Garcia Canclini: que es lo popular?

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  • 8/14/2019 Garcia Canclini: que es lo popular?

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    NI FOLKLRICO NI MASIVO QU ES LO POPULAR?

    Nstor Garca Canclini

    El tratamiento de lo popular, como especificidad de la cultura y como expresin de la comunicacin, ha venido siendo abordadopor comunicadores sociales y antroplogos desde distintas matrices de interpretacin y desde premisas que no siempre han

    contribuido a profundizar en el estudio de sus implicancias; y su ntima vinculacin.

    En esta ocasin el destacado investigador Nstor Garca Canclini asume el anlisis de este hecho descubriendo las limitaciones

    que han estado presentes y reclamando una metodologa de trabajo transdisciplinario como condicin Indispensable para una

    investigacin integral sobre las culturas populares.

    Hay xitos tristes. Por ejemplo el de palabras como popular, que casi no se usaba, luego fue adquiriendo la mayscula y acabaescribindose entre comillas. Cuando slo era utilizada por los folcloristas pareca fcil entender a qu se referan: las costumbreseran populares por su tradicionalidad, la literatura porque era oral, las artesanas porque se hacan manualmente. Tradicional, oral ymanual: lo popular era el otro nombre de lo primitivo, el que se empleaba en las sociedades modernas.

    Con el desarrollo de la modernidad, con las migraciones, la urbanizacin y la industrializacin (incluso de la cultura), todo se volvims complejo. Una zamba bailada en televisin es popular? Y las artesanas convertidas en objetos decorativos de departamentos?Y una telenovela vista por quince millones de espectadores? Hay una vasta bibliografa que habla de cultura popular en espaciosmuy diversos: el indgena y el obrero, el campesino y el urbano, las artesanas y la comunicacin masiva. Puede la misma frmulaser usada en tantos territorios?

    Hasta ahora estas preguntas han recibido, ms que soluciones cientficas, respuestas editoriales e institucionales. Se rene un grupode artculos heterogneos o se organiza un simposio multimtico y se les coloca como ttulo -la cultura popular-. Estos agrupa-mientos no siempre son arbitrarios. A veces, los provoca el inters de responder a una disponibilidad del mercado editorial oacadmico. En otros casos, se quiere enfrentar una necesidad cultural o poltica: cuando se crea un museo para difundir las diversasculturas de un pas, o cuando se organiza un movimiento popular urbano que agrupa a sectores subalternos con objetivos -comunes

    ms all de sus diferencias tnicas o laborales. El xito pblico de la denominacin radica justamente en su capacidad de reunir agrupos tan diversos, cuya comn situacin de subalternidad no se deja nombrar suficientemente por lo tnico (indio), ni por el lugaren las relaciones de produccin (obrero), ni por el mbito geogrfico (cultura campesina o urbana). Lo popular permite abarcarsintticamente todas estas situaciones de subordinacin y dar una identidad compartida a los grupos que coinciden en ese proyectosolidario. Por eso, el trmino popular se ha extendido como nombre de partidos polticos, revoluciones y movimientos sociales.

    En esta polisemia reside tambin su debilidad. Lo popular no corresponde con precisin a un referente emprico, a sujetos osituaciones sociales ntidamente identificables en la realidad. Es una construccin ideolgica, cuya consistencia terica est an poralcanzarse. Es ms un campo de trabajo que un objeto de estudio cientficamente delimitado. No obstante, debiramos poder plantearel problema cientfico con cierta independencia de las presiones y los intereses histricos que condicionan excesivamente lasmaneras en que las ciencias sociales se interrogan por lo popular. No estamos pretendiendo una imposible asepsia del discursocientfico respecto del entorno en que es producido, circula y se usa. Si bien ninguna prctica social puede desentenderse

    enteramente de su contexto, pensamos que una propiedad de trabajo cientfico es volver visible y discutible, y por tanto un poco msneutralizable, la relacin entre su discurso y las condiciones en que se engendra.

    Para encarar la crisis actual de la teora sobre la cultura popular, uno de los problemas claves es la divergencia entre dos tendenciascientficas opuestas: la antropologa y los estudios sobre comunicacin. Hay que preguntarse por qu se desarrollaron separadas,con estilos de trabajo tan distintos. Sealaremos brevemente los rasgos propios de cada paradigma y sus modos de ocuparse de lopopular. Analizaremos luego qu ha significado para cada uno su parcialidad y que cambios les provocara tomar en cuenta lamirada opuesta. A partir de este debate intentaremos, ver si un enfoque transdisciplinario nos ayudara a definir mejor quentendemos por cultura popular -y tambin por cultura masiva-, si an pueden sostenerse esos nombres, y cmo estudiarlas en unapoca que reformula las relaciones entre tradicin, y modernidad, entre las formas locales de sociabilidad y las que promueven lasnuevas tecnologas.

    LA REDUCCIN DE LO POPULAR A LO FOLKLRICO

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    Cuando lo popular todava no era lo popular -se lo llamaba cultura indgena o folclore- la antropologa y esa pasin coleccionista ydescriptiva por lo extico denominada precisamente folclore eran las nicas disciplinas dedicadas a conocerlo. As fue en lasmetrpolis y en Amrica Latina. En Europa, el estudio de lo popular no era, hasta el siglo XVIII, un inters de las personas"educadas". Las fascinaban a veces las culturas de pueblos lejanos (celtas, indios americanos, negros del frica), pero la informacinsobre sus costumbres fue producto de una curiosidad errtica y tarea de anticuarios(1). En el XIX, la formacin de estados

    nacionales, que trataban de unificar a todos los grupos de cada pas, suscit inters por conocer a los sectores subalternos para vercmo se los poda integrar En la misma poca, los romnticos impulsaron el estudio del folclore exaltando, frente al intelectualismoiluminista, los sentimientos y las maneras populares, de expresarlos; ante el cosmopolitismo de la Literatura clsica, las situacionesparticulares, las diferencias y el valor de la vida local. Slo a fines del siglo XIX, cuando se fundan sociedades para estudiar elfolclore en Inglaterra, Francia, e Italia, lo popular entra en el horizonte de la investigacin. Bajo las exigencias cientficas delpositivismo, se busc conocer empricamente los mitos y leyendas, las fiestas y las artesanas, los hbitos y las instituciones. Pero lasfrondosas descripciones casi nunca trascienden la enumeracin y el catlogo, no llegan a explicar el sentido de lo popular al nosituarlo en las condiciones generales de desarrollo socioeconmico(2).

    Amrica Latina repite esta historia. En pases tan dispares como la Argentina, Brasil, Per y Mxico los estudios antropolgicos yfolclricos dieron un vasto conocimiento emprico sobre los grupos tnicos, sus estructuras econmicas, sus relaciones sociales yaspectos culturales como la religiosidad, los rituales, los procesos simblicos en la medicina, las fiestas y las artesanas. En muchosde esos trabajos se percibe una compenetracin profunda con el mundo indio, el esfuerzo por reivindicar su lugar y su valor dentro dela cultura nacional. Pero gran parte de esos textos presentan dificultades tericas y epistemolgicas que limitan el valor delconocimiento obtenido. Los estudios antropolgicos son generalmente monografas de orientacin culturalista que describencomunidades locales o grupos tnicos. Seleccionan los rasgos tradicionales, "primitivos", de una comunidad aislada y reducen suexplicacin, cuando la buscan, a la lgica interna del grupo estudiado.

    La recoleccin de datos es sesgada por la intencin de concentrarse en los aspectos "puros" de la identidad tnica y prestar atencinnicamente a lo que diferencia a ese grupo de otros o resiste la penetracin occidental; dejan de lado, por lo tanto, la crecienteinteraccin con la sociedad nacional y an con el mercado econmico y simblico transnacional. 0 la reducen al asptico "contactoentre culturas" ante la falta de conceptos adecuados para interpretar las formas en que los ,grupos indgenas reproducen en suinterior el desarrollo capitalista o construyen con l formaciones mixtas. Los conflictos, cuando se admiten, son vistos como si slose produjeran entre dos bloques homogneos: la sociedad "colonial" y el grupo tnico. En el estudio de la etnia, registran nicamentelas relaciones sociales igualitarias o de reciprocidad que permiten considerarla "comunidad", sin desigualdades internas, enfrentada

    compactamente al poder "invasor". En algunas versiones recientes, que intentan dar cuenta de los cambios modernizadores, sereconoce -adems de la dominacin externa- la apropiacin de sus elementos -por parte de la cultura dominada, pero slo se tomanen cuenta aquellos que el grupo acepta segn "sus propios intereses" o a los que puede dar un sentido de "resistencia" . Por eso,existen tan pocos anlisis de los procesos en que una etnia, o la mayor parte de ella, admite la remodelacin que los dominadoreshacen de su cultura, se subordina voluntariamente a formas de produccin o a movimientos religiosos occidentales (desde elcatolicismo hasta los pentecostales), e incorpora como proyecto propio los cambios modernizadores y la integracin a la sociedadnacional. Menos frecuentes, an, son las investigaciones que examinan los procedimientos a travs de los cuales las culturastradicionales de los indgenas y, campesinos convergen sincrticamente, con diversas modalidades de cultura urbana (la obrera, lasque generan la vida en la ciudad y las comunicaciones masivas), estableciendo formas hbridas de existencia de "lo popular ".

    En cuanto a los estudios folclricos latinoamericanos, estuvieron ligados, como en Europa, a la formacin, de la conciencia nacional,sirvieron para redefinir el lugar de los sectores populares en el desarrollo de cada pas y de los propios intelectuales que se ocupaban

    de conocerlos. El escaso rigor de estos trabajos deriva de la ideologa romntica o la metodologa empirista con que fueronrealizados, la falta de formacin profesional o el saber anquilosado de muchos folcloristas y la subordinacin de sus tareas a la fun-damentacin poltica de identidades nacionales entendidas como tradiciones embalsamadas.

    Al examinar los estudios folclricos en Brasil, Renato Ortiz encuentra tres objetivos principales: a) establecer el terreno de unanacionalidad brasilea como resultado del cruce de lo negro, lo blanco y lo indio; b) dar a los intelectuales que se dedican a la culturapopular un recurso simblico a travs del cual puedan tomar conciencia y expresar la situacin perifrica de su pas; e) posibilitar aesos intelectuales afirmarse profesionalmente en relacin con un sistema moderno de produccin cultural, del que se sientenexcluidos (en Brasil el estudio del folclore se hace fuera de las universidades, en instituciones tradicionales como los, InstitutosHistricos Geogrficos, que tienen un visin anacrnica de la cultura y desconocen las tcnicas modernas del trabajo intelectual).Ortz agrega que el estudio del folclore va asociado tambin a los avances de la conciencia regional, opuesta a la centralizacin delEstado: "En el momento en que una lite local pierde poder, se produce un florecimiento de los estudios de cultura popular; un autorcomo Gilberto Freyre podra tal vez ser tomado como representante paradigmtico de esta lite que procura reequilibrar su capital

    simblico a travs de una temtica regional". (3)

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    En Mxico, una larga etapa de los estudios antropolgicos y folclricos estuvo condicionada por los objetivos ideolgicospost-revolucionarios de construir una nacin unificada, ms all de las divisiones econmicas, lingsticas y polticas quefracturaban al pas. La influencia de la escuela finlandesa en los folcloristas (recordemos su lema: Dejmonos de teora. Lo importan-te es coleccionar") foment un empirismo plano en la recoleccin y catalogacin de los materiales, el tratamiento, analtico de lainformacin y una pobre interpretacin contextual de los hechos, an en los autores ms esmerados, Vicente T. Mendoza, Martnez

    Pealoza y Rubin de la Borbolha. Por eso, la mayora de los libros sobre artesanas, fiestas, poesa y msica tradicionales enumeran yexaltan los productos populares, sin ubicarlos en la lgica presente de las relaciones sociales. Esta descontextualizacin es an msvisible en los museos de folclore o arte popular. Exhiben las vasijas y los tejidos despojndolos de toda referencia a las prcticascotidianas para las que fueron hechos.Son excepcionales los que incluyen formas contemporneas de la vida popular, como el Museo Nacional de Culturas Populares de laciudad de Mxico, creado hace cuatro aos, que rompe con estos estereotipos. La mayora se limita a enlistar y clasificar aquellaspiezas que representan las tradiciones y sobresalen por su resistencia o su indiferencia a los cambios.

    Pese a la abundancia de descripciones, los folcloristas dan muy pocas explicaciones sobre lo popular. Hay que reconocer su miradaperspicaz sobre lo que durante mucho tiempo escap a la macrohistoria o a los discursos cientficos hegemnicos, su capacidad parapercibir lo perifrico, lo que en el pasado, desde el trabajo de los marginados, funda el presente.

    Pero casi nunca dicen por qu lo perifrico es importante, qu procesos sociales dan a las tradiciones una funcin actual. No logranreformular su objeto de estudio de acuerdo con el desarrollo de sociedades donde los hechos culturales raras veces tienen los rasgosque define y valoriza el folclore. Ni son producidos manual o artesanalmente, ni son estrictamente tradicionales (transmitidos de unageneracin a otra), ni circulan en forma oral de persona a persona, ni son annimos, ni se aprenden y transmiten fuera de lasinstituciones. o de programas educativos y comunicacionales masivos.

    Sin duda, la aproximacin folclrica conserva utilidad para conocer hechos que en las sociedades contemporneas guardan algunosde esos rasgos. Pero si queremos alcanzar una visin amplia de lo popular es preciso situarlo en las condiciones industriales deproduccin, circulacin y consumo bajo las cuales se organiza en nuestros das la cultura. La principal ausencia del discurso fol-clrico es no interrogarse por lo que les pasa a las culturas populares cuando la sociedad se vuelve masiva. El folclore es un intentomelanclico por sustraer lo tradicional al reordenamiento industrial del mundo simblico y fijarlo en las formas artesanales de pro-duccin y comunicacin. Esta es la razn por la que los folcloristas casi nunca tienen otra poltica para proponer respecto de lasculturas populares que su "rescate' 'ni encuentran mejor espacio para defenderlas que el museo.

    EL LUGAR DE LO POPULAR EN LA CULTURA MASIVA

    Los estudios sobre comunicacin masiva se han ocupado de lo popular desde el ngulo opuesto. Para los comuniclogos, lo popularno es el resultado de las tradiciones, ni de la personalidad "espiritual" de cada pueblo, ni se define por su carcter manual, artesanal,oral, en suma premoderno. Desde la comunicacin masiva, la cultura popular contempornea se constituye a partir de los medioselectrnicos, no es resultado de las diferencias locales sino de la accin homogeneizadora de la industria cultural.

    Gracias a las investigaciones sobre comunicacin masiva, se han vuelto evidentes aspectos centrales de las culturas populares que noproceden de la herencia histrica de cada pueblo, ni de su insercin en las relaciones de produccin, sino de otros espacios dereproduccin y control social, como son la informacin y el consumo. Estos estudios dan un conocimiento valioso sobre lasestrategias de los medios y la estructura del mercado comunicacional. Pero su modo de ocuparse de la cultura popular, merece varias

    crticas. Por una parte, acostumbran concebir la cultura masiva como instrumento del poder para manipular a las clases populares.Asimismo, adoptan la perspectiva de la produccin de mensajes y descuidan la recepcin y la apropiacin. Por ltimo, suelen reducirsus anlisis de los procesos comunicacionales a los medios electrnicos.

    A pesar de las crticas que desde hace quince aos se formulan a la tesis de la manipulacin omnipotente de los medios, en la mayorparte de la bibliografa analizar la cultura equivale a describir las maniobras de la dominacin. Bajo la influencia de la escuela deFrankfurt y de los libros del primer Mattelart, se concibe el poder comunicacional como atributo de un sistema monoplico que,administrado por las transnacionales y la burguesa, podra imponer los valores y opiniones dominantes al resto de las clases. Laeficacia de este sistema- residira no slo en la amplia difusin que los medios proporcionan a los mensajes, sino en la manipulacininconsciente de los receptores. Los destinatarios son vistos como pasivos ejecutantes de las prcticas impuestas por la dominacin.En la base de esta concepcin instrumentalista de la cultura masiva hay una imagen del poder que denominamos "teolgica", pues loimagina omnipotente y omnipresente. Dado que ste es el ncleo terico del problema, la cuestin no se arregla admitiendo que losreceptores no son tan pasivos o complejizando un poco la interpretacin sobre las acciones de los medios. Es necesario dejar de

    concebir el poder como bloques de estructuras institucionales, fijados en tareas preestablecidas (dominar, manipular), o como me-

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    canismos de imposicin vertical. A partir de la obra de Foucault, sabemos que el poder es una relacin social diseminada, por lo cualno debemos buscarlo en "un punto central, en un foco nico de soberana del cual irradiaran formas derivadas y descendientes".

    Dado que no es algo que se adquiera", no puede estar atrapado en una institucin, en el Estado o en los medios comunicacionales.No es cierta potencia de la que algunos estaran dotados: "es el nombre que se presta a una situacin estratgica en una sociedad

    dada. (4) Son relaciones de fuerza mltiple que se forman y actan en la produccin y el consumo, en las familias y los individuos,que se refuerzan al operar conjuntamente en todos esos espacios. (Slo queremos aclarar que la radical renovacin que el aporte deFoucault puede suscitar en los estudios comunicacionales, no tiene por qu adoptar el descentramiento extremo del poder como l loformula, ignorando que se concentra en instituciones y agentes sociales. Si slo vemos al poder diseminado, es imposible jerarquizarlas acciones de diferentes "instancias" o "dispositivos", no es lo mismo el poder de las transnacionales de la comunicacin que el deun padre de familia).

    La falta de estudios y de una conceptualizacin consistente sobre la recepcin y la apropiacin complementa la deficiencia anterior.Adems de reformular las relaciones entre cultura y poder, es preciso conocer las estructuras especficas del consumo cultural. Lainvestigacin sobre medios masivos suele reproducir la concepcin estadstica de la audiencia que tienen los gerentes de esos mediosy los sondeos de rating: suponen que si un programa de televisin alcanza a varios millones de espectadores es porque satisface susnecesidades y coincide con sus gustos. An en los estudios crticos, se admite fcilmente la eficacia de los emisores sin preocuparsepor averiguar lo que efectivamente sucede en la recepcin, los modos diversos con que diferentes sectores se apropian de losmensajes. Para replantear las relaciones entre cultura masiva y cultura popular es bsico descubrir los desfases, las distancias yreelaboraciones que ocurren entrela produccin y la apropiacin en los procesos comunicacionales. No basta con admitir que cadadiscurso es recibido de distintas maneras, que no existe una relacin lineal ni monosmica en la circulacin del sentido. Si cadadiscurso posee, como dice Vern, un "campo de efectos" y ese campo no es definible slo desde la produccin, necesitamos indagarlos procesos de "mediatizacin", Ias reglas de transformacin entre un discurso y sus efectos".(5) Para esto, debemos construirconceptos e instrumentos metodolgicos ms sutiles que los de las investigaciones de pblico y de mercado.

    Si bien aqu hay un problema especficamente comunicacional, no parece ser resoluble con los recursos habituales en la teora de lacomunicacin. Algunos autores han mostrado la contribucin que puede salir de la teora del discurso. Queremos destacar ahora, enrelacin con el conocimiento de lo popular, que la metodologa antropolgica sera til para obtener conocimientos directos,mediante trabajo de campo, donde se observe cmo los medios interactan con la historia cultural y los hbitos propios de percepciny comprensin que los sectores populares forman en su vida barrial, en el trabajo, en las microinteracciones de la vida cotidiana.

    En la medida en que reconocemos los mltiples niveles de la accin social que interviene * n en la circulacin masiva de losmensajes, los medios de comunicacin pierden el lugar exclusivo, o protagnico, que les adjudicaron las teoras de la cultura masiva.Umberto Eco propone un ejemplo: una firma productora de camisetas imprime en el pecho de las prendas una figura icnica, losjvenes la publicitan al usarla, la televisin muestra la novedad, y luego otros sectores sociales la adoptan multiplicando su difusin.Cul es el medio de masas? El anuncio comercial en el peridico, la camiseta, los que la llevan, la publicidad televisiva?(6) Lomasivo circula tanto por los medios electrnicos como por los cuerpos, la ropa, las empresas, la organizacin del espacio urbano. Elpoder ideolgico que asocia un smbolo con la juventud y genera un modo de interpretar lo que significa ser joven no reside nica-mente en la publicidad, ni en el diseador, ni en los medios; circula por esos y otros espacios sociales, acta gracias a las maneras enque se cruzan y combinan. Luego, la pregunta por el lugar de lo popular en la cultura masiva no pasa slo por los medios decomunicacin.

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    En esta perspectiva, las tradiciones dejan de asociarse automticamente con lo popular, pues tambin pueden ser el eco de lohegemnico o del lugar que el poder asigna a las clases subalternas -por ejemplo, las leyendas y los refranes que llaman acontentarse con lo que se tiene. Las costumbres ms arraigadas y extendidas en las clases populares son a veces formas de re-sistencia, pero en otros casos no constituyen ms que la rutina de la opresin (pensemos en la "popularidad" del machismo). A lainversa, lo masivo, que tan eficazmente contribuye a la reproduccin y expansin del mercado y la hegemona, tambin da la

    informacin y los canales para que los oprimidos superen su dispersin, conozcan las necesidades de otros y se relacionensolidariamente.

    Pese al valor de esta redefinicin de lo popular por su oposicin a lo hegemnico, no siempre nos ayuda a entender sustransformaciones en un mundo masificado. Sobre todo, cuando se interpreta rgidamente la polarizacin hegemona/subalternidad yse sustancializa cada trmino. Entonces, la cultura popular es caracterizada por una capacidad intrnseca, casi congnita, de opo-nerse a los dominadores, y en cualquier diferencia se cree ver una impugnacin. El estilo antinmico del modelo gramsciano, y suendurecimiento populista en muchos textos latinoamericanos, vuelve difcil reconocer la interpenetracin entre lo hegemnico y lopopular, los resultados ambivalentes que produce la mezcla entre ambos.

    LAS NUEVAS CONTRADICCIONES

    Si la cultura popular y la masiva ya no se oponen, si se entremezclan todo el tiempo, qu sentido tiene seguir usando esos trminos?Retornemos la propuesta gramsciana de definir lo popular por su oposicin a lo hegemnico, y preguntmonos dnde se sita hoy eseantagonismo. La oposicin se produce entre dos estrategias de la cultura industrial contempornea: por un lado, la existencia de unsaber cientfico y tecnolgico (microelectrnica, telecomunicacin) que reorganiza los procesos productivos, su sentido cultural, y,junto con la monopolizacin del capital industrial y financiero, concentra en una pequea minora el conocimiento necesario para elcontrol social; y otro, la produccin -por parte de ese mismo sistema informacional y electrnico- de nuevas redes de comunicacinmasiva que estn reordenando la vida comunitaria, usando a veces las tradiciones locales, los saberes folclricos, perosubordinndolos a la, lgica de la industria cultural.

    Dentro de este marco general, se produce otra tensin entre la uniformidad de los cdigos culturales y las nuevas subculturasgeneradas por la afirmacin sectorial o local de formas modernas de vida. La produccin monoplica de mensajes masivos y elcontrol de mltiples redes comunicacionales (cuyos casos modelo son Televisa en Mxico y 0 Globo en Brasil), la vasta difusin deesos mensajes por TV, video, cassettes, etc. tienden a uniformar las experiencias simblicas de regiones, clases y etnias. Pero a la vez

    las culturas locales y las subculturas de sectores tradicionalmente poco reconocidos -jvenes, mujeres- se afirman y adquieren unapresencia fuerte en las redes comunicativas. En parte, estas manifestaciones son contra culturales, o sea que surgen del rechazo a laspretensiones uniformadoras de los grupos hegemnicos; pero al mismo tiempo, se trata de subculturas, internas al sistema, quealcanzan su peso en la medida en que las tecnologas y formas de comunicacin modernas encuentran en ellas un amplio mercado.De ah que entre las principales vas de afirmacin y desarrollo de estas culturas, antes marginales, se hallen los discos y video clipscon temas juveniles, las revistas femeninas de circulacin masiva. La tensin se produce a veces entre las formas marginales olocales y el desarrollo nacional o internacional, pero nos parece que la reorganizacin reciente de esta interaccin lleva a formasfluidas de coexistencia, interpretacin y uso recproco entre ambos niveles. Por eso, la contradiccin no se plantea tanto entre lacultura local y la masiva como entre las demandas de autogestin y las tendencias -ms que homogenizadoras- burocratizantes ymercantiles autojustificatorias de las grandes mquinas polticas y empresariales. El problema no reside en la masividad con quecircula la informacin, sino en la desigualdad entre emisores y receptores, en las tendencias monoplicas y autoritarias que tienden acontrolar cupularmente la circulacin para mantener la asimetra social.

    En relacin con nuestro tema, diremos que, si puede seguirse hablando de lo popular en este contexto, consiste cada vez menos en lotradicional, lo local y lo artesanal; se reformula como una posicin mltiple, representativa de corrientes culturales diversas ydispersas, que reclaman dentro de un sistema cuyo desarrollo tecnolgico establece una intercomunicacin masiva permanente.

    Miremos la escena poltica. Casi no existen ya movimientos populares omnicomprensivos, como los partidos polticos que en elpasado concentraban el conjunto de las demandas laborales y de representacin cvica de las clases subalternas. La emergencia demltiples reivindicaciones sociales, ampliada en parte por el crecimiento de los reclamos culturales y referidos a la calidad de lavida, suscita un espectro diversificado de organismos voceros de intereses populares: movimientos urbanos, tnicos, juveniles, fe-ministas, de consumidores, ecolgicos, etc. La eficacia de estos movimientos es muy baja cuando se limitan a usar procedimientos dela cultura poltica tradicional (orales, de produccin artesanal o en textos escritos que circulan de mano en mano). Su poder crececuando actan en las redes masivas de comunicacin: no slo la presencia simblica de una manifestacin de cien o doscientas milpersonas, sino -ms aun- su capacidad de interferir el funcionamiento habitual de una gran ciudad, de encontrar eco en los medios

    electrnicos de informacin. Lo popular no aparece entonces como lo opuesto a lo masivo, sino como un modo de actuar en l. Y lo

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    masivo no es, en este caso, slo un sistema vertical de difusin e informacin; tambin es, como dice una antroploga italiana, la"expresin y amplificacin de los varios poderes locales, que se van difundiendo en el cuerpo social.(10)

    HACIA UNA METODOLOGA NO REDUCCIONISTA

    Qu consecuencias tiene este replanteamiento en la metodologa de la investigacin y en la organizacin de las prcticas cientficas?En cuanto al mtodo, la oposicin entre los estudios sobre lo popular de la antropologa o el folclore y los que realizan sobre lo ma-sivo los comuniclogos corresponde a menudo al enfrentamiento entre dos operaciones bsicas en la lgica de la investigacincientfica: la induccin y la deduccin.

    El inductivismo es practicado por quienes estudian lo popular a partir de ciertas propiedades que suponen intrnsecas de las clasessubalternas, o de una creatividad que los otros sectores habran perdido, o un poder de impugnacin que sera la base de suresistencia. Segn esta tendencia, no sabemos de las culturas populares ms que los que las clases oprimidas hacen y dicen. Estaconcepcin inmanentista de lo popular lleva a analizarlo siguiendo slo el relato de los actores. Dado que el entrevistado se definecorno indgena, la investigacin consiste en "rescatar" lo que hace en sus propios trminos, duplicar "fielmente" el discurso delinformante; o si se define corno obrero, puesto que nadie conoce mejor que l lo que le pasa, hay que creer que su condicin y suconciencia de clase son como l las presenta. Se desconoce la divergencia entre lo que pensamos y nuestros actos, entre laautodefinicin de las clases populares y lo que podemos saber sobre su vida estudiando las leyes sociales en que estn insertas. Hacencomo si conocer fuera aglomerar hechos segn su aparicin "espontnea" en vez de construir conceptual mente las relaciones que lesdan su sentido en la lgica social.

    Los deductivistas, a la inversa, definen a las culturas populares desde lo general a lo particular, segn los rasgos que le habran sidoimpuestos; por el modo de produccin, el imperialismo, la clase dominante, o, como vemos en los comuniclogos, por los mediosmasivos. Creen legtimo inferir del pretendido poder manipulador del Estado de los aparatos comunicacionales lo que sucede en larecepcin popular. No reconocen autonoma o diferencia a las culturas subalternas, a su modo de relacionarse, consumir y resistir.Para el deductivismo, lo nico que conocemos de las clases populares es lo que los sectores hegemnicos quieren hacer con ellas.

    La bifurcacin entre estas tendencia se manifiesta tambin al elegir las tcnicas de investigacin. Los inductivistas prefieren laetnografa, la observacin prolongada en el campo y las entrevistas abiertas, porque les interesa registrar lo especfico de pequeosgrupos. Los deductivistas privilegian las encuestas y las estadsticas, que permiten establecer las grandes lneas del comportamiento

    masivo.

    Sabemos que esta oposicin puede parecer esquemtica y maniquea (aunque es fcil dar ejemplos de inductivistas y deductivistaspuros). Es cierto que existen antroplogos y comuniclogos que hablan de interacciones complejas entre lo micro y lo macrosocial. Afuerza de dejarse desafiar por los hechos, logran romper con los supuestos de su disciplina. Pero la importancia de los procesos deinteraccin y la pobreza de conceptos y recursos metodolgicos para analizarlos, hace pensar que debemos trabajar juntos paraconstruir articulaciones no reductivistas entre induccin y deduccin.

    Una de las conclusiones de este reordenamiento de los vnculos entre lo popular y lo masivo, es que lo popular ha dejado de ser eldominio especializado de los antroplogos y lo masivo de los comuniclogos. Al reconocer que el campo de la cultura popular no selimita a lo manual, lo tradicional y las relaciones ntimas de pequeas comunidades, al ver cmo se entremezcla con lascomunicaciones y las otras formas modernas de vida urbana, se vuelve competencia de varias ciencias sociales. Y la interaccin

    compleja de los mensajes masivos con las creencias y prcticas tradicionales, no permite que los investigadores de la comunicacinse ocupen nicamente de los medios electrnicos.

    La investigacin sobre las culturas populares (en plural) debe, ser un trabajo transdisciplinario. No decimos interdisciplinario,porque esto suele significar que los practicantes de la antropologa, la sociologa, la semitica y la comunicacin yuxtaponenconocimientos obtenidos fragmentaria y paralelamente. El cuestionamiento del modo en que se estudian las culturas popularesdesemboca en una revisin de lo tabiques que separan a las ciencias sociales. Ni exclusivamente folclricos ni nicamente masivo, lopopular es hoy un espacio frtil para repensar la estructura compleja de los procesos culturales y para que los cientficos socialesliberemos a nuestras disciplinas de los reductivismos que las disgregan.

    Notas.

    1. Natalie Davis, 'Proverbial Wisdom and Popular Errors",Society and Culture in Early Modern France, Stanford, University Press,

    1965.

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    2. Se encontrar un excelente anlisis crtico del itinerario de los estudios folclricos en Renato Ortiz, Cultura Popular: romanticose folcloristas, Sao Paulo, Pontificia Universidad Catlica, 1985.3. Renato Ortiz, op. cit., p. 53.4. Michel Foticault,Historia de la sexualidad, 1 - La voluntad de saber, Mxico, Siglo XXI, 1978, pp. 112-115.5. Leonor Arfuch, "La mediatizacin y los juegos del discurso. Entrevista a Eliseo Veron", Punto de vista, ao VII, No. 24,

    agosto-octubre de 1985, p.15.6. Umberto Eco,La estrategia de la ilusin, Barcelona, Lumen, 1986, pp. 197-198.7. Para una exposicin menos apresurada de la refuncionalizacin de las artesanas y las fiestas populares en Mxico, se puedeconsultar nuestrolibroLas culturas populares en el capitalismo, Mxico, Nueva Imagen, 1982.8. Jess Martn Barbero, Cultura popular y comunicacin de masas, Materiales para la comunicacin popular, 3, Lima, Centro deEstudios sobre la Cultura Transnacional, abril de 1984.9. Alberto M. Cirese,Ensayos sobre las culturas subalternas, Mxico, CISINAH, 1979, p.51.10. Carla Pasquinelli "La secoralizzaciones della cultura di masa", La Ricerca Folclorica, 7, Miln, abril de 1983, p.42.