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Falling for Romeo [Jennifer Laurens]

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Staff de Traducción Flochi (moderadora de traducción) †DaRkGirl† Anelisse bautiston Cami.Pineda CyeLy DiviNNa Dani Emii_Gregori esmeralda38 flochi Gayanita Haruhi ilimari cipriano Josez57 kathesweet little rose Lizc07 majo2340 MariPooh masi Mery St. Clair PaolaS Paovalera Paaau Petty PimienTa Roo Andresen Sera Sheilita Belikov

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Staff de Corrección

Andre27xl Nella07 Ginabm Larita Majo2340 Mari Cullen V!an

Revisión y Recopilación

Majo2340

Diseño ƸӜƷYosbeƸӜƷ

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Índice

Sinopsis ................................................................................................................................. 6

Capítulo 1 .............................................................................................................................. 7

Capítulo 2 ............................................................................................................................ 16

Capítulo 3 ............................................................................................................................ 16

Capítulo 4 ............................................................................................................................ 42

Capítulo 5 ............................................................................................................................ 57

Capítulo 6 ............................................................................................................................ 67

Capítulo 7 ............................................................................................................................ 77

Capítulo 8 ............................................................................................................................ 86

Capítulo 9 .......................................................................................................................... 101

Capítulo 10 ........................................................................................................................ 112

Capítulo 11 ........................................................................................................................ 120

Capítulo 12 ........................................................................................................................ 129

Capítulo 13 ........................................................................................................................ 143

Capítulo 14 ........................................................................................................................ 154

Capítulo 15 ........................................................................................................................ 164

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Capítulo 16 ........................................................................................................................ 178

Capítulo 17 ........................................................................................................................ 188

Sobre la Autora ................................................................................................................ 194

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Sinopsis

Traducido por SHEILITA BELIKOV Corregido por Majo2340

ohn puede tener cualquier chica que quiera. Jennifer nunca ha sido besada.

Todo el mundo piensa que él es perfecto. Ella tiene problemas con el orgullo y los celos.

Ellos fueron los mejores amigos alguna vez. Ahora, ellos están interpretando a Romeo y Julieta. Los labios vírgenes de Jennifer deben tener su primer beso en el escenario con John, el chico que todas las chicas en el instituto quieren. La presión y la tensión se construyen a lo largo de cada escena con un beso. Ambos se sorprenden cuando florecen los sentimientos. O bien, ¿Se puede decir cuáles besos son reales y cuáles son sólo para el espectáculo?

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Capítulo 1

Traducido por flochi Corregido por Ginabm

lla miró dentro de sus ojos, casi respirando su aliento se encontraba tan cercano. La mirada de Jennifer cayó a los labios de John, llenos y brillosos. Él estaba completamente centrado en ella, como si nadie más importará, como si estuvieran solos. Como si el momento no fuera real, sino un sueño. Pero era

real. Y real era ser observada por un montón de adolescentes jadeantes y hormonales y un muy exigente director.

Las manos de John, posadas en su cintura, enviaron un inesperado cosquilleo por el cuerpo de Jennifer cuando sus dedos se movieron. Su aliento olía a menta. Escuchó una tos proveniente de algún lugar del auditorio pero no se atrevió a romper el personaje sólo para tratar de ver a través del foco. El resto del elenco se encontraba allí fuera mirando—un mar negro.

Parte de ella quería lo que estaba a punto de ocurrir. No podía negar el calor inquieto en su sangre que tenía poco que ver con interpretar a Julieta. Nunca había sido capaz de ocultar lo que realmente sentía por John. Ahora, ellos estaban de pie como Romeo y Julieta, listos para besarse. Su corazón golpeaba salvajemente, sus manos estaban frías y rígidas.

John va a besarme.

John miró en sus ojos con el amor doloroso y obsesivo que Romeo tenía por Julieta. Se suponía que ella le devolviera la mirada necesitada con una propia y ella lo

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había hecho—hasta que pensó en lo absurdo de eso. ¿Ella y John? Estalló en una risa nerviosa.

—Muy bien, todo el mundo tomen siete minutos de descanso —Chip dijo desde la cabina de control en la parte trasera del auditorio.

Las luces de la casa aumentaron. John dejó caer sus manos de su cintura retrocedió un paso, frunciéndole el ceño a ella. Ella no dejaba de reír. No le importaba haberlo irritado. De hecho, la complació. Le encantaba clavarse bajo su piel. Lo que le preocupaba era retrasar el ensayo y enojar a Chip.

Levantó su mano. —Lo lamento —tomó una profunda respiración para devolverse la compostura. John esperó, brazos cruzados, cabeza ladeada—. Oh, olvídalo

Espetó ella.

—Estás siendo poco profesional.

Ella se burló. —¿Esto viene de alguien que hace grande su debut?

John puso sus ojos en blanco.

El escenario volvió a la vida con el personal ajustando los equipos y Jennifer soltó un suspiro de alivio. En cualquier momento ella podía adquirir la torpe intimidad que había creado con John sobre el escenario, ella lo haría.

Esperó por Chip, quien saltó sobre el escenario. Normalmente los ojos redondos verdes de Chip estaban hundidos debajo de una ceja unida. Había aprendido que cuando él retorcía la boca no estaba contento.

Poniendo una mano sobre un hombro de cada uno, Chip los acercó a él para una de sus charlas de director. Jennifer frunció el ceño mientras se encontraba con los ojos de John, y él le devolvió el ceño fruncido.

—Lo siento, Chip —dijo ella de nuevo.

—Están listos para hacer esto, chicos.

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Jennifer hizo un asentimiento con la cabeza para sí misma, aunque no fuera verdad. Nadie tenía que saber que estaba petrificada. Era una actriz. Tenía que actuar como si el pensamiento de besar a John Michaels no fuera a exponer el hecho de que ella nunca había sido besada. Trataría de ignorar la emoción construyéndose en sus venas.

—Vamos a intentarlo de nuevo, con el beso esta vez —dijo Chip. Todo el mundo, tanto en el escenario como fuera tomaron sus lugares.

Jennifer se quedó como una condenada a la guillotina. Fue John quien dio el primer paso hacia su marca, desafiando con sus electrificantes ojos verde-azules para que Jennifer hiciera lo mismo. Reflejando su mirada, ella tomó su marca.

—Cuando estén listos, chicos —gritó Chip.

Jennifer nunca había besado a nadie antes. Odiaba que John probablemente se diera cuenta y se burlara de ella.

Tragó. Oh no, no puedo. En su mente brillaron los recuerdos de él—el chico que vivía al lado. Habían jugado en casa, pasado horas fingiendo ser piratas, cowboys e indios. Incluso unieron su sangre en una ceremonia infantil que pretendía unirlos para siempre. Él fue el chico que le encantaba odiar debido a que él siempre era el primero, y el más inteligente. Siempre el mejor. Su corazón luchaba contra sus propios sentimientos por él.

Se acercó, hasta que sintió su pecho contra el de ella. Puedo hacer esto. Se lo mostraré. Él puso sus manos sobre su cintura y olió su piel, su sudor, la menta de su aliento.

—Tú línea antes del beso, John —dirigió Chip.

Como Romeo, la mirada de John fue desesperada, deseosa. Todos en el cuarto cavernoso esperaban. Pero en vez de hablar, bajó su cabeza, mirando al piso.

Había olvidado su línea.

Por supuesto que la tenía en la punta de la lengua, pero algo dentro de ella disfrutó de su incomodidad y mantuvo la boca cerrada.

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Él la miró con un brillo de ruego, como pidiéndole que lo salvara. Sólo el más mínimo pliegue en sus labios le regaló lo que ella nunca debería.

Entonces su rostro se relajó. —¡Oh, dulce, oh dulce noche! Pero temo que todo sea un sueño de la noche sin otra realidad que su dulzura. —Sus ojos danzaron porque lo había recordado. Sus manos se apretaron en su cintura y luego la atrajo hacia él y su cuerpo echó chispas por dentro. Mientras su cabeza caía hacia la de ella, su último pensamiento fue detenerlo.

El pensamiento se disolvió cuando cubrió su boca con la de él. Un hormigueo caliente fue a sus huesos. Su boca era cálida. Ella no sabía cómo sería —besarlo—pero no había esperado nada como esto, suave y dulce. Mientras sus labios presionaban los de ella, se movieron, como explorando, urgiéndola a que le devolviera el beso. Instintivamente, levantó sus brazos y rodeó su cuello. Cada parte de ella enfocada en la dulce suavidad de su boca.

Sus rodillas se derritieron.

Entonces el altavoz interfirió. —¿Jenn? ¿John?

El aire enfrió sus labios. Sintiendo como si hubiera sido arrancada del sueño más acogedor, parpadeó fuerte. Todavía en el abrazo de John, ella golpeó su nuca para que viera las luces cegadoras.

—Estuvo fantástico, chicos —llegó la voz de Chip—. Aunque, podríamos acortarlo un poco.

Los brazos de John se aflojaron y dio un paso atrás. Ella no pudo dejar de mirarlo. La había besado. Ella lo había besado. Los ojos de él estaban nítidos—una mezcla de desafío y sorpresa. Ella no estaba segura si la expresión era de Romeo o de John.

* * *

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Jennifer se fue a la deriva en una neblina, incapaz de ajustarse en la claridad necesaria para terminar el ensayo. No podía quitar sus ojos de John. Esperó fuera de escena y lo observó ejecutar sus escenas con Fletcher Rigby, quien estaba interpretando a Benvolio. Todavía sintiendo el beso sobre su boca, se encontró con sus dedos presionados contra sus labios.

Y ahí estaba John, recitando sus líneas como si nada hubiera pasado.

Por supuesto, había estado actuando cuando la besó. No fue nada más que eso.

Cuando la escena terminó, estaba avergonzada de que sus ojos todavía lo siguieran. Como siempre, fue inmediatamente rodeado por otros miembros del elenco, como seguidores a los pies de una estrella de rock. No importaba si los reflectores estaban sobre él—él estaba en el escenario aún sin siquiera estarlo.

Fletcher Rigby se acercó y la tomó en sus brazos. La fuerte esencia almizclada de su olor corporal llenó su cabeza. Dejándola caer hacia atrás dramáticamente, él se acercó, sonriendo.

—Hola mi amor, estuviste maravillosa.

Jennifer le pestañeó. —Por qué agradece, amable señor. —Le siguió la corriente mientras todos esperaban que Chip llegara a los bastidores para lo que él llamaba su “resumen”.

Fletcher la levantó y la hizo girar. Parte del elenco y del equipo ahora los rodeaban. Querían saber cómo fue el beso, pero sólo unas cuantas se atrevieron lo bastante para preguntarlo.

—Oh, Dios mío —Taunia Lakendale —la señora del vestuario— demasiado rellenita para haber ganado un papel en el escenario, estaba pendiente entre bastidores tomando notas mientras la producción se acercaba al momento de la función.

—¿Cómo fue? ¡Fue tan malditamente largo!

Las chicas del elenco rodearon a Jennifer con oídos impacientes y sonrisas ansiosas.

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Esta era su oportunidad de soltar una colmena de abejas vengativas. Ella nunca había sido una apicultora.

—Mínimo, en realidad.

La admisión dejó atónitas a las chicas.

—Nuh-huh.

—De ninguna manera.

—¿En serio?

Jennifer asintió, alcanzando su bolso. Sacó de su bolsa de maquillaje la polvera. Era una mentira, pero necesitaba saberlo. Lo importante era que mantuviera su orgullo, a que su vecino de la-puerta-de-al-lado convertido en el hombre-del-momento pensara que ella estaba completamente asustada por el beso. Todavía estaba esa parte de ella que quería corregir los ojos optimistas de todos ante la visión de John. Nadie lo sabía mejor que ella, él estaba lejos de ser perfecto.

—Pero tiene labios suculentos —Lacey Naeverson lo miró.

—Tal vez no sepa usarlos —dijo alegremente Trish Bigler. Las chicas no rieron o la apoyaron. La mayoría estaba demasiado impresionada por las noticias y miraban fijamente a John. Estaba parado en el centro del círculo de los chicos, y casualmente las miraba.

—Está escuchando —advirtió Taunia.

Jennifer no había esperado que él mirara, y menos que escuchara. Él había dejado de prestarle atención desde que su nombre (Aclaración: el de él) se elevó al status de celebridad hace tres años. Fue entonces cuando su pasado como vecinos y amigos había cambiado para siempre. Todavía la lastimaba cuando pensaba en ello. Había pasado mucho tiempo tratando de entender por qué los amigos de la infancia cambiaban de rumbo cuando todos parecían ir por el mismo camino.

Aunque John estaba rodeado esa mirada penetrante sobre ella. Sintió otro

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sonrojo, casi tan caliente como el que había sentido cuando él la había besado.

—¿Qué hubo de malo en ello? —preguntó Taunia—. Quiero decir, ¿usó la lengua, te mordió o algo?

—Sí, ¿su aliento apestaba?

El grato recuerdo de su boca sobre la de ella, el dulce sabor de menta, junto con el hecho de que odiaba que le gustara el beso, la hizo parecer disgustada en su reflejo en el compacto.

—El beso fue soso —cerró el compacto de un golpe—. Sin vida en absoluto.

—Por supuesto sabes cómo sonará esto —dedujo Trish.

—Como verdad.

—Como que estás celosa.

Jennifer alcanzó ahora su bolsa de maquillaje por el rubor, a pesar de que sus mejillas ya estaban sonrosadas. No pudo mirar a las chicas a los ojos. Había sido llamada una de las mejores actrices que la Escuela Secundaria Pleasant View había visto nunca, pero siempre le había resultado difícil ser una mentirosa convincente.

—Sólo porque todos piensan que es perfecto.

—Lo es.

Jennifer puso sus ojos en blanco. —No lo es.

—¿Lo dirías? ¿Con respecto al beso?

—Si me preguntan.

Las chicas la miraron con una mezcla de admiración e incredulidad. Ninguna de ellas se atrevió a discutir su reclamo. Era su boca la que John había besado y eso le dio un momentáneo poder. Pero su estómago se revolvió por la molestia de una mentira que podría girar fuera de control.

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Los focos cambiaron rápidamente de la fascinación del beso a la entrada de Chip. Agitó sus notas sobre su cabeza, medio entrando corriendo. —Bueno, vamos a juntarnos.

Rápidamente, el elenco se aglomeró alrededor del diminuto escritorio de madera sobre el que Chip se apoyó. Jennifer se dirigió al frente y el elenco se separó hasta que ella quedo hombro con hombro con John. Ella alzó la vista hacia él.

Algo brilló en sus ojos. ¿Fue decepción?

Desde el comienzo de la producción Jennifer se había dicho a si misma que sería madura sobre todo con sus pasado perdidos, así como sus presentes alejados. Sabiendo que tendrían que trabajar tan cercanamente, se había esforzado en tratarlo igual que a cualquier otro amigo.

—Las cosas pasaron los diez minutos —dijo Chip.

—Ese beso fue de diez minutos —murmuró alguien y todo el grupo rió. Jennifer trató de reír junto a ellos, vio que los labios de John se curvaron pero ninguna risa salió de él.

Chip levantó sus manos para callar a todo el mundo. —Muy bien, muy bien. Es bastante difícil recordar todas las líneas. No ejerzamos presión adicional sobre nuestros actores principales. Estamos para apoyarlos.

—Hey, Jenn. Te apoyaré —Drake Alread se inclinó hacia ella con sus labios fruncidos antes que los chicos lo empujaran juguetonamente de regreso.

—Chicos, chicos —Chip se situó en el escritorio como si ser más alto le diera más mando—. Necesito un megáfono —murmuró—. Relean la obra completa esta noche. Sé que la mayoría de ustedes puede recitarla en sus sueños, pero leerle de principio a fin les dará a todos un sentido del tiempo que será instintivo en el rendimiento. ¿Trato?

Todo el mundo gruñó. —Sí. —Chip entonces señaló un par de otros detalles antes de excusar al elenco por la noche.

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—Entonces —Lacey Naeverson, asignada como la madre de John, Lady Montague, se acercó a Jennifer mientras ella arreglaba su mochila—. Tienes suerte, Jenn. Se de cientos de chicas que habrían renunciado a todo por estar en tu lugar.

Deliberadamente volteó hacia atrás, un pedazo de su cabello oscuro expuso sus hombros desnudos y brillantes en su top turquesa. La idea de que muchas chicas estuvieran dispuestas a entregarse a sí mismas a John molestó a Jennifer. Ella lo miró. Todavía estaba rodeado, aunque la multitud se había reducido algo y se había ido a casa. Mientras él se deslizaba dentro de su chaqueta azul marino del consejo estudiantil sintió la familiar oleada de resentimiento. Él consiguió lo que quería, lo que sea que haya estado ahí fuera, ya sea si lo quiso, o no.

Era envidiable, sorprendente y vergonzoso.

—Si eso fue un adelanto de lo que se espera de John Michaels —Jennifer dijo lo bastante alto para que él la pudiera escuchar—, no vale la pena. —Levantando su mochila sobre su hombro, se dirigió a la puerta. Cuando el cuarto quedó en silencio, ella no volvió la vista atrás.

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Capítulo 2

Traducción por Pimienta, Paaau, esmeralda38 y Mery St. Clair. Corregido por Ginabm

ennifer se detuvo en el camino de la entrada cinco minutos después, todavía con el hormigueo de la dulce venganza. Aunque John o cualquiera de sus amigos, hubiera oído el comentario, no le importaba, aunque sentía que era

bastante seguro que ellos lo hubieran hecho. Ella se lo había dicho a Lacey, lo que equivalía a anunciarlo por el sistema de la escuela PA.

Su madre había salido de la sala con la luz encendida, sabiendo cuanto odiaba Jennifer la oscuridad.

Deslizó la llave en la cerradura a la vez que oyó el coche que venía por la calle. John. La vieja camioneta gris que conducía hizo un sonido de constante ahogo, como si fuera el último tramo de su vida. Condujo más rápido de lo habitual, y la ponía nerviosa. No iba a ponerse delante de él para asaltarlo y huir.

Cuando sus faros la capturaron en un rayo, él aparcó. Miró con intención de decirle que no iba a dejarse intimidar. En lugar de lanzarse a la seguridad del interior, se detuvo en el marco de la puerta y miró.

Se bajó del coche y cerró la puerta, su mirada de fuego se fijó en ella. Pero no cruzó su patio. Se dirigió rápidamente a su puerta, sin despegar sus ojos de ella, antes de desaparecer en el interior.

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Oyó el ruido del cierre de la puerta y suspiró.

La culpa la infestó, mezclada con un extraño anhelo dentro de ella. Años atrás, ella y John hacía pasado horas hablado por las ventanas de sus dormitorios, dos ventanas en paralelo del segundo piso de sus casas. Había colgado cuerdas y hablado por medio de latas vacías e hicieron un sistema de poleas que John había ideado.

Ellos eran los mejores amigos.

Antes de encender la luz de su habitación, Jennifer estaba en la oscuridad y un estremecimiento de incomodidad le recorrió la columna vertebral. Se asomó a la ventana. Estaba oscuro.

Tener una visión panorámica de la casa, desde una de sus habitaciones sólo había sido embarazoso una vez. Después de eso, ella siempre se aseguraba de que sus cortinas estuvieran cerradas mientras ella se desnudaba.

Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y se preguntó dónde estaba él. Las otras ventanas de la casa estaban oscuras, ella adivinó que el resto de la familia probablemente dormía, como la suya. ¿Dónde estaba John?

Ella se acercó a la ventana y a la luz de la luna apenas era de su azul plateado, recordándole a una noche en que había tenido miedo de él. Había estado enfermo con paperas. Su rostro se hinchó, su corazón joven pensó que su mejor amigo podría ahogarse y morir. Él le aseguró que podría tragarse pelotas de tenis.

Jennifer sonrió. Su sentido del humor era parte de lo que atraía a la gente en él. La hacía sentir bien, incluso si las cosas no lo eran. Esa noche él había llevado una cadena desde su ventana a la suya y le dijo que dormiría con la ventana abierta, para que pudiera tirar de la cuerda que se había atado alrededor de la muñeca. Él haría lo mismo si pensara que iba a morir.

Jennifer no se drogaba de recuerdos por una razón, hacían daño.

Con la mirada perdida en la oscuridad, le pareció ver un movimiento. Tratando de ver con mayor claridad, se puso aún más cerda de la ventana, olvidando que estaba a la vista debido a la luz de la luna. Sus ojos parpadearon duro para lo

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que creyó ver. Tenía que estar absolutamente segura.

John estaba solo en la oscura ventana. Luego el movimiento de hielo azul de la luna vació sus mejillas y endureció su mirada fría como el mármol. No habría alegría en su sangre desde esa noche.

Tenía que disculparse. Pero las disculpas era otra cosa que se había impuesto entre ellos.

El orgullo le hizo pensar en cerrar las persianas en su cara, pero aun cuando la idea brilló en su mente, él la cerró primero.

* * *

―Llegas tarde.

John se volvió y encontró a su padre de pie en su puerta. Un destello de pánico se apretó en su pecho. Miró el reloj. Las once y media.

―La práctica se alargó.

El descontento se hizo evidente en las líneas duras del rostro de su padre. Todavía llevaba la ropa del trabajo: Camisa blanca y pantalones de vestir. La corbata aún no estaba suelta, por lo que John sabía, que su padre no había tomado tiempo para hacer otra cosa que comer y volver a trabajar a su oficina cuando había llegado a casa del trabajo.

―Pensé que Chip sería mejor con lo de permitir tiempo a los chicos. Él sabe que tienen otras responsabilidades. Sus trabajos no se están haciendo solos y es duro para tu madre.

John tragó el nudo de su garganta duramente y asintió con la cabeza. —Lo sé.

―¿Qué pasa con el trabajo escolar?

―Estoy atrapado, si eso es lo que quieres decir.

―Tus calificaciones no pueden bajar a causa de esta obra, John.

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―No, no lo están haciendo.

―Me pregunto cuánto tiempo le estás dado a tu futuro, cuando pasas tanto tiempo con tus actividades extraescolares. —Su padre se quedó en un silencio caliente.

Las axilas de John empezaron a sudar. Odiaba cuando su padre hacía eso, se quedó mirándolo como si estuviera decidiendo si gritarle o golpearle. Habían pasado años desde que su padre lo había golpeado, así que realmente no estaba preocupado por ser golpeado. Y aunque su padre decidiera golpearlo, en este momento no era por el hecho de que fuera, otra vez, tarde. Por un instante se olvidó de sus nervios y de sus propias frustraciones.

Él odiaba tener problemas de dinero. Infectaban todo.

La mirada de su padre nunca vaciló.

—¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

¿Qué más podía decir? No había llegado tarde a propósito. Él corrió a su casa y entró de inmediato aunque lo que quería era ir directamente a la puerta de al lado y exigirle algunas respuestas a Jennifer.

Pero John sabía por qué su padre estaría esperando. Y decir las palabras que su padre quería que él dijera era mucho más difícil que cualquier línea o dialogo que él hubiera memorizado. No podía mirarlo; no quería ver la satisfacción en los ojos de su padre. Las palabras no cambiarían lo inquieto que estaba su padre. Sólo el dinero podía.

—Lo siento. —John dejo pasar unos segundos antes de mirar a su padre, seguro de que la mirada de victoria no estaría, pero aún estaba ahí y eso lo enfadó. Sus peleas eran siempre así, batallas silenciosas por el control. Él no podía precisar cuándo habían empezado, sólo que últimamente cada vez que él y su padre estaban en la misma habitación bien podrían estar entrando a un ring de boxeo. Su tensa relación era una de las razones por las que John gastaba cada gramo de energía que tenía haciéndolo todo bien, así él no se metía en problemas ni molestaba a su papá, para tener luego que disculparse. Muy temprano él se dio cuenta que si hacía a todos felices las cosas sucedían sin problemas. Así era como le gustaban las cosas. Pero

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incluso eso no era suficiente para su padre.

—No dejes que pase de nuevo o te pondré en restricción. —Su padre se dio la vuelta y se fue, cerrando la puerta tras él.

El enojo y la frustración pulsaron a través de las venas de John. Si, te gustaría ¿verdad? Me quedaré estancado aquí y podrás descargar todo tu dolor en mí. Se sacó su camisa, la hizo un ovillo en sus manos y la tiró a la puerta.

El arma era mucho más pesada de lo que parecía. John la sostuvo con cuidado.

Durante semanas ellos habían usado imitaciones de madera para practicar. Luego de las detalladas instrucciones de Chip acerca del uso y coste de las espadas rentadas, sin mencionar los formularios de seguros de vida que todos ellos habían tenido que firmar, ninguno de los chicos se atrevió a tomar el primer giro.

Como los músculos de sus brazos llevaban todo el peso, John se dio cuenta de que nunca podría mostrar fatiga. Sería fácil. Mientras más uno hacía algo, el resultado era que se hacía más fácil.

Él contaba con eso.

Estando en el escenario con Connor, representando a Tybalt, y Andrew, como Paris, él se preguntó si alguno de ellos pensaba que las armas representaban un desafío. Él fue el primero en levantarla. Sosteniendo su brazo izquierdo en posición apuntó la espada a Connor.

—Si el blanco es hermoso, antes se acierta.

Inmediatamente Connor y los otros chicos levantaron sus armas repiqueteando las puntas de los otros en una batalla amistosa.

—Esto no es nada, —Andrew apuñalaba el estómago de John.

Dando un paso atrás, John dio una gran sonrisa. —Diez dólares a que yo soy el último que se mantiene en pie.

Con sonidos salvajes los chicos aceptaron el desafío. Cada uno agitó su espada

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en la dirección de John. Él se lanzó fuera del camino, apenas consciente del equipo y del elenco creciendo lentamente en el auditorio para mirar. Sudor perlado en sus cejas. Los minutos pasaban. Uno por uno, los chicos abandonaron agotados, avergonzados a los lados del escenario. Sólo Andrew permaneció en pie. La sonrisa de John fue reemplazada por una mandíbula apretada. Posó sus ojos sobre Andrew. Él pincho y arremetió sin ningún signo de retroceder.

Su brazo derecho dolió, pero empujó con fuerzas de todas maneras. Una inyección de adrenalina lo golpeó. Él se concentró en la fatigada figura de Andrew, en ganar.

En un último estallido energía John gruñó, dando en los últimos lanzazos todo lo que tenía y botando la espada de la mano de Andrew, dejando a Andrew maldiciendo.

El auditorio vitoreó, aplaudió, y John escuchó que cantaban su nombre “¡John, John, John!” un extraño ritual que últimamente acompañaba todo lo que hacía en público. Enfrentando los asientos, hizo una reverencia natural.

Rápidamente el dio un paso y extendió su mano a Andrew. Andrew se paró y chocaron sus puños.

John escudriñó el público. Jennifer lo estaba mirando, sentía su mirada fija incluso desde el escenario. Ella estaba de pie dentro del auditorio. ¿Había visto la pelea? Se sentó en el público junto a otras chicas. Deseó que no estuvieran hablando acerca de él. Aún era vergonzoso pensar que decía ella acerca del beso. La peor parte era que él no podía entender por qué ella lo había dicho. ¿Ella pensaba que había sido reconfortante besarla? Él sudaba sólo de pensar en eso. Presionando la punta de la espada en la punta del escenario, giró el arma para distraerse. Él sólo había besado a otras dos chicas, pero con ninguna había sido tan aterrador como besar a Jennifer. Ella era… Jennifer.

Le echó un vistazo de nuevo. Ella charlaba animadamente con Lacey y Trish. Su cabello rubio había sido tomado en una flexible cola de caballo en lo alto de su cabeza. Él recordaba que la usaba cuando eran niños. Él había apretado su coleta de seda más de una vez para mantenerla en su lugar.

Él sonrío.

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Pero la sonrisa se desvaneció. Incluso si ellos ya no habían pasado el rato juntos por un tiempo, lo que ella había dicho fue grosero. Él nunca habría dicho algo como eso.

Anoche él se debatió por acercarse y regañarla. Si hubiera sido cualquier otra chica él lo hubiera hecho. Esperaba que ella lo conociera mejor. Ella había sido su mejor amiga.

Una vez Chip había hecho que los chicos hicieran las escenas de peleas con las espadas reales de nuevo. John estaba agradecido por la distracción. Actuar era un sueño para John y sus amigos; chicos balanceándose en el borde entre ser niños y ser hombres. Pelear con espadas, bailar con chicas y el romance de Julieta, era todo bastante bueno.

Sus amigos pensaban que él audicionó para la obra porque se habían desafiado unos a otros. En la esquina más profunda de la mente de John la verdadera razón era la suya.

Jennifer.

¿Qué precio podían tener dos horas extras en la noche si eso significaba que él podía estar cerca de ella? Cuando Chip lo eligió como Romeo, él estaba eufórico, esperando una oportunidad para ser su amigo de nuevo.

Él estaba tan comprometido en la escuela los últimos años que no había analizado adónde lo llevaba. Entonces, un día, él la vio haciendo la cosa más normal del mundo —abriendo su taquilla— y él la miró. Su corazón latía fuerte en su pecho cuando vio su sonrisa. Su cabello rubio brillaba.

Después de eso, él intentó averiguar qué estaba pasando con ella, pensando lo que podía utilizar de sus fuentes clandestinas: su hermano y su hermana pequeña, su madre. De vez en cuando el nombre de ella surgía en una conversación informal con sus amigos, pero Jennifer Vienvu llevaba un status que fue reconocido en PVHS. Exclusivo. John sonrió. Ella era sólo Jenn Vienn. Años atrás él la apodaba así. De alguna manera se convirtió en la hermosa diosa con la que ningún chico se sentía digno al hablar con ella y mucho menos a alcanzarla o tocarla.

John terminó su escena de lucha con Andrew, también conocido por Paris y miró por encima de los asientos para ver dónde estaba ella. Ella estaba sola ahora. Él cogió su espada y bajó del escenario.

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—La próxima vez te la clavo, Michaels —dijo Andrew desde el escenario. Dobló su espada hacia John, quién le saludó antes de seguir andando por el pasillo.

John fue a la fila de asientos en frente de Jennifer y se sentó. Ella había sido alguna vez Jenn Vienn y él no veía nada malo recordárselo. Después de lo que ella dijo sobre él, él pensó que era el momento.

El estómago de Jennifer se revolvía cuando veía las escenas de lucha. Era interesante ver a los chicos practicar con sus espadas de madera, pero el brillo pulido, el sonido metálico agudo de espadas reales balanceándose agregó un entusiasmo inesperado al ensayo.

Ver a John profundamente concentrado era impresionante. Su cara estaba tensa, dejando su mandíbula dura y sus labios quietos. Ella estaba cautivada por la manera en el que el líquido de su cuerpo se movía.

Se veía hot.

Él miró al público una o dos veces y el destello de fuego en sus ojos hizo que se avivará su corazón. Cada vez que él la miraba ella recordaba el beso. Una vez, él miró y ella estaba segura de que su mirada se detuvo, que había un mensaje en ella. No lo pierdas, se dijo. Él puede tener a la chica que quiera y definitivamente no tiene ningún interés en ti.

—¿Es verdad?

Sorprendida, Jennifer se dio la vuelta y se encontró con las caras de cuatro chicas que reconoció como otras estudiantes de Pleasant View High. Ellas no formaban parte de la obra, no había duda de que eran un puñado de admiradoras de John que habían entrado a echar un vistazo.

—¿Qué es verdad? —En lugar de mirar a las chicas, Jennifer miraba la pelea de los chicos.

Las chicas estuvieron en silencio durante unos minutos, como si hubieran perdido valor. Entonces, la chica a la que Jennifer reconoció como la más dominante se sentó delante suyo, sus codos estaban en la parte posterior del asiento junto a

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Jennifer. Sus ojos estaban pegados a John.

—Que besas a John en la obra.

—Es Romeo y Julieta, por supuesto que nos besamos.

Las chicas intercambiaron miradas, de las cuales dos susurraron algo entre ellas. Ellas se inclinaron hacia los respaldos de los asientos para averiguar más.

—He oído que él te dio un morreo1.

Hay que ver cómo los hechos se trenzan y construyen una alambrada de rumores.

—¿Qué más has oído? –preguntó Jennifer.

—Que le abofeteaste.

—Sí, y luego se pelearon delante de todo el mundo.

—¿Es verdad que ustedes salieron una vez?

—Eso no es lo que yo he oído, he oído que solían ser amigos…

—Pero a John le gustaba alguien más…

—Y entonces ellos nunca volvieron a hablarse de nuevo.

Una sonrisa apareció en la cara de Jennifer. Ella mantuvo su mirada en John. Los rumores eran rumores que Jennifer ya los había oído antes. La verdad era que ella y John no habían salido nunca. Lo más cerca que habían llegado a decir algo especial al otro fue en un loco ritual que recitaron cuando eran niños y juntaron sus palmas ensangrentadas.

Ella todavía llevaba la cicatriz, miró su mano y deseó girar la mano de John y ver su palma, pudiera encontrar esa línea blanca idéntica a la suya.

—Entonces, ¿él te dio un morreo?

1 Morreo: Besarse intensamente

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Todo lo que Jennifer sabía sobre besar lo había aprendido de revistas y lo que había oído en susurros como objeto de comercio. Pero haberlo probado y haberlo sentido en sus suaves y tiernos labios, el beso de John había superado cualquier cosa que ella se hubiera imaginado en su mente.

—John no daría un morreo enfrente de la audiencia.

Ella no le había defendido, al menos desde que lo recordaba. De pronto, acalorada, Jennifer se agachó en el asiento y mantuvo la mirada en John y los chicos en el escenario.

Las chicas, viendo lo que ella estaba haciendo, empezaron a susurrar entre ellas. Jennifer se esforzó por oír lo que decían pero a la vez luchaba por hacer caso omiso e ignorarlas.

Cuando ellas finalmente se levantaron y salieron, ella tomó un respiro. El beso estaba ahí afuera, y más jugosos rumores que circulaban. A todas las chicas les gustaba ser el centro de atención. Jennifer no era la excepción. Interpretando a Julieta y John a Romeo, una corriente eléctrica iluminaba los pasillos embotados de PVHS ahora, trayendo a la conciencia quién era ella a nivel galáctico de John Michaels, algo con lo que no había contado cuando audicionó para el papel. Pero entonces ella no contó con que él también audicionaría.

Mientras John discutía con los otros actores, estudiantes y maestros serpenteaban y miraban. La presencia de John siempre atraía a las multitudes. Jennifer notó que las chicas se movieron cerca del frente del escenario, hacia la franja de luces donde ellas probablemente esperaban que John pudiera verlas.

Él sólo es un chico. Pero él no era como cualquier otro y eso era porque él era el centro de todo. Ella pensó de nuevo cuando ellos eran jóvenes. Incluso entonces él elegía el lugar al cual ir —Como Peter Pan—. Y era un aire de confianza que prometía aventura, así como seguridad.

Ella nunca había conocido a nadie como él.

La punzada de celos que siempre sentía por él aún estaba dentro de ella así que

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extendió su mano dentro de su mochila y sacó hacia afuera el libro que ella estaba leyendo por tarea de Inglés —Orgullo y Prejuicio— ella no iba a interpretar la fascinación que el mundo tenía por John Michaels si tenía la oportunidad de no hacerlo.

Pero su concentración se desvaneció. Sus ojos se dirigieron de regreso al escenario justo a tiempo para verle saltar hacia abajo, la espada todavía en su mano, y sosteniéndola a su manera. El aire a su alrededor zumbaba y chisporroteaba mientras se acercaba. Él se sentó frente a ella. Cada ojo en la habitación estaba en ellos.

John nunca se encorvaba. Como si él se rehusara a relajarse por completo, se sentó recto, listo para absorber cualquier estímulo que lo rodeara. Por el momento él se sentó mirando hacia adelante, dándole a ella la oportunidad para realmente ver la parte de atrás de su cabeza, y la fuerte curva de su cuello. Él siempre llevaba su oscuro cabello corto. Para el papel, lo había dejado crecer largo, y el ejercicio causó que su cabello estuviera luchando por revelarse. Era brillante, como terciopelo de seda. En su memoria busco como se sentía cuando ella lo tocaba cuando años atrás jugaban. Más de una vez ella lo había ensuciado. Incluso ella una vez le saco una abeja.

Mientras él estaba sentado frente a ella mirando alrededor, le ofrecía una oportunidad para llamar su atención. Ella lucho por sonreír y se forzó a si misma a continuar leyendo el tedioso libro en su regazo.

—¿Atrapada en tu libro?

Su suave voz confortaba, como la melaza y el té de naranja. Sus entrañas se retorcieron. Ella casualmente levantó la mirada. Su piel estaba sin manchas, otra cosa que enviaba, mientras que ella peleaba ocasionalmente con una espinilla. Ella necesitó frenillos y él no —por supuesto—. Debido a que corría en pista, el sol parecía besar su piel, por lo cual él ahora tenía un conjunto de blancos dientes brillantes. Pero eran sus ojos lo que la cautivaban: color ópalos, cambiando misteriosamente con el sol o una tormenta o el color de su camisa. Claro, simplemente eran los ojos de John y ella creció mirando dentro de ellos, pero el efecto fue diferente ahora.

—Sí. —Asintió y cerró el libro. Su pasado hacía la conversación incómoda.

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—¿Te gusta? —El mantuvo sus ojos en los de ella y el efecto fue algo entre terrorífico y emocionante.

—Me gusta la historia, pero Mr. Darcy comienza a ponerme de nervios. Él es tan engreído y arrogante.

—Obviamente tú no lo has terminado.

Por supuesto que él lo hizo, pensé y abrí el libro como si comenzara a leer de nuevo.

—Sólo lo has hojeado, ¿no?

Él giró totalmente y se enfrentó a ella, un brazo colgó a lo largo de la parte de atrás de la silla.

Él tenía magníficos dedos largos. Sus manos parecían amables. Ella parpadeó y aparto su mirada.

Él sacudió su cabeza. —Nunca hojeó, menos un libro de texto.

—Tú simplemente lees las partes en negritas o con viñetas, ¿verdad?

Su hombro izquierdo se levantó. Por un momento, tampoco habló. Jennifer se preguntó si él iba a decir algo más.

—¿Tú y Lacey son amigas? —preguntó.

Ella se encogió de hombros. —Simplemente con el papel y todo.

Ambos escuchaban las risas, pero únicamente ella miró a ver de quien provenía. El grupo de cuatro chicas se habían movido cerca de ellos, tratando de obtener la atención de John.

—¿Por qué? —Ella se sintió obligada a preguntar.

—Eso era lo que quería saber.

—¿Qué quieres decir?

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—¿Por qué dijiste eso? ¿Sobre el beso?

John era despiadadamente directo. Jennifer lo veía con sus amigos, otros estudiantes e incluso maestros. Ella lo miraba siendo directo con todo el mundo, menos con su papá. Ella admiraba que él hablara por sí mismo.

Ella no pudo soportar más su mirada, así que miró hacia su libro en su regazo. Él quería una explicación, pero lo único que sentía era culpa por haber dicho que el beso apestaba. Pero no lo admitiría.

Cuando él no dijo nada, deseó que alguien pudiera venir a rescatarla de su torpeza. Finalmente lo miró cuando se dio cuenta de que eso no iba a suceder. Él la estudió con una mirada que envió una deliciosa corriente de calor hacia su centro.

—John, amigo —Andrew estaba haciendo algunas de las coreografías de la pelea con espada en la que París es asesinado por Romeo—. Ven aquí un segundo.

John no se levantó, más bien mantuvo esa caliente mirada por otros diez fuertes latidos de corazón. Jennifer se preguntó si él quería decir más.

Por último, él se puso de pie.

Ella no pudo ayudarse a sí misma, lo miró unirse a Andrew. Cada ojo en el auditorio ahora cambió hacia el escenario. Dejo salir un suspiro, Jennifer recogió sus cosas para ir detrás del escenario.

Ella había visto suficiente.

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Capítulo 3

Traducido por Cami.Pineda y Kathesweet. Corregido por majo2340.

a entrada del diario de hoy está en la pizarra. Vayan por ella. —La señorita Tingey nunca paseaba mientras se presentaba. Ella caminaba —calculadamente—, en frente de la clase. Si se sentaba,

cosa que era raro, subía una de sus piernas en la mesa llena de cuadernos, papeles y libros.

La Señorita Tingey se veía como si aún fuera a la secundaria. Ella era una de esas profesoras que los niños reorganizaban sus horarios escolares para tener clase con ella. Sus clases eran conocidas por brillantes discusiones y trabajo duro. Ella calificaba duramente, pero se aseguraba que todos los que salieron de su clase, salieran amando el aprendizaje.

Jennifer miró las palabras que la Señorita Tingey había escrito en el tablero. ¿Cómo te sientes con los chismes? A lo largo del año, la clase había cubierto una variedad de temas de las entradas del periódico seguido por una discusión en la clase. La idea del periódico era, escribir un recuerdo de donde estabas cuando estuviste en último año.

Jennifer ajustó su silla para que yo pudiera ver a John. Él se sentó enfrente de mí. Siempre al frente, pensó cínicamente. Escribió vorazmente en su diario y ella se preguntó que estaba escribiendo. La culpa mantuvo el lápiz en su mano.

—L

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La Señorita Tingey solo dejó diez minutos para hacer sus entradas diarias, así que Jennifer miró el papel, sigue en blanco a excepción de una margarita que ella había dibujado en la parte superior. Ella decidió tomar el diseño completo de la margarita para que al menos pareciera que estuviera haciendo algo.

—Está bien, hablemos de esto. —La Señorita Tingey empezó—. ¿Cómo te sientes con los chismes? —Esperó por manos levantadas.

Una lo hizo. Jennifer no necesitó saber de quién era, el silencio que llenó la habitación se lo dijo.

—¿Si, John? —La misma señorita Tingey pareció iluminarse cuando John habló, Jennifer pensó con ironía.

—Eso apesta. —John empezó, y la clase se rió. Pero Jennifer no lo hizo, sintió que algo crecía en su estómago—. La mayoría de las veces no es verdad. Y aun si lo fuera, ¿por qué el mundo necesita saberlo? ¿Quién maneja eso?

La señorita Tingey asintió. Otras manos se levantaron. Ella apunto a una chica en la parte de atrás. —¿Si, Jessica?

—Pero hay gente vive de eso. —Jessica metió su pelo negro detrás de su oreja pinchada con media docena de aretes plateados. Sus ojos estaban serios debajo de su pesada y metálica sombra de ojos de un azul eléctrico—. Es como que no tienen vidas propias y se alimentan de las de los demás.

La clase cambio, empezó a murmurar, unos de acuerdo y otros en desacuerdo.

—Creo que la gente dice cosas porque están muy aburridas, —una chica dijo.

—O celosa.

—O vengativa. —El tono de John era agudo. La habitación se silenció. Jennifer miró por encima y lo encontró mirándola.

La señorita Tingey se sentó en el borde del escritorio con una sonrisa y asintió al comentario de John.

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—Sí. ¿Por qué la venganza inicia con chismes?

—Porque, en primer lugar, esa persona no está allí para defenderse —John continúo—. Cuando lo piensas, es bastante cobarde.

Los murmullos de acuerdo y de asombro seguidos de un compañero muy intuitivo. Jennifer sintió la mirada aún fija en ella.

La señorita Tingey buscó otros comentarios y su mirada se paró en Jennifer. —¿Algún comentario? ¿Jenn? —Usualmente, Jennifer y John se enfrentaban verbalmente en las discusiones de la clase, tratando de superar al otro. Ahora la clase se volteó expectante hacía ella.

—Yo solo creo que a veces las cosas que se dicen son interpretadas erróneamente, en chisme, cuando lo que eran realmente solo opiniones.

—Así que. ¿Cuál es la diferencia entre chiste y opinión? —La Señorita Tingey se paró, y luego empezó a caminar.

Jessica con su oído tachonado se inclinó hacia adelante y las cadenas de su chaqueta negra cayeron sobre el escritorio de metal. —A pesar de que nuestras opiniones son nuestro derecho, los chismes empiezan con maliciosos intentos.

—Así que déjame ver si entendí. —Freddy, el himbo1 corriendo hacia atrás, cambió su abultado cuerpo en un escritorio en el que apenas cabía—. Si corro treinta yardas, pero el árbitro solo lo llama veintidós y luego todo el mundo habla sobre eso luego, entonces, ¿eso es un chisme?

A la clase lo tomó varios minutos parar de reírse y cuando al fin lo hicieron, John dijo. —Si hiere a alguien, está mal. Eso es todo.

Casi todos asintieron de acuerdo. El chico sentado detrás de John levantó su mano para chocársela.

1 Himbo: mala versión de Bimbo la marca de pan.

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—Tómemelo más profundo. —La señora Tingey se paró enfrente de la clase, su mentón pensativo estaba siendo sostenido por sus dedos—. ¿El chisme es de un género en específico?

—¿Qué quieres decir? —Freddy preguntó.

Docenas de voces llenaron el aire, toda la habitación parecía una colmena hasta que la Señorita Tingey tendió ambas manos y las presionó abajo como si estuviera empujando afuera la distracción.

—Ambos sexos chismosean —una chica dijo, e inmediatamente los hombres estuvieron en desacuerdo.

—Pero nada como las mujeres.

—Los hombres no hablan de ciertas cosas como las mujeres.

—Las niñas no tienen ningún límite.

—Sí. Ellas son malas, hombre.

—Sí, gatas. —Freddy siseó, arañando el aire con sus dedos.

Una chica en frente levantó su mano. Cuando la clase se calló, ella miró a John, agitó sus pestañas y dijo. —No todas las chicas chismosean. Los amigos reales no se apuñalan por la espalda.

Jennifer rodó sus ojos y levantó la mano. La Señorita Tingey asintió hacía ella. —La gente chismosea cuando es conveniente para ellos, no importa quienes sean.

—¿Conveniente? —La cara de John se retorció en una incredulidad sarcástica. Él estaba mirándola de nuevo y la estrecha línea entre ellos hizo que la clase guardara silencio—. ¿Así que eso lo convierte en algo bueno?

—¿Tú nunca has dicho algo de alguien que no sea verdad? —Jennifer le preguntó.

—¿Por qué iba a hacer algo así? Hay muchas cosas que decir que son verdad sin tener que maquillarlas.

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—Oh, ¿así que es mejor difundir cosas que son ciertas? Es lo mismo.

—¿Que tratando de mantener tu boca cerrada?

Jennifer notó el pesado silencio en el salón. Todos los estaban mirando a ellos dos. Sus mejillas estaban calientes mientras se volteaba a la Señorita Tingey. Escuchando aplausos en conquista la hicieron poner más furiosa, pero no miró si John era parte de eso.

El hizo su cosa. Bien. Se sorprendió la manera en que sus ojos se abrieron luego de que le dijera que mantuviera su boca cerrada, eso fue satisfactorio. Ahora John se preguntaba cómo sería en el ensayo.

El auditorio estaba casi vacío con la excepción de algunos estudiantes al azar que se habían colado. Cuando ellos los vieron, los observaron. John se fue a la parte de atrás dentro de la oscuridad. No era fácil ser observado todo el tiempo. A veces la presión lo aplastaba, como estar en un gran compactador de basura.

Se sentó en la silla más lejana.

La pintura de la escenografía estaba fresca, llenando la sala cavernosa con el olor a acre de la trementina, por debajo de las luces calientes. El reparto y el equipo trabajaron hasta tarde a la noche, los pasados días, para construir las paredes de la cuidad, el enrejado que Romeo escala para llegar a Julieta, y la tumba donde los dos amantes toman sus últimos alientos.

Hoy ellos iban a tener que besarse de nuevo. Él iba a tener que besar a Jennifer desde ese día en adelante hasta que la obra terminara.

Su cuerpo zumbó.

Pero el aguijón de sus palabras hizo morir el placentero zumbido. Acaso ella realmente pensaba que el beso era una lástima. El beso había estado lejos de ser una lástima —por lo menos desde su ángulo— había sido mejor que cuando Tricia Boswell lo había sorprendido con un beso. Mucho mejor que cuando había besado a Sara Lahoney. Sara había sido su primer beso. Ellos se habían conocido apenas y había sido una extraña y vacía experiencia.

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Aun en frente de todo el mundo, besar a Jennifer era muy diferente a cualquier otra. John se dio cuenta que era porque ellos se conocían desde hace mucho tiempo. Él pensó que eso podría hacer que la intimidad fuera algo rara, pero últimamente no podía parar de pensar en ella.

Otros miembros del elenco se reunieron en la oscuridad de la habitación y la usual exploración tomó su lugar. Algunos lo vieron. Los que sí parecían estar dispuestos a unírsele dudaron. Él no quería compañía, así que se quedó en la oscuridad y evito todo tipo de mirada. Se le hizo un nudo en el estómago. Cuatro en punto. Él estaba a solo unos minutos de encarar a Jennifer.

Ninguna otra chica, pondría sus nervios de punta. Parecía que todas las chicas con las que salía estaban de acuerdo con él. A veces, le gustaba lo conveniente que era, la mayoría del tiempo estaba aburrido por lo predecible.

Cuando Jennifer entró, John se sentó bien. Ella no entró y miró alrededor como todo el mundo. A Jennifer Vienvu no le importaba si nadie la estaba viendo. A John le gustaba eso. Ella hacía lo que quería. Aun siendo una víctima fresca de su opinión, o chisme, lo que fuera, a él le gustaba que ella tenía voz propia, no una que se había perdido en los gritos de la gente o en los susurros que estaban totalmente de acuerdo con él.

Hoy ella usaba azul bebé. Su cabello de helado de vainilla estaba suelto, derritiéndose sobre sus hombros. Sin ser experto en estilos de cabello, John se dio cuenta que le gustaba el cabello de Jenn de todas las maneras en que lo usaba.

Su risa causó una oleada en algún lugar de su interior y se movió en su asiento. Ella no lo había visto. A él probablemente le gustaba su confianza, pero, hey, pero si ella se preguntaba dónde estaba él, ¿estaría mirando alrededor, no?

La mayoría del elenco había llegado y estaba revoloteando alrededor del salón. Sería solo unos momentos antes que Chip llegara, y la energía subiera.

John se paró. Una docena de cabezas se voltearon en su dirección. Se preguntó si podría estar tras bambalinas sin ser abordado por alguien que quisiera algo. Se abrió paso entre las filas y se dio cuenta que la cabeza de Jennifer se volteó. Sin embargo él quería estar sin hablar con alguien, ni siquiera con ella, todavía, se forzó a

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hacer contacto visual con aquellos que lo miraban mientras caminaba al centro del auditorio.

—John. —Ty, el administrador del escenario lo saludó con un movimiento de manos.

Una fuerte palmada en el hombro llevó la cara de John hacia la de Blake. Aun retocando los sets, el ansioso junior estaba manchado con pintura como un dálmata. —John.

—Hola. —John se quitó su brazo y continuó su camino hacia el escenario.

—Hola, John. —El tono alto de las voces femeninas hizo a John encogerse. Se giró a su izquierda. Un grupo de chicas del reparto como ciudadanas de Verona estaban amontonadas en algunos de los asientos, sonriendo y riendo.

Él les dio una sonrisa. —Señoritas. —Cuando ellas juntaron sus cabezas en susurros, él aceleró el paso. Por el rabillo de su ojo atrapó a Jennifer mirando. Un golpe cálido de placer atravesó su sistema. Subió al escenario con un poco más de delicadeza y se quedó de pie bajo los ardientes focos, listo para el ensayo.

El frío profesionalismo creó ansiedad en Jennifer. Se enorgullecía de ser capaz de leer a las personas, especialmente a los chicos. Pero no tenía idea de lo que estaba pensando él. Hace mucho tiempo, había descubierto que podía salirse con la suya, lo mucho que podía decir, hasta dónde podía llegar. Eso funcionaba con cada chico que conocía, excepto uno. Por haberlo conocido tan bien, se dio cuenta de que casi no lo conocía ahora.

Con la excepción de una ocasional mirada, cuando no seguían el guión, él no le hacía caso. El beso iba a llegar, y la reunión progresiva de mariposas en su estómago causaba que las palmas de sus manos sudaran. Cuando él la tocaba, sus manos húmedas querían alejarse, así las rozará contra su ropa para mantenerlas secas.

—¿Estás nerviosa? —susurró Lacey mientras la escena acababa. Romeo y Benvolio llegaban en secreto a la fiesta donde Romeo veía por primera vez a Julieta. Jennifer se quedó con Lacey y vio a los bailarines, Julieta todavía no sabía de la presencia de Romeo.

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—No, en absoluto —Jennifer no dejó el personaje, ya que sabía que Chip observaba desde la cabina de director.

—Te desafío a morderlo.

La cara de Jennifer se retorció escandalizada y sorprendida ante la sonrisa malvada de Lacey.

—Lo que sea —Jennifer se concentró en la escena, así no perdería su señal. Pero un escalofrío extraño corrió a lo largo de su espina dorsal. De ninguna manera iba a morder a John, eso era raro. Sólo antes de que entrara en acción, escuchó a Lacey susurrar:

—Hazlo.

Jennifer buscó a John entra la multitud bailando y festejando. Él era fácil de detectar. Esa mata de cabello oscuro desordenado que sobresalía como una abeja negra en un seto de flores. Él se movió entre los bailarines con un fin, la emoción a través del pulso de Jennifer no era solamente teatral.

Julieta encontró su amor verdadero. Él estaba parado a unos pocos pies en medio de la música, las risas y las bromas, una simple máscara para dos familias con una rivalidad que alimentaba el orgullo y rechazaba el amor. Pero incluso con obstáculos filtrados de tradición, incluso con resistencia, la determinación de Romeo lo llevó a través de la multitud, hacia ella.

Cuando se detuvo, sus ojos se quedaron fijos en los de ella. Jennifer se dijo a sí misma que ella era Julieta, sintiendo lo que Julieta sentía por Romeo. Pero eso no era todo. Aunque habían estado allí en ese mismo lugar en otros ensayos, era como si estuvieran allí por primera vez. Simplemente no podía hacer que sus ojos vieran a Romeo. John hacía que sus rodillas temblaran y su cabeza se aligerará. Cuando sus labios rompieron en una sonrisa, fue porque su corazón daba un vuelco por un nombre.

John hizo su camino a través de los bailarines hacia Jennifer. Con cada nervio inestable. Dentro de segundos la tocaría. En un par de minutos más la besaría.

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Sus pies querían escapar, pero fluyendo en su sangre había algo que no podía negar que quería.

Él nunca huía de nada, menos de una chica. Además, todo el mundo en la habitación estaba curioso, excitado incluso por el romance físico descaradamente explorado en Romeo y Julieta. Eso significaba que la luz concentrada que parecía ser su constante compañía estaba acalorándolo.

En esta escena, se suponía que iba a ella y tomaba sus manos. Se suponía que tenía que mirar a sus ojos, como si… ¿Por qué era tan difícil pensarlo? Por semanas, Chip les había prohibido que se tocaran, insistiendo que la espera preservaba la química necesaria para hacer vivir la historia de amor para la presentación. Pero mirarla a los ojos como si ella fuera la única chica sobre la tierra, la única que quería, que necesitaba… Los nervios en su garganta se apretaron. Se preguntó si sería capaz de pronunciar sus líneas.

—¿Estás bien? —preguntó Fletcher. Él hacía el papel de Benvolio, el amigo y compinche de Romeo. Juntos, estaban irrumpiendo en la fiesta de los Capuleto en busca de Julieta.

—Estoy bien —John tragó saliva—. ¿Por qué?

En el escenario, los dos se agachaban detrás de cuatro bailarines. —Tu cara está blanca.

John tomó una respiración profunda e hizo su movimiento a través del frente del escenario hacia Jennifer.

Julieta lo miró y ahora esperó. El corazón de John saltó. Dulce ansiedad iluminó la cara de ella. Sus ojos azules eran alegres, emocionados. La visión lo calmó algo y pensó que Romeo era un chico muy afortunado.

El escenario estaba caliente bajo las luces, el olor del sudor y la pintura fresca intoxicaba. La música lo urgía a seguir adelante; esperaba que ella no pudiera sentir su corazón latiendo en sus manos. Alcanzándola, tomó sus manos y notó por primera vez cuán delicadas eran. Sin pensar, las miró, y corrió su pulgar sobre sus nudillos.

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Manos familiares. Ellos habían escalado arboles juntos, construyeron pasteles de lodo mano-a-mano.

La tomó por sorpresa tocándola de esa manera. Una sonrisa podría haber estallado en sus labios si no tuviera una ya: la sonrisa de Romeo. Se quedó parado bajo las luces cálidas, las manos de ella en las suyas, su voz lista.

Y olvidó la línea.

El pánico sacó a la euforia de su sistema. El sudor llenó su cara. Su boca se abrió y nada salió. Gracias a Dios, los bailarines siguieron bailando, los ciudadanos aun jugando a ser espectadores. Inconscientemente su agarre en las manos de Jennifer se apretó mientras su cerebro buscó las palabras correctas.

—¿Cuál es mi línea? —susurró.

Por la forma en que sus ojos se movieron, él supo que estaba jodido. Ella no iba a decirle. Frustrado, casi se apartó. La música paró, los bailarines se detuvieron y el silenció cayó como un mal olor sobre el escenario.

El calor de la humillación empezó en su cuello y se extendió a través de su cuerpo. Girándose de Jennifer, esperó esconder lo que sabía que sería una cara roja, pero era imposible esconder nada cuando vivías bajo las miradas de los focos.

—Necesito la línea, Chip —masculló John hacia la oscuridad.

El pesado suspiro de Chip denotó fastidio. —Estamos a días del momento del espectáculo, gente —empezó. John sintió cada ojo del reparto quemar en su espalda, y rayos afilados de Chip golpeándolo en el pecho, pero de todas maneras mantuvo su cabeza elevada.

—Si no sabes tus líneas —Chip llegó al centro del pasillo—, entonces no quiero que hagas nada más, quiero decir, nada más que comer, dormir y orinar hasta que las conozcas. ¿Entendido?

Hubo murmullos de concordancia, seguido de asentimientos de cabezas. Chip ahora

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estaba parado al frente del escenario, mirando hacia la cara de John. —Tú —dijo—, no puedes orinar.

John no sabía si sonreír o reír, incluso cuando Chip le sonrió primero. Averiguar que era incapaz de recordar sus líneas era inexcusable para un estudiante honorífico, alguien del consejo de estudiantes. Un chico que había rentado cada versión de Romeo y Julieta y visto cada una para entender mucho mejor lo que iba a hacer. Memorizó el guión entero dos semanas antes de que estuviera en el reparto, una hazaña para un chico que tenía un problema memorizando.

No caía bien a su mente que ahora fuera tan fácil de distraer.

Por el rabillo de su ojo, Jennifer se movió. Él no desvió su mirada. Era monstruoso que ella no lo hubiera ayudado. Ahora, estaba molesto.

—Vamos a empezar de nuevo desde donde entras, John —anunció Chip—. Lugares —Luego caminó de regreso a la oscuridad.

John miró a Jennifer y frunció el ceño. Sus ojos azules se burlaron. Sí, te estoy mirando, nena. Podrías haberme ayudado y no lo hiciste.

Volviendo a su posición inicial, John se tensó. ¿Por qué ni siquiera olvida una línea? Disfrutaría si fuera ella la que estuviera parada aquí con su boca abierta, luciendo estúpida. Me encantaría jodidamente.

Ya que era la “Srta. Perfecta”, él tenía que deshacerse de su balance de otra manera. La cinta de venganza tendió tentativamente dentro de él, un sentimiento que no había sentido por ella en mucho tiempo.

La música empezó. Esa suave y armoniosa tensión irradió a John mientras la tormenta de frustración se construía. Los bailarines se inclinaron unos contra otros. Mientras la veía en preparación para su movimiento a través del escenario, notó que su espalda estaba hacia la audiencia. En su emoción fingida, su cuerpo se movía como si tuviera una picazón en el interior.

John movió sus manos sobre su cabeza. Todo se detuvo.

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—¿John? —preguntó Chip.

—Sí, solo estaba pensando. —Tomó una postura pensativa y fingida—. ¿Cuándo Jenn está parada allí con Lacey, no está de espaldas hacia la audiencia?

Los ojos de Jennifer brillaron; la vergüenza sonrojó su cara. Él la hizo pensar. Bien. Casi sonrió.

—Tienes razón —dijo Chip—. Olvidé eso. Gracias. Jenn. —Jennifer miró hacia la oscuridad.

—Recuerda estar justo aquí.

—Y ella está haciendo algo como menearse —agregó John inocentemente, sus manos gesticulando hacia la parte inferior de ella. Cuando Jennifer casi le disparó con una mirada, tomó todo para él no rompiera en una gran sonrisa—. Algo con su, uh… su cola.

Todos en el escenario estallaron en una risa. John sonrió. Chip caminó hacia el escenario otra vez, los labios fruncidos, pensando. —Déjame verte en tu última posición, Jenn.

Obedientemente, Jennifer quedó parada, lista. Sólo con cada par de ojos mirándola, su cuerpo no se movió. —No creo que ella sepa que está haciéndolo. —Observó John—. Sólo empieza a hacerlo, es como si fuera un cachorro emocionado.

Los ojos de Jennifer se abrieron más. El sonrojo inundó su cara. Eso fue demasiado.

En una oferta de calmar las risas y conversaciones, Chip se subió al escenario y habló con Jennifer a un lado. John instantáneamente estuvo rodeado por los chicos, todos hicieron bromas sobre su comentario. Pero John no podía alejar su mirada de Chip y Jennifer.

Ella parecía… ¿Realmente parecía lista para llorar? Sintió como si fuera golpeado en el estómago con una etiqueta dos-por-cuatro: Perdedor.

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Cuando Chip terminó de hablarle, ella regresó a su puesto. Su barbilla estaba elevada, sus ojos eran fríos y John no vio rastro de crítica en ningún lado. Pero Chip lo miró con una mirada cortante antes de saltar fuera del escenario.

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Capítulo 4

Traducido por Petty, Roo Andrensen, Paovalera Corregido por Ginabm

ennifer no se había calmado aún. Cuando entró por la puerta principal de la casa dos horas más tarde, dejó a todo el mundo saberlo con un fuerte portazo. Entró pisando fuerte a través de la sala hacia la cocina, aunque no

tenía ninguna intención de comer. Esperaba que su madre tuviera diez ó 12 huevos en el refrigerador para lanzarlos en la ventana de John. Si no había huevos, su madre siempre mantenía un envase de queso cottage. Con una cuchara grande, podría lanzárselo y hacer un agradable y pegajoso desastre que se endurecería y sería imposible de quitar para John.

La cena fue hace unas horas, pero el olor del asado, la cebolla y el ajo todavía flotaban en el aire caliente, confortable comida que le trajo una no confortable noche. El refrigerador estaba vacío de cualquier cosa, y Jennifer lo cerró de golpe con un perturbado suspiro.

—¿Cómo estuvo el ensayo? —Se sentó su mama en la mesa de la cocina organizando lo que le parecían ser cientos de cupones. Su cabello rubio arena apenas le llegaba hasta la mandíbula y estaba detrás las orejas. Jennifer pensó que el estilo atrevido de su madre la hacía parecer más joven. No se vestía como vieja, tampoco. De hecho podría pasar por adolescente, con unos jeans ajustados y un jersey.

Jennifer miró por encima de los trozos de papel periódico. —El ensayo fue una mierda. —Nunca entendió por qué su madre pasó por el ritual de recortar cupones, cuando nunca usaría ni un uno solo.

J

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—¿Que lo hizo de mierda? —Hábilmente, su madre amontonó los cupones de cereales en pilas pre-convenidas y alcanzó la gaseosa de litro y medio que religiosamente mantenía a su lado.

—No lo sé. —Jennifer se desplomó en una silla.

Maggie Vienvu suspiró, estudiando a su hija. —Sabes todas sus líneas, ¿no?

Jennifer asintió con la cabeza. Cautelosamente colocó los codos sobre la mesa para no estropear ninguna de las pilas de cupones que estaban perfectamente bien colocadas.

Su madre dejó la bebida. —¿Problemas con Chip?

—No, por supuesto que no. —Jennifer miro un montón de artículos para mascotas y cogió un cupón de arena para gatos.

—No tenemos un gato.

Su madre se encogió de hombros.

—Nunca se sabe. Siempre estaba trayendo perros callejeros a la casa, gatos, peces.

Jennifer se echó a reír y se sentía bien. —¿Peces?

—Desde los carnavales. —Su madre comenzó a colocar sus perfectas pilas dentro del soporte promocional rojo de velcro—. ¿John? —Cuando su madre la miró, Jennifer apartó los ojos.

—Sólo una suposición.

—Quiero matarlo.

—No he oído eso durante mucho tiempo.

—Sí, bueno, eso es porque él ha estado fuera de mi vida durante mucho tiempo.

—Jenn, nunca ha salido. Él vive al lado.

—¿De qué lado estás? —Jennifer se acercó y cogió la bebida de su madre,

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haciendo una pausa para su consentimiento antes de tomar un trago. Su madre asintió con la cabeza.

—No hay lados. Hay un tú y él.

—Lo haces sonar como algo que no es.

—¿Te refieres a una pareja? —Sus ojos se encontraron. Por un momento, Jennifer no le gustó la forma en que las cejas de su madre se levantaron en una sonrisa agradable.

—Son Romeo y Julieta —bromeó. Luego tomó la bebida de Jennifer, dio un sorbo y se la devolvió.

Jennifer tomó un sorbo antes de dejar caer la bebida a la mesa. —Me insultó hoy en el ensayo. No creerías lo que dijo.

—¿Qué dijo?

—Que parecía a un cachorro emocionado.

Una leve sonrisa arrugo la boca de Maggie. —Qué lindo.

—¡Mamá! —Jennifer explotó por dentro—. Eso es-tan-tan. —Tan típico. Su madre pensaba que John no podía equivocarse. Desde que eran niños y se acercó con su “Sí, señora, no señora, por favor, y, oh, gracias”.

—Eres igual que todos los demás cuando se trata de él. Crees que es perfecto.

Maggie rápidamente formo los cupones más cercana de Jennifer. —Él no es perfecto. Pero es uno de los más bellos, más amables, y concienzudo chico que conozco. Confiable, honesto, y servicial.

—Y el más grosero. —Jennifer cruzó los brazos y frunció el ceño.

—Estaba tratando de ser elogioso.

—Estaba siendo criticón y grosero. No sabes el contexto de su comentario.

—Probablemente fue sólo su manera de demostrar que le gustas.

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La cara de Jennifer se ruborizo. Se dio la vuelta, apoyando la barbilla sobre sus brazos cruzados para que su madre no la pudiera ver.

—Él no siente lo mismo por mí.

—Oh, él te ha gustado siempre.

Porque ella no podía creer lo que dijo su madre, Jennifer levantó la cabeza y la miró. No había nada que decir en la forma en que ella con cautela amontonaba la última pila de cupones, excepto la sonrisa en su rostro.

De pie, Jennifer tomó un aliento que silbo con alegría vergonzosa. Esperaba que su madre no lo oyera. —Me voy a la cama. —Se dio la vuelta y escuchó a su madre tomar otro sorbo.

—Dulces sueños. —El tono de su madre cantarina bromeó.

Jennifer dejó escapar un gruñido sarcástico y siguió por las escaleras.

La luz estaba encendida en la ventana de John, así que Jennifer se mantuvo en la oscuridad. De lo que veía, él no estaba en su habitación. Pero escuchó su voz. En silencio, abrió la ventana, lentamente girando el eje para que se abriera.

—“¡Silencio! ¿Qué ilumina desde aquella ventana las tinieblas? ¡Es Julieta, es el sol en el oriente! Surge, espléndido sol, y con tus rayos mata a la luna enferma y envidiosa, porque tú, su doncella, eres más clara. No... no... la... no la...”

Mirando sobre la cornisa, Jennifer vio a John en la hierba, mirando hacia su ventana. Ella contuvo una risita y se puso de nuevo en la oscuridad para que él no la viera.

Su voz suave acallaba el frío de la noche. Cuando su primera voz cambió, ella se había burlado de él. Hasta que un día se dio cuenta de cuan tranquilizadora, casi de cadencia melódica era.

Se apoyó contra la pared, la mano sobre el corazón, escuchándolo. Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—No Sirvas...

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Jennifer escuchó la línea que él estropeó en su cabeza y pensó en susurrarla por la ventana, pero entonces ella probablemente lo haría enfadarse más con ella. Él no era de los que guardaba rencor, pero ya no eran más los niños. Los riesgos sociales eran más altos. Fue innecesariamente miserable en el ensayo, señalando su trampa a Chip. Estuvo a punto de cerrar su ventana, dejándolo en su ensayo exasperante solo.

Se lo merece.

—No Sirvas... porquería.

Pero, cómo cada pensamiento amargo y molesto que se había enconado el interior se disolvió tan sólo con el sonido de su voz? Ella se asomó por la ventana y miró hacia abajo a través de la oscuridad hacia él.

La noche trajo una ligera brisa en el valle. Los arbustos y rosales dormían junto a la casa Vienvu susurrando, como si se negaran a despertar de un sueño de invierno. La respiración de John era suave y blanca, que se levantaba hacia la noche.

—Por lo menos te sabes perfectamente mis líneas —dijo.

Sobresaltado, John se giró y miró arriba a ella. —Las tuyas y las de todos los demás, excepto las mías —dijo en un suspiro.

—Pensé que podrías utilizar algo de ayuda con ellas.

—Podría haberla utilizado esta tarde.

Ella debería haber fruncido el ceño ante el recordatorio del desagradable ensayo, pero él miro cada pedazo de la parte de Romeo. Sonrió. —Lo siento por eso.

El siguiente momento asombrosamente cálido y promisorio parecía estar en el aire, incluso con la temperatura penetrante.

Un árbol en el patio trasero de los Vienvu tenía torcidas sus hojas con un árbol en el patio de los Michaels y el roce suave era el único sonido.

John dio un paso más cerca de la pared de su casa. Su mirada era intensa. Por un momento, Jennifer tenía miedo de que fuera a enfrentarla sobre lo que dijo

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acerca del beso. Se preparó para una pelea.

—“Es mi dama”. —Comenzó, su voz suave y rica como miel derretida—. “Oh, es mi dama. Oh, ¡Es mi amor la que aparece! Habla, más nada se escucha. Pero, ¿qué importa?”

—“Ay de mí” —replicó Jennifer, deteniéndose de explotar en una risotada. Su interior daba vueltas.

John se tomó del enrejado que sus padres habían puesto hacía trece años. Ahora, estaba cubierta con una especie de hiedra. Durante el verano la hiedra estaba dotada de fragantes flores rojas. Con el frío del invierno, las pequeñas hojas verdes se volvían marrones y crujientes, petrificadas por el hielo.

—“Mirad como apoya su mano en la mejilla. ¡Oh!, ¡quien fuera guante de esa mano para tocar esa mejilla!”

El rostro de John brillaba con la neblina azul de una luna de invierno. Sintió un lugar seguro en el enrejado con su pie. Sus manos se aferraron profundamente en la hiedra sin vacilación. Parecía impulsado, sus ojos enfocados, su cuerpo determinado. Se subió.

—“¡Habla otra vez, ángel resplandeciente!” —continuó, escalando despacio—. “Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero del cielo.”

Jennifer extendió ambas manos hacia él, justo como hacía en la obra. —“¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tu Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre. O si no quieres, júrame tan solo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.”

Con cada subida, John se acercaba. El corazón de Jennifer revoloteaba. —Ten cuidado —susurró ella en una risa.

—“Temer no debes, Julieta.” —Sonrió él—. “No solo soy Romeo, sino que he sido conocido por transformarme en Spiderman.”

Jennifer se inclinó más, extendiendo su mano para ayudarlo. Luego ambos

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escucharon un chasquido, seguido de un severo crujido. Los ojos de John se abrieron de par en par. Se resbaló y cayó plano en el duro suelo.

Jennifer dio un suspiro y corrió de su habitación. Su madre estaba apagando las luces de la cocina cuando ella pasó volando.

—¿Jenn?

—Enseguida regreso. —Estuvo fuera de la puerta trasera y al costado de la casa antes de dar otro respiro. Se ahogó con el respiro que buscaba. Se detuvo, el verlo la congeló.

—¿John? —Su corazón golpeaba. Él yacía como un muerto, ojos cerrados, cuerpo quieto. Su rostro, solo hacía unos momentos brillaba con el reflejo de la luna, ahora lucía pálido.

Dejándose caer sobre sus rodillas, se arrodilló sobre él, insegura de qué hacer. Sus ojos se empañaron. Pestañeó rápido, su garganta ardía. —Yo ¿John? Oh, no. —Con delicadeza, tocó su hombro—. ¿John? ¿Estás bien? ¿John? —lo zamarreó con ambas manos—. Vamos, despierta. No puedes estar herido.

Su cabeza se movió un poco y ella respiró en alivio. Hizo una mueca y sus pestañas se agitaron. Dejando salir un quejido, él levantó sus manos hacia la cabeza por un momento antes de volver a dejarlas caer a sus costados.

En pánico, Jennifer tomó la mano más cercana y la apretó en su pecho.

—¿Estás herido? —Se acercó a su rostro—. ¿John?

—Mi cabeza. —Él rodó hacia ella—. Algo, mi cabeza está…

—¿Qué? John, háblame. —Apretó una mano contra la frente de él y acarició su mejilla.

—Mejor voy por mi mamá.

Tomando su muñeca, John se levantó riendo.

Jennifer cayó sobre su trasero, su corazón acelerado quitándole la voz. Furia y alivio rondaban dentro suyo. Quería golpearlo y abrazarlo. Y aún, el indescriptible

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calor de alegría causaba que lágrimas se formaran en sus ojos.

—Deberías ver tu rostro. —Su risa murió. Se quedó perfectamente quieto.

Incapaz de frenar las lágrimas que escapaban, Jennifer se levantó, lista para escapar hacia su casa cuando él se disparó hacia su lado.

—Hey. —Puso una mano en su hombro. Un confortable calor corrió por su brazo, a través de su estómago y hacia sus pies.

—Eso fue muy cruel.

—Lo sé. Lo siento. De verdad. ¿Estás bien?

—No, tonto. Me asustaste.

La mano de él dejó su brazo y sintió un escalofrío. John levantó sus brazos para examinarse, mirando las sucias mangas infestadas de hojas de su chaqueta del concejo estudiantil. —Oh, hombre. Mira esto. Esta cosa cuesta quince dólares para limpiar.

Jennifer lo empujó ligeramente. El solo tocarlo la hacía sentir mejor.

—Podrías haberte quebrado el cuello.

—Nah. —Miró hacia la ventana—. Si esa madera no fuera tan vieja, podría escalar allí cuando quisiera.-- Sus ojos se nivelaron a los de ella.

Jennifer tomó un profundo respiro. —Sí, bueno, es vieja y tú necesitas mantener tu cuello en una sola pieza, Romeo. —La luna se ocultaba detrás de unas nubes y repentinamente la noche estaba muy oscura. Jennifer lo escuchaba respirar; sentía el tenue aroma que era únicamente suyo.

Cuando niños ellos pasaban horas en el misterioso mundo de la noche. Juntos habían tirado papel higiénico sobre los arbustos de los vecinos, jugado a las escondidas, y a las atrapadas. Pero esta noche lucía completamente diferente del niño con el cual había jugado debajo de la mirada de la luna. Esta noche él respiraba erráticamente, no por el esfuerzo de haber jugado, si no por algo que la agitaba por dentro.

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Él dio un paso hacia ella. Temerosa de moverse, se quedó quieta. No quería que nada cambiara. Nada podía detener lo que ella esperaba en su corazón que el hiciera. Pero no importaba si la besaba o no. Podía quedarse allí parada, solo mirándolo.

Sus brazos se movieron, como si quisiera alcanzarla. Escucharon el crujido del pasto.

–¿Jenn? —Era su madre.

Jennifer giró. Su madre estaba parada con sus manos abrazadas firmemente alrededor de ella para protegerse contra el frío.

—Oh, no te había visto, John.

—Hola, Maggie.

—¿Están bien ustedes dos?

Jennifer asintió. Un suave calor irradiaba en su espalda. John. Esperaba que él no se moviera, que después de que su madre se marchara, se diera la vuelta y todo, el momento, la luna, fuera como hacía unos segundos.

—Son las once cuarenta y cinco —dijo Maggie, y luego se dio la vuelta—. En caso de que ustedes tespianos2 quieran saber. —El pasto crujía mientras su madre desaparecía tras la esquina de la casa. Se escuchó el lejano sonido de la puerta principal cerrándose.

Jennifer se dio la vuelta y supo que el momento estaba perdido. Mirando hacia el rostro de John, vio por su expresión sobria que él también lo sabía.

—¿Estás seguro de que estás bien? —Tomó la oportunidad y tocó su cabeza, justo encima de su oreja izquierda. La suavidad de su cabello acariciando sus dedos. Luego metió las manos en sus brazos y los cruzó sobre su pecho.

La manera en que él sostenía la mirada la desconcertaba. No dejes que te afecte, pensaba. No significa nada. Ninguno habló por un tiempo hasta que finalmente ella dio un paso hacia atrás.

2 Tespianos: Dramaturgos.

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—Te veo mañana.

—Buenas noches, Jenn.

Los árboles de algarrobo en el patio delantero se sacudieron, enviando hojas a sus pies. Pensó, mientras caminaba alrededor de la casa y tomaba un profundo y frío respiro, que quizás no habría otro momento como ese. Pero mañana sería otro día, otro ensayo.

Jennifer no se consideraba una malhumorada, o un alma depresiva, aun así no hacía excusas por su humor —la hacían una mejor actriz. La eufórica corriente de inquietud a través de ella era increíblemente deliciosa. Su mente recordaba escenas de John ayer en la noche en la luz de luna, escalando la pared, recitando sus líneas. Si una noche me ha dejado así, estoy realmente perdida.

Caminó por el pasillo aplastada por otros cientos de cuerpos mientras los estudiantes se dirigían al gimnasio por una asamblea. Su sonrisa electrificaba su rostro. Pasó por las oficinas de vidrio de la administración del colegio y no pudo resistir dar una mirada a su reflejo.

Bastante linda.

A su derecha, un grupo de chicos de primer año se empujaban jugando y uno de ellos chocó contra ella, enviándola a un lado. Si fuera cualquier otro día les hubiera dado una de sus despectivas miradas de maduren. Hoy, ignoró la inmadura expresión de amistad.

Nada podría acabar con su día perfecto.

—Oí que John te dio un beso a la francesa el otro día en el ensayo.

Jennifer reconoció la voz dulce y profunda de su mejor amiga, Rachel Baxter. Rachel compartía el amor de Jennifer por el teatro, tanto como su fascinación por la especie masculina.

El desagradable rumor casi le hace un agujero al efervescente humor de Jennifer. Alguien la pisó. —Hey, ¡ten cuidado! —chilló—. No, él no lo hizo. No puedo

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creer como se tuercen los rumores aquí.

—Estaba preocupada por ti.

—¿Por qué todo lo que hace John me molesta?

—Vamos, has estado colada por John desde que te conozco.

—Eso no es cierto. —Por un momento, la multitud se detuvo, varados en la puerta del gimnasio como un tapón, Jennifer ahogada entre la gente. En realidad, la sensación de sofoco tenía más que ver con lo que Rachel había dicho que con los cuerpos presionados a su alrededor.

Rachel la miró con una ceja levantada. El atasco no se estaba moviendo. Y alguien detrás de ellas había comido cebollas para el almuerzo. Y el chico a su izquierda estaba mascando chicle, que se inflaba y explotaba en el oído de Jennifer. Lo peor era el chico que tenían al frente con el cuello lleno de un jugoso acné. Jennifer hizo una mueca.

—Entonces. —Rachel se acercó más—. Dicen que él apesta.

La culpa lleno a Jennifer de nuevo. Después de anoche, tenía que enviar otra pieza a la página web de chismes del colegio para corregir lo que había dicho del beso—. Nunca dije eso... exactamente.

Pasaron por la puerta. El chico-acné seguía frente a ella, Rachel tomó a Jennifer del brazo y se alejaron.

—¿Entonces cómo fue?

Por un segundo, Jennifer pensó en confiarlo a su mejor amiga. —Fue…

—¡Rachel! ¡Jenn! —La forma alta y ruidosa de Spencer gritó desde la multitud que llenaba las bancas. El jugador de baloncesto era difícil de perder—. Asiento. —Nos hizo un gesto hacia los lados donde sus amigos, algunos de los que eran considerados los más calientes de la escuela, estaban sentados, con sus hombros posados sobre sus rodilla, viéndose genial, y un gesto aburrido en sus

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rostros era un requisito.

Jennifer y Rachel se hicieron camino para los lugares señalados, entre Cort Davies y Alex Jesperson, los dos que jugaban en la primera línea del equipo Pleasant View Vikings.

—Hola chicos. —Jennifer deslizó su cabello rubio por sobre su hombro con una sonrisa coqueta. Rachel estaba apretada entre Cort y Spencer—. El tema no está cerrado —le dijo.

—¿Qué tema? —Spencer se acercó entrometidamente cerca de Rachel. Acostumbrada a ser un títere, Rachel simplemente se echó hacia atrás para permitir una mejor conversación ahora que los amigos de Spencer prestaron atención, sus cuerpos atléticos flexionándose mientras se daban vuelta en sus asientos.

Jennifer le lanzó a Rachel una mirada silenciadora, pero rodeada de chicos lindos, Rachel la perdió por completo. —Escuché que andas con John Michaels —dijo Spencer.

Los rumores parecen tener vida propia, pensó Jennifer con repugnancia. Hace cinco segundos, ella le había dado un beso francés a John.

Spencer trató de ser genial al no mirarla fijamente mientras esperaba una respuesta. Jennifer no sabía que decir, y se sintió aliviada cuando el Director Ackerman aclaró su garganta en el micrófono. Todos los ojos voltearon hacia el piso del gimnasio, incluyendo los de Spencer.

—Nos gustaría darle la bienvenida al cuerpo estudiantil a la asamblea. Los últimos meses de clases van a ser los mejores meses. No es que los meses anteriores hayan sido malos… pero, bueno. —El director Ackerman aclaró su garganta de nuevo, subiendo sus lentes en la nariz—. Tratamos de despedir a los Seniors con una buena impresión.

Un estruendo de aplausos corrió por la habitación. Alrededor todos los chicos chocaron las manos. Jennifer buscó el cabello oscuro de John.

—Algunas de nuestras actividades de fin de año de las que les quiero recordar es de la fundación Salven el Agua. Es un lavado de autos en el que no usaremos agua patrocinado por el club de Ecología. Será este sábado en el estacionamiento de

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Purple Turtle, así que todos traigan sus vehículos.

—¿Cómo lavas un auto sin agua? —murmuró Spencer—. El capó de mi carro tiene mierda de pájaro y está petrificada.

Alex le dio un codazo a Cort. —He visto esto antes, amigo. Ellos usan saliva, lo juro.

—¿Enserio?

—En tres semanas —continuó el director Ackerman, de nuevo empujando su manzana de Adán para aclararse la garganta—. Tenemos la presentación de Romeo y Julieta por parte del departamento de drama. —Todo el lugar irrumpió en chirridos y silbidos, llegando hasta los huesos de Jennifer.

—He escuchado que será un gran show. —El director Ackerman le sonrió a ella—. Aquí está nuestra chica. Jennifer Vienvu es Julieta. —Él dejó que los alumnos dejaran de aplaudir antes de continuar. —Y John... ¿Dónde está John Michaels? ¡Ah, ahí estas! John actúa como Romeo. —Nada puede ser comparado con el sonido atronador que salió del gimnasio cuando el director mencionó su nombre. Como si las mismas paredes soltaran una reverencia.

Cuando John apareció en el piso del gimnasio, cada pie golpeo en las gradas. El canto de su nombre comenzó. Jennifer no lo había visto cuando había tomado su asiento. Ella pensaba que se estaba escondiendo a un lado de los asientos solo para esperar su momento. Sobre el disturbio, los chicos y chicas le gritaban.

—¡Te amamos John!

—¡Eres una bestia sexy!

—¡Eres genial, John!

—¡Amigo!

John salió con sus dos manos juntas humildemente y una gran sonrisa en su rostro. Se paró al lado del director Ackerman, quien estaba aplaudiendo. Cielos, ¿Qué es esto, el show de John Michaels?

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Jennifer dejó de aplaudir.

El director Ackerman deslizó un brazo sobre el hombro de John. —Puedes quedarte aquí, John—. De nuevo, la habitación estalló.

Jennifer se sentó derecha. ¿John tenía que lucir tan adorablemente incomodo?

Despreocupadamente, miró alrededor. La mayoría de las chicas se adelantaron como si en algún momento fueran a saltar de las bancas y caer a los pies de John. Volteó sus ojos.

—Gracias al presidente de nuestro cuerpo estudiantil. —El director Ackerman señaló hasta Ashley Torsau quien se había escondido donde fuera que John lo hubiera hecho. Educadamente, John se movió a un lado. Ashley cruzó el camino hasta el pódium y el director Ackerman. El gesto educado de John comprometió a la audiencia a otra ronda de aplausos a pesar de que esta era menos entusiasta. Jennifer se sintió mal por Ashley.

A pesar de que ella era bien aceptada y bien conocida, de hecho esas cualidades la habían hecho ganar a presidenta estudiantil, ella no se podía comparar con John. Ella lo sabía al igual que el resto de las personas.

Y luego allí estaba John. John Michaels quien compitió para vicepresidente por capricho, sin ni siquiera colocar un volante o entregar alguno, obtuvo los votos que lo llevaron a la oficina.

—Gracias a Ashley, John y el resto del concejo estudiantil, tenemos una sorpresa para ustedes.

El director dejó pasar un minuto para que todos guardaran silencio.

—Estos dos han encontrado un patrocinador que cuadruplicará las ganancias procedentes de la obra, para que la escuela pueda comprar unas nuevas bancas para el auditorio.

De nuevo la habitación rompió en un aplauso. Jennifer mantuvo sus ojos entrecerrados sobre John. El inclinó su cabeza de cabello oscuro. Se veía tan angelical con esas pestañas negras que ella casi vomita. Él lucia la humildad muy bien, ella pensó

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irónicamente. Él lucía todo muy bien.

—¡Son geniales chicos! —alguien gritó.

El director Ackerman alzó su mano para calmar la multitud. —Nos irían bien unos nuevos asientos. Lo que significa que tenemos que conseguir la mayor asistencia de la historia de las obras de la escuela. Vengan, y traigan a todo el que conozcan. Y luego, vuelvan a venir.

La realidad golpeó a Jennifer como una abofeteada. Todos en ese lugar verían su beso con John. Se sentó perfectamente inmóvil. A su alrededor, los alumnos comenzaron a reír y hablar.

Ella trató de tragar el nudo en su garganta, pero se mantuvo más tiempo allí. La broma estaba sobre ella. Su inexperiencia sería tan obvia como la mentira que comenzó antes. Rachel se acercó a ella.

—Vas a estar en el centro de atención querida.

Jennifer observó a John. Su corazón estaba acelerado de miedo.

Apuesto a que John no le importa que todo el mundo nos vaya a observar. Él probablemente está encantado, sabiendo lo estúpida que me veré.

Él miró sobre la audiencia y ella se escondió de su mirada. Normalmente, ella tomaba cada oportunidad de mostrarse a sí misma en una situación deseable. Aquí estaba sentada, rodeada por algunos de los chicos más calientes de la escuela. La oportunidad perfecta.

Se volteó hacia Spencer, Hugh, Alex y Cort. El fastidio de los chicos de desvaneció de inmediato cuando ella mostró una sonrisa.

—¿Cuál de ustedes es el mejor besador?

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Capítulo 5

Traducido por Sera y Mery St. Clair Corregido por andre27xl

ecciones de besar. ¿Quién lo habría pensado?

Jennifer temblaba ahora mientras caminaba por el largo pasillo hacia el escenario después de su charla con Alex Jesperson. Cuando se planteó la pregunta de quién era el mejor besando, no le sorprendió que todas las manos de los chicos se levantaran. Pero fue Alex quien ganó al lanzar la moneda. Spencer insistió en lanzarla por imparcialidad.

Lecciones de besar, lanzar monedas al aire. Absurdo. Jennifer casi se rió, pero temblaba demasiado. Ya era bastante malo solo cerrar los labios porque estabas representando un papel en una obra. Era peor preguntar a alguien que te enseñara a besar.

Abrió la puerta a la sala de teatro y la encontró vacía.

Todo el mundo estaba ya en escena. Comprobó su reloj. Le encantaba la cinta rosa con los diamantes falsos rodeando la cara perlada, pero odiaba que la cosa tonta fuera lenta. Esta no era la primera vez que pasaba, y sabía que Chip lo sabía también.

L

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Montones de ropa estaban esparcidos por todos lados. Se acordó de Chip mencionando que se probarían los trajes en el siguiente ensayo. Miró alrededor en busca de ella. Colgando del estante de ropas estaban seis vestidos largos y coloridos. Un gran trozo blanco de papel estaba prendido con alfileres en la manga de un vestido morado con mangas de gasa.

“Jenn,

Este es el vestido que deberías ponerte primero. Si estás leyendo esta nota, llegas tarde.

Chip”

Jennifer estrujó la nota entre sus manos nerviosas y quitó el vestido de la percha. Era denso como una manta de lana. Empezó a desvestirse, cuidadosamente haciendo un montón de ropa en la silla más próxima. La sala estaba extrañamente vacía para ser un lugar normalmente pulsando de energía. Ella captó el fuerte olor a rancio de cuerpos en el vestido mientras bajaba la cremallera.

De repente la puerta se abrió de golpe. Una mano voló a cubrir su sujetador, la otra para cubrir sus bragas y dio un chillido.

John.

—¡Estoy aquí! —Extendió la mano hacia el vestido, tirando el montón de ropa y el traje morado al suelo.

—¿Jenn? Lo siento.

John cerró la puerta. Furiosa y avergonzada, se puso el vestido. —¿No puedes llamar primero? —gritó.

Ambas mangas se deslizaron hacia arriba por sus brazos y se retorció en el corpiño, el vestido era de corte bajo, dejaba a sus pechos parecieran mitades de melocotones blancos. También se dio cuenta de que no había ninguna forma de que sus brazos fueran de repente a alargarse, permitiéndole subir la cremallera. Dejó salir un suspiro.

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Levantando las pesadas faldas con una mano, se cruzó en el espejo. Sus ojos se ampliaron. De ninguna forma voy a llevar puesto esto.

Parezco una chica medieval.

Girándose, se puso el vestido completo. Era lo suficiente halagador, cuando las faldas grandes y las caderas llenas era lo que te gustaba.

Es un disfraz, supéralo.

Aun así, cada vez que se miraba al espejo sus ojos iban directamente a su pecho. La forma que el ajustado corpiño creaba una profunda línea entre sus pechos que nunca antes había tenido ahí. Se quedó mirando, fascinada. Parecía… femenina. Parecía —se atrevió a pensar la palabra— tentadora. Tendría que tener cuidado cuando se inclinara o enseñaría al público más que su talento actuando durante la obra.

¿Qué pensaría John del vestido? ¿Pensará que parezco… tentadora? Un agradable estremecimiento pasó a través de ella. No había tiempo para buscar los zapatos que Taunia había colocado al lado. Descalza, se levantó las largas faldas y salió corriendo por la puerta.

El escenario todavía olía ligeramente a pintura, aunque el olor se confundía con el moho de los disfraces que todo el mundo llevaba. Escuchó el diálogo de una de las escenas volando a través de los costados acordándose de que su espalda estaba expuesta. Esperaba que su sujetador estuviera limpio. ¿Llevaba el rosa o el que tenía turquesa de flores rojas?

—Hey —susurró John. Estaba casi escondido en las largas y oscuras cortinas colgando al azar en el escenario trasero. Ella se detuvo. Su cara se calentó. Los colores en sus ojos se hicieron más profundos mientras la miraba desde la cabeza a los pies—. Wow.

Ella pensó lo mismo de él. Su cabello oscuro y salvaje era llamativo contra los colores del otoño en su ropa. Su piel dorada se hacía más oscura contra la camisa blanca por debajo de un chaleco adornado en ricos tonos de joyas. Aunque había visto sus piernas un montón de veces en la piscina, cuando llevaba pantalones cortos, mientras cortaba

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el césped sus piernas parecían puerilmente monas en medias verdes ahora. Ella sofocó una risa. —¿Eso son medias?

Él se movió. —Cállate, ¿sí?

—Oh. —La brisa en su espalda la tenía girando su columna hacia él—. ¿Lo harías por mí?

—¿Perdona?

Ella le lanzó una sonrisa. —Date prisa. Chip me va a matar.

—Siempre llegas tarde, Vien.

—Es mi reloj.

—Hmm.

Él gentilmente le subió la cremallera. Ella se quedó quieta. Una línea de calor recorrió desde la parte baja de la cremallera todo el camino hacia arriba. Cuando terminó, tomó una respiración profunda y se giró. Sus oscuras cejas estaban ceñidas sobre ojos ahora serios. —Gracias —dijo ella.

—No hay problema.

Mientras ella se giraba para ir al escenario, él la detuvo con un ligero toque a su codo.

—¿Jenn?

—¿Sí?

—Perdona por lo de antes. Yo estaba… no pensé que hubiera nadie ahí.

Ella casi le recuerda que no era la primera vez que la pillaba casi con el culo al aire. Pero la mirada en su cara y el cálido espesor en el aire entre ellos la tenían preguntándose si ya lo recordaba. Vecinos. Ventanas. Ups.

Encogerse de hombros la hizo sentir mejor, como si el incidente no fuera nada. Pero lo

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era. Era un sueño desnudo vuelto a la vida. Y ella siempre era la que estaba desnuda.

Él nunca recordaría sus frases ahora. Su cerebro estaba marcado con la imagen completa de Jennifer en ropa interior. El flash de la visión no se había perdido ni una cosa y se aclaró la garganta mientras una rápida y caliente ola colapsó su sistema. No, él había visto demasiado de todo.

Él sonrió.

El sudor salió alrededor de su cuello, por debajo de los brazos. El calor la enrojeció de pies a cabeza. Hacía el suficiente calor en escena. Él no necesita pensar en Jennifer en ropa interior. Levantó la túnica de su cuerpo para que el aire enfriara la piel empañada. John se quedó al margen del escenario observando y su mirada la encontró a ella y sólo a ella. Julieta hablaba con su madre, Lady Capuleto, y su enfermera intentaba convencerlos de que su amor estaba justificado, incluso si ese amor era prohibido.

John se llenó de asombro. Jennifer estuvo increíble. Cada línea fluía con emoción y pasión. Sus movimientos no eran representados, sino completamente naturales. La forma en que las luces brillaban sobre su pelo pálido era como si el sol y la luna se hubieran convertido en uno. Nadie tenía los ojos del color de los diamantes azules como ella los tenía. Tan polifacética, que tenía que mirar bastante y era difícil de creer que fueran real, e incluso así, no era suficiente.

Al principio tenía miedo de que pudiera no ser capaz de igualar su actuación. Ella había estado haciendo muchas más cosas de teatro que él. Había estado incluso en algunas de sus obras en los últimos años. Había visto crecer sus capacidades. Ahora ella era simplemente impresionante.

Él no dio marcha atrás en el desafío porque si trabajaba lo suficientemente duro podría hacerlo. Nada de eso venía de forma natural para él. Antes de haber puesto un pie en un ensayo se pasaba horas delante de los espejos practicando.

Jennifer simplemente caminaba sobre el escenario y era Julieta.

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El beso se avecinaba y su corazón se disparaba al pensar en ello. Casi la besó anoche. Él quería. Fue una falta, al verla tan preocupada. Pero en el fondo, algo que nunca había sentido antes de que pasara cuando sus ojos se llenaron de lágrimas. Algo que le hizo querer abrazarla. Más que eso incluso. Quería consolarla.

Se aseguraría de que el beso que compartieran esta noche fuese mejor que el anterior. Nunca pensó mucho acerca de los besos. Pensaba que simplemente pasaban, que la naturaleza tomaba su curso y luego era lo que era. Se preguntó si se esperaba más de él. Echó un vistazo a los rostros de aquellos en la sala, la mayoría con los ojos puestos en la acción. Un puñado de ojos se encontraron con los suyos, sobre todo las chicas.

Todos lo verían besando a Jennifer.

El movimiento le llamó la atención. En la luz descolorida que brillaba en las primeras filas de asientos, Alex Jesperson deambulaba por el pasillo. El cuerpo del jugador de fútbol pudo haber sido ambulante pero John reconoció la intensa mirada en la cara del tipo. Intensamente centrada en... John seguía la pesada mirada de Alex directo a Jennifer. Miraba de Jennifer a Alex.

De ninguna forma.

El tipo sonrió y se sentó bruscamente y como un deportista, apoyando sus grandes pies en el asiento frente a él. La vista acuchillaba de John como tacos a la carne fresca desnuda. Jennifer no se había dado cuenta de la entrada de Alex ya que estaba demasiado centrada en la escena. Casi la hora del beso. John disfrutó de su oportunidad. No era que no le gustara Alex. No había nadie en la escuela con quien no podía salir y había salido con Alex y Spencer y sus amigos antes. Pero había más que el juego surcando en esta producción.

A John no le importaba que Alex estuviera allí. Lo que fuera que tenía que hacer, lo haría. Y justo ahora, tenía que hacer este beso tan caliente para que Jennifer se fundiera en el suelo.

Chip pidió un descanso de cinco minutos. La mayoría de los actores se abanicaban con sus manos. Nadie se atrevía a quejarse del calor, de lo pesado e incómodo que los alquilados trajes perfectamente renacentistas eran. Chip era un perfeccionista

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hasta el más mínimo detalle: no esmalte de uñas para las damas, nada de fijador de pelo para los chicos y ninguna joya o tatuaje en cualquier parte del cuerpo visible. Sólo Andrew se había quejado de eso, sabiendo que tendría que ponerse maquillaje sobre el pequeño tatuaje de serpientes sentado como un collar alrededor de la base de su garganta.

Jennifer quería desabrochar su vestido y calmarse, pero ya que eso no era posible caminó por el borde del escenario donde las luces se desvanecían hacia la oscuridad. Tal vez ahí no estaba tan caliente como estaba el centro del escenario.

Ella vio a Alex. Él la miró con arrogancia y articuló. —Hola

Jennifer miró a su alrededor para ver quién estaba saludando. Cuando fue claro que él no estaba tomándole el pelo, su cara se arrugó. Para asegurarse de que él no se echaría atrás sobre su pacto secreto ella fue hacia él, sosteniendo su falda hacia arriba mientras caminó.

—Hola. —Sonriendo ampliamente, él se inclinó hacia adelante. Sus ojos brillaban con algo que Jennifer no reconocía pero parecía en el borde de lo desagradable—. Te veías bien allí arriba. —Su voz baja se redujo en un susurro.

—Gracias. —Ella miró por encima de su hombro el escenario. Los sets estaban maravillosamente detallados, hasta las paredes de ladrillos. El enrejado que John iba a subir hacia su balcón era nuevo. Él estaría a salvo en él, incluso si tuviera que esquivar la cobertura de las plásticas rosas rojas.

Lo buscó y lo encontró parado en el escenario con Chip, los dos hablando.

—Entonces, ¿Qué estás haciendo aquí? —Ella se dio la vuelta de regreso hacia Alex.

—Pensé que nosotros podíamos, tú sabes, después de la práctica. ¿Quieres?

Su corazón palpitó. —Uh. Bueno. No estoy seguirá de en cuánto tiempo nos iremos. Algunas veces se hace tarde.

Alex extendió su mano y colocó algunos de sus cabellos entre las yemas de sus dedos. Una sonrisa perezosa atravesó su rostro. —No puedo esperar.

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Jennifer se puso rígida. Oh, oh. ¿Qué he hecho? ¿Trayendo un monstruo a la vida? No, Alex no es en realidad un monstruo. Él es un jugador de fútbol, un fuerte jugador. —Probablemente estaré realmente cansada después —explicó—. Realmente cansada.

Él todavía tenía su cabello en sus dedos, no los dejaba ir. —Puedo despertarte.

Lo más casualmente que pudo, ella retrocedió. Su cabello cayó hacia un lado de su rostro. Chip anunció que los cinco minutos de descanso ya habían terminado y el alivio la atravesó. —Tengo que irme.

Alex se sentó hacia atrás en su silla, como si su trasero estuviera pegado. —Voy a estar aquí.

—Oh… está bien.

Jennifer retorció sus manos mientras caminó de regreso al escenario. El calor de todos los ojos curiosos en el auditorio la apuñalaba en la espalda. Los susurros de las víboras se colaban en el aire.

—Vamos a tomar la escena veinte —anunció Chip—. John. Jenn.

El escenario estuvo limpio. Porque la escena veinte era la escena donde ellos se besaban, ninguno de los actores desapareció detrás del escenario; ellos encontraron donde sentarse con entusiasmo en el auditorio.

—De acuerdo, ustedes chicos, comiencen cuando estén listos —llamó Chip, su voz apagándose mientras caminó hacia la parte trasera del teatro—. Gente, tomen sus asientos, casi estamos fuera de tiempo.

John solo miró hacia abajo, la cinta que marcaba el punto en el oscuro piso de madera. Sus ojos se levantaron hacia Jennifer. La cruda determinación se estableció firmemente en su mandíbula, encendiendo colores brillantes en sus ojos. Jennifer tomo una profunda respiración. No fue suficiente. Jenn no podía pensar en su línea.

La habitación estaba tan quieta como una tumba.

— ¿Jenn? —Chip preguntó.

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Su cuerpo entero se sonrojó. —Estoy lista. —Entonces ella se obligó a si misma a comenzar a caminar hacia su marca.

John comenzó. —“Con las ligeras alas de Cupido he franqueado estos muros; pues las barreras de piedra no son capaces de detener al amor.”

La intensidad golpeó en el caliente aire alrededor de John. Motas de oro en sus ojos se iluminaron a fuego ámbar. Los músculos de sus brazos y cuerpo flexionado se movían con urgencia. Jennifer casi perdió el tren del pensamiento. Tuvo que cambiar la línea de pensamientos rápidamente.

Ella olvidó los cuerpos a su derecha y la esencia de la pintura evaporada. Cuando la música empiece, debían besarse, su corazón se disparó con los violines. Él tomo sus manos. Gentilmente, la atrajo hacia él y el aire estaba lleno con todas las cosas maravillosas y curiosas acerca de él, pasado y presente.

Ella humedeció sus labios, mirándolo mientras él hablaba.

—“¡Ay! Tus ojos son para mí más peligrosos que veinte espadas suyas. Dulcifica sólo tu mirada y estoy a prueba de su encono.”

Ella tomó una respiración y dijo. —“No quisiera, por cuanto hay, que ellos te vieran aquí.”

—“En mi favor está el manto de la noche, que me sustrae de su vista; y con tal que me ames, poco me importa que me hallen en este sitio. Vale más que mi vida sea víctima de su odio que el que se retarde la muerte sin tu amor.”

Los colores en sus ojos cambiaron, como un arco iris movido por la brisa. El silencio los rodeaba. Su cabeza inclinada. Ella cerró sus ojos, ansiosa por saborear la dulzura de él de nuevo.

—Estamos fuera de tiempo, chicos. —La gran voz de Chip cortó el suave silencio.

Los ojos de Jennifer se abrieron, John hizo lo mismo.

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Ambos se movieron hacia atrás, seguían unidos de las manos por el intercambio poético de palabras. Chip ordenó encender las luces sobre los gemidos y quejas que ladró el elenco, quienes se sentían molestos por no llegar a ver el beso.

—Lo siento, chicos. —Chip extendió ambas manos mientras rápidamente se dirigía hacia la parte frontal del escenario, el porta papeles debajo de su brazo—. Pero he tenido algunas quejas de padres quienes permanecen sin nombres, sobre que los ensayos van demasiado tarde.

Otra ronda de gemidos siguió, inmediatamente hubo acusaciones y dedos señalando mientras el grupo trató de averiguar cuáles padres se quejaron. Chip se encaramó en el borde del escenario. Jennifer esperaba que John soltara sus manos. Su rostro se ensombreció con algo que no había visto desde que eran mucho más jóvenes, cuando un día ella decidió jugar con una chica nueva en el vecindario por encima de él.

Cuando finalmente la soltó, ella cruzó sus brazos sobre su pecho, escondiendo sus manos vacías y mirándolo a él cruzar el escenario hacia Chip.

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Capítulo 6

Traducido por ilimari Cipriano y Little Rose Corregido por andre27xl

o había manera de salir de esto. Ahora Alex la estaba siguiendo a casa. Su ruidosa camioneta de bomberos con su motor de diesel daba resoplidos detrás de su VW amarillo brilloso, como un rugiente dragón tras un bebé

patito.

Lo incómodo que fue ese momento, los próximos minutos, o el tiempo que haya durado, sería considerado por ella como lo más memorable. Jennifer de verdad no tenía ni idea de qué esperar, solo había besado aquella vez en el escenario.

Sus padres se besaban en cualquier lugar; en el auto, en el centro comercial, en restaurantes. Ella había visto chicos en la escuela, en el pasillo, en la grama a la hora del almuerzo. ¿Alex en dónde pensaba darle las lecciones de cómo besar?

Ella se tomó su tiempo para aparcarse en la orilla de la calle, aun cuando sabía muy bien cómo aparcar su auto. Retocó con polvo compacto su nariz y barbilla; miró sus asustados ojos en el espejo del polvo compacto y luego miró por el espejo retrovisor. La enorme camioneta roja de Alex yacía parada en la carretera y sus luces de aparcamiento eran como dos tenues brasas de pecado.

Ella tragó en seco.

N

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No se podía quedar en el auto toda la noche. Verdaderamente, no había pensado bien las cosas. ¿Cómo les explicaría a sus padres la camioneta roja aparcada al frente y las ventanas que podrían ponerse empañadas?

Se bajó del auto aferrando su mochila contra su pecho como un escudo. Alex ya se había bajado e iba a mitad de camino, su musculosa forma caminaba casualmente, con confianza. Jennifer pensó que ella se debía ver como una jugadora de segunda, preparándose para ser tacleada.

Ambos se detuvieron frente a frente bajo el penetrante aire frío de la noche primaveral.

—Eh. —Alex se encogió de hombros y sonrió—. ¿Qué tal si nos metemos en mi camioneta? Está cálido.

Jennifer asintió mordiéndose el labio.

—Claro. Está bien. —Luego miró hacia su casa por encima del hombro. Se veían varias luces encendidas a través de las ventanas. Pronto su mamá saldría sospechosa de cualquier auto que ella no reconociera y la camioneta roja de Alex Jesperson no pasaba con mucha frecuencia por el vecindario—. Nada más deja llevar mis cosas adentro —le dijo a él.

La casa estaba cálida, olía a ajo y salsa italiana, pero el calor no alivió el frío que le causaba el mentir. Ella tiró su mochila en una silla en la sala de estar. —¿Mamá?

—Aquí.

Jennifer siguió el sonido de la voz de su mamá y encontró a su familia alrededor de la mesa de la cocina y en el centro de ella había dos humeantes pizzas mitad devoradas. Dos botellas de litro de cerveza de raíz estaban casi vacías. Su hermano Parker agarraba una posesivamente con un brazo y con el otro se llevaba a la boca un triángulo de pizza con pepperoni. Él gruñó. La pequeña Amber intentaba agarrar la botella con sus manitas grasientas. Ella se detuvo al ver a Jennifer y sus labios manchados de rojo se abrieron en una sonrisa. —¡Jefer!

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—Hola. —El saludo le hizo sentir más cálida y una súbita tristeza la embargó; como si estuviera a punto de entregar algo de su inocencia. Ella tomó el rostro de Amber, grasiento por la pizza, y la dio un apretón, esperando que eso hiciera que la tristeza en su interior se fuera. Era solo un beso, ella se recordó a sí misma, y lo estaba haciendo por una razón; para ser capaz de presentar en el escenario un beso creíble.

—¿Vas a comer? —le preguntó su papá.

—Nop. —Rápidamente Jennifer retrocedió hasta la puerta. Su estómago estaba revuelto y no quería tener aliento a ajo—. Tengo que estudiar. Regresaré. Eh. —Ella se detuvo, intentando sonar casual—. Vamos a estudiar afuera, al frente.

—¿Con este clima? —Su madre estiró el cuello para mirar afuera por la ventana, al patio trasero y los árboles que se mecían—. Está frío.

—Lo sé. Vamos a estar en la camioneta.

Ambos, su papá y su mamá, dejaron de masticar y la miraron. Sus mejillas estaban protuberantes por la comida. Su papá tragó. —¿Camioneta?

—¿Vamos?

—Sí. Es que no quería preocuparlos cuando vieran la camioneta roja y pues no supieran de quién es. —Ella se dio la vuelta.

—¿De quién es la camioneta?

Jennifer se detuvo. —De Alex Jesperson.

Sus padres intercambiaron una mirada de sorpresa. —Alex Jesperson, ¿el jugador de fútbol Alex Jesperson? —preguntó su mamá.

—Él mismo.

—¿Tú lo conoces? —preguntó ella.

Jennifer se encogió de hombros. Lo voy a conocer mucho mejor en unos cuántos

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minutos. La sola idea le hizo nudos en el estómago. —Sí. Él necesita ayuda con la clase de inglés.

Su papá volvió a comer, satisfecho con la explicación. —Muchos jugadores de fútbol no pueden ni leer.

Pero su mamá no estaba convencida. El escepticismo le atravesaba el rostro. —Bueno… —La fuerte pausa de su madre fue interrumpida por los quejidos de Amber para que le dieran otro litro de soda—. Es bueno que puedas ayudarlo.

Con el corazón tembloroso, Jennifer cerró la puerta delantera y desde el balcón observó a la lustrosa camioneta. Desde el interior de la cabina, Alex la saludó amigablemente con la mano y luego su dedo se curveó, haciéndole señas para que se acercara.

Ahora que ella estaba afuera, el frío le atacó y comenzó a caminar hacia la camioneta. Miró hacia la casa de John y luego hacia la calle. Como no vio el auto de él aparcado en la orilla, se preguntó dónde estaba; quizá se había quedado después del ensayo para ayudar a Chip, era algo que siempre hacía.

Dulces pensamientos sobre John la inundaron. Su rostro y todas sus familiares expresiones corrieron por su mente. Mientras se acercaba hacia lo desconocido, todo su cuerpo ansió la tranquilidad de estar con él.

Alex se inclinó sobre el largo asiento de al frente y abrió la puerta para ella. ¿Por qué se sentía como si estuviera parada en frente de las enormes y abiertas mandíbulas de un tiburón?

Sonriendo, él dio golpecitos al asiento. —Adelante, entra.

—Vaya. —Jennifer trepó y se metió en la cabina, pero sus pies resbalaron—. Tienes que ser un escalador de montañas para poder meterte en esta cosa.

Alex rió. Estirando los brazos, sus dedos agarraron fuertemente los brazos de ella y la atrajo hacia él. Jennifer soltó una risa nerviosa. Ahora yacía sobre su estómago a lo largo del asiento y su cabeza estaba sobre el regazo de él. Ella lo miró.

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Él sonrió de oreja a oreja.

Y luego la ayudó a sentarse.

Jennifer aclaró su garganta y presionó su rígida columna vertebral contra el espaldar del asiento. La calefacción botaba chorros de aire caliente en su cara y se sentía como si estuviera en un comercial de autos con un perpetuo viento soplando contra su pelo. De las bocinas brotaba un rock pesado. A ella le gustaba bastante esa banda, pero no creía que esa canción fuera particularmente romántica.

—¿Quieres cerrar la puerta? —Preguntó Alex, estirando su largo brazo sobre el espaldar del asiento.

—Eh, claro. —La cerró de un portazo y al cerrarla se sintió encerrada en una caja. En ese instante se dio cuenta de en dónde estaba y exactamente qué estaba a punto de pasar.

Alex se veía increíblemente cómodo y tranquilo, pensó ella con un poco de enfado. Sin duda ha hecho esto cientos, no, millones de veces. Él era el león y ella el gato. Aunque eran la misma especie, había todo un mundo de diferencias entre ellos.

Por un largo rato ellos se quedaron mirando el uno al otro. Finalmente Alex se movió estirando su largo y fornido brazo hacia ella. Ella se encogió contra la puerta.

Él sonrió. —No te asustes, Jenn. Todo está bien. —Su carnuda palma se enroscó alrededor del bíceps de ella y la jaló. Lo próximo que supo fue que se deslizó por el asiento hasta estar acurrucada contra él—. Así está mejor, —dijo él, mientras la envolvía con su brazo—. ¿O es que estas fingiendo estar asustada, ya sabes, para ponerme caliente?

Su respiración se aceleró. No, esto es real. Ella vio la cara de él, tan cerca que podía ver la pelusa rubia de cabello que recorría su barbilla como si fuera arena. Sus ojos claros brillaban. Ella nunca había notado cuán gruesos y anchos eran sus labios, que ahora estaban formando otra sonrisa perezosa.

—Sólo relájate —le dijo.

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—De acuerdo —respondió ella, pero las palabras apenas se oyeron.

—Estás demasiado tensa.

—Lo siento. —Él tiró de ella más cerca de él.

—Suéltate.

—De acuerdo —repitió, y se puso más rígida.

Él tomó su barbilla entre sus dedos y levantó su boca, mirándola. —Tienes unos labios hermosos.

—¿De verdad?

Asintiendo, su mirada se volvió más afilada. —Buenos labios. —Ella vio su boca descender hacia la suya y luego dijo—: ¿Qué hace que unos labios sean buenos?

Pareció aturdido por un momento. —Uh, bueno no lo sé. —Sus ojos volvieron a la boca de ella—. Flexibles. Amplios. Besables. —Sus ojos se oscurecieron, sus dedos le acariciaban el hombro—. Sexy.

Esta vez él buscó sus labios. Al principio ella retrocedió hasta que su cuello chocó con el brazo de él. Pero sus labios se habían adherido a los de ella. La parte firme de su pecho la pegaba contra el asiento. El calentador se había convertido en un infierno. Ella sudaba. Los labios de él eran cálidos y húmedos. No suaves como los de John, pero resbaladizos, moviéndose sobre su boca, tironeando y mordiendo. Ella dio un respingo, pero se lo tragó. Había oído hablar de lenguas, pero ¿dientes? Extrañamente, el duro esmalte de los dientes contra la suavidad de los labios envió una tensión vibrante a través de ella.

—Pon tus manos alrededor de mi cuello —susurró él.

Lo hizo. Sus caras estaban tan cerca que él era una mancha borrosa. Se tomó sólo un momento para mirarla directamente a los ojos antes de bajarlos a sus labios con otra mirada ansiosa. Ella se preguntó si él volvería a besarla.

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—¿Lo estoy haciendo bien? —le preguntó.

Él apenas asintió antes de inclinarse hacia ella. —Oh, sí. —Luego su boca estaba caliente sobre la de ella otra vez, disparándole calor enseguida, llenándola de llamas. Sus brazos se movieron sobre los de ella, y le inclinó la espalda por lo que estaban recostados en el asiento. A mitad de camino, Jennifer abrió los ojos. Los suyos estaban cerrados, con la luz reflejada de sus pestañas danzándole en las mejillas. Raro. Pero entonces, ¿qué es lo que esperaba? ¿Encontrarlo con los ojos abiertos?

El peso de su cuerpo-de-jugador-de-fútbol aplastándola hizo sentir a sus pulmones como dos pelotas aplastadas, siendo lentamente comprimidas. Ella volvió la cabeza, buscando aire, pero la boca de él siguió la suya. Un pequeño chillido nació en la parte de atrás de su garganta. Él se quedó quieto. Se levantó, mirándola. —¿Estás bien?

Ella inspiró hondo en busca de aire y asintió. Esa mirada de párpados caídos significaba que iría a por más; por lo que ella presionó sus manos contra los hombros de él. —Uh, ¿podemos tomarnos un pequeño descanso?

Él se congeló, dejando caer todo su peso sobre ella. Suspiró y asintió mientras se sentaba derecho, pasando sus manos por su cara.

Jennifer se enderezó y decidió que la posición de acostados no era para ella, al menos no en este momento, con este chico en particular. Y no estaba segura de que estuviera aprendiendo nada. ¿No había más besos que éste? ¿Ninguna técnica ni nada?

—Entonces —ella comenzó casualmente mientras se pasaba un mechón de cabello detrás de la oreja—. ¿Hay algo que deba saber? Quiero decir, tú sabes, ¿sobre cómo hacerlo?

Los ojos de Alex se abrieron. Extendiendo su brazo otra vez detrás de ella, sacudió su cabeza. —Lo estás haciendo bien para mí.

Pero no sé lo que estoy haciendo, pensó ella miserablemente. Seguramente, como con todo lo demás, esto podría ser aprendido. Se figuró que notó su desaliento, porque dijo. —De acuerdo, mira. Mantén tus labios húmedos, pero no demasiado mojados. Y abiertos. Nadie besa con los labios cerrados salvo en las blanco y negro.

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—¿Blanco y negro?

—Sí, las películas viejas. —Entonces se calló, mirando su boca como si fuera algo comestible y estuviera listo para un bocadillo. Los músculos de sus brazos se tensaron, enroscados alrededor del hombro de ella y la acercó para más.

—Te preocupas demasiado —le dijo con una sonrisa divertida. Bajó la cabeza y la besó de nuevo.

Ella se obligó a relajarse junto a él. Besar a Alex no era tan disfrutable como era besar a John. La colonia de Alex olía a almizcle, y llenaba sus fosas nasales con una esencia que casi la mareaba. Le dijo que mantuviera sus labios abiertos, pero los de él prácticamente babeaban. Cada vez que la empujaba hacia atrás el aire estaba húmedo y ella sentía que necesitaba una servilleta o a lo sumo su manga.

Aun así, por la manera en que se movía, estaba claro que él lo estaba disfrutando. A ella le agradaba saber eso. La gentil presión que él ejercía contra su cuerpo sólo aumentaba a medida que los minutos pasaban, como si él estuviera forzado por un poder que no pudiera resistir. Le daba a ella una sensación de poder femenino que nunca antes había sentido.

Entre toda la euforia, oyó el familiar sonido del motor de John de afuera.

La boca de Alex se movía como la de un pez, abriéndose y cerrándose, y ella no estaba segura de que se suponía que debía hacer en respuesta a eso. Abrir ¿Cerrar? ¿Mantener cerrada? Cuando él gemía cada nervio de ella se estremecía de gratificación. Alex la hacía sentir... triunfante.

El motor estruendoso de John se seguía oyendo desde afuera. Jennifer lo escuchó pasar en punto muerto por un momento antes de que acelerara un instante y luego muriera lentamente.

Cuando las manos de Alex comenzaron a moverse, sus ojos se abrieron de par en par. La alarma resonó en su cabeza. Ella no estaba lista para compartir nada más de sí misma con Alex y se retorció lejos de él, lanzando una rápida mirada a las ventanillas que estaban tan empañadas que pesadas gotas caían de ellas.

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—¿Qué? —él graznó.

—No puedo ver.

Él se veía bastante confundido. —¿Ver qué? Toda la acción está justo aquí.

Ella se sentó tan cerca de la puerta como pudo, inspirando hondo el aire denso que había. —Entonces, ¿crees que puedo hacerlo?

—Oh, claro que puedes. Vuelve aquí. —Inclinándose hacia ella, él sonrió. El brillo en sus ojos era tan obvio como un letrero de neón afuera de un club de strippers. Él quería besarla de nuevo. Con el poder del momento en sus manos, ella decidió intentar nuevas habilidades y se movió más cerca de él como si fuera una pequeña niña acercando su cara a una seductora flor que quería oler pero en la cual temía ver una abeja.

Alex parecía hechizado, capturado. Jennifer delicadamente presionó sus labios sobre los de él en un simple beso que lo dejó atontado.

Ella suspiró felizmente ante lo que había hecho. —Alex. Gracias. —Luego abrió la puerta y salió, tomándose una última oportunidad de mirarlo, estirado en el asiento, con los ojos cerrados, la boca fruncida y a la espera.

Finalmente, volvió a sentarse, suspirando fuertemente.

—Wow. Nos vemos Jenn.

Ella cerró la puerta con una sonrisa de secretos descubiertos. Cruzando el césped sus pisadas crujieron bajo las hojas caídas. El viento, que balanceaba perezosamente las ramas de los árboles, parecía estar aplaudiéndola, como si él también estuviera alegre por ella. Levantó la vista hacia el cielo negro y se quedó contemplando las estrellas brillantes.

Brillantes, como los ojos de Alex.

Su mirada vagó perezosamente de estrella en estrella hasta que cayó en el brillo de la ventana de la habitación de John. Se detuvo. Él estaba allí. Cuando notó que

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ella finalmente lo había visto, sus hombros se contrajeron. Luego se volvió, vanidoso, y la habitación quedó a oscuras.

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Capítulo 7

Traducido por Haruhi y Bautiston Corregido por Majo2340

ey tío, ¿qué pasa contigo? —John y Justin se dirigían a las taquillas tras un sudoroso sprint alrededor de la pista—. Si te hubieran cronometrado, tendrías como marca la mitad de tu récord.

John empujó las puertas dobles. Los más jóvenes, los niños más fáciles de impresionar, se mantenían respetuosamente detrás de él en la marcha del campo, y ahora él se desaceleraba con precaución. Como capitán del equipo de atletismo, cada niño en el programa physed de Pleasant View High School sabe que John obtuvo un título con el que reinó junto con el capitán de fútbol y el de baloncesto. Sus marcas habían llevado al equipo de atletismo a los concursos nacionales durante tres años consecutivos, ganando el título PVHS, algo que ningún otro capitán de equipo había logrado en la escuela. Debido a su estatus social, cuando John Michaels caminó a través de la sala la multitud se apartó. Por el contrario, cuando John estaba enojado, aunque fingiera una sonrisa, todo el mundo se daba cuenta.

John tiró de su camiseta empapada de sudor, sacándola sobre su cabeza y la hizo una bola entre los dos puños apretados, caminando a su taquilla. Justin hizo lo mismo.

—Así que, ¿qué pasa? —insistió Justin.

John se limpió el sudor de su cara con la camiseta.

-H

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—Nada. —No quería hablar con nadie, ni siquiera con uno de sus amigos, acerca de lo que había presenciado la noche anterior.

Los chicos más jóvenes que ya estaban en los vestuarios se tranquilizaron. La mayoría fingían que no escuchaban. Los despistados se levantaban y lo miraban.

—Colega, ¿dónde deberíamos almorzar hoy? —Justin abrió su taquilla, tres puertas más abajo de la de John.

La conmoción de la entrada en los vestuarios tenía a todos los niños prestando atención a Alex Jesperson, que venía seguido por media docena de jugadores de fútbol con los que había compartido el campo durante la PE. Se rieron y hablaron de Jennifer. Los ojos de John paseaban sobre ellos, desnudándolos con la mirada.

—Obtuviste mejores resultados que un astronauta, amigo. —Uno de los chicos dio una palmada en la musculosa espalda de Alex—. Fuiste a donde ningún hombre ha ido antes.

Los otros jugadores se rieron e hicieron una serie de llamadas de gato. Alex levantó los brazos fornidos hacia arriba en un gesto de victoria.

—Voy a enseñarle a Jennifer cómo se besa. Dale mi número —dijo alguien.

Vuelve a la realidad, cerebro de grasa —le dijo otro.

Alex sacudió la cabeza

—Ella es mía, tíos. No, lo digo en serio. Ella es territorio virgen. Me gusta eso.

—Tú tienes a Amanda

—Querrás decir que ha tenido a Amanda. —Los chicos se reunieron

—¿Y? —Alex lanzó una toalla sobre su hombro—. Esa chica tiene unos labios horribles para un primerizo.

—Eso todavía me saca de quicio. —Un hombre sacudió su cabeza sudorosa—. ¿Quién habría adivinado que la diva nunca había sido besada?

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Los músculos del estómago de John estaban apretados. Se paseaba por las taquillas, tratando de ponerse al tanto de la conversación, pero esta noticia le sorprendió. ¿Jenn nunca había sido besada? En su interior se sacudió con decepción. Alex la había besado.

Con las toallas blancas alrededor de sus cinturas, los chicos se dirigieron a las duchas. El vapor empañó la parte abierta de la habitación. Las toallas fueron arrojadas a los ganchos de fuera, y los chicos entraron en la ducha, sin dejar de reír y hablar. John robó la ducha junto a Alex.

Los dos se miraron entre sí y asintieron con la cabeza antes de meter la cabeza bajo chorros de agua caliente.

—¿Entonces ahora vas a por Jennifer? —El jabón le llego a John

Alex levantó su brazo derecho y se frotó la axila.

—Sí, se puede decir así

Jugar con Alex era más difícil que jugar con Romeo. La mandíbula de John estaba en tensión, pero fingió una sonrisa.

—Yo que pensaba que era a Amanda la querías

Alex inclinó la cabeza hacia atrás bajo el agua y luego sacudió el pelo como un perro.

—Oye, cuantos más mejor, ¿sabes?

—No mientas, tío. —Uno de los amigos de Alex estaba en la ducha de al lado—. No llegaste hasta el final. Ella sigue siendo virgen.

—No por mucho tiempo. —Alex se rió, frotándose el pecho con ambas manos resbaladizas—. Ella estaba caliente para mí. Y puedo hacer que se caliente otra vez.

La ira burbujeaba como un volcán a punto de estallar en el interior de John. Él pensó que superó su límite ayer por la noche cuando vio las ventanas de la camioneta

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roja de Alex con la densa niebla de la lujuria. Él casi había atravesado una de ellas con su puño.

Hasta la escuela secundaria, John sabía todo acerca de Jennifer, incluyendo el tipo de chicos que le gustaba. Pero eso, era otra niña, y él ni siquiera estaba seguro de si alguna parte de ella aún vivía en el interior de esta Jennifer. No importaba. Algo dentro de él despreciaba Alex por haberle hecho algo así a Jennifer.

Besarla en el escenario no contaba.

¿Qué pasó en ese camión, Jennifer estuvo de acuerdo? la idea revolvió el estómago de John con decepción. Y lamento. Giró la llave del agua y se frotó las manos duras por la cara. Entonces él tomó su toalla.

Jennifer tenía sólo cinco minutos para llegar a inglés. Tenía que encontrar a Rachel. Corrió entre los estudiantes, ignorando el corto tiempo entre campanas, vio a Raquel en la sala llena de gente. Tenía la cabeza echada hacia atrás en una risa y su oscuro cabello gobernante caía drásticamente por la espalda. Estaba rodeada de chicos, de los cuales ninguno era Alex, gracias a Dios.

Le abrieron el estrecho círculo para ella y Jennifer se deslizó con una sonrisa.

—Hola.

Ella fue recibida con respeto, un par de "Hey", y una palmadita en el brazo. Tal vez fue simplemente su imaginación, pero todo parecía como si fueran felices para ella. Como si acabara de ganar la lotería.

—Ya le verás más tarde, Rache —dijo Todd antes de salir. Cuando él se encogió de hombros, los muchachos lo siguieron.

Rachel se volvió, volcó su pelo oscuro por encima del hombro y comenzó a caminar hacia su próxima clase con Jennifer.

—Así que —dijo—, a la espera.

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—Así que. —Comenzó Jennifer. Los recuerdos de la noche anterior, emitían una bruma de ensueño en su cerebro—. Fue genial.

—Sí, Alex es muy sexy.

—Él me dijo que estaba. —Jennifer miró a su alrededor antes de inclinarse hacia Rachel, bajando la voz—, me dijo que estaba bien.

—Así que estás bien con todo, ¿verdad?

Jennifer asintió con la cabeza.

—Me pregunto si Alex me llamará. Él es un poco lindo.

—Whoa. —Rachel se detuvo, puso una mano sobre el hombro de Jennifer—. Espera un minuto. Nunca has dicho una palabra sobre Alex.

—Porque no nos habíamos besado antes

—Eso está fatal, cariño. Camino equivocado. —Rachel tiró a Jennifer a un rincón de la sala. La campana chilló en sus oídos, pero Rachel lo ignoró, con la cara apretada a Jennifer—. No pasó nada grave a noche, ¿no? Es decir, solo lo besaste, ¿cierto?

—Sí…

Rachel se relajó

—Bien. Por un instante me había preocupado.

—¿Por qué?

—Parecía que te gustaba Alex.

—Me gusta Alex.

—Pero no de esa manera.

—¿Por qué no de esa manera? Quiero decir, nos besamos anoche. Fue…

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—Jenn. —Rachel levantó los hombros y la miró a los ojos—. Fue solo FWB —amigos con beneficios—, nada más. Él, igualmente, está saliendo con Amanda Flandes.

El corazón de Jennifer se apretó. —Tienes razón. Los he visto juntos.

Rachel acomodó su pelo de nuevo y comenzó a irse a clase. —Hacerlo fuera es un deporte para la mayoría de los chicos, nada más, sólo por el gusto de hacerlo.

Cualquier sensación persistente en Jennifer de energía y euforia que hubiera tenido desde la noche anterior fue aplastada bajo el peso verdadero de las palabras de Rachel. Rachel estaba en lo cierto, se había sentado y discutido en torno a este tema antes, sólo que nunca la había afectado directamente por lo que no había pensado mucho en ello. Hasta ahora.

Demasiado decepcionada para decir algo más, se cubrió la desilusión con una sonrisa falsa. Pero estaba herida en su interior. ¿Qué esperaba? Fue una lección de tutoría, nada más.

—¿Tu y Alex alguna vez...? —preguntó.

—Hace mucho tiempo. No fue nada. Oye, nos vemos después de clase. Sanderson ya odia mis entrañas. Ahora voy a tener que hablar con el de otra llegada tarde.

Rachel corrió hacia la otra dirección, con el pelo oscuro volando detrás de ella.

El vacío estaba en todas partes, en el hall vacío, dentro del pecho de Jennifer. Pensaba que lo que pasó entre ella y Alex era importante, lección de tutoría o no. Besar era íntimo. Besar debe ser especial. Ahora se sentía estúpida.

Miró su reloj, eran quince lentos minutos. Estaba atrasada quince minutos. Por una vez no quería corregir las manecillas de su reloj, como si así pudiera volver todo atrás.

No se podía entrar desapercibidamente en una clase como la de la Sra. Tingey. Estaba de pie en la parte delantera del salón, en medio de una discusión sobre Orgullo y Prejuicio. Como de costumbre, tenía una animada discusión; las manos arriba, la voz alta. Una sonrisa en su rostro.

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Jennifer se deslizó dentro. Encogió los hombros a modo de disculpa a la Sra. Tingey y se acercó a su mesa en el lado opuesto del aula. Por supuesto, tuvo que pasar directamente en frente de John.

La Sra. Tingey no ponía tarde a menos que fueras obviamente un idiota que no hacía ningún esfuerzo para llegar a tiempo.

Jennifer buscó en su mochila su copia del libro. Tenía los ojos en la Sra. Tingey, pero vio a John por el rabillo del ojo, ligeramente vuelto hacia ella.

No tengo nada de qué avergonzarme, se dijo, pero se preguntó por qué encontrase con su mirada era difícil. Saco un bolígrafo y se lo puso entre los dientes, cruzando remilgadamente las piernas antes de sonreír a los pocos rostros esperando por ella.

Para demostrarlo, dio por casualidad una mirada a John. Normalmente, sus ojos de ópalo bailaban con alegría y confianza. Hoy eran tormentosos, trabados en los de ella desde el otro lado de la habitación.

Con un parpadeo, volvió a mirar a Ms.Tingey, haciendo caso omiso. Pero el agradable estremecimiento que su mirada causo dentro de su estómago se mantuvo.

—Vamos a conectar el capítulo que acabamos de leer con nuestras vidas. ¿Alguien?

Un chico en la primera fila se desplomó hacia delante en su escritorio. −Yo no conecte con él en absoluto.

—¿No es el capítulo donde Kitten se escapa y tiene sexo? —Freddy se recostó y se estiro.

—Su nombre es Lydia, —se burló Jessica detrás de él—. Pero no nos detengamos en detalles.

La clase estalló en risas, hasta que John habló, golpeando la sala silenciosa. —Creo que es interesante que Lydia este tan ansiosa por experimentar la vida, que esté dispuesta a huir con alguien de mala vida, todo porque tiene un título y grandes bíceps.

Miss Tingey agregó, —excelente observación.

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—Bueno —la sangre de Jennifer hervía a fuego lento—. Creo que es muy triste que su familia, sus hermanas, sus amigas queden bajo la sombra por que se sentía como que tenía que hacerse un nombre por sí misma.

—Oh, se hizo un nombre por sí misma —dijo John con un dejo de sarcasmo.

Freddy se echó a reír. —Sí, promiscúa.

Una risita recorrió el aula, pero el vapor del edificio la succiono en una respiración rápida.

—Bien. —Jennifer escondió su pelo detrás de las orejas y cruzó de nuevo las piernas—. He terminado el resto del libro, y me parece que, obviamente, Lydia pensó que tendría una relación. El tipo es el que la usó.

—Ese es exactamente mi punto, —dijo John—. ¿Por qué alguien que no tiene experiencia en algo confía en alguien que no sabe nada al respecto?

—Ese no era tu punto, —espetó Jennifer—. Tu punto era que crees que es malo para cualquier chica ir con alguien que no es socialmente aceptable. Lydia estaba siendo dirigida por su corazón.

—Hubiera sido mejor ser guiada por la cabeza.

—¿Al igual que los chicos siempre piensan con la cabeza?

—Sé que no lo hago —agregó Freddy y los chicos se rieron antes de caer en el silencio de nuevo.

—Lydia estaba siendo egoísta —continuó John como si Freddy no hubiera dicho nada−. Avergonzó a su familia y a sus amigos.

—Sus amigos no tenían derecho a estar avergonzados. Estaba haciendo lo que tenía que hacer.

—Esas son patrañas.

—Oh, espera, tienes razón —respondió Jennifer bruscamente.

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—No tenía que hacerlo. Quería hacerlo.

—Está bien. —Miss Tingey dijo frotándose las manos—. Vamos a cambiar la discusión. Vamos a entrar en relación de Elizabeth y el Sr. Darcy.

Jessica levantó la mano y la señorita Tingey parecía notablemente relajada de que la niña estaba contribuyendo. —Se aman el uno al otro, pero son… —levantó los dedos e hizo la señal de comillas—, demasiado orgullosos para admitirlo.

Esto enfureció a Jennifer ya que John parecía listo para luchar. Bien, vamos por un par de rounds más.

—Bueno, en realidad —dijo John en primer lugar—, en este momento de la historia lo siento Sra. Tingey, pero he terminado el libro, también. En este punto, el Sr. Darcy ya le pidió que se casara con él. Es Elizabeth quien tiene la cuestión del orgullo.

—Si el señor Darcy no hubiera actuado de manera egoísta al principio de la historia, —disparó Jennifer—, tratándola como si fuera un padrastro en el dedo, entonces no sería un problema.

—Pensé que habías dicho que terminaste el libro —disparó John en respuesta—. El Sr. Darcy termina salvando la reputación de su familia.

—Ya lo sé. Pero gracias por echar a perder el final para todos los que no lo han terminado.

—Está bien. —Esta vez Miss Tingey fue más firme—. Creo que todos estamos de acuerdo en que el Sr. Darcy resulta ser el clásico héroe literario romántico.

Jennifer rodó los ojos. —¿Por qué siempre los chicos de estos libros salen como héroes?

Las chicas estuvieron de acuerdo, pero los chicos comenzaron a burlarse.

—En el tiempo de Jane Austin, —comenzó John, su voz lo suficientemente fuerte para acallar las burlas—, mostrar una mujer fuerte como personaje principal era progresista. —Miró directo a la Sra. Tingey con ese aire de fresca confianza que causó que todos los demás estuvieran devotamente de acuerdo. Luego se enfrentó a

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la clase—. Pero todos sabemos que chicas buscar, cuando los chicos salvan el día.

La mano de John golpeó contra la de Freddy en aprobación. Los chicos rieron conformes. La mayoría de las chicas se sonrojaron y sonrieron al comentario, sabiendo que era lo que John había dicho. Salvo Jennifer. Ella lo miró y murmuró: —Alguien tiene un complejo de Superman.

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Capítulo 8

Traducido por flochi, Dani, Sheilita Belikov

Corregido por nella07

hip y Principal Ackerman pensaron que era una buena idea si el elenco tenía una competencia. Quien vendiera más boletos para la obra, conseguiría un día de escuela con ausencia justificada. En su casillero, Jennifer cambió de

libros para las clases. Notó un trastorno bajando por el pasillo junto al casillero de John. Era una broma que siquiera tuvieran esta competencia.

Todos sabían que John ganaría.

Cerró la puerta de un golpe y empezó a caminar hacia la burbuja que lo rodeaba. Había sido tan estúpido en la clase de Tingey; ella sólo deseaba hacerlo parecer como un idiota frente a este culto de lemmings3.

Su sonrisa eléctrica se emitía a través de los cuerpos contoneándose en la multitud. Su corazón dio un vuelco, ya sea si ella lo quisiera o no. Su cabello oscuro estaba despeinado y desordenado, como si acabara de salir del viento, y sus ojos eran como llamas ardientes contra el blanco de la remera que usaba.

—No me diste tu nombre —dijo, inclinándose hacia abajo para poder hablarle a una chica menuda en el grupo. Escribió algo en su libro de boletos, sonrió con esa sonrisa

3 Lemmings: roedor del norte de Europa

C

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brillante suya, y le tendió a la chica un boleto—. Toma. Gracias, Gretchen. Nos vemos en el espectáculo.

Gretchen y sus amigas salieron de la multitud, brillando como si hubieran conseguido el autógrafo de Johnny Depp.

—¿Cuántos quieres, Chris? —John le dio unas palmadas a un chico que todo el mundo llamaba “Runt4”. Runt medía más de seis pies pero no jugaba baloncesto porque era desgarbado y tan falto de coordinación como una jirafa drogada. Su rostro parecía como si hubiera sido atrapado en una wafflera. Nadie sabía cómo Chris Sorenson había conseguido las cicatrices, pero las espantosas marcas lo dejaron con unos cuantos amigos.

Mucho antes de que John se convirtiera en John, era amable con Runt. Jennifer recordó ver a Chris en la casa de los Michaels. John y Runt se la pasaban en el patio trasero mientras John cortaba el césped, los dos reflexionando sobre el carnaval anual de los Días de la Fresa5 cada junio. Y cuando iban a los bailes, siempre se aseguraba que Runt no se quedara apoyado contra una pared oscura en alguna parte.

Le impresionó a Jennifer que, incluso ahora, cuando todo lo hermoso y socialmente aceptable estaba disponible para John, tuviera tiempo para Runt.

—Si necesitas un aventón esa noche, déjamelo saber, —John arrancó un boleto y se lo dio a Runt. Runt asintió y siguió su camino.

—¿Es cierto que besas a Julieta en la obra? —preguntó una chica. John alzó la vista del boleto que estaba escribiendo y le hizo un rápido guiño.

—Lo es.

La chica miró a sus amigas con una sonrisa brillante. —¿Cuántas veces? —preguntó ella.

4 Runt: alfeñique, mequetrefe

5 Días de la Fresa: celebración de 8 días que consta de carnaval, desfile, eventos deportivos, etc.

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Las mejillas de John se ruborizaron. Jennifer sintió las suyas hacer lo mismo. —Supongo que tendrás que venir y verlo por tu misma.

—Oh, ahí estaré. —La chica le entregó a John su dinero. John lo tomó y robó otra mirada rápida por el pasillo donde Runt se había ido.

—Soy Kimmy —dijo la chica. Sus amigas recitaron sus nombres.

John le dio a cada una un gesto de reconocimiento. —Vendrán a la obra, ¿verdad?

Por supuesto que lo harían.

Jennifer dejó escapar un suspiro. Su talonario de boletos estaba dentro de su bolsillo. Nunca los vendería todos.

Después que las chicas se fueron, John pareció verla. No sonrió, más bien envió otra mirada cortante como las que le había enviado en la clase de la Srta. Tingey. Quiso decir algo fantástico, algo que derribara una mueca. Pero no pudo encontrar nada en su corazón, latiendo tan rápido ahora que él la había sujetado con su mirada de ópalo.

—John. —El Sr. Daniels, el maestro de civilización occidental, estaba dirigiéndose hacia él y John finalmente apartó la vista. Él sonrió y le extendió una mano.

—Hola, Sr. Daniels. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Podría usar tu ayuda durante un minuto en mi salón de clases. —El profesor ligeramente encorvado se dio la vuelta y empezó a bajar por el pasillo del mismo modo que había venido. John miró su reloj antes de irse tras él—. He escuchado que tienes boletos para la obra. —El Sr. Daniels hurgó en su bolsillo delantero y sacó una billetera de cuero marrón.

—Claro que sí, señor.

—Dame seis. Traeré a la familia.

—¿Tiene cuatro hijos? Wow. —John escribió en su libro de boletos y siguió al Sr. Daniels.

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Jennifer fue a su siguiente clase.

John estacionó en entrada y miró hacia la casa de los Vienvu. La insistente curiosidad todavía lo acosaba. Su mente no podía dejar de transmitir imágenes de la camioneta roja, las ventanas empañadas, el fanfarroneo en el vestuario que había escuchado de Alex. ¿Sabía Jennifer que había sido material de cotilleos en la ducha? Ella odiaría eso.

Miró su reloj. No había mucho tiempo antes que tuviera que estar de regreso en la escuela para el ensayo final. Tenía tiempo para cenar y eso era todo. Cualquier estudio tendría que ser metido a presión entre escenas.

Dentro de la casa, John olio albahaca, ajo y cebolla. Su madre había hecho su comida favorita —lasaña. Nunca la hacía a menos que hubiera invitados, el pan enorme que ella horneaba lo hacía suficiente para dos familias. Fue directamente a la cocina y la encontró inquieta sobre un tazón grande lleno de colores verdes.

—John. ¿Qué te pasó el día de hoy?

Se dirigió al refrigerador. —¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que te olvidaste de la cita de la prueba de conducción de Elise.

Los dientes de John rozaron su labio inferior. Una ola de culpabilidad lo ahogó. —¿Lasaña? —Quiso cambiar de tema—. ¿Quién viene a cenar? —Sacó un cartón de jugo de naranja y bebió.

—Consigue un vaso.

—Ah. —Devolvió el cartón al refrigerador con un suspiro.

—Los Vienvu.

La mano de John se congeló sobre el asa del refrigerador. —¿Esta noche?

—Ahora mismo. —Su madre alcanzó la sal y el pimiento.

John miró su reloj. —¿Papá está en casa?

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Janice Michaels hizo un gesto hacia la sala. Eso significaba que su padre estaba en la oficina, trabajando. También quería decir que su padre estaba bajo presión. Nunca llevaba trabajo a casa a menos que no fueran bien las cosas en oficina.

—No estaba feliz sobre tener que llevar a Elise —advirtió su madre.

Él podía evitar un encuentro con su padre cara —a— cara, ya lo había hecho antes.

Pero eso era cobardía y su padre lo llamaría. Había algo en ser el primero en decir lo siento. John lo resolvió, pondría este descabellado juego de ajedrez de disculpas en jaque mate, para su beneficio.

Se aventuró por el pasillo oscuro a la puerta abierta de la oficina y se asomó. Su papá estaba sentado sobre el escritorio, ahondando en un montón de papeleo. John dudó antes de aclarar su garganta. La cabeza oscura de su papá se volteó. Un pequeño ademán fue todo lo que le concedió su papá antes de volver a su trabajo nuevamente.

John esperó por un momento más, sin saber si él lo llamaría para entrar y le gritaría debido a su olvido de la cita de Elise. Alta tensión mantuvo a su padre pegado a su trabajo. John deseó que hubiera algo que pudiera hacer para ayudarlo, pero sabía muy poco sobre inversiones de valores. Todo lo que sabía era que cuando el Mercado de valores subía y bajaba, el estado de ánimo de su padre a menudo lo seguía.

A John le alegró que los Vienvu fueran a cenar. Si alguien podía conseguir sacar a su papá de la rutina de humor, ese era Randy Vienvu. Los dos hombres eran más como hermanos que vecinos. John pensó en Jennifer entonces, en ellos dos. No importaba cuán cercanos hubieran estado, ya no eran más tan cercanos.

Él quiso cambiarlo, pensó que así era hasta que llegó Alex.

—Recibiste otra carta —le dijo su madre cuando pasó por la cocina en su camino hacia arriba. Su estómago se apretó. Ella señaló hacia un sobre rosado que yacía sobre el mostrador.

Casualmente, extendió su brazo para tomarlo. La caligrafía era diferente esta vez.

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—¿Quiénes son esas personas que te escriben? —Janice fue hacia la estufa, con guantes para el horno en sus manos.

Se encogió de hombros. —Sólo amigos. —Metió la carta en su bolsillo trasero. Antes que ella pudiera preguntar nada más, se dirigió hacia arriba. Había estado recibiendo cartas de chicas ya hace un tiempo, un cosa muy, muy extraña. Algunas eran anónimas, llenas de expresiones de amor, dulce poesía, e incluso con cosas obscenas. Otras eran invitaciones a llamarlas o a una cita. Las declinaba, avergonzado de reconocer toda esa atención.

Las llamadas telefónicas eran las peores. Cómo chicas al azar conseguían su número telefónico, era un misterio que se imaginaba que nunca conocería la respuesta. La mayor parte de las chicas quería hablar con él: preguntarle si tenía novia, si quería pasar el rato, cuáles eran sus cosas favoritas. ¿Usaba bóxers o calzoncillos? Un escalofriante estremecimiento bajó por su espalda.

—Definitivamente lo lograrás. —Su hermana, Elise, salió de su habitación y fue hacia el pasillo con una sonrisa que reconocía bien: venganza.

Pasó a su lado y continuó hasta su cuarto.

—En tu urgencia por ser el próximo Zac Efron, hoy tenías que hacerte un tiempo para llevarme a mi prueba de conducir. Papá tenía que hacerlo y está enfadado.

Unos cuantos hechos hicieron que John se convirtiera en alguien desconfiado. Creció aceptando lo que sea que se cruzara por su camino, primero para probarle a su padre que podía hacer cualquier cosa, luego para probarle a todos los demás que podía.

Había visto la mirada cansada en el rostro de su padre anoche, y había contribuido a ese cansancio.

—Estaba tan molesto —continuó Elise, tan cerca que casi pisaba sus talones—. Ya estaba molesto cuando llegó a casa del trabajo, pero esto simplemente lo empujó sobre el borde. Sabes cuán mal están las cosas en este momento. No puedo creer que lo olvidaras.

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John se dio la vuelta, mirando a sus ojos sorprendidos. La sorpresa sólo duró un segundo antes de convertirse en el puro placer del poder entre hermanos. Elise sonrió ampliamente. Los dedos de John se doblaron y desdoblaron. Así fácilmente podría empujarla. La tentación era más de lo que podía resistir después de escuchar a Alex en el vestuario, manteniendo su temperamento a raya.

Con una mano, la empujó.

Apenas se meció sobre sus talones, pero sus ojos verdes llamearon, su largo cabello negro balanceó sobre sus hombros. Lo empujó de vuelta.

Quería demasiado volver a empujarla, con más fuerza esta vez. Estaba lleno de culpa por decepcionar a su padre.

Elise puso su rostro petulante cerca del suyo, provocándolo con una sonrisa sarcástica. Antes de que hiciera algo de lo que se arrepentiría más tarde, se dio la vuelta y fue hacia su habitación.

—Eres un cobarde —gritó Elise detrás de él.

Entró al santuario de su cuarto y cerró la puerta de golpe. Ella nunca se atrevería a seguirlo dentro; era una regla en su casa que nadie era permitido en el espacio del otro a menos que fuera invitado. Desde luego, su hermana menor, Katie, nunca seguía esa regla. La habitación de John era su refugio en las estruendosas noches cuando sus padres estaban lejos.

Elise entró en su cuarto unos meses atrás cuando la alarma de seguridad se encendió a las dos de la mañana. Katie estaba histérica, pegándose a John y Elise mientras los tres se escondían en su habitación. Pensó en como las había calmado, les había dicho que estaba seguro de que sólo era un fallo en el sistema. Elise sostuvo a Katie sobre su regazo, de pie en su puerta mientras él había ido sigilosamente a revisar la casa en busca de intrusos, con un bate de béisbol en la mano.

El recuerdo ahora trajo una irónica sonrisa a su rostro y cruzó la habitación hacia la ventana.

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Chicas.

Miró hacia la ventana de Jennifer. Ninguna luz brillaba desde detrás. Era verdad, quisiera Jenn admitirlo o no. Las chicas se derretían cuando los chicos eran héroes.

John se sentó al lado de Jennifer mientras la familia Vienvy y la familia Michael formaban una línea alrededor del mostrador de la cocina de los Michaels para servirse de la lasaña, crocantes ensaladas verdes y los suaves palitos de pan que estaban a disposición.

Ella saludó amablemente cuando entró, pero sabía que estaba fingiendo. El saludo no era dirigido a él. Ni siquiera lo había mirado. Se imaginaba que todavía estaba molesta con él por la clase de Tingey.

Cuando eran menores y peleadores, lo había ignorado por unos días lo que se hizo tortuosamente largo y aburrido hasta que hicieron las paces y fueron amigos otra vez.

Se inclinó hacia su hombro mientras hundía la espátula en la lasaña, cortando un trozo. —Es algo bueno que ambos estemos comiendo ajo esta noche. —Sonrió abiertamente cuando lo miró. Una chispa de algo desconcertante destelló en su rostro. Se preguntó por qué, cuando lo que hacían los dos sobre el escenario no era nada comparado con lo que sea que tenía cuando empañaba las ventanas de la camioneta de Alex.

Los celos le robaron el apetito que tenía, pensando en ella y Alex, dejándolo con una amargura persistente. No podía ayudar excepto notar la secreta sonrisa tirando de sus labios. Estaba bastante seguro de que no era la ensalada que estaba echando en su plato lo que la estaba causando.

Probablemente estaba pensando en Alex.

Frustrado, extendió su brazo a su alrededor y cubrió su mano con la suya mientras ella sostenía las tenacillas para la ensalada. Sus ojos se encontraron. Le robó las tenacillas, como si el hecho pudiera robar lo que sea que la estuviera haciendo reír.

—¿Disculpa? —Las cejas de Jennifer se levantaron.

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—Parecía que necesitabas un poco de ayuda ahí. —Con una mirada hacia su padre, John amontonó una pila de verduras sobre su plato. Sus mejillas se ruborizaron cuando su padre lo observó—. ¿Suficiente?

Lucía herida por su insinuación. —Más que suficiente. Tengo seis trajes que me tienen que quedar bien.

—Y no tendrás un problema… comiendo ensalada.

—Pero debería pasar de la lasaña, ¿es eso?

—No. Santo cielos. —Ahora estaba en problemas.

—¿Seis cambios de vestuario? —Janice Michael miró hacia Jennifer desde el otro lado del mostrador, dónde estaba vertiendo Kool Aid en copas plásticas.

Jennifer asintió y tomó un palito de pan. Lo sostuvo bajo la nariz de John. —¿Está bien contigo si como uno de estos?

John forzó una sonrisa, observando a Jennifer cruzar la habitación hacia un lugar en uno de sus sillones de cuero color tostado. Se sentó y le disparó una sonrisa.

—¿Cómo están yendo los ensayos, Jenn? —Habiendo terminado de verter Kool Aid, Janice siguió con su plato—. Nunca consigo mucha información de John. Tú sabes como es.

Las familias se reunieron en los sillones con forma de L, dejando sus platos y bebidas sobre la mesa de centro de madera oscura encajada al final de la formación.

—Están yendo genial. —Jennifer cortó su lasaña con esa misma sonrisa todavía sobre su rostro. John pensaba que si estuviera un poco más satisfecha explotaría. Ella amaba cuando sus padres le hacían preguntas en vez de a él. ¿Quiere jugar? Está bien. Se sentó a su lado, sólo en caso de que necesitara ponerle el talón sobre su empeine.

—John ahora me besará —anunció Jennifer. La habitación se tranquilizó. Masticó con una sonrisa, mirando al rostro de sus padres de la forma que sólo ella podía, una

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forma que John no podía negar que era linda, como un cachorro que acababa de mordisquear tu zapatilla favorita pero no puedes resistírtele.

—Lo hará, ¿en serio? —Mitchell miró a John—. ¿Estás siendo un caballero?

John tranquilizó a su padre con un asentimiento antes de enviarle una mirada con los ojos entrecerrados a Jennifer.

—Oh, está siendo un caballero. —Jennifer pinchó una hoja de lechuga con su tenedor—. Sabe que lo mordería si no lo fuera.

Todos se rieron menos el hermano pequeño de Jennifer, Parker, y la hermana pequeña de John, Katie, que hicieron una mueca.

—Deberías. —El placer en la voz de Elise era innegable—. Yo lo haría. No a John, que morboso. Pero si tuviera que besar a un chico y por alguna razón no me gustara, lo mordería.

—Eres retorcida —le dijo John.

—No tan retorcida como tú —replicó Elise.

—Oigan. —El tono de Mitchell les advirtió que pusieran fin a la pelea entre hermanos.

—Todavía no puedo creer que los dos sean los protagonistas. —Randy tomó un sorbo de su bebida—. ¿Quién lo hubiera pensado? Debe ser extraño, se han conocido durante tanto tiempo.

—Me imagino que eso lo hace más fácil —comentó Mitchell.

Lejos de ello, pensó John. La incomodidad sudorosa se hundió hasta sus huesos. La lasaña en su estómago se asentó en un cúmulo no digerido. Puso su tenedor en la mesa y dejó salir un fuerte eructo. La habitación estalló en el tipo de risa natural que viene con la familiaridad. Él sonrió, presionando el puño en su pecho cuando otro, aunque más débil eructo, salió.

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—Saben, en Tonga —comenzó Mitchell, y todo el mundo se unió a él, terminando la frase al unísono—, cuando eructan se considera un cumplido para el chef.

—Esto está exquisito, Jan —le dijo Maggie a Janice. Las dos madres estaban sentadas codo a codo en el sofá—. Como de costumbre.

En ese momento, las cabezas de las madres se juntaron en una charla en voz baja al igual que Randy y Mitchell. La vista le dio a John una sensación de alivio al ver la cara de su padre relajada un poco, aunque sólo fuera temporalmente.

Jennifer tomó otro bocado. John tomó otro trago.

Reuniones como ésta habían sucedido desde que Jennifer podía recordar. ¿Por qué entonces, se sentía como si estuviera sentada al lado de un extraño?

En su corazón echaba de menos lo que habría ocurrido después de la cena, si hubieran sido menores. Ellos habrían ido a alguna parte en el vecindario y creado una aventura como de indios cautivos u hombres de montaña.

Una sonrisa brotó en sus labios recordando los días en los que habían jugado en "cabañas" que habían hecho a partir de materiales sobrantes de obras en construcción en las estribaciones más bajas a las afueras de sus puertas traseras. Las casas se hallaban en el lugar ahora, y eso era en cierto modo triste.

—¿Recuerdas cuando hicimos las cabañas? —Estaba pensando en voz alta más que instigando una conversación. John asintió con la cabeza—. La tuya tenía que ser más grande, por supuesto —añadió, mirándolo.

Él extendió su mano hacia su palito de pan. —Sólo estás celosa porque terminé la mía primero.

—Porque utilizaste las mejores cosas y me diste las sobras.

Las mejillas de John sobresalían mientras masticaba y sonreía. —Bueno, está bien, tal vez lo hice.

—No hay tal vez aquí.

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Después de que tragó dijo: —Sí, pero tú eras la única con la alfombra.

—Era del color del vomito podrido. —Los dos se rieron.

—Yo no conocía el vómito podrido.

—Bueno ya lo haces.

Jennifer puso su plato a un lado porque estaba terminando de comer, y recordar viejos tiempos aligeraba la tensión invisible entre ellos. —Todo el mundo estaba muy celoso de nuestras cabañas. Todos querían entrar.

Aun masticando el último bocado de palito de pan, John asintió. —¿Recuerdas nuestra ceremonia de iniciación? La forma en que hicimos que todo el mundo se tocara las lenguas, pero nadie quiso mezclar sangre.

—Excepto nosotros. —Jennifer pensó entonces lo increíble que era que tuviera un poco de él en ella debido a ese único ritual de la infancia. El pensamiento envió una agradable agitación alrededor de su corazón.

John puso su plato a un lado y tomó su mano, volviendo la palma hacia arriba. El calor de su piel envió un cosquilleo por su brazo. Con la otra mano, su dedo delineó la pequeña línea que unos ocho años antes había cortado con su navaja de bolsillo. —Todavía la tienes.

Ella retiró su mano, llevando sus ojos a los suyos.

—¿Tú, no? —Ella tomó su mano, y él de buena gana la abrió para ella. En el lugar exacto donde su línea estaba, él tenía una igual. En lugar de tocar la cicatriz, sólo la miró en la luz, la línea recta haciéndola recordar ese día.

Él se había cortado primero, asegurándole que no había nada que temer. Los otros niños sentados alrededor de la cálida e improvisada cabaña permanecieron en silencio cuando el cuchillo entró y sangre escarlata brotó en gotas por la palma de John. Él apenas hizo una mueca de dolor y Jennifer sabía que era porque estaba siendo observado. Pero también sabía que si él podía hacerlo, ella podía hacerlo.

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Valientemente puso su mano en la suya. Él hizo la pequeña incisión. Cuando su sangre brotó, jadeó. Entonces él la miró con esos ojos brillantes como joyas resplandecientes. Lentamente, tomó su mano y presionó sus palmas juntas.

Jennifer no podía recordar las palabras que él había dicho entre dientes, pero recordaba una ligera sensación de escozor en el lugar. Recordaba que él la había mirado durante la declaración.

Ella todavía estaba sosteniendo su mano cuando el recuerdo la dejó, mirando su pulgar que frotaba distraídamente su palma. Su mano estaba completamente inmóvil en la suya, y ella levantó sus ojos a los suyos. El ángulo de su mandíbula estaba contraído. Su mirada estaba estrechada sobre su rostro, manteniéndola perfectamente inmóvil.

—Probablemente es mejor que nos vayamos —su voz era un poco áspera.

Los dedos de Jennifer se aflojaron alrededor de su palma y él la retiró, rozando sus manos. —No podemos llegar tarde —ella agarró su plato vacío y se levantó—. Chip nos va a matar.

John se unió a ella. —No nos puede matar, somos las estrellas.

—John. —Su madre estaba en la cocina con Maggie, las dos mujeres comenzando a limpiar—. Vas a tener que conseguir un aventón al ensayo.

—¿Por qué no puedo tomar el coche?

—Porque no vas a usarlo durante algunos días —interpuso Mitchell, interrumpiendo su conversación con Randy. La miserable mirada de disgusto en los ojos de su papá provocó que a John se le hiciera un nudo en el estómago. Él sabía que no debía entrar en una discusión en ese momento, pero odiaba quedar a merced de los demás para transportarse. Sus padres no tenían idea de lo que eso significaba para él.

Miró a Jennifer, tenía la cabeza inclinada en esa forma de lo—sé—todo y lo—tengo—todo que hacia cuando él estaba atascado y ella era la única con una cuerda a la vista para sacarlo.

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—Jenn te llevará, ¿verdad, Jenn? —dijo Maggie.

Los labios de Jennifer se curvaron en una sonrisa que se encontraba en medio camino entre perversa y linda. —Claro, Maggie. Estaría más que feliz. —Jennifer se inclinó hacia él, la sonrisa en su mayoría perversa—. Pero él mismo me lo tiene que pedir.

John apretó los dientes. —Llamaré a alguien más.

—¿Vas a molestar a alguien más sólo para no tener que pedirme que te lleve?

—Sí. —Él llevó su plato a la cocina y lo dejó caer en el fregadero.

—No hay problema. —Ella dejo caer su plato después del suyo—. Inténtalo con Fletcher. No le importará venir todo el camino hasta aquí para darte un aventón.

—¿Por qué no simplemente lo llevas? —preguntó Maggie.

John estaba en medio de fuego amigo, y no quería que lo bombardearan. —Bien.

—¿Perdón? —Jennifer inclinó la cabeza hacia él.

¿Qué era este juego que jugaba a su costa? No le gustaba, y entornó sus ojos con la promesa de venganza. —Ya me escuchaste.

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Capítulo 9

} Traducido por Little Rose, y SOS por cYeLY DiviNNa

Corregido por nella07

speraría al momento indicado para vengarse. Condujeron hacia el ensayo escuchando la radio porque no pudieron ponerse de acuerdo en qué CD escuchar. John pensó que les gustaría la misma música, pero mientras buscaba en la masiva colección de CDs que ella tenía y notó cuántos eran de música

punk, recordó que las cosas entre ellos habían cambiado.

Cerró la carpeta de cuero negro con un suspiro y miró por la ventana. Por un momento se debatió sobre la venganza. Necesitaba una llevada a casa más de lo que necesitaba salvar su orgullo devolviendo el golpe.

Ella estacionó en el sector de estudiantes. John estaba aliviado de que no hubiera nadie alrededor, a pesar de que había media docena de autos allí estacionados.

—¿Estás bien? —preguntó Jennifer. Estaban parados costado con costado. Había estado tan callado durante el viaje que a ella le había intrigado.

—Sí, estoy bien. —Respondió, pero sin levantar la vista del asfalto.

—Podríamos matar a todos con nuestras respiraciones. Tengo chicle ¿quieres un poco? —preguntó, esperando poder animarlo al cambiar de tema.

—Sí.

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Ella rebuscó en su cartera. Su silencio la molestaba tanto que su propio estado de ánimo empezó a decaer. Parada frente al edificio presionó un chicle contra su palma abierta. Los ojos de él cayeron en los de ella con algo que no terminó de comprender pero causó una punzada en su corazón.

Las puertas del lugar se abrieron de par en par. Media docena de miembros del casting salieron en tropel, como si el lugar estuviera lleno con docenas de fuegos artificiales, que brillaban estallaban y chillaban al mismo tiempo. La excitación y la energía vibraban. Todos pusieron su atención en John, metiéndolo en el edificio en una marea de conversaciones, risas y murmullos de buen humor.

Jennifer se quedó atrás, sacudiendo su cabeza. No le gustaba cuando las chicas se colgaban así de él. Incluso los chicos lo acosaban. Le recordaba a cuando ella y John eran niños y veían a las hormigas negras llevarse a una pobre mosca bajo tierra.

—Jenn —susurró Lacey.

Jennifer se detuvo detrás del escenario en su traje más sexy e incómodo esperando a que le tocara entrar. Todo el vestido era de terciopelo, como si se hubiera adherido a él del cuello a los tobillos.

El disfraz de Lacey tenía solo una tira de terciopelo en el sostén. Las mangas eran de muselina —mucho más genial que el de ella. Eso la desconcertaba, y su tono lo demostró. —¿Qué?

—Nunca adivinarás quién está ahí afuera. —La sonrisa de Lacey era burlona.

Jennifer se abanicó con las manos. No podía importarle menos. —Sólo dime.

—Alex Jeperson. Y ha traído a la mitad del equipo.

Los ojos de Jennifer se abrieron de par en par. Corriendo la cortina, espió un poco. Era seguro, a la mitad del auditorio estaban Alex y lo que parecía la primera formación del equipo de fútbol. —¿Qué está haciendo aquí?

—Supongo que vino a vernos. —Lacey se ajustó el vestido, bajándose el ya muy bajo escote.

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Mirando a los pechos salientes de Lacey, Jennifer dijo: —Lace, van a salir despedidas de eso.

—Ése es mi plan. Dar una pequeña muestra, promocionarme un poco. ¿Sabes? —Cuando Lacey vio a Jennifer rodar sus ojos añadió—. Hey, no hay suficiente para todas, no seas una cerda. —Con eso, Lacey hizo su gran entrada.

Jennifer miró a la audiencia. Tenía unos pocos minutos antes de que tuviera que aparecer en escena y se preguntó si debería avisarle a Alex. ¿Pero qué? Rachel le había dicho que lo de besar no era más que un deporte.

—¿Tu novio vino a ver? —No había rastro de burla en el tono de voz de John que venía desde detrás de ella.

Jennifer se dio la vuelta.

—No es mi novio. —Un destello oscuro cruzó sus ojos. Él soltó una risita—. ¿Qué? —preguntó ella, enojada y curiosa.

—Eso no es lo que él anda diciendo.

—¿Qué? ¿Qué anda diciendo? —Arqueando sus cejas, ella lo llevó hacia adentro—. Dime.

—Sólo que ustedes habían —tú sabes.

—No. No lo sé. Ahora, ¿qué es lo que está diciendo exactamente? —Las voces resonantes de los que estaban actuando en escena zumbaban en el aire. Él no dijo nada, sólo la observó. Ella sentía el olor a menta del chicle que había compartido con él más temprano.

Ella volvió a tironearlo de la manga que aún sostenía en su mano. —John vamos, dímelo. —Su mente corrió a través de los posibles rumores que un tipo como Alex Jesperson podría crear con la facilidad con que se sonaba la nariz.

—No sé. —John largó un suspiro pesado.

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—Lo sabes y no me lo dices. Dímelo.

Sus ojos se fijaron en los de ella. —¿Por qué? Sabías lo que hacías cuando hiciste lo que sea que hiciste con Alex.

John liberó su manga. Volvió a correr el telón negro y desapareció en la conmoción que había detrás de escena.

Estoy rodeada de idiotas, pensó Jennifer. Pero su descontento era auto-infligido, un resultado de la noche que había pasado experimentando con Alex. John tenía razón, ella debía aceptar las consecuencias, cualesquiera que fuesen.

Pero una vez que los rumores estuvieran ahí fuera, serían tan inalcanzables como una bandada de pájaros salvajes.

Hizo su camino hacia Alex porque aún tenía tiempo antes de la escena de la “boda” con John.

Alex se sentó derecho, los ojos le brillaron y ella casi olvidó por qué había ido allí. Era bastante bonito. Era sencillo recordar cómo la había hecho sentir aquella noche, toda vibrante y cálida por dentro.

El resto del equipo la miraba con la fascinación que se ve a alguien completamente diferente gracias a la magia de la actuación.

Ella pasó entre la gente que llenaba los asientos hasta llegar a Alex y se sentó a su lado.

—Ey, te ves increíble —le dijo.

—Gracias.

—Incluso tu disfraz es clásico. Genial.

—Alex, tenemos que hablar. ¿Podrías esperarme después del ensayo?

—Seguro.

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Un chico detrás de ellos se aclaró la garganta. Alex miró hacia atrás. —Uh, no creo que pueda quedarme tanto. Es una obra muy larga ¿sabes?

—Sí, lo sé.

—¿Qué tal si hablamos ahora?

—Debo estar en el escenario en cinco minutos.

Él se inclinó y la sorprendió con un beso. Ese movimiento la tomó desprevenida. Sus ojos se abrieron de par en par, y abrió la boca. —Tan bueno como recordaba —él dijo.

Jennifer se sonrojó. Apostaba a que sus mejillas estaban sonrosadas. Una rápida mirada y notó que todo el equipo había visto el beso. John estaba en el escenario parado, mirando. —Lo que ocurrió entre nosotros solo fue por diversión, lo sabes ¿verdad?

Alex se encogió de hombres y asintió.

—Mejor me voy —ella dijo y se puso de pie.

—Sí. —Alex le dio una mirada encantadora. Ella volvió a pasar entre las rodillas de sus compañeros, y fue hacia el pasillo.

John desapareció detrás de la cortina, sin duda preparándose para su escena juntos. Su corazón latía como si fuera un ave enjaulada en su pecho.

Romeo y Julieta huyeron a un hermoso y recluido jardín para casarse. Nadie sabía de eso excepto el Fraile Lawrence. Allí intercambiaron votos y pidieron por un futuro pacífico.

Chip los había puesto a los tres cerca del borde del escenario, de frente a la fuente artificial que largaba agua falsa. John y Jennifer estaban arrodillados, cara a cara mientras Chess Wiesman, que representaba al Fraile Lawrence, estaba parado frente a ellos, con una falsa Biblia en las manos.

Chess bajó la Mirada hacia ambos con el asentimiento aprobador de un Fraile.

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—Bien puede un amante deslizarse sobre esos blancos copos que fluctúan a merced de la caprichosa aura de otoño y no dar en tierra sin embargo. ¡Tan ligera es la amorosa satisfacción!

Jennifer respondió: —Mi reverendo confesor, buenas.

—“Romeo, hija mía, te dará las gracias” —Chess dijo—,”por los dos”.

Jennifer miró a John, extendiendo sus manos con ansiosa alegría por la emoción de retratar a Julieta finalmente unida en matrimonio a su amor. —“A él saludo igualmente, para que sus gracias no excedan”.

John tomo sus manos. —“¡Ah, Julieta! Si es que, cual la mía, está colmada la medida de tu felicidad y, para pintarla, tienes más talento, perfuma, sí, con tu hálito, el aire que nos rodea y que la brillante armonía de tu voz desenvuelva los sueños de ventura que en esta tierna entrevista nos trasmitimos mutuamente”.

Él levantó sus manos. A pesar de que habían hecho el movimiento en la práctica, eso causó que sus pensamientos tropezaran, dejando su mente en blanco por un segundo.

—“Los pensamientos” —ella finalmente comenzó—, “más ricos de fondo que de palabras, se pagan de su entidad, no de su ornato. Pobre es uno en tanto que puede contar su tesoro; pero el sincero amor mío ha llegado a tal punto, que a sumar no alcanzo la mitad de mi cabal fortuna”.

Antes de que pudiera tomar un respiro, John soltó sus manos y le tomó el rostro. Ella se congeló. Su corazón se agitó con la incertidumbre. A sus lados, sus manos colgaban incómodas, vacías, como un pájaro que no podía volar. Poco a poco, atrajo a su rostro al suyo. Cada sonido en el auditorio derretido en silencio. Cuando sus labios se encontraron, Jennifer escuchó una suave erupción de susurros y silbidos de fuera de la audiencia, pero pronto los olvidó.

Menta fusionada con el sabor de él, girando en una acalorada chispa que inició en su boca y se instaló en sus manos y pies. Antes de que ella lo supiera, ella se inclinó hacia él, todo su cuerpo con ganas de más.

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Cuando él retrocedió, sus manos todavía agarraban su rostro. Le tomó un momento para abrir sus ojos, para respirar. Ella miró a sus labios, húmedos, separándose, a centímetros de los suyos, entonces levantó sus aturdidos ojos a los suyos. Ellos estaban agudos, casi duros con algo que robó la dulzura itinerante en su cuerpo. Ella parpadeó una vez, dos veces, cuando Chess, dijo la última línea. Las manos de John derivaron hacia abajo desde las mejillas hasta los hombros.

Era una mirada que ella conocía bien, burlona, competitiva y vengativa.

Ella casi le dio una bofetada.

Antes de que ella pudiera, aplausos y vítores atravesaron a través de sus pensamientos, recordándole que ella estaba en el escenario. Esto era un ensayo, y ella estaba actuando. Así fue. Eso la enfureció aún más. Él aprovechó el momento, se aprovechó de ella para demostrar un punto, ¿y para qué?

Las luces se oscurecieron por el cambio de escena. Usualmente, John le ayudaba a ponerse de pie para que pudieran lanzarse desde el escenario. Esta vez él se quedó, dio media vuelta y se fue.

Chess tiró de ella hacia arriba. —¿Cuándo fue que añadimos eso? —susurró cuando los dos corrieron fuera del escenario.

La sangre de Jennifer hervía, pero no quería verse como el idiota John estaba tratando de hacer que se sintiera. —El otro día. Chip pensó que eso podría condimentar las cosas.

Chess silbó. —Al igual que el pimiento.

John irrumpió en el escenario y salió al vestíbulo iluminado por las luces fluorescentes. El breve segundo de placer que había recibido por usarla se había desvanecido, ahora que la escena había terminado. Se detuvo en la puerta de la sala de teatro, enviando su palma lisa en un golpe ensordecedor que lo quemó y se metió su piel. Él era un idiota. Ella seguramente lo debía odiar ahora.

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El sonido de pies corriendo detrás de él le hizo a girar alrededor, listo para defenderse. Pero eran sólo algunos de los actores, todo sonrisas y asombro.

—Amigo —jadeó Drake, sin aliento—. ¿Eso fue planeado o fue, ya sabes, atrapados en el momento?

—Estaba previsto. —Espetó John, calmando al grupo. Ellos mantuvieron su distancia mientras paseaba por la sala.

—Eso fue caliente —sonrió Lacey—. Definitivamente estaban dentro.

John se detuvo, barriendo su rostro con las manos. —¿Podrían ustedes dejarme en paz por un segundo, por favor?

El pequeño grupo asintió con la cabeza, murmuró, y se fue a regañadientes. Escuchó la puerta cerrarse y asumió que se habían ido, así que dejó caer las manos.

No esperaba encontrar a Jennifer allí.

Se quedaron mirando el uno al otro por un tenso momento. Sus manos colgaban en puños a sus costados, sus ojos azules brillando con ira. No le importaba. El acto de venganza había sido dulce. Al verla ahora en el modo de lucha hacía que algún remordimiento que hubiera sentido sólo se evaporara.

Había hablado consigo mismo de hacer algo vengativo con todo, hasta que vio a Alex y su pandilla en el auditorio. Entonces algo dentro de él apareció. Que estaba cerca de estallar de nuevo. —¿Qué? —exigió.

Ella le hizo eco: —¿Qué?

—¿Qué?

—¡No puedo creer que hayas hecho eso, frente a toda esa gente!

—¿Qué lo hace diferente de lo que acabas de hacer con Alex en frente de toda esa gente?

—¡Él me dio un beso, para tu información!

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—¡Yo vi eso!

—Entonces, ¿necesitas que te examinen los ojos? Él me besó.

—Lo sé, lo sé —John ajustó sus manos con ansiedad en sus caderas por un minuto antes de arrastrar de nuevo la cara hacia abajo—. Chip y yo pensamos que sería un buen lugar para ello.

—Ah, ¿y nadie se molestó en decirme al respecto? Yo no te creo por un segundo. Chip nunca me dejaría fuera de eso.

John se encogió de hombros. —Pregúntale.

—Lo haré. Puede apostar que sí. —Jennifer giró y saltó de nuevo a la puerta del escenario—. ¡Y no se quedara así!

—¡Sí, lo hará! —No estaba segura que lo escuchara porque la puerta se cerró de golpe.

El elenco se reunió en el centro del escenario. Chip se sentó con las piernas cruzadas en el centro. Eran las once y el escenario apestaba a sudor, resucitando disfraces y pinturas. Chip refiriéndose a su portapapeles mientras hablaba sobre el ensayo, sobre el próximo espectáculo, y la venta de entradas.

El cansado elenco escuchaba, algunos cubiertos uno sobre el otro, otros postrados en el suelo duro. Jennifer se sentó frente a John. Ella se sorprendió al verlo sentado solo, con las piernas cruzadas, los codos en las rodillas, los dedos juntos en su boca. Su mirada fija en el suelo del escenario.

Supuso que todo el mundo estaba esperando por cualquier castigo que obtendría de Chip después del improvisado beso, y nadie quería estar en la línea de fuego cuando pasara. Él no la había mirado desde que le había gritado en la sala. Todavía no podía creer lo que había hecho. Ella no podía tragarse que ella había comprado el momento, incluso disfrutado.

¿De dónde venían estos raros actos al azar? Allí estaba el John que todo el mundo en la escuela adoraba. No era el John que era perfecto en los ojos de los adultos. Y John

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sabía que era a la vez los dos y algo más, algo que sólo ella tuvo el privilegio de conocer. Pero eso no haría más fácil la picadura de lo que había sucedido.

Él se notaba excepcionalmente solemne, sus pestañas oscuras casi aplanadas contra sus mejillas, su boca se encontraba en una línea. Él tomó una respiración profunda que todo el mundo escucho. De hecho, los que estaban sentados cerca de él lo miraron. Pero su cabeza no estaba presente. Estaba demasiado mentido en algo. ¿Qué era eso?

Su corazón se ablandó. Ella quería a sí misma pellizcarse, y hacer que se detenga. No dejes que esto ocurra, pensó, obligándose a mirar a Chip, sin dejar de hablar, sólo que ella no tenía idea de que hablaba. La boca de Chip se movía, con las manos expresivamente pintando cuadros en el aire. Pero la mente y el corazón de Jennifer

derivaron de nuevo en John con una facilidad tan dulce, lo encontró en su vista de nuevo.

Sus ojos se encontraron.

Ella debía mirar hacia otro lado, el orgullo lo exigía. Pero algo mantuvo su mirada constante con la suya, como si la sensación de que, incluso con el improvisado beso, él dijera lo siento en silencio.

—Y ese beso —las palabras de Chip rompieron a través de sus pensamientos. Miró primero a John luego a ella con una sonrisa de orgullo—. Eso fue otra cosa. Gran trabajo de ustedes dos.

—¿Se queda? —Eran las primeras palabras que John había pronunciado desde que el reparto lo había acorralado para criticarlo. Él no miró los rostros ansiosos por su atención, se centró en Chip.

—Creo que debería. Es una gran manera para poner fin a esa escena. ¿De acuerdo?

John asintió y bajó la cabeza otra vez.

—¿Jenn? —Chip la miró.

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Ellos estaban en lo cierto. Esto significaba que había un beso con John, no una, sino dos veces durante las actuaciones. Un familiar placer corrió a lo largo de su espina dorsal. —Está bien.

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Capítulo 10

Traducido por Gayanita Corregido por majo2340

a sala del teatro apestaba. No había otra palabra, para la mezcla de olor corporal, trajes sucios y rancios alientos. Cuando los actores se cambiaban de trajes, Taunia corría desde el reparto de piezas, al armario perchero y el olor

en la sala maduraba, de cuerpos ahora expuestos en el aire enclaustrado.

—Alguien que abra una jodida ventana —gritó Drake.

Nadie quiso parecer un mojigato, pasando por una esquina mientras ellos se cambiaban, por lo que la modestia fue descartada en la puerta.

La amena vista de la escuela secundaria era característicamente pasada de moda. Eso significaba que ni los hombres ni las mujeres podían vestirse en las habitaciones. Eso significaba vestidores públicos.

John se cambió, manteniendo sus ojos en su pila de trajes descartados. Una mirada perdida podría iniciar una conversación. Lo que es peor, que alguien le preguntará a él, si podía llevarlo hasta casa y así todo el mundo sabría que no tiene coche.

A continuación, su vida se convertiría en un circo.

Todo el mundo estaba cansado, por lo que nadie hizo mucho por hablar. Él estaba contento por eso. Pero tenía que mantener un ojo en Jennifer para asegurarse, de que no se iba a ir sin él. Se encontró mirándola a través de la sala. Siempre vestida

L

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con la espalda desnuda a todo el mundo. Le gustaba eso de ella. Lacey y las otras chicas se cambiaban prácticamente los trajes debajo su nariz. Su mente brilló con una imagen de Jennifer, de esa noche que había abierto la puerta de la sala de la obra y la encontró en ropa interior. Un rubor caliente lo llenó de la cabeza a los pies, mientras se sacaba su camisa. No podría nunca olvidar la vista.

—¿Tío, puedes llevarme? —Fletcher se cerró la cremallera de sus vaqueros cuando salió.

—No puedo esta noche. Lo siento.

Aunque todo el mundo no intentaba examinarlo, John sabía por la forma silenciosa en la sala, su negativa fue pasada por alto. Ahora todo el mundo se preguntaba el por qué. Asustado por la negativa, Fletcher dijo- —Oh.

John se sentó en el escritorio donde había acumulado sus trajes descartados y cogió uno de sus pantalones. —No tengo coche —dijo tranquilamente.

—Puedo llevarte —Lacey gritó.

Drake se acercó también. —Voy derecho para tu casa, tío.

—Puedes darte prisa —Andrew sacó su camiseta por encima de su cabeza—. Tengo la suburban.

John miró en los rostros de la mitad del reparto que le rodeaban. Empezó a crecer la presión interior. Sudor surgido en su axila, detrás de su cuello. Miró por encima de Jennifer. Ella había terminado de vestirse y recogía ahora la mochila y el monedero.

Era ingenuo para él, pensar que ella había olvidado los besos improvisados y llevarlo a él, pero estaba bastante cansado para que lo llevara alguien que quisiera algo de él, incluso una conversación. Jennifer le daría un trato de silencio. Que él merecía.

—Ya, voy —dijo él, esperando su reacción. Su rápida salida de la sala, le hizo a él, subir el cerrojo arrebatando sus cosas y seguirla.

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Le permitió a ella, mantener unos buenos diez pasos, principalmente en el hall cuando ellos se dirigían al aparcamiento. Cerró la distancia entre ellos tan pronto como sus pies tocaron el pavimento. Seguro, de que podría irse con alguien si ella lo dejara por completo, pero realmente lo sentía por usar el momento que tuvo en el escenario.

—Jenn. —No esperó a que ella se parará. Haría cualquier comunicación difícil. Le daba la espalda, cuando ellos corrían hacia el VW amarillo de ella—. Siento lo que hice —él soltó.

Ella se paró mirándolo, tan cerca causándole un tropiezo a la derecha de ella. Se pararon en el silencio de la noche, el distante sonido de un coche ocasional tarareando bajo la mezcla de la calle con los cantos de los grillos. —Dímelo de nuevo a la cara.

—Siento lo que paso.

—Tú, no lo sientes. —Ella caminaba el último tramo hacia su coche y metió sus llaves en la cerradura, después abrió la puerta—. Te conozco y sé cuándo lo sientes. Y no lo estás sintiendo.

—Yo, también. —Él empujó su puerta cerrándola y la mantuvo cerrada con su mano—. Tú, no sabes nada.

—Sé que no puedes decirme que lo sientes y mirarme a los ojos.

—Ya lo hice.

—Dijiste que lo sentías y estabas mirando… A todo lo demás, pero no a mí.

—No, lo estaba.¿ Entonces?

—Entonces, no era una verdadera disculpa.

Sus ojos se movieron hacia la cara de ella, sus dientes fijos. —¿Así, que no vas a dar un paseo conmigo por eso?

Jennifer inclinó su cabeza. Le gustó que él se retorciera solo un poco, lo merecía. Pero no podía mantener el enfado por mucho tiempo. Así, que si no la hubiera mirando recto a los ojos… Él parecía un poco pendiente con algo de melancolía

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en su expresión , como si no estuviera seguro de confiar en ella y estaba triste por ello.

—Tengo que irme —dijo ella, cerrando la puerta, él todavía clavado y sujeto. Su otra mano dio una palmada al techo del coche, sacudiéndola—. Cálmate John.

Rasgando ambas manos a través de su pelo se volvió a la distancia, mirando la escuela. Los músculos en sus hombros y espalda tensos. —De acuerdo, bien —dijo ella—. Vamos. —Cogió el coche y puso en marcha el encendido—. Pero me lo debes.

La miró con incredulidad como si ella lo hubiera traicionado la declaración y lo cogiera por la espalda por un momento. —Es solo una broma. —Ella prometió.

Una lámpara quemaba en la oficina de su padre. Su padre estaba trabajando en casa. La casa estaba tranquila incluso aunque John no consideraba irse a la cama sin primero hacer lo que tenía que hacer. Golpeó la puerta abierta de la oficina de su padre. Su padre miró por encima de su trabajo. Puso en la superficie su pluma y corrió sus manos bajo su cara. Entonces, se reclinó en la silla giratoria de cuero y miró a John. Después de una pensativa pausa le saludó.

El estómago de John se revolvió. Caminó hacía el escritorio, manos empapadas. La lámpara de oro proyectó un suave resplandor a través de la oscura habitación y de un extremo a otro de la cara cansada de su padre.

—¿La pasada noche? —John preguntó incluso aunque la respuesta era obvia.

—Sí. ¿Cómo fue el ensayo?

John se encogió de hombros. —Tarde. Largo.

—¿Estás preparado? ¿No, es esta noche la apertura?

John asintió.

Su padre se apoyó hacía adelante en sus codos, esperando.

John pensaba en Jennifer, sobre su acusación de que él no podía pedir disculpas y deseaba que pudiera verle ahora.

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—Siento lo de hoy.

—De acuerdo. ¿Qué pasó?

—El señor Daniel, me pidió que le ayudara con algo. Perdí la noción del tiempo.

Su padre asintió y descansó su mentón sobre sus manos.

Dejó escapar un suspiro. —Perdiste el privilegio de usar el coche porque ambos sabemos que no es la primera vez que te has quedado demasiado delgado. También has tenido demasiado en tu plato cuando empiezas olvidando cosas.

John se encogió de hombros.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

John levantó sus hombros. —El consejo estudiantil funciona hasta el final del año. La obra se presenta en dos semanas. La obra empieza el cuatro. El coro de cámara funciona por el resto del año y tengo grupo de tutoría que me necesita hasta los finales. Empiezo a trabajar en el centro de retiro en un mes.

—No puedes dejar la obra. No habría ningún Romeo y Julieta sin Romeo. Pero tienes que hacer algo más. Puedes hacerlo mejor que esto.

—Pero la obra será larga y…

—Recorta lo lucrativo, lo que es absolutamente innecesario.

Levantó su pluma y bajó su cabeza, una señal de que había terminado el consejo.

John se fue a su habitación con el corazón más pesado sabiendo que contaba con su padre. Pero su programación no era parecida a ninguno de sus amigos y ellos parecían manejarlas, sin cosas filtrándose en las costuras.

Se sentó en su cama con un gemido. Estaba obligado con el consejo estudiantil, no había forma de dejarlo. Él era parte de la sangre que mantiene el funcionamiento de la escuela.

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Su entrenador de atletismo, el Sr. Ivers lo había mostrado perfectamente claro que estaba esperando para actuar, para hacerlo a la perfección así que podrían tener otro campeonato estatal bajo sus cinturones. Abandonar la obra estaba fuera de cuestión.

Él nunca dejaría la obra, era la única cosa que realmente disfrutaba incluso con la tensión añadida de aprenderse setecientas cuarenta y cuatro líneas.

El coro de cámara tenía una gira a la vuelta de la esquina, lo cual significaba que tenía que haber ido a cantar con el grupo durante días en un tiempo. Se frotó su cara. Una docena de estudiantes dependían de su ayuda durante las horas de tutorías de grupo. Incluso aunque era voluntario, era otra cosa que no podría dejar.

Pensó en Runt, hasta qué punto había llegado desde que ellos habían trabajado juntos algebra. Nadie sabía que John había estado intentando ayudar dolorosamente al chico tímido surgiendo de su piel un poco cuando estudiaron algebra. Habían pasado meses, para que el chico incluso dijera hola a una chica.

Necesitaba dinero, así que en proceso de un trabajo operativo, no era una opción.

Durante un momento se tendió bajo la pesadez de una sofocante decisión. Hace un par de años nadie cuidó o notó si había abandonado una optativa ó había renunciado a un trabajo de voluntario. Esos días habían pasado y la memoria del anonimato causó a su estómago un arrugamiento.

Los últimos pocos años pasaron como imágenes borrosas. La constante atención de los estudiantes que nunca había visto antes y de profesores que de repente sabían su nombre, lo abrumaba. Al principio la notoriedad era halagadora, pero se dio cuenta muy rápidamente que ser observado significaba actuar de una manera responsable.

Se giró hacía un lado y miró hacia fuera de la ventana.

El dormitorio de Jennifer tenía la luz encendida, pero las persianas estaban bajadas.

Él anheló una lata vacía y alguna cuerda. Ella estaba enfadada con él y gritaría a través de su oído algo que pueda improvisar, antes incluso que darle algún consejo. ¿Qué

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sabía, de todas formas? Ninguno realmente entendió lo que era estar bajo un cristal magnifico a menos que fueran capturados como insectos.

John se empujó a si mismo fuera de la cama, incluso aunque estaba cansado para el meollo. Una última cosa que hacer, así podría dormir con la conciencia tranquila. Desbloqueando su ventana, abrió ampliamente y miró a través del suave resplandor procedente del dormitorio de Jennifer. A continuación, exploró su suelo pero estaba recién pasada la aspiradora y no habían pedazos, nada que pudiera utilizar.

Una colorida bandeja de cerámica de Méjico puesta en la mesa cerca de su cama. Sostuvo las sobras cambiar siempre que no tomó nada. Cogió un penique, apuntó y lo tiró. El penique golpeó el cristal con un tintineo cuando cayó silenciosamente debajo en la hierba. Cuando nada ocurrió, cogió otro de nuevo y lo tiró. Esta vez las persianas volaron y Jennifer echó un vistazo a fuera mirando primero asustada, después molesta cuando lo vio. Pero abrió su ventana.

—¿Qué?

John tenía sus manos cubriendo la ventana. Ella llevaba algo rosa y gris: una camiseta para dormir que abotonó hasta arriba la parte delantera. Pero el botón de arriba estaba desabrochado. Su pelo llevaba una cola de caballo desbordándose por arriba de su cabeza cuando se inclinó por fuera de la ventana. Su cara era rosa-marfil , parecía que hubiera acabado de tomar un baño.

—Lo siento —dijo él.

Le gustó sorprenderla. Ella incluso ni parpadeó. Cuando asintió, el rizo del final de su coleta de cabello rebotó y lo suavizó.

—Buenas noches —dijo John.

—Buenas noches John.

Cuando ella dijo su nombre, algo cálido le atravesó, poniendo tensos sus nervios. Su papa le dijo que era buen negocio usar el nombre de alguien para hablar. John solo

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pensó que era bonito, por lo que había empezado hacerlo hace unos años. Pero nada era tan bonito, como que Jennifer lo llamara por su nombre. Ahora mismo, era la mejor cosa.

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Capítulo 11

Traducido por masi y mariPooh Corregido por Larita

a gente —comenzó Chip. El elenco de Romeo y Julieta estaba dispersó por toda la sala de teatro, escuchando mientras se preparaban para su primera actuación, una matinée Pleasant View organizada por las

escuelas primarias vecinas. La actuación permitía a los actores arreglar algunas cosas ante una audiencia no crítica y sobre todo distraída. Al reparto y al equipo no les importaba, ya que salían de clases durante el día.

—Esto es lo que yo llamo nuestra pista mojada, mojada detrás de las orejas si quisieras. Por esta noche, estaremos secos como el culo de un bebé.

—Cómo lo sabrías —reprendió Andrew—. No tienes hijos.

Chip sonrió, y asintió con la cabeza. —Pero yo soy tío. Ahora. —Su sonrisa se redujo en una línea grave en su rostro—. Si hay alguna, y repito, cualquier cosa que surja durante la actuación, y te garantizo que la habrá, el espectáculo continúa. Te conté la historia de cuando estaba en Robin Hood y me torcí el tobillo. Nadie lo supo hasta después del show. Entonces grité. Entonces juré. Luego fui trasladado a la sala de urgencias. —Chip miraba a todos los rostros con sobriedad. Se concentró en John y Jennifer. Ustedes dos especialmente… improvisar. Eso es para lo que es esta actuación, para ver si tiene errores al representarla. ¿Entendido?

Chip hizo señales con la mano para incluir a todos en un abrazo familiar. Ellos unieron sus brazos en un círculo grande e inclinaron sus cabezas. Dio un breve e inspirador discurso.

-L

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—Todo el mundo a arreglarse el maquillaje y el pelo —ordenó después Chip, señalando un espejo de cristal iluminada donde estaban dispersos los potes de maquillaje. Brochas tanto para el pelo y la cara disparándose como florecimientos de visón desde jarrones en miniatura. Los muchachos se quejaron. Las chicas muy complacidas buscaban las paletas y los instrumentos de pelo, deseosas de transformarse.

—Jenn. —Chip fue hacia ella—. Eres el mejor con estas cosas. Quiero que todos pasen por tu inspección antes de subir al escenario. ¿Todo el mundo escucha eso?

La mayoría de los chicos hicieron una mueca y la sonrieron. Todo el mundo se agolpó alrededor del pequeño tocador con espejo y, se daban pequeños codazos, para alcanzar esto y aquello.

—¿Tengo suficiente pasta de color rojo en las mejillas? —Recién empolvado, Drake dio un paso atrás para que todos lo vieran.

—Pareces demente, tío.

—Como Bozo, hombre.

—Pervertido.

—Aquí. —Jennifer fue hacia él con una esponja suave y aligeró el color de sus mejillas. Drake estaba completamente inmóvil, con los ojos fijos en todos sus movimientos.

—Oye —se quejó Andrés—.Tengo demasiado colorete puesto, Jenn. —Puso su cara junto a la suya, con los ojos cerrados y frunció los labios.

—Todo el mundo necesita un poco de rubor en sus mejillas —explicó Jennifer, riéndose de la broma—. O parecerás un muerto en el escenario. Las luces te arruinan.

—Y delineador de ojos. —Se burló Lacey, agitando un delineador con entusiasmo. Los muchachos se quejaron. Ella fue hacia John.

Él dio un paso atrás. —De ninguna manera.

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—Incluso tú lo necesitas, John. —Lacey trajo la varita hacía los ojos pero él levantó las dos manos en señal de protesta.

—No, no lo necesita. —Trish miró por encima la mesa maquillaje—. Ya tiene pestañas oscuras.

—Vamos a preguntarle a Jenn —dijo Lacey—. Jenn, ¿John tiene que usar delineador de ojos o no?

Jennifer observó su trabajo de aligerar las mejillas de Drake. No se puede negar que John tenía pestañas espesas y negras —podían ser vistas desde el otro lado del campo de fútbol, y mucho más desde el otro lado de la habitación.

—Él ya lo lleva puesto —dijo Jennifer con firmeza, tomándose un momento para disfrutar de la forma en que los ojos de John se ampliaron.

—Protesto —dijo John. La sala estalló en risas. Lacey puso sus dedos sobre su pecho y lo empujó juguetonamente en una silla cercana.

El estómago de Jennifer se tensó por los celos.

—Es fácil, amigo. —Fletcher tenía su propio tubo y, la nariz pegada al espejo, pintándose una capa de material negro—. Incluso puedo… ¡ay! —Él parpadeó y la barra le manchó por dentro del ojo—. ¡Esto pica!

Riendo, Jennifer humedeció una toalla de papel y se la pasó, limpiando justo por debajo de su ojo. —Los chicos son como bebés. Quédate quieto o se te correrá todo —le dijo ella.

—Oye —se quejó Fletcher—. ¿Puedes besarlo y hacerlo todo mejor?

Levantándose de puntillas, Jennifer colocó un beso justo debajo de su ojo.

—Me apuñalé con el delineador de labios. —Drake sostenía un lápiz de color burdeos, señalando a su labio inferior—. Justo aquí.

—Sí, claro. —Jennifer se volvió de nuevo a mirar a los ojos de Fletcher—. Sólo una capa más, ¿de acuerdo? Y se cuidadoso.

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—Esta cosa es tan peligrosa como una espada. —Fletcher se volvió a girar hacia el espejo para aplicar más de la porquería negra.

Jennifer estaba contenta de que todo el mundo volviera a centrarse en ellos mismos. Sólo John la observaba con los ojos entrecerrados, formándose un pliegue profundo entre sus cejas oscuras.

¿Cómo podría algo destinado a ser un gesto de buena voluntad se rizaba en su interior como si él acabara de presenciar un asesinato?

John estaba sentado en la silla como un prisionero, incapaz de levantarse y evitar que siguiera dando sus besos a todos los hombres de la sala.

—Déjalo para el escenario —espetó.

Jennifer terminó de aclarar la mejilla de Drake y miró por encima de su hombro. Un tenso silencio cubrió la sala y se dio la vuelta, poniendo una mano en su cadera. —Tengo mucho de lo que ocuparme.

—Eso es lo que he oído. —John saltó fuera de la silla, moviéndose a un lado a Lacey.

Jennifer colocó su otro puño en la cadera. —Sigue diciendo que, sólo que no tienes las agallas para decirme lo que es, o el valor para verificar lo que escuchas antes de creerlo.

—No necesito verificarlo. —John se reunió con ella a mitad de camino en el centro de la habitación—. Puedo verlo.

—¿Y qué ves?

—Estás besando a cada chico con el que puedas practicar.

Jennifer no se atrevió a mirar a su alrededor para ver los rostros silenciosos todo el mundo. Sus ojos se llenaron con lágrimas, y pronto las lágrimas caían por su rostro. —¿Por qué te importa?

—Tengo que besarte, ¿no? No quiero sobras.

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Silbidos callados y murmullos de incredulidad atravesaron el aire. Nadie se movía, estaban de pie en calidad de observadores desvergonzados.

Una lágrima se escapó a continuación, y se deslizó por el lateral del rostro de Jennifer. Pensó que estaba acostumbrada a las palabras que dolían. Su labio inferior dio se movió, temblando. En todos sus años aprendiendo el arte de la actuación, nunca había sido capaz de controlar el labio inferior cuando sus emociones se desataban. Pero ella había aprendido que podía salir decentemente. Y así lo hizo.

Encontró un rincón abandonado en un pasillo aislado. Ella no estuvo sola por mucho tiempo. Algunos chicos se reunieron detrás de ella. Oyó susurros y alguien le puso una mano en el hombro.

—¿Jenn? —preguntó Taunia.

—¿Está bien? —Ella reconoció la voz de Fletcher, su mano estaba sobre su hombro.

—¡Qué idiota! —dijo Trish.

—Sí —coincidió alguien.

Jennifer se obligó a pensar en la obra, en la presentación, en si se perdía a si misma del show. Esa es la belleza de la actuación. Levanto la barbilla y suspiro. Se secó las mejillas antes de enfrentarse a los que habían venido a ver qué pasaba.

—No es nada —dijo —. Es un idiota, eso es todo.

Las cabezas que la rodeaban asintieron pero Jennifer sabía que la mayoría de ellos probablemente pensaban que la indiscreción de John se justificaba de alguna manera.

Ellos le siguieron a la sala de teatro, más tranquila ahora que ella había entrado. Ella sabía muy bien que todo el mundo, incluyendo a John, que se deslizaba en su camisa blanca, la observaba. Se negó a mirar hacia él, pero ella sonrió a todos los demás, apenada de sus ojos rojos, que le daban el aspecto de que le importaba lo que había sucedido. Y así era, sin importar cuanto tratara de convencerse a sí misma que no. Ella terminó de vestirse, de espaldas a la sala, sin hablar con nadie.

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Ty, el director de escena, llamó a todos a la cortina y el elenco se reunió allí en un estado de ánimo sombrío, esperando que sonara una música acorde, para que Chip saludara y diera la bienvenida a los jóvenes estudiantes en la audiencia.

Y entonces llegó el momento.

¿Cómo voy a tocarlo, besarlo, sintiendo lo que siento? ¿No podría hacer algo como empujarlo lejos justo en frente de todo el mundo? Pero eso no sería fiel a Julieta.

El teléfono celular de Jennifer vibro en la cama junto a ella. Lo recogió. Rachel. Era imposible pensar que fuera en un reparto y equipo de cincuenta, nadie diría algo sobre el incidente. Jennifer no le importaba el centro de atención, ella no le gustaba derramar en el escenario nada de su vida personal.

—Escuché lo que sucedió, —dijo Raquel —. No puedo creer que te llame Pe.

—No me llamo así.

—Oí que lo llamaste tú proxeneta, ya sabes, con toda la acción que ustedes están teniendo en el escenario.

Esta ronda de rumores, parecían un muy mal sueño sin fin.

—Ninguno de los dos dijo nada por el estilo.

Rachel suspiró. —Oh. Bueno, entonces, ¿qué sucedió?

—Me dijo que no le gustaba que besara a cada chico que llegara a mis manos porque tiene que darme un beso, y no le gusta besar bienes usados.

—Él dijo, ¿”bienes usados”?

—Sus palabras exactas fueron: “No quiero las sobras".

—¡Qué idiota! —susurró Rachel —. Es más que un idiota. Es un...

—Rache, está bien. —Pero las palabras hicieron eco en el hueco de su corazón y el

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aguijón de las lágrimas floreció detrás de los ojos de nuevo. Cuanto más pensaba en ello, más furiosa se ponía.

Rachel no lo conseguiría. Rachel manejaba a los chicos con la facilidad que se escoge el fruto más maduro en el supermercado, toma un bocado o dos y lo tira cuando ya ha tenido suficiente. Para Jennifer, los chicos eran mucho más complicados porque la mayor parte de su corazón aún estaba ocupado con pensamientos de uno solo.

Jennifer rodó sobre su estómago.

—Estoy perdida. Necesito dormir un poco, —dijo—. Mañana es la noche de la apertura y si no me siento mejor, me voy a apuñalar a mí misma con un cuchillo de verdad.

—Está jugando contigo. Puedo ver a un jugador a una milla de distancia.

—¿Por qué haría eso?

—Es probable que le gustes.

Algo agradable bullía en el estómago de Jennifer. —Estás mal.

—¿Cuánto tiempo han estado jugando a este juego amor-odio en cada cosa?

—No estamos jugando a nada.

—Ustedes dos prácticamente lo inventaron. Quiero decir, ¿cuántas personas se han conocido unos a otros, tanto tiempo como ustedes dos? Viven a veinte pies de distancia, él es prácticamente de la familia.

—Y somos más como hermano y hermana que como…. como —Jennifer no se atrevía a verbalizar las palabras novio y novia.

—Él no está dejándolo, Jenn —continuó Rachel—. Eso significa que le importa. Puede que no sepa que se preocupa. Él no lo admite. Pero apuesto a que es por eso que está actuando de forma bipolar.

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—¿Tú crees? —Jennifer se fue a su ventana y miró a la de John—. Pero está siendo tan malo.

—Es totalmente un juego, lo sé. —Rachel tenía tanta sabiduría del mundo que se había ganado la admiración de Jennifer—. Sin embargo, algunos individuos están atrapados allí. Sí, incluso gente como John Michaels. Piensa en eso. ¿Quién era hace tres años? Un don nadie con un bonito bronceado.

—Sí, lo sé.

—Y de pronto es el señor Caliente que toda chica quiere. Imagínalo.

—¿Por qué? —Ellas habían tenido esta discusión antes, pero la chica estaba cansada de discutir el status social de Pleasant View High School.

—¿Has mirado de nuevo en nuestro anuario de la secundaria? El chico llevaba el pelo como si acabara de venir de campamento de entrenamiento. Y tenía tirantes.

Jennifer sonrió. La madre de John se había quejado de los mechones de John desde que Jennifer podía recordar. John llevaba el cabello corto por necesidad. Pero lo había dejado crecer en la secundaria y que, junto con los cambios normales de la musculatura, habían creado a alguien totalmente caliente.

—Tu problema es que sucede que él tiene al noventa y nueve por ciento de las mujeres —dijo Rachel.

—¿Y tú no crees que John sea caliente?

—Desde el punto de vista estrictamente físico, sí, él casi podría definirse como un postre. Pero tiene problemas importantes con el perfeccionismo.

—Tú sabes, yo siempre pensé eso también. —Jennifer se apoyó contra la ventana, sin dejar de mirar a través de la de John—. Ha sido así por siempre.

—Por supuesto. —Rachel le recordaba frase acuñada —por supuesto— que concedía a cualquier cosa y todas las cosas de John—. Nadie pretende ser difícil de complacer a nuestra edad. Estamos demasiado absortos en nosotros mismos.

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No él, pensó Jennifer con una facilidad cursi, y ella quería patearse a sí misma. Hace apenas horas que me humilló delante del grupo. Debería estar furiosa. Pero sabía que John estaba debajo de los ojos brillantes y la sonrisa cautivadora. Era en los recuerdos de la forma en que le ayudaba a su madre a descargar las cosas del mercado, de la forma en que cortaba el césped cuando su padre se había ido en un viaje de negocios, o como defendía a su hermanito del mocoso del barrio, lo que trajo al corazón de Jennifer de nuevo hacía él, incluso después de los argumentos, después de los años de distancia. Incluso después de lo que pasó hoy.

Dijo adiós a Rachel y colgó el teléfono mirando hacia la oscuridad de su habitación. No era justo. Él era realmente el mejor chico que conocía. Ella no podía evitar que le gustara.

Pensó en lo que había sucedido en la sesión matinal, cómo había actuado, se atrevió a pensar en la palabra celos. La sugerencia de Raquel de que él estaba jugando una especie de juego, realmente le gustaba, sonaba como un idioma extranjero en sus oídos, como si fuera chino.

Ella decidió no considerar la posibilidad, a sabiendas de la facilidad con que podía perderla irremediablemente, dejando sólo un corazón roto cuando no pase nada.

Los amigos son siempre sólo amigos. Y eso es todo lo que ella y John siempre serían.

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Capítulo 12

Traducido por Josez57 Corregido por Larita

ólo una línea había olvidado hasta el momento, bastante bien para la noche de estreno. Jennifer recordó el acto del año pasado, “Algunos las prefieren calientes”. Dirk Jasper había perdido por completo una entrada. Lo habían

encontrado en el baño de los niños, vomitando.

Jennifer dudaba si John había cenado. Ella lo miró a través del escenario cuando se agachó en la tumba donde Romeo descubría a Julieta “muerta". Observó a los otros actores, aspirar, o concentrarse en su entrada, no estaba segura. Sus manos se abrían y cerraban. Los huesos de su mandíbula se flexionaban de vez en cuando —él se veía totalmente caliente.

Sintiendo calor, se abanicaba el rostro con las manos. Oh, bueno, yo podría echarle la culpa a las luces, pensó. No ayudó que su traje acentuara su cuerpo delgado. Llevaba medias de color beige debajo de una túnica larga de cachemira. Él miraba alrededor, temerario. Se había desabrochado el primer botón de la camisa, revelando la piel oscura en el hueco de su garganta. Sus mangas largas fueron arremangadas hacia arriba. Chip había advertido que no había nadie que alteraría sus disfraces de ninguna manera durante la actuación, incluso por el sudor de las luces calientes.

La escena de la muerte se avecinaba. Romeo la encontraría yaciendo allí, y pensando que estaba muerta, bebería del frasco y se mataría así mismo. Julieta se despertaría y se apuñalaría, cubriéndolo con su cuerpo.

S

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La escena fue el punto culminante del espectáculo y en el ensayo John lo hizo bien. Ella pensó que podía dar más de sí mismo, pero sabía lo difícil que era soltarse al frente de una audiencia.

Él hizo su entrada y comenzó con su monólogo final mientras peleaba con

París.

—¿Me provocas? ¡Defiéndete, muchacho!

Ella oyó el sonido metálico de las espadas de acero. Oyó el gruñido de los niños, el ruido sordo de los pies pesados. Entonces, un golpe grande cuando París cayó.

—¡Me muero! ¡Por piedad, abre la tumba y colócame al lado de Julieta!

Jennifer sostenía la “roca” de cartón, que se enrollaba, dejándola al descubierto. John siempre se tropezaba con el siguiente monólogo, a ella se le llenó de mariposas el estómago por él. Su voz tendía hacia debajo del cartón.

—¿No es esto lo que dijo? ¿Lo he soñado? ¿O estoy loco y oyéndote hablar de Julieta?

Sin ningún tipo de errores, John recitaba el monólogo de media página y luego abrió la tumba. Ella cerró sus ojos y se concentró en permanecer quieta. Ella lo sintió correr hacia ella, luego arrodillarse a su lado.

Tal como lo practicaron, le agarró las manos, y las trajo a su pecho.

—¡Oh, amor mío, mi esposa! —el besó sus manos—. La Muerte, que robó la dulzura de tu aliento, no ha dominado tu belleza.

Su voz ahogada por la emoción, que Jennifer jamás le había oído hizo que casi se asomara a través de sus pestañas para verlo.

Olas brillantes de electricidad bailaban en el aire alrededor de ellos. La emoción brotó a través de sus sentidos.

—¡Aún no te conquista ¡El estandarte de la belleza muestra su escarlata aún en tus

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mejillas y en tus labios! No ha llegado a tu rostro todavía la pálida bandera de la muerte…

De repente, sus brazos recogieron su espalda y la levantó contra él. Siguió el discurso. Jennifer se obligó a permanecer dócil, a pesar de que el movimiento espontáneo disparó temblores a través de su sistema.

Una de sus manos le acarició la cara mientras hablaba. —Libraré a mi pobre cuerpo hastiado de este mundo. ¡Ojos, mirad por última vez! ¡Brazos, dad vuestro último abrazo! Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con un beso un trato perpetuo con la ávida Muerte!

No se atrevía a abrir los ojos, pero su cuerpo se tensó. Él la mecía apretada, con una mano en el contorno de su cara. Su aliento rozó sus labios y su corazón se aceleró en el pecho. En la práctica habían ensayado sólo las manos y el llanto sobre ella, y luego bebía del frasco antes de caer muerto. Ahora, sus dedos estaban buscando su boca, le localizó los labios mientras sollozaba y, a continuación en un movimiento sorprendente, el calor de su boca estaba sobre la suya.

Ella probó lágrimas saladas. La urgencia cálida de sus labios hizo que un escalofrío hiciera estragos a través de cada parte de ella y cuando poco a poco se retiraron, ella luchó a su respuesta natural al abrir los ojos y lo miró.

—Ven, amargo conductor; ven, áspero guía.

Todavía sosteniéndola contra él, alcanzó el frasco de veneno, terminando el monólogo con una emoción desgarradora.

—Buen boticario, es rápido el veneno y mi agonía termina con la muerte y con un beso.

Se desplomó sobre ella en una posición diferente a la que tuvo durante sus semanas de ensayo. Sus acciones improvisadas ahora los dejaron entrelazados como un pretzel. Por un momento, casi no podía respirar bajo su peso.

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Permanecieron en un momento de completo silencio. Ella tuvo la repentina urgencia de doblar sus brazos alrededor de él. No hubo respuesta de la audiencia. Era como si no estuvieran allí.

Fray Lorenzo entró y dio sus primeras líneas junto con el vigilante y Page, que vino con flores a la tumba. Jennifer comenzó a despertar como Julieta. Ella intentó salir de debajo de John de la mejor manera que pudo, él rodo suavemente a un lado.

—¡Oh, padre consolador! dime ¿dónde está mi esposo? Recuerdo muy bien dónde debo hallarme, ¡Y aquí estoy! ¿Y mi Romeo?

Debido a que John había cambiado la escena y Romeo era tan evidente en la parte superior de ella, Jennifer improvisó, inmediatamente descubriéndolo. Ella lo miró, vio las lágrimas que manchaban su cara y casi se olvidó de a su línea.

—¿Qué es esto? ¡Es una copa aún apretada en la mano ya fría de mi amor! ¡Ah, fue veneno el que causó su muerte! ¿Por qué te lo bebiste todo, ingrato, sin dejar una gota para mí? ¡Voy a besarte para que tus labios si han guardado una gota de veneno me maten con el beso que te doy!

Se suponía que tenía que inclinarse y hacer que parezca como si estuviera dándole un último beso. Pero el modo en que John la había enrollado Jennifer sabía que un falso beso nunca es suficiente.

Ella se inclinó, le volvió la cara hacia arriba y bajó sus labios hacia él. Tal vez fue porque no podía responder, que sus labios estaban inmóviles debajo de ella, pero un murmullo irregular de alivio salió de su boca y se instaló en el interior de ella. El olor de su sudor y champú salían de su cabeza. Mantuvo su respiración por un momento, luego se escurrió, burlando cada nervio en su cara.

Poco a poco, Jennifer se sentó y tomó el puñal de su mano, mirándolo a él.

—¡Me queda poco tiempo! ¡Oh, querido puñal! ¡Esta es tu vaina! ¡Aquí te quedarás! ¡Dame la muerte! —Se obligó a caer sobre él y contuvo la respiración.

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El elenco restante poco a poco tomó su lugar alrededor de ellos en el escenario. Intentó frenar su respiración como Chip les había enseñado para parecer muerta, pero con cada respiración, agudizó el dolor en sus pulmones.

Ella apenas podía pensar en lo que los otros personajes fueron recitando, sólo podía concentrarse en aferrarse —no en la respiración. Su corazón latía con fuerza. Parecía que cada gramo de sangre se agolpó en su cabeza y se agruparon allí.

La escena final parecía una eternidad, y cuando las últimas palabras fueron pronunciadas, Jennifer vio destellos detrás de sus ojos cerrados, más negro y luego nada.

—Nunca hubo historia de más desconsuelo que la que vivieron Romeo y su Julieta.

Las luces se apagaron y la sala se estremeció con aplausos. Estaba cerca de detrás del escenario pero todo el mundo sabía dónde se iban cuando corría la cortina.

John se acercó a Jennifer. —Jenn?

Cuando ella no respondió, la sacudió con suavidad. —Jenn? —Se llenó de pánico—. Jenn, es el momento. Tenemos que movernos. —Cuando ella no respondió, él la recogió y se dirigió detrás de las cortinas del escenario negro y se arrodilló. Todo el mundo se reunió rápidamente alrededor.

—¿Qué pasó?

—¿Está bien?

—¿Deberíamos ir nosotros, Chip?

John se acercó, preguntándome si le estaba jugando una broma.

—No es momento para vengarse de mí, Vienvu, —susurró. Ella no se movió. El sudor empapó su rostro y se pasó la manga por la frente.

—Telón —Ty susurró.

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Jennifer se agitó, un pequeño gemido chirriante salió de su garganta. Entonces sus ojos se abrieron. Se quedó flotando en las caras.

—Jenn? —Un suspiro se escapó del pecho de John—. ¿Estás bien?

—¿Qué pasó?

—Te desmayaste.

—¡Telón! —Ty llamó, esta vez más fuerte.

El elenco volvió a sus posiciones. Jennifer intentó incorporarse, pero parpadeó con fuerza y se tambaleó hacia atrás.

John la detuvo y la mantuvo estable.

—Tal vez es mejor.

—No —sacudió la cabeza—.Yo puedo hacerlo. Tengo que hacerlo. Chip me va a matar.

—¿Qué pasa si te desmayas otra vez? —Él tenía su brazo y miró hacia donde se reunía con los dedos y la piel—. Yo te ayudaré.

—No, en serio, yo lo puedo hacer. —Con un tirón determinado ella se liberó, y se puso en su posición en el lado opuesto del escenario. John apenas escuchó los vítores y aplausos cuando el telón se abrió. Sus nervios aún sacudidos por la pérdida del conocimiento de Jennifer.

El elenco tuvo sus inclinaciones en orden de importancia. Los aplausos se intensificaron cuando ella y John se dirigieron hacia ellos, se dieron la mano, y luego continuó al frente del escenario para su reverencia.

Hacía calor bajo las luces. Jennifer sintió una ligera deformación en las rodillas que le advertía que iba a desmayarse de nuevo. Ella se inclinó primero con John, a continuación, mientras se retiraba aplaudiendo, ella se inclinó sola. Una emoción

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extraña la llenaba. Tomaron una última reverencia al público, ahora de pie. Era el primera vez ella había sufrido por el arte. La sensación era extrañamente electrizante.

Había tanta energía en el escenario, ella ignoró el mareo en la cabeza. El telón cayó y el elenco estalló en risas y abrazos de felicitación. La sensación de mareo se profundizó con cada compresión y un abrazo hasta que, finalmente, su corazón empezó a correr. Los destellos familiares girando en la oscuridad bailaban detrás de sus ojos de nuevo.

—Jenn, algo anda mal. —¿Por qué John estaba a su lado repentinamente? Ella no lo sabía, pero estaba contenta de todos modos.

—No es nada. —Había tanta gente pidiendo a gritos a su alrededor, hablando todos a la vez. Ella trató de estabilizar la respiración .Tal vez debería sentarme.

Ella no pudo evitar que le gustara la forma del brazo de John protectora alrededor de suyo, o la forma en que se hizo cargo, abriéndose paso entre todos a encontrar un lugar para ella.

—Jenn necesita descansar, —disparó él.

—¿Está bien?

—¿Qué pasó?

—Apuesto a que ella se apuñaló.

—Creo que ella se desmayó.

—Yo también me desmayaría si John me besara.

—Yo me volvería loca si John me hubiese besado.

—Chicos, déjenla en paz. —John encontró una silla vacía, puso sus dos manos sobre los hombros de ella y le facilitó atención, estando cerca, como si fuera a sacar su espada en el caso de que alguien se cerniera sobre ella.

Chip finalmente se abrió paso detrás del escenario. Él sonrió con orgullo de oreja a oreja.

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—Chicos, reúnanse alrededor. Eso fue impresionante, simplemente impresionante. John, estabas demente. ¡Una locura! ¡Me encantó!

Cuando se encontró con su elenco silencioso y curioso, su sonrisa se redujo.

—¿Algo sucede?

—Colega, es Jenn. —Drake inclinó su cabeza hacia Jennifer. Chip rápidamente atravesó el elenco para ir a ella—. ¿Qué pasó?

—Ella se desmayó, —dijo John.

—Estoy segura de que no es nada. —Jennifer se preguntó acerca de su desempeño. Chip no había dicho nada al respecto.

—Vamos a conseguir algún sitio donde puedas descansar. —Chip miró a su alrededor.

—Mi mamá está aquí, —anunció Lacey—. Ella es enfermera. ¿Quieres que la busque?

Chip asintió con la cabeza, pero no se sintió aliviado. Con un movimiento de su cabeza, hizo un gesto para que John lo siguiera.

—Vamos a llevarla a la sala de teatro.

Se enfrentó al grupo.

—Quiero que todos pasen al frente y saluden al público.

La lealtad a Chip mantuvo a todos murmurando mientras cambiaban de rumbo hacia la puerta del escenario.

—Por Dios, Jenn, —Chip la miró mientras él y John caminaron con ella a la sala de teatro—. ¿Te salteaste la cena?

—No. —Su cara se sonroja.

—Deberías haber omitido salir después que cayera el telón.

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—¿Y arruinar una actuación perfecta? —Ella trató de ocultar el sarcasmo, pero se mantuvo todavía en un hilo—. El espectáculo debe continuar, ¿no?

Ella miró a John. Sus cejas estaban muy unidas con los ojos, mostrándose entre enfadado y preocupado.

—Lo hiciste de maravilla allí.

Su rostro se suavizó. Abrió la puerta de la sala de teatro y la sostuvo para ella.

—¿Te sientes bien? —Chip le pregunté de nuevo.

—Sí. Sí.

La voz de John era dura.

—Fue mi culpa.

—Jenn, siéntate. —Se notaba una preocupación comprensible atada a la voz de Chip cuando la llevó a una silla vacía y la hizo sentarse.

—Yo la descoloqué. —John apretaba sus manos nerviosamente—. Me caí encima de ella por el camino equivocado. Puse mucha presión sobre un costado de esa forma. Ella no podía respirar…

Chip apoyó una mano en el hombro de John.

—Para. No es tu culpa. Gran improvisado beso, por cierto. Eso perdura.

Los ojos de Jennifer se reunieron con los de John. Su interior revoloteaba.

La puerta se abrió y Lacey se apresuró con su madre detrás.

—Aquí está.

—Hola a todos. —Ann Naeverson llevaba jeans ajustados y un jersey aún más estrecho sobre una figura con forma de violonchelo. Parecía la hermana mayor de Lacey en lugar de su madre, su pelo negro con estilo respingado, las muñecas y los

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dedos con brillantes joyas. Tenía la sonrisa coqueta de Lacey bajo brillantes ojos verdes.

—Gracias por venir. —Chip se trasladó a un lado para que pudiera llegar a Jennifer.

—Yo soy Ann. ¿Estás débil, cariño? —Ann se inclinó hacia Jennifer para mirarla. Luego ella excavó en su bolso de flores brillantes y sacó lo que parecía un kit de uñas de color rosa brillante—. Muchachos quizá sea mejor esperar afuera.

Chip asintió con la cabeza y él y John abandonaron la habitación.

La multitud era densa y entusiasta aún y cuando John y Chip surgieron de la sala, estallaron en otra ronda de aplausos.

Chip fue tragado por el elenco, mientras que John de repente se encontró rodeado de caras, algunas que él conocía, otras no. Odiaba tener que sonreír —para actuar. Su mente estaba en Jennifer y lo que pasó. Voces corrieron dentro y fuera de su cabeza. No podía mirar a una sola persona.

Demasiadas caras, demasiado cerca. Todos hablaban a la vez y la gente lo tocaba.

—Tú estás, tan bueno.

—¿Las espadas eran de verdad?

—¿Estás usando pantys?

—Se te ve caliente en ellas.

—Ya lo sé.

—¿Es divertido? ¿Estar en la obra?

—¿Va a ser un actor o algo así?

—Creo que sería bueno.

—Mejor que Brad Pitt.

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—Más caliente que Orlando Bloom.

—Totalmente.

John se pasó las manos por el rostro, y miró por encima del hombro, hacia las puertas de la sala de teatro.

El Sr. Daniels se acercó con una sonrisa.

—John, has hecho un gran trabajo. —Extendiendo su mano derecha, rodeando a su esposa de pie junto a él con sus hijos situados cerca de ella. Ella asintió con la cabeza brillante.

—Gracias.

—Yo no sabía que fueras actor.

—Sí, bueno, no estoy seguro de que una obra me califique.

—Muy convincente. Shakespeare no es fácil.

Su esposa asintió con la cabeza con un asombro, entusiasmada

—Trajo lágrimas a mis ojos, ¡que escena de la muerte!

—¿Ah, sí? —la cara de John se enrojeció por el elogio.

—Sí, estás totalmente impresionante, —dijo una chica de pie a su izquierda, agregó—. Quiero decir, la forma en que lloraste al final fue tan caliente.

John se frotó la parte de atrás de su cuello y forzó una sonrisa. No podía disfrutar de los elogios, mientras que Jennifer no había vuelto allí. Quería saber qué le pasaba. Un ligero pánico le hizo excusarse y escabullirse a la sala de teatro.

Tres chicas se perdían detrás de él.

—John, ¿a dónde vas? —preguntó una, agitando su programa.

Apenas desaceleró cuando se dio la vuelta.

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—Uh, a la sala de teatro por un minuto.

—Pero vas a volver aquí, ¿verdad?

—Tal vez.

Llamó, pero cuando él no oyó respuesta abrió la puerta con miedo de que algo hubiese salido mal. Jennifer estaba cubierta por un sweater de color rosa para calentarse. Lacey y su mamá estaban sentadas encaramadas en los escritorios. Parecían un grupo de chicas pasando el rato juntas, hablando y riendo.

John entró por la puerta. El metal pesado se cerró con un ruido metálico que hizo que todas den vuelta la cabeza hacia él.

—Hola. —Lacey saltó de la mesa, acercándose a él con sus caderas oscilando.

Los ojos de John fijos en Jennifer.

—¿Estás bien? —él estaba contento de que ella le sonriera. Algo muy dentro de él suspiró.

—Al igual de lo tú pensabas, —le dijo—. La mamá de Lacey dice que yo estaba privada de aire.

Él se acercó. —¿Así que ella va a estar bien?

—Probablemente una mezcla de nervios y tú caliente beso. —Aprovechando Lacey a trepar su hombro—. Cualquier chica se desvanece después de un beso así.

John bajó la cabeza. Luego miró a Jennifer.

—Es la primera vez que te pasa, ¿no? —preguntó.

—Nunca me he desmayado antes, si eso es lo que quieres decir.

—Ustedes deben conocerse muy bien si sabes que ella nunca se ha desmayado antes. —Ann Naeverson arqueó una ceja.

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—Son vecinos, viven al lado. —Lacey se trasladó más cerca de John pero el apenas se dio cuenta, con los ojos fijos en Jennifer.

—Le dije que respire lenta y superficialmente durante la última escena, —dijo Ann—. Pero no hay nada que yo pueda hacer sobre el Guau detrás de ese beso.

John evitó una cara de vergüenza.

—Sí, bueno, ella está acostumbrada.

—¿Te acostumbras? —cacareó Ann —. Una chica nunca se acostumbra a ello, cariño. Confía en mí. —Ella le dio unas palmaditas en el hombro, cogió su bolso y se lo colgó sobre su brazo—. Tal vez es mejor seguir adelante, si estás acostumbrada a ello. Poner un poco de ese chisporroteo alrededor, si sabes lo que quiero decir. Lacey no molestaras, cariño ¿verdad?

Lacey brillaba.

—John, estás tan impresionante esta noche. No tuve la oportunidad de decirte antes, con, ya sabes, lo que pasó.

—Si no me necesitan más, voy a esperar afuera. —Ann taconeó hacia la puerta en sus tacones de aguja de color rojo —. Voy a hablar con el Sr. Chip para estar a mano para emergencias médicas. —Ella agitó una mano, tintineaban sus pulseras, sus anillos brillaban, y ella salió por la puerta.

—Ella está caliente por Chip, — murmuró Lacey —. Es un asco tener una madre soltera. De todos modos. —Ella estaba directamente en la trayectoria de John, bloqueándole cualquiera de las salidas—. Estuviste tan bien, John. En serio.

Jennifer puso los ojos en blanco y se inclinó para recoger uno de sus trajes que había caído al suelo cuando ella se había cambiado. Nunca oiría el final del galardonado desempeño de John, estaba segura de eso. Y ella había perdido su oportunidad de estar al frente y escuchar sus propios elogios.

Sintiéndose mareada cuando se paró, Jennifer hizo un pequeño sonido, con lo que John apareció a su lado.

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—Deberías tomar las cosas con calma —dijo.

—Yo estoy tomando las cosas con calma, —espetó Jennifer, sosteniéndose de él cerca de su cara.

—Yo podría haberte sostenido.

—Mira. — Jennifer inclinó la cabeza—. Yo me desmayé. No estoy hecha de cristal.

—¿Plástico tal vez?

Jennifer quería pegarle, pero con Lacey mirando ella tenía que proteger su reputación. Ella se conformó con manifestarse.

Detrás de ellos, Lacey movió los labios. —¿John?

No miró a Lacey, porque era evidente a los ojos. —¿Qué?

—Mi mamá va a estar charlando con Chip durante un rato, me preguntaba ¿si podrías llevarme a casa?

Su voz estaba más dulce que miel de maíz. Jennifer se burló con una carcajada. Ella reunió el resto de sus cosas.

—No tengo el coche —John le dijo.

—Está castigado, —informó Jennifer a Lacey, John sin escatimar un solo vistazo. Se podría decir que era un hervidero por la forma en que su cuerpo se apretó a su lado. Sonriendo, ella se dirigió hacia la puerta—. Como su vecina de al lado, yo sé estas cosas.

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Capítulo 13

Traducido por Emii_Gregori y Anelisse Corregido por majo2340.

o hubo ningún daño prolongado desde el desmayo. La mayor parte del sufrimiento de Jennifer era debido al hecho de que el aire de la Escuela Secundaria Pleasant View se condensaba con elogios por la actuación de

John, los esfuerzos de dirección de Chip, y la calidad de la producción en general.

Oh, su incidente de desmayo estaba allí arriba en la lista de chismes calientes-del día, pero ella tomó muy poco placer por la notoriedad. Ella quería escuchar cuan genial lo había hecho como Julieta, no: "¿Realmente te desmayaste desde el beso de John?"

La sangre de Jennifer hirvió.

Ella metió el periódico de la escuela bajo su brazo y se dirigió a su clase. No importaba que las personas que ella nunca había conocido le sonrieran con asombro. Ella había tomado teatro en la escuela desde la secundaria, y había audicionado para cada papel en el ínterin. Había asegurado la codiciada corona favorita de Chip. Ella se fijó para viajar con una beca de teatro completa en la universidad de su elección, si ella no escogía inglés como una importante en cambio.

Entonces vino John.

John quién, desde el inicio de su vida como vecinos, había estado compitiendo con ella la escalera a la cima, ahora robaba la corona que ella usaba directamente en su cabeza.

N

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Durante años ella pensó que estaba imaginando la pared competitiva que subían. Su madre le dijo que reaccionaba de forma exagerada, parte de la cosa de reina del drama. Ahora, Jennifer sabía que la pared era real.

—Gran trabajo anoche. —Alguien golpeó su hombro en la masa de cuerpos en el pasillo. Ella dio la vuelta pero no sabía quién era el rubio chico sonriente.

—Gracias.

Ella debería disfrutar esto, pero lo único que sentía era el familiar cocer a fuego lento de los celos siempre presente cada vez que ella y John estaban involucrados en algo juntos. Ella se sentía como el Grinch.

Mientras ella se acercaba a inglés vio su cabello oscuro como una boya negra flotando en un mar de admiradores. Oyó su nombre, el alto tono de la risa de las chicas, y las voces bajas de sus amigos.

Llevaba una camiseta blanca que hacía su sonrisa deslumbrante, su cabello oscuro como la medianoche, sus ojos como lunas de oro. Ella no se detuvo en la reunión de adoración pero se abrió paso, entrando en la quietud del aula de clase.

La Sra. Tingey estaba escribiendo en la pizarra pero ella se giró cuando la puerta se abrió y el ruido cesó. —Jenn. Me sorprende que estés aquí.

—¿Por qué? —Jennifer dejó caer sus libros sobre el escritorio con un ruido sordo.

—Después de te herida. ¿Estás bien?

—Sólo me desmayé.

—Oí que estuviste fuera por cuarenta minutos.

Jennifer se echó a reír. —Intenté cuarenta segundos.

La Sra. Tingey sacudió su cabeza y terminó de escribir la entrada del diario del día: Resolución de conflictos.

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Otros estudiantes entraron y la risa y el ruido del grupo que rodeaba a John atrajo a la Sra. Tingey a la puerta. Jennifer observaba a través del largo panel de cristal en el centro de la puerta. La Sra. Tingey fue con el grupo y de pronto reía y hablaba justo como el resto de ellos.

Jennifer se sentó en su escritorio con un suspiro, sus ojos resolviendo lo que la Sra. Tingey había escrito en el pizarrón. Su mente nadó con fantasías de John cayendo de la faz de la tierra o perdiéndose en algún lugar en safari o algún evento similar. Eso libraría su vida del conflicto bastante bien.

Cuando la campana chilló el grupo bullicioso se dispersó. John entró en el aula detrás de la Sra. Tingey, ambos riendo sobre algo.

Jennifer lo miraba con los ojos entrecerrados, sin esperar que él hiciera algo excepto plantar su culo en la silla. Se sorprendió cuando lo primero que él hizo fue mirar hacia ella. Ella pellizcó sus labios, prohibiéndoles sonreír.

La confusión cambió sobre su rostro. Él se sentó. Entonces articuló algo. Ella no estaba segura de lo que era, estaba muy molesta para estudiar sus labios. Si lo hacía, perdería la ira y ella estaba disfrutándolo demasiado.

—¿Qué? —Finalmente susurró después de que él hubiera tratado dos veces de articularle discretamente un mensaje.

El aula quedó en silencio.

—¿Estás bien?

—Estoy bien.

—Supongo que todos escucharon sobre el accidente de Jennifer durante la noche de apertura ayer —anunció la señorita Tingey con toda seriedad. Jennifer se irguió, encantada de tener el centro de atención.

—Yo estaba allí —dijo alguien—. Tú no sabías que algo estaba mal.

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—Sí. Así se hace, Jenn. —El chico sentado frente a ella levantó su mano y esperó a que ella la chocara. Después de que ella lo hizo, se echó hacia atrás, lista para contar su versión de los hechos.

—Un papel intenso. —Jessica unió sus dedos con anillos de plata encostrados—. Totalmente grité al final cuando John estaba completamente en ello. Eres lo máximo.

La cabeza de Jennifer se movió de un tirón a la derecha. La atención ahora se dirigía a John. Se sentó casualmente en su silla, sumergiendo la cabeza con humildad de vez en cuando, sus mejillas rosadas exasperante. Me sorprende que tenga la gracia de ruborizarse, Jennifer pensó cruzando sus brazos sobre su pecho.

La conversación entonces era sobre John totalmente, y Jennifer echó vapor. Finalmente, ella levantó la mano y la Sra. Tingey se dirigió a ella.

—Tienes que estar preparado para improvisar. Quién sabe lo que un actor no sazonado haría si algo así pasara.

Algunos de la clase murmuraron en acuerdo, pero principalmente, el comentario puso fin a la discusión centrada en John y eso dejó a Jennifer con una sonrisa de satisfacción.

—La entrada del diario de hoy. —Señaló la Sra. Tingey a lo que ella había escrito sobre la pizarra—. Cinco minutos y luego lo discutiremos.

Jennifer rápidamente escribió sobre cómo eliminaría el problema que causa el conflicto. Ejemplo, un vecino molesto = traslado. Sus pensamientos se abatieron hacia la fantasía. Su familia se muda, sabiendo que ella nunca tendría que tomar otro llamado subiendo la escalera con John pisándole los talones.

Ella miró por encima de él. Su cabeza estaba inclinada sobre el escritorio. Estaba profundamente concentrado, escribiendo. Jennifer estaba muriendo por saber lo que estaba escribiendo. ¿Con qué conflicto tendría que tratar John Michaels? ¿Su falta temporal de un vehículo? Había cientos de personas listas para saltar en la oportunidad de ser vistos dando un paseo con John en cualquier lugar. Él tenía los conflictos habituales en familia, aunque no era inmune a eso todavía le parecía que el mundo y todos le abrían sus brazos hacia él.

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—Entonces, ¿cómo lo hacemos? —La Sra. Tingey se alzó en la esquina de su escritorio—. ¿Cómo resolvemos el conflicto? —La Sra. Tingey se corrigió—

Veamos primero Orgullo y Prejuicio porque desde lo que sé todos están cerca de terminarlo por ahora, ¿verdad? —Ella levantó las manos para calmar los murmullos—. ¿Cómo resolvió el Sr. Darcy el conflicto?

—Él era rico y socialmente poderoso —dijo Jennifer—. Tenía todo a su disposición para hacer la vida de Lydia diferentes, entonces lo hizo.

—Pero lo hizo por Elizabeth —agregó John.

Sus miradas se encontraron en la habitación. Jennifer se preguntó por qué eligió observarla con una mirada que no podía comprender.

—Entonces él resolvió los problemas de Lydia con dinero, algo que la mayoría de nosotros no pueden darse el lujo de tener. —La señorita Tingey caminó frente de la sala—. Y, como Jennifer tan astutamente indicó, también utilizó su posición social. Otro extra que la mayoría de nosotros no tenemos como parte de nuestro repertorio. ¿Qué pasa con sus conflictos con Elizabeth?

Jessica levantó su mano y la Sra. Tingey asintió hacia ella. —El Sr. Darcy y Elizabeth finalmente abandonaron su orgullo y lo hablaron abiertamente.

—El orgullo era un problema para ambos, no lo era, hasta el final —dijo la Sra. Tingey.

—No hay sustituto para la comunicación —dijo John. La clase estalló en acuerdo. Jennifer se volvió hacia él. Esta vez él no la miraba.

Jennifer sabía todo de los coches en su calle y a quién pertenecían. Esto venía de haber pasado los últimos diez años viviendo en la misma casa. También venía de ser una chica quién se percataba de todo, como el coche al azar conducido por chicas con sus ojos muy abiertos tratando de ver despreocupadamente en casa de John en una travesía acosadora.

El Mercedes de lujo blanco sentado frente a la casa de Michaels no pertenecía a nadie en la calle.

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Jennifer aparcó su coche en su camino de entrada. Los abuelos de John ambos manejaban Toyota. Ella sabía lo que sus amigos manejaban —y ninguno de ellos conducía un Mercedes. La placa no era de fuera del estado.

Su curiosidad estaba pinchada.

Ella encontró a Parker en la mesa de la cocina haciendo la tarea, bañando la Oreo en jugo de naranja. —¿Dónde está mamá? —Si alguien sabía lo que estaba pasando con los Michaels, era su madre.

—Limpiando a Amber arriba. Ella vertió jugo de naranja por todas partes de sí misma.

Arrebatando una Oreo de la bandeja plástica, Jennifer tarareó la melodía que bailaron en la obra, viendo la cara de John en la esquina de su mente. Ella tomó dos escaleras a la vez y encontró a su madre en el piso de la habitación de Amber con un paño húmedo frotando la cara manchada de naranja de Amber.

—¡Jefer! —Amber levantó sus brazos.

—Hey, nena. —Agachándose, Jennifer tomó a su hermana en sus brazos. Su madre metió el paño en la palma de la mano de Jennifer.

—Termina, ¿lo harás? —La petición exigía más de lo que Jennifer estaba acostumbrada. Su madre estaba de pie, limpiándose la frente con el dorso de la mano.

—¿Algo está mal? —Jennifer dio otro golpe hacia la cara de Amber antes de concentrarse en sus pequeñas manos pegajosas. La línea entre las cejas de su madre le advirtió que algo estaba pasando.

—Los Michaels pueden catalogar su casa.

El corazón de Jennifer saltó a su garganta y se alojó allí. Sus manos, sosteniendo a Amber, se congelaron. —¿Por qué?

Los ojos de su madre brillaban. Su madre amaba a Janice Michaels —eran las mejores amigas. El corazón de Jennifer rasgó el centro con la noticia. Ella se puso de pie, agarrando a Amber hacia su cadera. —¿Las cosas siguen mal?

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Maggie asintió, las lágrimas resbalando por sus mejillas. —Me gustaría que hubiera algo que pudiera hacer.

Jennifer bajó a Amber suavemente al suelo entonces puso sus brazos alrededor de su madre, sus lágrimas ahogando su garganta. Había sido económicamente difícil para los Michaels durante algún tiempo.

Maggie alivió atrás el brazo de su hija y le tomó las mejillas con una sonrisa. —El mercado de valores es tan loco. Ha sido difícil para las personas que quieren invertir.

—Pero él es digno de confianza —dijo Jennifer.

—Lo sé, lo sé. Es que nadie quiere confiar en el mercado ahora mismo. Ellos sacan a todos, se sientan y esperan. Eso deja a Mitchell con las empresas muy pequeñas.

Para Jennifer, sería más fácil caer en la oscuridad del océano, en vez de escuchar las noticias. Su breve fantasía de John saliendo de su vida se desvaneció ahora con la realidad. Ella se dio la vuelta así las lágrimas que parpadeaba de regreso no fueran vistas. La cálida mano de su madre fue a su hombro.

—¿Se mudan? —La rotura en la voz de Jennifer le dio distancia. John se mudaba. Su mente brilló como la barbacoa al atardecer, las horas balanceándose en el columpio en su patio trasero, las fiestas de Navidad, las fiestas de cumpleaños, con su cara en la ventana.

—Si tienen que hacerlo, sí.

—¿Dónde?

—No han hablado de ello, al menos no que nos hayan dicho. Pero tienen que reducir su pago de hipoteca.

Cuando su madre la atrajo en un abrazo ella cerró los ojos, sintiéndose increíblemente como un niño, y deseando que ella lo fuera. Deseando que ella y John eran niños de nuevo.

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—¿Quieres cenar? —ellos caminaban cogidos del brazo a la cocina con Amber a sus talones. El estómago de Jennifer estaba vacío. Ella no tenía hambre. Ella negó con la cabeza.

—¿Cómo es el show?

Su madre estaba tratando de llevar su mente fuera de las cosas, pero el vacío se propagaba del estómago de Jennifer a su corazón.

—Bien.

—No puedo esperar para verlo.

—¿Todo el mundo lo sabe? ¿Los niños?

—Estoy seguro de que lo hacen. —El brazo de Maggie se deslizó lejos y se fue hacia un armario y lo abrió. —Pon la mesa, por favor.

Mecánicamente, Jennifer puso la mesa. No más rumores cruzando el patio a través de sus ventanas. El traqueteo del viejo camión chug de Jonh no anunciaría que estaba cerca. Ya no estaría la calma de su agradable voz pasando a través de la ventana abierta cuando él estaba fuera haciendo algo, cualquier cosa.

Ella no quería comer. Ella no tenía ningún deseo de tener una pequeña charla durante la cena. Después de terminar con la mesa, subió corriendo a su habitación. Ella podría haberse arrojado sobre la cama y llorado, a ella le dolía su interior. En lugar de eso, se detuvo en el marco de la puerta, mirando por la ventana con temor.

John todavía volvería a la escuela. En su camino fuera del edificio principal lo vio hablando con Runt y el otro único chico que ella había visto en su vida rondando alrededor de Runt, además de John. Ella ni siquiera sabía el nombre del chico. Pero John se estaba riendo y hablando con ellos.

Cruzando el suelo hacia la ventana, ella fue superada con olas conflictivas, como las enojadas mareas en su interior. Había sido una estúpida, grosera. Mezquina. Había perdido el tiempo. El orgullo, la más fuerte de todas las olas, la había aspirado en su

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feroz vórtice feroz y la había dejado que la llevara abajo, y ahora ya era demasiado tarde.

Reduciéndose en su cama, se sentó en un sueño, mirando hacia la oscuridad de su ventana.

Ella lo vio al día siguiente en la sala en su camino hacia la señorita Tingey. Por supuesto él estaba rodeado de amigos. Mirarlo ahora, sabiendo que pronto podría estar fuera de su vida hizo un agujero en su corazón. Ella desaceleró cuándo se acercó, con la esperanza de que volvería a mirarla, quizás… bien, ella no quería tener esperanza de que el sintiera su presencia.

La vagancia nunca había sido su estilo, pero hoy ella esperaba.

La primera campana sonó. Aquellos que lo rodeaban se dispersaron y se quedó solo. Él todavía no la veía y ella estaba tan perturbada como para caer accidentalmente un libro. El sonido atrajo a su atención. Él avanzó sin prisa.

Ella fingió que no había planeado la reunión, y se dejó caer de rodillas, recuperado el libro del mismo modo en que él se agachaba a la vez. En cuclillas en el pasillo, sus ojos se encontraron. Cada uno tenía una mano en su libro.

Él sonrió en su forma normal. Y le dio la plena propiedad de la tapa dura. —Llegas tarde, Vien.

—Me conoces, —dijo ella.

—Sí. —Ellos comenzaron a caminar lentamente a la clase de la señorita Tingey.

—Mamá dice que podrías estar avanzando, —dijo ella.

Él dejó escapar un suspiro. —Sí.

¿Te sientes tan triste al respecto cómo yo? —Eso es muy emocionante, supongo.

Levantando un hombro, mantuvo sus ojos en el suelo y no dijo nada.

—¿Estás emocionado? ¿Nuevos amigos, nueva casa, nueva escuela?

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Por último, él miró por encima. —¿Te gustaría moverte cerca del final de tu último año?

—Supongo que no.

—Me gustaría terminar el año aquí de todos modos. Que acabar de pasar por encima.

—¿Quieres decir cuando no estés arraigado desde el coche?, —agregó ella a la ligera. Él no se rió, de hecho, su rostro se apretó.

—¿Te gusta cuando yo sufro, ¿no?, —preguntó él.

Ella no podía saber si él estaba siendo gracioso o no, no, cuando sus ojos se afilaron. —Tú estás… estás bromeando ¿no?

Él se detuvo, mirándola fijamente.

—No me gusta verte... —no podía decir las palabras, ya que sonaba tan ridículas. Pero si eso es lo que él pensaba, ella estaba mortificada—. Eso es estúpido. —Ella siguió caminando hacia la señorita Tingey.

—Serías feliz si nos mudamos. —Él estaba junto a ella, con sus hombros tocando los de ella.

—Eso no es tan cierto. Estás lejos de la base.

—¿Cómo fuera de la base?

—¿Qué quieres decir?

—Esa es una respuesta principal, Jenn. Tengo que saber la razón para ella. ¿Qué tan equivocado estoy? ¿Qué tan fuera de la base?

—Yo no voy a responder a eso.

—¿No puedes o quieres?

El desafío en sus ojos se lo impidió. Este iba a ser su movimiento. ¿Cómo se enreda a mí alrededor? Estoy perdiendo mi ventaja.

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—Supongo que no puedes, —dijo él. Un pequeño triunfo se mezclaba con la decepción en su voz—. Lo supuse. —Él se dirigió al frente de a la clase, dejándola detrás.

Ella vio su camino con su paso seguro y burlesco.

Incluso que a ella le gustara. Incluso que ella le echaría de menos.

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Capítulo 14

Traducido por DaRkGirl (SOS) y PaolaS

Corregido por Mari Cullen

odo el mundo estaba afuera. La música no sonó como debía, dejando a los ciudadanos de Verona con el rostro blanco. Alguien dejó caer una espada. John olvidó cuatro líneas, Andrew una. Trish, quien

interpretaba a la enfermera, tropezó en tres de sus entradas, enviando a la audiencia a un ataque de risa con cada uno, cambiando el tono de la obra a una payasada.

Chip hizo estallar un fusible en el intermedio, sudando, gruñendo, caminando como un Terrier en un depósito de chatarra. Se reunieron en el salón de teatro.

—Hemos hecho esto demasiadas veces para que esa clase de trucos pasen, chicos —dijo.

Nadie se atrevió a hablar. De pie como los chicos VonTrapp, tomaron el castigo de su padre.

—Ty, la música… apesta a lo grande.

—Lo siento. —Con cabeza baja Ty asintió—. No sucederá de nuevo jefe.

—Nuestra audiencia no está segura si esto es una comedia o qué. —Chip se detuvo justo enfrente de Trish—. Mira por donde caminas. —Tímidamente ella asintió.

T

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Chip se trasladó hacia John. Al principio sólo lo miro. John mantuvo su cabeza arriba y los ojos fijos. Jennifer lo observaba con el corazón hinchado por él. Ella esperaba que Chip no dijera nada que pudiera herirlo.

—Debiste haber improvisado.

—Lo sé.

—Tú sabes de estas cosas, yo sé que sabes.

—Lo siento.

—Te he visto improvisar antes, de manera brillante de hecho.

—Lo siento.

—Improvisa.

John asintió fuertemente con la cabeza.

Chip se giró hacia todo el mundo. En lugar de decir algo más, dejó la habitación con el profundo reproche en el aire. Le tomó un momento respirar. Silenciosamente, con cautela, el elenco se movió, algunos se acomodaron en los asientos, otros caminaron, repitiendo sus líneas.

La mirada de Jennifer siguió a John mientras él encontraba un lugar solo.

Lacey, Fletcher y Andrew se acercaron a él pero levantó la mano para evitar que se acercaran y sacudió su cabeza. Puso sus manos sobre la pared mientras se presionaba contra ella. La camisa que llevaba no disfrazaba la tensión en su espalda y hombros. Había más tensión en esos hombros que cualquiera en la sala y Jennifer se encontró repentinamente yendo hacia él. Tal vez la detuviera también, pero sus manos nunca dejaron la pared, mientras levantaba la cabeza.

Él la miro. Ella avanzo cerca para que nadie la oyera.

—¿Estás bien? —susurró.

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Las machas de colores en sus ojos cambiaron. Cambió su posición, dejando caer las manos a los lados.

No creía que nada pudiera aliviar la fuerte tormenta que había en su interior, pero cuando oyó movimiento detrás de él, su corazón se atrevió a esperar que fuera Jennifer. Ella levantó la vista con los ojos brillantes, serios, y comprensivos.

Cuando niños, trataron de leerse la mente y había sido frustrante cuando no pudieron. Tenía que abrir su boca y hablar con ella, decirle qué estaba sintiendo en su interior… Mr. Darcy y su terco orgullo vino a su mente. Él quería reír, sabía que se sentiría bien hacerlo. Ella se reiría también, si le dijera.

Ella se acercó. El lado de su brazo estaba peligrosamente cerca de su pecho. Él trago y miró un cartel con cicatrices de West Side Story que había estado colgado en la pared durante muchos años. El amarillo en las palabras se desvaneció a una pálida sombra misteriosa.

Olvidó cuatro líneas hoy. Cuatro. Cuatro que se sabía de atrás para delante. Sacudió su cabeza, trabajando para buscar en su mente lo que había hecho bien en la presentación. Pero el rostro de su padre, lleno de preocupación, por la tarjeta del Coldwell Banker Realty que encontró cerca al teléfono, bloqueó todo.

—¿Quieres practicar tus líneas? —Ella preguntó.

La presión en su interior le dio lo suficiente para poder respirar. Solo quédate aquí conmigo. Él quería decir. Y mucho más, pero eso era demasiado.

Cuando ella se rozó contra su brazo, sus venas se llenaron de burbujas.

—¿Estás seguro que estás bien? —preguntó, descansando su mano en su brazo. Él asintió, contento que ella viera algo y preguntara, agradecido de sentir su toque.

Su cabeza estaba en pálidos rizos color limón cayendo como cascada en todas partes. Sus mejillas enrojecidas. Una luz brillaba en su piel, pero sus labios estaban completamente desnudos —totalmente besables—. Obligó a sus ojos a evitarlos, desviando la mirada a las desvanecidas palabras West Side Story.

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Todavía tenían la escena de la muerte. Él la besaría entonces, la probaría. Sentiría su cuerpo contra el de ella. Su sangre embistió cada parte de él deteniéndose en el abdomen.

Mantén la cabeza en tu lugar, Michaels.

Era casi la hora para el segundo acto, y para la pelea con Andrew. Dios. Necesitaba algo y una ducha fría no era una opción.

—Buena suerte —su susurro fue cálido en su oreja y el ligero toque de su brazo casi lo paralizó.

—Es hora. —La voz de Ty cortó el silencio, como el tic de un reloj en una tumba.

John robó otra mirada al rostro de Jennifer. Tuvo que levantarse y salir de esta depresiva ruta rápida o arrastraría el show. Sólo había una cosa para hacer que su espíritu, y ciertamente su cuerpo olvidaran. Su mirada saltó sobre su rostro con ojos hambrientos para algo más que sólo una mirada. Este no era el lugar, ni el momento para lo que quería. Él atravesaría por esta noche porque quería lo que el mañana podía traer.

John pasó la segunda mitad de la obra a punto de explotar con energía. Cada línea fue perfecta, siguió cada señal y corrió con sus instintos cuando él y Jennifer se besaron. Consiguieron silbidos y gritos de la audiencia, pero había estado demasiado concentrado en Romeo para permitirse a sí mismo la gratificación de disfrutar los besos.

No podía estar quieto fuera del escenario. No quería caer en cualquier pista por inercia mientras hablaba mecánicamente y esperaba su señal, por lo que se mantuvo concentrado, con la espada en la mano y su corazón palpitando con anticipación.

John se humedeció los labios y se encaminó hacia el vestíbulo del auditorio como Chip había dicho. Miró por encima del hombro con la esperanza de ver donde estaba Jennifer.

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Andrew le dio a John unas palmaditas en la espalda. —Y el Oscar es para… —Y luego fue arrastrado por Fletcher, quien lo llevó en la dirección de un grupo de amigos esperándolo.

Lacey todavía tenía agarrado su brazo, y John echó un vistazo preguntándose cómo podría salirse de la llave con gracia. Vio a Jennifer con sus padres y los de ella y tiró suavemente el brazo para liberarlo del de Lacey.

—Son mis padres. —Él comenzó a caminar hacia ellos, y Lacey lo siguió.

—Oh, genial. Me gustaría conocerlos.

John se unió al grupo en medio de la conversación y se puso junto a Jennifer. Ella irradiaba luz con su vestido de color burdeos. Suaves rizos enmarcaban sus mejillas brillantes que resaltaban el azul de sus ojos.

—Fue maravilloso —dijo Maggie, abrazándola.

—Buen trabajo. —Randy la abrazó también.

Maggie lo miró a él luego. —Esa escena de la pelea parecía tan real, John. Como en las películas.

—Con grandes efectos especiales —agregó Randy.

El corazón de Jennifer golpeó. Todavía probaba las lágrimas de John. Ella no había tenido la oportunidad de decirle lo que pensaba de su escena de muerte. Perfecta.

Janice Michaels brillaba. —Estuvieron maravillosos. Ambos.

Mitchell asintió con la cabeza. —Le dije a Jan, yo no puedo creer que nuestra pequeña Jenn Vien este allá arriba.

—Su química. —Sonrió su padre—. Chisporroteaba.

—Convincente —Mitchell agregó— Tu experiencia y formación ha dado sus frutos, Jenn.

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—Y John estuvo muy bien —agregó Randy.

—Jennifer es la estrella —Mitchell dijo haciendo énfasis—. Ella se lo merece. —Ni siquiera miró a John. El corazón de Jennifer calló. ¿No elogiaría a John por su excelente rendimiento?

—Todavía no puedo creer que era John —su padre habló—. Era otra cosa.

John ocultó su decepción, Jennifer pensó, observando de cerca la expresión de su cara.

—Gracias, Randy.

—La Memorización ha sido siempre un reto para él —dijo Mitchell—. Chip nos dijo que tomó un giro que no fue coreografiado.

John miró a su padre. Jennifer intentó leer el mensaje silencioso que era enviado a través de sus ojos enojados, pero no pudo.

Los sentimientos de John fueron ignorados entonces, luego sus padres se despidieron y se fueron. El corazón de Jennifer se hinchó para él. Él continuó hablando y riendo con los otros miembros del reparto, pero ella conocía su cara muy bien. La máscara de cordialidad que llevaba no ocultaba que él seguía pensando en la negligencia de su padre.

La risa coqueta de Lacey rompió el aire como un saxofón aullando. Ella se acercó a John con su madre a su lado. Descaradamente, le enganchó del brazo de nuevo. —Fiesta en mi casa, John. Vendrás, ¿no?

—Tú y Lacey deberían salir en algún momento. —Ann llevó una uña pintada a su hombro y golpeó—. Eres tan lindo.

—Sí, ¿por qué no lo hacemos, John? Me encantaría salir contigo.

—Oh, no te ruborices, cariño. —Ann jugaba con un pedazo de goma de mascar—. Eso te hace aún más lindo.

La sangre de Jennifer se hizo vapor.

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Ann la miró por encima. —Hola, Jenny. —Cuando Ann la saludo, sus pulseras tintinearon—. Es mi paciente. ¿Cómo te va, cariño?

—Genial. —Jennifer se unió a ellos, molesta de que John estuviera rodeado por tres mujeres. Más molesta de que ella era una. Pero no quería dejarlo solo con estas dos hienas.

Los colores en sus ojos se salpicaron de ámbar, amarillo pálido y verde. Ojos hermosos, Jennifer pensó, contenta de no parecía haber ningún rastro de decepción en ellos ahora, sólo algo curioso que ella estaba tratando de averiguar.

Ann divagaba. —Le dije a Lacey que ella y John deberían salir. Él es una lindura.

Jennifer trató de mantener su voz calmada. —Sí, bueno, Lacey sabe que tendría que tomar un número. ¿Verdad Lacey?

La risa de Ann salió algo como entre una carcajada y un silbido. —Bueno, yo lo puedo creer.

Ella acarició la bolsa de flores, sacudiendo la cabeza. —Te doy mi palabra John, no va a haber nadie mejor que mi Lacey. —Ella envolvió un brazo alrededor del hombro de Lacey y Lacey bajó sus pestañas oscuras—. Siempre juzga a una chica por su madre. Porque como su mamá, es como va a ser. —Ella metió sus dos manos a los costados haciendo un pequeño dobles de sus rodillas—. Y mírame a mí.

Esto era increíble. Ni la madre ni la hija tenían vergüenza. Jennifer miró a John como un prisionero en el pequeño círculo, constriñendo la garganta como si quisiera decir algo. Pero era imposible salvar un momento de mal gusto como este con algo digno.

—Ella es muy afortunada —dijo.

Jennifer no podía creer que John contara con esa capacidad mental de pensarlo, y mucho menos decir las palabras, cuando lo único que quería hacer ella era volcar un cubo de agua fría en Lacey y Ann y decirles que lo superaran.

Ann buscaba en la multitud como un gato por un ratón. —Voy a ir a buscar al Sr. Chips. —Sus dedos se envolvieron alrededor de las mejillas de Lacey

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aprensándola, luego plantó un beso en los labios fruncidos de Lacey—. Se cuidadosa cariño. Nos vemos en la fiesta, Johnny. ¡Chau Jenny! —Se dio la vuelta, la sudadera Juicy atada en su trasero girando a cada paso.

Lacey enganchó el brazo en el de John. —Yo vivo en el 483 Norte de Locus. ¿Has estado alguna vez en mi calle?

—Nunca.

Lacey tiró de John en la dirección de las puertas. —Eso está bien, puedo mostrarte cómo llegar. Me puedes llevar, ¿Te parece?

Jennifer rodó los ojos. Estuvo a punto de no ir a la fiesta, por lo enfurecida que estaba con Lacey y Ann y con John por no empujar a Lacey lejos de él. ¿Pero por qué iba John a alejar a una oscura, tentadora zorra como Lacey? Ningún hombre de sangre roja lo haría.

Aparcó en el camino de entrada de Lacey. Era una pena si la consideraban presuntuosa. La camioneta de John estaba allí. Ellos estaban probablemente dentro acurrucados en un sofá en un rincón oscuro. Lacey estaba probablemente dándole fresas en la boca o soplándole en la cara para que no le diera calor.

Lloriqueando, Jennifer pasó el coche, vio la chaqueta del consejo de estudiantes cuidadosamente doblada en el asiento trasero y se detuvo. Dio un rápido vistazo alrededor para asegurarse de que estaba sola. El ruido pulsante de la casa significaba que la mayoría de todos los que venían a la fiesta ya estaban dentro.

Abrió la puerta del coche de John y olfateó el olor débil de cuando salía de la ducha. Su lengua rozó nerviosamente sus dientes. Tomó la chaqueta del asiento trasero, un escalofrío delicioso por la travesura se deslizó por su espina dorsal. La chaqueta era suave. Ella la llevó a su nariz e inhaló, una sonrisa involuntaria lleno su cara.

La Música chorreaba de la casa, algo acerca de la mamá de Stacey6. Oyó las voces dentro cantando, pero cambiando las palabras a la mamá de Lacey.

Hmm, figuras.

6 Stacy´s mom: Título original de la canción, es interpretada por un grupo llamado Fountains of Wayne

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Jennifer se deslizó en la chaqueta y la comodidad se fusionó a cada uno de sus poros. Pasó la palma de la mano contra las mangas de cuero suave, Inhalando otra respiración profunda de ella, y cerró los ojos. ¿Cuántas veces había soñado con usar este abrigo? Él lo llevaban a todas partes. Nunca había visto a ninguna otra chica usándolo. Eso estaba bien. No es que llevar la chaqueta de un chico en la escuela Pleasant View significara algo. No lo hacía. Esa era una antigua tradición. A Jennifer le hubiera gustado que todos la vieran usando la chaqueta de John, les encantaría. Casi se echó a reír.

Lo habría hecho, pero sintió que no estaba sola.

Su corazón latía con fuerza. Se congeló. No se atrevía a abrir los ojos, era vergonzoso si cualquier persona la encontrara. Pero una persona en particular, significaría una humillación para cortarse-las-muñecas.

Cuando él se aclaró la garganta, su corazón latiente cayó a sus pies. Ella abrió los ojos, se volvió y miró directamente a John. Era la primera vez en la noche que había visto luz en su cara, atrapado en algún lugar entre feliz e intrigado.

—Yo tenía frío —ofreció ella.

Sus cejas se levantaron sobre sus ojos como diciendo: “Uh-huh”. Pero él no dijo nada. Metió la mano detrás de ella, llegando tan cerca que sus cuerpos se tocaron, y empujó la puerta del coche para cerrarla. Luego se quedó allí. Tan cerca, Jennifer se vio obligada a mirarlo, sus ojos parpadeando rápido, su corazón latiendo más rápido. Su cara estaba caliente. Ella estaba segura de que estaba roja.

—Estas invitada a usarla. —La amabilidad en su tono se fundió en su interior como malvavisco. Esperaba que se burlara de ella. Pero sus ojos estaban exentos de carácter conflictivo o condena.

—Gracias.

—¿Vas a entrar? —Todavía no se había movido. El Calor de su cuerpo comenzó a darle calor. Ella miró por encima del hombro a la casa. Alguien se asomó por la ventana, observando. Entonces había dos.

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—¿Te estabas yendo? —preguntó.

—Necesitaba un poco de aire. Es sofocante allí.

La ventana de la sala estaba llena de siluetas, todos con la nariz pegada a la ventana. La música de la madre de Stacey estaba terminando. Algo lento y dulce llegó, una de sus canciones favoritas.

—No necesitaré la chaqueta en el interior, ¿verdad? —dijo Jennifer, fantaseando con un baile lento.

—Llévala. Se ve bien en ti.

—¿Lo hace?

Él asintió con la cabeza. Tomaron el camino a la puerta de entrada lentamente y fácil. Las sombras en la ventana desaparecieron. A través de cortinas transparentes, Jennifer vio a una pareja junta en un baile lento. La canción, su oportunidad, se escapaba.

Llegó a la puerta. Si no se lo pedía ahora a otra chica le llevaría, robándole su oportunidad de bailar con él su canción favorita.

—Me encanta esta canción —exclamó ella. Hizo una pausa, escuchando. Las palabras eran románticas y conmovedoras. Palabras graves acerca de ser un héroe. Sus ojos se encontraron. Su corazón estaba abierto, ensanchándose. Ella quería que él pasara dentro de su corazón para que supiera a ciencia cierta que era suyo—. Lo has hecho esta noche muy bien —le dijo—. No llegue que decirlo.

—Tú fuiste la que estuvo impresionante —dijo—. Increíble.

Su elogio la emocionó. Abrió la boca para pedirle que bailaran al aire libre cuando se abrió la puerta. Ellos estaban bañados en la luz.

—Ahí estás. —Lacey posó su mirada en Jennifer sólo un momento antes de que su sonrisa cayera en John. Lo cogió de la manga—. ¡Date prisa, quiero bailar contigo esta canción!

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Capítulo 15

Traducido por Lizc07 y PETTY Corregido por majo2340

ennifer se negó a ver a Lacey bailando con John, sus promiscuos brazos tan apretados alrededor de su cuello que podrían haberle cortado la circulación. Eso le serviría, se burló en voz baja. Por un instante, esperaba que él se ahogara y

muriera. Puso su sonrisa de actriz y revoloteo desde una persona a otra, ignorando el sordo dolor en su corazón.

Cada uno pedía doble tomas, y ella no podía entender por qué. Se aseguró de que su maquillaje estuviera perfecto, su nariz sin nada ofensivo. Y no llevaba ningún brillo de labios, así que sabía que no estaba manchada o se le había regado.

—Hola. —Fletcher le dio un codazo en sus costillas.

—Fletch.

Se metió un puñado de M&M a su boca de un plato de dulces cercano, luego se frotó las palmas de las manos hacia atrás y adelante. Andrew y Drake se encontraban justo detrás de él, sonriéndole. Todos los tres ojos la miraban con curiosidad, luego Andrew le preguntó, —¿Dónde está John?

Jennifer se encogió de hombros. —En algún lugar. —se aseguró de no mirar por encima, de no ver si John estaba bien bailando con Lacey. Por alguna razón,

J

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cuando su cabeza se volvió de todos modos, la vista no le molestó tanto como pensaba que podría.

—¿Quieres bailar? —Preguntó Fletcher—. Quiero decir, ¿si está bien?

—¿Por qué no lo estaría? —Jennifer enganchó su brazo en el de él y lo siguió hasta la pequeña área donde habían apartados los muebles hacía atrás para que todos pudieran bailar.

Algo dentro de ella cambió. Había desaparecido la agitación que normalmente cargaba. Ella y Fletcher hablaron sobre la actuación de la noche mientras se sacudían y daban vueltas. Mantenía un ojo en John, en con quien estaba. Pero esos sofocantes sentimientos de celos que había llevado durante mucho tiempo ya no estaban más.

La atención de John permaneció en ella. A ella le gustaba eso, y le sonrió. Su corazón abierto anduvo con cuidado.

Una vez, él hizo un gesto con la cabeza hacia la zona de baile, sugiriendo sin palabras que se reunieran y bailaran, pero ya había sido agarrada por alguien y cuando lo buscó de nuevo él ya estaba enganchado por la mamá de Lacey, quien lo había acorralado en un baile sólo para ella.

Más tarde, Jennifer se encontró a Lacey saliendo de la sala de baño. —Esto es muy divertido, —dijo ella—. Gran idea, que nos encargáramos de todo.

—Gracias. —Se detuvieron torpemente en la oscura sala. Los ojos de Lacey se enfocaron en el nombre de la chaqueta—. ¿Cómo puedes tener frío? Hace calor aquí dentro.

—No tengo frío.

—Entonces, dame tu chaqueta. —Lacey mantuvo levantada su mano—. Voy a ponerla en el dormitorio.

Jennifer envolvió sus brazos alrededor de la suave piel de la chaqueta de John y negó con la cabeza. La decepción se mezcló con la envidia en la cara de Lacey. —No,

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gracias. —Jennifer se volvió, pero Lacey la detuvo.

—¿Él te la dio?

Una sonrisa asomó en los labios de Jennifer. —A decir verdad, lo hizo.

Ann dejo a John a Lacey, a continuación, bailaron a su manera alrededor de la mesa de alimentos en el que había un reparto impresionante de patatas fritas, picadillos, salsa y galletas. Jennifer habría jurado que toda la fiesta entera había sido planificada, en lugar de ser espontánea.

Jennifer metió la mano en el cuenco de patatas fritas.

—Oye, ahí estás. —Ann saludo, su cuerpo no se dejó de bambolearse al ritmo. Jennifer le devolvió el saludo. Ann la envolvió en un apretado abrazo. Las ventanas de la nariz de Jennifer fueron asaltadas por el olor de flores quemadas y especias—. Me alegro de que vinieras, cariño. —Dando un paso atrás, Ann evaluó a Jennifer desde la cabeza hasta los pies y con la frente bien levantada dijo—. ¿Qué es eso que estas vistiendo? ¿Tú y él están?

Jennifer se dio cuenta de que algunos de los actores que estaba en la mesa comiendo se quedaron calmados, escuchando. Ella respiró hondo, dispuesta a hablar cuando Taunia apareció con Trish.

—¿Es eso lo que yo creo que es? —Trish tiro del dobladillo de la chaqueta, dejando al descubierto el nombre bordado de John. Se quedó sin aliento. —Si es.

Todo el mundo comiendo de repente se volvió hacia ella. Voces. Risitas. Más suspiros, susurros.

—No puedo creerlo.

—Yo tampoco.

—No tenía idea de que eran…

—Pensé que le gustaba Alex Jesperson.

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—Terminaron.

—¿En serio?

—Pero no puedo creer que John le diera su chaqueta. Eso es como…

—Ya lo sé.

Los talones de Ann Naeverson resonaban en el suelo de baldosas de la cocina, con los brazos ondulando con entusiasmo. —Qué lindo se ve en ti, Jenny. —Tiró de ella aquí y allí mientras la multitud se aplastaba alrededor de ellos. Voces cuchicheaban. La emoción sonaba como campanas. Cada vez que Jennifer abría la boca para explicar, la volteaban, le daban un codazo o la abrazaban para darles algunos deseos de felicidades como una novia después de los votos.

—Deberías haber dicho algo —Ann habló por encima del ruido—. Ahí estaba yo pensando que John estaba sobre la vid y tú ya lo habías apartado.

Las manos húmedas de Jennifer agarraron los bordes de la abierta chaqueta de John. Ella no había apartado a nadie. Y cuando vio a John zigzagueando por entre la multitud hacia la acción, empezó a sudar.

Fue felicitado por algo que él no tenía ni idea acerca de que se trataba; su rostro estaba lleno de agradable confusión. Ella quería correr. Con la vista puesta en la puerta trasera de Lacey, comenzó una escapada furtiva, pero la habitación estaba tan llena que no podía moverse.

—Hey. —Era John. Jennifer fingió que no lo oyó. Silbó un agudo, y alto silbido que no había oído desde su niñez. El sonido cortó a través del ruido como un estoque a través de tela, dejando el ruido del equipo de sonido con Maroon 57 preguntando si había alguien por ahí.

—Jenn.

—Voy a salir por un poco de aire. —Jennifer se dirigió hacia la puerta.

7 Maroon 5: Grupo de música pop, muy popular en varias partes del mundo, hace referencia a la letra de una de sus canciones.

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—Enciende la luz, —grito Ann—. Es más oscuro que un bar en plena luz del día por ahí.

Jennifer dejó escapar un suspiro, al minuto en que salió por la puerta. Habría disfrutado del aire fresco de la noche, escapar del embarazoso momento, pero no había encendido la luz y no sabía nada de los dos escalones de cemento. Aterrizó boca abajo en un golpe plano. Sus brazos detuvieron la caída, protegiendo de molerse su cara al detener el resto de ella en la caída. Yació en la oscuridad en lo que parecía una posición básica de yoga antes de que la luz se encendiera y John estuviera a su lado.

—¿Estás bien?

—Claro. Sí. Lo estoy.

Sus manos se envolvieron alrededor de sus brazos para ayudarla y ella trepó con la mayor dignidad que pudo. Sacudiendo su chaqueta se mantuvo evitando su rostro y sus ojos. Sus mejillas se empezaron a calentar.

—Sin embargo, no estoy segura de que tu chaqueta lo esté. —La piel de las mangas estaba raspada—. Lo siento.

—Está bien.

—Voy a mandarla a limpiar por ti. —No podía sacudir la chaqueta para siempre, pero tenía miedo de mirarlo. Ella se dirigió a la puerta. Después de la caída humillante, estaba dispuesta a irse de la fiesta de una vez. La palma de su mano se envolvió alrededor de su codo.

—Sólo un segundo, —dijo—. ¿Puedo hablar contigo un minuto?

Cuando finalmente tuvo el coraje de encontrarse con su mirada, se sorprendió de que no se viera molesto.

—Está bien.

Metió las manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones. —Escuché algo allá dentro.

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—Ah, ¿sí? —Su corazón se tambaleó un poco. Cogió la cremallera de la chaqueta, jugando con ella.

—Todo el mundo piensa que tú y yo... que tú y yo… —Era difícil decir las palabras y John se detuvo porque ella sonreía, como si estuviera burlándose de él.

—Esta es la primera vez que te veo nervioso, —dijo.

—No estoy nervioso, —mintió. Estaba tan nervioso que le temblaban las manos, había estado así desde que había escapado al patio frontal y la encontró vestida con su chaqueta.

Era la última cosa que esperaba encontrar: Jennifer en su coche poniéndose su chaqueta. La expresión de su rostro cuando se deslizó en la chaqueta le había detenido en seco. Algo poderoso había despertado en su sistema. Se veía bien en ella. Las mangas de luz jugaban sobre el pálido rubio de su cabello, ahora iluminado por la luna. No creía que sus ojos azules como el mar podrían versen más azul, pero lo hacían. Oscuros y profundos, como el cenit del cielo misterioso.

—Entra, —aclaró su garganta, intentando de nuevo—. Todo el mundo dice que tú dijiste que estábamos, ya sabes.

—¿Qué?

—Que…

—Tienes que decirlo John. No voy a decirlo por ti.

Sus dedos de los pies se encogieron en sus zapatos, sus manos temblaban en sus bolsillos. ¿Por qué le hacía esto? ¿Hacerle sentir como si quisiera decir todo lo que tenía en su corazón, pero al mismo tiempo hacer que sea tan difícil?

—Creo que todo el mundo piensa, —hizo un gesto hacia la chaqueta con un asentimiento de su cabeza—, contigo usando mi chaqueta y esas cosas.

Su sonrisa burlona se desvaneció. Poco a poco, se salió de la chaqueta. Luego,

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cuidadosamente la doblo sobre su brazo y se la extendió a él. —Lo siento. Aquí tienes.

Cogió la chaqueta a pesar de que no la quería de vuelta. —Todavía la puedes usar si quieres, si tienes frío.

—No tengo. —Sin embargo, sus brazos estaban entrecruzados en su cintura—. Gracias, sin embargo.

—Jenn. —Estuvo a punto de detenerla. En cambio, la vio volver a la casa. ¿Cómo podía ser el primero en decirlo? Que todo el mundo pensaba que estaban juntos. Incluso si deseaba que fuera verdad, diciéndole eso significaba dejar bajar la guardia en primer lugar. Él tenía miedo de hacer eso.

Probablemente estaba bromeando cuando le dijo a todo el mundo acerca de la chaqueta… haciéndolo ver como un niño de casa, todos caballeresco y soñador… por el gesto. Sus dedos se apretaron en la chaqueta. La tela estaba todavía caliente. La llevó a su nariz e inhaló. Antes de que el calor se desvaneciera, se deslizó en él.

John colgó el abrigo en una perrilla en su habitación… la antigua perilla que su madre había instalado cuando él había pasado por su fase de béisbol. El murciélago en miniatura y la bola se veían rayados y desgastados ahora.

Algo pesado se aferró sobre su corazón. Por un momento se quedó de pie en su habitación, no se movió, no pensó. Él no quería hacerlo. Todo el mundo le gustó la actuación, incluso con el patético primer acto, sus olvidadas cuatro líneas, y los accidentes en la segunda mitad. Él había dado su alma a Romeo. Y todo el mundo lo felicitó por eso.

Excepto su padre.

Una vena de resentimiento se endureció en su interior. Se quitó la camisa, la retorció y la tiró en su armario… fallando el cesto de la ropa sucia. En tres zancadas la cogió y la metió profundamente en el casi lleno contenedor. Tuvo la repentina urgencia de levantar la canasta por encima de su cabeza y tirar su contenido por todo el cuarto.

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Le dio una patada en su lugar, acomodando sus manos en las caderas con un gruñido exasperado.

No importaba lo que hiciera nunca era suficiente.

Cayó en la cama, pasando sus manos sobre su rostro, la vieja frustración burbujeando. Veces como está él se encogía ante su imagen de sí mismo con unos pocos recuerdos que tenía de cuando había hecho a su padre orgulloso. Los recuerdos estaban siempre justo en el borde de sus pensamientos. Los había utilizado tantas veces. Como cuando había podado el césped de los Vienv porque Randy había estado ausente durante tres semanas. "Estoy orgulloso de ti." Su padre le había mirado con tanto orgullo que John sentía envuelto en seguridad alrededor de sus huesos.

Echaría de menos eso.

Nunca había pensado mucho acerca de las posesiones. Irían con él cuando se mudara, era lo que él no podía tomar, ese hueco de su corazón. Si dicho cambio era inevitable, había que hacerlo y trataría de no mostrar lo difícil que era.

—¿John? —Su padre llamó a la puerta.

John lanzo fuera cualquier signo de miseria frotándose su rostro. —¿Sí?

Su padre sólo dio un paso en la habitación. John no sabía si él estaba mostrando respeto por su espacio o en silencio diciéndole que no iba a quedarse mucho tiempo.

—¿Cómo estuvo la fiesta?

John se encogió de hombros. —Bien, supongo.

Un momento de silencio se extendía entre los dos. John esperó, ansioso, sin saber qué esperar. Decepción colgaba en su pecho cuando su padre se volvió y salió por la puerta.

El dolor en los huesos de John se intensificó, le quemaba hasta la médula. Después de que su papá cerró la puerta, se metió en la cama y miró hacia la ventana.

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Jennifer caminó por el pasillo lleno de gente hacia la clase de Inglés. Más extraños saludándola, más chicos sonriéndole. La fama era embriagadora. Ser notada, adorada, ¿A qué chica no le gustaría?

Romeo y Julieta juegan con la casa llena todas las noches. Chip estaba en éxtasis. Todas las noches grandes ovaciones, aplausos, gritos, se esperaban. Pero el mayor de los escándalos hasta ahora fue el sostén que una chica había tirado en el escenario cuando John estaba haciendo su saludo final. Que le pasará a la historia de Pleasant View High School, Jennifer reflexionó, imaginando la cara de John cuando movió la ropa con cautela, el encaje negro, fuera del escenario. Él se había vuelto del color de la remolacha.

La risa de John corría por el pasillo ahora. El sonido hizo a su vez girar a Jennifer la cabeza mientras se acercaba al salón de Ms.Tingey. Se asomó por la puerta abierta. John estaba hablando con Ms.Tingey como si fueran viejos amigos, no docente y alumno.

Cuando ella entró, los dos se volvieron.

—Jenn, —sonrió la Sra. Tingey—. Estaba oyendo hablar de las anécdotas detrás de escena. No puedo creer que no haya visto el espectáculo y esta es la noche de cierre.

Jennifer puso sus libros sobre su escritorio. —¿No puedes venir?

—Oye, ¿Te quedan entradas? —preguntó John. Obviamente, él asumió que había vendido la totalidad de la de ella. ¡Qué broma!

—Si, en realidad. —Dijo Jennifer buscando en su mochila.

—Oh, bien. —Ms Tingey alcanzo su cartera—. ¿Tienes más de una?

Jennifer quería susurrar que tenía siete, sabiendo que John había vendido las suyas, pero solo le paso la pila a él. —Véndeselas.

Miró a su mano extendida. —De ninguna manera, hazlo tú.

—Ya has ganado el concurso.

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John puso sus manos en alto. —Esas son las suyas, véndelas tú.

—Pero ya has vendido más. Hazlo tú.

Ms.Tingey se echó a reír. —Escuché sobre el concurso. El ganador obtiene qué, ¿un día libre en la escuela? Voy a tomar todas. Tengo amigos que quieren venir. —Ella los metió en su bolso, sacó su chequera y comenzó a escribir.

Jennifer miró a John. —Así que, ¿cómo se siente estar un día libre? Felicitaciones.

John se movió un poco, hundiendo las manos en los bolsillos delanteros. —No soy mucho de concursos.

Jennifer se echó a reír. —¿Desde cuándo? —La puerta se abrió y unos pocos estudiantes entraron—. ¿O has olvidado que solías hacerme zancadillas cuando corríamos?

Se volvió lejos, fingiendo, pensó ella, para ver quién acababa de entrar, porque su cara estaba roja. Lindo.

—Amigo, está mal hacerle zancadillas a una chica. —Freddy por encima de Jennifer hizo el comentario gamberro mientras se sentaba.

—Éramos niños. —John fue a su escritorio y se sentó, pero sus ojos sostenían los de Jennifer, y detrás de ellos algo travieso brillaba.

—Aquí tienes, Jennifer. —Entregó a Ms. Tingey el cheque a Jennifer—. No puedo esperar para verlo. Y John, supongo que tendrá que compartir la venta con Jennifer.

—Eres genial, amigo. —Freddy mientras choco la palma de la mano de John.

—No gané, —dijo John, mientras la clase se llenaba con cada estudiante ansioso por el zumbido de lo que estaba pasando. Jennifer no estaba loca porque él había ganado. Eso era como estar enojado con Robin Hood por darles a los pobres.

—Bueno. —Ms. Tingey llamo la atención de la clase con un aplauso de sus manos—.

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La entrada de hoy para el diario es llegar a un acuerdo con la negación y la aceptación. Quiero un verdadero pensamiento puesto en todo el mundo. Estén preparados para una discusión profunda.

La clase quedó en silencio. Jennifer miró a su papel en blanco. Goteo un malestar que comenzó a extenderse a través de ella. Este no era uno de sus puntos fuertes, la negación y la aceptación.

—¿Como, negar que? —Freddy preguntó, perplejo.

Detrás de él, Jessica levantó la mano, sus uñas pintadas de negro. —Igual que renunciar. Es como, quiero otro tatuaje en mi trasero y sé que no me lo puedo permitir. Eso es negación.

La clase murmuró. Jessica se encogió de hombros y Freddy murmuró. —Lo bueno es que no te quedaste sin dinero.

—¿Has visto mi trasero últimamente? —preguntó Jessica, lanzando a la clase en bromas.

—Estoy hablando de la negación en el sentido de que Elizabeth había negado cualquier sentimiento hacia el Sr. Darcy que no sea desprecio y viceversa, —explicó Ms. Tingey—. Hasta que ambos aceptaron sus verdaderos sentimientos que experimentaron una forma de negación. Sobre que n en negación? ¿Qué se necesitan para aceptarlo? Eso es lo que esta entrada en el diario se trata. Escriban, escriban.

¿Debería escribir el nombre de John en el papel y hacerlo con él? Eso sería casi lo diría el pensamiento de Jennifer. Él estaba escribiendo con tanta intensidad. ¿Sobre qué podía el estar en negación? La mudanza? Esa idea no se confortó su corazón.

Sobre cómo será la actuación esta noche? No, eso suena más como yo. No más fans, ni más elogios. Se ira para siempre la diversión detrás del escenario, las horas de cansancio, aún, la satisfacción y los retadores ensayos. Líneas, de repente imposible asegurarlas en el cerebro comenzaran a desvanecerse.

Eso suena más como yo....

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Quería leer sus entradas del diario, realmente ver el interior de su cabeza. Sin embargo robar no era la carrera de su elección. Había otras maneras.

Levantó la mano, esperando que Ms.Tingey la notara. La profesora estaba de espaldas a la clase, y Jennifer casi perdió los nervios, pero Freddy se aclaró la garganta, con lo que la Sra. Tingey giro.

—¿Jenn?

—¿Qué tal si todos compartimos algo?

Cuerpos se movieron en los asientos, algunos quedaron completamente inmóviles ante la sugerencia. Ms.Tingey brillaba. Puntuación. Jennifer espera que hubiera encendido la llama de la competencia en John para que él sin saberlo, compartiera algo de lo que había escrito.

—Excelente sugerencia, atrevida, Jennifer. Excelente. ¿Por qué no empiezas?

Soy actriz, se recordó Jennifer. —Claro —dijo con confianza—. He estado en negación acerca de la obra final. Ha sido tan grande. He hecho muchos amigos. Sigo pensando que no puede terminar.

—¿O qué? —preguntó a la Sra. Tingey.

—O voy a estar deprimida, triste. —Jennifer se echó hacia atrás, satisfecha con su entrega. No era lo que estaba escondido profundamente en su corazón, pero era verdad.

—¿Por qué? —Preguntó John de la nada.

El corazón de Jennifer salto. —Acabo de decir por qué, porque voy a extrañar a todos. He hecho muchos amigos.

—Pero tenías todas esos amigos, para empezar, —señaló—. No hay otra razón.

Ella se congeló. Su corazón dio un vuelco en gran medida. —Si la hubiera, entonces tú me dirías.

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La habitación quedó inmóvil. Las cabezas se volvieron primero a Jennifer, luego a John. La expresión del pasó del escepticismo a la determinación.

—¿Querías algo? —comenzó—. Algo que todavía no estás segura de que vas a conseguir.

El corazón de ella retumbaba en la garganta. —¿Lo hice?

Él asintió con la cabeza. —Eso es sobre lo que estás en negación.

¿Qué quieres decir? —Preguntó Jessica.

La clase hablaba en voz baja. Fue culpa suya que la hubiera inmovilizado a esto. Fue ella la que abrió el debate. Jennifer pensó que un parpadeo de esperanza iluminaba los ojos de John.

—Está bien, lo admito, quería algo. Pero veía que no iba a suceder. Así que he pasado de la negación a la aceptación.

El rostro de él cambió rápidamente, el destello de esperanza oscurecido con lo que ella pensaba que era decepción. El giro hacia adelante, mirando el tablero.

—¿Eso es todo? —Jessica se quejó—. Eso es convenientemente vago.

—¿Y tú? Es tu turno, John. —Incito Jennifer.

Cabezas se dirigieron con ansiedad en dirección de John. Sus dedos jugaban con el papel donde estaba escribiendo, con ojos abatidos allí. —Estoy en la negación, por supuesto.

El pulso de Jennifer vibraba. Se parecía a punto de descargar algo de gran importancia. Sus sueños y fantasías estaban dispuestos a correr con lo que podría ser.

—¿Debido a? —Jessica se burló—. ¿Qué chica te rechazo este fin de semana? —La sugerencia fue dura, pero se rompió la tensión construida en la sala, y John se echó a reír un poco.

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Pero luego su mandíbula se endureció, con la mirada fija de nuevo en el papel en sus manos como si fuera a darle la fuerza o darle la respuesta. —Estoy en negación acerca de la mudanza, —dijo en voz baja. La admisión fue seguida por susurros suaves.

—Pero no tienes que estar en negación acerca de eso porque, incluso si nos mudamos, aún puedo terminar mi vida aquí. —Freddy le pego ligeramente al brazo de John. Otros giraron en su asiento, aliviado John Michaels no iba a abandonar.

Los ojos de Jennifer se encontraron con los de él. Una fuente de placer recorrió su cuerpo y trajo una pequeña sonrisa a su cara. La expresión de él, aliviada quedó fija en ella.

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Capítulo 16

Traducido por Roo Andresen y majo2340

Corregido por V!an*

staban parados en círculo, los hombros tensos, manos enlazadas, cabezas inclinadas mientras Chip daba sus últimas palabras de aliento para la última presentación. El corazón de John se sentía pesado, no se podía ignorar. Jennifer no era la única en negación con respecto al último acto.

Ella estaba parada cerca, pero no junto a él. Él deseaba estar cerca de ella y poder tomar su mano. Pero todavía estaba inseguro por dentro. Ella estaba tan distante, tan difícil de leer. Esa sonrisa en clase esta tarde había sido dulce. Pero él la había visto sonreír de esa misma manera a docenas de chicos.

—Rompan una pierna —dijo Chip. La frase de buena suerte era una tradición teatral. Los miembros del casting se abrazaron.

Cuando Jennifer se dio la vuelta luego de abrazar a Fletcher, las manos de John se humedecieron. Ella lo miró. A su alrededor los extras zumbaban y los miembros del casting tomaban sus posiciones iniciales. Ella parecía esperar que él hiciera el primer movimiento.

John tomó un respiro profundo y extendió sus brazos. ¿Era eso duda en su postura? Casi bajaba sus brazos, sintiéndose estúpido. Pero de repente ella se apretó contra él, cálida y suave. Él bajó su rostro hacia su cabello, tomó un respiro. Sin darse cuenta, movió su mano a la espalda de ella.

—Buena suerte, Jenn.

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Los brazos de ella se cerraron alrededor de él. —A ti también.

—En la bella Verona esto sucede: dos casas ambas en nobleza iguales con odio antiguo hacen discordia nueva. La sangre tiñe sus civiles manos. Por mala estrella, de estos enemigos nacieron los amantes desdichados: sólo su muerte aniquiló aquel odio y puso término a la antigua cólera. Nada sino la muerte de los hijos pudo llevar los padres a la paz. Dos horas durará en nuestro escenario esta historia: escuchadla con paciencia, suplirá nuestro esfuerzo lo que falte.

John nunca miró a la audiencia. Había aprendido que si lo hacía, la frágil burbuja que sostenía su concentración explotaría; causando que olvidara sus líneas y entorpeciera sus movimientos.

Había algo anónimamente confortante acerca del mar de cabezas flotando en el cuarto oscuro que facilitaba la presentación. Él sabía que había una audiencia; lo disfrutaba cuando ellos reían. Casi robaba su voz escuchar cuando sollozaban, sabiendo que de alguna forma había tocado sus almas. Eso todavía era un milagro secreto para él. Él era solo John Michaels. Y aun así había hecho sentir algo a alguien de tal manera que lo había llevado a las lágrimas. Era humillante, incentivarte y completamente increíble.

Si tan solo pudiera figurar como conmover a Jennifer.

Las cosas estuvieron perfectas en el primer acto. Solo un micrófono falló y fue arreglado al instante por el equipo técnico. Todos estaban llenos de adrenalina, recordando los momentos, esperando hacerlo durar por siempre inclusive si sabían que no podrían. En el intervalo, John decidió tomar otro paso adelante.

Encontró a Jennifer retocando su maquillaje en su mesa. Las luces rodeando el espejo encendían su piel a marfil y crema, como si se sentara en frente de un altar de la iglesia. La habitación era un loquero de ruido, pero él lo apartó de su mente.

Se acercó por detrás, parándose en la luz con ella. Todo en su interior se inflaba, urgiéndolo a hacer algo. El show casi estaba por terminar. Solo una hora, y todo lo que había esperado que el show le brindara -les brindara, se habría esfumado.

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Los ojos azules de ella se fijaron en él. Dejó de espolvorearse el mentón con maquillaje.

—¿Qué?—preguntó ella.

—Hoy en clase, —comenzó él—. Te estabas reprimiendo.

Sus ojos se abrieron. Él había alcanzado la línea. John esperó. Lentamente ella dejó la esponjilla en la redonda caja blanca que contenía polvo.

—Okay. Quizás lo hacía.

—¿Por qué?

—¿Por qué quieres saber?

—Porque creo que ya lo sé.

—Entonces dímelo tú.

Él sacudió la cabeza. —No esta vez, Jenn. Dímelo tú.

Ella sonrió un poco, se levantó de la silla y se paró frente a él. —Prefiero oír lo que tú crees que voy a decir.

Sus labios se levantaron en una sonrisa. Sacudió la cabeza. —No esta vez. Quiero escucharte a ti decirlo.

Ella pareció considerarlo. El corazón de John se aceleraba. Sus dedos se abrían y se cerraban. Si podía arrancar la respuesta de ella, él también podría. Dímelo. Dímelo ahora y sácame de mi miseria. Pero su sonrisa solo se intensificó con ese distante, brillo secreto que lucía. Algo mágico que sabía que nunca tocaría, nunca sabría. Una miseria dulce y amarga lo envolvió, una que deseaba que pudiera traspasarle a ella.

—Bien, —suspiró él, luego miró alrededor con fingido desinterés, solo para ver hasta donde lo llevaba. De reojo la sonrisa de Jennifer se marchitó como una margarita seca—. Bueno—mantuvo su voz calmada—. Te veo en el escenario.

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—¡Cinco minutos! —llamó Ty en la puerta, alertándolos que el intervalo ya casi terminaba. John tenía ganas de darse la vuelta y mirar tanto a Jennifer, que casi lo hace. En cambio, interrumpió un juego de cartas a pleno entre Andrew, Fletcher, y Drake.

—Este juego no va a terminar antes de que tengamos que irnos —dijo Andrew, los ojos fijos en sus cartas—. ¿Qué haremos?

—Lo continuaremos, no importa cómo. —contestó Drake. Los chicos estuvieron de acuerdo. John sabía que era con la esperanza de mantener a una parte de la producción junta luego de que terminara la obra. Tomó una silla, la dio vuelta y se sentó, mirando.

Luego sintió un golpecito en su hombro.

—¿Puedo hablarte un segundo?

Casualmente, miró el rostro perturbado de Jennifer. —Claro. —El placer hizo que sus labios se levantaran en una sonrisita. La condujo hacia la única esquina vacía del salón de drama. Ella estaba pensando. Bien. Él quería que dijera las palabras, justo como ella siempre había insistido en que él las dijera. Así que la forzó de espaldas en la esquina.

Sus ojos celestes daban vueltas, como si estuviera dolorosamente incómoda. A él no le importaba. Estaba listo para verla retorcerse.

—Okay —suspiró ella. ´

John se inclinó más cerca, una mano su oreja. —Discúlpame, ¿dijiste algo?

Jennifer podría haber comenzado un incendio con el fuego de sus ojos. No estaba realmente enojada con él, pero había un placer in-negablemente familiar por la pelea, haciendo que el sistema de John se exaltara.

—No sé qué piensas que diré, pero.

—Vamos —dijo con frustración.

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—Okay, okay, —sus pestañas revolotearon seductoramente contra sus mejillas cuando no pudo seguir mirándolo a los ojos.

—Duro ¿no es cierto?—preguntó.

Levantó el mentón. —Yo- no te va a gustar lo que voy a decir. No serás capaz de manejarlo.

—¿Por qué no me dejas a mí decidir eso?

La puerta del salón de drama se abrió y Ty agitó sus brazos. —Estamos en escena.

Jennifer no podía creer la sincronización -estaba tan aliviada, quiso apartarse de John pero él se extendió, encerrándola con una mirada casi frenética.

—Es hora —su voz rasposa.

—Es hora de que hables, Vien.

—Tenemos que ir al escenario.

—No hasta que hables —Su otro brazo la bloqueó cuando ella trató de liberarse. Él lucía temerario y atrevido, tan completamente candente cerniéndose sobre ella todo masculino y tenso. Y tenía la misma mirada en sus ojos que Alex cuando había querido besarla. Poder, pensó ella, sintiéndolo en una deliciosa corriente que la calentaba por todas partes.

Dio una mirada rápida detrás de sus hombros, vio que el salón de drama estaba casi vacío. Ty estaba parado en la puerta espantando a colados con el agite de su mano. Miró el rostro de John, sus labios, y se elevó sobre la punta de los pies. Rápida como una mariposa sobre una flor, lo besó.

Los ojos de John aún estaban cerrados cuando ella se apartó. Sus labios apenas abiertos. Ella apoyó su espalda contra la esquina y esperó a que él abriera los ojos.

Finalmente los abrió. La miró tan intensamente que la hizo temblar en su interior.

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Ty se aclaró la garganta y dice. —Chicos.

—Espera —John le dijo bruscamente a Ty. Ni siquiera lo miro, era como si él no estuviera dispuesto a dejarla ir —no estaba segura de sí sus rodillas la podrían mantener parada, si él la seguía mirando de este modo, si ella era encerrada en esa caliente esquina humeante con él.

John dio un paso atrás, sus brazos a sus costados. Jennifer tomó aliento, no segura si debía sonreír o correr. Él estaba en blanco, completamente ilegible. Agitado probablemente, pensó, de repente se mortifico por lo que había hecho. No debía haberlo besado, es estúpido, como una erupción cutánea.

Antes de que cualquiera de ellos pudiera tomar otro aliento se introdujo por la esquina y salió de la habitación.

El arte refleja la vida. Jennifer tuvo un momento para pensar que ella estaba en el balcón como Julieta y John colgado actuando como Romeo. Trish, una enfermera de Julieta, dijo sus líneas, conscientes de que Romeo estaba escondido en la red, subiendo a conocerla en secreto.

Jennifer tuvo un destello de John cayendo en una celosía podrida, devastado porque había intentado subir por fuera de la ventana de su dormitorio. La broma había despertado su corazón y le hizo comprender cómo realmente se sentía hacia él.

Trish dijo su última línea y salió, Jennifer se apoyó en el balcón y lo vio. Una oleada de emoción corría a través de ella.

—¡Ventana, entonces, deja entrar el día y que salga la vida!

Sonrió. Para un flash, ella se atrevió a pensar que la sonrisa no era puramente teatral. —Un beso más, y descenderé. ¡Adiós! ¡Adiós! —Ascendió cuidadosamente, e hizo una pausa en la baranda.

Jennifer ahuecó sus mejillas, algo que nunca había hecho durante en esta escena en los ensayo, y el movimiento envió sus ojos. La audiencia se calmó. La mirada de asombro

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en su rostro no tenía precio. Hizo una pausa, que arrastró la tensión. Él no podía hacer nada para detenerla. El aumento del poder momentáneo trajo una travesura a su mente y ella bajó su boca a la suya.

Su respiración se detuvo. Lo sintió tragar, eso causó que sus labios se movieran en ella y ella sonrió cuando se retiró, tomando otra pausa en su oído para susúrrale. —Supera esto.

Dio un paso atrás, y dijo sus líneas como si nada hubiera ocurrido improvisado entre ellos. —¡Dios mío, siento el peso de un presagio! ¡Es como si te viera, estás abajo, como un muerto en el fondo de una tumba! ¿Mi vista me engaña o te ves pálido?

Hubo un fugaz destello de algo juguetón en su rostro antes de retroceder un paso, entrecerrando sus ojos. —"Y créeme amor." —Romeo respondió pero fue a John quien le brillaba el tono por la burla—, "así también te ven mis ojos. ¡El dolor bebe nuestra sangre! ¡Adiós!"

Jennifer preparada para su próxima línea, frente a la audiencia. Ella paseo su mirada por sus padres y por los padres de John en la primera fila. Verlos rompió su concentración, no los esperaba allí para otra función. Un brillante ramo de rosas blancas tenía su madre en el regazo.

—¡Suerte! ¡Suerte! —comenzó—. Te dicen caprichoso, si esa es tu condición. ¿Qué harás con él, con su fidelidad? Sé caprichosa, suerte, te cansa su presencia y así me lo devuelves. —Que irónico.

Después de terminar la larga escena, ella se lanzó fuera de la escena y derecho hacia John, bloqueando su salida. Llevaba la sonrisa del diablo.

—¿Qué fue eso? —Mientras sacudía su cabeza con fuerza hacia el conjunto de referencia para el beso.

—Era yo, siendo Julieta.

—¿Vas a explicar a qué viene esto? —dijo.

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—Tal vez. Pero ahora me necesitan en el escenario y me tengo que cambiar. —Ella arrancó junto a él. Fue espontánea en hacer algo como lo hizo con todos esos besos durante los ensayos. Tomó la delantera y dejó su satisfactorio vacío.

Había lago juguetón en el aire sin duda, infusión de todo el mundo, de los jugadores a la tripulación manipulación. Libre de la soga de la consecuencia que tenía colgando sobre las actuaciones anteriores, todo era posible.

Alguien encendió las antorchas que Romeo, París y Page llevaban con aceite de larga duración, quería decir, que cuando se suponía que Page iba extinguir esta parpadeaba y se quemaron vivos. La broma arrojó a los chicos, acostumbrados a soplar una vez y que las llamas se apaguen. Andrew tuvo el estado de ánimo para poner la antorcha hacia abajo y pisar. John y Jake hicieron lo mismo. El público se rió cuando los tres finalmente tuvieron que saltar sobre los cabos para extinguir las llamas.

De alguna manera el dinero utilizado durante actuaciones anteriores, estaba extraviado y forzar a alguien a reponerlo de su propio bolsillo y sacar un proyecto de ley del siglo XX para el intercambio del siglo XVIII.

Jennifer robó la nota Romeo iba a leer y a París y escribió: “SUPERA ESTO”. Vio desde un costado cuando John la abrió. Su rostro no cambió como sus ojos quitada la carta, pero Andrew dio un respingo y lanzó un hipo casi fuera de la sincronización del diálogo

En un momento de esplendor, John había reemplaza el pequeño frasco por de Jennifer "veneno" vinagre de color. La cara de Jennifer desencajada, sólo por un breve momento, antes de que ella caiga en su "sueño de muerte".

Finalizada la escena ella corrió desde el escenario en su búsqueda. La esperó en los costados, su sonrisa tan grande que ella quería darle un puñetazo.

—Supera esto —dijo John.

Con su boca condimentada y fruncida. —Tú eres quien debe besarme de nuevo. No me culpó si tengo un gusto agridulce.

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Durante la lucha entre Andrew y John, Jennifer contuvo su respiración. Mientras los dos muchachos bailaban por las escaleras, sus armas chocaban y sonaban, el pecho de Jennifer se apretaba con anticipación. John era tan fluido, tan natural. Era fácil creer que él era Romeo, que luchó por algo que él quería.

En un ataque contundente, Andrew golpeó la espada de las manos de John y la envió girando. El arma se deslizó por el escenario y se dejó caer sobre el suelo en la primera fila del auditorio. Sin un descanso, John sacudió un puño a Andrew a continuación, se dirigió por el escenario, saltó y se armó con el florete. Él volvió a los escenarios, retomándolo donde lo habían dejado.

Perfecto. Jennifer suspiró con asombro. Instintivamente activa. Ella miró la cara de su papá, le complació ver una sonrisa de orgullo en sus labios.

Tomó su lugar en la tumba y esperó para que John la abriera. Escuchaba el diálogo, con una pesadez creciendo en su corazón. Este era el último beso que ella y John compartirían. Ella no sentía su cuerpo envuelto alrededor de ella.

Estaba en lo cierto hoy en la clase, ella había lo retenía.

Acurrucada en una bola debajo de la set, ella luchó contra las lágrimas. Era casi el final. El vacío de la firmeza, vino a su cabeza.

Ella escuchó Andrew caer y preparándose a sí misma para John cuando abra la tumba. Esperaba que pudiera seguir manteniendo las lágrimas detrás de sus ojos al caer.

—¿Un sepulcro? ¡No, un faro, joven muerto! ¡Porque donde Julieta está enterrada convertirá el sepulcro su belleza en un salón de fiesta luminoso! ¡Descansa, muerte! ¡Un muerto te ha enterrado!

El último monólogo fue largo, pero John no estaba pensando en que medida las palabras se derramaban en su boca. Después colocó a Andrew cerca de Jennifer, el final del programa, se cerraba con una emoción, que hacia hincharse las ondas dentro de él.

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—¿Tú aguarda aquí, en las sombras, como amante? Pues temo, que contigo he de quedarme para ya nunca salir de este palacio de lóbrega en la noche. Aquí, aquí me quedaré.

Levantando a Jennifer en sus brazos desacelero el monólogo, soltando cada palabra por vez. Lo que sentía en ese momento, truenos y tormentas, luz y calor fue más real que teatral.

Las lágrimas rompieron de nuevo y terminó con un sincero sollozo, aferrándose a ella, besándola más esta vez. Abrió el frasco, arrojó su cabeza atrás. La mordedura crujiente, de club soda chisporroteaba en su garganta. La broma compartida lo dejó con esperanza.

Cayó sobre ella en un montón y determino el resto de la obra terminada.

Él no escucha las palabras, era apenas consciente de los otros actores moviéndose por su alrededor. Bajo su cuerpo yacía el de Jennifer, cálido y suave. Su respiración tan débil, tuvo que congelar su propio aliento para estar seguro que ella respiraba.

Su corazón latía en su pecho, estando sobre ella, los golpes parecía que se filtraban a través de su ropa y uniéndose al de él. La agitación en su interior era algo que no dejaría ir, cuando el telón cayera por última vez.

—Una paz sombría nos trae la mañana: no muestra su rostro el sol dolorido. Salid y hablaremos de nuestras desgracias. Perdón verán unos; otros, el castigo, pues nunca hubo historia de más desconsuelo que la que vivieron Romeo y su Julieta.

Rompió en lágrimas otra vez y terminó con un sincero llanto, aferrándose a ella, besándola más tiempo esta vez.

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Capítulo 17

Traducido por Bautiston Corregido por majo2340

a tradición exige a los actores y al equipo quedarse después de la presentación final y quitar los escenarios. Chip ordenó diez pizzas y veinte litros de gaseosas. Alguien trajo un estéreo portátil y varias canciones sonaron con el

ruido de los martillos y el choque de la madera mientras las astillas caían al suelo.

Era difícil ver el escenario separado; el lugar donde los días, semanas y horas habían creado un mundo que había vivido durante un breve momento.

Lacey tomo fotos, también lo hizo Fletcher y Andrew. Ann Naeverson fue a ayudar por si alguien se lesionaba. Ella se movió al ritmo, ayudando conveniente muy cerca de donde trabajaba Chip.

Las historias se intercambiaban mientras los grupos trabajaban juntos, respetuosamente destrozando el marco de lo que siempre quedaría sólo en la memoria.

—¿Recuerdas lo difícil que fue aprender el baile? —Alguien gritó.

—¿Quién coreografío eso?

—Chip.

—No es cierto —gritó Chip de alguna parte—. Jennifer ayudo.

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Jennifer hizo una reverencia antes de coger la escoba.

—Vamos a tener una fiesta de premios.

—¿Mejor actor, actriz, cosas por el estilo?

—Sí.

—No te olvides de mejor director —dijo Chip, saliendo de detrás de la pared principal del escenario, limpiándose la frente con un pañuelo.

—Ese definitivamente eres tú —intervino Ann Naeverson. Las mejillas de Chip enrojecieron.

—¿Quién vendió más entradas? —preguntó Jennifer.

Chip miro a Ty. —¿Ty?

El director de escena sacó un pedazo de papel de su bolsillo trasero. Lo estudió, inclinando la cabeza hacia atrás y adelante, contando en silencio. Luego levantó la vista y sonrió. —John.

Aplausos y silbidos llenaron el aire. Todos dejaron sus puestos para felicitarlo. Jennifer se acercó a él con su escoba y una sonrisa. —Te lo dije.

Su sonrisa brillaba con algo privado, pero ella se corrió a un lado, demasiado miedosa para creer que era para ella.

—Muchachos, ¿está es la lista de las cosas que hay que tirar abajo?. —Los muchachos siguieron a Chip a los principales planos de lo que había sido tanto el muro de la ciudad y la parte posterior de la ciudad. Chip dirigía donde debía estar cada uno, quien tenía el honor de empujar y quien tenía que estar allí para asegurarse de que cuando el escenario se estrellara no hubiera nadie detrás de él.

Jennifer agarró a Lacey, Trish y Taunia, dando codazos al lado de los chicos.

—De ninguna manera. —John le lanzó una mirada penetrante.

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—Podemos ayudar. —Jennifer puso las manos sobre la madera.

Los ojos de John brillaron con furiosos colores. Negó con la cabeza. —Aléjate.

—Eso no es justo —se quejó Trish.

—Está lleno de fanatismo —agregó Lacey. Ninguna de las chicas estaba dispuesta a abandonar. De hecho, el resto se habían reunido, tratando de encontrar aunque sea una pulgada de lugar.

Chip dio un paso atrás y aplaudió. —Chicas, chicas. Gracias por la oferta, pero voy a dejar que los chicos tiren esto abajo. Vamos. Tengo que insistir. —Las chicas no se fueron de buen grado e hicieron conocer su disgusto con algunos gemidos.

John disparó a Jennifer una mirada triunfante sobre su hombro.

Las chicas se apartaron, mirando con ansiedad como Chip ladraba órdenes. Después de unos cuantos tirones, el muro gigante cayó. El polvo llenaba el aire. El polvo nublaba el cielo.

El reparto y el equipo empezaron a romper la pieza de gran tamaño en secciones más pequeñas.

—Eso fue cruel, poner vinagre en mi herida. —Jennifer estaba junto a John y algunos de los muchachos que estaban tirando de la red.

—Amigo. Apestas —dijo alguien.

—No tendrás que besarme nunca más, tampoco. —Jennifer tomo un pedazo, agarró y tiró.

—Entonces, ¿cómo fue? —Drake preguntó a John, lanzando un trozo de enrejado por encima del hombro.

La tensión llenó el aire, mezclándose con la música de Moulin Rouge. Los chicos empujaron a John, que se puso rojo. Dejó escapar un gruñido y se quitó una pieza de enrejado.

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—¿Agrio o dulce? —preguntó alguien.

Esta era la oportunidad de John de devolver el golpe. Tenía todo el derecho. Una sensación de hundimiento se cernía sobre Jennifer. Mantuvo la mirada fija en sus manos. Con más fervor, otro pedazo se desprendió y lo arrojó por encima del hombro. Cuando no respondió, nadie lo presionó por más.

Mientras avanzaba la noche y ya pasada la medianoche, algunos dijeron adiós. Los remolques se cargaron con escenarios, disfraces y accesorios. Más de la producción familiar fue desprendida en el transcurso de la noche mientras el final se deslizó en silencio.

A las dos de la mañana Chip dijo a los que se quedaron que se podían ir a sus casas. La mayoría lo hizo, pero John, Fletcher y Andrew se quedaron para ayudar a cerrar los remolques hasta la mañana siguiente, cuando el cuñado de Chip viniera y los llevan a donde quiera que fuera.

Jennifer tomó un último paseo por el escenario limpio. Sus pasos resonaban suavemente en el vacío. Todavía podía ver los escenarios, vibrantes, coloridos, vivos con el olor a pintura fresca. Bailarines danzando en su cabeza, las faldas fluyendo con la música. Risas colgaban en los rincones de su mente, las caras sonrientes. Peleas de espadas. Bromas. Y lágrimas.

—¿Piensas que vas a hacer teatro en la universidad?

Miró por el escenario a John, parado sólo, la chaqueta del consejo estudiantil casualmente bajo el brazo. Se había acostumbrado a sus medias, la túnica y la camisa blanca que llevaba como el traje cada vez que estaban en el escenario. Sus jeans gastados y la remera celeste parecía completamente siglo XXI.

—Tal vez. —Dio unos pasos hacia él. —Es duro cuando todo ha terminado.

—Sí —asintió con la cabeza—. ¿Puedo tomar un viaje a casa?

—¿Aún a pie?

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Él sonrió, asintió con la cabeza otra vez. Comenzaron la caminata por los pasillos vacíos de la escuela. Ninguno habló. La extraña calma de una sala normalmente llena de actividad dejó Jennifer con un extraño sonido de final.

El aire de la noche enfrío a Jennifer y se estremeció. Sin previo aviso, sintió la pesada comodidad de la chaqueta de John sobre sus hombros. Lo miró. —¿No tienes frío?

Sacudió la cabeza, una débil sonrisa jugando en los labios. —Quiero que la tengas.

Puso los brazos dentro y apretó la chaqueta. Todavía estaba caliente. —No sé por qué tengo frío.

—Después de tres meses de adrenalina corriendo en ti te hace esto.

Busco en su bolso las llaves. Él se puso de pie a su lado junto a la puerta. Sus dedos buscaron a través del desordenado contenido de su bolso. Por último, sintió el llavero de la estatua de la libertad y la sacó. Su mirada era tan intensa, ella se detuvo.

—Mentí acerca de mudarme —dijo.

Estuvo a punto de dejar caer sus llaves. —¿Se están mudando?

Él negó con la cabeza. —En clase, cuando dije que estaba en negación. Eso fue sólo una parte de la verdad.

—Oh. —Tragó saliva, con ganas de sentir alivio, pero algo más grande les rodeaba, burbujeando y saltando con la electricidad.

—Tenía miedo de decirlo. —Sus ojos constantemente en los de ella, dándole valor.

—Yo también —dijo. Le agrado cuando la tensión en su rostro se suavizó.

—Déjame —dijo Jennifer, tomando una respiración profunda, hundiendo las manos temblorosas en los bolsillos de su abrigo—. Estaba negada acerca de ti. —No pudo terminar de hablar, mirándolo a los ojos, como estaban. Eso era pedir demasiado de sí misma—. Me gustas, John. —Ella contuvo la respiración, mantuvo todos los músculos de su cuerpo en un puño apretado, con miedo, esperando a que responda.

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Incluso si le acariciaba la cabeza de condescendencia, o se echaba a reír en voz alta como si fuera tonta, a ella no le importaba. El peso que había llevado en su espalda durante tanto tiempo había desaparecido. Levantó su mirada hacia la de él. Placer brillaba en sus ojos.

—Siento lo mismo —dijo.

—¿En serio?

Él asintió con la cabeza.

Todos los sentidos cosquilleaban como mariposas, ahora libres de volar a través de su sistema.

—Quería que tú lo dijeras. —Él le tocó ligeramente el brazo.

—¿Primero?

Él se rió, asintiendo con la cabeza. —Sí. —Dio un paso más cerca. Ella lo sintió desde las rodillas temblando a los pechos temblorosos, ahora presionados contra él. Sus dedos enmarcaban su cara.

Miró sus labios. —No puedo esperar para darte un beso.

—Pero ya me has besado —dijo ella nerviosamente.

Sacudió la cabeza mientras se acercaba. Sus labios flotaban suavemente sobre los de ella. —Esos fueron para Julieta.

Fin

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Sobre la Autora

Jennifer Laurens

Jennifer Laurens creció en el sur de California y más tarde se mudó a Utah, donde ella vive ahora en la base de las montañas Wasatch. Ella tiene seis hijos, uno de los cuales tiene autismo. Ella también escribe bajo el nombre de JM Warwick Warwick y Katherine. Jennifer Laurens creció en el sur de California y más tarde se mudó a Utah, donde ella vive ahora en la base de las

montañas Wasatch. Ella tiene seis hijos, uno de los cuales tiene autismo. Ella también escribe bajo el nombre de JM Warwick y Katherine.

Ha escrito desde la escuela secundaria. Un hijo único, creció escribiendo grandes historias sobre familias grandes. Su ciudad natal es Palos Verdes, California, es la figura en gran parte de su trabajo, al igual que su actual casa de Pleasant Grove, Utah y otros lugares favoritos. Le encanta viajar.

Dicen que "escribe lo que sabe" y lo hace. Es madre, tiene seis hijos, cinco gatos y un enorme doberman o un perro danés. Un esposo de apoyo con el cual ha estado casada 25 años. Sus vidas, aunque difícil, con un niño discapacitado que tiene autismo, se centran en la familia.

Sus experiencias de vida han trabajado en todas sus novelas. Algunos en mayor medida que otros, pero partes de ella hay en cada historia. Le encantan las historias ricas en drama familiar, donde los miembros de la familia superan los obstáculos a través del amor y los milagros.

Autora también:

Heavenly Magic Hands A season of Eden Overprotected Absolution Penitence

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Traducido, Recopilado y Diseñado por

Purple Rose

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