,41 26,40 ± 6,03 29,04 ± 11,48 21,88 ± 5,17

Los valores se presentan como media ± desviación estándar.

Tabla nº3. Puntuación en la Escala de Impresión Clínica Global-Severidad (CGI-S).

Grupo completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

de > 5 años de

evolución

Trastorno

bipolar tipo I

Puntuación

CGI-S

3,89 ± 1,01 3,96 ± 0,89 3,54 ± 1,02 4,15 ± 1,05

Los valores se presentan como media ± desviación estándar

La puntuación media en la Escala de Evaluación de la Manía de Young se

situó en 5,68 ± 8,62 (0-32) en la muestra al complete, 1,68 ± 3,04 (1-10) en los

esquizofrénicos de evolución hasta 5 años, 4,50 ± 7,96 (0-25) en los esquizofrénicos de

mayor evolución y 10,62 ± 10,50 (0-32) en el grupo con trastorno bipolar.

Tabla nº4. Puntuación en la Escala de Evaluación de Manía de Young (YMRS).

Puntuación

YMRS

Grupo

completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

> 5 años de

evolución

Trastorno

bipolar tipo I

Eutimia 70,7% (n=53) 88% (n=22) 79,2% (n=19) 46,2% (n=12)

Sintomatología

subclínica

8% (n=6) 8% (n=2) 8,3% (n=2) 15,4% (n=4)

Hipomanía 9,3% (n=7) 4% (n=1) 12,5% (n=3) 15,4% (n=4)

Manía 12% (n=9) 0% 0% 23,1% (n=6)

En la Escala de Evaluación de la Depresión de Hamilton la media de la

muestra se situó en una puntuación de 3,17 ± 3,8 (0-20), que en los esquizofrénicos en

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57

fases iniciales era de media 2,80 ± 3,48 (0-10), en los esquizofrénicos más

evolucionados 2,58 ± 3,24 (0-11) y en bipolares 3,17 ± 3,8 (0-20).

Tabla nº5. Puntuación en la Escala de Evaluación de Depresión de Hamilton (HDRS).

Puntuación

HDRS

Grupo

completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

de > 5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

Sin depresión 80% (n=60) 80% (n=20) 83,3% (n=20) 76,9% (n=20)

Depresión

leve

18,7% (n=14) 20% (n=5) 16,7% (n=4) 19,2% (n=5)

Depresión

moderada

1,3% (n=1) 0% 0% 3,8% (n=1)

Depresión

mayor

0% 0% 0% 0%

Depresión

severa

0% 0% 0% 0%

5.1.2.2.Escala de inteligencia emocional:

En la tabla nº6 se presentan los resultados de los índices del Test de Inteligencia

Emocional de Mayer-Salovery-Caruso (MSCEIT) en puntuaciones tipificadas de media

100 y desviación típica 15 (Mayer JD 2003). Los resultados se presentan como media ±

desviación estándar.

Tabla nº6. Puntuaciones en la Escala de Inteligencia Emocional de Mayer-Salovery-

Caruso (MSCEIT).

Puntuación

MSCEIT

Grupo

completo

(N=75)

Primeros

episodios

psicóticos

Esquizofrenia

> 5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

Puntuación

total

89,69

(DT:12,3)

92,04

(DT:10,1)

86,63

(DT:13,02)

90,27

(DT:12,7)

Rama 1:

Percepción

94,29 (DT:

12,35)

96,24

(DT:14,05)

91,79

(DT:15,52)

94,73

(DT:15,9)

Rama 2:

Comprensión

89,25

(DT:12,24)

91,84

(DT:9,5)

87,04

(DT:15,34)

88,81

(DT: 11,37)

Rama 3:

Facilitación

91,12

(DT:10,96)

92,24

(DT:10,5)

89,25

(DT:11,18)

91,77

(DT:11,4)

Rama 4:

Manejo

92,05

(DT:12,98)

95,72

(DT:12,78)

87,79

(DT:13,52)

92,46

(DT:11,94)

Los resultados se presentan como media y desviación típica (DT).

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5.1.2.3.Escalas de evaluación neurocognitiva:

De la Escala de Inteligencia de Weschler para Adultos, 4ª edición (WAIS-IV),

en la tabla nº7 se presenta la puntuación total y de los cuatro índices, todo ello con

puntuaciones tipificadas de media 100 y desviación típica 15.

Tabla nº7. Puntuación en la escala de inteligencia WAIS-IV.

Puntuación

WAIS-IV

Grupo

completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

> 5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

eutímicos

Puntuación

total (CI)

79,03 15,70 79,56±16,26 78,21±15,05 79,27±16,33

Comprensión

verbal

88,05±16,35 86,72±17,84 87,42±16,33 89,92±16,69

Razonamiento

perceptivo

79,08±16,75 80,12±17,69 76,88±16,32 80,12±16,69

Memoria de

trabajo

81,73±14,59 83,48±14,30 80,00±15,97 81,65±13,9

Velocidad de

procesamiento

83,05±15,27 83,64±15,01 82,21±12,99 83,27±17,83

Los resultados se presentan como media ± desviación estándar.

En el Test del Trazo y el Test de Copia de la Figura Compleja de Rey se

utilizaron puntuaciones típicas Z, de media 0 y desviación típica 1. Los resultados se

detallan en la siguiente tabla.

Tabla nº 8. Puntuaciones en las pruebas de funciones ejecutivas:

Grupo completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

>5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

TMT-A

-2,5 ± 2,4 -2,6 ± 2,2 -2,33 ± 2,72 -2,52 ± 2,46

TMT-B

-1,7 ± 2,7 -1,8 ± 2,7 -1,87 ± 3,21 -1,39 ± 2,25

Figura Rey-

Copia

0,5 ± 1,36 0,93 ± 1,12 0,19 ± 1,7 0,38 ± 1,16

Figura Rey-

Memoria

-0,9 ± 1,4 -0,87 ± 1,41 -0,76 ± 1,47 -1,08 ± 1,4

Los resultados se presentan como media ± desviación estándar.

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59

5.1.2.4.Escalas de calidad de vida y funcionalidad:

Tabla nº9. Resultados en las escalas EEAG y QLS:

Grupo

completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

de más de 5

años de

evolución

Trastorno

bipolar I

EEAG 58,40 ± 9,73

(30-70)

59,20 ± 6,40

(50-70)

58,33 ± 10,9

(40-70)

57,69 ± 11,42

(30-80)

QLS 55,88 ± 19,45

(9-95)

56,96 ± 17,11

(9-79)

55,83 ± 19,63

(16-95)

54,88 ± 21,95

(11-90)

Los resultados se presentan como media ± desviación estándar y (mínimo-máximo)

Tras el análisis descriptivo de los datos procedemos a resumir algunos hallazgos

relevantes antes de proceder al contraste de hipótesis.

Se resumen mediante gráficos las características socio-demográficas más

significativas vinculadas a la funcionalidad.

Gráfico nº5. Representación gráfica del nivel educativo completado.

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Esquizofrenia

f.iniciales

Esquizofrenia >5

años

T.Bipolar I N = 75

NIVEL EDUCATIVO

<12 años escolarizado <12 años escolarizado / F.P. Titulado medio Titulado superior

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60

Gráfico nº6. Representación gráfica de la situación económica.

Gráfico nº7. Estado civil.

0%

20%

40%

60%

80%

100%

Esquizofreniaf.iniciales

Esquizofrenia >5años

T.Bipolar tipo I N = 75

¿Depende económicamente de sus padres?

SÍ NO NS/NC

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Esquizofreniaf.iniciales

Esquizofrenia >5años

T.Bipolar I N = 75

ESTADO CIVIL

SOLTEROS NUNCA PAREJA SOLTEROS QUE HAN TENIDO PAREJA

CASADOS VIUDOS

RE-EMPAREJADOS OTROS

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61

Gráfico nº8. Situación laboral actual.

A nivel clínico, nos encontramos ante una muestra gravemente afectada por

el trastorno mental, según indican las puntuaciones en el BPRS, especialmente en los

bipolares, que muestran sintomatología afectiva en un porcentaje significativo. En el

índice de severidad de la CGI la muestra se sitúa en valores intermedios, destacando

ligeramente el grupo de bipolares, como en la BPRS, por una discreta mayor gravedad

del cuadro clínico. En la escala de funcionalidad EEAG las puntuaciones medias se

sitúan en el rango de la sintomatología moderada en todos los grupos, sin diferencias

significativas entre ellos.

La sintomatología es predominantemente negativa, en particular en los

grupos de esquizofrenia, donde supera el 80% de los sujetos, con cifras casi idénticas en

ambos.

En cuanto a la clínica afectiva, no se detecta sintomatología depresiva grave

en la muestra, con sólo un sujeto de los 75 evaluados en cifras de depresión moderada

en la HDRS y entorno al 80% de todos los grupos sin síntomas depresivos. En la Escala

de Manía más de 70% están eutímicos, salvo en el grupo de bipolares, en los que este

porcentaje se reduce por debajo del 50%.

En lo que se respecta al funcionamiento neuro-cognitivo, la puntuación media

total en el WAIS-IV total y sus 4 índices está claramente por debajo de la media de

población general tanto en la muestra en su conjunto como en cada uno de los tres

grupos, con mayor afectación relativa en el índice de razonamiento perceptivo. En las

pruebas de funciones ejecutivas, el TMT muestra puntuaciones muy por debajo de la

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

Esquizofreniaf.iniciales

Esquizofrenia>5años

T.Bipolar I N = 75

SITUACIÓN LABORAL ACTUAL

otros

autónomos

jubilados

ILT

activo contrato temporal

activo contrato indefinido

ILP

desempleado

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62

media esperada, sobre todo en la parte A, que mide velocidad de procesamiento. En la

Figura de Rey, en cambio, algunos índices se encuentran dentro de la normalidad.

Las puntuaciones medias en la Escala de Inteligencia Emocional son inferiores a

la media poblacional en todos los índices, pero la diferencia no es tan marcada como en

la Escala de Inteligencia, por lo que es preciso realizar los contrastes de hipótesis para

extraer conclusiones.

5.2.CONTRASTE DE HIPÓTESIS:

5.2.1.COMPARACIÓN DE LAS PUNTUACIONES EN EL MSCEIT CON LA

MEDIA NORMALIZADA:

Al carecer de grupo de controles sanos, las puntuaciones medias en el MSCEIT

completo y las cuatro ramas de nuestra muestra se compararon con la puntuación media

de 100 y desviación típica 15 de la muestra normalizada publicada por los autores de la

escala (Mayer JD 2003), reproduciendo los métodos empleados en la literatura revisada

(Wojtalik J.A. 2013) (P. M. Eack S.M. 2009). Para analizar las diferencias entre las

puntuaciones medias se empleó el Test de la t de Student para una muestra, que permite

comprobar si la media de la muestra se ajusta a la media de la población. Al ser una

prueba paramétrica, previamente se comprobó la normalidad de la distribución de los

datos de la variable, mediante el test de Kormogorov-Smirnov, y la homogeneidad de

las varianzas. Los datos del grupo de esquizofrenia de más de 5 años de evolución no

cumplían los criterios paramétricos, por lo que se realizó la comparación con la prueba

de rangos con signo de Wilcoxon para una muestra, no paramétrico.

En primer lugar, se comparó la puntuación media en la escala MSCEIT completa

y cada una de las 4 ramas de la muestra en su conjunto (N=75) y posteriormente se

repitió este análisis en cada uno de los tres grupos definidos en nuestro estudio:

esquizofrenia en fases iniciales (≤5 años de evolución), esquizofrenia de más de 5 años

de evolución y trastorno bipolar tipo I.

Los resultados se detallan en las tablas nº10 Se señalan en rojo los resultados del

análisis que no resultaron estadísticamente significativos, es decir, que no se

diferenciaban de la población general.

Encontramos que las puntuaciones medias de la población de trastornos

mentales de la que proviene nuestra muestra, muestran diferencias de signo negativo

estadísticamente significativas con los resultados de la población general, es decir, que

nuestros pacientes manifiestan un déficit en el desempeño en la Escala de Inteligencia

Emocional que se aprecia tanto en la puntuación total de la escala MSCEIT como en las

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63

cuatro ramas definidas por los autores de la misma. La rama que más se diferencia de

las puntuaciones normalizadas es la rama 3, seguida por la 2, 4 y 1, en orden decreciente

de diferencia.

Tabla nº10. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT con la media normalizada

(prueba t para una muestra):

Puntuación

MSCEIT

N=75

Media Desviación

estándar

t p (bilateral)

MSCEIT total 89,69 12,305 -7,254 0.000

Rama 1:

percepción

94,29 15,086 -3,276 0,002

Rama 2:

facilitación

91,12 10,958 -7,018 0,000

Rama 3:

comprensión

89,25 12,243 -7,602 0,000

Rama 4:

manejo

92,05 12,976 -5,304 0,000

En el grupo de esquizofrénicos en fases iniciales de la enfermedad encontramos

que las puntuaciones medias en la Escala de Inteligencia Emocional muestran

diferencias estadísticamente significativas con la media normalizada cuando

consideramos la escala MSCEIT en su totalidad. Sin embargo, al analizar por separado

el desempeño en cada una de las ramas de la prueba, en los esquizofrénicos en fase

inicial las diferencias no son estadísticamente significativas en dos de las habilidades: la

percepción emocional (t = -1,338 con p=0,193) y el manejo emocional (t = -1,675 con

p=0,107). En la tabla nº11 se representan en rojo. Al igual que en la muestra en su

conjunto, la rama más afectada es la comprensión emocional (rama 3).

En el grupo de esquizofrenia de evolución superior a 5 años, hubo que utilizar la

prueba de Wilcoxon de rangos con signo para una muestra, porque los datos no se

ajustaban a los supuestos paramétricos. La comparación de la mediana de las

puntuaciones indicó diferencias estadísticamente significativas con la población general

tanto en la puntuación MSCEIT total como en las cuatro ramas del test.

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Tabla nº11. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia

en fases iniciales con la media normalizada (prueba t para una muestra):

MSCEIT

ESQUIZOFRENIA

FASES

INICIALES (n=25)

Media Desviación

estándar

t p (bilateral)

MSCEIT total 92,04 10,990 -3,621 0.001

Rama 1:

percepción

emocional

96,24 14,051 -1,338 0,193

Rama 2:

facilitación

emocional

92,24 10,505 -3,693 0,001

Rama 3:

comprensión

emocional

91,84 9,481 -4,303 0,000

Rama 4: manejo

emocional

95,72 12,779 -1,675 0,107

Tabla nº12. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia

de más de 5 años de evolución con la media normalizada (prueba de Wilcoxon):

MSCEIT

ESQUIZOFRENIA

>5 AÑOS (n=24)

Media Desviación

estándar

p (bilateral)

MSCEIT total 86,63 13,021 0.001

Rama 1: percepción 91,79 15,520 0,020

Rama 2: facilitación 89,25 11,183 0,001

Rama 3: comprensión 87,04 15,338 0,002

Rama 4: manejo 87,79 13,516 0,001

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65

Por último, las puntuaciones medias obtenidas por el grupo de bipolares en la

escala MSCEIT muestran diferencias estadísticamente significativas con el desempeño

considerado normal en la escala total y en 3 de las ramas, conservando en la rama de

percepción emocional (rama 1) un desempeño que no está significativamente alejado de

la normalidad (en la tabla se resalta la p en color rojo). Al igual que en los dos primeros

análisis, la rama más afectada es la Comprensión (rama 3).

Tabla nº13. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de trastorno

bipolar con la media normalizada:

MSCEIT

T.BIPOLAR

(n=26)

Media Desviación

estándar

t p (bilateral)

MSCEIT total 90,27 12,701 -3,906 0.001

Rama 1:

percepción

94,73 15,891 -1,691 0,103

Rama 2:

facilitación

91,77 11,375 -3,690 0,001

Rama 3:

comprensió

88,81 11,374 -5,018 0,000

Rama 4:

manejo

92,46 11,937 -3,220 0,004

5.2.2.COMPARACIÓN DE LOS RESULTADOS EN EL WAIS-IV CON LA

POBLACIÓN GENERAL:

No se repite la exposición de las puntuaciones medias y desviación típica por

haberse expuesto ya en el apartado de análisis descriptivo.

Al carecer de grupo control, se compararon las puntuaciones medias en la Escala

de Inteligencia de Wechsler para adultos, 4ª edición (WAIS-IV), con la puntuación

normalizada de población general, situada en 100 ± 15 puntos.

Para esta comparación se empleó el Test de la t de Student para una muestra, que

permite comprobar si la media de la muestra se ajusta a la media de la población. Al ser

una prueba paramétrica, previamente se comprobó la normalidad de la distribución de

los datos de la variable mediante el test de Kormogorov-Smirnov.

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66

El resultado de la comparación de las puntuaciones medias en el WAIS-IV de

los sujetos de nuestra muestra con las puntuaciones normalizadas indica que hay

diferencias estadísticamente significativas de alrededor de 20 puntos entre las medias de

ambas poblaciones, tanto en la muestra completa de 75 pacientes (t= -11.57 con

p=0,000) como en los tres grupos separados por diagnóstico y tiempo de evolución:

trastornos bipolares (t=-6,475, p=0,000), esquizofrenia en fases iniciales (t=-6,29,

p=0,000) y esquizofrenia evolucionada más de 5 años (t=-7,09, p=0,000).

Es decir, que el cociente de inteligencia de nuestra población de trastornos

mentales severos estimado con la escala WAIS-IV es claramente deficitario en todos los

grupos.

Los resultados de comparar por separado las puntuaciones de la muestra

completa en los 4 índices del WAIS-IV con la media de población general mediante la

prueba t de una muestra indican que las puntuaciones están por debajo en todos los

índices. Se pudieron analizar con este test paramétrico porque las puntuaciones de los

cuatro índices se ajustaban a los criterios necesarios.

Tabla nº14. Comparación de las puntuaciones en el WAIS de la muestra con la

población general (t de una muestra):

WAIS t p (bilateral)

Comprensión verbal -7,092 0,000

Razonamiento perceptivo -3,775 0,001

Memoria trabajo -6,942 0,000

Velocidad de procesamiento -6,709 0,000

5.2.3.RESULTADOS EN LA EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES

EJECUTIVAS EN COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN GENERAL:

Las puntuaciones obtenidas por la muestra de 75 pacientes y cada uno de los tres

grupos en el TMT y la Figura de Rey no se ajustaban a la distribución normal, por lo

que se compararon con la media poblacional mediante el test de Wilcoxon.

Las diferencias con la población general fueron estadísticamente significativas

en todos los índices en la muestra completa y el grupo de esquizofrénicos en fases

iniciales. Sin embargo, el grupo de esquizofrénicos de evolución más prolongada no

mostró diferencias estadísticamente significativas en ninguno de los dos índices de la

Figura de Rey, y el grupo de bipolares puntuó dentro de la normalidad en el apartado de

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67

Copia de dicha prueba. Los resultados de la comparación que no resultaron

estadísticamente significativos se señalan en la tabla nº15 en color rojo.

Tabla nº15. Resultados de la comparación de la puntuación en TMT-A y B y Test de

Rey con la población general (prueba de Wilcoxon)

Grupo completo

(N=75)

Esquizofrenia

fases iniciales

Esquizofrenia

>5 años de

evolución

Trastorno

bipolar I

TMT-A

p=0,000 p=0,000 p=0,000 p=0,000

TMT-B

p=0,000 p=0,000 p=0,000 p=0,000

Figura Rey-

Copia

p=0,000 p=0,001 p=0,375 p=0,86

Figura Rey-

Memoria

p=0,000 p=0,039 p=0,161 p=0,02

5.2.4.COMPARACIÓN DE LOS TRES GRUPOS:

Se detallan a continuación los resultados de la comparación de las variables

analizadas entre los 3 grupos establecidos en el diseño del estudio: esquizofrenia en

fases iniciales, esquizofrenia de más de 5 años de evolución y trastorno bipolar.

Debido al tamaño muestral inferior a 30 en cada uno de los 3 grupos, se

comprobó previamente si cumplían los criterios paramétricos. En las variables que los

cumplían se realizaron las comparaciones con ANOVA de un factor, y en las que no

mediante el test de Kruskal-Wallis para muestras independientes.

La comparación de variables cualitativas se realizó mediante la prueba de chi-

cuadrado.

5.2.4.1.Variables socio-demográficas:

Se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos

en la edad, número de episodios del trastorno mental, número de ingresos, años

trascurridos desde el inicio de los síntomas, años trascurridos desde el diagnóstico del

trastorno mental y número de hijos propios. Los resultados estadísticos se detallan en la

tabla nº16. Tan sólo la edad pudo ser analizada con ANOVA de un factor, el resto se

compararon con el test de Kruskal-Wallis para muestras independientes.

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68

El resto de variables cuantitativas no mostraron diferencias entre grupos con un

nivel de significación aceptable.

Tabla nº16. Comparación de variables socio-demográficas cuantitativas entre los tres

grupos.

Edad Nº

episodios

Nº ingresos Duración

síntomas

Años

desde

diagnóstico

Nº hijos

Chi2 19,073 (F) 21,12 16,41 41,27 35,18 10,41

p 0,000 0,000 0,000 0,000 0,000 0,006

F: ANOVA de un factor; Chi2: Kruskal-Wallis

No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los tres

grupos en la distribución de género, pero sí en las siguientes variables cualitativas:

Situación de dependencia/independencia económica de la familia de

origen

Situación laboral actual

Nivel educativo alcanzado

Estado civil

Tabla nº17. Comparación de variables socio-demográficas cualitativas entre los

tres grupos (Chi-cuadrado).

Género Estado civil Situación

laboral

Nivel

educativo

Dependencia

económica

Chi2 0,013 63,320 24,147 68,440 32,720

p asintónica 0,908 0,000 0,000 0,000 0,000

5.R2.4.2.Variables clínicas:

No se encontraron diferencias estadísticamente significativas al comparar entre

los tres grupos las puntuaciones de las siguientes escalas:

Clínicas:

o BRPS total, positivo ni negativo.

o Escala de Evaluación de la Depresión de Hamilton (HDRS)

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o CGI-S

o EEAG

Calidad de vida: QLS.

Todas ellas se analizaron mediante el test de Kruskal-Wallis para muestras

independientes porque la distribución de datos no se ajustaba a la normalidad en el test

de Kormogorov-Smirnov.

Tabla nº18. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en escalas

clínicas y de calidad de vida (test de Kruskal-Wallis)

BPRS+ BPRS - BPRS

total

HDRS CGI-S EEAG QLS

Chi2 0,720 0,233 1,087 1,585 3,976 0,242 0,019

p asintónica 0,698 0,890 0,581 0,453 0,137 0,886 0,990

Tan sólo se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los tres

grupos en las puntuaciones de la Escala de Manía de Young (YMRS), y en la Escala

para el Síndrome Positivo y Negativo de la Esquizofrenia (PANSS) en sus índices

Negativo y de Psicopatología General. Los resultados se muestran en la siguiente tabla.

Es decir, que las puntuaciones en dichas escalas están asociadas al diagnóstico, como

era de esperar dado que se trata de escalas orientadas a la evaluación específica de

trastornos bipolares en el caso de la YMRS y esquizofrenia en el caso de la PANSS.

Tabla nº19. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en las

escalas YMRS y PANSS (test de Kruskal-Wallis)

YMRS PANSS+ PANSS- PANSS

P.Gral.

Chi2 12,99 2,395 14,799 11,165

p asintónica 0,02 0,302 0,001 0,004

5.2.5.COMPARACIÓN DE LA PUNTUACIÓN EN EL MSCEIT ENTRE

GRUPOS:

En primer lugar se analizaron posibles diferencias en la puntuación en el

MSCEIT en hombres versus mujeres en la muestra completa (N=75), por la literatura

previa que describe diferencias asociadas al género. Previa comprobación de la

normalidad de la distribución de la variable “puntuación MSCEIT total” en ambos

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70

grupos, se realizó el contraste de hipótesis con la t de Student para muestras

independientes. No se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre

ambos sexos en el desempeño en el MSCEIT (p=0,348).

Posteriormente, se comparó la variable cuantitativa “puntuación total del

MSCEIT” en cada uno de los tres grupos establecidos en el estudio: trastorno bipolar,

esquizofrenia en fases iniciales y esquizofrenia de más de 5 años de evolución.

Se realizó previamente la comprobación de la normalidad de la distribución de

los datos mediante la prueba de Kolmogorov-Smirnov.

El resultado de la prueba de normalidad indicó que en el grupo de

esquizofrénicos de más de 5 años de evolución la distribución de las puntuaciones en la

escala no se ajustaba a la normalidad, lo que añadido al tamaño muestral reducido,

desaconsejó el uso del ANOVA, por lo que se aplicó el test de Kruskal-Wallis para

muestras independientes.

Mediante la prueba de Kruskal-Wallis no se encontraron diferencias

estadísticamente significativas en la comparación de los tres grupos ni en la puntuación

total del MSCEIT ni en ninguna de sus cuatro ramas.

En la siguiente tabla (nº20) se exponen los resultados. Ninguna de las p es

inferior a 0,05.

Tabla nº20. Comparación de las puntuaciones en el MSCEIT de los tres grupos (prueba

de Kruskal-Wallis).

Chi-cuadrado P (bilateral)

MSCEIT total 4,74 0,094

Percepción 1,55 0,460

Facilitación 2,44 0,296

Comprensión 3,99 0,136

Manejo 4,73 0,094

Los resultados estadísticos indican que no tenemos pruebas para rechazar la

hipótesis nula, es decir, que no hemos encontrado argumentos que relacionen la

puntuación en el MSCEIT con el grupo de diagnóstico al que pertenecen los sujetos,

porque las diferencias encontradas en la puntuación en el MSCEIT entre los tres grupos

no son estadísticamente significativas.

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71

En el siguiente gráfico (Nº9) se representa mediante diagrama de cajas la

distribución de las puntuaciones obtenidas en la escala MSCEIT de inteligencia

emocional (en la escala total y en cada una de las cuatro ramas) por los sujetos de los

tres grupos diagnósticos estudiados. Se aprecia visualmente la tendencia al deterioro de

la inteligencia emocional con la evolución de la esquizofrenia que, sin embargo, el test

de Kruskal-Wallis no ha podido demostrar.

Gráfico nº9. Distribución de las puntuaciones en el MSCEIT en cada grupo.

El test de Kruskal-Wallis empleado analiza si existen diferencias

estadísticamente significativas entre las puntuaciones medias en el MSCEIT entre los

tres grupos, pero al ser una prueba no paramétrica no permite hacer contrastes a

posteriori.

Se llevaron a cabo análisis adicionales con el objetivo de responder a las dos

principales preguntas objetivo de este proyecto: si existen diferencias en la inteligencia

emocional-habilidad entre esquizofrenia y trastorno bipolar, y si existen diferencias en

la inteligencia emocional-habilidad entre la esquizofrenia en sus primeros 5 años o

cuando lleva más de 5 años de evolución.

Por la falta de normalidad en la distribución de los datos del grupo de

esquizofrenia de más de 5 años de duración y el tamaño muestral menor de 30, ambas

comparaciones se analizaron mediante la prueba de Mann-Whitney, no paramétrica.

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Las puntuaciones en el MSCEIT no mostraron diferencias estadísticamente

significativas al comparar bipolares con esquizofrénicos ni en la escala completa ni en

las cuatro ramas, pero sí lo hicieron al comparar la puntuación total en el MSCEIT en

los dos grupos con esquizofrenia, diferenciados por el tiempo de evolución (en negrita

en la tabla nº22. Entre las puntuaciones de las cuatro ramas de la escala no se

encontraron diferencias estadísticamente significativas.

Tabla nº21. Análisis comparativo de las puntuaciones en el MSCEIT entre bipolares y

esquizofrenia.

MSCEIT

total

Percepción

emocional

Facilitación

emocional

Comprensión

emocional

Manejo

emocional

U de Mann-

Whitney

233,500 271,500 251,500 240,500 224,500

Z -1,528 -0,788 -1,179 -1,392 -1,702

P 0,127 0,431 0,239 0,164 0,089

Tabla nº22.Análisis comparativo de las puntuaciones en el MSCEIT entre el grupo de

esquizofrenia en fases iniciales y el grupo de esquizofrenia >5 años.

MSCEIT

total

Percepción

emocional

Facilitación

emocional

Comprensión

emocional

Manejo

emocional

U de Mann-

Whitney

192,50 239,000 223,500 207,500 204,000

Z -2,15 -1,22 -1,533 -1,852 -1,923

p 0,031 0,222 0,125 0,064 0,054

La conclusión es que existe una asociación estadísticamente significativa entre la

puntuación en el MSCEIT y el momento evolutivo de la esquizofrenia, lo que sugiere

que la inteligencia emocional empeora con la evolución de la esquizofrenia.

5.2.6.COMPARACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO NEUROCOGNITIVO

ENTRE LOS TRES GRUPOS:

Se compararon los resultados en el WAIS-IV, Test del Trazo (TMT) parte A y

parte B, y Test de la Figura Compleja de Rey entre los tres grupos, para ver si existían

diferencias en el funcionamiento neurocognitivo entre ellos.

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Previamente se comprobó si las variables a analizar cumplían el criterio de

normalidad mediante el test de Kolmogorov-Smirnov, para poder aplicar pruebas

paramétricas en caso afirmativo.

Las puntuaciones del WAIS total y sus cuatro índices cumplían la distribución

normal y la homogeneidad de las varianzas, por lo que se compararon con el ANOVA

de un factor. Los resultados se muestran en la tabla nº23. Ninguno de los índices mostró

diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos en que se divide la

muestra.

Tabla nº23. Comparación de las puntuaciones en el WAIS de los 3 grupos (ANOVA):

WAIS F p

Puntuación total 0,049 0,952

Comprensión verbal 0,266 0,767

Razonamiento perceptivo 0,300 0,742

Memoria trabajo 0,343 0,711

Velocidad de procesamiento 0,056 0,945

Los resultados en el TMT-A y B y la Figura Compleja de Rey no se ajustaban a

los supuestos paramétricos, por lo que se analizaron con la prueba de Kruskal-Wallis

para muestras independientes. Los resultados se exponen en la tabla nº24. No se

pudieron demostrar diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos en el

desempeño en ninguno de los test: TMT parte A y B, ni Test de la Figura Compleja de

Rey.

Tabla nº24. Resultados del análisis estadístico (Kruskal-Wallis) de las diferencias en las

puntuaciones en el TMT y Figura Compleja de Rey entre los tres grupos

TMT-A TMT-B Figura-copia Figura-

memoria

Chi2 1,170 0,356 4,824 1,190

p asintónica 0,557 0,837 0,090 0,551

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74

Para resumir el apartado de comparaciones podemos afirmar que los grupos son

comparables entre sí y que las diferencias socio-demográficas existentes entre ellos son

los esperables teniendo en cuenta los criterios de inclusión en cada grupo. Es decir, que

la existencia de diferencias en la edad, número de ingresos, número de episodios, años

desde el diagnóstico y años desde el inicio de los síntomas se ajusta al criterio de

diferenciación de los grupos de esquizofrenia según los años de evolución. Los

pacientes con una evolución ≤ 5 años llevan menos años con los síntomas, menos años

diagnosticados, han tenido menos años de enfermedad para presentar episodios agudos

y precisar ingresos, y es razonable pensar que sean más jóvenes.

En cuanto a las diferencias en las variables cualitativas, afectan a variables que

podemos considerar ligadas a los resultados funcionales reales: estado civil, situación

laboral, situación económica y nivel educativo alcanzado.

Respecto a las comparaciones de las escalas neuro-cognitivas con las

puntuaciones de población general, en los tres grupos encontramos afectación en todas

las pruebas, que es particularmente evidente en el WAIS y en el TMT, sobre todo en la

parte A. El test de inteligencia emocional muestra asimismo afectación en los tres

grupos, con puntuaciones totales por debajo de la media poblacional.

Las comparaciones de los tres grupos entre sí no muestran diferencias

estadísticamente significativas en los instrumentos de evaluación (clínica,

neurocognitiva, sociocognitiva ni funcional) empleados, con la excepción de las

diferencias en la YMRS y la PANSS, esperables puesto que evalúan síntomas

específicos de cada una de las patologías estudiadas.

Las comparaciones del MSCEIT entre los dos grupos diagnósticos y los dos

momentos evolutivos de la esquizofrenia hallaron diferencias estadísticamente

significativas en la puntuación total (no en las ramas) entre estos últimos, reflejando un

peor desempeño en las habilidades de la inteligencia emocional en los esquizofrénicos

de mayor evolución.

5.3.CORRELACIONES DEL MSCEIT CON ESCALAS CLÍNICAS,

NEUROCOGNITIVAS Y FUNCIONALES:

Para evaluar el grado de asociación de la puntuación total en el MSCEIT con las

diferentes variables cuantitativas clínicas, neurocognitivas y funcionales se calculó el

coeficiente de correlación de Pearson cuando se analizaba la muestra completa (N=75)

y la prueba de Kolmogorov-Smirnov indicó que la distribución de los datos se ajustaba

a la normalidad. En el resto de casos, se optó por el coeficiente Rho de Spearman, no

paramétrico.

En la tabla nº25 se exponen los coeficientes de las correlaciones bivariadas y se

especifica la prueba paramétrica o no paramétrica empleada en cada caso, así como el

nivel de significación.

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75

Tabla nº25. Coeficientes de correlación entre la puntuación total en el MSCEIT y resto de

escalas:

MSCEIT total Grupo completo

MSCEIT total Esquizofrenia fases iniciales (b)

MSCEIT total Esquizofrenia más de 5 años (b)

MSCEIT total Trastorno bipolar I (b)

Edad -0,261* (b) -0,133 0,109 -0,473*

WAIS total 0,406** (a) 0,383 0,282 0,290

BPRS total -0,246* (b) -0,213 -0,604** -0,002

BPRS positivo -0,188 (b) -0,081 -0,599** 0,053

BPRS negativo -0,273*(b) -0,246 -0,589** -0,049

CGI-s -0,242* (a) -0,106 -0,519** -0,078

YMRS -0,020 (b) 0,015 0,081 -0,164

HDRS -0,106 (b) 0,015 -0,555** 0,028

PANSS-P 0,50 (b) 0,239 -0,194 0,189

PANSS-N -0,077 (b) 0,260 -0,189 -0,134

PANSS-COMPUESTO 0,102 (b) -0,138 -0,036 0,348

PANSS-psicopatología general

-0,046 (b) 0,274 -0,111 0,083

TMT-A 0,357**(b) 0,258 0,213 0,534**

TMT-B -0,221 (b) -0,014 -0,272 -0,320

FIGURA DE REY copia

0,243* (b) 0,126 0,121 0,356

FIGURA DE REY memoria

0,256* (b) 0,142 0,201 0,452*

EEAG 0,224 (b) 0,153 0,421* 0,157

QLS total 0,065 (b) 0,125 0,072 0,031 Las correlaciones estadísticamente significativas se indican en negrita

**: la correlación es significativa en el nivel 0,01 (bilateral)

*: la correlación es significativa en el nivel 0,05 (bilateral)

a: coeficiente de correlación de Pearson

b: Rho de Spearman

5.4.ANÁLISIS DE REGRESIÓN LINEAL:

En aquellas correlaciones lineales con coeficiente de correlación mayor de 0,3 y

p menor de 0,05 en que fue posible se completó el análisis estadístico con el cálculo de

la regresión lineal simple. La única que cumplía los requisitos fue la correlación entre

las puntuaciones totales en el MSCEIT y en el WAIS de la muestra completa.

El análisis de regresión lineal estimó un coeficiente de regresión de 0,406 y un

coeficiente de determinación de 0,165, p<0,01. Es decir, que la puntuación en ambas

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escalas están relacionadas linealmente en la población de trastornos mentales severos de

la que proviene la muestra, con mínima (<0,01) probabilidad de deberse al azar. La

relación entre las puntuaciones es moderada, de manera que el desempeño en el test de

inteligencia WAIS explica el 16,5% de la varianza de la escala de inteligencia

emocional.

El resto de correlaciones de fuerza moderada no se ajustan a la distribución

normal, por lo que no es correcto estadísticamente analizar la regresión lineal.

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6.DISCUSIÓN:

El objetivo principal de este proyecto de investigación es estudiar las posibles

diferencias en la inteligencia emocional entre los dos principales trastornos mentales

severos, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, así como analizar el posible deterioro

que pueda sufrir como resultado de la evolución del proceso patológico y las variables

que le afectan. Ampliar los conocimientos sobre los factores que condicionan la

disfunción socio-cognitiva de estas patologías nos permitirá optimizar las

intervenciones terapéuticas.

A la hora de interpretar los resultados en pruebas neuro y sociocognitivas

debemos tener en cuenta, en primer lugar, que estamos ante una muestra de pacientes

que obtienen puntuaciones en rango de gravedad en las escalas aplicadas. Si bien la

comparación entre grupos no llega a detectar diferencias estadísticamente significativas

en las escalas clínicas que evalúan la gravedad y funcionalidad, nos encontramos ante

un grupo de trastornos bipolares que presentan sintomatología afectiva en un porcentaje

significativo, lo que podría afectar al desempeño tanto neuro como sociocognitivo.

Estudios previos observan que las funciones ejecutivas y la cognición social no están

deterioradas en los bipolares eutímicos, pero sí se afectan en presencia de

sintomatología clínica (G. T. Burdick K.E. 2011).

Como se ha comentado en el apartado de resultados, las diferencias detectadas

entre los grupos en variables socio-demográficas y asistenciales (edad, número de

ingresos, número de episodios, años de evolución) se explican por el criterio empleado

para la separación entre los grupos (años de evolución). En cuanto a las diferencias en

variables relacionadas con el resultado funcional real (estado civil, número de hijos,

situación laboral, dependencia económica de la familia de origen y nivel educativo

alcanzado) son compatibles con literatura previa que describe mejor funcionamiento

académico-laboral y familiar en los pacientes bipolares (Pacheco A. 2010) (R. A. Bowie

C.R. 2006).

Nos centraremos en primer lugar en discutir los resultados en inteligencia

emocional, objetivo del proyecto.

Encontramos que, tanto la muestra en su conjunto como cada uno de los tres

grupos definidos, muestran déficits significativos en el desempeño en el Test de

Inteligencia Emocional (MSCEIT) respecto a las puntuaciones normalizadas, de unos

10 puntos de media. Las puntuaciones medias ±desviación típica que obtienen son

similares a los resultados de investigaciones precedentes (Dawson S. 2012)(G. C.-G.

Eack S.M. 2010). Los estudios publicados que examinan la inteligencia emocional en la

esquizofrenia emplean dos métodos, o bien comparan el desempeño de un grupo de

pacientes con un grupo de controles sanos, o bien comparan las puntuaciones del grupo

de enfermos con las puntuaciones medias normalizadas desarrolladas por los autores de

la escala (Wojtalik J.A. 2013) (G. C.-G. Eack S.M. 2010)(Mayer JD 2003). En nuestro

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caso, el objetivo de la investigación era comparar tres poblaciones clínicas entre sí, por

lo que optamos por el segundo método de comparación.

No hallamos diferencias en el desempeño en esta prueba entre hombres y

mujeres, si bien publicaciones previas (Lanciano T. 2015) (Eack SM 2010) (Extremera

N. 2006) recomiendan tener en cuenta el sexo al valorar los resultados en el MSCEIT.

Observando los resultados de la comparación con las medias normalizadas, el

deterioro en el desempeño en el MSCEIT parece más evidente en el grupo de

esquizofrenia de más de 5 años de evolución, donde se encuentran afectadas las

puntuaciones de las cuatro ramas del test, seguido del grupo de esquizofrenia en fases

iniciales y el grupo de bipolares, en orden decreciente de afectación. Los déficits en la

inteligencia emocional que observamos en los grupos con esquizofrenia replican los

hallazgos de investigaciones previas. Todas las investigaciones revisadas encuentran

puntuaciones más bajas en el MSCEIT en los sujetos con esquizofrenia (Lee J. 2013)

(Wojtalik J.A. 2013) (Dawson S. 2012) (Eack SM 2010) (H. W. Kee K.S. 2009).

Los estudios publicados evalúan en su mayoría muestras heterogéneas de

esquizofrénicos, sin tener en cuenta el tiempo de evolución. En nuestra investigación

diferenciamos dos momentos evolutivos de la enfermedad. No disponemos de literatura

con la que comparar nuestros hallazgos en este aspecto, pero sí encontramos mejores

resultados en los pacientes con esquizofrenia en fases iniciales que los publicados por

Wojtalik y colaboradores (Wojtalik J.A. 2013). En su estudio los pacientes con

esquizofrenia en fases tempranas mostraban mayor déficit en el desempeño en el

MSCEIT total y en todas sus ramas, mientras que en nuestra muestra las ramas 1 y 4 no

llegan a mostrar diferencias con las puntuaciones normalizadas. Ello podría explicarse

porque en el estudio de Wojtalik y colaboradores, se incluyeron pacientes que llevaban

menos de 8 años enfermos, mientras que nuestro punto de corte lo hemos establecido en

5 años. Si tenemos en cuenta el deterioro progresivo que, según nuestra hipótesis parece

sufrir la inteligencia emocional con los años de evolución de la esquizofrenia, es posible

que al ampliar el tiempo trascurrido con enfermedad puedan haberse empeorado los

resultados en las puntuaciones del MSCEIT.

Si analizamos por separado nuestros resultados en los cuatro componentes del

MSCEIT, encontramos que el desempeño de la muestra completa de trastornos mentales

severos es significativamente inferior al resultado normalizado en todas las habilidades,

estando particularmente afectadas la rama de comprensión emocional (rama 3), seguida

por la facilitación (rama 2), en menor medida el manejo (rama 4) y, por último, la

percepción (rama 1). Estudios previos también detectan una particular afectación de la

rama de comprensión emocional en los enfermos de esquizofrenia al compararlos con

controles sanos (Dawson S. 2012) y la mayoría de ellos encuentran peores resultados en

las ramas 1, 3 y 4.

Al analizar las diferencias en la afectación de las distintas ramas, se hace

evidente que el deterioro que sufren estos trastornos mentales no es homogéneo, sino

que afecta de manera más marcada a algunas habilidades dentro del modelo

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multidimensional de la inteligencia emocional-habilidad. En la población de la que

proviene la muestra, la rama menos afectada es la 1, Percepción emocional, que en el

grupo de esquizofrenia en fases iniciales y en los bipolares ni siquiera presenta

diferencias estadísticamente significativas respecto a la población general. Le sigue la

rama 4, Manejo emocional, que es la seleccionada por la Batería Cognitiva del Comité

MATRICS (MCCB) del NIMH para evaluar la cognición social en esquizofrenia, por lo

que lo esperable es que sea sensible para detectar los déficits en inteligencia emocional

que presentan los pacientes (August S.M. 2012).

Al respecto de la afectación irregular de las diferentes habilidades de la

inteligencia emocional, en la literatura reciente se ha planteado la posibilidad de que la

estructura de la inteligencia emocional en los esquizofrénicos se vea modificada como

resultado del proceso patológico, es decir, que la enfermedad mental no sólo afecte

cuantitativa sino también cualitativamente a las habilidades implicadas en la inteligencia

emocional (Lin Y. 2012) (Eack SM 2010). De hecho, las dos investigaciones que lo

plantean realizan un análisis factorial de la escala MSCEIT a través del cual concluyen

que el modelo de la inteligencia emocional que mejor se adapta al desempeño de los

esquizofrénicos consta de dos factores en lugar de los cuatro propuestos por los

creadores del test.

El primero en plantearlo es el estudio de Eack y colaboradores (P. M. Eack S.M.

2009) (Eack SM 2010), que describe en un grupo de 64 esquizofrénicos un modelo

bifactorial que incluye un factor resultante de la agrupación de las ramas Percepción (1)

y Comprensión (3), y otro factor que incluye las ramas Facilitación (2) y Manejo (4).

Los autores de la escala habían descrito en 2003 un modelo bifactorial en población

sana (Mayer JD 2003), compuesto de un factor experiencial y otro estratégico, que de

hecho se pueden incluir en la corrección de la prueba. Sin embargo, el modelo

bifactorial propuesto por los creadores del test no coincide con el encontrado por el

estudio de Eack y colaboradores. Como la muestra de la que se extraen estas

conclusiones es pequeña, el estudio de Lin y colaboradores (Lin Y. 2012) trata de

replicar los resultados en una muestra mucho mayor, cercana a los 200 sujetos,

mayoritariamente esquizofrénicos pero con un pequeño porcentaje de trastornos

esquizoafectivos. Encuentra el mismo modelo bifactorial, siendo el factor que agrupa

las ramas 2 y 4 el que explica la mayor parte de la varianza. Lo que introducen estos

hallazgos es la hipótesis de que la inteligencia emocional en los trastornos mentales

severos se afecte no sólo cuantitativa, sino estructuralmente.

Bajo esta perspectiva, es razonable pensar que el deterioro de las habilidades

implicadas en la inteligencia emocional no se produzca de manera simultánea en todas

ellas, sino que las estructura dimensional se vaya modificando con el avance del proceso

deteriorante, lo que sería compatible con los resultados que exponemos. En las primeras

etapas de la esquizofrenia se verían más afectadas algunas de las ramas de la

inteligencia emocional (en nuestra muestra, las ramas de Percepción y Manejo

emocional) y con el avance del deterioro se irían sumando alteraciones en otras

habilidades. Los años de evolución que diferencian los dos grupos de esquizofrénicos de

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la muestra terminan produciendo un deterioro que afecta a todas las ramas del modelo

en el grupo de esquizofrenia más avanzada.

Respecto al grupo de bipolares tipo I de nuestra muestra, manifiestan también

peor desempeño que la población general en la Escala de Inteligencia Emocional. Este

déficit se observa en la puntuación total de la escala y en tres de las cuatro habilidades

(ramas 2, 3 y 4). La rama 1, que evalúa la Percepción emocional mediante

reconocimiento de expresiones emocionales en caras y dibujos, no muestra diferencias

estadísticamente significativas con las puntuaciones normalizadas. No disponemos en la

literatura de datos previos de los resultados en las cuatro ramas del MSCEIT en

trastornos bipolares, ya que hasta nuestro conocimiento éste el primer estudio que aplica

el MSCEIT en su totalidad a una muestra de sujetos con esta patología. Por metanálisis

previos que examinan otras tareas socio-cognitivas, esperábamos mejor desempeño en

la escala de inteligencia emocional (Samamé C. 2015).

Los escasos estudios que comparan la inteligencia emocional en bipolares versus

esquizofrénicos arrojan conclusiones contradictorias. En la bibliografía encontrada tan

sólo dos estudios previos comparan la inteligencia emocional en bipolares versus

esquizofrénicos (Lee J. 2013) (G. T. Burdick K.E. 2011). Evalúan la inteligencia

emocional mediante el MSCEIT, pero se limitan a aplicar la rama 4 (Manejo

emocional), siguiendo la batería MCCB en lugar de las recomendaciones de los

creadores de la escala, que aconsejan evaluar la inteligencia emocional con la totalidad

de la misma. Encuentran que los bipolares obtienen puntuaciones al nivel de los

controles sanos. Sin embargo, un estudio más reciente, publicado durante la realización

de esta tesis doctoral, encuentra resultados similares a los nuestros, pero en inteligencia

emocional percibida (Tabak N.T. 2015).

Una de las limitaciones de los estudios previos, al igual que en esta tesis, es la

inclusión de pacientes bipolares que no están completamente eutímicos, cuando hay

evidencias de que tanto la sintomatología afectiva aguda como la subclínica pueden

afectar al funcionamiento cognitivo (Quraishi S. 2002).

En nuestra muestra, la Escala de Manía de Young detectó que un 23% de los

pacientes se encontraban maníacos y un 15,4% hipomaníacos en el momento de la

evaluación, mientras que la Escala de Depresión de Hamilton encontró un 23,1% de

sujetos con sintomatología depresiva leve y moderada. Estos datos deben ser tenidos en

cuenta a la hora de interpretar los resultados, ya que la literatura sugiere que los déficits

socio-cognitivos del trastorno bipolar se relacionan con la presencia de sintomatología

afectiva, mostrando un funcionamiento socio-cognitivo similar a los sujetos sanos

cuando se encuentran en estado de eutimia (Samamé C. 2015) (G. T. Burdick K.E.

2011).

La solución a este sesgo, una vez recogida la muestra y detectado este problema,

sería realizar un ajuste estadístico para considerar sólo los pacientes que puntúen por

debajo de 7 en la HDRS y la YMRS, que es el punto de corte establecido en ambas

escalas para considerar eutimia, como en el estudio de Lee y colaboradores (Lee J.

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2013). En dicho artículo excluyeron los casos que no estaban completamente eutímicos,

pero ni se modificaron los resultados de las escalas socio y neurocognitivas, ni las

escalas clínicas mostraron correlación significativa con el desempeño ni neuro ni

sociocognitivo.

En la muestra de bipolares, el MSCEIT tampoco mostró correlaciones

estadísticamente significativas con ninguna de las escalas de evaluación de

sintomatología, pero sí con algunos de los índices de desempeño neurocognitivo (TMT

parte A y Tiempo en la Copia de la Figura de Rey), indicando una relación entre neuro y

sociocognición en estos pacientes, compatible con literatura previa que indica que el

deterioro sociocognitivo del trastorno bipolar se produce en gran medida como

resultado de los déficits neurocognitivos (Thaler N.S. 2014).

En el conjunto de la muestra examinada las puntuaciones en el MSCEIT son

inferiores a las de la población general, lo que indica que los trastornos mentales

severos evaluados sufren un deterioro de las habilidades implicadas en la inteligencia

emocional. Sin embargo, no hemos podido demostrar diferencias estadísticamente

significativas en la inteligencia emocional entre los pacientes bipolares y los que

padecen esquizofrenia, independientemente de los años de evolución de esta última. Es

decir, que en nuestro estudio tanto los esquizofrénicos como los bipolares manifiestan

déficits similares en la inteligencia emocional entendida como habilidad. Resultados

similares obtienen en el estudio de Tabak y colaboradores evaluando inteligencia

emocional percibidad (Tabak N.T. 2015).

En principio no hemos podido confirmar la hipótesis inicial de que los pacientes

bipolares presentan mejor desempeño emocional que los esquizofrénicos porque no

hemos podido demostrar diferencias mayores a las explicables por el azar y porque el

grupo de bipolares de la muestra presentan déficits en la inteligencia emocional

superiores a lo esperado. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la sintomatología

afectiva ha podido afectar negativamente al desempeño en la prueba de inteligencia

emocional y que el tamaño muestral reducido limita las posibilidades de detectar

diferencias. Otra hipótesis es que, en el corte trasversal de la evaluación, un porcentaje

del grupo de bipolares tenga alteradas las habilidades que incluye la inteligencia

emocional por la presencia de sintomatología afectiva, pero que en una valoración

longitudinal probablemente demostraran mejor funcionamiento sociocognitivo, como se

deduce de sus mejores resultados funcionales “reales” que reflejan las variables socio-

demográficas analizadas.

Por otra parte, hemos podido demostrar la segunda hipótesis, que existen

diferencias en función de los años de evolución del proceso esquizofrénico. Estos

resultados son compatibles con metanálisis recientes que analizan los déficits

sociocognitivos en la esquizofrenia y demuestran mayores alteraciones en el

procesamiento de emociones asociadas a cursos evolutivos más prolongados (Savla

G.N. 2013). En nuestro análisis, las comparaciones entre ambos grupos de pacientes con

esquizofrenia indican que el grupo que llevaba más de 5 años de evolución de la

enfermedad manifiestan peor desempeño en el MSCEIT que los esquizofrénicos en los

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primeros años tras el diagnóstico. No hay publicados estudios que valoren cómo

evoluciona la inteligencia emocional a lo largo de la evolución de la esquizofrenia, ni

trasversales ni longitudinales. Hasta nuestro conocimiento nuestro estudio es el primero

en realizar una evaluación transversal en dos grupos de esquizofrénicos en distinto

momento evolutivo del trastorno. Podemos afirmar que, con las limitaciones de un

estudio trasversal, encontramos indicios de una tendencia hacia el deterioro de la

inteligencia emocional con la evolución de la esquizofrenia. Serían necesarios estudios

que analizaran el desempeño en el MSCEIT en un momento evolutivo posterior o,

idealmente, realizar un estudio de seguimiento para confirmar esta observación.

A este respecto, encontramos una correlación débil de signo negativo

(coeficiente de correlación: -0,261, p < 0,05) que relaciona la edad con el desempeño en

la prueba de inteligencia emocional. Cabría interpretarla como un reflejo del proceso

deteriorante de la enfermedad mental, que disminuiría la inteligencia emocional con el

avance de los años. Sin embargo, coeficientes de correlaciones muy similares (r= -0,30

con p=0,001) han sido descritas en población sana (Cabello R. 2015), por lo que no son

atribuibles al trastorno mental severo. En ese caso, lo esperable en nuestra población

enferma habría sido un mayor empeoramiento de la inteligencia emocional con la edad,

al añadirse el proceso deteriorante de la enfermedad. Sin embargo, el grupo que mayor

deterioro sociocognitivo manifiesta, los enfermos de esquizofrenia de más de 5 años de

evolución, no manifiestan una correlación significativa del MSCEIT con el edad. Es

más, la que muestran es débil y no significativa, pero de signo positivo. Probablemente

el rango de edad y el tamaño muestral no son suficientemente grandes para demostrar

asociaciones. Es posible que en el grupo de bipolares, al incluir un rango más amplio de

edades, estemos pudiendo demostrar correlaciones que en los esquizofrénicos, al haber

acotado temporalemente los grupos, no sean detectables.

Podemos afirmar, por tanto, que en nuestra población de trastornos mentales

severos las habilidades sociocognitivas que comprende el concepto de inteligencia

emocional se encuentran deterioradas respecto a la población sana, sin diferencias entre

las dos entidades patológicas estudiadas y con un posible curso deteriorante en el caso

de la esquizofrenia. La cuestión a discutir ahora es cuáles son los factores implicados en

el deterioro de la inteligencia emocional.

Uno de los factores que se han relacionado con la pérdida de habilidades

sociocognitivas es el funcionamiento neurocognitivo (Lee J. 2013). Tanto en la

esquizofrenia como en el trastorno bipolar se han descrito déficits tanto en el

funcionamiento cognitivo global, como en tareas específicas como las funciones

ejecutivas, la velocidad de procesamiento y la memoria de trabajo (Nenadic I. 2015) (K.

T. Burdick K.E. 2015) (Sheffield J.M. 2014) (Peters A.T. 2014) (Vöhringer P.A. 2013).

El debate sobre si la esquizofrenia presenta un deterioro más grave y generalizado que

el trastorno bipolar o ambas patologías forman parte de un continuum, continúa abierto

hasta la fecha (Kuswanto C.N. 2013). Al diseñar este proyecto seleccionamos tres

pruebas validadas que nos permitieran no tanto explorar diferencias entre ambas

patologías, sino valorar estas disfunciones cognitivas en relación con la inteligencia

emocional: WAIS, TMT y Figura Compleja de Rey.

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Nuestros resultados en las pruebas neurocognitivas indican déficits en los tres

grupos evaluados. Este deterioro es particularmente evidente en la Escala de

Inteligencia, WAIS-IV. Tanto la muestra completa como los tres grupos diferenciados

por diagnóstico y tiempo de evolución, obtienen un cociente de inteligencia por debajo

de 80. Estos hallazgos son peores a los esperados para la esquizofrenia, que se ha

relacionado con peores puntuaciones en los test de inteligencia estandarizados, con

cerca de 30 publicaciones en las que los sujetos con esquizofrenia obtienen cocientes de

inteligencia unos 10 puntos por debajo de la media de la población general (Kim M.D.

2015). Estos deterioros en el cociente intelectual también han sido descritos en trastorno

bipolar, pero con menor intensidad (Reichenberg A. 2009). En las comparaciones entre

grupos no encontramos diferencias ni entre las dos patologías ni entre los dos grupos de

esquizofrenia, como cabría esperar (Kubota M. 2015) (A.Reicherberg 2010).

Esperábamos encontrar diferencias estadísticamente significativas con los

bipolares, ya que en la literatura se describe una mayor afectación cognitiva en la

esquizofrenia que en el trastorno bipolar (Wingo A.P. 2009) (Nenadic I. 2015) (Lee J.

2013). Estudios previos que han tratado de caracterizar los déficits cognitivos de la

esquizofrenia y el trastorno bipolar (Kim D. 2015) describen en los pacientes con

esquizofrenia estabilizados, déficits cognitivos más graves y generalizados que afectan a

múltiples tareas cognitivas (memoria de trabajo, aprendizaje verbal, fluencia verbal,

memoria y funciones ejecutivas), mientras que los bipolares eutímicos presentan

afectación también de la memoria de trabajo, el aprendizaje verbal y la memoria, pero

de menor gravedad que los esquizofrénicos.

Hasta ahora, pocas investigaciones han comparado directamente los cocientes de

inteligencia de esquizofrénicos y bipolares. El más recientemente publicado (Kim M.D.

2015), encuentra mejores resultados en la Escala de Inteligencia en los bipolares que en

los esquizofrénicos. Probablemente la presencia sintomatología afectiva en el grupo

bipolar y el reducido tamaño muestral no nos hayan permitido evidenciar diferencias

estadísticamente significativas asociadas al diagnóstico y al tiempo de evolución.

Los pacientes reclutados muestran también un desempeño muy por debajo de la

media en el TMT, que es notablemente más evidente en la parte A, que evalúa

habilidades motoras, visuo-espaciales, velocidad de procesamiento y atención sostenida,

donde las puntuaciones de los tres grupos se sitúan menos de 2,5 desviaciones estándar

por debajo de la media de la población general. Las puntuaciones en la parte B, que

añade la evaluación de la flexibilidad mental, atención dividida y alternante, se sitúan en

torno a 1,5 desviaciones estándar por debajo de la media de población general en los

tres grupos.

Sin embargo, las puntuaciones medias en el Test de la Figura Compleja de Rey

están dentro de la normalidad tanto en el apartado de Copia como en Memoria en todos

los grupos, a excepción de la puntuación en Memoria del grupo de bipolares, que

presenta una media ligeramente por debajo (-1,08). Si bien hay que señalar que las

desviaciones estándar son amplias, lo que refleja una amplia variabilidad intersujeto.

Recordemos que la Figura Compleja de Rey evalúa memoria visual, organización

perceptual, capacidad visuoespacial, además de la capacidad de organización y

planificación de estrategias y la resolución de problemas.

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Los resultados en el Test del Trazo y la Copia de la Figura Compleja tampoco

mostraron diferencias estadísticamente significativas entre los tres grupos, a pesar de

que dos de los grupos (esquizofrenia de más de 5 años y bipolares) no tienen un

desempeño deficitario frente a las puntuaciones normalizadas. El uso de pruebas no

paramétricas por el reducido tamaño muestral y la falta de normalidad en la distribución

de los datos ha podido reducir la potencia estadística de estas comparaciones. Un

estudio recientemente publicado (Nenadic I. 2015) que compara la escala de inteligencia

Wechsler, la fluencia verbal (COWA) y el Test del Trazo A y B en un grupo de 17

bipolares tipo I eutímicos, un grupo de 19 esquizofrénicos y un grupo control de 33

sujetos sanos, describe mayor afectación en el test de inteligencia en los esquizofrénicos

y en la parte B del Test del Trazo en los bipolares.

En nuestra muestra, considerada en su conjunto, encontramos que tanto las

capacidades neuro como sociocognitivas se encuentran deterioradas respecto a la

población general. Cabría pensar que este deterioro de las capacidades cognitivas

asociado al trastorno mental, condicionara el deterioro secundario de las habilidades

agrupadas bajo el concepto de inteligencia emocional, en la medida que son procesos

mentales complejos que requieren de otros procesos mentales no-emocionales, como

sucede con otras habilidades sociocognitivas, como la teoría de la mente (Thaler N.S.

2014) (Y. M. Bora E. 2009). En esta línea son interesantes las aportaciones de Lee y

colaboradores (Lee J. 2013) que consideran que el deterioro sociocognitivo no

necesariamente sigue al déficit neurocognitivo. En la esquizofrenia lo que podría estar

sucediendo es que la afectación de circuitos cerebrales es más extensa que en los

bipolares, en los que las zonas implicadas en la cognición social podrían estar más

conservadas, con lo que el peso relativo de la disfunción neurocognitiva fuera mayor en

estos últimos.

Observamos que la puntuación en el Test de Inteligencia Emocional en la

muestra completa de 75 pacientes muestra una correlación moderada de signo positivo

con el cociente de inteligencia estimado mediante el WAIS-IV (R=0,406 con p<0,01).

Esto indica que a mejor funcionamiento cognitivo mayor inteligencia emocional. El

análisis de regresión lineal estima que el desempeño en el test de inteligencia WAIS

explica el 16,5% de la variabilidad de la escala de inteligencia emocional. Estos

resultados son similares a la literatura previa, que calcula que la neurocognición explica

entre un 10 y un 20% de la varianza en la cognición social (Fanning J.R. 2012).

El resto de pruebas de evaluación neurocognitiva también correlacionan con el

MSCEIT, con un coeficiente de correlación de fuerza moderada en el caso del

desempeño en la parte A del TMT y débil con la Figura Compleja de Rey. Si

desglosamos las correlaciones entre las mediciones de inteligencia emocional y de

funcionamiento neurocognitivo en los tres grupos, observamos que la fuerza de la

asociación aumenta en el grupo de bipolares para las tres pruebas, mientras que no se

demuestra tal correlación en ninguno de los dos grupos de esquizofrénicos. Estudios

publicados afirman que en el trastorno bipolar la sociocognición en general, y la

inteligencia emocional en particular, parecen estar relativamente conservadas y, si se

afectan, lo hacen como resultado de la disfunción neurocognitiva (G. T. Burdick K.E.

2011).

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En el BPRS, que mide la gravedad clínica en los días previos, encontramos

correlaciones de signo negativo en la muestra a expensas de los resultados del grupo de

esquizofrénicos más evolucionados, con coeficientes similares a los calculados en otros

estudios (Lin Y. 2012). Sin embargo, la PANSS no se asocia a la puntuación en el

MSCEIT en ninguno de los grupos, en coincidencia con artículos publicados que

observan que esta medición de la inteligencia emocional no correlaciona con la

sintomatología (G. C.-G. Eack S.M. 2010).

En el grupo de esquizofrenia de más larga evolución encontramos correlaciones

de fuerza moderada-alta con las escalas que miden gravedad clínica (BPRS, CGI-S y

EEAG) y la Escala de Depresión, pero con ninguno de los índices del funcionamiento

neurocognitivo. Podemos considerarlo el patrón opuesto a los bipolares, en los que las

correlaciones se producen con algunas de las pruebas de funciones ejecutivas y con la

edad, pero con ninguna de las escalas clínicas. Estas asociaciones posiblemente

traducen en que en un grupo aparentemente más estabilizado, la presencia de síntomas

de mayor gravedad empeora las habilidades emocionales, mientras que en un grupo en

el que todos los sujetos se encuentran más sintomáticos, como parece ser en grupo de

los bipolares, el desempeño en el MSCEIT es peor de lo esperado a consta de la

disfunción cognitiva, pero es más difícil demostrar correlaciones con los síntomas.

Por otro lado, en el grupo de esquizofrénicos en fases iniciales no se encontraron

correlaciones estadísticamente significativas con ninguna de las variables. Esto podría

indicar que el deterioro de la inteligencia emocional que se detecta en estos primeros

años tiene que ver con la propia esquizofrenia, sin que otros factores clínicos ni

cognitivos condicionen el déficit.

En cuanto a las escalas de funcionalidad y calidad de vida, sólo el grupo de

esquizofrénicos muestra una correlación con la EEAG que traduce una mejor

funcionalidad cuanto mejores habilidades emocionales. Estudios previos había

demostrado asociaciones similares negativo (H. W. Kee K.S. 2009) (G. C.-G. Eack

S.M. 2010).

La escala de calidad de vida genera coeficientes de correlación casi nulos en

todos los grupos, por lo que podemos afirmar que la inteligencia emocional y la calidad

de vida son variables independientes en estos pacientes.

Para concluir esta discusión, debemos considerar una serie de limitaciones que

presenta esta investigación:

1. Ausencia de grupo control: Este proyecto se diseñó como una investigación

clínica, cuyo objetivo era realizar un estudio comparativo entre dos patologías y

dos momentos evolutivos dentro de los trastornos mentales severos. El acceso a

un grupo de sujetos control sanos desde la práctica clínica era complicado. Tras

revisar la literatura previa, pudimos comprobar que estudios similares (S. K.

Vaskinn A. 2013) (Wojtalik J.A. 2013) (Eack SM 2010) prescindían del grupo

control, puesto que las escalas de evaluación neuro y sociocognitivas empleadas

permiten la comparación con la media estandarizada de la población general.

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2. Tamaño muestral reducido: El proyecto se diseñó con el objetivo de alcanzar

una N total de 100, con al menos 30 sujetos por grupo, para poder realizar el

análisis estadístico mediante pruebas paramétricas y aumentar el poder

estadístico del estudio. Nos encontramos con dificultades en el proceso de

reclutamiento que nos obligaron a prolongar el período hasta completar un año.

Las dificultades vinieron derivaras de dos motivos principales: la duración del

protocolo de evaluación y las dificultades para reclutar participantes. Respecto al

tiempo necesario para aplicar el protocolo de evaluación, al diseñar el proyecto

se estimó que se requeriría aproximadamente 3 horas. Sin embargo, éste ha sido

el tiempo mínimo utilizado, encontrando gran variabilidad intersujeto y llegando

algunas evaluaciones a requerir hasta 9 horas por las dificultades cognitivas de

algunos participantes. En lo referente al reclutamiento, resultó especialmente

difícil encontrar pacientes dispuestos a participar. Aproximadamente aceptaron 1

de cada 15 sujetos contactados. Entre los motivos que alegaron para declinar su

participación era que les traía malos recuerdos, que estaban trabajando, que les

era difícil desplazarse hasta el hospital, que no se sentían bien, etc. A pesar de

ampliar el período de reclutamiento, los grupos quedaron limitados a 25

participantes, lo que ha disminuido la potencia estadística del estudio. No

obstante, nuestro tamaño muestral es suficiente para el tipo de análisis ejecutado

y es similar, e incluso superior, al de estudio previos en este campo (Dawson S.

2012) (Baez S. 2013) (S. K. Vaskinn A. 2013) (Seidman L.J. 2002).

3. Medicación: Todos los participantes estaban recibiendo medicación en el

momento de la evaluación para este estudio, algunas de las cuales pueden afectar

al funcionamiento cognitivo (B. R. Keefe R.S. 2007). Se trata de una limitación

casi universal en estudios similares. Si tenemos en cuenta que el tratamiento

psicofarmacológico es imprescindible en el abordaje de los trastornos mentales

severos estudiados, es utópico plantear una investigación de este tipo en la que

los pacientes no estén recibiendo medicación, salvo que nos limitáramos a

examinar primeros episodios. Además, con la gran variedad de psicofármacos

habitualmente prescritos en la práctica clínica y las múltiples posibles

combinaciones entre ellos, es muy complicado controlar en el análisis estadístico

los efectos de la medicación.

4. Sintomatología afectiva: La presencia de sintomatología afectiva,

particularmente en el grupo de trastornos bipolares, puede haber afectado a

algunos de los resultados. La Escala de Evaluación de la Manía (YMRS) ha

detectado un 23,1% de sujetos con sintomatología maníaca y un 15,4%

hipomaníacos, mientras que en la escala de depresión (MDRS) tanto el grupo de

bipolares como el resto de la muestra están asintomáticos en porcentajes entorno

al 80%, síntomas depresivos leves entorno al 20% y porcentajes residuales

(correspondientes a un único sujeto del grupo) depresión moderada, sin casos de

mayor gravedad. Esta limitación es común a muchos de los estudios publicados,

derivada del propio curso natural del trastorno bipolar y de la presencia de

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sintomatología afectiva residual en un porcentaje significativo de los pacientes

tratados. En base a la literatura previa, la presencia de síntomas afectivos podría

empeorar el funcionamiento sociocognitivo de los pacientes bipolares, por lo

que las puntuaciones obtenidas por este grupo en la escala MSCEIT podrían ser

peores en aquéllos que presentan psicopatología. Sin embargo, la puntuación en

el MSCEIT de los bipolares no correlaciona con ninguna de las escalas clínicas,

ni siquiera con las específicas de síntomas afectivos. Como se comentó en la

discusión, se deberían filtrar los casos que sobrepasan los puntos de corte

establecidos en cada escala para eliminar este posible sesgo o realizar un ajuste

estadístico del efecto de la sintomatología.

5. A consecuencia de que la participación en el estudio es voluntaria, estamos

expuestos a realizar un sesgo de selección.

6. Evaluación trasversal: lo ideal sería realizar un estudio longitudinal, ya que la

comparación trasversal de dos grupos se limita a estimar el curso evolutivo y es

más limitada.

7. No disponemos de una medición premórbida del cociente de inteligencia.

Algunos estudios lo estiman mediante el WAIS u otras escalas.

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7.CONCLUSIONES:

1. La esquizofrenia y el trastorno bipolar presentan déficits en la inteligencia

emocional entendida como habilidad.

2. Estas alteraciones en la inteligencia emocional forman parte de un conjunto de

capacidades cognitivas, sociales y no sociales, que se ven alteradas en estos

trastornos mentales severos.

3. La disfunción cognitiva que presentan afecta tanto al funcionamiento cognitivo

global como a tareas cognitivas específicas, entre las que destacan las funciones

ejecutivas.

4. La inteligencia emocional empeora con el deterioro del funcionamiento

cognitivo, la disfunción ejecutiva y la gravedad del cuadro psiquiátrico.

5. Existen argumentos a favor de la existencia de un deterioro progresivo de la

inteligencia emocional con la evolución de la esquizofrenia.

6. Este déficit en la inteligencia emocional de los sujetos con esquizofrenia parece

estar presente desde los primeros años de la enfermedad, pero afectando sólo a

algunas de las habilidades implicadas.

7. En esas primeras etapas de la esquizofrenia, la inteligencia emocional no se ve

condicionada por factores clínicos ni neurocognitivos, de lo que se deduce que

los déficits en la inteligencia emocional pueden ser una manifestación intrínseca

a la propia patología.

8. En la esquizofrenia de mayor evolución, la inteligencia emocional se asocia con

la gravedad de la sintomatología, la funcionalidad y la clínica depresiva, pero no

con el funcionamiento neurocognitivo.

9. En los trastornos bipolares, sin embargo, la inteligencia emocional entendida

como habilidad se relaciona con el funcionamiento en algunas tareas

neurocognitivas, como la memoria y la velocidad de procesamiento, pero no con

la sintomatología.

10. En base a la literatura previa y los resultados de este estudio, el deterioro de la

inteligencia emocional que produce la esquizofrenia parece no sólo cuantitativo

sino cualitativo.

11. Se requieren más investigaciones para conocer el comportamiento de la

inteligencia emocional en estos trastornos mentales severos.

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ANEXO I: RELACIÓN DE GRÁFICOS Y TABLAS:

GRÁFICOS:

Gráfico nº1. Situación laboral de los sujetos de la muestra……………………………………………….pg.48

Gráfico nº2. Modalidad de convivencia de los sujetos de la muestra…………………………………pg.49

Gráfico nº3. Especificaciones diagnósticas en el grupo de trastorno bipolar……………………..pg.53

Gráfico nº4. Sintomatología predominante en la escala PANSS………………………………………….pg.55

Gráfico nº5. Representación gráfica del nivel educativo completado…………………………………pg.59

Gráfico nº6. Representación gráfica de la situación económica…………………………………………pg.60

Gráfico nº7. Estado civil……….…………………………………………………………………………………………….pg.60

Gráfico nº8. Situación laboral actual..………………………………………………………………………………..pg.61

Gráfico nº9. Distribución de las puntuaciones en el MSCEIT en cada grupo……………………….pg.71

TABLAS:

Tabla nº1. Puntuación en la Escala Breve de Evaluación Psiquiátrica (BPRS)………………………pg.55

Tabla nº2. Puntuación en la Escala para el Síndrome Positivo y Negativo de la Esquizofrenia

(PANSS)……………………………………………………………………………………………………………………………..pg.56

Tabla nº3. Puntuación en la Escala de Impresión Clínica Global-Severidad (CGI-S)…………….pg.56

Tabla nº4. Puntuación en la Escala de Evaluación de la Manía de Young (YMRS)……………....pg.56

Tabla nº5. Puntuación en la Escala de Evaluación de la Depresión de Hamilton (HDRS)…….pg.57

Tabla nº6. Puntuaciones en la Escala de Inteligencia Emocional de Mayer-Salovery-Caruso

(MSCEIT)…………………………………………………………………………………………………………………………….pg.57

Tabla nº7. Puntuación en la escala de inteligencia WAIS-IV……………………………………………….pg.58

Tabla nº8. Puntuaciones en las pruebas de funciones ejecutivas………………………………..……..pg.58

Tabla nº9. Resultados en las escalas EEAG y QLS…………………………………………………………….…pg.59

Tabla nº10. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT con la media

normalizada……………………………………………………………………………………………………………………….pg.63

Tabla nº 11. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia

en fases iniciales con la media normalizada……………………………………………………………………….pg.64

Tabla nº 12. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de esquizofrenia

de más de 5 años con la media normalizada………….………………………………………………………….pg.64

Tabla nº 13. Comparación de las puntuaciones medias en el MSCEIT del grupo de trastorno

bipolar con la media normalizada…………………………………………………………………………………..….pg.65

Tabla nº 14. Comparación de las puntuaciones en el WAIS de la muestra con la población

general…………………………………………………………………………………………………………………….………..pg.66

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Tabla nº 15. Resultados de la comparación de la puntuación en TMT-A y B y Test de Rey con la

población general……………………………………………………………………………………………………………..pg.67

Tabla nº16. Comparación de variables socio-demográficas cuantitativas entre los tres

grupos………………………………………………………………………………………………………………………………pg.68

Tabla nº17. Comparación de variables socio-demográficas cualitativas entre los tres

grupos………………………………………………………………………………………………………………………………pg.68

Tabla nº18. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en escalas clínicas y de

calidad de vida……………………………………………………………………………………………………….…………pg.69

Tabla nº 19. Comparación entre las puntuaciones de los tres grupos en las escalas YMRS y

PANSS………………………………………………………………………………………………………………………………..pg.69

Tabla nº20. Comparación de las puntuaciones en el MSCEIT de los tres grupos………………..pg.70

Tabla nº21. Análisis comparativo de las puntuaciones en el MSCEIT entre bipolares y

esquizofrenia…………………………………………………………………………………………………………………….pg.72

Tabla nº22. Análisis comparativo de las puntuaciones en el MSCEIT entre el grupo de

esquizofrenia en fases iniciales y el grupo de esquizofrenia >5 años…………………………….….pg.72

Tabla nº23. Comparación de las puntuaciones en el WAIS de los tres grupos……………………pg.73

Tabla nº 24. Resultados del análisis estadístico de las diferencias en las puntuaciones en el TMT

y Figura Compleja de Rey entre los tres grupos………………………………………………………………….pg.73

Tabla nº25. Coeficientes de correlación entre la puntuación total en el MSCEIT y resto de

escalas…………………………………………………………………………………………………………………………….…pg.75

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