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Santanderismo y bolivarismo: Dos matices en pugna David Bushnell Desarrollo Económico, Vol. 8, No. 30/31, América Latina 4#. (Jul. - Dec., 1968), pp. 243-261. Stable URL: http://links.jstor.org/sici?sici=0046-001X%28196807%2F12%298%3A30%2F31%3C243%3ASYBDME%3E2.0.CO%3B2-G Desarrollo Económico is currently published by Instituto de Desarrollo Económico y Social. Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of JSTOR's Terms and Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/about/terms.html. JSTOR's Terms and Conditions of Use provides, in part, that unless you have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and you may use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use. Please contact the publisher regarding any further use of this work. Publisher contact information may be obtained at http://www.jstor.org/journals/ides.html. Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the screen or printed page of such transmission. The JSTOR Archive is a trusted digital repository providing for long-term preservation and access to leading academic journals and scholarly literature from around the world. The Archive is supported by libraries, scholarly societies, publishers, and foundations. It is an initiative of JSTOR, a not-for-profit organization with a mission to help the scholarly community take advantage of advances in technology. For more information regarding JSTOR, please contact [email protected]. http://www.jstor.org Sun Oct 28 15:54:48 2007

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Santanderismo y bolivarismo: Dos matices en pugna

David Bushnell

Desarrollo Económico, Vol. 8, No. 30/31, América Latina 4#. (Jul. - Dec., 1968), pp. 243-261.

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http://links.jstor.org/sici?sici=0046-001X%28196807%2F12%298%3A30%2F31%3C243%3ASYBDME%3E2.0.CO%3B2-G

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SANTANDERISMO Y BOLIVARISMO: DOS MATICES EN PUGNA

DAVID BUSHNELL

En toda la literatura bolivariana ha sido y es todavía un lu- gar común el asentar que los propósitos del Libertador se vieron frustrados por la incomprensión de sus contemporáneos. La frus- tración no fue total, claro está, porque al fin y al cabo los pue- blos hispanoamericanos (menos las Antillas españolas) se inde- pendizaron de la antigua madre patria. Pero los anhelos del Li- bertador de estrechar unos vínculos permanentes de colabora- ción entre los pueblos ya independientes, de dotarlos de un régi-men político a la vez sólido y liberal, y de promover hasta donde fuera posible la felicidad de los habitantes mismos, no se realiza- ron o se realizaron sólo en una pequeña parte. Y entre los ad- miradores del Libertador, que con toda razón constituyen una gran mayoría de los que se han ocupado de su obra, se ha acos-tumbrado atribuir esta falta de realizaciones a intereses mezqui- nos de sus adversarios o al hecho más fundamental de que su pensamiento genial se hubiera adelantado demasiado con rela-ción a la época en que le tocó vivir -o quizá a intereses mezqui- nos y exceso de genio conjuntamente-. Ninguna de las dos expli- caciones bastaría por sí sola para deslindar responsabilidades, aunque cada una encierra, sin duda, alguna porción de la verdad histórica. En todo caso, entre los presuntos responsables del pro- ceso de frustración ha ocupado casi siempre un lugar destacado el prócer neogranadino Francisco de Paula Santander; y por con- siguiente, al ponderar los logros y las decepciones de Bolívar, siempre habrá que tomar en cuenta las ideas y la actuación de aquél.

No se trata a este respecto sino de una sola etapa de la vida pública de Santander, o sea la propiamente grancolombiana. Con

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anterioridad, él había jugado un papel secundario en el ámbito de la "Patria Boba", cotnlo se ha dado en llamar a l primer período del movimiento emancipador de la Nueva Granada, y adquirió al- gún relieve sólo a partir de la reconquista española de 1816, cuan- do asumió la jefatura de los patriotas neogranadinos que se ha- bían refugiado en los llanos de Casanare, al pie de la cordillera oriental de los Andes. En Casanare se hizo además colaborador del venezolano Bolívar, a quien acompañó en la campaña de Bo- yacá, y después de aquella decisiva victoria Bolívar le encomendó la administración de las provincias liberadas de la Nueva Gra- nada. A consecuencia principalmente del prestigio que se gran-jeó en ejercicio de tal cargo, resultó electo primer vicepresidente constitucional de la Gran Colombia en setiembre de 1821, y al desplazarse de nuevo el Libertador Presidente hacia los campos de batalla, Santander se quedó en Bogotá como encargado inme- diato del poder ejecutivo no sólo ya dentro de la misma Nueva Granada sino en todo el territorio de la unión grancolombiana, desde Cumaná a Guayaqui1.l Administrador minucioso e incan- sable, patrono oficial de todo un círculo de intelectuales y profe-sionales liberales y abanderado consciente de las "luces del siglo", Santander como vicepresidente logró cimentar aún más su pres- tigio; y a pesar de algunos malentendidos ocasionales con su jefe titular ausente se portaba ostensiblemente como un socio leal y fervoroso del Libertador. Mas el cuadro cambió de repente de 1826 a 1827, al volver Bolívar desde el Perú, reasumir el mando ejecutivo de la Gran Colombia y anular alguna parte de la obra cumplida antes por su vicepresidente, quien se lanzó resueltamen- te a la oposición y al fin saboreC el exilio. Regresó después de la disolución de Za Gran Colombia y muerte de Bolívar para ocupar la presidencia de !a flamante República de la Nueva Granada, pero ésa ya es otra historia. . .

A pesar del ulterior distanciamienio entre Bolívar y Santan-der, éste también ha tenido sus admiradores. Sobre todo en Co-

l Aunque la constitución d e la Gran Colombia fue rigurosamente unitaria. en la Práctica tanto Venezuela como el Ecuador quedaban sujetos en cierta medida a regímenes de emergencia o excepción que atenuaban (sin anular) su subordinación al poder ejecutivo nacional encabezado por Santander. La actuación del vicepresi- dente mientras ejercía el mando de la Gran Colombia es el tema de mi obra El régin~en de Santander en la Gran Colombia (Bogotá, 1965), donde se ofrece un análisis más detallado d e varios puntos tratados también en este artículo.

Por otra parte, ningún estudio biográfico medianamente definitivo se ha es-crito sobre Santander. Uno. que no es más que un esbozo pero bien serviría como punto de partida, es el de PEDRO GÓMEZ PARRA, Santalzder (ensayo biográfico), Buca- ramanga, 1940; véase también, del docto santanderista LAUREANO ORTIZ, AIgu- GARCÍA nos estudios sobre el general Santander, Bogotá, 1944.

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lombia, a nivel tanto escolar como académico, ha gozado de una reputación de gran estadista republicano y civilista: es el "Fun- dador Civil de la República7' y también "Hombre de las Leyes", título éste que le otorgara el mismo Bolívar. Esto no ha obstado para que los colombianos rindieran homenaje aún más fervoroso al Libertador, pero el hecho de que los dos próceres comparten la misma calidad de héroe nacional ha tenido por resultado que en Colombia, típicamente, no se da la razón entera a ninguno de los dos al tratar de sus desavenencias. Pos regla general, es ver- dad, los colombianos adheridos al Partido Conservador han valo- rado más a Bolívar y perceptiblemente menos a Santander que los adheridos al Partido Liberal, que desciende en línea directa del núcleo de colaboradores inmediatos de Santander. (Del mis- mo núcleo desciende el Partido Conservador, pero de una manera menos limpia. pues medió una amalgama allá por el año 1840 con los restos de la facción neogranadjna c1v.e fuera adicta a Bolívar) .2

Hasta ha habido siempre una corriente conservadora que ha ne- gado totalmente los méritos de Santander. El último vocero má-ximo de semejante punto de vista fue el catidillo conservador Laureano Gemez, en cuyo concepto Santander había sido un men- tecato, desmedidamente ambicioso de poder y de lucro, enemigo de la fe cristiana, y cuanta cosa más le sugería su fertilísimo in- genio de polemista." Sin embargo, el extremado antisantanderis- mo conservador del estilo de Laureano Gómez ya había pasado de moda, aun antes de la muerte de éste ocurrida en 1965. Es sin duda ilustrativo el hecho de que sea un historiador conserva- dor, Roberto Cortázar, quien se ha propuesto desde hace más de 15 años la tarea de publicar todos los papeles de Santander en una edición más o menos de f i n i t i~a .~ Y tal vez no sea incorrecto aseverar que la benevolencia con que se trata hoy día desde el campo conservador a la figura de Santander signifique una faz historiográfica del Frente Nacional bipartidista que actualmente gobierna el país.

Mas resulta que Santander, a medida que han ido derapare- ciendo sus enemigos más acérrimos del lado conservador, viene perdiendo adeptos dentro de su propia colectividad liberal. Así

2 HORACIO PLATA, "Pró1og0" a la obra d e Visi6nRODRÍGUEZ MIGUEL AGUILERA, politica del arzobispo Illosquera, Bogotá, 1954, págs. 11-29.

8 LAUREANO E¿ mito de Santander, 2 tomos, Bogotá, 1966. Bajo esteGÓMEZ, título se han reunido unos articulas que aparecieron por primera vez en 1940.

4 ROBERTOCORTÁZAR,ea. , Cartas y mensajes del general Francisco de Pauln Santander, 10 tomos, Bogotá, 1953-1956, y Correspondencia dirigida al general Fran-cisco de Paula Santander, Bogotá. 1954.

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es que en estos días el máximo detractor de Santander es un po-lítico e historiador liberal, Indalecio Liévano Aguirre. Este no ha sido un antisantanderista furibundo como el doctor Gómez, y en otra época, en su notable biografía de Rafael Núñez, había ver- tido unos conceptos bastante favorables acerca de la obra de San- tander. En ella presentaba a un Santander que a diferencia de otros liberales de la época, que no eran más que ciegos teorizan- tes, había desplegado en su gobierno un gran sentido práctico y r ea l i~ t a .~Mas al escribir su estudio sobre Núñez el autor se refe- ría primordialmente a la administración de Santander como pre- sidente de la Nueva Granada, y no a su actuación durante la dé- cada de la Gran Colombia. Fue sólo posteriormente que él ofre- ció una interpretación detallada de la vicepresidencia de Santan- der y de sus relaciones con Bolívar, desarrollando la tesis de que el enfrentamiento entre los dos próceres manifestaba en última instancia la resistencia de una oligarquía egoísta adherida a San- tander para secundar (y en especial para costear) los grandes de- signios de Bolívar, fueran a favor de la causa americana o del pueblo grancol~mbiano.~ Esta revisión de la interpretación tra- dicional liberal favorable a Santander, de parte de un autor li- beral, podría denominarse faz historiográfica de la escisión ocu- rrida dentro del Partido Liberal desde principios del Frente Na- cional y que no fue superada sino en 1967, habiendo sido Liévano Aguirre uno de los protagonistas del grupo disidente de izquierda Movimiento Revolucionario Liberal. Sea de ello lo que fuere, al hacer su planteo Liévano rindió un servicio historiográfico muy importante, enfocando cuestiones socioeconómicas que no habían recibido la debida atención y discurriendo (con intención inno- vadora) sobre las bases sociales de las facciones en pugna. Tam- poco puede disputarse su apreciación sobre la naturaleza esen-cialmente oligárquica de la facción de Santander, que provenía él mismo de la clase de terratenientes acomodados de provincia y agrupó alrededor suyo a otros del mismo estrato social, a co- merciantes ambiciosos como los antioqueños Juan Manuel y Manuel Antonio Arrubla, y a profesionales de los sectores altos y medios

6 INDALECIO AGUIRRF, Núñez, 2e ed., Bogotá, 1960 ( 7 ) . págs.MANO Rafael 52. 58, 74, 315.

INDALECIO AGUIRRE, conspiración deL ~ V A N O "Razones socioeconómicas de la septiembre contra el Libertador". Revista de la Universidad de los Andes, año 11, nq 2, págs. 42-89. Hay que reconocer, sin embargo, que el autor arremete algo más duramente contra el partido de Santander que contra Santander mismo, a quien no incluye entre los más exaltados defensores de los intereses oligárquicos y enemi-gos de Bolivar.

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urbanos cuyos vínculos familiares, sin decir nasa de su ideología, les inhibían identificarse cabalmente con las masas populares.

Pero aquí cabe observar que bastante parecidos a primera vista eran los cuadros activos del bolivarismo, a lo menos en su sector civil, ya que su reducto más poderoso (a diferencia del santanderismo) se situaba entre los militares. Sin tomar en cuen- ta el alineamiento de fuerzas sino en la Nueva Granada propia- mente dicha, resulta que también había terratenientes, mercade- res y profesionales bolivarianos, aunque con algunas diferencias relativas. Los profesionales en general, según parece, se inclina- ban algo más al bando de Santander, con la excepción bien im- portante de los miembros del clero? En cuanto a comerciantes, también es probable (aunque sería difícil documentarlo en forma concluyente) que se inclinaran preferentemente al santaderis-mo. No obstante se dieron importantes excepciones, como el car- tagenero Juan de Francisco Martín, otro "especulador" y "oligar-ca" pero furioso antisantandereano y en fin de cuentas albacea del Liber tad~r .~ En cuanto a grandes terratenientes -1atifundis- tas si se quiere-, es probable que entre sus filas militara un número mayor de bolivarianos. Es de notar además, aunque no sea sino en forma tentativa, cierta identificación entre el santan- derismo y el sentimiento provinciano, principalmente de las pro- vincias menos aristocráticas, como las del oriente de la Nueva Granada, de donde era él mismo? Los notables de Bogotá y tam-

El clero tenía tantos motivos para desconfiar del Libertador como del vice- presidente Santander, en lo que a ideas y actitudes religiosas intimas se refiriera: hasta sugiere Liévano Aguirre ("Razones socioeconómicas.. .", pág. 66) que lo más natural habría sido que el clero se hiciera santanderista. Sin embargo. durante al- gunos años habfa constituido el régimen de Santander el mal inmediato. desde el punto de vista de la ortodoxia tradicionalista. lo que facilitó la captación de las simpatías de la mayorfa del clero por parte del bolivarismo: véase a este respecto mi Régimen de Santander, capftulos 13-15, y las fuentes que alli se citan. Debe apuntarse finalmente que en la Gran Colombia como en toda la América Latina habfa tambiCn un clero liberal que a la luz de su época (aunque no a la luz del Concilio Vaticano ii) era de tendencias más o menbs heterodoxas. Este clero li-beral era por lo general santanderista: pero en sus cuadros no militaban ni el cura raso ni los jerarcas más caracterizados.

a De Francisco se contaba entre Tos críticos más acerbos del empr6stito ex-tranjero de 1824, cuyo manejo por parte del gobierno colombiano distó mucho de ser brillante, sin que se justificara tampoco el escándalo que llegó a m'ontarse. Sin embargo, él mismo propuso en seguida aue se contratara un nuevo empréstito ex-tranjero para que con sus fondos se liquidaran los créditos domésticos, lo que habia sido precisamente la práctica más censurable y que más se prestaba a abusos en la utilización del empréstito anterior (El régimen de Santander, págs. 141, 144-145)

9 Con cierta exageración. es verdad, hace LUIS Busnno N m ARTETAun nf-tido contraste entre la economía "del Oriente, anticolonial y comercial, manufactu- rera y agrícola. y la de las regiones centrales, colonial y latifundista". Economía y cultura en 1a histo.ria de Colombia, 24 ed., Bogotá. 1962. pág. 13. Del Oriente en todo caso. y más concretamente de las provincias de Pamplona o de Socorro. eran no s61o Santander sino sus socios intelectuales más inmediatos del periodo de la Gran Colombia. Francisco Soto y Vicente Azuero, y otros muchos colaboradores más

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bien los de la distinguida Popayán (cuna de los Valencia, Mos- quera y Arboleda) se plegaban en general al partido bolivariano o trataban de mantenerse hasta donde pudieran en una posición de altiva equidistancia.

Sin duda la adhesión de muchos oficiales militares de extrac- ción media o humilde le daba al bolivarismo cierto colorido po- pular, sobre todo al tenerse en cuenta que estos mismos militares eran blanco del desdén poco disimulado de la alta sociedad civil.1° Pero los pocos militares granadinos de origen popular que logra- ron alguna relevancia más allá de la carrera militar en sí -como ca~cidillos políticos o sociales con rasgos que podrían denominarse '*populistas"- eran más frecuentemente santandereanos que bo- Iivarianos. Un caso bien obvio es el de José María Obando, cau- ciillo del sudoeste e hijo de Popayán, pero de ascendencia un tan- to discutida y que no comulgaba precisamente con los M ~ s q u e r a . ~ ~ Podría citarse igualmente al almirante José Padilla, jefe nato de la que Bolívar hubiera llamado la pnrdocracia de Cartagena (cuya aristocracia blanca sí era mayormente bolivariana) . Fue Padilla uno de los que se lanzaron a la resistencia activa contra el régi- men de Bolívar después que Santander cayó en desgracia; y su-frió la pena de muerte en la ola de represión que siguió al atenta- ao del 25 de setiembre de 1828.12

Esto de que los caudillos "populistas" en la Nueva Granada se hayan inclinado más bien al santanderisino no es -hay que confesarlo- sino otra impresión preliminar o tentativa. Toda-vía no se ha llevado a cabo un análisis lo suficientemente com- prensivo y sistemático de los integrantes de los dos bandos para precisar en qué proporciones procedían de tal o cual elemento social. Ni hay por qué suponer, aunque aquella impresión se confirmara, que se invalidaría la interpretación de la facción y el régimen de Santander como esencialmente oligárquicos. Re-gimenes de oligarquía constituían la modalidad típica, normal, de ia época, y no sólo en América Latina. Lo que cabe preguntar entonces es si la obra de cualquier gobernante oligárqu-ico fue retrógrada o progresista, y en qué sentido. Además, en lo que concierne a Santander, hay que hacer constar desde luego que ni él personalmente ni el gobierno que él dirigió constituyeron fe-

10 ANTHONYP. MAINGOT,"Colombia: Civil-Military Relati'ons in a Political Cul-ture of Conflict". tesis doctoral inédita, Universidad de Florida, 1967, págs. 38-49.

11 A. J. h o s GUZMÁN, Obando, 2.1 ed., Popayán, 1959, págs. 8-119.

CARLOSDELGADO José Padilla, estanzpa de unNIETO, almirante, Bogotá, 1957. Es una biografía breve y un poco nbvelada, pero contiene los datos indispensables.

1'

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nómenos aislados dentro de la América antes española. Él per- tenecía a una corriente liberal de proyecciones continentales que tenía sus protagonistas desde los llamados yorkinos mejicanos hasta los pipiolos chilenos e incluía naturalmente al partido de Eern~rdino Rivadavia en Buenos Aires (que fuerz tal vez su má- ximo representante). Algo doctrinaria, sobre la base de doctrinas importadas de fuentes comunes, esta corriente se mostraba bas- tante !~omogénea de un país a otro. Así es que en el libro re- ciente de Sergio Bagú, El plan económico del g ~ u p o rivadaviano,13 hay párrafos enteros que podrían reeditarse bajo el título El plan económico del grupo santandereano, con solo el cambio de nombres personales y geográficos.

En un plano teórico, lo que buscaban estos liberales latino- americanos no era sino ensanchar la esfera de la libertad indi-vidual, sea en el camro económico-social, político o religioso. Abogaban por la eliminación hasta donde f~rera posible de cual- quier traba a la circulación de bienes y servicios, así interior como exteriormente. Por lo tanto rechazaban, en general, el proteccio- nismo aduanero, aiinque sin llegar nunca en sentido estricto al libre cambio, que es un término poco exacto tal como se acostum- bra emplearlo en la historiagrafía latinoamericana. Con la mis- ma lógica de individualismo económico y social rechazaban la esclavitud (aunque aceptaban por lo general su abolición pau- latina), así como los mayorazgos y mucho más por el estilo. En lo religioso, abogaban por la libertad de cultos, aunque en la ma- yoría de los países no se atrevían a decretarla abiertamente, y por una disminución de los privilegios e influencia de las corpo- raciones eclesiásticas. Y en lo político abogaban por un sistema de gobierno constitucional con separación formal de poderes y qarantías individuales. El régimen político tendría que ser re-yrecen'cativo sin llegar a ser democrático, porque las conquis- las liberales -según se creía- mal podrían consolidarse si el sufragio se concediera aun a los que carecían de cierta indepen- dencia económica e ilustración. En Buenos Aires el sufragio de todo hombre libre se introdujo por una extraña inconsecuencia bajo los auspicios del mismo Rivadavia, pero la mayoría de sus partidarios pronto se arrepintieron de este rasgo democrático y trataron, sin éxito, de derogarlo.14 A los santandereanos, que a este respecto opinaban lo mismo que la generalidad de los libe-

Universidad Nacional del Litoral, Facultad d e Filosofía y Letras, Colección d e Textos y Documectos, serie B/No 2, Rosario, 1966.

14 EXEQUIEL i"Quiera el pueblo uotm"?, Bahía Blanca, 1963, págs. 104-122.ORTEGA,

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rales latinoamericanos de primera hora. no se les ocurrió nunca imitar el ejemplo electoral de Rivadavia.15

Pues bien; si tal fue, en síntesis breve y superficial, con ex- clusión por el momento de los aspectos específicamente interna- cionales, el programa que compartió el partido de Santander con la mayoría de los liberales latinoamericanos, jen qué se diferen- ciaba del programa bolivariano? En cuanto a objetivos de largo alcance, no es fácil hallar discrepancias. La Única que salta a la vista es la tendencia proteccionista que por lo general evidencia- ban las disposiciones del Libertador en materia de derechos de aduana. l6 Fue ésta. tal vez, una anticipación del desarrollismo mo- derno; más verosímilmente, resabio de mercantilismo. El protec- cjonismo aduanero constituía además, en cuanto no era propia-mente un objetivo de la política del Libertador, un mero recurso fiscal, o sea una táctica bien o mal entendida de reunir fondos para los gastos políticos y militares. Y hasta en la mayoría de los casos, las diferencias aparentemente programáticas entre Bo- lívar y Santander y sus respectivos partidarios solían ser no sus- tanciales sino de detalles, y de táctica. Muy frecuentes son los pasajes de la correspondencia de aquél en que censura alguna me- dida concreta del régimen de Santander no por considerarla equi- vocada en sí sino porque le parecía inoportuna a la luz de las circunstancias del momento. El hondo realismo del Libertador lo hacía desconfiar de la posibilidad práctica de llevar a cabo súbitas transformaciones, excepción hecha de la independencia misma, y en esto precisamente consistía el llamado conservatismo de Bo- lívar, que era otro lugar común de la historiografia colombiana de la época anterior a las reinterpretaciones izquierdistas de su obra y pensamiento por parte de sus admiradores modernos.l7

La naturaleza esencial de la disparidad entre santanderismo y bolivarismo se deja ver bastante claramente en materia de po- lítica fiscal. Santander y los suyos -como el secretario de Ha- cienda grancolombiano José María Castillo y Rada, que sOlo

m Huelga decir que durante la primera mitad del sigro pasado los miembros de corrientes ~olfticas no liberales tampoco eran partidarios, por lo general, del sufragio universal.

Aunque Bolivar en sus decretos y correspondencia se expresó repetidamen- te a favor de altos derechbs de importación, son pocas las ocasiones en que for- muló su política aduanera en términos explícitamente proteccionistas. Una de éstas es su carta a José Antonio PAez. citada por J. L. Satcmo-Bm-. Visión y re-visión de Boltvar, 7r ed., Buenos Aires, 1986, p&g. 140 (nota).

17 Un ejemplo llamativo del flamante bblivarismo de izquierda es el mismo título de la obra de MILTON Pmmms,Boifvar, padre de las izquierdas liberales, Bogotá, 1965.

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después de 1826 se distanció del vicepresidente- buscaban la re- novación general del sistema fiscal heredado de la colonia, que les parecía más bien un cúmulo de trabas artificiales al comercio e industria que una fuente eficiente de recursos estatales.18 Así es que pensaban disminuir poco a poco las tarifas de importación y exportación, con lo cual no querían de ninguna manera empo- brecer -o sea debilitar- la maquinaria del estado. Razonaban que un arancel moderado, a medida que diera impulso al comer- cio exterior, rendiría más que un arancel proteccionista, y en este razonamiento, que por otra parte era totalmente ajeno al criterio fiscal un poco simplista del Libertador, no andaban equivocados. Donde sí se equivocaron fue en su creencia de que la alcabala colonial podría sustituirse sin merma de rendimiento tributario por una nueva "contribución directa" sobre las rentas y propie-dades. Esta reforma fue decretada por el congreso constituyente de la Gran Colombia, en 1821, y el grupo santandereano seguía sosteniéndola aun cuando en la práctica su recaudación desperta- ba resistencias al parecer insuperables. Este apoyo tan entusiasta se fundamentaba hasta cierto punto en la convicción de que a la larga la contribución directa sería un impuesto menos ((traboso" que la alcabala, lo que era quizá un argumento de corte oligár- quico, pero se fundamentaba también en la convicción de que una parte mayor de la carga tributaria debía pesar sobre quie- nes meior podían soportarla y que derivaban más beneficios de las actividades estatales19

Vale la pena anotar que una reforma casi idéntica se llevó a cabo en Buenos Aires bajo el gobierno de Rivadavia, por los mismos motivos y con resultados también parecidos, aunque eñ Buenos Aires el nuevo impuesto tuvo un éxito un poco mayor que en la Gran Col~mbia.~Q También duró más en Buenos Aires, don- de lo utilizó el mismo Rosas. Bolívar. al contrario, se hizo eco de las quejas lastimosas de terratenientes y comerciantes que aborrecían el principio de la contribución directa aunque no la pagaran religiosamente en la práctica, y a consecuencia de sus críticas Santander a fines de 1826 decretó la contrarreforma: al-cabala otra vez, en lugar de contribución directaT1 No es que Bo-

m N m ARTETA,Economia y cultura, págs. 62-74.

Membria d e Hacienda d e 1823, reproducida en Eonlmm Ro~xúco~z ed..P&mm, La vida de Castillo y Rada, Bogotá, 1949, pftgs. 121, 133-134.

N The ArgentineM ~ BURGIN, Economtc Aspects of Federalism, 1820-1852, Cambridge, Mass., 1946, págs. 46-48. 188-192, 194, 196.

Colombia, Codificación Nacional, 11. págs. 433-435.

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livar ignorara los fundamentos teóricos de ésta, ni que le interesa- ra en especial ofrecerles algún alivio a las clases acomodadas. Es que le interesaba primordialmente el bienestar del fisco, y por esto prefería siempre un sistema hacendístico a base de alcaba- las, estancos y hasta tributo de indígenas y demás recursos neta- mente coloniales y regresivos. "Los impuestos antiguos", decía, "tenían la ventaja de ser habituales y por eso se consideraban suaves" .*No quería decir esto que eran intrínsecamente supe-riores sino que resultaban de más fácil recaudación y rendían rnás, y rendimiento era lo único importante, según el concepto de Bolívar, mientras todavía no se hubiera establecido el gobier- r,o mismo sobre cimientos verdaderamente sólidos. Tampoco ex- cluía, por supuesto, la necesidad de reformar a fondo el sistema tributario algún día, y aun quizá, de decretar una vez más la con- tribución directa en reemplazo de la alcabala.

En otros campos de la política económica y social no surgían discrepancias tan bien definidas. Tanto Bolívar como Sailtander detestaban la esclavitud, y durante sus respectivos períodos de gobierno se esforzaron por hacer cumplir la ley de manumisión gradual promulgada por el Congreso Constituyente de 1821, a pesar de las solicitudes del gremio de esclavistas para que se sus- pendiera en alguna parte.23 Y aunque a Bolívar se le ha atribuido el intento de llevar a cabo una reforma agraria, principalmente sobre la base de la distribución de bienes nacionales entre los sol- dados de la independencia, tal interpretación parece algo dudo- sa.24 A Santander, por supuesto, ni se le ha atribuido el intento. Por otra parte, Liévano Aguirre ha subrayado el contraste entre el apoyo de Santander a la distribución de las tierras comunales de indígenas, decretado por el mismo Congreso Constituyente pa- ra que éstos se convirtiesen en pequeños propietarios, y la deci- sión de Bolívar en 1828 de derogar la medida despv.és de recibir pruebas incontrovertibles de que se había prestado a manejos perjudiciales a los mismos naturales." Aparece así el Libertador como defensor de los indígenas y Santander como aliado de los

La Gaceta de Colombia, Bogotá, 17 de diciembre de 1826. 23 HAROLD Movement for Abolition in Gran Colombia", Hispanic A. BIERCK,"The

American HistoricaE Review, XXXIII, págs. 373-386, agosto 1953.

2 4 E 2 sostenedor principal de la tesis de un reformismo agrario bolivariano ha sido el escritor venezolano J. L. SALCEDO-BASTARDO, revisiónVisión y de Boliuar, pá- ginas 147-157. Expone una opinión contraria, entre otros, el profesor CHARLESC. GRIFFIN, LOS temas sociales y económicos en la época de la independencia, Caracas, 1962, págs. 48-46).

25 LIÉVANOACUIRRE,"Razones ~ocioeconomicas", págs. 57-58; Codificación Nacio-na?, 111, págs. 124, 426.

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terratenientes criollos que pensaban quitarles a aquéllos sus te- rrenos en nombre del individualismo económico. Mas resulta que Bolivar en el Perú había decretado la liquidación de las tierras comunales en términos muy parecidos a los de la ley grancolom- biana.26 Lo que sucedió sin duda fue que Bolívar, por su mayor flexibilidad doctrinaria, no tuvo empacho en reconocer que la división de tierras comunales no surtía en la práctica los efectos esperados; pero habiendo él mismo auspiciado tal medida en el Perú, no se trata de una diferencia fundamental de criterio.

Sucedía algo parecido en cuanto a política religiosa. Las re- formas eclesiásticas del congreso constituyente, .que hizo suyas la administración Santander, disponían la abolición de la Inquisi- ción, la supresión de conventos menores y aplicación de sus bie- nes al sostén de la educación pública, y una que otra medida de poca importancia. El vicepresidente Santander, sin ser anticleri- cal furibundo, no sólo hizo lo posible para cumplir fielmente estas disposiciones sino que auspició algunas más de tendencia similar. Propugnó sobre todo la secularización de la educación mediante la introducción de textos y profesores de dudosa ortodoxia reli- giosa; como se sabe, fue uno de los admiradores más fanáticos del utiliarista inglés Jeremías Bentham.27 Bolívar, por su parte, tzmpoco fue anticlerical furibundo, pero año tras año salpicó su correspondencia d.e chistes e irreverencias a expensas del clero y también fue admirador y corres_ronsal de Bentham.2s Sin embar- go, aconsejó la suspensión de la ley de conventos menores casi tan pronto como promulgada, y en la época de su dictadura la suspendió él m i s r n ~ . ~ V a m b i é n llegb a prohibir la enseñanza de las obras de Ber~tham.~O A la luz de tal actuación, algunos histo- riadores han sostenido que en cierto momento Bolívar abandonó los arrebatos volterianos de su juventud para convertirse en pala- dín convencido del orden religioso tradicional, pero éste no es el punto de vista de sus admiradores de izquierda, y más convincente al fin es la interpretación que atribuye las discrepancias de Bolí- var para con el liberalismo anticlerical a razones esencialmente

2s Sociedad Bolirariana de Vene-iuela, Decretos dei Libertador, 3 tomos, Cara-cas, 1961, 1, págs. 295-296, 410-411.

JARAMILLO El pensamirnto 1964, págs. 148-15.2, 378-379 y passim; El regzmen dc Santander, págs. 220-222.

Veese, verbigracia, Bolivar a Benthsm, 15 de enero de 1827, en Banco de Venezuela, Cartas del L.;bertador, 2a ed., Caracas, 1964, V, págs. 343-344.

1: JAIME UEIBE, colombiano en el siglo X I X , Bogoti,

19 El régimen de Santander, pág. 247; Codificación Nacional, 111, págs. 384-386.

30 Codificación Nacional, 111, p j g s . 354, 416-428.

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políticas.31 No aconsejó la supervivencia de conventos menores por que él quisiera a los frailes, a quienes seguía ridiculizando en pri-vado, sino porque la opinión pública los quería. Ni rechazó a Ben- tham porque sus doctrinas hiriesen su sensibilidad religiosa sino porque el estudiantado bullicioso se había identificado con el ben- tha,mismo, y después del atentado malogrado a su propia vida en setiembre de 1828 cualquier bullicio le parecía inoportuno. O sea que reforma religiosa y educacional lo mismo que reforma fiscal, y otras, debían postergarse hasta una época más propicia.

¿Hasta qué punto podría sostenerse que las discrepancias re- feridas en distintos campos de la acción gubernamental hayan contribuido al distanciamiento final entre Bolívar y Santander? Es probable que muy poco, en sí mismas, y menos podría alegarse que en estos asuntos Santander obstaculizó la obra del Liberta- dor, pues fue Bolívar quien al volver desde el Perú derogó una parte significativa de la obra reformista de Santander. Sin em- bargo, no cabe duda de que Santander se haya predispuesto a rechazar la panacea política del Libertador -su Constitución Bo- liviana -a causa del tono aparentemente no liberal de los comen- tarios bolivarianos a su propia obra administrativa. Fue su di- vergencia en cuanto al código boliviano -a lo menos en el terre- no de lo programático, pues no se puede negar una latente riva- lidad personal de Santander hacia su jefe titular- la causa prin- cipal del c o n f l i c t ~ . ~ ~ Mas hay poca probabilidad de que Santan- der hubiera abrazado la Constitución Boliviana en ningún caso. Chocaba ésta, por su presidencia vitalicia y también por lo ex& tic0 de muchas disposiciones, con el criterio de liberalismo poli- tic0 más bien convencional que siempre caracterizó a Santander.

Bolívar, por supuesto, se consideraba liberal él mismo en ma- teria política, pero no fue el suyo un liberalismo doctrinario co- mo el de Santander. Buscaba siempre una fórmula que conci- liara una dosis razonable de libertad civil, algo de representación

m En uno de los dos extremos se situó monseñor Nrco~Ás E. NAVARRO, autor de La cristiana muerte del Libertador, Caracas, 1955, quien se resistia a creer que el Libertador jamás haya sido verdaderamente un hetex'odoxo. Cfr. AGUIRRE.MVANO "Razones socioecor,ómicas", pAgs. 66-67.

El mismo Santander sostuvo enfáticamente que la Constitución Boliviana fue la verdadera "manzana de la discordia"; vease MANUELJosk FORERO, comp., Santan- der en sus escritos, Bogotá, 1944, pág. 83. En un plano mas bien anecdótico y perso-nal es probable que lo que más enfureció a Santander fue el hecho de que Bolivar se haya hecho eco de los alegatos de malversación del emprestito de 1824 (LD~ANO A G U ~ ~ ,"Razones socioecon6micas", págs. 33-34). Por lo demás, dificilmente podría comprobarse documentalmeate la existencia dentro del carácter de Santander de una ambición personal incompatible con la posición superior de Bolivar: pero dadas las circunstancias en que le tocó actuar, diffcilmente habría podido sustraerse a seme-jante ambición.

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ciudadana y las vestiduras externas del republicanismo con la existencia de un gobierno vigoroso y esencialmente autoprorro- gable. No podría decirse que semejante fórmula era algo irreali- zable: se ha realizado brillantemente en el México contemporá- rieo del Partido Revolucionario Institucional. Pero no encontró una forma viable en vida del Libertador, cuyos proyectos de se- nado hereditario, "poder moral" y en fin presidencia vitalicia evi- dentemente no prosperaron. Y se ha aseverado repetidamente que estos y otros intentos bolivarianos para superar el caos polí- tico de América Latina se estrellaron contra una alianza nefasta de caudillos personalistas y de liberales ciegamente doctrinarios, siendo Santander, en el concepto de algunos, un cabal represen- tante de cualquiera de estas dos modalidades de resistencia.

Es cierto que a Santander le agradaban bastante poco las so- luciones políticas de tipo bolivariano, mas no era precisamente un partidario del "gobierno débil", por más que el anhelo del Li-bertador se haya centrado en el concepto de "gobierno fuerte" (sin dejar por eso de ser "liberal"). Como gobernante de la Gran Colombia y posteriormente de la República de Nueva Granada se parecía más bien a los mandatarios chilenos que siguieron a Por- tales, que respetaban (por lo general) las libertades civiles pero tenían un santo horror al desorden. Santander respetaba las pre- rrogativas legislativas pero no dejaba de insistir en que se respe- taran las suyas, y no temió cometer de vez en cuando alguna arbi- trariedad menor para que las cosas anduvieran. Tampoco existe la más mínima evidencia de que el origen de los males de la Gran Colombia haya sido la debilidad constitucional del poder ejecuti- vo. Mientras Santander encabezaba el gobierno, fueron muy pocos los intentos gubernamentales que fallaron por falta de una refren- dación legislativa: el "Hombre de las Leyes", a diferencia de Bolí- var, no desdeñaba las pequeñas artimañas del manejo legislativo, y las más de las veces obtenía del Congreso lo que se proponía. En cuanto a ciertos aspectos del reformismo liberal, lo que le echa- ban en cara sus censores, inclusive el Libertador, fue un exceso de acción gubernamental; en cambio, en la receta bolivariana de 1827 se combinaba "gobierno fuerte" hasta con cierto quietismo en lo que a iniciativas gubernamentales se refiriera.33

* Las relaciones de Santander, como mandatario de la Gran Colombia, con el poder legislativo se examinan mas detalladamente en El régimen de Sant~nde~ , pá-ginas 68-76 y passim. En los decretos, circulares. etc., de la dictadura bolivariana - q u e se encuentran en la Codificacidn Nacional, tom'os 3 y 4- no escasean enmien- das y derogaciones de medidas anteriores; por lo tanto, el "quietismo" de Bolívar se diferencia del de Juan Manuel de Rosas en que en la mayoría de los casos éste desdefió tomarse el trabajo siquiera de derogar explicitamente las reformas riva-davianas.

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Más aún; sin mucha exageración podría sentarse que la Gran Colombia se desplomó porque tenía un gobierno demasiado fuer-te, no con relación a los poderes legislativo y judicial sino con relación a la ex capitanía general de Venezuela y ex presidencia de Quito. El pecado original de la constitución de la Gran Co- lombia fue su extremado centralismo, exactamente como en la Argentina, donde fallaron todos los intentos de organización na- cional del partido rivadaviano por su tendencia unitaria. En efec- to, Caracas y Quito quedaron en teoría tan estrechamente sub- ordinados a Bogotá como cualquier villorrio del valle del Magda- lena, a diferencia de la autonomía real que disfrutaban sus auto- ridades coloniales (sobre todo las de Caracas) para con la corte virreinal de Santa Fe. La subordinación republicana de Venezue- la se moderaba en la práctica por las facultades especiales -le- gales o extralegales- que llegó a ejercer ei general José Antonio Páez, pero a pesar de eso constituía algo que a la larga los vene- zolanos no podrían aceptar. Ni tenían por qué aceptarla, ya que la existencia en Bogotá de un fuerte poder central no les repor- taba ninguna ventaja concreta una vez terminada la guerra con España. No significaba sino humillación, dilación de trámites y otros inconvenientes, sea prácticos o meramente p s i ~ o l ó g i ~ o s . ~ ~

El grupo santandereano, que tenía fundadas esperanzas de ver colocado a su propio jefe en el ápice del poder ejecutivo, tendría alguna parte de la culpa de la adopción en 1821 de una constitución ciento por ciento centralista. Pero la sostuvieron otros como Pedro Gual y Fernando Feñalver, que no eran santan- dereanos en sentido estricto sino venezolanos amigos de Rolivar, y que más bien creerían interpretar así la voluntad del Liberta- d ~ r . ~ ~NO es un hecho comprobado que Bolívar hubiera preferido esta estructura a la que había promulgado provisionalmente en 1817 el Congreso de Angostura, que consistía en una centraliza- ción política con descentralizacióii administrativa mediante vice- presidencias regionales para Venezuela y Nueva Granada; pero es de notar que sus críticas a la constitución de 1821 tenían que ver principalmente con su presunto exceso de liberalismo y no con su exagerado unitarisino. En los postreros años de la Gran Colombia, Bolívar vacilaba entre el proyecto de una confedera-ción de Venezuela, Nueva Granada y Quito (con gobiernos uni-

si La desafección continua de Venezuela se analiza en E! régimen de Santan-de^, págs. 317-339.

Véanze a este respecto los debates del Congreso Constituyente, en ROBERTO CORTÁZAR y LUISAUGUSTO eds., Congreso de Cúcuta:CUERVO, libro de actas, Bogotá, 1923, págs. 41-124 y passim.

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tarios, eso sí, dentro de sus propios límites) y el mantenimiento de un régimen ostensiblemente unitario, aunque moderado en la práctica por la delegación de poderes especiales, en el marco ve- nezolano, a Páez. Mas al fin se inclinó al unitarismo. Santander, por su parte, después de dejar el gobierno en 1827, se pasó al fe- deralismo, y más concretamente a la forma más "débil" del fe- deralismo, basado en un sinnúmero de provincias chicas. Así pen- saba obstaculizar mejor la temida dictadura de Bolívar, ya que no supo o no quiso abrazar la confederación de tres grandes es- tados, que era la única fórmula con alguna posibilidad (aunque no mucha) de perdurar. Lo incuestionable es que ninguno de los dos prohombres enfocó adecuadamente el problema organiza- tivo de la Gran Colombia: a este respecto, su controversia con-sistía principalmente en sostener errores diferentes36

De las divergencias referidas entre el bolivarismo y el san- tanderismo quizás no se deduciría que hubiera también alguna diferencia de enfoque en cuanto a la integración hispanoameri- cana. Pero la hubo, como podría esperarse del "modelo" rivada- viano. E l relativo enfriamiento que existiera entre el partido de Rivadavia por un lado y los dos Libertadores, José de San Mar- tín y Simón Bolívar, por el otro, fue consecuencia, hasta cierto pun- to, de fricciones personales y de factores específicamente platen- ses; pero también entraban en juego las respectivas escalas de prioridades. A San Martín como a Bolivar le interesaban más la conclusión definitiva de la lucha de emancipación y el ordena- miento político del nuevo continente que el fomento de la inmi- gración europea o la renovación del sistema tributario. Con los rivadavianos ocurría algo opuesto; con no disimulada impaciencia esperaban deshacerse de obligaciones militares o de otra índole provenientes de la lucha emancipadora, para poder dedicarse ple- namente a las reformas domésticas, y por lo mismo miraron los proyectos continentales de los Libertadores con cierta indiferen- cia?' En la Gran Colombia, el partido santandereano era más americanista que el de Rivadavia, entre otros motivos porque en

VVfmo~ANDRÉS BELAÚNDE. el pensamiento político la revolución BolZvar y de hispanoamericana, Madrid. 1959, págs. 210-211, 293-301, 338, 349-357.

RICARDO en su excelente estudio San Martln y la política de losP I C C ~ L I . pueblos, Buenos Aires. 1957, págs. 341-391, atribuye el distanciamiento entre Rivada- via y San Martín principalmente al conflicto entre los sentimientos monArquicos de éste y el neorrepublicanisrno de aquél; pero de su análisis se desprende también cla- ramente la diferencia en cuanto a prioridades de que se ha hecho mención. La acti-tud de los rivadavianos (y de otros partidos argentinos) hacia los planes de Bolivar ha sido tratada por JULIO CESAR GONWLEZ."Las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Congreso de PanamB", Universidad Nacional de La Plata. Trabajos y Co-municaciones, t. 12, 1964, phgs. 29-91 (en especial págs. 56-71).

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el mar del Caribe la amenaza militar realista no podía darse por finiquitada tan pronto ni tan definitivamente como en el Plata. Sin embargo, su escala íntima de prioridades se aproximaba a la del partido rivadaviano. En esto influyó indudablemente la di- visión de trabajo acordada en un principio entre Bolívar y San-tander; mientras aquél tomaba a su cargo la conducta inmediata de la emancipación hispanoamericana, a éste se le confiaban los asuntos internos y, además (aunque no en forma exclusiva), las relaciones diplomáticas extracontinentales. Pero se trataba tam- bién de algo más. Conocida es la sentencia santandereana: "Las armas os han dado la independencia; las leyes os darán la liber- tad". Las leyes a que se refería el prócer neogranadino, en cuanto no se trataba de una condición general de institucionalidad jurí- dica, eran las que cercenarían el poder eclesiástico, allanarían obstáculos a la empresa privada, etcétera. Eran las que debía ex- pedir el congreso mismo de la Gran Colombia, no una asamblea anfictiónica ideada por Bolívar.

Dicho esto, cabe preguntar: jen qué se hizo presente de ma- nera concreta la falta de fe americanista de Santander? Se le ha achacado cierta resistencia a apoyar la gran empresa de libera- ción hispanoamericana después de lograda la expulsión de las fuerzas realistas del territorio colombiano, ya que demoró más de la cuenta -a juicio de Bolívar- el envío de refuerzos al Perú. Pero al fin los envió, y si valoró demasiado la necesidad de ob- tener una previa autorización legislativa, difícilmente podría de- mostrarse que su motivo fuera otro que un malentendido lega- lismo. Es cierto que también había resistencias políticas en la Gran Colombia a una plena colaboración en la empresa del Perú, y es de presumir que éstas influían en la actitud de Santander; pero provenían principalmente de Venezuela, y no de su propia facción.38 Posteriormente, el vicepresidente se opuso sin lugar a dudas a la tentación que sintió Bolívar de lanzarse a la guerra contra el Brasil en defensa no sólo del título argentino sobre la Banda Oriental sino del principio del republicanismo, y evidenció al respecto un Peroinnegable aislacionismo grancolombian~.~~ su pacifismo (y hasta benevolencia) para con la monarquía brasi- leña no era una actitud cerradamente antiamericanista, aunque

88 El pmblema de los refuerzos al Perú se enfoca desde u n punto d e vista poco afecto a Santander en VICENTELECUNA,Crónica razonada de las guerras de Bolívar, 3 tomos, Nueva Y o r k , 1950, 111, págs. 257-259; una interpretación más favorable a Santander se desprende d e El r4gimen de Santander, págs. 89-91.

" ARMANDOVIEIRADE MELLO.Bolívar, o Brasil e os nossos vizinhos do Prata ( d a questáo d e Chiquitos d guerra de Cisplatina). Río d e Janeiro, 1963, págs. 121-147.

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contrariaba el americanismo de Bolívar referido casi exclusiva- mente a la América antes española. Tampoco fue Santander el único responsable del abandono de la empresa antibrasileña, que era por otros muchos motivos inaconsejable. (Hubiera sido, sin embargo, una manera de postergar algo más la vuelta del Liber- tador a Bogotá y el consiguiente desplazamiento de Santander de la jefatura del poder ejecutivo; así es que la oposición de San- tander fue al parecer desinteresada).

Más sutil fue la resistencia de Santander, si de veras merece tal denominación, al proyecto bolivariano del Congreso de Pa-namá. No lo rechazó, pero de acuerdo con el secretario de Rela- ciones Exteriores grancolombiano, Pedro Gual, lo diluyó, invitan-do a concurrir a los Estados Unidos y al Brasil, cuya presencia no cuadraba en los planes primitivos del Libertador. Se infiere, por lo tanto, que no compartiera el anhelo bolivariano de que las na- ciones de habla española construyeran a partir de la reunión de Panamá alguna organización permanente de colaboración de ca- rácter superestatal. Mas en la práctica el Congreso resultó ser una reunión de españoles americanos exclusivamente, ya que el representante norteamericano llegó tarde y tampoco participó un brasileño. En todo caso, para entonces parece que el mismo Li- bertador ya no tenia mucha confianza en los proyectos anfictió- nicos. Por el momento se inclinaba más al grandioso concepto de una Confederación de los Andes que reuniera a la Gran Co- lombia, Perú y Bolivia dentro de una sola entidad política. A este proyecto se opuso férreamente Santander, como también se opo- nía casi todo el mundo, por creerlo perfectamente irrealizable; y pronto lo abandonó Bolívar, para dedicar sus últimos esfuerzos a la tarea más modesta de conservar la Gran C ~ l o r n b i a . ~ ~

La falta de entusiasmo de Santander en lo que se refería a planes continentales de Bolívar podría atribuirse a una peque-ñez de miras o a un profundo sentido práctico, según se juzgue la factibilidad de los planes bolivarianos. Sin embargo, de ningún modo puede echársele la culpa de la disolución final de la Gran Colombia misma. El artífice de la disolución fue Páez, arrastrado a su vez por el sentimiento separatista de los venezolanos, que

@ BELAUNDE,Bolfvar y el pensamiento polltico, p8gs. 271-274, 276-280, 285-288, 298-301. Si el proyecto de Confederación de los Andes se hubiera llevado a cabo, la Gran Colombia unitaria se habría disuelto antes, para que se confederaran sus tres regiones básicas en pie de igualdad con Bolivia y el Perú (o más bien con Bolivia y los dos estados en que Bolivar pensaba dividir la nación peruana). Quizás de esta manera se habría resuelto satisfactoriamente el problema de convivencia entre Ve-nezuela, Nueva Granada y Quito, mas a costa de ligarlos a una entidad mayor de muy dudosa viabilidad.

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no habían sabido reprimir ni Santander ni Bolívar. Puede ser que e1 apego del vicepresidente a reformas "inoportunas" haya fo-mentado las divisiones internas y minado así la estabilidad poli- tica de la gran república, pero la moratoria impuesta por la dic- tadura de Bolívar en materia de reformas tampoco aquietó las disensiones. Por lo demás, la obra de Santander como mandata- rio de la Gran Colombia, sin ser genial ni exenta de errores, no era nada deleznable. Preservó un clima de libertad civil y fundó escuelas. De la obra reformista del Congreso Constituyente de-fendió no sólo la contribución directa, que en su época fue sin duda un error, sino la ley de manumisión. Coadyuvó a la pro-mulgación de otras medidas más de tendencia progresista, por ejemplo la abolición en 1824 de los mayorazgos, que fue una de las reformas que no objetó Bolívar y que, por consiguiente, so-brevivió a la caída del vicepresidente. Santander no predicó ni reforma agraria ni construcción de acerías estatales, ni intuyó de-bidamente el peligro norteamericano, pero no por tozudez sino porque no tuvo la dicha de nacer en el siglo veinte.

RESUMEN

El autor analiza en este trabajo la actuación del prócer neogranadino Francisco de Paula Santander, vinculándola con el plan político de Bolívar y con su fracaso. En general, los colombianos adeptos al partido conser- vador valoraron en mayor medida a Bolívar y los del partido liberal a Santander. Empero, los cambios políticos recientes ocurridos en Colombia, fundamentalmente el surgimiento del Frente Nacional bipartidista y la escisión del movimiento liberal, dieron por resultado variaciones impor- tantes en la clásica interpretación historiográfica de ambas tendencias. El estudio sobre el origen clasista de estos sectores aún no ha arrojado resultados definitivos, mas puede afirmarse que en general ambas faccio- nes eran de origen oligárguico. En Nueva Granada, probablemente los comerciantes y profesionales se inclinaban más hacia Santander y la mayor parte de los latifundistas hacia Bolívar. Y si bien algunos sectores mili- tares de origen popular apoyaban a Bolívar, eran mal vistos por la oligarquía del propio partido. Por otra parte, algunos de los partida-rios de Santander se reclutaron también entre los sectores "populis-tas". Satander perteneció a una corriente latinoamericana que intenta- ba ampliar las libertades individuales aunque a través de un lento pro- ceso. Según el autor puede afirmarse que no existían grandes dife-rencias en los planes a largo plazo de ambos sectores, y que sus dis-crepancias se daban fundamentalmente en el plano táctico. Casi to- das las medidas políticas de Santander fueron puestas en práctica tarn-bién por Bolívar en las distintas etapas de su actuación. Quizas los mo- tivos de disputa más importantes residieran en la concepción que ambos políticos tenían del poder y de la unión latinoamericana. Bolívar propició

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un sistema unitario para algunas regiones. Por el contrario, el planteo político de Santander era más convencionalmente liberal y apoyaba un federalismo sobre la base de pequeños estados. La unidad latinoamericana propiciada por San Martín y Bolívar se oponía tombién al reformismo nacional de los sectores rivadavianos y santandereanos. La oposición de Santander se vio más claramente en el caso del Congreso de Panamá. Empero, según el autor, la disolución de la Gran Colombia no puede considerarse imputable a la acción de este último, sino más bien a la de Páez.

SUMMARY

The author looks up into this paper the actuation of the neogranadine heroe Francisco de Paula Santander, vinculated wit,h the politic planifi- cation made by Bolivar and with his unsuccess. In general, the Colom- bians followers of the Conservatist Party recovered to Bolivar, and 'chese from the Liberal Party, to Santander. But the politic changes that recen- tly took place in Colombia, specially the appearing of the National Bipar- tidist Front and the division of the liberal movement gave as a result important modifications in the clasic historiographical interpretation raised from both sides. There have been no definitive results from the studies made about class origin of both groups, but we can say that in general people came from oligarchics families. In Nueva Granada, merchants and professional men were more likely followers of Santander, and landow- ners were more likely followers of Bolivar. Santander belonged to a Latin American tendency that theoretically intented inlarge personal freedom, although through a slowly process.

According to the author, we can say that big differences didn't exist about the long-run plans of both sides. Their discrepances were funda-mentally given in the short-run plans. Taking out the few differences, every political measures given by Santander were also carry up by Bolivar. Perhaps the argueing fundaments would came from the differents points of view about the power and the Latin American union. Bolivar improved an unitarian system for some regions. On the contrary, the policy of Santander was more conventionally liberal and supported a federalism on the basis of small states. On the other hand it was also discussed the notion of Latin American integration, developed by Bolivar and San Martín and the national modernism from the rivadavian and santanderean followers. But Santander's opposition to the americanist project was more clearly seen in the Congress of Panamá. The author shows that the disolution of the Great Colombia cannot be considered umputable to Santander'action, but to Paez'one.