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Revista Catauro 11

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CatauroRevista cubanade antropología.Año 6, No. 11,enero-junio de 2005.Publicación semestralde la FundaciónFernando Ortiz.Director:Miguel BarnetSubdirectora:Trinidad PérezJefe de redacción:Daniel Álvarez DuránEdición:Rubén CasadoDirector artísticoy diseño de cubierta:Eduardo MoltóIlustraciónde cubiertay contracubierta:Douglas PérezEl maestro de azúcar,óleo sobre lienzo , 1999

Diseño gráfico:Lázaro PradaComposición:Beatriz PérezConsejo editorial:María Teresa LinaresSavio, Jesús Guanche,Ana Cairo, Sergio ValdésBernal, Aurelio Francos,José Matos, RobertoZurbano, Frank Pérez,Rosa María de Lahaye,Ángel Luis Fernández,Abel Sierra MaderoTodos los derechosreservados© Sobre la presenteedición: FundaciónFernando Ortiz, 2005ISSN: 1681-7842FundaciónFernando OrtizCalle L no. 160,esq. a 27. El Vedado,Ciudad de La Habana, Cuba.Código Postal 10400.Teléfono: (537) 832-4334Telefax: (537) 830-0623E-mail: [email protected]

Cada trabajoexpresa la opinión

de su autor.

C A T A U R O

EDITORIAL 4

C O N T R A P U N T E O S 5

SEMINARIO DE LA CULTURA DEL AZÚCAR EN CUBAIntroducción 5La cultura que generó el mundo del azúcarMIGUEL BARNET 6Historia y azúcarOSCAR ZANETTI 15La reestructuración azucarera y la cultura del trabajoJOSÉ LUIS MARTÍN ROMERO 25Transformaciones del batey azucarero en CubaENRIQUE FERNÁNDEZ 34El azúcar y la transformación medioambiental de Cuba.Una breve visión generalREINALDO FUNES MONZOTE 41Del esclavo al colono: notas acerca del colonato azucarero cubanoen el siglo XIXMICHAEL GONZÁLEZ SÁNCHEZ 57Azúcar y béisbol en CubaFÉLIX JULIO ALFONSO LÓPEZ 65La fiesta del azúcarGRAZIELLA POGOLOTTI 71Intervenciones 73NILSON ACOSTA 73OSCAR ALMAZÁN 77OSCAR ZANETTI 80JUAN VALDÉS PAZ 80ENRIQUE BELDARRAÍN 81ISABEL RIGOL 82ISMAEL CUÉLLAR 83PABLO ARMANDO FERNÁNDEZ 84ELVIS BROOK 86MARÍA TERESA LINARES 87ALFREDO MENÉNDEZ 88FRANCISCO MIRAYES 91MARÍA DEL CARMEN BARCIA 93

…el campo de la antropología ha tenido que luchar para poder percatarse de suslimitaciones como forma de investigación objetiva. En la medida en

que los que la practican no logren reconocer la necesidad de una concienciacrítica, la antropología se puede convertir en la asistente de otras formas de pene-

tración occidental del mundo colonial que existen fuera de ella.SYDNEY W. MINTZ

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I M A G I N A R I O 95

El mercado tiene cuatro caminos...AVELINO VÍCTOR COUCEIRO RODRÍGUEZ 95Un museo olvidado: el gastronómico

MARTA VESA FIGUERAS 124

Orisha Eleguá, Elegbara, Eshu. Herramientas e instrumentos que lleva y usaORLANDO CORRONS 128

ENTRE-VISTAS 138

Sidney Mintz: la cultura del azúcarFUNDACIÓN FERNANDO ORTIZ 138

ARCHIVOS del FOLKLORE 143

De la remolacha enemigaFERNANDO ORTIZ 143

Racismo y nacionalidadRAÚL CEPERO BONILLA 148

Funche, esquifaciones, barracónMANUEL MORENO FRAGINALS 158

El fatalismo de la evolución latifundiaria: superproducción, dependenciaeconómica, empobrecimiento creciente de CubaRAMIRO GUERRA 170

DESDE L y 27 173

Presentación del número 10 de Catauro y de su colección digital 173

Palabras de presentación de la revista Catauro número 10 173Presentación de libros de la Fundación 179

X Simposio de Antropología Física Luis Montané, V Congresode “Primate como patrimonio nacional”, II Coloquio “Primates a travésdel Caribe” y II Coloquio de Antropología Manuel Rivero de la Calle 180Visita la Fundación Fernando Ortiz el intelectualbritánico Paul Thompson 180

Homenajes a la doctora María Teresa Linares 181Obituario. Lázaro Ros: prodigio de vida y canto 181

EX-LIBRIS 183

Dios salve a la reina… de ella misma 183MICHAEL GONZÁLEZ SÁNCHEZ

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Los orishas en CubaMIGUEL BARNET 185

La conquista del espacio cubano de Juan Pérez de la RivaFRANK PÉREZ 188

Globalización religiosa y neoliberalismo. Espiritualidad, política y economíaen un mundo en crisisMICHAEL COBIELLA GARCÍA 191Un tríptico indisoluble: ideología, Revolución y PilarOSCAR LOYOLA VEGA 196

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LL a revista Catauro en esta nueva edición ha querido reflexionarsobre la cultura del azúcar en Cuba y el impacto que ha ocasio-

nado la reconversión productiva de esta industria azucarera en la so-ciedad cubana actual. En la sección “Contrapunteos” publicamos lasponencias e intervenciones que fueron presentadas en el Taller “Lacultura del azúcar en Cuba”, organizado por la Fundación FernandoOrtiz. El debate giró en torno a dos ejes temáticos: la historia del azú-car en Cuba y la situación actual en que se encuentra la industria ensu contribución económica a la Isla; en particular se reflexionó sobrelos cambios que se están sucediendo en la mentalidad individual y grupalde aquellas personas que han dependido de esta producción durantetoda su vida. El debate recorre múltiples aristas de esta problemáticasocial, desde la plantación hasta el batey en nuestro tiempo, y desde lacultura del trabajo azucarero al trauma que trae consigo la transfor-mación de un estilo de vida.

Los destinos de Cuba se encuentran entrelazados con la suerte que hatenido el azúcar en los mercados exteriores. Pensadores cubanos comoÁlvaro Reynoso, Fernando Ortiz, Ramiro Guerra, Manuel MorenoFraginals y Raúl Cepero Bonilla hicieron aportes extraordinarios parala comprensión histórica de la producción azucarera y la presencia delazúcar en la construcción identitaria de los cubanos y en la relaciónentre la industria y el poder.

El debate que ponemos a consideración de nuestros lectores, intentaactualizar el presente y posibles comportamientos futuros de la indus-tria azucarera; además, sugiere que se preste atención a esos hombresy familias que ostentan, como principal capital, la cultura de cómoproducir, convivir y consumir el azúcar en una etapa de transforma-ción productiva y cultural de esta industria.

Este número de carácter monográfico también incluye otros traba-jos de orden antropológico. Es el caso de un estudio sobre la epistemo-logía de las toxicomanías en las ciencias sociales contemporáneas y unainvestigación sobre el Mercado de Cuatro Caminos, que se ubica den-tro de los estudios de vida cotidiana y estructura social en los espacioshabaneros.

La antropología como ciencia nos alerta nuevamente acerca de laposición entre el ser humano, la naturaleza y sus instituciones, a la vezque permite que nos interroguemos sobre la descolocación y los trau-mas que pueden ocasionar los cambios de referentes culturales en elhombre. Nuestra aspiración es sólo la de mostrar este complejo fe-nómeno que hoy continúa marcando las coordenadas de la sociedadcubana.

EL DIRECTOR

C

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La idea de realizar un seminario dedicado a la cultura del azú-car en Cuba, surge a partir de una obra fundamental de Fer-nando Ortiz, el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Estaobra narra la historia de los contrastes, contrapunteos entreestos dos productos formativos de la nación cubana, el azúcar yel tabaco, al cual se dedicará un próximo encuentro. Para esteseminario se ha escogido el azúcar, ¿por qué? Porque es un ele-mento fundamental en el diseño de nuestra conciencia, nues-tra cultura, nuestra arquitectura, nuestra geografía, la danza,la música, incluso de nuestra composición étnica. Además, lacultura del azúcar es de gran importancia a la luz de los cam-bios actuales de nuestra sociedad. Por ello, la Fundación Fer-nando Ortiz convocó a este encuentro para tratar dos vertien-tes fundamentales sobre este tema en dos paneles teóricos: elprimero se titula “La cultura del azúcar y la historia de Cuba” yel segundo “La cultura del azúcar y los desafíos actuales”. Estasdos temáticas están articuladas entre sí; se trata de una divi-sión formal, para poder debatir e intercambiar ideas.

Introducción

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La pequeña célula del trapiche, queluego se convertiría en el gran complejodel ingenio, fue el asidero de estas masashumanas tan heterogéneas como comple-jas. En fusión con el hombre blanco es-pañol o criollo, las culturas africanasrecibieron un impacto que las hizo va-riar, primero entre sí y luego entre losgrupos blancos y ellas mismas. Este im-pacto hizo que se creara en nuestro paísuna forma nueva de cultura, en la que elblanco recibía también su contagio.

El sistema de plantación también con-tribuyó a esa integración y a ese sincretismo.El ingenio fue el lugar donde esa gran ha-zaña volitiva (como gustaba decir ElíasEntralgo) se desarrolló. En el ingenio seencontraron por primera vez el hombreblanco y el negro. La primera noche decohabitación entre una negra y un blancomarcó un hito en nuestro país, y es un díade meridiana luminosidad para la culturadel Caribe.

Gracias a esta unión se conjugan dosfactores que contribuirían al aporte defi-nitivo en la conformación de la naciona-lidad cubana. Esta unión, que se produceinicialmente al ritmo del trabajo azucare-ro, crea al hombre cubano en toda su com-plejidad y riqueza.

El mulato, esa nueva categoría indivi-dual de la sociedad, va a funcionar desdeentonces como símbolo vivo de la fusiónde dos razas: la blanca y la negra. Todocomienza en esa gestación, en ese productocultural y racial. La mezcla de los elemen-tos, el intercambio y la miscegeneraciónen el plano cultural surgen del encuentroentre esos dos mundos. Y este encuen-tro no implica ningún determinismo de unasangre u otra, sino una integración pura-mente cultural, que da nacimiento a unarealidad existente en nuestro continente.

La cultura que generóel mundo del azúcar

MIGUEL BARNET

Poeta, novelista, ensayista, etnólogo.Presidente de la Fundación Fernando Ortiz.

EL AZÚCAR UNIÓ A CUBA

El azúcar unió a Cuba. La cultura que segeneró en su ámbito, conforma hoy la cul-tura nacional. El batey, coto cerrado, cé-lula fundamental, contribuyó a la fusiónintegradora de todos los valores origina-rios de nuestro país. Ahí se fundieron lascorrientes básicas de nuestro ser, como an-tes se habían encontrado las de origen afri-cano en el barco negrero, en el barracón, enlos cabildos y finalmente en el solar, dondese dan el abrazo definitorio todas las mani-festaciones que componen nuestro acervoespiritual y material.

Las culturas africanas llegadas a Cubaen oleadas intermitentes se transformarony crearon nuevas especies y categorías.Todo este proceso sincrético, que se ini-ció en las costas africanas del golfo deGuinea y de toda el África subsahariana,se desarrolló con mayor fuerza y compleji-dad en las tierras de América. Procesode sincretismo que no cesa, pues se da deuna forma dinámica y permanente. Juntoa los distintos grupos étnicos que llegaronde África, vinieron sus expresiones cultu-rales, tanto artísticas como religiosas. Ytodo ese conglomerado humano estabaorientado hacia los campos donde se cul-tivaba, principalmente, la caña de azúcar.

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El barracón azucarero cumple esta fu-sión integradora no desprovista de fric-ciones interraciales a la manera de unapequeña Torre de Babel tropical. Mástarde el batey será, con su estratificaciónsocial y política y sus características his-tóricas, el primer agente de aglutinacióny simbiosis de la cultura española penin-sular (atávica y feudal) y de las del conti-nente africano con sus rasgos tribales.

La ponencia número tres del II Con-greso de la UNEAC expone en clara sín-tesis: “Cuba es un ejemplo de ‘pueblonuevo’, afroamericano o, como dijeraFidel, ‘latinoafricano’.” La nuestra es lazona que en torno al Caribe integra esasociedad sustentada en el sistema deplantaciones con un rico aporte humanode procedencia africana, que habrá dehacerse sentir de modo decisivo en nues-tra vida toda.

Paralelamente a la gestación de produc-tos culturales propios y a la contribución deun perfil indiosincrático nacional, surge eneste proceso un sentido de lo nacional einternacional. Tierras llanas, extensas ysin cordilleras o grandes ríos nutridores,aportaron al pase y al intercambio de ele-mentos lingüísticos y culturales. Ese apoyotelúrico, favorecido por una naturaleza no-ble y un clima que propicia la expansividady la apertura, sirvieron de alimento esencialen el logro de ese peculiar sentido de lonuestro. El español, contagiado por la cul-tura negra, termina asimilándola incons-cientemente aunque sea para desaprobarlay hasta prohibirla: “Aquí el que más finosea responde si llamo yo” (La canción delbongó de Nicolás Guillén).

Quizá por todo esto, nuestro país es máshomogéneo y nuestra nación más sólida ypropiamente definida. Todo nuestro ser ynuestro quehacer estuvieron siempre di-

rigidos, y lo están, hacia la búsqueda deuna síntesis histórica y social. En esa bús-queda han quedado elementos de pocovalor y se han preservado otros de valormás raigal y permanente. Este toma y daca,esta transculturación, al decir de Fernan-do Ortiz, nos define como pueblo en unaidiosincrasia integrada por factores de di-versa procedencia.

El sistema de plantación en el cultivode la caña de azúcar propició la unióncultural de lo que sería más tarde el cuer-po social que nos identificaría como pue-blo, sobre todo en la primera mitad delsiglo XIX —en 1827 la población negra so-brepasaba la blanca—; en este sistema sepresentaban grupos étnicos de distintaprocedencia: el blanco asalariado, que la-boraba en el ingenio como mayoral ocontramayoral, y los campesinos blancos,que se relacionaban con los esclavos me-diante el trueque de productos, como lamiel de abejas o el tasajo. Por eso afirméque el azúcar nos había unido. En efecto,al convertirse Cuba en la azucarera delmundo y sustituir a Haití como primerproductor de la caña de azúcar, nuestropaís consolida una industria de monocul-tivo que consigue, entre otros logros, unircorrientes culturales cuyo resultado so-ciológico y político se define en un solovocablo de profunda significación: Cuba.

La historia de Cuba está, pues, indiso-lublemente ligada a la industria azuca-rera. Es un triunfo cubano, contante ysonante, y una respuesta de nación fren-te a los conceptos arcaicos de feudo quepreconizaban los españoles. Como vere-mos más adelante, Manuel MorenoFraginals, en su excelente ensayo El inge-nio, ha visto esto con claridad.

El desarrollo de la industria azucarera,y de un medio de vida propiamente criollo,

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clava. La propia abolición de la esclavi-tud resultaba un triunfo de los amossacarócratas, cuando en verdad “la aboli-ción devino realidad al ser impuesta porla acción revolucionaria popular y no delas calenturientas cabezas de los hacen-dados criollos”, como bien escribiera eleconomista cubano Raúl Cepero Bonilla.

Conciencias taladas por una flagrantecontradicción pretendían elevar un régi-men monocultor y esclavista a categoríade nación. La moral esclavista primero yla colonial después se impusieron durantemás de cinco siglos en nuestra Isla. Y conesos truenos, ¿qué tipo de nación se iba acrear?: la nación que tuvimos hasta queFidel Castro desembarcó del yate “Granma”en las costas cubanas y dividió la historiade nuestro país.

Antes, con la Guerra de Independen-cia se habían unido los negros y los blan-cos, los chinos y los mulatos, y todos en unsolo abrazo efímero para anunciar lo que só-lo más tarde, con el triunfo de la RevoluciónSocialista, sería la verdadera nación cu-bana, liberada de prejuicios raciales y encamino de eliminar la lucha de clases.

El hombre blanco, sin verdaderas raí-ces culturales, y el hombre negro, intrau-terino, en su liaison sexual, harían reali-dad el sueño de Martí de que cubano eramás que blanco, más que negro.

El hombre blanco, hijo de los conquis-tadores, heredero de una España ya deca-dente, mística y renacentista y, en la ma-yoría de los casos, tahúr fugitivo de lasleyes o sacerdote castigado de dudosa fe ymás dudosa moralidad, venía en afán decodicia. Pero el negro era capturado y es-clavizado a la fuerza, dominado mas nodomesticado (como escribiera FrantzFanon), traía su cultura compacta, sucosmogonía arraigada a mitos salvadores,

es un fenómeno insular, autóctono yrevolucionario. Pero una revolución amedias, revolución para el blanco, no parael negro, que vivía en condicionesinfrahumanas, refugiado en su unio mystica,en sus patrones culturales y religiosos,utilizados como yelmos frente a la cruen-ta batalla de la lucha de clases.

La tremenda contradicción de vendermercancías al mercado mundial y, al mis-mo tiempo, tener esclavos, se reflejó deforma trágica en su mundo ideológico (eldel blanco sacarócrata), en su posiciónvacilante, con un pie en el futuro burguésy el otro en el lejano pasado esclavista, loque le llevó simultáneamente a exigir lasmás altas conquistas burguesas, toda lasuperestructura que hace posible la libreproducción, y al unísono conservar las for-mas de protección esclavista. Por tanto,cuando el esclavo se apodera del grito re-volucionario de libertad, lo castran conun apéndice inevitable: libertad para loshombres blancos. El azúcar, con su manode obra esclava, hizo imposible el genuinoconcepto burgués de libertad en la Isla.

Esa contradicción de ser aspirante aburgués y esclavista redomado, no le per-mite una plena expresión de las libertadesque exigían su carácter de criollo funda-dor de una nacionalidad. Solamente unanación a medias, manca y torva, podíagestarse con la participación de hombressietemesinos, como diría Martí: hom-bres atados a una economía dependientey a una ideología traumatizada por el cán-cer de la esclavitud.

Marginados el negro y el mulato, la cla-se criolla blanca, de moral pacata, proyec-taba la mentira de una nación unicéfala,se frustraba y hundía. Todo se lo atribuyeel blanco, hasta el logro de una economíaboyante lograda por la mano de obra es-

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a una filosofía que le proporcionaba la se-guridad que no poseía el blanco, aferradoprimero al oro y más tarde a la máquinaproductora de azúcar.

Estas dos corrientes, cada una en su pe-culiar proyección cultural, formaron, entraumatizada simbiosis, lo cubano. El blan-co no venía para permanecer, sino para en-riquecerse; sin embargo, el negro, obligadopor el látigo y la sujeción más vil, añoraba sutierra y quería encontrar en la nueva sussustitutos materiales y espirituales.

El negro, pues, estaba más arraigado asu cultura protectora, que le servía comomecanismo de resistencia y defensa, mien-tras el blanco criollo sustentaba el poder ycrecía sin raíces en un desmedido anhelode enriquecerse en la sobrevida.

El blanco dominaba la técnica y la eco-nomía. Lo dominaba todo. El negro, porsu parte, refugiado en sus mitos y sus dio-ses, dominaba la religión, pero producíabienes con sus brazos y su sangre: “Consangre se hace azúcar.” Y como producíabienes materiales y la expresión colectivi-zada de una clase, la de los explotados.Leyes generales y filosofía hallamos en elmundo del negro; el mundo del blanco noofrece sino contradicciones y una obsesio-nante inclinación hacia fuera, hacia la mecaeuropea primero, luego hacia la meca nor-teamericana.

Ambos mundos dependientes, ambasmiradas colonizadas. El mundo del negrofluctuaba entre el barracón y el monte,vida íntima de trabajo, vida compartidade ritual. El negro era una pieza más; nocontaba en el juego de las clases ni en lasjerarquías. El blanco, sin embargo, queríahacerse tecnólogo, aspiraba a poseer lamáquina y a ser el amo burgués; se enaje-naba en esa vocación exacerbada. El blan-co, entonces, se desdoblaba, se hacía frá-

gil, dependiente; quedaba sometido a unaeconomía que lo absorbía y lo dominaba.Vivía una vida a la deriva, sin propósito,escamoteada por intereses que superabansus ambiciones y que no podía compren-der. Era un producto inacabado, una más-cara, una contradicción.

El negro, en su hieratismo, en su con-dición de pieza de una maquinariaextraña para él, se sumergía en su mun-do de valores, evocaba al África duran-te las tareas cotidianas del campo o sealzaba cimarrón en el monte que le erafamiliar y en cuyo ámbito hallaba las re-sonancias de su tierra lejana. Las mis-mas divinidades ancestrales de la selvaafricana habitaban en los montes cuba-nos; al menos el negro las encontraba allí.El monte cubano sustituyó, en alquimiaprodigiosa, el humus aborigen por el delas raíces africanas; fue el refugio delnegro africano, su cielo, su cuartel, sutemplo, su Nirvana.

UNA CULTURA DEFENSIVA

El aporte del africano a la cultura cuba-na, cuya génesis está en el trapiche azu-carero, poseía una dosis de rebelión fren-te al medio opresivo. Toda la cultura queél proyecta en Cuba es defensiva. Por esoes tan duradera y homogénea, a pesarde las variantes y matices señalados ya porlos etnógrafos. En las expresiones musicalesdanzarias y poéticas conservadas hastahoy, subyace este fermento. La actividadcultural del africano es, por naturaleza,revolucionaria: un método de liberacióninterior y una vía para la búsqueda de laseguridad. Oración, epifanía, conjuro,danza, todo encaminado a encontrar lasalvación personal.

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fuerte, se arraigó aun cuando emplearapara la elaboración de su sincretismolos patrones africanos en primer término.El proceso de integración del negro a laIsla fue siempre creador en todo sentido.Al buscar los elementos sustitutivos parauna apremiante fuerza evolutiva, estabacreando, comparando, poniendo en prác-tica su inventiva. Así sustituyó el cuerodel antílope por el del chivo, adoró la ceibay la palma en vez del baobab; utilizó, envez de la nuez de cola, simples coquitos ogranos de maíz; suplió el yefá (polvillo má-gico del colmillo del elefante) por simplepolvo de yuca o de ñame.

Frente a la endeble instrucción del cris-tianismo, impartida en los ingenios duran-te el siglo XIX, frente a la imposición dedivinidades desconocidas para él, el ne-gro respondió con sus modelos, sustitu-yó, estableció equivalencias exactas oaproximadas; supo partir de conceptos si-milares, relacionó atributos y asoció co-lores y símbolos. Recibió el contagio de lacultura occidental, se permeó, tuvo queasumir su lenguaje, adoptó el crucifijoy aprendió mecánicamente las normasde conductas nuevas, pero preservóheroicamente sus conceptos de la fami-lia, sus alimentos, sus cantos y danzas: sucultura.

Cuando el blanco responde con la ra-zón o la fuerza, el negro responde con lamagia, su razón de emergencia. CuentaC. L. R. James que un esclavo, cargadode papas que había hurtado de una siem-bra, es descubierto por el mayoral. Éste lepide una explicación y el negro contestaque no son papas lo que lleva, que son pie-dras que le ha puesto el diablo para casti-garlo. El mayoral le tira de la camisa, y laspapas caen al suelo. Su respuesta es su len-guaje más puro, defensivo e ingenuo.

El cimarrón, en su huida al monte,buscaba su tierra natal. El palenque re-construyó la vida en la aldea; con palosde guayacán y piedras construyeron for-talezas infranqueables, todo motivado porla necesidad de liberarse. Las cadenasde la esclavitud condenaron las piernas delos esclavos, ataron sus brazos, pero nopudieron amordazar su espíritu. Como se-ñala José Antonio Portuondo, a AnselmoSuárez y Romero le cabe el mérito de ha-ber sido el que más agudamente advirtie-ra, en su tiempo, la riqueza poética es-condida en las canciones folklóricas denegros y campesinos, el tesoro latente enel folklore cubano de danzas y tradicio-nes, de cantares de la tierra y de ritmostrasplantados de África. Romero crea es-critos como éste:

El tambor para los negros de nación ypara los criollos que con ellos se crían,los enajena, les arrebata el alma: enoyéndolo paréceles que están en el cie-lo. Pero hay tonadas que no varían por-que fueron compuestas allá en Áfricay vinieron con los negros de nación.Lo singular es que jamás se olvidan:vienen pequeñuelos, corren años yaños, envejecen y luego, cuando sólosirven de guardianes, las entonan soli-tarios, en un bohío lleno de ceniza ycalentándose con la fogata que ardedelante; se acuerdan de su patria aunpróximos a descender al sepulcro.No sin razón, señalaba Juan Marinello,

el negro estaba tan enraizado a la tierracubana, encontraba aquí un refugio tal,que lo convertía en el equivalente delindígena autóctono de América. Desdelos comienzos, el negro, por su condiciónde esclavo, de simple tuerca, tuvo queidentificarse telúricamente con la natu-raleza insular. En esta identificación se hizo

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Muy poco pudo el cristianismo españolinfluir en el negro. La campana del inge-nio llamando a las tareas implacables deldía, tuvo mucha mayor significación quela de la capilla; aquélla era resonante ycruel, ésta era sorda y hueca. Por muchoque los sacarócratas quisieran justificar laesclavitud con sus adoctrinamientos reli-giosos, otorgándole al ingenio un ciertoaire de templo salvador (como diría Mo-reno Fraginals), aquella misión fue inútil.Ni los misioneros eran convincentes ni loscatequizados eran devotos. La cultura quesurgió en el mundo del ingenio, fue unadefensa ante la penetración, absurda eincongruente, de un cristianismo que elnegro no podía asimilar automáticamentepor razones de profunda idiosincrasia. Laiglesia cedía, el esclavo no. Por el contra-rio, se hacía más solidario con sus herma-nos de nación, y aquella comunión quehabía surgido en el barco negrero, aquelshipmate de que hablara Orlando Patterson,cobraba nuevos y fértiles bríos. De estaunidad, y de su consecuente resultado altransculturarse con el mundo del obreroblanco asalariado o del campesino agri-cultor, surge la cultura popular tradicio-nal de nuestro país.

Y como decíamos al principio, el barra-cón primero, luego el cabildo y el batey, ymás tarde esa unidad celular que es el so-lar urbano, actúan como congeladores delo más valedero del acervo africano y de suencuentro con la psicología del hombreblanco clase media y del obrero simple.

La caña de azúcar, el sistema de plan-tación, avivó la fluencia de nuestra cul-tura y llevó las expresiones más populareshacia un cauce definitivo y nacional. Elazúcar, en resumen, nos conformó. Fue elorigen de todo nuestro ser, la casa dondese gestó nuestra personalidad. Pensamos

en dependencia del azúcar y, por lo tanto,somos un producto de ella. El azúcar se lotragó todo: se tragó el café, se tragó eltabaco, se tragó los bosques y finalmenteintentó tragarse al hombre cubano. Deeste triturador proceso económico y fisio-lógico sólo se salvó quien no dependió desu poderío, el que tomó conciencia de sucondición de explotado: el hombre revo-lucionario que venció la enajenación yse opuso al despotismo. Se salvó, en elsiglo XIX, el esclavo con su mundo propio,independiente, con su óptica profunda-mente permeada por una cosmogonía quele permitía salvaguardar la individuali-dad. Era una máquina rudimentaria cuyaprimera toma de conciencia fue lacimarronería y cuyo grado de realizaciónsupremo fue el mambisaje.

Esa épica de nuestra nación constitu-ye la sustancia de toda creación poética,de todo hecho social y político. El cuba-no, sin dejar de ser él mismo, puede serotro, puede transformarse en su imagen.He aquí una condición irreductible, he-redada de nuestro pasado histórico. Laimagen del cubano no se concibe sin elconcurso de estos factores originarios, deestos iniciales pasos. Símbolo de esa épo-ca, atributo imprescindible del cimarróny arma típica del mambí, heredada de laplantación azucarera, es el machete.

El machete, símbolo de la libertad, esel instrumento de defensa nacional. “Conun machete me basta”, repetía EstebanMontejo, protagonista del libro Biografíade un cimarrón y héroe de cien años delucha. El machete es un grito —que salede la economía del azúcar para liberar alpaís del yugo colonial— y es asumido portodo un pueblo en acción unánime.

El pasado esclavista hirió al pueblocubano, dejándole una huella en cuyo

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rre en Venezuela con el petróleo o enCosta Rica con el banano, el eje denuestra cultura es la caña de azúcar.Todo nuestro léxico está preñado de tér-minos que evidencian este influjo: desdelas múltiples connotaciones que poseenlos términos “caña”, “azúcar” o “zafra”hasta la lingua franca que hablaba elbozalón, esa especie de jerigonzaafroespañola que influyó notablementeen el español coloquial de toda la Isla.

El caudal de la lengua africana, celosa-mente guardado en las libretas que poseíanlos sacerdotes de los diferentes cultos, es-timuló la supervivencia de las lenguas y losdialectos provenientes del continente afri-cano. Muchas de estas libretas eran viejoslibros de contabilidad de los ingenios o li-bretas escolares o de oficina. Este lenguajerico en vida orgánica filológica está siendoestudiado en nuestro país por lingüistas ygramáticos. Porque no es un lenguaje ca-prichoso, invención de un mago, sino unserio producto histórico que nos toca inter-pretar y analizar; porque en sus fórmulas,en su contenido, está la fundamentaciónde todo nuestro ser. Ese lenguaje que viveen el habla diaria, ha ido formando unapsicología de identificación con el mundodel azúcar.

Nuestras historias más remotas, nues-tros mitos, nuestras fábulas son más quecuerpos aislados o multiculturales, expre-sión de nuestro destino común enraizadoen el sistema del monocultivo.

ÉRAMOS NATURALEZAY YA SOMOS HISTORIA

Cristóbal Colón al referirse a Cuba dijo:“Isla de aires muy dulces.” Y “de hablardulce” calificó a los aborígenes que la

fondo radica y se funda nuestro afán delibertad. Por eso ha acometido con osadíala revelación de la condición humana en laRevolución Socialista. Religión y poesía,experiencia individual y experiencia so-cial, todo tuvo su origen en el ámbito delazúcar.

¿Qué producto de la cultura populartradicional no surge ahí? Lo más valiosode nuestras músicas y nuestros bailes, elmaní, la yuca, el garabato, la macuta,los bailes de Ocha, la caringa y el zapa-teo, ¿no se bailaban en los bateyes azu-careros? Lo mejor de nuestra rumba(columbia y yambú), ¿no brota en la zona demayor auge azucarero en la extensa lla-nura de Colón? Nuestra fabulística, consu intrínseco sentido antropomórficoadjudicado a la fauna cubana; nuestramitología yoruba —el único cuerpo mito-lógico que poseemos en verdad—; la máspreciada literatura oral del campesinocañero, ¿no hacen constante alusión almundo azucarero, a su hábitat? El danzóny el son, ¿no provienen de zonas ricas enazúcar, donde el sistema de plantaciónfue víscera de la economía? Las más co-nocidas guarachas de nuestro teatrobufo, ¿no se refieren alguna vez a la vidadel ingenio, al amo, al mayoral, alcontramayoral, al esclavo? ¿No surgió laprensa cubana impelida por las transac-ciones comerciales azucareras? Nuestranovelística, nuestro género ligero, nues-tra poesía…, bien dijo Cintio Vitier queen el poema “La zafra” iba en su aromatoda la carga de tragedia del pueblocubano. Y Nicolás Guillén, en la “Ele-gía a Jesús Menéndez”, ¿no expresó todoel drama de nuestra pseudorrepública?Las expresiones más cultas aluden demanera directa y constante al mundo delingenio. De la misma manera que ocu-

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habitaban. Con este calificativo, deimplicaciones sensoriales, parecía vaticinarlo que más tarde sería esencia de nuestraeconomía y de nuestra vida. El Almiranteno sospechó su condición de profeta.

En efecto, el azúcar se impuso. Perollegó a corrompernos. Nos hizo terrible-mente dependientes de una economía co-lonial. La cuota azucarera ejerció su do-minio sobre nuestras cabezas como espadade Damocles. Una vez más, sin embargo,la burguesía cubana, dependiente yalienada, se equivocó en la voz deRaimundo Cabrera: “Sin azúcar no haypaís.”

El azúcar hasta hace poco, hasta ayerdiríamos, fue nuestra principal industria.Ahora ya no lo es. ¿Qué efecto traumáticotraería esto a nuestra nación?, ¿hasta

dónde nuestra cultura se afectará coneste cambio tan inesperado y brusco?¿Qué será de nosotros en los próximosaños? ¿Qué sustituirá al azúcar? ¿Cómosaldremos de esta dramática coyuntura?¿Qué cultura generará el turismo? Lo queya nació y se desarrolló en plena expre-sión de identidad, ¿se mantendrá vivo? Yadejamos de ser naturaleza para ser histo-ria, pero ¿esa historia resistirá los cam-bios políticos, las convulsiones sociales,los sismos personales?

Lo que hizo el azúcar fue crearnos unaeconomía dependiente y enajenante, so-bre todo frente a una potencia que hastahoy nos ha oprimido.

Pienso que, efectivamente, el azúcarenriqueció al país en la cultura, en el pa-trimonio que dejó. Pero desde el punto

OCUPACIÓN, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2005.

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de vista económico no nos ayudó, porquela riqueza que se producía en los camposde caña venía para La Habana o se ibapara los Estados Unidos, o para España.Hasta las maderas de los sillares y de losaltares de las iglesias españolas son cuba-nas. ¡Ojalá que desapareciera el cultivode la caña de azúcar y se convirtiera enuna producción que de verdad pudieraayudar más a la economía del país! Perola industria azucarera no va a desapare-cer, como bien se ha dicho, y se va a man-tener, aunque de forma quizás más limita-da y más precaria, lo que contribuirá, desdeluego, a preservar también toda la rique-

za que se creó en ese ámbito, y todo elpatrimonio material que con tanto orgu-llo estamos hoy defendiendo aquí.

El pueblo cubano creó sus mitos comotodos los pueblos, creó su imaginario co-mo todos los pueblos y ahora tendrá quereadecuarlos a la nueva realidad, máscompleja y desafiante. Sé que lo hará yque nuevas expresiones surgirán de sucapacidad creativa. Sin embargo, costarátrabajo acostumbrarnos, de todas mane-ras, a pasear por el campo cubano y no veruna torre de ingenio echando humo;extrañaremos el olor dulzón de la melazay el pito del ingenio.

ESCENA DEL CRIMEN, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2005.

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cho de que su símbolo más evidente es laaparición de la gran fábrica o “central” ya que, en la práctica, desde el punto devista económico y social lo que se efectuófue, precisamente, una centralización, unaconcentración de la producción en unnúmero de fábricas mucho menor que elque existía en la época de la esclavitud.

Los factores que desataron este proce-so, fueron básicamente dos: la necesidadde reducir costos para competir con el azú-car de remolacha, y el final impostergablede la esclavitud, que imponía un cambio derégimen de trabajo. Sobre esta base, elproceso de expansión productiva despuésse continuaría por las coyunturas comer-ciales muy favorables que supusieron parael azúcar, en primer lugar, la hegemoníanorteamericana y el acceso al mercadode los Estados Unidos por el mecanismo dela reciprocidad comercial, y un poco mástarde, las posibilidades que a escala mun-dial abrió para el azúcar cubano la coyun-tura de la Primera Guerra Mundial.

Las características que presenta la in-dustria, o que presenta el mundo azuca-rero como resultado de estas transforma-ciones, podemos tratar de precisarlas enalgunos elementos, a nuestro juicio, fun-damentales. El primero de éstos es, porsupuesto, el central. Desaparecen en lasdos décadas iniciales de este proceso cien-tos de antiguos ingenios, y el viejo cachim-bo de la época esclavista es sustituido porla gran fábrica, que es capaz de producirhasta cien veces más que uno de aquellosantiguos ingenios, y concentra en sí losmayores avances técnicos de la produc-ción de azúcar en la época. Hay que te-ner en cuenta que, además, Cuba tuvolas mayores fábricas de azúcar del mundoen la década del veinte del siglo pasado yconcentraba también los más destacados

Historia y azúcar

OSCAR ZANETTI

Historiador. Insti tuto de Historia.

Reflexionar sobre la formación de la cul-tura azucarera en Cuba, o la presencia delazúcar en la cultura cubana, es sin dudasbastante arriesgado, sobre todo por la cues-tión del alcance, pues, como advertía Mo-reno Fraginals, en Cuba es posible —y ade-más necesario— rastrear desde la creaciónde una cátedra universitaria o desde lasformas de un complejo arquitectónico,las huellas que habitualmente conducenhasta el azúcar.

La cultura azucarera, o la realidad azu-carera —para ser todavía más amplio—que todos conocemos, tal como ha existi-do hasta hace muy poco, es en esencia elresultado de una gran transformación quese inicia en la década del ochenta del si-glo XIX y se extiende aproximadamentehasta mediados de la década del veintedel siglo pasado. Quizás esta transforma-ción es el único punto de comparaciónposible con la que actualmente está enmarcha. Los historiadores la hemos llama-do “centralización”, ateniéndonos al he-

No obstante, un nuevo destino está alas puertas. Como dice la consigna: unmundo mejor es posible. No abdicaremosde la esperanza. Sabremos asumir nues-tro destino. Y a lo mejor muy pronto po-dremos afirmar desde una postura menosalienante y más universal: sin azúcar síhabrá país. C

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so: la aparición del latifundio azucarero. Ellatifundio, es decir, la posibilidad de con-trolar, ya sea apropiándolas o arrendándo-las, la totalidad de tierras que rodea la fá-brica, es el mejor recurso que tiene elcentral para imponer sus condiciones al co-lono, bien convirtiéndolo en un arrenda-tario o haciendo que no tenga otra posibi-lidad de vender su caña que al propiocentral. Surge así la figura del colono con-trolado, que es realmente la formula idealde explotación agrícola para la industria,puesto que el latifundio es una caracterís-tica distintiva de la propiedad agraria enel azúcar, pero no de la agricultura, de laproducción cañera. El colono va a consti-tuir durante un buen tiempo el sector másnutrido e influyente de los agricultorescubanos y posee, por tanto, un peso deter-minante en toda nuestra cultura campesi-na durante la primera mitad del siglo XX.

Ahora bien, este deslinde agroindustrialcrea dos panoramas muy diferentes desde

avances tanto de la tec-nología mecánica comode la química azucare-ra. Por otra parte, nosólo se trataba de la di-mensión de la fábricade azúcar, sino de todoel complejo desarrolladoen torno a ésta, comoferrocarriles, talleres, al-macenes e instalacio-nes portuarias. Esto esimportante destacarlono solamente por su di-mensión, sino por lo queeste proceso representódesde el punto de vistadel desarrollo de unacultura técnica en nues-tro país. En buena me-dida, la cultura técnica del cubano des-cansa en este proceso y en lo que desde elpunto de vista tecnológico representó elcentral azucarero.

Junto con ello vino el deslinde agroin-dustrial. El antiguo complejo productivode la época esclavista, en el que agricul-tura e industria funcionaban como unaunidad, no resistía, por razones tanto la-borales como financieras, no podía subsis-tir ya en las nuevas condiciones. Por tan-to, la agricultura cañera se separa yaparece un nuevo personaje que es el co-lono, es decir, el cultivador de caña. Esun personaje dramático que desde suspropios inicios va a vivir en una tensiónentre su voluntad de tener una existenciaindependiente y de poder ofrecer su pro-ducto en las mejores condiciones mercan-tiles, y el interés del central por controlar-lo. De esta aspiración del hacendado opropietario del central se deriva otra reali-dad, directamente vinculada a este proce-

UNA DE LAS PRIMERAS LOCOMOTORAS QUE CORRIERON EN CUBA,EL MODELO TIPO ROCKET, DEL INGLÉS R. STEPHENSON.

IMÁGENES SELECCIONADAS DEL LIBRO DE OSCAR ZANETTI Y ALEJANDRO GARCÍA,CAMINOS PARA EL AZÚCAR, EDITORIAL DE CIENCIAS SOCIALES, LA HABANA, 1987.

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presentaba Nilson Acosta hace un momen-to. Esto supone, por una parte, que en laproducción de azúcar se concentran todoslos recursos o la mayor parte de éstos: capi-tales, hombres, tierras, conformando en elcaso cubano una de las economías de per-fil monoproductor más acusado a escalamundial. Por otra parte, como ya apuntá-ramos, se produce la presencia de este ele-mento de modernidad que es el central atoda escala del país, por lo cual práctica-mente no habrá conglomerados humanosimportantes ajenos al desarrollo de relacio-nes monetario-mercantiles, con todos loselementos de modernidad que este tipo derelación supone.

El central estaba enclavado en el mun-do rural como una isla de modernidad,una isla cerrada, aislada, ajena. Ése es elpanorama que describe Agustín Acosta en“La zafra”, y que Ortiz recuerda muy bre-vemente en Contrapunteo… cuando dice:“[…] todo allí es privado: el dominio, laindustria, el batey, las casas, los comer-cios, la policía, el ferrocarril, el puerto.”

el punto de vista técni-co, porque, si bien en laindustria se concentranlos mayores avances dela tecnología azucarerade la época, la agricul-tura cañera continuarásiendo una agriculturarelativamente atrasada.Por un conjunto de fac-tores económicos que seimponen, en el caso cu-bano se trata de aprove-char al máximo las con-diciones naturales paramantener un cultivo deretoño como la caña elmayor tiempo posible sinnecesidad de nuevas siembras y así explo-tar la plantación cañera al menor costo.Tanto la agricultura como la industria sedesarrollan con limitaciones evidentes defuerza de trabajo que encarecen la manode obra; sin embargo, mientras en la agri-cultura cañera las fórmulas adoptadas parael ahorro de trabajo en buena medida en-tronizan el atraso técnico, en la industriafavorecen la modernización.

Otro resultado de la expansión azuca-rera durante el primer cuarto del siglo XX

es la unificación económica del territorio na-cional. En la época esclavista, la economíaazucarera había sido, esencialmente, un fe-nómeno occidental; con la centralización,la industria avanza hacia el este, cubre todoel territorio del país, lo que trae tambiénsus consecuencias. La primera de éstas esque, a diferencia de otros países subdesa-rrollados donde las primeras industrias, seanmineras o agrícolas, se concentran en cier-tos puntos del territorio, en el caso cubanola industria está presente casi a todo lo lar-go de la Isla. Recuerden el mapa que nos

FERROCARRIL CAÑERO DEL CENTRAL SOLEDAD, EN GUANTÁNAMO.

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en buena medida seexpresa en patrones cul-turales, cuya principaldimensión es ese habi-tat segregado del bateyclásico de los grandescentrales del este del país,con sus barrios america-nos, sus barrios de em-pleados cubanos, susbarracones de trabaja-dores temporales. Elbatey de ingenio que nosolamente en las regionesorientales constituye unverdadero microcosmoscultural cuyas peculiari-dades alcanzan a nues-tros días. Además, nopuede perderse de vis-ta la influencia cultu-ral norteamericana en

ese ámbito, puesto que de esta situaciónde hegemonía económica y cultural se ori-gina una influencia que irradia muy fuer-te en la alta empleomanía cubana, y quequizás se torna más tenue en la medidaque se va alejando de esa élite, pero quesin dudas es un factor importante desdeel punto de vista cultural.

Y por último, tenemos la formación deun proletariado. Finalmente, la enormedemanda de fuerza de trabajo y la aboli-ción de la esclavitud van a crear una fuer-za humana en torno a la industria de pro-porciones enormes —más de medio millónde personas en determinados momentos—:casi la mitad de la fuerza de trabajo delpaís, contingente constituido además conun peso muy importante del factor migra-torio, por la rapidez con que debe crearse.Y, como a la vez el mundo del azúcar, laesfera laboral del azúcar, constituye inter-

En cierta medida ese fenómeno obe-dece a la extranjerización de la industria.En la época esclavista la producción ha-bía estado, fundamentalmente, en manoscubanas o en manos de españoles radica-dos en la Isla; ahora, el proceso de expan-sión está acompañado de una crecienteinversión norteamericana y, por tanto, dela enajenación de buena parte del controlde la industria por empresas norteamerica-nas. Esto tiene, sin dudas, un impacto; enprimer lugar, a nivel técnico, porque buenaparte de la transformación va a estar a car-go de técnicos norteamericanos o europeos.Recuérdese que cuando se crea la Aso-ciación de Técnicos Azucareros de Cuba(A.T.A.C.) en 1927, prácticamente todasu directiva era extranjera, pues la forma-ción de ingenieros y peritos azucareros enCuba empezó ya entrado el siglo XX. Y jun-to con esto, también la jerarquización que

“LA JUNTA”, LA MÁS ANTIGUA LOCOMOTORA CONSERVADA EN CUBA.FOTO DE JORGE OLLER.

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tiempo casi hasta nues-tros días. ¿Cuáles sonlos factores de esa con-servación? La expan-sión azucarera conclu-ye, por lo menos en lafase capitalista, en elentorno de la crisis de1929. La tendencia alautoabastecimiento delos principales mercadosproductores, y fenóme-nos que se le asociancomo el proteccionis-mo, van a traer comoresultado que la de-manda de azúcar en elcaso cubano y de lamayor parte de los

exportadores— se estanque e inclusorevierta, de manera tal que Cuba pro-ducirá y exportará en 1933 la mitad delo que producía y exportaba cinco añosantes. El impacto de esto sobre una eco-nomía y una sociedad monoproductorascomo la cubana es terrible. La manera enque se enfrenta esa crisis, es decir, lapolítica con que se le enfrenta, es fun-damental para preservar una serie deelementos de esta realidad que hemosestado describiendo. ¿Por qué? Porqueesa política se orienta básicamente a ase-gurar y conservar las estructuras y carac-terísticas socioeconómicas esenciales delnegocio azucarero, a mantener a todotrance la subsistencia del sistema. Así sevan a asegurar los mercados por vías deconvenios internacionales o por el meca-nismo de cuotas (en el caso del mercadonorteamericano), pero estos mercados se-guros con cantidades de exportación fijas ypredeterminadas suponen también un cier-to esquema de organización de la industria,

namente una realidad muy diversa, estoscomponentes migratorios se distribuyeronde forma desigual, de modo tal que en laagricultura, sobre todo en los centrales delas provincias del este, va a predominar lapresencia de un bracero importado deHaití o de las Antillas que un poco reafir-mará la presencia del negro como corta-dor de caña, mientras que en las áreasindustriales y en ciertas operaciones agrí-colas habrá una mayor presencia españolae incluso china. Pero, comoquiera que sea,hay que tener en cuenta también que esteproletariado azucarero es peculiar por lanaturaleza estacional de la industria, quesupone, por tanto, un alto grado de trashu-mancia y problemas serios para la estabili-zación de su propia condición obrera.

Ahora bien, todos estos rasgos y algu-nos otros que no puedo incluir, están biendefinidos ya para la década del veinte delsiglo pasado; lo más curioso no es que es-tuvieran muy bien definidos, sino quemuchos de éstos se conservan por largo

ENTRE LOS NUEVOS EQUIPOS PARA MODERNIZAR EL PARQUE FERROVIARIO EN CUBA, SEENCUENTRA LA LOCOMOTORA DIESEL ELÉCTRICA SOVIÉTICA MODELO T.E.-114-K. EN LA

FOTO SE OBSERVA LA LOCOMOTORA INSIGNIA DE LOS FERROCARRILES DE CUBA.

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de la caña que produce, y que tiene, portanto, que emplearse y garantizar la sub-sistencia de su familia mediante otras ocu-paciones o cultivos, lo cual, desde el pun-to de vista cultural y social, dibuja uncuadro bastante complicado. Por supues-to, la política redistributiva también seextiende hasta los trabajadores como unanecesidad inevitable desde el punto de vistade la estabilidad social, lo cual, desde elpunto de vista salarial supone una presiónnotable sobre los costos de producción delazúcar, si además se tienen en cuenta losaumentos en los pagos por la caña otorga-dos al colonato. La respuesta a ese incre-mento de los costos por parte de los hacen-dados o dueños de centrales, será tratar deaprovechar el carácter estacional de la in-dustria y producir la mayor cantidad de azú-car en el menor tiempo posible.

El primer resultado de esa política deintensificación de la productividad fue queel tiempo muerto, que siempre existió, ad-quirió una envergadura de fenómeno so-cial como nunca antes había tenido, por-que en realidad el desempleo hastamediados de la década del veinte en elsector azucarero era un fenómeno bastan-te marginal. A partir de la crisis de la dé-cada del treinta y en las posteriores, cuan-do las zafras se reducen de los seis meses

porque no era posible resolver la situaciónsobre la base de la libre competencia, puesésta hubiese conducido a la desapariciónde decenas de centrales, con todas las con-secuencias sociales que ello suponía en laépoca. De lo que se trataba, como se de-cía entonces, era de preservar la organi-zación de la industria y asegurar lasobrevivencia de todos sus factores socia-les mediante la regulación estatal, que dis-tribuía cuotas de producción a todos loscentrales, de manera que todos pudierancontinuar operando independientementede que fuesen grandes o pequeños, eficien-tes o irrentables, lo cual suponía el des-montaje de la dinámica capitalista en elfuncionamiento de la industria, en buenaparte porque desaparecía la competencia.

Por otro lado, se va a preservar esa fi-gura importante que es el colono, que enmomentos de crisis los centrales habíantratado de aplastar todavía más para lo-grar la mayor participación de sus propiascañas, en el caso de los que las sembra-ban “por administración”. Ahora, este co-lonato, que se afianza sobre todo con laley de Coordinación Azucarera de 1937 yotras medidas posteriores y anteriores, sepreserva en condiciones muy difíciles, por-que está formado en buena parte por untipo de agricultor que apenas puede vivir

DOS DE LOS PRINCIPALES MODELOS DE LOCOMOTORAS DE VAPOR, INTEGRANTES DEL PARQUE TRÁCTICO DE LOSFERROCARRILES DE CUBA, DURANTE LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX. ARRIBA SE OBSERVA EL MODELO TIPO

CONSOLIDATION, Y EN LA PÁGINA DE LA DERECHA EL TIPO MIKADO, AMBOS FABRICADOS POR UNA FIRMA NORTEAMERICANA.

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servación del conjunto de factores bási-cos en la industria sin prácticamente mo-dificación alguna.

De estas tensiones, de estas contradiccio-nes, surge en parte —pues también obedecea muchos otros factores— nuestra Revolu-ción. En la industria azucarera la Revolucióntransforma de entrada todos los atributostradicionales: se expropia el latifundio,se nacionaliza el gran central, se rompela dependencia comercial. El Estado, queya comenzaba a desempeñar un papel decierta relevancia desde la década deltreinta, deviene en estas circunstanciasel agente fundamental de toda la activi-dad y toda la gestión en el mundo delazúcar.

En los primeros momentos se replanteanaquellas modificaciones, se toman algunasmedidas que la situación social habían im-pedido adoptar en la década del treinta.Después de la gran zafra de 1961, cuandoya toda la industria está en manos del Es-tado, se procede a un primer movimientode racionalización y se demuele un pe-queño grupo de siete u ocho centrales deescasa eficiencia —es en este sentido laúnica experiencia importante anterior ala actual. También se trata de “redimen-sionar” —estoy aplicando a una situaciónde la década del sesenta una palabra dela década del noventa y del año 2000— laagricultura cañera, reduciendo el área

que podían durar entre 1900 y 1920 a lostres meses que duran en la década delcincuenta, el tiempo muerto realmentepesa sobre todos los trabajadores que tie-nen que ver con el azúcar. Esto, por su-puesto, crea un problema cultural impor-tante, y no siempre del todo sopesado: eldesarraigo, especialmente en el área agrí-cola cuyos trabajadores se tienen quemover de un lado a otro para conseguirempleo o algún modo de subsistir en lasépocas de tiempo muerto. Sobre todo creaun cuadro muy complicado en la existen-cia misma de la industria, porque sus fac-tores (hacendados, colonos y obreros) vana tratar de conseguir dos cosas: uno, esta-bilizar su condición; y dos, sostener e in-crementar en lo posible sus ingresos, suparticipación. Se configura así una situa-ción de enormes tensiones internas, queel Estado burgués tratará de sobrellevarcon medidas de equilibrio a veces sorpren-dentes. Al mismo tiempo se crean obstácu-los muy serios al progreso técnico de laindustria, que tiende a reafirmarse en susbases tradicionales y en sus fundamentostécnicos anteriores. Por consiguiente, pue-de hablarse de un cuadro de estancamien-to, de relativo estancamiento como resul-tado de esta situación, lo cual no implicaen modo alguno que no hubiese un creci-miento muy apreciable de la productivi-dad del trabajo, pero sí en cuanto a la con-

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de el punto de vista tecnológico y cuyasfábricas mayores y más modernas se con-cilian con pequeñas unidades, con la cir-cunstancia de que no siempre las mayoresy las más modernas son también las máseficientes.

Por otra parte, desde el punto de vistade la industria, sin dudas otro factor im-portante es el incremento del personal ca-lificado. Es decir, esta isla de modernidadtécnica que en su momento representóel central, ahora se extiende y articulabastante más, ya que la cantidad de tra-bajadores y profesionales que se concen-tra en estas unidades es incomparablemen-te mayor que en el pasado. La industria seintegra, o sea, empiezan a desarrollarse in-dustrias asociadas para proveer de maqui-naria y de insumos, lo cual favorece la in-tegración de la industria azucarera en elconjunto de la economía nacional. Tam-bién se desarrolla el aprovechamiento desubproductos y de derivados. Sin embar-

ocupada por dicho cul-tivo. Por supuesto, enlas condiciones carac-terísticas de los prime-ros años de la Revolu-ción, y con el rencoracumulado de siglos deexplotación asociadosal azúcar, esto se desa-rrolló, sin dudas, concierto desorden, y el re-sultado fue una caídabrusca de la produc-ción en 1962 y 1963,que puso muy en alertaal Gobierno acerca dela importancia decisivadel azúcar para podermantener las condicio-nes financieras externasde la economía cubana. Tal situación, aso-ciada a las posibilidades que abrían las re-laciones con un sector del mercado mun-dial con una creciente demanda y ademásciertas posibilidades de pago, es decir, elcampo socialista encabezado por la des-aparecida Unión Soviética, cambió elpanorama y condujo a la adopción de unapolítica que abrió una nueva etapa deexpansión para la industria. Dadas las cir-cunstancias de demanda creciente y pre-cios preferenciales remunerativos, estaetapa de expansión se desarrolla en con-diciones extensivas; o sea, que lo que po-día haberse apuntado como un movimientode racionalización, se cancela. La produc-ción crecerá hasta alcanzar y superar losocho millones de toneladas; esto se lograconstruyendo nuevos centrales, renovan-do muchos de los antiguos, pero sin queprácticamente desaparezca ningún cen-tral. El resultado será una industria quemantiene una tremenda diversidad des-

PARA PALIAR LA CRISIS FERROVIARIA, EN LA DÉCADA DEL CINCUENTA SE PROCEDIÓ ALA MODERNIZACIÓN DEL PARQUE TRÁCTICO, MEDIANTE LA INCORPORACIÓN DE EQUIPOS

“DIESEL”. EN LA FOTO SE OBSERVA EL DESEMBARQUE DE UNA LOCOMOTORA ALEMANACON DESTINO A LOS FERROCARRILES OCCIDENTALES.

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ción, que se desarrolla y llega práctica-mente a permitir que 70 % de la cosechacañera se realice por medios mecánicos,representó también una gran capitali-zación; es decir, supuso una fuerte aplica-ción de capitales en la agricultura. En rea-lidad, si la agricultura cañera aumentanotablemente su rendimiento —y real-mente duplica para finales de la décadadel ochenta los rendimientos medios decaña por área realizados en el capitalis-mo—, lo hace también sobre la base deun incremento muy apreciable en los cos-tos de producción.

Por otra parte, desde el punto de vistalaboral, hay problemas que no se resuel-ven: estas grandes unidades que eran lasgranjas cañeras, generalmente resultabandesde el punto de vista de la gestión mu-cho más complejas que la mayor de las co-lonias del viejo latifundio, lo cual repre-sentaba también un serio engorro desde elpunto de vista del manejo de personal. Lamodernización fue interpretada esencial-mente como una urbanización. Algunos re-cordarán seguramente aquella frase deMelesio, el guajiro protagonista de unatelenovela, que hizo época cuando decíaque las nuevas comunidades rurales com-puestas por edificios de varios pisos erancomo un “almacén de guajiros”. Éste es unasunto cultural importante, porque nues-tra agricultura no se moderniza conservan-do y desarrollando los valores de la vidarural, sino que se propicia el abandono deéstos. Incluso en nuestra educación toda-vía hoy prácticamente no hay diferenciapara la enseñanza entre una escuela ruraly una escuela urbana, lo que implica todoun tipo de enfoque hacia el trabajo rural yhacia el trabajo agrícola, hacia el desarro-llo de relaciones de pertenencia, queevidentemente afecta la estabilidad del

go, la industria azucarera permanecerásiendo, básicamente, una productora deazúcar crudo, un producto de muy bajovalor agregado. Insisto en esto, porquequiero poner de manifiesto cómo dentrode la gran transformación que supone laRevolución, hay elementos de continui-dad que a veces no se advierten de pri-mera intención. Así, el central, por su-puesto, se democratiza, se abre, ya no esese mundo aislado, pero sigue centrali-zando buena parte de los servicios eco-nómicos y sociales que se prestan en suámbito, y de alguna forma, inclusodespués, con la creación de los “comple-jos agroindustriales” (CAI), habrá una ar-ticulación con la agricultura como noexistía nunca antes. De hecho, el admi-nistrador de un CAI llegó a disfrutar deun poder de decisión —no sé si lo dis-frutaba o le pesaba— que ni en sus no-ches de mayor delirio soñó Eustace S.Walker cuando administraba la DivisiónBanes de la United Fruit Company, úni-ca compañía que durante el período ca-pitalista operó integrada a la agricultu-ra y la industria.

Creo que la agricultura fue la esferade mayor transformación en la etapa re-volucionaria. En primer lugar, porque depronto casi desaparecen los trabajadorescañeros; éste era un trabajo brutal y lagente lo abandona. Todos experimenta-mos los resultados en carne propia, o talvez los más entraditos en años, porque tu-vimos que ir a sustituirlos como trabaja-dores voluntarios y, en consecuencia, huboque buscarle una solución a este proble-ma. La solución fue el avance técnico, queconsistió sobre todo en la mecanizaciónde las distintas operaciones que tienenque ver con la agricultura cañera, desdela siembra hasta la cosecha. La mecaniza-

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empleo en el campo y ha tenido un impac-to muy negativo en la agricultura cañeraque, además, como no produce alimentosde consumo directo, resulta muy pocoatractiva en condiciones de escasez.

Resumiendo, durante las últimas dé-cadas se transforma sustancialmente lasituación de la industria, pero, por otraparte, hay elementos de continuidad quemantienen aplazados por muchos añoscambios que debían haberse comenzadoa producir en la década del treinta. Poreso, cuando desaparece el paraguas de losprecios preferenciales y Cuba tiene queregresar a competir con sus productos en

un mercado mundial que es ya otro defi-nitivamente —en el cual, además, duranteveinte o treinta años los competidoreshan venido ajustándose a las cambiantescondiciones—, la industria azucarera cu-bana se ve en una situación extraordina-riamente comprometida, y en la necesi-dad de tomar decisiones muy graves enpoco tiempo para enfrentar situacionesque, como les decía, resultan del aplaza-miento de muy viejos problemas. Se pro-duce entonces desde hace un par de añosel cierre y la demolición de varias decenasde centrales azucareros, proceso que sindudas hubiese sido preferible desarrollar

ESTAMPIDA, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2001.

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La reestructuraciónazucarera y la culturadel trabajo

JOSÉ LUIS MARTÍN ROMERO

Sociólogo y profesor.

Comienzo con lo que me parece un deberelemental y consiste en agradecer a la Fun-dación Fernando Ortiz por organizar esteencuentro y asumir la responsabilidadde colocar el problema del azúcar dentro deun debate cada vez más plural. Y es quelo que le pase al azúcar le pasa a la na-ción, nos pasa a todos y de ningún modoel mundo académico cubano puede estarfuera de ese debate.

Éste es un momento de asumir respon-sabilidades, y claro está que también es

nuestra responsabilidad como investiga-dores lo que pase o pueda pasar con elazúcar en nuestro país. Por eso agradezcoa la Fundación Fernando Ortiz esta ini-ciativa y también el pensar que yo pueda—¿quién sabe si lo logre?— asumir estaencomienda.

De modo que, en el limitado tiempoque disponemos, trataré de hablar de lacultura del trabajo en Cuba, de cómoesta cultura tiene que ver de modo en-trañable con el azúcar, al tiempo que, parailustrar o calzar estas ideas, haré refe-rencia a algunas investigaciones de nues-tro equipo de trabajo que se desarrolla-ron en el ámbito azucarero. Por último—y ojalá me iluminen los orishas—, in-corporaré algunas propuestas en mi dis-curso que tal vez ayuden a pensar quépodrá o qué debiera pasar con la rees-tructuración del azúcar.

Primeramente vamos a ponernos deacuerdo en qué es la cultura del trabajo y aconvenir de qué hablamos cuando de eso setrata. La cultura del trabajo se define porlos contenidos, el sostén tecnológico, la orien-tación y el sentido subjetivo con que se mar-ca el trabajo. Es la acción y la emoción deltrabajo en un todo único y con todos susposibles atributos; es la configuración siem-pre dinámica y a menudo compleja queimbrica íntimamente lo que se hace con lasformas en que se realiza y se asimilasubjetivamente la actividad laboral.

Si estamos de acuerdo, entonces lesañado que la cultura del trabajo que haprevalecido en Cuba tiene una estrechavinculación o ha estado presidida oliderada por el proceso de producción deazúcar en todas sus facetas, como agrí-colas, industriales y comerciales. En talsentido nuestra cultura cubana del tra-bajo ha incorporado o lleva en los cueros

de manera paulatina, para así evitar o paliarel trauma social y cultural que de una ma-nera mayor o menor, pero sin duda inevi-table, provoca el cierre de fábricas quedurante un siglo, y a veces más, constitu-yeron el sustento y la razón de ser de mu-chas comunidades.

Éste es más o menos el cuadro denuestra situación azucarera. He tratadode traer las bases históricas de determi-nadas realidades culturales; mucho de loexpuesto, me imagino, podrá ser objetode amplia discusión, porque de algunosde estos criterios tampoco me siento de-masiado seguro. C

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1 Lo que sigue tiene un tratamiento más completo y extenso en revista Temas, no. 30, julio-setiembre, 2002,pp. 42-55.

Esta marca ha traído consecuencias bue-nas y malas. Hemos desarrollado capacida-des para darnos a conocer en el mundo y enbuena medida lo hemos logrado, pero el cos-to ha sido una notable debilidad para el re-conocimiento y la medición internos de pro-ductos y desempeños, un mercado internosiempre irrelevante para nuestra propia eco-nomía, una infraestructura insuficiente ydescuidada para viabilizar lo anterior y, comosíntesis de todo, una débil institucionalidaden nuestras entidades productivas y de servi-cios que afecta la construcción particular deuna cultura del trabajo en cada entidad yactividad. Siempre hay excepciones, pero éstaes la regla. Dentro de las excepciones quizádebiéramos situar el know-how azucarero cu-bano, esa institución virtual que se configuracuando de hacer azúcar se trata, ese eslabo-namiento de acciones y operaciones, incor-porado durante siglos, que marca entre tan-tas otros factores la cubanidad. Nada, quelos cubanos sabemos hacer azúcar... Se tratade un ingrediente laboral erigido con trazas deverdadero linaje de nuestra cultura.

Así como tenemos la marca de la expor-tación, tenemos también la marca de laimportación, o sea, Cuba, como todo paísexportador de productos primarios, no pro-duce lo que consume. Lo positivo de estamarca —porque hay algo positivo aunqueasombre— está en la capacidad para asi-milar lo nuevo, para recrearlo incluso, paraseleccionar alternativas sin muchos pre-juicios. Pero el costo ha sido siempre unagran vulnerabilidad en la relación con losmercados externos, una tendencia nuncabien reprimida al mimetismo y una insufi-ciente disposición, a la vez que un lentoaprendizaje, de la necesidad de conser-

del alma —no sé cómo decirlo— variasmarcas que son aparentemente indele-bles.1

La primera de todas es la marca de laexportación. Cuba ha sido por siglos un paísde exportadores, se realiza a sí mismo fue-ra de él. Antes se exportaban azúcar, ta-baco y otros productos primarios; hoy, sinabandonar aquéllos, se exportan otros queincluso tienen cierta participación de losconocimientos. En fin, siempre hemos vi-vido de lo que hemos exportado y con ta-les o cuales productos o servicios hemosido ganando lo que pudiéramos llamar elsalario de Cuba.

FOTOS DE LA COLECCIÓN “TEMPORADAEN EL INGENIO” DE CHINOLOPE.

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cho de que existimos en una cuerda utópi-ca en la búsqueda de ser lo que pretende-mos. Existe una suerte de Cuban dream vi-gente desde José Martí y comenzado desdeVarela: desarrollo económico y justicia so-cial (hoy añadiríamos crecimiento huma-no). En ese sueño nos hemos constituidocomo nación, y él nos convoca, une y reúnesin que nada se le compare para igualespropósitos. De ese sueño sacamos unidadde acción, disposición al experimento, vo-cación de solidaridad, coherencia en eldiscurso ideológico que siempre acompañalas más diversas actividades sociales y so-bre todo el trabajo (quizá la actividad hu-mana que fija la ideología como ningunaotra). Pero también somos una especie de“obra en construcción”; nos acompaña laincertidumbre, la que a su vez reta nuestravoluntad y nos mueve la vista hacia la rea-lidad con la tozudez y crueldad que acos-tumbran los hechos.

De estas marcas han surgido —y estoparece constatarlo la investigación—2 cier-tos modelos del trabajador cubano, cuyaexposición teórica sería engorrosa en unencuentro de esta naturaleza, pero queha contrapuesto el trabajador de la depen-dencia que formó nuestro capitalismo sub-alterno y periférico (con disciplina de ham-bre; calificación empírica y puntual en lamayoría de los puestos; motivación y crea-tividad sometidas a la subsistencia; y par-ticipación reactiva e hija del conflicto) altrabajador de la construcción socialista queoperó y aún actúa como desiderátum,como modelo de referencia (instruido,calificado, con disciplina conscientey participación preactiva). Hoy por hoy

var, mantener y distinguir entre lo nuevoy lo bueno. Otra consecuencia culturalimportante y nociva es la tendencia a in-corporar criterios de calidad sujetos a pa-trones externos.

Otra es la marca de la resistencia en pre-cariedad. La crisis o el enfrentamiento per-manente a dificultades que parecenrebasarnos, es casi nuestro estado natu-ral, es una marca de siglos, aunque se dis-tinga con mucha evidencia en los últimoscuarenta años. No obstante, cualquierrevisión de nuestra historia nos convencede que esto ha sido prácticamente la ma-nera natural de vivir del cubano: entra-mos en una crisis, la enfrentamos, salimosde ella y entramos en la siguiente, conrepetición del mismo ciclo. Lo positivo deesta marca ha sido la capacidad de resis-tencia (por momentos asombrosa), sere-nidad ante los peligros y creatividad antelas dificultades, todo lo cual nos ha gran-jeado el respeto de amigos y enemigos.También el amplio repertorio de estrate-gias de resistencia, a lo que se pudieraañadir quizá cierta capacidad autocríticay voluntad de perfeccionamiento. Empe-ro, lo negativo ha sido la tolerancia antelos malos desempeños, cierta laxitud(a veces indignante) en cuanto a la im-prescindible honestidad que demandanmuy diversas situaciones de trabajo en loque atañe al uso de los recursos. Nos he-mos construido laboralmente como zafrerose inmediatistas, con un sentido de previ-sión muy subordinado a la incertidumbre oa la presión coyuntural de la resistencia.

Por último, quisiera destacar la marcadel constructo inconcluso, que refiere el he-

2 Consultar “Rasgos y contradicciones de la esfera laboral del modo de vida en Cuba” del Grupo de Estudios delTrabajo, Fondos del CIPS, 1989; “La experiencia transformativa en el CAI Camilo Cienfuegos” de J. L. Martíny otros, Fondos del CIPS, 1997; y “Reajuste y trabajo en los 90” de J. L. Martín y otros, Fondos del CIPS, 2000.

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impone el subdesarrollo; el relativo al so-cialismo fue un arquetipo de presencia in-termitente en casi todos: lo construimos,destruimos y reconstruimos sucesivamentedentro de nosotros por vocación de resis-tencia y patriotismo o, en el otro sentido,como consecuencia de un sistema de rela-ciones de trabajo infuncional y de unainstitucionalidad laboral muy débil; el delreajuste es un modelo dual, obviamentecontradictorio: resultado de una coyuntu-ra, aunque no necesariamente coyuntural.

Lo cierto es que eso es lo que somos porel momento: trabajadores del reajuste, cu-riosa combinación de los dos modelos an-teriores, transitando hacia formas de inser-ción adecuadas a los nuevos espacioseconómicos, lo cual significa incorporarsea un entramado de redes muy particular,porque todos esos espacios se interconectanpor redes a escala micro, al tiempo que sedesconectan —al menos aparentemente—en las redes a escala macro.

De esta complejidad salen el trabaja-dor (o trabajadora, claro) y la cultura detrabajo que le acompaña, cultura que seexpresa en un determinado ámbito, lo cualno quiere decir que se forme allí solamenteporque un ámbito se vincula con otros.De la compleja dialéctica de esos víncu-los resulta la cultura de trabajo, la cual sepuede distinguir a escala organizacional,ramal, territorial, regional, en fin, mun-dial, pero que dondequiera expresa la for-ma que tenemos de ser trabajadores, deser cubanos al trabajar, de ser socialistas,de ser cualquier cosa. Esto es lo que haydetrás de estos modelos, por eso les habloen estos términos.

tendríamos que incorporar dentro de estasconfrontaciones al trabajador del reajuste,hijo del Reajuste de la década del noven-ta y, por razones obvias, muy contradicto-rio: instruido, orientado alternativamentea la subsistencia o a la creación, discipli-nado en dependencia de la capacidad decontrol de su espacio económico,3 calificado(aunque no siempre capacitado) y con unaparticipación dependiente de “opacidad” o“luminosidad” de su espacio económico deinserción.

El trabajador de la dependencia se for-mó durante siglos: es un muerto de muybuena salud que resurge una y otra vez alimpacto de las diferentes realidades que

3 Resultado de las medidas de reajuste de la década del noventa en el país: básicamente el espacio estatalreanimado, el no reanimado, el mixto, el cooperativo, el privado y el residual. Ver “Reajuste y trabajo en los 90”ya citado o el propio artículo de la revista Temas.

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cialismo.4 Y es que la cultura del trabajose forma permanentemente desde la es-cuela, en el centro laboral, en la familia y,en verdad, en la sociedad toda. Para esola sociedad tiene que aprender a reivin-dicar socialmente lo que Martí llamara lautilidad de la virtud y sobre todo tomaren cuenta que necesitamos profesionalesidealistas, no idealistas profesionales. Notener una buena estrategia de vindicaciónde la virtud o confundir profesionalidadcon idealismo, abre campo y favorece laineptitud disfrazada de disciplina, la irres-ponsabilidad escudada en prioridades y ladeshonestidad presentada como prácticade resistencia.

En el azúcar, por supuesto, se forma-ron, coexistieron, pugnaron y pugnan esosmodelos de los que he hablado y se handado estas contradicciones, tal vez con elprotagonismo y seguramente con la fuerzadinamizadora que no tuvieron otros sec-tores económicos. El azúcar ha estado enel centro de la configuración de nuestracultura de trabajo. Y aclaro que no sóloha traído desgracias, también trajo lo quealguna vez llamamos en nuestras investi-gaciones y que hace unos minutos men-cionamos: el linaje azucarero, suerte demoral y know how colectivo (cuasi nacio-nal) de trabajo que formamos a lo largode siglos.

El azúcar ha tenido ese rol porque hasido, por una parte, el mecanismo articu-lador de la cultura del trabajo en Cuba;por otra, el vehículo de inserción de Cubay los cubanos en el proceso de globalizaciónen el que siempre ha transcurrido nuestrahistoria.

Veamos lo primero: toda la estructuraeconómica de Cuba ha dependido hasta

A pesar del aparente maniqueísmo deesta lógica de los modelos (cuya finalidadfue analítica), todos conviven en noso-tros y con sólo revisar nuestra semana detrabajo los distinguimos en nuestros actosy pensamientos. Pero es bueno compren-der que sus vínculos y contraposicionesno obedecen a una evolución dialécticaque recupere o supere en unos y otros res-pectivamente lo positivo y salvable o lonegativo y reprochable. No, porque no he-mos seguido un camino ascendente en laevolución de nuestras relaciones de traba-jo. En la transformación formidable de la Re-volución, no cuidamos conquistas, proce-deres, formas y contenidos conductualesde trabajo que eran sólo aparentementeconquista de la burguesía y sí cuidamos,por el contrario, logros reales de la culturade un pueblo. No se supo preservar muchabuena práctica de trabajo en los más diver-sos quehaceres de la producción y de losservicios, y se perdió cultura del controleconómico, responsabilidad material y nopoca moral de trabajo.

Y aunque la causa esencial está en unagestión económica y de recursos humanosdeficiente, sería erróneo culpar a la malapráctica de dirección con tales despropó-sitos. Hay un rejuego de factores objeti-vos y subjetivos, una complicada dialécti-ca de habitus y campo, como dijeraBourdieu, que al mismo tiempo ha ido in-corporando saberes y referencias positivasy tolerando antivalores asentados en lasimulación y el descompromiso.

No hay una simple contraposición deculpables y víctimas; hay mucho sentidodel deber sacrificado por desidia, poca fee inconsistencia, que se ampara y encu-bre en la adolescencia gestionaria del so-

4 Agradezco al doctor Miguel Barnet la sugerencia de este comentario.

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El azúcar fue, hasta casi este minuto enque discutimos sobre la cultura que formó,el vehículo de inserción de nuestro país en elmundo en los distintos momentos y modali-dades en que lo hemos hecho. Si tengo ra-zón en decir que la conquista de Américafue el acto globalizador más genuino,impactante y brutal que el mundo ha cono-cido (a pesar de Internet), entonces tendrérazón al pensar que nacimos para Occiden-te y para la historia que ha escrito Américacomo el primer espacio geográfico globa-lizado de este mundo. En esa lógica, hoy quese habla tanto de globalización, somos losque más “experiencia” tenemos en eso deglobalizarse. Pero todos sabemos que si bienel sistema de flotas le dio a La Habana unpapel de enlace totalmente singular en losvínculos entre el Nuevo y el Viejo Mundo, elimpacto más trascendente de todo ese procesoestuvo en los capitales que formó o que iniciópara el proyecto formidable de la industria azu-carera que desarrolló la clase adinerada criolladevenida sacarocracia (como lo llamara More-no Fraginals) en un período de tiempo históri-camente breve y desde finales del siglo XVIII.

Hubo varios momentos de esa inserciónen la globalización iniciada con la con-quista. El primero le llamaría el momentocapitalista-esclavista, que refiere el quehacerteórico y práctico de Arango y Parreño,Nicolás Calvo de la Puerta y toda esa clase;el segundo sería el momento neocolonial,cuando la globalización pasa y ademásviene de los Estados Unidos. El tercerosería el momento de la globalización alter-nativa, el momento del socialismo, que tuvola virtud de que fue una elección respal-dada por el pueblo, como acción patrióti-ca resultado de una reacción formidablede carácter revolucionario que optó poraquella experiencia de globalización soli-daria, lamentablemente fallida a la larga,

hace pocos años del pivote del azúcar. Laagricultura se desarrolló en las tierras queno utilizó o que sacrificó el azúcar; la in-dustria se configuró para complementarlas necesidades azucareras o para trazarcaminos paralelos de desarrollo (paralelosal azúcar, claro) y nunca contrapuestos.Los servicios se ubicaron y alcanzaron lasdimensiones que el azúcar les asignó, ha-bida cuenta la estructura socioubicacionalde nuestra población, también determi-nada por el azúcar. La infraestructura (des-de el ferrocarril hasta la Autopista Nacio-nal, pasando por la Carretera Central) fuevirtualmente trazada por el azúcar. Seaprendió a trabajar en Cuba y se pudoemplear ese conocimiento y validarlo in-terna y externamente desde, en, para, pory gracias al azúcar. Así fue desde finalesdel siglo XVIII hasta el final del siglo XX.

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Les voy a referir de un modo muy su-perficial un par de investigaciones que nofueron nada superficiales, más bien todolo contrario, para que examinemos lo quenos pasó con el azúcar en el terreno de lacultura del trabajo y de las relaciones detrabajo. Será útil, pienso, para reorientar-nos en los nuevos caminos de los que ven-go hablando, para recuperar lo que delazúcar sea recuperable, para que conti-nuemos este proceso de reinserción en elmundo de la manera más virtuosa para loscubanos y las cubanas de hoy y del futuroy para lo cubano de siempre, de todos lospasados y de todos los futuros.

El Partido y el Gobierno llamaron hacepocos años a un conjunto de investigado-res para estudiar cómo echar a andar ungran central habanero que parecía nopoder moler por una complicada combi-nación de factores objetivos y subjetivos.Teníamos quince días para dar soluciones.No querían análisis —ya habría tiempo—;se requerían propuestas. Aplicamos unametodología de aproximación rápida, y delas primeras indagaciones salió como unaluz la estrategia de indagar con las perso-nas claves de los puestos de trabajo clavesen la industria. Partíamos de muchos pre-supuestos teóricos y metodológicos que nopuedo desarrollar aquí en el tiempo quedispongo, pero le pusimos nombre a aque-lla red de puestos y áreas, reconstruimossu historia reciente, examinamos sus con-diciones y relaciones de trabajo y nos per-catamos de que muchos buenos trabaja-dores se habían marchado, que muchosbuenos que quedaban no podían trabajarbien y querían irse o retirarse, que se ha-bían debilitado las redes funcionales deaquella industria por un trazado a vecesinsensato y otras veces demasiado imposi-bilitado de hacer lo requerido. Las con-diciones para trabajar bien, se habían

que representó como Segundo Mundo elextinto campo socialista con la URSS alfrente. Si lo vemos desde el ángulo en quelo estoy analizando, el único elementocomún entre los tres momentos fue el ve-hículo usado para la inserción, o sea elazúcar, con las ventajas, desventajas, cos-tos y ganancias que hemos podido ver enmi intervención y en otras.

Lo anterior nos devuelve al análisis delas marcas identitarias de las que hablé concierta abundancia hace un rato, porquesomos lo que producimos, lo que consumi-mos, lo que creamos y lo que soñamos. Todoeso nos inscribe en la historia, y nuestrainscripción tiene el color, el sabor y latextura del azúcar, el olor de sus mieles.Hasta en nuestras voces están los ruidosde sus ecos, ya sean de música, de literatu-ra o de puro lenguaje cotidiano. Un locu-tor famoso narraba el béisbol con términosazucareros, y hasta hacemos el amor conmetáforas y obscenidades de azúcar.

Por eso, al ver ahora qué perdemoscuando el azúcar ha dejado de ser lo quefue, hay que pasar revista a lo que noshicieron, a lo que hicimos nosotros mis-mos sin divagaciones judaicas de quiéntuvo la culpa de aquello o de lo otro; hayque ver bien qué nos pasó y cómo lo en-frentamos ahora para arrostrar los nuevoscaminos que la historia nos abre, con lalucidez del que comprende que la histo-ria tiene sus leyes, que no se trata de sernostálgicos o de pensar que se nos hancerrado los caminos, y con la serenidad yla convicción de que no podemos abjurarde nuestro pasado, ni de lo que tenemosen sangre, para dar el frente a los nuevosretos. La cultura del trabajo (y sus avata-res) nos da ciertas claves para esa laborde recuperación creativa a la que pareceestar convocándonos la vida.

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hecho casi incompatibles con el desem-peño de los mejores trabajadores, quienesno estaban aptos para trabajar mal y dete-nían el proceso porque no tenía sentidodesarrollarlo de esa forma.

No se podía hacer zafra en aquel lugar,porque se había llevado a un estado críti-co, virtualmente mortal, el linaje azucare-ro del que les hablaba hace minutos. Sepuede moler en un ingenio donde faltendecenas de obreros en un turno; no se pue-de hacer si faltan siete u ocho: todo de-pende de quiénes son las decenas y quié-nes son los siete u ocho. Si son los puntosclaves de la red, no se puede trabajar; si nolo son, siempre aparecen soluciones, por-que lo que aprendimos los cubanos en lahistoria nacional del trabajo es que lo im-

portante es saber hacer azúcar. Todo lo de-más se arregla si se puede poner en juegoel linaje azucarero de los cubanos. Prácti-cas de leso linaje azucarero están en estahistoria que hoy examinamos y no se tratade un asunto de segundo orden.

Otra referencia investigativa, que harémás breve aún, tiene que ver con la parteagrícola del proceso. Indagábamos sobre lafamosa “autonomía” de las Unidades Bási-cas de Producción Cooperativa (UBPC)cañeras, porque la apuesta por la gestióncooperativa parecía asentarse en unaautogestión más comprometida e implica-da. Después de examinar un expediente queconstruí con las decisiones más relevantes ysu historia concreta, me senté delante deldirector del complejo agroindustrial, una de

LITOGRAFÍA NO. 2, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2001.

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las personas más importantes en toda aque-lla provincia, y le dije sin mucho protocolo:¿por qué ustedes no dejan vivir a las UBPCcañeras? El hombre me miró como si viera aun loco, pero era muy inteligente y supo queyo podía fundamentar mi talante. Para misorpresa me dio la razón en aquella suertede exabrupto con que lo interrogué y meexplicó, con muy buenas razones y mejoresdatos, que el problema era bastante máscomplejo; al concluir, dijo esta frase inolvi-dable: “Yo tengo menos autonomía que cual-quiera de las UBPC que tú has visitado.”

Lo que pasaba cuando sometí a revisióny análisis toda mi información, era que noexistía en el diseño de aquellas relacionesuna clara delimitación de las competen-cias decisionales de una y otra organiza-ción laboral. No estaba definido desde dón-de y hasta dónde llegaban las respectivasautoridades. Semejante asunto indefinía laresponsabilidad, desorientaba la construc-ción de una nueva cultura del trabajo másresponsable y comprometida —justo la clavesocial de la iniciativa de crear las UBPC—y comprometía el futuro de todo el entra-mado de redes organizacionales que hacíanposible la producción de azúcar.

Linaje perdido en la industria y compe-tencias decisionales imprecisas a escalaorganizacional en la agricultura o entre laagricultura y la industria, son componentessociales de lo que ha venido pasando, y ensu conjunto constituyen una razón socioló-gica nada desdeñable que debe incluirse enla historia de esta pérdida de protagonismo,tan poco honorable, que ha tenido el azúcaren nuestra historia económica.

Si vamos a reconformar, a reestructu-rar la economía del azúcar, no podemosolvidar que en el núcleo duro de su crisishubo elementos esenciales de naturalezasocial, de contenido sociológico que nopueden ser desatendidos ni olvidados. Noestoy diciendo que son la esencia por sí

solos; hay factores tecnológicos, mercan-tiles, económicos y de muy diversa natu-raleza que tienen un peso también esen-cial y que en algunos casos no podemos nipudimos controlar en su minuto, pero ¡es-tán los factores sociales! y no de un modocomplementario, sino con la fuerza reite-rativa y a menudo arcana de lo esencial.

Así, si seguimos produciendo azúcar—y creo que en Cuba debe seguirse produ-ciendo azúcar—, cualquier cosa que vaya-mos a hacer, ya sea en el orden tecnológicoo logístico o en cualquier orden, tenemosque hacerlo con asiento en relaciones labo-rales participativas, porque eso fue lo queen síntesis de síntesis nos pasó: no fuimos nihemos sido suficientemente socialistas en elterreno de las relaciones laborales, ni enel azúcar ni en otros sectores tampoco.

Pero se puede y se debe recuperar elazúcar… Hay muchos tipos de azúcares,hay muchos posibles subproductos y pro-ductos intermedios, hay mucha capacidadproductiva instalada para hacer muchascosas (y eso es herencia del azúcar tam-bién), hay mucha inteligencia y experien-cia industrial. Hay, en suma, mucho lina-je recuperable y movilizable para la salidaproductiva distinguible del azúcar y seríaun crimen de lesa cultura nacional no res-catarle su lugar con las más diversas sali-das prácticas.

Recuperar ese linaje, como el azúcarmismo, sólo es posible con la vocación cons-tructiva de una nueva civilidad socialistacubana, de una nueva institucionalidad quesea el sostén del desarrollo económico y so-cial y del crecimiento humano que son laesencia de nuestro proyecto nacional, pro-yecto asentado no en el socialismo real sinoen el socialismo verdadero, porque aún ensu condición de constructo inconcluso, esnutriente básico de la cubanidad del pre-sente y de la eterna cubanidad que presidi-rá el futuro. C

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Transformacionesdel batey azucareroen Cuba

ENRIQUE FERNÁNDEZArquitecto. Profesor de la Facultadde Arquitectura del Instituto SuperiorPolitécnico José Antonio Echeverría(ISPJAE).

Empiezo por das las gracias por esta posi-bilidad de participar aquí con ustedes enestos intercambios.

El tema del batey azucarero, bastanteinexplorado, es realmente interesante. Novoy a desarrollar la temática tal como lo ha-bía previsto. Me ajustaré al desarrollo queha tenido la sesión de trabajo para inten-tar imbricarme en los discursos que se hanmanifestado.

Siempre es importante dar una visión,aunque sea esquemática, de lo que era elbatey azucarero y de lo que es actualmen-te. El batey azucarero surge con la propiaproducción azucarera; está conformadoinicialmente por los elementos producti-vos y la estructura social que lleva ade-lante esta producción. El trapiche, la casade calderas y la purga, que son los ele-mentos esenciales de la producción azu-carera y después se van transformando enel tiempo, son los que inicialmente le danlugar. Formada ya durante el siglo XVII ysobre todo en el último tercio del XVIII conel boom azucarero que se produce enCuba, la base social estuvo constituidaen su mayoría por negros esclavos. MiguelBarnet se refirió de una manera magistrala lo que significó en el orden cultural y lo

que ha traído también en este propio or-den a la cultura cubana.

La evolución del batey estuvo muy re-lacionada con los distintos pasos que tuvola propia producción azucarera, que co-menzó con un predominio agrícola, talcomo plantea Moreno Fraginals en su tra-bajo sobre el ingenio; después se volviómanufacturera a principios del siglo XIX ymás adelante se desarrolló con la intro-ducción de la máquina de vapor en la se-gunda mitad de este propio siglo XIX y fi-nalmente con la del ferrocarril, queconvierte el ingenio en central.

Hasta 1760, cuando no era importantetodavía la exportación de azúcar en Cuba,el batey es un asentamiento formado poralrededor de cincuenta o sesenta personas.Para el último tercio del siglo XVIII, losbateyes azucareros constituyen agrupacio-nes poblacionales de unos cien, doscien-tos habitantes. En el XIX los bateyes sonpoblaciones que pueden alcanzar más demil habitantes, ya que van estructurán-dose y haciéndose más complejos. Desdeel siglo XVIII el batey azucarero era un com-plejo autosuficiente. Aquí se ha dicho queera una célula aislada y autosuficiente enel campo; es cierto, en correspondenciacon la tónica de la época de la colonia,en que las poblaciones tenían que ser, engran medida, autosuficientes. Por ejem-plo, en los equipamientos que tienen laspoblaciones cubanas aunque sean peque-ñas, encontramos durante el siglo XIX unavariedad de instalaciones, de produccio-nes artesanales que se comercializaban di-rectamente por el productor, las que unosaños después, ya en el siglo XX, el comer-cio minorista prácticamente elimina; eranproducciones que debían hacerse enlas propias poblaciones. El batey no esca-pa de esta situación: en el siglo XIX pode-

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PAN DE AZÚCAR Y HORMA.

PRIMITIVO TRAPICHE PARA SER MOVIDO POR FUERZA ANIMAL,CONSERVADO EN EL MUSEO MUNICIPAL DE GUANABACOA,

LA HABANA.

mos distinguir, además de los elementosproductivos (es decir, los trapiches, lascalderas, la casa de purga, el secadero, elalmacén de azúcar), la existencia detejares para producir hormas de azúcar ytambién hornos para producir cal, carpin-tería, herrería, corral de vacas, chiqueropara puercos y, por supuesto, la casa devivienda del dueño, del administrador, delos empleados o los técnicos de mayor ca-tegoría, y finalmente los bohíos de los es-clavos, los que hasta 1840, cuando apare-ce el barracón en el batey, eran comopequeños campos de concentración, al de-cir de Manuel Moreno Fraginals.

Durante el primer cuarto del sigo XX

aparecen nuevos tipos de bateyes y de ar-quitecturas en grandes colosos azucarerosde la parte oriental de la isla de Cuba, conmás de mil habitantes y un nuevo impulsodel colonato; asimismo, surgen pequeños“bateyes” de macheteros diseminados a tra-vés de los territorios de los latifundios.

Quiero llamar la atención sobre la in-fluencia del azúcar en el conjunto de losasentamientos humanos de Cuba. En es-tos mapas puede verse la zona al oeste dela ciudad de La Habana, la famosa llanu-ra Habana-Matanzas, las zonas de Matan-zas y Cárdenas. Los núcleos correspondena la red poblacional que va sustentandola producción de azúcar, porque realmen-te los ingenios y después los centrales for-maron núcleos más bien pequeños queestaban dispersos en toda esta áreacañera. En la zona occidental ya se vanformando redes de núcleos poblacionales,mientras que en la parte oriental se veclaramente que hay un grupo de núcleosque están dispersos en el territorio, y noha aparecido todavía el fenómeno que vaa ocurrir en la primera mitad del siglo XX,al que se refirió Zanetti en relación con laocupación de la mitad oriental del paíspor los grandes centrales azucareros.

La industria azucarera estructuró elconjunto de las poblaciones cubanas, pero

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TONELERÍA.

CASA DE VIVIENDA DEL INGENIO CONCEPCIÓN.

no dio ni una sola ciudad que haya sidooriginalmente batey. Solamente hay unnúcleo urbano que fue batey en sus oríge-nes, con más de cinco mil habitantes enla actualidad. Es decir, tenemos no sola-mente los que continuaron siendo cen-trales, sino también aquellos que fueroningenios en la época colonial, que se ini-ciaron como bateyes de ingenios y quedespués siguieron desarrollándose comolos restantes poblados de este país. Re-cuerden que a mediados del siglo XIX ha-

bía alrededor de mil quinientos ingeniosen el territorio cubano, consignados en elplano de Pichardo, una huella territorialde gran difusión en el territorio cubano.Por último, no quería dejar de señalar elcarácter atomizado del batey azucarero yla importancia esencial que tiene la pro-ducción azucarera en la estructuración delconjunto de los asentamientos cubanos, aun-que en su evolución los bateyes no hayanpasado de ser pequeñas urbanizaciones.

Daremos ahora un salto grande, por-que mi intención no es la de hacer unadescripción pormenorizada del batey azu-carero y de sus formas, sino desarrollar algu-nas reflexiones sobre el problema que se pre-senta en este momento con la desactivaciónde tan numerosa cantidad de centrales,como ya se ha expresado aquí.

Este fenómeno actual —me refiero a losfuertes cambios en la economía y la pro-ducción, de los que también algo se ha di-cho— es mundial. Al entrar nuestro paísen una economía mixta, y la industria azu-carera a competir en el mercado interna-cional, precisamente en la época de laglobalización neoliberal, nos ha ocurrido loque en muchos otros sitios: la base econó-mica, sustentada en ocasiones por siglos,ha tenido que cambiar. Las exigencias dela producción y los precios mundiales hanpuesto en crisis determinados elemen-tos económicos que fueron fundamentalesen otras épocas, y ha habido que empezar atomar medidas realmente serias sobre es-te asunto. Zanetti hablaba hace un ratoacerca del río Ruhr, en Alemania, y qui-siera abundar un poco sobre este lugar. ElRuhr es una zona que posee la mayor ciu-dad territorio del mundo, con unos diez mi-llones de habitantes. Esta zona se desarro-lló a partir de la producción de carbóndesde la Edad Media, y fue la que sustentó

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PLANO DEL BATEY DEL CENTRAL BRASIL, CAMAGÜEY.

INGENIO AZUCARERO.

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VIVIENDA EN LA CALLE B NO. 32, BATEY DEL ACTUAL CENTRAL BRASIL (ESMERALDA).

BARRACAS, CUARTERÍA O PABELLÓN EN LA CALLE 2DA. ENTRE B Y C, BATEY DEL ACTUAL CENTRAL BRASIL (ESMERALDA).

el desarrollo de Alemania y también el de-sarrollo de Holanda a partir de la segundamitad del siglo XIX. De esta zona procede eldesarrollo de la industria del acero alema-na y el famoso Krupp, industrial nazi quefue uno de los grandes corporativos delmundo de principios del siglo pasado. Ahoraresulta que en ese lugar tanto la mineríadel carbón como la propia industria delacero están en decadencia. Tuve la opor-tunidad de caminar por las antiguas zonasindustriales y ver magníficas fábricas queestán paradas, aunque no están obsoletasdesde el punto de vista industrial. Fíjense

las cosas que ocurren en el mundo: Chinacompró una de estas fábricas, parada des-de hacía algunos años, la desmontó, y delRuhr en Alemania se la llevaron a China,la reinstalaron y en estos momentos estáproduciendo acero en Chica una fábricade la primera mitad del siglo XX, pero contecnología que al parecer no estaba tanatrasada. Pero también se dan fenómenoscomo que esa zona, tradicionalmente mi-nera, con extracción de carbón de piedray también productora de acero, ahora hatenido que ir cambiando su dedicacióneconómica hacia el sector terciario y tam-

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bién cuaternario. En Dortmund, una ciu-dad ligada históricamente al carbón y a laindustria del acero, ahora se ha pasado ala industria del software con miles de tra-bajadores.

Sin embargo, allí hay un cuidado muygrande por el patrimonio de la minería delcarbón y de la industria del acero. Junto ala reanimación económica, se están res-taurando las edificaciones que original-mente se dedicaron a esas actividades. Allíse está construyendo un gran parque, elEmscher Park, que promueve cambios eco-nómicos estructurales y recoge la memo-ria de esta región. 1

Empero, también se han tenido que to-mar medidas muy drásticas en lugares don-de no es posible poner una indus-tria del software como en Dortmund. Hayuna localidad de unos cinco mil habitan-tes cerca de Bochum que se llama Herne.También era hullera, carbonera, y ahora,sin embargo, han creado allí un centro deinvestigaciones ambientales y también deregeneración de la contaminación origi-naria de la propia mina de carbón, paraobtener energía y eliminar las contamina-ciones. Son problemas que va presentan-do la nueva vida y que de alguna maneradeben ser enfrentados.

A causa de la problemática que tene-mos delante con la industria azucarera,aquí se han dicho algunas cosas, peroquiero insistir con algunas cifras. La ca-pacidad que se desinstala es de más deveinte millones de arrobas de molida dia-ria. Tenemos centrales de un millón, porejemplo, en el norte de la región oriental,el Delicias, donde nació Pablo Armando

Fernández aquí presente, es de más de unmillón, pero tenemos muy pocos centralescon esa capacidad. Se trata de una capa-cidad de veinte millones de arrobas dia-rias, la fuerza de trabajo que se desactivaes de 56 465 trabajadores y la poblaciónque vive en estos lugares es de alrededorde 200 000 habitantes. De todos los cen-trales que se desactivan, hay siete que eneste momento son cabeceras municipales:el Bolivia, antiguo Cunagua; el Manatí,uno de esos colosos; el Jobabo, el RafaelFreyre, el Frank País, el Río Cauto y elPilón, Creo que dos de éstos están entrelos que se convertirán en museos.

Retomando el tema de los setentacentrales que se desactivan y las cerca de200 000 personas que están implicadas enlos lugares que van a quedar sin sus fun-ciones azucareras, aquí hemos estado oyen-do los planes que hay en relación con larecuperación del patrimonio edificado, conel patrimonio urbano y el patrimonio ar-quitectónico; es algo que de alguna ma-nera va tomando camino. Quisiera referir-me a aquellos bateyes que no tienen unpatrimonio arquitectónico notable y no vana ser convertidos en museos, que quizásno van a ser objeto de restauraciones im-portantes y, sin embargo, son productostambién del azúcar que no están solamen-te reflejados en esta cultura material quepermanece, lo cual quedó muy bien de-mostrado en las intervenciones de estamañana, sino que es una manera de vi-vir, una forma de organizar la vida, com-puesta incluso de los olores, los ruidos yde otros múltiples factores que en estosmomentos tienen mucha importancia. Se

1 La IBA Emscher Park fue creado en 1989 por un término de diez años, para impulsar nuevas ideas y proyectossobre el desarrollo urbano y medidas sociales, culturales y ecológicas como bases para cambios económicos enuna vieja región industrial. Ver IBA ’99 Finale, Ed. IBA Emscher Park, marzo, 1999.

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trata de sitios donde se producía y teníauna determinada actividad y movilidad,dadas precisamente por la actividad pro-ductiva, y que al cesar esta actividad, seacaba toda movilidad y desaparece tam-bién esa actividad.

Entonces, ¿qué va a pasar con estossitios?, ¿qué va a pasar con estos lugaresdonde el cascarón que era el centralrealmente no es un objeto museable, nitampoco se considera recuperable paraalguna otra función en el propio sitio?Bien, ahí va a quedar la gente, que essustancia esencial de esta cultura azu-carera. Pienso que habría que articularalgunas formas, algunas vías, para dar-les algún nuevo contenido a estos sitios.

Un ejemplo es el caso del central Amis-tad2 en el municipio de Güines, uno de losque se desmantelarán. Allí se presenta uncaso complejo de rehabilitación, relacio-nado con los factores de carácter culturaly vital a los que hemos estado haciendoreferencia. Ese pequeño central tiene co-sas interesantísimas; habría que llamar fuer-temente la atención sobre la pervivenciade la cultura del azúcar en las nuevas cir-cunstancias presentes.

Quiero pedirle excusas a quienes espe-raban que hablara un poco más del bateyazucarero, pero quise poner mi atención enlos problemas de la gente y en el futuro deesos bateyes. En ese sentido me alegro mu-

cho de lo que María Teresa Linares expre-só en relación con las tradiciones que sepueden encontrar en los bateyes, porquecreo que es uno de los sustratos de los quehay que partir para buscar las nuevas for-mas de vivir. Pero hay una realidad: exis-ten muchos lugares que hasta ahora fue-ron azucareros y el azúcar no va a volverahí; entonces hay que buscar alternati-vas. Por otra parte, además de todos losproblemas sobre los que se han habladoaquí, tenemos otro que está siempre enel ambiente y que hemos creado en es-tos últimos años: esperar las solucionesque deben venir de los recursos del país.Se ha planteado un problema, y me pareceque la solución debemos buscarla en lospropios lugares; hay que tratar de encon-trar las potencialidades que existen en lospropios lugares, y comenzar a reelaborarla cultura en esos sitios. En algún mo-mento dije que había que encontrar ofundir —no lo dije de esta manera, perolo voy a decir ahora así— las vivencias ylas supervivencias de la cultura azucareraen las nuevas formas de cultura que nece-sariamente hay que encontrar. Hay que bus-carlas a partir de las características de cadauno de los lugares, lo cual es una tarea real-mente compleja, porque en el caso de Cubahasta ahora es inédita. Por eso quise cen-trar mi intervención en este aspecto delproblema.

2 “La primera instalación productiva del Amistad se fundó en 1796, con cuatro caballerías de tierra procedentesde una antigua vega de tabaco […] y alcanzó su mayor capacidad de molida, 280 000 arrobas en veinticuatrohoras, en 1970 […]” (reseña histórica del ingenio, D.P.P.F. Prov. La Habana).

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1 Un recorrido y valoración sobre la historiografía de la industria azucarera cubana puede encontrarse en JoséAntonio Piqueras: “El azúcar en Cuba y las fuentes para su estudio”, América Latina en la historia económica.Boletín de Fuentes, México, no. 11, enero-junio, 1999, pp. 35-47.

2 La industria azucarera y sus múltiples implicaciones sociales, políticas, económicas y culturales, entre otras, hansido uno de los temas de mayor interés en la producción historiográfica sobre Cuba, tanto de nacionales comode extranjeros. Algunos de los trabajos más significativos aparecerán citados en las notas o en la bibliografíafinal, sobre todo aquellos que tienen alguna relación con el asunto que se aborda en este texto.

El azúcar y latransformaciónmedioambientalde Cuba. Una brevevisión general

REINALDO FUNES MONZOTEHistoriador. Investigador de la FundaciónLa Naturaleza y el Hombre Antonio NúñezJiménez.

I

La entrada en el siglo XXI tendrá unsimbolismo especial en las historias deCuba del futuro por un hecho trascenden-tal en los destinos del país. Después dedos siglos de predominio de la industriaazucarera en su desarrollo económico, po-lítico y social, la Resolución número 77de 2002 del Ministerio del Azúcar dispu-so la desactivación de 70 complejosagroindustriales. De las 156 fábricas deazúcar (centrales) entonces existentes,quedarían en producción un total de 84;de éstas, 70 para la elaboración del dulcey otras 14 para otros productos derivadosde la industria. Se inició así de maneraformal un gran proceso de reestructura-ción del principal sector de la economíadel país desde el gran salto azucarero quepropició la revolución de los esclavos en

la vecina colonia de Saint Domingue oHaití hasta la década del ochenta del si-glo pasado.1 Denominados como TareaÁlvaro Reynoso, estos cambios significa-ron la reducción de 50 % de la capacidadproductiva instalada y de 60 % de los cam-pos de caña. Las tierras restantes pasaríana otras actividades, como ganadería, otrosusos agrícolas y reforestación, mientras quepor lo menos unos cien mil de los cuatro-cientos mil trabajadores del sector entra-rían en un proceso de recolocación yreconversión laboral. Se estima que alre-dedor de dos millones de habitantes delpaís se ven afectados por esta gran trans-formación del sector, con mayor inciden-cia en aquellas zonas al margen de lasnuevas actividades económicas en ascen-so, como el turismo o la minería.

Aunque el objetivo de lograr zafras máseficientes y alcanzar una producción cer-cana a los cuatro millones de toneladasde azúcar anuales está lejos de lograrse,no cabe dudas de que no estamos sólo fren-te al cierre de cerca de la mitad de lasfábricas o de la disminución de los caña-verales en los campos cubanos. Se tratadel fin de un ciclo trascendental en lahistoria de Cuba, cuya grandeza o mise-ria, realizaciones de la cultura material yespiritual, evolución demográfica y étnica,épocas de auge o decadencia económica,política y social estuvieron muy ligadas deuna forma u otra al esplendor o descala-bros del otrora llamado “oro blanco”.2 En

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la ocupación por los cañaverales de la ma-yor parte de las regiones naturales llanaso alomadas de Cuba en poco más de unacenturia, pero han de ubicarse entre losprimeros al analizar las causas del augeazucarero.6

Tradicionalmente aparecen en primerlugar aspectos como la capacidad empre-sarial de la denominada “sacarocracia crio-lla”, la introducción masiva de mano deobra esclava, los procesos migratorios, losavances tecnológicos o la inversión de ca-pital extranjero, además de las conexionescon los principales mercados consumido-res. Sin embargo, la historia habría podidoser diferente de no contar la Isla con susexcepcionales condiciones naturales paragarantizar el crecimiento azucarero. No porcasualidad Moreno Fraginals en El ingeniocomienza por mencionar las condicionesobjetivas que poseía Cuba al producirse eldespegue de fines del siglo XVIII; entre és-tas: tierras fértiles de fácil explotación y cer-canas a los puertos de embarque; bosquesque proporcionaban leña y maderas deexcelente calidad para múltiples usos enlas fincas; y abundante ganado para alimen-tar a los esclavos y suministrar la fuerza mo-triz.7 En diferentes partes de esta gran obraaparece reflejada la importancia de esos

cierta forma se podría decir que el azúcarfue la pieza clave en el protagonismo deCuba, tal vez desmesurado, en la arenainternacional durante los siglos XIX y XX.3La irrupción definitiva de la Isla en el mer-cado azucarero se produjo además cuandocomenzaba a nacer el mundo contem-poráneo, simbolizado por el binomio dela revolución industrial en Inglaterra y larevolución burguesa en Francia.4 Esta co-incidencia podría explicarnos en parte unaidentificación tan problemática, de lucesy de sombras, con la denominada “civili-zación occidental”.

El fin de la “era del azúcar” para Cuba,aunque no lo sea en términos absolutos,tendrá sin dudas múltiples implicacionesy motivará las lecturas más disímiles. Peroen cualquiera de los casos, parece ser unmomento ideal para realizar un balancede la significación de dos siglos de histo-ria ligada a los vaivenes de la industria.5En este sentido, me referiré de formasintética a la gran transformación medio-ambiental que ocasionó su continuaexpansión entre fines del siglo XVIII y lasprimeras décadas del siglo XX, en buscade rendimientos agrícolas de ensueño,combustibles y maderas. Desde luego, noson éstos los únicos factores que explican

3 Sin que prescindamos, desde luego, de la estratégica ubicación de la Isla en términos geopolíticos.4 El auge de la plantación esclavista en Cuba en pleno ascenso de la Revolución Industrial implicó importantes

diferencias frente a la experiencia de otras colonias de plantación caribeñas. Ver, por ejemplo, Dale Tomich:Through the Prism of Slavery: Labor, Capital and World Economy, Rowman & Littlefield, Lanhan, 2004.

5 Recientemente en la intervención pública del 17 de marzo de 2005 el líder de la Revolución Cubanay presidente de la República Fidel Castro, al referirse a la situación actual de la industria, sentenció: “El azúcarno volverá jamás a este país, pertenece al tiempo de la esclavitud.”

6 Se refiere a las regiones físico-naturales delimitadas en el Atlas Nacional de Cuba de 1989. A pesar de lasdificultades de esta regionalización para su uso en los trabajos históricos, considero que es de mucha utilidadpara el estudio de la ocupación del territorio cubano por el azúcar y sus implicaciones medioambientales.Una relación más detallada de las mismas se puede ver en Roberto Gutiérrez Domech y Manuel Rivero Glean:Regiones naturales de la Isla de Cuba, Ed. Científico Técnica, La Habana, 1999.

7 Manuel Moreno Fraginals: El ingenio. Complejo económico-social cubano del azúcar, Ed. Ciencias Sociales,La Habana, 1978, t. 1, pp. 15-16.

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rioro de los suelos y su capacidad produc-tiva. Resulta importante también intro-ducir el criterio de la larga duración, pues-to que decisiones o formas de actuar en elmanejo de los ecosistemas pueden gene-rar impactos que afectarán sobre todo alas generaciones futuras.9

La historia ambiental, que se ha cons-tituido en una importante corrientehistoriográfica en las tres últimas décadasy que nació con una fuerte vocación deinterdisciplinariedad, nos invita a plantear-nos nuevas preguntas al rescribir la histo-ria sobre la industria del azúcar en Cuba.10

No significa que preocupaciones que hoyse definirían como ambientales estén ausen-tes del todo en algunas de las obras más signi-ficativas sobre el tema. Sin embargo, supresencia es marginal frente a otros gran-des asuntos como la esclavitud o el comer-cio. Influye al respecto el optimismo de lahistoriografía hacia la capacidad de la in-dustrialización para remediar cualquierreto medioambiental preexistente o pro-vocado por el crecimiento económico.11 Por

factores, al igual que en otros trabajos so-bre la historia del azúcar en Cuba, pero node forma suficiente para ofrecer una ideacabal del peso de los condicionamientosmedioambientales y las modificaciones enlos mismos a lo largo de dos siglos.8

Es necesario tener en cuenta que noestamos ante un medio natural inmutablesino sujeto a cambios por la interacciónde las dinámicas ecológicas, económicasy sociales dentro de un determinado es-pacio. Una noción como la de tierras fér-tiles pudo deberse, en ciertas etapas o zo-nas, a la existencia de una gran cantidadde biomasa o de materia orgánica más quea las propiedades intrínsecas del suelo. Deigual modo, ver el bosque sólo como fuen-te de recursos naturales, como la maderao la leña, puede limitar una valoracióndel verdadero significado de sustituirle porplantaciones cañeras (en este caso), sintener en cuenta otros aspectos como suincidencia sobre el régimen hidrológico,la preservación de la biodiversidad, laextensión de plantas invasoras o el dete-

8 Entre esos autores, Leví Marrero: Cuba. Economía y sociedad, Playor, Madrid, 1974-1984; Roland T. Ely:Cuando reinaba Su Majestad el azúcar. Estudio histórico sociológico de una tragedia latinoamericana: El monocultivoen Cuba. Origen y evolución del proceso, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1963; Laird Bergad: CubanRural Society in the Nineteenth Century. The Social and Economic History of Monoculture in Matanzas,Princeton University Press, Princeton, 1990.

9 No se puede desconocer que una de las principales causas de la aguda crisis que atraviesa hoy la industriaazucarera son los pobres rendimientos agrícolas en los otrora fértiles campos cubanos. En este sentido seríadeseable la aparición de estudios que evalúen la evolución de la industria azucarera en Cuba desde la perspectivade la economía ecológica.

10 Existe una creciente bibliografía para los interesados en conocer los planteamientos teóricos y metodológicos de lahistoria ambiental. Por ejemplo, Donald Worster: “La historia en la edad de la ecología”, Ilé. Anuario de Ecología,Cultura y Sociedad, año 2, no. 2, 2002, pp. 101-111; Rolf Peter Sieferle: “Qué es la historia ecológica”, en ManuelGonzález de Molina y Joan Martínez Alier (eds.): Naturaleza transformada. Estudios de historia ambiental en España,Icaria, Barcelona, 2001, pp. 31-54; John McNeill: “Observations on the Nature and Culture of EnvironmentalHistory”, History and Theory, no. 42, 2003, pp. 5-43; Manuel González de Molina: “La historia ambiental y el finde la ‘utopía metafísica’ de la modernidad”, Aula-Historia Social, Valencia, otoño de 2003.

11 Ciertamente la agricultura industrial azucarera logró ocultar o aplazar el profundo deterioro medioambientala medida que se extendían las plantaciones de caña de azúcar por el territorio cubano, pero no sólo no lo revirtiósino que creó otros nuevos problemas. La propia obra El ingenio de Moreno Fraginals, la de mayor impacto en los

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II

El tema de la deforestación de Cuba por elazúcar fue mencionado desde el siglo XIX

hasta la primera mitad del siglo XX, conmenor o mayor extensión, por autores comoRamón de la Sagra, José Antonio Saco,Miguel Rodríguez Ferrer, Juan AntonioCosculluela y José Isaac del Corral Ale-mán. Desde la década del cuarenta delsiglo pasado encontramos trabajos en elcampo de la geografía o de las cienciasnaturales, como los de Leo Waibel, JuanLuis Martín, Isabel Pruna Lamadrid, EliseoMatos, Ricardo Herrera y Enrique del Ris-co. Otros antecedentes más directos parala historia ambiental, por su cercanía alas orientaciones metodológicas de la Es-cuela de Anales o a la geografía histórica,lo constituyen las obras de Juan Pérez dela Riva, Antonio Núñez Jiménez, LevíMarrero y Enrique Fernández Figueroa. Enaños recientes algunos autores extranjerosincursionan en el tema desde diferentesperspectivas, como Vicente Casal Costa,Gaspar de Aranda, Josef Opatrný, DavidWatts, Mark J. Smith, Richard Tucker yStuart McCook.13

A partir de esos estudios previos y laconsulta de archivos y bibliotecas de Cubay España fundamentalmente, he intentadoreconstruir y analizar el impacto del creci-

lo general, no se cuestiona el modelo deinteracción de la sociedad industrial conel medio natural. El punto de partida sueleser más bien el contrario, a tono con la cre-ciente confianza en la era industrial haciala capacidad humana para “dominar” lanaturaleza.12 Sin embargo, la profunda cri-sis ecológica actual a escala planetaria ten-drá que ser cada vez menos indiferente alos historiadores, de modo que los sistemassociales y los sistemas naturales puedan servistos en su indisoluble interacción a tra-vés del tiempo.

La evolución de las problemáticasmedioambientales del presente gana unespacio cada vez mayor entre estudiososprovenientes de las ciencias naturales yde las ciencias sociales, así como entrelos historiadores profesionales. Es ciertoque no faltan quienes consideran irrele-vante esta indagación en los orígenes,pues no aporta una solución directa(o tecnológica) al problema. No obstan-te, con independencia de que el estudioen perspectiva histórica de las relacio-nes con el medioambiente ha demostra-do cierta utilidad práctica para proble-máticas actuales, como en el campo dela agroecología, quedaría siempre la fun-ción de movilizar las conciencias y esti-mular su conocimiento más allá de losespecialistas.

estudios sobre la industria azucarera en Cuba, contribuyó a esa visión optimista, aunque no se extiende másallá de la década del sesenta del siglo XIX. En general, cualquier lectura del desarrollo científico-tecnológicoaplicado a la producción de azúcar suele desembocar en una visión triunfalista, poco crítica de lasconsecuencias a largo plazo que esos mismos progresos pueden generar en el medioambiente y susimplicaciones económicas y sociales.

12 John R. McNeill: Algo nuevo bajo el sol. Una historia ambiental del siglo XX, Crítica, Barcelona, 2003.13 Una revisión historiográfica sobre el tema puede encontrarse en Reinaldo Funes: “Azúcar y deforestación. Una

aproximación a la historia ambiental en Cuba”, en Manuel González de Molina y Joan Martínez Alier (eds.):ob. cit. en nota 12, pp. 183-209. Las referencias de los autores citados aparecen en las notas o en la bibliografíaadicional incluida al final.

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pas de mayor esplendor y sus consecuen-cias en el orden medioambiental. Impor-tantes estudios abordan el costo social ypolítico que representó para Cuba su papelde principal exportador de azúcar en elmercado mundial o las debilidades del mo-delo económico sostenido desproporcio-nadamente en la especialización. Menosconocidas son, en cambio, las voces críticasque en diferentes épocas alertaron sobre lasimplicaciones ecológicas de la expansión delazúcar y las medidas que se intentaronimplementar o que se adoptaron en distin-tas etapas para atenuar dicho impacto.15

Que se desconozcan esas advertencias pue-de explicarse por la falta de alternativasviables en medio de la situación colonial yel ascenso material e ideológico del capi-talismo industrial.16 Pero la explicación noimpedirá que la huella del camino seguidoentonces perdure durante muchos años enla sociedad cubana.

Entre los legados más visibles del azú-car se encuentra sin dudas la gran trans-formación de los ecosistemas de la Isla

miento azucarero sobre los bosques cuba-nos, no como un elemento más sino comocentro de atención principal. Esta eleccióncontempla riesgos como el de cargar lamano hacia una lectura “ambientalista” dela historia, pues implica un estudio de ladestrucción de los ecosistemas boscosos enfunción del sacrosanto desarrollo econó-mico destinado a proveer las crecientesnecesidades humanas e impulsar el acce-so a la “civilización”. Lejos de la idea dedefender una naturaleza prístina o valo-res exclusivamente conservacionistas, lospropósitos al emprender este camino fue-ron más modestos. Entre otros, puedo se-ñalar el de reconocer el enorme pesode los bosques en el esplendor azucarero deCuba y a la vez demostrar que el azúcarse convirtió, en su proceso de conquistade las regiones llanas (y de alturas) degran parte de la Isla, en el principal fac-tor de transformación del paisaje.14

Mirar el proceso de deforestación nosconduce a cuestionar la forma en que seefectuó el crecimiento azucarero en las eta-

14 Reinaldo Funes: De bosque a sabana. Azúcar, deforestación y medioambiente en Cuba, 1492-1926, Siglo XXI,México D. F., 2004.

15 Algunas aproximaciones son citadas en las notas o en la bibliografía final. Una de las vertientes más trabajadas laencontramos en los estudios sobre José Martí y la naturaleza, por parte de autores como Josefina Toledo,Antonio Núñez Jiménez o Guillermo Castro. Los estudios sobre científicos y naturalistas en general suelencontar con un importante componente de contenido ambientalista. Un buen ejemplo de lo productiva quepodría ser esta visión para la historiografía sobre Cuba, nos lo ofrece el libro de José Augusto Papua: Um soprode destruição. Pensamento político e crítica ambiental no Brasil escravista (1786-1888), Jorge Zahar Editor, Río deJaneiro, 2000.

16 Desde luego, existen muchos puntos de coincidencia con procesos similares en el contexto latinoamericano.La historia ambiental de la región está llamada a ofrecer abundante material. Se pueden citar los estudios sobrelas plantaciones bananeras en Centroamérica por John Soluri o sobre el impacto del café, en el casode Guatemala, por Stefanía Gallini o, en el de Brasil, por autores como José Augusto Padua y ChristianBrannstrom. Para una visión general de algunas líneas de trabajo actuales, ver Christian Brannstrom (ed.):Territories, Commodities and Knowledges. Latin American Environmental Histories in the Nineteenth andTwentieth Centuries, Institute for the Study of the Americas, London, 2004. Sobre la explotación forestalen específico, puede verse Claudia Leal y Eduardo Restrepo: Unos bosques sembrados de aserríos. Historiade la extracción maderera en el Pacífico colombiano, Editorial Universidad de Antioquia, 2003.

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Ponce de León y Maroto, auditor de Ma-rina, en 1779, al oponerse a que los due-ños de haciendas de crianza pudieran de-molerlas mientras no fueran aprovechadaspara la construcción naval:

La de cerdos, casi toda es montuosa;porque alimentándose estos de las fru-tas de los árboles, pierde su esencia yfertilidad con el desmonte, haciéndoseentonces común para cerdos y reses […].El Hato que es comprehensivo de 16leguas planas, tiene diversas sabanas, olimpios de más o menos extensión parael fin de la yerba, que es de la que prin-cipalmente se alimenta este ganado:conserva la mayor parte de su terrenomontuoso; porque desde octubre hastamayo se retiran las reses a los montes,dejando yermos los limpios o sabanas, ysubsisten del bejuco, fruta y la rama quealcanzan a la boca, y por lo mismo esmayor el terreno montuoso por la me-nos proporción de pastos. A estas saba-nas, o limpios se les daba fuego anual-mente por marzo o abril, y algunas partesde sus montes que llaman quemadospara la mejor producción de yerba.18

Un tercer elemento central en la defores-tación hacia fines del siglo XVIII era la talade árboles con los más diversos fines urba-nos o domésticos y en particular para lasconstrucciones navales. Las maderas cu-banas se emplearon también desde el siglo XVI

en importantes obras constructivas en Es-paña y fueron objeto de un activo contra-bando a medida que la escasez de produc-

desde fines del siglo XVIII hasta la terceradécada del siglo XX. Antes del despegueen la producción del dulce para llenar elvacío dejado por la rebelión de los escla-vos en Haití, la zona habanera mostrabaun notable ritmo de crecimiento azucare-ro.17 No obstante, los espacios ocupadospor la industria eran aún muy reducidosen comparación con el tamaño de la Isla,subdividida en su mayor parte en los lla-mados hatos y corrales para la cría deganados.

El ritmo de deforestación en las tierrasocupadas por el azúcar era mucho másintenso por las necesidades indicadas desuelos fértiles, maderas y combustible. Loscañaverales en particular precisaban unterreno libre de árboles. Por el contrario,la cría de cerdos en los corrales se realiza-ba casi siempre bajo los bosques, que pro-porcionaban el alimento, mientras quepara las crías de ganado mayor (vacunos yequinos) se efectuaban quemas periódi-cas con objeto de abrir sabanas para lospastos. La incidencia de esta prácticamerece un profundo estudio histórico, perotodo indica que a fines del siglo XVIII laproporción de zonas boscosas superaba ala de sabanas en la mayoría de las hacien-das ganaderas. Así lo reflejan muchos delos documentos que produjeron los con-flictos entre la Marina y los dueños de in-genios por el dominio y la explotación delos bosques entre la década del setentadel siglo XVIII y 1815. Por sólo citar un ejem-plo, veamos los argumentos de Ignacio

17 Sobre el crecimiento azucarero antes del despegue definitivo de la industria a fines del siglo XVIII se puedenconsultar autores como Allan J. Kuethe: Cuba, 1753-1815. Crown, Military and Society, The University ofTexas Press, Knoxville, 1986; Pablo Tornero Tinajero: Crecimiento económico y transformaciones sociales.Esclavos, hacendados y comerciantes en la Cuba colonial (1760-1840), Ministerio de Trabajo y Seguridad Social,Madrid, 1996; Mercedes García: La aventura de fundar ingenios, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2004.

18 AGI, Ultramar, 9, Dictamen del Auditor de Marina Ignacio Ponce de León, febrero 23 de 1779.

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crecimiento azucarero de la etapa, pero sícontenerlo dentro de ciertos límites y contoda una serie de restricciones, como lanecesidad de pedir licencias para cortar lasmaderas reservadas a la construcción na-val o el veto del Director de Cortes delRey a las solicitudes de demolición de ha-ciendas ganaderas, en dependencia de laexistencia o no de bosques.

El salto azucarero de la última décadadel siglo XVIII reforzó la posición económi-ca y política de los dueños de ingenioshabaneros, quienes no desaprovecharonla coyuntura para reclamar todas las rei-vindicaciones posibles a favor de sus inte-reses. Uno de los frentes de batalla fueprecisamente el de acabar con los anti-guos privilegios de la Marina Real sobrelos bosques de Cuba. A partir de 1800 loshacendados comenzaron a ganar terreno,hasta que la Real Cédula de 30 de agostode 1815 les concedió el derecho a talarlos árboles dentro de sus propiedades conentera libertad.20 Esta última fecha es cla-ve para la historia ambiental de Cuba.Aunque no significó una ruptura radicalcon los modos de explotación de los re-cursos naturales previamente existentes,marca en un sentido simbólico el triunfodel liberalismo económico en cuanto a laexplotación forestal. Sus defensores pos-tularon que el propio interés de los par-ticulares era la mejor garantía para la

tos forestales afectaba a las vecinas colo-nias de plantación, de menor extensión te-rritorial. En función del poderío naval delimperio, la Corona concedió a la MarinaReal desde la década del veinte del sigloXVII importantes privilegios para la explota-ción forestal. Durante el siglo XVIII se esta-bleció un sistema de aprovisionamiento demaderas denominado Cortes del Rey, quecon diferentes formas (por administracióno por medio de asentistas) tenía el fin degarantizar las maderas para el astillero ha-banero y sus similares en la Metrópoli. En-tre las décadas del setenta y noventa delsiglo XVIII se ubicaba fundamentalmente entres zonas: el Corte de Alquízar, al suroestedel puerto habanero; el Corte de Casiguas,al sureste del mismo; y el Corte de Matan-zas, un poco más distante hacia el oestepor la costa norte. Más lejanas en igual di-rección, mostraban cierta importancia loscortes de maderas en la zona de Sagua-Remedios.19

Los tres primeros Cortes del Rey eranuna especie de frontera que frenaba la in-dustria azucarera en su movimiento expan-sivo desde la villa de La Habana. Hasta1800 predominaron los intereses estratégi-cos de la Marina de disponer del derechoa explotar la abundante riqueza forestal dela Isla, bajo el amparo del dominio preemi-nente de la Corona sobre los bosques. Estono quiere decir que se lograra detener el

19 Los estudios sobre las construcciones navales en Cuba se centran mayormente en la labor del Astillerode La Habana y las naves que fueron hechas en el mismo, pero menos en el sistema de aprovisionamientode maderas y otros recursos locales. Al respecto pueden consultarse autores como Leví Marrero, César Garcíadel Pino, Ovidio Ortega, Douglas G. Inglis y Gaspar de Aranda.

20 Por la Real Cédula de 14 de febrero de 1800 se concedió la libertad de talas en un radio de treinta leguasalrededor del puerto de La Habana y se mandó a formar una Junta para debatir el tema de las demolicionesde haciendas, sujetas al control de la Marina. Una reconstrucción de esos conflictos se puede ver en ReinaldoFunes: ob. cit. en nota 16, caps. 2 y 3. El tema llamó la atención desde el siglo XIX; por ejemplo, en los Analesde la Junta de Fomento (Memorias de la Real Sociedad Económica de La Habana) correspondientes a 1850 y 1851se publicaron varios documentos de los extensos expedientes localizados en el Archivo de Indias.

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parte de los bosques primarios de Cuba selocalizaba en el este de la Isla, donde lapresencia de la industria azucarera habíasido mucho menor que en la mitad occi-dental, dominada por las plantacionesesclavistas.

Parte de la explicación de que el azú-car tuviera un impacto mayor en los bos-ques que en otros cultivos o actividadeseconómicas, obedeció al llamado siste-ma de siembras en “tumbas”, que preva-leció en la Isla hasta la aparición de losingenios-centrales.22 Consistía en abrirterrenos boscosos para explotarlos duran-te cierto número de años hasta el agota-miento de la fertilidad inicial y de lasreservas de bosques para leña y maderasde construcción. En esta práctica influ-yó la carestía y escasez de la fuerza detrabajo, de modo que era más rentableen términos económicos abandonar las“tierras cansadas” y abrir nuevas zonasde bosque con la seguridad de rendimien-tos muy superiores. 23

preservación de los bosques, cuya riquezaa su juicio sería “inagotable” por espaciode “muchos siglos”. Pero, como era de es-perarse, no tardaron en aparecer las evi-dencias de que los efectos de la libertadde talas iban en dirección contraria.

En poco más de un siglo fueron defores-tadas la mayor parte de las regiones na-turales de llanuras y alturas de Cuba, amedida que avanzaba la ocupación azu-carera. Ciertamente no era el único fac-tor que incidía en ese sentido, pero fue elprincipal, con diferencia, en comparacióncon otras actividades económicas. Las zo-nas ganaderas comenzaron a tener unmayor impacto sobre el medio con la sus-titución de los hatos y corrales por formasmás intensivas de explotación pecuaria,como ocurrió con la multiplicación de lospotreros. También aumentó el ritmo de laexplotación maderera bajo el amparo queofrecía la Real Cédula de 30 de agosto de1815 a la propiedad particular.21 Lo ciertoes que al terminar el siglo XIX la mayor

21 Acerca de la incidencia de esos factores se refirió con cierto detalle el naturalista español Miguel RodríguezFerrer en su obra Naturaleza y civilización de la grandiosa isla de Cuba aparecida en Madrid en 1876. Susimpresiones sobre el tema forestal son de gran valor, porque residió varios años en la jurisdicción de PuertoPríncipe y realizó viajes por la zona oriental. Gracias a su consejo, inclinó hacia el estudio de la carrera forestal,a pocos años de inaugurada en 1848 en España la Escuela de Montes, a Francisco de Paula Portuondo y Bravo,hijo del marqués de las Delicias de Tempú, de Santiago de Cuba. Al regreso de éste a la Isla en 1859, seconvirtió en poco tiempo en la figura central en los esfuerzos por dotar a la Isla de una Administración forestalmoderna. Desempeñó esta actividad durante más de cincuenta años, pero, como ocurre con muchas figuras queno pertenecen al ámbito político o literario, su labor es completamente desconocida.

22 Contra ese sistema se levantaron las voces de reconocidos científicos e intelectuales durante el siglo XIX

y primeras décadas del siglo XX. Entre otros se pueden mencionar los nombres de Francisco de Frías y Jacott(conde de Pozos Dulces) y Álvaro Reynoso, autor de una de las obras sobre la agricultura cañera de mayorimpacto en su época, el Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, publicado por primera vez en La Habanaen 1862. Su objetivo central era precisamente acabar con ese sistema y sustituirlo por las llamadas tumbasartificiales, donde se podrían obtener iguales o mayores rendimientos que los originados por la tala de bosques.

23 Las siembras en tumbas podían durar hasta veinte o más años sin necesidad de resiembras. Roland T. Ely dedicóun epígrafe de Cuando reinaba Su Majestad el azúcar al tema del cansancio de los suelos. Un trabajo que vinculala pérdida de fertilidad con la crisis de la industria en los valles de Trinidad a mediados de ese siglo, es el deHernán Venegas Delgado, “Apuntes sobre la decadencia trinitaria en el siglo XIX”, Islas. Revista de la Universidadde Las Villas, no. 46, septiembre-diciembre, 1973, pp. 159-251.

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esplendor azucarero cubano, se oponía ala modificación de lo dispuesto en la RealCédula de 30 de agosto de 1815 con elsiguiente argumento:

La demolición o división de las gran-des haciendas montuosas, tan recomen-dada en diversas soberanas resolucio-nes y tan necesarias para el fomentode la población blanca, quedaría en-teramente obstruida; y la imposibilidadde trasladar los ingenios a terrenos vír-genes, vendría decreciendo poco a pocosu producción, hasta que por lo cansa-do del suelo y lo costoso de su conser-vación fuera preciso destruirlos, cualhoy acontece con casi todos los quecuentan más de cuarenta cosechas.25

El tránsito del ingenio al central en elúltimo tercio del siglo XIX significó el findel carácter portátil o viajero de la indus-tria azucarera, o por lo menos de la épocaen que las unidades podían explotarsedurante un corto número de años, deter-minado por el fin de sus reservas de bos-ques o el deterioro de los suelos.26 La com-plejidad tecnológica y las enormesinversiones requeridas por los ingenios-centrales incentivaron la implantación deun modelo agrícola capaz de garantizar lapermanencia en el lugar, independientede la pérdida de fertilidad de los suelos olas reservas forestales. No por casualidadel proceso de centralización estuvo acom-pañado por la emergencia de la llama-da agricultura científica en busca de

A pesar de las innovaciones tecnológi-cas que permitieron el uso del bagazocomo combustible desde fines del si-glo XVIII, la existencia de bosques mantuvosu gran importancia para el éxito de la em-presa azucarera. Tanto es así que cualquierintento de la Metrópoli por preservar losbosques o regular su explotación encontrósiempre la abierta oposición de los hacen-dados azucareros y sus representantes. Des-de mediados de la década del cuarentade ese siglo el Gobierno español comenzóa indagar sobre los efectos de la Real Cé-dula de 30 de agosto de 1815, pero sólotres décadas más tarde, en 1876, lograríala implantación de unas Ordenanzas deMontes con competencia apenas sobre lareducida proporción de montes públicos odel Estado, menor a 10 % del territorioinsular.24

El auge de las plantaciones esclavistasdurante la primera mitad del siglo acortóde hecho el tiempo de duración de las fin-cas azucareras en un mismo territorio. Ensu famoso “Discurso sobre la agriculturaen La Habana y medios de fomentarla”(1792), Francisco de Arango y Parreñolamentaba que los ingenios habanerosdurasen apenas sesenta años, mientrasque los de otras colonias vecinas no te-nían término. Sin embargo, media centu-ria después Claudio Martínez de Pinillos(conde de Villanueva), intendente deHacienda durante muchos años y consi-derado uno de los principales artífices del

24 Por sólo citar una de las fuentes de la época acerca de esa oposición, véase Miguel Bosh y Juliá: “Rápida ojeadasobre el estado de los montes de Canarias, Puerto Rico, Cuba y Filipinas”, Revista Forestal Económica y Agrícola,Madrid, 1868, pp. 169-188, 329-341, 396-413, 465-479.

25 Archivo Histórico Nacional (Madrid), Ultramar, Fomento, leg. 225, exp. 10. Da cuenta de un acuerdo en Juntade Autoridades, que propone la reforma del artículo segundo de la Real Orden de 23 de marzo último,La Habana, 29 de julio de 1846.

26 Fe Iglesias: Del ingenio al central, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico, 1998.

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pañola y la ocupación militar estadouni-dense de 1899 a 1902, impulsaron un nue-vo salto de la industria azucarera. Duranteel primer cuarto de siglo XX se produjo sumayor crecimiento en toda la historia deCuba, favorecido por las particulares rela-ciones de dependencia —simbolizadas porla Enmienda Platt en lo político y el Trata-do de Reciprocidad Comercial en lo eco-nómico— que convirtieron a la Repúblicade Cuba nacida el 20 de mayo de 1902 enuna especie de protectorado del poderosovecino del norte. En tan corto período sequintuplicó la producción anual de azú-car, que en 1894 había llegado al tope de1 110 991 toneladas métricas y en 1925 al-canzó 5 200 800. Más de la mitad de estaúltima cifra se puede atribuir a la fiebreazucarera a raíz de la Primera Guerra Mun-dial, pues la zafra de 1914 fue de 2 244 500toneladas métricas.29

La nueva relación con los Estados Uni-dos propició el flujo de capitales hacia laindustria azucarera desde bien temprano,aun sin terminar la ocupación militar.Aunque en diferentes momentos se efec-tuaron compras de fábricas existentes enla mitad occidental y centro de la Isla, lapráctica más generalizada fue levantarpotentes instalaciones productoras en zo-nas no ocupadas anteriormente. Ningunaprovincia de la Isla escapó de la nuevaexpansión de azúcar en la economía cu-

incrementar los rendimientos del cultivoen tierras con largos años en explotación.27

Dentro de la reorganización de la in-dustria azucarera, paralela al procesoque puso fin definitivo a la esclavituden 1886, muchos de los ingenios sereconvirtieron para su dedicación exclu-siva a la siembra de caña, mientras queun número menor pudo acometer sumodernización tecnológica con el fin deaumentar su capacidad productora y re-ducir los costes.28 Sin embargo, para lainstalación de nuevas fábricas volvierona preferirse, por lo general, las tierrasvírgenes cubiertas por bosques. En estaelección incidían múltiples factores,pero sin dudas la disponibilidad debiomasa y la garantía de altos rendi-mientos agrícolas se encontraban entrelos motivos más poderosos. De esa formase amortizaba parte de la inversión ini-cial a través de la venta de maderas,permitía el uso de leña en los primerostiempos y aseguraba alrededor del triplede arrobas de caña por caballería encomparación con las tierras desgastadaspor años continuos de cultivo cañero.

III

Los cambios políticos, económicos y socia-les tras el fin de la dominación colonial es-

27 Los esfuerzos por la introducción de la llamada agricultura científica pueden verse en estudios como los que realizanRolando Misas: “La ciencia en el programa de desarrollo agropecuario del conde de Pozos Dulces (1857-1858)”,en José A. Piqueras Arenas (ed.): Diez nuevas miradas de historia de Cuba, Publicacions de la Universitat Jaume I,Castellón, 1998, pp. 91-114; y Leida Fernández, quien en estos momentos trabaja en la culminación de su tesisdoctoral con el tema “La ciencia en el desarrollo de la agricultura occidental en Cuba, 1878-1911”.

28 Rebeca Scott: La emancipación de los esclavos en Cuba. La transición al trabajo libre, 1860-1899, Fondo deCultura Económica, México, 1989; Imilcy Balboa: Los brazos necesarios. Inmigración, colonización y trabajo libreen Cuba, 1878-1898, UNED Alzira-Valencia, Fundación Instituto de Historia Social, Valencia, 2000.

29 Luis V de Abad: Azúcar y caña de azúcar. Ensayo de orientación cubana, Ed. Mercantil Cubana, La Habana, 1945.

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dría equipararse, aunque en un períodomucho más corto, con los desmontes efec-tuados durante la primera edad de orodel azúcar cubano, entre la liberalizaciónde las talas en 1815 y la década del se-senta de ese siglo.34 La razón fundamen-tal de esa diferencia fue el aumento cons-tante de la escala de la producción aconsecuencia de las nuevas tecnologíasde la gran industria. Por ejemplo, puedemencionarse que las primeras máquinasde vapor instaladas en los ingenios en ladécada del veinte del propio siglo poseíanuna potencia aproximada de 8 a 12 caba-llos de fuerza, mientras que un siglo mástarde el central Jaronú, uno de los cen-trales colosos erigidos en la provincia deCamagüey tras la Primera Guerra Mun-dial, reunía una potencia de 14 124 caba-llos de fuerza para mover su maquinaria.Además de los avances tecnológicos queincidieron en el aumento de la produc-ción, trapiches de grandes dimensiones,evaporadores de triple efecto, quemadoresde bagazo verde, centrífugas o el uso de

bana, pero Oriente y Camagüey protago-nizaron el salto más espectacular. En 1904ambas representaban 20 % de la produc-ción total de la Isla (17,2 % la primera) yya en 1929 su participación ascendía a60 % (29,4 % de Oriente y 30,4 % deCamagüey).30 La enorme extensión de tie-rras semidespobladas y su disponibilidada bajo precio en esas provincias se convir-tieron en un poderoso estímulo para lacreación de gigantescos latifundios do-minados en su mayor parte por empresasnorteamericanas.31 Muchos de esos terri-torios estaban cubiertos todavía de bos-ques al iniciarse el siglo XX, como lo re-flejó el censo de 1899 al señalarle cercade 70 % de los bosques altos y bajos exis-tentes en fincas en esa fecha.32

Durante el primer cuarto del siglo XX

tuvo lugar la deforestación más intensaen toda la historia de Cuba; muchos tes-timonios dan fe de la forma en que cien-tos de miles de caballerías de bosques fue-ron taladas y quemadas para dar paso alazúcar.33 Lo ocurrido en estos años sólo po-

30 Allan Dye: Cuban Sugar in the Age of Mass Production: Technology and the Economics of Cuban SugarCentral, Stanford University Press, Nueva York, 1998; César Ayala: American Sugar Kingdom: the PlantationEconomy of the Spanish Caribbean, 1898-1934, The University of North Carolina Press, 1999; AntonioSantamaría García: Sin azúcar no hay país. La industria azucarera y la economía cubana (1919-1939), CSIC,Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2001.

31 Ramiro Guerra y Sánchez: Azúcar y población en las Antillas, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1970 (1927).32 La estadística del censo de 1899 es imprecisa para tener una idea de la proporción de bosques dentro del área

total de la Isla en ese entonces. Otras fuentes indican entre 40 y 50 % del territorio, en su gran mayoría dentrode las provincias de Camagüey y Oriente. Por ejemplo, el dasónomo Eliseo Matos, en su Breve historiade los montes de Cuba, refiere que en 1900 permanecían cubiertas de bosque 4 547 857 hectáreas(339 392 caballerías) del archipiélago cubano, o sea 41 % de su superficie.

33 Juan Tomás Roig: “Breve reseña sobre una excursión botánica a Oriente”, Memorias de la Sociedad Cubana deHistoria Natural, vol. III, no. 4, 5 y 6, enero-mayo, 1917-1918, pp. 168-175; Josiah T. Crawley: “El cultivode la caña de azúcar en Cuba”, Estación Experimental Agronómica, Boletín, no. 35, febrero, 1917, pp. 8-77;Leland H. Jenks: Nuestra colonia de Cuba, Ed. Revolucionaria, La Habana, 1966 (1928).

34 El único intento por contabilizar la desaparición de bosques por etapas aparece en el trabajo citado de EliseoMatos (nota 32).

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sacos como envase, se produjo entre am-bas etapas una gran revolución en el trans-porte por medio del uso del ferrocarril.

Como se sabe, Cuba fue el segundo paísde América, detrás de los Estados Uni-dos, en disponer de las máquinas de hie-rro (desde 1837), incluso diez años antesque su propia Metrópoli. Más que tomar-la como una cuestión de orgullo nacio-nal, se trata de uno de los ejemplos másilustrativos de un desarrollo volcado ha-cia la especialización azucarera, con todasu estela de opulencia y miseria. Los fe-rrocarriles al servicio del azúcar se con-virtieron en las arterias que permitieronllegar hasta los lugares más apartados enbusca de las riquezas naturales almace-nadas en los bosques cubanos. Primero sir-vieron para el transporte del producto fi-nal entre las décadas del cuarenta ysetenta del siglo XIX y más tarde como pie-za indispensable del proceso de centrali-zación azucarera para llevar la materia pri-ma a las fábricas.35

Al finalizar la Primera Guerra Mundialse hizo evidente que la destrucción de loque restaba de la riqueza forestal cubanapara abrir paso a los campos de caña dejóuna incierta ganancia en términos eco-nómicos e incluso agravó muchos viejosproblemas en el terreno político y social.El trueque de bosques por caña de azúcarmotivó gran preocupación en muchos delos más importantes científicos e intelec-tuales de la época, alarmados por la rápi-da transformación ecológica que teníalugar en las provincias orientales, a las que

35 Oscar Zanetti y Alejandro García: Caminos para el azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987.36 Fernando Ortiz: “La decadencia cubana”, en Órbita de Fernando Ortiz, selección y prólogo de Julio Le

Riverend, UNEAC, La Habana, 1973, p. 79.37 Como cortas “a hecho” se entendía la ejecutada en una superficie de una o más hectáreas de modo que quedara

el terreno completamente desprovisto de vegetación.

Fernando Ortiz consideraba en 1924, ensu ensayo sobre la decadencia de Cuba,como “el asiento de su riqueza”.36 Esa condi-ción se había visto seriamente mermadaen muy poco tiempo, como lo demuestra elhecho de que las áreas boscosas disminu-yeran desde menos de 15 % hasta 20 %del territorio nacional. Cuando la expan-sión azucarera ya era un hecho consuma-do en la mayor parte de la Isla, dentro dela dinámica de abandono de unas zonaspara ocupar otras, se dictó por primera vez,desde 1815, una disposición que intenta-ba poner límites al hasta entonces “sagra-do” derecho a destruir la riqueza forestalpara dar paso a los campos de caña.

IV

Desde inicios de la década del veinte delsiglo pasado comenzaron a aparecer de-cretos presidenciales que procuraban re-gular los aprovechamientos y la conserva-ción forestal, elaborados por la Direcciónde Montes y Minas del Ministerio de Agri-cultura. En ninguno se enfrentaba direc-tamente al azúcar como la principal causahistórica de la deforestación de la Isla,pero fueron el preludio de que estaba porconcluir la vieja práctica de extender loscañaverales a costa de los bosques. Final-mente, el 13 de abril de 1926 fue firmadoel Decreto 495 por el cual se dispuso laprohibición absoluta de hacer talas “a he-cho” en los montes altos del Estado o departiculares.37 En el primer por cuanto se

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38 José Isaac del Corral Alemán: Derecho forestal cubano. Disposiciones fundamentales, Imp. P. Fernández y Cía,La Habana, 1936, t. I, pp. 173-175. Ver también José Isaac del Corral Alemán: “El problema forestal en Cuba”,Cuba Contemporánea, La Habana, mayo, 1923, t. 32, pp. 5-30.

39 José Isaac del Corral Alemán: “La devastación forestal y daños que ocasiona”, Fondo Académicos, Archivo delMuseo Carlos J. Finlay, La Habana (mecanuscrito de 26 páginas).

queza actual para fomentar cultivos, cami-na hacia dificultades económicas, si no sele ponen coto a dichas talas”. Se admitióque las disposiciones vigentes no habíanresuelto definitivamente la cuestión, aun-que contuvieron la codicia “excitada porlos altos precios que durante la guerra eu-ropea alcanzaron los productos forestales”.Asimismo, se reconocía que no era fácil“transformar bruscamente los hábitos de unpaís pasando de una completa libertad auna rigurosa restricción”.

El principal impulsor de esas disposicio-nes fue el científico José Isaac del CorralAlemán, quien desempeñaba el cargo dedirector de Montes y Minas del Ministeriode Agricultura. Pocos años más tarde, enuna sesión solemne en la Academia deCiencias el 19 de mayo de 1928, en su con-dición de académico de número daba lec-tura a su discurso “La devastación forestaly daños que ocasiona”.39 En presencia delPresidente de la República, expuso que erapalpable el inmenso perjuicio en todo elpaís por la destrucción ya casi total de susbosques, en cuanto al régimen hídrico, bon-dad del clima y el empobrecimiento portodas partes del suelo agrícola en su capa-cidad de producción, así como “la escasezy desaparición completa de la fauna y de laavifauna, que nace y vive en los montes”.En Cuba, según señaló, se podía advertirya la gran disminución o extinción de mu-chas aves silvestres que “daban encanto yutilidad a nuestros campos”.

Más adelante mencionaba que laguerra europea contribuyó a agravar

exponía que “las talas en superficiesextensivas del territorio cubano” habíancreado un estado de opinión favorable ala defensa de los bosques y la repoblaciónforestal, tanto por su beneficiosa influen-cia física y en la salubridad del país comopara no continuar siendo “tributarios delextranjero” de maderas que la Isla eracapaz de proporcionar. El segundo referíala doctrina de que cada nación debía con-servar un área forestal no menor de la ter-cera parte de su superficie total y exponíaal respecto:

[…] siendo así que en la actualidadlos montes de Cuba no cubren ni eldiez por ciento de su territorio, puesel período de alto precio del azúcar ylas siembras de caña que se han veni-do haciendo desde 1922 a la fecha,amenazan concluir con los escasosmontes que aún nos quedan, exigien-do que el Estado ejerza intervenciónen los predios forestales de propiedadparticular, imponiéndoles, en bien delinterés público, justificadas limitacio-nes.38

Otro motivo para la medida era que “enlos bosques que se talan [...] sólo se apro-vecha alguna madera dura para traviesa yalgunos gruesos troncos para tablas, puestodos los demás productos del montese destruyen por el fuego”. De ese modo seperdía toda la riqueza forestal “por la ne-fasta costumbre de quemar los montes pormiles de caballerías sin beneficio para susdueños y con grave daño para la nación,que por su doble error de destruir una ri-

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considerablemente la situación forestal,porque los altos precios del azúcar promo-vieron “la tala y quema de los milenariosmontes de Camagüey y Oriente”. En suopinión, de existir entonces leyes previsorasse habría impedido “tan catastrófica des-trucción”. Para colmo, “la tala fue tanabusiva” que existían grandes extensio-nes de terrenos abandonados por su malacalidad y “convertidos en maniguas inser-vibles”. Además de las maderas de cora-zón y leñas, los bosques podrían producirmúltiples productos químicos como el áci-do acético, el alcohol metílico, lacreosata, la acetona y otros derivados conalto valor en el mercado. Sin embargo:“Toda esa riqueza se volatilizó sin prove-cho alguno, para encontrarnos en las pe-nurias de hoy, además de haber perdidoaquellos montes que eran orgullo de lapatria cubana.” Para terminar Isaac delCorral propuso, entre otras medidas, lacreación en cada una de las provincias deun parque forestal que sirviera como re-serva de las principales maderas del país yrefugio de los animales silvestres, y comoenseñanza y ejemplo para las futuras ge-neraciones.

Opiniones como éstas fueron comunesen voz de importantes figuras de la época,quienes a la vez se declaraban continua-dores de otros cubanos o extranjeros quedesde el siglo XIX advirtieron las gravesconsecuencias que podría traer la rápidadeforestación paralela a la expansión azu-carera. Instituciones científicas, publica-ciones periódicas, asociaciones e instan-cias de gobierno comenzaron a mostrar

desde la década del veinte del siglo XX

una mayor preocupación por la problemá-tica medioambiental y hacia la búsquedade revertir la indiferencia promovida porla imagen de una naturaleza pródiga y deuna riqueza inagotable o la idea de quelos propietarios particulares eran los másindicados para proteger los bosques. Fue lacombinación de una mentalidad y una prác-tica sancionada por la Real Cédula de 30 deagosto de 1815 y el poder transformador cadavez más potente de las conquistas tecnológi-cas de la era industrial, la que aceleró el grancambio de los paisajes cubanos entre fines delsiglo XVIII y las primeras décadas del siglo XX.

Desde luego, no se trata sólo de un pai-saje natural sino también humano, conimplicaciones para ambas partes. Tampo-co significa que a partir de esa décadadel veinte cesara la tala de bosques o lamodificación de los ecosistemas de la Isla.El azúcar continuó con una enorme inci-dencia sobre la problemática medioam-biental, muchas veces por imperativo decoyunturas económicas o políticas, comola Segunda Guerra Mundial o la llamadaZafra de los Diez Millones en 1970. Peroen ninguno de esos momentos de augeazucarero posteriores al boom de la Pri-mera Guerra Mundial fue primordial lasustitución de bosques primarios por caña-verales.40

Los éxitos de la agricultura industrialazucarera lograron paliativos para algunasde las consecuencias adversas de la defo-restación en el orden económico. Elemen-tos como la electrificación, el empleo delos fertilizantes químicos, pesticidas para

40 Oscar Pino Santos: “El destino de Cuba: ¿convertirse en un desierto?”, en Los años 50. En una Cuba que algunosañoran, otros no quieren recordar y los más desconocen, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 2001, pp. 47-52(el original en Carteles, La Habana, 28 de mayo de 1954); Sergio Díaz-Brisquets y Jorge Pérez-López: ConqueringNature. The Environmental Legacy of Socialism in Cuba, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 2000.

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41 Rafael Suárez Rivacoba y Rafael B. Morín: “Caña de azúcar y sostenibilidad: enfoques y experiencias cubanas”,en Fernando Funes y otros (eds.): Transformando el campo cubano. Avances de la agricultura sostenible,ACTAF, La Habana, 2001.

42 E. A. Wrigley: Cambio, continuidad y azar. Carácter de la Revolución Industrial inglesa, Crítica, Barcelona, 1993.43 Alejandro de Humboldt: Ensayo político sobre la isla de Cuba, edición y estudio introductorio de Miguel Ángel

Puig Samper, Consuelo Naranjo y Armando García, Ediciones Doce Calles, Aranjuez, Madrid, 1998, p. 267.

el control de plagas, introducción de nue-vas variedades de caña, la mecanizacióndel corte, el uso de tractores y camiones,las grandes obras hidráulicas para el rega-dío y la biotecnología, permitieron que laproducción pudiera crecer aun más alládel fin de las tierras vírgenes para el cul-tivo. Tampoco faltaron otras formas demanejo agroecológico más tradicionales,recomendadas por muchos autores desdeel siglo XIX, como el uso de abonos orgáni-cos, cultivos intercalados, controles bio-lógicos y rotación de cultivos; empero, almenos hasta la década del noventa delsiglo XX no tuvieron un peso significati-vo.41 Obviamente, todas estas transforma-ciones en la industria azucarera desde losinicios de la mecanización en la décadadel veinte del siglo XIX se explican por eltránsito de una economía orgánica a unaeconomía basada en el uso de los combus-tibles fósiles, característica de la era in-dustrial, y por el consiguiente nacimientode una nueva agricultura.42

En resumen, el estudio de la industriaazucarera a partir de la historia ambientalpromete lecturas muy sugestivas al hacerbalance sobre sus dos siglos de primacía enla sociedad cubana. El impacto en los bos-ques es tan sólo una de las aristas más visi-bles de un proceso que tuvo otras muchasimplicaciones medioambientales por estudiar,como su incidencia en el uso y la contami-nación de las aguas, la reducción de labiodiversidad o las derivadas del empleo

masivo de la agroquímica. Pero tal vez esteinventario no sea el más trascendental des-de el punto de vista antropocéntrico, si en-tendemos lo ambiental como el nexo y lainterdependencia entre los sistemas natu-rales y los sistemas sociales. Un análisis des-de esta perspectiva tendría que dirigirse acuestionar el modelo de sociedad que ge-neró la especialización azucarera y su gradode sostenibilidad tanto a escala nacionalcomo regional o local, con preguntas acercade la seguridad y la soberanía alimentaria,los conflictos socioambientales creados y lasatisfacción de las necesidades, sin compro-meter la supervivencia de las generacionesfuturas o la calidad de vida.

Podría pensarse que son interrogantesnuevas y no es así. Con otros términos,fueron preocupaciones expresadas por vo-ces críticas del tipo de crecimiento azu-carero que se inició tras la ascensión alprimer puesto entre los exportadores deldulce al mercado mundial. Ya en su librosobre Cuba el sabio alemán Alejandro deHumboldt advirtió los peligros de la “im-prudente actividad de los europeos” enlas regiones intertropicales, al dar priori-dad a los frutos de exportación en lugarde los artículos de subsistencia.43 No fal-taron opiniones similares entre los funcio-narios de la Marina en su disputa con loshacendados por retener los privilegiospara la explotación forestal u otras per-sonalidades de entonces como el obispoEspada.44 La dependencia creciente de la

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44 Se puede consultar del obispo Espada “Diezmos reservados”, en Eduardo Torres Cuevas (selección,introducción y notas): Obispo Espada. Ilustración, reforma y antiesclavismo, Ed. Ciencias Sociales, La Habana,1990. Para los argumentos de la Marina se puede ver, por ejemplo, uno de los documentos reproducidosa mediados del siglo XIX por la Sociedad Económica de La Habana en “Corte de maderas, Artículo 3º. Dictameno voto que sobre los asuntos controvertidos en la Junta especial de maderas formada en virtud de Cédulade SM fecha el 14 de febrero del año 1800, presenta el Ingeniero Director de Marina D. Miguel Fernándezde la Puente, Capitán de Navío de la Real Armada”, Anales de la Junta de Fomento,1850, t. 3, pp. 264-273.Entre los argumentos indicaba que era indispensable disminuir el número de habitantes de ciudades comoLa Habana, (Santiago de) Cuba, Puerto Príncipe y Bayamo e incentivar con libertades y franquicias elpoblamiento de los puntos desiertos de la costa. De ese modo disminuirían las necesidades urbanas y el consumodel campo al no aglomerarse los establecimientos rurales en las inmediaciones de unas pocas ciudades. Dichaspoblaciones se podrían sacar, en su criterio, “del número inmenso de desvalidos que el lujo y disformidad de lasactuales ciudades han atraído a ellas para vivir de las sobras de un ciento de poderosos, con notable y verdaderodetrimento de la agricultura”.

45 El mismo Humboldt sugería esta comparación teniendo en cuenta la extensión territorial de Cuba, similara la de Gran Bretaña, y se mostraba confiado del futuro de la Isla “a medida que mejor instruidos los habitantesacerca de sus verdaderos intereses, y desanimados por la baratura de los géneros coloniales”, variasen sus cultivosy dieran libre impulso “a todos los ramos de la economía rural”. Eduardo Torres Cuevas: op. cit., p. 267.

importación de alimentos, a la vez queCuba aportaba a través del azúcar unacantidad de calorías suficiente para ali-mentar a un número de habitantes va-rias veces mayor que el suyo, es una delas paradojas más grandes de esta histo-ria. Esa escasez de alimentos básicos esfruto también de la estructura de la pro-piedad y la escasez de fuerza de trabajocrónica en la agricultura cubana, ambosfactores consecuencia del reparto origi-nal de las tierras en los primeros siglos decolonización española y, más tarde, de lascaracterísticas latifundiarias de las prin-cipales explotaciones tanto agrícolascomo ganaderas.

Las generaciones actuales y futuras seguiránarrastrando la precariedad resultante de la “agri-cultura de rapiña” que consumió en unas pocasgeneraciones gran parte del vigor de la naturale-za tropical. Es cierto que la especializaciónazucarera permitió fomentar grandesriquezas particulares —realizaciones ma-teriales equiparables a las de países pun-teros en la era industrial—, tener una

cultura intelectual y artística más o me-nos envidiable o incluso abrazar utopíasrevolucionarias, pero siempre nos perse-guirá la duda de cómo habría sido la his-toria de haber tomado otros caminos. Noolvidemos que en el momento del saltoazucarero, algunos contemporáneos aspi-raban a que Cuba pudiera llegar a equi-pararse con Inglaterra.45 Sin embargo,también es cierto que el mundo de hoyes mucho más desigual que el de enton-ces como consecuencia de la distanciacada vez mayor entre naciones ricas ynaciones pobres, característica del ascen-so del capitalismo industrial. Sea que elazúcar condenó a la Mayor de las Anti-llas a perder su importancia relativa frentea las principales potencias, sea que le per-mitió un espacio privilegiado en el nue-vo orden mundial, no cambia el hechode que podamos considerarla como elprincipal motor de la mayor transforma-ción ambiental en toda la historia deCuba desde los inicios de la presenciahumana en sus territorios. C

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Del esclavo al colono:notas acerca delcolonato azucarerocubano en el siglo XIX

MICHAEL GONZÁLEZS Á N C H E ZHistoriador. Investigador del Centrode Estudios de Asia y Medio Oriente.

Presente desde el triunfo del central so-bre el ingenio, proceso acaecido funda-mentalmente durante el último cuarto delsiglo XIX, el colonato azucarero animó consu trascendencia el paisaje rural cubanodurante más de ocho décadas. Surgidocon el fin de solucionar en parte dos delos principales problemas socioeconómicosde la Cuba colonial, como la sustitucióndel trabajo esclavo por mano de obra librey la separación de las fases industrial y agrí-cola en el proceso de fabricación del azú-car, el colonato conformó un sistema pro-ductivo de probada eficacia que posibilitóel éxito del central a través de la dinámi-ca azucarera del siglo XX, al convertirseen un importante abastecedor de la ma-teria prima necesaria para el mantenimien-to de una producción caracterizada por lamasividad y continuidad de su proceso.

Esta institución agrupó una heterogé-nea masa de productores; desde grandescorporaciones que empleaban un númeroelevado de obreros agrícolas hasta peque-ños agricultores que sembraban caña conla ayuda de sus familiares. Fue en su esen-cia un importante sector socioeconómico

que terminó por alcanzar una identidadsocial definida y llegó a ser consideradacomo un elemento formativo de la nacióncubana.

Durante las dos primeras centurias dedominación colonial española sobre el ar-chipiélago cubano, el despoblamiento se-ría la característica demográfica fundamen-tal, una vez que los primeros emigrantesespañoles quedaran involucrados en la con-quista y la colonización del vasto conti-nente americano. El sistema de coloniza-ción por poblamiento, que se basó en eltraslado de un importante número de ha-bitantes de la Metrópoli en aras de lograrla ocupación total de la Isla, materializóuna política de relación hombre-tierra queestará presente en el modelo económicocubano durante todo el período colonialhasta finales del siglo XIX.

Así, desde los primeros tiempos de laconquista se entrecruzaron semánti-camente en Cuba los términos “colono”,“posesión” y “tierra”, una tríada singularen nuestra historia nacional y continen-tal. Los llamados contratos de serviciostenían como fin que los interesados que-daran comprometidos a incrementar el tipoy la cantidad de plantas y de animales asu cuidado.

La extensión del término “colono” paraidentificar a un sujeto dedicado a activi-dades azucareras en los siglos XIX y XX, norompe con la naturaleza propia de unaempresa de fomento agrícola, como pue-den ser también el cultivo del tabaco,del café o de los productos de subsisten-cia como la yuca o el maíz. El ser colonono constituye un oficio, ni se trata de unaocupación en el sentido estricto de lapalabra como puede ser un ganaderoo un minero. La denominación de un suje-to como colono más bien se ajusta a una

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sociedad criolla, cuya plenitud se puso demanifiesto sobre todo en el último cuartodel siglo XVIII.

Quizás fuera el obispo Espada, en susDiezmos reservados de 1808, el primero enidentificar al colono de manera masiva conuna nueva expresión social, la de ser po-seedor de una pequeña propiedad.1 Comoseguidor de las teorías de Adam Smithsobre el papel del agro en el mundoprecapitalista, y viendo por el contrario elabandono en que se hallaba el campo en

necesidad del desarrollo de un determi-nado interés económico, en el que reco-nocerse como colono o colonizador equi-vale a ser pionero de dicha empresa. Sinembargo, a causa de la importancia eco-nómica que adquiere la industria azuca-rera como elemento conformador de unnuevo orden productivo correspondientecon el modelo de plantación esclavista ocapitalista, el llamado colono azucarerollegó a desempeñar un papel de primerorden en la conformación de la llamada

1 J. J. D. Espada y Landa: “Diezmos reservados” (1808), en Eduardo Torres-Cuevas: Obispo Espada: Ilustración,reformismo y antiesclavismo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990.

TECHNO DJ, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2005.

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lonial, por trabajadores libres asalariados.Francisco de Arango y Parreño, otroradefensor a ultranza de la esclavitud, yasobre 1816 había asumido el axioma “Lalibertad es el mayor de los bienes” y reco-mendaba a los hacendados la adquisiciónde blancos (preferiblemente españoles)con el fin de otorgarles tierras a bajo pre-cio.3 Según su criterio, el colono extran-jero devendría muro de contención fren-te a la influencia perjudicial del elemento“negro”. Arango dejó entrever otro de lospuntos neurálgicos que podía estimular elestablecimiento del colonato: la idea de“blanquear” en todo lo posible la estruc-tura racial rural.4

La evolución económica de la Isla has-ta 1873 estuvo marcada por la reiteradaviolación de la suspensión de la trata deesclavos rubricada en 1837 por varias na-ciones con Inglaterra a la cabeza, y cuyasdeclaraciones debió firmar España; a ellose unieron las rebeliones de esclavos quetuvieron lugar en los inicios de la décadadel cuarenta del siglo XIX. Esto insufló ai-res de renovación y replanteamiento enalgún sector de la intelectualidad en laIsla acerca del papel de la esclavitud enla economía colonial. En un suelto apare-cido en 1844, José Antonio Saco, expo-nente de esta tendencia, afirmaba que

Cuba, el ilustrado obispo se mostró parti-dario del repoblamiento rural basado enla agricultura de la caña de azúcar comoun renglón productivo con buena deman-da, lo que favorecería a su vez la diversifica-ción agrícola. Su propuesta, que denominóla “Cuba Pequeña”, consistía en un tipo decolonización en la cual cada propiedad de-bía constituir una unidad económica en símisma, y consideraba que el aumento cuan-titativo de los jornaleros no era un raseroadecuado para medir la prosperidad de lanación. Era la suya una típica posición de unpartidario de la Ilustración burguesa. Probable-mente sus reflexiones sobre la importanciapráctica del colono azucarero, y en gene-ral del trabajo libre, hayan contribuido aun cambio en la mentalidad de los hacen-dados cubanos acerca de los medios idó-neos de que podían valerse para la elabo-ración de azúcar en mejores condicioneseconómicas y sociales.2

Tal vez el problema fundamental acer-ca de la adaptabilidad del colonato a ladinámica azucarera cubana radicaba enla contradicción que se gestó entre la ne-cesidad de una mejora tecnológica quepermitiera mayores márgenes de ganan-cia en la producción y las posibilidadesreales de sustituir a los esclavos, una ins-titución tan arraigada en la economía co-

2 En la conformación del modelo productivo cubano estuvieron presentes dos elementos a los que Espada dedicócierta atención a causa de los efectos que podían provocar a largo plazo. Son los casos del latifundio y laesclavitud, que serían a finales del siglo XIX problemáticas de gran incidencia en la concepción y la extensión delcolonato. Sobre el latifundio dirá que es un método que desaprovecha tierra, pues la misma no se somete aarrendamiento. En cuanto a la esclavitud, aunque no se pronuncia abiertamente en su contra, no la consideratotalmente necesaria en la producción azucarera. Ver J. J. D. Espada y Landa: ob. cit., p. 248.

3 Francisco Arango y Parreño: Obras, Ministerio de Educación, La Habana, 1952, t. 2, p.155.4 La idea de “blanqueamiento de la sociedad” era ya un principio establecido desde 1818, año en que se creó la

Junta de Población Blanca, cuyo objetivo fundamental era el fomento de la colonización europea hacia la Isla.En realidad, descansó siempre en la iniciativa privada, teniendo una acción económica más bien limitada. VéaseMaría del Carmen Barcia: Burguesía esclavista y abolición, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987,pp. 100-102.

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de los principales expositores junto a LaSagra de la idea del colonato como fuerzaemergente en el agro nacional, en cartafechada en 1857, escribió a su hermanoque “[...] se agregase la caña de azúcar,susceptible de constituir la pequeña propie-dad [...] miles de trabajadores aguardanese día para lanzarse a labrar sus campos[...] bastaría fundar en los actuales cen-tros de población rural blanca la industriafabril con entera independencia del cul-tivo [...] Cuba debe ser paraíso de la pe-queña propiedad y de los cultivos en pequeñaescala [...]”.7

Sin dudas, la funcionalidad prácticadel colono azucarero como una alternati-va posible dentro de la encrucijada eco-nómica de la Cuba del XIX fue cobrandolentamente fuerzas en la mentalidad bur-guesa de la época, aunque tendrían quesobrevenir nuevas condiciones económi-cas y sociales que permitieran la utiliza-ción masiva de mano de obra libre que seencargase del suministro de caña a losingenios en épocas de zafra. Pudiera de-cirse que los cambios en la producción deazúcar cubano a partir del decenio de1880, eran mucho más económicos y so-ciales que técnicos. En este trance históri-co, moldeado además por los idealesindependentistas de un sector social forma-do esencialmente por terratenientes queinician una guerra de liberación contra elyugo español, tuvo lugar el proceso deformación de los nuevos centrales. Cubaestá sumida en una difícil situación

“[...] Cuba encierra en su seno tesorosenvidiables, y sus campos vírgenes llamana todas horas al colono industrioso [...]ciérrense para siempre las puertas a todoslos negros [...]”.5 Por su parte, Franciscode Paula y Serrano, importante figura den-tro de la Real Sociedad Económica deAmigos del País, sería más explícito acer-ca de la configuración que recibiría a lasalturas de 1848 el término “colono”, cuan-do plantea que “[...] no es una novedad[...] vamos pues nosotros a ensayar esamisma arma para atacar de frente a losnumerosos competidores que, con tantasventajas de que carecemos nosotros, ame-nazan abatirnos [...] con el objeto de es-tablecer una gran fábrica de azúcar y lacesión a los colonos cultivadores de por-ciones de terreno con el fin de que culti-ven la caña destinada al central [...]”.6

El comportamiento productivo de otrosmercados azucareros en América influiríanotablemente en el pensamiento agrariocubano del siglo XIX. La separación entrela fábrica de azúcar y el sector agrícola yase había iniciado en las colonias inglesasy francesas en esa década del cuarenta.Las influencias dentro de este cambio pro-ductivo con respecto a las concepcionessocioeconómicas cubanas calarían máshondo hacia inicios de la década del se-senta, luego que se difundieran las ideasque al respecto defendiera Ramón LaSagra, un partidario convencido del usoextensivo de colonos en la producción azu-carera. Francisco de Frías y Jacott, otro

5 José Antonio Saco: Colección de papeles científicos, históricos, políticos y de otros ramos, Editora del ConsejoNacional de Cultura, La Habana, 1962, t. 1, pp. 247-252.

6 El plan original establecía la distribución de 60 caballerías de tierra a 50 familias de colonos, a razónde 1 1/3 caballerías por familia. Ver María del Carmen Barcia: ob. cit., pp. 76-77.

7 Francisco Frías y Jacott: Reformismo agrario, Secretaría de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, 1937, p. 60.

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finales de siglo, tales como la reinserciónsocial del ex esclavo, o la aceptación ytratamiento del número cada vez ma-yor de inmigrantes, en su mayoría es-pañoles, que acudían a la isla en buscade mejoras salariales, y compartían es-pacios con el pequeño propietario nati-vo, conformando así un conjunto socialen mayor correspondencia con los nue-vos tiempos.8Como ha sentenciado la historiadora

cubana Gloria García,9 está poco estudia-da la composición social del colonato, yen especial en las décadas del setenta yochenta, momentos en que nuestrahistoriografía ha ubicado la génesis delsistema de colonos. Por lo tanto, aproxi-marse a la naturaleza del colonato en esosprimeros momentos es fundamentalmen-te materia de hipótesis o de análisis deri-vados de experiencias locales. El estudiodel colonato, por ende, debe hacerse so-bre la base de identificar en éste una ins-titución socioeconómica como lo fue laesclavitud, a pesar del carácter singularde este colonato inicial, experimental yaislado en algunas regiones específicas,pero con algunas manifestaciones e im-pulsos en otras.10

Desde el punto de vista económico pue-de resultar sencillo definir a un colono. Ésteera precisamente quien sembraba caña paravenderla a un central azucarero, con el quemantenía una relación contractual, no ba-sada en un salario. El colonato nunca cons-tituyó una clase social, sino más bien un

socioeconómica, cuya solución dependíade una pronta adaptación a la era de mo-dernización que se abría ante ella. El re-sultado final de este proceso estribó en eltránsito del ingenio, unidad industrialsemimecanizada, al central, entidad quetiene en su poder una gran extensión te-rritorial, elevada capacidad industrial ymoderna tecnología, lo cual trajo comoprincipal resultado la necesidad de sepa-rar la fase industrial de la agrícola, a cau-sa de que, como tendencia general, losdueños de centrales necesitaban capita-les con vistas a la modernización de susfábricas. Por tanto, optaron por delegar enel colono cuestiones como el fomento dela siembra y la recolección de la caña, asícomo la contratación de la fuerza de tra-bajo encargada de laborar en los campos.De aquí que, como intento de lograr unasíntesis:

Esta reorientación del modelo planta-cionista nacional, signo de una nuevaedad económica mundial cuyo inicio es-tuvo marcado sin dudas por la revolu-ción industrial europea, dio origen al sis-tema de colonos, un extendido métodoproductivo con la responsabilidad de su-ministrar caña de azúcar a los centralesnecesitados de una mayor cantidad demateria prima. Transformada desde subase, la esclavitud cedió el paso a otrasformas de organización del trabajo, en-tre ellas el colonato, a la vez que dejóentrever varios de los problemas másacuciantes de la sociedad cubana de

8 A. Santamaría García y Luis M. García Mora: “Colonos. Agricultores cañeros, ¿clase media rural en Cuba?,1880-1898”, Revista de Indias, Madrid, no. 212, enero-abril, 1998, pp. 86-105.

9 Gloria García: “La sociedad cubana a fines de siglo”, en Instituto de Historia de Cuba: Cuadernos cubanos dehistoria, Editora Política, La Habana, 1998, p. 31.

10 Library of Congress, Manuscript Division, Delmonte Collection, Box 1; Fe Iglesias García: Del ingenio alcentral, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico [1998], p. 115.

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mación y las posibilidades del mercado lo-cal de trabajo. En un suelto publica-do en la Revista de Agricultura en 1889 sedecía que “[...] se lamentan los colonos deSagua, se les da de 3 ½ a 4 pesos por cada100 arrobas de caña, cuando en Matanzas yCárdenas con iguales aparatos dan al colo-no 5 ½ [...]”.15 En contraposición, en la edi-ción de 3 de febrero de 1889 se anunciabauna feliz premonición: “[...] los colonos delcentral El Salvador están enhorabuena: esosnuevos aparatos les han de abrir nuevos ho-rizontes, pues les podrán pagar hasta 6 pesospor cada 100 arrobas de caña [...].”16

Naturalmente, el problema de latecnificación no medió de manera exclu-siva en la relación del hacendado con elcolono. Resultaba también muy comúnel caso de que la totalidad de las tierrasde algún viejo ingenio y su cosecha fue-ran puestas al servicio de un central conmejores posibilidades técnicas para la mo-lienda y la fabricación del dulce. Ésta fueotra de las vías de conversión de hacen-dados en colonos en el último cuarto desiglo, como sucedió en el caso de algu-nos ingenios de Matanzas que “[...] nomuelen, pues este año han vendido sucaña a los centrales que poseen aparatosmejorados [...]”.17

La formación de colonias por desgaja-miento territorial de los antiguos ingenios

grupo muy heterogéneo constituido tantopor pequeños arrendatarios, antiguos ha-cendados arruinados, como por nuevos te-rratenientes. El historiador puertorriqueñoCésar Ayala, en su definición de colono definales de siglo XIX, advierte que “[...] la pro-ducción de caña fue controlada por unheterogéneo grupo de productores rura-les, desde grandes corporaciones que em-pleaban miles de obreros, hasta peque-ños agricultores que sembraban caña conel trabajo de sus familiares [...]”.11 Enfuentes de época se escribiría que “[...]en 1879 se estaba produciendo el iniciode una abigarrada división y subdivisión enlas fincas [...]”.12

El establecimiento del colonato resol-vió el difícil problema de la mano de obraen los campos: fueron los libertos los pri-meros colonos en algunas zonas,13 puestoque en algunas fincas el colonato habíasurgido en parte “[...] como un mecanis-mo para conservar a los libertos en la plan-tación [...]”.14

Fue muy estrecha la relación entre loscolonos y los hacendados en cuanto a ladeterminación del precio por la caña su-ministrada. El pago al colono dependía defactores tales como la ubicación de loscampos de caña con respecto a los cen-trales, el comportamiento de la oferta y lademanda de materia prima, y la confor-

11 César Ayala: “La nueva plantación antillana, 1898-1934”, Boletín del Centro de Investigaciones Históricas,Puerto Rico, no. 8, 1994, p. 126.

12 Revista de Agricultura, La Habana, año I, 20 de abril, 1879.13 Revista de Agricultura, año XV, 23 de julio, 1893.14 Rebecca Scout: La emancipación de los esclavos en Cuba: la transición al trabajo libre, 1860-1899, Fondo de

Cultura Económica, México [1985], p. 255.15 Revista de Agricultura, año XI, 27 de enero, 1889.16 Revista de Agricultura, año XI, 3 de febrero, 1889.17 Ibíd.

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El historiador estadounidense Leland H.Jenks señalaba que a finales de la décadadel ochenta “[...] entre el 35-40 % de lacaña se recolectaba y manipulaba por elsistema colono [...]”.21 Parece ser que enla medida en que los nuevos centralesincrementaban su capacidad de produc-ción, comenzaron a “[...] incorporar lospequeños agricultores colindantes y el cul-tivo de la caña comenzó a extenderse has-ta abarcar cientos de caballerías”.22 A laaltura de 1890, prácticamente en todas lasregiones azucareras del país se utilizabanen mayor o en menor medida colonos en laproducción de caña, ya fuera a partir deantiguos hacendados o de pequeños pro-ductores individuales. En la provincia deCienfuegos eran varios los centrales queaseguraban sus cañas mediante contratoscon colonos; por ejemplo, el central DosHermanas controlaba extensas zonas decultivo en el Ranchuelo y el Tocino, y te-nía comprada la caña durante nueve añosen los municipios de La Esperanza y SanJuan de los Yeras;23 y el central Sandino,no tenía caña propia, porque todo su te-rreno estaba repartido.24

En Matanzas el colonato fue el másimportante método de labor utilizado.25

El central Occitania, en Macagua, mo-lía las cañas de las fincas Laberinto, La-guna del Monte y El Recreo, y a su vez

tuvo sus características propias. Los gran-des hacendados que habían logrado mo-dernizar sus ingenios gradualmente, se con-virtieron en grandes industriales y a la vezlatifundistas; éstos eran más reacios a dividirsus tierras en parcelas y darlas en propiedad oarriendo. Preferían a los colonos que fuesenantiguos hacendados y que, por lo tanto, po-seyesen tierras propias. Por el contrario, lospropietarios de ingenios que no habían podi-do disponer de capitales para la renovaciónde sus maquinarias, pedían la intervencióndel gobierno colonial para un mayor recono-cimiento del colonato, sobre todo para la so-lución del permanente asunto de la escasezde braceros.18 Sus esfuerzos se dirigieron aforzar la creación de asociaciones de capita-les mediante la fórmula de la sociedad anó-nima, con el fin de estimular la implantaciónde colonias basadas en la inmigración por fa-milias, pues “es de suma importancia [la co-lonización familiar] para el presente y porve-nir de Cuba, porque el fomento de grandescentros productores donde no hay brazos niéstos tengan la educación moral necesariaserá de muy corta duración”.19 La coloniza-ción estatal fue otra de las vías estimuladasen los primeros tiempos, pero muchos de es-tos proyectos quedaron abandonados y nun-ca fueron llevados a la práctica, como el casode la creación del ingenio-central El Por-venir, propuesta en 1881.20

18 Revista de Agricultura, varios números entre 1885 y 1895.19 Revista de Agricultura, año XI, 20 de enero, 1889.20 Revista de Agricultura, año III, 31 de julio, 1881.21 Leland Jenks: Nuestra colonia de Cuba, Edición Revolucionaria, La Habana, 1966, p. 65.22 Fe Iglesias: ob. cit., p. 117.23 Ibíd., p. 118.24 Revista de Agricultura, año XIV, 27 de marzo, 1892.25 Laird W. Bergad: Cuban Rural Society in the Nineteenth Century. The Social and Economic History of

Monoculture in Matanzas, Princeton University Press, New Jersey [1990], p. 259.

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había concertado contratos con varioscultivadores hasta el número de ochentay seis. Como dato de interés, debemos de-cir que en general predominaba en estaregión la pequeña explotación agrícola,pues el número de colonias menores de trescaballerías era de 642, más de 50 % del nú-mero total de las fincas azucareras.26

En otras jurisdicciones de Occidente tam-bién se reportó acerca del uso de colonos enlas labores agrícolas. En Güines, por ejemplo,se informaba en 1889 que no existía ningunafinca que no tuviera colonos.27 En la regiónde Santa Clara, según detallado resumenque dio a conocer el central Parque Alto, sehabían entregado 138 caballerías a colonosde recursos, fundamentalmente tierras vír-genes, siendo cuatro las colonias de mayorextensión territorial: Lolita (42 caballerías),Gloria (12), Alonso (23) y Leonor (16).28

Sin embargo, sería ilusorio pensar quela implantación del colonato como institu-ción alternativa para al autoabastecimientodel central fue un proceso de rápida adap-tación y carente de problemas. Fueronmuchas las contradicciones internas quese gestaron al añadir el colono, directamen-te agricultor o no, y procedente de todaslas clases y condiciones, al nuevo modelode explotación agraria. En un momento detransición económica, como lo fue la últi-ma década del siglo que ya concluía, losdueños de centrales experimentaban elmétodo de trabajo que más convenienteles fuera, o el que mejor pudieran aplicar.

En vez de parcelar sus tierras y repartir-las como colonias, muchos centralesprefirieron optar por el trabajo asalariadocomo opción única, o paralela al empleode colonos. Por otra parte, el colonato pre-sentaba algunas otras dificultades en suaplicación como sistema productivo, prin-cipalmente porque el mismo requería, ade-más del trabajo personal de los colonos, lacontratación de la no siempre disponiblefuerza de trabajo para el laboreo en las co-lonias de caña.

En general, hasta la primera mitad dela década del noventa ya estaba ocurrien-do un proceso de expansión del sistema decolonato en el agro cubano. Son signosde esta belle époque el aumento cuantita-tivo del aporte de caña del colonato a loscentrales en molienda y las exigencias ju-rídicas de los contratos, ya sean de mo-lienda o refacción, entre las partes.

La eficiencia del sistema de colonatoen el suministro de caña era una reali-dad en el agro cubano decimonónico,pese a limitaciones objetivas, como losefectos devastadores de la guerra de in-dependencia en las plantaciones y lasinstalaciones de los centrales. Tanto esasí que en pocos años —apenas una dé-cada— la recuperación del colonato eraun hecho, como ha podido comprobar-se.29 De esta forma, al finalizar el sigloXIX el colonato pasaba a ser un produc-tor capital en la producción azucareranacional.

26 Ibíd., p. 279.27 Revista de Agricultura, año XI, 22 de septiembre, 1889.28 Revista de Agricultura, año XII, 18 de mayo, 1890.29 Véase Michael González Sánchez: “El colonato azucarero cubano: notas acerca de una institución

socioeconómica, 1898-1929” (inédito).

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formar parte del paisaje rural cubano, conespecial fuerza en las zonas de los grandescentrales, y en sede privilegiada de las na-rrativas nacionalistas de la primera mitaddel siglo XX, fueron diversas. Pasaron a en-grosar el discurso nacionalista burgués dela época, que mitologizó la figura del cam-pesino cubano, estereotipando sus costum-bres y su cultura. Sucedió que, dentro deeste contexto de asimilación del béisbol ylo rural-campesino azucarero a las narrati-vas del discurso nacionalista hegemónico,una parte no despreciable de los grandesjugadores de pelota cubanos del siglo XX

surgieron de los centrales azucareros, ju-garon béisbol en ligas azucareras y despuésllegaron incluso a equipos nacionales y al-gunos a las Grandes Ligas.

Entre estos formidables peloteros llega-dos del mundo azucarero, fue un precursorJosé de la Caridad Méndez, bautizado porel popular cronista deportivo Víctor Muñozcon el sobrenombre de El Diamante Ne-gro. Cortador de caña en su niñez y prime-ra juventud, desarrolló en su brazo una granpotencia de lanzamiento. Pero no fue elúnico, por supuesto. Otros grandes juga-dores de la etapa prerrevolucionaria quese iniciaron como peloteros en los centra-les azucareros donde nacieron, fueron, en-tre muchos nombres que pudieran citarse:Napoleón Reyes, natural del ingenio SantaAna (actual Chile), en Santiago de Cuba;Roberto Ortiz, apodado El Gigante delCentral Senado (actual Noel Hernández),en Camagüey; Andrés Fleitas, oriundo delingenio Constancia (actual 14 de Julio) enla provincia de Las Villas; Oscar Sierra, lle-gado del central Stewart (actual Venezue-la) en Camagüey; Ángel Scull, nativo delcentral Merceditas (actual 6 de Agosto)en Matanzas, y también de la regiónyumurina Antonio “Tony” Taylor, nacido

Azúcar y béisbolen Cuba

FÉLIX JULIO ALFONSO LÓPEZHistoriador. Especial ista en el PlanMaestro de la Oficina del Historiadorde la Ciudad de La Habana.

Quiero agradecer a la Fundación Fernan-do Ortiz su gentil invitación a participaren este taller dedicado a la cultura del azú-car en Cuba. El objetivo de mi interven-ción será contribuir al trazado del mapacultural del azúcar en nuestro país, y paraello me quiero referir a las prácticas depor-tivas que se cumplen en ese espacio públi-co privilegiado para la fiesta, la alegría y ladiversión, imprescindible en cualquier cen-tral azucarero, que es el terreno de pelota.

Me gustaría empezar recordando que,aunque el béisbol fue contemporáneo du-rante un breve tiempo del siglo XIX de laplantación y la institución esclavista, to-davía en ese período la práctica se hallabareservada a personas blancas y declases acomodadas. La verdadera demo-cratización del juego de pelota y su con-versión en parte de la cultura popular esun fenómeno del siglo XX, en el que azúcary béisbol constituyen un binomio insepara-ble, lo que tiene que ver no sólo con eluso del tiempo libre de las personas en elbatey del central, sino también, en las pri-meras décadas de la República, con las po-sibilidades de obtener capital real y simbó-lico, este último como eficaz mecanismo deascenso social para los obreros de la caña.

Las razones para este desplazamiento delbéisbol hacia los bordes de la ciudad, pa-sando de ser un deporte urbano y elitista a

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en el batey del ingenio Álava (actualMéxico).

Con el fin de tener una idea aproxi-mada de lo que significan estos nombrespara la historia de la pelota cubana, bas-taría decir que Roberto Ortiz, un colosode seis pies y cuatro pulgadas de estaturay 215 libras de peso, fue el bateador dere-cho que más jonrones conectó en la ligaprofesional cubana, y “Tony” Taylor hizoépoca como segunda base de los Filis deFiladelfia en las Grandes Ligas, circuitoen el que jugó diecinueve años, conectómás de dos mil hits y participó en más dedos mil desafíos.

Toda esta mística del béisbol que sejugaba en los ingenios azucareros de laetapa republicana, pasó a la literatura;fue narrada por Alejo Carpentier en su

primera novela Ecue-Yamba-O, en cuyoargumento las claves del deporte se com-binan con la música y la política, en unametáfora del país sometido al capitalextranjero y al desgobierno de las élitescriollas: no podemos olvidar que un ge-neral de la Guerra de Independenciadevenido capataz de un ingenio estado-unidense, Mario García Menocal, llegóa alcanzar la primera magistratura. Sinembargo, en el precario estadio del in-genio San Lucio, con su trazado geomé-trico poblado de guizazos y un zapato cla-vado en el home, es donde tienen lugarlas proezas beisboleras de Antonio, primode Menegildo, quien se gana los aplau-sos y la admiración de la numerosa afi-ción por su fuerza al bate y velocidad enel corrido de las bases.

CALICANTO 5, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2003.

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trabajar de las 12 de la noche a las docedel día, cuando los turnos eran de do-ce horas. Es decir, yo comencé de ayu-dante de químico azucarero en el cen-tral. A nosotros no nos pagaban muchopor jugar porque en aquella época nohabía dinero para eso. […] El Cen-tral Palma tenía casi todos sus juga-dores que eran trabajadores del Pal-ma y nosotros trabajadores del SantaAna. Había peloteros de color y blan-cos. Era una liga muy fuerte, muy fuer-te, porque inclusive, a veces traíamosjugadores de La Habana para reforzar.Ahí pitcheó Adrián Zabala, pitcheóÁngel Cordeiro, el hermano de ReinaldoCordeiro. En esa liga pitcheó Dihigo.1Por esta misma época, en un ingenio

de Las Villas, el central Santa Teresa (ac-tual Héctor Rodríguez), cerca del pobla-do de Sitiecito, se produjo un suceso difí-cil de repetir en cualquier béisbol delmundo: jugaron por el equipo del ingenionueve hermanos de apellido Torres, des-cendientes de un matrimonio venezolanoemigrado a la Isla. El hecho se produjo elsábado 25 de diciembre de 1943, cuando,vistiendo la franela del central, los nuevehermanos, sin alterar sus posiciones, de-rrotaron al equipo La Juventud, del veci-no poblado de Rodrigo. La victoria delSanta Teresa se concretó 5 por 3. El equi-po, aconsejado en sus inicios por el granConrado Marrero, solía alinear con Eulaliocomo receptor; Delio, tercera base y lan-zador; Rufino, torpedero; Melquíades, pri-mera base, quien llegó a jugar en la ligade Pedro Betancourt; José, Delfín yCrescencio como jardineros; Rolando, re-ceptor y primera base; y Santiago, segundabase y torpedero. Uno de los desafíos más

Existen numerosos testimonios y anéc-dotas que recrean aquel mundo difícil,hostil y al mismo tiempo fascinante de lasligas azucareras. El equipo del ingenioAlgodones (actual Orlando González),cerca del poblado de Majagua, llegó acontar en la década del treinta con unaformidable novena que incluía a ReginoOtero, “Chino” Valdivia, René Monteagu-do, “Tito” Isla, Juanito Decal, “Tata”Alonso, Roberto “Tarzán” Estalella,“Sungo” Carrera y el que luego sería fe-nomenal pitcher zurdo de los Alacranes deAlmendares, Agapito Mayor.

Otro importantísimo pelotero de estaetapa fue Napoleón Reyes, recio bateadorde los equipos de la Universidad de LaHabana de la Liga Amateur, con el quefue líder en jonrones en la temporada de1941, y del Almendares, del circuito pro-fesional, con el que alcanzó el liderazgode triples en la campaña de 1945-1946.Reyes, quien además de integrar los Gi-gantes de Nueva York también firmócontratos con los hermanos Pasquel en latemporada mexicana, recordaría que susorígenes como pelotero fueron en los pla-ceres del batey del ingenio Santa Ana,cerca de Santiago de Cuba. En la zonaexistía una liga de béisbol que se compo-nía del central Palma, con un buen esta-dio, el central Santa Ana, la Casa Bacardíy la Marina de Guerra. Voy a citar un frag-mento del testimonio de Reyes sobre lapelota de aquel período en los ingenios:

Era una liga muy fuerte la de los cen-trales azucareros […]. De ahí salieronmuy grandes jugadores […] jugábamosuna vez a la semana, y quizás algunosotros juegos, pero casi todos trabajá-bamos durante la zafra. Yo empecé a

1 Roberto González Echevarría: “Peloteros cubanos. Tres testimonios”, Nueva Sociedad, Caracas, no. 154, marzo-abril, 1998, p. 96.

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emocionantes realizados por este singu-lar equipo consanguíneo fue contra unanovena del central camagüeyano PuntaAlegre (actual Máximo Gómez), que re-sultó una apretada derrota de una porcero para los Torres.

Como hemos visto en los ejemplos an-teriores, tomados de las tres grandes zo-nas azucareras de Cuba en la primera mi-tad del siglo XX (Las Villas, Camagüey yOriente), el béisbol que se jugaba en losingenios era de un alto nivel y gozaba deenorme popularidad. Sin embargo, fue unequipo que representaba a un central azu-carero de occidente, el Hershey, el quese mantuvo durante años como uno delos conjuntos más fuertes de la pelota ama-teur cubana, alcanzando en varias oca-siones durante las décadas del treinta ycuarenta el título de campeones. Entrelos jugadores más destacados de este teama lo largo de su historia, estuvieron Pe-dro “Natilla” Jiménez, líder de los pitchersdurante dos temporadas consecutivas,1938 y 1939; el recio bateador AndrésFleitas, quien estableció récord dejonrones con 8 en 1942; y el carismáticotorpedero Antonio “Quilla” Valdés, ca-pitán del equipo Cuba en Series Mun-diales de Béisbol Amateur y dos veceslíder de bateo en 1935 y 1937, en ambasocasiones con elevadísimos promedios de.396 y .395. De este último siempre serecuerda su persistencia como jugadoraficionado, sin saltar nunca al mundo delos profesionales, decisión motivada enbuena medida porque se trataba de unempleado bien remunerado dentro de laplantilla del central, propiedad del capi-tal norteamericano.

Después del triunfo de la Revolución,en 1961 tuvo lugar la desaparición de lostorneos profesionales y de las diversas fe-

deraciones que coloreaban el panoramabeisbolero cubano, entre ellas la antiguaLiga Amateur y también las numerosas li-gas azucareras. El central Hershey fuenacionalizado y su nombre cambiado porel de Camilo Cienfuegos, pero la ausen-cia de una novena que representara elmundo del azúcar en los predios amateurspronto fue restaurada, pues un nuevoequipo con el rótulo de Azucareros hizosu debut en las recién estrenadas SeriesNacionales de Béisbol, en su primera edi-ción de 1962. En esa ocasión ocuparon eltercer escalón entre cuatro equipos, pre-cedidos por el campeón Occidentales y elsegundo lugar Orientales.

Este conjunto simbolizaba la región cen-tral del país, y se nutría de jugadores de laentonces provincia de Las Villas. Esta zonaera ya desde fines del siglo XIX uno de losgrandes emporios azucareros del país, y esacondición no disminuyó en las décadas ini-ciales de la vigésima centuria, por lo que sejustificaba plenamente el nombre de aquelequipo, junto a otros similares que vendríanluego, como Henequeneros, de la regiónmatancera; Ganaderos, que representabaa Camagüey; Industriales y Constructores,pertenecientes a la capital; o Mineros, quecorrespondía a la provincia oriental.

Tales denominaciones, relacionadascon la actividad económica fundamentalde cada uno de estos territorios, llevabala impronta del discurso desarrollista dela década del sesenta, basado en la diver-sificación y despegue de la industria na-cional, y en la sustitución de importacio-nes, proceso que alcanzó su máxima expresiónproductiva durante la Zafra de los Diez Mi-llones, paralela a la cual se desarrolló untorneo especial de béisbol, conocido poresa razón como la Serie de los Diez Millo-nes. Curiosamente, el fracaso de aquella

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cubana guiados por un joven mentor de-butante que respondía al nombre deServio Tulio Borges. Para demostrar queaquel primer triunfo no había sido casual,volvieron a repetir lauros en 1971 y 1972,conducidos por Pedro Delgado y de nuevoServio Borges. Con su sonoro apelativo depríncipe romano, Borges logró transmitir-le valor, astucia y confianza en sus habili-dades a un puñado de jóvenes promesas,entre las que descollaba por su enormepoder al bate un guajiro recién llegadodel Escambray llamado Antonio MuñozHernández.

Y aquí debo decir que, aunque no na-ció en el batey de un central, sino en lafinca número 5 de Condado, en el corazón

zafra gigante y el abandono del modeloautosuficiente tuvieron su traducciónbeisbolera en que durante mucho tiempo,hasta fecha relativamente reciente, lasestadísticas de aquel campeonato no seagregaban al récord individual de lospeloteros que tomaron parte.

Volviendo al equipo Azucareros, du-rante toda la primera mitad de la décadadel sesenta fue un equipo discreto, a pe-sar de tener excelentes lanzadores, comoVerdura, Macías y Aquino Abreu. Alcan-zó otros dos terceros lugares en las seriesde 1963-1964 y 1967-1968, pero al añosiguiente sorprendió al siempre favoritoIndustriales y lo relegaron al segundopuesto, llegando a la cima de la pelota

CIMARRÓN, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2000.

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del macizo montañoso de Guamuhaya, lasuperestrella de Azucareros durante ladécada del setenta fue su primera baseAntonio Muñoz, acumulador de variosliderazgos en anotadas, dobles y enjonrones, además de encabezar los depar-tamentos de impulsadas y bases por bolasrecibidas en varias series. Complementa-ba la formidable faena ofensiva de Muñozsu compañero de equipo, el tercera basePedro José “Cheíto” Rodríguez, quizás elmayor slugger natural que ha dado Cuba,quien se destacó también como granjonronero y empujador de carreras.

Mas no sólo fue la potencia ofensiva loque distinguió a los Azucareros en sus di-ferentes etapas, sino sobre todo su elabo-rada táctica y depurada técnica, el aplo-mo de un José Antonio Huelga, lavelocidad en las bases de un EmilioMadrazo o un Juan Díaz Olmos, el bateooportuno de un Owen Blandino, la segu-ridad en la defensa de un Silvio Montejo,los reflejos de un Pedro Jova y la inteli-gencia de su receptor Lázaro Pérez. A loanterior se sumaba una enorme pasión porel juego, una vergüenza deportiva sinfisuras y una entrega sin límites en el te-rreno. Esa cualidad de nunca darse porvencidos, su permanente combatividad yla capacidad para explotar las flaquezasdel contrario, hicieron de los Azucarerosde las décadas del sesenta y setenta unequipo mítico de la pelota cubana, cuyainspiración de algún modo conservan susherederos de la provincia de Villa Clara,quienes ostentan como símbolo un cen-tral azucarero de color negro sobre fondoanaranjado.

Después de la nueva división políti-co-administrativa de 1976, el equipoAzucareros sobrevivió con ese nombre unbreve tiempo, ya sin sus principales figu-ras, que pasaron a jugar en las recién

creadas provincias de Cienfuegos, SanctiSpíritus y Villa Clara. Si bien nunca vol-vió a ganar otro campeonato —fue sola-mente tercero en 1973 y 1974— hasta sudesaparición como conjunto, el mito desus jugadores y la leyenda de sus triunfossiguieron flotando en el aire, más allá delas altas torres de los ingenios que le die-ron nombre.

Para terminar, quiero referirme nue-vamente al béisbol que se juega en losbateyes de los centrales azucareros. Enla actualidad, a pesar del desmontaje deuna parte importante de la planta indus-trial azucarera del país, persiste un cir-cuito de béisbol entre los centrales y sejuega un torneo de carácter nacionalentre los clubes vencedores de sus res-pectivas zonas. Pero este campeonato tie-ne un carácter marginal dentro del uni-verso del béisbol organizado en Cuba yse encuentra totalmente eclipsado des-de el punto de vista informativo y esta-dístico por la Serie Nacional, el princi-pal espectáculo deportivo de Cuba.

Creo que casi nadie, excepto los ha-bitantes del batey y sus alrededores, co-nocen los nombres de estos jugadores, yen los periódicos nacionales y provincia-les no aparece información suficiente so-bre la actuación de los equipos, récords,estadísticas individuales y otros asuntosde interés del juego de pelota. Tambiénresulta infrecuente que algún jugador delcircuito azucarero pase a formar un co-lectivo de Serie Nacional o integre unteam Cuba. De todas maneras, creo queel béisbol azucarero debe persistir, aun-que no se le conceda la importancia quemerece, porque de algún modo siguellenando de alegría y otorgando un sen-tido lúdicro a las vidas de las personasque habitan el mundo, hoy en decaden-cia, del central y de la caña.

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La fiesta del azúcar

GRAZIELLA POGOLOTTIEnsayista y crít ica de arte. Vicepresidentade la Unión de Escritores y Artistas deCuba.

A los setenta, mi tío José conservaba laprestancia de un hombre bien plantado.Vestía con sobria elegancia trajes de co-lores neutros iluminados por corbatas dediseño original, aunque soslayara siemprelos tonos estridentes. Mediado el siglo XX

se mantenía fiel a los cuellos de celuloidey a los bigotes de guías levantadas, al modode los emperadores de la centuria prece-dente. Su estampa era la de una cautelo-sa modernidad. Había llegado a Cuba traslas huellas de su hermano mayor, mi abue-lo, cuando la intervención norteamerica-na estaba a punto de ceder paso a la Re-pública neocolonial.

Aventurero ambicioso, mi abueloDino no disimulaba su entusiasmo enlas frecuentes cartas dirigidas a su fa-milia en Piemonte. Había llegado aCuba a la hora precisa del nacimientode un país nuevo, abierto a horizontesinfinitos, donde todo estaba por hacer.Su vocación fue de constructor. Adqui-rió terrenos y tejares. Edificó viviendas,comercios, cine, un acueducto y, sobretodo, el primer barrio obrero existenteen Cuba. En vísperas de su muerte, as-piraba a fundar la fábrica de mueblesmás grande de la América Latina. Suentusiasmo arrastró a la emigración asiete hermanos. Algunos tomarían elcamino de La Habana; otros, el de losEstados Unidos.

Poco locuaz, José desconfiaba del espí-ritu aventurero. Arraigado a la tierra comobuen campesino, permaneció hasta sumuerte en la inmensa casa construida porDino, con vestíbulo, salas y saletas, come-dores, billar y la infinita secuencia de ha-bitaciones del piso alto, proyecto desmesu-rado en correspondencia con una etapa deafiebrada expansión cuando en el orientedel país el apetito geófago constituía enor-mes latifundios para los más grandes cen-trales azucareros que nunca existieron.

En las prolongadas sobremesas domini-cales de mi infancia, resonaban los nombresmisteriosos y melódicos de lugares distantesque nunca conocí. Cunagua, Jaronú, Deli-cias venían una y otra vez en la evocaciónnostálgica de un tiempo de ambicioso gi-gantismo, amenazada por la inestabilidad deun mercado mundial sometido a los avata-res de guerras y de crisis económicas. En lacasa se conservaron, hasta la muerte deJosé, los legajos de planos, nítidos dibujosa línea, testimonios de trabajos de inge-nieros, ejecutores ilusos de una moderni-dad sin porvenir. A la danza de los millonessucedían las vacas flacas. La isla respirabaal ritmo de la zafra, entre meses de intensaactividad y los días muertos, animados ape-nas por las necesarias reparaciones de laindustria.

Instalado siempre en la gran casonacada vez más solitaria, José mantuvo igualfidelidad a la empresa donde obtuvo suprimer empleo y terminó por constituirseen socio y gerente. La Víctor G. MendozaCo. importaba maquinarias y asumía eldiseño de su instalación. Se había bene-ficiado de la euforia expansiva inver-sionista y sobrevivió luego en la rutinaaletargada del mantenimiento de las ins-talaciones, sometidas al desgaste del ca-lor denso y húmedo multiplicado por la

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permanente ebullición de las calderas. Elespejismo de una edad dorada para inge-nieros convertidos en protagonistas dehazañas orientadas hacia un ilimitado pro-greso, había pasado. La base industrialexistente cubría con creces las demandasdel mercado. La producción se subordi-naba al rejuego especulativo de las bolsasde valores y a intereses financieros admi-nistrados por importantes bufetes deabogados instalados en la capital. En eledificio Horter —antigua embajada nor-teamericana y actual biblioteca RubénMartínez Villena—, el bufete de Gorrín,Mañas, Alamilla y Maciá mostraba el ros-tro de ese poder oculto. El puerto, otravez, ejercía su dominio sobre el mundode tierra adentro.

Durante varias décadas, la Víctor G.Mendoza se mantuvo en una vasta, oscuray silenciosa oficina de la calle Cuba, fren-te al palacio O’Farrill. Vendida a iniciosde la década del cincuenta a un empre-sario de nuevo tipo y oscura proceden-cia, integró un conglomerado donde co-existían, entre otras cosas, negocios deimportación de automóviles y empresasperiodísticas de larga tradición en Cuba.Tras los límpidos cristales del modernoedificio en la embocadura de La Rampase advertía un muestrario heterogéneode equipos destinados a la agricultura.Bajo el signo de la posguerra aparecían,recién llegados, los primeros Toyota japoneses.

En las conversaciones dominicales, losnombres de las grandes instalacionesemergían como añoranzas de un tiemporemoto, de grandes expectativas, defini-tivamente cerrado. José prefería evocar loslargos recorridos en ferrocarril a través delos campos, los escuálidos paraderos para in-gerir a toda prisa el menú rutinario, los per-sonajes entrevistos, los hacendados inmersos

en la meticulosa administración de sus bie-nes. En el calor aplastante de las calderas,había observado al chino de la cachaza, queenjuto, consumida la última gota de sudor,contemplaba a lo largo de la prolongada jor-nada laboral el líquido transparente tras laúltima cocción. Con un solo gesto puntual ypreciso, le tocaba detener el proceso a laprimera señal de enturbiamiento. De lo con-trario, se produciría una catástrofe. Cuandoaún no se había instaurado la automatización,la seguridad del complejo industrial depen-día de un frágil hombrecillo llegado de tie-rras distantes. Herederos de una culturamilenaria, sólo los asiáticos tenían la resig-nada paciencia necesaria para resistir, sinun pestañeo de distracción, fija la mirada,tan monótona tarea.

Entre tantos hacendados que hubie-ra conocido, Pote era el personaje favo-rito de José. Campesino gallego, emigra-do como tantos con el ánimo de hacerfortuna, Pote se contaba entre los pocostriunfadores. Consolidó un inmenso ca-pital invertido en bienes inmobiliarios,en imprenta y librería, en el bando deEspaña y en el central matancero delmismo nombre. Su suicidio de resultasde la quiebra bancaria ocultaba un mis-terio nunca esclarecido. Las pérdidas fi-nancieras fueron significativas, pero uncapital considerable escapó al desastre.En la noche cerrada, decía José, las lucesde los tranvías iluminaban dramáticamen-te la vivienda del millonario. Quien tantariqueza poseyera, cuidaba hasta el últimocentavo. En el ingenio, gustaba de mos-trar a sus visitantes los alrededores de lacasa de vivienda. Los conejos se criabanen jaulas. Pote se detenía ante cada una yprocedía a contar parsimoniosamente losanimalejos. Cumplía sus deberes de anfi-trión con José, cuando observó la falta de

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un conejo. Olvidado del huésped, convo-có al administrador y a la servidumbre.Indagó por el culpable y, una vez descu-bierto, aplicó una rigurosa e inapelablesanción. Luego, como si nada hubiera su-cedido, se enfrascó en el análisis de lasreparaciones imprescindibles para la zafrainminente.

De los puertos salía el azúcar hacia re-finerías distantes. Por ellos entraban lasmáquinas destinadas a mover los ingenios.Muchas llegaron de los Estados Unidos. Apesar de las interrupciones del comercioimpuestas por dos guerras mundiales, Joséseguía prefiriendo la tradicional solidez delos implementos producidos en la Gran Bre-taña. Terminada la contienda, volvió aEuropa para renovar los contactos. Llega-ba hasta la feria industrial de Glasgow, enla Escocia ennegrecida por el hollín, don-de todavía algunos hombres andaban porlas calles con las faldas a cuadros hereda-das de los antiguos clanes, para contratarcentrífugas. Adquiría los aceros enSheffield, en la instalación patriarcal delos descendientes de Lord Balfour. Bus-caba motores en Lincoln, junto a la her-mosa catedral gótica. Observaba latejeduría de guantes de amianto enManchester. En los habituales almuerzosde hombres de negocios, los anfitrionesevocaban las penurias de la guerra, el en-vejecimiento de las instalaciones supe-radas por los progresos de la tecnología yla pérdida de los mercados históricos,conquistados ahora por competidores másdinámicos, favorecidos por créditos ban-carios a mediano plazo. Ante una copade buen sherry, uno de ellos, curtidocomo tantos otros en años de servicio enlos territorios coloniales de África y de laIndia, aludió al derrocamiento de Arbenzen Guatemala para acotar, irónico, que

los imperialistas, ahora, estaban en otraparte. Todavía difusos, los síntomas indi-caban que el capitalismo entraba en unanueva fase.

Durante siglo y medio, el azúcar, en-tre zafra y tiempo muerto, marcó el rit-mo del país. Generó bateyes y movilizótrabajadores itinerantes para quienes,tras el pan de hoy, se ocultaba la incer-tidumbre del hambre de mañana. Con-dicionó la permanencia de la trata y dela esclavitud, atrajo emigrantes antilla-nos, trabajadores chinos y gallegos. Be-neficiario de las guerras, las gananciasse volcaron en el boato de los palacetesurbanos y contribuyeron a modelar laimagen de la capital. Inmerso en losrejuegos del mercado mundial, estable-ció las reglas del juego para el comercioexterior y las relaciones internaciona-les. Desde los confines de la Cuba ru-ral, el olor a melaza impregnó el paísentero.

IntervencionesNILSON ACOSTAArquitecto. Subdirector de BienesInmuebles del Centro Nacionalde Conservación, Restauracióny Museografía. Vicepresidentede Monumentos del Consejo Nacionalde Patrimonio Cultural.

Pretendo ofrecer en esta intervención unavisión actualizada del tema del patrimo-nio cultural en el contexto del redimensio-namiento que se está llevando a cabo enla industria azucarera: ¿cómo estamos en-tendiendo el alcance del patrimonio

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azucarero y cómo consideramos que sedebe conservar?

Podríamos empezar por conceptuali-zar un poco el tema. Si el patrimonio es laexpresión o el testimonio de la creaciónhumana en términos relevantes, y su di-mensión rebasa los valores de uso, enton-ces una visión generalizada del mismo se-ría lo suficientemente amplia en cuanto alas temáticas que podrían incluirse comoparte del patrimonio histórico azucarero,que iría desde su alcance propiamentematerial (todas aquellas evidencias deingenios y centrales y su impacto en lapropia agricultura) hasta toda la impron-ta inmaterial de las personas asociadas aesta industria a lo largo de la historia, conun peso sustancial en toda la sociedadcubana.

Por otra parte, el criterio de relevan-cia de un artefacto o sitio que clasifiquecomo una evidencia o un testimonio dela creación humana, siempre es portadorde un alto grado de relatividad, pues de-pende de la valoración que hace el serhumano de ese patrimonio; es decir, cuan-do hablamos de una comunidad, loscriterios valorativos difieren, por ejem-plo, de los que se puedan tener na-cionalmente, porque para esa comunidadpueden tener valores únicos, bienes quea otras escalas devienen ordinarios.

Es por ello muy importante tener encuenta, además de la diversidad del pa-trimonio azucarero, sus especificidades ala hora de diseñar cualquier política parasu gestión. Si analizamos aquel patrimo-nio más obvio, o sea, el relativo a la in-dustria azucarera colonial, por llamarlade algún modo, podemos ver que en todoel país se encuentran catalogados 260 in-genios en 96 municipios, lo cual da unavisión de lo difícil que sería, teniendo encuenta las peculiaridades de cada uno

de estos lugares, diseñar políticas globalespara su conservación.

Existe una gran dispersión de estosingenios por todo el país. Son funda-mentalmente ruinas arqueológicas; enalgunos casos han perdurado elemen-tos puntuales del conjunto, comobarracones, cementerios de esclavos,viviendas de los bateyes y componen-tes de la industria.

En los últimos años llegaron a fun-cionar 156 centrales. Una vez más seaprecia la gran dispersión geográfica deesta industria. De éstos cerca de 50 %serán desactivados o tendrán cambiossustanciales en su función dentro de laindustria según la Tarea Álvaro Reynosodel Ministerio del Azúcar (MINAZ).

De aquí se extrae una tesis importan-te: la necesidad de conservar las eviden-cias de ese fenómeno que fue la evolu-ción de la industria azucarera, que enCuba ha tenido un proceso histórico queva desde el trapiche, pasando por el inge-nio, hasta el central, más el aporte revo-lucionario que significó el complejoagroindustrial. Por tanto, habría que te-ner en cuenta esa evolución, esa clasifi-cación, para identificar en cada una deesas temáticas cuáles son esos bienes másexcepcionales.

Otro criterio valorativo a tener en cuen-ta es el impacto social que el azúcar hadesempeñado, por lo que suele consi-derársele como un elemento básico en laformación de nuestra nacionalidad: desem-peñó un rol crucial en la cultura, la histo-ria y el desarrollo propio de nuestra nacióndesde el punto de vista económico, perotambién ha sido definitorio en el caso deldesarrollo de algunos territorios, de la fun-dación de asentamientos poblacionales yen la propia arquitectura, que asumió de-terminadas particularidades a partir de la

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influencia foránea en esta industria y quehoy constituye un legado importante.

Una visión primaria, clásica, depriorizar la conservación de hitos, o sea,los elementos más relevantes de algún in-genio, sería un primer acercamiento alproblema, pero en estos momentos esta-mos incorporando el valor de conjunto dela industria, por lo que merece protecciónel propio equipamiento de estas industriascomo algo de valor. Hoy en día estamosregistrando todos los bienes de valor pa-trimonial que existen en esos complejosagroindustriales.

Después está el batey como una escalamás abarcadora a proteger. Ya no sólo lapropia industria, sino que se incorporaaquello que se genera como consecuen-cia de este proceso. El batey Cunagua, de-clarado Monumento Nacional, es unabuena muestra de este fenómeno. En estebatey existen valores a proteger desde elpunto de vista arquitectónico y desde el deplaneamiento, pues muchos de estosbateyes adquieren esquemas muy típicosy muy estrechamente vinculados al pro-pio proceso industrial.

Y finalmente cabría analizar una esca-la más abarcadora del proceso agroindus-trial del azúcar, tema que cada vez ad-quiere más importancia: el concepto de“paisaje cultural”, que en el caso de Cubaadquiere una relevancia enorme por lagran variedad de los mismos y su aún altogrado de autenticidad en comparación conotros países de la región, otrora producto-res de azúcar.

Una vez vista esa diversidad de mani-festaciones y escalas de trabajo que ha-bría que tener en cuenta en el diseño dela gestión del patrimonio azucarero, tam-bién habría que considerar el contexto enel que en estos momentos han tenido quelidiar todas aquellas instituciones involu-

cradas en esta tarea, de modo particularel MINAZ.

Como ustedes conocen, la situación esbien compleja para esta industria tantodesde el punto de vista internacional comopara Cuba: por una parte, los bajos preciosque ha tenido que enfrentar esta indus-tria, y en muchos casos el proteccionismode los países desarrollados en relación consu propia industria interna; por otra parte,las circunstancias propias del “período es-pecial” y la reestructuración de la econo-mía que en sí ha incidido de modo crucialen algunas de las decisiones que posterior-mente tomaría el MINAZ.

En lo que respecta a la propia indus-tria, ésta se resentía de no tener compe-titividad desde el punto de vista tecnoló-gico (en algunos casos, tecnologíaobsoleta), y se hacía notar ya de algúnmodo una pérdida del sentido de identi-dad en muchos de estos bateyes, o sea, enel lugar donde es precisamente vital esesentido de pertenencia para poder desa-rrollar esta industria.

En los últimos años se ha venido tra-bajando en dos direcciones. El MINAZdefine una serie de acciones para eseredimensionamiento de la propia indus-tria, pero junto con éstas se reconoce lanecesidad de trabajar en el rescate delpatrimonio histórico azucarero y de modoparticular de la cultura azucarera. Comobase de esta idea se firma un convenioentre el Ministerio del Azúcar y el Minis-terio de Cultura, en el que se hace hinca-pié en el rescate del patrimonio históricoazucarero a partir de la recuperación delas salas de historia en cada uno de loscomplejos agroindustriales, la realizaciónde giras artísticas para el mejoramientoespiritual de las condiciones de vida deestos territorios y la creación de la Comi-sión de Patrimonio Histórico Azucarero,

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que creo que ha desempeñado un papelimportante a la hora de valorar qué se estáhaciendo con un enfoque integral por elrescate de este legado.

Otra prioridad han sido las investiga-ciones. Es imposible desarrollar accionesconcretas y eficaces de protección si nohay una evaluación muy clara de dóndevenimos y adónde queremos ir. Creo queel hecho de declarar Patrimonio de laHumanidad el Valle de los Ingenios, fueun precedente reconocido a nivel inter-nacional, lo cual de que algún modo ayu-dó a incentivar esa necesidad de investi-gar, documentar y proteger este patrimonioen el país.

Una tarea en la que se ha avanzadoconsiderablemente, es el registro de losbienes de valor patrimonial en cada unode los complejos agroindustriales, lo cuales vital como paso legal para su protec-ción. Se trata de una actividad que nosha llevado gran parte del tiempo —po-dríamos decir que parte del año pasado yde este año— y ha traído la conciliaciónen cada uno de los territorios entre el Mi-nisterio del Azúcar y el Consejo Nacionalde Patrimonio para el registro y protec-ción y, en algunos casos, la definiciónde cuáles pueden ser el uso o el destinode muchos de estos bienes, toda vez que,si bien se desactivan cerca de la mitad delos centrales azucareros, parte de suequipamiento puede ser utilizado en loscentrales que se mantienen activos.

Otra acción en la que venía trabajan-do el MINAZ y que no podríamos pasarpor alto a causa del propio impacto quetiene en las comunidades, es el rescatede algunas de las Casas del TrabajadorAzucarero. Por ejemplo, los bateyesCunagua y Máximo Gómez son de las másimportantes edificaciones del propio batey,pero además, por el propio uso al que es-

tán destinadas, de algún modo tambiénincentivan ese sentido de pertenencia yde identidad del trabajador azucarero.

En el plan general del CAI MartínezPrieto está previsto desarrollar un Centrode Referencia de la Cultura Azucarera. Aquíes importante destacar que en este proyectotrabajan distintas instituciones, como el Ins-tituto Superior Politécnico José AntonioEcheverría, el Ministerio del Azúcar, el Con-sejo de Patrimonio, la propia Fundación Fer-nando Ortiz, el Museo de Marianao, o sea,hay una serie de instituciones vinculadasque han permitido que sea un proyectointerdisciplinario. Aquí se aspira, en primerlugar, a mantener una línea productiva den-tro del centro, pero además se rescata elbarracón de esclavos como área expositivade elementos etnográficos fundamentalmen-te; se concibe un área expositiva dedicadaa la industria azucarera de la Revolución yun centro de interpretación; y se aspira in-cluso a incorporar lo que fue la casa princi-pal como parte del proyecto. Está prevista laposibilidad de hacer un recorrido por ferro-carril en locomotoras de vapor que vaya has-ta el cementerio de esclavos de antiguo cen-tral Toledo, génesis de la industria actual,que está aproximadamente a cinco kilóme-tros. Está previsto también dentro del pro-yecto el rescate del batey y el trabajo comu-nitario con sus pobladores.

En consonancia con esta línea de tra-bajo del MINAZ, se están desarrollandootros cinco Museos del Azúcar a lo largodel país, o sea, no es sólo el Centro de laCultura Azucarera, y creo que esto tam-bién es importante destacarlo, porqueuno de los problemas que hubo siemprefue la visión de que hubiese un museoque centralizara todo el legado azucare-ro. Sin embargo, por las propias caracte-rísticas que hablábamos de la dispersiónde este patrimonio, por lo valioso que es

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para cada uno de los territorios, era muydifícil realmente lograrlo. Fue una deci-sión bastante acertada la posibilidad dediversificar y que en cada uno de los te-rritorios —por supuesto, con sus propiascaracterísticas— se tuviera al menos unmuseo regional. Aquí también incidióuna valoración del potencial de visitan-tes, que permitiese un esquema econó-micamente sustentable. Es lamentableque, según este último criterio, los cen-trales escogidos no siempre son los másrepresentativos en términos de valorespatrimoniales, pero el hecho de que hayacinco museos puede ayudar a una políti-ca de protección en todo el país.

El patrimonio industrial del país tienemuchas más posibilidades, específicamen-te el azucarero. Por ejemplo, lugaresexcepcionales que se mantienen, peroque están llamados a que se haga algopor ellos, como es el caso de Cunagua, elCAI Brasil, Máximo Gómez, el antiguoVioleta, el CAI Puerto Rico y Hershey,que es una de las joyas que en verdaddebemos conservar. O sea, realmente elreto de conservar el patrimonio azucare-ro es muy amplio; estamos en estos mo-mentos empezando y más bien buscandoalgunas fórmulas que permitan llegar aese objetivo. No obstante, pienso que unode los temas más importantes que habríaque tener en cuenta, sobre todo en estabúsqueda de una solución a partir del de-sarrollo del turismo como fuente que ge-nere los recursos para su mantenimiento,es cómo se realiza esta interrelación, esdecir, cómo poder desarrollar de un modosostenible estos museos, las muestras, lasvisitas y los recorridos sin que sefolcloricen creando una cultura para elturista, por lo que se perdería su misiónesencial de protección del patrimonioazucarero.

OSCAR ALMAZÁNDEL OLMO

Asesor del Ministerio del Azúcar.

Quisiera reflexionar acerca de algo a lo quese refirió el doctor Zanetti y también algu-nos compañeros que me antecedieron.

Es preciso esclarecer que el proceso detransformación, redimensionamiento, per-feccionamiento y reorganización de laagroindustria azucarera cubana que se haplanteado la dirección de la Revolución yque lleva adelante el Ministerio del Azú-car con la denominación de Tarea ÁlvaroReynoso no es precipitado ni festinado,sino consecuencia de un profundo análi-sis realizado acerca de la evolución de laeconomía azucarera mundial entre 1997 y2002, que evidencia que sin dudas es unaeconomía en estado de sitio.

Utilizo este calificativo porque un rápidoanálisis nos muestra una economía caracte-rizada por una sistemática superproducción,que conduce a que en la actualidad lasexistencias de azúcar en el mundo ascien-dan a sesenta y cuatro millones de tone-ladas.

Para que ustedes puedan dimensio-narlas, estas existencias representan 160 %de todo el azúcar que se comercializa enel mundo en un año y 46 % de la produc-ción azucarera mundial anual, de ahí queexistencias de tal dimensión ejerzan unafuerte y permanente presión a la baja delos precios del azúcar.

Es lógico que surja la pregunta acercade las razones que hacen persistir produc-ciones azucareras récord en un mercadoaparentemente saturado. Un factor que pu-diera explicar lo que evidencia la ausenciade correspondencia entre la producción y larelación demanda-precios, es el carácter casiC

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perenne del cultivo de la caña —se siembrauna vez y se cosecha varios años—, ademásde ser una industria de capital intensivo,una nueva fábrica que representa una in-versión de no menos de cien millonesde dólares. De aquí que cualquier de-cisión de cierre temporal o permanentede un ingenio es una decisión de seriasimplicaciones económicas y sociales.

Otro factor que propicia esta falta decorrespondencia oferta-precio-demanda, esla paridad o cambio de la moneda del paísproductor con el dólar de los Estados Uni-dos, que enmascara las “señales” de la evo-lución del mercado sobre la producción.

A estos elementos se suma el protec-cionismo de los países ricos a sus produc-ciones azucareras. Estos países favorecenla situación de estancamiento y bajos pre-cios pretendidamente autojustificada poruna supuesta autosuficiencia azucarera,pero en realidad subvencionan produccio-nes nacionales costosas e inviables, man-teniendo sistemas de cuotas a gruposespecíficos de productores, que se em-plean como herramienta de presión eco-nómica y disuasión política. De ahí quecalifique el azúcar como “una mercancíamuy política”.

Este escenario mundial azucarero secomplementa con el incierto futuro de losprecios en un mercado voluble y manipu-lado que no refleja el libre juego de laoferta y la demanda, y que resulta en rea-lidad un fenómeno bursátil en el que elpeso de la especulación actúa con fuerzaen su depresión. Así mismo, los hábitos deconsumo de los edulcorantes hipocalóricos,característicos de minorías ahítas, desem-peñan su papel en el panorama depresivode la economía azucarera actual.

Esta situación abre a los países produc-tores dos alternativas: la reducción de loscostos de producción y la diversificación

de la producción con el fin de dependermenos del azúcar físico. En Cuba, nuestroprograma se dirige a estos dos aspectos.

Resulta conveniente decirles queCuba no es la única que enfrenta esta si-tuación, algo común a todo país produc-tor que como Cuba produzca azúcar paraexportar, sin un mercado nacional mayo-ritario y amortiguador, como el caso deAustralia, Tailandia y Jamaica.

Pero quisiera enfatizar que hoy somostestigos de un proceso involutivo de la pro-ducción azucarera en esos países que sediferencian sustancialmente de la vía cu-bana, porque en éstos las consecuenciasdel cierre temporal o definitivo de inge-nios genera inseguridad, desempleo y mi-seria en la familia azucarera.

Ante esta situación pudiera pensarseen una saturación de la demanda de azú-car, pero nada más alejado de la realidad.Es imprescindible recordar que el azúcarno es sólo un edulcorante sino, más quetodo, un alimento que constituye lafuente de energía más sencilla, pura,saludable y barata que la humanidadpuede disponer y que aporta cuatrokilocalorías por gramo. Sin embargo,el análisis del consumo de azúcar en138 países confirma que 49 % de és-tos consume menos de 30 kilogramospor habitante al año y que 2 170 mi-llones de personas no llegan hoy a in-gerir 10 kilogramos de azúcar por año.Si esa población alcanzara a consumirlos 30 kilogramos de azúcar por año re-conocidos por la FAO, sería necesarioproducir cincuenta y siete millones detoneladas de azúcar más cada año.

En Cuba el objetivo es poner nuestraagroindustria diversificada y económicamen-te viable en contexto con esa economíaazucarera mundial en estado de sitio, demodo incruento en lo económico y social,

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con empleos alternativos, nuevas produc-ciones, cursos de superación y el estudiocomo empleo.

No quisiera concluir sin abordar un as-pecto que caracteriza a la agroindustriaazucarera cubana: en nuestro país el azú-car está en la raíz de la nacionalidadcubana.

No fue casual que el llamado a hacer laPatria con sangre generosa fuera el tañidode la campana de un ingenio azucarero.

Nadie se llame a engaños. La produc-ción de azúcar a lo largo de su historia,que en nuestro país es también la histo-ria de Cuba, ha visto transcurrir épocasde bonanzas y también de crisis, pero encada una la voluntad azucarera resultófactor de motivación a la recuperación yelemento motivador de desarrollo.

Dondequiera que se implantó un inge-nio, se creó un cuadro físico y social. Se es-tablece una comunidad de intereses. Los ver-des cañaverales y las torres humeantes fueronelementos homogeneizadores del paisaje.

En su avance azucarero, el ingeniocrea, re-crea y transforma caminos, cul-tura y desarrollo: el ferrocarril, que corrióprimero aquí que en la Metrópoli, es ensus inicios un fenómeno azucarero, talocurrió en otras expresiones de la Revo-lución Industrial en los siglos XIX y XX.

Álvaro Reynoso mostró la excelenciade la técnica azucarera cubana que tras-cendió al mundo y todavía hoy su obra esparadigma y referencia obligada.

Fue también el azúcar y su desarro-llo elemento formador de la nacionali-dad cubana y factor de desarrollo delpensamiento político tanto en la etapapor la independencia como en el pe-

ríodo de la república neocolonial, enel que hombres y pensamiento madu-ran siempre en el entorno de la evolu-ción azucarera.

El azúcar participa decisivamente en laeconomía y en la formación de las ideas delos precursores del pensamiento políticocubano; también resultó determinante enla introducción de las ideas científicas yen la aplicación de la tecnología en Cuba,marcando un modo de vida, de pensar ytambién la estructura demográfica denuestro país.

Hay muchos aquí y afuera que conjetu-ran la posibilidad de una evolución favora-ble ante los retos que imponen el desba-rranco de la economía azucarera mundialy la inevitable acción de reorganizar laagroindustria para adecuarla a tal realidad.

El azúcar continúa siendo para Cuba laprincipal moneda de cambio, respaldo ygarantía del financiamiento. Unió a Cuba,actuando como elemento formador de nues-tra conciencia nacional, y ha dejado de talforma su impronta en todo acontecimientosocial y político que ha ocurrido y ocurreen la historia de nuestro país, que podemosafirmar que, no obstante avatares críticos, des-de hace dos siglos para Cuba azúcar es nación yazúcar es Patria.

Por eso transformar la agroindustria implicatambién preservar el patrimonio y la herencia,porque es nuestra esencia, a la que no debemosrenunciar. La ingenua y emocional renuncia atener presente la caña y el azúcar, presenciacoherente con nuestra cultura y nuestraecología, como alternativa económica bien con-ducida y contextualizada en la realidad mun-dial, es ignorar lo que la historia ha confirmadoy la ciencia establecida respalda. C

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OSCAR ZANETTI

Historiador. Instituto de Historia.

La crisis azucarera no es, en realidad, unacrisis exclusivamente cubana. ComoAlmazán planteaba, es una crisis mundialque en mayor o menor medida afecta atodos los productores de azúcar por las ca-racterísticas del mercado mundial. A pe-sar de todos los pregones de liberalizaciónque se hacen, el mercado azucarero siguesiendo básicamente un mercado parcela-do en grandes áreas protegidas. Inclusoen el llamado mercado libre, quienes con-curren con un determinado grado de ven-taja son aquellos que a su vez practicancierto tipo de protección sobre su propioconsumo. Es el caso de la Unión Europeao el caso de Brasil que el propio Almazánmencionaba, país que en apenas cincoaños pasó de exportar un millón de tone-ladas de azúcar a exportar cinco millonesde toneladas, marcando un récord sor-prendente, pues ni en sus mejores mo-mentos Cuba pudo avanzar con esa pro-gresión. Claro, Brasil procesa buena partede su caña para la fabricación de alcohol ytiene un mercado interno de precios rela-tivamente elevados que le permite expor-tar hasta supuestamente con pérdidas, por-que ese consumo interno de alguna manerasubvenciona la producción de exportación.De igual manera, en el tiempo que noso-tros contábamos con el apoyo económicodel CAME, podíamos financiar las expor-taciones hacia el mercado libre con el mar-gen que nos significaban los mejores pre-cios obtenidos con la Unión Soviética. Lodifícil en este momento es competir en elmercado azucarero a pecho descubierto,siendo simplemente un exportador sin nin-gún recurso de protección. No sé hasta

qué punto con las negociaciones en la Or-ganización Mundial del Comercio eso seva a modificar; hasta qué punto para losexportadores netos será posible vencer esacircunstancia. Esta bola de cristal creo queno la tiene nadie, ni los economistas másavisados, y es posible que quizás quienesun día gozaron de ventajas comparativasenfrenten una realidad adversa, como yapasó a otros productores que desaparecie-ron.

JUAN VALDÉS PAZSociólogo y profesor.

Me adhiero a la posición de ReinaldoFunes de no ser tan optimistas acerca dela visión de nuestra historia. Sugiero te-ner una visión un poco más compleja ymás balanceada. Y en lo que respecta a lacuestión de la cultura, que es también uncampo de esta historia contradictoria, mepreocupa más que no tengamos las condi-ciones adecuadas para seguir recreandola cultura azucarera, y menos que nos ol-videmos de la que tuvimos; me preocupamás que, como resultado de esta transfor-mación azucarera, se nos creen vacíos so-ciales. Entonces sí vamos a tener un pro-blema con la cultura azucarera. Si medicen que en un pueblo desaparecieronlos únicos tres centrales, y no oigo decircuál es la industria o la ocupación alter-nativa que se creó, entonces sí tengo pre-ocupación acerca de la continuidad deesa cultura.

Es evidente que es mucho más fácilpreservar la dimensión tangible de la cul-tura azucarera industrial, que de la agra-

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ria. Casi no oigo ejemplos de cómo va-mos a preservar, a guardar, los testimo-nios de la cultura agraria, porque, pecu-liarmente, parecería que si cambian laadministración y corren la cerca, ya semodificó el estatuto organizativo, el ca-rácter de la empresa, incluso el tipo deproducción o el uso del suelo. Sin embar-go, de hecho, nosotros hemos tenido unatransformación agraria muy importanteen esta historia azucarera.

Los sujetos sociales cambiaron en elcampo, la agrotecnia cambió sucesivamen-te, y también las formas de organizaciónagraria. Acerca de esto último llamo laatención de que después de 1959 surgie-ron dos cosas inéditas en la historia deCuba: una agricultura estatal y una agri-cultura cooperativa. Eso es algo que crea-mos nosotros en la Revolución; es unacreación de la cultura de estos tiempos.Bueno, esto lo recalco porque parece quela versión estatal ya nadie la quiere pre-servar. Me preocupa más lo que pasa conla cooperativa cañera, porque ante esa cul-tura azucarera que debemos preservar, sevan a enfrentar ahora nuevas condicio-nes. Por ejemplo, decían los compañerosdel MINAZ que solamente un tercio delas tierras van a tener caña ahora; es de-cir, nos vamos a encontrar ahora con unacultura azucarera que tiene que convivircon otras culturas productivas, con la ga-nadería, la diversificación agrícola…, has-ta con el turismo. Es decir, el aislamientorelativo de la historia azucarera y de lacultura azucarera va a tener ahora en rea-lidad contornos totalmente diferentes.

Sin embargo, en el caso de la agricul-tura cañera, lo hemos apostado todo a unanueva forma de organización que es coo-perativa. Si estas cooperativas cañeras nofueran eficientes, no funcionaran, care-ceríamos de base agraria viable para esta

porción de futuro azucarero que hemospreservado. Pero ésta es precisamente unade las formas de organización que exigeuna cultura peculiar, porque ¿qué coope-rativa tendremos sin cultura cooperativay sin cooperativistas? Es decir, y es lo quequería traer a colación, la cultura azuca-rera del futuro implicará también una cul-tura cooperativa, aún en cierne.

ENRIQUE BELDARRAÍNMédico especial ista de segundo gradoen epidemiología, profesor de saludpública, investigador de la historiade la medicina, Sección de HumanidadesMédicas, Universidad Virtual de la Salud.

Quería introducir brevemente un temaque está muy relacionado con la exposi-ción del doctor Zanetti: la repercusiónde la industria azucarera en la salud pú-blica. Específicamente me voy a referir ala segunda y la tercera décadas del siglo XX,sobre todo a partir de 1919 y hasta 1929,década en que hay una gran influencia delos braseros caribeños, de la inmigraciónparcial que venía a trabajar, sobre todolos haitianos y los jamaiquinos, que par-ticularmente se asientan en la zona geo-gráfica del oriente de la Isla. Tenían unascondiciones de vida muy deplorables yunos hábitos higiénicos también bastan-te deficientes, por lo que introducen unaserie de enfermedades epidémicas en elpaís, sobre todo brotes de infecciones res-piratorias, enfermedades diarreicas, fie-bre tifoidea. Pero además hay algo muyimportante en ese período: algunos focosde tuberculosis relacionados con esa in-migración y, lo más importante, el palu-dismo, que ya estaba bastante controlado

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en el resto del país, después de que eldoctor Carlos J. Finlay asumiera la direc-ción de Sanidad con el estreno de laRepública en 1902, y de las campañas sa-nitarias realizadas desde la etapa de laprimera intervención norteamericana, lasque Finlay continuó, obteniendo gran-des logros en el panorama sanitario de laIsla. Con la presencia de estos bracerosde origen antillano que se concentrabanen las provincias orientales, el paludis-mo volvió a aumentar entre Las Tunas yla zona de Guantánamo. Esta situaciónllevó a muchas instituciones de la llama-da sociedad civil de la época a rechazara esta inmigración antillana e incluso abuscar medidas de tipo legal para evitar-la por motivos de salud, en una actitudfrancamente racista. Aprovecharon unasituación de tipo sanitaria para levantaruna bandera de lucha que fuera lo bas-tante sensible y atractiva para la pobla-ción, con el fin de arrastrar seguidores. Elpaludismo quedó desde ese momento comoendémico en la provincia de Oriente, has-ta que en 1962 se inició la campaña deeliminación del paludismo, que acabó en1967 con la enfermedad en la Isla. Hayque destacar que las malas condicionessanitarias y de salud que traían esos bra-ceros derivaban de las condiciones de vidaen sus respectivos países, donde estabansometidos a una situación material deextrema pobreza y enfermedades, lo queles hacía venir a vender su fuerza de tra-bajo en nuestras plantaciones cañeras.Esas condiciones persistían en nuestropaís, donde vivían en condiciones ver-daderamente infrahumanas, lo que mo-tivaba que se reprodujeran estas enfer-medades entre ellos y se extendieran alresto de la población circundante. Por su-puesto, hay muchas otras repercusiones enel aspecto sanitario, pero nada más quería

hacer alusión a la etapa y a la emigraciónhaitiana, y antillana en general, de la cualhabló el doctor Zanetti.

ISABEL RIGOLArquitecta. Profesora del Instituto SuperiorPolitécnico José Antonio Echeverría (IPSJAE).

He trabajado muchos años en el patri-monio. Desde mi punto de vista, desdelo que hago hace muchos años, lo másrevelador de este encuentro es esa pre-ocupación por preservar este patrimonioazucarero. Nos encontramos ante un pa-trimonio de una magnitud que trascien-de nuestras fronteras, porque no es sóloun patrimonio cubano, sino también delCaribe y, en mi modesta opinión, un pa-trimonio de la humanidad, porque noexiste en todo el mundo un conjunto tanextraordinario vinculado al azúcar comoéste que tenemos. Por lo tanto, nuestraresponsabilidad es tremenda. Creo queuna de las cosas que este encuentro debepropiciar, es enfatizar esa necesidad y esaresponsabilidad.

Por una parte, la ciudad concentramuchos valores patrimoniales tangibles eintangibles: es uno de los grandes conte-nedores de patrimonio. Los conjuntos azu-careros son otro de los grandes contene-dores de patrimonio y de cultura. Poruna parte, es un patrimonio industrial,valiosísimo, importantísimo y cada vezmás en boga en el mundo desde elpunto de vista de su conservación; porotra parte, es un patrimonio urbano,porque los modelos de urbanizaciónpresentes en esos centrales azucare-ros —específicamente los de princi-pios del siglo xx— son interesantísi-

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mos. Nos encontramos también anteun patrimonio edificado muy espe-cial, sobre todo el de madera, que esextraordinario, y el llamado paisajecultural. Cuando vemos todo esteconjunto del central con el batey ysu territorio cultivado, nos encontra-mos ante lo que se llama paisaje cul-tural, que es una categoría que en losúltimos años ha tomado cada vez másfuerza en el mundo.

ISMAEL CUÉLLARAsesor del Ministerio del Azúcar.

Quería hablar de una figura que está muyligada a la cultura azucarera no sólo cu-bana, sino mundial. Se trata de ÁlvaroReinoso, quien fue capaz, en un lapso detiempo extraordinariamente breve, entre1858 y 1862, de escribir un texto que eshoy la obra cimera de la industria azuca-rera, y que ha permitido reconocerlo enel mundo como el padre de la tecnologíade la industria azucarera, y de la agrono-mía cubana. Un poco motivado por los mé-todos con que se cultivaba la caña de azú-car, con la destrucción total del medioambiente y las condiciones de explotaciónde mano de obra esclava y muy rudimen-taria, Reinoso realiza su obra, permea-da en un amplio sentido de la idea de lamecanización.

Si se nos obligara a resumir este siste-ma en tres o cuatro renglones, diríamosque persigue preparar al agricultor parael sistema que él preconizó de cultivo in-tensivo de la caña, con el fin de alcanzaren forma estable el máximo potencial derendimiento de la caña sobre la base del

profundo conocimiento de la fisiología dela planta, las condiciones del suelo y elclima de cada lugar y la mecanización to-tal, en un estricto respeto a la proteccióndel medio ambiente.

Hay cuestiones del cultivo de lacaña que, aunque parezcan totalmen-te técnicos, vale la pena mencionar,porque a través del tiempo se han con-vertido en elementos de la culturaazucarera no sólo de nuestro país.Cuando decimos, por ejemplo, culti-vo en línea, o siembra profunda, ohablamos del aporque gradual de lacaña, o del uso de la economía delagua, mencionamos conceptos queencierran complejas acciones técni-cas. Hoy no hay que explicarlos cuan-do los mencionamos, ya se sabe lo queéstos significan. Hay todavía en elléxico de nuestros agricultores frasesque salen de la obra de Reinoso. Losazucareros saben que cuando dicen lasiembra de frío, es la que levanta losingenios, o cuando hablan del año degüín y el año ruin, se vincula con eldeterioro del rendimiento agrícola.Quería detenerme en un conceptoque menciona en su obra hace cientocuarenta años. Reinoso decía que elcultivo que él propone trata de resta-blecer las circunstancias de efectivi-dad; también determina modificarpor completo la naturaleza del terre-no, originar un equilibrio estable conel cual se consigue la mayor produc-ción durante muchos años. Hoy, cien-to cuarenta años después, ha estadomuy en boga en el mundo la llamadaagricultura sostenible. Cuando se leenlos conceptos actuales de “agricultu-ra sostenible”, se parecen muchísimoa lo que dijo don Álvaro hace cientocuarenta años.

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Nos parece que en este contexto actualde retos y desafíos de la industria,la obra de Reinoso tiene una vigenciaextraordinaria y vale la pena divulgarla, nosólo su obra original, sino lo que él nos ense-ñó, que ha sido el desarrollo en los últimoscuarenta años de la tecnología agrícola de lacaña de azúcar en Cuba.

La industria azucarera no puede desapa-recer. El cultivo de la caña de azúcar es elmejor preparado para soportar las inclemen-cias del tiempo o del mercado, y es el únicocultivo agrícola del mundo que es capaz deno sólo producir un alimento directo, sino pro-ducir la materia prima de muchas otras pro-ducciones, de llevar al ingenio sus propiasenergías para extraer el azúcar, e incluso paraalumbrar los bateyes. Es el único cultivo ca-paz de defenderse de plagas y de defender elsuelo de la erosión. Hoy, cuando tanto se hablaen el mundo de las emanaciones de CO2, delefecto invernadero, y de los bosques, casinadie sabe (incluso los cubanos, que somostan cañeros) que la caña de azúcar es capazde preservar el medio ambiente mejor queun bosque tropical, porque es capaz de cap-turar más carbono, de evitar las emanacio-nes de gases de efecto invernadero al am-biente. Por todas estas razones, y no sólo porlo que aquí se ha dicho, y por lo que llevamostodos los azucareros dentro, va a ser un culti-vo y una industria que se va a mantener.

PABLO ARMANDOF E R N Á N D E ZPoeta y narrador.

Para mí esto es realmente extraordinario,porque hace algunos meses GraziellaPogolotti me dijo: “¿Y tú qué vas a hacer

con la desaparición de la cultura del mun-do de la caña?”; y yo le dije: “No, la cultu-ra nunca desaparece, porque se hace his-toria y es una continuidad que se va amantener.” Estoy totalmente anonadado,porque en realidad estar hoy aquí me con-fiere una serie de cosas que uno vive peroignora: tal vez la búsqueda de mí mismo, labúsqueda de mi cubanía, que no la encon-traba por ningún lado, porque siempre de-cía que si la lengua es castellana, el paisa-je que conozco no tiene nada que ver conCuba —que es la caña de azúcar que merodeaba por todos lados—, las matas demango y de tamarindo del patio de mi casano eran cubanas y las personas que amohan venido de Europa, de África y de Asia,por lo tanto, yo no encontraba lo cubano.Buscando lo cubano lo encontré en la lite-ratura, que me remitió a la historia. Loúnico cubano realmente es la historia, y eslo que estamos viviendo ahora aquí, la his-toria. Tal vez eso me trajo a Cuba de regre-so, tal vez por la poesía. Ahí están los fun-damentos de lo que va a ser mi poesía, yahí está el tren, está en el tren en marcha:“silba un tren a lo lejos en marcha” termi-na diciendo el poema. Y ahí de momentoestá Delicias, de tal modo que no he deja-do de vivir en Delicias. De noche sueñoque estoy en Delicias; puedo estar en Pa-rís, en Londres o en cualquier parte, demomento toda una casa que no existe: lacasa en que nací no existe, todas estánmenos ésa. Pero yo la habito todavía.

He pensado en las cosas que me ocurren enla vida. Los niños se despiden empezó a escribir-se en 1952 en un viaje que hice a Cuba. Tam-bién fue algo que me devolvió Emilito Ballagas,porque le mandé a Lezama una copia y otra aEmilio. La de Lezama nunca se publicó —Orí-genes desapareció—, pero Emilito la encontróy me la devolvió. Eso me hizo recuperar la no-vela que no ha muerto. Este año ha sido publi-

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ESTAMPIDA IV, DE DOUGLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2000.

cada en México, treinta y cinco años después,por el Fondo de Cultura Económica. Por unapelícula que nunca he visto, un documentalque hizo Sara Gómez sobre los centrales azuca-reros, paseamos por todo este país. Este docu-mental con la música de Emiliano Salvador—nacido en el central Delicias, como yo, peroque ya murió, como Sara, muy jóvenes— hayque recuperarlo, porque ahí están los centrales,varios centrales azucareros de este país. Comotermina en Delicias, Sara me dijo que porqué yo no escribía otra novela, pero parahacer una película. Ella me dio el tema, quees el de alguien que se busca a sí mismo.Escribí El vientre del pez, que obtuvo una

excelente crítica en Argentina, pero aquíun silencio absoluto; no sé si la habrá leídoalguien. Curiosamente, oyéndolos a ustedesme dije: “Pero los protagonistas, entonces, demis novelas, de mi literatura, es la economía,es el azúcar, es el café.” El otro día al-guien me dijo: “¿Y qué pasa con el taba-co?”, y le dije: “Eso está inédito en otranovela que se llama Una ilusión mayor,que hace veinte años que está durmien-do, porque también la escribí para cine,pero no se hizo la película. Es curioso quesean estos mundos, de los cuales se hahablado tanto hoy, los que nos dan unaunidad, una identidad que está en la

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música, en las artes plásticas, en la his-toria, en la literatura. Yo tengo un ensa-yo, que no sé si lo han leído, titulado “Debateyes”, publicado en La Gaceta y enun libro mío de ensayos que se llamaMemorias de enero. Les voy a exigir queme lean, porque se van a enterar de mu-chísimas cosas del mundo azucarero y delcentral azucarero, de la intimidad de lafamilia y cómo se relacionan. El centralDelicias tenía un barrio norteamericanoque desafortunadamente ha desapareci-do. Era un lugar tan bello que debíanhaberlo conservado y haber hecho allí es-cuelas, instituciones de otra índole, perohabía que conservarlo. Delicias no tienecementerio todavía, nunca va a tener ce-menterio; por lo tanto, la muerte no estáallí, y tampoco Dios, el Dios al menos delos católicos, porque inventaron una igle-sia católica pero nunca tuvo cura. Fueen los años cincuenta, después viene laRevolución y la iglesia está allí esperandoque alguien vaya. Parece una misión deesas californianas: la arquitectura no esnada cubana, con una hilera de pinos queestán esperando a que nieve, de esos pi-nos que no pierden sus hojitas. En esemundo singular, extraño, del batey azuca-rero había como veinte familias llegadasde otros países. La mayor población eraespañola (canaria, andaluza, gallegos y ca-talanes), pero había gente de Santo Do-mingo, Puerto Rico, Colombia, México,Venezuela. Estas familias instaladas allílograron hacer el único templo, un tem-plo adventista del séptimo día, en unacasita; ahí se reunían los viernes para es-perar el sábado, que lo guardaban; por lotanto, sí apareció el Dios de los hebreos;se instaló allí. Eran adventistas del sépti-mo día, mucho más cercanos al mundohebreo que al mundo cristiano, aunqueellos leían el Nuevo Testamento.

Cuando la gente quiera enterarse delo que es Cuba, van a recurrir a Los niñosse despiden, El vientre del pez, Otro gol-pe de dados y Una ilusión mayor.

ELVIS BROOKFuncionario del Grupo de Reconversióndel central Paraguay, Guantánamo.

He venido desde lejos para hablar un pocode lo que estamos haciendo por allá. Pri-mero, me adscribo absolutamente a lo queplanteó el profesor Alfredo Menéndez. Soyde los que piensan que la producción azu-carera, cañera, va a permanecer en eltiempo. Hemos estado haciendo algunostrabajos en Guantánamo, básicamente enel central Paraguay, que es uno de los tan-tos que se desactivan en el país. Pero an-tes de que se decretara la Tarea ÁlvaroReinoso, ya se pensó que era un centralque no tenía factibilidad a causa de va-rios problemas: primero, no tenía caña,afectados sus suelos por altos tenores desal; y por otra parte, una tecnología muyatrasada, sin una fuente de financiamien-to que pudiera permitir su reactivación.De manera que nos dimos a la tarea allíde evaluar cuáles eran las potencialida-des del entorno y escribimos un progra-ma de reconversión de aquel lugar. Eseprograma tiene también su asiento en al-gunos esfuerzos que estaba haciendo elGobierno en materia de viviendas y dedisposición de las redes técnicas. Aunsiendo un CAI paralizado, se normalizóel sistema eléctrico de aquel batey. Nues-tro programa de reconversión parte de lacaña; es decir, a partir de la propia cañase han diseñado varias pequeñas fábri-cas. Ese programa, que se discutió con la

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dirección de nuestro organismo, tambiénfue evaluado en la junta económica delgrupo empresarial azucarero que yo repre-sento y en la junta económica del Minis-terio: se halló que es factible. Tuvimosoportunidad también de exponerlo antealgunas personalidades del PNUD y delgrupo VEAS del País Vasco por la simili-tud que hay…; es decir, una similitud unpoco lejana, pues ellos tenían una indus-tria sideromecánica potente que tambiéncolapsó. Se ha establecido un vínculo decooperación entre ellos y nosotros que eneste momento marcha bien y es un pro-yecto que no es única y exclusivamenteeconómico; diría que es un proyecto eco-nómico y social. Tiene un enfoque de gé-nero, o sea, pretende preservar los empleosque desaparecieron con la desactivacióndel central, y que una cantidad importan-te de mujeres accedan al empleo. Por otraparte, tiene entre otras intenciones la re-animación de la biblioteca, que ya estáen fase de volver a prestar servicio, asícomo la creación de algunos otros objetossociales: casas para juegos, instalacionesdeportivas, el sostenimiento allí de la ligade béisbol azucarera que preocupaba a al-gunos, la integración de la Casa del Tra-bajador Azucarero a la comunidad, entreotros. Hay un grupo numeroso de fábricasque se piensan abrir: una fábrica de vina-gre a partir del jugo de la caña; si tenemosel vinagre y tenemos los vegetales, enton-ces también vamos a tener una fábrica devegetales encurtidos, una fábrica de hie-lo y helados, un matadero y centro de ela-boración, porque ya tenemos allí unmultiplicador porcino. Es decir, hay un gru-po importante de fábricas que ya están envías de hecho. Este año, incluso, ya estáprevisto poner en explotación algunas deesas instalaciones, y se ha evaluado que sedisponga de personal calificado. Hay una

oficina de reconversión que en este mo-mento está funcionando en relación con elgrupo VEAS en aquella localidad. Y lo másimportante: tenemos programas dereconversión similares en los otros dos CAIparalizados que tenemos, Honduras y Cos-ta Rica. En cada uno se están evaluandolas potencialidades del entorno.

MARÍA TERESA LINARESMusicóloga. Vicepresidentade la Fundación Fernando Ortiz.

En los centrales azucareros se conforma-ron estilos de vida con características pro-pias del colectivo humano residente en elbatey. Sería interesante conservar los ele-mentos de la cultura tradicional, tantomaterial como espiritual, que, como pro-ducto de la transculturación de tradicio-nes de origen hispánico y africano, se su-maron a la incorporación de las diferentestecnologías.

En una ocasión quise hacer un trabajosobre artesanía, pero no la que se vende alos turistas, sino la artesanía que realiza elhombre como valor de uso, la que resuelvesus problemas inmediatos, la que hace uncarpintero cuando toma un madero y lo vatallando hasta completar un yugo para losbueyes o las ruedas de carreta; las técnicaspara construir paredes de yagua, el tejidode las pencas de palma en los techos, eltrabajo de los herreros que fabrican los ejesy con los restos de hierro hacen las herra-mientas de Ogún. Ese tipo de artesanía laquise plasmar en un libro que quedó medioterminado, porque no había realizado traba-jos de campo que avalaran mis ideas. Ahoratengo la posibilidad de visitar dos comunida-des que están en proceso de reconstrucción,

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una en Cienfuegos y otra en Trinidad, enlas que todavía hay herreros que hacen losclavos y las herraduras para poner a losmulos. También adiestran los mulos parasubir a lugares montañosos a buscar el café.Todavía hay tejedores que hacen las ces-tas para recoger ese café y para otros usos.Es importante también recoger los cantosde trabajo, que son una manifestaciónprimigenia en la música creada por el hom-bre. Usan los cantos de arreo como len-guaje de comunicación entre el hombre yel animal, que responde a sus voceaciones.Cada uno va diciendo una voz distinta quelas reses obedecen y toman el camino quese les indica. Es parte del patrimonio in-tangible que también hay que rescatar. Enlos bateyes es posible encontrar pilones paracafé, piedras para moler harina o descas-carar arroz, herramientas para hacer sogasque aún conservan y usan. Estamos hablan-do de un pasado, de un patrimonio arcaicoque existe en el presente y que se ha pues-to de nuevo en vigor a partir del “períodoespecial”, cuando comenzó la escasez depetróleo y de equipos importados. Se co-menzó entonces a domar y enyugar otra vezlos bueyes y a utilizar el arado. Me parecemuy importante que esa vida cotidiana seconserve, porque el batey no va a crecercomo una ciudad; seguirá siendo un nú-cleo poblacional que conserve sus tradicio-nes y, además, pudiera considerarse unazona museable con piezas del menaje, conel típico y siempre útil catauro, instrumen-tos del trabajo, viviendas características ytalleres artesanales, una bodega de campo,un cacharrero —personaje que se mencio-na en la historia del campesinado. Y pongoesto como ejemplo porque en otros paísesexisten aldeas-museos en donde pervivenvecinos del lugar que participan en la pre-paración de alimentos, conservas, carnessaladas y cultivos, entre otros. Creo que

hay una parte de nuestro patrimonio quese deduce de los cambios ocurridos en laproducción de azúcar y que podemos con-servar como formas de vida tradicional delcubano.

ALFREDO MENÉNDEZAsesor del Ministerio del Azúcar.

Tengo responsabilidad histórica en todolo que ha pasado con el azúcar desde eltriunfo de la Revolución hasta la actuali-dad, porque tuve que participar en la na-cionalización de la industria azucarera, enla aplicación de la ley de Reforma Agra-ria en la agricultura cañera, en el desman-telamiento de los centrales y en trazar lapolítica azucarera en general.

Toda mi vida está vinculada a la in-dustria azucarera desde que nací. Mi pa-dre me contaba que la finca que teníami abuelo la quemó Antonio Maceocuando pasó en la Invasión. AntonioMaceo almorzó en casa de mi abuelo,quemó la finca y le dio las gracias, le va-ció la tremenda bodega que tenía, surti-da para la zafra, y le dejó un pagaré quevalía tres mil y pico de pesos. Me acuer-do haber visto el pagaré; lo que nuncatuve, fue la conciencia del valor históri-co que hubiera representado. Toda mifamilia ha estado vinculada a la indus-tria azucarera. Trabajé de chiquito en laparte agrícola de la caña y después estu-ve en el Instituto Cubano de Estabiliza-ción del Azúcar, en el que se hacían losgrandes negocios y se controlaba la in-dustria azucarera.

Al inicio de la Revolución conocíamosqué había significado esta industria con

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respecto a la nacionalidad cubana (la explo-tación, el odio que había contra la indus-tria azucarera). Recibí instrucciones direc-tas del comandante Guevara para reducirla capacidad de la industria hasta unos seismillones de toneladas, y empezar a ver quécentrales demolíamos. Analicé los centra-les más ineficientes, peor situados: con esome responsabilizo.

La idea era seguir reduciendo el númerode centrales y concentrando la industria enmenos centrales, lo que incluso está en elplan Truslow. Era una necesidad histórica.Cuando se establecieron las relaciones conla Unión Soviética y el campo socialista, sevio otra perspectiva en la producción de azú-car. Ahí desempeña un papel importante laelaboración del llamado “precio resbalante”.Se le planteó a la parte soviética el principiodel diferencial azucarero. El petróleo tuvoun peso muy importante. Es decir, hasta ahítengo también responsabilidad en haber re-comendado esa fórmula.

No hay dudas que nuestra industria azu-carera había quedado totalmente retrasa-da no ya en el año 2000, sino en el año1959, cuando tomamos la industria.

¿Cómo se buscó eficiencia en la indus-tria? Tratando de reducir los días de zafra:reduciendo los días de zafra, hago la pro-ducción en menos días y soy eficiente. ¿Paraquién? Para el capital industrial, no el ca-pital, no el agrícola. Como consecuenciainventamos después lo de la superproduc-ción: tienes que pagar superproducción,porque estás reduciendo días de zafra, y lequitamos hasta una parte de las gananciasque por ahí podía acumular.

Aquí se ha hablado también de cultu-ra. Recuerdo que Fidel me dio instruccio-nes: “Oye, que no se me caiga la pelota enlos ingenios, que no se caiga la pelota en losingenios.” “Bueno, Comandante, yo voy atener que contratar a todos los viejos.” “Haz

lo que tú quieras, pero que no se me caigala pelota.” Contraté a Martín Dihigo, quiennació en un central azucarero. MartínDihigo tuvo un despacho al lado mío. Se ledieron 350 pesos mensuales, una máquinay una secretaria, porque Fidel me lo auto-rizó, para que levantara, para que no secayera el béisbol en los centrales, lo cual esparte de la cultura de aquel momento. AMartín Dihigo, “Natilla” Jiménez, todos esosviejos azucareros, todos esos viejos peloteros,los contraté y los puse al frente de unaliga azucarera por órdenes de Fidel. Fidelme decía: “Que no se caiga la pelota; aquídonde mejor pelota se juega es en los inge-nios.” Bueno, eso se salvó; se pudo conser-var por lo menos en un tiempo.

Además, tratamos de conservar otrastradiciones, pero no había mucho tiempo;la vorágine de la Revolución y la produc-ción exigía mucho más.

Era negocio producir azúcar. Conozcolos costos del azúcar. Producir caña en elParque Central de La Habana, en los can-teros que tiene el Parque Central de LaHabana, transportarla en máquinas de al-quiler para el central Martínez Prieto yhacer el azúcar allí, era rentable. Era ren-table cualquier centralito, el más inefi-ciente era rentable; a cuarenta centavosla libra de azúcar es rentable. Luego sederrumbó aquel mundo y entonces nues-tra industria no estaba preparada para lacompetencia capitalista. Nos lanzaron aun mercado que habíamos abandonadodesde 1925, porque estuvimos en ese mer-cado por un convenio hasta 1958. Habíael convenio, la cuota americana, la cuotainternacional del azúcar, que después tra-tamos de preservar.

En 1990 ya no había Unión Soviéticani campo socialista, y en el mercado mun-dial no había convenio internacional delazúcar. Además de nuestra ineficiencia,

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SIN TÍTULO, DE DOUGLAS PÉREZ.ÓLEO SOBRE LIENZO, 1998.

pudiéramos decir ya orgánica, nos faltótodo el apoyo de la Unión Soviética.

La humanidad no puede dejar de con-sumir azúcar. En el mundo se están consu-miendo actualmente unos ciento veinticin-co millones de toneladas de azúcar de cañay remolacha —cifras que se manejan en lasestadísticas internacionales—, más unosveinticinco millones equivalentes a azúcarde otros edulcorantes llevados a términosde azúcar; son unos ciento cincuenta millo-nes de toneladas de azúcar. Nadie come azú-car sola; no nos sentamos aquí y nos come-mos un plato de azúcar, no nos comemos acucharadas un plato de azúcar; la utiliza-mos para mezclarla con otros alimentos y

cambiarle el sabor a otros alimentos. De es-tos ciento cincuenta millones de tonela-das de azúcar aproximadamente a nivelmundial, se entiende que aproximadamen-te 20 % entra de azúcar en un producto,y que 80 % es la masa que queremos endul-zar, bien sea refrescos, un dulce, cualquiercosa. Quiere decir que estos ciento cin-cuenta millones de toneladas de azúcarlas multiplicamos por cinco: ésta máscuatro partes que entran de otras cosasen nosotros, nos permite elaborar sete-cientos cincuenta millones de toneladasde alimentos en el mundo entero, seadulce, sea refresco, sea cake, sea lo quesea. El azúcar nos permite elaborar se-tecientos cincuenta millones de tonela-das de alimentos. La producción de lostres renglones fundamentales de gramíneasque mantienen a la humanidad y a los ani-males que nos comemos también (el trigo,el arroz y el maíz), está en el orden de losseiscientos millones de toneladas; es decir,con el azúcar se elaboran más alimentos quelo que produce el maíz, el trigo o el arrozsólo por su cuenta. Como consecuencia, lahumanidad no podrá dejar de comer azúcaren los siglos de los siglos.

Ahora, ¿cuáles son estas perspectivas aescala mundial? La humanidad actualmen-te tiene seis mil millones de habitantes. LasNaciones Unidas han hecho un estudio hastael año 2050, muy bien hecho, por especialis-tas, por técnicos de todos los países dondeexisten condiciones de carácter científico ytécnico para elaborar estas tesis, en el quehan elaborado cuatro tendencias: la máxi-ma, que es libre, con catorce mil millones;una alta, dentro de las tres que tienen, cononce mil millones —estoy hablando en nú-meros redondos—; la media, la que ha to-mado el compañero Fidel para sus cálculos,con nueve mil cuatrocientos millones deseres humanos; y la baja, con siete mil y pico

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de millones. Si nosotros tenemos que en elaño 2050 se puede dar la tendencia mediaque plantean las Naciones Unidas de nue-ve mil cuatrocientos millones de habitan-tes, y la humanidad sigue consumiendo enesos momentos el mismo per cápita de aho-ra, el consumo de azúcar del año 2000 al2050 tiene que subir —sólo manteniendo elmismo per cápita—, hay que producirochenta millones de toneladas de azúcarmás; es decir, la humanidad requeriría parasu consumo ochenta millones manteniendoel per cápita. Si el per cápita subiera un po-quito, serían cien millones de toneladas más.Por otra parte, el azúcar de remolacha hallegado a un límite casi total; como ya elazúcar de remolacha tiene muy poca posibi-lidad de incrementar enormemente, en lapráctica estos ochenta millones de tonela-das de azúcar tendrían que asumirlos el azú-car de caña u otro edulcorante que no exis-te. En estos momentos en los EstadosUnidos, que fue el máximo consumidor deedulcorantes, ha subido la tendencia a con-sumir más azúcar de caña y remolacha ymenos edulcorantes. Quiero decir que hayposibilidades; no estoy creando aquí ningu-na posibilidad. Para volver a ser competitivoen el mercado mundial, este país tendríaque llevar la industria azucarera a una efi-ciencia igual a la de Australia en estos mo-mentos. Según mis cálculos, llegar a la efi-ciencia que tiene Australia —que esrecobrar el 90 % de azúcar que trae la caña,llegar casi a 14 % de rendimiento en azúcary a cien mil arrobas por caballería— necesi-taríamos entre veinte y treinta años. Conesa eficiencia y con veintisiete mil trabaja-dores en la agricultura y en la caña, hace-mos siete millones y medio de toneladas deazúcar. Quiero decir que prácticamente dejade tener importancia desde el punto de vis-ta del conjunto de la nación, porque veinti-

siete mil trabajadores no es una cantidadimportante, y con cincuenta centrales us-ted hace esa producción. Cuando digocincuenta, pueden ser cuarenta y siete o cin-cuenta y tres; no estoy fijando un númeroen ese sentido.

FRANCISCO MIRAYESAsesor del Ministro del Azúcar.

La decisión del reajuste azucarero ha sidopensada por la máxima dirección del país,por razones de carácter económico esencialmen-te. Los bajos precios del azúcar, cuya tendenciasiguen siendo bajistas incluso en algunos países deAmérica Latina y el Caribe, han cerrado centra-les. Fidel ha hablado once veces públicamente deesta decisión estratégica, económica, y sobre todoel 21 de octubre, en el acto de inicio de los cursospara los trabajadores azucareros, que en loadelante se dedicarán a la producción, esdecir, al estudio como empleo. Ya sumanalrededor de 128 000, no todos en la op-ción de estudio como empleo, sino unaparte de ellos en esa opción y otros a estu-diar a la vez que trabajan.

Considero que un reto muy grande delMinisterio del Azúcar es conservar la evi-dencia material, la memoria histórica delsector azucarero, sobre todo en aquelloslugares donde esa producción deja deexistir. Hay municipios con tres centralesque en lo adelante no tendrán ninguno.

Como quedó demostrado en la inter-vención del compañero Zanetti, ésta esprobablemente la revolución más tras-cendente sufrida por este sector, que yasabemos el peso y el protagonismo queha tenido en el surgimiento y desarrollode nuestra nacionalidad.

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CALICANTO X, DE DOUGKLAS PÉREZ. ÓLEO SOBRE LIENZO, 2003.

Esta transformación es tan trascen-dente que podemos decir que, en el sec-tor agrícola, de más de dos millones de hec-táreas que se dedicaban hasta la fecha alcultivo de la caña de azúcar, solamente vaa quedar con caña de azúcar 38 % de esaárea, para hablar sólo de un elemento muysignificativo. Alrededor de ochenta y cin-co ingenios quedarán en activo de cientocincuenta y seis que existían, es decir, unpoquito más del 50 %; produciendo azúcar,solamente setenta, porque hay catorceque van a seguir produciendo a par-tir de la caña, principalmente mie-les finales enriquecidas; tambiéntendrán la opción de producir azú-car por cuanto no se desmantela suinfraestructura industrial, de modoque si los precios del azúcar aumen-tan pueden también optar por la pro-ducción de azúcar, como ha ocurrido eneste año.

De ésos hay setenta centrales que sedesactivan, en el sentido de que dejande funcionar; no todos se desarman, quees otro concepto. Sesenta de éstos se des-arman totalmente —cinco de modo par-cial— para dar lugar a la creación demuseos, algunos de los cuales ya están

funcionando, uno de ellos aquí en La Ha-bana, que es el Martínez Prieto, el anti-guo Toledo. Tenemos el Smith Comas enCárdenas, el Marcelo Salado en VillaClara, el Rafael Freyre al norte deHolguín, y el Patria o Muerte en Ciegode Ávila. Como se darán cuenta, todosestán ubicados cercanos a polos turísti-cos, de modo que la inversión para pre-pararlos como museos tenga una recu-peración.

La estructura en el MINAZ detenencia de la tierra se mantiene,es decir, están las mismas coopera-tivas, las mismas formas de propie-dad. Por indicaciones del GobiernoCentral, en especial del Comandan-te en Jefe, se mantienen, de modoque se aprovecha la experiencia, laorganización que se tiene para lle-var a cabo estas transformaciones.Pero eso significa que decenas o cen-tenares de unidades productoras de cañavan a dejar de hacerlo, y otras van a diver-sificar su producción, es decir, dejan 30 %,40 % de caña, y el resto de la tierra se de-dica al cultivo vario, a la cría de ganadovacuno y a otro tipo de producción. Uni-dades productoras de caña que estaban en

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crisis económica, mejoran su situación eco-nómica a partir de otras producciones.

En el orden industrial, esta reestruc-turación se basa en alcanzar una eficien-cia productiva para que la producción sehaga competitiva en ese mercado inter-nacional al perder el mercado tan seguroque tenían; así se exige en los parámetrosde la recuperación. En la agricultura, yen la economía en general, alcanzarcostos de producción que no superen los60 dólares y los 260 pesos son retos en elorden productivo. Comencé diciendo—y quiero terminar igual— que el retoprincipal está en la transformación de esacultura agraria, de esa cultura productivade los trabajadores industriales, de los tra-bajadores agrícolas, que es el interés ma-yor de este evento.

Debo aclarar que la liga azucarera seha convertido en el principal movimientodeportivo del Ministerio del Azúcar. Anual-mente compiten en los juegos de base ynacionales alrededor de treinta mil atle-tas. Con los escasos recursos económicoscon que cuentan los centrales, les compranuniformes, equipos deportivos, y se ha con-vertido en el entretenimiento preferido delos habitantes de los bateyes. Ha tenido unauge inusitado en los últimos tres años; di-ría que como en sus mejores tiempos.

MARÍA DEL CARMENB A R C I AHistoriadora. Profesora de laUniversidad de La Habana. Miembro delConsejo Científico de la FundaciónFernando Ortiz.

Realmente lo he pensado mucho para in-tervenir, porque casi siempre se piensa que

los historiadores vivimos en el pasado,entre papeles, polillas, y reconstruyendocosas que tienen poco que ver con el mun-do que nos rodea. Pero el historiador hacetodo eso porque realmente está pensandocontinuamente en el futuro, y porque silas experiencias que nos da el conocimien-to del pasado siempre se tuvieran en cuen-ta, ayudarían a decidir lo que se puedehacer en el presente y se podría diseñarun futuro mucho más conveniente. Estoúltimo, precisamente, es lo que me hadecidido a intervenir, porque aquí hay per-sonas de todos los ámbitos, desde la poe-sía hasta la economía, pasando por esasfiguras tan importantes para la prácticaque son los funcionarios, porque muchostrabajan en la esfera en que se toman de-cisiones, y a mí me parece muy importan-te compartir esta visión sobre cuestionesmuy complejas con todos. Los historiado-res sabíamos, hace mucho tiempo, que laindustria azucarera ya no daba más, o sea,ésta es una cuestión vieja para nuestrahistoriografía, un asunto conocido. Eratambién una cuestión asumida desde laesfera política, porque recuerdo en los añossesenta las exposiciones que hubo, espe-cialmente una que tuvo como espacio laQuinta de los Molinos. Allí, como enmuchas otras efectuadas con posteriori-dad, se explicaban las dificultades queafrontaba la industria azucarera y cómo nopodría continuar su desarrollo si no se in-troducían otras variantes que incluyeranotros derivados. Recuerdo otras expo-siciones que se hicieron sobre producciónde bagazo para ser usado en la industriadel mueble, del papel, de los alcoholes.Sin embargo, no se tomaron decisiones porasuntos que no son de la competencia denuestra esfera, pero que deben haber sidomuy valederas. Ahora, de pronto, en un lap-so tal vez demasiado breve, se han tomado

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medidas radicales que han implicado unaruptura no sólo para la industria, sino paralas personas que han desenvuelto su vidaen torno a un batey azucarero, y estas que-braduras sociales son siempre peligrosas.

No voy a referirme a la importanciadel patrimonio, pues considero que en esadirección ha habido varias intervencio-nes muy válidas e importantes, sino a lasgentes que han vivido en los bateyes,porque éstos han conformado su modo devida, sus olores, sus sabores, sus expe-riencias y porque central y batey cons-tituían un par indisoluble, establecíanuna relación de dependencia mutuaque implicaba la producción del agua,de la energía eléctrica, la distribuciónde los alimentos, la utilización de lafuerza de trabajo, la formación de losfuturos trabajadores, en fin, un mundoque, como ya dije, ahora se quiebra.

Cuando se habla de mostrar el pa-trimonio de los viejos centrales cuba-nos, y se habla de la posibilidad de unturismo ecológico, capaz de tener encuenta la posible supervivencia de esosbateyes, no se está pensando en trasla-dar un turismo urbano, con hoteles, sinode otro, del que se necesita para queesos seis museos —creo que escuchéque son seis los que se van a construir—

recojan efectivamente el patrimonio deesos bateyes, que no se conviertan en lu-gares que tratan de reproducir de igualforma, en todos y cada uno de ellos, lahistoria de la industria azucarera cubana,sino que puedan centrarse en la historiade ese central específico, de ese batey quelo ha acompañado y que ahora, a partirde una nueva concepción, puede conti-nuar sosteniendo algunas funciones ele-mentales para su supervivencia. Pienso enun turismo cultural, adecuado a cada es-pacio, no con fines impuestos, en fin, quetenga lo mejor de esa actividad y no lomás malo.

Desde el punto de vista de la sociedad,otras cuestiones resultan muy afectadas,que no sólo implican al movimiento obreroazucarero, sino también al campesinado.Éste no es un problema que únicamente seresuelve —voy a decirlo con toda la ho-nestidad que me ha caracterizado siem-pre— poniendo a estudiar a personas, por-que hay algunos trabajadores ya bastantemayores, y en estos casos el tiempo que vana estar estudiando no van a producir resul-tados socialmente provechosos. A mi modode ver, no se trata de entretenerlos, sino dehacer algo que pueda resultar útil en estavisión de futuro que consideramos que esimportante tener. C

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AVELINO VÍCTOR COUCEIRO RODRÍGUEZCOLABORADORAS: ANAGRET MEDEROS ANIDO

Y YANELYS DESPAIGNE RAMÍREZ

AVELINO VÍCTOR COUCEIRORODRÍGUEZ

An t ropó logoe historiador.Espec ia l i s ta

de la DirecciónMunicipal de Cultura

de Plazade la Revolución.

ANAGRET MEDEROS ANIDOYANELYS DESPAIGNE

RAMÍREZGALIA FIGUEROA ALFONSO

NIUVA ÁVILA VARGASLAIDÉN MESA MARTÍNEZ

OSNAIDE IZQUIERDOQUINTANA

USSET FUENTES REVERÓNMICHAEL TORRES RUIZ

Alumnos de 4to. y 5to.años de Sociología

de la Facultad deFilosofía e Historia

de la Universidad deLa Habana. *La idea original de la investigación sobre el Mercado

de Cuatro Caminos corresponde a Miguel Barnety Trinidad Pérez. Para realizar el estudio sobre elMercado se seleccionó a un grupo de estudiantes de lacarrera de Sociología de la Universidad de La Habana,orientado por los profesores e investigadores AlainBasail, Daniel Álvarez Durán y Abel Sierra Madero.El trabajo de procesamiento y análisis estuvo a cargodel doctor Avelino Víctor Couceiro Rodríguez.

*

...pero ¿cuál de ellos tomar? Al menos,para comenzar... Porque al andar y des-andar el pulso de este mercado, irrum-pen a nuestro paso ramales y senderosinsospechados que nos llevarán, en elprimer resuello, a preguntarnos: ¿noeran sólo cuatro caminos?, ¿cuántos máshay?

Levanta el día: un día cualquiera dela semana, no importa el mes. E inexora-blemente ya parecerá haber levantado elmercado: no hay forma de sorprenderlo es-tático. Porque aunque abre a las ocho dela mañana, desde la madrugada los en-cargados de la limpieza, los suministrado-res y los vendedores preparan condicio-nes para las ventas del día; y aún más cerca

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y más lejos a un tiempo, prepara sus ense-res para encaminarse hacia acá otro gru-po esencial en este mercado, aun muchomás mayoritario y no menos complejo: loscompradores.

He aquí otro de los caminos a seguir, to-dos entrelazados entre sí: al detectarlo en elmapa comprobamos la curiosa forma que, nopor casualidad, se singulariza en puntaextrema de varias comunidades a un tiempo,como si cada una lo apuntara a las restantesy, a la vez, lo reclamara para sí, para semejarfinalmente una microciudad dentro de la ciu-dad. El Mercado ocupa toda la manzana en-tre calles tan connotadas como Monte,1 Cris-tina,2 Matadero y Arroyo en el actualmunicipio de Habana Vieja;3 sin embargo, des-de su propio nombre popular parece rebelarse

1 Según Jiménez y Blanco (2001): “Inicialmente conocidacomo Calzada de Guadalupe por una ermita situada en laesquina de Aguila, antes de que esa avenida se fundieracon la calle Cristo de la Salud, ya se le llamabapopularmente (calle) Monte (absolutamente vigente,oficializado como Calzada del Monte) dado el monte que rodeaba a la primitiva villa y según La Torre, porque a través deella se iba a un ingenio y luego al barrio de Jesús del Monte (hoy Diez de Octubre) En la colonia se le llamó tambiénPríncipe o Príncipe Alfonso en honor al Príncipe Alfonso de Borbón, que fue Rey de España con el nombre de AlfonsoXII, 1874-1885. Por acuerdo que también surgió en 1902 por el Ayuntamiento de La Habana, se le llamó MáximoGómez, nombre oficial que conserva, pero prevalece el nombre popular tradicional de Monte. Es sin dudas, la principalentre las calles que determinan al mercado de Cuatro Caminos, nace perpendicular desde Ejido (no en balde, nótese ya suacercamiento a la palabra “monte”) al nordeste, justo donde circunvalaba la antigua Muralla al casco histórico primitivode La Habana, y poco más allá de este Mercado al sur suroeste en la célebre Esquina de Tejas, continúa como Calzada delCerro. Es por ende, una calle tradicionalmente relevante en el complejo entramado urbano habanero.”

2 Según Jiménez y Blanco (2001): “Como Cristina (o Calzada de Cristina) se ha señalado también a la Calzada deReina, nombre dado en honor a la Reina María Cristina esposa de Fernando VII, que ocupó el trono español1833-1843, aunque la que se conoce como Calzada de Reina (Avenida Simón Bolivar) cruza distante el municipioCentro Habana, sólo la atraviesa Belascoaín (Avenida Padre Varela) justo hasta este Mercado de Cuatro Caminosdonde cruza Arroyo para entroncar, mucho más al sur, con la Vía Blanca. El nombre de Avenida de México datade 1921, cuando se lo otorgó el Ayuntamiento de La Habana. Es otra calle pues, de tradicional popularidadcapitalina en Cuba.”

3 Según la división político-administrativa vigente desde 1976. Consúltese a Eduardo Luis Rodríguez Fernández yMaría Elena Martin Zequeira: La Habana: Map and Guide to 337 Significant Architectural Monuments in the CubanCapital and Its Surroundings, Trialog, Germany, 1992. Este texto nombra la calle Manglar en vez de Arroyo:sabemos que la avenida Manglar al oeste atraviesa el actual municipio de Centro Habana cercano al municipio delCerro, pero justo en este Mercado de Cuatro Caminos y al este, comienza a llamarse Arroyo, que dobla al sur enAtarés para bordear el suroeste de la bahía de La Habana y enlazar más al sur aún con la avenida Fábrica, que cruzarála Vía Blanca primero y casi de inmediato la calzada de Concha y el barrio de Luyanó, en el actual municipio de Diezde Octubre. Ello implica las dimensiones de esta arteria como vía de comunicación en el entramado urbano habanero.

CALLE MONTE, HACIA EL MERCADO DE CUATRO CAMINOS.FOTO: LÁZARO PRADA

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a toda suerte de clasificaciones territoriales.De hecho, está justo en el límite con otrosdos municipios: Centro Habana y Cerro. Enrealidad, no deja de ser lo que siempre hasido: un cruce de caminos, y no sólo ya por suubicación, sino también por las más disímilesherencias que de toda La Habana, y más allá,de toda Cuba confluyen aquí, hitos particu-lares de transculturaciones de todo tipo, entorno a lo que sigue siendo un auténtico co-mercio popular.

Los más ancianos lo recuerdan comoMercado Único, puesto que estaba esti-pulado que éste sería el único en 2 500 me-tros a la redonda, y se prohibía ademáscrear pequeños mercados en los próximos

700 metros. Por otra parte, cuando las le-yes municipales reglamentaron que el Mer-cado debía tener al menos 10 000 metroscuadrados, se especificó asimismo que elterreno para su construcción estaría cer-ca del puerto y de las principales arteriasde la ciudad, fácil acceso que asegurabala viabilidad de abastecimientos e impri-mía un activo movimiento a sus alrede-dores, garantizado por un público cons-tante; en consecuencia, confluían lascuatro calles fundamentales que loenmarcan: de ahí, su más reciente nom-bre popular de “Cuatro Caminos”, quepara el imaginario popular habanero que-da como único entre nuestros mercados.

FACHADA DEL MERCADO. FOTO: DANIEL ÁLVAREZ DURÁN

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Por eso, quizás, al avanzar el día nossea más y más difícil recorrer una muche-dumbre, en ocasiones, casi compacta. Ros-tros de todos los colores y edades, de am-bos sexos, desfilan en distintos sentidosante nosotros, cada uno con una acti-tud distinta, cada cual con sus propiosintereses: éstos buscan algún productoen particular; aquéllos simplemente mi-ran, pasean; varios parecen despreocu-pados; otros esperan la fortuna en sustarimas; algunos salen a cazar compra-dores. Muchos persiguen los más diver-sos comestibles, o flores, para comple-tar lo que se requiere en sus trabajosreligiosos, y no falta determinado inte-rés por cierta pieza de origen industrialo artesanal. Es inevitable entonces evo-car el papel de las plazas en las urbes.4

El mercado constituye una atracciónpara quienes visitan La Habana. Los acen-tos de toda la Isla pueden ser escuchadosen sus portales, en sus pasillos, tras las ta-rimas. El trasiego de personas de aquí paraallá es constante. Algunos rostros son fa-miliares; otros son sólo ocasionales, entreéstos algunos se harán familiares con eltiempo. En cualquier caso, Cuatro Cami-

nos, este personaje mudo, vetusto, casi des-truido por el paso del tiempo y la indolen-cia, testigo de ganancias y pérdidas, deoscuras negociaciones, de la sucesión degeneraciones, permanece allí sin perder

4 Según Barbero (1981), “a medio camino entre las plazas del mercado campesino [...] y el supermercado”,ejemplo que, al recontextualizar en el caso cubano contemporáneo y en particular en el Mercado de CuatroCaminos, detectamos más próximo aún al primero en su propio abasto y conformación de personal, mientrasque los “supermercados” del colombiano sólo hallan un relativo aproximado (por ejemplo, ni siquiera aquí lapublicidad invade a través de los medios de difusión los hogares, como cita Barbero, a entenderse tanto por lapolítica de dichos medios como por la clientela potencial para tales productos; mucho menos en plazas como lade Cuatro Caminos) en nuestra realidad con los grandes servicios en divisas y, sobre todo, los más exclusivos,más “impersonales” y “narcisistas”, en los que hasta el empaque media y remultiplica las mediaciones e imperanla “racionalidad”, “funcionalidad” y cierto grado del “fetiche del objeto”, en una moneda que el trabajadorcubano común no puede obtener, sino por otras vías ajenas a su trabajo estatal, que predomina casiabsolutamente en Cuba. Todo esto confiere al Mercado de Cuatro Caminos, en su contexto, un significadoespecial ya no sólo por la singular variedad de productos, sino también por un mayor acceso en moneda nacionalde los sectores más humildes de nuestra población. En el contexto cubano actual, en el Mercado de CuatroCaminos se percibe mejor la “lógica de equivalencia” que Barbero refiere en sus supermercados, pero con elambiente de sus “plazas” y su “intercambio simbólico”, al margen de su carestía, también a analizar de maneracontextual. Finalmente aquí también, al igual que en las plazas de Barbero, el objeto deviene espacio deencuentro y constitución de los sujetos, inscrito en la lógica de la ambivalencia y el deseo.

CLIENTE DEL MERCADO. FOTO: LÁZARO PRADA

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su dinámica y su atractivo. Cuatro Cami-nos sigue siendo un mercado único, ya nopor su singularidad numérica y su gran ta-maño, sino por la importancia que le asig-na la historia cotidiana y la significaciónque adquiere, aunque diferente, ante losojos de todos los que habitan la ciudad.

Todo esto ha condicionado que esteMercado y sus alrededores se hayan con-vertido en uno de los espacios comercia-

les más amplios y con mayor variedad deproductos, si no del país, al menos de laCiudad de La Habana.

Tal vez, justo por su constante activi-dad contra el tiempo, después de todo noes difícil imaginarnos esos mismos rostrosataviados a la usanza de aquel 2 de di-ciembre de 1918, cuando se subastó esteproyecto de Juan Fernández de Castro,5

que hereda hasta hoy el edificio neoclásico

5 Francisco M. Duque y Julio G. Bellver: Jurisprudencia en materia de policía urbana. Decretos, acuerdos y otrasresoluciones sobre dicha materia, dictados para el municipio de La Habana, pp. 293-300. Al ganador se le concedió“construir, establecer y explotar un Mercado General de Abastos y Consumo único para la ciudad y términomunicipal de La Habana”. Los derechos de explotación del mercado abarcarían un período de treinta años y,una vez vencido este plazo, los mismos pasarían a manos del municipio. A su vez debía cumplir con el contrato,que incluía pagos de cuotas mensuales al municipio y 100 000 pesos al autor del proyecto. El precio inicial para

EMPLEADOS DEL MERCADO. FOTO: LÁZARO PRADA

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de José R. Franca, construcción que secompletó en 1920, año en que inicia suexplotación.

“SE PODÍA IR CON UNOSCUANTOS QUILOS Y LLEVARLAS COMPRAS DEL MES...”6

Siempre el Mercado de Cuatro Caminosha sido uno de los centros comerciales más

visitados en La Habana, espacio idóneopara las relaciones mercantiles, tanto porla vasta área que ocupa como por la zonade densa población en que fue concebi-do, favorecido además por la manera enque se distribuyó el área interior y suexterior. En el interior había cuatro esca-leras de mármol y seis elevadores; las dosentradas principales (por Monte y por ave-nida de México) aún conservan, en su par-te superior, el cuerno de la abundancia,

la subasta quedó fijado por la suma de 25 000 pesos, y fue concebido inicialmente “para satisfacer lasnecesidades de una ciudad de 400 mil habitantes”, según refiere el arquitecto José R. Franca en su MercadoÚnico de Abastos y Consumo, 1920, p. 141.

6 Así lo define el imaginario popular entre muchos adultos mayores, cuya nostalgia por los viejos tiemposdespierta este tema. Pero, por supuesto, no deja de haber cierta idealización del pasado, que obvia otrasrealidades de quienes no podían conseguir de ninguna manera ni siquiera “unos cuantos quilos”.

TARIMA, INTERIOR DEL MERCADO. FOTO: DANIEL ÁLVAREZ DÚRAN

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que en este caso simboliza sobre todo laprosperidad para el comercio. Contaba condos plantas y un sótano, en el cual esta-ban los almacenes, depósitos y cámaras derefrigeración. Los puestos de venta se dis-tribuían alrededor de un patio central.

Ya a primeras horas del día, desde di-ferentes zonas del país llegaban los ca-miones por la actual avenida de Méxicoal área de descarga ubicada en el patiocentral, que devenía eje regulador de laactividad; el Mercado contaba con am-plias vías de acceso a cada una de lascalles aledañas: Monte, Matadero, Arroyoy avenida de México. Las casillas eranlos puestos o tarimas establecidos para laventa de productos, y que en la actuali-dad se distribuyen en zonas que son co-nocidas, entre los vendedores, como “is-las”. En aquellas establecidas en la plantabaja se vendían las viandas, hortalizas yfrutas; en la planta alta se ubicaron lasbodegas, puestos de carne, de pescado ypequeños establecimientos para la ventade productos elaborados (Gutiérrez,1994: 99).

Las casillas se arrendaban por tres sis-temas, dos de los cuales no estaban al al-cance de la mayor parte del campesina-do cubano, pues tanto el alquiler de casillascomo la venta de productos al contadosólo existían para el campesino poseedorde sus propios medios de transporte; lasegunda era para quienes carecían de di-nero para alquilar una casilla, por lo quelos productos se vendían al precio que fi-jara su dueño. La venta por factura era,pues, el sistema más empleado: un “agen-

te”, que era arrendatario de una o variascasillas, enviaba la liquidación a travésde una factura que descontaba los gastos,como precio de transporte, descarga delos productos, alquiler de la casilla, por-centaje para el casillero y merma por pér-dida o descomposición.

Consecuente con su nombre de Mer-cado General de Abastos y Consumo (Du-que, 1924: 293), además de garantizar elsuministro de alimentos de la ciudad,siempre prestó otros servicios (gastronó-micos, de barbería, venta de ropas y zapa-tos en las tiendas de los portales). “Se ha-cían comidas, se arreglaban y limpiabanzapatos, había barbería las veinticuatro ho-ras...” (aún hoy en la calle Omoa laboraun barbero, El Chino), todo lo cual pro-longó el horario de actividad comercialdel Mercado, que al principio tenía unmayor auge entre las cuatro de lamadrugada y la una de la tarde, lo quepromovía una mayor vida nocturna(Gutiérrez, 1994: 100).

También en esta plaza los más humil-des alquilaban carretillas para la venta porlos alrededores de mercancías compradasallí mismo, incluidos algunos productosque el vendedor rechazaba por haber caí-do al piso o por estar deteriorados (lla-mados “rastrojos”) y que los carretillerospodían vender más barato cuando los máspobres aún no se los habían apropiado an-tes, en velada competencia en la que seinsertaban, además, los vendedores de“cantinas” a domicilio, casas de huéspe-des y otros,7 suerte de miserable compe-tencia dentro de la pobreza.8 Paralelamente,

7 En este, como en otros apuntes, agradecemos la colaboración de la doctora María Teresa Linares.8 De alguna manera, apuntaba a la “cultura (para algunos subcultura) de la pobreza” que luego definiría Oscar

Lewis, según la cual el pobre se adapta a sus problemas y aislamientos, que no sólo lo mantienen segregadosde la sociedad, sino que además generan y desarrollan un modo de vida en sí misma y un sistema de valores

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PORTAL DEL MERCADO. FOTO: LÁZARO PRADA

el Mercado siempre facilitó el comercioclandestino de la más diversa tipologíade artículos: “[…] hemos visto venderun reloj de oro y la cadena del mismometal a muy bajo precio... Un joven conrostro de truhán [...] se acerca y nos ofreceuna sortija con dos brillanticos y un rubí almedio, lo que se llama tresillo” (Olmo,1951: 113).

La estación de policía, encargada decuidar y mantener el orden, radicaba enla planta alta del mercado. Un antiguotrabajador del Mercado recuerda que “lapolicía estaba para los problemas de roboy broncas, que siempre las había. Nadiese preocupaba si alguien se ponía a ven-der en las orillas [...] siempre hubo gentevendiendo alguna ropa y zapatos. A veces

que lo atrapan en la pobreza, y que se autoperpetúan de generación en generación a todos los niveles(individual, económico, familiar,...); se desorganiza la comunidad o barrios a escala familiar e individual.En el caso que nos ocupa, la competencia establecida apuntaba, como es fácilmente perceptible, al mayordescendimiento en la escala social por la más elemental subsistencia, elemento sin dudas de interésal identificarse una “cultura de pobreza” de mayor elaboración. Los contrastes por desigualdad incluíanla escala de precios según el producto (si estaba fresco, limpio, según el tamaño, entre otras características);en tiempo muerto, por ejemplo, inmigrantes campesinos en busca de trabajo podían ser algunos de estos carretilleros.

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ELABORACIÓN Y VENTA DE COMIDA LIGERA POR VÍA ESTATAL. FOTO: LÁZARO PRADA

descargaban los camiones, y todas las co-sas que sobraban; había gente que se que-daba con ellas. Viandas y frutas que secaían, la gente hacía una pilita con ellasy también las vendían, o servía para lagente que tenía casas de huéspedes...”.

Los productos de más calidad que a lasazón se vendían en el Mercado, eran pa-sados por grandes lavaderos situados“en la calle Omoa y en la calle donde es-taba la oficina del ferrocarril; no se podíaentrar la mercancía si antes no se pasabapor ahí”, lo cual garantizaba la higiene delos alimentos destinados a la venta, laborque, según María Teresa Linares, era rea-lizada por los chinos de puestos de frutas.La madrugada, asimismo, era mucho más

activa que lo quehoy vive el Mercado.9

En 1951, “el Mer-cado Único, estagran plaza de abas-tos, especie de babelcomercial, viene aser el vientre de laciudad de La Haba-na. Contemplando eledificio desde uno delos balcones fronteros,el Mercado Único pa-rece una gran tortu-ga, que guarda bajo sucaparazón, con celomaterno, la ‘papa’ co-tidiana de los que nosencontramos en laurbe capitalina [...]

vientre o estómago de la ciudad, en todolo extenso de sus almacenes, viene a sercomo una dilatada y óptima huerta meti-da entre cuatro paredes” (Olmo, 1951).

Sin alteraciones significativas, así erala dinámica de este Mercado hasta quecon el triunfo de la Revolución el edificiopasó a ser un almacén de depósito de dis-tintos productos comerciales. Sólo entre1983 y 1986 comienza a funcionar nueva-mente como mercado, pero para tal sóloes habilitada la planta baja y son elimina-das las acciones privadas. Fue redistribui-do, “con una diversidad de funciones condisposición mecánica de las áreas, que im-ponen gran rigidez y desorden al medioarquitectónico, además de obstaculizar la

19 Siempre ostentó imagen temible de criminalidad, prostitución, robo… Por la madrugada llegaban loscamioneros del campo a la estación de Cristina (calle Pila), y los chinos y otros muchos desde todos lospuntos de La Habana. Muchos alquilaban fotingos para el traslado. Lavaban y preparaban los productos parasu mejor presentación al consumidor. Cierta vida bohemia, bares y fondas nocturnas extendían el complejo(hoy ya tradicional) entramado de redes sociales que completaban los alrededores del Mercado “las 24horas”.

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iluminación y ventilación” (Gutiérrez,1994: 101). Reabriría sus puertas al públi-co entre 1992 y 1993, al tomarse nuevasdisposiciones para la reapertura y funcio-namiento de los mercados agropecuarios.

En la mediana edad, hay quienesinevitablemente comparan el pasado“próspero” anterior a la “hecatombe” conel presente, mientras que para los más jó-venes, que sólo conocen el pasado por re-latos, este Mercado se presenta como lasruinas de aquella Babel comercial de laque hablaba Vicente Olmo.10

¡SU MERCADO AQUÍ...!

Sí, es una ganga, pero seamos honestos: elestado actual es pésimo. Al techo le fal-tan tejas, y los ventanales casi no tienencristales, por lo que, al llover, el interiorse inunda hasta impedir toda actividaden el área de ventas y deteriorar aún másel inmueble, ya sin pintura y con malascondiciones higiénicas. Sobre todo losvendedores de productos elaborados co-locan cajas o recipientes para botar losdesechos; sin embargo, abundan los des-perdicios por todo el mercado y lugarescon la basura amontonada. Al filtrarse, elagua crea charcos con fango tras las tari-mas, donde el piso está en sus peores con-diciones. Todo esto a pesar del personal

de limpieza y de que los vendedores pa-gan diez pesos al mes por la limpieza.11

En el interior, el espacio para la ventase distribuye en cuatro sitios, según lostipos de productos que se ofrecen: vege-tales y viandas, productos cárnicos, ani-males vivos y comidas elaboradas. La de-marcación de estos espacios no siempre esfísica, pues en la planta baja aparecen ta-rimas de venta de viandas y vegetales, co-midas elaboradas y productos cárnicos sinmás delimitación que los productos en sí.No obstante, de forma general, en el pisosuperior se ubican los productos cárnicos;en la planta baja, las viandas y vegetales;los animales vivos, a un costado de la par-te trasera; y los portales se destinan a laventa de flores, aves ornamentales y pro-ductos gastronómicos, lo que genera áreasespecializadas de venta hacia las cualeslos compradores pueden dirigirse para ad-quirir un producto en especifico sin ne-cesidad de recorrer todo el mercado. Unatarima con báscula electrónica, colocadapor la Administración, sirve para contro-lar el peso estatal.

También se utilizan otras áreas para lasoficinas, baños en buenas condiciones, per-fumados y muy limpios, almacenes (que sele alquilan a los vendedores), una cabinade audio y un cuarto donde trabaja un jo-yero. El patio interior se sigue empleandopara la descarga de mercancía, pero ya no

10 En un análisis crítico de las fuentes, es cierto que la literatura costumbrista narra imágenes pintorescas yagradables que suelen obviar, por ejemplo, a los carretilleros que veremos en breve recorriendo la ciudad a piepara ganar centavos. El contraste abarcaba desde la pestilencia, la “mala vida”, los delincuentes y los niñoslimosneros hasta los empleados de familias ricas y las señoras que iban en sus carros con sus choferes a comprarlos mejores y más caros productos. Tampoco se recoge el tiempo en que el Mercado estuvo cerrado, cuandoel humor popular, parafraseando el lema de L.P.V. (“Listos para vencer”) del Instituto Nacional de Deportes,Educación Física y Recreación (INDER) llamaba L.P.V. al Mercado de Cuatro Caminos, “Limpio, Pintadoy Vacío”, cuando siempre lo había caracterizado tanta vida.

11 Existe incluso el espacio que se particulariza por una propuesta de limpieza, bien atípica en este tipo deinstituciones.

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es el eje regulador de la vida dentro delmercado, debido a que éste no se explotaen toda su capacidad. Incluso, detrás delMercado, funciona una barbería.

Los jefes de áreas (de zona y de piso),subordinados directamente al director delMercado, se encargan de responder a lasinstituciones estatales correspondientes y derepresentar a los trabajadores del mercadoante éstas; al tramitar quejas y sancionescontra ellos, se reúnen con el demandante,el vendedor y el inspector. Existe un áreade protección al consumidor donde seencuentra una pesa digital para la com-probación del peso de las mercancías yhay siempre varias personas, incluidasalgunas ajenas al mercado. Esta áreaestá muy cercana a la zona donde sevenden las bolsas de nylon —que to-dos llaman jabas—; allí se crean es-trechas relaciones entre las personasque trabajan en esta zona y las vende-doras de jabas. Día a día, una mujerrevisa las declaraciones juradas de losvendedores, principalmente en la zonaestatal.

También en el Mercado se ha organi-zado el sindicato y el Partido Comunistade Cuba (PCC), aunque casi exclusiva-mente los militantes del Partido aparecenentre los particulares. Los vendedores,incluso los particulares, confían y sientenrepresentados y protegidos sus intereses porla dirección de la plaza, sin necesidad deorganizarse, y reconocen que “tenemos

buenas relaciones con las instituciones;ahora, si cometes un delito, te sacan”.

Además, el Mercado cuenta con unaoficina de inspectores que debe velar por elcorrecto funcionamiento de las ventas, y lasquejas se tramitan con bastante rapidez.Sin embargo, estos inspectores no se ob-servan, y no pasan más que muy ocasio-nalmente, dos o tres veces por semana.

UN LLAMADO A TODO EL QUEQUIERA VENDER ALGO12

Nos adentramos, por tanto, en un mundode relaciones mercantiles, institucionalesy sociales en general, que envuelven a laspersonas en una vorágine de gritos, lla-madas, propagandas y personas queinteractúan intensamente con un fondode música e informaciones trasmitidas poraltoparlante. Fluye diversa la comunicaciónentre los dos grupos esenciales del Merca-do a ambos lados de las tarimas: tras ellaslos vendedores y, al frente, los clientes. Perotambién tras las tarimas y sobre éstas, sinimportar el espacio que los separe, quienesvenden se comunican entre sí, y lo mismoocurre en disímiles contextos ocurre al frentepor los pasillos, donde tampoco todos sonclientes: hay además policías, inspectores,personal de la dirección del Mercado, turis-tas que observan y toman fotos,13 personalde limpieza, mendigos y otros indigentes14 ygrupos de personas que, sin una actividad

12 Frase extraída de la entrevista al jefe de Sector.13 De esta delegación de extranjeros, una de ellos toma fotos a los vendedores, mientras dos mujeres que venden

ropa (“pescadores” y pulovitos) los llamaban insistentemente y se la ofrecían. (Fragmento del diario de campo.)14 En la zona de venta de alimentos, un hombre mugriento, con ropas sucias y rotas, está comiendo; no se sabe si

compró la comida o se la dieron. Otro harapiento está sin comer; también hay un pagador de promesas.(Fragmento del diario de campo.)

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definida,15 se aglomeran en las entra-das del Mercado, aportándole una ima-gen de relaciones sociales muy variadas.

Dentro del Mercado, la venta la com-parten vendedores particulares, estatalesy también los ilegales.16 Se comercializauna gran variedad de productos más alláde los agropecuarios, razón de ser delMercado y su principal objetivo: alimen-

tos elaborados e incluso productos de ven-ta no autorizada (al menos en este espa-cio), como pueden ser las jabas (tanto denylon como artesanales, de diferentes for-mas y tipos), velas, máquinas de afeitar,periódicos, café, cigarros, refrescos, salsachina, condimentos, ropas, detergente, en-tre otros.17 La demanda de estos produc-tos responde tanto a las necesidades de

15 Hay personas que, simplemente, no hacen nada: ociosos que, dentro y fuera de las tarimas, conversan o duermenen una silla. Muchos asiduos al lugar no son ni vendedores, ni trabajadores del Mercado: allí hay tres o cuatrohombres negros menos uno que usa un collar de cuentas blancas y azules y otro de cuentas blancas, ademásde un iddé de cuentas verdes y amarillas en la mano izquierda, igual al que usa también uno de los hombres negros.A la entrada del mercado, varias personas (negros y mestizos, muchos con muelas y dientes de oro) aparentementeno presentan relación con los vendedores. Otros cuatro hombres visten ropas más modernas y limpias (de manera“especuladora”, como se dice popularmente) y no parecen trabajar directamente con los productos: sólo estánparados en una esquina sin aparentar actividad alguna. Casi siempre muy bien vestidos, sólo sostienenconversaciones que se esfuerzan por mantener en su privacidad. También hay parejas de policías vestidos de civil,que se confunden con los presuntos ladrones a la espera de delinquir; otros personajes que aquí se perfilan y sedesdibujan a un tiempo, son el que compra dólares, el negociante clandestino que se acerca al oído de un clienterelativamente confiable y, como si fuera a piropear, le ofrece todo tipo de productos, incluso ilícitos; el que vigila ala policía y la anuncia con la palabra “agua” (tal vez, como en el dominó, para mover el juego y nadie pueda sersorprendido); el que vende las jabitas (tan importantes para luego llevar productos) o vende velas, cuchillas,...Como ellos dicen, vienen “a luchar”. (Fragmento del diario de campo.)

16 Estos ilegales, por supuesto, no pagan tributo al Estado, puesto que para ello justamente no oficializan sus“negocios” particulares; es un grupo muy heterogéneo, que incluye desde el que vende un reloj, una cadena, unpitusa, un par de zapatos, hasta los viejitos que venden cigarros, café, velas, jabitas, y aquellos otros que por lamañana temprano vienen en bicicleta con animales para vender, incluso palomas sobre todo para fines religiosos,porque el que compra palomas con fines afectivos y/o deportivos no suele comprarlas si antes están enjauladas.Sus ventas las realizan afuera, y “los de adentro” los perciben como competencia. A los ilegales se les multa,aunque hay tratamiento diferenciado según cada caso. (Fragmento del diario de campo.)

17 Son personas no vinculadas oficialmente al Mercado, pero que aquí venden productos ajenos al mismo(pozuelos, peines, fósforos,...). Un manisero pregona los productos puesto por puesto; una mujer, con un pomo,vende por vasos refresco a los tarimeros; aquella otra monta la venta en una caja rota en el suelo; una anciana pasapor las tarimas vendiendo cigarros sueltos y el pregón predomina aquí en todo momento; aquel otro, de serviciocon toda su indumentaria, conversa ampliamente con una vendedora, y dista mucho de semejar una discusión; unamujer, con licra corta, riñonera y camisa, revisa, en el área de venta estatal, las declaraciones de los vendedores; otraapunta en una libretica también en las tarimas estatales. Hay muchas vendedoras en el Mercado, y bastantemovimiento, pero es desigual: una vendedora de jabas (más de quince personas venden jabas en todo el Mercado)dice que el miércoles es día de venta baja, y que los vendedores del agro, particulares y estatales, tienen que estar alas cinco de la madrugada para poder comprar en los camiones que descargan a esa hora. Los vendedores dealimentos son en su mayoría particulares: hay sólo una tarima estatal de frituras dentro del Mercado; el resto tienevariedad de productos: cajitas con comidas variadas, batidos, coco y maíz rallados y col lasqueada, siempre con losmismos precios. Hay vendedores ambulantes que no trabajan en tarimas específicas, sino en determinados espaciosdentro del Mercado y, por ejemplo, venden café, especias, entre otros productos. También hay quienes, fuera delMercado, se dedican a cuidar autos, motos y bicicletas. (Fragmento del diario de campo.).

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TARIMA, INTERIOR DEL MERCADO. FOTO: LÁZARO PRADA

los vendedores como de los compradoresque visitan la zona, aunque su venta estégeneralmente dirigida hacia los vendedo-res “oficiales”, quienes, por su poder ad-quisitivo y sus límites por los productos au-torizados, devienen a su vez potencialescompradores de los ilegales, con lo quedetectamos una muy interesante dualidady reversión de roles.

En la planta baja, las tarimas se distri-buyen a lo largo de todas las paredes de lainstalación y conforman tres grupos al cen-tro. La apariencia de gran desorden escausada por las casillas que, de manerageneral, están aglomeradas una al lado dela otra sin claras delimitaciones.18 Las ta-rimas estatales se encuentran a la entra-

da principal delMercado y se sepa-ran de las particula-res en grandes gru-pos aislados.19 Alfondo de la plantabaja se encuentranalgunas de las casi-llas destinadas a laventa de productoselaborados, al igualque la única tarimaestatal dedicada a laventa de cárnicos.En el piso superior, elespacio libre es mu-cho mayor y las tari-mas se encuentranseparadas, debido aque su número es

menor, comparado con las de la plantabaja. Estas casillas están dedicadas exclu-sivamente a la venta de productos cárnicosy todas pertenecen a particulares.

El portal ubicado hacia la calle Monteestá destinado principalmente al expendiode flores, aunque también brinda ser-vicios de cafetería y restaurante, lo cual,unido a que es una avenida con grancantidad de comercios y otras instalacio-nes, la hace tener mayor circulación queel portal de la avenida de México. Ya elportal deviene medio de comunicación in-mediato entre el Mercado y sus alrededo-res, donde el primero empieza a desempe-ñar el papel de “centro” en relación con“su periferia” (tema que tanto se debate

18 También aquí es válida la reflexión de Barbero (1981), según la cual cada una deviene un “conjunto de puestos”,donde lo interesante es verificar, dentro de cada puesto, cómo se impone la personalidad del vendedor y sus allegados.

19 Ya en Cuatro Caminos se puede acceder, en la actualidad, por la entrada de la calle Monte, por la de la calleMatadero y por la de la avenida de México. Consideramos la de Monte como la principal, porque desde susinicios fungía como tal y por ser la que más actividad genera.

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en el mundo contemporáneo), entiénda-se como pareja dialéctica en complejainterconexión.

Sin embargo, las flores alcanzan mayorprotagonismo en todo el centro; sin ser pre-gonadas, por simple imagen visual sepuede inferir fácilmente el santo del día,al marcar los colores del Mercado: si es laCaridad (Oshún), la plaza vestirá de ama-rillo sólo por las flores que predominan;morado o lila para San Lázaro (Babalú Ayé);de blanco para las Mercedes (Obbatalá);de azul y blanco para la Virgen de Regla(Yemayá); de rojo para Santa Bárbara(Shangó)... Se preparan jarrones para lossantos, normalmente trabajos de un día,puesto que las flores de arriba, al no alcan-zar el agua, se pueden echar a perder, y

en la medida en que cae la tarde los pre-cios disminuyen; no obstante, también hayramos para obsequios. Los floristas ha-cen arreglos que llegan a semejaruna suerte de ikebanas cubanizadospopularmente, pero no es necesarioque sean las mismas personas losvendedores; tales arreglos incluyenhojas de malanga para decorar losramos y los jarrones, pintadas derojo, de azul o de dorado tambiénsegún el santo y las flores, por noremontarnos a aquel globo amarilloen forma de corazón con que habíanhecho cierto arreglo.

La planta alta y la zona en que se ven-den animales vivos, tienen una sola vía deacceso, lo cual ofrece cierta ventaja a losvendedores de las tarimas ubicadas allí, puestienen mayores posibilidades de atraer clien-tes; sin embargo, no se puede obviar el pa-pel que también desempeñan los precios,la propaganda (verbal, gráfica o ambas a lavez), la presentación y la calidad del pro-ducto y las relaciones con los clientes. Lomismo sucede en la planta baja, pues cuen-ta con dos entradas y ambas conducen alos pasillos, de forma tal que los comprado-res siempre se encuentran rodeados por va-rias tarimas. Esto pudiera servir como justi-ficación a una competencia casi nula quese establece en el Mercado, pero otros fac-tores deben tomarse en cuenta también.20

VASIJAS DE USO RELIGIOSO.FOTO: DANIEL ÁLVAREZ DURÁN

20 Algunas tarimas estatales, lejos de disfrutar de una situación privilegiada, están de espaldas a la entrada, y otrasal final del agromercado, en un lateral. La plaza está dividida por sectores y cada uno de éstos por tarimas(algunas con un vendedor o vendedora, otras con dos); la parte de venta estatal está delimitada espacialmentede la particular, la que a diario comprueba antes el precio establecido para fijar el propio algunos centavos o, a losumo, un peso de menos, lo que explica que apenas haya diferencias en los precios; a menudo no la hay. Dehaberla, también hay diferencia de calidad. Existen muchas menos tarimas estatales que particulares; estasúltimas se preocupan mucho más tanto por la organización en su tarima y la calidad de los productos, como porla estética al exponerlos al usuario. Así, por ejemplo, hay muestras de yuca hervida en platicos para dar fe de sucalidad. Los precios y la cantidad de los productos, sin embargo, no presentan grandes diferencias. Algunos

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INTERIOR DEL MERCADO. FOTO: LÁZARO PRADA

EL LUGAR EN QUE SECONSIGUE LO QUE HAGAFALTA21

El Mercado de Cuatro Caminos salta depronto a todo paseante que se acerca desdecualesquiera de los puntos de la urbe capi-talina, pero con diferentes significados paraquienes transitan por ahí. A pesar de que laurbe ha crecido poblacional y físicamente, yque dentro de ésta ha aumentado el núme-ro de mercados agropecuarios y los puntosde venta de estos productos, este Mercadosigue siendo actualmente una plaza de vitalimportancia para todo consumidor (de he-cho cada habanero), para todo vendedor y

su intrínseca compe-tencia, para más ymejores ofertas y,por ende, más y me-jores ventas.

La competenciaentre los vendedo-res particulares yestatales no se basaprincipalmente enlos precios, sino enque los primeros,para no perder ven-tas y el dinero in-vertido, quedano b l i g a d o s aofrecer al públicoproductos de lamejor calidad posi-ble, con criterios de

presentación relativamente exigentes—las tarimas se encuentran perfecta-mente organizadas; en el caso de los gra-nos, pesados y envasados—, de formaque no sólo dan una buena imagen, sinoque también facilitan y ofrecen mayoresposibilidades a los compradores, al notener que necesitar de jabas u otro re-cipiente para su compra. Además, losproductos se distribuyen de forma muyorganizada y sin mezclarse, si conside-ramos el poco espacio con que cuentanlos vendedores para colocar sus produc-tos. En cuanto a los precios, la diferenciaes de unos pocos centavos: según los veci-nos, “es muy desagradable lo de los pre-cios, porque si usted va a la tarima del

particulares propagandizan sus productos, otros no. Incluso una tarima estatal también da a probar el sofrito quevende en latas de cien pesos cada una, con lo que asume el patrón de venta del producto industrial igual que elde los productos artesanales. (Fragmento del diario de campo.)

21 Es así cómo permanece este Mercado en el imaginario popular, según encuesta aplicada a compradores,vendedores y vecinos del lugar.

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Estado se da cuenta de que los preciosson iguales; entonces de nada sirve. Cuan-do hay una inspección —que no sé cómose enteran—, los precios rápidamente ba-jan; cuando no hay, eso es desastroso...”;22

“...en todas las tarimas los precios estániguales, entonces en el Estado la diferen-cia es mínima... ¡Parece como si lo hicie-ran a propósito!”.

En contraste, los vendedores estatalesreciben la tarima a las ocho de la mañanacon todos los productos y sus correspon-dientes precios ya establecidos; ganan unsalario fijo de cuarenta y cinco pesos se-manales y no cuentan con un plan deestimulación que sea proporcional a lamagnitud de las ventas. Estas condicio-nes de trabajo indiscutiblemente dismi-nuyen, si no eliminan, el interés de estostrabajadores por vender.

Las relaciones que se establecen entrelos vendedores oficiales (tanto estatalescomo particulares) y los ilegales son vistaspor los primeros desde diferentes perspecti-vas: para unos, “hay ilegales porque todo elmundo tiene que vivir...”; para otros, “losilegales te tronchan el negocio; la policía esla que tiene que controlar a esa gente”. Lapercepción de la ilegalidad que tienen losvendedores oficiales, es casi siempre la deun fenómeno ajeno, inevitable y que mu-chas veces complementa sus acciones. Sinembargo, muy distinta es la visión que tie-ne la población que vive en los alrededo-res del Mercado y mantiene vínculos es-trechos con éste, pues a menudo lograresolver con los ilegales lo que no puedecon los particulares, incluso con un mejortrato.

La calidad de las relaciones entre losvendedores y los clientes es, por tanto, otracuestión a considerar en la competencia.Muchos de los que trabajan en el Mercado,viven cerca de éste o llevan más de cincoaños trabajando allí, por lo que se han crea-do una clientela fija que llega directamen-te a sus tarimas. Un papel importante des-cansa en el prestigio que los vendedorestienen entre los clientes: “Aquellos que ten-gan fama de no robar en el peso, tendránmás compradores.”

“Dime, ¿qué quieres?”, interrumpe unvendedor nuestras reflexiones, y aprovecha-mos para comprarle algo de almuerzo, queya a esta hora se impone para culminartan provechosa e interesante jornada. Em-pero, estas interpelaciones directas a los po-sibles consumidores son parte de una pro-paganda que, aun cuando no es lo másimportante, como reconocen los propiosvendedores, no dejan de ser otro de los fac-tores que puede influir en el aumento dela venta. El clásico pregón está en desusoen el Mercado de Cuatro Caminos; el anun-cio de la mercancía se limita a las tablillascon los precios.

“Dime, ¿qué buscas?” Sí, ya sabemos quetambién estos vendedores permanecenatentos a cualquier potencial cliente quese acerque con el objetivo de atraerlo a supuesto; puedo leer en ellos: “Tengo que es-forzarme para que los compradores comprenen mi tarima, ¡tengo que halar a la gente!”

“No, gracias”, contesto ante la cajita dealmuerzo que está tratando de venderme;al intentar continuar mi paso entre la mul-titud, tropiezo forzosamente: “Disculpe...permiso, por favor” y reparo en que me mi-

22De donde se deduce que las inspecciones no son tan sorpresivas como se supone que debieran ser, ni tanefectivas tampoco, por lo que son casi una mera formalidad rutinaria para cumplir al menos con la apariencia deciertos cánones sociales.

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ran extrañados, hasta desconfiados, comosi fuera un extranjero o un “tipo raro”.

EL REY DEL MAMEY

¡Ese audio...! Ya casi me olvido, pero elmismo altoparlante no me iba a dejar pa-

VENTA DE AVES PARA USO RELIGIOSO. FOTO: DANIEL ÁLVAREZ DURÁN.

sarlo por alto... Leía las propagandas grá-ficas de algunas casillas (“naranjas biendulces”,...) y cuando leo al lado “El Reydel Mamey”, el mismo que desde la ca-bina de audio, con que también cuentael Mercado, divulga los precios y la lo-calización de los productos, con el finde llamar la atención de los usuarios.23

23 Como en las plazas referidas por Barbero (1981), aquí la comunicación no es tan “racional” y el espacio sonoroes igualmente disfuncional, sin la “positiva emisión” que refiere el colombiano, excepto cuando venden suspropias mercancías (no las del Estado, que son casi todos) y sobre todo en los vendedores clandestinos,temerosos por la hostilidad oficial pero constantes y relativamente variados; sin embargo, la “plaza” sale alencuentro en la calle del entorno, sobre todo con el comercio clandestino. Tanto el altoparlante como la músicaapenas se pueden entender, totalmente impersonales, además de que la bulla de las gentes del Mercado los haceinadvertibles. La encargada del audio pasa por las mañanas y el que quiera se anota para darle propaganda,aunque ella debe dar más propaganda a los productos del Estado. Mediante el altavoz también se advierten lostipos de infracciones que podían cometer los vendedores, que deben evitar ser requeridos, según afirmaba laAdministración. Algunas veces se cubren entre sí, para tratar de esconder los productos ilegales en el audio.

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Este servicio, aunque no es consideradode importancia por los vendedores, lo pagala mayoría, porque sirve de orientación,puesto que el espacio es bastante amplioy la aglomeración de las casillas tiende aconfundir a los compradores no asiduos.Además, existen otras personas que se en-cargan de preguntar a los clientes qué de-sean y les brindan información.24

Por las pocas tarimas en el área de ventade animales vivos, la divulgación del produc-to por parte de los vendedores formales no exis-te, aunque se realiza por vendedores “infor-males” reunidos en los portales exteriores quebuscan a los posibles compradores para con-ducirlos a los vendedores oficiales, con quie-nes están de acuerdo y encarecen los produc-tos. Éstos han sido bautizados por los vendedoresoficiales con el nombre de “jineteros”,25 entrequienes se desarrolla una fuerte rivalidad com-petitiva que se extiende hasta los vendedoresformales, lo que adquiere mayor connotaciónsi nos percatamos de que éste es uno de los dosúnicos mercados en la Ciudad de La Habanacon espacio destinado a la venta de animalesvivos, con especial clientela para los sacrificiosy las festividades religiosas sincréticas, y de queesta venta es realizada exclusivamente por par-ticulares.

Los dueños de las tarimas compran la mer-cancía que los particulares venden en las áreasdel Mercado directamente a los camiones quellegan de madrugada a la cercana Tallapiedra,procedentes sobre todo de la provincia de La

Habana, pero no exclusivamente. Según el en-cargado de los parqueos de la calle Arroyo, “latraen de toda Cuba. Aunque sean tres cajo-nes de frutas, los traen para acá, porque aquíes donde más caro se venden y les sacan másdinero”. Los productos los guardan en alma-cenes que son alquilados al Mercado. Los pre-cios de las mercancías se establecen, finalmen-te, en dependencia del costo de la compraque hicieron al camionero, del alquiler de latarima y del transporte, de la oferta que existaen el mercado y de la época del año en que secosechan determinados productos, entre otrosfactores. Cada mañana los vendedores de cadapuesto deben declarar la cantidad y el tipo demercancía que van a vender durante el día ylos precios de cada una. En el transcurso de lajornada, estos precios pueden disminuir, perono deben aumentar.

Por su parte, el Estado compra los pro-ductos que venderán los estatales, y lospone en las tarimas con precios y todo;ellos sólo se dedican a vender los pro-ductos. En realidad, la diferencia de pre-cios entre las tarimas particulares y lasestatales es muy poca, a veces de centa-vos; muchos compradores se refieren a ladiferencia de calidad en beneficio de losparticulares, por lo que la competen-cia prácticamente se anula.26 En elcaso de los cárnicos, la diferencia deprecio es mayor, pero varias personasrefieren que la carne de los estatalesno es fresca, lo que se evidencia a sim-

24 Tal vez en coordinación con tarimas específicas, aunque tampoco todos los vendedores particulares tratan dellamar la atención de los compradores; los estatales, mucho más pasivos en esto, esperan que el cliente sea quiense dirija a ellos. Hay también un mural con los deberes y derechos de los clientes, y cada producto tiene suprecio bien identificado en carteles. Un puesto (o tarima) ha hecho su propio intento de propagandizar susproductos con carteles, dibujos y frases que aluden a su buena calidad. (Fragmento del diario de campo.)

25 Su actividad principal es, en ocasiones de acuerdo con algunos vendedores formales, llevarles compradoresa éstos, quienes elevan los precios de los productos.

26 Según una vendedora ilegal, con un mal concepto del área estatal, explica que “al fin de cuenta, los veintecentavos que te ahorras te los cobran en calidad”.

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ple vista.27 En ese momento llegó al la-teral del Mercado un auto con remolquey cabezas de puerco, producto que en sutotalidad proponen por trescientos pesos a

los dos vendedores de carne que se le acer-can. De toda esta escena tampoco es posi-ble obviar a otros vendedores estatales,28 nia los particulares,29 ni a los clientes.30

27 Tanto la pierna como el lomo de carnero cuestan 20 pesos cubanos cada libra, la paleta 19 y la costilla 16, mientrasque si es de cerdo, las dos primeras son 21 pesos cada libra, 20 la paleta y 18 la costilla, además de 15 pesosla manteca de puerco. También venden vísceras y jamón de puerco. En realidad, la única tarima donde se vendecarne no tiene mucha afluencia de público; es puerco lo que más vende y en pequeñas cantidades, aunque el estadode esta carne es bueno y está bastante fresca, y se expone de distintas maneras con muy buena presentación. A menudoalgunas personas venden merienda aquí, y un hombre negro vende aceite de oliva. Al conversar con este vendedor decarne (blanco, de unos 40 años, con duodécimo grado, vive en La Lisa y trabaja como custodio, dice que noprofesa ninguna religión, milita en el Partido y está sindicalizado), expresa que comenzó a trabajar aquí comocuentapropista y pasó luego a trabajador estatal, que vende porque le gusta trabajar aquí, vende carne (traída por elEstado, que define los precios más baratos que los particulares, por lo que él no ve competencia, cada cual compralo que quiere, sólo que compran aquí por estar más barato, y únicamente al acabarse el puerco “suben” a dondeestán los particulares), porque es el producto que le asignaron. Todos los días tiene que pagar un impuesto, aunquesábados y domingos son los mejores días de venta. Es el único de su familia que se dedica a vender enagromercados, y ningún familiar le ayuda; dice que le alcanza bien para vivir y que dentro del Mercado no hayilegales ni se ven policías ni inspectores, pero los ilegales tronchan el negocio y la policía debe controlarlos:reconoce buena relación con las instituciones: “Ahora, si cometes un delito, te sacan.” Aclara que aquí trabaja conuna mujer, porque ella despacha la carne de cerdo y él el carnero. Sin embargo, esto puede cambiar, pues al otro díahallamos nuevos dependientes; al subir te llaman todos como si compitieran, competencia en la que parecen ganarlas tarimas ubicadas al terminar la escalera, que, por su posición, son las que más venden, aunque todas cuidan laestética al acomodar la carne.

28 A estos vendedores, relativamente jóvenes, otro joven, cuyo trabajo en la misma tarima no parece ser la venta, lestrae el desayuno y la merienda (agua o refresco). En general, el vestuario que usan es sencillo y a veces descuidadoy hasta roto: las muchachas visten de “bata” blanca y short, el muchacho con pantalón carmelita y camisón verdede hospital. Ni siquiera las muchachas muestran uñas largas y pintadas, pues su trabajo lo dificulta; sólo usan unpañuelo en la cabeza. A primera hora de la mañana, estas vendedoras se comunicaban entre sí (y también con loscompradores) de forma menos afable, quizás por la hora. No obstante, la mayoría son particulares: 44 mujeresy 47 hombres, mientras que entre los estatales, solamente se cuentan 5 mujeres y 10 hombres. Hay otrosproductos igualmente muy bien presentados, envueltos en bolsas de nylon: ají, ajo, frijoles… (Fragmento del diario decampo.)

29 Entre los que venden viandas, uno de ellos tiene duodécimo grado, labora en la construcción y comenzó a trabajaraquí por el padre. Según él, todos los agromercados son iguales, sólo que éste tiene más amplitud, pero de prontoreconoce que es el más barato y la venta es alta. Es el único mercado en que ha trabajado. Se lleva bien con ladirección del Mercado y “normal” con los estatales, sin problemas con la policía, pues el operativo es sólo para losilegales, por los que no se preocupa pues nunca ha vendido nada ilegal. Si le hace falta algo de ellos, se lo comprasin más vínculos. No hay competencia ni hace propaganda a sus productos: la calidad la buscan todos. Los precios“se cuadran” según el impuesto y el alquiler del carro, que es del almacén del Mercado. No vende productosespecíficos para religiosos. Otro viandero particular con más de 55 años, negro y segundo grado de escolaridad,vive en La Habana Vieja y era marinero antes de trabajar en el Mercado, donde vende porque es jubilado y no lealcanza la pensión para vivir. La tarima es particular pero él trabaja para el dueño de la misma: no es el dueño, perono estima que les haga falta institucionalizarse. El dueño le pone precios a los productos y decide qué se vaa vender; él sólo lo vende sin más organización, y nadie le ayuda en el negocio. Para él no hay épocas favorables: sitienes un buen producto, te compran y ya. Es militante del Partido y no profesa ninguna religión, mantiene buenasrelaciones con la policía, con la dirección del Mercado y con todos, aunque no establece relación con ninguna otratarima; reconoce que los que controlan el mercado son los inspectores y no la policía; si hay ilegales, es (en suopinión) “porque todo el mundo tiene que vivir”. (Fragmento del diario de campo.)

30 La mayoría de los compradores son personas mayores con predominio masculino, sin diferencias ostensibles encuanto al color de la piel (aunque de pronto hay mayoría de negros) ni a la edad, pero frecuentan sobre todo los

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“ESTO PARA MÍ NO ESPROBLEMA, ¡ALLÁ LOSILEGALES!” 31

La presencia de la policía es casi habitualen el Mercado, aunque más bien fuera delMercado, pues por dentro apenas se ob-servan; pero el uniforme azul es muy co-mún entre las personas que continuamentecirculan por Cuatro Caminos. El jefe deSector es una figura significativa32 en lazona que atiende, pero algo ocurre… Depronto, cambia toda la dinámica del Mer-cado. No se veían inspectores, pero ahoraaparecen… ¿Dónde están los vendedoresde productos no autorizados? Muchas deaquellas personas “sin actividad definida”en apariencia, desaparecen o asumen posi-ciones de liderazgo frente a los represen-tantes de las instituciones. Decenas decuriosos se detienen a comentar todo lo queocurre, dentro y fuera de la instalación...

Han transcurrido veinticinco o trein-ta minutos desde que tuvo lugar el opera-tivo, uno de los que la policía realiza re-gularmente en conjunto con la BrigadaEspecial, sobre todo en los meses de no-viembre, diciembre, julio y agosto, tal vezno por casualidad los meses de más ven-tas. El operativo es el centro de todo elMercado, en el que se revelan las singu-lares conexiones que subyacen entre to-dos sus asiduos.

de más de 35 años. Visten relativamente sencillo (apenas hay colores llamativos) con ropas de trabajo o “deestar haciendo mandados”; los compradores son muy diversos en sus actividades, sin relación notable entrereligiosos y el Mercado, también en dependencia del día (de significación religiosa o no) y del área. (Fragmentodel diario de campo.)

31 Expresión en entrevista realizada a vendedor de viandas. Resume aspectos esenciales de la vida interna del Mercadode Cuatro Caminos y demuestra que, para algunos vendedores, los operativos policiales carecen de importancia.

32 Según observaciones realizadas y criterios escuchados de vecinos y trabajadores de establecimientos que seencuentran en la jurisdicción de este sector, este personaje es respetado por todos. Durante un día de observación,presenciamos la siguiente escena: “Corre que el jefe de sector se metió en tu almacén.” “ ¡Ay, mi madre!”

“Dentro del Mercado se habían agru-pado policías y otros individuos vestidos decivil que parecían tener alguna responsa-bilidad, y al verificar en ese momento secorrió la bola de que la policía había dichoque los vendedores que no tuvieran resi-dencia legal no podían vender ahí. ‘Se vaa quedar el agro vacío’, dice una mujer. Lagente se saludaba con frases como ‘te vana coger’ o ‘a llevar’. Hay constante comen-tario de lo que está sucediendo; entre ellosmismos se avisan. Un capitán (semeja serel jefe del operativo) en la parte de atrásdel Mercado habla con una vestida de ci-vil que tiene una tablilla; luego entra y sacaa dos mujeres, una con vestido llamativo yotra que antes estaba parada en una tari-ma, en la salida lateral izquierda. Llega uncamión de la Brigada Especial que quedaen la calle lateral izquierda, con algunosvestidos de civil y otros de policía (los je-fes), y ya no se ve ningún vendedor ilegal,aunque en apariencia continúa la rutina.Sin embargo, todos siguen pendientes delo que sucede, y el comentario se mantie-ne. Se llevaron a una de las vendedorasestatales y a la de la pesa; varias personasson conducidas al Sector de la Policía. Eloperativo se va con el camión lleno; variosproductos han sido decomisados. Se cono-cen los que están ahí, y a los que han sidodetenidos: ha sido un acontecimiento delque todos han estado a la expectativa. Se

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percibe un conocimiento entre los policíasy los vendedores. Un parqueador recuerdaun operativo: llegó el camión a las diez dela mañana; era diciembre, mes malo paralos ilegales, pues se hacen muchos ope-rativos. Por la parte de atrás una banda ro-baba en los carros, y tal vez ésa haya sido larazón de aquel operativo. Durante losoperativos, el Mercado no presenta tantomovimiento como otros días por las maña-nas: hay días que, al llegar a la esquina delagromercado, hay un camión de la policía concerca de seis agentes que sobre la l:30 P.M. yase han ido; mientras tanto, hay varias personasen la entrada del Mercado que no parecenvender nada, y sólo después es que apare-cen los vendedores de refrescos y de jabas.”(Fragmento del diario de campo.)

Cuando termina el operativo, la vueltaa la normalidad se produce de la forma másnatural posible; diez minutos más tarde noparece haber ocurrido nada que rompieracon la rutina de la plaza. A un costado,cruzando la calle se encuentra el Sectorde la zona, por lo que en el área del Mer-cado y en su interior casi siempre hay másde un policía, pero esta presencia no de-tiene a los ilegales, pues cuando hay unode estos operativos, rápidamente todos des-aparecen.

“¡PLÁTANO INDIO, ESPECIALPARA SHANGÓ!”

El Mercado Único propicia la actividadreligiosa:

El que necesita una fruta la encuentraaquí, sobre todo los religiosos. Es que

aquí hay frutas que difícilmente se en-cuentren en otros mercados, como porejemplo el canistel. Ese mismo plátanoindio que acaban de anunciar en esatarima, con un cartel que así mismo lorefiere, me hace pensar a cuánto esta-mos, cuánto falta para el 4 de diciem-bre. Porque cuando tanto énfasis sehace en alguno de estos productos, yhasta se puntualiza su función religio-sa, debemos estar próximos a algunafecha de la Santa Bárbara. Es una es-pecificidad, entre otras, de las que sepiden en los rituales religiosos y queaquí encuentran, de diversas religio-nes, santería o espiritismo… Hay quie-nes incluso la religión no les permiteentrar aquí.33

El área dentro del Mercado que másrelación guarda con esta manifestación,es la dedicada a la venta de animales vi-vos, de la que los creyentes de las religio-nes de origen africano son sus principalesclientes. Muchos compradores llegan conlistas de animales y piden consejo a losvendedores sobre qué animal o color deanimal es el más indicado para algún tra-bajo religioso en específico. Gran parte deestos vendedores asumen esta venta comoparte de sus propias creencias personales,que a veces son familiares también; así seconforma un negocio familiar que incluyeel trabajo y la dedicación que requierenlos animales. A pesar de esto, la mayorparte de los vendedores no relacionan elMercado con manifestaciones religiosas.

El Mercado de Cuatro Caminos se en-cuentra en una zona reconocida por su altaactividad relacionada con la religión, y esta

33 Esto se debe justo a que son “cuatro caminos”, y es en los cuatro caminos (cuatro calles, cuatro esquinas,...)donde se hacen las “limpiezas” religiosas, por donde no se debe pasar para no recoger nada de lo malo que allídejan los demás. Entrevista realizada a informantes claves: un babalawo, un santero, una espiritista.

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TRANSPORTE PARA MERCANCIA. FOTO: LÁZARO PRADA

área dedicada a la venta de ani-males vivos lo evidencia, sobre todopara las religiones de origen afri-cano, como su principal mercadoy su razón de ser. Los principalesanimales que aquí se venden songallinas, gallos, palomas, guineos,carneros y chivos. Todos los ven-dedores de esta zona son particu-lares, aunque en algunas ocasionesse puede apreciar alguna que otratarima estatal que vende huevos degallina o de codorniz.34

No obstante ser ésta lazona del mercado relaciona-da directamente con las ma-nifestaciones religiosas, lalocal ización del Mercadocondiciona que las otrasáreas de ventas también sean visita-das diariamente, en calidad de com-pradores, por diferentes personas conatributos religiosos (collares y pul-sos), iyawo35 y otros, y no es de ex-trañar que también algunos vende-dores lleven estos atributos.

Hay varios iyawo, mujeres y hom-bres; las mujeres están acompañadaspor otras. Sucede que parte del ri-tual de iniciación exige, al séptimodía del trono, que la última cere-monia y primera salida a la calle seajustamente darle la vuelta al Mer-cado de Cuatro Caminos, para que

no le falte la comida ni nada de lagran variedad de productos que ven-den en dicho Mercado. Deberánademás dejar allí tres paqueticos(maíz tostado, pescado ahumado yjutía ahumada). Esta tradición es tan an-tigua como el propio Mercado de CuatroCaminos, el cual siempre fue el elegido des-de entonces por ser el más importante, elmás grande de todos. No obstante, con lasdificultades del transporte, hay algunos deloeste de la ciudad que van a la Plaza deMarianao, pero el Mercado de Cuatro Ca-minos sigue siendo el preferido paraesto. Queda además la tradición de

34 El fin de estas aves es religioso, lo que se verifica por las especies y el color con que se venden; la mayoría estáen jaulas, aunque hay otras amarradas encima de éstas. A la entrada hay personas que preguntan por el animalque quieren. Los animales de cuatro patas (chivos) no están amarrados sino en jaulas, y llega a sentirse el malolor en todo el local (quizás sin la limpieza necesaria para esta actividad); escasea la clientela. Sin embargo, no esposible absolutizar el fin religioso de los animales: en el portal un vendedor muestra pájaros enjaulados comomascotas, tal vez de alguna asociación; refiere vender asimismo cotorras pichonas. En el mismo portal,un hombre vende artículos religiosos de cerámica (soperas y otros) junto a macetas para plantas ornamentales.

35 Iniciados en la santería durante los siete primeros días. El vestuario utilizado es blanco.

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tener que robar frutas que luego depo-sitarán a sus santos, tal vez por el ries-go y presunto sacrificio que corrían losantiguos creyentes sin dinero, aunqueen la actualidad resulta normal que lamadrina venga detrás pagándolas. Lapróxima salida que realizan, será a unaiglesia católica.

Sin embargo, la venta de artículos reli-giosos36 rebasa las fronteras de la plaza. Enlas inmediaciones del Mercado existentiendas y servicios de todo tipo (incluso seha llegado a conocer tradicionalmentecomo “calle de los plomeros”). En el cami-no a Atarés, los viejitos jubilados y otros“informales” se sientan a vender café ca-liente, cigarrillos, periódicos, pizzas, ve-las…, aunque se destacan en especial lastiendas que satisfacen necesidades religio-sas al ofrecer productos que no se vendenen la plaza: en la calle Arroyo está la tien-da más reconocida por los practicantes dela santería por los productos que ofrece.37

A diferencia de las otras, en ella existeuna organización diferente: los produc-tos se encuentran distribuidos pororden: aquí están los collares y pulsos;allá los libros; allí los palos y yerbas; másallá las imágenes; el aguardiente en elportal... Además, sus empleados cono-cen sobre la religión y en ocasionesaconsejan qué producto comprar.

A pesar de ser la más famosa, éstano es la única tienda que se dedica ala oferta de estos productos: a lo largode la avenida de México existen asi-mismo varias casas que venden no sóloyerbas y collares, sino que también co-

mercializan cazuelas, imágenes, estam-pillas católicas, oraciones, entre otrosartículos. En estas tiendas el propiodueño se dedica a la venta y, por logeneral, es practicante de la religión.Los dueños de estos lugares ale-gan que venden a l l í , po rque esdonde v iven y no por encontrar-se en l a s ce r can ías de l Merca -do , pe ro l a p rop ia d inámica deéste favorece el surgimiento y eldesar ro l l o de lugares a f ines ensus inmediac iones. Grac ias a suubicación, estos sit ios han toma-do impor tanc ia dent ro de l ima-ginar io popular, y e l Mercado deCua t ro Caminos dev iene pun tode re fe renc i a pa ra su l oca l i za -c ión .

Pudiéramos deducir que la proli-feración de estos puntos de venta sedebe, entre otros factores, al aumen-to de las necesidades religiosas en lasituación social que ha vivido el paísentre finales del siglo pasado y prin-cipios de éste, cuando además se to-lera mejor su imagen pública, camporeligioso cada vez más reconocido.Esto ha traído aparejado el crecientefenómeno de la mercantilización dela religión, que no es “bien visto” poralgunos practicantes (Ávila, Figueroay Mederos, s. f.). Cuatro Caminosdeviene entonces una plaza de granimportancia no sólo económica y co-mercial, sino que contribuye al man-tenimiento y enriquecimiento de unacultura popular, de una tradición.

36 Según las observaciones realizadas dentro y fuera del Mercado, las religiones que predominan en los puntosde venta son las de raíces africanas (regla de ocha, regla de palo monte, entre otras).

37 Entre las personas que practican este tipo de religión, Cuatro Caminos (específicamente esta tienda) es un puntode referencia, porque “cualquier cosa que tú necesites, lo que sea, ahí lo vas a encontrar”.

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“LO QUE NECESITES, HASTACAJA ‘E MUERTO”38

De aquí deriva otro camino a tomar: elMercado no tiene sus límites en la manza-na en la que se circunscribe, sino que seexpande más allá, si no física, al menos sim-bólicamente, en una peculiar relación yareferida “centro-periferia”. Cuando se ha-bla de Cuatro Caminos, no se piensa en unlugar en el que sólo se compran productosdel agro y flores; quizás por esta razón con-fluyen en él consumidores (asiduos u oca-sionales), vendedores (particulares y esta-tales), creyentes de diferentes religiones y“buzos”,39 que tienen como denominadorcomún la búsqueda de la satisfacción desus necesidades en Cuatro Caminos.

Tal vez la primera expansión del Mer-cado hacia el resto de su entorno comu-nitario sean sus portales, cuyo espacio esutilizado por diferentes grupos de perso-nas que asisten allí no sólo a comprar sinotambién a hacer estancia: personajes quevisten bien y muchos de ellos tienen ca-denas y dientes de oro, se aglomeran enlas entradas del Mercado y, aunque noevidencian relación alguna con la ventade ningún producto en específico, perma-necen diariamente en este lugar, lo quehace inferir algún tipo de relación con elestablecimiento.

Vender o comprar en la plaza es másque una operación comercial, es un espa-cio de encuentro, de comunicación. Elpuesto dentro de la plaza es memoria deesa “otra economía”, porque comprar allíexige interactuar con las personas, dejar-

se interpelar, gritar para ser entendido. “Elvendedor y el comprador están expuestosel uno al otro y a todos los demás. Y enesa forma la comunicación no ha podidoser reducida a mera, anónima, unidirec-cional transmisión de información” (Bar-bero, 1981: 283).

En el Mercado de Cuatro Caminos seproduce y reproduce su identidad, tal ycomo hoy la hemos vivido. Se reproduce,porque las actividades que en éste se reali-zan y fomentan han sido heredadas a lo largodel tiempo a través de generaciones; y seproduce, porque en este espacio nuevasprácticas y nuevas ideas se mezclan con elimaginario popular. En el Mercado no sólose venden productos, sino que se crea unaforma específica y novedosa de expresarse,de pensar, de interactuar entre los sujetos.La plaza es “para las masas populares unespacio fundamental de actividad, de pro-ducción de discurso propio, de prácticasen el que estalla un cierto imaginario —elmercantil—, y la memoria popular se hacesujeto constituido desde otro imaginario yotra lengua” (ibíd.: 280).

¿Por qué está tan oscuro?, ¿qué horaes?, ¿por qué están recogiendo? ¡Caram-ba, es cierto...! ¡Qué manera de irse eltiempo entre las manos! Ciertamente, lasventas concluyen entre las seis y las sietede la tarde... Comienzan a recoger sus per-tenencias, y las huellas acumuladas unasobre otra del paso de varios cientos, talvez miles de personas durante cada jorna-da, retendrán aquí a vendedores, auxilia-res de limpieza y la propia Administraciónhasta altas horas de la noche.

38 Expresión en el imaginario popular, según encuesta realizada a compradores y vecinos del Mercado.39 Entre las nueve y las diez de la mañana, estos “buzos” (indigentes que se identifican por registrar o “bucear”

dentro de los latones y tanques de basura y otros desechos) se encuentran en la calle Matadero, luego se vanpor la calle Omoa, cerca del anuncio “Barvero El Chino” (sic), donde, en una olla tiznada y con leña, cocinan sualmuerzo.

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Aun después se mantiene la guardia,pero ni siquiera duermen los indigentesdel día. Quizás algún paseante por losamplios portales, potenciales pasajeros delas guaguas que por allí transitan y pa-ran...; quién sabe qué personales razones(o también, la sinrazón) atraen hasta acáa una que otra alma. Y vuelven los con-

40 “Los no lugares son tanto las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas,empalmes de rutas, aeropuertos) como los propios medios de transporte o los grandes centros comerciales, o también loscampos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta” (p. 41).“Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni comoespacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar. La hipótesis aquí defendida es que lasobremodernidad es productora de no lugares, es decir, de espacios que no son en sí lugares antropológicos y que,contrariamente a la modernidad baudeleriana, no integran los lugares antiguos: éstos, catalogados, clasificados ypromovidos a la categoría de ‘lugares de memoria’, ocupan allí un lugar circunscripto y específico” (p. 83).

C

trastes a matizar esta plaza que ahora, lue-go del bullicio atolondrante y dispar del día,con acentuada aunque disímil intención nosrecuerde aquellos que por antítesis se es-tán reconociendo como “no lugares” (Augé,2000).40 Puede que se modifique su ritmo, peroel Mercado de Cuatro Caminos nunca duer-me, nunca.

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La cocina cubana es una de las grandescocinas mestizas de América, pero tam-bién un tesoro de nuestra cultura aún porexplotar como producto turístico, desdeel inicio de nuestro turismo a mediadosdel siglo XIX, y es también un tema por es-tudiar rigurosamente en su devenir atípi-co en el Caribe.

Como toda cocina nacional, es folklo-re y es ciencia, comercio y cultura; es ins-tinto, suma de muchas cosas, pero sobretodo es parte inalienable y sustantiva denuestra identidad cultural.

COCINA: NATURALEZA,ECONOMÍA Y SOCIEDAD

Un alimento, como lo ofrece la naturale-za, es parte de una cadena alimentaria,pero cuando ese alimento es después co-

MARTA VESA FIGUERAS

Socióloga yfo lk lor ista.

MARTA VESA FIGUERAS

Para Miguel Barnet, a quien admiroy agradezco tantas cosas.

Tu vieja profesora, Marta.

*

*Leído en el II Congreso Internacional “Patrimoniocultural, contexto y conservación”, celebrado en LaHabana del 11 al 15 de abril de 1994.

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cinado ya es cultura, y el último benefi-ciario de la cadena es el hombre, el únicoanimal en este planeta que cocina partede sus alimentos.

Un patrón alimentario o una cocinanacional representan el vínculo esencialentre la naturaleza y ese invento humanoque es la sociedad.

El alimento es lo que integra definiti-vamente el grupo humano a un hábitatdado. Esto explica por qué ninguna otraexpresión del patrimonio cultural de lahumanidad tiene más evidentes nexos di-rectos con la economía de las naciones, eldesarrollo de las sociedades y la salud delos pueblos.

Un patrón alimentario y/o una cocinanacional son la base material de toda cul-tura, el rasgo diferencial en cualquier con-junto de naciones vecinas y, al mismo tiem-po, su primer vaso comunicante.

En los estados modernos no hay organis-mos en particular que se ocupen de lo culina-rio como expresión de cultura (excepto Fran-cia), pero es evidente que sólo resultaexplotado todo lo referente a la cocina porla gastronomía comercial, lo que solapasu amplia función social.

COCINA, BURGUESÍAY REBELIÓN

Una cocina nacional, superada la etapabiológica, tiene que ir adoptando roles adi-cionales, es decir, cumplir también otrasfunciones según se complejiza su comuni-dad dada.

Dentro de los “pueblos nuevos”,tipificados por Darcy Ribeiro, el cubanoes uno de ellos y fue formado por dos etniasimportadas: la española y la africana. Elcontacto con los aborígenes fue breve, pero

aquellos arawacos tenían resueltas las fór-mulas ecológicas para la supervivencia enlos trópicos.

Sobre el modesto aporte indígena co-menzó a desarrollarse el actual patrónalimentario cubano y, además, una culina-ria más compleja. Lograr una cocina ya di-ferenciada o no española y un patrónecológico, nos llevó 356 años, los que co-rren desde 1512 en que llega Velázquezhasta el 10 de octubre de 1868, en que nacenuestra nación completa: ni coja ni man-ca, pues tenía desde el casabe hasta elhimno.

El mestizaje en la Isla comenzó por lacuchara, y para 1790 había cuajado unatípica cultura criolla cuya cocina no espa-ñola o cocina “de la tierra” representabala libertad del diente para los blancos sub-versivos del país. En Cuba, la alta burgue-sía comía cocina criolla en sus casas, siem-pre que no hubiera visitas.

Las cocinas nacionales en América, engeneral, formaron parte decisiva del con-junto de expresiones culturales que mar-caron el inicio de la separación ideológicade los blancos nativos y europeos: entrecriollos y españoles.

Y llegó la hora de ir a la guerra contraEspaña. Los jefes provenían de la burguesía,pero tanto ellos como sus esclavos y el restode los mestizos del pueblo pudieron afrontarlas vicisitudes de la guerra por su completaintegración al hábitat, y su valioso patrónalimentario que, por ejemplo, no necesitabatrigo, aceite de oliva ni vino de uva.

Había nacido un ente étnico nuevo, consu dieta ecológica. Ahora aquella cocinacriolla de la protesta cotidiana era la basede su rebelión, la cocina de la resistencia.

En el libro La tierra del mambí de JamesO’Kelly está la descripción de su almuer-zo con el presidente Céspedes, y es algo

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tan memorable que debía figurar a la en-trada de cualquier museo gastronómicoen Cuba, allí donde se hiciera justicia his-tórica a esa hazaña colectiva de nuestropueblo que es su cocina nacional popular,parte entrañable de nuestra identidadcomo pueblo.

Al terminar la Guerra de los Diez Años,tenemos entonces tres cocinas: la española,la criolla y la mambisa. Debemos esperara la Guerra de Independencia, y a otra gue-rra particular puramente culinaria, para po-der llamar Cocina Cubana a una resultantegastronómica que nos hace definitivamen-te autóctonos de la cocina española.

La dominación española en Cuba duróhasta 1898, lo que hizo retrasar, en rela-ción con el resto de América, algunas for-mas concretas de nuestra identidad na-cional, y la cocina es una de ellas. Porejemplo, ni aun nosotros mismos decimoscocina cubana sino cocina criolla, un re-zago colonialista, incluso despectivo en suépoca, que después quedó bajo el mantopropicio del cambio de estructura en lasociedad cubana al comenzar el siglo XX:la presencia de norteamericanos, elliderazgo de la clase media y, muy impor-tante, la implantación de la cocina fran-cesa en la restauración, hasta nuestros días.

En todo ese período la más apasionantebatalla de nuestra cocina tuvo lugar en lared popular —con enorme ayuda de losinmigrantes chinos— y, desde luego, enlos hogares, sobre todo en aquellos que se crea-ron al calor de nuestras familias por matrimo-nio de españoles inmigrantes con cubanas.

COCINA EN EL SIGLO XX

Al comenzar el siglo XX se inicia una gue-rra particular y profunda entre la cocina

cubana y su progenitora. De 1902 a 1935la inmigración de casi un millón de galle-gos y asturianos (los hombres de la judía,el tocino y los lacones) hizo más españolala gastronomía en la república que en lapropia colonia.

Incluso se hizo moda o era chic que lasfamilias adineradas, de la pequeña bur-guesía hacia arriba, tomasen cocineros ycocineras españoles, desplazando a loscubanos, casi todos negros y mestizos. Peroesa guerra también la ganaron nuestrasmasas populares.

La cocina cubana se depuró hasta del pe-rejil; eliminó definitivamente las hortalizaseuropeas de los potajes, desplazó untos, ceci-nas y lacones que tanta grasa innecesariay tan dañina para nuestra salud aportaban anuestra dieta; consolidó su paladar folklóri-co y volvió a reinar en todos los hogares cu-banos sin distinción de clases.

De acuerdo con nuestra periodizaciónde la cocina cubana, la etapa de las déca-das del cuarenta y cincuenta de este sigloes el período clásico de nuestra cocina,tanto por estrictos índices culinarios comopor su creatividad, magnitud y cobertura.

ALGUNAS CONCLUSIONESY RECOMENDACIONES

Ignoro si he podido, con este abordaje so-ciológico al tema culinario, dejar diáfanoque una cocina nacional es patrimonio,es identidad. Me veo obligada a escribireste trabajo porque lo culinario es la par-cela olvidada en nuestras ciencias socia-les, y de no existir dos aportes de don Fer-nando Ortiz a lo largo del siglo XX, ni paranuestra etnografía existiera.

No extrañe pues que entre llamarlainsistentemente cocina criolla y otros

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factores muy complejos que no alcanzo nisiquiera a enumerar aquí, lo cierto es queni el pueblo que la creó y conserva, ni loscocineros profesionales que constante-mente la recrean y actualizan, aceptan abinitio que existe una Cocina Cubana. Me-nos aún podemos esperar que tengan losvisitantes una clara percepción de esteproducto de nuestra cultura.

A lo más se marchan convencidos quetoda la Cocina Cubana es el menú de LaBodeguita del Medio, el cual se repitehasta la saciedad en la hotelería y la redgastronómica extrahotelera.

Nuestra más severa conclusión es quela cultura popular, profesional y foráneasobre nuestra culinaria está en la inopia.

EN CUANTO A SUGERENCIAS

1. Integrar dinámicamente el aporte cu-linario al programa de actividades enla Jornada por el Día de la Cultura Cu-bana, pues toda actividad perspectivadebe basarse en el reconocimiento dela cocina cubana como parte de nues-tra identidad. Desde luego, reconocerque el arte culinario es cultura y quecocina es patrimonio, no implicaría ja-más incorporar la gastronomía al Mi-nisterio de Cultura.

2. Como corolario, a posteriori anunciarla creación de un Comité Gestor delMuseo Gastronómico de La Habana,que nucleará los aportes de todo tipoque realicen organismos y disciplinasrelacionados directamente con la cu-linaria y la gastronomía.

3. Desarrollar una agresiva gestión nacio-nal e internacional que otorgue al mu-seo la calidad de Centro de Referenciasobre la Cocina Cubana, para dar servicioa cuantos especialistas lo necesiten.

4. En esta agresiva gestión, desde el momen-to de crearse el Comité Gestor, rescatarfísicamente la repostería cubana, lo-grando con ello recursos financieros yde prestigio.

5. Diseñar un tipo de museo integral queincluya salas cinéticas intra y extramuros.

6. Aspirar a que la degustación en con-texto de la clásica cocina cubana cons-tituya además un hermoso espectácu-lo que haga de nuestro museo, por elconjunto de sus actividades, único enel mundo dentro de los de su tipo.

Dedico este modesto trabajo y mis die-ciséis años de estudio del tema solitaria-mente a los jóvenes cocineros cubanos quecomienzan a estudiar la profesión con duo-décimo grado de escolaridad. Esa juven-tud culta será decisiva en la urgente ta-rea de recoger ese “tierno y derrumbadooro” de nuestra cocina, disperso hasta enla literatura cubana, evitando que tan tras-cendente herencia caiga “en las oscurasmanos del olvido”.

Ellos la rescatarán, transformarán suimagen, la profundizarán y desarrollarán.Y serán ellos a su vez los que la coloquencon orgullo en el panorama gastronómicomundial.

Amén.

15 de abril de 1994,Convento de Santa Clara, La Habana.

C

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CARACTERÍSTICAS DE ELEGUÁ

Eleguá, Elegbara o Eshu, es el Orisha due-ño de los destinos, el dios de las ofrendas,del temor, del Poder Supremo sobre el bieny el mal, él les asegura a sus adoradores sufavor y disposición de conceder beneficios.Hay una fuerte ciencia en sus poderes,concedidos por Olofin y Obatalá. Para teneruna descripción aproximada de dónde pro-ceden las herramientas de este orisha, esnecesario referirnos a sus características ycomportamiento; posee las llaves de losdestinos de los seres humanos, abriendo ycerrando la puerta a la felicidad, la des-gracia, atrae con su garabato lo bueno ymalo, es hechicero, curandero, travieso,revoltoso, burlón, mensajero de todos losOrishas.

La creencia en Elegbara, Eleguá o Eshues inmensa y regular en la Tierra Yoruba(Nigeria), así como en Cuba, Brasil, Ve-nezuela, México, Puerto Rico, Haití y otros

ORLANDO CORRONS

Invest igadorde sistemas

rel igiosos de origenafr icano.

ORLANDO CORRONS

*Continuación del texto inédito de OrlandoCorrons, cuyo título original es “Omelei Babika.Los guerreros en la santería. Atributosy herramientas”. Corresponde al capítulo II.

*

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países. Debería conocerse y entenderse elculto a esta deidad y no presentar dificul-tad alguna en su descripción, delineacióny comportamiento. Analizando estas he-rramientas en sus disímiles caminos, ve-mos que tiene relación con todos losOrishas, inclusive con la Iku (muerte) ylos Egun (espíritus).

Elegbara o Eshu usa las herramientas einstrumentos generales siguientes: una fle-cha o lanceta que lleva sobre la cabeza, elidé o collar de Orúnmila (verde y amari-llo) con que está coronado; estas dos pie-zas se basan en una historia o patakin quecontaremos más adelante; un pito de ma-dera con dos o tres aberturas para llamar-lo (a veces se usan los pitos que vendenen las ferreterías, jugueterías, los hechosde madera de caoba o cedro o fundamen-talmente de caña brava), se llama paratrabajar o para saludarlo con ellos o conun ashere (maraca pintada de rojo, negroy blanco), hecha de güira cimarrona, sele toca con ésta en los rituales que le co-rresponden; un garabato de guayaba,abrecamino, aroma, marabú o yamao, paraatraer lo bueno y apartar lo malo y cazar.Representa el garabato un grado o jerar-quía por ser un bastón de mando. EsteOrisha baila con el garabato por el pose-so. Se forra con cintas negras y rojas alter-nativamente, también viste o se forra concuentas negras y rojas, con negras y blan-cas o negras, rojas y blancas. Al iniciadose le manda poner un garabato de palovencedor, que es torcido o que parece es-tar trenzado; usa veintiún caracoles(cauris) para adivinar, se separan cincoque se llaman adeles, con el resto se con-sulta o pregunta al Orisha Eleguá. Ad-junto a estos caracoles utiliza un huesitode la pata delantera del chivo que se leofrenda, una piedra negra pequeña, una

pelota o bola de cascarilla, un mate rojo;a todos estos atributos se les llama ibo (quequiere decir aguante o sujete).

Usa un sombrero de guano adornadocon tres caracoles, tres cascabeles, plu-mas de loro, un güiro de Osain pintadode rojo y negro con puntos blancos; la par-te superior es abierta, colocándole plumasde ave como: loro, tiñosa, gavilán, sijú,águila, negrito; a veces se forran con cuen-tas estos güiros de color negro, blanco yrojo. En un avatar se le pone un tamborbimembranófono para tenerlo contento,tocándole música y cantándole los díasseñalados, por lo regular los lunes.

Un coco seco se utiliza para represen-tar a Eleguá (espiritual), pintado de ne-gro y la otra cara de rojo. Según algunosentendidos, éste es el primer Eleguá, na-ció cuando muere éste, reencarnándoseen el coco. Narraremos más adelante lahistoria o patakin cuando muere el prín-cipe Eleguá y se reencarna en el coco seco,definiendo sus dos características, Eleguáy Eshu.

HISTORIA O AVATARDE CÓMO NACE EL ELEGUÁDE COCO (ESPIRITUAL)Y POSTERIORMENTE DE OTA(PIEDRA Y CEMENTO)

En un reinado en la tierra de Ilé Ifé, enNigeria, vivían un rey llamado Oba EshuOkuboro y su mujer Eshu Añagui. Trans-currieron los años y ellos no tenían hijos;cuando al fin les nació uno, le llamaronElegbara (la traducción literal del nom-bre es la siguiente: Ele, el diestro, destre-za; Gbara, inmediatamente, pronto).

Creció Elegbara en el palacio y comoObaloye (príncipe) que era, le designaron

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un séquito para que lo cuidaran y ayuda-ran en lo que él estimaba pertinente.Elegbara era un joven de las ocurrenciasy maldades más imprevisibles, siendo te-mido por todos, así como por los habitan-tes del reino. Lo mismo hacía un bien queun mal, de acuerdo a como él creyera per-tinente lo que era justo o injusto, o quetuviera o no la razón.

Pasado un tiempo, un día invitóElegbara a cazar y pescar a su séquito. Alllegar a un cruce de caminos, donde ha-bía un árbol grande y frondoso, éste notóalgo extraño al pie del árbol que le llamóla atención, paró su caballo en seco, suséquito, sin saber la causa, paró también;unos segundos después Elegbara se des-montó de su caballo, dio unos pasos haciaaquello que veía, así mismo hizo su séqui-to asombrado, retrocedió Elegbara y vol-vió a dar unos pasos adelante hacia aquelobjeto y se detuvo nuevamente y esta ope-ración la repitió por tres veces consecuti-vas, y siguió hasta llegar al lugar. Aquelloque él veía destellaba una luz fosforescen-te. Por su forma parecía tener unos ojos yuna boca que fulguraban en la sombra, elcoco seco fue lo que hizo detenerse a él ya sus acompañantes.

Aquel joven que era tan travieso y queno le temía a nada ni a nadie, que en todose metía, fuera malo o bueno, él, tan pron-to era tu amigo como tu enemigo, enva-lentonado por ser príncipe y único herede-ro del reino, ¿por qué lo había impresionadoaquel coco tan simple? (Olofin era el quelo había puesto en su camino, con un ma-leficio para que Elegbara le tuviera respe-to; esto lo hacía para que despuésreencarnara su espíritu en el obi o coco.)Elegbara lo llevó a su casa, contó a suspadres lo que había visto, éstos no creye-ron que él se hubiera asustado por tan poca

cosa, no sabiendo sus padres ni él que eraun mandato de Olofin. Eleguá colocó elcoco con mucho respeto, reverencia y cui-dado detrás de la puerta de sus aposentosen palacio. Comenzó a atenderlo, saludar-lo y cuidarlo, como estimaba que era unente sobrenatural, y a rendirle pleitesía.Un día, reunida toda la casa real y suscortesanos, hubo una gran fiesta, todosvieron cómo refulgía el coco y las lucesque de éste se desprendían, tuvieron te-mor algunos y otros se horrorizaron. Acon-teció a los tres días después de haberseefectuado las fiestas que Eleguá murió;durante el velorio el coco estuvo alum-brando con mucha más fuerza y desdeentonces fue respetado y temido aquelente de Elegbara por todos. Pasaron algu-nos años de la muerte de Elegbara, el rei-no y el pueblo pasaban por una situacióndesesperada por haber tenido una epide-mia, las plantas no crecían, se perdían lascosechas, los animales no parían y morían,se pasaba hambre. Entonces, el Oba EshuOkuboro llamó a que se reunieran los Awo(babalawos) y pidió que investigaran conIfá lo que estaba pasando en el Reino.Cuando se terminó la investigación llega-ron a la conclusión que tenía que ver conel difunto Elegbara, su espíritu se habíareencarnado en aquel coco y a éste no sele había hecho caso ni atendido como éllo hacía, por lo tanto estaban ocurriendotantos hechos que afectaban al reino y alpueblo, así como a la vida normal de to-dos. Fueron al lugar donde se encontrabael coco en las habitaciones de Elegbara,vieron que estaba deshecho, no brillabacon la luz refulgente que tenía. Entoncesse preocuparon más y continuaron inves-tigando cuál debía ser la solución pararesolver la crítica necesidad por la queatravesaban.

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Deliberaron los Awo y sacaron en con-clusión qué se debía hacer de aquel objetosagrado, transformarlo por otro que perdu-rara a través de los siglos. Vieron que ésteno era el indicado, pensaron y pregunta-ron por el Ota (piedra), y fue aceptada porel oráculo de Ifá y también por todos losOrishas que hablan por él. Por eso hay unmensajero de Elegbara o Eshu para cadaOrisha. Hicieron todas las ceremonias per-tinentes para conformar a Elegbara y Eshu,lo pusieron detrás de la puerta como guar-dián, así como por todos los lugares dondeéste reinó como príncipe.

A partir de ese momento se soluciona-ron los problemas que existían en el reinodel Oba Eshu Okuboro. Éste fue el origende Elegbara o Eshu de la Religión Yorubao Lucumí. De este hecho proviene la fa-mosa frase “Iku Lobi Osha” (el muerto pa-rió al santo), por esta razón se hace cere-monia al muerto o espíritu y después alsanto, sin muerto no hay santo. En todaceremonia se moyuba (habla con respetoy reverencia a los antepasados o ancestrosmuertos) y se dice: Embelese OlodumareIbae Baye Tonu, Iba Baba Iba Apetevi, IbaOluwo, Iba Kabachele.

PORQUE ELEGBARA LLEVACORONA DE IFÁ (CUENTASVERDES Y AMARILLAS), POR LOTANTO ES AWO (BABALAWO)

Patakin

Un día Elegbara le pidió una moneda aOrúnmila para comprar eku, eya y epó (jutía,pescado y corojo), Orúnmila se la dio, peroél siguió con la maña de pedirle todos losdías algo diferente, hasta se le antojó pe-dirle un chivo para comer. Orúnmila no

quiso dárselo a pesar de que el instinto leaconsejaba complacerlo. Elegbara, disgus-tado, volvió al otro día importunando y re-volviéndole la vida a Orúnmila y hacién-dosela imposible hasta que éste se molestócon Elegbara y lo botó de su casa. En unarranque de majadería, de soberbia y vio-lencia, dio un salto enorme y se dio en lacabeza contra el techo donde había un cla-vo y cayó sin conocimiento al suelo alclavárselo en la cabeza emanando bastantesangre. La esposa de Orúnmila la (Apetevi)Oshun le aconsejó que hiciera algo paraque no fuera a llegar la justicia y tuvieranproblemas y Elegbara lo acusara, o por siéste moría. Entonces Orúnmila le hizoebbó, lo revivió y recobró el conocimiento,pero al preguntar al oráculo de Ifá paramarcar el ebbó (limpieza), le sale el OduIroso Umbo o Elliogbe, por este signo uOdu, el babalawo o santero tiene que ha-cerle santo o Ifá de gratis por completo; ala persona que le salga este Odu aportarálo que tenga.

Orúnmila, obediente al oráculo de Ifá,no le quedó más remedio que hacerleIfá totalmente gratis a Elegbara. CuandoElegbara cumplió el ritual de los siete díasde hacer Ifá, se marchó contento, vestido deblanco, se dirigió a la playa para que susamigos lo vieran con su Idefa (manilla decuentas amarillas y verdes alternas) y enesos momentos se encontró con un hijode la Orisha Yemayá (mujer riquísima queposee todos los tesoros acumulados en elmar). Elegbara, prepotente, le dio okualle,okunle, o sea, que se tirara en el suelo parasaludarle como es costumbre, ya que élera de mayor grado o jerarquía, pues eraAwo de Ifá y él no. Entonces el hijo deYemayá, a regañadientes y molesto, se tiródelante de Elegbara, todos se mofaron de ély se fue inmediatamente a ver a su madre

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Yemayá, dándole las quejas de lo que lehabía pasado y cómo había sido humilla-do por Elegbara, y que tenía que darlebastante dinero para hacer Ifá. En ese in-tervalo, Elegbara fue a ver a Orúnmila yle dijo que le llegaría un hijo de Yemayápara que le hiciera Ifá, pero que le pidie-ra las cosas y el dinero como para tres Ifá.Y de esta forma Elegbara le pagó su Ifá aOrúnmila, le dio a ganar más dinero y lehizo rico. Él también tuvo suficiente di-nero para desenvolverse; a través deElegbara tuvo una gran riqueza Orúnmila(por eso Elegbara lleva la marca deOrúnmila, o sea, collar verde y amarilloen la cabeza y la lanceta de hierro en lacabeza en recordación y efecto de esemomento). Aunque esa flecha se dice quees un falo que llevan en la corona comoemblema los príncipes yoruba en Nigeria.

CARACTERÍSTICAS DEELEGBARA, ELEGUÁ O ESHU

Debemos primero decir de Elegbara o Eshuque es el más discutido de todos los Orishas(santos) del Panteón Yoruba. De los in-mensos poderes de que goza concedidospor Olofin (Dios), por los distintos servi-cios que le ha prestado, inclusive de unmal que le aquejaba de acuerdo aun patakin o historia. Éste es reconocidocomo un Orisha Mayor, mensajero y ayu-dante de todos los Orishas por cada unode sus avatares, posee la llave de los des-tinos, se encuentra ésta dentro de sus he-rramientas. Trae el bien o el mal según seincumplan sus mandatos, su poder seextiende a las casas, las cuatro esquinas,los cuatro caminos, el monte, el mar, losríos, las lagunas, las lomas, entre el cielo yla tierra, en el cementerio, en la paz, en

la guerra, en la manigua, en la calle, enla plaza, en las fronteras, en los parajessolitarios, en las lomas, en las sabanas, esinmenso su poder. Es el único de losOrishas que cuenta con veintiún caraco-les, aunque se registra con dieciséis cara-coles (cauris).

Dentro de los instrumentos o herra-mientas que utiliza para hacer su trabajose encuentra el garabato para halar, atraer,coger, alejar, tanto a una persona como albien y el mal, romper algún hechizo. EnCuba, como en África, se usa como sím-bolo de su jerarquía, como príncipe quees de estirpe real (todos los reyes y prínci-pes africanos usan un bastón o garabatoreal). Este garabato puede hacerse de dis-tintos palos según se requiera, como porejemplo: de guayaba es el más usual, ma-rabú, vencedor, moruro rojo, yamao; en fin,son innumerables los que puede necesitarde acuerdo a los trabajos que efectúa parael que lo posee. Acorde con las cosas quese le ofrendan, la cantidad de éstas pue-den ser de uno a tres, seis, nueve, vein-tiuno; el segundo número, el tres, es sumarca principal. Si nos referimos a la lan-ceta sobre su cabeza, que ya hemos expli-cado, los Elegbara entregados por los sacer-dotes de Ifá se la colocan, pero además esmuy significativa la de terracota encon-trada en Nigeria del Orisha Olokun, asícomo otras de bronce en Benin.

SUS COLORES

Sus colores son el rojo, el negro y el blan-co, usado en tres tipos de collares, deacuerdo a la característica de los distin-tos Elegbara o Eshu. Por lo regular el másconocido es el rojo y negro con cuentasalternas una a una. El rojo significa la

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vida; cuando éste era muy joven y vivía,como hemos contado en el patakin ante-rior, y muere y se reencarna en el coco,convirtiéndose en Eshu (el coco seco esel primer Elegbara espiritual que nace, oEshu), por eso su color es negro; si nosreferimos al blanco, es por Olofin yObatalá, que lo dotaron de la facultad deser el primero de todos, el mensajero en-tre el cielo y la tierra, él es intermediarioentre Olofin, Obatalá y los Orishas, entrelos seres humanos. Veamos en esta histo-ria o patakin, donde se define muy bien eluso que hace Elegbara con esos dos colo-res, aplicándolos para probar a las perso-nas y usarlos en el bien o el mal.

Patakin (historia) odu de Ifá:Ojuani Elliogbe o Shogbe

Ifá+

I 0I 0I II I

Dice la leyenda:En una aldea, en una región llamada

Agbe Okuta, donde había ido a residirElegbara o Eshu, cerca de él vivían dosvecinos que eran sus amigos. Siempre porla mañana los saludaba dándole las bue-nas horas y deseándole un camino abiertoy un futuro mejor. Esta amistad de sus dosvecinos databa de más de veintiún años,se llevaban como hermanos, se decía queellos eran familia, todo lo compartían:las vicisitudes, la abundancia, las alegrías, laspenas.

Los dos amigos salían siempre por lasmañanas a conversar ante sus puertas,colindantes sus casas a la de Elegbara. Undía estaban estos dos hombres conversan-

do plácidamente de la amistad que ellostenían, diciéndose que nada en el mundopodría romperla, por la razón de conocer-se muy bien. Cada cual sabía los defectosy los gustos del otro. Elegbara o Eshu esta-ba escuchando lo que hablaban y deter-minó probar, como dueño de los destinosde los seres humanos, si aquella amistaden realidad se basaba en lo que decían, osea, en bases sólidas. Los iba a someter auna prueba, con su inteligencia que le dioOlofin.

Elegbara se propuso que los dos amigosse disgustaran. Se vistió bien, la mitad desu pelo bien peinado, la otra mitad no sela peinó, del lado derecho de su cuerpose pintó el rostro de rojo, así como la ropay zapato. La del lado izquierdo era negra,así como su rostro. Esperó a que los dosamigos estuvieran conversando en la puer-ta, casi en la esquina, uno frente a otro,para probarlos. Elegbara salió y sin dirigirsea ninguno de los vecinos pasó sin saludar-los, como acostumbraba, en donde al verla falta de educación e imprudencia quehabía cometido Elegbara, empezaron ahablar, haciendo comentarios cada uno deque era la primera vez que no los saluda-ba. Uno le decía al otro: tan bien vestidoy tan mal educado; el otro le decía lo con-trario, que estaba mal vestido, y el colorcon que estaba vestido era rojo, y el otrodecía que era negro; así ambos sosteníandistintos criterios y discutían acalorada-mente. A tal extremo llegó la discusiónque se fueron a las manos, pelearon aque-llos que días antes juraban que nada lossepararía un ápice, y desde entonces que-daron serios y enemigos.

Si analizamos la moraleja de Eshu yElegbara (el rojo y el negro), aunque larealidad es que se le reconoce como elúnico ser y siempre se le trata como un

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personaje benefactor y diabólico a la mis-ma vez. Comparemos sus característicascon los dioses egipcios. Si nos referimos ala Antigua Religión Egipcia, ésta contie-ne dualismo entre Osiris y Set. Osiris esel poder benefactor, tanto moral como enla fase externa de la natura, mientras queSet es el engendro de todo lo que los egipciosreconocen como maligno. Si comparamoseste Orisha de la Religión Yoruba, vere-mos que también es el mismo caso. Pudié-ramos explicarlo o entenderlo de una ma-nera más fácil; es decir, que el refrán diceo significa que Eshu no es tan negro comose pinta, ni es tan rojo, es realmente odefinidamente insatisfactorio. Cuando sepinta de negro, él es realmente negro (laoscuridad), y cuando se pinta de rojo, esrealmente el rojo (la vida, la fuerza, la cla-ridad), lo negativo y lo positivo.

RECEPTÁCULO O LUGARDONDE RESIDE

Puede ser un caracol cobo, una cazuelitade barro o cazuela, que es lo más correlati-vo, un muñeco de madera (agboran), ungüiro, además de que todos llevan ota (pie-dra) de distintos lugares, de acuerdo alcamino o avatar de los mismos: de mar, derío, madrépora, loma, cuatro esquinas,monte, arrecife, puerta de una iglesia, delcementerio, de la sabana, etcétera. Tieneinfinitas formas y esto podemos verlo en lacantidad de avatares o caminos, por loscuales es tan discutido por santeros,santeras y babalawos. Unos dicen que tie-ne siete caminos; otros, veintiuno o cientoveintiuno; en realidad son doscientos cin-cuenta y seis caminos tanto para Eshu comopara Elegbara. Los detallaremos más ade-lante por cada Odu, por orden alfabético

de nombre, respondiendo cada uno a unacaracterística distinta, siendo mensajero dedistintos Orishas o de varios a la misma vez.Independientemente de identificarse o ha-cerse de distintas formas, usando distintosobjetos con los cuales se diferencian, surostro humanoide o con estos rasgos por loregular se le colocan tres cauris (caraco-les), uno en cada ojo y otro en la boca, nosiendo una regla general, muy por el con-trario. Por cada uno de los Odu puede ha-ber algunos, como por ejemplo: Mabinu lle-va veintisiete cauris, va sembrado en lacazuela, nace en el Odu Ika Iwori de Ifá yen Ojuani Ogunda es un caracol cobo, asícomo otros que llevan 101 cauris. Dentrode estos doscientos cincuenta y seis tipos deElegbara o Eshu, sólo dieciséis no se entre-gan o hacen, acorde a sus características,los mencionaremos más adelante; en reali-dad, se entregan doscientos cuarenta.

Elegbara o Eshu se puede colocar de-trás de las puertas de las casas, en el fondoo en el patio; en fin, es infinita su forma devivir o de actuar, independientemente quepuede llevar disímiles artículos o atribu-tos, desde un pito, un güiro o maraca parallamarlo (achere), cascabeles, panderetas,una casita de madera, llevando carga consacos de granos, jutía, monedas, jamo, cu-chillo, gancho, garabato, la cabeza de unajutía ahumada, un muñeco, algunosllevan sopera, otros tinajas, gorros, coro-nas, caretas, sombreros, bastones específi-cos, son innumerables las cosas que usa.Además, Elegbara o Eshu puede tener unacara, dos, tres y hasta cuatro caras, inclu-sive en forma de calavera tallada en pie-dra. Hay diferencia de criterios entre lossanteros, santeras y babalawos; se dice porunos que se hace de piedra por los prime-ros, y por los segundos, de masa (o sea, deuna forma u otra han sido entregados),

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confeccionados tanto por Iyalochas(santeras), Babalochas (santeros) yBabalawos.

Pero si nos remontamos al siglo pasa-do, hemos visto que de una forma u otrahan sido entregados y confeccionados in-distintamente por todos estos sacerdotes.Siempre con los iniciados que conversésobre este asunto me expresaron que enrealidad lo que había que tener era elconocimiento sincrético, refiriéndose a loque cada uno de estos tipos de Elegbara oEshu lleva dentro, o sea, su secreto, fun-damento o carga sacromágica. No obstan-te, nos dicen los santeros y santeras queellos son los que tienen la facultad deentregar el caracol de Eleguá y elBabalawo no, pero también éstos tienensus facultades referentes a este Orishacuando lo entregan. Si interpretamos lasleyes establecidas por los Orishas (santos),debe haber una unión en el uso de lospoderes que representan a estos sacerdo-tes para llevar a vías de hecho todo el ri-tual por ambas partes, y si aplicamos elproverbio “En la unión está la fuerza”, ve-mos que esto es una realidad. Los Orishasmontados en sus creyentes dijeron estafrase en innumerables ocasiones en elextinto y renombrado cabildo Shango Tedun.No obstante, recordando a un sacerdotearará (hijo de Asonwanu), San Lázaro, elcual por su seriedad y conocimientosentregó a muchos Babalawos este Oricha,se suscitó una conversación en su casa,donde visitaban varios de esos Awos re-nombrados, y discutían con los santerosque no tenían la facultad de entregarOsun; entonces este renombrado hijo deSan Lázaro o Asonwanu les dijo tanto alos santeros como a los Babalawos presen-tes: “Yo soy santero, y sin embargo, cuan-do entrego este Orisha se lo entrego con

Elegbara y con Osun cargado por mí consu secreto.” Se hizo un silencio general ytodos quedaron callados respecto a lo quedecía aquel sacerdote, que fue muy res-petado. No digo su nombre, aunque yaestá fallecido, por la razón que prometíno mencionarlo, y en respeto a su memo-ria solamente narro el hecho; él murióen 1993.

VESTIMENTAS

Sus ropas pueden confeccionarse para ves-tir algunos Elegbara o Eshu con una cha-quetilla roja, un pantalón hasta la rodilla,que puede ser mitad rojo y mitad negro, oa listas rojas y negras, o blancas y negras;también blancas, negras y rojas verticales.Puede llevar un gorro de dos colores, rojoy negro, blanco y negro, de tres colores,rojo, negro y blanco, adornado con cuen-tas y cauris (caracoles).

YERBAS QUE PERTENECENA ELEGBARA

Estas yerbas de Elegbara se utilizan en aguaslustrales (omiero), en trabajos y en distin-tos rituales: abrecamino, agalla de costa,aguinaldo morado, ají chile, anamú, almá-cigo, varía, bejuco colorado, bejuco SanPedro, bija, bleo colorado, curujey, pata degallina, alacrancillo, ateje, aroma, uña degato, aguacate, hierba fina, caimitillo,cayajabo, carraspita, cardo santo, ébanocarbonero, guayaba, güira cimarrona,mastuerzo, mejorana, ñame volador, palobronco, pica pica, piña de ratón, piñónde botija, rabo de gato, rascabarriga,romerillo, salvadera, siguaraya, yerbamora.

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De acuerdo al odu y al Elegbara o Eshu,pueden tener cascabeles (chaworos),cuentas de esos colores. A las personas quese les sube el santo o se monta, se visten yse atavían con todos estos trajes debida-mente confeccionados a tal efecto paraque bailen en las fiestas rituales, con lostambores de fundamento (batá), que sonidénticos a los que usan en África, Brasil,Venezuela, Puerto Rico, aunque en esospaíses han sufrido variaciones por la mez-cla con otras religiones. Sin embargo, enCuba han permanecido uniformes sus ca-racterísticas, aunque hay regiones que loshan variado, pero únicamente son reco-nocidos estos de fundamento. Indepen-dientemente, se conservan en Cuba losrituales, los toques y toda la gama de se-cretos de generación en generación contodo su rigor y conocimientos. Pero debe-mos decir del tema que tratamos, las he-rramientas de los Orishas, que por mu-chos sacerdotes de esta religión no seaplican ni conocen siquiera la del avatarde sus propios santos, ésta es una de lasrazones de este libro, la enseñanza al res-pecto para que no se pierda. ¡La religiónllamada santería ha ganado en extensión,pero ha perdido en profundidad!

TRANSCULTURACIÓNCON LA RELIGIÓN CATÓLICA(SANTOS-ORISHAS)

Elegbara o Eshu se transcultura o sincretizacon los santos de la religión católica si-guientes: El Niño de Praga, San Antonio,San Antonio Abad, El Niño de Atocha, SanRoque del Camino, El Ánima Sola. Sobreeste particular aclaramos que los africanosbuscaron la comparación con los santos dela religión católica y sus Orishas, teniendo

estos puntos de igualdad en lo referente alcolor, sus características, sus objetos. Peroen realidad Elegbara y Eshu son una cosa yel Niño de Praga y San Antonio Abad sonotra. Esto se debió a la imposición de laIglesia Católica a los esclavos y esclavistasque tenían que acatarla. Pero como les per-mitieron tener cabildos y asociaciones, losafricanos, para que no les quitaran el po-der practicar su religión tomaron el nom-bre católico de las deidades españolas osantos para poder ejercer su religión, quetraían de sus tierras y pueblos. Esta mez-cla trajo por consecuencia la mal llamadasantería, que en realidad absorbió parte delos rituales católicos, enriqueciendo su re-ligión, como por ejemplo: el bautizarse enla iglesia católica antes de cualquier ritualde santería y la misa espiritual antes de seriniciados.

HISTORIA DE SAN ANTONIODE PADUA

Este santo es uno de los grandes doctoresde la Iglesia Católica. Él nació en Lisboaen el año 1195 A. D., pertenecía a unafamilia rica y murió cerca de Padua el 13de junio de 1231. Su nombre real era Fer-nando, pero lo cambió por Antonio cuan-do tomó los hábitos. Él fue canónigo regulara la edad de 25 años en su patria nativa,Portugal, pero deseando ser misionero seunió a la orden de los Franciscanos y loenviaron a trabajar entre los musulmanesen Marruecos. Pero su salud, que fue siem-pre frágil, lo hizo regresar a Europa, don-de fue por un tiempo ermitaño, cerca deForli en Italia. Más tarde fue enviado aPadua, donde estuvo hasta el final de susdías. Su extraordinario poder de conoci-miento y su vasto saber y conocimientos

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de las escrituras de la Biblia lo hicieronfamoso. Muchos milagros se decía que hizocuando estaba vivo; murió a la edad de36 años, siempre fue tenido como un san-to. Dentro de su poder de hacer milagrosestaba el de encontrar cosas perdidas, launificación de los enamorados y los ma-trimonios, el de convertir a los ladronesen honrados, en casar a las personas (poreso se le dice que es el santo casamente-ro). Se le tiene también como protectorde los niños y benefactor de los pobres,para quienes él procuraba el sustento dia-rio. Su identificación con Elegbara es porsu predilección por los niños y por su granpoder de aplicar la justicia y hacer siem-pre lo justo.

EL NIÑO DE ATOCHA

La historia de este santo es la siguiente.En la ciudad de Atocha, en España, mu-chos cristianos habían sido hecho prisio-

neros durante los últimos años de la ocu-pación de los moros. Las únicas personasque permitían los moros que entraran enlas prisiones eran los niños. Un día un pe-queño niño apareció a la entrada de unade las prisiones con un gran cesto de pany una jarra de agua. Los moros quedaronatónitos cuando vieron que muchos pri-sioneros habían comido de tan pequeñocesto y de una jarra de agua. Vieron quela cesta seguía llena de panes y la jarrallena de agua, que ésta nunca bajaba lacantidad que tenía. El niño desapareció.La historia de este milagro se extendió porEspaña, diciendo la grey cristiana que elniño Cristo había tenido compasión de losprisioneros y había bajado a la tierra paraaliviar el sufrimiento de los prisioneros.Ésta es la creencia del Niño de Atocha, aligual que la de San Antonio. La relacióncon Elegbara es que éste es aficionado alos niños y se manifiesta como uno de ellos.También, como proveedor de las necesi-dades de los humanos. C

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El 18 de diciembre de 2002, el antropólogoestadounidense Sidney Mintz recibía en la Fun-dación Fernando Ortiz el Premio Internacio-nal Fernando Ortiz, que se entrega a presti-giosos estudiosos de las ciencias socialesnacionales e internacionales. La visita estuvomatizada por intercambios académicos y con-ferencias dictadas por el profesor Mintz. Den-tro de este intercambio, Sidney Mintz nosbrindó sus testimonios sobre su trabajo y lasexperiencias como antropólogo en las islas delCaribe. De estas intervenciones, la Funda-ción Fernando Ortiz ha elaborado esta en-trevista.

Sidney Mintz (1922) es autor de unaamplia obra caracterizada por sus aportes alas ciencias sociales en el continente america-no y la región del Caribe. Entre sus publica-ciones encontramos The People of PuertoRico (1956), Working in the Cane (1960),Caribbean Transformations (1974), Slavery,Colonialism and Racism (1974), Sweetnessand Power (1985), The Birth of Afro-American Culture (1992) y Tasting Food,Tasting Freedom (1996).

Mintz fue profesor de las universidades deYale y Johns Hopkins. En el transcurso de su

FUNDACIÓN FERNANDO ORTIZ

SIDNEY MINTZ(1922)

Des ta cadoant ropó logo

estadounidense.

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labor científica le fueron otorgadas las me-dallas de De Vane (Phi Beta Kappa) y delInstituto Real Antropológico T. H. Huxleyde Gran Bretaña e Irlanda; en 1996 reci-bió la más alta distinción de la Asocia-ción Antropológica Americana.

Conocemos, profesor, que fue uno delos iniciadores de los estudios del procesosocial y económico del azúcar en la regióndel Caribe. ¿Podría referirnos algunas delas experiencias vividas durante el tiempoen que llevó a cabo sus proyectos?

Empecé mis investigaciones en unagran plantación azucarera en el sur de laisla de Puerto Rico en enero de 1948.Durante mis quince meses en esa peque-ña comunidad rural y proletaria, aprendímucho sobre esa isla. Como resultado demis lecturas y del trabajo de investigación,me di cuenta del panorama de la planta-ción cañera y, sobre todo, de la esclavitudque implicaba —fenómeno histórico queme impresionó mucho. Tuve que pensarmucho para reconocer la realidad históri-ca de esa institución que duró casi cuatrosiglos, que involucró cinco continentes y amillones de personas (es decir, casi al mun-do entero) y que fue establecida sobre unabase firme y durable, de violencia tantomental como física. Aunque estudié pri-mero la vida actual en la comunidad delos cortadores de caña donde vivía, la his-toria quedaba presente como una fuerzaviva. Luego de mi primer estudio de la co-munidad, aparecido en el libro titulado ThePeople of Puerto Rico, inicié al mismo tiem-po un proyecto de historia de vida con mimejor amigo, un obrero llamado donAnastacio Zayas. El resultado muchos añosdespués fue el libro Worker in the Cane oTaso, trabajador de la caña. Las narracionesde mi amigo generaron un paralelo históri-co con la historia de la comunidad: su cre-

cimiento como un centro de haciendas delsiglo XIX y la transformación de la econo-mía rural, realizada por la invasión norte-americana en 1898. Lo que sucedió con miamigo en esa comunidad azucarera, tomóla forma de sucesos personales durante suvida, y los acontecimientos en la industriaazucarera constituyeron el trasfondo de susufrimiento. Las consecuencias de la mo-dernización de la industria azucarera(despersonalización, proletarización, opre-sión política y económica, y sindicalización)fueron experimentados en su caso comoexperiencias personales.

Quiero narrarles una anécdota que merelató Zayas, ilustrativa de su agudeza ysu inteligencia. Cuando el Gobierno puer-torriqueño puso en vigor la ley del SalarioMínimo en la industria azucarera en 1944,ésta garantizó solamente un mínimo deunos dos pesos y quince centavos por lasocho horas. Pero mi amigo me explicó unaspecto de la legislación que yo ignorabacompletamente. En ese tiempo él trabaja-ba como furgonero, o sea, llenaba losfurgones que podía introducir en el caña-veral por medio de carriles portátiles. Elproblema, dice él, era que había siempreescasez de furgones y que la corporaciónnunca quiso añadir más. De manera queel furgonero, para empezar a trabajar a lassiete u ocho de la mañana, tenía que lle-gar a las tres de la mañana para asegurarel primer furgón. Sin embargo, después dela ley del Salario Mínimo, como la corpo-ración tenía que pagar el salario aun si nohabía suficientes furgones, podían llegaral trabajo a las seis o las siete, como hom-bres, en vez de llegar a las tres de la ma-ñana, como antes. Así se me iluminaronlas implicaciones de la ley, de las que unono se da cuenta al leer la ley, solamentegracias al testimonio vivo del obrero. Esto

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indica el valor del trabajo en el campoantropológico.

Cuando el proyecto finalizó, me dicuenta de que había aprendido mucho másdebido a la sensibilidad y la inteligenciade este trabajador cañero que de las esta-dísticas y cifras vigentes.

Luego de esta experiencia en PuertoRico, usted se trasladó a Jamaica y con-tinuó su estudio. ¿Podría hablarnos deesta otra etapa?

Escogí para mi segundo proyecto, unosaños después, un tema que necesitaba quese trabajase en la isla anglófona de Jamai-ca. Como resultado de mis experiencias enPuerto Rico, decidí proseguir mis trabajosde campo en sociedades que representa-ron las mayores tradiciones antillanas, tra-diciones culturales y políticas, desde laépoca de la esclavitud y después en la fasedel imperialismo: las colonias inglesas,francesas, holandesas, españolas y final-mente norteamericanas. Escogí Jamaicapara mi segundo lugar de trabajo, porquequería estudiar específicamente los proce-sos de adaptación, de resistencia y síntesiscultural que caracterizaron la formaciónmulticultural de la región caribeña. En elcaso de Jamaica, en el siglo XIX los escla-vos habían descubierto aliados inespera-dos: los misioneros cristianos ingleses. Enel momento de finalizar la esclavitud enJamaica en 1838, los misioneros, yapercibidos por los hacendados como ene-migos de la esclavitud, comenzaban a com-prar plantaciones en bancarrota, con elpropósito de establecer comunidades, con-gregaciones religiosas. En el caso de Ja-maica, tuvieron un éxito enorme. En sóloseis años establecieron cientos de enco-miendas, cada una poblada por familiasde los libertos. Me fascinó esta crónica delas iglesias que sirve para reintegrar al

campesinado sobre la base de plantacio-nes arruinadas. Los contrastes con la erapost-esclavista en Puerto Rico eran fuer-tes. Hallé en Jamaica una sociedad quehabía experimentado la emancipación deuna manera muy diferente de la de PuertoRico. Los libertos en sus comunidadesreligiosas conformaron las bases para lacreación de, según mi opinión, un campe-sinado, un campesinado “reconstituido”,porque ellos habían pasado por el someti-miento, la esclavitud y el aprendizaje dela emancipación antes de transformar-se en campesinos. Durante mi trabajo decampo en Jamaica me di cuenta de otrofenómeno importante: la aparición en Ja-maica de esclavos que cultivaban las tie-rras para su subsistencia y vendían tam-bién una parte del producto. Vivían hastacierto punto como campesinos, aunquetodavía eran esclavos. Califiqué a esasgentes como protocampesinos, porque cons-tituían un grupo en transición de la cate-goría de esclavo a la categoría de campe-sino libre.

En este sentido, el propósito de la an-tropología es descubrir en qué manera lascategorías sociológicas, que parecen tanclaras y sencillas, esconden, por su trans-parencia, una mayor complejidad.

La realidad social siempre difiere, porlo general, de la vida cotidiana del indi-viduo. En unos casos mis trabajos de cam-po me han dado la oportunidad de distin-guir entre los detalles particulares de unavida y la categoría sociológica en que seclasifica el individuo. Pero en el análisishistórico es mucho más difícil identificarlas peculiaridades del caso individual.Sabemos que los protocampesinos vivíanvidas dobles, en el sentido de que traba-jaban como esclavos para los amos y vi-vían como hombres libres cuando iban

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a los mercados, cuando cultivaban sus pe-dacitos de tierra y cuando vendían susproductos. Sin embargo, carecemos detestimonios personales de sus vidas.

Su interés por el estudio de los mer-cados públicos y las relaciones que éstosestructuran parte también de su expe-riencia práctica. ¿Qué puede decirnos alrespecto?

Sí, es cierto. Me involucré en un tercerproyecto de investigación muy diferente alos otros. Durante mi trabajo en Jamaica,estaba fascinado por los mercados públicosubicados en todos los pueblos de la isla. Losmercados, en general, estaban dominadopor las mujeres. Sabía, por mis lecturas,que el mercado público era un espaciomuy antiguo en las islas caribeñas y queen Haití existían grandes mercados pú-blicos en las ciudades donde miles de es-clavos venían todos los días a vender ycomprar (además de charlar, enamorarsey conspirar contra sus amos). En Haitíaprendí el idioma criollo, el créole, parafacilitar mis trabajos con las vendedorashaitianas, alrededor de cincuenta y cua-tro mil mujeres que cargaban las riquezasagrícolas desde las tierras del interior has-ta las ciudades costeras. Esta vez mi metaera ver si los conceptos de los economis-tas, aquellos que consideramos como pro-piedad intelectual, formaban parte tam-bién de la vida de esas vendedoras. Larespuesta fue que sí. Ese vocabulario exis-te, y esas mujeres conducen sus negocioscon destreza y osadía a pesar de ser en sugran mayoría iletradas y pobres.

Muchas veces trabajaba en el merca-do y negociaba, regateando con los clien-tes, y así una de esas comerciantes, queera amiga mía, podía tener un breve des-canso, y yo aprendía el ritmo y la natura-leza del mercado. Esas mujeres tenían con-

ceptos y palabras con un sentido marxis-ta: lo que los economistas llaman el arbi-traje, el concepto de costos y otros con-ceptos económicos. Ese vocabulario noviene de la universidad, sino de la vida yde las experiencias diarias. Así uno se dacuenta de la utilidad enorme del trabajode campo antropológico. No hay nada enla teoría que podamos sustituir por laexperiencia viva.

En Jamaica, en Haití, y aun en PuertoRico, uno se da cuenta de que, por unaparte, el campesinado y, por la otra, el pro-letariado de las plantaciones constituye-ron una dialéctica inestable, antagónicapero cooperativa, encarnando así una granparte de la historia de la región en gene-ral. Sin embargo, sus historias han sido muydiferentes. Mis trabajos fueron dedicadosen gran parte a descubrir la dialéctica dela plantación y del campesino, y descubrirsi la historia y la cultura de la región co-incidía con la idea que tenemos de esahistoria.

Desde los comienzos de mis estudios,consideraba la plantación de azúcar comoun instrumento no sólo de ganancia y do-minación, sino también instrumentoimportantísimo de la modernidad. Cuan-do los primeros trapiches de caña funcio-naban en las Antillas, no había todavíaen Europa lo que se puede llamar fábri-cas. Y cuando las enormes y poderosasplantaciones del siglo XVII operaban en lasislas, no existían fábricas de una magni-tud comparable en Europa. La poblaciónobrera, en el caso de las plantaciones, eramuy heterogénea, compuesta en muchoscasos por africanos de orígenes diferentes,indios americanos, y europeos blancos,como en el caso de los irlandeses depor-tados durante la época de Cromwell.Las plantaciones eran empresas que

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combinaron sectores agrícolas e industria-les, y operaban en conformidad con unhorario difícil y exigente. Es decir, la plan-tación de esos siglos era una empresa muymoderna, y el proceso desarrollado en lasAntillas ya hacía muchos siglos era, entreotros, un proceso de modernización.

Usted conoció y fue amigo personal deFernando Ortiz. ¿Cómo definiría la obraque nos legó?

Su vida y su obra nos revelan que seconvirtió en el investigador más importan-te de su tiempo, en el estudioso más en-jundioso de la realidad cultural cotidianadel pueblo cubano. Todo el mundo cono-ce el Contrapunteo cubano del tabaco y elazúcar, obra que utiliza las polaridades deltabaco y el azúcar para pintar un retratoglobal de la sociedad cubana. Pero parti-cularmente prefiero sus obras asombrosassobre la creatividad y pericia musical delpueblo cubano. Su capacidad como inves-

tigador es un testimonio no sólo al valordel trabajo científico mismo, sino del es-píritu universal del hombre.

Mientras don Fernando se especializó,sobre todo, en cultura expresiva y estéticade raíz afrocubana, en mi caso me intere-saron más los aspectos económicos y socia-les de la vida de Afroamérica. Desde miprimer trabajo en Puerto Rico ya hace másde medio siglo, quería entender mejor lahistoria de afro-América y la naturaleza denuestro problema, que es más bien un pro-blema blanco que un problema negro. Eranpocos los pioneros en esa clase de trabajo,sobre todo cuando comencé mis estudios,pero entre los más destacados pudimos con-tar siempre con don Fernando Ortiz. Y éseconstituye un mérito que debemos reco-nocer y valorar. Fue un iniciador de los es-tudios sobre los componentes africanos enla cultura de nuestra región y de otrosmuchos tópicos fundamentales. C

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Es curioso notar cómo la remolacha, lagran enemiga de la caña de azúcar, vinotambién a las Indias con los españoles.

Ello fue bastante después de la caña,ya en el siglo XVI, cuando por las Españashabía cundido la plaga de flamencosque las esquilmaron desde Carlos V yla economía española quedó bajo la pre-sión de los Fúcares, Belsares y demásbanqueros extranjeros que a éstos fue-ron sucediendo.

El naturalista P. Bernabé Cobo narrahaber visto en una huerta de la ciudad deMéxico una planta que describe así: “Otracasta de acelga, que me dixeron se llama-ba betabes, y que eran traídas de Flandes,cuyas hojas se comen, y juntamente susraíces, que son gruesas y coloradas comozanahorias” (Historia del Nuevo Mundo,tomo II, pág. 434).

Betabel y betarraga son nombres anti-guos de la remolacha en España, ambosderivados del francés betterave. El vocablorecogido por Cobo, betabe, tenía el mismosentido e igual procedencia flamenca. Esa

FERNANDO ORTIZ

* Tomado de Contrapunteo cubano del tabaco y elazúcar, edición crítica de Enrico Mario Santí, EdicionesCátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 2002, pp. 733-739.

*

FERNANDO ORTIZ(1881-1969)

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raíz flamenca puede advertirse en el ape-llido del sublime Beethoven, que vulgar-mente no significa otra cosa que “huertade remolachas”.1

Pero en las Indias hispánicas la remo-lacha no se declaró contra la cañamiel.Hay que llegar a Napoleón y encontrarlodesprovisto del azúcar que controlaba In-glaterra para verlo acudir a la intensifica-ción de la industria azucarera derivada dela remolacha. Mientras se pudo disponerpor los mercados consumidores de azúca-res hechos de caña en las colonias tropica-les, nadie pensó en hacerla de remolacha.Fue cuando las guerras napoleónicas quelos capitalismos francés y alemán iniciaronla producción sacarífera de la remolachacomo un sustitutivo, como un transitorioErsatz2 del azúcar cañera. Esto no se hizosino con la autoridad, protección y finan-ciamiento de los remolacheros por parte delEstado y para defenderse contra el “blo-queo continental” que entonces se reali-zaba por Inglaterra.

La industria sacarífera remolachera estambién capitalista desde su origen. Másaún que la cañera. Lo es por las grandesinversiones capitalistas que requiere y,además, por lo indispensable de la protec-ción aduanera, que no es sino un impues-to gravoso al pueblo, creado solamente parahacer posible en climas ingratos la perma-nencia de una industria agraria antieco-nómica e incapaz de competir librementecon el azúcar de caña producido en los tró-picos. Pasadas las guerras napoleónicas, losintereses creados por el capitalismo conti-nental impusieron la continuación y agra-vación del régimen privilegiado del azúcar

remolachero para mantener la artificialidadde su existencia contra su rival histórico elazúcar de caña.

Sin duda, la industria remolachera fuey es de las más privilegiadas del mundo.Parece indudable que en un sistema deverdadero librecambio universal todo elazúcar del mundo se fabricaría en los paí-ses tropicales y la costosa remolacha delas tierras frías no tendría que ser produ-cida. Ni su azúcar sería protegida hasta elpunto de que en todos esos países el pue-blo tiene que pagar precios enormes porun producto que, en buena lógica econó-mica, sólo debiera costar un precio variasveces menor. Por eso los pueblos sufridoresdel privilegio remolachero y de sus altosprecios se ven privados de comer azúcar yde aprovecharse de sus excelentes condi-ciones nutritivas, de antaño bien conoci-das, tanto que ya Cristóbal Colón, quetenía ideas muy claras sobre el azúcar,decía de éste que “es el mejor manteni-miento del mundo y el más sano”. Así seobserva, por ejemplo, que algunas revis-tas ilustradas de Italia inserten anunciospropagando las virtudes alimenticias delazúcar y estimulando al pueblo a que acre-ciente su consumo, sin advertir que es Ita-lia donde el azúcar cuesta más. Lo mismoocurre en España y otros países europeos.¿Pero cómo van a comer azúcar aquellosdesnutridos pueblos si es prohibitivoel precio que les es impuesto por laartificialidad económica de la industriaremolachera y por la presión de los bene-ficiarios de tales monopolios, sostenidos porla fuerza coercitiva del Estado, que al con-sumidor le exigen altos precios e impiden

1 Se refiere, desde luego, al gran compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827).2 Sustituto, artificial.

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la importación de los libres azúcares ca-ñeros de los pueblos tropicales, los cualesserían muchísimo más baratos y accesiblesal gasto popular? Solamente en los Esta-dos Unidos, gracias a su economía ubérri-ma,3 sustentada por el esquilmo agrario yminero de todo un continente, y tambiéna la competidora proximidad tropical delos azúcares cañeros, ha podido sostener-se el privilegio de remolacheros y refina-dores sin restringirse el consumo del azú-car por la población; tanto que si enEuropa se excita a los habitantes a quecompren más y más azúcar, en los EstadosUnidos no faltan quienes opinen que supueblo la consume en demasía, basandosu juicio en que allí el promedio anual deazúcar por persona equivale en libras a lasde su propio peso corporal. Y ya el gobier-no (Department of Agriculture, Farmers’Bulletin, núm. 1,762) propaga la enseñan-za ahorrativa de que las frutas y demásvegetales pueden conservarse en su pro-pio jugo sin adición de almíbar ni azúcaralguna, y los higienistas recomiendan co-mer menos azúcar y no exigir la blanca yrefinada sino la morena, que dicen esmejor.

La industria azucarera, así de cañacomo de remolacha, ha sido siempre capi-talista por su propia índole agraria, indus-trial y mercantil, y, por lo tanto, ha goza-do siempre de la protección política delos magnates. Ya en la Española todos losgrandes personajes del gobierno, desde elvirrey hasta los alcaides, tesoreros, veedo-res y jueces, fueron hacendados que hi-cieron azúcar con privilegio y para su me-dro. La del azúcar es de las industriasmás intervenidas, protegidas y reguladaspor el Estado; pero nunca con un propósi-

to equitativo de proteger por igual alfabricante, al colono, al obrero y al con-sumidor.

Hoy día, con azúcar de caña o con azú-car de remolacha, el problema va siendoigual. Una misma estructura económica,mecanizada, monetizada y deshumanizada,determina fenómenos análogos para lasdos, en las llanuras frías como en las saba-nas tropicales. En los campos remolacheroscomo en los azucareros es una misma laangustia. Las tierras que producen los azú-cares no son de quienes las labran y losprovechos se van lejos, muy lejos, a tierrasdesconocidas y a gentes que, lejanas yocultas por las acciones anónimas, ni si-quiera se pueden llegar a conocer.

Esta condición se agrava en paísescomo Cuba, por su economía de armazóncolonial, siempre sometida a producirmaterias primas para exportar a mercadosmetropolitanos, y con su industrialidadnacional muy embrionaria, incapaz de sa-tisfacer el sustento propio. Ni siquierapuede el azucarero cubano emplear la to-talidad de la potencia productora de suscañaverales e ingenios, castrados por unforáneo régimen de cuotas que restringesu producción de azúcar. Aquél no ha po-dido fabricar los múltiples productos deri-vados de las sustancias extraídas de la cañadulce; ni siquiera el alcohol, tan útil comocarburante para los motores de transportey máquinas industriales, el cual nos ali-viaría la carencia de combustibles nacio-nales y la supeditación al petróleo extran-jero. Cuba no hace ni lo que pueden hacercasi todas las demás naciones del mundoque no tienen gasolina propia, o sea, mez-clarla provechosamente con alcohol indí-gena; lo impiden intereses extranjeros

3 Abundante, fértil.

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(véase el concluyente estudio de ÁngelC. Estapé, “Alcohol como carburante”, enRevista de la Sociedad Cubana de Ingenie-ros, Habana, volumen XXXIV, 1940, págs.236 y ss.).

Un sociólogo norteamericano ha podi-do decir con precisión: “La situación delas Antillas resulta particularmente cruel.Allí los ingleses y los norteamericanos im-pusieron la creación de la gran industriadel azúcar y luego ellos mismos han alza-do barreras arancelarias contra la mismaindustria. No faltan escritores americanosque afirman la grave responsabilidad delos Estados Unidos, en las dificultadeseconómicas y políticas de Cuba. Los “ame-ricanos” “hicieron de Cuba un paísmonocultor de azúcares. Después le crea-ron tales dificultades arancelarias quecausaron su ruina y la revolución de supueblo. Y luego le mandaron la infanteríade marina […] para la intervención”(A[rchibald] Grenfell Price, White Settlersin the Tropics, Nueva York [AmericanGeographical Society], 1939, pág. 230).

Una economía dirigida y planeada conuna estructura intercontinental, libre delas abusivas restricciones nacionalistas ymonopolistas, e inspirada por las realida-des climáticas, agrarias y sociales, haríade nuevo que Cuba y las demás Antillasvolviesen a ser, como decía Franklin alcaer el siglo XVIII, “las islas del azúcar”, las“azucareras del mundo”. Acaso llegue unaépoca en que una economía más razona-ble, de más científica distribución deltrabajo internacional y con verdadera re-ciprocidad en el intercambio de sus pro-ducciones naturales, nos endulce de nue-vo la existencia antillana poniendonosotros los necesarios esfuerzos, al par delos aportes de la naturaleza marginalmentetropical que aquí es privilegio nuestro, al

servicio de vigorizarles la nutrición a losdemás pueblos y de transmitirles las ener-gías que deposita en nuestros cálidoscañaverales la potencia cósmica del sol.Al menos, una reestructuración intrahe-misférica de la economía de todas lasAméricas haría humanamente aconseja-ble esa urgente y lógica división del tra-bajo productivo entre sus diversas regio-nes ecológicas, atendiendo a la variedadde sus potencialidades agrarias; pero nohay que pensar demasiado en tamaña so-lución, a menos que las enseñanzas y con-secuencias de la guerra ahora desatadapor el mundo (1940) nos hagan cambiarlos arraigadísimos criterios que nos ago-bian. La vida de los pueblos ahora va des-bocada y por muy distintos rumbos, y todohace pensar que estas generaciones soncondenadas a vivir sin sosiego ni ventura.

Acaso la misma ciencia, que fundó laindustria azucarera y quiso contar con losexcelentes laboratorios naturales de lasislas del trópico y con las inagotables subs-tancias de sus riquísimas tierras, un díanos lleve el azúcar, cuando haya inventa-do otros medios y recursos mejores paraobtener la sacarosa y ya el trópico no lesea tan necesario ni barato. Ya se anunciaque en los países de nieve se pueden sem-brar cañas de azúcar, cañas especialmen-te aclimatadas y selectas para no sufrir enlas invernadas; ya se dice que se han in-ventado cañas de doble tamaño, gracias aciertas taumatúrgicas estimulacionesde la función genética de los cromoso-mas, que les hace duplicar su número(poliploidismo) y acrecer ciertos caracte-res orgánicos de las plantas…

Todo parece conjurarse contra el azú-car de Cuba, y todo en ella contra el por-venir cubano. Se llevaron los provechos yhasta se llevan las tierras: por su creciente

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y empobrecedora erosión, sin resguardoni reparo; por el aniquilamiento de losbosques, ya reducidos a sólo una déci-ma parte del suelo nacional; y, en fin,por la posesión domínica4 del mejor te-rritorio agrícola, con área ya mayor quela de dos provincias o como la cuartaparte del suelo nacional, en señoríos anó-nimos, ausentes y desvinculados. Y el

4 Que pertenece a cualquier mano muerta, o latifundio, por concesión real.

pueblo de Cuba en su tierra rica apenastiene con qué comer. Debiera ser el in-mediato y primordial empeño del cuba-no que se produjera en Cuba y por sugente toda su comida; y que de la tierraa la boca nadie le cortara el camino.Cuando el pueblo cubano sea menos es-clavo del azúcar, le será más dulce sualimento y más sabroso su vivir. C

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*

Como la sociedad colonial cubana se man-tenía del trabajo esclavo, y los esclavoseran de una raza diferente a la clasedominadora, los ideólogos de ésta justifi-caron esa explotación descarnada delhombre por el hombre en una supuestainferioridad racial. El negro, afirmaban,por características raciales inmutables, nopuede elevarse al nivel del hombre blan-co, estando incapacitado, en consecuen-cia, para el ejercicio de los derechos y de-beres que comportan una sociedadorganizada que, en la mera forma, procla-ma la libertad, la igualdad y la fraterni-dad. Ellos pensaban que la raza hacía alnegro esclavo y amo al blanco.

La lucha por el predominio políticoque, en distintos momentos y a través dediversas formas, desarrollaron con más omenos energías las clases dominantes dela sociedad cubana anterior a la guerrade 1868, beneficia exclusivamente a lospropietarios de esclavos. El negro fuera es-clavo o libre, no contaba para nada en esosproyectos y aspiraciones. Los movimientos

RAÚL CEPERO BONILLA

* Raúl Cepero Bonilla: Azúcar y abolición, Editorialde Ciencias Sociales, La Habana, 1971, pp. 125-139.

RAÚL CEPERO BONILLA(1920-1962)Des ta cado

intelectual cubano.Economista, pol ít icoe historiador. Entre

sus principales libros:El Siglo (1862-68), un

periódico en luchacontra la censura;Polít ica azucarera

(1952-1958) y Azúcary abolición.

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de rebeldía contra la metrópoli inspira-dos por la clase de los hacendados, espe-cialmente el anexionismo, estuvieronmotivados, en última instancia, por con-sideraciones puramente esclavistas. To-dos se proponían apuntalar al sistemaesclavista.

En las primeras etapas del sistemaesclavista hasta los trabajadores manua-les libres eran, en su inmensa mayoría,negros o mulatos. El blanco no participabapreponderantemente en el trabajo social,aunque la minoría dominante usufruc-tuara todas sus utilidades y beneficios. Elpropio desarrollo interno del régimenesclavista fue creando, con el aumento dela población, una gran masa de desposeí-dos, libres formalmente, pero que teníanque vender su capacidad de trabajo parasubsistir. Este incipiente proletariado,constituido por blancos, negros y mulatos,que nada obtenían del trabajo esclavo yque para nada necesitaban de los prejui-cios raciales, constituyó la base social quepropició la gradual exclusión del racismode los movimientos políticos que perse-guían la independencia absoluta. Es en-tonces cuando surge la posibilidad de quela nacionalidad cubana, compuesta deuna población heterogénea, cuajara porel esfuerzo conjunto de todos sus miem-bros, a contrapelo, claro está, de los inte-reses de la minoría detentadora de los me-dios de riqueza.

Los ideólogos de los hacendados se fue-ron haciendo más racistas a medida queel sistema de la esclavitud declinabapor el empuje arrollador de las nuevas fuer-zas sociales que el industrialismo fomen-taba. Mientras que, por ejemplo, Francis-co Arango y Parreño propugnaba la mezcla

de razas para borrar la memoria de la es-clavitud. Del Monte, Saco, BetancourtCisneros, Pozos Dulces y Echeverría, porel contrario, defendían, vituperando yabominando la mezcla de razas, la supre-macía blanca a través de la eliminacióncompleta del negro en la sociedad cuba-na, no por el cruzamiento, sino por la con-sunción o por el destierro.

Quiero —dijo Arango y Parreño— porlo menos, que por sabios artífices se tra-ce el instante, el plan que debe seguirpara blanquear nuestros negros [subra-yado en el original]; o sea: para identi-ficar en América a los descendientesde África con los descendientes deEuropa. Quiero, al propio tiempo, quecon prudencia se piense en destruir laesclavitud (para lo cual no hay pocohecho), se trate de lo que no se hapensado, que es borrar su memoria. Lanaturaleza misma nos indica el más fá-cil y más seguro rumbo que hay queseguir en esto. Ella nos muestra que elcolor negro cede al blanco, y que des-aparece si se repiten las mezclas deambas razas; y entonces también ob-servamos la inclinación decidida quelos frutos de esas mezclas tienen a lagente blanca. Ensanchemos, pues, tanventurosa senda. Protejamos esas mez-clas, en vez de impedirlas, y habilite-mos sus frutos para el completo gocede todas las ventajas civiles.1Arango y Parreño anotaba que sólo por

el blanqueamiento de la población negrase podía destruir la “preocupación de co-lor”. Consecuente con ese criterio acon-sejó, años más tarde:

[…] la fundación de colonias en para-jes a propósito, compuestas, por mitad,

1 Francisco Arango y Parreño: Obras, t. II, p. 376.

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de labradores traídos en derechura deEuropa, y de gente de color honradas,cuidando de que todas las hembrasfuesen de la última especie, y estable-ciendo de hecho la mayor igualdad enlos colonos.2Estas simpatías por el cruzamiento ra-

cial, no hacen a Arango y Parreño un pre-cursor de la igualdad racial. El condeGobineau escribió que sería injusto afirmarque toda mezcla es perjudicial y mala: en rea-lidad desde el punto de vista estético, la me-jor mezcla es la que presenta el vástago blan-co y negro, y sin embargo fue el autor delos Ensayos sobre la desigualdad humana,que es la biblia del racismo moderno. Perola tesis de Arango y Parreño, enjuiciadaobjetivamente, se nos presenta como be-neficiosa al surgimiento de la nacionali-dad cubana, que tenía —y tiene— en elcontacto igualitario de sus razas integran-tes un presupuesto necesario.

Claro que, subjetivamente, Arango yParreño no abrigó esa finalidad. Nada máslejos de su mente que la igualdad racial yel nacionalismo sin discriminación. Él sos-tenía que en el mundo ha habido siempreesclavos y los habrá 3 y califica de insensa-tos los proyectos que se formulaban paralibertar todos los negros e igualarlos con losblancos en derecho y condición.4

Arango y Parreño consideraba al ne-gro como ser inferior, condenado por losinexorables designios de la naturaleza aser esclavo de las razas superiores. Mien-tras existieran hombres de piel oscura ha-bría esclavitud y discriminación racial

para los que lograran alcanzar la libertadcivil. La única solución al mal estaba enhacer desaparecer al objeto mismo de ladificultad, eliminando al negro por la víanatural de la fusión de razas. Arango yParreño, como esclavista al fin, fue tam-bién racista.

Las alabanzas de Arango y Parreño a lamezcla de razas fueron originadas más quepor esa concepción general del problemanegro por el temor a una insurrección deesclavos y al propósito meramente políti-co de buscarles aliados a los blancosdominadores.

Arango y Parreño propiciaba, simple-mente, la creación de la clase de los mu-latos, con la esperanza, fundado en laexperiencia de Haití, de que ésta se unieraa los blancos para reprimir a los negrosesclavos.

Esta medida [el cruzamiento de blan-cos y negros, R. C.] —confesó Arangoy Parreño— vale más en mi concepto,que todas las que puedan tomarse porla presente y futura seguridad de Cuba;porque de pronto disminuye el núme-ro de nuestros enemigos domésticos,uniéndose a los mulatos, y a la largablanqueará todos nuestros negros.5Arango y Parreño quería aprovechar,

en beneficio de los explotadores escla-vistas:

la inclinación decidida que los frutosde esas mezclas [los mulatos] tienen ala gente blanca.Los anexionistas discrepaban, en este

punto, de Arango y Parreño. Su tonalidad

2 Ibíd., p. 654.3 Ibíd., p. 340.4 Ibíd., p. 338.5 Ibíd., p. 376.

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racista fue más acentuada. Creían como losracistas actuales, en la pureza de la sangre,en el destino civilizador de la raza blanca yen la degradación congénita de los negros.Poco les faltó para preconizar severas medi-das de higiene racial, adelantándose variasdécadas a la era hitleriana. Repudiaron loscruzamientos raciales. Entendían que la fu-sión de razas perjudicaba al predominio blan-co en tierras americanas.

En Venezuela —expresó el órgano ofi-cial del partido anexionista La Verdad—se presentó el espectáculo más lamen-table, los enlaces más repugnantes anuestros instintos, los más chocantes enel estado actual de nuestra civilizacióny opinión pública, los más degradantesy vergonzosos para nuestra raza, matri-monios de mujeres blancas con negros,mulatos zambos y mestizos. Semejanteamalgamación y cruzamiento de nues-tros hermanos de Venezuela, con razasdegradadas y despreciadas física y mo-ralmente, es un verdadero salto atrás[subrayado en el original], que no lesdejará a los venezolanos más que unageneración caucasiana pura, si ellos nose echan pronto y decididamente en losbrazos de las razas mejores de las nacio-nes de Europa y América atrayéndolastodas a su país, y estimulándolascon todas las ventajas políticas, religio-sas y sociales que una política liberal ymás sabia les aconseja.6El anexionista Lorenzo Allo se consi-

deraba obligado a aclarar

abogar por que no haya esclavos en unpaís no es abogar por la mezcla de dosrazas diferentes.7Gaspar Betancourt Cisneros, el más

destacado teórico del anexionismo, esta-ba convencido de la inferioridad naturaldel negro, que no desaparecería ni en losproductos de su fusión con el blanco. Elmito racial dominaba al Lugareño, queachacaba a la mezcla de razas todos losmales que aquejaban a la colonia. Sinpurificación de la sangre no habría porve-nir risueño para la colonia oprimida.Betancourt Cisneros estimaba que única-mente la absorción de los blancos quehabitaban la isla, que él conceptuabacomo racialmente impuros, y la elimi-nación del negro, mediante la constantecorriente de emigración de los norteame-ricanos (blancos puros), objetivo que per-mitía la anexión, se podía obtener unasolución efectiva al problema cubano, que,en el fondo, no era más que un problemaracial.8

Las ideas de los anexionistas respectoal mestizaje no cayeron en el vacío. Elpartido autonomista, casi medio siglo mástarde, las manejó en sus críticas al movi-miento independentista. El País, órganooficial de esa organización política, enun editorial dedicado al estudio críticode las distintas soluciones que al proble-ma de la población darían las tendenciaspolíticas que se manifestaban en la isla,llegó a calificar a los mulatos de “engen-dros degenerados”.9

6 “La cuestión negrera de la isla de Cuba”, por los editores y colaboradores de La Verdad, p. 12.7 Lorenzo Allo: La esclavitud doméstica, p. 10.8 Véanse sus cartas a José Antonio Saco, en Medio siglo de historia colonial de Cuba, de José A. Fernández de

Castro, pp. 89, 94, 105, 114 y 120.9 El País, año XI, no. 69, 21 de marzo de 1888.

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El mito de la pureza racial funcionóen la sociedad cubana del siglo XIX, ycontó con prominentes sostenedores. Elnegro por el color de su piel estaba con-denado, en todo sistema social, a ocuparel estrato inferior y más explotado. Elcolor lo apartaba del reino de la libertad.Darle la libertad civil no era darle la li-bertad real.

El negro —escribió el historiador cu-bano Guiteras—, a quien la benevo-lencia del amo declarase libre, no en-traría a identificarse y confundirse conla masa de la sociedad. Su color, que-dando perenne, lo haría continuarcomo un elemento hasta cierto puntoseparado de la raza blanca. Porque lamarca indeleble de la raza, permanececonstante e invariable a despecho detodas las opiniones y sentimientosfilantrópicos; y según el estado de laopinión, así donde existe la esclavitudcomo donde se ha extinguido, en elBrasil y las colonias españolas, en losEstados Unidos y las colonias inglesasy francesas, es imposible para el negroelevar por sus propios esfuerzos su con-dición a la altura del hombre blancocualquiera que sea su mérito personal;pues, como observa el historiadorBancroft, la senda que conduce a laigualdad social no está abierta para él,que no puede elevarse sobre su estadohumilde sin elevar consigo la raza toda[…]. El negro emancipado no ha sabi-

do corresponder a las esperanzas de losamantes de la humanidad.10

El racismo predominó en el pensamientode los “liberales” cubanos, que respondían alos intereses clasistas de los hacendados.

La existencia de la esclavitud —diceMarcel Prenant—, ha estado acompa-ñada siempre por un racismo que pro-clamaba la inferioridad de las razasdestinadas a la esclavitud.11

En Cuba se confirma también este aser-to. Los esclavistas utilizaron también elmito racista para justificar la bárbaraexplotación del negro. Joaquín S. Suárez,hacendado cubano perteneciente alcírculo liberal, raíz de la represión de laEscalera, recurría a Tocqueville para de-mostrar que el color de la piel sujetaba alnegro en la esclavitud perpetua.

Constituye un punto de doctrina in-contestable, la que Tocqueville dedu-ce de sus observaciones, y es que enadelante será imposible que las dos ra-zas vivan mezcladas de otro modo queno sea bajo la condición de opresora yoprimida, de esclava o víctima la másdébil de la más fuerte, y que, por con-siguiente, todo proyecto de emancipa-ción es tan funesto para los unos comodesastroso para los otros.12

El ambiente de libertad no se avenía ala naturaleza del hombre de color. En laesclavitud estaba su felicidad y la de susamos. El color negro, lo había dicho elPadre Varela, era un signo de ignominia.13

10 Pedro J. Guiteras: Historia de la isla de Cuba, t. III, p. 275.11 Marcel Prenant: Raza y racismo, p. 11.12 Joaquín Santos Suárez: “Informe a la Junta de Fomento”, abril 29 de 1844. Véase en Historia de la esclavitud de

la raza africana, t. IV, p. 249, de José A. Saco.13 Félix Varela: “Memoria sobre la esclavitud”. Véase en Observaciones sobre la constitución política de la monarquía

española, p. 162.

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El racismo de los ideólogos de los ha-cendados tenía también un fundamentopolítico. Si la causa de la esclavitud noera un hecho social, esencialmente varia-ble como tal, sino uno natural, esencial-mente invariable como tal, la esclavitudsería eterna e inmutable. Mientras exis-tieran razas inferiores, y al negro se le ca-talogaba de ese modo, la esclavitud eraun hecho impuesto por la naturaleza. Porel racismo la esclavitud adquiría perma-nencia eterna.

Los ideólogos de la clase dominantede la sociedad cubana anterior al 68, fue-ron salvo muy contadas excepciones, ra-cistas, como racistas fueron todos los mo-vimientos políticos que éstas inspiraron yorganizaron, no solamente porque susten-taron el dogma según el cual un grupo étni-co está condenado por la naturaleza a lainferioridad congénita y otro grupo se halladestinado a la superioridad congénita,14 sinoporque también entendían que la espe-ranza de la civilización en Cuba radicabaen la supremacía del blanco y la elimina-ción del negro.

Aquellas clases y sus ideólogos repu-diaban todo contacto con los hombres depiel oscura. Las puertas de la nacionali-dad cubana estaban firmemente cerradaspara el negro.

La nacionalidad cubana —advirtióSaco— de que ya hablé, y de la únicaque debe ocuparse todo hombre sen-sato, es de la formada por la raza blan-

ca, que sólo se eleva a poco más de400,000 individuos.15

En los proyectos políticos de la clasede los hacendados no encontraba cabidael negro. Pero se llegó a más. Se deseóardientemente la eliminación del negrode la sociedad.

La tarea, el conato único, el propósitoconstante —asentaba Domingo delMonte— de todo cubano de corazón yde noble y santo patriotismo, lo debecifrar en acabar con la trata primero,luego en ir suprimiendo insensiblemen-te la esclavitud, sin sacudimiento niviolencias; y por último, en limpiar aCuba de la raza africana. Esto es lo quedicta la razón, el interés bien entendido,la política, la religión y la filosofía, deconsuno, al patriota cubano.16

José A. Saco ratificó la tesis del ilustreanimador de la cultura cubana.

Deseo —dijo— ardientemente, no pormedios violentos ni revolucionarios,sino templados y pacíficos, la disminu-ción, la extinción, si posible fuera, dela raza negra.17

Para realizar el propósito proponía “darotra patria a todos los nuevos libertos”.18

Años más tarde, en 1864, invocando lasuprema ley de la salvación del estado,elaboró todo un programa que aspiraba ensu realización a la gradual eliminación delnegro. No obstante su extensión no vacilóen transcribir, íntegramente, las medidasde higiene racial del pensador bayamés.

14 Ruth Benedict: Raza, ciencia y política, p. 124.15 José A. Saco: Contra la anexión, t. I, p. 224.16 Domingo del Monte: Escritos, t. I, p. 231.17 José A. Saco: ob. cit., t. I, p. 82.18 José A. Saco: ob. cit., t. I, p. 54.

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1º Que ningún individuo de raza afri-cana, varón o hembra, libre o esclavo,que saliese de Cuba por cualquier mo-tivo, jamás pudiese volver a ella.2º Que todo delincuente de raza afri-cana libre, que no fuese condenado amuerte, purgase su pena, no en Cuba,sino en los presidios de España y Áfricay acaso con más provecho en FernandoPoo, pues debemos recordar que condelincuentes formó Inglaterra las mag-níficas colonias que posee en Australia.3º Que siendo la vagancia la escuelafatal que engendra tantos ladrones yasesinos, se hiciese un padrón exactode la gente libre de color, y que todoaquel que no acreditase tener mediosde subsistencia, procedentes de rentapropia o de algún oficio o profesiónconocidos, fuese enviado como vago yperjudicial, ya a la Península para ser-vir en la marina de guerra, en el ejér-cito o en otras ocupaciones, ya a Fer-nando Poo, cuya inmediación a lasbocas del Níger le prepara un ventajo-so porvenir. Cuba gasta indebidamen-te algunos centenares de miles de pe-sos al año; pero ya que los gasta muchomejor sería que se empleasen en el ob-jeto que propongo.4º Respecto a las demás gente libre deraza africana que no se halla compren-dida en los casos anteriores, no se debeejercer ninguna compulsión. Sin em-bargo, yo formaría juntas, reuniríafondos, y fomentaría su emigración vo-luntaria [subrayado en el original,R. C.], al punto que ellos quisieran es-coger. Muchos podrían ir a la Penínsu-la, y esparcidos allí en una población de

diez y seis millones de habitantes quecada día se aumentará, lejos de inspirartemores, se dedicarían en un campo másgrande y más libre para ellos, al serviciodoméstico, a las artes, al comercio y atodo género de empresas, pudiendo has-ta realizar aspiraciones que en Cuba noles es permitido satisfacer.5º Mientras las cosas subsistan comohoy, y no se haga novedad en la legisla-ción de manumisiones, yo exigiría quetodo esclavo que se libertase de cual-quier modo que sea, y que no pasase de50 años de edad, saliese de la Isla. Estadisposición no causaría ningún perjui-cio a los campos, que son los que tie-nen más necesidad de brazos, y digoque no lo causaría porque las manumi-siones siempre recaen en los esclavosurbanos, siendo muy raros los casos enque los rústicos se libertan. No se ta-che de tiránica esta medida. La liber-tad es un bien, y la ley al concederlo,puede imponer todas las condicionesque juzgue necesarias para la salvacióny tranquilidad de la patria.19

La emigración más o menos forzosa deminorías raciales, que ha sido caracterís-tica acusada del régimen hitlerista, fueuno de los medios concebidos por losideólogos de los hacendados para lograr,después que el tiempo impusiera la aboli-ción de la esclavitud, la erradicación totalde los hombres de color. Los anexionistasjuzgaron a la fundación de Liberia comoel pensamiento más honroso para la civili-zación. Allá querían enviar a nuestrosnegros.20 El pensamiento encontró acogi-da en la Representación a la reina de Espa-ña sobre la abolición de la esclavitud (1862),

19 José A. Saco: Colección póstuma, p. 149.20 Lorenzo Allo: ob. cit., p. 9.

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en la que solicita que los negros quequedaren libres sean trasladados a Liberia.21

Los reformistas aspiraron como un me-dio eficaz de obtener la eliminación delnegro, implantar un régimen que impidie-ra a los hombres de color ganarse la vidaen tierra cubana. El Siglo, en 1863, divul-gaba la conveniencia de ir resolviendo si-multáneamente, la cuestión entre el tra-bajo esclavo y el trabajo libre y la cuestióndel trabajo de las razas de color y el traba-jo de la raza blanca.22 Y meses antes deque estallara la Guerra de los Diez Añosasienta que la cuestión del trabajo y po-blación de los países tropicales quedaríaresuelta cuando la raza blanca absorbieralos salarios que percibían las razas decolor.

El día en que la caña de azúcar —diceel editorial de Pozos Dulces— se acli-mate en la tierra del pobre y repartaentre la raza blanca la masa inmensade salarios que directa o indirectamen-te absorben las razas de color, ese díaquedará resuelto como por ensalmo lahasta ahora insoluble cuestión del tra-bajo y población en los países tropi-cales.23

Los reformistas creían en la “suprema-cía blanca” y en “los altos fines de la civi-lización blanca”. El Conde de Pozos Dul-ces, una de las mentes más lúcidas delpensamiento reformista, afirmó:

Neutral en la arena de los partidos po-líticos que en España se disputan la su-premacía, no puedo serlo respecto alprincipio que consagra la necesidad de

aumentar el trabajo de color en mi pa-tria, sobrado inundado ya de elemen-tos heterogéneos, que harán en todotiempo difícil su consolidación para losaltos fines de la civilización blanca quetanto ella como España están interesa-dos en promover […]. Estoy demasia-do connaturalizado con la grandeza delo pasado y con las esperanzas en elporvenir de la raza blanca que hoy pue-bla Cuba, para no contemplar sin es-crúpulo y dolor que un error de inteli-gencia, o una ambición desmedida delucros ilegítimos, entreguen mañanaese riquísimo patrimonio en manos dela barbarie o la devastación […]. Unaraza que abandona a otras razas el cul-tivo de su territorio, se despoja por esemismo acto de toda legitimidad de po-sesión, de todo derecho y arraigo a laperpetuidad, sin que los que la vidade los pueblos es un accidente transi-torio en la historia de la humanidad.24

José A. Echeverría, al redactar el infor-me de la representación reformista sobre laabolición de la esclavitud escribió:

[…] reconocemos y sostenemos el dere-cho del esclavo para volver al goce de sulibertad, pero también reconocemos ysostenemos el derecho de la poblaciónblanca para defender su existencia y sos-tenerse en el país que conquistaron suspadres. Reconocemos y sostenemosigualmente que la propia conservaciónes el primer deber que impone y el pri-mer derecho que otorga la mismajusticia que se invoca: reconocemos

21 Representación a la reina de España sobre la abolición de la esclavitud, p. 25.22 Editorial, El Siglo, año II, no. 139, 12 de junio de 1863.23 Editorial, El Siglo, año VI, no. 33, 7 de febrero de 1867.24 Conde de Pozos Dulces: La cuestión del trabajo, t. II, p. 24.

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y sostenemos por último que la humani-dad y el progreso así claman porque sequiten las cadenas al esclavo como por-que la raza más adelantada no abdiquesu preponderancia, sin provecho, antesbien con perjuicio de incultas turbas yno permita que la civilización retrocedaallí a los siglos bárbaros ni mucho menosarrostre incautamente la dura alternati-va de ser exterminada o exterminar atodo un pueblo semisalvaje.25

Los reformistas no concebían la convi-vencia armónica de dos razas distintas, enun plano de igualdad, en la sociedad cu-bana.

La cuestión de la esclavitud se resol-vía en una cuestión racial para los corifeosdel reformismo. Ellos admitían que la es-clavitud estaba condenada a desaparecer,pero esperaban que cuando el hecho seconsumara, haber logrado la eliminacióndel negro. Queremos el predominio de la razablanca,26 gritaban en la junta de informa-ción.

Los reformistas rechazaron de plano laconcesión de iguales derechos políticos quela población blanca a la de color libre.

Del estado de ignorancia —escribióJosé Morales Lemus en el Informe so-bre la cuestión política— en que se ha-lla su mayor parte, la clase libre de co-lor, nace una razón de convenienciapara que no se le dé igual participa-ción política que a la clase blanca.27

Los reformistas alentaron los prejuiciosraciales con el pretexto de la ignoranciade la masa negra y mulata. Maltrataron y

discriminaron al hombre de color, comomaltrataron y discriminaron a los blancosque no pertenecían a las clases altas de lasociedad cubana. Fueron aristócratas yracistas hasta la médula de los huesos. Losprincipios de la democracia liberal no pe-netraron en la conciencia de los hombresque formaban el estado mayor de la clasede los hacendados.

El partido reformista, que fue la van-guardia más avanzada de la clase de loshacendados, orientó su acción política conlos principios de la filosofía racista. De-fensor celoso de los intereses de los ha-cendados esclavistas hizo todo lo posiblepor arrinconar a los hombres de color enel estrato más explotado. Un interés declase determinó su postura. La suprema-cía blanca que proclamaba era un merotrasunto de la supremacía de la clase aque estaban adscritos. Aspiraban senci-llamente, a la hegemonía de su clase enla sociedad cubana. La discriminación ra-cial facilitaba el logro del empeño. Losesclavos de hoy serían los obreros del ma-ñana. Los prejuicios raciales, por otro lado,podían frustrar la colaboración de lasclases populares blancas y las de color.Aquéllas como éstas sufrían la explotaciónde la clase propietaria. El interés econó-mico no las separaba, sino que por el con-trario, las unía.

Los reformistas reconocían que elapartamiento de las dos razas se notaprincipalmente respecto de las clasesblancas más ricas y aristocráticas,28 y queel apartamiento social que existe entre

25 Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, t. II, p. 286.26 Ibíd, p. 141.27 Ibíd.28 Ibíd., p. 143.

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las dos razas, se desvanece poco a poco,hasta perderse, cuando se baja, en los blan-cos, de la clase más rica y aristocrática, a lasclases inferiores, que son a menudo confun-didas con las de color.29 Ellos, con no disi-mulado espanto, observaban la recíprocaigualdad que se manifestaba en las relacio-nes de las clases pobres de las dos razas. Te-mían a los resultados sociales de una cola-boración, con propósitos políticos definidos,de las clases bajas de la sociedad cubana.

29 Ibíd., p. 140.30 José M. Macías: “Discurso”, 20 de mayo de 1866. Véase en la Colección Facticia Vidal Morales, vol. 99.

No desconocían los trabajos revoluciona-rios de “La Sociedad Republicana de Cubay Puerto Rico”, que proclamaba la libertadpara todos los habitantes de Cuba y PuertoRico, sin distinción de razas ni colores.30

Preveían que el movimiento revoluciona-rio iba a elevar al primer plano a las masas,democratizando y liberalizando la organi-zación política de la isla. La democracia noera el régimen político que se ajustaba a lasnecesidades de la clase propietaria. C

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Comida, ropa y casa para los esclavos fuerontres factores de la producción cuidadosamen-te organizados y normados a partir de la dé-cada de 1820. Pues la etapa primera del granboom azucarero-esclavista (1789-1820), fuede gran inestabilidad en la política interna-cional, reflejada a su vez en una grave irre-gularidad del tráfico marítimo, que inevita-blemente afectó la necesaria regularidad querequiere el control de los factores producti-vos. Las guerras napoleónicas, el conflictoanglo-norteamericano, y las guerras de in-dependencia latinoamericanas distorsionaronel mercado internacional afectando la im-portación de aquellos productos que servíancomo base de mantenimiento esclavo. Ya vi-mos, por ejemplo, lo ocurrido con las harinas:aunque en menor grado el hecho se repitiócon el tasajo, el bacalao, el arroz y las telas.La especulación en alimentos y géneros co-incidió con la crisis de producción local deautomantenimiento.

En efecto, coetáneamente a la irregu-laridad de las importaciones de bienes de

MANUEL MORENO FRAGINALS

* Tomado de El ingenio. Complejo económico socialcubano del azúcar, Editorial de Ciencias Sociales,La Habana, 1978, t. II, pp. 57-63, 66, 67, 74, 75.

*

MANUEL MORENOFRAGINALS (1920-2001)

Histor iador,economista, abogado

y profesor. Entresus principales obras

se encuentran: JoséAntonio Saco,

Estudio y bibl iografía(1962), El ingenio.

Complejo económicosocial cubano delazúcar (1964),La

historia como armay otros estudios

sobre esclavos,ingenios y

plantaciones (1984).

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consumo, tiene lugar el violento desarro-llo azucarero que, como ya vimos, arrastrahacia los ingenios a buena parte de la po-blación campesina blanca que con sus pro-ducciones contribuían grandemente alabastecimiento de la gran capital. Y tam-bién contemporáneamente hay un agudoincremento demográfico como resultadode la inmigración masiva que llega a Cubahuyendo de las conmociones revolucio-narias de Haití y el continente americanoy también como secuela del impresionan-te incremento en la trata de negros.

En síntesis, la irregularidad en las im-portaciones de alimentos, la crisis de la po-blación alimentaria autóctona y el incre-mento de la población consumidora, todoello al unísono, repercutió dramáticamen-te en el nivel de vida del esclavo. De es-tos años son las descripciones patéticas deBarrera y Domingo sobre el hambre que aso-ló los ingenios y el trabajo de las dotacio-nes “casi en cueros”. El espectáculo delos ingenios cubanos durante la últimadécada del siglo XVIII y primera del XIX

debió ser verdaderamente dantesco a juz-gar por las descripciones de la época.

En una comunicación reservada delgobernador y capitán general de la Isla,fechada en 11 de mayo de 1798, se hablade que muchos ingenios carecían de ta-sajo y bacalao, que eran los dos renglonesbásicos alimentarios de los negros. El mar-qués de Cárdenas de Monte-Hermoso, porejemplo, se mostraba desesperado porquesus 500 esclavos no podían trabajar co-miendo sólo un poco de viandas cocidas.La situación fue tan grave que algunosingenios proporcionaban a sus esclavosnada más que una comida al día. Las plan-taciones que carecían de una gran coci-

na central para preparar la comida de ladotación acostumbraban a dar a sus es-clavos, uno a uno, el correspondiente ta-sajo o bacalao crudo que ellos llevaban albohío donde guisaban sus alimentos. Ló-gicamente, el encargado de cortar la car-ne o el bacalao y repartirla tenía en susmanos un poder excepcional en estos añosde hambre. Hoy, transcurrido más de si-glo y medio, en los sectores populares, elconcepto de autoridad se relaciona conla frase “el que corta el bacalao”.1

Pasada la gran crisis de abastecimien-to, la alimentación de los esclavos se nor-malizó. Los antiguos sacarócratas sabíantan bien como los modernos demógrafosque la alimentación, fuente básica deenergía del trabajo humano, era el factormás importante para asegurar la inversiónmás cuantiosa de la manufactura: la in-versión en esclavos. Se estableció, por tan-to, el multiplicador de la producción enfunción del consumo alimentario. Ade-más, por abundante que fuera la comidaproporcionada a los esclavos, era siempreun insumo menor del ingenio.

Por ser dueños de hombres y tener quemantenerlos para que trabajasen, los plan-tadores esclavistas se enfrentaron a los pro-blemas de economía alimentaria con unagran anticipación a los clásicos europeos.Los sacarócratas cubanos valoraron técni-camente cómo la nutrición deficiente eraun freno al incremento productivo, y reali-zaron experiencias para aumentar el rendi-miento de los esclavos mejorando la cali-dad y cantidad de los alimentos. Estasexperiencias, dentro del limitado marcocientífico de la época, pueden considerar-se como antecedente de los modernos es-tudios de Canet, Stearns y Bullio. Andrés

1 Francisco Barrera y Domingo: Reflexiones histórico-físico-naturales-médico-quirúrgicas, Habana, 1798, p. 174.

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de Zayas, una de las mentalidades prag-máticas más brillantes de la sacarocraciacubana, planteó desde 1835 el hoy llama-do ciclo infernal de Albert Sarraut: “el tra-bajador no come lo suficiente porque notrabaja bastante y no trabaja bastante por-que no come lo suficiente.”2

Los parámetros económicos de la plan-tación encuadraron el balance nutricionaldel esclavo. Y su alimentación estuvo de-terminada, aparte de las imprescindiblesconsideraciones dietéticas, por los preciosde los distintos renglones alimentarios enel mercado cubano, la facilidad de trans-portación de los mismos y la resistencia quepresentaban a los largos almacenamientos,así como la organización interna de lamanufactura. El esclavo que, desde elpunto de vista productivo, era conside-rado un equipo, desde el punto de vistanutricional fue igualmente estimado unmecanismo ingesta-excreta. Y el combus-tible o fuente de energía requerida paracumplir su trabajo y asegurar su existen-cia útil, consistió en una especie desalcocho, confeccionado con unos pocosproductos que llenaban los requisitos eco-nómico-nutricionales.

Este plato, típico de las plantacionescubanas, fue conocido en algunas zonascomo funche, y no tenía una fórmula úni-ca. Se preparaba con una base feculosaabundante, por lo general de harina demaíz, o plátano, o boniato, a la que seagregaba una porción generosa de carnesalada o bacalao. La selección de los com-ponentes variaba con los precios del mer-cado y las disponibilidades del ingenio. Ensíntesis, era una comida que cumplía losrequerimientos dietéticos, administrativosy aún psicológicos, pues por su abundan-cia procuraba una verdadera sensación dehartazgo.

Dentro de estos límites, con pequeñasvariantes en la forma, pero no en el valornutricional, se mantuvo la alimentación delos esclavos. Aunque obviamente, hay queagregar la ingestión diaria de una gran can-tidad de azúcar, en diversas formas: del zumode la caña mientras realizaban el corte,tomando directamente el guarapo calienteque se procesaba en las pailas, ingiriendolos trozos de raspadura que se quedabanadheridos a las refriaderas y los tachos,robándose el azúcar de la casa de purga yel secadero, o tomando miel de purga.3

2 Muestras de cómo los sacarócratas analizaron los problemas alimentarios del esclavo, tanto desde el punto devista dietético como económico, en Andrés de Zayas: “Observaciones sobre los ingenios de esta Isla”, Memoriade la Sociedad Económica de Amigos del País (MSEAP), 1836. Ver también los comentarios del marqués deCárdenas de Monte-Hermoso en el informe varias veces citado. Archivo Nacional de Cuba (ANC), RealConsulado, 93/3 938. Bernardo Honorato de Chateausalins: El vademécum de los hacendados cubanos, NuevaYork, 1831, p. 36, analiza, al más alto nivel científico para la época, la relación entre el valor nutricional de losdiversos alimentos y la jornada de trabajo.

3 Este continuo ingerir de azúcar quedó como hábito alimentario cubano. La ingestión de azúcar se hacía de muydiversos modos. En cada una de las pausas del corte, los esclavos pelaban cañas y las mascaban para sorber sujugo. Ésta es una costumbre inveterada de los cortadores manuales de caña en todos los países cañeros delmundo. Francisco Barrera y Domingo: ob. cit., p. 138, comentaba sorprendido esta costumbre, ya que para él,natural de Aragón, el mundo de la caña era nuevo, y se asombraba ante unos hombres que parecía estabancomiendo hierbas, “lo mesmo que animales”. A su vez, los esclavos que trabajaban en la casa de molienda teníanya a su disposición el jugo extraído en el molino —el guarapo—, que corría por las canales e iba a parar a lasgrandes pailas de la casa de calderas. Este jugo debió contener un valor aproximado del 15 % de su peso enazúcares. Los trabajadores de la casa de calderas ingerían tal cantidad de guarapo y melado, que algunos técnicosllegaron a considerar que esto ocasionaba una pérdida “muy crecida” (José Luis Casaseca: “Memoria sobre losrendimientos en caña y azúcar en los ingenios de esta Isla”, MSEAP, 1851, pp. 361 y ss.). También los

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Como norma, se daban dos comidasdiarias: no había desayuno. Muchos in-genios establecieron la costumbre deofrecer un trago de aguardiente de cañaa cada esclavo, al levantarse en las ma-ñanas.4 La contabilidad de numerosos in-genios demuestra un acuerdo tácito encuanto a cantidad de alimento. El percaput diario de un trabajador adulto eraligeramente superior a 200 gramos decarne o pescado salado.5 La carne sala-da fue la conocida como tasajo, quedurante la primera mitad del siglo XVIII

se producía en Cuba y a partir del boomcomenzó a importarse de Tampico y Ríode la Plata.

Las guerras de independencia hispa-noamericanas interrumpieron en gran par-

te el comercio de carnes saladas de la Ar-gentina y México y el mercado cubano fuecopado por la carne de vaca, de proce-dencia norteamericana, de la cual llegóa importarse un promedio superior a las3 000 toneladas anuales (1826-1830) mien-tras, en el mismo período, la importaciónanual de tasajo se redujo a sólo unas 6 000toneladas. La normalización del comercioentre Cuba y la América del Sur impusode nuevo el tasajo de Montevideo y per-mitió a varios grandes comerciantes cata-lanes vincular la importación de tasajo conel comercio de negros esclavos.

El bacalao fue otro producto cuyo con-sumo aumentó en Cuba durante la pri-mera mitad del siglo XIX. Parte del desa-rrollo pesquero bacaladero de Noruega

cortadores y alzadores tenían como costumbre, al regresar del campo, entrar por la casa de calderas y meter“sus jícaras en los bombones rebosados de guarapo caliente, antes de dirigirse a la cocina” (Anselmo Suárezy Romero: “Ingenios”, en Colección de artículos, Habana, 1856). Además, todos recogían hasta el último pedazode raspadura que se quedaba adherido a las tablas de las resfriaderas. Por último debemos recordar que el robode azúcar de los secaderos y la casa de purga fue una actividad imposible de evitar, y no existe un soloreglamento de gobierno de ingenios que no se refiera in extenso al particular.

4 La costumbre esclavista de no desayunar, ha persistido en grandes sectores de la población a quienes basta tomaruna pequeña taza de café al levantarse. Éste es uno de los muchos y perjudiciales hábitos derivados de laesclavitud y es sumamente difícil de desterrar. A su vez, el trago de aguardiente al amanecer permanecefuertemente arraigado.

6 El per caput alimentario de los negros es fácil de calcular, por lo menos en una serie de renglones esenciales. Seconservan numerosos libros de contabilidad de ingenios que anotan periódicamente (muchas veces diariamente)el consumo de los principales renglones alimentarios por la dotación. Ejemplos, en fechas distantes, puedenverse en el libro diario del ingenio “El Cambre” (1825) y en el del “Álava” (1862-1864). En la “Bibliografía”ofrecemos la referencia erudita de más de cincuenta de estos libros. Los 200 gramos de tasajo crudo queconsumían como promedio diario los trabajadores adultos, debieron proporcionar, aproximadamente, 70gramos de proteína animal, 13 gramos de grasa y 382 calorías. A su vez, los 500 gramos de harina de maíz,entregaban un suplemento de 15 gramos de proteínas de origen vegetal y calorías más que suficientes parael trabajo diario. El azúcar consumida en la forma indicada en la nota anterior, algunos plátanos obtenidoslibremente y lo que pudieran lograr en sus mínimos conucos y corrales, completaban una alimentaciónexcepcionalmente rica si se compara con la de los depauperados pueblos coloniales. Este nivel alimentariosubsistió mientras fueron esclavos, ya que cumplía la doble función de combustible o fuente de energíadel trabajo, y mantenimiento planificado del “equipo”. Finalmente, es bueno aclarar que esta alimentación,aunque relativamente rica, era deficitaria en múltiples elementos nutricionales, y aunque los esclavos no pasabanhambre física, sí tuvieron permanentemente hambres específicas. Para la misma época, la comida de los esclavosde Luisiana era casi idéntica a la de los ingenios cubanos: both voluminous and convincing (J. Carlyle Sitterson:The Sugar Country, Kentucky, 1953, p. 91).

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tuvo su base en las plantaciones cubanas.6A mediados de siglo, con una poblacióncercana al millón de habitantes, Cuba im-portaba anualmente, en cifras redondas,8 000 toneladas de bacalao, 16 000 tone-ladas de tasajo, 700 toneladas de carnesalada de vaca y puerco, 800 toneladas dejamón y 200 toneladas de tocino. Esto daun per caput de 25,7 kilogramos anualesde importación de carnes.

El tasajo, en Cuba, hasta la segundamitad del siglo XIX, fue “comida de ne-gros”. Después de la crisis provocada porla Guerra de los Diez Años, es que el ta-sajo con boniato se convierte en “platonacional”. Inclusive, en las contratas decomida para los trabajadores del caminode hierro (1840), se especificaba que alos blancos se les daba carne fresca y a losnegros tasajo.7

6 El lucrativo negocio del pescado salado, para los negros de las plantaciones del Caribe, exigió una vastareglamentación oficial, especialmente a partir del momento en que el desarrollo de las técnicas pesqueras y lalocalización de nuevos y riquísimos bancos bacaladeros, bajaron verticalmente el precio del producto, presentandouna seria competencia al tasajo. Ver al respecto las reales cédulas de 15 de marzo de 1818, 7 de agosto de 1823y 11 de enero de 1828, de las cuales hay copias en el ANC (el Fondo de Reales Cédulas está organizado por ordencronológico). Hasta fines del siglo XVIII y principios del XIX, los ingleses dominaron el comercio bacaladero delCaribe, lo cual encareció el precio del producto en las colonias españolas. Inclusive, el bacalao noruego estabadominado por los comerciantes ingleses que tenían sus centros de procesamiento en Mre y Romsdal, para no serafectados por las guerras continuas de Europa. Uno de estos comerciantes, William Gordon, fue fundador de lafirma Gordon & Murphy, de enorme importancia en el comercio hispanoamericano y de la cual hablamosampliamente en otra parte de esta obra. Hacia la década de 1840 los comerciantes españoles y especialmente losvizcaínos y catalanes, aprovecharon la baja del precio a que antes hicimos referencia, e invadieron el mercadocubano con bacalao noruego, importado bajo bandera de España. El consumo per caput de bacalao en los ingenioscreció desmesuradamente, mientras los grupos de presión política de los citados comerciantes obtenían en Madriduna revisión de las tarifas arancelarias y un tratado con Noruega que garantizaba un derecho preferencial del 8 %.Para esta “etapa española” del comercio noruego ver Odd Vollan: Den norske klippfiskhandels historie, Forde, 1956.Ver también Ragnar Poulsen: Torrfiskhandelen fra Bergen 1860-1890 (Bergens historiske forenings skrifter, no. 53,Bergen, 1947). Para un interesante intento de establecer en La Habana grandes trenes de salazón de pescado, verANC, Real Consulado, 92/3 906.

7 Las raciones diarias para los trabajadores del camino de hierro Habana-Güines, en 1840, eran las siguientes(cantidades base cruda, para las dos comidas del día):Raciones para blancos Raciones para negros8 onzas (230 gramos) de pan fresco 8 onzas (230 gramos) de tasajo9 onzas (259 gramos) de arroz 8 plátanos machos grandes3 onzas (86 gramos) de garbanzos 18 onzas (518 gramos) de harina de maízPara las raciones de blancos se agregaban 4 libras (1,840 kilogramos) de manteca de puerco y 2 libras(920 gramos) de sal por cada 100 raciones. A las raciones de los negros se les agregaba sal, pero la manteca depuerco solamente cuando se servía harina de maíz (ANC, Real Consulado, 37/1 647). A modo de ejemplo, puestodas estas contratas son semejantes, anotamos también la de los trabajadores municipales de Cárdenas, en1863, porque introduce la variante del colono chino, a quien se le dio siempre una comida abundante en arroz(cantidades base cruda para cada comida; por lo tanto, para los fines de comparación con el ejemplo anterior,multiplicar por dos cada valor).Raciones de colonos chinos Raciones de cimarrones o individuos eny negros emancipados corrección10 onzas (287 gramos) de arroz 5 plátanos mayores o su equivalente en boniato, ñame,5 onzas (144 gramos) de carne yuca u otras raíces.

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Por su larga tradición ganadera el con-sumo de carne en Cuba fue siempre muyelevado, y los ingenios situados en las zonasde Sancti Spíritus y Puerto Príncipe dabana sus esclavos, exclusivamente, carne fres-ca, que resultaba más barata que el tasajo.Por ejemplo, el ingenio “Las Coloradas”, dela familia Valle Iznaga, con 260 esclavos,consumía 2,5 reses semanales. No sabemosel peso que tendrían estas reses, pero calcu-lando por las que entonces se mataban enLa Habana, tendríamos una dieta de 220 gra-mos diarios per caput de carne fresca.Finalmente, debemos recordar que todo in-genio tenía una gran boyada, de los cualessacrificaban anualmente, por inútiles, un10 %, y cuya carne era consumida por losnegros.8

Durante buena parte del siglo XVIII tam-bién el arroz fue comida de esclavos. SouthCarolina y Georgia eran conocidas por en-tonces como las “colonias del arroz”. Lasprimeras relaciones diplomáticas entreCuba y la naciente república norteameri-cana estuvieron ligadas al comercio delarroz.9 A mediados del siglo XIX se inicianlas importaciones de arroz asiático, abajísimos precios, y el per caput de consu-mo aumenta extraordinariamente: en 1860,sólo en exportaciones, el per caput superalos 20 kilogramos anuales. Como es lógico,en lo que respecta al esclavo, arroz y hari-na de maíz fueron consumos excluyentes, y

en cada caso los negros comieron el másbarato o el que el amo del ingenio podíaadquirir en mejores condiciones.

Los tubérculos tropicales, las “viandas”como se nominan en Cuba, se comieronpoco, a excepción del boniato o buniatoque era de todos ellos el de mayor rendi-miento por área. Dentro de las precariascondiciones de almacenamiento de la épo-ca, las viandas criollas no eran rentablespor su escasa durabilidad. Lo cual noexcluía que, ocasionalmente, se adquirie-se la cosecha de cualquier tubérculo dealgún pequeño cultivador cercano y seemplease en la alimentación de los escla-vos. El plátano fue el único cultivo com-plementario del ingenio, pues tenía unadoble función productiva y alimentaria.Sólo para taponar las hormas de azúcar senecesitaban miles de hojas de plátanocada zafra. Y su fruto era el único quepodía comerse en cualquier estado de sa-zón. Por ambas razones se les sembró conesplendidez. Andrés de Zayas recomenda-ba que la existencia de matas de plátanosen los ingenios debiera ser tal que lo ne-gros pudieran comerlo sin limitación al-guna.10 El plátano verde asado con tasajofue una de las formas que tomó el funche.

Este nivel de alimentación fue muy su-perior a la habitual de los pueblos africa-nos de donde provenían los esclavos; noporque la dieta del ingenio fuese ideal sino

18 Los libros de zafra del ingenio “Las Coloradas”, en ANC, Fondo Valle, ingenios, t. II, p. 3.19 Juan de Miralles y Eligio de la Puente, importante comerciante habanero, fue designado por el capitán general

y gobernador de la Isla para establecer relaciones oficiosas con el Congreso de Filadelfia y el general GeorgeWashington. Partió de La Habana hacia Charleston el 31 de diciembre de 1778. Su primer trabajo“diplomático”, fue autorizar a George Abbot Hall para comerciar con Cuba. En marzo de 1879, mostrando elmismo peculiar sentido de la diplomacia, compró la goleta “San Andrés” y la despachó para La Habana, cargadade arroz.

10 Andrés de Zayas: ob. cit. Para otra importante referencia sobre el empleo del plátano como alimento, ver JacquesFrançois Dutrône de la Couture: Précis sur la canne et sur les mayons d’en extraire le sel essentiel, Paris, 1790, p. 79.

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porque la africana era muy deficiente. Enrealidad estos pueblos del África Ecuato-rial tenían un nivel nutricional precario,casi sin ingerir proteínas de origen animal.El elemento básico de la dieta africanaera la fécula y la cantidad de alimentosconsumidos anualmente dependía de losciclos incontrolables de lluvia y seca.11

Ahora bien, como el estado físico de unindividuo no depende sólo de su alimen-tación en un momento dado, sino también,y en gran parte, de la recibida entre eldestete y la edad adulta, es posible quemuchos esclavos, quienes al llegar a laplantación comenzaron a tener un régi-men dietético más complejo y estable, nopudiesen pasar nunca del nivel físico e in-telectual de subproductores.12

Como la dieta de las plantaciones cu-banas era superior a la de los pueblos afri-canos, este factor contribuyó a que el de-sarrollo físico de los negros criollos fuesesuperior al de sus contemporáneos africa-nos. El cuadro siguiente revela cómo evo-lucionó la talla de ambos grupos:13

Al analizar estas cifras es muy impor-tante tener en cuenta que los traficantesnegreros importaban individuos sólo a par-tir de determinada talla; por lo tanto, lascifras correspondientes a hombres y mu-jeres africanos es representativa del tama-ño promedio exigido en el mercado debrazos, muy superior, sin dudas, a la ver-dadera talla promedio de los pueblos afri-canos esclavizados. Dicho en otras pala-bras, la muestra de esclavos africanosresponde a un grupo de selección dondehan sido conscientemente eliminados losvalores pequeños a partir de determinadopatrón. Por el contrario, la muestra de es-clavos criollos responde a un proceso nor-mal de reproducción biológica, y de ahí lacorrecta distribución de sus valores míni-mos y máximos reflejada gráficamente enla campana gaussiana.

De todo ello se deduce que lo realmen-te aventajado en estatura por los esclavoscriollos respecto a sus contemporáneos afri-canos superó los cuatro centímetros.Naturalmente que una desproporción deeste tipo no puede explicarse solamente apartir del factor alimentario. Debieron in-fluir otras causales que no nos correspon-de analizar aquí: entre ellas la muy impor-tante de que los negros criollos eran hijosde un grupo de selección por su alta talla,ya que procedían de africanos importadosde acuerdo con los parámetros antes ana-lizados. Así la organización de la planta-ción implicaba un control genético. Final-mente debe advertirse que la diferencia

11 Para un estudio actual sobre la persistencia de estas condiciones en África, ver Biology of a Man in Africa,Tadeuz Dzierzykray-Rogalski, Wroclaw, 1968.

12 Sobre la incidencia de los hábitos y posibilidades alimentarias en el desarrollo físico de los africanos,J. C. Carothers: Psichologie normale et pathologie de l’Africain, OMS, Genève, 1954.

13 Las primeras medidas tomadas en Cuba con la finalidad de realizar un estudio antropológico y no como simpledato de identificación, fueron hechas por Henri Dumont: Antropología y patología comparadas de negrosesclavos, La Habana, 1921; pero carecen de validez por la imperfección del método biométrico y la pequeñez dela muestra.

Estatura promedio de esclavosde ingenios cubanos

Quinquenio 1855-1859

Unidad = metros EstaturaHombresCriollos (nacidos y criados en el ingenio) 1,61Africanos (traídos adultos al ingenio) 1,58

MujeresCriollas ídem 1,54Africanas ídem 1,50

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de talla entre africanos y criollos no res-ponde al “ciclo secular” modernamenteestudiado por Tanner ya que se tratade dos grupos de común ancestro, pero deuna misma generación, no de generacio-nes sucesivas.14

Con el nombre “esquifación”, en susentido más general, se designaba la ropaque se entregaba al esclavo para un pe-ríodo de tiempo determinado, aunque enun sentido estricto podía referirse sólo auna determinada pieza. El vestuario anualque proporcionaba el ingenio consistía endos esquifaciones: la primera se repartíaal comenzar la zafra y estaba integrada—para los hombres— por un pantalón yuna camisa, un gorro de lana, un chaque-tón de bayeta, y una manta o frazada delana. Las mujeres recibían vestido, pañue-lo, gorro, frazada y chaquetón. La segun-da esquifación, dada a la conclusión dela zafra, era de pantalón y sombrero depaja, para los hombres, y vestido y som-brero a las mujeres. Éstas fueron todas lasprendas facilitadas; no conocemos casoalguno de reparto de zapatos. En casosexcepcionales y como premio especial aciertos contramayorales negros o a esclavosplenamente domesticados que servían en otroscargos claves, se confeccionaban vistosas ca-pas o chaquetas que laureaban la ignominiainconsciente.

En general, el vestuario era tan redu-cido para las dieciséis o más horas diariasde trabajo continuo, que frecuentementelos esclavos andaban vestidos de haraposo semidesnudos. La desnudez de los es-clavos del ingenio no importaba mucho alamo: pero en la ciudad ofendía la moral

pacata de los grupos blancos. Esto fue loocurrido con los cimarrones capturados ypuestos a trabajar, mientras los amos nolos reclamasen, en obras urbanas. Los do-cumentos de la época los describen “casien cueros” en las calles de La Habana. Sesuscitaron las normales protestas, no ori-ginadas en la situación dramática de es-tos negros, sino protegiendo la castidadde las mujeres blancas que los veían, yfue necesario que el Real Consulado lesentregase esquifaciones nuevas.15

El vestuario de los negros planteó enCuba, por primera vez y con gran ampli-tud, el problema de la producción de ropabarata en serie. En total, entre pantalones,camisas, vestidos, gorros, chaquetones, ypañuelos de cabeza, fue necesario fabri-car más de dos millones de piezas al año,lo que exigió un proceso de reducción desurtidos, normalización y optimización dela confección. Hacia 1820 comienzan afomentarse grandes talleres que empleanmétodos modernos, y se regularizan lastallas: cinco para los hombres y cuatro paralas mujeres. Niños y mujeres usan cami-sones de una sola piezas, con costura la-teral. Un grupo de obreros especializadoscortaban las piezas, de diez en diez, y des-pués las repartían entre las obreras de laaguja, las costureras “de baratillo” comose decía en la época, quienes en sus casaslas cosían. Hay documentos de 1840 quehablan de pequeños talleres de costura deesquifaciones. Como antes señaláramos,el trabajo se optimizó sobre la base de quecada prenda tuviese el mínimo de piezas ycosturas. Este sistema de trabajo serial,nacido en las áreas esclavistas de América,

14 J. M. Tanner: Growth at adolescence. With a general consideration of the effects of hereditary andenvironmental factors upon growth and maturation from birth to maturity, Blackwell Scientific Publications,Oxford, 1963.

15 ANC, Real Consulado, 60/2 391.

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sirvió de base para el establecimiento delos primeros grandes talleres de confec-ciones de ropa barata. En 1872, la famosafirma norteamericana A. MontgomeryWard perfeccionó la metodología domi-nando el mercado de lo que ella llamara“producción de ropas en serie, especial-mente fuertes y baratas, hechas con elmínimo número de piezas”.16

La tela empleada en las esquifaciones,era la conocida en Cuba como “rusia, ca-ñamazo o bramante” (barbarismo por“brabante”). En la segunda mitad del si-glo XIX se le llamó también “mezclilla”,nombre que aún subsiste. Todavía, entrelos ancianos cubanos, se habla de lamezclilla como “tela de esquifación”.

Como antes afirmáramos, jamás se en-tregó zapatos a los negros. Esta es una viejatradición antillana: incluso un decretofrancés del siglo XVIII que prohibía calzar alos negros, “porque los zapatos les tortu-ran los pies”.17 La falta de calzado llenóde niguas a los negros. La nigua, pulexpenetrans, es un insecto afaníptero cuba-no que se introduce en los pies, formandocolmenas bajo la piel, causando gravesdolores y, en casos extremos, imposibili-

tando caminar. Buena parte de los míni-mos descansos de los negros eran consu-midos en sacarse niguas.

En las manufacturas azucareras cuba-nas, hasta inicios del siglo XVIII, los escla-vos fueron albergados en pequeños bohíosconstruidos irregularmente dentro de unárea previamente delimitada. Esta costum-bre perduró en numerosos ingenios hastala abolición de la esclavitud. AnselmoSuárez y Romero, en un artículo escritohacia 1850, hace una descripción porme-norizada de los bohíos del ingenio“Surinam”. Dice textualmente: “en vez dehacerlos en calles, formando un cuadra-do y otra cualquier figura simétrica, de-jan a los negros levantarlos en el lugar quea cada cual se les antoja. Los días de fies-tas son los que se conceden a los negrospara hacer sus bohíos, porque en los detrabajo sólo tienen lugar para comer almediodía la ración y para acostarse a dor-mir por la noche.”18

El ingenio “Surinam” fue una pequeñamanufactura de tracción animal, a la quemuy tardíamente se instaló máquina devapor. Por lo tanto, el texto anterior no esaplicable a las grandes manufacturas

16 Ver uno de los primeros anuncios de la casa: “[…] specially in cheap and sturdy work clothes made from aminimum number of pieces […]” (Siegfried Giedion: Mechanization Takes Command, New York, 1948, p. 47).Es posible, no tenemos constancia documental, que durante los períodos de normalidad comercial de finales delXVIII y principios del XIX, se importaran esquifaciones inglesas, dentro del voluminoso comercio español dereexportación, o en forma directa. Las balanzas comerciales cubanas anotan importaciones de ropa hecha por unvalor total muy apreciable para la época, pero no se especifica el tipo. Y en los trade returns ingleses aparecentambién grandes exportacionesa Cuba de slops (esquifaciones). Finalmente, en un interesantísimo libro copiador de cartas comerciales, aparecenmenciones a clothing parts consignadas a Cuba. ¿Se trata de piezas de esquifaciones? Ya vimos cómo en los envasesde azúcar se estableció la costumbre de importar las tablas recortadas en piezas, listas para armar y clavar.¿Se repitió con la ropa de esclavos el mismo sistema de “prefabricación”? Ver Copy of letters from the 4th January,1782, untill the 25th January, 1787, ANC, Miscelánea de Libros, 1 369.

17 No conocemos el decreto: lo menciona Eric Williams como de fecha 1723, derogado por la RevoluciónFrancesa, y puesto de nuevo en vigor en 1819. Eric Williams: From Columbus to Castro, André Deutsch,London, 1970, p. 336.

18 Artículo titulado “Bohíos”, en Anselmo Suárez y Romero: ob. cit.

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semimecanizadas de Habana-Matanzasdonde, con el recrudecimiento de la bar-barie esclavista, los amos se vieron obliga-dos a implementar otras soluciones al pro-blema de la vivienda esclava. En lasplantaciones donde enraizó el bárbaro sis-tema de trabajo extensivo, la necesidadde controlar minuciosamente el movi-miento de los esclavos, exigió situar losbohíos siguiendo un trazado regular quefacilitase la vigilancia. De estos nuevostrazados, el más eficiente resultó ser el lla-mado en “forma de barracón”, de bohíoscontiguos dispuestos alrededor de un árearectangular. Cada bohío tenía una solapuerta que daba a esta área: de este modo,una sola persona, convenientemente si-tuada, podía vigilar todas las puertas.19

A medida que el trabajo extensivo fuecreando un clímax cada vez más violentode rebeldía, los bohíos comenzaron a cons-truirse a modo de celdas de madera o demampostería y tejamanil. La etapa final

de la evolución de la vivienda esclava fueel “barracón” típico de los grandes gigan-tes azucareros en la región Habana-Matan-zas que, en esencia, es la misma concep-ción arquitectónica de bohíos alrededor deuna plaza, pero constituyendo una solaconstrucción de piedra. En síntesis, losfamosos barracones de planta cuadrada delos ingenios cubanos de occidente son unaderivación, casi pudiéramos decir una opti-mización, del sistema de viviendas enbohíos alrededor de un área central.

Naturalmente que, por definición, un“bohío” es una cabaña rústica, hecha demadera, guano y yagua. Sin embargo, porextensión, el término “bohío” siguiónominando la casa del esclavo, indepen-dientemente del material de construcción.Y en los barracones se llamó bohío a cadauna de las habitaciones en que se divi-dían las grandes alas del edificio.

Por el origen anteriormente descrito,casi todos los barracones de piedra de los

19 Es frecuente hallar documentos de la década de 1820 señalando lo perjudicial de que los negros esclavos sitúenlos bohíos ad libitum dentro de la zona asignada, e insisten en que éstos deben construirse “en forma debarracón”. Ver Bernardo Honorato de Chateausalins: ob. cit., p. 23. Es por entonces que el término “barracón”comienza a adquirir el sentido específico de gran edificio, de planta cuadrada, destinado a albergar esclavos.La primera descripción concreta de uno de ellos, por nosotros conocida, es de Abiel Abbot, en carta fechada enel ingenio “La Carolina”, de W. Taylor, 19 de febrero de 1828. Dice textualmente:On M. T.’s estate, is building and almost done, a fine square of negro huts or boheas. The exterior wall is ten feethigh, and the interior is a little lower, so as to convey off the rain. It is of stone, set in mortar. The apartments aresufficiently large, with a door to shut at pleasure, and a grated window to let in the light and air, and to let out thesmoke of the fire, which, within the tropics, they love to light up. The interior walls are plastered, and are not onlycomfortable, but handsome. The general cook’s establishment fronts the gateway entrance; and at night thatgateway is effectually closed. The neatness, and even beauty and comfort of these dwellings, recommend the planto general use; yet in a country where runaways are so difficult to reclaim from the forests and caves, inadvantages for securing the tenants from nocturnal rambles, and from temptations to desert, are its highestrecommendation. This security is as advantageous to the slaves as to the masters; and therefore is matter ofhumanity. It promotes regularity of conduct and habits; prevents thieving and conspiracy, and most of thesedelinquencies, which bring upon them the hunt of men and dogs, the lash, and sometimes the punishments ofdeath.Abiel Abbot: Letters written in the interior of Cuba, Bowles and Dearborn, Boston, 1829, pp. 12-13. Hemostranscrito íntegro tan largo párrafo porque creemos que difícilmente pueda encontrarse otro que describa demodo tan exacto y cínico la mentalidad de los dueños de esclavos respecto al barracón.

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ingenios cubanos de occidente respondena una especie de diseño típico. Se tratade grandes construcciones rectangulares,a veces con más de cien metros de lado.Una sola puerta al frente daba acceso algran patio central, donde estaba el pozoque surtía de agua al barracón. La cocinase situaba indistintamente en el lateral delfondo o hacia el centro del patio, junto alpozo. Cada nave lateral estaba divididaen pequeñas habitaciones independien-tes (los “bohíos”), con sólo una puerta, alpatio y una pequeña ventana enrejadaal exterior. Al fondo quedaban las letrinas,cuarto para enfermos y celda de castigo.

Los grandes barracones de la décadade 1850 marcan la cumbre y desintegra-ción del sistema manufacturero esclavista.En un proceso de concentración de áreasde servicios, los nuevos barracones, ade-más del espacio principal destinado a lavivienda de esclavos, incluyen la tiendadel ingenio, cuarto de capataces, casas delboyero y mayoral, caballerizas, almacén,etcétera. Como es lógico, para mantenerla rígida organización carcelaria estos apo-sentos de hombres libres o destinados afunciones a funciones administrativas o deasistencia a la producción, están situadosen las naves del barracón, pero su comu-nicación es hacia el exterior y nunca alpatio central.

A partir de la década de 1850, y conmotivo de la creciente contratación detrabajadores chinos, se construyeron unospocos “barracones de asiáticos”, ya que lapráctica demostró que era imposiblealojarlos junto a los negros esclavos. Estosbarracones de chinos tenían mucho mássuavizadas las características carcelarias.Naturalmente que la solución más socorri-da no fue invertir en una nueva edifica-ción, sino destinar a los chinos una parte

del barracón de negros, pero aislando, enlo posible, ambos sectores.

El barracón fue el máximo símbolo de labarbarie esclavista. Y agregando atributoeclesiástico al poder civil, los ingenios“Agüica” y “San Martín”, la fachada rica-mente trabajada en cantería, se elevabacomo torre de iglesia, colgando la campa-na en su nicho superior. Y en el “Ácana”, ala derecha de la gran puerta central, fren-te a la entrada de la casa del mayoral, seelevaba la capilla con la imagen de SantaLutgarda, patrona del negrero fundador dela dinastía Alfonso. En una economía don-de la magnitud de la empresa se medía enhombres, la imponente mole del barracónfue el solar (en su doble sentido de linaje yterreno sobre el que el señor tenía plenodominio) de la nobleza sacarócrata. Qui-zás por eso, a la larga, el sustantivo “solar”terminó designando en Cuba las misérrimascuarterías o casas de vecindad habitadasfundamentalmente por negros.

Es importante consignar que el nom-bre “barracón”, aumentativo de “barraca”,denominó desde los siglos XVI y XVII los de-pósitos de esclavos situados en la costade África —barracoon en el léxico de losnegreros ingleses— y también recibieroneste nombre los centros de recepción deesclavos en las ciudades de América. Es-tas edificaciones eran simples cárceles demadera dentro de un terreno cercado, amodo de “campos de concentración”, em-pleando el trágico término que el nazismopuso de moda en el mundo.

Pero los barracones de planta rectan-gular fueron un fenómeno arquitectó-nico esclavista típicamente cubano, sininfluencia ni repercusiones en las otrasplantaciones del Caribe, Brasil o Esta-dos Unidos. El más antiguo de que tene-mos noticias fue levantado hacia 1828. Su

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proliferación corresponde a la gran llanuraHabana-Matanzas, donde alcanzaran sucenit las manufacturas azucareras. HaciaLas Villas, donde los módulos esclavistasfueran más laxos, se levantaron muy pocosbarracones, y no conocemos ninguno enCamagüey y Oriente.

En el quinquenio de 1836-1840, las au-toridades responsables de la seguridad delos campos comenzaron a instar a los hacen-dados a que construyeran barracones, y estapreocupación es recogida en el artículo 25del Reglamento de Esclavos de 1842. Hacia1850, los tenientes gobernadores de las prin-cipales jurisdicciones esclavistas de Matan-zas hicieron un estudio de los barraconesexistentes. Y, por ejemplo, en la zona de Cár-denas se mencionan 221 ingenios, de los cua-les 23 habían levantado barracones de mam-postería, 25 los habían fabricado de tabla yguano y 123 conservaban el antiguo sistemade bohíos, pero mucho más seguro que losde antaño.20

Estos tres tipos de viviendas reflejan laevolución hacia el gran barracón rectan-gular, de mampostería, como cárcel y ha-bitación complementaria del sistema detrabajo extensivo. Y se llegó a un diseñoóptimo, repetido en más de cincuenta in-genios, que por los materiales utilizados,el sistema constructivo y la distribución enplanta, está muy cerca de lo que con laindustrialización de la arquitectura sedenominará un “proyecto típico”.

Como es lógico, casi no hay documen-tos que describan la vida esclava en losbarracones. Sitterson, en su extraordina-ria obra sobre el azúcar en Luisiana, serefiere igualmente a este hecho. En losingenios del sur de Estados Unidos,los esclavos habitaron cabañas rústicas,construidas de troncos de árboles, y casisin divisiones internas. Sitterson señala,además, que la falta de divisiones deter-minó una promiscuidad que no contri-buyó ni a la moral ni a la higiene.21

20 ANC, Gobierno Superior Civil, 1 056/37 607.21 J. Carlyle Sitterson: ob. cit., p. 92.

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RAMIRO GUERRA

La reducción del costo de producción esel procedimiento que emplea normalmen-te el industrial para obtener una ganan-cia cuando no puede forzar el alza del pre-cio. Cuando se obtiene en un productode consumo nacional, siempre es venta-josa para la economía colectiva en su con-junto, sobre todo si se trata de un artículode primera necesidad, porque significadicho artículo más barato puesto al alcan-ce del consumidor de casa. En cambio, sies en un producto destinado a la exporta-ción, la reducción del costo de producciónno es negocio sino cuando sirve para ven-cer la competencia extranjera, porque sólosignifica que el consumidor de fuera ob-tiene algo que necesita, pagándolo másbarato al obrero de casa que lo producecon su trabajo. Así ocurre con el azúcarcubano. Mientras más barato coloquemosen el mercado extranjero un saco de azú-car, más se beneficia la economía del paísque lo compra y menos ventaja obtiene lanuestra, porque ese saco representa igualcantidad de trabajo para el cubano. Sólo

* Ramino Guerra: Azúcar y población en las Antillas,Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1970, pp. 122-125.

RAMIRO GUERRA(1880-1970) Pedagogo,per iod i s ta

e historiador cubano.Super intendente

general de escuelasy secretario de

la presidencia de laRepública (1932-1933),escribió importantes

obras históricas:Azúcar y población

en las Antillas (1927)y La guerra de los

Diez Años (1950-1952).

*

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por necesidad, por una dura necesidad,para hacer frente a nuestros rivales, po-demos acudir al agobiador expediente deproducir a más bajo costo cada día, reci-biendo menor remuneración por nuestradura labor. Prestamos un servicio más malretribuido de año en año, ése es el saldoque obtenemos.

Si el precio de venta se mantuvierainalterable, la reducción del costo de pro-ducción redundaría en una ganancia parala economía colectiva, distribuida más omenos equitativamente entre el central,el colono y el obrero; pero la historia delprecio de todos los artículos de consumosometidos a competencia enseña que lareducción del costo de producción siem-pre se traduce en una reducción del pre-cio de venta, ya que el que obtiene aqué-lla lo hace con el fin de asegurar la ventapreferente y ventajosa de su artículo,usando un margen de la economía alcan-zada para vencer al contrario. Tómese lalista de precios del azúcar de año en año,en los últimos cien años transcurridoshasta el día, y se observará que el valordel dulce ha ido declinando, en términosabsolutos o relativos, comparado con elencarecimiento constante de la vida encasi todos los pueblos civilizados. Sólocuando las guerras u otras causas acci-dentales han perturbado el equilibrio nor-mal de la producción, los precios se hanelevado, para volver sin tardanza a reco-brar su tendencia corriente a la baja. Estefenómeno económico, unido a la ventajaque se obtiene con la reducción de losgastos generales, es el más poderoso yconstante incentivo de la producción engrande escala, que, estimulando el con-sumo, aumenta el volumen del negocio.Producir más, y a menor costo, es el desi-derátum de la industria moderna.

Todo esto es normal, corriente, senci-llo; se trata de principios y verdades deorden económico, bien conocidos y ele-mentales; pero cuando nos hallamos enpresencia de una industria agrícola comola producción azucarera cubana, a basede cultivo extensivo, cuyos productos sedestinan “a la exportación”, los hechostoman una significación sombría y omino-sa, porque más azúcar a menor costo quieredecir una proporción mayor del territorionacional destinada al monocultivo y unsalario más bajo para el trabajador cuba-no, sin que nuestro consumidor, que no sealimenta de azúcar, sino de artículos im-portados, se beneficie en nada. El nego-cio, en su conjunto, es desastroso para laeconomía cubana y nos lleva a una inevi-table decadencia, como la que ha deter-minado en todas las Antillas.

Hacer más azúcar cada año, cuandolos precios bajan sin cesar, es una necesi-dad para el central, porque sólo produ-ciendo más puede obtener una compen-sación al vender a más bajo precio. De locontrario, el capital invertido obtendríaganancias menores o no obtendría ningu-na. El latifundio se ve obligado, por unafuerza superior que no puede contrastar, acrecer sin cesar, a extenderse, a mejorarsu maquinaria para obtener mayor extrac-ción, a buscar tierras nuevas, sin que suapetito terrícola se sacie jamás, hasta queirremisible y fatalmente ocupe toda el áreacultivable del país. Es lo que ha ocurridoen todas las Antillas; es lo que, a nuestrosojos, a los ojos de todos los que quieranver y no nieguen lo que ven, está ocurrien-do en Cuba con el sistema actual. Ahorabien: crecimiento constante del latifun-dio impulsado por fuerzas económicasineluctables, significa extensión inevitabledel monocultivo; por consiguiente, menos

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tierra, menos capital y menos energía hu-mana disponible para otras actividades pro-ductivas. La caña cada vez más dueña delpaís, y el país más y más dependiente dela caña; Cuba más imposibilitada cadadía para diversificar su agricultura, pro-ducir para el consumo y subvenir a lasnecesidades de su población, se hallaráde año en año en la condición de un ven-dedor indigente, apremiado por vendera bajo precio el único artículo de que dis-pone, para obtener algo que comer. Ladependencia económica de Cuba seacentuará y estaremos, de un modo defi-nitivo e irremediable, a merced de loscompradores y de los gobiernos extranje-ros. El día en que no seamos más que uninmenso cañaveral, la república y la in-dependencia de Cuba podrían desapare-cer al más ligero soplo, como un castillo

de naipes. Y por esa pendiente nos desli-zamos.

Pero la teoría de la reducción crecien-te del costo de producción no sólo signifi-ca extensión indefinida del latifundio, delmonocultivo y de la dependencia econó-mica de Cuba, sino salario más bajo, me-nor retribución al país por su trabajo, esdecir, reducción constante de los ingresosque el cultivador y el obrero obtienen dela zafra a igualdad de producción.

Un nivel más bajo de vida, un rodar inde-finido por la pendiente de la miseria. Y lo másdoloroso es que así como la compañía trata dehacer más azúcar para, con menor gananciapor saco, obtener dividendos satisfactorios, elcultivador y el obrero tratan también de que sesiembre y se muela más caña, para, con menorsalario al día, trabajando mayor número de díasal año, elevar sus ingresos anuales. C

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27Presentación del número 10 de Catauro y de sucolección digital

El número 10 de la revista Catauro y la Colección Digital de losprimeros diez números de la misma, fueron presentados el 7 dejunio de 2005 en el Palacio de las Convenciones, en ocasiónde realizarse el III Congreso Internacional Cultura y Desarrollo.

Esta edición de Catauro está dedicada a la contribución querealiza la antropología en el campo de las nuevas tecnologías dela información y a los vínculos entre el desarrollo sostenible y elmedio ambiente. También incluye, entre otros trabajos, el ÍndiceGeneral de las diez primeras entregas de la revista.

El panel estuvo compuesto por Miguel Barnet, presidente dela Fundación Fernando Ortiz; el señor Frédéric Vacheron, fun-cionario de la Oficina Regional de Cultura para América Latinay el Caribe de la UNESCO (ORCAL), encargado de las palabrasde presentación de la revista Catauro; y Aurelio Francos, investi-gador y miembro de la Junta Directiva de la Fundación FernandoOrtiz, quien presentó la Colección Digital de la revista.

Palabras de presentaciónde la revista Catauro número 10

Como funcionario de la Oficina Regional de la UNESCO en LaHabana, es un honor y también un reto hacer esta presentacióndel décimo número de Catauro ante tan eminentes expertos enantropología y ante el propio Presidente de la Fundación Fernan-do Ortiz, quien es también el Representante de Cuba en el Con-sejo Ejecutivo de la UNESCO.

Permítanme comenzar felicitando a la Fundación FernandoOrtiz en su décimo aniversario, centro de estudios antropológicospor excelencia y colaborador esencial de la UNESCO y de suOficina Regional en Cuba.

Para la Fundación Fernando Ortiz, creadora de Catauro, re-vista cubana de antropología, el rescate de las tradiciones cultu-rales, el respeto de las identidades locales y captar al Otro en susmúltiples dimensiones, han sido sus premisas desde el comienzo.

Catauro, porque simboliza el recipiente donde cabe toda lacultura. Cultura entendida por la UNESCO en un sentido am-plio que incluye modos de vida, tradiciones y creencias, repre-sentaciones de la salud y la enfermedad, formas de percepción dela vida y la muerte, normas y prácticas sexuales, relaciones

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de poder y de género, estructuras familiares, idiomas y mediosde comunicación, así como artes y creatividad en contraposi-ción a una concepción restringida y elitista que la consideracomo “el cultivo de las ciencias, las artes y las letras”.

Uno de los temas centrales de este décimo número de Ca-tauro, que presentamos hoy, está dedicado al auge y a la impor-tancia que están teniendo las nuevas tecnologías como mediopara promover la diversidad cultural y el diálogo intercultural.En este punto la UNESCO tiene, hoy más que nunca, entre susprioridades, la promoción del dialogo entre las culturas y lascivilizaciones, así como hacer todo lo que esté a su alcancepara salvaguardar la diversidad cultural.

Se pone de manifiesto que la antropología audiovisual tieneun papel que desempeñar en este campo como procesometodológico y análisis de fuentes documentales, como partedel proyecto de investigación, materiales para la docencia, ladifusión cultural e instrumento de transmisión cultural. Ca-tauro nos informa que el deber de la antropología audiovisualdebe “dejar de un lado la fascinación por el medio y la especta-cularidad que reviste”. Su objetivo cardinal “no es la elabora-ción técnica de materiales sino contribuir a la comprensión deesta formidable cadena de transmisión que llamamos conoci-miento”, base de la identidad. La prioridad debe ser la investi-gación y el fomento de la autorrepresentación y no la destrezatécnica.

En el caso de las culturas marginadas o minoritarias, pode-mos destacar que representan la mayor parte de la diversidadcultural del mundo, pero en muchos casos son víctimas de losefectos negativos de la globalización como vector dehomogeneización y trivialización cultural. La fragilidad de es-tas culturas proviene de su inmaterialidad, de su intangibilidad.Existen culturas que no tienen monumentos, lo que no signifi-ca que no existan; al contrario, tienen un catauro lleno de unvalioso patrimonio intangible que no hay que olvidar y menos-preciar. Se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” lasprácticas, representaciones y expresiones, los conocimientos ylas técnicas que procuran a las comunidades, los grupos e indi-viduos un sentimiento de identidad y continuidad. El patrimo-nio cultural inmaterial se manifiesta en tradiciones y expresio-nes orales, artes del espectáculo, prácticas sociales, rituales yfestividades, conocimientos y prácticas relacionados con la na-turaleza y el universo, las técnicas propias de la artesanía tradi-cional. Un ejemplo de estas culturas son los kallawayas en Bo-

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livia, que fueron declarados Obra Maestra del PatrimonioOral e Inmaterial de la Humanidad. La palabra “kallawaya”significa “país de los médicos” o “herboristas procedentes de latierra sagrada de la medicina”. La actividad principal de estacomunidad es la práctica de ciertas técnicas de la medicinaancestral. Este arte de la curación, que está reservado a loshombres, es el resultado de un conocimiento extraordinario dela farmacopea animal, mineral y botánica. Los diversos ritos yceremonias asociados a estas técnicas constituyen la base de laeconomía local. La cosmovisión andina de la cultura kallawayaabarca todo un acervo coherente de mitos, ritos, valores y expre-siones artísticas que se manifiestan a través de esa medicinatradicional.

Como se aprecia, esta manifestación del patrimonio inmate-rial, exponente de la diversidad cultural, se enlaza estrecha-mente con la diversidad biológica, al ser la rica flora y fauna dela región fuente nutricia de la farmacopea resultante de la prác-tica de esta tradición.

El plan de acción para su salvaguardia tiene por objetivocrear un mecanismo jurídico que proteja la farmacopea botáni-ca de los kallawayas, entre otros proyectos que incidirán en eldesarrollo social y económico, en el campo de la investigación yde la gestión cultural y en el estímulo a los jóvenes a participarmás activamente en la salvaguardia de su cultura.

Cada pueblo tiene sus propios valores y sus costumbres, loscuales hacen su identidad, dada por su patrimonio cultural,compuesto de bienes materiales e inmateriales que nos mues-tran el pasado y nos orientan el futuro. Es decir, no existe hoyen día una jerarquía de culturas en las que unas tengan másimportancia que otras en función se sus bienes materiales, sinoque cada cultura es única e insustituible. Esos principios fue-ron consagrados tanto en la Convención para la Salvaguardadel Patrimonio Inmaterial, adoptada en 2003, como en la De-claración Universal de la UNESCO sobre Diversidad Cultural,adoptada en 2001.

Existen culturas que, por ser minoritarias, se ven abocadas auna marginalidad económica. Esto se traduce, entre otras co-sas, en no tener acceso a los medios audiovisuales, en no poderacceder a su propia creación cinematográfica. Como respuesta,surge el concepto de “cine pobre”, que constituye un espaciodinámico para promover el pluralismo y el diálogo intercultural,a la vez que contribuye a la utilización de nuevas tecnologías yde materiales audiovisuales de contenido local. Entre sus

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propósitos figura defender la diversidad cinematográfica comouna dimensión importante de la cultura mediante un cine dealto contenido local con modestos recursos. Además, como dijorecientemente Humberto Solás refiriéndose al cine, contribu-ye al objetivo de evitar “otra catástrofe ecológica que resultede la burda mercantilización de nuestro oficio”.

En este ámbito, uno de los intereses fundamentales es laprotección y difusión de la cultura y las tradiciones de los pue-blos indígenas. Por ello, la UNESCO apoya los talleres de capa-citación de profesionales indígenas en el continente latino-americano, en cooperación, entre otras instituciones, con laEscuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio delos Baños. También apoya el Festival Internacional de Cine yVideo de los Pueblos Indígenas, organizado por el Consejo La-tinoamericano de Cine y Comunicación de los Pueblos Indíge-nas. Mediante estas actividades se pretende desarrollar las ca-pacidades de los indígenas para que sean ellos mismos los quedirijan, produzcan y protagonicen sus documentales, películasy videos y expresen sus culturas sin intermediarios que hablenpor ellos.

Siguiendo con este tema, se afirma en esta décima ediciónde Catauro la importancia que las nuevas tecnologías puedentener en la promoción y protección de las lenguas. Como biendice el artículo 6 de la Declaración Universal de la UNESCOsobre la Diversidad Cultural, “todas las culturas tienen quetener la posibilidad de estar presentes en los medios de expre-sión y de difusión”. En este sentido, la Conferencia General dela UNESCO adoptó una “Recomendación sobre la promoción yel uso del plurilingüismo y el acceso universal al ciberespacio”,convencida de que trae consigo oportunidades para mejorar lalibre circulación de las ideas por medio de la palabra y la ima-gen y también el reto de garantizar la participación de todos enla sociedad mundial de la información. Este acceso es impor-tantísimo, puesto que por afirmaciones de los filólogos se sabeque cada vez que un idioma deja de hablarse, desaparece conél toda una cultura, toda una cosmovisión. La muerte de laslenguas no es nueva, pero ese proceso se ha acelerado. Se creeque entre 3 400 y 6 120 lenguas podrían desaparecer antes delaño 2100, lo cual supera el conocido cálculo de que una lenguase extingue cada dos semanas. Por tanto, preservar la diversidadidiomática es tan importante como defender el medio ambiente.

La diversidad biológica y la diversidad cultural se sustentanmutuamente y son interdependientes. Los sistemas naturales

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no se pueden entender, conservar y ordenar si no se reconocenlas culturas humanas que los modelaron. Ambas diversidadesconstituyen la clave para mantener la capacidad de adapta-ción de los sistemas sociales y ecológicos.

Desarrollo sostenible que, tal como se afirma muy acertada-mente en un artículo de este número de Catauro, es el garantede que haya suministro permanente de servicios de losecosistemas, lo cual revertirá en un adecuado desarrollo socialy económico.

¿Que entendemos por desarrollo?Desde la comprensión actual del carácter multidimensional

de la pobreza, el concepto de “desarrollo” se ha extraído exclu-sivamente de la esfera de la economía y se ha añadido a él larelevancia de otras áreas, como la cultura. El mundo corre elriesgo de una monocultura que funcione a base de interesesmercantiles antes que políticos o sociales. Ésta podría imponer-se con estandarizaciones de contenidos en las tecnologías, ge-nerando aún más brechas en los niveles de bienestar. Comocita el artículo 3 de la Declaración Universal: “La diversidadcultural es una fuente de desarrollo entendido no solamenteen términos de crecimiento económico, sino también comomedio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral yespiritual satisfactoria.”

La antropología desempeña su papel en este campo con sudoble área de actuación, primero en materia de conservación,así como en la construcción de la identidad, a la vez raíz yfuente de inspiración para el desarrollo.

Con el concepto de “patrimonio inmaterial” y la necesidadde identificarlo a través del establecimiento de inventarios,aparece la dimensión comunitaria y participativa en cualquiertipo de investigación sobre su cultura. La labor de etnólogos,antropólogos y especialistas que estudian y diseminan las tradi-ciones, ritos y expresiones culturales populares y ancestrales,enfrenta un nuevo reto. Este reto implica que sean las propiascomunidades las que validen esos estudios y reconozcan cuá-les prácticas son realmente parte de su cultura y se consideransus obras maestras o manifestaciones locales auténticas y cuá-les no. Ello ejerce un importante papel de retroalimentaciónpara los estudiosos, que deben ir a las fuentes y raíces de esacultura y cooperar sinceramente con su salvaguardia.

A esto se suma el anteproyecto de “Convención para la pro-tección de la diversidad de contenidos culturales y de expresionesartísticas” que se va a presentar ante la próxima Conferencia

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General de la UNESCO en octubre de 2005, y que toma enconsideración la necesidad de fomentar las industrias cultura-les para todas las culturas, que podrían de esta manera expre-sar sus contenidos culturales a través de las nuevas tecnologíaso hasta a través del arte digital.

La importancia de la participación comunitaria se explicapor la propia naturaleza del patrimonio inmaterial que, comodijo recientemente el Director General de la UNESCO, “no essolamente sede de la memoria de la cultura de ayer, sino tam-bién el laboratorio donde se inventa el mañana”.

Para concluir, la esencia de nuestro trabajo —tanto de laUNESCO y la Fundación como de Catauro— es siempre fo-mentar una reflexión más amplia y profunda sobre el conceptode “identidad cultural”. En el caso de Cuba, se habla de lacubanía. Pero, ¿que es la cubanía? Es un concepto que despier-ta el interés y la curiosidad de todo extranjero y es a la vezcomplejo y abstracto y al mismo tiempo de repente muy obvio yconcreto. Puede ser tan concreta la cubanía como la que cita-ba Fernando Ortiz al poner como ejemplo a un cubano sentadoen una terraza de Madrid pidiendo un jugo de fruta bom-ba. Este concepto de “cubanía” Fernando Ortiz lo definió contalento en su obra Estudios etnosociológicos, pero además supodemostrar lo que la cubanía puede aportar al resto de la huma-nidad. Terminaré leyendo un extracto de su obra, que consti-tuye una excelente introducción al taller que se desarrollaráesta tarde en el marco de este Congreso de Cultura y Desarro-llo sobre el tema de los marginados y excluidos.

[...] pocos países habrá como el cubano, donde en un espaciotan reducido, en un tiempo tan breve y en concurrenciasinmigratorias tan constantes y caudalosas, se hayan cruzadorazas más dispares, y donde sus abrazos amorosos hayan sidomás frecuentes, más complejos, más tolerados y más auguralesde una paz universal de las sangres; no de una llamada “razacósmica”, que es pura paradoja, sino de una posible, deseabley futura desracialización de la humanidad.

FRÉDÉRIC VACHERON

Especialista del programa de Cultura,Oficina Regional de Cultura para América Latina

y el Caribe, UNESCO

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Presentación de libros de la Fundación

La conquista del espacio cubano

Con este título aparece publicado por la Fundación FernandoOrtiz una serie de ensayos sobre historia, geografía, sociologíay demografía del investigador Juan Pérez de la Riva. Este vo-lumen, el número 20 de la Colección La Fuente Viva, fuecompilado por los investigadores Blanca Morejón, Rina Ca-ballero y Manuel Álvarez.

La conquista del espacio cubano fue presentado el día 13 deenero de 2005 en el teatro de la Biblioteca Nacional José Martí,por el presidente de la Fundación Fernando Ortiz, el doctorMiguel Barnet; el doctor Eliades Acosta, director de la Bi-blioteca Nacional; el sociólogo Frank Pérez y la doctora LuisaCampuzano.

Ese día también fue inaugurada la Cátedra Juan Pérez dela Riva, que radicará en la Biblioteca Nacional José Martí ytendrá como objetivo inicial la publicación de algunas de susinvestigaciones inéditas.

Norteamericanos en Cuba. Estudio etnohistórico.

Esta obra del historiador José Vega Suñol da continuidad aotras del propio autor, como Presencia norteamericana en el áreanororiental de Cuba: etnicidad y cultura (1991) y La arquitecturade perfil norteamericano en la región de Holguín (1995), porseñalar sólo dos.

La presentación fue realizada en el contexto de la XIV Fe-ria Internacional del Libro de La Habana, el 11 de febrero de2005, y estuvo a cargo del doctor Miguel Barnet, presiden-te de la Fundación Fernando Ortiz; del investigador JesúsGuanche y del propio autor.

Con un enfoque etnohistórico, el texto documenta la in-migración norteamericana en Cuba del siglo XVI, así como elproceso de asentamiento en el siglo XIX, la apropiacióngeofágica de las principales tierras y su inserción industrial yfinanciera durante la primera mitad del siglo XX. Asimismo,caracteriza los tipos de asentamientos norteamericanos en elperíodo de 1899-1959.

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X Simposio de Antropología Física LuisMontané, V Congreso de “Primate comopatrimonio nacional”, II Coloquio “Primatesa través del Caribe” y II Coloquiode Antropología Manuel Rivero de la Calle

Del 4 al 8 de abril de 2005 se celebraron en Ciudad de LaHabana estas reuniones relacionadas con la antropología. Deldiscurso de clausura del doctor Armando Rangel extraemoslas siguientes palabras:

En estos años hemos tratado diversas temáticas en los nue-ve encuentros, e incluso ha sido un simposio que ha previs-to complejos problemas biopsicosociales en cuanto a raza,género, salud, antropología forense, osteología, actividadfísica, nutrición, museología antropológica, arqueología, sal-vamento e historia de la antropología, problemáticas todasque han tenido su repercusión en la toma de decisiones enla docencia y la investigación.

Visita la Fundación Fernando Ortizel intelectual británico Paul Thompson

El 1 de abril de 2005, luego de ofrecer una conferencia magistralen el Aula Magna de la Universidad de La Habana, visitó laFundación Fernando Ortiz, Paul Thompson, profesor de HistoriaSocial en la Universidad de Essex, fundador de la National LifeStory Collection y editor fundador de Oral History. En el año2000 se publicó la tercera edición de su texto The Voice of thePast, un libro encaminado a análisis metodológicos para abordarla historia.

Esta obra es, ante todo, una introducción al uso de lasfuentes orales por los historiadores, en la que el autor ofre-ce sugerencias para el diseño de proyectos, discusiones so-bre la factibilidad del uso de la evidencia oral y considerael desarrollo de la historiografía partiendo de su funciónsocial.

El profesor Thompson tuvo un interesante intercambio conespecialistas e investigadores de la Fundación y con su presi-dente, Miguel Barnet.

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Homenajes a la doctora María Teresa Linares

La doctora María Teresa Linares constituye un orgullo para laFundación Fernando Ortiz, de la cual es vicepresidenta y dondeplasma constantemente su vasta cultura y su sabiduría. El re-conocimiento a la labor de esta investigadora ha rebasado lasparedes de la casa de L y 27 donde se encuentra la Funda-ción. Así, este año, fue declarada por la Central de Trabaja-dores de Cuba (CTC) Heroína Nacional del Trabajo. Asimis-mo, el evento musical del ámbito nacional Cubadisco 2005 leotorgó uno de sus premios de honor, por su trayectoria comopedagoga y musicóloga. María Teresa Linares ha estado vin-culada a la música cubana desde 1938. Sus trabajos sobre loscantos y la música de origen africano e hispano, así como losde la música popular cubana, son de referencia obligada en laIsla y en ámbitos internacionales. Es una investigadora que seactualiza constantemente, y no tiene prejuicios o reservas antelas nuevas tendencias musicales contemporáneas como el rap,el hip-hop o el reggaeton.

Obituario. Lázaro Ros: prodigio de vida y canto

Lázaro Ros, el gran akpwón de Cuba, falleció el 9 de febreroen La Habana a los 79 años.

Un rey ha partido. Se ha ido la voz por excelencia, salidadel corazón de la selva nigeriana. Lázaro Ros, el mejor akpwóndel rico y ancestral folklore afrocubano, quien entonaba susmelodías con voz inigualable, nos ha dejado.

Es imposible agrupar en cuartillas 79 años de la fructífera yagitada vida de un excelente amigo e inigualable hermano.

Nuestro Lázaro, Ocha Niwe antes de ser Rey de Reyes, tra-bajó como barrendero, repartidor de cantinas, vendedor depollos y lechero. Sus primeros pasos en la música fue comointegrante de la Coral de los Padres Salesianos en la Víbora,lugar que lo vio nacer y también lo relacionó con grandeshombres y mujeres de pueblo que lo condujeron al mágicomundo de los orishas para fundar juntos, años después, el Con-junto Folklórico Nacional.

En la búsqueda de una cadencia para la comunicación,Lázaro Ros penetró el dulzor y nos trasmitió con su increíblemelodía el sentir de nuestros ancestros, y su poderosa voz dehierro se proyectó al universo con la potencialidad de Oggún

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y el lirismo de la suavidad de Ochún, para mostrar a la humanidadla supervivencia de quinientos años en cantos y rezos, todos nacidosen las más intrincadas entrañas de su raza, llena de ecos y lamentos.

Lázaro Ros, con su voz de barítono y su inconfundible timbre, hallevado su arte más allá de las fronteras, para compartir escenarioscon importantes personalidades de la música mundial, y con ello hadejado plasmados su inconfundible gracia y su gran talento artísti-co; por tanto, ha sido merecedor de numerosos premios y condeco-raciones.

Akpwon henchido al aire, viajante infatigable de la cosmogoníamística, vibrante escuela de esta lengua ancestral, de esta música,de esta religión, su voz recorre el ancho y largo de su Cuba, llenan-do con matices variados el sol errante de un lírico pasado y presen-te; canto que abraza con fortaleza el universo de la potencialidadcubana para legarnos su más rica tradición.

Queridos amigos, Lázaro Ros, el Obba, se ha ido y no quiso lle-varse sus tesoros, pues los deja como herencia a su pueblo. Afortu-nado será quien, al llevarse la mano al corazón, escuche con el latir,el clamor de los tambores que siempre acompañaran el canto delmaestro, la melodía del akpwón, la voz del Rey. Ibae.

Descansa en paz, querido hermano.

NATALIA BOLÍVAR

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Dios salve a la reina… de ella misma

MICHAEL GONZÁLEZ SÁNCHEZ

Un escritor liberal, poco proclive al lenguaje protocolar,como el estadounidense Roland Taylor Ely (Filadelfia, 1924)tituló Cuando reinaba Su Majestad el Azúcar a un estudio decorte histórico publicado en Argentina en 1963; tenía comocentro de gravedad el mundo azucarero cubano en el siglo XIX.Por sus páginas desfilaba un verdadero monarca investidopor los miedos y las esperanzas de una nación volcada alfomento azucarero como forma de existencia. Sus visionessobre nuestra historia eran eclécticas, poco dadas al tecni-cismo, de probados recursos descriptivos y sobriedad extre-ma en sus análisis.

Esta edición andina no tuvo mucha difusión en Cuba. Eracitada fundamentalmente por el círculo de historiadores de-dicados a los temas azucareros cubanos. Pero dos de sus capí-tulos eran ya conocidos en nuestro país. El primero, “La eco-nomía cubana entre las dos Isabeles, 1492-1832”, fue publicadopor Librería Martí en 1959 y reimpreso en 1960. Julio LeRiverend, quien escribió su prefacio, lo catalogó de extraordi-nario valor instrumental de investigación sociológica, por lamuy copiosa información sobre la industria y el comercio azu-carero de Cuba en el siglo XIX.

“Comerciantes cubanos del siglo XIX”, también sacado a laluz por la Librería Martí, aunque al año siguiente, contó conla colaboración de Ramiro Guerra en la escritura del prólo-go. Dividido en cinco epígrafes, el texto centraba el análisisen la gestión empresarial de importantes casas comercialesradicadas en la Isla, como la anglo-cubana Casa Drake y ladel venezolano Tomás Terry. Para ello se auxiliaba, en buenamedida, de la importante colección privada de un comer-ciante neoyorquino que mantuvo profundas relaciones eco-nómicas con la Cuba colonial de esa época, Moses Taylor. Loque comenzaría como un trabajo de investigación sobre eldesempeño empresarial de la compañía de Moses Taylor,el comportamiento de sus ganancias, datos sobre las merca-derías importadas de la Cuba colonial y los productos intro-ducidos aquí, terminaría siendo un estudio mucho mayor. Lainformación recopilada le serviría además para un artículo pu-blicado en 1964 en la Business History Review, con el títu-lo “The Old Cuban Trade: Highlights and Case Studies ofCuban-American Interdependence During the NineteenthCentury”.

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Casi cuatro décadas después, en 2001, ocasión en queRoland Taylor Ely estuvo nuevamente en La Habana, Edicio-nes Contemporáneas, de la Casa de Altos Estudios Don Fer-nando Ortiz, publicó íntegramente por primera vez en Cuba“el libro de Ely”. Esta edición, la segunda en castellano, sería,a la par que más cuidadosa y completa, más voluminosa: aproxi-madamente ochocientas páginas, sin incluir las tablas, lámi-nas e índices que complementan el texto principal.

En las últimas décadas, la producción historiográfica na-cional sobre la temática azucarera se ha diversificado en nopoca medida. Novedosos estudios guiados de la mano de cali-brados historiadores —como Oscar Zanetti, María del Car-men Barcia, Fe Iglesias, Jorge Ibarra, Gloria García, ArnaldoSilva y Alejandro García, además de otros que no están entrenosotros como José Luciano Franco, Julio Le Riverend y OscarPino-Santos— dan constancia del grado de especialización ycomplementariedad alcanzado en ese sentido.

A su vez, inéditos enfoques históricos sobre otras cuestio-nes de la “cultura del azúcar”, como la vinculación de loshábitos alimentarios de las familias rurales con los cultivoslocales y el impacto de la producción azucarera en el medioambiente, y temas menos recientes como los estudios sobre lasmentalidades (incluidos los esclavos o sujetos “esclavizados”)y el pensamiento agrario cubano de los siglos XIX y XX, demues-tran la pluralidad de campos investigativos que ha abierto eluniverso azucarero cubano.

La reedición de Cuando reinaba Su Majestad el Azúcar revi-ve al escritor motivado por las visiones sistémicas que a travésdel uso de diversas fuentes, entre ellas numerosa bibliografíade época en lengua inglesa poco manejada en Cuba, reprodu-ce un estado de cosas asociado al monocultivo azucarero deldecimonónico. Como dijera Eduardo Torres-Cuevas en el pró-logo a la edición cubana, “[...] en esta visión, tecnología, cien-cia, finanzas, pérdidas y ganancias, personalidades y mentali-dades, se cierran en un todo que permite explicar el procesono por una de sus partes, sino por el sentido de empresa quecondiciona todo el conjunto”.

Como afirma Ely, no hubiera existido expansión azucareraa partir de las primeras décadas del siglo XIX sin una comuni-dad de intereses regida por normas sociales a nivel de éliteeconómica. De esta manera, el rol de los empresarios comer-ciales, nativos y foráneos, se define tanto por su gestión realen la economía insular como por su capacidad de conformarel medio socioeconómico a través de los roces personales

Cuando reinaba SuMajestad el Azúcar

de Roland Taylor Ely.Ed ic iones

Contemporáneas,Casa de AltosEstudios Don

Fernando Ortiz, 2001.

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y empresariales entre comerciantes y hacendados y entre co-merciantes y autoridades coloniales.

En Cuando reinaba... forma y contenido parten de una mis-ma premisa: el reflejo consciente de la información sobre co-mercio y producción de azúcar cubano recopilada por años enarchivos, colecciones y centros de documentación de los Esta-dos Unidos y Cuba. El texto aparece dividido en ocho ensayosconexos, auxiliándose de una vasta documentación que in-cluyó a clásicos como Jacobo de La Pezuela, Ramón de la Sagra,Carlos Rebello y Alejandro de Humbolt, hasta las llamadasGuías de forasteros, los libros de viajeros como el de Hazard, yla abultada correspondencia de Moses Taylor y demás miem-bros de su empresa.

Amén de la naturaleza de algunas de las concepciones so-ciológicas de Ely sobre la incidencia del monocultivo azucare-ro en nuestra historia, que hacen parecer a veces que el azú-car nos hizo a nosotros y no al revés, muchas de sus tesis revistenuna vigencia incuestionable. El nombre de Roland T. Ely figu-rará para siempre entre los no pocos investigadores foráneosque se han acercado al azúcar cubano desde diferentes ópti-cas, como el puertorriqueño César Ayala, los españoles PabloTornero y Antonio Santamaría y otros autores estadouniden-ses como Rebecca Scott, Franklin Knight, Laird W. Bergad,Alan Dye y Robert N. Lauriautt.

En los tiempos actuales, cuando los libros monotemáticosno desafían el límite de unos pocos cientos de cuartillas, Cuandoreinaba Su Majestad el Azúcar es punto de partida de reflexio-nes socioeconómicas y culturales de la Cuba decimonónica ysus influjos sobre la reformulación de la identidad culturalcubana en el siglo XX. Quede como constancia además de unnuevo acercamiento cultural entre Ely y los cubanos, que fue-ron a quienes, como indicaría Ely en su prefacio a esta edicióncubana, dedicaría este libro.

Los orishas en Cuba*

MIGUEL BARNET

Hija de María Teresa y Arturo, pero también de Oddúa, pri-mer rey de Oyo, creador y hacedor de la justicia, en NataliaBolívar y Aróstegui se entrelazan, en cómplice y armoniosaalquimia, los linajes todos de la Patria.

* Palabras de presentación al libro Los orishas en Cuba en la pasada Feria delLibro de La Habana.

MICHAEL GONZÁLEZSÁNCHEZ

Histor iador.Investigador del

Centro de Estudiosde Asia y Medio

Oriente.

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Con pie firme y desbrozando tupidos enramajes y brechasabiertas por Lydia Cabrera, su tutora y amiga, y don FernandoOrtiz, maestro de todos, Natalia enrumbó por caminos esca-brosos pero mágicos en busca de una poesía que muy pocos desu estirpe supieron apreciar. Vencedora de pruritos clasistas,desenfadada, culta y audaz, ha ido destejiendo una tela deseductora atracción en más de treinta años de acuciosa inves-tigación y de perseverante estudio. La cosmovisión legada porÁfrica a nuestra Isla, patrimonio de todos, pero reconocidasólo por unos cuantos en su más profunda valoración, ha sidoel tema que Natalia ha escogido para completar una obra quetuvo sus referentes en los maestros ya citados y en otros comoRómulo Lachatañeré, Nicolás Angarika y Teodoro Díaz Fabelo.

Los orishas en Cuba, bellamente ilustrado por la autora,artista naïf de dotes singulares, con una imagen de Orula en“Baba Eyiogbe”, es sin dudas una contribución al mágico mundode las divinidades de origen yoruba trasplantadas a Cuba du-rante la ignominiosa trata esclavista trasatlántica.

Como ha escrito Reynaldo González en el pórtico de la edi-ción de Mercié, “entrar en sus páginas es conocer de maneradirecta especificidades de una realidad que no es folklore nimuseo, sino vida viviéndose”.

Los orishas metabolizados en Cuba, sincretizados, pasadospor las aguas inquietas del Caribe, se muestran aquí tal comoson: en un corpus teogónico que es ya uno de los tesoros másvaliosos de la cultura cubana.

Obra que, desde su primera edición de la UNEAC, alcan-zó una popularidad extraordinaria, se nos presenta hoy au-mentada en más de doscientas páginas y como un respetuosotributo a Ifá, el gran adivino, y a toda la magia que encierra lasabiduría de sus oddunes.

Si en este país contamos con orgullo con una riquezamitológica y con una literatura gnómica, es gracias a este caudalde pattakies y leyendas profanas atesoradas en los sistemas deadivinación del Dilboggun y de Ifá, verdaderos oráculoscosmovisivos, portadores de reglas de conducta y de sabiaspredicciones.

Los orishas en Cuba nos demuestra con creces esta asevera-ción con sólo abrir una de sus páginas y encontrarnos historiasde dioses y semidioses, de espíritus de los muertos y de anima-les antropomórficos que dialogan con los vivos y con los queya flotan en el mundo del más allá.

Esa otra orilla de gravedad en que los espíritus laten, serenoso intranquilos; esa dimensión que pone siempre en entredicho la

Los orishas en Cubade Natal ia Bolívar.

Mercie Ediciones,La Habana, 2004.

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realidad en sus expresiones más cotidianas y tangibles; esa otraorilla que nos conduce a una Arcadia, que es un salto al vacío yque divide falsamente lo profano de lo sagrado, pero que para lacultura no es otra cosa que el saldo de una maravillosa dotaciónpoética; esa zona de lo sagrado en que el acto poético presentasus credenciales, es, a mi juicio, el aporte mayor que la tradiciónde origen africano ha dejado en nuestro país.

Como expresó Fernando Ortiz, “sin el negro Cuba no seríaCuba”; y con razón demostró a lo largo de su obra que el arse-nal aportado por África a la Isla era piedra angular de la cul-tura cubana.

Los orishas en Cuba no sólo nos introduce en esa selva má-gica de lo que hemos llamado afrocubano, sino que con fasci-nación y nostalgia nos eleva al mundo de los sueños y de laimaginación: esa zona oculta de nuestro ser que desafíala razón occidental y el llamado pensamiento lógico.

Vademécum o manual de fértiles teogonías, este hermoso yútil libro, está construido sobre sólidas bases metodológicasque conjugan las fuentes vivas de múltiples sacerdotes ysacerdotisas de Ifá y la regla de ocha con fuentes bibliográfi-cas consultadas con ojo acucioso y escudriñador.

Así no sólo la autora aporta un novedoso inventario dedivinidades poco conocidas u olvidadas, como Orungán, orishadel mediodía, hijo de Aggayú y Yemayá; Olosá, dueña de loslagos y hermana de Olokun; Kori Koto, que vive en una tinajay es diosa de la fertilidad; Oggán, secretario de Oddúa, due-ño de la guataca; y otros muchos que no son de culto habitualen la santería cubana moderna, sino que, además, nos descri-be minuciosamente el papel de todos ellos en la cosmogoníacubanoafricana y en el cotidiano de la Isla. Esta obra impres-cindible para una visión más completa e integral del imagina-rio cubano y de la tabla de valores morales y éticos de nuestropueblo, es también un catauro importante de la parafernaliaque conforma la santería cubana con atributos, herramientas,trajes, collares y otras prendas valiosas y de cosecha nacionalde estos ancestrales cultos nigerianos.

Precedida por lo que ella calificó como umbral de leyen-das, que le sirvió de introducción y que explica el origen y laevolución de estos sistemas religiosos, Los orishas en Cubaconstituye un documento de valor etnográfico insoslayable,entre otras razones porque, como la autora afirma en su in-troducción, de la sincretización de santos católicos conorishas africanos “nació la santería […] en un proceso natu-ral y lógico”.

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Este sincretismo o, como yo lo he llamado, yuxtaposiciónde valores, surgido de la tensión histórica y psicológica queprodujo el sistema esclavista, ha sido y es una de las más fabu-losas creaciones del cubano, su más alta demostración de in-genio y resistencia frente a la depredación y el racismo.

Natalia Bolívar y Aróstegui, envuelta en algodón de ceibay ataviada de collares de omnívora cubanía, nos ha entregadocon esta obra un patrimonio etnográfico al que algunos levaticinaron su muerte natural y otros, convencidos de que suesencia era consustancial a la vida espiritual de la Isla, nosdedicamos a recogerlo con amor y perseverancia, con respetoy ánimo vindicador.

Por todas esas razones, te decimos Mofaribale, y gracias,Natalia, en el más puro español, Modú pue en lucumí de Cuba.

La conquista del espacio cubano de Juan Pérezde la Riva

FRANK PÉREZ

No pudo escogerse mejor ámbito que el de la Biblioteca Na-cional José Martí para presentar La conquista del espacio cuba-no del Maestro Juan Pérez de la Riva, no sólo por lo que estainstitución ha representado y representa para la cultura cuba-na, sino también, y de manera muy especial, porque acogió,en período memorable, a un grupo de notables intelectualescubanos (me refiero a Eliseo Diego, Cintio Vitier, Fina GarcíaMarruz, Manuel Moreno Fraginals, Argeliers León y al propioJuan) quienes desde aquí hicieron importantes contribucionesen sus respectivos campos, dejaron su impronta en las pu-blicaciones y departamentos de la Biblioteca, y jugaron tam-bién, en elevado magisterio, un papel formador al alentar lavocación de jóvenes estudiosos que, como discípulos o cola-boradores, por aquella época se iniciaban en disciplinas muydiversas.

Varias décadas después —y en ocasión de ver la luz el nú-mero de la revista Catauro dedicado a la presencia china ennuestro país, que coincidió con la tan esperada como demora-da aparición de un libro clave en la bibliografía de Pérez de laRiva, Los culíes chinos en Cuba— la Fundación Fernando Ortizrealizó una suerte de homenaje a Juan al incluir en esa revistaun capítulo del libro mencionado y los testimonios de MiguelBarnet, Luisa Campuzano, Blanca Morejón, Aurelio Cortésy Xiomara Sánchez, quienes fueron algunos de sus discípulos

MIGUEL BARNET

Poeta, novelista,ensayista, etnólogo.

Pres identede la FundaciónFernando Ortiz.

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y colaboradores en los años de la Biblioteca. Estos testimoniosaparecieron con el título de “Juan Pérez de la Riva, el últimode los polígrafos”, compilados por Trinidad Pérez y por quienda lectura a estas líneas. Además de las valiosas, esclarecedorasy emotivas valoraciones que allí aparecen, todos coincidieron,incluidos los compiladores, en la necesidad de que nuestrosestudiosos y las instituciones culturales cubanas realizaran susmejores esfuerzos a fin de lograr un mayor conocimiento de lavida y la obra de este ilustre cubano.

Este propósito, compartido por el colectivo de la FundaciónFernando Ortiz que preside Miguel Barnet, se ve materializa-do con la publicación de la colección de artículos y ensayos dePérez de la Riva que hoy presentamos con el título de La con-quista del espacio cubano, resultado de un riguroso trabajo decompilación realizado por los investigadores Blanca MorejónSeijas, Rina Caballero del Risco y Manuel Álvarez Muñiz, to-dos geógrafos, antiguos alumnos, discípulos y colaboradoresdel autor. En el texto que Morejón Seijas presenta como “Algomás que una introducción”, y que aporta claves y referenciasmuy valiosas acerca de la vida y la obra de Juan, señala:

Juan murió en diciembre de 1976, cuando su obra científi-ca alcanzaba la plenitud de su realización y daba los frutosmás valiosos; mas su mejor obra fue todo lo que con tantoafán se empeñó por brindar. […] La tarea de preparar unacompilación resulta entonces algo difícil, no sólo por la di-versidad de su obra, sino también por el alcance y tamañode la misma. [...] Este volumen […] constituye el primerresultado de un propósito convertido en proyecto, cual es latarea de compilar una parte importante de la obra de Juan,tanto la publicada, como en una segunda etapa, la inédita.La obra que hoy ponemos a la consideración del lector, con-

tiene, en sus 243 páginas, diferentes artículos y ensayos publi-cados todos, en diversas revistas y libros, en el período que vade 1965 a 1976, es decir, cuando han transcurrido más de veinteaños, han surgido diferentes generaciones de investigadores y,en otros casos, algunas de las obras en su edición original re-sultan poco accesibles a los interesados. El proceso depoblamiento cubano, de carácter geográfico-económico e his-tórico, es el tema central de este volumen, y según se aclaraen la Introducción:

[…] el autor pretendía en las postrimerías de su vida escribirprecisamente un libro donde describiera este proceso, cuyoproyecto denominó “La conquista del espacio cubano”, queha servido ahora para darle título al texto en su conjunto y a laprimera sección del libro; la segunda es “Una isla con dos

La conquista delespacio cubano

de Juan Pérez dela Riva. Colección

La Fuente Viva,Ed. Fundación

Fernando Ortiz,Ciudad de La Habana,

2004, 244 p.

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historias” y la tercera, “Un país de inmigración”. En la pri-mera parte se han agrupado los trabajos “Desaparición de lapoblación indígena cubana”, “Poblamiento y ciclos econó-micos en Cuba”, “Sobre la conquista del espacio cubano” y“El batey azucarero en Cuba: origen, historia y futuro”. Lasegunda parte toma su nombre del artículo “Una isla condos historias”, que apareció en 1978 en la revista Cuba Inter-nacional, en ocasión de los cien años de lucha de la nacióncubana, y la tercera parte está dedicada al importante temade la inmigración internacional con los textos “La poblaciónde Cuba, la Guerra de Independencia y la inmigración delsiglo XX” y “La inmigración antillana en Cuba durante elprimer tercio del siglo XX”.En los textos a que acabo de hacer referencia, y que los

lectores tendrán en sus manos en breve, se impone, como tras-fondo, la extraordinaria personalidad de su autor, figura im-prescindible de la cultura cubana que llena un singular espa-cio en la segunda mitad del siglo que acaba de finalizar. Sulabor intelectual, como se ha afirmado, “recorre el campo dela historia, la geografía, la demografía, y una gran diversidadde temas dentro de éstas, por lo que resulta de compleja cla-sificación temática por el carácter multidisciplinario de granparte de lo que escribió, aunque con el tratamiento de lo cu-bano como un denominador común”. Pérez de la Riva prove-nía de una de las familias más encumbradas de la alta burgue-sía cubana; realizó estudios universitarios en Francia, dondeconoció a la que sería su esposa, Sara Fidelzait, una judía hijade obrero y militante comunista de Grenoble, lo que hizo queel joven Juan se identificara con el pensamiento marxista dela época en los ambientes social y académico de Europa, paramás tarde regresar a Cuba, participar en los movimientos polí-ticos de la década del treinta y dedicarse más tarde a admi-nistrar una hacienda en Pinar del Río, propiedad ancestral desu familia, que entrega a la Revolución Cubana antes deque la Reforma Agraria se aplicara. Se dedica, a partir de 1959,a la labor académica, a la investigación y a la docencia, etapaen la que produce la mayor parte de sus escritos y se prolongahasta la fecha de su muerte. Fue notable su contribución a lasdiferentes ramas de las ciencias sociales y al uso de las técni-cas de medición cuantitativa en la investigación histórica ennuestro país. Precursor en Cuba de una concepción nueva dela historia, de la investigación y la docencia, puedeconsiderársele como el primer demógrafo que la RevoluciónCubana aportó. No pocos calificativos, a veces contradicto-rios, de aquellos que de alguna manera estuvieron cerca de

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Juan y de su obra, han pretendido, con justeza, definir su per-fil: enciclopédico, erudito, criollo rellollo y universal, hombreexcepcional, dotado de una extraordinaria modestia y hones-tidad intelectual sin límites, que conjugaba su rigurosa forma-ción científica con una profunda vocación humanística, gransentido crítico, imaginación y creatividad, huraño y difícil,irónico, apasionado, hombre de muchas contradicciones, unser extremadamente sensible, de carácter fuerte, el último delos polígrafos cubanos… Realmente pienso, al paso de los años,la validez y justeza de estos calificativos, pero también queJuan desborda, como ser excepcional que fue, al igual que suobra, los moldes convencionales de una definición y que el es-tudio y el conocimiento sistemáticos de esa obra y de su perso-nalidad permitirán una valoración más profunda de quien fue,ante todo, un cubano de honda estirpe, de elevados principios yvalores morales y éticos, revolucionario en sus ideas y en suciencia, iconoclasta y disciplinado a la vez, enamorado de labelleza en todas sus formas y con un corazón que no le cabía enel pecho. Razones más que suficientes por las que la FundaciónFernando Ortiz se siente honrada al publicar La conquista delespacio cubano de Juan Pérez de la Riva en la seguridad de queeste esfuerzo editorial será seguido por otros, para que las nue-vas generaciones de cubanos conozcan y disfruten de su legadointelectual y del ejemplo de su fecunda vida.

Globalización religiosa y neoliberalismo.Espiritualidad, política y economíaen un mundo en crisis

MICHAEL COBIELLA GARCÍA

La religión ha sido y es parte integral y hasta esencial de lamultiplicidad de culturas y etnias que han poblado nuestroplaneta, desde los albores de la génesis humana hasta la ac-tualidad más contemporánea. Al menos así lo creen y piensantodos aquellos seres que tienen fe en un orden del universocreado por voluntad divina, ya sea por un dios o varios dioseso entes espirituales. Es por eso que sin importar cual sea su naturale-za y cualesquiera las categorías, conceptos o clasificaciones que loshumanos hayamos establecido para definirla, comprenderla o analizar-la, está intrínsecamente ligada a la cultura y al legado material, y porsupuesto espiritual, de todos y cada uno de los pueblos del mundo.

Para los postulados filosóficos del materialismo dialéctico ehistórico, la religión es una forma de la conciencia social de los

FRANK PÉREZ

Sociólogo y editor.

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hombres, que interactúa con otras formas de la concienciasocial y con las instituciones políticas y jurídicas que integranuna superestructura, la cual es determinada en última instan-cia, como citara Engels, por la infraestructura o base económi-ca que el hombre instituye en cualquier sociedad humana.

Como vemos, la religión se relaciona no sólo con el camposimbólico de lo abstracto, lo intemporal, lo místico, lo mera-mente espiritual, sino que necesariamente se hace presenteen la vida material del ser humano, a pesar de que desde elsiglo XVIII en Occidente asistimos a un proceso continuo deseparación de las autoridades eclesiales, del poder directopolítico y económico, producto fundamentalmente delracionalismo filosófico y de los diversos movimientos de secula-rización surgidos al calor de la Ilustración, la Revolución In-dustrial y la Revolución Francesa. Proceso que se agudiza en lafase imperialista del capitalismo, a finales del siglo XIX, y con laaparición del sistema socialista en el siglo XX, que toma ademáscauces nuevos y más complejos con la pretendida implantaciónde la globalización neoliberal por parte de los poderes políticos yeconómicos hegemónicos, a partir de la caída del Muro de Ber-lín y sobre todo de la desaparición del bloque de países socialis-tas, incluida la desintegración de la URSS.

Precisamente por esta amplia y multifacética vía nos conduceel título y el contenido del libro sobre el que me propongo co-mentar: Globalización religiosa y neoliberalismo. Espiritualidad,política y economía en un mundo en crisis. Estamos en presenciade una selección de trabajos académicos e investigaciones cien-tíficas fundamental en lo que atañe al campo de los estudiossociorreligiosos, dentro de las ciencias sociales, en la que se haceun análisis cabal de las llamadas dos grandes globalizaciones denuestra era: la globalización económica y la religiosa.

Debo destacar que este primer volumen de Globalizaciónreligiosa y neoliberalismo... fue una coedición publicada gra-cias al esfuerzo conjunto del Departamento de Estudios So-cio-Religiosos del Centro de Investigaciones Psicológicas ySociológicas (CIPS) de Cuba y Publicaciones para el EstudioCientífico de las Religiones de México. También debo añadirque este título es el resultado, muy esperado por todos aque-llos que participaron en su organización, del III Encuentro In-ternacional de Estudios Socio-Religiosos, convocado por el CIPSy la Academia de Ciencias de Cuba y celebrado en La Habanaen el año 2001, con el apoyo de otras muchas instituciones aca-démicas, religiosas y culturales, nacionales e internacionales.

Globalización religiosa y neoliberalismo... es un libro de másde trescientas páginas que en el orden metodológico está es-

Global izac iónre l ig iosa

y neoliberal ismo.Espir i tua l idad,

polít ica y economíaen un mundo

en crisis. CIPS,Departamento de

Estudios Socio-Re l i g iosos

y Publicaciones parael Estudio Científico

de las Religiones,México, 2004, vol. I,

304 pp.

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tructurado en tres partes o secciones a partir de los conteni-dos principales de cada uno de los diecinueve trabajos cientí-ficos de diferentes autores que se seleccionaron precisamentepara integrar este primer volumen. El título de esta primeraparte es “Religión y procesos sociales y políticos: globalización,deuda externa y jubileo”, y en ésta se recogen un total desiete ponencias que se caracterizan por abordar, desde ámbitosy criterios diferentes, uno de los problemas más debatidos enel orden socio económico, político y cultural en el mundo dehoy en día: la globalización neoliberal.

Este fenómeno, no exento de defensores y de detractores amedias y a ultranza, se analiza no solamente en su vinculacióncon los procesos exclusivamente económicos, políticos e ideo-lógicos contemporáneos, sino que además se conecta con elpapel que en un sentido hegemónico o liberador puede des-empeñar la religión ante su propagación. También en esta sec-ción se refleja la interacción y la relación entre el fenómenode la globalización neoliberal y la pandemia de la deuda exter-na, como consecuencia del desarrollo desigual entre países ricos ypobres, así como de los modelos económicos y socioculturalesexcluyentes que impone el sistema capitalista en el mundo actual.

Me satisface comentar por su importancia, al menos, uno de losestudios científicos que integran esta parte y que se titula “Lareligión en los procesos mundiales: reencantar el mundo porel símbolo y la ética” del prestigioso sociólogo belga FrançoisHoutart. En esta ponencia el autor acude al enfoque socioló-gico y psicológico para abordar la temática de la religión através de la representación simbólica y del papel que se debeestablecer entre el símbolo y el rescate de la espiritualidad, laética y la utopía social; a través de la importancia de lareinvención del símbolo en su vinculación a la religión con elobjetivo de volver a “encantar” al mundo contemporáneode hoy.

La segunda parte de este libro se titula “Variaciones en elcampo religioso mundial: los llamados nuevos movimientosreligiosos”. Esta parte agrupa un total de cinco trabajos cientí-ficos que desde diferentes planos sociopolíticos y locaciones geo-gráficas nos introducen a la compleja y a la vez polémica temáticadel surgimiento de nuevas denominaciones y organizaciones reli-giosas a nivel global, así como al incremento paulatino de otrasya existentes pero consideradas como no tradicionales o “re-presentativas” de la identidad cultural de un país. El análisisque se hace en estos estudios científicos, permite a loslectores, especialistas o no en la temática, adentrarseen un sustrato de nuevos intentos de clasificaciones,

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derivaciones o simplemente de profundización teórica ometodológica por parte de los estudiosos de estas temáticas.También se recoge todo el cúmulo de proyecciones sociales,económicas, manipulaciones políticas y ético-morales, tras-fondo teológico espiritual, estructuración, conformación,directrices, dirigencia, arraigo popular, entre otros, de las másimportantes y conocidas de estas agrupaciones religiosas queirrumpen en el escenario de un mundo globalizado.

Como hice con la primera parte del libro, quisiera comen-tar sobre uno de estos trabajos: “Los NMR y sus implicacionespara el estudio del factor religioso” de Juana Berges, investi-gadora del Departamento de Estudios Socio-Religiosos delCIPS.

Este artículo expone los marcos teóricos y metodológicos,tanto históricos como sociológicos, que los distintos estu-diosos y especialistas han ido conformando acerca de losdenominados Nuevos Movimientos Religiosos (NMR) quehan aparecido y proliferan como parte del proceso de re-animación de la espiritualidad religiosa a partir de mediadosla década del cincuenta. El auge de los NMR y su importan-cia en el mundo contemporáneo plantean grandes retos a loscientíficos sociales dedicados a la temática, por su carácterheterogéneo, no monolítico, su capacidad de síntesis y deadaptación a diversos contextos socioeconómicos, culturalesy geográficos que pueden trascender el entorno nacional. Deahí la necesidad y trascendencia de asumir investigacionesde este tipo, sin formalismos o esquemas ortodoxos, sindesvincularse del medio en que se expresa, particularmenteteniendo en cuenta las realidades que en la actualidad seviven a nivel mundial.

La tercera parte y última de este libro se titula “Reanima-ción religiosa en los noventa: El caso de Cuba”, y en ella serecogen seis exposiciones que son el producto de una mesaredonda que se efectuó sobre la reanimación religiosa experi-mentada en nuestro país durante la década del noventa delpasado siglo. Estos estudios intentaron exponer y analizar lagénesis, ulterior evolución, perspectivas y en algunos casoslos antecedentes sociohistóricos de varias de las principalesexpresiones y/o denominaciones religiosas que se revitalizarona nivel nacional, a partir de principios sociológicos, históricos,filosóficos y testimoniales, ya que algunos de sus autores sonpracticantes religiosos de larga trayectoria. Uno de los logrosmás importante de esta sección y que debe despertar el inte-rés del público en general, es el examen de la temática implí-cita de las relaciones religión-Estado a lo largo de todo el

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período revolucionario y las diferentes visiones o proyeccio-nes, generalmente “emic”, que sobre las temáticas religiosasse nos presentan.

Como he hecho hasta ahora, quisiera referirme a uno delos trabajos que aquí se presentan: “Reanimación católica enCuba” de la autoría de monseñor Carlos Manuel de Céspedesy García Menocal. Su autor analiza el proceso de revitalizaciónreligiosa producido en el catolicismo cubano, partiendo de pos-tulados sociohistóricos, teológicos y vivenciales de su consi-deración, y teniendo en cuenta dos direcciones fundamenta-les: la reanimación religiosa, entendida como el incrementodel número de practicantes de la fe católica y de las religiosas,sacerdotes, diáconos y religiosos no sacerdotes; la reanima-ción en cuanto al incremento de actividades y de la presenciade la Iglesia Católica en la vida de la nación, así como dehechos relacionados con la vida católica en el país. Siguiendola línea metodológica de estas direcciones, el presbítero Car-los Manuel de Céspedes plantea y desarrolla, con precisión,toda una serie de antecedentes sociohistóricos que examinande manera íntegra la complicada trayectoria de la Iglesia Cató-lica, entiéndase pueblo laico y jerarquía, así como del siemprecandente tema de las relaciones y contactos Estado-Iglesia a lolargo del período revolucionario, enmarcados cronológicamentedesde la década del sesenta hasta alrededor del año 1999.

Antes de finalizar quisiera hacer una relación del resto delos trabajos y los autores que aparecen en esta tercera parte dellibro, por la importancia de las temáticas y su lógica vinculacióncon la realidad sociorreligiosa cubana. Lo hago siguiendo el or-den en que fueron emplazados originalmente en la sección: “Lareanimación desde el punto de vista protestante” del reverendoReiniero Arce Valentín, “La experiencia judía cubana” de laautoría de Arturo López-Callejas Levi, “La reavivación de lasreligiones cubanas de antecedentes africanos” de la doctoraLázara Menéndez, “El islam en Cuba, un fenómeno nuevo” deMario González Quiroga y “El incremento religioso desde laperspectiva de las ciencias sociales” del doctor Jorge RamírezCalzadilla. Por último, deseo y espero que esta publicación ten-ga la acogida que se merece por parte tanto de los especialistascomo de los lectores interesados en este tipo de estudios cientí-ficos.

MICHAEL COBIELLA GARCÍA

Histor iador.Invest igador

de la FundaciónFernando Ortiz.

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Un tríptico indisoluble: ideología, Revolución y Pilar

OSCAR LOYOLA VEGA

Marchando, vamos hacia un ideal,sabiendo que hemos de triunfar […].

Pueblo, unidad, patria o muerte,y venceremos, sin vacilar […].

Qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él […].

[…] pero ella dice que es miliciana y socialista.

[…] con el libro en alto cumplimos una meta: llevara toda Cuba la alfabetización.

Una revolución se despliega, en una isla no demasiado gran-de, no muy poblada, no excesivamente conocida. Cuatro len-tísimos siglos de dominación colonial española han dejadocomo legado un pueblo mestizo, más cohesionado que otroscontinentales, una cultura de muy ricos matices y logrosdestacables, y unas tremendas ansias de obtener la plena so-beranía nacional a través de un Estado verdadero e indepen-diente. Culminación de estas centurias, casi seis décadas devida republicana han demostrado con creces la dependenciapolítica del exterior, la deformación estructural de la econo-mía, y las grandes dificultades que implica, en los marcos exis-tentes, avanzar por la senda de un desarrollo autóctono. Urgeefectuar un cambio social abrupto en Cuba. Más que una car-ga para matar bribones, al decir de un ardoroso poeta, la Perlade las Antillas necesita, en palabras de un cantor mítico delfuturo, un rabo de nube que barra por completo las lacras dela desvergüenza y el desgobierno, y abra paso a la posibilidadde una plena realización nacional. Incontenibles, las ansias deun pueblo explotan: en todas las esferas de la vida cotidiana,la Revolución del Primero de Enero de 1959 se despliega.

Subvertir la situación existente implica, al menos, dosrealidades. Por una parte, la presencia de una vanguardia só-lida, que en las condiciones cubanas ha de ser —y lo fue, quéduda cabe— original, imprevista, antitradicional, joven, alta-mente patriótica, osada, con un liderazgo extraordinariamen-te carismático. Por otra, se hace necesario en sumo grado laparticipación, en todos los ámbitos de la subversión, de unsujeto social dispuesto, de una vez y para siempre, a demolerel aparato anterior y, en apretado haz, minar las bases, en el

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menor tiempo posible (no dejes para mañana lo que puedeshacer hoy), del sistema económico social republicano, dandopaso a una reconformación más justa de la vida nacional. Ac-tuando y pensando en colectivo, el pueblo cubano se apresta atransformar, y a transformarse, en medio de muy difíciles cir-cunstancias históricas. Terminó La Chambelona. “Codo concodo, ya dirigimos nuestra nación.”

La década transcurrida a partir de enero de 1959 será porsiempre tema para la epopeya; y si se trata especialmente delos años comprendidos entre 1959 y 1962, el análisis suelevelarse por los elementos legendarios de alto vuelo que enellos pueden encontrarse. Bien sea por sus vivencias persona-les, o bien por los resultados de las increíbles transformacionesacaecidas, que marcan la cotidianeidad, todo cubano es deu-dor —y por consiguiente, crítico— de aquel trienio. La expul-sión de la dictadura, el asalto al poder, los avatares para lacreación de la unidad, la personalidad impactante de FidelCastro y las figuras de Camilo y el Che, la participaciónarrolladoramente masiva en cuantas tareas impulsara la (nues-tra) Revolución, el enfrentamiento creciente con los gobier-nos de Washington, la integración popular a las organizacio-nes “de masas”, el reparto de la tierra, las nacionalizaciones yla alfabetización, son hitos inolvidables de un pueblo que cadadía se acostaba dispuesto a proseguir la subversión, con másfuerza aún, a la mañana siguiente. Deconstruyendo el país,intentando reconstruirlo, y autoconstruyéndose, el sujeto so-cial cubano integró, de manera nunca vista, a desdentadoscampesinos de muy diverso tono de piel; a trabajadores fabrilesde múltiples procedencias; a los estratos pequeñoburgueses,que ahora confraternizaban con los explotados de siempre, envariopinta conjunción; a encantadoras señoritas de colegiosprivados, que no dudaron en abandonar sus “clubs” y su músi-ca a lo Pat Boone por un campamento cañero desbordado dechicos insinuantes; a una masa incontenible de jóvenes, ado-lescentes y niños, emancipados de sus atribulados padres; acientos de soldados, también muy jóvenes, que bajaban de lasmontañas envueltos en el aura de una hermosa sonrisa y uncollar de santajuanas. ¿A quién puede ocurrírsele ser impar-cial al estudiar una época que demanda del sujeto un “ade-lante, cubanos, que Cuba premiará nuestro heroísmo, puessomos soldados que vamos a la patria a liberar”?

El reclamo histórico señalado, más que desanimarla,acicateó a la profesora e investigadora María del Pilar Díaz

Ideología yRevolución. Cuba,

1959-1962 de Maríadel Pilar Díaz

Castañón. Editorialde Ciencias Sociales,

La Habana, 2001.

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Castañón a escribir un libro poco común en la historiografíanacional: Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962. Hacerloimplicaba no ya tan sólo una fuerte dosis de coraje (que susíntimos siempre le han reconocido), sino además una pacien-cia benedictina ante la imposibilidad de consultar ciertas fuen-tes; una energía a toda prueba frente a sugerencias disuasorias;y una tenacidad implacable para proseguir el estudio en losmarcos a veces desesperantes de la docencia universitaria.Espoleada por tales dificultades, la autora comenzó una inves-tigación cuyo diseño, concepción y puesta en práctica garan-tizaba, desde la arrancada, un prometedor resultado. Unasomera revisión de los materiales consultados revela, en propor-ción menor que la real, seguramente, la magnitud del trabajocon las fuentes publicísticas y documentales, sin desdeñarla abundante bibliografía, trabajada sin exclusiones geográfi-cas y sin barreras de idiomas. Derivado del análisis y empleode los materiales procesados, el cuerpo de citas y de notasconstituye un poderoso aliciente para el lector, ya que cumplea cabalidad su función paratextual, a la vez que permite dis-frutar no pocos comentarios fascinantes que se permite la au-tora, y que amplían o aligeran el texto principal, demostrandocon ello un excelente equilibrio entre la percepción históricay el yo escritural.

Para enfrentar una tarea de envergadura notable se hacíanecesario, entre otros, disponer en abundancia de tres ele-mentos: una cultura integral de altos quilates, que permitiesela concatenación precisa de los diferentes asuntos a tratar;una muy sólida formación teórica, que sortease los riesgos ha-bitualmente comunes de magnificar la epopeya, sustituyendola asunción política del objeto de trabajo por un historiar con-secuente con la maravillosa dinámica del acaecer cotidiano;y una plena identificación con los presupuestos ideopolíticosde la revolución colocada en la mirilla del analista. La ejecutoradisponía de dichos elementos en proporción destacable. Cul-tura, formación teórica e identificación revolucionaria se die-ron la mano para, en loable conjunción, adentrarse en el estu-dio del trienio de 1959-1962. Se plasmó así uno de los logroscapitales de la obra: la comprensión del porqué, del cómo, delhasta cuánto, del hasta dónde y del quién de una revoluciónno se obtiene a partir de la utilización vulgarizada de las con-signas de ésta, efectuadas por un propagandista contemporá-neo. Es la fundamentación teórica del despliegue cotidianorevolucionario la que puede dar dimensiones excepcionales.

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La transformación constante del sujeto inmerso en este cam-bio obedece no solamente a disposiciones legales emanadasde las altas instancias dirigentes de la subversión. La autono-mía del sujeto real frente al sujeto político ayuda, no pocasveces, a comprender los derroteros y peculiaridades de unaverdadera revolución. De ahí el auténtico valor —un valormás— del presente libro: demostrar que la realidad, en suinfinita riqueza, no es sólo o únicamente enmarcable en con-signas, por muy populares o asumidas que sean.

Y así desfilan ante el lector las divergencias burguesía na-cional dependiente-masas populares, estructura estatal tra-dicional-Movimiento 26 de Julio, Roma-La Habana y, por su-puesto, Cuba-Washington, engarzados en íntima trabazón, quemuestran a un pueblo decidido a que “con OEA o sin OEA,ganaremos la pelea”. Con celeridad histórica embriagante, conla euforia de una movilidad que aspira a no detenerse jamás,la nación cubana vive los momentos más trascendentes de suhistoria. Y Pilar, su analista (pido perdón por no mencionarlacon la rimbombancia de doctora Díaz Castañón), transgredelas reglas del historiar un pasado generalmente remoto, y sesumerge en las aguas maravillosas e inciertas del abrupto cam-bio social cubano, conduciendo con mano segura a los des-dentados campesinos, las blandas señoritas, los adolescentesincontenibles y las santajuanas hechas rebeldes. A cambiarpor completo a Cuba, a “revolucionarla”, a vestirse de verdeolivo, a no dormir, a soñar un “sí se puede”, llaman los tiem-pos. Sin manquedades, sin falsos oropeles, sin alardes tribu-nicios, con rigor, admiración y respeto no desmentidos a lolargo de 354 páginas, el reflejo de la realidad estudiada en laintelección que de ella hace la autora, se materializa en unestudio que, al construir un momento crucial de la historiapatria, revela en su entramado el discurso narrativo del sujetosocial que logró, en sólo un trienio, sentar las bases culturalesnecesarias para que, cuatro décadas después, la historiografíanacional se enriqueciera de manera notable con Ideología yRevolución, obra desde ya imprescindible para las ciencias so-ciales cubanas en esta ardua, compleja y algún día tambiénheroica y legendaria contemporaneidad.

OSCAR LOYOLA VEGA

Historiador. Profesorde la Universidad

de La Habana.

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