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Nº3 / MAR 2015 Publicación del Museo Nacional de Arquitectura para debatir los temas de la arquitectura, la ciudad y el diseño industrial en Venezuela

La Ciudad del Sol Nro. 3

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El contenido de este número se centra en un aspecto del desarrollo arquitectónico venezolano, que ha sido un tema repetitivo en nuestras salas de exposiciones, en las conferencias y en los debates que se han celebrado en estos últimos dos años. Es el asunto tan delicado e importante de la calidad de lo que se hace bajo la categoría teórica y práctica de arquitectura. Demostrada la magnitud sustancial de lo que se construye, de manera muy especial por parte del Estado, surge, de forma categórica, el examen de su calidad. La relación dinámica e inacabable entre cantidad y calidad, impone severos criterios de juicio y una sana y tolerante disposición a escuchar y reflexionar. Lo demás corresponde a las secciones habituales. No se pierdan, en especial, la contundencia del artículo de Juan Vicente Pantin, quien, como siempre, pone los puntos sobre las íes.

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N º 3 / M A R 2 0 1 5

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D E B A T E

CONTENIDO

La arquitectura no será televisada

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P R O Y E C T O

P R O Y E C T O

DISEÑO INDUSTRIAL

LIBROS INDISPENSABLES

A

B

Enrique Fernández-Shaw. Farmacia de Medicamentos de Alto Costo en la ciudad de Maracaibo

Facundo Baudoin. Sobre la Base del Condensador Social. Campamento de Pioneros Mujeres Vencedoras

Humanismo, diseño postindustrial y creatividad

La próxima catástrofe es la climática

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JuAN ViceNte PANtiN

efrAíN GoNzález

fotografía de portada: Pablo Marcanofarmacia de Medicamentos de Alto costo en la ciudad de Maracaibo

JuAN Pedro PosANi

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La historia de las revistas de arquitectura en Venezuela, que comienza en los años 50 del siglo XX, con a, hombre y expresión y con Integral, es una historia de catástrofes casi inmediatas o de lentas agonías intermitentes. Hay excepciones, desde luego, en la UCV, las revistas

Urbana y Tecnología y Construcción. Más “recientemente” la habilidad personal de Jesús Yépez ha logrado una permanencia tan encomiable como asombrosa, con la revista entre rayas. La publicación oficial del Musarq, La Ciudad del Sol, no ha podido tener hasta hoy un destino más afortunado que las demás. El cambio que el amable lector está experimentando con esta versión digital es también el resultado del intento de superar los obstáculos que el oscuro camino de la burocracia y de las penurias económicas le impone a la terca obstinación del equipo editorial.

Tenemos la esperanza de poder seguir con éxito con este cambio de formato. Otros lo han tenido, en el campo internacional. Ojalá que también nosotros podamos seguir expresándonos, con la libertad acostumbrada, en un medio que presenta ventajas muy apreciables. Por supuesto, bienvenidas las críticas y las opiniones o sugerencias.

El contenido de este número se centra en un aspecto del desarrollo arquitectónico venezolano, que ha sido un tema repetitivo en nuestras salas de exposiciones, en las conferencias y en los debates que se han celebrado en estos últimos dos años. Es el asunto tan delicado e importante de la calidad de lo que se hace bajo la categoría teórica y práctica de arquitectura. Demostrada la magnitud sustancial de lo que se construye, de manera muy especial por parte del Estado, surge, de forma categórica, el examen de su calidad. La relación dinámica e inacabable entre cantidad y calidad, impone severos criterios de juicio y una sana y tolerante disposición a escuchar y reflexionar. Por ello, hemos creído conveniente abrir una sección de las salas de exposición y, por ello, también una en las páginas de esta revista, dedicada a lo que nos pareció más adecuado con el título de Buenos Ejemplos. Los dos casos que aquí se ilustran son una buena demostración que no se ha perdido, en la carrera desesperada por resarcir lo que nunca hubiera tenido que perderse, la intención de atender la construcción del espacio social, con el cuidado, la inteligencia y la participación que los tiempos y la maduración política actuales imponen.

Lo demás corresponde a las secciones habituales. No se pierdan, en especial, la contundencia del artículo de Juan Vicente Pantin, quien, como siempre, pone los puntos sobre las íes.

Hasta la próxima entrega, con un saludo muy cordial desde el Musarq.

E D I T O R I A L

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Una revisión del arte edificatoria pública en Venezuela durante los últimos veinte años nos hace regresar a la célebre pregunta, “¿continuidad o crisis?”, planteada a finales de los 50 por el crítico italiano Ernesto Nathan Rogers. Aquí, la interrogante tiene otra intención y un doble sentido: desde el pun-to de vista estrictamente interno, abordar la cuestión de si se han renovado los fundamentos que la pos-modernidad arquitectónica local dejó como asunto pendiente antes del viernes negro, o si sólo ha salido del estado de hibernación ante las oportunidades de proyecto de los últimos años. Y, desde otro punto de vista, preguntarnos si la política ha tenido alguna capacidad para incidir sobre la arquitectura; si ha sido modificada la concepción tradicional de lo público y si la disciplina ha dado cuenta de ello.

Mirando hacia afuera, es llamativo que la arquitec-tura promovida por el agónico estado de bienestar internacional se encuentra en riesgo de extinción. Por mucho que fisgoneo en los sites arquitectónicos de vanguardia –y vaya que lo hago como un vicio, casi a diario– todavía no he visto una escuela pública design en Dubai o un ayuntamiento “de autor” en las flamantes megalópolis de la China post Mao; excepcionalmente en aquellos países –como España– que nos tenían acostumbrados a asociar buena arquitectura con la institucionalidad pública. Rele-gada a la vergonzosa marginalidad de un parque de atracciones obsoleto, la arquitectura, y en general la concepción política de lo público, languidece mientras la industria cultural y las corporaciones se entretienen en la especulación (en este caso formal),

atendiendo a las tesis de la globalización neoliberal que disuelven progresivamente el Estado-nación y las tradiciones culturales de las aglomeraciones humanas que, como moscas, asisten al novedoso espectáculo.

Resulta paradójico que ante tal escenario –que su-bordina a la práctica transnacional de los starchitects, la dependencia tecnológica, la enajenación de buena parte de la capacidad creadora y la influencia del arquitecto sobre la esfera social–, ante las expectati-vas y oportunidades de un nuevo proyecto político, impulsado justamente por una profunda necesidad de reconstrucción de lo público, aquí la arquitectura haya optado por un hosco aislamiento. El chavismo, o más específicamente, la pérdida aparente del Estado laissez-faire al que muchos arquitectos apostaban como paraíso de oportunidades, los hizo caer en “el nihilismo desesperado propio de quien ve derrum-barse ante sí los paradigmas que le sostienen”.1 Se habían acostumbrado mal a entender el oficio como simple cuestión de encargos; su trabajo quedó rele-gado a los burós, con poco o ningún contacto con la realidad; creyeron que su singular talento, su cosmo-politismo de colonizados era la panacea; olvidaron que la mejor arquitectura pública se hizo cuando los mejores arquitectos ocuparon las instituciones, se preocuparon, se expusieron a la palestra sin la burda excusa de los “principios” políticos; hablaron menos e hicieron más. ¿Cuántos –antes y ahora– se arremangaron la camisa, cuántos abandonaron la comodidad del aire acondicionado, cuántos se comprometieron con la función pública, cuántos investigaron, reflexionaron, propusieron?

Juan Vicente [email protected]

D E B A T E

La arquitectura no será televisada

1tafuri, Manfredo. (1972). Teorías e historia de la arquitectura. Barcelona, laia. Pág. 17.

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Espacio Cultural Comunitarioestado Barinas, Venezuela

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Parque Extremo Chacao, Caracas,Venezuela

Las precarias condiciones de Venezuela a finales de siglo XX han actualizado la afirmación del enciclo-pedista d’Alembert: “a ojos de filósofo, la arquitectura no es más que la máscara embellecida de las grandes necesidades del hombre”. La magnitud de las nece-sidades ha postergado la fachada compensatoria, la arquitectura como legitimación estética del régimen, desilusionando a quienes creyeron ver en Chávez un burdo epígono de Marcos Pérez Jiménez. Pero también han postergado sin razón la arquitectura necesaria, la reflexión, el debate. Se ha exacerbado un desprecio por la res publica que alcanza desde ex-tremos opuestos a la propia arquitectura como objeto de violencia y saqueo, prolongado desde los tiempos de la cuarta república en la ignorancia del burócrata –arquitecto inclusive– que, por personalismo o simple mal gusto, niega su enorme capacidad como vehículo cultural e ideológico. Quizás su ejemplo más contra-

dictorio y notorio es el “módulo” de la Misión Barrio Adentro: incuestionablemente huérfano desde el punto de vista estético y constructivo, se ha replicado –si hemos de tener fe en las farragosas cifras oficia-les– en diez mil unidades a lo largo de once años.2 Sin autor, proyecto, plan o industrialización, este objeto nos habla desde sus carencias, pero también desde sus aciertos, del inmenso potencial de lo necesario y de la inmensa necesidad de la arquitectura como herra-mienta de transformación social. Algo similar ha ocurrido con la vasta y diversa producción de vivienda social. ¿Aprenderemos de esas lecciones?

Sin haber superado su condición marginal en el vasto universo de la construcción, se ha producido también desde lo público una cantidad de arquitectu-ra politically correct que aún no ha pasado por la criba y merece la atención de los opinólogos. Respondiendo a la pregunta inicial, la edilicia reciente adolece

2 AVN. (2014). En 11 años, Barrio Adentro ha construido más de 10.000 módulos de atención primaria. 17 de noviembre de 2014. http://www.avn.info.ve/contenido/once-a%c3%-B1os-barrio-adentro-ha-construi-do-m%c3%A1s-10000-m%c3%B3d-ulos-atenci%c3%B3n-primaria

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En casos extremos, algunas instituciones “revolucionarias” se equiparan con las edificaciones del gran capital en los mismos amaneramientos, las pretensiones cosmopolitas, los afanes de actualidad maquillados por la insustancialidad constructiva y el revestimiento importado

de lo que llamaríamos una “continuidad crítica”, en el sentido de haber sido parcialmente resistente las rupturas artificiales de las modas foráneas, y decanta-do objetivamente los elementos más apropiados de la tradición disciplinar local a las condiciones actuales. Parte de estas obras parecen haber desper-tado de la crisis de identidad del posmodernismo ochentoso y apuntar a una arquitectura más desapa-sionada, menos preocupada por las poéticas o los formalismos, más consciente de que su finalidad está fuera del papel.

Tímidamente se ha hablado de ellas y sospecho que hay un mezquino recelo que pretende el oculta-miento de tales aciertos. Porque lo más notable de este fenómeno es que pareciera que la arquitectura producida en este tiempo no existe. En el apogeo de la era mediática, los autores no hablan de su obra, ni se piensa, hace o divulga una arquitectura perti-nente. Se ha acusado de prosélitos a quienes difunden la suya para la función pública. Políticos e instituciones dilapidan los esfuerzos para producir y difundir los alcances de la arquitectura de los últi-mos años. Iniciativas como la muestra Arquitectura X Procesos –más vinculadas a la autopromoción que a una seria autoevaluación disciplinar– corroboran, sin proponérselo, el parco interés de la empresa privada y la hegemonía casi absoluta de la institución pública como promotora de “buenos edificios”; quizás por ello han sido pocos los esfuerzos para la divulgación del oficio en años recientes.

En algunas de las arquitecturas allí mostradas, la institucionalidad “oficialista” y “opositora” se confun-den anodinamente en una arquitectura digna pero de retaguardia, cuya consistencia radica, fundamen-talmente, en su apego a los cánones y la redondez de su construcción. Es una paradoja que sean apenas reconocibles las diferencias ideológicas que uno supone deberían aflorar también en el debate disci-plinar; al contrario, sigue vigente la vieja concepción estetizante, el matrimonio por conveniencia entre Estado y arquitectura. En casos extremos, algunas instituciones “revolucionarias” se equiparan con

las edificaciones del gran capital en los mismos ama-neramientos, las pretensiones cosmopolitas, los afanes de actualidad maquillados por la insustan-cialidad constructiva y el revestimiento importado, amenazadas todas de muerte prematura por la obsolescencia programada, dejando sin respuesta otras preguntas más acuciantes. O instancias como la Alcaldía de Chacao –cuyo mérito es haber sosteni-do una política de petit travaux consecuente con el oficio–, que han desarrollado una insólita colección de hermosos espacios anti públicos, cerrados con candado y funcionando en horario de oficina.

Contra estas experiencias, sin embargo, es posible oponer otras, menos publicitadas aún, que han afron-tado con mayor rigor y profundidad las preguntas pendientes. De estas, la más notable por su magnitud y complejidad, es la adelantada desde diversos frentes por la Alcaldía de Caracas. No existe arquitectura más pública que la de plazas, parques, paseos y bulevares, por cuanto reivindica exclusivamente el uso y niega la propiedad, revierte décadas de aban-dono, sirve a la reconstrucción del tejido social, la memoria y la funcionalidad urbana, niega los límites, las barreras y discriminaciones, no puede medirse en términos de rentabilidad o costo y resiste a las esterilidades de la estética y la novedad; el espacio público debe ser bastión fundamental de la gestión publica actual, asumirse como misión y extenderse a todas las ciudades del país. Se suman en Caracas, con idéntico alcance, calidad y pertinencia, la cons-trucción de vivienda social y el rescate patrimonial.

No es sólo cuestión de cantidad o una simple recuperación, hay en estas arquitecturas el germen de una nueva orientación, nacida de aquella conti-nuidad crítica, más consistente y consecuente con nuestra realidad. Por citar ejemplos, obras como el Hospital Cardiológico Gilberto Rodríguez Ochoa en Montalbán, las escuelas modulares de Miranda o el programa nacional de Espacios Culturales Comunita-rios, apuestan por una abierta concepción tipológica y una honestidad constructiva que actúan como soportes para la reproductibilidad y, a la vez, para la

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Skatepark Los Símbolos, Caracas, Venezuela

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adaptabilidad, haciendo visibles programa, espacio y vida, más allá de la obsesión epidérmica actual. En su ambigüedad, empujan a completar su lectura y ver que ellas son posibles y están dispuestas para la participación, más que a la expectación. Renunciando a la singularidad, estas estrategias proyectuales res-ponden a la incógnita:

Una operación de arquitectura no puede cargar con

muchas decisiones simultáneas ni manejar todas las

circunstancias que rodean a una obra. Los proyectos de

arquitectura devienen a lo más en tres o cuatro –cinco

a lo más– decisiones. Muchas veces no son sólo de

naturaleza formal, plástica o matérica, sino políticas,

sociales o económicas. Pero esas decisiones, aunque sean

pocas, deben ser tan contundentes y de tanta consistencia

intelectual como para resistir –tal cual un cohete, un

proyectil– la legada a su destino. 3

Debiendo ser objetos centrales para la reflexión disciplinar y referentes incuestionables para la ges-tión pública, estas obras han sido más reconocidas por su función social que por su calidad arquitectónica. Es justamente en aquella donde radican actualmente los grandes retos para la disciplina. Retos a los que parecen haber renunciado los ámbitos gremiales y académicos, que en estos quince años han optado por el ostracismo, en una abulia que erosiona el campo

profesional y lo distancia de la gestión pública con graves consecuencias a futuro. Pecan en ello también las propias instancias del Estado, que tienen el deber de abrirse a la participación. Hay que reivindicar por igual los concursos, la incorporación de cuadros profesionales y la participación protagónica del Poder Popular en la producción social de la arquitectura, no como oportunidades para la consagración individual, ni para disfrazar la “democratización” del oficio: son asuntos de Estado que otorgan capacidad de acción y poder de decisión haciendo ejercicio del criterio, pero especialmente porque incorporan la dimensión de lo público desde la concepción misma del proyecto.

Aún está por revisarse el significado de lo público a la luz del momento presente. No se trata sólo de la dignidad o la corrección de los edificios, se trata de recuperar su capacidad de solucionar problemas humanos, de incluir, de volver a una concepción más humana de la arquitectura. Y esto no es sólo asunto de los arquitectos, lo es fundamentalmente de la política, de lo público, o sea, de la gente. Aún está por hacerse una arquitectura realmente pública, hecha desde la gente y para la gente, que no se ciegue ante los focos del espectáculo, que se nutra en las fuentes de la función social y la significación cultural. No será esta una arquitectura para las cámaras, pero eso no es importante.

3 rosas, José. (2009). “ilusión de una nueva arquitectura venezolana. Proyectos recientes 1997-2007”. Medio Informativo. 12, pág.11.

Barrio Adentro San Pablito, Caracas,Venezuela

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La Farmacia de Medicamentos de Alto Costo de Maracaibo es una muestra de arquitectura sostenible realizada por el Estado, que ha sido reconocida dentro y fuera de Venezuela. Obtuvo el primer premio del Concurso de Arquitectura Verde 2012, convocado por el Colegio de Arquitectos de Venezuela y la Fundación IDAC; y quedó seleccionada entre los seis finalistas, en la sección Efectividad, y entre los 36 finalistas, en la sección Salud, del concurso que organiza World Architecture News. En esta edición, La Ciudad del Sol entrevistó a Enrique Fernández-Shaw, uno de los arquitectos del equipo de AM: Arquitectura Multimedia, empresa que desarrolló el proyecto y la obra

P R O Y E C T O A

ArquitecturA sostenible en VenezuelA, un ejemplo del estAdo

lA FArmAciA de medicAmentos de Alto costo

mArAcAibo iVss

Fotografía cortesíade Enrique Fernández-Shaw

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¿Cómo comenzó el proyecto y cuáles fueron las consideraciones generales para hacerlo?

El desarrollo del proyecto de la Farmacia de Medica-mentos de Alto Costo, en la ciudad de Maracaibo, fue iniciativa de una empresa constructora. Nos hicieron un llamado para hacerle la propuesta al Seguro Social de realizar un caso piloto a partir de lo que había sido la farmacia en Los Ruices, en Caracas. Allí, ellos habían tenido la oportunidad de desarrollar un programa de abastecimiento de los medicamentos para las enfermedades más delicadas, como cáncer, diabetes y otras. El Seguro Social había pensado que eso, definitivamente, debía replicarse en otras ciudades y sacar la operación de dotación de esos medicamentos de los hospitales que había en las regiones, donde existen grandes dificultades en cuanto a la seguridad y a los espacios de almace-namiento de esos medicamentos. Es decir, tenían un problema funcional y operativo muy importante que había que atender.

En ese sentido, nosotros planteamos que, definiti-vamente, debíamos procurar que eso se definiera bajo un criterio que, en lo posible, fuese sostenible y que, por otro lado, pudieran adaptarse a los distintos contextos donde se desarrollen los edificios. Es decir, a partir del programa de usos y lo que allí sucede en términos de almacenamiento, atención al público, administración, carga, descarga y demás

En términos ambientales, debíamos responder de la mejor manera posible a lo que implica hacer unedificio en Maracaibo, que tiene unos parámetrosbien complejos en cuanto al clima

componentes de ese programa de usos, poder adaptar los edificios a las distintas condiciones de terrenos. Tuvimos oportunidad no sólo de hacer el proyecto y la construcción en Maracaibo, sino también de hacer dos anteproyectos: uno en Calabozo y otro en Guanta, donde jugamos con las piezas del programa de usos para atender lo mismo.

Eso lo aplicamos en función de la idea de sosteni-bilidad que, en términos muy esquemáticos, se podría decir que se reconoce en lo social, lo económico y lo ambiental. Lo que primero se debía tomar en cuenta era lo social y, en ese sentido, ya el programa en sí mismo tiene un componente social muy importante. En términos ambientales, debíamos responder de la mejor manera posible a lo que implica hacer un edificio en Maracaibo, que tiene unos parámetros bien complejos en cuanto al clima. Y, en lo económico, veríamos hasta dónde llegar. También había necesi-dad de que el proyecto y la obra se desarrollaran lo más rápido posible. Lo hicimos en 18 meses.

En cuanto a la sostenibilidad del proyecto, utiliza-mos paneles de luz (y no panales fotovoltaicos, como habíamos pensado) en el caso de la iluminación del estacionamiento y en el techo superior del edificio, donde en un primer momento se había considerado incluir paneles solares para aprovechar el sol de Ma-racaibo. Asimismo, se emplearon unos techos verdes debajo de la parte de almacenamiento y la sala de espera, por lo que allí se baja bastante la temperatura.

enrique fernández-shaw

la ciudad del sol

Imagen cortesía de Enrique Fernández-Shaw

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En cuanto a la orientación del edificio, el cruce de ventilación y la iluminación natural, sí logramos poner en práctica soluciones.

Además, acomodamos todo lo referido al equipa-miento de aires acondicionados, sala de maquinarias de ventilación, etc., en la zona donde están las oficinas para que hubiera el menor recorrido posible, lo que también disminuyó costos en la implementación de los equipos.

Por su parte, el aire acondicionado fue un aspecto muy delicado porque, si bien en un primer momento quisimos realizar instalaciones con gas, no se pudo

aplicar por falta de personal preparado dentro del Seguro Social, que pudiera atender ese tema. Tuvimos que optar por un sistema más o menos estándar de aire acondicionado.

Hay que comentar también que, en el momento en que nos hacen el encargo, ya había problemas de suministro eléctrico, y empezamos a ver cómo podía un edificio del Estado comenzar a hablar y a responder con sostenibilidad. Para nosotros fue una oportunidad muy importante para poner en práctica intenciones con las que veníamos trabajando y procurando desarrollar desde hace 12 o 15 años.

FotografíaAndrés Manner

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Para los efectos del análisis de la arquitectura, hay un aspecto que generalmente se califica como de la estética de la arquitectura que tiene una doble cara. Una corresponde a la Academia que, generalmente, maneja un lenguaje muy esotérico, muy especializado, y que nos encanta a los arqui-tectos, por supuesto. Pero, también hay un hecho real –una belleza de la arquitectura, considerada como estética, o como sea– que tiene un sentido popular que es muy importante. Además de ese doble aspecto, diría que un edificio como el que ustedes proyectaron debía responder a dos criterios fundamentales. El primero, la relación con ese público tan especial que entra al edificio. Y, por otro lado, el hecho de que ese edificio se construye en una zona con un clima tan particular. ¿Cómo consideras que es el resul-tado en ambos casos?, ¿cómo ha respondido el edificio en esos dos aspectos?

Sí, sin duda, de lo que uno se carga no solamente en la Escuela de Arquitectura o en la Facultad de Arquitectura de la UCV, sino en las escuelas de Vene-zuela, es de una especie de fascinación por el objeto, por cómo luce ese objeto, obviamente por cómo está resuelto, pero hay siempre esa calamidad de que esté redondo en términos metafóricos, pero que esté muy bien ensamblado.

En ese sentido, nosotros teníamos que cumplir con la idea de que todas las piezas, que eran parte de ese objeto, pudieran rotar, moverse. En este caso se resolvió como un edificio aislado que conquistara una parcela y que se pudiera organizar sin mayor inconveniente porque en ese caso lo podíamos hacer. En los otros casos (me refiero a los de Guanta y aún más el de Calabozo) había unas parcelas mucho más pequeñas, y había que componer aquello de otra manera.

Siempre procuramos construir un edificio que hablara del bienestar en todo sentido. Debíamos

procurar que el edificio fuese un espacio cómodo y lo más bello posible, pero que transmitiera bienestar; para nosotros el elemento clave fue la incorporación del paisajismo y eso enlaza con el otro punto que mencionabas.

Maracaibo es bastante árido, el sol es fulminante y la presencia de la vegetación en las estancias donde uno está permite otra relación con el contexto. En ese sentido, fue una lucha ardua lograr que se incor-porara el paisajismo en el proyecto y que se hiciera como nosotros propusimos. Tanto así, que nuestra oficina financió el proyecto de paisajismo.

En cuanto a cómo se desarrolla la dinámica interna y qué dicen los usuarios, la directora de la farmacia nos dice que la gente se queda sorprendida por la magnitud y el respeto que sienten cuando entran a este edificio, que definitivamente es una cosa com-pletamente distinta a lo que están acostumbrados en los edificios de salud. Y creo que tiene que ver con pocas cosas. Por ejemplo, para mí un elemento clave del edificio es lo que llamo el zaguán, que está en la parte de acceso, en donde hay un espacio de unos dos metros, a lo mejor dos cincuenta, que tiene una zona con plantas frondosas, hay luz natural y prácticamen-te no es necesaria la iluminación artificial.

Fue curioso, que cuando estábamos en el proceso de construcción del techo, que tiene láminas de alu-minio compuesto, aunque fue una solución que en realidad no nos gustaba mucho, pero que sentía-mos que era lo que probablemente iba a durar más, lo identificaban como un concesionario de carros. Pero es simplemente una especie de cinta, de corona, que está en la parte del techo, que además está inver-tida. Es decir, empezó como un edificio distinto a lo que común y lamentablemente el Estado venezolano emprende, que suelen ser muy poco dignos en términos de la longevidad del edificio. Creo que los edificios del Estado deberían procurar ser lo suficien-temente sólidos, no por cómo son de material, sino por la longevidad que puedan llegar a tener.

Procuramos construir un edificio que hablara del bienestar en todo sentido. Debíamos procurar que el edificio fuese un espacio cómodo y lo más bello posible, pero que transmitiera bienestar; para nosotros el elemento clave fue la incorporación del paisajismo

FotografíaAndrés Manner

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Ese proyecto estaba incluido dentro de un progra-ma mayor que iba a abarcar todo el país, y resulta que eso se paró. Es decir, nos encontramos otra vez frente a un ensayo exitoso que se interrumpe por razones desconocidas. Todos los arquitectos venezolanos tienen experiencias de esa naturaleza y uno debería preguntarse: ¿cuál es el mecanismo perverso que hace que buenas iniciativas que podían prolongarse, que podían difundirse y abar-car todo el país, se interrumpan? Evidentemente apareció un presidente de la institución que no le parecía eso agradable, o bonito, o no había en ese momento dinero para eso, o podría ser que juzgara que fuera demasiado costoso, en fin, una cantidad de problemas que, inclusive a veces, se reducen a los términos más negativos: eso corresponde a la administración anterior y, por lo tanto, yo estoy interesado en otra cosa.

Creo que, definitivamente, el mejor negocio que probablemente cualquier Estado puede hacer es en-tender el valor que significa poder invertir en buena arquitectura. Obviamente no se puede garantizar eso con todos los arquitectos que salen de la Facultad, pero sí se puede lograr a través de distintos meca-nismos, que se hagan concursos, que se logre que las cosas que se hagan, se hagan de la mejor manera posible y transformar los espacios públicos y las obras que toque realizar.

Ustedes habían pensado en la sostenibilidad, y se entiende que los tiempos han debido ser, seguramente, la razón primaria de la elección de la estructura metálica. ¿Cómo abordaron ese tema dentro de lo que tú habías contemplado como sostenible?

Hay cosas interesantes que no mencioné como que el edificio está sobre una losa flotante. Es decir, hay un problema serio de nivel freático en Maracaibo. En lo general, sabemos que es una laguna. Entonces, el edificio tuvo que plantearse desde esa idea, y es la

FotografíaPablo Marcano

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Imagen cortesía de Enrique Fernández-Shaw

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razón por la que la estructura metálica era práctica-mente obligada.

Otro aspecto, dentro del criterio de sostenibilidad, es que teníamos que procurar que la obra se hiciera rápidamente, cosa que más o menos logramos. Ade-más, buscamos una empresa local que pudiera fabri-car lo que en un principio iba a ser apernado, aunque después no se pudo hacer. También teníamos la idea de, en términos de proyecto, lograr que esta solución, vamos a decir modular, en alguna medida, fuera con-cebida con una estructura apernada y la pudiésemos replicar para los otros casos. Eso, en el camino, no pudimos hacerlo y fuimos a todo soldado. Hubo cam-bios en los dimensionamientos porque había escasez de un tipo de perfil.

Nos hablabas de lo prioritario que era para ti ver un edificio longevo, para diferenciarlo de una arquitectura que se seguía gestando en el país. Pero también decías que, dentro de su edificio, había tecnología: techos con paneles solares y otros elementos que dependen de la mano de obra. La longevidad es directamente proporcional

al mantenimiento del edificio. Teniendo sobre el papel un edificio trabajado estéticamente y pensando no sólo en el bienestar de una persona que está enferma y que va a buscar sus medicinas, sino también, estéticamente hablando, un edificio que se diferencie de la arquitectura del país pero que atienda la longevidad. Y, al mismo tiempo, sobre el papel, tienes alta tecnología. ¿No te parece que es una contradicción a la que hay que enfrentarse en la realidad del país en el que estamos?

En ese sentido, tuvimos discusiones importantes.

Por ejemplo, los paneles fotovoltaicos. Eran muy costosos y se descartaron. Ahora, en principio, la tec-nología que se requiere para manejar eso no es mayor. En el caso de los paneles fotovoltaicos, lo que hicimos fue colocarlos en el alumbrado del estacionamiento para facilitar su reemplazo.

Cuando decidimos colocar el techo verde fue un asunto de proyecto y procuramos todos los compo-nentes técnicos para impedir las filtraciones. Y eso se logra sin mayores inconvenientes.

FotografíasAndrés Manner

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Para hablar de las demás cosas que logramos resolver en términos de sostenibilidad: las plantas eléctricas a gasoil que se utilizaron no tienen, en principio, mayor tecnología, son más o menos sen-cillas; y los dos refrigeradores que se compraron y se adecuaron en el espacio, también. En ese sentido, por lo que representa el tema del mantenimiento en gastos, el Seguro Social tuvo un equipo de trabajo muy activo cuando se estaban haciendo todas las consideraciones, para que hubiese sintonía con lo que ellos eran capaces de manejar. De hecho, por eso se toma la decisión de no utilizar aire acondicionado a gas sino bajo un régimen estándar.

TOTAL SERIE

REVISADO:

PROYECTO ARQUITECTURA:

ACTUALIZACION NUMERO:

DE:HOJA NO.:

PLANO NO:APROBACION:

JEFE DE DPTO DE ESTUDIOS Y PROYECTOS:

ESPECIALIDAD:

APROBADO:

SERIE:

OBSERVACIONES:

Notas generales:

/fmac_planta conjunto.dwg

TOTAL PROYECTO:

REVISION:

PROYECTO INGENIERIA:

JEFE DE DIVISION DE OBRAS CIVILES:

ESCALA:

DIBUJO:

FECHA:

CODIGO:

CONTENIDO:

OBRA:

REVISIONES:

NO. FECHA: REFERENCIAS: FIRMA:

05/08/2010

1.- Estos planos se leerán en conjunto con los planosde: Conjunto, Ubicación, Topografía, Estructura,Instalaciones y Detalles (en caso de indicarse).2.- Cualquier cambio o discrepancia deberá serconsultado con los proyectistas.3.- Todos los niveles y medidas deberán verificarseen obra.4.- El acotamiento en las Fachadas y Cortes comienzasiempre desde el nivel de la losa.5.- La altura de las paredes es la longitud delentrepiso a menos que se indique lo contrario.6.- Los acabados no especificados dependen deproyectos complementarios como se indica. Encualquier caso, toda dedición, cambio o discrepanciadebe consultarse con los proyectistas.7.-Se deberá garantizar que los vanos de puertas yventanas tengan las dimensiones indicadas, enacabado final.

Imagen cortesía de Enrique Fernández-Shaw

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Otro ejemplo, en el acabado de la fachada se procu-ró utilizar un material que es un componente que se aplica como un cemento que puedes colorear, y al que no es necesario aplicarle ningún tipo de pintura. Eso debería durar, en principio, unos 30 años.

Venezuela está, evidentemente, en una etapa de-terminada de desarrollo o, si queremos decirlo con mayor precisión, de subdesarrollo, que nos pone siempre frente a una especie de drama de diseño, donde quisiéramos responder, frente a las condiciones climáticas, en los términos del mayor nivel de tecnología. Banham ha escrito

libros extraordinarios sobre esas condiciones. En uno de ellos dice: “sin duda alguna (pero así, de manera tajante), en el trópico la caja de vidrio con aire acondicionado es lo mejor que puede haber”. Después constatamos que eso, realmente, era totalmente falso. Una caja de vidrio es un desastre. Han llenado Caracas, Barquisimeto y Maracaibo de cajas de vidrio a las que tú no te puedes acercar a 10 centímetros de la pared porque te quemas. Además representan un gasto de electricidad enorme para mantener la temperatura interna.

FotografíasAndrés Manner

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Proyecto farmacia de Medicamentos de Alto costo

Lugar Maracaibo, estado zulia, Venezuela

Área 925,00 m2

Inicio de la obra Marzo 2010

Culminación Agosto 2011

Propietario otferVA / instituto Venezolano de los seguros sociales

Arquitectos enrique fernández-shaw carolina Heredia

Imagenes cortesía de Enrique Fernández-Shaw

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En todo caso, ese tema es muy delicado para quien diseña en un país como el nuestro, en el cual mantener un ascensor es un gran problema. Podemos hacer cosas de altísima tecnología pero absolutamente micrométrica, mínima. Entonces, uno piensa que, probablemente, lo que ocurre en los países desarrollados cuando se plantean temas de sostenimiento, de duración, de mantenimiento, etc., lo hacen a partir de una implicación funcional de alta tecnología que de por sí es muy costosa, sin duda alguna, e implica un mantenimiento técnico de alta capacidad. Eso no lo podemos trasladar mecánicamente a un sistema como el nuestro, evi-dentemente. Si no podemos manejar un ascensor, es imposible pensar en un sistema más complejo. Entonces, la visión de un diseño que implique, sobre todo, la condición ambiental, se vuelve mu-chísimo más importante. Seguramente en el caso de tu proyecto se encontraron con esa dificultad. De manera inevitable, esas medicinas hay que mantenerlas en una nevera, y esa nevera tiene que estar funcionando todo el tiempo. Imaginamos que ese aspecto se planteó con mucha insistencia.

Sí. El almacenamiento de las medicinas es

el corazón del edificio y ahí no había lugar a dudas de que eso tenía que funcionar los 365 días del año. De hecho, hay dos plantas eléctricas y dos cabinas de enfriamiento donde opera eso. Pero ese tema me remonta a mi trabajo de pregrado, que tenía que ver con el clima y cómo uno podría atender el asunto de climatizar los espacios. Fue un trabajo teórico y práctico en el que busqué acercarme a distintos conceptos o aspectos que podían condensar lo que el Caribe, en términos de espacialidad o dispositivos, podía tener. El tema del patio, de la luz y la sombra eran importantes, entre otros.

Pero uno de los elementos clave fue descubrir la complejidad y la rica experiencia que es una ventana colonial. Una ventana colonial tiene, en su configuración, distintos dispositivos: puedes abrirla arriba, abajo, en el medio; y puede estar cerrada, en

términos de seguridad, con las barras que uno sabe que siempre tienen. También tiene lo que significa el poyo, en términos de lo privado y lo público, hasta, inclusive, la veladura que había cuando se colocaban allí los dispositivos que corresponden. Además, que tuviese afuera una suerte de alero, que también permitía proteger de iluminación y del calor. Es decir, para mí, en la ventana colonial se condensa una expresión muy valiosa de lo que uno debe considerar a la hora de proyectar en estos sectores del globo. De hecho, un poco por esa inquietud, las ventanas

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que están planteadas en la farmacia tienen una serie de consideraciones que nacen de ese trabajo que yo hice, donde estudié esas ventanas coloniales. Si se dan cuenta, hay un microperforado, que está doblado y tiene una suerte de “S” que está sellada o remachada al marco, que sería difícil violentarlo.

Además, el grano que tiene la apertura del hueco del microperforado es suficiente para sentir desde adentro que estás viendo por completo el exterior, aunque lo estás viendo de una manera filtrada. Mientras que de afuera hacia adentro no puedes ver

prácticamente nada, que además era una petición del Seguro Social: que fuese un edificio bastante blindado en términos de seguridad.

¿Tienes alguna idea de por qué se interrumpió ese programa?

No. La verdad es que no. Debo decir que, a partir de 2011, el país se complicó por la situación de salud del presidente Chávez. Siento que el país se dispersó mucho en sus cosas ordinarias, en cuanto a decisiones importantes a nivel político.

No creo que esto debía ser una decisión muy im-portante, pero no sé si el Seguro Social entró en una suerte de revisión. Sé que hubo cambios de ministros de Salud y eso, a lo mejor, pudo haber afectado que se disponga del dinero para poder desarrollar los ca-sos de Calabozo y Guanta, y de otros que se hablaron que nunca se llegaron a desarrollar. Pero nunca hubo, después de que terminamos la obra, una llamada oficial de parte del Seguro Social para emprenderlo. Hubo, de parte de la empresa constructora, la inten-ción y por eso pagaron estos dos proyectos.

Para finalizar, háblanos sobre la situación que tuvieron que enfrentar en relación con una exigen-cia del cliente para el acabado de los pisos y dinos cuál empresa construyó la obra.

Hubo la petición expresa del director de que debía haber porcelanato. Pero teníamos dudas porque, primero, es una superficie muy resbaladiza y también por el tema acústico, porque en un sitio donde hay gente que está en esa condición, donde se acumularían cerca de 120 personas, si mal no recuer-do la capacidad, acústicamente era delicado.

La solución fue utilizar porcelanato de un color tal que jugara con la iluminación; que fuese oscuro para lograr ese efecto de atraer el brillo hacia adentro y darle un poco más de iluminación de la que había a partir de la corona, pero que se apoyara un poco en eso. También esa fue una forma de dramatizar más

FotografíaAndrés Manner

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el espacio: ese contraste entre ese piso muy brillante y la presencia de la gente caminando allí.

La constructora fue Otferva S.A., una empresa que hizo una especie de alianza con otras firmas que tra-bajan para el Seguro Social, abasteciendo medicinas.

Imagenes cortesía de Enrique Fernández-Shaw

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El 17 de julio el arquitecto Facundo Baudoin compartió la experiencia de diseño participativo que se desarrolla en el Centro de Caracas en una conferencia dictada en el Museo Nacional de Arquitectura. El tema de la vivienda social sustentable y el rol de la comunidad en la ejecución del proyecto fueron algunos de los tópicos que se abordaron. Junto al arquitecto estuvieron las voces y los actores involucrados en el proyecto. Presentamos a nuestros lectores un fragmento de ese estimulante encuentro

P R O Y E C T O B

sobre lA bAse del condensAdor sociAl

cAmpAmento de pioneros mujeres VencedorAs

FotografíaMusarq

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Esta presentación se ha titulado “Sobre la base del condensador social”, haciendo referencia al conden-sador social soviético y su manejo del programa como instrumento transformador del hombre. Se nutre de una investigación para la Maestría de Desarrollo Tec-nológico de la Construcción y de viejas inquietudes y sirve de marco para dar a conocer la experiencia que se está desarrollando con el Movimiento de Poblado-res, específicamente con el Campamento Pioneros y la Nueva Comunidad Socialista Mujeres Vencedoras, bajo el ámbito de la autogestión. Comenzaremos con la base teórica y conceptual de los preceptos de la vivienda social y la vivienda moderna para luego hablar del proyecto.

Recordemos que la vivienda agraria tenía una vinculación fundamental con el trabajo en sí mismo; el lugar es entendiendo como espacio y ese espacio, según lo define Heidegger, como “el transcurrir” y de allí su relación con el tiempo. Con la modernidad esto cambia porque se empiezan a mecanizar todas las formas de vida y las acciones. Ocurren dos situacio-nes: a) se genera el individuo como ente autónomo y b) este individuo en alguna medida se vuelve político. Todo esto fundamentalmente a partir de la Revolu-ción Industrial y de los movimientos sociales que se dan a su alrededor. En consecuencia aparece el indivi-duo masa, que comienza a creer que está socialmente articulado. Sin embargo, en general, con algunas excepciones políticas, sigue estando desarraigado y tiene la necesidad de insertarse en el sistema porque de no ser así se vuelve un marginal del mismo. Esta sistematización lleva a una de las preocupaciones que condujo a Heidegger a escribir sobre la relación del individuo con la técnica, cómo se construye y de qué manera se hace.

Posteriormente, con el nacimiento del estado de bienestar surgen las ideas del modernismo y del movimiento moderno en relación con el hábitat, y de cómo este y la vivienda se podrían convertir en las famosas ¨máquinas de habitar¨. Cronológicamente se van dando la vivienda obrera, el estado de bienestar, la máquina de habitar, el condensador social y la

unidad de habitación que, en Venezuela, se conoce como superbloque, cuyo exponente más claro es el 23 de Enero. Aunque no fue el primero, ni es el único. Se planteó que bajo los preceptos del superbloque se podía conformar un perfil de la ciudad; pero ocurrió que, cuando este se implantó sobre el Cerro Piloto de manera abrupta y la gente empezó a habitar estos espacios se generaron unas lógicas distintas a las pla-neadas por el proyecto. A partir de estas considera-ciones en el proyecto que nos ocupa se implementan tres conceptos que manejamos teóricamente: el de densidad cohabitacional, el de vulnerabilidad y el de cohesión social.

Cada individuo y cada objeto tienen alrededor de sí, más allá de su estructura física, un ámbito. Ese ámbito viene regido por el uso, por el carácter y otra serie de elementos. En la medida en que ese ámbito es vulnerado requiere de un espacio de protección que se vuelve un espacio a ser protegido. En ese sentido, las personas, las viviendas y el hábitat empie-zan a generar elementos que pueden ser físicos, o no, que permiten que ese ámbito sea más sólido. Se puede generar una suerte de barrera más grande, dar distintos tonos o ser o no más permeable, al vecino. La particularidad está en cómo estos objetos empiezan a chocar entre ellos. Es un poco como –si-guiendo el ejemplo de las burbujas, según el término que maneja Peter Sloterdijk– se relacionan las bur-bujas entre sí y cómo, de alguna manera, entre ellas ejercen presión unas con otras. Entonces, se puede dar que estos individuos empiecen a tener choques entre ellos o a ser más opacos o menos y se genere una presión que puede ser cómoda o incómoda. Puede llegar a ocurrir que algunos de ellos se conformen en grupos para generar espacios más grandes y co-hesión social. Todo esto es trasmisible a la vivienda, entendiendo que esas burbujas pueden en cualquier momento ser destruidas o, como ya vimos en el caso del 23 de Enero, entender el espacio y, a partir de eso, apropiarse de él. Hablamos de lo colectivo, de las propias viviendas, de la organización dentro de las propias viviendas y de diferentes formas de gestión

En el proyecto que nos ocupa se implementan tres conceptos que manejamos teóricamente: el de densidad cohabitacional, el de vulnerabilidad y el de cohesión social

facundo Baudoin

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como el condominio, el consejo comunal, etc. Enton-ces, lo que se busca es definir un ámbito de proyecto, para que la diferencia con el cómo lo entiende la gente sea la menor posible.

En el caso del 23 de Enero, la investigación reveló distintos elementos en cuanto a cómo la gente entien-de y ve el espacio, que no necesariamente están en el ámbito de cómo se pensó el proyecto y trasgreden los propios ámbitos del proyecto. Algunos de ellos se cohesionan y otros siguen siendo o estando afuera. En esa presión están la densidad cohabitacional, la cohesión social y la vulnerabilidad.

El proyecto que presentamos ahora es el de Muje-res Vencedoras, que se da en el marco del Movimiento de Pobladores y Campamento Pioneros, que en Caracas tiene otros proyectos. Es un movimiento político articulado con un grupo de familias que se reunió, identificaron un terreno en desuso y lo ocuparon. Luego se le otorgaron los recursos y el derecho a usar el terreno, por decreto del Presidente. En ese sentido, se podrá ver cómo el proyecto pasa de una visión proyectual a una visión terminada u ocupada. Durante el desarrollo del proyecto y las discusiones que se dieron en el marco político, estaba la idea de que este proyecto tenía que estar dotado de la posibilidad de trabajo, de servicios comunales y

demás. En referencia a la idea del condensador social, que, como ya se mencionó, era una inquietud personal y de la investigación.

El terreno sobre el que se desarrolla tiene 632 m2 y está ubicado cerca de la Plaza Diego Ibarra, subien-do por el bulevar hacia la Avenida Universidad. El programa es estrictamente habitacional con servicios y equipamientos de la propia unidad de habitación. Es una obra de autogestión de 32 familias que controlan directamente los recursos que le son asignados y reciben los materiales de Construpatria. No contratan empresas sino personal calificado para las partes de la obra sobre las que ellos no tienen conocimiento. En general también hay un trabajo familiar; todo lo que no es hecho por trabajo espe-cializado, es ejecutado por la propia comunidad. Durante el desarrollo de la obra se realizaron talleres de diseño participativo. Que es un tema sobre el que, todavía, hay mucho que trabajar y hablar.

El proyecto fue cambiando hasta el día de hoy, producto de cómo la gente fue entendiendo el ha-bitar dentro del espacio, la construcción y el propio proyecto. Entre los cambios que se dieron, está la cantidad de familias, que varió un poco, y con ello las necesidades. Hubo cambios en el programa, que van desde lo más básico. Por ejemplo la cocina, después

Fotografía cortesía de Facundo Baudoin

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de una propuesta base, fue cambiando y fue siendo reinterpretada por cada una de las personas que han ido terminando sus apartamentos.

Otra de las inquietudes que hemos manejado son los aspectos psicológicos de la propia vivienda y cómo se dan las relaciones sociales dentro de ellas. Aspectos que nos vinculaban a Adolf Loos, a Le Corbusier y a un libro muy interesante de Beatriz Colomina, que plantea las similitudes y diferencias a partir de lo que ella llama la intimidad y el espectáculo, y de cómo se dan una suerte de relaciones sociales y psicológicas en el entendimiento del espacio.

Para comprender este edificio, veremos que tiene tres cuerpos, los dos de atrás están separados estruc-turalmente. El otro, que en este momento no está construido, está separado también por una estructura recta. Dentro del plan, había el interés por esa visión que plantea Adolf Loos de entender una teatralidad dentro del espacio social y del espacio de la vivienda, en el que se genera una suerte de espectáculo, del que observa desde una parte superior y relativamente íntima, sobre otra parte que está en desnivel. Esta es una condición que para nosotros es relevante, porque permite la vigilancia y nos remite a lo que el antropó-logo Manuel Delgado define como fricción social. Esa capacidad de que la gente interactúe, ya sea incluso en términos de choque, pero que permita de alguna manera activa socialmente, las relaciones del edificio.

Este edificio tiene tres elementos: un área pública, un área privada –que son los apartamentos– y un área comunal –que son los equipamientos comunes, pertenecientes sólo a la gente del edificio. En la planta baja y en el nivel de mezzanina, se puede ver toda un área comercial y de equipamientos de guardería, una pequeña biblioteca para tareas dirigidas, un pequeño anfiteatro, un local correspondiente a cada vivienda y un local común para la gestión y mantenimiento del propio edificio. En la parte superior están los aparta-mentos y en el techo, una terraza habitable. A nivel de la planta baja se busca hacer la articulación de un espacio fluido para que el uso comercial y el cultural sean flexibles para el usuario externo. También

hay en la obra divisiones programáticas, la terraza comunal y el acceso al edificio están separados del acceso al área comercial, las viviendas y el área co-munal en la parte de arriba. Tiene además un parque y unas pequeñas gradas, producto del desnivel del terreno, que generan un anfiteatro. Hacia la parte de arriba están lo que ellos llaman el Simoncito, la biblioteca y el área comercial en la parte de abajo. Se dispusieron también un parrillero y un lavadero, los locales comerciales pequeños para cada familia y el local más grande, que es un café, que se encuentra en la planta baja. En el remate de la rampa se encuentra el parrillero que termina de cerrar el circuito de cir-culación vertical del edificio.

El proceso de diseño tuvo un primer producto acabado, luego de terminados los talleres de diseño participativo, y un plazo de entrega; pero a partir de la construcción, de la variación en la cantidad de familias, del entendimiento del propio terreno y la construcción, surgieron algunos cambios funda-mentalmente relacionados con la dimensión de los apartamentos y con algunos elementos programáticos que se fueron anexando al proyecto. Como la obra ya había comenzado, teniendo incluso algunas losas, o al menos la primera losa ya completa, las variaciones fueran diversas. Por ejemplo, una propuesta que tenía dos módulos de apartamentos, terminó teniendo cua-tro, respetando obviamente las columnas de servicios, porque estábamos amarrados a ellas y a la estructura.

En consecuencia, tenemos apartamentos de aproximadamente 60 m2 con dos habitaciones que no cambiaron; un apartamento de tres habitaciones con sala comedor y balcón; otro de tres habitaciones que es dúplex y se comparte de piso a piso; y un apartamento de dos habitaciones que funciona en un sistema de “L”, articulado con otro. Los balcones para este proyecto son importantes, porque tenemos la creencia de que son un elemento que permite que quien habite el espacio reconozca además de su habi-tar, sus relaciones con el contexto. Sostenemos así que hay que mantener esquemas de vulnerabilidad que permitan separar lo público de lo privado sin interfe-

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rencias. Es importante también establecer relaciones que permitan reconocer el espacio que se construye alrededor, porque si bien los espacios de cohabitación requieren de un resguardo, también requieren de un diálogo, porque si no, no se cumple una de las máximas de la fenomenología del habitar, que es la relación del individuo con el lugar, para, a partir de allí, poder seguir construyendo y habitan-do en el mismo. Este proyecto no se ha concluido, sigue en ejecución; falta un edificio por terminar y otro está virtualmente culminado.

En casos como este ¿se puede hacer una estimación de costos?

Los costos de estos edificios son bastantes bajos, producto de la autogestión. En este caso debe estar por el orden los 350, 400 mil bolívares por apartamento, incluyendo las áreas comunes, a cada apartamento le corresponde un porcentaje de esas áreas. Quizás suba un poco más porque no está con-cluido, pero debe llegar a unos 450 mil bolívares por apartamento. El capital que se tiene en la autogestión es importantísimo, en términos de la mano de obra no hay intermediarios y esto baja mucho los costos. En la medida en que haya una buena gestión –porque se han visto casos en los que los recursos no son bien manejados– el producto es exitoso. Yo creo que este es un camino real, no niego que existan otras posibili-dades y podríamos debatir al respecto, para hacer un hábitat sostenible.

La vivienda en sí misma no es el problema. Cuando no se hace en autogestión y no se incorporan otros elementos dejando que quien la ocupe esté fuera del sistema, no se resuelve el problema, ni se llega a la sostenibilidad de la misma. Un elemento que hace muy exitoso esto es que la cohesión social sea cónsona con la empresa que se pretende hacer. Es importante que el grupo que se articula en pro de un proyecto común sea capaz de alcanzar el objetivo. Otro elemento que permite que los costos bajen es que si hay alguien en un campamento que encofra

más barato, se solicitan sus servicios, se corre la voz. Hay allí una suerte de red de solidaridad que permite que esto ocurra. Se logra, por ejemplo, que si aquí llegaron cabillas y no se están utilizando, y en otra obra no tienen, se hace intercambio entre los propios campamentos.

Según la investigación sobre el 23 de Enero, mientras más grande es el edificio, más difícil la gestión y más difícil comprender las exigencias de ascensores, techos, filtraciones y redes. El hecho de que en este caso sean sólo 32 familias, hace de manera muy práctica la relación y la vinculación para la toma de decisiones.

En principio, lo que nos has contado parece perfecto. ¿Es así?

Bueno, hay mucha fricción social. El tema de la au-togestión tiene los riesgos del manejo de los recursos. Sobre todo porque los recursos son manejados por comunidades que no están acostumbradas a cantida-des tan grandes de dinero y a implementar empresas de esta dimensión. Existen riesgos y tropiezos que, poco a poco, se van limando en el aprendizaje. Yo creo que el éxito tiene que ver, nuevamente, con el tema de la cohesión social y con el manejo transparente de los recursos, pero para ello es fundamental entender que tiene que estar bien manejada la escala de organiza-ción. Creo que, aunque se puede abordar un proyecto de gran escala con esta metodología, los modelos de gestión se deben fragmentar a lo interno del proyecto, para permitir que haya mayor contraloría y por tanto mayor eficiencia.

Lo que se ha presentado es un buen ejemplo, que hace pensar cosas a futuro. Pero surgen algunas dudas: la primera en relación con el diseño participativo, me gustaría saber un poco más cómo funcionó; y la segunda, en el panorama general de los problemas típicos de la construc-ción, ¿cómo logran supervisar y hacer que haya un mínimo de calidad?

La Ciudad del Sol

Raúl Grioni

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Imagen cortesía de Facundo Baudoin

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En relación con el diseño participativo, aquí hay un grupo importante de arquitectos o de gente vinculada a ese ámbito –incluidos quienes hemos dado clases– que sabemos que las comunidades, por lo general, no entienden muy bien qué es la arquitectura y que es muy difícil llegarles con un tema tan complejo. A veces la interfase que utilizamos no es la más adecua-da. Yo creo que hay que buscar mecanismos para que la gente, en el marco de lo que Heidegger decía sobre “edificar, morar y pensar”, pueda apropiarse, reen-tender cómo se habita y empoderarse del proyecto. Pero eso poco ocurre en lo que nosotros vemos como diseño participativo. De hecho, la carga programática y detalles que se van desarrollando en el proyecto, como que si llueve o no en tal lado, o si se moja o no, son elementos que en el marco de la definición del proyecto son muy abstractos y que sólo son entendi-dos en la medida en que la gente empieza a habitar.

En relación con la segunda pregunta, yo he tenido clientes de todo tipo y, honestamente, creo que los que más valoran el conocimiento técnico son las comunidades. Me parece que tienen una aproxima-ción mucho más sencilla y un mayor respeto hacia el proyecto, aunque haya cuestionamientos. La gente entiende su condición de usuario, pero también su condición no técnica y busca mano de obra calificada. Uno termina siendo una suerte de herramienta que permite la ejecución del proyecto y responde a sus necesidades. Los problemas de obra son iguales a los que sufren todas las obras. Pero el Campamento Pioneros está acompañado de mesas técnicas de dis-cusión, intercambio con otros proyectos en ejecución y de soluciones alternativas.

Hemos visto que aquí hay calidad y una cantidad de servicios que no es frecuente encontrar en las construcciones del Estado. Sería interesante que lo detallaras un poco más. ¿En qué medida la participación de la comunidad incide en la pro-gramación de lo que se va a realizar, en la distribución y el uso de los espacios?

Lo primero es que cuando uno empieza a parti-cipar en casos como el del Campamento Pioneros, entiende que está incidiendo en la participación y casi en la militancia de un movimiento político con unos preceptos que generan unos usos básicos. No es sólo la vivienda, aquí hay espacios socioproductivos y tam-bién espacios para la reunión. La discusión política en el Campamento Pioneros es de todos los días; de todos los días textualmente. Todos los que confor-man el Campamento, o parte de ellos, o voceros de-signados, llevan esas discusiones y abordan distintos temas, donde aparecen distintos espacios y relaciones. No olvidemos que cuando hablamos de la vivienda social, del bienestar social, y del porqué surgen indivi-duos fuera del sistema. Estamos hablamos de cuando el sistema sabe que genera exclusión y que cuando esta es lo suficientemente grande convierte en un problema al que es excluido. Entonces, el sistema genera el estado de bienestar para mitigar lo mínimo de esa situación, haciendo que ese individuo continúe siendo, entre otras cosas, esclavo del siste-ma. Lo cual hace que a ese individuo le sea imposible acceder a una vivienda fuera del esquema de la ayuda social. Entonces, cuando el individuo está fuera del sistema, o no tiene trabajo, o no accede a él, se da una realidad que las comunidades entienden muy bien. Saben, por ejemplo, que estos locales comerciales les sirven para trabajarlo o para alquilarlo y tener una pequeña renta.

Otra realidad importante en Latinoamérica, y Venezuela no escapa de eso, es la vinculación de la vivienda con el género. Un altísimo porcentaje de viviendas de nuestro país son de madres solteras que tienen claro cuáles son sus necesidades y qué progra-mas se requieren. Por ejemplo, es poco probable que al padre de familia se le ocurra el lavadero o cómo debe ser el espacio de la cocina. Por eso surgen luga-res como el de cuidado de los niños, la lavandería o de esparcimiento sin estar alejadas de sus hijos. Don-de hay una clara referencia a elementos interesantes que se pueden rescatar del condensador social y de

La discusión política en el Campamento Pioneros es de todos los días; de todos los días textualmente. Todos los que conforman el Campamento, o parte de ellos, o voceros designados, llevan esas discusiones y abordan distintos temas, donde apare-cen distintos espacios y relaciones

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la unidad de habitación. Yo creo que hay que recu-perar la condición del habitar, que surge de entender la corporeidad de la vida cotidiana y entender que el construir es parte del habitar.

El Campamento Pioneros es una referencia muy importante, sobre todo en el plano humano; pero sería bueno que alguien hiciera una reflexión sobre cómo esta experiencia se conecta con la responsabilidad histórica del Estado. Los seres humanos vivimos una dialéctica entre lo personal y lo colectivo. Lo colectivo puede ser tan grande como la especie humana y ahí hay una escala. Lo personal puedes ser tú, tu familia o tu pequeña comunidad y no es fácil moverse en esa dialéctica, entre esos dos extremos. Creo que esta es la me-jor experiencia posible para una comunidad que tiene que resolver sus problemas, incluso es un modelo para otra gente. Pero no es el mismo problema tener que educar y darle de comer a los hijos, que cuando se es presidente de un país y se debe educar a 18 millones de personas y darle de comer a 30 millones. Es decir, el cambio de escala hace cambiar de método. No anula todos los otros pero se debe tener una disposición a la resolución del problema de acuerdo a la escala desde la cual se está abordando. ¿Cómo se puede conectar esta experiencia con la responsabilidad de un Estado revolucionario en un plazo legible en el tiempo?En Caracas te encuentras el problema de que en los cinco municipios tienes 325 mil familias registradas. En promedio son un millón y medio de personas con cuatro personas por familia, sin con-tar con los registros del 0800MiHogar, ni la clase media que no se metió en ningún registro. Existe, además, el problema de los terrenos. ¿A quién no le gustaría hacer toda Caracas como si fuera El Silencio? Pero en plena emergencia, cuando teníamos 32 mil familias metidas en los museos y en otros edificios, no había terreno y tuvimos que hacer los edificios de 12 pisos y una cantidad de

conjuntos que generarán muchos otros problemas. Pero por lo menos están allí y no en un museo donde, si llueve, no duermen.

Es terrible y muy importante lo que acaba de seña-lar Farruco. Debe ser, sin duda alguna, mucho más fácil manejar un país como Uruguay que un país como Brasil. La dimensión cuantitativa es impor-tantísima. Sin embargo, lo que uno no advierte es cómo y por qué en un programa, con la magnitud de un Estado gigantesco que tiene que apelar a dos cosas fundamentales que son la racionalización y la prefabricación, no aparecen los elementos tan atractivos que sí aparecen en lo expuesto por Facundo. Es decir, ¿qué pasa, por ejemplo, con el tema de la mujer que es tan fundamental? Tanto que desde 1919, cuando al comienzo de la Unión Soviética y la aparición de los contenedores socia-les, se manejaba que la mujer tenía que liberarse de la esclavitud del hogar. La mujer tiene que poder estudiar y salir a trabajar. ¿Cómo se refleja esto en un programa gigantesco como la Gran Mi-sión Vivienda Venezuela, que sin dudas es una de las cosas más trascendentales que ha ocurrido en este país? Sabemos que cuando los recursos son muy limitados la cantidad se impone sobre todo lo demás y la necesidad de rapidez pesa muchísimo. Pero hay una experiencia de calificación en la pro-gramación para todas las viviendas, por lo menos semejante a lo que aquí hemos visto aquí, sobre la que hay que insistir.

Ciertamente, las responsabilidades son distintas cuando eres el vocero del Campamento Pioneros o el Presidente de la nación. Sin embargo, así como crecen las responsabilidades en torno a dar respues-tas, crecen las responsabilidades en torno a que esas respuestas sean sostenibles en el tiempo. El tema de la vivienda no es un problema nuevo. Comparando los números que manejaron los rusos cuando em-pezaron la revolución y querían hacer viviendas, los nuestros son ridículos. Frente a los chinos haciendo

Francisco “Farruco” Sesto

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viviendas, nuevamente nuestros números son ridí-culos. La pregunta principal sería, ¿el problema es la vivienda? Y si el problema es la vivienda, ¿qué cosa de la vivienda y por qué? Las comunidades nos han demostrado, a lo largo de nuestra historia, que resuelven el problema de la vivienda mejor que nosotros. No quiere esto decir que el barrio no tenga problemas, ni que esté construido de la mejor manera o que no tenga deficiencias técnicas profundas, pero ciertamente es más eficiente en la construcción y en el manejo de los recursos, entre otras cosas.

A mí me parece una decisión monumental que la Misión Vivienda haya hecho viviendas en Caracas,

porque la ciudad es de todos y, en ese sentido, los nuevos planteamientos de vivienda tienen que poder dar el privilegio de la ciudad a todos por igual. Sin embargo, el problema de la vivienda no es sólo el constructivo y creo que en una buena medida lo he-mos abordado sólo así. La vivienda tiene un carácter fenomenológico, de identidad, de arraigo, de cohesión social, de permitir que las comunidades tengan re-lación. No es la vivienda per se sino tratar de insertar al individuo que está desplazado por el sistema por medio de la vivienda que tiene. Generar grandes blo-ques de edificios, desvincularlos del espacio público, del trabajo, que no incorporen realidades propias de las comunidades, es no entender el problema.

La vivienda tiene un carácter fenomenológico, de identidad, de arraigo, de cohesión social, de permitir que las comunidades tengan relación

Fotografía cortesía de Facundo Baudoin

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Fotografía cortesía de Facundo Baudoin

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Voy a hablar como protagonista de esta experien-cia. Yo soy una de las propietarias y vocera. Cuando decidimos entrar a Pioneros tuvimos una forma-ción política. Nuestra gestión como familia en este proyecto no ha sido fácil, tenemos casi cuatro años de lucha. Entramos cuando decidimos la toma de posesión del terreno. Al principio tenía-mos que hacer la demolición porque había allí tres galpones. Era muy forzoso porque somos básicamente mujeres y lo teníamos que hacer nosotras mismas. Tenemos niños y tuvimos que desligarnos, prácticamente, de la vida propia, algunas tuvimos que dejar la universidad y nues-tros trabajos para dedicarnos a la obra. No sabía-mos cómo hacerlo, trabajar con tantas personas es difícil, crear comunidad también.Nuestro diseño participativo es así, un día de Mujeres Vencedoras es levantarse en la mañana para recibir a los trabajadores. Noso-tros mismos contratamos al personal calificado, nos reunimos con ellos y les exponemos cómo vamos a trabajar. Nosotros mismos pedimos los materiales, vaciamos la placa, con la supervisión de nuestro ingeniero, de nuestro maestro de obra y con la ayuda de nuestro arquitecto con los planos. No es fácil para nosotras que no sabemos, pero nos gusta porque va a ser parte de nuestra

casa, uno le va agarrando amor a la cosa. La otra parte es incentivar a las familias para que se unan a ese proceso, porque nosotras mismas somos las obreras y esto nos abarata los costos. Trabajamos con plata del Estado hasta noviembre del año pasado, pero de diciembre para acá tuvimos que trabajar con recursos propios y se nos hace difícil porque somos madres solte-ras. Con respecto a la plata, todas las decisiones las tenemos que tomar las 32 familias.

Hay que agregar que pareciera que los tiempos de obra de un edificio hecho en autogestión son mayores que los de otro edificio, pero puede llegar a ser lo contrario. De hecho, el problema puede estar en el tiempo que tardan en llegar los recursos, lo cual por supuesto tiene que ver con la burocracia del Estado.

Hay otro tema que es importante de incorporar a la discusión, referido a la densidad. Cuando esta aumenta y el edificio tiene, por ejemplo, 18 pisos y hay 350 familias, el extrañamiento –como ya comentó Facundo– es un problema serio desde el punto de vista político y social. Es decir, a medida que aumenta la densidad debería haber más servicios comunitarios asociados al edificio.

Al principio teníamos que hacer la demolición porque había allí tres galpones. Era muy forzoso porque somos básicamente mujeres y lo teníamos que hacer nosotras mismas

Jordana Campos

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La pregunta que debemos hacernos sobre si eso es lo que se ha hecho. ¿Es todo lo que se puede hacer? ¿Qué ha impedido que se haga?

Cuando se hizo el 23 de Enero, si bien el proyecto se fundamentó en la unidad de habitación de Le Corbusier y el superbloque, se basó en la Unidad Vecinal, herencia de la Ciudad Jardín con sus equi-pamientos. Cuando se hizo el primer estudio social que, aunque hecho muy rápido, es interesante, no se le prestó la debida atención. Existen herramientas que nos permiten saber, según la densidad, qué es lo que hay que hacer. Yo insisto en un tema: el problema no es que tengamos que ir a densidad alta, o no es el

único problema. Lo que sí puede hacer el proyecto es tratar de entender cuáles son las medidas de ges-tión de esas edificaciones.

Lo que explicó la compañera es maravilloso y ojalá apunte al futuro de la humanidad, una demostración de lo que es posible. Lo maravilloso de este proyecto, además, es que si la sociedad lo lee como exitoso debemos esperar que se expanda la preocupación entre aquellos funciona-rios que tienen que hacer 200, 500, 2 mil o 5 mil viviendas, y tengan que decir: “fíjate lo que pasó allá, mira lo que significó la participación de la gente; es difícil, pero vamos a intentarlo de esta manera o de otra”.

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Fotografía Musarq

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Sin embargo, sigue existiendo el problema que aquí se ha planteando. Las cualidades excepciona-les de esa experiencia, no están en duda. El gran problema es si puede abarcar toda la acción del Estado. Allí es donde realmente hay que insistir y seguir pensando…

Yo insisto en dos cosas, la primera, pensar en el modelo de gestión, esto es, aunque se tenga que recurrir a la alta densidad, no puedo hacer sólo un edificio en densidad. Es preferible ir compartimenta-lizándolo, de manera tal que la organización de una cierta cantidad de edificios sea de la menor cantidad de familias posible, porque ellos son los que finalmen-te van a tener que organizarse para gestionar. La segunda, y usted mismo daba algunas de las res-puestas, sólo la vivienda no es solución, hay que dotar a la vivienda y al hábitat de unas condiciones que atraigan consigo el resto de elementos que conforman esta problemática. Lo que es fundamental es que si no entendemos cómo se gestiona, no hay respuestas. Creo que es acertado pensar que la baja densidad no es la única respuesta a esta problemática, menos en este ámbito; pero también es acertado pensar que nos tenemos que dar cuenta que hay que entender y poder prever cómo se van a gestionar esos espacios.

Imagenes cortesía de Facundo Baudoin

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La humanidad y su posible futuro se encuentran asociados al modelo de desarrollo implementado por el actual sistema dominante en la mayoría de las sociedades: el capitalismo con sus distintas manifestaciones. La produc-ción masiva industrial, los monocultivos, la explotación de minerales y de otras materias primas no renovables son algunos de los causantes de la degradación y contaminación del medio ambiente que compromete la preservación de la vida en el planeta

Efraín Gonzá[email protected]

Humanismo, diseño postindustrial y creatividad

DISEÑO INDUSTRIAL

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La consecuencia es ya conocida y la respuesta a este proceso de degradación del medio ambiente debe ser asumida con responsabilidad por cada uno de nosotros, ya que entre todos, con nuestros hábitos y costumbres, constituimos esta sociedad que podemos y debemos cambiar. Hablar del diseño industrial en esta era postindustrial y de la comunicación, como es conocido en este siglo XXI, requiere adecuarse.

Debemos estudiar los cambios de costumbres, prácticas y creencias que surjan de nuestra concien-cia de la realidad. Hasta ahora nuestro desempeño diario ha estado signado por una sociedad virtual, cimentada sobre la base de falsos principios éticos, necesidades creadas y paradigmas difundidos con la publicidad. El valor del ser ha quedado a la sombra del parecer; se juzga el éxito o el fracaso a partir de cuantías monetarias o posesiones ostentosas y se llega a sobrevalorar el conocimiento por encima de la exis-tencia. Es contradictorio que los avances científicos logrados hasta hoy sean utilizados, en su gran mayo-ría, para sustentar la situación degradante planetaria en la que nos encontramos involucrados.

El diseño no escapa de estos cambios que son tan necesarios para preservar la vida en el planeta. Es evidente que la creatividad no puede seguir siendo un instrumento de dominación al servicio de los poseedores del capital, el Estado debe velar por la democratización y justicia para el logro de un nuevo orden social. La valoración de las necesidades debe ser objeto de revisión profunda, de manera que se complementen el desarrollo humano y la utilización de los recursos energéticos para estos fines.

La formación en los centros de educación también debe ser objeto de revisión, la obtención del conoci-miento debe partir de la gran trama de la globalidad y decantarse en la biodiversidad, como un todo, no como parcelas del conocimiento que por sus especia-lizaciones se desvinculan de la totalidad y se pierden en un micro mundo de conocimientos profundos sin conexión con el macro mundo de los conocimientos. Un universo de especialistas en resolver “problemas”

que motivan más problemas, desligados del proceso armónico vital del planeta.

Las concentraciones urbanas alrededor de los centros de producción aceleran el ritmo de vida degradando su calidad. En la medida en que aumenta la densidad poblacional son necesarias más viviendas en menos espacios disponibles, más servicios de transporte, de vigilancia, de control, de mantenimien-to, etc., mayor consumo de energía concentrada y de alimentos, mayor generación de desperdicios y su deposición. Debemos plantearnos la desurbanización humanista por concentraciones habitables donde el trabajo forme parte del servicio para cubrir las nece-sidades verdaderas.

Hablar del diseño industrial en esta era postindustrial y de la comunicación, como es conocido en este siglo XXI, requiere adecuarse

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Existen propuestas de reconocidos educadores que vale la pena poner en la agenda del día, como las advertencias de Daniel Bell, en El advenimiento de la sociedad postindustrial, quien define la existencia de una sociedad postindustrial con estas características: Cambio de la actividad fundamental, de la manufactura

hacia los servicios.

Nuevos perfiles de los trabajadores y puestos de trabajo.

Nuevas formas de propiedad, otorgando preponderancia

a las profesiones.

Nuevos conceptos del capital financiero y el capital humano.

Cambios en la tecnología, su producción y apropiación.

Nuevas infraestructuras para la producción.

Modificaciones a la teoría del valor, destacando

el valor del conocimiento.

Por su parte, el modelo presentado por Michael Gibbons (1995) busca trascender las líneas discipli-narias al advertir, en Pertinencia de la educación superior

en el siglo XXI, “que el conocimiento se produce en el contexto de su aplicación; es transdisciplinario, heterogéneo y diversificado; que fortalece la adminis-tración social y que su sistema de control de calidad es más amplio y participativo”.

Asumiendo estas propuestas, el enfoque de la crea-tividad se debe abordar desde una nueva visión, con criterio social y humanístico, en donde la conciencia de lo individual ya no puede ser desde el egoísmo, dándole la espalda al proceso de desarrollo degra-dante, cada acción se debe pensar concienzudamente antes de abordarla, ya que no es sólo el proceso creativo y de producción, debemos considerar toda la cadena vital del producto hasta su reinserción en la cadena biótica, cómo regresan los desechos a la natu-raleza. Tal como lo plantea Manfred Max Neef (de-sarrollo a escala humana) es necesario fortalecer la microorganización de pequeñas unidades productivas localizadas en su sector o lugar de habitación, hasta tanto podamos liberarnos de la dependencia externa para el consumo de elementos que, técnicamente y con la ayuda de las casas de estudios y centros de investigación, puedan ser producidos localmente. Fomentar la creación de redes horizontales de este microproductor para poner en práctica ayuda mutua, no sólo en intercambio de bienes y servicios, sino también de experiencias productivas y proyectos compartidos.

Veamos dentro de estas nuevas comunidades la situación de este proceso. Ante todo se debe crear un ambiente propicio para que, por medio de la infor-mación y de un proceso de comunicación dinámica, podamos explicar con ejemplos cuál es la situación actual del planeta tierra, cómo está y hacia dónde nos dirigimos bajo este esquema de dominio global del imperio. Haciendo cierta la frase dicha en su oportunidad por Simón Rodríguez: “inventamos o erramos”. Luego, iniciar un trabajo de talleres inter-disciplinarios y transdisciplinaria, para la búsqueda del proceso metodológico acertado. ¿Cómo abordar la situación con estos nuevos conceptos? Identificando

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las necesidades y capacidades locales y sectoriales; censando las comunidades para localizar fortalezas y debilidades estructurales; indagando las tradiciones locales de producción, materiales y materias primas disponibles, centros de asistencia técnicas cercanos, para iniciar el proyecto de la creación de las EPS de microproductores, que se constituirán en el brazo social y económico para la producción de la demanda comunitaria de insumos; conectado en redes locales, consejos comunales, comunas y entes sectoriales de transferencias, con base en el Plan de la Patria que lleva adelante la sociedad, conjuntamente con las instituciones del Estado y los gobiernos locales.

El éxito de todo este planteamiento va a depender de sus constituyentes, la constancia y perseverancia de estos y de los organismos del Estado que están en la obligación directa de apoyarlos, sobre todo en los primeros tiempos que serán los más complejos, por la falta de costumbre de los participantes, considerando que se va aprendiendo y mejorando con el hacer. Pero no podemos obviar que el enemigo natural, la indus-tria tradicional, va a sentir que sus intereses están en

riesgo e ineludiblemente tratarán de torpedear estas iniciativas, sobre todo las que obtengan algún grado de desarrollo exitoso.

El diseño y los diseñadores tienen en este nuevo concepto postindustrial, la oportunidad de formar parte de los equipos interdisciplinarios, transdiscipli-narios, que van a suplir los requerimientos de la sociedad organizada, ya no como diseñadores de estilo que atienden una clientela bajo las órdenes de un patrón. Más bien como diseñadores holísticos integrales, conscientes de la nueva situación y deberán abordar el proceso con esta nueva actitud hacia la humanidad, teniendo presente el quinto objetivo del Plan de la Patria 2013-2019, “contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salva-ción de la especie humana” y en su objetivo Nacional 5.1. “Construir e impulsar el modelo económico productivo ecosocialista, basado en una relación armónica entre el hombre y la naturaleza, que garantice el aprovechamiento racional, óptimo y sostenible de los recursos naturales, respetando los procesos y ciclos de la naturaleza”.

El diseño y los diseñadores tienen en este nuevo concepto postindustrial, la oportunidad de formarparte de los equipos interdisciplinarios, transdisciplinarios,que van a suplir los requerimientos de lasociedad organizada

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Su aspecto es de una catira dulce y suave de clase media norteamericana. A primera vista, típica wasp1. Difícilmente de la sonrisa de su cara juvenil se dedu-ciría la larga serie de duras batallas culturales en las cuales se ha empeñado. Naomi Klein, conocida sobre todo por su libro La doctrina del shock, el auge del capitalismo del desastre, (The shock doctrine, 2007), en el cual expone sin medias tintas el comportamiento perverso e hipócrita de las transnacionales, acaba de publicar otro libro, una suerte de documento-mani-fiesto, donde muestra, casi a gritos desesperados, los enormes peligros que nos amenazan en la medida en que el cambio climático producido por el hombre, avanza sin piedad. Desde el mismo título del libro, “This changes everything, capitalism vs the climate”2 nos pone frente a su tesis central: el capitalismo está en guerra contra el planeta. El capital internacional es el responsable de atentar contra la vida. Sorpren-dente postura dentro de la atmósfera política nortea-

La próxima catástrofe es la climáticaJuan Pedro [email protected]

LIBROS INDISPENSABLES

El fundamentalismo del mercado ha envenenado la atmósfera con sus emisiones de carbono, producto de un sistema que vive de la quema de combustibles fósiles

mericana. (Es verdad que Naomi es canadiense, pero es bien difícil diferenciar la versión política cana-diense de la gringa. Las dos, a cual más reaccionaria, constituyen una sola unidad.) Pero también es verdad que la cultura norteamericana también ha producido, aisladamente, pensadores liberales o de izquierda, de gran relieve. Son contradicciones de la vida social, que nunca debe pintarse únicamente en blanco y negro. Y este es el caso de esta joven que con una enorme disciplina, desde su propio patio económico, político y cultural, viene destripando al monstruo capitalista globalizado y exponiendo sin reservas sus entrañas podridas. Lo ha venido haciendo con sus otros libros (No Logo, 2001, Vallas y ventanas, 2003), desde hace más de una década, desde una posición claramente de una izquierda crítica que no se deja hipnotizar ni encandilar por los éxitos indiscutibles en el plano productivo y científico del mundo capita-lista de los países desarrollados.

1wasp es acrónimo de white, anglosaxon, protestant, blanco, anglosajón y protestante. en el caso de Naomi Klein, blanca, anglosajona y judía.

2Naomi Klein, This changes everything, capitalism vs climate, 2014, Penguin Books, london, uK, simon & schuster, usA. disponible también en versión electrónica Penguin.co.uk

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¿Qué nos dice en su último libro? La tesis, docu-mentada casi en exceso, es que el capitalismo desarro-llado y globalizado ha estado destruyendo el planeta. Y la primera víctima es el clima. El fundamentalismo del mercado ha envenenado la atmósfera con sus emisiones de carbono, producto de un sistema que vive de la quema de combustibles fósiles. La regla principal –corazón del neoliberalismo– es que no debe haber ninguna norma que entorpezca la libertad de las multinacionales para producir, con el mínimo de impuestos, donde sea más barato y ven-der sin trabas donde más le convenga. Todo lo que se oponga a tal mecanismo, el de la libertad de mercado, es considerado una seria ame-naza a los intereses sagrados de la élite minoritaria de las corporaciones. Proteger el ambiente y salvar a la tierra del desastre ecológico, no es parte del programa político del capital internacional. La lógica del mercado lo impide. A pesar de lo que demuestran los científicos, a pesar del incremento desastroso de las emisiones de CO2, del aumento de la temperatura (según la Agencia Internacional de la Energía, vamos hacia un incremento de hasta 6 grados), del aumento del nivel del mar, del deshielo de los polos y de los glaciares, de los huracanes e inundaciones y de las sequías, las transnacionales hacen de todo para con-vencer a la humanidad de que no hay tales peligros. Apuntan a un supuesto milagro tecnológico que en algún momento nos salvará de la crisis energética, a pesar de que saben perfectamente que no hay solucio-nes radicales cercanas. Indican que los millonarios y billonarios, con la economía verde, encontrarán reme-dios a la escasez de alimentos, a las pestes y epidemias que amenazan cada vez más la vida de millones de personas. Falsas ilusiones, manejadas hábilmente por los medios al servicio de los grandes intereses corpo-rativos globalizados.

La actitud de los grandes poderes económicos (y la de sus correspondientes expresiones políticas) frente a la previsión de una posible catástrofe climática, no podría ser más patética. Negar, negar, para no tener que reconocer la responsabilidad en lo que ya ha

Naomi Klein no hace sino reunir los documentos existentes con la mayor claridad didáctica y organizarlos de tal manera que no haya duda para nadie de que el tiempo se nos acaba y que estamos al borde del precipicio

ocurrido, en lo que está ocurriendo y en lo que va a ocurrir. No importa lo que diga la Ciencia y lo que demuestren los hechos. Es lo que Naomi Klein señala con precisión certera. Reconocer las culpas, corregir los errores y tratar de modificar el curso de los acon-tecimientos, implica afectar seriamente a los intereses económicos de quien manda en las grandes potencias. Como dijo, en su oportunidad, el presidente Bush: la american way of life no es negociable. Hay que seguir gastando, derrochando y agrediendo a la vida del planeta, como lo hemos hecho hasta ahora, según el modelo extractivista que la racionalidad mercantil ha impuesto en el mundo, porque de otra manera pone-mos en riesgo la estabilidad y seguridad de los dueños de la economía mundial.

Naomi Klein no hace sino reunir los documentos existentes con la mayor claridad didáctica y organi-zarlos de tal manera que no haya duda para nadie de que el tiempo se nos acaba y que estamos al borde del precipicio. Ha asumido, aprovechando la resonancia pública de su trabajo, la tarea de llamar la atención so-bre un asunto de enorme importancia para el destino de la civilización actual. Nos queda poco tiempo para cambiar de rumbo, antes que sea demasiado tarde y que sean inevitables las terribles consecuencias de la guerra del capitalismo contra el planeta. No importa dónde vivamos, en el desarrollo industrializado o en las penurias del subdesarrollo, el cambio climá-tico nos va a afectar severamente a todos, quién más quién menos.

La importancia de este estupendo libro, para quienes no tenemos un conocimiento especializado, es que nos pone inmediatamente de frente al centro duro y desnudo de la verdad: la racionalidad instru-mental que tanto denostaban los ilustres pensadores de la escuela de Frankfurt, sin embargo, ha dado sus frutos. Nos ha llenado de maravillas electrónicas, ha incrementado la posibilidad de llegar a los cien años de vida, ha puesto a volar aviones milagrosos, ha mul-tiplicado las comunicaciones hasta límites hasta hace poco inconcebibles, ha alcanzado el espacio infinito de las galaxias. Todo ello, sin embargo, es sólo para el

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uso y el disfrute de un sector limitado de la población de la Tierra. ¡Y, para lograrlo, además de deshacer el delicado equilibrio del clima del cual depende la vida de todos, ha destruido bosques inmensos y ríos caudalosos, ha explotado sin misericordia todos los recursos naturales, ha puesto a vivir en la pobreza más miserable a millones de habitantes del planeta y, finalmente, ha instalado la matanza de las guerras como el medio privilegiado para resolver los conflic-tos! Así, pues, cambiar de rumbo y derrotar el poder y la resistencia de los grandes intereses que están des-truyendo la Tierra, es un imperativo político que debe involucrar sobre todo a quienes, como todos nosotros, no somos sino carne de cañón en los conflictos de clase mundiales.

El llamado a la conciencia pública a intervenir acti-vamente, desde abajo, en lo que sea imprescindible para frenar esta ciega locura, se concreta, en palabras de Naomi, en que “necesitamos un nuevo modelo económico” y “una nueva manera de compartir el planeta”3. ¡Se deja a la reflexión colectiva lo que ello significa!

Desde la experiencia política de América Latina, y de Venezuela en particular, afortunadamente aparece muy clara la urgencia de participar activamente en la lucha por recobrar el control del futuro del planeta y, al mismo tiempo, salvar la posibilidad de llegar a organizar una sociedad realmente humana. En este sentido, en Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia se han fijado posiciones políticas de gran trascendencia. No es un cliché la reafirmación común de la prioridad de respetar a la naturaleza cósmica de la pachamama y a todo lo que concierne el futuro de su integridad.

Pero queda una reflexión adicional que, hay que reconocer, no ha sido frecuente en nuestra específica cultura petrolera. Hasta qué punto, contradicto-riamente con las líneas políticas generales, como productores de uno de los ingredientes energéticos más indispensables para la tecnología moderna, pero también más dañino para el ambiente, como es el petróleo, hasta qué punto, decíamos, hemos sido capaces de reconocer frente al mundo nuestra res-

el capitalismo está en guerra contra el planeta. el capital internacional es el responsable de atentar contra la vida

3op.cit. ed. electr. pág. 25 y 26

ponsabilidad de abastecedores. No somos culpables del uso que la modernidad ha hecho de los recursos combustibles fósiles. No es nuestra culpa que todo el sistema de movimiento y de producción del planeta Tierra, con la tecnología desarrollada en el primer mundo capitalista y ahora en las economías asiáticas, haya ido afectando tan gravemente a la vida y puesto en peligro su futura existencia. Pero no podemos des-cargar y justificar fácilmente nuestra participación, por más pasiva y subordinada que ella haya sido.

Ese “excremento del diablo”, al servicio de los intereses del capital, que en Venezuela ha permitido nuestro relativo desarrollo, nuestra relativa moder-nidad –pero que, a la vez, nos ha remachado una mentalidad rentista deleznable– es el responsable principal de que esté en peligro la existencia de la especie humana: así de simple. ¿Cuál, entonces, debe ser nuestra actitud frente a estos hechos incontro-vertibles? Hacernos los locos, seguir atribuyendo a los demás –por cierto, con razón– las grandes responsabilidades de lo que está sucediendo y ocul-tarnos detrás de la argumentación de que no nos queda más remedio que participar en el festín como proveedores del combustible, puesto que de otra manera estrangularíamos nuestra vulnerable, pobre economía. ¿Es ésta la única posición política posible? O más bien, como país dueño de las mayores reservas energéticas del mundo, sin hacernos ilusiones de posibles cambios radicales, a corto o mediano plazo en la economía política planetaria, ¿deberíamos haber asumido, desde hace tiempo, la vanguardia mundial en los estudios, en las investigaciones, en los experi-mentos necesarios para reducir, aminorar, atemperar las terribles consecuencias del derroche petrolero en la Tierra? ¿Sería eso atentar, ingenuamente, contra nuestro casi único medio de vida? ¿O sería visto, no como una maniobra cínica, sino como una inteligente y generosa participación en la gran tarea colectiva de generar conciencia del peligro que nos acecha y de aliviar de algún modo nuestras responsabilidades?

Una reflexión incómoda pero necesaria.

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Vicepresidencia de Planificación y conocimientoricardo MenéndezVicepresidente

Ministerio del Poder Popular para la culturareinaldo iturrizaMinistro

fundación Museos Nacionalesedgar ernesto GonzálezPresidente

Henry A. delfín B.Director Ejecutivo (e)

Museo Nacional de ArquitecturaJuan Pedro PosaniDirector General

domingo álvarezDirector de Procesos Museológicos

evelyn GilbertSubdirectora / Comunicaciones

Javier cerisolaSubdirector / Colección

María isaura PaparoniSubdirectora / Gestión Interna

efraín GonzálezCoordinador / Diseño Industrial

robert cárdenasCoordinador / Educación

dalila BorgesCentro de Información y Documentación

daniel HernándezMuseografía

Víctor Blanco Diseño Gráfico

Belén lópezRegistro

Marianela lópezNoris ramírezAdministración

ángela lucasRecursos Humanos

oswaldo HernándezServicios Generales

José GonzálezJefe de Seguridad

Jefri BrachoJesús MartínezJosé r. PerozoJosé e. Apontedeivis GarcíaJerry Messiaedgar VásquezJosé BencomoJosé A. Palmarolando BarriosJulián ramosOficiales de Seguridad

omaira de Mendoncafrancis lópezciro PerniaMantenimiento

José GarcíaMensajería

revista

Director / EditorJuan Pedro Posani

Editor Asistenteevelyn Gilbert

Coordinación Editorialedmundo ramos fonseca

Comité Editorialdomingo álvarezJuan Pedro Posanievelyn GilbertJavier cerisolaefraín González

Colaboradores en este númeroJuan Vicente Pantinenrique fernández-shaw facundo Baudoinefraín GonzálezJuan Pedro Posani

TranscripciónVirginia riquelme

Corrección de textosdiajanida Hernández

Diseño GráficoVíctor Blanco

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