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Ámbitos sociales compartidos: convergencia evolutiva en la Prehistoria y la práctica contemporánea Shared Social Fields: evolutionary convergence in prehistory and contemporary practice Philip L. Kohl (*) RESUMEN En este artículo distingo entre perspectivas evolucio- nistas e históricas sobre el pasado, adoptando el concepto de “ámbitos sociales” para defender una interpretación macrohistórica del registro arqueológico. La unidad de análisis no es una cultura o civilización arqueológica sino los grupos sociales implicados de manera inextricable con otros grupos en interconexiones reticulares en las que las tecnologías son difundidas y modificadas por otros grupos atrapados en esos mismos procesos. Tales interco- nexiones pueden ser trazadas mejor arqueológicamente examinando la expansión de las tecnologías y las prácti- cas subsistenciales. Otras perspectivas macrohistóricas sobre el pasado, como el análisis de los sistemas mundia- les, a menudo exigen demasiado del registro arqueológi- co y son empleadas de manera anacrónica. La Prehistoria documenta la siempre creciente participación de los gru- pos en ámbitos sociales que, finalmente, convergen. Con- cluyo haciendo hincapié en la necesidad de una perspecti- va acerca del pasado que resalte su naturaleza compartida en la que todos los pueblos han contribuido a las interac- ciones con sus vecinos y se han beneficiado de ellas. ABSTRACT In this article, I distinguish between evolutionary and historica1 perspectives on the past, adopting the concept of “social fields” to argue for a macrohistorical interpre- tation of the archaeological record. The unit of analysis is not an archaeological culture or civilization but social groups inextricably involved with other groups in weblike interconnections in which technologies are diffused and modified by other groups caught up in these same pro- cesses. Such interconnections can best be traced archae- ologically by examining the spread of technologies and subsistence practices. Other macrohistorical perspec- tives on the past, such as world systems analysis, often demand too much of the archaeological record and are used anachronistically. Prehistory documents the ever-in- creasing participation of groups in social fields that ulti- mately converge. I conclude by emphasizing the need for a perspective on the past that emphasizes its shared na- ture in which all peoples have contributed and benefited from interactions with their neighbours. Palabras clave: Ámbitos sociales; Historia; Evolución; Difusión; Análisis de los sistemas mundiales; Edad del Bronce Eurasia. Key words: Social fields; History; Evolution; Diffusion; World systems analysis; Bronze Age Eurasia. I. INTRODUCCIÓN: VOLVIENDO A DEFINIR UN CONCEPTO CENTRAL DE LA ANTROPOLOGÍA (1) Dos años después de publicar Europa y las gentes sin Historia, Eric Wolf (1984) escribió un breve artículo destinado a los arqueólogos en American Antiquity titulado “La cultura: ¿pana- cea o problema?”. Wolf sugería que el concepto de cultura, que había sido recientemente defendi- do por Kent Flannery (1982) en su celebrada fá- bula del palustre de oro de la empresa Marshall- town (2) se tenía que volver a conceptualizar. No TRABAJOS DE PREHISTORIA 66, N.º 2, julio-diciembre 2009, pp. 7-23, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2009.09027 (*) Wellesley College. Wellesley, MA 02481. USA. Correo electrónico: [email protected]. Recibido: 6-V-2009; aceptado: 11-IX-2009. (1) © de la American Anthropological Association. Tra- ducción de M.ª Isabel Martinez Navarrete (Grupo de investi- gación Prehistoria social y económica, Instituto de Historia, CCHS-CSIC, Madrid), revisada por el autor. (2) Wolf se refiere explícitamente a la parábola de Flannery en la página inicial de este artículo, criticando al Veterano de Flannery por su enérgica defensa de la cultura como un todo in- tegrado que permitía a los arqueólogos comprender los nexos entre todos los artefactos excavados en un sitio. El Veterano, que estaba a punto de perder su trabajo en el cuento de Flannery, CORE Metadata, citation and similar papers at core.ac.uk Provided by Trabajos de Prehistoria (E-Journal)

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Ámbitos sociales compartidos: convergencia evolutivaen la Prehistoria y la práctica contemporánea

Shared Social Fields: evolutionary convergence in prehistory and contemporary practice

Philip L. Kohl (*)

RESUMEN

En este artículo distingo entre perspectivas evolucio-nistas e históricas sobre el pasado, adoptando el conceptode “ámbitos sociales” para defender una interpretaciónmacrohistórica del registro arqueológico. La unidad deanálisis no es una cultura o civilización arqueológica sinolos grupos sociales implicados de manera inextricablecon otros grupos en interconexiones reticulares en las quelas tecnologías son difundidas y modificadas por otrosgrupos atrapados en esos mismos procesos. Tales interco-nexiones pueden ser trazadas mejor arqueológicamenteexaminando la expansión de las tecnologías y las prácti-cas subsistenciales. Otras perspectivas macrohistóricassobre el pasado, como el análisis de los sistemas mundia-les, a menudo exigen demasiado del registro arqueológi-co y son empleadas de manera anacrónica. La Prehistoriadocumenta la siempre creciente participación de los gru-pos en ámbitos sociales que, finalmente, convergen. Con-cluyo haciendo hincapié en la necesidad de una perspecti-va acerca del pasado que resalte su naturaleza compartidaen la que todos los pueblos han contribuido a las interac-ciones con sus vecinos y se han beneficiado de ellas.

ABSTRACT

In this article, I distinguish between evolutionary andhistorica1 perspectives on the past, adopting the conceptof “social fields” to argue for a macrohistorical interpre-tation of the archaeological record. The unit of analysisis not an archaeological culture or civilization but socialgroups inextricably involved with other groups in weblikeinterconnections in which technologies are diffused andmodified by other groups caught up in these same pro-cesses. Such interconnections can best be traced archae-ologically by examining the spread of technologies andsubsistence practices. Other macrohistorical perspec-

tives on the past, such as world systems analysis, oftendemand too much of the archaeological record and areused anachronistically. Prehistory documents the ever-in-creasing participation of groups in social fields that ulti-mately converge. I conclude by emphasizing the need fora perspective on the past that emphasizes its shared na-ture in which all peoples have contributed and benefitedfrom interactions with their neighbours.

Palabras clave: Ámbitos sociales; Historia; Evolución;Difusión; Análisis de los sistemas mundiales; Edad delBronce Eurasia.

Key words: Social fields; History; Evolution; Diffusion;World systems analysis; Bronze Age Eurasia.

I. INTRODUCCIÓN: VOLVIENDOA DEFINIR UN CONCEPTO CENTRALDE LA ANTROPOLOGÍA (1)

Dos años después de publicar Europa y lasgentes sin Historia, Eric Wolf (1984) escribió unbreve artículo destinado a los arqueólogos enAmerican Antiquity titulado “La cultura: ¿pana-cea o problema?”. Wolf sugería que el conceptode cultura, que había sido recientemente defendi-do por Kent Flannery (1982) en su celebrada fá-bula del palustre de oro de la empresa Marshall-town (2) se tenía que volver a conceptualizar. No

TRABAJOS DE PREHISTORIA66, N.º 2, julio-diciembre 2009, pp. 7-23, ISSN: 0082-5638

doi: 10.3989/tp.2009.09027

(*) Wellesley College. Wellesley, MA 02481. USA. Correoelectrónico: [email protected].

Recibido: 6-V-2009; aceptado: 11-IX-2009.

(1) © de la American Anthropological Association. Tra-ducción de M.ª Isabel Martinez Navarrete (Grupo de investi-gación Prehistoria social y económica, Instituto de Historia,CCHS-CSIC, Madrid), revisada por el autor.

(2) Wolf se refiere explícitamente a la parábola de Flanneryen la página inicial de este artículo, criticando al Veterano deFlannery por su enérgica defensa de la cultura como un todo in-tegrado que permitía a los arqueólogos comprender los nexosentre todos los artefactos excavados en un sitio. El Veterano,que estaba a punto de perder su trabajo en el cuento de Flannery,

CORE Metadata, citation and similar papers at core.ac.uk

Provided by Trabajos de Prehistoria (E-Journal)

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era la panacea pero, si acaso, por lo menos pro-porcionaba “un punto de partida a la investiga-ción” para buscar interconexiones más ampliasentre culturas:

“... En la mayoría de los casos las entidadesestudiadas por los antropólogos (culturas) debensu desarrollo a procesos que se originan fuera deellas y que van más allá de ellas, su cristalizaciónse debe a esos procesos, en los que participan yque les afectan a su vez. Designaciones talescomo Ojibwa, Iroqués, Chipeweyan, Assiniboin,Crow, Pies Negros, Zulu, Tswana se configura-ron en un campo social y cultural más amplio queincluyó viajeros, militares, mercaderes de es-clavos, primeros comerciantes, jesuitas, agentesde la ‘Bahía de Hudson’ y otros” (Wolf 1984:395-396).

De manera similar, aunque de forma más abs-tracta, Wolf (1982: 6) comenzó su monumentalEuropa y las gentes sin Historia, argumentandocontra la creación de cualesquiera agregados so-ciales abstractos –estados-nación, sociedades oculturas– como objetos aislados, delimitados, in-ternamente homogéneos y externamente distinti-vos. Citando su párrafo inicial (3):

“La tesis central de esta obra es que el mundode la humanidad constituye un total de procesosmúltiples interconectados y que los empeños pordescomponer en sus partes a esta totalida que lue-go no pueden rearmarla, falsean la realidad. Con-ceptos tales como ‘nación’, ‘sociedad’ y ‘cultura’designan porciones y pueden llevarnos a conver-tir nombres en cosas. Sólo comprendiendo estosnombres como hatos de relaciones y colocándo-los de nuevo en el terreno del que fueron abstraí-dos, podemos esperar evitar inferencias engaño-sas y acrecentar nuestra comprensión” (Wolf1982: 3).

Wolf estaba interesado en escribir una historiaa gran escala que abarcara esencialmente el últi-mo medio milenio y empleó de manera creativael concepto marxista de modo de producción paraordenar sus datos. Sin embargo insistió en que

sus bosquejos de modos de producción ordenadosconforme al parentesco, tributario y capitalista“ni constituyen tipos en los que las sociedadeshumanas pueden ser encasillados, ni estadios dela evolución cultural” (Wolf 1982: 100). En sutiempo, esta perspectiva de la Antropología eranovedosa tanto por su revisión dinámica del con-cepto de cultura, como por su construcción deuna narrativa histórica específica de lo que ha-bía ocurrido globalmente durante los últimos 600años, los cuales habían transformado tan profun-damente las culturas de las gentes que carecían dedocumentación histórica directa.

Los arqueólogos de la Prehistoria, casi por ne-cesidad, están limitados a reconstruir sus pasa-dos documentados materialmente a partir de unaescala macro-histórica. Los intentos de escribirnarrativas prehistóricas a gran escala deben com-plementar los esfuerzos para detectar las regulari-dades interculturales evolutivas en la conductahumana que subrayan la “unidad psíquica” de lahumanidad; la venerada dicotomía en Antropolo-gía entre evolución (4) y ciencia, por un lado, eHistoria (cf. Kroeber 1935), por el otro, debe en-terrarse. Se puede defender que tal reconocimien-to está apareciendo sólo ahora.

Durante los años 1960 y 1970 la, entonces,nueva arqueología procesual estaba enfrentadaexplícitamente con la arqueología histórica (Bin-ford 1972: 114-121), que era considerada particu-larista e inferior. La primera utilizaba el métodocientífico y buscaba regularidades interculturalesválidas que informaran sobre procesos evolutivosculturales importantes, mientras la última, parti-cularmente cuando designaba la “historia cultu-ral”, estaba anticuada, constreñida a una fase ini-cial de la disciplina. El historiador de la culturarealizaba el trabajo básico menos agradecido, or-ganizando las coordenadas espacio-temporales delos datos arqueológicos para crear secuencias ar-queológicas indispensables para la explicaciónteórica posterior. La historia-cultural enfatizabadesarrollos contingentes, particulares, mientras laarqueología procesual era “generalizadora... com-prometida con los datos empíricos y destinada adescubrir regularidades en la conducta prehistóri-ca” (Flannery 2006: 12). Los arqueólogos proce-

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merecía ser despedido por su concepción anticuada de la culturaentendida a la manera de la estadística como un todo integradode prácticas compartidas, costumbres y creencias que los datosarqueológicos materializan.

Nota de la traductora: la empresa Marshalltown está espe-cializada en herramientas manuales de albañilería y similares.

(3) Nota de la traductora: en las citas textuales se emplea laprimera traducción al español, debida a Agustín Bárcenas: EricR. Wolf. Europa y la gente sin historia. FCE. México 1987.

(4) Salvo una referencia a la convergencia evolutiva enBiología en la sección cinco, final, de este artículo, el término«evolución» se refiere exclusivamente a la evolución social ycultural, no biológica.

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suales normalmente seguían los escritos de JulianSteward (1949, 1955) y consideraban la evolu-ción cultural principalmente como un proceso deadaptación de las poblaciones humanas a su me-dio (cf. Earle 1984: 1-2). El “motor esencial” quedirigía la evolución cultural era el crecimientoinexorable de esas poblaciones (Johnson and Ear-le 1987: 16).

Hoy, afortunadamente, esta dicotomía está de-sapareciendo ya que la distinción entre proceso eHistoria es borrosa y los sucesos específicos sonincluidos –aunque sea esporádicamente– en lainterpretación de las secuencias arqueológicas,requiriendo un nuevo “análisis de los aconteci-mientos” (Beck et al. 2007: 835-836, 856-857).Se reconoce cada vez más que los dos enfoques–proceso e Historia– se complementan uno aotro, una toma de postura que defendió durantelargo tiempo Bruce Trigger (cf. sus comentariosen la segunda Lección magistral en Arqueología:Trigger 1991: 563). La búsqueda de paralelos ysemejanzas entre sociedades que comparten cier-tos rasgos estructurales a menudo es iluminadora,como lo son los rasgos únicos de las diferentesculturas y los contrastes, a menudo significativos,entre ellas. La búsqueda de un orden evolutivocultural puede detectar semejanzas significativasen el desarrollo o puede allanar la complejidaddel pasado más antiguo hasta un esquema, en teo-ría, ordenado previamente, un espectro evolutivode desarrollo social graduado de modo continuoque pretende ser diverso y multinear pero que, enrealidad, sigue siendo unilineal en el sentido deque todas las sociedades pueden ser clasifica-das jerárquicamente de acuerdo con él (cf. Kohl2005). Inversamente, la celebración de la diversi-dad cultural y de los rasgos únicos de los desarro-llos específicos puede proporcionar una concien-cia matizada sobre lo que ocurrió realmente en elpasado o puede dar lugar a una serie confusa desecuencias sucesivas, árboles inacabables perdi-dos en bosques de dimensiones inciertas.

Pero el rechazo de esta dicotomía y la adop-ción de ambas perspectivas realmente no es la sa-lida. En Europa y las gentes sin Historia Wolf(1982: 76) insistía en que la evolución cultural“no opera en sociedades aisladas sino siempre ensistemas interconectados en los cuales las socie-dades están relacionadas de diversas formas en‘campos sociales’”. El concepto central de la An-tropología –la cultura– estaba siendo drástica-mente revisado y reemplazado en parte por otro

mucho más impreciso y amorfo –el de “ámbi-to social”– un concepto que Wolf había tomadoprestado explícitamente de Alexander Lesser, quehabía desarrollado su concepto en un breve ar-tículo poco conocido, escrito unos 20 años antes.Citemos directamente el artículo de Lesser(1985a: 94-95, 99):

“... adoptemos como hipótesis de trabajo launiversalidad del contacto y de la influencia hu-mana como un rasgo fundamental del procesohistórico-social... pensamos que cualquier agre-gado social no está aislado, separado por alguntipo de muro de los otros, sino que está inextrica-blemente entrelazado con otros agregados, cerca-nos y distantes, en el seno de conexiones en for-ma de telarañas, de red... El concepto de ámbitosocial tiene una implicación fundamental: las re-laciones sociales dentro del ámbito están modeli-zadas, no son desestructuradas, adventicias o in-cidentales... el concepto de ámbito, más que elconcepto de sociedad como sistema aislado o ce-rrado, refleja los procesos histórico-sociales demodo más preciso y que el contacto humano y lasrelaciones interpersonales ajustadas a un patrónno están restringidas a la interacción social dentrode un único agregado social localizado, sino queson una constante universal de la vida social. [Elconcepto] es particularmente útil para compren-der el cambio evolutivo social que ha tenido lugaren la historia humana (5).

II. MODELOS PREHISTÓRICOSO NARRATIVAS PREHISTÓRICAS

El concepto de “ámbito social” ¿es útil para laArqueología prehistórica o es, simplemente, otrotérmino a ser sustituido para detectar las interco-nexiones entre culturas separadas o cuando sediscuten los sistemas de comercio e intercambio?No faltan otros modelos que emplear al esbozar

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(5) Más tarde Lesser (1985b: 141): manifestó una perspec-tiva similar en un amplio ensayo titulado “Antropología y el fu-turo del internacionalismo”: “Los signos del internacionalismoo de la internacionalización a los que me he referido no implicanun tipo nuevo o reciente de relación humana. En lugar de ellohay un estado de evolución de la interdependencia e interacciónde los grupos humanos, una interdependencia que existió en lavida primitiva inicial y ha estado desarrollándose en alcance eintensidad durante toda la historia humana”.

Debe ser recalcado que Lesser desarrolló sus ideas como unamericanista que estudiaba sociedades previas al estado y movi-mientos de continuidad y transformación cultural, tales como laDanza del Fantasma Pawnee.

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las conexiones entre diferentes sociedades; losmodelos de “las esferas de interacción”, de “la in-teracción entre unidades políticas paritarias” o de“los sistemas mundiales” vienen inmediatamentea la cabeza. ¿Por qué no usarlos? Para lo bueno ypara lo malo ya están santificados en la bibliogra-fía y parecen preferibles al estar definidos demodo más preciso y claro. Esa mejor definición,sin embargo, ¿necesariamente o siempre es unafortaleza? A veces nuestros modelos pueden serdemasiado elegantes y terminan confundiendomás que favoreciendo nuestra comprensión. Exa-minemos brevemente el bien conocido modelo delos sistemas mundiales y su aplicación a la Pre-historia final de Eurasia.

Como veremos brevemente en nuestra rápidarevisión de la difusión de los vehículos con rue-das y de los metales, no es difícil trazar nexos en-tre culturas diferentes y a través de las regionescontiguas que se extienden por gran parte de lamasa terrestre euroasiática durante la Edad delBronce. Es mucho más difícil evaluar la signifi-cación de esas conexiones, determinar la fortale-za de los enlaces entre los componentes del siste-ma propuesto y creo que el uso del modelo de lossistemas mundiales para comprender las interco-nexiones de la Prehistoria final a menudo ha sidoengañoso y se ha empleado anacrónicamente. LaEdad del Bronce de Eurasia no estaba estructura-da de modo sistemático en centros, periferias ysemi-periferias como se postuló para el mundomoderno a partir del siglo XVI d.C. (Wallerstein1974). Una documentación convincente sobre elintercambio desigual, en el mejor de los casos, esproblemática. No hubo un desarrollo sistemáticodel subdesarrollo ni, con quizás algunas excep-ciones, hubo dependencias creadas de manera de-liberada y mantenidas de modo consistente comolas supuestamente características del sistemamundial moderno.

Los agricultores y ganaderos, no los comer-ciantes y herreros, fueron los habitantes princi-pales de la Edad del Bronce. En el transcursodel tiempo la economía ganadera de la Edad delBronce de las estepas se volvió crecientementeespecializada, culminando en la aparición de unverdadero nomadismo montado pastoril con reba-ños mixtos de caballos adaptados al frío, ovejas,cabras, vacas y camellos bactrios a comienzos dela Edad del Hierro. En cierto sentido, con un de-sarrollo especializado de ese tipo, los mundos tandiferenciados de la estepa y del cultivo quedaron

separados todavía más en función de sus estilosde vida contrastantes. La llegada del hierro tam-bién anunció la ruptura de las interconexiones ne-cesarias para la obtención del cobre y estaño quefueron características de la Edad del Bronce y, almenos inicialmente, pudo haber llevado a una re-ducción en la escala de la producción intensiva ydel intercambio de objetos de metal y a la apari-ción de talleres independientes a menor escaladedicados a la producción de hierro (cf. tambiénMcConchie 2004: 146-148; 163-166).

Dos mundos, el “civilizado” del PróximoOriente Antiguo con un foco principal, aunque enabsoluto exclusivo, hacia alguna forma de agri-cultura intensiva (aterrazado, irrigación, etc.) ylas estepas euroasiáticas occidentales “bárbaras”con economías ganaderas móviles y, presumi-blemente, alguna dependencia de la recolecciónintensiva, si es que no del cultivo de cereales(aunque su naturaleza y alcance permanecen con-fusos) interactuaron crecientemente dentro y en-tre cada región complementaria durante todas lasépocas de la Edad del Bronce. Los pastores semovieron a lo largo de los valles fluviales, asícomo por la estepa abierta, construyendo kurga-nes elevados e intercambiando objetos ceremo-niales y de prestigio y cada vez mas, en el cursodel tiempo, instrumentos y armas. El PróximoOriente Antiguo estuvo interconectado medianteredes de intercambio más elaboradas todavía, asícomo por alianzas políticas y conquistas o incur-siones para alcanzar –aunque esporádicamente–la hegemonía política y para obtener bienes exóti-cos de prestigio y satisfacer sus necesidades: enparticular instrumentos metálicos y armas. Estos“mundos” fueron distintos aunque interconecta-dos no sólo a través del intercambio de mate-riales, en especial metales, sino también por losdesplazamientos continuos de pastores estepariospor el mundo agrícola sembrado del PróximoOriente.

Esta red de interconexiones durante la Edaddel Bronce, sin embargo, no se singularizó comouna unidad, como una versión rudimentariadel moderno “sistema mundial” (Ratnagar 2001).Nuestros modelos del pasado prehistórico son ne-cesariamente parciales y provisionales; no debenasumir una realidad que no poseen. Algunos teó-ricos de los sistemas mundiales han universaliza-do, eficazmente, la presencia de tales sistemas,postulando “redes político-militares” y “redes debienes de prestigio” de una jefatura compleja, de

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tipo Gran Hombre, nómada, forrajeadora, y deotros “sistemas mundiales” documentados etno-gráficamente que se contrajeron y expandieron o“brillaron de modo intermitente” en el curso deltiempo (Chase-Dunn y Hall 1995: 110-113). Asíredefinidos, estos sistemas mundiales recuerdansuperficialmente, quizás, el concepto de los “ám-bitos sociales” de tipo reticular, universalmentepresentes, empleados de modo tan fructífero porWolf en Europa y las gentes sin Historia.

Pero aquí se ha instalado la confusión ter-minológica. Tal expansión universalizada de lossistemas mundiales priva esencialmente de cual-quier poder explicativo específico al sistemamundial moderno, cualitativamente distinto, deWallerstein que está caracterizado por los prin-cipios del intercambio desigual y del desenvol-vimiento del subdesarrollo. ¿Son los “sistemasmundiales” del Paleolítico superior o, al menos,del Mesolítico directamente comparables con elde la era histórica moderna? Semejante perspecti-va ¿es realmente útil? ¿Por qué no referirnos a losprocesos de globalización que afectan los desa-rrollos durante, digamos, las Revoluciones Neolí-tica o Urbana? La cuestión básica que hay quepreguntarse es ¿qué se gana con el uso de la ter-minología y los conceptos de los sistemas mun-diales, incómodos y, a menudo, malentendidos?¿Por qué no trazar, simplemente, las interaccio-nes entre regiones sin aludir a esos términos uni-versalizados y engañosamente cosificados?

En resumen, la referencia a un sistema mun-dial de la Edad del Bronce debe iluminar, noequivocar, nuestra comprensión del alcance de laintegración e interacción logradas durante los mi-lenios IV AC al II AC. Una de las fortalezas delmodelo de los sistemas mundiales es su foco so-bre la unidad relevante de análisis, es decir, sobreel área cuyo grado de interacción económica ypolítica es tal que justifica su consideración comoun sistema en el que los cambios en una parteprovocan cambios o desarrollos por todo el siste-ma. Desde esta perspectiva, argumentaría que Su-mer y los estados secundarios que emergieron alEste de Sumer durante las últimas centurias delIII milenio AC y las primeras centurias del II mi-lenio AC constituyeron alguna forma de “siste-ma” interconectado, aunque sus límites occiden-tal y septentrional son más difíciles de definir.Los límites del sistema también cambiaron en elcurso del tiempo de una manera que refleja nosimplemente un crecimiento continuo, si no el

desarrollo consciente de nuevas áreas de intensainteracción, tales como la cuenca mediterráneaoriental, extendiéndose hasta Europa central, du-rante la primera mitad del II milenio AC, comohan mostrado recientemente Parkinson y Galaty(2007). Simultáneamente, muchos de los estadossecundarios al Este de Sumer colapsaron o deca-yeron y, al menos temporalmente, se retiraron deeste “sistema”.

La adopción del modelo de los sistemas mun-diales para explicar tales desarrollos ¿es útil oequívoca? La analogía entre la Edad del Bron-ce y los tiempos modernos puede ser más útilpara revelar diferencias estructurales básicasque para descubrir semejanzas superficiales, en-gañosas (Kohl 1989; Stein 1999). Desgraciada-mente, los teóricos sociales y los arqueólogostienden a abusar de los modelos que desarrollan(cf. discusión en Kepecs y Kohl 2003). Los de-fensores del modelo de los sistemas mundialespueden quedar enredados en argumentos intermi-nables, esencialmente tipológicos sobre las áreasque constituyen los centros, semi-periferias, pe-riferias y otras idiosincráticamente pretendidasunidades (por ejemplo, los casi-centros) del siste-ma definido. Irónicamente, tales debates se con-vierten en ejercicios clasificatorios, comparablesal proyecto de los neo-evolucionistas de nivelarsus sociedades como tipos siempre refinados ymatizados de jefaturas y estados iniciales. Cuan-do esto sucede, cualquier utilidad que tuviera elmodelo de los sistemas mundiales se disipa engran medida. La simple construcción de una na-rrativa macro-histórica que enfatiza las intercone-xiones entre las diferentes regiones es más directay menos confusa que el forzado encasillamientode los agregados sociales en categorías abstractasdel análisis de los sistemas mundiales.

Aunque las fronteras que delimitaban los“mundos” bárbaro y civilizado (no los sistemasmundiales) eran porosas, las diferencias en su es-tructura global y en los métodos de interaccióneran chocantes. Una revolución urbana había te-nido lugar en Mesopotamia en la cual, durante untiempo, en particular durante todo el III mile-nio AC, aparentemente mucha más gente vivió engrandes ciudades, formando núcleos, que en elcampo y la estratificación social marcada y la es-pecialización de las actividades emprendidas porla población son evidentes en los registros tantoarqueológico como cuneiforme. Hacia el final delIII milenio AC este núcleo urbano había estimu-

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lado el surgimiento de estados secundarios o deunidades políticas regionales complejas hacia elEste, y una compleja red de intercambio y alian-zas políticas cambiantes, establecidas pacífica-mente y por la fuerza, había emergido, uniendo ointegrando toda este área en alguno tipo de sis-tema entrelazado a través del cual materiales,tecnologías y símbolos de contenido ideológicofueron ampliamente compartidos o, al menos, re-conocidos.

Es más difícil construir el mundo de la Edaddel Bronce “bárbara” de las estepas al norte enbuena medida debido al hecho de que era ile-trado, careciendo de fuentes históricas que faci-litaran la reconstrucción de sus rasgos sociales.El registro arqueológico que ha sido compilado,además, es deficiente por su excesivo énfasis enlos restos funerarios y sus relativamente escasosdatos de los hábitats. Hoy este cuadro está cam-biando, ya que los poblados están siendo descu-biertos vía toda una variedad de nuevos mediosy excavados, aunque el panorama a mano porel momento sigue siendo fragmentario faltandoalgunas piezas vitales para completar el rompe-cabezas. Diferentes gentes interactuaron unas conotras principalmente no como comerciantes, sinocomo pastores; esto es, las economías ganade-ras móviles que eran características de las este-pas pusieron a gentes diferentes en contacto con-tinuo unas con otras. Este contacto continuo es-timuló presumiblemente los desarrollos políticos,tanto la formación como la disolución, de grandesalianzas y confederaciones de gentes relacionadasque hicieron posible la siempre creciente extrac-ción a gran escala de los minerales metálicos y lacasi universalmente compartida habilidad de pro-ducir e intercambiar herramientas y armas metá-licas.

El modelo de los sistemas mundiales no puedeabarcar esos dos mundos contrastantes de la Edaddel Bronce; las estepas de Eurasia no son unaperiferia de un centro del Próximo Oriente Anti-guo. El concepto de los ámbitos sociales de tiporeticular, superpuestos y abiertos requiere mu-cho menos, nos exige sólo ampliar nuestros hori-zontes más allá de la cultura o el estado local ymostrar cómo los desarrollos culturales arqueo-lógicamente visibles, tales como los avances tec-nológicos, son compartidos a través de ampliasáreas que, en último término, se expanden en eltiempo. Aunque reconocidamente impreciso, elconcepto de ámbito compartido es, argumentaría,

más congruente con la naturaleza de grano gruesodel registro arqueológico y, como tal, más apro-piado para intentar construir narrativas prehistóri-cas a gran escala, una tarea central en la que de-bemos comprometernos.

III. LA NATURALEZA MATERIALDE LA EVIDENCIAARQUEOLÓGICA

La consideración de la naturaleza material dela evidencia arqueológica también sugiere que es-tos modelos que recalcan lo que la gente real-mente hizo en el pasado –cómo subsistieron y loque produjeron– son más apropiados que aque-llos orientados hacia lo que la gente pensaba, losvalores que mantuvieron o las ideologías que lesmotivaron. Esta afirmación no es tanto filosófica–insistiendo en que las explicaciones materialis-tas son, en último término, más satisfactorias yexplicativas–. Más bien es un simple reconoci-miento de la naturaleza material y, en ausencia detextos, muda condición del registro arqueológico,así como de que los símbolos físicos con una car-ga ideológica que, ocasionalmente, son accesi-bles en el registro, son –al faltar una referenciaescrita explícita– polivalentes, encarnando signi-ficados múltiples y, a veces, incluso contradicto-rios.

Los arqueólogos deben reconstruir el pasadosobre la base de la evidencia que controlan mejor.Dada la naturaleza de los restos de la cultura ma-terial, esto significa que el énfasis principal debeponerse en la reconstrucción de las antiguas tec-nologías, del medio ambiente, de la subsistenciay de las economías de intercambio y, a medidaque la evidencia lo permite, en la organizacióny estructura social, tal como, indirectamente, sereflejaron en el paisaje, en los patrones de asenta-miento, en la arquitectura, en la evidencia funera-ria, y en cosas por el estilo. Los símbolos, lascreencias y las ideologías de las gentes que crea-ron el registro arqueológico ciertamente no debenignorarse; la consciente, ideológicamente orienta-da y simbólica producción y manipulación de losmateriales, que son tan importantes hoy, tienenque haber sido de una relevancia crítica tambiéndurante los primeros tiempos. El historiador cua-lificado del arte o el arqueólogo, por supuesto,pueden interpretar plausiblemente algunos obje-tos cargados de simbolismo con ricas presen-

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taciones iconográficas. Por ejemplo, incluso unanálisis rápido de la famosa estela de la victoriade Naramsin no sólo muestra que algunos indivi-duos tenían un mayor rango o que eran más pode-rosos que otros, sino también revela que la figuramayor que la de tamaño natural de Naramsin, lle-vando un casco con cuernos, encubre ciertas aspi-raciones divinas, y que tal concepción de la reale-za es, sin duda, significativa para comprender elImperio Acadio y las acciones de sus dirigentes.

Otras veces, sin embargo, las representacionesson menos claras o abiertas a interpretacionesmúltiples. En tales casos, puede ser en gran parteun esfuerzo perdido intentar interpretaciones de-masiado específicas de los valores silenciosos ycreencias de las gentes prehistóricas que nuncaregistraron (es decir, de forma escrita) los signifi-cados precisos representados en los objetos mate-riales. Como ilustración, consideremos la maravi-llosa copa de plata (Lám. I) que fue encontrada enun rico kurgan en el cementerio Karashamb, alnorte de Ereván, Armenia a fines de los 1980. Suincreíble iconografía ha sido tema de muchasinterpretaciones desde la historia del arte y la

Arqueología. ¿Por qué no? Las escenas repre-sentadas son tan vivas que casi de modo naturalprovocan comentarios especulativos: tipos de ar-mas y escudos; escenas de combate/decapitación;montones de cabezas humanas. La representacióndel pájaro con cabeza de león, un ser fantástico,que también aparece en otros objetos con car-ga ideológica distribuidos ampliamente por todaMesopotamia y otras áreas del Próximo OrienteAntiguo, sugiere conexiones con un mundo másamplio de significados o conocimientos compar-tidos. La copa muestra claramente que los tiem-pos eran violentos, pero ¿conmemora una victoriaespecífica de un grupo sobre otro, posiblemen-te una victoria mesopotámica sobre una jefatu-ra local, o al revés? ¿un día normal o excepcionalen un Cáucaso infestado de conflictos? ¿Quiénsabe? El segundo registro representa algo queimita y copia conscientemente una escena proce-sional mesopotámica clásica, que culmina en unafigura principal, a tamaño mayor que el natural,que recibe regalos y está siendo abanicada, mien-tras escucha la música de un harpista situado trasella. Muy probablemente, estamos viendo aquí a

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Lám. I. Copa de plata de Karashamb: un jefe caucásico con aspiraciones de “rey” sumerio (Lugal) (adapta-ción a partir de Kohl 2007: 116).

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un “jefe” local del Cáucaso meridional que aspiraa un rango social incluso mayor, una especie depretendiente a lugal sumerio o “rey”. Los estu-diosos han intentado distinguir más significados apartir de este objeto fabuloso, pero es mejor con-tenerse; pretender ir mucho más allá es, en granmedida, un empeño especulativo, aunque estimu-lante. En resumen, los modelos que los arqueólo-gos conciben, aunque elegantes y teóricamentesatisfactorios, tienen que estar limitados, en últi-mo término, por los restos de la cultura material,muy refractarios y opacos, que constituyen el re-gistro arqueológico.

En Europa y las gentes sin Historia, Eric Wolfdefinió parsimoniosamente tres “modos de pro-ducción” –ordenado conforme al parentesco, tri-butario y capitalista– que operaron en ámbitos so-ciales compartidos y que le permitieron construirsu gran narrativa histórica de los últimos 600años. El concepto de “modo de producción” uniópolítica y economía y mostró cómo el trabajo so-cial se movilizaba para transformar la naturaleza.La historia que Wolf trazó puso en evidenciacómo las sociedades, al desplegar el trabajo so-cial, de diferentes modos se pusieron en contactoentre sí y se transformaron unas a otras, creandoel mundo en el que vivimos y proporcionando en-gañosamente, al menos a una primera generaciónde antropólogos, unas culturas incontables y, enapariencia, aisladas que estudiar. Su trabajo des-truyó eficazmente esa última ilusión.

¿Qué sucede, entonces, con el concepto de“modo de producción” a la hora de reconstruir laPrehistoria sobre la base de los restos materia-les? Aquí también puede estar justificada algunaprecaución. El concepto de modo de produccióntambién exige demasiado o es demasiado elegan-te para unos objetivos estrictamente arqueológi-cos. Sin duda es algo que hay que procurar conse-guir, pero algo cuyos requisitos no estrictamentemateriales también deben ser reconocidos. Paraadoptar una antigua terminología familiar: lasfuerzas de producción son más visibles y recupe-rables arqueológicamente que las relaciones deproducción, siendo ambas esenciales para trazarde modo satisfactorio cómo se desplegó realmen-te el trabajo social. La documentación arqueoló-gica de cuáles cosechas crecieron y qué animalesse pastorearon, ¿nos permite comprender tambiénlas disposiciones sociales críticas que dirigierony condujeron tales actividades? En algunos ca-sos, como las pinturas murales funerarias egip-

cias (con la ayuda de documentos históricos) qui-zá la respuesta sea sí, pero en muchos otros la ta-rea es mucho más difícil. Lo mismo que al re-construir las ideologías pasadas y los valores,determinar cómo se puso en práctica el trabajopuede exigir demasiado de la naturaleza de la evi-dencia arqueológica.

La dificultad no debe disuadir el esfuerzo,pero la complejidad inherente a la tarea tambiéndebe ser reconocida siempre sin impedir subrepti-ciamente que aparezca. Sin embargo una afirma-ción sensata no lleva, necesariamente, a desespe-rarse. Las limitaciones del registro arqueológicoson reales pero no llegan al extremo de impedirreconstruir los contornos generales de los desa-rrollos históricos a gran escala. La habilidad delos arqueólogos para reconstruir las tecnologíasantiguas, el medio ambiente, la antigua subsisten-cia y las economías de intercambio es suficientepara detectar pautas específicas a gran escala yprocesos, para escribir, en esencia narrativas ma-cro-prehistóricas con fundamento empírico.

Costó la mayor parte del siglo XIX que la ideade “prehistoria” –una explicación coherente, sig-nificativa del pasado, basada exclusivamente enlos restos materiales y sin fuentes escritas, fueraaceptada o, básicamente, que se reconociera quelos datos arqueológicos eran un registro real delas actividades humanas pasadas que tenía queser ordenado e interpretado por el prehistoriador.Este registro puede o no ser iluminado usandomodelos abstractos, tales como el análisis de lossistemas mundiales, pero inevitablemente tendráque ser ordenado en función de su temporalidad,de la secuencia de acontecimientos seleccionadospor el prehistoriador según criterios implícitos oexplícitos de significación. La Prehistoria, comola Historia, está necesariamente preocupada portrazar el movimiento de los sucesos pasados o porla reconstrucción de las actividades pasadas a tra-vés del tiempo o a través de su “inexorable se-cuenciación” (Evans 1997: 134). La principal for-ma de hacerlo es construyendo una relación onarrativa de estos sucesos en el orden en que su-cedieron. Citando a Keith Windschuttle (1997:217):

“El historiador [o prehistoriador] no tiene, enabsoluto, que creer que la Historia tiene algunpropósito... para seguir dependiendo todavía de latécnica de la narrativa... [que es]... una represen-tación de la realidad... Lo que sucede en la Histo-ria no es en absoluto azaroso o caótico. Cualquier

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cambio importante en la Historia [o Prehistoria]depende de, es decir, es contingente respecto atodo lo que llegó antes”.

Se puede argumentar que la construcción de ta-les narrativas constituye una de las principales ta-reas que los arqueólogos deben emprender. Vamosa intentar demostrar esta aserción considerandodos desarrollos interrelacionados de la Edad delBronce en Eurasia: la emergencia y difusión de losvehículos rodados y la aparición y propagación delas herramientas de metal y las armas.

IV. DIFUSIÓN DE LAS TECNOLOGÍAS

En tanto futuros descubrimientos puedan alte-rar nuestro conocimiento, actualmente la eviden-cia más antigua de vehículos rodados se fechaaproximadamente a mediados del IV milenio ACy está documentada de modo convincente en unamplia área, que abarca desde Europa septentrio-nal (Alemania y Polonia), a Ucrania central y la

región Kuban del Cáucaso noroccidental y las es-tepas rusas meridionales, a Anatolia oriental yMesopotamia septentrional (Bakker et al. 1999;más detallado en Burmeister 2004; Primas 2007)(Lám. II). Algo después, hacia fines del IV mile-nio, representaciones de trineos con ruedas y ca-rretas aparecen en las tabletas pictográficas deUruk (IV A) en Mesopotamia meridional. Cabeargumentar que la evidencia más antigua y mejordatada y convincente procede de Europa sep-tentrional (surcos paralelos de ruedas rastreablesunos 20 m en Flintbeck, Alemania, y el dibujo deuna carreta sobre una cerámica de Bronocice, Po-lonia, fechada con seguridad); otras evidenciastales como la aparición de figuritas animales conperforaciones en sus patas para la posible inser-ción de ejes (similares a las figuritas animalescon ruedas precolombinas de México) en contex-tos de la cultura Tripolye son menos seguras,aunque es probable que los bueyes fueran unci-dos a los arados, al menos, en los estadios finalesde esta cultura calcolítica.

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Lám. II. Área de distribución de los primeros vehículos rodados: 1 Flintbek (huellasde carro); 2 Moorweg XV (Le) (eje); 3 Lohne-Züschen, 4 Bronocice y 5 Ostrowiec(sellos con representaciones de carros); 6 Zürich-Seerosenstraße (eje); 7 Zürich-Akad(rueda maciza); 8 Stare gmajne (eje y rueda maciza); 9 Radošina, 10 Budakalász y 11Szigetszent-márton (maqueta de carro); 12 Cultura Tripolye (figuritas de terracota so-bre ruedas); 13 Koldyri (rueda maciza); 14 Konstantinovskoe (maqueta de rueda), 15C�išcho, 16 Psekujchabl’ (maqueta de rueda); 17 Starokorsunskaja (rueda maciza); 18Arslantepe y 19 �ebel Aru�da (maqueta de rueda); 20 Tell al-’Uqe�r y 1 Uruk (selloscon representaciones de carros); 22 Harappa (maqueta de carro). La evidencia más an-tigua fechada con seguridad procede del norte (n.º 1 a 4), después del Este (n.º 12) y,más tarde, del Sur (n.º 20 y 21) (adaptación a partir de Burmeister 2004: 17, Abb. 3).

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La cuestión de los orígenes últimos que essiempre difícil de comprobar de modo preciso so-bre la base de la evidencia arqueológica es, sinembargo, menos significativa que la muy rápidapropagación o adopción de esta innovación a tra-vés de este amplia área o ámbito social compartidopor culturas marcadamente diferentes en nivelesvariados de desarrollo social y tecnológico. Superala imaginación concebir esas adopciones comoalgo que no fueran desarrollos compartidos.

Un poco después, a fines del IV milenio e ini-cios del III AC, el uso de vehículos rodados agran escala está inequívocamente documentadopor la aparición de carretas con ruedas de maderatripartitas en enterramientos de las denominadasculturas Novotitorovskaia y Katakombnaia de lallanura Kuban en el Cáucaso noroccidental y lasestepas rusas meridionales adyacentes, respecti-vamente. Más de 250 de tales enterramientos concarretas con, por otro lado, muy poca evidenciade diferenciación social han sido excavados entúmulos (kurganes), sugiriendo con fuerza que eluso de carretas en estas culturas era amplio y pro-bablemente relacionado con su adopción de unaeconomía pastoril más móvil. Algo más tarde, ha-cia mediados del III milenio, carretas tiradas porbueyes aparecen en un pequeño número de kurga-nes monumentales construidos de manera elabo-rada en el Cáucaso meridional, alguno de los cua-les contenía también vasos de plata y de oro yjoyería. Aproximadamente a la vez, carretas ti-radas por bueyes, como las del famoso pozo fu-nerario de Ur, se encuentran en las tumbas realesde Mesopotamia meridional, una práctica que hasido ahora documentada también en los ente-rramientos denominados “reales” excavados enGonur-depe en Turkmenistan meridional (Kohl2007: 196-199). También es de notar que los ca-mellos bactrios pueden haber tirado inicialmentede tales carretas en Asia central.

A una innovación, que aparentemente sirve aobjetivos funcionales en algunas culturas relati-vamente indiferenciadas de las estepas de Eura-sia, se le concede un valor de prestigio superioren otras unidades políticas más complejas delPróximo Oriente Antiguo. Pronto los carros tira-dos por caballos con rueda radiada, mucho másmóviles y significativos desde el punto de vistamilitar, se extenderán rápidamente desde las este-pas por todo el Próximo Oriente Antiguo has-ta China durante la Edad del Bronce (Anthony2007).

Otro ejemplo de tecnologías compartidas inte-rrelacionadas es proporcionado por la distribu-ción de herramientas y armas similares de metalpor todas las, denominadas por el arqueólogoruso E.N. Chernykh (1992), provincias metalúr-gicas. La provincia metalúrgica es una categoríaintegradora destinada a ordenar el registro ar-queológico sobre la base, principalmente, de unauniformidad tipológica general (o “estándares”)de los instrumentos y armas de metal y de lasemejanza fundamental en la tecnología de pro-ducción de los útiles y armas de metal que inclu-ye. El concepto de “provincia metalúrgica” tienela gran virtud de haber sido construido directa-mente sobre la base empírica de los análisis dedecenas de miles de artefactos metálicos.

Según Chernykh, tales “provincias metalúr-gicas” fueron pocas. Él pudo definir sólo siete enla antigua Unión Soviética, durante la “PrimeraEdad del Metal”. Las provincias se vuelven tam-bién más extensas con el transcurso del tiempo,incorporando al final la mayoría de Eurasia. Laprimera de tales “provincias metalúrgicas”, cua-litativamente distintas, fue definida como la Pro-vincia Metalúrgica Cárpato-Balcánica que abar-caba desde los Balcanes septentrionales al Volgamedio e incluía distintos “focos”: los Balcanesseptentrionales, Transilvania y el área del Danu-bio central, los Cárpatos septentrionales, la re-gión occidental del Mar Negro y las estepas deEurasia occidental entre los ríos Dnieper y Volga.Las innovaciones en el trabajo del metal de laPMCB estaban integradas en las espectacularesculturas calcolíticas de Europa suroriental o en loque M. Gimbutas (1989) llamó “Vieja Europa”.Aparentemente desaparecieron o colapsaron du-rante el primer cuarto del IV milenio AC, un fe-nómeno, al que sucedió la aparición de la nuevaProvincia Metalúrgica Circumpóntica que se ex-tendía desde la Edad del Bronce Antiguo al Me-dio y que, al menos inicialmente, estaba focaliza-da en la producción de cobres/bronces arsenicalesdel Cáucaso (Fig. 1).

La propagación de las tecnologías del trabajodel metal se traza primero de Oeste a Este, a tra-vés de las tierras de Eurasia, pero este patrón sevuelve mucho más complejo durante el II milenioAC cuando útiles y armas de bronce/estaño, her-mosamente trabajados y muy específicos o diag-nósticos, aparentemente se extienden en direc-ción inversa, Este a Oeste, y aparecen mucho másal norte en las zonas forestales y de estepa arbola-

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da de Eurasia septentrional (p.e., el “fenóme-no transcultural” Seima-Turbino de la Edad delBronce Final, cf. Chernykh 1992: 215-234). Losbienes de prestigio también fueron intercambia-dos a través de las contiguas pero distintivas Pro-vincias Metalúrgicas Europea, Caucásica, Euroa-siática y de Asia central de la Edad del BronceFinal, y estas conexiones puede trazarse tambiéna través de comunidades histórico-culturales defi-nidas, amplias y que se solapan arqueológica-mente, como las comunidades de las Tumbas deMadera (Srubnaia) y Andronovo.

P. Zidarov (2005) recientemente ha intentadorebajar la fecha del famoso Tesoro L de Troya,comparando sus masivas hachas de piedra de ne-frita, jadeita y lazurita (Lám. III), algunas de lascuales pesa unos 2 kg, con las del depósito de Bo-rodino (Besarabia, Moldavia) que pueden ser fe-chadas con confianza desde mediados al tercercuarto del II milenio AC, a partir de sus paralelosmetálicos, tanto con el complejo Seima-Turbino,como con los ricos enterramientos micénicos deGrecia. Hachas, cuidadosamente realizadas y pu-limentadas, aparecen en contextos incluso másantiguos en las estepas occidentales de Eurasia yen el Cáucaso septentrional, pero las notables co-rrespondencias en forma y material entre los de-pósitos de Borodino y Troya parecen apoyar ladatación inferior revisada de Zidarov. Las hachas

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Fig. 1. Provincias Metalúrgicas en Asia occidental durante el Calcolítico y la Edad delBronce Antiguo y Medio: 1) Provincia Metalúrgica Cárpato-Balcánica, c. 5000-3800AC; Provincia Metalúrgica Circumpóntica de la Edad del Bronce Antiguo (2) y Medio(3) c. 3600-1900 AC (adaptación a partir de Kohl y Chernykh 2003: 31).

Lám. III. Hachas-martillo de nefrita, jadeita y lazurita deTroya, Tesoro L (adaptación a partir de Tolstikov y Treis-ter 1996: 148).

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de nefrita y jadeita de los dos depósitos son vi-sualmente indistinguibles y es bastante posibleque ambas puedan haberse originado más al Este,en las montañas Sayan de Siberia o en el noroestede China. El lapislázuli en esta época puede haberprocedido de los depósitos conocidos en la regióndel lago Baikal. Tales piezas ceremoniales o sím-bolos de poder posiblemente llegaron al final desu viaje a Troya, que estaba estratégicamente si-tuada en la cabeza de los Dardanelos, vía una rutamarítima a través del Mar Negro, junto con útilesde metal funcionales parcialmente procesados yarmas. A mediados del II milenio la mayoría de lazona esteparia y de la estepa arbolada de Eurasiaestaba repleta de grandes comunidades culturalesinterrelacionadas (como las Srubnaia y Androno-vo) y provincias metalúrgicas separadas que sesuperponían, abarcando esencialmente hacia elEste hasta las fronteras de China.

Las más recientes investigaciones de Cher-nykh en la región de Kargaly, de unos 500 km2 enlos Urales suroccidentales, cerca de Orenburgo,han demostrado que sus depósitos de metal fue-ron explotados a gran escala, si es que no a escalaindustrial, durante la Edad del Bronce Final o,aproximadamente, a mediados del II milenio AC(un breve resumen en inglés de estas investiga-ciones en Kohl 2007: 170-180). El equipo ha ex-cavado lo que es, claramente, un poblado de mi-neros del final de la Edad del Bronce en un sitiollamado Gorny dentro del complejo Kargaly conevidencia indiscutible de actividades mineras. Undescubrimiento inesperado fue la colección deunos 2.300.000 restos de fauna procedentes delárea excavada de unos 1.000 m2 de los cuales entorno a un 80 % fueron identificados como hue-sos de vaca. Semejante colección es difícil decomprender o explicar. La única certeza es que esimposible tratar Kargaly o el poblado minero ex-cavado de Gorny aisladamente; más bien amboscomparten amplios “ámbitos sociales” interco-nectados con otras gentes relacionadas con lasSrubnaia, todas las cuales estaban implicadas enun proceso histórico más amplio.

Materiales y tecnologías se difundieron a tra-vés de Eurasia durante la Edad del Bronce. Aun-que ello puede ser claramente documentado, hayque plantear una advertencia importante. Elreconocimiento de interconexiones comparti-das y de transferencias tecnológicas no nos dicecómo sucedieron tales desarrollos, ni qué pre-tendían con ello las sociedades locales específi-

cas. Nuestro análisis tiene que integrar ámbitossociales ampliamente compartidos, macro o casicontinentales, con desarrollos locales o más re-gionales. Los vehículos rodados fueron usadospor diferentes sociedades para propósitos distin-tos: parecen haber sido un componente integralde las culturas de pastores de ganado vacuno quese extendieron por las estepas occidentales deEurasia durante la Edad del Bronce y se han en-contrado allí por decenas. En el Cáucaso meri-dional y el Próximo Oriente Antiguo hacia elsur, sin embargo, aparentemente fueron muchomenos comunes durante todo el IV y la mayoríadel III milenio AC, un exótico elemento de pres-tigio empleado para acompañar a los jefes loca-les o las élites estatales y a la realeza en el másallá.

Es un primer paso útil definir amplias provin-cias metalúrgicas, que comparten equipos de úti-les funcionales similares y armamento, pero nosqueda todavía un largo camino para compren-der cómo funcionaron realmente esos sistemas deproducción e intercambio. ¿Se trató de mineralesmetálicos, en gran medida sin procesar, acarrea-dos a distancia en vehículos rodados tirados porbueyes desde los sitios mineros primarios, comoKargaly? Como Chernykh (1997: 69) propone,¿las vacas estuvieron intercambiándose por mine-rales metálicos, dando lugar a la increíble con-centración de sus restos en el sitio Gorny? ¿Cómofuncionaría tal sistema? ¿Quién dirigió el proce-so? Simplemente no lo sabemos y no lo sabremoshasta que una información más básica sobre la es-tructura social y la organización de las comuni-dades de las Tumbas de Madera haya sido mejordocumentada arqueológicamente mediante la in-vestigación de más asentamientos y no sólo me-diante la excavación continuada de kurganes.

V. CONCLUSIÓN: IMPLICACIONESPARA UNA PRÁCTICAARQUEOLÓGICA CONTEMPORÁNEA

¿Qué regularidades o patrones podemos ob-servar cuando trazamos la propagación de losvehículos rodados y de economías más móvilesde pastores de ganado vacuno a través de Eurasiaoccidental o cuando documentamos la adopcióncompartida de tecnologías de trabajo del metal yla utilización de tipos similares de útiles y armasen la mayor parte de esta misma extensa área? El

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concepto de unos ámbitos sociales compartidossiempre en expansión y siempre abiertos ¿es útilen nuestra búsqueda de una mejor explicación deestos desarrollos? Ampliar nuestros horizontesespaciales más allá de las culturas individualeso, incluso, más allá de los “sistemas mundia-les” integrados hace más difícil detectar progre-siones regulares o trayectorias evolutivas desdeunas formaciones sociales relativamente simplesa otras más complejas.

Un área puede experimentar un crecimiento,como el Cáucaso con el surgimiento de la Provin-cia Metalúrgica Circumpóntica, mientras otra re-gión, desde los Balcanes hasta Ucrania oriental,colapsa o declina, procesos oscilantes o inter-mitentes que han sido señalados por teóricos delos sistemas mundiales (p.e., Chase-Dunn y Hall1997). De modo similar en el II milenio AC, so-ciedades en el Mediterráneo oriental, en Chipre,Creta, la Grecia continental y en otras partes flo-recieron, participando en una compleja red de in-tercambio con orientación marítima en la que losbienes preciosos exóticos, los bronces acabados osemiprocesados, y los bienes de subsistencia cir-cularon libremente (Parkinson y Galaty 2007),mientras en otras partes los estados secundarioscomplejos y las unidades políticas regionales alEste de Sumer habían colapsado, descendiendo auna edad oscura arqueológica poblada cada vezmás por pastores menos “civilizados” proceden-tes del norte. Un área está en cuarto creciente yotra en cuarto menguante. Los desarrollos y de-clives en un área son distintos respecto a los quese producen en otras, pero muestran complemen-tariedades que no son fortuitas, sino que están in-terrelacionadas de manera sistemática. Un patróndetectable es que los centros de desarrollo evolu-tivo cultural no son estáticos, sino que cambian ose reemplazan uno al otro en el transcurso deltiempo. La “acción” evolutiva cultural tiene lugaren diferentes áreas, en diversos momentos a tra-vés de las estepas y de la frontera septentrionaldel Próximo Oriente Antiguo. En el Neolítico, losdesarrollos culturales son muy espectaculares enAnatolia; en el Calcolítico, suceden en los Balca-nes abarcando, a través de Rumania, Moldavia yUcrania occidental; más tarde el Cáucaso, AsiaCentral meridional e Iran oriental, a través de losUrales, etc. A este respecto, la Prehistoria finalaparentemente se asemeja a la era histórica mo-derna con sus cambios consecutivos en el podermundial. Las hegemonías políticas y económicas

nunca son permanentes sino que ascienden y de-caen principalmente como resultado de procesosmacro-históricos siempre cambiantes e interco-nectados, y tales procesos macro-históricos sonimposibles de detectar arqueológicamente si unose centra en los desarrollos en una sola región osobre un horizonte cronológico relativamente res-tringido de unos centenares de años.

La tarea básica del arqueólogo como historia-dor de la cultura no es recopilar y ordenar nuevosdatos y refinar sin cesar las secuencias cronológi-cas locales; el historiador de la cultura tiene queaprovechar también la única fortaleza real del re-gistro arqueológico: su macro-perspectiva tempo-ral y espacial de grano grueso concerniente a lasactividades productivas básicas realizadas por losdiferentes grupos, para intentar discernir enton-ces cómo estas actividades distintas se relacionanunas con otras o están interconectadas. Las cultu-ras se imbrican continuamente y quedan atrapadasen procesos históricos compartidos que excedenlas áreas que ocupan, y la evolución cultural nopasa normalmente por desarrollos internos y adap-taciones locales a escenarios ambientales restringi-dos, sino que ocurre como producto de esas in-terconexiones y experiencias compartidas. Talesprocesos a gran escala, que implican el desarrollode nuevas tecnologías y economías y movimientosa gran escala de los materiales a través de distintasformas de intercambio y de migraciones de lasgentes, estuvieron actuando en las estepas de Eura-sia durante la Edad del Bronce afectaron profunda-mente a las incontables culturas arqueológicas quehan sido definidas por toda este amplia área y porlas tierras adyacentes más al sur.

La evolución cultural es real en el sentido deque los cambios tecnológicos acumulativos y lossociales cualitativos tuvieron lugar en el transcur-so del tiempo y pueden ser trazados. Las culturasevolucionan de forma evidente de manera que, alargo plazo, muestran un cambio tecnológico pro-gresivo y un mayor control sobre las fuerzas de lanaturaleza, resultando en desarrollos cualitativa-mente nuevos en la organización económica y so-cial. Tales procesos suceden no sólo dentro deculturas individuales, sino que caracterizan tam-bién a la cultura humana como una evolucióngeneral, total, y como una evolución cultural es-pecífica a la vez (Sahlins y Service 1960). Evo-lución e historia no son conceptos opuestos sino, más bien, complementarios. La evolución ge-neral, tal como fue originalmente definida por

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Marshall Sahlins y Elman Service (1960), portanto, es una historia “mundial” en el sentido deque la evolución tiene lugar a una escala interco-nectada en la que diferentes gentes participan demanera distinta (cf. Yoffee 2005: 197). La Meso-potamia de la “revolución urbana” y los ascensosy recaídas periódicas de los variados estados queredefinieron continuamente la civilización meso-potámica durante tres milenios, no pueden versede forma aislada; más bien, la aparición y desa-rrollo inicial de Mesopotamia tiene que situarsedentro de unos “ámbitos sociales” superpuestos,que se extienden, al menos, desde los Balcanes ylas tierras que bordean el Mediterráneo orientalen el oeste, a las estepas euroasiáticas al nortehasta el Asia Central y los centros urbanos del va-lle del Indo al este. Por todos estos ámbitos in-terconectados los desarrollos en un área estuvie-ron asociados con desarrollos y declives en otrasáreas.

Los procesos evolutivos locales y los difu-sionistas más amplios se complementan unos aotros. Históricamente, se abusó de ambas pers-pectivas y se solían ensalzar las virtudes de la su-puesta superioridad de los pueblos, pero ningunode esos puntos de vista era inherentemente racistay, por supuesto, ambos pueden invocarse para re-saltar nuestra humanidad común. La difusión me-diante ámbitos sociales superpuestos no requiereun área nuclear, ni una raza dominadora respon-sable de las innovaciones que son tardíamenteadoptadas por gentes menos creativas. Una pers-pectiva difusionista realista traza la propagaciónde las innovaciones en múltiples direcciones; laRuta de la Seda para el oeste es la Ruta del Caba-llo para China. El concepto de ámbitos socialescompartidos, superpuestos e interconectados des-taca, si se quiere, el carácter multilinear de losprocesos difusionistas. Lo mismo que el conceptode evolución multilinear o de trayectorias diver-sas del desarrollo evolutivo, defendido inicial-mente por Steward (1955), la difusión se producea lo largo de múltiples vías o trayectorias y nodebe ser secuestrada para documentar un cambioque emana de un foco o patria excepcionalmenteinnovadora y sigue hacia fuera en una direcciónúnica previamente ordenada.

Esas gentes, que estuvieron implicadas en di-ferentes actividades, pastoreo, cultivo, minería ycomercio, se hicieron tanto a sí mismas comoa la Edad del Bronce de Eurasia, pero lo hi-cieron interactuando unas con otras, reuniendo

su conocimiento y experiencias, intercambiandomateriales y desplazándose de forma continua yperiódica de un área a otra. Los procesos de inter-conexión que se desarrollaron en la Edad delBronce han continuado acelerándose y expan-diéndose en el transcurso del tiempo hasta llegara nuestra era, cualitativamente distinta, de globa-lización. Tanto entonces como ahora las gentes seimplicaron constantemente en el intercambio deobjetos materiales, ideas e invenciones, apren-diendo unas de otras.

V. Gordon Childe (1944) usó la metáfora decorrientes separadas atrayendo las aguas de susafluentes para unirse, en último término, en ungran río único para explicar, según sus palabras,Qué sucedió en la Historia. Los biólogos nos di-cen que la evolución convergente sucede cuandodos especies relacionadas distantes desarrollan demanera independiente rasgos físicos similares yllegan a parecerse muy estrechamente la una a laotra debido a su adaptación a nichos ecológicossimilares. Como es usual, la evolución biológicay la cultural funcionan de manera diferente. Laconvergencia evolutiva cultural se refiere a losprocesos históricos en curso que comenzaron du-rante el Paleolítico en los cuales ámbitos socialesabiertos llegan a incorporarse a ámbitos socialescada vez más amplios hasta que alcanzamos laera actual de la globalización.

Corrientes separadas fluyen hacia sus afluen-tes que se transforman en ríos poderosos, todoslos cuales se funden en último término en un úni-co océano que abarca el planeta. Los arqueólogostienen el privilegio de documentar la mayoría dela historia que define esta evolución general.

Para concluir, considerar que en septiembre de1944 cuando la Segunda Guerra Mundial conclu-yó espasmódica y sangrientamente, se celebróuna conferencia internacional en la Universidadde Londres para evaluar el futuro de la arqueolo-gía europea y para argumentar enérgicamente quesu práctica debía trascender las fronteras naciona-les; los errores del pasado, tales como escribirprehistorias individuales para naciones-estado se-paradas, debían ser superados. La Prehistoria te-nía que ser una empresa internacional o, si sequiere, universal. Childe hizo el discurso inaugu-ral de esta conferencia. Escribió:

“La Arqueología –sensu stricto– trata, feliz-mente, con objetos físicos concretos... no puedehaber desacuerdo con respecto a ellos. Ahí estánpara que el estudiante los estudie y observe... Este

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hecho real les capacita para ser la base para un es-tudio cooperativo internacional de un modo comolas características de la historia política, militar oeclesiástica nunca podrían serla... El carácter con-creto, sustancial y objetivo [de la Arqueología] lahace una ciencia social... un aspecto de la activi-dad humana que es el mismo para toda la huma-nidad, una base verdaderamente universal y, porlo tanto, propiamente el fundamento para unacooperación internacional amistosa (Childe 1944:6-7).

Hoy esas afirmaciones tan esperanzadas pare-ce un poco color de rosa o ingenuas; se han lleva-do a la práctica sólo de modo parcial. Los arqueó-logos europeos están intentando todavía definiruna arqueología para Europa, en mucha menormedida para el mundo en su conjunto. El inten-to inicial de Grahame Clark en 1961 de esbozaruna Prehistoria mundial para que sus lectores pu-dieran contextualizar las historias de sus propiasculturas en términos de desarrollos globales fueabandonada en ediciones posteriores de su libroen las que relacionaba secuencias evolutivas se-paradas, adoptando, en otras palabras, una pers-pectiva de cultura en adaptación a condiciones lo-cales. Esta perspectiva es la que caracteriza hoylos textos más populares e, incluso, los resú-menes más serios de la Prehistoria mundial. Elénfasis no está en las interconexiones sino encómo todos nosotros, eventualmente, recorremoslas mismas vías de desarrollo yendo unos, sim-plemente, más lejos que otros.

El espíritu de esa conferencia de 1944 debeser revivido. La necesidad de una cooperacióninternacional es todavía real y, de hecho, la Ar-queología hoy es cada vez más una empresa decolaboración internacional; los días imperialescuando se realizaban excavaciones arqueológicasen el exterior con escasa o ninguna participaciónde colegas y autoridades gubernamentales loca-les han quedado muy atrás. Las tecnologías paradesarrollar investigaciones arqueológicas acordescon el estado de la cuestión son, como las tecno-logías de la Edad del Bronce, eminentementetransferibles. Los arqueólogos locales en todoslos países en los que he trabajado o que he visita-do recientemente, emplean sus cámaras digitales,sistemas SPG y SIG, y distintas técnicas de tele-detección espacial y técnicas radiométricas de da-tación. Los vacíos tecnológicos se han cerrado rá-pidamente, aunque la ayuda financiera a menudotodavía es apreciada.

En el lado negativo, las historias e interpreta-ciones nacionalistas del remoto pasado todavíasiguen siendo inventadas conscientemente y losparticipantes en numerosos conflictos étnicos portodo el globo continúan usándolas para suscribirsus cuestionables agendas políticas. Subsiste, enresumen, la necesidad de una perspectiva antro-pológica en Prehistoria que enfatice su naturalezacompartida, que es una historia a la que todaslas gentes han contribuido y de la que todos sehan beneficiado gracias a sus interacciones conti-nuas con los demás. Lo que nos une como sereshumanos es mucho más que los que nos separaculturalmente. Los evolucionistas han demostra-do que, en cuanto a la conducta, hemos respondi-do de forma similar y hemos seguido trayectoriascualitativamente comparables de desarrollo so-cial, manifestando una “unidad psíquica” común.Estamos, sin embargo, unidos también por el he-cho de que los grupos humanos se han desarro-llado siempre en contacto con otros grupos, be-neficiándose continuamente de esta fertilizacióncruzada. La evolución cultural tiene lugar en ám-bitos sociales compartidos y el reconocimiento deeste hecho debe ayudarnos a trascender los pre-juicios y los temas que todavía demasiado a me-nudo nos dividen.

AGRADECIMIENTOS

Este artículo fue presentado como Lecciónmagistral de la División Arqueológica en lasreuniones de la American Anthropological Asso-ciation en Washington, DC el 30 de noviembrede 2007. Al autor le gustaría expresar su sinceragratitud al Comité de la División de Arqueologíaque le seleccionó para esta presentación. Reco-noce también la ayuda de Stephan Burmeister yPetar Zidarov que le facilitaron información eimágenes sobre los primeros vehículos con rue-das y sobre los depósitos de Troya y Borodino,respectivamente. Finalmente, le gustaría agrade-cer también los comentarios críticos y sugeren-cias de Tom Boellstorff, Nick Kardulias y dosanónimos evaluadores del American Anthropo-logist (6).

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(6) La revista TP agradece a Antonio Uriarte González(Laboratorio de Arqueología del Paisaje y Teledetección,CCHS-CSIC, Albasanz 26-28; 28037 Madrid) su adaptación dela lámina II.

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