La guerra del Pacifico - Varigny, Charles Victor Grosnier de, 182.pdf

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    LA GU&RRADEL PaCHCO

    PORCMARLES DE VARiQnY

    Santiago de ChilaIMPRENTA CERVANTESMoneda, 1170

    1922

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    oJRA EDITADA EN CASTELLANO

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    OBRAS DEL MISMO AUTORHISTORIA Y geografa

    1.El Periodismo en Estados Unidos.2.La invasin china y el socialismo en E. E, U. U.3.La Doctrina Monroe y el Canad.4.Una campana electoral en E. E. U. U.5.Un socialista chino en el siglo XI.6.Francia en el Ocano Pacco: Tahiti,7.La Guerra del Pacfico.8.Emma, reina de las Islas Haway.

    NOVELAS1.Kiana.2.Parley Pratt.3.Ella Wilson.4.Las ruinas da Uxural.

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    PROLOGOLa historia de la Guerra del Pacfico del escri-

    tor francs D. Carlos de Varigny que ahora extrae-mos de la ''Revue des Deux Mondes" de los aos1881 y 1882, es una novedad entre nosotros. Po-cos la han conocido, y ha permanecido en el olvido,escondida en el silencio de las bibliotecas, como unbuen vino en la bodega. Al traducirla cuarentaaos despus de escritaa cuatro mil millas delteatro de la guerrarecobra toda su vitalidad,porque es el mejor relato sinttico de la guerra,de sus causas, su desarrollo y consecuencias. Esla mirada imparcial de un extranjero instruidopor peridicos, libros y publicaciones, de las nacio-nes en lucha, sin que ninguna especial simpataindique su juicio, acaso sin conocer los pases tra-bados en guerra.

    Sin duda los chilenos que en su tiempo la leye-ron, inflamados por el patritico orgullo de vence-dores, encontraron fra la historia de Varigny, acasocargada de simpata hacia las naciones vencidasy en parte injusta o excesivamente severa con elvencedor: que siempre el caido arrastro las simpa-tas de todo corazn bien puesto Y la dejaronen olvido!

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    VIOlvidronla tambin porque, convencidos de la

    justicia de la causa chilena, no cuidaron nunca ladebida demostracin de ella ante el criterio extran-jero.Raza chilena fra y desinteresada, habitante depas montaoso, en lucha pertinaz con la natura-leza y aislada en sus fatigas, conserva ese carcterheredado de Espaa, de ser ms capaz de realizarhazaas que de coartarlas; y he aqu por qu sihemos tenido historiadores caudalosos, tan enamo-rados del pasado como desdeosos del presente,no hemos tenido propagandistas y hasta carece-mos de las facultades propias a la difusin de nues-tra historia, que tiene pginas que justificaranpara Chile el dictado honroso del Quijote deAmrica.No hubiera Varigny trepidado en drselo sihubiera tenido presente que las tropas chilenasque en 1880 entraron en Lima en correcta formaciny a paso de vencedoras haban estado dos vecesen la ciudad de los virreyes, no en guerra con elPer, sino en guerra con los enemigos del Per,en expediciones libertadoras; y que la nica ocasinen que Valparaso ha recibido las balas enemigasfu por haber Chile declarado la guerra a Espaa,cuando sta quiso volver a reconquistar su perdi-do virreinato del Pacfico. Esas tres guerras, lasnicas que hemos tenido fuera de la de 1879, fue-ron el sacrificio heroico de un pueblo en aras delidealismo de la fraternidad americana, bautismoen sangre y fuego en Sud Amrica de la incruenta

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    Vil

    doctrina Monroe formulada por los americanos delNorte.Por ese carcter de orgullosa entereza no se hahecho una debida difusin de nuestra historia yde la causa y desarrollo de nuestro conflicto conPer y Bolivia y sus actuales consecuencias. El

    Gobierno ha sido censurado muchas veces por ello.Ese descuido de la opinin ajena, fundado en

    la propia estimacin, ha sido parte principal enque las quejas sentimentales del Per hayan po-dido hacer creer a muchos que nuestro juicio delnorte sea semejante al de Alsacia y Lorena, hoyrecobradas por el herosmo francs.No lo es, ni en el origen de la guerra de 1879,ni en las condiciones de la retencin condicionalde Tacna bajo la soberana chilena. La guerra del79 fu tramada por el Per y Bolivia por el tratadosecreto de 1873 solo conocido en Chile en vspe-ras de estallar la guerra; y la retencin de la provin-cia no depende sino de la voluntad de sus propioshabitantes. Adelantndose Chile a los tiempos es-tatuy el plebiscito como fuente de la soberanay principio de la nacionalidad mucho antes que loconsagrara el Tratado de Versalles; como en elarreglo posterior de sus pleitos de lmites con laRepblica Argentina estatuy el arbitraje y lalimitacin de armamentos veinte aos antes quelo establecieran la Liga de las Naciones y la Confe-rencia del desarme de Washington. Estos hechoshablan ms alto que las quejumbres de despojo

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    VIII

    con que el Per ha removido los ecos en todos losngulos del mundo.No ha perdonado el Per, hbil en explotar lossentimientos, medio de obtener la gracia de los

    grandes pases del orbe. Durante la guerra europea,mientras Chile mantuvo ima decorosa neutralidad,l declar la guerra a los imperios centrales y semanifest en favor de los aliados cuando el triunfoya no era dudoso, pero ni un soldado, ni un can,ni un bolo sali de su territorio para demostrarla sinceridad de la causa de que se haca defensor;en cambio pretendi que en virtud de la sangrealiada vertida en Europa se le devolvieran Tacnay Arica, sin consultar la voluntad de sus habitantes!

    Si Chile hubiera credo de su deber hacer causacomn con los aliados, habra participado en laguerra. No est en su carcter hacer alardes de amis-tad sin cumplir como amigo. Si el ao 66 declarla guerra a Espaa, en nombre de la independenciade Amrica, cuando Espaa reclamaba al Perlas islas Chinchas, tom las armas para sostenersu actitud y sufri las consecuencias de la guerracon el bombardeo de Valparaso por la escuadraespaola.

    Chile, neutral, tuvo no obstante muchos de sushijos en las filas aliadas y su sangre se mezcl conla francesa en los holocaustos a la patria; y conclui-da la gran guerra, ayud a la reconstruccin de losterritorio devastados. Un casero en el norte deFrancia muestra la adhesin chilena a los sufri-mientos de ese gran pas.

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    IXSi durante las exaltaciones patriticas en el ar-

    dor de la lucha pudo parecer a los aliados toda neu-tralidad sospechosa de parcialidad; y algn diariofrancs, estimulado por la propaganda peruana,pudo decir que nos inclinbamos hacia Alemania,hoy, pasado el himno de los combates, se ve clarola correcta y discreta actitud de Chile, su neutrali-dad vigilante y sus simpatas por una paz fundadaen cordialidad entre naciones. El testimonio deesos pases lo certifica.

    Si entonces hubiramos expuesto con tesn has-ta llegar al convencimiento pblico, el origen ysituacin de nuestras diferencias con el Per, msequitativos sentimientos habran dominado en elmundo en guerra hacia el lejano pas que ha sidoel primero en levantar la bandera del arbitrajeen los diferendos internacionales, el primero en reco-nocer el principio de las nacionalidades y ha busca-do el plebiscito como medio de establecer y respe-tar la libertad y la voluntad humanas.

    ** *Habra bastado para llevar ese convencimiento

    a la opinin universal, reproducir y difundir la his-toria de ia guerra de 1879 entre Chile y el Per yBolivia, de Carlos de Varigny.Ningn testimonio habra parecido ms imparcial.Los antecedentes de este historiador y gegrafo,que escribe a cuatro mil millas del teatro de los su-

    cesos la historia de un conflicto entre pases que soloconoce por los libros, y que ha distribuido censuras

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    y alabanzas, segn su leal entender, a los beligeran-tes, no poda entonces y menos ahora, ser sospe-choso siquiera de simpatas. Nosotros sentimos, alleerlo hoy, que sus simpatas humanitarias se caenms bien del lado del Per.

    Pero la exactitud de los datos que ha recogido,la abundancia de detalles, la visin del campo querecorren los ejrcitos en lucha, el certero criterio dehistoriador con que discierne la importancia de loshechos y penetra en los mviles que los inspiran,todo en l revela al escritor que se ha documentadoprolijamente, que ha estudiado a conciencia sutema, y al escritor que sabe agrupar los datos, dis-tribuirlos y presentarlos con tal arte, que aade alinters del asunto el agrado de la lectura.M. de Varigny fu im hbil escritor, y un altofuncionario francs. Haba nacido en 1829. Cono-ci la costa del Pacfico en sus viajes: fu cnsulde Francia en San Francisco de California y en lasislas Haway donde lleg a ser Jefe Poltico.La historia de su gobierno en Haway es parti-cularmente interesante, y revela todo su carcterde francs.Las islas Haway, en el Pacfico, estn a la altura

    de la costa norte-americana y por esta situacinconstituyen una importante estacin estratgica.Estados Unidos deseaba ganarlas para s.Pobladas de individuos de raza amarilla, de ori-ge polinesio, como las dems islas sus vecinas,formaban un pas independiente, gobernadas porreyesuelos hereditarios. Las descubrieron los es-

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    XIpaoles en sus frecuentes correras martimas enbusca de tierras que agregar a la corona peninsular.A la poblacin indgena se han unido colonias dechinos, japoneses y norte-americanos, que han lle-vado a ellas su comercio e industrias.Estados Unidos mantuvo siempre misioneros

    protestantes que iban difundiendo el amor a Esta-dos Unidos, prlogo de la futura incorporacin alterritorio yanqui.Ello estuvo a punto de ocurrir en 1851. Gober-naba entonces el rey Kamehameha Ill.ggrande amigode los norte-americanos. Estaba dispuesto a reali-zar una expedicin poltica por el archipilagopara obtener su propsito, cuando lo sorprendila muerte. Pero Kamehameha IV ys|u sucesor, el Vde su dinasta, no fueron amigos de los norte-ame-ricanos y s partidarios de la independencia nacional.Kamehameha V tuvo de amigo ntimo al cnsulfrancs, M. de Varigny, y conociendo sus maravi-llosas facultades quiso aprovecharlas, en el gobier-no de las islas, especialmente para poner un diquea la creciente influencia norte-americana.

    Carlos de Varigny fu nombrado Ministro deHacienda primero; luego Ministro del Orden (In-terior) y finalmente. Primer Ministro de las islas.La poltica de Varigny tuvo dos caracteres de-finidos: fu anti-yanqui y civilizadora. Para des-truir el predominio norte-americano, servido porsus misioneros y los ingenios de azcar, cuyos tra-bajadores deban votar como queran sus amos,concedi amplia libertad religiosa y estimul el

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    XIIcelo de los catlicos; y propuso una reforma a laConstitucin, para que solo fueran electores lospropietarios de un bien raz.La reforma levant polvaredas, mtines, asonadasy tiros; y fu aprobada con el aplauso de los mismosa quienes privaba del voto, que preferan carecerde ese derecho a usarlo forzados.La reforma se impuso en 1864.Otro de sus grandes afanes fu la instruccinpblica, hasta llegar a obtener para las islas el 75

    por ciento de alfabetos. Y es de notar que el 25 porciento de analfabetos, las dos terceras partes erande extranjeros inmigrantes.

    Estas reformas y el fomento del comercio y lasindustrias fueron el principio de un perodo de pro-greso.

    Pero no fu eterno. En 1872 muri Kamehameha Vy con l acabaron en Haway el poder de Varignyy el influjo francs. El sucesor del rey fu amigode Estados Unidos. Gobernaba all el general Grant,quien propuso el amparo de Estados Unidos al ar-chipilago en cambio del establecimiento de ima basenaval. Y desde entonces el poder de Norte Amricaha crecido y hoy domina sin contrapeso.M. de Varigny fu ante todo un hombre de es-tudio y observacin, y escritor. Luego que perdisu poder en las islas, regres a Francia donde entra colaborar en la Revue des Deux Mondes hasta sumuerte en 1899.La labor de M. de Varigny en esta revista esextensa, y se especializa en estudios de historia y

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    XIII

    geografa; algunas de sus obras como el Estudiosobre el Ocano Pacfico, fueron coronados por laAcademia Francesa.

    * *La Revue des Deux Mondes en que M de Varignypublic sus interesantes estudios y novelas es laque ha sobrevivido a la pltora de revistas que enFrancia se public a fines del siglo XVIII y princi-pio del XIX.Se recuerda que Inglaterra fu el primer pas enque se cre la revista, el libro peridico que tratade asuntos de actualidad. En 1794 sali a luz laMonthley Revieu; y las discusiones que en ella seempearon sobre el significado e incdencias de laRevolucin Francesa del 89, despert en Franciala emulacin. Multitud de revistas aparecieron,muchas efmeras; y de todas ellas qued la de DeuxMondes, fundada por uiio de los espritus ms in-quietos de la Francia de la Restauracin borbnica,encadenada ya en Santa Elena el guila napoleni-ca. Fu M. Segur Dupeyron, en 1829.Un ao apenas corrido, la tom Mr. Buloz, quienfu su verdadero fundador, el que le dio forma ycarcter. Gast en ello esfuerzos considerables, unatenacidad envidiable y una gran fe en el xito.Por tres veces en el espacio de veinte aos cambila sociedad propietaria y se gast en consolidarlaim capital no inferior a seiscientos mil francos queentonces representaban muchsimo mas que ahora.Fu en 1848 el eje de uno de los partidos de la re-volucin de Julio. A su alrededor se agruparon

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    XIVquienes defendan el orden social, dentro de un am-plio liberalismo democrtico. Cimentado el segundoImperio, el xito sonri a la revista, despus de trein-ta aos de esfuerzos; se difundi por todo el mundoy en sus pginas colaboraban los ms distinguidosespritus, muchos de ellos eminentes .en ciencias yen artes. En ella se instruan y deleitaban la juven-tud universitaria, la poltica y la militar; era lavoz de Francia en el exterior.En la revista hicieron sus primeras armas o fue-ron consagrados escritores cuyos nombres han da-do la vuelta a mundo; all escribieron, AlejandroDumas, sus novelas histricas; Tefilo Gautier,sus fantasas; Guizot sus juicios polticos; Merime,sus novelas hispanfilas; Murger, sus recuerdosde vida bohemia; Balzac, escenas de su comediahumana; Taine, sus estudios filosficos e historiasimpregnadas de determinismo; Renn, sus investi-gaciones orientales; Jorge Sand, sus novelas revo-lucionarias y pasionales; Reclus sus estudios geo-grficos; Claudio Bernard, sus investigaciones bio-lgicas; Cousin, sus filosofas pantesticas; SaintBeuve, sus crticas y retratos; Vigny, sus versos im-pecables y dolientes; Musset sus quejas; SaintHilaire . .Y colaboran hoy, como ayer, los ms notables li-teratos franceses; los Mariscales Foch y Fayolle,de asuntos militares; Loti, sus fantasas de Oriente;Bourget, Benot, Bordeaux, Bazin, novelas; Goi-

    f yau, filosofa; Lavedan, poltica; Poincar, el ex-** Presidente, de poltica internacional, cuyo progra-

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    XVma ha conquistado la opinin parlamentara, quelo ha impuesto en la jefatura del Gabinete.

    As, siempre selecta y prudente en los avances,sin contar los lazos de la tradicin, La Revue desDeux Mondes es llamada hoy la Tout Puissante yes la consultora de todas las cancilleras.En una publicacin tan importante vio la luz

    la historia escrita por M. de Varigny poco tiempodespus de los sucesos, que debi esparcir la noticiacierta de las causas y desarrollo de esta guerra;pero tales hazaas de pases desconocidos y lejanosse olvidan pronto y la historia, apesar de su intrn-seco valor, fu olvidada.No debemos olvidarla nosotros. Era al menos untestimonio imparcial y lejano, rendido a la seriedad

    de la administracin chilena, a la solidez de su or-ganizacin poltica, a la disciplina y cultura de losejrcitos, a la direccin tcnica de sus jefes.Porque la obra de Varigny es hija de estudios

    desapasionados de la fuente de informacin de unoy otro de los beligerantes; l ha estudiado la geogra-fa, los recursos y capacidades de los pases en lucha,los efectivos de sus ejrcitos, sus rutas, sus planesde campaa y su ejecucin; ha escrito las batallas,perfilado la silueta intelectual y moral de los jefesy sus consejeros, y ha penetrado en el alma de lospueblos.

    Faltan, sin duda, detalles; hay apreciaciones de-fectuosas, incomprensin de la importancia de al-gunos hechos de armas; pero tales defectos son ex-

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    XVIplicables y pequeos en relacin con la exactituddel conjunto, con la alta imparcialidad de la narra-cin y con el arte y belleza del relato.Ninguna obra de historia escrita en Chile puedealcanzar la comprensin de extraos como la deM. de Varigny. Es desde luego, un eptome reducidoa los hechos principales, en el cual es fcilmentecomprensible el conjunto; por lo mismo, el relato esms interesante, se presta a observaciones genera-les, a lneas precisas, a bellezas de lenguaje. Laagrupacin de hechos importantes en que se ve en jue-go la suerte de miles de hombres; en que a la ca-beza de sus ejrcitos van los Presidentes d Rep-blicas (Per y Bolivia) y de cuyas acciones dependela salvacin o la ruina de su autoridad y de sus pue-blos; las luchas de primaca entre ellos, sus celos yambiciones rompiendo la necesaria unidad delcomando; de otro lado, un ejrcito menor en n-mero pero envalentonado por sus triunfos, disci-plinado e impetuoso; todo en avance o retroceso,buscando posiciones para librar las batallas deci-sivas, cuya suerte esperan ansiosas y atribuladaspoblaciones importantes; todo se agrupa, pasionesnobles y plebeyas, amor de sacrificio y egosmo,anhelos de gloria y de codicia, fanfarronadas y se-renidad calculadora; tal pasa en las vsperas de lasbatallas de Dolores y Tarapac y entonces el re-lato adquiere la alteza de la epopeya y el historia-dor parece un noble bardo que canta pasadas gran-dezas y miserias de pueblos en lucha.Porque es preciso reconocer que en un perodo

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    XVIIde das Chile ha vivido una epopeya. De Tacna aTarapac, el cndor chileno, como las guilas deNapolen en Italia, vuela de campanario en campa-nario y su gorquera blanca es como un signo de paz,y de gloria sobre los campos ensangrentados. Alavance victorioso del ejrcito que nada resiste, yaescale de frente las escarpas del Morro de Arica,ya corra por los arenales de Tarapac, dos ejrcitosson deshechos y dos jefes de pueblos. Prado, Pre-sidente del Per, Daza de Bolivia, huyen del cam-po y de sus patrias, salvando sus vidas empaadasque no supieron sacrificarse, y todo el Sur del Pery las salidas de Bolivia quedan bajo el dominiochileno. Ya nada podr detenerlo, y el cndor vo-lar hasta la torre del palacio de los Virreyes, nidosecular de leyendas de amores, tiranas y sacrificios.M. de Varigny elogia con calurosa simpata elvalor peruano. Acaso tal afirmacin nos sorprenda,porque el roto chileno aprendi por exceso de en-vanecimiento, a despreciar su endebles y poca re-sistencia; pero de Varigny prueba con el nmero devctimas en las batallas, que los peruanos resistie-ron con heroica decisin.Acusa de intil crueldad, de afn de amedrentar,

    las destrucciones que el Coronel Lynch efectuen el Norte del Per, para preparar las vas al ejr-cito que vena del Sur hacia Lima; pero es precisotener en cuenta que era necesario precaverse deamagos del Norte para asegurar el avance chileno;que desde Chimbte al Callao tena Pirola, yaDictador por la fuga de Prado, sus parciales y que

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    XVIIIel Ejrcito que fuera vencido en Lima ira a recw:-ganizarse en el Norte y que convena a vencedores yvencidos acortar la guerra y no hacerla indefinidatransformando ejrcitos regulares en montonerasque vivieran del merodeo de poblaciones. Fueronresoluciones framente tomadas, no hijas de arran-ques pasionales.La disciplina y mesura del ejrcito chileno quedade manifiesto en su entrada a Lima, despus de lasbatallas de Chorrillos y Miraflores. Violado poruna parte del ejrcito peruano el armisticio de -unda despus de Chorrillos, atacado imprevistamente,era lgico temer que en su favor el ejrcito chilenohubiera entrado en Lima en persecusin de los fu-gitivos y hubiera convertido la ciudad en campo debatallas y represalias.

    Sin embargo, no fu as. Los generales contuvie-ron el mpetu de los soldados, que quedaron tran-quilos en sus campamentos. Ah recibieron las pre-miosas felicitaciones de las autoridades de Limapara que se apresurara a tomar la ciudad que se lerenda incondicionalmente. La soldadesca desmora-lizada y no desarmada saqueaba la ciudad en lanoche del 16, el incendio la alumbraba siniestra-mente y el espanto reinaba en toda ella.En la tarde del 17 el General Baquedano entrcon los primeros batallones, en correcta formacin.El sordo rumor cadencioso de su marcha, sin gritosni alardes, llev la confianza al vecindario. La ciu-dad vencida se asom a sus balcones a mirar el pasotranquilo y seguro de sus vencedores.

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    XIXEs un extranjero, Vicente Holguin residente en

    Lima, hermano de dos Presidentes de Colombiay unido en matrimonio a una distinguida damaperuana, quien ha relatado minuciosamente la his-toria de los ltimos das de la ciudad virreynal,en correspondencia publicada en el RepertorioColombiano de Junio de 1881.

    **E1 Ejrcito de Chile, cuenta, hizo su entradacon una moderacin que pona de manifiesto ladisciplina de los soldados y la sensatez de los jefes,as como sus triunfos haban atestiguado su biendirigida bravura. Los peruanos, mal de su grado,hubieron de sentir la superioridad de un enemigoque despus de vencerlos les devolva la seguridadde sus hogares, sin insultarlos siquiera con la risaburlona o la mirada compasiva de los fatuos'*.No es nuestro nimo refutar o aclarar los datosincompletamente comprendidos o desarrollados, laspequeas lagunas o los errores de hecho en que elhistoriador francs haya incurrido; son pequeassombras que valorizan la luz del cuadro. Ni ellointeresa sino al investigador. El lector que solo quie-re saber lo que ha pasado, tiene sobrada materiaen que nutrir su espritu y en que deleitarlo.Es un feliz hallazgo el de esta historia, cuarentaaos despus de escrita. Tiene la serenidad de losaos que ha dormido en las bibliotecas; tiene tam-bin su respetabilidad y su grandeza.

    Se ha dicho que es Chile el nico pas de Amrica

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    XXque tiene su epopeya. Los araucanos defendieronsu independencia durante tres siglos; los batalloneschilenos combatieron en Chacabuco, en Maip,en Pichincha, en Junn, y en Ayacucho. Ms tarderestablecieron el equilibrio sud-americano pertur-bado por la ambicin del Mariscal Santa Cruz ytriunfaron en Yungay. En 1879 y 1881 escribieronsus cronistas la mas bella historia militar del Con-tinente. Las banderas de Chile han flameado tresveces en el Palacio de los Virreyes de Lima; sus sol-dados conocen el camino de la capital fundadapor Pizarro yendo desde el occidente, por el Callao;desde el norte, por la Portada de Guias, y desde elSur, por Chorrillos y Miraflores.

    Solamente la Gran Colombia con Bolvar y Sucrepuede presentar, narrar semejante epopeya; estasglorias producen emulaciones y rivalidades que setraducen en alfilerazos en las discusiones diplo-mticas.

    Tiene acaso la Repblica de Chile la culpa deque sus hijos sean valerosos y esforzados y sepanvencer en cada una de las ocasiones en que hanpuesto sus pechos en frente al enemigo?

    Pueden ser culpados de altivez o de conquistado-res sus gobernantes que han sabido repeler las ame-nazas que contra su independencia significaban,en 1838, la Confederacin Per-Boliviana; y, en1873, el Tratado Secreto de 1873?

    El Editor.

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    La Gu&rradelPacpcoCuando desde casi medio siglo la atencin delmundo se mostraba indiferente respecto a los acon-tecimientos de la Amrica del Sur, se ha despertado

    sta sbitamente por los memorables combates quehan ensangrentado las aguas del Mar Pacfico, porlas guerras heroicas del Per, contra Chile y por latoma de Lima, todo lo cual ha llegado hasta nosotrosy se ha escuchado por todos, con extraordinariointers.La historia ofrece sus sorpresas, la guerra tie-ne sus enseanzas. Puede decirse que nicamenteun reducido nmero de gegrafos eruditos o de co-merciantes aventureros, eran los que estaban alcorriente del estado poltico de estas repblicasamericanas.Una generacin distinta de la nuestra, se sintiapasionada por la relacin de los combates libra-dos por estas repblicas contra Espaa, para con-quistar su independencia.Los nombres de Bolvar, San Martn, O'Higgins,no evocaban ya sino un confuso recuerdo. A losgrandes hechos sucedieron los pequeos aconteci-mientos, a los patriticos esfuerzos la anarqua

    militar y a la unin que hace la fuerza, el rgimen

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    _4-^de los * 'pronunciamientos" que destruyen hasta elrespeto a la bandera.Un presidente derrocado por un cuartelazo, lainsurreccin de las provincias contra la capital,

    intrigas mezquinas ms grotescas que sangrientas,la anarqua permanente, tal era para la inmensamayora de todo el mundo el triste y montonoespectculo que ofrecan la mayor parte de las re-pblicas hispano-americanas.La guerra de Mxico, la ejecucin de Maximilia-no, la restauracin de Jurez, los desastres econmi-

    cos de Honduras los enormes capitales inverticos enempresas sospechosas, no eran, en verdad asuntosadecuados para conquistarse el favor del pblico ydespertar las simpatas.Nadie poda tornearse inters por estas repblicasdel Pacfico y apenas si se prestaba una medianaatencin a los relatos de los acontecimientos, queles afectaban.Pero esta situacin ha concluido. Los grandeshechos que acaban de producirse, se imponen a laatencin universal. Se ha revelado la existencia deuna nueva Potencia que cada vez ms se consoli-da. En el espacio de ao y medio esta nueva poten-cia ha dado buena cuenta de los ejrcitos coaliga-dos de Per y Bolivia". Victoriosa en el mar. hallegado con sus armas triunfantes hasta las mismasmurallas de Lima, que se ha visto obligada a ca-pitular, no obstante su heroica resistencia.

    Chile dicta la paz, la fortuna sonre a sus esfuer-zos y este nuevo Piamonte encerrado en re las mo-les gigantes de los Andes el mar y el desierto, haentrevisto tambin la posibilidad de dominar pormedio de la fuerza o de seducir con el ejemplo desus prosperidad a sus vecinos menos hbiles, menosafortunados y sobre todo menos cuerdos.

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    5 Pero estos cambios no se realizan sin luchas y

    tales luchas exigen persistentes esfuerzos. La te-nacidad de Chile ha superado todos los obstculos.Ha dado pruebas de una fuerza de resistenciaque no se le supona y ha demostrado una previsinsorprendente, unida a una singular destreza.Chile ha triunfado y su triunfo es merecido. F-cilmente nos lo demostrar el estudio de esta gue-rra, que nos pondr de relieve las cualidades a lasque ha debido su xito, la heroica defensa de susenemigos y las causas de su derrota.A la luz de los acontecimientos que acaban deproducirse, tal vez nos sea dado leer aquellos que elporvenir tiene deparados a este pueblo esforzado,acontecimientos que pudieran muy bien, en tiempono remoto, transformar el mapa de Sud-Amiricay abrir a 'os productos y a la emigracin de Europanuevos campos de actividad, reunir en un haz^ co-mn fuerzas que hoy se obstruyen y se neutralizany crear en las riberas del Suj* Pacfico un Estadoprspero y rico.

    I

    Al pie de la inmensa muralla de los Andes, cuyosenhiestos contrafuertes y nevados picachos la sepa-ran de la Repblica Argentina y que levantan suscimas gigantescas a travs de una extensin de 1,800leguas de sur a norte, baada al oeste por el OcanoPacfico, Chile presenta el aspecto de una estrechafaja de terreno, oprimida entre dos barreras in-franqueables y desarrollndose en una extensinde 500 leguas.Forma, por consiguiente, un largo y estrechovalle, que corre de norte a sur, cortado, a su vez porvalles laterales an ms estrechos y cuyo suelo se

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    eleva en forma de terrazas y planicies hasta el mismopie de las murallas colosales de los Andes.Al sur, la cordillera se inclina hacia el mar elvalle se estrecha ms, formando una especie desurco entre las abruptas rocosidades de las monta-

    as, contra las que se estrellan los vientos, y lascostas rudas y severas, incesantem.ente azotadaspor las olas del embravecido mar del polo antartico.Los ltimos contrafuertes de los Andes se achatany se alargan, formando las altas llanuras de la Pa-tagonia que ofrece paso al Estrecho de Magalla-nes: despus, empinndose de nuevo, como en unesfuerzo supremo, forman la llamada Tierra delFuego y los pujantes macizos del Cabo de Hornos,especie de centinela avanzado y perdido en el lti-mo extremo de la Amrica.Ms all, la regin de las tempestades, los parajesms temidos por los marinos, el polo sur, que vaagrandndose cada siglo ganando todo lo que pierde

    el polo norte, y que va avanzando cada vez mssus bancos de hielo, regin desconocida, inexplora-da, amenazante en su inabordable soledad.A veces, a lo lejos, en tiempo despejado y sereno,detrs de la barrera de hielo cruza el mar un fulgorestridente, se oyen sordos gruidos, hay quebranta-miento de las enormes masas de hielo: es que serevela la existencia del Erebo y del Terror, volca-nes antarticos aparecidos un siglo atrs y objetode un terror supersticioso. En ninguna otra partese presenta el Ocano con un aspecto ms espantoso.En este punto extremo del mundo, se juntan elAtlntico y el Pacfico. Y se confunden lanzando

    el uno contra el otro sus olas enormes como monta-as, impulsadas por fuerzas contrarias, impacientesporlfabrirse paso y enfurecidas por los impetuososvientos -deljpolo.

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    7Por el norte, cambia radicalmente la escena. La

    frontera chilena llega a los 24 grados de latitud, loque en el hemisferio norte corresponde a la latitudde La Habana, de Egipto y de la India.

    All, en una superficie de 100 leguas, se extiendenlas arenosas llanuras del desierto de Atacama,Blancas placas de cristales nitrosos se ven alter-nando con enormes materias de lavas. Nada de vegetacin. El sol ardiente, el cielo im-placable, la costa severa. Falta el agua en todaspartes. La vida animal concluye. Los riachuelosque en otros tiempos surcaban este territorio se hansecado por completo. El suelo onduloso se levantay se hunde en montculos de arena y de rocas cor-tados por masas plutonianas y atravesados por nu-merosas lneas de color som.bro. Por todas partesuna desnudez montona. De cuando en cuando seven surgir del seno de la llanura grandes rocasde formas extraas que evocan las ruinas de anti-guos edificios con sus ventanas y sus agujas altasy finas que contrastan con las unidas y redondeadasformas de las alturas. Son rocas plutonianas, corta-das, comidas por la accin permanente del sol ycuyas aristas menos resistentes han sido reducidasa polvo.El desierto de Atacama separa a Chile del Pery Bolivia. Del uno al otro de estos puntos extremosserpentea Chile entre los Andes y el mar.Su superficie es igual a vez y media la de Ita-lia, de todos los pases de Europa el que ms se leasemeja por su produccin y su clima. Su suelo esrico en minas de plata, cobre, hulla, plomo, hierro,y se adapta admirablemente al cultivo de los cerea-les y a la mantencin del ganado. A lo largo de sucosta, puertos seguros atraen y resguardan infini-dad de embarcaciones; entre estos puertos, estn

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    8Coquimbo, Valparaso, el mayor puerto comercialde Sud-Amrica: Concepcin, Talcahuano, Val-divia, Punta Arenas, el ms meridional de los puer-tos civilizados del globo. Su poblacin es de dos mi-llones y medio de habitantes, ms o menos, con unpromedio de diez habitantes por milla cuadrada;pero si la superficie de Chile es mucho mayor quela de Italia, que cuenta con 248 habitantes por millacuadrada, hay que tener en cuenta, sin embargo,que slo una tercera parte del suelo italiano esimproductiva y que apenas si est cultivada unacuarta parte del suelo chileno.Por su posicin geogrfica, 'que hemos descritobrevemente, Chile es necesariamente un pas ma-r'timo, agrcola y comercial. El ocano ante el cualextiende gran partes de su territorio es la via na-tural de comunicacin de un punto a otro de susuelo. El ocano es, adems, el nico punto pordonde se le puede atacar.Los Andes, con sus estrechos desfiladeros, susgargantas inaccesibles, lo protegen y defienden de to-do ataque por tierra. Por el norte y el sur es ina-bordable.El mar es su dominio natural, por l exporta susproductos y por l importa lo que necesita, por lest en comunicacin con el mundo, por l es sola-mente accesible y vulnerable, y es por este motivopor el que necesita concentrar sus esfuerzos en suscostas crear una marina mercante para las necesi-dades de su comercio, una marina de guerra para sudefensa y para fortificar sus puertos.Un pas que tiene sus fronteras naturales, susaccidentes de terreno, sus montaas, llanuras yvalles, ros, suelo, clima y productos propios es elmolde en que una nacin se engrandece o se debilita,prospera o fenece, segn que se establezca o que se

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    9 rompa la armona entre su genio propio y el medioen que se halla y en el que acta. Un pueblo es mso menos colonizador, segn que se adapte con ma-yor o menor facilidad a las condiciones geogrficasy climatolgicas de otros pases distintos al suyo.La raza espaola que pobl la Amrica del Sury cuyos descendientes gozan an como seores delsuelo conquistado por sus antepasados hace ya tressfglos, merece figurar a la cabeza de las razasesencialmente colonizadoras.

    Sobrio, valiente, duro para la fatiga, el espaolha sufrido sin perder ninguna de las caractersticasde su raza, la transplantacin a un nuevo continen-te. Tal como se nos mostraba en Europa lo volve-mos a encontrar en Amrica. All donde lo llev elgenio aventurero de sus navegantes ha echadoraces con una firmeza verdaderamente asombrosa.La poderosa Repblica de Estados Unidos no hapodido arrebatarle la Florida, sino a fuerza de di-nero, y Texas y California a costa de innumerablesesfuerzos. En Mxico sigue an resistiendo a todaslas agresiones. (1) Ni ^a guerra civil, ni la guerraextranjera, ni la incuria de la administracin, niel desbarajuste de la Hacienda han sido capacesde despojarla de este vasto imperio. En la AmricaCentral, bajo el clima ms abrasador, an retieneen su poder lo que conquist; la Amrica meridionalle pertenece toda entera y Cuba contina siendoespaola a pesar de todos y de todo, a pesar de lasfaltas de la metrpoli y a pesar de la inmoderadacodicia de los Estados' Unidos.

    Independizado slo cincuenta aos ha del yugoespaol. Chile ha pasado como todos los pases en(*) Nota del traductor,Tngase en cuenta que este estudio

    de M. Varigny* se public en el ao 1881,

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    l-semejante caso ese perodo turbulento inevitablede discusiones y de luchas intestinas que sucede in-variablemente a todo supremo esfuerzo nacional.Unidas durante la lucha, vencedoras precisamentepor esta unin, aparecen despus las ambiciones;al da siguiente de la victoria salen a luz y se acen-tan las tendencias diferentes. Perodo crtico en quems de un pueblo heroico ha visto obscurecerse sufortuna y sucumbir su independencia. Para Chileeste perodo fu breve. Un Gobierno regular, acep-tado por todos, restableci el orden en las finanzas,en la administracin y en el ejrcito. El mismoda despus de su victoria sobre Espaa. Chileenviaba sus soldados a combatir por la libertaddel Per, dejaba exhausto su tesoro para crear unaflota, reclutar un ejricto y librar en Ayacuchouna nueva y sangrienta batalla en favor de la inde-pendencia de la Amrica del Sur. En paz con susvecinos, separado de ellos por sus barreras naturales.Chile pudo consagrarse al trabajo, cultivar su suelo,desarrollar sus riquezas y durante los ltimos trein-ta aos, gozar de una prosperidad y de una tranquili-dad desconocidas para las otras repblicas hispano-americanas.El descubrimiento de California, la gran corrien-te de emigracin que se dirigi hacia la costa nor-te del Ocano Pacfico, dieron al comercio de Chileun impulso vigoroso y contribuyeron a modificarnotablemente su situacin econmica.La emigracin europea, que iba hacia las minasde oro de California, se efectu en un principio porel Cabo de Hornos. Valparaso se convirti muypronto en un centro importante por ser el puntoobligado de fondeadero para los barcos que aca-baban de afrontar las tempestades del Cabo de

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    11 Hornos, y que forzosamente tenan que repararsey aprovisionarse en este puerto.De 1848 a 1852, se duplic el movimiento comer-cial de Valparaso a consecuencia de este continuo

    trnsito de barcos. La exportacin contribuyo aengrandecerlo ms an. California no produca masque oro. Los emigrantes llegaban por millares. Todofaltaba all y lo que haca falta slo Chile podaproporcionarlo por entonces. Durante muchos anostuvo Chile el monopolio en el suministro de ha-rinas y provisiones de todo gnero. Valparaso Val-divia'' y Concepcin se enriquecieron. El oro deCalifornia aflua a Chile, ^os viajes martimos leproporcionaban no pocos emigrantes descorazona-dos, su poblacin aumentaba de hecho de una ma-nera rpida por estas corrientes de emigrantes delas que siempre se quedaba con una parteEste movimiento dur slo un tiempo. La cons-truccin del ferrocarril de Panam y el estableci-miento de lneas de vapores de Europa a EstadosUnidos y de Estados Unios a Aspmwall, hicierondesviar su ruta a las emigraciones, abrindoselesuna nueva va mucho ms rpida y mucho menospeligrosa. Por ltimo, ms tarde, la construccindel gran ferrocarril del Pacfico estableci comuni-caciones seguras y rpidas y fu causa de quelos viajeros al menos, abandonasen el paso porPanam. ^ , , .Chile supo aprovecharse hbilmente de su bri-llante, aunque efmera prosperidad.Su comercio martimo, notablemente acrecenta-do haba ya formado a sus marinos; la audacia vi-no acompaada con el xito; hubo armadores, la-bradores enriquecidos, que vislumbraron un por-

    venir seguro. Circunstancias imprevistas habanhecho de Valparaso el puerto comercial ms impor-

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    12tante del Pacfico. Durante .muchos aos habanvisitado este puerto todos los marinos de la tierra,originando all una animacin extraordinaria y unaprosperidad sin ejemplo. Despus bruscamente,la corriente se desvi y tom rumbo en direccin alnorte. Se hablaba de la apertura del Itsmo de Pa-nam El da en que esta nueva va quedase abiertael comercio martimo dejara definitivamente la vadel Cabo de Hornos ; si no los pasajeros las mercade-ras continuaran sin embargo usando esta va des-pus de todo ms econmica a pesar de ser ms largay ms peligrosa. El oro sembrado en Chile habadado sus frutos; la agricultura haba recibido ungran impulso, se explotaban las minas y por ciertocon gran rendimiento ; estaban en estado florecien-te las finanzas, todo alentaba para las grandes espe-ranzas y las grandes ambiciones. Veinticinco aosde paz, una marina considerable, un ejrcito biendisciplinado, un crdito firme y amplio, permitanseguramente realizar grandes cosas.

    Chile se senta oprimido y estrecho dentro desus lmites actuales: al este los Andes, a sur elMar Pacfico, al oeste el Ocano. Slo por el nortepoda extenderse. Adems, yendo hacia el norte,se acercaba al Itsmo, al movimiento europeo. Elnorte le atraa con la fuerza que el imn atrae alhierro Las naciones, lo mismo que los individuos,sufren estas influencias exteriores, que son paraellas el resultado de su situacin geogrfica y eco-nmica.Hace un siglo que los Estados Unidos van cami-nando hacia el oeste; no han detenido su marchasino cuando han llegado a las costas del Pacfico . .y an.Ms all, en el remoto confn del ocano entrebrumas, divisan ellos las soleadas costas de 'as is-

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    is-las Sandwich, en las que suean ellos construirsu base naval, el lugar de recreo de sus millonariosde California, y su estacin invernal, la Niza tro-pical de aquellos Estados donde impera el oro.Precisamente, en este mismo momento, por unasingular coincidencia, las barreras naturales queparecan destinadas a impedir la salida de Chilehacia el norte, se derrumban por s mismas. Eldesierto de Atacama dej de ser un obstculo y pasa ser el blanco de la codicia. Aquel suelo rido yarenoso, rebelde a todo cultivo, encerraba en suseno depsitos inmensos de salitre. Bajo la cortezaterrestre, cuyo espesor vara en algimos centmetros,se encuentra una tierra de color claro, compacta,compuesta en gran parte de gypsa y de piedrecitasque los buscadores de salitre designan con el nom-bres de * 'costras". El espesor de este terreno es dedos a cuatro centmetros, y bajo esta capa se en-cuentra el salitre. Este se presenta en capas muyirregulares, cuyo espesor vara desde uno o doscentmetros hasta dos y mas metros. De dndeproviene? La presencia del cloruro de sodio o sal co-mn en los terrenos salitreros, sugiri en un prin-cipio la idea de que estos eran antiguas formacionesmarinas, pero al observarlos con mayor detenimien-to, se pudo constatar la falta absoluta de forma-ciones calcreas y de rocas estratificadas ; en ningu-no de estos depsitos de salitre se han podido en-contrar vestigios de conchas marinas. Y, por ltimo,a veces, en lugar de ocupar las partes bajas del te-rreno, se encuentra ei salitre amontonado en pe-queas colinas y hasta en alturas considerables,como en las minas de Paposo y hasta en la cumbrede la .cordillera de Maricunga. Por consiguiente esevidente que su origen es local y que el salitre seha formado all donde se encuentra. La hiptesis ms

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    14admisibles es la de que el salitre proviene de ladescomposicin de rocas feldespticas sumamenteabundantes en toda esa regin, y cuyos elementosconstitutivos bajo la influencia del aire se convier-ten en nitrato.La explotacin del salitre, emprendida en losconfines del desierto de Atacama, haba dado exce-lentes resultados. El descubrimiento de los yacimien-tos de Antofagasta, determin, hace algunos aos,una verdadera fiebre minera.

    Antofagasta est situada en el desierto de Ata-cama, que separa el norte de Chile de las provinciasdel sur del Per y de Bolivia. En los momentos deformarse las Repblicas chilena y boliviana, esteterritorio inculto y sin valor, serva de fronteranatural entre los dos pases, frontera vaga e indecisa,a la que ni uno ni otro Estado concedieron durantemucho tiempo ninguna importancia, hasta el da enque exploradores afortunadas descubrieron los ya-cimientos de salitre y de guano.Diez aos duraron las negociaciones dipl)mticasentabladas en 1856. Chile exhiba ttulos de posesin,que demostraban que su jurisdiccin se extendahasta el grado 22 de latitud sur. Bolivia reclamabahasta el 25 grado. Un peligro comn trajo consigouna ''entente". En 1866, a la terminacin de la gue-rra sostenida conjuntamente por Chile, Bolivia yPer, contra Espaa, se hicieron de una y otraparte mutuas concesiones, y en un tratado firmadoen aquel mismo ao, se fijo en el grado 24 de lati-tud sur la frontera de los dos Estados. Qued, sinembargo, estipulado que explotaran en comn ycompartiran por iguales partes lo que se recau-dase por derechos de explotacin de las minas y losyacimientos situados entre los grados 23 y 25. Enestos lmite se encuentra Antofagasta, a diez leguas

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    15 al norte del grado 24, y por consiguiente, en terri-torio boliviano. Fu, por tanto, el Gobierno de Bo-livia quien, de acuerdo con el Tratado de 1866,otorg a las compaas chilenas las concesiones ne-cesarias.Relegada toda ella al interior del continente,donde ocupa una superficie doble de la de Francia,Bolivia no posee otra salida al mar que esta estre-cha faja de terreno de alrededor de 40 leguas, li-mtrofe de Chile. Al norte obstruye el acceso almar la provincia peruana de Arequipa, de maneraque el comercio boliviano se ejerce en gran partepor los puertos del Per. Despus del tratado de1866, la emigracin chilena, atrada por el afn dela ganancia, fu remontando poco a poco la costae invadi el desierto, que explor en todas direccio-nes; entonces hizo nuevos descubrimientos de ya-cimientos. En las costas, sobre todo, se formaronnuevos centros de poblacin. Puertos pequeos,desconocidos poco antes, adquirieron una granimportancia; los depsitos de salitre, en vista de ladificultad de comunicaciones, no podan ser explo-tados eficientemente, sino cuando estaban situadosa poca distancia de la costa.

    Descubiertos por los chilenos los importantesyacimientos de Antofagasta, fueron explotados poruna compaa chilena que dispona de capitalesconsiderables.Nadie puso en discusin el derecho de propiedadde Bolivia; la compaa chilena lo reconoci de lamanera ms explcita, conformndose a las leyes yreglamentos bolivianos relativos a la explotacinde minas. En pocos aos Antofagasta adquiriun enorme desarrollo y enriqueci a los accionistasde sus minas.Estos resultados debidos a la actividad, al es-

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    16pritu de empresa y a la iniciativa de los chilenos,despertaron la envidia primero y la inquietud des-pus, de Boiivia. Surgieron dificultades La vagaclusula del Tratado de 1866, que estipulaba eldisfrute de comn de las minas entre los grados23 y 25, se prestaba a muy diversas interpretaciones.A instancias de sus nacionales y deseoso de no arries-gar sus capitales en una empresa de tanta importan-cia, sino despus de una entente previa con Boii-via, el Gobierno chileno volvi a entablar negociacio-nes que concluyeron en 1874, con las siguientes de-claraciones: Chile se comprometa a renunciar a suparte correspondiente en los derechos que debapercibir sobre los guanos y las minas, en virtud delTratado de 1866, y, por su parte, el Gobierno deBoiivia declaraba que los derechos de exportacinen la zona comn no se elevaran sobre los que re-gan en aquel entonces; que las personas, las indus-trias y capitales chilenos no seran sometidos a nin-guna otra contribucin que las actualmente existen-tes. Esta clusula del Tratado debera regir por es-pacio de 25 aos.

    Boiivia no prevea entonces que en un plazo nolejano, bajo el rgimen de una legislacin minerasumamente liberal, Antofagasta se haba de convertiren una colonia chilena, que contaba con cerca de20,000 obreros, dueos en realidad de un territoriosobre el que el Gobierno de Boiivia no ejerca msque soberana nominal. A Boiivia no se le ocurrini en sueos distraer un ejrcito, construir fortale-zas, ocupai- militarmente una regin absolutamenteestril, en la que faltaba por completo todo lo msnecesario e indispensable para la vida del hombre,donde no poda conseguirse un poco de agua potablesiquiera, sino merced a aparatos de destilacin ins-talados en la playa, donde escaseaba el combustible

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    hasta el punto de que sus habitantes no podancocer sus ahmentos, sino despus que sus an malesde carga haban digerido los suyos y el sol abrasa-dor del desierto haba secado sus excrementos.Protegida con su tratado con Bolivia, la emigra-cin chilena avanzaba con paso lento, pero seguro.En muchas circunstancias surgieron dificultadescon las autoridades locales, impotentes para hacerrespetar sus resoluciones y afirmar su autoridad.En La Paz, sede del Gobierno boliviano, la opi-nin pblica inquieta, cormiovida, reprochaba alPresidente su excesiva condescendencia para Chiley le acusaba de sacrificar los intereses nacionales.No estaba lejos la hora, decan, en que Bolivia de-jara de ser una nacin independiente, y no tendrams remedio que someterse a la dominacin chilena.Esa hora, llegara cuando, . privada de toda salidaal mar, encerrada por todas partes, Bolivia se vieseobligada a exportar sus productos y a importar susartculos por los puertos de su- rival.Pero estas alarmas no eran slo de Bolivia. Porrazones diversas, el Per segua con mirada recelosaesta invasin pacfica de Chile. El desierto de Ata-cama separaba sus provincias meridionales del nor-te* de Chile y el desierto se poblaba rpidamente.Por otra parte, el Per estaba lleno de deudas, suHacienda mal administrada, le obligaba a acudiral crdito y el crdito se agotaba.A pesar de disponer de infinidad de recursos natu-rales, iba a la bancarrota; las islas Chinchas, esosyacimientos enormes de guano, eran para el Perlo que el Per mismo con sus prodigiosas minas deoro, haba sido para Espaa: una fuente de fcilesr quezas, al parecer inagotables, y en realidad mo-tivo de incuria, de miseria, y en ltimo trmino,de ruina.

    G. del Pacfico

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    Se gastaba sin tasa ni medida, vendiendo, hipo-tecando las ganancias del porvenir. Los depsitosde guano deban proveer a todo, permitirlo todo yexcusarlo todo. Pero estos depsitos se agotarontambin. Se les pidi demasiado, adelantos enormes,intereses exorbitantes. El Per, urgido, se apresu-r a reparar su dficit, cargando con un subido im-puesto la exportacin de sus salitres. En su territo-rio haba inmensos yacimientos. Pero estos elevadosimpuestos producan poco, y no dieron otro resulta-do que el de constituir una pr ma en favor del sali-tre chileno, activar su produccin y estimular suexportacin. Los barcos europeos abandonaron lospuertos del Per y vinieron a cargar a Mejillonesy Antofagasta el salitre que las compaas chilenasvendan a ms bajo precio, no teniendo que pagar,en virtud del Tratado de 1874, sino derechos muymoderados.Para impedir esta competencia tan desastrosa, nohaba ms que un medio: persuadir al Gobiernoboliviano que impusiese a sus salitreras contribu-ciones ms subidas. Oponase a ello el Tratado de1874, pero Bolivia estaba tambin empobrecida, laopinin pblica era contraria a la explotacin chi-lena. Esta medida tena por tanto, para ella la sim-pata de su Gobierno y la de su pueblo. En realidadpoda ser causa de una guerra, pero no se crea enella. Chile no se atrevera, pensaron ellos, a aventu-rarse en una guerra con Bolivia, en una lucha largay costosa, en la que tendra que transportar a tra-vs del desierto un ejrcito con todos sus aprovisio-namientos, franquear enormes distancias de terre-no estril, la cordillera de los Andes y emprenderuna marcha peligrosa sobre La Paz. Chile vacilaraan ms si Bolivia, firmando un tratado de alianzaofensiva y defensiva con el Per, poda poner sobre

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    -19-las armas los efectivos militares y las fuerzas na-vales de esta nacin. Un tratado de esta naturalezafu precisamente la condicin que puso Boliyia paraaceptar la aventura que el Per le propona.Se iniciaron negociaciones y qued firmado elTratado, que se convino en mantener secreto, conel fin de proporcionar al Per la ocasin de ofrecersu mediacin, no revelndolo sino en caso de queChe rechazase esta mediacin y declarase la gue-rra.El 11 de Febrero de 1878 el Congreso Nacional deBolivia, aprob el siguiente decreto:

    ''Artculo nico.Se aprueba la transaccin he-cha por el Poder Ejecutivo el 27 de Noviembre de1873, con la compaa de salitre y del ferrocarril deAntofagasta, "con la condicin de que se haga efec-tivo un impuesto de diez centavos por quintalde salitre exportado".El Congreso se exceda en sus facultades. La leyde 22 de Noviembre de 1872, haba concedido alPresidente y a su Gabinete autorizacin para arre-glar de una manera definitiva todas las cuestionessuscitadas sobre la validez de las concesiones.Esta ley aprobaba por tanto el convenio celebradoel 27 de Noviembre con la Compaa de Antofagas-ta y no era necesaria una sancin legislativa posterior.Tal haba sido en efecto la opinin de los CongresosNacionales de 1874, 1875, 1876 y 1877. Ellos ha-ban consagrado con su silencio y su aprobacinimplcita la validez de una transaccin sobre la queel Congreso de 1878 no estaba llamado a interve-nir.Por otra parte, este decreto constitua una vio-lacin formal del artculo 4." del Tratado de 1874,por el que el Gobierno boliviano se comprometa

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    ^ no establecer nuevos impuestos sobre la explota-cin chilena durante un perodo de 25 aos.Chile protest contra esta violacin de un pactointernacional.Su Ministro en La Paz pidi al Gobierno bolivia-no la reconsideracin de este decreto. Entablronse

    negociaciones, que duraron todo el ao 1878. Boliviatrataba de aplazar la discusin. Necesitaba tiempopara hacer sus preparativos militares y dejar alPer que organizase sus fuerzas para impedir conun imponente despliegue de fuerzas de los dos ejr-citos aliados la entrada en campaa del ejrcitochileno.El Gabinete de Santiago, irritado con los aplaza-mientos de la cuestin, exigi una respuesta inmedia-ta y definitiva, declarando que slo la derogacindel decreto poda satisfacerlo. Acorralado, el Go-bierno de Bolivia, sostuvo la tesis singular de que elCongreso Nacional tena el derecho de poder ex-pedir decretos en contraposicin con leyes anterioresy pactos internacionales. Por fin, el 18 de Septiembrede 1878 inform al Ministro de Chile que mantenaen todas sus partes el decreto y que se haban dadordenes terminantes a las autoridades de la costapara la percepcin del impuesto prescrito por el de-creto de Febrero. El Gobierno boliviano exiga,adems, el pago de una suma de 450 mil pesos quese le adeudaba, segn l por los impuestos anterioresy alegaba que, como consecuencia de la concesinhecha por l a la compaa constructora del ferro-carril destinado a unir las minas con el mar, se creaen el derecho de exigir una compensacin propor-cional a la garanta financiera aceptada por l eninters de la explotacin.En Chile fu enorme la sorpresa. Chile se senta

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    21-amenazado, pero se encontraba listo. El Gobiernollam a su Ministro en La Paz y decret la movili-zacin del ejrcito, poniendo en pie de guerra 20mil hombres y movilizando su escuadraEl Gobierno boliviano no esperaba tan enrgicasmedidas; invocando, a su vez, el texto del Tratadode 1874, record a Chile que uno de los artculosde este Tratado estipulaba, en caso de divergencias,el recurso de mediacin de un pas neutral, y ofre-ci la mediacin del Per. El golpe era hbil y magis-tral. Si Chile aceptaba, ganaba la causa Bolivia;si rehusaba, se pona en evidencia y ofreca al Perun pretexto para intervenir. Junto con esta propo-sicin de arbitraje, llegaba a Santiago un Plenipo-tenciario peruano con la misin de ofrecer a Chilesu amistosa mediacin.

    Ciertas indiscreciones, intencionadas, dejaroncomprender que, en caso que Chile rehusase su ofre-cimiento, el Per, muy a pesar suyo, se vera en laobligacin de entrar en guerra y defender la causade Bolivia. En tales condiciones y bajo tales reservas,no poda ser escuchada la proposicin de arbitraje.Chile, sin entrar siquiera en discusiones, contestdeclarando que la violacin por parte de Boliviadel Tratado de 1874, retrotraa la cuestin al estadoen que se hallaba antes de la firma del Tratado;que en aquella poca l tena establecidos sus derechossobre el territorio situado entre los grados 23 y 25de latitud sur y que solamente haba consentido enlimitar su soberana al grado 24 con la precisa con-dicin de disfrutar en comn la parte del desiertode Atacama, comprendida entre el grado 24 y 25y que quebrantado este acuerdo por parte de Bo-livia, Chile tomaba posesin de lo que le perteneca,

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    22II

    Era la guerra. Bolivia crey evitarla o al menosretardarla, revocando el decreto expedido, perodeclarando que se consideraba desligada de sus l-timas concesiones, y en consecuencia retiraba losprevilegios otorgados a la Compaa de Antofagasta.Desprovista de las frmulas diplomticas, aquelladeclaracin equivala a sta: Bolivia revocaba undecreto que impona una contribucin de 450 milfrancos, pero confiscaba o arruinaba una propie-dad que vala ms de veinte millones.El 12 de Febrero de 1879, Santiago celebraba elaniversario de la batalla de Chacabuco, fecha ins-crita en los fastos histricos de Chile. Aquel mismoda el Ministro del Interior reciba el siguiente des-pacho mandado desde Antofagasta, el que inmedia-tamente fu publicado y pegado en todas las esquinasde las calles de la capital: "El Gobierno de Bolivia,a despecho de nuestras reclamaciones ha decretadola confiscacin de la propiedad de nuestros conciuda-danos y ha tomado posesin de los depsitos desalitre, sin dignarse siquiera dar una explicacin".Una explosin de clera acogi esta noticia.Sobreexcitada la opinin pblica, oblig al Gabinetea proceder. Este estaba pronto. Los obreros chilenosempleados en las faenas mineras recibieron portelgrafo la orden de resistir; reforzados con un gru-po de tropas regulares, se apoderaron de Antofa-gasta, Mejillones y de Caracoles. Un acorazadochileno bloqueaba el puerto de Cobija, donde sehaban refugiado las autoridades bolivianas arroja-das de los distritos mineros. El ejrcito se pona enaccin y nuevos transportes cargados de tropasllegaban con toda rapidez a las costas de Boliviacon inayore refuerzos.

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    El Gobierno de Santiago no se haca ilusionessobre la gravedad de las resoluciones adoptadas.Chile se encontraba entonces en una de esas situa-ciones en que se impone la audacia y en que la for-tuna prodiga sus favores segn el grado de vitalidadde un pueblo, la habilidad de su Gobierno y el co-raje de sus soldados. No tena solamente que temerla coalicin del Per con Bolivia, tena que temertambin a la Repblica Argentina, con la que susrelaciones diplomticas eran cada da ms tirantes,a causa de una profunda desinteligencia y que po-da, aprovechando la ocasin, venirse en contrade Chile, crear una situacin difcil o por lo menoshacer pagar su neutralidad a un precio muy subido.Como ya hemos manifestado, la Cordillera delos Andes separa a Chile de la Repblica Argentina,cuya capital es Buenos Aires. Estos montes, difcilesde franquear, fciles para defenderse de una y otraparte, previenen todo conflicto; pero por el sur delos Andes se achatan alargndose y formando lasaltas llanuras de la Patagonia, sobre las que ambasRepblicas reclaman el derecho de soberana. Laposesin de la Patagonia asegura el control del Es-trecho de Magallanes, lnea directa de los vaporesque van con rumbo al Pacfico. Duea de este te-rritorio, la Repblica Argentina tendra entre susmanos una parte del comercio de Chile, que recibesobre todo la va del Estrecho. Quedara, es verdad,el paso libre por el Cabo de Hornos, pero este pasoes uno de los ms largos, ms penosos y ms peli-grosos que existen. Los barcos que vienen del Atln-tico al Pacfico encuentran ah corrientes contrarias,vientos de arriba que les obligan las ms de las ve-ces a permanecer durante semanas enteras en mediode tormentas y tempestades, expuestos a chocarcon los bancos de arena y expuestos a las furias del

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    24mar. Chile mantiene con Europa un comercio deintercambio de productos de los ms importantes;no posee puerto ninguno en el Atlntico, el estable-cimiento de una va frrea proyectada entre l yla Repblica Argentina, a travs de uno de los des-filaderos de los Andes, facilitara grandementesu comercio ; pero ese comercio quedara siempresujeto a la buena voluntad de sus vecinos, los que, sipor otra parte eran adems dueos del Estrecho, que-daba el comercio chileno como tributario suyo.La perforacin del Itsmo de Panam salvaraestas dificultades, pero la va del canal, an siendoms corta y ms segura, ser siempre la m.s costosa,y para todos aquellos productos que estorban yson de escaso valor, ser siempre el Estrecho deMagallanes la ruta ms utilizada.En 1877 haba abierto el Gobierno chileno nego-

    ciaciones con la Repblica Argentina para solucio-nar amigablemente sus dificultades tocante a susrespectivas pretensiones sobre la Patagonia. Dichasnegociaciones eran de carcter secreto, a instanciasde la Cancillera de Chile. Ya en 1873 haba logradoel Gobierno peruano que fracasasen las negociacionesemprendidas por Chile. A fines de 1877 los pleni-potenciarios se pusieron de acuerdo y convinieronen que el tratado, resultado de sus deliberaciones,se sometera a un mismo tiempo a la aprobacin,de las asambleas legislativas de ambos pases. LaCmara Legislativa chilena rechaz el tratado des-pus de una viva discusin, por no ofrecer las garan-tas necesarias. De esto se dio aviso oficial al Ga-binete de Buenos Aires, el que contest por un men-saje del Presidente a las Cmaras, en el que decla-raba que, en vista del rechazo chileno del pactollevado a cabo por su plenipotenciario, estimabaque la Repblica Argentina deba atenerse al **uti

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    25possidetis, de 1810. Terminaba el mensaje con es-tas significativas palabras: ''Entre tanto, nuestrodeber es encarar friamente la situacin que se nosha creado. Se han roto las negociaciones, pero nopor culpa nuestra, Tengamos calma, pero estemosresueltos a mantener nuestros derechos. Sabremosdefenderlos y esperamos an que sabias inspira-ciones animen a Chile y nos permitan llegar por m.e-dios pacficos a una solucin que hace mucho tiem.-po deba haberse alcanzado.

    Este mensaje del Presidente tuvo una favorableacogida. En la Cmara de Diputados, en la prensay en las reuniones pblicas se acentu ms an lanota belicosa, se reclam y se Consigui el envode buques de guerra a las costas de la Patagonia;se hicieron bajo cuerda negociaciones con el Pery Bolivia, cuyo concurso estaba asegurado por unaaccin comn en contra de Chile. Por su parte, esteltimo enviaba a Ro de Janeiro un hbil diplo-mtico para sondear al Gabinete brasilero y des-pertar el recuerdo de antiguas rencillas quesubsistan entre el Imperio del Brasil y laRepblica Argentina, y que databan nada menosque de 1870. En esta poca, estas dos potencias,aliadas entonces contra el Paraguay, haban im-puesto a ste por la fuerza un tratado de cesinterritorial y la libre navegacin del Paran y delParaguay superior; pero estas concesiones obteni-das haban llegado a convertirse en causas de dis-cordia, pues cada uno de los dos pases opinabaque era el otro el que nicamente se aprovechabade las ventajas conseguidas.Al Per y Bolivia no caba la menor duda que laRepblica Argentina se aprovechara de la compro-metida situacin de Chile para hacer valer sus pre-tensiones. Se crean, por lo tanto, con derecho para

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    26-.contar con una poderosa ayuda por el sur; pero anen el caso de que sta les fallace, no por eso se juz-gaban menos seguros del xito.En cuanto a Chile, senta instintivamente que elnudo de todas sus dificultades estaba en el norte,que un xito al principio hara vacilar al Gabinetede Buenos Aires y que una victoria sobre el Pery Bolivia le garantizara la neutralidad por el sur.Las fuerzas que sus enemigos podan poner en

    pie de guerra eran numricam^ente superiores a lassuyas, Bolivia y el Per juntos contaban con cercade cinco millones de habitantes, el doble de la pobla-cin de Chile.Cierto es que Bolivia no posea marina militar,pero el efectivo de su ejrcito de tierra era bastan-te considerable, y en un pas en que todo el mundoes soldado y est habituado al manejo de las armas,nada m.s fcil que organizar grandes levas. El sol-dado boliviano es por naturaleza bravo, sobrio,resistente. Vestido con un capote de tosco gnero,pantalones largos y calzado de ojotas, especie desandalia de cuero que l mismo se fabrica, resistelas marchas ms rudas y opone a las privaciones,una obediencia ciega a sus jefes y una paciencia a to-da prueba, cualidades que compensan la falta de ar-dor guerrero y de patritico entusiasmo. Firmeante el fuego, muere, pero no retrocede. Habituadoa recorrer montaas y desiertos arenosos, franqueasin vacilar grandes distancias, se alimenta poco yes ingenioso para subvenir a sus necesidades, muylimitadas por otra parte. Menos numeroso, peroms entusiasta, el ejrcito peruano se compone deelementos diferentes. Su instruccin es superior.Las continuas revoluciones han militarizado supoblacin. Jinetes excelentes y buenos infantes,de un valor brillante, los oficiales y soldados pe-

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    27ruanos no ponan en duda su buen xito. Vean enla guerra entablada una especie de paseo militar,destinado a humillar la arrogancia de Chile, porcuyo espritu mercantil sentan un profundo despre-cio, y cuyo ejrcito no era para ellos motivo de m.ayorestimacin. Al cabo de 25 aos de una paz no in-terrumpida no haba tenido Chile ocasin para ague-rrirse y poco a poco haba ido haciendo en su ejr-cito reducciones sucesivas. Pero en cambio impera-ban en sus tropas la disciplina, la moralidad y lainstruccin tcnica; sus efectivos eran buenos y nofaltaban los hombres de quienes servirse eficiente-mente.Por todas las razones que acabamos de exponer,los esfuerzos de Chile se haban dirigido preferen-temente hacia el mar. Contaba, pues con una res-petable marina compuesta de dos fragatas acora-zadas, el ' Blanco Encalada" y el ''Almirante Cochra-ne", con seis caones de SOO cada uno, cuatro cor-betas, una caonera, la ''Magallanes dos pontonesy diez transportes.El Per dispona por su parte, de una escuadraa lo menos igual; cuatro buques acorazados: lafragata "Independencia", el monitor "Huscar"y las bateras flotantes "Atahualpa" y "Manco-Capac"; dos fragatas, la "Unin" y el "Apurimac";una goleta, la "Pilcomayo" dos pontones y seistransportes. Por una y otra parte las tripulacioneseran slidas y bien instruidas, y los oficiales esta-ban a la altura de su cometido. Pero Chile tenaen cambio a su favor una organizacin administra-tiva superior a la del Per y una excelente situacinfinanciera. La del Per era deplorable, su tesoroestaba vaco y su crdito exhausto. La renta perua-na, cuya emisin se haba heclio en Londres a 74,ya haba bajado dos aos antes de la guerra a 14.

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    28Una legin de funcionarios esquilmaba el pas.Vctimas de revoluciones incesantes, se apresurabana enriquecerse durante su corto perodo adminis-trativo, y reemplazados en seguida por otros nomenos vidos de hacer su agosto, se retiraban parapasar el resto de sus das a expensas del Fisco.Sus viudas y sus hijos tenan derecho a pensiones.Una parte de la poblacin viva de las rentas queel Estado les proporcionaba, y el Estado empobre-cido sin cesar, vea cada ao disminuir sus recursosy aumentarse sus cargas.

    IIILa noticia de la ocupacin de Antofagasta por las

    tropas chilenas, caus en el Per una emocin anms viva que en Bolivia. Toda la poblacin peruanahaca votos por la guerra: la prensa, incitando aella, no era ms que el eco de la opinin pblicasobreexcitada y esperanzada en el xito. En vanotrataron de levantarse algunas voces moderadasen defensa de la neutralidad; sus prudentes consejosfueron ahogados por los belicosos clamores de losque vean en una entrada en campaa contra Chilegrandes victorias, anexiones territoriales, la con-quista de Atacama, el monopolio del salitre y la so-lucin de las dificultades financieras en que se veaenvuelto el Per.Don Mariano Ignacio Prado, Presidente delPer, era considerado como persona de simpatashacia Chile. Derribado del poder en 1867 por unade tantas revoluciones de cuartel como se producenfrecuentemente en las Repblicas hispano-america-nas, se haba refugiado en Santiago, donde resididurante ocho aos; en 1875 un cambio de opininpoltica lo haba vuelto de nuevo al poder. De su

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    -S9-prolongada estada en Chile, don Mariano IgnacioPrado haba llevado ideas no tan superficiales comolas de la mayor parte de sus conciudadanos acercade los recursos y potencia de Chile.No crea l que el solo anuncio de una alianzadel Per con Bolivia haba de llenar de terror aChile, segn lo presagiaban los diarios, y habade obligarlo a pedir humildemente la paz. Pero,por otra parte, Prado no tena ni la firmeza de ca-rcter ni la autoridad necesaria para ponerse resuel-tamente en contra de la corriente de la opinin.La zozobra por su popularidad tan trabajosamenteconquistada, la amarga experiencia del destierroy los cambios bruscos que desde el poder supremolo haban lanzado a la obscuridad, la indolencianatural de su espritu que le haca encontrar msfcil de seguir, y al parecer de dirigir, una corrientenacional contra la cual no se senta con fuerzaspara nadar, el temor de los ataques de la prensa,todo le impulsaba a constituirse en abogado y elms ardoroso en apariencia, de una guerra sobrecuyo xito no abrigaba la menor ilusin.Crey, sin embargo de su deber, como jefe su-premo del Estado, tratar de conjurar la tormenta.''Yo respondo de la paz, dijo, si Chile evaca An-tofagasta". Esta dbil manifestacin de resistenciano poda dar resultado, como no lo haba dado laoferta de mediacin hecha a Chile y a la que elGobierno de Santiago respondi urgiendo a donAntonio Lavalle, plenipotenciario del Per, a de-clarar si el Per estaba o no ligado a Bolivia poralgn tratado secreto. En vano don Antonio elu-da la cuestin, declarando que ''l no tena conoci-miento de este tratado, que crea que no exista,pero que habiendo odo en Chile rumores a este res-pecto, haba pedido a Lima los informes del caso".

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    El Gobierno de Chile redobl sus instancias exigien-do una respuesta categrica y requiriendo al Perpara que se declarase neutral.El da 21 de Marzo haca saber por fin el Perque no era posible declararse neutral, en vista de laexistencia de un tratado secreto de alianza firma-do con Bolivia en 1873. El 2 de Abril el Ministrode Relaciones Exteriores de Chile diriga al pleni-potenciario peruano la siguiente nota:

    Santiago 2 de Abril de 1879.Seor:La de-claracin hecha por vuestro Gobierno en estos l-timos das al Ministro de Chile en Lima, en la queexpone que no puede declararse neutral en nuestroconflicto con Bolivia, a causa de un pacto firmadocon Bolivia de alianza defensiva, y que es el mismoque usted me ley en nuestra conferencia de 31de Marzo, ha dado a comprender a mi Gobiernoque no poda seguir manteniendo relaciones de amis-tad con el Per. En consecuencia a la respuestaque usted me dio en nuestra primera conferenciade 17 de Marzo, relativa a nuestra pregunta acer-ca de la existencia de dicho tratado, que US. creaque no exista, alegando en prueba de su asertoque tal acuerdo no haba sido aprobado por el Con-greso peruano de 1873, y menos an por los Congre-sos sucesivos, durante los cuales US. formaba partede la comisin diplomtica, en consecuencia de estarespuesta, repito, mi Gobierno ha visto que el vues-tro, al ocultaros ese tratado a US. y a nosotros,se ha colocado en una posicin irregular.Mi Gobierno se ha sorprendido al saber que eldel Per proyectaba y firmaba este tratado en losprecisos momentos en que manifestaba a Chile sussentimientos de la ms cordial amistad.A este acto misterioso, sobre el que se ha guar-dado el silencio ms absoluto, el Gobierno de Chile

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    -3i-ha respondido con una franqueza insuperableque quedaban rotas sus relaciones con el Per yque se consideraba a ste como pas beligeranteen virtud de la autorizacin que a este respecto ycon fecha de ese da haba recibido de los altos porderes del Estado.

    ''Al devolver a US. sus pasaportes, creo un deberasegurarle que se han tomado todas las medidaspara ofrecerle tanto a US. como al personal de suLegacin todas las facilidades y consideracionesque les son debidas."Reitero a US. con los sentimientos de mi msdistinguida consideracin las expresiones de la altaestimacin con que soy de V. E. obsecuente servi-dor.Alejandro Fierro.A. S. E. don Jos Antoniode Lavalle Enviado Extraordinario del Per".Quedaba declarada la guerra con el Per, y en elterreno diplomtico Chile conservaba las ventajasconseguidas en el terreno militar. Nada haba que

    contestar a esta nota firme y mioderada que ponafin a una negociacin condenada desde un principioal fracaso. La opinin pblica aprob en todas suspartes la actitud de sus gobernantes, explicada enun memorndum que se dio a la publicidad el 5 deAbril en el Diario Oficial de Santiago, y que termi-naba con estas palabras:

    ' Chile estar a la altura de la gran obra que se haimpuesto. El Gobierno se siente fuerte en presenciade la actitud enrgica y resuelta del pas. En estascondiciones el xito es indudable.'Esta nacin honrada, pacfica y laboriosa, quehace tantos aos slo emplea el hierro en sus traba-

    jos agrcolas y en el transporte de sus productos,pone sus destinos en manos de la Providencia y enella confa como en el valor, la energa y la infa-tigable constancia de sus hijos".

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    -32-Estos sucesos modificaron la situacin. Cambiaba

    el terreno de la lucha y el Per se converta en elprincipal adversario, siendo por tanto el primerocontra el que haba que ponerse en guardia y di-rigir los primeros ataques. La campaa contra Boli-via exiga tiempo. Separado Chile y Bolivia porvastos desiertos, lo mismo poda Chile dirigir sustropas contra La Paz, que poda Eolivia invadirel suelo chileno antes de reunir un material consi-derable y haber asegurado la subsistecia de sus tro-pas y el transporte de su artillera. La ocupacindel litoral boliviano era cosa fcil para Chile, pasdueo del mar; pero esto en nada impeda la uninde las fuerzas del Per y Bolivia; adems, iba aentrar en batalla la escuadra peruana. MientrasChile no tuviese delante ms que a Eolivia, la lu-cha quedaba necesariamente circunscrita. Y comoBolivia no contaba con marina militar, nada tenaChile que temer por la enorme extensin de sus cos-tas.Pero la cosa era distinta. Exista la flota peruana,que era ciertamente temible y que se saba estabalista para darse al mar. El bloqueo de los puertosbolivianos se haca peligroso, los barcos que enellos haba cargados podan de repente ser asaltadospor fuerzas enemigas superiores y destruidos porcompleto. Un encuentro naval entre ambas escua-dras, en el que Chile estuviese en inferioridad, po-da asestar a ste un golpe m.ortal y exponer sus puer-tos al bombardeo, a Valparaso a la ruina de su comerco, y, en una palabra, a todo el pas a una invasinpor tierra apoyada por una flota victoriosa. Erapor tanto necesario, ante todo, andar con prudenciaen el mar y dii'igir a este punto todos los esfuerzosy todos los recursos de que se poda disponer.La ocupacin de Antofagasta y del litoral boli-

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    -33-viano haba dado por resultado arrojar hacia elnorte los dbiles destacamentos que Bolivia mante-na en estos parajes. Estos se haban replegadosobre Calama a poca distancia de la costa, dondeesperaban repuestos para emprender al momentola ofensiva. A su frente se haba puesto un abogadoboliviano, Ladislao Cabrera. Hombre emprendedory resuelto, haba logrado restablecer la disciplinay levantar la moral de sus tropas, y se encontrabaen disposicin de oponer una seria resistencia,o de intentar una marcha ofensiva. Situado en losl'mites del Loa, Calam^a es una especie de oasis enel desierto de Atacama, el punto de aprovisiona-miento de las caravanas que van de Potos al lito-ral Abundaban all los vveres y las municiones.El punto estaba, pues, bien escogido para una con-centracin. Por otra parte, desde Calama se ame-nazaba a las minas de Caracoles; al cabo de unabuena marcha se poda llegar hasta Cobija y espe-rar all en condiciones favorables la vanguardiadel ejrcito boliviano, con la que se estaba en co-municacin.Importaba mucho a Chile prevenii* esta ltimaeventualidad, de tal naturaleza que comprometalos resultados del atrevido golpe de mano por me-dio del cual se haba apoderado del territorio dispu-tado.Cuatro buques de la escuadra vinieron a bloqueara Cobija, la que ocup sin derramamiento de san-gre un cuerpo de desembarque, mientras el coronelSotomayor, saliendo de Antofagasta, tomaba po-sesin de Caracoles, donde era entusiastamenteacogido por los mineros chilenos. Echados sucesiva-mente de estos dos puntos, se replegaron sobreCalama los destacamentos iDolivianos, engrosandolos efectivos de Cabrera.G. del Pacfico

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    -34-^Preocupado con este peligro, el coronel Sotoma-yor decidi caer sobre Calama antes de que la lle-gada, de refuerzos permitiese a Cabrera tomar la

    ofensiva. Dividiendo sus tropas en dos facciones,dej un destacamento en Caracoles escogi 500hombres de los ms robustos y march hacia elnorte, marcha ruda y difcil por un pas rido enque al abrasador calor del da suceden los fros in-tensos de la noche, donde en el espacio de 24 horashay en el termmetro una variacin de 30 grados.Haba que transportarlo todo consigo vveres, aguafon*aje, a travs de llanuras arenosas y de quebra-das escarpadas. El 23 de Marzo por la maana lle-gaba el coronel chileno a la vista de Calama. Insta-do a rendirse. Cabrera respondi con una enrgicanegativa. Esperaba ser atacado y haba tomadotodas las precauciones necesarias para la resistencia.Abandonar Calama era entregar la llave de Ataca-ma. Hbilmente dispuestos a lo largo del ro Loa,detrs de espesos matorrales que les servan de abri-go, los soldados bolivianos abrieron un fuego nu-trido contra las fuerzas chilenas, que combatan aldescubierto contra un enemigo invisible. En estascondiciones desfavorables, sufrieron los chilenosprdidas considerables; pero tanto los oficialescomo los soldados no se hacan ilusiones sobre laimposibilidad de una retirada. Detrs de ellos es-taba el desierto, que acababan de atravesar con tan-tas dificultades; delante, el enemigo, pero tambinla salvacin, el agua, los vveres que ya estabanprximos a faltarles. Vencidos, caeran todos yabajo el fuego del enemigo que les perseguira, yade hambre y de sed en aquellas inmensas soledades.A las rdenes del coronel Sotomayor siguieronavanzando, incendiando los matorrales tras de losque se esconda el enemigo. El humo del incendio

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    -35arremolinado por el viento envolva a los soldadosbolivianos, que se vean obligados a retirarse. Unacarga vigorosa de los chilenos dio termino a su de-rrota. Cabrera congreg a los fugitivos y lentamente,sin ser perseguido, emprendi el camino de Potos,dejando en manos de los chilenos a Calama, sus heri-dos y slo una treintena de prisioneros, entre los cua-les haba un coronel y dos oficiales.En Chile fu recibida con enorme entusiasmo lanueva de esta victoria. La toma de Calama descar-taba por un tiempo toda preocupacin y todo te-mor de un ataque por tierra, permitiendo al Gobier-no chileno concentrar su atencin y sus esfuerzosen las operaciones navales. La escuadra chilena re-cibi orden de darse al mar; cuatro navios cargadosde tropas de desembarque ocuparon sin resistencialos puertos bolivianos de Cobija y de Tocopilla,mientras los acorazados chilenos bloqueaban elpuerto peruano de Iquique, centro de comercio im-portante, defendido por una guarnicin de 3,000hombres.En la interesante obra que sobre la guerra delPacfico acaba de publicar un distinguido escritor,que es al propio tiempo uno de los ms autoriza-dos estadistas de Chile, don Diego Barros Arana,leemos que la escuadra chilena pudo entonces,cayendo sobre el Callao, apoderarse por un vigo-roso golpe de mano de este puerto, derrotar en l ala flota peruana y asegurarse as las ventajas queslo consigui ms tarde al precio de enormes sa-crificios y de desesperados combates. El Gobiernochileno cometi el error, a lo que parece, de tom.ardemasiado en serio las fanfarronadas de los perua-nos y de dar demasiada importancia a su potencianaval y a sus medios de resistencia. Es posible, enefecto, que en los primeros momentos de la lucha

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    ^36-hubiese tenido xito semejante tentativa, pero nun-ca haba seguridades de ello. El Callao estaba ensituacin de defenderse. Los acorazados peruanosposean una artillera formidable. Resguardadosen el puerto, se duplicaba su fuerza de resistenciacon sus bateras de tierra ; las tropas de desembarquede Chile no constituan an ms que un efectivoinsuficiente, y un fracaso ante el Callao, al princi-pio de la campaa, habra comprometido grande-mente la situacin. Si el Gobierno chileno concibieste arriesgado proyecto, es seguro que renunci al despus de un maduro examen, y nosotros nopodemos m.enos de alabar su prudencia.Desde el 7 de Abril, en efecto, estaba la escuadraperuana suficientemente aprontada para que losbuques "La Unin" y el 'Tilcomayo" se hicierana la mar bajo las rdenes del comandante Garcay Garca. Al norte de Antofagasta, en la fronteramism.a del Per y Bolivia, se encuentra el puerte-cito de Loa, en la embocadura del ro de su nombre.Aqu fu donde tuvo lugar el primer encuentro en-tre las fuerzas del Per y de Chile, La caonera chi-lena "Magallanes", destacada de la escuadra parareconocer esta parte de la costa y escoltar un convoy,se encontr de pronto frente a los buques del Per.Demasiado avanzada para retroceder, tuvo queaceptar un combate en el que la superioridad desu tiro compens la inferioridad de su armiamento.A las precipitadas descargas de los buques peruanos,contestaba la "Magallanes" con un fuego ms lentoy ms metdico, pero tambin ms eficaz. La "Uninbastante averiada, y el "Pilcomayo", que se mantu-vo a considerable distancia, tuvieron que dejar elcampo libre a la caonera chilena, que se incorpora su escuadra sin mayores averas.Alentado con este primer xito, el almirante chi-

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    37-leno Williams Rebolledo, que bloqueaba Iquique,resolvi dirigirse hacia el Callao y presentar combatea la escuadra peruana. El mantenimiento del bloqueode Iquique qued confiado a dos buques chilenos,el *'Esmeralda" y la ''Covadonga", a los que la len-titud de su marcha y su estado de vetustez hacanintiles para la expedicin que se proyectaba. Sumisin deba limitarse a impedir el acceso y :a sa-lida del puerto de Iquique a los navios de comercio.

    Subiendo hacia el norte, el almirante chileno re-corri la costa, bombardeando ^sucesivamicnte lospuertos de Moliendo y Pisagua. Toda esta partede la costa estaba enteramente desprovista de ve-getacin y falta de agua. Hubo necesidad, como enIquique, de recurrir a los condensadores y destilarel agua del mar. El 18 de Abril fu bombardeadoPisagua, y destruido todo el material de explotacindel guano. En 500,000 soles, ms de dos millones defrancos, se calculan los daos causados por el fuegode la artillera chilena. Lo mismo en Pisagua queen Moliendo, tomados al descuido los peruanos,no haban tenido tiempo de preparar sus bateras.Slo Arica estaba en condiciones de defenderse.Inmovilizada en el puerto del Callao, la flotaperuana no daba seales de vida y dejaba que suscostas fuesen devastadas impunemente. El almi-rante chileno lo saba y por eso iba derecho a suobjeto. En Lima y eh el Callao, la opinin pblicasobreexcitada exiga medidas enrgicas y anuncia-ba la prxima partida de uno de los buques de gue-rra, no para proteger las costas del sur sino parasubir hacia el norte y para ir a esperar a Panam elmaterial de guerra que se esperaba de Europa.Estos rumores, puestos hbilmente en circulacin,no tenan otro objeto que engaar a la escuadra chi-lena, arrastrarla hacia el norte y dar un golpe de

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    as-mano sobre el puerto de Iquique. Asegurado poresta inaccin y por los avisos que le llegaban, elalmirante Rebolledo dirigi su proa rumbo alCallao.El 16 de Mayo, el monitor "Huscar" y la fra-gata acorazada "Independencia", abandonaban fur-tivamente este puerto, y en la madrugada del 21llegaban a la rada de Iquique.La "Independencia", revestida de una coraza,de 4 pulgadas y media, contaba con 22 caonesArmstrong, dos de ellos giratorios y un espolnde 12 pies de largo. El "Huscar", monitor detorrecillas, estaba armado de cinco caones Arms-trong y de tal manera construido que poda bajarsu borda superior y no presentar al enemigo msque una borda plana de diez pulgadas sobre lalnea de flotacin. Contra estos dos temibles adver-sarios estaban lejos de poder combatir la "Cova-donga" y la "Esmeralda"; pero sus comandantes,jvenes activos, y resueltos, decidieron pelear has-ta el fin y hundirse antes de entregarse. Intimadoa rendicin por el "Huscar", el "Esmeralda" con-test con una andanada de artillera. Dos veces selanz sobre l el "Huscar" para atravesarlo consu poderoso espoln y dos veces la corbeta chilenalogr evadir el golpe, manteniendo siempre su fue-go. Al tercer ataque, el "Huscar" la atraves. Enel momento de hundirse, su comandante ArturoPrat lleg hasta el puente del "Huscar" con unpuado de sus hombres, entablndose una luchadesigual, en la que pereci aqul y todos sus com-paeros. El "Esmeralda" desapareci entre las olasno sin antes herir al buque enemigo en el puente, conuna ltima abordada. De los ciento ochenta hombresde que se compona la tripulacin del buque chilenoslo se salvaron 60.

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    39 Durante este tiempo, la fragata acorazada pe-ruana 'Independencia", persegua a la **Covadonga"Su comandante contest con indomable energa al

    fuego del peruano. Sus dos nicos caones, admira-blemente apuntados, atravesaron el puente delbuque peruano pero no poda morder e