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I N D I C E G E N E R A LPágs.

Prólogo  5

Capítulo I.— El ambiente original  9I. L os antiguos M esopotam ios 11

II. Egip to en su Imp erio An tiguo y M edio 25

III. Pensa mien to y lenguaje del An tiguo Oriente 36

Capitulo II.— La era patriarcal  53I. El país y la pob lación de Canaán 55

II. L os Patriarcas 67

Capítulo III .— La Alianza divina  77I. La eman cipación 79

II. El Pu eblo escogido por D ios 90

Capítulo IV.— La Tierra y el Reino  101I. La ocup ación de Canaán 103

II. El Rey escogido por D io s 115III . C om ienzo s de una literatura 125

Capítulo V.— La era profética  133I. C om ienzo s de los dos reinos 135

II. La s Tr ad icion es ancestrales 1^4III. Lo s Profetas  1 5 5

IV. L a Palabra profética j 6 6

V . Escribas y cantores

Capítulo VI.— La gran tribulación  185I. El cubil de leones ^

II. El descub rimiento de un l ibre 192III . El testig o dilacerado 201IV. La catástrofe   2 ° 8

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ÍNDICE GENERAL

Págs.

Capítulo VII.— El Resto  213I. Cam bia la faz del m un do 215

II. U n Israel nue vo 223III . La gran To rah 237

Capítulo VIII .— L a Comu nidad judaica  249I. Re greso del destierro 251

II. La obra de reforma 260III . La gran literatura de los poetas y de los sabios ... 269IV. L a existencia israelita en los siglos IV -I II 283

Capítulo IX.— E nf ren tán do se con un mundo nuevo  291I. Alejandro y la helen ización del Oriente 293

II. D el levantam iento macab eo al reino de Hero des . . . 305III . El com bate de los escritores 316

Capítulo X.— La era crítica  333I. El m un do grecorromano 335

II. Israel en el Imp erio Rom ano 349III. La Com unidad judía 359IV. La fe de Israel 373

Capítulo XI.— La Nueva Alianza  383I. Jesús 385

II. L a Iglesia 396III. La vida cristiana 415

Capítulo XII.— El Mensaje de los testigos  423I. La tradición evang élica 425

II. San Pab lo y las cartas a las com unid ades 43 4III . L os Evan gelios 455IV . Juan y el final de la era apostólica 46 6

Indice de los libros bíblicos  483

Indice de autores citados en nota  485

Indice de los principales nom bres y realidades m encionadas.  487

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G E O R G E S A U Z O U

P rofe sor d e S agrad a E scr i tu raen e l Seminario Mayor de Rouen

L A T R A 1) I C I O N

B I B L I C A

H I S T O R I A D E L O S E S C R IT O S S A G R A D O S

D E L P U E B L O D E D I O S

E D IC IO N ES F A X

Z u r b a n o , 8 0

M A D R I D

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P R O L O G O

Esta obra pretende ser una historia de la composición delos escritos bíb lico s: una historia qu e ilum ine la relaciónde unos escritos con otros y que los sitúe en su ambiente ori-ginal y vivo. Esta «situación en la vida» ( Sitz im Leberi)  serásu más luminosa explicación.

El plan de la obra está trazado por la historia misma, desdela alta antigüedad hasta fines del primer siglo cristiano. Enefecto, hemos de comenzar con la aurora de las civilizacionesorientales:, pues éstas son el ambiente en que la tradiciónbíblica sumerge sus más lejanas raíces (Jos  24,  2 -4 ; D t  26,  5)y con el cual mantendrá contacto. A medida que Israel vaadquiriendo su figura histórica, el interés se va precisandosobre él; pero los países que lo rodean siguen constituyendo

su ambiente vital y formando parte de su historia.No nos asombremos de que la literatura bíblica no aparezcaen los comienzos, ni siquiera en cuanto a sus elementos anti-guos. Una tradición viva la va preparando: una tradición, dela que nace la literatura, y en medio de la cual no cesará éstade formarse. La historia de los hombres y la historia de losescritos se mezclarán generalmente. Empero, a veces, sobretodo hacia el fin, será conveniente —-para mayor comodidad

y claridad— hablar primero del ambiente histórico y luego delos escritos. Los últimos escritos, los de finales de la era apos-tólica, parecerán hacer las veces de conclusión.

Esta presentación histórica de la formación de la Biblia hasido posible gracias a los múltiples estudios que se han ido

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6 PRÓLOGO

s u c e d i e n d o d e s d e h a c e d e c e n a s d e a ñ o s . E l A n t i g u o O r i e n t e

y , m á s c o n c r e t a m e n t e , e l « a m b i e n t e b í b l i c o » s e c o n o c e n y abas tante b i en . Por o t ra par te , s e ha e s tud iado ya e l t ex to ygénero l i t erar io de todos y cada uno de l o s e scr i tos b íb l i cos ,s e h a i n v e s t i g a d o s u s o r í g e n e s y s e h a a n a l i z a d o s u c o n t e n i d oy m e n s a j e . P o r t a n t o , n u e s t r o d e s i g n i o — o f r e c e r u n a v i s i ó nd e c o n j u n t o q u e s e a ú t i l e n e l u m b r a l d e l a i n i c i a c i ó n — n oes tá insp i rada por l a t emer idad n i a sp i ra a s er or ig ina l .

D e s d e l a e n c í c l i c a  Divino Afflante  u n c l i m a d e s e r e n i -

1  Convendría releer y meditar a todas horas la hermosa encíclicaDivino Afflante Spiritu  que condena los ataques y sospechas «con -tra todo lo nuevo» y proclama la grande y verdadera libertad deinvestigación que la Iglesia concede a los «valientes operarios» dela exégesis.

Citaremos tan sólo dos párrafos muy significativos.Jam ás debe cejar el intérprete católico en acometer una y otra

vez las cuestiones difíciles aún no resueltas, llevado de un fervo-roso amor a su profesión y de una sincera devoción a la Santa M a-dre Iglesia, n o sólo para rebatir lo que los adversarios opongan,sino esforzándose por hallar una solución que fielmente concuerdecon la doctrina de la Iglesia, y principalmente con la por ella ense-ñado acerca de la absoluta inmu nidad de todo error de las S agradasEscrituras y satisfaga también debidamen te a las conclusiones cier-tas de las disciplinas profanas. Y tengan presente todos los hijos dela Iglesia que los conatos de esos valientes operarios de la viña delSeñor deben juzgarlos no sólo con justicia y ecuanimidad, sino tam-

bién con suma caridad, y deben estar mu y lejos de ese poco prudenteespíritu que juzga que hay que rechazar todo lo nuevo por nuevo otenerlo a lo men os po r sospechoso. Y tengan, en primer lugar, antelos ojos que en las normas y leyes dadas por la Iglesia se tratade las cosas de fe y costum bres, y que de lo mu cho que en losLibros Sagrados, legales, históricos, sapienciales y proféticos se con-tiene son mu y pocas las cosas cuyo sentido haya sido declarado porla autoridad de la Iglesia y no son tampoco más aquellas en queunánim emen te convienen los Padres. Quedan , pues, mu chas y muygraves cosas en cuyo exam en y exposición puede y debe ejercitarse

libremente el ingenio y la agudeza de los intérpretes católicos, parautilidad de todos, para adelantamiento cada día mayor de la doctri-na sagrada y para defensa y honor de la Iglesia. Esta verdaderalibertad de hijos de Dios, que fielmente man tenga la doctrina dela Iglesia y como do n de Dios reciba con gratitud y aprovechecuanto los conocimientos aporten, por todos exaltada y man tenida,es condición y fuente de todo sincero fruto y de todo sólido adelan-tamiento en la ciencia católica (A. A. S., 1943, pp. 319-320).

Veamos ahora la «regla de oro» de la exégesis:

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PRÓLOGO 7

dad y una relativa seguridad caracterizan el campo del trabajo

bíblico y, consecuentemente, la meditación seria, vivificante dela Palabra de Dios. Se ha conseguido un acuerdo práctica-mente unánime en numerosas cuestiones. Sin embargo, hayotras muchas que todavía no están resueltas; y, entre las so-luciones, no faltan algunas que sólo representan una etapa, ya veces una simple hipótesis. La arqueología y la historia, losestudios literarios y la exégesis siguen investigando...

Así, pues, este libro no tiene la pretensión de «decir cosas

nuevas» en un campo tan vasto y tan complejo, ni de ser unaobra decisiva o definitiva. La mayoría de las posiciones adop-tadas aquí son las que creemos comunes hoy día, o están lle-gando a serlo. Con frecuencia, la autoridad de los maestros,la competencia de los especialistas y su acuerdo conceden todagarantía. Pero —insistiremos una vez más— conviene sentirmás en este libro el espíritu de investigación que la voluntadde estatuir. El lector adivinará de vez en cuando nuestras

vacilaciones. En cuanto sea posible daremos explicaciones omotivaciones. Pero es fácil comprender que, tales explicacio-nes o motivaciones, donde se pueden exponer con sus debi-dos matices es en el estudio particular de cada libro y noen esta presentación general.

Una historia como ésta es deudora por sus cuatro costados.Citar todas las obras utilizadas sería tanto como trazar unaextensa bibliografía, conocida ya por los especialistas, e inútil

Excelentemen te pertrechado del conocimiento de las lenguas yde los recursos de la crítica, pase ya el exegeta católico a la tareasuprema entre cuantas se le imponen de hallar y exponer el ver-dadero sentido de los Sagrados Libros, y al hacerlo tenga siempreante sus ojos que lo que más ahincadam ente ha de procurar esver claramente y definir cuál es el sentido de las palabras de la Bi-blia, que llaman literal [...]. Sea esta literal significación de las pala-bras la que con toda diligencia averigüen por el conocimiento delas lenguas, por el examen del contexto y por la compa ración conlos lugares semejantes, pues de todo esto suele hacerse uso tam-bién en la interpretación de los escritos profanos, para que aparezcaclara la men te del autor (ibidp. 31).

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8 P R Ó L O G O

a los lectores a quienes este libro se dirige. En cambio, pro-

curaremos recomendar o indicar simplemente las obras quepueden ayudar a nuestros lectores profanos a completar loque aquí solamente pudimos exponer de manera general 2 .Se tratará principalmente de obras sobre la historia, las reli-giones, las culturas; y también sobre Israel y el Cristianismonaciente. No ha llegado todavía el momento, claro está, demencionar los estudios relativos a los libros bíblicos conside-rados separadamente. Todo el que desee una introducción, un

poco más completa, de cada libro inspirado, podrá recurrir—al menos— a los fascículos de la «Bible de Jérusalem», quehan ido apareciendo durante estos últimos diez años.

Cada una de las páginas del presente libro podría ser unhomenaje de gratitud. Es imposible decir a cuántos sabios yespecialistas, historiadores y exegetas (cuyo nombre, en lamayoría de los casos, paso en silencio) soy deudor. Los estu-

diantes del Seminario Mayor de Rouen tienen derecho tam-bién a una especial mención de gratitud. Sin ellos, sin susalentadoras exigencias y su ardor por conocer la Palabra deDios, este libro no habría nacido.

2  Se encontrará fácilmente, v. gr., al final de la mayoría de las

Biblias publicadas en lengua española durante estos últimos años(véase también las obras indicadas en la nota n.° 16 de la p. 61),mapas geográficos e históricos, tanto del Próximo Oriente como dePalestina, y tablas cronológicas y sinópticas, cuya consulta será útila lo largo de la lectura de esta obra. Será también muy útil laconsulta del excelente manual: ROBERT-TRICOt, Iniciación Bíblica(vers. esp.), México 1957. En él se encontrará un estudio sólido yactual de todas las cuestiones relacionadas con los libros sagrados(geografía, historia, arqueología, numismática, exégesis, etc.).

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CAP ÍTULO I

EL AMBIENTE ORIGINAL

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I

L O S A N T I G U O S M E S O P O T A M I O S   1

Parece que los hombres no ocuparon apenas las regionespantanosas del valle meridional del Eufrates y Tigris con an-terioridad al IV milenio   2. Venidos sin duda de las mesetasmontañosas del Norte, no tardaron en aprovecharse admira-

1  A propósito de la historia y civilización de Mesopotamia puedeconsultarse alguna de las sigu ientes obras :

A Y M A R D - A U B O Y E R ,  Oriente y Grecia Antigua,  vol. I de  C R O U Z E T ,

Historia General de las Civilizaciones  (traducción del francés), Bar-celona 1958 ss.

C O N T E N A U ,  Historia de l'Orient anden,  Hachette 1936.C O N T E N A I T ,  La vida cotidiana en Babilonia y Asiría  (traducción

del francés), Barcelona 1958.D E L A P O R T E ,  Les Peuples, de l'Orient méditerranéen,  coll. «C lio»,

t. I, P. U. F., 1938.G . G O O S S E N S ,  Asie occidentale ancienne,  en  G R O U S S E T - L É O N A R D ,

Histoire universelle,  t. 1, Paris 1957, pp. 2 89-4 95.R. KITTEL,  Los pueblos del Oriente Anterior,  en W . GOETZ,  H is-

toria universal  (traducción del alemán), tomo I «El despertar de lahumanidad», Madrid 1945, pp. 465-647.

K R A M E R ,  La historia empieza en Sumer  (traducción del inglés),Barcelona 1958. (Estudia el período más antiguo de la historia de

Mesopotamia.)2  No es necesario remontarnos a la Prehistoria. Los informes queésta nos proporciona son demasiado imprecisos y lejanos para nues-tra investigación. Sin embargo, no estaría bien ignorar que el Pró-ximo Oriente, y muy especialmente Palestina (donde se han descu-bierto importantes restos de hombres prehistóricos y considerableslotes de utensilios líticos de muy remota antigüedad), son regionesextraordinariamente privilegiadas para el estudio de las primerasetapas reconocibles de la existencia humana sobre la tierra.

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1 2 EL AMBIENTE ORIGINAL

blemente de las ventajas naturales de esta región húmeda, so-

metida a las crecidas de dos grandes ríos. Y, para esto, abrie-ron innumerables canales y construyeron diques. La irrigaciónracional de las llanuras aluvionarias trasformó rápidamente ypor mucho tiempo —por tres o cuatro mil años— a Babiloniaen huertas, regadíos y campos de cereales. De esta maneranació el medio para una vida humana intensa y superior.

Esta situación física engendró por sí misma el estado polí-tico. Los sistemas de irrigación tenían que estar coordenados,

vigilados, mantenidos sin cesar. Era cuestión de vida o muertepara todo el país. Tanto más que las crecidas no eran perió-dicas como en Egipto. Primero los vecinos y luego las aldeastuvieron que unirse. La paz y prosperidad corresponderán aépocas en que toda la red se encuentre bajo el control de unestado central, único y fuerte.

Hacia el año 4000, los hombres que encontramos en aque-

llas regiones no son de raza semita. Ignoramos su origen, quetal vez sea septentrional o asiático. Nos referimos a los  Sú-menos.

La civilización, ya avanzada y bellísima, que ellos crearon,la encontramos rápidamente en pleno florecimiento. Esta ci-vilización ejercerá profunda influencia. Estos hombres se en-tregan a las faenas agrícolas, tienen costumbres tranquilas yse hallan organizados en una especie de asociaciones de ciu-

dades, cada una de las cuales tiene su monarca.La religión sumeria está caracterizada por el culto de los

dioses de fertilidad y fecundidad, la práctica de los sacrificios yla adivinación. Ahí tienen su fuente algunas tradiciones reli-giosas que más tarde estudiaremos.

La  lengua  sumeria será durante mil años la única lenguaescrita en Mesopotamia. Esta escritura recibe corrientementeel nombre de cunei forme 3 . Tendrá un destino de tres mil

3  Se señala aproximadamente los años 3500-3300 como fecha dela invención de la escritura cuneiforme. Esta escritura es ideográficaen su punto de partida, es decir, tiene como principio la represen-tación estilizada de las realidades que pretende expresar: seres vi-vos u objetos materiales. Y, por desviación o asociación, se evocanacciones, sentimientos o ideas. Si esta escritura, contra lo que ocu-

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L O S ANT IG UO S ME S O PO T AMIO S 1 3

años. En efecto, los sucesores de los Sumerios —los Acadios

y luego los Babilonios y Asirios—- hablarán otra lengua dis-tinta, pero adoptarán la misma escritura. No llegarán al alfa-betismo. Hay que tener en cuenta que la continuidad y es-tabilidad de la escritura cuneiforme durante decenas de siglosse deberá a una institución sólida y de mucha influencia enel Antiguo Oriente: el Escribado. Los escribas —sabios es-pecializados en el conocimiento de la escritura, gramática yliteratura— constituirán siempre el cuerpo poderoso que

detenta y conserva fielmente el depósito del saber y de lastradiciones.

Durante el tercer milenio, los Semitas que denominamosAcadios,  por el no m bre del capital qu e ellos crearon, Akkad(llamada también Agadé), van llegando por oleadas, desde elNW. Tal vez procedían de las regiones meridionales de Ara-bia. Se van estableciendo más arriba que los Sumerios, en el

valle fértil. Se enriquecen progresivamente con la cultura su-meria, superior a la suya en conjunto.

Pero su presencia no es factor de paz. Porque esta Baja-Mesopotamia no es todavía más que un semillero de ciudades,cada una de las cuales ambiciona dominar a las demás. Loshistoriadores han adquirido la costumbre de llamar «dinastía»de tal o cual ciudad a la época en que dicha ciudad lograimponer su preponderancia. Los recién llegados no han hecho

rrió con la egipcia, se alejó rápida y completamente de la figuraciónde los objetos visibles, este hecho se debió al material de escripción:al escribir con una punta dura sobre placas de arcilla, no era po-sible dibujar sin rebaba líneas continuas; el estilete de caña se pres-taba principalmente para escribir con su extremidad aguda pequeñostrazos en forma de clavos o cuñas. De ahí procede el nombre deescritura «cuneiforme». El escriba utilizaba estos caracteres y

—combinándolos de diversas maneras— componía los signos con-vencionales correspondientes al objeto que anteriormente se habríadibujado. Este sistema —complicado y difícil— se simplificará yperfeccionará. Al cabo de algunos siglos, los novecientos signosaproximadamente que componían la escritura original se habránreducido a unos trescientos. El descubrimiento siguiente será la es-critura silábica, en la cual los signos no expresan ya palabras enteras,sino los diversos sonidos o unidades fonéticas, independientementede  su  sentido.

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1 4 EL AMBIENTE ORIGINAL

más que acrecentar —si es que no las crearon— las divisiones

y rivalidades. Y, así, lo único que sabemos de aquella épocason las incesantes rivalidades entre las ciudades o pequeñoscantones de Sumer y Akkad.

Mientras tanto, otros Semitas llegan a Siria. Encuentranallí a los que los Griegos llamarán  Fenicios  y que son Dra-vidas-Hindues procedentes del litoral occidental de la India   4.Estos hombres de mar han establecido factorías de comercio

en la costa siria. Al correr de los siglos se fundirán con losSemitas, principalmente cananeos. Encontramos instalados alos Fenicios desde el año 2800. Tiro fue fundada hacia elaño 2750. La población fenicia es asombrosamente inteligentey activa, está dotada adm irablem ente para' las industrias y lasartes, la navegación y el tráfico internacional. Está organizadano como un Estado propiamente dicho, sino como una es-pecie de confederación de ciudades independientes: los gran-

des puertos de Tiro, Sidón, Beruta, Biblos, Arward y Ugarit.Esta población mantiene, claro está, estrechas relaciones conEgipto, el cual necesita principalmente su madera   5  e imponedurante esta época su tutela a todos sus vecinos mediterráneos.

De la  Hélade  del tercer milenio apenas sabemos nada. Conanterioridad al año 2400, una civilización cretense llamada deMinos, rey que pertenece a la leyenda, se difunde por las

Cicladas, por Chipre y llega hasta Egipto. Mientras Creta vacreciendo en poder y se va desarrollando, unos Indo-Europeosrudos y hábiles •—los Aqueos— descienden de los Balcanes,hacia el año 200, y seguirán descendiendo durante largo tiem-po sobre la península griega. Se van instalando entre los pre-helenos. Al cabo de algunos siglos, y después de haber recibidolas enseñanzas de los Cretenses, tan industriosos y finos, ten-drán la audacia de lanzarse hacia el mar y aniquilar los logros

* Durante el tercer milenio se desarrolló notablemente una civi-lización en el valle del Indo, pero que habría de desaparecer conese mismo milenio.

5  Famosos bosques, especialmente de cedros, cubrían entonces laspendientes de la montaña l ibanesa.

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L O S ANT IG UO S ME S O PO T AMIO S 1 5

de la Era Minoica, destruyendo Cnosos, bellísima capital de

la isla. Establecerán entonces en el Peloponeso la primera civi-lización griega, la civilización llamada «micènica», que serádestruida por los Dorios en el siglo XII.

En Mesopotamia, la  preponderancia semita  acaba por afian-zarse con la hegemonía de Akkad y sobre todo durante elreinado del casi legendario Sargón el Viejo, hacia el año 2400,que gobierna un imperio (el primero —cronológicamente—

en la historia) que se extiende desde el Golfo Pérsico hasta elMar Mediterráneo.A comienzos del siglo XXII, la región es invadida por los

Guti, bárbaros empujados a su vez por bárbaros arios quedescienden sobre el Norte. La dominación de los Guti se im-pone en Sumer y Akkad. Significa aniquilación y retroceso.

Sin embargo, el sumerio Gudea es monarca de un gran rei-no en Logash, a comienzos del siglo XXI. Por lo demás, los

Súmenos vuelven a ser el elemento fuerte y dirigente haciafines de este tercer milenio, durante el cual algunas «dinas-tías» o ciudades-estados fueron especialmente poderosas. Asíocurrió principalmente con Ur, patria de Abraham. Esta ciu-dad, cuya población sobrepasaba el medio millón de habi-tantes, consiguió varias veces la supremacía regional y —antesde verse, a su vez, arruinada y sometida— conoció un pe-ríodo de esplendor casi imperial y de gran prosperidad eco-

nómica durante los siglos XXII al XXI, con un estilo de vidaurbana ya muy evolucionado.

Durante los siglos XXI al XX,  Babilonia  es la ciudad quecrece y triunfa sobre todas las ciudades rivales. En el si-glo XIX o XVIII, Babilonia alcanza su apogeo con el célebreHammurabi , que fue —a la vez— gran conquistador, exce-lente administrador, legislador consumado   6, mecenas de los

artistas y constructor famoso.La época de Hammurabi coincide más o menos con la de

Abraham   7. Así, pues, este pastor de estepas, con aires de

6  A propósito de su «Código», véase p. 22, nota 15.7  Subsiste relativa incertidumbre en cuanto a la fecha del reinado

de Hamm urabi. Un os la sitúan en el trascurso del siglo X X ; otros,

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1 6 E L AMB IE NT E O RIG INAL

jeque beduino, conoció un mundo muy civi l izado, un des-

arrollo artístico impresionante, un estatuto social profundo ymatizado, una vida intelectual enriquecida con grandes tra-diciones, una vida religiosa politeísta —sin duda—, pero pu-jante y seria.

Epoca próspera no significa necesariamente época de con-tinua paz: sabemos, por el contrario, que esta época conocióluchas intestinas y persecuciones. Una antigua tablilla cunei-forma dice que, en tiempo de uno de los monarcas que pre-cedieron a Hammurabi, «hubo una gran matanza en Ur» \Es cierto también que la superioridad adquirida por Babi-lonia tenía como consecuencia —con respecto a las ciudadesmesopotámicas— la obligación de reconocer la soberanía deMarduk, dios de Babilonia, por encima de la de sus propiosdioses. Si tal reconocimiento no era aceptado, la fuerza delos ejércitos lo imponía. Y, así, se produjo la emigraciónde familias y clanes que deseaban vivir en regiones más tran-quilas o conservar su libertad.

La hegemonía babilónica fue seguida por un período dedesórdenes en la región del Eufrates: fenómeno que, a lasazón, se produjo casi en todas partes. Los siglos XVIII-XVII se hallan caracterizados, efectivamente, por las invasio-nes arias venidas del Norte. La onda sísmica de estas inva-siones sacude todo el Próximo Oriente: belicosos Hittitas

aparecen en las mesetas de Asia Menor y Siria; Kassitashace irrupción en Babilonia, en donde su dinastía se impon-drá durante varios siglos y cuya influencia fue profunda;Hurritas, en la Alta-Mesopotamia. Asiría, al Norte de Babi-lonia (a la que está sometida en vasallaje), intenta una pri-mera emancipación e instaura un imperio efímero.

en el siglo siguiente; y hay algunos que descienden incluso hastael siglo XVII. Por otra parte, no es seguro que Abraham sea exac-tamente contemporáneo de este reinado (como se había creído poderafirmar por la equivalencia entre el nombre de Hammurabi y elde Amrafel , en Gn  14,  1).

8  Te xto mencionado en  C H . F . J E A N ,  Le Milieu biblique  I ,Geuthner, 1922, p. 25.

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L O S ANT IG UO S ME S O PO T AMIO S 1 7

Así vivía y se iba desarrollando, desde hacía veinte siglos,

en la Baja-Mesopotamia, un pueblo numeroso y activo, cuyacivilización   es ya m uy avanzada. Se agrupa en grandes ciu -dades o se extiende por sus suburbios. Los cultivos de todala región de regadío mantienen al país. Por las inmediacionesse ve circular y estacionarse más o menos tiempo a algunosclanes de pastores venidos de los desiertos vecinos, Amorreoso Arameos  que viven en tiendas. La industria artesana,perfeccionada, proporciona empleo a muchas personas. Los

intercambios y la circulación de productos determinan un im-portante comercio. Se nota una verdadera urbanidad de cos-tumbres, por ejemplo en la hospitalidad y cortesía. Abrahamda testimonio de ella a su manera (cf. Gn  18,  1-5).

La ciencia es conocida esencialmente por «revelación» di-vina, pero es también objeto de observación experimental.Constituye el privilegio de una casta: la de los escribas ysacerdotes. Y se trasmite cuidadosamente dentro de estos am-

bientes de «iniciados» por medio de métodos rigurosamentetradicionales. El espíritu «científico» se manifiesta sobre todoen las clasificaciones de plantas, animales, enfermedades, re-medios. . . Las matemáticas se hallan relativamente avanzadas:buena prueba de ello son las tablas de cálculo. Y todos sabenque nos hallamos en el país privilegiado de la astronomía. Elcielo, que por lo demás constituía un mundo de divinidades,era escrutado meticulosamente. Se conocía sus fenómenos pe-

riódicos, como los eclipses; y se los podía predecir. Pero nopor eso es menos verdad que las auténticas «ciencias» meso-potámicas eran la adivinación y la magia (pp. 48-49).

El arte, que los Sumerios elevaron pronto a gran perfec-ción, es ante todo un arte religioso y decorativo. Se revelacomo mucho más realista que el de Egipto (p. 29). Parece

9  Amurru o país de los Amorreos (l lamados también Amorritas)era una región de límites imprecisos situada entre el Eufrates y elMediterráneo, por una parte; entre el Norte de Siria y el Sur dePalestina, por otra. Aram designa una veces la Alta-Mesopotamia(Arameos del Este) y otras la Siria (Arameos del Oeste); y repre-senta una población semita emparentada con la de los Mesopota-mios del Sur en el primer caso, y mal definida y movediza en cuantoa los demás.

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1 8 EL AMBIENTE ORIGINAL

también simbolista y místico. Las obras maestras, práctica-

mente las de escultura y arquitectura, han dejado vestigiosimpresionantes o piezas que figuran hoy día en los museos.Si las consideramos atentamente, se nos revelará una vidaardiente, algo del alma profunda de Mesopotamia   10.

El sistema de gobierno es, evidentemente, monárquico. Estesistema es puesto en relación directa con los dioses: se piensaque los reyes detentan el poder de los dioses, y descienden deellos. De los pequeños principados se pasó a los reinos. Y

con el desarrollo de la vida económica y militar se constitu-yeron los imperios. El funcionarismo, al multiplicarse y je-rarquizarse, asegura la aplicación práctica de la autoridadcentral. Los recursos del Estado consisten en las contribu-ciones fiscales y en el botín de las guerras victoriosas. Lalegislación consta —a la vez— del Derecho consuetudinarioy de leyes escritas. Esta legislación —con el apoyo de san-ciones— regula la vida familiar, las relaciones sociales, la pro-

piedad y el comercio. Se halla inspirada por un sentido realdel hombre y de sus exigencias legítimas.

Los antiguos Mesopotamios eran grande y profundamentereligiosos. La  religión  ocupa en su vida un puesto considera-ble y esencial. Se halla estrechamente ligada a la conductacotidiana, a todas las actividades y situación; y se manifiestaoficial y constantemente.

La rel igión súmero-babilónica 11  se caracteriza principal-

1 0  El mejor medio para tener una idea un poco exacta del artey civilización mesopotámica es visitar la sección de antigüedadesorientales de un gran museo. El de Louvre posee, en este aspecto,excepcional interés. A falta de esto se podría consultar las obrasilustradas acerca del Oriente Antiguo, como los álbumes fotográ-

f icos del Louvre mismo.[Los lectores españoles podrán encontrar una iniciación breve ymuy acertada en el arte mesopotámico en la obra:  G . B A Z I N ,  His-toria del Arte  (trad. del francés), Barcelona 1956.—Por sus hermosasláminas es recomendable la obra:  Summa Artis,  vol . II:  Arte delAsia occidental.  (Adición del traductor)].

1 1  Empleamos esta expresión porque la religión sumérica y lababilónica están sumamente vinculadas dentro del complejo de suevolución histórica. Pero, en el contexto de la presente obra, no

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L O S  A N T I G U O S  ME S O PO T AMIO S 1 9

mente por el culto de las fuerzas de la naturaleza y de las

fuentes de la vida. La función más evidente de las divinidadeses la de gobernar los poderes que mueven el mundo y ase-gurar y controlar la fecundidad vegetal, animal y humana. Elsol y los astros, la lluvia y la tormenta, los ríos y sus crecidasse hallan en relación especial con las divinidades. Lo mismoocurre con aquellos animales que se consideran como particu-larmente representativos del misterio de la sexualidad, cualla serpiente o el toro. El ciclo natural de las estaciones va

marcando el ritmo de la vida religiosa y de sus manifestacio-nes litúrgicas.

Esta religión es abundantísimamente politeísta. Su compli-cación, su falta de unidad, sus incoherencias (al menos paranosotros), la pululación de devociones, impiden toda tenta-tiva de resumirla. Por lo demás, cada ciudad, cada región,cada sistema político tuvo su propia doctrina y piedad. Lomás frecuente fue que los cultos se fueran sumando y amal-

podemos detenernos a estudiar esa evolución, sino que hemos decontentarnos con afirmaciones esenciales. Para un estudio más de-tallado pu ede consultarse :

C A Z E L L E S - D E L A P O R T E ,  Las religiones del Asia Anterior,  en «Ini-ciación Bíblica», pp. 787-799.

C O N T E N A U ,  La religion sumérienne,  en la  Histoire générale desReligions,  tome I, Quillet , 1948, pp. 339-35 1.

C O N T E N A U ,  Las religiones del Asia occidental antigua,  en  Las re-ligiones del Antiguo Oriente  (trad. del francé s), C olecc ión «Y o sé-Yo creo».

M . T H . D E L I AG R E B Ö H L ,  Die Religion de Babylonier und  ¿4ssy-re r  (La religión de los Babilonios y Asirios), en  K Ö N I G ,  Christusund die Religionen der Erde  (Cristo y las religion es de la tierra), I IWien [Viena] 1951, 441-498.

D H O R M E ,  Les religions de Babylonie et d'Assyrie,  coll. «M ana»,P. U. F., 1945, pp. 7-117.

S .  H . H O O K E ,  La religion de Babilonia y Asiría,  en  E . O . J A M E S ,Historia de las Religiones  (trad. del inglés), II, Barcelona 1 956.L A R G E M E N T  La religion suméro-àkkadienne,  en la  Histoire des

Religions,  t . IV, Bloud et Gay, 1955, pp. 119-176.R U T T E N ,  Les religions asianiques,  en la colección anterior, t.  I V ,

pp. 119-176.N . S C H N E I D E R ,  Die Religion der Sumerer und Akkader  (La re-

ligion de los Sumerios y Akkadios), en   K Ö N I G ,  Christus und dieReligionen der Erde,  II, pp. 383-439.

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2 0 EL AMBIENTE ORIGINAL

gamando. Terminaron por jerarquizarse. No podemos hablar

de verdadera teología, sino más bien de teogonia, es decir,de la historia de unos dioses que se van engendrando unos aotros. Los grandes dioses todopoderosos y temibles son gene-ralmente divinidades astrales o los patronos de ciudades im-portantes, los dioses de los fenómenos de las estaciones o losprotectores de los cultivos. Estas divinidades se concibencomo sexuadas, y con costumbres demasiado humanas, si noinferiores incluso a las del hombre. Por doquier se siente pal-

pablemente el naturismo de esta religión de las fuerzas dela vida.Pero con decir esto no lo decimos todo. No hay que juz-

gar de la religión me sopo tám ica (ni de . ningu na otra) sola-mente por sus apariencias o por las creencias populares. Hayque intentar penetrar hasta la esencia misma de la fe, al me-nos de la fe de sus mejores  c reyentes .  Podríamos  e n t o n c e s3 2

explicitar el contenido profundo de  esta fe con la siguiente

fórmula: una Realidad soberana  y  misteriosa  domina a loshombres; es lo «Divino», en  lo cua l conf luye de a lgún modola pluralidad de los dioses, o que los dioses tienen en parti-cipación; esto Divino se expresa en una Voluntad suprema,superior a los dioses, representado a menudo por el «consejo»o «samblea» de los dioses; estos últimos se multiplican odiversifican según los aspectos, atribuciones y planes de acti-vidad; hay generaciones y filiaciones divinas; una divinidad

puede «nacer» de la «palabra» proferida por un dios. La pa-labra divina es también un poder irresistible que suscita a losseres y pu ede trastornar al m u n d o: es palabra creadora, vi-vificante o destructora   13. Sería vano insistir y tratar de pre-cisar lo que nunca fue preciso y claro. Pero, al menos, debemoshacer todo lo posible para ser exactos y respetuosos con aque-llas viejas metafísicas y aquellas grandes conductas religiosas.

1 2  Nos inspiramos aquí en R.  F O L L E T ,  Les aspects du Divin etdes Dieux dans la M ésopotamie antique,  en «Rech. Se. Rel.» 1951,pp. 188-208.

1 3  Textos interesantes se pueden encontrar en el  Dictionnaire dela Bible,  supplément (Priot-Robert), artículo «Logos», de Tournay.cols. 429-433.

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Mesopotamia insistió menos que Egipto en la vida de ul-

tratumba. Estimó que esa vida era poco feliz en comparacióncon la existencia presente. Tal vez los Babilonios tuvieron unsentido más vivo de la integración activa en el tiempo dela historia. De todos modos, su visión —más sombría— de laexistencia futura dará al pensamiento babilónico la profundi-dad trágica y fecunda de la inquietud.

Quizás existió siempre en Mesopotamia una especie de pe-simismo generalizado. El temor se encuentra un poco por

doquier: atormenta el corazón de los hombres y de sus reyesy se apodera incluso de los dioses; difunde en el ánimo detodos un miedo, al que hay que conjurar o prevenir por me-dio de la magia y la adivinación: prácticas que se hallabandifundidas por todas partes. Diríamos que el pensamiento ba-bilónico no encontró su equilibrio por razón de alguna dudafundamental que le es inherente. Nos daremos mejor cuentatodavía de esta mentalidad si la comparamos con la de los

Egipcios, que vivían tranquilos con la seguridad de tenerdioses en la tierra en la persona de sus faraones; e igualmentecon la seguridad de una supervivencia que ellos creen conocerdetalladamente y de medios para entrar en ella conveniente-mente.

Los lugares de culto se hallan por todas partes. En cadagran ciudad, un conjunto importante de edificios religiososse halla encerrado habitualmente en un recinto reservado alservicio sagrado. Destaca principalmente la gran torre de pi-sos, magníficamente decorada, que se llama «ziggurat»: mo*numento impresionante   l<t, que parece haber sido consideradocomo lugar de encuentro con la divinidad cuando ésta des-ciende a este bajo mundo para visitar a su pueblo. Este mo-

1 4  La ziggurat de Babilonia tenía poco más o menos 90 metrossobre 90 metros de ancho y 45 de alto. Estaba recubierta de ladri-llos esmaltados de color diferente en cada uno de sus siete pisos,a los que se ascendía por medio de rampas hasta el templete de lacumbre. Se ha encontrado la base y restos de numerosas ziggurats(la de Ur es una de las que se han conservado mejor, relativamente).Las ziggurats eran las «catedrales» de Mesopotamia, según la ex-presión de A. Parrot, que ha consagrado a este tema un magníficoestudio:  Ziggurats et Tour de Babel,  Delachaux et Niestlé, 1953.

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2 2 EL AMBIENTE ORIGINAL

aumento se prestaba admirablemente para los esplendores de

la liturgia oficial. En los atrios, sobre los altares, se ofrecenabundantísimamente sacrificios de todas clases. El año estájalonado de aniversarios solemnes y festividades. Las ceremo-nias se ejecutan según rituales minuciosos y extraordinaria-mente complicados, rigurosamente obligatorios. La piedadprivada mantiene, además, cultos domésticos y devociones di-versas.

La nota religiosa predomina, como  éra  de esperar, en todoel ámbito de la  literatura  mesopotámica antigua. Dicha lite-ratura abarca desde las notas de contabilidad comercial ylos textos de contratos (en los cuales se invoca a las divini-dades) hasta los grandes himnos cultuales, pasando por lacorrespondencia administrativa o privada, los anales-inscrip-ciones y las innumerables fórmulas mágicas (numerosos textosde encantamiento y conjuración pertenecen principalmente

al ámbito de la magia médica). La literatura jurídica tienegrandísima importancia. las leyes suméricas y babilónicas seprestan a numerosas comparaciones con la legislación codifi-cada más tarde en Israel1 5 . Encontramos, además, algunasclases de oraciones, «lamentaciones», súplicas dirigidas a losdioses, que invitarán a establecer comparaciones con el salteriohebraico. Finalmente, algunas series de sentencias presentancierta analogía con los «proverbios» bíblicos y las reflexionesde la literatura sapiencial que estudiaremos más adelante.

Sin embargo, los escritos mesopotámicos más característicose importantes son epopeyas de tema heroico-mítico. Esta clasede poemas estuvo muy en boga en el Antiguo Oriente. Lamitología babilónica corriente proporciona de ordinario sus

1 5  Puede contemplarse en el Louvre, grabado en un magníficomonolito negro, el célebre «Código de Hammurabi». Aparte de lasrelaciones de semejanza que se establece entre sus artículos y al-gunos preceptos del Pentateuco, se menciona con frecuencia —apropó sito de Ja historia de Abraham — las prescripciones ha m m u-rábicas que permiten a un hombre, que no tiene descendencia porla esterilidad de su mujer, procurar tenerlos de su sierva; y quedeterminan los derechos y deberes de las personas en cuestión (véaseG n  16,  1-6).

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L O S ANT IG UO S ME S O PO T AMIO S 2 3

personajes dioses, genios, superhombres y hombres desgra-

ciados. En estas epopeyas se personifica los fenómenos natu-rales, se dramatiza los acontecimientos históricos; o bien seda explicación de un estado de cosas, principalmente-de prác-ticas religiosas. De esta misma manera, con relatos —a unmismo tiempo—* fantásticos e ingenuos, amazacotados, peroclarividentes, se exponen los grandes temas de la reflexiónhumana: el orden del universo y el conflicto de sus elemen-tos, el gobierno del mundo por medio de voluntades supe-

riores, el misterio de la vida y de la fecundidad, el misteriode la muerte y del lugar en que moran los muertos.

Dos piezas célebres merecen especial atención. En primerlugar el poema denominado, por sus dos primeras palabras,Enuma Elish   1 0. Puede datar de los siglos XXIII-XX (segúnotros, de los siglos XIX-XVI). Está compuesto en loor deMarduk, dios de Babilonia, exaltado por encima de los demás

dioses. Prácticamente hay que preferir su culto, aun a detri-mento de los demás cultos y de sus santuarios :  lo cual equi-vale a proclamar la superioridad de Babilonia sobre las demásciudades. El interés bíblico de este poema se halla en su co-mienzo, que trata de los «orígenes». A pesar de la marañamitológica, no podemos menos de advertir ciertas semejanzascon los comienzos del Génesis 1 7 . El otro documento, l lamadoGilgamesh  com o su personaje principal, es una epopey a de

la que se han encontrado varias versiones y cuya difusión fueconsiderable. El poema circulaba en Babilonia antes del si-glo XX. Se trata de una amalgama de fragmentos épicos, cuyohéroe, rey legendario de una ciudad babilónica, dios en susdos terceras partes, vive de manera trágica y graciosa unasaventuras en las que se hallan comprometidos todos los dio-ses. La undécima de las doce tablillas del poema en su forma

1 6  Es decir: «Cuando en lo Alto.. .» El texto del Enuma Elishha sido presentado y traducido por R.  L A B A T ,  Le Poème babyloniende la Création,  ed. Maisonneuve, 1935.

1 7  Se hace notar principalmente que el género humano fue creadopor una d ivinidad q ue se sirvió de la sangre de u n dios : idea q ueevoca al mismo tiempo la «semejanza» de que se habla en Gn 1,26-27,  y el «soplo» divino de Gn 2, 7.

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2 4 EL AMBIENTE ORIGINAL

más completa contiene el relato del «Diluvio». Las semejan-

zas y el paralelismo con el pasaje bíblico1 8

  saltan inmediata-mente a la vista. Este hecho nos hará reflexionar y permitiráque nos demos cuenta de la manera con que los escritores deIsrael «re-emplean» una tradición y un documento babilónico.

Este poema es de contextura sumamente compuesta y con-tiene elementos insertados con posterioridad. La literatura delAntiguo Oriente nos ofrecerá siempre obras de este tipo, com-puestas por compilación, repeticiones y añadiduras. Por lo

demás, tanto del  Enuma Elish  como del  Gilgamesh  conoce-mos varias redacciones diferentes. Así se plantean ya, parauna época antiquísima, los problemas de la composición lite-raria y de la trasmisión —por varios caminos— de las tradi-ciones escritas.

Los cantos semejantes a los que acabamos de citar teníangeneralmente destino litúrgico. Así, en la fiesta del Año Nue-vo en Babilonia, un sacerdote recitaba los mil y pico versos

del  Enuma Elish  con la mano levantada ante la estatua deldios. Esto explica por qué estas tradiciones literarias se hantrasmitido principalmente a través de los ambientes sacer-dotales.

1 8  G n  6-8.  La traducción de la tablilla XI de la época de Gilga-mesh podrá encontrarse en   C O N T E N A U ,  Le Déluge babylonien,  Payot,1941. La traducción del poema entero por el mismo autor puedeverse en la  Épopée de Gilgamesh,  Arrisan du L ivre, 1939.

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I I

E G I P T O E N S U I M P E R I O A N T I G U O Y M E D I O   1

A d i f e r e n c i a d e M e s o p o t a m i a ( e n o r m e c u b a e n d o n d e n oc e s a r á n d e d e r r a m a r s e d i v e r s o s p u e b l o s , s o b r e t o d o n ó r d i c o s ,q u e e x p u l s a r á n a l as m a s a s d e o t r o s p u e b l o s , i n t e r r u m p i e n d oc o n v i o l e n t a b r u s q u e d a d l o s p e r í o d o s d e d e s a r r o l l o n o r m a l ) ,

E g i p t o p a r e c e s e g u i r u n d e s t i n o c o n t i n u o . E l h e c h o s e d e b e

1  Para in ic iarse rápidamente en e l conoc imiento de l Ant iguo Egip-to es muy recomendable la obra de   V E R C O U T T E R ,  L'Egypte ancienne,coll. «Que sais-je?», P. U. F., 1949.

Hay infinidad de obras sobre Egipto. Señalemos las que estánm ás al a lcance del pú blico :

A Y M A R D - A U B O Y E R ,  La Civilización Egipcia,  en CROUZET,  Historia

general de las civilizaciones,  vol. I , pp . 55 -15 4.D R I O T O N - V A N D I E R ,  Les Peuples de l'Orient méditerranéen,  coll.

«Clio», t . II, P. U. F., 1938.E R M A N  :  Varias obras del egiptólogo alemán Erman han sido tra-

ducidas y publicadas en la colección «Bibliothèque historique» dePayot.

L A M B R I N O ,  L'Égypte,  en «En cyc lopéd ie par l ' imagen», Hachette ,1948.

MoNTET,  La vie quotidienne en Égypte au temps des Ram sès,Hachette , 1946 .

M O N T E T ,  L'Égypte et la Bible,  D e lach au x e t N ie s t l é , N eu ch âte l1959.

S T E N D O R F F ,  Historia de Egipto,  e n  G O E T Z ,  Historia universa l,tomo I , pp . 337-463 .

Y O Y O T T E ,  Egypte ancienne,  en  G R O U S S E T - L É O N A R D ,  Histoire uni-verselle,  t. 1, pp . 105 -28 5.

Será conveniente también hojear algunas obras i lustradas acercadel arte egipcio. Nos hablarán más rápida y vivamente que ningunaotra presentación.

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2 6 EL AMBIENTE ORIGINAL

a la situación relativamente independiente de esta región en

relación con el resto del Próximo Oriente, a la constanciaétnica de sus habitantes, a su menor número y sobre todo ala unidad de ambiente de vida creado por su hermoso río decrecidas regulares y fertilizantes. Así, pues, la historia delEgipto antiguo es la historia de la más larga experiencia cono-cida de civilización humana. Podemos seguirla sin interrup-ción durante más de treinta y cinco siglos.

Sin embargo, la unidad geográfica no es perfecta: el valle

del Nilo egipcio, estrecho oasis de mil kilómetros de longitud,está demasiado estirado y no posee ningún centro natural.Asistiremos frecuentemente a la tensión entre el Alto Egipto,polarizado por Tebas, y el Bajo Egipto, regido por Memphiso alguna otra ciudad del Delta. Este hecho se hará particu-larmente sensible durante las épocas de debilitación general.

En la aurora del IV milenio, el país del Nilo está divididosegún el número de clanes que se lo reparten. Los principadosregionales se enfrentan a menudo unos con otros. Se dejasentir inmediatamente la rivalidad entre el Norte y el Sur.El reino egipcio, propiamente dicho, nace hacia finales delIV milenio, por la reunión de ambas partes, y en beneficiode la hegemonía del Norte sobre el legendario Menes o Nar-mer, con residencia real en Thinis. Se sitúa en este «período

arcaico» las dos primeras «dinastías» (3300-2800)2

.El  Antiguo Imperio  se extien de de la dinastía II a la VI

(2800-2300). Su desarrollo es rápido, su ascensión grandiosa.El gobierno es fuerte porque es único; la administración estábien organizada. Memphis 3  se convierte en capital y lo siguesiendo frecuentísimamente, a pesar de que el centro de gra-

2  Algunos egiptólogos están dispuestos a rebajar un poco estasfechas.—Los términos de «dinastías» e «imperios» no fueron usadospor los antiguos Egipcios, pero han l legado a hacerse clásicos cuan-do se habla de la historia de Egipto. Lo mismo ocurre, con mayorrazón todavía, con la designación de los «períodos».

3  No queda apenas nada de ella. Memphis se hallaba situada aunos treinta kilómetros al Sur del emplazamiento de la actual ciu-dad de El Cairo.

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EGIPTO EN SU IMPERIO 2 7

vedad tiende hacia Tebas 4 , al Sur. Esta época es de grandes

construcciones. Testimonios célebres son las pirámides deKheops, Khephren y Mykerinos   5. Importantes edificios reli-giosos comienzan a elevarse a lo largo del gran valle que con-tará con muchos de ellos. El clero tiene situación preponde-rante en la sociedad. La masa de la población se emplea enlos campos o en los rudos trabajos de la mano de obra. Deesta masa viven segregadas las minorías selectas o castas defuncionarios, artistas, escribas y ricos propietarios. El comer-

cio es activo a lo largo de todo el río y en tierra y mar.Se l levan a cabo expediciones a Nubia.Las fronteras se con-solidan. La influencia egipcia es muy grande en todo el Pró-ximo Oriente; y los pueblos vecinos se hallan, todos ellos—más o menos—, bajo su tutela. En el siglo XXVI, Pepi Ivence y somete a los Cananeos.

La época de esplendor político, artístico y económico delAntiguo Imperio va seguida de un «período intermedio» de

anarquía y decadencia, con las dinastías VII-X (2300-2100).Vemos sucesivamente producirse una grande y terrible revo-lución popular, intervenir ingerencias extranjeras, instaurarseun régimen feudal y generalizarse el embargo del terreno porparte de los ricos propietarios 6 .

Todo renace con el  Imperio Medio,  de las dinastías XI -XVII (2100-1580). Después del tiempo necesario para la reor-

ganización social, para la nueva consolidación de la autoridad(2100-2000), Tebas se impondrá como centro gubernamental,religioso y cultural con la dinastía XII (2000-1785), una de

4  A unos 700 kilómetros de Memphis, remontando el curso delNilo. Las ruinas de Tebas y de su larga historia se cuentan entrelas más imponentes de Egipto. El lugar se denomina hoy día Luxor

(El-Uqsor) y Karnak, con los sitios de la orilla izquierda, templose inmensa necrópolis, que se hallan enfrente, a algunos kilómetrosde distancia.

5  En los grandes arrabales de El Cairo actual, al SW (Gizeh).Las pirámides tendrían ya una pátina de siete u ocho siglos ent iempo de Abraham.

6  El antiguo Egipto no llegará nunca a darse más estructura socialque la de favorecer ultrajantemente a un pequeño número de pri-vilegiados.

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2 8 EL AMBIENTE ORIGINAL

las m ás gloriosas de la historia de E gip to : la dinastía de losAmenemhat y de los Sesostris. Esta era importante paralas artes y la literatura, a la sazón muy floreciente, es la épocaclásica de Egipto. Abraham será su contemporáneo.

Los faraones de esta dinastía tebaica, principalmente Se-sostris III (1887-1850), instituyen una fuerte administración,un sistema de defensa contra el exterior (fortificaciones al Sury al Este) y un protectorado en Nubia y Palestina. Emprenden

también fructíferas expediciones comerciales. Sin embargo,este poder era más superficial de lo que parecía. En cuantola autoridad central se relaje un poco y el extranjero pruebesus fuerzas, se producirá el derrumbamiento.

En efecto, un segundo «período intermedio» comienza conla dinastía XIII y continúa hasta la XVII inclusive (1785-1580). La dinastía XIII es la única que mantiene en su podertodo el país. Pero ya los «Hyksos» se instalan en el Delta

oriental. Se trata de pueblos mixtos, en su mayoría semitas,empujados sin duda alguna por las invasiones arias que a co-mienzos del segundo milenio trastornan todo el PróximoOriente. Su número va creciendo progresivamente, hasta talpunto que, después del Delta (en donde fundan su capitalAvarias [en 1730]), conquistaron todo el país, con un poderviolento y terrorífico, del que los Egipcios se acordarán siem-pre con horror. Y erigen una monarquía hyksos (dinastías

XV-XVI) .Sin embargo, esta monarquía no duró más que un siglo

aproximadamente (1675-1567). Desde el Alto Egipto, conTebas, el movimiento de emancipación nacionalista desciendehasta el valle; y los Hyksos, derrotados por Ahmosis (1580-1558), fueron definitivamente expulsados por la fuerza de lasarmas. No obstante, habían demostrado a Egipto que estepaís no podía estar ya tranquilo ante Asia, que manifestabaser inagotablemente rica en hombres y energías.

Suele pensarse que, con la circunstancia favorable del esta-blecimiento de los Hyksos, que acogían de buena gana a susparientes semitas, debió de realizarse el destino egipcio deJosé, hijo de Jacob, y se explica la fijación de parte de su fami-lia en el Delta.

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3 0 E L  AMBIENTE ORIGINAL

nen alguna idea de esas hectáreas de paredes cubiertas dedibujos en relieve (interminables procesiones cultuales, esce-nas de la vida hierática de los faraones, cuadro de sus victoriassobre los enemigos) y de la profusión de estatuas. Natural-mente, el arte y la religión se hallan íntimamente ligados.Los mayores y más hermosos monumentos son siempre lostemplos.

La  religión  egipcia  10  tuvo desde su origen y conservó siem-

pre un carácter profundamente rural. Procede de un culto decampesinos sensibles a las manifestaciones de la naturaleza yque expresan sus sentimientos por medio de disposicionesy conductas religiosas.

Parece que en los tiempos más remotos cada aldea tenía sudios. Como, por otra parte, Egipto será siempre asombrosa-mente conservador, las divinidades aumentarán rápidamente

en número, pues las que vayan consiguiendo la primacíano eliminarán a las demás. Para comprender esta multiplicidadde dioses y las formas groseras del culto que se les tribu-

Rojo, y principalmente su granito de Assuán y sus barros de Nubia.Mesopotamia nos habría dejado, sin duda, algo más que bases demurallas y cimientos de edificios, si este país hubiera tenido a su

disposición algo más que la arcilla, con la que se hacen ladrillosy que, aun cocida, no resiste a las intemperies y al tiempo. Lasgrandes ziggurats, sobre todo en cuanto perdían su revestimientoesmaltado, se iban diluyendo literalmente con el agua de las lluvias.

1 0  Acerca de la religión del antiguo Egipto véase:C E R N Y ,  La antigua religión de Egipto,  en «H istoria de las religio-

nes», Barcelona 1955, tomo I.D E S R O C H E S - N O B L E C O Ü R T ,  Les religions égyptiennes,  en «Histoire

générale des Religions», t. I, Quillet, 1948.

DRIOTON,  La Religión Egipcia,  en «Iniciación Bíblica», pp. 781-786.

DRIOTON,  La Religión Egipcia,  en  Las religiones del AntiguoOriente,  col . «Yo sé-Yo creo».

E R M A N ,  La religión des Égyptiens  (versión france sa de  Die Ae-gyptische Religión,  1934), Payot 1937.

J U N K E R ,  Die Religión der Aegypter  (La religión de los Eg ipcios),en «Christus und die Religionen der Erde», II, 565-606.

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EGIPTO EN   SU  IMPE RIO 3 1

taba   11  haría falta —claro está— pertenecer a un medio am-biente cuyas concepciones y costumbres se nos escapan ahora.

Adem ás de los dioses locales hu bo dioses cósm icos: losdioses de los infiernos, de la guerra, de la agricultura, los hé-roes divinizados, los animales sagrados. El éxito o decadenciade estos diversos cultos está en relación con los acontecimien-tos políticos o sociales. El clero elabora teologías que se re-sienten de ser actitudes con respecto al poder establecido,pero que llegan también a sistematizar —con más o menos

precisión— las herencias tradicionales. Hacia el año 2500, Ra(o Re), el sol, se convierte en el dios supremo. De ahí losgrandes templos solares que se edificaron por doquier. Ra esel padre del faraón, que de esta manera fue divinizado. Estoes importantísimo: todo el edificio del pensamiento egipcio,así como toda la organización social, se basan —como quiendice—> en esta concepción del rey-dios. Entre tantas otras de-vociones, el culto fúnebre de Osiris, dios de la vegetación,

estará siempre en gran boga. Hacia el año 2000, la preemi-nencia corresponde a Amón, dios de Tebas, que se convierteen Amón-Ra para que las gentes lo acepten mejor.

En esta religión, mezclada íntimamente con la vida ordi-naria, la política, las artes y la literatura: la magia se desarro-lló enormemente. Era una magia profiláctica o funeraria. Lapreocupación por la vida futura tenía también un puestoconsiderable. Gracias a las innumerables ilustraciones muralesde las necrópolis nos hallamos ampliamente informados sobrelas creencias exactas que se refieren a ella. En esta magiapodemos ver muchos elementos de superstición; pero hay

1 1  El desfile de estas estatuas o dibujos de divinidades con formashíbridas de halcones, vacas, hipopótamos, carneros, ibis, cabras o

chacales es verdaderamente alucinante. Pero la impresión debía deser muy distinta en los que estaban acostumbrados a tal simbolismo.Como base de estos cultos parece haberse conservado el sentimientodel «m isterio an im al» : ¿cuál era la razón de ese instinto tan seguroque parecía venir de algo que trascendía a los animales mismos?Su astucia o su ternura maternal, su valor o su ingeniosidad, sufuerza, sus gritos o su mutismo, ¿no sugerían cierta relación —porno decir identidad— con los poderes superiores, con la sabiduríade lo alto, con las actividades misteriosas?

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EGIPTO EN SU IMPERIO 3 3

En el tercer milenio   14  conocemos: la «Sabiduría para Ka-

Gemni» (2900), las «Máximas de Ptahotep» (2600), la «Sa-biduría de Ani» (2500), la «Sabiduría para Merikara» (2300),a la que seguirán las notables «Instrucciones de Amenemhat»(2000). La mayoría de estos documentos se presentan comorecomendaciones de un padre a su hijo   15  para su educacióny éxito en la carrera administrativa; en otras palabras, sonuna especie de tratados del funcionario bueno y feliz. Lamoral es elevada, aunque tiene carácter práctico. Enseña la

sumisión a la voluntad divina, sin que por eso esté uno obli-gado a descuidar sus intereses personales. Estas «enseñanzas»están llenas de fina psicología. Tienen gran sentido de lasrelaciones humanas y de los deberes para con el prójimo.Son espejo del alma egipcia, de la vida privada y familiar, delos oficios, situaciones y vida de la sociedad. Su forma lite-raria, frecuentísimamente, es una simple concatenación de

sentencias, sin preocupación ninguna de agrupación temáticao secuencia lógica.

Esta literatura didáctica puede estar emparentada con otrosgéneros. Un sabio como Nefer-Rohu (hacia el 2000) puede«decir las cosas pasadas y las futuras». Henos aquí en elcampo de la «profecía», en cuanto reflexión sobre la historiay en cuanto predicación. Existe también un género literarioque consiste en poner en futuro los acontecimientos del pa-

sado  16. Aunque no se trata más que de cuentos, tal manerade hablar volverá a nuestra mente a propósito de algunos es-critos de Israel. De la misma manera, no carece de interéscomparar las •valerosas «Ad vertencias de l Sabio Ipou ver»

1 4  Sin embargo, las dataciones son poco seguras, pues con fre-

cuencia los manuscritos son posteriores en varios siglos a los textosmismos.1 5  El padre es un rey, un gran personaje o un simple particular;

la palabra «hijo» puede tomarse en el sentido amplio de subdito odiscípulo (compárese Prov  1, 8, 10, 15,  etc.).

1 6  Así, en el  Papyrus W estcar,  se «predice» el adven imiento delos primeros reyes de la dinastía V, de la misma manera que el  Pa-pyrus  n.° 1116  de l'Ermitage  «anun cia» la llegada de los H yks os yel f in del Imperio Medio.

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EGIPTO EN SU IMPERIO 3 5

ambiente dominantemente semítico, y sobre todo gracias a

la lengua akkádica y a la escritura cuneiforme, cuya difusiónparece haber sido muy grande.Por lo demás, Mesopotamia —prodigiosa de vitalidad bú-

lleme y de actividades múltiples, de poderosos esfuerzos deinestabilidad perturbadora y enriquecedora a un mismo tiem-po— es la que desempeña habitualmente el papel más im-portante en este universo oriental antiguo. El mundo enterole debe mucho.

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I I I

P E N S A M I E N T O Y L E N G U A J E

D E L A N T I G U O O R I E N T E

«Dios es espíritu purísimo, infinitamente perfecto, bueno,sabio, poderoso y eterno, principio y fin de todas las cosas.»Tal es la respuesta de nuestra catecismo de niños a la pre-gunta: «¿Cómo es Dios?» ' . Un Babilonio, a quien se ense-

ñaba que el dios de la ciudad era —por encima de los demás—el dios supremo, oía decir que Marduk tiene «una estaturaespléndida, una mirada centelleante», que es «varón, engen-drador desde el principio», que tiene «ojos en número decuatro, y que cuatro son sus orejas. . .»   2.

La historia del mundo no está a merced de la casualidad.Depende de la presciencia y voluntad divina, pensamos nos-otros. El Babilonio piensa de la misma manera, pero no con

estos términos mentales; recuerda un hecho: las tablil las enlas que estaban escritos los destinos, se hallaban en manosde un monstruo, Kingu; pero Marduk se las arrebató, yahora se hallan en su poder para siempre 3 .

1  Afortunadamente hay ya nuevos métodos para hablar de Dios.Véase, por ejemplo, la explicación intuitiva que da de Dios el  Cate-cismo Católico  (versión y adaptación del alemán), 5.a  ed., Barcelona

1959, pp. 17 ss. Esperamos justificadamente que la intensificaciónde la enseñanza bíblica vaya proporcionando un «conocimiento»más personal y atrayente de la Persona del Dios vivo.

2  Compárese Nah 1, 2-8. No faltan textos bíblicos semejantes.Para expresar la «Providencia» divina, véase lo que dice Dt  11,  12.

3  Lo que aquí decimos de Marduk está tomado del poema  EnumaElish.  Con respecto a esta misma idea, compárese Ex  32,  32 -33;Ps  139,  16.

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PE NS AM IE NT O Y L E NG UAJE DE L O RIE NT E 3 7

En lugar de decir que los dioses son «inmortales», el Babi-

lonio dice que «han retenido la vida en sus manos»

  4

. La leyuniversal de la muerte, que reina entre los hombres, el Ba-bilonio la explica por medio de la historia del hombre queestuvo a punto de conseguir la inmortalidad, pero que lape r d i ó 5 . La protección divina se le promete al guerrero enestos térm inos: « ¡ Y o soy Ishtar ¡Y o caminaré delante de tiy detrás de t i ¡N o temas nad a »   6.

Estos escasos ejemplos demuestran que la manera de ex-presarse e incluso de pensar, entre los antiguos Orientales,no es la misma que la de los Occidentales modernos. Enefecto, esta manera es  concreta  o  plástica  (es decir, expresadapor medio de imágenes).

Sería absurdo negar a los antiguos Orientales la facultadintelectual de abstraer, adquirir conceptos generales y ordenarideas. Esta facultad es innata en el hombre. El espíritu «cien-

tífico» que observamos en Mesopotamia, por elemental quefuese, da testimonio de ello. E igualmente el lenguaje y lainvención de escrituras. Las lenguas sumeria, akkadia y egip-cia tienen palabras para decir «verdad», «bondad», «vida»,«pureza», «santidad», «mal», «horror», «humano» o «huma-nidad», «divino» o «divinidad»; claro está que estas palabrasson raras, en relación con la gran cantidad de palabras con-cretas de que hacen uso estas lenguas; y no tienen quizás el

contenido exacto que nosotros les atribuimos al traducirlas.En todo caso, distan mucho de caracterizar el pensamiento,tal como se manifiesta de manera constante en el AntiguoOriente. Este pensamiento no se presenta habitualmente en«ideas» ni se formula espontáneamente en «conceptos». Larealidad que este pensamiento capta, apenas sabe traducirlamás que por representaciones de orden sensible. Se trata,empero, de algo muy distinto de la grabación y mero desfile

de imágenes del mundo visible sobre la pantalla de la mente.

* Véase cómo se expresa el Ps  90,  2-3.5  E s un o de los temas del jpoema de  Gilgamesh. Y,  claro está,

acude en seguida a nuestra mente el pasaje de Gn  2-3.6  Compárese Is  41, 4; 44, 6-, 52,  1 2 ;  58,  8.

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PE NS AM IE NT O Y L E NG UAJE DE L O RIE NT E 3 9

lo «profano». El Oriente es contemplativo, y en ninguna otra

parte se tiene más fe en el «misterio». Pero su metafísica noes filosófica, sino enteramente religiosa; y se expresa por me-dio de representaciones plásticas, escénicas, vivas. Este hechoexplica el predominio de los relatos en sus escritos religiosos:no se infunde una doctrina en fórmulas generales de «credo»,sino que se narra historias.

Pues tales son los  mitos.  Por delicado y difícil que sea, no

podemos menos de hablar de ellos en razón de su importan-cia. Algunos ejemplos aclararán más nuestras ideas.

Osiris es el dios de la fertilidad, en Egipto. Anualmente,según el ritmo de las crecidas del Nilo, Osiris muere y renace,símbolo de la mies y de la germinación de las cosechas.

Osiris es también el soberano del reino de los muertos. Loes porque, habiendo sido primeramente rey de Egipto y de losvivos, fue destronado por su hermano Seth, el cual fue venci-do a su vez por el hijo de Osiris, Horus, que es desde entoncesel soberano dios de Egipto, mientras que Osiris continúa rei-nando en ultratumba: el pensamiento egipcio explica de estamanera las relaciones entre este mundo y el otro mundo.

Los dos hemanos eran hijos de Geb, la Tierra, y de Nut, elCielo. Estos, después de su unión, fueron separados por Atum,el Aire. Así se constituyó el orden del universo actual, en el

que el cielo y la tierra se tocan por las extremidades, mientrasque la atmósfera —que se interpone entre ellos—- los alejaEn Siria-Fenicia, Hadad es el dios de la tormenta. Tiene

por hijo a Aleyin, dios de las fuentes y de la germinación. Esel enemigo de Mot, dios de las mieses y de la sequía. De ahísus combates, con muerte seguida de resurrección: todo estoen correspondencia manifiesta con las estaciones del año ycon las actividades agrícolas impuestas por éstas.

1 1  Puede verse esta representación en bajorrelieves, en las tum-bas o en otros lugares: en tierra, un hombre extendido; encima deél, tocándole por la cabeza y los pies, una mujer formando un arcode círculo (sobre el lado interno de su cuerpo, los astros y las es-trellas); un tercer personaje camina sobre el cuerpo del hombre ysostiene con sus brazos el busto de la mujer.

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4 0 EL AMBIENTE ORIGINAL

Un mito muy próximo a éste, y que alcanzó inmenso éxito

en el mundo mediterráneo, es el de Adonis, hermoso y jovendios del amor, de la primavera, cuya muerte y retorno a lavida se celebraba sucesivamente con lamentaciones y alegría.Este mito es, a su vez, heredero del viejo mito súmero-babi-lónico, popularísimo, de Dummuzi o Tammuz   12, el cual tam-bién moría y volvía a la vida anualmente, al mismo ritmo quela vegetación.

Todo esto —claro está— se representaba escénicamente en

las épocas correspondientes del año. Se escenificaba ritual-mente en dramas patéticos que hacían que los asistentes co-municaran vitalmente con el misterio.

Los mitos de la creación-victoria y del diluvio-salvaciónexpresan principalmente y tratan de conjurar la angustia delhombre ante el poder aplastante de los elementos naturales. Enlos poemas-dramas que los evocan en Mesopotamia (p. 23), loscombates entre Marduk y Tiamat 1 3 , que arrastran a todos

los dioses del cielo y que ponen en peligro a todo el uni-verso, son otras tantas traducciones de fenómenos naturalesy situaciones históricas.

Gílgamesh es célebre por su búsqueda de la «planta de lavida»   1 4, a la que logra descubrir a costa de grandes dificul-tades; pero que neciamente deja que le roben. Así se explicala suerte del hombre que anda buscando la vida eterna, peroque está consagrado a la muerte. El rey-héroe babilónico mar-

cha para aniquilar a Humbaba, el «gigante de los cedros», y,tras peligrosas peripecias, termina por cortarle la cabeza:¿significará esto la expedición de los hombres de la Baja Me-sopotamia al Líbano para cortar árboles, de los que tienengran necesidad y que no nacen en sus tierras? ¿Significará

1 2  E n  Ez 8,  14, se hace mención de las lamentaciones por lamuerte de Tammuz, incluso en Jerusalén.

1 3  Esta última divinidad es una especie de monstruo que repre-senta el «abismo» de las «aguas amargas», es decir, el Océano hos-ti l . Es el «tehom» bíblico (Gn 1, 2); pero este último ha perdidosu carácter divino para no ser más que una criatura de Dios, te-mible —no obstante— y dominada sólo por Dios .

1 4  Evidentemente nos viene en seguida el recuerdo de Gn 2, 9:3,  22.

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4 2 EL AMBIENTE ORIGINAL

Pero los hechos míticos son, al mismo tiempo, actuales.

Lo son precisamente porque no son hechos históricos fecha-dos y únicos. La vida del mundo se concibe como un perpetuoretorno o un eterno volver a empezar: lo que existía, vuelvea existir; lo que tuvo lugar, se produce de nuevo. Las intem-porales historias míticas se vuelven a vivir en la reapariciónde los fenómenos de la naturaleza: ciclos de estaciones, cata-clismos, guerras, reinos. Así lo íbamos descubriendo en losejemplos mencionados.

Los mitos determinan a la vez la marcha del mundo y lavida de los hombres. Estos mitos no son primordialmente— para los hombres de los tiempos antiguos " — explicacio-nes, respuestas destinadas a satisfacer al espíritu. Sino que son,ante todo, soluciones para vivir: dicen lo que hay que creery practicar, con qué esperanzas se debe contar, a qué necesidadhay que someterse, cuáles son las obligaciones que cada cualdebe cumplir  l s .

Los temas que de esta manera se viven en los mitos son—a la vez-— los más elementales y los más profundos: mis-terio del gobierno del mundo, inseguridad de sus energías la-tentes, potencia gigantesca y temible del agua, poder asom-broso y perturbador de la sexualidad, misterio permanentede la fecundidad, comportamiento o cualidades excepcionaleso enigmáticas de algunos animales, fascinación de una feli-

cidad ideal, enigma temible de la muerte, grandeza y fuerzade algunas personas, carácter maravilloso de la civilización...De esta manera se toca —en sus aspectos más asombrosos—el problema de las relaciones entre el hombre y el universo,el problema de las contradicciones y distensiones que el hom-

por «Erase una vez», o «En los t iempos en que los animales ha-blaban» :  historias transhistóricas que perpetúan el mitismo en laimaginación popular o ingenua.

1 7  Otra cosa ocurre para nosotros, que los consideramos restros-pectivamente y como desde el exterior. Pero ¿nos hemos desligadoplenamente del mit ismo?

1 8  La preocupación del semita no consiste tanto en saber «lo quees» cuanto en determinar bien «lo que hay que hacer» (Parole deDieu,  p. 160).

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4 6 EL AMBIENTE ORIGINAL

denominadas «eternas»   25. Volvemos a encontrar aquí el len-

guaje hiperbólico, tan frecuente en Oriente (¿sólo en Orien-te?), cuya «relatividad» se comprende fácilmente   2 \

El universo no se concibe como una máquina que funcio-nase sola, «montada» y «ajustada» de una vez para siempre.No existe «curso natural» de las cosas. Sino que existen  vo-luntades superiores  que gobiernan todo lo que hay en estemundo y de las que son señal todas las cosas que han sidohechas. ¡M entalidad bien poco «científica» No sotros habla-

mos de «causas segundas». Esto no tendría sentido para losantiguos Orientales. La lluvia, la sequía, los hijos, las cose-chas, los rebaños han sido enviados por la divinidad. Los ca-taclismos, los fenómenos naturales son debidos a accionesdivinas. La tormenta, por ejemplo, viene de los dioses; esincluso —con frecuencia— una guerra contra los hombres;es, por lo menos, una «voz» divina, una «teofonía», frecuen-temente temible   27.

Lo mismo ocurre con la actividad de los hombres: los dio-ses la dirigen. Principalmente, sus grandes obras son consi-deradas como debidas a una especial inspiración de lo Alto,dirigidas por voluntades divinas y socorridas por energías su-periores. Así, las guerras son emprendidas y llevadas a feliztérmino por impulso de un dios 2 S . Las ciudades y edificiosreligiosos no pudieron ser construidos sin las órdenes explí-citas de tal o cual divinidad. Y, conforme a esta convicción,se narrará cómo el fundador —rey, héroe o gran personaje—recibió del cielo el plano completo y la descripción de tal ocual ciudad, de tal o cual templo, hasta en sus más menudos

2 5  Sobre el sen tido de esta palabra, véase  Parole de Dieu,  pp. 212-

213.2 6  Sin embargo, tendremos que reflexionar sobre las dimensionespsicológicas y teológicas de semejante lenguaje a propósito del Di-luvio en Gn  6-9.

2 7  Compárese Jud 5 , 4-5; Hab  3,  4 -16 ; Ps  18,  8 - 1 6 ;  29, 3-9;97,  3-5.

2 8  La Biblia hablará de las «Guerras de Yahvé»: Ex  17,  16;N m  21,  14; 1 Sm 25, 28; 1 Chr 5, 22.

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PE NS AM IE NT O Y L E NG UAJE DE L O RIE NT E 4 7

deta l l e s2 9 . La estructura social se mantiene por medio de

leyes: la legislación, oral o escrita, y principalmente la escritaporque adquiere entonces una forma hierática, no puede pro-ceder de otra fuente (según se imaginaban los Orientales an-tiguos) que de los dioses, los cuales han dictado su texto,si es que no lo han entregado ya escrito   3 0. La literatura, porlo menos la religiosa (y la literatura antigua lo es casi íntegra-mente), reconoce también su procedencia de fuentes que noson puramente humanas  (Parole de Dieu,  pp. 49-51).

L a  naturaleza del hombre  es concebida según sus manifes-taciones y según la revela la experiencia. En otro clima inte-lectual, un pensamiento dualista distinguirá entre un alma«inmaterial» y el cuerpo humano (Parole de Dieu,  p. 159).El pensamiento semítico no conoció más que al hombre vi-viente en la unidad de su ser existente. El «alma», es decir,lo que «anima», es su vitalidad. Esta se halla en el «soplo»o en la «sangre», o bien es el soplo y la sangre misma 3 1 . De

ahí toda la doctrina religiosa de la sangre, el valor de lasinmolaciones y de las aspersiones sangrientas. La muerte, co-rrupción del cuerpo, aparece por tanto como un horror, uncastigo, un misterio. Pero no por eso se piensa que la muertees un fin absoluto, sino todo lo contrario. Todo el AntiguoOriente tiene fe profunda en la supervivencia. Por otra parte,toda existencia válida y toda felicidad no podrían concebirsesino en términos que expresen la vida que se conoce, susgoces y florecimiento. Sin embargo, no deberíamos imaginar-nos que la negativa a renunciar a los valores de esta vida,a la creación visible: suponga el desconocimiento de los bie-nes del espíritu, que nuestros lenguajes han expresado comorealidades distintas. Simplemente, el realismo que no haceseparación —-en el hombre— entre el cuerpo y el espíritu:no los separa tampoco en cuanto al destino del hombre.

2 9  Compárese Gn 6, 14-16; Ex 25, 8-9, y los seis capítulos si-guientes.

3 0  Compárese Ex  31,  18;  34,  28.31  Parole de Dieu,  p. 240. Véase, por ejemplo, Gn 7, 22; Ps  104,

29-30; Job 27 , 3-5;  34,  14-15; por otra parte, Lev  17,  11-14;D t  12,  23.

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4 8 EL AMBIENTE ORIGINAL

La  correspondencia entre los dos mu ndos,  visible e invisible

(concebido este último a la imagen del otro), es una convic-ción fundamental en el Antiguo Oriente. Toda la religiónprocede, sin duda alguna, de esta convicción: hay que rendirculto a los dioses, esto es cosa evidente y fundamental. Peroesta correlación entre ambos mundos tiene también otras con-secuencias prácticas: los dioses, que son poderosos, inter-vienen acá abajo; sus iniciativas y acciones son imprevistas;no son siempre imprevisibles; existen algunas señales de

ellas, que hay que interpretar; podemos captar revelacionessobrehumanas y utilizarlas. Tal es el fundamento de la adivi-nación en todas sus formas, tan difundida en el AntiguoOriente. Entre las prácticas de esta ciencia de los presagiospodemos mencionar especialmente la observación de los astrosy el examen de las entrañas de animales, principalmente delhígado. Se dispone también de lo que enseña el vuelo de lospájaros 3 2 , el l íquido de las copas 3 3 , la utilización de la varita

m á g i c a3 4

, el tirar a suertes3 3

; la ordalía3 6

  es del mismo gé-nero. Los sueños tienen importancia considerable y son reci-bidos como la real idad misma o como avisos 3 7 .

La adivinación procura saber. La magia pretende obrar.Esta última se basa en la convicción de que los dioses soninfluenciables —de alguna manera—- por los hombres; deque pueden verse atados por medio de ciertos procedimientosconocidos por los iniciados. Así, ciertas palabras, ciertos voca-

blos son considerados como eficaces e incluso como infalibles.Existe también todo un mimetismo de la acción. Por ejemplo,

3 2  Compárese el presagio tomado del viento en el follaje, en II Sm5,  23-24.

3 3  La copa de José, en Gn  44,  2, 6, tenía este uso.3 4  Pensamos inmediatamente en el famoso bastón de Moisés:

E x  4,  2, 17; 7, 9-12, etc.; véase también II Rg  4,  29.3 5  Tal parece ser la f inal idad del «Urim-Tummim» contenido enel «efod» (Ex  25,  7 ;  28,  4 , 30; Lev  8,  8) en 1 Sm  23,  9 -12 y  30,6-8; véase también: Jos 7, 14-18; 1 Sm   10,  19 -21;  14,  40 -42;Prov  16,  33.

3 6  Ejemplo, procedente de una tradición m uy antigua, en N m 5,11-30.

3 7  Todos conocen la historia de los sueños de José, de los fun-cionarios egipcios y del faraón: Gn  37; 40; 41.

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C A P Í T U L O I I

LA ERA PATRIARCAL

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5 6 LA ERA PATRIARCAL

ximadamente, en la linde del desierto meridional. La superficie

es de unos 25.000 kilómetros cuadrados: equivale, poco máso menos, a las dimensiones de la isla de Sicilia. Cuatro zonasparalelas al litoral ofrecen una imagen relativamente sencillade todo el conjunto:

Al Oeste encontramos las llanuras costeras, cuya continui-dad queda interrumpida únicamente por la cadena montañosay la punta del Monte Carmelo (Karmel). Al Norte de estecabo, que domina la amplia y única bahía de Haifa, tenemos

la llanura —.bastante espaciosa, pero poco prolongada— deA k k o 2 . Al Sur del Carmelo contemplamos una prolongadabanda de llanura, que al principio es muy estrecha, pero queluego se va ensanchando hasta llegar a 20 y 25 kilómetros.Recibirá el nombre de «llanura de Sarón» (Sharón), hasta laaltura de Jaffa (Yafo) 3 , y luego el nombre de Shefela. Estaregión costera, limitada por las primeras terrazas y estribacio-nes de la montaña central, es la única zona (juntamente con

la llanura de Jezrael [Yizree'l], de la que hablaremos en se-guida) que permite cultivos fáciles y abundantes.En el centro, un macizo montañoso constituye la parte más

importante de Palestina   4  y la que la proporciona sus paisajescaracaterísticos. En el Norte, las montañas de Galilea son

geografi-histori shel Erez-Yisrael  (Atlas geog ráfico-histórico de l País

de Israel). Muy buenos estudios cartográficos.Recomendamos encarecidamente la lectura del hermoso l ibro de

A .  L E G E N D R E ,  Le Pays biblique,  Blou d et Ga y, 1928.Se puede consultar también:  Israël,  de la colección de las «Gui-

des bleus», París 1955.De carácter más técnico son las obras siguientes :A .  F E R N Á N D E Z ,  Geografía bíblica,  Barcelona 1951.F . M . A B E L ,  Géographie de la Palestine,  dos vols., París  1 9 3 3

y 38.

M. DU BuiT,  Géographie de la Terre Sainte,  dos vols. :  I . Texteet notes; II. Cartes. «Bible de Jérusalem. Études annexes».Como mapa de Israel moderno (pero con la localización de luga-

res históricos es muy recomendable el  Survey of Israel,  1: 250.000,tres hojas. Hay también edición en hebreo, a la misma escala, perocon la ventaja de tener índice alfabético de nombres.

2  O :  San Juan de Acre.3  Cerca de la actual Tel-Aviv.4  Por lo menos de la Palestina bíblica.

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EL PA ÍS Y LA POBLACIÓN DE CANAÁN 5 7

como una estribación de la elevada cadena del Líbano. Esta

región montañosa va descendiendo hacia la notable y únicagran llanura interior, llamada de Jezrael (Yizree'l) o de Es-drelón, la cual, desde la bahía de Haifa, siguiendo la direc-ción NW-SE (que le impone la cadena montañosa del Car-melo), va dilatándose hasta la sección del río Jordán (Yarden),que sale del lago de Genesaret (Yam Kinneret) 5 . Al Sur deesta l lanura comienza el macizo —sumamente accidentado—de los montes de Samaría (Shomeron) o montaña de Efraim,

que se detiene a unos cincuenta kilómetros al Norte de Je-rusalén, pero sin ruptura con el conjunto siguiente. La mon-taña de Judá o Judea (Yehuda) sirve, pues, de continuacióna la anterior, con un relieve un poco menos acusado al prin-cipio, pero que vuelve a hacerse muy sensible al Sur de Je-rusalén y en el desierto que llega hasta el Mar Muerto. Lascumbres de los tres conjuntos montañosos alcanzan una altitudmedia de 80G metros. Los picos más altos apenas sobrepasan

los 1.000 metros

  6

. Si nos situamos en algún punto elevadodistinguiremos algunas cadenas, pero sobre todo un amonto-namiento de grandes colinas. El viajero que vaya siguiendolas carreteras y pistas estará bordeando continuamente laspendientes sumamente pronunciadas, y hoy día frecuentísi-mamente pedregosas  7  de estos macizos redondeados por laerosión.

La banda montañosa central está limitada al Este por el

valle del Jordán: extraordinaria hendidura que da su granoriginalidad al relieve palestinense. El Jordán, cuyo nombresignifica «el que desciende», nace de las fuentes del Hermón,desciende en primer lugar de + 563 metros de altitud a —208metros, nivel del lago de Genesaret, formado por él . Las ori-llas de este lago dibujan un óvalo irregular de 21 kilómetrosde largo por 12 de ancho. El Jordán vuelve a descender luego

5  Se l lama también lago de Tiberíades (o Tiberías).6  Jerusalén se halla a 750 metros, el Monte de los Olivos a 818

metros sobre el nivel del Mediterráneo.7  Antiguamente existían muchos árboles, bosques y tal vez cul-

tivos en forma de terraza. La obra de regeneración del país ha co-menzado actualmente. Se han repoblado muchas laderas, que prontose convertirán en pequeños bosques y plantíos.

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EL PAÍS Y LA POBLACIÓN DE CANAÁN 6 1

Durante largo tiempo, el país de Canaán no tuvo fisonomíapropia ni estatuto autónomo. Este último lo tendrá raras ve-ces en su historia. La geografía se lo impide. Palestina es un«corredor» entre el reino de los faraones y el Asia anterior.Y pertenecerá unas veces a unos y otras a otros. Las vicisi-tudes de los acontecimientos mundiales le concederán pocosmomentos de tregua. Este país irá recibiendo un poco la in-fluencia de todo el mundo. Hacia el siglo XXVII se encon-traba bajo control mesopotámico; durante la segunda mitaddel tercer milenio pasa a estar bajo el control de Egipto ysufre preponderantemente la influencia de este país.

A comienzos del segundo milenio, una  población  de diver-sos orígenes habitaba en Palestina 3 6 . Semitas venidos de laAlta Mesopotamia o de los desiertos del Este se habían idoinstalando poco a poco en aquel país y se habían mezcladocon los autóctonos. La Biblia menciona frecuentemente esoselementos étnicos antiguos y diversos17. El nombre de «Cana-

neos», que pertenecía propiamente a ciertos habitantes de laregión meridional, terminó por prevalecer y se impuso gene-

1 6  A propósito de Canaán y de sus habitantes , podemos señalaralgunas obras de arqueología palest inense que son de consulta fáci ly poseen gran interés y uti l idad para toda la historia bíblica:

A L B R I G H T ,  L'archéologie de la Palestine  (versión francesa del ori-

ginal inglés), Cerf, 1955.A L B R I G H T ,  De la Edad de Piedra al Cristianismo  (trad. del ing lés),Santander 1959.

BARROIS,  Précis d'archéologie biblique,  Blo ud et G ay, 1935.C O R S W A N T ,  Dictionna ire d'archéo logie biblique,  De lacha ux e t

Niest lé , 1956.H A A G ,  Bibel-Lexikon,  Benziger Ver lag , E ins ied e ln  1 9 5 1 .  (Está

anunciada una version castel lana con el nombre de  :  Diccionario dela Biblia.)

PARROT, «Cahiers d'Archéologie Biblique» (toda la colección es

muy interesante y se lee tan apasionadamente como una novela) .1 7  Lis tas (que comprenden frecuent ís imamente se is nombres , peroindudablemente las más tradicionales son las de «siete» nombres)e n G n  15,  20 ( la más completa) ; Ex  3,  8 , 17;  13,  5 ;  23,  2 3 ;  33,  2 ;34,  1 1 ; D t  7,  1 ;  20,  17; Jos  3,  10; 9 , 1 ;  11,  1 3 ;  12,  8 ;  24,  11 ;Ju d  3,  5 ; 1 R g  9,  2 0 ;  E s d  9,  1 ; N e h  9,  8 . Pueblos , indudablementemás ant iguos , se mencionan en Gn 14 , 5 . Encontramos los Anaqimo «hijos de Anaq» en Dt 2 , 10-12 y principalmente en Jos   11,  2 1 ;14,  1 2 - 1 5 ;  15,  8 , 13 -15 ;  21,  11.

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EL PAÍS Y LA POBLACIÓN DE CANAÁN 6 3

país siro-cananeo y se convierte en la forma básica de un len-

guaje que, por otra parte, tenía —como es natural— numero-sas variantes dialectales según los grupos étnicos y los lugares.Del cananeo nacería el hebreo.

L as  ideas  y  costum bres religiosas  de los Cananeos eran lasdel gran mundo semítico, con particularidades derivadas desu carácter, de su género de vida y de las condiciones delpaís.

La divinidad tiene el nombre genérico que se le atribuyeen todo el Próximo Oriente:  EL21 .  E s un término util izadopara designar a tal o cual dios, a tal o cual aspecto de la di-vinidad  2 2, o al gran dios del cielo. Canaán tiene otro términogenérico que preferirá habitualmente:  BAAL.  E l baal es el«dueño y señor»   2 3  que ejerce su dominio sobre una posesiónsuya; y, en particular, es el señor de un lugar   24. El fraccio-namiento del país en pequeños cantones inducía a los Cananeos

a tener un baal para cada localidad. Más exactamente, los Ca-naneos tenían para cada lugar una «pareja» divina, porquedifícilmente concebían que los dioses fueran solteros. Estapareja era Baal y Astarté 2 S . Claro está que nada les impedíarespetar e incluso adoptar otras divinidades.

2 1  El vocablo puede tener formas variadas y más plenas. Así en-contramos en la Biblia «Eloah» y principalmente «Elohim» (pluralempleado como singular) . Este vocablo presenta la forma de «Allah»en la lengua árabe.

2 2  Este vocablo entra frecuentemente en composic ión para de-signar a lgunos lugares : Bab el , «puerta de dios» ; B ethel , «casa dedios»; Penuel , « faz de d ios» , e tc . (Este fenómeno aparece tambiénen fran cés : V i l led ieu , R och ed ieu , M aison -D ieu , H ô te l -D ieu . ) M u -chos nombres de personas es tán construidos también con  El:  S a -mu e l , «D ios e scu ch a»; R afae l , «D ios cu ra» ; Mik ae l , «¿q u ién comoDios?» , e tc .

2 3

  «Baal» s ignif ica también: marido, señor de la mujer.2 4  As í tenem os Baal-Peor , nom bre loca l de l Camos (Ke m osh )moab i ta (N m 25 , 3 -5 ; O s  9,  10) ; Baal -Hazor (2 Sm  13,  23) . Baal-bek, «el Señor de la l lanura» designa todavía a la famosa ciudad dela «beqaa», en el Líbano. Esta palabra ha entrado también en com-po sició n para no mb rar a personas : Y erub baal (Jud  6,  32 ;  7, 1),I shbaal  y  Meribaal (1 Chr  8,  33-34) .

2 5  Astarté es la Ishtar de los Babilonios. Se convertirá en Afro-dita (para los Griegos) y en Venus (para los Romanos) .

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EL PAÍS Y LA POBLACIÓN DE CANAÁN 6 5

El acto principal de la religión es, evidentemente, el sa-

crificio. Existen varias clases de sacrificios: ofrenda de pro-ductos agrícolas, inmolación de animales diversos, víctimashumanas y principalmente sacrificio de niños 2 9 . Las oraciones,las fórmulas mágicas y el mimetismo ritual procuran princi-palmente asegurar la regularidad de las estaciones, la fertilidadde los campos, la fecundidad de los rebaños y de las mujeres.La «prostitución sagrada» es una especie de sacrificio, quetiene quizás su origen en las «hierogamias» solemnes de los

grandes cultos orientales y cuya virtud iniciática procura in-dudablemente arrastrar la naturaleza hacia la fecundidad.Sobre los lugares altos, en la cercanía de los santuarios, losfestines sacrificiales, en los que participan los fieles, les permi-ten entrar en comunión con la divinidad y sellan la uniónmutua de los comensales. La música y la danza tienen granlugar en las reuniones religiosas. Y el psiquismo colectivo, que

se excita fácilmente y hierve en estas asambleas calientes yruidosas, sensuales y hechizantes, desencadena fenómenos deexaltación delirante, frenesí y éxtasis contagioso.

Aunque todas las antiguas religiones orientales son religio-nes de la vida y tienen por fondo el culto de la fecunda Na-turaleza, fuente de todas las energías y realidad cuasi personalde la que los hombres dependen misteriosamente: sin em-bargo, las manifestaciones de esta religión son especialmentegroseras, voluptuosas y crueles entre los Cananeos, que sonmás simplistas y crueles que los demás Semitas. Empero lareligiosidad —tan espontánea, total y franca— de estos campe-sinos sometidos a la soberanía de la Tierra Madre produceen nosotros un efecto punzante. Nos exige reflexión y cierto

2 9  La arqueolog ía ha encontrado muchos esquele tos de n iños en-cerrados en jarros y que habían s ido sacrif icados para la fundaciónde construcc iones . La Bib l ia da tes t imonio de que práct icas seme-jantes se introdujeron en Israel durante las épocas abominables:2 R g  16,  3 ;  21,  6 ;  23,  10; Jer 7 , 31;  19,  5 - 6 ;  32,  35. Estas prác-t icas fueron prohib idas formalmente y condenadas con todo r igorp o r l a L e y : L e v  18,  2 1 ;  20,  2 - 5 ; D t  12,  3 1 ;  18,  10 (éste es tam-bién e l sent ido de Gn  22).

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6 6 LA ERA PATRIARCAL

respeto. Sus símbolos únicamente parecen obscenos y sus ho >

micidios rituales odiosos, cuando se los juzga fuera de supunto de vista, que no es moral, sino religioso. Se trata deun fervor religioso elemental y sin freno. ¡La verdadera des-gracia y torpeza consistía precisamente en no existir apenasfreno moral 30 .

3 0  Las prácticas cananeas serán reprobadas severamente por laL ey h eb ra ica : E x  23,  2 4 ;  34,  12 -13 ; D t 7 , 5 ;  12,  2 - 3 ; L e v  16,2 1 - 2 2 ;  17,  2 - 3 ;  18,  3 . La razón es esenc ia lmente teo lóg ica: losBaales hacen la com petenc ia a Ya hvé por su sedu cc ión ; son un ver-dadero «lazo», una «trampa». ¡Grave cuest ión, porque Israel sesentirá s iemp re grave m ente tentado por los dioses de Ca naán E ncuanto a las denuncias de los profetas, véase p. 64, nota 28.

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7 2 LA ERA PATRIARCAL

textos, se presenta como único. Así, pues, la religión patriarcal

no es ya —según parece—- una continuación o derivación delas religiones existentes entonces, como la religión de los ante-pasados mesopotámicos o la del ambiente cananeo 1 2

Mucho tiempo antes de Abraham, quizá desde siempre,algunos hombres llegaron —-más o menos claramente—- a lanoción de un solo Dios, señor y providencia del mundo, guíay juez de los hombres. Pensábamos ya así a propósito de lareligión mesopotámica, y sobre todo a causa de las reflexiones

especialmente elevadas de algunas inteligencias egipcias. Noes imposible, por tanto, que el clan de Abraham, en contactocon diversos ambientes, venido de Babilonia y no ignorantede Egipto, hubiese adquirido también esta noción superior delSeñor único. Es verdad que los viejos textos bíblicos no in-vitan a pensar en este sentido. Más bien nos creeríamos enpresencia de hechos excepcionales, no explicables naturalmen-te. Lo cierto es que la tradición de todo un pueblo —del pue-

blo de Israel—• no ha vacilado en reconocer a su Señor único,al Señor del Sinaí y de los Profetas, en el Dios que había«llamado» a Abraham y «hablado» a los grandes Antepasados.

Decir que los Patriarcas han creído en un solo Dios nonos obliga a figurárnoslos fuera de su condición históricareal y a convertirlos en teólogos de vanguardia. ¿Pensaron,por ejemplo, que su Dios era universal? La cuestión no seles planteaba a ellos en estos términos, sino así: Puesto que

«su» Dios era el único válido y eficaz para ellos, los otros dio-ses no eran prácticamente  — -¡esta es la palabra imp ortan te —nada, no existían (en los profetas volveremos a encontrareste raciocinio de que un dios que no hace nada, no existe).Este exclusivismo práctico y la intensidad de la fe canalizadapor él bastaban a la religión de los Patriarcas. De este modo—no especulativo, pero realmente vivo— muchas personas

blicas de «teofanías» no implican que la existencia de los Patriarcasfuera una serie ininterrumpida de milagros. Véase, a este propósito ,las ref lexiones que hacemos sobre el lenguaje bíblico en  Parole deDieu,  p. 175.

1 2  L a e scen a d e G n  35,  2-3 es muy signif icativa. Por lo demás,parece que también Gn  12,  1 -3 t iene e l sent ido obvio de una rup-tura con el ambiente rel igioso de origen. Reléase Jos  24,  2-3.

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7 4 LA ERA PATRIARCAL

«alianzas». Los pactos entre personas y entre grupos se

llevaban siempre a cabo religiosamente, con ritos y juramen-tos. El gran rito de la «berit»   15  era el festín en común y«ante Dios», es decir, en una zona sagrada y con participaciónen las víctimas del altar; la unión, que de esta manera secontraía entre los comensales, era considerada como defini-tiva, irrefragable, sagrada (ejemplos en Gn  26,  2 8 -3 1 ;  31,44-54). Otro rito de la alianza era la unión en una mismasangre, ya sea la sangre de los participantes que éstos mez-

claban en una jofaina después de haberse hecho incisiones,ya sea —frecuentísimamente—• la sangre de las víctimas in-moladas con la que se rociaba a los contrayentes. La sangre,que era considerada como la vida misma (cf. p. 47), hacíaque los contrayentes fueran solidarios de una misma vida.

Una alianza entre una divinidad y un hombre o un grupode hombres se concebía perfectamente   16. Se dice en el Gé-

nesis que Dios hizo alianza con los Patriarcas y prometióhacer alianza con su posteridad (Gn  15,  18 ;  17, 7,  9, 19).Quizás haya en esto cierta influencia del gran acontecimientode la Alianza del Sinaí, imaginada en sus lejanos preludios.Influencia, no pura creación. Las tradiciones son antiguas. Y,así, han conservado el rito tan arcaico del capítulo   15.  Enel caso de la «señal de la Alianza», en el capítulo  17,  la ela-boración doctrinal y ritual es manifiesta (el texto es «sacer-

dotal», de los siglos VI-V). Pero la circuncisión es tambiénuna práctica muy antigua; y era ya utilizada por los Egip-cios (de quienes Abraham pudo aprenderla), y por cierto consignificación y valor religioso. Así, pues, podemos retener per-fectamente el hecho esencial de una relación entre los Pa-

15

  Berit  es la palabra hebrea traducida por «Alianza». La lengu agriega la traduce por  diatheke,  e . d . «d isp osic ión »; y la lengu a latinap or  testamentum,  e. d. «atesta ción» .

1 6  Un texto sumerio presenta las leyes de Lagash, hacia e l año2400, como garantizadas por  un  tratado hecho entre e l dios y e lrey de esa c iudad (veremos, por lo demás, que semejante caso noes a s imi lab le —n i mu ch o men os— a la  Berit  divina en Israel). EnSiquem ex is t ía un templo de Baal-Ber i t , e l «Señor de la Al ianza»:Jud 9, 4 (cf.  8,  33).

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8 4 LA ALIANZA DIVINA

crítica no sólo es sincera, sino que además permite penetrar

en la densidad reveladora de una tradición viva.Con estas observaciones podemos ya averiguar y compren-der la secuencia de los hechos 1 0 .

Los Jacobitas, que a su l legada a Egipto constituían un nú-mero reducido y disfrutaban del favor del poder faraónico,prestaron servicios o al menos se comportaron de tal suerteque no hubo que echarlos. Con el tiempo su número aumentó.

Por este mismo hecho se hicieron molestos. Pues toda masaextranjera  tiende a coagularse. Por otra parte,  el gobierno ha-bía cambiado y se había convertido en antisemita   l l .

El relato de la opresión (Ex  1,  8 - 2 2 ;  5,  6-14) no es pro-bablemente más que el resumen de una historia más largao la narración de sus últimas fases. Las medidas de severidad,el trabajo obligatorio, las requisas y otras clases de vejacio-nes  12  tendían a atormentar y humillar a una minoría dema-

siado importante y que ciertamente era inoportuna, si no ver-daderamente peligrosa. Esta debía ser la ocasión de su libe-ración.

Un hombre de temple poco común,  Moisés (Moshe), porimpulso de Dios (de quien había tenido en el desierto unaindescriptible y trasformadora experiencia), después de habertenido la suerte de recibir esmerada educación dentro del am-

1 0  El estudio propiamente tal del l ibro del Exodo, que vendrá asu debido t iempo, e . d . que constituirá el objeto del próximo volu-men de nuestra colección, entrará en más detal les . Aquí nos expre-saremos con sobriedad, fieles al designio general de la obra y anuestro propósito de ir avanzando progresivamente. Y, así , segúnesta norma, dejamos para más tarde la consideración del mensajebíblico contenido en el l ibro del Exodo (véase nuestra ref lexión delas pp. 69-70.

1 1  Tal es el sentido de Ex 1, 8. La relación de la historia de losHebreos en Egipto con la presencia de los Hyksos al principio ysu expulsión posteriormente, es una explicación verosímil y general-mente admitida. Sin embargo, no pasa de ser hipotét ica, y los acon-tecimientos en cuest ión no están l igados a esta explicación.

1 2  Evitemos las exagerac iones . Los Egipc ios ten ían costumbres re-lat ivamente suaves, s i se las compara con las costumbres de otrospueblos antiguos como Jos Asirios o , más tarde, los Romanos.

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LA EMANCIPACIÓN 8 5

biente egipcio más elevado, se pone repentinamente a la ca-

beza de un movimiento de reivindicación y pretende tratarcon la autoridad gubernamental (Ex 2-7). Las cosas no salentan fácilmente.

Más tarde, cuando se narre estos acontecimientos, y sobretodo cuando se los p onga por escrito (E x 7 -1 i ) , se verá e nellos una gran pugna dramática entre el hombre de Dios ylos poderes de Egipto: lo cual no es falso. Un escenario l ite-ralmente estil izado acentuará el sentido de los hechos 1 3 . Se

trata —en resumidas cuentas— de una tensión político-socialcada vez mayor, de reclamaciones que van siendo más y másapremiantes y vehementes; y después una breve atenuacióndel rigor gubernamental que permite el «sálvese quien pueda»de los descontentos. En cuanto a las «plagas» de Egipto   11,no hay dificultad en pensar que Moisés haya hecho que sir-vieran para su designio ciertas calamidades de las que pudie-ron ser testigos y víctimas los ribereños del Nilo. Ni hay mayor

dificultad, claro está, en reconocer la posibilidad de una in-tervención especial de Dios que inspirara a Moisés y dirigieselos acontecimientos, tal y como lo ha reconocido la tradiciónde Israel1 5 .

El desenlace del drama es la  Pascua,  Esta palabra significa«tránsito» de Dios, y alude a una medida divina de excepción

Las sucesivas calamidades son presentadas en imágenes decuadro es tereot ipado. F i jémonos pr inc ipalmente en e l le i t -mot iv:«Deja sal ir a mi pueblo para que me rinda culto en el desierto»(Ex 7,  1 6 ,  26; 8; 16; 9,  1 ,  1 3 ;  10,  3) . Véase  M O N T E T ,  L'Égypte etla Bible,  Ne uch áte l 1959 , espec ia lmente las pp . 94-9 8 .

1 4  «Plagas» es e l término usual , pero no el más afortunado. Setrata de desgracias que caen sobre Egipto, que lo «golpean» y «hie-ren». Sería más exacta la palabra «llaga», «azote» o «desastre».

Entonces, la mente popular captaría mucho mejor su s ignif icado.1 5  Recordemos que, para los escritores bíblicos, los hechos con-cernientes a la h is tor ia de l Pueblo de Dios nunca son s implemente«naturales». Dios t iene s iempre la iniciat iva y domina el curso delos acontecimientos. Estos son «señales» ( sem e i a ,  como l lamará elNuevo Testamento a los mi lagros) de la acc ión de Dios . Tal c ir -cunstancia dif iculta a veces un poco la dist inción entre fenómenosexpl icables naturalmente y acontec imientos propiamente mi lagrosos(véase  Parole de Dieu,  p. 217).

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8 6 LA ALIANZA DIVINA

en favor de los Israelitas, cuando sobre los Egipcios se abatía

una calamidad enviada por el Señor. En las páginas que se re-fieren este acontecimiento (Ex  11-13),  se hallan reunidos omezclados textos narrativos y textos rituales o litúrgicos (véa-se, por ejemplo, Ex  12,  14-22): historia de la «décima plaga»,preceptos concernientes al rito del «Cordero pascual» y alde los «Panes ázimos», narración de la salida propiamentetal. Comprendemos perfectamente esta acumulación: la «fies-ta» de Pascua fue celebrada en adelante por medio de una

liturgia conmemorativa y simbólica, por medio de una actua-lización sacramental. Y ha sucedido con las páginas bíblicascomo con las de un Misal en donde las evocaciones históricas,las oraciones, las rúbricas y los cantos han llegado finalmentea reunirse para expresar verdades y principalmente hechos, encuanto a todas sus dimensiones, y para dar su explicaciónplena. El historiador se queda un poco en ayunas. Echa demenos ciertas informaciones precisas y circunstanciadas sobre

los hechos. Sin embargo, puede tener una visión de conjuntodel desarrollo de los acontecimientos..

El «paso del Mar Rojo» abre a los Israelitas el camino dela libertad. ¡Excep cional coinciden cia de circunstan cias ¡E s-capaban por un cabello 18. Y, así, los Israelitas se dieroncuenta perfecta de que habían sido «salvados»: salvados porDios. Esta convicción se irá ahondando hasta que se con-vierta en uno de los grandes «temas» de la Revelación hecha

a Israel: el «Exodo» será siempre el prototipo y la promesade todas las gracias de «salvación». El Pueblo de Dios, cadavez que se sienta subyugado, aguardará únicamente del Señor-Salvador su liberación, la libertad de «servir» a su Dios I T .

1 0  Véase Ex  14.  La Biblia no es responsable de las representa-ciones ingenuamente colosales de este prodigio, popularizadas entre

nosotros por la imaginería tradicional . El relato bíblico y e l examende los lugares informan de una manera menos espectacular y mara-vil losa. El milagro consiste aquí en la s imultaneidad de condicionesexcepcionales , como veremos más tarde cuando es tudiemos con másdetalle el texto del Exodo.

1 7  Así , la Historia Sagrada será concebida frecuentemente comouna serie de «éxodos». Los Profetas hablarán —en términos de«éxodo»— del regreso de l «Dest ierro babi lónico» . As í lo observamosprincipalmente en el segundo Isaías .

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II

E L P U E B L O E S C O G I D O P O R D I O S

El  Sinaí  es el macizo montañoso que ocupa el tercio meri-dional de la península del mismo nombre, entre el Mar Rojoy el Golfo Elanítico (l lamado actualmente «Golfo de Aqaba»por los Arabes y «Golfo de Elat» por los Israelíes). Se trata

de una acumulación de bloques volcánicos, de picos y altascumbres, que con su majestuosa escultura natural, el vigor ynobleza de sus líneas y el colorido variado y maravilloso desus rocas, en medio de una incomparable pureza de aire yluz, constituyen un lugar de extraordinaria belleza al mismotiempo que causan impresión de áspera soledad. El Sinaí esuno de esos lugares privilegiados, en donde parece que el almase encuentra a solas con su Creador, sin intermediario alguno.

En este macizo hay gargantas, wadís y algunas llanuras pro-fundamente encajonadas y dominadas por impresionantes mu-rallas \ U n a d e esas llanuras se prestaba adm irablemen te paraque un grupo sumamente numeroso pudiera acampar all í 2 .

1  Bellísimas fotografías de este lugar pueden verse en  G R O L L E N -

B E R G ,  Atlas de la Bible.2

  Se trata de la llanura de Er-Raha, al pie del Ras-Safsafe. Sesupone comúnmente que éste es el lugar donde estuvo emplazadoel campamento de los Hebreos. Parece, además, un sit io muy indi-cado. Sin embargo, la identificación no se ha podido comprobarjamás con pruebas de orden propiamente histórico.

Los Hebreos ¿hicieron alto en algún lugar consagrado por unculto? Nos sentiríamos inclinados a responder afirmativamente,sobre todo si Moisés condujo a los Israelitas hacia el lugar endonde él tuvo la visión de la «Zarza ardiente» (visión que se pre-

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EL PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 9 1

En este paraje, en horas singularísimas, se produjo algo que

decidió para siempre el destino de Israel: un acontecimientoreligioso excepcional. La tempestad fue su acompañamientofulgurante (Ex  19,  16 -19;  20,  18 -21; Dt  4,  11-12, 33, 36;5, 22-26), en medio del grandioso decorado de la Montaña.Los Hebreos, como los demás pueblos del Oriente antiguo, es-cuchaban al Señor entre el retumbo de la tempestad (pp. 45-46). Mas no puede ser ésta la explicación, pues el aconte-cimiento la sobrepasa: tal es, en efecto, el sentido del relato

y— en su origen— la certeza que se impuso a los testigos  3

.Moisés y el pueblo reunido tuvieron la  revelación de Dios.

Supieron con certeza que Dios les manifestaba su Presencia,aunque fuera i n v i s i b l e y que e llo s habían escuchado su«Voz», interpretada por Moisés. De esta convicción y delMensaje recibido vivieron ellos en primer lugar: la Revelaciónsinaítica se caracteriza por sus inmediatas consecuencias enla vida de aquel grupo huido de Egipto. Ellos la legarán comoHerencia esencialísima a sus descendientes: la historia delPueblo de Dios procede, toda ella, del Sinaí 5 .

senta como una teofanía —en medio de la tempestad— en un san-tuario a c ie lo abierto, pues Moisés se asombra de no ser fulminadopor un rayo: Ex  3,  1-6) .

3

  Para que la mente ref lexione bien y se forme su criterio sobreeste punto, nos atrevemos a repetir una observación que ya hicimosa propósito de la historia de los Patriarcas y del Exodo. Los hechosdel Sinaí no nos son conocidos más que a través del prisma deuna literatura posterior a ellos en varios siglos. La «tradición»es s iempre nuestra única fuente de h is tor ia; y sabemos muy b ienque esta fuente no nos proporciona sólo historia . Esta s ituaciónde nuestra información exige que sepamos usar de e l la , con el dis-cernimiento característ ico de la c iencia histórica. Por este motivo,nos abstenemos de describir o explicar la «teofanía» de Ex   19.

Y por es te mot ivo también retenemos e l hecho esenc ia l de esa teofa-nía: e l hecho s in e l cual los test imonios de la tradición no tendríaya sent ido n i fundamento .

4  Prec isamente en esa ausenc ia de «aparic ión» , e l Deuteronomioencontrará e l fundamento de l segundo precepto de l Decálogo: Dt  4,15-16.

5  Hagamos notar inmediatamente que no se trata de ideas, demito, s ino de un acontecimiento, s i tuado en el t iempo histórico yque t iene una secuencia histórica.

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9 2 LA ALIANZA DIVINA

El Señor que se ha revelado tiene por nombre «Yahvé»

(Y a hw e )6

. Es posible que este nombre fuera ya el de unadivinidad. Pero lo importante ahora es su elección y empleoque le darán un sentido completamente original y único.«Yahvé» se convierte, para los Hebreos, en el Nombre divinopor excelencia. O, más exactamente, llega a ser el Nombreparticular de Dios entre los Hebreos y para los Hebreos. EsteNombre parece expresar la imposibilidad misma de nombrara Dios; perece atraer la atención sobre su «misterio». Que-

dará ligado principalmente al recuerdo del Exodo y del Sinaí.Será la evocación permanente de la venida de Dios y de suPalabra, en estrecha relación con el acontecimiento de la li-beración de Israel 7 .

Va a establecerse también el lazo con el pasado: Yahvé esel «Dios de Abraham, Isaac y Jacob». Pero ahora la afirma-ción de la fe tiene toda su dimensión y se hace a una luz

clara: Yahvé es el Dios único y que excluye absolutamentea los demás dioses (Ex  20,  3). Es un progreso esencial sobrelo que nos ha parecido descubrir hasta ahora. En efecto, aun-que ciertas personas profundamente religiosas o excepcional-metite dotadas habían podido llegar —antiguamente— al pen-samiento de un Dios único (pp. 23 y 24): sin embargo,estas personas habían sido escasas, y jamás se había visto quetal pensamiento se hiciera popular y condujera a la negación

de las divinidades reconocidas. En cambio, la religión deYahvé no está reservada para algunos privilegiados o para in-teligencias superiores, sino que ha de ser el hecho de unpueblo entero. Este podrá sentir la tentación de «regresar» alos ídolos, pero será juzgado por su fe en Yahvé el Unico.

' Acerca de la pronunciación de las cuatro consonantes hebraicasque corresponden a YHWH, no tenemos seguridad abso luta (en e llenguaje corriente , se pronunciaba quizás esta palabra como unasola s í laba, como lo atest iguan algunos textos y e l «Alabad-a-Yahvé»:Al le lu-Yah) . Se ha d i fundido mucho una manera de pronuciar e lNo m br e d iv ino , y de escrib ir lo segú n esta pron uncia c ión: «Yahv é» .Es preferible adoptar esta forma, que es la más común.

' Muchas veces escucharemos en la Bib l ia : «Yo soy Yahvé , queos sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre».

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EL PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 9 3

Israel será el «pueblo-testigo» de esta fe ante todos los demás

hombres. ¿Quién sabrá expresar lo que el mundo entero debeal Sinaí?

El pueblo de Moisés no sólo tuvo conciencia de ser el primerbeneficiario de la Revelación de Yahvé, sino que además entróen relación especialísima con su Señor. Porque tal es el de-signio que Dios le dio a conocer: el Señor quería obligarsecon los Israelitas, quería contraer un vínculo con ellos y con

sus descendientes —como pueblo—• para hacer la historia. Enuna palabra: Dios pactó alianza con Israel. O, según la fór-mula clásica, Yahvé será su Dios, y él (Israel) será el Pueblod e D i o s 8 . En efecto: la tradición hebraica deriva del Sinaísu existencia como «pueblo escogido» (Ex  19,  5-6). Y ha con-servado siempre el recuerdo de la celebración solemne de laAlianza —según el rito—> con la sangre que une a los con-trayentes (Ex  24,  5-8). La significación de este  Berit  es tam-

bién una novedad absoluta, una revelación propiamente tal:

«Interroga a las edades antiguas... ¿Hay algún dios que hayavenido a buscarse una nación de en medio de otra?... Yahvé seha ligado a vosotros y os ha escogido... por amor hacia vos-otros. .. Y ahora, Israel, ¿qué otra cosa te pide Yahvé tu Diossino que temas a Yahvé tu Dios, que sigas todos sus caminos,que le ames, que sirvas a Yahvé tu Dios con todo tu corazón

y toda tu alma?...-»  9

.

Se ha pronunciado la palabra, en la que se cimenta toda laRevelación judeo-cristiana: el amor. Los hombres no la ha-brían inventado. Habrían negado la idea de tal relación con

8  Una de las expresiones más frecuentes de la Biblia: Dice Yahvé:

«Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo». Esta expresiónsignif ica —siempre y de la mejor manera posible— la Alianza.

0  D t  4,  32 , 34 ;  7,  7 - 8 ;  10,  12 . Somos perfectamente consc ientesde que estos textos fueron escritos mucho más tarde (prefacio delDeuteronomio , compuesto en e l s ig lo VII) . E l uso de l verbo «amar» ,propio de estos textos, es también tardío. Sin embargo, est imamosque hay que servirse de estos textos para expresar de la mejormanera posible la realidad de la Alianza sinaítica, y para aproxi-marnos a su Misterio .

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9 6 LA ALIANZA DIVINA

homogénea y con frecuencia murmuradora y arisca 1 3 . Había

que formar cuadros, reglamentar las relaciones sociales, con-cretar las exigencias de la vida religiosa y sus manifestaciones.Los juicios y decisiones del caudillo-sacerdote del Sinaí fueronlas más antiguas  torot  («leyes») de Israel. Y, así, Moisés fueconsiderado como el primer legislador del Pueblo de Dios ycomo el mayor de todos ellos, a causa de esta iniciación y delespíritu que infundió para siempre en la «Ley».

Este espíritu es el de la Alianza. De ahí la diferencia ra-dical que existe entre la Ley de Moisés y cualquier otra ley.Los «torot» no son ya simplemente manifestación de una au-toridad que representa a Dios, sino que son expresiones yrealizaciones de la Alianza divina, las palabras-actos de unD i á l o g o . . . 1 3 .

Moisés se vio en la necesidad de buscarse auxiliares quehicieran como él y prosiguieran esta gran tarea de conducir

un pueblo y ayudarlo a vivir en la Alianza. La tradición bí-blica dice que Moisés escogió, en efecto, tales auxiliares (Ex18,  13 -26; Nm  11,  11 -30; Dt  1,  6-18). Y después de Moiséshabía que continuar la labor emprendida. La instrucción re-ligiosa, la dirección moral, los retoques sociales y jurídicos,las explicaciones y decisiones no podían detenerse, como tam-poco se detiene la vida. Aquellos a quienes la Biblia llama«Levitas», es decir —.según la etimología probable—, «liga-

dos» a Dios, tomarán parte de manera principal y permanenteen esta actividad, que durará siglos y que tendrá por resultadofinal la gran Torah de Israel.

1 2  En e l Exodo y en los Números leemos frecuentes re latos de«murmuraciones» , recr iminac iones e inc luso rebe l iones . Véase espe-c ia lmen te : E x  16,  2 - 1 1 ;  17,  1 - 7 ; N m  11,  1 - 3 5 ;  16,  4 1 - 4 2 ;  20,  2-13.En estos textos hay «dobles» que no hacen más que dar más pesoa la tradición (léase también, eco poético y oración, los Ps 78 y 106).

1 3  Debemos proseguir nuestra h is tor ia . Nó es ahora e l momentode meditar estos datos fundamentales de la Revelación, y que tantopesan sobre el espíritu, e l corazón y la vida de los hombres. Volve-remos a ins is t ir en e l los . Comprendemos inmediatamente por qué e lJudaismo consideró la Torah como la parte mayor de sus Escritossagrados. Dentro de la l ínea de la Revelación del Sinaí , es comonuestro Señor Jesucr is to «resumió» la Ley: Mt  23,  37-40.

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EL PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 9 9

9, 10;  11,  1-4; Jer 2, 2-3). Quizás sean éstos los años que

causaron en Israel la impresión más profunda de su unión conel Señor.Pero esto no impide que el tiempo que los Hebreos pasaron

en el desierto fuera deplorable en muchos aspectos. Ademásde los gruñidos habituales de una masa errante, mal alimen-tada y frecuentemente alborotada, de espíritu independientey rapaz, el libro de los Números refiere algunos motines trá-gicos (capítulos  12; 14; 16).  Los «Cuarenta Años» fueron in-

terpretados como un castigo del pueblo «rebelde» (Nm   14,21-35). En realidad, éste no se hallaba todavía preparado parasaltar sobre su presa: el «hermoso país» prometido porYahvé. Hubo tentativas de penetración y refriegas con laspoblaciones del Sur y del Sudeste de Palestina (Nm   14,  39-4 5 ;  20,  14 -30;  21,  1-35). La historia cuenta la llegada de losHebreos a las l lanuras de Moab, después de un camino difícilpor la áspera región de la Arabah   18  y por la zona que quedaal Este del Mar Muerto (Nm 22-25).

Moisés murió frente al país de Canaán, «tierra prometida»(D t  34,  1-8).

La tradición no se excederá, nunca al decirnos todo lo quedebe a este hombre de Dios, que era «el más humilde y po-bre que la tierra haya llevado», el «siervo» que por su fide-lidad se hallaba sólidamente «arraigado en la Casa de Dios»

(N m  12,  3, 7), a quien Yahvé «hablaba como un hombre ha-bla a su amigo», y «conocía» a Dios «cara a cara» (Ex   33,  11;D t  34,  10). Moisés era amigo de Dios, pero no por eso eramenos hombre de su Pueblo, pues estaba dispuesto a ser re-chazado con éste, antes que separarse de su causa (Ex   32,32). Moisés l iberó a este pueblo y lo condujo al conocimientode sí mismo. Lo instruyó en el Conocimiento de Dios y leabrió los caminos de su divina Historia. Es el Mediador de

la Alianza.Hasta Cristo, «no surgió en Israel ningún profeta semejante

a Moisés» (Dt  34,  10).

1 8  Las « l lanuras de Moab» se encuentran a l NE de l Mar Muerto .La «Arabah» es la depres ión que cont inúa a l Mar Muerto , y pro-longa su cuenca hasta e l Golfo Elanít ico.

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I

L A O C U P A C I O N D E C A N A A N   1

Antes de morir, Moisés escogió como sucesor a Josué. Hallegado el momento de penetrar en el país codiciado. Loshombres del desierto se han endurecido y han aprendido aunirse. Se han adiestrado ya con algunas incursiones. Tienen

personas de confianza y parientes en el corazón mismo delpaís.

La  situación general,  en el Próximo Oriente, es favorable asu designio. Las grandes potencias no tienen ahora fija suatención en este país. Babilonia, que se halla en decadencia,está lejos. Asiría no ha «lavado» aún «su espada en el mar»del Oeste. El «Imperio Nuevo» egipcio, ya menos sólido, se

va replegando, y su soberanía se va dejando sentir menos so-bre estos minúsculos vecinos siropalestinenses. En Siria se varealizando cierta cristalización de elementos arameos, peroeste hecho no permite aún presagiar el peligro que represen-tará —dentro de un siglo o dos— una confederación centradaen Damasco.

L os  Cananeos  habrían podido oponerse victoriosamente alos invasores, si hubieran constituido una unidad política cual-

quiera. Su civilización, de estilo feudal, tenía entonces uncarácter bastante brillante, y su conjunto representaba una

1  La historia de este período y del siguiente, hasta la muertede Salomón, ha sido escrita con mucho esmero por   D E S N O Y E R S  ensu  Histoire du Peuple hébreu,  tres vols., Picard, 1922 y 1930,

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104 LA TIERRA Y EL REINO

verdadera fuerza. Los Israelitas se darán cuenta de ello: la

conquista del país durará mucho tiempo y se verá compro-metida varias veces. El que la primera penetración tuvieraéxito se debió en buena parte a las divisiones y rencillas queexistían entre la población cananea. En efecto, algunas bandasde hombres decididos a todo, y que supieran coordinar susesfuerzos, podían infiltrarse magníficamente a través de aque-llos minúsculos principados independientes o rivales.

La invasión israelita no fue caso único en esta región, acomienzos del siglo XII. Al mismo tiempo, o poco después,lo s  Filisteos  se establecían en la Sefela. Estos «P elishti»  2  eranaventureros de origen cretense. Formaban parte de los pue-blos desplazados por el empuje de los Dorios a su llegada alEgeo (p. 14). Los Egipcios los llamaron «Pueblos del mar».Habían intentado un descenso en masa sobre la región delDelta, pero Ramsés III (1198-1166) los había rechazado. Al-

gunos de ellos desembarcaron en el litoral vecino: tal fue elorigen de la colonia filistea. Habrá que contar con estos hom-bres sumamente dotados, bien organizados (en una confede-ración de ciudades) y equipados como los soldados de laIlíada  3. Tratarán de extenderse y serán muy pronto el mayorenemigo de Israel.

Otros grupos echarán miradas de codicia sobre Canaán. Seproponen hacer incursiones y sangrías en el territorio, si es

que no pueden adueñarse de él: Amonitas más o menos esta-blecidos en la Trasjordania central, Moabitas que residen enlas mesetas que dominan el Mar Muerto, Edomitas, Amale-citas y Madianitas que residen o se desplazan hacia los límitesmeridionales.

La historia de la conquista está relatada en el  LIBRO DE

JOSUÉ. Entre los textos recogidos en este libro hay algunos

2  Que han dado su nombre a Palest ina: lo cual es una de tantasironías de la historia.

3  Porq ue nos hallamos e n t iem pos d e la célebre «G uerra d eTroya» (1180), cantada por Homero. La descripción de 1 Sm   17,5-7 es la de una panoplia griega.

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LA OCUPACIÓN DE CANAÁN 1 0 5

que son muy antiguos, anteriores al siglo XI, es decir, de una

fijación primitiva y muy próxima a los acontecimientos refe-ridos   4. Se estima que lo esencial de los capítulos 2 al  10  es-taba ya consignado a principios del siglo X y dio forma defi-nitiva a las tradiciones que se iban trasmitiendo desde hacíacien o ciento cincuenta años. El resto del libro estará com-puesto de fragmentos «deuteronómicos» del siglo VII, o serámás bien una refundición global hecha por algún autor «deu-teronómico»   5. Esta clarificación literaria permite captar los

datos propiamente históricos de este libro, cuyo género es«profético» (cf.  Parole de Dieu,  p. 19 2), a través de la laborde las tradiciones y de su estilización.

Las etapas de la  invasión  no se relatan, ciertamente, al es-tilo de un diario de campaña o de un parte militar. No se danfechas, y existe incertidumbre sobre la duración de los acon-tecimientos e incluso sobre su orden cronológico   6. Las uni-dades israelitas actúan a veces en conjunto. Más frecuente-

mente, operan como organizaciones independientes. Josuétiene gran parte en la empresa general. Pero no lo encontra-mos siempre, ni mucho menos, en el puesto de mando. Pareceen algunas ocasiones que su papel es el de árbitro entre gru-pos que, sin él, no se habrían entendido siempre. Cierto nú-mero de hechos ocurrieron sin Josué o después de él . Sinembargo, la tradición israelita le reconoce el primer puesto, yha dado su nombre al primer libro de los «Profetas anterio-

4  Hay indicac iones que son «de la época» (por e jemplo: Jos  6,25). Pod em os admit ir que es ta fi jac ión fue pr imeramen te ora l : com oocurre con las narraciones recitadas de boca en boca, y que cons-tituyen generalmente la aurora de la literatura histórica.

5  Quien haya le ído e l Deuteronomio , tendrá la sensac ión espon-tánea de que está releyendo alguna de sus páginas, cuando lea

discursos como los de Jos  1  ó  23.6  Reléase Jos  1-12  y  22-24.  Los capítu los  13-21,  con indicaciones

topográficas tan preciosas para el conocimiento de la Palest inabíblica, son una «geografía profét ica» cuyos datos —en lo que ala historia se ref iere— osci lan entre s imples indicaciones sobre laf ijación de grupos israel itas en ciertas regiones, en t iempo de laconquista, y del imitaciones precisas de fronteras tr ibales , tales comollega ron a trazarse m ás ' tarde, o com o se las habría dese ad o enprincipio.

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LA OCUPACIÓN DE CANAÁN 107

jándose demasiado en el enorme esfuerzo que todavía que-

daba por hacer para llegar algún día a ser los verdaderos due-ños del país. Más todavía: las guerras de Israel son guerrasde Yahvé, pues el Señor marcha a la cabeza de su pueblo(comparar Ex  15,  3 - 7 ;  17,  1 6 ; N m  10,  3 5 ; D t  33,  26 -29;1 Sm  18,  17; 2 Sm  5,  24). Y este pueblo nunca se halla tanunido como en los combates. Hay en todo esto una gran visiónreligiosa.

Otro punto de vista no menos religioso, pero con una

preocupación diferente, es el adoptado por el  L I B R O D E L O SJUECES. La documentación se halla aquí organizada de talmodo que resalte más lo incompleto de la obra emprendiday los peligros que de ahí se derivan; aunque al mismo tiempodenuncia la infidelidad de los Israelitas a Yahvé como la causaprofunda de esta situación y ofrece de este modo una lecciónimportantísima.

Como el libro de Josué, vemos que el libro de los Jueces

tiene una larga historia literaria. No cabe duda de que porlas tribus circularon muy pronto relatos e historias sobre lashazañas de los héroes que se habían hecho célebres antes dela instauración monárquica. Parece que en los siglos XI-Xse hizo una primera compilación escrita de estas tradiciones 1 0 .Algunos escritores de la época monárquica recogieron luegolas anécdotas para deducir de ellas alguna enseñanza. La laborde los redactores deuteronómicos en el siglo VII, a quienesdebemos el libro como tal, consistirá en completar esta obrahistórico-didáctica, enmarcando la colección y cada una desus secciones con fórmulas estereotipadas y significativas

El balance de la  situación,  tal como se desprende de estafuente de la tradición, es poco más o menos el siguiente

1 0  Se cree que es posible dist inguir una tradición referente alos «Jueces» del Norte y otra referente a los del Sur. La historiade Samuel, es decir , una parte de 1 Sm   1-15,  habría pertenecidoantiguamente a ese conjunto.

1 1  La s intenc iones «deuteronóm icas» so n mu y sens ib les en e lcapítulo 2 . El lector las descubrirá fáci lmente por s í mismo. Sehallan casi s iempre al principio y al f in de la historia de los prin-cipales Jueces. El fragmento más t ípico es , s in duda alguna, lah i s tor ia —su mamen te e sq u emat izad a— d e O tn ie l : Ju d   3,  7 -11 .

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1 0 8 LA TIERRA Y EL REINO

(Jud i ) : U n o s veinte o treinta años desp ués del asalto de

Jericó, los Israelitas, además de haberse establecido parcial-mente en Trasjordania, se han situado sólidamente en la re-gión montañosa. Pero los Cananeos continúan defendiéndosevictoriosamente en casi todas sus plazas fuertes, conservan ensu poder las regiones fértiles y obligan frecuentemente a losrecién llegados a entenderse prácticamente con ellos. Sin em-bargo, hubo nuevos acontecimientos, y la situación mejoróseriamente para los Israelitas a partir de su victoria, esta vez

en la llanura, contra Sisara en el valle de Jezrael (Jud   4).

Los Israelitas corrían ahora peligro de perderse y dejarseabsorber. Diseminados en grupos aislados, generalmente enestado de inferioridad material en comparación con los agri-cultores asentados desde antiguo, los Israelitas se hallabangrandemente expuestos a las  influencias del ambiente  cananeo.

Sin duda eran fieles a Yahvé, pero con una fidelidad mitigadapor prácticas paganas, por tendencias «baalizantes». La re-ligión de Moisés, sin imágenes para el culto y de índole muymoral, ¡parecía tan severa Ad em ás, Ya hvé era el «dios delos ejércitos en marcha» (Yahvé Sebaoth), el Señor de losnómadas y de los soldados, el Soberano del Sinaí majestuosoe inculto; ¿podía estar especializado también en las cuestio-nes agrícolas? Los Cananeos tenían divinidades para sus siem-

bras y para sus rec olec cion es: ¿no les vendría bien a ellosalgo parecido? Los Israelitas, al convertirse en agricultores,¿no debían tener en cuenta a esos protectores habituales de latierra, aun conservando el culto de Yahvé, de quien habríaque solicitar otros servicios? Eran personas un poco rudas y,bajo la fuerte presión del ambiente, podían pensar de estamanera. Por lo demás, todos los pueblos tienen un paganismosecreto en el corazón   12. Indudablemente fueron muy nume-

1 2  Si queremos alguna vis ión directa de la s ituación, basta leerla h is tor ia de Gedeón: Jud  6,  25-32 . E l mismo Gedeón terminarápor adoptar una actitud rel igiosa sumamente discutible (Jud   8,  2 2 -32) . La historia de Mika y de su levita es también muy reve-ladora: Jud  17,  1-13.

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114 LA TIERRA Y EL REINO

En la conservación y trasmisión de todas estas tradiciones,

no cabe duda de que tuvieron parte importante los sacerdotesagregados a los santuarios y lugares de peregrinación. Lastradiciones que se hallaban en conexión con los lugares sagra-dos, que explicaban sus orígenes y prácticas, debían tener—evidentemente— un destino privi legiado.

Así, gracias a los ministros del culto, a los cantores queiban de una parte para otra, y gracias también al pueblo, se

iban tejiendo cada vez más sólidamente las tramas que, al cabode doscientos o trescientos años, serían recogidas piadosa-mente por los escritores para convertirlas en la primera histo-ria del Pueblo de Dios.

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EL PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 1 1 7

los «hombres del Espíritu». Antes, al contrario, los profetas

pensarán cada vez más que pueden juzgar y censurar a losreyes, e incluso derribarlos si fuera necesario   4.La experiencia monárquica realizada con  Saúl  fue medio-

cre y terminó en fracaso. Entre las razones con que la Bibliaexplica este hecho está el drama del elegido de Dios que sehalla dividido entre ciertas exigencias religiosas y la necesidadde hacer frente prácticamente a los acontecimientos (léase1 S m  13-15).  H ay qu e contar tam bién con las desgracias de

un temperamento poco equilibrado (1 Sm   16,  14). Pero si seconsidera concretamente la situación de este rey-labrador (1S m  11,  5), cuya elevación fue el triunfo de la nerviosa tribude Benjamín, nos damos cuenta de que las demás tribus dis-taban mucho de admitir al nuevo jefe, principalmente las delSur: Judá se decidirá inmediatamente por otro competidor,natural de Belén.

Saúl permanecerá en el recuerdo de las gentes como un

hombre torpe, brusco, inadaptado, pero sincero. Israel respe-tará el misterio doloroso de su primer rey \

Para triunfar sobre los particularismos y rivalidades tribaleshacía falta un personaje capaz de imponerse y también deagradar a todos.

David,  el aventurero feliz, piadoso e inteligen te, fu e esehombre hábil y fuerte, encantador y genial: un príncipe segúnel corazón del pueblo. Nadie fue nunca tan amado. Su figura,ciertamente idealizada un poco por la tradición, fue siemprela del rey perfecto y la del perfecto «siervo de Yahvé».

David tuvo primeramente que «echarse al monte», por  susconflictos con el poco razonable Saúl (léase 1 Sm   16-31;  2Sm 1). Antes de que éste sufriera una aplastante derrota enGelboé, el joven proscrito había dado ya pruebas de ser valien-

te guerrero, fino sabueso y excelente político. A la muerte de

1  V é a s e : 1 S m  8,  2 2 ;  10,  1 ;  13,  1 4 ;  15,  11, 23, 28;  16,  1 - 1 4 ;1 R g  11,  2 9 - 3 9 ;  16,  1 - 7 ;  21,  17 -24 ; 2 R g  1,  4 , 17; 9 , 1 -13;11,  4 -19 .

5  Tal es , en efecto, e l sentido del s i lencio de toda la tradiciónulterior sobre Saúl.

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1 1 8 LA TIERRA Y EL REINO

Saúl vemos que David (que se había ganado muchas simpa-

tías) fue aclamado rey por sus conciudadanos del Sur (2 Sm2, 1-4). Las tribus del Norte, poco inclinadas a la unión, des-confiadas y enzarzadas en la lucha contra los Filisteos, aguar-daron todavía algunos años antes de pronunciarse (2 Sm   2,5-32; 3-4).  Pero no era posible resistir al prestigio del héroey despreciar la ventaja de poseer tal jefe. Y la unidad se llevóa cabo gracias a este hombre providencial. (2 Sm 5, 1-5).

La gran tarea inm ediata era la liberación d el territorio: en

unos cuantos años, David y sus compañías militares lucharonhasta tal punto contra los Filisteos que se eliminó definitiva-mente toda dificultad por esta parte. A David se le reconocióincluso cierta autoridad sobre las ciudades de la Sefela 6 . Y,poco, a poco, los Arameos, los Amonitas y los Moabitas tu-vieron que ir reconociendo la superioridad de las armas israe-litas (2 Sm   8,  1 -1 4 ;  10,  1 -1 9 ;  12,  26-31). Mientras tanto,las últimas ciudadelas cananeas del interior iban siendo some-

tidas e incorporadas. Había nacido un reino independiente.David es el creador del Estado israelita.

Lo dotó de capital totalmente nueva, escogida con muchoacierto   7  y que se haría famosa para siempre. La convirtió enimportante centro religioso, haciendo que se colocara en ellasolemn em ente el Arca de la Alianza (2 Sm ó ) : Jerusalén,la ciudad de David, se convirtió en la ciudad de Dios. Noes que entonces desaparecieran los antiguos centros de pere-

6  2 S m 5 , 17 -25 ;  21,  15-22. Los Fil isteos no desaparecerán comopor encanto; pero a partir del s iglo X no tendrán ya identidadnacional y se irán asimilando poco a poco o se perderán en la masade los diversos e lementos étnicos del país .

7  Fue su conquis ta personal , pues la c iudadela de los Jebuseoshabía resist ido s iempre —hasta entonces— los ataques israel itas

(Jos  15,  63 ; Ju d  1,  21; 2 Sm 5, 6-9) . Estaba s ituada entre Judáy Benjamín, entre las tr ibus del Sur y las del Norte , a veinte ki-lómetros aproximadamente a l Sur de Efra im, a l que podemos con-siderar como el centro cultural e inf luyente de entonces. Estabaadmirablemente asentada sobre una espec ie de espolón defendidopor profundos valles . Esta col ina queda hoy día al SE de la c iudadactual y fuera del recinto de sus murallas . Se extiende desde elOfel —adosado a la explanada del templo— hasta Si loé, en el crucede los va l les de l Cedrón, de l Tyropoion y de l Gé-Hinnom.

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EL PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 1 1 9

grinación, los lugares altos, tan queridos para la piedad po-

pular. Pero el santuario de Sión estaba destinado desde estemomento a sobresalir entre todos. La unificación política, asícomo también la fuerza atractiva de la administración guber-namental, promovieron en la ciudad real un gran desarrollocultual. Se crea en ella un verdadero clero   8  y se despliegauna liturgia propiamente dicha, que expresaba —mucho máspuramente que los cultos provinciales— la incomparable reli-gión cuyo germen, desde el Sinaí, se hallaba en el corazón

del pueblo elegido.El reinado de David hay que situarlo en los alrededores del

año 1000. Una generación había bastado: y, de una desola-dora insignificancia, Israel había pasado a figurar entre elnúmero de los Estados libres y fuertes

Tenía, sin embargo, sus debilidades. Una obra tan rápidacarecía de profundidad y madurez. Las divisiones fraternas no

podían desaparecer tan súbitamente. La cohesión del reinoera debida al prestigio de la persona de David, y corría elriesgo de mantenerse únicamente mientras durara este pres-tigio. Lo vemos perfectamente, en cuanto el monarca fuediscutido y tuvo que sufrir la competencia de otra personali-dad hábil y seductora: su propio hijo Absalón, que estuvoa punto de destronar a su padre (2 Sm   13-19).  Y lo vemosmejor todavía cuando estalló otra rebelión en el centro y en

el norte, en condiciones que eran el verdadero preludio de laescisión del año 933 (2 Sm  20).

No obstante, una hábil táctica consiguió trasmitir intactoel reino de David a las manos de uno de sus hijos (1 Rg i).

Hay algo decepcionante en la solemne personalidad de  Sa-lomón.  Este hijo de David se esfuerza en vano por ser unfaraón en pequeño, por rodearse de boato y suntuosidad.

8  Aunque menos deprísa y más modestamente de lo que podríahacernos creer una lectura del libro de las Crónicas fuera de superspectiva propia (así , por ejemplo, 1 Chr  23-29).

9  Sin que preten dam os comp arar, c laro está, este princip ado(que apenas igualaba en extensión a la Normandía) con los gigan-tescos vecinos que lo f lanquaban.

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1 2 0 LA TIERRA Y EL REINO

Y lo refleja en sus relaciones con Yahvé: en la ostentación

con que ora, o en las maderas preciosas y oro que derrochapara erigir a Dios —vecino suyo— un templo de magnifi-cencia no menor a la de su propio palacio   10. Pero no causauna impresión completamente tranquilizadora. Diríamos queSalomón no se halla plenamente en el eje de la vocación deIsrael. No era soldado. Ni amigo de su pueblo. No habrá,pues, que buscar en el hijo los rasgos del valeroso David.

Sin embargo, el Pueblo de Dios debe a Salomón el haber

dorado las insignias de la realeza davídica. Y sin ocultar loque empañaba su gloria, la tradición le ha reconocido muchosméritos. En realidad, Salomón supo utilizar muy inteligente-mente la situación legada por David. Y, aunque no acrecentóapenas las adquisiciones conseguidas, supo explotarlas y admi-nistrarlas con habilidad. El «gran señor» era un buen hombrede negocios.

Importantes obras datan de su reino: el arreglo y extensión

de la ciudad de David; la construcción de aquel templo, cuyorecuerdo será imperecedero; una organización administrativade gran estilo, como, v. g., las circunscripciones fiscales, la en-trada de Israel en la diplomacia internacional y en el comercioexterior. De esta apertura de Israel al mundo extranjero tene-mos varios ejemplos: el matrimonio del rey con la hija de unfaraón, la alianza comercial con Tiro, los intercambios —degran boato y de interés mercantil— con Arabia, la creación

de una flota mercante (léase 1 Rg  4-10).La brillante époc a salomónica fu e tiempo de paz aunq ue

1 0  ¿Acaso no es e l templo únicamente su «capil la palatina»?¿Y estamos tan seguros de que esta construcción armonizara biencon los pensamientos expresados a David por un profeta de l Señorde los Hebreos que «no había habitado en casas» desde el día en

que sacó de Egipto a los hijos de Israel? (2 Sm 7, 6) . Pero elyahvismo verdadero, incluso el de los intransigentes profetas, sabráconvertir e l templo en su centro rel igioso y reconocerle un puestoimportante en la economía de la Salvación. Dios sabe recobrar s iem-pre el hi lo de la historia; y no existe desviación que no pueda serreor ientada conforme a su Des ignio .

1 1  Como, además, la et imología de su nombre da pie para el lo(«shalom» signif ica «paz»), Salomón será s iempre el s ímbolo dela paz.

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E L PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 1 2 1

un tal Rezón, que se había instalado en Damasco desde los

tiempos del reinado de David y que había agrupado bajo suautoridad a algunas poblaciones arameas de Siria meridional,vivió como enemigo declarado de Salomón, proporcionandoa Israel serios disgustos (1 Rg  11,  23-25).

Tal reinado había de provocar muchos cambios en el ordensocial, cultural y religioso. La civilización israelita, que se ha-bía aproximado primeramente al tipo cananeo por el aban-dono del nomadismo y la adaptación a una existencia campe-

sina, iba ahora a adoptar las maneras egipcias por el hecho dela posesión y organización de las regiones litorales del país,y sobre todo por el hecho de que los Israelitas se entregaránal comercio de ahora en adelante. El desarrollo de las ciuda-des, la creación de una aristocracia y de un funcionarismo, laaparición de nuevos ricos y —correlativamente— de un pro-letariado minoritario que m uy pronto se vio opr im ido: todoesto se fue realizando a expensas de la antigua estructura ba-

sada en la profunda unidad del clan rural, a expensas tambiénde los vínculos étnicos y religiosos que fusionaban —quizásde manera poco visible, pero enteramente real— a los miem-bros de las antiguas agrupaciones, temerariamente liquidadaspor el nuevo régimen.

Crisis social, crisis religiosa. El yahvismo, servido por larealeza (la cual a su vez se servirá de él), al convertirse en

religión «oficial» e instalarse en centros administrativos, ¿no ibaa endurecerse en el formalismo, copiando excesivamente loscultos paganos, y terminando —finalmente— por aliarse conellos, como ocurrirá en tiempo de ciertos reyes, no sólo en Sa-maría, sino también en Jerusalén, y comenzando por Salomónmismo? (1 Rg  11,  1 -8 ;  3,  3). La prosperidad de Israel corríapeligro de comprometerle tan gravemente como su estado deinferioridad cien años antes. Esta situación llegará a hacerse

tan crítica, que irán surgiendo toda una serie de campeonesdel Espíritu, de heraldos verídicos e intrépidos de Yahvé.

La unidad israelita, conseguida por David, no sobrevivió aSalomón. Este monarca fallecía en el año 933. Fue suficientela necia arrogancia de su hijo Roboam para que inmediata-mente los Israelitas del Norte, que habían encontrado su «lí-

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1 2 2 LA TIERRA Y EL REINO

der» en Jeroboam, se separasen de Jerusalén. Constituyeron el

reino llamado de Israel, distinto y rival del reino llamado ahorade Judá.

La  ruptura  tenía sus causas profundas, que hemos ya en-treverado. En primer lugar, una tensión e incluso una dis-cordia tan antiguas como la conquista del país, ¿no habríatenido su punto de partida en los tiempos mismos del Exodoo incluso en la época patriarcal? (pp. 71, 82). En todo casose habían hecho bien patentes dos polarizaciones: la una al-rededor de Judá, la otra alrededor de Efraim, tribu que ibaadquiriendo creciente importancia y cuyo nombre se convirtióen sinónimo del reino del Norte. David había establecidohábilmente su capital en una zona media; pero Jerusalén eraante todo meridional y representaba principalmente a Judá:la tribu de David. Por otra parte, aunque este rey magnánimoy amado de su pueblo se había ganado las simpatías y el fa-

vor de todos, no ocurrió lo mismo con su sucesor, que fueel primer déspota nacional. Ahora bien, Israel se sentirá siem-pre con alma libre. Y los septentrionales sufrirán muy prontolos efectos de un favoritismo judeo demasiado evidente (1 Rg4, 7-19).  Además, Salomón costaba «caro». Sus trabajos y suboato eran ruinosos para el país. El pueblo tenía que sufririmpuestos, prestaciones personales y requisiciones (1 Rg 5,7-8 , 27-32;  11,  2 8 ;  12,  4). Finalmente, desde el punto devista religioso, la importancia que se concedió repentinamenteal Templo de Jerusalén era prematura: lo que era una como-didad y una gloria para el Sur, constituía una dificultad parael resto del país y representaba una tentativa de suplantacióno extinción de los demás lugares santos.

La unidad, pues, no duró más que tres cuartos de siglo   12.El estado de separación parecía más conforme con las tenden-

cias naturales. El Pueblo de Dios, ¿tenía obligación de sobre-ponerse a estas tendencias naturales, en beneficio de la comúnunión fraterna? Esto se le dirá únicamente al cabo de varios

1 2  En cuanto sea prudente tomar como valores exactamente ma-temáticos las indicaciones de 2 Sm 5, 4-5 y 1 Rg  11,  42.

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EL PUEBLO ESCOGIDO POR DIOS 123

siglos. Por el momento, existe la convicción de que Dios mis-

mo ratifica la escisión y se hace cargo de los dos reinos

La división política fue acompañada necesariamente de unaseparación en el plano cultual.  Para tener el equivalente sep-tentrional de Jerusalén y de su templo se erigieron los san-tuarios de Bethel y Dan 1 4 . En principio todos permanecíanfieles a Yahvé; pero más que nunca la ortodoxia se vio enpeligro y llegó a ser mantenida únicamente por una minoría.

La causa de todo fue el culto de los «baales», los verdaderosbeneficiados por la separación.Empero Jerusalén no perdió su prestigio ni su real supe-

rioridad. No sufrió verdadera competencia sino más tarde,cuando se erigió Samaría. Salomón, al construir en Jerusalén—a costa de inmensos trabajos—- su hermoso palacio y elgran Templo de Yahvé, convirtió a la villa real en la primeragran ciudad israelita. Podía desplegar en ella todo el fausto

de una corte oriental; podía invitar a monarcas extranjerosy hacerles recepciones protocolarias de gran efecto. El clerode Jerusalén, por otra parte, supo convertir al templo en digna

1 3  1 R g  11,  2 9 - 3 9 ;  14,  7-8. Así , pues, no parece exacto discutir—como se hace con frecuencia— la leg i t imidad de l re ino septentr io-nal . ¿Po dem os hablar de c isma rel igioso? Jerusalén n o era enton ces,

ni en principio ni de hecho, e l t ínico lugar de culto reconocido paratodos los Israel itas . Jeroboam no es culpable de haber atraído alos f ie les de Yahvé hacia Dan y Bethel . Pero s í es culpable dehaber mandado construir imágenes de Yahvé, prohibidas por la Leyde Moisés , y de haber conducido con el lo al pueblo a la idolatría .El «pecado de Jeroboam» es , s in duda alguna, una infidel idadconstantemente deplorada por el l ibro de los Reyes; inf idel idadque será reprochada de manera semejante a Judá, cuando al l í sepractique también la idolatría . Pero no se trata de un «cisma»;y en ninguna parte se le denuncia como tal , antes del f in del reino

septentrional. ¿Quién se atreverá a decir que Elias, profeta deeste reino y sacrif icador sobre el Monte Carmelo, sea c ismático?¿Y el profeta Oseas? Amos, a pesar de ser judío y de estar profun-damente irritado contra Israel (Am 7, 11) , no piensa ni muchomenos en acusarlo de c isma (cf . Am   2,  6-16) . Véase, además, 2R g  9,  3 , 6 , 12: e l rey «ungido», «mesías» de Dios, podía ocupar—incluso de parte del Señor— el trono del reino de Israel .

1 4  L os toros de oro de estos do s santuarios representaban aYahvé bajo el s ímbolo de la fuerza y de la fecundidad.

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1 2 4 LA TIERRA Y EL REINO

mansión de Dios, atraer hacia él a las multitudes piadosas,

instaurar una liturgia de gran estilo y auténticamente israeli-ta   1 5, ordenar los ritos, los sacrificios y el ceremonial de lasfiestas. Comprendemos que estos sacerdotes fueran adquirien-do poco a poco un valor y una autoridad que los situaba muypor encima de los ministros de los santuarios de provincias.

Además, Jerusalén albergará desde ahora a todo un mundode funcionarios: jefes militares y soldados, oficiales de admi-nistración y diplomáticos, responsables de las finanzas y de la

justicia, directores de los trabajos públicos y de las diversasempresas del Estado   16. Asimismo, el rey tenía que tener juntoa sí a personas que fueran los intérpretes habituales de Yahvé.Encontramos profetas en la corte de David y en la de Salo-món. Su institución será permanente   17.

Conviene señalar principalmente a las personas que manejanpinceles y cálamos y que saben poner cosas por escrito en ta-blillas o papiros. Estos «escribientes» o «escribas», consti-

tuidos sin duda en una especie de jerarquía (p. 13), puedenocuparse no sólo de la diplomacia y de la contabilidad, sinotambién de componer cantos para la liturgia, redactar leyesy avanzar por los diversos caminos del arte literario.

1 5  Esto s ignif ica que hubo adaptación, «yahvización», de prácti-cas y ceremonias que podían ser «clásicas» en Oriente. Y estos igni f ica también que se introdujeron novedades a l tamente s igni -f icativas, y que caracterizaban a una Religión radicalmente original ,fundada en una Revelación histórica.

1 6  Se bo tó inclu so una f lota en el G ol fo Elanít ico (G olfo de Aq aba)

(1 Rg 9 , 26-29) , pero con marineros . . . fen ic ios . Los Hebreos ¿notendrán nunca veta de marinos? Tal vez había Danitas entre lastripulaciones (Jud 5, 17).

1 7  La s cortes reales de E gipt o y principalm ente de Babiloniahabían ten ido y seguían ten iendo ta les «profetas» . No tenemosmuchos informes sobre las modalidades de esta función en Israel .Corre peligro, claro está, de quedar falseada por la adulación, elafán de com placer a toda costa, los cálculos interes ado s. . . ¿Q uépuede haber más instructivo que la lectura de la 1 Rg 22?

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1 2 6 LA TIERRA Y EL REINO

En el siglo X la evolución hacia este «hebreo clásico» se en-

cuentra ya muy avanzada. Testimonio de ello serán los escritosde que vamos a hablar.

La institución de la monarquía, que había trasformado alpaís y había convertido a Israel en una nación, tuvo sus con-secuencias en el campo literario. La administración guberna-mental se vio muy pronto en la necesidad de poseer yproporcionar documentos oficiales: cartas, ordenanzas, listas,

cuentas. De este modo comenzaron a formarse los archivos,a los que recurrirán luego los escritores bíblicos.

Pero muy pronto hubo más. Se tenía conciencia de habervivido, con David, una gran época, cuyo recuerdo exacto nodebía perderse. Por otra parte, los pueblos jóvenes son aficio-nados a la historia de los personajes célebres, al género bio-gráfico. Es un hecho que, en Israel se sintió muy pronto lanecesidad de tener una historia nacional que fuera al mismotiempo la historia de David. La persona que se puso a escri-birla, durante el reinado de Salomón, no era ni un frío cro-nista, ni un cortesano adulador, ni —por el contrario—< unautor de libelos. Amaba a su rey y por eso escribía; pero sindejarse llevar por una admiración ciega ni perder las liberta-des de la franqueza   3. Esta persona, cuyo nombre ignoramos,había estado íntimamente mezclada en los acontecimientos y

se hallaba por tanto admirablemente informada. Es un na-rrador sencillo, pero de espíritu delicado y penetrante. Sabeexcelentemente pintar los caracteres, analizar los sentimientosinteriores, animar escenas. Pero es sumamente respetuoso conlos hechos y posee el sentido de la complejidad de la vida real.Tal fue el individuo que supo redactar las preciosas  Memorias

3  ¡Qué diferencia con la documentación ofic ial de otros paísesde enton ces Israel no con oc ió e l desp ot ism o qu e prevalec ió en losanales de Asiro-Babilonia y de Egipto: anales que no eran más quellanas o enfáticas apologías personales de monarcas, enumeracionespomposas y s in vinculación con la vida real . El régimen polít icode Israel fue s iempre sufic ientemente l iberal para que la crít ica,frecuentemente irónica, y la inspiración de f inas intel igencias pu-dieran actuar l ibremente.

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COMIENZOS DE UNA LITERATURA 1 2 7

sobre David,  que entraron — en su mayor parte— en la com -

posición de los dos l ibros de Samuel4

.A esta historia de David se añadieron el ciclo de los relatossobre Samuel (desglosado indudablemente de una composiciónde conjunto que trataba sobre los Jueces [p. 107, nota 10]) yel ciclo sobre Saúl, en donde hemos descubierto una corrienteposterior (p. 116). Todo el conjunto fue recogido en la granhistoria de los deuteronomistas, al fin de la época real. Perotenemos la suerte de poseer —poco más o menos en su tenor

original— un primer gran texto que podemos datar de losaños 960-950, y que es una verdadera obra maestra de la lite-ratura histórica antigua   5.

Con el nombre de David está vinculado tradicionalmenteun conjunto literario que ocupará un lugar considerable yespecialísimo en las Escrituras de Israel: los  salmos.

La poesía, que es tan antigua como la edad de cada pueblo,

tenía ya una larga historia entre los Israelitas. No cabe dudade que el género sálmico es antiguo. Y es muy posible que elSalterio bíblico contenga cantos anteriores a la época real.Pero la tradición hebraica ha hecho de David su primer granpoeta. Sin duda no llegaremos nunca a saber qué composicio-nes son exactamente de él. Y sería raro que aun éstas se hu-bieran trasmitido sin haber sido modeladas de nuevo o haberrecibido retoques  6. Pero, como se suele decir, «no se presta

más que a los ricos»; y, aun reconociendo la verdadera si-tuación literaria de los poemas «davídicos», hay que dar cré-dito a la vigorosa tradición que ha concedido al músico de

4  2 S m  9-20  y 1 Rg  1-2  forman un conjunto homogéneo y or i -ginal. 1 Sm  17-31  y 2 Sm  1-8  son de composic ión def in i t iva menossimple y a veces refundida (v .g . 2 Sm 7) , pero contienen tradiciones

antiguas y que —en parte— no son s iquiera del primer autor.5  Comprobemos lo poco mítica que es , en su conjunto, la l i tera-tura bíblica.

6  Los Sa lmos l lamados «de David» son más b ien «para David» ,es decir , dedicados al Rey davídico, que podía ser David mismo oalguno de sus sucesores. Más tarde, pareció oportuno establecerun vínculo histórico entre tal o cual salmo y c iertos acontecimientosde la vida de David (así , por ejemplo, Ps  3;  7 ;  18; 34; 51; 52;54; 56; 57; 59; 60).

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128 LA TIERRA Y EL REINO

Saúl el título de «cantor de los cánticos de Israel» (2 Sm  23,

1; véase también 1 Sm   16,  14 -30;  18,  10). De una maneraparecida a como Moisés es el primer «autor» de la Torah(pp. 96-97), David es el iniciador del Salterio. Gimo Moisésinaugura la legislación de Israel, David abre el comienzo deeste nuevo género literario.

Poco a poco, con el tiempo, principalmente dentro de laesfera de la liturgia (que será —a la vez— beneficiaría y pro-motora de esta inspiración), se irá formando una amplia co-

lección de cantos religiosos. Tienen cierta analogía con loshimnos y las oraciones de la literatura religiosa mesopotámicay egipcia. Pero, en este género, Israel es bastante poco tribu-tario: sabrá crear; y los salmos manifestarán incomparable-mente su espíritu, su genio y su inspiración original.

El hijo de David encontró también un biógrafo, cuya obrase encuentra en el l ibro de los Reyes. Tal como lo poseemos

hoy día, este doble libro contiene primeramente la historia deSalomón (1 Rg  1-11),  los ciclos de Elias y Elíseo (1 Rg 17-22;2 R g  1-13)  y noticias biográficas, generalmente breves, sobrelos reyes de Judá y de Israel, redactadas con mentalidad deu-teronómica (como veremos) y con ayuda de anales reales, alos que se está aludiendo continuamente (1 Rg   12-16;  2 Rg14-25  —casi con pocas excepciones—); el l ibro, en su estadoactual, data de comienzos del siglo VI.

La  crónica sobre Salomón  7  fue compuesta durante el rei-nado mismo de este monarca y constituye por tanto un casoprivilegiado en la historia literaria. Sin embargo, esta crónicaes tan oficial como el personaje y es mucho menos viva quelas Memorias sobre David. Hace resaltar los indiscutiblesdones naturales del rey y sus disposiciones religiosas, insis-tiendo en la «gloria» que —durante su misma vida— le hacíaentrar ya en la leyenda. No obstante, esta crónica no ocultalas deficiencias y peligros de este reinado que, políticamente,fue un fracaso.

7  1 R g 3 -5 y 9 -1 i . L os d os pr imeros capítu los hay qu e v incu lar-los con la historia de David en 2 Sm; los capítulos   6-7  son de ori-gen sacerdotal; e l capítulo  8  es deuteronómico .

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COMIENZOS DE UNA LITERATURA 1 2 9

David cantaba. Salomón fue un «sabio», el «escriba coro-

nado». En efecto, va ligada a su nombre una actividad lite-raria que había de conocer —acto seguido—• un gran desarro-l lo: la composición de  escritos de sabiduría  (1 Rg 5, 9-14).Nunca lograremos saber los «dichos» auténticos de Salomónque se contienen en un conjunto tan complejo como el l ibrode los Proverbios. Pueden conservarse algunos de ellos en lassecciones antiguas de la recopilación (Prov  10-22; 25-29).Aquí ocurre lo mismo que en el caso de David «salmista».

No se ha «prestado» a Salomón, sino porque éste era yaposeedor.Es verdad que, desde hacía mucho tiempo, se había ejerci-

tado en Israel el género sentencioso (p. 113). Pero, en susformas bíblicas, la literatura sapiencial se resiente mucho deun origen exótico. Debe mucho a Egipto, especializado du-rante siglos en este género, y a sus escribas, que consignabanpor escrito las máximas de la «ciencia del vivir felices» (pá-

gina 32). Ahora bien, el egipcianismo fue el esnobismo de laera salomónica y siguió siéndolo en la corte de los reyes deJudá. Se creó, pues, una tradición, que será alimentada porlos escribas a la moda egipcia.

Nos queda por ver si la moral de tan cortos alcances, quese iba aclimatando en Jerusalén a partir del siglo X, perma-necerá tan a ras de tierra, o muy al contrario, al entrar en lacorriente espiritual de otra esencia que estaba actuando en

Israel, ofrecerá un camino para llegar a esferas quizás menostranquilizadoras, pero mucho más profundas y cercanas aDios, Sabiduría suprema y viviente.

Israel poseyó desde muy pronto una asombrosa madurezespiritual y, a la manera de un fermento, un poder de trasfor-ción de los valores comunes que le impedía simplemente co-piar o plagiar. Así ocurrió, v. g., con la noción de monarquía.

Ya hemos visto que esta noción había sido desde un prin-cipio o se había convertido rápidamente en un problemadifícil y grave: el Pueblo de Dios no podía tener un rey ala manera exacta de las otras naciones (pp. 115-116). La mo-narquía, una vez instituida, entró en una perspectiva auténti-

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1 3 0 LA TIERRA Y EL REINO

camente israelita, y su concepción fue modelada de nuevo en

función de un yahvismo cuya teología iba haciéndose cadavez más profunda. Sin duda, se pueden establecer muchosparalelos con las concepciones vigentes en los demás países:el rey es el representante sacerdotal y el responsable de supueblo ante Dios. Pero, dentro de las dimensiones de la Alian-za revelada y dentro de la salvación, la función real podíaser promovida a otro nivel, a otra significación enteramentedistinta.

El éxito del reinado de David había sorprendido a los es-píritus, y al mismo tiempo la personalidad misma de Davidhabía impresionado profundamente a su pueblo. Muy prontose comenzó a soñar con un nuevo reinado de este género, conun nuevo David. Pero sus sucesores causaron decepción. Y amedida que pasaba el tiempo, la figura del rey perfecto se ibaidealizando. La profecía que Natán hiciera a David (2 Sm 7),aunque refundida quizás posteriormente, es el primer punto

de referencia de la trayectoria seguida en Israel por una es-peranza.

El rey era consagrado —ungido— ritualmente con una un-ción de aceite. El ungido se llamaba en hebreo  mashiah  (engriego:  christós;  tiene la misma etimología que «crisma»:óleo santo para las unciones). Y de esta palabra se deriva eltérmino castellano «mesías». El  mesianismo, según nuestramanera de hablar, es el movimiento profundo de una esperan-

za fundada en un rey que ha de venir, en un rey perfecto, aimagen de David. Claro está que esta aspiración solamente sedejará sentir con el tiempo. La veremos aparecer en la lite-ratura hebraica, principalmente en la palabra de los Profetas,y en los salmos (numerosos salmos expresarán alabanzas, ac-ciones de gracias, anhelos, súplicas por el reinado de un reyen Judá o en Israel. Vendrá un día en que esos cantos sedirijan a un rey ideal, al Mesías esperado, sobre todo cuando

no exista ya rey y cuando no haya más remedio que ir sa-liendo poco a poco de los l ímites de las esperanzas puramentehumanas).

La noción de Mesías, comprendida de esta manera, exigióalgunos siglos para irse elaborando. No se la aplicó, pues, alprimer «hijo de David», a Salomón. Sin embargo, a pesar desus defectos, Salomón pareció grande y glorioso a Israel. Era

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COMIENZOS DE UNA LITERATURA 131

un rey magnífico que había edificado la Casa de Dios. Era el

príncipe de la paz que había recibido de manera excepcionalel don divino de la Sabiduría. Salomón completaba de estamanera la figura del «hijo de David», a quien algún día sedeseará vivamente.

El mantenimiento de la familia de David sobre el trono deJerusalén, mientras que los reyes del Norte fueron frecuentí-simamente usurpadores y no consiguieron establecer una su-cesión natural duradera, podrá considerarse como prueba de

la elección divina de la dinastía judea. Las experiencias des-graciadas y los sufrimientos de todas clases contribuirán prin-cipalmente a ir ahondando en el corazón de Israel la expecta-ción de un rey perfecto, salvación de su pueblo.

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COMIENZOS DE LOS DOS REINOS 137

Trasjordania. Pero Acab será muerto en la expedición, quese convertirá en ruidoso desastre (1 Rg 22).

Anteriormente, el rey de Israel se había visto ante el hechode un peligro nuevo y sumamente temible. Pues he aquí queAsiría  se va despertando con Assurnasirpal (884-859). Su su-cesor, Salmanasar III (854-824), marcha hacia el mar. Ben-Hadad II organiza una confederación de resistencia, en la cualAcab se ve obligado a tomar parte. Sin embargo, la batallade Karkar, en 854, no es todavía más que un éxito a mediasde las armas asirías. Luego se asedia a Damasco, en 841 y 838.Pero esta ciudad resiste. Adadnirari III (805-782) continuarála lucha contra ella. ¿Cuánto tiempo durará esto?

Es evidente que la curva ascensional iniciada por Assur seeleva triunfalmente. Su sistema de gobierno es absoluto; sumétodo de guerra, terrible; el brutal y cruel ejército destruyee incendia todo a su paso, tortura y asesina despiadadamente   2.

Asiría se convertirá en la pesadilla de todo el Próximo Oriente.El buen sentido exige al menos que se tenga en cuenta a estatemible potencia.

Los Palestinenses prefirieron taparse los ojos, ora contandocon la problemática ayuda de un Egipto cuyas tentativas deresurgimiento no logran detener su decadencia, ora entrandoen una liga anti-asiria, promovida frecuentemente o sostenidapor Egipto, pero que atrae el peligro más bien que alejarlo.

Los profetas reprobarán sin cesar esta política de avestruzque llevará mil veces a Palestina al borde del desastre, antesde que éste ocurra fatalmente.

Apenas hemos dirigido nuestra mirada a Egipto, desde losdías del Exodo y de los reinados de Ramsés II y Mineptah(pp. 81, 87-89). No es más que la historia de una decaden-cia, que se puede resumir brevemente en cuanto al períodoque va desde el siglo XIII al VIII.

2  Los bajo-rel ieves asir ios , tal como pueden verse en el Brit ishMuseum y en e l Louvre , representan —entre otros métodos detortura— escenas de empalamiento y deso l lamiento en v ivo , quecausan verdadero pavor.

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138 LA ERA PROFÉTICA

La dinastía XIX había terminado con faraones usurpadores

y sin prestigio, en medio de una atmósfera de anarquía3

  D u -rante la dinastía XX (1204-1100), que va desde Ramsés IIIa Ramsés XII, si exceptuamos el reinado del primero (p. 104),la desorganización se acentúa y la situación económica del paísllega a hacerse precaria. Como en los tiempos arcaicos (p. 26),Egipto se ve escindido en dos regiones con centros respectivosen el Delta y en Tebas. Herihor, sumo sacerdote de Amón,funda la dinastía XXI (1100-947). Tiene sucesores insignifi-

cantes. El desorden reina por doquier. Y en tales condicionesno veremos restablecerse la difícil unidad del reino. Del senodel ejército, compuesto de Libios, sale la dinastía XXII (947-740), cuyo primer faraón fue aquel Sheshonq I que atacó aRoboam (p. 135). Un poder rival se mantenía en Tebas, endonde princesas desempeñaban la función del sumo pontifi-cado; el templo de Amón se hallaba en plena decadencia eiba arruinándose. La dinastía XXII es más o menos paralela

a las dinastías XXIII, XXIV y XXV, durante las cuales seperpetúan las divisiones y la anarquía. Los faraones no pien-san ya siquiera en oponerse a las pretensiones de Asiría sobrelas regiones mediterráneas, con excepción de los últimos, Sha-bataka (701-690) y Taharqa (690-664), los cuales, como vere-mos, favorecerán la rebelión palestinense, en tiempo de Eze-quías y Manasés. Pero, al igual que Jerusalén, Egipto selibrará por muy poco de ser aplastado por los Asirios.

Egipto, de ahora en adelante, no encontrará su salvaciónsino llamando en su auxilio a los Jonios y Carios, a quienesempleará como mercenarios. De ahí procede el esplendor dela dinastía XXVI (663-525). Es también el comienzo de lainfluencia griega.

En efecto, la  Hélade  comienza a figurar en la historia4 .Recordaremos (p. 14), que, después de la aurora aquea de

J  Lo cual había favorecido las empresas l levadas a cabo por losIsrael itas y los Fil isteos en Canaán, ya que Egipto había perdido susoberanía sobre esta región (p. 103).

4  No podemos dar aquí una bibliografía detal lada sobre Grecia.A los que quieran refrescar o completar sus conocimientos histó-ricos sobre este país , les recom end am os las s iguientes obras :

A Y M A R D - A U B O Y E R ,  Oriente y Grecia Antigua,  vol .  I  de la  Histo-

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COMIENZOS DE LOS DOS REINOS 139

los siglos XV-XI, se produjo un eclipse con la invasión de los

Dorios. La península se encerró entonces en sí misma. Durantelos tres siglos siguientes, la civilización vuelve a recobrar suauge. La evolución social se hace patente: se pasa del clan ala ciudad, del régimen monárquico al gobierno oligárquico;y una burguesía propietaria, activa y decidida, llega finalmentea ocupar su puesto entre el pueblo y la aristocracia agraria.Es un primer equilibrio social que los Egipcios, por ejemplo,no habrán conseguido jamás. Por otra parte, los particularis-

mos van cediendo poco a poco ante la conciencia adquiridapor los Griegos de los vínculos que les unen. La gran ciudadgriega, durante esta época, es Esparta, próspera y feliz, llenade gloria militar, artística y literaria. Los siglos VIII-VII seránun período de expansión y esfuerzo colonial pro digioso : losGriegos se establecerán en el Ponte Euxino y a lo largo delas costas de Asia Menor, en Creta, en el delta del Nilo yen Cirenaica, en la Italia meridional y en la Galia provenzal.

Sin embargo, la influencia helénica no se hará sentir en elinterior del Próximo Oriente; y sobre todo los Palestinensesla seguirán ignorando aún —'prácticamente— durante variossiglos.

Sobre el contorno mediterráneo, esta influencia se halla enperpetua competencia con la actividad siempre emprendedoray activa de Fenicia. Tiro, que resistirá durante largo tiempoa los terribles asaltos de Asirios y Babilonios, ha establecido

también por doquier sus factorías marítimas, principalmenteen Cartago. Las potencias fenicia y griega se repartirán, pues,el dominio de los puntos marítimos importantes. Lo cual ten-drá felices consecuencias para la economía.

En la  península italiana  se van mezclando —desde hacevarios siglos— los Ligures, Umbros, Sículos, Oseos, Latinos y

ría Gen eral de las Civilizaciones  (vers, esp.), Barce lona, 1958, es pe -cialmente las pp. 310-600.

B O W R A ,  La Aventura Griega  (vers, esp.), Madrid, 1960.MIREAUX,  La vie quotidienne au temps d'Hom ère,  Ha che tte , 1954.

Estudia la época a la que estamos l legando en este momento denuestra obra.

N A C K - W A G N E R ,  Grecia  (vers, esp.), Barcelona, 1960.

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COMIENZOS DE LOS DOS REINOS 143

después de los acontecimientos relatados, y que contienen

primeramente el «ciclo de Elias» y luego el «ciclo de Elíseo»,han conservado todavía frescas las tradiciones que habíancomenzado rápidamente a circular acerca de ambos profetas.Son bellísimas páginas que dan testimonio de la madurez dela lengua hebrea y de un estilo que ha llegado a su perfección.Por otra parte, estas historias, nacidas de la poderosa impre-sión que estos dos hombres habían causado en sus contem-poráneos, son sumamente representativas de un Yahvismo

militante, de una lucha vigorosa e implacable que se entabladesde aquel momento contra el baalismo, de una concepciónperfectamente clara del único y verdadero Señor y de susadversarios. Tales relatos contribuyeron intensamente a acre-ditar al profetismo.

Eliseo es contemporáneo de cuatro o cinco reyes de Israely de otros tantos en Judá. Co n respecto a Israel, son : Oco zías

(853-852), Joram (852-843), Jehú (843-816), Joacaz (816-800),Joás (800-785). Y con respecto a Jadá: Joram (850-843),Ocozías (843), Atalía (843-837), Joás (837-798), Amasias(798-790). Es un período complejo y atormentado, cuya his-toria conviene releer en la Biblia (2 Rg   8-14).  En el reinoseptentrional, la historia se halla caracterizada principalmentepor la revolución sangrienta de Jehú, antibaalista absoluto yferoz, violento celador de Yahvé, que parece confundir la

reforma religiosa con los asuntos de Estado. El gran acon-tecimiento del reino de Judá es la caída de la reina Atalíapor obra del movimiento sacerdotal.

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II

L A S T R A D I C I O N E S A N C E S T R A L E S

Antes de que se redactaran las historias de Elias y Elíseo sehabía comenzado otra obra literaria —sin duda desde hacíaun siglo— mucho más importante por su amplitud y finalidad.Esta obra habría de contarse entre los más preciados escritosde la Recopilación de las Sagradas Escrituras.

Nació de la necesidad de tener una historia, la historia delPueblo de Dios. Israel, por lo menos en sus mejores fieles, noolvidó jamás lo que su Señor había hecho por él. La presióndel paganismo circundante hacía que Israel tuviese ahora másconciencia de ello. Israel sabía que estaba en posesión de unpasado memorable, señalado por intervenciones de Yahvé.

Por este motivo no era «como las demás» naciones. Su iden-tidad propia, su fe, su religión, su ley, su comportamientoespecial: todo ello procedía de su historia, y era una expe-riencia que él consideraba como excepcional. Y esta experien-cia, Israel estaba cierto de no haberla adquirido independien-temente de Dios.

Israel había mantenido y conservado sus recuerdos: la tra-dición oral, popular, sacerdotal u oficial, poética, litúrgica o

jurídica había conferido ya formas más o menos fijas a estosrecuerdos. Es, además, muy probable que, por difundirse lautilización de la escritura al mismo tiempo que se iba des-arrollando la civilización, se poseyera ya textos narrativos, poé-ticos, rituales o legislativos (pp. 112-114). Por otra parte, lahistoria de los comienzos de la monarquía se había compuestoen forma sumamente feliz (pp. 126-128). Había, pues, que

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1 4 6 LA ERA PROFÉTICA

datar de los años 8 50 a 7 50 \ El texto elohista fu e escrito en

el reino septentrional, en Samaría, o más probablemente en laesfera religiosa de un santuario como Bethel, quizás duranteel trascurso del siglo VIII 2 . La separación de los reinos fuecausa de que las dos corrientes literarias siguieran siendo dis-tintas.

Pero no las conocemos en estado separado. En efecto, siconsultamos una tabla de textos yahvistas y elohistas (cf. pá-

ginas 152-153) observaremos inmediatamente que se trata defragmentos o pequeñas series de textos «J» y «E» que se vansucediendo y que están mezclados además con otros textos.Hemos de explicar esta situación, cuyo conocimiento descon-cierta frecuentemente a los profanos en la materia, pero queda muestras de ser preciosa para el estudio.

Cuando el reino septentrional hubo desaparecido, en elaño 722, y sus círculos religiosos y eruditos tuvieron que re-

plegarse a Jerusalén: el escrito o los escritos elohistas fuerontrasladados a esta ciudad. Se sentía allí una solicitud piadosae inteligente por las tradiciones. Ahora bien, muy pronto seobservó —sin duda alguna— dos cosas: los textos yahvistasy elohistas, separados, parecían incompletos. Por otra parte,contenían pasajes casi idénticos. Surgió la idea de convertirlotodo en una sola historia. Y el procedimiento parece habersido muy sencillo: como la trama general era la misma en

una y otra parte, bastaba hacer una selección, eliminar lospasajes repetidos y componer una historia continua, poniendoa continuación los conjuntos o fragmentos que se hubieranretenido de cada uno de los textos. Aunque indudablementenos priva de parte de ambas obras, tenemos razón para pensarque este paciente trabajo se llevó a cabo con competencia. Lo

1  Al gu no s exeg etas recientes su po nen incluso que la obra fuecomenzada en la época de Salomón.

2  Algunos se han preguntado s i e l punto de partida de las tra-diciones «elohistas» será tal vez el antiguo santuario de Silo(p. 109) , desposeído del Arca por Jerusalén (2 Sm 6) , y cuyossecardotes , dest i tu idos por Salomón (c f . 1 Sam 2 , 27-36;  3,  1 1 - 1 4 ;1 Rg 2, 27) , se habrían reagrupado en el Norte . Hay exegetas quepiensan que el Elohista es anterior al s iglo VIII .

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1 4 8 l a e r a p r o f é t i c a

la obra era originalmente más larga y más completa, el con-

junto de los fragmentos que se han conservado se presentacomo una gran secuencia histórica, desde el comienzo de lahistoria humana hasta la formación del pueblo israelita como«pueblo de Dios» en el Sinaí.

El Yahvista es un verdadero narrador popular, sencillo ydirecto, intuitivo y práctico, paciente y grave, pero cuya son-risa jocosa divertida e ironía sabrosa se adivina a menudo, deestilo unas veces pintoresco y otras conmovedor y de finura

psicológica deliciosa y de talento dramático verdaderamentenotable. Demuestra mucha solicitud por explicar los nombresde los personajes y lugares, el origen de los grupos humanosy de cierto número de santuarios (sobre todo los del medio-día palestinense). Pero estas preocupaciones no le han impe-dido abordar los más profundos problemas: los de la difícilcondición humana y de sus relaciones con Dios. El sentidode Dios, a quien hace admirablemente presente   3, y el sentido

del hombre, cuyo corazón y caminos conoce muy bien, handado al Yahvista una sorprendente penetración. Sería difícilnegarle un conocimiento de la verdad, superior a lo corriente   4.

Es célebre por haber escrito en parte 5  los primeros capí-tulos del Génesis. Su documentación no es personal suya:utiliza tradiciones de lejana procedencia, mitos babilónicos 6

y un folklore antiguo. Pero lo hace conforme a su fe, con laóptica de la religión de Moisés y de sus exigencias. Por otra

parte, tiene en cuenta la situación religiosa del ambiente enque vive: tentaciones de un baalismo corruptor que poneen peligro la pureza del Yahvismo, prácticas idolátricas de

1  Grac ias a una manera — sum am ente hum ana— de hablar deDios: manera que , con un término un poco bárbaro , se denomina«antropomorf ismo» (véase  Parole de Dieu,  p. 220).

1  Y si se responde que el Yahvista no hace más que ref lejar las

ideas corrientes en su ambiente, entonces es a Israel a quien hemosde reconocer un conocimiento excepcional de estas e levadas ver-dades.

5  Otra parte corre a cargo de la literatura «sacerdotal» poste-xí l ica. Es exactamente todo lo que falta en la enumeración de lap. 152 s.

6  Indica ciones geo gráficas, tem as míticos e incluso préstam osliterarios (tomados, para el Diluvio, del poema de Gilgamesh) hacenevidente esta observación por lo que se ref iere a Gn   1-11.

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LAS TRADICIONES ANCESTRALES 149

los cultos de fecundidad   7  en los lugares altos cananeos, que

tan atrayentes eran para los Israelitas. Las viejas leyendas,desmitizadas, sirven para denunciar las infidelidades a Yahvéen el plano de la fe y de las costumbres, para enseñar cuálesson las verdaderas relaciones que Dios quiso tener con loshombres y cuál es su «juicio», castigo del mal, pero no sinla esperanza y la promesa de la «salvación». Estos once capí-tulos están, además, visiblemente organizados y orientadospara servir de prefacio al verdadero propósito del Yahvista:

las selecciones étnicas, presentadas con sencillez, conducen aAbraham, con el cual comienza —propiamente hablando— laHistoria Sagrada.

Así, pues, la verdadera obra del Yahvista es la historia pa-triarcal y mosaica. Sus fuentes son frecuentísimamente he-braicas: tradiciones de familia, clanes, santuarios, regiones;cantos e historias que el recuerdo común conservaba en «estilooral»: recuerdo que se veía apoyado por la función —siempre

privilegiada— de la poesía y la música en las edades antiguasy mantenida además gracias a la fidelidad de las liturgias reli-giosas y de la piedad. Otra fuente: los  torot,  que han llegadoa hacerse tradicionales y que sin duda se encuentran ya agru-pados en colecciones o códigos más o menos importantes.

El Yahvista, al organizar las tradiciones por él retenidas,fue el primero en realizar una gran historia religiosa: la his-toria de la gracia de Dios para los pecadores, la historia de las

fidelidades de Dios en medio de las contingencias de la histo-ria, y que manifiesta su designio de salvación por medio delPueblo que se ha escogido. Un texto como el de Gn   12,  1-3bastaría para hacer del Yahvista uno de los más importantesmensajeros de la Revelación bíblica. El es, en resumen, elprimero cuya visión fue bastante poderosa para abarcar y do-minar siglos de historia, el primero —-por consiguiente— enmanifestar con vigor el «sentido de la historia» que parece

ser la nota propia de la profecía israelita. Es verdad que nose siente en él el severo exhorto y la constante exigencia de«autocrítica» que serán la nota dominante en la voz de los

7  Bajo el s ímbolo de la serpiente. Los descubrimientos arqueo-lógicos dan test imonio de e l lo ampliamente.

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1 5 0 LA ERA PROFÉTICA

profetas que han de venir en seguida. Pero el Yahvista, aun-

que es menos trágico que ellos, es en cierto modo su precur-sor, y probablemente no habría escrito si no hubiera tenidoun poco (como lo tendrán intensamente los profetas) el pre-sentimiento de una crisis y la voluntad de salvar, con lastradiciones que los expresaban, los valores esenciales de laRevelación hecha a los Padres y a Moisés.

El  Elohista  es también un narrador de calidad. Le debemos

prin cipalm ente : tres pasajes imp ortantes acerca de la historiade Abraham, gran parte de la historia de José, muchas de lasnarraciones de la salida de Egipto y de los acontecimientos delSinaí (véase p. 87, nota 19), el Decálogo y el Código de laAlianza (pp. 97, 112), el relato del asunto del Becerro deoro, el del motín de María y Aarón en el l ibro de los Núme-ros, así como también buena parte de la historia de Balaam.No se remonta tan alto —en el tiempo— como el Yahvista

ni posee nada sobre los «orígenes», pero conduce su historiahasta la víspera de la entrada en Canaán. Aunque acude a lafuente ancestral de las tradiciones hebraicas, utilizada de ma-nera semejante por el Yahvista, tiene además su documen-tación particular: está informado especialmente sobre lo quese refiere a Egipto, utiliza e inserta un conjunto de «torot».El interés de sus relatos se halla centrado generalmentesobre los santuarios de la Palestina septentrional. El es quien

narra la gran peregrinación por el desierto del Sinaí.El Elohista escribe de manera menos personal y viva que

el Yahvista. Su obra es, por otra parte, más «erudita». In-vestiga datos precisos acerca de los nombres, las fechas y eldetalle de las leyes. Mas no por eso esta obra carece de admi-rables páginas, como, v. g., las de Gn 22 y   45;  Ex 2, 1-15.

El Señor Dios está menos atrevidamente humanizado porel Elohista que Yahvé en la tradición meridional; y se halla

también más envuelto de misterio. Para expresar las «apari-ciones» divinas, el Elohista prefiere evocar sueños. Posee,por otra parte, un gran sentido de la «providencia» divina querige los acontecimientos, como vemos por ejemplo en la histo-ria de José. Este escritor, menos espontáneo que el Yahvista,tiene no obstante (en el sentido que hemos indicado) una re-flexión religiosa mas profunda y es —en cierto modo— más

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1 5 2 LA ERA PROFÉTICA

L O S T E X T O S « J » Y « E » E N E L P E N T A T E U C O

El cuadro siguiente sorprenderá quizás a los lectores no avezados.Si repasan el texto bíblico, observarán que la labor crítica ha llegadoa una extraordinaria fragmentación. Pero se darán cuenta, a l mismotiempo, de que esta labor se ha l levado a cabo con excepcionalesmero. Si no se la endurece demasiado con precis iones (que sefundan muchas veces en la conjetura) , podemos aceptar con con-f ianza sus resultados. Estos permiten rest ituir los textos a su am-biente histórico, y leerlos según su genio propio: lo cual es una delas condiciones prel iminares para l legar a entenderlos .

E L T E XT O YAH VIS T A

GÉNESIS

2, 4 b -25 .3,4,5,  29.

6,  1-8.7,  1-5, 7-10, 12, 16b -17, 22-23.8,  2b -3 a , 6-12, 13", 20-22.9,  18-27.10,  8-19, 21, 24-30.11,  1-9, 28-30.12,  1-4", 6-20.13,  1 -5 , 7 -1 Ia , 12"-18.15  mezc lado con E.16,  lb -2 , 4 -14 .

18.19,  1 -28 , 30-38 .21,  Ia , 2 a , 33.22,  15-18 , 20-24 .24,25,  1-6, 11", 18, 21-26», 27-34.26, 1-33.27, 1-45.28,  10, 13-16, 19.29, 2-14, 31-35.30,  3b -5 , 7 , 9 -16 , 24-43 .31,  1, 3, 46, 48-50.32,  3 - 1 3a , 22, 24-32.33,  1-17.34, 20-3,  5, 7, 11-12, 19, 25-26,

30-31 .35,  14 , 21-22a .36,  15-19 , 31-39 .

37,  3-4, 12-13, 14», 18b , 21,23 a , 25-27, 28", 31 a , 3 2 b -33 ,35.

38.39.40,  3b , 5", 15b .

42,  2 , 4b -7 , 27-28, 38.43,  1 -13 , 15-23a , 24-34.44,46,  28-34.47,  1 -6 , 13-27a , 29-31.49,  lb - 2 8 a .50,  1-11, 14.

EXODO

1, 6, 8-12.2,  16 -23a .3,  2 -4a , 5, 7-8, 16-20.4,  1 -16 , 19-20a , 22-31.5,6 1.

7, 14-18, 23, 25-29.8, 4- 1 I a , 16-28.9, 1-7, 13-21, 23 b -34 .10, 1-7, 13 b -19 , 28-29 .U , 4 - 8 .12,  21-27 , 29-30 .13,  3 -16 , 21-22 .14,  5-7, 10-14, 19-20, 21b , 24-

25 , 2 7 \ 30 -31 .15,  22-27 .16,  4-5, 15, 19-21, 29-30.

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1 5 4 LA ERA PROFÉTICA

bíblica, la posibi l idad de hacer anális is muy minuciosos y compara-

ciones múlt iples y poseer información seria de la historia , arqueo-logía, lenguas, l i teraturas y rel igiones antiguas. Nos contentaremosaquí con señalar los criterios de discernimiento más fáci les de des-cubrir. . . .

E l carácter frecuentemente d isconunuo de los textos es inmedia-tamente perceptible . Si suprimimos los t í tulos y subtítulos , quehan sido añadidos por los traductores, nos daremos cuenta mejor delas interrupciones bruscas. Compárese, por ejemplo: Gn 2, 4 y 2 , 5;4,  26 y 5, 1; 5, 32 y  6,  1 ;  10,  3 2 y  11,  1 ;  11,  9 y  11,  1 0 ;  11,  3 2y  12,  1 , e tc . Véase también: Ex  6,  8 - 1 4 ;  20,  1 7 - 1 8 ;  23,  1 9 - 2 0 ; N m

10,  2 8 ;  11,  3.Hay pasajes que se hallan por duplicado. Ejemplos de estos «do-b l e s » : G n  12,  10-20 y  20,  1 - 1 8 ;  28,  10-19 y  35,  9 - 1 3 ; E x  3-4  y6 - 7 ;  12,  1-3 y  12,  4 3 - 4 9 ;  22,  28 -29 y  34,  19-20. Las diferencias dedetal le , cuando las dos «tradiciones» ref ieren el mismo hecho o ex-ponen la misma ley, pueden ayudar para caracterizar a éstas .

El estudio del vocabulario y del est i lo faci l i ta también la c lasi-f icación de los textos. Cada «fuente» (J , E, D, P; estas dos últ imaslas encontramos más tarde) t iene sus palabras y giros propios. Y,as í , vemos que no se emplea indi ferentemente los nombres de

«Yahvé» y «Elohim» (de ahí la nomenclatura que se ha aplicadoa las tradiciones) , «amorreo» y «cananeo», «masculino y femenino» y«hombre y mujer», «Sinaí» y «Horeb», «Jacob» e «Israel». El est i lopuede ser más arcaico o más evolucionado, popular o técnico. In-cluso en una traducción, no es dif íc i l darse cuenta de que Gn  2,4-4, 25 forma un conjunto de una misma veta, que reaparece enG n  9,  19-27 y  11,  1-9 y luego en otros muchos s it ios . Algo pare-cido ocurre (y esta vez se trata del texto «sacerdotal» o P) con Gn 1,1 - 2 ; 4 ;  9,  1 - 1 7 ;  17;  etc.

Se trata de una convergencia de indicios . Es una labor inmensa,

complicada, que no se ha efectuado a la l igera ni rápidamente(cf.  Parole de Dieu,  p. 120) . L os resultados no son todos igualm entedefinit ivos. Algunos textos no podrían ser et iquetados s in maticeso vaci laciones. Por otra parte , los crít icos han proseguido su estudioy han intentado dist inguir varios «yahvistas», varios «elohistas» (J 1 ,J 2 , J 3 ; E 1 , E 2 , E 3 ) , etc . ; estas precis iones van s iendo cada vez másdelicadas y encuentran por tanto menor unanimidad en la aproba-ción de los especial istas . Pero en cua nto a las con clusio nes hab itua-les , de las que nos hemos de servir nosotros, existe sufic iente acuer-do entre los exégetas para fundar una seguridad práctica que seimponga a todo estudio serio del Pentateuco.

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m

L O S P R O F E T A S

La primera mitad del siglo VIII es una época cumbre en lahistoria de Palestina: apogeo del reino septentrional con Je-roboam II (785-745), feliz y esplendoroso reinado de Azarías-Ozías (790-739) en Judá \

La  situación  material del país es todo lo buena que se puededesear, por lo menos si nos atenemos a las apariencias. Existeimpresión de seguridad en las fronteras, tanto por parte delincapaz Egipto como por parte de Asiría, que no ha domeñadoaún a las regiones mediterráneas   2; e igualmente por partede los Arameos, que encuentran dificultades con sus vecinos.

En ambos reinos, el gobierno está sólidamente establecido,la administración funciona bien, los negocios marchan prós-peramente para los que los manejan. Los comerciantes, algu-nos de los cuales no temen entregarse a la especulación, yque sacan dinero de todo (incluso del comercio de esclavos),forman un grupo nuevo e importante en la sociedad palesti-

1  Las breves noticias de 2 Rg  14,  23-29 y  15,  1-6 no expresan

suficientemente la grandeza de estos dos reinados, que conocemosprincipalmente a través de las profecías de Amos y Oseas. La lec-tura de estos dos profetas nos permite trazar un breve esbozo dela sociedad palestinense de aquella época. No podremos hacermuchas referencias a los textos bíblicos. Nos haríamos interminables.Invitamos sencillamente a leer estas profecías. Son breves.

2  Hay, por lo demás, una especie de eclipse entre el reinado deAdadnirari III (p. 137) y el de Teglat-Phalasar III, a quien no tar-daremos en ver surgir.

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1 5 8 LA ERA PROFÉTICA

sabe hablar de justicia, y lo hace cuando la idolatría, el desen-

freno y el crimen se ostentan por doquier, cuando los respon-sables sacerdotes y reyes— precipitan la ruina del país. Perouna emoción embarga al profeta, y no la ocultan sus declara-ciones nerviosas. Con las palabras de la más terrible severidadse mezclan los acentos de la más honda ternura.

Oseas expresa en términos violentos, que rezuman experien-cia íntima (el profeta tiene que amar a una mujer que le esinfiel: Os  1-3),  el Amor de Dios hacia su Pueblo, la Alianza

de Yahvé con Israel. ¡Es un gran misterio nupcial, impreg-nado del drama de la traición desvergonzada de Israel y delas desdichas de su espantosa separación de Yahvé 6 . Vendránlos Días de su Cólera. Habrá que pasar por el aniquilamiento.Mas para revivir. Porque, aunque el Amor divino es exigentey terriblemente «celoso», es superior a todo, incansablementefiel, convida sin cesar a la conversión y perdona con mise-ricordia. Ahora se sabía ya cómo amaba Dios.

Nadie había hablado aún de esta manera. El pensamientoreligioso de Israel ha llegado a la cumbre. El Espíritu deYahvé se comunica abundantemente. Mientras Oseas se dirigea los Efraimitas, Judea y Jerusalén van a ver surgir a su másinsigne profeta.

Erase el año 739. En el Templo, en una manifestación desu «santidad», Yahvé se revela a ISAÍAS y le destina para sumisión: misión de amenaza para un pueblo endurecido, pero

6  Concebir la Al ianza entre Dios y su Pueblo como un matr i -monio es algo que armoniza plenamente con la revelación del Sinaí(p. 88, n. 10). A Oseas (a quien su vida privada se le revela como devalor s imbólico) , le corresponde expresarlo por vez primera, y porc ierto de l m odo más v igoroso . ¿Será só lo una imagen? ¡M uc ho m ás

Se trata de la única unión conyugal que puede l legar a ser perfecta.(San Pablo, que debía dar la últ ima formulación a esta idea, sugieresuf ic ientemente que e l matr imonio humano es part ic ipac ión dela unión entre Dios y su Pueblo: Ef 5 , 22-33) . Semejante amor deDios hacia los hombres da dramatismo a la historia . No nos permi-t imos todavía la l ibertad de meditar este misterio: e l más profundode la Biblia . Pero desde ahora conocemos ya el corazón de Dios.Y jamás podremos olvidar lo que El nos ha revelado íntimamentesobre s í mismo.

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LOS PROFETAS 1 5 9

tam bién de con fianza en la salvación qu e vien e d e D ios (Is <5,

1-13).Aquel a quien el Señor ha escogido esta vez, no es una per-sona del campo, sino de la ciudad, un aristócrata de naci-miento, que posee esmerada educación y gran cultura. Podrátratar en plano de igualdad con las personalidades mas im-portantes de Jerusalén. Pero esta figura de noble carácter nopor eso será menos el abogado de las gentes humildes (Is  3,14, 15;  10,  2 ;  11,  4 ;  14,  30, 32;  29,  19;  32,  7). Denunciará

inflexiblemente los vicios y las injusticias, defenderá a loshumildes y a los oprimidos y recordará a todos lo que signi-fica vivir «según Dios». Isaías se pone en contra de todo loque es engañoso y huero. Como Amos y Oseas, como su con-temporáneo Miqueas, Isaías critica duramente el camuflajede una religión hipócrita, al mismo tiempo que predica lajusticia social y la caridad con todos 7 .

Su pensamiento, de soberana pujanza, puede abarcar las

mayores cuestiones. Posee un sentido elevadísimo del bienpúblico y un verdadero genio político. Veremos cómo esa ele-vación de miras procede de su fe, que domina y sobrepasatoda poh'tica. Y, sobre todo, tiene un alma intensamente re-ligiosa. Su percepción del Dios «Santo» es incomparable, yha condicionado todo su mensaje (Is 2, 10-21; 5, 16;  6,  3 -5 ;8,  1 3 ;  12,  4 -6 ; 29 , 23 ;  30,  3 0 ;  33,  21).

Isaías, que era ciudadano de Jerusalén, no dejó nunca de

compartir la vida de su pueblo, que él consideraba como trá-gica. En el nombre de Dios se entregó plenamente, cuandohubo llegado la hora de los más temibles peligros.

Mientras Teglat-Phalasar se halla retenido al Norte deAsiría por los Urartus, se forma en contra suya una confede-ración que agrupa —en torno a Rezón de Damasco— a losreyes de Gaza, Samaría, Sidón, Tiro y Arabia, con el apoyo

7  Isaías debió de nacer hacia e l año 765. Sus primeros oráculosse leen en los c inco primeros capítulos de la compilación que l levasu nombre (Is 2 , 1-5 es , s in embargo, problemático. Este pasajereaparece casi l i teralmente en Mich  4,  1-4) . Hay que releer prin-cipalmente e l admirable capítulo 1 . El «canto de la viña» (Is 5 ,1 -7) es también muy cé lebre .

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LOS PROFETAS 1 6 3

Baladan, en 721, el cual consigue restaurar por algunos años

a ana Babilonia independiente  15

.Assur se pone en camino para un gran circuito de repre-

salias. Después de haber derrotado a Egipto y sometido a losrebeldes del Sur palestiniano, el ejército de Sennaquerib (705-681) acampa al pie de los muros de Jerusalén, la cual noquiere ceder, a pesar de las instancias de rendición que se ledirigen con amenazas. Sin embargo, la situación de la ciudades humanamente desesperada. Pero Isaías sigue estando con

su pueblo y exige —como treinta años antes— que nadie sealtere. Esta vez le prestan atención. E, inopinadamente, elenemigo levanta el campamento: la Ciudad santa está salvada(2 Rg  18,  13 -31;  19,  1 -36; I s  36-37)

Tal es la fe que predica el gran profeta de Jerusalén: lasalvación viene de Dios (Is 7, 9;  8,  17 ;  10,  2 0 ;  12,  2 ;  22,

10-11;  28,  16;  30,  15;  31,  1). Y no se trata solamente del ase-dio de Jerusalén. El Pueblo de Dios correrá otros peligros; cri-sis y catástrofes no se le escatimarán; la desgracia es un castigoque debe purificar y conducir a la conversión. Dios quieresalvar a los hombres sobre las ruinas de su orgullo y desus pecados (Is 2, 6-22). Los abandonos y las apostasíasserán masivos; las hecatombres también. Pero Dios se reservasiempre un «resto», una minoría de apariencia débil y «po-

bre» (p. 173). De este humilde Resto saldrá un pueblo nuevoy su Rey perfecto, salvador y «Dios-con-nosotros».

Isaías es siempre grandioso y elevado. Su pensamientocontribuirá excepcionalmente a dotar a Israel de una teologíapura y exigente. En la recopilación de sus palabras hay de-

1 5  La embajada de Merodach-Baladan al rey de Judá, y la en-fermedad de Ezequías, son anteriores al asedio de Jerusalén porSennaquerib, a pesar del orden de los capítulos  18-20  de losReyes. Hay que invertir , igualmente, e l orden de Is  36-37  y  38-39.

1 6  Hay dos re latos de l mismo hecho que se entremezc lan en es taspáginas. El «ángel de Yahvé», de 2 Rg  19,  35, es la circustanciaexcepcional , que es tá en manos de Dios , indudablemente una epi -demia, que asoló e l campamento asir io , y le obligó a abandonaraquellos lugares.

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164 LA ERA PROFÉTICA

claraciones sobre la «santidad» de Dios, sobre la humildad y

la sinceridad de una actitud verdaderamente religiosa, sobrela fe, sobre el Mesías: frases que los siglos no cesarán ya demeditar. Y todo esto se expresa en una lengua magnífica:la más bella que se haya hablado jamás en Israel, con imá-genes felices y nuevas, con un estilo de altos vuelos, sobrio,límpido y vigoroso.

Isaías habló a lo largo de cuarenta años. Aquellos oráculos

suyos que fueron recogidos y conservados componen —concierto desorden —la mayor parte de la primera mitad del libroque lleva el nombre del profeta   i r .

Isaías tuvo discípulos. Otros profetas heredarán su espírituy prolongarán su acción. De suerte que, según un procedi-miento que veremos que se hace corriente en Israel, la obrade Isaías se irá incrementando con el tiempo y recibirá nu-merosas añadiduras, principalmente durante el siglo del Des-tierro babilónico.

El autor de un pequeño grupo de oráculos que tienen mu-chas afinidades con la colección isaica, MIQUEAS, dirigió laPalabra de Yahvé a sus compatriotas, en tiempo de Joatam   l a ,e incluso en la época que siguió a la caída de Samaría. De-fensor de los humildes (Mich 2,  2; 3,  2-3, 11), denunciador

de las culpabilidades públicas (Mich  3,  1-12), este campesinovaleroso como Amos y clarividente como Isaías, que descubreen los acontecimientos «justicias» de Yahvé, y que sabe queel destino difícil, pero excepcional, de Israel atraviesa y poneen tensión a la Historia, es también capaz de mostrar —en uncielo lleno de tormenta— los rayos de luz pura de la mara-villosa bondad de Yahvé. Hace que todos vislumbren unarenovación, una restauración del Pueblo de Dios, bajo la guía

1 7  Se exceptúa de es to: 2 , 1 -5;  13,  1 -14 , 23 ;  19,  1 8 - 2 5 ;  21,1 - 1 0 ;  23,  1 5 - 1 8 ;  24-27; 34-35.  Vo lvere m os a encontrar estos pasajes .

1 8  Que re inó únicamente de 739 a 735 , pero que durante unadocena de años había ejercido ya las funciones reales en lugar de supadre que había contraído la lepra (2 Rg   15,  15, 33).

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LOS PROFETAS 1 6 5

deí «hijo de David», «príncipe de la paz» (Mich   4,  6 -1 3 ;

5,  1 - 5 )

1 9

. Miqueas no es quizás un iniciador. Pero la ense-ñanza profética recibe de él una expresión límpida. Resumien-do a Amós, Oseas e Isaías, supo condensar en una fórmulaimperecedera (Mich 6, 8) el programa de la verdadera vidasegún Dios.

1 9  Los s iguientes pasajes parecen no ser de Miqueas , s ino habers ido añadidos en t iempo de l Dest ierro o más tarde todavía: Mich   2,1 2 - 1 3 ;  4,  1 -5; 7 , 8 -20 .

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1 6 8 LA ERA PROFÉTICA

Natán, Ahías, Semeías, Jehú, Miqueas, Holda, Hananí, Elie-

zer (1 Sm   3,  20 -21 ; 9 , 6 ; 22 , 5; 2 Sm 7 , 2- 4;  12,  1 ;  24,  11;1 R g  1,  2 2 ;  U,  2 9 ;  12,  2 2 ;  16,  1; 22, 8; 2 Rg 22, 14;2 Chr  16,  7 ;  19,  2 ;  20,  37). Algunos permanecieron anóni-mos; y se les l lamó simplemente «hombres de Dios» (1 Sm 2,27 ; 1 Rg  13,  1;  20,  28). Podemos suponer que hubo tambiénotros profetas, de los que no nos hablan los textos. Entre estosvidentes o profetas (la designación ha evoluciona do: 1 Sm 9,9) hay algunos que ejercieron un profetismo oficial cerca de

los reyes; otros surgían como mensajeros improvisados de unacomunicación divina.

Y he aquí que ahora llegamos precisamente a una  concep-ción superior,  m'tida y esencial, del profetismo: de ese pro-fetismo que caracterizó tan excepcionalmente a Israel y quees propiamente bíblico. Profetizar es hablar en nombre deDios y al Pueblo de Dios 4 .

Aquellos que acabamos de mencionar según las fuentes bí-blicas, lo mismo que Elias y Eliseo, conocidos por los relatosdel libro de los Reyes (pp. 141-143), no escribieron, por lomenos que sepamos nosotros. Y, así, se distinguieron y seña-laron de manera más particular todavía los profetas cuyas pa-labras se conservaron por escrito. Se les llama a menudo«profetas-escritores». Más comúnmente todavía, a ellos es aquienes se llama —sin otro calificativo— «los Profetas» de

la Biblia. Su obra constituye una de las grandes secciones delLibro santo. Son diecisiete  5, desde Amos al Segundo Zaca-

4  Prophétes,  griego, viene de  pro-phánai:  «hablar por algu ien»,«hablar en lugar o en nombre de alguien». Los profetas no son,pues, necesaria ni primordialmente «predecidores» o «predictores»,son predicadores.—La palabra hebrea « nab i» (plural:  nebiim)  es

de et imología más oscura, no cierta. Pero su empleo f ija bien susentido, traducido acertadamente por la palabra griega. Para explicareste sent ido , véase: Ex  4,  16 ; 7 , 1 -2 ; D t  18,  18; 2 Sm  23,  1 - 2 ;Is  51,  16; Jer  1,  9 ;  15,  19.

5  No contamos a los autores anónimos de pequeñas secc iones ode oráculos ais lados (como Is  13-14  ó  24-27,  por ejemplo) ni a Danielo Baruc, que s ituaremos en otro lugar. Pero contamos al Segundoy al Tercer «Isaías» y a un Segundo «Zacarías»  (Parole de Dieu,pp. 194-197, en donde puede verse la enumeración cronológica) .

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LA PALABRA PROFÉTICA 1 6 9

rías, desde el siglo VIII al IV. Serie extraordinaria, fulgurante,

única en la historia del mundo.Así, pues, los profetas son esencialmente los mensajeros,los intérpretes, los  portavoces de Dios.  Una expresión queellos repiten sin cesar, sirve muy bien para caracterizarlos:«Así habla Yahvé». Son predicadores que afirman que susdeclaraciones son la Palabra de Dios, y que han sido enviadosprecisamente para dársela a conocer a su pueblo.

¿Cómo se les reconoció? ¿Por qué la gente les escuchó y

les dio crédito? Pues no faltaron nunca «falsos profetas».Estos son de dos clases: los profetas de una religión distintade la de Yahvé, profetas de Baal, de los ídolos, de los diosesextranjeros (1 Rg  18,  19-40; 2 Rg 3, 13; Jer 2, 8; 23, 13);y los profetas que pretenden hablar en nombre de Yahvé,pero que no parecen haber recibido de El el mandato, sinoque hablan «según su propio corazón» (Is 9, 14; Mich 3, 5,11; Jer  5,  13, 31;  6,  13;  14,  14; 23, 14, 16-18; 27, 9-15;

28,  8-9, 15; 29, 8-9, 31; Ez  13,  1-10, 17-23; 22, 28). Losprofetas que tienen conciencia de haber recibido una misiónexpresa de Dios tendrán que sostener una lucha incesantecontra estos falsarios, contra estos iluminados, o simplementecontra estos políticos cortesanos de palabras fáciles y compla-cien tes (véase, en particular: 1 R g 2 2 y Jer 26 ). Parece q ueun certero instinto permitió a los Israelitas —por lo menosa los mejores o a los más fieles— reconocer a aquellos que

Yahvé enviaba verdaderamente. Por lo demás, el testimoniode su vida personal y de su fe era una prueba más que su-ficiente. Además, una teología del profetismo (Dt  18,  15-22)no tardó en advertir que la realización de predicciones he-chas por un profeta —de predicciones, pues, a corto plazo—era ordinariamente un buen criterio de discernimiento y ga-rantizaba la autenticidad de sus demás palabras (1 Sm 2, 34;2 Sm  12,  10 -15; 1 Rg  13,  3 - 5 ;  14,  10-18; 2 Rg  19,  29 ;

20,  10-11; Is 7, 14-20; Jer  28,  16-17; Am 7, 17). El profeta,por su parte, está tan seguro de haber sido llamado por Dios(Am 7, 15; Is 6, 9; Jer i , 5-10; Ez 2, 3;  3,  10-11), que aveces siente disgusto y desagrado ante aquella misión y sequeja de ella (Am 3, 8; Jer  20,  7-9; Ez 3, 14).

Por lo demás, su misión es difícil e ingrata. Y lo es tantomás, cuanto que el profeta va a menudo en contra de la co-

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LA PALABRA PROFÉTICA 171

que permanece firme e intrépido en la fe: una fe que no

comparten igualmente aquellos a quienes él se dirige. Su in-serción en la baraúnda de los acontecimientos no le nublala vista. Sabe muy bien que, a pesar de las apariencias, Diosno falla nunca.

Dios suscitó a los grandes profetas, cuando las cosas co-menzaban a ir mal, cuando la sociedad se corrompía profun-damente, cuando los superiores y los guías no cumplían sumisión, cuando las masas populares entraban por el camino

de su perdición. La era profética corresponde a un períodode infidelidad y crisis. Esto explica que los profetas se pre-senten tan a menudo como los censores de la conducta deunos y otros, con palabras muy duras y muy violentas vitu-peraciones   9. Descubren y denuncian los males y sus causas,las responsabilidades colectivas e individuales, todas las ex-torsiones al Derecho. Se hacen cargo —valerosa e incansable-mente— de la defensa de los minoritarios y oprimidos. No

tardan en considerar al pobre como amigo de Dios, comoaquel a quien se promete especialmente la salvación.

Si los profetas proclaman las exigencias de Dios o anunciansus rigores, es que Israel es el Pueblo de Dios; y a su vocaciónexcepcional de Pueblo de Dios debe corresponder una fideli-dad profunda a su Señor (Am   3,  2 ; Os  11,  1-4; Is  1,  2 -4 ;5, 1-7; Jer  2,  2-3, 12-13, 21; Ez  16).  La predicación proféticaestá haciendo referencia constantemente —de manera explí-

cita o implícita— a la Alianza entre Yahvé e Israel: acto debenevolencia especial por parte de Dios, disposición que sitúaa Israel ante Dios y le une con El, ambiente de vida cuyasnormas son la santa Torah y que instaura relaciones fraternasentre los miembros del Pueblo santo. La revelación sinaíticala hicieron más profunda los profetas. La Alianza de Dioscon su Pueblo es un matrimonio de amor (Os  1-3;  Jer  2-3;31;  Ez  16;  Is  54; 62).  De ahí que los profetas, en nombre del

«celo» de Dios, puedan hablar de traición y perjurio, de adul-terio y prostitución, no sólo cuando el culto religioso ha lle-

9  Por este m otivo , es abso lutam ente indisp ensab le s ituarlos enla historia , y conocer por tanto esa historia , hasta en sus menoresdetalles.

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1 7 2 LA ERA PROFÉTICA

gado a hacerse hipócrita y embustero, sino también en pre-

sencia de las injusticias sociales. Pero ahí también reside elsecreto de un lenguaje de infinita ternura, de las conmove-doras llamadas que Dios dirige a la esposa «infiel», la perpetuaproposición de una conversión, del perdón, de la renovaciónde la Alianza.

Los profetas comprendieron con tanta exactitud las diversassituaciones de la historia, por su  visión  plenaria  de la historia,

tanto de sus fuentes como de sus consecuencias. El pasado locomprenden en función de la Elección de Israel. En cuantoa los hechos, descubren su significado por su inserción en elDesignio de Dios. Tal es la razón que hará que, más tarde,se clasifique los libros de Josué, de los Jueces, de Samuely de los Reyes entre los «profetas anteriores» (véase   Parolede Dieu,  pp. 192-193). En este sentido pudimos decir tambiénque el Yahvista y el Elohista participaban del don de la pro-

fecía (pp. 149-151). Las viejas «confesiones de fe» de Israelfueron sin duda los más antiguos esbozos de semejante manerade hablar de la historia (p. 113), y, con esto, nos remontamoshasta Moisés, cuyo genio —iluminado por Dios— debió deser el primero en concebir el destino excepcional que se con-cedía a su pueblo. Ahora, con los maestros del pensamientoinspirados por Dios, este género de visión y explicación dela historia se afirma con tal vigor y claridad, que los profetas

del siglo VIII son reconocidos comúnmente como los creadoresde la noción de historia   10.

Los problemas de la actualidad, que son los que máspreocupan a los profetas, no son concebidos —en definitiva—sino dentro del gran surco de la historia. Tal es la nueva con-cepción —propia de Israel—del profetismo: una intel igenciadel tiempo cuyo curso es único e irreversible ( Par ole de Dieu,pp. 160-161), el sentido de una progresión dramática de la

1 0  Her odoto ( s ig lo V) so lamen te pued e ser cons iderado com o«el padre de la historia» en el caso de que, por una parte, olvi-demos que los profetas son anteriores a é l , y , por otra, l lamemos«historia», no a lo que procede de una vis ión orientada y coherente,s ino sencil lamente a un reportaje o panorama de acontecimientos.

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LA PALABRA PROFÉTICA 1 7 5

a la memoria. Pero, más frecuentemente, sin duda, la redac-

ción se efectuó al margen de la acción, al margen de la pre-dicación. Los profetas anteriores al Destierro no parecen ha-berse dedicado muchas veces a escribir (véase, no obstante,I s S , 1 ;  30,  8). Sus palabras serán retenidas1 2  probablementepor discípulos o por ambientes proféticos, y serán consignadaspor escrito —más o menos rápidamente— en papiros o per-gaminos. Con Jeremías asistimos ya a una verdadera redacción(Jer  36).  Después del Destierro, hubo mayor preocupaciónpor escribir las profecías. La segunda parte de la colecciónde Isaías (caps.  40^66),  por ejemplo, es ante todo una com-posición literaria.

En las colecciones proféticas se encuentran toda clase degéneros literarios: narraciones, diálogos, alegorías, parábolas,sentencias, oraciones, salmos, himnos y cartas. El tono varíaincesantemente: llamadas, recriminaciones, exhortaciones, sú-plicas, consejos, promesas. Los oráculos de los profetas, que

son textos primeramente hablados o compuestos para serlo,fueron escritos frecuentísimamente en «estilo oral», es decir,en lenguaje directo, movido, henchido de emoción, cuyo des-arrollo es plenamente psicológico: un estilo nacido de la vidamisma del profeta y marcado por ella. Este lenguaje se resien-te, pues, de las condiciones particulares de la proclamaciónprofética, de los orígenes y carácter de la persona inspirada,de su temperamento, cultura y gustos. Ahora bien, observa-

mos que personas tan diferentes como el rudo Amos, el aris-tócrata Isaías, el sacerdote Ezequiel, fueron llamados al pro-fetismo. Todos estaban, además, más o menos dotados parala expresión de la palabra. Y la lengua hebrea, por su parte,iba evolucionando hasta alcanzar su perfección en el si-glo VIII, para ir perdiendo luego vigor y belleza después delDestierro. De ahí que exista gran diversidad en la literaturaprofética.

Los escritos de los profetas fueron conocidos primeramentey circularon en fragmentos muy breves, escritos en rollos u

1 2  Más de c ien años después de Miqueas , hay todavía personascapaces de c itar de memoria algunas de sus profecías (Jer   26,  18y M i c h  3,  12).

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1 7 6 LA ERA PROFÉTICA

hojas que constituían pequeñas recopilaciones o libritos. Estos,

que a veces no estaban terminados, o que a veces se hallabantroncados o divididos, fueron reunidos ulteriormente, sin queapenas sepamos cómo. De un trabajo de «edición» de estaclase, resulta una presentación parcialmente artificial, ciertafalta de coherencia. Esto es muy sensible especialmente enOseas, Isaías, Jeremías y Ezequiel. Como numerosos oráculosfueron desplazados, separados de las indicaciones iniciales odel contexto explicativo: su situación histórica real es difícil

de reconstruir. Las adiciones y glosas vienen a complicar to-davía más el trabajo. Pero los resultados de este trabajo sonextraordinariamente enriquecedores: vamos asistiendo, épocapor época, a los diferentes estadios de la reflexión profética.Los ahondamientos, las reinterpretaciones, las prespectivasnuevas son otros tantos indicios de la asombrosa fermentaciónque el Pueblo de Dios debió a sus profetas.

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V

E S C R I B A S Y C A N T O R E S

La caída de Samaría, en el año 722, puso fin a la existenciadel reino septentrional de Israel, y acrecentó con ello la im-portancia religiosa de Jerusalén. Entre las personas que nofueron deportadas por el ejército asirio: las más fieles a

Yahvé, a las tradiciones y a la Torah tuvieron que replegarsehacia la Ciudad santa y el territorio de Judá. Así ocurriócon cierto número de sacerdotes y letrados.

De este modo se pudo recoger la obra a la que damos hoydía el nombre de «Elohista» (pp. 145-146), y que los escri-tores de Jerusalén no tardarán en añadir a la obra paraleladel «Yahvista».

Otra obra, que no aparecerá como tal sino al cabo de unsiglo, podría muy bien haber comenzado en tiempo de Eze-quías. Se habría desarrollado en parecidos medios literarios,a partir de tradiciones antiguas conservadas hasta entoncesen el reino del N or te \ Se trataba de viejas «leyes» , tes ti-

1  En cuanto a la composición del Deuteronomio, adoptamos aquíla explicación aceptada hoy día comúnmente por los autores mo-

dernos. T ales son, por ejemp lo :B A R O N ,  Histoire d'Israël,  trad. Nikiprowetzky, t. I (P.U.F., 1956).C A Z E L L E S ,  Le Deutéronome,  en la «Bib le de Jérusalem» (Cer f,

1950).C A Z E L L E S ,  La Torah ou Pentateuque,  en  R O B E R T - F E U I L L E T ,  In -

troduction à la Bible,  t. I, Desclée et Cié., 1.a  éd., 1957; 2.a  éd.,1959; pp. 277 ss.

DHORME, en su «Introduction»,  Bible de la Pléiade,  t. I, Paris1956.

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ESCRIBAS Y CANTORES 179

narios de la cancillería oficial (mencionados en 2 Rg  18,  18)

se encargaban periódicamente de poner al día los documen-t o s 5 . Sin ellos, ¿qué sabríamos de estos cuatro siglos demonarquía? Veremos cómo fueron util izados por el autor dellibro de los Reyes y por el Cronista.

En este mismo ambiente gubermanental y l iterato, encon-tramos a los escribas o «sabios». El  L I B R O D E L O S P R O V E R B I O S

los llama «los varones de Ezequías», y señala que a ellos se

debe el mérito de haber «trascrito los proverbios de Salomón»(Prov  25,  1 )8 . Su labor no se limitó a recoger. Sin duda lesdebemos a ellos, y a sus colegas de toda la época monárquica,mucho más que a Salomón mismo (p. 129).

Estos «personajes del rey», que son escribas al estilo egip-cio (p. 32 s), forman parte de los cuadros de la administracióny sostienen el poder. Por lo demás, fomentan el ejerciciojusto de este poder, y su ordenación al bien común. Al ladode los legistas especializados en «cosas sagradas» y del clero,defensor nato de las tradiciones y del culto litúrgico; al ladode los profetas de palabras libres e imprevisibles, que orques-taban las tempestades de Dios sobre un mundo que necesi-taba salir de su modorra y ponerse en guardia: estos escribas,de buenas familias pero también de buen sentido, que ocu-paban un buen puesto en la sociedad pero que tambiénestaban al tanto de todas las situaciones y procuraban escu-char a sus contemporáneos, incluso a los más humildes,fueron los preceptores prudentes y sólidos de un Israel quehasta hace poco era todavía inculto y duro.

5  Tenemos una prueba sens ib le de es to en lo que concierne aElat , c iudad ribereña del Golfo de Aqaba, que fue reconquistada

por los Edomitas hacia e l año 850 (2 Rg 8, 22: «hasta este día») ,recuperada por Judá hacia e l año 790 (2 Rg  14,  22) , y que pasónuevamente a los Edomitas hac ia e l año 735 (2 Rg  16, 6  «hastaeste día»),

6  El texto d ice: «He aquí o tros proverbios de Sa lomón. . .» Conello se ref iere no sólo a la colección s iguiente (Prov  25-29,  s inotambién a otras sentencias, v.g. las que integran los capítulos  10-22.

Entre ambas colecciones hay otras «palabras de sabios» que noson relacionadas con el nombre de Salomón.

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180 LA ERA PROFÉTICA

Escriben en una forma l iteraria traducida con bastante

inexacti tud —o al menos con excesiva parcial idad— por elvocablo «proverbio». El término hebreo  mashal  (en plural:«meshal im») designa toda una variedad de expresiones delpensamiento y de maneras de hablar, cuyos dos polos parecens e r  —por una parte— el refrán breve, sentencioso o picante,con sabor de lenguaje popular, y —por otra— cierta formaerudita y culta de la máxima, del «pensamiento», de la sátirao en general de la enseñanza. A esta segunda clase de «mes-

hal im» pertenecen los grandes escri tos sapienciales de la épo-ca postexíl ica. El l ibro de los Proverbios no es todavía másque una copi lación de breves sentencias independientes   7. Silas leemos, podremos sacar la impresión de que su   sabiduríaes sobre todo de caráter realista, muy poco «aventurera».Algunos dirán incluso que es de cortas miras y muy intere-sada. Desde luego, estos sabios no se sienten arrebatados porla vehemencia subl ime que anima a los profetas . Sin embargo,

t ienen la misma fe que el los . Y, aunque son más pacíf icos ,aunque sus ambic iones parecen más modestas : su vo luntades la misma. Y esta voluntad consiste en hacer que el Pueblode Dios viva de acuerdo con su Dios . Estos observadoresclarividentes, estos moralistas exactos y reservados, viven losmismos t i empos di f í c i l es , v iven —como quien dice   8 — en uncl ima «isaico», y en el mismo s i t io que los fogosos portavo-ces de Yahvé. Todos estos hombres , sacerdotes , profetas ,

escribas, se conocen, se reúnen, se hablan en Jerusalén; sonamigos y compañeros de la lucha por una misma causa: lacausa de Dios, y la causa de los amigos de Dios, los «pobres».Sólo que los «escribas inspirados» no se sienten con vocaciónpara contemplar y anunciar la Historia. Conscientes de lasituación concreta y deseosos de remediarla en las condiciones

7  Este libro contiene solamente  meshalim.  Pero no es el únicolibro bíblico que los contiene, aparte de la literatura sapiencial.H ay m uchos «meshalim» en el fon do literario más arcaico, de Israel(cf. p. 113). Se encuentran algunos en las colecciones proféticas,y muchos en los Salmos.

8  ¿Cómo no comparar con Isaías algunos pensamientos como losde Prov  21, 22, 31,  y tantos otros que hallaremos diseminados portodo el libro?

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ESCRIBAS Y CANTORES 181

presentes, con voluntad de hacer lo que sea posible más bien

que de aspirar a algo demasiado alto, o de abrigar ilusioneso sueños: dan consejos inmediatamente prácticos, cuya apli-cación será ya una reforma y un comienzo de renovación.

Su empeño por tomar como base la experiencia, su mode-ración, su sentido de la sinceridad y fidelidad, del respeto alprójimo y de la integridad, la delicada benevolencia que estánfomentando sin cesar: todo esto hace que sus consejos seanadmirables invitaciones a examinarse a sí mismo y enmen-

darse. Han contribuido poderosamente a formar la concienciade Israel, y el espíritu que Dios quería para este Pueblo   9.En los Proverbios, la fe en la justica de Dios se expresa

siempre de esta manera, poco más o menos: practicar el bienes ser feliz (el «camino de los justos»), cometer el pecadoconduce a la desgracia (el «camino de los impíos»). Tal vezse experimentará algún día que las cosas no son tan sencillas,y que la existencia real plantea problemas que no pueden re-

solverse de esta manera. Sin embargo, esta doctrina es unabase elemental y sólida para la moral. Encierra un optimismode fondo, que parece ser una de las notas del alma que Diosha querido infundir en su pueblo. Ayudará a Israel paramantenerse en pie durante las horas de grandes crisis. Lafórmula —invertida— proporcionará explicaciones, por lom enos inm ediatas: Si no hay m ás felicidad, es que no sepractica más la justicia; el castigo aparece como la consecuen-

cia del pecado; y la adquisición de conciencia del pecado,en un «corazón contrito y humillado», es el primer acto dela «conversión». Los profetas hablan de la misma manera.

Esta forma de moral sencilla y sólida, volveremos a encon-trarla en los representantes de la corriente de pensamientollamada «deuteronómica».

Este giro de pensamiento no se halla ausente de otra lite-

ratura de la que no hemos hablado desde el tiempo de David

9  Si queremos contemplar rápidamente algunas de las «perlas»del l ibro de los Proverbios, recorramos los s iguientes lugares:  11,2 ;  15,  8 ;  16,  2 0 ;  20,  9 ;  21,  3 ;  22,  2; la serie  16,  1-9; y , acercade la ident i f icac ión de l pobre con Dios:  14,  21 , 31 ;  17,  5 ;  19,  17;22, 9, 22-23.

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182 LA ERA PROFÉTICA

(p. 127), pero que no cesó de desarrollarse durante el período

real.Desde la aurora de su historia, Israel tuvo siempre el

gusto y el don de cantar. Tenía alma épica y ardiente. Suespíri tu rel ig ioso encontraba expresión en himnos, laudes , sú-pl icas . Y, con el t iempo, con la experiencia y las pruebas,su corazón se iba haciendo más profundo. Los mejores cantos ,s in duda alguna, fueron obra de grandes f ie les , de inspiradosfervientes y piadosos , de sacerdotes , de profetas (encontra-

mos precisamente algunos en las colecciones de oráculos) .Pero, entre los  S A L M O S  que nosotros conocemos, e .d. entrelos Salmos conservados por la tradición, ¿cuáles son antiguos?

No hay nada tan dif íc i l como datar unos poemas que notienen vinculación (o , por lo menos, no la t ienen muy precisa)con acontecimientos históricos   1 0, que pudieron ser re-escritoso completados en otra época dist inta, y que han s ido desl i -gados de sus circunstancias particulares por el uso común

y l i túrgico. Parece que algunos Salmos, como el Ps  110  yla segunda parte del Ps  24,  se remontan a los t iempos deDavid. El Ps 29 (Yahvé tonante) es muy antiguo. Otros fue-ron compuestos durante el período monárquico, s in que po-damos dar precis iones . La época de Ezequías , que es la delos primeros grandes profetas , fue ciertamente muy favorablepara el desarrollo de la poesía sagrada. Lo mismo digamosde la época de Josías (el úl t imo tercio del s ig lo VII; l lega-

remos a él en las páginas s iguientes) , en que aparecen grandesprofetas (Jeremías es , como quien dice, un salmista espon-táneo) y el culto de Jerusalén es restaurado con todos loshonores

En estos cantos se expresa el alma religiosa del Puebloescogido. Exaltan al Señor Yahvé: Ps  8; 29; 89  (vv . 1 -19);

1 0  Lo s t í tu los , sobreañadidos , son frecuen t ís imam ente anotac io-nes hechas ulteriormente, cf . p . 127, nota 6 .

1 1  Los salmos citados en el párrafo s iguiente son consideradoscomo de la época real , en virtud de estudios crít icos serios (unode los mejores y más recientes , en francés, es e l de   P O D E C H A R D ,Le Psautier,  sobre los Ps 1 - 75 ; 76-9 9;  110;  publicado por lasFacultades catól icas de Lyon en 1949 y 1954); pero, en cuanto aesta datación, no podría haber posición rigurosamente f irme yafirmaciones absolutamente seguras.

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ESCRIBAS Y CANTORES 1 8 3

104.  Celebran los grandes acontecimientos de la historia:

Ps  18-, 46; 47; 60; 68; 76; 78; 80.  Ensalzan a la Ciudadsanta o al Rey mandado y bendecido por Dios: Ps 2;  20;21; 48; 72.  Traducen la piedad de los sacerdotes y de losf ie les: Ps  42-43; 61; 63; 81; 84.  Alimentan el repertoriocoral de las ceremonias del Templo y de las procesiones:Ps  24  (vv . 7-10);  46; 48; 68.  La liturgia constituye, enefecto, el origen de muchos cánticos, oraciones e himnos. Ygracias a ella se conservaron. Por esto mismo han llegado

hasta nosotros, que continuamos cantándolos y recitándolos,y nos asombramos de su lozanía, de su vigor, de su perpetuaactualidad. Gracias a los Salmos experimentamos íntimamenteque nosotros también somos el Pueblo de Dios.

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C A P Í T U L O V I

LA GRAN TRIBULACION

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I

E L C U B I L D E L E O N E S   1

Nínive  es designada así por N ah um (N ah 2, 12), y noúnicamente a causa de las célebres cacerías de fieras, orga-nizadas por sus reyes. Estos y sus temibles ejércitos consti-tuían el terror de todo el universo de entonces. Cuando re-gresaban de sus incesantes expediciones, después de habertorturado, asesinado o aherrojado a todos cuantos no se ha-bían doblegado ante «el poderío de Assur, de Ishtar y de losotros grandes dioses», era para hacer que desfilasen por lasavenidas triunfales de la enorme capital los millares de nuevosesclavos destinados a los grandes trabajos públicos, paraamontonar las riquezas saqueadas por todo el mundo en lostemplos y palacios gigantes que no cesaban de construirse

al abrigo de asombrosos baluartes, ante cuyas puertas se ibanamontonando las cabezas de los vencidos.

Así, pues, a comienzos del siglo VII, no hay ya en elPróximo Oriente dos políticas. Nadie está dispensado de ren-dir homenaje, vasallaje y tributo al Gran Rey. Recordaremos

1  Antes de proseguir nuestra historia bíblica, hemos de evocarlos acontecimientos referentes a Asiria, y la política internacionaldel siglo VII. Ello es necesario tanto para comprender el final delreino de Judá, como para saber a qué aluden los oráculos de losprofetas que hablan de los acontecimientos.—Recomendamos lalectura de un librito agradable y científico a la vez: A.  P A R R O T ,

Ninive et l'Ancien Testament,  2e  édition revue, Delachaux ttNiestlé, 1955.

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1 8 8 LA GRAN TRIBULACIÓN

que Jerusalén no había escapado más que por un pelo a la

destrucción por Sennaquerib (p. 162). No ocurrió lo mismocon Babilonia, aunque esta ciudad era muy fuerte. Con unsaqueo severo y una de las más salvajes demoliciones tuvo quepagar, en el año 689, la intentona de liberación, a la que sehabía lanzado, alentada por Merodach-Baladan. Sennaqueribmurió asesinado (2 Rg  19,  7, 37). Su hijo Asarhaddon (681-668) mandó reconstruir Babilonia. Pero este omnipotente mo-narca, de energía feroz, no estaba dispuesto a ninguna clase

de complacencia, a ninguna debilidad por nadie.¿Se presentía, no obstante, que el coloso asirio, universal-

mente detestado, podía muy bien desplomarse? Van desper-tándose los nacionalismos en las regiones mediterráneas. Asar-haddon las llama al orden por medio de sus emisarios, desus soldados, de sus recaudadores de impuestos, y —-en casonecesario— por medio de convocaciones en Nínive y apri-sionamiento de sus reyes 2 . Las rebeliones, evidentemente,tienen casi siempre a Egipto por instigad or: a ese Egiptodecadente y dividido, al que Taharqa (690-664), faraón de«la dinastía etiópica»   3, trata de dominar. En el año 671,Asarhaddon decide atacarlo directamente. Conquista Mem-phis, después el Delta, y finalmente pone a Tebas en granpeligro.

Tal como él lo había decidido, su sucesión —después desu muerte— se dividió entre sus hijos: Assurbanipal reinaríaen Nínive; Shamashumukim, en Babilonia. Esta soluciónera peligrosa, dada la secular rivalidad entre ambas capitales.Shamashumukim, de hecho, se alza contra su hermano y fo-menta una coalición con Elam, Asia Menor, los Arameos yEgipto. Assurbanipal lanza sobre Babilonia sus fuerzas bru-tales, la asedia (651-648) y la conquista, mientras que Sha-

mashumukim muere en las llamas. Este es reemplazado por

2  M anasés tuvo experiencia de esto durante algún t ie m p o: 2Chr  33,  11-20.

3  La d inast ía X X V (751 -656) . La s d inast ías X X I I (950-730 ) ,X X irr (817 -730 ) , X X IV (730 -715 ) y X X V son p arc ia lmen te p ara -lelas, dada la división del país (p. 138).

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1 9 0 LA GRAN TRIBULACIÓN

muy culto, artista, literato   6, y, a ejemplo de su abuelo y de

su padre, un admirable e incansable constructor

  7

.Sus hijos y sucesores, Assuretil i lani (631-628), Sinshumu-lishir (627), Sinsharishkun (627-612), no tuvieron —ni muchomenos— tal envergadura. Kandalanu pudo pasarse a la oposi-c ión. Un desconocido 8 , Nabopolassar (625-604), proclamóluego la independencia de Babilonia y fundó una dinastía   9.El imperio del mundo iba a cambiar de manos. Por lo demás,este mundo comenzaba a fermentar en todas partes. Los

Medos, establecidos al Sur del Mar Caspio, estaban prepa-rando ya desde hacía algún tiempo su descenso. Desde AsiaMenor irrumpirán —durante los venticinco últimos años delsiglo— los Escitas, hordas bárbaras venidas de Crimea através del Cáucaso y en seguimiento de los Cimerios; harántemblar, más de una vez, a los diversos países del PróximoOriente. Como aliados de Nínive, la salvan una primera vezde la invasión meda acaudillada por Cyaxares.

En el año 616, los Babilonios comienzan su avance y hacenuna campaña en el Medio Eufrates, cuya dueña había sidoNínive hasta entonces. Si tienen que retirarse, ello es debidoa que los Asirios acaban de recibir una ayuda, imprevisiblepara la historia uno s años antes : ¡la ayuda de un ejércitoegip cio En efecto, parece que Psam m ético se dio cuenta deque el peligro venía ahora de otra parte, y se alió con Asiría.

Pero los soldados de Cyaxares reaparecen (614), y van con-quistando las fortalezas que son como las «puertas» y «cerro-

6  La biblioteca de Assurbanipal ha proporcionado, con ocasiónde las excavaciones de Nínive, mil lares de tabli l las grabadas encuneiforme. Entre e l las se han encontrado las s iete tabli l las del«Enuma Elish» y las doce tabli l las del «Gilgamesh» (p. 23) .

7

  Nínive debía de contar con innumerables artistas . Se cree queúnicamente la decoración de Khorsabad (p. 161, n . 9) tenía —porlo men os— 5 .000 m 2  de bajo-rel ieves.

8  «Hijo de nadie», es decir que no sucedía a su padre.9  La dinastía l lamada corrientemente «neobabilónica», ya que la

pr imera (o «babi lónica») fue la de los s ig los XIX-XVII (pp . 15-16) . A propósito de Babilonia y principalmente de la época neo-babi lónica , véase:  A . P A R R O T ,  Babylone et l'Ancien Testament,Delachaux e t Nies t lé , 1956 .

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II

E L D E S C U B R I M I E N T O D E U N L I B R O

Sobre el fondo de la historia que acabamos de esbozar, yen relación íntima con ella, se fue desarrollando la historiade Israel durante el siglo VII.

Ezequías, a quien la lección del año 701 había devuelto a

su primitiva prudencia, no volvió ya a abandonar la actitud delibre docilidad a los acontecimientos dirigidos por Yahvé,actitud que Isaías había proclamado siempre como la únicaválida y que se basaba en la fe. Así, pues, el hijo de Acaz,después de haber dejado de conspirar contra el monstruo asi-rio, pudo terminar sus días en paz.

¿Será la condición servil del tributario y la asirofilia obliga-toria las que expliquen la gran piedad religiosa del reino de

Judá durante los años siguientes? La dependencia políticaconduciría más bien al espíritu acomodaticio y a los compro-misos. Y, desde luego, no se había descendido aún a tan bajonivel. Manasés, que por desgracia reinó más de medio siglo(691-638)aniqui ló toda la obra re formadora de su padre .Hizo hasta tal punto «lo que es malo a los ojos de Yahvé»,que Judá y su capital se entenebrecieron con un politeísmopeor y con idolatrías peores de las que habían conocido y

practicado los Cananeos. El cuadro de 2 Rg  21,  1-16 es muysignificativo. Y ofrece una perspectiva bien triste por cierto.

1  Claro está que no conocemos exactamente la fecha en que ter-minó el reinado de Ezequías y comenzó el de Manasés. Tal vezhubiera que rebajar algunos años.

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e l d e s c u b r i m i e n t o d e u n l i b r o 1 9 3

Naturalmente, este régimen criminal y depravado no podía

soportar lo que le hubiese recordado el pasado y la verdaderavocación de Israel, ni el juicio que Dios no hubiese podidomenos de emitir por boca de sus enviados. Parece que Ma-nasés redujo al si lencio o suprimió simplemente a los pro-fetas :  después de Isaías2 , durante sesenta o setenta años, elPueblo de Dios no volvió a escuchar la Palabra de Dios. Estapersecución religiosa puede explicar también la desapariciónde documentos procedentes del Norte y recogidos después del

año 722 en Jerusalén, que habían tenido alguna relación conla labor religiosa de Ezequías (p. 177). Algunas personas vi-gilantes y piadosas, sacerdotes sin duda alguna, conociendolos peligros que esos textos corrían, los ocultaron cuidadosa-mente, en espera de días mejores.

Amón (2 Rg  21,  19-26) no fue tan impío como su padre.Pero sólo porque le faltó tiempo: fue asesinado al cabo deun año de reinado (638), dejando el poder real en manos de

un niño.

No sabemos gran cosa acerca de la menor edad de Josías(638-608). Pero tenemos razones fundadas para creer que yase va afirmando una reacción. En el año 630, algunos sacer-dotes y profetas, agrupados en torno al monarca, inician unaenérgica campaña contra la idolatría y la relajación de lascostumbres públicas. Se presiente ya la decadencia de Asiría.

Existe mayor libertad para actuar en el plano nacional. Sinembargo, otras amenazas se ciernen sobre el horizonte: losbárbaros nórdicos que se precipitan sobre el Oriente. Por lodemás, contribuirán muy pronto a la ruina de Nínive.

No hace falta más para que, en los años 630-625, un here-dero del pensamiento de Isaías, SOFONÍAS, se ponga a prego-nar vehementemente la inminencia del «Día de Yahvé», des-tructor y justiciero, saludable, pero terrible (Soph i). Se escu-

cha entonces una palabra profética en plena posesión de símisma y que se expresa magníficamente en medio de su bre-vedad y con mucho vigor.

2  Isaías , según la tradición judía antigua (que pasó al Martiro-logio romano), debería contarse entre las víct imas de la perse-cución rel igiosa de Manasés.

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1 9 4 l a g r a n t r i b u l a c i ó n

Sofonías prepara a Jeremías. Aunque denuncia, como sus

predecesores, las causas religiosas y sociales del mal que Diosestá castigando en su Pueblo, y también en los demás Pueblos,¡lega —. n o  obstante— hasta las profundidades del hombre yde sus intenciones: rechazar a Dios y preferirse a sí mismo(So ph  2,  1-3, 8). Pero la novedad mayor es la manera conque Sofonías habla de los «pobres» (en hebreo:  ananoim) ydel Pueblo de Dios como un pueblo de «pobres». No se tratasolamente del pauperismo que se fue agravando en el país

durante esos tiempos difíciles. Para el profeta, la «pobreza»(anazvah)  es una situación que permite al Pueblo de Dios vol-ver a encontrarse a sí mismo, abandonarse plenamente enmanos de Dios y ser agradable a sus ojos. Este Pueblo-Pobre,«humilde e indigente», será el «Resto» salvado, cuya alegríapodrá ser desbordante, porque su Señor estará en medio deél (Soph  3,  11-20).

Hacia esta misma época parece haberse efectuado la reunión

de las tradiciones yahvista y elohista (p. 146). La mano de losescritores «deuteronómicos» comienza a sentirse en esta labor.

Josías, desde hacía varios años, había emprendido la res-tauración religiosa y moral de su reino por medio de unavuelta al yahvismo integral (2 Chr  34,  1-7, que correspondea 2 Rg  23,  4-14). El pueblo le ayudaba con su dinero (2 Rg22, 4). El monarca ordenó que se iniciaran los trabajos nece-

sarios para poner de nuevo al Templo en condiciones de ser-vir al culto divino. Y he aquí que un día —en el año 621—se esparce inopinadamente la noticia de que se ha descu-bierto, en un lugar secreto del Templo, el «libro de la Torah»o «libro de la Alianza». La lectura de este texto ante lasautoridades prod uce efectos alarmantes: ¡los esfuer zos rea-lizados han quedado todavía muy por debajo de las exigenciasde Yah vé (2 R g 22, 8-13).

De repente,  la reforma  de Josías pasa decididamente a laofensiva y pone todo su ardor en la lucha gracias a la acciónconcertada del rey, de los sacerdotes de Jerusalén y de losprofetas. El Templo es purificado solemnemente; y se orga-niza en todo el país una verdadera «misión» evangelizadora,entusiasta y severa. Evidentemente, el resultado no podía sermás que parcial. Para realizar el programa trazado haría falta

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196 l a g r a n t r i b u l a c i ó n

puso un primer prefacio (correspondiente a los capítulos 5-

11)  y una conclusión (capítulos  27-28;  con excepción de  28,47-68, que es exíl ico).Para darnos cuenta del progreso realizado entre las toroth

antiguas y las del Deuteronomio, basta hacer algunas com-paraciones. No solamente existe cierto número de leyes nuevas(algunas de las cuales podían ser antiguas, pero sin haber sidorecogidas todavía) que no se hallaban en los códigos anterio-res  8. Sino que además un buen número de prescripciones

antiguas fueron refundidas y recibieron una formulación ca-racterística: tono cordial, adiciones expresivas, motivacionesdestinadas a hacer comprender la razón de las exigencias   9.El estilo amplio, abundante en palabras y desarrollos, un pocomonótono, pero de gran inspiración, cálido y persuasivo, es-tilo de orador y maestro de «sabiduría», es tan excepcionalen la Biblia, que fácilmente podemos reconocerlo —aun através de una traducción— en los fragmentos «deuteronómi-

cos» que se encuentran fuera del Deuteronomio (p. 105,nota 5).

El conjunto está construido como si se tratara de discursosde Moisés dirigidos al pueblo congregado al pie del Sinaí.Los autores, pues, tenían la convicción de permanecer en elespíritu del gran profeta-legislador, de recoger tradiciones quese remontaban a él, de perpetuar su obra. En términos nuevosy para tiempos nuevos, estaban proponiendo a la meditación

de todos la Alianza antigua, como fundamento de la renova-ción de los espíritus, de la trasformación profunda de la vida.

Verdaderamente estos escritores comprendieron la analogíao más bien la continuidad que existía entre el Israel del de-sierto y el reino judeo del siglo VII: pueblo que está siendotentado sin cesar y que es gravemente infiel; pueblo pecador yrebelde, al que Dios castiga y somete a duras pruebas; pero alque sigue prometiendo su perdón y cuyo completo aniquila-

8  D t  12,  1 - 2 7 ;  15,  2 - 1 1 ;  17,  8 - 2 0 ;  20; 21; 22,  5 -8 , 13 -21 ;24,  1 -5 , 16;  25,  1-1 2, 17-19 (algunas de estas leyes, a pesa r d eno estar recogidas en otros códigos, son antiquísimas) .

9  C o m p á r e s e D t  15,  12 -18 con E x  21,  2 - 6 ; D t  22,  1 -4 con Ex23,  4 - 5 ; D t  24,  17-18 con Ex  22,  20-21 .

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ideal que un programa práctico. Sin embargo, estas insisten-

cias sobre el precepto del amor no podrían permanecer to-talmente vanas. Aunque, para que Israel «oyera su Voz», hizofalta que Yahvé hablara más alto por medio de los aconteci-mientos de un terrible «Día»: sin embargo, antes de estohubo israelitas que «amaban a Dios con todo su corazón, contodo su espíritu y con todas sus fuerzas» (Dt  6,  5), y que«caminaban por todos sus caminos y se adherían a El» (Dt  11,12). El Señor iba preparándose ya un «resto» que había de

serle fiel. El Deuteronomio pesó, indiscutiblemente, sobre elfuturo.

En el ambiente literario en donde se elaboró esta gran obrase consideraba la historia de Israel como eminentemente ricade enseñanzas. Se poseía documentos concernientes al pasado,como las Memorias sobre David y Salomón, los relatos deElias y Elíseo. Podía completarse esos documentos con ayuda

de los archivos oficiales y componer fácilmente una historiacompleta de los reinos de Judá y de Israel. De carácter másantiguo, y también más fragmentario y popular, los relatosque se referían a la conquista de Canaán y a los tiempos ante-riores a la monarquía permitían empalmar esta historia conla de Moisés. Todo el conjunto será pensado de nuevo segúnla concepción que ahora se tiene acerca de la Alianza, de susexigencias y beneficios; y será expresado en términos de

«bendiciones» y «maldiciones». De este modo se compusieronlos l ibros denominados —con tanta exactitud— «profetas an-teriores».

Desde su primera página, el  LIBRO DE JOSUÉ  revela ya susconexiones con el Deuteronomio   10. Esta historia de la entradade los Hebreos en Palestina, que recoge tradiciones antiquí-simas (cf. p. 104 s), se convierte en un brillante y arrebatadorejemplo de fidelidad a la Torah: si este «don» de la Tierra

santa fue depositado como un regalo en valientes manos (Jos1,6,  11 ;  23,  3-5; compárese Dt  1,  8 , 20-21; 2 , 24;  31,  6,

1 0  Ya h ic imos notar e l deuteronomismo de Jos  1 y 23  (p. 105,nota 5) . Compárese también Jos  8,  3 0 - 3 5 c o n D t  11,  26-32 y27, 1-26.

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III

E L T E S T I G O D I L A C E R A D O

El Deuteronomio se halla en la confluencia de tres grandescorrientes de inspiración que trabajaron y construyeron elalma de Israel: la Tradición mosaica, el Profetismo, la Sabi-duría. No cabe duda de que por esta razón el Deuteronomiosobrepasa tan manifiestamente los límites históricos de la épo-

ca de su composición. Representa, por otra parte, las tenden-cias de los hombres, con los cuales Dios hace la historia.

En primer lugar, el pueblo modesto y pequeño: en la nue-va Torah sentimos, al mismo tiempo que la reacción de losoprimidos, sostenidos por los profetas, contra las clases diri-gentes, responsables principales de todas las desgracias sobre-venidas: sentimos —digo— el espíritu de «pobre» que va aser característico del pueblo que Dios se está formando.

El clero tuvo su papel, sumamente importante, en elmovimiento reformador del año 620. Se le habían hecho repro-ches, y por cierto merecidos. Pero después de las abomina-ciones de Manasés, que causaron profundo disgusto y espí-ritu de rebelión en el clero, éste se declaró dispuesto a apoyara Josías en todos sus esfuerzos. Aunque la reforma, al supri-mir los santuarios provinciales que hacían la competencia alde Jerusalén, fue favorable para los sacerdotes de esta ciudad:

sin embargo, no es menos verdad que esta reforma fue llevadaa cabo por ellos con el mejor espíritu del profetismo.

Lo s profetas de Yahvé habían reaparecido volviend o a

1  Consultación de la profetisa Holda a propósito del descubri-miento de la ley (2 Rg 22, 14-20). Por otra parte, Sofonías y Je-remías habían comenzado ya a profetizar.

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asumir su tarea de amonestadores, alentadores del valor y de

la esperanza, ecos de un Dios riguroso, pero asombrosamentebenévolo y fiel . Nos parece que estamos oyendo continuamen-te su voz en el Deuteronomio. Con respecto al culto, su ac-titud había evolucionado: los profetas del siglo VIII habíanclamado intensamente contra el formalismo sin alma de unareligión que había l legado a hacerse plenamente exterior 2 .Podían y debían hacerlo, mientras existieran ritos y sacrificiospropiamente yahvistas y los sacerdotes los celebrasen vacián-

dolos casi de espíritu. Pero en el siglo siguiente, las prácticasde la religión revelada se ven amenazadas simplemente dedesaparición, suplantadas por cultos extraños. Por tanto, hayque hacer frente a otro peligro; hay que salvar lo que está apunto de perderse; hay que infundirle un espíritu renovado,convirtiendo el ideal profético en el alma de los ritos y cere-monias. Por este motivo la nueva Torah agrupa las leyes li-túrgicas con los preceptos morales y sociales.

Alguien se ha preguntado si el gran profeta de esta época,Jeremías, no figuraría tal vez en el «equipo de redacción» delDeuteronomio.  ¡ T an asombrosas so n las semejanzas qu e e xis-ten entre esta obra y la que lleva el nombre del profeta: yno sólo en cuanto a los pensamientos, sino también en cuantoa las expresiones Indud ablemente, los hom bres que hablabany escribían en aquel tiempo respiraban el mismo aire, teníanlas mismas tendencias, usaban el mismo lenguaje. Con más

probabilidad todavía, Jeremías —ganado espontáneamentepara los pensamientos deuteronómicos— debió de influir in-tensamente sobre las redacciones deuteronómicas que hanllegado hasta nosotros.

JEREMÍAS  había sido llamado al profetismo cinco años antesdel resonante descubrimiento del manuscrito en el Templo(Jer 1, 4-19); y vibró de entusiasmo con esta noticia que ace-

leraba la reforma. Trabajó para ella por medio de su predica-ción (Jer  11,  1-14; texto henchido de expresiones deuteronó-micas).

A la edad de veinte años, este descendiente de una antigua

2  A m  5, 21-22; Os 6,  6 ;  8,  13 ; I s  1, 1 1 - 1 5 ; M i c h  6,  6 .

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familia sacerdotal que vivía relegada en un villorrio de los

alrededores de la Ciudad santa  3

  exhortaba ya a Jerusalén y alos Judeos a la conversión. Lo hacía en términos que, con todaevidencia, recordaban al profeta Oseas: el llamamiento a laAlianza, al retorno hacia el Señor de la Alianza, asunto de«amor conyugal» entre Yahvé y su Pueblo. No podemos leerestas páginas de juventud (Jer 2-6, con algunas pocas excep-ciones) sin sentirnos profundamente conmovidos.

Jeremías no es, ciertamente, un escritor de la clase de Amos

o Isaías. Su estilo (que recuerda el del Deuteronomio y quepor tanto tiene ampulosidad) es el de un orador. Pero de unorador que se pone patético no tanto por sus dones naturalesde expresión, cuanto por el poder de lo que experimenta ensí mismo y que le oprime. Su total sinceridad le impide des-arrollar sus imágenes. Pero éstas son muy numerosas y origi-nales y están captadas de la naturaleza y de la vida. Es ungran poeta. Sin embargo, cuando leemos a este profeta (que

más que un texto es una experiencia viva), ¿nos detenemosrealmente a considerar la forma literaria?

Salta a la vista inmediatamente la emotividad de este hom-bre apasionado, tan sensible a Dios como a los hombres, tantímido y medroso como intrépido y obstinado, tan atraídopor el silencio de una vida plenamente interior como inquietopor su responsabilidad hacia todos y por su obligación dehablar. Jeremías amaba tiernamente a su país y a sus herma-nos, que abandonaban a Dios. Mas, por encima de todo,amaba a Dios, que condenaba a sus hermanos y le encargabaa él que les anunciase el castigo. Misión de perpetua contra-dicción, abocada a una atroz soledad de aquel corazón ávidode afecto. ¿Cómo no iba a sufrir una verdadera dilaceracióninterior?

Sus quejas e invectivas nos permiten darnos cuenta de la

corrupción del mundo en el que Jeremías tuvo que vivir;de las mentiras religiosas y de las bajezas de todas clases,

3  Ana tot , a ldea s ita a c inco km. al N E d e Jerusalén. Se creeque esta famil ia descendía del sacerdote Abiatar (dest ituido porSalomón: 1 Rg 2 , 26-27) , descendiente a su vez de Hel í de S i lo(1 Sm   1-4).

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menos seguro de su misión, inspirada por el buen sentido.

Pero, en tales horas, el buen sentido procede de una sabiduríasuperior. Jeremías ordena a su amigo y secretario Baruc queescriba sus profecías de desgracias e infortunios y las lea enel Templo a la hora de mayor afluencia. Informado de todoesto, Joaqim, que no quiere creer al profeta, rompe el ma-nuscrito y lo arroja al fuego (léase aquí Jer   36).

Este incidente nos proporciona valiosas indicaciones sobrela manera con que Jeremías mandó poner por escrito algunas

de sus palabras. Comprendemos, por otra parte, que la obraque lleva su nombre y que testimonia una larga carrera llenade choques y contrariada sin cesar, haya sido muy maltratada.Esta obra se presenta, de hecho, hoy día en grandísimodesorden. No todo lo que en ella se contiene es de Jeremías.Su fiel amigo y secretario Baruc es autor de cierto número depág inas 7  y probablemente es responsable de los arreglos. Perosu labor de compilador de oráculos jeremíacos tendrá también

otros continuadores  8

. La obra no será verdaderamente «edi-tada» sino durante el Destierro. Y entonces ejercerá realmentesu influencia.

Jeremías, ¿compuso salmos? Algunos de ellos correspon-den mucho a su manera de ser y a su estilo. Basta leer Jer   12,1-6; 15, 10-21; 17,  5 - 1 8 ;  20,  7-18, para ver hasta qué puntoera capaz el profeta de cantar según este modo poético y prin-

cipalmente según el modo elegiaco. Por otra parte, hay salmosque parecen datar de esta época: la época que comienza conJosías y precede al Destierro. Aunque algunos fueron objetode refundiciones o adaptaciones ulteriores, y con tal de nohacer afirmaciones demasiado rígidas, podemos considerar—de alguna manera— como jeremíacos los salmos:  3; 4; 14;22; 28; 42-43; 52; 55.

7  A Baruc se deben los relatos en que se habla de Jeremías entercera persona: Jer  19,  2 -20 , 6 ;  28-29; 34,  8 - 2 2 ;  36-45; 51,  59-64 .

8  Jer  10,  1 - 1 6 ;  33,  1 4 - 2 6 ;  50-51,  28; 52 .—El l ibro de Jeremíasse halla en íntima relación con los acontecimientos que pusieronfin al reino de Judá. Por este motivo, al trazar de nuevo esa his-toria , señalaremos muchos pasajes del profeta. Será, además, unaprimera manera de orientarnos en este l ibro de páginas tan entre-veradas. Para la datación de los fragmentos, seguimos ordinaria-mente a A. Gelin, que t iene estudios muy notables sobre Jeremías.

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IV

L A C A T A S T R O F E

Nabucodonosor no consiguió la supremacía sobre todos lospequeños Estados del Medio Oriente sin heredar al mismotiempo el odio de sus disposiciones hostiles y los efectos desu continua rebeldía. Naturalmente, Joaqim no constituye ex-cepción y no dará muestras de constante fidelidad hacia Ba-bilonia. Anualmente, el Gran Rey se ve obligado a enviar undestacamento militar para recoger los tributos y desalentar lasconspiraciones. Hace que bandas de saqueadores, de las re-giones vecinas de Palestina, entren a saco en el pequeño reinojudeo. Joaqim desaparece en el año 598   1. Su hijo Joakin lesucede, pero sólo por tres meses (2 Rg  24,  1-9).

Como Jerusalén continuase con su política proegipcia (tan-to más estúpida cuanto que Nekao acababa de ser seriamenteadvertido una vez más [2 Rg  24,  7]), Nabucodonosor se veobligado a enviar de nuevo sus tropas. Los Judeos se refugianen la ciudad (Jer  35:  episodio de los Rekhabitas). Esta es ase-diada y tiene que ceder al cabo de dos meses: saqueo, de-portación de personas selectas (gobierno, cuadros, obrerosespecializados), entre ellas el rey (2 Rg  24,  8-16). En el con-

voy de exilados figura el que ha de convertirse en el «profeta

1  No sabemos apenas de qué manera. Según 2 Rg  24,  6 y 2Chr  36,  8, texto griego, murió en Jerusalén. Pero, según 2 Chr  36,  6fue l levado cautivo a Babilonia. Tal vez este último texto signifiqueque Nabucodonosor tenía intención de deportarlo, pero no lo l levóa efecto.

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del Destierro», el sacerdote Ezequiel, que entonces tenía unos

veinticinco años de edad, y que al cairo de seis años —-en elDestierro— escuchará la voz de Dios que le l lama al minis-terio de la Palabra. Nabucodonosor pone en el trono de Je-rusalén al tercer hijo de Josías (por consiguiente, un tío deJoakin), Sedecías (597-587). Jeremías, que comenta duramentela conducta del predecesor (Jer  22,  2 0 -3 0 ;  13-  18-19), nocesará de exhortar a este último rey a ser vasallo leal de lainvencible Babilonia. De lo contrario, todo estará perdido.

La elevación de Psammético II al trono de Egipto (594-588)suscitó un nuevo movimiento de rebeldía en los países delOeste (Jer 27). Hay profetas en Jerusalén que pretenden va-ticinar la caída de Babilonia (Jer  28).  En cambio, Jeremíasescribe a los exilados del año 598 aconsejándoles que se ins-talen en el Destierro para pasar largo tiempo (Jer 29). Por lodemás, con ellos Dios volverá a formarse un pueblo, reha-ciendo su corazón (Jer 24).  Pero el profeta no se hace ilusiones

tampoco sobre la suerte final que ha de correr el imperioneobabilónico (Jer  51,  59-64).

Sedecías era débil. Y los que le rodeaban eran insensatos.Los diez años de su reinado no son más que tergiversaciones,ciegas audacias, cálculos a corto plazo. El texto bíblico veprincipalmente en este rey «lo que es malo a los ojos deYahvé».

Y llegan los días de su Cólera.

A principios del año 588, un poderoso ejército babilónicopone cerco a Jerusalén. Comienza una resistencia de dieciochomeses, que será tan heroica como absurda y atroz. Para do-blegar al cielo se concibe un buen propósito: devolver lalibertad a los esclavos. Pero como el faraón Apries (588-568)opera en el Sur, se anula esta justa decisión. Jeremías procla-ma el castigo divino (Jer  34,  8-22). Y expresa al mismo tiempo

una asombrosa confianza en el porvenir (Jer  32-33,  13).El profeta deposita únicamente en Dios su confianza. Los

hombres decepcionan por completo. La Torah no pudo sos-tenerlos; y ellos —incapaces o infieles— fracasaron en sucumplimiento. Si Dios quiere continuar su obra, hace faltaque gratifique a los hombres con un don superior aún al quehabía hecho por medio de Moisés, incluso en la forma —tan

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admirablemente renovada y arráyente— del Deuteronomio.

He aquí lo que este Dios va a hacer :  escribirá su Torah en elcorazón de cada hombre (Jer  31,  23-40). Iniciativa de Dios,«Alianza nueva», ley interior del corazón, nuevo «conoci-m iento de D io s» : tales son — en la perspectiva del restable-cimiento después de la ruina— las promesas que constituyenla cumbre del libro de Jeremías. Estas promesas le han con-vertido en uno de los grandes evangelistas de la religión ver-dadera, basada en disposiciones personales profundas.

Jerusalén, obsesionada por el hambre, agonizante, no sepreocupa de estas elevadas palabras. Y el rey, que es favorablea Jeremías, es ineficaz. El profeta es detenido, encerrado enun calabozo, puesto en libertad, arrojado a un pozo de cieno,salvado de nuevo y otra ver encarcelado (Jer  37-38).  Pero élno calla.

Finalmente, en el verano del año 587, las murallas de Je-

rusalén ceden. Por una brecha el rey y los suyos escapan.Pero son atrapados y conducidos al cuartel general de Nabu-codònosor, el cual hace matar a los hijos de Sedecías ante losojos de éste, antes de sacárselos de sus cuencas; y despuésle envía a terminar sus días en una cárcel de Babilonia (2 Rg25;  Jer 2, 52). Durante este tiempo prosigue el saqueo deJerusalén; será completo. Nabuzardan, ejecutor de las ven-ganzas de Nabucodònosor, ordena que se reúna primero todo

lo que pueda tener algún valor; y después entrega a las lla-mas el Templo, el palacio real, la ciudad. Los Israelitas tiem-blan de espanto y desesperación :  la Morada de Yahvé desapa-rece de en medio de su Pueblo   2.

Un buen número de personas notables son apresadas yejecutadas por orden de Nabucodònosor. Entre los supervi-vientes se escoge a una parte para enviarlos deportados. Losque quedan —gentes pobres— reciben por gobernador a Go-

dolías, hombre pacífico y honrado, con la pequeña ciudad deMispa por capital, a 13 km. al Norte de Jerusalén. A Jeremíasse le deja en libertad de permanecer en el país o de ir a unirsecon sus amigos en el destierro. Pero él prefiere permanecer

2  Para todo esto y lo que s igue, véase Jer  37-44.

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con Godolías y trabajar con él en la organización del pueblo

empobrecido, en medio de la sumisión a Babilonia.Pero la amargura no ha colmado aún su medida. Un na-cionalista rabioso, Ismael, asesina a Godolías y a los que lerodean. Un grupo de hombres juiciosos pone fin a las atro-cidades de la banda homicida. Mas, por temor de las represa-lias babilónicas, deciden escapar a Egipto, despreciando la«palabra de Yahvé», que Jeremías les anuncia claramente.¡Pobre profeta Por la fuerza es cond ucido a Egipto , en dond etendrá que luchar contra la idolatría, ante la que sucumbensus compañeros. Las circunstancias de su muerte son desco-nocidas.

Todo le ha salido mal.

Pero no a los ojos de Dios. Porque su misión, excepcional-mente ingrata, él la ha cumplido hasta el fin, aun a costa delas mayores torturas de su corazón.

Le fue dado anunciar y luego contemplar el terrible Día dela Visita de Yahvé (Jer  5,  9 ;  6,  15; 9 , 8;  21,  1 4 )3 .Ha anunciado y ha visto —pero sólo con su fe— el rena-

cimiento de su pueblo, purificado y convertido, comunidadde «pobres» como él: comunidad que por ahora vive junto alas riberas del destierro. Jeremías les ha legado su alma. Másque una obra literaria, se entrega a sí mismo. Y su recuerdopermanece vivo entre los suyos. Su mensaje es un giro deci-

sivo en la divina Revelación. Tanto en su figura como en sudestino está anunciando ya los rasgos y el misterio de otroSiervo doliente.

3  En las traducciones, «paqad» = «vis itar» es vertido frecu ente -mente por «castigar».

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C A P Í T U L O V I I

EL RESTO

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I

C A M B I A L A F A Z D E L M U N D O

El siglo VI es uno de los más extraordinarios de la histo-ria   1. Para afirmarlo bastaría el advenimiento de Ciro al tronoy la creación del inmenso y bienhechor imperio persa. Almismo tiempo se observa por doquier la promoción de pueblos.Hay algo más notable todavía: el espíritu humano alcanza

uno de sus puntos de madurez. Sabidurías y pensamientosreligiosos se manifiestan repentinamente en diversos puntosdel mundo, y con un grado de perfección todavía desconocido.La historia universal quedará marcada para siempre con susello.

Ciertamente, no hay que sobreestimar el renacimiento egip-cio —real y válido a pesar de todo— debido a la dinas-tía XXVI (p. 189), cuyos faraones son ahora Apries (588-568)y sobre todo su rival y sucesor Amasis (585-525). El futurose desarrollará de ahora en adelante sobre las riberas septen-trionales del Mediterráneo.

Italia va camino de su maravilloso destino, aunque modes-tamente y todavía al margen de la gran historia. En Roma,en la que se funda el Capitolio (508), la república latina su-cede a los

  reges  (historia de los Tarquinios) y va triunfando

poco a poco sobre los pueblos rivales de la península, princi-palmente sobre los Etruscos (p. 140).

1  En su  Origine et sens de l'Histoire  (traducción francesa, Pion1 9 4 9 ) , K . J A S P ER S  dice que éste es el «período axial» de la his-toria del mundo.

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c a m b i a l a f a z d e l m u n d o 217

«filosofías del devenir», Heráclito de Efeso; con el pensador

y matemático, Pitágoras de Samos, iniciador de una doctrinacuya aparición es de capital importancia en la historia inte-lectual del Occidente, y finalmente con los sabios de Elea,Parménides el metafísico y su apologista Zenón.

Los impulsos ascensionales del espíritu se dejan sentir tam-bién, aunque de distinta manera, en el Extremo Oriente. Ape-nas podemos hacer más que una alusión a la historia de lainmensa Asia. Las estepas y mesetas del centro son depósito

inagotable de hombres que se ha volcado ya y que se volcarámás todavía con diversas invasiones. El imperio de Chinano es en realidad más que un parcelamiento de distritos singran unidad. La India no tiene régimen político de conjuntoy se halla dividida en principados y ciudades independientes  :1.Estos vastos países llegan también, con el siglo VI, a unacumbre de su desarrollo cultural.

En efecto, son contemporáneos Lao-Tse (605-620), funda-

dor del taoísmo chino, y Confucio (555-579), cuya gran sabi-duría había de convertirse en la religión dominante de Chinadurante veinticinco siglos. En la India encontramos a Mahavi-ra, l lamado «Jiña» ( = Ven cedor ; 59 9-5 27 ), fundado r del jai-nismo hindú, doctrina ascética de evasión y trasmigración en elnirvana; y a Sakyamuni, l lamado «Buddha» (= Iluminado;560-477), que fue también iniciador de una religión cuyo des-arrollo será extra ord inar io: una religión mu y cercana al jai-

nismo y que impulsa a la abstención de las cosas terrenaspara llegar al conocimiento trascendente 4 .

F R A I L E ,  Historia de la Filosofía,  t.  1 :  Grec ia y Roma, Madrid1956.

HIRSCHBERGER,  Historia de la Filosofía  (vers, esp .), t . 1, Ba rce-lona 1954.

Véase, además, la bibliografía mencionada en la p. 138, nota 4 .3  Sobre China e India, pueden consultarse los trabajos de  R E N É

GROUSSET - SYLVIE REGNAULT-GATIER,  L'Extrême Orient,  y JEANN A D O U ,  L'Inde,  en  Histoire Universelle,  «Ency c lopédie de la P lé ia -de», t . 1, Paris 1957.

El Asia Oriental,  e n  A Y M A R D - A U B O Y E R ,  Oriente y Grecia Anti-gua,  t . 1 de la «Historia General de las Civi l izaciones», Barcelona1958, pp. 601 ss.

4  Para la confrontación de estas rel igiones de t ipo oriental conel Crist ianismo, véase  C U T T A T ,  El Encuentro de las Religiones,Madrid 1960.

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Israel, el Israel exílico de Ezequiel y del Segundo Isaías, del

que vamos a hablar ahora, no se vio afectado por estas grandesdoctrinas. Pero no ocurrirá lo mismo con la religión que im-perará en Persia durante los Aqueménidas, el mazdeísmo zo-roástrico   5.

Zarathushtra, l lamado vulgarmente Zoroastro (660-580?),es un sabio como Confucio o Buda [forma castellanizada de«Buddha»], que emprende la tarea de reformar el politeísmo

naturista que constituye el fondo de  la religión irania,  y apartir del cual se desarrolló la teología de Ahura-Mazda, an-tigua divinidad de los Iranios. Los Persas del siglo VI hacenremontar a este punto su religión oficial.

Ahura-Mazda (u Ormazd) es el Ser supremo «que fue, quees y que será siempre» omnisciente, todopoderoso, benévolo ymisericordioso, creador —por medio de su palabra— del mun-do material y del mundo de los espíritus. Porque, según esta

doctrina, existe todo un mundo espiritual que está jerarqui-zado y que desempeña diversos papeles en el mundo visible.Existe un espíritu del mal, Angro-Mainyush (o Ahriman),poder cósmico, rector del mundo de las tinieblas y de la mal-dad y que tiene subalternos o demonios; no es un dios. Eluniverso está en poder del Bien y del Mal, antagonistas eter-nos. Prácticamente, en lo sucesivo, se identificó a Ahura-Mazda y al espíritu bueno, sin que podamos decir si se cons-

truyó una teología propiamente dualista o si no se rebasó elverdadero monoteísmo.Por lo demás, el mazdeísmo era más bien una sabiduría que

5  Puede consultarse:

D U C H E S N E - G U I L L E M I N ,  Zoroastre  (M aison neu ve, 1948).— Ormazd et Ahriman  (P .U .F. , 1953).

— La religión irania,  en  Las religiones del Antiguo Oriente,vol . 141 de colee . «Yo sé-Yo creo».

K Ö N I G ,  Die Religion des Zarathustra,  e n  Christus und die Reli-gionen der Erde,  vol . II , pp. 607-663.

ZAEHNER,  Zoroastrianim,  en  The Living Faiths,  L on d on 1959 ,pp. 209-222 .

— The T eachings of the Ma gi,  L on d on 1956 .Véanse también los estudios de las Historias de las Religiones c i-

tadas en la p. 18, nota 11.

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220 e l r e s t o

Nabucodonosor, que reinó durante cuarenta y tres años,

convirtió el  imperio neobabilómco  en un logro brillantísimo.Babilonia, reconstruida y extraordinariamente embellecida porsu padre y por él mismo, gozó entonces de un prestigio in-comparable. Se había convertido en el lugar de reunión mun-dial de todas las riquezas y de todas las artes, en la capital dela inteligencia y de la belleza, en la encrucijada de las grandescorrientes del pensamiento, en el centro religioso más impor-tante del mundo   7. Pueblos y razas se reunían y mezclabanen esta ciudad y esparcían a lo lejos el renombre de la bri-llante metrópoli. La tradición bíblica conservará definitiva-mente la imagen de esta ciudad para simbolizar todo lo quesea grandeza y poderío de este mundo y para expresar tam-bién su fragilidad.

Pues este nuevo esplendor iba a ser efímero.Los sucesores de Nabucodonosor fueron insignificantes e

incapaces: Awelmarduk ( = Evil-M erodach, 561-56 0), Ner-

galsharusur ( = Neriglissar, 559-5 56 ), Labashimarduk (556).Como este último fuera asesinado, el partido sacerdotal elevóal poder a un hijo de sacerdote y sacerdotisa: Nabonid (556-539), monarca visionario y sacristán, cabeza débil y lunático,que no se preocupaba del gobierno ni de la opinión popular   8.A partir del año 548 se ve obligado a abandonar el poder enmanos de su hijo Belharusur (Baltasar). Durante este tiempo,montañeses del Este preparan una invasión.

Al Sur de Media, es decir al Este de Babilonia y al Nortedel Golfo Pérsico, un pueblo hasta entonces poco conocido,los Persas,  vasallo y aliado de los Medos, habían conseguidoformar en la región de Susa el pequeño reino de Anzan. Enel año 553, el rey de esta minoría, Ciro, se rebela contraAstiages. Después de algunas vicisitudes, triunfa sobre él,

7  Poseía c incuenta y c inc o temp los y m ult itud d e santuarios.Acogía en su seno toda clase de devociones. Y acudían a esta c iudadmasas innumerables de f ie les venidos de todos los r incones delm u n d o . . .

8  Va en contra de la piedad del pueblo, y suscita descontentogeneral cuando ordena que se trasladen a Babilonia las estatuasde las divinidades veneradas en la Baja Mesopotamia.

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c a m b i a l a f a z d e l m u n d o 221

conquista toda la Media, y se hace proclamar rey de losPersas y de los Medos (550). Inaugura un régimen de benig-nidad, desconocido hasta entonces en los países conquistados.Penetra en Asia Menor, en donde Creso organiza la resis-tencia (548). Pero Ciro logra apresarlo en Sardes, su capital,y somete la Lidia así como las ciudades griegas de la costajónica (546). El monarca persa lanza algunas atrevidas expe-diciones a las estepas siberianas y a las llanuras de la Tar-taria china (545-540). Está bien claro que su programa noes nada menos que la conquista del mundo   9.

Babilonia, en manos del i luminado e incapaz Nabonid, sehalla en peligro. En el año 540, Ciro se pone en camino, vaconquistando las ciudades de la Baja Mesopotamia que en-cuentra a su paso, y, en quince días, casi sin desenvainarla espada, sin hacer sufrir a la ciudad ni interrumpir el culto,se apodera de Babilonia, cuyas construcciones, costumbresy moradores respeta ostensiblemente, anunciando «la salva-

ción para todos». Es aclamado como libertador (septiembre-octubre 539). Nabonid es excluido del poder, pero se leconcede libertad. Sin embargo, Belsharusur, defensor de lacapital, es muerto (lo cual inspirará Dn 5). Ciro devuelvea cada ciudad las estatuas de las divinidades que Nabonidtenía la manía de coleccionar. Las poblaciones saludan alnuevo señor como «el elegido de Marduk», de Sin, de Nabu,de Ishtar, y de todos los demás dioses. No tendrá que devol-

ver a Palestina ninguna efigie divina. Pero no por eso serámenos saludado por los exilados israelitas como «el elegidode Yahvé». Pues el monarca persa les va a devolver la liber-tad, lo mismo que a todos los pueblos antiguamente conquis-tados y «desplazados».

Después de diez años más de campañas, que no le permitenentrar en Egipto, pero que le hacen victorioso contra losnómadas de las mesetas iranias y le permiten penetrar hasta

en el Turkestán y en las Indias, Ciro muere, en una expedi-ción contra los Escitas, según parece, en el año 529.

9  U n a lectura fáci l e intere sante :  Cyrus,  d e CHAMPDOR (e d . A .Michel , 1952). En esta obra se encontrarán muchísimas cosas inte-resantes sobre el s iglo VI en el Oriente Medio.

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Dejaba a Cambises, su hijo, un inmenso territorio conquis-

tado y sometido, el mayor imperio conocido hasta entoncesen el Próximo Oriente, con la innovación de una adminis-tracción notable (caminos, correo de relevos, gobiernos pro-vinciales). Dejó, sobre todo, el recuerdo de un liberador ypacificador, de un espíritu amplio —abierto a las ideas nuevasy humanitarias—>, de un político comprensivo, práctico ytolerante. Mazdeo, como todos los Aqueménidas, su religiónera tan flexible que le permitía ser benévolo con otras creen-

cias y tradiciones. Pero la acentuación monoteísta que iba aprevalecer en el mazdeísmo —reformado por Zarathushtra—,prepararía quizás a Ciro para comprender especialmente a loscreyentes en Yahvé.

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II

U N I S R A E L N U E V O

Después de la primera capitulación de Jerusalén y la de-portación del año 598, Jeremías, en una visión impresionante(la visión de dos cestas de higos de calidad muy diferente),comprendió que no se podía esperar construir el futuro con

los Judeos que habían permanecido en el país (Jer  24).Una última deportación fue efectuada en el año 582 (Jer

52, 30).  Judá  no era ya más que un pobrísimo territorio enderredor de Jerusalén desmantelada y arruinada. Políticamen-te, este territorio está integrado en la gran provincia babiló-nica de Siria-Palestina, pero no tiene límites precisos y seencuentra a merced de vecinos malévolos, Filisteos, Samari-

tanos y sobre todo Edomitas (Ez 35, 5-12; 36, 2-5; Abd10-16).  La población no sólo ha quedado reducida en nú -mero   1: los hombres de valor han marchado al destierro. Es

1  Qu izás apenas q ued ase má s qu e una tercera parte. Se hasupuesto, por ejemplo, que Judá podía contener de ciento a cientoveinte mil habitantes antes de la destrucción; que las víctimas de

la guerra así como también los que se habían refugiado en Egiptose contaban —evidentemente— por millares; que las diversas de-portaciones habían alcanzado un total de cuarenta a sesenta milpersonas, y tal vez más. Estos cálculos se han basado en las indi-caciones bíblicas (2 Rg  24,  14 -16;  25; 11-12;  Jer  52,  28-30), en lasque sólo se mencionan los hombres. Sin embargo, es imposiblellegar a evaluaciones ciertas. Las realidades son muy diferentes (paraA. PARROT, por ejemplo, en la obra citada sobre Babilonia, «lagran mayoría de la población había permanecido en Judá», p. 74,

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u n i s r a e l n u e v o 2 2 5

meraciones del Bajo Egipto. Pero el yahvismo se corrompió

allí rápidamente, amalgamado con otras devociones (Jer  44,15-30).

Un caso interesante, pero enteramente aparte, es el de lapequeña colonia judía que se había establecido desde el si-glo VII en la isla de Elefantina, al nivel de la primera cata-rata del Nilo (frente a Assuán); colonia militar, cuyos merce-narios estaban encargados de defender el bastión meridionalde Egipto contra los Nubios, y que gozaban de los favores de

Psammético I. Se ha encontrado allí numerosos papiros quedan testimonio de una vida judía, semejante en muchos puntosa la de los Israelitas de Palestina, pero un poco híbrida:Yahvé es el gran Dios, el primero, no el único. Lo más sor-prendente es que estos fieles de Yahvé tenían su templo.Es verdad que su instalación en Elefantina es anterior a lapromulgación de la ley sobre la unicidad de santuario enIsrael. Pero otra cosa será cuando, al cabo de siglo y medio,

después de haber sido demolido el templo de Elefantina porlos habitantes de la isla, Jerusalén manifieste —con su acti-tud— su privilegio de poseer el Templo, que desde entonceshabía de ser el único templo de Yahvé.

La colonia del Delta se desarrollará en los siglos sucesivos.Y la descubriremos, con carácter ya muy importante, en laAlejandría del siglo III. Por el momento, no es en Egiptodonde se está decidiendo el destino de Israel. La «cesta de

higos buenos» o, para usar la expresión tan repetida por losprofetas, el «resto», hay que ir a buscarlo a Babilonia (Jer24,  5 - 7 ;  29,  10-14; Ez  11,  15-20).

L os  deportados  no habían llegado a Babilonia sino despu ésde unos dos mil kilómetros de marcha extraordinariamentefatigosa, y no sin haber dejado los cadáveres de muchos com-patriotas a lo largo de los caminos calcinados por el sol. Sullegada a la Baja Mesopotamia pudo parecerles, por tanto,como un lenitivo, y causarles incluso agradable impresión.Estos Palestinianos que sólo conocían sus ásperas montañas,estaban descubriendo ahora un país sonriente, con horizontesinmensos, oasis numerosos, huertos por doquier sembradospor canales de verdes riberas, densas poblaciones que gozabande un nivel medio de vida desconocido en Judá. Las imágenes

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2 2 6 e l r e s t o

que la memoria conservaba de Jerusalén palidecían ante la

vista de las hermosas y grandes ciudades encontradas junto alas oril las del Tigris o del Eufrates, y principalmente ante lavista de Babilonia que se encontraba en toda su magnificencia.Los desterrados eran tanto más sensibles a la revelación deestos valores , cuanto que habían s ido escogidos generalmenteentre los sectores urbanos y cultos, entre las minorías selectasde la sociedad y las clases influyentes, políticos, funcionarios,propietarios de fundos, técnicos, artistas, escribas, profetas y

sacerdotes.Al principio fueron alojados en campamentos y empleadossin duda en trabajos públ icos . Pero, como todos los imperiosant iguos —con excepción de As ir ia—, Babi lonia se mostrótolerante hacia estos extranjeros, con la idea de que l lega-rían a fundirse muy pronto con la masa de la población yperderían de esta manera su identidad propia. El régimen notardó, pues, en aflojar un poco las riendas; y los inmigrantes

pu dieron buscar em pleos en Babi lonia \ Algu nos se consa-graron a las faenas agrícolas. Pero la mayoría de el los se creóuna posición en la ciudad, dedicándose principalmente alnegoc io  4. Hubo también algunos en las carreras administrati-vas  5. Y muchos supieron enriquecerse   6.

L o s  problemas  clásicos en los casos del m ism o gén ero seplantearon desde el prin cipio: ¿ais lamiento entre los exi lados

3  Esto explica los consejos del profeta: Jer 29.4  «Parece que es una vieja ley sociológica el que los extranjeros,

por su conocimiento —al menos— de dos lenguas y por su falta deapego a una parcela especial de terreno, se conviertan más bienen comerciantes que en agricultores» (BARÓN,  Histoire d'Israel,p. 146). Nosotros no nos limitamos a las hipótesis: hemos con-seguido valiosas informaciones gracias a las tablillas (en número de730) del «Banco Murashu e hijos», descubiertas en las ruinas de

Nippur, que datan del siglo V antes de nuestra era. Estas tablillashan conservado los nombres de numerosos clientes judíos, y hanrevelado sus ocupaciones y posiciones.

5  Esdras y N eh em ías serán funcionarios b ien situados. V éasetambién el caso de Daniel.

6  Cf. Esd 2, 65-69; Neh 7, 67-72, en donde la colecta del «So-corro nacional» sobrepasa con mucho el millón de francos-oro;según E. Meyer, «170 millones de francos franceses actuales, conun poder adquisitivo varias veces superior» (BARÓN, op. cit., p. 148).

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u n i s r a e l n u e v o 227

o colaboración con las gentes del país? ¿Esperanza de unaliberación, cuyo sueño era mantenido aún por quiméricos pro-fetas, o resolución realista frente a las nuevas condiciones deexistencia? Sin duda, hubo primeramente indecisión, si nodesaliento; y mucha inquietud por la inadaptación inicial atantas novedades. Normalmente, las circunstancias debían con-ducir a los Israelitas hacia la asimilación. Las esperanzas deantaño habían quedado aniquiladas; los dioses de Babiloniahabían sido los más fuertes; el fracaso del pasado invitabaa renegar de él, a hacerse olvidar como judío y presentarsecomo babilonio. Hubo Israelitas que se decidieron en estesentido, o iban caminando poco a poco hacia esta solución.Pretextaban, sin duda, seguir los consejos que Jeremías habíadado en una carta famosa (Jer  29,  5-7).

Sin embargo, el hecho global y característico de esta his-toria es que el conjunto de los exilados judeos no se dejaronasimilar y que muy pronto formaron en Babilonia  una co-

munidad  propia, una comunidad sólida y viva. La ruptura delos cuadros sociales anteriores, los contactos provocados pri-meramente por el largo camino del destierro y por la con-vivencia en los campamentos, el hecho de compartir los mis-mos sufrimientos y el mismo trabajo, los servicios mutuossuscitados por las ocasiones y la exigencia de las situacionesprodujeron rápidamente un conocimiento fraterno y una fu-sión entre todos los desterrados, jefes, obreros, sacerdotes,

profetas, escribas. De repente hubieron desaparecido las fac-ciones de antaño. Por otra parte, además de los vínculos dela sangre, se poseía recuerdos comunes y carísimos. El aleja-miento del País lo idealizaba, y hacía más profunda su nostal-gia. De ahí nacía un desprecio profundo hacia el país deldestierro: país pagano e impuro. La religión de Yahvé, fo-mentada incesantemente por los profetas, cuyos oráculos per-manecían fielmente en la memoria; la religión de los salmos,

que el pueblo sabía de memoria y cantaba en las reunionesíntimas: toda esa piedad y esa fe volvían a aparecer comoincomparables. Y todo lo demás se antojaba abominación einmundicia.

Aunque ya no había santuario, los fieles del Señor, loshermanos de una misma alma podían seguir agrupándose. Alos Israelitas les quedaba algo que era estrictamente suyo,

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Entre los instrumentos de que Dios se ha servido para

esta obra están los profetas, y en primera fila   EZEQUIEL,  unode los ancianos de la  Gola9  y su «vigilante» (Ez  3,  16-21;33,  1-20).

Antes de que Jerusalén fuera conquistada y destruida. Eze-quiel —lo mismo que Jeremías— había anunciado esta catás-trofe y acentuado la culpabilidad general de Israel (Ez  1-24).Lo  había hecho, ciertamente, de manera personal, visionaria,llena de extrañas imágenes, y abrupta (Ez  1-3,  15 ;  8-11),

con el lenguaje de vigorosas alegorías (Ez  16; 17; 21; 23),con mímicas —por lo menos— sorprendentes (Ez  3 , 22 -  5 ,17 ;  12,  1 -20;  24).

Pero en la hora fatal Ezequiel contempla la Presencia di-vina que se va alejando del Templo en llamas (Ez   10,  18-22).¿Dónde estaría el Señor de ahora en adelante? Pero he aquíque se le revela al profeta: «Así habla Yahvé: He alejado[a los desterrados] entre las naciones, los he dispersado en

los países extranjeros, pero yo seré para ellos un santuario,durante algún tiempo, en los países adonde han ido» (Ez11,  16). ¡ D ios en el destierro ¡D ios sigue estando en m ed iode los su yo s D e ahora en adelante se sabrá que allá don dese reúnan los fieles, seguirá estando Dios.

Y para el Pueblo de Dios, no solamente nada ha terminado,sino m uy pronto todo com ienza: «Yo les daré un solo co-razón, dice Yahvé, yo pondré en ellos un espíritu nuevo, yoles quitaré su corazón de piedra y les daré un corazón decarne... Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ez  11,19-20; cf .  18,  3 1 ;  36,  26). Así, los que escuchan a Ezequieldeclarar sus visiones, saben que se les está hablando depurificación, de penitencia, de profunda renovación interior.Y, sin que se atenúe para nada la responsabilidad común atodos (Ez  16,  23), se carga clarísimamente el acento sobre laresponsabilidad de cada individuo (Ez  18).

Ezequiel, fiel a la tradición de sus predecesores, y atentocomo ellos a la vida internacional, comenta la actitud de los

0  Se denomina así , con este término hebreo, al conjunto de losdesterrados o «emigración». Sobre la deportación de Ezequiel , véasep. 208 s.

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países colindantes con Palestina (Ez  25-32);  su hostilidad

hacia el Pueblo de Dios será castigada con su ruina. Esto nosha valido los célebres vaticinios dirigidos a Tiro (Ez  26,  1 -28, 19) y a Egipto  (29-32).  El qu e Ya hvé trate con sob eranoy riguroso dominio a esas naciones, a las que recrimina prin-cipalmente por su orgullo: es un hecho sobre el que Israelha de reflexionar.

Convertido ya a Yahvé, y «renacido» gracias al Espíritu-de-vida que se ha difundido por la comunidad (Ez  37,  1-14),

no dilacerado ya por sus antiguas divisiones (Ez  37,  15-28):este Israel del destierro regresará al País de Yahvé. Pero lascosas no serán ya como antes: Ezequiel ve una nueva Man-sión de Dios y un nuevo Servicio de Dios en una TierraSanta que tiene el semblante ideal y la fertilidad maravillosade un «paraíso terreno». Lo que asombra en esta «Torahde Ezequiel» (Ez  40-48)  —proyecto teórico de reconstruccióndel Templo y de leyes cultuales elaboradas por un sacerdote-

legista— es la idea de «santidad», de la santidad de Dios yde todo lo que entra en relación con su Morada, de unasantidad «aisladora», totalmente segregada de lo profano, yque exige una rigurosa «pureza» ritual de los miembros delPueblo «consagrado», en primer lugar de sus sacerdotes. Estaidea dominará la época que está comenzando para la comu-nidad judía.

Esta última sección del libro de Ezequiel está fechada, lo

mismo que una docena de oráculos de la colección  (40,  1 ;cf.  1,  1 - 2 ;  8,  1;  20,  1;  24, 1; 29, l,  17 ;  30,  2 0 ;  31,  1;32,  1, 17;  33,  21). El profeta anotaba en su día las revela-ciones que se le iban haciendo. Estas anotaciones fueron reu-nidas por Ezequiel mismo o por alguno de sus discípulos, enun conjunto cuyas dos partes corresponden a las dos etapasde la carrera del profeta. Tenemos, pues, como ya había ocu-rrido en Jeremías, algunos oráculos que fueron escritos antes

de ser pronunciados, o que tal vez no fueron pronunciadosnunca.

Desde el punto de vista del esti lo, Ezequiel es un mediocreescritor, prolijo, vulgar, complicado, rebuscado, oscuro, másprosista que poeta. Echa mano frecuentísimamente de losprocedimientos simplistas de la repetición y acumulación. Sinembargo, el poder de su inspiración le ha convertido de hecho

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en un gran artista. Sus cuadros son de los más impresionantes,

y sus imágenes no se desvanecerán nunca de la memoria delPueblo de Dios 1 0 . Por lo demás, supo escribir poemas esplén-didos, obras maestras de primer orden por el sentimiento,la facilidad y el vigor de la evocación (véase principalmenteEz 27 y  31).  Ezequiel preparó, además, directamente un géne-ro literario que se desarrollará rápidamente, y que alcanzarásu pleno apogeo al cabo de dos o tres siglos: la apocalíptica,que anuncia la victoria final y fulgurante de Dios contra sus

enemigos, en medio de un escenario grandioso (Ez  38-39).Ezequiel tenía el genio del simbolismo; sus visiones son fan-tásticas, frondosas de detalles, y por tanto difíciles de seguir

Pero cuando nos acostumbramos a leer a este profeta, nopodemos menos de estar volviendo a él sin cesar. No sola-mente es fascinador, sino que sus grandes reflexiones sobrela conversión profunda del corazón, sobre las responsabili-dades respectivas en la historia y ante el Señor, sobre la tras-

cendencia y el misterio de Dios, sobre lo «sagrado» y laMansión de «Yahvé-Shamma» (=Yahvé está al l í ) (Ez  48,  35),no cesarán jamás de proponerse como recursos esencialísimos.Ezequiel, profeta de la comunidad desterrada, verdadero ini-ciador del «judaismo» naciente, es también el padre de la

1 0

  Ezequ ie l puso en c irculac ión tod o un tesoro de imá genesnuevas. Las volveremos a encontrar en toda la apocalíptica. ElApocalipsis de Juan las uti l izará maravil losamente. Podemos decirtambién que Ezequiel ejercerá profunda influencia sobre la tra-dición mística, judía y cristiana.

1 1  Sin embargo, se hace une a e l las , y por cierto con bastanterapidez. Sobre la mente del profeta pudo tener cierta influencia laimaginería babilónica (querubines, seres híbridos) . Por otra parte ,no hay que empeñarse en «construir» las vis iones de esta c lase comosi fueran «pinturas» coherentes , s ino que lo que hay que hacer

es ir captando la s ignif icación de  cada  e lemento descr ipt ivo (porejemplo, al principio de la colección: fuego, metal , carro, ruedas,ojos, animales , etc) , como si fuera proyectado separadamente sobreuna pantalla, y se desvaneciera una imagen para dar paso a lasiguiente; y sólo las s ignif icaciones se fueran acumulando. Por lodemás, e l v is ionario t iene el sentimiento clarís imo de la inferioridadde sus expresiones con respecto a una realidad indescriptible , ymultipl ica las fórmulas de aproximación e imprecis ión («como»,«aspecto», «semejanza»).

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2 3 2 e l r e s t o

literatura llamada «sacerdotal». Esta merece ser tratada sepa-

radamente. Pero, antes, debemos mencionar la continuaciónde una literatura isaica.

La ocasión para estas añadiduras a la colección de Isaíasfue la situación de los últimos días de Nabonid (p. 220 s). Laruina de Babilonia, condición de la liberación de los desterra-dos, es anunciada a éstos por algunos profetas cuyos nombreshan quedado en el incógnito. Así, leemos en Is  13,  1-14, 23,

un vigoroso y brillante oráculo que describe el desastre de lacapital y se burla del descenso de su rey al sheol. El mismotema y, sin duda, el mismo contexto histórico, lo encontra-mos en Is  21,  1-10. Pero, más allá de Babel y de su poderosorey —ebrio de sí mismo—, se condena todo orgullo y todaoposición al Señor único. Profecías semejantes fueron añadidasa la colección de Jeremías: Jer  10,  1-16, y sobre todo Jer  50,1-51, 58. ¿Habrá que situar también en la misma época a

Is  34-35:  oráculo contra Ed om , que a vec es se parece tantoa Is  13}  Es difícil fijar un m om ento pr eciso: son poem asespecíficamente apocalípticos, que vibran en la misma notaque Ez  38-39.

Pero he aquí una profecía de una amplitud enteramentedistinta y de tin tono n ue vo : «Consolad, consolad a m i P ue-blo, dice Yahvé; su servidumbre ha terminado.. .» (Is  40,  1).

Los desterrados necesitaban consuelo. Indudablemente, ha-bían sido animosos, y habían aceptado su suerte como expia-ción de los pecados pasados. Pero en cuarenta años el valorse va gastando. Hacía ya mucho tiempo que se veían enve-jecer y morir en tierra extranjera. Y se acordaban de queprofetas como Jeremías y Ezequiel habían anunciado el findel Destierro y el restablecimiento de Jerusalén. En cuantoa la generación joven, ésta creía sin duda que la época de

los grandes castigos divinos había terminado; se iba resig-nando al destierro; pero tenía conciencia de que Babiloniano era el lugar de sus esperanzas y ambiciones.

El autor del maravilloso «Libro de la Consolación de Is-rael» (libro que solemos denominar hoy día: el  SEGUNDOISAÍAS, y que corresponde a Is  40-55)  permaneció anónimo.Sin embargo, debió de tener una fuerte personalidad, debió

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de gozar de gran prestigio y desempeñar un papel de primer

plano en la comunidad babilónica. Recibió de Dios luces ex-cepcionales. Sea por iniciativa de este autor, o por obra de susdiscípulos o de la tradición, el nombre del gran profeta delsiglo VIII —Isaías—• vino a figurar como autor de estas nuevasprofecías escritas dentro de la misma visión de fe absoluta enDios salvador y santo (Is  40,  3 1 ;  41,  10 -14;  43,  1, 5, 10;44,  8 ;  50,  10).

Estamos en vísperas de los grandes triunfos de Ciro, sus-

citado del Oriente y procedente del Norte (Is  41,  2, 25), yque está descendiendo sobre la Baja Mesopotamia. El con-quistador persa es saludado como el «Pastor» de Yahvé, su«Ungido» (cf. p. 130). Lenguaje atrevido. Pero Ciro iba aser de hecho el instrumento de Dios, al permitir el retornode los exilados a la Tierra santa (Is  41,  1-7 , 25-29;  44,  28;45,  1-6).

El profeta, pues, anuncia —con estilo abundante y poco

riguroso pero admirable de elevación y entusiasmo— una«noticia» sensacional e inimaginable: la liberación de los des-terrados y su regreso al País del Señor con felicidad y alegría,nuevo «Exodo» a través de un desierto regado y floreciente,la reunión del Dios de la Alianza que viene, formidable ymagnífico, que retorna a su Mansión, a Jerusalén, por uncamino santo y real, la reunión —digo— del Dios de la Alian-za con su Pueblo, levantado —al fin— de sus humilla-

cio ne s. . . (¡Ha br ía que citarlo tod o ¡Léase, pue s, íntegra-m ente este «Libro de la Co nso lación de Israel» Sob re eltema del nuevo Exodo, véase: Is  40,  3 - 5 ;  41,  18-19;  42,10-16;  43,  16 -21;  48,  2 1 ;  49,  9 - 1 1 ;  50,  2 ;  51,  10 ;  52,  8 -12; 55, 12-13). Era una novedad sin serlo. Porque, al hablarasí, el Segundo Isaías está explicando magníficamente la con-tinuidad de la historia y la fidelidad de Dios a sus Dispo-siciones, pues recuerda que todo esto no era más que el

cumplimiento de las cosas pasadas, de las cosas predichas hacemucho tiempo por los mensajeros de Dios (Is  42,  9 ;  43,  12;44,  8 ;  46,  9 - 1 1 ;  48,  3).

Con este profeta se siente palpablemente los beneficios queel Destierro podía proporcionar a Israel: abertura hacia elancho mundo, universalización del yahvismo, posición sólidafrente al politeísmo. Dios es el creador del universo (Is   40,

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12, 22, 26, 28;  42,  5 ;  44,  2 4 ;  45,  7-12 , 18;  48,  13 ;  51,  13,

16); el Señor único e incomparable (Is  40,  18, 25;  42,  8 ;  43,10;  44,  6 - 8 ;  45,  5-6, 14, 18, 21-22;  46,  5 -9 ;  49,  9 ;  54,  5).El es quien «rescata» y «salva» (Is  41,  14 ;  43,  1-8 , 11-14;  44,6, 22-24;  45,  15, 21;  47,  4 ;  48,  17 , 20; 49 , 7 , 25-26;  50,2• 51,  10 -11;  52, 3,  9 ;  54,  8). Esta salvación es la justicia-don de Dios (Is  41,  10 ;  42,  2 1 ;  45,  8 , 24 -25;  46,  12-13;48,  18;  51,  5 -8 ;  54,  14, 17). El profeta se refiere al Puebloescogido, a quien alienta magníficamente. Sin embargo, la

visión se hace universalista y comprende la salvación de todoslos hombres (Is  42,  6 ;  45,  14 ;  49,  6, 18;  51,  4 ;  52,  10;53,  11-12;  54,  1-3; 55, 5). Pero la reunión de todos ellostiene por centro a Jerusalén, renovada y feliz, «esposa deYahvé» (Is  49,  14 -21;  51,  17-52, 10;  54,  1-17). Se sienteuno asombrado de la solidez de estos pensamientos, de la cla-ridad, fluidez y pureza de tal teología.

En el «libro de la Consolación» se distinguen algunos

oráculos particulares llamados corrientemente los «Cantos delSiervo de Yahvé». Son Is  42,  1 - 9 ;  49,  1 -7 ;  50,  4 - 9 ;  52,  13-53,  12. El distinguirlos no quiere decir que los vayamos adesligar de su contexto coherente, ni que se los neguemosal autor de Is  40-55.  ¿Qu ién es este «Siervo de Yah vé»?Fuera de estos cantos, el autor llama con este nombre a Israelmismo: I s  41,  8 - 9 ;  42,  19 ;  43,  10 ;  44,  1-2 , 21;  45,  4 ;48,  20 (en el segundo «canto» — en  49,  3— se discute si

trata de «Israel»; en  44,  2 6 y  54,  17, los «siervos son elPueblo de Dios). Pero no parece posible comprender sola-mente como referido a un personaje colectivo lo que se dicedel Siervo en los cuatro cantos en cuestión. La mejor expli-cación, según parece, es pensar que el Siervo es el profetamismo, el Segundo Isaías, «elegido» y «amado» de Dios, ver-dadero misionero de la Salvación, «alianza del pueblo» y«luz de las naciones», pero contradicho, perseguido, y por

esto, por sus sufrimientos, salvador de un gran número. Esposible también que estos cantos hayan sido compuestos porlos discípulos del Segundo Isaías, tanto a causa del destinode este, que ha permanecido tan misterioso para nosotros,como en razón del fracaso aparente de las esperanzas brillan-temente cantadas por él. Teología de la humillación y de laexpiación que, por lo demás, parece no haber olvidado —en

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una de las más conmovedoras expresiones del dolor humano.

No se los cantaba únicamente para que fueran como el aniver-sario de un duelo. Sino que pretendían ser su comentariomoral; pretendían ayudar a adquirir conciencia de las respon-sabilidades en la desgracia, promover el arrepentimiento yla conversión, con fe y esperanza invencible en Dios que salvade toda prueba.

Sin duda en tiempo del Destierro se añadieron al Deutero-nomio los capítulos  1-4  que le servirán de primer prefacio,

probablemente el capítulo  28,  47-68, una buena parte del ca-pítulo  31  y algunas adiciones y refundiciones que constitu-yeron la edición definitiva de la obra. Este gran libro, cercanoa Jeremías y también a la sabiduría de los Proverbios, mensa-jero de una maravillosa doctrina del amor de Dios hacia suPueblo (pp. 196-198), evocan las experiencias del desierto,pero también las perspectivas de vida feliz en el «hermosopaís» de Dios. Con esto servía de poderoso aliento a la  Gola,

y preludiaba el nacimiento de un «judaismo» en cuyo senomoraría Dios.

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ra

L A G R A N T O R A H

El Segundo Isaías no se parece a Ezequiel ni por el estiloni por las preocupaciones ni por los temas principales. PeroEzequiel había creado escuela. Y toda una literatura, llamada«sacerdotal», se deriva de la aparición de este «sacerdote-

profeta».Esta literatura ocupó un lugar considerable en la tradición

israelita, y finalmente en la Biblia. Se la compuso —en par-te— durante el Destierro. Y, luego, se la continuó y terminóa lo largo del siglo V. Pero la   Gola  babilónica es su verdaderoambiente de origen. Como, por otra parte, esta literatura esbastante homogénea, vamos a considerarla en conjunto, an-ticipándonos con ello a los comienzos del período postexílico.

El historiador señalará siempre como un hecho absoluta-mente extraordinario el rápido resurgimiento de la minoríajudía   1  de Babilonia. Se debió ante todo a la conciencia quelos Israelitas tenían de poseer una herencia particular, privi-legiada e inalienable. Sin estructura política y sin patria, elPueblo de Dios se dio cuenta enseguida de que —a pesar de

1  Nos serviremos de ahora en adelante de las palabras «judío» y«judaismo», aunque continuemos empleando los términos «Israel»e «israelita» (de la misma manera que, para los tiempos antiguos,hablábamos de los «Hebreos»). En efecto, sólo a partir del Des-tierro podemos considerar que los Israelitas vuelven a brotar —comoquien dice— del territorio de Judá.

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todo— había de que subsistir. Su verdadera armazón, al mis-

mo tiempo que la garantía de su unidad, era su Ley, suTorah.  Y  c o m p r e n d i ó  muy bien que tenía que concretarlalo más pronto posible, y divulgarla entre los hermanos.

La Torah era el mejor medio de distinguirse en cuantogrupo étnico y religioso, de los demás pueblos con los cualeshabía que convivir en el destierro. No comer exactamentecomo todas las demás personas, tener reglas propias para dis-tinguir entre lo profano y lo sagrado, poseer días festivos

especiales y principalmente el sábado, practicar la circuncisióny ser estricto en cuan to a las leyes de la unió n co ny ug al: eranotros tantos puntos que trazaban una línea de demarcación,y ponían a los fieles de Yahvé al abrigo de las contamina-ciones paganas. Por otra parte, no cabe duda —como vemosen los profetas exílicos— que los Israelitas sentían más vi-vamente que nunca la noción de la Santidad de Dios; y quecon ello las observancias religiosas iban adquiriendo un ca-

rácter más absoluto. Su fijación sólida le valió pura y sim-plemente al pueblo judío el poder conservarse como tal, apesar de las circunstancias adversas.

Para que la Torah pudiese desempeñar su papel de protec-ción, por un lado, y de vínculo comunitario, por otro, entrelos desterrados que no tenían más cuadro que sus reunionespor localidades o por barrios: hacía falta que esta Torah fueseconocida por el mayor número posible de judíos, y que se

les propusiera a éstos en forma accesible, popular, trasmisible,escrita. Hacía falta, además, presentarla como una enseñanzareligiosa y una norma de vida suficientemente completas, paraque no dejasen lugar a las invenciones de la fantasía indivi-dual. De esta manera iba a formarse una vasta colección derelatos antiguos, de prescripciones rituales, de rúbricas litúr-gicas, de costumbres y jurisprudencia muy elaborada, aptapara despertar y mantener en todos la conciencia de la grande

y viva tradición religiosa hebraica.Los sacerdotes habían sido siempre los hombres de las tra-

diciones, tanto en Israel como en otras partes 2 . Eran los

- Cf. pp. 110 y 177-178. Los desterrados tenían patente, además,el ejemplo del gran clero babilónico y (s in duda, más estricto yasombroso para ellos) el ejemplo de los magos zoroástricos.

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especialistas de la Torah. Los sacerdotes, que eran muy nu-

merosos en el destierro (porque casi todos habían sido depor-tados), eran los únicos elementos de la antigua sociedad israe-lita que conservaban un título propio, que podían ejercer unpapel en la comunidad. Su prestigio se fue acrecentando con-siderablemente. Llegaron a ser los consejeros y maestros, lospensadores y escritores. El clero, por lo demás, a diferenciade los profetas, es siempre más o menos anónimo: actúa notanto por medio del  shock  producido por una pujante perso-

nalidad o en virtud del impulso de un inspirado, sino graciasal largo y paciente esfuerzo de un grupo. Tal es el «ambientesacerdotal», compuesto de teólogos y archiveros, de juristasy sabios, de historadores y escribas, de donde salió la obramonumental a la que llamamos, según la terminología de lacrítica bíblica, el «Código sacerdotal»   3, que comprende elLevítico entero, la midad del Exodo, las dos terceras partesde los Números y aproximadamente una quinta parte del

Génesis  4

.Una vez más la obra iba a ponerse bajo el nombre de

Moisés, o —más exactamente— iba a presentarse como pala-bras de Yahvé dirigidas a Moisés, o relatos situados en la épocadel Sinaí. Era muy justo, porque algunas de las tradicionesrecogidas se remontaban de hecho a antiquísimos tiempos dela historia de Israel. Se poseía, además, la convicción de queúnicamente se estaba poniendo en vigor o continuando la labor

instaurada por Moisés. Aparte de esto existía asombrosa ana-logía entre la situación de los Hebreos en Egipto y Sinaí yla situación de los Israelitas en Babilonia que constituían unanación sin Estado ni territorio. Pero, aunque los autores deesta Torah, antigua y nueva, pensaban en el pasado que Dioshabía hecho para su Pueblo, al mismo tiempo entendían queestaban fijando las condiciones en las cuales Israel podríaseguir viviendo como tal. Y, estas condiciones, las fijarían no

a la manera teórica e incluso utópica de Ezequiel, su maestro

3  Designado ordinariamente por la letra P, inicial del términoalemán  Priesterkodex  o «Lib ro de los Sacerdotes».

4  Véase e l cuadro de los textos P en la p. 246 s . Los demás textosde estos libros son yahvistas y elohistas (cf. pp. 152-153).

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profético, sino con un realismo práctico de los más minucio-

sos. Sin embargo, ya no era de temer que se cayese en unpuro rub ricism o: se había conservado viva la palabra de losprofetas, que impedía que la religión volviera a convertirse enun simple y formalista sistema de prácticas.

Los sacerdotes-escritores del nuevo Código se preocuparon,pues, de reunir, clasificar, ordenar las tradiciones cultualesy morales, purificándolas de las supersticiones que habíanvenido a contaminarlas, simplificando lo que se había compli-

cado demasiado con el tiempo, infundiendo por doquier unespíritu profundamentae religioso y comunitario. La síntesisse realizó tomando como punto de partida la idea que seimponía entonces a aquellos sacerdotes y a toda la comunidad,la idea que había dominado el mensaje de Ezequiel en susúltimos capítulos: Yahvé es «Santo» y «santo» es su Pueblo.En consecuencia, las personas, las acciones, las cosas en re-lación con el culto prestado a Yahvé, son las que retienen

principalmente la atención y ocupan el mayor lugar en laliteratura sacerdotal.

Evidentemente, no se podría tratar de innovaciones. El cul-to, los sacrificios, las fiestas, los ritos de purificación sonantiguos en Israel, a veces más antiguos que el mismo Israel,heren cias deL viejo Oriente   5. Algunos ritos como los que sedescriben en Lev  14,  4 -9 , 49 -53; Nm 5 , 11 -31;  19,  2-10, sonmanifiestamente arcaicos. A través de la Torah levítica, si laconociéramos bien, iríamos descubriendo indudablemente unaparte de la historia del culto en Israel, y veríamos los esfuer-zos sucesivos de «yahvización» de antiguas prácticas religiosasadaptadas del medio ambiente, los retoques y precisiones quese fueron haciendo con el tiempo, principalmente durante elperíodo real y en función real y en función del Templo deJerusalén, así como también las reformas realizadas o inten-tadas. Recordamos (p. 200) que la época de la última refor-

5  Descubrimos en los textos P la a f lorac ión de l fondo común de lAnt iguo Oriente , ves t ig ios mesopotámicos , eg ipc ios , cananeos . Véase ,por ejemplo, las notas de   C A Z E L L E S  en el fascículo  Lévitique  de la«Bible de Jérusalem», en los pasajes s iguientes: Lev 1, 3 , 4 , 14:2,  7 , 13; 5 , 5; 7 , 10;  8,  2 8 ;  12,  3 .

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pone en las cosas grandes y queridas. Este Tabernáculo, con

su mobiliario significativo y el Servicio litúrgico que exige,sacramentaliza la Presencia de Dios en medio de los suyos.¿En el desierto? Sí, y también en toda situación semejante,cuando el Pueblo de Dios esté lejos de la Residencia perma-nente de Dios, y se encuentre en camino hacia ella. El Segun-do Isaías acaba de cantar el «nuevo Exodo».

El Exodo es un caminar: tal es la idea que inspirará la

composición de conjunto del libro de los NÚMEROS, gran partedel cual y —desde luego— su disposición general se debe almismo ambiente teológico y literario. Se siente aquí la in-fluencia de Ezequiel, principalmente en lo que se refiere alsacerdocio  7. Los autores del siglo VI, continuados probable-mente por los del siglo siguiente   8, manifiestan aquí su aten-ción a los ministros del culto (Nm  3-4; 8; 17-18;  25) y sucostumbre de hacer enumeraciones, genealogías, cifras (Nm

1-3; 7; 26; 33-34).  Com pletan, por otra parte, la T ora h leví-tica por medio de ordenanzas rituales y notas de derecho( N m 5 - 6 ;  9; 28-30; 35 36).  Ahora bien, representar a la co-munidad del desierto jerárquicamente ordenada en torno delSeñor presente en ella, comunidad que era un pueblo «tenta-do» y rebelde — ¡ y hasta qué p u n to — , condenado a pasarcuarenta años fuera de la Tierra santa, pero que estaba pre-parando su entrada en este p aís : ¿no era el m ensaje más opo r-

tuno para los desterrados que estaban llamados a rehacer unPueblo en torno de Yahvé, en Jerusalén, después de habersufrido la gran prueba?

Una de las características de la literatura sacerdotal es la deenunciar una torah o describir una institución, al final de unrelato o en asociación con un relato. De esta manera: pres-cripciones, costumbres, instituciones entran en el desarrollo

de la historia de Israel. Tal ocurre con el establecimiento delsantuario en Sinaí (Exodo  25-40),  el estatuto del sacerdo cio en

7  El sacerdocio de la rama aarónida de Sadoc, del que nunca sehabía tratado anteriormente en Ez  44  y N m  3  y  18.

8  Porque ciertos detal les no están relacionados con la restaura-c ión postex í l ica n i tampoco con la obra de Esdras-Nehemías .

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Cadés (Nm  17-18),  la distinción que comienza a hacerse entre

poder civil y poder religioso en las estepas de Moab (Nm 26-27). De manera semejante, el ritual de la Pascua (cordero yázimos) ha sido insertado en la trama del relato de la Salidade Egipto (Ex  12,  2-20, 43-51).

En el libro del GÉNESIS, grandes contribuciones literariasde origen sacerdotal tienen el mismo sentido: leyes del ma-trimonio y del sábado en Gn 1, prohibición del homicidio enG n  9,  obligación de la circuncisión en Gn  17.  Se descubre

en todo esto las exigencias de la situación de los fieles quedeben distinguirse de los no-Israelitas, entre los cuales sehallan mezclados. Para reconocerse entre sí, hace falta tambiénconceder gran importancia a los vínculos de origen y paren-tesco: las «genealogías» de la Torah recuerdan estas exigen-cias (Gn 5;  11;  2 5 ;  36;46;  y las genealogías de Ex y N m ).Hasta en la utilización de los viejos temas mesopotámicoscomo el Diluvio   9, la preocupación cultual es manifiesta: el

arca de la salvación tiene las medidas del Templo de Jeru-salén; y los momentos decisivos, indicados en meses y días,son fecha s litúrgicas G n 1, capítulo inaugural de toda nu es-tra Biblia, muestra el universo como un templo en el queestán reglamentadas todas las funciones y en el que la crea-ción se inscribe dentro del cuadro sabático.

De este modo aparece ya, si no el libro en Cinco-Rollos de

pergamino o Pentateuco, es decir, la organización de los textosyahvistas, elohistas, deuteronómicos y sacerdotales tal comonosotros la conocemos, sí al menos una «Historia sagrada sa-cerdotal» que constituye una parte importante de la mismay forma su estructura general.

Los escritores sacerdotales, que disponían de documenta-ción abundante, de piezas antiguas, de numerosas tradicionesescritas, supieron construir una vasta síntesis doctrinal so-

bre el esquema de la historia: Historia de Israel concebidasegún el ideal al que está consagrado el Pueblo «santo» en

9  Era posible leerlo en Babilonia, era posible escuchar su lec-tura en las liturgias (pp. 23-24).

1 0  Como veremos en otro vo lumen sobre e l Génes is .

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medio del cual Dios «ha plantado su Tienda»; historia de las

instituciones que expresan esta presencia santa y la pertenen-cia a Dios del Pueblo hierocrático. Pero el pensamiento quelo domina todo, sigue siendo todavía el pensamiento de laAlianza (principalmente: Gn 9; 17; Ex 19; 24; véase tambiénEx 2 , 24 ; 6 , 4 -5 ;  31,  16; Lev  24,  8 ;  26;  N m  18,  19 ;  25,13), de la Alianza santa que —desde Moisés a Ezequiel pa-sando por todo el profetismo— ha expresado las relaciones devida entre Yahvé y su Pueblo. La Torah en su totalidad, que

es la traducción sacramentalista y práctica de esta Alianza,está recordando perpetuamente sus condiciones, su sentido,su espíritu, al mismo tiempo que recoge —para actualizar-los— los recuerdos vivos de un pasado que es la Acción mismade Dios en el Pueblo de la Alianza.

Tal es la gran fidelidad de Israel. Y si los hombres quedetallaban y precisaban de este modo las condiciones de vidade un pu eblo q ue aspiraba a renacer, no eran pr ofeta s: m i-

raban al menos en la misma dirección que los profetas ypreparaban como ellos el Retorno, la Regeneración, la Co-munidad de Dios

1 1  Aunque se trata de una cuest ión que ha de estudiarse enotro volumen, e l lector sentirá ya desde ahora viva curiosidad porsaber exactamente cuál es e l papel del  inspirado en la comun idad.

Para satisfacer cuanto antes esta legítima curiosidad, vamos a citarunas palabras que le i luminarán:«Las ref lexiones que preceden nos han mostrado varias veces a

los escritores inspirados en dependencia de la comunidad en queviv ían , como ecos y tes t igos —en c ierto modo— de sus preocupa-ciones. Es un hecho del que hay que dar cuenta.

Prec isemos ante todo un pr imer punto . Las preocupaciones de lacom unida d de Israe l no fueron un acc idente de la h is tor ia: es tu-vieron pretendidas y dirigidas por Dios, con miras a la educaciónde su pueblo; forman parte de un des ignio providencia l . No debe-

mos confundir las , ev identemente , con la Reve lac ión; por s í mismasno eran el órgano, porque la Revelación no brota de las profundi-dades de l sent imiento co lect ivo: proceden únicamente de Dios ,a través de los hombres escogidos por El . Pero s igue s iendo verdadque la Revelación, para arraigarse en la vida del pueblo elegido,se expresó ordinar iamente en función de sus problemas . Y Diosuti l izó las c ircunstancias mismas de la historia de su pueblo, parahacer que fueran madurando las cuest iones a las que quería darrespuesta. A veces hay más todavía. Más de un l ibro del Antiguo

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EL TEXTO SACERDOTAL EN EL PENTATEUCO

G É N E S I S

1.2  1-4".5, 1-28, 30-32.6,  9 -22 .7, 6, 11, 13-16», 18-21, 24.8,  l - 2 a , 3 b -5 , 13 a , 14-19.9, 1-17, 28-29.

10,  1 -7 , 22-23 , 31-32 .11,  10-27, 31-32.12,  4b -5 .13,  6 , 1P-12» .16,  Ia , 3, 15-16.17.19,  29.21.  l b , 2 b -5 .23.

25,  7 - l l

a

, 12-17, 19-20, 26».26, 34-35.27, 46.28,  1-9.29, 24, 29.31,  18".33 18a

34,  1-2», 4 , 6 , 8 ,1 0, 1 3-18 , 20-24, 27-29.

35,  9-13, 15, 22b -29 .

36,  1 -14 , 20-30 , 40-43 .37,  l - 2 a .46,  5b -27 .47,  7 -11 , 27b -28 .

48,  3 -7 .49, I a , 2 8 b -33 .50, 12-13.

E X O D O

1, 1-5, 7, 13-14.2, 23 b -25 .6 , 2-30.

7, 1-13, 19-20», 21 b -22 .8,  1 - 3 , 1 P - 1 5 .9,  8 -12 .

¿ i , 9 -10 .i 2, 1-2 0, 28 , 3 7 a , 40-51.13,  1-2, 20.14, 1-4, 8-9, 15-18, 21 a , 2 1 c -

23 , 26-27 a , 28-29.16,  1 -3 , 6 -14 , 16-18 , 22-28 , 31-

36.17, Ia.19,  l - 2a .24 . 15 b - 1 8 \25.26

27.28

29.30.

31.  1 - 1 8 \34. 29-35.35.36.

Testamento traduce las ref lexiones rel igiosas de las generacionessucesivas, e laboradas a partir del patrimonio nacional :  antiguastradiciones patriarcales, anales de la nación en marcha hacia la

t ierra prometida haciendo las guerras de Yahvé y organizando suvida nacional , escritos y recuerdos de profetas. Nos damos cuentaentonces de que el pensamiento rel igioso elaborado en el seno de lacomunidad bajo la d irecc ión de los portavoces de Dios const i tuyóe l punto de part ida de la Reve lac ión d iv ina a l mismo t iempo quela causa ocasional de los escritos inspirados, y así vamos captandoen lo vivo uno de los aspectos que revist ió históricamente la eco-nomía de la Revelación:» (ROBERT-FEUILLET,  Introduction a laBible, 20  éd. , Tournai 1959, p . 27 s . Citado por el Traductor.)

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C A P Í T U L O V I I I

LA COMUN IDAD JUDAICA

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I

R E G R E S O D E L D E S T I E R R O

Cierto número de Judíos se establecieron para siempre enBabilonia, sea por gusto o interés, sea principalmente por lafuerza de las circunstancias y los imperativos de la vida:habían rehecho su situación, constituido una familia; se en-contraban bien y habían descubierto que era posible vivir

fieles a Yahvé aun fuera de Palestina.Sin embargo, los testimonios l iterarios que nos han que-

dado de la Cautividad muestran que otros Israelitas, numero-sos, sentían ardiente deseo de regresar al País del Señor. Porlo demás, este regreso parecía necesario :  Israel no poseía aúnla talla suficiente para vivir en estado de «diàspora», es decir,de dispersión a través del mundo, como ocurrirá más tarde.Y la nostalgia de Jerusalén, de la Tierra de los antepasados

y de Yahvé, celebrada para siempre por el Ps  137, no habíahecho más que acrecentarse con el tiempo, la imaginacióny la reflexión.

Por otra parte, la cuestión ni siquiera se planteaba ya. Segúnla palabra de sus profetas, Israel había visto cómo su cauti-vidad terminaba repentinamente con la venida de Ciro. Asícomo había liberado a los otros pueblos en las regiones con-quistadas por él y Ies había devuelto principalmente los pri-

vilegios de su vida religiosa propia, el vencedor de Babiloniadio un edicto, el año siguiente de su triunfo, en 538, auto-rizando a los Judíos deportados para regresar a Jerusalén yreconstruir all í el Templo de Yahvé (Esd 1, 1-4) 1 .

1  La documentación sobre los acontecimientos de Palestina du-rante la segunda mitad del siglo VI se encuentran esencialmente

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La decisión de marchar no se retrasó ni un momento. Se

organizaron convoyes que llevaban consigo los dones consi-derables recogidos por la comunidad babilónica. Los repa-triados se contaban por decenas de miles   2. Tenían al frentea un príncipe de la descendencia de David, Zorobabel, pro-puesto por los Persas como alto comisario del país de Judá,bajo el control del gobernador de la provincia de Transeu-fratene. El jefe religioso era Josué, a quien se dará por pri-mera vez el título de sumo sacerdote. Como es natural, los

sacerdotes eran muy numerosos en las caravanas de regreso.Gracias a una autorización especial, llevaban consigo los va-sos y objetos sagrados, confiscados antaño por Nabucodonosor.

Los recién llegados, que venían bien preparados y organi-zados, fueron repartidos por familias y localidades, como tes-timonian las l istas de Esd 2 y Neh 7. ¿Cómo fueron acogi-dos? Satisfactoriamente y con buena gana por parte de algu-nos, por sentimiento de amistad, fraternidad, ayuda, o por

cálculo interesado. Pero no podían faltar causas de disensión.Surgieron en primer lugar los problemas de las propiedades:los repatriados reclamaban sus antiguos derechos, y, para de-fenderlos, ostentaban genealogías puestas rigurosamente aldía; los otros, por el contrario, estimaban que la historia lohabía cambiado todo, y se justificaban con la nueva situaciónque existía  de facto.  Hubo también otras contrariedades.

Los antiguos desterrados eran profundamente piadosos. Su

primer cuidado fue volver a levantar el Altar de los holocaus-tos en Jerusalén y restablecer inmediatamente el sacrificiodiario. La primera asamblea religiosa general tuvo lugar en lafiesta de las Cabañas. Al año siguiente se decidió la restaura-ción del Templo; y comenzaron a reunirse obreros y mate-riales. Los cimientos del nuevo santuario se edificaron en

en los l ibros de Esdras y Nehemías (acerca de estos l ibros, véasep. 267) , completados por las profecías de Ageo y Zacarías. Estadocumentac ión ofrece lagunas .

2  Sin que podamos ofrecer datos precisos, a pesar de las indi-caciones del l ibro de Esdras. El autor de este l ibro, que es tam-bién autor de las Crónicas (véase p. 284) , escribe conforme a ungénero l i terario y con preocupaciones que no obligan s iempre autilizar con rigor matemático las cifras que él señala.

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medio de desbordante alegría y de punzante emoción (Esd

2-3).Viendo todo esto, los Judeos que habían permanecido enPalestina prestaron su colaboración. Pero se vieron recha-zados con altanería: eran considerados como individuos delinaje híbrido y de religión contaminada; y, como tales, eranimpuros para una tarea tan santa. Así se evidenció desde unprincipio el rigorismo absoluto que había caracterizado alyahvismo exílico. Sin embargo, las personas menospreciadas

se vengarían: artimañas de política rastrera, corrupción delos funcionarios por dinero, obstruccionismo y huelgas. Lascosas llegaron a tal extremo que no hubo manera de con-tinuar. A fines del año 537 los trabajos se detenían (Esd   4,1-5, 24).

Apenas conocemos los quince o dieciocho años que siguie-ron a continuación. Fue ciertamente un período difícil . Mu-chos cayeron en la apatía y en el desaliento. Se iba perpe-tuando un penoso estado de hostilidad entre las «gentes delpaís» y los repatriados. La situación económica se había idohaciendo rápidamente mediocre en esta región montañosa,que era naturalmente pobre de recursos y en donde —¡paracolmo de desgracia — las primeras cosechas se habían malo-grado (Ag 1, 6, 10-11; 2, 16-19): cosa que agrava el malestarsocial (Zach  8,  10).

Por lo demás, las cosas no iban tampoco bien en el plano—más vasto— del universo de entonces. Cambises II (529-522), hijo y sucesor de Ciro, continuaba la obra paterna deexpansión conquistando Egipto. Pero no tenía el valor hu-mano, la fuerza de carácter y la amplitud de espíritu de Ciro.Se hizo intolerante y duro. Suele atribuirse este final sombríoa un desequilibrio de orden patológico. Murió en Egipto,

cuando regresaba a su patria.La sucesión ocasionó gran desorden, complots y violencias

en todo el imperio. Sostenido por los partidarios del orden,un pretendido descendiente de la familia aqueménica, Darío(522-486), terminó imponiéndose por la fuerza. Vino otrogran reinado. Darío realizó expediciones victoriosas al Irán ya la India, a las regiones del Ponto Euxino y del Danubio.

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Pero fue derrotado en Tracia. Y éste fue el comienzo de las

«Guerras Médicas» .Darío promovió a fondo la apl icación de los principiosuniversalistas y centralizadores de Ciro. Llevó a cabo la crea-ción de un cuadro gubernamental sumamente senci l lo y f le-xible al mismo t iempo que sól ido y codif icado, que unía agrupos étnicos muy dispares, s in herir sus caracteres, susderechos, sus costumbres propias . Todo el imperio quedódividido en veinte satrapías, cada una de las cuales tenía a

su cabeza una especie de virrey muy poderoso encargadoprincipalmente de la percepción del impuesto, de la pol icía yde la justicia, pero que a su vez estaba severamente controladoy tenía que respetar las administraciones locales. Finalmente,este gran s istema —inaugurado ya por Ciro— se perfeccionógracias a la creación de caminos estratégicos y comerciales, asícomo con la organización postal regular que permitía las rela-ciones entre las diversas regiones.

Al comienzo del reinado de Darío, fueron enviados a Israelunos profetas que se encargarán de infundir aliento y ayudar aremontar una corriente de desmoralización.

AGEO, testigo de la apatía que reina entre sus compatrio-tas , comenzó a hablar en el año 520. Lo hace en términos nomenos prácticos que intensamente teológicos: es absoluta-mente necesario reconstruir el Templo, volver con ardor altrabajo (Ag 1, 2-11); la bendición divina quedará aseguradaentonces, es decir, la elevación del bienestar general, el favory la Presencia gloriosa de Dios en medio de su Pueblo (Ag 2,3-9) . Y, con Zorobabel , Siervo de est irpe real y Elegido deYahvé, vendrán los t i empos perfectos y fe l i ces (Ag 2 , 23) ;el profeta evoca esos t iempos escatológicos y mesiánicos bre-vemente, pero en términos notables .

En el l ibri to de Ageo, compuesto de breves fragmentos deuna predicación centrada sobre el Templo, e l levi t ismo deEzequiel , las perspectivas del Segundo y también del TercerIsaías , que es contemporáneo (como vamos a ver en seguida) ,son muy sensibles . Por otra parte, los pocos profetas que va-mos a encontrar todavía, ut i l izarán mucho las enseñanzas desus predecesores. Su esfuerzo principal consistirá en adaptar

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a las nuevas circunstancias las concepciones y tendencias ya

expresadas.Los discursos de Ageo causaron efecto. Se reanudaron lasobras bajo la dirección de Zorobabel, el hombre de las másgrandes esperanzas3 , y de Josué, el sumo sacerdote, asistidospor los profetas. Gracias a una política prudente y hábil, selograron evitar dificultades por parte del gobernador de lasatrapía. Este desconfiaba de los grandes trabajos que se es-taban realizando en Jerusalén y sufriría las influencias de las

personas irreductibles del país, a las que se juntaban los Sa-maritanos. Fue enviado un informe a la capital del imperio,que tuvo por efecto la búsqueda y hallazgo del Edicto deCiro. Darío lo reeditó, promulgando un decreto favorable ala reconstrucción del Templo (Esd 5, 1-6, 13).

Ageo seguía hablando hacia fines del año 520, y he aquí queotro profeta, ZACARÍAS  4, interviene con intenciones semejan-

tes :  despertar las energías de la renovación, infundir vigor yaliento. La colección que da testimonio de ello es una serie depequeños fragmentos, principalmente de visiones, en númerode ocho, con algunos breves discursos. El simbolismo del vi-sionario es de interpretación difícil y, con su angelología, mu-cho más avanzada de lo que jamás se había visto hasta en-tonces, hace de Zacarías un verdadero escritor apocalíptico.Por otra parte, este profeta se halla claramente en la línea de

Ezequiel y de la literatura sacerdotal.Su mensaje es extraordinariamente alentador: la Ciudadsanta será reconstruida, los enemigos del Pueblo de Dios ani-quilados, Yahvé habitará en medio de los suyos y atraerá alos demás pueblos (Zach  1-2).  El Sacerdocio será regeneradoy restablecido con el sumo sacerdote a su cabeza, al mismotiempo que el poder temporal quedará asegurado por el re-presentante mesiánico (Zach  3-4).  Todo lo que está mal y

es malo será suprimido y castigado (Zach  5-6).  Finalmente,

3  Desearíamos saber cómo terminó este monarca, y por qué esasesperanzas no continuaron con él . Pero sobre este punto lo ignora-mos todo .

4  El autor de los capítulos  1-8  de la colección. Para Zach  8-14,véase la p. 274.

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siguiendo la línea de los pensamientos proféticos más antiguos,

Zacarías muestra las grandes perspectivas que el futuro reser-va para la Comunidad santa (Zach  7-8).

Una vez sostenida de este modo la moral, se pudo acabarel Templo (515) y el culto levítico quedó completamenteasegurado. Se celebró la dedicación de la Casa de Dios, des-pués la fiesta de Pascua y de los Azimos (Esd 6, 13-22). Encomparación con los esplendores de antaño, la construcción

y las ceremonias de ahora daban una impresión muy pobre.Pero constituían el fruto de una serie de esfuerzos difíciles yde gran fe.

La tradición ha situado en la estela de Isaías una colecciónde poemas diversos, compuestos entre los años 530 y 510 y—más exactamente— alrededor del año 515. Podemos pensarque todos ellos se deben a un mismo autor, a quien se llama

corrientemente el  TERCER ISAÍAS  y cuya obra corresponde aIs  56-66.  Este profeta, que recoge fórmu las del Segu ndo Isaías,aunque en un sentido nuevo   5, no es menos tributario de Eze-quiel. Asimismo, supo encontrar exactamente el equilibrioentre una predicación de la Torah (Is  56,  1 -2 ;  58,  13) y delculto en el Templo (Is  56,  5 -7 ;  57,  13 ;  58,  12;  60,  7, 13;65 , 11;  66,  20), por un lado, y una religión verdadera, pro-funda, interior (Is  58,  1 -5 ;  61,  8), garantizada principalmentepor la práctica de la justicia y de la ayuda fraterna (Is   58,6-10;61,  1-3), por otro lado. La comunidad judea tiene necesidad deser corregida: incapacidad y vicios de los dirigentes (Is  56,9-12), corrupción que se va generalizando (Is  59,  1-15), prácti-cas idoláticas y sincretismo abominable propagado por las«gentes del país» (Is 57, 3-10;  65,  3 - 7 ;  66,  3, 17). Y, así, elprofeta llama al arrepentimiento, a la enmienda (Is 59). Pero lohace en nombre de un Dios bueno, misericordioso, padre, es-poso (Is  57,  16 -19;  59,  20-21; 62, 1-12; y sobre todo Is  63,7-64 , 11 6 ), el Dios de los humildes (Is 57, 13-15;  66,  1-2). El

5  Comparar Is  40,  3 y  57, 14; 41, 19  y  60,  1 3 ;  49,  23 y  60,  16.6  Is  63,  7-64, 11 es un salmo comparable a los Ps  74  y 79.

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retorno a la gracia de Yahvé y la gloria de la nueva Jerusalén

son cantados con alegría ardiente y entusiasta (Is  60-62;65-66). En una visión ecuménica del mundo se invita a lasnaciones a dirigirse a Yahvé (Is  56,  3 -8 ;  60,  1 -13;  66,  18-23).Pero Israel sigue siendo el pueblo amado y un pueblo-sacer-dote (Is  61,  6 ;  66,  20).

Parece que hay que situar igualmente a fines del siglo VIla composición del Prólogo que constituye los nueve primeros

capítulos del  LIBRO DE LOS P ROVERBIOS.  Comprende una ur-gente y extensa invitación a aceptar la Sabiduría de los sabios,principalmente por medio de la instrucción y de la docilidada las lecciones de los maestros (Prov  1-4),  una advertenciainsistente contra toda desviación mala y principalmente con-tra la inmoralidad (Prov 5-7), y finalmente una admirableexaltación de la Sabiduría, que es divina (Prov  8-9).  EstePrólogo difiere de las antiguas colecciones de sentencias a las

que sirve de prefacio (cf. p. 180) y de las sentencias que seañadirán en adelante (Prov  22-24; 30; 31,  1 -9;  31,  10-13),por su forma, que no es ya la de pequeños «meshalim» quese van sucediendo unos a otros sin relación alguna, sino queson discursos-consejos sumamente largos y de una sola pieza.En efecto: aunque volvemos a encontrar en ellos las preocu-paciones del «buen sentido» práctico, la expresión de una pe-dagogía basada en la experiencia, el método didáctico de la

repetición característica de la enseñanza de los escribas: laSabiduría se manifiesta ahora de manera nueva y maravillosa.Personificada y hablando en primera persona en Prov  8,  22 -31, la Sabiduría sé presenta como engendrada por Dios antesde toda criatura y como algo que coopera con la acción crea-dora de Dios; por otra parte, se proclama a la manera de lapalabra profética (comparar Prov  8,  1-6; 9, 1-6, con Is 55),se propone morar entre los hombres y darse a ellos en co-

munión.Comprendemos que se inicie aquí un camino profundo de

revelación y reflexión.

«Dios concede su gracia a los pobres» (Prov  3,  34). Lossabios, cuyas máximas han sido recogidas en el Libro de losProverbios, se preocupan muchísimo del pobre (Prov  14,  20,

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21, 31;  16,  1 9 ;  17,  5; 18, 23; 19, 1, 7, 22; etc.). Esta

preocupación se manifestaba ya en el Deuteronomio (Dt  15,4-11). Sabíamos además —por los profetas (pp. 156-165, 171)e incluso por las viejas «leyes» (Ex  22,  20-26)— que los des-poseídos de la fortuna podían pensar siempre que Dios les erafavorable.

A partir del siglo VII, la noción de  pobre,  como muchosotros pensamientos que Dios puso en el corazón de su Pue-blo, se va interiorizando. Sofonías había anunciado que el

Pueblo de Dios que constituyese el «Resto» sería un pueblode pobres (p. 194). Jeremías vivió con toda perfección, en supropia persona, la condición de pobre (p. 211). En efecto,en Israel comienza ya a comprenderse que la pobreza es unacondición posible de vida. Más aún: una condición que hayque vivir de veras. La gran prueba del año 587 y del destierrocontribuyó mucho a esta persuasión, comentada además porlas profetas.

La lengua hebrea tiene toda una gama de palabras paradesignar al desgraciado, al necesitado, al indigente, al débil,al afligido, al abandonado, al humillado, al humilde. La ex-presión más característica, y que llegará a ser la más corriente,es la de  anaw  (plural,  anawini).  Designa al hombre que pasafatigas o que está sufriendo una prueba, y sobre todo a aquelque está «inclinado» bajo el peso de la adversidad y de lamano de Dios.

La noción de «pobreza», evolucionando del sentido quetenía por comparación con las clases sociales o las situacioneseconómicas, adquiere una significación  más  personal, más pro-funda :  una significación religiosa. El hombre o el pueblo quevive en la humillación o en la penuria llega a considerar sucondición desgraciada no sólo como una suerte inevitable quehay que aceptar, o como una prueba destinada a corregirle,sino como una señal y una llamada, como una situación mejorque le acerca más a Dios.

Esta relación con Dios que le sirve de socorro, el  anazv  nola adquiere por su valor personal. El lo sabe muy bien. Des-provisto de todo, es también pobre de virtudes. Es pecadory se conoce como pecador. Precisamente por esto llega a laconciencia de la indigencia radical. El no puede justificarse:tiene necesidad de ser salvado. El Ps  51  expresa estos senti-

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r e g r e s o d e l d e s t i e r r o 2 5 9

mientos de una manera extraordinariamente profunda. Por lo

demás, en los Salmos —según veremos— es donde se escuchael canto y la oración de los  anawim.Desconsiderado a los ojos de los demás como a sus propios

ojos, el pobre es un «humilde»   7. Así como está desprovistode posesión alguna, así también se halla destituido y va-cío de sí mismo Y, no teniendo ni pudiendo ya tener con-fianza en sí , descubre —como nadie podría hacerlo— que elSeñor es su apoyo: un apoyo suficiente e incomparable.

Aprende, por experiencia, que Dios le ama: experiencia quese asemeja, evidentemente, a la del destierro.Así, pues, el «pobre» es aquel que en la aflicción y en la

prueba, consciente de su total impotencia, aguarda —con es-peranza y entera disponibilidad, y finalmente con alegría ygratitud incondicionada— todo lo que Dios, y nadie más queDios, sabe y quiere hacer. El lenguaje de la «pobreza», alexpresar una actitud del espíritu que se adhiere a Dios con

fe y amor, se identifica con el lenguaje de los profetas cuandohablan de «justicia» y «fidelidad», con el lenguaje de los sa-bios cuando escriben las palabras de «sabiduría», «obedien-cia», «piedad», y se identifica con la expresión bíblica quecaracteriza tan bien la actitud teologal: el «temor de Dios»   8.Con todos estos términos se van esbozando poco a poco lostrazos del alma que Dios va formando en su Pueblo por mediode los sufrimientos de la historia.

7  Anaw  en las Biblias españolas es traducido ora por «pobre»ora por «humilde». Aquí vemos que son posibles y están just if icadasambas traducciones.  Anazvah  puede interpretarse por: pobreza , hu-mildad, condición del af l ig ido.

8  Sobre varios de estos términos, véase  Parole de Dieu,  pp. 198,207-210, 227, 241.

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II

L A O B R A D E R E F O R M A

Darío, que había sabido reprimir la insurrección desde elcomienzo de su reinado y establecer el orden en su inmensoimperio, conoció en el Oeste algunos fracasos cuya repercu-sión habría de ser considerable: los Griegos le ofrecían re-

sistencia.Se enfrentaban dos universos. ¿Por qué el enorme y todo-poderoso imperio oriental no empleó las fuerzas colosales deque podía disponer para barrer un polvo de pequeñas ciu-dades, a las que únicamente el peligro mantenía unidas demanera provisional? Es un hecho paradójico, como muchasotras realidades históricas. Evidentemente, el Oriente comen-zaba a adormecerse. Por el contrario, con las energías tensas

hasta el máximum en un esfuerzo entusiasta y trágico, porqueera cuestión de vida o muerte, la pequeña Grecia desplegóen esta áspera lucha el vigor de su juventud y la lucidezde su espíritu. Grecia estaba defendiendo una civilizaciónpreparada ya para hacer acto de presencia ante el mundoentero.

En efecto, en la península helénica el genio humano llegabaentonces a sus logros más extraordinarios y al más armonioso

equilibrio. Era el «milagro griego», como suele decirse. Losnombres de Policleto y Fidias en el terreno del arte, los delos grandes trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides, de los fi ló-sofos como Anaxágoras, Sócrates y muy pronto Platón y Aris-tóteles, de los historiadores como Herodoto y Tucídides y—el símbolo mismo de la época— el nombre del genial jefede Estado, Pericles, son tan prestigiosos que evocan por sí

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mismos la grandeza de la Grecia del siglo V, bajo la dirección

de Atenas: el gran siglo clásico.

De las  Guerras Médicas  solam ente podrem os recordaraquí las etapas principales.

Darío fue derrotado en el Monte Athos en el año 492 y enMaratón en el año 490 (primera Guerra Médica). Las hostil i-dades se reanudan en tiempo de su sucesor, Jerjes (485-465).El general ateniense Temístocles encarna la resistencia y lleva

a cabo la unidad de toda la Hélade, sellada en el Congresode Corinto del año 481. Los Persas consiguen apoderarse deAtenas, pero conocen los reveses de Salamina y Plateas (se-gunda Guerra Médica).

Estas victorias exaltan en los Griegos el sentimiento de susuperioridad sobre los «bárbaros». Siempre rival de Esparta,Atenas l lega con Pericles (470-433) a la cumbre de su poderíoe influencia, y afirma altamente su grandeza cultural. Periclesacepta una tregua de treinta años con las demás ciudades deaquella Hélade, tan naturalmente anárquica. Esta tregua seimponía porque los Persas no abandonaban las armas. Despuésde seis años de campañas en Egipto y de lucha por mar contralos Griegos, entre 459 y 454 (tercera Guerra Médica), Arta-jerjes (465-425) firmó una paz que reconocía a los Griegoslas colonias que ellos poseían desde hacía dos o tres siglos enAsia Menor.

Todo habría terminado sin las divisiones intestinas de Gre-cia. Estas divisiones hacen el juego a los Persas, que siguenestando en acecho y son hábiles para manejar el oro que com-pra las traiciones. En la desgraciada Guerra del Peloponeso,Esparta y su Liga continental contraen alianza con Darío II(425-405). Por lo demás, una alianza en sentido contrarioserá firmada entre Atenas y Artajerjes II (405-358). Esparta

derrotó a su rival y le confiscó la hegemonía. Esta hegemoníale será disputada luego por Tebas (400-358). Más tarde, conFilipo II y principalmente con Alejandro Magno, Macedonia

1  Se l lamaban así porque el imperio fundado por Ciro l levabael nombre de imperio «de los Medos y Persas» .

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se va imponiendo en toda la península y marcha a la conquista

del mundo.Palestina participa sólo muy indirectamente de estos acon-

tecimientos, verbigracia pagando —como las demás regionesdel imperio— las contribuciones e impuestos que alimentabanel presupuesto de la guerra. En la geografía política instituidapor Darío I,  Judea  formaba parte de la quinta Satrapía —laTranseufratene—, que se extendía desde la Alta Mesopota-mia hasta la frontera egipcia y que tenía a Damasco por

centro. Esta Judea era un minúsculo territorio de 40 a 50kilómetros de ancho, mucho menor que Samaría, a la queestuvo primeramente subordinada, y prácticamente en la ex-tremidad del imperio porque Idumea, que avanzaba ahorahacia el Norte hasta Lakish y Hebrón, se perdía luego en losdesiertos del Negeb.

De este país de Edom, los Judeos habían tenido mucho quesufrir, principalmente desde el derrumbamiento del reino da-

vídico y el saqueo de Jerusalén. En efecto, los Edomitas sehabían agregado entonces a los invasores y devastadores (pá-gina  2 2 3 ) .  Es lo que nos recuerda el librito de  A B D Í A S :  obraque podemos datar de los alrededores del año 500 2 . Expresasentimientos de rebelión contra enemigos seculares, cuyo cri-men —cometido con desprecio de los derechos de la huma-nidad e incluso de la fraternidad (w. 10-11)— será castigadorigurosamente por Dios. Como otras profecías de amenaza,

ésta es una especie de apelación a la justicia de Dios y unacto de fe en su victoria.

Desearíamos saber cuál es la «ciudad», poderosa y al mis-mo tiempo consagrada a una ruina completa, de la que nos

2  Es po sible que los antiguos «aliados» de los Edom itas, d eque se habla en Abd 7, sean los Nabateos o Arabes Nabayot(Gn 25 , 13; Is  60,  7) que en el s iglo VI ganaron a Edom losterritorios montañosos s ituados al Este del Arabah y del MarMuerto y se crearon un refugio central en el extraño nido de águilasde Sela, que se convertirá en la curiosa capital nabatea de Petra.Se har ía a lus ión también a es te empujón contra Edom en Is  63,1-6 y Mal 1 , 3 . Algunos exégetas ven en la profecía de Abdíasdos partes, una de las cuales sería anterior al año 500 y la otraposterior.

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habla otro profeta, el autor de Is  24-27.  Estos capítulos son

denominados habitualmente el  Apocalipsis de Isaías.  Si setrata de Babilonia, como suele suponerse generalmente, la pro-fecía se halla indudablemente en relación con la destrucciónde esta ciudad por Jerjes en el año 485. Esta destrucción esanunciada como el preludio de la liberación del mundo yde la venida de Yahvé. El juicio del mundo es evocado entérminos de catástrofes cósmicas (Is  24).  Un canto celebrael Reinado de Yahvé (Is 25) y otro salmo proclama la paz y

salvación de Dios para aquellos que confían en El (Is  26).  Eloráculo termina con una gran esperanza: la reagrupación delos dispersos en la Ciudad de Dios (Is 27).

Esta manera de hablar de perturbaciones universales (Is  24,1-6 , 18-23; 25 , 7-8;  26,  21; 27, 13) prepara directamentepara la aparición del género propiamente apocalíptico que lle-gará a estar tan floreciente al cabo de dos siglos 3 . Por otraparte, es cierto que el mensaje de estos poemas entusiastas,

dirigido a un pequeño pueblo de pobres (Is 25, 4;  26,  6), esde los más alentadores.

Hacía falta aliento. El reinado de Jerjes, monarca fastuoso,pero incapaz, fue el de un tirano opresor. En todo el imperiohubo que sufrir sus vejaciones. El joven judaismo no estabamaduro para una prueba demasiado fuerte. Sufrirá un crisis.Las dificultades económicas no producen nunca buenos efec-

tos. Los impuestos excesivos hacen al individuo avaro y mez-quino :  Yahvé se da cuenta de ello en las ofrendas y sacrificiosque se le hacen (Mal  3,  8-10). Además, hay manifiesto con-traste entre las esperanzas vivamente despertadas por Ezequiely el Segundo Isaías y la condición mediocre en la cual estabavegetando Israel. Y tal comprobación se va haciendo depri-mente con el tiempo. El sufrimiento y la decepción explicanmuchas cosas: abusos sociales (Mal  3,  5; Neh 5, 1-5), viola-

ciones pérfidas de la Torah, principalmente en materia con-yugal (Mal 2, 10-16; Esd 9, 2, 12;  10,  10-11), deficienciasdel clero (Mal  1,7; 2,9),  soñolencias y tibieza religiosa ge -neralizadas.

3  M ás adelante hablarem os de l gén ero apocalíptico. Is  24-27ha influido mucho en el Apocalipsis de San Juan.

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Tales son las miserias que  M A L A Q U Í A S  4  denuncia, y a las

cuales quiere poner  r e m e d i o .  Este gran escriba-profeta, queescribe entre los años 470 y 450, es un predicador de palabraenérgica, de corazón grande y sensible, animado por un vivoardor apostólico. Debe mucho al Deuteronomio. Para Mala-quías, como para Ezequías y el Código Sacerdotal, del quetambién está impregnado, la religión se halla centrada sobreel culto del Templo. Poco nos ha quedado de la obra de esteprofeta. Y sin embargo encontramos en ella, vigorosamente

expresadas, las más sublimes verdades: el amor paternal deDios hacia su Pueblo (Mal  1, 2,6; 2,  1 0 ;  3,  17), la Alianza(Mal  3,  7, 22), la santidad del sacerdocio y su misión de en-señar (Mal 2, 6-7), la fidelidad conyugal (2, 10-16), el valordel sacrificio y del culto (1 , 10-14;  3-  4), el cual se encuentraa veces perfectamente realizado entre los paganos 5 , el «Día»de Yahvé, terrible y salvador, preparado por el Precursor en-viado por Dios (Mal  3,  23-24).

Las responsabilidades, el carácter odioso de la relajacióngeneral son denunciados así vigorosamente a un pueblo quese había vuelto infiel a su Dios.

Sin embargo, para salir de aquel atolladero, hacía falta otracosa: había que actuar, había que introducir reformas. Y enesta ocasión la iniciativa provino también de la  Gola  babi-lónica.

En el año 458, un sacerdote-escriba de fe perfecta y valorreligioso eminente,  Esdras,  salía de Babilonia con un «fir-man»   6  de Artajerjes por el que se le instituía inspector oficialpara los asuntos cultuales y jurídicos. Grandes sumas de

4  Este nom bre, qu e s ignif ica «m i mensajero» (cf . M al  3,  1),puede ser e l nombre propio del profeta. Pero lo más probable es

que sea un nombre creado posteriormente para designar al profetaque ha permanecido en el anónimo. La fecha de su obra, un pocoanterior a la reforma de Esdras, es aceptada prácticamente sindiscusión.

5  Mal 1 , 11 parece referirse particularmente a la perfección delculto zoroástrico de Ahura-Mazda, e l «dios del c ie lo», en cuyohonor no se ofrecían ya sacrif ic ios sangrientos.

6  «F irman » ( en p ersa mod ern o:  Farmán)  es un tecnicismo persapara designar un decreto emanado del soberano mismo. (N. del T).

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dinero, concedidas en parte por el gobierno real, y recogidas

en parte por colectas organizadas en la comunidad judía deBabilonia, fueron remitidas a Esdras para que procediese ala reorganización del culto. Esdras tenía además, claro está,plenos poderes para la ejecución del programa de reforma(Esd  7-8).  Fijémonos que, en el momento en que Egipto re-belde acaba de ser sojuzgado (p. 261), esta medida del go-bierno persa tenía carácter muy político, pues pretendía favo-recer a una región fronteriza con Egipto y evitar en ella

toda clase de disturbios.Esdras pudo comprobar sin tardanza que los matrimo-nios entre Israelitas y mujeres extranjeras eran una de lasprincipales causas del desorden reinante. Se celebró en Jeru-salén una asamblea general, y en ella se decidió la instituciónde una comisión encargada de examinar la legalidad de losmatrimonios. La ejecución de las sentencias no se llevó a cabo—claro está— sin mil dificultades. No obstante, gracias a la

energía y firmeza de Esdras, la operación fue realizada feliz-mente (Esd  9-10).

Asimismo, pareció conveniente dedicarse a la reconstruc-ción de las murallas de la Ciudad santa. Pero esta empresafue objeto de una pérfida denuncia por parte de los Samari-tanos. Estos veían con malos ojos todo cuanto pudiera parecervoluntad de autonomía con respecto a ellos. Consiguieron suobjeto: l legó una orden del rey imponiendo la interrupción

de los trabajos (Esd  4,  7-23). Erase hacia el año 450. Así,pues, las cosas volvían a enturbiarse, con gran perjuicio parala moral de los Judeos que todavía estaban mal consolidados,y para detrimento de la reforma que aún no se había impuestosuficientemente.

De esto precisamente se dio cuenta, a fines del año 446,un Israelita de alma elevada,  Nehemías, ofic ial de la cortede Artajerjes I. El rey le permitió abandonar Babilonia, pro-visto de real despacho, para ir a remediar el desorden de laCiudad santa (Neh  1-2).  Algunos meses más tarde, Nehemíasse encuentra en Jerusalén, inspecciona secretamente sus mu-rallas arruinadas, y después manifiesta públicamente su de-signio y sus poderes. La oposición, que al principio era muytenue, no tarda en hacerse violenta. Pero el reformador orga-

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niza hábilmente los trabajos de defensa, y sabe protegerlos

contra las asechanzas y el sabotaje, y se gana las simpatíasde todos por una fe magnífica, por su prestigio y por su valorpersonal. Se llevó a cabo la empresa en el plazo de dos meses(N e h  3-6).

Esto no era todo: había que rehacer la Comunidad deIsrael sobre sus bases tradicionales. Grandes asambleas tu-vieron lugar en el otoño de 445. La Torah fue leída pública-mente por Esdras para preludiar la renovación de la Alianza,

la cual fue celebrada solemnemente (Neh  8-10).  Aquellas horasse cuentan entre las más grandiosas de la historia de Israel.Por otra parte, estas ceremonias que tuvieron lugar no en elTemplo sino en una gran plaza de la Ciudad, y que consis-tían esencialmente en la lectura de la Ley, pueden conside-rarse como la instauración oficial y verdadera del judaismopropiamente dicho. En efecto, el judaismo recibía aquí suforma característica, su consagración, su espíritu. Esto nunca

cayó en el olvido. Los Judíos han considerado siempre aEsdras como su segundo fundador después de Moisés.Poco tiempo después se procedía al censo de los repatriados

y al reparto de residencias. La Comunidad era ante todo re-ligiosa; y el sacerdocio constituía su cuadro esencial. Se pro-veyó con todo cuidado a los levitas (Neh  11-12).  En elaño 433, al término de su mandato, Nehemías regresaba aBabilonia (Neh  13, 6).

Sin embargo, algunos años más tarde, en 425, enterándosede que la situación volvía a ser comprometida, Nehemíastuvo que volver. Hizo entonces que se aplicasen medidasextraordinariamente severas: exclusión absoluta de los extran-jeros del recinto del Templo, garantización del trato quehabía de dipensarse a los levitas (los cuales habían abando-nado sus funciones por falta de recursos), obligación estrictade observar el Sábado, condenación rigurosa de los matri-

monios con los no-Israelitas (Neh  13,  7-31). La «pureza»de la estirpe y la «separación» del trato con los extranjeros seiban afirmando, por tanto, como indispensables para los quequerían ser fieles a Yahvé desde ahora en adelante   7.

7  De ahí la importancia concedida a las genealogías. Los Sama-ntanos, los Arabes, los Edomitas y otros e lementos étnicos con

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Ignoramos el fin de Nehemías. Su obra, con la cual se

confunde la de Esdras, fue magistral, capital, definitiva: laconstitución de la Comunidad judía, sociedad fraterna yúnicamente religiosa, verdadera «iglesia», fundada sobre lasbases de la santa Torah de Moisés.

La reforma, cuyas etapas acabamos de relatar, nos es cono-cida a través de las «Memorias de Esdras y Nehemías». Sedenomina así a las secciones autobiográficas que encontramos

actualmente en los libros bíblicos que llevan el nombre deestos dos personajes. Así, pues, estos escritos son contem-poráneos de la reforma. Con cierto número de piezas oficia-les: edictos, listas, informes, de la misma época, entraránun siglo más tarde a formar parte de la gran obra que seencuentra hoy día dividida en libros de las Crónicas,  LIBRODE ESDRAS y LIBRO DE NEHEMÍAS.

Estas «Memorias», principalmente las de Nehemías, secuentan entre las más bellas páginas de la literatura narra-tiva de la Biblia   8. Son un admirable testimonio de fe y de-nuedo. Y su valor es inestimable para el conocimiento de unambiente y de una época, sobre los cuales carecemos dedocumentos.

El libro que Esdras leía públicamente era la Torah, «el

l ibro de la Ley de Moisés» (Neh  8,  1). Podemos pensar quese trata del Código Sacerdotal. No cabe duda que en estasegunda mitad del siglo V quedó terminada y ordenada ensu conjunto la gran labor de legislación y enseñanza religiosacompuesta principalmente en época del Destierro babilónico(pp. 239-247), pero que había ido completándose y perfeccio-nándose luego. Ya hemos reflexionado sobre las caracterís-ticas, valor e importancia decisiva de esta obra.

El libro leído por Esdras es denominado también «la Leyde Dios» (Neh  8,  8).

los cuales tenían que convivir los Israelitas, eran —de ahora enadelante— de est irpe emparentada, pero mitigada, no «pura».

s  Se las ha parangonad o con la herm osa historia de Da vid (p. 126) .

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Desde los tiempos más antiguos, toda «torah» era considera-

da como poseedora de autoridad divina (p. 95). Esta convicciónllegó a hacerse cada vez más sólida y clara. Los profetas con-tribuyeron a ella: se los acogía y escuchaba como a mensa-jeros de Dios (p. 170 s). Y sus oráculos, incluso en forma es-crita, eran conservados como Palabra de Dios. Con mayorrazón aún se consideraba como Palabra de Dios a las ense-ñanzas y directivas, recordadas por los profetas, que expresa-ban la Alianza divina, las relaciones y —como quien dice—

el diálogo entre Dios y su Pueblo.Por lo demás, desde hacía un siglo, e.d. desde que el Des-tierro había obligado a Israel a adquirir una conciencia másprofunda de sí, la «herencia» que había ido constituyendopoco a poco su tradición aparecía como cosa excepcional,sagrada, plenamente autorizada para regir al Pueblo de Dios.Este sabía muy bien que los Textos recogidos eran los testi-monios de los Encuentros que él había tenido con su Señor

a lo largo de la historia; y que Israel debía estos Textos avarones, a los que Dios había hablado y confiado un mensaje,y por tanto se los debía a Dios mismo.

La revelación del  carácter sagrado de las Escrituras  tradi-cionales fue coadyuvada especialísimamente por su lectura enlas reuniones de oración, por su recitación o canto en lasasambleas litúrgicas. Se comenzó en el cautiverio a celebrarestas reuniones y asambleas (p. 228). Se continuó haciéndolo

en las comunidades judías que vivían fuera de Palestina. YJerusalén adquirió esta misma costumbre, por lo menos desdeEsdras y Nehemías   9. Así, pues, si las Escrituras gozaban deun trato de favor y de un verdadero culto, ello se debía—ante todo— a la creencia de que tales Escrituras procedíande Dios. Y, al mismo tiempo, era una manera de precisar,afirmar y difundir esta fe de Israel.

Aunque no se puede hablar todavía de un «canon» o lista

oficialmente fijada de las sagradas Escrituras, está bien claroque —desde el siglo V— estas Escrituras son leídas como«la Palabra de Dios».

9  Todos los lectores de nuestra obra anterior (Pa ro le de Dieu,pp. 53-55) se acordarán de las reflexiones que allí hicimos sobreeste tema.

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m

L A G R A N L I T E R A T U R A D E L O S P O E T A S

Y D E LO S SA BIO S

Los Textos sagrados de la tradición se hallaban escritos enhebreo (p. 125). Ahora bien, esto mismo va a singularizarlos

de ahora en adelante, a situarlos en un orden aparte. Pues lalengua hebraica deja de ser la lengua hablada corrientementepor el pueblo, mientras que el  arameo  se va imponiendo cadavez más.

El arameo, hablado desde hacía mucho tiempo en aquelgran espacio que suele conocerse con el nombre de Aram,y que había arraigado principalmente entre el siglo XI y elsiglo VIII (pp. 135-136), llegó a convertirse en lengua alfa-

bética al contacto con la región fenicia. Así, pues, el arameo,de escritura mucho más sencilla y rápida que la cuneiforme,idioma de una población moviente y diseminada por doquier,que había ido perdiendo poco a pgco sus características dia-lectales para convertirse en «lengua franca», se difundió ra-pidísimamente, sobre todo en Mesopotamia. Esta lengua esconocida y escrita por los oficiales administrativos de Asiríay de las regiones palestinenses, en el siglo VIII (2 Rg  18,  26).

Las guerras y deportaciones, los tratados políticos y comer-ciales, no cesaron de contribuir a su difusión. A fines delsiglo VII, el arameo había llegado a ser —en convivenciacon otras hablas locales—- la lengua de las relaciones inter-nacionales en todo el Próximo Oriente. Había sido aceptadoya en el imperio neo-babilónico, y fue erigido —a partir deCiro y Darío— como lengua oficial del imperio persa.

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La Palestina del Norte, más cosmopolita que la del Sur, no

tardó en arameizarse casi totalmente. Los reformadores delsiglo V en Judea parecen haber realizado esfuerzos para quese mantuviera aquí el uso del hebreo (Neh  13,  23-25), peroen vano, ya que el arameo iba ganando terreno por doquier.El hebreo desapareció, pues, de la vida corriente. Sin em-bargo, no dejó de ser la lengua sagrada de Israel: no sólo lalengua de las Escrituras sagradas recogidas hasta entonces yde la Liturgia del Templo, sino también la lengua de los

últimos profetas, de los sabios y de los escribas consagradosal estudio de la Torah   l .

Porque, aunque la época a la que hemos llegado, el siglo IV,no nos ha proporcionado apenas informes sobre la vida judíay sobre los acontecimientos de Palestina, aunque a causa detodo esto Israel parece replegarse sobre sí mismo y no tenerhistoria, sin embargo este período fue de  inmensa fecundidad

literaria  para la pequeña Comunidad judea. Aparecieron talesnovedades y obras maestras, que en cierto sentido este perío-do puede llamarse el siglo de oro del judaismo.

Esta literatura es siempre eminentemente religiosa. Se hallainspirada ora por la preocupación de servir al Señor en suculto y en la vida, ora por una fidelidad activa del Pueblo deDios a sus grandes tradiciones. Esta literatura es tan fiel alpasado, que utiliza y cita mucho los escritos de la gran eraprofética y por tanto no posee su misma originalidad y vigor.Pero da testimonio del carácter más profundo que va adqui-riendo una Tradición que se mantiene viva y en continuaprogresión. Manifiesta los pensamientos que apasionan a las

1  Con muy pocas excepciones, los escasos pasajes bíblicos que

están redactados en arameo son:G n  31,  47.Jer  10,  11.E sd  4,  8 - 6 , 1 8;  7,  12-26.D n 2, 4" - 7, 28.

Acerca de las características del arameo, véase  Parole de Dieu,P- } . , s;—V éase tamb ién :  E . O S T Y ,  El arameo,  en  R O B E R T - T R I C O T ,Iniciación bíblica,  p. 88 ss—AUVRAY-POULAIN-BLAISE,  Las lenguassagradas,  col. «Y o sé - Y o cr eo»

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inteligencias, las crisis interiores que las almas atentas e

inquietas van experimentando, las tendencias y aspiracionesde un judaismo frecuentemente doloroso pero ardiente, pro-fundo y l leno de esperanza.

La  Liturgia,  qu e se había ben eficiado mu cho de la acciónreformadora de Esdras y Nehemías, recobró toda su impor-tancia en Jerusalén. Las funciones sagradas, los sacrificioscotidianos y los numerosos sacrificios de acción de gracias,

de purificación y de expiación, las ceremonias de fiesta quese desarrollan en el Templo y en sus atrios, ocupan un puestoconsiderable, vital, en la existencia israelita. La Ciudad santaes el corazón del judaismo; es el atractivo y constituye lafelicidad de todo fiel de Yahvé; es el grande y único cen-tro de peregrinación. Y sobre todo es amada inmensamentepor los sacerdotes, los cuales se entregan plenamente al Ser-vicio divino, y estudian, perfeccionan, adaptan o renuevan

—para ellos mismos y para el Pueblo del Señor— el gran sa-cramentalismo tradicional que permite «santificarse» a fin depoderse acercar al Dios Santo y «servirle».

Los hombres dedicados al santuario no se contentan conponer a punto los detalles del ritual, con una gran visiónteológica de la historia (pp. 244-245); componen cánticos,himnos, oraciones. Les debemos, sin duda, gran parte delSalterio actual. Estos poemas están destinados ora para loscoros del Templo, ora para las multitudes que toman parte enlas solemnidades y peregrinaciones. Algunos de ellos, en susorígenes, fueron oraciones privadas, exhaladas por almas fer-vorosas: oraciones que fueron luego recogidas y se convir-tieron en expresión de la Comunidad que ora ante el Señor.Esta simple observación bastaría para persuadirnos de que lossalmos no podrían fecharse con precisión y sin reservas. Sinembargo, sigue siendo verdad que muchísimos salmos fueroncompuestos en la época del Imperio persa.

Como las demás obras literarias de esta época, los  salmosson frecuentemente tributarios de los escritos anteriores y prin-cipalmente de la l iteratura profética. Descubrimos a menudola influencia del Segundo y del Tercer Isaías. Existen tambiénpréstamos de los Proverbios y de otros escritos de Sabidu-

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ría, v.g. de Job, y —claro está— de los salmos más antiguos   s.

En el Salterio, sin duda alguna, es donde se encuentra mejorrepresentado el «estilo antológico» tan característico de la li-teratura de entonces (p. 235). Así, los Ps  70; 71; 86; 96;97; 116; 135; 138; 142; 145; 147   se hallan compuestosmás o menos a base de reminiscencias o integración de textosconocidos.

El Señor Yahvé es cantado admirablemente en estos poe-mas. Algunos himnos ensalzan su Reinado: Ps  93; 96; 97;

98; 99; 100.  La colección de alabanzas llamada «Hallel»,está compuesta de los Ps  113  a  118,  a cuyo lado podemoscitar el salmo que ha de convertirse en el «gran Hallel» dela Liturgia judía, el Ps  136,  así como también el Ps  138  ylos cinco salmos que terminan nuestro Salterio actual: Ps146  a  150.  Más tarde se constituyó también otro conjunto,al que se denomina «Cánticos de las Subidas» (o Salmosgraduales, Cánticos de las gradas) y que parecen haberse

empleado principalmente en las peregrinaciones que «subían»a Jerusalén 3 .

Un número de salmos pueden asimilarse a los escritossapienciales y son —-en mayor o menor grado— una con-catenación de «meshalim». Tales son los Ps  32; 34; 37; 62;101  (véase también Ps 7;  12; 13; 16; 25; 49; 90; 92; 94;112; 127; 128).  Se hallan más en la línea del profetismo lossalmos de tema histórico, en los que se medita acerca del pa-sado de Israel, en los que se saca de la Historia sagrada lec-ciones para el tiempo presente; podemos citar como de estacategoría a los Ps  68; 78; 105; 106; 114; 136.

- Los salmos no carecieron tampoco de cierta influencia extran-jera, principalmente babilónica. En las colecciones de textos asiro-

babilónicos (Dhorme, Ch.-F. Jean) se encontrará material parahacer interesantes comparac iones . S in embargo , hemos de recono-cer que la inspiración israelita que creó los salmos podía bastarsea §í misma por su vigor, originalidad, belleza y superioridad sobrecualquier otra literatura de este género.

3  Entre estos ú lt im os, e l Ps  132  es un hermoso e jemplo dereflexión sobre el pasado ( la profecía de Natán en 2 Sm 7) actua-l izado en nuevas c ircunstanc ias (reconstrucc ión de l Templo , espe-ranzas mesiánicas puestas en Zorobabel) .

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En ninguna parte mejor que en los salmos se ha revelado

el alma del Pueblo de Dios, el espíritu que Dios le ha dado.Se les ha llamado «la literatura de los Pobres de Yahvé». Losautores de estos poemas no sólo se hallaban cerca del puebloinsignificante, y formaban parte de él; sino que se contabanentre los humildes, desposeídos y despreciados, que han so-brepasado el estadio de la insatisfacción y han encontrado laverdadera libertad, entre aquellos cuya angustia se ha resueltoen una confianza absoluta, y que se encuentran más que nadie

en la compañía y amistad de Dios (pp. 257-259). Los salmis-tas han atravesado la prueba; han tenido experiencia de lainseguridad, de la falta de todo apoyo humano; y han expe-rimentado también a Dios como refugio único y perfecta-mente seguro, y se han abandonado a «la bondad y fidelidad»divinas \

Aprendieron a desesperar de las fidelidades del hombre.Algunos salmos como los del Reinado de Dios: Ps  93; 96

a  100  (véase también Ps 29;  46; 47; 48; 68;  76), expresanel presentimiento o la expectación de un «fin». Esta «escato-logía»   5, si no se refiere al «fin de todo», es una reflexiónsobre el fin del mundo tal como lo vemos y sobre el estable-cimiento en todo el universo del Reino definitivo del SeñorDios. Este acontecimiento se halla fuera del simple desarrollológico de la historia, y se sustrae al determinismo de loshechos: es la irrupción repentina de Dios en el teatro del

mundo, su «juicio» soberano del universo, la «salvación»que es obra del poder divino, la renovación de todas las cosas,y la instauración de una era de paz perfecta. Los fenómenoscósmicos y las guerras proporcionan habitualmente los elemen-

4  M enc ión de los «pobres» en : Ps  9,  10, 13, 19;  10,  17 ;22,  25 ; 25 , 8 -10 , 16 -18 ;  31,  8 ;  33,  1 8 ;  34,  7 -8 , 19 ;  35,  10;

37,  1 1 ;  40,  1 8 ;  69,  3 4 ;  86,  1 ;  109,  2 2 - 3 1 ;  113,  7 ;  119,  176 ;130,  1 ;  138,  6 ;  140,  1 3 ;  142,  6 - 7 ;  145,  4 ;  146,  7 ;  147,  6. (Estal ista de c itas no es exhaustiva, evidentemente. )

5  D e la palabra griega «esc ha ton »: lo qu e es «últ imo». L aescatología es la consideración de todo lo que se ref iere al f in delt iempo o a l f in de una época . Hemos adquir ido ya concienc ia deella, desde el punto de vista bíblico, con la lectura de la   Parolede Dieu,  pp . 245-2 50 , en donde con una preferenc ia (que creem osfundada b íb l icamente) la traducíamos por «cumplimiento» .

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tos descriptivos de esos «últimos tiempos». Los profetas ha-

blaban también del «Día de Yahvé» (pp. 156, 172, 193).Hay todavía profetas que siguen hablando de este «Día de

Yahvé». El excelente poeta que tiene por nombre JOEL, pa-rece haber compuesto sus profecías hacia fines del siglo V.Esencialmente, anuncia el «Día de Yahvé» comentando unainvasión de langosta que se lanza sobre el país y devora lascosechas. Esta plaga, descrita en términos impresionantes, esla señal de la venida de Dios, terrible para sus enemigos, pero

misericordioso para su Pueblo; hay que prepararse para estavenida por medio de la penitencia (Joel  1-2;  f i jémonos enla «liturgia» de 2, 17). Dios devuelve la prosperidad al país,asegura a Israel de su Presencia, y anuncia la posesión delEspíritu profético, no ya solamente para algunos inspirados(como sucedía antaño), sino para todos (Joel 3). Jerusalénverá cómo el tumulto hostil de las «naciones» se congregaal pie de sus murallas; pero Yahvé salvará a la Ciudad santa,

la purificará de los extranjeros, la devolverá la felicidad ymorará en ella (Joel  4).

Nos damos cuenta inmediatamente del carácter «apoca-líptico» de pasajes como Joel 2, 1-11; 3, 3-4. Vemos tambiénque Joel imita o utiliza mucho a sus predecesores, Amos, So-fonías, Jeremías y más particularmente a Ezequiel.

Escrita sin duda una centena de años más tarde, e.d. haciael año  3 0 0 ,  la colección de Zach  9-14  —llamada el  SEGUNDO

ZACARÍAS— plantea muchos problemas, y es muy difícil deinterpretar. El Reinado de Dios y la felicidad de su Puebloson anunciados en estas profecías como el resultado del cas-tigo de los enemigos (Zach 9). Hacen falta grandes purifica-ciones, y principalmente la condenación de los malos diri-gentes, para que el orden quede restablecido (Zach  10-13).

La salvación de Jerusalén, en medio de un gran desordenmortal, es debida a Dios. Finalmente, la Ciudad será total-mente santificada (Zach  14).

Esta colección no parece ser obra de un solo autor. Suestilo es plenamente «antològico», y su género es el de lasapocalipsis. Estas presienten el ocaso del Imperio persa y talvez incluso la conquista macedónica. Las esperanzas de libe-

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ración, victoria, paz y consagración a Dios parece que no

tienen límites para el Pueblo escogido.Este Segundo Zacarías, cuya mención hemos anticipado

para no desligarlo enteramente del profetismo y para relacio-narlo con Joel, con quien ofrece algunas semejanzas, no esun profeta en el sentido estricto de la palabra. Prácticamente,la época del profetismo ha terminado con el siglo V.

En la colección, que se hará pronto, de los «Doce (peque-

ños) Profetas» (Sir  49,  10), y qu e ha llegado a entrar en elcanon, se encuentra también un escrito que todavía no ha-bíamos mencionado: es el curioso librito de JONÁS, al quepodemos datar como de la misma época que Joel. Su tema lemereció, sin duda alguna, el verse clasificado entre los pro-fetas. Pero no se trata de la predicación real de un profeta.Literariamente, es una narración, una historia ficticia   6, muysorprendente, muy animada, atractiva, sumamente delicada y

que no carece de humor. El mensaje es de un universalismoexcepcional: mientras que un Judío puede tener ideas suma-mente estrechas y no admitir la posibilidad de que cualquierase salve fuera de la perte nen cia racial a Israel, ¡he aqu í q ueYah vé acepta la conv ersión de las personas que m en os p o-drían preverse en una visión isra'elita de la salvació n: losN iniv itas Esto equiva le a afirmar la posibilidad de un acer-camiento de los paganos, cualesquiera que sean, al verdaderoDios. Sería imposible sobreentender mejor que Dios ama atodos los hombres y que, en consecuencia, todos los hombresdeben amarse.

Menos audaz, el delicioso librito de RUT   7, compuesto hacia

6  Entre las razones que demuestran que no se trata de una his-toria real, tenemos el carácter artificial de la composición y la

acumulación de las inverosimil itudes, en particular la conversiónrepentina y total de Nínive. Pero nos f i jaremos sobre todo en lac ircunstanc ia de que e l «cánt ico» , supuestamente entonado porJonás «en las entrañas del pez», no habla en absoluto de éste ,s ino del «vientre del sheol», del pel igro de ser devorado por elagua, de naufragio. Pez, sheol y pel igro de muerte son práctica-mente expres iones s inónimas (comparar Ps  18,  5-6, 17-20).

7  Anejo al l ibro de los Reyes, en las Biblias modernas, a causade la época en que el autor sitúa su anécdota. En la tradición

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aquella misma época, es también una manera de enseñar que

la Comunidad de Israel puede y debe abrir su seno a extran-jeros. Es la historia de una Moabita que no solamente se veintegrada, por su matrimonio, en el Pueblo de Dios, sino quese convierte incluso en abuela de David, y prepara de estamanera la línea mesiánica. Otra verdad: Dios cuida de loshumildes; hace cosas verdaderamente maravillosas con unapobre mujer afligida. Podemos notar también, en esta purí-sima pastoral, los temas de la Providencia divina y de la

piedad familiar.

El autor del libro de Jonás utiliza para su relato el nombrede un profeta de la época de Jeroboam II (2 Rg  14,  25). Lahistoria de Rut está situada «en tiempo de los Jueces». Ve-remos ahora que el Cantar de los Cantares y el Eclesiastéspretenden entroncar con la historia de Salomón; y que elpoema de Job se apodera de un personaje tradicional (Ez  14,

14) y le hace vivir en el ambiente de la era patriarcal; vere-mos igualmente que el cuento de Tobías pretende relacionarsecon los acontecimientos de fines del siglo VIII. Estas refe-rencias al pasado se hacen con gran libertad. Asistimos, pues,a la aparición de un nuevo género literario, que llega a hacersecorriente hacia fines del siglo V.

No se trata ya de la historia, sino de historias en relacióncon el pasado histórico. Se utiliza como fondo este pasado,

en vez de narrarlo en el sentido estricto de la palabra. Lo queimporta es sacar una enseñanza. Siguiendo la línea de la tra-dición, se pretende instruir, ilustrar una doctrina, resolvercuestiones, presentar ejemplos de conducta, ayudar a vivir. Elpasado es tan rico, que se puede uno inspirar en él abundan-temente  8. Y la imaginación tiene su buena parte en esta clasede escritos, así como también la búsqueda de recursos paralograr que la lectura sea agradable y cautivadora.

Aunque esta literatura se presenta como nueva, sin embar-go no deberíamos olvidar que en Israel no se había escrito

antigua y según el canon judío, Rut forma parte de los «Ketubim»(Parole de Dieu,  p. 32).

8  El Medievo occ identa l hará lo mismo con e l pasado cr is t iano .

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jamás historia para hacer únicamente historia. Recordemos

las tradiciones yahvista y elohista, la historia «deuteronómi-ca», la historia «sacerdotal». Profetas, patriarcas y sabios nose apuraron por introducir libres variaciones en las tradicioneshistóricas. Pero estos últimos escritores van ya mucho máslejos, y han contribuido claramente al desarrollo de un géneroliterario que no es ya del dominio propiamente histórico.

Esta clase de escritos se relacionan con un género que sedesarrolló principalmente en la época rabínica (a partir denuestra era) y que se denomina  midrash.  La palabra se derivadel verbo hebreo  darash,  que significa «buscar». El midrashes una búsqueda o investigación, y se utiliza para el estudiode los Textos tradicionales de Israel. El midrash es una recon-sideración, una meditación, una explicación de las sagradasEscrituras, una reinterpretación en función de circunstanciasnuevas, y por tanto tina actualización de los datos tradicio-

nales. Hubo muy pronto «midrashim» de profetas y reyes(2 Chr  13,  2 2 ;  24,  27). Sin embargo, el género no pudoexistir verdaderamente sino a partir del momento en que sefijaron las Escrituras, e.d. a partir del siglo V. El reempleode los Textos, que hemos observado tan frecuentemente desdeel destierro, y que da testimonio de una reflexión nueva sobrelas afirmaciones antiguas y de un esfuerzo para aplicarlasa situaciones presentes, es ya un elemento integrante del

midrash.Así, pues, en el Pueblo de Dios se siente ahora suficiente

seguridad acerca del pasado para poder hablar de él con li-bertad. Se considera ese pasado como una riqueza inagotable.No es solamente una mina que hay que agotar, sino una his-toria que hay que revivir. Nada demuestra mejor que la Pala-bra de Dios sigue estando viva; que sigue proponiéndose

—con perenne actualidad— al Pueblo de Dios y que estáexigiendo continuamente la respuesta de los hombres, e. d. sufidelidad y entrega.

En el género «edificante», el más hermoso ejemplo demidrash es —sin duda alguna— el  L I B R O D E T O B Í A S .  El au-tor utiliza en esta obra una tradición parcialmente extran-

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jera Es una sencilla historia de fam ilia, situada de manera

bastante flexible en Media, en los siglos VIII-VIIl f t

. El clima,reconstruido literariamente, es el del tiempo de los Jueces,o mejor todavía el del tiempo de los Patriarcas. Existe ciertaimitación de los relatos del Génesis. Pero sentimos todas lasdelicadezas de una experiencia sumamente madura y las pro-fundidades de una piedad acrisolada. Este cuento gracioso yencantador, escrito en estilo de «sabiduría», entreverado deoraciones y cánticos, posee gran valor artístico. Sabe tomar

elementos —con facil idad y soltura— de todos los escritosanteriores. Lamentamos vivamente no poseer el texto origi-nal  11. No nos quedan más que versiones —griega, siríaca ylatina— muy divergentes. Y resulta difícil datar este libro, ano ser de una manera sumamente amplia, señalando para sucomposición el espacio de los siglos IV y III.

El libro de Tobías refleja la piedad popular y las costum-bres familiares de los Judíos en la época posterior al Destierro.

Pretende principalmente acentuar la obligación que existe deobservar fielmente la Ley de Dios, sobre todo en la formade la beneficencia y del amor del prójimo. El problema delsufrimiento del justo que padece pruebas, recibe en esta obrauna solución tranquilizadora. Se realza admirablemente elvalor del matrimonio ante Dios. Angeles y demonios se pre-sentan en escena con gran simplicidad, e intervienen más delo que se había visto jamás en otras historias israelitas escritas

hasta entonces (influencia persa). Existen además los temas olecciones acerca de las obligaciones para con los muertos, laoración, el ayuno, la limosna. El cántico final (Tob  13)  seinscribe en la gran tradición profética, y principalmente isaica,

9  Existe conexión entre e l l ibro de Tobías y la novela-sabiduríade Ahikar que era muy conocida en la época. La   Historia y Sabi-

duría de Ahikar el Asirio  ha sido traducida al francé s (sobre labase de las versiones siríacas) por FR. ÑAU,  Histoire et Sagessed'Ahikar l'Assyrien,  Le tou zey e t An é , 1909 .— Tob ías es pr imo deAhikar (cf . Tob  1,  22; 2 , 10;  11, 1S; 14,  10).

1 0  La s indicacion es históricas, principa lmen te las de los c apí-tulos  1  y  14,  están hechas con gran l ibertad.

1 1  Sin embargo, algunos fragmentos hebreos y arameos del l ibrohan sido descubiertos recientemente en las grutas —ya célebres—de Qumrân, en las cercanías del Mar Muerto.

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al proclamar la gloria de Jerusalén, luz para todas las naciones

y motivo de alegría para sus hijos.

El  CANTAR DE LOS CANTARES O  «cántico por excelencia» esun midrash en forma poética, de poesía ardiente y al mismotiempo muy aquilatada. Es verdad que podemos inquietarnospor no encontrar en este l ibro ninguna mención de Dios, porlo menos directa, y de escuchar un lenguaje extraordinaria-mente pasional. Esto ha inducido a algunos a pensar que se

trataba de una colección de pequeños cantos que celebranamores humanos o de un poema sobre la unión conyugal ysus peripecias. Mas para todo aquel que se encuentre ya im-pregnado de los pensamientos de Oseas, Jeremías, Ezequiel,Segundo Isaías y Tercer Isaías, el amor que constituye eltema del pequeño drama lírico se reconoce fácilmente: es elAmor divino, el Amor de los desposorios de Yahvé con Is-rael (p. 171). El drama consiste en las venidas de Dios y los

requerimientos que El dirige a su Pueblo. Y es también eldrama de los retrasos y vacilaciones de este Pueblo en res-ponder al Amor supremo. De esta manera se evocan —segúnparece— las crisis religiosas que han caracterizado a Israeldesde el fin del Destierro. A lo largo de toda su tradición, elJudaismo ha comprendido de esta manera una de las másbellas alhajas de su literatura religiosa.

El Cantar es breve. Otro poema de aquella época (podemosdatarlo, sin duda alguna, de la primera mital del siglo IV)es mucho más amplio y de un esplendor literario incompara-ble :  el  L I B R O D E J O B .  Entre un prólogo en prosa a la manerade los antiguos relatos y un breve epílogo igualmente en prosa,que constituyen —como quien dice— la escenificación delasunto, largos discursos en verso representan una discusiónde «sabiduría» entre Job y sus tres amigos, luego un cuartoamigo y finalmente Dios. La obra, de un genio poderoso,única en la Biblia, se clasifica entre las más sublimes creacio-nes de la literatura universal. Su estilo es extraordinariamentevariado, deslumbrante, despierto. Algunos fragmentos como losprimeros discursos de Job (Jb  3; 6-7; 9-10) o los discursosde Yahvé (Jb  38-41),  para no citar m ás que algunos ejem plos,son del arte más grandioso y sublime, están tornasolados de

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vigorosas imágenes y se encuentran animados por una pujante

inspiración. El vocabulario es el de los ambientes sapienciales,con numerosas reminiscencias y reempleos de textos (Is, Jer,Prov, Ps). Pero el autor es, además un hombre sumamenteculto, en plena posesión de un estilo personal rico y seguro.Ha sido capaz de construir un drama poético de amplitudpoco común.

El fondo de la discusión se refiere a la «sabiduría» y datestimonio de la efervescencia de los espíritus en un Israelque está siempre buscando, que se siente siempre inquieto:inquieto de Dios. Entre unos sabios, escogidos típicamente,¿quién tendrá razón? ¿Los defensores de tesis tradicional-mente aceptadas, y que siguen la línea de pensamiento delDeuteronomio y de los Proverbios; o el hombre que, vivien-do una experiencia personalísima, las encuentra insuficientesy busca a tientas otras soluciones todavía desconocidas? Laamplitud de los discursos es como una iniciación práctica enla experiencia de Job. Las respuestas teóricas o moralizadorasaparecen como ineficaces e incluso como dolorosas para unhombre que vive su vida desde dentro y que la descubreen su experiencia íntima, para un hombre que se retuercepor el sufrimiento y a quien atormenta lo absurdo de sucaso. ¿No queda comprometida la justicia de Dios? ComoHabacuc (p. 206), Job apela a Dios. Dios no responde a las

preguntas que se le hacen, pero a su vez interpela, sitúa exac-tamente a Job en su puesto, e. d. le hace salir de los límitesen que el sufrimiento ha encerrado su pensamiento, y lo sitúaen una realidad más amplia, pero también más sencilla, a laque Job debería interrogar antes de nada. Y Job vuelve aencontrar el silencio de la adoración y de la acogida, de lahumildad y del abandono. La conclusión, pues, es una invi-tación al consentimiento, a sentir lo mismo que Dios siente;

«el justo vive de la fe-fidelidad» (Hab 2, 4), por medio deuna renuncia radical, de un abandono pleno de sí mismo enmanos de Dios. Esto es esencialmente la  anawah  (p. 258). Jobes el «pobre» que se encuentra en el estado de la reflexiónteológica, que se halla en el nivel de una sabiduría que rompetodas las barreras para expresarse ante Dios, para tratar deescuchar y ver a Dios (Jb  42,  4-5).

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La valentía del libro de Job en haber planteado un grave

problema y rechazado las soluciones fáciles. Job es también ellibro de una experiencia viva, con sus tensiones, sus choques,sus emociones.

Aunque quizás sea un siglo o siglo y medio posterior al li-bro de Job, hay otro escrito sapiencial que merece compa-rarse con él: el  L I B R O D E L E G L E S I A S T É S  (en hebreo «Qohe-let»: el que convoca la asamblea, el «maestro-conferencian-te»), El autor de este l ibro —por asombroso que nos parezca—

es todavía menos conformista que el autor de Job.El problema —el problema de la vida humana— lo examinael autor a la luz de datos inversos de los utilizados por Job:insuficiencia y carácter decepcionante de una existencia que,no obstante, se halla colmada de todo lo que el hombre puededesear, de todo lo que es estimado como agradable, enrique-cedor, feliz. Y lleva el problema hasta los últimos reductosde la reflexión filosófica. Porque, en el grado de crítica alcan-

zado por el Qohelet, se trata de un pensamiento filosófico:—sin duda alguna— que ha encontrado su expresión en latradición bíblica. El hebreo, principalmente el hebreo tardíoy aramaizado de la época, no se prestaba a tal expresión; yel autor, que escribe en prosa ritmada, entreverada por sen-tencias en verso, carece de estro poético. Compensa, no obs-tante, la indigencia de su lenguaje por medio de una gransencillez, de la malicia solapada de un espíritu libre y amigo

de la paradoja, de la nervosidad de fórmulas bien acuñadase inesperadas, del equilibrio y la progresión erudita del con-junto.

No es fácil presentar ni analizar una obra, que debemosleer y releer. Encontramos en ella una crítica —en regla—de todo: felicidad, saber, trabajo, ociosidad, riqueza, pobreza,placer, ocupaciones, sociedad, soledad, culto, virtud, inmora-lidad... Indudablemente, la primera finalidad del Qohelet esno permitir que nadie se l lame a engaño. La confesión sin-cera y leal de las propias experiencias es un mentís a las con-cepciones que nos tranquilizan con excesiva facilidad, queson dama^iado precavidas y muy cortas de vista. El Qoheletes un hombre harto sincero y enérgico para aceptar sin mástodas esas ilusiones. Si mide y juzga con rigor a esta mez-quina vida, es porque sabe que el hombre no se puede con-

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tentar con ella, y que no está destinado solamente para este

mundo tal como es. No hay que confundir los medios con elfin. Es decir, no hay que tomar el mundo por lo que no es.Si el mejor y —en todo caso—. el primer esbozo de soluciónde un problema consiste en plantearlo correctamente: elQohelet enunció el problema del destino del hombre comonadie hasta entonces lo había hecho jamás. Despejó nítida-mente la cuestión. Y sus interrogantes, sobre todo a propósitode la muerte, del más allá y de la retribución, y —en resumi-

das cuentas— sobre la razón del existir del hombre y el sen-tido último de su vida, las planteó ante Dios con intensaaudacia inspirada por la fe. Por lo demás, este sabio (másprofundamente fiel de lo que podría parecer), que no ha que-rido escribir una obra de «edificación», consiente y acepta—con sencilla valentía y sin ninguna exageración— la vida ylas leyes que Dios impone a los hombres.

Job y el Eclesiastés, con los Proverbios y los Salmos, pro-porcionan una amplia documentación sobre la época, sus con-temporáneos y su ambiente de vida   12. Podríamos trazar uninteresante cuadro de la sociedad judía de entonces, describirla psicología de los tipos de personas que se imponían o lla-maban la atención, descubrir las corrientes ideológicas. Y,aunque sabemos muy poco en cuanto a los acontecimientosque sucedieron en Palestina durante los siglos IV y III, losescritos sapienciales nos permiten —al menos— conocer bas-tante bien (desde dentro y en su vida profunda) al Judaismode aquellos tiempos.

1 2  De la just if icación que Job hace de s i mismo, por ejemplo,en Jb  29-31,  podemos deducir mult i tud de observac iones .

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IV

L A E X I S T E N C I A I S R A E L I T AEN LOS SIGLOS IV-III

Políticamente, Judea había conseguido —al cabo de repe-tidas gestiones ante el gobierno central—- hacerse indepen-diente de Samaría (p. 262). Desde este momento constituiráun territorio distinto, a la manera de otras subdivisiones de

la quinta Satrapía, en la cual está integrada administrativa-mente.

Nehemías parece haber tenido un sucesor, un tal Bagoas,en la función de gobernador de Jerusalén. En lo sucesivo, laimportancia jurídica del  sumo sacerdote  pasó a primer rango.El sumo sacerdote responderá ahora del orden público antelos agentes reales. De esta manera, el régimen evolucionó ensistema puramente eclesiástico, e Israel se convirtió en hiero-

cracia. Un colega sacerdotal asiste al sumo sacerdote en losasuntos religiosos y jurídicos. Los sacerdotes continúan desem-peñando también sus funciones tradicionales, que se describenen Dt  17,  8-12: deciden en los casos nuevos o l itigiosos,proclaman la autoridad de sus decisiones como «toroth», anu-lan en caso necesario otras decisiones precedentes (cf. 2 Chr19,  8-11). Por consiguiente, la Ley, con su capacidad paraestarse reformando y rejuveneciendo sin cesar, sigue estando

viva en todo momento.Este Sacerdocio es el de la familia que ha prevalecido entre

los descendientes de Aarón: los hijos de Sadoc (Ez  40,  4 6 ;43,  1 9 ;  44,  15; cf. 2 Sm  8,  17; 1 Rg 2, 27, 35). Ahora bien,el Sacerdocio, al conseguir una autoridad casi política, correotros peligros: el espíritu de lucro y dominación, con detri-mento del valor y fervor religioso, atrae sobre sí graves re-

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proches (Mal  1-2;  Zach  11,  8 ;  14,  2 1 ; N e h  13,  29-30). Sin

embargo, no estaría bien que nos detuviéramos en este as-pecto negativo. Pues, desde este momento, el clero proporcionaal Judaismo la estructura que le resultaba indispensable, lagrandeza de su culto y la conservación de sus mejores tra-diciones.

Aunque haya que descender hacia el año 300, e inclusomás bajo todavía, para datar su composición, el  L I B R O D E L A S

C R Ó N I C A S  ha de ser mencionado aquí como testimonio de lospensamientos que caracterizan el ambiente sacerdotal y —deuna manera más amplia—> como representante de los pensa-mientos que se hallaban más en boga en la época a la que he-mos llegado.

Se trata de una gran obra de historia midráshica que alprincipio estaba fundida con los l ibros de Esdras y Nehemías(p. 267). El autor, sin duda un levita, es discípulo de esos

reformadores y escribe para conmemorar su obra y quizáspara suscitar o mantener un esfuerzo semejante en el momentoen que se planteaba de nuevo el problema de las grandes fi-delidades.

Esta obra utiliza los libros del Génesis y de los Números,de Samuel y de los Reyes, así como también una buena can-tidad de otros escritos —no conservados— que se refieren alos reyes 1  o que dimanan de profetas  2, documentos de fami-

lia como las genealogías o piezas oficiales o sobre todo losarchivos del Templo. El Cronista util iza con mucha frecuen-cia el material ya existente y se contenta a menudo con volvera copiar los textos 3 . Construida, pues, de esta manera, a base

1  Véase 1 Chr  9,  1; 27, 24; 2 Chr  16,  1 1 ;  20,  3 4 ;  24,  27 ;25 , 26; 27 , 7 ;  28,  2 6 ;  32,  3 2 ;  33,  1 8 ;  35,  2 7 ;  36,  8 .

2

  Véase 1 Chr 29 , 29; 2 Chr 9 , 29;  12,  1 5 ;  13,  2 2 ;  20,  3 4 ;26,  2 2 ;  32,  3 2 ;  33,  1 9 ;  35,  25.J  En Esdras l lega incluso a insertar documentos arameos s in tra-

ducirlos al hebreo: Esd  4,  8 - 6 , 18. Pod em os hacer notar , adem ás ,ciertas modif icaciones de est i lo y vocabulario, una tendencia mani-f iesta al esquematismo y a la amplicación, y alguna l ibertad conrespec to a la doc um enta ción qu e le s irve de base : comparar1 Chr  18,  7 y 2 Sm  8,  1 8; 1 Chr  20,  5 y 2 Sm  21,  19; 1 Chr  21,1, 25 y 2 Sm   24,  1, 24 ; 2 C hr  8,  1 y 1 Rg 9, 10.

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de la incorporación de materiales antiguos, a veces en grandes

masas, y de una documentación postexílica de buena fuente,la obra es erudita y seria. Sin embargo, la finalidad del Cro-nista no es hacer historia. Y lejos de ser un mero doblaje ouna repetición simplemente complementaria de una historiaya relatada, las Crónicas revelan a la vez un progreso teoló-gico, la mentalidad de un ambiente y las intenciones del autor.

Para darse cuenta de la originalidad de la obra, basta con-siderar los pasajes que no se encuentran en los libros de Sa-

muel y de los Reyes, como 1 Chr  1-9; 12; 15-16; 22-29,  porejemplo, o comparar la presentación de los reinados de Judátal como aparecen en los libros de los Reyes y en 2 Chr  13-16.  Vemos inmediatamente que si los «Profetas anteriores»estaban inspirados por el espíritu profético y deuteronómico,las Crónicas (que, por otra parte, son también muy sensiblesal Deuteronomio y a su atmósfera de «alegría en presencia deYahvé») están compuestas, además, con mentalidad «sacer-

dotal» en el sentido en que se aplica esta palabra a la obra«P», cuyo espíritu heredan manifiestamente.David ocupa el puesto central del libro. Aunque fuera in-

concebible entonces una restauración monárquica, el autor nose contenta con una concepción puramente sacerdotal de Is-rael. Tal vez piensa que la autoridad de los Sadocitas es sóloprovisional. En todo caso, para él el Designio de Dios conducenormalmente a un reino, al Reino mesiánico y escatológico de

los profetas.La historia de David lleva como prefacio la más vasta delas genealogías (1 Chr  1-9),  que comienzan con Adán y en lacual las tribus de JudS —a la cabeza— y la de Leví —enel centro— ocupan el puesto principal. La visión histórica delCronista es universalista; tiene en cuenta a los pueblos noisraelitas. Sin duda esas listas, que ya no dicen gran cosa allector moderno (aunque expresan los vínculos que unen a to-

dos los hombres, y ofrecen una imagen de su solidaridad),evocaban —para el autor y sus contemporáneos— la situaciónviva y compleja de Israel que ellos conocían. La Alianza conlos Patriarcas4  y con David (2 Chr  13,  5) tiene, por tanto,

4  Más de treinta veces se dice que Yahvé es e l «Dios de nuestrospadres».

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para el autor de las Crónicas el carácter abierto que el profe-

tismo le reconocía.Hasta David mismo, considerado como segundo legis lador

de Israel después de Moisés, hace remontar el Cronista lasinstituciones cultuales y levíticas (1 Chr 22-29). Y salta ala vista que estas instituciones serán su gran preocupación.No se descuida nada de lo que t iene relación con el Templode Jerusalén y con el Servicio sagrado. Imposible hacer re-saltar mejor el ideal hierocrático y l itúrgico del judaismo ni

legitimar mejor el estatuto y privilegios de los levitas5

. Lasreformas de Ezequías y de Josías (2 Chr  29-31; 34-35)  estándescritas con ampli tud y complacencia (compárese también 2C hr  23  con 2 Rg  11; 2  Chr 26 , 16-23 con 3 Rg  15,  8).

El Cronista, pues, hace la síntesis de las concepciones pro-féticas y de las preocupaciones levíticas. Considera a Israelcomo monarquía teocrática y como comunidad ecles ial . LasCrónicas, que son un comentario l ibre de las Escrituras sa-

gradas, una meditación sobre la historia del Pueblo de Dioscon miras a reactualizar algunos aspectos de esa historia yadaptarla a las necesidades de los tiempos, una historia es-crita para situar en el la las instituciones (como «P») y demos-trar su sentido mesiánico, son también un bel l í s imo ejemplode midrash.

Este l ibro nos ha revelado la existencia de toda una l ite-

ratura de orden histórico o documental que ha desaparecido.Sin duda, ha ocurrido lo mismo con otros escri tos , por ejem-plo con poemas, cánticos, «sabidurías». Pero, por lo menos,los salmos que conocemos s iguen s iendo preciosos test imoniosdel judaismo postexí l ico. Continúan expresando la piedad delos sacerdotes y del pueblo y haciendo que se escuche la vozconmovedora de los «pobres de Yahvé», propagando el espí-ritu de los profetas y de los sabios, al mismo tiempo que

5  Siguiendo la línea de Ezequiel, el Cronista pretende asentarla distinción entre sacerdotes y levitas, y hacer valer los derechosde estos últimos. El problema planteado por esta distinción, igno-rada por el libro de los Reyes y por el Deuteronomio (en dondese habla de «sacerdotes levíticos»), es demasiado intrincado para quelo abordemos aquí.

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ofrecen cierta imagen de la vida social. El libro de las Cró-

nicas cita algunos de ellos (1 Chr  6,  41-42; 2 Chr  16,  8-36).Pero los escritos de los sabios, los que hemos visto ya y losque veremos en seguida (Sir, Sap) son principalmente los quepermiten conocer un poco esta época.

Estos sabios son hombres de alma abierta, acogedores delos valores humanos y de extensa cultura. Con ellos se mani-fiesta una nueva dimensión del pensamiento de Israel. Su  sa-biduría  parece hablar más de justicia y razón que de historia

y revelación, parece interesarse más por la vida corriente delos hombres que por el pasado hebraico, juzgar más bien porel sentimiento de una conciencia iluminada por la fe quesegún las prescripciones de un ritual, no inspirarse por unamística intransigente sino proponer una moral realista ymoderada, nombrar a Dios no tanto con la denominación deYahvé-Sabaoth cuanto por la de Creador de todas las cosas.No es que esta sabiduría haya roto de alguna manera con la

tradición: tiene conciencia de poseer estrecho parentesco conlas Escrituras antiguas; sino que recoge antiguos temas y losmedita sin cesar. Está convencida de derivarse —aunque porotro camino y en forma diferente— del Espíritu que inspiróla Ley y los Profetas. Esta sabiduría llegará incluso a identi-ficarse prácticamente con la Torah (véase, por ejemplo, Ps 1;19; 119)  y a utilizar el lenguaje oratorio, exhortativo y públi-co de los Profetas (Prov 1, 20-21;  8,  1-6). Pero esta sabiduría

no se dirige ya solamente a Israel, de ahora en adelante; noquiere ser un privilegio celosamente reservado para una co-munidad cerrada, sino un bien que hay que propagar lo másposible. De sus vínculos antiguos con las sabidurías del viejoOriente conservaba ya esta tendencia hacia el universalismo.Las exigencias de la vida con los extranjeros se lo proponenahora como programa. La sabiduría se ha hecho misionera.

En efecto, los Israelitas se hallan por doquier en relacióncon no-Israelitas, y con frecuencia están incluso sometidos aellos políticamente. Hay muchos extranjeros en Palestina. Y,sobre todo, hay cada vez más Israelitas en el extranjero. Deahora en adelante, para hablar de Israel hay que mirar muchomás allá de las fronteras de la pequeña Judea.

Claro está que esta  Diàspora o  «diseminación» no data

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solamente del siglo IV. Trasplantes y emigraciones habían te-

nido ya lugar desde la época de la monarquía, y principal-mente desde la ruina del reino de Samaría. Evidentemente,las grandes deportaciones babilónicas de comienzos del si-glo VI desempeñaron un papel más determinante :  numerososexilados no regresaron jamás (pp. 225, 251). Las regiones endonde se observa desde muy pronto la presencia de los Judíosson principalmente Babilonia, Siria, la costa mediterránea yEgipto. En tiempos del Imperio persa, que proporcionan al

Próximo Oriente dos siglos de paz relativa, desconocida desdehacía mucho tiempo, y grandes facilidades de relación, los Ju-díos se multiplicaron considerablemente y aprendieron muypronto a adaptarse, buscando resueltamente la coexistencia «enmedio de las naciones».

No vivieron por todas partes de la misma manera ni si-guieron siempre la misma evolución. Sin embargo, se observaen los diversos puntos en que hay Judíos, un esbozo de orga-

nización en pequeñas comunidades. Alrededor de «ancianos»o jefes de familia, y en torno a sacerdotes y escribas especiali-zados en el conocimiento de los Libros sagrados   6, celebranreuniones periódicas, en lugares retirados o en casas, paraorar en comunidad, para instruirse en la Ley de Dios y apren-der a serle fiel. Este es el origen de las sinagogas, que sonesencialmente casas de oración y de enseñanza, y cuya exis-tencia se observará más claramente en la época helenística.

Sin embargo, Jerusalén no quedaba olvidada, ni muchomenos. Los Israelitas de la Diàspora pagan regularmente eldiezmo para el clero de la Casa de Dios, envían ofrendas yelementos para sacrificios al único Altar, realizan en cuantoles es posible la peregrinación a la Mansión de Yahvé en susanta Montaña (véase los salmos de las Subidas, p. 272). Mu-chos conservan en su corazón la añoranza de Sión y envidian

la suerte de los hermanos que residen en Tierra santa. Secruzan cartas en ambas direcciones, y de esta manera se vanfomentando las relaciones de hermandad.

6  Se va perfi lando una función, la de  sojer,  «hombre del l ibro»,«perito en escrituras», «gramático» ( g r a m m a t e u s ) . Véase 1 Chr  27,32; Esd 7 , 6 , 11; Neh  8, 1.

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No obstante, hace falta saber vivir lejos del Templo irreem-

plazable y exclusivo, sin toda la Liturgia sacrificial en la quese expresa la religión de Yahvé. Por fortuna, la Torah es eltestimonio vivo de esa religión; y su lectura garantiza a lascomunidades dispersas una admirable vitalidad religiosa. Por-que, a pesar de encontrarse en situaciones a veces muy «secu-lares» en medio de los ambientes paganos 7 , el conjunto delos Israelitas permaneció fiel a su fe. E incluso la vida espiri-tual de gran número de ellos fue intensa, por reacción contralas influencias del mundo ambiente. La vida de hermandadentre los Judíos se hará más densa, más profunda, al mismotiempo que se desarrolla una gran piedad personal8 , sin quese corra el riesgo de encerrarse en sí mismo y cerrarse a losdemás.

Evidentemente, tanto en Jerusalén como en la Diáspora, nodeberíamos concebir a Israel de una manera demasiado sim-plista. Aunque este pueblo se va manifestando cada vez más

como excepcional, no obstante se compone de hombres, depobres hombres. Las injusticias sociales no desaparecieron,principalmente en Judea, como por arte de encantamiento.En los escritos de los sabios se habla mucho de los «malos»y de los «impíos»; y las quejas de los  anawim  muestran cuán-ta podía ser la dureza de sus opresores. Desde el punto devista religioso, como ocurre ordinariamente, se van estable-ciendo diferencias entre los puros o fervorosos y los «practi-

cantes» que no se sienten movidos siempre por el entusiasmoo la inquietud. Son inevitables ciertas tensiones entre los ri-goristas y los acomodaticios, entre los tradicionalistas y losque se sienten hombres de una época nueva.

Llega el momento en que el «mundo» y sus exigencias vana suscitar en Israel los más graves problemas y una crisisextrema.

~ Véase p. 226, notas 4 y 5. Los cuentos de la reina Ester y delpaje Daniel están inspirados en realidades vividas.

8  Esto se verá muy palpablemente, leyendo el l ibro de Tobías.

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C A P Í T U L O I X

ENFRENTANDOSE CON UN MUNDO NUEVO

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I

A L E J A N D R O Y L A H E L E N I Z A C I O ND E L O R I E N T E

El reinado de Artajerjes II había carecido de energía y es-píritu de or de n: Eg ipto se había liberado d e la tutela persa ;algunas satrapías se habían rebelado. El gobierno de Artajer-jes III (358-338) fue más enérgico: Egipto fue recuperado y

Siria sometida, mientras que los Persas mantenían con firmezasus posiciones frente a los Griegos. Mas no ocurrió así desdela subida al trono de Darío III (338-330).

En efecto, el reino de Macedonia acababa de imponer sudominio sobre las repúblicas griegas, cuyas energías se ha-llaban exhaustas por las rivalidades internas. Por la victoriade Queronea en el año 338, Felipe II (359-336) se había he-cho dueño de toda la península helénica y abrigaba el designiode vencer también a los Orientales, cuando fue asesinado.

Su hijo,  Alejandro Magno  (3 36 -32 3) , va a realizar este pro-grama conquistando el mundo. Todos conocen este destinoextraordinario, aventura mil veces más fantástica que los sue-ños, novela maravillosa que llegó a vivirse realmente. Es unacarrera de victoria en victoria: Gránico en 334, Issos en 333,Tiro en 332; Palestina se sometió sin combate; Egipto quedó

anexionado y se fundó la ciudad de Alejandría; victoria deArbelas en 331; conquista de Babilonia, Susa, Persépolis yEcbatana en 330 (muerte de Darío III); expedición hasta eldelta del Indus en 325. Dos años después, Alejandro muerea consecuencia de la malaria, en Babilonia, a la edad de treintay tres años, dejando una Persia que se había hecho griega de

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la noche a la mañana, y después de haber comenzado una

gran obra de civilización \

Porque la empresa de este conquistador de genio universalera bienhechora, humanista y cultural. Se había señaladocomo tarea la elevación del nivel de vida de todos los hom-bres y la unión de todos ellos haciéndoles participar de  lacultura griega.  Pero Alejandro sabía muy bien que la unidaddel mundo, por él soñada, no podía realizarse si antes no se

respetaba las diversidades locales y los valores exóticos. Eramuy sensible a las prestigiosas grandezas del viejo Oriente yno pretendía aniquilarlas, sino asimilárselas.

Indudablemente, entre la península helénica y el Orientemediterráneo se había establecido ya cierto intercambio deinfluencias, principalmente desde que los Griegos habían ad-quirido en el Delta egipcio una preponderancia con la cuallos faraones no tenían más remedio que contar (p. 189). Sin

embargo, Grecia jamás había pasado de ser un reducido país.Su asombroso dominio cultural era de fecha reciente, si te-nemos en cuenta la evolución total del mundo entonces cono-cido; y, más que nada, había sido beneficiaría con respecto alOriente. Cuando hubo llegado a la cumbre de su esplendor,en el siglo V, se sintió demasiado orgullosa, demasiado celosa,como para imaginarse que los «bárbaros» pudieran beneficiar-se de su cultura. Este sentimiento de superioridad será, por

lo demás, uno de los obstáculos para la fusión entre los dosuniversos.

Vemos, pues, que la inteligencia, la audacia y la habilidadde Alejandro fueron las que, a pesar de la brevedad de suvida, desencadenaron en todo el Oriente un movimientoque tendería a cambiarlo profundamente, a convertirlo en unmundo nuevo. En efecto, sólo a partir de la conquista mace-dónica podemos hablar de helenización en el sentido de im-pregnación del mundo oriental por parte de la cultura griega

1  Podría leerse provechosamente: L. HOMO,  Alexandre le Grand(Fayard, 1951).—HAROLD LAMB,  Alejandro de Macedo nia  (vers, esp .),2 .a  ed., Buenos Aires 1953.—MAURICE DRUON,  Alejandro el Grande,Madrid 1959.

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y de penetración sistemática en todos los terrenos o manifes-

taciones de la vida de los hombres. Los sucesores de Alejandrose señalaron el mismo programa, pero no dirigieron siempre surealización con la misma flexibilidad ni con el mismo espíritude benévolo respeto.

L a  lengua  sería uno de los medios más eficaces de esta rea-lización. Tanto más que el griego era la lengua más bella yperfecta que se había inventado jamás: creación de la razón

y de la medida, de la gracia y de la armonía, de la finura y delequilibrio que tanto caracterizan al genio griego. Esta lengua,nacida —como el arameo y un poco después de él— del fe-nicio alfabético, había continuado su desarrollo de maneraoriginal y rápida, no sin ofrecer variedad de dialectos, entrelos cuales el ático terminaría por imponerse.

Desde el reinado de Alejandro y en tiempo de sus suce-sores, el griego se fue difundiendo rápidamente por Oriente

y puso fin a la carrera internacional del arameo. Sin embargo,este último no desapareció (principalmente en Palestina, endonde se procurará resistir de esta manera al helenismo). Elgriego adoptado por el conjunto del mundo civilizado no eraya el dialecto ático, sino una forma evolucionada de éste, me-nos depurada, mezclada con otros elementos dialectales y so-bre todo con el dialecto jónico. Según las leyes habituales dela evolución lingüística, este griego, al vulgarizarse, fue per-

diendo algo de su claridad y solidez y fue tendiendo a supri-mir las complicaciones y las dificultades de la lengua clásica 2 .Al denominársele  koiné  o lengua «común», se le estaba reco-nociendo su carácter —en cierto modo —universal y su ca-pacidad de convertirse sencillamente en la lengua de todos loshombres. Se hallaba adaptado a las exigencias de la vidacorriente; era cómodo para las relaciones cotidianas y paralos negocios. Este idioma, que era el lenguaje de las gentes

modestas y de los ambientes cosmopolitas, terminó imponién-dose en todos los confines del imperio.

2  Sobre las principales características d e este griego com ún ,véase :  Parole de Dieu,  p. 168.—E.  O S T Y ,  El Griego,  en «Inicia-ción bíblica», p. 90 ss.—AUVRAY-POULAIN-BLAISE, Las  lenguas sa-gradas,  col. «Y o sé - Y o creo».

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2 9 6 e n f r e n t á n d o s e c o n u n m u n d o n u e v o

La fundación de  ciudades  a la manera griega fu e tam bién

un poderoso agente de trasformación del Oriente. La pene-tración cultural sólo podía realizarse si se iban multiplicandolos focos de la nueva civilización. En adelante, ya no existiráúnicamente Atenas, sino que encontraremos además: Antio-quía del Orantes y Seleucia del Tigris, Pella y Rodas, Tole-maida y principalmente Alejandría. Otras más irán aparecien-do en lo sucesivo, sobre todo con los Seléucidas. Pero estascreaciones respondían también a las necesidades de la coloni-

. zación, porque el Grieg o sólo se encuentra a gusto y pu edevivir en una «polis».

Dotadas de los privilegios y franquicias de que gozaban lasciudades de la península metropolitana, estas ciudades griegasde Oriente, algunas de las cuales nacían y se desarrollaban conasombrosa rapidez, ofreciendo muchas facilidades para viviry ejerciendo gran poder de atracción, favorecieron intensa-mente las mezclas entre razas y culturas diferentes. Es verdadque la altivez griega se oponía a la asimilación; el ciudadanogriego pretendía mantener su superioridad por medio de dis-tinciones y de un estatuto especial. Pero la vida y sus com-plejidades, las exigencias prácticas de la política y de la eco-nomía no cesarían jamás de ir abriendo una brecha en estámuralla de los principios. Numerosos Orientales llegarán a si-tuaciones casi enteramente semejantes a las de los Griegos y

terminarán por obtener incluso la ciudadanía jurídica.

Con la facilidad de la lengua común y de la coexistenciaen las aglomeraciones urbanas podía ejercerse la influenciaintelectual y cultural. Pero hacía falta tiempo para que seprodujera una verdadera osmosis. En efecto, se estaban en-contrando mentalidades forjadas desde hacía siglos e intensa-mente acusadas, psicologías y equilibrios profundamente dife-

rentes. Recordemos las reflexiones acerca del pensamientosemítico (pp. 36-51; váase también  Parole de Dieu,  pá-ginas 158-164). Este pensamiento, ¿es reducible al genio grie-go? ¿Tiene suficientes afinidades con el amor de la razónlógica, de la belleza y del orden, del conocimiento abstractoe impersonal que cultivaban los Griegos? El Oriente no secontentó jamás con un humanismo, pues presentía como por

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a l e j a n d r o y l a h e l e n i z a c i ó n d e l o r i e n t e 2 9 7

instinto su indigencia esencial. ¿Será captado por las doctri-

nas filosóficas?Alejandro, alumno de Aristóteles, no había marchado haciael Este sin ir acompañado de filósofos y sabios; y no cabeduda de que pensaba que —de este modo— su conquista seprolongaría también en el terreno del pensamiento. Con lacolonización griega, las filosofías no podían menos de difun-dirse. Las filosofías de los siglos IV y III representaban unaevolución con respecto al pensamiento de la época preceden-

te (p. 260): llegan a hacerse racionalistas hasta el extremo yestán preocupadas ante todo por la moral. Tales son el equi-librio delicado que buscaban los Epicúreos, el ascetismoa-social de los Cínicos, el voluntarismo de los Estoicos, el es-cepticismo de los Pyrrhónicos. Claro está que las diversasescuelas se oponen unas a otras y entablan disputas. No pode-mos negar que de esta manera se realizan nuevos y preciososesfuerzos de reflexión. Pero hay poca consistencia, poca se-

guridad en esos sistemas empañados de relativismo y sujeti-vismo, algunos de los cuales rehusan todo valor al conoci-miento y todo sentido a la vida. Este pensamiento griego, queraras veces es doctrinalmente ateo, lo es prácticamente en suconjunto. Desconfía de los dioses y cree que puede vivir muybien sin ellos.

El Oriente no se adherirá a su escuela. Estaba mucho mejorpertrechado con sus costumbres seculares, sus poderosas tra-

diciones, sus leyes sólidamente arraigadas y principalmente sumetafísica, desconocida para la brillante, pero generalmentetan corta razón griega. Se realizaron esfuerzos, principalmentepor parte de los judíos, para unir las dos formas de pensa-miento: el racionalismo griego y la metafísica religiosa delOriente. Testimonio de ello son las doctrinas judeo-helénicas,de las cuales Aristóbulo en el siglo II y Filón en el siglo Ison representantes bien conocidos. Pero se trata de tentativas

intelectuales, realizadas principalmente en el Egipto alejan-drino. De manera más general podemos decir que no fue pre-cisamente por la filosofía por lo que el helenismo invadióOriente. Ni mucho menos por la religión: el Oriente no teníanada que ganar con las devociones cívicas, artificiosas, rudi-mentarias y hueras de una Grecia que no sabía responder alas más profundas inquietudes del corazón del hombre.

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2 9 8 e n f r e n t á n d o s e c o n u n m u n d o n u e v o

El helenismo hizo mucho más por medio de lo que tenía

de exteriormente visible: las construcciones y el arte, las cos-tumbres y la vida cívica, la educación y sobre todo las dis-tracciones, teatro y deportes, que son especialidades griegas.Nunca se cambia en vano los hábitos y manifestaciones exte-riores de la vida. Los hombres se van conformando cada vezmás profundamente a su nuevo estilo de vida. Se iban pro-duciendo poco a poco una armonización y nivelación que ten-dían a disminuir las barreras de los particularismos étnicos,

a poner a los hombres en un mismo plano y a relacionarlosunos con otros, a convertir a los Orientales en los nuevosciudadanos del mundo moderno.

Comprenderemos que aceptar o rehusar estas manifestacio-nes de la civilización nueva se convertirá en un problemacorriente, susceptible de recibir soluciones diversas. Y, porcierto, en un problema grave. Porque todo está íntimamenterelacionado. Y esta civilización simboliza y sirve de vehículo

a un estado de espíritu, a tendencias del alma; y exige opcio-nes fundamentales, aunque todo esto no aparezca tan claro aprimera vista. Para ayudarnos a comprender esta situación,pensemos v. g. en el caso de un joven israelita, educado enun tradicionalismo válido, pero enérgicamente cerrado a todainfluencia y varado en prácticas de un arcaísmo caduco y queno cesan de obstaculizar el desarrollo natural. Pues bien, estejoven descubre a su lado, y proponiéndosele a él , una manera

de vivir amable y fácil, rica de valores humanos auténticos,flexible y confiada, inmediatamente sociable, inteligible, prác-tica... Podemos prever las crisis.

No obstante, si comparamos la helenización del Oriente conla romanización de Europa en los primeros siglos de nuestraera, vemos que la latinización del Occidente fue relativamentefácil y definitiva, mientras que el Oriente no se mostró ni fácil,ni plena, ni duraderamente receptivo de la cultura griega.

El mundo oriental reafirmará, pues, algún día, durante elperíodo romano, sus caracteres propios y sus tendencias esen-ciales. Pero no ocurrirá esto sin haberse beneficiado de sucontacto con la civilización griega, a la que terminará porrechazar, ni sin haberle infundido por otra parte algo de sudinamismo religioso y haberla sensibilizado hacia un mundoespiritual que dicha civilización griega no conocía (¡qué du-

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a l e j a n d r o y l a h e l e n i z a c i ó n d e l o r i e n t e 2 9 9

da cabe ) de este modo. Pero esta fricción no siempre habrá

sido sencilla o pacífica. No nos encontramos todavía sinoen el período en que esta osmosis se va esbozando. Lamarcha que las cosas iban a tomar, dependía mucho de losque fueran a presidir el destino de los pueblos. Fue muy dis-tinta, por ejemplo, la manera sumamente flexible de gobernarque tuvieron la mayoría de los Tolomeos de Egipto y la ma-nera más sistemáticamente helenizante de los Seléucidas. Lahistoria quiso que Palestina, eterno juguete de la política y

de las luchas internacionales, pasara primeramente a los To-lomeos para ser recuperada después por los Seléucidas. Yveremos que, aunque no todos los Orientales sufrieron pasi-vamente la penetración del espíritu y de las maneras griegas,el judaismo fue el alcázar por excelencia de la resistencia:un alcázar singularmente rebelde y finalmente inexpugnable.

A la muerte de Alejandro, el imperio se dividió entre sus

generales (los «Diadocos» o herederos): Frigia pasó a Antí-gono, Asiro-Babilonia a Seleuco, Egipto a Tolomeo, mientrasque Macedonia fue entregada a Casandro y Tracia a Lisímaco.

Del año 323 al 301 trascurrieron veinte años de disputasy guerras entre estos competidores. Antígono y su hijo Polior-cetes se imponen provisionalmente a los otros dos en Oriente;pero estos últimos se unen para triunfar (Ipsos, 301). Noquedarán ya más que dos reinos orientales, entregados a per-

petua rivalidad.La antigua Satrapía de Siria fue dividida en dos: la Siria-

Seléucida, rescatada para el reino septentrional (fundación deAntioquía), y la Cele-Siria, de la que forma parte Judea, so-metida a los Tolomeos.  Dentro del movimiento egipcio,  tole-rante y relativamente tranquilo, no era demasiado difícil vivir.La cultura griega no se introdujo de manera autoritaria. Pe-ro esta cultura fue penetrando con suma naturalidad, por la

fuerza de las circunstancias. Mas los Judíos se mostraron másrefractarios que nadie. La Comunidad israelita, que no tienecasi que desempeñar ningún papel en el plano de la política,que no experimenta todavía las presiones que sufrirá cuandopase a los antioquenos, puede continuar su trabajo de profun-dización, tan característico del Judaismo postexílico.

El Judaismo, en esta época, se difundió con extraordinaria

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3 0 0 e n f r e n t á n d o s e c o n u n m u n d o n u e v o

rapidez por todo el Próximo Oriente y por el contorno del

Mediterráneo. Tal expansión había llegado a hacerse necesariapor el considerable incremento numérico de los Judíos, cuyaraza era excepcionalmente prolífica. Pero Israel no debe sudesarrollo únicamente a su vitalidad biológica: el número desus adeptos de origen extranjero iba creciendo también inten-samente. La religión de Yahvé, infinitamente superior a todaslas mitologías, atraía. Y sus representantes se esparcen ahorapor el mundo: predicadores o propagandistas trabajan paraganar simpatías y provocar conversiones 3; los colonos judíos,con sola su presencia, dan ya testimonio de su fe; numerososcomerciantes la diseminan por un universo en el que ahorason muy fáciles las relaciones. Israel se hace misionero. Ve-remos muy pronto con qué ardor se lanza a esta empresa, ya menudo también con cuánta ingeniosidad. Los resultadosserán sorprendentes.

La mayoría de los Judíos y prosélitos

4

  de la Diáspora ha-blaban griego, el griego de la  koiné.  Con esto se facilitabamucho la comunicación y el intercambio con los extranjeros.Pero estos Judíos habían olvidado el hebreo y el arameo.Corrían, pues, el peligro de perder el contacto con los Escritossagrados, conservados únicamente en la lengua ancestral yque inspiraban y reglamentaban toda la vida religiosa. Sedieron cuenta de ello muy pronto, principalmente en Egipto.

Alejandría, gran ciudad moderna fundada por Alejandro, cons-truida principalmente en tiempo de Tolomeo II, y que hastahabía llegado a ser el mayor de los centros de la cultura hele-nística, contaba con numerosísimos Judíos: formaban las dos

3  No conocemos ninguna otra religión antigua que haya tratadosistemáticamente de comunicarse fuera del ambiente natural desus fieles, y de reclutar nuevos miembros. Israel inauguró en la.

historia y prosiguió durante mucho tiempo un esfuerzo que seconvertirá —dentro ya de las comunidades cristianas— en el afánpor la difusión de su «buena noticia», en la misión evangélica, enla conquista apostólica.

4  La palabra «prosélito», que se deriva de un verbo que signi-fica «venir hacia», parece haber sido inventada por los Setenta paradesignar al extranjero establecido en un país. De ahí pasó a desig-nar al no-judío convertido a la religión judía (y, en el lenguajemoderno, a todo aquel que se convierte a una fe o a una doctrina).

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a l e j a n d r o y l a h e l e n i z a c i ó n d e l o r i e n t e 3 0 1

quintas partes de una población que sobrepasaba los qui-

nientos mil habitantes. Su floreciente colonia había obtenidode los Tolomeos privilegios especiales, así como también ver-dadera autonomía. Semejante comunidad no podía persistiren la fe y vivir en la tradición si sus fieles no comprendíanhabitualmente los textos leídos en las horas de oración y ex-plicación de los Libros sagrados.

Así nació en Alejandría la llamada versión de los  Setenta5.Esta traducción, verdadera obra de pioneros, empresa gigan-

tesca, tanto más original y audaz cuanto que se trataba depasar de una lengua semítica a otra lengua de genio y mediosde expresión muy diferentes, constituye un acontecimientocapital, de importancia considerable para la historia de la An-tigüedad. En el campo religioso, sus consecuencias serán in-mensas. En efecto, la Biblia griega va a convertirse en elvehículo mundial y rápido de la Revelación hecha a Israel.

La obra no se realizó de un solo golpe. El Pentateuco griegoparece remontarse a la época de Tolomeo II Filadelfo (284-247), es decir, hacia el año 250. Las otras versiones fueronsiguiendo poco a poco. De ahí que exista cierta diversidad ensu valor literario. El Pentateuco es el que está mejor tradu-cido; los Profetas anteriores alcanzan casi su mismo nivel deexactitud y fidelidad; pero los Profetas escritores son de me-nor calidad; en cuanto a los Escritos poéticos y sapienciales,

la versión es más bien mala.Entretanto, algunos escritos israelitas se habían compuesto

directamente en griego. Los veremos muy pronto. Los Judíoshelenizados los leyeron como leían los escritos tradicionales,cuya colección quedaba completada de esta manera. Pero losJudíos de Palestina no admitían más que los libros que habíansido escritos en hebreo. Tal fue el origen de la distinción entreuna lista un poco más breve y una lista un poco más extensade libros inspirados; el origen del problema de los «deute-

5  Esta designación (se dice también, simplemente, «los Setenta»)se deriva de la leyenda, recogida en la  Carta de Aristeo,  que atri-buye la realización de la obra a setenta intérpretes. Se la suelecitar abreviadamente: los LXX.

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3 0 2 e n f r e n t á n d o s e c o n u n m u n d o n u e v o

rocanónicos» que un día llegaría a plantarse (Pa role de Dieu,

pp. 56, 72-73).Suele pensarse que el conjunto que conocemos con el nom-

bre de «los Setenta» se hallaba casi completo a fines del si-glo II.

Entre los escritos recientes que, en la época greco-egipcia,vinieron a añadirse a la colección de los libros sagrados seencuentra la obra denominada comúnmente la   S A B I D U R Í A D E

B E N S I R A H O  del «Sirácida» (Sir  50,  2 7 ;  51,  30), que mástarde recibirá también el nombre de «Libro del Eclesiástico»   6.Su composición debe datarse de los años 190-180, y el textocanónico griego fue traducido del original hacia el año 130por el nieto del autor (cf. prólogo)  1.

Esta obra simpática es el monumento más típico de la «sa-biduría» judaica. Es —como diríamos— su compendio. El l i-bro está compuesto de pequeños grupos de «meshalim», con

algunos conjuntos literarios más importantes. Utiliza y citaen muchas ocasiones a las Escrituras que se leía entoncescorrientemente en las comunidades judías, y principalmentelos escritos de sabiduría. En relación con todas esas Escritu-ras, el libro de Ben Sirah es una obra de adaptación, unapresentación nueva y un comentario.

Siguiendo la l ínea de los Proverbios, con los cuales tieneafinidades íntimas, esta Sabiduría es un arte de vivir feliz

haciendo lo que agrada a Dios, un manual de instrucción reli-giosa y moral para el Israelita bien educado y piadoso, unmanual escrito por un profesor de prudencia. Pero este maes-

6  Este nombre es de origen cristiano, y parece derivarse delhecho de que la Sabiduría de Ben Sirah se leía mucho en laIglesia de los primeros siglos. A menos que, con este nombre, se

haya querido acentuar la circunstancia de que el libro era aceptadopor los cristianos, contrariamente a lo que sucedía en las sinago-gas. De todos modos, no hay relación de origen entre este t ítuloy el del libro del Eclesiastés.

7  L os fragm entos del texto hebreo descubiertos recientemen te,representan aproximadamente las tres quintas partes del libro. Dadaslas variaciones de la tradición en la presentación del texto, existea veces diversidad de numeración de los versículos en Jas Bibliasmodernas. Conviene tenerlo en cuenta.

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a l e j a n d r o y l a h e l e n i z a c i ó n d e l o r i e n t e 3 0 3

tro no se contenta con soluciones simplistas; no es tan «bur-

gués» como se ha dicho a veces: sus inquietudes recuerdanlas de Job y del Eclesiastés (Sir  11,  14 -26;  17,  2 2 - 2 7 ;  40,1-4), sabe que la humildad y la pobreza son una situaciónde gracia ante Dios (Sir  2,  17 ;  3,  18 -19;  11,  1, 11-13;  19,2 1 ;  21,  5 ;  34,  10), y su «temor de Dios» (Sir  1,  11; 2, 18,etcétera) se halla muy cerca de lo que nosotros llamamos «vir-tudes teologales».

Ben Sirah es un verdadero y puro escriba de Israel, cons-

ciente de la grandeza de su vocación (Sir  38,  24-39, 11), unhombre de gusto instruido, observador realista (ha viajado:Sir  34,  9 - 1 2 ;  39,  4 ;  51,  13). A su experiencia añade una grancalidad de juicio. Por otra parte, su alma es tan profunda-mente religiosa, con una religión dominada por la caridad,que siente gran fervor por el culto litúrgico (Sir  34,  18-26;35,  1 - 2 0 ;  50,  1-21). Ama y venera el Sacerdocio, las funcio-nes litúrgicas, los ritos, sin ninguna de las exageraciones

rubricistas o legalistas que observaremos más tarde. Pertenece,en una palabra, al número de los fieles que están resueltos aobservar la santa Ley, al número de los «Hassidim»   8, queconstituyen una vigorosa reacción contra una tendencia con-traria.

Porque el helenismo paganizante —el Sirácida es conscien-te de ello— ejerce verdadera seducción sobre sus contem-poráneos y hace peligrosos avances. No se ha llegado todavíaa los métodos persecutorios; pero muchas almas corren yapeligro de sentirse turbadas. Esta nueva Sabiduría es la reac-ción de un hombre inteligente que está decidido a defenderlos valores tradicionales y el patrimonio sagrado del Pueblode Dios. Es discípulo de los teólogos —exílicos y postexíli-cos—- del misterio de la Creación, y canta maravillosamentela sabiduría de Dios en la obra de la naturaleza (Sir  16,  22 -18, 13;  42,  15-43, 33). La religión, que él proclama de estamanera, es capaz de conmover aun a las almas no israelitas.Pero sabe también presentar una síntesis de todos los valores

8  De la palabra hebrea «hesed»: amor, f idelidad, abnegación, celo.Son, pues, hombres piadosos, abnegados, fervientes. «Hassidim»,en forma occidentalizada, ha dado «Assideos».

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3 0 4 e n f r e n t á n d o s e c o n u n m u n d o n u e v o

del pasado, una «Historia sagrada» que manifiesta la elección

y destino del pueblo de Israel (Sir  44-49)  y expresa una feprofunda en la fidelidad de Dios a su designio de salvación.Finalmente, tiene una noción sumamente elevada de la Sabi-duría: la Sabiduría no sólo es de Dios y anterior a la creación(Sir 1, 1-10), no sólo se identifica de alguna manera con laTorah como vemos ya en algunos salmos (Sir  24,  22-23; cf pá-gina 287), sino que además parece ser el Espíritu mismo deDios y una Persona divina (Sir  24,  1-21; f i jémonos especial-

mente en la relación con la historia y con el culto): más in-tensamente aún que en Prov  8,  tenemos aquí el presentimientode una revelación que llegará a hacerse mucho más completa.

Un magnífico desarrollo sobre la Sabiduría (Bar  3,9-4,  4)que viene de Dios, que se comunica a su Pueblo y que seidentifica con la Torah, lo encontramos en la colección deescritos diversos, que alguien ha colocado bajo el nombre

del secretario y discípulo de Jeremías, BARUC. Estos escritos,podemos datarlos del siglo III o II. A diferencia de la obrade Sirah, que era judeo, estos textos proceden de la Diásporay son interesantes testimonios de la vida de las comunidadesjudías fuera de Palestina. Además del poema sobre la divinaSabiduría, que acabamos de citar, tenemos una hermosa ora-ción sálmica de contrición y súplica, de alabanza y esperanza(Bar 1, 15 -3, 8), y una noble exhortación profética que sirve

de aliento y estímulo, y recoge los mejores temas de la tradi-ción de los profetas  (4 ,  5 - 5 , 9). Lleva aneja una Carta puestabajo el nombre de Jeremías y fingidamente enviada a losdesterrados de Babilonia. Es un escrito polémico contra loscultos idolátricos (a la manera de Jer  10,  1-16 y de Is  40-41;44; 4)  que revela un conocimiento exacto de las institucionesreligiosas de Mesopotamia durante la época griega.

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nD E L L E V A N T A M I E N T O M A C A B E O

A L R E I N O D E H E R O D E S

Durante los siglos III y II, en el Oeste, una potencia va cre-ciendo a pasos agigantados:  Roma.  Durante los tres siglos ante-riores, la República consular que había sucedido al régimen de

los «Reges» (p. 140), guerreando contra los poderosos Etrus-cos, contra los Samnitas, los Umbros, los Galos, contra lasciudades griegas del Sur, había llegado a crear la unidad dela península itálica en beneficio únicamente de Roma. AhoraRoma es una potencia que puede y quiere imponerse en todala cuenca mediterránea. En el plazo de doscientos años, iráncediendo más o menos rápidamente ante el empuje de Roma:en el siglo segundo, Cartago (guerras púnicas), España, Ma-

cedonia, Numidia, los Cimbros; en el siglo I, el Ponto, Siro-palestina, las Galias y Egipto. Sin embargo, la Repúblicaromana —durante el mismo tiempo— pasó por las más terri-bles crisis interiores; a través de las revoluciones plebeyas, delas tentativas democráticas y de los esfuerzos sociales (Catón,los Gracos), terminará —en el año 80— en una dictaduraaristocrática (Sila) y en un restablecim iento del Con sulad o(Craso y Pompeyo en 70): último paso hacia el régimen de

gobierno personal de un solo hombre (Augusto), que se tras-formará en imperio absoluto   1.

1  No se trata aquí, claro está de presentar una historia —porconcisa que sea— de Roma y de los comienzos del imperio romano.Es imposible, además, ofrecer una bibliografía propiamente tal. Ellector podrá consultar las grandes Historias generales, donde en-contrará abundante bibliografía.

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306 e n f r e n t á n d o s e c o n u n m u n d o n u e v o

Roma, cuya política exterior --a comienzos del siglo II—

consiste en mantener su superioridad doquiera se halla esta-blecida, más bien que en hacer nuevas conquistas, no puedea pesar de todo conservar esta paz diplomática en el Este.An tíoco m el Grande (222 -18 6), el sexto de los S eléucidas,después de haber derrotado a Tolomeo V en Paníon (198), yconfiando plenamente en sus propias fuerzas, entra en Greciay se enzarza en lucha con los Romanos. Es expulsado severa-mente, y luego derrotado por completo en Magnesia en el

año 189. Se ve obligado a ceder parte de los territorios delAsia Menor, y tiene que comprometerse a pagar una enormeindemnización durante doce años.

Después de Paníon, los Palestinenses pasaron del control delos Tolomeos al  gobierno de los Seléucidas.  Al principio nosintieron gran cambio ni perjuicio. Como los Seléucidas reco-nocían ordinariamente los gobiernos locales en sus diversas

colonias o anexiones, sancionaron la autoridad del Consejode los Ancianos, en el cual, junto a los sacerdotes (cuyo cole-gio había sido el primer núcleo de este Consejo [p. 283]),tenían ahora un puesto los laicos eminentes o influyentes, ylos escribas o legistas. Tal es el origen del Sanhedrin deJerusalén. Había consejos de esta clase en todas las comuni-dades importantes del judaismo, pero el de la Ciudad santaera evidentemente el principal.

Sin embargo, la situación no tardó en empeorar. El impe-rio sirio, de crisis en crisis, va hacia la más profunda deca-dencia. Naturalmente, tendrá que estar buscando dinero entodas partes; y sus soberanos, a pesar de ser hombres cultose incluso refinados, se convertirán a menudo —a causa deesta penuria económica— en desvergonzados salteadores, ca-paces de robar todo lo que encuentren. Así, después de laderrota de Magnesia, como el gobierno antioqueno (que ne-

cesitaba angustiosamuente dinero) sospechara que el tesoro deJerusalén encerraba grandes riquezas, Heliodoro, ministro deSeleuco IV (186-174), es enviado para realizar el saqueo.Pero esta misión fracasa (2 Mac  3).

Otra causa de dificultades en Judea era la continuación dela helenización. A los Israelitas que se sentían muy apegadosa la Ley (como ocurría con los Assideos), la civilización nueva

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d e l o s m a c a b e o s a h e r o d e s 307

Ies parecía esencialmente impía. Eran hombres de valor, muy

unidos entre sí , y estaban dispuestos a desempeñar un papelsi las cosas se agravaban. Y se agravaron.

Seleuco IV, asesinado por Heliodoro, tuvo por sucesor asu hermano  Antíoco IV Epifanes  (174-164), advenedizo sinescrúpulos, escéptico y desequilibrado (se le apodará «Epi-manes», el «loco»), tan pródigo como rapaz, a veces bienintencionado pero torpe y brutal. Este déspota pretendió pro-

ceder por la fuerza a la helenización del reducido pueblojudío que se mostraba particularísimamente refractario. Lacuestión era también —primordialmente—• de orden político:Judea era ahora la región fronteriza del imperio seléucida, yno dejaba de haber en ella algunas personas que añoraban elrégimen poco severo de los Tolomeos o que buscaban efecti-vamente apoyos antisirios en Egipto. Y, así, Antíoco creyóque debía someter por la violencia aquella región, o aniqui-

larla si no lograba que aceptase de buena gana la incorpo-ración a Siria.

Los Judíos, divididos desde el punto de vista político entreegiptófilos y partidarios de Antíoco, lo estaban también —¡des-graciadamente — con respecto a la oleada de m odernización.Algunos acogían de buen grado este humanismo nuevo, encomparación con el cual el conservadurismo tradicional pa-recía apergaminado, de estrechas miras, y duro. Hubo tam-

bién personas positivas y prácticas, oportunistas y aprove-chados, que pensaban que su interés consistía en colaboraractivamente en los planes políticos y en las venalidades delgobierno sirio. La aristocracia del país y la burguesía pro-pietaria tenían también muchos motivos para concillarse elfavor de Antíoco. Existían finalmente, los insignificantes, in-diferentes o resignados. En cuanto la persecución se desenca-dene, veremos multitud de apostasías.

Contra esta corriente de abdicación, se alzó una oposición.Estaba alentada por las personas que sentían que se hallabaen peligro una gran fidelidad; que se lo estaban jugandotodo; y que llegaba la hora en que había que hacer unasuprema elección en favor o en contra de Yahvé. Estos discí-pulos puros de Moisés y de los Profetas fueron de dos clases:los mártires, a quienes el poder impío conminó a renegar de

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su fe, y que prefirieron morir; y los «luchadores de la resis-

tencia», que empuñaron las armas, «se echaron al monte»,organizaron la rebelión y declararon la «guerra santa». Po-dían contar de antemano con el favor de la opinión generalde los Israelitas y el apoyo del pueblo, de las personas mo-destas —los «pobres»—, de las personas de espíri tu verdade-ramente religioso y fieles a las tradiciones de la fe. Verda-deramente la rebelión, al hacer su estall ido, estaba brotandode las entrañas mismas del Judaismo.

Se hallaba en juego el Templo de Jerusalén. Para unextranjero, este Templo era un lugar de culto como los quehabía en otros países, y por cierto no de los más importantes.Pues Judea no era más que un pequeño cantón de la granprovincia de Cele-Siria (un hexágono de 70 km. de diámetro) .Mas para los Judíos, no solamente de Judea sino de todo elmundo, el Templo consti tuía un valor supremo que habíaque amar y defender: era la razón de ser de la única Ciudad

santa, la Mansión de Dios .

El sumo sacerdote era el jefe reconocido de los Judíos yprácticamente el responsable de el los ante el gobierno real .En el año 175 era sumo sacerdote un hombre piadoso y justo,Onías III. Semejante persona no valía para hacer el juego aAntíoco. Pero éste no tuvo dificultad para encontrar en Judábuenos auxi l iares: en primer lugar Jasón, hermano de Onías

(el cual fue depuesto) , suplantado a su vez por Menelao, per-sonaje que no era de la l ínea sadocita (p. 283) y quizás nisiquiera de familia sacerdotal; ambos compraron del monarcael sumo pontificado y trabajaron para el Seléucida, aunqueprocuraron también sacar buen partido para sí mismos (2M a c  4).

Se construyó un gimnasio en Jerusalén, y la juventud fueentrenada en el deporte. Esto fue un gran acontecimiento.Se puso de moda el helenismo, principalmente entre los di-rigentes y sacerdotes. Pero se produjeron algunos alborotos,que le val ieron al Templo un primer saqueo en regla por obrade Epifanes, que a la sazón se había puesto del lado de Egipto.Después , e l rey, v iendo perfectamente que todo acto neta-mente judío es un acto religioso, decidió la supresión de larel igión de Yahvé. De ahí se s iguió  la gran persecución,  tan

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tristemente célebre: Jerusalén desmantelada, el Templo man-

cillado, las prácticas del culto prohibidas, la circuncisión yel sábado suprimidos rigurosamente; era un delito conservarlos Libros sagrados, había que sacrificar a los ídolos, seinstaló un altar pagano sobre el Altar mismo de Yahvé enel Templo; asesinato de los fieles, reinado del terror (1 Mac 1;2 Mac 5-7).

Corría el año 167, cuando estayó  la rebelión  en el campo.

Partió de una valerosa familia sacerdotal conocida con elnombre de «Macabeos»: Matatías y sus cinco hijos, entre loscuales corresponde a Judas especial gloria 2 . Fueron apoyadospor el fervoroso movimiento de los Assideos (p. 303, nota 8),entre los cuales se contaba un grupo de sacerdotes de la fami-lia de Sadoc, privada del sumo pontificado (1 Mac 2). Laguerrilla, luego la guerra, e igualmente la política y las intri-gas, entre personas d el país y en el plan o internacion al: todo

es tan complejo, que no podemos mencionar aquí más quelos hechos principales 3 .En primer lugar,  Judas  (166-161) emprende la tarea de li-

berar el territorio de la tiranía de los Seléucidas. Va derro-tando uno tras otro a los enviados o generales de Antíoco IV:Apolonio, Serón, Lisias, Gorgias, Nicanor; el Templo es pu-rificado y el culto se reanuda en el año 165 (1 Mac   3-4;2 Mac  8; 11; 12).  Luego tiene que defender la conquistada

independencia contra los vecinos de Trasjordania, Idumea,Filistea y Galilea (1 Mac  6; 2  M ac  10, 12).  Las hostil idadespor parte siria se reanudan con Lisias, Gorgias y el nuevoSeléucida Antíoco V (1 Mac  6; 2  M ac  9; 10; 13).  En tiempode Demetrio I, el traidor Alcimo (que logra ser nombradosumo sacerdote) se concilia el favor de los escribas y losAssideos. Judas lucha contra Nicanor y Báquides, protectores

2  Solemos decir «Macabeos», generalizando el sobrenombre dadoal más célebre de entre ellos. Tal vez este sobrenombre signifique«mazo» o «martillo». En este caso, Judas Macabeo significaría«Judas el Martil lo». Matatías era descendiente de Asmón o Asamón;de ahí el nombre de «Asmoneos» que se da a su linaje.

3  No hace falta decir que el único medio de formarse una ideade los acontecimientos palestinenses entre los años 167 y 134 esleer los dos libros de los Macabeos.

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d e A l c i m o , y s e a l i a c o n l o s R o m a n o s ( 1 M a c 7 - 9 ; 2 M a c

14-15).U n a s e g u n d a f a s e d e l a l u c h a , c o n  Jonatán  ( 1 6 1 - 1 4 3 ) , s ec e n t r a e n l a p u g n a p o r l a i n d e p e n d e n c i a p o l í t i c a : J o n a t á na c e p t a q u e s u a u t o r i d a d s e a r e c o n o c i d a p o r u n u s u r p a d o rd e l t r o n o s e l é u c i d a , A l e j a n d r o B a l a s , d e q u i e n r e c i b e l a d i g -n i d a d p o n t i f i c i a ( 1 5 2 ) , l a c u a l — n o o b s t a n t e — s e c o n s i d e r a b ac o m o p e r t e n e c i e n t e d e m a n e r a e x c l u s i v a a l o s S a d o c i t a s ( 1 M a c9-10).  E s t a a p r o p i a c i ó n i l e g í t i m a d e l a f u n c i ó n s a c e r d o t a l s u -

p r e m a t i e n e c o n s e c u e n c i a s : a l g u n o s S a d o c i t a s s e o r g a n i z a n e ng r u p o d i s i d e n t e , c o n c i e r t o « D o c t o r d e J u s t i c ia » a s u c a b e z a ,y s e re t iran a l a s re g io ne s so l it ar ias d e l a s M on ta ñ a s de J ud á ,a f i r m a n d o — - p o r m e d i o d e s u a c t i t u d y s u g é n e r o d e v i d a —s u o p o s i c i ó n a l o s A s m o n e o s (a q u i e n e s j u z g a n c o m o c o r r o m -pidos ) y su r igurosa f ide l idad para observar l a Ley de l aA l i a n z a d e l o s P a d r e s 4 . E n t o n c e s J o n a t á n , c r e y e n d o q u e y a

4  Tal es, al menos, una de las hipótesis que parece plausiblecomo explicación y coordinación de los diferentes datos propor-cionados por los documentos que se han ido descubriendo •—desdeel año 1947— en las grutas del lugar de Qumrân, en las proximi-dades de la orilla norteoccidental del Mar Muerto. La bibliografíasobre estos documentos es ya extraordinaria; los artículos de lasrevistas científicas se cuentan por centenares. Está en curso lapublicación fotográfica de los manuscritos. Conviene esperar a queesta publicación se termine. De esta manera, se podrán estudiar—con la menor imprudencia posible— las numerosas cuestionesplanteadas por el descubrimiento. Nos contentaremos con mencionaralgunas obras. En ellas se encontrará mayor información biblio-gráfica :

J O H N M A R C O A L L E G R O ,  LO S  Manu scritos del Mar M uerto  (ver-sión española), Madrid 1957.

M I L L A R B U R R O W S ,  Les ma nuscrits de la mer M orte  (vers, franc.),Laffont, 1957 (original inglés :  The Dead Sea Scrolls,  1956).

A . D U P O N T - S O M M E R ,  Aperçus préliminaires sur les man uscritsde la mer Morte  (Maisonneuve, 1950.—Nouveaux aperçus sur les

man uscrits de la mer M orte  (Maisonneuve, 1953).M I L I K ,  Dix ans de découvertes dans le désert de Juda  (Cerf,1957).

G .  V E R M È S ,  Les manuscrits du désert de Juda  (Desclée et C l e ,1953).

A . V I N C E N T ,  Les man uscrits hébreux du désert de Juda  (Fayard,1955 ). (Ver s. esp. :  Los manuscritos del desierto de Judá .)

Se podrá leer también:  J E A N S T E I N M A N N ,  San Juan Bautista y laespiritualidad del desierto  (vers, esp.), Madrid 1959.

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no puede prescindir del apoyo del gobierno sirio, se adhiere

todavía más a Demetrio II y Antíoco VI; y mantiene la alian-za con Roma y Esparta (1 Mac  11-12).La guerra termina con  Simón  (143-135), otro de los hijos

de Matatías, que obtiene de Demetrio II y después de Antío-co VII una carta de libertad reconocida por los Romanos(cuyo control en todo el Próximo Oriente resulta desde ahorainevitable). Simón es nombrado sumo sacerdote hereditario,etnarca del nuevo Estado independiente y agrandado de Ju-

dea, y fundador por tanto de la llamada dinastía asmonea(1 Mac  13-16).  T en em os buenas razones para creer qu e, entiempo del pontificado de Simón, los miembros de la sectasadocita tuvieron que sufrir vejaciones, pues se considerabaque su rigorismo era una actitud hostil y una exageraciónde exaltados. Creemos también que, durante esta época, muriósu Maestro admirable y venerado, el «Doctor de Justicia»   5.Un grupo de estos sectarios se refugió luego en el país de

Damasco, y fundó la «Comunidad de la Nueva Alianza»,basada en el juramento —renovado— de fidelidad a la Ley,según la antigua tradición sacerdotal.

A su muerte, acaecida en el año 135, Simón dejaba el poderen manos de su hijo,  Juan Hircano  (135-104), «sumo sacer-dote, jefe de la sociedad de los Judíos». Sus comienzos fuerondifíciles, porque Antíoco VII parecía querer que las cosas sealborotasen de nuevo. Pero, a la muerte del monarca, Hirca-no supo arreglárselas para que el pequeño Estado recobrarasus ventajas; gobernó con inteligencia y energía, se enrique-ció considerablemente, y ensanchó los confines del territorio.

Los enemigos hereditarios de los Judeos pagaron cara suoposición a los esfuerzos de la liberación macabea. Idumeafue anexionada, y sus habitantes obligados a circuncidarse

para conservar la vida (en 110). Los Samaritanos, a quienesuna enemistad secular separaba de los Judeos, fueron some-tidos también por la fuerza de las armas y severamente cas-

5  Sobre el «Doctor de Justicia» y Jesucristo, véase el siguienteestudio comparativo:  C A R M I G N A C ,  Le Docteur de Justice et Jésus-Christ,  Paris 1957.

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tigados: el templo que habían construido en el Garizim, a

fines del siglo IV, para rivalizar con el de Jerusalén, fuedemolido en 128; y en 107 —al cabo de un año de duroasedio— Samaría caía en poder de los Judeos y era arrasadapor el los 6 .

Rico, feliz, mundano, abierto a las novedades, Hircanotenía —desde el punto de vista religioso— una posición orto-doxa pero moderada. De suerte que, por ironía del destino,el Asmoneo se había pasado al bando de los modernistas y

helenófilos. Es un partido que logra afirmarse y constituirsesólidamente: el partido de los Saduceos   7. En sus principiosfue favorable a los reyes sirios; y es liberal, oportunista; estáen buena posición, y se halla representado principalmente porel alto clero y la aristocracia.

Con estas alianzas, Hircano se enajenó el favor de los rigu-rosos y fervientes, se enemistó con el partido de los quehabían sostenido la rebelión macabea: los Assideos. Como

éstos, con su afán de pureza y fidelidad a la Ley, no cesaránde añadir más y más preceptos a la Torah, llegaron a dis-tinguirse hasta tal punto de los demás, que merecieron elnombre de «Fariseos», es decir, «separados» o «separatistas».Poco preocupados, al menos por el momento, de conseguiralianzas políticas, constituyen la helenofobia en persona. Buenaparte del pueblo los estima como a «santos», los admira yama. Su influencia es considerable y se hará sentir en muchos

escritos.

Hircano dejaba cinco hijos. Aristóbulo, el mayor, no reinamás que un año. Su último hermano,  Alejandro Janneo  (104-

6  Herodes la reconstruirá en el año 26 con el nombre de Sebaste(en honor de Augusto). Debemos hacer notar que los Samaritanos

no conservaban com o Escritura sagrada más que el Pentateu co; sucisma se consumó en el siglo V, cuando los textos proféticos ydemás escritos no se habían agrupado aún junto a la Torah.

7  Si este nombre, según parece, se deriva de Sadoc (p. 283),entonces indica que se trata del partido de los sacerdotes. Perono hay que confundirlo con la Secta sadocita, a la que hemos vistoretirarse de la vida pública hacia el año 150, en tiempo de Jo-natán. Otros pien san qu e la palabra se deriva de «se da qa» : jus-ticia. Sería «el partido de los justos».

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77), le sucede. Aunque continúa siendo sumo sacerdote, toma

además el título de rey. Dilata más todavía —y de maneranotabilísima— los confines de su reino, anexionándose laSefela, las inmediaciones de Idumea y Arabia nabatea, Tras-jordania y la Alta Galilea. Pero, por sus costumbres disolutas,tiene en contra suya a los fariseos y al pueblo. Llegaronlas cosas a tal extremo, que éstos intentaron —¡verdaderaparadoja d e esta turbulenta h isto ria — derribarlo del trono,llamando en su favor al seléucida Demetrio III. Pero el senti-

miento nacional se sobrepuso finalmente y, después de habercastigado con severidad a los fariseos (la guerra había du-rado seis años, y costado decenas de millares de víctimas),Alejandro Janneo termina sus días en paz.

En tiempo de Alejandra (77-68), viuda primeramente deAristóbulo I y después de Alejandro Janneo, tuvo lugar lareconciliación de los fariseos, que entran en el Gran Consejo(del que formaban parte la aristocracia y el sacerdocio), y almismo tiempo en la vida política, mientras que el crédito delos Saduceos se había arruinado (68-64). Alejandra tenía doshijos:  Hircano II,  el mayor, ya sumo sacerdote, no tuvo alprincipio más que un corto reinado, pues se vio obligado aadbicar en favor de su hermano menor Aristóbulo II quehabía empuñado las armas contra él y a quien sostenían losSaduceos. Sin embargo, el Idumeo Antípater convenció a

Hircano para que reivindicase sus derechos por la fuerza,apoyado por los fariseos. Y la lucha volvió a estallar de nuevo.

Pero he aquí que Roma está ahora presente en Palestina:el cónsul Pompeyo, que acaba de vencer a Mitrídates en elPonto, emprende la tarea de pacificar y organizar el PróximoOriente. En el año 63 hace acto de presencia en Siropalestina.Aristóbulo e Hircano se ven obligados a someterse a su arbi-traje. Después de alguna vacilación, Pompeyo prefiere apoyar

al partido de Hircano, mientras que los sacerdotes, fieles aAristóbulo, se retiran al Templo. Este es asediado y tomadomilitarmente. Hircano II vuelve a ser entonces sumo sacer-dote. Pero Judea deja de ser Estado independiente. Se leamputan sus recientes anexiones no judías; es decir, no con-serva más que el territorio judeo propiamente dicho, Galilea,Perea y una estrecha banda trasjordánica. Está sometida al

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tributo; e Hircano no gobierna ya más que bajo control de

un procónsul .Como en los años sucesivos surgieran nuevas turbulencias ,

el gobernador romano de Siria desmembra el país en cincodistritos, cada uno de los cuales tiene a su cabeza un consejode ancianos. Hircano no conserva más que la función delsumo pont i f i cado (57) . Durante todo es te t i empo, e l IdumeoAntípater no había cesado de intrigar, y se había convertidoen una especie de gran visir de Hircano II, aunque trabajaba

en favor de los Romanos.

Roma  se hal laba entonces en plenas com peticion es pol í t icas(conjuración de Catil ina). Del 62 al 59, primer triunvirato,con Craso, Pompeyo y César. Mientras César está muy ocu-pado en Galia, se restaura el régimen de consulado con Crasoy Pompeyo (55-54) . Luego, a l ser derrotado Craso en Oriente,Pompeyo se convierte en cónsul único (51-49) . Pero César

regresa de las Galias, se rebela contra el Senado y declara laguerra a Pompeyo, e l cual huye con el gobierno. César seadueña de Italia y España y, en una lucha terrible, aplastaa Pompeyo en Grecia (Farsal ia , 48) . Este últ imo es ases inadoen Pelusa. César prosigue su marcha hasta Egipto, seducidopor Cleopatra, hi ja del penúlt imo Tolomeo y apartada deltrono por su hermano. César le devuelve sus derechos dereina.

Metido en los «andadores» de Egipto, César tenía nece-sidad de apoyo. En el año 47 marcha a Siria; anula las dis-posiciones tomadas por Pompeyo, devuelve la autoridad aHircano II nombrándole etnarca, pero a su lado, y prácti-camente por encima de él , nombra a Antípater procónsul deJudea mientras que los dos hijos de éste son designados«estrategas», Fasael en Jerusalén, Herodes en Gali lea. César

regresa a Italia, en donde se suceden las intrigas, guerrascivi les , muertes i lustres . . . En febrero del año 44, e l Senadose ve constreñido a nombrar a César dictador vitalicio. Pero,e l ^ de m arz o, la con jura ción senatorial lo apuña la. A laño s iguiente se consti tuye el segundo triunvirato, con Anto-nio, Octavio y Lèpido. Antonio marcha a Oriente (en dondequedará hechizado por Cleopatra) . Fasael y Herodes consi-

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guen que Antonio los nombre etnarcas, mientras que Hircano

no vuelve a ser ya más que sumo sacerdote.La invasión de Siria por los Patros hace que el hijo deAristóbulo II, Antígono, se convierta en rey de Jerusalén porun instante (40-37). Hircano es destituido. Fasael se suicida.Pero  Herodes  logra huir, acude a Rom a, intriga y de fien detan bien su causa, que sonsigue que el Senado lo reconozcacomo rey de Judea. Al regresar a Palestina, encuentra laguerra. Pero, con la ayuda de los Romanos, se apodera de

Jerusalén en el año 37. Comienza un reinado glorioso y som-brío, poderoso y trágico, que habrá de durar treinta y cuatroaños. Por su boda con una nieta de Hircano II, Mariamme,entraba en la familia de los Asmoneos y se consideraba comosu heredero.

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I I I

E L C O M B A T E D E L O S E S C R I T O R E S

Si nos hallamos especialmente bien informados sobre elperíodo que va desde la insurrección de Matatías a la instau-ración del reino asmoneo, ello se debe a que los acontecimien-tos de este período quedaron consignados —en parte doble-mente— en los l ibros que por este motivo han recibido el

nombre de «libros de los Macabeos».

El  P R I M E R L I B R O D E L O S M A C A B E O S ,  escrito hacia finesdel siglo II, es de autor desconocido. Sin embargo, su perso-nalidad se refleja —de algún modo— en su obra. Es Judíoculto, y escribe de manera agradable y con sencillez, segúnel buen estilo hebraico. A pesar de todo, conocemos única-mente su obra a través de la versión griega, ya que el original

hebreo se ha perdido casi por completo. Narra los aconteci-mientos que tuvieron lugar a lo largo de cuarenta años, desdeel advenimiento de Antíoco IV hasta la muerte del sumosacerdote Simón. Es un verdadero historiador: conoce per-fectamente los hechos y el escenario en el que se han ido des-arrollando. Ha tomado de los archivos oficiales una documen-tación de orden diplomático, de la que —muy acertada-mente— reproduce algunas piezas, y sobre todo numerosas

cartas intercambiadas con las autoridades extranjeras (1 Mac8,  2 0 -3 2 ;  10,  18-20 , 25-45;  11,  2 9 - 3 7 ;  12,  6 -18 , 20 -23;  13,3 6 -4 0 ;  14,  2 0 -2 3 ;  15,  2-9, 16-21). Nos ha legado, pues, unasólida obra de primera mano y uno de los mejores libros dehistoria de la Antigüedad.

Sin embargo, esto no basta para calificar su obra. Sugénero literario es —como quien dice— simplemente bíblico.

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Conoce los «Libros santos» y los venera (1 Mac  12, 9;cf. 1, 59- 60 ); los cita e imita su estilo (por ejem plo : 1 M ac2,  5 1 -6 4 ;  3,  19, 55-60 ;  4,  24 , 36-51;  8,  7 3 ;  14,  6-12). Sedeja llevar por los ritmos tradicionales, y se dedica a ampli-ficaciones generosas (por ejemplo: 1 Mac 1, 26-29, 38-42;3,  1 -9 ;  14,  4-15). Se sitúa —con más intensidad todavía—dentro de la tradición bíblica, principalmente dentro de latradición de los «Profetas anteriores» (nos hace recordar lashistorias de Josué, de los Jueces, y de David), por su designio

que consiste en referir la historia con miras a su significación.Si la persecución y la opresión extranjera eran efecto de lacólera de Dios contra su Pueblo infiel, la victoria liberadora sedebe a una intervención divina en favor de ese Pueblo ele-gido. Se considera, pues, los acontecimientos dentro de laperspectiva de la fe, y se los narra como la continuación dela «Historia sagrada», con la certidumbre de la vocacióndivina de Israel.

El autor, que es hombre de su época, se siente muy favo-rable a los Romanos (1 Mac  8,  1-16). Pero detesta el hele-nismo, contra el cual escribe —a su manera— un libro decombate. Escribe su obra en loor de los que triunfaron delhe len ism o: en loor de los Macabeos, de los qu e se sientepartidario convencido y entusiasta. Ensalza sus grandes figu-ras y canta la epopeya heroica, cuyo entusiasmo es contagioso.Y, así, su libro fue uno de los mensajes más alentadores y

estimulantes para los hijos de Israel.

Es absolutamente independiente de la obra a la que seconoce con el nombre de   S E G U N D O L I B R O D E L O S M A C A B E O S ,

y que no es continuación del primero, sino que narra —a sumanera— algunos de los hechos referidos en 1 Mac  1-7.Escrito en buen griego de la baja época, en estilo abundantey enfático, florido y rebuscado, según la moda de la época:

este l ibro se presenta a sí mismo como el resumen de unaobra extensa de un tal Jasón que nos es desconocido (2 Mac 2,19-32). Jasón debió de escribir poco después del año 160.La obra del compendiador data de los años siguientes al 124(año que se halla mencionado en 2 Mac 1, 9). Este judío,formado a la manera de los rétores alejandrinos, es un cre-yente extraordinariamente fervoroso y piadoso, cuya meta se

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revela claramente: se dirige a sus hermanos de las comuni-

dades judías de Egipto, y utiliza la historia macabea parainteresarlos en las cosas religiosas de Palestina, especialmenteen lo que se refiere al Templo y a las fiestas anuales (2 Mac1, 9;  2,  16 ;  10,  8, al fin de la primera parte del libro;  15,36 al fin de la segunda parte). Con esto les recuerda su pri-vilegio de ser el único Pueblo de Dios, y su patrimonio ina-lienable :  la Casa de Dios, su Ley, su culto.

Todo esto se expresa en medio de una exaltación que no

priva para nada al libro de su valor histórico (está bien do-cumentado, y completa algunas veces los relatos de 1 Mac),pero que explica al mismo tiempo ciertas libertades que elautor se toma con respecto a la historia. Es predicador ypanegirista, adopta una actitud, da su opinión, decide sobrelas personas y las cosas. Se le ha clasificado entre los «his-toriógrafos patéticos».

Además de los pensamientos que tiene en común con los

demás libros y que ha recibido de la tradición, el Segundolibro de los Macabeos contiene enseñanzas sobre las cualesno poseíamos aún ningún testimonio, enseñanzas que entraránen la corriente de las ideas judías y se desarrollarán en ella.Tales son las afirmaciones sobre la resurrección de los muer-tos (2 Mac 7, 9;  14,  49; sin embargo, véase Daniel [másadelante]), sobre la retribución en la otra vida (2 Mac   6, 26),sobre el valor de la oración por los difuntos (2 Mac   12,  41 -

46) y sobre la intercesión de los justos que se encuentranya cerca de Dios, en favor de los vivos (2 Mac  15,  12-16).

Esta obra fue escrita en gr ieg o: esto era ya una razón paraque no fuese aceptada como Escritura sagrada en Palestina(p. 301). Además, la impopularidad de los Asmoneos en Ju-dea, a partir de fines del siglo II, no permitió que se conser-varan allí con honor los libros que glorificaban a los héroesde esta familia. No ocurrió lo mismo en la Diáspora y en latradición ulterior. Y, así, los dos libros de los Macabeos en-traron a formar parte de la Biblia griega de los Setenta,junto a los demás libros. Pero no fueron aceptados en la Co-lección hebraica de las Escrituras sagradas.

La resistencia armada de los años 160 no había sido, nihabía podido ser, obra de todos los Israelitas. Por otra parte,

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los Asmoneos no habían reunido en sus fi las a todos los hé-

roes de la resistencia. Y, más tarde, se echó de ver en seguidaque los jefes estaban imitando a aquellos mismos a quienessus padres habían combatido. Israel no se sentía satisfecho,ni mucho menos. Como su alma se seguía alimentando siem-pre con las más sublimes esperanzas, gracias a la lectura habi-tual de sus profetas, Israel no podía menos de ir sintiendocada vez con más impaciencia los desprecios y vejaciones deque era objeto por parte de los extranjeros. El carácter disol-vente del helenismo, por un lado, las corrupciones de lapolítica, por otro, hacían que brotase la rebeldía en el alma depersonas que —indudablemente— no tenían ganas y, en todocaso, no tenían medios para manifestar esa rebeldía por mediode actos.

Es verdad que estas personas conservaban la fe, la fe enlas promesas hechas por Dios a su Pueblo. E incluso estafe llegaba a exasperarse a veces. Creyeron de tal modo en

Dios, que no creyeron ya más que en El, con exclusión detodas las intervenciones humanas. Y se pusieron a esperarlotodo de Dios, repentinamente, como por una ruptura bruscade la historia. Pensamientos semejantes se habían manifesta-do ya, y eran uno de los aspectos del profetismo (pp. 273-274).Pero he aquí que ahora adquieren un lugar considerable yprimordial en las preocupaciones. De ahí nace toda una lite-ratura de esperanzas y ensueños en un futuro próximo, ines-

perado, sensacional, representado por los  escritos apocalíp-ticos  1.Es una literatura extraordinariamente abundante, que res-

ponde a una necesidad general, y que tiene por tanto muchoéxito   2. Solamente la lectura de los escritos apocalípticos (de

1  «Apocalipsis» significa literalmente «acción de descubrir», «ma-nifestación», «revelación». Esta palabra indica que se trata de cosas

ocultas, de secretos, y —en particular— de la cosa misteriosa porexcelencia: el futuro.

2  Podríamos comparar este género con ciertas modas literariasque surgieron a lo largo de la historia: la novela cortesana me-dieval, las novelas de amor o las novelas policíacas de hoy día.Pero tal vez la mejor comparación sería —salvadas todas las dife-rencias— la explosión del romanticismo en la Francia del siglo XIV:una especie de compensación y evasión con motivo de una Restau-ración paralizadora, decepcionadora y humillante.

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los que se han conservado por suerte o de los que han sido

descubiertos por casualidad) nos permitirá darnos cuenta desu género, de su contenido, de su espíritu. El mejor repre-sentante, y uno de los más antiguos entre el los, es el l ibrode Daniel , del que no hablaremos s ino después de haberconsiderado un poco los rasgos comunes de la apocal íptica.Encontraremos el Apocal ipsis de Juan, doscientos años mástarde, entre los escritos cristianos. En cuanto a los l ibros delmismo género, y que no han entrado en el Canon de las

Escrituras , mencionaremos s implemente a los principales , yprocuraremos reflexionar luego sobre sus características deconjunto  3.

Una de las más bel las apocal ipsis , realmente muy bel la , esel conjunto de fragmentos agrupados bajo el t ítulo de l ibro deEnoc.  So n interesantís imos tam bién el l ibro de los  Jubileos( l lamado también Apocal ipsis de Moisés) , e l  Testamento de

los Doce Patriarcas,  el pró logo y el tercer l ibro de los  Orácu-los Sibilinos.  Estos escri tos pu ede n ser datados aproximada-mente del siglo II, s in excluir ciertas adiciones ulteriores.Varios l ibros, como las Parábolas de Enoc, los Jubileos, elTestamento de Leví , son probablemente obra de los Esenioso «Sectarios», cuyo centro se halla en Qumrán   4. L o mismo

3  La mejor presentación que se ha hecho hasta ahora, en francés,de la literatura apocalíptica, la encontraremos en los artículos deJ.-B.  F R E Y ,  Apocalyptique y Apocryph es, del  «Dictionnaire de laBible», Supplément (Letouzey et Ané), cols. 326-460. Disponemos deinteresantes estudios de   L O D S  en su  Histoire de la littérature hé-braïque et juive  (Payot,  1 9 5 0 ) .  Encontraremos también abundateinformación en las dos obras de   L A G R A N G E ,  Le Messianisme chezles Juifs  (Gabalda,  1 9 0 9 ) ,  y  Le Judaisme avant Jésus-Christ  (Ga-balda,  1 9 3 1 ) ,  así como en la introducción de  A L L Ô  al  Apocalypse(Gabalda,  1 9 3 3 ) .  Algunas apocalipsis han sido traducidas y presen-tadas en una colección  Docu men ts pour l'étude de la Bible,  dirigidapor  F . M A R T I N  (Letouzey et Ané,  1 9 0 6 - 1 9 1 1 ) ,  colección que des-graciadamente no ha sido continuada. A falta de otra cosa mejor,muchos lectores se contentarán con los textos escogidos y anotadospor BONS IR VEN, con el título de  La Bible apocryphe,  en la colecciónde  D A N I E L - R O P S ,  Textes pour l'histoire sacrée  (Fayard,  1 9 5 3 ) .

4  Aunque todavía no se puede identificar con certeza a los re-ligiosos de la «Secta» de Qumrán con los Esenios (conocidos porFilón, Flavio Josefo y Plinio), por lo menos su parentesco apenasofrece dudas.

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se diga del libro de  La guerra de los Hijos de Luz y de los

Hijos de Tinieblas,  al qu e se data del siglo I antes de nuestraera. De fines de este siglo son la  Vida de Adán y Eva  (llamadatambién Apocalipsis de Moisés).

El primer siglo de nuestra era ve aparecer la  Asunción deMoisés,  el libro de los  Secretos de Enoc  (o Enoc eslavo),el  Cuarto Libro de la Sibila,  el  Cuarto L ibro de Esdras,el  Apocalipsis de  (siríaco)  de Baruc,  la  Ascensión de Isaías,  elApocalipsis de Abraham,  un  Ezequiel  apócrifo.

El segundo siglo de nuestra era verá: el  Apocalipsis  (grie-go)  de Baruc,  el  Qu into Libro de la Sibila,  el  Testamento deAbraham  y el  Apocalipsis de Sofon ías.

Claro está que, a partir del Cristianismo, estos libros llevanfrecuentemente interpolaciones cristianas. En conjunto, lostextos que acabamos de citar, con excepción de los fragmen-tos descubiertos en las grutas del Mar Muerto, no nos han

llegado apenas más que en forma de traducciones diversas(griegas, siríacas, etiópicas, árabes, armenias, geórgicas, esla-vas, latinas). De ahí la necesidad de estudios críticos seriospara la utilización de esos textos. Pero lo que conocemos deellos nos permitirá —-al menos— precisar un poco las carac-terísticas del género apocalíptico.

Está l igado en cierto modo con el profetismo. Los másantiguos profetas, comenzando por Amos, habían hablado confrecuencia del «Día de Yahvé» como de una catástrofe dedimensiones casi universales. Con sólo leer a Sofonías, nosdaremos cuenta de ello. Pero este género de oráculos se des-arrolló principalmente a partir del Destierro. Podemos citar,por ejemplo: Ez  38-39;  Is  34-35;  Ageo; el primero y se-gundo Zacarías; Is  24-27;  Joel. Sin embargo, los profetas que

hacían estas sombrías predicciones, pretendían la enmienda desus contemporáneos y contaban con las posibilidades del pre-sente. Pero los apocalípticos no tienen ya esta fe en las opor-tunidades de la historia. La apocalíptica, en lugar de ser,como el profetismo, una literatura de inserción realista, esuna literatura de evasión sobrenaturalista.

Se presenta generalmente en forma de novelas a la vez

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bíblicas y trashistóricas5, en donde personajes de la Historiasagrada 6  y seres celestiales actúan o hablan en escenariosque pretenden ser el comentario de la historia contemporáneade los lectores 7  al mismo tiempo que el anuncio de trastornosque provocarán la liberación y el triunfo resonante de Israel.

Para escribir tales «revelaciones», hay que ser «vidente».Por este motivo, las apocalipsis son tan a menudo «visiones».Y para acreditarlas, se las presenta, no como procedentes delconocimiento humano, sino como reveladas por Dios, seadirectamente sea por mediación de ángeles. Por esta mismarazón, la comunicación será atribuida a personajes ilustres,patriarcas o profetas 8 .

Estas visiones son descritas casi constantemente con ayudade imágenes que han llegado a hacerse clásicas en el género.Los símbolos más frecuentes son los astros, los elementoscósmicos, los fenómenos meteorológicos, las calamidades yperturbaciones de todas clases, los colores, los animales engran número, las partes del cuerpo humano 9 , los vestidos,las armas u otros instrumentos, los árboles o demás plantas,etcétera   1 0. Los números tienen, evidentemente, un figurismoconvencional. Personajes y acontecimientos, países y pueblos

5  Encontramos el universo del mito, pero con diferencias im-portantes.

6  Adán y Eva, Enoc, Abraham, Jacob y sus doce hijos, Moisés,

Isaías, Sofonías, Ezequiel, Esdras, Daniel, etc. Las Escrituras estánsiendo citadas, evidentemente, a manos l lenas.7  Por ejemplo: en las Parábolas del l ibro de Enoc, hay alusiones

a Alejandro Janneo y a Herodes el Grande; en el Apocalipsis delas Semanas del mismo libro de Enoc, alusiones a Antioco IV;en Sibila III, alusiones a Alejandro Magno y a Antioco IV; enEsdras IV, encontramos el dolor de un judío por la destrucciónde Jerusalén por obra de Tito en el año 70.

8  De ahí el nombre de «pseudoepígrafes» que se da frecuente-mente a estos escritos (v.g. por parte de los protestantes; los cató-

licos los llaman ordinariamente «apócrifos»).8  Por ejemplo, para no citar más que un texto fácil de encontrar:A p  1,  13-15, que por lo demás procede de Dn  10,  5-6.

1 0  Símb olos frecu ente s: estrella ¡= ángeles u ho m br es; toros blan-cos = justos, el M esía s; toros negros = imp íos ; terneras = m uje-res ; becerros = ni ño s; elefantes, cam ellos o asnos = gigantes delG en es is; animales salvajes y aves de presa = G en tiles ; leones,leopardos = Asirios y Babilonios; perros = Fil isteos; lobos = Egip-cio s; hienas, jabalíes = Ed om itas; zorras = A m m on itas; buitres,

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son evocados así en un lenguaje voluntariamente oscuro y

enigmático, en jeroglíficos y aritmética alegórica, para un am-biente de iniciados que poseen la clave de las interpretacionesy saborean la agria satisfacción de comprenderlas sin que susenemigos se enteren de nada.

Las escenas se desarrollan frecuentísimamente en el «cielo»o en los «cielos», y en un universo poblado de ángeles. Lashistorias están situadas al «fin de los tiempos», con sus pró-dromos. Las descripciones y narraciones pretenden causar sen-

sación, buscan lo grandioso, lo fantástico, lo terrorífico; losmilagros son de muchas clases y frecuentísimos.Esta literatura es febril, hasta llegar a ser —-a veces—- deli-

rante. La intemperancia de sus imágenes destruye su encantoy desgasta su vigor. La acumulación y enredo de los símbolosproduce a menudo —por lo menos en nosotros—• un efectode incoherencia desconcertante y fatigosa, que llega a veces acausar impresión de pesadilla. Sin embargo, guardémonos

muy bien de pronunciarnos demasiado deprisa, enjuiciandolas cosas según nuestra manera de pensar. El género es depor sí paralógico, y está emparentado con el ensueño. Hayque comprender su desarrollo como una sucesión de signi-ficaciones

El «canon» bíblico que retuvo a Joel, Zacarías y Daniel,descartó las apocalipsis que hemos citado. Este hecho matiza

halco nes, cuervos = Sir ios ; águila de d oce alas y tres cabezas == R om a; bosqu es , cedros = re inos ene m igo s; ovejas = h i jos deJacob, Isr ae l ; león = M esí as; v iña , fuen te = re ino de l M es ías ;relám pago = t iem po del M es ía s; casa, anciana afl igida = Jeru salén.

1 1  Estos ensueños t ienen grandeza y comunican a las descr ipc io-nes literarias una especie de vigorosa poesía. Por otra parte, pararepet ir una comparac ión que ya h ic imos a propós i to de Ezequie l(p. 231, nota 11) , diremos que hay que contemplar las imágenes

separadamente las unas de las otras, como si cada imagen se des-vaneciera instantáneamente para dejar paso a otra imagen dist inta,y cada una de el las fuera sufic iente por s í misma para expresar loque se quiere decir . Así , en el ejemplo citado anteriormente, deAp 1, 13-15 (véase supra, nota 9) , e l personaje no está «pintado»con e lementos descr ipt ivos que se completen; s ino , senc i l lamente ,se van expresando sucesivamente e l carácter sacerdotal de ese per-sonaje, su realeza, su eternidad, su manera divina de conocerlotodo, su fuerza aterradora, su majestad.

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su valor dentro del movimiento del pensamiento de Israel , y

restringe la necesidad de conocerlas.Sin embargo, estas apocalipsis , contemporáneas de ciertonúmero de l ibros de la Colección sagrada y nacidas de losmismos ambientes que el los , son extraordinariamente intere-santes para el conocimiento de esos ambientes y para com-prender el género apocal íptico. En ciertos puntos , dichas apo-calipsis son casi los únicos testimonios de las ideas que sehal laban en proceso de maduración, y que se manifestarán

en el primer siglo cristiano, v.g. la doctrina de la retribucióndespués de la muerte (cf . 2 Mac), y principalmente la expec-tación mesiánica (así ocurre con todo lo que se dice acerca del«Hijo del Hombre» en Enoc) . Por otra parte, son de excep-cional calidad moral y no cesan de fomentar las más elevadasvirtudes   1 2.

Para terminar, no deberíamos olvidar que el tema funda-mental de las apocalipsis es la lucha de los Poderes malvados

contra Dios , lucha cuyas pruebas y sufrimientos han de so-portar los justos. Este combate termina, de manera impre-visible, con la victoria de Dios, con una victoria completa deun solo golpe: la catástrofe que pone f in al mundo, es decir ,al mundo tal como es actualmente. Los hombres son juzgados,cast igados o recompensados, según lo que fueron y lo quehicieron. Y s ignif ica también la inauguración del Reinado deDios, con el cual vivirán eternamente los justos resucitados.

Conviene hacer notar que, paralelamente, en la l i teratura yen los ambientes rel ig iosos o populares griegos e incluso ro-manos, pero en un grado mucho menor que en Israel , y s induda alguna por influencia del Oriente, existe cierto movi-miento apocal íptico dirigido hacia una escatología universalque espera el retorno de la «edad de oro», que confluye, pues ,en cierto modo con la apocalíptica judía, que manifiesta laefervescencia de las imaginaciones en aquel la época, la curio-s idad de los espíri tus por los secretos del mundo y los miste-

1 3  Algu nos escr itos de és tos, com o e l Te stam ent o de los X IIPatriarcas, pueden ser considerados como preparaciones o aproxi-maciones notables al Evangelio .

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rios del más allá, su gusto por un lenguaje esotérico y por

las «revelaciones» presentadas alegóricamente o entre celajes.También en el paganismo, esta literatura es producto de co-rrientes religiosas particulares. Es, entre otras señales, una delas manifestaciones del sincretismo de las creencias y del mis-ticismo que ha trabajado tanto las conciencias en el mundopróximo-oriental y mediterráneo de los alrededores de la eracristiana.

Todo lo que acabamos de decir acerca del género apocalíp-tica tiene aplicación —-y por cierto primordial— al libro deDANIEL, que es, sobre todo en su segunda mitad, uno de susrepresentantes. Este l ibro, de autor desconocido (como lo exi-ge el género apocalíptico), parece haber sido escrito durantelas horas épicas de la guerra de Judas Macabeo, hacia elaño 165. Lo cual no quiere decir que los materiales del librosean —todos ellos— tardíos. Antes al contrario, el autor uti-

lizó fuentes ya escritas que le facilitaban la atribución de susvisiones a un vidente del tiempo de la cautividad babilónica.La obra está com pu esta de dos clases de escritos: narracionesde género midráshico acerca de la historia de Daniel y suscompañeros (Dn  1-6),  y sueños o visiones que constituyen laparte propiamente apocalíptica del libro (Dn  7-12).  Cada unade estas visiones habla simbólicamente de los reinados o do-minaciones que se sucedieron en el período postexílico hasta

el tiempo mismo del autor.El conjunto es una vigorosa crítica del paganismo oriental

de entonces. Pero el fin primario es, por un lado, con los re-latos milagrosos y los ejemplos edificantes, fortalecer la valen-tía de los Judíos perseguidos por Antíoco IV; y, por otrolado, algo que constituye un sentido mucho más precioso:elevarse muy por encima de los remolinos de la historia pa-sada y actual, leer en esa historia el movimiento providencialdirigido por Dios y significar el término final que Dios pon-drá a todos los acontecimientos históricos. Encontramos enDaniel un poder poco común de pensamiento e intuición. Esverdad que el escritor se ha beneficiado de los grandes pro-fetas, principalmente de Ezequiel, a quien util iza mucho. Peroha sido el primero que ha abarcado en visión de conjunto unvasto período (cuatro siglos) de la historia profana del Pro-

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ximo Oriente, no para narrarla, sino para hacer ver su signi-

ficado, para mostrar el carácter efímero de los sucesivos im-perios, su disgregación precipitada y, por encima de todo, suderrumbamiento con la persona a quien él considera comoel último de los Seléucidas, Antíoco IV, monstruoso y crueltirano que sintetiza a sus ojos todas las fuerzas maléficas yde quien Dios —con un solo golpe— triunfará definitivamente(D n  8,  19 -25;  11,  36-45).

En efecto, dos campos, dos mundos estaban enfrentándose:

el mundo de Dios y el mundo que pretendía divinizarse con-tra el verdadero Dios y suprimirlo. La oposición es irreduci-ble, e inevitable el combate que debe preludiar la Victoriade Dios, de la que saldrán salvados los hombres piadosos yfieles. Los poderes angélicos están movilizados con miras aeste triunfo. Y la «dominación», la «gloria» son tributadasa un «Hijo de hombre», cuyo «Reinado no pasará» y con elcual reinarán eternamente los «santos» resucitados, mientras

que los «pecadores» están abocados a la eterna reprobación(D n  7,  13-14, 18;  12,  1-4). Jamás en las Escrituras sagradasse había elevado a tanta altura la teología del Juicio y delReinado mesiánico, así como también la reflexión sobre elmás allá.

Al Libro de Daniel se le han añadido algunas oraciones(D n  3,  24-90) y tres midrashim (Susana, Bel y el Dragón:D n  13-14),  que demuestran, no sin grave ironía con resp ecto

al paganismo, que la observancia de la Ley salva siempre fi-nalmente a los Justos, para ruina y vergüenza de sus enemigos.

Dos obras midráshicas representan —como los l ibros delos Macabeos y las apocalipsis— la actitud de defensa carac-terística de un Israel que se siente amenazado por todas partesy que se impone a sí mismo una fidelidad rigorista con res-pecto a la Ley de su Dios. Son los libros de Ester y de Judit.

E l  L I B R O D E E S T E R  es difícil de datar con seguridad. Suelesituarse su composición a fines de la época persa. Sin embargo,parece que el tiempo de los Asmoneos es más indicado, e. d.el ambiente del siglo II, si no posteriormente. Este libro narralos acontecimientos extraordinarios que habrían valido a los

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Judíos establecidos en Persia y amenazados súbitamente de

exterminación el verse maravillosamente salvados y —por unainversión completa de la situación—• elevados a gran honor.Pero el género no es histórico; es un cuento que solamentese inspira en la historia, un hermoso cuento en el que lospersonajes están muy bien encajados, en el que la acción estádramatizada con arte admirable. Sentimos vivamente el ca-rácter sapiencial de numerosos pasajes. Existe también pa-rentesco con Esdras-Nehemias, con Daniel . El fondo anecdó-tico no carece de relación con una historia de origen persa queleemos en Herodoto. El tema es el dominio de Dios sobre losacontecimientos, los cuales son dirigidos hacia el castigo delos paganos impíos y hacia la salvación de los israelitas justos.Este tema, totalmente tradicional en la literatura hebraica,basta para explicar un libro que —de otra manera— pareceríarencoroso y fustigador. Los hechos están construidos y orde-nados en función de esta idea general del triunfo de Israely del aliento que esta idea infunde en los lectores. A las in-verosimilitudes de la persecución antisemita prevista en laprimera parte de esta «novela», corresponden —en el desen-lace —las inverosimilitudes de la matanza de los Persas pororden de su propio rey. Por lo demás, tanto la exageracióncomo el énfasis bastan para dejar tranquilo al lector.

El  L I B R O D E J U D I T  es también de espíritu ardiente y com-

bativo. Con acontecimientos enteramente distintos se siguenarrando la misma historia de la liberación milagrosa del Pue-blo de Dios. Parece razonable datar también esta obra de lasegunda mitad del siglo II; tal vez convendría descender in-cluso hasta los comienzos del siglo siguiente. La composición,integrada por narraciones, discursos y oraciones o cánticos,está muy bien equilibrada; y el desarrollo de la acción se llevaadmirablemente hasta su desenlace. Es una hermosa historia

«edificante» que pretende captar la atención sobre un dramareligioso lleno de enseñanzas y no sobre el contenido histórico,el cual no es más que un pretexto y está tratado con enteral ibertad 1 3 . Haremos notar, además, los contactos de orden

1 3  Esti l izaciones, gen eralizaciones que sob repasan el cam po d elo real , que desvanecen los contornos concretos; mezclas gratuitas

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literario y temático con Ezequiel, Joel y Daniel. El libro está

emparentado con las apocalipsis por su idea fundamental: lalucha entre Dios (e Israel), por un lado, y los impíos, por otro;entre el Soberano Señor del mundo y el paganismo ebrio desí; la victoria aplastante del Señor, que se produce de la ma-nera más inesperada, es muy a propósito para infundir con-fianza en los Israelitas. En este libro, como en el de Ester,sólo veríamos fanatismo y crueldad si no lo entendiéramoscomo él quiere ser entendido: como una predicación, una

exhortación, una historia-lección ejemplar. Se advierte en éluna nota de universalismo sumamente abierto (¡la conversiónde Aq uior el A m m on ita ). Com prendida de esta manera, laobra expresa una fe grandiosa en el destino del Pueblo ele-gido, a pesar de las apariencias desastrosas de su situaciónpresente y de la pequeñez de sus fuerzas humanas, una vo-luntad de fidelidad escrupulosa a las observancias de la Ley yun profundo desprecio de la hostil idad de los impíos.

Una colección que no ha entrado a formar parte de la Bibliacanónica definitiva, pero que se ha conservado en la Bibliagriega, está emparentada con la actitud de espíritu de los doslibros anteriores, aunque posee una forma muy diferente: lacolección de los l lamados  Salmos de Salomón.  Son dieciochopoemas, cuya composición se puede fijar entre los años 63y 48, porque algunos de ellos son muy circunstanciados (toma

de Jerusalén por Pompeyo). Son bellísimos. Encontramos enellos oración y exhortación, polémica y sabiduría, y una doc-trina —muy acentuada—- sobre el mesianismo y la escatología.Pero, sobre todo, estos salmos son indudablemente una de lasexpresiones más típicas de la actitud indómitamente separa-tista al mismo tiempo que de la admirable piedad de los Fa-riseos, en cuyo número se contaba su autor. Representan lastendencias más características del alma judía, y ante todo una

fe y una esperanza indefectibles. Justicia y sabiduría, humil-dad-pobreza son erigidas como principios de vida. Y el autorcomparte y propaga la creencia en la resurrección y en la in-

y generosas de datos históricos y geográficos, s in temer lo másmínimo a las peores inveros imi l i tudes ;  perso nif icacio nes : la dé bilBetu l ia = Israe l ; Nabucodònosor y su e jérc i to = e l mundo pagano,

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mortalidad. Otras tantas ideas que constituirán el clima doc-

trinal y espiritual de Israel cuan do e l Cristian ismo h aga' suaparic ión 1 4 .

El libro de Ester tiene una especie de réplica en versiónhelénica. Se trata de la obra llamada  Tercer libro de los Ma-cabeos  (apócrifo). Un Tolomeo decide la exterminación delos Judíos de Alejandría, pero ve frustrado su propósito poruna intervención milagrosa; y la suerte se vuelve contra los

Egipcios, los cuales se ven entregados a la venganza de losJudíos. Esta novela histórica que  toma  datos de la historiareal y los mezcla con fabulosas ficciones debió de componersehacia comienzos de nuestra era.

Este escrito, como el Segundo libro de los Macabeos, comoalgunos escritos apocalípticos, es de origen alejandrino. Estárelacionado con el movimiento de resistencia aislacionista yxenófobo, que hemos visto representado por otros varios l ibros

de la época asmonea. Sin embargo, esta tendencia se hallamucho menos acentuada, mucho menos viva en los centrosjudíos de la Diáspora que en Palestina, patria del Primerlibro de los Macabeos, de la mayoría de las apocalipsis, delos l ibros de Daniel, Ester y Judit. Lo comprendemos. Lascondiciones de existencia eran muy diferentes para los Judíosque vivían en Jerusalén o en sus cantones y para los que cons-tituían colonias o barrios en los países extranjeros, principal-

mente en Egipto.Estos últimos siguen estando sólidamente vinculados a las

tradiciones de los Padres y están resueltos a proteger esa he-rencia incomparable. Pero creen que muy bien pueden sobre-pasar esta actitud meramente conservadora y defensiva. Com-prenden no sólo que deben vivir como israelitas en cualquierlugar en que se encuentren, con personas de ambientes eideas distintas de las suyas, sino que además Israel tiene una

m isió n : darse a cono cer, revelar al verdadero Di o s y —paraesto— dialogar, expresar, testimoniar. De esta manera naciótoda una  literatura apologética  que pretendía ser accesible a

1 4  Podrán leerse estos admirables poemas en  Les Psaumes deSalomon,  texte grec et trad uctio n par J.  V I T T E A U .

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los paganos, para traducirles —en un lenguaje que ellos pu-

dieran comprender— el contenido de la fe de Israel.Historia, poesía épica, demostraciones filosóficas, e inclusoteatro (excepcionalmente, pero ¡es el c o lm o ): todos los gé-neros parecieron buenos a aquellos defensores del judaismo,empapados de cultura griega, para demostrar en derredor suyola anterioridad y superioridad universal de Israel en todos losórdenes de valor. Así se supone que los grandes antepasadoshebreos dan origen a todos los descubrimientos interesantes

y a todas las iniciativas notables de la humanidad. Filósofoscomo Filón se ingeniaron para sintetizar pensamientos nacidosde Pitágoras o de Platón con la Revelación mosaica, no viendomás que puntos de acuerdo entre la Academia y el Sinaí.Por otra parte, los autores clásicos de Grecia son presentadosde tal manera que se convierten en apologistas del judaismo.Y no se retrocede ante la pseudonimia ni ante las peores in-terpolaciones. Se atribuye a personalidades griegas célebres,cuya autoridad y renombre son una garantía, ciertos escritosjudíos que ensalzan todo lo que es judaico. Aunque tales pro-cedimientos pueden extrañarnos mucho, tengamos en cuentaque entonces eran corrientes y estaban admitidos. Dan testi-monio de una excepcional amplitud de espíritu y del audazdinamismo que animaba a la propaganda israelita.

Un ejemplo curioso es la colección de oráculos atribuidosa una legendaria  Sibila  pagana, principalmente el Tercer libro

y su Prólogo (que no parece haber sido retocado por manoscristianas, a diferencia de los demás). Siguiendo el lenguajeoscuro de la apocalíptica, se pone en labios de la Sibila lahistoria del mundo, conforme a una perspectiva e ideologíajuda icas1 5 .

La novelita histórica conocida por el nombre de  Carta deAristeo  y que ha em bellecid o la historia de la traducción grie-ga de los libros hebreos, para convertirla —a los ojos de los

sabios y l iteratos de Alejandría^ en un acontecimiento mila-groso (p. 301, nota 5), es otro ejemplo interesante de las con-cepciones y esfuerzos del judaismo egipcio.

1 5  A través de algunos escritos «sibilinos» de este tipo, habríaconocido Virg i l io —según se cree— la esperanza mes iánica y esca-tològica, evocada por él en la cuarta Bucólica.

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Procurar situarse en el mismo nivel de preocupaciones de

los pensadores paganos, tal es la intención de una obrita, elTercer libro de Esdras  (griego), que en su conjunto es unarefundición de la historia de Esdras y Nehemías, pero quecontiene una adición reveladora: los capítulos  3  y  4  refierenla extraña discusión sostenida por tres pajes de Darío acercadel tem a: ¿Qué es lo más poderoso que hay en el m un do?¿El vino, el rey, las mujeres o la verdad? «La verdad es lomás grande y elevado que existe». Advertimos en esta his-

toria la influencia de la sabiduría tradicional de Egipto y almismo tiempo las preocupaciones filosóficas alejandrinas. Eltercero y cuarto libro de Esdras figuran como apéndices (enversión latina) en las ediciones católicas de la Vulgata.

Podemos mencionar también el  Cuarto libro de los Maca-beos  (apócrifo), que, en forma de discurso y recogiendo —paraglosarla— la historia de los mártires de 2 Mac 6-7, expone ydefiende las tesis filosóficas: «La razón piadosa es capaz de

dominar las pasiones».

Pero el mejor representante de la literatura de Israel en paíshelenizado es la grande y hermosa obra llamada corriente-mente el  LIBRO DE LA SABIDURÍA O  Sabiduría de Salomón:el más reciente de los l ibros del Antiguo Testamento.

Su autor, judío alejandrino culto, escribía verosímilmenteentre los años 80 y 60. Es un judío auténtico. Pero aunquela finalidad de su obra es demostrar (como hicieran ya otroslibros «sapienciales» israelíticos) que no hay sabiduría nifelicidad fuera del camino de Dios, de quien procede todobien, y ayudar de esta manera a sus hermanos a defendersecontra las influencias paganas de su ambiente vital: sin em-bargo, el autor no por eso deja de acoger con amplitud dealma los valores profanos, posee conocimientos enciclopédicosy escribe como verdadero helenista, con estilo fácil, elegantey un poco rebuscado. Su mensaje sigue fielmente la trayec-toria del pensamiento hebraico tradicional. Mas para expresareste pensamiento utiliza un lenguaje, un material nocionaly ciertos conocimientos humanos, que le permiten plasmar susideas con una claridad que nadie había logrado hasta entonces,por lo menos en los escritos que han llegado a entrar en elcanon (su procedimiento consiste en echar mano de discursos

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seguidos, definiciones, descripciones, análisis, resúmenes, ra-

ciocinios).El libro es como una meditación continua sobre el tema delhombre y de la Sabiduría: felicidad o desdicha final segúnque se haya vivido bien o mal (Sap 2-5); prerrogativas de ladivina Sabiduría y medios para poseerla (Sap 6-9); papel dela Sabiduría en la historia y en el juicio de los hombres(Sap  10-19).  La enseñanza es qu e hay que preservarse de laidolatría, aceptar la suerte que Dios depara a cada cual, cum-

plir la voluntad de Dios, escoger la «vida» y no el pecado yla «muerte». Aunque la inmortalidad del alma no era ignoradapor el Judaismo de entonces, sin embargo es expresada en estelibro con una claridad y lógica que se beneficiaron evidente-mente del encuentro con el pensamiento griego (Sap 2, 23;3,  7 - 1 0 ;  6,  18-19; cf. 9, 15). La fe en Dios es siempre la feen el Dios vivo e histórico de Israel; pero se estima que lainteligencia del hombre puede llegar a esa fe, si la inteligencia

es sincera y si el hombre vive como Dios manda. De esteDios-Sabiduría se habla como en Prov  8  y Sir  24,  pero entérminos más metafísicos y humanistas (Sap 7, 25-27;  8,  1-3).Finalmente, el comentario del pasado —tal como lo hace esta«Sabiduría» atribuida a Salomón— es un hermoso ejemplode literatura midráshica, en el que se trata los temas históricoscon grandísima libertad (adiciones de hechos legendarios, in-terpretaciones nuevas de hechos que hasta entonces se habíancomprendido de otra manera, licencias retóricas).

Como Ben Sirah, el autor de esta «Sabiduría» utiliza todoslos escritos anteriores, que constituyen desde ahora el tesorode Israel e inspiran su vida: la «Escritura santa».

Pero es importante también hacer notar que, con tales li-bros, la Sagrada Escritura y simultáneamente la tradición bí-blica —abiertas desde ahora a un inteligente y prudente ecu-menismo— comienzan a integrar valores nuevos y exóticos.

Israel, que se encuentra enriquecido por su incomparableherencia tradicional, recibe ahora vivos llamamientos para queconserve fielmente esa herencia, y al mismo tiempo para quemodernice a veces su formulación y supere sus l imitaciones.

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C A P Í T U L O X

LA ERA CRITICA

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I

E L M U N D O G R E C O R R O M A N O   1

E n d o s s i g l o s e l m u n d o s e h a b í a h e c h o r o m a n o ( p . 3 0 5 ) , y ,p o r p r i m e r a v e z e n l a h i s t o r i a , s e e n c o n t r a b a u n i f i c a d o , d e n t r od e u n i m p e r i o t o t a l m e n t e c e n t r a l i z a d o e n R o m a . E s t a u n i d a d ,la inc lus ión en e l imper io de l a s r i cas prov inc ias de l Or i ente , l a

c r e a c i ó n d e l a s f a m o s a s « c a l z a d a s r o m a n a s » q u e i r r a d i a b a ndesde l a cap i ta l has ta l a s Ind ias , has ta Mur i tan ia y has ta l a sI s l a s B r i t á n i c a s , p e r m i t i e n d o u n d e s a r r o l l o e c o n ó m i c o y c u l t u -r a l e x t r a o r d i n a r i o d e n t r o d e e s t e u n i v e r s o n u e v o .

L a h e l e n i z a c i ó n d e l P r ó x i m o O r i e n t e h a b í a p r e p a r a d o e lc a m i n o a  la unidad romana.  U n a v e z r e a l iz a d a é s t a , q u e d a t o -t a l m e n t e i m p r e g n a d a d e h e l e n i s m o . A u n q u e e l m u n d o c o n s -

1  No evocar de alguna manera este mundo grecorromano de co-mienzos de nuestra era sería una infidelidad al propósito de nuestraobra, que consiste en ir reconociendo previamente el ambiente enel que van surgiendo los escritos bíblicos, y en tenerlo en cuentacuando estudiamos la génesis de éstos. Pero aquí sólo podremoshacer una presentación rápida y sumaria de ese ambiente. Y estosí que es un problema. Siendo ese mundo tan inmenso y complejo,¿cómo vamos a hablar —en forma que sea conveniente y breve

a la vez— de una historia y de una sociedad que se miden conlas dimensiones del universo conocido de entonces? Tendremos,pues, que contentarnos con un esbozo parcial , incluso en lo querespecta a la vida religiosa, que es a la que atribuimos más impor-tancia.—No faltan buenos estudios sobre este tema. Nada podremoscitar mejor que los dos tomitos de   F E S T U G I É R E - F A B R E ,  Le mondegréco-romain au cemps de Notre-Seigneur  (Bloud et G ay, 1935).Podremos leer también con provecho la obrita de   C A R C O P I N O ,  Lavie quotidienne á Rom e á l'apogée de l'Empire  (Hachette, 1947).

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truye gracias a las victorias de las legiones republicanas e

imperiales, así como por la tenacidad metódica de una polí-tica de intervención, control y anexiones sucesivas; aunqueel mundo es romano por su estructura administrativa y sucentralización gubernamental, sin embargo es griego por lacivilización. El arte y el pensamiento griego se hallan difun-didos por doquier. La lengua griega es el lenguaje universal.

Pero Roma había proporcionado al mundo el orden y lapaz. Más exactamente, esta nueva era había comenzado con

la ascensión de Octavio al poder imperial

2

. El siglo anteriorno había sido más que de competiciones anárquicas y rivali-dades sangrientas de los personajes que aspiraban al podery de saqueos de las provincias por parte de los ejércitos. Erauna época que dejaba siniestros recuerdos. Y, así, en el cultoque se tributaba a Augusto resonaba la nota de gratitud porel beneficio de la unificación y pacificación debidas a su ad-venimiento.

El  emperador,  que es du eño absoluto del ejército, qu e tienederecho para dictar las leyes que le plazcan, que ejerce elsumo pontificado que le confiere todo poder en el orden reli-gioso y moral, posee una autoridad prácticamente ilimitada.Está representado en las provincias por una jerarquía de go-bernadores y funcionarios escogidos —en su mayoría— entrepersonas de elevada cultura, de gran amplitud de alma y cuya

administración es generalmente muy humana (habrá excepcio-nes, claro está). Pero esto no impide que el César mantengarelaciones directas con los consejos municipales y provincialesque gozan de gran libertad práctica en cuanto a sus costum-bres y organizaciones locales, las cuales a su vez son muyafectas al emperador y aseguran por doquier el ejercicio desu culto. El amo del imperio tenía así el medio de contrapesarel poderío de los altos funcionarios que corría peligro de ha-

cerse excesivo.El ejército, que depende directamente del emperador, es

evidentemente una fuerza decisiva. Comprende unos cuatro-

2  A propósito de los emperadores que se sucedieron a lo largodel siglo I, véase la nota de las pp. 345-348.

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cientos mil hombres (de veinte a veinticinco años de servicio),encuadrados dentro de una sdlida jerarquía militar. El alista-miento y compromiso para el servicio militar se realiza pormedio de un  sacramentum  religioso. El ejército tiene sus dio-ses, representados por las insignias, el águila imperial y lasdemás imágenes, a las cuales se les debe rendir estricto culto.

Más todavía que en el mundo helenístico,  la ciudad  (que,por lo demás, se deriva de ese mundo) constituye el ele-mento básico del universo romano. Solamente el «ciudadano»,es decir, el miembro reconocido (por su nacimiento o por laadquisición de un derecho) de una ciudad, es persona hu-mana. Todo ciudadano forma parte de la asamblea del puebloo «ekklesía»; pero ésta se halla dominada por el consejo deciudadanos ricos, la «boulé»: hasta tal punto que la ciudades gobernada por la aristocracia de la fortuna. Sin embargo,independiente y superior a la «boulé» es la «gerousia» o con-sejo corporativo, reconocido y protegido por el Estado, yposee, como todo cuerpo constituido, sus manifestaciones re-ligiosas y fomenta el culto imperial. Porque la ciudad es unorganismo completo, y todas sus estructuras y actividades es-tán obligadas a la piedad para con los dioses. El extranjerodomiciliado, meteco o peregrino (como los comerciantes, in-dustriales, profesores, filósofos, médicos, adivinos y magos)no goza de los derechos propios de la ciudadanía, pero eshombre libre lo mismo que el ciudadano.

La esclavitud, sobre todo en la forma que adquirió en lasociedad romana, es una grave injuria a la persona humanay un baldón para la historia. Sin embargo, no caigamos enanacronismos. Aunque la falta de espíritu humanitario essiempre condenable, la esclavitud había entrado en las cos-tumbres como una institución. Y sabemos muy bien hastaqué punto cada época y cada ambiente puede encontrar na-turales, indispensables, sus instituciones, y no sospechar quemás tarde se las juzgará quizás como taras. El problema dela conservación o desaparición de la esclavitud como institu-ción no se planteaba en el mundo grecorromano del siglo I 3 .

3  El apóstol San Pablo, en quien no podremos sospechar falta deest ima y amor a los hombres, cualquiera que sea su condición, no

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Y no estaría bien deducir de ahí —en forma demasiado sim-

plista— que los Romanos no tuvieran sentido de lo que erael hombre.

Antes bien, Roma unlversalizó en cierto modo el ideal grie-go, que consistía en que el hombre llegara a hacerse verda-deramente hombre. Propagó la institución nacida de ese ideal,la «paideia» o educación de los jóvenes, educación esmeraday metódica desde la infancia (6 a 7 años) en que se enseña

a los niños a leer, hasta que éstos llegan a ser «efebos»(18 a 20 años), de los cuales los maestros se ocupan ya másparticularmente, les dan una formación cívica sólida y losadiestran sobre todo en los ejercicios y competiciones gim-násticas. Esta educación lleva consigo —desde el principio alfin— la iniciación y participación de los jóvenes en la vidacultual. Aspira a formar hombres que sean fieles a la patriay a la religión, al mismo tiempo que ardientes aficionados a

los juegos públicos.Sin embargo, esta  cultura  es privilegio exclusivo de unacasta, de los «honestiores», favorecidos por su nacimiento opor el régimen, y que pueden perfeccionar su formación enlos grandes centros intelectuales y artísticos, principalmenteen Atenas. El conjunto del pueblo carece de educación huma-nista. Estos «humiliores» trabajan para proporcionar a un re-ducido número de privilegiados la posibilidad de satisfacer sus

gustos y necesidades y para asegurarles el éxito en la vida y eldisfrute de esparcimientos. Cuando leemos los clásicos de laliteratura latina, corremos siempre el peligro de olvidar esamultitud que constituye la inmensa mayoría, y de no ver lasociedad más que a través de una pequeña aristocracia dela fortuna o del pensamiento.

Las corrientes filosóficas, que se habían difundido con elhelenismo (pp. 296-298), adquirieron cierta nota de frialdad,

de algo más puramente racional, al contacto con Roma. El

combatió la esclavitud. La Iglesia la abolirá, pero sólo después desiglos . Recordemos la historia —todavía reciente— de la esclavitudde los negros. ¿Ha habido acaso más conciencia, en nuestros países«crist ianos», de la envilecedora condición de las masas obreras desdehace cien años?

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epicureismo, que no ve en el mundo más que materia y azar,

sin ninguna intervención de los dioses (los cuales son tambiénde naturaleza material), enseña una prudente moderación delas necesidades y una sana búsqueda de los placeres. Pero ladoctrina que más se difunde es la de los estoicos. Se acoplabamuy bien a los Romanos, hombres prácticos, desprovistos desentido metafísico. Es una moral austera, sin idea de «tras-cendencia» ni entusiasmo, una sabiduría medicinal que pro-cura liberar al individuo del sufrimiento por medio de una

ascesis que lo domine; que procura suprimir los deseos yalcanzar un estado de equilibrio imperturbable: la ataraxiao apatía. El  estoicismo  tiene una con cep ción panteística delmundo. Posee también cierto sentido de la igualdad de todoslos hombres, que son considerados como miembros de ungrande y único cuerpo. El estoicismo contribuyó a desarrollaralgunas virtudes, por otra parte muy romanas, como la tem-planza, la fortaleza, la sabiduría, la autonomía individual, la

probidad, la justicia, en medio de cierto culto de cada indi-viduo hacia sí mismo que se traducía en la autosuficienciadel sabio.

Pero este moralismo de intelectuales no podía infundir vidaen la multitud de personas modestas. Antes bien, parece haberprovocado o estimulado una reacción antirracionalista. Al aguahelada de los filósofos, el mundo grecorromano del siglo Iprefirió generalmente el fuego de las místicas orientales. Más

exactamente, esas religiones, venidas de Egipto, Siria y Frigia,entraron a formar parte importante de la síntesis —más o me-nos lograda— de cultos y piedades diversas, a la que damosel nombre de sincretismo.

Cicerón, en un discurso pronunciado en el Senado en elaño 56 antes de nuestra era  (De Haruspicum responsis,  9 ,19), declaraba que si los Romanos no tenían todas las cuali-

liades que se observan en otros pueblos, sin embargo los so-brepasaban a todos por su piedad y  religión.  ¡H e aquí, almenos, el testimonio de la conciencia que abrigaban los Ro-manos de ser un pueblo muy religioso

Pero al principio, sobre todo en el campo, quedaba muchode aquella religión naturista que se había recibido de edadesmás antiguas y que constituye un hecho humano universal.

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Con el progreso de la vida social, la religión se había ido

precisando, especificando, diversificando. Se hallaba por do-quier y en medio de la vida diaria. Indudablemente, los pe-nates del hogar familiar, los genios de los lugares, los laresde las encrucijadas y todas las divinidades secundarias de lasgentes modestas tuvieron más importancia que la mitologíatal como suelen presentarla clásicamente los escritores. En-contramos toda clase de actitudes religiosas: oraciones, jura-mentos, sacrificios, ofrendas votivas, manifestaciones de peni-

tencia, consulta de oráculos, recurso a los dioses curadores ycuras divinas. Por otra parte, la religión es social y pública.Todas las actividades cívicas, todas las asambleas, son inaugu-radas o acompañadas por sacrificios. Existen asociaciones,círculos o cofradías que celebran principalmente banquetes sa-grados. El sacerdocio, ministerio puramente ritual, es unafunción oficial. Los santuarios tienen una disposición querecuerda a los del Oriente: un templo o casa del dios, con

un bosque o bosquecillo sagrado y una fuente para el agualustral, dentro de un recinto o terreno consagrado. Las fiestasson numerosas a lo largo del año, despliegan liturgias variadasy marcan intensamente la vida colectiva.

El advenimiento del imperio hizo surgir y desarrolló nota-blemente el  culto al emperador,  juntamente (o identificado)con el culto que se tributaba a la ciudad de Roma. Se trata

esencialmente del emperador difunto, a quien la muerte elevaal rango de los dioses. Pero hubo algunos emperadores quequisieron divinizarse durante la vida. No podemos minimizarel poder y extensión de este nuevo culto (sin embargo, debe-mos exceptuar a la ciudad de Roma como tal, cuyos mora-dores fueron generalmente bastante excépticos en este punto,como en otros muchos). Preparada por el Oriente y especial-mente por Egipto, que divinizaba a sus faraones, y por Ale-

jandro, que se sentía de linaje divino, la religión imperialtenía como razón profunda la unificación del mundo que sehabía convertido en gran ciudad y tenía necesidad de unareligión común a todos los ciudadanos. Y esta religión losum'a a todos. Sobrepasaba la persona del emperador, el cualpodía no creer en ella y rehusar la adoración, como Tiberio,Claudio y Vespasiano, o por el contrario aceptarla e incluso

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exigirla, como Calígula, Nerón y Domiciano; pero el empe-

rador no podía despreciarla, so pena de atentar contra elorden público, contra la armazón del régimen. El culto delAugusto es el culto cívico a escala mundial; es la prolon-gación natural y la cumbre jerárquica de todas las religionestradicionales. La apoteosis imperial respondía por otra partea una necesidad : la de tener un dios concreto, bienhechorvisible (epiphanes). Se ha hecho notar que este culto, en lamayoría de los casos, era espontáneo por parte de las muche-

dumbres, no estaba impuesto por el gobierno, no se hallabaconcertado entre las provincias. Pero tal religión es puramenteexterior; es obra del hombre en unas condiciones políticas ysociales concretas; y no penetra en él internamente, no hablaa su intimidad profunda. Los Cesáres obsequiaban a las mu-chedumbres con beneficios y diversiones, pero no llegaron asu alma ni consiguieron trasformarla.

No obstante la permanencia del fondo religioso popular, ya pesar del gran número de divinidades reconocidas y vene-radas oficialmente, no cabe duda de que se había generalizadoun profundo escepticismo, sobre todo desde la propagacióndel espíritu crítico y ligero de los griegos. Las burlas de Ju-venal y de los «literatos» pretenciosos acerca de la inexistenciade los dioses, la incredulidad abierta o el diletantismo (detodo lo cual encontramos numerosas trazas) son manifestación

de la falta de esperanza y de la perturbación interior queexistía en muchas almas. Pero la extensión de las fronterasdel imperio proporcionó remedio.

Al difundir sus productos y sus esclavos, sus mercancías ysus emigrantes por todo el mundo mediterráneo, el Orientetraía consigo sus religiones y con ellas la respuesta a la an-gustia y a las aspiraciones profundas de los grecorromanos.Con frecuencia estos  cultos orientales  fueron introducidosprincipalmente por los esclavos, quienes se los revelaban a susamos, y de esta manera los introducían en las esferas diri-gentes y cultas de la sociedad. Como los esclavos no teníanningún derecho civil ni religioso (por lo menos hasta los An-toninos, a comienzos del siglo II) y eran con frecuencia deorigen extranjero: sentían espontánea inclinación hacia esasreligiones no oficiales, no cívicas, internacionales, y que por

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lo demás eran cautivadoras y fácilmente sensuales. Por el he-

cho mismo de que no estaban vinculadas con los sistemas reli-giosos municipales, estas religiones orientales tenían un ca-rácter personalista que respondía muy bien al sentimiento debúsqueda y expectación.

En el espacio de dos siglos, e. d. principalmente desde lamuerte de Alejandro, estos cultos se fueron aclimatando máso menos por todo el mundo civil izado. Apenas hay localidad

un poco importante, en el imperio creado por Augusto, queno tenga —pública o clandestinamente— su capilla o temploconsagrado a un dios nuevo, con su grupo de iniciados y susritos singulares. Entre las divinidades «importadas» del Orien-te, tenemos principalmente las divinidades egipcias Isis yOsiris, así como también a Serapis, que es el resultado deuna confusión, y las divinidades frigias la «Gran Madre» yAttis \ Por lo dem ás, se establecen relaciones y eq uipara-

ciones que identifican más o menos a muchas divinidades. Y,así, se identifica de hecho a Isis, Cibeles, la «Gran Madre» yAfrodita; y lo mismo ocurre con Adonis, Attis y Dionisio.Serapis será Osiris y el Sol, y se convertirá en Júpiter y Plu-tón. El culto de Dionisio, nacido en Tracia, es más griegoque Oriental, pero, con sus ceremonias orgíacas, sus alocadascarreras, la embriaguez y el delirio sagrado, con las danzasfrenéticas que debían producir el «éxtasis», puede equipararse

muy bien con los «misterios» orientales. Este culto, a pesarde sus apariencias desordenadas, es una búsqueda de libera-ción y —-por medio de la depuración— una búsqueda deacceso a una vida superior. Del Dionisio de las bacanales sehalla muy cerca el Zagreus del orfismo. Este último, basadoen un principio dualista como el neopitagorismo, practicatambién la purificación para liberar al alma encarcelada y ha-cerla llegar —-por medio de trasmigraciones y metempsíco-

sis— a la unión con la divinidad

  5

.

4  No citamos a Mithra, que estuvo en gran voga, pero sólo apartir del siglo II.

5  EJ. estud io del orf is m o es dif íc i l . Po dem os consultar e l estud iod e  L A G R A N G E ,  Les mystères: l'Orphisme  (col. «Etu des bibliqu es»,Gabalda, 1937). Podremos consultar también las grandes historias delas religiones o las historias de Grecia.

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Sin entrar en detalles, hemos de considerar las característi-

cas de los cultos orientales dentro del imperio romano inci-piente. En realidad se trata, en forma más desarrollada, delos antiguos mitos agrarios, estacionales (e. d. referidos a lasestaciones del año), naturistas, vitalistas, que se van perpe-tuando y captan los instintos secretos, las ansiedades funda-mentales del hombre y sus intuiciones profundas (pp. 39-44). Se les ha dado el nombre de «misterio»: lo cual evocaa la vez su exigencia de una iniciación y el carácter secreto

que dicha iniciación revestía. En efecto, se trata generalísi-mamente de actos religiosos que se realizan dentro de un am-biente cerrado: los fieles de tal o cual dios, que poseen unadoctrina esotérica, se reúnen secretamente entre sí, celebransu culto por medio de ritos conocidos por ellos; no aceptanla incorporación de postulantes sino después de una inicia-ción graduada, de la revelación progresiva del misterio, y delcumplimiento de cierto número de prescripciones rituales

(abstinencias, baños, pruebas, juramentos6

) .Nos daremos cuenta en seguida de toda la diferencia que

existe entre estos cultos mistéricos que captan íntegramenteal hombre, que comprometen su vida íntima; y la religiónoficial, pública, convencional. Por otra parte, no se trata yasimplemente del antiguo mitismo oriental. La novedad, enrelación con las antiguas liturgias del Oriente, es que, en lugarde ser una celebración colectiva, con el carácter generalmentemágico (sobre todo tratándose de los ritos de fecundidad) deun mito de la naturaleza, se trata ahora de una religión per-sonal: el creyente vuelve a vivir en sí mismo el drama sim-bolizado por el misterio. Cuando éste, como ocurre frecuen-tísimamente, celebra la «pasión», muerte y renacimiento deun dios, el iniciado experimenta litúrgicamente en sí mismotales circunstancias, pasa ritualmente por una muerte y ad-

quiere la certidumbre de una nueva vida, más allá de su falle-cimiento (cuando éste tenga lugar).

6  En realidad estamos muy mal documentados sobre los detal lesde las prácticas iniciát icas. Por principio mismo quedaron fuera detoda divulgación.

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No todas las religiones de misterios llegaban a este extremo.

Se practicaban a veces dentro de una atmósfera excesiva-mente sensual para que los bajos instintos no encontraran enella su satisfacción. Con frecuencia, obtener el favor del diospara la vida presente, para curar de enfermedades o paraencontrar la felicidad, era una «salvación» que podría satisfa-cer a numerosos devotos. Muchos también encontraban con-solación en el sentimiento de la presencia divina inmediata.Sin embargo, había algunas iniciaciones que prometían una

unión más duradera con la divinidad, una salvación de ultra-tumba y una inmortalidad bienaventurada. En medio del fer-vor y la exaltación, los fieles descubrían un sentido para laexistencia humana y recibían certidumbres de supervivencia.

Teosofías experimentales, psicosis religiosas y búsquedasde un «conocimiento» superior (la «gnosis»   7): estos dramá-ticos «misterios», de intenso tono afectivo, que descorrían

ante el alma humana perspectivas indefinidas, que respondíana un profundo llamamiento interior y místico, ejercían —comocomprenderemos— gran atractivo y tuvieron éxito conside-rable. Y lo que a nosotros nos llama más la atención: unaespecie de monoteísmo práctico, una doctrina de dios-salva-dor, una ascesis corporal, un perfeccionamiento moral, unabúsqueda espiritual, constituye un progreso asombroso y unadmirable acercamiento a Dios. Venido también del Oriente,

el Cristianismo —desde mediados del siglo I— encontraráambientes en donde han penetrado las religiones de misteriosy podrá encontrar en ellos cierta preparación espiritual. Noobstante, el Cristianismo difiere profundamente de esas reli-giones. También el Judaismo las bordeó y se enfrentó conellas en época anterior todavía; pero se distingue tambiénradicalmente de ellas: sobre el fondo complejo, sincretista einestable del misticismo pagano, el sólido yahvismo histórico

conservaba su fisonomía verdaderamente original.

7  Que no debe confundirse con e l «gnost ic ismo», e l cual no apa-recerá hasta un poco más tarde.

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NO T A S O B RE L A H IS T O RIA G UB E RNAME NT AL DE RO MA

DURANTE EL SIGLO PRIMERO

En el año 4, Augusto «adopta» a su yerno Tiberio, e l cual seconvierte en corregente en el año 13. Todos los países mediterrá-neos, así como parte de la Europa occidental y central , se hallansometidos a la autoridad romana. Augusto muere en el año 14,dejando un magníf ico renombre de pac i f icador de l mundo. Estaunidad política, que se ha realizado por primera vez en la historia,faci l i ta e l s incretismo rel igioso. Israel no entra, evidentemente, en

esta fusión; pero el  Imperator  miraba con ben ignida d al imp ortantegrupo de Judíos que se habían establecido en Roma.

Tiber io (14-37) es reconocido , inmediatamente después de lamuerte de Augusto, como sucesor suyo. Y lo merecía por su habi-l idad y talento práctico. Su reinado fue glorioso y , en sus comien-zos, fe l iz . Pero las dif icultades que fue encontrando en lo sucesivo,hicieron de él un hombre brusco y cruel . Su sobrino, Germánico,el vencedor de los Germanos, que había l legado a ser gobernadorgeneral de Oriente, muere al l í repentinamente; su mujer, Agripina,

lanza acusación de asesinato contra el gobernador de Siria , Pisón,y luego, apoyada por su partido, empieza a sospechar de Tiberio,el cual se retira a Capri (26-37). Luego viene la rivalidad y com-plot del poderoso y ambicioso ministro Sejano, que es ejecutado; ygraves disturbios. Sejano detestaba a los Judíos, y parece ser el prin-cipal responsable de la persecución que la colonia judía tuvo quesufrir por algún t iempo. Después de la muerte de Sejano, Tiberiorenueva los privi legios que ya se les habían concedido anterior-mente a los Judíos. Antes de su muerte , Tiberio había «adoptado»al hijo de Germánico y Agripina, Calígula, que fue su sucesor.

Este Calígula (37-41) fue un granuja y un monstruo, un dementepródigo que dilapidó las r iquezas acumuladas por Tiberio y des-honró el cargo imperial . Quiso representar e l papel de gran dés-pota oriental , y fue e l primero en exigir adoración durante su vida.Se casó con su hermana Drusil la , a la que pretendía legar suimperio y divinidad. Fue asesinado. El Senado pensó abolir e l prin-cipado y volver a la república consular. Pero los pretorianos acla-maron  imperator  al t ío de Calígula, herm ano de Ge rm ánico , Claud io.

Claudio (41-54) fue e l emperador de un exce lente gobierno , aun-que fue objeto de cont inuas d isputas . Tenía una mujer abominable ,Messalina, que tramó una conjuración y desapareció en un granalboroto. Claudio se casó luego con su sobrina Agripina la joven,hija de Germánico y de la anterior Agripina. Era viuda y teníaya un hijo , Nerón. Era una mujer intel igente y enérgica, que muypronto se hizo popular, aunque carecía de escrúpulos. Logró queClaudio adoptara a su hijo Nerón, en lugar de Britannicus, nacidodel matr imonio de Claudio con Messa l ina . Después , cons iguió en-

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venenar a Claudio . Nerón fue proc lamado inmediatamente por los

preteríanos, con gran enfado de los senadores. En t iempo de Claudio,hacia 49-50, algunos «Judíos», que parecían demasiado revoltosos,y que habían s ido arrastrados a un movimiento nuevo — I u d a e o simpulsore Chresto assidue tumultuantes,  d ice Sueto nio (Claud. 25)—es decir los «crist ianos», fueron objeto de una medida de expulsión,que por lo demás se aplicó muy poco estrictamente.

Nerón (54-68) , esteta l igero que no pensaba más que en divertirse ,se puso muy pronto en desacuerdo con su madre: la r igurosaAgripina, la cual, no esperando ya nada de ese hijo a quien ellamisma había e levado a la cumbre de l poder , fundaba sus espe-

ranzas en el primer hijo de Claudio, Britannicus. Pero éste muriórepentinamente (55) . En los años 58-60 tuvo lugar la guerra deArmenia, dirigida por Corbulón que era comandante en Siria . Estaguerra, después de nuevas dif icultades con los Partos, conducirá a lacreación de un reino vasallo. La época se halla caracterizada tam-bién por la inst itución de los «juegos neronianos», en los que elemperador-bufón pretende que todos admiren su genia l idad comopoeta y actor, aunque da muestras de los mayores desenfrenos. Popea(con quien Nerón se había casado después de haber frecuentadosu trato y de haber mandado asesinar a su madre Agripina) no

estaba quizás adherida al judaismo, pero debió de serle bastantefavorable . Nerón era odioso al pueblo. Y en este c l ima de odio yorgías estal ló e l incendio de Roma. Nerón, para buscar culpablesen quienes descargar la culpa, desencadenó la primera gran perse-cución contra los crist ianos: las horribles escenas de agosto del 64y las que parece que tuvieron lugar por aquel entonces en variospuntos del imperio. En el año 66 estal ló la rebelión de Judea.Como los Judíos resist ían con éxito a las autoridades de Siria , Nerón(que entonces estaba entregado plenamente a los goces teatrales deun fastuoso viaje por Grecia) , envió al sabio y sól ido general Ves-

pasiano con un poderoso ejército . Este , juntamente con su hijoTito, luchó durante dos años contra los Judíos, que se hallabanterriblemente excitados. Fue avanzando en círculos concéntricosdesde la periferia de Judea hasta los alrededores de Jerusalén (66-68) . Pero se entera de que Nerón, que había s ido depuesto por elSenado y abandonado por todos, se ha dado muerte . El prudentejefe militar detiene sus tropas en las cercanías de Jerusalén, ydecide aguardar en Roma las vic is itudes de la polít ica guberna-m ental. Y así pasa un año (junio d el 68 — junio del 69).

El gobernador de España, Galba, es aclamado primeramente porsus legiones, y después e legido emperador. Es serio y bien inten-cionado; pero también excesivamente senil , estrecho de alma y duro.Y está teniendo confl ictos con todo el mundo. Cae asesinado al cabode se is meses; y se le reemplaza por un amigo de Nerón.

Este nuevo emperador, por nombre Otón, no durará más quetres meses. Las legiones de Germania, que querían elevar a supropio jefe , Vitel io , se rebelan e invaden Ital ia . Otón se da muerte .

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Mientras que Vitel io , incapaz y embrutecido, se convierte enemperador y no p iensa ya más que en organizar com ilona s: V es-

pasiano, que s igue en Palest ina, es también proclamado empera-dor y se ve reconocido por todo el Próximo Oriente. Encarga asu hijo Tito que continúe el asedio de Jerusalén, y envía por de-lante de sí, a Italia, un ejército. Esta fuerza derrota a las tropas deVitelio, el cual muere en medio de los horrores de la guerra civil .

Vespasiano (69-79) , que se hallaba bien preparado por una largay honrada carrera ascensional en la administración y en el ejército,fue «el emperador del buen sentido», uno de los más insignes queocuparon el trono imperial , y e l que preparó el gran s iglo de losAntoninos. Supo poner f in a los desórdenes tanto interiores comoexteriores, herencia de los Calígulas y Nerones, enderezar con sa-biduría las inst ituciones, devolver a la autoridad imperial toda sufuerza, pero s iempre con moderación. En esta labor bienhechora degobierno se asoció su hijo , que le sucedió en el trono imperial .

E l seductor Tito (79-81) , no muy v ir tuoso , pero dotado de buenascualidades y muy amado por el pueblo, había tenido que hacersecargo de la dura tarea de conquistar Jerusalén, después que Ves-pas iano hubo marchado a Roma. Tito fue d igno h i jo de su padre ,cuya labor gubernamenta l cont inuó exce lentemente . Pero por pocotie m po : mu rió, gastado por el trabajo y e l esfuerzo, a la edadde cuarenta años, dejando entre los Romanos un recuerdo aureo-lado y perdurable.

Su hermano Domic iano (81-96) , que ten ía ve int iocho años , con-siguió que inmediatamente le e l igieran y aclamaran como  imperator.Heredaba las grandes cualidades de su famil ia , pero no estaba sufi-c ientemente formado por la experiencia. Y su carácter era orgu-

l loso, autoritario y antipático. Las dif icultades que tuvo en Bre-taña y en Germania, su confl icto con el Senado, f inalmente la duracampaña emprendida contra los Dacios , fueron arruinando poco apoco su prest igio . Se hizo inquieto, se vio obsesionado por maníaspersecutorias , y se entenebreció en una especie de del ir io despótico.Exigió que se le proclamara dios, y que se le tr ibutara un cultoque nadie en Roma quer ía admit ir . Después de haber ten ido cho-ques con la aristocracia y los intelectuales, declaró la guerra a loscr is t ianos , a quienes se había confundido intenc ionadamente con losJudíos, ordenándoseles que pagaran la didracma que antaño debíanentregar al Templo de Jerusalén y que ahora debían remitir aRoma. La persecuc ión (92-96) fue v io lenta y recordó la de Nerón.Terminó al mismo t iempo que la vida del perseguidor, e l cualfue asesinado a consecuencia de un vasto complot , suscitado porsu despótico proceder.

Fue escogido para sucederle un antiguo senador, Nerva (96-98) ,cuyo gobierno fue honrado y prudente , pero débi l . Adoptó comocolega al gobernador de Germania, Trajano, a quien dejó lasriendas del poder, a su muerte .

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Trajano (98-117), e l «Optimus», e l «Padre de la Patria», fue,

en efecto, una persona excelente que supo reinar con mesura yacierto. Por eso nos resulta muy doloroso comprobar que, duranteeste reinado, como durante e l de los tres bondadosos Antoninos quele sucedieron, se fue perpetuando la persecución contra los cris-t ianos, enfermedad endémica del imperio, por muy atenuada queestuviera (véase la carta de Plin io y la resp uesta de Tra jano). E ntiempo de Trajano comienza una rebelión de los Judíos, dispersospor todo el Oriente.

Su sobrino, Adriano, que le sucederá, después de haber dadoorden de reconstruir Jerusalén como ciudad grecorromana, susci-

tando con ello la insurrección fanática y sangrienta llevada a cabopor el seudomesías Bar-Koseba entre 132-135, aplastó esta rebeliónpor medio de una represión implacable y definit iva.

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II

I S R A E L E N E L I M P E R I O R O M A N O

Herodes  (37 -4) , hijo de An típater, el visir idu m eo de H ir-cano II y marido de la nieta de éste, Mariamme, debía sufortuna a Roma, ante la cual había sabido apañarse bien suspropios asuntos sin el menor escrúpulo. No dejó nunca de

ser fiel partidario de Roma, y supo arreglárselas incluso paraestar siempre del lado del triunfador del momento. Y, así, sehabía aliado primeramente con Antonio, a quien había en-contrado en Antioquía en el año 41. Ya hemos visto cómologró que el Senado le concediera el gobierno de Judea y eltítulo de rey (p. 315).

En el año 31 estalló el conflicto entre Octavio y Antonio.Este último es derrotado en Accio y perseguido en Egipto, en

donde se suicida en compañía de Cleopatra (30). Herodes seapresura a rendir homenaje al vencedor, que regresa de Egiptopor Palestina. Desde este momento, Octavio consigue ser con-siderado en Roma como el dueño y señor indiscutible detodo el imperio (29). Dos años más tarde es proclamado «Au-gusto» y luego  «Princeps»  '. El rey de Judea había sabidomaniobrar perfectamente para encontrarse entre el coro de losque vitoreaban al nuevo monarca.

Este Herodes, por sobrenombre «el Grande», fue de hechouna figura muy grande. Se lo debió a una ambición sin me-

1  Para recordar sumariamente los acontecimientos de la épocaimperial, véase pp. 315 y 345.

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dida, servida por una energía terrible e ingeniosa. Su reinado

dejó un recuerdo de magnificencia y horror. Su servilismocon respecto a Augusto valió a Palestina un régimen de fa-vores: ampliación del territorio, exoneración del tributo quehabía que pagar a Roma, exención de tropas de ocupacióny autonomía interior para las finanzas, la justicia y el ejército.Por otra parte, los poderes reales de Herodes tenían comolímites la imposibilidad de actuar sin Roma en el exterior dePalestina, el carácter no dinástico del trono y un control polí-

tico de conjunto que condenaba al rey de los Judíos a la per-petua obsesión de no desagradar al emperador.Este escéptico, que por encima de todo era un buen político,

supo hacer de la religión un buen medio para gobernar. Asíse explica que se deba a él la espléndida construcción delTemplo de Jerusalén, mientras que este mismo monarca or-denaba que en otras partes se edificasen templos paganos.Asimismo, mostraba verdadero respeto hacia las prescripcio-

nes religiosas de los Judíos, a pesar de estar rodeado de unacorte pagana y disoluta. Pero el pueblo, sostenido por los fa-riseos, no se dejaba engañar: detestaba de corazón a Herodes,el cual lo sabía, se sentía obsesionado por esta idea y se ven-gaba siempre que podía. Fue sin duda uno de los hombresmás sanguinarios de toda la historia. Causa estremecimientoel recuerdo de los asesinatos individuales o las matanzas co-lectivas, de las que Herodes es responsable. Sus víctimas secuentan tanto entre su propia familia (su mujer Mariamme,su suegra Alejandra, sus tres hijos mayores) como entre losJudíos, en el número de los cuales figuran muchas personasinsignes.

El triste final de Herodes fue un alivio. Pero surgieronotros temores: pues el testamento del monarca repartía el rei-no entre sus tres últimos hijos 2 . Sin embargo, el testamento

2  Ha bía tenid o s iete hijos . D e un a tal Doris le había nacidoun hijo , a l que puso por nombre Antípater. Mariamme la idumeale había dado a Alejandro y Aristóbulo. Son los tres hijos a los quem andó matar (e l ú l t imo, Aris tóbulo , había ten ido dos h i j os: H e-rodes-Agripa y Herodíades) . De la samaritana Malthake había te-n ido a Arquelao y Herodes-Ant inas . F inalmente una Cleopatra jero-sol imitana había dado a luz a Fil ipo. Estos últ imos, por testamentode Herodes, fueron constituidos herederos del reino.

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de Herodes no tenía validez sino en la medida en que Roma

lo aprobara. Por otra parte, los Judíos pedían la anexióndirecta al Imperio, a fin de verse libres de los Herodianos.Augusto, solicitado por las competiciones rivales, decidióensayar el gobierno de Palestina por medio de los sucesoresde Herodes, a modo de experimento, y dándoles no el títulode rey, sino el de tetrarca: Arquelao fue puesto al frente deJudea, Samaría e Idumea; Herodes-Antipas, de Galilea yPerea; Filipo, de Trasjordania septentrional.

Este  Filipo,  buen servidor de Roma, carácter pacífico, buenadministrador, no tuvo historia. Se había casado con su so-brina nieta, hija de Herodes-Filipo y de Herodíades, Salomé(la de Me  6,  22-28). Murió sin hijos. Herodes-Agripa I here-daría sus territorios.

Herodes-Antipas  fue m enos pacífico. Era sumam ente ro-manófilo y sirvió de amigo y cómplice a Tiberio en los asun-tos del Próximo Oriente. Es tristemente célebre por habersedesposado (después de estar unido matrimonialmente con lahija de Aretas IV, rey de los Arabes N a bateos) con He rodía-des, su sobrina, que era ya mujer legítima y no repudiada desu hermano Herodes-Filipo. Este escándalo público fue de-nunciado por Juan Bautista, que pagó su valentía con unamuerte ignominiosa. Este asunto fue causa también de laguerra contra los Arabes, ya que la esposa menospreciada

se había refugiado en el reino de su padre (en 36). Tiberioquiso intervenir en favor de su hombre de confianza, pero ellegado de Siria encargado del asunto, Vitelio, era demasiadoprudente para querer la guerra: dejó que las cosas siguieransu curso, y entretanto moría Tiberio dejando la situación talcomo estaba.

El advenimiento de Calígula tuvo como repercusión la ele-vación al trono de uno de sus camaradas de desenfreno en

la desgarrada vida de aventureros: el hermano de Herodíades,Herodes-Agripa I.  Este recibió como parte los territorios queel tetrarca Filipo había dejado a su muerte. Devorada por laambición y el celo, Herodíades impulsó a Herodes-Antipasa que acudiera a Roma para solicitar de Calígula otros fa-vores parecidos. Pero éste, prevenido por Herodes-Agripa,juzgó las cosas de otro modo y desterró al solicitante, a quien

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Herodíades no quiso abandonar, mientras que su tetrarquía

era anexionada al reino de Herodes-Agripa I (en 40).Arquelao,  tirano cruel, no gob ernó durante m uch o tiem poen Palestina meridional. A causa de nuevas gestiones de losJudíos cerca de Roma, fue destituido. Su territorio, anexio-nado al Imperio, fue confiado desde entonces a la gerenciade procuradores romanos (en el año 6 de nuestra era). Habría,a lo largo de la historia, catorce procuradores de éstos.

El  procurador  era un adm inistrador qu e se hallaba en con -tacto con el legado gobernador de la provincia romana deSiria y dependía de él. Residía en Cesarea, pero subía a Je-rusalén y podía permanecer en esta ciudad según las circuns-tancias o las necesidades. Era responsable del orden público,y para esto disponía de cuatro contingentes militares. Estabaencargado de cobrar los impuestos, mediante una complicadaburocracia de adjudicatarios y publícanos a quienes la pobla-

ción —claro está— detestaba de corazón. Tenía que admi-nistrar justicia a los ciudadanos romanos y, en los casos ma-yores, a los inculpados judíos.

Con excepción de esta soberanía política, las instituciones,costumbres y tradiciones del judaismo eran respetadas, asícomo también los privilegios extraordinarios que se habíanconcedido hasta entonces a los Judíos (p. 357). El emperadormismo protegía el culto de Jerusalén y enviaba incluso para

que ofrecieran sacrificios por su intención. Sin embargo, nosiempre ocurrió así, como veremos en el reinado de Calígula.Y los procuradores, por su parte, no observaron todas las con-signas romanas de liberalidad hacia los Judíos. Claro está queéstos se iban haciendo cada vez más difíciles de gobernar.

Los primeros procuradores fueron Coponio (6-9), MarcoAmbivio (9-12), Annio Rufo (12-15), nombrados por Augus-to. Tiberio nombró primeramente a Valerio Grato (15-26), el

cual, después de haber depuesto al sumo sacerdote en fun-ciones, Anás (la designación para el sumo pontificado corres-pondía al procurador) y de haber probado a otros tres, ter-minó por entenderse con Caifás. El sucesor fue Poncio Pilato(23-26), célebre como sabemos muy bien. Era hombre duroy odiaba a los Judíos; y se ingenió para infligirles vejacionesy exasperarlos en el terreno religioso, causando muchas víc-

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timas antes de ser destituido. En tiempo de Calígula, losprocuradores fueron Marcelo (36-37) y Marulo (37-41). Du-rante este período, mientras estallaba contra los Judíos deAlejandría una violenta persecución pretextada por su nega-tiva de rendir culto al emperador divinizado, las cosas estu-vieron a punto —también en Palestina— de llegar al peor ex-tre m o: Calígula había dado orden de erigir su estatua en elTemplo de Jerusalén. Si tal cosa se hubiera hecho, habría esta-llado una rebelión, seguida de una monstruosa carnicería. Perose evitó esta necedad gracias a la prudencia y denuedo del su-cesor de Vitelio en el gobierno de Siria, Petronio. El asesi-nato de Calígula fue celebrado como una fiesta por los Judíos.

Herodes-Agripa I,  que, como hemos visto, debía su fortunaa Calígula, se benefició también del advenimiento de Claudio,que era también amigo suyo y a quien él había ayudado aelevarse hasta el poder supremo. Claudio añadió a los territo-

rios que Herodes-Agripa poseía en el Norte y en el Este dePalestina los del procuratorado de Judea, comprendidas Sa-maría e Idumea. De este modo el reino de Herodes el Grandequedó reconstruido bajo el cetro de su nieto (41-44). Estereinado, breve, fue un período feliz para los Judíos, cuya re-ligión respetaba el Herodiano con ostentación (pero sin fe):disposición benévola que tuvo como anverso una pequeñapersecución contra la comunidad disidente —difamada por los

fariseos— de los cristianos de Jerusalén (Act  12,  1-3).Herodes-Agripa murió repentinamente, no dejando másque tres hijas y un varón muy niño. Claudio volvió a ponerel conjunto de su territorio en manos de un procurador, Cus-pio Fado (44-46). La elección no era mala, como tampoco lade su sucesor, Tiberio Alejandro (46-48). Veremos cómo ladesignación de los procuradores siguientes (difícil, claro está,con un pueblo exacerbado e insoportable) fue siendo cada vez

más desacertada, hasta que por fin —en menos de veinteaños— lanzó a los Judíos a la más loca y desesperada de lasrebeliones.

Ora esté gobernada por un Herodes o por un procurador,Palestina es reconocida por los Judíos, doquiera que éstos se

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encuentren, como su centro religioso, su patria espiritual, el

corazón de su existencia. Los Judíos que no viven en Pales-tina se encuentran generalmente en el interior del imperioromano, el cual ahora incluye a casi todos los países del li-toral mediterráneo y se extiende desde el Atlántico hasta elGolfo Pérsico. Esta situación es doblemente favorable a la   ex-pansión del judaismo:  facilidad d e las com un icacione s, viajese intercambios culturales; y protección de los Romanos, cuyofavor se conciliaron los Judíos desde la época de los Macabeos.Esta expansión, debida al gran número de nacimientos entrelos Judíos y a la facilidad de la adaptación de éstos en paísextranjero (pero sin dejarse asimilar), debida también al grannúmero de conversiones del paganismo al judaismo   3, esta ex-pansión —digo— es extraordinaria.

El crecimiento de Israel se siente primeramente en su «Tie-rra Santa»: los Israelitas, que al comienzo del siglo II antesde la era cristiana no ocupaban más que una pequeña Judea

montañosa en torno a Jerusalén, se han establecido finalmente(gracias a las conquistas asmoneas o a la política de los He-rodes) en casi todas las regiones del territorio palestinense,incluso en la «Galilea-de-las-naciones», e. d. en la región máspoblada por extranjeros. Se estima en unos dos millones lapoblación judía de Palestina hacia mediados del siglo I denuestra era.

En la Diáspora, el desarrollo es todavía más sorprendente.

Las grandes colonias se encuentran en Mesopotamia, Siria,Asia Menor y Egipto. Y cada uno de estos países puede contarentre sus habitantes con más de un millón de Judíos. Perotambién los hay en las otras regiones. El texto de Act 2, 9-11es de los más reveladores en este aspecto. Según cálculos,podría haber fuera de Palestina unos seis millones de Judíos,los cuales, por tanto, serían en total unos ocho millones. Ahorabien, la población total del imperio romano está calculada en

unos setenta millones. Para decirlo con otras palabras, porcada diez romanos, uno era de raza o religión judía. Y comolas colonias judías eran menos numerosas en las regiones oc-

3  Las palabras de Jesús en Mt  23,  15 i lustran —a su manera—el celo misionero que animaba a las minorías rel igiosas de Israel .

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cidenta les del Med iterráneo, ¡resulta qu e el Próx imo Oriente

helenizado contaba con un judío por cada cinco habitantes

Los Judíos habitaban principalmente en las ciudades. Y,como llegaban pobres, vivían durante mucho tiempo en lostugurios de los barrios bajos. Así se fueron formando los pri-meros «ghettos». Pero era frecuente, como ya hemos notado,que numerosos Judíos se crearan situaciones lucrativas, ejer-cieran actividades intelectuales, entraran en las organizaciones

administrativas. Por el hecho mismo de que el Judaismo seiba estableciendo sólidamente por todas partes, tenía menosque temer la influencia de los medios ambientes y se mostrabamás abierto a todos aquellos a quienes atraía y podía acoger.

Los no-israelitas que se convertían al judaismo eran de dosclases, según el grado de su adhesión. Existían en primer lu-gar los «prosélitos» (p. 300, nota 4), incorporados a Israel pormedio de la circuncisión y que se sometían a todas las obli-

gaciones de la Torah. Había otros que se comprometían amenos, pero que visitaban frecuentemente las sinagogas: eranlos simpatizantes o «temerosos de Dios», como solía decirse,que no estaban circuncidados ni eran enteramente «practican-tes», pero que se hallaban muy interesados por la religiónisraelita y se adherían a ella por medio de su fe en el Diosúnico de la Revelación, así como por la piedad de sus dispo-siciones y el cumplimiento de algunas observancias.

El Judaismo no quedaba por eso modificado ni atenuadopor poco que fuese. Toda comunidad judía se hacía notar porsu cohesión, rigor y fuerte organización interna; vista desdeel exterior, parecía sumamente compacta. La vida que se lle-vaba en el seno de esa comunidad, no podía menos de parecerenigmática e inquietante a los ojos de los profanos. Las exi-gencias de la Ley judía tenían consecuencias prácticas inme-diatas en la vida corriente: un régimen alimenticio (reglas

de pureza) que impedía asistir a las comidas de los que noprofesaban su religión; la circuncisión, que alejaba a los Ju-díos de las prácticas deportivas y que era ocasión de pullasmordaces; el descanso sabático, que no tenía ningún paraleloen la existencia grecorromana. Todo esto se agravaba con unculto chauvinista y atávico del separatismo por parte de losJudíos, así como también por su actitud —intelectual y sen-

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timental a la vez— contra las presiones o riesgos de infiltración

del paganismo entre sus filas.El peso social de los Judíos por su número, la extrañeza de

sus costumbres, el éxito de sus negocios en el mundo econó-m ico y financiero, el vigor de su espíritu corporativo: tod oesto era demasiado, para que no fuera naciendo poco a po-co por todas partes un odio hacia los Judíos que se irá ge-neralizando hasta arraigarse de manera profunda en todo el

universo civil izado. Además, en el Próximo Oriente heleni-zado se sabía que los Judíos estaban apoyados por los «ad-venedizos», e. d. por los Romanos; que eran favorables alpoder imperial y que se convertían fácilmente en sus auxilia-res, por ejemplo en el oficio de recaudar impuestos. Este«antisemitismo», que es —más exactamente— un antijudaís-mo, se experimenta con especial viveza en Roma y en Alejan-dría, tanto entre las masas populares (según vemos con mo-

tivo de ciertas insurrecciones: los primeros «pogroms») comoen las altas esferas y entre los intelectuales 4 . No es extraño,pues, que esta oposición llegara a hacerse apasionada y exa-gerase sus razones hasta crear leyendas como el «homicidioritual» y el culto del asno   5  y modificar tendenciosamente lahistoria tradicional de Israel \

Las apologías judías, que se redactaban y circulaban desdehacía dos siglos (p. 329), respondían a estos ataques, pero

apenas eran leídas por los no-judíos. En realidad, estaban des-tinadas primordialmente a sostener la moral de los Judíos,que podría deprimirse por la difamación, el odio o la humi-

4  CICERÓN,  En favor de Flacco,  X X V I I I ; SÉN EC A, c i t a d o p o r SA NAGUSTÍN, en  La Ciudad de Dios,  VI, 11; APIÓN, en el  ContraApión  d e  F L . J O S E F O , I I , 1 1 ; J U V E N A L,  Sátiras,  X I V , 1 0 3 - 1 0 4 ;

T Á C I T O ,  Historias,  V ,  5 .—Parte de la documentac ión sobre la s i tua-

c ión q u e e s tamos e sb ozan d o , la h emos tomad o   S . W . B A R Ó N ,  His-toire d'Israél,  pp . 225-285 .5  Estas leyendas, nacidas en t iempo de los Seléucidas, pretendían

que los Judíos sacrif icaban secretamente cada año a un pagano,pronunciando un juramento de hosti l idad hacia los extranjeros, yrindiendo culto rel igioso al asno (acusaciones semejantes se lan-zarán en seguida contra los cristianos).

6  Se explicaba el Exodo, por ejemplo, diciendo que los Israel itashabían s ido expulsados de Egipto porque propagaban al l í la lepra.

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Ilación. Fomentaban y mantenían entre los hijos de Israel elsentimiento vivo de su elección, la esperanza de un reino enel que estarían por encima de todas las naciones, y —corre-lativamente— el desprecio, la detestación profunda hacia losgoyim   (naciones). ¡Con qué sentimientos se saborearían cier-tos salmos, mientras la imaginación se engolfaba en apocalip-sis triunfantes

Sin duda, en la Diàspora se procuraba desde hacía tiempomantener relaciones y contactos con los demás hombres, se

intentaba proclamar la fe judía y ganar adeptos. En ningunaparte, ni siquiera en Palestina, la comunidad santa se cerrócompletamente a los no-israelitas. Sin embargo, los Judíos noconcebían habitualmente la venida de los «goyim» a Yahvésino en términos de conversión bajo pena de exterminio.Esta actitud fue frecuentemente furiosa, injusta; pero se ex-plica, no obstante. Y le valió una vez más a Israel el no verseasimilado ni absorbido por los demás pueblos.

Esta actitud había obligado a Roma a conceder a los irre-ductibles Israelitas un  estatuto especial  dentro del gran im-perio, en el que —no obstante— terminaban por fundirsey unificarse en cierto modo tantas naciones, razas, culturas eincluso religiones. La religión romana, como hemos visto, erauna especie de institución estatal, imprescindible para el Es-tado, aunque careciese de vida y aliento. Esta religión tenía

sus observantes y era incluso obligatoria, pero apenas dis-ponía de verdaderos creyentes. Supo anexionarse los diosesy cultos de los diferentes países, aclimatarse más o menos portodas partes, fundiéndose con las religiones locales. Israel fueel único que supo permanecer aparte, sin hacer concesiones.Cuando un procurador como Poncio Pilato quiso infringir laconsigna de la prohibición de las imágenes; peor todavíacuando un Calígula habló de levantar una estatua en el Tem-

plo de Jerusalén: el pueblo se levantó como un solo hombre,dispuesto a las más duras resistencias y prefiriendo la muerteantes que las «inmundicias» y «abominaciones» que las otrasnaciones admitían.

Roma reconoció, pues, a los Judíos cierta autonomía en susasuntos internos, a saber: una verdadera independencia enel plano religioso y —-en cuanto tenía relación con este úl-

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timo—- también en plano civil. Las ventajas que de esta ma-

nera se concedieron fueron variando, claro está, con los cam-bios del poder central y según que se tratase de Judea o dela Diàspora. Entre estas ventajas particulares, podemos se-ñalar: la exención del culto del Estado y de la ciudad, laproscripción de las figuraciones plásticas que pudieran serobjeto de culto, la protección de la ley romana para las sina-gogas, el derecho al respeto del Sábado, la igualdad civil delos Judíos entre sí, el privilegio de tribunales especiales. En

cada comunidad judía regularmente constituida, un «sanhe-drin» local velaba por la administración de los asuntos delgrupo y podía emitir sentencias en las causas secundarias.

En Jerusalén, el gran Consejo o Sanhedrin propiamentedicho, cuyos orígenes hemos visto que se remontaban a dos-cientos años antes (p. 306), podía administrar justicia en todoslos casos que correspondían a la Ley judía, con unas pocaslimitaciones. Roma se reservaba, por ejemplo, las sentencias

capitales. Presidido por el sumo sacerdote, el Sanhedrin es-taba compuesto por setenta y un miembros repartidos en tresgrupos: la aristocracia sacerdotal, a la que se denominaba«sumos sacerdotes» (p. 366); las figuras destacadas de lavida pública, nobleza laica o clase social dirigente y propieta-ria, a la que se llamaba «ancianos»; y los intelectuales teó-logos o juristas, llamados «escribas» o «doctores de la Ley».Los dos primeros grupos eran saduceos, y resultaban antipá-

ticos a la población porque no la amaban ni hacían nada porella; mientras que el tercer grupo, constituido en su inmensamayoría por fariseos, era a la vez el elemento más popular yel ala vanguardista y activa del Consejo.

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III

L A C O M U N I D A D J U D I A

Por su propia naturaleza, Palestina había sido siempre yseguía siendo todavía en el siglo I un  país  esencialmente  agrí-cola.  Pero como la densidad de su población hubiera aumen-tado considerablemente, y se hubiese efectuado cierta unifica-

ción: la fertilidad del terreno había llegado a explotarse mássistemáticamente que nunca y las cosechas eran muy buenas.El suelo de Palestina producía trigo y principalmente cebada,hasta el punto de poder exportar buenas cantidades. Susfrutos: dátiles, higos, aceitunas, uvas, cidras, granadas, nosólo existían en gran abundancia sino que además eran deelevada calidad, y se los apreciaba mucho por doquier. Secultivaba también el papiro; y los balsameros de Jericó go-

zaban de fama mundial.Para promover al máximum los diversos cultivos, se pros-cribió lo más posible la crianza del ganado menor, destructorde los campos. El ganado bovino continuó criándose, princi-palmente en Trasjordania. Pero, aunque había poca carne, seconsumían enormes cantidades de pescado: producto al quese dedicaban importantes empresas de pesca y conservaciónen el lago de Genesaret. Así, pues, los Judíos de Palestina

eran principalmente trabajadores agrícolas.Las pequeñas industrias tenían, como por doquier, su razón

de existir, sobre todo en ciertos barrios de las ciudades. Sinembargo, en este orden no es notable más que la labor textilde la lana y el lino. Pocos Judíos se consagran a los negociosbancarios, a causa de la repugnancia que la Torah había in-culcado contra el préstamo a interés (Ex 22, 24; Dt  23,  20-

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21; Lev 25, 35-37). En un mundo capitalista y usurero, algu-

nos no tardarán —sin embargo— en ser más realistas. Haypersonas que se dedican al comercio en gran escala, creandofirmas comerciales, fletando barcos. Pero las personas de estaclase constituyen un número reducidísimo, y viven un pocoal margen de la comunidad.

La consideración de las riquezas naturales del país podríainducirnos a creer no solamente que éste se basta a sí mismosino que además la población se encuentra a gusto. No ocurre

nada de eso. Hay ricos, e incluso inmensas fortunas. Peroson únicamente los tiranos o los explotadores, comenzado porHerodes, cuyas posesiones y ganancias eran inauditas. Lamayoría de los Judíos eran estrujados de manera abominabley sin piedad por la persona que se hallaba en el poder o porlos recaudadores gubernamentales. Contribuciones en especie,requisiciones y prestaciones personales, impuestos regularesy deducciones ocasionales, tasaciones indirectas, derechos de

peaje o de aduana, y además el diezmo sacerdotal, las ofren-das y otras prestaciones que había que realizar para el Tem-plo: todo esto era más que suficiente para empobrecer alpaís. La población de Palestina constituía en su masa un pro-letariado que estaba lindando con la miseria.

Semejante situación no favorecía la unidad del país. Si éste,por su propia naturaleza, está compuesto de regiones que

contrastan las unas con las otras y que tienden a separarse:una larga historia se encargó además de acusar ciertas  dife-rencias  u oposiciones. Juan Hircano y Alejandro Janneodevolvieron a Palestina sus fronteras de la más dorada épocareal (pp. 311-313). Pero los Idumeos no habían adquirido,por el solo hecho de su incorporación forzada al Judaismo, unalma semejante a la de sus enemigos hereditarios de las mon-tañas judeas. Los Samaritanos, que habían tenido que ceder

también a la fuerza, y cuyo santuario había sido destruido,se sentían por esto mismo mucho más profundamente divi-didos de Jerusalén (Jn  4,  9). La antigua costa filistea, paísde tráfico, era la más helenizada; y la creación de un granpuerto como Cesarea acentuaba el carácter cosmopolita deesta región baja y fértil, que tan poco se parecía al centromontañoso. Por lo que se refiere a las regiones trasjordánicas:

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Iturea y Gaulanítides al Norte, Decápolis y Perea en el

Centro, Arabia nabatea al Sur, aunque el Judaismo habíapenetrado en ellas, no fueron nunca regiones verdaderamentejudías.

Existía, finalmente, una disparidad muy sensible entre losJudíos de Judea (los cuales, como quien dice, eran judíosdesde siempre), y los de Galilea. Este distrito era tambiénuna anexión muy reciente; pero los habitantes eran de razajudía, y, aunque pertenecían a una región fronteriza y esta-

ban mezclados con muchos extranjeros, se habían convertidoen verdaderos israelitas por la fe y las prácticas religiosas.Galilea era, por sus productos, el distrito más rico de Pales-tina, pero se hallaba superpoblada y sufría además los efectosde una explotación sistemática por parte de los amos deJerusalén y de los terratenientes que allí residían. Los Ga-lileos, pueblo de trabajadores, eran despreciados por los doc-tos rabinos de la Ciudad santa, los cuales se consideraban a

sí mismos como los únicos detentores de la ortodoxia (Jn 7,52). Lo cierto es que estos Galileos se sentían menos incli-nados, y desde luego estaban menos acostumbrados, a sufrirel yugo de las minucias legales; eran menos escrupulosos enobservarlas; y tenían el alma más abierta y amplia.

Este desprecio altanero hacia las personas modestas delpueblo   1  era profesado en particular por los escribas, losfariseos y los saduceos. El primero de estos tres grupos dehombres realizaba una función; y los otros dos representabana sendos partidos de carácter a la vez religioso y social.

Siguiendo la trayectoria de los «sabios», que tan frecuente-mente hemos encontrado en el curso de nuestra historia, losescribas  o «soferim» (p. 288) se habían ido consolidando poco

1  L a « gen te del país» o el «p ueb lo de la tierra», co m o solíadecirse . Esta expresión, que según el lenguaje postexíl ico habíadesignado a la población samaritana, para dist inguirla de los re-patriados (p. 253) , conservaba un sentido peyorativo, pero se uti-lizaba ahora para designar a las personas no cultas, consideradaspor los «justos» como una pesada rustic idad, como gente superst i-c iosa e impregnada tota lmente de pecados .

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a poco en el Judaismo. A ellos se debía en gran parte la

tarea de haber compilado los Escritos que formaban el patri-monio sagrado de Israel. Al comienzo del período postexí-lico, no se distinguían todavía mucho de los sacerdotes (pá-ginas 264, 288); pero en lo sucesivo sus adeptos fueronreclutándose entre los laicos (como Ben Sirah, p. 303). Habíanconquistado el señorío sobre la doctrina, de suerte que elclero terminó por no conservar más que las funciones delculto litúrgico, con sus privilegios jerárquicos, mientras que

los escribas estaban encargados de la enseñanza. A ellos lescorrespondía conservar, trasmitir y comentar la Ley tradi-cional.

En el momento a que hemos llegado, los escribas ocupanun puesto importante en la vida judía. Estos hombres de la«Escritura santa» (gra m m ateis , hierogrammateís)  son reconoc i-dos como los «maestros» (didáskaloi), «maestros en Ley» (n o -modidáskaloi, nomikoí). Ded icado s desde su infancia al estu-dio de los textos sagrados, les consagran todo su tiempo, lle-vando una existencia laboriosa, austera y pobre. Su papel esante todo interpretar la Torah, precisar su aplicación a la di-versidad de casos concretos, ordinarios u ocasionales. Al haceresto, los escribas laicos cumplen el buen oficio habitual delos moralistas, con el riesgo —claro está—- de toda especiali-zación y, particularmente en su caso, con el peligro de una

casuística excesiva. El pueblo ama a estos doctores y direc-tores de conciencia, a estos catequistas y padres espiritualesdeseosos de instruirle. Deposita en ellos su confianza, y re-curre a ellos más que a los sacerdotes. Muchos escribas sonfariseos, y en el grupo de éstos los escribas desempeñan unpapel preponderante; son los «rabbís», e.d. los «grandes».

El giro de espíritu, el género de vida y las actitudes prác-

ticas características de los  fariseos  habían comenzado a ma-nifestarse en tiempo de los Asmoneos (p. 312). Ellos seránlos herederos o continuadores de aquellos hombres que pro-fesaban una rigurosa fidelidad a la Ley, los Assideos (p. 309).Muy pronto se habían puesto a estudiar y comentar la Torah.Con su afán de cumplirla perfectamente, procuraban —comobuenos escribas o discípulos de los escribas—- precisarla y

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la influencia que ellos ejercen   2. En muchos puntos Jesús se

sentía muy cerca de ellos, y los aprobaba. Se pueden esta-blecer numerosos paralelismos entre las sentencias de los doc-tores fariseos y el mensaje evangélico. Pero no por eso queda-ban menos claros los puntos de divergencia. Y estas divergen-cias eran tanto más sensibles, tanto más dolorosas para Cristo,cuanto que se hallaba en juego algo fundamental: la l ibertaddel espíritu, el progreso del Pueblo de Dios a través de la his-toria, el cumplimiento verdadero de la Ley (Mt 5). Volveremos

a encontrar este mismo conflicto en el caso del apóstol Pablo

  3

.No hay que englobar a todos los fariseos en un mismo yúnico juicio. Muchos de ellos, como el escriba alabado porJesús (Me  12,  28-34) «no estaban lejos del Reino de Dios»,caminaba en la misma dirección que el Cristianismo, y algu-nos de ellos se adhirieron efectivamente a él (Jn  3,  1 ;  19,38-39; Act 5 , 34-40;  15,  5 ;  23,  6-9). Los historiadores hacennotar, por otra parte, que a mediados del siglo I el movimien-

to farisaico estaba atravesando una crisis, debida a la penuriade grandes hombres y a la mezquindad de las figuras demenor relieve. El fariseísmo de los Hillel y de los Shammay,algunas décadas antes de la predicación del Evangelio; elfariseísmo de Yohanan ben Zakkay, de Ismael ben Elíseo,de Akiba ben Yosef y de muchos otros que vinieron después:parece haber sido de un género muy distinto. No faltaronnunca fariseos que fueran hombres de Dios profundamente

fieles al Espíritu, y que condenaran —como Jesús y a vecesantes que El—• lo que hemos dado en llamar, en sentidopeyorativo, el «fariseísmo».

De manera general, el fariseo es ante todo un hombre muyreligioso, que tiene muy en cuenta la santidad de Dios, yque trata de manifestar que las relaciones del hombre con

2  De la misma manera, hoy día e l c lero, los rel igiosos y loscrist ianos practicantes son más crit icados que los demás. Se exigemás a quien más ha recibido.

3  El Evangel io formula m agníf icam ente e l reproche esen c ia l :Me 7, 8-9, 13. Y podemos decir con respecto a las abluciones r itua-les , los ayunos y cualquier otra observancia, lo que se dice con res-pecto a l Sábado en Me  2, 21  (comparar 2 Ma c 5 , 19; 1 M ac  2,

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tal Señor, aunque son posibles y maravillosas, no son caminos

fáciles. Es un discípulo de Ezequiel.Esto explica la actitud política de los fariseos. En tiempode Herodes, a quien rehusaron prestar juramento de fidelidad,no se mezclaron en los asuntos públicos, sino que se consa-graron exclusivamente a su misión de guías religiosos. Du-rante el régimen de los procuradores, habrían preferido ungobierno puramente teocrático, pero aceptaron a los Romanosy aconsejaron que se les prestara sumisión.

Trataban, como hemos dicho, con mucha altanería a laspersonas modestas e iletradas que ignoraban la Ley. Esteorgullo (que es una especie de lógica psicológica en laspersonas que buscan la pureza y la perfección, y que llegana «justificarse» a sí mismas) también se les reprochó, y porcierto de manera primordial. Y, sin embargo, el pueblo, deinstinto certero, sentía que los fariseos estaban del lado deDios. Les concedió habitualmente su favor y su confianza.

Cuando todas las estructuras quedaron arruinadas, en elaño 70, el partido fariseo continuó siendo la inspiración prin-cipal y casi única del Judaismo. Era verdaderamente su ele-mento animador y realizador, su levadura.

El ideal teocrático de los fariseos tuvo partidarios menosreservados, que estaban dedicados a realizar en el plano polí-tico sus principios rigoristas, echando mano para ello de la

rebelión. Su participación ardorosa en la acción de resistenciacontra los Romanos les valió el nombre de  zelotas.  Estosextremistas sólo se sentirán a gusto cuando puedan lanzarseabiertamente a la guerra santa que están fomentando. Y, así,se sublevan con ocasión del censo de Sulpicio Quirino, cuan-do la Judea es anexionada al imperio (p. 352). A pesar de seraplastados, continuarán avivando la hostilidad contra las auto-ridades extranjeras. Se negaban a «dar al César lo que es del

César» (Me  12,  17). Parece que Jesús tuvo a algunos deellos a su alrededor. Comprendemos perfectamente la perple-jidad que les causaría la conducta del Señor.

En la vanguardia de los zelotas, y al servicio de la resis-tencia, se hallaban los «sicarios», que recibían este nombreporque apuñalaban a los Romanos siempre que tenían ocasiónde hacerlo. La potencia de ocupación, lo comprenderemos,

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estaba verdaderamente preocupada por estos elementos peli-grosos y siempre disimulados. De ahí su permanente exas-peración y, a menudo, sus represalias brutales. Los sicarios ylos zelotas son los principales responsables de la insurreccióndel año 6 6 y del desastre del año 7 0 : acon tecimien tos a loscuales no sobrevivirán ya.

Había pocos sacerdotes entre los fariseos. Por regla generalel  sacerdocio  no disfrutaba del crédito de que gozaban losfariseos. Estaba ya muy lejana la época en que los sacerdotestenían en Israel el máximo prestigio: un prestigio merecido.A la cabeza del clero figuraba el sumo sacerdote, cuya im-portancia se había ido consolidando desde Nehemías (p. 283).Los Asmoneos acapararon el sumo pontificado y la realeza(pp. 309-312). Después de ellos, los sumos sacerdotes fueronelegidos o designados por el poder civil entre los miembrosde las familias sacerdotales importantes o influyentes. Y esta

designación fue objeto, abiertamente desde Herodes, de lamás desvergonzada venta y regateo. Los pontífices no siemprepermanecían durante mucho tiempo en su cargo (p. 352).Mas, por el hecho de haber desempeñado este cargo, consti-tuían un elemento considerable de la aristocracia sacerdotal,a la que se terminó por denominar globalmente «los sumossacerdotes». Este «alto clero», que forma parte del mundo—rico— de la política y de la finanza, que posee una rapa-

cidad sin escrúpulos, que apenas toma parte alguna en losmovimientos religiosos y discusiones doctrinales: tiene quever ordinariamente cómo el pueblo le niega toda simpatía,cuando no le critica y abuchea públicamente.

De esta casta oficial detestada, hay que distinguir a la masa—bastante importante 4— de los sacerdotes de condición mo-

* «Se ha calculado que había en el país unos 18.000 sacerdotesy levitas adultos . Si admitimos esta c ifra como aproximadamenteexacta, esta c lase sacerdotal representaba aproximadamente un 3 por100 de población judía de Palest ina, y no sobrepasaba el 1 ó2 por 100 del número de Judíos existentes en el mundo. Por lomenos, diez mil de estos Palest inenses eran levitas , mientras quela inmensa mayoría de los demás eran sacerdotes de categoría infe-rior, los cuales sentían la misma indignación que las masas laicas

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desta y de los levitas de escasas rentas, que constituyen unnivel claramente inferior del clero y que están muy cerca delpueblo. Como no tienen la misión de enseñar, no participandel importante papel de los escribas. Pero, en general, sonpersonas religiosas; y, sin exhibirse apenas ni dar que hablar,fomentan —a su manera— en derredor suyo, por medio delcumplimiento de su oficio y el ejemplo de su vida —la granfe de que vive Israel. No pueden menos de sufrir por la des-consideración pública en que se hallaba el sacerdocio, a pesarde los esfuerzos de los escribas, de los fariseos y de sus adver-sarios los saduceos para que se mantuviera el honor de estafunción sacrificial que constituía el corazón mismo de la exis-tencia del Pueblo de Dios.

Desde su origen (p. 312), el  partido saduceo  estaba vincu-lado al clero. Este partido, favorable a los Seléucidas y almovimiento prohelénico, e infamado por los Macabeos y

Asideos, era opuesto a los fariseos a causa de las opcionesfundamentales de su ideología. Durante estos dos últimossiglos, conoció las vicisitudes de la política. Pero, desde lallegada de los Romanos, el sumo sacerdote se había convertidoante éstos en el representante oficial de los Judíos. Y lossaduceos, que son el partido del sacerdocio (Act 5, 17), seencuentran por tanto al lado de los dirigentes políticos, yseguirán estándolo hasta la ruina de Jerusalén, en el año 70,

que fue también la ruina del clero y la suya. Dirigen prácti-camente las actividades que giran en torno al Templo. Conesto se expresa ya suficientemente cuál fue su poder.

En cierto sentido los saduceos son conservadores, y enotro sentido son progresistas. Son los defensores oficiales dela Ley, pero sólo la admiten en su forma escrita y antigua,es decir, aceptan únicamente los l ibros que no fueron com-puestos después de los Sabios del siglo IV. Rechazan, pues,

las «tradiciones» de los escribas y doctores, que tan impor-tantes son a los ojos de los fariseos. Pero, fuera de la Tora h en

contra los excesos cometidos por las pocas famil ias incluyentes queestaban situadas en lo alto de la escala»   ( S . W . B A R Ó N,  loe. cit.,p. 365).

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su forma simple y fija, no se atienen a nada más, son liberales,

abiertos a todos los valores humanos, a todo progreso queno se refiera a la Revelación.Esto explica que los saduceos, a pesar de adherirse al hu-

manismo y a sus novedades, rehusen las doctrinas «moder-nas» como la inmortalidad personal, la resurrección de loscuerpos, la existencia de los ángeles (Act  23,  8), y, de manerageneral, se preocupan muy poco de la escatología y del me-sianismo: que son otros tantos puntos en los que los fariseos

empeñan su fe. Esto mismo explica la intransigencia de lossaduceos en materia de sanciones por las faltas cometidascontra la Torah. La Ley es entendida a la letra: de ahí,por ejemplo, la condena a muerte por el adulterio o la blas-femia. Mientras que los fariseos buscaban las circunstanciasatenuantes y el medio de suavizar el castigo. Lo que parecetambién paradójico es que el rigorismo meticuloso de losfariseos sea menos duro que el laxismo de los saduceos.

Los saduceos representan cierta fidelidad al pasado :  Israel,desde hacía algunos siglos, sentía una vocación misionera conrespecto a las naciones. Encerrarla únicamente en sí misma,con actitud puramente defensiva y separatista, era detener lamarcha de la historia, poner obstáculos al Designio de Dios.La tendencia uniformemente legalista —hasta el exceso— delos «puros» debía corregirse mediante el universalismo delotro movimiento. Los saduceos tenían, pues, verdadera cla-

rividencia; y, fieles como eran no sólo a las «fuentes» sinotambién a su época, habrían podido desempeñar un papel ne-cesario y decisivo en la conversión del mundo al verdaderoDios. Sin embargo, para todo esto habría hecho falta quesus orientaciones tuvieran su razón de ser en su fe. Ahorabien, no ocurría nada de esto. Y todo —sus ideas y su com-portamiento— tenía un mismo origen: no tenían espíritu reli-gioso, no eran hombres de Dios. Jesús se sentía extraordina-

riamente lejos de ellos; y ellos no podían comprender nadade la predicación de este mensajero del Espíritu.

En el seno del grupo de judíos fervorosos que se habíanopuesto al sacerdocio helenizado, mundanizado y relajadodesde principios o mediados del siglo II, se fueron formandoy organizando los elementos religiosos conocidos desde hace

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mucho tiempo por Filón, Flavio Josefo y Plinio con el nombre

de  esenios  5

.Hasta el momento presente, todo induce a creer que los«documentos del Mar Muerto», recientemente hallados, sonnuevos vestigios de los esenios. Podemos pensar incluso queel lugar de Qumran fue —a la vez— su lugar de elecciónoriginal y su centro habitual (su «casa-madre»). Se habíanformado nuevos enjambres; y se conocían comunidades ese-nias en otros lugares de Palestina y en Egipto y Siria. Ya

hemos visto cómo la persecución les había obligado a esta-blecer una residencia en Damasco. Filón dice que eran unoscuatro mil. En Qumran debieron de vivir unos trescientos(los edificios servían para la vida en común, estudio, comida,trabajo manual; y los «monjes» tenían por «celdas» las cuevasen donde se han descubierto los célebres manuscritos). Lasconstrucciones halladas junto a la costa del Mar Muerto sonde fines del siglo II o comienzos del siglo I antes de nuestra

era. Fueron abandonadas en los primeros años del reinado deHerodes el Grande a consecuencia de un terremoto que arrui-nó toda la región, en el año 31. Y volvieron a ser ocupadasen tiempo de Arquelao, en los albores de nuestra era. Duran-te la guerra judía, en el año 68, ante los avances de la décimaLegión romana, la comunidad se dispersó, abandonando uocultando parte de su biblioteca en las cuevas del acantilado.Los edificios fueron destruidos por los Romanos.

La congregación esenia constituye una verdadera ordenreligiosa judía. Parientes cercanos de los fariseos por sus orí-genes y tendencias, los esenios se distinguen —no obstante—de ellos con toda claridad. Y esto en tres aspectos: son defamilia sacerdotal, como los sacerdotes de Jerusalén de losque se separaron por fidelidad más rígida a la Ley de Moisés;y sacerdotes serán los que constituyan el cuadro de la comu-nidad. Se sitúan completamente al margen de la vida activa,

política y social. Viven en comunidad cerrada, con toda unareglamentación conventual, minuciosa y estricta.

Profesan el celibato (sin embargo, tal vez hubo en alguna

5  Véase la bibliografía de la p. 310. En las obras que hemos men-cionado al l í , podrán verse los textos de Filón, Josefo y Plinio.

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época esenios casados). Renuncian a toda propiedad personal.

Los bienes entregados a la comunidad y el producto del tra-bajo de los hermanos son administrados por los superiores dela congregación. La comunidad, que está bien estructurada yjerarquizada, es —-a la vez— una hierocracia por el papelprincipal que desempeñan los sacerdotes, y una democraciapor la manera con que todo se decide en común. Para ingre-sar en la congregación, hay que pasar por una formaciónrigurosa que comprende varias etapas: noviciado de un año,

bautismo, dos años de probación, admisión definitiva, votossolemnes.Los ascetas esenios son, ante todo, observadores estrictos

de la Ley, principalmente en lo que se refiere a los ritos depureza: abluciones varias veces al día, precauciones múltiplescontra las manchas. Pero no admiten los sacrificios sangrien-tos, sea por el deseo de mantenerse separados del sacerdociode Jerusalén, sea porque consideran su comida ritual de co-

munidad como sacrificio verdadero y suficiente. Practicanadmirablemente la virtud de la religión, aman y sirven aDios con fervor, oran mucho, en común. Los himnos encon-trados en los textos del Qumran son bellísimos y de profundapiedad. Los esenios practican también, en el más alto grado,el amor fraterno entre sí; pero su caridad no se extiende másallá. Los demás hombres son considerados como réprobos, yson detestados.

El esenismo, a pesar de haber nacido en el judaismo y serperfectamente judío, parece haber participado de ciertas co-rrientes heterogéneas de pensamiento (iranismo, pitagorismo,ascetismo egipcio): lo cual se podría explicar por la perma-nencia de miembros de la comunidad en el destierro y por lasinfluencias experimentadas en el extranjero. Este explicaría,por otra parte, ciertas orientaciones y en particular el dualis-mo profundo de la doctrina esenia. Tal doctrina, en susgrandes líneas, es la del Judaismo. Sin embargo, advertimosespecial insistencia en la elección y predestinación de losmiembros de la comunidad, los cuales serían los únicos here-deros de la «nueva Alianza», los «hijos de la Luz», separadosde todos los «hijos de las tinieblas». Los esenios creen, ade-más, en el papel de los mediadores escogidos por Dios:Moisés, Sadoc, el «Doctor de Justicia», para conseguir la

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gracia que se necesita siempre para la «justificación». Y, en

el final de los tiempos, aguardan a dos Mesías: uno de estirpesacerdotal, y el otro descendiente de David. Finalmente, pien-san que dos «espíritus» —uno de ellos de verdad, el otro deiniquidad— han sido puestos por Dios (en igual proporción)dentro de este mundo, para la santificación y felicidad delos elegidos, y para la perdición de los impíos. En la inter-pretación de las Escrituras, creen que el sentido oculto noha sido revelado más que a su «Maestro», y se refiere única-

mente a la comunidad; esta interpretación es totalmente ale-górica. Su angelología, por otra parte, está muy desarrollada.Todo ello invita a pensar que en estos ambientes eseniosdebió de nacer parte de la literatura apocalíptica (p. 320).

Los esenios, que eran aceptados en el Judaismo e inclusogozaban en él de cierto prestigio (aunque los Judíos menosestrictos les mirasen con cierta desconfianza), se separaban—empero—• hasta tal punto de las demás personas, por su

manera de vivir y su morada, que su influencia debió delimitarse probablemente a una pequeña minoría. Los investi-gadores se hallan cada día más persuadidos de que el Cris-tianismo ha experimentado esta influencia: se pueden estable-cer muchos puntos de semejanza entre los textos esenios y elNuevo Testamento (principalmente en los escritos joánicos)y, asimismo, la literatura cristiana de comienzos del siglo II.Ciertamente, Juan Bautista conoció y frecuentó el trato de

sus vecinos de Qumran. La doctrina del Precusor, distinta dela doctrina de los esenios, tiene parecidas resonancias envarios puntos. Ahora bien, sabemos que algunos discípulos deJuan de Bautista fueron discípulos de Jesús. Por otra parte,parece que numerosos miembros de la secta esenia ingre-saron en las primeras comunidades cristianas.

Está bien claro que Jesús no era esenlo. Aunque apreciabala calidad espiritual y moral de los religiosos del desierto,el Salvador no predicó la doctrina de una secta cerrada yprivilegiada ni de una religión totalmente ritualista. Jesúsanunció la salvación para todos los hombres, incluso paralos pecadores.

Por eso los  pobres  le escucharon. El «pobre» es el tipo deisraelita que surgió y se fue formando en el período postexf-

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l ico (pp. 257-259, 273). El término, pues, no evoca solamenteel pauperismo económico, ni alude tan sólo a los innumerables«minoritarios» o arrojados de toda clase social como losleprosos, los enfermos, los mentalmente débiles y los men-digos de toda especie. Los pobres son las personas modestas,que pasan frecuentes apuros, pero que saben muy bien quese puede ser indigente de todo, excepto de Dios; son loshumildes cuya alma está tranquila y es fervorosa en medio dela humillación; aquellos a quienes la vida ha vaciado de símismos y les ha hecho tender con ansia hacia el adveni-miento del Reino de Dios; son los fieles piadosos, que sonalimentados por las Escrituras santas que Israel proporcionaa todos sus hijos, y que —>en medio del sufrimiento y laesperanza— aguardan que Dios salve y reine. Hay pobresde éstos entre los fariseos e indudablemente en todas las capasde la sociedad israelita, porque se trata de una disposiciónprofunda del corazón, que no está determinada necesaria-mente por un estado de vida ni por una situación familiar oprofesional. Pero estos pobres se encuentran principalmenteen el modesto mundo de los que trabajan, de los que viven enuna situación mediocre o insuficiente, de los que mantienenuna fidelidad profunda y abierta, de los que pasan inadver-tidos aunque viven siempre pendientes del Señor. No sehabla de ellos, evidentemente. Pero los Salmos y muchas otraspáginas proféticas o sapienciales del Libro santo continúandando testimonios de su espíritu. Muy pronto, nombres comolos de Zacarías e Isabel, Simeón, Ana, José y María nospermitirán conocer a algunas de estas personas que figuranen las fi las del clero modesto, o viven en un ambiente muypiadoso y en medio de los que padecen necesidad en loscampos y en las calles.

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IV

L A F E D E I S R A E L

No hay h i s to r i ador que no se s i en t a hondamente impre -sionado por la inmensa superioridad de las convicciones re l i -giosas y vida moral de los Judíos, comparadas con las ideasy cos tumbres que se ha l laban di fundidas a la sazón en lasdemás nac iones y ent re las personas de ot ros ambientes . I s -

rae l cons t i tuye c la ramente una f igura apar te en e l mundodel siglo I. Tiene clara conciencia de ello.  Y  se empeña demanera tan dec idida , t an va le rosa , en permanecer di s t in to ,que Roma, a pesar de ser capaz de in tegrar —sin des t rui r los—y de conci l larse , por lo menos pol í t icamente, los diversoscul tos de su inmenso imperio, se vio obl igada a conceder a lJudaismo un es ta tuto par t icular , reconociéndolo como re l ig ión«l íc i ta», y eximiéndolo de las obl igaciones incompat ibles con

su fe , como eran el cul to de la  Urbs  y del  Imperator.Esta original idad y esta cual idad, las posee Israel esencial -

mente por su fe . No vamos a t razar , c la ro es tá , un cuadrocompleto de la vida religiosa de Israel en el siglo 1 1 . Peroalgunos aspectos, rápidamente esbozados, de la fe israel i ta y

1

  Podría consultarse, además de las dos obras del P. Lagrange ci-tadas en la p. 320, una u otra de las obras del P. BONSIRVEN,  Lesidées juives au temps de Notre-Seigneur  (Blud et G ay , 1934) ;  LeJudàisme palestinien au temps de Jésus-Christ,  dos vols . (Bea uche s-ne, 1935); y el artículo  Judàisme,  en el  Dictionna ire de la Bible,  su p -plément , co l . 1144-1285 (Letouzey e t Ané , 1948-1949) , con b ib l io -grafía muy detallada. La mayoría de las  Vidas de Jesús  quemencionaremos después , proporc ionan también informaciones sobreel c l ima rel igioso del Judaismo de entonces.

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374 L A E RA CRÍT ICA

de sus mani fes tac iones , nos permi t i rán añadi r una nueva

dimensión —-la de profundidad—• a las es t ruc turas de l Juda is -mo, cons ideradas anter iormente . Y, c la ro es tá , as í compren-deremos mejor e l c l ima vivo en el que Jesús hizo su aparic ióny en el que nació el Cris t ianismo.

La mejor manera de conocer la fe de Israel es pract icarla Bibl ia . La Bibl ia s igue s iendo hoy día lo que era entonces.En el la se ha expresado y se s igue expresando el Pueblo de

Dios . Y la Bibl ia l e ha inspi rado sus pensamientos y cos tum-bres fundamenta les . Bas ta recordar a lgunas de las pa labrasmás t radic iona les de l l enguaje bíbl ico: Al ianza - Pa labra -Ley - Jus t ic ia - Bendic ión - Creac ión - Novedad - Elecc ión -Liber tad - Sa lvac ión - Convers ión - Redención - Juic io - San-t idad - Espí r i tu - Glor ia - Verdad - Sabidur ía - Reino - Mo-rada - Oración - Alabanza - Servicio - Sacri f ic io - Expiación -Pobreza - F ide l idad - Miser icordia - Amor - Conocimiento -

Pró j imo - Pueblo - Herenc ia - Mis ión - Pe rpe tu idad - Gozo -Paz - Vida . . . Todas e s t a s pa l abras y o t ra s muchas másexpresan la re lación vi ta l que une a Dios con Israel , y a Israelcon su Dios , según los pr inc ipios fundamenta les que da tan de lSinaí .

Un Israel i ta cree, ante todo y por encima de todo, enDios:  en el D ios U nic o, en el D ios vivo d e la his toria ,

que actúa en su Pueblo y lo conduce a la salvación. Dios es lagran Presenc ia , y la Sant idad, y la Bondad. Dios es adoradoen medio de la prosternación del a lma f ie l , en medio de laconfus ión dolorosa de l pecador ; pero es amado también conconf ianza to ta l , con adhes ión urgente y ce losa , con piedady alegría desbordantes . ¿Y quién sería capaz de expresarhas ta qué grado han l legado, en e l «conocimiento» de Dios(es decir en una experiencia re l igiosa autént ica) , en el temblor

de aquel que se acerca al Señor inefable , en la compañía del a d iv ina Sabidur í a , has t a qué punto —digo— han l l egadotantos y tantos «hass idim» y «anawin», desde e l doc to rabbíque es tá perpe tuamente absor to en la medi tac ión de la Pa la-bra sagrada , has ta la humi lde donce l la que s implemente «con-serva en su corazón» lo que ha escuchado acerca de aquel laPalabra y lo que e l Espí r i tu de Dios le enseña?

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L A F E D E I S R A E L 375

Este t ra to excepcional y f recuente con Dios , a l mismo

t iempo que e l v iví s imo sent imiento de su «sant idad», t i enenuna consecuencia prác t ica que carac te r iza vi s iblemente a l mun-do judío: una preocupación ext raordinar ia por la «pureza»r i tua l . Desde e l advenimiento de l Cr i s t ianismo, se ha denun-ciado frecuentemente e l carácter excesivo y materia l de estapreocupación. Es verdad que se comet ie ron exagerac iones .Ya lo hemos visto a propósi to de los far iseos. Y lo mismopodr íamos dec i r de los re l ig iosos de l Qumran. Pero es tas

personas , ¿no se cuentan prec isamente ent re las mejores?Y hacer a Ezequiel y a sus discípulos responsables de estatendencia (porque lo son, en e fec to) , ¿no es igua l que des-cubr i r i nmedia t amente su razón profunda? Se t r a t a s imple -mente , en esos r i tos minuciosos y múl t ip les , de un s imbol i smoque pre t ende t raduc i r y susc i t a r —al mi smo t i empo—, pormedio de ac tos que comprometen a l cue rpo , un sen t ido «agu-do» de lo sagrado, que es precisamente e l sent ido de Dios.

Estos r i tos son oraciones. Ocurre con el los como con las«Bendic iones» que los r i tua les judíos s iguen conservando yque sacralizan los actos y las cosas, santificando la vida delf ie l . El Sábado, las f iestas , los días de ayuno sant i f ican laexistencia israel i ta . La oración, esencialmente sálmica, impreg-na y acompaña la vida cot idiana. Israel vive de la fe .

La mani fes tac ión de es ta fe se mani f ies ta de manera espe-

c ia lmente des lumbrante en Jerusa lén, en e l  Templo  que Dioshabi t a . Es t e Templo e s l a magní f i ca cons t rucc ión mandadaer igi r por Herodes en los años 20-10 de nues t ra e ra . En aque-l los t i empos e ra c ie r tamente uno de los más be l los monu-m e n t os de l m undo   2. Para los Israeli tas es el Lugar santo,con exc lus ión de cua lquier o t ro . Todos lo veneran, y es tán

2  Y su Tesoro es una de las riquezas más considerables. EsteTesoro se nutría por medio de la didracma (equivalente a dos fran-cos-oro), que era pagada anualmente por todo judío varón, desdela edad de veinte años (Ex  30,  11-16), y era recogida por las auto-ridades judías locales del mundo entero (la célebre causa de ValerioFlacco, defendida con más habilidad que honradez por Cicerón,tiene como motivo la sustracción, por parte de este gobernador deAsia Menor, de una gran suma reunida de este modo).

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376 L A E RA CRÍT ICA

adher idos a é l con amor in tenso. Es verdad que las personas

piadosas pueden lamentarse de ver cómo ei «atr io de losGent i les» está abarrotado, en ciertos días , de animales queestán a la venta para los que quieran ofrecer sacri f ic ios, yde mesas en que se cambiaba las monedas ext ranjeras ; y noa todos les gusta escuchar las enseñanzas o discusiones de losrab bís ba jo los pó rt icos sun tuo so s, d e est ilo m ás griego q u esemí t ico, que bordean es te pa t io . Pero en e l Templo seencuent ra lo que uno viene a buscar esenc ia lmente en é l :la part ic ipación en las ceremonias y en los sacri f ic ios, lasemociones profundas de la sagrada Li turgia , e l s i l enc io delos recintos reservados, e l recogimiento de la oración, la fe l i -c idad de estar cerca del Señor.

Las f i e s t a s de pe regr inac ión : Pascua , Pen tecos t é s , Tabe r -nácu los ;  y ot ras f ies tas : Exp iac ión, De dicac ión,  Purim,  a t raena Jerusa lén a mul t i tudes de f ie les que cantan y t i enen e lcorazón l leno de admiración y fervor. Estas f iestas se des-

ar rol lan en medio de be l l í s imas mani fes tac iones de piedad yf ra t e rn idad . La a s i s t enc i a numerosa 3 , la part icipación activay entusiasta en los actos de cul to, la generosidad en las ofren-das , expresan una pujante vida re l ig iosa , de fuente autén-t icamente in te r ior . Las Sa lmos dan tes t imonio incesante deel la . Por otra parte , las f iestas brindan ocasión para celebrarciertos convi tes entre famil iares o amigos, según una l i turgiade «bendiciones» y «acciones de gracias», l lena de sent ido y

solemnidad, con un ceremonia l impregnado de las más ve-nerables t radiciones de Israel .

El Templo de Dios es único. No puede haber répl ica suyani sucursa l . Los sacr i f ic ios no pueden ofrecerse más que enJerusalén. Pero cada aldea de Palest ina y cada concentración

3  De todos los países acudían peregrinaciones regulares, organi-

zadas en grandes caravanas. En ciertas festividades, principalmenteen Pascua, los peregrinos se contaban por centenares de miles; y,a pesar de la extensión de los atrios, había que repetir varias veceslas ceremonias para dar satisfacción a todo el mundo. En la Ciudadsanta se aseguraban todos los medios para facilitar la estancia delos peregrinos: servicio de cambio, alojamiento gratuito (únicamentehabía que entregar a los hospedadores la piel de los animales ofre-cidos en sacrificio), centros permamentes para personas que veníande la misma región (así por ejemplo, las sinagogas de Act  6,  9).

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LA FE DE ISRAEL 377

de Judíos en la Diàspora t ienen su s inagoga, en donde se

celebran reuniones en los días de Sábado y en otras ocasiones.La sinagoga es una casa de oración y estudio. En ella se leey se canta, se explica y se medita el texto de las SagradasEscri turas . La Escri tura presta a la oración sus palabras, sumovimiento, sus temas; es la materia misma de la l i turgiasinagogal y de la inst rucción rel igiosa, que son una mismacosa.

A los Judíos, todo les viene por medio de las   Santas Escri~turas.  Se las cons idera como la Pa labra que Yahvé di r igea su Pueblo. Cier tamente , no es que exis ta una doc t r inateológicamente e laborada acerca de la «inspiración» de losl ibros santos . Pero abundan los tes t imonios que muest ran suor igen divino; su autor idad absoluta , su carác te r sagrado sonadmit idos por todos. Sin esta fe , no exist i r ía ni s iquiera lal i teratura judía de entonces. Pues esta fe no es , ordinaria-

mente , s ino e l comentar io de l t exto indiscut ido. El NuevoTestamento, que es tá c i tando cont inuamente textos bíbl icos ,cons idera como cosa evidente que es Dios quien «habla»en las Escri turas   4.

La l is ta de los l ibros recibidos como «Escri tura santa» seha l la f i j ada en su conjunto . Recordemos que exis te di fe ren-cia entre Palest ina y la Diàspora, en cuanto a este punto devista (p. 301). En Palest ina existe todavía un poco de vaci-

lación en la f i jació n. Y , así, ha rá fa l ta qu e se tom e un adecisión en el Sínodo de Jamnia (en el año 90) para quedesaparezca toda duda con respecto al Eclesiastés y a l Cantarde los Cantanres . Pero se ha adqui r ido absolutamente la cer te -za de que existe un «canon», y por tanto una diferencia radicalentre c ier tos l ibros t radicionales y todos los demás, ya quelos unos son «l ibros santos» y los otros no. Hay que tener encuenta que e l d i scernimiento no se rea l izó por medio de una

autor idad cons t i tu ida , como por e jemplo la de los rabbís ;s ino que las convicc iones fueron obra de toda una hi s tor ia ,de toda una vida colec t iva : e l Pueblo de Dios , grac ias pr in-

4  Véa se las observaciones que h icim os e n  Parole de Dieu,pp. 56-57.

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378 LA ERA CRÍTICA

¿pálmente a su orac ión, a su piedad y a su cul to l i túrgico

—lo hemos ido obse rvando— descubr ió los l i b ros i nsp i rados ,como por un ins t in to profundo, en e l cua l es l í c i to reconocera l Espí r i tu mismo de Dios .

La ut i l ización de las Sagradas Escri turas no carecía de pe-l igros : poseer escr i tos emanados de Dios , venerar los , tomar loscomo ley suprema y regla de vida , puede hacer olvidar queDios ha hab lado por mediac ión de hombres , y que por con-s iguiente hay que tener en cuenta la manera con que loshombres se han expresado . Podemos o lv ida r t ambién que l aRevelac ión tuvo lugar en la h i s tor ia , según de terminada eco-nomía progres iva ; y que , por es to , hay que tener en cuentala época de composición de los textos. El descuido de esteaspec to humano e hi s tór ico de las Escr i turas te rmina porno ver —como quien dice— s ino la mater ia l idad de l t exto ,separado de su sent ido, y por convert i r lo en algo cuasi divino.Así , cua lquier vers ículo , fuera de su contexto , cua lquier pa-labra , incluso fuera de la frase que la cont iene, se convierteen va lor absoluto y adquiere autor idad divina . Es te abuso esl lamado «l i teral ismo», y consiste en que el lector se estanqueen la « le t ra», con des t r imento de l verdadero contenido 5 . Nopodemos decir que, en Israel , se haya evi tado siempre esteescol lo. Sin embargo, sería una calumnia decir que la exége-sis de los doctores se hacía s iempre de esta manera. En efecto,los doc tores tenían suf ic iente sent ido de Dios y de la Tradi -c ión, para tener también e l verdadero sent ido de las Escr i -turas . Y jamás se proc lamó of ic ia lmente en e l Juda ismo quese podía sat isfacer las exigencias puramente c iegas de la«le t ra», y no tener en cuenta pr imordia lmente las enseñanzasexpresadas y e l espír i tu s ignif icado por los textos.

Por lo demás , no fa l tan los tes t imonios : exis te toda unaliteratura judía  con temporánea , fue ra i nc luso de l a que hemos

mencionado como las apocal ipsis y las obras apologét icas quese estaban escribiendo desde hacía uno o dos s iglos. Son losescri tos l lamados «rabínicos»: se t ra ta de una l i teratura escri -ta en hebreo, procedente de los sec tores e rudi tos de l Juda ismo

5  Véase e l estudio de este punto en  Parole de Dieu,  p. 98.

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L A F E D E I S R A E L 379

ora pa les t inense ora babi lónico, cuya redacc ión propiamentedicha apenas es anterior a l s iglo II de nuestra era , que con-t iene e lementos más ant iguos , pr inc ipa lmente numerosas sen-tencias de doctores o escribas del siglo I.

Los escr ibas , en ac t iv idad desde hac ía mucho t iempo (esdec i r , desde la época de l Des t ie r ro) , cont inuaban sobre e lTexto sagrado y sobre las t radic iones de Is rae l su labor mi-nuciosa de exégesis , de expl icación y de conclusiones práct i -cas para los casos diversos que se iban presentando. Se com-pusieron de es ta manera los  midrashim  (p. 27 7), a los q uedenomina «aggadoth» cuando son glosas acerca de la h i s -tor ia , de carác te r narra t ivo y homi lé t ico, que pre tenden daruna enseñanza de piedad o de edif icación; se les l lama«halakhoth» cuando se t ra ta pr inc ipa lmente de aná l i s i s ydeducciones a part i r de textos jurídicos de la Escri tura , segúnun género emparentado con las cont rovers ias de escue las , yque te rmina formulando reglas prec i sas en e l orden r i tua l omora l . Es te género «ha lakha», que se desarrol ló más todavía ,dio la Mishna» (= repe t ic ión) que es una colecc ión de solu-ciones casuíst icas , la Tosefta (= adición) que reedi ta la Mishnay la com ple ta , el Ta lm u d ( = es tudio) q ue es un com entar iode l a M ishn a . D ebem os seña la r , además , el T a r gu m ( = t r a -ducción) que no es sólo una versión aramea de las Escri turashebra icas s ino que además cons t i tuye una verdadera pará-frasis de las mismas.

En su conjunto , es ta l i t e ra tura rabínica se presenta comoel proceso-verba l de las d i scus iones que se han cruzado ent relas escuelas o c í rculos de teólogos moral is tas . No deberíamosasombrarnos de encont rar en e l la repe t ic iones , pareceres di -versos e inc luso cont radic tor ios . El género es , evidentemente ,muy desconcer tante para los que no se han fami l ia r izado coné l 6 . Pero, además de l conocimiento concre to que se adquierede esta manera, acerca del ambiente judío en los a lbores de

6  Nada vale tanto como una experiencia directa y personal . Muypocos textos han sido traducidos al francés. Sin embargo, podemosencontrar muchas cosas en BONSIRVEN,  Textes rabbiniques des d euxpremiers siècles chrétiens  (P.I .B. , Ro m a 1955). Alg un os textos inte-resantes pueden verse también en FLEG,  Anthologie juive  ( F l a m m a -rion, 1951).

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380 LA ERA CRÍTICA

nuestra era: esta l i teratura revela las l íneas principales del

pensamiento judío . Es te permanece , s in duda a lguna , dent rode la corr iente autént ica de la Tradic ión; es tá hac iendo con-t inuas referencias a la Bibl ia y le es est r ic tamente f ie l , aunqueno evi ta s iempre las est recheces de interpretación, como yahemos observado. Lo pr inc ipa l es que es tos escr i tos dan tes-t imonio de una mora l s in par , que en vano buscar íamos enlas maneras de vivi r de los demás pueblos contemporáneos ,con excepción —no obs tante— de c ie r tos sec tores f i losóf icos

como el de los sabios estoicos (p. 339).

L a  moral  judía es tá esenc ia lmente representada por e l De-cá logo, comprendido según la enseñanza de los Profe tas ySabios. Es, ante todo, una moral re l igiosa. Se deriva de lasre lac iones ent re Dios (cuyos derechos son reconocidos porencima de todo, y que se manif iesta tanto por su exigenciascomo por su bondad miser icordiosa) y e l hombre l ibre que

vive en una comunidad que es e l Pueblo par t icular de Dios .Así , pues, toda esta moral se hal la fundada sobre la Al ianza.

Podemos hacer notar a lgunos puntos que causan espec ia lasombro: e l cuidado y respe to de la verdad, l a búsqueda dela just ic ia , e l amor s incero y efect ivo del prój imo (consideradocomo «hermano») , e l respe to de la mujer , e l horror a l aesclavi tud, e l sent ido de la renuncia , un cul to real de la cast i -

dad ( ta l es e l sent ido de numerosas prescripciones re la t ivasa la moral sexual) . De esta manera se desarrol ló un agudosent ido de la l ibertad y de la responsabi l idad, del valor delos ac tos personales y de la sol idar idad de los hombres ent resí , tanto para su salvación como para su perdición. En nin-guna par te se poseyó más e l sent ido de l pecado y de su gra-vedad. No forzar íamos mucho las cosas , s i d i jé ramos queIsrae l es quien ha enseñado a l mundo es te sent ido. La com-

probac ión de la univers idad de l pecado presenta , por ot raparte , una vis ión t rágica de la vida humana. Pero Israel en-cuent ra s iempre en su Dios , y en una e laborada doc t r ina dela expiación y de la aceptación por parte de Dios de víct imasde sus t i t uc ión , un d inamismo profundo y una robus t a sa ludmoral . La insis tencia en la necesidad de «convert i rse» muestrahasta qué punto esta doctr ina de vida l legaba hasta las pro-

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L A F E D E I S R A E L 381

fundidades de l hombre , has ta sus in tenc iones y has ta e l cora-

zón de su l iber tad.Sin embargo, en un punto no se cons iguió e l equi l ibr io:se de tes ta a los ext ranjeros ; y son ra ros los esfuerzos quelos Judíos rea l izan para comprender los . Es to se expl ica ; aun-que , a l a vez , es muy lamentable . El pueblo «escogido» te r -m inó por concebi r de sí un a sobrees t imación te r r ib le m en teexclusiva. Y, a l verse obl igado a defenderse en medio de unmundo a l que sus s ingular idades escandal izan o exasperan,

l lega a ser tan host i l a los extranjeros, que se imagina queéstos son también aborrecidos por Dios y están excluidos detoda esperanza de salvación.

Esta ac t i tud con respec to a los ext ranjeros encuent ra unode sus pilares en el  mesianismo  y la escatolo gía, tal com o losconcibe la mayor parte de la población judía .

La expec tac ión mesiánica es un hecho pa tente ; sus indic ios

se ha l lan por doquier . Es a rdiente y genera l , pero es muchomás v iva en los ambien te s popula res y p rofundamente re l i -giosos que en los c í rculos ar is tocrát icos e intelectuales a lest i lo de los saduceos. Sin embargo, e l Mesías no t iene enes ta gran esperanza una f igura muy def inida . Se sabe que e lMesías ha de ser susc i tado por Dios ; que ha de es ta r dotadode prerrogat ivas excepcionales; que ha de ser rey y jefeglor ioso de su pueblo, l iberador de Is rae l t r iunfante , juez de

todos los hombres, y que ha de sentarse a la diest ra de Dios.Pare ce com o si l as m iradas es tuviesen f i jas , m eno s sobre

la persona de l Mesías que sobre su t i empo y su obra . Los«días de l Mesías» son concebidos f recuent í s imamente comouna era de fel ic idad prodigiosa, inagurada por la victoriasobre las «naciones» y la restauración de Israel en Tierrasanta . Las señales precursoras son las de la apocal ípt icaclásica: t r ibulaciones, catacl ismos, desórdenes de todas c lases.Hay, pues, que pract icar la vigi lancia y la paciencia . Después,vendrá e l Reinado de Dios , l a mani fes tac ión o glor i f icac ióndel Mesías , e l cast igo de los impíos, la conversión o des-t rucc ión de los paganos , l a reagrupac ión de los «santos»reunidos en torno a Dios, en medio de la a legría y la sobre-abundancia de todos los bienes . Pero los «úl t imos t i empos»son también la e ra de una renovación inte r ior y mora l , de

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382 L A E RA CRÍT ICA

una vida nueva en e l espí r i tu . Se aguarda , pues , una «reden-

ción» y se espera un «salvador». Todo esto se hal la «en elai re». Pe ro en este terre no las ideas no son ple na m en te c laras .No lo son tampoco perfec tamente en lo que se re f ie re a l

más allá  de la vida presente y a l término de la his toria . El«sheol», es dec i r , l a mansión subter ránea y sombría adondevan a parar los muertos, no t iene ya el a t ract ivo que teníaen las ant iguas concepciones t radicionales de Israel . Lo im-portante s igue s iendo el tener «sobre la t ierra» una descen-

dencia . Se concibe s iempre a los hombres colec t ivamente ,como pueblo. Pero es c ie r to que , según una evoluc ión que secont inuaba desde las ref lexiones de los Sabios postexí l icos,ahora se s iente también la preocupación por la suerte del in-dividuo más al lá de la tumba. Y la «vida eterna» es e l objetode una fe sól ida, de una f i rme esperanza, a la manera conque la expresa e l após tol Pablo (2 Cor 5 , 1-8: es tos té rminosson tan judíos como cris t ianos) . De manera general se s igue

fie l a la vigorosa noción semít ica del hombre concreto e indi-vis ible (p. 47): concepción contra la cual no lograría prevale-cer o t ra concepción ( inspi rada en e l pensamiento gr iego) deun alma inmortal que hubiera de sobrevivir «separada» delcuerpo, después de exper imentar l a muer te . De ahí l a c reen-c ia —bastante genera l izada— en la resurrecc ión. Algunos in te -lectuales de poca fe , como los saduceos, no la admiten. Peroes c la ramente profesada por los fa r i seos y por e l pueblo que

les seguía . Claro está que este dest ino personal no es concebi-do fuera del dest ino colect ivo s in referencia a l cumplimientoy consumación de la his toria : ha de real izarse dentro del re inof u t u r o .

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C A P Í T U L O X I

LA NUEVA ALIANZA

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I

J E S U S   1

«El año quince de l pr inc ipado de Tiber io César , s iendo go-bernador de Judea Poncio Pi la to , t e t ra rca de Gal i lea Herodes(Ant ipas) , y Fi l ipo, su hermano, t e t ra rca de la región I turea

1  Nunca hemos exper imentado tanto como aquí e l sent imiento denuestra insufic iencia :  ¿cómo podremos hablar con exactitud, so-briedad y f idel idad profunda, acerca de Cristo Jesús? No hacefalta insist ir en que hay que releer los Evangelios (que no debemostomar, c laro está, por «biografías») . Contrariamente a la costumbreseguida a lo largo de la obra, no refrendaremos generalmente nues-tras afirmaciones o descripciones con citas de los textos bíblicos.Sería una cadena interminable de c itas . Cada cual encontrará consuma faci l idad los textos a los que aludimos.

Entre las vidas de J esús, pod rem os recom enda r las s iguientes :DANIEL-ROPS,  Jesús en su tiempo  (vers, esp.), Barcelona 1956.FERNÁNDEZ, Á.,  Vida de Jesucristo,  2 .a  ed. , Madrid 1954.FILLION,  Vida de nuestro Señor Jesucristo  (vers, esp .), 7.A  ed. es-

pañola puesta al día por Juan Leal, S. I. , Madrid, 1959.DE GRANDMAISON,  La personne de Jésus et ses témoins,  Paris

1957. (En español tenemos la traducción de una version anteriorde esta obra :  Jesucristo. Su persona, su mensaje, sus pruebas,Barcelona 1932.)

LAGRANGE,  El Evangelio de N. S. Jesucristo  (vers, esp.), Ba rce-lona 1942.

LEBRETON,  Vida y doctrina de Jesucristo N. S.,  4.

A

  ed. esp. se-gún la 19.a  ed. francesa, Madrid 1959,PRAT,  Jesucristo  (vers, esp.) , M éx ico 1948.RICCIOTTI,  Vida de Jesucristo  (vers, esp.), Barce lona, nu m eros as

ediciones.WILLAM,  La vida de Jesús  (vers, esp.) , Madrid 1954.Son muy interesantes también los estudios (de orientación, más

bien, filosófica) de JEAN GUITTON,  Jesús  (vers, esp.) , Madrid 1958;El Problema de Jesús  (vers, esp.), Madrid 1959.

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386 L A NUE VA AL IANZ A

y Traconí t i de . . . , ba jo e l pont i f i cado de Anás y Ca i fá s , l a pa -

labra de Dios fue di r ig ida a Juan, h i jo de Zacar ías , en e ldes ie r to . Y (Juan) recorr ió toda la región de l Jordán proc la-mando un bau t i smo de a r repen t imien to pa ra l a r emis ión delos pecados»» (Le  3,  1-3) .

En un pa ís agi tado por tantos torbe l l inos y conmovido portantas sacudidas, que sólo se preocupa de resis t i r a la inge-renc ia ext ranjera y sueña más que nada con la l iberac ión na-

cional , en un país , por ot ra parte , que no asis te a la primeramani fes tac ión de un predicador ambulante o de un caudi l lode m uc he du m br e s : se e nc ue n t r a n — n o obs t a n t e — pe r s ona sque se dir igen hacia e l val le bajo del Jordán para escucharpa labras que no ha lagan a nadie . Porque es te «baut izador» eshombre rudo y severo. Golpea con e l hacha de su pa labra lara íz de los males que los pecadores padecen, sumerge a susinvi tados en el r ío como señal del cambio de sus vidas y lesanuncia una venida : «Preparad los caminos a l Señor .»

En es ta región vec ina de l Mar Muer to se conocía a fe rvoro-sos ascetas del agua puri f icadora que l levaban una vida aus-te ra de comunidad. Pero no a t ra ían a las mul t i tudes , s ino quemás bien procuraban evi ta r l a presenc ia de las personas co-r r ientes (p . 369) . En cambio, e l nuevo predicador se di r ig ía atodos s in di s t inc ión. Es verdad que Juan no debía de ignorara los monjes, cuyo monasterio central —-si tuado a a lgunos

ki lómet ros de di s tanc ia— dominaba la p laya iner te de l l agosalado. Y pudo quizás aprovecharse de su severa regla , de suprofunda piedad, de su anhelo de perfecc ión y de a lgunasde sus práct icas. Sin embargo, Juan no era esenio. Iba y c la-maba , como inspi rado, consc iente de una mis ión nueva , e in i -c iando un camino or igina l . Recogía di sc ípulos y los formaba .

Pero ahora ocurre una cosa cur iosa : e l Baut i s ta de ja que

a lgunos di sc ípulos suyos se marchen en seguimiento de ot rojoven maes t ro que se había hecho baut izar por é l . Era Jesúsde Naza re t .

En Nazare t , a ldea s in impor tanc ia de la Gal i lea ba ja , Jesúspasó los años de una juventud que El mismo quiso que fuerasenci l la e ignorada. Su famil ia descendía de David; era decondic ión modes t a . Aunque conocemos muy poco de e s t a fa -

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J E S Ú S 387

mi l i a , sabemos —al menos— que l a madre de Je sús , Mar í a ,

desempeñó con respec to a El un papel d i scre to , pero excep-c iona l . Los evangel i s tas , pr inc ipa lmente Lucas y Juan, nosofrecerán a este propósi to indicaciones preciosís imas. Pero,de todo esto, no se sabe nada todavía en los ambientes en quese encuentra y se escucha a Jesús.

Nadie ha vis to a Jesús estudiar en las escuelas rabínicas. Noes di sc ípulo de ninguno de los maes t ros que ahora des tacanen Is rae l . Pero muy pronto se echa de ver que , con la l a rga

prepa rac ión de una juventud re t i r ada , e s t e hombre (que seencuent ra en e l umbra l de la madurez) se ha as imi lado no sólolos Escri turas santas , s ino también las doctr inas de los sectoresmás fe rvorosos ; y que posee har tos conocimientos para juzgarpersonalmente de todas esas cosas y hablar de e l las con de-c i s ión. La gente se da también cuenta muy pronto de queJesús par tenece a l sec tor oscuro, pero hondamente re l ig ioso,de los «pobres», que sólo desean e l cumpl imiento de l Des ig-

nio de Dios sobre su pueblo, que procuran hacer la voluntaddel Señor y suspiran con todos sus deseos por «la l iberaciónde Israel».

«Los t i empos se han cumpl ido», d ice . «El Reino de Dios seacerca.» «Convert ios y creed en la fe l iz not ic ia» (Me 1, 15).Así comienza una predicac ión que va a durar solamente unosdos o t res años y que se desarrol lará casi exclusivamente ent ierra judía . Jesús deja oir su voz principalmente en los

campos de Gal i lea y en la r ibera nordocc identa l de l l ago deGenesare t . S in embargo, v i s i ta t ambién ot ras regiones y«sube» a Jerusa lén. En la Ciudad santa es donde pasará susúl t imos días , antes de su detención y de su muerte en el su-pl ic io, a l rededor del año 30.

El joven profe ta a t rayó de golpe la a tenc ión. Aunque a l pr in-cipio recogió el mensaje de peni tencia de Juan Baut is ta , e l

tono no es e l mismo. Por lo demás, dice las cosas como nadie .Y dice cosas que nadie ha dicho jamás . Sin embargo, es tábien c la ro que Jesús permanece anc lado en la fe t radic iona lde Israel . Invoca s in cesar las Sagradas Escri turas , de las queparece tener una in te l igenc ia asombrosamente segura . Y hablade manera que todos le ent ienden.

Con su palabra y su presencia se mult ipl ican los «milagros»:

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curac ión de enfermos , expuls ión de «espí r i tus mal ignos». E

inc luso los muer tos resuc i tan a su voz . Lo ext raordinar ioacompaña a Jesús y l lega a hacerse a lgo cot idiano. Los test i -gos se s ienten notablemente impres ionados , conmocionados ,a te r rados , a l mismo t iempo que exper imentan viva admirac ióny entus iasmo. Las mul t i tudes se lanzan a su encuent ro . Traena los enfermos para que El los toque y les devuelva la salud.Y Jesús exige s implemente que se tenga fe en El .

En todo pone una cuidadosa di screc ión, rehusando los gran-des éxi tos públ icos y todo apara to y magni f icenc ia en derredorde su persona . No obs tante , obra s in e l menor di s imulo. Einc luso su s incer idad, su f ranqueza de conducta y de pa labrase cuentan ent re los rasgos más asombrosos de una persona-l idad a t rayente , pero que inspi ra respe to y sumis ión. Jesúsno siente ninguna complacencia por e l mal ; y se le ha vis tomontar en cólera de una manera que recuerda a los profe tasde antaño. Pero es bondadoso, s iempre e incansablementebondadoso. Y su energía es se rena . Lo que El anuncia es pazy a legr ía ; lo que El hace es s iempre e l b ien. Las personashumi ldes se di r igen inmedia tamente hac ia El . Y cuando Jesúshabla a los desheredados , a los a t r ibulados , a los humi ldes :es s iempre admirable por su sens ibi l idad y comprens ión, porsu senci l lez y del icadeza. Y siempre está dispuesto a ayudary socorrer .

Se ve bien a las c laras que es un hombre de Dios. Sus«obras» son «señales» de esta verdad; y por c ier to señalesde fuerza excepcional . Jesús ora mucho, a la manera israel i ta ,y también de una manera que le es personal . Exis te , eviden-temente , ent re Dios y El t ina re lac ión s ingular , una comuni -cac ión cuas i in inte r rumpida , aunque sus mani fes tac iones exte-r iores sean senci l las y no espectaculares . Se t iene la impresiónde que nadie ha amado tanto a Dios y le ha «conocido» tanínt imamente en su exper ienc ia re l ig iosa como Jesús , con tansubl ime grado de profundidad y pureza in t e r io r . Toda suvoluntad consiste en «hacer la voluntad del Padre».

Su lenguaje es e l de sus compatr iotas , e l arameo, y hablacomo e l los con f rases cadenciosas , con expres iones concre tasy pintorescas . U t i li za com parac iones fam i l ia res , qu e tom a de

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l a v ida corr iente , de la na tura leza campest re . Las pa labras

que se han recogido de El son var iadas como las c i rcuns tan-cias de la vida. En efecto, es dis t into e l tono de la exhortacióno de la exposición, y dis t into es e l tono de la conversación ode la répl ica . Encont ramos discursos públ icos y conversac io-nes ínt imas. Jesús c lamaba algunas veces a la manera de losprofetas , y con frecuencia hablaba en el tono más senci l lo.

Sus di scursos los pronuncia como hac ían s iempre los locu-tores públ icos en Is rae l : en forma r i tmada , con proposic iones

paralelas y equi l ibradas, lo cual las hace especialmente aptaspara la memorizac ión y la repe t ic ión. De la misma manera ,cuando Jesús inst ruye a sus discípulos o discute con los quele hacen objec iones : sus respues tas lapidar ias —sentenc iassimples y bien acuñadas— se graban en las mentes y l leganas í has ta nosot ros . En resumen, Jesús habla pr inc ipa lmenteal est i lo de los sabios, ut i l izando «meshal im». Es célebre porsus comparac iones desarrol ladas a la manera de re la tos : l as

«parábolas». Este género era corr iente en los rabbís . Pero, enlabios del Maestro, las parábolas l legan a un nivel verdade-ramente i ncomparab le y s i rven ord ina r i amente de comenta r ioa su predicación del Reino de Dios. La ley de este génerol i te ra r io hac ía que las parábolas fuesen s iempre un poco enig-mát icas . Jesús di jo que había escogido adrede es te modo deexpres ión, ya que  no  todos los oyentes podían l l egar de golpea la intel igencia de su mensaje (Me  4,  11 y paral . ) . De todos

modos , j amás se había escuchado a nadie hablar como es tehom br e .

El «evangel io» que se proclama de esta manera, es e l anun-cio de una  religión  totalmente f i l ia l hacia e l «Padre» bonda-dos ís imo de todos los hombres , de un amor f ra te rna l —sinres t r icc ión— de todos los hombres , pero s in compromiso conel mal ; de una sa lvac ión propues ta a todos , y espec ia lmente

de un «Reino» que se inaugura con la venida misma de Jesús ,que es tá en camino de consumarse , que es un programa quehay que rea l izar y un don gra tui to de Dios .

A los temas que eran t radicionales en Israel , desde la pre-dicación profét ica y sapiencial , Jesús les da todo su vigory equi l ibrio, su dimensión total y su orientación defini t iva.La santa Ley de Dios , l ibre de las añadiduras engorrosas y

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para l izadoras que los teólogos de la mora l judía habían mul -

t ipl icado en torno de el la , reaparece en las af i rmaciones deJesús , en consonancia con su inspi rac ión autént ica . La Re-ve lac ión que se había hecho a los Padres y a los grandes por-tavoces de Dios recobra con Jesús su autor idad y su pureza ,su sobriedad exigente y pacif icadora.

Jesús es tá de acuerdo con los mejores maes t ros de Is rae len muchos puntos . De la doc t r ina de los escr ibas y fa r i seosrecoge y hace va le r lo que posee e te rna va l idez y profundidad.

Así ocurre cuando Jesús habla de la verdad y la f idel idad, delas disposiciones interiores , de la rect i tud de la intenciones,de la humi ldad, orac ión y car idad en todas sus formas . Sinembargo, lo expresa todo de una manera renovada y personal .El t es t imonio más impor tante que se ha conservado es e l«Se rmón de l a Montaña» (Mt 5-7) .

Pero no se t ra ta sólo de una «vuel ta a las fuentes». Jesús

no e s só lo un re formador . Aunque pene t ra a fondo en e l sen-t ido de las Escr i turas , aunque le vemos anc lado en la Tradi -c ión san ta de su pueblo : s in embargo , p ropone t ambién másal lá de las verdades y posiciones adquir idas, y en su propionom br e , una  doctrina nueva.  «La salvación viene de los Ju-díos» (Jn  4,  22) : según e l p lan de Dios , su Designio de gra-cia , que había de real izarse en la his toria de los hombres, pasapor Israel , pero sobrepasa a Israel . Jesús t iene conciencia de

haber s ido «enviado» a su pueblo. Pero, ante todo, en estepueblo sus preferenc ias van hac ia los pequeños y los dé-bi les , hac ia los pecadores y perdidos , comprendiendo ent reellos a los agentes del fisco, a los publícanos detestados. Porot ra par te , habla de los no- i s rae l i t as , de los ext ranjeros , delos hombres —cua lesquie ra que sean— como pe rsonas quehan s ido «invi tadas» también a l Reino, como par t ic ipantesposibles de una «salvación» que desde ahora se ofrece a todos

los hombres s in dis t inción. Finalmente , esta salvación, s inmiras pol í t icas , se da a todo aquel que cree. Pero la fe esuna f idel idad que s ignif ica compromiso, caridad. Hace fal ta ,pues , una profunda convers ión de l corazón, una renuncia des í mismo, según e l e jemplo de l Maes t ro que convier te e lp recep to de l amor en un «mandamiento nuevo» .

Hay otra cosa nueva en la doctr ina de Jesús, y es la   manera

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con que habla de  su propia persona.  Exige que se tenga fe

en El . Se a t r ibuye a s í mismo un papel mis te r ioso tanto ensus re lac iones s ingulares con «su Padre» y en su mediac iónent re e l Padre y los hombres , como con respec to a toda lahumanidad y en orden a la sa lvac ión de l mundo. En e l «Rei -no», de l que Jesús nos habla , su pues to es de te rminante , in-dispensable , soberano. ¿Será El e l Mesías , «aquel que ha deveni r»? Je sús no re sponde d i rec t amente a e s t a p regunta ; de j aque l a s a lmas vayan madurando , que busquen y l l eguen adescubr i r . Nadie ha respe tado tanto la l iber tad que se pro-nuncia en e l in te r ior de cada individuo. Empero Jesús se com-por ta como ese «Cris to». Ut i l i za y permi te que se ut i l i cena propósi to de El c ie r tos té rminos que no de jan lugar a dudasobre este punto. El t í tulo que El prefiere es la misteriosaexpres ión de «Hi jo de l Hombre» , que t i ene un sen t ido ex-cepcionalmente mesiánico y penet ró en la t radic ión judía conel l ibro de Danie l (p . 326) , pero que permanece enigmát ica .Despierta con el lo la a tención sobre su origen divino y sobresu t rascendencia , aun conservando su mis te r io , que únicamen-te la fe ha de reconocer.

Son numerosos los que comprendieron a lgo de es to , y es ta -ban decididos a «seguir le» y a poner en práct ica sus palabras.Son numerosos t ambién los que no l l egaban a comprender .En cuanto comenzaban a cons ide ra r l e rea lmente como e l Me-s í a s p romet ido , su mente se quedaba —sin duda— perp le j a :

ningún apara to exter ior , nada de preocupaciones pol í t i cas , n iuna pa labra cont ra e l ocupante ext ranjero , n i sombra de losproyec tos de revoluc iones y l iberac ión nac ional , de los pro-digios fas tuosos que obses ionaban a las imaginac iones y quemuchas personas —>no sólo de l e lemento popular— aguarda-ban para los «úl t imos t i empos».

Jesús no se l imita a anunciar , s ino que comienza una cosa.Había escogido disc ípulos que es tuvieran más espec ia lmente

adher idos a su persona , verdaderos amigos con los cua les po-see una conf ianza to ta l . Son una docena , no de e rudi tos doc-tores , s ino de t raba jadores ga l i l eos , aunque var ios hayan for-mado parte de los c í rculos fervorosos, esenios, zelotas u otros,que nada desean tan vivamente como e l cumpl imiento de laspromesas de Dios . Así , pues , con e l los e l Maes t ro funda su«ekklesía», es decir, la  comunidad  fra tern al en la cual se co n-

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gregarán todos los que crean en El . Jesús les declara sus

condiciones, que son esencialmente la fe y la caridad, y es-pec ia l í s imamente la l ey de l perdón: e l perdón de Dios hac ialos pecados de los hombres , e l perdón de los hombres ent re s í .Jesús , que se toma e l t i empo necesar io para formar sus di s -cípulos, va abriendo poco a poco su intel igencia a una vis iónnueva del mundo y de la salvación que El viene a real izar ,sugi r iéndoles progres ivamente e l drama en que todo es to seha de cumpl i r . Y de es ta manera les va preparando para ser

a su vez los anunciadores de este «evangel io», los mensajerose implantadores de su Iglesia .

Las muchedumbres vendrán a E l , f r ecuentemente i nvadidaspor e l entus iasmo. Y le conservarán s iempre s impat ía has tael f in. Pero Jesús no puede contar con el las , con una adhesiónque ve rdade ramente l a s comprometa . Son incapaces de pene -t ra r t an rápidamente en su mis te r io . No es tán preparadas paraentrar efect ivamente en una nueva vida. La f idel idad del pe-queño grupo de sus amigos es , por e l momento, un éxi to su-f ic iente .

Entre los doctores israel i tas hay algunos que respetan yaman a es te joven maes t ro tan noble . Pero, de manera genera l ,Jesús sólo encuent ra —por par te de los in te lec tua les y di r i -gentes judíos—dif icul tades , cont radicc ión, res i s tenc ia ,  nega-tivas.  Es verdad que , como Jesús mismo dice , hay que es ta r

o en favor o en contra de El . Los que se le oponen, a l darsecuenta de que es i rreduct ible , se convierten en adversarios su-yos dec larados . Muchos fa r i seos adoptan a es te propósi to unaacti tud semejante a la de los saduceos y del al to clero.

El gran mot ivo de que ja es que Jesús es un novador . Laspersonas que ocupan un cargo y los maes t ros de l pensa-miento se cons ideran s iempre como los representantes de laor todoxia y los guardianes pa tentados de la Tradic ión, con-

fundiendo fác i lmente a la una y a la o t ra con su pos ic iónpe rsona l y t omando pa r t i do cont ra t oda novedad . Ahora b i en ,está c laro que la predicación del profeta gal i leo exige quehaya cambios. Existe un punto en el que parece con especialrel ieve que Jesús hace y deshace a su gusto: las observanciasr i tua les . Es verdad que permanece f ie l a l a Ley de Moisésy mant iene absolutamente la autor idad de la misma. Pero da

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de el la una interpretación que los far iseos no aceptan. Y,

sobre todo, Jesús no confunde la Ley con e l r i tua l i smo far i -sa ico que sobrepasaba los preceptos de la Ley. Es ta l iber tadles i rr i ta . Y, después, la manera con que Jesús conversa contodos, la predi lección que muestra hacia los ignorantes yhac ia todos los que sufren, que e ran cons iderados por los«puros» como pecadores y cas t igados , cont r ibuye a agravar e lconf l ic to . F ina lmente , e l indiscut ible éxi to de su predicac ión,de sus milagros y de su labor benéfica con las poblaciones,

la influencia que ejerce sobre aquel las personas a quienes losjefes de la opinión se reservan exclusivamente e l derecho dedir igi r , no puede menos de susci tar celot ipia .

La opos ic ión se mani f ies ta desde muy pronto y va aumen-tando. Los adversar ios de Jesús se dedican s i s temát icamentea repl icar le y combat i r le . Indudablemente no son numerosos ,pe ro t i enen mucho pode r . Te rminan por adopta r una dec i -s ión: desembarazarse de aquel hombre que les moles ta .

Jesús lo sabe . Lo más sorprendente es que es to parece for-mar par te de su programa, de su mis te r io . No evi ta n i pro-voca; camina hacia a lgo que «tenía» que l legar , hacia su«hora». A par t i r de c ie r to momento convier te también es tetema en mater ia de re f lexión para sus amigos . Pronuncia pa-labras ext rañas que e l los no comprenden, que les escandal izan.Pero Jesús las repi te . Esto hace pensar en el «Siervo dol iente»

del Segundo Isa ías . Jesús parece caminar consc ientementehac ia un mis te r ioso  sacrificio  de importancia decisiva. Los«suyos» no quieren aceptar t a les pensamientos .

En Gal i lea , le jos de los sumos sacerdotes y de los c í rculosdir igentes , Jesús se hal laba rela t ivamente a l abrigo de un ata-que serio contra su persona. Pero ahora se dir ige a Jerusalény no vaci la , esta vez, en entrar en la c iudad, haciéndoseac lamar públ icamente como e l Mesías . En las a l tas esferas

se comprende que ha l l egado e l momento de in te rveni r . Alcabo de algunos días , una noche Jesús es detenido y l levadoante e l Sanhedr in , que l e condena por b l a s femo: p re t endeser Mesías e Hi jo de Dios . Como la pena de muer te no podíae jecutarse s in la dec is ión y concurso de l procurador romano,se acude a Poncio Pi la to y se pre tende convencer le de que set rata de un agi tador pel igroso para la seguridad del Estado.

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Pi la to también lo condena . Jesús es c ruc i f icado y , rodeado de

a lgunos amigos , cerca de María su madre , muere .

Los di sc ípulos huyeron a te r rados , con la angust ia en e la lma. Todo había te rminado. Ya no había que aguardar s inoque el terror y la vergüenza de los discípulos, la emociónde otros test igos y la pesadi l la e inquietud de los responsablesfueran cayendo poco a poco en e l o lvido.

Is rae l había vi s to y escuchado ot ros pre tendientes a la me-

s ianidad. Es te úl t imo, es verdad, no podía compararse conel los. Había planteado gravísimas cuest iones a l Judaismo, cuyaproblemát ica parec ía dominar , como s i quis ie ra prec ipi ta r sucr i s i s . A es te Is rae l abrumado y entorpec ido por sus cos tum-bres como un f inanciero con sus cuentas , t rabajado por ener-gías que procedían tanto de la sangre y de las impacienc iascomo de l corazón y de la orac ión: Jesús le había propues touna paz que no provenía de es te mundo y un Reino de fe l i -

c idad para los desgraciados.Pero al día s iguiente de la Crucif ixión, e l Judaismo cont i -

nuaba s iendo e l mismo, r ico de va lores y pr inc ipa lmente de sufe ; a rdiente , d ividido, s ingular ent re todos los pueblos y s iem-pre a tormentado. Y los que habían esperado, a tentos por unmomento a las pa labras de l joven profe ta , no tenían ya nadanuevo que aguardar . Es te Mesías «no había tenido suer te».Ahora bien, e l f racaso s i rve de veredic to ent re los hombres .¿Y  qué s igni f icaba aquel la pequeña aventura en medio de lagran hi s tor ia? La mayor ía no habían oído hablar de nada .La his toria , pues, se disponía a cont inuar s in Jesús.

Pero he aquí que también El cont inúa . A las dos fechas de ld í a fa t a l , una no t i c i a ex t raord ina r i a se d i funde repen t inamentepo r e l c í rculo de sus am igo s : ¡Jesús ha  resucitado  de ent re

los m u er to s Sale a l en cu en tro d e los suyos y éstos le reco-nocen. El ya lo había dicho, c ie r tamente . Pero no por esoe l acontec imiento es menos emocionante y conmovedor . Mástodavía : es un acontec imiento reve lador . Se es tá rea l izandolo que el Maestro había anunciado a sus discípulos. Y éstos,de repente , e fec túan e l descubr imiento esenc ia l í s imo: e l des-cubr imiento , no sólo de l carác te r autént icamente mesiánico,s ino también de la t rascendencia , de la divinidad de Cris to.

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A lo la rgo de unas cuantas semanas , durante las cua les se

muest ra a sus di sc ípulos c ie r to número de veces , Jesús com-ple ta sus enseñanzas , l es t rasmi te sus cons ignas , l es prometeuna escepcional venida de l Espí r i tu de Dios y su propia per-manencia ent re e l los . Y los envía por e l mundo a «predicarel Evangel io a toda cria tura». Después, deja de estar vis ible .La Igles ia se ha fundado y su hi s tor ia comienza .

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I I

L A I G L E S I A   1

Después de la par t ida de l Maes t ro , los di sc ípulos y amigosde Jesús , los «Doce» y c ie r to número de personas , con Pedroa su cabeza , en compañía de María , no cesaron de ser buenosJudíos, piadosos, f ie les a las observancias acostumbradas  delJudaismo,  asiduos a la oración y al Servicio re l igioso del Tem-plo. No pre tendían separarse de sus hermanos en la fe deIsrae l . No se inquie taban en cuanto a la or todoxia , parec íaninc luso más conformis tas que e l mismo Jesús y no tenían ladi f íc i l personal idad de Aquél . Por lo demás , su humi lde con-dición les servía para no atraer apenas la atención sobre sí .Exist ían, s in duda, c ier tas s ingularidades en su manera dehablar , t a les —por e jemplo— como hablar de l Nazareno cua ls i fuera e l Mesías enviado por Dios a Is rae l , resuc i tado deentre los muertos y que ha entrado ya en la fase de existenciacelest ia l , según los anuncios mesiánicos (Act 2, 32-33;  3,13- 26 ;  5,  30-32) . Exis t ían también las par t icular idades de sucomportamiento, que cons is t ían pr inc ipa lmente en ce lebrar

1  Naturalmente, casi todas las fuentes que utilizamos son cris-tianas. Los Hechos de los Apóstoles ocupan, entre todas estasfuentes, un puesto privilegiado. Su valor histórico es de primerorden; pero debemos tener en cuenta —claro está— su carácterliterario. Para comprender este carácter literario, tendremos queaguardar al capítulo siguiente, en donde lo estudiaremos expresa-mente. La gran parte que dedicamos a la actividad de San Pablo,se debe al hecho de que estamos muy bien informados sobre estepunto, y muy poco sobre otros.

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reuniones pr ivadas y hacer más vida de comunidad que ot ros

(Act  2,  42-47) . Además , predicaban una sa lvac ión por mediode la conversión y el baut ismo (Act 2, 38-40). Pero nada deesto iba más al lá de las variantes del pensamiento, de las act i -vidades y maneras de vivir que entraban sin dif icul tad en loscomponentes múl t ip l e s de l Juda i smo.

Es verdad que la ar is tocracia sacerdotal , con los saduceos,no es taba absolutamente t ranqui la con respec to a es tas per-sonas que glor i f icaban a quien e l la rec ientemente había con-

denado, y que le imi taban has ta e l punto de hacer mi lagrosigual que El (Act  3,  6 - 1 1 ;  5,  12 - 16 ;  8,  7) . Algunas adver-tencias y castigos les sirvieron de aviso (Act  4,  1 - 3 2 ;  5,  18,40) . Pero di s f rutaban de l favor popular y rec lutaban adeptos(Act  4,  2 1 ;  5,  13-14) . Muchos fa r i seos y sacerdotes no sa-duceos exper imentaban s impat ía hac ia es tas personas piadosasy val ientes . Y se convert ían a su manera de ver y vivir (Act   6,7 ;  15,  5).

El número de los que escuchan e l Evangel io predicadopor Pedro y los após toles y se adhieren a su comunidad, vac rec i endo ráp idamente (Ac t 2 , 41 , 47 ;  4,  4 ; 5 , 14 ;  6,  1, 7).Se organizan para la oración y la enseñanza (Act  5,  42) , parareun i r en co m ún sus bienes (Act 4 , 36 -3 7; 5 , 1-2 ) , y para losservicios de beneficencia (Act  6,  1-2) . Los apóstoles se con-sagran muy pronto únicamente a l «servic io de la Pa labra».

En su  enseñanza,  como vemos ya en los pr imeros di scursosde Pedro , su g ran an imador (Ac t  2,  1 4 - 4 0 ;  3,  12-26) : su feen Cr i s to Jesús busca expres iones . Se s i rven de la t e rmino-logía bíbl ica t radic iona l , t anto más que c i tan incesantementelos textos de la Escri tura que Jesús se apl icaba y cuya t ras-cendencia profé t ica van comprendiendo ahora (Joe l  3,  1 - 5 ;P s  2,  1 - 2 ;  16,  8 - 1 1 ;  110,  1 ;  118,  2 2 ; D t  18,  15, 19; Is  53,7-8). La afi rmación esencial es que Jesús es «el Señor»; está

«a la diest ra de Dios»; a El como a Dios se le deben «elpoder» y «la gloria». Se ora a Jesús como se ora a l SeñorDios (Act 7 , 59;  8,  24) ; se bau t i za en su Nombre (Ac t  2,3 8 ;  8,  16) ; en su Nombre se rea l izan mi lagros (Act  3,  6 ,1 6 ;  4,  10-12, 30). Así , desde los primeros meses que s iguie-ron a la Resurrección, existe y se va difundiendo la «rel igiónde Jesús», e l «Cris t ianismo». Además , los após toles y todos

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sus discípulos son conscientes de recibir e l «Espír i tu Santo»

que Jesús había promet ido enviar les , y a lgunas de cuyas ma-nifestaciones son especialmente notables (Act 1, 5, 8; 2, 4;4,  31; 5 , 32; 6 , 5 , 10; 7 , 55;  8,  15-18).

En relación con la fe t radicional de Israel , tenemos aquíev iden temente a lgo más que un ma t i z , t enemos a lgo ve rda -deramente nuevo. Va a ser di f íc i l evi tar las  dificultades  yconfl ic tos con el Judaismo ofic ia l .

El conf l ic to comenzó por par te de los c r i s t i anos que se ha-bían rec lutado ent re los judíos menos es t r ic tos en cuanto a laLey y de espí r i tu bas tante ampl io , or iginar ios de fami l ia o am-bientes he lenizados , de cul tura y lengua gr iega . Por e l pron-to, en relación con los Doce e incluso con los cr is t ianos pro-cedentes de l Juda ismo pa les t inense , y s iguiendo la t rayec tor iade una evolución que habría de real izarse , estos «helenistas»—como se l e s l l amaba— pensaban que en I s rae l hab ía mu-

chas cosas que es taban ya ant icuadas . Aunque no tenían to-davía la idea de sa l i r de l Juda ismo, esbozaban ya —al me-mos— en l a comunidad judeoc r i s t i ana un movimien to deemancipac ión que tendrá tendencia a acusarse cada vez más .

Parece que los «he lenis tas» cons t i tuyeron un grupo dis -t into, presidido por los «Siete» (Act  6,  1-7 ) . U n o de e l los ,Es teban, que e ra par t icularmente agres ivo en las d i scus iones

con ot ros Judíos y que per tenec ía a los miembros de la Diàs-pora que moraban en Je rusa l én , fue de t en ido y en t regado a lSanhedr in . Sus violentas pa labras , pr inc ipa lmente cont ra e lTemplo, l e va l ie ron ser condenado a la pena de lapidac ión   2.E l grupo sol idar io de Es teban fue expulsado de la c iudad porlas autoridades judías . Los Doce y los otros cr is t ianos, cuyas

2  Es difícil establecer la cronología: el asunto de San Estebandebió de ocurrir —según unos— pocos meses después de la muertede Jesús, en el año 30 ó 31; y —según otros— varios años después,hacia el 36-37. Parece que esta última fecha es preferible: el des-arrollo del Cristianismo en Jerusalén parece exigir un tiempobastante largo, y la destitución de Pilato (en el año 36) explicacómo (al contrario de lo que sucedió con Jesús) Esteban pudo sercondenado a muerte por sólo el Sanhedrin.

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t endencias más conservadoras e ran bien conocidas , y que —sin

desaproba r a l os «he len i s t a s»— se hab ían manten ido a l mar -gen de es te asunto, no fueron moles tados (Act  6, 8-8,  3).

Es ta di spers ión fue ocas ión de la pr imera di fus ión de lCr i s t i an i smo  juera de fudea.  En Samaría , a lo largo de lacos ta medi te r ránea , has ta Ant ioquía y Chipre , los judeocr i s -t i anos he lenis tas anunciaron a l Señor Jesús (Act  11,  19). Dees te modo, en t i e r ra pagana , y par t icularmente en la gran me-

t rópol i s i r i a , se funda ron comunidades , e . d . pequeños gru-pos de c reyentes , focos de vida c r i s t iana y de i r radiac ión evan-gé l ica . Ot ros cent ros c r i s t i anos aparec ie ron también muy rápi -damente en Ga l i l ea , Damasco , Ale j andr í a y Roma . Los Docey la iglesia de Jerusalén daban su aprobación. Los apóstolesmismos comenzaban a l l evar e l Evangel io fuera de la Ciudadsanta (Act  8,  4 - 4 0 ;  9,  43) . Pedro hace en tonces una expe -r ienc ia de gran impor tanc ia : baut iza a un no- judío , a l centu-r ión Corne l io . Y la cosa es admi t ida por la comunidad deJerusa lén. Es verdad que es te baut izado vivía prác t icamentea la judía , y que su caso podía parecer excepcional (Act  10,1-11, 18) . S in embargo, e l problema de la adhes ión di rec tade los no- judíos a l Cr i s t ianismo se va planteando poco a poco.Así ocurre en Ant ioquía , en donde unos paganos son evan-gel izados y entran en la Iglesia (Act  11,  19-26).

Ent re t an to , un joven y a rd i en te fa r i seo , na tura l de Ta rsode Cilicia (Act  22,  3 ;  25,  4 - 5 ) y — por t a n t o— de un a m -biente a la vez judío y abierto, que había estado en Jerusalénduran te e l conf l i c to desencadenado por Es t eban (Ac t  8,  1) yque se había pues to de par te de los más faná t icos adversar iosde los discípulos de Jesús (Act  8,  3 ;  22,  4 - 5 ;  26,  9 - 12 ; Ga l1,  13 ; F l p  3,  6 ; 1 T i m  1,  13), se convir t ió de repente , deperseguidor de los c r i s t i anos , en c r i s t iano:  Pablo  acababa de

encont rarse con Cr i s to en e l camino de Damasco (Act  9,  3 - 8 ;22,  6 - 1 1 ;  26,  12-16) . Nos ha l lamos en los años 36-37 3 .

Inmedia tamente Pablo se hace e l propagador de su nueva

3  Adoptamos la cronología que nos parece más segura. Otros pre-fieren la fecha de 33-34.

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fe , en Damasco mismo y en las regiones vec inas de la Arabia

nabatea (Act  9,  2 0 - 2 2 ;  26,  2 0 ; G a l  1,  17), en los años 37-38;luego en Tarso y en sus a l rededores , de l 39 a l 42 (Act  9,  30 ;Gal 1, 21), para ser finalmente, con su amigo Bernabé, unode los c inco superiores de la iglesia de Ant ioquía y pasar enes ta comunidad viví s ima (en donde e l número de c r i s t ianosincircuncisos se estaba haciendo superior a l de los judeocris-t ianos) un año (43-44) de magníf ica labor apostól ica (Act  11,22-26) . Como vemos, l a cues t ión de la ent rada de los paganos

en la Iglesia estaba resuelta en la práctica.Al enterarse de que una cris is económica general estabaafec tando espec ia lmente a los «hermanos» de Judea , los c r i s -t i anos de Ant ioquía reunieron donat ivos y encargaron a Ber-nabé y Pablo que fueran a ent regar es ta colec ta a los respon-sables de la iglesia de Jerusalén (Act  11,  2 7 - 3 0 ;  12,  25).

Por e s t e mi smo t i empo, Herodes -Agr ipa I , deseoso de ha -lagar a los Judíos, comienza a molestar y perseguir a a lgunos

miembros de esta iglesia (p. 353). Sant iago, hi jo de Zebedeo,uno de los p r imeros de en t re l os Doce , e s condenado a muer -te . Pedro, encarce lado, logra escapar y abandona Jerusa lén(Act  12,  1-19) . A par t i r de es te momento, un par iente deJesús , que tenía también e l nombre de  Santiago  que des -pués de la Resurrección se había adherido a los apóstoles ,como ot ros miembros de la fami l ia de Nazare t , y que no habíat a rdado en goza r de inmensa au tor idad 5 , se convierte en el

je fe de la comunidad de Jerusa lén (Act  12,  1 7 ;  21,  18 ; Ga l  1,19; 2, 9, 12).

La comunidad de Ant ioquía envía luego a Pablo (en com-pañía también de Bernabé) para que predique a Cr i s to enChipre (Ac t  13,  4-12) y en e l cent ro mer idiona l de Asia Me-

4  Pero que no se identif icaba con ninguno de los dos apóstolesd e e s t e n omb re : Me  3,  17-18.

5  Lo comprendemos: la idea «dinást ica» no había desaparec idopor completo entre los israelitas. Por otra parte, ¿qué podía haberpara el los más querido que los parientes de Jesús, comenzando porMaría su Madre, acerca de la cual —no obstante— no se nos daninguna información que sea posterior al Pentecostés del año 30?El sucesor de Santiago será otro pariente de Jesús (EXJSEBIO,  His-toria eclesiástica,  4, 22, 4).

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ñor (Act  13,  13-14, 26). Es lo que solemos l lamar e l  primer

viaje  mis ionero de San Pablo (45-48) . Las e tapas : Perge dePamphyl ia , Ant ioquía de Pis idia , Iconio , Lys t ra y Derbede Licaonia pueden leerse en e l re la to de los Hechos . Nosdamos cuenta inmedia tamente de que los predicadores , f i e lesa un plan adoptado al principio por casi todos los apóstoles ,es dec i r , aprovechándose de los cent ros de fe judía c readospor la Diáspora y de su espí r i tu mis ionero (pp. 300, 354-355) ,comienzan pr imeramente por di r ig i rse a los Judíos en las

reuniones s inagogales de las loca l idades por donde pasan. Lasreacc iones va r í an . Encuent ran adhes iones , pe ro f recuentemen-te también opos ic iones . Y brota de su pecho aquel la exc la-mación que muy pronto se conver t i rá en e l programa dePa blo : « ¡ N os d i r ig iremos a los pa gan os » (Ac t  13,  46) . De-jan de t rás de s í comunidades en las que se encuent ran reuni -dos cris t ianos de origen judío y cris t ianos de origen pagano.

De regreso a Ant ioquía , «convocaron a la iglesia y contaron

todo lo que Dios había hecho con e l los y cómo había abier toa los paganos la puer ta de la fe . . . Ahora bien, a lgunas personas(cr i s t ianas) , que habían ba jado de Jerusa lén, enseñaban a loshermanos que , s i no rec ibían la c i rcuncis ión según e l r i to deMoisés , no podían ser sa lvos . Con es to se produjo una agi ta -c ión y di sputa no pequeña , l evantándose Pablo y Bernabé con-t ra e l los . Al cabo de terminaron que subieran Pablo y Bernabéa Jerusa lén, acompañados de a lgunos ot ros de aquél los , a los

apóstoles y presbí teros para t ra tar de esta cuest ión» (Act  14,2 7 ;  15,  1-2) .

Esta cuest ión no sólo era importante , s ino que era deci-s iva —como comprenderemos— para e l fu turo de l a nac i en teIgles ia . Pero debemos hacernos cargo, a l mismo t iempo, delo dif íc i l , dolorosa y t rágica que esta cuest ión debía de serpara un judío que , a pesar de haber dado su fe a Cr i s to , sabíatodo lo que e ra deudor a la Ley santa que le había conducidoa Dios e inc luso a l Mesías ; y que podía pensar que e l mejorcamino para acercarse a l Señor Jesús seguía s iendo Israel ,con sus observancias sagradas y en concre to con la c i rcun-cis ión. El problema consist ía en saber s i todas  las observan-cias judaicas  e ran def ini t ivas en Is rae l ; s i l a Torah l levabatal vez en sí misma la exigencia de su propia evolución ysuperac ión (pp. 95-%); s i l a doc t r ina de los Profe tas y de

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los Sabios rec lamaba quizás prec i samente la ruptura de los

l ímites que hasta entonces habían s ido necesarios, y s i laAlianza debía ensancharse y abri rse —por f idel idad a su Se-ñor , que se había reve lado como Dios de todos los hombres—.más al lá de sus dimensiones his tóricas pasadas para acogerahora a ot ros pueblos , a todos los pueblos . En rea l idad, todojudío conver t ido a l Cr i s t ianismo había de pasar por una es-pec i e de camino de Damasco: e ra e l suf r imien to que acom-paña a toda cris is de desarrol lo y crecimiento. Rehusar esta

t ra s formac ión (compues t a de renunc ia a un pasado caduco yde renovación en toda la novedad de Cr i s to) e ra caminar encontra de la corr iente de la his toria del Pueblo de Dios.

Tal e ra la doc t r ina de Jesús (pp. 390, 392) . Nadie la com-prendió mejor que Pablo, e l cua l comienza desde ahora a de-fender una causa que será la meta y la obra de su vida.

Así , pues , en Jerusa lén, San Pablo expone su punto de

vis ta : «e l Evangel io para los paganos». Y presenta un e jemplovivo de neóf i to inc i rcunciso: Ti to . Pedro compar te la mismaopinión y la defiende: «Por la gracia del Señor Jesús creemostener la salvación, exactamente igual que el los .» Sant iago,jefe de la iglesia jerosol imitana, está plenamente de acuerdo:«No se debe molestar a los paganos que se conviertan a Dios.»Y a propuesta suya se adopta una resolución favorable a lospagano-cr i s t ianos : nada de c i rcuncis ión ni de ot ras prescr ip-

c iones de or igen judío para es tos conver t idos ; most ra rán s im-plemente la del icadeza de su caridad con respecto a sus her-manos israel i tas , absteniéndose de lo que a éstos les resul taespecialmente odioso: las carnes sacri f icadas a los ídolos pa-ganos, la sangre y las carnes no sangradas y la mala conductaen t re hombres y muje res (Ac t  15,  4 - 3 4 )6 . Así , con este de-creto apostól ico de Jerusalén del año 49, la «tesis paul ina»t r iunfaba , abr iendo de par en par las puer tas a los paganos

tocados por la grac ia , mient ras que se guardaban a lgunas con-

6  Sin embargo, se han preguntado algunos si estas últimas cláu-sulas pertenecían al «decreto» o si fueron añadidas tal vez —despuésde la marcha de Pablo e incluso de Pedro— por Santiago, encuanto jefe de su iglesia local, y para hacer más fáciles las relacionesentre las dos clases de cristianos.

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sideraciones con las conciencias t imoratas y los espír i tus t ra-

d i c iona l i s t a s

1

.Sin embargo, la cuest ión volvería a surgir más de una vez,por e jemplo en e l «conf l ic to de Ant ioquía», en e l que Pablotuvo que reprende r a Pedro por su ac t i t ud ambigua y ha r toindulgente con los par t idar ios de las observancias juda icas(Gal 2, 11-21). Y, sobre todo, exist ió aquel la host i l idad, unasveces solapada e insidiosa, a menudo declarada y abierta , ysiempre tenaz, que hizo que «el apóstol de las naciones» tu-

viera mucho que sufr i r , hasta e l f in de su vida, por parte delos «fa l sos hermanos» (2 Cor  11,  26; Gal 2 , 4) , que e ranpersonas de insufic ientes disposiciones o judíos convert idos amedias . No debemos a sombra rnos demas iado de que San Pa -blo parezca confundi r a veces en una misma reprobac ión a ldiscípulo de la Ley que, después de hacerse cr is t iano, no haconseguido integrar la en su nueva fe ; y a l judío observantet radicional que no ha creído jamás en el Evangel io. De la

misma manera hay que saber entender a es te após tol impa-ciente , excesivo a veces, cuando habla contra la Ley, a la queama, con una vehemencia que nos har ía pensar que es tá echan-do la culpa de todo a la Revelac ión divina ( indudablemente ,e l pasaje más t ípico a este respecto es e l de Rm 7).

E l Evange l io con t inuaba d i fundiéndose por e l mundo. Es -tamos fa l tos de documentac ión y sabemos muy poco acerca

de la l abor de cada uno de los Doce , as í como también deun gran número de mis ioneros anónimos. Sólo conocemos losresul tados , que muy pronto se observarán por todo e l imper ioromano. Pero, a l menos , Lucas nos permi te segui r l a t rayec to-r ia de la gran misión paul ina.

E l  segundo viaje  mis ionero de Pablo (49-52) comienza conuna visi ta a las comunidades ya fundadas en Sir ia , Ci l ia y Li-caonia , a f in de «consol idarlas» (Act  15,  36-40) . De paso

toma cons igo a T imoteo (Ac t  16,  1 - 3 ; 2 T i m  1,  5; nos f i -

7  A nadie se le escapa que los diversos aspectos de aquel difícilproblema de entonces, t ienen perpetua actualidad: tradicionalismoy progreso, ritos religiosos y religión interior, reglamentación ylibertad, instituciones y acontecimientos, revelación adquirida y no-vedad del Espíritu... Las síntesis y los equilibrios perfectos seconseguirán raras veces.

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j a remos en que San Pablo no es te rco en la defensa de sus

posiciones, ya que hace que su discípulo se c i rcuncide) . Des-pués at raviesa e l país de los Gálatas , s i tuado en la regióncent ro nor t e de As ia Menor , r eg ión á spe ra y p rofundamentepagana , en donde la predicac ión paul ina cons igue grandeséxi tos y en donde , a l caer enfermo, es a tendido y cuidado conext raordinar io esmero (Act  16,  6 ; G a l  4,  8-15). De al l í pasaa Macedonia y funda en F i l i pos una comunidad que l e e sespec ia lmente quer ida (Act  16,  7 - 4 0 ; P h i l  1,  3-8; 2 , 12, 28-2 9 ;  4,  1 -4 , 10-16) . Nuevas fundac iones en Tesa lón ica y Be-rea (Act  17,  1-15) . Pero f racasa en Atena s , en don de Pa bloaprec ia toda la vanidad de la «sabidur ía de l mundo» (Act  17,16-34; 1 Cor 1, 17-2, 16). De ahí marcha a la capi ta l deAcaya.

Pablo permanecerá diec iocho meses en Cor into y en la re -gión. Era una de las c iudades más t íp icas de l mundo greco-romano. Cent ro de impor tantes t ransacc iones comerc ia les y

de t rá f ico in inte r rumpido, a lmacén de todos los productos deOriente y Occidente , enorme c iudad cosmopol i ta , famosa ,además, por los juegos ís tmicos que se celebraban al l í cadados años , e igua lmente por un santuar io dedicado a Venusque simbol izaba la corrupción moral l levada hasta e l extremo,y que proporc ionaba a la c iudad la reputac ión de ser l a capi ta lde las malas cos tumbres , Cor into tenía además todas las ca-racaterís t icas cul turales y re l igiosas de la época, con sus c í rcu-

los fi losóficos, sus asociaciones rel igiosas, sus ambientes de«gnosis», sus «misterios» iniciát icos (pp. 343-344). Pero re-sul ta que los pecados groseros de es ta c iudad equívoca fueronmenor obs táculo para e l Evangel io que los pecados de l espí -r i tu de la escépt ica Atenas . En todo caso, Pablo comprendióla importancia apostól ica de la implantación de la Iglesia enes ta encruc i jada excepcional de l mundo c ivi l i zado, y se preocu-pó de formar a l l í un foco de vida c r i s t iana in tensa , aunque no

s iempre t ranqui la (Act  18,  1-18) . Oi remos hablar de todo es toal apóstol mismo en sus Cartas a los cr is t ianos de Corinto \

8  La actitud del procónsul Galión, en Act  18,  12-16, nos enseñalo que un Romano podía comprender del Cristianismo naciente,visto desde el exterior.

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E l  tercer viaje  de Pablo (53-57) le hace recorrer más o

menos e l mismo per iplo , pero con es tac iones de di fe rentedurac ión (Act  18,  19-23) , y sobre todo con una prolongadaestancia en Efeso, adonde le había precedido el bri l lante a le-j andr ino conver t ido , Apolo  (18,  24-28). Efeso era la capi ta lde la provinc ia romana de Asia , l a t e rcera c iudad de l mundode entonces , después de Roma y Ale jandr ía . Además de sucomerc io , r iquezas , depor tes y di s t racc iones , t enía e l famosotemplo de Artemis , una de las «s ie te maravi l las de l mundo».

Aquí tampoco escat imará Pablo sus fa t igas para ganar f ie lespara Cris to y para inst ruir los y formar una iglesia sól ida yviva (Act  19,  1-22). Mas no por eso se olvida de velar por lascomunidades que va de j ando fundadas y de l a s que no s i em-pre rec ibe buenas not ic ias . Cor into , pr inc ipa lmente , l e pro-porc iona grandes quebrade ros de cabeza , como ve remos porlas Car tas paul inas . Es tos rec ientes focos de Cr i s t ianismo te -nían graves defec tos , no corregidos todavía . Las pas iones e ran

violentas ; y la a rmonía f ra te rna , d i f íc i l . E l medio ambiente ,mora lmente muy ma l sano , cons t i t u í a una ins id iosa y pe rma-nente tentac ión de reca ída . Los neóf i tos , demasiado inf luen-ciables , pasaban de los entusiasmos excesivos a las cr is is dedepres ión. Pablo , por ot ra par te , que sufr ía ya por tantasdesavenencias entre cr is t ianos, se veía discut ido y conocía laopos i c ión . Tuvo que pronunc ia r pa l abras seve ras y renunc ia ra veces a se r comprendido. Toda es ta época fue espec ia lmente

penosa para e l após tol . Const i tuyó para é l una verdaderaprueba (Ac t  20,  18-20, 31 ; 1 Co r  4,  1 1 - 1 3 ;  15,  32 ; 26 , 8 -9 ;2 Cor 1 , 8-10) .

Desde Efeso va i r radiando la predicac ión cr i s t iana : ya seala de Pablo en persona, ya la de los misioneros que él envía .De ahí l a fundac ión de las comunidades de Colosas , Laodicea ,Hie rápol i s , Mi l e to y Esmi rna (Col  1,  6 - 8 ;  4,  12-13, 15-16;San Pol icarpo a los Fi l  3,  2 ; Ap  2-3).

San Pablo tenía in tenc ión de penet ra r más en e l t e r r i tor ioeuropeo, de l l egar has ta España pasando por Roma (Act  19,2 1 ; R m  1,  1 1 - 1 5 ;  15, 22-32).  Pero antes quiere l legarse aJerusalén para entregar a l l í la suma de la colecta organizadaentre sus cr is t iandades en favor de los «santos» de la Ciudad,que seguían es tando en gran indigencia de recursos mater ia les

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(Rrn  15, 26-27;  G al  2,  10 ; 1 Co r  16,  1 - 3 ; 2 C or  8-9).  Sin

embargo, no aguarda nada bueno de los judíos , que le abo-r recen (complo t : Ac t  20,  3) ; y teme encont rar c ie r ta des-conf ianza por par te de los judeocr i s t ianos . Porque mient rasque Ant ioquía y las ig les ias fundadas por Pablo en los con-tornos de l Mar Egeo representan e l espí r i tu de vanguardiamis ionera , l a comunidad de Jerusa lén pers i s t ía en sus pos i -ciones, que el la est imaba más prudentes. Es verdad que al l íno se vivía en ambiente pagano o helenizado, s ino en el co-

razón mismo de l Juda i smo más conse rvador . Y además noconvenía heri r la suscept ibi l idad de los ant iguos correl igio-narios. Esto just i f ica , en parte , las di ferencias de proceder.

Después de vis i tar a sus cr is t ianos de Macedonia y Grecia ,por medio de una serie de escalas a lo largo de la costa deAsia Menor, y luego a lo largo de la costa fenicia y palest i -nense, Pablo, en el año 58, l lega a Jerusalén (Act  20,  1 -21 ,16) . Aunque l levaba en sus manos la prenda de unión, que

era la colecta real izada en sus comunidades, no fue recibidos in precauciones por par te de Sant iago y sus colaboradores .El após tol h izo todo lo que es taba de su par te para demost ra rsu buena voluntad y su deseo de a rmonía , cumpl iendo —ély sus compañeros de camino— un ac to r i tua l en e l Templo(Act  21,  17-26). Pero se estaba met iendo en la boca del lobo.En e l Templo le reconocieron y fue escarnec ido por la mu-chedumbre , f a l t ando muy poco pa ra que fuese l i nchado a l l í

mi smo (Ac t  21,  26 - 22,  23). El jefe de la pol ic ía romana leprotegió , prendiéndole . Y, después de diversas per ipec ias , l eenvió a Cesarea ante e l procurador Fé l ix (Act  22,  2 4  - 23,35) . Permaneció a l l í encerrado durante los dos años , en quese fue dando largas a su asunto (58-60).

Al perverso e innoble Fé l ix le sucedió e l honrado Fes to(p. 410 s . ) . Este se hal laba perplejo con el caso de Pablo. Y elapóstol , para no verse acusado de «del i tos re l igiosos» ni caer

de nuevo en poder de los Judíos, «apela a l César» en cal idadde c iudadano romano. En consecuenc ia , debe rá se r conduc idoa Roma en cuanto haya ocas ión (Act 24-26) .

El v ia je fue penoso e inc luso te r r ib le . Sufr ie ron naufragioen Mal ta (Act  27,  1 - 28,  12) . F ina lmente , y a l cabo de másde seis meses de la part ida, Pablo, acogido con gran afecto

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por los cr is t ianos de Roma, veía cómo se resolvía provisional-mente su a sun to , poniéndole ba jo  custodia militaris,  e. d. enrégimen de l ibertad vigi lada por un soldado, del que el após-tol no se podía separar mientras no finalizara su proceso(Act  28,  13-30) . Fueron dos años (61-63) de gran ac t iv idadapostól ica en aquel lugar. El apóstol estaba rodeado y vis i -t ado por numerosos amigos (Eph  6, 21;  C o l  1,  1, 7;  4,  7 - 1 5 ;Phlm 23-24) . Aprovechaba las idas y venidas de es tos amigospara ent regar les car tas con des t ino a sus comunidades , comolas de Efeso y Colosas . Su proceso te rminó con un sobre-seimiento.

Indudablemente hacia esta época, por e l año 62, la iglesia deJerusa lén perdió a su gran «obispo». Amigo y protec tor de loshumildes, severo hacia los r icos, este piadoso descendientede los profetas y sabios, que era a la vez pariente y discí -pulo de Jesús, no tuvo la suerte de agradar a l a l to c lero de lamet rópol i judía . Fue e jecutado por orden de l sumo sacerdo-

te (p. 411).Un año después de que Pablo hubiese abandonado Roma ,

se desencadenaba al l í la persecución de Nerón contra los cr is-t ianos (p. 346), en el 64. Según una sól ida t radición, haciaaquel mismo t iempo, quizás poco después de l es ta l l ido de lapersecución, e l após tol San Pedro moría már t i r en Roma.Había desempeñado e l pr imer papel ent re los Doce , desde lost iempos en que Jesús se hal laba entre e l los , y luego, en la

predicac ión de l Evangel io , en los comienzos de la comunidadjerosol imi tana y c ie r tamente en muchos ot ros lugares . S inembargo, apenas tenemos informes acerca de la segunda mi tadde su vida apostól ica . Pero los escri tos neotestamentarios, asícomo la pr imi t iva t radic ión c r i s t iana , es tán de acuerdo en re -conocer la preeminencia que Jesús había confer ido a Pedroen su Iglesia.

No sabemos cas i nada sobre e l v ia je —el cuar to— que con-dujo a Pablo al Oriente , entre los años 63 y 66, ni sobre lasc i rcuns tanc ias de su segunda caut ividad en Roma en losaños 66-67, n i t ampoco sobre las de su mar t i r io , que s in dudatuvo lugar en el año 67.

Pa les t ina acababa entonces de rebe larse cont ra Roma. Es taacc ión insensa ta se prolongar ía durante cua t ro años de ho-

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r rores para te rminar en un mar de sangre . A mediados de l

año 70, las mural las de Jerusalén no podían ya contener e lembate de los soldados de Ti to . El Templo e ra incendiado,y sobre sus ruinas las legiones romanas ofrecían un sacri f ic ioa las d ivinidades de Roma. Judea no tema ya exis tenc ia po-l í t ica y se convert ía en s imple propiedad personal del em-pe r a do r  9.

Es tos acontec imientos fueron graves , inc luso para los Is rae-l i tas de nacimiento o de espír i tu, como eran los cr is t ianos.

En e l apos tolado de Pablo, que podemos segui r has ta más a l láde l año 60, l a preocupación por los Judíos es pr imordia l . Algosemejante ocurre , y quizás en grado más in tenso todavía , enel caso de Pedro y los demás apóstoles . Sin embargo, la ruinade Jerusalén, a pesar de ser dolorosa para todos los cr is t ianos,tuvo para e l los valor de señal : se les presentó como la Venidadel Señor en su «Día» y la manifestación dramática de loscomienzos de la era nueva. Si la cr is is que, en los años 50-60,

les había hecho reflexionar tanto sobre la cuest ión de la f i -del idad al Pueblo elegido y acerca de las observancias judai-cas , se había resue l to muy pronto, en func ión de l Mensa je deCristo y del dinamismo del Espír i tu en la Iglesia , en el sen-t ido de una di la tac ión y ensanchamiento que Pablo l l amaba«l iber tad»: con mayor razón todavía los c r i s t i anos de todoslos part idos, tanto judíos como no judíos, se sent ían ahorades l igados de l Juda ismo, consc ientes de su di fe renc ia y pro-

movidos a la autonomía rel igiosa.Hay que hacer una pequeña dis t inc ión con respec to a los

judeocris t ianos de la Iglesia-madre. Desde el comienzo de lainsurrección de Judea, y ante la inminencia de la ruina, estosjudeoc r i s t i anos hab ían abandonado Je rusa l én y se hab ían re -t i rado a Pe l la , en la región l imí t rofe de Tras jordania , en don-de —por no tomar pa r t e en l a i nsur recc ión— no fue ron mo-les tados por los Romanos . Por su or igen, por e l medio en que

habían vivido y por la d i recc ión de Sant iago, habían conser-vado un espí r i tu mucho más t radic iona l i s ta y conservadorque el resto de la cr is t iandad. Esta fórmula de cris t ianismo

9  Véase la nota que presentamos a continuación, acerca de laguerra judía y el fin de Jerusalén.

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a la judía no parece haber sabido acomodarse al r i tmo de la

evolución de la Iglesia en su conjunto. Parece, igualmente ,que quiso conservar su carácter s ingular . Pero apenas sobre-vivió más allá de los comienzos del siglo II. Algunas sectas,como e l ebionismo, que pre tenden ser l as cont inuadoras deesta tendencia , se salen ya del margen del Cris t ianismo.

Fuera de Judea , e l Cr i s t ianismo va progresando durante lasegunda mitad del s iglo I . Esta expansión, que es evidente ,no la conocemos en sus detal les . El Cris t ianismo se hal la bien

arraigado en Sir ia y Asia Menor (en donde, antes del año 70y sin duda muy pronto, según la t radición, se estableció elapós tol San Juan, con Efeso como cent ro de i r radiac ión) , enMacedonia y Acaya , en Egipto y Ci rena ica , en I ta l ia y quizásen Gal ia y en España. Este camino, como vemos, es costero.Es tá ja lonado por las c iudades , porque e l Cr i s t ianismo pr imi-t ivo es casi exclusivamente urbano. Desde el punto de vis tasoc ia l no posee ningún pre juic io , no se ent rega a una c lase

con exclusión de otras . Entre los cr is t ianos encontramos r icosy a r i s tócra tas , comerc iantes y empleados de adminis t rac ión,soldados y obreros, esclavos. Pero no cabe duda de que lainmensa mayor ía es tá cons t i tu ida por los humi ldes y neces i -tados ; de que las comunidades se es tablecen pr inc ipa lmenteen los barr ios populares , y de que el Evangel io ha s ido acogidocas i espontáneamente por los pobres .

L A « G U E R R A JU D Í A » Y E L F I N D E J E R U S A L É N

Resulta extraordinariamente doloroso recordar esta historia, que esla historia de una matanza inmensa y horrible. Fue uno de los espec-táculos más espantosos y atroces que el mundo haya conocidojamás. Cuando se pertenece al Pueblo de Dios, cuando se tieneconciencia de los lazos profundos que nos unen con Israel, nopodemos recordar esta historia sin sentir dolor en el alma.

A los ojos de los Romanos, la insurrección palestinense sólo seasemejaba a la locura del suicidio. Entre los Judíos, el enarde-cimiento general de los espíritus no permitía ya concebir juiciosserenos y prudentes. Es verdad que, durante estos cuatro años decombate, se verán rasgos admirables de abnegación, fervor, forta-leza de alma e intrepidez. Por otra parte, aunque hubo cobardes ymiedosos, no deberemos confundirlos con las personas de buen sen-tido que llegaron a ser muy escasas o muy poco influyentes, y que

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comprendían muy bien que, en cierto momento, no era ya la va-lentía y el heroísmo lo que ponía al rojo las energías, sino el másdesenfrenado fanatismo, el orgullo ebrio y una demencia propia desalvajes. Los Fariseos, de acuerdo sobre el principio de la resisten-cia, no lo estaban en cuanto a los medios que había que utilizar.Y se vieron desbordados. Lo más triste entre tantas cosas que inspi-raban tristeza, era la división interna, por la cual unos hermanosse mataban a otros.

Sería injusto creerse en presencia del verdadero Israel. No sejuzga a una persona por el paroxismo de los delirios que le sobre-vienen. Y, además, no se trata de todos los Israelitas.

Los grandes responsables fueron aquellos a los que, según elhistoriador judio Flavio Josefo, podemos llamar los «bandidos», loszelotas, y en concreto los «sicarios» que eran zelotas asesinos yextremistas (p. 365). Animados por un odio implacable hacia losextranjeros y por una voluntad de venganza sin misericordia, de-cididos a emplear todos los medios, aun los más inconfesables:eran los excitadores —disimulados y exasperantes— de un sentimien-to popular que no necesitaba exasperación para ser ya vehementey rabioso. Avivaban el deseo de una brillante victoria sobre Roma— ¡idea insensata para qu ien no estaba c ie go — y de una resurrec-

ción que fuera triunfal a los ojos del mundo entero. Evidentemente,tales aspiraciones adoptaban el aire del mesianismo más utópico.Y esto no contribuía a fomentar la sana visión de las cosas.

Sin embargo, no toda la culpa la tenían los Judíos. Roma, queciertamente quería la paz, no tuvo acierto en la elección de losprocuradores que fue dando a Judea desde la restauración de estecargo, a la muerte de Agripa I (p. 353).

Los dos primeros, Cupio Fado (44-46) y Tiberio Alejandro (46-48), fueron pasables. Tuvieron que demostrar su autoridad por me-dio de algunas ejecuciones severas de rebeldes o facinerosos, perosin consecuencias demasiado graves.

En tiempo de Cumano (48-52), algunos incidentes comienzan arevolver los ánimos de las masas. A las sanciones brutales del pro-curador, responden los Judíos con represalias criminales. Romaadopta medidas conciliatorias, que los Judíos consideran como éxitospersonales suyos, y con las cuales los insurbordinados se exaltanmás todavía.

Félix (52-60) era exactamente la persona más inadecuada para

aquella situación. Era un advenedizo, tan ambicioso como vil, yarruinó completamente el prestigio del cargo. Los zelotas-sicariosredoblan su actividad, apuñalando, incendiando, suscitando el pá-nico, propagando la agresividad loca, no dejando en paz a quienno se contagia con su frenesí; algunos cerebros extraviados'alteranlos nervios de las muchedumbres; hay falsos «enviados de Dios»que arrastran a «místicos exaltados» a morir atravesados por lasespadas romanas. Félix reacciona, frecuentísimamente con torpecrueldad, pero a veces también con la duplicidad de un aprovecha-

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do. Ciertas complicaciones surgidas con Cesarea hacen que Nerónle llame a Roma.

Su sustituto, el honrado y pacífico Festo (60-62), trabaja pararestaurar la calma. Pero muere demasiado pronto, y no tiene tiempopara poner un poco de orden en aquella Judea anárquica. Antesde que llegue su sucesor, el sumo sacerdote Hananos, saduceo exal-tado, consigue que se condene a muerte al jefe de la comunidadcristiana de Jerusalén, Santiago, y a algunos otros cristianos (p. 407).Causa indignación en la opinión pública, y ha de ser destituido.

Albino (62-64) parece no haber venido a Judea más que paraacumular dinero. No hay medio alguno que este ladrón no ponga

en práctica para enriquecerse. Pone precio, especialmente, a laliberación de prisioneros, tanto si se trata de presos comunes comode los demás. Esto favorece las maquinaciones de los sicarios. Eldesorden reina por doquier.

No falta más que Gessio Floro (64-66) para que las cosas lleguenal colmo. Este malhechor desvergonzado y avaricioso, con sus es-pantosos latrocinios, parece haberse propuesto impulsar a los Ju-díos a su supremo acto de locura, y no dejarles más salida quela rebelión. Esta va a estallar de un momento a otro. La tensiónes extraordinaria. La cosa más insignificante puede hacer que todo

reviente.No podemos ofrecer aquí más que una visión sumaria de los

acontecimientos.Mayo del 66: gran alboroto en Cesarea. Algunos días más tarde,

motín en Jerusalén. Cruel represión (varios millares de víctimas).Resistencia masiva en el Templo. Tentativa, inútil , de mediaciónpor parte de los moderados (fariseos y sacerdotes) y de Agripa II(hijo de Agripa I y rey de Calcis o Líbano interior). Asesinato dela guarnición romana de  Massada .  Interrupción del sacrificio coti-

diano por el emperador: lo cual equivale a una ruptura abierta yoficial.Septiembre del 66: guerra, en Jerusalén, entre moderados y si-

carios. Estos últimos triunfan e incendian el palacio del SumoSacerdote, el cual muere en la refriega. Se pasa a cuchillo a laguarnición romana. Por todo el mundo se suscita una indignacióngeneral contra los Judíos; y en algunas ciudades, principalmenteen Cesarea y Alejandría, se organizan matanzas de Judíos. .

Noviembre del 66: intervención militar del gobernador de Siria,Cestio Galo, que llega hasta Jerusalén, pero es rechazado y tiene

que retirarse de Palestina con enormes pérdidas. Los rebeldes clamo-rean y se exaltan con su triunfo (¡se acuña una moneda en señalde liberación ). Organización, por el partido sacerdotal, de la defen-sa del territorio, pero de manera precavida y mitigada, sin dejarlotodo en manos de los exaltados. Josefo (el futuro historiador) espuesto al frente de Galilea, a la que prepara para la guerra. Peroel extremista Juan de Giscala se le opone. Preparativos semejantesen Jerusalén, pero estorbados también por otro extremista-bandido:Simón bar Giora.

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412 L A NUE VA AL IANZ A

Comienzos del año 67: Nerón nombra a Vespasiano gobernadorextraordinario de Judea, con misión de pacificarla o reducirla. Pre-

paración esmerada de un ejército de 60.000 hombres. Durante elverano, guerra de Galilea; van cayendo, una tras otra, las plazasfuertes (resistencia de cuarenta y siete días en Jotapata, a las órde-nes de Josefo). A fines de año, Galilea y Samaría son conquistadas.Estos triunfos romanos no apaciguan, ni mucho menos, a Jerusalén,la cual se halla definitivamente en manos de los zelotas terroristas,con Juan de Giscala. Estos organizan una matanza sistemática demillares de personas notables, sacerdotes, sospechosos (institución deun tribunal revolucionario expeditivo), con el peor furor sanguinario.Todo esto degenera luego en un desenfreno abominable.

Primavera del 68: Vespasiano ocupa el litoral, el valle del Jordán(y el lugar de Qumrán), la Perea, atenazando sistemáticamente aJerusalén. Muerte de Nerón. Se interrumpen las operaciones por unaño (p. 347). En Jerusalén, las bandas de Juan de Giscala y deSimón bar Giora, y después un nuevo grupo de disidentes conEleazar, se disputan la supremacía, y se dividen la ciudad y elTemplo como enemigos declarados. Encarnizada guerra civil en losatrios del santuario; numerosas muertes; destrucción de innumera-bles víveres que se habían almacenado allí con miras al asedio.

Comienzos del 70: Tito entra en actividad (p. 347), reorgani-zando el ejército. En Pascua, establece su campamento en tornoa Jerusalén. Propuestas de rendición, rechazadas. Comienza el ase-dio, con gran lujo de artefactos bélicos. Ruptura de los primerosmuros del Norte. Réplicas impetuosas y eficaces por parte de losJudíos; destrucción de las obras romanas. Pero se declara el hambre.Tito rodea la ciudad con un muro de circunvalación que hace queel bloqueo sea completo. El hambre se hace horrorosa y degradante.La población muere por decenas de millares.

Julio del 70: la torre Antonia es conquistada y arrasada. El

Templo está expuesto directamente a los ataques de los asaltantes.Cesa el Sa crificio perp etuo (el día 12 de julio, ¡y para sie m pr e ).Los Romanos tienen que esforzarse aún durante quince días paraabrir brecha en el muro que rodea el Templo, y que es defendidofuriosamente por los Judíos.

9 de agosto: puertas incendiadas (fuego localizado). Se ha abiertopaso. Pero Tito da orden de respetar el Templo.

10 de agosto: se lucha cuerpo a cuerpo en los patios del Templo.Un soldado, sin recibir órdenes de hacerlo, lanza una tea encen-dida por la ventana de una de las piezas que rodean el santuario.

Se declara un incendio que se propaga a todo el edificio. La luchaimpide obedecer las órdenes de proceder a su extinción (sólo sesalvarán algunos objetos del mobiliario sagrado). Los soldados, muya pesar de Tito, se lanzan sobre los Judíos y matan como fieras.Reúnen un enorme botín (consistente principalmente en oro). Loscadáveres se apiñan en grandes montones. El lodo que hay en lascalles es de sangre.

Algunos días después, reunión de las águilas romanas en el recintosagrado: las legiones ofrecen un sacrificio de acción de gracias a

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L A I G L E S I A 413

las divinidades de Roma. Durante las semanas siguientes, «limpieza»de la ciudad, matanzas, recogida de cautivos (mueren a miles a

causa de la miseria) destinados a los mercados de esclavos. Decisiónde arrasar la ciudad (salvo lo estrictamente necesario para alojara una guarnición romana). Más tarde, reducción de algunas ciuda-delas rebeldes (principalmente la de Massada, en el año 73).

Judea no existe ya políticamente. Se convierte en propiedad per-sonal del emperador, administrada por un legado. Los Judíos sonasesinados a centenas de millares. El país está sumido en la desola-ción. La mansión de Yahvé ha quedado aniquilada; y, con ella, elculto y el sacrificio han tocado a su fin. La ciudad está definiti-

vamente profanada. Sufrimiento especialmente humillante: los su-pervivientes han de pagar en adelante al Templo de Júpiter Capito-nino, de Roma, la didracma que anteriormente debían reservar parael Templo de Yahvé.

Pero Israel no ha terminado nunca.Purgado de sus imposibles zelotas, desembarazado de la influen-

cia saducea por la desaparición de la aristocracia sacerdotal, Israelconservó a los escribas y fariseos que son sus mejores elementosreligiosos, y que supieron mantenerse al margen de la insurrección.

En el año 68, Vespasiano les había autorizado, a petición suya (es-pecialmente a petición de Johanan ben Zakkay), para agruparse enLydda y Jamnia. Allí estuvo el foco de la resurrección espiritual.Los doctos rabinos se consagraron, con fe y esmero incomparables, ala tarea de recoger la inmensa herencia de la Tradición santa (elSínodo de Jamnia, en el año 90, excluirá de su Canon cierto númerode libros escritos en griego, p. 377), de estudiar y establecer lasformas de culto que todavía fueran posibles, de organizar un Ju-daismo que, aun habiendo cesado de ser una realidad política (noen las aspiraciones), pudiera conservar su unidad en el mundo.

Porque Israel se hallaba por todas partes, y las comunidades ju-días de la Diáspora no se habían rebelado (aunque algunas tu-vieran que sufrir de rechazo persecuciones). Estas comunidades eranmuy fraternales entre sí, y mantenían unas con otras constantesrelaciones. Vivían gracias a la excelente estructura representada porla sinagoga, en donde mantenían y fomentaban el amor de Dios yel celo de su Ley, un profundo espíritu de oración y el sentido dela pertenencia esencial al mismo pueblo.

Aunque rebase el cuadro de la presente historia, no podemos

menos de decir algunas palabras acerca de las rebeliones siguientesque tuvieron lugar en la primera mitad del siglo II.

La detención brusca de la fiebre nacionalista, en el año 70, noera una curación. La terrible lección no había bastado. Los sabiosno pudieron dominar la opinión, tampoco esta vez. Y los escritosapocalípticos no habían cesado de fomentar peligrosamente en losespíritus las ilusiones, el deseo de un Mesías únicamente paralos Judíos, que aplastase a sus adversarios, vengador, locamentetriunfante.

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414 L A N U E V A A L I A N Z A

En tiempo de Trajano, se desencadenaron agitaciones y levan-

tamientos desde la Cirenaica hasta Mesopotamia. Las represiones notardaron, y tampoco las grandes hecatombes (116-117). El mundoiba aprendiendo cada vez más a detestar a esos imposibles Judíos,y se iba acostumbrando a las matanzas que desde entonces seránendémicas en la historia .

Finalmente, en t iempo de Adriano, sostenida por intelectuales ,alentada por la Diàspora y cristal izada por un «mesías», Bar Koseba,aventurero que consiguió una poderosa autoridad, se desencadenóen Palest ina la más terrible insurrección. Fueron tres años (132-135)de guerra de guerrillas, sin misericordia ni cuartel. Claro está queRoma triunfó, pero a muy caro precio. En cuanto a los Judíos, suspérdidas parecen incluso haber superado en mucho a las del año 70(más de medio mi l lón de muertos en combate; un número todavíamayor de víct imas que sucumbieron por las privaciones; esclavosvendidos en cantidades innumerables) . Adriano convirt ió a Jerusalénen una c iudad nueva ,  Aelia Capitolina,  enteram ente pagana, greco-romana y antijudía por decreto ( los Judíos no podían entrar enella , bajo pena de muerte) . Sobre el emplazamiento del Templode Yahvé, se e levó el Templo de Júpiter con su estatua y la delemperador , y sobre e l Gòlgota e l templo de Afrodita . Numerososrabinos fueron martir izados, y murieron por su fe . Los privi legiosjudíos fueron suprimidos. Y quedaron prohibidas todas las prácticasjudías : culto , c ircuncisión, sábado, enseñan za d e la T orah .

Estas medidas draconianas fueron abolidas por el sucesor deAdriano, Antonino Pío (138-161), para no provocar nuevas guerras.

El Judaismo, incansable , se entregó de nuevo al trabajo de sureconstrucción, y comenzó a darse a s í mismo la f isonomía conque desde entonces le conocerá la historia .

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III

L A V I D A C R I S T I A N A

Desde e l comienzo se van mani fes tando ya los aspec tos esen-ciales de la vida crist iana \

Es cris t iano aquel que cree (Act  4,  4 ;  6,7;  8,  1 3 ;  13,  12;14,  1 , 27;  15,  7 ;  18,  8 ;  19,  18). La  fe  es creer en el Señor

Jesucr i s to , en su «nombre» (Act  3,  16 ; 5 , 14 ; 9 , 4 2 ;  11,  17;20,  21). Los crist ianos son «creyentes» o «fieles» (Act 2, 44;4,  4 , 32 ;  18,  27). Se hace uno cris t iano «escuchando» la Pa-labra evangél ica (Act 2, 37;  4,  4 ;  10,  4 4 ;  15,  7) , «acogién-dola» o «recibiéndola» (Act  2,  4 1 ;  8,  14 ;  11,  1).

Esta fe consiste en el reconocimiento de Jesús como «elSeñor», en una adhes ión a su Pa labra proc lamada y enseñadapor sus «tes t igos», que c rea inmedia tamente una re lac ión viva

y enteramente nueva con la Persona de Cr i s to-Señor , queexige un compromiso y entrega total a este respecto. Así , pues,la fe comienza con una «conversión», es decir , con un cambiode a lma y comportamiento, con una renuncia a los pecados ,los cuales son «remit idos» (Act 2, 38;  3,  19 ; 5 , 31 ;  11,  18 ;17,  3 0 ;  20,  2 1 ;  26,  20). De este modo es como la fe «puri -

1  Documentac ión esenc ia l : los Hechos de los Apósto les . Acercade su valor histórico, véase p. 464. Uti l izaremos también un pocolas epístolas de San Pablo, pero no de manera s istemática. Tengamosen cuenta, además, que aquí sólo se trata de presentar esbozosgenerales y rápidos . E l es tudio de l Nuevo Testamento no es tá aúnpreparado sino de lejos . El día en que dicho estudio se halle másavanzado, podremos ofrecer una expos ic ión más profunda. Véase:MEINERTZ,  Teología del Nuevo Testamento  (vers. esp.), M adr id.

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416 LA NUEVA ALIANZA

f ica e l corazón» (Act  15, 9)  y los creyentes son «salvados»

(Ac t  2,  4 7 ;  11,  1 4 ;  15,  1 1 ;  16,  31).Los c r i s t ianos son personas «baut izadas» (1 Cor  12,  13;R m  6,  3). El  bautismo  es e l r i to qu e ha ce ing resa r en la co -munidad de los f ie les , e l r i to de «incorporación» a la Iglesia ;y es adminis t rado a todos (Act  2,  38 , 41 ;  8,  12, 16, 38;  9,1 8 ;  10,  4 8 ;  16,  25 , 33 ;  19,  5 ;  22,  16) . Dis t in to de l baut i smode Juan Baut i s ta (Me 1, 8) , e l baut i smo de que había habladoJesús ( Jn  3,  5 ; M t  28,  19) es una inmersión en el agua y una

emers ión (e l modo puede var ia r en la prác t ica) , en formari tual , que s ignif ica la part ic ipación del neófi to en la muertey resurrecc ión de Cr i s to (Rm   6,  3 - 1 0 ; G a l  3,  27 ; E ph 5 ,26 ; C o l  2,  12-13; T i to  3,  5-7) . Los cris t ianos han l igado suvida a la de Cristo.

Y rec iben e l Espí r i tu Santo, sea en e l momento de l baut i s -mo, sea antes o después. Este «don» del Espír i tu (Act 2, 38;5,  3 2 ;  10,  4 5 - 4 7 ;  15,  8) es significado a veces por el ri to de

la imposición de las manos (Act  8,  17 - 18 ;  9,  1 7 ;  19,  6).Como e l Esp í r i t u de Yahvé en los t i empos an t iguos , puedehace r i r rupc ión súb i t amente (Ac t  2,  4 ;  4,  3 1 ;  10,  4 4 - 4 7 ;  11,15) y «henchi r» a los nuevos hombres de Dios (Act  2,  4 ;4,  8 , 31 ;  6,  5 ; 7 , 55 ;  13,  52).

Unido con Cr i s to , «resuc i tado» en El , animado por e l Es-pí r i tu de Dios , inser tado en la comunidad de l Señor , e l c r i s -

t i ano «camina en una vida nueva», es una «nueva creac ión»(2 Cor  5,  1 7 ; R m  6,  4 ; Ga l  6,  15). Es esencialmente unavida «según el Espír i tu» (Rm   8)  y no «según la carne», esdecir , una descentración de s í , una negat iva a todas las formasde egoísmo   2. La mora l judía nos había parec ido muy be l la(p. 380). La «vida en Cris to» le da su perfección. Para darnoscuenta del est i lo y programa de la  existencia cristiana,  no haymás que releer las exhortaciones que s i rven de f inal a casi

todas las car tas de San Pablo (por e jemplo: 1 Th  4-5;R m  12-14;  P h i l  3-4;  E p h  4-6;  C ol  3-4),  y más todavía e lhermoso «himno a la car idad» de 1 Cor  13,  as í como también

2  Para el sen tido de las palabras «carne» y «espíritu », véa seParole de Dieu,  p. 240.

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L A VIDA CRIST IANA 417

l as car tas de Sant iago, Pedro y Juan. Cómo ant í tes i s , t enemosl is tas de vicios que se denuncian, de pecados que hay quehui r (1 Cor 5 , 10-11; 6 , 9-10; 2 Cor  12,  2 0 - 2 1 ; R m  1,2 9 - 3 1 ;  13,  13 ; G a l 5 , 19-21 ; E ph  4,  31 ; 5 , 3 -4 ; Col  3,  5 - 8 ;1 T i m  1,  9 - 1 0 ; 2 T i m  3,  2-5) . Releamos espec ia lmente Gal 5 ,19-23; . «La car idad es e l cumpl imiento plenar io de la Ley»(R m  13,  10).

Conver t i r se a l Cr i s t i an i smo —lo comprenderemos— ten íaun sent ido muy dis t in to según que se t ra tase de judíos o depaganos . Un judío se hace di sc ípulo de Jesús s in cambiar—propiamente hab lando— de re l ig ión . Pe rmanece en e l i n -ter ior del Yahvismo, en el interior de la Al ianza, en el interiorde Is rae l . Cont inúa orando a Yahvé con la p iedad de todosu pueblo (p . 376) , y con un fe rvor acrecentado por e l hechode que ahora l l ama a Dios «e l Padre», hac iendo re ferenc ianueva a l «Hi jo» que es Jesucr i s to . La Torah ha s ido su «pe-

dagogo hac ia Cr i s to» (Gal  3,  24), e l cual «cumple» y con-suma no sólo las Escri turas t radicionales , s ino también lahistoria de Israel . Casi todos los cr is t ianos de los primerost i empos proceden  del Judaismo.  A hora bien, a l pr inc ipio n otuvieron la sensación de que sal ían de él , s ino de que loes t aban cont inuando , aunque con una novedad que no e raprevis ible ni imaginable . Hay que pensar en todo es to , s iqueremos darnos cuenta de lo que fue la v ida c r i s t iana para

aquel los «a quienes pertenecen la f i l iación, la gloria , las Al ian-zas, la Ley, e l cul to, las promesas; a e l los pertenecen tam-bién los Padres, y de el los ha nacido Cris to» (Rm 9, 4-5) .

Sin embargo, la cosa no fue igual según se t ra tara del«judío medio», del judío «helenizado», y de los af i l iados aalgún movimiento como el de los far iseos, los zelotas o losesenios . Ya hic imos notar que a lgunos fa r i seos se habíanhecho cris t ianos, y que hubo zelotas entre los discípulos de

Jesús (pp. 364, 390) . Tenemos razones ser ias para pensar quelos esenios de l t ipo de los que vivían en Qumran (pp. 369-372) se adhi r ie ron en gran número a l Cr i s t ianismo. Es toexpl ica no sólo a lgunos rasgos de vida de comunidad querecuerdan la Regla de esos re l ig iosos (Mt  18,  15-17; Act 5 ,1 - 1 1 ; 1 Cor 5 , 4 -5) , s ino tam bién la g ran ca lidad de v idaespi r i tua l a lcanzada tan rápidamente por a lgunos c r i s t ianos ,

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y la manera con que habla de el la San Pablo y sobre todoSan Juan .

Muy di fe rente debía de ser l a convers ión  fuera del Judais-mo.  Se t ra ta entonces de una verdadera vue l ta en redondo,de un cambio radica l de «camino». Si e l judío que se com-para con e l pagano, ha de tener buen cuidado de no enor-gul lecerse (Rm 2) : e l ant iguo adorador de ídolos o e l escép-t ico de antaño es tá obl igado —por su par te— a romper conun m undo p r o f unda m e n t e de p r a va do ( R m 1 , 22 - 32 ) , a a ba n -donar las «t inieblas» del error (Eph  5,  8) y renunciar a la«sab idur í a de e s t e mundo» (1 Cor i ) . «Recordad —dice SanPablo a los paganos de ayer—• que estabais s in Cris to, s inderecho de ciudadanía en Israel , a jenos a las a l ianzas de lapromesa , s in esperanza y s in Dios en e l mundo» (Eph 2 , 12) .Pero, aunque el asiá t ico o el egipcio, e l griego o el romanono ha recibido el benefic io de una cul tura re l igiosa y de unaherencia espir i tual semejantes a las que todo israel i ta recibe:s in embargo e l  shock  de su convers ión puede ser más de te r -minante y t i ene probabi l idad de ser más e f icaz . Ta l vez des-cubre mejor y s iente más vivamente a lgunos va lores , a losque e l o t ro es tá demasiado acos tumbrado. En todo caso, gra-c ias a é l e l mundo podrá ser pensado cr i s t ianamente y seconver t i rá en mensa jero de Cr i s to «has ta las ext remidades dela t ierra».

Los c r i s t ianos oran. Lo hacen, en Jerusa lén, par t ic ipandode las l i turgias habi tua les de Is rae l y f recuentando as idua-mente e l Templo (Ac t 2 , 46 ;  3,  1; 5, 12, 25, 42). Y, sinduda, esto les hizo retener a lgunas maneras de orar y celebrarel  culto  (salmos) que i rán pasando poco a poco a la l i turgiapropiamente c r i s t i ana , cuando és ta se vaya cons t i tuyendo.Oran en común o pr ivadamente , según las c i rcuns tanc ias y lasocasiones, para dar gracias a Dios o hacerle súpl icas (Act 2,

4 2 ;  4,  24 - 31 ; 6 , 4 ;  8, 24; 9 , 11, 40;  10,  9 ;  11,  1 8 ;  12,5, 12;  13,  3) . Se reúnen con sus hermanos judíos en las s i -nagogas (San Pablo comienza cas i s iempre su predicac ión enuna sinagoga en la cual , c laro está , ora con todos) . Y ene l las toman par te en un cul to compuesto de orac iones , l ec-turas e ins t rucc iones que inspi ra rán e l Servic io sagrado quese ce lebre en las reuniones reservadas exc lus ivamente para

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L A V I D A C R I S T I A N A 419

los cr is t ianos. Les veremos «reci tar entre e l los salmos, him-nos , cánt icos inspi rados por e l Espí r i tu , cantando y ce lebrandoal Señor con todo su corazón, dando grac ias s iempre y portodo a Dios Padre en nombre de nues t ro Señor Je suc r i s to»( E p h  5,  19-20) . No cabe duda de que , por lo menos , es toes la «celebración del cul to del Señor» (Act  13,  2 ) 3 .

Los cris t ianos celebran en las casas sus  reuniones  pa r t i -culares (Act  2,  4 6 ;  4,  3 1 ; 5 , 4 2 ;  9,  1 9 ;  12,  1 2 ;  18,  7 ;19,  9 - 1 0 ;  20,  7 , 2 0 ;  28,  30) . Ta l vez , t omando como punto

de par t ida la observancia de l Sábado (Act  16,  13) , comienzana consagrar e l día s iguiente , e l «primer día de la semana», enhonor de la Resurrecc ión de Cr i s to (Act  20,  7 ; 1 Cor  16,  2),d ía que se conver t i rá en e l «día de l Señor» o domingo (Ap i ,10) . En ta les reuniones , además de la orac ión, se cont inúala ins t rucc ión de los neóf i tos y f ie les (Act 5 , 42;  19,  9 - 1 0 ;20,  27) . La lec tura sagrada ocupa gran espac io de t i empo enes tas reuniones . En e l las se escucha y enseña as iduamente

las Sagradas Escr i turas , ordinar iamente s iguiendo e l t exto delos Setenta (p. 301). Se las expl ica a la luz del Cumplimientode todas las cosas en Cr i s to , a quien se reconoce como anun-c iado por doquier . Los Evangel ios encont rarán su pr imeraforma en esta catequesis de las asambleas cr is t ianas. Mástarde serán le ídos en el las . Y también las Cartas apostól icas.San Pablo ponía mucho empeño en que as í se hic ie ra (1 Th 5 ,27 ; Col  4,  16).

Los cris t ianos, «asiduos a las inst rucciones de los após-toles», son también «fie les a la fracción del pan» (Act  2,  42).Aunque el r i to está tomado de los convi tes judíos de carácterreligioso (p. 375), y aunque se siente cierta vacilación en

ident i f icar demasiado s implemente es ta «f racc ión de l pan»,(que leemos en Act 2, 46 y 27, 35) con la «Eucaris t ía» ( ta lcomo será ce lebrada y def inida desde e l s ig lo s iguiente) :s in embargo no podemos menos de es tablecer una re lac ión

ínt ima ent re «e l pan que par t imos como comunión en e l cuerpode Cr i s to», «comido como anuncio de la muer te de l Señor»,«el convi te del Señor» y «el pan del Señor» en la comunidad

3  Elementos de poemas litúrgicos cristianos parecen encontrarseen Eph 5, 14 y 1 Tim 3, 16.

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420 L A N U E V A A L I A N Z A

de Cor into (1 Cor  10,  1 6 ;  11,  20-29) . Y, como e l hecho na-

r rado en Ac t  20,  7-12 t iene lugar t res años después de quePablo escr ibie ra a los Cor int ios : podemos creer que ya sece l ebraba muy cor r i en t emente , conforme a l p recep to de l Se -ñor (1 Cor  11,  23) , e l Convi te sacramenta l y comuni ta r io quesignif ica la part ic ipación en Cris to muerto y resuci tado. Y elapós tol ve ía en é l —como sabemos perfec tamente— el Sacra-mento de la unidad y de la caridad entre los cr is t ianos.

E l  amor  que los primeros cris t ianos se tenían  recíproca-mente,  ha de j ado profundo recue rdo . Como hac ían ya losmiembros de la comunidad de Is rae l , los c r i s t i anos se l l amanuno s a o t ro s : «he rmano s» (Ac t 2 , 29 , 37 ;  3,  17 ; 7 , 2 ;  13,15, 20). Esta palabra la encontramos unas 130 veces en SanPablo . Y , sobre todo , se com po r t an como he rm an os : «T od oslos c reyentes vivían unidos y lo tenían todo en común». «Notenían más que un solo corazón y un a lma sola . Ninguno

tenía por propia cosa alguna; s ino que, entre e l los , todo eracomún» (Ac t 2 , 44-45 ;  4,  32) . Es ta c i rcus tanc ia permi te orga-nizar la asistencia a los necesitados (Act  6,  1) . Recordaremosla gran colecta organizada por San Pablo en t iempo de lacr i s i s económica de Judea (p . 405) . Ent re es tos fe rvorosos di s -c ípulos de l Señor fueron múl t ip les las formas de abnegac iónfra te rna . Su afec to mutuo era e l mayor y más e f icaz tes t i -monio que podían dar de Cr i s to (Jn  13,  35).

¿Quiere es to dec i r que no hubo jamás di f icul tades ent relos «hermanos»? Algunos e jemplos de tens ión seña lados enlas primeras comunidades (Act 6, 1; 25, 2, 39), la carreraa tormentada de Pablo, l l ena de lazos que se le t endían inc lu-so dentro de la Iglesia (2 Cor  7,  5; cf . p. 405), su severidadcont ra las d i sputas ent re los c r i s t i anos de Cor into (1 Cor  3,3 ;  11,  17-19), y sobre todo la gran dif icul tad de conci l iar e lpunto de vis ta t radicional is ta de unos con las opiniones másavanzadas de ot ros , mues t ran que —tanto en e l n ive l de lasdivers idades de or igen y formación como en razón de lasor ientac iones y métodos— la unidad rea l de l Cr i s t ianismopr imi t ivo no cons t i tu ía uni formidad ni provenía de pérdida devi ta l idad. Antes bien hay que hacer notar que la caridad eravigorosa.^ Y esta ca rida d a gr up ab a y re un ía en la Iglesia delúnico Señor —en pleno ar ranque y evoluc ión—• muchos brotes

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LA  V I D A C R I S T I A N A 421

e impulsos , muchas or igina l idades e in ic ia t ivas . «Un mismo y

único Espí r i tu di s t r ibuye sus dones a cada uno en par t i -cu l a r . . . A pesa r de su p lura l idad , l os miembros no formanmás que un solo cuerpo: Así es t ambién Cr i s to» (1 Cor 12,11-12).

De ahí , e .d. de estas condiciones naturales y de la accióninterior del Espír i tu de Dios, se deriva la gran diversidad deact ividades y papeles en la Iglesia . Existen numerosos test i -monios de las  funciones  y «carismas» ( = don es) qu e exist íanen las comunidades pr imi t ivas . Por lo demás , no s iempre sel lega a ident i f icarlos. Hizo fal ta que San Pablo efectuara desdemuy pronto ensayos de di scernimientos de va lor en e l hervorespir i tual de su ardiente iglesia de Corinto (1 Cor  12-14).

Un pues to en t e ramente apa r t e , l o ocupan los i ncompara -bles e i rreemplazables «test igos» de Jesús desde los primerost iempos (Act  1,  22 ; 2 , 32 ;  3,  15 ; 5 , 32 ;  10,  4 1 ;  13,  31),

los «fundamentos» de la Igles ia (Eph 2 , 20; Ap  21,  14), losD oce , los após toles . S u p ap el - d e «enviados» ( = após toles) ysu «m isión» ( = env ío) por pa rte d e Jesús (Act  1,8;  M t  28,18- 20 ; Me  16,  15-16), los convierten esencialmente en los«mis ioneros» de l Evangel io . Tienen vis iblemente por cabezaa Pedro. Cuando Pedro, para real izar e l «servicio de la Pala-bra», se a le ja de Jerusalén, su papel de jefe de la comunidador igina l queda asegurado por Sant iago (p . 400) . Pablo , hac ia

e l f in de su vida , parece obrar de la misma manera , cuandoconf ía e l cuidado de las comunidades por é l fundadas a susd i sc ípu los T imoteo y T i to .

Como las comunidades se mul t ip l ican rápidamente y susmiembros se van hac iendo cada vez más numerosos , hace fa l taorganizarse . No parece que haya cuadros uni formes y es t r ic -tos . En cada grupo o en cada región, los cr is t ianos se dejanguiar por las exigencias , se inspiran en formas de vida ya

existentes , con la certeza de ser guiados por e l Espír i tu deDios. Los «helenistas» por e jemplo t ienen a su frente a los«Siete». E, indudablemente, e l re la to de la inst i tución delos «diáconos» (=servidores) t i ene como sent ido pr inc ipa lel  reconocimiento  de seme jan te e s t ruc tura de comunidad porparte de los Doce (Act  6,  1-6) . Se debió de imi ta r mucho laorganización sinagogal de las «parroquias» judías (p. 377).

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422 L A N U E V A A L I A N Z A

«Presbí te ros» ( = anc ianos) , que rec iben tam bién e l no m b rede «epíscopos» ( = sup ervisores) , q ue en los com ienzos soncomo adjuntos de los após toles y compar ten su autor idad ene l orden de la enseñanza , ven cómo se les conf ía la respon-sabi l idad y adminis t rac ión de comunidades c r i s t i anas (Act  11,3 0 ;  14,  2 3 ;  15,  2 , 6 , 22-23 ;  10,  4 ;  20,  1 7 ;  21,  18, 28;Phi l  1,1).

En l is tas que no son completas ni están expl icadas ni secor re sponden en te ramente , Pab lo enumera los «min i s t e r ios»que los miembros de l a s comunidades se repa r t en (1 Cor  12,8- 10 , 28 - 29 ; R m  12,  6 - 8 ; E p h  4,  11 ; véase t ambién Ac t  13,1) . Y, as í , t enemos: los pres identes o gobernadores , los pas-tores , los evangel is tas , los profetas , los doctores, los docentes ,los predicadores, los asis tentes , los servidores, los curadores.Es tos servic ios —en las t res formas de gobierno, enseñanzay as i s tenc ia , a que se reducen —cont inúan la obra de Cr i s toy de los Doce. Esta obra consiste , ante todo, en la propaga-ción del Evangel io y «plantación» de la Iglesia . La revelacióndel Mensa je c r i s t i ano se rea l iza de dos maneras , que corres-ponden a dos es tadios de in ic iac ión: e l pr imer anuncio , o«kérygma» ( = preg ón ) , a los qu e n o h an escucha do jamásla Pa labra de Cr i s to ; y la enseñanza p rop iam en te dicha o«ca teques i s» , ins t rucc ión más comple ta , ahonde doc t r ina l ode otra índole , para los f ie les .

No es fác i l resumir rápidamente lo que a l l í se enseñaba .

Era, ni más ni menos, la teología de la «nueva Alianza».Nos daremos cuenta suf ic ientemente de es ta doc t r ina , segúnvayamos conociendo los pr imeros escr i tos c r i s t i anos . Es tosproceden de la vida cris t iana, y dan test imonio de el la . Sonescr i tos pr imordia lmente mis ioneros , y cons t i tuyen e l mediode comunicar lo que los após toles han rec ibido de Cr i s to ala luz del Espír i tu dado a la Iglesia .

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C A P Í T U L O X I I

EL MENSAJE DE LOS TESTIGOS

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I

L A T R A D I C I O N E V A N G E L I C A   1

«Jesús recorría una por una las c iudades y a ldeas, anun-c iando y evangel izando e l re ino de Dios» (Le  8,  1). Lapa labra  evangelio  no s igni f ica pr imeramente un texto , unl ibro. Sino que, por su et imología y uso bíbl ico (Ps  68,  12;

Is  40, 9¡ 52,  7 ; R m  10,  15) , des igna or igina lmente un«fe l iz mensa je», un «anuncio que hace fe l iz». «Evangel io», enes te sent ido pr imar io que no deber íamos nunca perder dev i s t a , e s —en c i e r to modo— s inónimo de nues t ro t é rmino«evangel izac ión»: l a predicac ión de l Reino de Dios , l a pa-labra anunciadora de es te Mensa je que ha de ser l iberac ióny gozo para aquel los que lo reciben. El evangel io «es un poderde Dios para la salvación de todo creyente» (Rm 1, 16).

El evangel io fue , pues , pr imeramente la  palabra de Jesús.Nadie había hablado como El (Jn 7 , 46) . Lo que Jesús dec ía :ac tuaba , pene t raba en e l corazón, provocaba reacc iones , a r ras-t raba, decidía . Algunas existencias se sent ían t rasformadas poresta palabra . Y esta palabra se ident i f icaba con su persona,con sus acciones, con su vida, que eran también luz e instan-cia . Con su palabra se real izaban milagros, «obras» por exce-

1  Para la inteligencia de «el Evangelio anterior a los Evangelios»,podem os recomendar :

HUBY,  L'Evangile et les Evangiles,  remanié e t com plété par L éo n-Dufour (Beauchesne , 1954) .

CERFAUX,  La voz viva del Evangelio al comienzo de la Iglesia(vers. esp.). San Sebastián 1958.

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426 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

l enc ia , d ivinas y reve ladoras . F ina lmente , su pas ión y resurrec-

c ión mani fes ta ron todo e l sent ido de su venida y labor ent relos hombres , y su br i l l ante vic tor ia sobre la muer te . Ta l esel primer evangel io.

Los apóstoles , que eran oyentes, test igos, «evangel izados»,has ta e l punto de es ta r to ta lmente henchidos de la Pa labra yde l Espí r i tu-Fuerza de Jesús , se convi r t ie ron —'desde Pen-tecos tés— y cont inuarán s iendo s iempre los «evangel izantes»

o «evangel is tas» del Reino, los mensajeros de la salvaciónpor Cr i s to Je sús . Pe ro de l a mi sma manera que e l Maes t ro :su  predicación  es acción y vida . «N ue stro evang el io no sepresentó a vosot ros en pa labras solamente ; s ino que se acom-pañaba de obras de poder , de la acc ión de l Espí r i tu Santo»(1 Th i , 5) . Los após toles no escr iben, s ino que «hacendiscípulos», según los términos mismos de su «misión» oenca rgo de pred ica r (Mt  28,  19). La diferencia entre e l los

y Jesús cons is te en que los após toles no t i enen que proponersu propia pa labra ni su propia persona , s ino a Cr i s to . Su evan-gel io es e l Señor Jesús, «todo lo que El ha hecho y enseñado»(Act 1, 1) , todo lo que el los han «visto, escuchado y palpadoacerca de la Palabra de vida» (1 Jn 1, 1). Si escriben, nolo hacen «con t inta , s ino con el Espír i tu del Dios vivo, no entablas de piedras (como Moisés) s ino en los corazones» (2C o r  3,  8) . Hacen que se adquiera conciencia de la Presencia

de Jesús y de la comple ta renovación que és ta produce .Cuando hab lan de Cr i s to Je sús , cuando qu ie ren comu-

nicar la experiencia que de El t ienen y el amor que haciaEl s ienten, los apóstoles t ienen que escoger lo que han dedec i r de El . Lo esenc ia l se encuent ra expresado innumerablesveces en las cartas de Pablo, de redacción anterior a la delos Evang el ios y qu e son eco d e su predicac ión o ra l : Cr i s tom ue r to y re suc i t ado (véase, po r e j em plo : 1 T h  1,  9 - 1 0 ;  4,

14 ; 1 Cor  15,  3 - 4 ; R m  1,  2 - 5 ;  4,  2 4 - 2 5 ;  8,  34, y pr inc i -pa l m e n t e  14,  8-9) . Sin embargo, e l evangel io apostól ico nose reduce a es ta ext raordinar ia condesac ión: hay que pre-sentar , y por tanto narrar a Jesús ; no todas sus enseñanzas ,ni todo lo que a El se ref iere; ta l cosa sería imposible (Jn   21,25); s ino algunas de sus palabras y acciones.

Ora se t ra te de l pr imer anuncio , ora de ins t rucc iones más

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L A T RADICIÓ N E VANG É L ICA 427

avanzadas (p. 422), la predicación apostól ica se va repi t iendo,y de e s t e modo va encont rando ráp idamente c i e r t a s fó rmulasque se f i j an en esquemas , o más bien en un esquema: e l quese t rasparenta inmedia tamente en los pr imeros di scursos dePedro (Ac t 2 , 22-24 , 32-33 ;  3,  12-26, y sobre todo  10,  36-43,que es como el plan de los t res Evangel ios s inópt icos) . Obser-vamos un recurso cons tante a la Escr i tura , no tanto para de-most ra r de manera apologét ica la verdad de las a f i rmacionesacerca de Cr i s to , cuanto para s i tuar las dent ro de l conjuntode la Revelación y de la Historia de la salvación, como cum-pl imiento de l Des ignio de Dios .

Es te c redo fundamenta l se adapta a las c i rcuns tanc ias dela predicación, a la diversidad de los audi torios. Pedro, a lhablar a los Palest inenses, carga el acento sobre la mesia-nidad de Jesús. Pablo, en su misión cerca de los paganos,hace ver pr inc ipa lmente que Jesús es e l Sa lvador y que laRedención t iene carác te r universa l . Juan, que se di r ig i ráa c r i s t i anos ya ins t ruidos , nos most ra rá cómo los aconte-cimientos de la vida de Jesús t ienen valor de señales .

Rec íprocamente , e l aud i to r io o más exac t amente l a comu-nidad, los cr is t ianos deseosos de conocer bien al Señor y sumensa je , p lantean cues t iones re lac ionadas con sus preocupa-ciones. En presencia de casos como el matr imonio, la viudezo el divorcio, de leyes como el sábado, las puri f icaciones, e l

diezmo o los impues tos , a propósi to de ca tegor ías de personascomo los publ ícanos, los pecadores o los no-israel i tas , acercade acontec imientos como los acc identes o los abusos de l poderpúbl ico, ante perspect ivas como el más al lá o la real izacióndel Reino, los c r i s t i anos preguntan qué es lo que Jesús hadicho o ha hecho. De ahí l as narrac iones y pa labras de l Maes-t ro que ent ran en la « t radic ión evangél ica»; de ahí t ambién laselección  de escenas, hechos, sentencias y discursos (mientras

que el resto, e .d. muchas cosas, se pasan en s i lencio o sere sumen a l a manera de Me 1 , 34 , 39 ;  6,  55-56) .

Jesús había hablado en el est i lo r í tmico caracterís t ico delos sabios orientales , que tan propicio es para la repet ic ióny memorizac ión (p . 388) . Los predicadores de l evangel io ylos ca tequis tas que les secundan o cont inúan, no t i enen másque reproduci r t a les pa labras . Aunque se t ra te de ampl i f ica-

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428 E L ME NS AJE DE L O S T E S T IG O S

ciones, no son jamás s ino discursos l imitados. Los rela tos

son breves . Poco a poco, es tos pequeños conjuntos —vaciadosen una forma f i j a— t i enden a reun i r se y o rdena rse en  unasecuencia  cronológica general , harto f lexible y l ibre en ladisposición de los detalles. Y, así , la enseñanza apostólicacomprende pr inc ipa lmente : l a p red icac ión y e l bau t i smo deJuan Baut i s ta ; e l gran minis te r io de Jesús en Gal i lea consus mi lagros , d i scursos y cont rovers ias ; su minis te r io judeo,igua lmente con grandes acc iones y enseñanzas ; f ina lmente ,

los úl t imos días del Salvador, su pasión y muerte contadascon esmero y detal le , su resurrección y sus aparic iones a losapóstoles y discípulos.

La necesidad de f i jar por escri to estos e lementos de la«tradición evangél ica» se dejó sent i r desde muy pronto. Elmundo an t iguo , como sabemos , e s t aba a sombrosamente do-tado para una t rasmis ión ora l f i e l . S in embargo, como los

mensa jeros se mul t ip l icaban: l a escr i tura se proponía eviden-t í s imamente como un medio seguro y cómodo para conservare l Mensa je en su pureza or igina l ; y es to cons t i tu ía una nuevafac i l idad para su di fus ión. De es ta manera se formaron «apun-tes», «notas», como quien dice, o  pequeñas compilaciones  quelos misioneros y catequistas l levaban consigo y ut i l izabancomo ext rac tos o prontuar ios .

Pero se ha hecho a lgo mejor todavía . «Muchos se han

dedicado a componer un re la to de los acontec imientos , t a lescomo nos los han t rasmi t ido quienes desde e l pr inc ipiofueron los test igos oculares y los servidores de la Palabra»(Le 1, 1) . Pero los autores de estos re la tos permanecieronanónimos. De sus obras sólo se conserva lo que fue recogidopor los Evangel ios canónicos, y entró a formar parte de el los .El valor de estos Evangel ios, la autoridad de sus autores, laimpor tanc ia de las comunidades cuyas ca teques i s reproducen,hizo que se impusieran de ta l suerte , que los demás relatosparec ie ron inút i les y te rminaron por desaparecer . Pero quedebien asentado que , aunque los Evangel ios canónicos fueroncompuestos durante la sépt ima década de l s ig lo I , habían c i r -culado ya  redacciones  más o m eno s pa rc ia l es , más o m eno s or -denadas , que servi r ían de pre ludio a las que ahora conocemos.

Tenemos buenas razones para pensar que , a l a sazón, se

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L A T RADICIÓ N E VANG É L ICA 429

const i tuyeron pr inc ipa lmente dos colecc iones : una de e l las ,en la que podemos ver una serie evangél ica en arameo, queindudablemente se ha l laba en re lac ión con la predicac ión dePedro en Jerusa lén y que será recogida por e l Evangel iosegún San Mateo; y la o t ra colecc ión, que cons ignaba t ra -diciones apostól icas diversas. Pero estamos tocando ya eldif ic i l ís imo problema de las fuentes , de las re laciones y dela composic ión de los Evangel ios según Mateo, Marcos yLucas. Es lo que suele l lamarse la «cuest ión s inópt ica», dela que sólo podremos hablar brevís imamente , y a la que no

podemos da r más que una so luc ión re sumida y aprox imada ,con la reserva de hacer pos te r iormente un es tudio más pro-f u n d o  2.

La cues t ión se susc i ta por una doble observac ión: l a com-parac ión ent re los Evangel ios de Mt , Me y Le reve la , poruna par te , que exis tan ent re e l los asombrosas  semejanzas,  lascua les pueden l legar has ta la ident idad verba l comple ta . Y,por otra parte , revela  diferencias  no menos sorprendentes ,que mani f ies tan la i r reduct ibi l idad pura y s imple de un textoal otro   3.

Para responder a es ta cues t ión, es tablezcamos pr imeramen-te las hipótesis más senci l las . ¿No será uno de los Evangel iosla fuente de los otros dos? Y, en este caso, la fuente ¿noserá e l Evangel io que parece más primit ivo de todos, e l de

Me? Pe ro , en tonces , Mt y Le han añadido muchas cosas :¿De dónde proceden e sos sup lementos cons ide rab le s? Pode-

2  Además de las dos obras mencionadas en la nota de la p. 425,existe el voluminoso estudio de VAGANAY,  Le problème synoptique(Desclée et Cié . , 1954), en donde encontraremos una bibliografíacompleta sobre la cuest ión. Este problema ha s ido presentado y es-

bozado en las introducciones c lásicas, en las  Vidas de Jesús,  enlos artículos de las revistas. Una de las mejores presentacionesbreves es, sin duda, la del P. BENOÎT, en su introducción al Evan-ge l io según San Mateo , de la  Bible de Jérusalem  (Cerf, 1950}.

3  X . León-Dufour , en la obra mencionada en la p . 425 , inv i taa comp arar : Me  4,  19 y Le  8,  1 4 ; M t  22,  25 y Me i2 , 20;M t  28,  1 y Le  24,  6 ; M t  19,  16 s y Me  10,  17 s. Son pasajes deparalel ismo estricto, en donde «la única diferencia es e l sujetode la frase o el que pronuncia la palabra» (p. 70, nota 2).

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430 EL MENSAJE DE LOS TESTIGOS

mos preguntarnos , a su vez , s i los t res Evangel ios no pro-ceden quizás de una misma fuente , ante r ior a e l los ; y s isus diferencias no se expl ican ta l vez por la f inal idad de cadauno de el los y su genio propio. Pero, en este caso, resul tanenigmát icas las supres iones de Me, enormes y f recuent í s i -mamente sorprendentes ( tanto más que es te evangel i s ta eshabi tua lmente e l más espontáneo y comple to de los narra -do r e s ; c om pá r e s e Me  10,  46-52 con sus para le los) . Una vezque con es tas cues t iones ha quedado ya prec isado un pocoel problema, podemos esbozar su soluc ión de la s iguientem a n e r a :

Me se presenta más bien como una fuente or igina l y comoel mejor eco de la enseñanza de Pedro en Jerusa lén y luegoen Roma (p . 407) . Mt parece haber conocido a Me, y pare-ce haber lo ut i l i zado; pero bebe también, y por c ie r to demanera pr imordia l , en ot ra fuente di s t in ta , que parece ser e l«Mateo aramaico» conocido en la t radición primit iva de laI g l e s i a 4 , señalada más a r r iba . Le s igue m uy d e cerca a M e ;pe ro numerosas seme janzas con Mt mues t ran que t ambién é lrec ibe e lementos de l «Mateo aramaico». Fina lmente , hay quesuponer que Mt y Le se han benef ic iado juntamente , a t ravésde a lguna fuente a ramaica o gr iega , de t radic iones evangél icasno contenidas en e l Mt a rameo, y , separadamente , de infor-maciones propias de e l los , pr inc ipa lmente en e l caso de Le .

Podemos da rnos ya una idea de con jun to de l a  formación de

los Evangelios sinópticos.  Como base tenemos la predicac iónde Pedro en Jerusa lén y en Pa les t ina , as í como también lapredicac ión de ot ros após toles y di sc ípulos de la pr imera ge-nerac ión; es e l «evangel io ora l» . Después , aparecen a lgunosensayos escri tos (Le 1, 1) , que son las primeras consigna-c iones de la enseñanza de Pedro y de los demás predicadores ,en forma de reducidos l ibr i tos , de resúmenes que se hacencon des t ino a los mis ioneros y ca tequis tas , de formular ios

para uso l i túrgico en las reuniones de comunidad. Ent re e l

4  Se trata principalmente del test imonio de Papías, obispo deHierápolis , en el s iglo II: test imonio que es referido por el his-toriador Eusebio de Cesarea (264-360), en su  Historia eclesiás-tica,  3, 39.

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L A T RADICIÓ N E VANG É L ICA 431

40 y el 50, e l apóstol San Mateo escribe su evangel io enarameo; s in duda , es te evangel io se encuent ra ya cons t ruidoen a lguna manera , como lo es ta rá e l Mt canónico; habr ía des-aparec ido t ras la d i spers ión de las comunidades judeo-cr i s t ia -nas de Palest ina, pero antes habría s ido t raducido al griego(¿en los años 50-60?) . Para le lamente , debió de cons t i tu i rseotra colección de t radiciones evangél icas no retenidas porMateo , y que qu izás fue t r aduc ida t ambién a l g r i ego . Unpoco antes de la muer te de Pedro en Roma, e l evangel i s taMarcos compone su obra , compues t a p r inc ipa lmente de l a

ca teques i s pa les t inense de Pedro, comple tada con los ecos dela predicac ión de l mismo após tol en Roma. Poco despuésaparece e l t exto de Mateo que conocemos nosot ros , cuyadoble fuente pr inc ipa l es e l «Mateo aramaico» (quizás t ra -duc ido ya a l gr iego) y Me; y que t i ene como complementosla ot ra fuente apos tól ica as í como también informacionespar t iculares . F ina lmente , e l evangel i s ta Lucas presenta sut raba jo ; su fuen te p r inc ipa l e s Me , pe ro ha s ido t ambién

ut i l izado el «Mateo aramaico», así como también la ot rafuen te ; y Le posee , además , t oda una documentac ión que e spropia suya .

Es tas re lac iones l i t e ra r ias permi ten sospechar re lac iones per-sonales , encuent ros y contac tos ent re predicadores y evange-l is tas . Lucas era discípulo de Pablo; y, a l f in de la carrera

de l após tol , se vie ron muchas veces , y t raba jaron juntos . Mar-cos , que había seguido pr imeramente a Pablo, se adhi r ió luegoa Pedro. Es pos ible , e inc luso probable que , a l rededor de losaños 62-64 , Pedro , Pab lo , Marcos y Lucas se encont ra ranreunidos en el barr io judío de Roma. Esto expl icaría con todanatura l idad c ie r tos prés tamos y c ie r tas dependencias que exis -ten en las colecciones evangélicas.

Los Evangel ios s inópt icos , a pesar de no haber s ido redac-

tados def ini t ivamente s ino en fecha re la t ivamente ta rdía , ene l momento en que Pedro y Pab lo t e rminaban su ca r re ra apos -tó l i ca , con t i enen y t r a smi t en —no obs t an te—   la más antiguapredicación  cr is t iana. Han conservado su esencial naturalezasemít ica , su carácter popular y misionero; y son los test i -monios autént icos de l Mensa je c r i s t i ano en su misma ec lo-sión. En este sent ido son anteriores a la mayoría de las cartas

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de San Pablo, aunque hayan s ido redac tados def ini t ivamente

con pos te r ior idad a las mismas . Los Evangel ios , que hanpermanecido vinculados con la fuente apos tól ica or igina l ycon la catequesis oral de las primeras décadas, son relatosf ragmentar ios y esquemát icos , se lecc iones y resúmenes . Porot ra par te , han tenido s iempre la f ina l idad prác t ica de la pre-d i cac ión : p re t enden se r una enseñanza , t r a smi t i r un mensa j eque hemos de acoger y vivi r en la fe ; no pre tenden tantodarnos información, cuanto cont r ibui r a l a formación de un

mundo nuevo , nac ido de l a obra reden tora de Cr i s to ; p re -sentan al Señor Jesús para que uno se encuentre con El y sehaga su discípulo.

Los Evangel ios canónicos , aunque son por tadores de unevangel io que es anterior a e l los mismos, poseen ya un pocode dis tancia con relación a los hechos que consignan, y sucomposic ión se res iente de las e tapas de su formación. Pordel icada que sea la labor que haya que hacer en este terreno,

s in embargo podemos dar por seguro que los e lementosque integran los Evangel ios canónicos no son todos de lamisma fecha ; en la ac tua l idad se encuent ran mezclados , peropodemos dist inguir en el los capas redaccionales y re toques.Estas observaciones se han ido haciendo gracias a una exé-ges i s rec iente , cuyo método cr í t i co ha rec ibido e l nombre de«historia de las formas»   s . Por más que es te método deba serprudente , por más que se s ienta aún t ímido y poco avanzado

en sus t r aba jos : l e debemos ya —no obs t an te— un fecundotoque de atención que nos hace sensibles a l progreso de lareflexión y de la vida cris t iana en el primer s iglo. En unamedida mín ima pe ro in t e re san te   6, los Evangelios son test i-monios de las  precisiones  qu e la existencia cr is t iana ap or tóentonces a l Mensa je or igina l , y cons t i tuyen un eco de la fede la Iglesia . Los Evangel ios, que en este sent ido son obrade la Igles ia misma, son —prec isamente por eso— más pre-

c iosos y es tán garant izados por la máxima f ide l idad. Nadie

" E n a lemán :  Formgeschichte.  La may oría de los iniciadores yespecial istas de este método crít ico son alemanes.

6  I lustrarla aquí nos resultaría absolutam ente im posib le . Pu eseso corresponde al estudio exegético, propiamente dicho, de losEvangelios. Ya llegará su hora.

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L A T R A D I C I Ó N E V A N G É L I C A 433

podía hablar de Cr i s to como aquel la a l a que San Pablo deno-

mina l a Esposa de Cr i s to (Eph 5 , 23-32) ; nad ie como e l l apodía t rasmi t i r l a Pa labra de su Señor . Los Evangel ios ,como toda la l i teratura bíbl ica , son los frutos de la act ividaddel Espí r i tu de Dios en e l Pueblo de Dios .

El cuar to Evangel io canónico di f ie re mucho de los ot rost res , y raras veces muestra paralel ismo con el los . Pero, segúnel test imonio de la t radición primit iva, es obra de un apóstol ,

de un di sc ípulo de la pr imera hora y de un tes t igo di rec tode Cr i s to . Aparec ió ta rdíamente , y representa un es tadio —yaavanzado—" de la ref lexión teológica. Pero, aunque su elabo-ración ha s ido lenta y se ha ido efectuando por e tapas, s inembargo es te Evangel io cont iene e lementos ant iquís imos; yta l vez encont ramos a menudo en é l l a pr imi t iva predicac ióndel após tol Juan. Li te rar iamente , es te Evangel io f igurará enlas postr imerías de nuestra his toria de los escri tos bíbl icos.

Sin embargo, en cierto sent ido, é l también es test imonio deun evangel io ora l predicado y ta l vez redac tado (en su pr imeraredacc ión, se ent iende) antes que los demás Evangel ios quefueron rec ibidos def ini t ivamente en la Igles ia .

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I I

S A N P A B L O Y L A S C A R T A SA L A S C O M U N I D A D E S

La existencia del apóstol San Pablo es una de las mayoresaventuras que se hayan vivido jamás . Pablo recorr ió a piemiles de ki lómetros, vivió en los más insignes centros delmundo c ivi l i zado, se enfrentó con los ambientes más diversos

y tuvo contac to con mul t i t ud de pe rsonas , desempeñó unaacción misionera de las más int répidas y vivió las peripeciasdramát icas de una carre ra excepcionalmente agi tada (2 Cor11,  23-28) . Hemos contemplado ya las grandes e tapas de esavida; y tendremos que volver a e l las , c laro está , con mayoratenció n \ Pe ro, s i la his toria de Pab lo — vista d esd e elexter ior— parece ya ext raordinar ia , ¿qué di remos de la aven-tura espi r i tua l de es te hombre de Dios? El mismo se reve lará

en sus cartas . Antes de ver cómo éstas van apareciendo suce-sivamente a lo largo de la vida del misionero, hay que con-s ide ra r duran te un ins t an t e su pe rsona l idad , su t emperamento ,su pensamiento y sus dones l i t e ra r ios .

1  Exis ten num erosas y mu y bu enas b iografías de San Pa blo :BAUMANN,  Saint Paul  ( G r a s s e t . 1 9 2 5 ) .

HOLZNER,  San Pablo, H eraldo de Cristo  (vers, esp.), 5.A  ed., Bar-celona 1959.

PÉREZ DE URBEL,  San Pablo, Apóstol de las Gentes,  4 .A  e d . , M a -drid, 1954.

PRAT,  Saint Paul  ( G a b a l d a , 1 9 2 1 ) .RICCIOTTI,  Pablo Apóstol  (vers, esp .), 2.a  ed. , Madrid 1957.SAGOT DE VAUROUX,  Saint Paul (col.  «Les grands coeurs» , F lam-

marion, 1933).TRICOT,  Saint Paul, apôtre des Gentils  (Bloud et G ay , 1928).

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S  4 3 5

Pablo e s un  genio  na tura l ba jo la inf luenc ia de Dios y

al servicio de la Iglesia . Como ocurre con los hombres verda-de ramente g randes , hay en l a pe r sona l idad de e s t e hombresupe r io r muchos cont ra s t e s . Es un t emperamento do tado delo más r ico y más dinámico que puede haber en la na tura lezahumana , pero a veces exper imenta más que nadie sus l ími tes .Posee una intel igencia intui t iva y lógica, a l mismo t iempo;una energía indomable que , s in embargo, no se ha vi s topr ivada de la exper ienc ia de la impotenc ia y de la depres ión;

una sensibi l idad vibrante hasta la suscept ibi l idad y un corazóndel ic iosam ente a fec t ivo; impacienc ia y perse vera nc ia ; s in-cer idad y f ranqueza de pa labra , pero que a veces es sut i l ;ente reza de carác te r , y autor idad magnét ica con e l don inna tode la s impat ía y con un tac to de l icado, un pensamiento vigo-roso e inmenso pero f rondoso y di f íc i l ; una pa labra e locuenteque se chancea de ser lo , y de l l ama comunica t iva ; un amorardiente , y cont inuamente act ivo, hacia la Iglesia y hacia todos

los hombres ; un a lma san ta en comunión cons t an te con Dios ,pero no s in haber pasado por la oscur idad y la angust ia , n is in haber sent ido todo el peso del pecado que gravi ta sobrela na tura leza humana , y los desgarramientos in te r iores de ldesequi l ibrio inherente a la vida de acá abajo. En él domina,por encima de todo, una fe total en Cris to Jesús, y la cert i -dumbre de la mis ión que se le ha conf iado.

San Pablo e ra un santo y un inspi rado. El h i s tor iador no

si tuará eñ el mismo plano de las ot ras causal idades esta acciónde Dios en su apóstol : acción que es primaria y const i tuye elsecre to de una obra incomparable .

Pab lo fue hombre de acc ión . Dios hab ía i n fundido en sucorazón la preocupación de hacerse todo a todos (1 Cor 9 ,22), y primordialmente e l anhelo de l levar e l Evangel io a lospaganos, hasta las regiones más remotas (Act 22, 21). Estamisión,  que es propia de é l (Eph  3,  19), la realiza San Pablocon grandes cal idades de método, organización e intel igenciaprác t ica . Ya hic imos notar lo es t ra tégicamente que supo es-coger sus posiciones para la con qu ista apos tól ica: A nt io qu ía ,Efeso, Cor into , Roma. Tuvo, c ie r tamente , sus i lus iones , eincluso sus errores de táct ica y sus s insabores: Atenas sebur ló de é l ; Cor into le cos tó muchas lágr imas; no cons iguióque Jerusa lén le comprendiera plenamente . Son e l prec io de

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su a t revimiento; y su par t ic ipac ión en e l mis te r io de la Cruz .

Pero es te a t revimiento —al que cas i l l amar íamos «osadía»desmedida— es tuvo s i empre acompañado de una pac i enc iaincansable y de gran perspicac ia de ju ic io , que le permi t ie ronhacer lo que nadie había hecho jamás . Deci r «e l após tol» ,es dec i r «San Pablo».

Pablo no fue ún icamente un gran anda r ín por Cr i s to . Fuee l pr imer  teólogo  de la Iglesia . Su formación rel igiosa pri -

mera, la de un joven rabbí , había s ido de cal idad y le habíapreparado tanto para la re f lexión como para la expres ión de lpensamiento. Su convers ión fue para é l una reve lac ión fun-damenta l : Cr i s to que vive en sus di sc ípulos (Act 9 , 4-5) ;se t ra taba ya de toda la doctr ina paul ina del Cuerpo y de losmiembros : l a doc t r ina de Cr i s to en la Igles ia . La exper ienc ia ,los contactos, las exigencias apostól icas le obl igaban sin cesara p rofundiza r y comunica r a o t ros su prop ia re f l ex ión : y

de es ta manera todo viene a in tegrarse en una vi s ión con-junta de l hombre , de l mundo y de la h i s tor ia .Pablo volvió a considerar e l misterio de Israel y los valores

judaicos a la luz de la Revelación completa . Reorganizó «enCristo» todo su pensamiento, su herencia de fariseo y los e le-mentos de cul tura he lénica adqui r idos por é l . Comprendióno sólo la s i tuac ión fundamenta l de l c r i s t i ano resca tado perono consumado todavía ; s ino también e l Mis te r io de la Igle -

s ia cuyos miembros se ha l lan in tegrados concre tamente en lacomún condic ión humana , y cuya «Cabeza» vivi f icante esCr i s to «que ya no muere» ; y e l movimien to de toda l a huma-nidad y de l cosmos que van caminando hac ia su Fin , en e lplano de la Redención universa l por obra de Cr i s to .

Se t ra ta de una s íntesis esencial , no de una construccións i s temát ica y comple ta . Es un pensamiento que se busca as í mismo s in cesar , y busca su expres ión: un pensamiento

que se en t rega por medio de e sbozos y f ragmentos , cuyose lementos no se encuent ran s iempre en e l mismo plano, ycuya cohesión es agi tada como el espír i tu que la ha vivido.

Pero e l que es te hombre , aparentemente solo en su empeño,haya logrado —veinte o t re inta años después de la muer te deCris to— rea l izar semejante e laborac ión de l Mis te r io c r i s t i anoe n s u c o n j u n t o : ¡ es p r op i a m e n t e e x t r a o r d i na r io T a n t o m á s

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SAN PABLO Y LAS CARTAS A LAS COMUNIDADES   4 3 7

que es te rabbí conver t ido, y que se había consagrado a la

ta rea de mis ionero ambulante , no escr ibió jamás un t ra tadodoct r ina l n i de jó a f lorar su pensamiento —salvo en contadasexcepciones— s ino en car tas ocas iona les que t i enen una f ina-l idad pr inc ipa lmente prác t ica , y que a menudo es tán escr i tasa vue lapluma.

S in embargo , su  genio literario  es indiscut ible y excepcio-na l í s imo. Claro es tá que no podr íamos negar que ac tuó sobre

él la influencia de su país natal y de las regiones en que habi-tualmente vivió. Maneja a la perfección la lengua griega, yla pone al servicio de su personal idad, convir t iéndola en mag-ní f ico ins t rumento para su ta rea apos tól ica . Pero San Pablofue s i empre profundamente «hebreo» de pensamien to y ex-pres ión. Sus pa labras resul tan incomprens ibles para quien ig-nore los pasos t radicionales y t ípicos del espír i tu semít ico ola antropología c lásica del Ant iguo Oriente . Sus vocablos, susnociones , sus esquemas menta les son los mismos de la Bi -b l i a , que Pablo conoce pe r fec t amente ( t ex to de los LXX,generalmente) , y fuera de la cual é l no sabría expl icarse .Pertenece a la famil ia de todos los escri tores bíbl icos: lo cualno le impedi rá tomarse c ie r tas l iber tades , muy rabínicas , conrespecto a los textos (Rm  4;  G a l  4).

Mas, por ot ra par te , e l após tol pre tende hacerse no menosl ibre con respecto a la «sabiduría del discurso» y al «bri l lo

y seducción de las palabras» (1 Cor  1,  17 - 31 ;  2,  1-4), asícomo también en e l uso de los a r t i f i c ios de l l enguaje . Pode-mos obse rva r a lgunos de sus p roced imien tos l i t e ra r ios 2 . Confrecuencia su pensamiento se presenta en enunciados para le -los, y a t ravés de repet ic iones que lo van completando, como

2  Sobre este punto, véase THILS,  Pour mieux comprendre saint

Paul  (D esc lée d e B rou w er , 1941 ) .—H an h ech o ob servac ion es imp or -tantes todos aquellos que se han dedicado a estudiar la vida, ladoctrina o las cartas de San Pablo :  PRAT,  La théologie de saint P aul(trad. cast. :  La teología de San Pablo,  Madrid 1947), 20A  ed. fran-cesa, (Beauchesne, 1930), tome I , pp. 73-84 (de la edición france-sa.— OSTY,  Les E pítres de Saint Pau l  (S i loé , 1945 ) , p p . X II -X V I .—BONSIRVEN,  L'Evangile de Paul  (Aubier , 1946) , pp . 13-19 .—Ric-CIOTTI,  Saint Paul, apotre,  vers, franc. (L aff on t, 1952), pp. 1 39- 15 5(de la vers, francesa).

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s i se fuera concent rando poco a poco (por e jemplo: Rm   6,2- 8 ; 1 C or  13,  8-12). La lógica de los desarrol los es frecuen-temente «verbal», es decir , progresar según la sugerencia delas palabras o la asociación de unos vocablos con otros (asíR m 1 , 1 - 5 ;  8,  28-30) . Por gus to y por t emperamento , porimposibi l idad también de expresar de ot ra manera una rea l i -dad captada en su total idad y en sus contrastes , San Pablout i l i za muchís imas veces e l procedimiento de ant í tes i s (e jem-p l o : R m  5,  1 5-1 9) ; ob servam os, as í, l as op os ic io nes : carne -

espí r i tu , muer te -vida , luz- t in ieblas , pecado-grac ia , esc lavo-hi jo ,obras - fe , se rv idumbre - l i be r t ad , v i e jo -nuevo , condenac ión- jus -t i f icac ión, l e t ra -espí r i tu , locura-sabidur ía , fuerza-f laqueza , uno-todos . De cuando en cuando, se de ja l l evar de c ie r to movi -miento pa té t ico o re tór ico (Rm   8,  3 5 - 3 9 ;  9,  1 - 5 ; S p h  3,18-19). Pero, a veces, corta la frase de repente y la dejas in te rminar (Rm   5,  12-14; 9 , 22-24) . Le gus tan las personi -f icaciones, que le ayudan a manifestar e l aspecto dramát ico

del Mis te r io c r i s t i ano; as í , cuando dice : l a Ley, e l Pecado,la Muer te , e l Evangel io , e l Mundo. No s iempre es es t r ic toen la uti l ización de las palabras (en Rm 7, el vocablo «ley»es tá tomado en nueve sent idos di fe rentes) , y c rea nuevasaceptac iones de las mismas (por e jemplo, por medio de l pre-f i jo «syn» = con; c f . Rm   6,  4-8) .

Hablar de San Pablo «escri tor» sería abusar de esta pala-bra , y e l apóstol mismo se re i r ía de el la . Es verdad que SanPablo compuso a lgunas ca r t a s ve rdade ramente g randes y muybien cons t ru idas (p r inc ipa lmente Rm; t ambién Eph) . Pe ro set ra ta , ordinar iamente , de escr i tos de c i rcuns tanc ias , como ve-mos por sus t í tulos y conclusiones, por sus interpelaciones ynot i f icac iones , as í como también por mul t i tud de re ferenc iasa s i tuaciones concretas y precisas . Son los mensajes del mi-s ionero que quiere mantener contac to con las personas de

quienes se ha tenido que separar , que desea resolver los pro-blemas que le han planteado o le p lantean ac tua lmente lascondiciones de existencia o los acontecimientos, que aspiraa perfecc ionar la formación de los c r i s t i anos , corr igiéndolosen caso necesario, y a lentándolos s iempre. Estas cartas , e lapóstol sol ía dictárselas a un discípulo y amigo que le servíade secre ta r io , después de jornadas agotadoras de t raba jo , y

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S   4 3 9

a r a z ó n d e m u c h a s n o c h e s s u c e s i v a s p a r a c a d a e p í s t o l a c o nrepe t ic iones , por cons iguiente , y a veces con inte r rupc ionesprolongadas: lo cual expl ica c ier tas rupturas del hi lo de laexposic ión (compárese , por e jemplo, los capí tulos  8  y 9 de1 C o r ; R m  16  fue añad ido , ev iden temente , con pos t e r io r idad) .Las cartas de San Pablo se resienten, pues, no sólo del tem-pe ramento apas ionado y v ibran te de una pe rsona que hab lacon todo su corazón, s ino también de las vicis i tudes de unaexistencia ambulante y laboriosa.

Así , pues, San Pablo no es de lectura fáci l . Quien se hayaconsagrado a leer lo , lo sabe perfec tamente . Pero sabe tambiénque ya no puede uno desas i rse de su lec tura : e l após tol se nosmete maravi l losamente en e l corazón; convier te a cada lec toren di sc ípulo y amigo suyo en Cr i s to , contagiándole su entu-siasmo, gravedad y consagración a la causa del Evangel io. SanPablo es tá perennemente vivo en sus car tas .

El pr imer escr i to que conocemos de é l , y que es tambiénel primer escri to cr is t iano en el orden de la his toria y e lp r imero de los que pasa ron a l Nuevo Tes t amento   4, f ue c om -pues to y enviado en e l momento en que San Pablo l l ega aCor into —en e l año 51 ó 52—-, con mot ivo de su segundoviaje misional (p. 403). Esta  P R I M E R A C A R T A A L O S T E S A -

L O N I C E N S E S  es tá di r ig ida a una de las pequeñas comunidadesque e l após tol acaba de fundar , a l entablar contac to conMacedonia , cuya capi ta l es Tesa lónica . Los c r i s t ianos rec lu-tados por Pablo en aquel la c iudad, cons t i tuyen una comuni -dad fe l iz , fe rvorosa y va l iente , aunque su fe tenga neces idad,en c ie r tos puntos , de ser i luminada y consol idada . Las pa la -bras que el apóstol les escribe en esta misiva, brotan —-ani-mosas y cá l idas— del corazón de l padre que los ama t ie rna-mente ; se les da con conf ianza conse jos sól idos y prác t icos ;

3  Se ha calculado que, conforme a la manera de escribir deaquellos t iempos, hizo falta —por lo menos— una semana para re-dactar una carta breve como la Primera a los Tesalonicenses ;  y unmes o mes y medio, para la carta a los Romanos (cf. RICCIOTTI,op. cit. [vers, francesa], pp. 151 y 333).

4  A no ser que la Epístola de Santiago haya sido escrita uno odos años antes, como nos inclinaríamos a pensar (cf. p. 446).

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todo es a lentador. Ahora bien, es maravi l loso que en este

breve mensa j e de a fec to y recomendac ión , y a hora t an t em-prana en la h i s tor ia de l nac iente Cr i s t ianismo, se encuen-t ren ya expresadas tantas noc iones teológicas de pr imer orden,que mani f ies tan ya las es t ruc turas esenc ia les de l pensamientocrisat iano sobre Dios, Cris to y e l Espír i tu, la Iglesia , la con-ducta cr is t iana en la fe y en la esperanza, en una vida mil i -tante , y también sobre la Venida del Señor. Este es e l únicopunto que es t ra tado di rec tamente , para responder a la in-

quie tud de los des t ina ta r ios acerca de los di funtos : no hay nadaque temer ; los di funtos verán a l Señor exac tamente igua l quelos que es tén vivos cuando tenga lugar su Venida . Por lo de-más, San Pablo se expresa acerca de todo esto con el lenguajecorr iente de las profec ías de l Ant iguo Tes tamento, pero conestado de alma muy dist into del de la apocal ipsis . Su pensa-miento, en ardorosa tensión hacia la Venida de Cris to, no haadqui r ido todavía —sobre es ta di f íc i l cues t ión— el equi l ibr io

y segur idad que descubr i remos en car tas ul te r iores .

La gran esperanza c r i s t iana , que va más a l lá de la muer te ,se funda en l a Venida de l Señor (1 Th  4,  13-18) . Mient rasl lega es ta Venida , hay que permanecer en ve la , preparándosecon la sobr iedad y la prác t ica de las demás vi r tudes (1 Th   3,13; 5 , 1-11, 23) . Es te t i empo de la Espera expl ica , por ot rapar te , l a opos ic ión violenta que Cr i s to encuent ra ; y expl ica

igua lmente todo e l mal que brota de esa lucha (2 Th  2,  3-12) .Tal es uno de los puntos que había que prec isar , y por e lcua l fue necesar io escr ibi r , a lgunos meses más ta rde , unaS E G U N D A C A R T A A L O S T E S A L O N I C E N S E S .  El tono es e l mismo,las preocupaciones semejantes . En la pr imera , se sent ía quela com un idad ten dr ía qu e sufr i r de los qu e la ro de ab an ; sehabía manten ido f i rme . Ahora ocur re l o mi smo. Pe ro e s t a sdi f icul tades , ¿no te rminan por torcer los espí r i tus? Tal vez

a lgunos e spe ran t ranqui l amente que , duran te su v ida , van ave r l a «pa rus í a» (=presenc ia o ven ida ) de Cr i s to , y no hacennada de provecho . Pab lo dec l a ra t e rminantemente que no hayque l legar a ese ext remo, y que los c r i s t i anos no deben de jar -se l levar de la pe re za : «El qu e no t rab a je , ¡qu e no co m a »( 2 T h  3).

Esta carta , como la anterior , nos deja entrever cuán r ica y

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S   4 4 1

profunda, del icada y sól ida, era la predicación del apóstol ,

que es tamos adivinando a t ravés de l t exto .Es tos dos mensa j e s pa r t i e ron de Cor in to en e l momento

en que San Pablo, ansioso de l levar a Cris to a los puntosmás vi ta les de l mundo, c reaba una comunidad en es ta capi ta linmensa y sumamente ac t iva (p . 403) . Había s ido has taentonces su mayor éxi to apos tól ico: un grupo de ext raor-d ina r i a v i t a l i dad , compues to pr inc ipa lmente de obre ros y po-

bres (Corinto contaba centenares de miles de esclavos) , en losque e l Esp í r i t u de Dios se mani fe s t aba con sobreabundanc iaext raordinar ia . Pero es ta c reac ión era también una gran auda-cia: esos cr is t ianos, totalmente «nuevos», que ayer todavíaeran paganos (porque los neóf i tos judíos cons t i tu ían sólo unaminor ía ) , se ha l laban en contac to permanente con lo que e lhelenismo tenía de más seductor para e l espír i tu y e l cuerpo,y con las per turbac iones y compl icac iones que causaba en la

vida cot idiana. Vivían en medio de personas l ibres y fe l iceshumanamente , ebr ias de be l leza y sumamente escépt icas ; enmedio de pe rsonas depravadas que acudían a Cor in to , por l a sfaci l idades que al l í había para la lujuria ; de devotos af i l iadosa grupos rel igiosos, que se sent ían hechizados por e l mist i -c ismo embriagador de los cul tos de origen exót ico. Así , pues,en e l p lano inte lec tua l y prác t ico se pla teaba resue l tamentee l problema de la fe y de l comportamiento re l ig ioso en un

ambien te comple t amente pagano . Y por muy fe rvorosos quefu er an es tos c reyen tes , ¡no e ran áng eles A las di f icul tad esde l ambiente , se añadían las miser ias propias de la comunidad:ant ipa t ías ent re personas o divergencias de opinión que sus-c i taban disens iones , a lgunas def ic ienc ias mora les muy lamen-tables , fa l tas contra la caridad fraterna, soluciones excesivasde los problemas de la sexual idad ( l icencia o r igorismo), exa-geraciones o desviaciones en el uso de dones extát icos. . . El

paganismo ¿ iba a tener su desqui te? ¿No se ha l laba en pe l i -gro la in tegr idad de l Mensa je c r i s t i ano? De todos modos , noson buenas todas las not ic ias que se rec iben de es ta co-m u n i d a d .

Ahora bien, Pablo tuvo que a le ja rse ; y e l t i empo no ar reglólas cosas. Exist ía necesidad absoluta de intervenir , aunquefuese a di s tanc ia , para remediar los desórdenes de su quer ida

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442 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

Igles ia de Cor into . Desde Efeso, adonde le había conducidosu tercera gran misión (pp. 405-406), escribió una carta conadver tenc ias ta jantes (1 Cor  5,  9) . Esta carta , que no se haconservado,  no fue suf ic iente , o más bien planteó una ser iede cues t iones . Pues bien, ahora —nos ha l lamos en e l 55—Pablo escribe, en varias sentadas según parece, lo que paranosotros es la  P R I M E R A C A S T A A L O S C O R I N T I O S .  Las re spues -tas (porque de respues tas se t ra ta ) s iguen la enumerac ión dec ier to número de hechos o inc idencias que habían sobreve-nido en la comunidad. Amonestac iones , d i rec t ivas , conse jos :todo se considera desde el punto de vis ta esencial , en relacióncon Cris to, en quien toda la vida cris t iana encuentra su almay cohes ión . Cada uno de los p rob lemas que van des f i l ando ,br inda la ocas ión para dar grandes enseñanzas : e l Evangel io ,la unión de los cr is t ianos en el único Señor, e l minister ioapostól ico (1 Cor  1-4),  e l mat r imonio y la v i rginidad (1 Cor5-7), los sacri f ic ios y e l Misterio eucarís t ico (1 Cor  8-11),los dones de l Espí r i tu Santo (1 Cor  12-14),  la resurrecc iónde los cuerpos (1 Cor  15).

Sin duda alguna, esta epístola es la más representat iva delas escri tas por San Pablo. Tiene inagotable r iqueza, y es unode los más impor tantes documentos c r i s t i anos . El es t i lo , d i -recto y vigoroso, posee ta l vivacidad y pleni tud y al mismot iempo ta l cons tanc ia y f i rmeza , que nos reve la una perso-nalidad sensible y enérgica a la vez. Pablo, en esta carta, se

hal la en plena posesión de sus medios y manera de ser . Reco-nocemos en seguida su genio.

Había vue l to e l orden a la comunidad de Cor into , perolos fe rmentos de divi s ión no habían desaparec ido por com-pleto. Había personas que se a t revían a poner en te la de juiciola autor idad de l após tol , y procuraban desacredi ta r le de ma-nera ruin y mal ic iosa . Es to e ra grave . Pablo hace pr imera-

mente una «visi ta dolorosa» (2 Cor  2,  1) a Corinto, en laque no ar regla nada . Desde Efeso, adonde regresa , escr ibe«con lágrimas» (2 Cor 2, 4) una misiva severa (que se haperdido) . Todavía en Efeso, a no ser que se haya marchadoya de esta c iudad y se encuentre en Macedonia , en el año 57,después de haber rec ibido f ina lmente mejores not ic ias desus queridos Corint ios , y como señal de reconci l iación antes

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S A N PA B L O Y L A S C A R T A S A L A S C OM U N I D A D E S  4 4 3

de i r a vis i tar los , escribe la carta que más tarde recibirá e l

n o m b r e d e  S E G U N D A C A R T A A L O S C O R I N T I O S .  La nota carac-ter ís t ica de esta epístola (en la que el apóstol ha de poner defi -ni t ivamente las cosas en su punto, pr inc ipa lmente en lo quea él se ref iere) , es que San Pablo refle ja en el la tan personal-mente su manera de ser , que no tendremos de l após tol , desu t emperamento na tura l y de l a s p rofundidades de su a lma ,ningún ot ro tes t imonio más reve lador y concre to , más sens iblee impresionante . Es una carta di f íc i l a causa de las a lusiones

que cont iene a s i tuaciones que se dan por supuestas; es r icade informaciones hi s tór icas prec iosas ; es tá sembrada de re f le -xiones e incisos de al t ís imo valor doctr inal . Y, sobre todo, estaca r t a —asombrosamente apas ionada— nos of rece una imagenincomparable del ideal apostól ico.

La fecha de la composición de la   C A R T A A L O S F I L I P E N S E S

es dif íc i l de establecer . Lo más corriente es s i tuarla en la

época de la caut ividad romana de Pablo. S in embargo, hayrazones de peso que nos inc l inan a pensar que es ta car ta fueescri ta en Efeso, en los años 56-57 (algunos señalan una fechamás temprana todavía) , cuando e l após tol es taba redac tandotambién la Segunda a los Corint ios y la Carta a los Gálatas .Podemos preguntarnos , además , s i en es ta Car ta a los Fi l i -penses no se ha l la rán reunidas quizás a lgunas breves epís tolasque e l após tol hubiera enviado en repe t idas ocas iones a susamigos de Fi l ipos . Es tos conocían a San Pablo desde hac íasiete años (segundo viaje) , y habían vuel to a verle por dosveces ( te rcer v ia je ) . Con f recuencia le habían ayudado mate-r ia lmente : cosa que Pablo no había aceptado jamás de ot raspersonas. Exist ían, pues, vínculos especial ís imos de afecto yconfianza. La epístola da elocuente test imonio de el lo; anadie habló este apóstol (que, a pesar de todo, tenía un co-razón tan sens ible ) con mayor te rnura , con su a lma abier -ta de par en par , con alegría y senci l lez , y con la hondurade una perfec ta unión en e l Señor . En e l capí tulo segundo,encont ramos una espec ie de himno l i túrgico que es uno de losgrandes textos acerca de Cr i s to , humi l lado has ta la muer tede la Cruz , «vac iado» de s í mismo, pero exa l tado luego porencima de todas las criaturas, en el cielo y en la t ierra.

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444 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

Desde Macedonia o desde Cor into , veros ími lmente , o quizás

también desde Efeso, escr ibió Pablo —en e l año 57— unaca r t a no menos v ibran te , y más vehemente y comba t iva to -davía que 2 Cor , pero di r ig ida a des t ina ta r ios to ta lmentedis t in tos : l a  C A R T A A L O S G Á L A T A S .  Galac ia e ra una pro-vinc ia romana s i tuada en e l cent ro de Asia Menor , v i s i tadapor San Pablo en el año 50. El apóstol había dejado al l ícr is t ianos, a los que l levaba en su corazón. Pero, detrás deé l , o t ros habían sembrado c izaña : a lgunos Judíos conversos

pre tendían que los paganos , a l hacerse c r i s t i anos , se hic ie rantambién judíos por la c i rcuncisión y la observancia de lospreceptos mosa icos : y es to como condic ión necesar ia para lasa lvac ión. Y, como San pablo había enseñado lo cont ra r io ,e l mejor medio de oponerse a é l e ra desacredi ta r lo , poniendoincluso en te la de juicio su mandato apostól ico. Así esta l ló,con más es t ruendo que nunca , e l gran conf l ic to que pondr íaen cris is a las comunidades cris t ianas de mediados del s iglo I .

En pr imer lugar , e l após tol sa l ta —como quien dice— por e lhonor de l Evangel io , a l que se pre tende a l te ra r o reemplazar ;y declara los t í tulos de su propia misión y su acuerdo conlos demás apóstoles ( lo cual nos proporciona val iosís imas no-tas autobiográf icas) . Después denuncia (en té rminos cuyaul t ranza y s impl i f icac ión quedan expl icadas suf ic ientementepor e l contexto, e l ardor de la discusión y el drama de lasi tuación) que el querer regresar a las práct icas judaicas des-

pués de la exper ienc ia c r i s t i ana , es absolutamente un pasoatrás , una conversión a la inversa; lo único que cuenta y bastaes la «l ibertad», que es «vida en el Espír i tu». Todo esto sedice de manera a rdiente y brusca , con inte rpe lac iones di rec-tas y conjuros. La intel igencia de Pablo bri l la y centel lea conel fuego de la cólera y del amor.

Pablo se encuent ra ahora a l f in de su minis te r io apos tól ico

en e l P róx imo Or i en te . Duran te qu ince años se ha e s forzadopor mult ipl icar a l l í los centros de vida cris t iana, no sola-mente con personas conver t idas de l juda ismo, s ino (y en es tocons is te prec i samente su mis ión propia) con baut izados pro-cedentes di rec tamente de l paganismo. ¡Dios sabe muy bientodo e l t rab a jo q u e le h a cos tado Pe ro San Pab lo n o c reeque su ta rea es té te rminada . No se s iente sa t i s fecho por haber

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S  4 4 5

plantado la Igles ia en toda Asia Menor y Grec ia . S ino quequiere l l egar has ta los conf ines de l Occidente : has ta España .De e s t e modo t endrá ocas ión de v i s i t a r —de paso— la comu-nidad ya exis tente en Roma, a cuyos miembros conoce . Mas ,primeramente, debe l levar a la Iglesia de Jerusalén los so-corros ofrec idos por sus comunidades (p . 405) .

Pero desde Cor into , en donde pasa todavía t res meses antesde emprender e l camino de Si r ia -Pa les t ina , y deseoso depreparar su encuent ro con los hermanos de Roma, les envía

una carta que les tendrá al corr iente de sus intenciones ypr inc ipa lmente les d i rá la manera con que é l comprende e lEvangel io. Al hacer esto, su carta se ext iende y desarrol laampl iamente . Se exponen en e l la los grandes problemas quepreocupan a San Pablo : p r inc ipa lmente e l p rob lema de l queles acaba de hablar a los Gálatas . Redactada de este modo, contoda calma, la   C A R T A A L O S R O M A N O S  se ha convert ido enuna síntesis teológica de ta l ampli tud y vigor, que señala

toda la madurez a la que había l legado su autor .El t ema fundamenta l es e l carác te r gra tui to de la sa lvac iónconcedida por Dios a todos los hombres mediante la fe (Rm 1,17) . Pablo muest ra pr imeramente la indigencia universa l : lospaganos , cu lpab les de habe rse desv iado l amentab lemente (RmI, 18-32) ; los Judíos , culpables de haberse enorgul lec ido desus pr ivi legios , endurec iendo su corazón (Rm 2, 1-3 , 20) ;« todos han pecado . . . t odos son jus t i f i cados gra tu i t amente por

la gracia de Dios en vir tud de la redención que es en Cris toJesús» (Rm  3,  23-24) . El e jemplo de Abraham, caso t íp icode fe «cris t iana», prueba que se recibe la gracia antes deposee r mér i tos (Rm  4).  Una vez just i f icado, e l cr is t ianovive del amor que el Espír i tu de Dios pone en él , y que esgrac ia abundant í s ima (Rm 5) . La jus t i f icac ión se e fec túa ene l Baut i smo, que es muer te y resurrecc ión en Cr i s to para una .vida de l iber tad y servic io (Rm 6) , aunque en s i tuac ión dra-

mát ica (Rm 7) . El don de Dios es la «vida espi r i tua l» , l avida f i l i a l , l a esperanza de l universo c reado: esbozo y prendadel cumpl imiento de l Des ignio de Dios , de cuyo amor nadapodr ía a r rancar a l c r i s t i ano (Rm   8).  Es verdad que la h i s to-r ia de la salvación t iene un aspecto t rágico: la ausenciaprovis iona l de Is rae l , e l cua l no aceptó a Cr i s to; pero —yesto es también un misterio de amor y misericordia—- Israel

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446 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

recuperará su pues to en e l p lan de Dios (Rm   9-11).  F ina l -

mente , Pablo —con e l corazón abier to y con la más exqui -si ta del icadeza— habla de la vida cris t iana en la comunidad,cuyo pr inc ipio es e l amor como don de s í mismo, y comocumpl imiento de todo lo que la Ley cont iene , y consumaciónde la obra de Dios que es amor .

Si bien convenía señalar las grandes secciones de la epís-to la , es evidente que no la podremos resumir . La Car ta a losRomanos es e l pr imer gran t ra tado de teología que aparec ie ra

en la Igles ia : un t ra tado que in tegra los va lores de l Ant iguoTestamento, se adhiere ín t imamente a los profe tas e ins taurauna vis ión de conjunto de la Revelac ión que se consuma enCristo. La doctr ina de la gracia se hal la aquí f i jada de maneradef ini t iva . Todo cr i s t iano sabe que San Pablo ha tocado, enel la , e l corazón mismo de su propia his toria y de su estado;y que lo ha hecho con lógica y e locuencia ta l , que s iemprenos impres ionará , y con una hondura que la medi tac ión de la

Iglesia no agotará jamás.

La discusión acerca de «la fe y las obras» ha hecho que seconf ron te a menudo l a Car t a a l os Romanos con l a  E P Í S T O L A

DE SANTIAGO. Sea cua l fuere e l resul tado de es ta confronta-c ión, es muy pos ible que es tas dos car tas hayan s ido com-pues tas poco más o menos en la misma época . En efec to ,c ie r to número de exegetas es t iman que Sant iago habr ía escr i to

su epís tola poco antes de su muer te . Ot ros , a quienes es muytentador segui r , se inc l inan por una fecha anter ior , verbi -grac i a 49-50 5 . Si fueran así las cosas, esta carta (que es, másbien, un breve t ra tado de «sabidur ía» en tono de predicac ión,y que es tan autént icamente judía como perfec tamente c r i s -t iana) sería e l escri to cr is t iano más ant iguo de todos (p. 439).Ser ía como la cont inuac ión de l ú l t imo l ibro canónico quehemos de jado de t rás de nosot ros , e l l ibro de la Sabidur ía

(p. 331), y un ani l lo fe l ic ís imo entre e l Ant iguo y el NuevoT e s t a m e n t o .

5  Hay también quienes creen que este escrito es de composicióncompleja, y está integrado por varios fragmentos o textos recogidosmucho después de la muerte de Santiago.

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S   4 4 7

Lo que sabemos acerca de Sant iago, no nos permi te asom-

brarnos de el lo. Sant iago habla como se predicaba en lass inagogas , f recuentadas todavía por muchos judeocr i s t íanos .Pero habla también como hay que hacer lo a los f ie les deCris to que viven en un ambiente popular . Las re lac iones dela epístola con los Libros Sagrados, especialmente con losSalmos y los escr i tos de Sabidur ía , son abundant í s imas . Yla manera con que e l autor se expresa , posee un carác te r pro-fundamente hebra ico. Si e l t exto es tá tan bien redac tado

desde el punto de vis ta l i terario (uno de los mejores delNuevo Tes tamento) , en un gr iego e legante que es a la vezmuy vivo y muy cuidado, es quizás porque Sant iago, que sedir ige a cr is t ianos de la Diàspora, habría confiado la plumaa alg un o de su s discípu los que- fu er a b ue n h elenista , y at ravés del cual se deja sent i r perfectamente la personal idaddel obispo de Jerusa lén. Es ta predicac ión, que cons ta to ta l -mente de conse jos y máximas —apoyados en e j emplos— de

orden rel igioso y moral acerca de los temas de la prueba, dela verdadera piedad, de la pobreza y r iquezas, de la fe ylas obras, del empleo de la lengua, de la sabiduría , de laconcordia f ra te rna : es ta predicac ión —<i igo— se ha l la asom-brosamente ce rca de l a de l Señor . Indudablemente t enemosen e l la , con un hermoso eco de la ca teques i s en su formaant igua y po pu lar , una form a s ingu larm ente cercana de l pe n -samiento y de las palabras de Jesús. Lo más asombroso es lapredi lección de este «pariente del Señor» hacia los humildese indigentes: la Epístola de Sant iago es una de las joyas dela l i teratura bíbl ica de los «pobres».

La Car ta a los Romanos es de 57-58. Cuat ro años mástarde , enr iquec ido de exper ienc ias y pruebas , Pablo es tá enRoma, pero en pr i s iones (p . 406) . En es ta caut ividad, pocoes t r ic ta s in duda , pero que le impide i r a predicar adonde

él quisiera , e l apóstol t iene como un gran ret i ro. Sigue pro-fundizando más y más en sus re f lexiones sobre e l Mis te r io deCristo y de la Iglesia . Y evangel iza ahora a sus comunidadesde l P róx imo Or i en te por medio de mensa j e s de excepc iona ldensidad doctr inal . Poseemos de él t res cartas escri tas enaquel la época.

Una de e l las no es más que un brevís imo mensa je : l a

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E P Í S T O L A A F I L E M Ó N . E S  s implemente e l enfoque cr i s t iano

de un caso domést ico. Pero el contenido de esta epístola esmuy de l ic ioso e i luminador .

Hay o t ra ca r t a , mucho más impor t an te t odavía , que SanPablo di r ige es ta vez a personas a quienes no conoce di rec ta -m e n t e :  los habi tantes de la c iudad de Colosas (en Asia Menorocc identa l , a 200 ki lómet ros de la cos ta ) , que habían aceptadoa Cr i s to por mediac ión de un disc ípulo de Pablo. Es tos des-t inatarios de la  E P Í S T O L A A L O S C O L O S E N S E S  pose ían un c r i s -t i anismo un poco equívoco, o es taban pasando por una fasecr í t i ca . Exper imentaban la inf luenc ia de l Juda ismo que losbordeaba ; pe ro de un Juda i smo no en te ramente puro , s inoteñido —al parecer— de c ie r to mis t ic i smo nebuloso y dealgunas ideas mitológicas del medio ambiente , acerca de lasje rarquías ce les t ia les ; por más que es te Juda ismo permane-ciera en la est r ic ta observancia de los preceptos r i tuales . Las i tuac ión br inda a Pablo la ocas ión de exponer e l Mis te r iode Cris to en toda su t rascendencia y ampli tud, es decir , lasupremacía absoluta y universa l idad de su Señor ío . Sobre-pasando toda c lase de imaginac iones y ensueños confusos , e lapós tol hace que los Colosenses contemplen a Cr i s to , Re-dentor de l mundo entero , Cabeza de la Igles ia que es sucuerpo: Cr i s to , por medio de l cua l l a d ivinidad lo l l enatodo   6. Es ta doc t r ina es e l fundamento de los grandes conse-jos, de las advertencias concretas y de las diversas recomen-dac iones que e l após tol da —en la segunda par te de la Car ta—acerca de la «vida en Cristo».

Sin embargo, Pablo no lo di jo todo. Así como el apóstol ,después de dar a los Gála tas (que es taban a punto de des-viarse) un vivo toque de atención sobre el Evangel io, recogey am pl ía luego es te tem a en la Ep ís tola a los R om an os : de

la misma manera , después de descubr i r a los Colosenses (que

_ 6  Para expresar este todo, esa plenitud, San Pablo utiliza untérmino de origen estoico: el «pléroma». En la Carta a los Colo-senses es donde aparece por vez primera el vocablo «ekklesía», noya con el sentido de comunidad particular, sino con su significacióncolectiva y teológica.

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se hal laban en cris is) e l esplendor del Cris to total , experi -

menta la neces idad de dec larar más plenamente todavía susreflexiones.

¿No dirige, acaso, a la Iglesia entera la   E P Í S T O L A A L O S

EFESIOS, l a cua l , excepcionalmente , es mucho menos una car-ta que un t ra tado, y que no parece tener des t ina ta r io con-creto? Sería una especie de encícl ica dir igida a un conjuntode comunidades , escr i ta cas i inmedia tamente después de laCarta a los Colosenses. Recoge de esta úl t ima (aparte de las

expres iones y es t i lo l i túrgico) los temas fundamenta les , am-pl i f icándolos más todavía . Engloba también c ie r tos pensa-mientos pr inc ipa les de la Epís tola a los Romanos . Has ta ta lpunto, que esta «carta pastoral» es la gran s íntesis de lateología paul ina . Encont ramos en e l la grandes a f i rmacionesacerca de Cr i s to-Sabidur ía de Dios , y sobre la «recapi tula -ción» de todo en El . La Iglesia , Cuerpo y Esposa de Cris to,aparece aquí en toda su real idad personal y viva. Pablo insis te

también en e l mis te r io de la unidad de todos los hombres ,cua lesquiera que sean; resca tados —todos e l los— y recon-cil iados en Cristo y en su Iglesia, la cual se va edificandovi ta lmente , y en la que cada uno t iene su pues to y desem-peña su propio papel , en una vida nueva , y c rec iendo ensan t idad . . . Ta l e s desa r ro l los no se pueden re sumi r . Va ldr í ala pena aprenderse es ta car ta de memoria .

La acción apostól ica había sensibi l izado a San Pablo hacia

los diversos aspectos de la vida de Cris to en los cr is t ianosy en las comunidades. Y, así , su predicación insis te incesan-temente en e l t ema de la soberana Car idad. En medio de lat ranqui l idad de su obl igado reposo, e l após tol no sólo ahondóy uni f icó su pensamiento, s ino que adqui r ió como c ie r tadistancia con respecto a la Revelación. Y, así , puede abarcarf ina lmente con una sola mirada todo e l Des ignio divino desalvación y el Misterio eclesia l , que él contempla en Cris to

con una penet rac ión que jamás será sobrepasada .

En la colección de escri tos paul inos existen t res cartasdenominadas corr ientemente «Epís tolas Pas tora les», por e llugar destacado que en el las ocupan los pastores de la Iglesia .Se hal lan est rechamente unidas entre s í no sólo por estacircustancia s ino también por e l est i lo y todo el detal le . Cier-

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450 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

t amente , San Pablo envió es tas t res car tas en una misma

época de su vida . En la segunda a Timoteo, e l após tol se en-cuent ra todavía preso. Pero no se t ra ta aquí , seguramente ,de los años 61-63. Carecemos de documentac ión acerca delos años s iguientes (p . 407) . S in embargo, no andaremos muylejos de la verdad, s i s i tuamos la   P R IM E R A E P Í S T O L A A T I -

M O T E O  (e l discípulo predi lecto y f ie l desde los primeros añosapostól icos, e l compañero de los grandes viajes y de las gran-des fundac iones , de la prueba y de l caut iver io) y la   E P Í S T O L A

A T I T O  (ot ro di sc ípulo de ant iguo, persona de carác te r y deta lento prác t ico, con quien se podía contar en cua lquier mo-

mento) en la época del cuarto viaje del apóstol a l PróximoOriente . Ta l vez fueron enviadas desde Macedonia , hac ialos años 64-65. La   S E G UN D A E P Í S T O L A A T I M O T E O  habr ías ido escr i ta en Roma, durante la ú l t ima rec lus ión de SanPablo, antes de su muer te , en e l año 67.

Así , pues , es tas car tas van di r ig idas no a comunidades s ino

a personas que están al frente de el las . Por este motivo, estánsembradas de f recuentes observac iones personales . El tono ess iempre mi l i t ante : Pablo ha tenido que combat i r has ta e l f in .Vemos que aquí , como an taño en Colosas (T imoteo y T i toes tán a l f rente de ig les ias de Asia Menor) , e l após tol denun-c ia un Judaismo un poco híbr ido. Las di fe renc ias , t anto deforma como de contenido, no fa l tan s i comparamos es tascar tas con los demás escr i tos de San Pablo. Ta les di fe renc ias

se expl ican por las di ferencias de dest inatarios, de f inal idadde las cartas , y de la s i tuación de Pablo. Y éste , s in dudaa lguna , no escr ibe s ino por mediac ión de un secre ta r io . Porot ra par te , es muy fác i l most ra r que no sólo exis te acuerdogeneral , s ino también coincidencias concretas y conexión conla teología paul ina que conocemos por ot ras fuentes . Las re -comendaciones prác t icas que , según la manera habi tua l de lapóstol , s i rven de f inal a estas cartas , están apoyadas en una

doct r ina f i rmemente es tablec ida . ¡Con qué piedad conser-varon las comunidades de f in de s iglo es tos úl t imos tes t imo-n ios de una gran ca r re ra

Con anter ior idad a las Pas tora les , indudablemente hac ia63-64, antes de que su autor murie ra már t i r (p . 407) , fueescr i to e l único documento c ie r to de l j e fe de los Doce y de

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S   4 5 1

la Iglesia, la   P R IM E R A E P Í S T O L A D E P E D R O . N O  a labamos sus

cua l idades l i t e ra r ias . El pr imer mis ionero de l Cr i s t ianismo noera un es t i l i s ta . Era un hombre de l pueblo, de l mundo de lost raba jadores . Como Sant iago, e ra un «pobre»; y su car ta re -zuma e l espí r i tu humi lde y va le roso de los pobres . Mas Pedroes , igua lmente , un verdadero Is rae l i t a , un a lma imbuida deHistoria sagrada y l lena de las Sagradas Escri turas . Por lodemás , Pedro se di r ige a c r i s t i anos procedentes de l Juda ismo,y que hab ían pe rmanec ido profundamente a r ra igados en l a

Tradic ión de Is rae l . ¡Con qué na tura l idad no sólo les c i taal Segundo Isaías , los Salmos y los Proverbios, s ino queademás e s t á hac i endo cont inuamente —con l a mayor na tura -l i dad de l mundo— a lus iones pe rpe tuas a t odo e l Ant iguoTestamento, pensando en c r i s t iano los va lores hebra icos 7

No se t ra ta más que de una car ta para infundi r a l iento , perose apoya sin cesar en los datos más fundamentales de la teo-logía de la era apostól ica , y nos da una excelente idea de lo

que podía ser la catequesis y e l minister io de exhortación enlas comunidades c r i s t i anas de entonces . Pedro parece haberut i l izado la carta de Sant iago y también las primeras epístolasde Pablo : l a ca r t a a l os Romanos y —-muy conc re t amente—la carta a los Efesios (que acabamos de describir) , aunque lainf luenc ia , de es ta manera rec ibida , sea más bien genera l .Por o t ra pa r t e , San Pedro pe rs igue mía f ina l idad más prác -t ica y más modes ta que Pablo. Ha comenzado para los c r i s -

t i anos e l t i empo de prueba , y se anuncian ya las persecuc io-nes : su padre en Cr i s to les d ice con ins i s tenc ia y bondadcómo han de perseverar f i rmemente en la fe y en la esperanza—puesto que han s ido sa lvados por la Sangre de Jesús—,y no han de cesar de sant i f icarse en la vida presente .

Ot ro e sc r i t o , de una p luma que ha pe rmanec ido anónima ,deb ía se r —sin duda poco después— un t e s t imonio más , ypor c ie r to un tes t imonio magní f ico, de lo que más ta rde sel lamará la a rmonía de los dos Tes tamentos .

7  En 1 P 1, 13 - 2, 12, por ejem plo, la vida m ilitante y santadel bautizado es descrita en términos del libro del Exodo, pero másbien con alusiones continuas que con citas expresas.

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452 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

L a  C A R T A A L O S H E B R E O S ,  cons ide rada t r ad i c iona lmente

como dependiente de San Pablo, lo cua l se ha l la jus t i f icadopor las coinc idencias doc t r ina les y las preocupaciones prác-t icas de la obra , no es —a pesar de todo— de San Pablomismo, como podemos ve r fác i lmente t an to por l a fo rmal i te ra r ia , que es perfec ta («he lenís ima», d i rá Orígenes en ungr iego todavía mejor que e l de Le) , como por e l contenido,cen t rado en un t ema que , i ndudablemente , no e s ex t raño aPablo , pe ro que no ha s ido t r a t ado nunca forma lmente por

él . Se at r ibuye, pues, esta carta a un discípulo del apóstol ;pensar íamos de buena gana en un sacerdote de Jerusa lén con-vert ido al Cris t ianismo o en un cris t iano de origen sacerdotal ,que habr í a adqui r ido una cu l tu ra g r i ega de pr imer í s imo orden .Pero esto sería añadir una hipótesis más a las infini tas hipó-tes i s que se han formulado sobre es te punto, y que son taninc ier tas como la nues t ra . El autor es desconocido, y los des-t ina ta r ios también lo son. Nos damos cuenta s implemente

de que la car ta se di r ige a judeocr i s t ianos amenazados port r ibulac iones y persecuciones , y cuya fe —por ot ra par te—se ha l la en pe l igro porque es tos judeocr i s t ianos comparan susi tuación precaria y poco bri l lante con los esplendores vivi-dos dent ro de l cuadro de las ant iguas Ins t i tuc iones de l Cul toi s rae l i t a . Como e l Templo de Jerusa lén s igue es tando, c ie r ta -mente , en pie (en caso contrario, la epístola se habría adue-ñado de e s t e hecho como de un a rgumento marav i l l osamente

ap to pa ra l o que qu ie re demos t ra r ) , y como —por o t ra pa r t e—es imposible da ta r más pronto es ta car ta : sue le s i tuárse laf recuent í s imamente en los a l rededores de l año 66, antes dela «Guerra judía» o en sus comienzos.

La Epís tola a los Hebreos es una «pa labra de exhor tac ión»( H e b  13,  22), hasta ta l punto que esta amplia tesis doctr inales tá s iendo apoyada incesantemente por recomendaciones fe r -vorosas y enérgicas ; o , más bien, se t ra ta de una predicac ión

que, para forta lecer la fe y est imular los ánimos, desarrol lavigorosamente un aspec to pr inc ipa l de la t eología in tegradaen la v ida c r i s t iana . Para e l autor , l a contemplac ión penet ran-te del Misterio cr is t iano y las decisiones práct icas de la vidade los baut izados se condic ionan ínt imamente .

Quien no conozca la l i teratura inspirada de Israel , di f íc i l -mente podrá leer es tas páginas que es tán escr i tas —todas

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S A N P A B L O Y L A S C A R T A S A L A S C O M U N I D A D E S  4 5 3

el las— con el est i lo y mental idad de la Bibl ia ant igua. El

Pueblo de Dios se ha l la en camino: es e l camino de l Exodo,de l Des ie r to , de la ent rada en Tierra santa . Es te caminar esprocesional y l i túrgico, porque se va hacia e l Santuario deDios. Al l í un Sumo Sacerdote e jerce el Sacerdocio sacri f ic ia l ,pr inc ipa lmente según e l r i to solemne de la Expiac ión, paraque e l Pueblo de Dios sea «santo». Todo es to hay que t ras-ladar lo —después de l anuncio de l Evangel io y en e l seno dela Igles ia— al n ive l de la rea l idad de l nuevo Pueblo de Dios .

Cr i s to —Hi jo e t e rno de Dios y Hombre Redentor— se ha l l aen el centro del Misterio sacral de esta Nueva Alianza. Y seva descubr iendo, a l mismo t iempo que la admirable cont i -nuidad del Designio de Dios a lo largo de toda la Revelaciónbíbl ica , e l pape l de «Fin», de def inic ión y cumpl imiento , deenal tec imiento y pleni tud de Cr i s to Jesús , en quien Dios hate rm inad o de «h ablar» y ha dicho todo (H eb 1 , 1-2) . L a Ep ís-tola a los Hebreos es una cristología leída en las páginas delAnt iguo Tes tamento, una exéges i s c r i s t i ana de la Torah, l ai lust ración de la «concordancia» de la Palabra profét ica conel Verbo encarnado, ya que Cr i s to es la Verdad de la Dispo-sición ant igua, su «sent ido», su s ignif icación. Por razón delas preocupaciones de sus lectores (y quizás por e l origen desu autor) , la carta escoge —-en la Personal idad y papel deCris to mediador— el carác te r sacerdota l y la func ión sacr i -f ic ia l . Hasta ta l punto, que esta carta (cuya intención eraservir de homil ía a lentadora) es  de jacto  un magní f i co t r a t adodel Sacerdocio mesiánico de Cr i s to , de su Pont i f icado supre-mo y de su Mediación sacral cerca de Dios en el Santuariodel Cielo.

El desarrol lo de l t ema, muy erudi to , de es t ruc tura y pro-gresión totalmente semít icas, y por medio de «oleadas» cui-dadosamente p repa radas y que se van recubr i endo pa rc i a l -mente , nos da una vi s ión de conjunto de esplendor in igua la-

do en toda la l i teratura bíbl ica .S i San t i ago —en nombre de Cr i s to— empuñaba an taño l a

pluma de los ant iguos Sabios de Is rae l , s i Pablo ha vue l toa vivir las angust ias de un Isaías o de un Jeremías cuandoas is t ían a l drama his tór ico de l Pueblo escogido: e l anónimodiscípulo del apóstol universal —<jue escribió la carta a losHebreos— reconoce a l Señor y Sa lvador Jesucr i s to en e l cora-

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454 E L M E N S A J E D E L O S T E S T I G O S

zón leví t ico de la Torah. Consuma y perfecc iona la t eologíade la Redención por medio de l Sacr i f ic io de Jesús , in tegrandoen e l la l as pa labras de la gran Tradic ión inspi rada . Y nopo r esto de ja de ser su m en sa je lo qu e pre tendía se r : unal iento y est ímulo para los cr is t ianos que se hal lan en caminohacia e l Señor, desde el Sinaí hasta la nueva Jerusalén, ydent ro de l movimiento va l iente y seguro de la Esperanza .

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I I I

L O S E V A N G E L I O S   1

La «tradición evangél ica» (p. 428) recibió su forma escri tay defini t iva en los Evangel ios l lamados «sinópt icos». Estadenominac ión se debe a que e l para le l i smo y las es t rechassemejanzas de es tos t res autores permi ten que nos formemos

una «sinopsis» o «visión de conjunto» de todos el los .Es tas obras aparec ie ron en los años que van de l 60 a l 70,

s in que podamos prec isar demasiado. Si es to es as í , entoncessus fechas respec t ivas de composic ión no es tán muy a le jadas ,unas de ot ras . Sus re lac iones mutuas , que se mani f ies tan enlos es tudios compara t ivos (pp. 429-431) , parecen indicarnose l orden de su apar ic ión: e l Evangel io de Marcos debió de

componerse e l pr imero; e l t exto ac tua l de Mateo vino acont inuac ión ; f i na lmente Lucas publ i có su obra , e s dec i r , e ll ibro dedicado «a Teóf i lo», que comprende e l Evangel io de-nominado «de San Lucas» y los Hechos de los Apóstoles .

1  Conforme a nuestro p lan de no detenernos en deta l les con-cretos, no daremos una bibliografía sobre los Evangelios . En lamayoría de las  Vidas de Jesús  mencionadas en la p. 385, y en laobra de TUBY-LÉON-DUFOUR, citada en la p. 425, encontraremosuna presentac ión de los Evangel ios . En sus traducc iones de l NuevoTestamento , e l canónico Osty ofrece breves y be l l í s imas introduc-ciones. Las comparaciones de los Evangelios entre s í , y su estudioen general se verán faci l i tados extraordinariamente por la origina-l ís ima  Concordan ce des Evangiles synoptiques  d e LÉON-DUFOUR( D e s c l é e e t C i e . , 1 9 5 6 ) .

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E l  E V A N G E L I O S E G Ú N S A N M A R C O S  es obra de uno de los

pr imeros di sc ípulos de los Doce . Compañero de Pablo a l co-mienzo de sus mis iones (Act  12,  12 , 25 ;  13,  5 , 13;  15,  37-39) y en e l t i empo de su caut ividad (Phlm 24; Col  4,  10 ;2 T í m  4,  11) , Marcos es tuvo también l igado muy par t icular -mente a Pedro, desde los t i empos de Jerusa lén y tambiénhacia e l f inal (en Roma) de la vida del primer apóstol (1 P  5,13; Euseb io ,  Hist. eccl,  3, 39, 15). D el uno y del ot ro , e levangel is ta aprendió el espír i tu misionero y universal is ta que

tan sens iblemente aparece en su l ibro . Por lo demás , comoSan Marcos escr ibe en Roma, di r ige su Evangel io a lec toresprocedentes —en su mayor ía— del paganismo (de ahí l asexpl icaciones del género de Me 7, 3-4) .

Sería di f íc i l encontrar ot ra obra más desnuda de art i f ic ios.Su senc i l lez , su carác te r rudo y di rec to , l e proporc ionan unencanto que la ant igüedad apenas supo gus ta r (e ra prefer idoSan Mateo) , pero a l que nues t ra época es muy sens ible . Li te -

ra r iamente , es te evangel io es pobre e imperfec to: carece devocabular io y repi te incansablemente las mismas fórmulas («einmedia t amente» , «de nuevo») ; ca rece , i gua lmente , de recur -sos sintácticos, y se expresa en griego con la misma sencil lezde las lenguas semít icas (s imple coordinación de las propo-siciones con «y. . . y. . .») ta l como vemos v.g. quince veces se-gu idas en Me  4,  3 -8) . Es i ngenuamente desmañado pa ra cons -t rui r un re la to (véase , por e jemplo, Me  1,  16; 2 , 15;  3,  2 2 -

3 0 ;  5,  27-28, 42-43; y las correcc iones hechas por Mt y Le) .Ut i l i za procedimientos s impl i s tas de presentac ión, como cuan-do re f ie re —con ser ies de fórmulas idént icas y en cuadroses t i l í s t i cos absolutamente semejantes— episodios di fe rentes(compárese Me  1,  25-27 con  4,  39-41; 7 , 32-36 con  8,  2 2 - 2 6 ;11,  1-6 con  14,  13-16).

Sin embargo, es tos defec tos , es tas asperezas no impidenque e l Evangel io de Marcos sea ext raordinar iamente caut iva-dor . Aunque ca rece de adornos , posee —no obs t an te— todoel atractivo y carácter pintoresco de esta sencil lez, el saborpr imi t ivo y la espontane idad plena , l a v ida y e l f rescor . Surea l i smo es ex t raord ina r i amente evocador ; p roduce t a l impre -sión de cosas «vistas» y «oídas», que dir íamos que era untest igo directo. Lo cual es verdad: su test imonio es e l test i -monio de Pedro, a quien Marcos escuchó inf inidad de veces ,

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L O S E V A N G E L I O S 457

Y este evangel is ta recogió y t rascribió sus palabras con fran-

queza , porque no ocul ta las debi l idades de l j e fe de los após-toles (Me  8,  3 2 - 3 3 ;  10,  2 8 ;  14,  29-31, 37, 66-72) . Mani f ies tala misma honradez y s incer idad, cuando habla de la in te l igen-cia de estos úl t imos (Me  6,  5 2 ;  8,  17 , 21 ; 9 , 32 ;  10,  32,3 7 , 4 1 ;  14,  50) o cuando presen ta f ra ses que —aparen te -mente— susc i t an d i f i cu l t ades (Me  3,  2 1 ;  6,  3 , 5 - 6 ;  8,  12 ;10,  18 ;  13,  52).

El l ibro está sól idamente construido en sus grandes l íneas.

El esquema de conjunto es e l de la catequesis apostól icaoriginal (Act  10,  37-42) ; pero Marcos ha sabido escoger yrea l i za r una l abor pe rsona l . Ha re sumido f recuentemente , ya veces de manera muy breve, los discursos de Jesús, y hasupr imido inc luso (como caso más pr inc ipa l ) e l «Sermónde la Montaña». En cambio, en los re la tos , s i b ien no presentatantos como los demás evangel is tas , es —a todas luces— elmás pro l i j o y abundante de todos los na r radores en l a mayo-

ría de los casos (compárese Me  5,  1-42 con Mt 9 , 18-34 yL e  8,  2 4 - 2 6 ; — M e  6,  30 - 44 c on Mt  14,  13-21 y Le 9 , 10-1 7 ; — M e  9,  14-29 con Mt  17,  14-21 y Le 9, 37-43).

El p lan se ordena en t res par tes des igua les :  el ministeriode Jesús en Galilea  (M e  1,  14 -  8,  26) ,  su salida hacia Judea( M e  8,  27 - 1 0 ,  52) ,  sus últimos días en Jerusalén  ( M e  11-16).A lo largo del re la to se va revelando progresivamente la per-sona l idad de l «Hi jo de l hombre» , mien t ra s que va apa re -c iendo también poco a poco e l sent ido de su des t ino, l a ne-cesidad de su pasión y el valor de su muerte . Paralelamentevemos incrementarse la fe de los di sc ípulos que se han adhe-rido a Jesús y la host i l idad de los que a El se oponen. De estamanera , se muest ra e l hecho de «Cris to» en todo su dramat i s -m o ;  Mesías que s iembra los benef ic ios de su pa labra y de susmilagros, pero que sólo salva a los hombres en la humil la-ción y el sufr imiento del sacri f ic io total . El Evangel io de

Marcos es e l comentario vivo de la s iguiente palabra deJesús : «El Hi jo de l hombre no ha venido para ser se rvidos ino para servi r y dar su vida como resca te por una mul -t i t ud» (Me  10,  45) .

¿Ser ía e l mismo Mateo e l que t radujo a l gr iego e l Evan-ge l io compuesto por é l en su lengua materna hac ia e l año 50?

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Es pos ible . Pero e l l ibro que l l eva su nombre no es pura y

s implemente una t r aduccc ión . E l  E V A N G E L IO S E G Ú N S A N M A -TEO   repro du ce en sus tanc ia la ob ra escr ita pr im era m en te po re l an t iguo empleado de aduana (Mt  9,  9-13) . Conserva susabor semí t ico y su carác te r pa les t inense . Conserva también,s in duda , e l orden genera l de su protot ipo. Sigue di r ig iéndosea lec tores judeocr i s t ianos . S in embargo, conoce e l Evangel iode Marcos y toma de é l muchas cosas , aunque le corr igeora por c ie r to esmero l i t e ra r io ora por deseo de mayor so-

br iedad. Así lo vemos, por e jemplo en las descr ipc iones . Sebenef ic ia , además , de ot ras fuentes . Una de e l las es , quizás ,una colecc ión ya cons t i tu ida , de la cua l San Lucas ha podidoext raer t ambién e lementos . Así , pues , e l Evangel io de SanMateo es e l más comple to , e l más r ico pr inc ipa lmente enpalabras de Jesús, con las que el evangel is ta ha te j ido ampliosdiscursos .

Fie l a sus fuentes pero no servi l , ha compuesto una obra

personal . Escribe en griego de semita , s in bel leza especial ysin bri l lantez; pero su lenguaje es correcto, exacto e inclusoesmerado. Su est i lo es senci l lo, t ranqui lo, serio, demasiadograve . Causa una impres ión profundamente re l i g iosa . E l pa ra -le l ismo de las proposiciones, a la manera hebraica (que eratambién la de los rabbís y la de Jesús [p . 388]) , es a menudom uy sensible (M t 7, 1-1 4, 24 -27 ). P or otra par te , e l carácterintelectual y lógico de este evangel io aparece en la ordenación

genera l , y también en c ie r tas búsquedas de s i s temat izac iónnumérica . Así lo vemos en las b ienaventuranzas de l capí -tulo 5, en las maldiciones del capí tulo  23,  en las s ie te pará-bolas del capí tulo  13,  y en los diez milagros de los capí tu-los  8-9:  son agrupac iones in tenc ionadas .

La es t ruc tura de conjunto es una be l la y doc ta cont rucc ión.Su equi l ibrio y c lar idad le confieren el e levado valor peda-gógico que s iempre se le ha reconocido. El l ibro comprende

s ie te par tes : una espec ie de prólogo re ferente a la infanc iade Jesús (Mt 2-2) ; c inco l ibr i tos , cada uno de los cua lescomprende una pa r t e na r ra t iva y un conjun to de d i scursos(Mt 5-25) ; y , f ina lmente , e l re la to de la Pas ión y la Resurrec-c ión (Mt  26-28).  Las cinco secciones centrales están com-pue s tas de la s iguiente m an er a : 1 .a  el gran anuncio:  p r e p a -r a c i ón ( Mt  3-4)  y Se rmón de l a Montaña (5-7) ; 2 .a  el minis-

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L O S E V A N G E L I O S 459

terio apostólico:  d i ez mi l agros (Mt  8-9)  y cons ignas mis ioneras

( M t  10);  3 .

a

  el ministerio del Reino:  las d i f icul tades (Mt  11-12)  y las s ie te parábolas (Mt  13);  4 .a  La Iglesia de Cristo:Jesús , nuevo Moisés (Mt  14-17)  y la regla de la nueva Co-m u n i d a d ( M t  18);  5 .a  salvación y juicio:  de camino hacia e lSacri f ic io salvador (Mt 29-23) y e l discurso escatológico (Mt24-25).  Como vemos, los re la tos preparan los di scursos . Paral legar a ta l presentación, e l evangel is ta se ha tomado l ibertadescon e l orden cronológico, y ha agrupado var ios e lementos

narra t ivos que t i enen ent re s í a lguna re lac ión y que son sus-cept ibles de i lust rar las declaraciones de Jesús, las cuales hans ido reunidas también por sus a f inidades de tema o de s i -tuac ión.

El mensa je de San Mateo cons is te en «e l cumpl imientode toda just ic ia» (Mt  3,  15) , es dec i r , en e l cumpl imientode la salvación (Parole de Dieu,  pp . 207-208) , por medio dela ins taurac ión de l Reino que comienza con la venida de

Jesús. A los cr is t ianos que han nacido judíos, y que sonlos dest inatarios del evangel io de San Mateo, e l evangel is tales muest ra con ins i s tenc ia —con la gran fe de un verdaderoIsrael i ta en toda la Ley, con referencias concretas y enfát icasa las Escri turas («para que se cumpla lo que está escri toen. . .»)— que es ta venida de Jesús es la consumación perfec taex ig ida por e l Ant iguo Tes t amento (Mt  5,  17-18). Pero lo

t rágico es que e l Pueblo escogido —en la persona de susminorías selectas y de sus dir igentes— rehusa al Mesías yva a dar le muer te . Escándalo , mis te r io , pero que ha s ido anun-c i ado , y no puede d i f i cu l t a r l a Redenc ión de l mundo. Porquela defección de los «hi jos del Reino», es decir , del Judaismocontemporáneo de Je sús en su conjun to   2, es tá compensadapor e l gran número de no- i s rae l i t as , «venidos de l Or ientey de l Occ iden te» (Mt  8,  11-12) , que en t ran a fo rmar pa r t e

de la «Iglesia», la cual es designada por este nombre porsólo e l evangel i s ta San Mateo (Mt  16,  1 8 ;  18,  17), quien

2  No olvidemos que el Cristianismo de primera hora nació ente-ramente de Israel. San Mateo lo sabe. Y también él es judío,como los Doce.

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además pone de re l ieve —mejor que los demás evangel i s tas—

la const i tución de la misma.San Mateo, «escr iba conver t ido en di sc ípulo de l Reino»,

«es semejante a un amo de casa que toma de su tesoro cosasnuevas y an t iguas» (Mt  13,  52). Su evangel io, e l más israe-l i ta de todos, es tan universal is ta como puede serlo e l Cris-t i anismo mismo. Comenta a Cr i s to con textos sacros tomadosde la Tradic ión; pero, a es ta Tradic ión, é l l a ve en progre-s ión; y pone de re l ieve toda la novedad de l Mensa je c r i s t i ano.

Este poderoso y dinámico equi l ibr io , as í como también lar iqueza del contenido, le han val ido al Evangel io de SanMateo e l verse colocado en cabeza de l Nuevo Tes tamentoy el ser ut i l izado en la Iglesia , más que ningún otro Evangel io,desde f ines del s iglo I .

El tercer evangel io canónico y el l ibro de los Hechos delos Apóstoles son una misma obra, escri ta para e l «i lust re

Te óf i lo» (L e 1, 3 ; Act 1, 1) . E l para lel ism o con los otro s d osevangel ios ha inducido a separar la primera parte de la se-gunda; pero c reemos que e l autor debió de cons iderar ambaspartes como un solo «evangel io». El lector descubre la pre-sencia de este autor en el l ibro de los Hechos, en medio delsegundo via je de Pablo (Act  16,  10). A part i r de este mo-mento, e l uso di scre to de la pr imera persona de l p lura l nosda a entender que San Lucas acompaña desde ahora a l após tol

San Pablo. El «di lecto médico» apenas se apartará ya de sulado (Col  4,  14 ; P h l m 24 ; 2 T i m  4,  11). El discípulo sientee l mismo afán mis ionero que su maes t ro: d i r ig i rse a todoslos hombres, cualesquiera que sean. Y, así , se hará (1 Cor 9,20) judío con los Judíos por su asombro bibl i smo, y se harágriego con los Griegos por la cal idad l i teraria de su obra yl a «humanidad» (T i t  3,  4) de su mensa je .

Podía hacer lo perfec tamente es te escr i tor que se ha l laba enposes ión de una buena cul tura media , que es taba dotado de

3  Inaugurado magníficamente por la «Genealogía de Jesucristo,hijo de David, hijo de Abraham» (con su cuadro de 3 veces 14nombres; y siendo 14 la suma del valor numérico de las letras deDavid, contadas a la manera hebraica).

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t ac to , y e ra muy amable . Su obra se c las i f icó honrosamenteentre la l i teratura de su época. El  E V A N G E L I O S E G Ú N S A N

L U C A S  está escri to en una hermosa lengua ( la lengua de laépoca heleníst ica , c laro está) , s in pretensiones esté t icas perosin vulgaridades. Su est i lo es sobrio y mesurado, f ino y de-l icado. Corr ige a l Evangel io de Marcos con discre to esmero.En los re la tos que le son propios , da muest ras de ser un narra-dor incomparable ( todos conocen las escenas de la Anuncia-ción y de la Navidad, e l milagro de Naim, la his toria de lapecadora en casa de Simón, e l episodio de los discípulos deEmaús . En cuanto a las parábolas exc lus ivas de Lucas , ¿cómono recordar la parábola de l «buen Samari tano» o la de l «hi jopródigo»? ) . Posee , además , cua l idades nada comunes pa raimi ta r : su prólogo es tá compuesto a la manera de los escr i -tores profanos de su época . Sus dos pr imeros capí tulos son deautént ico est i lo véterotestamentario, y poseen todo el senci l loh ie ra t i smo de l Ant iguo Tes t amento . Le gus t a da r co lor idohebra ico a su texto (as í , l a fórmula : «y sucedió», que sólo seencuentra t res veces en Me y seis en Mt, aparece t re inta yseis veces en Le y diecis ie te en los Act) ; y a lgunos pasajeses t án henchidos de semi t i smos (e j emplo : Le  13,  10-17). Porlo demás, se ha impregnado de ta l suerte de la Bibl ia griega,que sue le hablarse de sus «septuagint i smos», y de su a fánpor aparecer como «escri tor sagrado».

Su gran fuente es e l Evangel io de Marcos , a l que toma

como base de su documentac ión y organizac ión, y cuyo des-ar rol lo s igue , aunque no s in tomarse l iber tades , y cuyo textomejora . Conoce t ambién , en fo rma más o menos an t igua ,a l Evangel io de Mateo, con e l cua l t endrá en común muchospasa jes . Le vienen, además , informes por ot ros caminos: l afuente suplementar ia que ya hemos vis to en la documentac iónde San Mateo, a lgunos «ensayos» de redacción evangél icaqu e no se h an conservado (Le 1 , 1-2) , e inform acion es qu e

é l ha sabido adqui r i r personalmente . Ent re es tos e lementospropios de Lu cas , t enem os pr i c ip a lm ente : L e 1 , 1 -3 , 4 ; 6 ,20-8,3; 9,  5 1 -1 8 ,  14 ( la gran «sección lucana»);  19,  1-27,3 9 - 4 4 ;  23,  7 - 1 2 ;  24,  13-35.

Podemos discerni r conjuntos o «l ibr i tos» en la obra deLucas . Pero tengamos en cuenta que es te evangel i s ta no sea tuvo a un orden s i s temát ico, no obl iga a la t radic ión a con-

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462 EL MENSAJE DE LOS TESTIGOS

formarse a un cuadro prees tablec ido, y conserva toda su f le -xibi l idad de narrador . Procura in tegrar l as f rases de Jesúsen su contexto psicológico y natural , y darles todo su carácterepisódico y f ragmentar io . Pre tende ser h i s tor iador . Posee ver-dadera competenc ia para ser lo , y da buenas pruebas de e l lo \Pero s igue s iendo, por encima de todo, evangel is ta , e . d. ca-t equ i s t a y mi s ione ro , y su obra e s —pr imord ia lmente— unapresentac ión de l Mensa je c r i s t i ano. Una de las carac te r í s t icasmás originales de esta presentación es la marcha de Jesús haciaJe rusa l én : duran te l a rgo t i empo va camino de l a C iudad san-ta (Le  9,  5 1 ;  13,  2 2 ;  17,  1 1 ;  18,  3 1 ;  19,  11, 28, 41) ; porotra parte , e l Templo se hal la a l comienzo y al f in del Evan-gelio (Le  1,  8 - 1 0 ;  24,  53) . En los Hechos , Je rusa lén s igues iendo todavía e l polo , pero de un movimiento inverso: e lpunto que s i rve de par t ida (según e l programa de Act 1 , 8) .

Ent re los ot ros rasgos par t iculares de la presentac ión evan-gél ica de Lucas, conviene hacer notar e l c l ima de dulzura y

alegría que se respira en todo su Evangel io, la aparic ión denumerosas y de l icadas f iguras femeninas , los cánt icos —'fre -cuentes y fe l ices— de alabanza a la gloria de Dios, la impor-tanc ia acentuada de la orac ión y e l pues to impor tant í s imo quese concede a la acción del Espír i tu Santo (como en los He-chos) . Pero, s in duda , lo más mani f ies to de todo, lo más sen-sible en la obra de San Lucas es que este evangel is ta haacentuado, más que ningún ot ro , l a bondad y miser icordia

divina. No ha atenuado la seriedad y r igor de las exigenciasde Cr i s to; t a l vez en a lgunos puntos , como e l de la pobreza ,ha s ido inc luso más ta jante que ninguno. Pero Lucas es , a pesarde todo, e l evangel i s ta —por exce lenc ia— de la p iedad y te r -nura de Dios , de l perdón y reconci l iac ión predicadas por Je -sús. Y su mensaje , que no debi l i ta para nada el vigor de lapred icac ión de l Maes t ro , pe ro que e s t á impregnado de mode-rac ión y prudencia , s i b ien no es tan inc i s ivo y dramát ico

4  «Lucas es con respecto a los grandes escritores griegos o la-t inos lo que un buen erudito de provincias es con respecto a unprofesor de la Sorbona : con oce los b uen os m étod os, pero n o losaplica siempre con toda la amplitud de miras deseable» (TROCMÉ,Le livre des Actes et l'histoire  [P .U .F. , 1957], p . 98) .

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como e l de sus p redecesores y amigos , t i ene —no obs t an te—un encanto muy adecuado para ganar para Cr i s to los cora-zones de los hombres y hacer que penet re en e l los la Pa labrade salvación.

Las cua l idades l i t e ra r ias , l a menta l idad, l a bondad de co-razón, l as preocupaciones apos tól icas de Lucas , d i sc ípulo he-lenis ta de Pablo, amigo de l buen dec i r y pene t rado tota lmentede los Se tenta , aparecen también en la segunda par te de suEvangel io: e l l ibro de los  H E C H O S D E LO S A P Ó S T O L E S .  E nes t a obra , San Lucas p re t ende da rnos ráp idamente una ideadel progreso de la predicac ión evangél ica en e l Or iente medi -te r ráneo durante los t re inta años que s iguieron a la Ascens iónde l Señor . Y pre t ende t ambién , c i e r t amente , p re sen ta rnos aPablo como após tol de igua l rango que los Doce , narra r l asmis iones de aquel en quien se ha encarnado e l apos toladode los gent i les y, no menos, defender a este apóstol contra losque le acusaban de t ra ic ionar a l Juda ismo.

En la imposibi l idad de hacer comparac iones , porque es tel ibro no t ienen para le los (exis ten, no obs tante , c ie r tas cone-xiones, no concertadas y por esto mismo preciosís imas, con lascartas de Pablo, entre todas las cuales destaca como caso pri -vi legiado Act  11 y 15 y  Gal 2) , y en la ignorancia que esta-mos ace rca de sus fuen te s : e s t a obra , ev iden temente com-pleja , apenas puede ser estudiada s ino con la ayuda de la

cr í t i ca l i t e ra r ia . Así , se han planteado numerosos problemas ,no todos los cuales están resuel tos . Estas cuest iones obl igan ahacer sabias di s t inc iones y adoptar c ie r ta prudencia : lo cua lno signif ica desconfianza alguna con respecto al honrado yhermoso l ibro de los Hechos de los Apóstoles .

La documentac ión que s i rvió de base es di f íc i l de es table-cer , pr inc ipa lmente en lo que se re f ie re a la pr imera par te :los capí tulos  1-12  (o  1-15).  Es ta pr imera par te se ha l la com-

pues ta de re la tos que a l te rnan con rápidos cuadros genera lesde la vida de los grupos cris t ianos de Jerusalén. La his toriaes tá cons t ruida de manera que nos ofrezca e l sent ido de undesarrol lo rápido de l Cr i s t ianismo en sus comienzos . Peroes ta hi s tor ia es tá s impl i f icada cons iderablemente , esquemat i -zada en escenas representa t ivas y en «resúmenes» sens ible -mente idea l izados . Muchos acontec imientos , y s in duda los

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menos fe l ices (véase , por e jemplo, Gal  2,  11-21) , se han pa-

sado en s i lencio. El l ibro de los Hechos es una especie denarrac ión heroica que descuida —a sabiendas— los ladossombríos y que nos hace pensar (salvadas todas las dis tancias)en el l ibro de Josué (pp. 104-106). Esta primera sección estácentrada en Jerusalén y se hal la dominada por la f igura dePedro .

La segunda par te (Act  13-28) está orientada hacia el vastomundo, y va s iguiendo a Pablo en sus expedic iones mis ioneras .

E l r e l a to , e s t a vez , e s —frecuent í s imamente— de pr imeramano, porque Lucas toma pa r t e pe rsona lmente en los acon-t ec imien tos re fe r idos (Le  16,  1 0 - 1 7 ;  20,  5 - 1 5 ;  21,  1 - 1 8 ;27, 1 - 28,  16: son las secciones escri tas en primera personadel plural o «secciones-nosotros», como dicen los cr í t icos) obien rec ibe informes de tes t igos oculares . Tenemos, pues , unaespecie de «diario de a bordo» o «crónica misionera». Nocabr ía te rminac ión mejor , desde e l punto de vi s ta de l Evan-

ge l io de Lucas : una vez l l egado a Roma, San Pablo se pre-senta a l l í «predicando e l Reino de Dios y enseñando lo quese refiere a l Señor Jesucris to, con toda seguridad y s in t rabas»(Act  28,  31).

A lo largo de todo el l ibro se han dis t r ibuido discursos ala manera de los hi s tor iadores ant iguos . Tienen, c ie r tamente ,un fondo de autént ica t radic ión, aunque San Lucas los haya

const ruido según esquemas l i t e ra r ios habi tua les . Poseen, pues ,verdadero va lor documenta l para e l conocimiento de la predi -cac ión apos tól ica de los comienzos . Tenemos, por ot ra par te ,una prueba de la honradez de Lucas en e l hecho de que hayadejado que las pa labras de San Pedro conserven su desmañateológica, su tenor enteramente judío y su especie de arcaísmo.En cuanto a los di scursos de Pablo, aunque reconocemos ene llos a lgunas d e sus ideas conocidas ( ¡g rac ias a Di o s ) po r

otras fuentes , s in embargo está bien claro que el evangel is tano se ha inspi rado ni mucho menos en las epís tolas de sumaest ro: has ta ta l punto que parece ignorar las .

Lucas , pues , ha conseguido of rece rnos una presen tac ión delos orígenes cris t ianos, preciosa para e l his toriador. Pero, antetodo, ha pre tendido escr ibi r un verdadero evangel io , de formaarmoniosa y a t rayente y con fel iz i luminación. La his toria que

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é l re f ie re aparece como obra de l Espí r i tu Santo: no hay l ibro

en todo e l Nuevo Tes tamento que es té tan l l eno de sus in-t e rvenc iones . Podr í amos muy b i en t i t u l a r lo : l os «hechos de lEspí r i tu». Por ot ra par te , no hace fa l ta acentuar lo universa-l is ta que es ta l mensaje: s i rve de prólogo maravi l loso a lahistoria de la Iglesia que se encuentra en plena progresióny que va l l evando e l Evangel io a l mundo entero . Di f íc i lmentehabrá lec tura más tónica y a lentadora .

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I V

J U A N Y E L F I N A L D E L A E R A A P O S T O L I C A

La historia narrada en los Hechos de los Apóstoles se de-t iene en e l año 62. No es tamos informados s ino muy par-c ia lmente sobre e l Cr i s t ianismo durante e l ú l t imo te rc io de lsiglo en que finaliza la «era apostólica», e. d. la época de los

Doce (de los cua les a lgunos han muer to ya) y de sus di sc í -pulos inmedia tos . Es indiscut ible que , durante es te per íodo,la Igles ia cont inúa desarrol lándose y di fundiéndose . Y es tono sólo ent re las personas de condic ión modes ta , como lo ha-bía hecho desde e l pr imer momento y según su mis ión, s inotambién en las a l tas esferas sociales e incluso entre los a l lega-dos a l emperador \

A los c r i s t i anos no se les confunde ya con los Judíos , como

ocurr ía en t i empo de Claudio (p . 345) . Una de las mani fes ta -c iones —tr i s temente cé lebre— de es te di scernimiento es lapersecución   decre tad a po r N eró n, e l cua l t ra tab a de eng aña ra l pueblo sobre las verdaderas causas de l incendio de Romaen el año 64 (p. 346). Vale la pe na ci tar a T á c i t o : «N i lasgenerosidades del príncipe ni los sacri f ic ios ofrecidos a losdioses hac ían desaparecer la infamante sospecha de que e lincendio hab ía s ido provocado por o rden (de l emperador ) .

Y, as í , para supr imir es te rumor , Nerón sus t i tuyó los culpa-bles e inf l ig ió los tormentos más re f inados a esas personasde tes tadas por sus c r ímenes , a quien e l vulgo l lamaba «cr i s -

1  Ta l es el caso de Flavia Dom itil la (sobrina de D om iciano )y de su marido Flavius Clemens.

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J UAN Y E L F INAL DE L A E RA AP O ST Ó L ICA   4 6 7

t i anos». Aquel de quien és tos der ivan su nombre había s ido

a jus t ic iado por e l procurador Poncio Pi la to durante e l re inadode T ibe r io . Repr imida por un momento , e s t a exec rab le su-pers t ic ión volvía a desbordarse de nuevo no sólo en Judea—origen de es te mal—, s ino has ta en la Urbe , adonde con-fluye y se va almacenando todo lo a t roz y vergonzoso quehay por doquier» (Armales 15, 45) . Se piensa que los már t i resse contaron por centenares .

E l hor ror de e s t a pe rsecuc ión , que fue l a p r imera , impre -

s ionó enormemente a los c r i s t i anos . S in embargo, és tos nohabían quebrantado para nada la l ea l tad debida a l Es tado,según la doctr ina de Jesús y de los apóstoles . Precisamente,hace muy poco t iempo, Pablo ape laba a l César cont ra susde t rac tores judíos de Jerusa lén; y es te após tol había jus t i f i -cado con las más e levadas razones y recomendado la sumis ióna las autor idades (Rm   13,  1-7) . Y lo m ism o digamos de P ed ro1 P  2,  13-17) . S in embargo , un Es t ado que pre t endía se r due -

ño y señor aun en e l t e r reno re l ig ioso, un Es tado que habíaaprendido a desconf ia r de la autonomía cul tua l de los Judíos(que pr imeramente hab ían s ido favorec idos por é l ) : no t a r -dar ía en sent i r que los c r i s t i anos —en es te mismo plano re l i -gioso— eran i r reduct ibles . Es tos , que son dec larados desdees te momento «enemigos públ icos», t i enen concienc ia de vivi ren cont inua amenaza y es tán expues tos a se r condenados como«cris t ianos» (1 P  4,  16; cf . Jn  15,  2 0 ;  16,  2) . En Nerón vie -

ron a l «ant ic r i s to». Por lo demás , es te innoble y temible t i ra -no no cesó de obsesionar las imaginaciones y conoció unaext raña supervivencia popular en la l eyenda de l «Ñero re -divivus».

La guerra de Judea (pp. 409-413) fue para los c r i s t i anosuna causa de t r i s teza . Y aunque de es ta manera se cumpl íanciertas palabras de su Maestro, la evocación de estos terr ibles

acontec imientos no de jó de ser menos fa t íd ica para todos .Pero e l lo fue una nueva y —desde es te momento—• def ini t ivaocas ión para que los c r i s t i anos fueran di s t inguidos de los Ju-díos. En efecto, la verdadera  separación entre la Iglesia y elJudaismo   da ta de la ca tás t rofe de l año 70. Has ta entonces ,e l p lura l i smo de l Juda ismo había podido abarcar en su senomovimientos tan diversos como los de los far iseos, saduceos,

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esenios y zelotas; y su tolerancia hacia los judeocris t ianos notenía , por tanto , carác te r muy excepcional . Pero es tas di sen-s iones habían s ido su perdic ión en e l momento mismo en quesu inaudi to prosel i t i smo iba a conquistar e l mundo. Y, así , a ldía s iguiente de l inmenso desas t re , l a Comunidad judía com-prendió que no podr ía recons t rui rse s i no e ra uni f icando sudoct r ina y uniendo a sus miembros . Es ta doc t r ina fue la delos far iseos, con exclusión de las demás tendencias divergen-tes . No se podría t ra tar ya, pues, de admit i r a los cr is t ianos.

Precisamente por esto la Iglesia se veía confi rmada en susent imiento de l iberación. Así , pues, la teología «catól ica» deSan Pablo, t an combat ida durante la v ida de l após tol , se con-ver t ía desde entonces en doc t r ina común. Por lo demás , l ascar tas paul inas se iban di fundiendo cada vez más ent re las co-munidades . Ya no se pondrá nunca más en te la de ju ic io e luniversal ismo de la Iglesia . Es verdad que con esto no sefaci l i taron las re laciones entre judíos y cr is t ianos. Observamos

en e l Juda ismo una voluntad de ignorar a Jesús y a sus di sc í -pulos . Los c r i s t ianos , por su par te , no s iempre repr imen c ie r -tos sent imientos de desconf ianza , por no dec i r de animosidad,hacia los judíos. Pero las reacciones posi t ivas y las controver-sias entre judíos y cr is t ianos no comenzarán más que en els iglo s iguiente . Por ot ra par te , cont inúan produciéndose con-versiones de judíos a l Cris t ianismo.

La rup tura en t re l a s dos Comunidades no impl i ca —ni mu-

cho menos— el abandono, por par te de los c r i s t i anos , de latradición  israel i ta . La Iglesia tuvo la convicción de perma-necer en es ta t radic ión viva y divinamente di r ig ida , cuandoabría de par en par sus puertas a los no-judíos. La Iglesia s i -gue pensando que no des t ruye , s ino que consuma la Ley; yhabiendo reconocido a l Mesías y rec ibido la mis ión de dar lea conocer a l mundo, sabiendo que se ha obrado la Redencióny que han comenzado los «úl t imos t i empos», es tá plenamente

cierta de ser «el Pueblo que Dios ha adquir ido para s í» CIs  43,2 1 ; 1 P 2, 9) .

La l i teratura crist iana de fines del siglo I es la más claramanifestación de esta fidelidad al Designio que Dios va l le-vando a cabo desde Abraham y Moisés . S iguiendo la t rayec-toria de las cartas de Sant iago y de Pedro, estos escri tos sevinculan —de manera , a l a vez , espontánea y cons tante , sen-

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JUAN Y EL FINAL DE LA ERA APOSTÓLICA   4 6 9

c i l l a y p rofunda— con e l Ant iguo Tes t amento . Mues t ran que

los cr is t ianos t ienen plena conciencia de estar viviendo lahistoria de la Al ianza y Salvación instaurada con los Padresen la fe.

Como la carta de Sant iago, la   E P Í S T O L A D E J U D A S  t i ene porau tor a un pa r i en t e de Je sús (Mt  13,  55). No era de los Doce,pero debió de vivir en su compañía y debió de estar asociadoa su apos tolado. No es comple tamente imposible que es ta

carta haya s ido escri ta antes del año 70, pero es mucho másprobable que da te de diez o ve inte años más ta rde .

Este pequeño escri to de veint ic inco versículos, dest inado alos judeocr i s t ianos , denuncia con vehemencia graves re la jac io-nes de orden mora l y aberrac iones doc t r ina les , espec ia lmenteen lo que se refiere a las jerarquías celestiales. Son peligrosque aparecen también en las Epístolas pastorales y en las«cartas a las Iglesias» que leemos en el Apocalipsis y que

preludian el gnost ic ismo del s iglo II . Las a lusiones a estas he-rej ías nacientes no faci l i tan la comprensión de la carta . Ladi f icul tad queda incrementada todavía más por las re ferenc iasde Judas a los escri tos apocal ípt icos que entonces se conocíany tenían di fus ión, pr inc ipa lmente a la «Asunción de Moisés»y al l ibro de Enoc (p. 320). Sin embargo, esta carta no es sóloun test imonio de la vida del Cris t ianismo en aquel la época,s ino que conserva su valor de amonestación, enseñanza y ex-

hor tac ión.

Una pa r t e de l a   S E G U N D A E P Í S T O L A D E P E D R O ,  e l capí-tulo II , se acerca tanto al texto de Judas, que no vaci lamosen creer que es tá inspi rada es t rechamente por é l . Y, desdeluego, es un poco pos te r ior a d icho texto . Su a t r ibuc ión a lje fe de los após toles no debe sorprendernos ; l as cos tumbresbíbl icas y las práct icas l i terarias de entonces autorizaban co-r r ientemente ta l procedimiento . Por lo demás , semejante a t r i -buc ión puede s igni f icar que la epís tola en cues t ión no pre tendeense ñar na da , q ue no h aya s ido t rasm it ido p or los apó stoleso que no es té vinculado inc luso con la predicac ión de Pedro.De este modo se ha lanzado la hipótesis de que se t ra ta deuna ca r t a de Pedro mismo, recogida después y re fundida porun discípulo suyo.

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Como Judas , y cas i con más fuerza e ins i s tenc ia , e l autor

condena a las personas de espír i tu fa lso y engañador, a losindividuos de cos tumbres di solutas y a aquel los que vue lvenal error o a la inmoral idad después de su conversión. Habla ,además , de l «Día de l Señor» en té rminos de per turbac iones ,de dest rucción de los impíos, a la manera de los apocal ípt icos.Esta escatología recuerda la de los Sinópt icos y la de Pablo.Algunos e lementos descr ipt ivos reaparecerán en e l Apocal ips i sde Juan.

Desde e l punto de vi s ta de la t radic ión bíbl ica , es ta Segun-da Epístola de Pedro es val iosa por un doble t í tulo. Por unlado, da test imonio no sólo de la fe (común entre los cre-yentes) en el origen divino de las Sagradas Escri turas , s inotambién de una reflexión acerca de esta doctr ina (2 P 1, 20-21 ; c f .  Parole de Dieu,  p . 59) . Una dec larac ión inte resante ,por ot ro lado, se ref iere a las cartas de San Pablo, práct ica-mente «canonizadas» ya (2 P  3,  15-16; c f .  Parole de Dieu,

p. 60).

Según la t radic ión   2, el apóstol San  Juan,  uno de los másseñalados de entre los Doce y misionero al lado de Pedro enlos comienzos de la Iglesia , sobrevivió a Pedro y a Pabloen más de t re inta años , pues habr ía muer to a pr inc ipios de lre inado de Tra jano (p . 348) . Durante es te úl t imo per íodo desu vida , San Juan, conver t ido en una espec ie de pa t r ia rca

de las ig les ias de Asia Menor , con Efeso —según parece—como centro principal , escribió el cuarto Evangel io, t res cartasy el Apocal ipsis que l leva su nombre. Como la de Pablo, supe rsona l idad in f lu i rá g randemente en l a s p r imeras gene rac io-nes cr is t ianas, así como también en el dest ino de la Iglesia .Sin embargo, no se parece a Pablo. Su vida , c ie r tamente , nofue tan aventurera ; y su genio , a pesar de ser no menos a r -diente , se mani fes tó de manera to ta lmente di s t in ta .

No sabemos exac tamente en qué orden fue ron apa rec i endo

2  Representaba por Ireneo de Ly on , C lemente de A lejandría,Tertuliano y el Canon de Muratori. Sin embargo, no podríamossilenciar que otra tradición (desde luego, menos segura) nos haríacreer en un martirio de Juan anterior al fin del siglo I : en cu yocaso su obra habría sido acabada y editada por sus discípulos.

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JUAN Y EL FINAL DE LA ERA APOSTÓLICA   4 7 1

esos escri tos . Parecería que el Apocal ipsis fue compuesta en

primer lugar. La tercera epístola es , s in duda, anterior a lasot ras dos y a l Evangel io . No obs tante , por razón de la incer-t idumbre que subs is te , y también porque e l Evangel io es e lescr i to de contenido más ant iguo, segui remos e l orden de to-dos estos escri tos en el Canon t radicional .

E l  E V A N G E L I O S E G Ú N S A N J U A N ,  como los otros t res , es unaproc lamación de Jesús como Mesías e Hi jo de Dios , propues ta

a la fe , y que por este medio nos da la «vida» (Jn   20,  31) . Perod i f i e re no tab lemente de l a obra de Marcos , Ma teo y Lucas .

Desde e l punto de vi s ta l i t e ra r io se impone una doble ob-servación. La lengua es mediocre , un griego de semita , unvocabular io muy l imi tado, una s intaxis to ta lmente hebra icaque cons is te esenc ia lmente en la perpe tua coordinac ión y deuna s impl ic idad mayor todavía que la de ningún ot ro escr i tode l Nuevo Tes tamento. Sin embargo, es te es t i lo tosco, des lu-

c ido, monótono, pobre de recursos t i ene su secre to y poseeext raordinar io vigor . No sólo sent imos en é l l a na tura l idady espontane idad de l t es t igo que ve íamos en Marcos , s inoademás un r i tmo, una fue rza , una grandeza , un h i e ra t i smomuy part iculares . Es e l «est i lo joánico», tan excepcional y taninherente a l mensa je , que se s iente aun a t ravés de una t ra -ducc ión. Sin duda a lguna , e l Evangel io de San Juan es unode los más bel los e jemplos de un lenguaje cuya cal idad y

energía proceden no de l ane , s ino de la personal idad de lautor y de la vida que bul le en su alma.

En es te evangel io no aparece rea lmente ningún plan deconjunto. Antes bien, se va s iguiendo la v ida de Jesús con-forme a l esquema de la t radic ión evangél ica : predicac ión de lBaut i s ta , predicac ión y ac t iv idad de Jesús , Pas ión y Resu-r recc ión. Vamos exper imentando intensamente e l desarrol loprogres ivo y dramát ico de los acontec imientos . Pero no sepuede es tablecer para le lo con los Sinópt icos , como se podíahacer ent re e l los mismos. Es muy pos ible que la d i f icul tadpara descubr i r orden a lguno en e l cuar to Evangel io procedadel hecho de que este Evangel io haya s ido escri to quizás envarias veces sucesivas y que los textos sean test imonio deépocas diversas, desde la primit iva predicación del apóstolhasta la e laboración de una doctr ina que se beneficiaba ya de

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la experiencia ulterior de la Iglesia y de la meditación de Juan,

e incluso hasta una redacción que podría haber s ido termi-nada por algunos discípulos suyos.Estos aseguran que el mensaje de Juan es un f iel «test imo-

nio» (Jn  21,  24). Y parece evidente que Juan entiende suevangelio de esta manera: como su propio test imonio acercade Cristo. Aunque el evangelis ta San Juan —por conocer a losSinópticos— los t iene en cuenta, aunque hace precisionesde inestimable valor (por ejemplo en cuanto al cuadro cro-

nológico y topográfico de la vida de Jesús): s in embargo sulabor no consis te , n i mucho menos , en ofrecernos un com-plemento de documentación. La obra de San Juan es originaly personal.

En pr imer lugar nos sent imos sorprendidos de l pequeñonúmero de episodios que relata . Evidentemente los ha ido es-cogiendo con un designio. Estas dos docenas —aproximada-mente— de hechos (con excepción del relato de la Pasión),

narrados en estrecha relación con algunas palabras de Jesús, yque llevan a veces un comentario del evangelista, constituyen,cada uno, una «señal». Y la realidad significada por esa señales a la vez historia de Jesús —-acciones que El ha hecho ypalabras que ha dicho—- e historia de la salvación dentro dela vida cris t iana: como Nicodemo, cada bautizado «nace delo alto», es decir, es una nueva creación de Dios (Jn  3);  comola Samaritana, todo creyente bebe el agua «de una fuente

que brota para la vida eterna» (Jn  4  y  7);  como en el casodel paralí t ico de Bezatha y de Lázaro, «el Hijo puede hacervivir a quien El quiere» (Jn 5 y   11);  como a orillas del lago,Jesús da siempre «el Pan de vida» (Jn   6 ;   como en el caso delciego de nacimiento, Jesús es para todo hombre «la luz»(Jn  8-9).  Por este motivo, ta les episodios han sido relacionadosespecialmente por San Juan con los Sacramentos: con el delBautismo y el de la Eucarist ía . Los ejemplos más claros son,evidentemente, Jn 3 y 6. Pero el estudio nos hará descubriren seguida los numerosos simbolismos que encierra esteevangelio.

Para dar a su test imonio una dimensión eclesial , Juan lorelaciona con toda la Revelación bíblica. Las referencias alAnt iguo Testamento , Penta teuco , Sal ter io , Profe tas y Escr i tosde Sabiduría son constantes, explíci tas o subyacentes. Mateo

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hacía c i tas ; Ju a n alcanza la capa de agua o, m ás exac tam ente,

la corr iente interior de la t radición inspirada. Es un motivode dicha , de asombro, que volveremos a exper imentar l eyendoel Apocal ipsis , y que nos permite encontrar en la l i teraturajoánica la más digna, la más completa y la más fel iz conclu-sión de toda nuestra invest igación his tórica y l i teraria .

Por su forma, por sus palabras y est i lo, y también por supensamiento, e l cuarto Evangel io t iene especial re lación deparentesco con los Escri tos de Sabiduría . De el los recibe su vo-

cabulario de «luz», «vida», «camino», «fidel idad» y «amor»;sus ant í tes i s como: luz- t in ieblas , v ida-muer te , verdad-ment i ra ,amor-odio, a legría- t r is teza   3 ; y el paralelismo de sus brevesenunciados , t an lapidar ios como los  meshalim.  La teología dela «Palabra» divina procede de la Escr i tura entera , pero conlas úl t imas revelaciones aportadas por los Proverbios, la Sa-biduría de Een Sirah, los Salmos y la Sabiduría de Salomón.Esta teología t iene su punto culminante en el maravi l loso

«prólogo » (Jn 1, 1-18 ), en do n de se prese nta a Jesús com o«la Pa labra [divina] hecha hombre».

Juan, por ot ra par te , ha re f lexionado espec ia lmente sobrelas af i rmaciones de Jesús que se ref ieren a la «misión» delEspír i tu Santo en la Iglesia . De esta manera se nos proponeuna ext raña doc t r ina de l «Parac le to» (Jn 7 , 39;  14,  15-19,2 5 - 2 6 ;  15,  2 6 ;  16,  7 -15) , que v i ene a consumar admi rab le -mente la reve lac ión de l Espí r i tu de fuerza y de vida , c readory regenerador, que ja lona la t radición bíbl ica (Pa role de Dieu,p. 223). Por lo demás, en t iempo del apóstol San Juan, laIgles ia había acumulado ya exper ienc ia suf ic iente para adqui -r i r conciencia de esta acción del Espír i tu Santo prometido(Jn  2,  2 2 ;  7,  39; 12, 16, 33;  20,  9).

Juan es también el evangel is ta de la «agápe», del amor-dony del «conocimiento» que es su experiencia reveladora y pro-

funda : amor de l Padre hac i a su Hi jo y que en t rega su Hi joa los hombres, amor de Jesús que se entrega a e l los , amor de

3  Se pueden establecer relaciones de semejanza, a este respecto,entre Juan y los textos de Qumrán. Pero no olvidemos que dichostextos reciben también la herencia del Antiguo Testamento. Estasantítesis aparecen, igualmente, en los escritos de San Pablo.

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l os hombres hac i a Dios —en Cr i s to—, amor de los hombres

entre s í .  Basta  re leer los capí tulos  13  a l 27 para redescubr i rtextos , senc i l los e impres ionantes —a un mismo t iempo—,sobre e l mis te r io de es ta car idad-conocimiento-comunión-viday sobre el misterio de los cr is t ianos en Cris to. Amar es «ob-servar los m and am ientos» y , po r es te m edio, «vivi r» : volve-mos a encont rar l as pa labras mismas de la Al ianza , l as pa labrasde los profetas «cari ta t ivos» Oseas y Jeremías, las palabras delDeute ronomio y de l Leví t i co .

Así , pues , San Juan supo presentar l as grandes rea l idadesy los temas principales de la existencia cr is t iana: la fe , laEncarnación, e l Espír i tu, los Sacramentos, la Iglesia , la ca-r idad, la vida «eterna» de manera tan senci l la y tan misteriosaa la vez , que e l es tudio de su evangel io —más enr iquecedorque n ingún o t ro— parece no e s t a r pasando j amás de sus co-mienzos . A pesar de haber aprendido mucho de é l , no es ta -remos nunca c ie r tos de haber as imi lado suf ic ientemente su

mensa je .

La experiencia crist iana, fe y caridad, fidelidad y vigilancia,se ha l la expresada también en la   P R I M E R A E P Í S T O L A D E J U A N

con frases puras, vigorosas, senci l las e insis tentes como lasolas que van a l fombrando una playa , con la cadencia de suri tmo semít ico que confina con la poesía y sugiere lo inex-presable de l mis te r io . Haber «nac ido de Dios», v ivi r «en co-

munión» con Dios (y los unos con los ot ros) , «caminar y per-manecer en la luz», «hacer la verdad», «permanecer en e lamor»: son ot ras tantas expres iones def ini t ivas para e l mejorlenguaje c r i s t i ano.

La car idad es mi l i t ante . Juan, que conoce la ambigüedaddel corazón de l hombre , sabe también lo que es e l «mundo»,que no es de Dios , y de l que hay que preservarse (1 Jn   2,1 5 - 1 7 ;  3,  2 , 13 ;  4,  5 ;  5,  19) . Denuncia —en e l seno mismo

de la comunidad de f ie les— a los enemigos y corruptores dela fe , a los fa lsos profetas , a los hi jos del diablo, a los «ant i -cr is tos» (1 Jn  2,  18 , 22 ;  3,  8 - 1 0 ;  4,  1, 3) , que son los mismosque causan perjuicio a las iglesias de Asia (Ap  2-3),  que de s -t ruyen radica lmente toda la reve lac ión c r i s t iana , negando laEnca rnac ión de Je sús (1 Jn 2 , 22-23 ;  4,3; 5,  10-12). Así ,pues , hay que es ta r v igi lantes ; pero s in temor (1 Jn  4,  17-18) :

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una vez rehusado y pe rdonado e l pecado (1 Jn  1,  7 ;  2, 2,  12;

3,  5) , e l cr is t iano es vencedor (1 Jn  2,  1 4 ;  4,  4 ;  5,  4-5) . Esel mensaje por excelencia del Apocal ipsis .

En esta epístola , la Al ianza (que era e l medio y —al mismot iempo— la meta de l Des ignio de Dios en la h i s tor ia ) rec ibesu ú l t ima formulac ión : «Dios e s amor . . . e l amor procede deDios , y todo e l q ue am a es nac ido d e Dio s . . S i D ios nos h aamado t an to , noso t ros debemos amarnos t ambién los unosa los otros» (1 Jn  4,  7-8, 11).

L a  S E G U ND A E P Í S T O L A D E J U A N ,  brevís ima, dedicada a unacomunidad, es tá escr i ta con los mismos pensamientos y conpa labras seme jan te s : amarse mutuamente e s «e l mandamien-to» por excelencia; guardarse de la seducción de los «ant i -c r i s tos» que profesan que «Jesús no se ha encarnado».

La finalidad de la  T E R C E R A E P Í S T O L A D E J U A N  es más par-t icu lar : cont iene f rases de a l iento y es t ímulo par a un exce-

lente di sc ípulo de l após tol , Cayo, y para ot ro buen mis ionero,Demet r io . Pe ro a l mi smo t i empo cont i ene un reproche pa racierto Diotrefes , ta l vez el jefe de la comunidad, cuya con-ducta es lamentable . Tenemos en es ta car ta un breve perovivo y sugest ivo esbozo de la vida de una iglesia .

El anc iano após tol l l evaba , pues , muy en su corazón —comoantaño San Pablo— la sol ic i tud y preocupación por sus co-munidades y por toda la Igles ia . Ahora bien, por ningún ladoes t ranqui l izadora la s i tuac ión. Parece que , desde e l re inadode Nerón, e l mundo ha ent rado en una fase oscura de la h i s -tor ia : c r i s i s económica y aumento cons iderable de l cos te dela vida, epidemia en el año 65 que arrast ra t re inta mil víc-t imas, guerras c ivi les , inseguridad por e l lado de los Partos,te r r ib le l iquidac ión de la rebe l ión de Judea , des t rucc ión deHerculano y Pompeya por e l Vesubio en e l año 79, segundoincendio de Roma en e l año 80, seguido por ot ra pes te queasóla la capi ta l (a estos hechos, precisamente, a lude Ap  6,  2 - 8 ;8,  7 - 1 2 ; 9 , 3 - 1 0 ;  12,  7, 13, 17). Además, los cr is t ianos s i -guen es tando ba jo la impres ión de pavor causada por la per-secuc ión de Nerón (Ap 6 , 9 -11 ;  11,  7-10) .

Quizás muchos de e l los habían c re ído, como antaño los c r i s -t ianos de Tesalónica (p. 440), que la Venida de Cris to iba

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a rea l izarse muy pronto. Ahora bien, l a h i s tor ia cont inúa , con

sus  desgracias,  sus incer t idumbres , sus pe l igros . El paganismoes más poderoso que nunca , más aplas tante y bruta l . La Igle -s ia no pasa de ser una minor ía y se encuent ra humi l lada(A p  12).  Pero lo peor de todo es la nueva exigencia con quese presenta e l Es tado desd e los t i emp os de Do m ic ia no : e lcul to de l emperador se impone obl iga tor iamente , ba jo pena demuer te . Habr ía que dar a l César lo que a sólo Dios per tenece .El ant i -dios es la encarnación del poder diaból ico ( la best ia

de l Ap  13,  1-9) , con sus m edios de prop aga nd a , de cons t re -ñimiento y de malef ic io ( la segunda bes t ia : Ap   13,  11-18;16,  1 3 ;  19,  2 0 ;  20,  10). Su sede está en Roma, la capi ta l dela r iqueza, del gran comercio internacional y del lujo, así comotambién de la idola t r ía , de la b lasfemia y de toda pros t i tuc ión:la c iudad «ebria de la sangre de los test igos de jesús» (Ap  17,1 - 1 8 ;  18,  11-19).

¿Hay todavía lugar para la esperanza?

A   la manera de los grandes profe tas , pero también comoapocal ípt ico de prest igio, San Juan recogerá todos estos acon-tec imientos de la h i s tor ia contemporánea para most ra r su sen-tido. Se los leerá a los crist ianos a la luz resplandeciente deCristo victorioso, a quien Dios ha confiado la regencia deluniverso, e l dominio de la his toria y la sol ic i tud y cuidadode su Pu eblo . «En e l m un do tené is t r ibulac ión. Pero ¡án im o

¡Yo he venc ido a l m u n d o » , hab ía d i cho Jesús ( Jn  16,  33).Tal es e l mensaje de la «Revelación» o   A P O C A L I P S I S D E J U A N ,

uno de los escr i tos más ext raordinar ios de la l i t e ra tura detodos los t i empos y la conclus ión más magní f ica que puedetener toda la Revelación bíbl ica .

Parece que podemos da tar l a obra de f ines de l re inado deDomiciano, hacia los años 90-95. Está dir igida, como unaespecie de carta encíclica, a las iglesias de la provincia ro-

mana de Asia . Mas , por enc ima de esas comunidades , se di r igea la Iglesia entera   4.

4  Quizás el libro se formó con la reunión de dos escritos dis-tintos: la carta o cartas a las Iglesias (Ap  2-3)  y el Apocalipsispropiamente dicho. Algunos sospechan, además, que ésta fue elresultado de la fusión de dos apocalipsis originalmente separadas,

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La lengua de l Apocal ips i s , un gr iego más hebra ico que e l

de los Se tenta , y tan indigente como negl igente , ha descon-certado siempre por sus rarezas e incorrecciones. La compa-ración con el Evangel io y las Epístolas de Juan invi ta a lanzarla hipótes i s de a lgún secre ta r io , pero que solamente empuñala pluma. Porque , aunque e l escr i tor no es un a r t i s ta , s inembargo la inspi rac ión es suf ic ientemente poderosa para c rearuna obra maes t ra . Una obra maes t ra sun tuosa , ve r t i g inosa .En e l la abundan las imágenes , has ta e l punto de hacerse ver-

dade ramente agobiadoras . No só lo se van amontonando unassobre ot ras , s in medida ninguna , s ino que su acumulac iónparece ser un procedimiento para lograr e l e fec to ape tec ido( e j e m pl o : Ap  11,  7-10). A pesar de esto, e l Apocal ipsis esmuy be l la , con sus grandiosos y sól idos contornos , con susescenas vigorosas. Encierra en s í una excepcional carga emo-c ional y posee un inmenso l i r i smo profé t ico.

A causa del constante s imbol ismo del lenguaje , e l l ibro re-su l t a —al p r inc ip io— te r r ib l emente en igmát i co y desconce r -tante . Pero, en real idad, e l materia l de expresión procede casiún icamente de l a Esc r i t u ra . No debe r í amos l amenta r lo . Puesel Apocal ipsis se convierte de esta manera en la encruci jadade todos los l ibros bíbl icos 5 . Para el lector es una especied e  test:  le muest ra has ta dónde l legan sus conocimientos bí -bl icos; le s i rve de est imulante para estudiar la Bibl ia . La

mis te r iosa profec ía de Juan se va s impl i f icando asombrosa-mente a medida que uno se acos tumbra a los s ímbolos co-r r ientes de la Escr i tura , a l l enguaje de los profe tas (pr inc i -palmente Is , Ez, Dn, Za y Joel) y a l c l ima de la escatologíabíbl ica .

y compuestas en fechas diferentes. Si la obra tuviera efectivamenteesta estructura compleja, entonces contendría elementos que pudie-ran ser anteriores al año 70 y otros elementos de unos venticincoaños más tarde. Es difícil pronunciarse sobre este asunto. Parece,empero, que las razones que propugnan la unidad de composiciónson más convincentes.

5  Cada u no de sus v ersículos co ntiene una o varias alusiones' alos libros santos. Se han podido contar de quinientas a mil referen-cias bíblicas en 406 versículos.

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Los profe t a s hab ían anunc iado f recuentemente e l «Día deYahvé», la Venida del Señor, en las cr is is de la his toria , enlas plagas y ca lamidades . Anunciaban e l desencadenamientode fuerzas hos t i l es , pero también su súbi ta derrota y e l ad-venimiento de una e ra de paz y fe l ic idad para e l Pueblo deDios . Juan recoge e l t ema, pero le infunde toda la novedadde la venida de Cris to (Ap 1, 4) , a quien únicamente le esdado abri r e l l ibro sel lado de la his toria (Ap 5) . El úl t imoprofe ta evoca e in te rpre ta acontec imientos conocidos , seme-

jantes a los que han de sobrevenir ; ve en esas desgracias loscast igos de Dios y sus invi taciones a la conversión, a l mismotiempo que la salvación que se va real izando para los e legidosde Dios . Las t r ibulac iones (Ap  6; 8-9; 15-16),  que debe r í anconduci r a los hombres hac ia e l a r repent imiento (Ap 9, 20-21;16,  9 , 11) , pre ludian la des t rucc ión de los poderes sa tánicosque se oponen a Cr i s to (Ap  17-18; 20).  Al mi smo t i empose va incrementando e l Pueblo de los resca tados por la sangre

de Jesús ; y es te Pueblo re ina y canta a l Señor (Ap 7;  15).La Igles ia es tá en prueba , pero se ha l la d ivinamente protegida(A p  12)  y se encamina hacia su estado perfecto, hacia suunión defini t iva con su Señor (Ap 21-22).

La vi s ión de Juan es tá en presente : Cr i s to se ha l la enm ed io de las co m un ida de s, «cam ina» en la Iglesia (Ap 13,2 0 ;  2,  1) . Los cris t ianos forman un «reino sacerdotal» y re i -nan «en la t ierra» (Ap 1, 6; 5, 10). A un mismo t iempo, la«best ia» ataca y está s iendo aplastada, la Iglesia está sufr iendoy t r iunfando. En «las cosas que son» se cont ienen «las cosasque han de suceder» (Ap 1, 19) . El Reino de Dios se en-cuentra ya presente y está por venir , se está real izando: ta les la gran certeza. A sus discípulos, contentos de haber ex-pulsado demonios , Jesús les dec ía : «¡Yo ve ía a Sa tanás caerde l c ie lo com o e l ray o H e aquí qu e os h e d ad o. . . tod o pod er

sobre e l enemigo y nada podrá dañaros» (Le  10,  18-19). Decíat am bié n : «H a ll egado la hora en que e l H i jo de l ho m br e hade ser glori f icado. . . Ahora va a ser e l juic io de este mundo,ahora e l Pr ínc ipe de es te mundo va a se r a r rojado fuera»(Jn  12,  23, 31) . Juan enseñaba igua lmente : «El ant ic r i s toes tá desde ahora en e l mundo. . . , vosot ros sois de Dios , vos-o t ros habé i s venc ido» (1 Jn  4,  3-4) .

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Los dos úl t imos capí tulos son un f inal magníf ico del l ibro.Te rmina con expres iones que son —a l a vez— de l Génes i s

y de l Exodo, de Isa ías y de Ezequie l , de Oseas y de l Cantarde los Cantares , de la Epístola primera a los Corint ios y dela Epístola a los Efesios. Juan describe los esponsales deCris to con la Igles ia , consumación de todo e l Des ignio deDios en la his toria . ¡Jerusalén nueva, c ie los nuevos, t ierranue va , pue b l o nue vo

El Apocal ipsis es , pues, e l evangel io de los «úl t imos t iem-pos», e l l ibro de las grandes calmas por encima de las peores

borrascas, e l mensaje de la fe indefect ible en Cris to victoriosoy de la poderosa esperanza de los cr is t ianos.

Su úl t ima página c ie r ra e l Libro de las Escr i turas con e lcanto de la Alianza divina, la cual ha sido su tema esencial ,cons tante , v i ta l . Un canto que es un diá logo, or ientado hac iae l fu turo y de permanente ac tua l idad. El Señor , que ya es táaquí , e st á anun c iando s i empre su inm inente ven ida : « ¡ Y ollego en segu ida, m u y pr o n to » Y la Iglesia le agu arda y lo

l l am a : « ¡ S í , ven , Señor Je s ús » (Ap  22,  20). Este diálogo,que ha c reado la Tradic ión bíbl ica , l a cont inuará , se prose-gui rá en la His tor ia y tenderá hac ia su Cumpl imiento en laCar idad .

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INDI ES

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I N D I C E D E L O S L I B R O S B I B L I C O S

  1

A B D Í A S , 2 6 2 .A G E O , 2 5 4 .A M O S , 1 5 6 - 7 .A P O C A L I P S I S , 4 7 6 - 9 .

B A R U C , 3 0 4 .

CANTAR DE LOS CANTARES, 2 7 9 .C O L O S E N S E S , 4 4 8 .1 C O R I N T I O S , 4 4 2 .2 C O R I N T I O S , 4 4 3 .C R Ó N I C A S , 2 8 4 - 6 .

D A N I E L , 3 2 5 - 7 .D E U T E R O N O M I O , 1 9 5 - 7 .

E C L E S I A S T É S , 2 8 1 - 2 .

E F E S I O S , 4 4 9 .E S D R A S , 2 6 7 .E S T E R , 3 2 6 .E X O D O , 2 4 2 - 3 .E Z E Q U I E L , 2 2 8 - 3 1 .

F I L E M Ó N , 4 4 8 .F I L I P E N S E S , 4 4 3 .

G Á L A T A S , 4 4 4 .

G É N E S I S , 2 4 4 - 5 .

H A B A C U C , 2 0 6 .

H E B R E O S , 4 5 2 - 3 .H E C H O S DE L O S A P Ó S T O L E S , 4 6 2 -

4 6 4 .

I S A Í A S , 1 5 8 - 6 0 , 2 3 2 - 5 , 2 5 6 .

J U A N , 4 7 1 - 4 .

1 J U A N , 4 7 4 .2 J U A N , 4 7 5 .3 J U A N , 4 7 5 .J E R E M Í A S , 2 0 2 - 7 .J O B , 2 7 9 - 8 1 .J O E L , 2 7 4 .J O N Á S , 2 7 5 .J O S U É , 1 0 4 , 1 9 8 .J U D A S , 4 6 9 .J U D I T , 3 2 7 .

J U E C E S , 1 0 7 , 1 9 9 .

LAMENTACI ONES, 2 3 5 .L E V Í T I C O , 2 4 1 - 2 .L U C A S , 4 6 1 - 3 .

1 M A C A B E O S , 3 1 6 .2 M A C A B E O S , 3 1 7 .M A L A Q U Í A S , 2 6 4 .

M A R C O S , 4 5 5 - 7 .M A T E O , 4 5 7 - 8 .M I Q U E A S , 1 6 4 - 5 .

1  N o menc ionam os aquí más que los pasajes en que se habla direc-tamente de los Libros bíblicos y de sus caracteres. Podrá consultarsetambién el Indice de las pp. 487-92.

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484 Í N D I C E D E L O S L I B R O S B Í B L I C O S

N A H U M , 2 0 4 .N E H E M Í A S , 2 6 7 .N Ú M E R O S , 2 4 3 .

O S E A S , 1 5 7 - 8 .

1 PEDRO, 451.2 PEDRO, 469 .P R O V E R B I O S , 1 7 9 - 8 1 , 2 5 7 .

R E Y E S , 1 9 9 .R O M A N O S , 4 4 5 - 6 .

R U T , 2 7 5 - 6 .

S A L M O S , 1 8 2 , 2 0 7 , 2 3 5 , 2 7 1 - 3 .SAMUEL, 199.SANTIAGO, 446-7 .SIRAH, 302 .S O F O N Í A S , 1 9 3 - 4 .

1 TESALONICENSES, 4 3 9 .2 TESALONICENSES, 440 .1 TIMOTEO, 450 .2 TIMOTEO, 450 .T I T O , 4 5 0 .T O B Í A S , 2 7 7 .

SABIDURÍA, 331-2 . Z A C A R Í A S , 2 5 5 - 6 , 2 7 4 - 5 .

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INDICE  D E  AUTORES CITADOS  E N  NOTA

Abel,  56.Albright,  61.Alio,  320.Aymard-Auboyer,  II, 25, 138, 217.

Baron,  177, 226, 356, 367.Barrois,  61.

Baumann,  434.Bazin,  18.Beaucamp,  166.Benoît,  429.Bonsirven,  320, 373, 379, 437.Bowra,  139.Buit,  56.Bultmann,  44.Burrows,  310.

Carcopino,  335.Causse,  166.Cazelles,  177, 240.Cazelles-Delaporte,  19.Cerfaux,  401.Cerny,  30.Chaîne,  166.Champdor,  221.Chary,  166.Chevalier,  216.Contenau,  11, 19, 24.Cors want,  61.Cuttat,  207.

Daniel-Rops,  80, 320, 385.D e  Liagre,  19.Delaporte,  11.Desnoyers,  103.

Desroches-Noblecourt,  30.Dhorme,  19, 177, 272.Diringer,  125.Drioton,  25, 30.Dupont-Sommer,  310.Duchesne-Guillemin,  218.

Erman,  25, 30.

Fabre,  315.Fernández,  56, 385.Festugiére,  335.Fillion,  385.Follet,  20.Fleg,  379.Fraile,  217.

Frey,  320.

Gelin,  207.Gilbert,  82.Grandmaison  (de), 385.Grollenberg,  55, 90.Guitton,  385. '

Haag,  61.Hirschberger,  217.Hooke,  19.Holzner,  434.Homo,  275.Huby,  425, 455.

Jaspers,  215.Jean  (Ch. F.), 16, 275.Junker,  30.

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486 ÍNDICE  D E  AUTORES CITADOS  E N  NOTA

Kittel,  11.König,  218.

Kramer,  11.

Labat,  23.Lagrange,  320, 342, 373, 385.Lambrino,  25.Largement,  19.Lebreton,  385.Legendre,  56.Leon-Dufour,  425, 429, 455.Lods,  166, 320.

Martin,  320.Meinertz,  415.Milik,  310.Mireaux,  138.Montet,  25, 85.

Nack-Wagner,  139.Nau, 278.Neher,  94, 166.

Osty,  295, 437.Otto,  38.

Parrot,  21, 61, 136, 187, 189, 190,2 1 0 .

Perez  de  Urbel,  434.

Podechard,  182.Prat,  385, 434, 437, 439.

Ricciotti,  178, 385, 434, 437.Robert,  178.Robert-Tricot,  8.Rutten,  19.

Sagot  du  Vauroux,  434.Schneider,  19.Steinmann,  310.Stendorf,  25.

Thils,  437.Tobac,  166.Tricot,  434.Trocmé,  462.

Vaganay,  429.Vercoutter,  25.Vermés,  310.Vincent,  .310.

Vitteau,  329.

Willam,  385.

Yoyotte,  25.

Zaehner,  218.

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I N D I C E D E L O S P R I N C I P A L E S N O M B R E SY R E A L I D A D E S M E N C I O N A D A S

A B D Í A S , 2 6 2 .Abraham, 15, 17, 28, 67-8.Acab, 136-7, 141.Acaz, 160.Adriano, 348, 414.

AGEO, 254-5.Agripa I , v . Herodes-Agripa.Agripa II , 411.A h u ra-Mazd a , v .  mazdeismo.Akadios, 13-5.Alejandra, 313.Alejandría, 300-1.Alejandro Janneo, 312-3.Alejandro Magno, 293.alfabeto,  62.

Alianza,  74-5, 93-5, 106, 109-10,141, 158, 171-2, 195-9, 203, 210,228, 245, 268, 380, 474-5, 479.

Amalecitas, 104.Amenophis IV (Akhnaton) , 79-80 .Amonitas, 104, 118.Amorreos, 17.AMOS, 156-7.Antioco III , 306.Ant ioco IV, 307-8 .

Antioquia, 399, 403, 406.Antipater, 314.antològico   (estilo), 235 , 272 , 274.A P O C A L I P S I S D E J U A N , 4 7 6 - 9 .Apocalipsis no canónicas,  320-1 .apoca líptico (género y literatura),

263, 319-26, 440, 469.apologética (literatura judía),  329.apóstoles,  391 -2, 396, 420 -2, 426.

Aqueos, 14.aramea  ( lengua), 269, 388, 430-1.Arameos, 17, 81, 103, 118, 121,

1 3 5 - 7 , 1 5 5 .

Aristeo (carta de),  330.

Arquelao, 351-2.Asarhaddon, 188.Asiria, 16, 81, 103, 136-7, 155,

1 5 7 , 1 5 9 - 6 2 , 1 8 7 - 9 1 .Assideos,  303, 309 , 312 , 362.Assurbanipal , 188-9.Atenas, 216, 261, 404.Augusto (Octavio) , 336, 345, 349-

3 5 1 .

Azarías-Ozías, 155.

Baal, baales, 63, 110, 123, 140,200.

Babilón, Babilonia, Baja Mesopo-tamia, 11-24, 81, 103, 188, 190-1 9 1 , 2 0 8 - 1 1 , 2 2 0 - 1 , 2 2 5 - 6 , 2 3 2 -2 3 3 , 2 9 3 .

Bar Koseba, 348, 414.Baruc, 207, 304.

BARUC (libro de), 304.Bautismo,  397, 416 .Buda, 217-8.

Cadés, 98.Caligula, 345, 353, 357.Cambises , 222, 253.C an aán , C an an eos , 61 -6 , 103 -4 ,

108, 118.

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488 ÍNDICE DE NOMBRES Y REALIDADES

canon  de las Escrituras, v.  Escri-turas.

CANTAR DE LOS C A N T A R E S, 82 ,279, 377.carismas,  421.Cartago, 139, 305.César (Julio), 314.China, 217.Ciro, 215, 221-2, 233, 251.Claudio, 345-6.Código de la Alianza,  112, 150 -1.COLOSENSES (ep. a los), 448.

Confuc io , 217 .conocimiento  en el antigu o Or ien-te, 38.

Corinto, 404-5, 420, 441-2, 445.CORINTIOS (1.a  ep. a los), 442.CORINTIOS (2.a  ep. a los), 443.Creso, 216, 221.Creta, 14, 104.CRÓNICAS (libro de las), 119, 162,

179, 284.

culto,  v .  liturgia.cultos orientales  (en el Im perio ro-mano) , 341-4 .

cuneiforme  (escritura), 12.Cyaxares, 190.

Damasco , v . Arameos .DANIEL, 325-7.Darío, 254-5, 260.David , 117-9 , 285-6 .

David (memorias sobre),  126-7.Débora (cántico de),  113.Decálogo,  98 , 150.deuterocanónicos (escritos),  301-2,

318.DEUTERONOMIO, 178, 195-8, 200-

202, 235-6.deuteronómicos (género y textos),

87, 105, 107, 110, 181, 194, 196.Día de Yahvé,  156 , 173 , 193, 198,

211, 264, 274, 321, 470, 478.Diàspora,  251, 287, 300, 354 -8,377.

Doctor de Justic ia , 310, 370.Domic iano , 347 .Dorios, 15, 104.

ECLESIASTÉS, 82, 281-2, 377.ECLESIÁSTICO, V. SIRAH.

Escrituras santas,  228, 268, 374,377-8, 413, 470.

Edom, Edomitas, 104, 223, 262.Efeso, 405.EFESIOS (ep. a los), 449.Efraim, v. Israel.E g ip to , 25 -35 , 79 -82 , 103 , 135 ,

137-8, 155, 188-91, 209, 211,215, 224, 293, 299.

El, 63, 73.El-Amarna, 80, 88.Elefantina, 225.

Elias, 141.Eliseo, 142.Elias y Eliseo (ciclos de),  143, 199.Elohista  (tradición y texto), 87,

145-6, 150-1, 153, 177, 194.emperadores romanos,  336, 340-1,

345-7.Enuma Elish, 24, 49, 190.Epístolas pastorales,  449.escatología,  173, 219 , 254 , 273 ,

285, 324-5, 328, 440, 470.Escitas, 190, 221.escribas,  13, 34, 124, 179 -80, 303,

358, 361-2, 390, 413.Esdras, 264.ESDRAS (libro de), 267, 284.Esdras (tercer libro de),  331.Esdras (cuarto libro de),  321, 331.Esenios, 310, 320, 369-70, 417.Espíritu Santo,  398, 416, 442, 462,

465, 473.Esteban el helenista , 398.ESTER, 326.estoicismo,  339.Etruscos, 140, 305.Eucaristía,  v .  fracción del pan.evangélica (tradición),  427 , 455.evangelio  (predicación, kérygma),

388-92, 395, 397, 425-7.Evangelios,  419 , 428 -33 , 455-6 5 .

Exodo  (acontecimiento, fecha, te-ma del), 83-8, 233.

EXODO (libro del), 82-4, 147, 242.Ezequías, 162, 192.EZEQUIEL, 209, 229-32.

Fariseos,  312, 328, 350, 358, 362 -368, 390, 392-3, 397, 410, 413,417.

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489  ÍNDICE DE NOMBRES Y REALIDADES

Fenicios , 14, 139, 216.FILEMÓN (ep. a), 448.

FILIPENSES (ep. a los), 443.Fil ipo, hijo de Herodes, 351, 385.Fil ipos (c iudad de) , 404, 443.Filisteos, 104, 111, 115, 118, 223.Filón, 297, 330.fracción del pan,  419.funciones  en la Iglesia primitiva,

421.

Gálatas, 404, 443.GÁLATAS (ep. a los), 444-5.Galba, 346.Gali leo, 361, 386, 411.GÉNESIS, 68-70, 147, 244-5.Gilgamesh,  23 , 190.Grecia, Griegos, 14, 138-9, 189,

216 , 260 , 294-9 , 335-6 .griego  ( lengua), 295-6, 300, 316-

318, 332, 430, 437, 447, 452,

456-7, 461, 471, 477.Guerra Judía,  409-14 , 467 .Guerras de Yahvé  (libro de las),

112.

HABACUC, 206.Hammurabi , 15-6 .hebreo  (lengua), 125, 270, 300-2.HEBREOS (ep. a los), 452-3.HECHOS DE LOS APÓSTOLES, 396,

463-4 .Hélade, v . Grecia.helenistas  (cristianos), 399, 421.Herodes-Agripa , 353 , 400 .Herodes-Ant ipas , 351 , 385 .Herodes F i l ipo , 350-1 .H erod es e l G ran d e , 314 -5 , 349 -

350, 375.Hittitas, 62, 79, 81.

Homero , 104 .Hyrcano, v . Juan.Hyrcano II , 313 .Hyksos, 28, 68, 79, 84, 88.

Idumea, 262, 311, 360.Iglesia,  391-2 , 395 , 396-409 , 415-

422, 432.India, 217.

inmortalidad,  v .  ultratumba, resu-rrección.

inspiración divina de las Escritu-ras,  v .  Escrituras.

ISAÍAS, 158-65.ISAÍAS (Segundo), 232-4.ISAÍAS (Tercer), 256.ISAÍAS (Apocalipsis de), 263.Israel (Reino Septentrional) , 121-

123, 127, 143, 155-61.Italia, v. Roma.

Jacob, v.  Patriarcas.Jacob (Bendición de),  113.Jamnia (Sínodo de) , 377, 413.Jehú, 143.JEREMÍAS, 202-7, 209-11.Jeroboam I, 122.Jeroboam II, 155.jeroglíficos  (escritura egipcia), 29.Jerusalén, 118, 120, 123, 159, 162,

209-10, 224, 251, 255, 265, 288,375, 408, 411-13, 479.Jiña, 217.Joakin, 208.Joaqim, 208.JOB, 279.JOEL, 274.JONÁS, 275.Jonatán Macabeo, 310.José, hijo de Jacob, 28, 68.

Josías, 191, 193-4, 205.Josué, 103, 105-6.JOSUÉ (libro de), 104-6, 198.Juan Bautista, 351, 371, 386-7.Juan apóstol , 427, 471, 475.JUAN (ev. según), 433, 471-4.JUAN (1.a  ep. de), 474.JUAN (2.a  ep. de), 475.JUAN (3.a  ep. de), 475.Juan Hyrcano, 311 .

Judá (Reino meridional) , 122, 135,143, 155, 160, 206-7, 208, 223-224, 251.

JUDAS, 469.Judas Macabeo, 309.Judea, 262, 283, 308, 413.JUDIT, 327.Jueces, 111.JUECES (libro de los), 107, 199.

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490 ÍNDICE DE NOMBRES Y REALIDADES

Juicio,  V.  escatología.

Justo (libro del),  112.kérygma,  v .  evangelio,koiné,  v .  griego.

LAMENTACIONES, 2 2 4 , 2 3 5 .L ao-T se , 217 .levitas,  v .  sacerdocio.LEVÍTICO (libro del), 200, 241-2.leviticos (género y escritos),  v .  sa -

cerdotal.Ley,  v.  Torah.Lidia, 216.liturgia,  19-2 2, 30, 112, 124, 183,

229, 240, 244, 264, 266, 270-1,274, 286, 303, 362, 376, 418.

Lucas, 430-1, 461.LUCAS (ev. según), 430, 460-1.lugares altos,  64, 109, 119.

Macabeos , 309-11 .MACABEOS (primer libro de los),316.

MACABEOS (segundo libro de los),317.

Macab eos (tercer libro de los),329.

Macabeos  ( c u a r t o ¡tbro  de  ¡os),331.

Madianitas , 104.

MALAQUÍAS, 2 6 4 .Manasés , 192-3 .Mar Mu erto (documen tos del),  v .

Qumrán.Mar Rojo (el paso del),  86.MARCOS (ev. según), 429-31, 455-

4 5 7 .Más-allá,  v .  ultratumba,mashal,  180, 257, 272, 389.MATEO (ev. según), 429-31, 457-

4 6 0 .mazdeismo,  218-9 , 222, 264.Medos , 190-1 , 220 .Médicas (Guerras),  254 , 261.Merodach-Baladan, 162-3 , 188 .Mesias, mesianismo,  130, 160, 173,

219, 235, 254, 276, 285, 323-4,328, 381, 391.

Mesopotamia, v . Babilonia, Asiría .

midrash,  277 , 279 , 284 , 32 6, 379.Mineptah , 88 .ministerios  en la Iglesia , v.  jun-

ciones.Miqueas , 164-5 .Mishna,  379.misterios (cultos de),  v .  cultos

orientales.Mitanios, 81.mitos,  3 9 -4 4 , 91 , 97 , 148 , 151 ,

343.Moabitas, 104, 118.Moisés , 84-5 , 87 , 91 , 96-9 , 103 ,

167, 196, 239.Moisés (cántico de),  235.Muerte,  v .  ultratumb a, resurrec-

ción.

Nabateos, 262, 351, 361, 400.Nabonid , 220 .Nabopolassar, 190.N a b u c o d o n o s o r , 1 9 1 , 2 0 5 , 2 0 8 ,

220.N A H U M , 2 0 4 .nazireato, nazireos,  110.N eh emías , 265 .NEHEMÍAS (libro de), 267, 284.Nerón, 345 , 466-7 , 475 .Nerva , 347 .Nínive, 81, 189-91.NÚMEROS (libro de los), 99, 147,

243.

observancias rituales  judías (cues-tión de las), 392, 396, 401-3.

Octavio, v . Augusto.Omri, 136.OSEAS, profeta, 157-8, 197, 203-4.Oseas, rey de Israel, 161.Ozías, v. Azarías.

Pablo , 399-407 , 426 , 434-50 .Palestina (geografía natural), 55-

62, 359.parusia,  v.  escatología.Pascua,  85-6, 256, 376.Pastorales (Epístolas),  449-50 .Patriarcas  hebreos ,  era patriarcal,

67-75 .Pedro, 396-7, 400, 402, 407-8, 421,

427.

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491  ÍNDICE D E NOMBRES Y REALIDADES

PEDRO (1 . A  e p . d e ) , 4 5 1 .PEDRO (2 . A  e p . d e ) , 4 6 9 .

Pentateuco,  112, 145 -7, 244.Persas, 215, 218, 261, 293.Petra, 262.plagas de Egipto,  85-6.pobres,  180, 194, 201, 211 , 257 -9,

273, 280, 308, 328, 371-2, 387,447, 451.

Pompeyo, 313-4 .Pondo Pilato, 352, 357, 385, 393.

prehistoria,  11

procuradores romanos,  352-3 , 410 -4 1 1 .

profetas, profetismo,  33 , 98 , 111,116, 123, 142-3, 149-51, 166-76 , 201-2 , 255 , 271 , 274-5 , 319-320.

prosélitos,  300, 355.PROVERBIOS (libro de los), 22, 129,

1 7 9 - 8 1 .

Ptolomeos, 299, 306.Pueblos de la Mar,  104.

QOHE L E T , v . E C L E SIA ST É S.Qumrán, 278, 310, 320, 369-71,

386, 412, 417, 473.

rabbí, rabino,  v .  escriba.rabínica (literatura judía),  379.Ramsés II , 81, 88.Resto (doctrina del),  15 6 , 1 6 3 ,

194, 198, 225.resurrección de los muertos,  318,

326, 328, 368, 382, 416.Resurrección de Jesús,  394 , 396-

397, 419.REYES (libro de los), 128, 178,

199.ritualismo,  v .  observancias.

Roma, 215 , 305 , 314-5 , 335-40 ,345-7 , 405-8 , 475 .ROMANOS (ep. a los), 445-6.RUT, 275-6.

sabiduría  (doctrinas y escritos de),33, 113, 129, 180, 257, 279,286-7 , 302-4 , 331-2 .

SABIDURÍA (libro de la), 331-2.

sacerdocio,  98, 110, 114, 167 , 177 ,193-5, 199, 201, 238-41, 252,

271, 285-6, 366-7, 397.sacerdotal (literatura),  86, 110,

147, 148, 200, 237-46, 286.sacerdotes,  v .  sacerdocio.Saduceos,  312 -13, 358, 36 7-8 , 392,

397, 413.Salmanasar, 161.SALMOS, 22, 127-8, 182-3, 207,

235, 271, 376, 418.Salmos de Salomón,  328.Salomón, 119-21.Salomón (crónica sobre),  128, 198.Salomón (Salmos de),  328.S amar ía ( c iu d ad d e ) , 136 , 161 ,

177.Samaritanos (después del dest ie-

rro), 223, 262, 283, 312, 360.Samuel, 115.SAMUEL (libros de), 127-199.Sanhedrin,  306, 358, 393 .Santiago apóstol , hijo de Zebc-

deo, 400.Santiago, pariente de Jesús, 400,

406, 408, 411, 421.SANTIAGO (ep. de), 446-7.santidad,  230, 240-1 , 375.Sargón el Viejo, 15.Sargón II, 161.Saúl, 116-7, 167.

Sedecías , 209-10.Seléucidas, 299, 306-7.Sennaquerib, 163, 188.Sermón de la Montaña,  390.Setenta  (vers ión de los) , 3 0 0 -2 ,

318.Sibila,  330.Sicarios,  365, 410 -11 .Siervo de Yahvé,  234-5, 393.S imón Macabeo , 311 .

sinagogas,  288, 377.Sinaí, 90.Sinópticos,  v .  Evangelios.SIRAH (Sabiduría de ben), 82, 302-

304.Siria, v. Arameos.siro-efraimita (Guerra),  160.SOFONÍAS, 193.Súmenos , 12 , 15 .

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492 ÍNDICE DE NOMBRES Y REALIDADES

Sumo Sacerdote,  252 , 255, 283,308, 311, 358, 366-7.

Talmud,  379.Targum,  379.Teglat-Phalasar III, 157, 159, 161.temerosos de Dios,  355.Temp lo de Jerusalem,  118, 120,

122, 195, 210, 224, 229, 244,251-2, 270, 288, 308, 375-6, 408,412, 414.

Tesalónica, 404, 439.

TESALONICENSES (1.A

  ep. a los),439-40 .TESALONICENSES (2.A  ep. a los),

440.Tiberio, 345, 385.Timoteo , 403 , 421 .TIMOTEO (1.A  ep. a), 450.TIMOTEO (2.A  ep. a), 450.Tiro, 14, 120, 139, 161, 216.Tito, 421.

TITO (ep. a), 450.Tito, emperador, 346, 412.TOBÍAS, 277.Torah (Ley),  95 -9 7, 109, 112,

147, 194, 196, 209, 237-47, 256,266-7, 283, 289, 304, 362-3,

367-8 , 401 .Trajano, 348, 414.Troya (Guerra de),  104.T u th an k h ammon , 81 .Tutmosis II , 79 , 88 .

ultratumba,  21, 32, 64, 318 , 323,326, 332, 382.

universalismo,  275, 285 , 328 , 389,399-402 .

Ur, 15-16, 67.

Vespasiano, 346, 412.

Yahvé (revelación del nomb re de),92-3 .

Yahvista  (tradición y texto), 83,87, 145-51, 194.

ZACARÍAS, 255, 274.

zelotas,  365, 410.ziggurat,  21.Zoroastro (Zarathushtra), 218.Zorobabel , 252, 254.

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Tí tu lo de l o r ig ina l f rancés :  La Tradition Biblique.  Hi s to i re

des Écr i t s Sacrés du Peuple de Dieu, par  GEORGES AUZOU,P r o f e s s e u r d ' É c r i t u r e S a i n t e a u G r a n d S é m i n a i r e d eR oue n . — É di t i ons de  l'Orante , Par i s .

Traducc ión e spañola por

C O N S T A N T I N O R U I Z - G A R R I D O

N ad a ob st a : DR. L u c i o GARCÍA VICENTE,  Can. Censor.  Valladolid,2 d e D ic i emb re 1960 .—P u ed e imp r imirse : JO S É ,  Arzobispo deValladolid.—Lo dec retó y f irma Su Excia. Rvm a. de qu e certi-fico: Lic. RAMÓN HERNÁNDEZ,  Can. Canc. Srio.