35
Historia y Grafía ISSN: 1405-0927 [email protected] Departamento de Historia México Vergara Anderson, Luis Discusiones contemporáneas en torno al carácter narrativo del discurso histórico Historia y Grafía, núm. 24, 2005, pp. 19-52 Departamento de Historia Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922830002 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Discusiones Contemporanes en Torno Ala Narracion Ibero

Embed Size (px)

DESCRIPTION

l

Citation preview

  • Historia y GrafaISSN: [email protected] de HistoriaMxico

    Vergara Anderson, LuisDiscusiones contemporneas en torno al carcter narrativo del discurso histrico

    Historia y Grafa, nm. 24, 2005, pp. 19-52Departamento de HistoriaDistrito Federal, Mxico

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922830002

    Cmo citar el artculo

    Nmero completo

    Ms informacin del artculo

    Pgina de la revista en redalyc.org

    Sistema de Informacin CientficaRed de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • Preliminares / 19

    Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo del discurso histricoLuis Vergara andersonDepartamento de Historia/uia

    ResumenEste trabajo pretende brindar una panormica de las discusiones con-temporneas relativas al carcter narrativo del discurso histrico. En l se exponen algunos de los antecedentes ms conspicuos de ese debate para luego considerar el escenario actual donde se distinguen tres ejes principa-les de controversia, distintos, mas no independientes: el cuestionamiento de un carcter necesariamente narrativo del discurso histrico, la oposicin narrar-explicar (o narrar-argumentar) y la constelacin de distinciones realismo ingenuo-realismo crtico-constructivismo. Se incursiona en algu-nos temas conexos a esta polmica para determinar cmo los afectan las reflexiones sobre el carcter narrativo del discurso histrico. Finalmente, a manera de conclusin, se ofrecen algunos comentarios relativos al contexto histrico ms amplio donde se produce el debate.

    Contemporary DisCussions about the narrative CharaCter of historiC DisCourseThis work offers a panoramic a panoramic view of todays discussions refer-ring to the narrative character of historic discourse. It explains some of the most conspicuous parts of the debates background and goes on to distinguish three different, but not independent, current key axes of controversy: the question of the necessarily narrative character of historic discourse, the nar-

    Historia y Grafa, UIA, nm. 24, 2005

  • 20 / Luis Vergara Anderson

    ration explanation (or narration-argument) opposition, and the collection of distinctions known as Ingenious Realism-Critical Realism-Constructivism. Some themes connected to this controversy are explored in order to determine the influence of thoughts about the narrative character of historic discourse. The concluding remarks comment on the broader historical context of the debate.

    En este trabajo pretendemos brindar una panormica de las discusiones contemporneas relativas al carcter narrativo del discurso histrico. Para dar cumplimiento a este propsito exponemos en primer trmino de manera sinttica algunos de los antecedentes ms conspicuos de este debate; en seguida, dirigi-mos nuestra atencin al escenario actual donde observamos tres ejes principales de discusin (distintos, mas no independientes): el cuestionamiento de un carcter necesariamente narrativo del discurso histrico, la oposicin narrar-explicar (o narrar-argumen-tar) y la constelacin de distinciones realismo ingenuo-realismo crtico-constructivismo; en tercer lugar, consideramos algunos temas conexos a esta polmica; finalmente, ofrecemos a manera de conclusin algunos comentarios relativos al contexto histrico ms amplio en que se escenifican las discusiones consideradas. Cuando convenga a los propsitos apuntados, asumiremos como hilo conductor de nuestra exposicin el pensamiento de Paul Ri-cur (quien es reconocido como una referencia imprescindible al respecto) sobre el tema, sin que ello implique un compromiso de nuestra parte con sus posiciones.

    Antecedentes

    Como es bien sabido, la Potica de Aristteles constituye una refe-rencia obligada en cualquier discusin a propsito de lo narrativo (aunque el tratado del estagirita tenga a la tragedia como objeto privilegiado). Ricur recupera de la Potica en primer trmino

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 21

    lo que nombra el binomio mimesis-mythos entendido como par de operaciones, por lo que la mejor traduccin es, probablemente, imitacin-entramado (en el sentido de actividades). Mythos es, segn la definicin aristotlica que Ricur cita, la disposicin de los hechos en sistema, en tanto que mimesis es imitacin o representacin de la accin. Para Ricur entre las dos expresiones hay una cuasi identificacin, una estricta correlacin, en fin, una correlacin noemtica, lo que ciertamente encuentra fundamento en Aristteles, quien ha escrito que la trama es la representacin de la accin. Adicionalmente, entre otras muchas cosas, Ricur toma de Aristteles la idea de que la funcin de la trama es la de conformar un todo, una unidad, una concordancia, a partir de un conjunto de elementos discordantes entre s, una unidad con principio, medio (o desarrollo) y fin. Como habremos de apuntar ms adelante, el siglo xx ha sido testigo del surgimiento de diversas propuestas y realizaciones historiogrficas que fracturan el binomio mimesis-mythos (por lo general con la desaparicin del segundo elemento o con la de la unidad conformada por principio, medio y fin) y que, por lo tanto, cuestionan o niegan un carcter necesa-riamente narrativo del discurso histrico. El que nos sea dado ahora saltar aqu del siglo iv antes de la era cristiana al final del xviii de ella constituye un testimonio elocuente de la naturaleza decisiva de la aportacin de Aristteles a cualquier teora de lo narrativo. Cuando la disciplina de la historia se institucionaliz-profesio-naliz, a fines del siglo xviii, en un ambiente intelectual europeo que exalt con entusiasmo la razn (Ilustracin) y la ciencia, as como la expresin de sta en la tecnologa (revolucin industrial), se difundi la idea de que la escritura de la historia posea estatuto de prctica cientfica, lo que implicaba, entre otras cosas, satisfacer

    Aristteles, Potica, 50a, 5; citado en Paul Ricur, Tiempo y narracin, vol. i, Configuracin del tiempo en el relato histrico, Mxico, Siglo xxi, 995, p. 8. Ricur, Tiempo y narracin, vol. i, op. cit., p. 85. As traduce la expresin mimesis praxeos de la Potica (50b, ). Aristteles, Potica, 50a, ; citado en ibid., p. 85.

  • 22 / Luis Vergara Anderson

    exigencias de objetividad. As lo testimonian, por ejemplo, las conocidas prescripciones de Leopold von Ranke, especie de padre fundador de este nuevo tipo de historia. A los pronunciamientos positivistas en el sentido de que ciencia era lo que se haca conforme al mtodo cientfico (el de las ciencias de la naturaleza), orientado hacia la explicacin, fue oponindose desde el campo de las cien-cias del espritu la tesis de que constituan stas un tipo distinto de ciencia al que corresponda un tipo distinto de mtodo, a saber, el hermenutico, orientado hacia la comprensin (de sentido), de manera que no proceda hablar de el mtodo cientfico. En Marx, en cambio, el anhelo de hacer una historia cientfica de practicar una ciencia de la historia se tradujo en la bsqueda de las leyes de la historia, lo que dio por resultado el omnicomprensivo esque-matismo del materialismo histrico. La disputa entre positivistas y hermeneutas constituy el primero de varios episodios de lo que ha venido a conocerse como el debate explicacin-comprensin (Erklren-Verstehen). Con el surgimiento de la escuela de Annales (99), la cuestin relativa al carcter cientfico de la historia se encamin por un cauce distinto: se trataba ahora de entenderla y practicarla como ciencia social. Sociedad y economa desplazaron en consecuencia a la polti-

    Y no 99, como se asienta equivocadamente en ibid., p. 7, tambin en la versin original en francs: Jvoquerai seulement brivement le livre cl de Raymond Aron, Introduction la philosophie de lhistoire: Essai sur les limites de lobjectivit historique (98), qui parut prs de dix ans aprs la fondation, par Lucien Febvre et Marc Bloch, des Annales dhistoire conomique et sociale (99). (Paul Ricur, Temps et rcit, vol. i, Lintrigue et le rcit historique, Pars, Seuil, 98, pp. 7-5. Se trata evidentemente de un simple error tipogrfico. Sin embargo, Agustn Neira, el traductor al espaol, al percatarse de la inconsistencia del texto en francs, en lugar de corregir la fecha equivocada, opt por restablecer la con-sistencia alterando lo relativo al transcurso entre la publicacin del libro de Aron y la fundacin de Annales: Slo evocar brevemente el libro clave de Raymond Aron, Introduction la philosophie de lhistoire: Essai sur les limites de lobjectivit historique (98), que apareci poco antes de que Lucien Febvre y Marc Bloch fundasen los Annales dhistoire conomique et sociale (99). De esta manera introdujo un segundo error.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 23

    ca como mbitos privilegiados de investigacin (de 99 a 95, la revista alrededor de la cual se constituy esta escuela historiogrfica ostent precisamente el nombre Annales dHistoire conomique et Sociale). Por lo dems, no se haba cumplido una dcada de la fun-dacin de Annales, cuando ya haba hecho su aparicin (98) la Introduccin a la filosofa de la historia (cuyo subttulo era Ensayo sobre los lmites de la objetividad histrica) de Raymond Aron. La historia narrativa, propia de una historia poltica conformada por sucesiones de acontecimientos puntuales en que los individuos figuraban como protagonistas la historia vnementielle, resultaba as una forma que poda y deba ser superada. Un decenio despus la historia de la larga duracin (Fernand Braudel) se tornara paradigmtica y diez aos ms tarde se encontrara ya establecida la historia cuantitativa o serial (Pierre Chaunu). Ms adelante habra de venir la de las mentalidades. As aconteci lo que Ricur ha denominado eclipse del acontecimiento en la historiografa francesa, una de las dos caras del eclipse de la narracin; la otra es la del eclipse de la comprensin en la filosofa analtica, que puede datarse a partir de la publicacin, en 9, del influyente artculo de Carl Gustav Hempel, The function of general laws in history,5 en el que, como parte de un segundo episodio del debate explicacin-comprensin, propona que la historia se constituyera en ciencia mediante el empleo del modelo nomolgico-deductivo (covering-law model) propio de las ciencias de la naturaleza, lo que deba entenderse como propio de la ciencia. De esta manera, en palabras de Ricur,

    la nocin de acontecimiento histrico haba sido despojada de su estatuto narrativo y colocada en el marco de la oposicin entre particular y universal. Admitido esto, el acontecimiento histrico

    5 Carl Gustav Hempel, The function of general laws in history, en The Journal of Philosophy, nm. 9, 9, pp. 5-8. Reproducido en Patrick Gardiner (ed.), Theories of History, Nueva York, Free Press, 959, pp. -56.

  • 24 / Luis Vergara Anderson

    se integra en un concepto general de acontecimiento que incluye los acontecimientos fsicos y cualquier suceso importante, tal como la rotura de un depsito, un cataclismo fsico, un cambio de estado fsico, etc.6

    La propuesta de Hempel fue modificada posteriormente por sus defensores para atenuar la brecha entre lo que prescribe y las prcticas historiogrficas reales. En Tiempo y narracin (i), Ricur expuso y busc demostrar la tesis de que la historia ms alejada de la forma narrativa sigue estando vinculada a la comprensin narrativa por un vnculo de derivacin, que se puede reconstruir paso a paso, punto por punto, mediante un mtodo apropiado.7 Unos renglones antes haba acla-rado empero que es causa perdida vincular el carcter narrativo de la historia a la supervivencia de una forma particular de historia y que, en consecuencia, mi tesis sobre el carcter narrativo ltimo de la historia no se confunde en absoluto con la defensa de la historia narrativa.8

    En su exposicin, Ricur procedi en su tpica forma dialctica conciliadora, aunque en esta ocasin la estructura de su argumen-tacin fue particularmente compleja, ya que sigui un esquema peculiar donde tanto el momento ttico como el antittico se desenvolvieron sobre dos pistas paralelas una epistemolgica y la otra narratolgica que se mostraron convergentes slo hasta el fin del anlisis. En primer trmino describi el eclipse de la narracin en la escritura de la historia desde las dos perspectivas (historio-grafa francesa y filosofa analtica), completamente distintas e independientes, a las que acabamos de referirnos: el eclipse del acontecimiento en la pista narratolgica y el de la comprensin en la epistemolgica. Al eclipse de la narracin opuso sobre cada una de las pistas mencionadas un alegato en favor de la narracin. En la

    6 Ricur, Tiempo y narracin, vol. i, op. cit., p. 9.7 Ibid., p. 65.8 Idem.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 25

    pista epistemolgica, exhibi la explosin del modelo nomolgico operada por aportaciones de William Dray y de Georg Henrik von Wright9 sobre las relaciones entre leyes y las explicaciones en historia, que contribuyeron, entre otros fines, a poner de manifiesto la verdad de la afirmacin de que en historia (y en general en los procesos interpretativos) explicar ms es comprender mejor. Esto es, que en historia explicacin y comprensin no se oponen, sino se complementan en el proceso de interpretacin. Por otra parte, sobre la pista narratolgica despleg una sucesin de argumentos en favor de la narracin provenientes de Arthur Danto (la frase narrativa como tomo del discurso histrico),0 William B. Gallie (competencia para seguir una historia en relacin con el princi-pio estructural de una narracin), Louis O. Mink (comprensin de narraciones como juicios), Hayden White (el relato histrico como artefacto literario) y Paul Veyne (relato histrico como narracin verdica), conducentes a mostrar en conjunto, en una especie de secuencia progresiva, que, de conformidad con la teora aristotlica de la trama, narrar es ante todo configurar.

    9 William Dray, Laws and Explanation in History, Londres, Oxford University Press, 957; Georg Henrik von Wright, Explanation and Understanding, Ithaca, Cornell University Press, 97. Traduccin al espaol: Explicacin y comprensin, Madrid, Alianza, 987.0 La fuente es Arthur C. Danto, Analytical Philosophy of History, Cambridge, Cambridge University Press, 965. La fuente de Ricur a este respecto es W. B. Gallie, Philosophy and the Historical Understanding, Nueva York, Schoeken Books, 96. Ricur basa su exposicin de Mink en tres de sus artculos: The autonomy of historical understanding, History and Theory, nm. 5, 966, pp. -7; Philo-sophical analysis and historical understanding, Review Methaphysics, nm. 0, 968, pp. 667-98, y History and fictions as modes of comprehension, New Literary History, nm. , 970, pp. 5-8; todos ellos reproducidos en L.O. Mink (B. Fay et al., eds.), Historical Understanding, Ithaca, Cornell University Press, 987. Hayden White, Metahistory: The Historical Imagination in Nineteenth Century Europe Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 97. Traduccin al espaol: La imaginacin histrica en la Europa del siglo xix, Mxico, fce, 99. Pars, Seuil, 97. Traduccin al espaol: Cmo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia, Madrid, Alianza, 98.

  • 26 / Luis Vergara Anderson

    Una vez que Ricur puso de manifiesto en qu modalidad pre-via de comprensin se encuentra anidada la explicacin histrica, procedi a enunciar y explicar su tesis central (sinttica respecto al eclipse de la narracin, por una parte, y argumentativa en favor de la narracin, por la otra), esto es, que aun la historia escrita ms alejada de la forma narrativa sigue ligada a la comprensin narrativa por un triple nexo de derivacin indirecta: al tiempo que entre una y otra se produce un corte epistemolgico en tres planos distintos el de los medios explicativos, el de las entidades y el de los tiempos, en cada uno de ellos se establece un vnculo de derivacin que resulta posible debido a la mediacin de un enlace: imputaciones causales singulares en el de los procedi-mientos explicativos, entidades de pertenencia participativa de primer orden en el de las entidades y destinos del acontecimiento en el discurso histrico en el caso de los tiempos, enlaces todos ellos que permiten hablar de cuasi-explicaciones, cuasi-personajes y cuasi-acontecimientos en el campo de la historia, dando lugar as a las cuasi-narraciones que le son propias. Roger Chartier encuentra con buenas razones, pensamos en el Michel de Certeau de La operacin historiogrfica (978), a un precursor de la posicin de Ricur. Refirindose a la parte consagrada a la escritura en ese tan justificadamente clebre ensayo, escribe:

    Alli pueden leerse dos proposiciones fundamentales. La primera considera toda escritura histrica como un relato, necesariamen-tre construido segn reglas que invierten los rumbos mismos de la investigacin, puesto que organizan de acuerdo con un orden cronolgico, una demostracin cerrada y un discurso sin fallas, materiales siempre abiertos e incompletos. Al establecer seme-jante constatacin, Michel de Certeau abra el paso a todas las reflexiones que, como la de Paul Ricur en Tiempo y narracin, sealan la pertenencia de la historia, en todas sus formas, aun las ms estructurales y las menos dedicadas a lo fctico, al campo de lo

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 27

    narrativo. Por ser narrativizacin, la historia sigue siendo depen-diente de las frmulas de la transformacin en intriga [o trama] de las acciones representadas, para citar a Aristteles, y comparte las leyes que fundan todos los relatos, en particular la obligacin de la sucesividad temporal.5

    Discusiones contemporneas

    En un texto reciente, el ingls Alan Munslow, destacado terico de la historia contemporneo, ha escrito que La narracin es central a la explicacin histrica como el vehculo para la creacin y representacin del conocimiento histrico6 y que, en conse-cuencia, adicionar el calificativo narrativo al de historiador es sencillamente redundante.7 Estas afirmaciones son expresiones de lo que denominaremos la tesis narrativista elemental, a saber, que el discurso histrico es necesariamente narrativo. Un poco ms adelante, en el mismo texto, sin embargo, Munslow menciona los intentos de muchos historiadores de escribir el pasado de maneras que creen que rompen con la narrativa,8 y se refiere a ellos como historiadores no narrativistas,9 sugiriendo de esa manera la posi-bilidad de un discurso histrico no narrativo. En adicin al hecho emprico de que la historia propiamente dicha a diferencia de las crnicas y los anales ha sido tradicionalmente escrita de manera narrativa (sin que esta afirmacin constituya necesariamente una peticin de principio),0 en apoyo de tal tesis suele argumentarse

    5 Roger Chartier, Escribir las prcticas. Foucault, De Certeau, Marin, Buenos Aires, Manantial, 996, pp. 66-7.6 Alan Munslow, The Routledge Companion to Historical Studies, Londres y Nueva York, Routledge, 000, p. 69.7 Ibid., p. 70.8 Ibid., p. 7.9 Idem.0 Porque no ser el carcter narrativo lo que hara historia a la historia sino otro atributo su naturaleza interpretativa, por ejemplo el que le imprimira ese ca-

  • 28 / Luis Vergara Anderson

    que el carcter narrativo de la historia escrita corresponde a un carcter narrativo propio de la historia acontecida (es decir que antes de que las tramas ingresaran al discurso historiogrfico ya estaban presentes en el curso mismo de los acontecimientos). Geoffrey Roberts, en su introduccin general a una antologa de textos sobre la narracin en historia, describe este punto de vista en los siguientes trminos: La razn por la que los historiadores construyen historias (stories) sobre el pasado es que stas reflejan la vida, la conciencia y la existencia humana, poseyendo cada una de ellas un carcter y una constitucin narrativa.

    Una segunda tesis narrativista, muy estrechamente vinculada con la que hemos calificado de elemental, aunque en rigor dis-tinta de ella, es la que llamaremos tesis narrativista fundamental: en el discurso histrico se argumenta es mediante las tramas de las narraciones que lo constituyen. As, por ejemplo, Ricur (en 98) refiere: La construccin de la trama [...] realiza el paso entre na-rrar y explicar. En ocasiones se argumenta en favor de esta tesis postulando que la historia no estudia regularidades a diferencia de las ciencias de la naturaleza sino acontecimientos particulares nicos y contingentes slo explicables a partir de las tramas de narraciones. Esta posicin la plantea Roberts de la manera siguien-te: Los relatos histricos son historias (stories) de accin y es el recuento de la accin humana en trminos narrativos lo que hace de los estudios histricos explicaciones interesantes, significativas y con sentido del pasado humano.

    Puede y debe distinguirse an una tercera tesis narrativista, que presupone a las dos anteriores y que, como se expondr un poco ms adelante, alcanza grados diversos de vigor; la denominaremos

    rcter. Sin embargo, ya hemos mencionado el parecer de Paul Veyne en el sentido de que la historia no es ms que un relato verdico. Geoffrey Roberts (ed.), The History and Narrative Reader, Londres y Nueva York, Routledge, 00, p. . Ricur, Tiempo y narracin vol. i, op. cit., p. 8. Roberts (ed.), The History and Narrative, op. cit., p. .

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 29

    tesis narrativista crtica. La enunciamos de esta manera: el contenido de un relato histrico es en alguna medida siempre y necesariamente una funcin de sus aspectos narrativos formales; esto es, en el discurso histrico, forma y contenido constituyen una unidad esencial y slo analticamente es posible distinguirlos. A esta tesis alude el ttulo de un libro de Hayden White y de un ensayo en l incluido: El contenido de la forma. Tal tesis ha sido una de las conquistas ms significativas del llamado giro lingstico en la teorizacin sobre la escritura de la historia. Una vez ms, con nimo homologador, ofrecemos la formulacin correspondiente de Roberts (no sin adver-tir que cuestionamos en ella la inclusin del calificativo ficticio): La construccin de la narracin histrica se encuentra conducida (driven) por formas lingsticas y los relatos de los historiadores son en gran medida recuentos literarios y ficticios del pasado.5 A nuestro parecer, las discusiones que en los ltimos aos han tenido lugar en relacin con el carcter narrativo del discurso his-trico pueden organizarse en trminos de tres debates principales, a cada uno de los cuales corresponde una de las tres tesis narrati-vistas enunciadas. A los defensores de la tesis narrativista elemental (entre los que, por lo ya expuesto, incluimos a Ricur con todo y aquello de que es causa perdida vincular el carcter narrativo de la historia a la supervivencia de una forma particular de historia y mi tesis sobre el carcter narrativo ltimo de la historia no se confunde en absoluto con la defensa de la historia narrativa)6 se oponen por supuesto todos aquellos que reconocen la posibili-dad de otras formas para el discurso histrico. Ahora bien, entre stos se encuentran mayoritariamente quienes oponen explicar a narrar, esto es, los que se oponen tambin y sobre todo a la que hemos denominado tesis narrativista fundamental. De esto nos ocuparemos lneas adelante; por ahora centraremos nuestra

    Hayden White, The Content of The Form, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 987.5 Roberts (ed.), The History and Narrative, op. cit., p. .6 Vase nota nm. 8.

  • 30 / Luis Vergara Anderson

    atencin en la posibilidad de cuestionar el carcter necesariamente narrativo del discurso histrico con independencia de la polmi-ca narrar-explicar. Disponemos de un ejemplo concreto de ello. Hans Ulrich Gumbrecht, de la Universidad de Stanford, public en 997 un fascinante libro intitulado In 1926. Living at the Edge of Time,7 que busca hacer al lector experimentar el vivir en 96 en Alemania. (Gumbrecht opone a efectos de sentido efectos de presencia). El libro comienza con un manual del usuario cuya primera oracin es la siguiente: No intente comenzar desde el principio, ya que este libro no tiene un principio en el sentido en el que las narraciones o las argumentaciones los tienen.8 Se trata, en efecto, de un texto no lineal realmente es posible comenzarlo en cualquier parte que en sus porciones sustantivas consta de tres secciones (dispuestas en orden alfabtico en funcin de las primeras letras de sus ttulos), cada una de las cuales se encuentra a su vez conformada por diversos apartados (de 0 a , que aparecen, de nueva cuenta, en orden alfabtico segn las primeras letras de sus ttulos, de manera que en una traduccin a otra lengua esta secuencia sera distinta) relativos a aspectos de la vida en sociedad en 96. ste es, a todas luces, un discurso histrico no lineal, no narrativo, al menos en la superficie. De una manera ms general, podemos decir que a la diacrona del discurso histrico narrativo se opone la sincrona de un discurso descriptivo. A partir del reconocimiento, en el siglo xviii, de la geografa, la economa, la demografa y la cultura como factores explicativos del cambio social, la descripcin vino a constituir una presencia frecuente en la historiografa que no por ello dejaba de ser narrativa. De esta oposicin (distincin) se ha ocupado Rein-hart Koselleck en uno de sus trabajos recogidos en Futuro pasado (979):

    7 Cambridge, Mass., y Londres, Harvard University Press, 997.8 Hans Ulrich Gumbrecht, In 1926. Living at the Edge of Time, p. ix. (Hay tra-duccin al espaol: En 1926. Viviendo al borde del tiempo, tr. Aldo Mazzucchelli, Mxico, uia-Departamento de Historia, 00).

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 31

    En el mbito de experiencia del movimiento histrico, los aconteci-mientos y las estructuras tienen, pues, diversas extensiones tempo-rales que son tematizadas propiamente por la Historie como ciencia. Corrientemente, la representacin de estructuras se aproxima ms a la descripcin, como en la antigua estadstica del absolutismo ilustrado; la representacin de los acontecimientos se aproxima ms a la narracin, como la historia pragmtica del siglo xviii. Del mismo modo, si se quisiera organizar la historia como uno de esos dos tipos, significara que se sientan preferencias insuficientes. Ambos planos, el de los acontecimientos y el de las estructuras, se remiten entre s sin que el uno forme parte del otro. Ms an, dependiendo de qu se investigue, ambos planos intercambian su valor posicional, la relacin entre su coordinacin mutua. [...] La narracin y la descripcin encajan all donde el acontecimiento se convierte en presupuesto de enunciados estructurales. Por otra parte, las estructuras ms o menos permanentes, en todo caso a largo plazo, son condiciones para los posibles acontecimientos. [...] Con respecto a los acontecimientos individuales, existen condiciones estructurales que posibilitan el transcurso de un acon-tecimiento. Tales estructuras pueden ser descritas, pero tambin pueden insertarse en el contexto narrativo si ayudan a clarificar los acontecimientos como causae no vinculadas cronolgicamente. Al contrario, las estructuras slo se pueden concebir en el medio de los acontecimientos, en los que se articulan las estructuras que se van a traslucir a travs de ellos.9

    En una forma anloga, pero con referencia a la distincin visibilidad-legibilidad en lugar de la distincin estructura-aconte-cimiento, se ha expresado recientemente Ricur:

    9 Reinhart Koselleck, Representacin, acontecimiento y estructura, en Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semntica de los tiempos histricos, Barcelona, Paids, 98, pp. 5-6.

  • 32 / Luis Vergara Anderson

    Lo que en otro lugar, llambamos ficcionalizacin del discurso histrico puede formularse de nuevo como entrecruzamiennto de la legibilidad y de la visibilidad en el seno de la representacin historia-dora. [...] El relato hace comprender y ver. Se facilita la disociacin de los dos efectos trabados cuando se desacoplan el describir y el decurso, el xtasis descriptivo y la progresin propiamente narrativa, acelerada, a su vez, por la peripecia (segn la Potica de Aristteles), al tratarse particularmente del lance imprevisto y de los efectos violentos. El historiador conoce perfectamente esta alternancia [...]. La visibilidad prevalece decididamente sobre la legibilidad en el retrato de los personajes del relato [...]. Se construye la trama de los personajes al mismo tiempo que la de los acontecimientos, los cuales, tomados juntos, constituyen la historia narrada. Con el retrato, distinguido del hilo de la trama del relato, el binomio de lo legible-visible se desdobla claramente.0

    Como hemos expuesto, en opinin de Koselleck, si se quisiera organizar la historia como uno de esos dos tipos [descripcin-na-rracin], significara que se sientan preferencias insuficientes; pese a ello, es concebible un discurso histrico puramente descriptivo? La construccin de Gumbrecht parecera apuntar hacia una res-puesta afirmativa. Por lo que se refiere al debate narrar-explicar, el correspondiente a la que hemos nombrado tesis narrativista fundamental, puede de-cirse que un balance de lo acontecido al respecto a lo largo del siglo xx muestra un claro movimiento pendular que parte del polo narrar para desplazarse hacia el polo explicar, y que este desplazamiento alcanza su nivel mximo en las dcadas de los cincuentas y sesentas, despus de lo cual se inicia el movimiento de retorno. En los aos setenta, tanto Pierre Nora en Francia como Lawrence Stone en los Estados Unidos proclaman el retorno al acontecimiento y,

    0 Paul Ricur, La memoria, la historia, el olvido, Madrid, Trotta, 00, p. 50. Pierre Nora, Le retour de lvnement, en Jacques LeGoff y Pierre Nora

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 33

    en los ltimos dos decenios del siglo, los defensores de la historia narrativa competan en trminos mucho ms equilibrados que quienes continuaban abogando por una historia estructuralista no narrativa. De hecho, entre los filsofos, el terreno se haba despla-zado de manera decisiva a favor de los llamados narrativistas, esto es, aquellos que consideraban que lo distintivo de la disciplina de la historia era su carcter relator. El debate, sin embargo, est lejos de haber concluido: las escuelas y corrientes no narrativistas de lo que Georg Iggers ha denominado la fase intermedia de la historiografa del siglo xx, la correspondiente a el reto de las ciencias sociales Annales, la ciencia social histrica alemana y el neomarxismo, no se encuentran superadas del todo. As lo atestiguan autores contemporneos de gran reputacin tales como Christopher Lloyd y el marxista Alex Callinicos, quienes continan entendiendo la ciencia histrica como la bsqueda y el establecimiento de estructuras, patrones y regularidades. (Volviendo por un momento a lo relativo a la tesis narrativista elemental, cabe preguntar a la luz de la historiografa no narrati-vista y de las impugnaciones tericas a la tesis, cmo puede an defenderse? La respuesta nos la ha dado ya Ricur en un fragmento previamente citado: la historia ms alejada de la forma narrativa sigue estando vinculada a la comprensin narrativa por un vnculo de derivacin, que se puede reconstruir paso a paso, punto por punto, mediante un mtodo apropiado.5 En el mismo sentido

    (comps.), Faire de lhistoire, vol. i, Pars, Gallimard, 97, pp. 0-8; Lawrence Stone, The revival of narrative, en Past and Present, nm. 85, nov. de 979, pp. -. Roberts (ed.), The History and Narrative, op. cit., p. . Georg G. Iggers, Historiography in the Twentieth Century: From Scientific Ob-jectivity to the Postmodern Challenge, Middletown, Conn., Wesleyan University Press, 997. Christopher Lloyd, The Structures of History, Oxford, Blackwell, 99; Alex Callinicos, Making History: Agency, Structure and Change in Social Theory, Lon-dres, Polity Press, 99; Alex Callinicos, Theories and Narratives, Londres, Polity Press, 995.5 Vase nota nm. 7.

  • 34 / Luis Vergara Anderson

    se expresa Michael Stanford en un exitoso libro de texto: existe un elemento irreducible de lo narrativo en toda historia).6

    En su relativamente reciente La memoria, la historia el olvido (000), y en el mismo espritu de lo expresado al respecto en Tiempo y narracin, Ricur reitera que la narratividad no constituye una solucin alternativa a la explicacin-comprensin (en contra de lo sostenido tanto por los defensores como por los detractores de la tesis narrativista que hemos denominado fundamental). Aade que, no obstante lo anterior, la puesta en trama constituye un com-ponente autntico de la operacin historiogrfica, aunque ubicado en un plano distinto del de la explicacin-comprensin, donde no entra en concurrencia con los usos del porque en el sentido causal, aunque la operacin configurante del relato histrico forma parte ya de todas las modalidades de explicacin-comprensin: la representacin en su aspecto narrativo, como en otros aspectos [...], no se aade desde el exterior a la fase documental y a la explicativa, sino que las acompaa y las sostiene.7 De esta manera, reconoce dos tipos de inteligibilidad (complementarias en el relato histrico): la narrativa y la explicativa. As, la narratividad no es ni obstculo de la explicacin (como lo quiere cierta historiografa francesa con su oposicin historia relato-historia problema), ni un sustituto de ella (como lo sostienen algunos autores angloparlantes que elevan el acto configurante de la puesta en relato al rango de explicacin ex-clusiva). Ms all de eso, nos muestra cmo la nocin de coherencia narrativa surge como resultado de la aproximacin de la analtica de la narratividad a la semitica del discurso, nocin sta que se enraza en la de cohesin de una vida, segn la expresin de Wilhelm Dilthey, se articula sobre la conexin causal o teleolgica y aporta la sntesis de lo heterogneo. A partir de la idea de coherencia narrativa, resulta posible formular una definicin propiamente

    6 Michael Stanford, A Companion to the Study of History, Oxford, G. B., y Cam-bridge, Mass., Blackwell, 99, p. 0.7 Ricur, La memoria, la historia, op. cit., p. 6.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 35

    narrativa del acontecimiento: lo que hace avanzar la accin, una discordancia que entra en competencia con la concordancia de la accin; en definitiva, una variable de la trama. As entendido el asunto, la nocin de personaje constituye un operador narrativo de la misma amplitud que el de acontecimiento. A la tesis narrativista crtica corresponde el debate realismo in-genuo-realismo crtico-constructivismo, que puede presentarse tanto en el plano epistemolgico como en el ontolgico. Consideremos por lo pronto lo relativo al primero de ellos. Suelen distinguirse tres posturas bsicas en el plano epistemolgico en cuanto a la re-lacin del discurso histrico y el conocimiento del pasado real: reconociendo el sesgo inherente a ello (aunque conforme a un uso bastante extendido), las denominaremos realista ingenua, realista crtica y constructivista.8 El realismo ingenuo sostiene que es po-sible recuperar en el discurso histrico al pasado tal como acon-teci realmente; el realismo crtico, que el contenido del discurso histrico es siempre y necesariamente un hbrido de lo realmente acontecido en el pasado y las estructuras interpretativas aportadas por el historiador; finalmente, el constructivismo afirma que lo nico que conocemos en la lectura de un relato histrico es una construccin discursiva del historiador en relacin con la cual no viene al caso preguntarse por una posible correspondencia con un supuesto pasado real. La tesis narrativista crtica es incompatible con el realismo ingenuo. Las mismas posturas se presentan en el nivel ontolgico, es decir, en el que se plantea la pregunta por la realidad (o la naturaleza) del pasado en s. (Realismo ingenuo: lo acontecido en el pasado es independiente de nuestra conciencia y de nuestro discurso; realismo crtico: la realidad toda ella en general y la pasada en particular es siempre una realidad interpretada; constructivismo:

    8 Munslow, con acentos algo distintos, las llama reconstruccionista, construccio-nista y deconstruccionista, respectivamente. Vase a este respecto Alan Munslow, History today: critical perspectives, en Munslow, The Routledge Companion to, op. cit., pp. -0.

  • 36 / Luis Vergara Anderson

    el pasado es una construccin realizada en el medio del discurso). Aunque hay una evidente correspondencia conceptual una a una entre las posturas en uno y otro niveles, no la hay en lo relativo a los compromisos racionales. De primera intencin y de manera general podra decirse que la postura asumida en el plano ontol-gico limita las posibilidades racionales en el plano epistemolgico. (El realismo ingenuo en el plano ontolgico es racionalmente compatible con cualquiera de las tres posturas en el plano episte-molgico, en tanto que el constructivismo ontolgico compromete al epistemolgico, por ejemplo). Ello supuesto, hay que asumir que las opciones en el plano ontolgico imponen limitaciones a las posibilidades racionales en materia de tesis narrativistas va las posturas epistemolgicas a las que constrien. En un segundo momento, sin embargo, podra cuestionarse la preeminencia del plano ontolgico respecto al epistemolgico y as dar lugar a la sospecha de que, al suponerla, se est ya asumiendo demasiado en cuanto a la relacin entre conocimiento y realidad.

    Temas conexos

    La verdad en la narrativa histricaPero tiene cabida en una teora de la historia la pregunta por la ontologa del pasado? No es posible mantener la discusin relativa a las tesis narrativistas en el plano epistemolgico sin pensar en compromisos ontolgicos considerados irrelevantes? No, por la vinculacin que en principio guardan las cuestiones ontolgicas con el asunto de la verdad en la historia (tema insoslayable en la reflexin sobre la historiografa). Sin embargo, el planteamiento de la cuestin de la verdad, aunado a la apertura de un espectro de posibilidades en cuanto a teoras sobre el asunto, aporta una nueva perspectiva para abordar toda la problemtica. De nueva cuenta surge la sospecha de que, al pensar la vinculacin en la forma dicha, se supone ya demasiado. Puede en efecto decirse (sin pretensiones

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 37

    de rigor que ahora seran excesivas) que teoras de la verdad como correspondencia se encontrarn, en general, asociadas a posturas de preeminencia de lo ontolgico respecto a lo epistemolgico; en tanto que teoras de la verdad como coherencia, podrn disfru-tar de una mayor libertad para no privilegiar las consideraciones ontolgicas, e incluso para soslayarlas. La consideracin de las diversas tesis narrativistas ilumina de otra manera el tema de la verdad en la historia. La verdad y la fal-sedad son predicables en cuanto al relato histrico en conjunto (de su trama argumental), o tan slo en cuanto a ciertas afirmaciones puntuales? Si se asume la tesis narrativista crtica, lo segundo es obviamente el caso.9 Al respecto, es oportuno recordar la distin-cin que Frank R. Ankersmit establece entre constructivismo de la infraestructura y constructivismo de la superestructura:

    La superestructura es una construccin lingstica constituida por muchos enunciados singulares sobre el pasado. Como cada uno de estos enunciados describe el pasado, podramos inicialmente suponer que el relato del historiador tambin es una descripcin del pasado. Esto, sin embargo, no es satisfactorio. Consideremos dos narraciones histricas que versen ms o menos sobre el mis-mo tpico (la Revolucin francesa, por ejemplo) y supongamos, adicionalmente, que ambos contienen slo descripciones verdicas de esta porcin de la historia de Francia. [...] La controversia entre estos dos relatos no puede resolverse estableciendo sencillamente cul de ellos corresponde mejor al pasado (en la forma en la que esto s puede hacerse para los enunciados singulares). No existe, en adicin a los dos relatos histricos, una tercera cosa, esto es, un rasero objetivo, para medir la correspondencia de las dos narraciones con el pasado en s.0

    9 Si se asume una ontologa realista en relacin con el pasado y una teora de la verdad como correspondencia.0 Frank. R. Ankersmit, The use of language in the writing of history, en Frank. R. Ankersmit, History and Tropology. The Rise and Fall of Metaphor, Berkeley, Los

  • 38 / Luis Vergara Anderson

    Ricur, sin hacer referencia al constructivismo, formula la misma idea en trminos distintos: Hay, pues, que confesar que dos interpretaciones rivales dan cuenta de hechos diferentes al estar situados los mismos acontecimientos en la perspectiva de consecuencias terminales diferentes. Una y otra pueden ser ob-jetivas y verdaderas en cuanto a las secuencias causales sobre las que se edifican. No se re-escribe la misma historia, se escribe otra historia. En el mismo sentido, aunque con referencia al carcter retrico del discurso histrico, escribe Elena Hernndez Sandoica en su muy recientemente publicado libro sobre las tendencias historiogrficas:

    En la intrincada estructura que es la narracin historiogrfica (com-puesta de informacin, persuasin e ideas sobre el mundo), se asientan posiblemente diversas verdades (esto es, un conjunto limitado de interpretaciones posibles), cuyo valor final vendr determinado en parte sustancial por la calidad de la prctica emprica, hallndose en su base la correcta instrumentacin de las evidencias. Pero tambin depender de una segura dosis de capacidad persuasiva que posee sin duda una raz esttica, y no tan slo lgica.

    Retrica e historiaPero es sostenible un constructivismo en lo relativo a la super-estructura a la par de un realismo en lo concerniente a la infra-estructura? Acaso el presupuesto de la unidad de la narracin esa sntesis de lo heterogneo no implica que la separacin que analticamente y slo analticamente puede hacerse entre infraestrucura y superestructura no corresponde en los hechos a la interpenetracin irresoluble de ambos niveles a lo largo de todo el relato, a su intrincada estructura [...] compuesta de informacin,

    ngeles y Londres, University of California Press, 99, pp. 75-96. Ricur, Tiempo y narracin, vol. i, op. cit., p. 07. Elena Hernndez Sandoica, Tendencias historiogrficas actuales. Escribir historia hoy, Madrid, Akal, 00, p. 7.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 39

    persuasin e ideas sobre el mundo? En otro plano, podrn separarse no slo analticamente las races esttica y lgica a las que se refiere Hernndez Sandoica? Ricur, quien nunca ha dejado de suscribir el reclamo en favor de los modos de argumentacin que la retrica a la que considera tkhn discursiva orientada a persuadir opone a las pretensiones hegemnicas de la lgica, asumi en Tiempo y narracin (iii, 985) la propuesta desarrollada por Hayden White, en la introduccin La potica de la historia de su libro Me-tahistoria (97), de completar una teora de la construccin de la trama con una teora de los tropos: La teora de los tropos [...] constituye la estructura profunda de la imaginacin histrica, de manera que la retrica gobierna la descripcin del campo histrico como la lgica rige la argumentacin con valor explicativo. Para Ricur (en Tiempo y narracin, III), la relacin metafrica consti-tuye la respuesta al problema de la imposibilidad de representar el pasado, entendido esto en el sentido de reproducir o reduplicar o producir equivalencia, debido a la inexistencia de un original. En virtud de esta relacin, el lector es llevado hacia el tipo de figura que asimila los acontecimientos referidos a una forma narrativa que nuestra cultura nos ha hecho familiar.5 Ahora bien, en su opinin, es posible exagerar la nota respecto a esto: advierte que el recurso a la tropologa corre el riesgo de borrar la frontera entre ficcin y la historia6 y apunta que debe evitarse que cierta arbitrariedad tropolgica haga olvidar el tipo de condicionamiento que el acontecimiento pasado ejerce sobre el discurso histrico a travs de los documentos conocidos, exigiendo de ste una conti-nua rectificacin.7

    Paul Ricur, Tiempo y narracin, vol. iii, El tiempo narrado, Mxico, Siglo xxi, 996, pp. 857-8. Ibid., p. 858.5 Ibid., p. 859.6 Ibid., p. 860.7 Idem.

  • 40 / Luis Vergara Anderson

    Quince aos despus, en La memoria, la historia, el olvido, Ricur prolonga sus anlisis emprendidos al respecto en Tiempo y narracin e identifica dos vertientes de la dimensin propiamente retrica del discurso histrico: a) el empleo de los tropos y b) el uso de los modos de argumentacin que la retrica opone a las pre-tensiones hegemnicas de la lgica. Entre sus propsitos al tratar estos asuntos figura el de explicar las resistencias opuestas por las configuraciones narrativas y retricas a la pulsin referencial que vuelve el relato hacia el pasado, esto es a las impugnaciones de la pretensin del discurso histrico de tener como referente el pa-sado realmente acontecido, para lo cual centra su atencin en los ya clsicos ensayos El efecto de realidad (966) y El discurso de la historia (967) de Roland Barthes, y en diversos trabajos de Hayden White, en particular en la mencionada introduccin a Metahistoria. La confrontacin con Barthes y White lleva a Ricur a preguntar-se de qu manera y en qu medida el historiador responde al inters y a la promesa suscrita en su pacto con el lector, a saber, que el relato histrico trata de situaciones, acontecimientos, encadenamientos y personajes que han existido anteriormente en la realidad. A su parecer, la sospecha de que la promesa ni se cumple ni puede ser cumplida alcanza su mxima dimensin cuando se refiere a la fase de la representacin literaria (o historiadora o escrituraria, si se emplea una expresin de Certeau) tercera fase en su manera de entender la opresin historiogrfica: fases documental, de explicacin-com-prensin y de representacin, y seala que la respuesta apropiada no hay que ubicarla slo en ella, sino en su articulacin sobre los dos momentos previos de explicacin-comprensin y de documentacin, y aun en la articulacin de la historia sobre la memoria. Si, como hemos tenido oportunidad de ver, para Elena Hernn-dez Sandoica la narracin historiogrfica est compuesta de informa-cin, persuasin e ideas sobre el mundo, para Ricur la representacin historiadora (escritura literaria) es recorrida de punta a punta por las tres rutas de lo narrativo, de lo retrico y de lo imaginativo. Cabra

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 41

    preguntarse hasta qu punto no son concepciones semejantes que recurren a semnticas distintas. En cualquier caso, sin embargo, no puede ponerse en duda la equivalencia de la persuasin (Her-nndez) y lo retrico (Ricur ). Ricur comparte la conviccin robusta que anima el trabajo de los historiadores: la de que el relato histrico, como ya hemos dicho, trata de situaciones, acontecimientos, encadenamientos y personajes que efectivamente han existido antes en la realidad. En consecuencia, cree que la representacin historiadora en tanto que tal debe ser capaz de testimoniar que el historiador puede cumplir el pacto suscrito con el lector. Reconoce, sin embargo, que, al crecer lo que denomina la pulsin realista, crece tambin al mismo ritmo la resistencia que la forma literaria opone a la exteriorizacin en lo extratextual. Observa en particular que la clausura interna de la trama tiende a producir en el relato un efecto de cerradura sobre s mismo, al tiempo que el historiador busca frustrar la expecta-tiva del lector mediante estrategias de no cerradura. De hecho, el acto mismo de relatar escinde de lo real y el inevitable empleo de figuras de estilo o tropos difumina la frontera entre ficcin y realidad. Adems, en la medida en que las estrategias orientadas a poner a la vista mantienen la verosimilitud del relato, ellas mis-mas tienden a dar la razn a la crtica de Roland Barthes relativa al efecto-realidad,8 a lo que an debe aadirse que, en los relatos a gran escala narratios para Frank R. Ankersmit (Narrative Logic: A Semantic Analysis of the Historians Language, 98),9 tiene vigencia una lgica circular, autorreferencial, en virtud de que los nombres propios empleados Ricur propone como ejem-plos Revolucin francesa y Solucin final funcionan como sujetos lgicos de los atributos que los elaboran en trminos de

    8 Vanse al respecto los ensayos El discurso de la historia y El efecto de realidad, en Roland Barthes, El susurro del lenguaje, pp. 6-77 y 79-87, respectivamente.9 Frank R. Ankersmit, Narrative Logic: A Semantic Analysis of the Historians Language, Norwell, Mass., Kluwer Academic, 98.

  • 42 / Luis Vergara Anderson

    acontecimientos, estructuras, personajes, instituciones, etctera, y que conforman sus sentidos. De esta manera se abre un abismo lgico entre lo real supuesto y la circularidad formada por estos sujetos cuasi-personificados y la constelacin de acontecimientos que los cualifican. De esto, Ricur extrae dos consecuencias: a) la inconmensurabilidad entre narratios sobre un mismo tema y b) la atribucin a los autores individuales (historiadores) de los grandes narratios en las controversias suscitadas entre historias rivales. Con-siderado todo esto, resulta claro por qu la clebre prescripcin de Ranke, en el sentido de reportar los acontecimientos tal como han ocurrido, le parece ingenua a Ricur. As cuestionada la intencionalidad histrica por los modos re-presentativos de dar forma literaria, la nica manera responsable de hacer prevalecer lo que Ricur denomina atestacin de la realidad sobre las sospechas consiste en el reenvo de la fase escrituraria a las fases previas de explicacin-comprensin y de la prueba documen-tal. A su juicio, es, en efecto, el conjunto articulado que conforman las fases escrituraria, explicacin-comprensin y prueba documental el que puede acreditar la pretensin de verdad del discurso histrico. En ltima instancia, No tenemos nada mejor que el testimonio y la crtica del testimonio para acreditar la representacin historiadora del pasado.50 Tambin Roger Chartier ha reconocido la amenaza que para la intencionalidad histrica representa la idea de un discurso histri-co-literario cerrado sobre s mismo. Encuentra en los trabajos de Michel Foucault, Michel de Certeau y Louis Marin una respuesta que ilumina el asunto desde otra perspectiva:

    Contra las abruptas formulaciones del linguistic turn, que considera que no existen ms que los juegos del lenguaje y que no hay reali-dad fuera de los discursos, la distincin propuesta y trabajada por Foucault, de Certeau y Marin indica otro camino. Se trata, para

    50 Ricur, La memoria, la historia, op. cit., p. 7.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 43

    ellos, de articular la construccin discursiva del mundo social con la construccin social de los discursos. O, dicho de otro modo, de inscribir la comprensin de los diversos enunciados que modelan las realidades dentro de coacciones objetivas que, a la vez, limitan y hacen posible su enunciacin.5

    La forma del discurso histricoSi se asume la tesis narrativista elemental, la pregunta clave en re-lacin a este asunto es sta: considerado en su inmanencia, posee el discurso histrico propiedades formales especficas que permiten diferenciarlo de otros tipos de discursos narrativos (el de ficcin, por ejemplo)? A este respecto ya es clsico el anlisis que Barthes realiza en El discurso de la historia al considerar el plano de la enunciacin, el cual lo lleva a responder afirmativamente la cues-tin (dando lugar de esta manera, si se lee todo el ensayo, a una interpretacin en el sentido de que, si bien el discurso histrico y el de ficcin pueden diferenciarse en el plano formal, resultan idnticos en cuanto a su relacin con la realidad). En el primer captulo de su Narrative Logic, Ankersmit tambin ofrece una respuesta afirmativa, pues encuentra en concreto las siguientes tres diferencias formales entre el discurso histrico y el de ficcin: a) el estilo del historiador es expositivo y argumentativo; el autor de ficciones aplica el conocimiento histrico general a situaciones particulares; b) el historiador parte de hechos concretos para efec-tuar una interpretacin comprensiva de un periodo histrico o de un aspecto del mismo; el autor de ficciones procede al contrario, por lo que no refiere explcitamente sus conocimientos historio-grficos generales, los cuales slo se muestran en las palabras y acciones de sus personajes, y c) la narrativa historiogrfica no se escribe desde la perspectiva de ninguno de los actores que figuran en ella; la ficcin muestra la realidad histrica a travs de los ojos de los personajes de la misma. Nos hemos introducido apenas en

    5 Chartier, Escribir las prcticas. Foucault, op. cit., pp. 7-8.

  • 44 / Luis Vergara Anderson

    el tema de las relaciones entre el discurso histrico y el de ficcin y, sin embargo, debemos abandonarlo en este punto, porque ahora slo nos interesaba vincularlo con el del carcter narrativo de la historia escrita.

    Un discurso histrico no discursivo?En 95 tuvo lugar el estreno de The Birth of a Nation, la monu-mental ms de tres horas de duracin (y marcadamente racista) pelcula de David W. Griffith sobre la guerra civil de Estados Unidos y el surgimiento del Ku Klux Klan. El xito alcanzado por su proyeccin llev a su realizador a pronosticar que en el futuro de 95 pelculas como la suya reemplazaran a los libros de historia en las escuelas. Ello no ha sucedido... hasta ahora. Lo que s se transform a lo largo del siglo xx fue el concepto de fuente: a los documentos y monumentos de la tradicin se han aadido muchos otros recursos empleados para conservar (y comunicar) informacin tales como grabaciones magnetofnicas, fotografas, pelculas en celuloide, videograbaciones, discos compactos, etc-tera. (A lo cual se suma la ampliacin estrictamente formal del concepto de fuente hasta llegar a abarcar todo tipo de huella o vestigio). Por otra parte, el uso generalizado de computadoras y de su interconexin va internet (como recursos para conservar, comu-nicar y procesar informacin) en todas las fases de la investigacin histrica y en la escritura de la historia en s est transformando de maneras ya muy notorias la prctica del historiador. Es de esperarse que estos recursos tecnolgicos y los que de manera cada vez ms acelerada surjan en el futuro influyan no slo en la prctica del historiador, sino tambin en la forma de sus producciones. A este respecto cabe la pregunta: hasta qu punto el carcter narrativo del discurso histrico se encuentra vinculado con una forma concreta de discurso escrito y lineal que, a la luz de los recursos mencionados, sea en el futuro una de muchas posibilidades antes descartadas y aun impensables? Pinsese, por ejemplo, en que la hipertextualidad posible con la computadora y diseminable por

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 45

    el internet permite un discurso escrito o no escrito no lineal. Por lo dems, tampoco en el pasado ha sido el texto escrito el nico medio de comunicar el conocimiento histrico: en los mu-seos y en las exposiciones consagradas a lo histrico confluyen el musegrafo y el historiador en el propsito de comunicar de una manera no escrita no narrativa? ese conocimiento. Luis Gerardo Morales, estudioso de las relaciones entre historia y museografa, nos recuerda que, as como Michel de Certeau primero (978) y Ricur despus (000) han desarrollado el conocimiento de la operacin historiogrfica, al menos desde 977 se habla parale-lamente de operaciones museogrficas.5 Claro est que en relacin con esto podra argumentarse que, pese a ello, la tesis de Ricur antes enunciada sobre la vinculacin indirecta de la historia con la comprensin narrativa, bien leda, conserva toda su vigencia, o que, en ltima instancia, esta tesis se refiere o que hay que entenderla referida al conocimiento histrico en s, independientemente de la forma en que sea comunicado.5 Pero es posible un cuestionamiento ms radical que la consi-deracin de la museografa ya sugiere: el conocimiento histrico se realiza necesaria y esencialmente en el medio del lenguaje? Afirmndolo ha escrito Jenkins que la historia, como discurso, se encuentra en una categora distinta de aquello sobre lo que discurre, esto es, el pasado y la historia son dos cosas distintas,5 y Ricur ha sostenido recientemente el carcter proposicional de los hechos histricos: El hecho no es el acontecimiento [...] sino el contenido de un enunciado que intenta representarlo;55 distingo el hecho en cuanto la cosa dicha, el qu del discurso histrico, del acontecimiento en cuanto la cosa de la que se habla, el a propsito

    5 Luis Gerardo Morales, Cuadros en una exposicin de imgenes identitarias, Historia y Grafa, nm. 0, 00, pp. 85-, en especial pp. 0-.5 Aunque es claro que Ricur est pensando en el relato histrico.5 Keith Jenkins, Re-thinking History, Londres y Nueva York, Routledge, 99, p. 5.55 Ricur, La memoria, la historia, op. cit., p. 5.

  • 46 / Luis Vergara Anderson

    de qu es el discurso histrico.56 Por su parte, Ankersmit propone que en el discurso histrico, a diferencia de lo que ocurre en otras ciencias sociales, el lenguaje no tiene el carcter de medio pasivo y transparente, pues inevitablemente atrae la atencin del lector hacia s mismo, hacia el lenguaje, de modo que la narracin histrica es una cosa en el sentido propio de la palabra.57 (Esta consideracin, por cierto, le ha llevado a negar la posibilidad de que haya rela-ciones epistemolgicas entre narracin y realidad histricas).58 En opinin de Ankersmit, el historiador usa el lenguaje para construir las entidades lingsticas que son los relatos histricos.

    tica, moral y narracinHay quienes hablan de congruencia con un proyecto tico como criterio de verdad. El rechazo que espontneamente suele suscitar esta propuesta se origina, por lo general, en que se ha asumido de manera implcita un criterio de verdad como correspondencia. No sorprende pues que privilegien as las consideraciones ticas por encima de las epistemolgicas y las ontolgicas quienes defienden alguna variante de narrativismo crtico y una epistemologa cons-tructivista. De modo paradjico, algunos de los autores que con mayor notoriedad han asumido en algn momento este criterio de verdad en la historia han terminado por radicalizar su posicin y proponer como algo socialmente conveniente el fin de la prctica de la historia y del pensar en trminos de tica. As, por ejemplo, Keith Jenkins, polmico terico posmodernista de la historia, ha llegado a concluir que lo ms conveniente sera comenzar a olvidar el discurso histrico sobre el pasado y comenzar a vivir

    56 Ibid., p. 6.57 Frank. R. Ankersmit, The use of language in the writing of history, en History and Tropology. The, op. cit., p. 8.58 Si la narracin tiene una sustancialidad propia, si es ella misma una cosa, como lo son los fenmenos del pasado que describe, no pueden concebirse ligas epistemolgicas que conecten a la narracin con la realidad histrica. No hay ligas epistemolgicas entre cosas, slo entre cosas y el lenguaje, ibid., p. 8.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 47

    entre los amplios y gratos imaginarios que proveen los tericos de la posmodernidad [...] que muy bien pueden generar suficiente retrica emancipatoria como para eliminar cualquier futuro pasado fundacional o no fundacional.59 En consecuencia, ha propuesto vivir en el tiempo, mas fuera de la historia; vivir en la moralidad, mas fuera de la tica.60

    Explicacin, interpretacin o representacin?Hace ya varios aos, Ankersmit en una observacin de tercer grado: observacin de la observacin (teora) de la observacin (historiografa) del pasado (a partir de sus huellas) examin, en un importante ensayo intitulado Representacin histrica,6 la evolucin del lenguaje empleado en la teora de la historia a partir de la dcada de los aos cuarenta del siglo xx y advirti que el vocabulario dominante hasta los aos setenta fue el de la descripcin y la explicacin, que entonces fue reemplazado por el de la hermenutica, esto es, por el del sentido y la interpretacin. Con base en una crtica de este vocabulario, propuso un nuevo reemplazo, ahora en favor de uno de representacin, con el argu-mento de que este vocabulario resulta ms eficaz para dar cuenta, no slo de los detalles del pasado, sino tambin de la manera en la que esos detalles han sido integrados en el seno de la totalidad de la narracin histrica.6 Es as como para este autor la historia en tanto representacin es a un tiempo una tesis sobre lo que de hecho est aconteciendo en la teorizacin sobre la historiografa y una propuesta sobre lo que debe acontecer. En referencia reciente al trabajo mencionado, Ankersmit ha declarado lo siguiente:

    59 Keith Jenkins, A postmodern reply to Perez Zagorin, History and Theory, nm. 9, , 000, p. 99.60 Tal es el ttulo con gerundios: viviendo, en lugar de vivir de la introduc-cin a su libro Why History? Ethics and Postmodernity, Londres y Nueva York, Routledge, 999, pp. -.6 Frank. R. Ankersmit, Historical representation, en History and Tropology, op. cit., pp. 97-.6 Ibid., p. 0.

  • 48 / Luis Vergara Anderson

    El ensayo signific para m la transicin de lo narrativo a la repre-sentacin. Esta transicin fue en su momento muy importante para m. La razn de ello es que lo narrativo se asocia con demasiada facilidad a la literatura y tiende, por lo tanto, a oscurecer el esfuer-zo del historiador de hacerle justicia, de una u otra manera, al pasado que investiga. Pero ya que no hay representacin sin que haya el ser representado, la nocin de representacin no invita a un desprecio irresponsable hacia el pasado. La dimensin esttica de la representacin, sin embargo, muestra con claridad que este hacerle justicia al pasado no debe investigarse con los instrumen-tos epistemolgicos tradicionales a los que recurren los filsofos cuando tratan de la cuestin relativa a la verdad cognitiva. La se-mntica tradicional no es de utilidad alguna cuando se trata de la representacin histrica y esto, precisamente, es lo que hace que la nocin sea tan interesante, no slo para el terico de la historia, sino para la filosofa en general. Lamentablemente esto no ha sido suficientemente reconocido en la filosofa contempornea.6

    Una revisin de la literatura especializada contempornea en materia de teora de la historia pone de manifiesto que, en efecto, de manera creciente se habla de la historia como representacin.6 Al respecto, conviene distinguir, como lo hace Ricur,65 entre la idea de representacin como objeto de la historia (sustitutiva de la idea de mentalidad) y la de representacin como til de la

    6 Frank R. Ankersmit, comunicacin personal mediante mensaje enviado por correo electrnico el 6 de enero de 00.6 Este mismo trabajo ilustra esto si se atiende al nmero de ocasiones en que el trmino ha aparecido en l.65 Ricur, La memoria, la historia, op. cit., p. 96. Ricur consagra todo un captulo de esta obra el tercero de la segunda parte al tema de la representa-cin histrica, entendida como tercera fase de la operacin historiogrfica las dos primeras seran la documental y la de explicacin-comprensin. El primer apartado de este captulo (pp. 6-9) se intitula precisamente Representacin y narracin.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 49

    historia. Aqu nos hemos referido, desde luego, a la segunda de estas acepciones. Ahora bien, puede considerarse que el concepto de represen-tacin abarca al de narracin y que posee una amplitud mayor que l, es decir que el narrar puede entenderse como una de varias maneras de representar. As, por ejemplo, Paul Cobley: narrativa como parte del proceso general de representacin que acontece en el discurso humano.66 Sin pretender insinuar que lo anterior refleja el parecer de Ricur, recordamos su propuesta de que en el discurso histrico se da un acoplamiento entre relatar y describir esto es, entre momentos esttico-descriptivos y avance narrativo; lo que le lleva a hablar del entrecruzamiento de la legibilidad y de la visibilidad en el seno de la representacin historiadora.67 Ms all de ello, para l la representacin en su aspecto narrativo, como en otros aspectos [...], no se aade desde el exterior a la fase docu-mental y a la explicativa, sino que las acompaa y las sostiene.68

    Conclusin: hacia una historizacin de las discusiones en torno al carcter narrativo de la historia

    La ms elemental conciencia histrica sabe que los cambios en las prcticas historiogrficas y en la teorizacin de las mismas no se opera en el vaco, sino en el contexto de tranformaciones sociales de mucho mayor envergadura que, sin embargo, podran tambin dialcticamente verse influidas por dichos cambios. sta es, al menos, la esperanza que anima a todos cuantos quieren reconocer un potencial en la escritura de la historia para orientar esas trans-formaciones y, en consecuencia, una responsabilidad tico-poltica del historiador.

    66 Paul Cobley, Narrative, Londres y Nueva York, Routledge, 00, p. .67 Ricur, La memoria, la historia, op.cit., p. 50.68 Ibid., p. 6.

  • 50 / Luis Vergara Anderson

    Durante las primeras dcadas del siglo xx, las bases de la ms fundamental de las ciencias de la naturaleza, la fsica, se transfor-maron por completo al crearse la teora de la relatividad y de la mecnica cuntica. Otro tanto ocurri en matemticas en 9, cuando Kurt Gdel public la prueba de su ms clebre teorema limitativo. El surgimiento de la escuela de los Annales en 99, el privilegio que ella concedi a la historia social y econmica y el eclipse de la narracin conforman el equivalente historiogrfico de esas revoluciones en la fsica y las matemticas. No es, por supuesto, una casualidad que 99 sea tambin el ao en que se inicia la mayor crisis econmica global del siglo xx. Como hemos tenido oportunidad de ver, desde los aos setenta somos testigos del retorno del acontecimiento; tambin de lo que Alfonso Mendiola ha denominado el giro historiogrfico,69 esto es, la reintroduccin de la teorizacin sobre la escritura de la historia en la propia prctica historiogrfica, la historizacin por parte del historiador de su propia escritura, la observacin de segundo orden en la prctica historiogrfica (la autoobservacin reflexiva de esta prctica). Es asimismo el tiempo en que aparece y se consolida History and Theory como la mejor publicacin peridica consagrada a la teora de la historia. Todo esto acontece a la par del descrdito de todo relato y del pensamiento metafsico que viene a constituir la posmodernidad y que encuentra expresin poltica en la desideologizacin y el pragmatismo. A la par, tambin, del pro-ceso de transformacin de una cultura de la comunicacin escrita impresa en otra dominada por las computadoras y su interconexin global por la va de la internet. De nueva cuenta es Mendiola70 quien, con sustento en trabajos de Walter Ong y otros, ha expuesto recientemente cmo tecnologa comunicativa, tipo de racionalidad y tipo de sociedad se encuentran en estrecha correlacin.

    69 Alfonso Mendiola, El giro historiogrfico: la observacin de observaciones del pasado, Historia y Grafa, nm. 5, 000, pp. 8-08.70 Alfonso Mendiola, Las tecnologas de la comunicacin. De la racionalidad oral a la racionalidad impresa, en Historia y Grafa, nm. 8, 00, pp. -8.

  • Discusiones contemporneas en torno al carcter narrativo / 51

    Allan Megill ha descrito con lucidez cuatro tipos ideales (en el sentido weberiano) de actitudes relativas a la coherencia compren-siva de la historia que han predominado de manera sucesiva a lo largo de los ltimos dos siglos y medio:7 ) Hay una nica Historia [escrito as, con hache mayscula]7 y ya sabemos cul es7 (Imma-nuel Kant, Friedrich Schiller y Georg Wilhelm Friedrich Hegel); ) Hay una nica Historia universal, pero slo podremos saber cul es despus de que se haya realizado ms investigacin7 (Leopold von Ranke y John Bagnell Bury); ) Hay una nica Historia que, sin embargo, jams podr ser dicha. Existe slo idealmente, a manera de lmite por siempre inalcanzable de una disciplina autnoma. La coherencia ya no reside en el relato dicho o anticipado, sino en el modo unificado de pensar de la disciplina75 (Johann Gustav Droysen, Robin George Collingwood, Wilhelm Dilthey y Michael Oakeshott), y ) La imposibilidad de mantener el supuesto de que hay una nica Historia, ya sea subjetivamente, como un pro-yecto, ya sea objetivamente, como un gran relato fctico para ser dicho ahora o en el futuro. En consecuencia, una historiografa responsable cuestionar el supuesto de una nica Historia.76 Qu acontece con la escritura de la historia en ausencia del supuesto de un nico proceso histrico universal coherente y dotado de un sentido totalizador? Precisamente lo que nos es dado observar hoy en da y desde hace quiz ya ms de una dcada: una pulverizacin, una fragmentacin, una dispersin en las temticas de vanguardia

    7 Allan Megill, Grand narrative and the discipline of history, en Frank Ankers-mit y Hans Kellner (eds.), A New Philosophy of History, Chicago, University of Chicago Press, 995, pp. 5-7.7 El empleo de esta distincin entre Historia (con hache mayscula) e historia (con hache minscula) es relativamente frecuente en nuestro tiempo. Vase a este respecto la Introduccin de Keith Jenkins a su antologa de textos sobre historia y posmodernidad, The Postmodern History Reader, Londres, Routledge, 997. 7 Megill, Grand narrative and the, op. cit., p. 5.7 Ibid., p. 57.75 Ibid., p. 60.76 Ibid., p. 6.

  • 52 / Luis Vergara Anderson

    (microhistoria, historia cultural e historia conceptual, por ejemplo). sta es una de las caras de la actual crisis de la historia. Otra cara de esta crisis la conforma el desplazamiento observable de la teorizacin sobre la escritura de la historia, desde una postura abiertamente realista ingenuamente realista, tanto en el plano epistemolgico como en el ontolgico, muy acorde con el positi-vismo de la primera mitad del siglo xix, hacia otras cada vez ms constructivistas en el plano epistemolgico (aunadas con frecuencia al desdn por las consideraciones de tipo ontolgico propio del pensamiento posmetafsico), desplazamiento que ha tenido como estacin intermedia el realismo crtico. Este cambio es paralelo al que, en los trminos de Megill, va del primer tipo ideal de actitud frente a la idea de una historia universal nica al cuarto. La crisis de la historia concierne tambin al cuestionamiento del carcter narrativo del discurso histrico. Cabe preguntarse a este respecto si el empleo de la forma narrativa en el discurso histrico no es un hecho histricamente localizado y, sobre todo, afirmado en la modernidad en virtud de la forma especfica de conciencia hist-rica propia de esa era la narracin es el vehculo discursivo idneo para representar coherentemente el progreso en el tiempo logrado mediante la accin por la razn informada, y si, por lo tanto, al tiempo que la narracin parece ir ganando terreno en los debates que hemos reseado, no habra que esperar el surgimiento de otras formas discursivas propias la historiografa posmoderna.