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do . co mo . mo no. 27 primavera 2010 méxico ADIÓS AL CINE LATINO Francisco Haroldo Alfaro Salazar y Alejandro Ochoa Vega A la extinción de los viejos cines de nuestra ciudad se suma ahora la del cine Latino, cuya construcción en Paseo de la Reforma 296, se inició a partir de 1942, aunque se inauguró finalmente el 20 de abril de 1960. Paseo de la Reforma, con el cine en construcción. El proyecto fue realizado por los arquitectos Gabriel Romero, Carlos Vergara y Guillermo Salazar. La fecha inicial explica la solución en dos niveles –luneta y anfiteatro que corresponde al partido tradicional de la época de oro de las salas cinematográficas, misma que ya se había desechado prácticamente en todos los cines construidos después de 1954. El esquema de pórtico, con vestíbulo a doble altura y sala de proyección con capacidad para alrededor de 2500 espectadores, perfiló a este cine dentro de la espectacularidad monumental de los realizados en las décadas de los treinta y cuarenta, sin embargo ofrecía una imagen más austera en su decoración. El Cine Latino en su época de esplendor. Las letras monumentales de CINE LATINO enfatizaban una fachada sobria, imagen imborrable de la zona por años. Desde la calle y pórtico se accedía al enorme vestíbulo de doble altura, rematado por un mural de grandes dimensiones que representaba una figura humana con el perfil del mapa de América Latina, obra del artista Octavio Ríos. Se cuenta que en sus orígenes tuvo una cascada al interior de la sala, parte de un atractivo extra a la proyección de las películas. Fue, en su época, de los primeros cines que contó con estacionamiento propio, signo de modernidad, retomado por los cines posteriores. El Latino fue el punto de reunión ideal para los cinéfilos durante muchos años, como sede de la Muestra Internacional de Cine. ¿Cuál era la razón? Su encomiable ubicación, en plena Zona Rosa, menos decadente que ahora, y donde la gente podía ir a cualquier cafetería, restaurante o bar

do . co mo . mo méxico - esteticas.unam.mx · igual falta de lógica constructiva y utilitiario-económica que Villagrán asignó a la arquitectura anacrónico-nacional, así como

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n o . 2 7 p r i m a v e r a 2010 méxico

ADIÓS AL CINE LATINO Francisco Haroldo Alfaro Salazar y Alejandro Ochoa Vega

A la extinción de los viejos cines de nuestra

ciudad se suma ahora la del cine Latino,

cuya construcción en Paseo de la Reforma

296, se inició a partir de 1942, aunque se

inauguró finalmente el 20 de abril de 1960.

Paseo de la Reforma, con el cine en construcción.

El proyecto fue realizado por los arquitectos

Gabriel Romero, Carlos Vergara y Guillermo

Salazar. La fecha inicial explica la solución

en dos niveles –luneta y anfiteatro que

corresponde al partido tradicional de la época

de oro de las salas cinematográficas, misma

que ya se había desechado prácticamente en

todos los cines construidos después de 1954.

El esquema de pórtico, con vestíbulo a doble

altura y sala de proyección con capacidad

para alrededor de 2500 espectadores, perfiló

a este cine dentro de la espectacularidad

monumental de los realizados en las

décadas de los treinta y cuarenta, sin

embargo ofrecía una imagen más austera en

su decoración.

El Cine Latino en su época de esplendor.

Las letras monumentales de CINE LATINO

enfatizaban una fachada sobria, imagen

imborrable de la zona por años. Desde la calle

y pórtico se accedía al enorme vestíbulo de

doble altura, rematado por un mural de

grandes dimensiones que representaba una

figura humana con el perfil del mapa de

América Latina, obra del artista Octavio Ríos.

Se cuenta que en sus orígenes tuvo una

cascada al interior de la sala, parte de un

atractivo extra a la proyección de las películas.

Fue, en su época, de los primeros cines que

contó con estacionamiento propio, signo de

modernidad, retomado por los cines

posteriores. El Latino fue el punto de reunión

ideal para los cinéfilos durante muchos años,

como sede de la Muestra Internacional de

Cine. ¿Cuál era la razón? Su encomiable

ubicación, en plena Zona Rosa, menos

decadente que ahora, y donde la gente podía

ir a cualquier cafetería, restaurante o bar

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cercano a comentar la última de Allen,

Kubrick, Bergman y Wenders, o lo último de

la cinematografía mundial. En sus últimos

años como cine, se fragmentó en tres salas,

en búsqueda de más espectadores, los

cuales ya preferían irse a un centro

comercial, o quedarse en casa viendo cine

mediante una videocasetera.

Fachada del Cine Latino.

Para 1997, en nuestro libro Espacios

Distantes… Aún Vivos. Las salas

cinematográficas de la Ciudad de México

(UAM Xochimilco, México), se proponía

rescatar un edificio relevante de la

arquitectura moderna y conservar un espacio

para la exhibición cinematográfica:

… su ubicación sobre Paseo de la

Reforma es por demás privilegiada al

converger en el lugar personas de todos

los puntos de la ciudad, ya sea por estar

ahí el sector financiero más importante de

la capital del país, o por ser parte del

núcleo comercial y recreativo de la Zona

Rosa, también muy visitado. Además, la

sala fue hasta 1995 sede principal de la

Muestra Internacional de Cine con lo cual

definió un perfil de difusión hacia la cultura

cinematográfica. Por esta razón

proponemos que se recupere la sala única

-al estar fragmentada actualmente en 3- y

que sea destinada a los grandes estrenos

de la cinematografía mundial, además de

volver a ser el recinto espectacular que un

evento como la citada muestra requiere.

(página 192)

Aquella idea de recuperación no encontró eco

y, como tantos otros cines, un mal día fue

cerrado definitivamente y las especulaciones

sobre su demolición se iniciaron. Tal hecho se

retrasó por un tiempo, pero finalmente en

noviembre de 2009 y cercano a su 50

aniversario, el cine Latino fue borrado del paisaje

histórico, cultural y urbano de nuestra ciudad.

La demolición del Cine Latino.

Como con otras estructuras cinematográficas,

hoy nadie recuerda que donde está la Torre

Mayor, alguna vez estuvo el cine Chapultepec;

lo mismo sucederá cuando se concluya la

mega torre de más de cincuenta pisos, que se

realizará en el predio donde ahora se apilan

las ruinas del viejo y entrañable Cine Latino.

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CONVERSACIONES CON DON ENRIQUE GUERRERO LARRAÑAGA Catherine R. Ettinger

Enrique Guerrero Larrañaga es uno de varios

arquitectos del siglo XX que, en palabras de

Louise Noelle, “han corrido con menos suerte

en el campo de la difusión”. Aunque hay

referencias a su obra en varias publicaciones

a nivel nacional incluyendo la revista

Arquitectura/México, las Memorias de la

Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA)

y del Comité Administrado del Programa

Federal de Construcción de Escuelas

(CAPFCE) y en algunos libros incluyendo

Mexico’s Modern Architecture de I. E. Myers

(Nueva York, 1952) promovido por el INBA,

Arquitectura moderna en México de Max

Cetto y La arquitectura contemporánea

mexicana. Precedentes y desarrollo de Israel

Katzman, no es tan conocida su obra como la

de algunos de sus contemporáneos.

Enrique Guerrero Larrañaga en el XXV Aniversario de la fundación de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos.

Marzo 1944. Cortesía familia Guerrero Pérez.

La labor de este arquitecto destaca

particularmente en la construcción de

escuelas y de hospitales y clínicas. Fue el

primer Jefe de Zona del CAPFCE en

Michoacán en 1945; después ocupó diversos

cargos en ese organismo, incluyendo Jefe del

Taller de Arquitectura (1950 a 1952),

Subdirector del Departamento de Planeación y

Proyectos (1953) y Director de Planeación y

Proyectos (1954 a 1956).

Sin embargo, la aportación más relevante de

Guerrero radica en el ramo de la salud. En

participación con el Programa de Hospitales

de la SSA, proyectó cinco hospitales entre

1941 y 1946, incluyendo tres edificios en

Chiapas: el Hospital General de Tapachula, el

Hospital General Rural de Cacahotán y el

Hospital General Rural de Pichucalco.

Posteriormente participó en el diseño y

construcción de grandes conjuntos hospita-

larios incluyendo el Centro Médico Nacional, el

Hospital Nacional de Nutrición, los conjuntos

Médico-Sociales del IMSS en Cadereyta,

Linares y Sabinas, y Hospitales de Gíneco-

Obstetricia y Pediatría del IMSS en Mexicali y

San Luis Potosí, entre otros.

La oportunidad de conversar con don Enrique,

a sus 95 años, y de comentar con él los

álbumes de fotografías de sus obras que aún

conserva, no arrojó grandes noticias sobre sus

logros profesionales, pero sí, sobre su

persona y sobre el optimismo y el compromiso

social de los arquitectos de la época.

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Al preguntarle sobre criterios de diseño, tanto

de escuelas como de hospitales, en lugar de

presumir sus conocimientos, con humildad

serefirió las enseñanzas que había recibido

de Juan O’Gorman y de José Villagrán,

además de mencionar su larga amistad y respeto

por Enrique Yáñez. En sus comentarios

destacó una jerarquía, se describió como

“chambero” de Yáñez en un principio y se refirió

a otros arquitectos como sus “chamberos”.

Al revisar fotografías que tenía algunos años

sin ver, la cara de don Enrique se iluminaba;

admiraba la modernidad de las obras

construidas hace más de medio siglo y

recordaba con toda lucidez las intenciones: el

asegurar para la población mejores servicios

de educación y salud. Recordaba también la

importancia de su obra en relación a las

personas a quien se buscaba ayudar,

haciendo énfasis en la idea de alcanzar

diversas entidades del país.

Hospital General de Tapachula durante su construcción.Cortesía familia Guerrero Pérez

Me pareció particularmente revelador que

uno de sus álbumes había guardado una

fotografía de la “clínica” de Tapachula que

había antecedido al moderno edificio que él

edificó. Se trataba de una cabañita de

madera en la selva chiapaneca que lucía,

con pretensiones a la modernidad, un reloj

en una torre de madera. A un lado de esta

fotografía, había conservado imágenes de la

clínica nueva en proceso de construcción. La

fotografía del edificio anterior servía para

enmarcar y destacar el sentido de la obra

moderna en términos de mejorar los servicios

de salud para la población.

Conjunto Médico–Social–Administrativo del IMSS Aguascalientes. Cortesía familia Guerrero Pérez.

Las conversaciones con Enrique Guerrero

dieron mucho que reflexionar acerca de los

valores que sustentaron el trabajo de un grupo

importante de arquitectos que participaron

activamente en la modernización de los

servicios de salud y educación en México

durante el siglo XX. La conciencia de grupo, el

optimismo y el orgullo de participar en la

renovación de la arquitectura, y el compromiso

social aún se escuchan en la voz de Enrique

Guerrero.

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EL ESTILO NEOMAYA: UNA VERSIÓN NACIONAL DEL MOVIMIENTO MODERNO Enrique Urzaiz Lares

Es de todos conocido el estilo internacional

que vistió o caracterizó la arquitectura de

México y del tercer mundo hacia mediados

del siglo pasado; sin embargo poco se sabe

y se reconoce de otras versiones de estilo

nacional o nacionalista como es el caso del

estilo neomaya promovido y desarrollado en

el país durante la primera mitad del siglo por

algunos arquitectos entre los que se destaca

el yucateco Manuel Amábilis Domínguez.

Formado en la Escuela Superior de Bellas

Artes de París, Amábilis fue catedrático de

teoría de la arquitectura en la Universidad

Nacional de México, donde tuvo alumnos

muy destacados como el propio José

Villagrán García, a quien cedió su cátedra en

1928 para viajar a España y construir el

pabellón de México para la Exposición

Mundial de Sevilla (1929).

Pabellón de México en Sevilla. (Foto Ivan San Martín)

Mientras que Villagrán se convirtió poco a

poco en el mayor teórico, promotor y defensor

del funcionalismo en México, Amábilis se

manifestó en contra de las supuestas

incomprensiones estilística y estética y de

igual falta de lógica constructiva y utilitiario-

económica que Villagrán asignó a la

arquitectura anacrónico-nacional, así como

defendió la validez de retomar e incorporar en

las expresiones modernas signos y elementos

del pasado pues los consideró susceptibles de

adaptarse a las necesidades modernas de

lógica, economía y utilidad.

Xavier Moyssén señaló al respecto: “Amábilis

se mantuvo firme en sus convicciones

estético-nacionalistas, ante las nuevas

corrientes de la arquitectura, por lo tanto no

comprendió el significado trascendente de Le

Corbusier, al que censuró sin entenderlo pues

por principio de cuentas él se declaraba un

tradicionalista; critico al funcionalismo en

medio de incongruencias, en la conferencia

que dictó dentro del importante ciclo de

pláticas que organizó en 1933 la Sociedad de

Arquitectos Mexicanos, tendientes a aclarar la

posición de la arquitectura ante el

funcionalismo.” (Anales del Instituto de

Investigaciones Estéticas, Nº 55, pág. 126)

Aproximadamente en 1915, Manuel Amábilis

diseñó y construyó en Mérida una nueva

fachada para el Templo del Dulce Nombre de

Jesús, que para entonces fungía como Logia

Masónica. El diseño de la fachada tuvo una

franca expresión de estilo neomaya, pero

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desafortunadamente, pocos años después, el

fue demolida para dar lugar a un supuesto

teatro del que ni siquiera llegó a ponerse la

primera piedra. Existen testimonios foto-

gráficos en la Enciclopedia Yucatanense que

editó el Gobierno del Estado de Yucatán en

los años cuarenta, y en publicaciones

posteriores como las de Adonay Cetina

Sierra, Historia Grafica de Mérida de

Yucatán, 1542-1984 y Juan Antonio Siller,

“La presencia prehispánica en la arquitectura

neomaya de la península de Yucatán”, en

Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana

Nº 9. Tales registros fotográficos son hoy

testimonio de la calidad y claridad de esta

búsqueda nacionalista de Manuel Amábilis,

quien hacia 1919, asociado con un ingeniero

extranjero Gregory Webb, participó en el

diseño y construcción del Sanatorio Rendón

Peniche, obra que combinó hábilmente la

modernidad funcionalista con una orna-

mentación de depurado estilo neomaya.

Sanatorio Rendón-Peniche, acceso. (Foto LN)

Más tarde Amábilis ganó el concurso nacional

para construir en Sevilla, España, el pabellón

de México para la Exposición Iberoamericana

de 1929; realizó al menos dos obras más con

este estilo: la casa del señor Neguib Simón en

el número 38 de la calle de Campeche y el

Teocalli Superclub, ambas desaparecidas. Se

trata de variaciones ornamentales o

expresivas, del sanatorio Rendón Peniche que

muestraba una serie de adelantos técnicos

interesantes, como la utilización de cubiertas,

trabes y columnas de concreto armado, en

lugar de los tradicionales terrados de

estructuras mixtas y la mampostería

combinada con elementos metálicos o de

madera.

Sanatorio Rendón-Peniche, capitel neo maya- (Foto LN)

La Casa del Pueblo (1926-1928) del arquitecto

italiano Ángel Bachini y el edificio del Diario de

Yucatán (1933) del ingeniero Rubio Ibarra,

complementan los ejemplos más relevantes

de la primera etapa del neomaya en Yucatán;

una etapa caracterizada por una inercia

academicista que se manifiesta alterada por la

inclusión de símbolos y elementos mayas

como tamborcillos, grecas, mascarones,

junquillos o cornisas, entre otros.

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En cuanto a la evolución constructiva,

encontramos el uso del concreto armado; en

cuanto a las cualidades espaciales, encontra-

mos una coincidencia con la ya mencionada

tipología decimonónica, en particular con las

características que les confiere su carácter

de edificios públicos, para configurar por sí

mismos, nuevos espacios urbanos a partir de

su vinculación y desplante con respecto al

alineamiento de la calle y de los demás

edificios del contexto inmediato.

Una constante en todos los casos es la

búsqueda de la adecuación climática y la

integración natural a las condiciones del

trópico yucateco, misma que encontramos

ejemplificada claramente en el auditorio de la

Casa del Pueblo que “resulta especialmente

interesante al resolver su iluminación y

ventilación de una manera natural sorpren-

dentemente correcta”

Auditorio de la Casa del Pueblo (Foto LN)

Esta permanente búsqueda de la integración

climática y ambiental está presente también

en otras manifestaciones regionalistas

modernas, con características interesantes y

siempre con el enfoque neomaya o

neocolonial.

CANDELA EN EL CANDELERO Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes

El pasado miércoles 27 de enero, la Facultad

de Arquitectura de la UNAM conmemoró el

centenario del nacimiento de Félix Candela

(Madrid, 27 de enero de 1910) con una

comida en el Restaurante Los Manantiales de

Xochimilco, una obra emblemática. A lo largo

del año se desarrollarán una serie de

actividades (conferencias, visitas guiadas,

exposiciones, publicaciones) para recordar a

este arquitecto del exilio español que ganó

fama mundial con las sorprendentes

estructuras laminares de concreto armado que

construyó en nuestro país, en los años

cincuenta y sesenta.

Aspecto de la reunión en Los Manantiales.

Llama la atención que la bibliografía sobre la

singular y prolífica obra de Candela era, hasta

hace pocos años, mas bien escasa. Colin

Faber publicó en 1963 Candela, the shell

bulider (Reinhold, Nueva York), traducido al

alemán por su amigo Max Cetto en 1965

(Candela und seine Schalen, Callwey, Munich)

y sólo hasta 1970 en español (Las estructuras

de Candela, Editorial Continental, México),

año en que emigró a los Estados Unidos. Esta

fue, durante mucho tiempo, la única

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monografía que presentaba un panorama

analítico sobre su obra. Si bien en 1985 la

editorial vasca Xairat reunió una selección de

artículos de Candela bajo el título En defensa

del formalismo y otros escritos, hubo que

esperar hasta mediados de los noventa para

ver nuevos trabajos: el catálogo de la

exposición Félix Candela, arquitecto (Instituto

Juan de Herrera, Madrid, 1994) y un lujoso

libro japonés con extraordinarias fotografías

de Yutaka Saito (Toto Shuppan Publisher,

Tokio, 1995). En el número 2 de la revista

Arquine (invierno de 1997) se publicó el

artículo “Félix Candela, el mago de los

cascarones de concreto”, de quien esto

escribe; su aparición coincidió con el

fallecimiento del arquitecto, acaecido el 7 de

diciembre de 1997 en Raleigh, Carolina del

Norte, donde residió sus últimos años. El

mejor análisis que se ha hecho hasta la fecha

de las cualidades estructurales de Candela

sigue inédito, la tesis doctoral Las estructuras

arquitectónicas de Félix Candela

(Universidad de Valladolid, 1998) de Alfonso

Basterra Otero.

Afortunadamente, en la última década han

proliferado las publicaciones que arrojan

nuevos datos sobre su vida y su obra. En el

año 2000, la colección Círculo de Arte del

CONACULTA publicó Félix Candela, escrito

por Juan Antonio Tonda, su más cercano

colaborador. En 2004 apareció Candela-Pérez

Piñero, un diálogo imaginal de Miguel Seguí

(Ministerio de Vivienda), que aborda la

relación de estos dos genios de las

estructuras tomando como punto de partida el

proyecto que presentaron para el concurso del

Velódromo de Anoeta en 1972, donde

obtuvieron el segundo lugar. Cabe recordar

que Emilio Pérez Piñero, creador de

ingeniosas estructuras metálicas plegables,

murió poco después del fallo del concurso (de

37 años) en un accidente automovilístico, con

lo que quedó interrumpida esa incipiente

colaboración que prometía nuevos horizontes

en el campo del diseño estructural.

En 2007, el catálogo de la exposición

Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del

exilio español (Henry Vicente, editor,

Ministerio de Vivienda), que ganó el “CICA-

Julius Posener Catalogue Award 2008”

otorgado por el Comité Internacional de

Críticos de Arquitectura (CICA) de la Unión

Internacional de Arquitectos (UIA), ubicaba a

Candela entre el medio centenar de

arquitectos españoles que partieron al exilio

en la diáspora republicana de 1939 y que

tuvieron que enfrentarse, en sus “patrias de

adopción”, a la paradoja de ejercer un oficio

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de arraigo (la arquitectura) en una situación

de desarraigo (el exilio). México recibió a

veinticinco de estos arquitectos; Candela era

uno de los más jóvenes.

Durante 2008 se editaron: Seven Structural

Engineers. The Candela Lectures (MoMA);

Félix Candela: Engineer, Builder, Structural

Artist, de David Billington y Maria M. Garlock

(Princeton University, Yale University Press);

Aquella primavera creadora… Cascarones de

concreto armado en México (Juan Ignacio del

Cueto, editor, FA, UNAM), y Candela. El

dominio de los límites, de Enrique X. de Anda

(Taschen). El primero recoge las ocho

conferencias magistrales organizadas por

Guy Nordenson, dictadas entre 1998 y 2005

(una por año) en el MoMA, cuando Terence

Riley fungía como chief-curator. En la

introducción del libro, Nordenson -profesor de

la Escuela de Arquitectura de Princeton-

explica que Candela estaba programado para

inaugurar el ciclo pero falleció unos meses

antes, por lo que Stanford Anderson lo

sustituyó con una ponencia sobre Eladio

Dieste a la que siguieron seis conferencias de

destacados diseñadores estructurales sobre

su propia obra (Cecil Balmond, Leslie E.

Robertson, Heinz Isler, Mamoru Kagwaguchi,

Christian Menn y Jörg Schlaich). Sólo en la

última sesión de aquel ciclo a cargo de David

Billington y María Garlock, catedráticos de la

Escuela de Ingeniería de la Universidad de

Princeton, “Thin-Shell Concrete Structures:

The Master Builders”, se abordó la obra de

Félix Candela junto a la de otros genios del

diseño estructural: Anton Tedesko, Pier Luigi

Nervi y Heinz Isler; profundizaron en el estudio

de la vida y obra de Candela tras recibir parte

de su archivo cedido por su segunda esposa,

la arquitecta Dorothy Davies. Así el copioso

archivo personal de Candela está repartido en

tres prestigiosas universidades, la Biblioteca

Avery de Columbia y el Archivo de Arquitectos

Mexicanos de la UNAM.

El 11 de octubre de 2008, para clausurar el

“Symposium on Félix Candela: His influence

for today and tomorrow”, se inauguró en el

Museo de Arte de la Universidad de Princeton

la exposición Félix Candela. Engineer, Builder,

Structural Artist, cuyo magnífico catálogo fue

realizado por Billington y Garlock

aprovechando el material de este archivo

(fotos de su infancia y juventud, apuntes de su

etapa de estudiante, documentos de su exilio)

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para recrear la vida de Candela en España y

sus primeros años en México. Alumnos de

posgrado de la Escuela de Ingeniería de

Princeton, realizaron las maquetas de la

muestra y los análisis estructurales que

recoge la publicación: el Pabellón de Rayos

Cósmicos, los paraguas utilizados en

diversas obras, la iglesia de la Virgen de la

Medalla Milagrosa, la Capilla de Palmira, el

restaurante Los Manantiales y la planta

embotelladora Bacardí.

En el marco del Simposio IASS 2008

(International Association for Shell and

Spatial Structures), celebrado en Acapulco

unos días después del de Princeton, se

presentaron tres producciones (exposición,

documental y publicación) realizadas desde

el Laboratorio de Estructuras de la Facultad

de Arquitectura de la UNAM, bajo el título

Aquella primavera creadora… Cascarones de

concreto armado en México, que presentan

un panorama de la “época dorada” en la

construcción de cascarones en nuestro país,

done Candela fue el gran protagonista,

aunque no el único actor. Las producciones

rescatan la obra de otros diseñadores de

estructuras laminares de concreto: Fernando

López Carmona, Juan Antonio Tonda,

Alberto González Pozo y José Luis Rincón, y

el ingeniero Porfirio Ballesteros.

Por su parte, la editorial Taschen se percató

del atractivo de la obra de Candela y lanzó

uno más de sus éxitos de venta. La hábil

estrategia comercial de la empresa al realizar

grandes tirajes, asegura que con Félix

Candela. El dominio de los límites la figura del

arquitecto será (re)conocida en buena parte

del mundo; por ello resulta preocupante que el

texto esté salpicado de imprecisiones

historiográficas -que no es propósito enumerar

aquí- que demeritan la calidad del libro.

Sorprende que para ilustrar la portada se haya

elegido una de sus escasas esculturas

urbanas, la que adorna la Plaza de los

Abanicos en Cuernavaca, pues no fue este

tipo de cascarón lo más significativo (ni lo

mejor) de la producción del Candela. Tras una

introducción, se presentan veinticuatro de sus

obras más conocidas en un supuesto orden

cronológico, que se rompe cuando la capilla

de El Altillo se pone por delante de la sala de

remates de la Bolsa Mexicana de Valores,

siendo que la cubierta de esta última fue el

primer producto de la fecunda colaboración de

Candela con de la Mora y López Carmona. La

descripción de las obras está apoyada en un

buen material gráfico.

A las múltiples celebraciones bicentenarias y

centenarias del naciente 2010 se une una

más: la del centenario de Candela. Para

conmemorarlo se realizarán actividades tanto

en su país de origen como en sus “patrias de

destino”, México y Estados Unidos. En sus

casi noventa años de vida, Candela residió en

los tres países y adquirió sus respectivas

nacionalidades; cada periodo, de cerca de 30

años de duración, puede identificarse con su

trayectoria personal: se formó en España (1910-

do . co mo . mo _ m é x i c o 11 b o l e t í n - p r i m a v e r a 2 0 1 0

1939), donde estudió arquitectura y combatió

en una guerra civil; se desarrolló

profesionalmente en México (1939-1970),

donde alcanzó su plenitud creadora

colaborando con arquitectos mexicanos; en su

etapa estadounidense (1971-1997) actuó

como consultor de varias empresas y se

escoró hacia la vida académica como profesor

y conferencista. Curiosamente, cerró su ciclo

en España pues su obra póstuma está en el

Parque Oceanográfico de Valencia: un clon del

restaurante Los Manantiales, que proyectaba

cuando le sorprendió la muerte.

Visita a techumbre de Los Manantiales.

Los cascarones de Candela están inspirados

en una tecnología de origen europeo que él

desarrolló en México con creatividad y una

buena carga de intuición, alejándose del

farragoso campo del cálculo estructural y

llevando las cualidades del paraboloide

hiperbólico a sus máximas cotas de lógica,

sencillez y expresividad. Ganó fama mundial

haciendo arquitectura mexicana. Su centena-

rio debe servir para revalorar, conservar y

difundir su legado. En este 2010, Félix

Candela volverá a estar en el candelero,

como lo estuvo hace medio siglo.

RECONVERSIÓN DEL PATRIMONIO INDUSTRIAL Sara Topelson de Grinberg

No extraña encontrar grandes estructuras

industriales a lo ancho de nuestros países,

legado del auge económico del siglo XX y

testimonio de la actividad humana de una

época de fuerte crecimiento productivo.

Fábricas, estaciones de tren, instalaciones

ferroviarias, ingenios azucareros, centrales

hidroeléctricas y termoeléctricas, almacenes,

hornos, talleres, casas de máquinas, son

huellas tangibles del desarrollo industrial y

muestra inseparable de identidad e historia.

Hoy en día, estas edificaciones se encuentran

en su mayoría abandonadas, al haber perdido

sus funciones originales; cambios en la

producción y la tecnología han puesto bajo

amenaza la conservación de esta memoria de

la vida productiva de varias generaciones.

Matadero Madrid (Foto Sara Topelson)

La forma más sustentable y dinámica de

preservarlas, ya experimentada en numerosas

ciudades, es mediante su reconversión hacia

usos y necesidades actuales, permitiendo un

nueva vida para edificios significativos de gran

calidad arquitectónica y urbana. La amplitud

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de espacios y las características

constructivas de estos recintos permite

responder a una gran diversidad de usos y

funciones sin perder su identidad, testimonio

de una época.

En este sentido es ejemplar la recuperación

del antiguo matadero y mercado de ganado

de Madrid, inaugurado en 1928 y obra de

Luis Bellido, quien proyectó un conjunto de

pabellones dedicados a diversas funciones y

servicios. Tras algunos intentos en los años

setenta por renovarlo, el matadero cerró sus

puertas en 1996, como inmueble catalogado.

El Ayuntamiento de Madrid, en colaboración

con entidades públicas y privadas, promovió

la recuperación de este predio de 148,300 m2

en el centro de la ciudad para nuevos usos

culturales. El proyecto Matadero Madrid

tendrá poco más de 86,000 m2 dedicados a

equipamientos culturales, donde se integran

actividades de apoyo a la creación siguiendo

el criterio de un Plan Especial, que preserva

la envolvente de las naves.

La intervención del matadero ha tenido como

eje principal la reversibilidad de las obras,

manteniendo las huellas del paso del tiempo,

respetando los espacios, dotándolos de los

servicios necesarios para su nuevo uso e

introduciendo materiales y elementos recicla-

dos y reciclables, propiciando una clara

lectura de las intervenciones y conservando

la fuerte expresión de la estructura.

El proyecto plantea un centro formativo y

multidisciplinario, para actividades creativas:

música, arquitectura, danza, diseño, cine,

literatura y paisajismo, con espacios que a

partir del 2007 han ido abriendo sus puertas

en etapas. La Central de Diseño está

dedicada a la difusión y promoción del diseño

gráfico, industrial y de espacios. Las Naves

del Español son un conjunto escénico de

5,900 m2, en el que se logró la flexibilidad y la

versatilidad que permiten múltiples

configuraciones escénicas. Intermediæ está

dedicado a la experimentación, reflexión e

intervención de la creación contemporánea, en

una superficie de 1,900 m2. Además, cuenta

con una central de instalaciones que permitirá

un importante ahorro energético y una notable

reducción de los costos de mantenimiento, de

acuerdo con los principios de sustentabilidad y

economía.

Matadero Madrid será concluido en el 2011,

con una inversión de 110 millones de euros,

incentivando la reactivación y la revalorización

de la zona sur de Madrid y la recuperación del

río Manzanares.

Tecnopolis (Foto Sara Topelson)

Otro proyecto ejemplar de reconversión del

patrimonio industrial es la rehabilitación de la

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antigua fábrica de gas en Atenas, cuya

ubicación cercana al Partenon la convierte en

una zona deseable para ser transformada en

un centro tecnológico y cultural: Technopolis.

La gasera, fundada en 1858, estuvo en

servicio hasta 1984, siendo ésta la última

fábrica en Europa en producir gas por el

método tradicional. El predio de 30,000

metros cuadrados está ubicado en el barrio

Keramicos, una de las zonas con más

movimiento de la ciudad. La iniciativa del

alcalde de Atenas fue convertir estesitio

industrial en un parque cultural y de espacios

multifuncionales de gran atractivo para

jóvenes y visitantes de la ciudad.

Aquí los gasómetros fueron recuperados

respetando su estructura y dotándolos de

nuevas tecnologías para su óptimo uso: una

sala de exposiciones, un museo de

tecnología, y uno más fue conservado como

testimonio de la estructura original. Los

espacios fueron adaptados para llevar a cabo

conferencias, exhibiciones, presentaciones y

eventos culturales, con áreas de servicios

para los visitantes al parque. Technopolis es

considerado hoy en día uno de los mejores

museos industriales de Europa, un ejemplo

de conservación del patrimonio industrial,

que ha detonado la actividad gastronómica y

cultural en el entorno urbano.

Estos dos casos muestran que el reciclaje

permite dotar de nueva vida a edificios que, a

pesar de haber perdido su uso original,

pueden ser rehabilitados exitosamente.

SILVIO ALBERTI, AL SUR Hans Kabsch Vela El joven arquitecto italiano Silvio Alberti, tomó

quizá la decisión más importante de su vida, al

desprenderse de la tutoría de Guido Oberti

en Milán, para unir su destino al de un

arquitecto que le proponía trabajo y un sueldo

de mil novecientos pesos al mes, en una

lejana ciudad en la provincia de México. Llegó

a Guadalajara en 1950, invitado por Ignacio

Díaz Morales, para formar parte del cuerpo

docente, junto a otros europeos como Mathias

Goeritz, Bruno Cadore, Eric Coufal y Horts

Hartung, de lo que seria La Escuela de

Arquitectura de Guadalajara.

Imagen del conjunto, primera poniente, esquina sexta

avenida norte. (Foto HKV)

Alberti se desempeño sobre todo como

docente especializado en la materia de

edificación, donde difundía las ideas de Pier

Luigi Nervi acerca de la coherencia entre

estructura y calidad espacial. Rápidamente se

desenvolvió con notoriedad en ese ambiente

académico y profesional, siendo protagonista

de la renovación y moder-nización de la Perla

de Occidente. Para 1964, fue contactado por

Antonio Corona Monroy, gerente de la plaza

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del Banco Nacional de Comercio Exterior, en

la Costa de Chiapas. El propósito era la

construcción de una sede bancaria acorde

con las necesidades de un corporativo

moderno, ya que hasta ese momento, el

Banco operaba en un antiguo edificio de

principios de siglo en la ciudad de Tapachula.

Fachada sur. (Foto HKV)

El edificio propuesto por Alberti, que

desplazaba a la antigua edificación ubicada

en una céntrica esquina de la ciudad, resulto

paradigmático; resuelto en tres niveles,

espacialmente introducía el concepto del

Mezanine, espacio a doble altura, que

permitía integrar el área pública bancaria,

con el área administrativa y gerencial. En

planta alta se ubicó una vivienda tipo

penthouse, para el gerente, con un inédito

roof garden. Constructivamente, ofrecía

innovaciones: un armazón de vigas de acero

de sección “I”, fabricadas en México a la

medida y transportadas a Chiapas en

ferrocarril.

Al llegar a su destino, el manejo de las

pesadas estructuras supuso todo un reto

para el elemental equipo de grúas disponible

por aquel entonces, según rememora José

Antonio Toriello, socio local de Alberti y

constructor de la obra.

La estructura conformada por vigas de acero y

losas de concreto se alternaba con una

fachada “colgante”, donde se hacia evidente la

separación entre elementos estructurales y

divisorios, característico de la modernidad.

Detalle de cornisa y parteluz. (Foto HKV)

La cancelería estaba realizada con marcos de

aluminio anodinado, siendo el primer edificio

en utilizar este material en la ciudad y cristal

transparente o acrílico traslucido. Cabe

agregas que el aluminio se utilizo

profusamente no solo en la cancelería, sino en

todos los pasamanos y unos elementos que

dan sentido estético y funcional a la fachada:

los parteluces de persianas horizontales,

dispuestos al sur y al oriente, como medida de

protección solar sobre la ventanería.

Como acabado final, las sencillas formas

prismáticas exteriores fueron revestidas de

laja queretana café oscuro en el cuerpo

inferior y placas de travertino claro en el

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superior. Estos recubrimientos dan al edificio

un particular aire de elegancia atemporal.

Detalle del ventanal y parteluz de persiana en aluminio.

(Foto HKV)

El Banco Nacional de Comercio Exterior, no

fue la única obra de Alberti en Tapachula, ya

que proyectaría también el edificio Arzate; se

trata de un inmueble de cuatro niveles para

vivienda y comercio, mismo que ha sido

severamente modificado en la actualidad.

Respecto al posterior uso del Banco, se debe

agregar que en la década de los setenta, fue

ocupado como sede del Banrural, hasta los

noventa, cuando la privatización bancaria lo

dejo sin uso. En la actualidad la edificación

sobrevive parcialmente integra en su

apariencia general, aunque en un estado de

deterioro creciente, esperando un urgente

rescate o eventual transformación.

FRANCISCO MARROQUÍN TORRES Jesús Villar Rubio

El arquitecto Francisco Marroquín Torres

falleció el 22 de febrero de 2010. Nació en

San Luis Potosí el 20 de noviembre de 1931,

cursó los estudios de primaria y secundaria

en el Instituto Potosino en la ciudad de San

Luis Potosí y los estudios de bachillerato en el

Centro Universitario México en el Distrito

Federal; ingresó a la a la carrera de

arquitectura de la UNAM en 1950. Uno de los

profesores que más influencia tuvo en su

formación fue el Arq. José Villagrán García,

profesor de teoría de la arquitectura, además

de Juan Sordo Madaleno y Augusto H.

Álvarez. Cuando era estudiante trabajó en el

despacho de Torres y Velázquez y en el de

Mario Pani, también trabajó en el

Departamento del Distrito Federal. Terminó

sus estudios en 1954 y se tituló mucho tiempo

después. Abrió su despacho en San Luis

Potosí con su compañero el Arq. Ignacio

Salinas Aguilera. Su primera obra fue la casa

de la Sra. Manuela Villanueva en Agustín Vera

125, de 1963 y la Botica Mexicana ubicada en

Manuel J. Othón esquina Morelos de 1964

(modificada a finales del siglo XX).

El Arq. Marroquín proyectó y construyó la casa

Gómez Valle en Amado Nervo 719 de 1967;

casa Bárcena Pods en Río Pánuco 315

esquina Río Lerma, de 1967; casa Torres Arpi

en Juan de Oñate 829, de 1966; su obra

magna fue el Auditorio Miguel Barragán (1966-

1970) ubicado en la Unidad deportiva Adolfo

López Mateos, en la Av. Himno Nacional,

inaugurado en 1970. Fue miembro de la

Asociación de Ingenieros y Arquitectos de San

Luis Potosí (APIA) y presidente en 1968;

maestro fundador de la carrera de Arquitectura

en la Universidad Autónoma de San Luis

do . co mo . mo _ m é x i c o 16 b o l e t í n - p r i m a v e r a 2 0 1 0

Potosí, abierta en 1972. Fue miembro de

número de la Academia Nacional de

Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos

mexicanos desde 1981.

Auditorio Miguel Barragán, San Luis Potosí. (Foto Jesús Villar)

La teoría impartida por su maestro José

Villagrán, la puso en práctica y la transmitió a

todos sus alumnos, encontrando en ella, los

valores universales que todo arquitecto debe

de poner en práctica en el momento de

proyectar y construir. Los concursos que

ganó en el ramo de la educación y la salud

con los proyectos de la Clínica del Potosí y

con los prototipos de escuela organizados

por SEP y CAPFCE, nos confirman su

calidad como diseñador, su experiencia como

docente y su calidad como ser humano.

Casa Marroquín-Villasuso, 1977, San Luis Potosí. (Foto Jesús Villar)

do . co mo . mo _ m é x i c o documentación y conservación del movimiento moderno SIERRA MAZAPIL 135 COL. LOMAS DE CHAPULTEPEC C.P. 11000 MÉXICO D.F. [email protected] http://servidor.esteticas.unam.mx/docomomo

Boletín do. co. mo. mo Editor: Louise Noelle Editor adjunto: Sara Topelson

do . co mo . mo _ m é x i c o directorio: MTRA. LOUISE NOELLE GRAS Presidenta

ARQ. SARA TOPELSON DE GRINBERG Vicepresidenta DRA. LOURDES CRUZ GONZÁLEZ F. Tesorera MTRO. ALEJANDRO AGUILERA

DR. ENRIQUE AYALA ALONSO

MTRO. MANUEL BERUMEN ROCHA

DR. JUAN IGNACIO DEL CUETO

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