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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXVIII, N o 76. Lima-Boston, 2 do Semestre de 2012, pp. 509-535 RESEÑAS Sara Castro-Klarén. The Narrow Pass of Our Nerves: Writing, Coloniality and Postcolonial Theory . Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2011. 529 pp. Esta colección de ensayos de Sara Castro-Klarén ofrece un mapa pionero de las complejidades de la práctica lectora en la contempora- neidad, y demuestra un compromi- so sostenido con la investigación interdisciplinaria. Vistos en conjun- to, los diecisiete ensayos que cons- tituyen The Narrow Pass of Our Nerves: Writing, Coloniality and Post- colonial Theory (divididos en dos sec- ciones tituladas “Writing Coloniali- ty” y “Debating Post-Colonial The- ory”) invitan a desarrollar modos de análisis integrales, basados en la observación meticulosa de las espe- cificidades sociales e históricas bajo las cuales se producen determina- dos objetos culturales; a la vez, pro- ponen formas igualitarias y políti- camente productivas de compartir dichos análisis. Para cumplir con este propósito, Castro-Klarén des- pliega un extenso conocimiento teórico y filosófico que reflexiona acerca de las corrientes académicas de la actualidad postcolonial, y las tendencias intelectuales que las produjeron, para sugerir posibles avenidas futuras para el campo de los estudios latinoamericanos den- tro del ámbito mayor de los estu- dios culturales. En este contexto, la selección de temas de investigación y las inquietudes teóricas suscitadas resaltan la naturaleza interdiscipli- naria de estos estudios, lo cual se revela en la capacidad excepcional de Castro-Klarén de exponer los intersticios históricos, etnográficos y literarios comunes dentro de un vasto panorama de productos cul- turales hispanoamericanos. El amplio espectro de The Nar- row Pass of Our Nerves se evidencia en la selección de los objetos que generan, y que a la vez son forma- dos por el debate colonial y postco- lonial. Éstos son los mismos “tex- tos” analizados por Castro-Klarén a lo largo de estos ensayos, pero es importante resaltar la perspectiva abierta que ofrece Castro-Klarén en cuanto a lo que merece un estatus textual en la deliberación (post)- colonial. Uno de los casos textuales que examina en el capítulo titulado “Dancing and the Sacred in the Andes: From the Taqui-Oncoy to Rasu Ñiti” es el culto religioso y la danza ritual del Taqui-Oncoy, cu- yos practicantes intentaban poner fin al dominio español en el Perú de la época de la colonia. La pro- puesta de Castro-Klarén del Taqui-

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REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXVIII, No 76. Lima-Boston, 2do Semestre de 2012, pp. 509-535

RESEÑAS

Sara Castro-Klarén. The Narrow Pass o f Our Nerves : Writ ing , Colonial i ty and Postco lonial Theory . Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2011. 529 pp.

Esta colección de ensayos de Sara Castro-Klarén ofrece un mapa pionero de las complejidades de la práctica lectora en la contempora-neidad, y demuestra un compromi-so sostenido con la investigación interdisciplinaria. Vistos en conjun-to, los diecisiete ensayos que cons-tituyen The Narrow Pass of Our Nerves: Writing, Coloniality and Post-colonial Theory (divididos en dos sec-ciones tituladas “Writing Coloniali-ty” y “Debating Post-Colonial The-ory”) invitan a desarrollar modos de análisis integrales, basados en la observación meticulosa de las espe-cificidades sociales e históricas bajo las cuales se producen determina-dos objetos culturales; a la vez, pro-ponen formas igualitarias y políti-camente productivas de compartir dichos análisis. Para cumplir con este propósito, Castro-Klarén des-pliega un extenso conocimiento teórico y filosófico que reflexiona acerca de las corrientes académicas de la actualidad postcolonial, y las tendencias intelectuales que las produjeron, para sugerir posibles

avenidas futuras para el campo de los estudios latinoamericanos den-tro del ámbito mayor de los estu-dios culturales. En este contexto, la selección de temas de investigación y las inquietudes teóricas suscitadas resaltan la naturaleza interdiscipli-naria de estos estudios, lo cual se revela en la capacidad excepcional de Castro-Klarén de exponer los intersticios históricos, etnográficos y literarios comunes dentro de un vasto panorama de productos cul-turales hispanoamericanos.

El amplio espectro de The Nar-row Pass of Our Nerves se evidencia en la selección de los objetos que generan, y que a la vez son forma-dos por el debate colonial y postco-lonial. Éstos son los mismos “tex-tos” analizados por Castro-Klarén a lo largo de estos ensayos, pero es importante resaltar la perspectiva abierta que ofrece Castro-Klarén en cuanto a lo que merece un estatus textual en la deliberación (post)-colonial. Uno de los casos textuales que examina en el capítulo titulado “Dancing and the Sacred in the Andes: From the Taqui-Oncoy to Rasu Ñiti” es el culto religioso y la danza ritual del Taqui-Oncoy, cu-yos practicantes intentaban poner fin al dominio español en el Perú de la época de la colonia. La pro-puesta de Castro-Klarén del Taqui-

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Oncoy como un sistema semiótico cuya performance ofrece la posibili-dad de comunicar mensajes corpo-ralizados entre un público lector disimilar al sobreentendido dentro del discurso occidental provee así un acercamiento a una escritura andina autóctona. De una forma paralela a la tradición escritural oc-cidental, Castro-Klarén demuestra cómo ciertas prácticas corporaliza-das toman conciencia de condicio-nes sociales contemporáneas y ha-cen visibles tradiciones culturales a-ún cuando éstas hayan sido supri-midas. Castro-Klarén demuestra cómo la performance de tradiciones corporales también está presente en el relato “La agonía de Rasu Ñiti” de José María Arguedas, lo cual nos pone cara a cara con el vaivén de la colonialidad y la existencia de épo-cas históricas múltiples y contradic-torias, pero todas evocadas por las prácticas vivas de la escritura alter-nativa de la historia comunal.

En este sentido, al cuestionar el mismo concepto de la escritura, Castro-Klarén cuestiona los siste-mas del conocimiento occidentales, lo que sirve para problematizar nuestra comprensión de la época de la colonia y nos invita a considerar la empresa de la Conquista desde la perspectiva de los llamados “con-quistados”. Por eso, los ensayos de este volumen dialogan de una ma-nera consistente con los estudios subalternos, manifestando cómo el conocimiento precolombino, re-primido en la Conquista, sigue vi-gente después del enfrentamiento con los conquistadores y sus apara-tos de estructuración social. Para ello, Castro-Klarén demuestra có-mo intelectuales como el Inca Gar-

cilaso y Guamán Poma de Ayala –figuras que reaparecen a lo largo del tomo– fusionan información “tradicional” del mundo andino, codificada en el quipu, con los nue-vos sistemas de conocimiento y creencias traídos por los europeos. Son precisamente estas fusiones las que sirven para remarcar la comple-jidad del entorno de la post-con-quista y hacen posible que Castro-Klarén pueda leer la colonialidad latinoamericana contra un discurso eurocéntrico que está, paradójica-mente, todavía latente en la teoría subalterna.

En el ensayo “Mimicry Revisi-ted: Latin America, Postcolonial Theory, and the Location of Knowledge”, dialogando con el trabajo innovador de los teóricos de la subalternidad en el sur asiáti-co, Castro-Klarén demuestra una consciente auto-reflexividad en su empleo del discurso teórico. Esta conciencia crítica conduce a la re-flexión sobre un problema recu-rrente: “both the claims made gen-erally by postmodern and post-colonial theory for Latin American letters are gestures which simply re-inscribe Latin America’s elites’ cul-tural dependence on outside theo-rists” (334). Sin embargo, el reco-nocimiento de Castro-Klarén de esta paradoja neocolonial ofrece una posibilidad de re-pensar el es-tudio de América Latina desde América Latina. Para este tipo de análisis, Castro-Klarén considera esencial el compromiso con los sa-beres locales. Esta propuesta asume una relevancia particular cuando es percibida desde la óptica de los es-tudios literarios en español en las

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instituciones académicas de los Es-tados Unidos.

En el ensayo “Interrupting the Text of Latin American Literature: Problems of (Mis)Recognition”, Castro-Klarén indaga acerca de la manera en que la academia esta-dounidense transforma narrativas latinoamericanas heterogéneas en obras de “literatura”, tomando por caso la adopción del testimonio de Rigoberta Menchú como una obli-gatoria lectura literaria universitaria. Apunta Castro-Klarén que la inclu-sión de cualquier obra en el canon literario corre el riesgo potencial de divorciar ese texto de sus condicio-nes históricas de producción, atri-buyéndole un estatus canónico para así forzar que el texto cumpla con conceptos foráneos de forma y unidad. Pese a ello, en el caso de Menchú, Castro-Klarén prefiere ver una posibilidad para el avance de los estudios culturales, ya que un texto de esta complejidad requiere un acercamiento socio-histórico más expansivo del que puede ser suscitado por un análisis estético, lo que logra que el lector acoja un pa-radigma más amplio de herramien-tas de análisis cultural. Y en el re-conocimiento de una necesidad básica del acercamiento interdisci-plinario al estudio de América Lati-na, Castro-Klarén enfatiza la im-portancia que los estudios latinoa-mericanos deberían tener en la vida de la academia estadounidense.

La totalidad de este volumen muestra lo que los estudios lati-noamericanos, entendidos como una práctica interdisciplinaria, pue-den hacer para proveer interpreta-ciones más sofisticadas de América Latina, en contraste con investiga-

ciones arraigadas en disciplinas in-dividuales. Por ende, el campo de los estudios latinoamericanos ofre-ce las condiciones ideales para el avance del proyecto de la descolo-nización del conocimiento. En los ensayos que constituyen este tomo, Castro-Klarén ofrece modelos e-jemplares de esta descolonización del saber y nos muestra las posibili-dades de fusión entre las prácticas que conforman el campo de los es-tudios latinoamericanos. Como nos recuerda a lo largo de The Narrow Pass of Our Nerves, la condición postcolonial no es simplemente una condición de resistencia a fuerzas hegemónicas, sino también de crea-tividad. Y creatividad es lo que se encuentra en estos ensayos: nuevas formas de romper las barreras que intentarían separar el pasado del presente; formas innovadoras de escuchar las voces que han sido perpetuamente silenciadas; y mane-ras sugerentes de cuestionar nues-tras prácticas en nuestros campos individuales. Por todas estas razo-nes, The Narrow Pass of Our Nerves es un tomo provocador y sugestivo.

Matthew Bush Lehigh University

Fina García Marruz. ¿De qué, s i l enc io , eres tú s i l enc io? Edición e introducción de Carmen Ruiz Barrionuevo. Selección de Fina García Marruz. Salamanca: Edi-ciones Universidad de Salaman-ca; Madrid: Patrimonio Nacio-nal, 2011. 304 pp.

Interrogar lo aparente para ha-cer despertar sus potencias ocultas, incluso a riesgo de que, a primera

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vista, tal interrogación parezca re-dundante (cuando no lo es, en ab-soluto): esta es la cifra poética que se resume en ¿De qué, silencio, eres tú silencio?, el título de la antología de la poesía de Fina García Marruz que ha editado Carmen Ruiz Ba-rrionuevo, y de uno de los poemas de la autora, contenido en el libro Visitaciones (1970). Antes habían aparecido otras antologías de Fina García Marruz [FGM]; cabe men-cionar, por ejemplo, Antología poética (México: Fondo de Cultura Eco-nómica, 2002), preparada y prolo-gada por Jorge Luis Arcos; El ins-tante raro (Antología poética) (Valencia: Pre-textos, 2010), a cargo de Milena Rodríguez Gutiérrez, también auto-ra del prólogo; y el que es, hasta el momento, el compendio más com-pleto de la poesía de la autora cu-bana, Obra poética (2 tomos, La Ha-bana: Letras Cubanas, 2008), reali-zado y prologado por Enrique Saínz. Arcos y Saínz son los dos estudiosos más constantes, no sólo de la poesía de la ganadora del XX Premio Reina Sofía de Poesía Ibe-roamericana en 2011, sino de Orí-genes como grupo y de algunos de sus integrantes (Cintio Vitier, Eli-seo Diego…). A Arcos se debe el único libro dedicado íntegramente hasta hoy a la obra de FGM, En torno a la obra poética de Fina García Marruz (La Habana: Ediciones Unión, 1990).

Una de las características que hace atractiva y única la antología a cargo de Ruiz Barrionuevo es que los poemas incluidos han sido se-leccionados por García Marruz. Es decir, los textos escogidos son, en toda regla y en cada una de sus rea-lizaciones específicas, una declara-

ción metapoética por parte de la integrante del grupo origenista. Se-ría provechoso, a mi juicio, refle-xionar sobre las distintas operacio-nes de selección y postergación, legitimación y olvido, que se visibi-lizan en un proyecto de esta natura-leza (por ejemplo, la no inclusión de textos de Viaje a Nicaragua [1987], si bien una posible respues-ta pase por la coautoría con Cintio Vitier; o sobre la ausencia puntual de determinados textos); pero no es lugar aquí para ello. De cualquier manera, y a grandes rasgos, es visi-ble que ¿De qué, silencio, eres tú silen-cio?, a la vista del momento en el que se encuentra su vida y su dedi-cación a la literatura, supone para FGM un autorretrato casi definiti-vo de su quehacer poético –un ges-to autoconsciente con algo de lega-do y algo de conclusivo–.

El libro incluye, como parte de sus paratextos críticos, un prólogo de Ruiz Barrionuevo, en el que la estudiosa lleva a cabo una exégesis de los más importantes poemas de FGM, incluso de aquéllos que no están contenidos en la antología presente. En este prólogo quedan expuestos los principales rasgos que, a juicio de la estudiosa, carac-terizan la obra de la poeta cubana. Para ello, Ruiz Barrionuevo dialoga críticamente con algunos de los ensayos sobre FGM, como los de Arcos y Rodríguez Gutiérrez, men-cionados antes, y los de Emilio de Armas, Robert Lesman, Katherine M. Hedeen, entre otros. Dentro de esos rasgos, la estudiosa destaca el tema de la pobreza (concepto que para FGM tiene un valor religioso y estético); la memoria; lo religioso ligado al tema de la trascendencia;

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la atención hacia los seres, objetos y zonas de lo real considerados ni-mios o minúsculos, no grandiosos, y, sobre todo, lo que podríamos llamar una poética de lo relacional. Es decir, el entendimiento de que “las cosas no se pueden imaginar ‘fuera de su relación con nosotros, fuera de nuestra vida y de nuestra muerte’, porque sólo hay dos cosas ‘absolutamente exteriores a la ima-gen que de ellas tenemos o nos ha-cemos: nosotros mismos y Dios’” (Ruiz Barrionuevo 25). Esto apunta a una actitud preponderante en los hablantes líricos de los poemas de FGM: la empatía con el mundo, o la compasión; en otras palabras, un deseo de reducir las distancias que separan al sujeto lírico de lo cog-noscible. Las citas internas en este fragmento del prólogo correspon-den a “Lo exterior en la poesía”, de la propia FGM, ensayo ampliamen-te reconocido como uno de los más importantes para comprender la escritura de la autora, pues desde su centro reflexivo emanan buena par-te de las concepciones sobre la poesía articuladas en el discurso de la escritora.

Igualmente, la obra de FGM tiene como centro de indagación la cuestión de la poesía como cono-cimiento y así lo ha reconocido Ruiz Barrionuevo. Arcos ha aludi-do a la “solución unitiva, opuesta a todo dualismo; un conocimiento de lo desconocido a partir de lo cono-cido… ‘una nueva objetividad’ o ‘una exterioridad mucho más pro-funda’, basada en una concepción religiosa y trascendente de la reali-dad” (Ruiz Barrionuevo 25; citas internas de FGM). En este sentido, el discurso poético de la única mu-

jer integrante de Orígenes se rela-ciona estrechamente con los prin-cipales núcleos de ideas del grupo, y con las poéticas de la mayoría de sus miembros. Por ejemplo, un poema como “El bello niño”, de Las miradas perdidas (1951), se espe-jea en “Silente niño” o “Magnolias para Betina”, de Gastón Baquero, en cuya obra es central la figura del inocente –visiones adánicas sobre el niño como alguien especialmente dotado para encontrar la visión trascendente de lo real–. El niño es “un sujeto primigenio, alejado de cualquier automatismo perceptivo; un sujeto de lo fundacional, limpio de convenciones y rituales” (Dorta Sánchez, Walfrido. Gastón Baquero: el testigo y su lámpara. Para un relato de la poesía como conocimiento en Gastón Baquero. La Habana: Ediciones U-nión, 2001, 57), cuya relación con el mundo es la que posibilita la poesía como conocimiento. Más relacio-nes de esta naturaleza podrían tra-zarse entre la poética de FGM y Baquero.

Quisiera volver al prólogo de Ruiz Barrionuevo para observar una cuestión específica. La estudio-sa dedica algunas páginas a refle-xionar sobre la relación de la obra de FGM con la Revolución cubana; en otras palabras, a hablar sobre la posición de la obra de la poeta en el campo literario cubano y las dife-rentes valencias que ésta ha tenido, en función de las configuraciones sucesivas de ese campo. En este sentido, Ruiz Barrionuevo alude a que para FGM “comienza [con la Revolución]… una producción marcada por los nuevos tiempos, una época en que los origenistas tuvieron que defender su postura”

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(53). Tal novedad se hace visible, por ejemplo, en esa acentuación de la poética de lo cotidiano que cier-tamente está presente en la poesía de la autora de antes de 1959, pero que adquiere resonancias más cir-cunstanciales en las nuevas coorde-nadas sociales y políticas del país. Es muy arriesgado determinar dón-de comienza, en la obra de un/a autor/a, la zona de producción marcada por imperativos políticos de configuración del campo litera-rio, y dónde comienza la zona don-de estos imperativos se “naturali-zan”, y son leídos en consonancia, como “evolución” inevitable o sim-biosis naturalista con los nuevos campos discursivos, es algo muy arriesgado para determinarse. En todo caso, no es pertinente asumir este riesgo de determinación como imposibilidad para conjeturar cier-tos hechos. Por ejemplo, el enorme lapso (en términos de producción literaria) de 27 años que va de Visi-taciones (1970) a Habana del centro (1997) de FGM, no se debe única-mente a la consabida resistencia a la publicación que caracteriza a la au-tora. Para provocar ese vacío, inci-dieron realizaciones y tendencias muy localizadas del campo literario cubano de los años 70 y 80, tema sobre el cual se ha escrito desde diferentes perspectivas, y sobre el cual se podía haber profundizado más en el prólogo de la antología comentada.

El aparato crítico del libro se completa con una siempre útil bi-bliografía de y sobre FGM, recopi-lada con la colaboración de Catalina García García-Herreros, y una cro-nología realizada con la colabora-ción de Ioannis Antzus Ramos. Re-

cibiéndonos, en la portada del libro, desde esa “luz verdosa/ de fantas-mal marina” (García Marruz 174), el retrato que Fidelio Ponce de León, el pintor cubano, hiciera a la joven poeta y que a su vez da lugar a la composición “El retrato de Ponce”, de Visitaciones. Aguardán-donos, como detalle del colofón del volumen, nos espera “El ángel de la jiribilla”, imaginado por José Luis Fariñas, e invocado por Lezama Lima en “Se muestra ahora el ángel de la jiribilla”, un texto de 1959 ci-tado en el colofón de la antología.

Suelo regresar periódicamente a la poesía de FGM. Una obra que para Arcos “posee, como pocas, el don de la entrevisión. Esa que permite mirar las cosas de la reali-dad desde una radical extrañeza… [que] nos las devuelve siempre en su irrepetible y, de esta forma, nun-ca traicionada intimidad” (12), y que para Saínz alberga “una necesi-dad de saberse y de reconocerse entre las realidades cercanas y dis-tantes… de romper los límites que el ser de las cosas nos impone… una avidez por lo abierto que no encontramos en muchos autores de la poesía cubana, una avidez por lo distante y lo inmenso” (7). Regreso con la poesía de FGM, por poner sólo dos ejemplos, al ansia por fijar lo que huye, desde la dolorosa dis-tancia, de “Una dulce nevada está cayendo” (Las miradas perdidas). Y vuelvo a la desolada, pero a la vez tierna confesión de “Ya yo también estoy entre los otros” (Visitaciones). Podría señalar otros regresos a los que me he visto entregado en la lectura de la poesía de FGM, gra-cias a ¿De qué, silencio, eres tú silencio? Prefiero por ahora concluir resal-

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tando la agradable novedad que supone un libro como éste, el cual reúne, como decía en otro momen-to, un excelente aparato crítico, in-cluido el detenido y eficaz ensayo introductorio de Ruiz Barrionuevo, y, por supuesto, la propia obra de FGM, seleccionada por ella misma para la ocasión. Cualquier empresa editorial de esta naturaleza dedicada a la poesía de la autora cubana, será siempre un gesto bienvenido.

Walfrido Dorta Sánchez Graduate Center,

City University of New York Judith Podlubne. Escri tores de Sur. Los inic ios l i t erar ios de José Bianco y Si lv ina Ocampo . Rosa-rio: Beatriz Viterbo-UNR, 2012. 363 pp.

Hacia fines de 2009 Judith Pod-lubne dictó en la Universidad Na-cional del Litoral un seminario de posgrado que anticipaba los nú-cleos centrales de este libro. Allí decía, entre otras cosas, que la teo-ría literaria importa por la conver-sación crítica que es capaz de gene-rar. Escritores de Sur. Los inicios litera-rios de José Bianco y Silvina Ocampo, una de las manifestaciones más elo-cuentes de la crítica literaria de los últimos años, pone en acción dicha tesis. Se trata de una interlocución con cuatro conjuntos de actores hilvanada por una narrativa compa-rable a la de Claudia Gilman en En-tre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina. En ambos ensayos la densi-dad del análisis y la cantidad de da-tos se imbrican de modo tal que incitan al lector a continuar leyendo

para saber cómo sigue la historia, cómo se desarrolla el cuento que se cuenta.

En primer lugar, interesa desta-car los dos espacios en los que el ensayo interviene y que se anticipan en el título. En la primera parte, Podlubne relee el proyecto intelec-tual de la revista Sur a partir de la interrogación de su moral literaria. Para ello reconstruye las innumera-bles disputas que, bajo la forma de diferentes manifestaciones, recala-ban siempre en el mismo fondo de los supuestos humanistas. Breve-mente repaso: la discrepancia de Filippo Marinetti respecto del uso del concepto common reader por Vic-toria Ocampo durante el Congreso de los Pen Club de 1934, la con-tienda acerca de los ejes del arte narrativo por venir (un enfrenta-miento entre Eduardo Mallea, por un lado, y Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, por el otro, con sus respectivas defensas de los personajes o de la trama en la he-chura de la novela), el “desagravio a Borges” cuando El jardín de senderos que se bifurcan no obtiene el Premio Nacional de Literatura correspon-diente al periodo 1939-1941, el de-bate “Moral y literatura” organiza-do por la revista en 1945, entre otros episodios. Podlubne trabaja exhaustivamente sobre cada una de las piezas de una argumentación que le permite contrafirmar: la nada sencilla revisión de parte de las tesis fundacionales de María Teresa Gra-muglio y de John King sobre Sur o la sutil desarticulación de los pun-tos de mayor consenso crítico so-bre sus escritores se logra a partir de un complejo ensamble de datos leídos con finísimo detalle (prueba

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de ello es el arduo trabajo de archi-vo del que dan cuenta, en especial, las notas al pie y los condensados envíos bibliográficos). Por ejemplo, a partir de la discusión sobre “Mo-ral y literatura”, Podlubne desman-tela una tesis extendida de King “sobre la falta de normas estéticas explícitas en la primera época de Sur” (153).

En la segunda parte, Podlubne retoma las conclusiones de la pri-mera para exponer una lectura de los comienzos literarios de José Bianco y de Silvina Ocampo en clave de respuesta a las “intimacio-nes de las morales literarias de la revista” (25). Con elegancia y agu-deza repasa los textos más impor-tantes de la crítica entre los que se destacan los de Daniel Balderston, Sylvia Molloy y Enrique Pezzoni. Pero también aquellos textos que, desde el corazón de Sur, ejercían el trabajo crítico que no sólo mediaba la circulación de la obra del escritor en cuestión, sino también su futura producción literaria: desde este lu-gar expone y visibiliza las prerroga-tivas de Victoria Ocampo, de Adol-fo Bioy Casares y de Jorge Luis Borges. La firmeza y claridad de sus interpretaciones se advierte en las tesis que anticipa sobre el “impulso centrífugo” (25) de la narrativa de Silvina Ocampo. Su lectura de los vaivenes en la escritura de Ocam-po, producidos al compás de la sor-dera versus la internalización de la moral literaria de Sur, la confirma en el lugar asignado por Nelly Ri-chard como una de las más afinadas críticas de Argentina. Si bien no hay en su trabajo una militancia de gé-nero ni una adscripción teórica ex-plícita en esa línea, el análisis de la

construcción institucional lograda por Victoria Ocampo, de sus alian-zas y disputas, de los mandatos so-bre su hermana y las vacilaciones estéticas de ésta con las consecuen-tes derivas en su producción discu-te, otra vez, los núcleos de los con-sensos críticos mientras aporta una lectura sobre la representación y la acción de las mujeres en y desde la escritura en la Buenos Aires de los años 40. Sus notas sobre el primer libro de Silvina, escritas entre la be-ligerancia, la ocurrencia deslum-brante y la opción por una política de la exhumación, son un ejemplo evidente.

La tercera conversación que Podlubne mantiene es con la teoría. El aparato conceptual que arma articula categorías de Maurice Blan-chot y de Roland Barthes con otras de Edward Said, Pierre Bourdieu, Giorgio Agamben, Gilles Deleuze y Jacques Derrida. Una conversación que inscribe las particularidades de la apropiación categorial que se rea-liza desde Argentina. Y allí el diálo-go se entabla con Beatriz Sarlo, En-rique Pezzoni, Jorge Panesi, Alber-to Giordano, Josefina Ludmer, Adriana Astutti, María Celia Váz-quez, Nora Avaro y Martín Prieto.

Podlubne hace de Sur una re-vista otra al descubrirla en perfiles antes no entrevistos, al de(s)velar matices insospechados en la escri-tura de Bianco y en la de Silvina, pero también en la de Victoria Ocampo, en la de Jorge Luis Bor-ges y en las del repertorio completo de la crítica que se había ocupado de ellos. Pero además lo hace desde una dicción que despliega, como pocas veces he encontrado en la crítica literaria argentina, una narra-

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tiva. Una doble inscripción a la que se agregan las condiciones de pro-ductividad, tramadas entre los afec-tos, los amigos y el trabajo de ense-ñar, entre los compañeros de la universidad y la ardua tarea de con-cluir un doctorado. Algo de esto se desliza en el agradecimiento a Emi-lia, su hija, “que durante meses jugó a que sus Barbies trabajaban de ‘ha-cer la tesis’” (10); también en la ci-frada dedicatoria (“A Giordano, en Salta y Ovidio Lagos, a las cinco de la tarde” [7]). Una conjunción de encuentros posibilitadores de los diálogos que Escritores de Sur ofrece mientras invita a otra “conversa-ción infinita”.

Analía Gerbaudo Universidad Nacional del Litoral /

CONICET María Helena Rueda. La vio len-c ia y sus huel las , una mirada desde la narrat iva co lombiana . Madrid: Iberoamericana, 2011. 198 pp.

La violencia y sus huellas, una mira-da desde la narrativa colombiana ofrece una revisión inteligente, crítica y original de las narrativas colombia-nas que durante el último siglo se han ocupado de la violencia en este país. Rueda no sólo hace un análisis textual de los relatos que narran la violencia, sino que además explora la permeabilidad que existe entre los hechos atroces y la manera en que éstos han sido narrados. Tam-bién pone en primer plano la com-pleja y polémica relación entre es-critura, ética y violencia en Colom-bia. La noción de continuum desarro-llada por Scheper-Hughes y Bour-

gois en la introducción de Violence in War and Peace (2004) resulta en-tonces de gran utilidad para la auto-ra. Este concepto le exige abordar los actos de agresión, las circuns-tancias que los hacen posibles, sus derivaciones personales, sociales y políticas, y las narrativas que inten-tan comprenderlos y contarlos des-de una perspectiva de reciprocidad y relacionalidad.

Uno de lo más grandes aciertos de La violencia y sus huellas es la ex-ploración de la permeabilidad entre la realidad y sus discursos que ape-lan a formulaciones amplias y afir-mativas de lo ético. En este sentido, Rueda sigue las reflexiones de Alain Badiou sobre estos temas. Su énfa-sis puesto en la comunicación y la porosidad arma el texto y le permi-te a Rueda indagar en la capacidad que la literatura tiene para desnatu-ralizar situaciones, (re)presentar di-ferentes perspectivas, plantear di-versos cursos de acción y, en gene-ral, señalar las estructuras y circuns-tancias que (re)producen y exacer-ban la violencia. El libro está divi-dido en cinco capítulos, cada uno de los cuales se centra en un perio-do y una etapa de esta indagación.

El primero de ellos, “La Vorá-gine y sus rupturas”, introduce uno de los ejes del libro: el espectro te-naz de la mitificación. En su carta a Luis Trigueros, José Eustasio Rive-ra expone el temor de haber agra-vado la situación de los caucheros con su novela, que Rueda considera la novela fundacional de la violen-cia colombiana. Esta aprehensión habrá de acompañar a los escritores que le siguen: ¿no se empeora la situación de violencia, despojo y desplazamiento de ciertas pobla-

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ciones al hacer de sus cruentas his-torias objetos estéticos de consumo y disfrute? ¿Cómo no monumenta-lizar, erotizar o mitificar la violencia que se narra? Este carácter reflexi-vo y autoconsciente del texto de Rivera es para Rueda lo que dife-rencia La Vorágine de otras novelas de su tiempo, y es también el lugar en el que radica la transcendencia de su indagación ética.

En el segundo capítulo, “La Violencia: ¿Qué hay en un nom-bre?”, la mayúscula que Rivera usa-ra en la primera línea de su texto se vuelve la equívoca nominación de una época específica en la historia de Colombia: los conflictos biparti-distas que azotaron el país desde la década de 1940 hasta comienzos de los años 60. Rueda resalta la ambi-güedad de esa denominación y cen-tra su capítulo en las implicaciones de usar un término tan huidizo para nombrar un periodo histórico y un conjunto de obras muy amplio y diverso. Dentro de éste, Rueda se enfoca en el trabajo de Hernando Téllez y Eduardo Caballero Calde-rón y propone que en sus textos hay una reflexión ética que se pre-gunta por el (sin)sentido mismo de la violencia y la justicia más allá de las filiaciones partidistas. De Téllez se rescata el carácter universal de su colección de relatos Cenizas para el viento (1950), pues en ésta se explo-ran situaciones límite en las que salen a la superficie conflictos éti-cos inherentes al ser humano. De la obra de Eduardo Caballero Calde-rón se recalca el giro hacia una perspectiva sociológica crítica de sí misma que se esforzó por alejarse de las concepciones moralistas y

ofrecer explicaciones alternativas de la realidad nacional.

El tercer capítulo, “Violencia, olvido y justicia en Gabriel García Márquez”, aborda el trabajo del mítico escritor colombiano en al-gunos de su más destacados textos periodísticos y en sus primeras no-velas (La hojarasca [1955], El coronel no tiene quien le escriba [1961] y La mala hora [1962]). En respuesta al hastío narrativo producido por las macabras y explícitas descripciones que caracterizaron la narrativa in-mediatamente anterior, García Már-quez representa comunidades don-de la violencia y sus efectos están por todas partes, pero que narrati-vamente permanecen tan elusivos y ambiguos como lo son en la mayo-ría de las vidas diarias de quienes los padecen. Con esto, el texto lite-rario se constituye en un mecanis-mo de restitución simbólica capaz de proyectar la especificidad de una situación al ámbito universal sin restarle complejidad. La escritura de García Márquez es un punto de inflexión clave al señalar la urgencia de una exploración ética que se pregunte también por las múltiples consecuencias de la violencia en las comunidades y en la vida cotidiana de miles de personas.

El cuarto capítulo hace un pa-neo por la historia, la polémica y la importancia del género testimonial y analiza el trabajo de Alfredo Mo-lano (Los años del tropel, 1985), Alon-so Salazar Jaramillo (No nacimos pa’ semilla, 1990), Patricia Lara (Las mu-jeres en la guerra, 2000) y Guillermo González Uribe (Los niños de la gue-rra, 2002). Rueda se centra en los vacíos y elipsis presentes en todos los textos para señalar que éstos no

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responden a preocupaciones estéti-cas, sino a amenazas concretas a las que la voz narrativa está expuesta. Si se ocultan nombres de personas y lugares no es para crear un am-biente narrativo particular, sino pa-ra proteger a los protagonistas del relato de posibles venganzas de agentes violentos aún activos y po-derosos. Esta eliminación –literaria y literal– de la identidad es repre-sentativa de la extrema vulnerabili-dad de miles de personas que no son protegidas por las instituciones que se supone deberían garantizar su seguridad. Sin embargo, nom-brar la violencia desde el anonimato es también una manera de convo-car el poder de la palabra para, en un futuro, proteger las identidades y comunidades que en el presente enunciativo no pueden ser siquiera nombradas. El silencio en estos re-latos es parte constitutiva de la e-nunciación de la violencia. Si ante la violencia el lenguaje y el sentido se quiebran, el esfuerzo narrativo de los hablantes es una manera de re-vitalizarlo, de reapropiárselo para configurar nuevos significados.

“Los varios sentidos del des-arraigo”, el quinto y último capítu-lo, gira en torno a la pregunta por la posibilidad de una apuesta litera-ria ética en el marco de la tensión existente entre situaciones de vio-lencia locales que reclaman ser con-tadas y la presión de un rentable mercado global sediento de cruen-tas y exóticas historias. Novelas como La virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo, Cartas cruzadas (1995) de Darío Jaramillo Agudelo, Rosario tijeras (1999) de Jorge Fran-co, La multitud errante (2002) de Laura Restrepo, y El síndrome de Uli-

ses (2005) de Santiago Gamboa son analizadas a la luz de los muchos desplazamientos y resignificaciones que conforman el sistema de (re)-producción y circulación de los re-latos que se ocupan de la violencia hoy en día, y de la posibilidad –o imposibilidad– de un espacio ético en medio de éstos. Con frecuencia estas novelas hacen uso de una prosa que erotiza la violencia, lo que hace que situaciones específicas y altamente perturbadoras sean fá-cilmente traducibles a los códigos de consumo del mercado global. Sin embargo, Rueda propone la noción de una “ética ansiosa” para explicar cómo si bien estas novelas navegan exitosamente las lógicas del consumo, logran no obstante salvar su esfuerzo ético mediante el recurso a lo local.

Por todo lo anterior, La violencia y sus huellas es un valioso aporte a la reflexión crítica sobre la relación porosa y ambigua entre violencia, escritura y ética; una aguda explora-ción de la pregunta –siempre incó-moda y urgente– por la responsabi-lidad que tenemos ante nuestra si-tuación y ante las narrativas que le dan sentido.

Juliana Martínez American University

Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi. César Valle jo en Ma-drid en 1931: i t inerario docu-mental . Madrid: Del Centro Edi-tores, 2012. 164 pp.

La crítica vallejiana se viene con-

figurando tradicionalmente desde dos puntos de vista complementa-rios: el fundado por críticos como

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Luis Monguió, André Coyné o Juan Espejo Asturrizaga, centrado desde los años 50 y 60 en recuperar todo tipo de documentos para establecer una bio-bibliografía definitiva del poeta; y el que, desde los años 70 aproximadamente, con críticos co-mo Julio Ortega, Jean Franco o Américo Ferrari, trata de establecer una teoría literaria sobre la obra de César Vallejo, explicando las prin-cipales dificultades de su lectura a través de influencias y corrientes que pudieron ser afines al poeta.

En los últimos años, se han en-riquecido estos dos puntos de vista con estudios inscritos en ambas vertientes. Como ejemplo del pri-mero, Carlos Fernández y Valen-tino Gianuzzi ofrecen datos muy concretos sobre la estadía de Valle-jo en España durante el año 1931. Esta investigación se enmarca en un proyecto mayor desarrollado por Fernández y Gianuzzi, que lle-van años estableciendo accesos a unas fuentes usualmente olvidadas, desconocidas o inéditas, para re-construir la biografía de César Va-llejo, tantas veces tergiversada y olvidada por la crítica. Ya su libro César Vallejo. Textos rescatados (Lima: Universidad Ricardo Palma, 2009), ofrecía varios textos inéditos des-cubiertos durante sus investigacio-nes en archivos peruanos y euro-peos, exponiendo siempre las pri-meras fuentes y acercando una bio-grafía con tantas carencias al lector interesado en Vallejo. El último estudio publicado por Fernández y Gianuzzi, titulado César Vallejo en Madrid en 1931: itinerario documental, se centra en el periodo más largo que el poeta pasó en España, como consecuencia del decreto de expul-

sión promulgado por el gobierno francés, en que se le obligó a salir del país a finales de 1930. Vallejo estuvo en la península ibérica, se-gún acotan Fernández y Gianuzzi, desde el 30 de diciembre de 1930 hasta el 12 de febrero de 1932, con viajes esporádicos a Rusia y París.

En este breve estudio, los auto-res recorren el itinerario biográfico del poeta durante ese año, contras-tando las pocas fuentes que existen del periodo y, como es costumbre en ellos, desconfiando de testimo-nios escritos demasiado alejados en el tiempo o por amigos del poeta que inevitablemente impregnan los textos de comentarios parciales o equívocos. Así, por ejemplo, se ha repetido muchas veces que Vallejo recibió la proclamación de la II Re-pública española con escaso entu-siasmo, pero pocos críticos citan los comentarios de Armando Bazán o Juan Domingo Córdoba, con quienes Vallejo convivió en Madrid y según los cuales el poeta fue uno de los más entusiastas con el nuevo régimen republicano.

Como señalan los autores, Valle-jo no permaneció todo ese año en Madrid. Además de visitar otras ciudades españolas como León o Astorga, el poeta viajó a Rusia du-rante 1931, seguramente entre prin-cipios de octubre y algún momento indeterminado del mes de noviem-bre, con una breve parada en París. De los datos inéditos que ofrecen Fernández y Gianuzzi cabe destacar la firma de Vallejo en dos protestas políticas aparecidas en periódicos madrileños: una en El Heraldo de Madrid, del 1 de octubre de 1931, “contra la amenaza de fusilamien-tos de los súbditos suizos, miem-

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bros de la Secretaría Sindical Pan-pacífica” y otra en el periódico Luz, en agosto de 1932, “contra los crí-menes que realiza en el Perú el co-mandante Sánchez Cerro”. Este último documento posee gran inte-rés, en tanto que denuncia también al partido aprista, liderado por el amigo de juventud de Vallejo, Víc-tor Raúl Haya de la Torre, por co-laborar con el régimen autoritario de Sánchez Cerro.

Además del itinerario biográfico, el libro de Fernández y Gianuzzi se completa con un recorrido literario, donde rescatan datos sobre la pu-blicación y recepción de las obras de Vallejo durante su estancia en España. Se ofrece información so-bre el único autógrafo que se con-serva del poeta, quien supuesta-mente regaló al estudiante peruano Arturo Pastor Boggiano una copia de su poema XVI de Trilce, bajo el título “Requisitoria del individuo”; y sobre la presencia en la prensa (tanto española como francesa) de la segunda edición de Trilce, apare-cida en Madrid, en julio de 1930, unos meses antes de la llegada a España de Vallejo.

Una de las características más destacables del texto es el modo en que los autores contextualizan cada cita y cada referencia, pues no se trata sólo del recorrido de Vallejo, sino de quiénes rodearon al poeta, cuáles eran sus amigos y enemigos, quiénes lo leían, con cuánto interés, de qué manera. Por ejemplo, al ha-blar de la recepción de Trilce, se menciona la comparación que hizo el periodista Jaime Torres Bodet entre Vallejo y Neruda, en su rese-ña publicada en La Gaceta Literaria (enero de 1931). Fernández y

Gianuzzi ofrecen la reacción de Neruda a través de su correspon-dencia, donde vemos que se hizo con un ejemplar del poemario para después tildarlo de “seco y espan-toso”, “cruel, literario y estéril”.

Entre otros documentos inédi-tos o parcialmente editados, los autores publican la reseña completa (en facsímil del periódico francés y traducida por ellos al castellano) que Pierre Lagarde escribió para el diario Comoedia (París, 12/07/ 1931), titulada “Trilce o le Dadaïsme au Pérou”, con motivo de la segun-da edición del poemario; también presentan el anuncio publicitario que apareció en el periódico Crisol sobre la publicación de Rusia en 1931, así como la reseña que hizo del libro el crítico Jenaro Artines, publicada en el mismo periódico el día 24 de junio de 1931; por último, los autores descubren una nota desconocida, que apareció en El Imparcial de Madrid (16/3/1932), sobre la redacción de Rusia ante el segundo plan quinquenal, libro que Va-llejo no pudo publicar en vida, pues su primera edición se hizo en Lima, en 1965.

Fernández y Gianuzzi recons-truyen, además, el proceso de crea-ción de El tungsteno, novela publica-da por la editorial Cenit (1931), se-gún las diferentes versiones que existen de Juan Larrea y la viuda del poeta, Georgette de Vallejo. Y por último, ofrecen datos sobre dos artículos periodísticos que el poeta escribió en ese año de estancia en Madrid, ambos políticamente muy comprometidos con la causa mar-xista. Uno de ellos fue incluido en su exitoso libro Rusia en 1931, pu-blicado en Madrid por la editorial

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Ulises y muy reseñado en los dia-rios españoles.

Este estudio, que llama la aten-ción por su pulcritud y rigor, en la línea que viene caracterizando a los autores, ofrece además un apéndice con los facsímiles de los documen-tos, así como una bibliografía de todo lo publicado por y sobre Va-llejo entre 1930 y 1932; todo ello sirve para completar la biografía de Vallejo durante su estancia en Es-paña. Este periodo fue sin duda el más productivo del poeta en cuanto a publicaciones en Europa, tal y como señalan Fernández y Gianuz-zi, a quienes debemos agradecer siempre su incansable labor de ar-chivo. Este libro se enmarca en un proyecto más grande de investiga-ción vallejiana, y esperamos que tenga pronto una continuación y que los autores sigan enriquecien-do, de manera tan rigurosa, la bio-grafía desconocida del poeta pe-ruano.

Marta Ortiz Canseco

Investigadora independiente Kim Beauchesne y Alessandra Santos, editoras. The Utopian Impulse in Latin America . New York: Palgrave Macmillan, 2011. 308 pp.

Con catorce ensayos y una in-

troducción, The Utopian Impulse in Latin America, editado por Kim Beauchesne y Alessandra Santos, se constituye como la más reciente y, además, sólida contribución de im-portantes académicos para los es-tudios utópicos en la región. Con esta publicación se articulan una serie de lecturas que intentan llenar

un espacio fundamental para nues-tro continente: cómo la utopía se erige en constitutiva en diversos momentos de la historia y la cultu-ra, y verificar qué tipo de alternativa propone ésta para las sociedades coloniales y postcoloniales en Amé-rica (Latina).

Beauchesne y Santos han reuni-do una serie de ensayos que englo-ban el llamado “impulso utópico”, término extraído de El principio espe-ranza (Das Prinzip Hoffnug, en el ori-ginal, o The Principle of Hope), del pensador alemán Ernst Bloch, en torno a aquel sentido primordial que se encuentra potencialmente en todas las cosas y que es capaz de determinar una vida mejor. Ambas editoras pasan revista brevemente a los exponentes del pensamiento utópico: Platón, Tomás Moro, el propio Bloch, Edward Said, Frede-ric Jameson y Ruth Levitas, en diá-logo con las tradiciones filosóficas más saltantes de la modernidad eu-ropea. Para el caso latinoamericano, citan, entre otros, a Beatriz Pastor (contribuyente en el presente vo-lumen), quien en El jardín y el pere-grino nos recuerda que la utopía y su lado oscuro, la distopía, van de la mano en la forja de la América co-lonial. Esta alternancia de positivi-dades y negatividades sería una constante en el paso del impulso utópico por este continente: de los intentos indígenas a la integración del criollismo panamericano, del mestizaje (y sus diversas máscaras, como transculturación, hibridez o sincretismo) hasta las revoluciones de los 60 y 70; y finalmente el rol que ocupa el abanico de opciones del pensamiento utópico para en-frentar las diferentes crisis –eco-

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lógicas, económicas, políticas y so-ciales‒ de nuestra era.

Los catorce ensayos, agrupados en seis partes, dan cuenta de dicha alternancia enfatizando en el hecho de que con el descubrimiento de América se materializaría una prác-tica utópica que no ha cesado de estar presente entre nosotros. La primera parte, “Foundational Uto-pias”, reúne dos artículos pertene-cientes a Beatriz Pastor y José An-tonio Mazzotti. El primero, “Uto-pia in Latin America. Cartographies and Paradigms”, trata de la relación de Cristóbal Colón y Hernán Cor-tés con los oficios cartográficos: a partir de la búsqueda del paraíso terrenal (Colón) y la inclusión de Tenochtitlán en el imaginario euro-peo (Cortés), se iniciaría una tradi-ción que consiste en fijar el impulso utópico en la urbe latinoamericana (Sarmiento, García Márquez y Monsiváis). Mazzotti, por su parte, propone una mirada transatlántica en su artículo “Barataria from the Perspective of Latin American ‘Co-lonial’ Studies”, en el que, formu-lando una relectura de Utopía y con-trautopía en El Quijote, de José An-tonio Maravall, analiza el episodio de la isla de Barataria: Sancho Pan-za, convertido en gobernante, apli-ca nociones de “buen gobierno”, parodiando así al erasmismo y al maquiavelismo. La alegoría de Ba-rataria serviría también para criticar a la conquista y el régimen colonial, además de su “producto” más lo-grado: los conquistadores.

La segunda parte (“Utopia and Modernity”) se inicia con un texto de Alejandra Uslenghi, “Remnants of a Dream World”, en el que ana-liza las estructuras de hierro y vi-

drio de los pabellones latinoameri-canos durante la Exposición Uni-versal de París de 1889, pero sobre todo el tipo de rastros utópicos que usaron estos países ‒México y Ar-gentina‒ para legitimarse frente a la mirada del otro colonial. A su vez, Odile Cisneros, en “Ecocanniba-lism. The Greening of Antropofa-gia”, se sitúa en la época de Oswald de Andrade para resaltar el van-guardismo de “Manifesto da Poesia Pau-Brasil” (1925) y “Manifesto Antropófago” (1928) como formas de toma de conciencia, no sólo como práctica cultural, sino como anticipación a toda la preocupación ecológica y aun ecocrítica a partir de un retorno a la naturaleza. En tanto, Justin Read investiga la figura de “Eulalia in Utopia”, en dos tex-tos donde se hace presente Eulalia, aunque distantes temporalmente, como lo son Prosas profanas (1896/ 1901), del nicaragüense Rubén Da-río, y Cartas de um sedutor (1991), de la brasileña Hilda Hilst. Luego de explorar la relación de la prostituta y el jugador con la nocturnidad (Benjamin), Read cuestiona la viabi-lidad de la utopía a partir de su con-traste con la realidad urbana con-temporánea.

El texto de Gisela Heffes abre la tercera sección del volumen, “Fe-minist Utopias”. En “Southern Displacements in Flora Tristan’s Pérégrinations d’une Parie”, Heffes compara la trayectoria de los viaje-ros con el desplazamiento tanto interior como exterior de Tristán. Su destino, el Perú, sería el comien-zo de una educación sentimental en la que se haría más consciente el deseo de apoyar a los desfavoreci-dos en Francia. A su turno, Wanda

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Rivera-Rivera examina en “Revolu-tion Interrumpted. The ‘Women of April’ and the Utopia of National Liberation” la “guerra de abril” de 1965 y cómo este movimiento po-pular dio a luz a una serie de testi-monios, principalmente de mujeres que lucharon y que problematizan el canon ‒político y estético‒ de la República Dominicana, como Muje-res de abril (1985), compilación de Margarita Cordero.

La contracultura brasileña es abordada por Christopher Dunn y Elena Shtromberg en la cuarta par-te, “Utopia and Counterculture”. En el artículo “Jorge Mautner and Countercultural Utopia in Brazil”, Dunn realiza un retrato de Maut-ner, un precursor del movimiento tropicalista, aunque, como el título indica, desde el underground musical opuesto al régimen militar. A me-diados de los años 70, Mautner desarrolla una faceta narrativa de creyente en las posibilidades del Brasil del futuro. Por su parte, Shtromberg se detiene en “Spatial Effects. Navigating the City in Cil-do Meireles’s Arte Física” entre dos utopías: una autoritaria, la creación de la ciudad de Brasilia, y su paro-dia, el Arte Física: Caixas de Brasi-lia/Clareira, en que Meireles traduce la experiencia cotidiana de vivir y sobrevivir en esta metrópolis.

Juan Pablo Dabove inaugura la quinta parte, “Revolutionary Uto-pias and the Politics of Memory”, con una contribución acerca de la obra de Jorge Amado, “Dangerous Illusions and Shining Utopias”, en la que explora los claroscuros de su narrativa, su rol como líder del Par-tido Comunista Brasileño y la ca-racterización del cangaceiro como

personaje tragicómico. Para Diana Sorensen, autora de “Utopia and Politics of Memory”, la utopía no se asocia con el totalitarismo, sino, por el contrario, con el compromi-so de América Latina en la lucha revolucionaria de los 60, punto de partida para una reflexión más abierta sobre el lugar de la memoria en nuestros días. “The Innocent Eye” se denomina el trabajo de Rita de Grandis sobre la mirada infantil en tres películas acerca de las dicta-duras militares que asolaron Brasil, Chile y Argentina (respectivamente) entre fines de los 60 y comienzos de los 70: O Ano en que Meus Pais Saíram de Férias (2006), Machuca (2004) y Kamchatka (2002).

En la sexta y última parte, “Utopia and Ethnicity in the Twenty-First Century”, Carla Bea-triz Melo (“Urgent (Anti)spectacles of Critical Hope”) se aproxima a los movimientos que emergen del Foro Social Mundial, como el Fren-te 3 de Fevereiro, Amazon Watch y Rainforest Network, los cuales in-tentan crear una conciencia social, tanto de protección al ecosistema como de reivindicación de los dere-chos civiles. En tanto, Juan Zeva-llos-Aguilar (“Recent Peruvian Quechua Poetry”) argumenta que la poesía de Odi Gonzales, Freddy Roncalla y Ch’aska Anka Nina-waman, siguiendo las líneas de José María Arguedas, desplaza la utopía andina (Flores Galindo) a un espa-cio post-utópico, donde ya no se produce el retorno del inca, sino que más bien pretende afianzar el lugar del “yo” poético en un mun-do globalizado.

The Utopian Impulse in Latin Ame-rica contribuye de manera funda-

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mental a la elaboración de alterna-tivas sociales y artísticas en el con-tinente. Queda demostrado que el pensamiento utópico posee un im-pulso inusual en América Latina, y es fuente de creatividad y reflexión permanentes. Desde la portada (“Arriba el Sur”), cuadro pertene-ciente al pintor argentino Nicolás García Uriburu –en el que se esta-blece un nexo que atraviesa espacio y tiempo con la “América inverti-da”, del uruguayo Joaquín Torres García, al igual que con “Continens Paradisi”, de Antonio de León Pi-nelo– podríamos afirmar que toda América está habitada por la utopía.

Giancarlo Stagnaro

Tulane University Camilo Fernández Cozman. Cé-sar Moro, ¿un antropófago de la cul tura? Lima: Revuelta Edito-res, 2012. 102 pp.

El 10 de enero de 1956, coinci-

diendo con el año de la caída del dictador Manuel A. Odría, falleció en Lima César Moro, el poeta pe-ruano más próximo al Surrealismo fundado por André Breton y Louis Aragón. Aparte de los intelectuales y amigos que lo estimaron, su dece-so concitó una atención más bien escasa por parte de la crítica litera-ria de entonces. Luego de una vida intensa, fulgurante como varios de sus mejores poemas de La tortuga ecuestre, murió en medio del olvido y la indiferencia de la mayoría, y así permaneció por mucho tiempo.

Recién en los últimos años, la crítica especializada ha comenzado a dedicar estudios íntegros que han permitido recuperar la valiosa obra

del autor de El castillo de Grisú y anexarla con vigor a la tradición poética peruana. César Moro, ¿un antropófago de la cultura?, de Camilo Fernández, constituye un estudio original y notable sobre la obra poética y el trabajo intelectual de César Moro. El libro resulta polé-mico desde el título: Moro, el afrancesado, el cosmopolita, es in-terpelado y asumido como un caní-bal simbólico, un devorador sud-americano de la cultura europea que, supuestamente, lo fascinó.

La hipótesis central del trabajo de Fernández es igualmente nove-dosa y controvertida: propone que la poesía de Moro, deliberadamente distinta a la de los surrealistas euro-peos, fue escrita en un francés hí-brido donde se presentan las mar-cas innegables de un hablante cuya lengua materna es el español. Tal característica no constituye ningún demérito en su obra, sino que, por el contrario, es una clara muestra de creatividad, de aquello que los lin-güistas han bautizado como “ima-ginación plurilingüe”.

Fernández Cozman desarrolla su hipótesis a lo largo de cinco capítu-los. En el primero, titulado “Hablar desde los bordes y el pensamiento crítico”, se realiza un diálogo indis-pensable con la crítica sobre Moro y se desarrollan los conceptos que constituyen el sustento de todo el libro. En primer lugar, se define una palabra clave, “glotocentris-mo”, desarrollada por Juan Carlos Godenzzi y entendida como la creencia o el prejuicio por el cual un sujeto piensa que su lengua es superior a las otras. Fernández aso-cia el concepto de glotocentrismo con ese otro término desafortuna-

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do, “etnocentrismo”. Estos dos conceptos le permiten cuestionar con solvencia la mirada tradicional que, sobre Moro, han tenido y tie-nen aún críticos de la talla de André Coyné y Américo Ferrari. Ambos (quienes escriben desde la academia europea) sostienen que, si bien va-liosa, la poesía de Moro en francés posee una serie de falencias incues-tionables que resienten su calidad. Frente a esta postura tradicional y hegemónica, Fernández destaca el aporte de un grupo cada vez más consistente de jóvenes intelectuales (curiosamente, todos latinoameri-canos), que constituyen la “otra crí-tica”. Mariela Dreyfus, Elena Altu-na, Yolanda Westphalen y Marcos Mondoñedo, entre otros, han lo-grado distanciarse del glotocentris-mo europeizante y han incorpora-do, desde una óptica multidiscipli-naria, el estudio del sujeto y su lu-gar de la enunciación, así como un examen minucioso de los meca-nismos figurativos y de estilo pre-sentes en la obra de Moro.

El segundo capítulo, “César Mo-ro, ¿un antropófago de la cultura?”, es sin duda el más importante y ambicioso del libro. El término “antropófago de la cultura” no es original: ha sido tomado por Fer-nández del famoso “Manifiesto an-tropófago”, publicado en 1928 por Oswald de Andrade. Según el poeta brasileño, el latinoamericano está lejos de ser un “buen salvaje”, uno que inclina la cabeza con sumisión y asume pasivamente las enseñan-zas de sus civilizadores occidenta-les; por el contrario, el latinoameri-cano es un caníbal, en el sentido simbólico del término, un antropó-fago que devora el saber occidental,

lo deglute y lo procesa a su manera para producir una rica cultura hí-brida. Fernández Cozman sustenta su hipótesis a partir del análisis de textos en prosa como “Biografía peruana (la muralla de seda)”, así como de poemas en francés como “Piedra madre”. Se extraña, sin embargo, un desarrollo de esta idea en función de otro marco teórico de gran influencia en la interpreta-ción de las culturas latinoamerica-nas, el de “transculturación”.

La polémica visión de César Moro como un antropófago de la cultura se complementa y profun-diza en el tercer capítulo, titulado “El francés periférico de César Mo-ro en Estos poemas (1930-1936)”. Asumiendo un punto de vista me-ramente normativo, críticos de la talla de André Coyné han afirmado que los poemas en francés de Moro contienen una serie de errores ga-rrafales, propios de quien no domi-na la lengua de Baudelaire; sin em-bargo, Fernández enfatiza que no se trata de errores, sino que esta-mos frente a manifestaciones vo-luntarias de una conciencia lúdica que, de forma creativa, procede a castellanizar el francés.

El cuarto capítulo, “De cómo el pensar antropófago puede crear una cultura”, aborda la obra escrita en español por César Moro, en es-pecial los poemas de La tortuga ecuestre. Sirviéndose de los aportes de Claude Lévi-Strauss, mejor di-cho, reformulándolos, Fernández intenta anticiparse a posibles con-fusiones en el lector acerca del “pensamiento salvaje” y el “pensar antropófago”, este último presente en la obra de Moro. El problema con las ideas del antropólogo fran-

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cés, según Fernández, es que han sido pensadas desde un eurocen-trismo que tiene un limitado alcan-ce para entender obras insólitas como las del poeta surrealista pe-ruano.

El último capítulo, “César Moro y José María Arguedas, hermanos distantes pero cercanos” es el más breve y, sin embargo, uno de los más ambiciosos del libro. Fernán-dez intenta hermanar las propuestas del poeta surrealista con las del cé-lebre narrador indigenista. Esta in-tención, por cierto, pretende ser una respuesta a un antiguo prejui-cio de nuestros críticos, quienes suelen ubicar al autor de El castillo de Grisú y al de Todas las sangres en las antípodas de la literatura perua-na, en cuanto a compromiso e identidad con la cultura de ese país. Según Fernández, Moro y Argue-das, distintos en sus estéticas, com-parten el hecho de haber reflexio-nado agudamente sobre la historia del Perú y de haber construido un código híbrido. En el caso de Mo-ro, estamos ante el prototipo del intelectual cosmopolita nacido en Lima, ante el artista peruano que dialoga con la cultura europea hasta conseguir hacerla suya.

Hay un último aspecto que re-sulta indispensable destacar, a pro-pósito de César Moro, ¿un antropófago de la cultura? Este libro parece de-cirnos que no se trata de escribir desde el lugar de la enunciación de la academia europea o norteameri-cana; tampoco, de recibir pasiva-mente los aportes teóricos de Oc-cidente, para luego aplicarlos tal cual al análisis de nuestras obras. El intelectual latinoamericano –parece ser la lección que el propio Fernán-

dez Cozman extrae de su estudio–, está obligado a asumir sin remor-dimientos el pensar antropófago: su deber es deglutir el conocimiento venga de donde venga, digerirlo y devolverlo en toda su hibridez, convertido en nuevo conocimiento.

Creo que allí radica el valor principal de este libro de un crítico peruano que ha dedicado lo mejor de su labor al análisis de poetas y escritores de Latinoamérica. César Moro, ¿un antropófago de la cultura? es un magnífico ejemplo de que devo-rar y asimilar los aportes de la cul-tura occidental constituye una sana práctica que nos permite reflexio-nar mejor sobre nuestra propia cul-tura, tomando como base el princi-pio de hibridez, una de las caracte-rísticas fundamentales (y fundado-ras) de nuestra condición de lati-noamericanos.

Selenco Vega Jácome

Universidad de Lima Gamaliel Churata. La resurrec -c ión de los muertos . Alfabeto de lo incognosc ib le . Edición y estu-dio introductorio de Riccardo Badini. Lima: Asamblea Nacio-nal de Rectores, 2010. 862 pp.

La resurrección de los muertos

es el segundo volumen de la enci-clopedia del conocimiento humano de dieciocho tomos que Gamaliel Churata (Arequipa, 1897-Lima, 19-69) planeaba publicar a lo largo de su vida. El pez de oro (1957) fue el primer tomo que circuló cuando Churata residía en La Paz, Bolivia. Su proyecto intelectual tenía el títu-lo de Alfabeto de lo incognoscible y es-taba constituido con otros criterios

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para promover nuevas síntesis de cuerpos de conocimientos occiden-tales e indígenas. Churata quería crear una enciclopedia alternativa a la de Denis Diderot y Jean Le Rond D’Alembert del humanismo francés del siglo XVIII. En los dos tomos de su enciclopedia incorporó cos-mologías, epistemologías y ontolo-gías aymaras y quechuas junto con el pensamiento antirracionalista europeo (la fenomenología, el psi-coanálisis, el existencialismo). Asi-mismo, confiaba en que la poesía y el teatro podían comunicar cono-cimientos, de manera similar al en-sayo o al artículo científico.

Además del estudio introducto-rio y edición crítica de Riccardo Badini, Resurrección de los muertos contiene esclarecedores prólogos de Ricardo González Vigil y Anto-nio Melis. Asimismo, un colofón de José Luis Ayala, titulado “Churata en la cultura universal” narra deta-lles sobre el retorno del autor de El pez de oro a Puno en 1964. Las mil treinta y una notas a pie de página de la edición crítica de Badini ayu-dan a entender los juicios de Chu-rata sobre los pensamientos euro-peo, aymara y quechua de su re-gión. Badini demuestra que Churata era un lector autodidacta voraz que leía todo material a su alcance. Es-taba bien informado del proceso y tradición filosófica y científica eu-ropea desde los griegos hasta su época. Para aclarar ciertas nociones e información Churata utilizaba fuentes secundarias no académicas como el almanaque Bristol y el Reader’s Digest. Asimismo estaba al tanto sobre los acontecimientos de su época. Su referencia histórica más tardía es el asesinato del presi-

dente norteamericano John F. Ke-nnedy el 22 de noviembre de 1963 (578). Por esta referencia se puede decir que La resurrección de los muertos no se terminó de escribir antes de 1964, año de retorno de Churata al Perú luego de treinta y dos de exilio en Bolivia. También las notas a pie de página de Badini dan luz sobre el uso de arcaísmos del español an-dino, extranjerismos, aymarismos, neologismos y quechuismos en Churata.

En La resurrección de los muertos se comprueba que Gamaliel Churata es un precursor de los pensamien-tos postcolonial y descolonial cuan-do lleva a cabo una crítica de los efectos de la colonialidad del saber y la colonialidad del ser del euro-centrismo en la región del sur an-dino. Según Churata, la coloniali-dad del poder (racismo) de la em-presa colonizadora española en los Andes, que empezó en el siglo XVI y fue heredada por las élites criollas durante el periodo republicano, ha justificado procesos de moderniza-ción excluyentes. En este sentido, las modernizaciones capitalistas han dejado de lado a los aymaras y que-chuas del sur andino de los benefi-cios que podrían traer para toda la población de esta región. Para legi-timar su exclusión y explotación los grupos de poder han considerando que los saberes aymaras y quechuas son inferiores al conocimiento eu-ropeo y norteamericano porque son producidos por una raza infe-rior que tiene incapacidad de razo-nar.

Gamaliel Churata, más allá de sus alusiones al racismo de la con-quista, la colonia y la república, ha-ce una crítica epistemológica al eu-

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rocentrismo (193-194) esbozado líneas arriba. Desde un lugar de enunciación (el altiplano) da res-puestas a aquellos asuntos que no puede resolver la epistemología eu-ropea (alfabeto de lo incognosci-ble). Su crítica epistemológica se opone a los esfuerzos de llevar a cabo el epistemicidio de las culturas aymaras y quechuas del altiplano peruano y boliviano en la primera mitad del siglo XX. Se sabe que el epistemicidio tuvo dos sentidos. Primero, los colonialistas intenta-ron matar literalmente el saber an-dino con campañas aculturadoras tales como la extirpación de idola-trías, evangelización, alfabetización en castellano, etc. Segundo, consi-deraron el altiplano un lugar muer-to desde un punto de vista episte-mológico por no producir teoría y/o conocimiento científico. Con el título de resurrección de los muer-tos lo que está diciendo Churata es que existe una cultura viva en el altiplano. Los aymaras y quechuas tienen capacidad de pensar. Chura-ta es su portavoz y pone en marcha su propuesta descolonizadora.

La crítica epistemológica de Churata se puede llamar también un pensamiento crítico fronterizo. Por un lado incluye en su propuesta descolonial saberes de aymaras y quechuas y sus formas peculiares de producción. Por otro lado recu-pera conocimientos y formas de producción europeas que fueron subordinadas o subalternizadas por la epistemología dominante euro-pea que vendría a ser el idealismo racionalista. Para ser más precisos, Churata considera que en su teoría del conocimiento la producción del saber no es individual, sino colecti-

va, y que la forma de producirla es a través del diálogo verbal y no la escritura alfabética. Por esa razón La resurrección de los muertos tiene una estructura teatral en la cual un per-sonaje llamado el profesor analfa-beto discute con Platón, y son inte-rrumpidos por unas voces que pro-nuncian su apoyo al profesor anal-fabeto y también enuncian sus pun-tos de vista sobre los asuntos discu-tidos. También se encuentra el per-sonaje Khori-Puma que hace co-mentarios filosóficos e introduce sus opiniones. Por cierto, si bien esta producción dialógica de cultura (colectiva y verbal) ha sido practi-cada por los aymaras y quechuas, occidente también la tenía con Só-crates y la mayéutica. Churata men-ciona al filósofo griego y su método de hacer filosofar a sus discípulos varias veces. Estaba tan impresio-nado por el método socrático que le puso el título de Mayéutica a otro de los tomos previstos en su enci-clopedia.

Churata también se pronuncia en contra de sujeto del conocimien-to de la epistemología europea en relación con su propia ontología y cosmología. El sujeto de conoci-miento europeo es un ser humano, en la mayoría de los casos varón, que se distingue de los animales y naturaleza por su capacidad de pen-sar. Su adquisición de conocimien-tos se da a través de un proceso racional que privilegia el sentido de la vista, ya sea en la visión de he-chos o en la lectura de documentos. Asociada a esta capacidad humana en la cosmología europea la con-cepción del tiempo es lineal. En la dimensión temporal los seres hu-manos nacen, crecen y mueren. Del

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mismo modo, la naturaleza y los animales no razonan, no se comu-nican y no tienen sentimientos. So-bre estos puntos, Churata sostiene desde una cosmología aymara y quechua que la muerte no significa cancelación, sino que los que mue-ren se encuentran en otro espacio. En ciertas ocasiones y lugares se puede entrar en contacto con ellos. De allí que el título de su libro alu-de a los muertos que vuelven o co-existen con el mundo de los vivos. Vivos y muertos no sólo piensan, sino también sienten y conocen, con otros sentidos, como los ani-males. De esta manera, Churata reflexiona sobre el hombre que no sólo es un animal en cuanto tiene las mismas necesidades básicas, sino también deviene animal cuan-do pone en juego sus otros senti-dos. De allí que habla de conoci-mientos táctiles, olfativos, aurales, que están asociados con sentimien-tos y emociones. Para argumentar sobre estos puntos Churata otra vez recurre a la mitología aymara y quechua, inventa personajes míti-cos y recupera el pensamiento vita-lista europeo que rescata la expe-riencia acumulada a través de los sentidos no visuales.

Por último, la publicación de Riccardo Badini de la edición crítica de Resurrección de los muertos hace ver la contemporaneidad del pensa-miento de Churata con los precur-sores del pensamiento descolonial más conocidos, como Franz Fanon y Aimé Césaire. Definitivamente, los tres pensadores leían las mismas fuentes europeas en su lengua ori-ginal o en traducciones. Mientras que los lugares de enunciación de los dos primeros se ubicaban en el

Caribe y sus reflexiones estaban teñidas por los legados de la escla-vitud de africanos, Churata lo hacía desde el altiplano andino incorpo-rando las historias, ontologías, epis-temologías y cosmologías aymaras y quechuas.

Juan Zevallos Aguilar

The Ohio State University

Carlos García-Bedoya M. Inda-gac iones heterogéneas . Estudios sobre l i t eratura y cul tura . Lima: Grupo Pakarina/ CELACP/ Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, 2012. 292 pp.

Carlos García-Bedoya Maguiña

ejerce su labor de investigador y profesor en la Universidad Nacio-nal Mayor de San Marcos en Lima, donde se formó como uno de los más destacados discípulos de An-tonio Cornejo Polar. Es autor de dos libros imprescindibles para el estudio de la literatura peruana: Pa-ra una periodización de la literatura pe-ruana (1999) y La literatura peruana en el periodo de la estabilización colonial (2000). A esta importante produc-ción se suma ahora una compila-ción de los textos publicados du-rante los últimos veinte años con el título de Indagaciones heterogéneas. Es-tudios sobre literatura y cultura, dividi-do en un breve prólogo y cuatro secciones que incluyen veinte ensa-yos sobre temas fundamentalmente relacionados con problemáticas dentro de la denominada tradición del pensamiento latinoamericano autocentrado (en términos de Fran-çoise Pérus). Forman parte de esta tradición los planteamientos de en-

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sayistas, estudiosos de la literatura, filósofos, teólogos, educadores, his-toriadores, antropólogos y sociólo-gos cuyos aportes y trascendencia son imposibles de nombrar y enu-merar aquí. García-Bedoya dialoga permanentemente con su tradición; también lo hace con los plantea-mientos de los maestros sanmar-quinos Tomás Escajadillo, Francis-co Carrillo y Raúl Bueno y con los planteamientos de sus maestros de la universidad de Pittsburgh como John Beverley y Gerald Martin. No descuida, por supuesto, el diálogo con sus alumnos y sus colegas lati-noamericanos.

Por la propuesta de construir un dialogismo intercutural, el libro revela claramente su lugar de enun-ciación que –como dice su autor– no es solamente geográfico, sino y sobre todo geocultural y epistémi-co. La discutible distinción entre el lugar del enunciado y el lugar de la enunciación no se le puede aplicar porque son uno y lo mismo en su discurso. No obstante, este libro no cierra su horizonte en la literatura peruana y latinoamericana, sino que se abre a otras “Otras indagacio-nes” (título de la cuarta sección) de tradiciones literarias como la espa-ñola, que García-Bedoya conoce muy bien, y a lecturas de diferentes zonas del mundo como se puede desprender de un amplio dominio de la teoría y los estudios literarios expuestos con un orden y una cla-ridad sencillamente paradigmáticos, como dice Raúl Bueno en la tapa del libro, es decir, con un lenguaje preciso, claro y directo que se dife-rencia del barroquismo de libros que haciendo alarde de todo y usando un lenguaje críptico no ha-

cen nada más que repetir las ideas de otros.

En los estudios de los procesos de la literatura peruana y latinoame-ricana se evidencia su “preferente inclinación hacia los enfoques pa-norámicos” (12). De hecho, en la tercera sección denominada Inda-gaciones peruanas se traza un reco-rrido que explica muy bien el pro-ceso de la literatura peruana sin descuidar sus reflexiones sobre el canon literario peruano que ha pa-sado, siguiendo lo planteado por Walter Mignolo, del canon, enten-dido como las obras maestras o las bellas letras al corpus, entendido como un vasto campo de discursos heterogéneos. La especialización de García-Bedoya se nota claramente en sus lúcidos ensayos sobre el dis-curso criollo y el discurso andino en la literatura peruana colonial cu-yas características explica al detalle; sobre las élites andinas y el renaci-miento inca donde analiza y com-para El primer Nueva Corónica y Buen Gobierno del indio aristócrata, erran-te y reclamador Felipe Guaman Poma de Ayala y la Representación verdadera y exclamación rendida y lamen-table que toda la nación indiana hace a la majestad del señor rey de las Españas y emperador de las indias, el señor don Fernando VI, pidiendo los atienda y remedie, sacándolos del afrentoso vituperio y oprobio en que están más de doscientos años de fray Calixto Túpac Inca que “era étnicamente mestizo, pero cul-turalmente un andino” (184); sobre la conquista del Perú en dos obras dramáticas coloniales insertadas plenamente en el ámbito de la ciu-dad letrada aunque estén escritas en quechua “por clérigos filo-indige-nistas, a pedido de la aristocracia

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indígena y para el consumo de ese sector social” (210): la anónima Tragedia del fin de Atahualpa y La con-quista del Perú del fraile mercedario Francisco del Castillo, en las que se reconstruye y se reinterpreta la con-quista del Perú.

Su interés por la literatura pe-ruana del siglo XIX está determi-nado por el magisterio de Francisco Carrillo y se manifiesta en un análi-sis iluminador sobre La ciudad de los Reyes de Pedro Dávalos y Lissón. Continúa con un ensayo sobre la denominada novela regionalista o novela de la tierra que entre los ha-bitantes del área andina se manifes-tó como indigenismo. García-Be-doya, en su ensayo sobre Ciro Ale-gría, de quien Mario Vargas Llosa ha dicho que es “nuestro primer novelista clásico”, afirma que El mundo es ancho y ajeno es “la novela peruana más importante de todos los tiempos” (233). Además, com-para el clásico universal de Alegría con una obra coetánea, similar y representativa de la “novela del nordeste” brasileño como es Vidas secas (1938) de Graciliano Ramos y, en un ámbito mayor, con la novela del turco Yashar Kemal titulada El halcón (1955). En este ensayo se no-ta claramente el magisterio de tal vez los más destacados estudiosos del indigenismo como lo son To-más Escajadillo y Antonio Cornejo Polar. Cuando expone sus ideas sobre la trayectoria del vanguar-dismo peruano hace gala de su co-nocimiento de la complejidad del proceso de la vanguardia en el Perú que muchas veces es simplificado y reducido al extremo. Para ello dia-loga con el planteamiento de Octa-vio Paz que sostiene que nuestro

vanguardismo es al mismo tiempo continuidad y ruptura. La propues-ta de García-Bedoya explicada tam-bién al detalle contempla a) un van-guardia histórica, b) una posvan-guardia y c) una neovanguardia. Fi-nalmente nos presenta una nota sobre la teoría de las generaciones y su aplicación a la literatura peruana del siglo XX.

A los teóricos (no a los estudio-sos de la literatura) les suele ocurrir que les faltan lecturas de creación literaria, tal vez por eso prefieren realizar lecturas de otras disciplinas afines en las que encuentran placer. Este no es el caso de García-Be-doya que en la segunda sección ti-tulada “Indagaciones latinoameri-canas” exhibe un vasto conoci-miento de la tradición literaria de América Latina, especialmente de la narrativa a la que le dedica estudios que tienen que ver con su transcur-so. Siguiendo esta vez las ideas de Gerald Martin, dice: “Sostenemos que la Nueva Narrativa (o Nueva Novela) y el llamado Boom no son más que expresiones, en el campo de la narrativa hispanoamericana, de una secuencia literaria cuyo im-pacto ha sido central en toda la lite-ratura de Occidente en el siglo XX, es decir el Vanguardismo, lo que en inglés se suele denominar Moder-nism” (82). En esta segunda sección se evidencia un enorme interés por colocar en su exacta dimensión los aportes de los novelistas anteriores al “Boom” (Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, por ejemplo) como antes lo había hecho con Ci-ro Alegría para el caso peruano.

En esta sección aparece un en-sayo categórico sobre los derrote-ros por los que transitan los estu-

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dios literarios latinoamericanos des-de 1972 hasta 1992, donde destaca, entre otros, los aportes de la crítica fenomenológica de Félix Martínez Bonati y Alberto Escobar; la histo-ria literaria y la relación entre litera-tura y sociedad desarrolladas por Antonio Cándido; la estilística, el estructuralismo, la crítica genética y la teoría de los actos de habla desa-rrollados por Ana María Barrene-chea; la combinación de historia, biografía y crítica literaria que reali-za Octavio Paz; la sensibilidad esté-tica y vasta información de Emir Rodríguez Monegal; la deconstruc-ción moderada combinada con ins-trumentos más tradicionales prove-nientes de la filología y la historia en las ideas de Roberto González Echevarría; la crítica de inspiración marxista de Roberto Schwarz; los planteamientos no suficientemente divulgados de Antonio Cornejo Po-lar y Ángel Rama; el desplazamien-to hacia los estudios culturales de Beatriz Sarlo; el reclamo urgente de hacer una teoría literaria latinoame-ricana de Roberto Fernández Re-tamar; y los aportes a la teoría de recientes latinoamericanistas como Walter Mignolo y Luiz Costa Lima.

Una constante recorre las “In-dagaciones teóricas” (título de la primera sección del libro). Me refie-ro a su preocupación por el diálogo asimétrico norte-sur y por el reto de potenciar el diálogo sur-sur. Así reflexiona sobre el impacto de los Estudios Culturales en América Latina, que si no cuestionan las re-laciones de poder, entonces no sir-ven de mucho. En efecto, el inves-tigador sanmarquino rescata el planteamiento original de Raymond Williams que sostiene que los cam-

bios sociales trascendentes no pue-den ser sólo políticos y económi-cos, sino también y sobre todo cambios culturales, es decir, cam-bios de mentalidades, de valores, de ideas y de sensibilidades. Por ello, García-Bedoya cuestiona ciertas versiones del culturalismo posmo-derno que sólo están interesadas en los discursos, los lenguajes, los sis-temas simbólicos y descuidan la relación con prácticas o institucio-nes sociales (19). Es contundente el argumento según el cual el reduc-cionismo en que han caído los Es-tudios Culturales se debe a que han perdido el horizonte de la totalidad. En efecto, “La totalidad sigue sien-do un horizonte epistemológico necesario para la reflexión social” (20), especialmente en sociedades conflictivas, contradictorias, pro-blemáticas o heterogéneas como las nuestras. Por eso, le parece impres-cindible retomar esta categoría des-de tres esferas o perspectivas distin-tas entre las que existen múltiples interrelaciones: la esfera del poder o esfera pública, la esfera de la pro-ducción o esfera económica y la esfera cultural.

Los Estudios Culturales están redefiniendo los campos disciplina-rios y los que se inscriben dentro de esta disciplina transdisciplinaria, antidisciplinaria o interdisciplinaria deben integrase a proyectos y equi-pos interdisciplinarios, propiciando diálogos multidisciplinarios para asumir una perspectiva transdisci-plinaria. Esto pone el dedo en la llaga puesto que no son serios aquellos Estudios Culturales reali-zados por personas o equipos mo-nodisciplinarios, narcisistas o ególa-tras que creen estar en la capacidad

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de conocerlo todo o se creen con la licencia de usar aparatos teóricos de otras disciplinas sin rigor (25). A los que provenimos del campo de los estudios literarios nos hacen falta ejercicios de “abajamiento”, una dosis de humildad intelectual que nos permita reconocer nuestras li-mitaciones disciplinarias y, paradó-jicamente, el reconocimiento del saber del otro.

En todos los ensayos que con-forman este libro hay un interés manifiesto por rescatar “Categorías latinoamericanas para una mundia-lización intercultural”, categorías teóricas diseñadas desde América Latina para dar cuenta de nuestra compleja problemática. Así, García-Bedoya discute y cuestiona la divi-sión internacional del trabajo inte-lectual vigente, de raíz eurocéntrica, que margina los aportes de los inte-lectuales de América Latina. En efecto, en América Latina es perti-nente referirse a la coexistencia conflictiva, a las superposiciones, a los cruces, a las hibridaciones, a las superposiciones, a las mezclas y a los mestizajes de una realidad a to-das luces heterogénea. Pero, no por exaltar la fragmentariedad y la di-seminación debemos abandonar la perspectiva de la totalidad como horizonte epistemológico que nos permita comprender las múltiples interrelaciones que configuran la vida social. No tomar en cuenta el horizonte de la totalidad contradic-toria implica consentir la moda in-telectual posmoderna. Aparte de evidenciar los aportes fundamenta-les de Ángel Rama (transcultura-ción y ciudad letrada), Antonio Cándido (sistemas literarios) o Nés-tor García Canclini (culturas híbri-

das), García-Bedoya resalta muy especialmente el pensamiento se-minal de Antonio Cornejo Polar (heterogeneidad, totalidad contra-dictoria, sujeto migrante) que ha dejado huellas en los escritos de intelectuales como Aníbal Quijano, David Sobrevilla, José Antonio Mazzotti o el propio Carlos García-Bedoya.

Pero no crean que el profesor sanmarquino concuerda con todos los planteamientos de los intelec-tuales con los que dialoga; muchas veces corrige y cuestiona con ar-gumentos irrefutables los plantea-mientos de sus interlocutores. Ese es el caso de Walter Mignolo, quien en su artículo “Herencias coloniales y teorías poscoloniales” plantea tres tipos de experiencias coloniales: a) colonias de asentamiento (Estados Unidos), b) colonias de asentamien-to profundo antes de 1945 (Perú) y c) colonias de asentamiento pro-fundo después de 1945 (India). Mignolo sostiene que de las distin-tas experiencias coloniales han sur-gido distintas prácticas teóricas. Así, a las colonias del primer tipo le corresponde una teorización o ra-zón posmoderna propia de los paí-ses centrales y a las colonias del segundo y tercer tipo una teoriza-ción o razón poscolonial propia de los países periféricos o del tercer mundo. García-Bedoya cuestiona estas “denominaciones poco afor-tunadas” de un latinoamericano que trabaja en la academia norte-americana paradójicamente por no haber tomado en cuenta la ineludi-ble propuesta de Darcy Ribeyro, por no aclarar a qué tipo de asen-tamiento y de profundidad se refie-re y por homogenizar el pensa-

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miento diverso del tercer mundo. Pues es evidente que no es lo mis-mo la experiencia colonial de la In-dia y la experiencia colonial del Pe-rú. Mignolo posteriormente corri-gió su postura diferenciando los diferentes tipos de colonialismo del tercer mundo y llamando “posocci-dentalismo” a las prácticas teóricas del colonialismo de asentamiento profundo antes de 1945 y “razón poscolonial” a las prácticas teóricas del colonialismo de asentamiento profundo después de 1945. El es-tudioso sanmarquino sostiene que esta homogeneización tal vez expli-que “los intentos mecánicos de aplicar a la experiencia colonial lati-noamericana las teorizaciones ela-boradas por exponentes de los es-tudios subalternos de la India, con-figurando una especie de estudios subalternos latinoamericanos epi-gonales respecto a los teóricos de la India y poco atentos a la especifici-dad de nuestra herencia colonial” (54). Pero no se queda en el nivel de la crítica no propositiva y, asu-miendo la tripartición planteada por Mignolo, propone denominar respectivamente a los tres tipos de colonias: a) colonias de transplanta-ción caracterizadas por una homo-geneización cultural y étnica de raíz europea y por el casi exterminio de los pueblos y culturas nativas, b) colonias de implantación donde la penetración cultural y étnica euro-pea es muy importante, pero no al punto de homogeneizar “el tejido cultural y social” de modo que to-davía sobreviven las culturas y las etnias nativas que experimentan los procesos de transculturación y c) colonias de superposición caracte-rizadas por el sometimiento al do-

mino imperial europeo, pero que no experimentaron una penetración intensiva de la cultura europea.

García-Bedoya ha sumido ya desde hace mucho tiempo una po-sición contraria a lo que acertada-mente llama monologismo teórico monopólico, concierto académico globalizado u occidentocentrismo exclusivista y excluyente que nos convierte en productores de mate-ria prima que luego es transforma-da en productos teóricos de validez general en el hemisferio norte (el famoso efecto Nescafé). Por eso, y apoyado en los planteamientos de Mijail Bajtín y de Edward Said so-bre el humanismo, nos propone una epistemología dialógica inter-cultural.

Por todas las razones expuestas que no hacen más que esbozar tí-midamente la riqueza y complejidad de las propuestas de García-Bedo-ya, este libro resulta imprescindible para cualquiera que esté interesado en escuchar la propuesta de un in-vestigador inscrito dentro de la de-nominada tradición del pensamien-to latinoamericano autocentrado (que delata un lugar de enuncia-ción) y que quiera contribuir a con-solidar una epistemología dialógica intercultural.

Dorian Espezúa Salmón

Universidad Nacional Mayor de San Marcos