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1 LA DEMOCRACIA COMO EL MAL MENOR DEMOCRACY AS THE MINOR EVIL Dr. W. R. Daros Universidad Adventista del Plata Entre Ríos - Argentina Resumen: Centro el problema en sostener que ni el mejor gobierno civil y político está asegurado si los socios de la sociedad no lo conservan. La democracia, ubicada dentro de un mundo social no per- fecto, parece ser la forma de gobierno que genera el mal menor y es lo más viable para construir una convivencia social. Se presenta la hipótesis de que sólo el trato igualitario, que respeta los derechos de todos según la cantidad y calidad de derechos que tengan, es lo que nos hace iguales, aunque seamos distintos en otros aspectos (propiedades, salud, inteligencia, etc.). La sociedad es el lugar de los igua- les (en el trato) y de los diferentes (en personalidades). Se requiere el apoyo de la libre acción y de la expresión de la opinión pública, de un sistema educativo que no adoctrine, y de una pluralidad y di- versidad de fuentes de información. Palabras clave: Democracia; Mal menor; Libertad de acción; Fuentes de información Abstract: Democracy as the minor evil The problem focuses on maintaining that even the best civil and political government is not assured if the society's partners do not keep it. Democracy, located within a non-perfect social world, seems to be the form of government that generates the lesser evil and is the most viable way to build a social coexistence. The hypothesis is then presented that only equal treatment, which respects the rights of all according to the quantity and quality of rights they have, is what makes us equal, although we are different in other aspects (property, health, intelligence, etc.). Society is the place of equals (in the treatment) and of the different (in personalities). It requires the support of free action and the expres- sion of public opinion, of an educational system that does not indoctrinate, and of a plurality and di- versity of sources of information. Keywords: Democracy; Lesser evil; Freedom of action; Sources of information Introducción 1.- Sin duda, todos desearíamos tener el mejor gobernante con el mejor sistema de go- bierno; pero sucede que nadie ni ningún sistema de leyes y estructuras está asegurado por sí mismo, si los socios de una sociedad no lo conservan. Frecuentemente, tanto las personas co- mo los sistemas son corrompidos por algunos de los socios que desean beneficiarse con esa corrupción. Al referirnos a la democracia como un mal menor no la estamos despreciando, sino ubicándola dentro de un mundo social no perfecto, pero perfectible. Posiblemente ningún sistema político sea perfecto, ni debemos esperar uno perfecto (pleno, absolutamente verda- dero y justo) para actuar; pero cabe la posibilidad de ir mejorando nuestras formas sociales y políticas de vida. Esta limitación que tienen los sistemas políticos, incluido la democracia, puede llevar a algunos a decepcionarse con las organizaciones políticas y proponer optar por la tiranía o bien por el anarquismo o la ausencia de todo principio de gobierno. Al pensar en la democracia, nos referimos a un fenómeno acerca de las formas de go- bierno de las personas en una situación de ciudadanía. Es sobre la base de las personas indivi- duales que se construye la sociedad (societas), esto es, el hecho de ser socios los unos con los otros.

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LA DEMOCRACIA COMO EL MAL MENOR

DEMOCRACY AS THE MINOR EVIL

Dr. W. R. Daros

Universidad Adventista del Plata

Entre Ríos - Argentina

Resumen: Centro el problema en sostener que ni el mejor gobierno civil y político está asegurado si

los socios de la sociedad no lo conservan. La democracia, ubicada dentro de un mundo social no per-

fecto, parece ser la forma de gobierno que genera el mal menor y es lo más viable para construir una

convivencia social. Se presenta la hipótesis de que sólo el trato igualitario, que respeta los derechos de

todos según la cantidad y calidad de derechos que tengan, es lo que nos hace iguales, aunque seamos

distintos en otros aspectos (propiedades, salud, inteligencia, etc.). La sociedad es el lugar de los igua-

les (en el trato) y de los diferentes (en personalidades). Se requiere el apoyo de la libre acción y de la

expresión de la opinión pública, de un sistema educativo que no adoctrine, y de una pluralidad y di-

versidad de fuentes de información.

Palabras clave: Democracia; Mal menor; Libertad de acción; Fuentes de información

Abstract: Democracy as the minor evil

The problem focuses on maintaining that even the best civil and political government is not assured if

the society's partners do not keep it. Democracy, located within a non-perfect social world, seems to

be the form of government that generates the lesser evil and is the most viable way to build a social

coexistence. The hypothesis is then presented that only equal treatment, which respects the rights of

all according to the quantity and quality of rights they have, is what makes us equal, although we are

different in other aspects (property, health, intelligence, etc.). Society is the place of equals (in the

treatment) and of the different (in personalities). It requires the support of free action and the expres-

sion of public opinion, of an educational system that does not indoctrinate, and of a plurality and di-

versity of sources of information.

Keywords: Democracy; Lesser evil; Freedom of action; Sources of information

Introducción

1.- Sin duda, todos desearíamos tener el mejor gobernante con el mejor sistema de go-

bierno; pero sucede que nadie ni ningún sistema de leyes y estructuras está asegurado por sí

mismo, si los socios de una sociedad no lo conservan. Frecuentemente, tanto las personas co-

mo los sistemas son corrompidos por algunos de los socios que desean beneficiarse con esa

corrupción. Al referirnos a la democracia como un mal menor no la estamos despreciando,

sino ubicándola dentro de un mundo social no perfecto, pero perfectible. Posiblemente ningún

sistema político sea perfecto, ni debemos esperar uno perfecto (pleno, absolutamente verda-

dero y justo) para actuar; pero cabe la posibilidad de ir mejorando nuestras formas sociales y

políticas de vida.

Esta limitación que tienen los sistemas políticos, incluido la democracia, puede llevar

a algunos a decepcionarse con las organizaciones políticas y proponer optar por la tiranía o

bien por el anarquismo o la ausencia de todo principio de gobierno.

Al pensar en la democracia, nos referimos a un fenómeno acerca de las formas de go-

bierno de las personas en una situación de ciudadanía. Es sobre la base de las personas indivi-

duales que se construye la sociedad (societas), esto es, el hecho de ser socios los unos con los

otros.

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Por esto mismo, al pensar en la mejor forma de gobierno ciudadana, no podemos dejar

de pensar en la mejor forma de gobierno para todas las personas que componen una sociedad

(familiar o grupal, o referida al estado provincial o nacional).

2.- El término democracia ha inducido a muchas confusiones a causa de la indetermina-

ción del concepto expresado con la voz pueblo. Por su etimología, democracia significa fuerza

del pueblo. Pero el abstracto pueblo es un vocablo polisémico que designa no sólo a los habi-

tantes de un territorio y al territorio mismo, al país y a su población, sino también a la comu-

nidad política de un Estado, a los estratos sociales más bajos y numerosos de la sociedad, y a

la aglomeración o manifestación activa de masas desorganizadas, pero orientadas o atraídas

hacia un mismo fin

Cuando una mentira política logra revestir de legalismo a su enormidad delirante, en

muy poco tiempo arraiga como creencia existencial ilusa, que se basta a sí misma sin necesi-

dad de confrontarse con la realidad. Pero «del mismo modo que la ilusión prescinde de toda

garantía real» (Freud), el deseo de creer la mentira obedece a impulsos colectivos desprovis-

tos de buena fe1.

3.- Las formas de gobiernos actualmente se establecen mediante la ley primera y funda-

mental que constituye (Constitución) a unas personas en socias y al grupo entero en una so-

ciedad. Es etimológicamente ―socio‖ quien es capaz de seguir (sequere) o acatar las normas

de convivencia. Con la constitución se establecen las formas de gobierno, o sea, de adminis-

tración del poder que surge de la interacción entre los miembros del grupo de socios.

El origen del poder no fue democrático, sino despótico2. El gobierno despótico no es

propiamente una forma humana de gobierno, sino de servidumbre: los socios para ser socios

humanamente deben poder hacerlo consciente y libremente. El poder y su uso no es, pues, un

fin en sí mismo, sino un medio en función de una finalidad superior y común a todos los so-

cios. Ninguna persona se haría sociedad de otra si supiese que le hará daño. Los hombres se

relacionan con las personas no básicamente en una relación de lucha de unas contra otras, sino

con una relación de cooperación y benevolencia mutua: es esta relación la que establece el

vínculo de sociedad.

"El hombre no considera a las personas como a quienes le pueden prestar una utilidad

(y en este caso no las distinguiría de las cosas); sino como a quienes en cuya compañía

él puede gozar de utilidades que le prestan las cosas. Las personas, así unidas entre sí,

tienen una comunión de bienes: todas juntas son un fin único. Las cosas no son sino

medios para la finalidad que todas las personas tienen en común, esto es, un vínculo de

sociedad.

El vínculo de propiedad tiene por base la utilidad de la persona que se une a las cosas.

El vínculo de sociedad tiene por base la benevolencia mutua de las personas que se

unen"3.

4.- Analicemos, entonces, el tema del poder social.

El verbo griego arkhein tiene dos significaciones ligadas entre sí: ―empezar‖ y ―man-

dar‖. Con él se conectan dos sustantivos: arkhé, ―origen‖, y arkhos, ―jefe‖. En el principio

(arkhé) no fue el pueblo (demos) sino el jefe (arkhos).

La palabra ―poder‖ tiene por fuente la voz indoeuropea poti, que significa ―jefe‖. De

ella deriva el griego despotes, ―jefe‖ o ―amo‖4.

1 García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. www.lectulandia.com, 1996, p. 10 y 12. 2 Grondona, Mariano. Historia de la democracia. Buenos Aires, CEMA, 2000, p. 2. 3 Rosmini, A. Filosofia della politica. Milano, Marzorati, 1972, p. 134.

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Lo primero que hubo en el peregrinar del hombre sobre la Tierra fueron bandas erran-

tes tan presionadas por los desafíos de la Naturaleza y de otras bandas que sólo pudieron so-

brevivir bajo el mando despótico de un jefe guerrero. Como en el caso del padrillo y su ma-

nada, el primer elemento político que existió entre los seres humanos fue el poder del jefe.

La democracia ateniense

5.- A los griegos les tocó vivir en una territorio que no pudo se uniformado fácilmente,

sino que cada ciudad trataba de establecer y mantener su propia forma de vida, sus leyes y

costumbres. Los grandes imperios como los surgidos en China, Siria, Egipto (emperadores,

reyes, faraones) sometieron a todas las personas, por la fuerza y con regímenes de terror, a las

órdenes de una persona, haciéndolos súbditos y no ciudadanos.

Pero entre los años 620 y 593 antes de nuestra era, Atenas, la principal de las ciudades

griegas, recibió de Dracón y de Solón sus primeras leyes fundamentales, conscientes de que

las personas debían hacerse cargo de sus decisiones. Fue así como se inició la evolución que

culminaría en la democracia. Es que, gracias a las leyes de Dracón y de Solón, se instaló la

distinción entre las leyes de la Naturaleza, poblada de dioses, y las leyes puramente ―huma-

nas‖ de la ciudad. Sin esta distinción, no habría sido posible la democracia.

Hasta ese momento los griegos vivían igual que el resto de los pueblos primitivos,

acosados por las fuerzas imprevisibles de la Naturaleza (physis) y por la presión bélica de

otros pueblos, defendiéndose como podían de aquélla y de éstos gracias al mando despótico

de un poti o líder guerrero5.

A partir de Dracón y de Solón, los atenienses empezaron a ser gobernados por un nue-

vo tipo de poder abstracto, impersonal, al que llamaron nomos o ―norma‖ (palabra equivalente

a la lex o ―ley‖ de los romanos.

Su ideal fue desde entonces la eunomía, o ―buena (eu) ley‖: el recto ordenamiento de

la ciudad. El jefe, simplemente, mandaba. Dracón y Solón, al igual que el legendario Licurgo

en Esparta y otros como ellos en ciudades griegas menos conocidas, legislaron: dejaron leyes

que los sobrevivirían, obligando a sus sucesores a comportarse de acuerdo con ellas.

El gobierno de la polis o ciudad constituyó la politeia, de dónde se deriva el ser polí-

tico o sea hombre de la polis, ciudadano (del latín civitas).

6.- El paso de la politeia (o regulación de la polis) a la democracia conoció dos instancias

fundamentales. En el año 507 antes de Cristo, Clístenes fundó la república democrática: el

interés por las cosas públicas, decidido por los ciudadanos. En el año 462, Pericles fundó la

democracia plenaria. Una democracia tan pura, tan osada, que nunca ha habido otra como

ella.

El camino hacia la democracia, de todos modos, fue accidentado. Todavía no se había

borrado el recuerdo de Dracón y de Solón cuando Pisístrato implantó la tiranía en el año 560

antes de Cristo.

Atenas regresó así, por un tiempo, a la ancestral tradición del jefe pero no ya debajo de

un rey legitimado por una tradición que venía de la prehistoria sino debajo de un advenedizo,

de un usurpador. Pisístrato le dio a Atenas un gobierno eficaz, progreso económico y obras

públicas pero a cambio de un poder absoluto, sin otra norma que su suprema voluntad. En

tanto en la república las leyes mandan sobre gobernantes y gobernados por igual, en la tiranía

las leyes obligan a los gobernados pero no a los gobernantes porque no son ―leyes‖ propia-

mente dichas sino, simplemente, las ―órdenes‖ que emiten los titulares del poder.

4 Grandsaignes d’Hauterive, R. Dictionnaire des racines des langues européennes, Paris, Librairie Larousse, 1990. Watkins, Calvert. The American Heritage Dictionary of Indo−European Roots. Boston, Houghton Mifflin Company, 1994. 5 Cfr. Grondona, Mariano. O.C., p. 3.

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Cuatro años después Clístenes, nieto de Pisístrato, restableció la politeia o ciudadanía.

Pero Clístenes no se limitó a restablecer la república, que antes de Pisístrato había sido aristo-

crática. Le imprimió, además, un sesgo democrático. En el año 507 reorganizó al pueblo sobre

la base de los deme, que eran lo que hoy llamaríamos aldeas o barrios convertidos en circuns-

cripciones donde vivía el ciudadano raso a quien los griegos le dieron el nombre de polites

(esto es, ―político‖: un activo participante de la vida pública de la polis. Cada uno de los deme

contenía entre cien y mil ciudadanos.

7.- En Atenas los ciudadanos se reunían varias veces al año, se estima que por lo menos

unas 40, en la colina del Pnyx para discutir los asuntos de la comunidad. La agenda de discu-

siones era establecida por el "Comité de los 50", constituido por miembros de un "Comité de

los 500", representantes, a su vez, del centenar de demes que conformaban la ciudad. El pe-

ríodo de los cargos públicos era muy breve (menos de dos meses en el "Comité de los 50", un

año en el "Comité de los 500") y la designación se hacía por métodos de sorteo en el primer

caso y de rotación en el segundo. La discusión y la deliberación entre ciudadanos constituían

la base de este sistema de participación democrática. Las decisiones eran tomadas, normal-

mente, por vía del consenso, y en la época del apogeo del sistema en Atenas se requería

un quorum de 6,000 participantes para que las decisiones de la asamblea fueran válidas6.

La república ateniense albergó, por un tiempo, un equilibrio de poderes. La vieja ―oli-

garquía‖, que había rodeado a los antiguos reyes y que hasta había simpatizado con los tira-

nos, mantuvo una amplia autoridad legislativa y judicial en el Areópago, un cuerpo similar al

Senado romano donde se sentaban los ex arcontes. Los arcontes, que habían reemplazado a

los reyes como jefes del poder ejecutivo y eran el equivalente de los cónsules romanos, sólo

podían ser escogidos entre las clases superiores. Los cónsules y los arcontes duraban un año

en sus funciones, pero eran dos los cónsules en Roma y nueve los arcontes en Atenas. Obsér-

vese por otra parte que la palabra ―arconte‖ comparte con las palabras ―monarca‖ y ―oligarca‖

la ancestral raíz arkhé.

Pero los ciudadanos rasos de los deme pasaron a dominar el Consejo de los Quinien-

tos, cuya función era preparar las reuniones de la asamblea popular o ecclesia (de aquí surgi-

ría la palabra ―iglesia‖ en cuanto asamblea [: llamar, convocar] ya no de los ciudadanos

sino de los fieles), en la cual todos los ciudadanos sin distinción tenían el derecho de discutir

y votar las leyes7.

8.- En caso de conflicto entre el Areópago y el Consejo de los Quinientos, la ecclesia te-

nía la última palabra. El equilibrio de poderes que estableció Clístenes se tradujo por ello en

una república mixta que, si bien retenía elementos aristocráticos, se inclinaba a favor de la

democracia: una ―república democrática‖.

Hasta el año 462, empero, Atenas no fue una democracia plenaria sino apenas una re-

pública democrática porque en ella gravitaba, todavía, el Areópago. El paso de Atenas de la

república democrática a la democracia plenaria ocurrió bajo el liderazgo de Pericles. En el año

462, Pericles logró que la ecclesia le quitara por ley al Areópago casi todas sus funciones. Fue

a partir de entonces que Atenas adquirió los rasgos constitucionales que la convertirían en la

más exigente de las democracias.

El Consejo de los Quinientos. Los ciudadanos recibían un estipendio por concurrir a la

ecclesia, donde ejercían en forma directa, sin representantes, el poder legislativo de la polis.

Casi todas las magistraturas ejecutivas y judiciales, incluso la de los arcontes, se llenaron por

sorteo (mediante la máquina llamada kleroterion) entre los ciudadanos sin exclusión de clases.

6 Cfr. Prud'homme, Jean-François. “Consulta popular y democracia directa‖ en. http://sitios.ine.mx/documentos/DECEYEC/consulta_popular_y_democracia_di.htm#f 7 Grondona, Mariano. O. C., Pp. 6-7.

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Era una máquina de piedra utilizada por los ciudadanos atenienses en el período democrático

para sortear los puestos en los tribunales. El hombre que quería ser juez, colocaba en una de

las ranuras una pieza de madera o bronce. Se mezclaban bolas blancas en número igual a las

filas necesarias para llegar al número de jueces que se debían elegir ese día, con negras hasta

completar el número de filas totales. Se echaban por un costado de la máquina y caían. Cada

bola negra eliminaba una fila de candidatos, mientras que las blancas los confirmaban.

Sólo el cargo de ―estratego‖ (del griego strategós: jefe militar) era electivo: elegido,

no sorteado. Había diez estrategos por año y estaba permitida su reelección. Pericles ocupó

repetidamente este cargo, cuyo carácter electivo quedó como el último residuo aristocrático de

Atenas ya que, en esta extrema versión de la democracia, la elección no era considerada un

acto democrático -como se lo considera, hoy, entre nosotros- sino aristocrático: un método

para designar a ―los mejores‖ (aristón: ―el mejor‖).

9.- No se olvide por otra parte que la democracia de los atenienses sólo beneficiaba a los

ciudadanos. En tiempos de Pericles se dispuso que podrían serlo solamente los hijos de los

atenienses por parte de padre y de madre. Fuera de este círculo dorado quedaban las mujeres,

los esclavos y los extranjeros o metecos, por lo que se trataba de una democracia limitada. Si

se incluye este dato, habría que decir que Atenas fue una democracia en cierta forma limitada:

entre unos 200.000 habitantes, tenía alrededor de 38.000 ciudadanos. Cada uno de éstos com-

partía plenamente el poder con los demás ciudadanos, aunque fuera tan pobre como los reme-

ros de la poderosa flota.

En el año 431 antes de Cristo estalló un conflicto que venía gestándose desde hace

tiempo: la Guerra del Peloponeso entre la democrática Atenas y la oligárquica Esparta por la

primacía en el mundo helénico. Al cabo de algunas batallas de resultado incierto, le tocó a

Pericles pronunciar la oración fúnebre en elogio de los primeros ciudadanos atenienses que

habían dado su vida por la ciudad en esta guerra. Recogido por el historiador Tucídides, el

discurso de Pericles marca el momento en que los atenienses tomaron conciencia de que ha-

bían inventado la democracia.

―...Respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intere-

ses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún as-

pecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que

por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le

impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo‖8.

Platón va a proponer pasar de una democrática masiva a una democracia aristocrática

(: el mejor) en la cual se eduquen y preparen a los ciudadanos y se elijan a los mejo-

res.

La teorización de la política según Platón y Aristóteles

10.- Platón elaboró su concepción política a partir de considerar cómo era el ser humano.

Platón pone en práctica el proyecto de un saber indubitable. Establece la tesis según la

cual la definición del orden de la ciudad justa supone una ciencia de lo político, que forma

parte de un saber más vasto, el de lo que es verdad. La reforma radical se propone realizar

Platón convierte a la filosofía en una pedagogía de la verdad o en una pedagogía verdadera

que es lo mismo. Esta pedagogía es política. El "verdadero político" es aquel que educa a sus

conciudadanos en la verdad, en la constante superación de la apariencia, en la que constante-

8 Tucídides. ―El discurso fúnebre de Pericles‖. Disponible en:

https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303184915/rev11_tucidides.pdf

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mente se encuentran; por lo tanto, el verdadero político es también el filósofo. La reforma

radical pasa entonces por el estudio de la filosofía de la cual depende "el obtener una visión

perfecta y total de lo que es justo". El sabio ha de gobernar o el que gobierna ha de ser sabio.

Esto lo llevó a criticar la democracia entendida como el régimen en el cual todas las

opiniones son equivalentes. Sistema de gobierno de la doxa, de la opinión o creencias masi-

vas, que presupone que la verdad absoluta no existe o es imposible de encontrarse. Esta tesis

va contra la tesis básica de la filosofía platónica, para la que sí existe la verdad absoluta y es

posible conocerla. Igualmente, el rechazo de la democracia masiva presupone la refutación de

los principios sobre los que se funda tal régimen, principios de los que los sofistas fueron por-

tavoces9.

11.- Platón rechaza todos los regímenes existentes fundados sobre opiniones relativas. Su

posición es radical. Se trata de construir un régimen que escape al devenir. Se trata de definir

las condiciones en las que un régimen es perfecto e indestructible. De esta forma, el problema

central de la República es el de la Justicia, individual o colectiva (todo es uno). La política se

mide en relación con la idea de Justicia, que no es sino la Verdad y el Bien aplicados al com-

portamiento social. Platón funda la política como ciencia deduciéndola de la Justicia. Y no

ciertamente como descripción objetiva de los fenómenos políticos, sino como estudio norma-

tivo de los principios teóricos del gobierno de los hombres.

Uno de los supuestos de la política platónica estriba en la tesis afirmada en el Gorgias

y luego en el Libro I de la República, de que el hombre injusto es más infeliz que el justo o

que la injusticia es fuente de infelicidad.

Platón tiene una posición filosófica idealista; parte de ideales y valores válidos por sí

mismo y para todos los que razonan. Pero esto requiere de hombres preparados.

12.- La Ciudad surge como respuesta a la incapacidad de cada individuo para satisfacer por

sí mismo sus propias necesidades. Por consiguiente, para que haya Ciudad se necesita en pri-

mer lugar, una pluralidad de individuos que atiendan a las necesidades más elementales de la

vida humana, alimento, vestido, vivienda y luego otras necesidades más elementales. Todos

estos oficios componen la base económica de la ciudad y el conjunto de los individuos que los

ejercen forman el grupo o la clase económicamente productiva, la que subviene a las necesi-

dades de la sociedad, la clase de los productores o demiourgoi.

El desarrollo de la polis hasta ciertas formas de abundancia y refinamiento hace nece-

sario en segundo lugar, el surgimiento de una nueva clase o grupo social: el dedicado especí-

ficamente al mantenimiento de la convivencia social, del orden público, a la ampliación del

territorio y, en general, a la defensa de éste y de la ciudad frente a las agresiones exteriores y

los desórdenes internos. Este grupo lo constituyen los guardianes. Este ejército es profesional.

Los guardianes han de ser escogidos de entre aquellos ciudadanos que posean aptitudes espe-

ciales para ello (fuerza, rapidez, valentía, amor a la verdad) y habrán de ser educados y entre-

nados cuidadosamente con vistas a la función que deberán desempeñar. Las tareas de go-

bierno han de asignarse específicamente a un grupo social. Un grupo especial de ciudadanos

tendrán que gobernar. Estos se reclutarán de entre los guardianes y serán los mejores de ellos.

Así queda establecida una diferencia entre auxiliares (ejército) y gobernantes (guardias per-

fectos).

13.- Las diversas formas de gobiernos proceden de una degradación de las personas huma-

nas que dejan de amar la verdad y la justicia.

9 Cfr. Giménez Felipe. ―Lecciones sobre Platón‖ en http://www.filosofia.net/materiales/tem/platon.htm

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La Monarquía (gobierno cuyo poder lo tiene uno solo y el mejor) y la Aristocracia (en

la que el poder está entre los mejores) son los regímenes perfectos y son los por Platón prefe-

ridos para su Ciudad Ideal gobernada por filósofos.

De la Aristocracia -la forma perfecta descrita en la "República"- proceden sucesiva-

mente, por una evolución continua que constituye moralmente una degradación, la Timocra-

cia, gobierno de unos hombres fuertes, ambiciosos, hábiles y de talento práctico, pero teóri-

camente, poco reflexivos, prácticamente débiles, más inclinados a la acción que a la reflexión

y más atentos a sus interese que al de la comunidad, estando dominados por la parte irascible

del alma. Habiendo enriquecido la clase de los trabajadores y teniendo que ser reprimida su

ambición por la fuerza militar, los guerreros se aprovechan, repartiéndose las riquezas y opri-

miendo a quienes primitivamente debían proteger. En este régimen, el amor creciente por las

riquezas tropieza con restos de sana filosofía, mezclándose el bien y el mal.

El principal móvil del hombre timocrático es la búsqueda de honores y la ambición -ya

insensata pero menos vil, sin embargo, que la búsqueda de riquezas-. La Timocracia degenera

en la Oligarquía (el poder está en unos pocos) cuando los ricos gobiernan y los pobres no

participas en el gobierno. Gobiernan unos pocos adinerados, postergando a los más pobres.

Les domina el alma concupiscible y la codicia y el afán de dinero son los móviles de su admi-

nistración. Por consiguiente, al convertirse la riqueza en el único título, el desorden se intro-

duce en todas las clases y los oligarcas se convierten en hombres divididos entre sí.

14.- Todo se halla revuelto, todos opinan de lo que saben y de lo que no saben. Y cuando la

presión de los descontentos se hace demasiado fuerte se instala la Democracia, siendo elimi-

nados los ricos, si les fuese posible. La democracia es el gobierno de la masa que, según Pla-

tón, no tiene los ojos del alma claros para contemplar la divina verdad.

La democracia tiene aparentemente el aspecto de un estado ideal, en el que todos son

iguales, pero realmente en él se da una consideración de los vicios como virtudes, pues el li-

bertinaje y la irresponsabilidad se consideran libertad y la insolencia grandeza de alma.

Es éste un régimen deplorable, ya que la inclinación desenfrenada por la libertad irres-

ponsable conduce a eliminar del poder, como peligrosos, a los especialistas, a autorizar todo

género de existencias (por eso la democracia es una feria de constituciones, un bazar de regí-

menes) y a despreciar por último las leyes escritas y no escritas; de manera que se produce

una reacción radical en forma de Tiranía. Ésta es la extrema degeneración de las formas de

gobierno. Es la época de los sofistas. Es la consecuencia de la democracia, puesto que en un

Estado de libertinaje el pueblo necesita un caudillo para dirimir sus disensiones y encumbra a

uno al que hace omnipotente para que limite las libertades irresponsables.

―De la extrema libertad sale la mayor y más ruda esclavitud‖ (República. 564). A su

vez el tirano, como nada se levanta en su camino para detenerle, se convierte en esclavo de la

locura, dirigiéndose su reino hacia la catástrofe. La génesis de la tiranía se produce cuando el

que tiene la fuerza y la confianza del pueblo lo endereza todo hacia su propio interés, se vuel-

ve odioso a los ciudadanos y, por tanto, se hunde cada vez más en la tiranía.

―Queriendo justificar actos considerados hasta entonces como reprochables, cam-

biaron el sentido ordinario de las palabras. La audacia irreflexiva fue considerada va-

liente adhesión al partido; la precaución reflexiva, cobardía disfrazada; la modera-

ción, una falta de hombría; y una gran inteligencia, una falta de acción en todo... Las

relaciones de partido eran más poderosas que las relaciones de parentesco... Las aso-

ciaciones no tenían por objeto la utilidad conforme a las leyes, sino la satisfacción de

la codicia en lucha contra las leyes establecidas. La fidelidad en los compromisos se

fundaba en la complicidad en el crimen más que en el respeto a la ley divina del ju-

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ramento... Los juramentos de reconciliación que se formulaban sólo tenían una fuer-

za transitoria‖10

.

15.- Aristóteles tuvo una filosofía más histórica y empirista de la Política. Él fue capaz de

coleccionar numerosas constituciones de las ciudades griegas y, a partir de ellas, siendo aún

joven, comenzó a escribir su libro Politeia (acerca de la polis o política) que dejó inconcluso

al morir.

Según el pensamiento aristotélico, el hombre es un zoon politikón, un ―animal polí-

tico‖. Esto es, ―hombre nacido para asociarse políticamente‖, para vivir en sociedad, ser atado

a la vida de la polis, a la comunidad tanto urbana como política. Porque ―extraño sería -insiste

Aristóteles- tener el hombre todos los bienes del mundo en la soledad: el hombre es un ser

destinado a una sociedad política, y su naturaleza es vivir con otros‖.

De este principio, dedujo Aristóteles algunas conclusiones:

— La primera, que la felicidad y el bienestar de la polis están íntimamente relacionados con la

felicidad del individuo, y lo contrario; porque es virtuosa -esto es, feliz- la polis en donde son

virtuosos o sea felices los ciudadanos que participan de la politeia propia de la ciudad o polis.

— La segunda, que es necesario educar en relación con la politeia en que el ciudadano ha de

vivir y en orden a las leyes que rigen esa concreta organización política o politeia, porque

vivir conforme a la ley no es esclavitud sino libertad. Demótica (o propia de los demos o ba-

rrios) entonces ha de ser la educación, si los ciudadanos han de vivir en democracia; y educar

para la oligarquía, si oligárquica es la politeia.

— La tercera conclusión se desprende de la precedente, cuando Aristóteles establece que la

educación democrática ha de cuidar de formar al hombre tanto para mandar como para obede-

cer.

Los defensores del pluralismo democrático de nuestros días se enfrentan ideológica-

mente con la unanimidad esclava de los sistemas totalitarios y absolutos, donde el Estado to-

ma para sí la orientación y administración educativas. A cualquiera tentaría el antojo de juzgar

como estatismo la figura de Aristóteles, cuando afirma que

"Si uno es el fin para toda polis, manifiesto es que la educación debe ser una sola e

idéntica para todos, y su preocupación debe ser pública y no privada, como se hace ac-

tualmente, en que cada quien se preocupa de sus hijos por separado, y les instruye en

privado, según le parece mejor [...] Es menester que los intereses comunes sean objeto

de la misma práctica para todos…

―En las democracias el pueblo es soberano; en las oligarquías, por el contrario, la

minoría es soberana: decimos entonces que la politeia (la administración del poder

ciudadano) de éstas es diferente‖11

.

16.- De las formas básicas de gobiernos o regímenes políticos, surgen desviaciones: de

monarquía puede derivar la tiranía; de aristocracia, la oligarquía; y de la avaricia y corrupción

de la oligarquía surge la democracia.

La tiranía es una monarquía en interés del monarca; la oligarquía, en interés de los

acomodados; la democracia, en el de los necesitados: pero ninguna de ellas en el interés de la

utilidad común.

Puesto que, debido al torpe afán de lucro los oligarcas se fueron reduciendo siempre

más, fortificaron así a las masas, las cuales acabaron por imponerse y dar origen a las demo-

cracias. Y como ha ocurrido que las polis han ido creciendo, Aristóteles con su notable sen-

10 Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Madrid: Editorial Gredos, 1990, III, 12. Cfr. De Romilly, Jacqueline. Thucydide et l` impérialisme athénien, París, 1947. 11 Aristóteles. Política 1278b.

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tido práctico estima que es imposible tal vez otra forma de organización política del poder

distinta de la democracia12

. Porque una forma de gobierno no tiene por finalidad encontrar la

verdad, ni la felicidad de cada socio (aunque esto puede ser deseable y buscado por el perfec-

cionista Platón). El gobierno y sus leyes deben tender a buscar, lograr y mantener, ante todo,

la convivencia o unión, siendo ésta el bien común principal, fundamental y constituyente de

las sociedades13

.

Como no es posible que la sociedad en pleno ocupe el espacio público de la política

del Estado, estando siempre presente en él, la cultura social y jurídica de cada civilización

inventó formas peculiares de hacerla presentable, según fuera el tamaño de la población y el

grado de homogeneidad o de importancia de los grupos o sectores que expresaban el plura-

lismo social.

Una de ellas, la forma antigua, realizó la presentación de la sociedad en el Estado de

modo directo, sin intermediarios. En comunidades inferiores a cien mil habitantes, una parte

activa de la sociedad, no superior a un tercio de la población viril adulta, tomó sobre sí la ta-

rea de legislar y de designar por elección o sorteo el gobierno de la ciudad. Había una Asam-

blea abierta (Ecclésia), representativa de la sociedad, y un Consejo cerrado (Boulé), repre-

sentativo de la Asamblea. El mecanismo de la representación sólo operaba en la magistratura

ejecutiva (arcontes y estrategas). La representación gubernamental cesaba tan pronto como se

reunía en cuerpo presente la Asamblea popular representada.

La suerte de la democracia en la Edad Media

17.- De hecho perduró en Grecia y luego en Macedonia una democracia débil hasta que

quedaron definitivamente sujetas a Roma en el año 148 antes de Cristo. Este dominio sería

por otra parte solamente político y militar; en lo cultural, Atenas conquistó a sus vencedores

dando lugar al mundo greco-romano.

Desde el año 753 hasta el año 509 antes de Cristo, Roma fue una monarquía. Desde el

año 509 hasta el año 27 antes de Cristo, fue una república. Desde el año 27 antes de Cristo

hasta la invasión del arriano Alarico del año 476 después de Cristo, un imperio. Los doscien-

tos cincuenta años de la monarquía se pierden en la noche de los tiempos: pero la República y

el Imperio, que duraron cada uno quinientos años, dejaron una larga secuela.

La influencia de Roma perduraría casi sin fisuras ni interrupciones a través de los si-

glos. Caído en el año 476 de nuestra era, el Imperio Romano de Occidente siguió gravitando

como si fuera un proyecto político inconcluso, recurrente, a través de expresiones como el

imperio de Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico en la Edad Media y el impe-

rio napoleónico en la Edad Contemporánea.

Cuando se desmoronó el Imperio romano y se fraguó la ideología de la cristiandad, se

borró de la memoria histórica el hecho de que las leyes las hacían los hombres. Se llegó a

pensar que eran eternas y provenían de Dios, o de antiquísimas costumbres que ni el mismí-

simo soberano podía cambiar. Los Parlamentos medievales eran judiciales y no legislativos.

La Unión Europea refleja todavía hoy el proyecto romano de un Estado continental.

18.- La República Romana mantenía un delicado equilibrio entre la clase de los patricios o

aristócratas (patricio proviene de pater, ―padre‖: los patricios descendían de los que ―llegaron

primero‖) y la clase de los plebeyos (plebs significa ―multitud‖: la masa de los que ―llegaron

después‖). Los patricios dominaban el Senado (comparable al Areópago ateniense) y la ma-

gistratura ―cuasipresidencial‖ de los cónsules; los plebeyos dominaban una peculiar magis-

12 Idem 1279b 13 La Constitución Nacional Argentina, en su preámbulo, declara que la misma tiene por ―objeto de constituir la unión nacional, afianzar la

justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad‖.

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tratura, la del tribuno de la plebe, cuya principal facultad era vetar las decisiones de las ma-

gistraturas patricias.

Los ciudadanos romanos también votaban, pero no con el alcance de los ciudadanos

atenienses. Estos, en la ecclesia (o convocatoria), tenían el poder de discutir y aprobar las

leyes. Los ciudadanos romanos se expresaban en dos tipos principales de ―comicios‖ (la pala-

bra proviene del indoeuropeo kom, al igual que ―comunidad‖ y ―comité‖). En los comicios

centuriados el pueblo, reunido en las ―centurias‖ o regimientos correspondientes a su organi-

zación militar, se congregaba con sus cascos y escudos a proclamar de viva voz su aprobación

o rechazo de las propuestas que les presentaba el patriciado. Más que a la ecclesia ateniense,

esta asamblea se parecía a la apella o aclamación espartana: una reunión militar donde se vo-

taba por aclamación, por sí o por no, sin que hubiera lugar para el torneo de oratoria de la

asamblea ateniense.

Los comicios ―centuriados‖ respondían a una tradición aristocrática. Pero en los ―co-

micios de la plebe‖ o plebiscitos, los plebeyos expresaban su voluntad votando bajo la presi-

dencia de los tribunos.

19.- Caído el Imperio Romano, la expansión y consolidación del cristianismo en el mundo

occidental desplazó a la reflexión política hacia el universo de la teología: el tema de la parti-

cipación política dejó de ser una preocupación durante más de un milenio. Se dio por hecho

que todo poder venía de Dios a través de sus representantes.

En la Edad Media, la preocupación política volvió a aparecer bajo una forma distinta

que, en ese entonces, tenía poco que ver con la democracia. En varios países europeos, los

monarcas, apremiados por necesidades económicas, llamaban a asambleas para tratar asuntos

de Estado, fundamentalmente asociados a la imposición de impuestos y a las empresas gue-

rreras. Los integrantes de esas asambleas representaban muy laxamente a los estamentos que

conformaban al reino: la nobleza, el clero y a la burguesía.

De allí surgió la idea de responsabilidad del monarca ante algunos de sus súbditos; es-

to fue el inicio de lo que ahora se conoce como Parlamento. En Inglaterra, en el siglo XIV, el

Parlamento obligó al rey a sacrificar ministros para otorgar subsidios y luego a presentar esta-

dos de cuenta. En Francia, España y Escandinavia sucedían fenómenos similares. Sin em-

bargo, con el afianzamiento de las monarquías absolutistas (reyes con poderes absolutos), los

parlamentos dejaron de ser convocados a partir de los siglos XVII y XVIII.

20.- Inglaterra fue la excepción. En el fondo, la democracia es una teoría formal del poder

y una teoría sustancial del contrapoder, como barrera contra las injerencias del Estado en la

esfera de los derechos humanos. Contra la doctrina liberal, la teoría de la democracia emerge

con la fundación constitucional del derecho político de las minorías y de los derechos perso-

nales. Hablar de soberanía limitada del legislativo es reconocer que ya no es soberano, que la

mayoría de los representantes no es soberana. Para garantizar estos derechos, para impedir

que el Parlamento pudiera abusar del poder de la mayoría, hacía falta tomar dos tipos de pre-

cauciones, que son la sal y pimienta de la democracia y que el condimento liberal no tiene:

que el poder ejecutivo del Estado, el gobierno, no estuviese a las órdenes de la mayoría par-

lamentaria, como es preceptivo en el gobierno parlamentario de gabinete; y que los jueces

ordinarios pudiesen suspender la aplicación o declarar la nulidad de las leyes que conculcaran

principios constitucionales. Es decir, división de poderes y posible colaboración o limitación

mutua de los mismos.

El medio adecuado para obtener la independencia del gobierno frente a los demás po-

deres es la institución del presidencialismo, o elección directa del jefe del ejecutivo. El modo

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de asegurar la independencia judicial es la inamovilidad de los jueces y la institución del ju-

rado14

.

21.- En el ámbito social, la reforma protestante contribuyó a difundir una nueva manera de

pensar la actividad política, marcando una división más nítida entre el poder secular y el reli-

gioso. Además, su énfasis en el establecimiento de una relación directa entre el creyente y

Dios sentó las bases para pensar la vida comunitaria como una relación entre individuos igua-

les. La expresión más clara y temprana de la influencia de la Reforma en la formulación de

demandas de participación popular se dio en los movimientos de los Levellers y de

los Diggers, en la Inglaterra del siglo XVII, que llevaron al terreno de la política la idea de

igualdad de los hombres ante Dios.

Un oscuro movimiento, o incluso secta, surgido en la Inglaterra del siglo XVII, llama-

dos los Diggers o Cavadores, durante un brevísimo período de tiempo (1649) llevaron a la

práctica el sueño comunista de la colectivización de la tierra y la abolición de la propiedad

privada, más de un siglo antes de la aparición de los primeros pensadores del socialismo utó-

pico, como Saint-Simon, Fourier o Robert Owen15

.

El movimiento Digger a menudo es confundido con el Leveller, y de hecho los Dig-

gers con frecuencia se autodenominaban True Levellers (Verdaderos Niveladores), dando a

entender que su meta igualitaria llegaba más allá. Lo cierto es que entre los Levellers existía

un importante componente moderado, cuyas ideas no desentonaban dentro de los principios

revolucionarios del gobierno de la Commonwealth de Cromwell. Estos Levellers constitucio-

nales seguían defendiendo la propiedad privada y sus deseos de extender la democracia que-

daban acotados dentro de los límites de la sociedad capitalista. Por otro lado, su lucha era

eminentemente política y centrada sobre todo en el reconocimiento de los derechos civiles y

de una mayor participación popular en el gobierno de la nación.

22.- En lo económico, el desarrollo del comercio contribuyó al surgimiento de una clase

social independiente de las ataduras feudales, que se agrupaba en los burgos. Pronto, esos

burgos autónomos innovaron métodos de gestión de los asuntos públicos, que incorporaban

elementos de participación política con fuertes rasgos plutocráticos (gobierno de los ricos).

Las ciudades-Estado de la Italia renacentista constituyeron la expresión más acabada de este

modelo, si bien comunidades similares florecieron en Francia, en Suiza y en las orillas del

mar Báltico.

Hacia 1690 se era consciente de la necesidad de limitar los poderes del Parlamento y

del Rey, por lo que aparece John Locke estableciendo límites a ambos poderes, y sentando

claramente que la razón del establecimiento de un gobierno es debido a las insuficiencias del

estado de naturaleza, pero falta “una ley establecida, fija y conocida”, “un juez público e

imparcial” y “un poder que respalde y dé fuerza a la sentencia cuando ésta sea justa”16

.

La división de poderes establecida en "El espíritu de las leyes" (Burdeos, 1748) por

Montesquieu da forma al espíritu de gobierno establecido en Inglaterra. Tenía como objetivo,

precisamente, salvaguardar las garantías de los ciudadanos. Cuando esa salvaguarda es ata-

cada, debe venir otro poder del Estado para restablecer el equilibrio. Mas la separación tajante

de poderes del Estado no es tal, sino que a menudo dichos poderes son complementarios. La

existencia misma del Ministerio de Justicia -que depende del Poder ejecutivo- prueba que hay

14 García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. www.lectulandia.com, 1996, p. 94. 15 Rodríguez Canfranc, Pablo. “Los Diggers: una revolución dentro de la Revolución Inglesa‖.en

https://www.nodo50.org/arevolucionaria/masarticulos/abril2004/revolucioninglesa6.htm 16 Cfr. Berning Prieto, Antonio David. ―La división de poderes en las transformaciones del estado de derecho.‖ En http://noticias.juridicas.com/conocimiento/articulos-doctrinales/4419-la-division-de-poderes-en-las-transformaciones-del-estado-de-derecho-

i/. Daros, W. R. Los derechos individuales y sociales en la concepción de J. Locke en INVENIO 2008, nº 21, pp. 31-57.

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complementariedad. La prueba que debe ser así es que cuando se sanciona al Estado, se san-

ciona a los tres poderes y no a uno.

Montesquieu critica la forma de gobierno que él mismo denomina despotismo, esto es,

la sujeción de los individuos no a las leyes sino a la fuerza del gobernante. Encuentra contra-

dictorio que el terror, principio que rige las formas de gobierno despóticas, haya de asegurar

la paz y la seguridad de los gobernados, restringiendo su libertad17

.

23.- Recién en el año 1761, al publicar El Contrato Social, el ginebrino Jean−Jacques

Rousseau volvió a proponer a la democracia de tipo ateniense como un proyecto político irre-

nunciable. Los escritos de Rousseau tendrían una influencia decisiva en la Revolución Fran-

cesa de 1789. La democracia ateniense había muerto dos mil años antes. Los ideales que

anunció, sin embargo, nos siguen convocando.

No obstante, las ideas de Rousseau son discutibles. Prescindiendo del carácter mitoló-

gico del contrato social y de la voluntad general, que ni siquiera es la voluntad de todos o de

la mayoría, esta argumentación de Rousseau supone nada menos que la ausencia de libertad

moral en los individuos mientras permanezca muda la voluntad general. Y se le podría haber

contestado así: ―Si mi opinión particular hubiera prevalecido no habría hecho cosa distinta de

la que habría querido, y habría sido libre, porque entonces, al coincidir mi opinión con la pre-

valecida en la Asamblea por razón de su moralidad, habría sido voluntad general y ley‖.

Afirmar lo contrario supondría que yo no sé lo que quiero, ni tengo moral, hasta conocer lo

que quieren ―generalmente‖ los demás18

.

24.- En lo político, recorriendo aquí la historia a pasos agigantados, las grandes revolucio-

nes de los siglos XVII y XVIII -las revoluciones inglesas de 1640 y 1688, la guerra de inde-

pendencia estadounidense de 1776 y la revolución francesa de 1789- nutrieron y a la vez se

alimentaron de las ideas de los filósofos políticos de la época. Así, las ideas del iusnatura-

lismo (que suponen la existencia de un derecho natural a formar un contrato social entre go-

bernados y gobernantes en sus distintas expresiones, de la representación política y de la sobe-

ranía popular, del vínculo de legitimidad y de la regla de mayoría, y de la ciudadanía como

expresión de una comunidad política de iguales) encontraron allí grandes laboratorios.

25.- Dada las guerras de religión y el proceso moderno de secularización, cae la idea teo-

crática, según la cual Dios otorga directamente el poder a los gobernantes. F. Suárez (jesuita,

De legibus 1612), H. Grocio, Samuel Pufendorf, Hobbes y otros comenzaron a pensar que el

poder de Dios es otorgado al pueblo, el cual es el soberano, con derecho a establecer una

forma de gobierno.

En la filosofía política clásica, Jean Jacques Rousseau aparece como el gran defensor

de la democracia directa. Para él, la soberanía del pueblo -que es la base del contrato social-

no puede ser alienada, dado que el acto de delegación niega la esencia misma de la soberanía.

El soberano no puede ser representado sino por sí mismo, so pena de perder el poder. El pue-

blo es libre en la medida en que no delega el ejercicio de su soberanía en asambleas legislati-

vas. Más bien es el pueblo, reunido en asamblea, el que participa directamente en la ratifica-

ción de las leyes, las cuales, preferentemente, deben ser aprobadas por unanimidad. En ese

modelo, los magistrados electos son meros agentes del pueblo y no pueden decidir por sí

mismos: de allí la insistencia en su revocabilidad en cualquier momento19

.

17 Cfr. Damas, M. ―El espíritu de las leyes‖ en http://www.monografias.com/trabajos33/espiritu-leyes-montesquieu/espiritu-leyes-

montesquieu.shtml 18 Cfr. García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. Op. Cit., p. 131. 19 Cfr. Prud'homme, Jean-François. “Consulta popular y democracia directa‖, nº 2, en.

http://sitios.ine.mx/documentos/DECEYEC/consulta_popular_y_democracia_di.htm#f

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13

Democracia contemporánea

26.- La historia de la democracia contemporánea expresa la tensión entre estas dos maneras

de concebir la democracia: evolutiva una, utópica la otra. A partir del ejemplo romano, la de-

mocracia fue ganando espacio lenta y trabajosamente del siglo XVII en adelante, cuando Eu-

ropa empezó a superar las monarquías absolutas para reimplantar una concepción republicana

del poder abierta ella misma al progreso de su elemento democrático.

En 1688, la llamada ―Gloriosa Revolución‖ sustituyó la monarquía absoluta en Gran

Bretaña por una monarquía parlamentaria ―mixta‖, al estilo romano, donde se mezclaban los

tres elementos típicos del régimen mixto: monárquico (el rey o la reina), aristocrático (la Cá-

mara de los Lores, hereditaria) y democrático (la Cámara de los Comunes, elegida por un pa-

drón electoral minoritario primero y mayoritario después, al fin de una larga evolución).

27.- Según Huntington20

, las olas democratizadoras modernas han sido tres. La primera se

inició en 1828, cuando los Estados Unidos pasaron de la república aristocrático-democrática

que todavía eran a la presidencia de Andrew Jackson, con su abrumador seguimiento popular.

Durante las décadas subsiguientes, la democracia de tipo jacksoniano se expandió por Inglate-

rra y por Europa con la gradual extensión del derecho de votar hacia las capas populares y, en

tercer lugar, el retroceso del llamado ―voto censitario‖ que sólo permitía votar a los ciudada-

nos inscriptos en el ―censo‖ impositivo, es decir, a los ciudadanos pudientes.

La revolución social de 1918 y la derrota militar del Imperio dieron paso a la Repú-

blica de Weimar, donde el principio de identidad se dividió entre un presidente del Estado sin

poder de gobierno, elegido directamente por los ciudadanos, y un canciller del gobierno, ne-

cesitado de la confianza de los partidos políticos que se habían constituido, como titulares

reales del compromiso constituyente y con ayuda del sistema electoral proporcional, en un

oligopolio fáctico de la representación parlamentaria.

En realidad, el principio liberal y burgués de la representación fue sustituido por el

principio de integración de las masas en los partidos, únicos sujetos de la acción parlamenta-

ria. La identidad de la unidad política y la integración de la sociedad en el régimen político se

unieron en la fórmula del Estado de partidos, que desplazó a la del Estado liberal.

Tanto la democracia de los atenienses como la democracia de Estados Unidos, a

pesar de sus diferencias de estructura social, son formas de gobierno representativo. En el

primer caso, representativo de la Asamblea popular que lo elige y de la sociedad presentable

en la Asamblea abierta. En la democracia directa de los atenienses, el gobierno ostentaba, él

solo, la representación de la sociedad. Mientras que en la moderna democracia representativa,

como en la de Estados Unidos, la representación de la sociedad está compartida por igual en-

tre el gobierno y la Asamblea de legisladores. Pero el principio representativo, siendo presupuesto y condición necesaria del go-

bierno democrático, no es suficiente por sí solo para definir la democracia. También está pre-

sente en formas de gobierno liberales que no son democráticas, como la Monarquía constitu-

cional y la República o la Monarquía parlamentarias. Y el elemento de la representación polí-

tica está completamente ausente en las formas oligárquicas de gobiernos de integración de

masas, propias del Estado de partidos, que no son gobiernos representativos21

.

20 Cfr. Samuel P. Huntington, The Third Wave. Democratization in the Late Twentieth Century. University of Oklahoma Press; en castellano, La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX, Buenos Aires, Paidós, 1991. 21

Cfr. García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. Op. Cit., p. 182.

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28.- En 1912, al aprobarse la ley Sáenz Peña de sufragio secreto y universal, la Argentina

se sumó a la primera ola de la democratización. Pero, por otra parte, tanto dentro como fuera

de la Argentina, la universalidad del voto de la primera ola sólo alcanzó al electorado mascu-

lino.

De 1922 a 1944 se desarrolló en el mundo la primera autoritaria contra-ola a la demo-

cracia. Ella se inició con la marcha de Mussolini sobre Roma; se amplió con el auge del fas-

cismo y el nazismo en Europa y alcanzó a la Argentina con el golpe militar de 1930.

Pero en 1944, con la victoria aliada sobre las potencias del Eje en la Segunda Guerra

Mundial, comenzó la segunda ola de democratización, que esta vez incluiría además el voto

femenino. Grandes naciones autoritarias como Alemania, Italia y el Japón, conocieron al fin

la democracia.

Sin embargo, ¿por qué se incluyen en los sistemas democráticos las oligarquías for-

malmente reinantes en el Estado de partidos? La democracia es un conjunto de instituciones y

de reglas para elegir y deponer gobiernos, para garantizar los derechos humanos y la libertad

de acción política de las minorías. Pero, se quiere ver además, en la democracia moderna, un

tipo de sociedad, un sistema de valores y derechos, un modelo de civilización, una cultura

pluralista en la cual los valores y derechos de las minorías sean admitidos. En resumen, una

forma de sociedad que anteponga una forma de gobierno con trato igualitario.

Libertad de acción

29.- En la simple libertad de acción encuentran toda su justificación, histórica y teórica, las

libertades civiles y la libertad política, los llamados derechos naturales y los derechos positi-

vos, los poderes constituidos y el poder constituyente de la libertad política. Por supuesto que

la libertad de acción presupone todo lo necesario para que un ser humano pueda vivir, ali-

mentos, conocimientos y libertad de elección, para poder finalmente accionar humanamente22

.

Al considerarse a la democracia ante todo como una forma de sociedad, se ha introdu-

cido la perversa intención de considerar democracias a los sistemas oligárquicos o burocráti-

cos que se dotan de legislación social igualitaria. ¿Acaso se hubiera hablado jamás en Occi-

dente de democracia social si no hubiera existido el peligro comunista y el contraste con las

―democracias socialistas‖?23

La democracia no es ni liberal ni socialista: no incluye primera-

mente los valores culturales idóneos al desarrollo de la personalidad. La democracia es sólo

es una forma de gobierno con reglas para elegir y deponer gobiernos, para garantizar los dere-

chos humanos, la libertad de acción política de las minorías, y para tener la máxima publici-

dad en el proceso de adopción de las decisiones de la autoridad. Pero ella es también un fin en

sí misma como garantía de la libertad.

Según Antonio García Trevijano, bajo el nombre de democracia nació lamentable-

mente, un nuevo régimen político de ―fisonomía oligárquica‖, de carácter tolerante y corrom-

pido, que es la esencia misma del Estado de partidos, perdiéndose la esencia de la participa-

ción directa y en la ausencia de representación de la sociedad civil, que se produce en el sis-

tema electoral proporcional. La democracia debe asegurar la libertad política y el control de

22 El liberalismo político sostiene que ―El hecho de que alguien sea dueño de su persona significa, en primer lugar y por lo menos, que puede disponer de sus facultades, habilidades y fuerza de trabajo. A menos que se satisfaga este requisito de autodominio, los seres humanos son

bienes muebles -la propiedad de otro (como en la esclavitud) o un recurso de la comunidad (como en un Estado socialista)-. Esto es así

porque, si carezco del derecho a controlar mi cuerpo y mi trabajo, no puedo actuar para alcanzar mis metas y realizar mis propios valores: debo supeditar mis fines a los de otro, o a los requerimientos de un proceso colectivo de decisiones. Contar con el derecho más fundamental

de ser dueño de mi propia persona parece implicar el tener muchas de las libertades liberales comunes -libertad contractual, libertad de

ocupación, asociación y movimiento, etcétera-, y estos derechos se vulneran cada vez que se limitan dichas libertades. La relación entre la propiedad y las libertades básicas, en este caso, es constitutiva y no meramente instrumental‖. ―La idea central aquí es que, aun cuando en un

sistema de plena posesión liberal el individuo se encuentra constreñido de manera inevitable por las limitaciones de sus propios recursos y

talento, no lo está por los valores y opiniones que prevalecen entre sus semejantes. Gray, John. El liberalismo. www.lectulandia.com - Página 57 y 59. 23 García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. www.lectulandia.com, 1996, p. 97.

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los gobernantes, sea cual sea la naturaleza íntima del Estado y la extensión de sus funciones

empresariales24

.

La libertad política es una potestad de la misma naturaleza que los derechos subjeti-

vos; no es un derecho que otorga el Estado. La libertad política es una facultad de todos los

ciudadanos adultos para elegir, controlar y deponer a las personas que han de ocupar los car-

gos políticos en el Estado, sin delegar esa función en ningún principio o factor intermedio,

como pueden ser los partidos.

30.- Cuando se separa la libertad «para» y la libertad «de», cuando se incluye en la primera

a la libertad civil y en la segunda a la libertad política, se está afirmando tanto la separación

de Estado y sociedad como la imposibilidad de que ésta sea la propietaria del poder político

de aquél. La derecha neoliberal y la izquierda socialdemócrata consideran al Estado como

algo ajeno, como un poder extraño a la sociedad civil, del que ésta tiene que defenderse, bien

sea limitando su campo de acción al de un Estado mínimo, bien sea arrancándole más campos

de libertad personal en forma de derechos sociales25

.

Las personas libres se reúnen y se consideran socios, con el derecho (desde el naci-

miento de la sociedad) de: a) resistencia a la opresión, b) la legitimidad de la acción directa

ciudadana contra los actos arbitrarios de la autoridad; y c) de revisar, reformar o cambiar toda

la Constitución, porque ninguna generación tiene el derecho de sujetar, con sus leyes, a las

generaciones futuras.

Ningún partido político debería interponerse entre los socios y la Constitución, conside-

rándose intercesores iluminados ante los demás socios. En Argentina, los dos partidos mayo-

ritarios convinieron en que la democracia de los ciudadanos pasaba por los partidos, en la

Constitución de 1994 (Ley Nº 24.430). Puede suprimirse de este modo, el núcleo del sistema

democrático y establecerse la oligarquía partidaria, parasitaria y protectora de la corrupción

interna, si no se cumple lo establecido en el artículo 38, no que no siempre parece suceder.

Artículo 38.- Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema demo-

crático.

Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Cons-

titución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representa-

ción de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos

electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.

El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacita-

ción de sus dirigentes.

Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y pa-

trimonio.

31.- Mas frecuentemente la misma Constitución Nacional puede ser ignorada. Los partidos

democráticos requieren personas democráticas. El autoritarismo y la corrupción dentro de los

partidos políticos devalúan la democracia. La ausencia de elecciones internas transparentes

genera que los partidos políticos se queden presos de ―familias‖ o caudillos. Este fenómeno

no sólo afecta la concepción republicana, sino que también incide sobre las posibilidades de

desarrollo como nación y como sociedad, ya que las formas autoritarias van unidas, por lo

general, a prácticas de corrupción.

La traición de los partidos modernos a la sociedad (que dicen representar) está ins-

cripta en la naturaleza estatal del poder político que poseen; que no procede de la asociación

civil de sus miembros, sino del privilegio estatal que le dan las Constituciones creadas por

partidos y para beneficio mutuo. Por ello es inimaginable que puedan o quieran actualizar la

24 Idem, p. 101 y 102. 25 Idem, p. 126.

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libertad política. No están matriculados en la corriente de la libertad de acción de los indivi-

duos hacia el Estado, sino en el torrente que se despeña imperiosamente desde la cumbre de

los poderes públicos contra la libertad horizontal de la vida civilizada.

Los partidos son hoy, con todos los matices que diferencian a unas formaciones de

otras, estructuras pensadas en clave de conquista y ejercicio del poder, en todas sus múltiples

facetas, desde una lógica electoral y representativa. Los medios de comunicación, la tecnifica-

ción de la política a través de gabinetes y asesores, y la rapidez con que todo sucede, han re-

forzado aún más a la cúpula de los partidos, dejando a la militancia en un papel esencialmente

pasivo y redundante. En España, para reforzar la frágil democracia de los años ochenta, se les

concedió el monopolio de representación e intermediación política, y ahora ello les pasa fac-

tura26

.

La naturaleza del poder, sea cual sea su origen, lo hace igual de peligroso para el pue-

blo. La idea de que éste no tiene nada que temer de un gobierno que él elige, es tan insensata

para el que la cree como cínica para el que la propaga. Porque todo tipo de poder, en tanto que

es libertad de acción, tiende a expandirse sin ningún escrúpulo de orden moral o social hasta

que encuentre una resistencia física que lo frene o lo detenga.

La misma persona que sabe que tiene un derecho de hacer debe saber que tiene un

deber moral de limitarse. Montesquieu, en el Espíritu de las Leyes, afirmaba que ―La libertad

política, en un ciudadano, es esta tranquilidad de espíritu que proviene de la opinión que cada

uno tiene de su seguridad; y para que se tenga esta libertad es necesario que el gobierno sea

tal que un ciudadano no pueda temer a otro ciudadano‖ (libro XI, cap. VI).

La plena garantía de libertad política, o sea, la democracia, exige justamente una ima-

ginación opuesta, que conciba una organización tal de los poderes donde la persona o grupo

con menos ambición de poder, o con menos posibilidad de alcanzarlo, estén asegurados en su

libertad y en sus derechos. No se puede ocultar a los gobernados que en la garantía de la li-

bertad política de las minorías está el secreto de la libertad de todos.

32.- La retórica fascista de la acción directa, que nunca fue libertad de acción política, sino

organización planificada de la violencia contra la libertad de opinión y la libertad de asocia-

ción, sirvió de pretexto a los partidos europeos, al término de la segunda guerra mundial, para

acabar con la menor posibilidad de que la libertad de acción, que es ante todo libertad, pudiera

dar cauce a nuevas formas de participación política ciudadana.

Aparte del egoísmo de partido, y de la calculada ambición de reparto del poder que

anima a todas las formas de oligarquía, la razón del monopolio constitucional de la acción

política, en beneficio exclusivo de los partidos, encuentra en el temor y desconfianza hacia la

libertad de acción ciudadana la verdadera causa de la fundación del Estado de partidos27.

En las democracias contemporáneas, se presupone que la soberanía reside en el pue-

blo, en los habitantes adultos y que éste decide acerca de sus representantes a través de las

elecciones de sus autoridades. Sin embargo, la participación no es exclusiva de las democra-

cias sino constitutiva del vivir en sociedad. La participación comunitaria o asociativa tiene

también una dimensión política mientras incluso los totalitarismos (el fascismo en particular)

26 Podríamos caracterizar así la inutilidad de los partidos políticos: ―Si no oyen nuestra voz, si no parece importarles lo que nos sucede, si no entienden nada de lo que está ocurriendo encerrados en sus instituciones, vamos a buscarnos la vida por nuestra cuenta‖. Y esa deslegitimi-

dad afecta a todos, lo cual es sin duda injusto desde el punto de vista de las posiciones que cada partido defiende, pero es comprensible dada

la cerrazón institucional que ha caracterizado su tarea y que les afecta a todos de manera muy parecida. El País (Madrid, 2-04-18). ―¿Son necesarios los partidos políticos?‖ En https://elpais.com/diario/2011/07/24/ catalunya/ 1311469641_850215.html 27 García-Trevijano, Antonio. Op. Cit., p. 113. ―A grandes rasgos, un partido es una organización formal –es decir, dotada de una estructura

estable, normas de funcionamiento interno y algún tipo de jerarquía en el liderazgo y la toma de decisiones- que posee una determinada visión del mundo y un proyecto global para la sociedad en la que actúa, y compite por alcanzar el poder con el fin de hacer efectivo ese

proyecto. Los partidos introducen un elemento de orden en la diversidad de proyectos y visiones del mundo posibles, al agrupar a quienes

comparten concepciones más próximas. De este modo articulan la pluralidad, facilitando que un número razonable de opciones distintas compitan por el apoyo ciudadano, y evitando a la vez la imposición de una única visión a toda la comunidad‖. El Diario ―¿Democracia sin

partidos?‖, 18-05-13. https://www.eldiario.es/agendapublica/blog/Democracia-partidos_6_133046708.html

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se han caracterizado por la movilización de las masas28

.

El acceso a la información en las democracias consolidadas es básico para que los ciu-

dadanos puedan formarse una opinión y elegir a sus gobernantes en base a las propuestas que

estos presenten, como también para que funcionen los sistemas de contrapesos que evitan el

nepotismo y la corrupción de los gobiernos.

Sin embargo, en la misma evolución del capitalismo se han dado procesos convergen-

tes que limitan o erosionan estos principios fundacionales, como la concentración de la pro-

piedad de los medios de comunicación masiva en unas pocas manos. A su vez, la difusión y

expansión de otros medios basados en Internet ha permitido profundas transformaciones con

signos opuestos, ya que por un lado abren el espacio a una mayor pluralidad de voces, pero

por otro también ―han dado lugar a una más rápida circulación de información falsa (fake

news), originada en fuentes desconocidas o no confiables‖29

, que intentan influir en la percep-

ción de los votantes.

33.- El politólogo italiano Giovanni Sartori ha sostenido que la forma en la que los ciuda-

danos acceden a la información y el grado en el que están sometidos a las presiones de los

―fabricantes de opinión pública‖ definen el alcance y las limitaciones de la democracia sustan-

tiva. Para este autor, las condiciones que permiten la libre expresión de la opinión pública son:

a) un sistema educativo que no adoctrine, y, b) una pluralidad y diversidad de fuentes de in-

formación. Desde este punto de vista, la competencia y la multiplicidad de fuentes de infor-

mación son una garantía para la formación de una opinión pública autónoma30

.

En definitiva, los procesos participativos, si se dan con garantías de participación plu-

ral y en contextos democráticos deberían ser una invitación a que todos los actores se involu-

cren y presenten sus argumentos para la convivencia ciudadana. El potencial democratizador

es enorme, considerando que funcionan como mecanismos de control de los representantes y

como espacios de formación cívica. Los riesgos, en el mundo de la inmediatez y de la circula-

ción de noticias falsas son también considerables. Pero más que fomentar la participación,

cuya demanda crece, cabe pensar en cómo fortalecer los procedimientos de transparencia31

.

Necesidad de la deliberación y de la decisión

34.- La ciudadanía se moviliza cuando se siente profundamente afectada, pero la mayoría

tiende a abandonar el espacio de la lucha política cotidiana cuando sus problemas más inme-

diatos son resueltos.

La participación digital ha mostrado su potencialidad para distribuir rápidamente in-

formación y permitir la participación de muchos en decisiones que afectan a la comunidad.

Las limitaciones que se observan derivan de la velocidad y superficialidad con que se pueden

tomar estas decisiones. De ahí que la discusión actual resida más en la necesidad de completar

espacios de decisión con espacios de deliberación, que implican conciencia, libertad y res-

ponsabilidad por un bien común que consiste ante todo en el mantenimiento del sistema de-

mocrático.

28 Welp, Yanina. Todo lo que necesitás saber sobre la democracia del siglo XXI. Bs. As. Paidós, 2018. Welp, Yanina & Ordoñez, Vicente (2017) ―La democracia directa a debate: procesos y mecanismos de participación ciudadana‖, Recerca, revista de Pensament I Anàlisi 21:

pp. 9-14. doi: http://dx.doi.org/10.6035/ 29 Welp, Yanina. Todo lo que... Idem, p. 7. ―Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, testifica ante el senado de Estados Unidos: Soy responsa-ble de lo que pasa. En lo que se considera una audiencia `única´, el empresario tendrá que explicar cómo resguarda los datos privados de sus

usuarios, tras el escándalo de Cambridge Analytica… No es suficiente con conectar a la gente, tenemos que estar seguros de que lo hacen sin

dañarse‖. Diario Clarín, 10-4-18. 30 Welp, Yanina. Todo lo que... Idem, p 8.. 31 Welp, Yanina. Todo lo que... Idem, p 10.

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35.- Una democracia es el mejor sustituto de una guerra con fuerza bruta por el poder: es la

alternativa. La democracia implica cambiar la lucha por el poder con fuerza bruta (que por

fortuna hemos convenido que no es la más adecuada a la racionalidad humana), por otro tipo

de contienda: por la contienda electoral.

Como en toda contienda lo que se busca -y es legítimo hacerlo- es la victoria. Pero es

una contienda en la que se busca la victoria con unas reglas del juego que no hay que vulne-

rar, sin convertirse en una contienda deslegitimarla32

. La democracia implica poder cambiar a

los gobernantes sin necesidad de derramar la sangre de los gobernados o de los gobernantes.

36.- Por un lado, el primer mecanismo institucional encargado de dar salida a los conflictos

sociales es el sistema político, y el segundo gran mecanismo institucional encargado de dar

ese factor paliativo o terapéutico de los conflictos, es la administración de justicia. Son los dos

grandes mecanismos que en toda sociedad democrática se encargan de procesar, de metaboli-

zar, de canalizar los conflictos.

El sistema político, para cumplir esta función, tiene que ser percibido por una mayoría

amplia de la ciudadanía, al menos, como un sistema legítimo y eficaz. Legítimo quiere decir,

que sea percibido por las personas como merecedor de respeto, como merecedor de obedien-

cia protegido por una norma (oral o escrita) que los constituye como socios. Y eficaz, que su

acción, en su funcionamiento, logre en alguna medida conseguir esa labor de poner la transi-

ción de la sociedad a los órganos de decisión, de los órganos de decisión a los órganos de so-

ciedad, y que en ese mecanismo se vayan procesando, desgranando y, en la medida de lo po-

sible, solucionando, siempre con las características de solución de los problemas de una de-

mocracia parcial y transitoria, los problemas que se presentan.

37.- En cuanto al sistema judicial, quedó configurado desde la famosa formulación de

Montesquieu (1689-1755), como un tercer poder, evidentemente sin duda una metáfora más,

que una descripción real, la justicia en ningún país es un poder en el sentido técnico estricto o

sociológico en que entenderíamos esta expresión. Es más bien un mecanismo de contrapeso,

de equilibrio, que es precisamente lo que hacía la formulación del barón de Montesquieu, en

su obra De l'Esprit des Lois, por más que su famosa frase del tercer poder pudiera inducir a

otra idea33

.

Se requiere que ―por el arreglo de las instituciones, las fuerzas contrapesen a las fuer-

zas: el poder frena al poder‖. El poder judicial es más bien un sistema de equilibrio más que

un poder en sí mismo.

38.- El llamado cuarto poder, la prensa o información pública, es una condición necesaria

pero no suficiente para que la mayoría pueda informarse acerca del proceder del poder y de la

corrupción y esté en condiciones de decidir.

La democracia tiene esa cara tan poco atractiva y por eso en todos los países democrá-

ticos la lectura de la prensa generalmente es algo que no produce mucho optimismo, porque

sólo salen problemas sociales de diversos tipos, y nunca paran los problemas. Los problemas

no paran mientras no para la vida. La vida es tensión, es conflicto, la vida social libre implica

continuamente, por lo tanto, una percepción tensa de la realidad.

Lo que cierra al círculo del derecho en última instancia es una referencia a la moral, al

menos como forma consensuada de convivencia. Es decir, el derecho por sí mismo, si en al-

gún momento no está cerrado por el bucle directo-indirecto, latente o explícito de la condición

32 Toharia Juan José. ―Solución de los conflictos en los sistemas democráticos‖ en https://tecnologias-

educativas.te.gob.mx/RevistaElectoral/content/pdf/a-1998-02-011-029.pdf. 33 Cfr. Welp, Yanina. Todo lo que... Idem, p. 31.

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moral, se convierte en una realidad aparencial con muy poca eficacia. Tiene que haber siem-

pre un substrato de convicción, de apoyo, de identificación moral con las normas y leyes para

que realmente tengan eficacia.

39.- Pero el poder judicial es parte y complemento mutuo del poder político. El poder polí-

tico, en todo sistema de régimen democrático (o sea, el siste-

ma político por el que se rige una nación), de alguna manera condiciona directa o indirec-

tamente siempre el funcionamiento de la justicia. Para empezar, la definición de cómo fun-

ciona el poder judicial, de cómo se seleccionan a sus componentes, de cómo se les asciende,

promueve, de qué medios cuentan, de qué recursos se les da, qué leyes se dictan, qué leyes se

derogan, qué leyes se promulgan, qué leyes se renuevan, qué leyes no se renuevan, es por

último una decisión política que depende del poder político.

Los conceptos de ―imposición‖ y de ―democracia‖ no son antagónicos. La Organiza-

ción de Naciones Unidas señala que la democracia ―se basa en la voluntad libremente expre-

sada por el pueblo y está estrechamente vinculada al imperio de la ley y al ejercicio de los

derechos humanos y las libertades fundamentales‖.

Se debe recordar que se suele estimar que los derechos humanos existen por nacimien-

to y no por otorgamiento de una mayoría. Las sociedades se otorgan derechos civiles, a partir

de la custodia de los derechos y deberes humanos y personales34

.

La liberación civil, por su propia naturaleza, engendra el derecho civil de los particula-

res a su liberación política, el derecho político de los ciudadanos. Una persona libre tiene de-

recho a elegir su forma de gobierno con los demás (derecho político) y no sólo a proteger el

derecho a la propiedad o al comercio (derecho civil). La libertad de acción en los seres huma-

nos es el fundamento tanto de la libertad civil como de la libertad política. Ésta no procede de

un contrato social: el Estado no nos da los derechos políticos. Este contrato y el Estado son el

producto de la libertad política de cada persona y del conjunto de personas constituidas en

sociedad (en socios). La sociedad tiene el derecho político de controlar el poder del Estado.

40.- Resulta evidente que el establecer la regla de la mayoría, es el objetivo primordial y

más reivindicado, de la democracias liberales; y, en la actualidad, se vienen estableciendo

reglas para la toma de decisiones, en las cuales las minorías sean tomadas en cuenta, ya que si

bien, la máxima más estereotipada es que la voluntad de los que son más debe prevalecer so-

bre los que son menos, no es una cuestión de simple aritmética electoral. Ni la verdad ni la

justica son una cuestión de mayorías.

La democracia sólo funciona óptimamente cuando todos los integrantes o actores po-

líticos de una sociedad consideran que forman parte de ella, cumplen con sus deberes y que se

garantizaran los derechos de todos. Es probable el rechazo a los sistemas políticos en los cua-

les el ganador acapara el poder. Superar este rechazo entraña la tarea de asegurarse, por algún

medio u otro, que las minorías participen en el ejercicio del poder, para lograr el equilibrio

efectivo entre las mayorías y las minorías.

La Constitución, admitida por los socios, no es un simple pacto guiado por un criterio

económico de beneficio mutuo. Ella para ser humana y social, debe expresarles a los socios,

la justicia social: la firme persuasión de que todos los derechos y deberes de todos los socios

son tutelados y garantidos y que no hay ningún poder en el gobierno que pueda abusar impu-

nemente de su autoridad35

.

34 Cfr. Mut Bosque, María. Astrolabio. Revista internacional de filosofía. Año 2012 Núm. 13. pp. 326. 35 Daros, W. R. Derechos individuales y constitución según la justicia social en el pensamiento de A. Rosmini. En revista Thèmes, Revue de la Bibliothèque de Philosophie Comparée, VI, 2008 en http://www.philosophiedudroit.org. Daros, W. R. Los derechos individuales y socia-

les en la concepción de J. Locke en INVENIO 2008, nº 21, pp. 31-57.

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Democracia directa o no

41.- La democracia directa está asociada a las primeras formas de vida democrática36

. Los

ciudadanos griegos, reunidos en asambleas deliberativas, tomaban públicamente las decisio-

nes que afectaban el devenir de la comunidad. Esta imagen idílica de la democracia es la refe-

rencia constante y añorada de los ensayistas de la modernidad y es la que Rousseau tuvo pre-

sente cuando desarrolló su concepción de la democracia. Este concepto ha sido utilizado con

frecuencia para criticar las limitaciones de la democracia representativa y hace a un lado las

críticas que filósofos como Aristóteles y Platón dirigían en contra de la práctica de la demo-

cracia en Grecia.

Las ventajas de la democracia directa serían:

a) Expresar de manera pura los intereses individuales.

b) Permitir la manifestación directa de la opinión pública en los procesos legislativos.

c) Incrementar la sensibilidad de los legisladores a los movimientos de opinión.

d) Reducir los efectos de distorsión creados por los partidos políticos y las asociaciones in-

termedias.

e) Incrementar la participación ciudadana y controlar la transparencia de los procesos.

33.- Detrás de esta discusión está el problema de la legitimidad en la toma de decisiones

públicas. Se parte del principio de que las decisiones gubernamentales deben ser lo más legí-

timas posible y que los mecanismos que permiten llegar a ellas tienen que ser aceptados como

válidos.

Muchos argumentos han sido utilizados para apoyar el uso de los mecanismos de con-

sulta directa. Los principales son los siguientes:

a) Estos mecanismos permiten discutir cualquier tipo de problema político más allá de las

limitaciones impuestas por las rivalidades partidistas. Permiten flexibilizar la rigidez de la

disciplina partidaria. En muchas ocasiones ofrecen salidas eficientes a impasses legislativos.

Constituyen instrumentos políticamente neutros, que producen resultados apoyados en la opi-

nión pública y logran conferir una dimensión extraordinaria a cambios políticos fundamenta-

les.

b) Favorecen un tipo de gobierno más cercano a la ciudadanía. Obligan a los representantes a

responder a las demandas populares siempre, no solamente en los momentos electorales. Los

dirigentes se ven en la necesidad de tomar en consideración el pulso de la opinión pública

antes de tomar decisiones.

c) Estimulan la participación ciudadana e incrementan el sentimiento de eficacia del ciuda-

dano. Contribuyen a la educación y a la socialización políticas, y son medios de expresión de

la voluntad popular.

d) En el discurso populista, aparecen como armas eficaces de lucha contra los grandes intere-

ses que tienden a monopolizar el acceso a los centros de toma de decisiones.

e) Su aplicación conlleva a una apertura de los métodos de decisión pública, lo que se traduce,

en caso de aprobación, en una mayor legitimidad de las leyes.

f) Muchas veces obligan a tomar decisiones necesarias en situaciones donde los legisladores

no quieren asumir el riesgo de inclinarse a favor de una opción determinada.

g) Finalmente, en un contexto generalizado de desvanecimiento de ofertas programáticas cla-

ras por parte de los partidos políticos, los referenda y otros instrumentos de la democracia

directa ayudan a definir con más precisión el contenido de las políticas públicas.

42.- Los argumentos en contra son los que señalan con énfasis los efectos del debilita-

36 Cfr. Prud'homme, Jean-François. “Consulta popular y democracia directa‖ en.

http://sitios.ine.mx/documentos/DECEYEC/consulta_popular_y_democracia_di.htm#f

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miento de las instituciones democráticas a causa de los procedimientos de democracia directa:

a) Los instrumentos de la democracia directa debilitan el gobierno representativo y conducen

a una visión de la democracia sin responsabilidad gubernamental. Los legisladores pierden los

incentivos para tomar decisiones.

b) El carácter dicotómico de la decisión plebiscitaria alienta la polarización de las opciones

políticas y lleva a la adopción de decisiones forzadas. En este sentido, la asamblea si es efec-

tivamente representativa tiene una ventaja sobre el plebiscito: sus miembros se encuentran

regularmente, entablan diálogo, buscan soluciones concertadas y tienen tiempo para tomar

decisiones.

c) Contrariamente a lo que afirman los defensores de la democracia directa, sus mecanismos

pueden llegar a ser controlados por grupos de intereses poderosos, que encuentran en ellos

una manera de soslayar los procedimientos legislativos normales.

d) El principio de mayoría en que se apoyan estos instrumentos pone en peligro los derechos

de las minorías.

e) La interpretación de los resultados plantea problemas. No hay manera de medir realmente

la intensidad del apoyo a las decisiones, y la definición de las mayorías aceptables varía en

función de los contextos políticos. En caso de que las consultas sean nacionales, la heteroge-

neidad del electorado plantea problemas de interpretación de los resultados: en muchos casos,

las minorías afectadas por la decisión votan de manera totalmente opuesta a la mayoría.

f) Finalmente, muchos argumentan que el ciudadano ordinario no está preparado para tomar

decisiones complejas e importantes.

Límites de la democracia

43.- Muchos dictadores han surgido de elecciones ´´libres´´: no es una novedad. Hitler, por

ejemplo, y Mussolini, fueron líderes ´´democráticos´´, esto es, democráticamente elegidos, en

dos países desarrollados de la antigua y culta Europa. Muchas veces lo que sucede es que la

democracia es sólo una mentira, ya que las personas sólo son ´´libres´´ para votar y, tras la

organización de los partidos, se esconden actitudes mafiosas.

¿Qué democracia puede haber cuando las personas no tienen libertad económica y, por

tanto, dependen de la burocracia estatal, manejada por los políticos de turno, para poder sub-

sistir, cuando los medios de comunicación están en manos del Estado o fuertemente amenaza-

dos por el poder político y económico estatal o por poderes monopólicos?37

44.- Ya Aristóteles38

había advertido sobre los límites y méritos del sistema político demo-

crático.

— La democracia no es simplemente el régimen en donde la mayoría es el elemento domi-

nante: hay democracia donde dominan los libres y pobres.

— No es democracia si los libres, siendo pocos, mandan sobre una mayoría que no es libre.

— Si mandan los libres y pobres por ser mayoría, hay democracia.

— Muchos son los libres y pocos los ricos.

— Existen muchas especies de democracia por haber varias clases de pueblo común.

— Una forma de democracia es la que se basa en la estricta igualdad.

— Otra forma de democracia es donde los oficios públicos se conceden según tasas bajas de

propiedad.

— Otra forma, es aquella donde participan todos los ciudadanos no descalificados y domina la

ley.

37.Tagliavini Alejandro A. ―La democracia, un mal menor‖ (3/2/18) en https://eldiarioexterior.com/la-democracia-un-mal-menor-24134.htm 38 Cfr. Aristóteles. La política. Edición bilingüe. Paris, Librairie philosophique de Ladrange, 1874, libro IV, 346 y Sg...

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— Otra es aquella en que todos forman parte de las magistraturas con sólo ser ciudadanos y

domina la ley.

— Otra es aquella donde el pueblo es soberano y no la ley: una democracia así es análoga a la

tiranía.

— En los regímenes democráticos que se rigen por leyes, no existen demagogos, sino que los

ciudadanos mejores están en los primeros puestos.

— Los demagogos son los responsables de que los decretos populares prevalezcan sobre las

leyes, por llevar todo ante la asamblea popular.

— Parece imposible que una polis regida por elementos con bajos intereses goce de una buena

legislación.

— Lo que no es despótico por causa de las leyes, puede llegar a serlo por el comportamiento y

la educación del pueblo.

— Una democracia puede serlo por ley; pero la conducta y los hábitos de la gente se oligar-

quizan.

— Cuando campesinos o pequeños propietarios son los que ejercen el poder supremo de la

politeia, gobiernan conforme con las leyes, pues dedicados al trabajo no pueden darse

al ocio: así convocan solamente las reuniones indispensables de la asamblea popular e impo-

nen la ley.

— En la democracia gobierna la ley, cuando no es mucha la gente que puede vacar a la polí-

tica por la estrechez de medios económicos.

— Cuando los indigentes son la gran mayoría, se establece una democracia extremada.

— Cuando en una democracia los indigentes sobrepasan en número a la clase media, la de-

mocracia se arruina.

— Cuando el número de pobres predomina, allí hay una democracia y cada forma de demo-

cracia depende del respectivo elemento popular que la compone (artesanos, campesinos, jor-

naleros, etc.).

— En las democracias se emplean ardides en la participación contra los ricos, para que se

desanimen de hacerlo.

— Que todos deliberen sobre todo, es propio de la democracia.

— Es ventajoso para la democracia hacer asistir a la deliberación a los ciudadanos aun bajo

multa.

— Es necesario, en las democracias, que haya una magistratura cuyo cuidado sea preparar las

deliberaciones del pueblo, para que éste viva ocupado.

— Cuando hay generosas retribuciones, la asamblea popular, despreocupada de otros trabajos,

se reúne muchas veces para decidir de todos los asuntos.

— Para el escogimiento de magistrados, la fórmula aristocrática es la de que todos, de entre

todos, lo hagan por elección o por sorteo.

— Para la elección de jueces, la forma democrática saca los jueces de entre todos para decidir

sobre todos los asuntos.

La igualdad mal entendida en política, según Aristóteles

45.- La mayor fortuna de una polis se halla en que los gobernados tengan un patrimonio

moderado pero suficiente. Allí donde unos poseen en demasía, y otros nada, se establece o

una democracia extremada, o una oligarquía intemperante, o por causa de los dos extremos,

una tiranía. Porque tanto de una democracia radical como de una oligarquía puede engen-

drarse una tiranía39

.

39 Aristóteles. La política. Op. Cit., n. 1296ª.

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La democracia, en efecto, resultó de creer que si se da igualdad en algo, hay igualdad

absoluta en todo (por ser todos igualmente libres, se imaginan que son iguales en todo); la

oligarquía, por el contrario, de suponer que quienes son desiguales en algo lo son totalmente

(por ser desiguales en fortuna los creen desiguales en absoluto). Los unos, por ser iguales,

juzgan que deben participar en todo por parejo; los otros, por desiguales, buscan reclamar

más, pues el tener más es una desigualdad. Ambos tienen razón en apariencia; pero están to-

talmente equivocados.

Por este motivo, se rebelan cuando no alcanzan la participación de poder que, según su

hipótesis, a cada uno corresponde tener40

.

46.- En todas partes, la revolución se debe a una desigualdad, que no se da si a los desigua-

les se distribuye en proporción a los propios méritos.

Una monarquía hereditaria es elemento de desigualdad, si se trata de iguales. Siempre

la búsqueda de la igualdad despierta rebelión. Pero hay dos clases de igualdad: la una de nú-

mero, la otra de mérito. Digo de número cuando existe igualdad en cantidad y tamaño, y de

mérito cuando se da en proporción aritmética o geométrica. Por ejemplo, en número supera

por cantidad aritmética igual tres a dos, como dos a uno; en cambio, en proporción geométrica

cuatro a dos como dos a uno: porque igual diferencia es la de cuatro sobre dos que la propor-

ción de dos sobre uno; ambos son la mitad.

Pero estando de acuerdo en que la justicia es la igualdad según el mérito, sin embargo,

hay discrepancia de opiniones: éstos piensan que si son iguales en un aspecto, lo son en ab-

soluto; aquéllos, que si en algún aspecto son desiguales merecen ser en todo desiguales. De

donde resultan dos politeias principales: democracia y oligarquía. Buen linaje y méritos se

dan en pocos, lo demás en muchos41

.

35.- Es más segura y menos expuesta a sediciones la democracia que la oligarquía. En las

oligarquías se engendran dos peligros: la rebelión de unos contra otros, o contra el pueblo; en

las democracias, sólo contra la oligarquía; en cambio no se da en el pueblo rebeldía contra sí

mismo, digna de mención. Más aún, la politeia formada de los estamentos medios está más

cerca de la democracia que la de las minorías, y es la más segura y estable de tales formas de

gobierno o politeias.

Los inferiores se rebelan y roban para ser iguales, y los iguales, para ser superiores. He

aquí la razón que tienen para ser revolucionarios42

. En estos casos, se considera a la democra-

cia como una forma de vida con ciertos valores de igualdad o desigualdad económica.

Para que no se revelen debería haber libertad de acción, en los ciudadanos, para hacer

y respetar las leyes que hacen; porque la democracia consiste en una forma de tener libertad

de acción para defender la libertad política y no para otros bienes. La democracia no genera ni

autoriza, en forma generalizada, una igualdad económica, una igualdad de oportunidades ni de

resultados; sino una igualdad de trato ante las leyes. Los que esperan de la democracia otro

tipo de igualdad terminan desanimándose y apoyando regímenes autoritarios que por la fuerza

les dé lo que la democracia no les da mediante las leyes. Ya Pericles, en el inicio de la demo-

cracia afirmaba, como dijimos: ―respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la

defensa de sus intereses particulares‖.

Considerar que los seres humanos somos iguales en ―dignidad‖ remite a una concep-

ción metafísica y teológica del ser humano, positivamente no sostenible43

. Los cristianos afir-

man que, en su ser, ontológicamente, existe una igualdad en las personas: ―Dios no hace

40 Idem, La política, nº 1301a. 41 Idem, La política, nº 1301b. 42 Idem, La política, nº 1302ª. 43 Cfr. Daros, W. R. ―¿Todos nacemos iguales en derechos y dignidad?‖ en https://www.academia.edu/33484178/

_Todos_nacemos_iguales_en_derechos_y_dignidad

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acepción de personas» (Hch 10,34; cf. Rm 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9), porque todos los hombres

tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza.

Hegel44

, estudiante de teología, en la Modernidad siguió afirmando, ―El hombre es fin

en sí mismo, por lo divino que hay en él; lo es por eso que hemos llamado desde el principio

la razón y, por cuanto ésta es activa en sí y determinante de sí misma, la libertad‖.

En la Declaración Universal de los Derechos del Hombre se sostiene, en el Artículo 1º,

una posición intermedia entre la tradición griega y la cristiana: ―Todos los seres humanos na-

cen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, de-

ben comportarse fraternalmente los unos con los otros‖. Ahora bien, por una parte, el recono-

cimiento de un fundamento teológico no es universalmente exigible a todos los seres huma-

nos, pues no todos son creyentes en una religión de origen israelita; y, por otra, el estar dota-

dos de razón y conciencia no garantiza la exigencia de una conducta fraternal: hay muchos

hermanos desunidos y enemistados por factores de herencia.

Ciertas teorías liberales estiman, erróneamente, que el liberalismo es igualitario por-

que confiere a todos los hombres el mismo estatus moral de ser libres y racionales45

.

Algunos límites de la democracia

36.- En una democracia, la mayoría de los ciudadanos son capaces de ejercer la más cruel

represión contra la minoría.

La democracia de un Estado no se debería medir en cómo trata a sus seguidores, sino

cómo trata a sus adversarios, respetando todos los derechos de todos y pudiendo seguir dialo-

gando acerca de cómo mejorar la libertad de acción de todos los socios.

La democracia discute sus crisis y las crisis de sus partidos son de carácter creador,

porque ponen a la libertad de expresión y de acción para todos sobre los partidos, lo cuales

hacen siempre una opción de parte y prioridades.

La democracia será una forma superior de gobierno si se basa en el respeto de la ra-

cionalidad de la libertad de los seres humanos, en el ejercicio de la autoridad.

37.- Según Benjamín Franklin ―La democracia son dos lobos y una oveja votando sobre

qué se va a comer". En esta concepción se toma a la forma de gobierno democrático como una

lucha para cubrir con la fuerza las necesidades vitales, camuflando de respetuosa esa misma

lucha, sin ninguna consideración por la verdadera libertad, la cual consiste en no tener miedo

al elegir, porque la democracia es un sistema que tiene por finalidad la defensa presente y

futura de la libertad de expresión y de acción de todos los socios.

La misma libertad es una facultad que debe ponerse límites, pues todo hombre que

tiene poder siente la inclinación de abusar de él, yendo hasta donde encuentra sus límites. Para

que no se pueda abusar del poder es preciso dividir el poder para que el poder frene al poder.

¿Hasta dónde se puede negar el poder a los antidemócratas? Una minoría no libre, fa-

natizada, debe ser respetada pero no hasta el punto de que suprima a la mayoría que defiende

la libertad de todos los socios. No obstante, la mayoría no puede limitar los derechos de ac-

ciones libres de la minoría, especialmente el derecho de volverse mayoría.

Conclusiones

38.- La mayoría de las personas que nos asociamos deseamos que esta asociación sea go-

bernada por las mejores personas: honestas y justas, respetuosas de las leyes y capaces de

44 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, ―Lecciones sobre la filosofía de la historia universal‖, en: Lecturas sobre historia de la filosofía. La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1973, p. 140. 45 Gray, John. Liberalismo en https://www.lectulandia.com/book/liberalismo/ Página 3

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lograr que tengan vigencia. Mas sucede que hasta las más capaces de las personas son vulne-

rables y corruptibles. Ya Platón advirtió que no se puede esperar un buen gobierno sólo de

personas buenas. Por ello, finalmente confió en las buenas leyes y en personas del pueblo que

las defiendan y las hagan cumplir.

En este contexto, ya no tiene importancia sólo averiguar o crear una buena forma de

gobierno, pues todas son corruptibles. No deberíamos pretender lograr una forma de gobierno

perfecta, sino una forma perfectible, mejorable progresivamente; y, en este contexto, la forma

de gobierno con un régimen democrático parece ser la menos mala.

39.- La democracia aparece como último recurso de la necesidad de vivir colectivamente

con ingenuidad, tras continuas desilusiones de ingenuidades más peligrosas; y poner serena

confianza en el porvenir requiere, en los pueblos, haber sufrido repetidas y variadas decepcio-

nes de sus experiencias tradicionales46

.

La teoría de la democracia es la teoría de la libertad política. Donde no hay democra-

cia, aunque existan libertades públicas, no puede haber libertad política. Donde hay libertad

política, por interventor que sea el Estado, no deja de haber democracia. La libertad política

individual, no la libertad individual, es el átomo social de la democracia. La libertad política

colectiva es causa original y fin permanente de la democracia.

40.- Como nada ni nadie puede dar a otro lo que no tiene, es inútil buscar la garantía de la

libertad política en el Estado, en la responsabilidad de los hombres de gobierno o en la obser-

vancia de las formas regladas de las libertades otorgadas. Tal tipo de libertad es tan débil que

se cae si no lo sostiene la autoridad. En cambio, la libertad política es producto de una con-

quista que se cauciona con la potestad social del orden político legitimador de todas las auto-

ridades, o sea, con la libertad de acción de la sociedad hacia el Estado. La libertad sostiene a

la autoridad.

La libertad política nace como acción y derecho político del pueblo contra la arbitra-

riedad discrecional del Estado y de los hombres de gobierno en el uso de sus poderes sobre la

sociedad47

.

41.- Contra la ingenuidad liberal que puso el porvenir de la libertad en manos de la res-

ponsabilidad, la democracia dividió al poder y lo hipotecó en garantía de la libertad política.

La división del poder es el único modo de moderarlo. No sólo por introducir rivalidades vigi-

lantes unas de otras, sino sobre todo por impedir la reunión en las mismas manos de medios

de coacción insuperable. Donde las libertades no tenían más caución que la ley y la res-

ponsabilidad política de los hombres de gobierno, se engendraron las formas dictatoriales del

Estado total o totalitario. Donde la libertad estaba garantizada con la democracia, permaneció

viva.

Popper pone en la facilidad para deponer al mal gobernante y cambiar sin violencia la

Constitución las notas definitorias de la libertad política.

El equilibrio en el juego del poder garantiza, así, un espacio público libre. Y por eso la

democracia no es libertad, sino garantía de libertad. La libertad política es la capacidad de

acción para instituir la forma de gobierno más favorable a los gobernados.

42.- La libertad política, por ser una capacidad subjetiva, incorpora a su naturaleza la fa-

cultad de poder actualizarse para hacerse efectiva. Por ser voluntaria esta actualización, la

libertad política no puede liberarse de la naturaleza incierta de la libertad. Por ser de natura-

46 García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. www.lectulandia.com,1996, p 103. 47 Cfr. Idem, p. 140.

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leza política, esta libertad participa de la propensión del poder a la certidumbre de su conti-

nuación. Y, por ser colectiva, la libertad política tiene la naturaleza de las cosas sociales.

Estas cuatro naturalezas hacen de la libertad política una potencia social, más que un

poder organizado; una potestad colectiva, más que una facultad personal; un derecho político

colectivo, más que un derecho subjetivo48

.

43.- En el Estado de partidos, los ciudadanos están a merced de los gobiernos por la senci-

lla razón de que, teniendo las libertades públicas de carácter civil, no tienen, sin embargo, la

libertad política para deponer al gobierno que abusa del poder, ni para elegir directamente

ellos mismos a los diputados que lo controlen, sin el filtro delos partidos políticos.

―Aunque la democracia no sea un organismo, puede comprenderse como si fuera un

campo de fuerzas sociales (vivas), organizado voluntariamente por la libertad política de

los miembros de una comunidad (viva), con la exclusiva finalidad de que esa misma li-

bertad política se perpetúe en dicha comunidad a través de las sucesivas generaciones de

individuos. Así, la democracia sería la portadora de los genes altruistas de la libertad po-

lítica. Y ésta, el código genético de aquélla, su causa determinante. La causa final de la

democracia sería la de reproducir por tiempo indefinido ese código genético de libertad

política‖49

.

44.- La democracia es una especie de gobierno que la historia ha producido para resolver el

conflicto del poder y la libertad. Por eso es una forma política. Donde no hubo tal conflicto,

como en aquellas comunidades matrilineales sin Estado, anteriores a la agricultura de regadío

y a la economía monetaria, no podía haber democracia ni cualquier otra forma política de go-

bierno. La política aparece cuando el consenso desaparece. Y entre todas las formas políticas

ideadas para apaciguar el conflicto que nace de la existencia del Estado en una comunidad

nacional, sólo una, la democracia, lo ha conseguido.

La democracia de la permanencia de la libertad política en la sociedad gobernada. Por

ello, la democracia no puede ser definida por la mayor o menor justicia social de sus decisio-

nes, ni por lo que tiene de común con otras formas de gobierno en la manera de adoptarlas,

sino por lo que su método tiene de específico y de añadido como garantía de la libertad polí-

tica.

El secreto de esta singular forma de gobierno está en la síntesis institucional de una

precaución, contra el abuso de poder del Estado, y de una caución, para el uso de la libertad

política de la sociedad. La precaución consiste en la separación y equilibrio de los poderes del

Estado. La caución está en la conservación de la potencia de la libertad de acción de la socie-

dad hacia el Estado.

45.- La libertad es una cualidad abstraídas de ciertas acciones humanas de las personas no

determinadas por fuerza interna o externa. La democracia no es libertad, sino garantía de

libertad, porque el riesgo que la amenaza viene del mismísimo poder que instituye.

El poder amigo que una sociedad instala con alegría en el Estado no es, en cuanto po-

der, diferente del poder enemigo que ha desahuciado.

El triunfo de la libertad cuesta demasiado caro como para confiar su porvenir al cui-

dado del poder amigo que ha de guardarla. Al más honrado de los vigilantes, el hábito de ser

obedecido y la adulación general le convierten a su pesar en un zorro guardador de gallinas. Y

tampoco sería prudente, en el caso de que fuera posible, dejar tan hermoso trofeo bajo la tu-

tela de una multitud que, pasada la euforia de su primera victoria, se dispersaría como los

48 Idem, p. 144. 49 Idem, p. 149

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ejércitos de voluntarios para vacar con despreocupación a sus ocupaciones privadas. El pueblo

es capaz de apagar el incendio de un bosque, pero no le pidáis que lo mantenga limpio de ma-

torrales para evitar que se incendie.

46.- No es fácil garantizar la libertad de las personas (pueblo) contra el abuso de poder de

sus liberadores. A no ser que sean ellos mismos los que, conociendo la propensión de toda

forma de poder al abuso y al crimen de la libertad, pidan al pueblo que los aclama que los aten

bien para evitar sus posibles desmanes.

En las ataduras y encadenamientos mutuos de los poderes que la sociedad pone en el

Estado, en el equilibrio de la disuasión entre poderes rivales, está la garantía de la libertad

política de los ciudadanos.

Lo decisivo para poder gestionar en un régimen democrático es que la elección directa

por el pueblo del primer responsable del poder ejecutivo le permita gobernar sin necesidad de

obtener ni de tener la confianza de la Cámara del Senado y de Diputados (representantes de

los Estados provinciales y de los ciudadanos), también elegida directamente por los electores

para que legisle y controle la actuación de aquél.

En el caso de crisis social generalizada, la parte de la sociedad, en Argentina 2001,

salió a las calles vociferando: ―Que se vayan todos‖. Existió la vivencia de la soberanía del

pueblo: ―Allí donde se encuentra el representado no hay ya representante‖. Cesado el gober-

nante, el poder vuelve al pueblo que lo establece. No obstante este recurso no puede ser el de

una minoría para destituir legalmente el gobierno de la mayoría.

47.- La representabilidad se funda en la presentabilidad de lo representado. El pueblo (los

ciudadanos) es representable porque es presentable. Y su representación cobra autonomía a

medida que se va haciendo presente.

Ante todo, el pueblo autocrático está presente en las guerras o manifestaciones públi-

cas que derrocan a la caduca autoridad y llevan al régimen estatal la necesidad de las liberta-

des públicas y de la libertad política. Bajo las dictaduras y las oligarquías de partido, la con-

signa más usual en las manifestaciones de protesta y de reivindicación ciudadana pretende

hacer oír a la autoridad que, en ellas, ―se siente que el pueblo está presente‖: un grito autocrá-

tico de amenaza a la representación infiel50

. Mas el peligro de este grito autocrático se halla en

una usurpación de una minoría con intereses particulares en nombre de la mayoría que busca

el bien común consistente en el respeto de todos los derechos de todos según les correspon-

dan.

48.- ¿Cómo hacer ―presente‖ al pueblo, por medios institucionales, para que cese su repre-

sentación infiel? ¿Cómo dar a la libertad política la garantía de su permanencia?

Este mecanismo institucional no puede ser otro que el de conceder al poder ejecutivo y

al poder legislativo la recíproca facultad de dimitir para hacer dimitir al otro, con suspensión

simultánea de ambos, a fin de que el pueblo, convocado automáticamente a las urnas, provea

a su seguridad y a la preservación de la libertad.

Si el presidente del gobierno dimite y disuelve el Parlamento, o si éste acuerda la sus-

pensión de la legislatura y la deposición de aquél, es inevitable que la automática convo-

catoria del pueblo lo haga inmediatamente ―presente‖, y no haya ya representación. La de-

fensa de las minorías, y el hecho de que un tercio de la población sea el más interesado en la

defensa de la libertad, aconsejan que el acuerdo para disolver el Parlamento y destituir al go-

bierno sólo requiera el voto de un tercio de los diputados. Conociendo la resistencia de los

poderes a dimitir o disolverse, no hay riesgo serio de que este mecanismo constitucional sea

50

Idem, p. 155.

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usado abusivamente por la minoría. Más bien hay que prevenir el riesgo contrario de que no

sea utilizado51

.

49.- Para esa hipótesis, se debe dar directamente a la iniciativa popular la misma facultad, a

través de un referéndum vinculante. El número de firmas no debe ser tan pequeño que dé paso

a la aventura o la insensatez, ni tan grande que lo haga imposible. Si esta última garantía de la

libertad no es respetada, nace el derecho a la insurrección civil.

La ley de la democracia se funda así en el presupuesto básico de la representación po-

lítica y en el requisito de la separación de poderes, junto al axioma de que en presencia del

representado cesa la representación.

A la libertad política constituida sólo la puede mantener en vigor la libertad de acción

constituyente. En el Estado moderno, por la convocatoria del pueblo a las urnas, hecha por

uno de los poderes enfrentados o, en su defecto, por él mismo.

La idea de participación sólo puede ser democrática en pequeñas comunidades locales

o en asuntos concretos que sólo afecten a un grupo reducido de individuos52

. Precisamente

para esa función real y limitada se inventó hace muchísimo tiempo el axioma de la participa-

ción como derecho positivo, y no como derecho natural.

El axioma quod omnes similiter tangit, ab ómnibus comprobetur (lo que a todos

afecta igual, sea aprobado por todos) fue creado en el Codex de Justiniano para establecer el

igual derecho de varios tutores a participar en las decisiones sobre el pupilo.

50.- La máxima quod omnes tangit se convirtió en el axioma del derecho positivo de parti-

cipación.

En el Estado de partidos se produce una inversión en el juego de la representación po-

lítica liberal. El representante (los partidos) suplanta al representado (el pueblo o mayoría) en

el acto mismo de la elección, para poder elegirse a sí mismo. La participación se reduce a un

juego de partidos, y entre dirigentes de partido, para repartirse el poder estatal.

La representación política pierde la función representativa y se transforma en pura po-

lítica de representación, donde los actores participan como profesionales en una ficción tea-

tral. La sociedad política (fraccionada en partidos) se representa a sí misma. El proceso elec-

toral, con sus electores y elegidos de listas partidarias, cumple a la perfección el papel de bu-

fón en la comedia jugada entre los dirigentes de partido.

En cambio, el Estado democrático se basa en la distinción entre el momento represen-

tativo y el momento participativo. Como acción representativa, el Estado democrático sólo se

diferencia del liberal por la extensión, al poder ejecutivo, del sufragio que otorga las repre-

sentaciones políticas, y por la representatividad de las opciones electorales coincidentes con la

opinión pública, que se procura con el sistema mayoritario en el escrutinio electoral.

Es justamente en el momento participativo donde se fragua la peculiaridad de la de-

mocracia como garantía de libertad política. La participación no opera ya en el mundo de la

representación, sino en el de la voluntad; no en el de la autoridad, sino en el de la libertad de

acción. La participación política del pueblo se hace necesaria cuando la voluntad de hacer ha

sido sacrificada a la voluntad de poder; cuando la representación política se agota en sí misma

en la impotencia y la corrupción53

.

Según el politólogo alemán, Hauke Hartmann54

, el deterioro democrático se manifiesta

principalmente de dos maneras. Una es la erosión de los derechos de participación política,

51

Idem, p. 156. 52

Idem, p. 161. 53 Idem, p. 165. Cfr. García, M. A. ―Las libertades individuales y su garantía: Teoría y realización‖ - Dialnet en

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2129097.pdf 54 Entrevista (08/06/2018) "Estamos viviendo una pauperización de la calidad democrática a nivel global", disponible en:

https://www.clarin.com/mundo/viviendo-pauperizacion-calidad-democratica-nivel-global_0_rkKZpudxX.html

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lo que significa peores elecciones, violaciones a la libertad de prensa y restricciones a la liber-

tad de reunión y asociación. Por otro lado, hay una erosión del estado de derecho, que se ve a

menudo en regímenes populares autoritarios, y eso significa que los controles y contrapesos

dejan de funcionar. Se atenta contra la separación de poderes, hay menos protección de los

derechos civiles. La independencia de la justicia es una de las primeras cosas que los regíme-

nes autoritarios intentan atacar. Atacan a la Corte Suprema y todos los cuerpos de supervisión

independientes, como las defensorías o las agencias anti monopolios o anticorrupción.

51.- El sentimiento de la igualdad democrática se nos revela así como una pasión instru-

mental de la pasión de libertad. La democracia es la única forma de gobierno que nos hace

iguales en tanto que partícipes de la libertad de acción y de la libertad política. Si no hay liber-

tad política colectiva, no hay posibilidad de ser iguales. Si sólo hay representación política no

hay más igualdad que en la servidumbre voluntaria a la clase representante.

El pueblo, como universal político, no está apasionado por el poder ni por la domina-

ción. Quiere libertad por seguridad, no por mandar. Las pasiones de distinción afectan a indi-

viduos y grupos minoritarios que se creen portadores de algo que el resto de la sociedad no

tiene.

51.- En el universo de los gobernados encontramos tanta pasión por la igualdad como por

la diferencia. Y tan natural parece ser el sentimiento de identificación de los individuos en las

masas indiferenciadas, como el de distinción o afán de diferencia de las personalidades indi-

viduales o sociales. La sociedad es, como dijimos, el lugar de la igualdad ante la ley como de

las diferencias personales.

Mientras la noción de prestigio esté vinculada a la creencia en la calidad superior de

los gobernantes (salvadores, iluminados) o de las clases sociales dirigentes (redentoras), la

igualdad formal entre individuos no conduce a la democracia política, sino a formas aristo-

cráticas (liberales) o plebeyas (socialdemócratas) de oligarquía.

52.- Es necesario poner la pasión de igualdad en el derecho político a la orden de la libertad

política colectiva. Esto es posible. La síntesis de la libertad y la igualdad es realizable en la

democracia porque ambas tienen en ella la misma naturaleza. La libertad es política. La igual-

dad es política. La libertad realiza la igualdad. La igualdad realiza la libertad. Al ser políticas,

al referirse al poder, ambas son la misma cosa.

El error de los doctrinarios de la igualdad es del mismo orden que el de los doctrina-

rios de la libertad. Toman a una y otra pasión fuera de sus dimensiones políticas. A la igual-

dad, como fundamento de la justicia distributiva; a la libertad, como base de los derechos in-

dividuales. Y ahí son incompatibles.

La igualdad de necesidades, fundamento legítimo del Estado de bienestar, no puede

ser tampoco fuente ni medida de la pasión por la democracia. El poder igual de cada punto de

fuerza individual no es una necesidad, sino una capacidad. El igual derecho natural a sumar

esas capacidades, para instituir el poder político, no se relaciona con la justicia social, que

siempre es distributiva; ni con los derechos positivos, como el de propiedad, que siempre son

discriminatorios.

53.- El único territorio de la personalidad donde la capacidad individual es la misma para

todos, donde todos están dotados de la misma fuerza, se sitúa en la dimensión igualitaria que

les brinda la libertad política en el marco institucional de la democracia. Donde no hay liber-

tad política, no puede haber igualdad política. El Estado de partidos no tiene, por eso, ni la

una ni la otra.

El sentimiento de la igualdad sólo puede realizarse plenamente con la participación del

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pueblo en el poder constituyente de la libertad. El kratos del demos es fuerza común de indi-

viduos que, siendo desiguales en poder social, se integran con el mismo derecho y valor en la

libertad política colectiva, para someter el Estado a la sociedad y controlar a los gobernan-

tes.

54.- La igualdad de la democracia es una igualdad de poder político, en medio y por en-

cima de desigualdades sociales, económicas y culturales.

La pasión de la igualdad liberal, enemiga declarada de los privilegios hereditarios,

condujo a la igualdad jurídica y de oportunidades para ser diferentes55

; es decir, a la desigual-

dad social, económica y política. La ideología de que se valió el liberalismo para legitimar la

desigualdad económica fue la de la igualdad de derechos naturales del individuo.

La pasión de la igualdad socialdemócrata ha conducido después al sufragio universal y

a una notable disminución de la desigualdad económica y social de la inmensa mayoría de

ciudadanos frente a las necesidades de la vejez, la salud, la vivienda, la mujer, la educación y

la falta de trabajo.

La ideología utilizada para superar la desigualdad liberal en el terreno socioeconó-

mico, sin tener que acudir a la igualdad política de la democracia, ha sido la de los derechos

sociales ante el Estado, junto a los derechos individuales que el liberalismo reconoció frente a

la sociedad56

.

El Estado de partidos ha utilizado irresponsablemente el miedo al comunismo y el en-

deudamiento del Estado para corromper las frágiles conciencias de las clases dominadas,

apartándolas de la libertad y de la igualdad políticas a cambio de seguridad social en sus mí-

nimos vitales y subvenciones discriminadoras.

55.- En resumen, la democracia es una forma concreta de régimen de gobierno y una idea

vaga de moralidad civil y de justicia social. Como forma de gobierno, garantiza de modo ins-

titucional la permanencia de la libertad y la igualdad políticas de los ciudadanos de un Estado.

Como idea de moralidad o de justicia, expresa la aspiración a la igualdad civil y social

de los individuos de una comunidad nacional57

.

Lo específico de la democracia no es el principio representativo, que lo da por su-

puesto, sino el axioma de Rousseau de que cuando se hace presente el representado cesa la

representación.

Las formas liberales de gobierno representativo, a diferencia de las formas democráti-

cas, no toleran instituciones que hagan cesar la representación para que los representados pro-

vean lo necesario a su interés en los momentos de crisis. Y las formas integradoras de masas

de la mal llamada «democracia de partidos» no toleran simplemente la representación. Por eso

se aferran al sistema de elección proporcional de candidaturas colectivas en listas de partido,

que no produce relación representativa con el elector, sino con el partido58

.

56.- Desaparecida la democracia popular de la ciudad antigua, la responsabilidad de los

gobernantes aparece cuando se inventa la forma representativa de gobierno. La Declaración

de los Derechos del Hombre de 1789 la estableció de modo general: ―La sociedad tiene dere-

cho de pedir cuenta a todo agente público de su administración‖. Pero el concepto de gobierno

responsable está ya en el Bill of Rights de Maryland de 1776: los mandatarios del público son

responsables de su conducta.

55 Abasolo, Olga. ―Igualdad en la diversidad‖ en http://www.inmujer.gob.es/áreasTematicas/educacion/ publicacio-

nes/docs/guia_didactica_ciudadania_FUHEM.pdf 56

Cfr. García-Trevijano, Antonio. Frente a la gran mentira. Op. Cit., p. 170. 57

Idem, p. 172. 58

Idem, p. 183.

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La voz ―responsabilidad‖ hoy tiene una connotación moral y jurídica como elemento

constrictivo del cumplimiento de los deberes y las obligaciones: pero ―la democracia es la

garantía institucional de la libertad política59

.

Bibliografía

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tudios Políticos. Madrid, 1948.

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59 Idem, p. 191. Cfr. Anesclar, Luiz Eduardo. ―El Estado de Derecho, Constitución y Democracia: Garantía Frente a la Globalización‖ en

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