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El paisaje ausente: por una arqueología de la guerrilla antifranquista en Galicia An absent landscape: towards an archaeology of the anti-Francoist guerrilla in Galicia Xurxo M. A YÁN VILA IEGPS, CSIC-XuGa [email protected] Recibido: 06-06-2008 Aceptado: 24-06-2008 RESUMEN El 20 de abril de 1949 el destacamento Santiago Carrillo de la IIª Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia fue sitiado por la Guardia Civil en dos casas de la parroquia de Chavaga (Monforte de Lemos, Lugo), lo que supuso el comienzo del fin de la guerrilla en esta zona de Galicia. Mediante la arqueología intentamos recuperar el paisaje ausente de la resistencia antifranquista y estudiar el paisaje presente ins- taurado por el franquismo en el rural, paisaje en el que fue socializada la comunidad local desde la inme- diata posguerra. Nuestra investigación intenta superar el silencio impuesto por el trauma de la represión y recuperar espacios olvidados como verdaderos lugares de la memoria colectiva. PALABRAS CLAVE: Arqueología de la represión. Paisaje. Memoria histórica. Guerrilla antifranquista. Galicia. ABSTRACT On April 20 1949, the Santiago Carrillo dettachment of the 2nd Group of the Galician Guerrilla Army was besieged by the Civil Guard in two houses of the Chavaga parish (Monforte de Lemos, Lugo). This was the beginning of the end for the guerrilla in this part of Galicia. Through archaeology, we try to recover the absent landscape of the anti-Francoist guerrilla and study the present landscape, established by Francoism in the countryside. This is the landscape in which the local community was socialized in the immediate postwar period. Our research inteds, on the one hand, to overcome the silence imposed by the trauma of the repression, and, on the other hand, to recover forgotten spaces as true places of collective memory. KEY WORDS: Archaeology of repression. Landscape. Historical memory. Anti-Francoist guerrilla. Galicia. SUMARIO 1. Introducción. 2. De fuxidos a guerrilleros. 3. La batalla de Repil (1949) y la IIª Agrupación del Ejército Guerrillero. 4. El paisaje presente de la represión: cartografía, arquitectura y territorio. 5. El paisaje ausente de la guerrilla: la levedad de la huella arqueológica. 6. El paisaje vivido: la percepción de la comunidad local. 7. El paisaje recreado: la guerrilla como referente simbólico. 8. Consecuencias. ISSN: 1131-6993 213 Complutum, 2008, Vol. 19 Núm. 2: 213-237

El paisaje ausente: por una arqueología de la guerrilla … · 2017. 4. 29. · guerrilla antifranquista en Galicia An absent landscape: towards an archaeology of the anti-Francoist

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  • El paisaje ausente: por una arqueología de laguerrilla antifranquista en Galicia

    An absent landscape: towards an archaeology ofthe anti-Francoist guerrilla in Galicia

    Xurxo M. AYÁN VILA

    IEGPS, [email protected]

    Recibido: 06-06-2008Aceptado: 24-06-2008

    RESUMEN

    El 20 de abril de 1949 el destacamento Santiago Carrillo de la IIª Agrupación del Ejército Guerrillero deGalicia fue sitiado por la Guardia Civil en dos casas de la parroquia de Chavaga (Monforte de Lemos,Lugo), lo que supuso el comienzo del fin de la guerrilla en esta zona de Galicia. Mediante la arqueologíaintentamos recuperar el paisaje ausente de la resistencia antifranquista y estudiar el paisaje presente ins-taurado por el franquismo en el rural, paisaje en el que fue socializada la comunidad local desde la inme-diata posguerra. Nuestra investigación intenta superar el silencio impuesto por el trauma de la represióny recuperar espacios olvidados como verdaderos lugares de la memoria colectiva.

    PALABRAS CLAVE: Arqueología de la represión. Paisaje. Memoria histórica. Guerrilla antifranquista. Galicia.

    ABSTRACT

    On April 20 1949, the Santiago Carrillo dettachment of the 2nd Group of the Galician Guerrilla Army wasbesieged by the Civil Guard in two houses of the Chavaga parish (Monforte de Lemos, Lugo). This was thebeginning of the end for the guerrilla in this part of Galicia. Through archaeology, we try to recover theabsent landscape of the anti-Francoist guerrilla and study the present landscape, established by Francoismin the countryside. This is the landscape in which the local community was socialized in the immediatepostwar period. Our research inteds, on the one hand, to overcome the silence imposed by the trauma ofthe repression, and, on the other hand, to recover forgotten spaces as true places of collective memory.

    KEY WORDS: Archaeology of repression. Landscape. Historical memory. Anti-Francoist guerrilla. Galicia.

    SUMARIO 1. Introducción. 2. De fuxidos a guerrilleros. 3. La batalla de Repil (1949) y la IIª Agrupacióndel Ejército Guerrillero. 4. El paisaje presente de la represión: cartografía, arquitectura y territorio. 5. Elpaisaje ausente de la guerrilla: la levedad de la huella arqueológica. 6. El paisaje vivido: la percepción dela comunidad local. 7. El paisaje recreado: la guerrilla como referente simbólico. 8. Consecuencias.

    ISSN: 1131-6993213Complutum, 2008, Vol. 19 Núm. 2: 213-237

  • Aquí había medo, por un lado e por outro.Había que enguruñar o ombro e calar.

    Aos escapados, se os collían, matábanos.B.G.

    1. Introducción1

    Uno de los mejores narradores de la literatura ga-llega contemporánea, el ourensano Carlos Casares(1941-2002), no sólo nos dejó brillantes novelasambientadas en los años de la Guerra Civil (Casares1987), sino que también nos transmitió sus propiasvivencias en la Galicia de la inmediata postguerra(Casares 1975). Uno de los recuerdos que más lemarcó de niño fue la omnipresencia en el rural deltemor a los llamados fuxidos o atracadores, siendoincluso testigo de esa guerra abierta entre el maquisy las fuerzas represivas (Calvo 2003: 17-8):

    En ese pueblo tenía también otro amigo, un tal Epi-fanito, que era nieto de un anarquista –aunque yo enese momento no sabía eso– al que llamaban EpifanioSeis Dedos porque eran los que tenía en una mano. Lasuya era una casa muy bonita con una huerta preciosaen la que jugaba a menudo. Un día me fui a buscar ala huerta de mi tío una jarra de agua a un pozo quehabía allí con una bomba de mano del que salía aguamuy fresca, muy rica. Cuando iba a entrar, vi a unosguardias civiles que me preguntaron a dónde iba y queme mandaron para casa. Yo llegué y conté lo que ha-bía pasado, y mi tío ya salió preocupado y los guar-dias, muy respetuosos, le saludaron y le dijeron: No,es que andan ahí los atracadores en la casa del Epi-fanio. Entonces mi tío fue tirando hacia allí, al altodel pueblo que estaba totalmente tomado por la guar-dia civil. Había más de doscientos e incluso un cañóninstalado en la Costa das Carrizas. Mientras nos acer-cábamos ya vimos fuego en la casa del Epifanio, quelo habían prendido los guardias. Lo sacaron a él y asu mujer –los estoy viendo, atados allí delante de lacasa– y se oían en todo el lugar los gritos de los ani-males, de las vacas y demás, que los quemaron dentrosin dejarles sacar nada.

    Como en el caso del malogrado Carlos Casares,X.A.V. se crió escuchando historias de fuxidos yatracadores, de enlaces y guardias civiles, en cenasy festividades familiares en las que se bajaba la voz(en plenos años 80) cuando se recordaban aconteci-mientos que conllevaron muertes, asesinatos, penasde cárcel, vejaciones y palizas. La bisabuela deX.A.V., casada con un “habanero” (emigrante galle-go a Cuba a comienzos del siglo XX), estaba em-pleada en la RENFE como guardesa de un paso anivel en la vía férrea Ponferrada-Monforte, en un lu-

    gar conocido como Repil, en el límite entre las pa-rroquias de San Xoán de Chavaga (ayuntamiento deMonforte de Lemos) y San Pedro de Cereixa (ayun-tamiento de A Pobra de Brollón). Esta zona es unavía principal de acceso al valle de la Terra de Lemosdesde el SE, con una clara importancia estratégicadesde época antigua: una necrópolis megalítica mo-numentalizaba esta vía de tránsito y el imponentecastro de Chavaga sigue dominando esta vieja víade comunicación, reaprovechada por infraestructu-ras modernas como la línea de ferrocarril construidaen el último tercio del siglo XIX y la carretera Na-cional-120 (Ayán 2005a: 126-30).

    Repil es límite entre parroquias, ayuntamientosy partidos judiciales, un límite semantizado, comoocurre en toda Galicia, con la reutilización de losantiguos túmulos megalíticos como marcos o mo-jones de témino (Ayán 2005a: 127), una frontera de-fendida ritualmente por los mozos de Cereixa en lasfiestas parroquiales, en donde esperaban apostadosde noche (como le contaba a X.A.V. su abuelo pa-terno) para atacar a pedradas a los mozos rivales deChavaga. Repil se integraba, por lo tanto, en unacartografía simbólica tradicional construida cultu-ralmente por una sociedad campesina premoderna,marcada por la relación de amor-odio entre el idealde autarquía de la casa (la unidad básica de repro-ducción social) y la necesidad de la solidaridad in-tervecinal en el marco de la parroquia (el referenteidentitario por antonomasia).

    Las casas de la vía en Repil y las casas de O Peri-callo fueron el escenario de uno de los enfrentamien-tos cruciales entre la guerrilla antifranquista y lasfuerzas represivas el 20 de abril de 1949. La cono-cida como batalla de Repil supondría el inicio delfin de la lucha armada contra el Régimen, una luchainiciada al mismo tiempo que triunfaba el Alzamien-to a finales de julio de 1936.

    2. De fuxidos a guerrilleros

    A día de hoy conocemos bastante bien el fenóme-no de la guerrilla antifranquista en el NW de la Pe-nínsula Ibérica (Figura 1) gracias, en primer lugar,a los pioneros trabajos de las décadas de 1970 y1980 (Sorel 1970: 91-113; Pons Prades 1977: 348-85; Freixanes 1981; Heine 1982; Serrano 1988;Máiz 1988; Reigosa 1988), realizados en plena cano-nización de la desmemoria durante la transición de-mocrática (Juliá 2003; Gavilán 2004), y, en segundo

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  • lugar, como consecuencia del intenso trabajo de re-cuperación de la memoria histórica llevado a caboen Galicia en los últimos años, incluso con el apoyode la Xunta tras las elecciones de 2005. Todas estasinvestigaciones definen un proceso marcado poruna notable peculiaridad: a diferencia de la mayo-ría de los movimientos guerrilleros contemporáneosen los que suele ser el hombre politizado e ideoló-gicamente definido el que se echa al monte paraconvertirse en político armado, aquí, en el NW, laconcienciación de los fuxidos y su lenta transforma-ción en resistentes activos se dio con posterioridada su huida al monte (Costa Clavell 1977: 151; Frei-xanes 1981: 12; Heine 1982: 17; Máiz 1988: 95;Lamela 1992: 11-3). En este sentido, convencional-mente se maneja en la historiografía contempora-neísta una periodización que refleja bastante bien laevolución del fenómeno (Álvarez 1991: 23-7). Seconsidera una primera etapa (1936-1942) de los fu-xidos o escapados: militantes de diferentes partidos,sindicalistas, campesinos, obreros y burgueses seven obligados a echarse al monte para salvar su vida.Unos intentan unirse a las fuezas republicanas enAsturias, otros optan por la vía portuguesa, hay quie-

    nes se esconden en domicilios y cuevas. A este gru-po heterogéneo de gente se unen también jóvenesque son movilizados y se niegan a combatir en laguerra civil.

    La feroz represión desatada por los sublevadosy las represalias a las familias predicen un futurocaracterizado por la ausencia de cualquier gesto quefavorezca la reintegración con garantías de esos in-dividuos a la nueva realidad. En esta línea, se cons-tata en los años de la guerra civil una clara intenciónexterminadora (Preston 1994; Núñez Seixas 1998:223) de las huestes rojas. Así lo demuestra, por ejem-plo, la solicitud en junio de 1937 del comandante delas fuerzas nacionales en el sector de Ourense, en laque demandaba el regreso de 180 guardias civilesdel frente de Madrid para eliminar a los grupos defuxidos: …Asignados a esa zona a varios núcleoscon mando único dedicado a un exterminio, empe-zando por cortar complicidades (en los) pueblos(cit. en Heine 1982: 22-3).

    En la zona que nos ocupa (Terra de Lemos) la re-presión desatada por el golpe de Estado fue terribleen el marco general de la provincia de Lugo, debidofundamentalmente al peso del movimiento sindical

    Figura 1.- Áreas de actuación de los fuxidos en Galicia (1936-1943) (Reigosa 2003: 8). La constitución de las Agru-paciones Guerrilleras a partir de 1944 concentró la acción de la guerrilla en el N (Ortigueira-Viveiro), centro de Coru-ña (de Ferrol a Ordes), sur de Lugo (terra de Lemos) y montes de Ourense (Valdeorras).

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  • en la ciudad ferroviaria de Monforte de Lemos. Lasorganizaciones socialistas comprendían a la mayorparte de los trabajadores del ferrocarril y a la masaobrera (la Federación de Sociedades Obreras de laUGT contaba con la secciones de peones, albañiles,zapateros, camareros y similares, obreros de la ma-dera y de contratas de carga y descarga del ferroca-rril del norte). Según un informe que el entoncesnuevo Alcalde de Monforte envía al Delegado delInterior del orden Público con fecha 23/12/37, antesdel Movimiento el 70 % de la población urbana per-tenecía a partidos que formaban parte del frente Po-pular, mientras que la rural pertenecía en un 90% apartidos de derechas (Souto Blanco 1998: 167-9).

    Este panorama sociopolítico explica, por ejemplo,que en la revolución de octubre de 1934 la línea fe-rroviaria Monforte-San Clodio fuese la zona másconflictiva, hasta el punto que se constató un planinsurreccional del Partido Socialista liderado porJuan Tizón Herreros (que sería alcalde con el FrentePopular). Surgida la rebelión en Asturias, se declaróla huelga general en Monforte y parroquias vecinas,secundada por el Sindicato Nacional Ferroviario enla línea Monforte-Vigo. Se dinamitaron los postesde telégrafos, la vía del tren en Montefurado y elpuente de Ribasaltas y se atascaron con postes ypiedras las carreteras de la zona.

    Todos estos precedentes sirvieron de campo abo-nado para la brutal represión desatada tras el triunfodel Alzamiento. A pesar de ese perfil urbano del quehablábamos, existían una serie de parroquias, sobretodo al S y al E del ayuntamiento de Monforte deLemos, que rompían con el panorama caciquil pre-existente; así pues, la parroquia de Ribasaltas eracomunista, mientras que A Penela, Vilamarín, Rei-gada y Chavaga eran mayoritariamente socialistas.Serían estos núcleos de población, precisamente,los más duramente castigados por la represión fas-cista durante la guerra (Souto Blanco 1998: n.p. 53).

    La concienciación política en la población local,la represión brutal, la llegada de huidos bercianos,leoneses, zamoranos y asturianos, así como la im-portancia de la línea de ferrocarril como vía de co-municación y referente espacial explican la fuertepresencia de la guerrilla en una segunda fase (1942-1946) con la transformación de los fuxidos en uni-dades guerrilleras. En abril de ese año de 1942 naceen Ferradillo, El Bierzo, la primera organización ar-mada dentro de España, la Federación de GuerrillasLeón-Galicia, gracias a la inspiración de dirigentessocialistas como Marcelino Villanueva Gafas, Cé-

    sar Ríos y Mario Morán, que tenían su base de ope-raciones en la Serra do Eixe, en los montes de Ca-saio (Serrano 1988). Las guerrillas se dotan de unaestructura orgánica y da comienzo la penetraciónde los comunistas como fuerza organizada (Santi-drián 2002: 348-9).

    Entre 1943 y 1945 se constata una cierta tregua,que permite organizarse mejor a la guerrilla (Heine1982: 104-6). Será en este momento cuando se plan-tee una organización territorial con agrupaciones di-ferentes a las que se asignan amplias áreas de actua-ción. El 10 y 20 de octubre de 1944 tiene lugar enCasaio el IV congreso que da lugar al Cuerpo deGuerrillas de León-Galicia o I Cuerpo de la Federa-ción Nacional de Guerrillas, con nuevos cuadros,elementos nuevos y cuadros experimentados proce-dentes del exilio, dispuestos a articular una luchaorganizada contra el Régimen. El inicio de esta fasecoincide con una relajación del cerco de las fuerzasrepresivas, en un momento en el que el previsibletriunfo de los aliados hace que el movimiento gue-rrillero genere expectivas incluso a sectores involu-crados en el Nuevo Estado, incluyendo médicos,abogados, pequeña hidalguía e incluso párrocos(Reigosa 2003: 68). Tras la finalización de la Segun-da Guerra Mundial y el desbaratamiento de las espe-ranzas republicanas con el reconocimiento inicialdel Régimen de Franco por Estados Unidos, la situa-ción cambia, dando lugar a la reanudación sistemá-tica de una práctica exterminadora a partir de 1947.El incremento del acoso de las fuerzas represivas enuna ofensiva final conviviría con las tensiones en elseno del movimiento guerrillero caracterizando asíla tercera fase de esta lucha desigual (1947-1952).A este respecto, la trayectoria de la Federación deGuerrillas estaría marcada por las tensiones políti-cas entre sus miembros así como por el marcado li-derazgo del Partido Comunista, conflicto que se sal-daría con la consolidación del Ejército Guerrillerode Galicia y la autodisolución de la Federación a fi-nales de 1947 (Heine 1982: 120).

    3. La batalla de Repil (1949) yla IIª Agrupación del Ejército Guerrillero

    En los pueblos y casas del llano, por el peligro quesupone la estancia en ellos, ya que de ser descubiertosy cercados por el enemigo, no sólo es segura la muertede los guerrilleros, sino lo que es peor, la muerte de los

    dueños, las medidas de seguridad y vida en ellas seráde una rigurosidad extrema.

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  • (Normas de la Federación de Guerrillas de León-Galicia, 1942; en Serrano, 1988: apéndice 6: 353-4).

    Actualmente contamos con monografías dedica-das a las diferentes agrupaciones de la guerrilla an-tifranquista en Galicia (Martínez 2007), así comocon testimonios de algunos de los guerrilleros super-vivientes (Reigosa 2003, 2004; Álvarez 1991; Mar-tínez López 2006). Todo este material historiográ-fico va conformando la historia política y militardel movimiento guerrillero (Figura 2). Para el casoque nos ocupa, falta todavía una investigación deta-llada de la denominada IIª Agrupación del EjércitoGuerrillero, grupo armado que actuó en la zona quenos interesa desde su creación en marzo de 1945. Enoctubre de 1947 tuvo lugar el congreso de Chavagaen el que se reunió una parte importante de los gue-rrilleros de Galicia-León, como ha escrito unos desus protagonistas, el guerrillero berciano Quico(Martínez López 2006: 42-43). Este congreso deChavaga dio lugar a la consolidación de la IIª Agru-pación del Ejército Guerrillero de Galicia-León, ba-jo la total dirección del PCE, con una zona de ma-niobra por las provincias de Lugo, Ourense, y lascomarcas de La Cabrera y El Bierzo (Álvarez 1991:60-1, 119-20). Esta IIª Agrupación había nacido ofi-cialmente tras el fracaso del 2º congreso de reunifi-cación de Casaio en julio de 1946, separándose ofi-cialmente el 10 de agosto de 1946. Con Samuel Ma-yo como jefe militar y Benigno Fraga como respon-sable político, su objetivo era enlazar con los guerri-lleros de la IIIª Agrupación que actuaban en en S ySW de Lugo y con los guerrilleros comunistas quese habían establecido en Quiroga y Castro Caldelastomando la denominación de Santiago Carrillo trassu separación de la Federación (Heine 1982: 164-72).

    Tres combates durante el año 1949 desmantela-ron esta IIª Agrupación: Ocero (24 de febrero), Vi-llasinde (17 de marzo) y Repil (Chavaga, 20 deabril) (Martínez-López 2006: 6-71). La batalla deRepil2 supuso el inicio del fin de la guerrilla en Ga-licia, de ahí que sea mencionada como un hito en lahistoriografía sobre el fenómeno guerrillero (Heine1982: 214-6; Serrano 1988: 290-3; testimonio deManuel Zapico en Álvarez 1991: 69-72; Odilo Fer-nández en Álvarez 1991: 153-4; Mario de Langulloen Téllez 2001: 131-4; Reigosa 2003: 70-1, 106-7;Martínez López 2006: 85-6). De acuerdo con losdatos aportados por todos estos autores, la batallade Repil fue una consecuencia de las delaciones que

    siguieron a las caídas precedentes, lo que permitióa la Guardia Civil localizar dos casas en Chavaga,en Repil (casa do Amador) y O Pericallo con enla-ces que servían de apoyo desde hacía años a la gue-rrilla y en las que se encontraba la práctica totalidaddel destacamento Santiago Carrillo, que acogía aantiguos componentes de la Federación, con granexperiencia y formación político-militar, como Gui-llermo Morán, Julián Acebo Alberca O Guardiña,

    Figura 2.- Arriba. Mapa de distribución de zonas de ac-tuación de las Agrupaciones de la guerrilla desde 1944 yconexiones entre ellas (en Máiz 1988: 119). Abajo: áreade actuación de la guerrilla en el valle del Sil y Lemos,con las principales poblaciones mencionadas en el texto(tomado de Téllez 2001: 16).

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  • Evaristo González Pérez Rocesvinto, a los que sesumaban Fermín Gutiérrez Lada Segura, GregorioColmenero Fernández O Porreto y Saúl Mayo Mén-dez (Redondo 2006: 31, 51-52, 80-83, 96-97; Heine1982: 208) (Figuras 3 y 4).

    Al amanecer del 20 de abril de 1949 efectivos dela Guardia Civil procedentes de Ponferrada y deMonforte de Lemos, con más de una docena de ofi-ciales acompañados del correspondiente número desubalternos, rodearon las dos casas e incluso movi-lizaron morteros emplazados en vagones sobre lavía del tren (Figuras 5 y 6). En la casa de O Pericallose encontraban Rocesvinto, su novia María LuisaCenteno y los dueños de la vivienda, dos hermanos,enlaces de la guerrilla (Ramón y María López Ca-sanova), mientras que en la casa de Repil (casa doAmador) se hallaban reunidos Guillermo Morán, OPorreto, O Guardiña, Saúl y Segura. La estrategiade la Guardia Civil consistió en atacar primero lavivienda en que se hallaba Rocesvinto para obligara los compañeros de la otra casa a acudir en su ayu-

    da. Al iniciarse el tiroteo y la quema de la casa (seemplearon morteros, gasolina y bombas de mano),éstos intentaron cruzar la carretera para parapetarsey atacar a los guardias por la retaguardia. Sin em-bargo, un nido de fusiles ametralladores apostadosen una finca plantada de centeno los estaban espe-rando; únicamente se salvaron Saúl y Fermín Segu-ra, éste último con la mandíbula destrozada por undisparo. Por su parte, Rocesvinto, tras haber sidoatacada la vivienda con lanzagranadas que causaronla muerte de los hermanos Casanova, intentó unasalida desesperada hiriendo a su novia que había si-do apresada por la Guardia Civil. Finalmente se sui-cidó en un maizal cercano. El combate duró dos ho-ras y media, y en él participaron 150 guardias civi-les de los que resultaron heridos seis que fueronevacuados a Monforte de Lemos (Odilo Fernándezen Álvarez 1991: 154).

    La batalla de Repil fue recogida en la prensa ofi-cial, en los medios de la resistencia, así como en lasposteriores memorias publicadas de guerrilleros yguardias civiles, lo que explica su carácter de hitoen la historia de la guerrilla antifranquista en Gali-cia. Por otro lado, dio lugar al desmantelamientocasi definitivo de la resistencia en esta zona del SEde Lugo, con una amplia secuela de represalias ydetenciones. Por todo ello, el combate de Repilejemplifica perfectamente la última fase de la gue-rrilla, caracterizada por los siguientes procesos(Heine 1982: 263-6):

    ● Paulatina penetración de los servicios de infor-mación de las fuerzas represivas en la extensa redde enlaces y simpatizantes de los guerrilleros.Esta circunstancia incrementó el número de de-laciones incluso en aquellas zonas que comoChavaga y parroquias limítrofes contaban conapoyo popular.● La insuficiencia de la ayuda externa, y la infe-rioridad en armas y munición obligó a cometercon excesiva frecuencia golpes económicos queprovocaban hastío en la población y corrobora-ban la propaganda oficial que los veía como atra-cadores.● La acción de las contrapartidas y las brigadi-llas desprestigiaban a la guerrilla e incrementa-ban el peligro de infiltrados al servicio de laGuardia Civil, como el comandante Félix queacabó con lo que quedaba de la IIª Agrupaciónen Remesar (Bóveda) el 22 de junio de 1949 ydesencadenó una redada masiva que acabó conla red de enlaces en el triángulo Bóveda, Pobra

    Figura 3.- Grupo de guerrilleros de la Federación deGuerrillas de León Galicia a mediados de la década de1940. De izquierda a derecha: Guillermo Morán, MarioMorán, Evaristo González Pérez Rocesvinto, ArcadioRíos y Abelardo Macías Fernández El Liebre (en Serra-no 1988: 232).

    Figura 4.- Algunos de los históricos guerrilleros que seencontraban en la casa de Repil el 20 de abril de 1949.De izquierda a derecha: Guillermo Morán, Julián AceboAlberca O Guardiña y Fermín Gutiérrez Lada Segura.

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  • de Brollón-Monforte (Mario de Langullo en Té-llez 2001: 115).

    Hasta aquí la historia de la batalla de Repil, unhecho recuperado por la historiografía y por la pren-sa en época reciente en el marco del boom de estu-dios sobre la guerra civil y la posguerra en Galicia(sirva el presente artículo también como ejemplo).Al margen de este discurso político e historiográfi-co, la batalla de Repil sigue siendo un hecho graba-do a fuego en la memoria colectiva, en el recuerdode la comunidad local. Únicamente ese recuerdotestimonia la existencia de una lucha contra el fran-quismo en esta zona rural de Galicia, de una resis-tencia que no es tangible, comprobable materialmen-te. Los vencedores se encargaron de construir unpaisaje presente, durante la lucha y a posteriori, enel que los cadáveres de los vencidos no tenían ni de-recho a descansar dentro de las tapias del cemente-rio. Es nuestra intención recuperar mediante la ar-queología ese paisaje ausente de la guerrilla, acer-carnos a la materialidad de un proceso traumáticoque se manifiesta en objetos, espacios y arquitectu-

    Figura 6.- Fotografía aérea de la zona: 1. Casa do Ama-dor, en Repil; 2. Casa do Pericallo.; 3. Casilla de Repil.(Google Earth).

    Figura 5.- Zona objeto de estudio (parroquia de Chavaga y alrededores) representada en el Mapa Topográfico Nacio-nal (Hoja 156, Monforte de Lemos). 1ª edición de 1947. El recuadro enmarca la zona de Repil en la que aparecen lacasa de Monticelo (O Piricallo) y la casa de Repil, cerca de la casilla de la RENFE en el paso a nivel.

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  • ras que, como Repil, no son meras ruinas arqueoló-gicas, sino lugares de memoria.

    4. El paisaje presente de la represión:cartografía, arquitectura y territorio

    El abuelo paterno de X.A.V. era albañil (cantei-ro), experto en chimeneas y hornos. Trabajó en losaños 1945-1947 en la construcción del embalse deOs Peares, obra faraónica tras la cual se dedicó a re-formas en viviendas y construcciones agrícolas, quecombinaban ya el tradicional canto rodado con elladrillo como material constructivo. Cansado de losretrasos en los pagos, abordó la que sería su útimagran obra antes de marchar para la emigración aBarcelona: la casa-cuartel de A Pobra de Brollón(Figura 7). Para su construcción se reutilizaron pie-dras y cantos rodados provenientes de Os Medos,una imponente explotación aurífera romana. En elimaginario popular allí se encontraba la mítica ciu-dad de Miraflores, destruida por una invasión dehormigas que llevó a la población a la villa de APobra, emplazada en un castro sobre dos ríos (el Saay el Rubín) precisamente para evitar el acceso a losinsectos (Ayán 2005b: 132).

    Las piedras de la mítica ciudad de Miraflores sereubicaban ahora en un edificio concebido como

    una auténtica fortaleza, sobria, simétrica, con patiocentral y torreones en las esquinas con troneras pa-ra facilitar desde dentro el uso de ametralladoras.Esta edificación se erigía en las proximidades de lasede del poder político local, el ayuntamiento, a lavera de la Avenida de José Antonio, la calle quesimbolizaba los nuevos tiempos: la vieja villa me-dieval era abandonada paulatinamente y los nego-cios, bares, farmacias y tiendas comenzaban a erigir-se a ambos lados de esta nueva arteria de A Pobrade Brollón. Este nuevo planteamiento urbanístico noera inocente ni gratuito, sino la ultimación de todoun entramado arquitectónico que era a su vez herra-mienta coercitiva y símbolo del poder del nuevo Es-tado, configurándose un paisaje que hacía muy pre-sente a la comunidad local la Victoria.

    Este paisaje presente comenzó a articularse yacon el propio Alzamiento Nacional. En A Pobra deBrollón gobernaba en julio de 1936 un alcalde delFrente Popular, Antonio Reboiro Rodríguez, delPartido Agrario Regional Gallego, formación polí-tica de carácter local, agrarista y moderada. En elmunicipio existían fuertes vínculos socialistas enlas parroquias de Veiga y Santalla de Rei; tras co-nocerse la noticia del golpe de Estado, el regidor yvarios socialistas de las citadas feligresías procedie-ron, según las fuentes judiciales, a detener personasde orden, a requisar armas, a establecer guardias ro-jos armados en las carreteras a O Incio y Quiroga,así como a un intento de asalto del cuartel de laGuardia Civil (Souto Blanco 1998: 184). La llegadade una columna de sublevados (guardias civiles yvoluntarios armados de Falange) dispersa al grupode resistentes y lleva a la cárcel al alcalde, que esfusilado posteriormente por orden judicial, comomedida modélica. Comienza la institucionalizacióndel terror como mecanismo de dominación político-social, mediante la eliminación física de todo cuantosupusiera contaminación de las ideas para la ideo-logía dominante, sobre todo el asociacionismo agra-rio (Cabana y Villaverde 2006) y obrero (FernándezPrieto 1992; Soutelo y Varela 1997: 218-9; NúñezSeixas 1998). Se emplea la visibilización de la muer-te como medida punitiva con operaciones de lim-pieza dirigidas desde Monforte de Lemos; esta ciu-dad constituye uno de los espacios de Galicia conmayor número de evidencias documentales que re-miten a sacas y paseos sistemáticos, que eran lleva-dos a cabo en zonas del extrarradio. El ayuntamien-to de Pobra de Brollón fue uno de los territorios quemás concentraron este tipo de asesinatos, siendo la

    Figura 7.- Casa-cuartel de la Guardia Civil en A Pobrade Brollón.

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  • mayor parte de las víctimas vecinos de la capital dela Terra de Lemos (se registran oficialmente 49muertes, cit. en Souto Blanco 1998: 269-70), asesi-nados por falangistas de otras áreas de la comarca,como Sober. La presencia de un importante asocia-cionismo obrero en Monforte, los precedentes anti-clericales con asaltos y quemas de iglesias, así co-mo la resistencia al levantamiento en diversas po-blaciones legitimaron una represión sistemática eindiscriminada en el SE de la provincia de Lugo,con el objetivo de condicionar las mentalidades co-lectivas a largo plazo de las comunidades locales(Souto Blanco 2006: 68-70, 86-7).

    Tras la limpieza, las nuevas autoridades (integra-das por elementos arribistas neo-falangistas proce-dentes de familias hidalgas detentadoras tradiciona-les del poder caciquil) abordaron la refundación dela villa de A Pobra de Brollón en la España Nueva:a la entrada de la población, en el cruce de carrete-ras, se renombran las dos calles principales de la vi-llas con los dos protomártires de la Cruzada: JoséAntonio Primo de Ribera y Calvo Sotelo (Figura 8).Lo mismo sucedió a mayor escala en otras pobla-ciones como Quiroga, Chantada o Monforte de Le-mos. Esta apropiación simbólica de los espacios ur-banos resulta mucho más fácil que el control fácticodel territorio, sobre todo en una zona en la que sonprioritarias las vías de comunicación como la líneaferroviaria Ponferrada-Monforte o la carretera Qui-roga-Monforte. Esta necesidad resulta ineludiblecon la aparición en el rural de la guerrilla organiza-da a mediados de la década de 1940. Será ahoracuando se vertebre toda una red de dominio de lazona, con recintos arquitectónicos-referentes de larepresión, como las cárceles de Quiroga y Monfortede Lemos (capitales ambas de sendos partidos judi-

    ciales) o las casas-cuartel de la Guardia Civil (A Po-bra de Brollón, Folgoso do Courel) (Figuras 9 y 10).Se complementa esta arquitectura de la reclusión yde la represión (cf. Foucault 1984; Markus 1993;Mañana et al. 2002; Zarankin y Niro 2006) con la

    Figura 9.- Un ejemplo de arquitectura de la represión: lacárcel de Quiroga.

    Figura 8.- Calle Calvo Sotelo, cruzada por la de JoséAntonio, en A Pobra de Brollón.

    Figura 10.- Un lugar borrado de la memoria: la cárcel deMonforte de Lemos, destruida recientemente para edifi-car pistas de tenis.

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  • militarización de las estaciones ferroviarias (Figura11), así como con rondas de guardia en largos tra-mos de las vías y de las carreteras por parte de laGuardia Civil, para evitar sabotajes.

    Por parte de la historiografía contemporaneísta seha propuesto que la Guerra Civil española fue con-cebida por el bando sublevado como una guerra deconquista dentro de las coordenadas mentales de losgenerales africanistas, habituados a una lucha colo-nial en la que no sólo se combate a soldados sino ala población local que apoya a los sublevados indí-genas-antiespañoles. Esta misma perspectiva en lalucha contra el maquis se mantiene desde 1936 has-ta comienzos de 1951: el exterminio del enemigo seconsigue mediante una implantación total en el terri-torio, un notable despliegue de medios militares yun golpe constante a las redes de apoyo popular.Como precedente de esta estrategia podemos seña-lar la batida organizada en 1941-1942 en las sierrasorientales gallegas para acabar con excombatientesrepublicanos del frente asturiano; en estas tareas de

    limpieza participaron fuerzas del ejército combina-das con la Guardia Civil: 15 Tabores de Regulares,8 Batallones de Infantería y 1 grupo de Obuses del105/11 con base en Ponferrada, Mieres y Lugo(Máiz 1988: 101; Téllez 2001: 12, n.p. 2). Concebi-do el espacio como escenario de operaciones mili-tares, resultaba prioritario conocer perfectamente(como el maquis conocía) el territorio. Creemos queesta circunstancia explica que las hojas a escala1:50.000 del mapa cartográfico nacional de esta zo-na de la Terra de Lemos se realizasen precisamentea mediados de los años 40, señalando incluso en elmapa la ubicación de casas particulares, a menudo,objeto de ataque y/o base de apoyo de los guerrille-ros (vid. supr. Figura 5).

    En definitiva, la lucha guerrillera antifranquistafue a su vez causa y consecuencia de la conforma-ción de un paisaje militarizado a ambos lados de lalínea férrea (Figura 12) y de la carretera Ponferrada-Monforte, arteria fundamental en las comunicacio-nes, a la vez, de la guerrilla y de las fuerzas repre-sivas. La vía del tren incluso constituyó el límite delas áreas de actuación de diferentes agrupacionesguerrilleras.

    La derrota sin paliativos de la guerrilla hizo to-davía más presente el poder del franquismo en el ru-ral, superando el mero nivel simbólico de los nom-bres de las calles, los nombres de los caídos por Es-paña grabados en la pared de las iglesias parroquia-les, de las tumbas de rojos fuera del cementerio ode la presencia sistemática de los yugos y las fle-chas en lavaderos públicos, estaciones de ferroca-rril o escuelas nacionales. A este respecto, resultacurioso como se detectan suturas en esta implanta-ción brutal sobre el territorio de la simbología y dela arquitectura del poder omnínodo; a pesar de ello,la materialidad del pasado que se quería borrar per-vivió en algunos casos llamativos. Así por ejemplo,la escuela de Chavaga, parroquia en la que tuvo lu-gar la batalla de Repil en 1949, lució durante déca-das el cartel de la época de la República. Del mismomodo, el buzón de correos republicano continuó enuso en la estafeta de A Pobra de Brollón durante to-do el franquismo (Figura 13).

    Con todo, a pesar de estas interesantes excepcio-nes (que cabría estudiar a escala de todo el país), to-do el entramado represivo y sus dispositivos mate-riales configuraron un paisaje en el que se socializóno sólo la generación nacida en la posguerra, sinotambién aquella nacida ya en la Transición. Se tratade un paisaje presente que perdura en la actualidad,

    Figura 11.- Estación de ferrocarril de A Pobra de Brollón,actualmente abandonada.

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    Figura 12.- Cartilla de 1941 regulando el funcionamientode la circulación en la vía férrea Quiroga-Monforte. Do-cumento abandonado en la estación de A Pobra de Brollón.

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  • aunque ya no dotado de su sentido original. La casa-cuartel de A Pobra de Brollón fue clausurada haceescasos años y ahora está siendo rehabilitada parareconvertirla en un edificio para uso de la comuni-dad local. En la villa, al margen de leyes sobre me-moria histórica, se mantienen con buena salud lasavenidas de José Antonio Primo de Rivera y de Cal-vo Sotelo. Por supuesto, a día de hoy, nadie ha re-habilitado u homenajeado póstumamente al alcaldedemocrático de 1936, fusilado por defender el go-bierno legítimo. Al fin y al cabo, tampoco tenía car-net de un partido de izquierdas con pedigrí.

    5. El paisaje ausente de la guerrilla:la levedad de la huella arqueológica

    Los que no sucumbieron en aquella carniceríase dispersaron.

    Algunos huyeron al monte.Allí están al cabo de diecisiete meses,

    los que han podido sobrevivir a la horrible prueba.Famélicos, tuberculosos, cubiertos de harapos,

    acosados como fieras, viviendo ocultos en agujeros que han hecho

    en la tierra con susuñas como verdaderas alimañas;

    allí están todavía los supervivientespara vergüenza de la humanidad civilizada.

    Lo que han hecho en Galicia. Episodios de terror blanco en las provincias gallegas contados por quienes lo han

    visto. París, 1938: 28.

    Escribía el militante comunista Andrés Sorel quela guerrilla se entronca en el paisaje, la estructura,la sicología del hombre y la tierra gallega (Sorel1970: 91). Si bien esta cita reproduce toda una vi-sión decimonónica y esencialista del paisaje galle-go, sí es cierto que esboza un tema interesante: laimplantación en el paisaje de la guerrilla antifran-quista. A este respecto, la guerrilla, como movimien-to sociopolítico, manejaba un patrón de racionali-dad espacial que obedecía a unas determinadas es-trategias de apropiación y utilización del territorioque se materializaban en una extrema movilidad, enla ubicación de campamentos-base en zonas monta-ñosas, marginales, en la práctica de un régimen devida seminómada y en la necesidad constante de al-canzar una total invisibilización como proteccióncontra el acoso de las fuerzas represivas. Las parti-das de guerrilleros, como el resto de comunidadesque dejaron su huella en el territorio del NW desdela Prehistoria, construyeron todo un paisaje, multi-dimensional, un paisaje de la resistencia (Bender yWiner 2001), que puede ser recuperado con meto-dología arqueológica.

    El modelo de espacialidad generado por su modode vida nos hace definir ese paisaje como un paisa-je ausente en un presente ausente (Buchli y Lucas2001). Un paisaje ausente como aquél que caracte-rizó las comunidades de cazadores-recolectores enel Paleolítico Superior y Epipaleolítico en Galicia(Criado 1993b: 21-3). Lógicamente ambas situacio-nes poco tienen que ver a priori, pero la aplicaciónde una analogía débil (sensu Criado 1999: 12-3) nospermite legitimar la utilización de este concepto depaisaje ausente. Así por ejemplo, las prácticas desubsistencia y el espacio doméstico manejados porlos grupos cazadores epipaleolíticos en la región,apenas alteraron el medio. Se caracterizaron por unaactitud pasiva hacia el medio natural. La invisibili-zación de estas comunidades, en términos de modi-ficación del espacio en que se implantan, conlleva-ron una leve huella arqueológica con escasos restosde cultura material (conjuntos de industria lítica,abrigos rocosos señeros en el paisaje…) (Criado1993b: 22; López Cordeiro 2002). Como en el casode esas comunidades prehistóricas, la implantaciónde los guerrilleros por diversos espacios naturales/paisajes culturales, deja un sutil y leve registro ar-

    Figura 13.- Buzón de correos de la República que per-maneció en la estafeta de A Pobra de Brollón hasta losprimeros años de la democracia (colección particular).

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  • queológico. Este paisaje ausente no obedece a unpatrón de racionalidad cazador, sino a una coyuntu-ra política dentro de un conflicto desarrollado en elseno de una sociedad moderna.

    A pesar de ello, las consecuencias materiales deesos modos de estar en el paisaje resultan muy se-mejantes, hecho fácilmente comprobable si aborda-mos la Evaluación y Corrección de Impacto Arqueo-lógico de un parque eólico en una (modélica) dorsalmontañosa gallega: en este paisaje documentaremosyacimientos arqueológicos prehistóricos (áreas deconcentración de industria lítica, túmulos megalíti-cos), arquitecturas vinculadas con prácticas ganade-ras antiguas (chozos de pastores, fosos de lobo), to-da una microtoponimia que remite al uso simbólicopor parte de la sociedad rural tradicional, así comoreferencias orales y restos materiales del paso de laguerrilla por la sierra (Criado et al. 2000; Cacheda2004; Ballesteros 2004, 2005). Todas esas manifes-taciones materiales de diferentes épocas se super-pondrán, probablemente, en varios emplazamientos,y compartirán un claro control de las vías de tránsi-to por esos espacios montañosos. Resulta muy curio-so como el paso de los fuxidos por zonas montaño-sas, reutilizando cuevas y abrigos rocosos como re-fugios caló en el imaginario colectivo del campesi-nado, que vio en éstos a los sucesores de los seresmíticos que habitaban esos espacios, los mouros. Dehecho el lugar de los mouros en muchas leyendasrecogidas en diversas zonas de Galicia es ocupadopor los franceses, los carlistas, los facciosos y losfuxidos, concebidos como distintas razas que pasa-ron con violencia por el país, dentro de una concep-ción cíclica del tiempo que rejuvenece, reactualizay/o envejece acontecimientos y procesos históricos(Ayán y Ameixeiras 2002: 153; Aparicio Casado2004: 331-4; Arizaga y Ayán 2007: 460-1).

    La documentación de todo este paisaje ausenteno ha sido atendida por la investigación arqueoló-gica reciente centrada en la recuperación de la me-moria histórica. De hecho, salvo excepciones (Mo-rín et al. 2004), no se contempla como objeto de es-tudio, ubicándose al margen del tipo de registro ar-queológico susceptible de aportar información so-bre la represión. Así Barragán y Castro (2004-05:157) sólo consideran objeto de estudio arqueológicolas fosas y los centros de detención (Barragán yCastro 2004-05: 157).

    Este paisaje ausente de la guerrilla se puede ha-cer presente, sus restos materiales pueden conver-tirse en registro arqueológico. Por restos materiales

    no entendemos sólo aquellos objetos decomisadospor las fuerzas represivas a los guerrilleros deteni-dos y muertos en combate, artefactos musealizadosen instalaciones militares (Museo Militar Regionalde A Coruña, por ejemplo) como rifles, prendas devestir, insignias, munición, octavillas, cédulas deidentificación… (Figura 14) objetos insertos en unnuevo contexto con otro sentido (lo exótico, lo cu-rioso, lo otro) (Lamela 1992: 7-9; Reigosa 2003: 86;Martínez 2007: 112). Una aproximación arqueoló-gica a la materialidad de la guerrilla puede abordar-se todavía hoy en los escenarios de la vida cotidianade sus protagonistas, especialmente bien preserva-dos en algunas zonas montañosas del país.

    Así pues, conocemos, por testimonios orales, laexistencia de toda una red de campamentos-base,de refugios en cuevas, cabañas en abrigos rocososy bosques al servicio de los fuxidos y de la IVªAgrupación que actuaba por la zona de As Mariñas(Máiz 2002: 325): En la cueva que luego hicieronen el robledal no faltaba de nada, incluso había unacocina, la chimenea corría a lo largo, pegada alsuelo; les traían comida por la noche, de maneraque no tenían que robar en las casas (testimoniorecogido en Otero et al. 2001: 208-9). La reorgani-zación a partir de 1944 consolidó la implantaciónde la guerrilla en el territorio, para lo cual contabacon todo un sistema de refugios a escala comarcal.Incluso la revista del Ejército Guerrillero de Gali-cia —El Guerrillero— se publicó entre 1948 y 1951en la cueva de Xabaríz-Cabanas, base nº 1 de la IVªAgrupación (Grande 1999: 1239; Otero et al. 2001:214).

    Figura 14.- Pistola Star A, del nueve largo, anterior a laguerra civil, utilizada por la Guardia Civil de A Pobra deBrollón en la lucha antiguerrillera en la década de 1940.Esta arma era empleada también por la guerrilla (colec-ción particular).

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  • Teníamos bases subterráneas, profundas, donde es-condíamos imprentas, mimeógrafo, hasta una emisora[…] Volvemos a los refugios: a veces la habitacióntenía 1.80 o 2 metros de altura. Se hacían también unsubterráneo que iba por debajo de la tierra labradaal exterior, abriéndose desde dentro. Madera y cemen-to eran los materiales empleados. Un enlace, siemprepersona acomodada, pedía permiso al Ayuntamientopara construir. Y parte de ese material iba a la cons-trucción de los subterráneos, que en ocasiones salíana una cuadra, debajo del estiércol [Testimonio anóni-mo de la IVª Agrupación recogido en Sorel 1970: 99-100].

    En esta zona de actuación de la IVª Agrupaciónse ubicaba el campamento-base de Cortiñas, del quecontamos con una detallada descripción de la manodel dirigente del PCE Melchor, recogida en un in-forme de 21 de junio de 1949 conservado en el Ar-chivo Histórico del PCE (en Santidrián 2002: 369):

    Esta base reune unas magníficas condiciones. Tienenuna barraca montada en madera con techo de lonade 7x3 con piso de madera. Está incrustada en elmonte, lo que la hace invisible no siendo estando en-cima de ella. En su interior hay dos colchonetas quese pliegan en las horas de trabajo y se coloca un ta-blero en el centro en el que caben 20 camaradas paracomer. Existe otra caseta donde está la intendencia yotra barraca hecha suplementaria donde dormían es-tos días algunos camaradas. La comida se hace concarbón de leña que no hace humo. Tienen hecho conpiedra un lavadero en un riachuelo que pasa a tresmetros de la barraca. Hay water con canalizaciónsubterránea. Tienen montada una ducha con una ba-rrica de unos 30 litros la que llenan cada vez que uncamarada se ducha para cambiarse de ropa. Se cam-bian de ropa una vez a la semana como mínimo. To-dos los camaradas se afeitan cada dos días y tienensus cepillos y pasta de dientes respectivos. Tienen unamáquina de coser donde hacen las compañeras laschaquetas y pantalones. Tienen un aparato de radiominiatura de 20x10x5 que marcha con pilas secas delas lámparas.

    Otros testimonios de guerrilleros indican la pre-sencia de campamentos de larga duración como elde A Cubela, en el valle del Sil, cerca de A Rúa dePetín, e incluso nos relatan el proceso de construc-ción de grandes chozas en el campamento del valleberciano de Capadra (en Álvarez 1991: 82-4, 141).

    Esta arquitectura doméstica de carácter efímeroerigida por la guerrilla (cf. Aguado 1976: 177-179)se conserva todavía en algunas de las sierras suro-rientales gallegas, como es el caso de las estribacio-nes de Pena Trevinca en donde, según comentarios

    de los escasos habitantes de la zona, se ha preserva-do el entramado arquitectónico que conformaba elcampamento de Casaio, territorio liberado en el quese celebraron cruciales congresos que marcarían laevolución de la guerrilla como movimiento de re-sistencia. Los propios guerrilleros llamaban ciudadde la selva al conglomerado de campamentos esta-blecidos en los valles de la Morteira, la Bruña yotros contiguos de los montes de Casaio (Heine1982: 31). En la ciudad de la selva aparecen data-dos y firmados llamamientos, actas, convocatoriasy artículos recogidos en El Guerrillero; era la úni-ca ciudad española en la que, según los hombres dela guerrilla, ondeaba la bandera tricolor y se podíagritar a pleno pulmón: ¡Viva la República! (Reigosa2003: 123-4).

    Para la zona que nos interesa, su implantación enel territorio obedecería a otras coordenadas, ya quenos encontramos con la depresión de Lemos, conuna zona de fondo de valle, densamente habitada ymejor comunicada. Aquí la estrategia de invisibili-zación y de movimientos rápidos por la geografíase materializaba gracias al papel jugado por la de-nominada guerrilla del llano, familias campesinascolaboracionistas que abastecían a los del monte,hacían de enlaces y daban refugio en sus casas a losguerrilleros. Una tupida red de estos enlaces se ex-tendía por las parroquias de Chavaga, Cereixa y APobra de Brollón, entre otras. La invisibilidad de laguerrilla y su ocultación en la población local mar-caron la pauta a la estrategia exterminadora asumidapor las fuerzas represivas; en la fase final de la gue-rrilla, el Poder incidiría en la desarticulación de es-tas redes de apoyo, con continuas delaciones, sobor-nos y una represión brutal a las familias supuesta-mente colaboradoras.

    Esta nueva estrategia iría dando sus frutos; conti-nuas traiciones y delaciones permitirán la localiza-ción de diferentes grupos de guerrilleros en casas deenlaces en distintas zonas de Galicia. Las viviendasson sitiadas con despliegues militares sin preceden-tes: se emplea artillería y se llegan a quemar inten-cionadamente las edificaciones para provocar la sa-lida de los guerrilleros. Esta política de tierra que-mada marcaría el fin de la guerrilla en los años 1948y 1949 con una serie de rotundos éxitos de la Guar-dia Civil: el 19 de mayo de 1948 sitian a un nutridogrupo de la Vª Agrupación en una casa de Loureiro-Luou (Teo, A Coruña), que es ametrallada e incen-diada. Mueren quemados vivos tres guerrilleros y sesalva únicamente el mítico Foucellas (Lamela 1992:

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  • 115-8); Raúl Castro Cao, de la IIª Agrupación seríaeliminado tras el cerco a una casa en Vilarchao (Co-les, Ourense) el 20 de enero; una encerrona de laGuardia Civil en Villasinde (El Bierzo) supone lamuerte de dos guerrilleros históricos El Liebre e Hi-lario Álvarez Méndez (Serrano 1988: 286-90); lacasi totalidad de la IIª Agrupación es liquidada enRepil el 20 de abril; el 31 de octubre de 1949 cae eldestacamento Arturo Cortizas de la IVª agrupaciónen el sitio de una casa en Pazos (Monfero, A Co-ruña) en donde murieron siete guerrilleros (Oteroet al. 2001: 222-31; Domínguez y Sobrino 2004:125-6).

    El cerco de las casas de Repil no sólo reproduceperfectamente la nueva fase de esta guerra de exter-minio sino que también nos ayuda a comprender lalógica espacial manejada por la guerrilla; las dosedificaciones de Repil y de O Pericallo, si bien seemplazan en la parroquia de Chavaga, combinanuna posición estratégica (al lado de la línea férreay de la carretera) con unas buenas condiciones deinvisibilización y de rápida salida hacia otras zonas.Así mismo en las aldeas cercanas la guerrilla conta-ba con otras viviendas todavía no controladas porla Guardia Civil (no eran enlaces quemados). Deesta red haría buen uso uno de los dos supervivien-tes, Fermín Segura, quien, con la dentadura destro-zada, cruzó los campos de centeno que separabanChavaga de Cereixa, por el rego de Amieiros, paraacabar en la casa rectoral de Cereixa en donde fueatendido por el cura párroco Don Plácido. Asimis-mo, mientras la batalla tenía lugar, el guerrillero OPiloto participaba en la celebración de un bautizoen una casa de A Ponte (Cereixa), casualidad que lepermitió librarse de una muerte segura y, con eltiempo, convertirse en el último maquis abatido enEspaña en 1965.

    La batalla de Repil traería duras consecuenciastanto para la comunidad local, con la detención denumerosos enlaces, como para la propia guerrilla:la infiltración del comandante Félix, experto cazamaquis, tras el golpe de Chavaga, supondría lamuerte el 22 de junio de 1949 en Pena de Remesar(Bóveda, Lugo) de Manuel Fernández Soto, aliascoronel Benito, encargado de la militarización de laguerrilla a instancias del PC (junto a él fueron eli-minados Elías López Armesto y Santiago Paxaro)(Reigosa 2003: 71-2). A finales de octubre de 1949llegaba a Galicia Xosé Sevil, enviado por el PC pa-ra desmovilizar la guerrilla y reorientar a los com-batientes y enlaces a la lucha política. La casa arrui-

    nada y abandonada do Amador, en Repil, es una delas pocas huellas arqueológicas de ese paisaje au-sente de la guerrilla (Figuras 15-16), un paisaje quese hizo más ausente por el triunfo de la represión ypor el miedo inculcado en los habitantes de la zona,un terror paralizante que se encuentra en el fondo

    Figura 15.- Ruinas de la casa do Amador, en Repil.

    Figura 16.- Croquis arqueológico de la planta baja de lacasa do Amador.

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  • de su propia percepción actual de aquella época yaquellos acontecimientos (Figura 17).

    6. El paisaje vivido: la percepción de la comunidad local

    El silencio es un espacio, una oquedad donde nos refu-giamos pero en el que no estamos nunca a salvo. Elsilencio no se termina, se rompe; su cualidad funda-

    mental es la fragilidad y el epitelio sutil que lo circun-da es transparente: deja pasar todas las miradas.

    Alberto Méndez: Los girasoles ciegos

    En esos años finales de la década de 1940 la gue-rrilla campaba a sus anchas por esta zona del E dela terra de Lemos, contando con una importante redde puntos de apoyo que les permitía dar golpessonados como varios robos y asesinatos (Reigosa2003: 99-101; Mario de Langullo en Téllez 2001:117-8). Este entramado de enlaces facilitaba, a suvez las reuniones de la guerrilla, como así lo de-muestran los congresos celebrados en Chavaga oSantalla de Rei. La población local estaba al tantode todo y convivía con esa realidad.

    J.V.S., abuelo materno de X.A.V. fue movilizadopor los nacionales para combatir en la Guerra Ci-vil; tras disfrutar de su primer permiso en casa, semontó en el tren para volver al frente, pero al pasarpor Repil se lo pensó mejor y decidió saltar del va-gón en marcha para volver andando a Cereixa. A lospocos días fue detenido y enviado a Zaragoza a unacárcel con otros desertores, en donde estaría unatemporada en condiciones infrahumanas. Cada no-che compañeros suyos eran fusilados. Él tuvo suer-te: al no tener antecedentes políticos lo mandaron a

    primera línea de fuego en Cataluña, a tomar cabe-zas de puente. Diez años después, J.V.S. cruzaba denoche Repil en su bicicleta para estraperlar con sucompadre C. de Sindrán patatas y comida; a amboslados de la carretera sentía señales de luz que indi-caban que los atracadores estaban haciendo guar-dia. Atemorizado, seguía su camino, sin detenerse.Había que dar de comer a la familia. Era 1949.

    R. de Piñeiros (Castroncelos, A Pobra de Brollón)hizo la guerra con la quinta del biberón en el frentede Madrid, entre Pinto y Valdemoro, y todavía re-cuerda cuando Franco visitó su posición y les dio uncaramelo. También participó en el Desfile de la Vic-toria, un día lluvioso, recuerda. R. es católico fer-viente y defiende que si no es por el Movimiento loscomunistas eran capaces de quitarle la tierra a loscampesinos. De buena memoria, se acuerda perfec-tamente de la batalla de Repil:

    Yo me acuerdo de que andaba velando uno del Ejér-cito, que debía de ser teniente, alférez o algo así [serefiere al comandante Félix] un cargo de la policía,que se metió en la cuadrilla esa, y ése fue quien lo des-cubrió todo, según dicen, el asunto. Los atracadoresno confiaban en él. Y vivían en el Pericallo. Ahora lacasa esa, la vieja, debe de estar deshecha. Y allí vivíanellos. Decían que estaban por ahí, y estaban, ya ha-cía tiempo. Porque recuerdo que veníamos de la feriade Monforte en una mercancía y antes de llegar aChavaga paró la máquina, bajamos y veníamos an-dando por la carretera y escuchamos allí por encimade la casa del Recho: Ahí vienen. Nos echamos paraatrás y tiramos por el monte hasta que poco despuésya al poco tiempo se pasó de Chavaga y pasó todo.

    Es un día frío de diciembre de 2007. Día de ma-tanza en Cima de Vila, Cereixa. Mientras se despie-zan los cuatro cerdos, se habla del presente, y delpasado. En el antiguo patio de la casa vieja los hom-bres bajan la voz y comienzan a hablar de la batallade Repil. Uno de ellos es J.V.R., cantero, teitadorde lousa (instala tejados de pizarra) y músico, entreotras muchas cosas, nos dice:

    Contaba mi padre que el día ese de lo de Repil esta-ban trabajando en Rairos (Cereixa) y que habían ve-nido los guardias civiles. “Todos con nosotros que va-mos agarrar a los atracadores”, decían. “Venid quesi no hay una multa”, amenazando. Pero no fue nadie.Id vosotros. La historia de Don Plácido parece que eracierta, que ayudaba a los atracadores, que curó a unoque le habían partido los dientes, y que le llamó a lapuerta. Y el Piloto, el día de la metrallada de Repil,el 20 de abril del 49, estaba comiendo en la casa dela R. cuando era eso. Estaba en el bautizo de T. El A.

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    Figura 17.- Vista general del Alto de Repil en la actua-lidad.

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  • estaba liado y los cuñados más, los hermanos de laM. Eso lo sabe todo el mundo. Cuando estaban en Re-pil, estos dos hermanos estraperlaban y les suminis-traban a los atracadores tabaco, café, azúcar, cobran-do claro, se arriesgaban también ellos, y después erantambién los enlaces de la guardia civil, trapicheabancon éstos y eran cómplices, chivatos de la guardia ci-vil, que a cambio de la información les dejaban estra-perlar. Al P. lo cogieron en una redada y lo llevabanpara la cárcel a Quiroga y ahí en el Lor se averió elcoche en el que lo llevaban y se escapó. Qué caralloescapar, lo dejaron ir, para guardar las apariencias yfingir que se había fugado. Era cómplice de ellos.

    J.V.R. entra en la conversación. Conoce bien elmonte, de sus jornadas de caza. En una de ellas, enla casa destruída de Repil, encontró una bayoneta(Figura 18), recuerdo del asalto a la vivienda en elcombate del 20 de abril de 1949:

    Tenía yo 21 años. Los otros dos estaban allí en el pandel Alto. Al que enmendó Don Plácido venía sin dien-tes, le habían pegado en el pan del Alto. Estaban endos casas. Los de esta casa del otro lado se escaparontodos al ver que jodían a los de la otra casa. Por loscojones iban a esperar. Uno se quedó, el que se que-dó dentro fue el que le tiró al cabo de la guardia civil

    de Monforte en la pierna. Ese no salía. El tiro ya se lohabían metido los atracadores al hombre que le pren-dió fuego a la casa, el de la casa. “Qué carallo le voya prender fuego a la casa”. “Ponle fuego a la casa ote matamos”. E iba con la tea encendida y lo mataronlos otros. El cabo fue el que quiso subir por la esca-lera y llevó el tiro en la nalga. No lo llevó en la cabe-za porque no le cuadró.

    Todo el mundo sabe lo que pasó, se citan nom-bres y apellidos, como todo el mundo sabe quiéncometió atrocidades en el verano del 36. Lo intere-sante de estas fuentes orales es que dibujan un es-cenario que refleja como un espejo la batalla finalcontra la guerrilla y los apoyos que tenían en la co-munidad local. A su vez, hay testimonios que mues-tran las estrategias de invisibilización seguidas porla guerrilla, como recuerda J.R.: Cuando venías delmonte con las vacas, los veías escondidos allí en loscampos de pan del Alto de Chavaga, con pañoletasen la cabeza como si fuesen mujeres segando. Ve-mos que existían colaboradores que suministrabanproductos básicos para la subsistencia a los guerrille-ros, mientras que actuaban de verdaderos agentesdobles. También existían enlaces fieles, los menos,con mayor concienciación política. Sobre todos losprotagonistas de esta historia destaca mucho DonPlácido, el cura párroco. De sobra conocido es elpapel que jugaron los clérigos rurales a la hora decondenar o salvar rojos tras el Alzamiento de 1936.Como nos comentaba B.G.:

    Nosotros estábamos en Vilachá, en la casa del Coteloen Vilachá, habíamos ido allí de caseros. Uno tenía unhermano que se hizo falangista, y mira qué bueno era,que lo quería matar. Tenía su idea pero era buena per-sona, el Cotelo. Y gracias a dos curas que ya se mu-rieron, uno allá en Vilamarín y otro que no me vienea la memoria, le dijeron: “como falte tu hermano Diostambién te hará desaparecer”; y se acabó. Los curastenían todo el poder en aquel tiempo, qué carallo. Mi-ra, todo cura que decía en una parroquia aquí no to-car, así el demonio, que ya no tocaban, pero si el curadecía ir por aquí, allí iban y ya lo mataban, sin cosamás, y nada más.

    La delación llevada a cabo por algunos curas deesta zona de la provincia de Lugo no se olvidaría fá-cilmente, hasta el punto de que la guerrilla se encar-gó de tomarse la justicia por su mano en el caso delpárroco de Guntín (en el cercano municipio de Bó-veda), quemado vivo en presencia de los feligreses,un hecho que quedó marcado en la memoria colec-tiva (Reigosa 2003: 66). Pero, aparte de estos casos,existen otros de colaboración estrecha con la resis-

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    Figura 18.- Bayoneta encontrada entre las ruinas de lacasa de Repil, retocada por un herrero tradicional y reu-tilizada como machete (propiedad particular).

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  • tencia, un tema que ha sido abordado parcialmentepor la investigación (Heine 1982: 23-4, n.p. 4; 105-6). Casas rectorales sirvieron de punto de acogiday lugar de reunión de la guerrilla sobre todo en aque-llas zonas más pobladas del Bierzo, La Cabrera, elvalle del Sil o la Terra de Lemos. El caso de DonPlácido es paradigmático en este sentido:

    Don Plácido ayudaba a los atracadores y cuidó delherido [Fermín Segura] estuvo en la casa rectoral ydespués lo dejó marchar. Al poco tiempo vino una ca-mioneta de la Brigadilla, lo sacaron a empujones y lollevaron a la iglesia, y le hicieron jurar delante delAltar, que contase la verdad. Él reconoció que habíaacogido al atracador, pero que no sabía nada más,que hablasen con el pedáneo que era el Grilo de Gun-tiñas, y le metieron una buena paliza al cura. Despuésfueron a Guntiñas y el pedáneo, que no sabía nadadel asunto, también chupó otra paliza de cuidado.(A.M.).

    Don Plácido fue relevado de la parroquia y obli-gado a marcharse como misionero a Brasil en don-de acabó de obispo en una región del interior, todoun ejemplo de cura represaliado en pleno nacional-catolicismo. Pero las represalias continuaron y die-ron lugar a la detención de varios enlaces, entreellos Antón Pérez de A Ponte (Cereixa), quien su-

    frió torturas y fue condenado a 12 años de cárcel(Figura 19). He aquí el testimonio de su hijo:

    No sé por qué circunstancia cuándo bautizaron a mihermano parece que vinieron unos a comer que traje-ron mis tíos, que debían de ser esos que andaban porahí. A cuenta de eso fue que se llevaron a mi padre,que era inocente, a la cárcel 18 meses, llevaron a E.de la Estación y ahí hicieron los estragos. Decía queles mandaban correr alrededor del patio que había enla cárcel de Quiroga y estaban dos guardias civilescon maderos y se los bajaban en la espalda y cuandoiban a las celdas al quitarse las camisas les salía lapiel pegada a la camisa, de los palos que les dieron.Parece que se salvaron porque hubo un accidente ahíen el Empalme de un coche de unos jefazos. A cuentade eso descubrieron toda la marañada y vinieron losjefazos de Lugo y vieron lo que había aquí y echarona una pila de guardias civiles que daban leña. Y lo queme comentaba mi padre es que hicieron estragos. Enel interrogatorio a esa E. le pusieron fuego en las uñasy hasta en los pelos de ahí abajo para que cantara, yqué carallo iba a cantar si no sabían nada. Yo meacuerdo de ir a la cárcel. Se llevaron a mi padre, a mimadre, y a mi hermano que tenía 18 meses y durmióuna noche en la cárcel. Después mi padre pidió de irde voluntario a Santoña que había unas canteras y co-braban por el trabajo. Que cuando fuimos a verle, fuetoda Cereixa a la estación de Pobra de Brollón, a ver-lo. En donde lo pasaron mal fue en Quiroga en dondeles dieron palos hasta en el carnet de identidad. Creoque también estuvo el C. del C.

    Yo tenía cuatro o cinco años. Mi padre había sido sar-gento con medalla al valor en la guerra. El estuvo enlos frentes más cabrones, estuvo en la batalla de Bru-nete.

    En esta guerra de exterminio, al Régimen le im-portaba bien poco orientar la represión hacia indi-viduos de orden con notable capital simbólico, co-mo falangistas de primera hora (pedáneo de Cerei-xa), curas párrocos (Don Plácido) o héroes de gue-rra (Antón Pérez) si se sospechaba que se integra-ban en la Guerrilla del Llano. Muchos de ellos fue-ron torturados y enviados a cárceles y destacamen-tos penales (Gómez Bravo 2007; cf. Falquina et al.,Ríos et al., en este dossier). Una prueba más de laestrategia represiva ejecutada sistemáticamente enesta fase de la lucha antiguerrillera: la generaliza-ción del terror hacia las comunidades locales con elobjetivo de acabar con las redes de apoyo de la gue-rrilla. Las torturas en la cárcel de Quiroga tras lasredadas masivas eran vox populi y son corroboradaspor el guerrillero Odilio Fernández Blas quien citacolaboradores de la guerrilla procedentes de dife-

    Figura 19.- Carta de libertad de Antón Pérez (23 de fe-brero de 1952) que cumplió pena de cárcel en el campode redención de penas de Santoña (Cantabria), acusadode colaborar con la guerrilla tras el combate de Repil.

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  • rentes pueblos de la zona (Álvarez 1991: 153). Lastorturas se mantienen intactas en la memoria colec-tiva, como recuerda B.C.:

    Aquí mataron a mucha gente inocente, y gente que es-tuvo escapada también. El que manda manda. Habíagente que estuvo escapada en el monte (...) Había quebajar el hombro y callarse. A los escapados si los co-gían los mataban. A E. de la Estación la colgaron y laquemaron por debajo. Le mataron a su marido y ellase fue salvando, salvando. El C. estuvo preso cuandoestuvo el Antón de la Ramona y llego un momento quelo soltaron pero después lo volvieron a detener, peroclaro, ya le metieron una paliza que que casi no salede ella, y él supo, no sé quién se lo dijo, y fue y se fuea entregar al cuartel de Quiroga. Y resulta que des-pués fue cuando se empezaron a mover esos curas queya se murieron. Se libró de una buena, que casi lo ma-tan si no es gracias a los amigos.

    Llegamos así a uno de los temas más debatidosen la actualidad sobre el mundo de la guerrilla anti-franquista: el alcance real del apoyo prestado por lapoblación. Precisamente, en la parroquia de Cereixanuestra recogida de testimonios orales muestra quela mayor parte de enlaces actuaban por intereseseconómicos, y que otro tipo de colaboraciones sellevaban a cabo por miedo más que por convicciónpolítica:

    Tenían apoyo por dinero o por miedo. Simpatizante nohabía ninguno. Porque había miedo por un lado y porel otro (J.V.R.).Los escapados eran comunistas que se habían echadoal monte. Cuando fue lo del cura de Guntín ya estabayo licenciado. En el 49 fue lo de Chavaga. Se metie-ron allí y ¿quién los saca fuera? Apoyo ninguno, elapoyo se lo buscaban ellos. Callando no te metías enjaleos (X.M.).

    Víctor Freixanes, en un pionero ensayo dejó es-crito que la población campesina activa o pasiva-mente ayudó a la guerrilla mucho más de lo que nospuede hacer pensar cierta imagen amedrentada quehay de nuestro mundo rural (Freixanes 1979). Heahí la cuestión: es cierto que la represión provocóuna sensación de miedo generalizada, que sobredi-mensionaba todavía más el trauma del terror deagosto del 36; pero también es verdad que la gue-rrilla se sostuvo gracias al apoyo de personas con-cienciadas que había bebido directamente del aso-ciacionismo agrario y obrero de preguerra. Con to-do, como señala S. Álvarez, una cosa son los puntosde apoyo entre los campesinos y la ayuda solidariade éstos a los huidos, el boticario que despacha me-dicamentos sin denunciar a la guerrilla, el médico

    que atiende a los heridos (guardando celosamenteel secreto profesional), y otra cosa, muy diferentees la ausencia del engrosamiento efectivo de la gue-rrilla por miles de jóvenes procedentes del campo,de la fábrica o de la mina (1991: 239).

    En relación con la primera de las actitudes, el si-lencio deliberado es consecuencia directa de la vio-lencia desatada contra la comunidad local, causantede la formación de mentalidades auto-reprimidas,fomentadas a su vez por la propaganda oficial, laescuela nacional y la Iglesia (Soutelo y Varela 1997:232-3). El miedo a hablar se transmitió a las gene-raciones siguientes como una inercia determinante;así, por ejemplo, nuestra investigación sólo pudorealizarse en ámbitos familiares o vecinales muycercanos, dentro de relaciones de extrema confianza;aún así, se impone la alergia a la grabadora, las anó-nimas iniciales en los testimonios, la voz baja, la tí-pica frase de Cala oh que inda te vai prender aGuardia Civil!

    Este trauma de la represión favoreció una falsaimagen sumisa, individualista, conservadora y apo-lítica del campesinado gallego que hacía tabla rasade todo lo que fue el rural gallego del primer terciodel siglo XX. Pero este silenciamiento de la repre-sión, este olvido autoimpuesto en las parroquias ga-llegas no pudo ocultar la realidad vivida que siem-pre se mantuvo presente en las mentalidades colec-tivas. Como dice orgullosamente A.M., enlace ado-lescente de los guerrilleros abatidos en Repil, Aho-ra se puede hablar, y ya quería yo hablarle a al-guien de confianza para contarle la verdad. Final-mente cabe destacar la consolidación en la memo-ria colectiva de una serie de tópicos como las refe-rencias a la toma de pueblos por partidas de falan-gistas en el verano del 36, las cualidades heroicasy burlescas de algunos guerrilleros míticos con anéc-dotas que se repiten por toda la Península Ibérica(Freixanes 1981: 13-4; Reigosa 2003: 67; Lamela1992; Brevers 2007) o la constante referencia a lamuerte trágica de los responsables de la represióny de los delatores de la guerrilla (Núñez Seixas1998).

    7. El paisaje recreado: la guerrilla como referente simbólico

    La recuperación de la memoria histórica consti-tuye una tendencia consolidada en Galicia a día dehoy (Rodríguez Gallardo 2008: 107-29), una prác-

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  • tica transversal e interdisciplinar en la que trabajael Gobierno autonómico (Acuña 2006), las univer-sidades3, asociaciones culturales, fundaciones, sin-dicatos o el propio CSIC. Incluso a nivel editorialhan fructificado colecciones dedicadas a la recupe-ración de la historia de los represaliados. Dentro deeste contexto, la guerrilla goza de buena salud co-mo objeto de estudio, por su papel como referentesimbólico, sobre todo para las nuevas generacioneseducadas ya en democracia. Este carácter simbólicode la guerrilla siempre fue reivindicado y amortiza-do por la izquierda nacionalista gallega, motor detodas las iniciativas arriba apuntadas, pero no sólopor ella.

    En la segunda mitad de la década de 1980, laguerrilla fue revivida en la práctica por un grupo ar-mado independentista conocido como el ExércitoGuerrilheiro do Povo Galego Ceive (EGPGC), crea-do en 1985 y cofundado por Antóm Arias Curto,oriundo de Monforte de Lemos. Este grupo armadollevó a cabo acciones de sabotaje contra intereses dela Banca, tendidos elétricos de FENOSA, propieda-des particulares como el chalet de Manuel Fraga enPerbes y acabó su trayectoria con el asesinato dedos guardias civiles, lo que supuso la total desarti-culación del grupo y la detención de sus dirigentes.Un episodio de la historia reciente de Galicia peroque aquí nos interesa porque este movimiento adop-tó como modelo la guerrilla antifranquista de 1940.Emulando –en plenos años 80– el paisaje ausente dela guerrilla y las trayectorias de hombres como Ro-ces o Piloto, el EGPGC estableció sus campamen-tos-base en los cañones del río Sil (bases Porto Mou-ro y Augas Limpas) entre las provincias de Lugo yOurense. Se llevó a cabo así toda una recreación delmodelo espacial que aquí hemos estudiado desde laarqueología y la historia oral. El discurso elaboradopor Antóm Arias Curto no deja lugar a dudas sobrela consideración de estos guerrilleros como descen-dientes del Ejército Guerrillero de Galicia (en de Fi-dalgo 2000: 83, 86):

    En los años 86 y 87, pues, tenemos un grupo de galle-gos que se van al monte… Pero es el monte del 86,87, no el de los años cuarenta. Estamos en la épocade los teléfonos portátiles, de los Walkie Talkies, delas escuchas a larga distancia. En la época en dondetodo el mundo desea dormir caliente! Así fuimos almonte, esencialmente por agotamiento de los recur-sos. Narrar aquellos hechos de atravesar a las docede la noche la raya húmeda y aparecer a las dos dela mañana en este cañón del Sil…

    El EGPGC fue considerado oficialmente comoun grupo terrorista, y así lo vio la mayoría de la so-ciedad gallega de finales de la década de 1980. Sal-vando las distancias, mucha gente sigue viendo alos guerrilleros de los años 40, a los hombres abati-dos en Repil, como verdaderos atracadores y ban-doleros, asumiendo la perspectiva sancionada porla propaganda franquista. Otros ciudadanos comien-zan a reconocerlos como luchadores por la libertadmarginados durante mucho tiempo de los libros dehistoria. 49 años después, los guerrilleros de Repilson un fiel reflejo del uso presente de la historia deeste país. El 25 de marzo de 2006 se colocó una pla-ca conmemorativa en el cementerio de Monforte deLemos, en donde fueron depositados en abril de1949 los cadáveres de los masacrados en Repil. Aeste homenaje póstumo acudieron guerrilleros su-pervivientes como el berciano Francisco Martínez

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    Figura 20.- Edificio de los años 40 y monumento anexoen homenaje a guerrilleros de Tito caídos en el lugar(Dalmacia meridional, Sur de Croacia). Con la caída delgobierno comunista y la independencia de Croacia, elmonumento perdió gran parte de su capital simbólicocomo lugar de memoria.

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  • Quico (A Nosa Terra 2006). La placa fue destruídaa los pocos días, como ocurre con muchos de losmonumentos levantados modestamente en el ruraly las villas gallegas para recordar a las víctimas delfranquismo. Paisanos de 80 años, que vivieron laposguerra, no acaban de comprender este cambio detercio, con respecto a los atracadores, como R. que nocomprende por qué se les trata ahora de héroes aunos fulanos que robaron y mataron gente inocente.

    El silencio, la amnesia impuesta, la propagandaoficial, el paisaje presente del franquismo y la desa-parición total de la materialidad de la guerrilla ex-plican este tipo de visiones del pasado. Los vence-dores construyen la realidad social. Lugares comoRepil proliferan en la geografía de la ex-Yugoslavia(Figura 20); casas y edificios en medio del rural, es-cenarios de combates entre la guerrilla comunista deTito y los ocupantes nazis pasarían inadvertidos yhubieran sido expulsados a las cloacas de la Historiasino llega a ser por el triunfo de la resistencia en1945. A diferencia de esos espacios conmemorati-vos, de esos mnemotopoi (González Ruibal 2008:254-7) Repil es un ejemplo de ruina, un no lugar in-tegrado en el paisaje ausente de la guerrilla. Perocomo ruina arqueológica que es, podemos, los ar-queólogos, dotarlo de sentido y reconvertirlo en loque no ha debido dejar de ser nunca: un lugar de lamemoria colectiva.

    8. Consecuencias

    En el ciclo de cine Imaxes contra o esquecemen-to (Imágenes contra el olvido), que tuvo lugar enSantiago de Compostela (9-15 de enero de 2006)pudimos ver un documental de una joven neoyorki-na que había cosechado un notable éxito en los cir-cuitos independientes desde su estreno en 1998.Nos referimos a Muerte en El Valle, de ChristinaHardt. Hija de emigrantes bercianos a Estados Uni-dos, un buen día, en las vacaciones de verano en elpueblo de El Valle, pregunta por el abuelo asesinadopor la Guardia Civil en 1948 por su supuesta rela-ción con la guerrilla. Comienza entonces una perso-nalísima investigación sobre un tema tabú, no sóloen su familia, sino en la aldea y la comarca. Chris-tina Hardt ejerce de observadora participante, deantropóloga inocente, aportando una visión excep-cional que jamás alcanzará un periodista o un histo-riador alóctono. Esta doble faceta explica hechosinsólitos en el rural del NW, como el de grabar en

    vídeo el funeral y entierro de su bisabuela, o el deromper con convenciones sociales y décadas deautosilencio y trauma en aras de la verdad (al finallocaliza y pide explicaciones al presunto asesino desu abuelo, un guardia civil jubilado que reside enPonferrada).

    Si bien fue un documental polémico, criticadopor revanchista, creemos que la mirada de Hardtaporta mucho más sobre la realidad de la guerrillaque muchos trabajos de historiadores profesionales,porque consigue revivir, a través de las reacciones,de las entrevistas y de los testimonios, la percepciónde la comunidad local de aquella época, el odio y elmiedo de un pueblo que intenta olvidar un pasadotraumático. Podemos apreciar y valorar el silencioimpuesto por la familia, la reacción negativa de mu-chos de ellos a la investigación, la bisabuela que nohabla de la muerte de su hijo, las sospechas de trai-ción que pesan sobre algunos parientes y enlaces…Todo un entramado de relaciones entre personas,cosas, memoria y lugares que surge de la nada gra-cias a la aproximación microhistórica que ChristinaHardt aplica a su entorno familiar.

    A este respecto, en la línea de autores como B.Máiz (2007) o M. Wouters (1993) compartimos ple-namente la reivindicación de la historia oral y la mi-crohistoria como herramientas generadoras de cono-cimiento sobre nuestro pasado más reciente, comoun pilar básico en la recuperación de la memoria co-lectiva. Desde esta óptica, hemos revisitado el pai-saje ausente de Repil y, a partir de nuestro trabajoarqueohistórico hemos intentado maximizar esosescenarios fosilizados, con el objeto de mostrar lasconexiones existentes entre lugares, artefactos ygente, las relaciones entre paisaje, proceso, culturamaterial y memoria dentro de las coordenadas dela arqueología del paisaje y de la arqueologíasimétrica (Criado Boado 1999; Olsen 2003; Web-moor 2007; Witmore 2007; González Ruibal 2007:216).

    Como Carlos Casares o Christina Hardt, hemossido socializados en el paisaje presente del Franquis-mo y del post-Franquismo, nos integramos en la co-munidad local que es objeto de estudio y de la que,a su vez, formamos parte. Somos partícipes de todoun imaginario colectivo y a la vez pretendemos re-gistrar y valorar objetivamente todo ese entramadosobre la guerrilla que combina materialidad y me-moria oral. Independientemente de que lo hayamosconseguido o no, al final de estas páginas creemosque se evidencia el papel de la arqueología como re-

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  • curso mnemotécnico (Funari y Zarankin 2006; Ló-pez Mazz 2006) como estrategia potencial para re-cuperar el sentido de un paisaje que ha pasado a seruna ruina. Es necesaria una aproximación arqueo-lógica que rompa con la visión impuesta por un ob-jeto de estudio que, por tradición, niega la propiaexistencia de la materialidad4, un acercamiento ar-queológico que genere una narración alternativa so-bre un pasado ambivalente, tenso, no cicatrizado, undiscurso que muestre la cotidianidad y la banalidadde la represión, que recupere las voces de la resis-tencia, fosilizadas en los graffitis de Camposancos(Rodríguez Gallardo 2008: 133-5; Ballesta y Rodrí-guez Gallardo, en este dossier), en los muros arrui-nados de los campos de concentración (RodríguezTeijeiro 2006; Costa y Santos 2007; Fermín y Ayán2008) o en las casas campesinas del rural gallego.

    En este sentido, Repil puede considerarse comoun place of abjection (sensu González Ruibal 2008:256), un espacio aparentemente borrado de la me-moria colectiva, escondido entre la vegetación, ocul-to, invisible. Un sitio que no acoge ni memorialesni placas conmemorativas, ya que no es un lugar dememoria (Nora 1984) sino un elemento más de to-do una paisaje ausente, marginado en la historia ofi-cial de este país. Con todo, el contexto social y lacoyuntura histórica inciden en un aspecto que defi-ne ontológicamente todo paisaje: su capacidad detransformación, su carácter dinámico y su poder deadaptación. El ejemplo de la isla de San Simón enla ría de Vigo es paradigmático: de espacio ruinosoy marginal (por su pasado traumático como lazaretoy campo de concentración de prisioneros republica-nos) ha pasado a convertirse en un lugar de la me-moria, en todo un model-site que encapsula, rituali-za y monumentaliza la represión franquista en Ga-licia (Caeiro et al. 2006).

    La arqueología aplicada, como práctica crítica ysociopolítica en el presente (Barreiro 2006), median-te su aproximación a la materialidad tangible, faci-lita estos cambios de estatus, permite abordar estoslugares, pero también recuperar los elementos in-materiales e intangibles que los convierten en algoúnico e intransferible para la comunidad local; faci-lita, en definitiva, exhumar el sentido del lugar (No-gué 2008b), su apropiación como paisaje de la me-moria (Tarlow 2002). Repil ha pasado de ser un es-pacio liminal, marginal, a erigirse en referente iden-titario, como un bien patrimonial que empieza a sermirado con otros ojos por la Asociación de Vecinosde Cereixa María Castaña. Así mismo, desde laGestión del Patrimonio comienza a utilizarse comorecurso didáctico para explicar al público en gene-ral el período de la posguerra en el interior de Ga-licia (Ayán et al. 2008). Un espacio surgido de laviolencia y la conflictividad pasa a ser, de nuevo, unpaisaje construido socialmente y un lugar de iden-tificación colectiva. Desde la arqueología hemosdenunciado la existencia de un paisaje ausente y he-mos hecho público un espacio olvidado (GonzálezRuibal 2008: 259).

    Repil, como ruina y escenografía, conserva la víaoxidada del tren, las antiguas señales del paso queguardaba la bisabuela de X.A.V., la vieja y parchea-da carretera de Quiroga a Monforte, la casa arruina-da de los atracadores, los ecos de un espacio limí-trofe, en el que desertaban soldados que iban a laguerra, en el que se estraperlaba en los años da fa-me, en el que se moceaba. Por Rego de Amieiros,antes de Repil, se juntaba en las noches de verano,al final de la década de 1960, una joven pareja deenamorados, él de Chavaga, ella de Cereixa. Peroése es el comienzo de otra historia.

    La historia de X.A.V.

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    AGRADECIMIENTOS

    A Sonia García Rodríguez, por su paciencia, comprensión y saber hacer en el trabajo de campo. A Alfredo González Ruibaly Pedro Fermín Maguire, por sus cruciales aportaciones en el campo de la arqueología de la guerra civil y del franquismo,pero sobre todo, por su amistad. A mi compañero César Parcero Oubiña, cuya revisión del texto ha mejorado notablementela versión final. A Víctor García Rodríguez, por sus lecciones magistrales sobre el Bierzo y los tiempos de la guerrilla. Atodas aquellas personas que hablaron conmigo y se dejaron entrevistar a lo largo de los últimos 10 años, algunas de ellas yafallecidas. Detrás de las siglas se esconden tremendos ejemplos de dignidad y bondad humana. Sobre todo quería agradecera Antonio y Sofía Pérez, hijo y nieta de Antón Pérez, por su testimonio y por haberme facilitado documentación del archivofamiliar. A A. M., hablar con él ha sido la experiencia más fantástica que me ha brindado mi trayectoria investigando aspedras e as cousas de antes, como decía mi abuelo. A Juanjo (do Xan María), Xosé Manoel (do Izquierdo) e Iván (do Turín).A mis padres, Xulio y Eloína. A mi hermana Silvia.

    El paisaje ausente: por una arqueología de la guerrilla antifranquista en Galicia Xurxo M. Ayán Vila

    Complutum, 2008, Vol. 19 Núm. 2: 213-237

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    NOTAS

    1. Todos los documentos orales que hemos recogido en gallego pierden una gran cantidad de matices, giros, expresiones ysignificados en su traducción al castellano. No obstante, a pesar de ello, optamos, para esta versión, por traducir todos lostestimonios, que se mantendrán en una posterior versión en gallego.

    2. Una documentada versión de la batalla de Repil puede consultarse en http://www.jrcasan.com/MONFORTE/piricallo/maquis.htm

    3. Proyecto interuniversitario As vítimas, os nomes, as voces, os lugares dirigido por el catedrático Lourenzo Fernández Prietode la USC (www.anodamemoria.com).

    4. De la Ciudad de la Selva quedaba sólo la memoria de sus escasos supervivientes; una memoria que, pasados los años, cons-tituye la única vía de acercamiento posible, cunado ya las huellas físicas se han desvanecido por completo (Reigosa 2003:124). Planteamientos como éste chocan con la presencia de los restos materiales de los campamentos de los maquis, no sóloen el espacio, sino en la cartografía simbólica manejada por la comunidad local de esos valles (comentario personal de VíctorGarcía Rodríguez).

    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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