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Sergio Fernández Larraín LA COMPAÑIA DE JESUS A TRAVES DE LOS SIGLOS La respuesta de D. Julio Jiménez, S.J. Una cortina de humo que se desvanece Santiago de Chile 1968

LA COMPAÑIA DE JESUS A TRAVES DE LOS SIGLOS

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Sergio Fernández Larraín

LA COMPAÑIA DE JESUS

A TRAVES DE LOS SIGLOS La respuesta de D. Julio Jiménez, S.J. Una cortina de humo que se desvanece

Santiago de Chile

1968

Eminentum magnopere et omnia et falsa, adeundis rerurn fontibus refutentur; et illud imprimís scribentium obversetur animo: priman esse historiae legemne quid falsi dicere audeat, deinde, ne quid xeri non audeat.

(Hay que procurar a todo trance refutar las falsedades y mentiras con los documentos ori-ginales y auténticos; y al escribir hay que te-ner presente, ante todo, que la primera ley de la Historia es que no se atreva a decir nada que sea falso, ni tampoco a callar nada que sea verdadero).

(León XIII en carta de 18 de agosto de 1883 a los Cardenales Antonio de Luca, Juan B. Pitra y José Hergenroether).

El N9 77 del Boletín de la Academia Chilena de la Historia, acogió en sus páginas un sereno y desapasionado estudio del autor de este ar-tículo, titulado La Compañía de Jesús: de Paulo III a Paulo VI. El citado Boletín fue puesto en circulación a mediados de mayo del presente año.

* El presente trabajo nos fue entregado por su autor en septiembre de 1968. El lamentable fallecimiento de don Jaime Eyzaguirre, Director de este Boletín, ha provocado el natural retraso de su aparición (N. de la R.).

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Dos meses y medio más tarde, en el N9 171 de la revista Mensaje, correspondiente al mes de agosto, el Rev. Padre don Julio Jiménez, con buscadas apariencias de relumbrónx, intenta desvirtuar la seriedad de nuestro ensayo.

Lo primero que resalta y descuella en su violenta y desenfrenada crítica, es su estilo agresivo y punzante, no sólo ausente de un auténtico espíritu sacerdotal, sino también del respeto, miramiento y urbanidad que distinguen a las personas cultas.

A lo largo y a lo ancho de su comentario nos da el desdeñoso y menospreciativo tratamiento de "F". La educación que recibimos en nues-tro hogar y en el propio establecimiento de la Compañía de Jesús, unida a la consideración que nos merece el hábito religioso, nos impiden llamar "].}." al Rvdo. Padre Julio Jiménez.

En su extensa exposición encontramos frases y conceptos como los que a continuación reproducimos: ...el artículo de F. no tiene valor ninguno histórico... Abunda en errores de hecho, enormes, indubitables y reiterados en su especie, donde aparecen fallas de orden científico... que [lo] destituyen por sí solas ya de todo valor histórico...

En otros acápites, el inquieto jesuíta se refiere a la falta de acribia de F. y veladamente nos acusa de calumniosa insinuación y también de ambiguo simplismo.

Y el estribillo de afirmaciones reiteradas de hechos falsos, y que nuestro estudio podrá ser cualquier cosa menos estudio histórico, ausente de información seria, se repite en cada párrafo de su réplica, tan carente de serenidad, y lo que es peor, de fundamento, como lo demostraremos más adelante. Machacona e insistentemente, don Julio Jiménez retorna, línea por medio, a la fastidiosa y cansada muletilla del ningún valor científico de los resultados propuestos, martillando tosudamente sobre el mismo clavo de nuestra falta de competencia, de los incontables errores, de la falta de exactitud de las informaciones que presenta F., y vuelve pertinaz sobre nuestra falta de discernimiento para documentar[nos], pues según él, nos limita[mos] a copiar servilmente...

Basado en un singular método de preguntas y respuestas, califica nuestra monografía de mera fachada, apta sólo "pour épater le bourgeois" o para engañar a incautos o distraídos; pero que se desmorona apenas se la tantea...

No contento con lo anterior, habla de falsificación, de infidelidad, de [la] mala calidad y ningún valor, rw [sólo] científico, pero ni si-quiera simplemente humano de nuestro análisis; de la falta de discer-

1 Aplicamos al Sr. Jiménez exactamente las mismas palabras que él usa al calificar nuestra investigación. Cf. Mensaje, N9 171, agosto de 1968.

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nimiento, de equidad para utilizar los documentos, que los [recibimos] a ciegas, y [nos] deja[mos] llevar a donde sople el viento, a decir amén al último que [nos] cae entre manos, sea quien sea, y valga —o no val-ga— lo que valiere.

Implacable, el evangélico sacerdote, nos acusa de pedisecua su-misión, de mera acumulación indigerida de elementos dispares, sin cla-sificar ..., la mayoría simples historias, o malas interpretaciones, y has-ta calumnias netas, de bien baja procedencia ... y todo eso aparece... mezclado —según el apacible religioso— con aires de imparcialidad y erudición, pero en realidad sin estudio serio, sin crítica, sin valorización discriminada, sin responsabilidad, que configuran, según el mesurado hi-jo de Loyola, un estudio que ni siquiera vale como resumen de segunda mano.

Hasta aquí el arrogante jesuíta. Al insolente y altivo se le llama ARROGANTE, según los Proverbios (21,

24).

Muy falto de argumentos debe encontrarse el Rvdo. Padre Julio Ji-ménez, para asilarse en el descomedimiento y en la impudencia del len-guaje.

Por tratarse de una obra nuestra, podríamos dejar pasar la avalan-cha. Pero en nuestra calidad de miembro de una Academia respetable debemos a nuestros colegas una explicación, dada la naturaleza de la crítica del impaciente sacerdote.

Este conocido Proverbio de Salomón viene a Nubes y viento, pero nuestra mente después de leída la catilinaria de no lluvia, el hombre nuestro osado contendor. Palabras, palabras, pero que presume de dar nada de fondo. La columna vertebral de nuestro mucho y no lo da. trabajo, la expulsión y la extinción de la Compa-(Proverbios, 25,14) ñía de Jesús, su naturaleza, causas y consecuen-

cias, permanece inalterable. El Breve Dominus ac Redemptor de Clemente XIV, sobre la extinción de la Orden, es hábil-mente soslayado por el agresivo jesuíta. El Padre Jiménez sólo se limita a esparcir sobre el breve pontificio una densa y compacta cortina de hu-mo, guareciéndose así en la vieja y conocida táctica militar. Impotente fren-te a los macizos conceptos de Su Santidad, se escabulle, se esconde y se atrinchera en afirmaciones accidentales, que en nada afectan la invul-nerable posición de Clemente XIV, quien a juicio del jesuíta Simón Matt-zell, fue uno de los más egregios cabezas de la Iglesia que merecen indis-cutiblemente gloria imperecedera e imborrable2. En definitiva, el di-

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ligente, pero impulsivo y nervioso redactor de Mensaje, se convierte en el hombre de Salomón, que presume de dar mucho y no lo da.

Pero sigamos a D. Julio Jiménez por los cerros de Ubeda Por los cerros a los que se empeña en conducirnos. de Ubeda ¿Por dónde empezar? Tarea difícil, pues la falta de mé-

todo es su característica fundamental. Se detiene en uno que otro detalle de naturaleza meramente accidental de nuestro estudio, y se refocila en tal forma en su disección y análisis que se olvida por completo del resto del trabajo. Sólo a manera de ilustración mencionare-mos algunos ejemplos.

En nuestro artículo, al considerar la expulsión de los je-Un caso neta- suitas de todos los dominios de España y al destacar sus mente chileno dolorosas consecuencias y las pérdidas irreparables que tal

hecho ocasionó en nuestro país, citamos de paso los es-clarecidos nombres de Lacunza, Vidaurre, Garrote y otros. Con ser dolo-rosas las pérdidas señaladas —expresábamos— no podemos menos de la-mentar especialmente la de dos ilustres sacerdotes, prez de nuestras letras y honor de nuestra patria, nos referimos a los padres Miguel de Olivares y al hermano estudiante Juan Ignacio Molina. Natural de Chillan el pri-mero, nonagenario autor de la minuciosa "Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y pacificación del reino de Chile". Murió en Imola el 14 de diciembre de 1786 contando ciento trece años de edad 3.

Al parecer, si nos atenemos a la acerba crítica de nuestro precipitado impugnador, en mala hora elogiamos a tan beneméritos sacerdotes jesuí-tas, particularmente al padre Miguel de Olivares. En mala hora, sobre todo, nos referimos a su edad y al lugar y fecha de su muerte, accidentes que en nada amenguan su honra y sus meritorios servicios. El P. Jiménez reacciona airadamente ante esos datos como picado por una avispa: ya que Olivares no murió en Imola —según él— sino al parecer en Mordano. ¿Y dónde queda Mordano, cabe preguntarse? Precisamente a 12 kilóme-tros de Imola y en el propio distrito de Imola. Pero no quedan aquí las

2 De la Oración Fúnebre de Simón Mattzell, de 15 de noviembre de 1774, en Friburgo, en memoria de S. S. Clemente XIV. Citado por PASTOR, LUDOVICO:

Historia de los Papas en la época de la Monarquía absoluta. Versión de la cuarta edición alemana, por el P. Manuel Almarhan de la C. de Jesús. Volumen XXXVII. Clemente XIV (1769-1774). Barcelona. G. Gili, Editor, MCMXXXVII, pág. 493, nota 1.

3 Boletín de la Academia Chilena de la Historia. Año XXXIV. 2'> Semestre de 1967. N? 77. Editorial Universidad Católica. Santiago. 1968, pág. 75.

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cosas, la ojeriza de Jiménez va más allá: Olivares no murió en 1786 con-tando ciento trece años de edad, sino en 1793. ¡Qué tremendo crimen he-mos cometido! ¡Cualesquiera podría pensar que estábamos haciendo la pormenorizada biografía del padre Olivares! ¡Y no su apología en cuatro líneas! 4

Naturalmente, F. no ha inventado esos datos, agrega mordaz e hi-riente. Los ha encontrado por ahí, y los transcribe. Pero con bastante mala suerte...

Tiene razón el Sr. Jiménez. Los hemos encontrado, pero no por ahí. Sino en el tomo III de la Historia de la Poesía Hispanoamericana del egre-gio Menéndez Pelayo 5.

Los hemos encontrado en el Repertorio de Antigüedades Chilenas de nuestro prolijo y minucioso historiador Ramón Brisefio, quien basa peren-toriamente su afirmación en el registro, realizado por él del Archivo de los Jesuítas existente en nuestra Biblioteca Nacional, concretamente en las páginas 85 y 86 del tomo 21 6.

Los hemos encontrado en el Nomenclátor bibliográfico, del ilustre sacerdote jesuita Miguel Cascón, que integra su monumental y moderno estudio sobre Los jesuítas en Menéndez Pelayo, donde reitera y ratifica lo expresado por el maestro 7.

Los hemos encontrado en José Toribio Medina, nuestro máximo his-toriador nacional, quien textualmente expresa: . . . Olivares se estableció en Imola, en cuya ciudad falleció en 14 de enero de 1786 de ciento trece años cuatro meses menos 12 días de edad 8.

Los hemos encontrado en la Historia de la Compañía de Jesús de Chile del padre Francisco Henrich de la misma Compañía, quien al refe-rirse al P. Olivares sostiene que vivió sus últimos años en Imola; donde

4 Si hubiéramos intentado, esbozar siquiera una biografía del P. Miguel de Olivares, puede el P. Jiménez estar cierto que habríamos citado el concienzudo estudio de nuestro estimado colega, don Aniceto Almeyda, cuya solvencia y se-riedad nos merecen el más profundo respeto.

5 MENENDEZ PELAYO, MARCELINO: Historia de la Poesía Hispanoamericana. Tomo II, pág. 304.

®BHISEÑO, R A M Ó N : Repertorio de Antigüedades Chilenas, o sea, de los pri-meros pasos por Chile dados en las distintas sendas de su vida pública, desde que fue descubierto hasta que logró sacudir el yugo colonial. Santiago de Chile. Imprenta "Gutemberg". 1889, págs. 342 - 343.

7 CASCON, MIGUEL: Los jesuítas en Menéndez Pelayo. Santander - Valladolid, 1940, pág. 570.

8 MEDINA, JOSÉ TOBIBIO: Diccionario Biográfico Colonial. Memoria presen-tada a la Universidad de Chile en conformidad a lo dispuesto en el artículo 22 de la ley de 9 de enero de 1878 sobre instrucción secundaria y superior, pág. 601.

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falleció a 14 de diciembre de 1786, contando ciento trece años de edad 9. Ni más ni menos que lo que afirmamos al pasar en nuestro trabajo.

Los hemos encontrado en Prieto del Río, el acucioso investigador del Clero de Chile 10.

Y lo que es más sugerente, los hemos encontrado en el texto de Li-teratura Chilena del ex jesuíta D. Francisco Dussuel Díaz, aparecido en 1959, cuando desempeñaba importantes cargos en la Compañía.

Nada se conoce con certeza respecto a su muerte [la de Olivares], escribe el conocido profesor de Literatura del Colegio de San Ignacio en aquel entonces.

Se sabe —agrega— que a los ciento trece años de edad (1788) hizo llegar a la Corte el manuscrito de la primera parte de la Historia militar, civil y sagrada del reino de Chile n .

El Rvdo. P. Jiménez guardó en esa oportunidad el más hermético silencio. Sin chistar ni mistar, permaneció ciego, sordo y mudo ante una afirmación milimétricamente idéntica a la que hoy enardece y exalta su pluma. Cierto es, que en aquellas calendas don Julio Jiménez se encon-traba involuntariamente en Roma bajo la protectora sombra del Padre General de la Compañía.

Tiene, razón, pues, el ligero jesuíta cuando afirma que esos datos no los ha inventado F. Los ha encontrado por ahí, y los transcribe. Pero con bastante mala suerte... Sí, añadimos nosotros, con bastante mala suerte, pero . . . para el Rvdo. P. Julio Jiménez.

Aparte que el Sr. Jiménez, con una falta de acri-Documento pontificio bia que no se compadece con la acuciosidad de leído al revés . .. por que hace alarde, ya que trastoca páginas y citas D. Julio Jiménez a su amaño, tampoco en este caso está en la razón.

En relación al párrafo —que no es nuestro— ex-presamente así lo declaramos 12, sino del autorizado estudio del Dr. don Carlos A. Disandro, miembro prominente del Instituto de Cultura Clásica Cardenal Cisneros (Argentina), 13, cabe puntualizar lo siguiente:

9 E N R I C H , FRANCISCO: Historia de la Compañía de Jesús de Chile. Tomo I I ,

pág. 454. 1 0 PRIETO DEL RIO, LUIS FRANCISCO: Diccionario Biográfico del Clero Secular

de Chile. 1535 - 1918. Imprenta Chile, 1922, págs. 473 - 474. N DUSSUEL D Í A Z , FRANCISCO, S. J . : Literatura Chilena (del siglo XVI al

XIX). Tomo I. Ediciones Paulinas. Homenaje al Sesquicentenario de la Indepen-dencia de mi Patria. Talleres de la Sociedad San Pablo. Santiago, 1959, págs. 84 - 85.

12 Cf. Boletín... N» 77, citado págs. 98, 99. W Este Instituto tiene su sede central en la Plata, calle 115, N' 1.380%, Re-

pública Argentina.

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El acápite que impugna el Rvdo. P. Jiménez tiene atingencia direc-ta con cuatro instrumentos pontificios y no sólo con uno —el Breve de 1?

de abril de 1758— como a cencerros tapados pretende el Sr. Jiménez en su réplica por encargo.

Es inútil polemizar sobre hechos o textos fragmentarios. Para preci-sar y comprender el status quaestionis, la ética metodológica obliga a re-considerar la totalidad de los documentos y de los hechos, que siempre son más importantes que las interpretaciones.

Cronológicamente los documentos aludidos por el notable filólogo Dr. Disandro, y que silencia en su mayor parte el Rev. P. Jiménez, son:

La constitución Ex illa die de Clemente XI, de 19 de marzo de 1715, incluida in extenso en la constitución de Benedicto XIV Ex quo sin-gulari.

29 La Bula Inmensa Pastorum de Benedicto XIV, de 20 de diciem-bre de 1741

3'-' La constitución Ex quo singulari, ya referida, de Benedicto XIV, de 5 de julio de 1742 15; y

4? El Breve del mismo Pontífice de 1? de abril de 1758 16. La documentación anterior puede complementarse con la importan-

te y variada correspondencia intercambiada entre Benedicto XIV y el Rey de Portugal, especialmente con las cartas de 24 de diciembre de 1740, de 15 de junio de 1741 y de 11 de agosto de 1742.

En substancia, los instrumentos papales mencionados procuran corre-gir a algunas órdenes religiosas y especialmente a los jesuítas en tres mate-rias fundamentales: A) La corrupción del culto tradicional y ortodoxo de la Iglesia Católica Romana. De aquí que Clemente XIV denuncie severa-mente la interpretación y ejecución de diversos ritos gentílicos, que han practicado [los jesuítas] con cierta frecuencia en algunos países, sin cuidar-se en absoluto de lo que ha sido aprobado tradicionalmente por la Iglesia Universal (. .. super interpretatione, et praxi Ethnicorum quorumdam ri-tuum aliquibus in locis passim adhibita, omissis Os, qui ab Universali Eccle-sia sunt rite probati...) 17. Expresiones son éstas, duras y severas, pero que no admiten contradicción —mal que le pese al Sr. Jiménez, fiel discípulo

1* Sanctissimi Domini Nostri Benedicti Papae XIV. Bullarium. Tomus Pri-mus, in quo continentur Constitutiones, epistolae, alia que Edita ab Initio Pontifi-catus us que ad Annum MDCCXLVI. Editio recentar auctior & emendatior. Ve-netiis, MDCCLXVIII. Apun: Jacobum Caroboli, Dominicum Ponipeati. Superio-rum permissu, págs. 44 - 46.

16 Idem, págs. 84 - 96. 16 Breve de l 9 de abril de 1758. Sanctissimi Domini Nostri Benedictus Pa-

pae XIV. Bullarium. Tomus Quartus. Venetiis, MDCCLXIII, pág. 289. 17 Véase Clemente XIV. Breve Dominus ao Redemptor, de 21 de julio de

1773.

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de la Teología de goznes de los jesuítas 18— pues emanan de la más alta autoridad de la Iglesia 10.

B) La de los negocios ilícitos. Terminante es, asimismo, a este res-pecto Clemente XIV cuando recuerda dolorido: Fueron infructuosos ade-más los esfuerzos de nuestros predecesores Urbano VIII, [sigue la enume-ración] Clemente XJII. . . y Benedicto XIV, quienes intentaron devolver a la Iglesia su tan deseada tranquilidad, mediante la sanción de muchas y muy saludables resoluciones, ya sea en cuanto a la obligación [por parte de la Compañía de Jesús] de abstenerse en absoluto de todo manejo tem-poral, o bien en asuntos sin atingencia con las Misiones, o bien en lo que atañe a éstas... (tan... circa saecularia negotia, sive extra sacras Missio-nes, sive earum occasione minimé exercenda... ) 20; y

C) La del trato con los indios en las misiones americanas. La Bula Inmensa Pastorum de Benedicto XIV y el Breve de 1" de abril de 1758 del mismo Pontífice 21, que expresamente la menciona [a nobis per guafdam noftras in fimili forma Brevis die 20. Decembris 1741, expeditas Litteras quarum initium eft: "Inmenfa Paftorum Principis &"] 22, lo dejan claramen-te de manifiesto.

En orden a los ritos gentílicos. . . practicados por los jesuítas, según Clemente XIV, con cierta frecuencia en algunos países, sin cuidarse en ab-soluto de lo que ha sido aprobado tradicionalmente por la Iglesia Univer-sal, es preciso reproducir aquel párrafo de Ludovico Pastor —autor tan del valimiento y de la preferencia del Sr. Jiménez— que textualmente dice: El propio Papa [Benedicto XIV] expresó esta misma idea [la falta de obedien-cia de los misioneros de la China] en términos acerados en una carta al Rey de Portugal, de 24 de diciembre de 1740 . . . 2S. Siento sincero aprecio y cariño —expresa el Pontífice canonista a José I— por la Compañía de Je-

18 Así fue bautizada por el P. Hernando de Mendoza. 19 Clemente XIV: Dominus ac Redemptor. En los mismos párrafos menciona-

dos, Clemente XIV cita a Benedicto XIV y a Clemente XI. Cf. Ex illa die de Cle-mente XI y Ex quo singulari de Benedicto XIV.

20 Clemente XIV: Idem. El ingrato asunto del comercio y del lucro de los jesuítas, no comienza precisamente con Benedicto XIV y el nombramiento de un Visitador Apostólico, por intrigas más o menos palaciegas, como pretende el Sr. Jiménez. Las aguas remontan y alcanzan a los comienzos del siglo XVII: Ur-bano VII marca a los jesuítas ex profeso en la Constitución Ex debito de 22 de febrero de 1622. Y Clemente IX reitera las amonestaciones en su Breve Sollicitudo pastoralis de 17 de junio de 1669, prácticamente un siglo antes del controvertido documento de Benedicto XIV.

21 Cf. la Bula Inmensa Pastorum, edición citada. 22 Cf. Sanctissimi Domini Nostri. Benedictas Papae XIV. Bularium. Tomus

Quartus. Edición citada, pág. 289. 23 PASTOR, LUDOVICO: Op. Cit. Vol. XXXV. Benedicto XIV (1740-1758).

Edición citada, págs. 382, 383.

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sús, y puedo apelar como testigos de ello a los mismos Generales de la Or-den con los cuáles en el largo período de 40 años de mi actuación en Roma he mantenido constante relación. Pero algunos de los padres —añade— ma-yormente los de origen portugués, hacen cuestión fundamental de honor y estudio el sustraerse a los decretos apostólicos y ala bula de Clemente XI contra los ritos. Con explicaciones faltos de fundamento embrollan el asun-to bajo el especioso pretexto de facilitar la conversión de los infieles 24.

Por nuestra parte pensamos con Daniel Rops, que es inútil entrar en detalles de la dolorosa disputa 2S. Lo cierto es, que en 1704, Clemente XI rechazó oficialmente a los defensores de los ritos 2e. En 1705 envió a China a un legado, Thomas de Tournón, para que impusiera su voluntad 27. Y en 1715, mediante la Constitución Ex illa die, les sometió a sus firmes e inamo-vibles decisiones.

Benedicto XIV por medio de la bula Ex quo singulari, de 11 de ju-lio de 1742, pone fin —según Castiglioni— a la tan debatida controversia de las ceremonias chinas y los ritos malabáricos, que hacía ya casi un siglo tenía en pugna a los misioneros jesuítas con los de otras órdenes religio-sas. Benedicto XIV mandó a todos los misioneros que se obligasen por juramento a abolir los usos considerados como supersticiosos 28.

Y el mismo autorizado biógrafo de los Papas, cuya obra presenta el P. Bernardino Llorca, S.J., Profesor de Historia Eclesiástica y Patrología, dictamina: Las disposiciones tomadas por Benedicto habían sido severas, pero eran necesarias para que todos los misioneros adoptaran una discipli-na uniforme y para que se desterrasen de una vez las divergencias, los equívocos, las sospechas y las rivalidades entre los diversos centros misio-nales 29.

Castiglioni finaliza exaltando la memoria de Benedicto XIV [que] sobrevivirá a través de los siglos como la de uno de los más grandes Pon-tífices 30.

Análogo juicio emite Pastor: [Benedicto XIV] fue no sólo uno de los más sabios, sino también uno de los Papas más egregios, el

24 Carta de S. S. Benedicto XIV, de 24 de diciembre de 1740. Citada por PASTOR, LUDOVICO: Idem.

2 5 ROPS, D A N I E L : La Iglesia de los Tiempos clásicos. El gran siglo de las almas. Barcelona, 1959. Luis de Caralt, editor, pág. 119.

26 Idem. 27 Idem. 2 8 CASTIGLIONI, CARLOS : Historia de los Papas. Tomo 29. Desde Bonifacio

VIII a Pío XII. Con un estudio acerca del Pontificado de Pío XII y 23 cuadros sincrónicos de Historia Eclesiástica por el Rvdo. P. Bernardino Llorca, S.J., Edi-torial Labor, S. A. Talleres gráficos Ibero-Americanos, S. A. Barcelona, 1951, pág. 494.

29 Idem. so Idem, pág. 499.

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cual, por sus excelsos escritos y gran número de excelentes ordenaciones, sigue influyendo todavía benéficamente tanto en la ciencia teológica co-mo en la vida práctica de la Iglesia 31.

Hasta aquí, la indispensable aclaración al proceso histórico que de-semboca en el Breve de l 9 de abril de 1758.

El solícito jesuíta Sr. Jiménez, al impugnar este importante documen-to de Benedicto XIV toma como base el tomo XXXV de la Historia de los Papas de Pastor, y pretende a base de citas artificiosamente hilvanadas, desvirtuar la naturaleza y el fin del citado Breve.

Esperamos dejar en evidencia, cuán frágil y endeble es el andamia-je sobre el cual descansa su altanera y categórica afirmación: Documento pontificio leído al revés.

Empero, para una más cabal comprensión de tan delicada materia, repetiremos lo que ya afirmamos en nuestro estudio sobre la Compañía de Jesús. En la pág. 100, al esbozar los conflictos de la Orden con el Pon-tificado, transcribimos el párrafo del acabado ensayo del Instituto Carde-nal Cisneros, que a la letra dice:

Los conflictos [de la Compañía de Jesús] con el Pontificado comen-zaron a advertirse desde el reinado de Paulo IV (1555 - 1559).. . [sigue la enumeración hasta rematar con Benedicto XIV] . . . quien llegó a afir-mar, poco antes de su muerte, en su Breve del l 9 de abril de 1758, que "era menester encaminar a los jesuítas a la doctrina de los Apóstoles y del Evangelio", al mismo tiempo que les prohibía el comercio ilícito (al que se habían aficionado), y les obligaba a restablecer la pureza del culto divino (que habían manifiestamente pervertido...) 32.

Pese a todo, el ligero y desenvuelto redactor de Mensaje, acusa a nuestro guía —el Instituto Cardenal Cisneros— y a nosotros, sus segui-dores, de infidelidad; más aún, de falsificación de lo que se contiene en el Breve y concluye tajante y plenamente poseído de la superbia que le caracteriza, que nuestro trabajo no da garantía alguna ni tiene, por de pronto categoría científica de estudio histórico33.

¿Y en qué se fundamenta —nos preguntamos— para lanzar tan teme-raria y agraviante afirmación?

En una simple aclaración del Breve, en una puntualización de su alcance, esto es, que el documento pontificio tenía por objeto nombrar al Cardenal Saldanha visitador de los jesuítas portugueses, afirmación que nadie discute. Nos habla además de una carta personal de Benedicto XIV y de una instrucción al propio Cardenal Saldanha 34. Todo lo cual lo re-

3 1 PASTOR, LUDOVICO: Op. Cit., p á g . 5 3 6 . 32 Véase Boletín N? 77, citado, pág. 100. 33 Véase: Mensaje, N9 citado, pág. 359, 1* columna. 34 Idem.

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produce del volumen XXXV de la Historia de los Papas de Pastor como ya se ha expresado 35.

Por cierto que para nada alude al tomo siguiente, o sea, al XXXVI de la misma obra del mismo autor, que como es lógico, es posterior al citado por el Rvdo. P. Jiménez.

Vamos al grano y veamos, ¿qué dice Pastor, cuya reconocida tenden-cia pro jesuíta es de todos conocida, de este Breve, leído al revés, según el novel historiador, y qué, de la forma como cumplió el Cardenal Sal-danha la espinuda y grave comisión de confianza que le encomendó Be-nedicto XIV al designarle visitador de los jesuítas del Portugal?

Limitémonos, pues, a Pastor, ya que es su guía en tan delicado asunto. En el volumen XXXVI de la obra citada, leemos: El 1" de abril de 1758 estaba fechado el Breve por el cual Benedic-

to XIV nombraba al Cardenal Saldanha visitador de los jesuítas... 36. En este Breve S. S. reconoce explícitamente en el purpurado portu-

gués su singular fe, prudencia, integridad, rectitud, vigilancia y celo re-ligioso (fingulari fide, prudentia, integritate, dexteritate, vigilantia, & Re-ligiones Zelo...) 37.

Pastor en líneas sucesivas de la obra en referencia, revela que . . .al tener conocimiento del Breve, la consternación de los jesuítas en Portugal fue enorme. .. 38. A vuelta de página, agrega que . . .sea cuales fueren los designios que Benedicto XIV hubiera podido abrigar, su Breve fue en realidad de verdad un terrible instrumento para la extinción de la Or-den. Y en seguida añade: Pombal tenía ahora franco el camino para rea-lizar sus proyectos 39.

Ahondemos en la relación de estos hechos, siempre fielmente ceñi-dos a Pastor que, repetimos, sirve de riel y de guía al animoso jesuita, en el acápite de su diatriba Documento pontificio leído al revés.

La noche del 2 de mayo de 1758 —afirma el conocido autor de la Historia de los Papas— mandó promulgar Saldanha el Breve pontificio que había llegado a fines de abril, en la casa profesa de los jesuítas de

35 PASTOR, LUDO VICO: Op. Cit., cf. notas 30, 31 y 32. 3« PASTOR, LUDOVICO: Op. Cit. Vol. XXXVI. Clemente XIII (1758-1769),

versión de la cuarta edición alemana por el P. Manuel Almarhan de la Compa-ñía de Jesús. Gustavo Gilí, editor. Barcelona, MCMXXXVII, pág. 130.

«7 Cf. Benedicto XIV. Breve de l9 de abril de 1758. Edic. cit., pág. 288. 3 8 PASTOR, LUDOVICO: Idem. 39 Idem., pág. 131. Cf. además: comunicación de Tanuci a Cantillana,

de 14 de abril de 1764. Ha permesso Dio che tutta questa tempestó dei gesuite a la Bulla al patriarca portoghese per visitare e giudicare li gesuite, onde venne-ro li processi contro la mercatura gesuitica e passo passo la causa di Leancy e del P. La Valetta. (Archivo de Simancas, Estado, 5988).

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San Roque40. Pasado casi un mes inauguró la visita el 31 de mayo pre-sentándose en San Roque acompañado de gran séquito... 41. El 5 de ju-nio apareció, como primicias de la visita, un edicto del cardenal cuyo con-tenido se reducía a afirmar que tenía conocimiento cierto de que en todos los colegios, residencias, noviciados y demás casas que la Orden poseía en los dominios de Portugal, de Europa, Asia, Africa y América se lleva-ban escandalosos asuntos comerciales con transgresión de los cánones y bulas pontificias. Después de prohibir toda suerte de comercio bajo la pena de excomunión terminaba ordenando le fuesen presentados todos los libros comerciales 42. Dos días después el 7 de junio, apareció fijado en las puertas de las iglesias tj en todos los sitios públicos de la capital un edicto por el cual el Cardenal Atalaya, patriarca de Lisboa "por jus-tas causas, en honor de Dios y en bien del pueblo cristiano", suspendía a todos los jesuítas de su diócesis las facultades de predicar y oír con-fesiones 43.

Al parecer por estos antecedentes que nos proporciona Pastor, no era tan clara la situación de los jesuítas en Portugal. Frente a ella cabe preguntarse: ¿O el Cardenal Saldanha cuya singular fe, prudencia, inte-gridad, rectitud, vigilancia y celo religioso exalta el Santo Padre, era un prelado atolondrado, abusivo y sin conciencia?; o el propio Benedicto XIV procedió con notoria imprudencia y falta de discernimiento al de-signarle Visitador en el tantas veces citado Breve, leído al revés según el Rvdo. P. Jiménez. ¿No será el mismísimo P. Jiménez, quien precipitado y aturdido ha leído al revés el Breve de 1? de abril de 1758? Mejor es resbalar en empedrado que resbalar con la lengua, dice el Eclesiástico (20, 18), severa sentencia que no debiera olvidar el nervioso jesuíta.

Pero lo expuesto, con ser mucho, no es todo. Al SS. Clemente XIV acusar al Instituto Cardenal Cisneros de infideli-y Dn. ]. Jiménez dad y por cierto al autor de estas líneas, el Rvdo.

P. Julio Jiménez lanza también sin quererlo, la misma diatriba contra S. S. Clemente XIV, que en el párrafo 21 de su trascendental Breve Dominus Ac Redemptor, relativo a la indebida intro-misión de la Compañía de Jesús en el orden temporal, expresamente sos-tiene:

Hemos observado sin embargo con harto dolor de nuestro corazón que tanto los remedios ya citados, como muchos otros usados más adelan-te, no demostraron casi ningún valor y carecieron ele autoridad para de-

40 Idem., cf.: comunicación de Acciaioli a Archínto, de 9 de mayo de 1758, mencionada por Pastor.

41 Idem., cf. comunicación de Acciaioli a Monseñor Antonelli, de 6 de ju-nio de 1758, idem.

42 Idem., cf.: carta de id. a id., de 6 de junio de 1758. Idem. 43 Idem., págs. 131, 132.

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sarraigar y disipar tantas y tan graves conmociones, acusaciones y que-jas contra la Compañía de Jesús. Fueron infructuosos además los esfuer-zos de nuestros predecesores Urbano VIII, C L E M E N T E IX, X, XI y XIII, Alejandro VII y VIII, Inocencio X, XI, XII y XIII y B E N E D I C T O XIV, quie-nes intentaron devolver a la Iglesia su tan deseada tranquilidad, me-diante la sanción de muchas y muy saludables resoluciones, ya sea en cuanto a la obligación [por parte de la Compañía] de abstenerse en ab-soluto de todo manejo temporal, o bien en asuntos sin atingencia con las Misiones, o bien en lo que atañe a éstas; ya sea en cuanto a las gravísi-mas disputas y recriminaciones, suscitadas ásperamente por la misma Com-pañía contra los ordinarios de cada lugar, contra las órdenes regulares y lugares piadosos, contra toda clase de comunidad, en Europa, Asia y Amé-rica, no sin gran ruina de las almas y extrañeza de los pueblos; ya sea también SOBRE L A I N T E R P R E T A C I Ó N Y E J E C U T A C I O N DE DIVERSOS HITOS G E N -

TÍLICOS, que han practicado [los jesuítas] con cierta frecuencia en algunos países, sin cuidarse en absoluto de lo que ha sido aprobado tradicionalmen-te por la Iglesia Universal; o sobre la aplicación e interpretación de aque-llas doctrinas que la Sede Apostólica ha condenado con razán por ser ma-nifiestamente nocivas para el mejor afianzamiento de las costumbres; y finalmente sobre otras cosas de suma importancia, no sólo muy necesarias P A R A CONSERVAR E N SU I N T E G R I D A D L A P U R E Z A DE LOS DOGMAS C R I S T I A -

NOS, sino también motivo de que en nuestra edad se originasen multitud de males y daños, por ejemplo, conmociones y tumultos en varios países católicos, persecuciones de la Iglesia en algunas regiones de Asia y Eu-ropa.

Siguióse de ello en fin —agrega el Pontífice excelso— gran aflicción en nuestros predecesores, entre los cuales debemos mencionar al Papa Inocencio XI, de piadosa memoria, quien se vio forzosamente precisado a prohibir que la Compañía admitiese novicios; o al Papa Inocencio XIII quien se vio obligado a reiterarle el mismo castigo, o en fin al Papa B E N E -

D I C T O XIV, de venerada memoria, que consideró necesario decretar la vi-sita de las casas y colegios existentes en los dominios de nuestro hijo, muy amado en Cristo, el rey fidelísimo de Portugal y los Algarbes 44.

Cualesquiera de buena fe puede apreciar con la simple lectura de los párrafos transcriptos, que el Santo Padre afirma en el fondo, lo mismo, exactamente lo mismo que hemos sostenido nosotros y el Instituto Car-denal Cisneros.

Sin embargo, condenamos aquí, como condenamos en nuestro es-tudio, la conjura montada por Pombal para expulsar la Orden de las tie-rras de Portugal45.

4 4 C L E M E N T E XIV. El Breve que abolió a la Compañía de Jesús. Instituto Cardenal Cisneros. Velerum Sapientia II. Ediciones Hostería Volante. La Pla-ta, 1966, págs. 114 -118.

« Cf. Boletín N? 77, citado, pág. 54.

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Don Julio Jiménez sigue impasible e impertérrito en su El caso de trabajo por encargo. Y continúa hilando argucias, v. gr. Clemente XIII cuando manifiesta: . . . harto más garrafal que esas fal-

sedades sobre el Breve de Benedicto XIV, es lo que trae F. en su misma última línea citada, presentando a los jesuítas en con-flicto nada menos que.. . con Clemente XIII... Es sabidísimo —agrega airadamente— que ese Papa fue, por el contrario, su permanente amigo y defensor; y que tuvo conflictos y graves, pero no con los jesuítas, sino con las cortes borbónicas, precisamente por defender a los jesuítas contra eÜas... Por eso, decir aquello otro viene a ser ya el colmo, o de la ig-norancia ... o de la audacia 46.

Pese a todo, la superchería del Sr. Jiménez queda al descubierto con la simple reproducción del párrafo tantas veces mencionado del Estudio del Instituto Cardenal Cisneros y tan manoseado por el intemperante je-suíta: Los conflictos [de la Compañía] con el Pontificado comenzaron a advertirse desde el reinado de Paulo IV [sigue la enumeración de estos conflictos, para concluir con la frase siguiente] ... en fin con Clemente XIII

Desde luego, la impremeditada y ultrajante afirmación del redactor de Mensaje, alcanza también, como en el caso de Benedicto XIV, a Cle-mente XIV, cuando reitera este sabio Pontífice: Fueron infructuosos ade-mas los esfuerzos de nuestros predecesores Urbano VIII, C L E M E N T E IX, X , XI y XI I I «

Pero la ausencia de bona fide del señor Jiménez aparece al desnudo, cuando silencia y calla deliberadamente un capítulo completo de nues-tro trabajo, en el que resplandece el fervor de Clemente XIII por la Or-den Ignaciana. El capítulo aludido corre a lo largo de las páginas 76 a 78 de nuestro escrito, bajo el número XI y con el título: Clemente XIII: ¡Tu quoque, fili mi!

¡Tu quoque, fili mi! ¡Tú también hijo mío!, exclama el corazón atri-bulado del Santo Padre al dar respuesta a la nota de Carlos III, en la que el monarca le hace saber el decreto de extrañamiento de los jesuítas de todos sus dominios. ¿Ha de ser —agrega emocionado— él religiosísimo y piadosísimo Rey de España quien preste el apoyo de su brazo para la destrucción de una Orden tan útil y tan amada por la Iglesia. .. ? Grave es, Señor, tal decreto y si por desgracia no estuviese bastante justificado a los ojos de Dios, soberano juez de las escrituras, poco os habrán de valer la aprobación de vuestros consejeros, ni el silencio de vuestros súb-

46 Véase Mensaje, número citado, pág. 359, nota 33. 4 7 C L E M E N T E X I V . El Breve que abolió a la Compañía de Jesús. Edición

citada. Introducción, págs. 43 - 44. 48 Idem. Párrafo 21, pág. 114.

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ditos, ni la resignación de los que se ven heridos a deshora por tan te-rrible golpe ... Temblamos al ver puesta en aventura la salvación de un alma que nos es tan cara . .. 49.

Y en ese mismo capítulo —que dada su extensión reproducimos sólo fragmentariamente— y que silencia y calla inexplicablemente el Rvdo. P. Jiménez, añadimos: Clemente XIII con firmeza defiende sus derechos amagados y lanza su célebre "Monitorio contra Parma" (30 de enero de 1768), que enciende los ánimos de los Borbones de Europa. El Papa que aprobó el Culto al Sagrado Corazón de Jesús, que los jesuítas preconi-zaban desde hacía años, no se doblega 50.

En sus tribulaciones —agregábamos en el apartado que silencia y calla el severo jesuíta— Clemente XIII recuerda las palabras de Osio, Obis-po de Córdoba, al Emperador Constancio II. "Dios te ha confiado el Im-perio, y a nosotros las cosas eclesiásticas. Si alguno de nosotros atacase el Imperio desobedecería a Dios que es quien manda, teme, pues, ha-certe culpable de tan gran delito amagando las cosas eclesiásticas" 51.

La deliberada omisión de los acápites arriba transcriptos de nuestra obra, es el colmo, no de la ignorancia, sino de la audacia. Sin tilde ni pe-ro, reproducimos aquí el magistral pensamiento de S. S. León XIII, que sirve de epígrafe a este estudio:

Hay que procurar a todo trance refutar las falsedades y mentiras con los documentos originales y auténticos; y al escribir hay que tener presente, ante todo, que la primera ley de la Historia es que no se atreva a decir nada que sea falso, ni tampoco a callar nada que sea verdade-roB2.

En lo que atañe a la precipitada e inconsiderada califica-El libelo ción de libelo anónimo, dada por don Julio Jiménez al fun-anónimo " damental estudio sobre el Breve de Clemente XTV que abo-

lió a la Compañía de Jesús, editado por el Instituto de Cul-tura Clásica Cardenal Cisneros, no cabe sino lamentar tanta irresponsa-bilidad y atolondramiento.

El Director del mencionado Instituto, don Carlos A. Disandro, es Doctor en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad de

Véase Boletín N? 77, citado, págs. 76-77. 50 Idem., pág. 77. 51 Idem. 52 León XIII en carta de 18 de agosto de 1863 a los Cardenales Antonio

de Luca, Juan B. Pitra y José Hergenroether. * A N O N I M O : dícese de la obra o escrito que no lleva el nombre de su au-

tor. Dícese igualmente del autor cuyo nombre no es conocido, etc. Véase: Dic-cionario de la Lengua Española. Madrid, 1956. Espasa Calpe, pág. 93.

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la Plata, profesor de Latín en dicha Facultad y de Literatura en el Co-legio Nacional de la misma Universidad. Su peculiaridad es la filología clásica. Sus meritorios trabajos abundan en el repertorio de L'Anné Philo-logique desde hace veinte años y han sido elogiosamente comentados por las principales revistas especializadas de Europa.

Pues bien, el distinguido filólogo argentino, en carta fechada en La Plata el 15 de agosto del presente año, día de la Asunción de la Santí-sima Virgen, nos honra al solicitarnos demos cabida en nuestro trabajo a las siguientes líneas:

l 9 El P. Jiménez dice que mi trabajo es un escrito anónimo (Cf. Mensaje de agosto, pág. 358, nota 29). Ello es un infundio, pues además de integrar la colección del Instituto que dirijo, lleva estampado mi nom-bre, es decir, mi firma;

29 Dice el Rev. Jiménez en varias ocasiones que es un libelo, cuan-do en realidad se trata de UNA EDICION DEL BREVE CLEMENTINO. Por eso en la tapa, como cuadra en estos casos, se aclara: "texto, tra-ducción e introducción", de manera que el libelo sería de Clemente XIV(I);

39 En las págs, 357-9 (Revista Mensaje, agosto), insiste en que he falseado el Breve de Benedicto XIV; no sólo no lo he falseado, sino que aporto la fundamentación exigida por el texto de Clemente XIV; y

49 En la pág. 360 afirma mi detractor —y su detractor de Ud.— que no cito el trabajo de Pastor sobre Clemente XIV, cuando es así que lo recuerdo en la pág. 53 y siguiente de mi INTRODUCCION para aclarar que las circunstancias puntualizadas por el historiador de los H E C H O S , no quitan valor al texto PONTIFICIO DEL BREVE.

Agrega el señor Disandro: Le pediría además citara mi nombre co-mo autor de la Introducción y editor del texto latino, por primera vez en América hispana. Puede Ud., si así lo desea, transcribir literalmente esta car-ta, estampando junto a mi nombre mi dirección personal, y la dirección del Instituto. El lector sensato quedará pues convencido de que NO HAY NADA DE ANONIMO.

El domicilio particular del Dr. Disandro se encuentra en La Plata, calle 47, N? 396. Y el libelo anónimo, que tanto escozor produce a D. Ju-lio Jiménez, lleva su prestigiosa firma, rubricada el 12 de mayo de 1966, fiesta de San Gregorio Magno.

En buen romance, o D. Julio Jiménez olvida que por mal camino no se va a buen lugar, o lisa y llanamente ignora el significado de los vo-cablos que utiliza.

Calificar de anónimo el enjundioso ensayo del Sr. Disandro, es lo mismo que al negro llamar Juan Blanco.

A la prueba me remito.

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Desmesurado y voluminoso caudal es el que hace el ar-Los confesores tificioso jesuíta, en torno a los confesores de estos dos de Enrique III infortunados reyes de Francia. y Enrique IV En nuestra publicación, al enunciar las causas de la uni-

versal animadversión en contra de la Compañía de Je-sús, nos detuvimos en aquella que denominamos: Pulpito y confesiona-rio 63.

Puede decirse —repetíamos con Fülop Miller en esa ocasión— que el verdadero papel político de los jesuítas empezó cuando se dedicaron cada vez con más empeño a enseñorearse de las conciencias de reyes y príncipes 54.

Sucesivamente se habían introducido en los confesionarios de casi todos los príncipes católicos —reiterábamos con Amat— y en todas las cortes lograban la mayor confianza del mayor número de ministros y gran-des 55. -

En comprobación de la tesis enunciada, dimos una detallada rela-ción de los principales confesores jesuítas de las cortes reinantes en los siglos XVI, XVII y XVIII. Los Habsburgos y los Braganzas fueron trata-dos con particular detención. Las cortes de Alemania, de Portugal, de los Países Bajos, de España, de Suecia, de Polonia fueron analizadas con co-piosos antecedentes. Al llegar a la corte de Francia, encabezamos su enu-meración expresando: Se hace imposible seguir la pormenorizada relación de la influencia de los jesuítas en las restantes cortes europeas. Y al entrar en materia, presentamos como confesor de Enrique III al jesuita Edmundo Auger, agregando que Marville y Rohrbacher daban el nombre del P. Cot-ton; y Archon el del P. Mathias Aquarius. Al señalar los confesores de Enrique IV repetimos los nombres de Auger y Cotton.

Pues bien, en relación con estas afirmaciones, nuestro puntilloso contrincante nuevamente rasga sus vestiduras y tergiversa nuestras aseve-raciones. Así, cuando decimos que en Francia, el fecundo reinado de los jesuítas se abre, al parecer, con Edmundo Auger, confesor y predicador de Enrique III. El Rvdo. P. Jiménez agrega de su cosecha, que para en-tonces, ya hacía sus cuarenta años desde que estaba "abierta" la actua-ción de los jesuítas en Francia. ¿Y en qué momento —nos preguntamos— hemos negado tal hecho? En ningún acápite nos hemos referido a la ac-tuación de los jesuítas en Francia, sino a su reinado en el confesionario real.

53 Véase: Boletín N? 77, citado, págs. 104 y 105. 5 4 F U L O P M I L L E B , R E N E : El poder secreto de los iesuitas. Edic. citada. 6 8 A M A T , F É L I X : Tratado de la Iglesia de Jesucristo. Historia Eclesiástica.

Tomo undécimo. J. V. Molina. En la oficina de Tecla Pía viuda. Barcelona, 1803, págs. 234 - 235.

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El confesor de Enrique III était le Pére Edmond Auger —declara Francois Ribadeu— quil connut á ses hatailles victorieuses de Jamac et de Moncontour. CE FUT LE PREMIER JESUITE CONFESSEUR D'UN ROI DE FRANCE, añade con letras mayúsculas el prestigioso autor de Grandeur et misére des jésuites 56.

Que Edmundo Auger fue el primer confesor de Enrique III, nadie lo discute. El propio P. Jiménez no llega en su temeridad a negar hecho tan inapelable. Asentado lo anterior, adujimos en nuestro trabajo SOLO

POR VÍA I L U S T R A T I V A : otros autores, como Martille y Rohrbacher dan el nombre del P. Cotton; y Archon insiste en que fue el P. Mathias Aqua-rius, quien recibió la primera confesión general del rey.

Ya hemos visto que nadie osa discutir al jesuíta Auger su calidad de confesor de Enrique III. Si el minucioso señor Jiménez abriga alguna du-da al respecto, nos permitimos recomendarle la investigación de Jean D'Origny: Vie du P. Edmuncl Auger, confesseur ét predicateur de Hen-ri III. Lyon, 1716. Es una obra de bibliófilos a la que el Rvdo. P. Jimé-nez puede tener fácil acceso. En cuanto al nombre del P. Cotton, lo da Marville (D'Argonne) Vigneul, en su conocida Mélanges hist., etc., in 12. Y Rohrbacher —reconozco aquí nuestro error per accidens— le señala como confesor de Enrique IV, hecho que ni el mismo redactor de Mensaje se atreve a contradecir.

Como la tesis que sostenemos es el reinado de los jesuítas en el con-fesionario de los reyes, en nada sufre con que el P. Cotton sólo fuese con-fesor de Enrique IV y no lo fuese de Enrique III, como lo sostiene Mar-ville. Así como tampoco sufre la misma tesis, con que el jesuíta Auger, en cambio, sólo fuese confesor de Enrique III y no de Enrique IV. Entre jesuitas anda el juego, podríamos concluir, parodiando a Cervantes.

Lo que sí tiene importancia, es la suspicacia, por no emplear otro término, de don Julio Jiménez, cuando escribe:

En su nota 240, F. sólo cita a Marville (prescindo de él); pero no da referencia alguna para el otro autor que había mencionado, Rohrba-cher. Podemos añadir: "et pour cause"; pues no solamente no he hallado tal afirmación en la obra de Rohrbacher, en los sitios en que debiera ha-ber estado, si la hubiera hecho, (o sea, en el vol. 24, de su Hist. de l'Eglise); sino que en su cuidadosa "Table Générale" alfabética (tercera edición, vol. 29) ni siquiera aparece el nombre del P. Cotton. Recuérdese que esa "Table Générale" es en dicha tercera edición muchísimo mejor que en las dos anteriores (cf. su "Avis au lecteur", ibid., pp. I - II). Es po-sible que F. (o el autor al que ahí vaya siguiendo sin confesarlo) use otra edición; a menos que haya una errata en la referencia de su nota 239 (a

5 6 RIBADEU D U M A S , FRANCOIS: Grandeur et misére des jésuites. Les pro-ductions de París. París, 1963, pág. 198.

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la "pág. 264" de "Tables générales"), parece indicarlo el que, tal como está, no corresponde en esa tercera edición a nada que venga al caso B7.

En este punto queda lina vez más de manifiesto la falta de acribia del Rvdo. P. Jiménez, pues en la pág. 89 de nuestro trabajo al citar a Rohrbacher, dejamos clara y expresamente establecido que la obra que nos sirve de base es su conocida Histoire Universelle de L'Eglise Catho-lique. S I X I E M E E D I T I O N

58, obra que ponemos a su disposición para que pueda comprobar por sí mismo que no seguimos a otro autor sin confe-sarlo. Nuestro frustrado contendor reitera aquí la solapada y maliciosa afirmación que estampa en su nota: ¿habrá consultado efectivamente F. tales páginas, que así cita por cuenta propiaP

Su afán pesquisidor le lleva a consultar la tercera edición, posible-mente deslumhrado por el Avis au lecteur que en su natural propaganda dice que esa Table Genérale es en dicha tercera edición muchísimo mejor que en las dos anteriores, según frase literal del Sr. Julio Jiménez.

¡Pero si nosotros citamos la sixieme edition y no la tercera! Y en la sixieme edition también encontramos el mismo Avis des éditeurs: . . ..Cet-te Table, si bien rédigée par sa plume habile et savante, conserve sa su-periorité incontestable sur celle des premieres éditions de L'Histoire de L'Eglise. Pues bien, tómese el trabajo el Rvdo. P. Jiménez de buscar la página 265 de la Table Générale y allí en la columna 1.a, línea 19, encon-trará el nombre del P. Cotton, que no pudo encontrar en la tercera edi-ción. Y es que el Sr. Jiménez está atrasado nada menos que en tres edi-ciones. Debemos reconocer sí, nuestro descuido al mencionar al P. Cotton como confesor de Enrique III, en circunstancia que Rohrbacher lo sitúa en el reinado de Enrique IV.

¿Y será necesario seguir en el análisis de esta cadena interminable de minucias de las que hace alarde nuestro quisquilloso controversista?

Que el P. Mathias Aquarius no es tal, sino el P. Claude Mathieu, Rector del Colegio Jesuíta de París, y que entendemos mal su apodo le courrier de la Ligue, nos tiene sin cuidado. Y que el título de Courrier de la Ligue se aplique especialmente al Padre Samier, en nada amengua el hecho que el P. Claude Mathieu se multiplican pour la Ligue, como acertadamente sostiene Ribadeu Dumas. II allait —escribe— et venait á Rome ... 59.

Lo de Aquarius puede encontrarlo el señor Jiménez en las Mémoires dEtat de M. de Villeroi, in 12. Amsterdam, 1723, tomo IV, pág. 289. Y cuán bien le cuadra el apodo de Courrier de la Ligue resplandece ní-

57 Véase Mensaje, número citado, pág. 354, nota 8. 5 8 ROHRBACHER: Histoire Universelle de 1'Egli.se Catholique. Sixieme edi-

tion. Gaume Fréres et J. Duprey, Editeurs. París, 1872. S 9 RIBADEU D U M A S , FHANCOIS: Op. cit., p á g . 2 1 0 .

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tidamente en la simple lectura de un párrafo de la carta que los Diez y seis de la Liga enviaron el 20 de septiembre de 1591 a Felipe II:

Le révérend P. Mathieu, porteur de la présente, qui nous a toujours beaucoup édifiés et bien instruits de nos affaires, suppliera au défaut de nos lettres envers votre catholique majesté, laquelle nous supplions biens humblement y ajouter foi a ce qu'il luis en rapportera.

Y es el P. Mathieu quien solicita al Papa la aprobación de la Liga y la excomunión de Enrique el Bearnés, peticiones a las que el 9 de sep-tiembre de 1585, Sixto V otorga su conformidad y pleno consentimiento.

Al tratar esta materia, protestamos del método que uti-El P. Mariana liza el redactor de Mensaje para defender sus débiles y Enrique IV flancos. Una cosa es pretender cubrir con una cortina de

humo la tesis del contendor, y otra muy distinta atribuir-le afirmaciones que no ha hecho. Así, don Julio Jiménez cuando precisa como fecha de la publicación del conocido libro de Mariana De rege et regis institutione el año 1599 en Toledo, en circunstancias que esa obra N O A P A R E C E M E N C I O N A D A E N N I N G U N A L I N E A de nuestro extenso trabajo.

Que son LOS T I E M P O S —NO EL AÑO— en que Mariana maduraba su doctrina sobre el tiranicidio, no cabe duda; y que sus hermanos de congregación la conocían, tampoco.

Se sabe que después del atentado de Juan Chatel contra el monarca de Francia —observa Darras, miembro del Instituto Histórico de Fran-cia— los jesuítas fueron expulsados de Francia, porque el regicida había seguido algunos cursos en los estudios de éstos eo.

En la importante y sugestiva correspondencia de Enrique IV sobre-sale la carta que el Rey escribió el 9 de enero de 1595 a Buzenval, Em-bajador de Holanda en París.

Doce días después del torpe atentado de Chatel, el Soberano ex-presa al diplomático holandés:

Je vous envoie l'arret du Parlement contre le malheureux qui Va com-mis, le quel fut exécuté le lendemein aprés avoir reconnu sa faute, com-me Ta été depuis un certain Jésuite, qui avait composé plusieurs écrits et Mémoires approuvant et sourtenant Vassassinat du feu Roi, mon Seigneur et mon frére et persuadant den commetre un semblable contre moi, de quoi chacun a été si ému et offensé, qu'en ajoutant tous les rnalifices aux autres que ceux de cette secte ont commis du temps du feu Roi et de-

6 0 DARRAS, D . J . E.: Historia General de la Iglesia. Desde el Principio de la Era Cristiana. Hasta Nuestros Días. Tomo IV, pág. 247. París. Librería de Luis Vives, Editor, 1863.

Cf. además, SLOCOMBE, GEORGES: Enrique IV. 1553 - 1610. Versión de Angel Cruchaga S. M. Ediciones Ultra. Talleres Emp. "Letras". Santiago, 1935, pág. 197.

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puís mon avénement á la Couronne, contre nos personnes et ce Royan-me, la dite cour les a bannis d'ice lui par son dit Arrét ayant jugé ne pouvoir plus avoir süreté pour ma personne et pour l'Etat, souffrant telles gens vivre parmi nous étant si envenimés contre la France et obstinés en leurs conspirations qu'ils se sont montrés par toutes leurs actions tant publiques qui privés 61.

Frangois Ribadeu, el renombrado autor de Grandeur et misére des jésuites, al tratar este tema, escribe:

Le grand Jésuite théoricien de la thése regicide, qui permet en toute conscience et legimité d'abattre un tyran, fut le Tere Jean Mariana, par son traité "De Rege et Regís Institutione"; dans lequel il fit l'éloge de l'assassin le moine Jacc/ues Clément qui tua Henri III 62.

En efecto, el abuso de la autoridad de los reyes llevó al P. Mariana a defender el tiranicidio en su memorable ensayo De rege et regís insti-tutione llegando a calificarlo como un acto glorioso.

Enrique III de este nombre —afirma el discutido jesuíta— yace se-pultado, habiendo sido muerto a manos de un fraile que le atravesó las entrañas con el puñal envenenado al intento; ¡espectáculo horrendo, me-morable entre los pocos!, pero que enseña a los príncipes que no que-dan impunes sus criminales proyectos 63.

Enseguida, ensalza la audacia y valor de [Jacobo Clemente, el ase-sino] joven que vino a dar un aspecto más lisonjero a las cosas, que antes le tenían bastante deplorable 64.

Y a continuación admira la serenidad de ánimo [del agresor que] sin turbación alguna, saca un puñal, que él mismo había envenenado con ciertas hierbas, y se lo clava al Rey en la parte inferior del vientre. ¡Ad-mirable valor de ánimo, memorable hazaña! 85.

Tales son los términos con los que el enfervorizado jesuíta rinde ho-menaje al asesino de Enrique III.

No es de extrañar, por consiguiente, que historiadores ilustres seña-len estas ideas de Mariana como la justificación y causa eficiente que pudo ser a la vez de los atentados de Jacobo Clemente y de Ravaülac 66.

61 Carta de Enrique IV a Buzenval, Embajador de Holanda en París, de 9 de enero de 1595, transcripta por Ribadeu Dumas. Op. cit., págs. 217 - 218.

62 Idem., pág. 229. 6 3 MARIANA, JUAN DE: Del Rey y de la Institución de la Dignidad Real.

Traducción del Latín por E. Barriobero y Herrán. Biblioteca de Extensión Cul-tural. Volumen 7. Editorial Partenón. Buenos Aires, 1945, pág. 88.

64 Idem., pág. 90. 65 Idem., pág. 91. 66 Cf. Diccionario Enciclopédico Hispano - Americano de Literatura, Cien-

cias, Artes, etc. Tomo XIII. W. M. Jackson, editor. Londres. C. H. Simonds Company, Impresores, Boston, Estados Unidos de N. A., pág. 410.

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En efecto, años más tarde, en 14 de mayo de 1610, al regresar En-rique IV a París, fue víctima del puñal de un asesino. Este era Francisco Ravaillac, hombre fanático —profiere el Dr. Martín Philippson, catedrá-tico de la Universidad de Bruselas— corrompido por las doctrinas regici-das de algunos escritores jesuítas y por los sermones que entonces se pre-dicaban contra la expedición que proyectaba Enrique en favor de los he-rejes alemanes e7.

Toda ocasión —precisa el incomparable Daniel Rops— fue utilizada contra [los jesuítas] desde que, en 1594, un discípulo de los Padres, Chá-tel, atentaba contra la persona de Enrique IV, y, sobre todo, tras el ase-sinato del Rey en 1610. ¿No había escrito el jesuíta Mariana que a veces es lícito asesinar al tirano? 6S.

Tan es así que Aquavíva, el General de la Orden, a la muerte de Enrique IV, ordenó a los Jesuítas hacer desaparecer él libro 69.

Hasta Pastor —el fiel apologista de los jesuítas— no los libera de to-da responsabilidad en el incalificable crimen: Si después del atentado de Chátel contra Enrique IV —observa— fue ajusticiado en París un je-suíta como cómplice, y desterrados los jesuítas de París y otras ciudades, también en esto hubo una injusticia que clamaba al cielo; pero al fin fue la consecuencia del hecho, de que durante las luchas de la Liga algunos de ellos se habían metido en política 70.

Por nuestra parte, si bien condenamos con la máxima energía la te-meraria imprudencia del P. Mariana y de otros connotados jesuítas, ja-más nos sumaremos a sus detractores que alevosamente les imputan la inducción al crimen y al asesinato.

Descomunal impacto de perplejidad nos produce el aco-Vna tempestad metivo P. Jiménez cuando intenta presentarnos en con-en un vaso tradicción con la Historia General de España del P. Juan de agua de Mariana.

A propósito de una cita —concretamente la N9 92 de nuestro trabajo— pretende que ponemos en boca del eminente jesuíta afir-maciones relacionadas con hechos que se produjeron un siglo y medio después de su muerte.

Cum recta íntentione, persona alguna puede parar mientes en tal su-tileza. Cuando se menciona una obra de índole general basta la referen-

6 7 ÜN'CKEN, GUILLERMO: Historia Universal. Tomo V I H , pág. 2 8 0 . Tra-ducción por Don Nemesio Fernández Cuesta. Barcelona. Montaner y Simón, Editores.

6 8 R O P S , D A N I E L : Op. ott. p á g . 2 0 5 . 6 9 RIBADEU D U M A S , FRANCOIS: Op. Cit., p á g . 2 2 9 . 70 Cf. PASTOR, LUDOVICO: Op. Cit. Tomo XI. Historia de los Papas en la

Epoca de la Reforma y la Restauración Católica: Clemente VIII (1592- 1605). Volumen XXIV. Gustavo Gilí, editor. Barcelona MCMXLI, págs. 70-71 y 72.

I.A COMPAÑIA D E JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 25

cia al título que presenta su portada. Y aún cuando el P. Jiménez lo du-de, la obra por nosotros señalada aparece a toda página con el título que dimos, o sea, HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA. Compuesta, Enmen-dada y Añadida por el P. Juan de Mariana Ilustrada con Grabados, No-tas Históricas y Críticas y Nuevas Tablas Cronológicas desde los Tiempos más Antiguos hasta Nuestros Días. Publícala la Empresa Tipográfica de Frossart y Comp. Madrid, 1845. Empresa Tipográfica de Frossart y Com-pañía. Calle de Embajadores núm. 35. Y en el tomo VIII, que es el que nos sirve de base, se repite exactamente el mismo rótulo, sin variación alguna. Queda a disposición del señor Jiménez la obra en referencia. ¿Que es una falla o imperfección de los editores? ¡Qué duda cabe! Pero la cita es correcta y quienquiera de buena fe así lo entiende. Por lo demás en nada altera la historicidad de los hechos narrados y a mayor abun-damiento favorece in integrum a la Compañía de Jesús.

Don Julio Jiménez, en este caso, lo ha echado todo a rodar y ha ol-vidado el modo de dialogar in domino . .. ad majorem aedificationem et consolationem que aconseja sabia y paternalmente el egregio fundador de la Orden Ignaciana 71.

También en esta parte de nuestra disertación, el Rvdo. París bien vale P. Jiménez toma el rábano por las hojas y tuerce nues-una misa tras palabras.

Perentorio, condena nuestras expresiones: Enrique IV, el veleidoso hugonote bearnés, se cobija y se arrima al seguro alero de la histórica expresión P A R Í S B I E N VALE U N A M I S A

72. Niega la calidad histórica de esta frase, y siempre modesto y afable agrega que de cuando en cuan-do reaparece tan campante, engañando a algunos incautos que, pagados de lo bien que suena, la repiten como histórica 73.

Y a continuación exalta la personalidad del monarca y traza en en-cendidas líneas su panegírico y alabanza.

Más ponderada y puesta en razón nos parece la opinión del eminen-te jesuíta Ludwig Hertling, vertida en su Historia de la Iglesia: En 1588 —afirma— el rey hizo asesinar a Enrique de Guisa, para ser él a su vez asesinado un año después. El trono quedó vacante Todo el mundo comprendió que no había más remedio que hacer rey al navarro, tanto por su condición de Borbón como por ser esposo de la última Valois. Y por su parte, Enrique comprendió que, si quería ser rey de veras, tenía

71 Monumento Ignatiana, series prima, t. I, pág. 179. Instrucción dada por S. Ignacio a los PP. Alfonso Salmerón y Pascasio Bruet cuando partieron a Ir-landa revestidos del carácter de Nuncios Apostólicos.

™Cí. Boletín, N» 77, citado, pág. 111. 's Cf. Mensaje, N» 171, citado, pág. 354.

2 6 SERGIO FERNANDEZ LARRAIN

que hacerse católico. P A R Í S B I E N V A L E U N A M I S A —dijo—, según la le-yenda. En 1593 volvió a convertirse al catolicismo, E N E L F U E R O DE L A

C O N C I E N C I A , como dice el derecho canónico... 74. La apreciación de Hertling es compartida por Alonso Zaldívar, quien

en su documentado Compendio de Historia de la Iglesia, manifiesta: Muerto Enrique III sin sucesión, varios candidatos se disputaron la co-rona. Enrique IV de Borbón, vencedor de sus rivales, se dirigía con sus tropas hacia la capital, pero París, donde predominaban los católicos, le cerró sus puertas. Entonces Enrique se convirtió, diciendo: P A R Í S YA VALE

U N A M I S A 7 5 .

Y Lavalée —autor reconocidamente pro jesuíta— advierte: Enrique se decidió, como escribía a su querida Gabriela de Estrées, "a dar el salto mortal". P A R Í S B I E N VALE U N A M I S A , dijo entonces, repetidas veces 76.

Y para no alargar la lista, nos limitaremos a cerrar con Daniel Rops este minúsculo incidente, abierto por el artificio o la pretendida escapa-toria de lo medular de nuestro estudio, tan a tono con el espíritu de la réplica del señor Jiménez.

En su estilo personalísimo y siempre cautivante, expresa Daniel Rops: Gracias a la abundancia de testimonios contemporáneos, no nos es imposible completar la psicología de Enrique IV en aquellas horas de-cisivas. Los acontecimientos le presionan por todas partes; P E R S O N A L M E N -

T E , H U B I E R A DESEADO A P O D E R A R S E D E P A R Í S A N T E S D E C A M B I A R D E R E L I -

GIÓN; pero sus cálculos no se cumplían y nuevas prórrogas acabarían por perderle. Los políticos de uno y otro bando no ahorran palabras: "Prepa-raos a escoger —le dice el católico d'O—: o complacer a vuestros profe-tas de Gascuña y volver a andar de picos pardos, haciéndonos jugar al sálvense quien pueda, o vencer a la Liga que no teme de vos nada tanto como vuestra conversión... para ser, en un mes, rey absoluto de Fran-cia, GANANDO E N U N A H O R A D E M I S A más de lo que lograríais en veinte batallas ganadas y en veinte años de peligros y trabajos".

Y en seguida, agrega: Su amigo Rosny, más tarde duque de Sully, hacíase eco, por parte

de los hugonotes del gobierno, con argumentos de esta índole:... " . . .EN

7 4 HERTLING, LUDWIC, S.I . : Historia de la Iglesia, Biblioteca Herder. Sec-ción de Historia. Volumen 41. Barcelona. Editorial Herder, 1961, pág. 369.

7 3 ALONSO ZALDÍVAR, PRÁXEDES : Compendio de Historia de la Iglesia. Se-gunda edición. Editorial Vilamala. Barcelona (España), 1950, págs. 398 - 399.

7 8 LAVALKE, M . T E O F I L O : Historia de los franceses desde la época de los fíalos hasta nuestros días. Traducida de la última edición por don Gregorio Amado Larrosa. Tomo cuarto. Imprenta de Luis Tasso. Barcelona, 1859, pág. 35.

Casi en los mismos términos repite esta versión Daniel Rops. Cf. La Iglesia del Renacimiento y de la Reforma. Una era de renuncia. La Reforma Católica. Luis de Caralt, editor, Barcelona, 1957, pág. 215.

I.A COMPAÑIA D E JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 27

C U A N T O A L O DE ACONSEJAROS QUE VAYAIS A M I S A , cosa es que, a mi pa-recer, no debéis esperar de mí, siendo de vuestra religión; pero sí, PUE-DO GARANTIZAROS QUE ES M E D I O MAS R Á P I D O Y F Á C I L para derribar a todos los monopolios, y paralizar los peores proyectos del contrario". Segura-mente, la burla P A R Í S B I E N V A L E U N A M I S A es apócrifa, pero responde igualmente a una de las causas de la inevitable elección 77.

Y con esta cita de Rops, ponemos término a esta garrulería del Rvdo. P. Jiménez.

De internis non En cuanto a la conversión de Enrique IV, que tanto judicat ecclesia enfervoriza al meticuloso P. Jiménez, la verdad es que

a nosotros nos deja fríos. En este asunto compartimos la ecuánime e ilustrada opinión del Dr.

Joseph Lortz, el cuidadoso investigador y catedrático de la Universidad de Maguncia, cuando sostiene en su moderna Historia de la Iglesia, que la declaración, por el Papa Sixto V, de la pérdida de todos los derechos de regente, indujeron a Enrique a volver a la religión católica (1593) 7S.

Es un hecho, que muy pocos discuten, que el Bearnés, colocó siem-pre los intereses políticos sobre los religiosos. Según Maximiliano de Béthune, duque de Sully, habiéndole expresado un teólogo protestante que tan buena era para salvarse la religión reformada como la católica, contestó Enrique: Pues si éste me dice que las dos son buenas, y los ca-tólicos que sólo la suya, me voy a ésta por más segura 78.

Pastor, en el volumen correspondiente a Clemente VIH, tiene un párrafo que por su erudición y profundidad no podemos silenciar, ya que ahonda en los aspectos medulares del problema; dice así: Que la con-versión de Enrique IV determináronla en primer término motivos políti-cos, concédenlo también aquellos escritores católicos de Francia que, como De Meaux (Luttes relig. 261 s.) e Ivés de la Briére (La conversión de Henri IV, en los Etudes, XC77/1902/, 91 s., y La conversión de Henri IV, St. Denis et Rome, 1593-95, París, 1905), admiten justamente tam-bién una seria mudanza de sus convicciones religiosas. La averiguación de la verdad es aquí extraordinariamente difícil, si no imposible, pues hay muy pocos testimonios seguros. Yo quisiera adherirme a Bremond, el cual dice: Le fond des croyanses religieuses de Henri IV est encore et sera toujours un mystére. Respecto a esto ya un contemporáneo, el je-

7 7 R O P S , D A N I E L : Op. cit., p á g . 2 1 4 . 7 8 LOHTZ, Joseph: Historia de la Iglesia. Desde la perspectiva de la Histo-

ria de las Ideas. Exposición e Interpretación del pasado cristiano. Publicado por el Instituto de Historia Europea de Maguncia. Ediciones Guadarrama. Ta-lleres Gráficos de Ediciones Castilla S. A. Madrid, 1962, pág. 427.

7® Cf. SULLY, N.: Memoires. Tomo II, libro V. Londres, MDCCLXXVIII, págs. 225 ss.

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suita Benito Palmio, hacía observar en un dictamen compuesto para Cle-mente VIII, que los sentimientos interiores de Enrique sólo de Dios eran conocidos (Ricci, II, 119). Aunque el Rey se portó "exteriormente" como católico después de su conversión, ésta, con todo, no ejerció ningún in-flujo ni en su vida privada manchada por su inmoderado comercio con las cortesanas, ni en su política exterior. Por eso juzga Schott: "Una trans-formación interior no se ejecutó en modo alguno en el ligero bearnés". (Revista de historia eclesiástica, V, 110). A. Autin (L'échec de la Refor-me en Frunce au 16e siécle, París, 1918), llega al resultado siguiente; "Ce qu'on appelle sa conversión n'est done ni un calcul grossier ni une décision d'ordrc religicux. C'était un acte de sagesse et, pour reprendre le terme au sens oti on l'a défini, un acte de haute politique" (p. 194) 80.

No obstante, en tan delicada materia nos asilamos en el conocido aforismo: de internis non judicat ecclesia.

Razones de ética y estética nos impiden compartir el fervor del ejemplar sacerdote jesuíta por el licencioso hugonote y católico Enrique, cuya fabulosa carrera de aventuras, entretejida de amores, victorias, de-rrotas y apostasías81, alcanza su punto más vulnerable [en] sus relacio-nes con sus esposas y con sus muchas queridas: esto lo rebajó a los ojos de sus contemporáneos y puso varias veces en peligro su existencia y la del Estado 82.

Lo que más repugna y aflige de las eróticas aventuras del anciano rey es la increíble falta de tacto y la poca dignidad de que en ellas daba muestras. .. afirma el catedrático Philippson, ya citado. En todas sus queridas —añade— observó que daban su preferencia a un rival joven y bello; pero su sensualismo no miraba la indignidad del objeto escogido ni tenía para nada el ridículo que sobre su real persona atraían tales re-laciones 83.

Una vez más reiteramos que no podemos compartir por razones de ética y estética, los entusiasmos del Rev. P. Jiménez por el rey galante, ingrato, libertino y perjuro84, que llegado el momento no trepidó en

8 0 PASTOR, LUDOVICO: Historia de los Papas. Desde fines de la Edad Me-dia. Compuesta utilizando el Archivo Secreto Pontificio y otros muchos Archi-vos. Tomo XI. Historia de los Papas en la Epoca de la Reforma y Restauración Católica: Clemente VIII (1592-1605). Versión de la 4.a edición alemana, por P. José Monserrat, de la Compañía de Jesús. Gustavo Gili, editor. Barcelona, MCMXLI, pág. 84, nota 1.

81 Historia de España, dirigida por Ramón Menéndez Pidal. Tomo XIX. España en tiempo de Felipe II (1556 - 1598). Vol. II. Por el P. Luis Fernán-dez Fernández de Retana, Redentorista. Espasa Calpe, S. A. Madrid, 1958, pág. 131.

8 2 ONCKEN, GUILLERMO: Op. cit., p á g . 2 5 2 . 83 Idem. 8 * LAVALEE, M . T E O F I L O : Op. cit., p á g . 3 5 .

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aliarse con la cismática Inglaterra, con los protestantes flamencos, ale-manes y suizos, y aun con los turcos y los infieles, en contra de los ada-lides del catolicismo: el Emperador y el Rey de España.

L E S I E C L E DE Louis El Rvdo. Padre Jiménez, en su empeño por apar-XIV de Voltaire tar al lector de lo medular de nuestro estudio, se

detiene en nimiedades tales como aquella de pre-tender restar valor a un trozo de Voltaire, que transcribimos en nuestro trabajo, por el solo hecho de no ser trasladado directamente de su original en francés: Le siecle de Louis XIV. Pobre artimaña que mueve a risa. De suerte que para el señor Jiménez, Pasternak sólo debe ser reprodu-cido en ruso; Goethe en alemán; Confucio en chino; Michiewicz en polaco; Heródoto en griego; Cicerón en latín; Rabindranath Tagore en hindú y la Biblia y los Profetas en hebreo.

Tan extravagante argumentación lleva otra finalidad muy poco sa-cerdotal, la de intentar presentarnos, sin fundamento alguno, como vul-gares copistas. Y en este caso como el autor calcado de segunda mano sería Voltaire, infiltrar sutilmente en el lector el pensamiento de que he-mos utilizado al incrédulo para combatir a la Compañía de Jesús.

Pues bien, ¿qué dice el trozo de Voltaire reproducido en nuestro estudio? Que el Padre La Chaise, confesor de Luis XIV era un . . . hom-bre de natural apacible, con el que siempre era fácil reconciliarse. Estas ONCE palabras, por demás benévolas para el ilustre jesuíta, provocan el escándalo y la burla del jesuíta chileno. ¿Y por cuál razón? Porque según él, son copias de segunda mano. En nuestro estudio, manifestamos en la pág. 113, nota 252, que la transcripción ha sido tomada de la conocida obra de Voltaire, Age of Louis XIV, pág. 430, editada por la prestigiosa firma Everyman's Library, título que corresponde a la traducción de Le siécle de Louis XIV, del mismo Voltaire. No alcanzamos a comprender qué es lo gracioso que induce al señor Jiménez al referirse a esta trans-cripción a sostener: . . . llegando [F.] hasta el caso gracioso de citar Le siécle de Louis XIV de Voltaire, como ...Age of Louis XIV...; salvo que el ilustrado jesuita vea en el término Age, el concepto de edad úni-camente en el sentido de tiempo que una persona ha vivido, a contar des-de que nació; y no el de Tiempo, Etapa o simplemente de Edad, como quien dice, Edad Antigua o Edad Media o Edad Moderna.

The Age of Louis XIV se titula la bien acreditada obra de Henri Martin 85. The Age of Louis XIV, la famosa producción de Will y Ariel Durant86. Y la lista podría multiplicarse. Cualquiera que tenga las más

85 M A R T I N , H E N H I : The Age of Louis XIV. 2 vols. Boston, 1 8 6 5 .

D U R A N T , W I L L and A R I E L : The Story of Civilization: Part. V I I I . The Age of Louis XIV. S. and SCHESTER, New York, 1 9 6 3 .

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elementales nociones de historia, sabe que la Edad de Luis XIV corre de 1648 a 1715, período que se extiende entre el Tratado de Westfalia y la muerte del Rey Sol.

Finalmente, podemos agregar que Everyman's Library se ha singu-larizado por sus magníficas traducciones, particularmente de las obras clásicas de franceses tan ilustres como Voltaire, Pascal, Moliere y otros 87.

Otras minucias Nos parece innecesario y hasta pueril seguir al Rvdo. del P. Jiménez P. Jiménez en sus reiteradas artimañas y nimiedades,

que no tienen otra meta que el distraer y apartar al lector del tema central de nuestra tesis, el Breve de extinción de la Com-pañía de Jesús de Clemente XIV.

Pasaremos, pues, por alto, sus anodinas reflexiones sobre Bobadilla, el turbulento e irreflexivo palentino, compañero de San Ignacio. El cuen-tecito, con diez por ciento de realidad al que alude el señor Jiménez, puede encontrarlo en un ciento por ciento en el acucioso estudio del Rvdo. P. Luis Fernández de Retana, sobre doña Juana de Austria 8S.

Las reflexiones sobre el escandaloso caso Lavalette, no son sólo ver-daderas en el fondo, como pretende el airado redactor de Mensaje, sino también en su forma, ya que fueron tomadas literalmente por nosotros de la moderna Historia de la Iglesia Católica, redactada por cuatro meri-torios sacerdotes jesuítas, los Rvdos. PP. Llorca, García Villoslada, Leturia y Montalbán 89.

Y, ¿para qué continuar? El reparón jesuíta busca, rebusca y recoge los más minúsculos granos

de polvo y los engarza, pero en su miopía no alcanza a ver ni calibrar, ni el conjunto, ni el fondo, ni la recta intención de nuestro trabajo.

8 7 VOLTAIRE: Age of Louis XIV. Everyman's Library. — Id. History of Charles XII. Everyman's Library. — Id. Works: 44 vols. en 22. Nueva York, 1927. VOLTAIRE y FEDERICO EL GRANDE: Letters. Ed. Richard Aldington. Nue-

va York, 1927. PASCAL, BLAISE: Pensées, Everyman's Library. — Id. Provincial Letters, Boston, 1887.

M O L I E R E : Plays. Everyman's Library. 8 8 FERNANDEZ DE RETANA, Luís: Doña Juana de Austria. Edit. "El Per-

petuo Socorro". Madrid, 1955. 8 9 LLORCA, B . S . J . ; GARCÍA VILLOSLADA, R . , S . J . ; L E T U R I A , P . DE, S . J . ;

MONTALBAN, F.J., S.J.: Historia de la Iglesia Católica. En sus cuatro grandes edades: Antigua, Media, Nueva, Moderna. Tomo I V . MONTALBAN, Feo. J., S.J.: Edad Moderna (1648-1951). La Iglesia en su lucha y relación con el laicismo. Biblioteca de Autores Cristianos. Edit. Católica, S. A. Madrid, 1951, págs. 345-349.

I.A COMPAÑIA D E JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 31

Al leerle, se cae el alma a los pies. Con la crítica del detalle procura llenar la enorme vaciedad en que se encuentra frente a lo medular del problema. No es fácil que nos entendamos con don Julio Jiménez. Tene-mos un distinto modo de ver las cosas.

Su acerba crítica, sin amplitud de horizontes, nos trae a la memoria a los cuentagotas, pincharranas, barruntafechas y micrografistas de toda laya, que con tanta displicencia como hastío eran subestimados por Una-muno, el genial bilbaíno.

En nuestro ensayo sobre la Compañía de Jesús, no escatimamos las alabanzas a su misión universal, a su poderosa acción civilizadora, a su benéfica y monumental tarea de cristianización. Nos detuvimos en sus luces, y como historiadores mencionamos también sus sombras. Condena-mos la expulsión de sus miembros del Portugal, de Francia, de España y de otras naciones. Pero al llegar al Pontificado de Clemente XIV y al ahondar en el Breve de la extinción de la Orden, en sus raíces, naturaleza, gestión y fundamentos, nos limitamos a acatar humildemente sus deci-siones, porque respetamos los juicios de Dios y las disposiciones del que hace sus veces en la tierra 90.

El Breve Dominus ac Redemptor, fruto de la mente, del corazón y de la mano de Clemente XIV, varón excelente por su justicia, ciencia, talen-to y prudencia 91 al decir del P. Ricci, General de los jesuítas; varón de profunda y vasta cultura92 según Ludovico Pastor; y uno de los más egregios cabezas de la Iglesia que merecen indiscutiblemente gloria im-perecedera e imborrable, según el juicio del célebre jesuíta Mattzell93, nos centra en la miga, en la substancia misma del problema que durante si-glos agitó la paz y la tranquilidad de la Iglesia y de los reinos.

Las partes más esenciales del Breve Dominus ac Redemptor, que ha elevado a la fama a Clemente XIV, fue transcripto por nosotros en el estudio que ha desatado las destemplanzas del Rvdo. P. Jiménez.

Limitados por el espacio, damos término a esta réplica, reproducien-do a dos columnas, en castellano y en latín, tan sólo algunos de sus acá-pites fundamentales.

El Breve Clemente XIV no esquiva su solemne y grave responsabili-dad ante Dios y los hombres. Con serena firmeza orienta su

resolución en el pleno uso del ministerio y mensaje de reconciliación y de

9 0 MORENO CEBADA, E M I L I O : Siglos del cristianismo. Historia de la Iglesia. Tomo IV. Biblioteca ilustrada de Espasa Hermanos, Editores. Barcelona, 1868, pág. 643.

9 1 PASTOR, LUDOVICO: Op. cit. Volumen XXXVII, pág. 65. 92 Idem., pág. 435. 93 Idem., pág. 496, nota 1. Trauerre de auf den verstorbenen Papst Kle-

mens XIV. von Mr. L'Awe Simón Mattzell, sin lugar ni fecha, 5, 32, 34.

32 SERGIO FERNANDEZ LARRAIN

paz confiado por Jesucristo a sus Apóstoles y de su potestad sobre todos los pueblos y naciones, juzgando que nada debía omitir en favor de la quietud y tranquilidad de los Estados cristianos.

El Santo Padre que, a pesar de las concesiones y privilegios conce-didos a la Compañía por sus antecesores 94, advierte dolorido:

... casi desde su origen habían co-menzado a brotar variadas semillas de disensiones y rivalidades, no só-lo entre los mismos profesos de la Compañía, sino también en sus re-laciones con las otras órdenes regu-lares, el clero secular, las academias, las universidades, los colegios oficia-les de Estudios Humanísticos, e in-cluso con los mismos soberanos, en cuyos dominios había sido admitida la orden . . . [entre los que destaca a] Felipe II, Rey Católico de Espa-ña, de esclarecida memoria 95.

. .. sito fere ab initio varia dis-sidíorum, ac aemulatíonum semina pullulasse, ipsos non modo inter So-cios, verum etiam cum alíís regula-ribus Ordínibus, Clero Saeculari, Academiis, Universítatibus, publícis lítterarum gymnasiis, et cum ípsis etiam Principibus, quorum in ditio-nibus Societas fuerat excepta; ...Phi-lippus II, Hispaniarum Rex Catho-licus, qui tum gravissimas. .. 9S.

Su I N M O D E R A D A CODICIA DE B I E N E S T E R R E N A L E S :

Pero todo esto —agrega— estu-vo muy lejos de acallar los clamo-res y las quejas contra la Compañía; por el contrario, con mayor intensi-dad se colmó casi todo el mundo con las más reñidas disputas acerca de su doctrina, que muchos conside-raban contraria a la ortodoxia de la fe. Asimismo encendiéronse más y más las discusiones internas y exter-nas y se multiplicaron las acusacio-nes contra la Compañía, sobre todo por su inmoderada codicia de bienes terrenales. En tales precedentes se originaron, como lo saben todos,

Tantum vero abest, ut haec omnia satis fuerint compescendis ad-versus Societatem clamoríbus, et querelís, quin potius magis, magis-que universum fere Orbem pervase-runt molestissimae contentiones de Societatis doctrina, quam fidei ve-luti Orthodoxae, bonísque moribus repugnantem plurimi traduxerunt; domesticae etiam, externaeque ef-ferbuerunt dissensiones, et frequen-tioris factae sunt ineam, de nimia potissimum terrenorum bonorum cu-piditate accusationes; ex quibus óm-nibus suam hauserunt originem tum

94 Cita en el texto a Julio III, Paulo IV, Pío IV, Pío V, Gregorio XIII, Sixto V, Gregorio XIV, Clemente VIII, Paulo V, León XI, Gregorio XV, Urba-no VIII y otros.

95 Clemente XIV. El Breve que abolió a la Compañía de Jesús. Edición citada. Párrafo 17, págs. 102, 104, 105, 106 y 107.

I.A COMPAÑIA DE JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 3 3

aquellas conmociones que ocasiona-ron tanta aflicción e inquietud a la Sede Apostólica, y ciertas decisiones tomadas por algunos soberanos con-tra la Compañía 96.

perturbationes illae ómnibus satis cognitae, quae Sedem Apostolicam ingenti maerore affecerunt, ac mo-lestia; tum capta a Principibus non-nullis in Societatem consilia96.

S u I N D E B I D A I N T R O M I S I O N E N E L O R D E N T E M P O R A L :

Hemos observado sin embargo con harto dolor de nuestro corazón que tanto los remedios ya citados, como muchos otros usados más ade-lante, no demostraron casi ningún valor y carecieron de autoridad pa-ra desarraigar y disipar tantas y tan graves conmociones, acusaciones y quejas contra la Compañía de Jesús. Fueron infructuosos además los es-fuerzos de nuestros predecesores Ur-bano VIII, Clemente IX, X, XI y XIII, Alejandro VII y VIII, Inocen-cio X, XI, XII y XIII, y Benedicto XIV, quienes intentaron devolver a la Iglesia su tan deseada tranquili-dad, mediante la sanción de mu-chas y muy saludables resoluciones, ya sea en cuanto a la obligación de abstenerse en absoluto de todo ma-nejo temporal, o bien en asuntos sin atingencia con las Misiones, o bien en lo que atañe a éstas; ya sea en cuanto a las gravísimas disputas y recriminaciones, suscitadas áspera-mente por la misma Compañía con-tra los ordinarios de cada lugar, con-tra las órdenes regulares y los lu-gares piadosos, contra toda clase de comunidad, en Europa, Asia y Amé-rica, no sin gran ruina de las almas y extrañeza de los pueblos; ya sea también sobre la interpretación y

Máximo sane animi nostri dolo-re observavimus, tam praedicta, quam alia complura deinceps ad-hibita remedia nihil ferme virtutis praesetulisse, et auctoritates ad tot, ac tantas evelendas, dissipandas-que turbas, accusationes, et queri-monias in saepedictam Societatem, frustraque ad id laborasse ceteros Praedecessores nosotros Urbanum VIII., Clementem IX.X.XI. et XII., Alexandrum VII., et VIII., Inno-centium X.XI.XII et XIII., et Be-nedictum XIV., qui optatissimam conati sunt Ecclesiae restituere tranquillitatem plurimis saluberri-mis editis Constitutionibus; tam circa saecularia negotia, sive extra sacras Missiones, sive earum occa-sione minimé exercenda, quam cir-ca dissidia gravissima, ac jurgia adversus Locorum Ordinarios, re-gulares Ordines, loca pía, atque Communitates cujusvis generis in Europa, Asia et America non sine ingenti animarum ruina, ac popu-lorum admiratione a Societate acri-ter excitata; tum etiam super inter-pretatione, et praxi Ethnicorum quorumdam rituum aliquibus in locis passim adhibita, omissis Os, qui ab Universali Ecclesia sunt ri-te probati; vel super earum sen-

96 Clemente XIV. El Breve que abolió a la Compañía de Jesús. Edición ci-tada, Párrafo 20, págs. 110 y 111.

34 SERGIO FERNANDEZ LARRAIN

ejecución de diversos ritos gentíli-cos, que han practicado con cierta frecuencia en algunos países, sin cui-darse en absoluto de lo que ha sido aprobado tradicionalmente por la Iglesia Universal; o sobre la aplica-ción e interpretación de aquellas doctrinas que la Sede Apostólica ha condenado con razón por ser mani-fiestamente nocivas para el mejor afianzamiento de las costumbres; y finalmente sobre otras cosas de su-ma importancia, no sólo muy nece-sarias para conservar en su integri-dad la pureza de los dogmas cris-tianos, sino también motivo de que en esta nuestra edad se originasen multitud de males y daños, por ejemplo, conmociones y tumultos en varios países católicos, persecu-ciones de la Iglesia en algunas re-giones de Asia y Europa. Siguióse de ello en fin gran aflicción en nuestros predecesores, entre los cuales debemos mencionar al Papa Inocencio XI, de piadosa memo-ria, quien se vio forzosamente pre-cisado a prohibir que la Compañía admitiese novicios; o al Papa Ino-cencio XIII quien se vio obligado a reiterarle el mismo castigo, o en fin al Papa Benedicto XIV, de ve-nerada memoria, que consideró ne-cesario decretar la visita de las ca-sas y colegios existentes en los do-minios de nuestro hijo, muy ama-do en Cristo, al rey fidelísimo de Portugal y los Algarbes.

97

tentiarum usu, et interpretatione, quas Apostólica Sedes tamquam scandalosas, optimaeque morum disciplinae manifesté noxias méri-to proscripsit; vel aliis demum su-per rebus maximi equidem momen-ti, et ad Christianorum dogmatum puritatem sartam tectam servan-dum apprime necessariis, et ex qui-bus nostra hac non minus, quam superiori aetate plurima dimana-rumt detrimento, et incommoda; perturbationes nimirum, ac tumul-tus in nonnullis Catholicis regioni-bus; Ecclesiae persecutiones in qui-busdam Asiae et Europae privin-ciis; ingens denique allatus est maeror Praedecessoribus nostris, et in his piae memoriae Innocentio Papae XI. qui necessitate compul-sus eo devenit, ut Societati interdi-cen t novitios ad hábitum admite-re; tum Innocentio Papae XIII. qui eamdem poenam coactus futí íidem comminari; ac tamdem rec. memoriae Benedicto Papae XIV., qui visitationem Domorum, Colle-giorumque in ditione charissimi in Christo filii nostri Lusitaniae, et Algarbiorum Regís Fidelissimi exis-tentium censuit decernendam ...

97

Idem., Párrafo 21, págs. 114, 115, 116, 117 y 118.

I.A COMPAÑIA D E JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 35

L A E X T I N C I Ó N Y L A VERDADERA P A Z DE L A I G L E S I A :

Después de habernos valido de tantos y tan necesarios medios; asistidos, como confiamos, por el favor y la inspiración del Divino Espíritu, y compelidos por la obli-gación de nuestro oficio, por el cual nos vemos estrechísimamente urgidos a establecer, fomentar y consolidar, en cuanto depende de nuestras fuerzas, el sosiego y la tranquilidad de los Estados Cris-tianos, y a remover enteramente to-do aquello que les pueda causar detrimento, aún el más pequeño; y habiendo considerado además que la mencionada Compañía de Jesús no podía ya producir los abundan-tísimos y variadísimos frutos y utilidades, para los cuales fue ins-tituida, aprobada por tantos pre-decesores nuestros, y enriquecida con muchísimos privilegios, y que por el contrario, mientras ella per-durase, sería apenas posible, o ab-solutamente imposible, que se res-tableciese la verdadera y durable paz de la Iglesia: determinados pues por estas gravísimas causas y urgidos por otras razones que nos iictan las leyes de la prudencia y el mejor gobierno de la Iglesia Universal y que están siempre pre-sente en lo más profundo de nues-tro corazón; siguiendo las huellas

de nuestros Predecesores, con madura deliberación, con cer-tidumbre de conocimiento y con la plenitud de la potestad apostó-lica, extinguimos y suprimimos la mencionada Compañía: abolimos y anulamos todos y cada uno de sus oficios, ministerios y direcciones;

'Fot itaque, ac tam necessariis adhibitis mediis, Divini Spiritus, ut confidimus, adjuti praesentia, et afflatu necnon muneris nostri com-pulsi necessitate quo et ad Chris-tianae Reipublicae quietem et tran-quillitatem conciliandam, foven-dam, roborandam, et ad illa omnia penitus de medio tollenda, quae eidem detrimento vel mínimo esse possunt, quantum vires sinunt, arc-tissime adigimur; cumque praete-rea animadverterimus, praedictam Societatem Jesu ubérrimos illos, amplissimosque fructus, et utilita-tes afferre amplius non posse, ad quos instituía fuit, a tot Praede-cessoribus nostris approbata, ac plurimis ornato privilegiis, imo fie-ri, aut vix, aut nullo modo posse, ut ea incólume manente vera pax, ac diuturna Ecclesiae restituatur; his propterea gravissimis adducti causis, aliisque pressi rationibus, quas et prudentiae leges, et opti-mum Universalis Ecclesiae regimen nobis suppeditant, altaque mente repositas servamus, vestigiis inhae-rentes eorumdem Praedecessorum nostrorum, et praesertim memorati Gregorii X. Praedecessoris maturo consilio, ex certa scientis, et plenitudine potestatis Apostoli-cae, saepedictam Societatem extin-guimus, et supprimimus: tollimus et abrogamus omnia, et singula ejus officia, ministerio, et adminis-trationes, Domus, Scholas, Colle-gia, Hospitia, Grancias, et loca quaecumque quavis in Provincia, Regno, et ditione existentia, et mo-do quolibet ad eam pertinentia; ejus

36 SERGIO FERNANDEZ LARRAIN

sus casas, escuelas, colegios, hos-picios, granjas y cualquier otra po-sesión, sita en cualquier provincia, reino o dominio y que de cual-quier manera le pertenezca; sus es-tatutos, usos y costumbres, decre-tos, constituciones, incluso las con-firmadas por jurisdicción y reso-lución apostólica o de cualquier otro modo. Asimismo abolimos y anulamos todos y cada uno de sus privilegios e indultos generales o especiales, Y en consecuen-cia, declaramos que queda perpe-tuamente abolida y enteramente ex-tinguida toda y cualquiera autori-dad que tenían el Prepósito Gene-ral, los provinciales, los visitadores y todos los demás superiores de la mencionada Compañía, tanto en el orden espiritual como en el tempo-ral; y transferimos totalmente y sin excepción alguna dicha jurisdic-ción y autoridad a los ordinarios de cada lugar, teniendo en cuenta el modo, los casos y las personas y bajo condiciones que más adelan-te detallamos98.

statuta, mores, consuetudines, De-creta, Constitutiones, etiam jura-mento, confirmatione Apostólica, aut alias roboratas; omnia item, et singula privilegia, et indulta gene-ralia, vel specialia, Ideo-que declaramus cassatam perpetuo manere, ac penitus extinctam om-nem et quamcumque auctoritatem Praepositi Generalis, Provincialium, Visitatorum, aliorumque quorumli-bet dictae Societatis Superiorum tam in spiritualibus, quam in tem-poralibus; eamdemque jurisdictio-nem, et auctoritatem in Locorum Ordinarios totaliter, et omnimode transferimus, juxta modum, casus, et personas, et iis sub conditioni-bus, quas infra explicabimus; ...

9S.

Ellos se creyeron necesarios —decía el Cardenal Sto-La soberbia pañi al analizar el Breve de Clemente XIV— y esto fue los perdió su desventura 99.

La soberbia y el afán de novedades pierde a los me-jores y entre los mejores a los propios hijos de Loyola.

Ya en los comienzos de la Orden lo advirtió avizoramente Clemen-te VIII.

El 4 de enero [de 1594] —escribe Pastor— por la mañana Clemente VIH fue con seis cardenales a la casa profesa de los jesuítas, dijo devo-tamente la misa y luego dirigió una alocución a los Padres reunidos. Hizo resaltar primeramente de nuevo los grandes méritos de la Orden, pero di-jo que éstos habían de ser una invitación a la humildad. Después de ha-

98 Idem. Párrafo 25, págs. 124, 125, 126, 127, 128 y 129. 99 Cf. MORENO CEBADA, E M I L I O : Op. CU., págs. 6 4 8 - 6 5 0 .

I.A COMPAÑIA D E JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 37

berse extendido sobre la humildad y la soberbia vituperó en la Orden el entrometimiento en cosas ajenas de ella y en la política, el proferir opi-niones raras y el censurar la doctrina de otros, además el no hacer caso de príncipes, ni reyes, ni emperadores, el tratar si el Papa tenía poder pa-ra hacer esto o aquello, el despreciar el monacato y tener sus constitucio-nes por tan perfectas e inmutables, que no se pudiese mejorar nada en ellas, y el parecerles que no tenían necesidad ni de visita ni de refor-ma100.

Han transcurrido virtualmente cuatro siglos y la voz de Clemente VIII mantiene toda su vigencia.

Y en noviembre de 1598 el mismo Pontífice condena su . . .curiosi-dad, de donde nace que os queréis entrometer en saberlo todo... hasta los Estados querréis gobernar, dando a entender que no saldrá nada bien sin vuestra industria y diligencia; y en muchas cosas sabemos lo contrario y de éstas sois murmurados con mucha razón 101. Condena su soberbia. .. particularmente en su doctrina al hacer profesión de no os sujetar a ninguno, ... queriendo censurar a Santo Tomás y a cuantos escolásticos han escrito, pues en vuestros institutos sois tan sin-gulares, que os parece que todas vuestras cosas son irreprensibles, . ..102.

Les censura por no reconocer sus faltas, de donde viene el defende-ros y excusaros de todo, como de hombres que no pueden errar; y si a quien toca el remedio de esto le quiere poner, ¡qué de razones ale-gáis para que todo quede bien ordenado como queréis, qué de eficacia de palabras, qué ser nada, qué nada hay que reprender, ni corregir, ni en-mendar, ni en vosotros ni en vuestras cosas!

Vosotros —agrega S. S.— sólo decís que no tenéis que añadir ni qui-tar; vosotros solos no tenéis necesidad de visitar Rectores ni Provinciales, ni queréis oír a los particulares ni satisfacer sus agravios 103.

Y tres siglos más tarde, Pío X —el Santo y apacible Pío X— con oca-sión del centenario de la "restauración" de la Orden, les exhorta a no

100 Cf. PASTOR, LUDOVICO: Op. Cit. Tomo XI. Volumen XXIV, págs. 78-79. 101 Razonamiento que la Santidad del Papa Clemente VIII hizo a los Pa-

dres de la Compañía de Jesús que se congregaron en Roma el 2 de noviem-bre del año 1598. Para el texto castellano se han tenido presentes dos copias manuscritas: una que consta en un legajo de Papeles de Jesuítas, tomo 86, fo-lio 314, perteneciente a la Biblioteca de la Academia de la Historia y otra que se lee en un legajo (H - 176) del Archivo de la Biblioteca Nacional. Dichas copias son evidentemente más perfectas que la latina. La de la Biblioteca Na-cional, por otra parte defectuosa, trae un párrafo, el penúltimo, que falta en la de la Academia de la Historia, como también en las demás. Cf. Mra, MIGUEL,

Pbro: Historia Interna Documentada de la Compañía de Jesús. Tomo II. Ma-drid, 1913, págs. 547-551.

i°2 Idem. 103 í d e m .

3 8 SERGIO F E R N A N D E Z LARRAIN

olvidar jamás lo que el mismo S. Ignacio ha prescrito en la X parte de sus Constituciones: Que todos aquellos que se entregan a la Compañía se obliguen a la práctica de las virtudes sólidas y perfectas y al cuidado de las cosas espirituales, y estimen que en esto hay más valor que en la cien-cia y en los demás dones naturales y humanos: pues aquellos bienes son interiores, de donde las obras exteriores adquieren precisamente su efi-cacia, según el fin que nos hemos propuesto en nuestra institución. Por este motivo —prosigue el Pontífice— que cada uno de vosotros cuide con gran atención que al entregarse en todo a todos, no se deje contaminar por la enfermedad del mundo, sea que se sienta inclinado muy fácilmente a encontrar excusas para sus codicias, sea incluso mostrándose indul-gente para con sus errores. En este caso, en efecto, seguiría más bien la prudencia de la carne, para gran detrimento de la fe y de las buenas cos-tumbres del pueblo cristiano. En una palabra, Nos queremos que se evi-ten los tres puntos, que señalais en vuestra carta a los padres y herma-nos de la Compañía y lo que les recomendáis a saber: QUE TODOS SE OPONGAN AL ESPIRITU DEL MUNDO, A LA LIGEREZA DEL ES-PIRITU, A LA AFECCION POR LAS NOVEDADES TEMERARIAS «4.

¿No reaparecen y vibran en estas líneas algunas de las hondas re-flexiones de Clemente XIV? ¿Y no resulta este texto, admonitorio y pre-monitorio a la vez, si observamos el desarrollo histórico de estos últimos cincuenta años?

No quisiéramos dar término a este estudio sin recordar el ecuánime y recto juicio emitido por el insigne jesuíta Simón Mattzell, en la emo-tiva oración fúnebre de Clemente XIV, el 15 de noviembre de 1774, en Friburgo. Después de enaltecer cabalmente las múltiples condiciones del Pontífice, le defiende ardorosamente de las acusaciones que se le-vantaron en su contra con ocasión del Breve de extinción de la Orden. No fue el odio —exclama— sino solamente el celo por la paz de la Iglesia el que armó su paternal brazo con el rayo con el cual nos hirió ¡Ah! si la paz, mas la verdadera paz, si la unidad de la Iglesia de Dios no po-día ser restablecida más que mediante nuestra pública ejecución.. . ... entonces no nos rebelamos contra tamaño golpe... Y el que de los antiguos jesuítas pudiera pensar, hablar o escribir de contrario modo, ese tuvo el nombre, el hábito de la Compañía de Jesús, pero no su espíri-tu 105.

Y es que la verdad jamás perece. Hace dos mil años ya lo dijo Sé-neca: Vertías numquam perit106.

104 Carta de S. S. Pío X al General de los jesuítas con motivo del centena-rio de la restauración.

ios P A S X O R , LUDOVIOO: Op. Cit. Volumen XXXVII. Edic. cit., pág. 4 9 6 ,

nota 1. 1 0 6 SENECA: Troad.

I.A COMPAÑIA D E JESUS A TRAVES D E LOS SIGLOS 3 9

Frente a tan hondas y maduras reflexiones ¡qué vacías e insubstan-ciales aparecen las añagazas y sutilezas del Rvdo. Padre Jiménez!

Veritas vel mendacio corrumpitur, vel silentio 107. "La verdad se co-rrompe o con la mentira, o con el silencio".

107 CICERÓN. De offic.

LA COMPAÑIA DE JESUS A TRAVES DE LOS SIGLOS

L A RESPUESTA DE DON JVLK) J I M E N E Z , S. J .

U N A CORTINA DE HUMO QUE SE DESVANECE

1*1*.

Nubes y viento, pero no lluvia, el hombre que presume de dar mucho y no lo da

Por los cerros de Ubeda

Un caso netamente chileno

Documento pontificio leído al revés . . . por D. Julio Jiménez .

S. S. Clemente XIV y D. Julio Jiménez 14

El caso de Clemente XIII 16

El libelo anónimo 17

Los confesores Je Enrique HI y Enrique,IV 19

El P. Mariana y Enrique IV 22

Una tempestad en un vas o de agua 24

París bien vale una misa 25

De internis non fudicat ecclesia 27

Le siécle de Louis XTV, de Voltaire 29

Otras minucias del P. Jiménez 30

El Breve 31

Su inmoderada codicia de bienes terrenales 32

Su indebida intromisión en el orden temporal 33

La extinción y la verdadera paz de la Iglesia 35

La toberbia los perdió 36