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Año II Número 12 Febrero - marzo de 2011 REVISTA DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA 2 o aniversario TRANSITAR A LA Miguel Ángel Granados Chapa Carlos Lomas Carlos Lugo Galera Tomás Segovia Helena Varela José Woldenberg Inéditos de Óscar Oliva y Jorge Volpi DEMOCRACIA Marco Antonio Campos El viajero ilustrado en Morelia Élmer Mendoza Literatura, violencia y narcotráfico Rogelio Naranjo y Rius ¡Basta de sangre!: ¿Alguien dijo democracia? Líder Ibero Héctor Aguilar Camín: México es un país fracturado por sus desigualdades PORTE PAGADO PP15-5159 (PUBLICACIÓN PERIÓDICA) AUTORIZADO POR SEPOMEX

Revista Ibero 12

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Revista de la Universidad Iberoamericana: Transitar a la democracia > Año II, No. 12, febrero-marzo de 2011.

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

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Miguel ÁngelGranados

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Carlos Lugo GaleraTomás

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PORTE PAGADOPP15-5159

(PUBLICACIÓN PERIÓDICA)AUTORIZADO POR SEPOMEX

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Transitar a la democracia3 Dr. José Morales Orozco, S. J. Carta del Rector

4 José Woldenberg. Hacia el 2012

6 Miguel Ángel Granados Chapa. Democracia y crimen organizado

8 Helena Varela. ¿De qué hablamos cuando hablamos de democracia?

14 Carlos Lugo Galera. Democracia y participación ciudadana

16 Tomás Segovia. Justicia y democracia20 Rogelio Naranjo y Eduardo del Río, Rius. Mirador. ¡Basta de sangre! ¿Alguien dijo democracia?

24 Carlos Lomas. Tiempo de olvidos, tiempo de memoria

18 Juan Domingo Argüelles. Líder Ibero. México es un país fracturado por sus desigualdades. Entrevista con Héctor Aguilar Camín

DIRECTORIO

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO

Dr. José Morales Orozco, S. J. Rector

Dr. Javier Prado Galán, S. J. Vicerrector Académico

IBERO, REVISTA DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANAConsejo editorial Víctor Gavito, Miguel Ángel Granados Chapa, Alan Huber Schowiecky, Vicente Leñero, José Morales Orozco, S. J., María Nieves Noriega de Autrey, Gonzalo Olivares Velázquez, Eugenio Páramo Ortega, S. J., Javier Prado Galán, S. J.

Comité de asesores Carlos Alvarado Santoyo, José Carreño Carlón, Carlos Lugo Galera, Ignacio Padilla, Carlota Peón, Gilberto Prado Galán, Alberto Ruiz Treviño, Ilán Semo, Helena Varela, Gabriela Warkentin

Director Carlos Deveaux Homs

Director editorial Juan Domingo Argüelles Asistente editorial Beatriz Palacios Administración Áurea Maristany

Información Angélica Cortés, Paola García Alarcón, Francelia Vargas

Redacción Osvelia Ramírez, Pedro Rendón, Abenamar Sánchez

[email protected](55) 5950-4197Consulta la versión electrónica en:www.uia.mx/revistaibero/

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Socios directores Elías González Rogel, Ricardo Rubio Martínez

Editora Gráfica Albelia Gamboa y Vázquez

Ventas Jorge Hernández Ambriz

Atención a clientes Lupita Espínola Medina

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CORREO ELECTRÓ[email protected]

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, Revista de la Universidad Iberoamericana es una publicación bimestral de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y de Grupo Mexicano de Medios, S. A. de C. V., bajo la responsabilidad de la Dirección de Comunicación Institucional de la UIA. Editor responsable: Carlos Deveaux Homs, [email protected]. Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor: 04-2009-082412294600-102. Número de Certificado de Licitud de Título:14722; número de Certificado de Licitud de Contenido: 12295, otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Domicilio de la publicación: Prolongación Paseo de la Reforma 880, Lomas de Santa Fe, México, D.F., C.P. 01219. Teléfono 5950-4197 y 5950-4198. Fax: 5950-4316. Imprenta: Compañía Impresora El Universal, S.A. de C.V. Allende No. 176, Col. Guerrero, México 06300, D.F. Teléfono 5117-0190. Distribución: Servicio Postal Mexicano. Porte pagado PP15-5159, autorizado por SEPOMEX. La responsabilidad de los artículos publicados refleja, de manera exclusiva, la opinión de sus autores y no necesariamente el criterio de la institución. No se devuelven originales no solicitados ni se entablará correspondencia al respecto. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la revista, sin autorización previa y expresa, por escrito, de la Universidad Iberoamericana. Año II, número 12, febrero-marzo de 2011. Fotografía de portada: Héctor Aguilar Camín. Fotografía de Rogelio Cuéllar. ISSN en trámite.

Índice

Actualidad, ciencia, tecnología, cultura y entretenimiento34 Óscar Oliva. La llama inextinguible. Un poema inédito

36 Jorge Volpi. Trivium/ensayo literario. Lectores camaleón y novelas espejo

42 Juan Domingo Argüelles. Trivium/diálogo. Literatura, violencia y narcotráfico. Entrevista con Élmer Mendoza

44 Osvelia Ramírez y Pedro Rendón López. Gente que cambia al mundo. Los alumnos de la Ibero ante las elecciones

45 Agenda Ibero46 Marco Antonio Campos. El viajero ilustrado. Palomas para las plazas

48 La voz del libro / el eco de la lectura. Qué leer y por qué50 Beatriz Palacios. Música para camaleones. Qué escuchar y por qué52 Itinerario del ocio. Adónde ir y por qué54 Abenamar Sánchez Pablo Actualidad Ibero. Campaña de Procuración de Fondos para construir la sede de Prepa Ibero

56 Innovación tecnológica. Dispositivos e instrumentos que facilitan la vida

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cArTA del recTor

Al llegar a su segundo aniversario, la Revista de la Universidad Iberoamericana se consolida como un medio plural y abierto al aporte de quienes, con el pensamiento y la acción, contribuyen a la construcción de un

mejor país.Para celebrar estos dos años, hemos querido dedicar las páginas

de esta entrega al tema de la democracia, esencial para entender el actual contexto.

Desde el punto de vista económico y político, vivimos cir-cunstancias muy difíciles, singularizadas por la violencia endémica que ha venido a complicarlas, al poner en entredicho la eficacia y, en muchos casos, la integridad de las instituciones democráticas. El incierto avance en el logro de una convivencia más armónica y serena, ha sembrado en la ciudadanía escepticismo y desaliento.

Ante esta situación, es pertinente preguntarse si vivimos en una democracia real o si seguimos aspirando a ella y, en este caso,

si estamos dando los pasos necesarios para alcanzarla. Por tanto, es necesario reflexionar acerca del tipo de democracia que es posible construir hoy en México, cuál debe ser el aporte de los partidos políticos, de las instituciones sociales, de las universidades, y, sobre todo, el de los ciudadanos, en este momento todavía de arranque o de transición a la democracia.

Para la Ibero queda claro que la participación ciudadana no puede reducirse al voto, que es preciso que todos contribuyamos crítica y constructivamente para hacer de México el país que todos deseamos.

Hemos pedido a un grupo de especialistas que, desde su análisis y visión del momento actual, nos ayuden a perfilar el carácter de esta contribución. A ellos, y a las decenas de colaboradores que han hecho posibles estos primeros dos años de IBERO, les damos las gracias por su responsable ejercicio ciudadano en aras de un México mejor.

La veRdad nos haRá LIbResDr. José Morales Orozco, S. J.Rector

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TRANSITAR A LA DEMOCRACIA/examen

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José WoldenbergLicenciado en Sociología, maestro en Estudios Latinoamericanos y doctor en Ciencias Políticas por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Fue consejero ciudadano y consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE). Ha sido director de la revista Nexos y colaborador en múltiples publicaciones nacionales y extranjeras. En 2004 recibió el Premio Nacional de Periodismo. Es autor de varios libros de investigación y reflexión políticas, entre ellos La construcción de la democracia (Plaza y Janés, 2003) y Después de la transición: Gobernabilidad, espacio público y derechos (Cal y Arena, 2006)

Las elecciones son sólo la punta de un

iceberg civilizatorio que permite la convivencia y competencia de la

pluralidad política que cruza a un país.

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Lo primero que hay que decir es que tendremos auténticas elecciones. Partidos políticos fuertes, con arraigo y recursos, se disputarán la voluntad de los votantes. Esto que parece una

obviedad no lo es, porque hasta hace muy poco tiempo, nuestros comicios eran rituales que se cumplían con puntualidad pero en los cuales los ganadores y los perdedores estaban predeterminados.

Y hay que recordar que las elecciones son sólo la punta de un iceberg civilizatorio que permite la convivencia y competencia de la pluralidad política que cruza a un país. Son la expresión más decantada de los sistemas democráticos y puede afirmarse que de sus cualidades depende que un régimen de gobierno pueda o no ostentarse como tal. Sobra decir que en los regímenes autoritarios, dictatoriales o totalitarios las elecciones —si es que existen— no son competitivas, porque se supone que una sola fuerza política es la que encarna todos los valores positivos, mientras las otras no son sino la encarnación del “mal”. En nuestro caso, luego de una espiral de conflictos y reformas, fuimos capaces de construir un escenario para la confrontación pacífica e institucional de la pluralidad que se asienta en México.

Se trata de elecciones federales generales, es decir, contiendas en las que no estará en juego sólo la presidencia de la República sino también la composición de las dos Cámaras del Congreso. Estas últimas han venido adquiriendo una centralidad que hace apenas quince años resultaba impensable (para muchos). Desde 1997 en la Cámara de Diputados ningún partido ha logrado alcanzar la mayoría absoluta de los escaños y desde el 2000 ninguna fuerza política en singular ha logrado esa misma mayoría en el Senado. De tal suerte que a partir de entonces los mexicanos nos hemos venido acostum-brando a que cualquier iniciativa requiera de diálogo, negociación y acuerdo si es que se desea que prospere en el circuito legislativo.

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El proceso electoral puede servir paraque afloren los diferentes diagnósticos y las

propuestas de los partidos y candidatoso para inundar el espacio de frases huecas

y recursos mercadotécnicos que sólo tienden a adelgazar el significado de

las elecciones.

El proceso electoral puede servir para que afloren los diferentes diagnósticos y las propuestas de los partidos y candidatos o para inundar el espacio de frases huecas y recursos mercadotécnicos que sólo tienden a adelgazar el significado de las elecciones. Si sucede lo primero, las elecciones pueden resultar pedagógicas, formativas; si pasa lo segundo, una nueva nebulosa de jingles y sonrisas, de ataques y ocurrencias se apoderará del espacio público. Lo más probable, sin embargo, es que se dé una combinación de ambas posibilidades.

El papel de los medios será crucial. Si actúan de manera obje-tiva, profesional y equitativa, se creará un clima propicio para la convivencia y la competencia. Por el contrario, si su actuar resulta faccioso, el ambiente puede nublarse y los ánimos volverse agrios.

Quienes piensan que desde ahora puede darse como ganador a un pre-candidato (creo) se equivocan. En reiteradas ocasiones he-mos observado cómo las intenciones del voto cambian a lo largo de las campañas, que precisamente están diseñadas para ello. Bastaría recordar que si las elecciones del año 2000 se hubiesen celebrado en febrero, el ganador (según las encuestas) hubiera sido Francisco La-bastida; y si las del 2006 hubieran sucedido en marzo, el triunfador hubiera sido Andrés Manuel López Obrador.

No habrá —creo— ningún ganador absoluto ni perdedores to-tales, sino más bien un reequilibrio de las fuerzas. Por supuesto que la organización política que gane la presidencia se proclamará como vencedora con toda justicia, pero es muy probable (subrayo probable, porque siempre pueden darse sorpresas), que sus votos no le alcan-cen para ostentar mayorías absolutas en las dos Cámaras del Con-greso, lo cual generará un escenario similar al que el país viene vi-viendo desde 1997. Es decir, una conformación del Legislativo que obliga, como ya se apuntó, al diálogo, la negociación y el acuerdo.

Pero más allá de ganadores y perdedores (siempre coyunturales), lo más importante es que se siga asentando entre nosotros la convic-ción de que un país complejo, masivo y contradictorio como Mé-xico no puede ni debe caber bajo el manto de un solo ideario, una sola sensibilidad, una sola política, una sola organización. Nuestro país es plural y ningún exorcismo logrará unificar lo que por defini-ción es diverso. Ese reconocimiento es el que nos obliga a construir y fortalecer un escenario en el cual la pluralidad de pulsiones que viven y conviven en el país, pueda expresarse, recrearse y competir de manera civilizada y sin violencia. Esa es la promesa profunda de los sistemas democráticos.

Las elecciones federales serán concurrentes con elecciones locales en diez u once estados en los que se elegirán gobernadores (no en todos), congreso y ayuntamientos. De tal suerte que buena parte del mapa de la representación política en el país estará en juego. Sobre todo si se toma en cuenta la muy desigual inserción social de algu-nos de nuestros partidos. No obstante, en todos los casos, dados los cambiantes humores públicos, pueden darse sorpresas. Los tiempos de los nacidos para ganar y los condenados a perder han quedado (venturosamente) atrás.

Contamos además con un sistema electoral sofisticado, cargado de candados de seguridad, pero que ofrece grados importantes de certi-dumbre en relación a la limpieza de la contienda. El padrón electoral, piedra fundadora de cualquier elección, es auditado de manera perma-nente por 333 comisiones de vigilancia en las que participan represen-tantes de los partidos, además de que un comité técnico integrado por especialistas de diferentes disciplinas realiza un seguimiento del mismo. Aquellas jornadas en las que se especulaba que el padrón estaba plagado de “fantasmas” (personas inexistentes que abultaban el listado y que má-gicamente votaban) y además “rasurado” (ciudadanos realmente exis-tentes a los que se suprimía de manera ilegal), son parte de la historia.

Las mesas directivas de casilla serán integradas por ciudadanos sorteados y capacitados que recibirán y contarán el voto de sus ve-cinos. Junto a ellos estarán representantes de los partidos, encargados de vigilar que la jornada transcurra de manera limpia.

En la noche a través del Programa de Resultados Preliminares (PREP) cualquiera podrá observar desde su hogar, al mismo tiempo que las autoridades y los representantes de los partidos, la manera en que se van agregando los resultados electorales. Se les podrá consul-tar a nivel nacional, por estado, por distrito, por circunscripción, y quien quiera, incluso casilla por casilla. Los tiempos en que se abría un espacio de especulación antes de contar con cifras oficiales es un asunto del pasado.

Enumerar los candados de seguridad de las elecciones mexicanas puede resultar tedioso. Pero vale la pena recordar que todos y cada uno de los eslabones del proceso (desde el registro de candidatos hasta el cómputo de los votos, pasando por el diseño y confección de las boletas, la infraestructura de las casillas o el sorteo de las letras para insacular a los funcionarios de casilla) se hacen bajo la estricta vigilancia de los representantes de todos los partidos.

La preocupación fundamental es sobre la calidad de la contienda.

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Miguel Ángel Granados ChapaLicenciado en Periodismo y Derecho por la UNAM, y doctor en

Historia por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. En su larga trayectoria periodística, ha sido director del semanario Proceso

y del diario La Jornada, así como director general de la revista Mira. Fue consejero ciudadano del Instituto Federal Electoral. Ha recibido

en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo, y en 2008 el Senado de la República lo distinguió con la Medalla Belisario

Domínguez, por su lucha constante en pro de la libertad de expresión y la justicia en México. Doctor Honoris Causa por la Universidad

Autónoma Metropolitana y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Es columnista de Proceso y del diario Reforma y conductor del programa Interés Público en Radio Universidad

(UNAM). Entre otros libros ha publicado Votar, ¿para qué? Manual de elecciones (1985), ¡Escuche, Carlos Salinas! (1996), Fox & Co. Biografía no autorizada (2000) y Los periodistas no

deben ser socios de los políticos (El Financiero, 2010)

No hay sociedad —con algunas contadas excepciones, posibles por su condición marginal en la economía globalizada—, sea democrática o esté sometida a un régimen autoritario, que no padezca la presencia del

crimen organizado. Sus dimensiones pueden ser mayores o me-nores, su persistencia puede deberse a lenidad o incapacidad gu-bernamental, o a la propia complexión de la delincuencia. Pero se trata de una presencia, una condena inexorable. El crimen orga-nizado es una realidad derivada de problemas ancestrales (la codi-cia como antivalor perenne) y de modalidades nuevas, asociadas a la trasnacionalización de la economía y de las relaciones sociales.

traNsitar a la democracia/examen

Democraciay crimen

organizadoLa democracia y el crimen organizado se repelen, son realidades

antagónicas. Por eso se traban en lucha permanente. Entendida como sistema de relaciones humanas y no sólo como mecanis-mo de integración del gobierno y la representación política, la democracia es el clima menos favorable al crimen organizado. Al contrario, las deficiencias de la democracia pueden ser caldo de cultivo de la delincuencia, la común y la que opera a través de bandas integradas como empresas. En México la desigualdad de oportunidades, cuyo contrario es uno de los componentes de la democracia, alimenta a la delincuencia organizada. Generacio-nes enteras carentes de trabajo bien remunerado no encuentran salidas más que la de emigrar a Estados Unidos o la de insertarse en las mafias criminales. Es notorio el abatimiento de la edad entre las víctimas y los verdugos de la guerra que libran entre sí las bandas, o la que ha lanzado el gobierno contra esas organiza-ciones: cada vez son más jóvenes los protagonistas de la inmensa tragedia nacional, cuyos contornos crecen en la medida en que disminuye el acceso de la juventud al empleo o al bachillerato y la educación superior.

Ese déficit de la democracia se completa con el que ha hecho perder a la sociedad confianza en las costumbres institucionales. Suponemos que es fácil resolver el dilema de buscar acceso a las bandas criminales o no hacerlo. En una sociedad sólidamente democrática impera el respeto a la legalidad y a las instituciones que la proveen y la practican. En nuestro país, en cambio, ha cundido una cultura de la ilegalidad que propone formas de comportamiento ajenas al régimen jurídico pero que en apa-riencia no constituyen delitos.

El que no transa no avanza, es decir, la condena a la mediocri-dad de quienes buscan atenerse a los términos de la ley en su conducta cotidiana, es una fórmula que resume este desprecio al

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En México la desigualdad de oportunidades, cuyo contrario es uno

de los componentes de la democracia, alimenta a la delincuencia organizada.

estado de derecho, vulnerado cotidianamente por amplias capas de la sociedad y extensas porciones del aparato gubernamental. Sin respeto a la ley y a los poderes encargados de hacerla valer no hay democracia, y por lo tanto se generan condiciones propicias a la criminalidad.

Para prosperar, la delincuencia organizada requiere vulnerar las instituciones, acrecentar el desdén hacia las formas legales de vida. Citemos como ejemplo la piratería. En esa actividad ilegal se percibe con claridad esta circunstancia. Sin necesidad de desarrollar expresamente un discurso en su provecho, la fabri-cación y difusión de bienes que usurpan la propiedad industrial descansa en el ánimo social cada vez más extendido de que no hay intereses directamente afectados con el comercio de artícu-los que imitan a los que circulan en la economía formal, o que, si los hay, su dimensión es tal que es imperceptible el daño o el perjuicio que se les infiere.

Los no pocos propagandistas de la piratería hacen ver que la diferencia de precio de un disco producido ilegalmente y el que corresponde a uno protegido por el régimen de propiedad in-dustrial es tan ancho que revela un abuso ante el cual es lícito que los consumidores y usuarios se defiendan. No estarían dis-puestos a escuchar, o no le concederían credibilidad, el alegato sobre la estructura de costos de lo producido conforme a la ley, que se refleja en el precio.

Todas las actividades de la delincuencia internacional, como esta que proponemos a título de ejemplo, son deleznables y de-ben ser evitadas y combatidas. Pero hay al-gunas de mayor peligrosidad social, porque es más amplio el universo de los intereses lacerados y es de mayor alcance el conjunto de los valores que se perturban. Tal es el caso del comercio de drogas ilegales, la trata de personas, el contra-bando de armas, el secuestro, que a menudo aparecen vinculados.

La alta rentabilidad de estas formas de delincuencia les permite minar deliberadamente las instituciones democráticas, a las que logran quebrantar aunque no lleguen nunca a desmoronarse. La corrupción administrativa y judicial es un veneno que corroe a las instituciones democráticas, que las priva de su razón de ser, porque si el gobierno no está al servicio de los gobernados sino al de las bandas criminales, el pacto social en que ha de basarse la convivencia carece de sentido.

La democracia, la electoral y la sustantiva, deben ser antídotos contra la delincuencia organizada, el único modo de contenerla. Democráticamente, es decir con la participación de la sociedad en consonancia con sus autoridades, deben definirse los modos de la contención al crimen organizado. Debe discutirse en la sociedad y en las instituciones legítimamente animadas por el voto popular la posición del gobierno ante el comercio de dro-gas prohibidas, por ejemplo. Es decir, la legalización de los estu-pefacientes menos dañinos que el alcohol, en las modalidades y con la velocidad que se establezca, sólo puede ser fruto de una discusión realizada tanto en el seno de las organizaciones civiles —el modo de participación cotidiana de los ciudadanos en la

democracia— como en el escenario en que actúan los poderes.No es útil ni sano que, como ha ocurrido en México en el úl-

timo lustro, se despliegue una estrategia militar contra el crimen organizado y no se revise esa conducta gubernamental ante la evidencia de su insuficiencia y aun su índole contraproducente. Una confesión de parte respecto de la necesidad de participa-ción social fue la convocatoria, casi cuatro años después de ini-ciada la lucha en términos puramente bélicos, a agrupaciones sociales a las que, sin embargo, se las requiere para avalar, y no para discutir a fondo la ruta gubernamental.

Es posible documentar las innumerables formas de debilita-miento gubernamental causado por la delincuencia organizada. Pero estamos en riesgo de peores embates contra la democracia. Uno principalísimo es la fragilidad de nuestra estructura electo-ral. En los años recientes, en elecciones federales y locales han aparecido ominosas señales sobre la capacidad de penetración del narcotráfico en los procesos comiciales. Es preciso cobrar conciencia de ese riesgo y que la sociedad civil organizada y las instituciones lo combatan, a fin de evitar que el peligro de tener autoridades impuestas por el crimen organizado nos alcance y conduzca al extremo de convertirnos en un narcoestado.

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Helena VarelaLicenciada en Geografía e Historia, maestra en Ciencias Sociales y doctora en Ciencia Política, Sociología y Antropología Social. Es Directora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Ha realizado múltiples investigaciones en torno a los procesos de transición y consolidación democráticas, la calidad de la democracia y el funcionamiento del poder legislativo. Entre otras publicaciones, es coautora en el volumen colectivo Democracia reprobada: la elección presidencial de 2006

transitar a la demoCraCia/examen

Para responder a la pregunta de si México se encamina hacia una democracia es importante tener en conside-ración dos cuestiones previas: por un lado, identificar la senda por la cual estamos transitando; y por el otro,

conocer muy bien el destino al que nos dirigimos, esto es, qué entendemos por eso que denominamos democracia. Si bien pu-diera parecer un asunto trivial, en realidad tiene repercusiones fundamentales, puesto que el camino que tengamos que tomar para alcanzar la democracia dependerá de su significado.

¿De qué hablamos cuando hablamos de democracia? ¿Enten-demos todos lo mismo? Desde mi punto de vista, no todos defi-nimos la democracia de la misma manera; al contrario, si hay un término que ha permitido múltiples acepciones e interpretacio-nes, y que sirve para referirse a realidades diferentes, ese es el de democracia. El problema es que al no tener un significado único, se ha limitado nuestra capacidad de acercarnos y comprender la realidad, cuestionando la validez del concepto.1

¿De qué hablamos cuando hablamos de democracia?

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el término democracia adquirió tantos

significados que dejó de servir como un referente

para comprender una realidad concreta.

Según Manheim y Rich, los conceptos deben tener ciertas características que permitan cumplir con esa utilidad científica: deben referirse a fenómenos que sean observables, deben ser precisos; y deben tener un alcance teórico. En el caso del tér-mino “democracia”, como concepto de ciencia política, cumple con el primer y tercer criterio, pero dista mucho de tener la segunda característica, esto es, la de ser preciso.

La democracia y sus múltiples acepcionesLa tarea de presentar las diferentes formas de entender el con-cepto de democracia rebasaría con creces el espacio del que aquí se dispone. Quisiera no obstante señalar las corrientes teóricas más importantes que surgieron en torno al estudio de la de-mocracia, porque con la identificación de las mismas, es posible comprender algunos de los problemas que hoy en día afronta-mos en el desarrollo de los sistemas políticos democráticos.2

En primer lugar, los teóricos distinguen entre la democracia ideal (el “deber ser”) y la democracia real (“lo que es”). En el primer caso, se entiende la democracia a partir de sus aspiracio-nes, del reconocimiento de las mejores formas de organización política que permitan la convivencia pacífica de una sociedad. En el segundo caso, se parte del hecho de que lo ideal es in-alcanzable y que hay que centrarse en aquellas características susceptibles de ponerse en práctica. Uno de los teóricos que reconoció la distancia que puede existir entre lo deseable y lo posible, fue Dahl, quien considerando que no se debía utilizar el mismo concepto para dos fenómenos diferentes, acuñó el con-cepto de “poliarquía” para referirse a la aplicación práctica de la democracia.3 Sin embargo, la mayoría de los teóricos siguieron usando el término de democracia tanto desde la filosofía política (como ideal) como desde la ciencia política (el ser).

En segundo lugar, también desde la perspectiva de la ciencia política, encontramos múltiples acepciones de lo que es la demo-cracia. De forma esquemática, podemos distinguir entre quienes entienden la democracia como un conjunto de procedimientos o reglas del juego que determinan quién llega al poder, cómo llega y cómo lo ejerce (democracia procedimental, centrada en las reglas electorales y en la protección de las garantías indivi-duales), frente a aquellos que consideran que la democracia, más que procedimientos, es un conjunto de principios y valores que permiten el buen funcionamiento de la sociedad (democracia sustantiva, basada en la igualdad y en aspectos como la partici-pación ciudadana, la autonomía, la tolerancia, las libertades y la pluralidad). Pero incluso en cada una de estas corrientes, hay una gran variedad de definiciones, dependiendo del aspecto especí-fico de la democracia que quiera ser destacado. De esta manera, casi cualquier régimen podía ser definido como democrático, pues todo dependía de la característica que quisiera ser resaltada.

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el discurso político secuestró y hegemonizó la noción

de lo que es democrático, sirviendo a los intereses de

cada quien.

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1 sobre el papel de los conceptos en la ciencia política, ver manheim, Jarol B. & rich, richard C. Análisis politico empírico. madrid, alianza Universidad, 2001. también nohlen (“Concepto y contexto. en torno al desarrollo de la comparación en Ciencia Política”. Working Paper núm. 265, institut de Ciènces Polítiques i socials. Barcelona, 2008) apuntó que “la realidad social no se percibe nunca de forma directa, sino siempre a través de conceptos que estructuran lo observado por diferentes observadores de manera diferente”.2 la bibliografía sobre el tema es vastísima. Una buena síntesis sobre las diferentes corrientes se puede encontrar en Berlanga santos, José luis, “democracia”. en (Pre)textos para el análisis político. Disciplinas, reglas y procesos. Coordinado por eduardo Villarreal Cantú y Víctor Hugo martínez González. méxico, FlaCso, 2010.3 dahl, robert a., La poliarquía. madrid, tecnos, 1989.

Los adjetivos de la democraciaResultó entonces que el término democracia adquirió tantos significados que dejó de servir como un referente para com-prender una realidad concreta. Y entonces, tuvimos que acom-pañarlo de algún calificativo que le otorgara la precisión perdida, matizándolo y acotándolo. Hoy hablamos, por ejemplo, de de-mocracia ideal, real, sustantiva, valorativa, procedimental, electo-ral, política, social, elitista, participativa, deliberativa, delegativa, multicultural, liberal, radical, cosmopolita, creativa… La lista podría continuar; es difícil encontrar un concepto en la ciencia política que haya tenido que ser acompañado de tantos adjetivos, y que aun así siga presentando tantos problemas para identificar la realidad concreta a la que nos estamos refiriendo.

La situación se agrava cuando consideramos la forma en que la clase política se apropió del término, y ha hecho uso (y abu-so) del mismo, puesto que le ha permitido justificar y legitimar cualquier acción, por el simple hecho de ser “democrática”. Un término que de por sí había perdido precisión, en manos de los políticos también perdió alcance teórico, lo cual ha impactado de forma directa en los propios procesos democráticos.

La democracia real: cuando los políticos se apropiaron del conceptoEl desarrollo de las democracias occidentales vino acompañado de la utilización del término democracia como un arma política, mediante la cual se respaldaba cualquier medida tomada por la clase política, incluso de aquellas que tenían claros tintes autori-tarios. El discurso político secuestró y hegemonizó la noción de lo que es democrático, sirviendo a los intereses de cada quien; los políticos se vanaglorian de contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas, y de esta manera fundamentan sus acciones, cualquier que ésta sea. Es así como explicamos la apa-rente paradoja de nuestra democracia: los cambios ocurridos en

las últimas décadas supuestamente van encaminados a instaurar una democracia, pero ésta no parece estar funcionando.

Para explicar esta paradoja, nuevamente tenemos que regresar a la distinción entre democracia procedimental y democracia sustantiva. Como mencioné al principio, según cuál sea nuestro destino, tendremos que tomar un camino diferente. Si domina un concepto procedimental de la democracia, ésta será exitosa en la medida en que sus instituciones funcionen y permitan tomar decisiones, sin considerar el grado en que se está pro-moviendo una mayor libertad o una mayor igualdad entre los integrantes de la sociedad, que es lo que importaría en el caso de dominar una visión más valorativa de la democracia.

¿Cuál es el concepto de democracia que está dominando hoy en día? El discurso hegemónico está centrado más que nada en los procedimientos que caracterizan a la democracia a partir de su capacidad de establecer reglas claras que permitan la toma de decisiones. Es más, esas reglas parecen estar protegiendo unos intereses específicos, que son los que tienen que ver con el desarrollo del modelo económico del libre mercado. Por este motivo, la democracia está más basada en el individuo y en el mercado que en la sociedad y el bien común, lo cual ha llevado a olvidar ciertos valores, como la igualdad o la solidaridad. En resumen, se trata de una democracia que favorece a determinados grupos de interés, más centrada en los procesos y en las instituciones, y que está impidiendo el desarrollo de aspectos tan relevantes como los derechos y las libertades, además de cuestiones como la igualdad y la solidaridad. Es posible que México se esté encaminando hacia la democracia: la clave radica en saber hacia qué tipo de democracia nos dirigimos y si es ese el destino al que queremos llegar.

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Carlos Lugo GaleraPolitólogo, especialista en procesos electorales y partidos políticos.

Licenciado en Sociología por la Universidad AutónomaMetropolitana, maestro en Sociología por la Universidad

Iberoamericana Ciudad de México, y candidato a Doctor en Comunicación y Cultura de Masas por la Universidad Complutense

de Madrid. Es profesor de tiempo completo del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Ibero

El pasado primero de diciembre de 2010 se cumplió una dé-cada de la caída del régimen priísta y la alternancia en la pre-sidencia de México. Para muchos analistas la transición a la

democracia culminaba e iniciaba la democratización del país. Sin embargo la democratización se encuentra marcada por signos de interrogación, debido a que la alternancia en el Poder Ejecutivo no ha sido suficiente para que se cumplan los principios básicos de la democracia en nuestro país.

Una mirada a la historia política de la década de los años noventa nos muestra que las reformas electorales otorgaron las libertades necesarias de participación a las organizaciones civiles y políticas, dentro de las que destacan el respeto al voto y a la voluntad de las mayorías que han sido la base de los nuevos gobiernos surgidos de los procesos electorales de la primera década del nuevo milenio.

Sin embargo el proceso de democratización del país requiere del cumplimento de los principios básicos de la democracia. O’ Donell1 señala que un Estado que se diga democrático debe cumplir con la calidad de la democracia, misma que tiene que ver directamente con la participación ciudadana, así como con el cumplimento de los derechos políticos, económicos y sociales.

Pero en México existen varias asignaturas pendientes que no lo-gran cumplir esos principios básicos. Por un lado enfrentamos una crisis económica que ha llevado a cientos de miles de ciudadanos a niveles de pobreza inimaginables. A la par de lo anterior se muestran los límites y acotamientos de la participación ciudadana que tan sólo alcanza a suscribirse al ámbito de la participación electoral.

Con respecto a los asuntos políticos, la rendición de cuentas sig-nifica que los ciudadanos tienen el poder de verificar y evaluar las demandas expresadas por la sociedad civil. Esto quiere decir que los gobernantes deben cumplir con los principios básicos de dotar de información sobre sus actos políticos en la toma de las decisiones.

Está muy claro que las reformas electorales otorgaron el derecho de participación, en los procesos políticos y electorales, a los parti-dos políticos opositores, a las asociaciones políticas, a los ciudadanos y a sus distintas organizaciones civiles y a las organizaciones no gubernamentales, pero esas mismas reformas les concedieron muy poco margen para exigir al gobierno la rendición de cuentas. Ahí se encuentra un derrotero para la ciudadanía.

¿Como perciben la democracia los mexicanos?2

A pesar de la crisis económica, la falta de empleo, la inseguridad y los problemas de salud de la población, para mencionar tan sólo

Democracia y participación

ciudadana

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la democracia en méxico dista mucho

de ser una democracia de calidad.

1 o’ donell, Guillermo. “Es una obligación y un derecho criticar nuestras democra-cias” en Metapolítica, núm. 39, 2005.2 los datos que se presentan fueron tomados del informe latinobarómetro 2010. http://www.latinobarometro.org/ el 5 de enero de 2011.3 Bolos, silvia. Organizaciones sociales y gobiernos municipales: construcción de nuevas formas de participación, Universidad iberoamericana, 2003.

Si bien el Plan de Desarrollo es un mecanismo legal y organiza-cional que posibilita la participación de los ciudadanos en casi todos los ámbitos, éste se ha visto con recelo por parte de la clase política, quien hace todo lo posible porque no se difunda masivamente. Ade-más, se siguen encontrando resistencias en algunos grupos políticos que tienden a no aceptar del todo la presencia de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones.

Sin embargo, periódicamente se producen movimientos en busca de la participación, que desbordan los canales institucionales, ca-racterizados generalmente por su oposición a iniciativas o políticas gubernamentales que van en detrimento de los ciudadanos.

Por último, después de este apretado y sintético recorrido por el proceso democrático de México, podemos señalar que existen todavía tareas pendientes que el Estado debe solucionar y que se inscriben en los ámbitos del desarrollo social, político, cultural y económico. La gran paradoja en que nos encontramos es que, para muchos, somos un país democrático, pero con más de 50 millones de mexicanos en la pobreza.

los que más impacto tienen, los mexicanos apoyamos a medias la democracia como sistema de gobierno. En el 2009 existía un 42% de la población que la apoyaba, y para el 2010 se incrementó en 7 puntos, llegando a 49%.

Otro dato revelador es la respuesta a la pregunta: “¿La democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno?” El 67% de la población encuestada está muy de acuerdo en que es el mejor sistema de gobierno. Sin embargo, México aparece en el número 16 de los 18 países encuestados, muy por debajo de países como Honduras, Nicaragua, Costa Rica, que son nuestros vecinos del sur y que aparentemente no han desarrollado un sistema demo-crático como el nuestro.

Sobre la legitimidad del Congreso y la democracia sin partidosA la pregunta: “¿Sin Congreso Nacional no pude haber democra-cia?”, un 52% percibe que el Congreso es importante para el fun-cionamiento de la democracia. Y, con respecto a los partidos po-líticos, un 57% percibe que sin ellos no puede haber democracia. Datos muy por debajo de lo que pudiera esperarse, debido a que ambas instituciones son partes fundamentales del proceso democrá-tico del país.

Pero el estudio de Latinobarómetro 2010, revela otro dato que es significativo sobre cómo se percibe la democracia en nuestro país. México es el país con mayor cantidad de población que le da una baja legitimidad a la democracia (31%). Y el dato es importante y revelador porque nos muestra a una ciudadanía con grados de des-encanto del proceso democrático.

Con respecto a la percepción del público sobre las decisiones que toma el gobierno para privilegiar a unos pocos, encontramos que un 65% de la población encuestada contestó que esto sin duda sucede. Y sobre la percepción de que algunos grupos o personas tienen tanta influencia que los intereses de la mayoría son ignorados, un 62% coincidió en señalar que estas son prácticas comunes. Por último a la pregunta: “¿Se gobierna para el bien de todo el pueblo?”, tan sólo un 21% de la población respondió afirmativamente.

Quizá estos datos nos pueden dar una respuesta a lo que O’ Don-nell señala: “Un Estado que se diga democrático debe cumplir con la calidad de la democracia”. Y ahí está, quizá, uno de los puntos nodales para el avance democrático.

¿Cómo se encuentra la participación ciudadana?La participación ciudadana es otro de los puntos fundamentales para el avance de la democracia. Si participación implica la toma de de-cisiones de los ciudadanos en asuntos del interés público (plebiscito, referéndum, etcétera) y prácticas sociales que responden a intere-ses particulares de los grupos que existen en la sociedad3, entonces tenemos que la democracia en México dista mucho de ser una democracia de calidad.

Para incentivar la participación ciudadana, el gobierno federal ha incluido en el Plan de Desarrollo 2007-2012, como objetivo prin-cipal, el “desarrollar una cultura cívico-política que promueva la participación ciudadana en el diseño y evaluación de las políticas públicas”, y como una de sus estrategias el “promover la participa-ción política de la mujer”.

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Justicia y democracia

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Tomás SegoviaPoeta, narrador, ensayista, crítico literario

y traductor español. Como consecuencia de la guerra civil española, residió en París

antes de llegar a México en 1940. Estudió literatura en nuestro país y fue investigador

de El Colegio de México. Formó parte del consejo de redacción de las revistas

Plural y Vuelta. Español-mexicano, vive alternativamente entre España y México,

pues pasa largas temporadas en ambos países. En 1998, el Fondo de Cultura Económica

publicó la recopilación de su obra bajo el título Poesía (1943-1997). Sus libros más recientes son Aluvial (Pre-textos, Valencia, 2009), Cartas de un jubilado (México,

Ediciones Sin Nombre, 2010) y Estuario (Madrid, 2010). Entre otros reconocimientos, ha recibido el Premio Xavier Villaurrutia, el Alfonso X de Traducción, el Premio Octavio

Paz de Poesía y Ensayo, el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y

del Caribe y el Premio de Poesía Federico García Lorca.Blog:

http://www.tomassegovia2.blogspot.com

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la democracia es sin duda alguna invención de la izquierda,

hija de la ilustración, de la revolución Francesa y de la

independencia norteamericana.

Justicia y democracia

Parece claro que hay algún lazo entre la izquierda y el progre-so, pero ese lazo es, por lo menos en gran parte, contingente e histórico. Porque tampoco la alianza de la justicia con el

progreso es tan sustancial como parece. La clase dirigente y privi-legiada tiende a desconfiar del progreso, pero no por ser progreso, sino porque es cambio y el cambio tiende a alterar las jerarquías establecidas. Pero pronto la clase dominante descubrió que no todo cambio es así y que hay progresos que afianzan las jerarquías en lu-gar de ponerlas en crisis. Esa es claramente la situación en nuestros días, pero en realidad la burguesía adoptó esa estrategia casi desde el principio, desde que la idea de progreso empieza a tener peso en la historia. Incluso, aunque claro que en otra forma y bajo otras categorías, desde mucho antes.

La forma más descarnada de un progreso jerarquizante es el colo-nialismo, y el colonialismo empieza en el Renacimiento. Los con-quistadores y colonos renacentistas no disponían de los conceptos que manejará después la burguesía colonialista: el white man’s bur-den y la labor civilizadora y modernizadora de la colonia; pero es claro que las ideas de cruzada religiosa y de paz imperial recubrían también la idea de cruzada civilizadora y de justificación del poder (y de su injusticia) por un mayor progreso.

Nuestra época, en cierto modo, es un nuevo avatar de la vieja his-toria colonialista, que desde los tiempos de las colonias cartaginesas o griegas ha sufrido más de uno. El colonialismo económico es en algún sentido más colonial aún que el político, porque la esencia del colonialismo es evidentemente económica. No hay duda de que el neocolonialismo neoliberal (¿por qué no neoburgués?) está fuertemente interesado en el progreso que le asegura su hegemonía política y económica. Pero en la “metrópolis” tampoco es verdad que haya desaparecido la lucha de clases (es probablemente eterna). Es verdad que resulta un poco ridículo hablar hoy de una clase proletaria enfrentada a una clase burguesa. Pero las clases seguirán existiendo mientras haya jerarquías y haya injusticia.

¿Es concebible una jerarquía justa? La respuesta a esta pregunta es una de las claves fundamentales de la diferencia entre la izquierda y la derecha. La derecha no sólo piensa que una jerarquía puede ser justa de por sí, sin constricciones exteriores, sino que la justicia es siempre jerárquica.

(Apostilla: cuando digo piensa no quiero decir que lo exprese abiertamente o ni siquiera que lo piense conscientemente. Lo digo así para abreviar, pero me refiero, por supuesto, al sentido que pre-suponen las actitudes y acciones de los interesados.)

La izquierda más rudimentaria (y por eso más radical) piensa que toda jerarquía es necesariamente injusta. Una izquierda más mati-zada hace distinciones, por ejemplo entre jerarquías naturales y je-rarquías sociales o artificiales. Unos seres humanos son más guapos, más inteligentes, más sanos, más fuertes o más simpáticos que otros,

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la sociedad norteamericana, incluso cuando gobiernan los

“demócratas”, no es en absoluto más democrática que la sociedad sueca de fines del siglo XX, que era fuertemente socialista e

“izquierdista”.

lo cual es una injusticia, pero en un sentido más bien metafórico, porque en rigor sólo los actos humanos pueden ser justos o injustos. Pero la izquierda piensa siempre que incluso las jerarquías naturales deben ser vigiladas para evitar que se conviertan en injusticias, por-que las jerarquías, si no son siempre injustas, son la forma en que se realiza necesariamente la injusticia.

La política puede impulsar o no la justicia en la sociedad, y puede impulsar o no el orden en la sociedad, pero en su propio exterior no puede impulsar la justicia y no puede dejar de impulsar el orden. El poder no sólo se encarga del orden en la sociedad; él mismo es orden: jerarquía, autoridad. La izquierda en el poder es por eso paradójica y conflictiva. Hay una faceta del poder que puede de-cirse que es constitutivamente de derechas: la faceta que antepone necesariamente el orden a la justicia. El poder como poder tiende en efecto a esa postura: un poder injusto sigue siendo poder (nos consta), mientras que un poder desordenado empieza a perder poder en la medida en que su orden va sucumbiendo. La iz-quierda consiste esencialmente en anteponer la justicia al orden. Si está en el poder, esta tarea le resulta bien difícil.

Pienso que de todas formas hay que votar por la izquierda en las elecciones, porque compara-tivamente los programas políti-cos de la izquierda serán siempre de más interés social que los de derecha. Pero el verdadero lugar de la izquierda está, más aún que en la oposición, en la acción social y cívica, que es en principio resistencia al poder, aunque sólo sea en la forma atenuada de autonomía frente al poder. El difícil desafío de la izquierda en el poder sería inhibirse ante la resistencia social, re-nunciar a su propio poder cuando la sociedad busca la justicia como sociedad, no como fuerza política, quizá incluso alimentar esa bús-queda sin absorberla: seguir siendo social cuando está ya encerrada en el ámbito de lo político. Ese ideal sería relativamente alcanzable si no hubiera la derecha, o más bien si la derecha no fuera lo que es. Pero dadas las condiciones reales, la derecha se apoderará de toda posición de poder que la izquierda no monopolice. ¿No es esto lo que está sucediendo día a día en la España actual?

Leyendo a Krauze, a Vargas Llosa, el increíble editorial de El País sobre el Che Guevara, me parece ver clara la astucia argumentativa de la derecha. Por un lado, presentan la discusión como si la alterna-tiva fuera entre la izquierda y la democracia. En ese sentido, Krauze y Vargas Llosa son insuperables. Aunque nunca lo afirman abier-tamente, hablan todo el tiempo sobre el presupuesto de que toda la izquierda es estalinista y totalitaria. Pero cuando aceptan alguna distinción entre izquierda y estalinismo, de todos modos, a renglón seguido y sin ningún rubor lógico, culpan a la izquierda en general de los crímenes de Stalin. Ellos en cambio no son cómplices de los crímenes del nazifascismo, puesto que ellos son demócratas.

La torpeza argumentativa de la izquierda, que está estos tiempos

lamentablemente desorientada, se ve en esa debilidad de aceptar siempre los términos polémicos de la derecha. La izquierda debería dejar siempre bien claro que la dicotomía no es entre izquierda y democracia, sino más bien entre derecha y democracia. La demo-cracia es sin duda alguna invención de la izquierda, hija de la Ilustración, de la Revolución Francesa y de la Independencia norteamericana. Es cierto que algunos sectores de la izquierda traicionaron esa de-mocracia que habían inventado. También la traicionaron, con toda evidencia, sectores de la derecha, que además no la habían inven-tado.

Una vez impuesta esa tonalidad en la argumentación, les es fácil echar a correr la insidia de que la izquierda es enemiga de la liber-tad. Si no hubiéramos perdido tan vergonzosamente como lo he-mos perdido el oído histórico, nos haría saltar del asiento oír decir que la libertad es obra de la derecha.

Hay que poner atención tam-bién en la sutil insidia con que usan la palabra liberal. Como es sabido, esta palabra es de origen español. Los liberales españoles no eran propiamente demócra-tas, eran antimonárquicos, que no es lo mismo. Lo que oponían a las limitaciones del régimen monárquico no era esencialmen-te ni la democracia y ni siquiera la república, era el mercantilismo. En ese sentido nuestros neo-li-berales tienen perfecto derecho a llamarse liberales, aunque quizá

no tan “neo”. Pero es por el mercantilismo, no por la libertad —o la democracia. En la propia Norteamérica, la diferencia original entre “republicanos” y “demócratas” es la diferencia entre más mercanti-listas y menos mercantilistas. En ese contexto, los “demócratas” son la izquierda y por eso son más demócratas. Mirado en otro con-texto más amplio, a mí me parece evidente, digan lo que digan los Vargas Llosa y los François Revel, que la sociedad norteamericana, incluso cuando gobiernan los “demócratas”, no es en absoluto más democrática que la sociedad sueca de fines del siglo XX, que era fuertemente socialista e “izquierdista”.

Es que en esa argumentación se disimula también otra sutil fala-cia. Esta derecha ilustrada se jacta de moderada cuando confiesa que “la democracia” tiene sus defectos, pero es con todo, hasta ahora, la mejor organización política que ha conocido la historia. Cosa innegable, qué duda cabe, pero que no implica lo que ese argumen-to finge dar por implicado: por lo tanto cualquier tentativa de un cambio que no sea de detalle, lo que ellos llaman “reformismo” y que no afecta a ningún nivel estructural, es una tentativa totalitaria. De donde resulta que apoyar a la democracia es apoyar a la derecha —puesto que, una vez más, toda la izquierda y sólo la izquierda es totalitaria. La “democracia” resulta así incriticable —e imperfecti-ble— por ser el menos malo de los sistemas. Es como si nos dijeran que el menos malo de los torturadores es incriticable porque los demás son peores.

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MIRADOR/¡Basta de sangre!

En la segunda semana de enero, Eduardo del Río, mejor conocido como Rius, lanzó la campaña “¡Basta de sangre!”, una “loca y romántica idea”, según dice él mismo. Esta ini-ciativa fue acogida por diversos medios y múltiples mone-ros y caricaturistas o editorialistas gráficos de todo el país,

así como por diversos sectores ciudadanos. A partir de una imagen gráfica, a modo de lema y consigna se llama a la ciudadanía a de-mandar un alto a la violencia que padece México. En estas páginas les damos la voz y la tinta a Rius y Rogelio Naranjo.

Alguien dijo

Eduardo del Río, Rius, y

Rogelio Naranjo

Periodistas gráficos de larga trayectoria

en el país. Colaboradores de

los más importantes periódicos y

revistas. Autores de múltiples libros de crítica política y

educación ciudadana

democracia

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Eduardo del Río, Rius¡Basta de sangre!La idea es motivar a que la gente no se quede cruzada de brazos y mentando madres, impotente de no poder hacer nada. Desde el 10 de enero empezó esta campaña, apoyada por Proceso, La Jor-nada y El Chamuco, y que tratamos de que se haga en todo el país. Sólo somos ciudadanos mexicanos encabronados por lo que está pasando, sin apoyos políticos ni empresariales, que tratamos de que la gente no se quede pasmada y sin manifestar su descon-tento. Tenemos que hacerle ver a los gobernantes y actores de la absurda guerrita calderoniana, que no estamos contentos con lo que está pasando. Es una forma pacífica de protestar por tanta sangre de mexicanos que también tienen familia que los pierde, aunque sean soldados o policías. México no se merece este baño de sangre”.

¿ALGUIEN DIJO DEMOCRACIA?Apenas estamos en un proceso de transición que, chance y algún día, posiblemente, nos lleve a la democracia. No hay ninguna se-guridad de eso... Porque no es la democracia la que va a traernos justicia, mejores condiciones de vida, buenos sistemas de salud, mejor educación, etcétera, sino que esas “ganancias” son las que nos llevan a la democracia.

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Rogelio Naranjo¡Basta de sangre!Los hechos hablan por sí solos. La población, la sociedad civil en nuestro país, con todas las atrocidades que estamos viviendo, ha llegado a un consenso: México es un país muy deprimente no sólo en su realidad interna, sino en la imagen, también real, que proyecta hacia el mundo. Esto no es un asunto de percepción, como dicen las autoridades, sino de una realidad salvaje. Los mexicanos no sólo vivimos indefensos ante la inseguridad y la violencia, sino también avergonzados. “¡Basta de sangre!”, la pro-

puesta de Rius a la que nos hemos sumado muchos, y se siguen sumando más, desea expresar esa indignación, porque esto ya no puede seguir así. Hay que hacer algo. Por lo pronto, protestar de alguna manera, correr la voz, y hacerle saber a las autoridades que, por supuesto, no estamos de acuerdo con la manera en que están procediendo. Sabemos, porque no somos ingenuos, de los oídos sordos de las autoridades, de su terquedad y de su falta de visión. Pero si nos organizamos y somos muchos los que alzamos la voz, pese a su sordera, tendrán que escuchar. Vivimos en un país donde nos está gobernando la violencia.

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¿ALGUIEN DIJO DEMOCRACIA?Es obvio que no vivimos en una democracia. Hay muchas defi-ciencias en la práctica democrática que, automáticamente, impi-den el ejercicio real de la democracia. El IFE y los partidos, entre otras instituciones, se han convertido en simples membretes que no responden a las inquietudes y derechos de la ciudadanía. Y porque no vivimos en una democracia, es necesario que la so-ciedad civil alce la voz y exija verdaderas instituciones y auténti-cas prácticas democráticas. El objetivo es, precisamente, alcanzar la democracia.

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La educación democrática debe contribuir a la emancipación de las personas

de olvidos, tiempo de memoria

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Carlos LomasCarlos Lomas es doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua castellana y Literatura en Gijón (España). Fue director de la revista Signos (1990-1997) y es codirector de Textos de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Como formador ha intervenido en diversos congresos, cursos y jornadas en España, Portugal, Brasil, México, Venezuela, Puerto Rico, Chile y Colombia. Es autor, entre otros libros, de El espectáculo del deseo (Octaedro, 1996), Cómo enseñar a hacer cosas con las palabras (Paidós, 1999), Érase una vez la escuela: Los ecos de la escuela en las voces de la literatura (Graó, 2007) y ¿El otoño del patriarcado? Luces y sombras de la igualdad entre mujeres y hombres (Península, 2008). En unos meses aparecerá en Barcelona el libro colectivo, por él coordinado, Lecciones contra el olvido: Memoria de la educación y educación de la memoria (Octaedro, 2011).

Vivimos, en estos albores del siglo XXi, en un tiempo de silencios, en un tiempo en el que se fomenta,en nombre de la convivencia democrática, una amnesia colectiva que menosprecia el valor de

la memoria histórica.

Dicen que la distancia es el olvido”, reza un her-moso bolero. De igual manera oímos a menudo que “el tiempo lo borra todo”. Sin embargo, hace tiempo que sabemos que no siempre es ni debe ser así y que la lejanía en el mapa y en el calendario no

conduce inevitablemente al olvido ni borra el recuerdo de lo que fuimos y ya no somos. Y aunque a veces la memoria no sea de fiar, es la memoria lo que en última instancia nos configura como seres humanos. Porque sin memoria no hay nada ni somos nadie ni es posible entender el mundo en que vivimos.

Somos memoria. Lo que somos y lo que sabemos está tejido con los hilos del recuerdo y de la memoria. Somos lo que sabemos, sí, pero acaso sólo sabemos quiénes somos cuando nos acercamos al sufrimiento y a las emociones de los otros, de esos otros ausentes e invisibles, de esas mujeres y de esos hombres que a lo largo de la convulsa historia de la humanidad han sufrido las mil y una formas posibles de la injusticia, de las tiranías y de las violencias. Quizá porque la memoria no es sólo añoranza, recuerdos y emociones sino también, como escribiera Walter Benjamín (2008), un modo específico y alternativo de conocimiento elaborado a partir de la mirada de las víctimas de la sinrazón humana, de ese sueño de la razón que, en palabras de Goya, engendra monstruos. Sin memoria de la injusticia humana no hay justicia posible. Sin memoria de las víctimas el crimen sigue impune.

Contra la rendición del tiempo, la restauración de los derechos de la memoria es un vehículo de liberación y una de las más notables tareas del pensamiento humano.Herbert Marcuse

Es obvio que el olvido constituye con frecuencia un conjuro in-evitable contra lo que nos resulta incómodo y amenaza nuestro pre-sente, una eficaz terapia contra la crueldad del pasado y un antídoto contra la cegadora luz de los recuerdos. De ahí que haya quienes ar-gumentan a favor de las ventajas del olvido y de la amnesia colectiva a la hora de afrontar juntos el futuro. Sin embargo, otras personas vindicamos el derecho a la memoria no sólo como un acto de justi-cia con las víctimas de la injusticia, de las violencias, de las miserias y de las diásporas sino también como una estrategia ética orientada a fomentar la emergencia de una ciudadanía crítica y democrática. La conciencia social de las sombras del ayer (y del hoy) constituye una condición indispensable para el ejercicio de la libertad en la medida en que, como señalara Soren Kierkegaard, la vida debe ser vivida hacia delante pero sólo puede entenderse hacia atrás.

En nombre del futuro no cabe el olvido de un pasado y de un presente tan imperfectos (guerras, matanzas, injusticias, genocidios, dictaduras…) porque constatamos a diario la terca pervivencia de la miseria, de la opresión, de la desigualdad y de la violencia en demasiadas zonas del planeta que condena a millones de personas al hambre, al analfabetismo, a la enfermedad, a las violaciones, a las torturas y a la muerte, cuando no al exilio y a la emigración a la búsqueda desesperada de otros paisajes y de otras patrias donde la vida humana tenga aún algún valor y donde al menos sea posible ejercer el derecho a vivir en paz.

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Hacer visible lo invisibleEn España vivimos, en estos albores del siglo XXI, en un tiempo de silencios, en un tiempo en el que se fomenta, en nombre de la convivencia democrática, una amnesia colectiva que menosprecia el valor de la memoria histórica y sigue arrojando a las víctimas de la barbarie franquista, tantas décadas después, a las fosas del olvido. De esta manera los apologistas del olvido intentan algo tan obsce-no como eliminar las obvias diferencias entre verdugos y víctimas y afirmar categóricamente el absurdo de vindicar, aunque sea de manera simbólica, el derecho de las víctimas de las dictaduras a la justicia y a la memoria. Por ello, y siguiendo el consejo feminista, urge hacer visible lo invisible, urge mirar el mundo con los ojos de los olvidados, de quienes nacieron para perder, y urge vindicar el de-recho a la memoria como un deber de justicia con las víctimas de tantas imposturas, de tantos silencios, de tantos maltratos, de tantos exilios y de tantas diásporas, de tantas cárceles, de tantas torturas y de tantas muertes.

Una ética implicada en la construcción de formas de vida y de sociedades equitativas y democráticas exige aceptar que el convulso presente en que vivimos y ese futuro al que algunos apelan para justificar el olvido de la barbarie humana están construidos sobre las víctimas, sobre los sin nombre, sobre quienes aún son invisibles. De ahí la importancia que tiene en cualquier afán emancipatorio (y la educación democrática debiera contribuir a la emancipación de las personas) imaginar al otro (y a la otra), ponerse en la piel de otros seres humanos, emocionarse e indignarse ante el desamparo y el dolor ajenos, asomarse al espanto de las injusticias humanas y a las tragedias de tantas vidas sometidas a la pobreza, al analfabetismo, a la diáspora, a la violencia y a la injusticia. Sólo así es posible el diálogo y el entendimiento entre las personas y entre las culturas porque “la memoria colectiva produce reconciliación cuando es memoria del sufrimiento del otro” (Mate, 2008: 175).

Lecciones contra el olvidoEn nombre de la convivencia y del futuro abundan de un tiempo a esta parte las voces que se manifiestan a favor del olvido de la memoria his-tórica a la vez que vindican la ocultación de la barbarie humana como una forma de conjurar en nombre de un presente imperfecto y de un futuro incierto las sombras del pasado. El eco de esas voces se escucha en la actualidad en la educación porque, como señala Osten (2008), “no es ninguna casualidad que en los debates de política educativa ya no se hable de la formación en el sentido de una participación en la memoria de la humanidad y de la capacidad de juicio que de ella resulta. La

ReferenciasAbad Faciolince, Héctor (2006), El olvido que seremos, planeta, Bogotá.Benjamín, Walter (2008), Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ítaca, méxico.Chomsky, Noam (2002), La (des)educación, edición e introducción de Donaldo macedo, Crítica, Barcelona.mate, Reyes (2008), La herencia del olvido, errata Naturae, madrid.osten, manfred (2008), La memoria robada. Los sistemas digitales y la destrucción de la cultura del recuerdo, Siruela, madrid.Contacto: [email protected]

relegación de la memoria en los planes de estudio a los ordenadores y a las bases de datos se realiza con éxito con el objetivo de despren-derse de la carga del recuerdo a cambio de una acelerada obtención de competencias de futuro”. Por el contrario, educar en la defensa del derecho a la memoria de la barbarie humana constituye un acto de justicia con las víctimas, una invitación al ejercicio moral de la razón compasiva (Mate, 2008: 25) y en consecuencia un deber ineludible y urgente de la educación (o al menos, de una educación democrática).

El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince afirma que “la memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está hecha de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos” (2006: 137). La educación de la memoria en las aulas debiera contribuir a convertir ese espejo opaco y hecho añicos en un espejo diáfano que evite los olvidos y las amnesias que nos impiden avanzar en la construcción de una sociedad más libre, igualitaria y democrática. Entre otras cosas, porque la escuela es uno de los escenarios donde se transmite la memoria colectiva y las identidades y saberes socialmente legitimados. Y en este contex-to conviene subrayar que esa memoria colectiva y esas identidades y saberes socialmente legitimados por la escuela están a menudo construidos sobre los cimientos del olvido de lo que se considera irrelevante, doloroso, incómodo e inoportuno. Por ello asistimos en la actualidad a tantos debates y a tantas disputas por el control de las memorias colectivas y a tanta vindicación del olvido como una forma de imaginar tiempos mejores aunque, al hacerlo, corremos el riesgo de olvidarnos de las lecciones que se pueden aprender a través del escrutinio de lo que no nos resulta cómodo recordar. Sin embargo, como señala Noam Chomsky (2002: 28), “es la respon-sabilidad intelectual de los maestros intentar decir la verdad. Es un imperativo moral. […] El aprendizaje verdadero tiene que ver con descubrir la verdad por sí mismos, sin eliminar las informaciones y las ideas que pudieran resultar embarazosas para los poderosos: los que crean, diseñan e imponen la política escolar”.

La educación de la memoria en las aulas debiera contribuir a convertir ese espejo

opaco y hecho añicos en un espejo diáfano que evite los olvidos y las amnesias que nos impiden avanzar en la construcción de una

sociedad más libre, igualitaria y democrática.

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LÍDER IBERO

Juan Domingo ArgüellesDirector editorial de IBERO

Entrevista conHéctor Aguilar Camín

México esun país fracturado por sus desigualdades

Héctor Aguilar Camín (Chetumal, Quintana Roo, 1946) es uno de los líderes de opinión más impor-tantes de México. Escritor, historiador, periodista y editor, estudió la carrera de Ciencias y Técnicas de la

Información (hoy Comunicación) en la Ibero, y es doctor en Historia por El Colegio de México. Carlos Fuentes escribió: “Héctor Aguilar Camín es uno de los más inteligentes escritores mexicanos de la generación que sigue a la mía”.

En su obra literaria destacan las novelas Morir en el golfo (1980), La guerra de Galio (1990), El error de la luna (1995), Un soplo en el río (1998), El resplandor de la madera (1999), Las mujeres de Adriano (2002), Mandatos del corazón (2003), La conspiración de la fortuna (2005) y La provincia perdida (2007). Su más reciente obra es Pa-

sado pendiente y otras historias conversadas (Seix Barral, 2010). En su trabajo de investigación histórica y política sobresalen sus libros La frontera nómada (1977), México; la ceniza y la semilla (2000) y La tragedia de Colosio (2004).

En 1986 recibió el Premio Nacional de Periodismo y en 1998 el Premio Mazatlán de Literatura. En 2009, la Universidad Ve-racruzana le concedió el Doctorado Honoris Causa. Ha sido director de la Editorial Cal y Arena y subdirector del diario La Jornada, y actualmente es director de la revista Nexos, de la cual es fundador. En televisión, fue conductor del programa Zona Abierta y participa en Tercer Grado, de Televisa, y en el perio-dismo escrito es columnista del diario Milenio. Tal es el perfil del líder Ibero que conversa para nuestros lectores.

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Las desigualdades de México hacen

que todo —la democracia, el

civismo, la solidaridad, la educación, el conocimiento,

etcétera— sea algo fracturado.

una colección espectacular de bellezas resplandecientes. Tenían que ser novedad, porque yo había estudiado toda la vida en co-legios de varones y toda la vida también con jesuitas, salvo los primeros años que estudié con las monjas en Chetumal. A raíz del ciclón Janet, vine con mi familia a la ciudad de México, y ese mismo año, 1955, entré al Instituto Patria, que era la escuela que tenían los jesuitas en Polanco, también en las afueras de la ciudad, rodeada de milpas, donde hoy está El Palacio de Hierro, en la calle de Molière. En el Patria estuve desde el quinto año de primaria hasta el segundo de prepa, porque entonces la prepara-toria era sólo de dos años, y de ahí, a partir de 1962, seguí con los jesuitas cinco años más en la Ibero. De manera que soy una fruta directa de la educación jesuita, cualquier cosa que esto signifique.

¿A qué profesores y condiscípulos recuerdas especialmente?Al director de la carrera, Jesús María Cortina, que era un hombre lleno de buena voluntad, de buen humor y de sentido práctico, que fue realmente quien convirtió esa carrera en un instrumen-to de conocimiento para el trabajo, para salir a ganarse la vida. Nosotros decíamos que había tres tipos de jesuitas, y creo que son canónicos y siguen existiendo. Uno era el sabio jesuita, que lo encarnaba Felipe Pardinas. Luego estaba el santo varón, que era un jesuita con un toque muy suave, muy espiritual, muy retirado de las cosas mundanas, envuelto en las obligaciones de la orden, hombre terso de apariencia beatífica, y el prototipo era el padre Héctor González Uribe, que fue un tiempo director de la es-cuela de Ciencias y Técnicas de la Información y luego rector de la Ibero. Y el tercer tipo jesuítico era el curita “boxeador”, mi favorito, porque era el cura que se acercaba realmente, como amigo, a la vida cotidiana de los alumnos. En el Patria en par-ticular así eran realmente los curas más populares, porque con ellos se podía departir de tú a tú y porque, además, eran relativa-mente jóvenes. Formalmente, eran maestrillos más que curas ya recibidos y constituían la parte de la Compañía de Jesús con la que uno tenía una relación más amistosa.

Cortina se aproximaba mucho a ese estilo campechano, prag-mático, humorístico, del curita “boxeador”, en el buen senti-do de la expresión. Por supuesto también teníamos nuestros problemas con él, como es natural que los tuviéramos con las autoridades, pero lo que él llevó a cabo —y que estuvo muy bien hecho— fue quitarle a la carrera de Comunicación la carga excesivamente filosófica e intelectual que tenía en las manos de José Sánchez Villaseñor, y volverla más técnica e instrumental, con materias como publicidad, periodismo, televisión, cine, et-cétera, independientemente de conservar nuestras materias de filosofía, historia de la cultura, psicología y demás.

La carrera que yo estudié, a diferencia, por ejemplo, de Admi-nistración de Empresas, que era quizá la más prestigiada entre todas las escuelas de entonces, era una miscelánea de una enor-me diversidad de cosas difícilmente compatibles entre sí, pero en eso residía un poco su encanto. Íbamos a clases mañana y tarde: entrábamos a las ocho de la mañana y salíamos a las once o a las doce, y luego volvíamos a las cuatro y salíamos a las ocho o a las nueve de la noche, de acuerdo con la infinita cantidad de materias que podíamos tomar.

¿Cómo fue tu formación en la Ibero?Lo primero que viene a mi mente es una universidad mucho más pequeña y un tanto confesional. Una universidad que era una especie de club social en las afueras de la ciudad de Mé-xico, porque entonces estaba ubicada en la colonia Campestre Churubusco. Conservaba, para mí, mucho del ambiente de la escuela preparatoria, porque yo era muy joven, tenía 16 años, cuando entré a la universidad, y porque en la carrera de Ciencias y Técnicas de la Información, al igual que en la prepa, llevába-mos una cantidad enorme de materias. Teníamos un dicho: “Si es materia, la llevamos”.

La novedad absoluta de mi formación universitaria fueron las mujeres, muy especialmente las alumnas de Filosofía y Letras:

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Yo siempre he mirado el periodismo como una forma de

repartir el conocimiento, de darle a la sociedad lo que necesita para entender lo que sucede.

ro era un poco el tema deportivo y un poco también la mayor libertad que te-níamos, desde el punto de vista personal y religioso, en el Patria. La Ibero tenía en-tonces un toque confesional: se rezaba el ángelus en las tardes, y los curas vigilaban con cierto celo las relaciones amorosas de los alumnos, eran un poco dirigistas con nuestra vida personal, a fin de corregir las conductas que consideraban desviantes. Además, una buena parte de ellos tenía la convicción, razonable, de que yo estaba completamente loco, que era un perso-naje desviante y un poco anárquico, y lo era en realidad, porque a pesar de ser un hijo de las escuelas jesuitas, nunca tuve una disciplina religiosa, una profesión de fe o ciertas conductas vinculadas a la éti-ca del rito católico. Siempre fui bastante agnóstico y anárquico. Entonces, tuve al-gunos problemas con los curas, especial-mente con una pequeña plaga que llegó de España: unos curas franquistas bastante conservadores y entrometidos. Pero la verdad es que yo recuerdo mi paso por la Ibero, y por la educación jesuita en gene-ral, con gran gusto, como en medio de un cierto resplandor.

¿Qué opinión tienes hoy de la Ibero?La Ibero en la que yo estudié estaba en

una fase experimental; era una universidad que estaba empezan-do a ofrecer sus cursos y que tenía muy pocas carreras. Estaba en su fase de construcción. La Iberoamericana de hoy es una universidad muy consolidada, muy profesional y nada confesio-nal. Y cuando digo profesional me refiero a que la mayor parte de las autoridades que nosotros teníamos, sino es que todas, eran sacerdotes. Los principales maestros eran sacerdotes, y aunque había externos muy importantes (por ejemplo Vicente Leñero, que fue nuestro maestro de periodismo, siendo él muy joven), la verdad es que todo tenía un toque de pedagogía sacerdotal, en un contexto jesuita absolutamente religioso.

Pero ahora lo que tenemos es una universidad donde las auto-ridades mayores pueden ser miembros de una Compañía mucho más liberal, cercana al mundo; una universidad meritocrática, con enorme cantidad de laicos y civiles conduciéndola. Sobre todo, una universidad muy progresista; a veces incluso ingenua-mente progresista, como queriendo pagar todavía alguna aduana por ser una universidad privada, a fin de no ser tachada como una universidad conservadora o burguesa. Pero tanto por la ca-lidad de la enseñanza como por las instalaciones y la cantidad de las carreras, la Ibero es hoy una de las mejores universidades.

A partir de tu formación profesional, ¿cómo entiendes el periodismo?Yo siempre he mirado el periodismo como una forma de re-partir el conocimiento, de darle a la sociedad lo que necesita para entender lo que sucede. No lo he visto como un negocio

Yo pertenecí a la cuarta generación. Todavía era una genera-ción muy pequeña, de unos cuarenta o cuarenta y cinco alum-nos. La primera había sido sólo de catorce, y había arrancado en la calle de Zaragoza, en Coyoacán, con Sánchez Villaseñor. Sán-chez Villaseñor tenía una idea bastante romántica aunque tam-bién muy práctica de la escuela. Quería formar un humanista, un hombre con el conocimiento profundo e intelectual de su tiem-po y con los instrumentos también de su época, para difundir un buen mensaje. Pero la verdad es que a esas primeras generaciones de la carrera entramos puros despistados. Íbamos cayendo allá porque no teníamos claro qué cosa queríamos hacer. Eran tan diversas las materias, al igual que las posibilidades profesionales, que todo esto le quedaba muy bien a nuestro desconcierto.

De la primera generación recuerdo ahora, y de toda la vida, a José María Pérez Gay; también a Eduardo Maldonado, un ci-neasta documentalista muy notable, y a Yolanda Lazo. De la se-gunda generación, los primeros que vienen a mi memoria son dos amigos míos de toda la vida: Luis Linares Zapata y Alberto Ulloa. De la tercera recuerdo a Paco Prieto, a Francisco Rodrí-guez Ezeta y a María Angélica Luna Parra. Y de mi generación a varios amigos que conservo a la fecha, como Sergio González Romero y Ernesto García Cabral, entre otros, algunos de los cuales fueron mis compañeros desde el Instituto Patria. La Ibero era, realmente, como una pequeña familia extensa.

¿Siempre te sentiste a gusto con la educación jesuita?En ese entonces, quizá lo que echábamos de menos en la Ibe-

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o como una forma de simple entretenimiento. En este sentido, mi visión del periodismo es una visión elitista, porque no me interesa el periodismo popular, ni el periodismo de escándalo, ni el periodismo de la farándula. Me interesa el periodismo del conocimiento, que tenga una influencia sobre los cambios que la sociedad necesita; un periodismo para crear conciencia y hacer política en el sentido más amplio y generoso del término políti-ca: mejorar la cosa pública.

¿Cómo ves el periodismo actual?El periodismo en México vive, a la vez, un gran momento y un momento muy pobre. Es el gran momento de la pluralidad, la libertad y la riqueza (en el sentido de dinero y en el sentido de la calidad de profesionistas que lo ejercen). Pero, al mismo tiempo, es un periodismo muy poco responsable, en términos de llevarle a la gente el conocimiento que necesita para ser mejores ciuda-danos y seres humanos más inteligentes. Los grandes periódicos son grandes intelectuales colectivos: máquinas de generar infor-mación para ayudar a ser más inteligentes y más eficaces a sus lectores; para enseñarles a comprender cosas que difícilmente van a comprender solos, a conocer a su sociedad, y a crear comuni-dad inteligente, que comprenda y esté al tanto de lo que pasa en todos los ámbitos (político, económico, social, deportivo, cultural, etcétera). Si los periódicos no son grandes intelectuales colectivos —y en este sentido soy muy sanchezvillaseñoriano—, no diría que son despreciables, pero sí que son instrumentos de segunda calidad pública: buenos negocios o buenos divertimentos, pero carentes de ese ethos que yo, quizá, aprendí en la Ibero: ser algo más que divulgadores, entretenedores, escandalizadores y masajea-dores de la sociedad. Ser sus cerebros, sus intelectuales colectivos.

En este sentido, ¿el periodismo debe tener una vocación educativa, formativa?Sí, claro. El periodismo tiene que ser parte de la inteligencia, de la comprensión, la responsabilidad y la conducta cívica, solidaria y ética de los lectores, de los públicos. Y yo siento que nuestro perio-dismo renuncia demasiado fácilmente a toda noción que no sea una formulación tan limitada como la siguiente: “A mí no me importa nada más que la noticia y yo no tengo más responsabilidad que atraer a los lectores a mi medio, sin callarme nada, y si hace falta subiéndole bastantes decibeles a los gritos y los susurros de la socie-dad”. Una formulación así me resulta muy pobre como periodismo.

¿Así era el periodismo cuando fundaste Nexos?Cuando fundamos Nexos el periodismo mexicano era un pe-riodismo bastante provinciano, sometido, amordazado y alquila-do en muchos sentidos. Había muy pocos periódicos realmente independientes y libres, aunque por ello mismo, también, una enorme oportunidad para hacer el periodismo que a mí me ha interesado siempre. Nexos se fundó en los años setenta, y co-menzaba a haber en México una cierta riqueza muy visible, muy madura ya, de conocimiento académico; de gente que estudiaba con rigor la política, la economía, la dinámica social. Y lo que nosotros hicimos en Nexos fue tratar de traer ese conocimien-to, que había en los claustros académicos, a un espacio público intermedio entre el artículo de periódico y el ensayo acadé-mico, añadiendo desde luego algo que ya era una riqueza muy consolidada de la vida cultural mexicana: la creación y la crítica literaria, en el ámbito de las humanidades.

La titulamos Nexos, sociedad, ciencia y literatura, porque nos pa-recía desde entonces que había un tema tecnológico y cien-tífico que estaba también escondido y del que nadie se hacía cargo en los espacios de las audiencias periodísticas. Fue una decisión acertada que le permitió a la revista tener un perfil muy claro desde el principio. Luego lo que nosotros iniciamos se acabó volviendo una moda, de manera que ahora tenemos una enorme desventaja si persistimos en ser un espacio perio-dístico-académico, porque todos los periódicos están llenos de comentaristas de una gran solidez académica, que desahogan en las páginas editoriales, con mucha eficacia, lo que han aprendido en las aulas; y, paradójicamente, ahora el espacio abierto para una revista como Nexos es el increíble espacio que han dejado los periódicos mexicanos a causa de ir en pos de ese periodismo de inmediatez, de shock y escándalo. El periodismo mexicano ha renunciado al reportaje largo, complejo, bien escrito; ha renun-ciado a la crónica, a la entrevista de perfiles, de larga penetración, y, en general, ha renunciado a la escritura, y, especialmente, a la buena escritura. Con unas cuantas excepciones, en los periódi-cos, escriben mucho mejor los columnistas y los articulistas que los reporteros que reducen su ejercicio a dar síntesis noticiosas.

¿Tiene esto que ver con una crisis de la lectura o con la preeminencia del periodismo como negocio?Tiene que ver con una cuestión de negocio, obviamente, pero también con un contagio del periodismo televisivo y radiofóni-co sobre los hábitos informativos de la gente y, por tanto, sobre lo que la gente tolera leer en un periódico. Los periódicos han ido siguiendo el tema de la inmediatez y del formato corto y rápido de las noticias de televisión y de radio, y han renunciado, poco a poco, a los lectores. Los periódicos tratan a los lectores como si fueran radioescuchas: les dicen rápidamente las cosas, y no hay ninguna confianza en que un lector de periódico pueda leerse, de principio a fin, un reportaje que ocupe dos planas o plana y media de un periódico estándar. El periodismo mexica-no se ha empobrecido mucho al contagiarse de la rapidez y del sentido de choque y de inmediatez de la radio y la televisión.

Hasta los periódicos mejor hechos lo que le dan al público son noticias casi casi como soundbits que pueden escuchar en la radio. Y entre más escandaloso, rijoso y descontrolado el dicho de un político, más va a la primera plana. Ahora tenemos un nuevo mo-delo de ganarse la primera plana con la lengua, diciendo chasca-rrillos y gracejadas y tirando lancetas. Es, además, un periodismo amarranavajas, que ofrece a los lectores muy pocos instrumentos para entender lo que sucede y para portarse de un modo más inteligente que como se portan con sus propios medios.

Lo paradójico es que tenemos, en México, un periodismo más libre y más plural que nunca, con más garra en la búsqueda de la noticia, pero a la vez un periodismo muy pobre intelectual y analíticamente hablando, e incluso muy pobre desde el punto de vista informativo, porque es un periodismo que está en la piel de los hechos y no va mucho más allá. Yo escribo una columna diaria, de lunes a viernes, en el diario Milenio, y casi todas las se-manas me tengo que fugar de los temas que traen los diarios para no repetir lo que repiten todos. Trato asuntos literarios o busco temas que me saquen de la rutina machacona de ese periodismo inmediatista. Este es un asunto en el que los periodistas debería-mos reflexionar. Hay que atender menos el chascarrillo y buscar más el sentido profundo de las cosas.

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El periodismo tiene que ser parte de la

inteligencia,de la comprensión, la responsabilidad y la conducta cívica,

solidaria y ética de los lectores, de los públicos.

Háblame, por favor, de tus otras dos vocaciones profesionales: la historia y la ficción, es decir la investigación histórica y tu obra narrativa.Yo llegué a la historia por una razón alimenticia. Solicité, en El Colegio de México, la beca para estudiar el doctorado en Historia, que no exigía entonces haber tenido una formación histórica previa: un experimento que diseñó José Gaos y que creo que resultó bastante bueno. Fue así como me hice historia-dor, pero lo que yo quería ser, en el fondo de mi corazón, desde muy joven, era escritor y, especialmente, novelista. Por ello, tanto la historia como el periodismo fueron para mí géneros afines que me permitieron ganarme la vida sin separarme mucho de la vocación literaria e incluso, diría yo, alimentando mucho esa vocación, porque de la historia y del periodismo yo obtuve un conocimiento de mi sociedad, de mi país, que ninguna otra cosa me había dado. Tanto la historia como el periodismo fueron grandes ventanas hacia la realidad y grandes desafíos para mi vo-cación literaria. Soy y he sido un escritor realista, pero bastante menos realista de lo que se cree. Buena parte de lo que he escri-to como ficción es ficción, y no la simple transcripción de hechos o novelas en clave sobre personajes de la vida real trasladados a la literatura. La historia y el periodismo me indujeron a hacer una literatura en la que se pudiera sentir el ritmo y los conflictos de mi tiempo, de mi sociedad. Al final, han sido disciplinas muy convergentes y muy enriquecedoras en el cruce de la literatura.

¿Hoy eres más escritor que periodista e historiador?No sé bien a bien qué es lo que soy, y tampoco me importa. Por ejemplo, ahora estoy escribiendo un libro literario que es la evo-cación de la historia de mis padres. Es, obviamente, una historia de la vida real, pero llena de interpolaciones del historiador y del creador de ficciones, porque al final, entre el periodista, el histo-riador y el creador de ficciones éste es, de los tres, el que mejor

escribe. Pienso que la manera más eficaz de conocer es escribir y escribir bien, escribir con fervor literario la significación y el poder de los detalles, y eso es algo que se aprende en el perio-dismo superficialmente, que se aprende en la historia de manera profesional, pero que sólo se aprende, creativamente, en la litera-tura. La literatura es el espacio donde la precisión de la realidad y la claridad de los detalles van más allá de la realidad porque la penetran y la dotan de un sentido que no tiene por sí sola.

La verdad es que me siento muy cómodo entre las tres ver-tientes de mi escritura: periodismo, historia y ficción. Acudo mucho a la reconstrucción histórica, con las técnicas del histo-riador; acudo mucho también al reportaje periodístico, tratando de mantenerme en escenarios reconocibles que tengan el sabor de lo vivido para los lectores, y disfruto mucho el trabajo de la escritura de ficción y de recreación. Mi nuevo libro, Pasado pendiente, es un libro donde están, como en ninguna de mis de-más obras, estas tres vocaciones juntas: la del historiador, la del periodista y la del escritor de ficciones. Es un libro en donde todo es autobiografía, todo es ficción y todas las historias son verdaderas. Si alguien quiere saber cuál es el libro donde estoy más completo o digamos en posesión de las disciplinas que he adquirido en la vida es éste: la mejor mezcla que he logrado del escritor, el historiador y el periodista.

De 1980, cuando publicas Morir en el golfo, a 2010, en que aparece Pasado pendiente, han transcurrido tres décadas. ¿Cómo ha cambiado el escritor Héctor Aguilar Camín en estos últimos treinta años?Tengo mucha más confianza en mis dones y soy menos atrope-llado en mi conducta como escritor. Paradójicamente, nunca he escrito con más dificultad que ahora y siento que apenas estoy aprendiendo a escribir. En los ochenta me sentía un escritor maduro; hoy me siento un aprendiz de escritor.

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Volviendo a tu vocación histórica y a tu ejercicio de analista político, ¿dirías que México es un país democrático?México es un país democrático, sin duda, pero no es un país cívico, no es un país donde la democracia sea la expresión cívica última de un modo solidario de ser y de vivir. Las desigualda-des de México hacen que todo —la democracia, el civismo, la solidaridad, la educación, el conocimiento, etcétera— sea algo fracturado. México es un país fracturado por sus desigualdades. No vivimos en una comunidad pareja, en donde las personas se miren a la cara como iguales. Es un país que está asentado mu-cho en el privilegio y en la desigualdad, y en la discriminación, suave, hipocritona como es la discriminación mexicana, pero una discriminación muy real y muy profunda, y eso hace que la democracia sea también una democracia incompleta, íntima e interpersonalmente incompleta. Los mexicanos no somos igua-les, ni psicológica ni socialmente. Pienso en los contrastes entre los dos México en donde yo he vivido y estudiado: el México del norte, el de nuestros criollos norteños, francos y abiertos, y el México tuyo y mío, nuestro México indígena, el México de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Chiapas. Un ranchero pobre sinaloense tiene una actitud psicológica de igualdad con quien se le pare enfrente; una actitud que no tiene un indígena aculturado de Chiapas. No depende sólo ni fundamentalmente de dinero ni de educación ni de, digamos, la condición social. Hay algo que falta profundamente en la democracia mexicana que es la igualdad psicológica, ese sentir que pertenecemos a una comunidad de reglas comunes en la que todos somos iguales aunque seamos distintos, y esto tiene mucho que ver con el hecho de que las condiciones de la vida democrática, empezando por la igualdad ante la ley, están también fracturadas. Es evidente que aunque en la ley y en el discurso dominante de la polis mexicana todos somos iguales, algunos, como decía Owen, son muchí-simos más iguales que otros. Esto es un asunto de largo plazo, porque es, sobre todo, un asunto de civilización en el que las oportunidades económicas, la prosperidad y la educación vayan creando poco a poco una segunda naturaleza para que realmente todos seamos iguales en el ámbito psicológico, en el ámbito ínti-mo, aunque seamos muy distintos en nuestros logros, en nuestras riquezas y en nuestra posición social. Éste es uno de los grandes pendientes en nuestra incompleta vida democrática.

¿Cómo juzgas hoy al poder mexicano? ¿Ha sido rebasado por los graves problemas que enfrenta el país?Lo veo muy fracturado también, entre los distintos órdenes de gobierno. La fractura es vertical porque hay una descoordina-ción gravísima del gobierno federal con los gobiernos estatales y municipales, y es también horizontal entre los distintos poderes del país. La división de poderes en el ámbito federal tiende a ser más que fuente de equilibrios, origen de parálisis. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial más que equilibrarse se contra-rrestan. Y hacia abajo, del poder federal hacia los poderes locales, hay también una falta de acuerdos de reglas operativas, de dispo-siciones y disponibilidades políticas para la corresponsabilidad. Esto es realmente muy preocupante, porque hemos pasado de un sistema político piramidado a uno suelto y disgregado. En el tema de la inseguridad, lo que se observa es la increíble falta de coordinación de las acciones federales con las acciones estatales y municipales. Raya en el absurdo el comportamiento de los

poderes locales frente al hampa y el narcotráfico, por la ausencia de acciones de los gobernantes locales en sus propias ciudades, a cuenta de que estas grandes espirales del crimen son atribuibles al narcotráfico y, dado que éste es un asunto del fuero federal, ellos no tienen nada qué hacer en esa materia: todo es respon-sabilidad entonces del gobierno federal, lo cual es una manera inaceptable de zafarse frente a lo que les pasa a los ciudadanos de carne y hueso. No hay ciudadanos federales, hay ciudadanos de cada ciudad, de cada municipio, de cada estado. Esto ha condu-cido primero a la infiltración y a la captura de las policías y los poderes locales por los narcotraficantes y por los miembros del crimen organizado. En este tema, el camino de Calderón no se ve con ninguna claridad hacia adelante. Frente a la violencia, que parece no tener fin en algunas ciudades y en algunas regiones, lo que vemos, literalmente, es a la autoridad local hacerse a un lado como si no fuese su problema, y al gobierno federal no tener los tentáculos suficientemente finos para arreglar ese problema de violencia local, sino quizá al contrario: tiene unos instrumentos tan burdos que probablemente en lugar de hacer la cirugía, rom-pe equilibrios, y genera una violencia mucho mayor de la que hubiera esperado en un diagnóstico inicial.

El poder mexicano es como nunca un poder múltiple y com-partido, en su responsabilidad, y como nunca, al menos que yo recuerde en mi generación, es también un poder fragmentado y fracturado en su capacidad de cogobernar y corresponsabilizarse de las cosas. Éste es el problema central de México desde el pun-to de vista político, aunque seguimos con los viejos reflejos de decir que el que no sirve es el presidente. Tenemos presidentes equilibrados hasta la parálisis por los otros poderes, y rechaza-dos como socios por los poderes locales. Es obvio que tienen que ser malos presidentes; no hay manera que resulten buenos o con grandes logros. La opinión pública sigue esperando de los gobiernos federales cosas que éstos ya no pueden dar, cosas que sólo van a poder dar los gobiernos locales que, como ya vimos, van muy atrás en su trabajo de comprometerse con la seguridad en este caso, pero también con la vida democrática, con la seguridad social, con el crecimiento económico, etcétera. Los gobiernos locales son eslabones muy débiles de nuestra vida institucional, y el gobierno federal que era, digamos, el animal fuerte, está muy disminuido por los otros miembros de la mana-da. Entonces, tenemos un problema de gobierno no débil sino debilitado, y no plural sino fragmentado.

En este escenario, ¿qué podemos esperar de las elecciones en 2012?Quién sabe. Parece muy fácil el camino del PRI, salvo que las cosas en la vida no pueden ser tan fáciles. Parece muy enredado el espectro de la izquierda, salvo que la izquierda todavía debe definir un candidato. Y los posibles candidatos del PAN parecen muy desdibujados. Pero, quizá, lo peor de todo es que a la polí-tica le pasa lo que a los periódicos. Ha perdido inteligencia en materia de proponer a los ciudadanos lo que quiere hacer, en materia de programas. Los ciudadanos no saben qué país está en las cabezas de cada uno de estos señores que nos quieren gobernar. Es una política como la prensa: muy inmediatista, cor-toplacista, de pocas ambiciones estratégicas, una política del día con día y de la elección por la elección, sin proyectos, sin linajes claros de los partidos o de las fuerzas que compiten, sin diferen-cias distinguibles de lo que quieren para el país.

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la llama inextinguible

Octavio Paz escribió: “La poesía de Óscar Oliva (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1938) me recuerda la de Éluard, no por el erotismo sino por la limpidez: edificios verbales hechos de aire”.

Hace nueve lustros, al destacar la obra del entonces joven poeta (Óscar Oliva tenía 30 años), Paz se refirió a la inventiva y la experi-mentación de una poesía que incorporaba a la lírica mexicana cier-tos elementos que le estaban faltando: la rabia, la fuerza, la osadía.

Apenas el año pasado se cumplió el medio siglo de la aparición de la primera colección poética de este autor: La voz desbocada (1960), incluida en el volumen colectivo La espiga amotinada. A lo largo de estos cincuenta años, Oliva ha seguido construyendo una obra que ha reunido en el volumen Trabajo ilegal, título simbólico y emble-mático de lo que ha sido y es su poesía: el trabajo al margen.

En 1971, su libro Estado de sitio obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, y en 1990 le fue conferido el Premio Chiapas de Arte y Literatura, máximo reconocimiento que entrega su estado natal a los escritores y artistas chiapanecos más destacados.

Es autor también de Lienzos transparentes (2003), libro sobre el cual afirmó: “Aquí hay un testimonio dicho desde las entrañas, es un libro que nace del deseo no de escribir poemas, sino de uno que dé cuenta de la memoria de este tiempo”.

Al referirse a su vocación ha dicho: “Estoy en el sitio que he escogido para entablar mi personal diálogo con la existencia; para continuar el relato donde algo se gesta y se destruye; para concluir con el asunto de estar vivo”. Para Oliva, “la poesía es una forma de resistencia para preguntar qué mundo está por nacer”.

Cuando ha rebasado ya los 70 años, de los que ha dedicado más de medio siglo a la poesía, Óscar Oliva publicará en los próximos meses, bajo el sello de Editorial Aldus, un nuevo libro, Estratos, del que forma parte este poema, hasta hoy inédito, que entregamos a los lectores de IBERO.

La limpidez poética de

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Un poema inédito¿Qué apagas y enciendes en las paredes, entre techos y pisos, por patios y corredores sin conexión? Miras a través de la ventana, levemente inclinado sobre tu mesa de trabajo; sostienes en una mano un lápiz. Tu mirada se detiene en un árbol de muchas cabezas, exacto a las muchas cabezas florales del brócoli.

En los mapas extendidos sobre una manta, señalas ríos que se entrecruzan y fracturan desde adentro, bosques que se mueven, países que ya no existen, barcos pesqueros encallados en páramos de arena, como si hubieran caído del cielo. Tu rostro está resplandeciente por una luz que no sabes por qué está ahí, cuando todo ha sido extinguido.

OlivaEs el momento en que te veo, cuando haces la lectura en voz alta del documento inconcluso, que deseas abandonar, para redireccionarlo. Hago lo mismo. Es el momento en que me ves, con papeles extendidos sobre la mesa, intentando el juego del montaje final. Voy a otra ventana. Nos damos cuenta que no existe el equilibrio en nuestros escritos porque nuestras historias no se encuentran.

No sabemos cuándo hemos cometido un error y cuándo hemos dado pie para comenzar otro.

Conducimos por distintas autopistas, por solitarios caminos de extravío, que estaban ocultos a nuestra visión de paralaje, un cambio inútil en nuestra actitud de observadores.

Procesamos y generamos paisajes desde un mismo modelo, un mismo acto, una misma búsqueda, un cuadro de Vermeer, el encogido mar de Aral, el carro que conduces a gran velocidad, que conduzco a gran velocidad; no vamos a saber cuándo dar vuelta en U, cuándo meter el freno a fondo, dejar de escribir, leer, dejar de llegar.

No hay un lápiz que rompa una hoja de papel desde abajo, y nos distraiga totalmente. Tal como lo hacen los camellos cerca de los barcos inclinados.

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Jorge VolpiNarrador, ensayista e investigador. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. Sus novelas han tenido un gran

impacto en el ámbito hispánico y se han traducido al inglés, francés, alemán y griego; entre ellas, En busca de Klingsor (1999), El fin de la locura (2003), No será la tierra (2006), El jardín devastado (2008) y Oscuro bosque oscuro (2009). Entre

sus libros ensayísticos destacan La imaginación y el poder (1998), Mentiras contagiosas (2008) y El insomnio de Bolívar (2009). Entre otros reconocimientos ha recibido el Premio Biblioteca Breve Seix Barral, el Premio Mazatlán de Literatura, el Premio Debate Casamérica y el Premio José Donoso. Ha sido director del Instituto de México en París y, actualmente, es director general del

Canal 22 de televisión

TRIVIUM/ensayo literario

Las miradas animales escudriñan el laboratorio en busca de sus cuidadores, sin hallarlos. Las miserables criaturas no pueden saber que, como todos los días a la una y media de

la tarde, investigadores y asistentes se congregan en una pequeña trattoria a pocos pasos de distancia y, frente a un generoso pla-tón de tortellini, discuten sobre las habilidades cognitivas de los primates —y sobre la última derrota del Parma FC. Entretanto, los macacos permanecen en sus jaulas con los cráneos abiertos y los cerebros enchufados a una telaraña de circuitos que permite analizar qué neuronas se activan cuando ellos miran un objeto, juegan, comen, retozan o pelean entre sí.

Lectores camaleón y novelas espejo

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Abro una novela, distingo las huellas que el autor ha dejado, las completo

con los patrones que extraigo de mi memoria y descubro, de pronto, a un

personaje —a alguien como yo.

Uno de los científicos se adelanta a sus compañeros y, todavía con medio helado de pistache en la mano, se introduce en el la-boratorio de forma intempestiva. Los instrumentos enloquecen: en cuanto los monos observan al humano zamparse su cornetto, sus cerebros no sólo se lanzan en una actividad neuronal desen-frenada en sus áreas de percepción, sino también, para sorpresa de propios y extraños, en el área F-5, una zona motora del cere-bro. ¿Por qué diablos se encienden neuronas motoras del macaco ante el goloso movimiento del científico?

Giacomo Rizzolatti y su equipo se encontraban frente a un fenómeno inédito en los estudios sobre el ce-rebro. Como demostraron en una larga serie de experimentos posteriores, al parecer los se-res humanos —y otros animales— contamos con un tipo especial de neuronas motoras que se activan cuando vemos a alguien comer un helado o, usando un ejemplo paradigmático, cuando vemos que alguien patea una pelota. Y no sólo eso: también saltan enloquecidas cuando imaginamos que alguien patea una pe-lota, escuchamos que alguien patea una pelota e incluso cuando pronunciamos la mera palabra “patear”.

Imposible adivinarlo: la evolución nos entregó una herra-mienta que nos lleva a reconocer los actos ajenos como si fueran propios. Te veo caminar e, inevitablemente, en mi cerebro, yo camino. De igual modo, si te imagino caminando, si alguien me cuenta que te ha visto caminar o —algo esencial para este li-bro— si leo un libro donde se dice que tú caminas, en mi mente yo también me lanzo en un delicioso paseo. No había mejor nombre para estas neuronas, claro, que neuronas espejo.

Escritores y filósofos habían prefigurado su existencia: sólo podemos comprender a los demás, afirmaba por ejemplo el filó-sofo Alvin Goldman, cuando simulamos interiormente el estado emocional en el que se hallan. Si en verdad me importa saber cómo te sientes —enamorada, triste, rozagante, melancólica—, estoy obligado a padecer lo mismo, aunque sea de forma vicaria y pasajera, en mi fuero interno. De otro modo: de manera invo-luntaria, todo el tiempo nos ponemos en el lugar de los otros. ¿Para qué? Como ya podríamos sospecharlo, en primera instan-cia para prever el futuro: saber si me vas a servir agua en esa copa o si planeas estrellarla en mi cabeza determinará cómo yo deba reaccionar, agradeciéndotela con efusión o esquivando el golpe.

La imitación, mecanismo esencial para nuestra supervivencia, se halla en la base de ese extraño comportamiento, tantas veces vilipendiado o menospreciado, que conocemos como empatía. Me meto en tu pellejo para averiguar si eres amigo o enemigo, si me tenderás la mano o me clavarás un cuchillo por la espalda y, al hacerlo, al mismo tiempo te conozco mejor —y de paso me co-nozco mejor a mí mismo. El inmenso poder de la ficción deriva

de la actividad misma de las neuronas espejo —y de ellas se des-prende una idea todavía más amplia y generosa, la humanidad.

Desde que nacemos estamos programados para reconocer e imitar a los otros: el bebé sonríe apenas distingue la borrosa cara de su madre aun si su mueca carece aún de contenido —impo-sible deducir, por ahora, si en efecto está feliz. Para bien o para mal, a partir de ese momento no dejamos de imitar el compor-tamiento de los otros: sus posturas, sus guiños, sus sonidos y, por supuesto, sus ideas —sus memes.

Poco a poco, conforme aprendemos a ser humanos, nuestras

intenciones quedan codificadas en nuestros registros corporales, en nuestros gestos, ademanes y guiños. Contradiciendo el título de este libro, en realidad no somos capaces de leer la mente de los demás —aunque nos pese, las neuronas no son libros que se dejen ojear al desgaire. Lo único que podemos aspirar a leer es la apariencia externa de los otros —tus ojos llorosos o tu sonrisa abierta, tus brazos extendidos o tu dedo cordial amenazante, tu parpadeo seductor o tu bostezo— y deducir, a partir de ellos, el ánimo que los inspira.

Reconozcámoslo: nos fascina parecernos a los demás —de allí el espíritu de grupo, pero también el nacionalismo, el racismo y la xenofobia, ideas siempre odiosas— para así podernos sentir identificados, seguros, en casa. Observa, por ejemplo, a esa pareja que juega con sus hijos: sus miembros apenas se parecen, pero guardan cierto “aire de familia”: un porte, algunos tics y algunos gestos que los vuelven reconocibles. Un gracioso experimento demostró, por otra parte, que los chicos que mejor habían con-geniado con sus parejas durante la primera cita eran aquellos que sincronizaron sus movimientos y ademanes con mayor precisión.

En Oscuro bosque oscuro relaté un caso más siniestro: los miem-bros del batallón 102 de la policía de reserva de Hamburgo per-dieron la oportunidad de no convertirse en criminales por su incapacidad de dar dos pasos al frente y desprenderse, así, del resto del batallón. De haberlo hecho, hubieran sido excusados de asesinar a miles de judíos, sin consecuencia alguna para ellos. ¿La razón? Pocos temores más acendrados que el miedo a la vergüenza pública, al ridículo.

Admiramos tanto a los héroes y execramos tanto a los crimi-nales porque en realidad se requiere un enorme esfuerzo para

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distinguirse de la multitud. Una especie de inercia imitativa guía buena parte de nuestras conductas: como el Zelig de Woody Allen, nuestro animal totémico es el camaleón. Parecemos con-denados a la uniformidad, a repetir los mismos aspavientos de la masa, sus mismos prejuicios, sus mismos pudores, sus mismas manías. No se trata tanto de que las multitudes no piensen, sino de que el contagio de una actitud, en especial si es violenta o entusiasta, se vuelve atractiva de inmediato y empieza a correr como la pólvora.

Los brazos en alto remedan una tabla gimnástica, los gritos se suman en un coro enardecido, los rostros iracundos, febriles o extáticos se repiten por doquier y, sin apenas darnos cuenta, nos descubrimos vitoreando a un goleador —o linchando a un pobre diablo.

Las neuronas espejo han alcanzado la perfección de una ma-quinaria de relojería. Algunas, llamadas “estrictamente con-gruentes”, se activan con solo observar un movimiento, mien-tras otras, llamadas “lógicamente congruentes”, lo hacen incluso antes de que éste se produzca —por ejemplo, cuando distingues sobre la mesa ese plato de lasaña que no tardarás en comerte. Y no olvidemos a las “neuronas canónicas”, que parecen codificar los objetos en abstracto, silla, mesa, pelota, ventana, sin tomar en cuenta sus propiedades subjetivas —los qualia que tanto han incomodado a los filósofos desde la Antigüedad.

La extrema sutileza del mecanismo, que a veces se produce a escala unicelular, permite aventurar que las células espejo tal vez sean las precursoras del lenguaje. Desde muy pequeños somos capaces de imitar los movimientos de los labios y la boca, incluso los más suaves y refinados —por eso los niños aprenden de inme-diato la fonética de su lengua materna. Observen, si no, cualquier conversación: buena parte del sentido reposa en las muecas y modales, más que en las palabras, como sabe cualquiera que haya intentado ligar en una discoteca con la música a todo volumen.

Por fortuna, las neuronas espejo no sólo nos llevan a imitar las conductas de los demás, por más abnegadas o infame que éstas sean, sino a entenderlas. Antes se creía que intentábamos com-prender a los otros por analogía, comparándonos racionalmente con ellos; ahora sabemos que el proceso es más expedito e invo-luntario. Cuando te miro llorar, en mi cerebro tú lloras y yo lloro al mismo tiempo: las dos personas gramaticales se confunden.

En las neuronas espejo, el yo y el otro se traslapan, se trenzan, se enmarañan, por un instante dejamos de estar aislados en el recóndito interior de nuestros cráneos y creamos un vínculo virtual con los demás. Seré más drástico: de hecho, el yo sólo se modela a partir del contacto con los otros. Como demuestran las historias de niños ferales, como el infeliz Kaspar Hauser, un niño que crece en aislamiento es apenas humano. Por eso la soledad extrema conduce con frecuencia a la desesperación o a la locura.

La magia singular de las neuronas espejo radica, sin embar-go, en su capacidad para activarse sin depender de un aconteci-miento real —pensar en alguien equivale a observarlo. En otras

palabras: para ponerme en tu sitio, para ser tú por un instante, lo único que tengo que hacer es imaginarte. Al hacerlo, te copio, te arremedo, y mi cerebro intenta adentrarse así, de pronto, en tu impenetrable magma interior.

El mundo mental, pues, me condiciona: aunque suene a ma-nual de autoayuda, debo cuidar con quién me identifico. Otro experimento: a un grupo de adolescentes se le pide hablar du-rante una hora de los hooligans que la semana pasada sabotearon un partido de futbol; a un segundo grupo, imaginar el trabajo realizado por los físicos nucleares del cern; y, al último, como control, charlar con desenfado sobre cualquier tema. A conti-nuación, todos los jóvenes son sometidos a un examen de mate-máticas. En efecto, quienes pensaron en los físicos obtienen, por mucho, las mejores notas; en segundo lugar quienes no conver-saron de nada en particular; y, en un lejano último puesto, los que se sumergieron en el tenebroso universo de los vándalos. ¿Pensar en profesores me hace más inteligente que pensar en gamberros? ¿La imaginación altera de forma tan drástica nues-tras aptitudes? Por chabacano que suene, parece que así es. Pasar todas las tardes leyendo a Corín Tellado tiende a convertirme en una romántica insufrible, mientras que sumergirme a diario en Cioran acentúa mi pesimismo —no lo olvidemos, Alonso Qui-jano es un personaje realista. Pero tampoco simplifiquemos en exceso: si las neuronas espejo me inducen a copiar los modelos que comparecen frente a mí, la razón, el pudor o el miedo le imponen toda suerte de límites a mi vena camaleónica.

Aunque me horrorice decirlo, “pensar positivamente” ayuda, en efecto, a ser positivo. Y maldecir y echar pestes por cualquier cosa, a todas horas, a ser infeliz. La práctica mental es casi tan buena como la física: imaginarse resolviendo un problema de cálculo o saltando con pértiga en verdad ayuda a resolverlo o a romper un récord olímpico. Nada hay en ello de misterioso o esotérico: no se trata de lo que crédulos y charlatanes deno-minan el “poder de la mente”, sino del auténtico poder de la mente, es decir, de cómo el cerebro nos predispone a la hora de confrontar al mundo.

Nos topamos, aquí, frente a un ineludible dilema ético. Ahora sabemos que las imágenes públicas, reales o ficticias, influyen directamente en los comportamientos sociales, como no se han cansado de señalar los apocalípticos. La reiteración de la violen-cia sí provoca conductas violentas; la repetición incesante del machismo, el racismo o la homofobia sí genera actitudes ma-chistas, racistas u homófobas. ¿Deberíamos regular entonces la producción y difusión de estas ideas en los medios de comunica-ción? ¿Tendría que haber algún tipo de censura —o autocensu-ra— entre periodistas, directores de cine o incluso novelistas? La cuestión no es fácil de dirimir. Aunque en principio uno siem-pre busca colocarse del lado de la libertad de expresión, sería irresponsable no evaluar las consecuencias que podría desatar la expansión de ciertas ideas —la imaginación se puede convertir en un peligro.

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Gracias al descubrimiento de las neuronas espejo, se ha corro-borado una intuición ancestral: leer una novela es como habitar el mundo. Cuando me introduzco con Guerra y paz en la Rusia de Alejandro I o con En busca del tiempo perdido en la Francia de principios del siglo xx, mi cerebro se comporta igual que cuando recorro las calles de mi barrio o paseo por el Zócalo de la ciudad de México. En cierto nivel, el cerebro sabe distinguir la realidad de la ficción; pero, mientras me mantengo allí, en la Rusia de Tolstói o el París de Proust —mientras leo—, mis neu-ronas espejo se activan con la misma intensidad que frente a un escenario auténtico —las novelas también son videojuegos.

Y no sólo eso: si digo que los personajes de un libro me ha-bitan, o que yo vivo en ellos, no se trata de una simple baladro-nada metafórica. A causa de las neuronas espejo, yo en verdad soy Hamlet, Gargantúa, Tristam Shandy, Julien Sorel, Joseph K., Lulú o Aura: hago lo que ellos hacen, vivo sus aventuras, gozo o padezco, dudo, traiciono o me convierto, de un momento a otro, en una anciana. Y, a la inversa, ellos se vuelven una parte sustancial de mí. Cada vez que pienso en ellos, resucitan —y, me trastocan. Mientras no me olvide de ellos, permanecen en mi mente como polizones: viajan a mis expensas y, en más de una ocasión, reaparecen para determinar mis respuestas a un deter-minado comportamiento social.

En un artículo famoso, “¿Cómo ser un murciélago?”, el filó-sofo Thomas Nagel se empañaba en cuestionar los alcances de la empatía, negando que fuese posible ponerse en el lugar de un murciélago. En realidad, las neuronas espejo nos permiten colocarnos prácticamente en cualquier sitio: en un tenebroso

mamífero alado, en un alienígena anoréxico, en un zombi, en una planta, incluso en un cadáver —aunque al hacerlo los torne un poco humanos, un poco como yo.

El crítico James Woods recuerda que, en Elizabeth Costello, el gran J. M. Coetzee hace decir a su personaje que la posibilidad de imaginar la vida interior de un murciélago define a un buen novelista. Por supuesto, otra cosa es empecinarse en romper la identificación irracional que nos liga a un personaje por una razón ética o estética —como Brecht, quien obligaba al espec-tador a distanciarse de sus actores para que pudiesen juzgar a Madre Coraje privados de sentimentalismo.

Si bien las neuronas espejo nos impulsan a identificarnos con el primero que pasa —de las cenicientas de las telenovelas a los estereotipos de Dan Brown o Danielle Steel—, sólo aquellas figuras que despliegan una amplia gama de posibilidades, que nos lanzan a debatirnos con nuestros temores y deseos, que nos cuestionan y arrebatan, merecerían ser imitadas —o leídas. Mi convicción es la siguiente: la gran literatura construye persona-jes que escapan de los modelos previsibles, de los clichés y los lugares comunes no sólo con el afán de sorprendernos o anona-darnos, sino de sacudirnos y de hacernos comprender la infinita complejidad de lo humano.

Reencarnar en la chica que se casa con el príncipe o en el detective que resuelve sus casos siempre de la misma forma, nos metamorfosea en criaturas tópicas, desprovistas de emoción. Re-presentar mentalmente a Jean Valjean, a Adrian Leverkühn o a Mersault, en cambio, quizás nos transforme por un momento en seres atormentados y sombríos, pero también nos permite

El contagio de una actitud, en especial si es violenta o entusiasta, se vuelve atractiva de inmediato y empieza a correr como la pólvora.

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observar con atención nuestros anhelos, frustraciones o desva-ríos y entrever, acaso, quiénes somos en realidad. Según Kundera, los personajes de ficción son egos experimentales. ¿Qué sentido tendría, entonces, repetir una y otra vez la misma prueba, cuyos resultados conocemos de antemano, en vez de aventurarnos ha-cia lo desconocido? Las grandes novelas no nos reconfortan: nos desafían. No nos alegran la tarde: cambian, literalmente, nuestras vidas.

Eliminemos, eso sí, las buenas intenciones: leer no nos con-vierte por fuerza mejores personas —a lo mucho nos torna un poco menos obtusos. Quien frecuenta el arte de la ficción tiene un acceso privilegiado a las variedades de la naturaleza humana al que sólo podría aspirar alguien con una enfebrecida vida so-cial: en unas cuantas páginas conocemos a decenas de personas —y nos introducimos en ellas. Una buena novela es, en realidad, un tratado sobre el yo.

Además de sumergirnos en las mentes de los demás, la ficción literaria nos permite experimentar sus emociones. De hecho, numerosos críticos consideran que la función central del arte consiste, más que hacernos pensar, en hacernos sentir. ¿Cuántas personas no van al cine o leen una novela para desfogarse, para desternillarse a carcajadas o llorar a lágrima suelta sin ser juzga-das por ello? No es fácil mostrar, así como así, tus emociones: la ficción, en cambio, te concede el permiso provisional de ex-hibirlas en público con la aparente tranquilidad de que no son emociones reales —aunque lo sean.

Antes de continuar, vale la pena distinguir de una vez las emo-ciones de los sentimientos. Según el neurocientífico de origen portugués António Damásio, las emociones son conjuntos com-plejos de respuestas químicas y neuronales que forman un pa-trón distintivo, mientras que los sentimientos son percepciones sobre estados del cuerpo. En otras palabras: una emoción descri-be un estado mental, mientras que un sentimiento es, antes que nada, una percepción física. Según Damásio, esto explica que las emociones precedan a los sentimientos. Tratemos de ver cómo funcionan. Comencemos, pues, con las emociones.

Cuando el cerebro detecta un “estímulo emocionalmente competente” (eec), una presencia real o imaginada, o una idea suficientemente poderosa —la repentina muerte de tu madre, por ejemplo—, libera un serie de neurotransmisores que alteran drásticamente tu estado mental. No me detendré aquí a cantar las virtudes y pecados de la serotonina, la dopamina, la noradre-nalina y demás –inas. En nuestros términos, prefiero abordar el fenómeno desde otra perspectiva: aunque todos los seres vivos buscan la homeostasis, los seres humanos perseguimos, además, ese estado interior al que llamamos un tanto equívocamente bienestar. Una sensación de equilibrio interior que en primera instancia depende de la correlación de neurotransmisores en el cerebro pero que, en última instancia, se articula a partir de la regulación de nuestras emociones.

La evolución nos ha programado para experimentar placer y dolor —los estados físicos que denominamos placer y dolor— a

fin de hacernos capaces de responder a experiencias potencial-mente benéficas o dañinas. El placer sexual me conduce a buscar una (o varias) parejas con las cuales replicar mis genes y el dolor de muelas a buscar a un dentista antes de que la infección se ex-panda por toda mi mandíbula, por poner dos ejemplos sencillos. A partir de esta polaridad básica se desarrollan todas las demás emociones, aquellas que llamamos primarias (ira, miedo, tristeza, alegría) y secundarias (amor, sorpresa, vergüenza, asco).

Todas ellas nos alertan sobre cómo reaccionar frente a deter-minados eec conforme a patrones codificados previamente en la memoria. Si una situación me provoca miedo, es porque en el pasado atestigüé una amenaza —y entonces huyo. Si otra situa-ción desata mi embarazo, se debe a que ya antes padecí la cruel-dad de la burla ajena —y entonces me resguardo. La alegría nos vuelve expansivos, abiertos, y propicia la reproducción; el miedo nos repliega y nos protege; la ira nos lleva a defendernos de las agresiones; y la tristeza nos ralentiza y nos invita al recogimiento y a la reflexión. (Precisemos que las “emociones sociales”, como la vergüenza o el asco, varían de una cultura a otra.)

Los sentimientos, por su parte, no son cadenas de ideas, sino sensaciones. No me pienso feliz, me siento feliz: reconozco en mi cuerpo ciertas disposiciones o estados que identifico con la feli-cidad —los músculos relajados, el pulso constante, esa mueca en mi rostro que llamo sonrisa. Si, por el contrario, me pesa la espal-da, he perdido el apetito, me cuesta levantar los brazos y no tolero que nadie me visite, lo más probable es que esté triste o melan-cólico. Los sentimientos son indicadores: mapas del interior del cuerpo que nuestro cerebro asocia con ciertas emociones.

No sin razón, los antiguos creían que los humanos estábamos dominados por nuestras pasiones y que la tarea de la civilización consistía en domarlas como si fuesen bestias salvajes. Las emo-ciones han sido vistas, desde entonces, como fuerzas imbatibles, capaces de lanzarnos a los peores excesos. Esta percepción no es del todo exagerada: en efecto, las emociones no derivan de un impulso racional, sino de la predisposición del cerebro a reaccio-nar de forma expedita ante las amenazas externas.

Si me detuviera a analizar concienzudamente qué hacer frente al energúmeno que se abalanza contra mí enfebrecido, probable-mente ya me habría matado a palos. Para evitar esta dilación fatal, mi cerebro se despreocupa de la razón y de inmediato asocia a ese eec una conducta predeterminada —correr a toda veloci-dad— sin detenerse a evaluar cada uno de los riesgos. El miedo es un seguro de vida. Las neuronas espejo vuelven a ocupar, en este ejemplo, un papel central. Ellas detectan esas marcas ex-teriores, esas huellas o atisbos que me permiten adivinar qué sucede en la mente del agresor —qué emociones lo animan o atormentan— y reaccionar frente a él de la forma más rápida.

Siempre que me confronto con otro ser humano ocurre lo mismo. Primero, distingo ciertos ademanes, ciertas muecas, cier-tas posturas; mis neuronas espejo se activan; repito exactamente esos mismos ademanes, muecas y posturas en mi interior, como si me pertenecieran y, al hacerlo, por fin sé lo que te pasa: estás

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agobiada o meditabunda o irascible. Y, al tú estarlo, lo estoy yo también. A con-tinuación, según el caso, buscaré consolarte, te de-jaré en paz o huiré de ti. Puedo equivocarme, por supuesto —las neuronas espejo no son infalibles—, y creer que estás enojada cuando estás triste o triste cuando sólo sientes vergüenza. Leer a los otros, es decir, leer sus cuerpos para tratar de leer sus mentes, es una actividad que se aprende y refina con el tiempo tras observar a cientos o miles de personas o, minuciosamente, a una —a ti.

Cuando nos hallamos frente a una ficción, cuando la leemos, la miramos o la escuchamos, ocurre un fenómeno análogo —para el cerebro, lo sabemos, las imágenes mentales son siempre equi-valentes. Abro una novela, distingo las huellas que el autor ha de-jado, las completo con los patrones que extraigo de mi memoria y descubro, de pronto, a un personaje —a alguien como yo.

Después, lo mismo: observo ciertos ademanes, ciertas muecas, ciertas posturas; mis neuronas espejo se activan; repito exacta-mente esos mismos ademanes, muecas y posturas en mi mente como si me pertenecieran y, al hacerlo, por fin sé lo que le pasa —el personaje está agobiado o meditabundo o irascible. Y, al estarlo, lo estoy yo también. A continuación, según el caso, tendré el impulso de consolarlo, de dejarlo en paz o de huir de él —aun si, en este caso, no pueda hacer nada de eso y deba conformarme con proseguir el camino trazado por el escritor. Puedo equivocarme, por supuesto —las neuronas espejo no son infalibles—, y creer que el personaje está enojado cuando estás triste o triste cuando sólo siente vergüenza. Leer una novela, es decir, convertir ciertos signos en un personaje, y el personaje en una persona, es una actividad que se aprende y refina con el tiempo tras leer cientos o miles de novelas o, enloquecidamente, una misma —ésta.

Entre muchas otras cosas —guardianes de la memoria, trans-misores de ideas y patrones, breviarios del futuro—, la ficción también funciona como una máquina de emociones. Adentrarse en una película, una teleserie, una radionovela, una pieza de tea-tro o un relato es como subirse en una montaña rusa emocional: saltamos de un personaje a otro y, a veces en contra de nues-tra voluntad, sufrimos, amamos, gozamos, nos enaltecemos, nos paralizamos o nos derrumbamos con cada uno de ellos —hay temperamentos que no toleran este frenesí.

La ficción nos inocula, de pronto, el síndrome de personali-dad múltiple: me estremezco, casi simultáneamente, como aquel, como aquel y como aquel, uno tras otro, sin parar. No sólo soy Emma Bovary, si-no que me aburro, me frustro, me desconcierto y me abandono como

Emma Bovary. Y, apenas unos segundos —unas pá-ginas— más tarde, sufro, desconfío y me enfurezco con Charles, su marido. Madame Bovary c’est moi, sin duda, pero Pierre Bovary c’est moi aussi.

Una novela es un campo de pruebas emocional: si Platón or-denó expulsar a los poetas de su República, era para evitarles a los ciudadanos este torbellino interior que terminaría por dis-traerlos de sus ordenadas labores cotidianas. Platón no entendía —o, perversamente, lo entendía muy bien— que las emociones provocadas por la ficción (o la poesía) nos enseñan a ser autén-ticamente humanos. Los regímenes totalitarios empeñados en sancionar y regular la ficción, como la Unión Soviética o la China de Mao, estaban empecinadas en convertir a sus súbditos en criaturas fáciles de modelar, manejables, previsibles, a través de novelas, cuentos y poemas que exaltasen sólo aquellas emo-ciones adecuadas para sus fines —en primer sitio, ese elenco de emociones primarias, tan fáciles de instrumentalizar, como el patriotismo, el miedo al otro o la fidelidad.

En sentido contrario, ahora podemos comprender por qué los artistas han defendido con tanto énfasis la autonomía de la ficción. Si tantos de ellos han estado dispuestos a arriesgar sus vidas por una novela o un relato (o un poema), es porque en las novelas y en los relatos (y en los poemas) se cifra una de la mayores conquistas de nuestra especie: la posibilidad de experi-mentar en carne propia, sin ningún límite, todas las variedades de la experiencia humana. La libertad de la ficción es siempre la medida de nuestra libertad individual.

Aunque me horrorice decirlo, “pensar positivamente” ayuda, en efecto, a ser

positivo. Y maldecir y echar pestes por cualquier cosa, a

todas horas, a ser infeliz.

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Literatura, violencia y narcotráfico

Entrevista conÉlmer Mendoza

Juan Domingo ArgüellesDirector editorial de IBERO

TRIVIUM/diálogo

Élmer Mendoza nació en Culiacán, Sinaloa, en 1949, ciu-dad donde reside y donde es catedrático en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Como novelista se dio a conocer

con el libro Un asesino solitario (Tusquets, 1999), al cual siguieron El amante de Janis Joplin (2001, Premio Nacional de Literatu-ra José Fuentes Mares), Efecto tequila (2004, finalista del Premio Dashiell Hammett), Cóbraselo caro (2006), Balas de plata (2007, Premio Tusquets de Novela) y La prueba del ácido (2010).

A decir de Federico Campbell, Élmer Mendoza es “el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del nar-cotráfico en nuestro país”. Su obra ha sido traducida a diversos idiomas (entre ellos, el francés, el alemán, el italiano, el portugués y el ruso) y está considerado como uno de los escritores más destacados de los últimos años en el panorama de la novela de habla hispana.

El novelista español Arturo Pérez-Reverte lo llama su maestro y su amigo, y asegura que La Reina del Sur “nació de las cantinas, del narcocorrido y de sus novelas”.

Conversamos con él acerca de la realidad y la ficción, de la democracia, el narcotráfico y el futuro de la literatura mexicana y del país.

¿Cómo influye la realidad en tu literatura?Trabajo una realidad estruendosa que ahora tiene a buena parte de los mexicanos atrapados emocionalmente; entonces siempre está allí. Sin embargo, creo que el acto de escribir nace de sí mismo, de sus iguales. Se hace ficción y se parte de la ficción, y un escritor no se forma sintiendo la realidad sino sintiendo la ficción. Un autor que no haya leído siempre escribirá diferente a los que se han formado en la lectura. Además es un aspecto que define la vocación. Claro, la realidad proporciona lenguaje y ayuda a crear escenarios.

¿Cómo puede influir la literatura para modificar la realidad?Leer es culturizarse. Quien además lee literatura, tiene la opor-tunidad de conocerse y ubicarse en el mundo para triunfar. Si ese triunfo consiste de modificar la realidad, será inevitable que sus ideas y acciones estén adicionadas por los libros leídos.

¿Tiene México una narcodemocracia?No. Somos un país en transición donde la democracia cuesta demasiado por la desconfianza, pero no creo que entremos en esa clasificación y tampoco nos parecemos a Colombia.

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Trabajo una realidad estruendosa que ahora tiene a buena parte de los mexicanos atrapados emocionalmente.

mo. Pero el norte colinda con la nada. Nuestros mayores tuvieron que crear todo. Vencieron al desierto. Entonces sabemos el valor del optimismo y el valor que tiene el agua que sale de las piedras.

¿Cuál es el futuro de nuestra literatura?Estamos en transición. Lo digital afectará la percepción pero sal-dremos bien. Es un arte y el arte es como Dios: Nunca muere. Pronto la Ilíada cumplirá tres mil años de haber sido compuesta por Homero y sigue tan campante. Y Horacio. He estado hace unos días en una cena con políticos donde hablamos unos quin-ce minutos de Horacio; recordamos la Carta a los Pisones. Sé de primera mano que en Europa vuelve el interés por la literatu-ra latinoamericana y ahora mismo están leyendo a mexicanos. Nuestra literatura debe estar en todas partes.

¿Qué futuro le ves al país?Todo futuro está condicionado. Si nuestros líderes políticos, em-presariales, académicos, intelectuales, trabajan en las carencias más graves de nuestro país: en educación, empleo, recuperación de la credibilidad en materia de aplicación de las leyes, nos espe-ran buenos días. Los novelistas, poetas, músicos, artistas plásticos, cineastas, etcétera, nos encargaremos de contar al mundo de qué estamos orgullosos los mexicanos. El futuro tenemos que crearlo con optimismo; quizá con optimismo enfermizo.

¿Eliges tus temas para tus novelas o los temas te eligena ti?He tenido ambas experiencias. Un asesino solitario y Cóbraselo caro, me eligieron. En las demás pude elegir.

¿Existe realmente una corriente literaria sobre el narcotráfico en México?Sí. Ahora somos tantos como los surrealistas; hemos provocado la atención de académicos de universidades, sobre todo norteame-ricanas; hay también australianas, argentinas, mexicanas, españo-las, alemanas, etcétera. Los críticos son los que han definido la vertiente literaria y aclarado sus características. He podido hablar del asunto en bastantes espacios, incluso en la Ibero, y para mí otro aspecto importante son los libros de no-ficción sobre el tema: también hay suficientes.

Desde el norte del país, ¿cómo se ve la realidad mexicana?Escabrosa. Sabemos en qué país vivimos. Ahora nos afecta un país en el que no vivimos que, sin embargo, es importante para nuestra economía. Las leyes antiemigrantes han traído personas de regreso antes de tiempo y la violencia ha paralizado el turis-

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Cyntia Jiménez Jiménez

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GENTE QUE CAMBIA AL MUNDO

Jorge Salgado SepúlvedaLa elección presidencial se define por sus características propiasEl Estado de México ha sido señalado como el que da la pauta para la elección presidencial, pero en los dos o tres casos anteriores no ha sido así; es más bien una perspectiva mediática. La elección presi-dencial se define por sus características propias al igual que en la entidad mexi-quense. Espero que los próximos comi-cios estén marcados por una competencia democrática y con buenas propuestas por parte de los candidatos; asimismo, es de-seable que los militantes de cada partido hagan su trabajo de acuerdo a sus plata-formas políticas para evitar lo ocurrido en 2006.Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas, 2º semestre.

Adán GarcíaElecciones que pueden modificar el panorama político del paísLas próximas elecciones a la gubernatu-ra del Estado de México podrían mo-dificar el panorama político del país. El

PRI y el PRD medirán fuerzas. Consi-dero que la elección que haga Enrique Peña Nieto para designar el candidato a la gubernatura de su estado influirá en el PRI a nivel nacional para nombrar-lo a él candidato a la presidencia. En el caso del PRD, una fuerte batalla en contra del PRI podría hacer que sus distintas fracciones lleguen a un acuerdo y alcancen un pacto que les beneficie.Estudiante de la Maestría en Sociología, 2º semestre.

Cyntia Jiménez JiménezLos políticos deberían hablar antes que nada de educaciónEn las elecciones de 2011 creo que sería una buena estrategia de los políticos ha-blar antes que nada de educación, pues ésta es la base para que se pueda tener un mayor crecimiento económico y, a la vez, social y político. Por otra parte, la

El 1º de julio de 2012, México elegirá nuevo Presidente de la República, al tiempo que en esa misma jornada electoral se votará también por diputados y senadores, por más de quinientos presidentes municipales y por seis gobernadores. Pero antes de estos sufragios, en 2011, el calendario electoral marca elecciones locales en Baja California Sur (6 de febrero), Hidalgo, Coahuila, Estado de México y Nayarit (31 de julio) y Michoacán (13 de noviembre). Las elecciones en algunos de estos estados, y especialmente en el de México, son consideradas de gran importancia por los politólogos, ya que lo que ocurra en ellas será de algún modo revelador de lo que podría ocurrir en las elecciones federales de 2012. En este escenario, algunos de los alumnos de la Ibero, siempre atentos a su realidad social y política, opinan sobre estos procesos que son sin duda decisivos para la vida democrática del país.

Los comicios de2011 y las perspectivas

para 2012Osvelia Ramírez y

Pedro Rendón LópezRedactores de IBERO

lucha contra el narcotráfico influirá sin duda porque es un tema de vital impor-tancia: es necesario acabar con el narco-tráfico, pero frenar también la tremenda violencia que hay en el país. Pienso que lo que ocurra en el Estado de México

dará la pauta de lo que sucederá en las elecciones federales de 2012,

no sólo porque en esta enti-dad se concentra una par-

te muy importante de la población nacional, sino también porque la pre-sencia del PRI, con la figura del gobernador

Enrique Peña Nieto, se fortalecerá a nivel nacio-

nal si el triunfador mexi-quense es priísta.

Estudiante de la Licenciatura en Administración de la Hospitalidad, 6° semestre.

Kenia Lizbeth Nava AguilarLa violencia es uno de los problemas más complicados de MéxicoEs importante y necesario votar, pero

Los alumnos de la Iberoante las elecciones

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Bernardo Vargas

Kenia Lizbeth Nava Aguilar

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también tener mejores opciones para elegir, a fin de que no nos pongan a cualquiera a gobernarnos. Otra cosa importante es eli-minar la violencia, que es uno de los problemas más complicados que vive México. Más allá de que se hagan o no las alianzas en las elecciones de 2011, como veo actualmente las cosas, creo que Peña Nieto, por su popularidad, ganará las elecciones en 2012.Estudiante de la Licenciatura en Comunicación, 2° semestre.

Luis GabrielEl resultado de las elecciones de 2011 puede influir en el de 2012El resultado de las elecciones de 2011 puede influir en las elec-ciones del 2012. Creo que el PAN ha perdido terreno y el PRI ha ganado fuerza. Si el PRI triunfa en estas elecciones locales, se fortalecerá aún más y ello será decisivo en la votación presi-dencial de 2012.Estudiante de la Licenciatura en Diseño Interactivo, tercer semestre.

AGENDA IBERO

Algunas actividades destacadas de la Universidad Iberoamericana

Ciudad de México

Conferencias del Centro Astronómico ClaviusEl inicio del universo y “El Gran Diseño”, de Stephen Hawking.»Imparte: Dr. Salvador Carrillo Moreno.»2 de febrero, 19:00 horas.»Auditorio Xavier Scheifler, Edificio S, piso 2.

M1, La Nebulosa del Cangrejo.Imparte: M. en C. Lorena Arias Montaño.»16 de febrero, 19:00 horas.»Auditorio Xavier Scheifler, Edificio S, piso 2.

Cosmología e inflación.»Imparte: Dra. Gabriella Piccinelli Bocci.»23 de febrero, 19:00 horas.»Auditorio Fernando Bustos, Edificio S, piso 2.

Festival KinokiFestival Internacional de Cine Universitario, organizado por estudiantes de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en su séptima edición.»21 al 25 de febrero.»Organiza el Departamento de Comunicación.

Voleibol de playa tercera etapa del Circuito Playero “Master”El equipo de voleibol de playa de la Ibero compite en este circuito.»25 al 27 de febrero.»Acapulco-Ixtapa.»Organiza la Oficina de Deportes y Promoción de la Salud.

Febrero-marzo de 2011

Bernardo VargasSerán elecciones muy competidasEstas elecciones locales tendrán un impacto en las elecciones fe-derales de 2012. A mi modo de ver, serán elecciones muy com-petidas, pues en algunos estados la diferencia será mínima entre un candidato y otro, según como podemos anticiparlo de acuer-do con las encuestas. Lo que ocurra en ellas, marcará el rumbo de las elecciones presidenciales.Estudiante de la Licenciatura en Finanzas, 8º semestre.

Exposición de Emiliano Gironella ParraMuestra de pintura y grabado.»1 de febrero al 3 de marzo.»Espacio Cultural, Edificio S, sótano.»Organiza la Coordinación de Difusión Cultural.

Exposición Comer y serMuestra acerca de las raíces gastronómicas de México.»Febrero-marzo.»Galería Andrea Pozzo, S. J., Edificio T, planta baja.»Organiza la Coordinación de Difusión Cultural.

La Ibero lamenta profundamente la muerte del padre Samuel Ruiz García, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, defensor de los pobres y de los indígenas

y hombre comprometido con las causas justas; Doctor Honoris Causa por la Universidad Iberoamericana. Le

sobrevive su labor ejemplar.

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Palomas para las plazas

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el viajero ilustrado

Marco Antonio CamposPoeta, narrador e investigador. Ha sido profesor de literatura en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y, por su obra literaria, ha recibido múltiples reconocimientos en México y el extranjero, entre ellos los Premios Xavier Villaurrutia y Ramón López Velarde, en México, y el Antonio Machado, en España. Dos de sus libros más recientes son Viernes en Jerusalén (Visor, Madrid, 2005), V Premio Casa de América de Poesía Americana y Dime dónde, en qué país (Visor, Madrid, 2010), XXXI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla

Palomas en diagonal van y regresan del limonero al naranjo para que hojas y frutos fuljan bajo la luz del sol ante la severa capilla con paredes desbastadas del Señor de la Co-

lumna. No hay cuadrángulo de plaza más mínimo, más insepara-ble en lo íntimo en Morelia, y aun podrías llevarlo bajo el brazo o colgártelo del cuello para venderlo como artesanía centenaria en la Plaza de San Francisco. El mundo a esta hora parece redu-cirse al color de un limonero o de un naranjo, a una capilla para solitario y a borrascas de palomas grises que vuelan de un árbol a otro, de una casa a otra, de una casa a un árbol.

Me encamino por calle Madero. Construida a pie firme, tengo la fe y la impresión de que Morelia resistirá intacta las disconti-nuas catástrofes hasta el final que será el principio del amanecer de la flor en la búsqueda del alma de la mariposa donde la joven aparece con ligero atavío de color de llama viva. La avalancha de personas que se despeña por la acera desde el lado poniente parece un argayo de piedras que me precipitará calle abajo.

Llego a los Portales. Me siento en una mesa. Mientras observo a la vez los laureles de la India y el techo del kiosco de Plaza de Armas, mientras el gris enlosado se cubre de palomas grises, me pregunto en serio, pero de veras en serio, si los poetas son aquellos que purifican la palabra de la tribu y desembrollan el galimatías del político, los números del dueño del dinero y la nota engañosa del periodista que escupe en el libro de ética.

A Jorge Bustamante y Neftalí Coria

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Palomas para las plazas

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He caminado de Morelia sus plazas y no

hay calle del centro que no guarde la

sombra de los cuerpos que tuvo mi cuerpo.

No sé por qué, pero ¿quién podría decir qué secreto existe para que las mujeres duelan o entristezcan en equis y ye sitio a equis y ye hora, para que después, en otro sitio y a otra hora, te duela otra y otra? A cierta hora, de tal minuto en determinada calle una mujer figura su figura en el corazón como los juegos de luz que se ven ahora en la portada de cantera rosa de la ca-tedral y en la altura de los campanarios. ¿Quién no quisiera que cada palabra de amor resonara en el corazón de una mujer en el momento que te desangra? Una mujer u otra se roban defi-nitivamente lo que escribes en el fuego horizontal a la hora de la jardinera.

Llegan uno a uno los amigos. Llegan José, Jesús, Gaspar, Neftalí y Jorge. Llegan trayendo la amistad como agua clara y parecen resumirse en un instante las conversaciones de varias décadas cuando la poesía y el ángel no conocían el reloj victimario en manos de la víctima. Y sin que ellos se den cuenta me guardo la mañana del 17 de febrero en el bolsillo y el año 2006 lo pongo bajo el brazo, y cerca de la puerta de catedral vislumbro a Jesu-cristo azul, y escucho, escucho de nuevo y otra vez y de nuevo el tañido múltiple de las campanas que resuenan con fuerza tan armónica, que no puedo pensar en qué sitio de qué ciudad dejé a la mujer en quien pensaba.

Frente a los Portales pasa con estrépito un vehículo desvenci-jado, y el chofer, que aúlla por el megáfono, anuncia espectáculos no vistos, igual que en mi niñez, en un vehículo trastabillante, a través de las calles desmedradas de San Pedro de los Pinos, se anunciaba a los niños la promoción excepcional de tres películas de la matinée del domingo libre.

He caminado de Morelia sus plazas y no hay calle del centro que no guarde la sombra de los cuerpos que tuvo mi cuerpo. En la década de los setenta era una ciudad idílica, y diría aun, casi recoleta, y yo caminaba instintivo con la mano en vez de brújula. Si me paraba en el centro del centro y miraba, ya al sur o ya al norte, veía hundirse las líneas del sol en lo arbolado de las mon-tañas, las cuales hoy, talados los árboles y cubiertas de casas, no recordarán lo que fueron. Pero cuánto ha pasado en mí, cuántas cosas han pasado desde entonces. Cuánto sufrimiento me cavó el alma como un pozo oscuro, cuánta angustia como pájaro gui-llado picoteó en mi corazón hasta dejarlo como dedal. Cuántas veces vi en la mala luz de los inviernos de Praga, de Viena o Budapest mi cara de solitario a doce grados bajo cero. Cuánta soledad, como terrón con sed, se vive y se padece por unas horas de felicidad que brillan igual que el agua con la luz del sol en la fuente de Las Tarascas. Nadie sabrá de la Vía si no sufrió antes en la vía la ausencia de fe, de esperanza y caridad para ganar la gloria artística en la que creí estúpidamente.

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Qué leer y por Qué

esta sección de IBERO acude a los lectores expertos, a los

apasionados en la lectura, y son ellos los que recomiendan los siguientes libros que podrían

entregar a otros lectores experiencias imborrables y

transformadoras.

Eduardo Lizalde recomienda Dime dón-de, en qué país, de Marco Antonio Campos, XXXI premio Internacional de poesía Ciu-dad de Melilla [Visor libros, Colección Visor de poesía, Madrid, 2010]Agrega Marco Antonio Campos a su ya extensa, personalísima y sorprendente obra de poeta, de crítico, de traductor, de cro-nista, de historiador y estudioso de la li-teratura mexicana y de otras, este libro ejemplar que él titula Dime dónde, en qué país (una línea que toma de Villon) y que ha compuesto, como dice, con poemas en prosa y una fábula. el libro es bello y complejo, en su aparente sencillez, pero intrincado, contexto de referencias, alu-siones literarias, históricas y artísticas y es, en efecto, tanto verdadera poesía, como la que ha logrado consumar en su lírica de autor, pero es al mismo tiempo una colección deslumbradora de visiones, de crónicas de viaje por el mundo entero, de paisajes urbanos, amores consumados y no, mares, ríos, montañas, galerías pic-tóricas, encuentros con autores legenda-rios o nacidos ayer, barrios paupérrimos, aventuras en tren y, al mismo tiempo,

profundas y conmovedoras incursiones en la propia biografía, en el alma y en la memoria familiar. De algún modo, este conjunto de Marco Antonio, me hace pensar en el libro admirable y perfecto de otro ilustre visionario, viajero, cronista y autobiógrafo imponente: el grande y pro-lijo catalán Josep pla, autor de los diarios voluntariamente imperfectos e invalua-bles de su Cuadernos gris, que no ha sido posible terminar de imprimir. un indis-pensable, querido y cada vez mejor leído para suyo es Marco Antonio, al que no alcanzan estas pocas líneas para celebrarlo como se merece por su nueva —breve— obra maestra.EDUARDO LIZALDE. poeta, narrador, traductor, ensayista, bibliómano y melómano. Su libro más reciente es Almanaque de cuentos y ficciones (ediciones era, México, 2010).

Víctor Manuel Mendiola recomienda Las alas de la palabra, de Marco Antonio Mon-tes de oca [Fondo de Cultura económica, México, 2010]Las alas de la palabra es, hasta ahora, el úl-timo libro de Marco Antonio Montes de oca. entre este volumen y los anteriores

¿hay una diferencia significativa? en este texto ¿el poeta utiliza un estilo diferente? la forma que hay aquí ¿es distinta a la de los poemas anteriores? estas composicio-nes ¿nos muestran otro Marco Antonio Montes de oca? Definitivamente no. la poesía que el lector encontrará en este nuevo libro tiene las mismas cualidades que todos los anteriores: una acción ver-bal sorpresiva, pujante y arrebatada y, al mismo tiempo, subidas y bajadas, traspiés que no impiden una pirueta, manotazos de sol aquí y paletadas de contento allá. Todo exactamente igual como cuando escribió Ruina de la infame Babilonia o como cuando publicó, ya convertido en un poeta admirado, Las fuentes legendarias. Quizá vale la pena decir que los cambios de forma en Montes de oca sólo son una apariencia, no una modificación sustan-cial. Sus poemas en verso, en prosa, enor-mes o pequeños, sus poemas concretos, sus minipoemas y a veces su casi haikus están poseídos por la misma energía y la misma manera de proceder: la incesante creación de mundos inesperados y per-

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LA VOZ DEL LIBRO/el eco de la lectura

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cepciones agudas, siempre en disposición de una suma y, todavía mejor, de una serie imparable. Montes de oca no necesita más.VÍCTOR MANUEL MENDIOLA. poeta, narrador, traductor, ensayista, editor y crítico literario. en 2010 obtuvo el premio Internacional de literatura letras del Bicente-nario en la categoría de Novela. uno de sus libros más recientes es En carmen y oración libre (Verdehalago, Mé-xico, 2006).

Malena Mijares recomienda Mujer de cierta edad, con abanico, de Angélica de Icaza [Samsara editorial, México, 2010]en cada uno de los relatos de este libro se nota un trabajo artesanal de precisión casi milimétrica en la pureza de su estilo y en la intensidad de los sentimientos que condensa. es realmente hermoso cómo se vuelven universales la mirada, la voz y las reflexiones de Blues, cómo están trazadas en un mero esbozo su fuerza y su liviandad. es admirable la forma en que entrevera esos bocetos —que son como pinceladas sueltas— para pintar un cuadro completo y construir un personaje. Tanto en la primera parte como en “Mujer de cierta edad, con abanico” hay una visión femenina perfectamente compartible, que interpela de un modo mágico a las mujeres de nuestra edad pero también, estoy segura, a cualquier lector sensible.MALENA MIJARES. Maestra, ensayista, editora y periodista. Directora de la revista Este País.

Daniel Goldin recomienda El arte de la lectura en tiem-pos de crisis, de Michèle petit [océano Travesía, Madrid, 2009]este libro está tejido con multitud de voces que dan cuenta de experiencias en las que se ha manifesta-do el poder de la palabra escrita para reconstruir la vida de personas en desgracia. esas voces han sido engarzadas por un pensamiento, al mismo tiempo discreto y brillante, que se propuso —lo podemos sentir en su ritmo pausado— apartarse de cual-quier generalización. un pensamiento que no se nutrió de experiencias ajenas para afirmar lo pre-viamente conocido, sino que surgió del encuentro con el otro, y que lo celebra. Buena parte de esas experiencias provienen de Iberoamérica: Michèle petit tuvo conocimiento de ellas en numerosos viajes e intercambios epistolares que siguieron a la difusión en lengua española de su obra. por esto la publicación de este libro en español es un retorno y a la vez una muestra más de la importancia del desvío, del viaje de uno al otro, para redescubrir la propia imagen y revitalizar su vida psíquica.DANIEL GOLDIN. escritor y editor. Su más reciente libro es Al otro lado de la página: Imágenes de la lectura en México (Santillana, México, 2008).

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Edmée Pardo recomienda: Hero, de Tan Dun [2004] y Strike, de The Baseballs [2009]

El disco que recomiendo es el sound track de la película Héroes, del

compositor y director Tan Dun, con la Or-questa Filarmónica de China. Recuerdo que la primera vez que escuché este disco fue en la radio, y el impacto que me provocó fue tan fuerte que tuve que tomarme un tiem-po para asimilar los sonidos. Quedé atrapada por esa música que me transmitió sensacio-nes que no sabía siquiera que vivían dentro de mí, las cuales de pronto estaban entrando por mi piel. Enseguida quise comprar el dis-co; quería el objeto donde ese sonido vive.

MÚsica para caMaleones

Música para camaleones está dedicada a la recomendación de obras musicales, para lo cual se ha invitado a melómanos, investigadores, expertos, editores, musicólogos y denodados amantes de la música. En esta ocasión agradecemos a Edmée Pardo, Francisco Quintanar y Natalia Traven el que con tanta gentileza y generosidad hayan accedido a compartir con los lectores de IBERO su experiencia y su pasión.

QuéEsCuChaRy POR Qué

Beatriz palaciosAsistente editorial de IBERO

Me emociona el violín, la melancolía, lo épi-co, y la pieza “Gone with leaves” me parece grandiosa y conmovedora en lo más íntimo. Del disco Strike de The Baseballs, me gusta el ritmo, la voz de los cantantes, lo alegre de sus melodías, y las letras me parecen amistosas y

Edmée Pardo. Escritora, promotora de la lectura, editora y periodista cultural. Es autora de 15 libros de cuento y novela, con los que ha obtenido varios reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Cuento san Luis Potosí 2009. algunas de sus obras son El primo Javier, Las plegarias de mi boca, La voz azul, Enfermedad se escribe con C y Morir de amor, que en 2006 encabezó la lista de los libros más vendidos en Estados unidos en el mes de junio según america Reads spanish, y el cuarto en ventas en México de acuerdo a librerías Gandhi

solidarias. En este álbum el grupo alemán in-terpreta doce versiones de grandes éxitos pero adaptados a diferentes ritmos, como el swing, el rockabilly o el pop vocal. Esa combinación es lo que me agrada y una canción con la me divierto mucho es “umbrella”, de Rihanna.

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Francisco Quintanar recomienda: La musique au temps des castrats, varios autores [2003] y Qawwal

and party: Shahen-Shah, de Nusrat Fateh Ali Khan [1993]

En La musique au temps des castrats, se reúnen una serie de obras de los siglos XVII y XVIII creadas por grandes compositores para ser especialmente interpretadas por castratis, can-tantes que de niños fueron sometidos a una mutilación genital para que conservaran su voz infantil y aguda. En la época barroca do-minaron este tipo de piezas, y en este disco se incluyen algunas de esas obras de auto-res como antonio Vivaldi, Gregorio allegri, Charpentier y Riccardo Broschi, con la in-terpretación, entre otros, de la soprano Ewa

Natalia Traven recomienda: Buddha Lounge 3: sessions in ethnic rhythms & intercontinental jazz, varios

autores [2004] y Ne me quitte pas, de Jacques Brel [2004]Buddha Lounge 3 es un álbum del sello sequoia Records que en tres discos incluye fundamen-talmente música instrumental, jazz y ritmos étnicos de diversos autores, entre ellos los her-manos David y steve Gordon. Es una intere-sante recopilación multicultural, con ritmos de diversas partes del mundo, que genera un ambiente relajante y al mismo tiempo alegre y cálido. Es uno de esos discos que realmen-te invitan a sumergirse en la atmósfera y en los sonidos de los distintos países en los cuales se inspira cada una de las canciones. También es muy recomendable escuchar la música de Jacques Brel, cantante y compositor belga que radicó en París, y es conocido por ser autor de temas como “amsterdam”, “La valse de mille temps”, y especialmente por “Ne me quitte pas”, que dio título a una de sus últimas producciones discográficas. Esta canción fue interpretada por grandes cantantes contempo-ráneos de Brel (1929-1978), como la conmo-vedora versión de Edith Piaf, además de que existen otros tantos intérpretes de este tema, entre ellos ute Lemper, Patricia Kaas, Barbra streisand y hasta sting, sin embargo, haciéndo-le justicia a Brel, su versión es sin duda la más profunda y romántica.Natalia Traven. actriz, productora, directora es-cénica y maestra de teatro. ha actuado en más de una decena de películas, entre ellas Kada Kien su Karma, en México, y en Estados unidos Tras el co-razón de la novia, de Kris Isacsson, Crimen sin perdón (Trade), de Marco Kreuzpaintner y Daño colateral, protagonizada por arnold schwarzenegger. En tea-tro ha desarrollado una amplia carrera como actriz, participando en múltiples puestas en escena, siendo las más recientes Una relación pornográfica y Tal vez en París, actualmente en cartelera.

Francisco Quintanar. artista plástico y grabador. su obra ha sido exhibida en importantes espacios cultu-rales de México y una veintena de países de Europa y asia, además de formar parte de colecciones públicas como las del Museo de arte Contemporáneo alfredo Zalce, el Panstwowe Muzeum Na Madjanku en Polo-nia y el Centro de Gravura Contemporânea de Portugal. Entre otros reconocimientos, ha obtenido el Grand Prize award de la 4th. Bharat Bhavan International Biennial of Print, de la India, y el Premio de adquisición en el VI Concurso Interpretación Moderna del Quijote.

Malas-Godlewska y el contratenor Domini-que Visse, además de una grabación de 1902 de alejandro Moreschi, un auténtico castrati, la cual se realizó en la Capilla sixtina. Reco-miendo también el disco del cantante paquis-taní Nusrat Fateh ali Khan, que destaca por su extraordinaria voz y por sus interpretaciones del qawwali, que son cantos devocionales su-fíes del sur de asia, los cuales desde hace más de 600 años se han heredado de generación en generación. Con un estilo vocal proce-dente de una tradición de origen persa co-nocida como khyal, este cantante cautiva con la interpretación de las canciones qawwali que integran este álbum. Estos dos volúme-nes demuestran el valor de la interpretación y las cualidades vocales como una forma de aproximación espiritual.

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adóndEIR y

pOR qué

ÓPERALa flauta mágica para niñosLa última ópera escrita por Mozart, La flauta mágica, la cual fue estrenada en Viena en 1791, es ahora representada, en su versión infantil, por los extraordinarios can-tantes Irasema Terrazas, Charles Oppenheim y Sandra Maliká, además de contar con la actuación especial de Cecilia Toussaint. Bajo la dirección artística de Sylvia Rittner, la dirección de escena a cargo de Miguel Hernández-Bautista y la conduc-ción musical de Carlos alberto Vázquez, en esta divertida puesta en escena intervienen también títeres corpóreos y caricaturas, que cuentan la historia, llena de peligros y aventuras, de un príncipe que va al rescate de una princesa que se encuentra prisionera.Lunario del Auditorio Nacional, 6 y 20 de marzo

MÚSICAThe Ten Tenors: El poder de 10La agrupación australiana The Ten Tenors, que ha roto récords de ventas a nivel mundial, lle-ga a México por vez primera para presentar su última producción discográfica titulada El poder de 10. El concepto musical de este con-junto ofrece una mezcla única de arias clásicas, combinadas con sonidos de rock, sin dejar de lado las melodías románticas. Ejemplo de ello son las versiones de ac/dc y queen fusiona-das con piezas clásicas como Carmina Burana o el Concierto de aranjuez. Surgido en 1990, The Ten Tenors obtuvo un disco de platino con su primera producción discográfica, y en 2006 con su álbum Here’s to the heroes, rompió todos los récords de las listas de Billboard, con-virtiendo a esta agrupación en un verdadero fenómeno musical.Auditorio Nacional, 21 de febrero

para descubrir de la mano de los sinfónicos Lady Lucas, Trupo y Toño Canica, que los clá-sicos no son serios y aburridos.Teatro Banamex Santa Fe, hasta el 27 de febrero

TEATRONeurasteniaEsta comedia de Ximena Escalante, narra las peripecias de una compañía de teatro que está tratando de montar una obra sobre la Independencia, concretamente sobre Leona Vicario, mujer adinerada que dejó su fortuna y posición social a favor de la causa de los más pobres, y que dentro de la historia patria ha sido un personaje poco estudiado. Bajo la dirección de Carlos Corona, y las actuaciones de Karina Gidi, Carlos aragón, Carmen Ramos, Raúl Vi-llegas y Bernardo Velazco, la puesta en escena revela una abrumadora si-militud entre la sociedad actual y la de 1810, desde la vida cotidiana has-ta las diferencias sociales, el abuso y el descontento, como una suerte de espejo histórico que elije el humor para desenmascarar la hipocresía.Teatro Helénico, hasta el 28 de marzo

ARTES VISUALESJosé Clemente Orozco: Pintura y verdadEsta exposición exhibe por primera vez más de 20 dibujos inéditos que realizó José Cle-mente Orozco como estudios previos al mu-ral La gran legislación revolucionaria mexicana,

así como bocetos de los reconocidos mu-rales Paraninfo y La trinchera, además

de obras realizadas entre 1919 y 1949, que provienen de colec-ciones públicas y privadas como el Museo de arte Moderno de nueva york. Las salas están divi-didas bajo un criterio temático-histórico y en ellas el espectador

podrá adentrase de forma integral

a todas las facetas artísticas de Orozco, algunas de ellas poco conocidas, como sus trabajos de

caricatura política, pintura en caballe-te, dibujo, grabado, acuarela y retratos de personajes de su tiempo como el poeta José Juan Tablada.Antiguo Colegio de San Idelfonso, hasta el 27 de febrero

Águila Real, símbolo vivo de MéxicoCon el propósito de crear conciencia sobre la preservación del águila real,

especie en peligro de extinción que forma parte de la identidad de los mexicanos, esta exposición está conformada por 96 piezas ar-queológicas e históricas, como metales, piedras, cerámica, fotografías y videos interactivos, que muestran las raíces históricas de la apreciación del águila real, así como la evolución de la iconografía de este símbolo nacional a partir del encuentro de las dos culturas y durante el México independiente. En la exhibición des-tacan una pieza única de la época prehispánica que es similar a la del Caballero Águila que se encuentra en el Templo Mayor, así como un escudo de origen franciscano, elaborado en los primeros años de contacto con los es-pañoles, en el que el arte prehispánico se sin-tetiza con el colonial, y muestra a una águila postrada sobre el mundo cristiano.Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, hasta el 30 de abril

Trupeteando con los clásicosEn este espectáculo la Compañía La Troup-pe, que recientemente celebró sus 30 años de existencia, reúne piezas de Rossini, Verdi, Khachaturian y otros grandes maestros de la música, las cuales son interpretadas de una forma divertida, llena de color y ritmo, sin alterar la esencia de su obra. dirigido por Mauro Mendoza, Sylvia Guevara y Carmen Luna, la intención de este me-morable “concherto” es acer-car a los niños a la música clásica, traspasando el filtro de la solemnidad y ejercitar la fantasía y la imaginación

ITINERARIO DEL OCIO

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Bajo el lema “Todos somos uno” captará

recursos, con la participación de ex

alumnos de la Ibero y del Instituto Patria.

Abenamar Sánchez PabloRedactor de IBERO

Para lograr la construcción de las instalaciones de la Prepa Ibero en un ambiente de equilibrio ecológico y de con-vivencia con la naturaleza, se dio inicio a la Campaña de

Procuración de Fondos, bajo el lema “Todos somos uno”, con una reunión en la que participaron el Rector de la Ibero, doctor José Morales Orozco, S. J.; el presidente de FICSAC, Patronato Econó-mico y de Desarrollo de la UIA, Fernando Chico Pardo; la directora de FICSAC, Marcela Arregui, y el consejero de este mismo patro-nato, Gustavo Lara; así como la directora de la Prepa Ibero, Raquel Druker, y varios exalumnos de la Ibero y del Instituto Patria.

La nueva infraestructura será erigida sobre un área de 200 mil metros cuadrados en la zona de La Marquesa, en el Estado de Mé-xico, a 20 kilómetros de la Ibero Ciudad de México y a la misma distancia de Toluca. Dará cabida a 900 alumnos, y las dos etapas iniciales estarán concluidas en el primer semestre de 2011. Se prevé que la construcción quede lista en un plazo no mayor a dos años. Contará con amplias aulas y salones de proyectos versátiles, audito-rio para 2 mil 254 personas, talleres con tecnología de última gene-ración, biblioteca especializada, atención psicopedagógica, servicios médicos, infraestructura deportiva y oratorio.

En tanto, la Prepa Ibero continuará operando en las instalaciones de la UIA, en Santa Fe, donde empezó a mediados de 2010 con 144 estudiantes.

El doctor José Morales Orozco explicó que la Prepa Ibero es una institución confiada a la Compañía de Jesús, y explicó que se decidió su apertura al considerar que la educación del nivel medio superior representa una etapa en la cual se pueden trabajar más los valores en los jóvenes, para formarlos integralmente, y porque se observa que a veces llegan con deficiencias a las universidades.

El Rector de la Ibero dijo que el proyecto urbanístico se vincu-lará con el entorno inmediato, porque al estar dentro de una zona otomí, se buscará apoyar a la comunidad y colaborar en la promo-ción de la cultura y las lenguas indígenas.

Reiteró que la Prepa Ibero no sólo busca que los alumnos lle-guen mejor preparados a la universidad sino que también su mo-

delo beneficie al país en el nivel medio superior, pues cuenta con un modelo educativo replicable que puede ser utilizado en otros proyectos académicos que también estén preocupados por una for-mación integral del ser humano que incluya, además de la eficiencia profesional, un sentido ético y un compromiso social.

Por su parte, Fernando Chico Parco afirmó que tener la oportu-nidad de construir la Prepa Ibero es un privilegio para aquellos que se han formado mediante la educación jesuita y quienes saben que la calidad educativa es muy importante para el país.

Añadió que por el humanismo y la espiritualidad que caracte-riza a las instituciones confiadas a la Compañía de Jesús, la Prepa Ibero será también semillero de buenos alumnos, como lo ha sido y lo sigue siendo la Universidad Iberoamericana de cuyas aulas han egresado unos 50 mil profesionistas que mantienen su vínculo con la Ibero y entre quienes se buscará la captación de recursos que se propone esta campaña.

›Campaña de Procuración de Fondos para construir la sede de Prepa Ibero

Marcela Arregui y Gustavo Lara, que encabezan el Comité de Campaña, explicaron que no sólo se involucra a los ex alumnos de la Ibero sino también a los del Instituto Patria, y enfatizaron que, de los recursos que se obtengan, no se destinará ni un solo peso a gastos de operación, sino que serán destinados, íntegramente, a la construc-ción y equipamiento de las nuevas instalaciones.

El arquitecto Francisco Serrano, quien concibió y lidera el pro-yecto arquitectónico, presentó pormenores de la construcción que se ciñe a un uso racional del lugar: el desplante es mínimo y se están usando los desniveles naturales del terreno.

La maestra Raquel Druker explicó que la Prepa Ibero tiene un modelo educativo orientado principalmente a dos materias que se dan alternadamente: formación integral humanista y formación y acción social. En la primera los alumnos hacen reflexión y en la segunda pasan a la acción: se trata de cambiar el entorno.

La invitación que se lanzó es a contribuir todos, como uno solo, con el espíritu humanista y generoso característico de la formación jesuita.

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ACTUALIDAD IBERO

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Televisión inteligenteSamsung dio a conocer su nueva serie D8000 de televisores en 3D, que se destaca además de su rediseño, por la incorporación del sistema Smart TV (TV inteligente) que se refiere a la integración de Internet con la televisión, incorporando un navegador completo, con búsquedas multimedia y un sistema de recomendación de contenidos que invita a explorar la Web. Asimismo, este aparato se acompaña del control remoto Touch Control con pantalla de 3 pulgadas y tecnología Micro Dimming Plus, que permite un control más preciso de la luz.

Dispositivos e instrumentos que facilitan

la viDa

Escáner personalel escáner personal Doxie cuenta con un soft-ware que permite digitalizar documentos con

una resolución de hasta 600 Dpi y con su botón multipropósito, que integra diversos servicios de internet, es posible enviar las páginas escaneadas

directamente a sitios como picassa, picknic, ligh-troom, iphoto, Google Docs, scrib o evernote, o

compartirlas vía correo electrónico, chat o twitter por medio del cloud Doxie pDf. además, realiza automáticamente el contraste, ajuste de rotación,

recorte y limpieza de la imagen. se conecta a tra-vés de usB, que también sirve para cargarlo, y por sus dimensiones es muy fácil de transportar junto

con la computadora portátil.

cepillo dental que no requiere pastaLa empresa japonesa Shiken creó el cepillo de dientes iónico

Soladey-J3X que funciona con energía solar y no necesita pasta,

ya que desde el panel ubicado en su base transmite electrones

sobre una barra de titanio hacia la parte superior del cepillo,

que reaccionan con el ácido en la boca, creando así un efecto

químico que descompone la placa y mata las bacterias de los

dientes.

Videocámara de alta definición ultracompacta

la videocámara playfull desarrollada por Kodak, con tan sólo 4.1 x 9.9 x 1.8 centímetros y 95 gramos de peso, cuenta con una pantalla de 1.5 pulgadas y es capaz de grabar

en alta definición y captar imágenes de hasta 5 megapixeles. la memoria interna de 128 mB puede ampliarse

mediante tarjetas sD e incluye conexiones con salida av, usB

retráctil y microHDmi.

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innovación tecnológica