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A14 C recí participando fielmente con mi fa- milia en la iglesia Católica. Asistíamos a la iglesia y a las actividades de ella con regularidad, y orábamos como familia cada noche en nuestro hogar. Durante mi infancia, los amigos de la iglesia me ayuda- ron a tomar decisiones correctas. A los nueve años me hice en monaguillo. En la iglesia Católica los monaguillos ayu- dan al sacerdote durante los servicios de adoración del domingo, que se llaman mi- sa. Mis hermanos y muchos de mis amigos sirvieron conmigo, lo cual constituyó un gran honor para nosotros. Encendíamos las velas del altar, desdoblábamos cuidadosa- mente las ropas del sacerdote y colocába- mos las Escrituras cerca del altar. Durante el servicio ayudábamos a repartir el pan de la Comunión, similar a la Santa Cena. Para ser monaguillo, había que memori- zar palabras de la misa en latín, además de tomar parte en clases semanales de religión. Cada verano, mis amigos, mis hermanos y yo íbamos a una escuela bíblica que estaba a unos 32 kilómetros de casa. Durante el vera- no mis padres estaban atareados en la gran- ja, donde sembraban trigo, y podrían haber utilizado nuestra ayuda durante esas sema- nas, pero consideraban más importante que tuviéramos aquella oportunidad de aprender sobre Dios y estar con buenos amigos. A mí me impresionaba la fe de los sacerdotes y de las monjas que eran nues- tros maestros. Decidí entonces que haría lo que Dios esperara de mí. Durante los años de la escuela secunda- ria, muchos de mis compañeros de clase escogieron hacer cosas que a mí se me ha- bía enseñado que no eran buenas, como tomar alcohol y fumar. Yo me quedé muy ocupado trabajando en la granja, haciendo deporte, participando en obras de teatro de la escuela y en las actividades de mi igle- sia. Me sentía bendecido por tener buenos amigos que también se esforzaban por ha- cer lo correcto. Ya como estudiante universitario, cuando comencé a conocer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los buenos amigos también desempe- ñaron un papel importante. Recuerdo bien la primera vez que fui a un barrio SUD, que se reunía en un pequeño salón de reunio- nes. En el momento en que me bajé del au- tomóvil, mis compañeros de la universidad se arremolinaron a mi alrededor. “¡Qué ale- gría verte!”, dijeron. “¡Nos alegra que hayas podido venir!”. Nunca antes había estrecha- do la mano a tantas personas. “Qué bueno que viniste”, me decía gente a la que no Amigos misioneros “...que saliese a declarar su evangelio a los hijos de los hombres” (Moisés 8:19). De una entrevista con el élder Gary J. Coleman, de los Setenta, realizada por Hilary M. Hendricks. FOTOGRAFÍA CORTESÍA DE LA FAMILIA COLEMAN; ILUSTRADO POR ROBERT A. MCKAY. ENTRE AMIGOS

ENTRE AMIGOS Amigos misioneros - The Church of … · Cada verano, mis amigos, mis hermanos y ... aprender sobre Dios y estar con buenos amigos. ... y siempre sean bondado-

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Crecí participando fielmente con mi fa-milia en la iglesia Católica. Asistíamosa la iglesia y a las actividades de ella

con regularidad, y orábamos como familiacada noche en nuestro hogar. Durante miinfancia, los amigos de la iglesia me ayuda-ron a tomar decisiones correctas.

A los nueve años me hice en monaguillo.En la iglesia Católica los monaguillos ayu-dan al sacerdote durante los servicios deadoración del domingo, que se llaman mi-sa. Mis hermanos y muchos de mis amigossirvieron conmigo, lo cual constituyó ungran honor para nosotros. Encendíamos lasvelas del altar, desdoblábamos cuidadosa-mente las ropas del sacerdote y colocába-mos las Escrituras cerca del altar. Duranteel servicio ayudábamos a repartir el pan dela Comunión, similar a la Santa Cena.

Para ser monaguillo, había que memori-zar palabras de la misa en latín, además detomar parte en clases semanales de religión.Cada verano, mis amigos, mis hermanos yyo íbamos a una escuela bíblica que estaba aunos 32 kilómetros de casa. Durante el vera-no mis padres estaban atareados en la gran-ja, donde sembraban trigo, y podrían haberutilizado nuestra ayuda durante esas sema-nas, pero consideraban más importanteque tuviéramos aquella oportunidad de

aprender sobre Dios y estar con buenos amigos. A mí me impresionaba la fe de lossacerdotes y de las monjas que eran nues-tros maestros. Decidí entonces que haría lo que Dios esperara de mí.

Durante los años de la escuela secunda-ria, muchos de mis compañeros de claseescogieron hacer cosas que a mí se me ha-bía enseñado que no eran buenas, comotomar alcohol y fumar. Yo me quedé muyocupado trabajando en la granja, haciendodeporte, participando en obras de teatrode la escuela y en las actividades de mi igle-sia. Me sentía bendecido por tener buenosamigos que también se esforzaban por ha-cer lo correcto.

Ya como estudiante universitario, cuando comencé a conocer La Iglesia deJesucristo de los Santos de los ÚltimosDías, los buenos amigos también desempe-ñaron un papel importante. Recuerdo bienla primera vez que fui a un barrio SUD, quese reunía en un pequeño salón de reunio-nes. En el momento en que me bajé del au-tomóvil, mis compañeros de la universidadse arremolinaron a mi alrededor. “¡Qué ale-gría verte!”, dijeron. “¡Nos alegra que hayaspodido venir!”. Nunca antes había estrecha-do la mano a tantas personas. “Qué buenoque viniste”, me decía gente a la que no

Amigosmisioneros

“...que saliese a declarar su evangelio a los hijos de los hombres” (Moisés 8:19).

De una entrevistacon el élder Gary J.Coleman, de losSetenta, realizadapor Hilary M.Hendricks.

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Santos de los Últimos Días. Me siento agradecido porlos amigos que me ayudaron a encontrar esas verdades.

Ustedes, niños, que pertenecen a la Iglesia deJesucristo, son bendecidos por saber tanto de nuestroPadre Celestial y de Su Hijo. Su fe aumentará al asistir alas reuniones, orar y estudiar las Escrituras por su cuen-ta y en familia.

Tomen buenas decisiones para su propia vida y porfavor tiendan una mano de amistad a los que no sonmiembros de la Iglesia o a quienes no puedan asistircon frecuencia. Denles la bienvenida a la Primaria, son-rían, siéntense al lado de alguien nuevo, pregúntenlesqué cosas les gustaría hacer, y siempre sean bondado-sos al hablar. El amor que compartan ayudará a quie-nes les rodean a tomar buenas decisiones y a llegar aconocer al Salvador Jesucristo y las enseñanzas de SuEvangelio restaurado. ●

había visto jamás. “Vuelve cuando quieras”. Todavía me conmueve el amor de aquel barrio por mí, que era un extraño.

Todo lo que sucedió aquel día me pareció extraño. El servicio de adoración que había vivido siendo mona-guillo estaba muy estructurado y era extremadamentecallado. El de los Santos de los Últimos Días era muy diferente: había mucho hermanamiento antes de la reunión, tantas ideas nuevas en las que pensar y tantascosas nuevas que experimentar. Mientras me hallabasentado en aquella sala, tuve muchas dudas y preguntas,pero el calor y la amistad de los miembros de la Iglesiacontribuyeron a que me sintiera cómodo. Entonces, alestudiar el Evangelio, el testimonio del Espíritu Santome ayudó a desear bautizarme.

Me siento agradecido por las verdades restauradas ydisponibles solamente en La Iglesia de Jesucristo de los

Tiendan una mano de amistad a

los demás a fin de que se sientan

bienvenidos. Acuérdense

de siempre sonreír

y ser amables.