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Ilustración de la portada: AGN, Sección Archivo Anexo, Guerra y Marina, t. 141, f.353.La imagen, trazada sin duda por el amanuense encargado de levantar las listas deinválidos y enfermos en un momento de ocio, representa a dos oficiales del EjércitoPacificador en el segundo semestre de 1816. Si el uno lleva el brazo en cabestrillo y elotro va con muletas, ambos visten buenos uniformes y están perfectamente rasuradosy peinados. La ilustración sintetiza la Restauración en el Nuevo Reino no solo por seruna imagen de la guerra y sus consecuencias, sino también por condensar a un tiempolos excesos de los comandantes militares y el peso que significó la manutención detropas tan numerosas en un territorio asolado por la revolución, los reclutamientos,una epidemia de viruela y la construcción de caminos. La acomodada subsistencia delos oficiales realistas fue durante aquellos años especial motivo de escándalo, porquerepresentaba el derroche de los recursos de un reino anémico. Como, aun estandohospitalizados, dormían en camas de madera requisicionadas, provistas de colchones ysábanas, y gozaban de raciones abundantes, esta viñeta de oficiales convalecientes yprósperos en el seno de una sociedad empobrecida resume las vicisitudes de unapacificación fallida.

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Gutiérrez Ardila, Daniel, 1979-

La Restauración en la Nueva Granada (1815-1819) / Daniel Gutiérrez Ardila. - Bogotá:Universidad Externado de Colombia. 2016.

299 páginas : ilustraciones ; 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas (páginas 285-299)

ISBN: 9789587725858

1. Montalvo y Ambulodi, Francisco, 1754-1822 -- Correspondencia, memorias, etc. 2. Bolívar,Simón, 1783-1830 -- Correspondencia, memorias, etc. 3. Colombia – Historia – Fuentes 4.Colombia – Historia -- Independencia, 1810-1819 5. Colombia -- Política y gobierno – Historia --1815-1819 I. Universidad Externado de Colombia II. Título

986.103     SCDD 21

Catalogación en la fuente -- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca. EAP.Noviembre de 2016

ISBN 978-958-772-585-8ISBN EPUB 978-958-772-672-5

© 2016, DANIEL GUTIÉRREZ ARDILA© 2016, UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA

Calle 12 n.º 1-17 Este, BogotáTeléfono (57 1) 342 [email protected]

Primera edición: diciembre de 2016

Diseño de cubierta: Departamento de PublicacionesComposición: Marco Robayo

Diseño de EPUB por:Hipertexto

Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorizaciónexpresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia.Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad del autor.

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Para Roberto Luis,inexplicable parto de los montes.

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No es esta una paradoja, decid colombianos, ¿Morillo y suspacificadores no nos dejaron muchos bienes? ¿No cimentaron la

opinión, formaron guerreros y sancionaron de un modoindestructible la independencia?

El Insurgente n.º 9 (1.º de noviembre de 1822)

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CONTENIDO

AGRADECIMIENTOS

ABREVIATURAS

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTEUNA RESTAURACIÓN VIOLENTA

CAPÍTULO 1De la Reconquista a la Restauración

ReconquistaContrarrevoluciónPacificaciónUna Restauración en la era de las RestauracionesConclusiones

CAPÍTULO 2De la revolución a la Restauración

Las Juntas de SeguridadEl gobierno dictatorial y la purga de los enemigos de la libertadEl último bienio de la revoluciónLos desterradosViolencia y revoluciónConclusiones

SEGUNDA PARTEEXPERIENCIAS DE PACIFICACIÓN

CAPÍTULO 3Las ínsulas de Francisco de Montalvo, 1813-1818

Montalvo y los Montalvo1813. Indigencia

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1814. Equilibrio1815. Ofensiva1816-1817. ConfinamientoEpílogoConclusiones

CAPÍTULO 4Las reglas de la física, o José Manuel Restrepo durante la Restauración

José Manuel Restrepo durante el interregnoLa traiciónLa apertura del camino a MariquitaLa comisión cartográficaLa consecución del indultoConclusiones

CAPÍTULO 5El Reino de las veletas

Las cataratas de los inquisidoresLa purga de los pacificadoresLa pacificación colombianaCon la mirada hacia adelante (y hacia atrás)Conclusiones

TERCERA PARTEDUELO CON UN FANTASMA. LA RESTAURACIÓN Y EL NACIMIENTO DEL CULTO A

BOLÍVAR

CAPÍTULO 6Las muertes del rey y la emergencia del ícono bolivariano

Las principales cabezas de la rebelión¿Una excepcionalidad aparente?Una cronología inciertaMatar a un rey ausenteUsos del retrato en la España del Trienio y en la República de ColombiaConclusiones

CAPÍTULO 7¿Qué es un libertador?

El culto a BolívarCartagena, Cundinamarca y Antioquia

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Fétida lisonjaBolívar libertadorCaníbalesPrófugos venturososGobierno mixtoEngañosa legiónConclusiones

CONCLUSIONES GENERALES

ANEXOS

BIBLIOGRAFÍA

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AGRADECIMIENTOS

Las conversaciones sostenidas desde hace cuatro años con el profesor JoséAntonio Amaya han sido un estímulo decisivo para adelantar la investigacióncondensada en estas páginas. He departido también de manera intensa en elmismo lapso con Brian Hamnett, cuya sabiduría solo es comparable a sugenerosidad. Especialmente benéfico ha sido el diálogo mantenido conRoberto Luis Jaramillo, Sergio Mejía, Isidro Vanegas, Camilo Uribe y JuanLuis Ossa. Margarita Garrido, Carlos Camacho y Sebastián Díaz quienestrabajan conmigo en la línea de historia política del Externado y en elproyecto “Hacer las paces: pacificaciones borbónicas y armisticiosrepublicanos”, leyeron una primera versión de este libro, haciendocomentarios y críticas muy certeras. Armando Martínez Garnica también lemidió el pulso, reparando en cierto defecto que espero haber medicadocorrectamente. Malcolm Deas y Alejandro Rabinovich examinaronigualmente el manuscrito e hicieron valiosas sugerencias. En el seminario quepreside Annick Lempérière en la Universidad París 1 presenté en 2013 losprimeros resultados de mi investigación acerca de la violencia revolucionariadurante el interregno neogranadino. Juan Luis Ossa Santa Cruz me invitó aexponer en la Universidad Adolfo Ibáñez en 2014 un esbozo de mi propuestade estudiar las “reconquistas” suramericanas como Restauraciones. Al añosiguiente, Edgardo Pérez me permitió vincular la experiencia fallida depacificación de la Restauración neogranadina con el actual proceso de paz enun evento realizado en NYU, “The Colombian Conflict. A Symposium onHistory, Geography, Politics”. Pude también discutir algunas de las hipótesissostenidas en esta obra en noviembre de 2015 con los miembros del grupoWar and Nation in South America que financia el Leverhulme Trust (NataliaSobrevilla, Gabriel Di Meglio, Alejandro Rabinovich, Marcela Echeverri,Juan Luis Ossa y Claudia Rosas), así como con los invitados al coloquio “LasRestauraciones entre Europa y América” (Renata De Lorenzo, IsidroVanegas, Matthijs Lok, Mónica Henry, Francisco Ortega, Alexander

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Chaparro, Julián Rendón y Óscar Almario). La ayuda de Hilda MaríaHincapié en el Archivo Histórico de Antioquia ha sido invaluable, del mismomodo que en el Archivo General de la Nación la amable disponibilidad deMauricio Tovar y Carlos Gamboa, y los auxilios de Rovir Gómez, MarcelaColorado, Flor Chabur, Elvira Herrera, Amanda Correa, Enrique Rodríguez,Leonardo Chávez, Freddy Salcedo y Anhjy Meneces. Gade Bonilla, por suparte, ha sido en el CEHIS una colaboradora permanente. Ana Ospina meayudó a digitalizar y a mejorar sustantivamente los mapas que aparecen en elcapítulo tres. En el Museo Nacional, Samuel Monsalve Parra y AntonioOchoa me facilitaron con ejemplar diligencia varias de las fotografías queilustran este libro. José Manuel Restrepo Ricaurte siguió con mucho interés lareconstrucción que realicé sobre la azarosa vida de su antepasado en tiemposde la Restauración y me proporcionó documentos que desconocía y que meayudaron a completar la historia. Sergio Mejía, Camilo Uribe, CarlosCamacho, Jaime Arracó y Esteban Puyo han alentado este esfuerzo con suamistad. María Cristina Mendoza, José González, Marcela Santos y mifamilia medellinense han sido un apoyo incomparable: a ellos debo en buenamedida el tiempo que pude destinar a este libro. Tadeo Gutiérrez le imprimióa la escritura un ritmo entrecortado, sazonado de drásticas madrugadas,columpios, areneros y lisaderos. Finalmente, quiero agradecer a Diana MaríaPeláez, cuyo talante me permitió comprender a los pacificadores, siendosanguinaria como Morillo y Sámano, despiadada como Enrile y venal comoWarleta.

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ABREVIATURAS

AGI: Archivo General de Indias (Sevilla)AGN: Archivo General de la Nación (Bogotá)

NA: Negocios AdministrativosSAAE: Sección Archivo Anexo, EmbargosSAAG: Sección Archivo Anexo, GobiernoSAAGYM: Sección Archivo Anexo, Guerra y MarinaSAAH: Sección Archivo Anexo, HistoriaSAAJ: Sección Archivo Anexo, JusticiaSAAP: Sección Archivo Anexo, ParticularesSAAPU: Sección Archivo Anexo, PurificacionesSAAS: Sección Archivo Anexo, Solicitudes

AGMS: Archivo General Militar de SegoviaAHA: Archivo Histórico de Antioquia (Medellín)AHCC: Archivo Histórico Casa de la Convención (Rionegro)AHR: Archivo Histórico Restrepo (Bogotá)AMAE: Archives du Ministère des Affaires Etrangères (La Courneuve)

CPE: Correspondance Politique, EspagneBNC: Biblioteca Nacional de Colombia (Bogotá)RAH, CM: Real Academia de la Historia, Colección Pablo Morillo (Madrid)

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INTRODUCCIÓN

Cuando se enteraron en 1808 de la invasión de la Península por parte de lastropas imperiales, de las abdicaciones de Fernando VII y Carlos IV en Bayona,de la designación de José Bonaparte como rey de España e Indias, y dellevantamiento generalizado que el cambio de dinastía ocasionó en lametrópoli, los neogranadinos se limitaron a acatar la autoridad de la Junta deSevilla, que se titulaba capciosamente “Suprema de España e Indias”. Al añosiguiente reconocieron como gobierno interino de la monarquía a la JuntaCentral y participaron sin reparos en la elección del diputado que lescorrespondía en el seno de dicha corporación. No obstante, la disolución deesta como consecuencia de la invasión francesa de Andalucía y la creaciónirregular de un Consejo de Regencia, cuya endeble autoridad se contraía a loscontornos de la ciudad de Cádiz, auspiciaron en 1810 la deposición dediversos gobernadores y corregidores del territorio virreinal y la erección denumerosas juntas independientes unas de otras. El fracaso del Congreso delReino, instalado a finales del año con la intención de recomponer la unidad,llevó a la provincia de Santa Fe a convocar su propia convención, quepromulgó una Constitución y transformó su territorio en un Estado con elnombre de Cundinamarca. El ejemplo fue seguido en breve por numerosasprovincias, de suerte que la alternativa confederal se impuso comomecanismo idóneo para la reconstitución del Nuevo Reino. Los diputados deTunja, Antioquia, Neiva, Pamplona y Cartagena suscribieron el 27 denoviembre de 1811 el Acta de Federación, que dio origen a las ProvinciasUnidas de Nueva Granada. Como tratado que era, debía ser ratificado por lasautoridades de cada Estado para entrar en vigor, así que el anhelado gobiernogeneral solo pudo ser instalado en la villa de Leiva en octubre del añosiguiente. Por desgracia para los revolucionarios, las autoridades deCundinamarca no veían con muy buenos ojos la idea de una repúblicafederativa y promovieron expediciones militares a las provincias vecinas paraampliar el territorio del Estado que presidían. El Congreso de las Provincias

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Unidas se opuso, la confrontación armada se hizo inevitable y no resultandode ella un claro vencedor, el Nuevo Reino continuó dividido: al lado de unaconfederación en ciernes subsistía Cundinamarca, agrandada por intrigas yconquistas, y a su lado, provincias decididamente realistas como Santa Martao como las que conformaban el istmo de Panamá y la Presidencia de Quito.Los ecos de la inminente definición de la contienda europea y de la derrota deNapoleón suscitaron una radicalización creciente de la revolución en elNuevo Reino. Si en noviembre de 1811 la declaración de independencia deCartagena no había hallado sino una réplica en Neiva, en 1813Cundinamarca, Antioquia y Tunja abjuraron solemnemente de su pertenenciaa la monarquía y de su obediencia a Fernando VII y los Borbones. Al añosiguiente Popayán adoptó el mismo arbitrio, mas no lo hicieron las demásrepúblicas confederadas (Citará, Nóvita, Neiva, Mariquita, Socorro yPamplona) ni las Provincias Unidas en su conjunto, por lo que el vínculo delNuevo Reino con respecto a la metrópoli, Fernando VII y su dinastíapermaneció en confusa indefinición. La caída de la segunda repúblicavenezolana aumentó los riesgos y suscitó el equipamiento de una expediciónmilitar que incorporó a Cundinamarca por la fuerza en la Unión en diciembrede 1814. Las tropas vencedoras debían atacar a continuación la ciudad yprovincia de Santa Marta, cuya posesión era esencial para enfrentar con éxitotoda amenaza de restauración. Sin embargo, Simón Bolívar, comocomandante que era de aquel ejército, prefirió intervenir en las disputasdomésticas de Cartagena, imponiendo a la plaza un sitio tan costoso comointempestivo. Fue entonces que las fuerzas realistas acantonadas en SantaMarta aprovecharon la ocasión y se enseñorearon del río Magdalena y sunavegación1.

Mientras esto sucedía en el Nuevo Reino, Fernando VII regresaba a Españaa comienzos de 1814, tras más de cinco años de cautiverio en la jaula doradade Valençay. Habiendo derogado la Constitución, disuelto las Cortes y dadopor nulo todo lo decretado por ellas (4 de mayo), el monarca constituyó acomienzos de julio una Junta de Generales a la que encargó la reorganizacióndel ejército y la preparación de una fuerte expedición destinada alsometimiento de los revolucionarios de América2. Para comandarla, lacorporación designó a Pablo Morillo, a instancias de su protector, elinfluyente Francisco Javier Castaños. Nacido en un hogar de labradores en

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1775, Morillo había ingresado muy joven al Real Cuerpo de Marina y tomadoparte en acciones contra la república francesa en Cerdeña, Francia yCataluña, y contra los ingleses en San Vicente, Cádiz y Trafalgar. La guerrapeninsular le permitió ingresar a la infantería ligera y encumbrarse conceleridad, siendo capitán en enero de 1809; coronel, en marzo del mismo año;brigadier, en febrero de 1811, y mariscal de campo, en julio de 1813. Si bienel destino público de la expedición que le fue confiada por la Junta deGenerales era en principio el Río de la Plata, instrucciones reservadas leconfirieron la tarea de restablecer “el orden en la Costa Firme hasta elDarién”, apaciguando primero a Caracas –sobresaltada por los excesoscometidos por las tropas realistas–, tomando luego a Cartagena y aniquilandoen fin el régimen republicano en todo el Nuevo Reino3.

La idea de poner punto final a las revoluciones hispanoamericanasmediante el empleo de la fuerza no era nueva. De hecho, había sido puesta enpráctica por el primer régimen constitucional con el eficaz concurso de laComisión de Reemplazos, que agrupaba al poderoso gremio mercantil de laciudad de Cádiz, y que estuvo detrás de la mayor parte de las expedicionesmilitares enviadas a América durante dos décadas. En total, no menos de 30salieron de la Península por aquellos años, llevando al otro lado del océano a47.000 soldados. Con todo, la persistencia de Fernando VII en la soluciónmilitar era algo más que empecinamiento o el resultado exclusivo de suspropias inclinaciones o del ascendiente en la corte del llamado partidomilitarista. Se trataba también de un remedio eficaz para uno de susprincipales problemas domésticos: la abundancia de soldados tras el fin de laguerra contra Napoleón. Según algunos, su número ascendía casi a 150.000,entre antiguos regulares y guerrilleros, cuyos sueldos era incapaz desatisfacer el erario4.

El Ejército Pacificador (o de Costa Firme, como también se le conocía)había zarpado de Cádiz el 17 de febrero de 1815. El 5 de abril llegó a lascostas de Venezuela y se presentó en Margarita dos días más tarde. Luego deotorgar un indulto a los rebeldes que la gobernaban y de conseguir enapariencia la pacificación de la isla, Morillo pasó a Cumaná y Caracas, sinconocer aún su ascenso a teniente general, decretado entre tanto por el rey enMadrid. El 12 de julio se embarcó nuevamente con destino a Santa Marta,puerto al que llegó el día 22, habiendo dejado parte de sus tropas en

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Venezuela e incorporado a sus filas a numerosos soldados de aquel país,comprometidos con violencias y desórdenes de todo tipo perpetrados en elmarco de la campaña contrarrevolucionaria liderada el año anterior por JoséTomás Boves. El 14 de agosto la escuadra se encaminó hacia la bahía deCartagena para poner en estado de sitio al principal puerto del Nuevo Reino.Las operaciones concluyeron exitosamente a comienzos de diciembre y, antesde ponerse nuevamente en marcha hacia el interior del Reino, a mediados defebrero de 1816, despachó Morillo una columna hacia la provincia deAntioquia, otra hacia el Chocó y otra más hacia Ocaña. Todas tres sesumaron de tal suerte a las fuerzas de Sebastián de la Calzada (que habiendosalido de Guasdualito en octubre de 1815 llegaron triunfantes a Pamplona afinales de noviembre) y a las que desde Quito se confiaron al brigadier JuanSámano para combatir a los revolucionarios de Popayán. Este planenvolvente de operaciones produjo los resultados esperados y cuando Morilloentró a Santa Fe a finales de mayo el Nuevo Reino había sido pacificado casipor completo. Tras la caída de Neiva y Popayán en el mes de julio,únicamente subsistían tropas rebeldes en la provincia de Casanare5. Elinterregno había llegado a su fin6.

Las proclamas de las autoridades fernandinas y los papeles públicospresentaron el aplastamiento de la revolución como el fin de un periodo deopresión y anarquía, y como el comienzo de una era dichosa caracterizadapor el restablecimiento del imperio de las leyes y la restauración de laconfianza pública y la paz. Tras la debacle de 1816, el régimen republicanopodía aparecer a los ojos de muchos como “monstruoso” y el monárquico,como el único derivado de la “divina autoridad”, como el más semejante “alsimplísimo ser de un Dios y supremo rey de todas las cosas criadas”, y comola sola posibilidad de “hacer felices a los pueblos manteniendo los derechosde la justicia, de la tranquilidad y del buen orden”7. El rápido desplome delos regímenes revolucionarios refuerza la tesis de pueblos cansados de laguerra, las conscripciones, las contribuciones extraordinarias y las luchas defacciones; de pueblos, en suma, sinceramente arrepentidos y dispuestos aconvertirse nuevamente en apacibles vasallos del rey de España8. Y noobstante, en agosto de 1819, el virreinato neogranadino se hizo trizas conmayor celeridad aun, sin que se opusiera a su implosión definitiva mayorresistencia, como si toda la armazón que lo sustentaba estuviera carcomida y

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a la espera del más endeble empujón para venirse abajo: al cabo de algunasescaramuzas y de dos batallas menores libradas en el corregimiento de Tunja,nueve provincias quedaron en poder de los independentistas (Santa Fe, Tunja,Socorro, Pamplona, Neiva, Mariquita, Antioquia, Chocó y casi toda la dePopayán)9. ¿Cómo sucedió tal cosa? ¿Cómo pudo un “fugitivo [Bolívar] conun puñado de hombres desnudos y hambrientos” vencer “una de las másbrillantes divisiones del ejército español”10?

Los triunfos militares de los independentistas en la Tierra Firme (como seconocía el territorio comprendido entre Cumaná y Guayaquil) fueronacompañados en la Península por una coyuntura especialmente favorable. El1.º de enero de 1820 el ejército acantonado en cercanías de Cádiz y destinadoa invadir el Río de la Plata y a reforzar los contingentes comandados porMorillo se insurreccionó, acaudillado por el joven oficial Rafael Riego. Elmovimiento suscitó una serie de réplicas en ciudades costeras como LaCoruña, Barcelona y Valencia, que permitieron poner punto final al mandoabsolutista de Fernando VII en la segunda semana de marzo. Desde entonces yhasta 1823, cuando el nuevo régimen fue aniquilado por una invasiónfrancesa, España fue gobernada de acuerdo con la Constitución de 1812: es loque se conoce en la historiografía como el Trienio Liberal11. La revoluciónespañola cambió el aspecto de la guerra en Nueva Granada y Venezuela: poruna parte, se suspendió el envío de refuerzos al Ejército Pacificador y seordenó desde Madrid la apertura de negociaciones (lo que convenció amuchos indecisos a favor de la causa republicana); por otra, la publicación dela Constitución en ciudades como Caracas y Cartagena acentuó la divisióndel bando realista, abatió y enajenó el ánimo de los pardos y significó libertadde imprenta, audaces cuestionamientos y el consecuente debilitamiento delmando militar12.

La Restauración es una experiencia privilegiada para estudiar las razonespor las cuales una tentativa ambiciosa de reconciliación culmina en unfracaso rotundo. Ciertamente, la monarquía borbónica había enfrentado enotras ocasiones levantamientos que pusieron en serias dificultades a laautoridad real en el virreinato. En el siglo XVIII, el resultado adverso de lasoperaciones militares en la provincia de Riohacha había obligado, porejemplo, a funcionarios y militares a privilegiar una política de negociacióncon los guajiros. Así mismo, la insurrección comunera (1781), que puso en

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jaque el alto gobierno neogranadino, condujo a un interesante compromisodel que no estuvieron ausentes ni la impunidad ni las concesiones13. Noobstante, nada semejante a la revolución que debutó en 1810 había tenidolugar. Jamás el imperio del monarca se había cuestionado de manera tanradical, suponiéndolo incluso fenecido para siempre, y nunca antes desde laConquista se habían modificado en el Nuevo Reino las instituciones y lasociedad en general de modo tan abrupto. ¿Hasta qué punto la búsquedaempecinada de la justicia luego de años de conflicto es compatible con elestablecimiento de la paz? ¿Cuál puede ser el lugar de los líderes insurrectostras el cese de hostilidades? ¿Qué tan viables son las políticas de olvido?¿Cómo construir una memoria del pasado reciente susceptible de facilitar laextinción de las facciones y de evitar las represalias sistemáticas y los ajustesde cuentas? Estos son algunos de los interrogantes que suscitaron la escriturade este libro.

Sobre la restauración de Fernando VII y las consecuencias que ella tuvo enla revolución de la América meridional se han escrito libros valiosos. Elprimero de ellos fue publicado por Juan Friede en Bogotá a comienzos de losaños setenta y se ha convertido en un clásico. Se trata de una crítica certera altalante general de la historiografía del período de las independencias,preocupada exclusivamente por rastrear a ciertas figuras descollantes a lasque solía atribuir facultades extraordinarias, como si actuaran desligadas deun contexto en el que tenían mucho peso los acontecimientos de la Península.Sin tomar estos en cuenta, recordó Friede, y sin la relevancia específica de unpartido que se opuso decididamente a la política militarista, resultabaimposible comprender el desenlace de la guerra y el triunfo del sistemarepublicano en el continente. Friede demostró que en el mismo virreinatoneogranadino tal oposición había incidido, como que el virrey Francisco deMontalvo, primero, y la Audiencia de Santa Fe, después, consiguieronestorbar el accionar de Pablo Morillo y Juan Sámano14.

De manera casi simultánea, Stephen Stoan llegó a las mismas conclusionesal estudiar el caso venezolano: ciertamente, la intención de Morillo a sullegada a Caracas fue instituir un gobierno militar y para lograrlo no soloinstituyó un Consejo de Guerra, un Juzgado de Policía y una Junta deSecuestros, sino que se atrevió incluso a suspender la Audiencia, medidanunca antes adoptada en América por virrey o capitán general alguno. No

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obstante, la férrea oposición de los oidores y de los empleados de la RealHacienda, así como el eco que hallaron los argumentos de unos y otros en elConsejo de Indias impidieron de hecho el buen funcionamiento de lamaquinaria castrense imaginada por el comandante del EjércitoPacificador15.

En 1983 Timothy Anna publicó en inglés otra obra relevante, que retomóla senda abierta por Friede y se centró en la evolución de la políticaamericana de los diferentes gobiernos que se sucedieron en la Península apartir de 1808. El libro examina cronológicamente la actitud que con respectoa la cuestión ultramarina asumieron las juntas surgidas inmediatamentedespués de las abdicaciones de Bayona, así como los tímidos programasreformistas forjados al respecto por la Junta Central, la Regencia, las Cortes,el monarca en sus dos restauraciones (1814 y 1823) y las autoridades delTrienio Liberal. En suma, y más allá de sus diferencias, todos los regímenesfueron incapaces de imaginar un nuevo estatus para el continente y deemprender una reforma del monopolio comercial. De tal recuento surge, asímismo, la evidencia de una “disfunción sistemática”: los constantes cambiosen las instituciones destinadas a diseñar las políticas ultramarinas a lo largodel período. Esta ausencia perenne de coherencia, esta “vacilación constante”,impidió la formulación de consensos y terminó por paralizar el accionar delos sucesivos gobiernos. En su libro, Anna llamó igualmente la atenciónsobre la importancia del año 1814, cuando se produjo el retorno de FernandoVII a España tras su prolongado cautiverio, y cuando, en concepto delhistoriador, puede fecharse el comienzo del verdadero desplome del imperio.Parteaguas paradójico, si se considera que el derrumbe no se produjo en elmomento aparentemente más propicio (cuando los franceses batallaban en laPenínsula y el rey permanecía incomunicado en un castillo cerca al Loira),sino cuando Fernando VII recuperó su trono y cuando, con excepción del Ríode la Plata, las revoluciones en la totalidad del continente comenzaron a cederhasta ser controladas satisfactoriamente16.

Michael Costeloe abordó también la cuestión de la reacción política deEspaña a las revoluciones hispanoamericanas en un libro publicado tres añosdespués. En lugar de adoptar como Anna una perspectiva cronológica, elautor se decidió por un estudio por temas, ya que, en su opinión, los cambiosde régimen en la Península tuvieron poca incidencia sobre las políticas de

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pacificación. A lo largo del período estas tuvieron como objetivo primordialla conservación de los territorios ultramarinos y solo habrían diferido encuanto a los medios que debían emplearse para tal efecto. Costeloe insistió,pues, en las persistencias, explicadas por fallas estructurales. De informaciónen primer lugar, pues se insistió en ver las revoluciones como producto delempecinamiento de una minoría. En segundo lugar, de recursos, ya que lametrópoli heredó de las guerras contra Gran Bretaña y el invasor francéscontingentes armados gigantescos, una penuria fiscal crónica y una marinadevastada. En tercer lugar, de influencia política, tanto en lo relativo alpoderoso influjo de los comerciantes gaditanos, como en lo referente a los“políticos, burócratas de carrera, oficiales militares, clérigos y mercaderes”,que en lo esencial se mantuvieron en sus plazas, a pesar de las vicisitudespolíticas. Y en cuarto y último lugar, de estrategia, siendo los diferentesgobiernos, en lo diplomático, renuentes a toda mediación; en lo comercial,contrarios a la liberalización del comercio americano, y en lo político,opuestos a una representación igualitaria de ambos mundos en las cortes17.

Sin embargo, si la reacción peninsular a las revolucioneshispanoamericanas se ha estudiado con detalle, nuestro conocimiento sobre larestauración fernandina en el Nuevo Reino de Granada sigue siendoextremadamente precario y responde a tenaces prejuicios legados por losfundadores de Colombia. El punto de partida es, naturalmente, José ManuelRestrepo, quien dedicó al período cinco de los 43 capítulos de su magníficahistoria (tabla 1)18. Restrepo privilegió en su narración ciertos momentos,determinados personajes y regiones muy particulares. En efecto, se enfocó enlos acontecimientos iniciales y finales de la coyuntura, esto es, en lapacificación de los años 1815 y 1816 y en la campaña libertadora de 1819.Por tanto, el encuadre resalta las atrocidades cometidas por los“reconquistadores” (Morillo, Enrile, Sámano, Warleta…) y las acciones delos “libertadores”. Del mismo modo, Restrepo se concentró en lo sucedido enCartagena y Mompox inmediatamente después de la llegada del EjércitoExpedicionario, así como en el teatro santafereño y en las provincias dePopayán y Casanare. En su historia, los años 1817, 1818 y el primer semestrede 1819 tienen marginal importancia, del mismo modo que hombres como elcapitán general (posteriormente virrey) Francisco de Montalvo, la Audienciade Santa Fe o gobernadores como Vicente Sánchez de Lima o José Solís.

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Tampoco recibieron mucha atención provincias como Antioquia, SantaMarta, Riohacha y Chocó (o la misma Cartagena tras la salida de Morillo). Elresultado es una verdad a medias, muy útil para comprender la impopularidaddel régimen fernandino y su abrupta caída, y extremadamente eficaz parapromover la causa republicana o sentar el axioma de los desastrosos efectosdel federalismo en la América meridional.

TABLA 1.CAPÍTULOS DE LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN CONSAGRADOS AL PERIODO DE LA

RESTAURACIÓN NEOGRANADINA

PARTE CAPÍTULO TEMASPrimera IX Sitio de Cartagena, ocupación de la provincia del mismo nombre

e invasión de las provincias de Casanare, Tunja y Pamplona por laquinta división al mando del coronel Calzada (1815).

X Desplome de las Provincias Unidas y pacificación general de laNueva Granada (1815-1816).

XI Régimen del terror implantado por Morillo en Santa Fe (1816).XII Gobierno de Sámano, guerrillas patriotas (1817-1819).

Segunda XI Campaña libertadora, derrumbe de las autoridades virreinales,creación de la República de Colombia (1819).

No obstante, la perspectiva restrepiana resulta en la actualidad del todoinsatisfactoria. En primer lugar, al reparto compuesto exclusivamente devíctimas, victimarios y vengadores es preciso agregar otros actores de mayorcomplejidad que no pueden reducirse a términos binarios. Me refiero, por unaparte, a los hombres que supieron mudar de piel sucesivamente al vaivén delas conmociones políticas, llamándose hoy revolucionarios, mañana fielesvasallos de Fernando y pasado constantes defensores de la causa republicana.Y por otra, a los delegados del rey que impidieron la implantación en elterritorio donde actuaban de una “reconquista”. En segundo lugar, losterritorios devastados por los excesos de la vindicta deben ser contrastadoscon las provincias que tuvieron la fortuna o la capacidad de atraer unapacificación moderada. En tercer lugar, el sitio de Cartagena o el año de 1816no pueden desgajarse del bienio sucesivo, cuando amainó en buena medida lafuria militar y cuando purificados e indultados se restituyeron al seno de la

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sociedad.Los sucesores de José Manuel Restrepo han adoptado con mayor o menor

destreza el canon por él impuesto, ya en todo, ya en parte. Así José ManuelGroot, el primero y el más digno de ellos, que dedicó seis de los 105capítulos de su Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada (73 páginas demás de 1.800) al período del restablecimiento de la autoridad fernandina.Construido con el auxilio de las gacetas realistas preservadas en la colecciónPineda de la Biblioteca Nacional, de algunos documentos del archivo delCabildo Eclesiástico y, por sobre todo, de recuerdos personales eindagaciones con sobrevivientes, este fragmento de la obra de Groot, como lade Restrepo, se ocupa tan solo de momentos, personajes y regionesparticulares, privilegiando el año de 1816, así como el “sistema de terror”implantado en Santa Fe y Popayán (y en un primer momento en Cartagena) ylos excesos de los “tiranuelos” (Morillo, Enrile, Tolrá, Warleta y Sámano).Las generalizaciones abusivas son recurrentes, como si aquellos añoshubieran sido monopolio de la muerte y la devastación, perpetradas siemprepor europeos: “Los jefes realistas adoptaron la bárbara política de aterrar portodas partes. No dejaron pueblo ni lugar en que no difundieran el espanto. Noparecía sino que la causa era de venganza personal de cada uno de losexpedicionarios contra todo americano”19. Pasajes como este constituyenrepetidos accesos de amnesia, que contradicen las afirmaciones del autorsobre el alivio que significó el indulto de 1817 o sobre el origen local de lossoldados, señalado textualmente en el caso del venezolano batallón deNumancia, del pastuso del Tambo o de la guardia de honor de Morillo,compuesta de “los negros más finos y corpulentos”.

Del mismo modo que Restrepo, Groot atribuyó en parte la derrota de losrepublicanos en 1816 a la implantación de la federación20. No obstante, adiferencia del historiador de Colombia, Groot escribió su obra comopolemista católico, con la firme intención de combatir al régimen liberalimperante y de demostrar que de espaldas a la Iglesia el país daría con laanarquía y el estancamiento21. Ello es palpable sobre todo en sucaracterización de la Restauración como un episodio temprano de furiaanticatólica en la Nueva Granada y como una especie de antecedente de losataques que vendrían por parte de los liberales de medio siglo. Enconsecuencia, Groot perfila a los agentes de Fernando VII como irreligiosos,

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francmasones y sacrílegos, llegando a decir, por ejemplo, a propósito de losque actuaron en Popayán, que martirizaron a los neogranadinos “a usanza delos tiranos que persiguieron a los cristianos en los primeros siglos de laIglesia”22. Por ello, insiste también el autor en la falta de aplicación que sedio al decreto de Fernando VII que derogó en 1816 la pragmática de Carlos IIIy restableció a los jesuitas en España y sus dominios, lo que impidió, en suopinión, que mediante el influjo de la orden se dulcificara “la suerte de losamericanos perseguidos”. Evidentemente se trataba de una alusión diáfana ala nueva expulsión, decretada en 1850 por el gobierno de José Hilario López.Por lo mismo, resulta significativo que Groot considerara también elparéntesis fernandino como la ocasión de un fortalecimiento de la Iglesiagranadina, gracias no solo a la persecución de muchos de sus sacerdotes, sinotambién al hecho de que precisamente en 1816 se dieran a conocer losescritos de la mística Francisca Josefa del Castillo, de que entonces llegaran asu fin las vidas venerables de fray Ignacio Botero y de la madre PetronilaCuellar, o de que en 1818 se ordenara el doctor Francisco Margallo yDuquesne, quien había de convertirse en “espejo y norma” del clero de larepública. Dicho de otro modo, el restablecimiento de la autoridad fernandinaen la Nueva Granada habría consistido en un combate entre dos liberalismos,uno inmoral y otro piadoso, que se repetiría varias décadas más tarde entreconservadores y liberales23. En síntesis, la Restauración es aquello quepermite a Groot conciliar la independencia con la religión.

En 1910 la comisión encargada de los festejos del primer centenario de la“proclamación de la independencia nacional” [sic] abrió un concurso paraseleccionar un manual de historia de Colombia destinado a la enseñanzasecundaria. Jesús María Henao y Gerardo Arrubla obtuvieron el premio conun libro en dos volúmenes que educó a varias generaciones de estudiantes. Através de él puede examinarse, pues, mejor que en ningún otro lugar, lavulgata sobre el período de la Restauración en la Nueva Granada. Concebidocomo una “escuela de patriotismo”, el manual pretendía, cuando aúnsupuraba la herida de la secesión de Panamá, evitar que se debilitara el“carácter nacional” y volviera a comprometerse la “independencia delpaís”24. En concordancia con tales objetivos, la “Reconquista española”,tratada en dos capítulos que abarcan 60 páginas, fue vista como una ocasiónespléndida para expresar con patetismo el origen sacrificial de la república. El

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período es visto como una “época de sangre y persecución”, como unrégimen de terror donde imperó un “gobierno militar y absoluto” queparadójicamente hizo posible el triunfo de la revolución por sus propiosexcesos. Los autores se solazan en los ajusticiamientos de los próceres, en lasprisiones y en los confinamientos, y refieren con detalle las ejecuciones dedos mujeres que auxiliaban a las guerrillas patriotas (Policarpa Salavarrieta yAntonia Santos). Ciertamente, mencionan de pasada el influjo positivo deMontalvo y reconocen que la Audiencia de Santa Fe se opuso a los excesosde los jefes militares, mas su atención sedienta de sangre no se detiene enello. El manual generaliza capciosamente “el terror” por todas las provinciasneogranadinas y refiere el envío de patriotas a los presidios de Omoa (actualHonduras), sin aclarar luego que nunca llegaron a su destino porque seacogieron a la protección del virrey en Cartagena25.

En 1964 y 1967 Oswaldo Díaz Díaz publicó como parte de la Historiaextensa de Colombia (ambicioso proyecto editorial de la AcademiaColombiana de Historia) una obra en dos volúmenes consagradaexclusivamente al período y titulada, de manera muy significativa, Lareconquista española. Retomando el discurso de los vencedores ycontrariando la evidencia histórica, el autor convirtió, pues, a los realistas enpeninsulares y pintó el trienio como una obra pareja de destrucción y despojo.Fruto de una ímproba investigación en archivos bogotanos y en registrosparroquiales, el libro, concebido como una tarea patriótica, se propusoprincipalmente rastrear las identidades y las actividades de los jefes“guerrilleros” que combatieron al gobierno restaurado. Para adelantar aquellaexhumación, Díaz Díaz hizo esfuerzos admirables y le destinó muchaspáginas, atribuyendo una importancia desproporcionada a un fenómeno queen realidad fue muy marginal26. Francisco de Montalvo apenas figura en Lareconquista española y es presentado formalmente al lector casi al concluir elprimer tomo. Entonces se menciona su “carácter benigno” y sus esfuerzosporque la “judicatura civil recuperara sus fueros”. Es también en tal puntocuando se señala la abundante documentación que en el Archivo General dela Nación da fe de la “pugna entre civiles y militares, entre la justiciaordinaria y las cortes marciales”. No obstante, Díaz Díaz se aleja deinmediato de ella, así como de Montalvo y de la Audiencia de Santa Fe, paravolver a sus mártires y a sus “guerrillas”.

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La publicación del libro de Juan Friede La otra verdad habría debidocambiar para siempre la manera de estudiar el período del restablecimiento dela autoridad fernandina en el Nuevo Reino. No obstante, las escasas obraspublicadas desde entonces al respecto han sido poco innovadoras. Tal es elcaso de España y la Independencia de Colombia, 1810-1825, de RebeccaEarle, editado por primera vez en inglés en el año 2000. Este, a pesar de estarsustentado por la primera exploración sistemática de los “papeles de Cuba”del Archivo General de Indias (donde se hallan los legajos que lasautoridades españolas llevaron consigo cuando abandonaron para siempre laplaza de Cartagena), retoma esencialmente las conclusiones de Friede tantoacerca de la importancia del contexto peninsular para comprender la derrotarealista en la Tierra Firme como a propósito de la trascendencia de losdesacuerdos de las autoridades fernandinas frente a las políticas depacificación27.

Antes de concluir este sobrevuelo bibliográfico, es preciso mencionar dostextos que han obrado como importantes insumos del presente trabajo. Enprimer lugar, la tesis doctoral de Georges Lomné sobre las vicisitudes de larepresentación de la soberanía en el Nuevo Reino durante la épocarevolucionaria. En efecto, la tercera parte de este libro puede verse como unadiscusión de su enunciado principal acerca de la sustitución del retrato regiopor el ícono bolivariano28. Como se verá, el estudio de la Restauración en elterritorio neogranadino libra pistas muy interesantes sobre la rápidadesintegración del simulacro del monarca y sobre la veloz cristalización deun nuevo culto, incentivada por los excesos de la pacificación y por lanecesidad de olvidar los comprometimientos de la inmensa mayoría con unrégimen cuyo aborrecimiento se había convertido para entonces en uno de losfundamentos de la república. El segundo texto fue publicado por GermánCarrera Damas en 1964 como introducción a una colección documental(Materiales para la cuestión agraria en Venezuela, 1800-1830) y cuatro añosmás tarde se editó como volumen independiente. La tarea acometidabrillantemente por el historiador cumanés es comparable a la ejecutada porFriede para el caso colombiano: descalificación del enfoque general(patriótico e individualista) de la historiografía venezolana en lo relativo alprincipal caudillo realista y denuncia de la ausencia de la más elementalcrítica histórica a la hora de estudiar la documentación disponible. El remedio

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propuesto por Carreras consistió en “reubicarlo en su medio histórico”, estoes, en asociar las acciones de Boves a las de sus “correligionarios yopositores”, y en demostrar que el manejo metódico de las fuentes conducía auna “visión más ajustada de la realidad”. En términos concretos, el libropropone el estudio conjunto de las exacciones (secuestros y confiscaciones,acopio de provisiones y recursos para la guerra, y empréstitos forzosos)cometidas por los bandos en pugna, dejando atrás la “mojigateríahistoriográfica” que hacía de los realistas los únicos saqueadores yabandonando la “condición de testigo perfecto” concedida a SimónBolívar29. Si esta enseñanza ha sido particularmente pertinente al abordar lamateria tratada en el capítulo cinco de este libro, la principal lecciónconcierne el lugar que corresponde a un historiador cuando se enfrenta losmitos fundacionales de su propio país.

Para escribir este libro he empleado exclusivamente fuentes provenientesde archivos colombianos. Aunque hubiera sido útil consultar en el ArchivoGeneral de Indias los famosos “papeles de Cuba”, ello no fue posible.Afortunadamente, la documentación que se preserva en nuestro país es deuna riqueza extraordinaria y se presta perfectamente para investigar la fallidaexperiencia de la pacificación fernandina. En primer lugar, he consultado losdiversos fondos de la Sección Archivo Anexo del Archivo General de laNación. Ella no es más que el viejo archivo del virreinato –que lasautoridades realistas dejaron abandonado en su apresurada evacuación deSanta Fe en agosto de 1819[30]– dividido arbitraria y muchas vecescaóticamente en diversos fondos (Historia, Gobierno, Guerra y Marina,Particulares, Solicitudes, Justicia, Eclesiásticos, Embargos…). Su existenciaes un verdadero milagro, pues conoció una vida itinerante en pos de la corteneogranadina, instalada en Panamá después del inicio de la revolución ytrasladada luego a Santa Marta en 1813, a Cartagena en 1816 y a Santa Fe acomienzos de 1818[31]. En segundo lugar, he aprovechado los sustanciososrepositorios del Archivo Histórico de Antioquia, que se han preservadoadmirablemente y constituyen una excepción en nuestro país, en lo que aacervos regionales se refiere. En tercer y último lugar, he espulgado en laBiblioteca Nacional así la prensa como algunos tomos de la colección Pineda.

Este no es un libro exhaustivo acerca del restablecimiento de la autoridadfernandina en el Nuevo Reino. Se trata más bien de una propuesta

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metodológica para salir de la árida reivindicación patriota que únicamenterepara en los atropellos realistas, empobreciendo no solo el estudio deaquellos años sino también el de la revolución en su conjunto. Dichapropuesta consiste en tres enunciados principales, que corresponden a cadauna de las partes en que está dividida la obra. En primer lugar, se invita aestudiar el período como una de las restauraciones suscitadas por la caída deNapoleón y el desmoronamiento de su imperio. La adopción de estaperspectiva permite comprobar algo repetido una y otra vez por lapropaganda patriota: que se trató de una experiencia particularmentesangrienta. Los dos primeros capítulos demuestran que ello es cierto tanto enel amplio contexto de las Restauraciones europeas y americanas como a la luzdel interregno, que había sido consistentemente reticente en el uso de laviolencia. Esta doble comparación (con respecto al precedente revolucionarioy con relación a la experiencia contemporánea de otros reinos restaurados)tiene la ventaja de zanjar la cuestión y de ofrecer alternativas a la recitaciónlastimera y a los cómputos macabros sobre las víctimas de lospacificadores32. La segunda propuesta tiene que ver, precisamente, con lavalorización de las experiencias de pacificación. Ello quiere decir, por unaparte, estudiar las regiones que no sufrieron sino cortos lapsos de gobiernomilitar, como Antioquia33, o las que ni siquiera lo experimentaron, como lagobernación de Riohacha, que para septiembre de 1817 no había conocido“ninguna clase de contribución ni [...] trabajos personales”, ni albergado mástropa del Ejército Pacificador que un “piquete de la compañía de cazadoresdel regimiento de infantería de la Unión” por “dos o tres meses”34. Valorizarlas experiencias de pacificación significa, por otra parte, analizar lasestrategias personales y familiares de supervivencia. Siendo incontestable queel número de las ejecuciones, prisiones y destierros fue muy alto, no esmenos evidente que la inmensa mayoría de los hombres comprometidos conla revolución lograron convertirse con presteza en fieles vasallos del rey antesde ponerse con no menor celeridad la indumentaria del patriota en 1819. ElReino de las veletas no puede perderse de vista: hay que mirarlo al menoscon un ojo cuando el otro se ocupe de conscripciones, secuestros,purificaciones o cadalsos. La tercera parte del libro busca mostrar las fértilesperspectivas que se abren al relacionar la Restauración con el períodocolombiano más allá de la “campaña libertadora”. El influjo de los años

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1815-1819 fue hondo y persistente. No hay que olvidar que el régimenrepublicano debió su consolidación en la Tierra Firme a los traumasgenerados por una pacificación excesiva. Esta compleja deuda fue expresadaen repetidas ocasiones por la prensa de la tercera década del siglo, como loindica el epígrafe de este libro. Además, el terror que provocaba la sola ideade un nuevo triunfo realista generó consensos que en otras circunstanciashubieran sido muy arduos sobre cuestiones como la capitalidad, elcentralismo, la unión con Venezuela o las amplísimas prerrogativasconcedidas a los militares. Finalmente, y tal es en concreto el cometido de losdos últimos capítulos de este libro, la Restauración permitió la emergencia deSimón Bolívar como “libertador”, condición que daba al conjunto de larevolución y a la república misma un sentido restringido: como la mayoría delos habitantes optaron por la resignación y la obediencia al rey, habríacorrespondido a un grupo de hombres escogidos forzarlos a dejar suignominia. La aclamación de unos cuantos como padres de la patria y de lasbayonetas como parteras de esta constituía no solo una falsificación histórica,sino también el germen inevitable de disputas futuras, pues en un régimenrepublicano resultaba absurdo supeditar el goce de las prerrogativasesenciales de la ciudadanía al eterno reconocimiento de las hazañas de unreducido conjunto de hombres. Reconquista como Restauración, Reconquistacomo pacificación, Reconquista como trauma, tales son, en suma, los temasde este libro35.

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PRIMERA PARTEUNA RESTAURACIÓN VIOLENTA

Al año de la pacificación de Morillo ya se decía por todas las bocas, y sinfaltar a la verdad, que este hombre había venido a hacer patriotas.

José Manuel Groot,Historia eclesiástica y civil, t. 2, p. 406.

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CAPÍTULO 1DE LA RECONQUISTA A LA RESTAURACIÓN

car, à bien des égards, l’étude de la période donne parfois l’impressiond’avoir été parasitée par le nom qui la désigne

Jean-Claude Caron y Jean-Philippe Louis,“Introduction”,

Rien appris, rien oublié?..., p. 11.

¿Cómo caracterizar el período comprendido entre el inicio de la exitosaofensiva lanzada por el capitán general Francisco de Montalvo contra laprovincia de Cartagena en 1815 y la evacuación de Santa Fe por parte de lasautoridades virreinales en agosto de 1819? No obstante provenir de lapropaganda patriota e implicar, por lo tanto, una visión muy parcializada delfenómeno, hasta el día de hoy la historiografía colombiana ha denominadolos años del restablecimiento de la autoridad fernandina con el nombre deReconquista. Como se mostrará en las páginas siguientes, tal enfoqueconstituye un verdadero impasse que impide comprender cabalmente lahistoria de la revolución. Para superarlo, es preciso insertar el cuatrienio enuna perspectiva amplia, que lo vincule a experiencias similares de Europa yAmérica. En suma, se propone aquí estudiarlo como una Restauración en laera de las Restauraciones. La adopción de este punto de vista permite zanjaruna cuestión de cuyo esclarecimiento depende en definitiva la conversión delperíodo en objeto histórico: ¿fue el restablecimiento de la autoridadfernandina en el Nuevo Reino un episodio excepcionalmente violento?Responder terminantemente a tal interrogante clausura la fijaciónmartirológica que ha constituido el eje de la reflexión académica hasta hoy.

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RECONQUISTA

El término Reconquista estuvo desde muy temprano en boca de los mismosrealistas, usanza de que dejan constancia para el caso de Venezuela lasmemorias del regente de Caracas José Francisco de Heredia, que por lodemás explota en varios puntos de su narración el paralelo con las contiendasespañolas en América en el siglo XVI y hace de Domingo Monteverde un“nuevo Cortés”1. En 1821 Pablo Morillo aseguró con satisfacción en uno desus escritos que sus tropas en Venezuela hicieron “renacer el tiempo de losFernández, de los Urres, de los Garcigonzález de Silva, y de todos los demásque agregaron este territorio a la Corona de Castilla”2. Ocho años más tardeel publicista contrarrevolucionario José Domingo Díaz celebró en susRecuerdos sobre la rebelión de Caracas la coincidencia según la cual lapacificación de Venezuela concluyó en 1815 en Güiria, “en el mismo sitio enque 315 años y cinco meses antes fijó el inmortal Colón el estandarte deCastilla en la primera tierra que pisó de la Costa Firme”3. En el Nuevo Reinotambién se utilizó la expresión en el mismo sentido, siendo claramente unelogio a los ejércitos realistas, “dignos emuladores de los tercios criados en laescuela de los Albas, Córdovas, Leyvas y Pescaras, y superiores por muchascircunstancias a los Corteses y Pizarros”4. En las medallas que se repartieronentre las fuerzas leales que consiguieron doblegar la revolución en Chilepodía leerse el mote “Santiago reconquistada”, que Fernando VII se negó amodificar por “pacificada”, a pesar de las protestas del público5.Precisamente, la misma Corona explotó el tópico, como lo demuestra lacreación de una “orden” para premiar a quienes hubiesen hecho serviciosseñalados en la lucha contra la insurgencia, y a la que se bautizó con elnombre de “Isabel la Católica”6.

No obstante, el término resulta poco afortunado porque a la postre seimpuso el sentido que le concedieron con mucha malicia las autoridadespatriotas, urgidas como estaban de dar un sustrato de legitimidad a su causa.En efecto, como ha señalado para el caso de la Nueva España Marco AntonioLandavazo, “la denigración de la empresa de conquista y del dominio españolen América fueron temas esenciales en la propaganda rebelde”7. Laafirmación es también válida para la Tierra Firme. Ya en 1812 las gacetas deCopia privada. Exclusiva para uso académico

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los gobiernos de Cartagena y Cundinamarca acusaban a los regentistas derepetir el género de guerra cruel fraguado en los días del descubrimiento deAmérica8. Al año siguiente, ante la propuesta del presidente de Quito ToribioMontes de un sometimiento a las autoridades interinas de España, AntonioNariño le increpó airado que no hablaba con “Atagualpa o Montesuma”9. Enla declaración de independencia de la provincia de Tunja (10 de diciembre de1813) se halla así mismo referencia a las “inauditas crueldades de losespañoles”, a quienes se compara con “bárbaros” que han renovado “lasescenas de la conquista”. En 1818 y 1819 el Correo del Orinoco, órgano delgobierno revolucionario de Venezuela en Angostura, explotó en diversasocasiones el tópico y aun la comparación infamante con la represión españolaen Flandes (llamando, por ejemplo, al duque de Alba “Morillo de los Países-Bajos”), con el fin de subrayar las atrocidades cometidas por los ejércitosfernandinos:

El cuadro de desolación y de horror que actualmente presenta la América es rasgo por rasgo,atrocidad por atrocidad, el mismo que en el siglo infeliz de su conquista. Los mismos crímenes, losmismos estragos, la misma depredación, todo género de atentados y maldades, aquella misma sedde oro y de sangre; aquella misma rabia, aquel mismo furor; los mismos españoles!10.

Con el triunfo definitivo de la revolución, entre la exaltación de laindependencia y la descripción de las atrocidades cometidas por las tropaspeninsulares, se tejieron gruesos lazos retóricos. Se trata de un rasgo acusadoen la gaceta que comenzó a publicarse en Santa Fe justo después de la batallade Boyacá, cuyo número inaugural da el tono de toda la colección al describirel tiempo que duró el restablecimiento de la autoridad fernandina como“[t]res años de depredación, de crueldad y de barbarie” o al caracterizar alvirrey Sámano como un hombre “cruel por inclinación o por gusto”11. Unpaso decisivo en la caricatura de la “Reconquista” fue dado por Bolívar el 16de septiembre de 1819, al expedir en Santa Fe una orden circular destinada alos diferentes gobernadores:

Para dar al mundo entero un testimonio de la conducta inmoral, cruel e inhumana del gobiernoespañol desde su restablecimiento en la Nueva Granada hasta los momentos de su fuga, hará V.S.que por cada una de las autoridades de la provincia de su mando, se actúe una solemnejustificación de los hechos más particulares que hayan perpetrado allí, así los gobernadores, comolos comandantes y jefes subalternos en la ejecución de sus dañadas intenciones, cualificándoloscon las señales que más les caracterizan y remitiéndolo a la mayor brevedad a esta capital12.

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La información solicitada fue escrupulosamente recogida en la NuevaGranada mediante cuestionarios preparados por las autoridades de loscantones, respaldados por diversas informaciones de testigos. A pesar de queen la provincia de Antioquia el terror fernandino fue inexistente y de que elcatálogo de crímenes achacados a los reconquistadores es bastante limitado ycasi todo él podría aplicarse también a los libertadores (corrupción, abuso demujeres indefensas, conscripciones ilegales, órdenes arbitrarias, maltratofísico), en la suma documental levantada en dicho territorio tras la llamadacampaña libertadora, Morillo es denominado “segundo Dioclesiano”,“Monstruo horrendo” o “enemigo de la humanidad”, y los añoscomprendidos entre 1816 y 1819 son retratados sin vergüenza como unatiranía perfecta: aparentemente, los españoles, sin excepción, trataban a losamericanos peor que un “bárbaro amo a sus esclavos”13.

La prensa colombiana retomó con fruición el lazo infamante construidopor los patriotas para equiparar los pacificadores a los conquistadores. En1822, por ejemplo, un periódico bogotano censuró a Fernando VII por haberpensado en renovar

los días de los Pizarros, Alvarados, Bobadillas, Almagros y Cortés, en demostrar qué harían losespañoles en el siglo XVI por lo que debían hacer en el siglo XIX. El feroz Morillo destruyónuestro gobierno, derrocó los altares erigidos a la libertad, como en otro tiempo fueron destruidos,por un puñado de vándalos, el imperio de los Incas, el templo del Sol, el trono de México y losgobiernos patriarcales. Morillo, Enrile, Sámano empobrecieron nuestro suelo: enviaron a loscadalsos, a los presidios, a los caminos públicos, a una muerte más o menos lenta nuestros mejoresciudadanos, como en otro tiempo los Guatimozín, Atabalipa, Huáscar y tantos generosos yvalientes varones14.

Al abordar la restauración monárquica, la Historia de Restrepo obedecetambién al propósito fijado tempranamente por las autoridades libertadoras.En efecto, el período es asimilado en la obra a la conquista de América: alconvertir a los jefes del Ejército Pacificador en nuevos “Corteses, Pizarros,Almagros [y] Quesadas”, que recorrían el continente “con el puñal en la unamano y las teas incendiarias en la otra”, el publicista pretendía que el firmeconsenso condenatorio suscitado por la llamada leyenda negra se transfiriesesin atenuantes a las acciones de los ejércitos fernandinos y, de tal manera,promover la causa revolucionaria tanto en la República de Colombia como enel extranjero. Tal propósito lo autorizó, por ejemplo, a exclamar:

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¡Tres siglos han corrido y en la guerra de la independencia de la América antes española serepitieron las mismas escenas de la conquista, igual fanatismo y ferocidad! ¡Tan poco era lo quehabía adelantado la nación española en este largo período y tanta la inflexibilidad de sucarácter!15.

Las trasposiciones de Restrepo en lo concerniente al Ejército Pacificador nose limitaron a la Conquista de América. El historiador también buscóestablecer un cercano parentesco entre la conducta del general en jefe de laexpedición española en la Tierra Firme y la del encargado de la represión enFlandes en tiempos de la Reforma, y así se permitió decir, por ejemplo, queMorillo “se hizo tan famoso en la revolución de Venezuela y de la NuevaGranada, como el duque de Alba en los Países Bajos”16. En uno y otro caso,por supuesto, la intensión es la misma: transformar los agentes de FernandoVII en simples asesinos, cegados por una “bárbara codicia” y entregados alplacer de la devastación gratuita.

En su Historia eclesiástica y civil (1869-1870), José Manuel Groot retomóen parte el precepto de Restrepo y en general de toda la generacióncolombiana. Al concluir los seis capítulos que dedicó a narrar los años delrestablecimiento de la autoridad fernandina en la Nueva Granada, elhistoriador sentenció esta de un plumazo, a guisa de colofón: “los granadinostodos atados a la rueda del tormento, bajo el sable de unos conquistadoresespañoles más bárbaros y crueles que los del siglo de la conquista de losindios”17.

En Venezuela, Francisco Javier Yanes hizo de los “pacificadores” en suhistoria de la revolución una versión remozada de “descubridores” y“conquistadores”, y de Monteverde, Zuázola, Morales o Morillo congéneresde Belalcázar, Almagro, Alvarado Lope de Aguirre y demás, basado en undebilísimo paralelismo: unos y otros buscaban el mando “como un mediopara satisfacer la ambición, la codicia, el orgullo y demás pasiones”, unos yotros “pelearon y se destrozaron recíprocamente por el mando”, y losprimeros, como los Belzares y Alfinger, habían causado la desolación enVenezuela18.

Feliciano Montenegro incurrió en semejantes desvaríos retóricos en la obraque publicó entre 1833 y 1837 para educar en geografía e historia a lajuventud de la república. Según afirmó, los miembros del Ejército Pacificador

no supieron distinguir la diferencia que había desde la época de la conquista, entre los desarmados

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e ignorantes indígenas y los habitantes de este siglo; presumieron también que éstos se aterraríancomo aquéllos en viendo destruidas sus familias; los tuvieron en poco, como otros europeos,juzgándolos cobardes e incapaces de disputarles el campo, y no repararon en lanzarse a todogénero de abominaciones, que si bien sirvieron para desmoralizar los pueblos en diversos sentidos,contribuyeron en otro para hacerse detestables e inspirar en los más ilusos el deseo de libertarse dehombres tan orgullosos y avaros, cuya política se fundaba en derramar la sangre americana19.

Rafael María Baralt y Ramón Díaz en su Resumen de la historia deVenezuela (1841) retomaron la tradición y describieron la conducta deMorillo y sus hombres como una reedición de los acontecimientos del sigloXVI:

jamás se habían visto en América después de la conquista manos más autorizadas ni más rapaces einmorales […]. Jefes, oficiales y soldados a una, y como en tierra rendida a discreción, fueron enCaracas ni más ni menos lo que en otros tiempos en Jaragua Roldán y sus parciales20.

En Chile también tuvo el tópico vida fecunda. Los hermanos Miguel Luis yGregorio Víctor Amunátegui publicaron en 1851 un libro tituladoprecisamente La reconquista española en el que estudiaban el períodocomprendido entre 1814 y 1817, esto es, entre la derrota de losrevolucionarios en Rancagua y el desplome definitivo de la autoridadfernandina en Chacabuco21. A finales de siglo XIX, Diego Barros Aranasiguió el ejemplo y bautizó con el mismo nombre la séptima parte de suHistoria Jeneral de Chile22.

En 1911 Jesús María Henao y Gerardo Arrubla echaron mano del lugarcomún en el manual de historia que escribieron para los estudiantescolombianos de secundaria. Así, al retratar a Morillo, lo describieron comoun falso pacificador, que “entendió su misión como la que en siglosanteriores cumplieron los castellanos con las indómitas tribus, reducidas asangre y fuego”, y que se valió del engaño para sacrificar a los patriotas,ofreciéndoles la misma protección “que se dispensara a los indígenas poralgunos conquistadores. El soldado valiente y brutal se presentaba con todo elaparato de los aventureros del siglo XVI, como una nueva tormenta de laconquista”23.

No obstante su evidente carga política, el término de “Reconquista” siguesiendo utilizado para referirse al período que se extiende entre 1815 y 1819,lo que supone una adopción bastante irreflexiva del punto de vista patriota24.Evidentemente, los hombres que aniquilaron las Provincias Unidas de NuevaCopia privada. Exclusiva para uso académico

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Granada tenían más en común con los revolucionarios de dichaconfederación que con los españoles del siglo XVI que incorporaron a lacorona de Castilla los extensos dominios americanos o que lucharon enFlandes para aplastar la revuelta protestante.

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CONTRARREVOLUCIÓN

La voz contrarrevolución es ciertamente más conveniente. Carece de colorpartidista, describe la orientación del gobierno restaurado y, como se aplica afenómenos acaecidos en diferentes épocas y diversas latitudes, permiteestablecer de entrada útiles y enriquecedoras comparaciones. No obstante, elapelativo peca por su propia generalidad y porque no da cuenta del rasgodistintivo de la contrarrevolución que se desarrolló y fracasó entre los años1815 y 1819: el retorno de la autoridad de Fernando VII como consecuenciadel desplome del imperio napoleónico y como correlato de una serie derestauraciones afines a lo largo y ancho de Europa con poderosasrepercusiones en América, África y Asia. Cabe insistir en la vaguedad deltérmino “contrarrevolución” e indicar que desde el comienzo del interregnoneogranadino fue empleado por los propios actores para referirse a losdiversos movimientos que buscaron derrocar a los gobiernosindependentistas. Así por ejemplo, en el Estado de Cartagena se utilizó elapelativo tanto para referirse al frustrado levantamiento de los militares del 4de febrero de 1811, como para aludir a la insurrección de los pueblos de lassabanas de Tolú y el Sinú en el segundo semestre de 1812[25]. Hubo, pues,contrarrevoluciones regentistas, como andando el tiempo habría tambiéncontrarrevoluciones republicanas.

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PACIFICACIÓN

¿Qué decir de la voz “pacificación”? La palabra fue empleada oficialmentedesde el comienzo por las propias autoridades españolas para referirse alproceso que había de permitir la derrota de los revolucionarios y elrestablecimiento de la autoridad de Fernando VII en América26. De hecho, elconjunto de las tropas encargadas de ejecutar el mandato real en el NuevoReino de Granada recibió el muy diciente nombre de “Ejército Pacificador”.La prensa peninsular empleó igualmente el término, así en los tiemposgaditanos como durante la Restauración, porque acogió sin distingos la tesisde que los movimientos separatistas no eran populares, sino obra de unafacción que había alucinado o seducido a la masa incauta de los americanos.En consecuencia, el objetivo de las expediciones militares enviadas aultramar no era hacer la guerra, sino restablecer la concordia turbada por las“gavillas de revoltosos”27.

Es lícito preguntarse entonces: ¿por qué no retomar esta voz paracaracterizar el período comprendido entre 1815 y 1819? La cuestión puedeser abordada a través de la extensa relación de mando que el virrey Franciscode Montalvo y Ambulodi escribió con el fin de ilustrar a su sucesor JuanSámano acerca del estado general de los negocios y de las particularidades desus cinco años de gobierno. Suscrita en Cartagena a comienzos de 1818, enella aparece en repetidas ocasiones el término “pacificación”. ¿En quésentido? Montalvo lo utiliza claramente para referirse a un lapso más bienbreve durante el cual se desarrollaron las operaciones propiamente militaresque permitieron aniquilar la resistencia revolucionaria y asentar nuevamenteel gobierno regio en la generalidad de las provincias neogranadinas (en esesentido es un equivalente de “reconquista”, que aparece también –una solavez– en la relación de mando para aludir a los “primeros momentos” en quelos “pueblos” fueron puestos “en la debida sumisión y respeto” y en que laautoridad fernandina fue establecida “en todo su vigor”). Se trataba tan solo,según dice el propio Montalvo, de la etapa inicial de un proceso máscomplejo, de una “base” sobre la que había de construirse luego y por mediosno castrenses el “buen orden” y “el alma de los otros ramos de gobierno”28.La “pacificación”, confundiéndose entonces con la destrucción de las

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Provincias Unidas, sería por definición el tiempo de las medidas deexcepción: de los consejos de guerra, los procesos sumarios y lasejecuciones; de los arbitrios rentísticos extraordinarios; del gobierno precariode los cuarteles militares. Como se ve, hablar de “pacificación”, para referirsea la totalidad del período comprendido entre 1815 y 1819, resulta del todoinapropiado. Y ello no solo porque el término refleje de manerainconfundible el punto de vista de uno de los bandos en pugna, o porquecontradiga la evidencia histórica, minimizando de entrada los desmanes y losatentados cometidos en el proceso del restablecimiento de la autoridadfernandina, sino también porque reduce todo el período, cuando no a la meraacción militar, al menos al aplastamiento de las veleidades revolucionarias.

No obstante, es preciso anotar que las consideraciones expresadas porMontalvo reflejan más un punto de vista ideal que una realidad histórica. Enefecto, en su mismísima relación de mando, el virrey saliente denuncia enrepetidas ocasiones los insultos a que fue sometida su autoridad por parte dePablo Morillo y su oficialidad, de suerte que puede sostenerse que en elNuevo Reino la “pacificación” se prolongó más allá de la pacificación. Laafirmación es sobre todo válida para ciertas zonas como el Valle del Cauca,donde el gobierno militar, denunciado ante la Audiencia como un “sistemadel terrorismo puesto en planta en su último grado”, persistía aún acomienzos de 1818[29]. En un pasaje muy elocuente a este respecto,Montalvo se pregunta en su relación de mando por qué estando ya el jefe delEjército de Costa Firme asentado en la capital del virreinato, rodeado deprovincias tranquilas, cuyo reposo podía afianzarse sencillamente con elrestablecimiento de las leyes

sea acertado salir de las reglas prescritas por el rey, según las cuales quiere que sean regidos suspueblos. Yo no soy un imprudente observador de reglas y sé salir de ellas cuando conviene, y loextraordinario de las circunstancias lo pide; pero sí creo firmemente que mientras aquellas puedanser observadas, que mientras las leyes puedan ser cumplidas puntualmente, el deber exige que asíse haga, y la razón aconseja que se sigan caminos ya conocidos y mejor delineados por los quetuviesen más tiempo de pensar que los que estamos en el punto de ejecutar30.

Mas, puesto que el poder de Morillo y sus hombres no cubría todo elvirreinato, es posible afirmar que la pacificación desbordada o extralimitadano fue un fenómeno general. En las provincias de Cartagena, Antioquia yChocó, donde imperaba el gobierno de Montalvo, la primera etapa militar y

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punitiva fue seguida por otras que no caben bajo una definición estrecha ymeramente castrense del restablecimiento de la autoridad fernandina.

Mi propuesta, entonces, es referirse al período conocido tradicionalmenteen Colombia como Reconquista con el nombre de Restauración, porque estetérmino permite, en primer lugar, desligar aquellos años de la cargapropagandística patriótica, sin caer por ello en las trampas de la Pacificación.En segundo lugar, la noción de Restauración reinserta el período en unhorizonte analítico mucho más amplio, al que pertenece naturalmente y queconstituye un terreno más apropiado para la reflexión histórica. Y en tercerlugar, estudiar la Restauración y no la Reconquista confiere una perspectivamás fértil, al socavar los estrechos límites de la periodización habitual que hallevado a desligar tradicionalmente los años del restablecimiento de laautoridad fernandina de su inmediato pasado revolucionario y delsubsecuente período colombiano. Como ha recordado Emmanuel deWaresquiel para el caso francés, la escala temporal pertinente en este tipo deinvestigaciones es la “biográfica”, esto es, el transcurso vital de unageneración que nació y se formó en el Antiguo Régimen, que fue partícipe(entusiasta, o a pesar suyo) de fuertes mudanzas políticas y que presenció elretorno del poder monárquico31.

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UNA RESTAURACIÓN EN LA ERA DE LAS RESTAURACIONES

Señalar lo inapropiado del término “Reconquista” no equivale a desconocerlos excesos del Ejército Pacificador ni pasar por alto las atrocidadescometidas por sus miembros. Sin embargo, para conseguir estudiar ycomprender unos y otras es preciso salir de la enumeración panfletaria o deldenuncio reivindicativo. ¿Cómo? En primer lugar, interesándose por conocerla magnitud exacta de los desmanes, lo que solo puede conseguirse alapartarse de los relatos fundacionales de los “libertadores” e insertando losdesafueros propios al restablecimiento de la autoridad del monarca español enel Nuevo Reino en el más amplio panorama de las Restauraciones, tantoeuropeas como americanas. Con tal nombre se conoce al período de 16 añostranscurridos entre la caída de Napoleón y la Revolución de Julio (1814-1830), que había de marcar la “derrota moral del absolutismo europeo” y quefue seguida muy de cerca por la independencia belga, la reforma electoralinglesa, la transformación constitucional de 12 cantones suizos, la derrota dedon Pedro en Portugal y el fallecimiento de Fernando VII y la consecuenteliberalización del régimen monárquico español32. En segundo lugar, paraabandonar la querencia patriótica de los cadalsos es preciso analizar laRestauración neogranadina no solo como un período reaccionario, sinotambién como una “experiencia política”, entendiendo por tal cosa tanto lamanera en que el régimen fernandino ejerció el poder, como las resistenciasque generó y su capacidad (o su ineptitud) de innovar y de adaptarse a lasnuevas circunstancias33. Para cumplir con esta propuesta investigativa, esnecesario, pues, en un primer momento, confrontar la Restauraciónneogranadina con sus congéneres europeas y americanas.

En 1797, cuando especulaba con confianza sobre el fin próximo de laRevolución francesa y el retorno de los Borbones al trono de Francia, Josephde Maistre advirtió sobre los peligros de un extravío vindicativo de laautoridad legítima. So pena de hacerse odiosa, la justicia regia debíaconjugarse con la misericordia y conservar cierta moderación en el castigo decrímenes en los que por su naturaleza estaban comprometidos numerososcómplices: si la espada sagrada de la justicia era empleada incesantemente,¿qué podría distinguirla de la guillotina de Robespierre? Como mucho, el rey

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debía permitir el castigo de algunos parricidas y humillar a unos cuantosnobles por su comportamiento reprochable durante las convulsiones. Lareimplantación de la monarquía no podía ser una “revolución al contrario,sino el contrario de la revolución”: fundada en la virtud (y no en el viciocomo la revolución), debía limitarse a la destrucción de la destrucción, ser unrestablecimiento del orden y la estabilidad, y ponerles fin al odio y a lascalamidades34.

En el panfleto que escribió justo antes de la entronización de Luis XVIII enel trono de Francia, Chateaubriand retomó algunos de los planteamientos deMaistre, y en particular la idea de la revolución como castigo divino y delretorno del rey como signo evidente del fin de una terrible expiación.Chateaubriand opuso además en su obra la figura de Napoleón, consideradocomo un exterminador, ejecutor de la ira celeste, al monarca restaurado: un“libertador” y no un “conquistador”, caracterizado por la moderación en lavictoria y cuya misión era la reconstrucción del orden. Los Borbones, aseguróentonces el reputado escritor, eran los únicos médicos capaces de restañar lasheridas de Francia y, por sus propias adversidades, convenían perfectamentea un reino exhausto de convulsiones y desgracias35.

Con la entronización de Luis XVIII en 1814 se impuso un sistema demoderación que fue mucho más allá de las recomendaciones de Maistre yChateaubriand. La conducta adoptada por el monarca permitió que laRestauración no fuese un intransigente retorno al pasado y, en definitiva,aclimató la monarquía constitucional en Francia. Persistieron así losdepartamentos, los prefectos, el Consejo de Estado y todos los ministerios. Laclase dirigente del Imperio y la Revolución se mantuvo en el poder, y aun losregicidas conservaron sus vidas y bienes, de modo que solía repetirse poraquel entonces que la llegada del nuevo régimen no había tenido otro efectoque el “cambio de la ropa de cama”. No obstante, el monarca se obstinó enretomar la bandera blanca flordelisada y en datar la duración de su reinado,contra toda evidencia, a partir de 1795. Así mismo, impuso la ficción de unacarta “concedida” y se reservó amplios poderes, no solo en el ámbitoejecutivo, sino también en el legislativo y en el judicial. A pesar de ello, lasoberanía real reposaba sobre las ruinas de la sociedad corporativa yreconocía y salvaguardaba las conquistas sociales de la Revolución y delImperio, de modo que, al decir de un especialista, se trataba por aquel

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entonces del régimen más liberal de Europa. Obviamente, las pacíficasdisposiciones de Luis XVIII desagradaron fuertemente a la nobleza emigrada,que se sentía acreedora a todos los privilegios y a las mejores plazas, yclamaba por un castigo ejemplar para los más comprometidos en larevolución. Tras los Cien Días arreciaron los ataques contra los funcionariosdel Imperio. La reacción consiguió la destitución de muchos de ellos ymodificó la nueva amnistía propuesta por el gobierno, imponiendo eldestierro de los regicidas comprometidos con el retorno de Napoleón, asícomo el de los miembros de la familia Bonaparte. Con todo, el ministerio sepreocupó por limitar el número de las ejecuciones, que solo cobraron la vidade un puñado de personas. Más grave aún, en el sur y en el oeste de Franciase desencadenó una brutal oleada de masacres de republicanos ybonapartistas (la Terreur blanche), que puede calificarse como guerra civil.Por último, y a diferencia de la primera, la segunda restauración de Luis XVIIIsignificó una prolongada y costosa ocupación del reino por parte de losejércitos aliados, que trajo consigo pillajes, violaciones y asesinatos, y unalarvada inestabilidad social36.

El caso holandés se asemeja al francés, por cuanto las institucionesnapoleónicas fueron adoptadas y desarrolladas por la Restauración, queheredó también un numeroso personal, eficazmente protegido de los pocosreaccionarios que exigían castigo por sus compromisos con el régimenanterior. En efecto, tras regresar de un exilio de 19 años y acceder al tronogracias a las potencias aliadas (16 de marzo de 1815), Guillermo I conservócasi en su totalidad la estructura del Estado centralizado, aunque le dio uncarácter nacional al bautizar las instituciones con viejas denominacioneshistóricas. Al igual, pues, que Francia, y a pesar de la constante asimilaciónen los panfletos políticos contemporáneos de la Restauración a la rebelióncontra España del siglo XVI, los Países Bajos se convirtieron entonces en unamonarquía de “veletas” y “funcionarios camaleónicos”, donde la política deolvido y unión fue la regla37.

En Nápoles, una primera restauración borbónica había tenido lugar en1799 y generado una violenta reacción en contra de la generalidad de losjacobinos, que fueron condenados a muerte, a cadena perpetua o al destierro.Completamente diverso fue el restablecimiento del trono luego de la caída deMurat: si bien no estuvo acompañado como en Francia de una Constitución,

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los funcionarios conservaron plazas y honores, no se molestó a quieneshabían adquirido bienes eclesiásticos y el edificio administrativo construidoen el período napoleónico permaneció en su sitio. El fracaso de la revolucióncarbonaria de 1820 no trajo tampoco consigo un retorno al Antiguo Régimen,en buena medida por las admoniciones austríacas de moderación y prudencia,a pesar de que tuvo lugar una importante purga y de que dos personas fueroncondenadas a muerte y muchas otras debieron resignarse a emigrar o fueronexpulsadas del reino. Mucho más recia fue la reacción en Piamonte, enLombardía y en Módena contra los hombres comprometidos con lainsurrección de 1821. Las ejecuciones fueron pocas, pero numerosos losexilios y las reclusiones38.

En España, los acontecimientos fueron más dramáticos porque FernandoVII, tras abandonar su cautiverio en Valençay y cruzar los Pirineos, restauró elabsolutismo mediante un golpe de Estado, fraguado con la complicidad delejército y de los diputados tradicionalistas. El rey expidió primero enValencia (4 de mayo de 1814) un famoso decreto aboliendo las Cortes y antesde darlo a conocer, mandó aprehender a conspicuas figuras liberales enmedio de la noche, a pesar de que en su contra no había ni podía resultarcargo alguno. Tres tribunales especiales asumieron sucesivamente losprocesos, mas, ante la incapacidad en que se encontraron de dictar sentencias,Fernando VII en persona se encargó de las condenas. Al cabo, solo dosindividuos fueron condenados a muerte in absentia (pues se habían exiliadoen Londres) y entre 54 y 70 recibieron como castigo penas de confinamientoy presidio. Se establecieron, así mismo, Juntas de Purificación, encargadas deaveriguar la conducta de los funcionarios de gobierno durante la ausencia delmonarca y, atendiendo a esta, de decidir si debían permanecer o no en suscargos. Un rasgo de la Restauración española es especialmente relevante: nose trató de un retorno al sistema vigente hasta marzo de 1808, porque debíahacer frente a agudos problemas económicos, políticos y sociales, y porque elgolpe de Estado rompió no solo con las instituciones liberales, sino tambiéncon las prácticas gubernamentales propias de la monarquía de finales delsiglo XVIII. En suma, si la restauración fernandina en España, contrariamentea sus promesas, no se tradujo en un gobierno por encima de los partidos,tampoco fue especialmente cruel o rigurosa con los liberales, pues, como seha visto, el número de las condenas fue sorprendentemente bajo39. Aunque

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sea menos relevante para el propósito de este libro, es necesario referirbrevemente que la segunda restauración de Fernando VII en la Península fuemucho más recia. Mientras que en Madrid hubo algunas ejecuciones (entrelas que se cuenta la de Rafael Riego), un decreto expedido en octubre de1824 condenó a muerte a todos los “enemigos de los derechos legítimos deltrono”. Una purga general se extendió hasta el verano del año siguiente,produciendo 44.000 arrestos, 20.000 exilios y la remoción de 100.000empleados40.

En suma, y con la significativa excepción de España, las Restauracioneseuropeas no equivalieron a un retorno al pasado y se caracterizaron por laadopción de políticas de olvido, por el respeto de las instituciones legadas por25 años de trascendentales mudanzas y por la muy diciente amalgama de lasélites de antaño y hogaño. Se trataba de un acuerdo entre el Antiguo Régimeny la revolución, de un “tratado de paz” tras una larga guerra, cuyo objetivoexplícito era no solo la reconciliación, sino también la implantación de lalibertad41. Como se ha visto, allí donde sobresaltos revolucionarios pusieronen riesgo las Restauraciones (Francia, Nápoles, Turín, España...) seprodujeron reacciones más violentas, purgas más amplias, arrestos yejecuciones que, no por ello, degeneraron en un despotismo vengador. Espreciso a continuación explorar lo sucedido tras la entronización de FernandoVII en la América no gaditana (aquella que no reconoció a la Regencia ni a lasCortes, ni acató la Constitución de 1812) y preguntarse por el tipo derestauración que experimentaron aquellos reinos ultramarinos.

La historia chilena del período reviste un interés particular, pues allí seprodujo una restauración monárquica temprana, cuando tropas enviadasdesde el Perú, al mando de Mariano Osorio, aniquilaron en octubre de 1814al gobierno revolucionario. Al decir de Diego Barros Arana, era este jefe“suave y bondadoso, dispuesto en lo posible a perdonar, o a lo menos a hacermenos dura la represión”, de manera que las pocas medidas de rigor queadoptó procedían de órdenes dictadas por el virrey Abascal o de la presiónejercida por colaboradores cercanos ansiosos de castigos ejemplares. Secrearon, ciertamente, en cada cabildo, “tribunales de vindicación”, llamadostambién de “purificación” o “justificación”, encargados de juzgar la conductade los vecinos en tiempo del gobierno rebelde y de expedir en caso dado unaprobanza que permitía recuperar los derechos políticos, de manera que solo

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en la capital se desarrollaron más de dos mil procesos, la mayoría de loscuales terminó favoreciendo a los solicitantes. Igualmente, “numerosospatriotas”, de condiciones y rangos diversos (un exdirector supremo, vocalesde juntas, diputados del Congreso, simples soldados o chasquis) fueronreducidos a prisión, algunos más confinados en distritos lejanos y aquellosconsiderados como “motores de la insurrección” (al menos 78 personas),destinados a un presidio en la isla Juan Fernández. Más de la mitad de estosúltimos consiguió, no obstante, abandonarlo en breve gracias a las gestiones yel dinero de sus familiares. La represión se tradujo también en un empréstitoforzoso para todo el reino, así como en otras imposiciones extraordinarias yen la formación de una junta de secuestros que permitió el embargo de losbienes raíces de los insurgentes. Finalmente, Mariano Osorio se esforzó enderogar las instituciones creadas por los revolucionarios, anulando, enconsecuencia, los efectos de la ley sobre libertad de esclavos, clausurando elInstituto Nacional, restableciendo los derechos parroquiales, cambiando lacomposición de los cabildos y prohibiendo el comercio con los extranjeros.En síntesis, su gobierno –de poco más de un año de duración– no fueresponsable de ninguna ejecución pública, de suerte que es fácil comprenderpor qué es estimado “como un bien” por la historiografía chilena42.

En reemplazo del benigno presidente interino fue nombrado el gallegoFrancisco Marcó del Pont, que llegó a Valparaíso procedente de la Penínsulaen diciembre de 1815. La política de moderación implementada por Osoriotocó a su fin con la llegada al Pacífico de una expedición corsaria despachadapor el gobierno de Buenos Aires y con la amenaza de una invasión desdeMendoza. Ante la emergencia, se mandaron recoger las armas en poder de losparticulares, se restringió la movilidad de los habitantes y se creó un tribunalde vigilancia y seguridad pública que, si bien se hizo odioso, no cometió “losactos de violencia y crueldad que era de temerse de la amplitud de susatribuciones y del estado de exaltación de los ánimos”. En suma, iniciónumerosos procesos que culminaron por lo general con un fallo absolutorio ocon condenas menores. Más aun, Marcó se negó a poner en práctica elindulto general decretado por Fernando VII en 12 de febrero de 1816 (salvo enlo tocante al levantamiento de los embargos), manteniendo en cautiverio acasi todos los desterrados a Juan Fernández y recluyendo nuevamente enaquella isla a algunos de los que habían conseguido restituirse a sus hogares

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en tiempos del gobierno de Mariano Osorio. La inminencia de una invasióngeneró una nueva ola de prisiones, tanto de paisanos como de personas dealto rango, que fueron encerradas en los castillos de Valparaíso, confinadasen Juan Fernández o remitidas a Lima. Del mismo modo, damas distinguidasinvolucradas con la revolución fueron desterradas a ciertos pueblos oreducidas a vivir en conventos. No obstante, el número de ejecuciones fuemuy bajo y se limitó al sacrificio de siete campesinos acusados de tomarparte en una conspiración43. Para concluir, puede afirmarse, a la luz deinvestigaciones recientes, que la restauración monárquica en Chile secaracterizó tanto por la benignidad en los castigos como por el apego generalde las autoridades a las disposiciones legales, de suerte que resultadescabellado hablar de una “política de represión que buscara, a través delcastigo indiscriminado, afianzar la causa monarquista”44.

El caso venezolano resulta fundamental y su examen permite vislumbrardiferencias clave. En primer lugar, allí existía un realismo tan fuerte y deraigambre tan popular que la revolución fue vencida en dos ocasiones. En unay otra las masacres abundaron, del mismo modo que los embargos y lasprisiones, ejecutadas estas últimas por fuera de todo marco legal. Así, en1812 aproximadamente mil personas fueron arrestadas, a pesar de que sehabían pactado capitulaciones solemnes en donde se prometió olvidoabsoluto. La Audiencia protestó contra estos abusos y consiguió ponertérmino al “sistema perseguidor”, de modo que cuando se impusieronnuevamente los independentistas los bienes habían sido devueltos y liberadoscasi todos los presos. En cuanto a ejecuciones capitales, solo hubo en todoaquel período “las de dos o tres reos” de una conspiración descubierta enBarinas contra el ejército45. En suma, dos contrarrevoluciones triunfantesantecedieron en Venezuela la restauración fernandina.

En consecuencia (y en segundo lugar), Morillo llegó a un territoriocontrolado ya por las tropas contrarrevolucionarias locales, compuestas en sumayoría de esclavos y pardos. La magnitud de la destrucción y los asomos delucha racial generaron pánico entre los realistas criollos y españoles, de suerteque estos y aun los mismos patriotas acogieron con alivio al EjércitoPacificador. La política adoptada por Morillo estaba dirigida, por tanto, ameter en cintura a los realistas venezolanos triunfantes, guiado por lasinstrucciones del Ministerio Universal de las Indias, que deploraba el pillaje y

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el asesinato generalizados de que se habían hecho responsables. Enparticular, sacó del país cerca de 4.000 hombres considerados peligrosos,enviándolos a luchar en el sometimiento del Nuevo Reino46 . No obstante, lallegada de Morillo significó también el establecimiento de una Junta deSecuestros (19 de mayo de 1815), la supresión de la Audiencia y sureemplazo por un Tribunal de Apelaciones (27 de mayo), la erección de unConsejo de Guerra Permanente que juzgaba los delitos de infidencia “enforma sumaria y militar” y la creación del Tribunal de Policía que sometió elterritorio al “más incómodo y opresivo espionaje”. Estas medidas, así comoel desprecio con que cubrió a los soldados americanos de color que habíanderrotado a la república, desvanecieron la esperanza de una verdaderapacificación y comprometieron con la revolución a hombres que hastaentonces la habían combatido con tanto ardor como talento47. Aun así,Stephen Stoan señaló hace ya varias décadas que durante la permanencia deMorillo en Venezuela los altos oficiales que compusieron los Consejos deGuerra fueron más bien laxos en su labor, absolviendo a la gran mayoría desospechosos48. La tendencia se mantuvo aun después, cuando FelicianoMontenegro accedió a la presidencia de la corporación en enero de 1816 pororden del capitán general Salvador de Moxó. A pesar de que los vocalessiguieron siendo militares (tenientes coroneles y capitanes), todos eran“sujetos de educación y buen carácter”, contrarios a celebrar juicios verbalesy a decretar proscripciones. El tribunal “rara vez” dejó de oír los dictámenesdel asesor letrado y solo firmó una sentencia de muerte, prefiriendo destinar alos reos a servir en el ejército. En lo tocante a secuestros, cuyas causasconocía también el Consejo de Guerra, muchos años después Montenegro sejactaría de haber despachado más de 600 expedientes sin privar a nadie de susbienes. En síntesis, en Venezuela, el Consejo de Guerra hizo las veces dedique de contención contra los excesos de los militares, función quecumpliría también la Audiencia tras su restablecimiento49.

El contraste que ofrece la Restauración neogranadina frente a las deFrancia y España, la holandesa, la chilena y la venezolana es fortísimo. Trasla toma de Cartagena, Morillo encarceló a los que habían tenido algúnvínculo con la revolución y formó un Consejo de Guerra Permanente quecondenó a muerte a nueve importantes líderes independentistas. Habiéndosetrasladado a Mompox, prosiguió con los juicios militares, que supusieron la

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ejecución de otros cinco revolucionarios. Cuando entró a Santa Fe, revocó elindulto publicado por uno de sus subordinados días atrás y expidió otro contantas excepciones que era inoperante en la práctica. Estableció nuevamenteun Consejo Permanente de Guerra, compuesto como los otros por oficialesdel Ejército Pacificador y encargados, como aquellos, de juzgar de maneraexpedita a los principales revolucionarios. Así mismo creó un Consejo dePurificación, cuya misión era examinar los casos de los acusados que, nomereciendo pena capital, habían obtenido algún empleo durante el interregno.Finalmente, Morillo instituyó una Junta de Secuestros, sobre la que recayó laresponsabilidad de embargar los bienes de los principales patriotas50.Además de estos tres organismos, el jefe del Ejército Pacificador vio en laconstrucción de caminos una manera de castigar no solo a ciertosrevolucionarios influyentes, sino también a los pueblos en general, de quienesexigió hombres en masa, bastimentos y grandes sumas de dinero. Losreclutamientos también fueron un expediente utilizado para hacer sentir a lospueblos el rigor de la justicia real y la necesaria expiación a que debían sercondenados por sus extravíos de hogaño.

El Consejo Permanente de Guerra adelantó sus labores a partir del mes dejunio de 1816 y en virtud de sus sentencias, al decir del historiador Restrepo,“perecieron los hombres de más saber, los más virtuosos y los más ricos” delNuevo Reino. A partir de entonces, y por espacio de seis meses, apenas sipasó semana en que no se produjeran en la capital tres, cuatro y aun másejecuciones. Muchas veces se prescindió de formar procesos por escrito, desuerte que los acusados eran juzgados en consejos de guerra verbales51.Pedro María Ibáñez, que se dio a la tarea de contabilizar los ajusticiados en laciudad de Santa Fe para el año de 1816, asevera que la cifra ascendió a 5352.El historiador Restrepo, por su parte, calcula que en total perecieron por aquelentonces en las provincias neogranadinas alrededor de 125 hombres (lagaceta santafereña eleva la cifra a 200)53, ora en la horca, ora arcabuceados.El número de los detenidos ascendió a 600 solo en la capital del Reino54:como las cárceles no daban abasto para tanto preso, debieron acondicionarsecomo tales los edificios del Colegio del Rosario y el de la Orden Tercera55.Víctor Manuel Uribe Urán ha indicado que los abogados fueron el “blancofavorito de la represión” y ha calculado que al menos una cuarta parte deellos perecieron entonces ejecutados56. Algunos de los cadáveres fueron

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desmembrados y sus brazos o cabezas exhibidas en los lugares másconcurridos en escarpias y jaulas de hierro57, donde las descarnaban losgallinazos58. En suma, y contrariamente a lo proclamado por Morillo y losprincipales agentes del Ejército Pacificador, la “espada del rigor” primó sobrela “oliva de la paz”59, sin que un “olvido general” fuera, como se prometióen repetidas ocasiones, la base de la “pacificación”60.

El Consejo de Purificación, por su parte, fue instalado en la capital delvirreinato el 15 de junio de 1816. En dicho día, por medio de un bando,concedió a todos “los comprendidos de justificarse” en Santa Fe ocho días deplazo para presentarse con documentos justificativos, así como 15 a los deTunja y Mariquita, y 20 a los de Neiva y Socorro61. Compuesto por seismiembros, todos ellos oficiales del ejército, la corporación adelantóactivamente sus labores, de modo que en cinco meses había procesado a 461personas. La lista estaba compuesta, sobre todo, de oficinistas de medianaimportancia, así como de oficiales, suboficiales y soldados que militaron enlas filas revolucionarias. No había en ella “exaltados”, solo individuos tibiosque tuvieron cuando más una participación marginal en las mudanzas. Por logeneral, aquellos que eran viejos, huérfanos, pobres o que tenían a cuestasuna gran familia salieron indemnes tras purgar cortas penas de prisión otrabajar unos meses en los hospitales. Del mismo modo, se les conmutó lapena a aquellos que supieron aprovechar su influencia para ayudar a realistasen dificultades (aun cuando hubieran pertenecido al Tribunal de Vigilancia) oa aquellos que traicionaron a tiempo la causa independentista. Así mismo, losartesanos especializados que laboraban en instituciones como la Casa deMoneda conservaron sus plazas, por ser imposible su reemplazo. Unaminoría de los encausados fueron indemnizados y declarados buenosvasallos. Muchos otros fueron absueltos de toda imputación, pero perdieronsus cargos por haber recibido empleos durante los trastornos políticos o porhaber continuado en el ejercicio de los que les había concedido el rey. Por suparte, los hombres comprometidos con el servicio militar, cuando adinerados,fueron multados según su capacidad y, cuando pobres, condenados a servirdurante años como soldados, a trabajar en los talleres cuando poseían unoficio (sastres, fundidores, talabarteros, peluqueros…), o enviados ainfamante presidio62. En suma, el Consejo de Purificación de la capitalvirreinal procesó una masa considerable de expedientes en el segundo

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semestre de 1816 y, aunque supo admitir circunstancias atenuantes, terminócondenando a la inmensa mayoría, privando de sus empleos incluso aaquellos caracterizados como “fieles vasallos” o cuya conducta fue juzgada“irreprensible”, únicamente por haber servido en tiempos de revolución63.

En algunas provincias como Popayán, Neiva y Chocó, los oficiales delEjército Pacificador siguieron el ejemplo de Santa Fe y erigieron las mismascorporaciones para juzgar y condenar a los insurgentes. En efecto, resultabaperjudicial trasladar todos los sindicados a la capital del Reino, no solo porlos dilatados viajes y los costos que suponía la operación, sino tambiénporque “faltando testigos de los delitos, no podían probarse éstos” y porquelos castigos “se aplicaban fuera de la vista” de los vecindarios que se buscabaescarmentar64. El caso de Tunja, sobre el que existen no solo mencionesmarginales sino también listas precisas de los habitantes condenados, permitehacer algunos comentarios breves sobre el funcionamiento de los tribunalesde la pacificación en la periferia. En primer lugar, es importante señalar queantes de que entraran en funcionamiento la Junta de Purificación y el Consejode Guerra Permanente, el gobernador Ildefonso Arce impuso multas a losindividuos que habían obtenido empleos durante la revolución. En total, 57personas de 27 poblaciones diversas fueron condenadas a pagar sumas queiban de los 50 a los 1.600 pesos. A la postre, se recaudaron algo más de22.000, lo que arroja una media de 393 pesos. En cuanto a la Junta dePurificación de Tunja, se sabe que condenó a 35 individuos que procedían nosolo de la capital y ocho de sus pueblos, sino también de la vecina provinciadel Socorro. En promedio, los procesados pagaron 326 pesos, aunque lassumas oscilaban entre los 20 y los 1.000. Por último, el Consejo de GuerraPermanente, multó a 17 personas originarias tanto de Tunja como delSocorro, Vélez, Oiba, Zapatoca y Chiquinquirá. Esta vez las penas oscilaronentre los 200 y los 2.000 pesos, promediando, en consecuencia, 586[65].¿Quiere esto decir que la Restauración en Tunja se limitó a golpear losbolsillos de los líderes revolucionarios? Ciertamente no, pues hubo tambiénal menos 13 fusilados entre abril y diciembre de 1816[66].

Ciertas provincias conocieron, pues, numerosas ejecuciones y aunexhibición de miembros y cabezas en parajes públicos, a imitación de lopracticado en Santa Fe. Tal fue el caso de la villa de Honda, donde acomienzos de febrero de 1818 aún permanecía expuesta la cabeza de León

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Armero. El corregidor de la provincia escribió a sus superiores buscandoautorización para retirarla, anunciando que la jaula de hierro que la conteníaamenazaba ruina y señalando que el público no necesitaba de “semejanteespectáculo para ser fiel”67.

Es preciso referir también muy al paso que 95 eclesiásticos del Reinofueron detenidos, sumariados con desviación de las leyes y de los cánones, yremitidos a Venezuela en condiciones humillantes, sin que obstaran lasprotestas del arzobispo, para ser luego confinados en bóvedas en PuertoCabello o deportados a España68. En opinión de un gacetero de los añoscolombianos, este y otros excesos cometidos por los “pacificadores” contraclérigos y frailes “contribuyeron mucho para que estos minasen la causa delrey y levantasen los pueblos en masa para recibir a sus libertadores”69. Espreciso, así mismo, recordar que un centenar de mujeres de Santa Fe fueronconfinadas en diversos pueblos, siéndoles encargada su estrecha vigilancia alos alcaldes y curas respectivos70. Ni siquiera los hijos de los insurgentespodían sentirse tranquilos, pues eran destinados a servir de tambor o depífano en las bandas del Ejército Pacificador. Por ello, no bien se presentabaalgún militar realista en alguna población, “todos los jóvenes seocultaban”71.

Los oficiales del Ejército Expedicionario aprovecharon la situación creadapor el proceso de “pacificación”, librándose a un desvergonzado tráfico “de laexistencia humana”. Los comprometidos de una u otra forma con larevolución se veían en la obligación de pagar a precio de oro su tranquilidad,con el agravante de que, siendo frecuentes los traslados de los jefes militares,el proceso podía recomenzar una y otra vez, pues “el que escapaba de unos olograba comprarse a sí mismo, perecía bajo la mano de otros o tenía quevolverse a comprar”. El espectáculo se presentó en Popayán y en Antioquia,en el Socorro y en Tunja y, en general, en todas las ciudades principales72.Según Restrepo, se rumoraba que Morillo y Enrile se habían apropiado deesta forma de cerca de un millón de pesos, enriqueciéndose también en laprovincia de Popayán Warleta y Tolrá73. Aun los capellanes del EjércitoPacificador (Luis Villabrille, Francisco García, José Melgarejo, José León yFrancisco María Jaureguiberri) recibieron sobornos para exculpar curascomprometidos con la revolución y se dedicaron al pillaje de alhajas de lasiglesias, mandando a hacer con ellas cubiertos, estribos y espuelas de plata74.

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En el Valle del Cauca, los jefes militares supieron aprovecharse de otrasmedidas igualmente lucrativas. A los capataces encargados de la apertura delcamino de Anchicayá los obligaron a pagar una multa de 30 pesos por cadaobrero que desertara los trabajos. Como las ricas familias a las quepertenecían estaban arruinadas y no tenían numerario, satisfacían las sumascon esclavos, que los oficiales del rey cambiaban enseguida por sal, pingüemonopolio de que también se apoderaron75. Los abusos de los militares no sereducían a una corrupción galopante. Muchos eran consecuencia directa de lacompulsión propia de las armas. Un caso paradigmático al respecto es el dePopayán, cuyo comandante Ruperto Delgado creó maestranzas con mujerescolectadas por la fuerza para que confeccionasen el vestuario de su batallónsin más estipendio que la ración76.

Con la reinstalación de la Audiencia en Santa Fe a mediados de 1817debía, en principio, restablecerse el “imperio de las leyes”. Los oidores notardaron efectivamente en mandar que todas las causas de infidenciapendientes surtiesen las tres instancias y pasasen a la justicia ordinaria, con loque fue privado de su prosecución el Consejo de Guerra. La situación de losinfelices encausados mejoró también con el indulto expedido por FernandoVII el 24 de enero de 1817, que fue publicado en la capital neogranadina el 1.ºde julio y al que se acogieron varios hombres que tenían en su contracompleja evidencia. No obstante, algunos regresaron a prisión por orden deJuan Sámano, a la sazón comandante militar de la capital neogranadina. Depoco valieron las protestas de los oidores, que recordaron que el real indultotodo lo borraba y que ninguno podía ser “doble o repetidamente juzgado”,porque entre tanto Sámano se había convertido en virrey77.

Ante un conato de rebelión, el Consejo Permanente fue reinstaurado enSanta Fe en el tardío agosto de 1817 por orden de Pablo Morillo. La RealAudiencia protestó en vano ante el virrey Montalvo y ante el Consejo deIndias por cuanto la medida, confiada al mariscal Juan Sámano y sussubordinados, había de significar indefectiblemente la repetición de las“escenas de sangre y de terror” del año anterior, cuando, en opinión deltribunal, se había desterrado la paz del Reino “durante al menos la presentegeneración”. Las palabras de los oidores bien hubieran podido ser proferidaspor los revolucionarios: según expresaron, Morillo había conducido con“mano terrible” el Ejército Pacificador y Sámano, devorado por un “conato

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de terrorismo y, negado a las artes de ganar el corazón humano”, solo sabíaemplear “el rigor y la aspereza”, que causaban “la desesperación, en lugar dela afición y la confianza en el gobierno”. La Audiencia no dudaba enpronosticar, en consecuencia, la ruina de la autoridad real, consciente de lacrueldad con que habían sido tratados “los habitantes en sus personas”, asícomo de la “depredación de sus bienes” y “los ultrajes y vejaciones increíblesque han padecido y están padeciendo”78. En los dos años y ocho meses enque Sámano estuvo al mando en Santa Fe tras la partida de Morillo paraVenezuela fueron fusiladas en dicha ciudad 31 personas en concordancia conlas condenas proferidas por consejos militares. Entre tanto, las expedicionespunitivas despachadas contra los pueblos donde se presentaban guerrillaspatriotas (Chocontá, Zapatoca, Pore, Támara, Morcote…) causaron la muertede centenares de civiles79. Florentino González, que era entonces estudianteen el Colegio San Bartolomé, aseveró en sus memorias que durante elgobierno de Sámano no pasó una semana sin que hubiese alguna ejecución.Las víctimas procedían sobre todo de los sectores populares, “pobres gentesdel campo en cuyas casas había dormido algún guerrillero o algún desertor;en artesanos de Bogotá a quienes se había escapado algunas expresionesimprudentes, que se tomaban como pruebas de que existía una conspiración,y para poner el sello al horror de esta conducta”80.

Tantos desmanes condenaron la Restauración neogranadina al fracaso. Unsíntoma entre muchos permite medir la rápida degradación del régimen: lacorta vida de la gaceta oficial, que como ha señalado Alexander Chaparro erauna “instancia indispensable” en la “reconstrucción de la legitimidadmonárquica” y en la tarea de “contravenir el simbolismo republicano”81. Sien su primer cuatrimestre (iniciado a mediados de junio 1816), el papelcontaba con al menos 165 suscriptores82, se había vuelto inviableeconómicamente ocho meses después con solo cinco lectores abonados en lacapital del Reino, que se redujeron a tres en el quinto cuatrimestre. Como losnúmeros sueltos que se vendían eran, además, muy pocos, la publicaciónquedó condenada y desapareció poco tiempo después de haber iniciado susegundo año83. Jefes militares como el de Ocaña notaron la velozimpopularidad de la Restauración: para octubre de 1817 los habitantes de laciudad habían cesado de dar vivas al rey en las reuniones públicas84. Se diráque los indicios presentados conciernen por lo general a los notables del

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Reino y que dicen muy poco del estado de ánimo de la generalidad de sushabitantes. No obstante, abundantes fuentes indican que indios, mestizos,pardos y blancos pobres se disgustaron igualmente con los agentes de laRestauración con mucha celeridad, agobiados por el peso de lasconscripciones, la manutención de las tropas, las contribuciones permanentesde todo género y la pérdida de sus caballerías y herramientas. Los alcaldespedáneos, que representaban al rey en las poblaciones más apartadas, eranconstantemente atropellados por los militares85. Los desertores del ejército,cuando se les aprehendía, eran condenados al último suplicio luego de juiciosverbales, y cuando no, se les reemplazaba en el servicio por el “pariente másinmediato”86. Los prisioneros más pobres, incapaces de comprar laclemencia de sus conductores, morían a culatazos cuando enfermaban y serezagaban en los caminos87. Especialmente impopular fue el demencialpropósito de construir caminos aptos para caballerías en un reino montuoso yagreste, poco poblado y desprovisto en buena medida aun de trochas, justo enel momento en que arreciaba la epidemia de viruelas que acompañó a lapacificación. Además del caso de Antioquia, que se estudiará en el capítulocuatro, conviene citar aquí el ejemplo del Valle del Cauca, de donde sehabían extraído para marzo de 1817 todas las mulas y bestias caballares,excepción hecha de las crías, de modo que cesó por fuerza el funcionamientode los ingenios y la exportación de frutos. La indigencia no tocaba solo a loshacendados. En la apertura de los caminos de Anchicayá y Quindíotrabajaban sin descanso ni jornal numerosos obreros, que morían como rataso huían a los montes, desamparando a sus familias y las labores agrícolas. Laalimentación de los contingentes consumía los hatos ya menguados de lazona y daba cuenta de las sementeras, mientras que la amenaza dereclutamiento para los trabajos conducía a los demás hombres útiles adesertar sus hogares. A ello se sumaban los arrieros y cargueros, así como lossueldos, el alojamiento y la alimentación de las guarniciones; el traslado detodos los artesanos de la zona a una maestranza en Popayán y la prostitucióne inmoralidad “consiguiente al continuo y corrompido trato de las tropas”88.Para el mes de mayo de 1817 los cabildos del Valle del Cauca no alcanzabana satisfacer el contingente mensual que se les había señalado paramanutención de las tropas. Por lo tanto, los alcaldes, encargados de larecolección del numerario, se veían en la necesidad de arrebatar a los

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habitantes “las cobijas, los chivos, los machetes” y aun “las camisas, calzoneso ropa que tenían puesta”89. En la ciudad de Cartago, los soldados delEjército Pacificador llegaron a arrancar maizales y cañaduzales para usarloscomo forraje para los caballos de los oficiales, a pesar de que había hierba ypotreros abundantes para apacentarlos: poco les importaba que la comidaescaseara en consecuencia y que los vecinos pasaran hambre90.

El caso de la provincia de Tunja es también muy elocuente. Por su cercaníaa los Llanos, donde se concentraban las fuerzas rebeldes, y por ser “precisopaso para todas partes”, y en particular hacia Venezuela, se vio sometidadesde abril de 1816 a sostener un muy crecido número de tropaspacificadoras: en algunas ocasiones, al decir del gobernador Lucas González,llegaron a concentrarse en su seno no menos de 4.000 hombres con crecidacaballería. Además, se crearon tres hospitales “que solo su consumo seríabastante a la provincia donde se hallasen” y una maestranza donde trabajabanmás de cien sastres y zapateros a los que no se pagaba más que la comida.Finalmente, algunas poblaciones debieron contribuir con 200.000 raciones(Chiquinquirá, la ciudad de Tunja y la villa de Leiva), mientras que en laconducción de víveres hasta los almacenes de Chita, Chire y Pore trabajabande manera permanente entre 500 y 600 hombres91.

Así se entiende que en el corto tiempo de tres años el hartazgo y la apatíade hogaño por la causa republicana se transformaran en generalizado fervorpor ella. Tales excesos hicieron posible que Simón Bolívar, denostado comogobernante por su comportamiento en Santa Fe en diciembre de 1814 y comomilitar por su absurdo acoso a Cartagena el año siguiente, fuera reverenciadopor las muchedumbres como un redentor en agosto de 1819. En síntesis, elrestablecimiento de la autoridad monárquica en la Nueva Granada fue de unaindudable severidad, tanto a la luz de las demás Restauraciones americanas yeuropeas, como por el impacto dejado en los habitantes del país, que nopodían recordar nada comparable, a pesar de haber experimentado seis añosde revolución. A semejanza de los santafereños, su recuerdo del período sereduciría con el tiempo a “Prisiones por todas partes y secuestros, por todaspartes bayonetas y tribunales asesinos, por todas partes patíbulos, por todaspartes truenos tras de truenos de ejecuciones militares, y luto en toda laciudad, y ayes y gemidos y lágrimas”92.

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CONCLUSIONES

La búsqueda de una manera adecuada para referirse al período determinantede la historia neogranadina comprendido entre los años 1815 y 1819 no esuna simple cuestión de etiquetas. La propuesta aquí enunciada de dejar atrásla Reconquista para ocuparse de una Restauración entre las Restauracioneses, más que un nombre, un programa de estudio. En efecto, solo al ubicar losacontecimientos protagonizados en el virreinato por los delegados delreentronizado Fernando VII en el contexto ampliado de una coyunturaverdaderamente mundial (pues ella atañe también territorios africanos comoSenegal, y aun asiáticos como Batavia), pueden juzgarse con propiedad laspolíticas represivas que marcaron la “pacificación” del Reino.

Como se ha visto, la Revolución francesa, con todos sus excesos, produjouna Restauración moderada, mientras que la Revolución neogranadina, quehizo un uso limitado de la violencia política, dio paso a una bastante violenta.Esta diferencia capital, que permite comprender el fracaso delrestablecimiento de la monarquía en el Nuevo Reino y la militarizaciónsubsecuente de su definitiva conformación republicana, puede explicarse,antes que nada, por los límites que constriñeron el accionar de Luis XVIII y laausencia de barreras efectivas que se opusieran a la voluntad vindicativa dePablo Morillo y sus principales oficiales. Para retomar a Joseph de Maistre,no solo el interés de los Borbones se oponía a las venganzas judiciales ypropugnaba a favor de una amnistía casi general. Tal política era de rigorhabida cuenta de la impotencia del rey93. En el Nuevo Reino, en cambio, losejércitos patriotas fueron aniquilados, la clase dirigente brutalmente mutiladay nada semejante a los “bienes nacionales” amalgamaba a centenares depropietarios en torno a ciertas conquistas de la revolución. En otras palabras,la tentación del retorno al statu quo ante era más fuerte, sencillamente porqueparecía enteramente factible. El contraste entre la experiencia neogranadina ylas más próximas de Chile y Venezuela refuerza la impresión del desfase yconsolida la idea de una Restauración particularmente violenta.

A comienzos de los años setenta, Juan Friede en un libro-programa hizouna crítica certera a la historia nacionalista de la independencia, que solíaescribirse, en su opinión, como una suma de individualidades militares y

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políticas actuando en el vacío. Para contrarrestarla, abogó por investigacionesque tuvieran en cuenta los movimientos políticos de la Península y laexistencia de un fuerte partido antimilitarista cuya intervención resultódecisiva en el triunfo de la revolución94. El hecho de que recientemente unartículo haya abogado de nuevo por una narración menos caricatural delperíodo del restablecimiento de la autoridad fernandina en el Nuevo Reinoindica de modo elocuente la escasa atención que han recibido en cuarentaaños las recomendaciones de Friede95. ¿Por qué o para qué estudiar laReconquista como Restauración? Con el fin de recuperar la turbulenciapropia a una época aseptizada por la narración fundamental de lanacionalidad colombiana. Al respecto, es útil introducir aquí un contraste conla Vandea, cuya guerra, al decir de Jean-Clément Martin, no ha terminadotodavía porque ha sido imposible en Francia un “consenso moral” quepermita el establecimiento de una “memoria pacificada, anunciadora delolvido”, que es prerrequisito ineludible de la escritura de la historia96. Porrazones exactamente inversas, en nuestro país, el acuerdo unánime en torno auna narración simplificada al extremo del tiempo en que Fernando VIIreimpuso su autoridad en el Nuevo Reino ha vedado a la historia losacontecimientos de los años 1815-1819. La ausencia de diferendosideológicos ha convertido la materia en un monocultivo donde solo crecenplantas abonadas con los denuestos a los “pacificadores” y loas insípidas alos “libertadores”.

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CAPÍTULO 2DE LA REVOLUCIÓN A LA RESTAURACIÓN

todavía era este país el asilo de los españoles europeos cuando ahora tresaños, o poco menos, se levantó entre nosotros un hombre nuevo [Juan del

Corral], un hombre extraño, un hombre imbuido y preocupado de los mismosprincipios filosóficos que asolaron a la Francia, y por nuestra desgracia se

trasplantaron a la América. Jamás el pueblo tomó parte en todas estas cosas:su lealtad las miraba con horror […]. El genio pacífico de estos habitantes

es de lo que se ha abusado. Este hombre, que conocía esta disposicióngeneral a la paz y al sufrimiento, arrogándose un título nuevo y unas

facultades inauditas, declaró por sí solo la independencia, y prevaliéndosedel terror que inspiraban sus providencias tiránicas, obligó a todo hombre

que fuera a jurarla a los lugares que él mismo destinó. El pueblo calló, perocalló de miedo: juró, pero juró por temor. Habíamos visto deportar a

algunos de nuestros amigos y parientes europeos y americanos, multar aotros, apercibir a muchos y amenazar a todos.

Representación de diversos vecinos de Medellín al gobernadoro general en jefe de las tropas de S. M. (Medellín, 30 de marzo de 1816),

AHR, Fondo I, vol. 7, ff. 527-530.

Pero los hijos de la Nueva-Granada no habían vertido una gota de sangreespañola, y esos mismos hombres sacrificados al furor de Morillo, esos

mismos habían sido los que en los momentos más críticos se habíaninterpuesto entre los españoles y el pueblo, y presentado constantemente su

pecho para defenderlos.Correo del Orinoco n.º 13 (17 de octubre de 1818).

En el capítulo anterior se ha visto cómo, comparada con otras Restauracioneseuropeas y americanas, la neogranadina fue especialmente recia. Ahora espreciso indagar si el rigor de las autoridades fernandinas puede comprenderse

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a la luz de las lógicas propias de la revolución del Nuevo Reino. ¿Hizo estaun uso intensivo de la violencia política y pueden leerse los acontecimientosde 1816 como una retaliación? Para responder estas preguntas, las páginassiguientes exploran el caso antioqueño (documentado como ninguno),concentrándose en las medidas de excepción adoptadas por las autoridadesrevolucionarias de la provincia antes, durante y después de la dictadura deJuan del Corral.

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LAS JUNTAS DE SEGURIDAD

El poder legislativo de la provincia de Antioquia creó el 7 de julio de 1812las Juntas de Seguridad y Vigilancia para mantener el orden y prevenir losatentados de los enemigos de la transformación política. Hasta esa fecha, larepresión de los delitos políticos en el Estado no parece haber sido muyacuciosa. De hecho, la Constitución expedida el 21 de marzo de 1812 nopreveía sino tres maneras de coartar la libertad del ciudadano: por prisión,arresto domiciliario y arraigo1. No obstante, la documentación consultadaindica que la primera medida de excepción aplicada en Antioquia fueron losdestierros, y ello por lo menos desde mediados de julio de 1811[2]. Tambiénen aquella época se persiguió en la ciudad de Rionegro a un grupo de vecinosque vertían expresiones irrespetuosas contra la junta provincial y quecelebraban con misas cantadas, repiques de campanas, voladores yprocesiones las derrotas de los franceses en la Península. Uno de lossindicados (Francisco Zorrilla) huyó antes de que fuera incoado el proceso yotro más (José Naudín) fue arrestado y encarcelado3. Con todo, no debieronde ser muy abundantes por entonces los extrañamientos y arrestos, pueshacían falta dos elementos esenciales para que pudiera hacerse efectiva lapersecución de los desafectos: la tipificación del delito y la creación defuerzas represivas capaces de ejecutar las decisiones del gobierno4.

Ambas materias atrajeron la atención de las autoridades a mediados de1812, después de que se conociera la amenaza de “los enemigos de SantaMarta” sobre los puntos de Zaragoza y Yolombó, y de que fuera expulsadodel Estado el senador Luis Buelta Lorenzana por resistirse a prestar eljuramento de rigor y sustentar su negativa acusando el gobierno de Antioquiade oponerse a los derechos de Fernando VII5. El presidente del Estado reunióentonces al poder legislativo en pleno para denunciar a los regentistas que seaprovechaban de las “ritualidades despreciables” de los procedimientos dejusticia y para solicitar la autorización de proceder “sin fórmulas contracualquiera persona” que se opusiese a la libertad americana. El mismo día, laCámara de Representantes descartó la creación de una dictadura (a diferenciade lo actuado en Santa Fe y Cartagena), mas autorizó al Poder Ejecutivo adictar “cuantas providencias” estimara necesarias “a la salvación de la patria

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contra cualesquiera personas, sean de la clase o representación que fuesen,sin más fórmula ni orden de juicio que una constancia de notoriedad en lacausa por la que procede”. Acto seguido, los representantes ordenaron lacreación de las Juntas de Seguridad y Vigilancia en los cuatro departamentoscapitulares y en los principales lugares subalternos6. A partir de entonces, lasexpulsiones de los opositores de la revolución se intensificaron, como losugiere la resolución tomada con respecto a fray Rafael de la Serna7. Asímismo, comenzaron por aquel entonces a vigilarse las fronteras del territoriopara impedir que los enemigos de la libertad americana lo convirtiesen en“sentina u hospicio” de delincuentes8.

Las Juntas de Seguridad y Vigilancia fueron, pues, una manera deresponder a las urgencias creadas por la dinámica revolucionaria, queimpedía proceder en todos los casos en concordancia con un régimenconstitucional concebido para tiempos de paz. Las Juntas de Seguridadestaban distribuidas estratégica y parsimoniosamente por el territorio de laprovincia, como que apenas se fundaron en cada uno de los cuatro cabildosdel Estado, así como en Yolombó (Nordest) y Santa Rosa de Osos. En lotocante a su composición, cabe decir que eran corporaciones muy pequeñas:apenas tres miembros y un secretario. Salvo en los casos de Antioquia yMedellín, estaban presididas por el sujeto encargado localmente de laadministración de justicia, esto es, por el alcalde de primer voto, el tenientede gobernador o el capitán a guerra, según el caso. Las Juntas de Seguridadse encargaban, evidentemente, de la vigilancia de los vecindarios que tenían asu cargo, recelando especialmente todo movimiento regentista (la primera desus atribuciones era de hecho “pesquisar los malcontentos anti americanos,seductores contra la justa y liberal causa que sostiene la Nueva Granada”).Controlaban, en consecuencia, la conducta y las expresiones vertidas por losestantes y habitantes, se interesaban por los transeúntes y, en caso de existirsospechas, acometían el registro de papeles y baúles. Para adelantar susfunciones se les concedió jurisdicción ordinaria en sus respectivos territoriosy la capacidad de juzgar sumariamente tras la declaración de dos o trestestigos. Con todo, las autoridades del Estado se cuidaron de dar libre riendaa los excesos: los juicios no serían evacuados en menos de nueve días, losacusados tendrían la posibilidad de apelar ante el Superior Tribunal y laspenas no serían sino las de prisión, arresto o arraigo9 (tabla 2).

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TABLA 2.CONFORMACIÓN DE LAS PRIMERAS JUNTAS DE SEGURIDAD

JURISDICCIÓN MIEMBROSCiudad deAntioquia

Eugenio Martínez, Juan Bautista del Corral y Fernando deUruburu

Villa de Medellín Manuel Bernal, Francisco Villa y Carlos GaviriaCiudad deRionegro

Francisco Ignacio Mejía, Juan de Dios Vallejo y José María Pino(reemplazado por Manuel Bravo)

Villa de Marinilla Ignacio Gómez, Isidro Peláez y Nicolás HoyosNordest(Yolombó)

Vicente Moreno, Juan Bautista Barrientos y José Miguel Ceballos

Valle de SantaRosa de Osos

Juan de Dios Uribe, Joaquín Muñoz y Miguel Botero

Cuando en octubre de 1812 el comerciante peninsular Nicolás Manzenequese dirigía a Santa Marta fue escrupulosamente examinado en Yolombó porlos miembros de la Junta de Seguridad, quienes hallaron en su poder cartasdenigrativas de la revolución. Las había escrito a diferentes sujetos FranciscoGonzález de Acuña, antiguo oficial real de las cajas de la ciudad deAntioquia. En todas ellas se hacía una clara condena del nuevo sistema, queera asimilado a una “esclavitud muy completa” o a un cruel despotismo. Unbuen ejemplo de lo dicho es el siguiente extracto, contenido en la carta que elcorresponsal citado redactó para su hermano, a la sazón obispo de Panamá:

Estos hombres ciegos, con sus errores y opiniones fantásticas e ilusorias, todas llenas de sofismas,se [sic] continúan sosteniendo su maldito sistema por solverse [sic] los intereses de Su Majestad,los unos como miserables y capirrotos, y los otros por ser los eternos mandones de los demás, peroen la ciencia cierta de que durará mientras venga el brazo poderoso del rey, pues ellos no tienen nidinero ya, porque todo lo han acabado, ni tropas, ni oficiales, en fin, ni cosa alguna de provechocon qué sostenerse, pues yo y todos los que vemos y conocemos las circunstancias de su situacióninfeliz con los ojos claros, y no vendados como ellos, estamos en la firme creencia que si vinieransolos 300 hombres de tropa viva y arreglada con media docena de oficiales íntegros y nocorrompidos, y tuviesen inteligencia y honor, al momento darían el bendito y se entregarían más defuerza que de gana10.

En síntesis, para González Acuña la llamada revolución no era en Antioquiamás que un “maldito sistema”, edificado por hombres ciegos e ilusorios,concupiscentes y sofísticos. La acusación de mandones no era menos severa,Copia privada. Exclusiva para uso académico

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pues hacía de los líderes de la transformación política unos jefes bárbaros ydespóticos que se aprovechaban de la inocencia de sus subordinados, a lamanera de lo que sucedía entre los caciques y los pueblos de indios. Setrataba, entonces, de un régimen naturalmente endeble que podía serderrotado con el envío de un corto contingente, sugerencia estaparticularmente grave porque al ser remitida a la ciudad de Panamá, donderesidía entonces el virrey, adquiría el nítido sentido de una incitación. Podríapensarse que ante semejante andanada de descalificativos y frente a pruebastan concluyentes de animadversión hacia las autoridades del Estado, elantiguo oficial real de la ciudad de Antioquia no podía más que sercondenado, y que su pena, aun cuando no fuese capital, había de ser rigurosa.Recuérdese que estamos en octubre de 1812, que han transcurrido ya dosaños de revolución y que existe una guerra contra las autoridades regentistasacantonadas en Santa Marta y en el sur. En ella participaba el gobierno deAntioquia no solo en razón de los caudales que había venido enviando a sualiada Cartagena, sino también en virtud de su pertenencia a la federación delas Provincias Unidas de Nueva Granada. Es por ello que el interrogatorio aque fue sometido González de Acuña en la ciudad de Rionegro por la Juntade Seguridad es harto ilustrativo del espíritu que inspiraba las acciones dedichos cuerpos y, de manera más general, de la orientación del gobierno delEstado de Antioquia. Veamos tres de las preguntas formuladas durante ladiligencia judicial y sus respectivas respuestas:

Preguntado: ¿en qué modo iba el juramento [de diciembre de 1811] contra la religión, el rey y lapatria? Respondió: que porque así lo concibió y está en este concepto […].

Preguntado: ¿en qué consiste lo maldito de estos gobiernos? Respondió: que porque así lo concibe[…].

Preguntado: ¿qué es la insurgencia que acompaña a los gobernantes de la provincia? Respondió:que la declaración de independencia de esta América con España, y por consiguiente de laobediencia del rey11.

En primera instancia es muy significativo que los miembros de la Junta deSeguridad juzgaran pertinente preguntar al acusado por qué razónconsideraba el juramento diseñado por las autoridades del Estado a finales delaño anterior como contrario al rey, y por qué calificaba al gobierno de laprovincia de Antioquia como insurgente. Se trata de un punto importante

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porque contribuye a explicar no solamente el desenlace de la causa deGonzález Acuña, sino también la lenidad con que las autoridades deAntioquia seguían tratando a los sediciosos que residían en el Estado: aún nose había enunciado claramente el conflicto ni deslindado la frontera queseparaba amigos de enemigos.

En segunda instancia, es importante notar el desparpajo con que el acusadohizo gala de su fe política, no solo en el interrogatorio, sino también en elalegato que presentó posteriormente en su defensa:

La opinión es libre, cantan los políticos del día. Yo emigro porque la mía no se conforma con lossentimientos de esta provincia: por lo tanto ya no debe juzgárseme por sus constituciones porque nilas he oído ni estoy a su cumplimiento, por lo tanto, cuanto obre este gobierno lo concibo error,porque no se acomoda a mi sistema: ya yo he sufrido su resultado, que ha sido el despojo de miempleo que el rey me había conferido, y soy libre para hablar, como no trame contra elgobierno12.

Más que la solidez de su regentismo, este pronunciado desembarazo indica lapoca intimidación que generaban las instituciones revolucionarias. Laintuición de González de Acuña sobre la timidez de los líderes de latransformación política se vio confirmada por la sentencia. El fiscal de lacausa (el doctor Manuel Hurtado) había solicitado una condena que sirviesede escarmiento aunque “con la moderación que ha precedido el gobierno coniguales delincuentes”. Según expresó, ella debía consistir en la expulsión delacusado del territorio de la provincia. Este testimonio confirma lo dichoanteriormente acerca de las medidas represivas adoptadas por losrevolucionarios antioqueños: hasta entonces los destierros habían sido laspenas más graves a que habían sido condenados los opositores del nuevorégimen. El 26 de noviembre los miembros de la Junta de Seguridad Públicade Rionegro declararon a González de Acuña libre del delito de traición, porcuanto la carta escrita a su hermano, el obispo de Panamá, no era en “rigor unplan combinado, y sí una razón confidencial”, dirigida a un prelado que por“la lenidad de su estado” no debía emprender ningún ataque contra laprovincia. La suposición era por supuesto peregrina, pues casos como el delobispo de Cuenca demostraban suficientemente que los jerarcas religiososeran susceptibles de militancia y peligrosidad. Los vocales de la Junta deSeguridad de Rionegro no podían ignorarlo. La explicación de la sentenciaradica más bien en la creencia de que el gobierno que representaban era,

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como ellos mismos afirmaron, una “institución liberal” cuyo objeto no debíaser “la venganza” y cuya justicia no podía dirigirse “contra imprecacionesimprudentes, hijas del resentimiento y la ignorancia”. No obstante, siendo susopiniones contrarias al sistema adoptado en Antioquia, González de Acuñafue extrañado perpetuamente de la provincia13 (como se verá, la condena nohallaría cumplimiento y habría que esperar hasta la llegada al poder de Juandel Corral para que el antiguo oficial real fuese finalmente expulsado). Seríainexacto pensar que la conducta de la Junta de Seguridad de Rionegro eramás temerosa y vacilante que la observada por las autoridades de la capitaldel Estado. De hecho, el 10 de diciembre de 1812, ellas aprobaron lasentencia dictada contra González Acuña14.

Es preciso señalar que, en un momento indeterminado, las Juntas deVigilancia se generalizaron en “todos los lugares” de la provincia (San Luisde Góngora, Vahos, San Antonio del Infante, San Carlos, Carolina delPríncipe, Carmen del Viboral…)15. Tal multiplicación es un indicio certerode radicalización revolucionaria y mi hipótesis es que no debió tener lugarantes de 1814, cuando la noticia del retorno del rey catalizó la dinámicapolítica. Sea como fuere, la tesis aquí expuesta acerca de la sobriedad de losrevolucionarios antioqueños y de su escaso recurso a la violencia durante losdos primeros años de la transformación política se ve confirmada por la fácilpurificación de los vocales de las Juntas de Seguridad Pública de la provinciaen tiempos de la Restauración. El delito de haber pertenecido a aquellosorganismos se lavaba fácilmente, por la sencilla razón de que habían actuadosiempre con moderación16. Incluso consta que algunos de los vocales de lasjuntas protegieron y aconsejaron a los reos que investigaban para librarlos delas persecuciones del gobierno17.

El caso de Cundinamarca es aun más diciente que el de Antioquia. Si bienen el mes de septiembre de 1812 Antonio Nariño ordenó la creación de unTribunal de Seguridad Pública, la corporación solo empezó a ejercer susfunciones un año más tarde, cuando el presidente dictador se ausentó delEstado en su condición de comandante de la expedición al sur18. La gacetaoficial publicó desde entonces algunas de sus providencias, mas es claro queellas no tuvieron ninguna aplicación. Así, por ejemplo, los hombres expelidosde otras provincias siguieron siendo admitidos en Cundinamarca opermanecieron tranquilamente en ella hasta la entrada triunfal de las tropas de

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la Unión en diciembre de 1814, mientras que los sumariados por infidencia sepaseaban “a vista del alto gobierno sin haber cumplido con el tenor de lassentencias”. En cuanto a los peninsulares encarcelados tras el desastre de losejidos de Pasto, fueron puestos rápidamente en libertad y protegidos por lasautoridades19. Cierto interrogatorio adelantado por el Tribunal de Vigilancia(como también se le conocía) confirma lo dicho: para 1814 no se habíaderramado en Santa Fe una sola gota de sangre europea y aun aquellospeninsulares que se habían negado a jurar la independencia, vivíantranquilamente en Santa Fe20.

En opinión del historiador Restrepo, tanto allí como en las demásprovincias neogranadinas –pues todas replicaron el arbitrio–, se hallaron“muy pocos jueces que tuvieran la energía revolucionaria que exigía aquelestablecimiento”, de suerte que puede afirmarse que “nada hicieron”, y que“participaron de la debilidad característica de la primera época de larevolución”21. Conviene anotar, no obstante, que a finales de 1812 lasautoridades del Estado de Cartagena encargaron a dos oficiales forasteros (elferviente republicano español Manuel Cortés Campomanes y el venezolanoMiguel Carabaño) la represión de la Contrarrevolución de las Sabanas22 yque estos no dudaron en aplastar la resistencia realista, recurriendo a unnúmero indeterminado de fusilamientos (en Sincelejo, Corozal, Lorica, Chinúy Tolú)23 y a fijar las cabezas de algunos ajusticiados en jaulas colocadas enlos caminos principales y en medio de las plazas de parroquias24. Así mismo,Carabaño aprovechó la ocasión para enviar a Cartagena a todos los “europeosvasallos del rey” que existían en las Sabanas y en la villa de Mompox,concediéndoles seis horas de término para cumplir la orden25. El sucesoconstituye, pues, una excepción a la acendrada indulgencia de losrevolucionarios del Reino, que se explica ciertamente por el riesgo inminenteque supuso para la supervivencia del Estado de Cartagena. Habiendo hechoesta salvedad, es preciso determinar exactamente lo ocurrido en tiempos delgobierno dictatorial antioqueño. ¿Hubo algún cambio en el uso de lasmedidas extraordinarias? ¿Se acudió en algún momento con mayorfrecuencia y menos embarazo a las medidas de excepción?

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EL GOBIERNO DICTATORIAL Y LA PURGA DE LOS ENEMIGOS DE LA LIBERTAD

La designación de Juan del Corral como presidente dictador del Estado deAntioquia estuvo marcada por la amenaza generada por las tropas realistasque invadieron por órdenes del presidente de Quito la provincia dePopayán26. Primeramente (mediados de junio de 1813), el senado pensó enconvocar a los pueblos. A continuación (1.º de julio), juzgando muy largo elproceso, creyó más conveniente apelar directamente a los cabildos electores.Nueve días más tarde, las cámaras legislativas y la del poder ejecutivo sereunieron de urgencia para levantar el imperio de la Constitución y crear uncuerpo colegiado (compuesto por el presidente del Estado y dos consejeros)que se encargase de preparar la expedición a Popayán. El 17 de julio se dioun paso más en la simplificación del gobierno al reducir la legislatura a cincomiembros y encargarles a estos por añadidura las funciones de Alta Corte deJusticia27. Finalmente, el 31 de julio, y gracias a una representaciónredactada por Francisco José de Caldas y el administrador de correos deMedellín, Manuel Puerta –en donde se hacía ver que había en la provincia“muchos realistas que trataban de conjurar contra los patriotas”–, elpresidente José Miguel Restrepo se vio en la obligación de renunciar a suempleo28. Se decía, en efecto, que “era muy bueno” y que, en consecuenciano tenía el temperamento adecuado para gestionar la crisis. Algunos llegaronincluso a imaginar que la destitución había obedecido a motivos másconcretos, y hasta llegaron a inferir de la estrecha amistad del presidente conuno de los desterrados (José María Zuláibar) abierta complicidad con elproyecto de entregar la provincia al comandante de las tropas reales enPopayán, Juan Sámano29. Se confirió, en consecuencia, la dictadura a Juandel Corral por el lapso de tres meses, cuyo mandato fue a la postre renovadohasta el 5 de marzo de 181430, de suerte que la dictadura antioqueña tuvo unaduración de siete meses.

Una de las primeras medidas adoptadas por Corral fue la creación delcargo de “corregidor intendente, juez de policía y seguridad” en la capital delEstado y de tres jueces más que denominó subpresidentes con facultadessimilares y residencia en Medellín, Rionegro y Marinilla. Estos cuatroempleados habían de ser la cabeza de sus respectivos ayuntamientos y

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encarar las funciones que correspondían hasta entonces a las Juntas deSeguridad y Vigilancia31. En el mes de diciembre de 1813 se les otorgó,además, la comandancia de las armas en sus respectivos departamentos32

(tabla 3).

TABLA 3.LOS SUBPRESIDENTES DEL ESTADO DE ANTIOQUIA (1813-1814)

EMPLEO ENCARGADOCorregidor juez de policía y seguridad pública Pedro ArrublaSubpresidente juez de policía y seguridad de Medellín Felipe Barrientos RuizSubpresidente juez de policía y seguridad de Rionegro José Antonio MejíaSubpresidente juez de policía y seguridad de Marinilla Juan Nicolás de Hoyos

Para cumplir con la difícil labor que le había sido encomendada, Corralrecurrió a arrestos, confiscaciones y destierros contra los desafectos delEstado. La ejecución de estas medidas había comenzado, como era deesperarse, en la propia capital provincial a finales de julio de 1813. El día 24del mes citado, diferentes miembros de la Junta de Seguridad Pública (entrelos que descollaba el propio Corral) habían arrestado y desterrado a los másconspicuos realistas de la ciudad. Aunque no dispongo de las causassumarias, es claro que los reos fueron cinco: José Bernardo del Campillo,Francisco González de Acuña, José María Zuláibar, el doctor FaustinoMartínez y el presbítero Orozco. Los dos primeros se habían desempeñado,de tiempo atrás, como tesorero y oficial real de las cajas de la ciudad,respectivamente; el tercero era un comerciante vasco cuyo hermano ejercíacomo arzobispo de Manila; el cuarto, un abogado perteneciente a una de lasfamilias más poderosas de Antioquia y el quinto un cura ignorante y pobreque tras haber regentado una pequeña parroquia (Sacaojal) era desde 1810sacristán mayor en la ciudad capital33. Al parecer, por las mismas fechas, lasdemás Juntas de Seguridad de la provincia actuaron también contraregentistas notorios. Tal fue, cuando menos el caso de la de Medellín, que el2 de agosto confinó como sospechoso en la nueva población de Barbosa aFrancisco Estrada y Córdoba, poniéndolo a disposición del juez poblador yprohibiéndole terminantemente proferir “expresiones algunas contra el

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gobierno ni [la] independencia”34.A comienzos del mes de agosto de 1813, el Supremo Gobierno Dictatorio

del Estado de Antioquia nombró a Pedro Carvajal, a Juan Francisco Zapata ya José María Gutiérrez de Caviedes como sus comisionados inmediatos y loscobijó con una autoridad ilimitada para proceder contra los enemigos delrégimen. El primero debía operar en la villa de Marinilla, el segundo en laciudad de Rionegro y el tercero en la villa de Medellín. Las autoridadesrevolucionarias justificaron los nombramientos invocando las peligrosascircunstancias por las que atravesaba el Estado y la consiguienteimposibilidad de guiarse por “reglas ordinarias y comunes”. La invocación dela salud de la patria hacía lícito, en su opinión, el recurso a “todos losarbitrios imaginables”, incluyendo, por supuesto, los más violentos. Como,además, era preciso enfrentar muy en breve a los enemigos exteriores de larepública, resultaba indispensable primero “dejar sólidamente asegurada latranquilidad y paz interior”, es decir, purgar al cuerpo político de losindividuos “desafectos a la causa americana”. Pero, ¿cómo descubrirlos concerteza, cómo demostrar sus crímenes y cómo condenarlos sin injusticia?Ante la incapacidad de llevar a cabo un proceso en derecho, se decidióconferir virtudes probatorias al “concepto público”, y particularmente a laopinión de los subpresidentes, a la de los miembros de las Juntas deSeguridad y a la de los ciudadanos notables35. Los subdictadores Carvajal,Zapata y Gutiérrez –pues tal era su dignidad– recibieron del SupremoGobierno una instrucción de varios artículos que había de servirles de guía ensus operaciones, que no he podido hallar. Al llegar a sus destinos y antes dedar comienzo a su misión propiamente dicha, los magistrados extraordinarioshicieron reconocer su comisión por los respectivos ayuntamientos y Juntas deSeguridad36.

El 4 de agosto de 1813 Pedro Carvajal, en compañía de José MiguelÁlvarez del Pino, que hizo las veces de secretario, dio comienzo a la purgadel vecindario de Marinilla. La elección de las 11 de la noche para llevar acabo los arrestos de los tres enemigos de la república residentes en la villatenía la evidente ventaja de facilitar las capturas. El subdictador comisionópara ello a los alcaldes ordinarios y a un capitán de milicias, que detuvieron yaherrojaron a los reos, y realizaron particularizados inventarios de susbienes37.

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El 10 de agosto de 1813, el comisionado subdictador José María Gutiérrezde Caviedes se hallaba en Medellín donde, asistido por su secretarioFrancisco Benítez, profirió “militar y ejecutivamente” una severa sentenciaen contra de 17 vecinos de la villa. Un primer grupo de ocho ciudadanos fueconminado a abandonar en 16 horas y durante un año el territorio antioqueño.Además, sus bienes fueron confiscados y puestos a la disposición del Estadopara que este se encargase de la subsistencia y manutención de susrespectivas familias. De regresar a la república antes del tiempo indicado, losreos serían ejecutados de manera expedita en compañía de quienes losocultasen o se abstuviesen de denunciar su presencia. Por su parte, otrosnueve individuos, considerados como menos peligrosos, recibieron condenasdiversas: en su mayoría fueron confinados a diferentes parajes y parroquiasdel Estado, suspendidos temporalmente de sus empleos, obligados acontribuir con importantes sumas de dinero a la financiación de la guerra yterminantemente apercibidos para que corrigiesen su conducta. En caso dedesobediencia, los miembros de este segundo grupo incurrirían, como los delprimero, en pena de destierro del territorio antioqueño y en la confiscación desus propiedades38.

Pasó Gutiérrez posteriormente a la ciudad de Rionegro para reemplazar aJuan Francisco Zapata, acusado por el gobierno de actuar con demasiadalenidad. En efecto, si bien aprehendió a cuatro sujetos (FranciscoCampuzano, Diego Rendón, Jerónimo Palacio y Félix Rojas), los condujo alas casas capitulares sin prisiones y los excarceló a los pocos días bajofianza39. Para corregir la situación, Gutiérrez condenó a destierro por un añodel territorio del Estado a tres comerciantes (Francisco Campuzano, DiegoRendón y Manuel Sanín) y a extrañamiento perpetuo a Félix Rojas. Delmismo modo, impuso una contribución de mil pesos de plata a los tresdesafectos de segunda clase que había en dicho vecindario40.

Además de los infidentes condenados por los subdictadores, hay pruebasde que otros sujetos fueron sentenciados directamente por las autoridades dela República de Antioquia. Tal fue el caso, por ejemplo, del europeo Pedro deElejalde, quien, habiendo abandonado la provincia en compañía de dos de sushijos para incorporarse en Popayán a las tropas del rey, fue detenido en laVega de Supía. Remitido a Rionegro y confinado a la cárcel, se leembargaron todos sus bienes, incluidos “los más insulsos de servidumbre”. El

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16 de agosto, el mismísimo presidente dictador lo condenó a destierroperpetuo y a absoluto perdimiento de su hacienda41.

Al conocer el 25 de agosto las sentencias pronunciadas en Medellín por elsubdictador José María Gutiérrez, el secretario de Gracia y Justicia delSupremo Gobierno de Antioquia, José Manuel Restrepo, estimó convenientereformarlas, agregando un año más de extrañamiento a los señalados con talpena, condenando a alguno “por su extremada protervia” a una expulsiónperpetua del Estado, y prolongando a otro su extrañamiento por tres años. Encuanto a los desafectos de segunda clase, Restrepo redujo a la mitad lascontribuciones señaladas a dos de aquellos individuos, transformándolas enempréstitos forzosos, y tuvo a bien levantar el confinamiento que se habíaimpuesto a uno de ellos. A los tres reos ausentes, el secretario de Gracia yJusticia les otorgó un plazo perentorio de nueve días para presentarse ante lasautoridades. De no hacerlo, su condena se trasformaría en destierro perpetuo,o en presidio, si 18 días después de la publicación del decreto perseverabanen su desobediencia (ver anexos)42.

Una vez arrestados y condenados los principales enemigos de la revoluciónque residían en el Estado, el presidente dictador Juan del Corral ordenó a lossubpresidentes de Rionegro, Marinilla y Medellín organizar, en asocio de losalcaldes ordinarios de primer voto y de los ministros públicos respectivos,una subasta pública de todos los “efectos comerciables y mueblesperecederos” embargados. Así mismo, les solicitó cobrar y hacer efectivastodas las cantidades adeudadas a los reos. El conjunto de las sumas, así comolos intereses confiscados en oro, plata y doblones, fueron luego consignados,en calidad de depósito, en las diferentes cajas del Estado43.

Aun asumiendo que el corpus documental aquí analizado tenga lagunas44,la información recabada permite medir la magnitud de las medidas deexcepción del gobierno dictatorial del Estado de Antioquia. Las cifras hablanpor sí solas y enseñan una innegable moderación. En efecto, de una poblaciónestimada en más de 100.000 habitantes45, tan solo fueron desterrados de larepública 20 individuos (cuatro en Antioquia, tres en Marinilla, cinco enRionegro y ocho en Medellín). En cuanto a los desafectos llamados “desegunda clase”, el ejemplo de Medellín y Rionegro indica que se procediócon igual cautela, pues únicamente fueron condenadas en dichas poblaciones,y sin mucho rigor, nueve y tres personas, respectivamente. Además, los tres

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confinamientos decretados por el subdictador en Medellín fueron reducidos ados por el secretario de Gracia y Justicia, quien por lo demás demedió dos delas cinco contribuciones forzosas allí prescritas. Del mismo modo, el únicoreligioso comprometido por las pesquisas de Medellín fue tratado con elmayor cuidado, sin duda porque los revolucionarios preferían evitar todaacusación de anticlericalismo: no solo no se le mudó de vecindario, sino quese prescindió aún de imponerle contribución alguna para ayudar a sufragarlos gastos de la guerra. Se le obligó, exclusivamente, a predicar en el púlpitoa favor de la patria y de la causa independentista (ver anexos). En lo relativoa las confiscaciones, estas ascendieron en la provincia a un total de 71.000pesos, mientras que las multas y los empréstitos forzosos compusieron unasuma de 27.800[46].

De la información disponible resulta que el centro de la agitaciónantirrevolucionaria en la provincia de Antioquia fue Medellín, de donde seexpulsaron más individuos que de los otros tres cabildos del Estado juntos.Los desafectos principales estaban vinculados en su mayoría a la familia deldifunto sevillano Juan José Callejas. En efecto, los peninsulares JuanFrancisco Rodríguez Obeso, José María Pasos, Joaquín Sañudo y José delValle habían contraído matrimonio previamente con cuatro hermanasCallejas-Moreno47: los tres primeros fueron expulsados del Estado y elcuarto condenado a contribuir con mil pesos de plata para los gastos de laguerra, y posteriormente a prisión48. Otra tendencia que debe señalarse es lapertenencia de la mayoría de los desafectos a los diferentes ramos de rentas:el contador y el tesorero de las cajas de Antioquia; el teniente, el contadorinterventor y el oficial de las de Medellín; el administrador, el contadorprincipal y el tercerista de tabacos, así como el administrador principal, eloficial mayor y el tesorero de aguardientes sufrieron destierros, prisiones,confinamientos o persecuciones por su fidelidad al soberano49.

Las familias de los desterrados quedaban reducidas a la miseria, o por lomenos en muy apuradas circunstancias. No obstante, el gobierno se apresuróa asignar a una de las esposas desvalidas (la del ministro Bernardo Campillo)una pensión equivalente al sueldo que devengaba el expulsado antes de suarresto50. Lo más interesante es que no se trató de un caso excepcional. Casisimultáneamente, al enterarse del fallecimiento de uno de los desafectos desegunda clase de Medellín (Carlos Vegal), Corral ordenó que se eximiese su

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mortuoria de la multa de mil pesos en que había sido condenado51. Algosemejante sucedió con dos de las esposas de los desafectos de Marinilla, quehicieron parte de sus penurias al presidente dictador en busca de que sealiviara un tanto su suerte52. El recurso surtió efecto muy rápidamente, yaque el 7 de febrero de 1814 el secretario de Gracia y Justicia José ManuelRestrepo, si bien ordenó que se confiscasen y aplicasen a los gastos de laguerra 7.000 pesos de acreencias correspondientes a uno de los reos, mandótambién que se desembargasen los demás bienes y que se devolviesen a susfamilias53. Es muy probable que medidas semejantes fueran dictadas paramitigar las dificultades de las demás familias de los desafectos antioqueños.Así lo indica la relación de mando presentada por Corral en 1814 a lalegislatura del Estado, en la que puede leerse que la “piedad, la compasión yla miseria de ciertas personas” inclinaron al gobierno a morigerar las penas“para no sumergirlas en la desgracia a que no podía arrastrarlas el crimenpersonal de sus padres o maridos”54. Como las sentencias analizadasanteriormente, los favores hechos a las esposas de los desterrados son muyelocuentes, pues en su clemencia delinean los límites del rigor revolucionarioen los momentos más candentes de su expresión.

En síntesis, el gobierno dictatorial de Corral significó indudablemente uncambió en lo tocante al recurso a las medidas de excepción. Los procesosadelantados antes por las Juntas de Seguridad fueron confiados a funcionariosrevestidos de extraordinaria autoridad, llamados por ello, muy justamente,subdictadores. Sus actuaciones rápidas e inopinadas en Rionegro, Marinilla yMedellín permitieron el destierro de los desafectos más conspicuos y laimposición de confinamientos y contribuciones extraordinarias a reos demenor peligrosidad. En otras palabras, los subdictadores representan un claroindicio de la radicalización política y del incremento de la energíarevolucionaria. No obstante, es preciso situar en sus justos límites estatransformación: los procesados fueron poquísimos y las penas impuestas secaracterizaron por su moderación.

Aparentemente, idéntica situación de aumento contenido del rigorrevolucionario se encuentra en la expedición antioqueña que, al concluir susfunciones como subdictador, comandó el doctor José María Gutiérrez en laprovincia de Popayán. En efecto, además de sus responsabilidades militares,el dictador Corral le encargó a este presidir una “comisión de guerra en

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campaña”, cuyo cometido era castigar a los traidores de la causa americana yparticularmente a quienes hubiesen cooperado y tenido parte activa en lapérdida de la provincia de Popayán. La comisión quedó facultada paraimponer “hasta la pena de último suplicio”, sin otra formalidad que unsumario formado por orden verbal o por escrito55. En el ejercicio de susnuevas responsabilidades, Gutiérrez recurrió a medidas de innegableseveridad. Así, a su paso por la ciudad de Anserma, ordenó incendiar “suscortos edificios” para castigar el persistente sentimiento realista de aquelloshabitantes56. Del mismo modo, hay prueba documental de que impusodestierros perpetuos a los más convencidos adversarios de la revolución en elValle del Cauca57. Restrepo confirma en su historia ambos datos y agregaque Gutiérrez impuso además “crecidas multas a varios realistas queemigraron” y que condenó a otros a “muerte en rebeldía”58. Pero, ¿quésucedió exactamente? Por fortuna han sobrevivido las pesquisas y lasentencia de la comisión militar antioqueña que juzgó en Buga a los“enemigos de la libertad”. Estaba compuesta por cuatro miembros (el coronelJosé María Gutiérrez, los capitanes Salvador Villa y Baltasar Salazar y, comofiscal, el ayudante del batallón de conscriptos Liborio Mejía) que justificaronsu actuación en la necesidad de castigar “rigurosamente [a] los enemigosdomésticos, que una continua experiencia” demostraba ser más peligrososque los propios jefes militares españoles. En consecuencia, se adelantóinformación de testigos para determinar quiénes habían obrado activamentecontra la causa revolucionaria, quiénes eran meros sospechosos y quiénespodían considerarse “indiferentes y egoístas”. Se constituyó así una lista de49 individuos con base en la cual se expidió finalmente la sentencia contra 26personas: ocho fueron condenadas a muerte y a la confiscación de suspropiedades; nueve (entre las cuales se contaban dos frailes) a destierros porfuera de la provincia, que oscilaban entre cuatro meses y diez años; otrasnueve, a multas que iban de 200 a 1.000 pesos; y otra más a cuatro meses de“servicio con grillete en obras públicas”59. No obstante, los reos condenadosa último suplicio habían tenido tiempo de fugarse a Popayán, de modo queninguno fue ejecutado. No hay, pues, noticia de una venganza exacerbada nide castigos masivos para escarmentar a los monarquistas agazapados.

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EL ÚLTIMO BIENIO DE LA REVOLUCIÓN

¿Siguió radicalizándose la revolución neogranadina entre 1814 y 1816? Alparecer, la toma de Santa Fe por las tropas de la Unión en diciembre de 1814fue una etapa clave en el proceso. En efecto, pocos días después delacontecimiento, las autoridades de las Provincias Unidas expidieron undecreto que concedía a todos los europeos ocho días de plazo para solicitarsus pasaportes con dirección a otro reino60. Los archivos consultadosdemuestran que la medida tuvo efecto cuando menos en Mariquita61 yAntioquia, provincia esta última donde a finales de 1815 se ordenó la prisiónde un grupo considerable de peninsulares. No obstante, en la ciudad capitalvecinos principales (algunos de ellos muy comprometidos con la revolución,como los doctores José Pardo y Félix Restrepo o Francisco Londoño) seconstituyeron en fiadores de los 22 arrestados por medio de escritura pública,obligándose a velar por su conducta e incluso proporcionándolesalojamiento62. Ciertamente, seis españoles fueron desterrados al Chocó pocodespués63, mas para entonces era imposible emprender una política deseguridad interior verdaderamente revolucionaria.

Es preciso señalar que el gobierno de las Provincias Unidas adoptó algunosde los arbitrios diseñados previamente por los Estados provinciales. Porejemplo, considerando lo inútiles que resultaban “las medidas suaves y debeneficencia para servir de freno a los enemigos de la causa de la libertad”,ordenó a finales de septiembre de 1815 la creación de Comisiones deVigilancia en cada una de las capitales provinciales. Conformadas por elteniente gobernador de la provincia y cuatro vocales, habían de obrar comodelegadas de la Alta Corte de Justicia de la Unión y sería su objetivoproceder “a estilo militar” contra los desafectos de la “libertad eindependencia” de la Nueva Granada. En otras palabras, se tratabaesencialmente de Juntas de Seguridad remozadas. Para evitar toda deriva seconcibieron frenos de distinta naturaleza. En primer lugar, se ordenó a lasComisiones de Vigilancia abstenerse de emprender acciones con base enpapeles anónimos o denuncios que no estuviesen suscritos por “personasconocidas”. Del mismo modo, debían pronunciar sus sentencias solo en casode que concurriesen la totalidad de sus miembros y cuando al menos tres de

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ellos se conformasen con el veredicto. Las penas de muerte tendrían recursode revista ante jueces suplentes nombrados para la ocasión y la ejecución delos castigos no podría producirse –salvo casos de extrema necesidad– sinprevia consulta a la Alta Corte de Justicia de la federación64.

Que las nuevas corporaciones se ciñeron a la política de moderaciónpracticada hasta entonces por los revolucionarios neogranadinos quedademostrado al examinar las consecuencias de la grave sedición descubierta enSanta Fe en octubre de 1815, cuando ya el Ejército Pacificador se encontrabaen el Nuevo Reino. En efecto, la Junta Extraordinaria de Vigilancia optó porexcusar el derramamiento de sangre y condenar a presidio, destierro oconfinamiento a los reos, considerando que la “beneficencia” podía influir“más que el rigor a consolidar la opinión y acallar los enemigos de laUnión”65. La llegada de Morillo y sus tropas al territorio neogranadino pudohaber cambiado in extremis la línea de indulgencia y refrenamiento. Así loindica el caso de Antioquia, en donde los dos hombres enviados por lasfuerzas invasoras con intimaciones al gobierno provincial fueron fusilados66.Sea como fuere, de haber existido, la nueva actitud no pudo en ningún casoconsolidarse por la rápida aniquilación de las Provincias Unidas.

Otra prueba de la persistente lenidad de los gobiernos revolucionarios delinterregno neogranadino la proporciona la consolidación, a partir de 1814, dela reputación de los “caraqueños” en el Nuevo Reino como hombressanguinarios67. Los 1.800 hombres de tropa que comandaba Rafael Urdanetay que ingresaron en dicho año al Nuevo Reino tras el desplome de la segundarepública venezolana escandalizaron a los tunjanos al asesinar a sablazos anueve españoles que residían en la provincia a finales del mes de noviembre.Actos semejantes se repitieron pocos días después con la toma de Santa Fe,cuando cayeron a manos de los mismos militares otros seis peninsulares.Cuarenta más terminaron apresados, entre los que se contaban dos curas,cuatro frailes franciscanos y un capuchino: el grupo fue conducido amarradode pies y manos a la villa de Honda, en cuyo tránsito cayó ajusticiada lamitad “en medio de vivas y músicas y aclamaciones”68. Estas atrocidadesfueron censuradas en Antioquia con “execración”, pues era “la primera vez”que se ofrecían “a los ojos de unos pueblos celosos de su libertad y de sureputación, escenas de barbarie y de crueldad, tan ajenas de nuestro caráctercomo de la moral y de la misma política”69.

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En Cartagena descollaron también los venezolanos por su falta deescrúpulos: en 1814 el general Santiago Mariño lideró una conspiración paramatar a todos los españoles, que finalmente se frustró gracias a denunciosoportunos70. Al año siguiente, cuando se decidió el abandono de la plaza porparte de los revolucionarios ante el prolongado asedio del EjércitoPacificador, 40 caraqueños al mando del capitán Salcedo “pusieron en losalmacenes de pólvora una mecha de duración de seis horas y a los prisionerosde dos en dos en una barra”71. A la postre, el plan fue frustrado por lareacción diligente de algunos habitantes principales del puerto. En Pamplonase destacó por su crueldad otro venezolano que ocupaba el cargo de tenientede gobernador. En efecto, antes de abandonar la ciudad a finales denoviembre de 1815, Francisco Javier Yanes ordenó la ejecución de variospeninsulares, acción que censuró Restrepo por su innecesaria crueldad eimprudencia “pues comprometía la existencia de multitud de patriotas”72.Este episodio demuestra, junto con los anteriores, la reserva de lasautoridades revolucionarias de la Nueva Granada en el uso de la violenciapolítica. Por algo diría Morillo que la resistencia que se le opuso en 1815 y1816 había sido toda “obra de los venezolanos”73.

En suma, la documentación consultada confirma los progresos de laradicalización a partir de 1814, que corrieron paralelos a la definición de lacontienda europea. A pesar de ello, jamás se modificó el rasgo esbozado detransformación temperada. De hecho, entre las causas que originaron eldesplome de las Provincias Unidas, el historiador Restrepo apunta, justodespués de la adopción del sistema federal, “la falta de energía de losdiversos jefes que manejaban las riendas del gobierno”: ninguno de elloshabría desplegado, en su opinión, “aquellos talentos y fuerza de alma quesolo son capaces de consumar las revoluciones”. Siendo civiles y abogadosen su mayor parte, se contentaron con “providencias medias” y “decretosconciliatorios” como si la “nave de la República” pudiera conducirse delmismo modo que un pleito74.

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LOS DESTERRADOS

Con mucha presteza, los enemigos de la revolución condenados a destierrofueron escoltados hasta las fronteras del Estado de Antioquia, tanto a travésdel paraje de Juntas, en la ruta hacia el río Magdalena, como por la ruta delvalle de San Andrés75. Gracias a las representaciones que varios de elloselevaron a las autoridades de la Restauración a su regreso al Nuevo Reino enlos años 1815 y 1816, es posible seguir los trayectos y las vivencias deaquellos hombres que las autoridades independentistas consideraban comosus más peligrosos contradictores.

La primera experiencia de extrañamiento sobre la que poseo datos precisosen lo relativo a la provincia de Antioquia es la del santanderino JoséRodríguez Obeso. Según expresó en 1816, desde el principio de lasconvulsiones del Reino se retiró con sus tres hijos varones a la parroquia deSanta Rosa de Osos con el propósito de evitar comprometimientos con loslíderes de la transformación política. Allí se mantuvo durante tres años hastaque, temeroso de ser víctima de la cólera de Juan del Corral, decidió fugarse aMariquita. Tras ocho meses de azarosa residencia en dicha población, optópor la capital neogranadina, confiado en que siendo más populosa ofreceríauna residencia más tranquila. Para su desgracia, allí le tocó soportar la tomade la ciudad por parte de las tropas de las Provincias Unidas y sufrir lasamenazas de muerte del “bárbaro Bolívar”. Cuando los soldados delcaraqueño se dirigían hacia el Caribe, Obeso optó por reunirse con dos de sushijos y abandonar con ellos el territorio neogranadino. Como lascircunstancias políticas le impedían embarcarse en Cartagena o Santa Marta,se propuso pasar al Chocó por la montaña del Quindío. Al llegar al Citaráencontró el Atrato ocupado por las tropas del teniente coronel del EjércitoPacificador Julián Bayer y, ante la negativa de los insurgentes de autorizarloa pasar a Panamá por Charambirá o Cupica, debió resignarse a ser confinadoen la provincia de Popayán, donde lo sorprendería el restablecimiento de laautoridad real76.

La segunda historia de destierro es la José Bernardo del Campillo.Tesorero real de la ciudad de Antioquia, tenía 64 años de edad cuando fuesorprendido en su despacho a finales de julio de 1813 por uno de los

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miembros de la Junta de Seguridad Pública. A continuación fue conducido“con una numerosa guardia” a la casa que servía de cuartel, privado de todacomunicación y vigilado de tal manera que hasta los alimentos que lellevaban de su casa eran registrados. El 13 de agosto fue expatriado aMompox por el valle de San Andrés, y al llegar a dicha villa fue sorprendidocon la intimación de que prosiguiese su camino hasta Jamaica. Como lamedida fue al parecer el resultado de una secreta inteligencia entre el dictadorCorral y el presidente de Cartagena, en vano rogó el reo que se le permitierapermanecer en el principal puerto del Reino, pues se le notificó que en talcaso sería destinado a “barrer y limpiar las calles de la plaza” con un grillete.Prefirió dirigirse a Kingston, donde subsistió gracias a la caridad de algunosespañoles. De allí pasó a Santa Marta a comienzos de 1815 y, viéndose en laimposibilidad de probar su fidelidad al soberano ante las autoridadesrestauradoras para recuperar así su empleo de tesorero oficial real, debiócontinuar su peregrinación por Panamá y Cartagena77. Finalmente, regresó ala provincia de Antioquia y recuperó su plaza a finales del mes de agosto de181678.

La tercera historia de emigración es la del peninsular Rafael Gónima yLlanos. Natural de Málaga, había servido desde 1783 en diferentes empleosen Santa Fe y Popayán hasta que, habiendo pasado a Medellín, se convirtióprimero en interventor particular de tabacos (1789-1805) y después encontador en la misma oficina, al ser erigida esta en principal. En el ejerciciode dicho empleo se mantuvo hasta el 17 de marzo de 1812, cuando fuedepuesto por los revolucionarios. El 1.º de agosto de 1813 Gónima fuearrestado y recluido en un cuartel. Nueve días después recibió 16 horas deplazo para abandonar el territorio del Estado. El día 11 salió de la provinciadebidamente escoltado y se afincó en la villa de Honda en compañía deltambién peninsular Pedro Manuel Rodríguez. Un nuevo destierro, esta vez detodo el Reino, los condujo a ambos a Cartagena y al primero hasta Jamaica.En Kingston, Gónima compartió sus días con otros realistas –expulsadoscomo él de Antioquia por razones políticas o presentes en la isla por asuntoscomerciales (Joaquín Sañudo, José María Zuláibar, Antonio MaríaSantamaría…)– hasta que a comienzos de 1815 regresó al Nuevo Reino porla vía de Santa Marta79.

La cuarta experiencia sobre la que he hallado documentos es la del también

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peninsular Joaquín Sañudo. Tras ser conducido con escolta de soldados alpunto de Nare, se dirigió a Honda. Allí residió durante siete meses, al cabo delos cuales fue remitido preso a Cartagena y recluido en calabozos y en unpontón hasta que logró embarcarse para Jamaica. Al enterarse del avance dela pacificación regresó a Santa Marta y pasó a Mompox, donde se encontrócon Warleta en cuya división se incorporó como proveedor80.

La quinta y última historia de destierro es la del peninsular Diego SánchezRendón, que desde 1804 administraba la renta de correos en Rionegro. En1812 fue despojado de su empleo por las autoridades revolucionarias, mas nopor ello cejó en sus intentos de “arruinar la revolución”, de tal suerte que el 4de agosto fue aprehendido por el subdictador Juan Francisco Zapata y, ochodías más tarde, expulsado de la provincia de Antioquia. Al llegar a Hondahizo repetidas gestiones para que se le permitiese residir en Santa Fe hastaconseguir el beneplácito del dictador de Cundinamarca. A pesar de queprocuró llevar una vida discreta en la ciudad, la noticia de la derrota deNariño en Pasto suscitó una viva emoción popular y obligó a las autoridadesa recluir en la cárcel por algunos días a los peninsulares para acallar lasinsistentes voces que pedían sus cabezas. Lo peor para Sánchez Rendón, noobstante, estaba por llegar: con la entrada de Bolívar y sus hombres a lacapital de Cundinamarca, debió hacer un donativo forzoso de mil pesos parasalvar su vida, echando mano para tal efecto de sus “cortas alhajas” y de las“miserables reliquias de plata labrada” que aún llevaba consigo. Pocodespués, el gobernador Francisco García de Hevia le ordenó abandonar laciudad y el Reino por la vía del Chocó. No obstante, la llegada del EjércitoPacificador le permitió deshacer sus pasos81.

Las historias de Obeso, Campillo, Gónima, Rodríguez, Sañudo y SánchezRendón perfilan un itinerario común. Al ser expulsados de la provincia deAntioquia, todos ellos conservaron la esperanza de residir en otros puntos delNuevo Reino, sin duda confiando en que un inminente desplome de larevolución habría de permitirles el retorno a sus casas. Esta ilusión sedesvaneció en todos los casos, pues las autoridades de Mompox y Cartagena,Honda, Mariquita y Santa Fe renovaron las persecuciones en su contra. Apartir de entonces la isla de Jamaica apareció como el refugio ideal y haciaallí intentaron dirigirse Obeso, Campillo, Gónima y Rodríguez. La idea era lamisma: residir cerca del territorio neogranadino para poder regresar a él con

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facilidad tras la disolución de los gobiernos revolucionarios. Los triunfos delEjército Pacificador permitieron a los ausentes emprender el camino deretorno. Al desembarcar en Santa Marta, los desterrados manifestaron conpatetismo sus padecimientos, solicitaron auxilios para reintegrarse a sushogares, y demandaron y obtuvieron la reposición de sus empleos opromociones82.

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VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN

Habiendo establecido que la indulgencia frente a los más conspicuos realistasfue una constante en las autoridades revolucionarias del interregnoneogranadino, es preciso a continuación hacer comparaciones que permitancomprender si se trató de un decurso particular en el contexto de lasindependencias hispanoamericanas. Cuando se compara el caso neogranadino(y el antioqueño, en particular) con el venezolano en lo tocante al uso de laviolencia política, surge de inmediato un contraste tan fuerte comoenigmático. En efecto, allí la revolución fue también apacible en suscomienzos: lo asegura un conspicuo realista, quien la describió entoncescomo una “tranquila anarquía”, exenta de ferocidad y semejante a “unareunión de niños que jugaban al gobierno”. Mas a mediados de 1811 despertó“el monstruo de la rebelión” y se manifestó por primera vez con elfusilamiento en Caracas de 16 hombres comprometidos en una tentativacontrarrevolucionaria, cuyos cuerpos fueron colgados en una horca situada enuna plaza pública y cuyas cabezas se expusieron en diversos parajesinmediatos a la capital83. No obstante, fue a partir de 1813 cuando segeneralizó la violencia. Las fuentes subrayan contestes la abundancia de actosde barbarie cometidos por ambos bandos: mutilaciones de cadáveres,ejecuciones masivas de prisioneros y masacres de cientos de pobladoresinermes, sin miramientos al sexo o a la edad. A mediados de marzo de 1813,por ejemplo, el jefe realista Antonio Zuázola mutiló y desolló vivos en lavilla de Aragua “hombres y mujeres, ancianos y niños”, enviando a Cumaná“muchos cajones de orejas […] que fueron recibidos con salvas y algazaraspor los catalanes”. A comienzos del año siguiente, por no citar más que otrocaso célebre, el oficial canario Francisco Rosete penetró a hachazos con sushombres en la iglesia de Ocumare, asesinando a más de 300 personas quehabían buscado refugio en ella. Por su parte, las crueldades cometidas porjefes patriotas como Campo Elías o Juan Bautista Bermúdez fueron tanabundantes que suscitaron una “sublevación general del país a favor del rey”,ya consolidada para el mes de diciembre de 1813: en adelante, los ejércitosindependentistas “no podían contar sino con el territorio que materialmentepisaban” y, siéndoles contraria la mayoría de los habitantes, sus pocos

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partidarios debían seguirlos penosamente, de modo que en aquel tiempo, aldecir de los historiadores Baralt y Díaz, “la población republicana deVenezuela era ambulante”. Fue en tal contexto cuando, estando ya herida demuerte la segunda república, Simón Bolívar ordenó la ejecución en Caracas yLa Guaira de más de 800 prisioneros peninsulares y canarios84.

¿Cómo se llegó a tales excesos en Venezuela? ¿Y por qué no se produjonada semejante en el Nuevo Reino? La primera gran diferencia entre ambosterritorios radica en el conflicto preexistente que enfrentaba a los pardos yesclavos fugitivos de los Llanos con los mantuanos, los cuales buscaron portodos los medios –antes y después de la revolución– controlar aquellaescurridiza mano de obra y apoderarse en detrimento suyo de hatos ypastizales85. La segunda diferencia estriba en la moderación de que hicierongala tanto los líderes neogranadinos de la transformación política como susopositores realistas: ello impidió, sin duda, que se desatara una espiral deviolencia86. El tercer elemento distintivo que salta a la vista es la ausencia deamenazas serias a la revolución en el antiguo virreinato de Santa Fe, dondeella no solo no fue vencida (como sucedió en dos ocasiones en Venezuela),mas ni siquiera desafiada seriamente. En efecto, en el Nuevo Reino, el triunfode los que posteriormente serían denominados patriotas se produjo sinmayores esfuerzos desde un comienzo, con la excepción de ciertas provincias(Cartagena, Pamplona y Popayán) colindantes con zonas regentistas, donde,no obstante, la forma monárquica tuvo escasa “vocación expansiva”87.

El caso revolucionario novohispano reviste también interés por sus altosíndices de violencia. Allí, como en Venezuela, es posible identificarconflictos latentes previos al estallido de la insurgencia y, una vez producidoeste, una disputa sin claros vencedores, que auspició la escalada de horroresen ambos bandos. En cuanto a lo primero, cabe recalcar inveteradas tensionesraciales y el deterioro general en los niveles de vida de las clases bajas enmuchas regiones del virreinato durante 50 años. Este desmoronamientoobedecía a una sobreoferta de mano de obra, así como a la escasez de tierrasproductivas y a la integración económica forzada de muchas comunidadesrurales a través de un capitalismo agresivo que utilizó el crédito comomecanismo de control social. El hecho de que en buena medida losinversionistas fueran peninsulares, generó un odio larvado hacia ellos:amplios sectores los responsabilizaron de la crisis económica que aquejaba al

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virreinato y los convirtieron en el blanco por excelencia de las hostilidades.La insurgencia novohispana se incubó así en regiones sacudidasreiterativamente por conflictos de índole local que se sumaron en unaconflagración general merced a la crisis imperial y a la hambruna que sacudióal virreinato entre 1808 y 1809[88]. La insurrección del cura Hidalgo a partirdel mes de septiembre de 1810 propició la destrucción de decenas delocalidades realistas, así como masacres que revelan una “calculada voluntadde exterminio” y en las que perecieron cientos de europeos, ya a manos detumultos más o menos espontáneos, ya en ejecuciones expresamenteordenadas por los líderes revolucionarios. Los realistas respondieronatacando a su vez cientos de poblados, condenando a muerte de maneraexpedita a prisioneros de guerra y exhibiendo los despojos de estos en lugarespúblicos para escarmiento de la población89.

La situación en el Nuevo Reino era del todo diversa. Se trataba de unvirreinato predominantemente mestizo, con baja densidad de población yabundantes tierras yermas que, si bien no siempre eran realengas, permitieronacoger contingentes de campesinos desposeídos, que fundaron colonias enprovincias como Antioquia y rochelas en el Caribe. En otras zonas, como elaltiplano cundiboyacense, la situación se resolvió mediante la abolición o lareducción de los resguardos. Además, a diferencia de la Nueva España,sumida en una crisis fiscal a finales del período colonial, el territorioneogranadino conoció un verdadero auge económico y una expansión muysignificativa de los ingresos fiscales en la segunda mitad del siglo XVIII90. Nomenos importante, el Nuevo Reino podía preciarse, como expresó en 1803 elvirrey Mendinueta, de la “rara circunstancia de no haberse experimentadouna falta ni aun una verdadera escasez de alimentos de primera necesidad enmuchos tiempos”. De hecho, los productos básicos como el plátano y lostubérculos abundaban en tal forma y eran tan baratos que, según elmandatario, explicaban la desaplicación al trabajo de los neogranadinos y elcrecido número de mendigos91.

Para comprobar la validez de las explicaciones propuestas sobre lamoderación del interregno neogranadino, bien vale la pena hacer una breveincursión en la historiografía de la Revolución francesa, que se ha vistoobligada desde sus orígenes a reflexionar detenidamente acerca de los altosíndices de violencia propios de aquel acontecimiento. En particular, resulta

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muy útil estudiar las espinosas polémicas historiográficas en torno alimpreciso período del Terror (1793-1794), cuya denominación, no está demás recordarlo, es una invención oportunista de un partido que pretendíaevadir sus responsabilidades frente a las ejecuciones del año II. El Terror hasido presentado muchas veces de manera simplista y descontextualizadacomo mera violencia o episodio precursor de los totalitarismos, sin pararmientes en que en 37 departamentos hubo menos de diez ejecuciones92, yolvidando que fue una manera de canalizar y contener la cólera popular y deimplementar ambiciosas políticas en diversos ámbitos93. Sin perder de vistala complejidad del proceso, mi intención a continuación es concentrarme enlos usos de la violencia política con el fin de analizar por contraste lanaturaleza de la revolución en Antioquia y la Nueva Granada durante elinterregno.

Como se ha visto en otro apartado, Juan del Corral se valió de medidas deexcepción, y ciertamente los destierros, los confinamientos y lascontribuciones forzosas eran en la práctica arbitrios violentos. Sin embargo,durante su dictadura estas medidas de excepción no llegaron a constituir una“una técnica extrema de gobierno para un país en revolución”, ni hubo nadasemejante a una “institucionalización de la violencia”94, como durante el añoII. Las medidas de excepción no propiciaron tampoco el surgimiento de unacategoría claramente definida de enemigos interiores como sucedió en el casofrancés con los aristócratas. De hecho, si bien había entre los reos de 1813una cantidad importante de peninsulares, los discursos oficiales jamásarremetieron contra ellos como grupo. Del mismo modo, los mesescomprendidos entre finales de 1813 y comienzos de 1814 no fueron elescenario de una violencia popular, sencillamente porque no existió entoncesen Antioquia ninguna disputa seria y persistente por el poder95, ni seriascontroversias religiosas96, ni nada parecido tampoco a una crisis económicaque con el aguijón del hambre precipitara las masas en el torbellinopolítico97.

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CONCLUSIONES

Las dimensiones exactas del recurso a las medidas extraordinarias yparticularmente a la violencia por parte de los gobiernos neogranadinosdurante el interregno es un asunto poco estudiado. En las páginas precedentesse ha abordado la cuestión mediante el análisis del caso del Estado deAntioquia antes, durante y después de la dictadura de Juan del Corral. SegúnJosé Manuel Restrepo, las medidas tomadas por el mandatario durante sugobierno hicieron “mucho ruido” en el Nuevo Reino, lo que indica que ellaseran para entonces perfectamente vanguardistas98. Y sin embargo, laspáginas precedentes han demostrado que las autoridades revolucionarias de laprovincia se caracterizaron por una incontestable sobriedad, que resulta muydiciente en lo relativo a la naturaleza del régimen instaurado conposterioridad a la transformación política del Nuevo Reino. En efecto, laspenas más rigurosas que se impusieron a los líderes regentistas entre 1810 y1814 fueron las de destierro, confinamiento, embargos y contribucionesforzosas. En otras palabras, la ejecución de los cabecillas de lacontrarrevolución fue un límite que las autoridades antioqueñas prefirieron nofranquear. Otra característica del pálido rigor de los revolucionariosantioqueños fue el bajísimo número de los condenados: apenas un puñado.¿Quiere ello decir que la llegada de Juan del Corral a la presidencia y elestablecimiento de siete meses de gobierno dictatorial no significaron ningúncambio en lo relativo a la gestión de la oposición política? En realidad, puedehablarse de una inflexión, mas esta radica no tanto en las penas (pues lascondenas más rigurosas fueron los extrañamientos, que se aplicaban ya en elperíodo precedente de las Juntas de Seguridad), sino en la multiplicación delas condenas y en la manera expedita en que se pronunciaron y ejecutaron lassentencias.

¿Cómo explicar que en los revolucionarios tiempos del interregno no seinstaurara una mayor pugnacidad, una severidad creciente en los castigos,una purga radical del cuerpo político? Como se ha visto, en vísperas de lacrisis monárquica no existía en el Nuevo Reino una situación socialvirtualmente explosiva como en Venezuela o Nueva España. Y si durante lamutación política los bandos en pugna se mantuvieron dentro de los límites

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de la civilidad política, ello fue en buena medida porque el nuevo régimen noenfrentó amenazas serias ni una violencia popular significativa. Por ello, laspenas decretadas durante los primeros meses de la dictadura de Corralbastaron para frenar la oposición abierta y para declarar y mantener unrégimen republicano independiente. El escarmiento efectivo habría impedido,pues, una escalada de la violencia.

La moderación de los revolucionarios del interregno permite comprenderuna cuestión muy importante: la radicalización que generó en el territorioneogranadino la expedición punitiva confiada a Morillo. Habiendo hechogala de una innegable moderación durante la revolución, los habitantes delNuevo Reino no pudieron más que ver con muy malos ojos la política deterror instaurada a nombre del rey en diversas provincias. El restablecimientoa sangre y fuego de la autoridad fernandina en un territorio que no abusó dela transformación política para deprimir a los realistas generó un justoresentimiento e hizo insufrible e impopular a la larga el mantenimiento delsistema monárquico. En uno de sus libros, Richard Cobb señaló con razón lanecesidad de estudiar conjuntamente en la Revolución francesa el Terror delaño II y el “contraterror” (la Terreur Blanche del año III) que este engendródespués de Termidor. El hecho de que en la mayor parte de la Nueva Granadahubiera existido el segundo sin el primero explica no solo la desaprobaciónque generó la restauración fernandina sino también el desplome definitivo delrégimen en 1819[99].

Si es innegable la desmesura de la violencia restauradora en comparacióncon el refrenamiento punitivo del interregno, el estudio del caso antioqueñoindica la necesidad de evitar las generalizaciones abusivas. En efecto, elmismísimo gobernador militar nombrado por Morillo solicitó un indultoespecial para la provincia el 14 de septiembre de 1816, indicando que, si seatendía a los hechos, todas las personas que habían residido en ella durante larevolución habían delinquido, incluyendo a los desterrados, los cuales “porno abandonar sus familias solicitaron, rogaron y procuraron justificarse a losojos del gobierno insurgente”. En su opinión, pues, si quería restablecerseperdurablemente el sosiego en territorio antioqueño era imprescindiblereplicar el decreto de 9 de abril anterior por medio del cual el virreyMontalvo había cobijado con la real gracia a los habitantes de la provincia deCartagena. La solicitud fue debidamente aprobada el 23 de enero de

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1817[100] y publicada en Rionegro el 19 de febrero101. Así, los antioqueñosgozaron de la clemencia regia sin conocer (a diferencia del principal puertoneogranadino) una fase de vindicta. Hubo, pues, territorios donde laRestauración no significó un ejercicio desaforado de la violencia y donde elimperativo de la paz contuvo el afán justiciero y la cólera punitiva. Talesexperiencias de pacificación forman parte esencial de la coyuntura (aunqueuna historiografía deslumbrada por la sangre ha convenido en ignorarlas) yson el objeto de los capítulos siguientes.

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SEGUNDA PARTEEXPERIENCIAS DE PACIFICACIÓN

Ojalá pudiera derramarse en este reino el narcótico de la mandrágora, queentorpece y hace olvidar los acontecimientos pasados.

Representación de Ignacio de Herrera, Ildefonso Gil de Tejada y NicolásLlanos (Santa Fe, 26 de agosto de 1818), AGN, SAAGYM, t. 121, ff. 27-29.

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CAPÍTULO 3LAS ÍNSULAS DE FRANCISCO DE MONTALVO, 1813-1818

Como se ha visto en los capítulos anteriores, la Restauración neogranadinafue singularmente violenta, mas ello no quiere decir que los rigores de lapacificación afectaran de manera uniforme a todas las provincias. Si algunasde ellas se libraron prestamente del flagelo o sintieron apenas susconsecuencias, ello se debió al influjo de ciertos delegados del rey que seopusieron a la duración indeterminada del gobierno militar y lograroncontrarrestar el influjo de los heraldos de la vindicta. La oposición de estoshombres estaba sustentada en última instancia por la autoridad de Franciscode Montalvo, quien hizo las veces de capitán general y virrey del territorioneogranadino durante la coyuntura, y quien supo limitar –al menosgeográficamente– la arbitrariedad de Morillo y sus lugartenientes. Laexperiencia de Montalvo en el mando del Nuevo Reino resulta, pues,fundamental para comprender las manifestaciones siempre insulares de lapacificación. En consecuencia, este capítulo explora por lo menudo la historiade un habanero a quien la Regencia encomendó el gobierno de un reino y, enrealidad, asumió el mando en una provincia literalmente sitiada por losrevolucionarios. Por tanto, igualmente analiza las condiciones de esta apuradareclusión y el aislamiento de su pequeña corte de circunstancia, librada a símisma por la incapacidad de los virreyes del Perú y Nueva España desocorrerla. Del mismo modo, examina los dilemas políticos que enfrentó elmandatario por sus propósitos, así como su asombrosa labor en elapaciguamiento del Reino, antes y después de la llegada de la expedicióncomandada por Pablo Morillo, a mediados de 1815.

Se trata, en última instancia, de proponer una nueva cronología y por tantouna redefinición del período. En efecto, la Restauración neogranadina se hacedebutar generalmente con la llegada del Ejército Expedicionario a SantaMarta y suele asimilarse, de manera harto reductora, a las figuras de PabloMorillo y Pascual Enrile1. Los acontecimientos contrarrevolucionarios

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previos, tanto en Quito como en Santa Marta y Riohacha, tienden a olvidarseo, en el mejor de los casos, son relegados a cortos paréntesis o a unpreámbulo de poca importancia2. En tal contexto, el estudio de la carrera deMontalvo permite incluir dentro de la trama del restablecimiento de laautoridad fernandina los intereses y los actores del Caribe español, al tiempoque contribuye a entender las características más acusadas de una prácticaoriginal de lealismo, fraguada lentamente al calor de los acontecimientos dela Tierra Firme –y no en el gabinete madrileño de un monarca restaurado.

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MONTALVO Y LOS MONTALVO

Tras la ocupación de La Habana por los británicos en 1762, la Corona,consciente de su frágil posición en la isla, emprendió una serie de reformascuya implantación efectiva dependía de la colaboración de las familiaslocales prominentes. Para obtener su beneplácito y el aumento de lascontribuciones, el conde de Ricla concibió una política de negociación yfidelización que favoreció a la larga la producción azucarera, otorgó ampliasventajas comerciales y acentuó la preeminencia social del notablato mediantela concesión de títulos militares y de 21 gracias nobiliarias hasta 1808 (títulosde marqués, conde o grandeza de España)3.

Uno de los beneficiarios de tales políticas fue Lorenzo de Montalvo y Ruizde Alarcón. Natural de Valladolid (1704), había llegado joven a La Habana,donde se convirtió en intendente general de marina y, en 1765, en conde deMacuriges. A su muerte, acaecida en 1778, dejó ocho hijos de dosmatrimonios (los Montalvo Bruñón de Vértiz y los Montalvo y Ambulodi),cuyos primogénitos se tranzaron en una disputa legal por el derecho a heredarel título nobiliario. Cuando el vástago de la primera unión ganó el proceso, elde la segunda (Ignacio Montalvo y Ambulodi) solicitó y obtuvo de la Coronael marquesado de Casa Montalvo (1779). El marqués de Casa Montalvo –queera uno de los hombres más ricos de la isla y llegó a ser prior del Consuladode La Habana– contrajo matrimonio con una integrante de la familiaO’Farrill, que controlaba las plazas de oficial en las milicias locales. Con ellahubo, entre otros hijos, a Teresa Montalvo y O’Farrill, cuya unión conJoaquín Beltrán de Santa Cruz y Cárdenas, conde de Santa Cruz de Mopox ySan Juan de Jaruco (llamado a convertirse en íntimo del favorito ManuelGodoy y en subinspector general del ejército en Cuba, 1795), acrecentó sinduda el poderío y la influencia del clan4. Como entre los hermanos delmarqués de Casa Montalvo se contaba, precisamente, Francisco (bautizado enla catedral de La Habana en 1754), es inevitable que tantos y tan importantesvínculos con el ejército y la corte fueran un poderoso acicate en su carrera.En suma, el capitán general elegido por la Regencia para presidir los destinosdel Nuevo Reino de Granada pertenecía a la rica élite criolla, endogámica,aristocrática y esclavista cubana conocida en la historiografía con el nombre

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de sacarocracia, por cuanto sus ingresos procedían esencialmente de lasplantaciones azucareras.

¿Qué decir de su carrera? Como puede observarse en su hoja de servicios(tabla 4), Francisco de Montalvo comenzó su carrera militar como cadete alos 12 años y al cabo de 49 de servicio llegó a la cima del escalafón españolal obtener el grado de teniente general. En tiempos de Carlos III, participó enla frustrada expedición contra Argel (1775), en la toma de la isla de SantaCatalina, frente a las costas del Brasil (1777), y en la de Pensacola, ya enplena guerra de independencia de las trece colonias (1781). Durante elreinado de Carlos IV, estuvo al mando de un batallón de refuerzo en NuevaOrleáns (1793) y encabezó una brigada en La Española durante la guerracontra la República Francesa (1794)5.

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TABLA 4.HOJA DE SERVICIOS DE FRANCISCO DE MONTALVO Y AMBULODI

RANGO FECHA DENOMBRAMIENTO

TIEMPO EN EL GRADO

Cadete real de La Habana 24 de enero de 1766 Ocho añosCapitán 24 de enero de 1774 Nueve años y once

mesesTeniente coronel graduado 1.º de enero de 1784 Dos años y un mesComandante 2 de febrero de 1786 Cuatro añosCoronel 11 de febrero de 1790 Tres años y nueve

mesesTeniente coronel vivo 15 de noviembre de

1793Un año y once meses

Brigadier 13 de noviembre de1795

Un año

Coronel vivo 1.º de diciembre de 1796 Tres años y sietemeses

Agregado al Estado Mayor de LaHabana

1.º de julio de 1800 Nueve años y sietemeses

Mariscal de campo 26 de febrero de 1810 Cinco años y cincomeses

Teniente general 29 de julio de 1815Fuente: AGMS, legajo M3747.

En julio de 1808, cuando el influyente Francisco de Arango y Parreñopropuso, con el acuerdo del conde de O’Reilly, la creación de una junta degobierno en La Habana, Francisco de Montalvo y Ambulodi, a la sazón elcriollo de más alto rango en el Estado Mayor de la ciudad, jugó un papelprotagónico en la frustración del intento al dejar claro que, de ser necesario,emplearía al punto las fuerzas que estaban bajo su mando. Sin embargo notoda la familia compartía sus ideas políticas. De hecho, su sobrina (TeresaMontalvo y O’Farrill) llegaría a convertirse en la amante de José I y suconcuñado Gonzalo O’Farrill se hizo ministro josefino. Quizás estoscomprometimientos familiares expliquen la suscripción pública quepromovió Francisco de Montalvo en 1811 –y que fue aprobada por la

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Regencia– para levantar un ejército de 300.000 hombres en apoyo de laguerra peninsular. En mayo del mismo año, el cabildo de La Habana lodesignó como vocal de una junta de policía que pretendía formarse, mas él seopuso a su establecimiento, estando persuadido de que tenía designiospolíticos separatistas. Sea como fuere, sus muestras de lealtad, así como suactiva oposición al proyecto de junta habanera, fueron premiadas en 1812 contres nombramientos sucesivos: teniente rey de La Habana, subinspectorgeneral de las tropas de Cuba y capitán general del Nuevo Reino deGranada6.

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1813. INDIGENCIA

Antes de referir la experiencia de Francisco de Montalvo como capitángeneral del Nuevo Reino, es indispensable hacer un brevísimo recuento de larevolución en el virreinato de Santa Fe. Las noticias de Europa, que indicabanun avance irresistible de los ejércitos napoleónicos sobre la Península, eltemor de convertirse en botín de alguna potencia y la instalación de una juntade gobierno en Caracas detonaron el establecimiento de corporacionessemejantes en la mayoría de las provincias del Nuevo Reino. Habiéndosefrustrado la composición de un gobierno general, la mayor parte de las juntasse transformaron, a partir de 1811, en Estados, casi siempre, mediante lapromulgación de Constituciones particulares. La provincia de Santa Marta seapartó de esta tendencia cuando una contrarrevolución restableció lasinstituciones de la monarquía y puso la gobernación bajo la obedienciairrestricta de la Regencia gaditana. Entonces se convirtió en refugio de losrealistas de todo el Reino y en enemiga y contendiente de la provincia deCartagena y de la federación de las Provincias Unidas de Nueva Granada, quereunía a la mayoría de ellas –con la notable excepción del Estado deCundinamarca–, y que había sido creada a finales del año en Santa Fe (27 denoviembre de 1811). El 6 de enero de 1813 la contienda pareció resolverse afavor de los revolucionarios cuando las tropas cartageneras, comandadas porel francés Pierre Labatut, se apoderaron de Santa Marta. El pánico cundióentre las autoridades y los principales vecinos, que no tardaron en embarcarserumbo a La Habana, el istmo de Panamá y otros destinos7. No obstante, latorpe conducta de los vencedores, que se comportaron más comoconquistadores que como libertadores y se dedicaron a esquilmar a loshabitantes, suscitó dos meses más tarde un victorioso movimientoreaccionario comandado por los indios de los pueblos inmediatos a la plaza.La dependencia al gobierno peninsular fue restablecida de este modo yconsolidada con la llegada desde Maracaibo del coronel Pedro Ruiz de Porrascomo nuevo gobernador8. En su anterior empleo en Venezuela, este militarse había distinguido por su firmeza y aun por su severidad con losrevolucionarios, habiendo condenado “a muchos a muerte, a otros a presidioy destierro perpetuo y a todos a confiscaciones o gruesas multas”9. Los

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cartageneros no cejaron en su intento y organizaron una nueva expedicióncontra Santa Marta con el propósito de desembarcar en el pueblo de San Juande la Ciénaga, situado al sur de la plaza. No obstante haberlo intentado en dosocasiones (10 y 11 de mayo de 1813), fueron repelidos en los combates dePapares y la Ciénaga por fuerzas muy inferiores en número comandadas porel aguerrido capitán pardo Narciso Crespo10.

La Regencia había confiado el gobierno superior del Nuevo Reino deGranada al brigadier Benito Pérez y Baldelomar, que al conocer elnombramiento se trasladó desde Mérida de Yucatán a La Habana en busca deauxilios, y posteriormente a Panamá, donde instaló su corte en marzo de1812[11]. Poco pudo hacer durante su corto gobierno: no solo contaba conescasos medios para hacer la guerra a los revolucionarios, sino que además sehallaba a mucha distancia del teatro de los acontecimientos. Para colmo, muypronto se distanció de la Audiencia, cuyos miembros llegaron incluso adenunciar ante la Regencia la incapacidad moral y física del virrey, su“natural repugnancia a la observancia de las leyes”, sus habituales achaques ysu negativa a instalar el gobierno en Santa Marta, donde era más convenientesu presencia12. Este cúmulo de dificultades convenció al virrey Pérez de lanecesidad de presentar su renuncia13. La Regencia la admitió, y el 1.º denoviembre de 1812 designó en su reemplazo a Francisco de Montalvo con eltítulo de capitán general del Nuevo Reino y un sueldo anual de 14.000 pesos.El nombramiento no era propiamente satisfactorio: abandonaba latranquilidad de La Habana por la Tierra Firme en guerra, no se le otorgaba eltítulo de virrey, a pesar de que en el mismo momento se le confería a FélixCalleja en la Nueva España, y la dotación asignada era menor a la que habíandisfrutado sus antecesores14. Según Restrepo, en la designación influyó nosolo el hecho de ser americano, sino también la circunstancia de haberresidido largo tiempo en Cartagena15. La explicación peca por ingenua.Como se ha visto, Montalvo y Ambulodi era miembro de la oligarquíacubana y pertenecía al puñado de familias que había sacado inmensos réditosdel pacto contraído con la Corona con posterioridad a la ocupación británicade La Habana en 1762. Además, por su fidelidad durante la crisis monárquicay los beneficios obtenidos por dicho comportamiento, Francisco de Montalvoera una prueba viviente de la conveniencia que podía resultar delmantenimiento de la integridad de la monarquía, al tiempo que un guiño que

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hacía la Regencia a las principales familias neogranadinas. Las circunstanciasfamiliares quizás tuvieron también algo que ver en el nombramiento. Enefecto, uno de los hermanos de Montalvo, Rafael, se había casado enCartagena con una Narváez y Latorre16, emparentada con varios de losmayores revolucionarios de Cartagena.

En principio, Montalvo debía pasar a Panamá para prestar juramento enmanos de su antecesor. No obstante, once días después de su nombramiento,las autoridades españolas cambiaron de opinión, ordenándole tomar posesiónde su empleo ante el capitán general de Cuba, para embarcarse sin tardanzacon proa a Santa Marta17. Cuando se disponía a emprender su viaje,Montalvo se enteró en La Habana de la caída de la ciudad y de los pueblosribereños del Magdalena a manos de las tropas del Estado de Cartagena.Hubo entonces de suspender su traslación, mas, mientras aguardaba un buquepara pasar al istmo de Panamá, se conoció en Cuba la recuperación de SantaMarta gracias al denuedo de los indios de los pueblos comarcanos. Montalvopudo así satisfacer plenamente los deseos de la Regencia y llegar al destinoque esta le fijara, a bordo del bergantín de guerra El Borja, en la tarde del 1.ºde junio de 1813 “con algunos pertrechos de guerra”, cuatro oficiales y susecretario18. Estaba próximo a cumplir los 60 años de edad19.

Este conjunto de circunstancias da por sí solo una idea de las dificultadespropias a la tarea confiada al militar cubano. Nominalmente era el capitángeneral del Nuevo Reino de Granada. No obstante, aparte de las provinciasdel istmo de Panamá, la Presidencia de Quito, algunas fracciones de la dePopayán, Riohacha y parte de la de Santa Marta, el resto del territorio estababajo el control de los revolucionarios. Por las distancias que separaban unosde otros estos fragmentos lealistas del Reino, la presencia en el Caribe denumerosos corsarios del Estado de Cartagena y la indigencia de los mediosconfiados al flamante capitán general, la autoridad de este se halló desde elcomienzo reducida a una pequeña ínsula delimitada al norte por el marCaribe, al occidente por el río Magdalena, al oriente por la Capitanía Generalde Venezuela y al sur por la expansiva frontera de las Provincias Unidas deNueva Granada y del Estado de Cundinamarca (mapa 1). Lo que puso laRegencia en manos de Montalvo no fue, pues, más que un corto, discontinuoy desestructurado conjunto de provincias que solo nominalmente debíanobedecerle, como solo nominalmente obedecían a las autoridades de la

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España libre.Con respecto a Riohacha, la política imperante desde el comienzo de la

crisis monárquica había consistido en evitar el descontento de los indiosguajiros, hasta transigir con la imposición de un gobernador por un “cabildoabierto”, lo que entrañaba la violación de todas las leyes de la monarquía20.Además, en virtud de una real orden fechada el 7 de mayo de 1813 y recibidaen el Nuevo Reino en el mes de septiembre, la provincia fue segregada deesta Capitanía General y agregada a la de Maracaibo21. La Presidencia deQuito, por su parte, permanecía en manos de Toribio de Montes desde finalesde 1812 y se gobernaba con total independencia. Tanto, que Montalvo nodejará de recriminarle su insubordinación y negligencia en la remisión deauxilios22. Algo semejante cabe decir del istmo de Panamá, como lo indicaun rasgo más que diciente: a pesar de sus constantes instancias, Montalvo noconsiguió nunca la remisión oportuna y suficiente de caudales23. ¿Qué decirentonces de Barbacoas, Tumaco o Iscuandé? Hallándose en la costa payanesadel Pacífico, hubiera resultado absurdo exigir de ellas cualquiersubordinación, siendo ya admirable que se mantuvieran leales al rey y a laRegencia cuando las protegían cortas guarniciones de pardos enviadas desdePanamá.

MAPA 1

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Como queda dicho, Francisco de Montalvo llegó a Santa Marta el 1.º dejunio de 1813, donde no halló medios de defensa, sino tan solo “miserias ydesolación”24. No había en la ciudad ni un solo armero capaz de reparar losfusiles averiados25 y no existía tampoco imprenta para “cimentar la opiniónpública”, de manera que los documentos importantes debían enviarse aJamaica, donde los agentes del gobierno los entregaban a cajistas ignorantesdel castellano, obligados, por lo mismo, a componer letra por letra lasdicciones26. Según recordaría después, muchos vecinos comprometidos conla revolución acudieron a su presencia quejándose de la dureza delgobernador, que no accedía a oírlos ni a formar sus causas. Desde entoncesMontalvo censuraría la “acritud y exaltación” de Ruiz de Porras27, en lo queconstituye su primer enfrentamiento a una política obtusa de pacificación.

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Con la llegada de Montalvo, la ciudad de Santa Marta se encontrópromovida de repente al rango de corte, del mismo modo que lo habían sidoPanamá y Maracaibo durante las residencias respectivas del virrey BenitoPérez y el capitán general Fernando de Miyares, o tal y como había sucedidocon Río de Janeiro en 1808, merced al traslado de João VI y su familia desdeLisboa; con Cádiz en tiempos de las Cortes Extraordinarias; con Cagliarientre 1798 y 1814, tras la invasión de Piamonte por las tropas francesas; ocon Palermo durante parte del accidentado reinado de Fernando IV deBorbón. El territorio bajo el mando efectivo de Montalvo no solo eradiminuto, desvertebrado, indefenso y pobre: se encontraba, además,amenazado por las tropas del Estado de Cartagena, que no terminaba deaceptar la evacuación de la ciudad y emprendía una nueva tentativa paraapoderarse de ella. El enfrentamiento era desigual, pues en rigor no oponía ados provincias. Se trataba, más bien, de la lucha entre una menguadaterritorialmente –y disidente, en virtud de su excepcional lealtad a la Corona–y una confederación (las Provincias Unidas), que respaldaba con doblones elesfuerzo bélico del principal puerto neogranadino. La guerra tenía dos frentesclaros: uno marítimo, en el que los revolucionarios llevaban la delanteragracias a su escuadra corsaria28; y uno anfibio, estructurado a lo largo del ríoMagdalena, sus caños, ciénagas y afluentes. Además del calor y la humedad,las nubes de mosquitos eran abundantísimas e inaguantables aun para loslocales, que clamaban por toldos de coleta para guarecerse mientrasmontaban guardia en las baterías de la ribera29. Las acciones militares en elfrente de la llamada línea del Magdalena no podían prescindir, por razonesobvias, de transportes fluviales. Los utilizados en esta guerra interprovincialeran los bongos, cuya naturaleza es importante precisar desde un comienzo.Según el diccionario de la Real Academia, un bongo es, o bien canoa usadaen Centroamérica por los indios, o bien una embarcación grande de fondoplano utilizada en Venezuela para el transporte fluvial. Restrepo, por su parte,aclara en su Historia que se trata de “botes que calan muy poco agua, a losque se ha quitado la obra muerta y puesto un cañón en la proa”30. De hecho,los bongos que se disputaron la supremacía del río Magdalena y sus afluentesdurante las guerras del interregno eran auténticos barcos artillados capaces detransportar a cien tiradores y propulsados por bogas cuyo número variaba,según el calibre de los cañones, entre 10 y 28[31].

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Para evitar que, como sucedió en el desastre del 6 de enero de 1813,algunos samarios principales se dieran a la fuga en los buques anclados en elpuerto, el capitán general decretó el cierre de este, impidiendo no solo que lasembarcaciones fuesen presa de los corsarios, sino que desmayase el espíritupúblico32. Montalvo carecía de fondos para asegurar la manutención de lapoca tropa “de línea y urbana” con que contaba, de suerte que la financiaciónrecayó por fuerza en “un corto número de habitantes de la ciudad”. El 6 deagosto se presentó la escuadra cartagenera frente al puerto: 2.000 hombresrepartidos en una corbeta, ocho lanchas cañoneras, dos bergantines y 12goletas. En lugar de atacar de inmediato, los revolucionarios se entregaron alreconocimiento de la costa y dieron tiempo a los samarios de fortificarse.Cuando siete días más tarde tuvo lugar el desembarco, al filo de lamedianoche, la tentativa fue adversa a los invasores33: Montalvo en personasupervisó las operaciones defensivas desde la batería del Rosario hasta lascuatro de la madrugada34.

Al ser rechazados, los cartageneros dirigieron sus barcos al pueblo de SanJuan de la Ciénaga, para acometer desde el sur y por tierra a Santa Marta. El14 y el 15 de agosto los indios del pueblo y las tropas pardas de la plazafrustraron nuevamente el desembarco, de modo que los revolucionariostuvieron que contentarse con imponer un bloqueo cuyo propósito era impedirla pesca y el suministro de víveres desde la Ciénaga Grande, despensa de laciudad de Santa Marta35. La presencia de la escuadra contrariaba también lallegada de los auxilios solicitados a Panamá, por lo que el desespero y ladesunión comenzaron a propagarse entre los sitiados. Montalvo refiere en surelación de mando que se suscitaron incluso “disgustos domésticos quepudieron traer fatales consecuencias”, y se abstiene de referirlos porconsiderar que se trató de asuntos relativos a su persona y no a la causa delrey36. En los archivos se conservan por fortuna documentos sobre elparticular, que reviste el mayor interés, porque da una idea clara de lomaltrecha que se hallaba la autoridad del capitán general, tres meses despuésde su llegada a Santa Marta. El 20 de agosto de 1813, cuando acababa dedesembarcar en la plaza Gonzalo de Aramendi con el nombramiento denuevo gobernador de la provincia, se agolparon frente a la casa del tenientecoronel Rafael Zúñiga “muchas mujeres y algunos pocos hombres”,oponiéndose a que se le diese posesión y reclamando la continuación en el

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mando de Pedro Ruiz de Porras37. Una semana más tarde, los indios de loscabildos de San Juan de la Ciénaga, Gaita, Mamatoco, Bonda y Masingaescribieron una representación en la que propusieron que se recibiese alnuevo gobernador, siempre y cuando permaneciese Ruiz de Porras “conmando absoluto”, por considerarlo como la columna de la resistencia contralos revolucionarios38. No bien Montalvo recibió el papel, se presentaron ensu despacho 22 indios de los pueblos señalados. De nada valió explicarlesque mal podían preciarse de su fidelidad al rey si no obedecían susdisposiciones, y que no podía darse a nadie el mando absoluto de la provinciacuando aún él mismo, en su condición de capitán general del Reino, estabasujeto a las leyes. Los indios se levantaron entonces de sus asientos y seaproximaron a Montalvo,

diciendo con efervescencia que ellos no habían visto los papeles que había traído el provisto, quepodía venir por el enemigo francés Pedro Labatut, y aunque su señoría les hizo ver que sus papeleseran legítimamente despachados […] no desistieron de su solicitud hasta que su señoría, con todala firmeza que convenía, les dijo que solo podía asentir a autorizar de gobernador al Sr. Porras conarreglo a la Constitución de la nación española, y las demás leyes del Reino, y que de lo contrariose embarcaría39.

En otras palabras, Montalvo claudicó ante las exigencias de los indios de lospueblos comarcanos, verdadera fuerza del rey en los combates de Papares yla Ciénaga, y sin cuyo concurso era imposible resistir el embate de las tropassitiadoras de Cartagena. Ruiz de Porras continuó entonces en el mando de laprovincia, con una autoridad y un influjo con frecuencia superior al delcapitán general. Lo único que consiguió este fue limitar las facultades de susubordinado nominal, imponiéndole el juramento de la Constitución. Delmismo modo, y para resguardo de su conducta, exigió a cada uno de loscabildos indígenas la redacción de representaciones en que constase supasada “solicitud”40. Quizás el incidente envenenó para siempre lasrelaciones entre Montalvo y Ruiz de Porras, quien a comienzos de 1818admitiría haber tenido continuos tropiezos con su superior por “casosdespreciables y pueriles”41. Gonzalo de Aramendi, por su parte, fue enviadoa Riohacha como gobernador interino42.

El 25 de agosto Montalvo se quejó ante el secretario de Estado español porla indiscreción que habían cometido las autoridades de Santa Marta de armara los indios y zambos. Desde entonces unos y otros habían tenido la audaciaCopia privada. Exclusiva para uso académico

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de “manifestar oposición a las órdenes superiores” y robaban a losciudadanos ricos, escudándose en el hecho de que eran “jacobinos”, sin quepudieran contenerse sus excesos por falta de tropas. Así mismo, el capitángeneral refirió en dicha comunicación el proyecto que había concebido deservirse de Gregorio Nariño y Ortega para entablar negociaciones de paz consu padre, el presidente de Cundinamarca43. El joven se trasladó al NuevoReino desde Cuba y fue detenido al sur de Tamalameque y encarcelado enMompox por las autoridades en Cartagena, que no vacilaron en publicar elincidente en las gacetas. Finalmente, Gregorio Nariño llegó a Santa Fe altiempo que su padre partía hacia Popayán para combatir a las tropas quiteñas,por lo que la misión fue infructuosa44.

El 9 de septiembre se enfrentaron por fin los buques cartageneros con losde la Real Armada provenientes del Istmo. En su relación de mando,Montalvo aseguró que su suerte y la de Santa Marta se habían decidido enaquella acción. Los refuerzos consiguieron llegar al puerto con el oportunoauxilio de una goleta particular que fue artillada muy a prisa bajo lasupervisión del capitán general. Entraron a la plaza 30.000 pesos en metálicoy 20.000 en víveres, parte de los archivos de la ciudad y de la CapitaníaGeneral que habían sido trasladados a Panamá en enero45, así como unaporción de las tropas y empleados que habían emigrado al Istmo a comienzosdel año. Las más apremiantes urgencias, es decir, el abasto y el pago defuncionarios y militares, hallaron remedio temporal. Del mismo modo, elregreso de oficiales reales, del administrador de correos, del provisor delarzobispado, del chantre de la catedral y de varios religiosos, amén del devecinos principales y oficiales militares, facilitaron en adelante el gobierno yla expedición de los negocios46. Siendo imposible el mantenimiento de loscuatro buques de guerra que tenía a sus órdenes, Montalvo despachó la mitada La Habana, destinando los dos restantes a la conducción de los vitalescaudales provenientes de Portobelo y al trajín de la correspondencia con laPenínsula. La guarnición, por su parte, quedó compuesta de 250 hombres,sumados cuerpos regulares y milicias, que fueron integrados en un batallónque recibió el nombre de Provincial47.

¿Afianzó Francisco de Montalvo su autoridad como capitán general con lallegada de estos recursos? Obviamente no: las posibilidades de una nuevaincursión de los cartageneros eran patentes y como se temía con fundados

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motivos el desabastecimiento de la plaza, se ordenó el almacenamiento devíveres secos y la venta preventiva de harina entre los vecinos48. De hecho,el mismo día del combate naval que alivió temporalmente las urgencias deMontalvo, el gobernador de la provincia le notificó la quema por parte de loscartageneros de la población de Chiriguaná en la línea del Magdalena,advirtiéndole que, de no recibir prontos auxilios de la Regencia, llegaría elcaso “de quedar la provincia reducida a solo el pueblo de San Juan de laCiénaga” y la capital, como ya casi se tocaba de bulto49. La pérdida era tantomás sensible, cuanto ella dejaba al descubierto no solo la ciudad deValledupar, sino también las preciosas haciendas ganaderas de susalrededores, que abastecían de carne a Santa Marta y Riohacha50. Elproblema era que la Regencia no respondía a las repetidas instancias delcapitán general para obtener refuerzos, como tampoco lo hicieron los virreyesde México y Perú ni los capitanes generales de Venezuela, Cuba yMaracaibo. Para colmo, a principios del mes de diciembre corrieron por elpuerto bloqueado rumores y hasta manuscritos según los cuales era necesarioexpulsar al mandatario por considerársele como un “jacobino”, apelativo queequivalía entonces a “traidor o revolucionario”, y estaba tan en boga que lousaba aun el pueblo bajo “en sus riñas particulares”. Con el fin de ponerpunto final a estas especies, Montalvo decidió salir de la morada que hacíamal que bien las veces de “palacio” y pasó a refugiarse en la fortaleza de ElMorro, donde se despidió poco después del asesor general. Al gobernador dela provincia le advirtió por escrito su intención de aprovechar el retiro paratomar “algunos baños salados”, y le explicó que su decisión, acorde con la“fuerza de las circunstancias” e inspirada en la “sana política”, tenía porobjeto evitar “que un pueblo engañado” llegase “a ser delincuente”. Alparecer, se había fraguado un atentado en su contra, cuya inminente ejecuciónera preciso contrarrestar. Los habitantes de la ciudad creyeron decidida lamarcha de Montalvo y manifestaron un sentimiento auténtico, recogido en unoficio del cabildo y en otras manifestaciones públicas. Esta residencia liminarse prolongó durante tres días, al cabo de los cuales Montalvo regresó a SantaMarta (6 de diciembre), considerando que su reputación había sido vindicaday que el episodio serviría de escarmiento a los vecinos más atrevidos. Elcapitán general se sintió tan orgulloso de la estratagema adoptada que remitiócopias de una breve relación de lo acontecido al comandante general de

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Panamá, a los gobernadores de Portobelo y Riohacha, al capitán general deMaracaibo y a sus agentes en Jamaica51. Se trataba, sin duda, de una buenamuestra de cómo podían usarse la impotencia y la indigencia como armaspolíticas eficaces.

Antes de finalizar el año, Montalvo recibió la Real Orden de la Regenciade 12 de septiembre en virtud de la cual se le nombraba capitán general encomisión de Venezuela52. A partir de entonces lo fue, pues, doblemente,aunque ello no significó necesariamente un acrecentamiento de su autoridad ode su poder: las comunicaciones por tierra tardaban dos meses y nohabiéndolas por mar, el mando no era más que nominal y solo produjoembarazo y confusión53. De hecho, para entonces, salvo la ciudad deMaracaibo y las provincias de Coro y Puerto Cabello, Venezuela se hallabatambién controlada por los revolucionarios y, debido a las agrias disputasentre los diferentes delegados del rey, había de convertirse en un nuevo yconstante dolor de cabeza54. Por lo demás, la ciudad de Maracaibo, donderesidían las principales autoridades, se encontraba en una situación semejantea la de Santa Marta: la agricultura y el comercio aniquilados tras cuatro añosde guerra y las cortas tropas clamando “día y noche” por vestuario ysustento55.

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1814. EQUILIBRIO

El año no comenzó bajo los mejores auspicios. Ocaña fue ocupada por loscartageneros, responsables también de la quema de un rosario de parroquiastanto del interior como de la ribera del Magdalena, así como de ataquesfrustrados contra La Jagua y El Paso del Adelantado, el 24 de enero, y contrael Cerro de San Antonio dos días más tarde56. La provincia, bloqueada ysitiada, se hallaba reducida entonces a seis pueblos comarcanos y a lascomprensiones capitulares de Valencia de Jesús y Valledupar, amenazadas,no obstante, por los insurgentes, que controlaban el punto estratégico deChiriguaná57. Para colmo, los revolucionarios despacharon también unaexpedición contra el istmo de Panamá, que fracasó el 16 de enero en suintento de tomarse Portobelo, donde, como se ha dicho, acopiaba Montalvo elgrueso de los recursos que permitían su subsistencia58.

¿Cómo resistir al bloqueo impuesto por los cartageneros y cómo asegurarla defensa de Valledupar y sus haciendas con recursos tan reducidos, sinauxilios y con tropas preponderantemente colecticias? Montalvo confiaba yaa comienzos del año en la pronta llegada de una expedición proveniente deEspaña y comenzó a difundir la noticia entre sus subordinados, quizás con elestudiado designio de fortalecer su malogrado entusiasmo por la causa. Elarribo de refuerzos peninsulares era también visto por Montalvo como uncontrapeso necesario al influjo tomado no solo por los indios de los puebloscomarcanos, sino también por los hombres de color, que tenían “cuasiexclusivamente el manejo de la fuerza”59. Aristócrata habanero y veterano dela guerra en Saint-Domingue al fin y al cabo, sus prejuicios raciales eranpoderosos. En 1812, cuando era subinspector general en La Habana, habíaopuesto su veto a una representación del batallón de morenos de la ciudadcuyos miembros reclamaban, entre otras cosas, el derecho a comandar supropia unidad y a enrolar a sus hijos como cadetes60. De manera coherente,después de la pacificación del Nuevo Reino, Montalvo se opondrá alrestablecimiento del batallón de pardos de las milicias de Cartagena,aduciendo “las perniciosas impresiones” que había dejado en ellos larevolución61.

La decisión de acuñar moneda macuquina de plata en la plaza permitióCopia privada. Exclusiva para uso académico

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incrementar los ingresos de la Capitanía General. Los empobrecidos vecinosse apresuraron a vender sus alhajas en una Casa de Moneda improvisada ycon las ganancias de la operación se logró fortificar nuevamente la línea delMagdalena (Cerro de San Antonio, Piñón, Guáimaro, Remolino, Sitionuevo ySan Sebastián) y levantar compañías urbanas compuestas por hombres que senegaban férreamente a toda correría, pero estaban penetrados de unaindudable lealtad a la causa fernandina62 (mapa 2).

Mientras arribaban refuerzos de la Península, la consigna era disputar elterritorio al enemigo “palmo a palmo”63, y ello solo podía conseguirse con lacooperación de los pueblos indígenas de las inmediaciones que, si bien seapresuraron a contribuir con hombres, no aceptaban subordinarse a los jefesde la provincia y el Reino, y pretendían “dirigirse por su capricho ointenciones particulares”64. A comienzos del año, Montalvo decidió reforzarsu sistema de defensa confiando el mando de la expedición contra la línea delMagdalena a Gonzalo de Aramendi, a quien nombró jefe político subalternoen Valledupar, con el encargo de desalojar a los cartageneros de Becerril,Chiriguaná y Chimichagua65. La campaña fue un fiasco: las numerosasdeserciones obligaron al comandante a replegarse y el fantasma de una nuevainvasión volvió a cobrar fuerza. El capitán general, “cansado de estar siempreatacado”66, sugirió entonces un cambio de estrategia que consistía ante todoen un nuevo modo de reclutamiento: en lugar de los “voluntarios” remitidospor los pueblos, pertenecientes por lo general “a la clase de holgazanes”, yacostumbrados a permanecer en las filas tan solo hasta que lograban robaruna vaca o un caballo, en adelante debían incorporarse jóvenes menores de20 años, que por lo mismo resultarían más dóciles y capaces de asimilar ladisciplina militar. ¿No habían conseguido de tal modo los franceses formarsoldados aceleradamente? El nuevo cuerpo, entrenado en la ciudad deValledupar, había de permitir, ya no la defensa puntual de una u otrapoblación, sino una ofensiva capaz de derrotar definitivamente a loscartageneros67.

MAPA 2

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Por lo demás, dadas las condiciones geográficas de la provincia y el

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bloqueo a que estaba sometida, la nueva estrategia debía tener forzosamenteun componente naval. Por ello, el capitán general ordenó la construcción deuna flotilla de ocho bongos, que fue apertrechada con sigilo y mediante unasuscripción pública por su edecán Ignacio de la Ruz, responsable también deentrenar a las tripulaciones en el manejo de remos y artillería. Cuando ladivisión estuvo preparada, Montalvo autorizó el 27 de marzo preparar elcombate contra las embarcaciones enemigas que controlaban la CiénagaGrande. Según refiere en su relación de mando, el espíritu de unión ydisciplina reinaba entonces en la ciudad. Paisanos y militares asistieronnutridamente a los últimos preparativos, con el anhelo de tomar parte en lajornada, de modo que, si hubiera sido su propósito “poner la Provincia enmasa en campaña, ni un solo hombre se hubiera negado”. La expectativa delos samarios se comprende sin dificultad, pues se trataba ciertamente de unaacción decisiva, de la que podía resultar nuevamente la pérdida de la plaza.¿Por qué librar entonces la batalla? Apenas exagera el capitán general cuandoafirma al respecto que en aquel momento se debatía entre verse arrinconadopor el hambre o morir honrosamente con las armas en la mano. Sin tardanza,el mismo 27 de marzo, al caer la tarde, zarpó de Santa Marta la escuadrillacompuesta por ocho bongos de guerra y 17 transportes con tropas. Antes dela madrugada, se desarrolló el ataque por sorpresa, precedido de enérgicosvivas al rey. Como la mayoría de los soldados y marineros de Cartagenadormían confiados en tierra, el enfrentamiento culminó poco tiempo despuéscon una aplastante victoria: 11 buques cartageneros apresados, un númeroindeterminado de muertos y 300 prisioneros. Más importante aún, la CiénagaGrande fue abandonada para siempre por los revolucionarios y las tropas queestos mantenían en la banda oriental del Magdalena se vieron forzadas aatravesar el río. El gobierno cartagenero, baldado gravemente por la lucha defacciones, fue incapaz de preparar nuevas expediciones que tuviesenposibilidades reales de amenazar a Santa Marta68. Montalvo lamentó nopoder pasar a la ofensiva por falta de medios suficientes. No obstante, yaunque mal podía imaginarlo, la pacificación del Nuevo Reino habíacomenzado.

Pocos días después del feliz resultado del combate de Ciénaga, llegó aSanta Marta (12 de abril) el santanderino Anselmo de Bierna y Mazo,abogado de los Reales Consejos y del Colegio de Madrid, que había de

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convertirse en la mano derecha del capitán general. Se trataba de un hombrede vastísima experiencia política y jurídica, y de profundos conocimientos enlo tocante al Nuevo Reino69. En efecto, había sido en Cartagena teniente degobernador, auditor de guerra de la Comandancia General y de Marina, yasesor de los cuerpos de artillería e ingenieros; y en Santa Fe, asesor y auditorde guerra del virreinato por más de 13 años. La erección de la Junta Supremaen julio de 1810 lo había dejado cesante, de suerte que se dedicó a despacharasesorías y a hacer defensas judiciales de particulares, ocupaciones que lepermitieron subsistir hasta la declaración de independencia en esa ciudad, el19 de julio de 181370, cuando huyó a Jamaica. Allí se encontraba acomienzos de 1814, donde lo sorprendió el llamado de Francisco deMontalvo para que se residenciara en Santa Marta como asesor delgobierno71. El capitán general lo acogió con los brazos abiertos,dispensándole “el paso de indemnizar su conducta por el tiempo que estuvoentre los rebeldes”72. A la larga, su inteligente trabajo en el despacho, queabrazaba “todos los ramos del gobierno” y que logró mantener “por sí solocorriente con el día”, resultaría fundamental en la obra de pacificación73.

El tercer motivo de esperanza lo proporcionaban las noticias europeas, quepara mediados del año daban cuenta de las derrotas de Napoleón y del retornode Fernando VII a España. Sin embargo, al mismo tiempo, Montalvo dejó deser un agente de la Regencia para convertirse en instrumento de un monarcaabsolutista. Tal circunstancia desautorizaba en buena medida a su gobierno yfue aprovechada por los revolucionarios, cuando a ellos se dirigió en procurade una reconciliación definitiva: ¿qué podía ofrecerles, en efecto, el capitángeneral?

¿Una Constitución que ya abolió el monarca, o un monarca a quien condena la Constitución? ¿Porquién están hoy los gobernantes de América que nos intiman la sumisión? ¿Respetan a la nación,árbitra que dice ser de sus leyes, o nos ha de oprimir el régimen antiguo y hemos de ser el juguetede la arbitrariedad y del capricho?74.

Contribuyeron así mismo a dar un vuelco definitivo y a derrotar la revoluciónen el Nuevo Reino otros tres importantes factores. Por una parte, la comprade dos goletas en Jamaica que, confiadas a navegantes osados y activos(Miguel Bruguera y José Antonio Abal), aseguraron en adelantecomunicaciones frecuentes y rápidas con Cuba y Portobelo –o lo que es lo

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mismo, con el gobierno metropolitano y con la principal fuente de numerariopara el sostenimiento de Santa Marta75–. Por otra parte, el abrupto cambio dela situación en Venezuela con la consolidación del liderazgo de José TomásBoves y la disolución de la Segunda República. Se trataba, sin duda, de ungolpe fortísimo para la causa revolucionaria y de un notable desahogo paraSanta Marta, mas los excesos de la contrarrevolución preocuparon tanto aMontalvo que este tomó la decisión de trasladarse a Caracas, empeño en quecejó por la falta de buque seguro76. Finalmente, la derrota y prisión deAntonio Nariño cerca de Pasto en el mes de mayo significaron lapreservación de Quito como territorio realista, la estabilización de la fronterameridional y la consolidación de un bloque realista en el Pacífico, que seextendía hasta el Perú77. La guerra en el sur ya no representaría un riesgo depérdida territorial y solo tendría en adelante como propósito el control de laprovincia de Popayán, llave tanto de Antioquia y Cartagena, como de Neiva,Mariquita y Santa Fe.

No obstante los sensibles progresos de la causa fernandina en el NuevoReino, para finales de 1814 la situación continuaba siendo precaria en SantaMarta. La caída de la Segunda República de Venezuela condujo a Cartagenaun contingente de tropas revolucionarias experimentadas, que resultaronfundamentales en la toma de Santa Fe en el mes de diciembre y en laincorporación del Estado de Cundinamarca a las Provincias Unidas78. En elámbito financiero persistió la dependencia de la provincia de Santa Marta delos caudales remitidos desde Panamá. Para desgracia de Montalvo, estos eranenviados no solo con parsimonia, sino también en una goleta que atravesabaen cada viaje un mar infestado de corsarios enemigos. En consecuencia, paraasegurar la subsistencia y quietud de las tropas de la provincia de suresidencia, el capitán general debió en ocasiones cubrir con sus propioscaudales los faltantes y hacer libranzas sobre su patrimonio en La Habana,que para mediados del año alcanzaban cerca de 8.000 pesos. Las apremiantessolicitudes de auxilio a las autoridades de La Habana, México y Lima noprodujeron mejores resultados. En el segundo semestre, la revolución delCusco y la toma de Montevideo por los bonaerenses desvanecieroncompletamente la posibilidad de recibir recursos del Perú e hicieron temer aMontalvo nuevos ataques al istmo de Panamá, esta vez desde el Pacífico79.

Una vez que la situación comenzó a mostrar un mejor semblante en la

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provincia de Santa Marta, Montalvo fijó una línea de conducta de la que nose apartó hasta que abandonó el Nuevo Reino en abril de 1818. En pocaspalabras podría describirse esta como la negativa a convertirse en un meroinstrumento de la venganza regia, pues estaba convencido de que lapacificación del Reino no podía efectuarse solo por medios punitivos. Susinstrucciones eran terminantes en cuanto a la disciplina que debían observarlas tropas reales a su entrada a las poblaciones: en su opinión, el respeto detal consigna debía reportar, frente a los desmanes de los revolucionarios, unaclara ventaja política para las armas reales. Así, el 11 de marzo de 1814desatendió las sugerencias que se le hacían de responder al ejemplo de loscartageneros quemando los pueblos de la orilla opuesta del Magdalena, y soloconvino en que se encarcelasen los vecinos que auxiliaran o favorecieran alos insurgentes y se embargasen sus bienes80. Ello no impidió que diezpoblaciones de la provincia vecina fuesen reducidas a cenizas81, lo queindica una vez más la corta autoridad que detentaba. En el mes de agostoMontalvo instruyó a sus subordinados para admitir las capitulaciones de lospueblos que se apartasen de la revolución y para que se les perdonasen susextravíos “liberalmente”. El capitán general también intentó negociar en 1814con los cartageneros y llegó a oficiarles, incitándolos a deponer las armas82,mas no fue muy persistente en sus gestiones, por dos razones: de un lado,estaba convencido de que sin instrucciones metropolitanas que respaldasensus proposiciones de paz se exponía al sonrojo de una desaprobación; delotro, carecía de fuerzas militares capaces de dar peso a sus intimaciones o deintervenir a favor de alguna facción interesada en la reconciliación. El 17 deabril de 1815 Montalvo repetiría sus instancias con el fin de que no sedestruyesen los pueblos, de que se castigase tan solo a los cabecillas y a loshombres armados, y de que se condenase a pena de muerte a los soldadosrealistas responsables de robos, excesos y violencias contra las mujeres. Unavez más reiteraría que el respeto a tales normas era esencial para facilitar elsometimiento al antiguo gobierno y para que sus agentes fuesen recibidoscomo “libertadores”83.

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1815. OFENSIVA

El año comenzó con una operación militar contra la ciudad de Ocaña, ubicadaen el extremo meridional de la provincia de Santa Marta. Montalvoencomendó el ataque a su edecán Ignacio de La Ruz –cuya eficacia y valorhabían sido probados en el combate de la Ciénaga– con la idea de que, enasocio con las tropas fernandinas venezolanas apostadas en los valles deCúcuta, practicase una maniobra envolvente que permitiese a la postre latoma de Mompox, el control de la navegación del Magdalena y el aislamientode Cartagena84. La Ruz consiguió entrar victorioso en Ocaña el 29 de enero,mas debió replegarse pocos días después, al conocer el abandono de Cúcutapor parte de sus compañeros de armas. No obstante, el curso de la guerra enla Tierra Firme fue modificado por completo cuando en el mes de marzoSimón Bolívar, desobedeciendo las órdenes del gobierno de la Unión, enlugar de atacar el bastión samario, prefirió intervenir en las disputasdomésticas de Cartagena, llegando incluso a sitiar la plaza. Los realistas notardaron en sacar provecho de las circunstancias: a finales de mes La Ruz seapoderó y destruyó la batería de Suan los Serranos, con lo que cesaron lasamenazas sobre el Cerro de San Antonio. El 23 de abril cayó la población deEl Peñón bajo el asedio de 400 infantes embarcados en ocho de los bongostomados a los cartageneros el año anterior en la Ciénaga Grande y acontinuación fue incendiada, en retaliación por la quema de Chimichagua.Dos días más tarde el capitán Valentín Capmani atacó la villa de Barranquillay la ocupó calle por calle tras un combate de nueve horas. El día 29 de abrilLa Ruz asaltó con éxito la villa de Mompox tras disputarla a losrevolucionarios “palmo a palmo” y el 5 de mayo tomó Magangué.Finalmente, Valentín Capmani se adueñó de la Barranca del Rey el 18 demayo, acción que puso definitivamente en manos de los samarios lanavegación del río Magdalena, cortó la arteria comercial vital para lasubsistencia de las Provincias Unidas y aisló la ciudad de Cartagena.Además, las acciones de finales de marzo, abril y mayo de 1815 aumentaronen 17 bongos la flota realista, que alcanzó de este modo 40, en el momentopreciso en que se conoció la llegada del Ejército Pacificador a la IslaMargarita85 (mapa 3). Como puede imaginarse, estas noticias colmaron de

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alegría a Montalvo y, en general, al vecindario de Santa Marta, que celebrócon Te deum y tres días de regocijos la toma de Mompox, “almacén general”del Reino y escala obligada para el oro con el que se pagaban lasimportaciones. Montalvo, fiel a sus ideas sobre la pacificación, ordenó a LaRuz conservar el orden en la villa, restablecer cuanto antes el antiguoayuntamiento y asegurar la administración de justicia por medio de juecescompetentes86 (ilustración 1).

A la una de la tarde del 23 de julio de 1815 llegó a Santa Marta el tenientegeneral Pablo Morillo, acompañado por algo más de 7.000 soldados delEjército Pacificador87. Para su sorpresa, y a pesar de estar las autoridades dela plaza al tanto del desembarco, no se había aprontado “una galleta, unhospital, un horno, ni nada de lo que era indispensable a cualquier reunión dehombres y más a un ejército”88. No por ello se turbaron entonces lasrelaciones entre los dos jefes. Antes bien, muy rápidamente resolvióMontalvo que su lugar durante el asedio a Cartagena estaría en el frente debatalla y no en la retaguardia. Se hacía preciso, en consecuencia, subdelegarel superior gobierno –con excepción de los puntos meramente militares– y,no habiendo en la plaza Real Audiencia, el encargo recayó en el asesorgeneral Bierna y Mazo, que asumió la interinidad desde el 28 de julio. Losnegocios de Real Hacienda, por su parte, fueron confiados a una junta decinco vocales, entre los que se contaban, además del propio Bierna, elgobernador de la plaza, el intendente, un comisario de marina y un capitán defragata. Montalvo permaneció en Santa Marta hasta el 15 de agosto, fecha enque se embarcó en compañía de Morillo a tender el sitio de Cartagena. Apartir de entonces y hasta el 8 de diciembre, cuando cesaron las facultadesextraordinarias de Bierna y Mazo, dos días después de la toma de Cartagena,comenzó un interesante intercambio epistolar entre el capitán general y suasesor, que puede seguirse fragmentariamente en el Archivo General de laNación en Bogotá89.

MAPA 3

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ILUSTRACIÓN 1

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AGN, SAAH, t. 23, f. 229.

A instancias de Francisco de Montalvo, el rey de España concedió el 3 de julio de1816 una medalla a los oficiales y soldados que se destacaron en las acciones del Altoy Bajo Magdalena. En consecuencia, la Casa de Moneda de Santa Fe recibió elencargo de grabar ocho medallas de oro y cien de plata, de acuerdo con el modelo queaquí se reproduce, arreglado, a su vez, a la instrucción siguiente:

“En el anverso se dejará ver, en su centro, parte de un río en línea diagonal, unaembarcación yéndose a pique y otra con bandera real haciéndole fuego. En la parteCopia privada. Exclusiva para uso académico

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embarcación yéndose a pique y otra con bandera real haciéndole fuego. En la partesuperior el lema ‘Victoria del Magdalena’ y en la inferior ‘1815’. En el reverso severá en el centro la cifra del nombre de Su Majestad con corona real encima, y enderredor los motes ‘Mompox, Barranquilla, Suan, Barranca, Magangué’. La medalladebía llevarse en el costado izquierdo “coronada de laurel” y “pendiente de cinta azulceleste”.

Este nuevo período del gobierno de Montalvo no fue menos penoso que losdos años precedentes. Su presencia en los improvisados cuarteles generalesinstalados en las haciendas de Palenquillo (20 de agosto) y Torrecilla (a partirdel 2 de septiembre) cambió el semblante de las humillaciones sin ponerlestérmino, y fijó los términos de una confrontación sorda que había deproseguir hasta su alejamiento del Nuevo Reino en 1818. En efecto, si enSanta Marta había sufrido la inopia, un bloqueo y un sitio, a más de losconstantes desaires a su autoridad que se han referido, en las inmediacionesde Cartagena quedó a la sombra de un militar respaldado por un ejércitopoderoso y poco inclinado a respetar la dignidad del capitán general y losdebidos procesos. Así pues, mientras Montalvo y Bierna se esforzaban porconcebir e implantar todo un conjunto de disposiciones tendientes a asegurarel retorno del orden y la transición al gobierno ordinario, Morillo y sushombres persistían en conducirse, más allá de la “pacificación” de losdiversos territorios, como procónsules del rey y como instrumentos de unavenganza intransigente.

Vale la pena echar un vistazo rápido a la correspondencia de Montalvo yBierna para fijar su tenor. El 14 de septiembre, por ejemplo, el capitángeneral escribió a su asesor con la intención de que este le sugiriera una reglafija con respecto a “las ventas hechas por algunos jefes militares rebeldes debienes pertenecientes a personas” que decían “ser fieles” y habían sido“perseguidas por ello”. ¿Podían o debían ser rescindidas dichastransacciones? Del mismo modo, era necesario contar con un principio firme,

para las distintas clases de individuos, cuya conducta, variando en circunstancias, es precisotenerlas en diverso concepto; unos que hasta estos precisos momentos han permanecido al serviciode los gobiernos revolucionarios, se han retirado a vista de las tropas del rey, pero no se atreven apresentar, y otros que habiendo estado ocupados en el propio servicio por algún tiempo, semantienen ahora en un estado pasivo, sin ocultarse, […] para todos quisiera, como he indicado, unaregla de proceder, pues aunque conviene disimular con algunos, es por otro lado preciso se haganalgunos ejemplares con otros90.

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Como se ve, el capitán general y su subdelegado abordaban cuestionesesenciales de la Restauración, y de su primera y necesaria etapa, la“pacificación”. Entre la inevitable clemencia y el no menos necesarioescarmiento, entre el político indulto, la, en ocasiones, benéfica impunidad yla justicia como recompensa a los vasallos fieles, ¿qué fórmula escoger? Estetipo de cuestiones eran verdaderamente complejas y su resolución temporal(habida cuenta la ausencia de la Audiencia) requería, en opinión de Bierna yMazo, de un número de empleados y papeles que solo con extremasdificultades podían trasladarse a la hacienda de Torrecilla. ¿No era muchomás fácil que Montalvo se restituyese a Santa Marta? El capitán generaldescartó de inmediato la sugerencia, por impedírselo la “delicadeza delhonor”. En consecuencia, y como el sitio de Cartagena se prolongó muchomás de lo esperado, las consultas prosiguieron por la vía epistolar ypermitieron el restablecimiento de la autoridad del rey y la prosecución de lascontiendas militares. Aprovisionamiento de las tropas, elección deempleados, reorganización de los cabildos al pie que tenían en 1808: taleseran algunas de las materias que discutían Montalvo y Bierna y Mazo en lascomunicaciones que intercambiaban entre Santa Marta y Torrecilla. El asesorsolía insertar también en su correspondencia noticias traducidas por él mismode las gacetas de Jamaica y gracias a las cuales el capitán general se manteníaal tanto de lo acontecido en Europa y el Caribe en aquellos tiemposturbulentos. El 7 de octubre, por ejemplo, Bierna refirió la entrega deBonaparte “a discreción de los ingleses”, la entrada en París de Luis XVIII ylos acuerdos del Congreso de Viena “en que no se nombra[ba] a España”91.

Los pormenores del sitio de Cartagena no serán invocados aquí92. Bastesaber que la ciudad fue ocupada por el Ejército Pacificador el 6 de diciembrede 1815 tras casi cuatro meses de asedio, y que a ella se trasladó Montalvopara instalar su corte. Apenas abandonaron la plaza Morillo y Enrile, mandósuspender las ejecuciones, liberó a la mayor parte de los presos y publicó unindulto “bastante extenso”93. En Cartagena habría de permanecer Montalvohasta entregar el mando, sin que la ocupación de Santa Fe, el 29 de mayo de1816, lo indujera a cambiar su lugar de residencia. La razón es que Cartagenase hallaba lo suficientemente lejos de Morillo, y esa distancia ponía un diqueeficaz a las arbitrariedades y desacatos de este. En su relación de mando,Montalvo lo expresó sin vaguedad: la separación del jefe del Ejército

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Pacificador tenía como objetivo primordial evitar “los compromisos de laautoridad”. Aun al finalizar su gobierno, el habanero estaba convencido deque las instrucciones de la Corona estipulaban claramente que la reduccióndel Nuevo Reino le había sido confiada y que a Morillo “solo se le preveníacontribuyese a ella con los socorros que estaban en su mano”. Durante elasedio a Cartagena y en aras de mantener “la buena armonía”, Montalvohabía cedido a su subordinado nominal la ejecución de las operaciones94. Laacusación de usurpación era manifiesta y, no obstante, el capitán generalnunca llegó a recuperar su primacía95.

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1816-1817. CONFINAMIENTO

Cumplida la toma de la principal plaza del Reino se abrió un proceso contranueve de sus principales revolucionarios. Morillo pretendía que fuesenfusilados sin tardanza, pero Montalvo se opuso a que los juzgase el ConsejoPermanente del Ejército Expedicionario. En consecuencia, se acogió aldictamen de su asesor, bajo cuya consulta se siguió toda la causa. Noobstante, el capitán general se sintió tan decepcionado por su conducta quellegó a arrepentirse de haberlo eximido en Santa Marta de la purificación quele correspondía por el tiempo pasado en Santa Fe bajo las autoridadesrebeldes. También le disgustó el comportamiento de los oidores Jurado yCabrera, que no quisieron dar dictamen escrito y accedieron únicamente aexplicarse de manera confidencial. En fin de cuentas, Montalvo se vioobligado a suscribir las ejecuciones, convencido de la necesidad de un castigoejemplar y preocupado por la seguridad de un puerto que, en vista de lacampaña que se iniciaba en las provincias interiores, había de quedarpobremente guarnecido. La obra de pacificación, tal y como la concebía elhabanero, suscitaba desde el comienzo muchos interrogantes, contrariada a lavez por la facción militar y por la debilidad excesiva de unos juecessuperiores intimidados96.

El 28 de abril de 1816 el Nuevo Reino de Granada fue restablecido a suantigua calidad y Francisco de Montalvo designado como nuevo virrey97.Asegura este en su relación de mando que desde su residencia en Cartagenacontribuyó eficazmente al éxito de la campaña de 1816, gracias a la cual fuesujetado el territorio neogranadino a las autoridades fernandinas. Segúnescribió entonces, no perdonó sacrificios para “observar la mejor inteligenciacon el General Morillo”, sin por ello descuidar sus deberes, que consistíanante todo en “restablecer cuanto antes el orden público y el sistema deadministración” del Reino. Atender a un tiempo al imperativo de la paz y alde la guerra no era nada sencillo: las operaciones militares implicaban gastoselevados y consumían los menguados recursos del fisco. La situación delprincipal puerto del Reino era, en tales condiciones, especialmente difícil: lossituados, que antes de la revolución alcanzaban 600.000 pesos anuales, nopasaron en 1816 de 170.000, suma insuficiente para atender las necesidades

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de la marina, la artillería y las fortificaciones de la plaza98.En Cartagena, a diferencia de Santa Marta, adonde no acudieron los

tribunales superiores del Nuevo Reino entre 1813 y 1815, poco a poco sefueron asentando los magistrados de los altos tribunales (Real Audiencia yTribunal Mayor de Cuentas), hasta que ambas corporaciones pudieron entraren el ejercicio de sus funciones, el 8 y el 10 de julio de 1816,respectivamente99. No obstante, y casi al mismo tiempo, Morillo solicitódesde Santa Fe el envío de algunos ministros de una y otra corporación con elpropósito de crear allí réplicas reducidas de ambas. Montalvo se opuso, porsupuesto, pero el jefe del Ejército Pacificador decidió retener en la capital delReino a dos de los contadores que habían permanecido en ella durante larevolución, y con ellos creó un tribunal de cuentas que comunicaba “órdenesa un tiempo” con el instalado en Cartagena100. Como era de esperarse, elhecho generó gran confusión en las provincias y un disgusto singular aMontalvo, que escribió a España quejándose del atentado a finales de agostode 1816. Algo semejante sucedió con los “gobernadores para los pueblos dealguna consideración” y con los corregidores encargados de cobrar lostributos: Morillo designó desde Santa Fe a varios sujetos sin preocuparse porla preeminencia del virrey, que con frecuencia realizó nombramientosconcurrentes101.

El 5 de septiembre de 1816 la Audiencia informó desde Cartagena que soloa ella correspondía el conocimiento de las causas de infidencia, por lo quedebían cesar los consejos de guerra. La disposición disgustó sobremanera alos comandantes militares cercanos a Morillo y a Juan Sámano (a la sazóngobernador de la provincia de Santa Fe y comandante de la Tercera Divisióndel Ejército de Costa Firme) que, prevalidos de tan poderoso amparo,decidieron ignorarla102. Montalvo conservó a su lado a la Audiencia porquecensuraba el comportamiento de sus más antiguos miembros al comienzo dela revolución y desconfiaba de ellos. Además, sabía que si la autoridad deltribunal era sistemáticamente desacatada por el jefe del Ejército Pacificador ypor los comandantes militares de las provincias nombrados por este, de latraslación a Santa Fe no cabía esperar sino choques frecuentes y el desaire delos ministros. Cuando Morillo se despidió de la capital del Reino paradirigirse a Venezuela (6 de diciembre de 1816), Montalvo sintió quefinalmente las condiciones estaban dadas103, y el 2 de enero de 1817 ordenó

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a los tribunales superiores cerrar el despacho en Cartagena y desplazarse a lacorte104. La entrada de los oidores Juan Jurado Laínez y Francisco Cabreratuvo lugar a mediados de marzo, en medio de una estudiada y fastuosaceremonia en cuyos preparativos se interesó el propio virrey105.

A principios de julio se publicó en Santa Fe por orden de Montalvo elindulto concedido por Fernando VII en el mes de enero con motivo de susegundo casamiento106. Si bien cedió el rigor y se vaciaron las cárceles107,casi simultáneamente (5 de julio de 1817) desde Cumaná Morillo delegó enel mariscal de campo Juan Sámano la facultad real de que decía hallarserevestido de juzgar en consejo de guerra los delitos de infidencia. Alenterarse del hecho dos meses después, la Audiencia manifestó convehemencia su oposición, considerando que solo a ella podían corresponderlas materias de justicia en un reino ya pacificado. La cuestión fue remitida aMontalvo, quien habiendo solicitado el parecer de su asesor, optó el 20 deseptiembre por una política de medianía que autorizaba la creación dejuzgados de “pronta justicia” (conformados por un general del ejército, elgobernador militar y político de la provincia y la Real Audiencia) en lasprincipales poblaciones para examinar las causas de sedición. Sámano yMorillo obtenían, pues, el tribunal extraordinario que deseaban, mientras losoidores conservaban un peso determinante en la prosecución de las causas.No por ello quedó satisfecha la Audiencia, que escribió nuevamente al virrey,asegurándole que solo su presencia en la capital podría asegurar latranquilidad y el orden, por ser su autoridad inmediata un apoyo fundamentalpara la estricta observancia de las leyes, de que dependía, en su opinión, “lapacificación del Reino”. Las instancias de los oidores de nada valieron.Igualmente infructuosas resultaron los esfuerzos contemporizadores delvirrey y su asesor: el 14 de noviembre fueron ejecutados ocho hombres y unamujer en la plaza de Santa Fe por disposición exclusiva del consejo deguerra108.

Los abusos de los miembros del Ejército de Costa Firme en los puebloseran recurrentes y causaban a Montalvo un disgusto sincero, porque dichaconducta destruía su obra paciente de “tranquilizarles e inspirarles confianzaen el gobierno real”109. Al cabo, el trajín constante de militares habíasignificado la ruina de las poblaciones de la provincia de Cartagena, por loque en enero de 1817 Montalvo puso punto final a la obligación en que estas

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habían estado de suplir bagajes y bastimentos a la tropa o a los oficialescomisionados en “diligencias del Real servicio”110. La providencia seextendió luego a la generalidad del virreinato, mas fue burlada por casi todoslos comandantes militares con tanto descaro111 que, en vísperas de su partida,el virrey no tuvo más remedio que aceptar su fracaso en comunicacióndirigida al secretario de Guerra:

Después de haber apurado todos los medios de moderación y entereza, que he empleadoeficazmente para contener las extorsiones y tropelías con que son afligidos los pueblos por lastropas expedicionarias, he visto que no hay providencias que basten a terminarlas, a menos que novengan del rey, como repetidas veces he dicho a Vuestra Excelencia112.

Preocupado por reducir el costo de la pacificación, Montalvo se esforzóigualmente por conseguir la supresión de los destacamentos inútiles, oinsistió en su traslado a los lugares donde su presencia era indispensable113.En el mismo sentido, se opuso al crecimiento desbordado del EjércitoPacificador, y ello por tres razones. Porque generaba un déficit constante queimpedía el restablecimiento del sistema fiscal ordinario y agravaba, enconsecuencia, la penosa situación de los habitantes del Reino. Porque lacreación de nuevos cuerpos, como se pretendía, en cabeza de oficiales decolor provenientes de Venezuela y compuestos por pardos de conocidafidelidad y por esclavos de los insurgentes le parecía peligrosa, faltando “elfreno de los blancos”. Y porque era imprudente crear guarniciones enprovincias interiores que habían carecido tradicionalmente de ellas y que erangobernadas a poca costa. Más valía aprovechar el “motivo honesto” de lacumplida pacificación del Reino para conceder el retiro a los pardosvenezolanos “con el goce del fuero militar y el distintivo de sus clases”114.

Las gestiones de Montalvo para contener los abusos y parar la sangría queagostaba al Reino en beneficio exclusivo del ejército funcionaron enCartagena, en Chocó y en Antioquia, provincia desmilitarizada en la quecontaba con un gobernador que simpatizaba con sus políticas115. Noobstante, el virrey fue incapaz de hacerse obedecer en Popayán (ni hablar deTunja, Socorro, Pamplona, Neiva o Mariquita), a pesar de que dichaprovincia estaba presidida también por un hombre probo, que intentóoponerse la usurpación castrense116. Se trataba del coronel José Solís que, apesar de haber caído prisionero en la batalla de Calibío (15 de enero de 1814)

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y de pasar tres años como prisionero de los revolucionarios, se guardó deadoptar una postura vengativa117. Abundando en la provincia de Popayán lastropas pacificadoras, la influencia de Juan Sámano en su condición de jefe dela Tercera División era irresistible, de modo que era él quien mandaba “entodos los ramos” a través de sus subordinados118. La intervención deMontalvo y su asesor Bierna ante la avalancha de denuncias de losrepresentantes de la jurisdicción civil en la zona se limitó, de manerarecurrente, a ordenar su remisión a Sámano, aun cuando era obvio que este noharía el menor esfuerzo por meter en cintura a los militares119. Mayorincidencia tuvo la autoridad del virrey en lo relativo a la devastadora aperturade los caminos decretada por Enrile a lo largo y ancho del Reino. Lassuperiores providencias expedidas a comienzos de 1817 sirvieron paradetener las obras, muy a pesar de la indignación que esto generó en ciertosoficiales120.

¿Cuál fue entonces la actitud de Montalvo con respecto a la pacificación,tal y como la entendieron y practicaron Morillo y sus subordinados? Lasnumerosísimas ejecuciones constituían para él un craso error político. En suopinión, hubieran convenido más las deportaciones, “después de haber hechoalgunos ejemplares en cabezas principales de la revolución”. Montalvotampoco creía en el favorecimiento sistemático de los vasallos emigradosdurante la revolución, puesto que su expatriación se explicaba por interesesparticulares o por la coacción de los insurgentes, y porque, en todo caso, ellono podía reputarse más que como un mero cumplimiento de su deber desúbditos121. Para el habanero, la calificación de la conducta de los vasallosdurante el interregno era en extremo compleja por una razón a la vez sencillay contundente: como la revolución no se había manifestado “de repente” ni sehabía desconocido la autoridad del rey desde el primer momento, muchaspersonas se hallaron comprometidas “contra su voluntad en el mismotrastorno, pues los que usurparon el gobierno en ninguna parte declararon laindependencia ni la tomaron en boca hasta que no se hicieron dueñosabsolutos de las armas”. En consecuencia, la tarea no podía ser evacuada porlos Tribunales de Purificación y los Consejos Permanentes de Guerraestablecidos por el comandante del Ejército Pacificador, que no habíanservido sino para “promover quejas y resentimientos por la ignorancia de losque los componían, por la arbitrariedad de sus penas, por la superficialidad de

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sus actuaciones, por lo erróneo de sus juicios y por todos susprocedimientos”. El remedio consistía entonces en examinar “cada caso ysuceso por separado”, es decir, en que los súbditos acudiesen ante el virrey aacreditar su conducta122. Ello explica que bajo su gobierno Cartagena seconvirtiera rápidamente en un refugio para los religiosos perseguidos o paramuchos revolucionarios que, condenados a muerte o a presidio, o temerososde un juicio sin garantías, hallaron allí clemencia y consiguieron la gracia delindulto123.

La política de amplísima y fácil purificación que prohijó en la provincia deAntioquia (donde fueron indultados no solo oficiales revolucionarios yvocales de las juntas de seguridad, sino también legisladores y ministros deldictador Juan del Corral) indica que Montalvo estaba a favor de unaindulgencia que permitiera cohesionar paulatinamente el maltrecho cuerpopolítico. Lo expresó con claridad al secretario de Gracia y Justicia acomienzos de 1817: la publicación de un indulto general, “con absolutoolvido de lo pasado” y exclusión únicamente de aquellos cabecillas quecontinuaban promoviendo rebeliones, permitiría curar “las llagas que hadejado en los ánimos la ejecución de más de 60 individuos de las principalesfamilias del Reino, dispuesta por el General Morillo desde Santa Fe”124.

El 30 de noviembre de 1817, cuando tenía ya sus días contados en elNuevo Reino, Montalvo denunció nuevamente la conducta de Morillo antelas autoridades peninsulares: por una parte, este disponía sin consultarle delos caudales de las cajas reales, consumiendo, entre otros, dinerosimprescindibles para el sostenimiento de la plaza de Cartagena. Por otra, y apesar de estar concluidas las operaciones militares, había confinado laautoridad del virrey a las provincias de Cartagena, Antioquia y Chocó. En elresto del Reino actuaba sin reconocer superioridad alguna, trastornando elsistema de rentas e imponiendo exacciones ilegales. Con el fin de que no sedesacreditase el gobierno ni flaqueara la obediencia, Montalvo había optadopor disimular las desavenencias, dejar que tuvieran efecto lasdeterminaciones fruto de la usurpación e incluso solicitar mansamente a suopresor varios miles de pesos para cubrir los gastos de la principal plazafuerte del Reino y calmar la impaciencia de su guarnición125. Como se ve,aun tras la derrota de los revolucionarios neogranadinos, Montalvo habíacambiado apenas de suerte: seguía gobernando una ínsula.

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EPÍLOGO

“Yo prefiero en el día cualquiera otra suerte, la más amarga, a la de volvermea ver en la situación en que estuve en Santa Marta durante tres años, expuestoa perder hasta lo más sensible para un militar, la reputación”. Tales palabrasse encuentran en la relación de mando suscrita por Francisco de Montalvoantes de abandonar Cartagena en un bergantín inglés que lo condujo a suciudad natal, a comienzos de 1818. Si bien el virreinato parecía entoncestranquilo y definitivamente sometido a la autoridad de Fernando VII, alparecer el habanero lo juzgaba perdido para siempre y así lo manifestaba ensus conversaciones privadas126. Razón no le faltaba: en el mando lo remplazóJuan Sámano, el mismo militar que se había opuesto siempre a las víasconciliadoras y apoyado las políticas de Morillo127, y cuyos excesos en laprovincia de Popayán habían sido denunciados puntualmente por el entoncescapitán general ante las autoridades peninsulares128. Al virrey Sámano –quien tomó posesión de su empleo el 9 de marzo de 1818[129]– lecorrespondería afrontar, a mediados del año siguiente, el estrepitosodesplome de la monarquía en el Nuevo Reino. Quizás al recordar las muchaspesadumbres que le deparó su experiencia en Santa Marta y Cartagena,Montalvo se consolara un tanto, considerando que la derrota de sus enemigosdel Ejército Pacificador constituía una tardía vindicación. No obstante, lasdisputas políticas siguieron su rastro y volvieron a inmiscuirse en su vida en1820. En efecto, los liberales habaneros, al notar las reticencias del capitángeneral de Cuba Juan Manuel Cajigal con respecto a la restauración de laconstitución gaditana, concibieron el proyecto de sustituirlo por Montalvo130.Su obra y sus tribulaciones en el Nuevo Reino durante casi cinco añoscimentaron, pues, una justa reputación que le valió en mayo del año siguienteser nombrado consejero de Estado en el gobierno del Trienio Liberal enMadrid131.

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CONCLUSIONES

En las narraciones habituales de la Restauración neogranadina, Francisco deMontalvo actúa únicamente como actor de reparto y su voz es acallada poruna discutible perspectiva cronológica en la que la llegada de Pablo Morillo ysus hombres a Santa Marta marca el inicio del período. El objetivo delpresente capítulo ha sido entonces ampliar el horizonte con el fin de examinarla manera en que la oposición regentista y provincial a la revoluciónneogranadina se hizo absolutista y metropolitana a partir de 1814. Gracias allibro pionero de Juan Friede, la voz de este hombre era ya conocida como lade un opositor pertinaz y derrotado del sistema de “pacificación”permanente132. No obstante, es difícil comprender esta oposición si seprescinde de la experiencia previa de Montalvo en la ínsula samaria y de losorígenes a la vez aristocráticos y habaneros del personaje. La ampliacióntemporal de la Restauración aquí propuesta contribuye, pues, a restituir alperíodo parte de su complejidad y a superar la empobrecedora perspectivabinaria con que se le suele estudiar.

El eje del capítulo ha sido la naturaleza insular del itinerario político deMontalvo. En primer lugar, como miembro de la sacarocracia habanera ycomo usufructuario de las negociaciones que permitieron a la Coronaapuntalar las reformas borbónicas en Cuba y a ciertas familias de la islaadquirir nobleza, riqueza, influencia y prestigio. En contraste con otrosdominios ultramarinos, la experiencia de la mayor de las Antillas resultabaexcepcional por sus resultados, por los réditos superabundantes obtenidos porlos criollos y por el fidelismo de que estos hicieron gala durante la crisismonárquica. En segundo lugar, el itinerario de Montalvo es insular porque sumando en el Nuevo Reino estuvo ahogado primero en un mar de insurgenciay posteriormente reducido a un estrecho margen por las aguas desbordantesdel desgobierno militar impuesto por Morillo y sus lugartenientes. En tercerlugar, el territorio controlado por Montalvo a partir de 1816 representó unaalternativa insular a los excesos de una pacificación que se prolongó enmuchas provincias del Reino más allá de la pacificación.

Luego de haber sentado en un primer momento la naturaleza violenta de laRestauración neogranadina y de haber resaltado, en segunda instancia, casos

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cumplidos de restablecimiento de la autoridad fernandina en el Reino bajo lainfluencia de Francisco de Montalvo, conviene estudiar a continuación endetalle uno de aquellos casos. Para ello, se adoptará nuevamente la estrategianarrativa del itinerario individual como mecanismo para explorar lasvivencias de una colectividad en su conjunto. Los pasos de José ManuelRestrepo durante el período servirán entonces de ventana para adentrarse enlas vicisitudes de la provincia de Antioquia, tan discordantes con el esquemapatriotero de la “Reconquista”.

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CAPÍTULO 4LAS REGLAS DE LA FÍSICA, O JOSÉ MANUEL RESTREPO DURANTE

LA RESTAURACIÓN

It would, in any case, be imprudent for historians, who risk nothing, to set upas moral judges and to make a great virtue of fidelity.

Richard Cobb, The Police and the People…, p. 69.

les lauriers du triomphe ne cacheront-ils pas tout?Honoré de Balzac, Les Chouans, p. 188.

En ocasiones, la presencia de ciertos delegados del rey sirvió de dique eficazpara contener los desafueros punitivos de la Restauración en el Nuevo Reino.No obstante, ella no basta para explicar el semblante benévolo que elrestablecimiento de la autoridad fernandina adquirió en ciertas provinciasneogranadinas. Para comprender la contención de la violencia es precisoatender también a las estrategias desarrolladas por las diferentes comunidadespara amortiguar el choque de la pacificación. A través de la experiencia delmás conspicuo de sus líderes revolucionarios, las páginas siguientes estudianla eficacísima reacción de los clanes antioqueños para contrarrestar laamenaza que supuso la llegada del Ejército Pacificador. La plasticidad en loscompromisos políticos y en las lealtades, la constricción asfixiante de lasparentelas y el empleo atinado del cohecho en una provincia endogámica yaurífera libran claves importantes para comprender el desenlace feliz eincruento de la coyuntura en la provincia.

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JOSÉ MANUEL RESTREPO DURANTE EL INTERREGNO

Aún hoy carecemos de una biografía satisfactoria del doctor José ManuelRestrepo, y ello a pesar de que quizás ningún otro protagonista del procesoindependentista en la Tierra Firme dejó un archivo personal tan abundante yorganizado. El presbítero Juan José Botero Restrepo realizó un primer intentoen 1982, aunque sin ningún afán de exhaustividad y basadopreponderantemente en fuentes publicadas1. En el primer capítulo de su tesisdoctoral, Sergio Mejía trazó también una rápida semblanza delrevolucionario, porque el propósito de su obra era otro: estudiar laconcepción y la manera en que fue escrita la monumental Historia de laRevolución de la República de Colombia en la América Meridional2. Alcentrarse en el período poco estudiado de la Restauración, las páginassiguientes pretenden contribuir, por lo tanto, al estudio de la vida y obra deJosé Manuel Restrepo. Para ello, se contrastarán sistemáticamente los papelesautobiográficos dejados por el historiador con documentos hallados en losarchivos colombianos.

José Manuel Restrepo nació en la parroquia de Envigado, en lacomprensión de la villa de Medellín, el 30 de diciembre de 1781. Era la suyauna familia “distinguida” y su padre, agricultor y minero. Ello explica que suprimera infancia transcurriera en una hacienda remota y que su educacióntemprana fuera por fuerza descuidada. Gracias a un pariente eclesiástico (elpresbítero Alberto María de la Calle), que supo apreciar la afición del niñopor la lectura, regresó a Envigado en 1793 y durante poco más de un lustro seentregó a los estudios de gramática y de los clásicos latinos. A los 19 añospasó a la capital virreinal y frecuentó el Colegio de San Bartolomé hastagraduarse de abogado en 1806. Por la amistad que lo unía a Francisco José deCaldas se dedicó a continuación al estudio de la astronomía, la geodesia, lacartografía y la botánica. En 1807 recorrió su provincia natal haciendomediciones científicas, con el ánimo de preparar una memoria sobre ella y deelaborar un mapa de su territorio. Tras un breve lapso en Santa Fe, donde serecibió de abogado de la Real Audiencia, Restrepo regresó a Medellín con laintención de dedicarse a las leyes y al comercio al por menor. El estallido dela revolución habría, no obstante, de modificar sus proyectos3.

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En efecto, en octubre de 1810 el joven abogado fue nombrado secretario dela Junta Superior Provincial y en diciembre, primer diputado de ella en elCongreso del Reino. A comienzos de 1811 se trasladó en consecuencia aSanta Fe en compañía de su colega y amigo Juan del Corral. Al llegar a laantigua capital virreinal y notando que la asamblea no sería instalada antes dealgún tiempo, Restrepo se dedicó a estudiar los principios del derechoconstitucional y a redactar un proyecto de Constitución para su provincianatal que sería adoptado a la postre con algunas modificaciones. Junto con losrepresentantes de otros gobiernos revolucionarios neogranadinos, Restrepo yCorral participaron en la discusión y redacción del Acta de Federación, quefue suscrita finalmente el 27 de noviembre de 1811 y dio origen a lasProvincias Unidas de Nueva Granada. Pocos días después y ante la oposiciónde Nariño al proyecto confederativo, pasó con sus compañeros a la ciudad deIbagué. Allí intentó promover y consolidar la Unión y propugnó por laadopción de diferentes medidas para asegurar la defensa del Reino. Cansadomuy pronto de las adversidades que impedían la instalación de un gobiernogeneral, renunció a la diputación y retornó a su provincia natal junto aCorral4. Como se había casado por poder en el mes de enero de 1812 conMariana Montoya, hija del primer presidente del Estado de Antioquia (29 dejulio - 11 de octubre de 1811), se estableció con ella en la ciudad deRionegro5. No obstante, habiendo sido nombrado su padre José MiguelRestrepo a la cabeza del poder ejecutivo, el joven José Manuel intervinoactivamente en la administración, aconsejando y “ayudando privadamente asu padre”. Con la designación de Juan del Corral como presidente dictador el30 de julio de 1813, Restrepo fue nombrado secretario de Gracia y Justicia,cargo que continuó desempeñando después del fallecimiento de este (7 deabril de 1814), durante la administración del brigadier Dionisio Tejada. Dehecho, durante todo el período del interregno solo dejó de ejercer los másaltos destinos públicos del Estado de Antioquia durante un breve lapso,cuando, habiendo culminado sus labores como vocal secretario de laConvención de 1815, se disgustó por las “puebladas” que opusieron a losdiferentes cabildos de la provincia. Cediendo a las instancias de Tejada,retornó muy pronto al gobierno, encargándose de la única secretaría queentonces existía6. En el desempeño de sus obligaciones lo sorprendió laderrota del ejército patriota en marzo de 1816 y hasta ese momento se esforzó

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con la mayor actividad por frustrar la invasión, excitando el patriotismo delos ciudadanos y estimulándolos a enrolarse en el ejército, discutiendo lasmedidas más indicadas para la defensa del territorio, ordenando laconducción de pertrechos, la fabricación de sombreros, el recaudo de lasrentas y el internamiento de las mercancías almacenadas en las bodegas7.Finalmente, y temeroso por la suerte que podría corresponderle en virtud desus comprometimientos, tomó la decisión de emigrar hacia Popayán con elpropósito de llegar a los Andaquíes (actual departamento de Caquetá) y porellos al Brasil8.

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LA TRAICIÓN

Como se ha visto, durante el interregno Restrepo fue quizás el revolucionariomás importante de la provincia de Antioquia, pues ocupó empleos deprimerísima importancia desde 1810 hasta 1816. Redactor de la Constituciónde 1812, participó igualmente en la Convención de 1815; como diputado alCongreso del Reino le correspondió tomar parte en la discusión del Acta deFederación y desde su regreso de Ibagué jugó un papel fundamental en laadministración del Estado de Antioquia como consejero de su padre y comosecretario de Gracia y Justicia. En suma, nadie podía temer más que él en laprovincia la venganza de la justicia del rey. ¿Cómo es, pues, posible quehubiera escapado no solo a la pena capital, sino también al destierro, alconfinamiento y al secuestro de sus bienes?

En el mes de enero de 1816, José Manuel Restrepo se enteró de que elEjército Pacificador había tomado la ciudad de Cartagena. Por aquel entoncessupo, así mismo, que las tropas revolucionarias que comandaba CustodioGarcía Rovira en el interior habían sido derrotadas en Cachirí. Intuyendoacertadamente que el fin de la guerra estaba próximo y que la provincia deAntioquia sería ocupada en breve, el secretario de gobernador trasladópreventivamente a su mujer y a su hijo de Rionegro a Medellín. Laincertidumbre cesó a finales del mes de marzo, cuando se conoció la derrotade los independentistas antioqueños en la Ceja de Cancán9. Con el fin de noexponer innecesariamente el valle de Aburrá a un saqueo, las autoridades dela provincia resolvieron emprender la retirada10. En lo que concierne aRestrepo, como se ha dicho, este había resuelto dirigirse al Amazonas através de las montañas de los Andaquíes. En consecuencia, despachó a sufamilia a un poblado cercano a Medellín y se encaminó al sur en compañía deun joven esclavo de su propiedad11. Aparentemente, los jefes del gobiernoantioqueño huyeron, sin resguardo de tropa, con “los fondos públicos y lasalhajas de las iglesias” que pudieron llevar consigo12. En efecto, los 1.500soldados que componían las fuerzas de la provincia se desbandaron “como elhumo”, dejando regadas por los montes sus armas, pertrechos y bagajes, quefueron recuperadas fácilmente por el Ejército Pacificador13.

En su autobiografía, Restrepo asegura que en el curso de su emigración

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hacia Popayán se enteró por vía epistolar en Ansermaviejo de que losrealistas llegados a la provincia de Antioquia no “manifestaban intencionesmalas contra los patriotas”. En consecuencia, se habría decidido a retornar aRionegro, donde se presentó al comandante Francisco Warleta14. Como estese alojaba en casa de su suegro, no debió costarle mucho dar con él15. Enrealidad, Restrepo omite en su narración un acontecimiento capital que ayudaa entender su retorno justo en el mes de mayo, inmediatamente después delingreso de las tropas pacificadoras y en el momento mismo en que DionisioTejada partía hacia el cadalso y en que las cárceles de Santa Fe se hallabanrepletas de patriotas distinguidos. En efecto, como se verá a continuación,hay pruebas documentales que indican que José Manuel Restrepo, encompañía de varios miembros de su familia política, utilizó los caudales queel gobierno revolucionario había puesto a su cuidado antes de desplomarsepara comprar con ellos su vida y su regreso a casa. Al final de una lista de losprincipales insurgentes de la provincia de Antioquia elaborada por Warleta yanotada por el doctor Faustino Martínez, aquel creyó bueno agregar una notafechada en Medellín el 22 de junio de 1816, en la que explicó las razones porlas cuales el principal insurgente de la provincia no figuraba entre el grupo delos enemigos más sobresalientes del monarca:

No se han agregado en el cuerpo de esta [lista] los sujetos que abajo se expresarán, por haberpresentado los intereses que conducían a Popayán cuando entraban en esta [villa] las tropas del rey:dichos intereses correspondían al gobierno revolucionario:

Dr. José Manuel Restrepo, secretario del gobierno, Consejero de íd., gacetero, etc., etc.Francisco Montoya, teniente coronel de conscriptosSinforoso García, empecinado insurgenteIndalecio González [Zapata], Íd., íd.Juan Antonio Montoya, Íd.Luis María Montoya, teniente de conscriptosManuel Montoya, todos de Rionegro16.

En la primera parte de su diario de emigrado, Restrepo proporciona datos quecomplementan esta información extractada de los archivos. Gracias a talescrito se sabe que el 9 de abril de 1816 se hallaba el revolucionario fugitivoen la Vega de Supía en compañía de su concuñado Sinforoso García. Endicho día recibieron cartas de amigos y familiares de Rionegro en las que sesugería la posibilidad de que García retornase a su hogar, “pues siempre

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tendría un cargo por la comisión que le había dado [el gobernador] DionisioTejada de que llevara a Popayán cosa de 20.000 pesos de plata de iglesias ybarras”. Alentado con tales nuevas, al día siguiente inició el concuñado elcamino de retorno con su cuantiosa carga. Cinco días más tarde Restreposeguiría el ejemplo sin tropiezo alguno. En efecto, no solo el comandanteWarleta le remitió un pasaporte que le facilitó la marcha17, sino que aun a sullegada a Rionegro se le permitió continuar en el empleo de juez de diezmosque había recibido previamente del gobierno revolucionario18. Está claroentonces el monto de los bienes pertenecientes al Estado de Antioquia, cuyaentrega al Ejército Pacificador no solo salvó la vida de Restrepo y susparientes, sino que hizo posible también su reincorporación a la ciudad dondemoraban sus familias.

El sacerdote Alberto María de la Calle se apresuró a escribir a Warleta paramanifestar su reconocimiento por el trato dado a su sobrino y antiguodiscípulo, José Manuel Restrepo. Así mismo, le agradeció el salvoconductoenviado al presbítero José Miguel de la Calle, también sobrino suyo, a quiense le había permitido, además, mientras amainaba la tormenta, trocar decurato con el doctor Lucio de Villa, muy bien recibido también por elcomandante general del Ejército Pacificador en Antioquia, a pesar de habersido durante el interregno estrecho colaborador de las autoridadesrepublicanas en su condición de provisor eclesiástico. Según afirmó el viejoreligioso, todas las familias de la provincia estaban enlazadas a tal punto quehacer beneficio a una era hacerlo a toda la comunidad y granjearse sureconocimiento19.

En la Historia de la Revolución se sostiene que el coronel don FranciscoWarleta no le quitó la vida a ningún patriota en Antioquia. Aparentementeeste hecho excepcional se debió a una necesidad política, pues debiendomarchar a Popayán a combatir los residuos de las tropas revolucionarias, eloficial temía dejar tras de sí una retaguardia mal asegurada. La clemenciaobedeció igualmente a ciertos compromisos adquiridos por Warleta con losantioqueños, ya que “impuso fuertes contribuciones y recogió bastante dineroque, según la voz pública, destinara en parte para su provecho”20. El asuntoera tan conocido que en 1818 la gaceta del gobierno revolucionario deVenezuela se referiría al coronel como “célebre mercader de vidas”21.Calcular el monto del dinero que se apropió el oficial resulta imposible, mas

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es claro que remitió a las cajas reales más de 167.000 pesos22.Los procedimientos corruptos de Warleta hicieron mucho ruido en el

Reino y fueron comentados por los oficiales del Ejército Pacificador. Noignoraban estos que su compañero se había alojado “en casa de las mejoresmozas de la provincia” ni que se habían dado “magníficos bailes” en suhonor. Lo consideraban, con razón, como un hombre “envuelto en polvo deoro” y sabían que con el fin de protegerse había ordenado la quema masivade papeles públicos y privados de la época de la revolución. Aparentemente,las damas más hermosas de Santa Fe le habían bordado unas granadas y sedecía que era “muy buen mozo, parecido a Serviez”23.

Restrepo declara en su autobiografía haber sufrido entre mayo y julio de1816 infinidad de “penas, temores y humillaciones”, pues aparentemente sele molestó con “comisiones odiosas o difíciles, y con exacciones de víveres odinero”. Su situación mejoró gracias a la salida de Warleta hacia Popayán y alhecho de que el comando militar de la provincia recayera entonces (21 dejunio) interinamente en el teniente coronel Vicente Sánchez de Lima24. Fueesta una decisión confirmada con resignación por Morillo (2 de julio), quienconfesó al virrey Montalvo que el nombramiento se había producido “por nohaber otro”. Por ello encomendó a la máxima autoridad del Nuevo Reino ladesignación de un oficial de satisfacción “a la mayor brevedad”25. Al recibirel aviso, Montalvo anunció que solo nombraría gobernadores cuando, ademásde las provincias de la costa, se le entregase el mando de las restantes.Deseando que ello sucediese inmediatamente con Antioquia, el virrey solicitóla permanencia de Sánchez de Lima como comandante, por considerar quejefes como él eran los más indicados porque sabían “agradar a lospueblos”26. Quedó así frustrada la creación del Consejo de Guerra queWarleta había ordenado a su sucesor constituir para “juzgar y sentenciar lascausas de todos los delincuentes” que le señalase el jefe del EjércitoPacificador27.

¿Cómo consiguió Sánchez de Lima gozar tan rápidamente de la aprobaciónde sus gobernados? Según afirma Restrepo, el comandante militar interino,no bien asumió su nuevo e inesperado ministerio, “se propuso hacer dinero yentregarse a las diversiones sin cumplir las órdenes que le dejara Warleta deprender a multitud de personas, cuyas listas nominales le dejó”28. Laafirmación permite entender cómo el antiguo cabecilla insurgente, que había

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salvado su pellejo gracias a una traición oportuna, conservó la libertad y lavida en las difíciles circunstancias de la pacificación. Siendo la familiapolítica de Restrepo rica e influyente, todo indica que esta invirtió algúndinero en asegurar la tranquilidad de uno de sus miembros. Cierta cartaconservada en el Archivo Histórico de Antioquia muestra la estrecha relaciónque José María Montoya consiguió fundar con el gobernador de la provincia:

Desde que Vuestra Señoría se fue, quedó esta ciudad viuda, sola y melancólica, su presencia nosanimaba, daba alegría y disipaba cualquier idea lúgubre. Todos los de esta casa le saludan con elmás tierno amor, sin olvidarse de Vuestra Señoría un solo momento […].

Celebraré le fuese bien de camino y que alcanzase mucha parte de esas famosas fiestas parareponer los malos ratos que sufrió en este triste Rionegro. No omito recordar a Vuestra Señoría misúplica sobre Luis María y mis hermanos Vicente y Fernando, como lo de relevarme del encargode proveedor que solicito por oficio. Deseo con el más fino afecto servir a Vuestra Señoría y asípuede mandarme con la satisfacción de que soy su más fiel amigo29.

La misiva raya en el ridículo por su evidente zalamería y sorprende por lasolicitud de tan amplios favores políticos. Pero lo más importante del casoaquí estudiado de la familia Montoya es que este indica que la suerte de lospatriotas durante la Restauración dependió en buena medida del carácter delos oficiales destinados a las diferentes provincias, pues no todos sentíanidéntica inclinación por el dinero ni eran igualmente crueles. El caso delabogado Francisco Antonio Ulloa y Campo lo confirma. Sabedor de que susactuaciones durante la revolución lo destinaban indefectiblemente al cadalso,a mediados de 1816 escribió pidiendo clemencia al presidente de QuitoToribio Montes desde su refugio en una zona montañosa. El mandatarioacogió favorablemente la solicitud y la recomendó en vano al brigadier JuanSámano por considerar que había en ella “verdadero arrepentimiento” y quepor sus luces y juventud el solicitante podía ser en adelante bastante útil alrey30. En otras palabras, la suerte de Ulloa habría sido muy diversa si, enlugar de caer en las garras de los oficiales del Ejército Pacificador quecegaron su vida, hubiera alcanzado a presentarse a las autoridades de Quito.

Las relaciones ultramarinas también fueron definitivas a la hora de afrontarel rigor de la justicia restauradora. Así, el payanés Manuel de Pombo pudosalvarse gracias a su matrimonio con una O’Donell, cuatro de cuyoshermanos eran generales. Dichos vínculos le permitieron ser trasladado aEspaña y escapar a los tribunales de la pacificación31. Tal fue también el

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caso del doctor Ignacio de Herrera, que preservó su pellejo porque una tíasuya había casado con un hermano del general Manuel Cajigal, que lorecomendó a los oficiales del Ejército Pacificador y al mismo Morillo32.Igualmente, el presidente de las Provincias Unidas, José Fernández Madrid,se mantuvo con vida y fue remitido a La Habana en virtud de lasrecomendaciones que a su favor se habían dado en España a Morillo yEnrile33. A un nivel más modesto, el joven suboficial José Hilario López sesalvó de morir ajusticiado en Popayán porque una tía suya estaba casada conel gobernador de la provincia, circunstancia que le hizo también la vidallevadera en el hospital en que convaleció más adelante en Santa Fe34.

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LA APERTURA DEL CAMINO A MARIQUITA

El 5 de agosto de 1816 Pascual Enrile escribió al gobernador de Antioquiaordenándole destinar 2.000 hombres a la composición del camino de Sonsón(llamado también “de Mariquita”), a imitación de lo que se practicaba ya enlos de Carare, Curití y Zapatoca. La ruta debía tener 25 varas de ancho ycontar con “puentes de firme” en todas las quebradas y con camellones en lossitios húmedos. A la dirección de los trabajos fue destinado Restrepo (“sano,enfermo, de cualquier suerte que se halle”), quien había de permanecer alfrente de las obras hasta su conclusión, sin permitírsele

por ningún pretexto, sea cual fuere, el que se separe, pues teniendo grandes conocimientos del país,y habiendo publicado en diferentes papeles sus deseos de la felicidad de la provincia con laapertura de caminos, se le proporciona esta ocasión en que acredite que su celo e interés por el bienpúblico que tanto ha proclamado no es vano, ni de palabras, justificándolo con su asistencia ytrabajo personal. Todos los que han servido de ingenieros durante la revolución, se destinaránprecisamente a dicha obra y permanecerán constantemente en la misma forma que Restrepo35.

En vísperas de la revolución Restrepo había indicado efectivamente en elSemanario de Francisco José de Caldas la necesidad de perfeccionar yconstruir vías para fomentar la agricultura y el comercio de Antioquia. Unade las seis rutas sobre las que llamó entonces la atención fue, precisamente, lade Mariquita: en su opinión, de conseguirse la apertura podría alcanzarse entan solo nueve días el río Magdalena desde Rionegro, con lo que se evitaríanlos peligros propios de las veredas del Nare (Juntas y Muñoz) y seconseguiría la introducción abundante de mulas y ganado vacuno desdeNeiva y de ropas y harinas de Santa Fe36.

En la directiva de Enrile se percibe claramente, pues, cierta ironía, queconfirma el persistente hábito de los jefes del Ejército Pacificador deexaminar los archivos y las publicaciones del interregno neogranadino37.Enrile sabía con certeza que Restrepo había promovido la insurgenciavaliéndose de los periódicos, lo que constituía una nítida acusación. El 20 deagosto de 1816 Sánchez de Lima transmitió las nuevas al antiguo ministro deGracia y Justicia del Estado de Antioquia, indicándole que inicialmentetendría 400 hombres a su disposición, a los cuales habían de unirse muy enbreve 2.000 más, así como algunos ingenieros. Por último, el gobernadorCopia privada. Exclusiva para uso académico

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comprometió al apurado revolucionario a enviarle rápidamente detalladacuenta del estado en que encontrase el camino y, posteriormente, partessemanales en los que había de indicar el avance de los trabajos38.

La apertura del camino a Mariquita no fue la única emprendida por órdenesde las autoridades de la Reconquista. De hecho, en su Historia de laRevolución, Restrepo refiere que en la Nueva Granada se inició laconstrucción de otras ocho nuevas vías de comunicación y se ordenó elmejoramiento de dos antiguas39. Ello sin contar el rompimiento de dosveredas más en la provincia de Antioquia que conducían, respectivamente alChocó y a la ciudad Cáceres. El trazo de aquella había sido señalado porFrancisco José de Caldas en tiempos del gobierno independentista y comenzóa laborarse bajo la dirección de José Pardo y Juan Esteban Martínez40. A lallegada de las tropas del rey, el primero debió continuar con las labores,según resulta de los informes que envió a las autoridades reales en 1816[41].

De acuerdo con Restrepo la apertura de caminos fue uno de los mediosempleados por los jefes del Ejército Pacificador “para afligir y desolar” a losneogranadinos, quienes se veían en la obligación de trabajar sin más jornalque la ración en “lugares remotos, desiertos y malsanos”. Para empeorar lasituación se pretendía que las vías tuviesen 25 varas de ancho, que seretirasen enteramente de ellas las raíces de los árboles y que se afirmasen concascajo. Siendo tales cosas enteramente imposibles en una geografía como laneogranadina, no es sorprendente que Restrepo viera aquellas obras como“verdaderos presidios”. A la postre, las nuevas rutas resultaron inútiles, pueshabiendo disminuido el comercio con la guerra, se hicieron intransitables y secubrieron de vegetación en menos de un año42. Aparentemente, solo enAntioquia 4.000 personas fueron destinadas a la apertura de caminos43.

En su relación de mando, el virrey Francisco de Montalvo censuró laejecución de aquellas obras intempestivas, que habían suscitado tantas“quejas y disgustos” entre los pueblos y tantos “perjuicios a la tranquilidadcomún”, con razones muy similares a las alegadas por Restrepo: él tambiénlas caracterizó como “presidios injustos” y señaló que la apertura de loscaminos había puesto en aprietos el mantenimiento de la plaza de Cartagena,el pago de empleados del virreinato y el fomento de las administraciones detabacos y aguardientes. Como si fuera poco, las labores, además de onerosase impolíticas, eran completamente inútiles, porque siendo escasa la población

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y no haciéndose el comercio en recuas sino por medio de hombres, estabancondenadas a ser devoradas por las selvas44.

ILUSTRACIÓN 2

Copia de un plano del camino de Sonsón elaborado por José Manuel Restrepo (1824).AHR, Fondo IX, vol. 6, f. 192.

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En su autobiografía Restrepo da datos muy escuetos acerca de sus trabajoscomo director del camino a Mariquita. Afirma que al llegar a su destinodirigía las operaciones otro condenado (el ingeniero Manuel AntonioJaramillo), y que en compañía lograron abrir la ruta hasta Mariquita,mejorándola en lo posible y construyendo puentes de madera en los ríos SanPedro, Samaná y Moro45 (ilustración 2). En el “Diario de un emigrado” esRestrepo un poco más locuaz. Por tal escrito sabemos que la partida a Sonsóntuvo lugar exactamente el 22 de agosto de 1816 y que en apenas un mesterminó de romperse la trocha en su totalidad. Por aquel entonces fue llamadoa Mariquita por el teniente coronel de húsares Miguel Fresno, comisionadopor Morillo para la inspección de los trabajos. Las dos horas que estuvo en laciudad le bastaron para conocer la noticia de la ejecución en Santa Fe deDionisio Tejada, José María Dávila y la mayor parte de sus amigos.Apesadumbrado y temeroso regresó a sus labores, estableciéndose en el ríoMoro, por ser este la mitad del camino. Su compañero Jaramillo, entre tanto,quedó encargado de visitar los diferentes frentes y de dirigir propiamente alos trabajadores46.

Los archivos antioqueños permiten complementar estas informaciones.Así, he podido comprobar que el suegro de Restrepo era el encargado de“colectar y repartir” ganados gordos para los obreros del camino47. Además,he encontrado 17 informes donde puede estudiarse mejor esta desconocidafaceta de la vida de José Manuel Restrepo. El 26 de agosto ya se encontrabaen Sonsón y se aprestaba a asumir la dirección de las obras de camino, que sehallaba entonces en el Alto del Rodeo, entre los ríos Moro y Miel. En otraspalabras, faltaba aún la construcción de la tercera parte de la vía, aunque elterreno de las seis leguas que restaban por acondicionar era sin duda “el másfácil”. En su compañía debían internarse por la montaña 430 peonesremitidos por el cabildo de Medellín, otros tantos sacados de Rionegro, 50más provenientes de Abejorral y nueve de Marinilla. Los refuerzos eranesenciales, pues la mitad de los 200 que laboraban ya en la apertura habíandesertado y otros muchos se hallaban enfermos48.

El 11 de septiembre de 1816 anunció el director del camino su llegada alrío de la Miel49 y nueve días más tarde estaba ya en las inmediaciones deMariquita. El nuevo camino fue empatado con el real de Honda el día 21, porlo que las labores se concentraron a partir de entonces en la composición de

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los trechos más imperfectos50. Por desgracia, el trazado se había realizadoantes de la llegada de Restrepo de manera muy defectuosa, lo que unido a laslluvias constantes complicaba en extremo la tarea51. En su opinión, paraperfeccionar la obra, era más prudente aguardar la llegada del verano ypromover entre tanto la fundación de una nueva población, pues loshabitantes que en ella se arraigasen introducirían bestias, cuidarían de lospuentes y prestarían su concurso a las tropas del rey, que de otro modo debíanevitar a toda costa el tránsito por aquellos parajes52.

El 3 de octubre, Restrepo escribió un detallado informe desde el río Moro:a su juicio los trabajos avanzaban con demasiada lentitud y los peones, queno pensaban sino en “irse a sus casas”, se comportaban con tanta violenciaque cada día enfrentaba “principios de motín” y debía castigarlos con “rigor”.Los desertores no faltaban y cuando se les capturaba, incurrían en castigosejemplares. Las condiciones de vida eran tan difíciles que tras un mes detrabajo en la montaña los hombres que se le remitían solían estropearse oenfermarse. Por tal razón en una semana había debido enviar a Sonsón másde cien operarios, no pudiendo permitirse el lujo de dejarlos convalecer en lamontaña consumiendo los pocos víveres disponibles. En efecto, elaprovisionamiento resultaba tan arduo que para conducir los bastimentos porlas dilatadas selvas que separaban a los trabajadores de los poblados máspróximos era preciso destinar la mitad de ellos al acarreo. El maíz y el fríjolescaseaban a tal punto que los obreros insistían en la carencia con laesperanza de obtener el regreso a sus hogares. Como no podía acceder a ello,so pena de quedarse sin mano de obra, Restrepo optó por enviar algunoshombres a orillas del Guarinó (en cercanías de Mariquita) para adquirir unascuantas arrobas de arroz, sal y maíz, así como unas cuantas reses. En aquellosdías, mientras esperaba la llegada de 300 obreros más del nordeste y de otroscien de Medellín, tenía bajo sus órdenes a 20 carpinteros, dos herreros y 850peones53.

Los cinco informes siguientes de Restrepo fueron también escritos desde elrío Moro a comienzos de octubre de 1816. Nuevamente, insistió el insurgentecastigado en el desabastecimiento de los peones y se quejó de la falta decolaboración del gobernador de Mariquita, que solo le había remitido víveresen una ocasión con extrema parsimonia y no le permitía ni siquiera sacarollas para los trabajadores. En consecuencia, y ante la escasez de cargueros

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en Sonsón, consideraba en adelante la posibilidad de enviar “continuamentepeones” a fin de que cada uno transportase sus raciones respectivas54. En loque se refiere propiamente a los avances del camino, manifestó Restrepo laimposibilidad en que se hallaba de colocar piedras en que se señalasen lasleguas por no habérsele remitido estas de Honda ni contar con nadie capaz detrabajarlas. Aproximadamente cada legua y media había mandado construircasas que sirviesen de posada, pues el camino carecía enteramente depoblaciones y a todo lo largo de él no había más que una familia establecida.De estos informes resulta que Restrepo era más que un mero ejecutor y que elgobernador Sánchez de Lima lo consultaba sobre el monto de las inversiones,los arbitrios que consideraba precisos para perfeccionar el camino y los quepodían ayudar a sufragar su oneroso costo. Acerca de lo primero, el abogadoy naturalista metido a ingeniero se dijo incapaz de hacer un cálculoaproximado sin salir antes a Sonsón para acopiar comprobantes. En lorelativo a lo segundo, insistió en la creación de una nueva colonia en el parajede San Narciso y en repartir el aseo y composición del trayecto de Rionegro aSonsón entre este vecindario y los de Abejorral y La Ceja. Por último, en lotocante a los recursos, Restrepo sugirió que se cobrase “alguna contribuciónen uno de los puentes” que podría producir a su juicio de 300 a 400 pesosanuales55.

El último de los informes de José Manuel Restrepo al gobernador deAntioquia acerca de la construcción del camino de Mariquita es ciertamenteel más interesante de todos, porque fue escrito en Medellín a finales deoctubre de 1816, esto es, al término de sus labores, y constituye por tanto unasuerte de balance final. El revolucionario abandonó la dirección de la obra eldía 15, de manera que en total pasó cerca de dos meses en las selvasantioqueñas. Al cabo de dicha estancia se habían terminado de romper estashasta las inmediaciones de Honda, de manera que el camino de 13 jornadaspodía transitarse “sin tropiezo alguno” por hombres y caballerías. Sobre losríos Sonsón, San Pedro y Samaná se habían construido sendos puentes. El deLa Miel, entre tanto, quedaba con las maderas labradas en sus orillas y lospostes de las fundaciones a medio clavar. El puente sobre el río Moro estabapara entonces muy adelantado y a punto de concluirse, y al del Claro solorestaba fabricarle el techo. Los carpinteros se dirigirían entonces al ríoHondo, cuyo puente, por ser “muy fácil”, se fabricaría en 12 días con el

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trabajo de 30 hombres y 12 oficiales. Restrepo confesó no poseer losconocimientos suficientes para construir los puentes de 40 a 50 varas queprecisaban los caudalosos ríos Guarinó y Gualí. Propuso por ello que suedificación se encargase a un ingeniero del rey y que entre tanto se pusiesenbarquetas para el paso de los viajeros. El trazado del camino en general era,en su opinión, bueno, aparte de unas cuestas empinadas y sin zigzag que sehabían diseñado antes de su llegada y de algunos rodeos inevitables por laprofundidad de los ríos y quebradas. En la mayor parte de su recorrido teníacuatro o seis varas y solo en algunos trechos ocho o diez, a causa de ladiversidad de los terrenos y de los desfiladeros. Las raíces de los árboles sehabían retirado solo en parte y aplanado únicamente de manera parcial laspendientes de los cerros. El camino debía perfeccionarse entonces, retirandolas piedras y las cepas de los árboles, talando más las márgenes en las zonashúmedas para permitir su afianzamiento, ampliando la explanada en loscerros y cuestas, y dando mayores rodeos a estas con el fin de reducir laspendientes56.

En su último informe, Restrepo recordó al gobernador que el mayorobstáculo para finalización del camino era el aprovisionamiento de lascuadrillas, pues ante la ausencia de recuas de mulas cada peón debíatransportar desde Sonsón cargas de dos arrobas y media. Según el frentedonde trabajasen, la conducción podía durar de una a ocho jornadas sin que elcontenido de los fardos alcanzara para más de 20 días de raciones. El ganado,por su parte, era conducido vivo, pero el abundantísimo lodo del camino y laausencia de pastos causaban siempre la muerte de algunas reses. Por ello ypor la impericia de los capitanes de cuadrilla, Restrepo recomendaba que sedestinasen máximo 300 hombres a los trabajos, lo que había de permitir lasupervisión de la obra y la mejora de los resultados57.

Pero, ¿cómo logró Restrepo abandonar la dirección del camino antes de suconclusión? Aparentemente, durante su residencia en río Moro se presentóallí el coronel español Sebastián Díaz afirmando que se disponía a relevar aSánchez de Lima en la gobernación de la provincia de Antioquia. La cara“adusta y severa” del oficial y los comentarios que hiciera en su contra enSonsón parecieron de mal agüero a Restrepo. Convencido de que una vezfinalizados los trabajos del camino había de ser ejecutado, debió enviarcomunicaciones desesperadas a su familia política. Acudiendo a arbitrios de

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probada eficacia, esta consiguió una licencia temporal que le permitió ponerfin a 60 días de “vida harto penosa en que solo se alimentaba con arrozcocido, carne asada, chocolate y panela”58. Tales trabajos resultarían inútiles,a la postre: para junio de 1817 estaba el camino “enteramente cerrado demalezas en toda su extensión” y los puentes amenazados por el comején59.Siete meses más tarde, se había desplomado ya el del río La Miel60.

En el tránsito hacia Rionegro Restrepo meditó sobre su apurada situación ytomó la decisión de escaparse al extranjero61. La elección fue muy juiciosa,por lo demás: si bien Sánchez de Lima se venía escudando con pretextosbaladíes para permanecer en el mando y hasta intrigaba con los cabildos paraque dirigiesen representaciones al virrey rogando por su permanencia62, lasituación no podía durar para siempre. De hecho, Morillo, exasperado con ladilación, amenazó al coronel en el mes de noviembre con “una seriaprovidencia” si persistía en su desobediencia63. Por las mismas fechas, el jefedel Ejército Pacificador incluyó a Restrepo en la lista de individuos quedebían ser detenidos a toda costa y conducidos en su presencia64. El terrorprovocado por el relevo de Sánchez de Lima fue alimentado por cartasremitidas desde la capital del Reino en las que se afirmaba que el nuevogobernador “traía comisión para prender y remitir al cuartel general [a] variosindividuos”. Al esparcirse la voz, varios hombres comprometidosíntimamente con la revolución se dieron a la fuga (Crisanto Córdoba con dosde sus hijos, Pedro Carvajal, Felipe y José María Barrientos, VicenteFernández, Francisco Zapata, el doctor José María Ortiz…)65. Entre losemigrados se contaba el padre de José Manuel Restrepo, que, como antiguoprefecto del Senado y presidente del Estado, tomó también la decisión de huiry de refugiarse en unas minas distantes66.

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LA COMISIÓN CARTOGRÁFICA

Restrepo confiesa en su autobiografía haber aprovechado su estancia enMedellín para sondear a Sánchez de Lima acerca de la posibilidad de obtenerun pasaporte que le permitiese abandonar la provincia de Antioquia. En uncomienzo era su intención dirigirse a Cartagena para acogerse a la proteccióndel virrey Montalvo, quien se sabía era mucho más clemente que Morillo. Noobstante, en el camino, Restrepo reconsideraría sus planes y tomaría ladecisión salir del Nuevo Reino para vivir más tranquilo67. Como el generalEnrile deseaba contar con mapas del bajo Cauca y el Atrato, el gobernadoraprovechó la ocasión para conferir a su protegido un pasaporte que lepermitiera huir a Jamaica bajo el más perfecto pretexto:

Siendo necesario formar un croquis o plano general de toda la provincia, y no pudiendo hacerse sinun reconocimiento de ella, prevengo a vuestra merced que con tal objeto se dirija inmediatamentepor el camino de Cáceres hasta Nechí, pasando si fuere necesario a los pueblos confinantes de la deCartagena, observando aquellos territorios del curso del Cauca y del camino, y luego al del Chocó,al mismo fin, haciendo investigaciones hasta el Atrato.

Para que no se detenga en la marcha le incluyo el adjunto pasaporte, en cuya virtud exigirá losauxilios que necesite de las respectivas justicias68.

Un día después de recibir esta comedida orden del corrupto gobernadorSánchez de Lima, Restrepo se dirigió a Rionegro y comenzó las gestionestendientes a obtener el real indulto. Para ello solicitó a las autoridades de laciudad que interrogasen a diferentes sujetos del vecindario acerca de suconducta durante la revolución. Particularmente debían certificar que en 1813había intentado infructuosamente rechazar el nombramiento de secretario deGracia y Justicia hecho en su favor por el dictador Juan del Corral y que solohabía aceptado al ser compelido por el mandatario. Así mismo los testigosconvocados habían de indicar cómo al declarar este la independencia de laprovincia, Restrepo había intentado disuadirlo de hacer “semejante absurdo”en compañía del doctor José María Ortiz69. Cuatro vecinos favorecieron alabogado en apuros con su complaciente testimonio (Vicente Campillo,Gregorio Herrón, José Manuel Zapata y Cruz Sarrazola). Todos ellos estabanligados a él por vínculos de amistad o dependencia. Al menos así parecen

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indicarlo los casos de Gregorio Herrón, Cruz Sarrazola y Vicente Campillo.El primero había sido amanuense de la Secretaría de Guerra y Hacienda en1813. El segundo había estado bajo órdenes de Restrepo como secretario dela diputación de Antioquia en el Congreso del Reino (1811), y habíatrabajado posteriormente como escribiente en una de las secretarías entiempos del gobierno de Corral. En cuanto a Campillo, se sabe que fue oficialde pluma tanto de la Junta Gubernativa como de la presidencia del Estado70.No es de extrañar entonces que respaldaran las afirmaciones de su antiguopatrón, señalando por ejemplo, que la resistencia de Restrepo y Ortiz en lotocante a la independencia había sido tan grande que el mismo dictador habíatenido que extender el acta71. El que declaraciones tan amañadas fuesenadmitidas posteriormente por las autoridades de la Restauración en el procesode purificación no deja de ser harto curioso. ¿Ineptitud o nuevo episodio decohecho?

Con el temor constante de ser capturado por el sucesor de Sánchez Lima,que debía asumir el mando de manera inminente, Restrepo se puso en marchael 9 de noviembre de 1816 por la vía de Yarumal, Cáceres, Magangué ySanta Marta. En aquella ciudad y con el concurso de su concuñado, elpeninsular Pedro Sáenz, logró esconderse unos días y embarcarse finalmenteel 1.º de diciembre, vestido de marinero, con destino a Jamaica. Tres días mástarde llegó a Kingston, donde contó con la inestimable colaboración de suantiguo amigo Joaquín Mosquera y, más que nada, de sus cuñados Franciscoy Juan Antonio Montoya. A pesar de sus comprometimientos, ambos habíanconseguido llegar a la isla algunos meses atrás gracias a las efectivasgestiones de su padre, quien el 5 de junio les consiguió con el comandantegeneral Francisco Warleta un pasaporte que les permitió pasar a “Santa Martae islas extranjeras a negociaciones de comercio”72.

El grupo de emigrados neogranadinos vivía en la casa José Iglesias yPinto73, un comerciante peninsular avecindado en Cartagena que habíaemigrado a Jamaica en enero de 181574. Una de las primeras ocupaciones deRestrepo al comienzo de su exilio consistió en escribir una carta a subenefactor Sánchez de Lima, que había sido pactada sin duda cuando seplaneó la evasión con el fin de descargar de toda responsabilidad alfuncionario peninsular. En la misiva el prófugo reiteraba sus intenciones decontribuir en cuanto fuera posible con la causa del rey, mas aseguraba que, en

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concordancia con el precepto divino que facultaba a todos los hombres aconservar su propia vida, al enterarse de que se pretendía proceder en sucontra, remitiéndolo preso a Santa Fe, había optado por la defección. Paraconcluir, insistía en que hacía “mucho tiempo” detestaba “cualquiera idearevolucionaria” y proclamaba que su único deseo era vivir tranquilamente enel seno de su familia. No bien estuvo en sus manos, el gobernador Sánchez deLima remitió esta carta al virrey Montalvo para protegerse y vindicar suconducta75.

La vida ociosa que debía llevar en Jamaica por obligación condujo aRestrepo a planear un viaje a los Estados Unidos, que pudo realizar en juniode 1817, gracias a la financiación de su familia política. Siete meses pasó enNorteamérica, durante los cuales mejoró algo su inglés, visitó manufacturas yconoció las ciudades de Nueva York, Baltimore y Filadelfia76.

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LA CONSECUCIÓN DEL INDULTO

El 23 de enero de 1817, el virrey del Nuevo Reino de Granada Francisco deMontalvo, atendiendo a las demandas del gobernador Sánchez de Lima,otorgó desde Cartagena un indulto particular que beneficiaba a los habitantesde la provincia de Antioquia. La noticia fue recibida con júbilo en Rionegro amediados del mes siguiente y numerosos individuos comprometidos enmayor o menor medida con la revolución comenzaron de inmediato a tramitarel perdón real77. Una de las primeras personas en hacerlo fue MarianaMontoya en nombre de José Manuel Restrepo, su marido prófugo, arguyendoque este había seguido “el partido de la revolución” por “ilusión y engaño” yque se había tratado de un error “casi común y universal”. Mariana Montoyareconoció que su consorte había ejercido destinos importantes en el gobierno,mas aseguró en su representación que había sido siempre compelido a ello yagregó que, en todo caso, no había sido nunca “un hombre sanguinario” ni“un obstinado jacobino”. Según expresó, el arrepentimiento delrevolucionario era sincero: había contribuido a la causa real tanto condonativos voluntarios y forzosos como en su condición de director de laapertura del camino de Mariquita, y si se había fugado a Jamaica, había sidoúnicamente para asegurar su propia preservación. El gobernador Sánchez deLima acogió sin chistar la solicitud y los tres testimonios presentados en suapoyo (Vicente Pérez, Francisco Estébanez y Cecilio Salazar) y cobijófinalmente a Restrepo con la gracia del indulto el 11 de marzo de 1817[78].El padre del revolucionario alcanzó idéntico favor cuatro días más tarde,también como resultado de las gestiones de su esposa (Leonor de Vélez)79.Ambos casos confirman el papel jugado por las mujeres en la tramitación delindulto de los emigrados. La práctica permitía acceder al perdón soberano sincorrer riesgos y llegó a ser tan común en provincias como Cartagena y SantaMarta que las autoridades buscaron proscribirla80.

Mientras esto sucedía en Antioquia, José Manuel Restrepo otorgaba enKingston un poder general (6 de marzo de 1817) a favor del comercianteespañol José Iglesias (ilustración 3) que para entonces había regresado a laciudad de Cartagena81. El cometido principal del revolucionario en el exilioera echar a andar el proceso de rigor para obtener el perdón real, ignorando

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que idénticas gestiones habían sido realizadas por su familia en la provinciade Antioquia y que gracias a ellas la clemencia real estaba a punto defavorecerlo. En Cartagena, Iglesias confió el caso cinco días más tarde alprocurador Matías Carracedo. Este, además de presentar en descargo de suprotegido la información de testigos adelantada en Rionegro en vísperas de lafuga y las labores adelantadas por el reo ausente en la dirección del camino aMariquita, trajo a mientes la comisión corográfica que le había sido confiadapara facilitar su deserción como si se tratase de un mérito contraído enservicio del rey.

Carracedo escribió también una interesante representación para apoyar lasolicitud de la gracia de que estaba encargado y para cuya redacción contó,con absoluta certeza, con la ayuda o las instrucciones del propio Restrepo. Enella se presenta al principal revolucionario de la provincia de Antioquia comouna víctima de las conmociones del Nuevo Reino. En primer lugar, aquellagobernación solo se había contagiado de los desórdenes en último momento.En segunda instancia, la junta allí erigida había obedecido a la remoción delas autoridades legítimas en Santa Fe y había sido presidida por el magistradolegítimo, por lo cual la secretaría asumida entonces por Restrepo no podíareputarse como infidencia. En cuanto a la diputación al Congreso del Reinoasumida por el prófugo, esta no podía constituir tampoco un delito, pues sehabía desarrollado “con la expresa condición” de que aquella asamblea sereuniese “bajo los auspicios del soberano ausente”. El Acta de Federación nocontenía declaración de independencia. Los antioqueños no habían tampocodado ejemplo en operar un solemne rompimiento con la metrópoli, por lo queno podían “conceptuarse como los jefes ni principales satélites de larevolución del Reino, sino como una materia que por todas las reglas de lafísica, es susceptible de movimiento, cuando por una potencia exterior se lecomunica el impulso motriz por inerte que ella sea”82.

ILUSTRACIÓN 3

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Poder otorgado en Kingston, Jamaica, por el doctor José Manuel Restrepo alcomerciante peninsular José Iglesias. AGN, SAAS, t. 10, f. 292.

Enseguida, se presentaba la renuncia de Restrepo al cargo de diputado delEstado de Antioquia como un arbitrio para no tomar parte en la guerra entreCartagena y Santa Marta. El ejercicio de la Secretaría de Gracia y Justicia a

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partir de julio de 1813 había sido, según la representación de Carracedo, frutoexclusivo de la coerción y del apremio, lo mismo que la suscripción por partede Restrepo de la declaración de independencia.

Todos los actos, pues, que signó y autorizó en adelante como tal secretario, fueron obra de lafuerza del dictador, y en que no intervenía con más responsabilidad, que la que es de imputarse aun escribano, notario o todo otro secretario público que es obligado a dar simplemente fe de que eljuez dictó aquella providencia por inicua e ilegal que sea.

Los difuntos Corral y Tejada habían sido, pues, los causantes de todo yRestrepo, intimidado, se había limitado a obedecer. La desapariciónprematura del uno y el ajusticiamiento del otro permitían al prófugoendilgarles toda la responsabilidad de la revolución en Antioquia y solicitarcon una falta de entereza más que comprensible el real indulto. Pero, nohabiendo sido al fin de cuentas un insurgente cabal, ¿cómo explicar suexpatriación? Carracedo justificó el hecho por los persistentes indicios queaseguraban que a la llegada del sucesor de Sánchez Lima al gobierno deAntioquia su parte habría sido indefectiblemente procesada por haberobtenido destinos durante la revolución83.

Con asombrosa facilidad, al examinar la causa, el fiscal Villamil se mostróconforme con el indulto de Restrepo, no sin criticar la fuga de este a Jamaica,que atribuyó clementemente a “voces vagas”, difundidas por “enemigos delgobierno legítimo”84. En consecuencia, el 16 de octubre de 1817, y a pesarde que la impetración del indulto debía ser “personalísima”, el primerinsurgente de la provincia de Antioquia recibió el perdón del rey y laautorización competente para regresar al Reino. ¿Cabe achacar la obtenciónde la doble gracia de Antioquia y Cartagena a corruptelas que irrigaban losbolsillos de los principales pacificadores? La hipótesis está sustentada endeclaraciones posteriores de algunos patriotas, según las cuales los indultosde aquellos tiempos se consiguieron “por las vías de la intriga y elcohecho”85. La llamada Reconquista, desde este punto de vista, fue unatractivo negocio y el origen de grandes fortunas. De hecho, al entregar elgobierno de la provincia de Antioquia, Sánchez de Lima se dirigió a SantaMarta por la vía de Mompox con el fin de salir sigilosamente del Reino,cuidándose de no decir una palabra a sus superiores y “riendo, con muybuenas onzas”. Las autoridades no consiguieron detenerlo porque, siendo el“ídolo” de los habitantes de la provincia, un silencio cómplice le sirvió deCopia privada. Exclusiva para uso académico

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reparo e impidió averiguar la ruta que llevó86. Poco después se descubrió queel prófugo había cobrado sueldos de más y dejado un descubierto de 2.400pesos. Para colmo, las averiguaciones adelantadas con el fin de recuperar eldinero permitieron establecer que Sánchez de Lima había entablado unlucrativo comercio de ropas cuyo valor ascendía a casi 17.000 pesos87. Nosaldría mejor librado quien asumiera luego la comandancia militar de laprovincia: según se dijo, a punta de revender ganados y víveres, y de cobrarpor exonerar soldados, el capitán Guerrero Cavero habría amasado no menosde 15.000 pesos88.

Cuando hubo concluido su periplo por los Estados Unidos José ManuelRestrepo se dirigió a Cartagena, y al poco tiempo de llegar a la plazaemprendió nuevos trámites con el fin de recuperar el ejercicio de su profesiónde abogado. Las gestiones en Santa Fe corrieron a cargo del procurador JoséAntonio Maldonado y del abogado Estanislao Vergara, quienes consiguieronla rehabilitación a comienzos de septiembre de 1818[89]. Comunicada talresolución a las autoridades de Cartagena, estas la dieron por buena el 21 deoctubre del mismo año90. El copiador que se conserva de la correspondenciade Restrepo de aquella época indica, no obstante, que las actividades de esteen la plaza fueron ante todo comerciales. En efecto, hizo las veces de agentede su cuñado Francisco Montoya, quien permanecía aún en Jamaica. Asímismo, consta que hizo gestiones a favor de su “estimado amigo” VicenteSánchez de Lima, que le remitió desde Kingston algunos relojes para que lospusiera en venta91. Quien fuera, pues, su benefactor desde la gobernación deAntioquia había pasado a ser su socio comercial.

Restrepo pasó entonces a la ciudad de Rionegro a reunirse con su familia.La salida de Sánchez de Lima, el nombramiento de Sámano como virrey y lallegada de una nueva guarnición habían llenado de aprensión a los habitantesde la provincia92. Además, como teniente asesor del gobierno fue nombradoel doctor Faustino Martínez, quien había sido expulsado de la provinciadurante el interregno y había servido durante la pacificación como auditor delConsejo de Guerra permanente creado por Morillo93. En aquellos momentosejercía como gobernador interino de Antioquia el coronel Carlos Tolrá, quehabía dejado muy mala fama por sus crueldades en Popayán y Santa Fe.Tolrá no dejó de percatarse de la irregular largueza con que su antecesorhabía otorgado los indultos y así lo señaló al virrey Sámano:

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Todos los delitos están impunes en esta provincia. En ella ha habido dictadores, subdictadores,presidentes y subpresidentes, y otros que por su exaltación y partido en los pueblos debían ir aEspaña, según el espíritu de Su Majestad, pero [Sánchez de] Lima indultó a todo el mundo; hevisto estos indultos y pareciendo informales y falsas sus informaciones los he pasado al asesor paraque me aconseje lo que debe hacerse, a efecto de quitar de la provincia algunos pájaros quepudieran con su influjo en el pueblo causar algún trastorno94.

A pesar del doble perdón real, Restrepo no debió de gozar, entonces, de unavida exenta de temores a su regreso a la provincia de Antioquia. No obstante,los meses de zozobra fueron pocos, pues allí lo sorprendería la campaña de laNueva Granada y la toma de Santa Fe por parte del Ejército Libertador. Estosnotables acontecimientos incitaron al antioqueño a reanudar la costumbre deescribir un diario, adquirida, como se ha visto, durante su emigración de1816. La primera entrada del volumen corresponde así al 28 de julio de 1819y en ella se alude al rumor de la presencia de Simón Bolívar en cercanías deTunja con un numeroso ejército95. Exactamente un mes más tarde llegaron ala ciudad de Rionegro las tropas republicanas. Era su comandante José MaríaCórdoba, que tenía órdenes precisas para designar a Restrepo comogobernador político de la provincia. Escarmentado por la difícil experienciade la Restauración, temeroso de ser víctima nuevamente de una persecuciónpolítica e incrédulo aún acerca de las posibilidades de victoria de losindependentistas, el insurgente indultado rechazó en un principio el honor,aduciendo problemas de salud, dificultades económicas y escasez de luces96.No obstante, el 2 de septiembre, ante la insistencia de Córdoba, y estando yamás definida la situación de la provincia, tomó posesión del empleo97.

Al día siguiente, José Manuel Restrepo se dirigió por escrito a SimónBolívar para felicitarlo por sus triunfos, anunciarle su reciente nombramientoy expresarle su confianza en cuanto a la adopción de “un gobierno general elmás enérgico que fuere posible, dejando para tiempos más tranquilos elestablecerlo sobre principios más liberales”98. Se comprende que, ante todascosas, el revolucionario arrepentido, al recobrar su entusiasmoindependentista, quisiera alejar para siempre toda perspectiva de restauraciónmonárquica. En su espíritu, la traumática experiencia de los años 1816-1819había dejado una huella indeleble, que resulta visible desde entonces en sumoderación política y en un sólido descreimiento frente a las ideas detransformación radical de la sociedad. Si Restrepo censuró sin reservas en suobra y durante su vida pública “los actos que atentaban contra lasCopia privada. Exclusiva para uso académico

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instituciones y contra la legitimidad”, ello no fue solamente porque albergaraprejuicios de clase sobre la participación popular en política (o fuera víctimade “una convención social contemporánea”) como sostiene GermánColmenares en un influyente artículo99, sino también porque su propiotranscurso vital lo llevaba a otorgarle a la estabilidad un valor preponderante.Sin embargo, el compromiso de José Manuel Restrepo con la causarepublicana sería desde entonces indefectible: en su condición de gobernadorpolítico de la provincia de Antioquia se encargó no solo de poner enfuncionamiento la tesorería, la fundición y las rentas, sino también desembrar de espías los caminos, de lograr el arresto de los más empecinadosrealistas y de establecer los tribunales de secuestros100. Restrepo continuarádando luego muestras de su ardor por la causa, ya como miembroprincipalísimo del Congreso Constituyente de Cúcuta, ya como secretario delInterior de la República de Colombia durante casi una década o comohistoriador de la revolución de la Tierra Firme.

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CONCLUSIONES

Los ardides a que recurrieron algunos de los líderes más conspicuos delinterregno neogranadino para escapar al cadalso durante la Restauración(1815-1819) ha sido un asunto poco estudiado. La razón es sencilla: muchasde las acciones emprendidas por ellos para preservar sus vidas sonsusceptibles de dislocar la imagen intachable que la historia patria construyóen torno a los fundadores de la república. Así pues, la historiografíacolombiana se ha solazado con el martirologio de algunos cuantos, callandoadrede los itinerarios de muchos otros. La idea defendida por este texto, alanalizar el proceso de supervivencia de José Manuel Restrepo, es queaproximarse a esta faceta silenciada de los líderes independentistas permitecomprender de modo más cabal sus vidas y el proceso revolucionario mismo.En efecto, la experiencia de la Restauración fue para todos ellosverdaderamente traumática y condicionó para siempre su visión del mundo.

Al comenzar su diario de emigración de Rionegro a Kingston, José ManuelRestrepo anotó que tras la ocupación de la Nueva Granada por las tropas delrey en mayo de 1816, todos los hombres que habían sobresalido en larevolución “fueron sepultados en los calabozos”101. En el aserto hay porsupuesto una gran exageración, mas también mucho de cierto, pues no hayduda de que numerosos líderes del interregno fueron ejecutados o sufrierondestierros, presidios y confiscaciones. Restrepo constituye, pues, unaexcepción, aunque no la única.

Según se ha demostrado, la pertenencia del insurgente a una familia nosolo muy rica, sino también muy influyente fue definitiva para lograrsucesivos esguinces a la política de terror del Ejército Pacificador. Este hechoreviste una importancia capital, porque indica que la voluntad punitiva de losrestauradores no podía ejecutarse sin bemoles. No todos los comprometidospodían ser castigados ni convenía que se aplicase inflexiblemente la justiciareal porque ningún gobierno podía establecerse sobre un campo devastado sindiscernimiento. El caso de los Montoya sugiere que las casas neogranadinasque por sus conexiones y recursos mantenían vastas clientelas o asegurabanen buena medida el funcionamiento económico de una provincia determinadano podían ser objeto de la venganza del rey sin comprometer gravemente los

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fundamentos del orden. El hecho de que tal cosa ocurriera en otras provinciaslibra una clave importante para comprender el fracaso de la restauración de laautoridad de Fernando VII en el Nuevo Reino.

Este estudio ha mostrado también la importancia de la corrupción en laslógicas del castigo y el indulto durante la llamada Reconquista. Los jefes delEjército Pacificador fueron aparentemente hombres ávidos de dinero que seafanaron por llenar sus faltriqueras mientras trabajaban por erradicar lainsurgencia neogranadina y cimentar de nuevo el orden antiguo. Es precisoestudiar con detenimiento la amplitud del fenómeno y la incidencia que estetipo de prácticas tuvo a la postre sobre la pervivencia del gobierno español.No obstante, parece indudable que ellas contribuyeron a desprestigiardecididamente a los ministros fernandinos y a la justicia del rey102.

Por último, el estudio pormenorizado del caso antioqueño invita a evitarlas generalizaciones abusivas en lo tocante al uso de la violencia en tiemposde la Restauración neogranadina. Él indica, en efecto, que coexistieronentonces en el Nuevo Reino provincias “pacificadas”, gobernadas de acuerdocon los principios conciliadores de Francisco de Montalvo, y provincias“reconquistadas” donde primó el rigor punitivo de los oficiales del EjércitoExpedicionario.

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CAPÍTULO 5EL REINO DE LAS VELETAS

y cada cual tratando de ver cómo se acomodaba con los que venían: en elreverso de la escarapela tricolor tenían la cifra de F. VII para volverla del

otro lado al momento de la entrada, y en las casas las armas del rey pintadasen papel para fijarlas a ese mismo tiempo en la puerta de la calle.

José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil…, t. II, p. 412.

notre intention n’est point de pénétrer la raison qui a rendu une personnequelconque girouette; il suffit qu’elle l’ait été et que le fait puisse se prouverpour que nous lui fassions l’honneur de l’admettre parmi nous. L’ambition,

la soif de l’or, la nécessité, le besoin de la gloire, établissent par conséquentdes différences immenses entre tous nos illustres confrères.

Dictionnaire des girouettes ou nos contemporains peints d’après eux-mêmes…, p. VIII.

Tras dos siglos cabales persiste la creencia de que el restablecimiento delgobierno real en la Nueva Granada fue una Reconquista. Ello es sorprendenteno solo porque, como se vio en el capítulo anterior, existieron provinciasexentas de terror contrarrevolucionario, sino también porque, aun habiéndosetratado de una Restauración rigurosa, la inmensa mayoría de los hombres ymujeres comprometidos con la revolución lograron ponerse la piel de fielesvasallos y acomodarse a las nuevas circunstancias ante la mirada cómplice (ovenal) de las autoridades fernandinas. Para escapar del relato maniqueo delperíodo es entonces imprescindible estudiar el fenómeno multitudinario delas veletas de 1816. Así mismo, es preciso compararlo con la oleada deapostasías y palinodias de 1819, cuando el gobierno de Colombia se vendólos ojos para permitir un nuevo baile de máscaras sin el cual hubiera sidoimposible su consolidación de la república.

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LAS CATARATAS DE LOS INQUISIDORES

A comienzos de 1823 un periódico antioqueño advirtió en uno de susartículos acerca de los peligros de encender la linterna republicana paraindagar sobre el comportamiento pasado de algunos ciudadanos. El autor serefería al caso concreto de Antonio Nariño, cuya posesión como senadorpretendía estorbar el Congreso hasta que presentase una justificación sobre supasado. ¿Qué pasaría, se preguntaba, si se erigiera un tribunal inflexible queespulgara la vida de cada ciudadano?

si nuestros senadores, cual otros severos romanos, llamaban a los que dejó la cuchilla pacificadora,habría muy pocos que no dijesen non intres in juditios cum servo tuo, quia nullus apud tejustificabitur homo […]. Mas ya que la dignidad de la república exige un juicio para que no ocupenlas magistraturas los que hayan sido criminales […] soy de parecer que se les diga a todos re[d]derationem de las firmas que echasteis para entregar a la Nueva Granada, enviando desde Zipaquirá amiembros del congreso a tratar con Calzada. Re[d]de rationem de la revolución que íba[i]s aformar para jurar a Fernando y entregarnos vilmente. Re[d]de rationem de la acta que hicisteis conque entregasteis el país a sus devastadores. Re[d]de rationem de las órdenes para destruir ydesbaratar el ejército que después de resistir quería marchar a los Llanos. Re[d]de rationem de loscaudales que escondisteis para entregar al tirano Morillo. Re[d]de rationem del modo vil y bajocon que entregasteis a los pueblos. Re[d]de rationem de vuestra permanencia a aguardar losenemigos, cuando veíais emigrar a tantos. Re[d]de rationem porque se os declaró fieles vasallos deFernando, sacándoos libres de los calabozos. Re[d]de rationem porque se os perdonó la vida,cuando otros con menos comprometimientos se hallan hoy en las regiones del olvido. Re[d]derationem de las declaraciones que disteis siendo presos por las que se derramó la sangre devuestros compañeros. Re[d]de rationem de por qué cantasteis la palinodia estando en país neutral yvinisteis a ser crueles espectadores de la tiránica dominación. Re[d]de rationem porque servisteis alos tiranos con vuestras luces para remachar las cadenas a vuestros compatriotas. Re[d]de rationemporque merecisteis la confianza de los sátrapas expedicionarios1.

Aparentemente, si se retomaba la admonición del Evangelio según San Lucasy se exigía a cada colombiano rendir cuentas de sus actos, la república habíade quedar sin mandatarios. Y puesto que la generalidad de los habitantestenía pecadillos que esconder, más valía entonces no sacudir el avispero. ¿Nohabían concurrido incluso las damas liberales a los saraos “españoles”?

Ver señoritas del primer rango bailando con unos negros crueles asesinos de nuestros amigos,hermanos y deudos, soeces por naturaleza, e insolentes por educación, parecía que hasta lanaturaleza había cambiado la suerte de los que siendo amos habían venido a ser esclavos abyectosde una turba esclava2.

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Los acomodamientos de los neogranadinos con las autoridades fernandinasforman, pues, parte esencial de aquellos años turbulentos. Estudiarlos comoestrategias de supervivencia en lugar de condenarlos sin más como conductasinmorales, permite construir un relato mucho más sofisticado y escapar a laestéril narración de la Reconquista. La inconstancia política es un rasgopropio de las épocas marcadas por abruptas mudanzas en el sistema degobierno, y los hombres de las Restauraciones fueron testigos privilegiadosde ella, puesto que muchos vivieron sucesivamente en monarquías absolutas,en monarquías constitucionales, en repúblicas tornasoladas y en tronosrestablecidos, cuando no en imperios efímeros o bajo magistraturasextraordinarias de diversa factura. No en vano se acuñó entonces el término“veleta” para referirse a los hombres que mudaban de fe política de acuerdocon las transformaciones de la comunidad a que pertenecían. En países comoFrancia se les dedicaron incluso diccionarios, compuestos de artículosbiográficos donde constaban las sucesivas deslealtades de los hombrespúblicos3. No está de más dar un ejemplo:

Roger-Ducos: Antiguo juez de paz en Dax, su patria. Juró fidelidad a la república y odio a larealeza, fue uno de los tres cónsules del gobierno que sucedió al directorio, ingresó al senado el 22de frimario del año 8 y fue nombrado por el emperador gran oficial de la legión de honor. A pesarde su odio, el señor Roger-Ducos, de republicana e imperial memoria, llamó a Luis-Estanislao-Javier de Francia y a los demás miembros de la casa Borbón al trono de Francia [...]. Par de Francianombrado por Napoleón el 14 de junio de 1815[4].

Si la reconstrucción del accidentado itinerario político de aquellageneración es de por sí interesante, lo es mucho más considerar aquellasinflexiones como una prueba de la consolidación de un grupo social5. Enconsecuencia, el cometido de las páginas siguientes es analizar la actitud delas autoridades fernandinas con respecto a los comprometimientos de muchosneogranadinos con los regímenes revolucionarios del interregno ycontrastarla luego con la postura de la opinión y las autoridades colombianasfrente a la complicidad culpable de la generalidad de los habitantes de larepública con el régimen de la Restauración. ¿Puede acaso hablarse de dospolíticas diversas de silencio6 y puede suponerse que la aplicación mezquinao generosa de dicho principio incidió en el fracaso de la Restauración y en eléxito del proyecto republicano?

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LA PURGA DE LOS PACIFICADORES

La progresión del Ejército de Costa Firme generó en las poblacionesneogranadinas oleadas de apostasías colectivas. El cronista Caballerodescribió el fenómeno en su diario con mucha gracia. Según anotó, el 6 demayo, día de la entrada a Santa Fe de las expresadas tropas, fue “el día de latransfiguración, como allá en el monte Tabor” porque entre las diez y lasonce de la mañana se tornaron en realistas aun los “patriotas distinguidos”.Aparentemente, a través de la ciudad medio vacía (muchos habitantes habíanemigrado por temor a las retaliaciones), se escuchaba la gritería de lasmujeres que vivaban a Fernando VII con banderines y ramos de floresblancas7.

No en todas partes se operó la mutación con tanta inocencia. Numerososvecindarios buscaron aplacar la ira de los invasores entregando arevolucionarios conspicuos para que en ellos cebaran su venganza, o librandolos caudales que llevaban en su fuga las autoridades patriotas. FlorentinoGonzález recordaría en sus memorias las escenas que presenció, siendo unmozo de 11 años, en Sogamoso, adonde había llegado con su familia caminode Casanare. Para su desgracia, las tropas revolucionarias se marcharon dellugar, dejando a la emigración republicana sin protección alguna. Loshabitantes de la población buscaron entonces apresar a algunos de ellos pararemitirlos a la vanguardia realista y, en particular, al doctor Francisco JavierYanes, que como auditor había dictaminado el ajusticiamiento de un espía,mas al fin cedieron a las insinuaciones de patriotas influyentes y cejaron ensu intento8. Por su parte, el teniente de gobernador del Socorro FranciscoSoto padeció mucho en su huida a la ciudad de Tunja, porque tanto en Oibacomo en Chitaraque, Moniquirá y Leiva se levantaron firmes republicanos dela víspera para apresarlo, arrebatarle el dinero de la tesorería de la provincia,poner uno y otro en manos de un oficial español, y redimirse de tal modo de“los males que para sí temían”9. En otros puntos del Reino, individuoscomprometidos con la revolución instaron con antelación a las autoridadeslocales a recibir a las tropas pacificadoras, con el fin de prevalerse luego deun servicio que les permitiera ser indultados. Tal cosa sucedió, por ejemplo,en la ciudad de Cartago, lo que le valió al capitán insurgente Pedro José

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Murgueitio una indemnización aprobada por el propio Morillo10.Una vez concluida la pacificación propiamente dicha, los comandantes

militares procedían a deponer a las autoridades revolucionarias y areemplazarlas, en principio, por hombres de firmes principios monárquicos,exentos de comprometimientos con la insurgencia. ¿Era ello materialmenteposible? En otras palabras, ¿había suficientes realistas letrados para confiarleslos cabildos, las varas pedáneas, los diversos ramos de rentas y los curatos?La respuesta es no. A partir de entonces, contemporizar era, ni más ni menos,un imperativo político. En tal sentido, resulta interesante el caso deAntioquia. Al llegar a la provincia, el comandante Warleta se cuidóciertamente de designar en las cajas reales a antiguos emigrados o aindividuos depuestos durante los años revolucionarios. Pero, en realidad, setrataba ante todo de personas que habían ejercido esos empleos antes de lacrisis –y que en tal sentido se consideraban propietarios de ellos–, o conexperiencia previa en las mismas oficinas o en las subalternas. Tan solo sietede 28 funcionarios fueron expresamente depuestos por su infidencia y eldoctor Manuel Hurtado conservó su plaza de teniente oficial real enRionegro, a pesar de haber sido en 1812 diputado en el Colegio Electoral yConstituyente11. ¿Qué decir de los cabildos? En la capital provincial fuedesignado como alcalde de primer voto Jacinto Buelta Lorenzana, que sehabía desempeñado durante la revolución como protector de indios. En lotocante a los regidores, el síndico procurador general y el escribano, primónuevamente el principio de reposición sobre la pureza política, de suerte quefueron nombrados mayoritariamente individuos que habían ocupado dichoscargos antes de la ruptura de 181012. En consecuencia, cinco de los 12miembros del cabildo restaurado (Francisco Londoño, Ángel Martínez, PedroArroyo y Campero, José Antonio Mery y Pantaleón González de Mendoza)habían obtenido plazas en el Poder Legislativo o en el Tribunal de Cuentasdel Estado de Antioquia, o habían asumido entonces una de lassubpresidencias o ejercido como capitulares13.

En Medellín, que era el centro realista de la provincia, los miembros delcabildo restaurado no eran veletas, sino firmes monarquistas, lo que invita aevitar las generalizaciones. En Rionegro, igualmente, los capitularesnombrados por Warleta habían sido en su inmensa mayoría fieles vasallos,pero no dejó de colarse en la nómina Alejandro Palacio, que ocupó uno de los

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escaños del Senado de la República en 1812. Sea como fuere, todospertenecían a familias principales, muchos de cuyos miembros habían sidoinsurgentes notorios. Ello, a no dudarlo, frustraba por naturaleza, enAntioquia como en las demás provincias del Reino, toda tentación deimplacable vindicta. En sociedades poco pobladas y fatalmente endogámicasno podía ser de otra manera.

Como asesor letrado del gobernador de la provincia fue nombrado ellicenciado Pantaleón Arango14, que había ejercido el mismo empleo a finalesdel siglo XVIII15 y tenía en su haber un sólido vínculo con el Estado deAntioquia: vocal del Congreso Provincial (1810) y de la Junta SuperiorProvincial (1811), así como diputado del Colegio Electoral y Constituyente(1811), de la Cámara de Representantes (1813) y del Colegio Revisor(1815)16. El hecho de que allegara testimonios luego del triunfo del EjércitoPacificador según los cuales revolucionarios de Rionegro habían pedido sucabeza o de que refiriera de manera oportunista la fuerte oposición quegeneró su nombramiento como representante a la Convención de 1815[17],no borraba en absoluto sus relaciones íntimas con la llamada insurgencia.

Dos de los principales revolucionarios de la provincia de Antioquia fuerontambién rápidamente reciclados por las autoridades fernandinas y nombradosrespectivamente como protectores de indios de los cabildos de Antioquia yRionegro18. Se trataba ciertamente de un castigo, ya que dos abogadosexperimentados, que habían tenido a su cargo asuntos de mucho caladodurante la revolución, fueron entonces relegados al empleo a través del cualiniciaban su carrera los recién graduados. No obstante, es significativo que lareprensión consistiera en una degradación y no en una exclusión llana ysimple. El hecho de que uno de ellos oficiara también como fiscal de RealHacienda en 1817[19] refuerza la tesis de que la infidencia pesaba menos quela necesidad de emplear a los escasos letrados competentes que existían en elReino. Pero, ¿de quiénes se trataba? En primer lugar, del doctor José MaríaOrtiz, quien fuera en tiempos de la “insurgencia” diputado del CongresoProvincial y vocal de la Junta Superior Provincial (1810), presidente delTribunal Superior de Justicia (1811), representante en los ColegiosConstituyentes (1812 y 1815), secretario de Guerra del dictador Corral y unode los tres firmantes del Acto de Independencia (1813)20. En segundo lugar,de Andrés Avelino de Uruburu, que durante la revolución fue fiscal del

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Superior Tribunal de Justicia (1811), diputado en el Colegio Electoral yConstituyente y consejero segundo del Poder Ejecutivo (1812), auditor deGuerra en tiempos de la dictadura de Corral, secretario provisional de Graciay Justicia y nuevamente ministro del Tribunal de Justicia (1814), y tenientede gobernador y miembro de la Comisión de Vigilancia (1815)21.

Algunos de los hombres nombrados a la cabeza de las provinciasneogranadinas habían residido en el Nuevo Reino durante la revolución yestaban ligados sólidamente a los habitantes del territorio que les fueencomendado. Tal es el caso de Anastasio Ladrón de Guevara que, habiendosido depuesto en 1810 de su cargo de corregidor de Neiva, permaneció en elNuevo Reino sufriendo embargos, prisiones y aun una amenaza dedecapitación en 1814 por Simón Bolívar22. Tras la entrada de las tropaspacificadoras, Ladrón de Guevara recuperó su empleo y desde allí logrórefrenar los ímpetus de la vindicta militar. A pesar de que el jefe del EjércitoPacificador le encargó la creación de la Junta de Secuestros de la provincia,nombrándolo presidente de ella y facultándolo para elegir sus vocales,Ladrón de Guevara decretó su inacción, al saber que el virrey (13 de julio de1816) había ordenado el establecimiento en su lugar de una Subdelegación yAdministración de Confiscaciones. Así mismo, cuando supo que la Audienciahabía declarado en septiembre de 1816 que correspondía exclusivamente a lajusticia ordinaria el adelanto de las causas de infidencia, Ladrón de Guevarase enfrentó al comandante militar, formándole competencia. Y, cuando acontinuación, Morillo buscó alejarlo de Neiva, concediéndole un permisopara temperar en Tocaima o en La Mesa, se refugió en la hacienda deSaldaña, no sin antes apoderarse del archivo con el pretexto de organizarlo.Pertenecía este hato a Domingo Caicedo, que de diputado en las cortesgaditanas se había convertido en funcionario del Estado de Cundinamarca, loque no le impidió casarse con una de las hijas del oidor Juan Jurado. El retirocampestre ofrecía, pues, una sólida protección a Ladrón de Guevara y laposesión de los papeles del gobierno, una manera de entorpecer los procesos.Cuando Morillo se ausentó del Reino con dirección a Venezuela, elcorregidor regresó a Neiva, mas persistió en su negativa de entregar elarchivo23. En consecuencia, el presidente del Tribunal de Purificación,privado de tan elemental insumo, se vio precisado a condenar a losinsurgentes “casi por lo que decían unos de otros”24.

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En la secretaría del virreinato, Montalvo no tuvo más remedio que empleara Andrés Rodríguez, quien fuera antes de la revolución oficial mayor en lasmismas oficinas. No ignoraba el habanero que durante la mutación política sehabía desempeñado como secretario de Guerra del gobierno general de lasProvincias Unidas ni desconocía que uno de sus hermanos era uno de losmayores revolucionarios de Cartagena. No obstante, “la falta de sujetosinstruidos”, capaces de servir en su despacho lo obligaba a echar mano de unletrado experimentado, y aun a interceder por él ante la corte25. Quizás porlas mismas razones fue enganchado también como oficial de la secretaría delvirreinato Antonio José Caro, yerno del doctor Miguel Ibáñez, revolucionarionotorio de Ocaña y amigo personal de Bolívar. El plumífero se mantuvo ensu sitio muy a pesar de las denuncias de Morillo, que halló papeles quedemostraban sus comprometimientos durante el interregno. A la postre, Carofue promovido por Montalvo como contador de resultas del Tribunal deCuentas26.

El doctor Dionisio Gamba y Urueña, abogado con amplia experiencia enlas contadurías de aguardientes y tabacos antes de la crisis de la monarquía27,fue también empleado por Montalvo, a pesar de haber sido uno de los altosfuncionarios del Estado de Cundinamarca. Tal circunstancia le valió sercondenado en Santa Fe a varios años de presidio en Omoa, mas no cumplió lapena por hallar refugio e indulgencia en Cartagena. Para escándalo demuchos, recibió el importante cargo de asesor y teniente de gobernador en laprovincia de Santa Marta, que entró a ejercer a principios de enero de1817[28].

El caso del habanero Ventura Ferrer y Feruz sugiere que hubo tambiénveletas en las cajas reales del virreinato. Contador en las de Cartagena en1810, el funcionario había obtenido empleos durante el interregno ypublicado una Historia de los dictadores de la República romana29,encaminada a defender la magistratura extraordinaria. A pesar de que talesmandatarios fueron el símbolo mismo de la energía revolucionaria en elNuevo Reino, Ferrer purificó fácilmente su conducta y recuperó su empleo,logrando convencer a los jueces de la Restauración de que su libro no podíaconsiderarse como sedicioso porque se trataba de una compilación“entresacada de la historia romana”. Aun así, se le ordenó entregar algobierno los ejemplares que mantenía en su poder y recoger “los demás que

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hubiere esparcido”. La obra no era, pues, tan inocente30. Sin ninguna duda, elhecho de pertenecer, como Montalvo, al notablato habanero (era caballero dela orden de Montesa) allanó su indemnización.

Ni siquiera los oidores estaban libres de sospechas y comprometimientos.Cuando refirió al secretario español de Gracia y Justicia la traslación deltribunal a Santa Fe, el virrey Francisco de Montalvo solicitó la renovaciónentera de los ministros, así como la del asesor general, por considerar quetodos ellos tenían extensas conexiones en el Reino que habían de obstruirnecesariamente su trabajo. Además, todos habían tenido, sin excepción,coqueteos con la revolución en sus inicios y se hallaban “complicados en losdisturbios políticos”, lo que no evitaba que se considerasen “dignos depremio” por haberse mantenido fieles al rey. Por ello su presencia en lacapital suscitaría “la desconfianza general y disgusto de los hombres fielesque se han sacrificado en las mismas prisiones de la rebelión y fuera de ellaspor conservarse leales a un soberano y no haber querido mancharse con unvergonzoso juramento atentatorio a los derechos del rey”. Montalvo aludíasobre todo al oidor decano Juan Jurado, que había sido presidente del altotribunal de justicia de Cundinamarca, así como del Senado y de laConvención Revisora del mismo Estado en 1812, y cuya llegada a Cartagenadesató un fuerte enfrentamiento entre los togados. Tan enconado sepresentaba este, que Montalvo desistió de proseguir el juicio deresponsabilidades para evitar así que se insultasen en su presencia31.

Con todo, los nombramientos hechos por Montalvo en abril y mayo de1817 de fiscal interino del tribunal y del agente de este recayeron en dosfiguras comprometidas igualmente con la revolución: el doctor TomásTenorio y Carvajal y el joven abogado Estanislao Vergara, cuyo difuntopadre ejerció el mismo cargo de agente durante 37 años32. El primero habíasido vocal de la Junta Suprema de Santa Fe, miembro de la Sala deReposición del Estado de Cundinamarca y asesor militar y fiscal de lo civil yde hacienda de este. El segundo se había desempeñado como teniente degobernador del mismo Estado. Tenorio se convirtió el 15 de junio de 1816 enfiscal de la Junta de Secuestros creada por orden de Morillo33 y soloposteriormente se presentó ante el Consejo de Purificación, que lo declaró“indemne” por su “opinión y conducta realista” durante la revolución.Vergara también se purificó, pagando 1.000 pesos para eximirse de “servir de

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soldado”, pena a que se le condenó por sus compromisos con losinsurgentes34.

Señalar, sin más, la inconsecuencia o el transfuguismo de hombres comoTenorio o Jurado supondría una miopía lamentable. Desde sus nuevas plazas,ellos ejercieron en ocasiones una influencia nada desdeñable, que les permitióinterceder a favor de amigos, familiares y desvalidos. Así, por ejemplo,consta que Tenorio buscó moderar las contribuciones impuestas a ciertosrevolucionarios, acogiendo con benevolencia en 1818 la solicitud de MiguelDurán, a quien después de ser multado por el Tribunal de Purificación deNeiva en 200 pesos, ver su casa de La Plata convertida en cuartel y sufragadomás de 3.000 raciones, se vio precisado a confeccionar 1.500 camisas delienzo fino por orden del comandante Ruperto Delgado. Al examinar el caso,el fiscal interino dictaminó que el infeliz debía ser redimido de la pensión,pues, según la ley, las contribuciones debían “guardar la proporcióngeométrica para que, aunque se prive al individuo de una parte de susintereses, le queden todavía en mucha cantidad para poder despuéscontribuir”35.

Del mismo modo, el joven José Hilario López, en virtud de un lejanoparentesco y gracias a oportunas cartas de recomendación, recibió una ayudainvaluable de Tenorio, quien lo visitó en su calabozo del Colegio del Rosarioy le redactó una representación con una instancia de excarcelación dirigida aMorillo. Posteriormente, le consiguió un nombramiento como ordenanza dela Comisión de Secuestros, lo que le permitió evadir durante un tiempo lavida de soldado conscripto en el Ejército Pacificador. No siendo aquellaintermediación suficiente para liberar al joven, la familia de este interesó aloidor Jurado, que se dirigía a Cuba con el mismo cargo y ofreció llevarlo encalidad de asistente, obtener en la isla su redención y proporcionarle losmedios para su regreso a la Nueva Granada36.

La presencia nutrida de personas comprometidas con la revolución en laadministración virreinal desató el enojo de los realistas más cerreros cuandoFrancisco de Montalvo cesó en el mando del virreinato y fue reemplazadopor Juan Sámano. Este ordenó encausar a José María Ramírez (que habíaejercido como secretario del virreinato) acusado de haber colocado por dineroa “individuos sindicados de insurgentes”37. Como se ha visto en el capítulocuatro y en la parte inicial de este apartado, en el contexto del Nuevo Reino la

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gobernación de Antioquia experimentó una Restauración excepcionalmentetranquila. Ello significó la fácil purificación de los revolucionarios y permitiótambién la incorporación de muchos de ellos en las oficinas del rey. Noobstante, ni siquiera allí se consiguió imponer un “perpetuo silencio” sobrelos acontecimientos revolucionarios. La asunción como virrey de JuanSámano se sintió en la provincia con la llegada de Faustino Martínez comoteniente asesor en julio de 1818, quien había ejercido como auditor delConsejo Permanente de Guerra creado por Morillo en Santa Fe (a pesar deque antes de hacerse realista actuara como suplente del Tribunal Superior deJusticia del Estado de Antioquia38), y en el nombramiento como gobernadorde Carlos Tolrá (30 de septiembre del mismo año), que había encabezadoduras represiones en otras provincias del Reino. Aun a nivel capitular sesintió la nueva tendencia, como lo demuestran las elecciones realizadas enRionegro el 1.º de enero de 1819. El alcalde de primera nominación, quepresidía la reunión, presentó una lista que contenía los nombres de las 63personas del cantón por él consideradas como realistas cabales y entre lascuales esperaba que se escogiesen los miembros del ayuntamiento. Como supropuesta no fuera acatada, el alcalde se negó a confirmar a siete de loselegidos, so pretexto de que uno de ellos era forastero, y los otros seis,antiguos revolucionarios (tabla 5). En su informe sobre lo acontecido, elcabildo indicó no conocer en el distrito que presidía sino

hombres de una misma opinión, todos fieles, obedientes al soberano, que no encuentra alguno queesté separado de esta firme y religiosa creencia, y por el contrario todos se glorían con los timbresde vasallos sumisos a un tan amable monarca, que este mismo ha publicado y prevenido se borrepara siempre esa distinción odiosa de patriotas y realistas, que los que se abrogan como porprivilegio este ilustre renombre lo hacen por prevalecerse de esto para sus perversos fines devengar pasiones y avasallar a los que han lavado sus desvíos con un verdadero arrepentimiento yen sus indultos han sido habilitados para obtener los empleos a que son acreedores, y comoninguno de ellos se ha desviado de estos deberes tan sagrados, este cuerpo los ha estimado pordignos de los empleos concejiles a que han sido destinados, y últimamente que estando mandadopor repetidas órdenes superiores se eche un velo a todo lo pasado, y que no haya más que una solamasa, este cuerpo ha procurado proceder con arreglo a las leyes y a los sentimientos de su propiaconsciencia y justicia39.

El gobernador Tolrá transfirió el caso a su asesor, quien el 3 de enero de 1819redactó un concepto en el que concedió la razón al alcalde de primer voto deRionegro, respaldando su decisión de anular los nombramientos de antiguosrevolucionarios en el cabildo. Vale la pena referirse a su dictamen porCopia privada. Exclusiva para uso académico

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extenso, ya que constituye una prueba magnífica de la persistencia a lo largodel período de la Restauración en la Nueva Granada de una línea duracontraria al perdón, el olvido y la reconciliación. Y porque, precisamente, latozudez de aquellos que la defendían demuestra también la vitalidad de lalínea blanda, capaz de concebir la reincorporación de los vasallosdescarriados al cuerpo social sin menoscabo de sus antiguas prerrogativas40.Según Faustino Martínez, los indultos concedidos a los antioqueños no eranválidos por no contar con la aprobación superior. Quería decir con ello quepara ser efectivos debían ser remitidos primero a la Real Audiencia y luegoaprobados por el virrey. En cualquier caso, no podían considerarse losantioqueños cobijados por el indulto facultados a ejercer cargos públicos,pues, en opinión del asesor, no expresándose tal cosa en el real perdón, eranecesario un compás de espera de dos años. En el ínterin, los llamadosempleos de república no debían recaer en quienes tuviesen procesos abiertossino en sujetos de “fidelidad y amor al rey conocido”41.

TABLA 5.LAS ELECCIONES POLÉMICAS DEL CABILDO DE RIONEGRO EN

1819

NOMBRE CARGO ANTECEDENTES DENUNCIADOSDoctor ManuelBernal

Alcalde ordinariode primer voto

Ministro del Tesoro y presidente interino delTribunal de Justicia

Juan de DiosVallejo

Alférez real Teniente de milicias, alcalde ordinario de primervoto, vocal de la Junta de Vigilancia

Juan IgnacioEcheverriPalacio

Regidor primerosencillo

Oficial de milicias rebeldes, “chispero contratodo realista”

Manuel AntonioJaramillo

Regidor tercerosencillo

Discípulo de Caldas encargado de fortificacionesen el Cauca y el Nechí

Doctor Avelinode Uruburu

Procuradorgeneral

Asesor del presidente Dionisio Tejada

José María Pino Padre de menores Capitán voluntario de tropas presente en labatalla de El Palo

El expediente pasó a la Audiencia de Santa Fe, cuyo fiscal contradijo con

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firmeza la leguleya interpretación del asesor antioqueño acerca de losindultos, defendiendo, una vez más, la vapuleada política de pacificación:

los habitantes de la provincia de Antioquia han gozado de dos indultos, el uno concedido por estasuperioridad especialmente para ellos, el otro otorgado por el soberano a favor de todos susvasallos comprometidos de cualquier modo en las conmociones pasadas. Por estas gracias el delitodesapareció, y los que fueron acreedores a ellas quedaron libres de toda pena y de la notadesagradable de insurgentes. No se pudieran reunir alrededor del trono si no se borrare la memoriade lo que fueron y, siendo esta la intención de Su Majestad, lo fue también que recuperasen susantiguos derechos, y el estado que tenían, quedando igualmente perdonados los procesados […]. Elgermen de la discordia debe sufocarse: los partidos deben extinguirse y el gobierno no debe hacerdistinciones que el soberano ha querido que se olviden sin limitar tiempo42.

La línea dura y la línea blanda se distinguen igualmente entre las autoridadeseclesiásticas. Según Groot, el arzobispo Sacristán trataba con bondad arealistas y patriotas, sin reparar en sus antiguas opiniones y dando por nulo elinterrogatorio que el provisor don Antonio León concibió como requisitoprevio a las ordenaciones y en el que mandaba preguntarpormenorizadamente a los postulantes por la conducta seguida durante elinterregno. El arzobispo solo ejerció su ministerio durante 57 días y a sumuerte pudieron manifestarse nuevamente con vigor aquellos que pretendíanexcluir de las prebendas a todo el que hubiese tenido comprometimientos conlos gobiernos revolucionarios43.

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LA PACIFICACIÓN COLOMBIANA

En su estudio sobre José Tomás Boves, Carrera Damas concluye que entre1810 y 1814 las políticas de realistas y patriotas frente a la propiedad fueronsemejantes “porque estaban determinadas bastante rígidamente por unarealidad que les era común y que [...] limitaba las posibilidades dediferenciación”: la carencia de recursos regulares y la necesidad de financiaruna guerra costosa y prolongada44. ¿Es válida esta afirmación con respecto ala Restauración en la Nueva Granada? Si, como se ha visto en el capítulo dos,la revolución había hecho un uso muy limitado de la violencia, el interrogantesubsiste en lo relativo al régimen instaurado por los “libertadores” a partir deagosto de 1819.

Los triunfos patriotas en la provincia de Tunja que provocaron la huida delas autoridades virreinales de la ciudad de Santa Fe suscitaron ciertamenteretaliaciones. No obstante, y aparte de un oficial realista a quien le teníaparticular ojeriza, Bolívar “no manchó su victoria con el sacrificio de ningunaotra persona, por enemiga que hubiera sido de la Independencia”45. Encuanto a Santander, es harto conocida su decisión de fusilar a 38 oficiales delejército enemigo el 11 de octubre de 1819 después de que fracasaran laspropuestas de canje hechas al virrey Sámano y ante los temores de queorganizaran una conspiración en Santa Fe desde la prisión en donde seencontraban recluidos46. Por su parte, Mariano Montilla, que comandó lacampaña en las provincias del Caribe neogranadino en 1820, logró contener“el furor sanguinario de algunos subalternos venezolanos que, según lasopiniones que todavía dominaban a muchos en aquella época, creían que noeran patriotas los que perdonaban a los españoles europeos”47. Con respectoa los ajusticiamientos, la pacificación patriota inmediatamente posterior aBoyacá fue, pues, mucho más blanda que la realista.

Además de las ejecuciones, los republicanos recurrieron a los secuestros debienes, a los confinamientos y a los destierros48. En cuanto a lo primero,cabe decir que los españoles que optaron por permanecer en la NuevaGranada sin ser “desafectos al sistema” fueron condenados a perder el quintoy tercio de sus bienes. Entre tanto, se ordenó la confiscación de la totalidadde las propiedades de los “notoriamente enemigos”, siempre que carecieran

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de herederos forzosos49. En Antioquia, que servirá de ejemplo para ilustrar elpunto, el comandante José María Córdoba ordenó en un principio el embargode los bienes de al menos siete individuos (Pantaleón Arango, Antonio deUribe y Mondragón, José de Llamas y su hijo Gregorio, José María Pasos,José María Valle y el presbítero Manuel de la Peña)50. Así mismo, mandó algobernador político nombrar jueces de secuestros en los diferentes“departamentos” de la provincia y lo estrechó a confiscar “los intereses quealgunos emigrados han vendido a plazo o por menosprecio”51.

Las autoridades de Colombia decretaron igualmente confinamientos.Siguiendo el ejemplo realista, incluso las mujeres recibieron tal tipo decondena, como lo demuestra el caso de Rosalía Misas que, en su condición decónyuge del emigrado Manuel Sanín, fue arraigada en Marinilla yposteriormente en Santa Rosa52. A propósito de los destierros, consta queBolívar ordenó el de varios neogranadinos comprometidos fuertemente con lacausa realista a la Guayana y que instó a los mandatarios de las provincias aque “alejasen a los que creyesen debían perjudicar”. No obstante, “muypocos” gobernadores adoptaron aquella medida porque, supuestamente,fueron “también muy pocas las personas que se han encontrado sin unadecidida opinión por la causa de su patria”53. Se sabe, eso sí, que desde lacapital salieron hacia el Casanare al menos ocho religiosos (doctor Guerra,canónigo de la catedral, los doctores Bujanda, Ramón García, Aguilar yValenzuela y Moya, así como dos padres capuchinos y un lego)54. Santanderhabría procurado, empero, la revocación de tales órdenes y se habríaabstenido de suscribir otras semejantes. Más aún, habría evitado el destierrode otros sacerdotes como el doctor Bernal, cura de Samacá, y el doctor JuanMalo. Así mismo, habría dejado sin efecto la traslación de “cuantos llegarona Bogotá enviados del Valle del Cauca y Antioquia”: todos habrían sidoacogidos “con benignidad” y a todos les habría permitido “permanecerlibremente en la capital”55. ¿Es eso cierto? Así parece indicarlo ladocumentación consultada. En cumplimiento de la orden de 15 de septiembrede 1819 sobre “expurgación de la Nueva Granada de los individuosdesafectos a la independencia americana”, el gobernador de la provincia deAntioquia José María Córdoba se aprestó a remitir a Santa Fe a los másconspicuos realistas. Al saber la suerte que les aguardaba, estos escribieron alas autoridades solicitando la revocatoria de la medida. Como la fuga a la

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entrada de las tropas patriotas constituía una circunstancia particularmentegrave, Rafael Gónima (que había sido expulsado de la provincia en tiemposde Corral, como se vio en el capítulo dos) excusó su emigración en pos delgobernador Tolrá, indicando que se había visto precisado a ella por sucondición de ministro de Real Hacienda y por recaer en él la custodia de losintereses de la renta de tabacos. Recordó que durante la Restauración nohabía perseguido a nadie, se sometió resignado al gobierno republicano yofreció como fiador al notable revolucionario Andrés Avelino de Uruburu,mostrándose dispuesto a abandonar su residencia en Medellín para instalarseen Antioquia o Rionegro, donde todos serían censores de su conducta56. Porsu parte, los presbíteros Manuel Obeso, Casimiro Tamayo y José AntonioNaranjo excusaron su realismo en la misma forma que los “insurgentes” a lallegada del Ejército Pacificador habían justificado su participación en larevolución:

Después que la provincia y todo el Reino fue subyugada por las armas españolas en el año de 16sufrió por más de tres años su dominación: todos obedecieron su voz, y ciegos a los sucesospolíticos, apenas podíamos ver la repentina luz que apareció por el oriente en agosto de este año alentrar las armas libertadoras, y cuando apenas han corrido dos meses, tiempo corto para desplegarlos párpados sumidos en la oscuridad, no es mucho que tropiecen medio dormidos57.

La explicación no convenció a las autoridades que, sin reparar en las sotanas,remitieron los tres a la capital neogranadina junto con Pedro Garro, AdrianoPérez, José Antonio Martínez y Alejandro Carrasquilla58. Santanderconsideró apropiado el arbitrio tomado contra los eclesiásticos “desafectos oindiferentes”, pues no siendo sana su opinión podían arrastrar “a los incautosa su partido”59. Sin embargo, como se trataba de una “medida deprecaución”, el vicepresidente, no bien se presentaron, les mitigó el castigo“destinando unos al servicio de las armas [...] y exigiendo de otros lascontribuciones que cómodamente podían sufrir, poniéndolos en libertad ybajo fianzas de personas conocidas”. En cuanto a los ocho religiososdesterrados a la Guayana, Santander reemplazó la proscripción por elconfinamiento en ciertos pueblos donde carecían de relaciones. Por último,cabe anotar que de ninguna manera se buscó la expulsión de los peninsularescomo grupo. De hecho, a los que se presentaron al gobierno se les permitiócontinuar con su residencia en el país, siendo incorporados en el rango deciudadanos60.Copia privada. Exclusiva para uso académico

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Como era de esperarse, el triunfo de Boyacá generó una desbandadageneralizada de los vasallos del rey, que se apresuraron a ponerse la casacaindependentista, debiendo en ocasiones incinerar archivos o pagar por sudestrucción, para asegurar un cambio feliz de identidad61. El tránsito fuefavorecido por un generoso indulto que expidió el Congreso de Angostura el12 de enero de 1820. La medida beneficiaba tanto a los desertores del ejércitode la república como a los que “habiendo seguido constantemente elestandarte de la tiranía y opresión” se enrolasen en las filas independentistasantes de cuatro meses cumplidos. Además, cobijaba a los emigrados que,dentro del mismo término, se reincorporaran a sus hogares, y aun a los“Españoles europeos [...] cualesquiera que hayan sido sus hechos en daño dela república, y cualesquiera que sean sus grados, distinciones y clases, en queserán conservados”62.

El armisticio suscrito en Trujillo entre los gobiernos de Colombia y Españaa finales de noviembre de 1820 les permitió a los habitantes de Venezuelaentrar en comunicación con las tropas republicanas, cuyos jefes noperdonaron “cuantos resortes de política y de intriga se hallaron a su alcance”para decidirlos “en contra de los españoles”63. En la Nueva Granada, por suparte, el acuerdo hizo posible el retorno de otra oleada de emigrados. Una vezrecomenzadas las hostilidades, el vicepresidente Santander expidió el 11 deabril siguiente un decreto mediante el cual buscó legalizar su residencia. Paraello, se contentó con exigirles juramento de obedecer a las autoridades deColombia y de respetar y defender las instituciones republicanas64. Lamedida benefició también a los realistas que, temerosos de las retaliacionesde los jefes patriotas, habían optado por mantenerse ocultos65.

Los jefes militares republicanos, fieles a las políticas trazadas por loslegisladores de Colombia, promovieron la defección de soldados y oficialesrealistas. La proclama que el comandante del Ejército del Sur Manuel Valdésexpidió en Popayán el 25 de julio de 1820 es una prueba elocuente de lodicho:

La república os convida con la unión, la paz y una fraternidad tan estrecha que olvida toda vuestraconducta anterior por perjudicial que haya sido. Españoles y americanos, todos serán acogidos enel seno de la patria, y formando un solo cuerpo, gozaremos tranquilamente de las felicidades queofrece la República de Colombia. Habitantes de Pasto, soldados de Calzada, vosotros sois nuestroshermanos, ya no hay diferencia entre nosotros, pues aun los mismos españoles que quieran seguirnuestra suerte serán admitidos amigablemente y gozarán de la tranquilidad que les promete el

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Soberano Congreso de la nación66.

No obstante, en los territorios de frontera, donde aún eran turbias las aguas,los habitantes no tuvieron más remedio que vacilar al ritmo de las cambiantescircunstancias de la guerra. Tal fue el caso de Popayán, precisamente, quecayó en manos de los colombianos a comienzos de 1820 y luego retornó alredil del rey, por poco tiempo. El teniente coronel José María Obando fueencargado entonces de jurar la Constitución de Cádiz y al dar las órdenesprecisas a las autoridades, recibió como respuesta “que esperase un pocomientras el escribano acababa de publicar la constitución de Colombia, cuyapromulgación se había ya empezado, y que enseguida se publicaría tambiénla de España”67.

Con todo, aun en Popayán, las ofertas de reconciliación de losindependentistas se concretaron rápidamente y permitieron la incorporaciónen las filas patriotas de jefes guerrilleros como el patiano Simón Muñoz, deoficiales como José María Obando y del obispo Salvador Jiménez de Encisoque, de realista recalcitrante, se transformó en partidario de la independenciay coadyuvó con su influjo en la consolidación del nuevo régimen68. Inclusola élite pastusa, caracterizada por su decidido realismo, al abrazaroportunamente la causa colombiana en junio de 1822, conservó influencia,cargos y honores, mientras que el coronel realista Ramón Zambrano continuóen el mando político de la ciudad, ahora colombiana. Ciertamente, latriunfante rebelión popular de finales de octubre de 1822 suscitó una terriblerepresión republicana (400 personas fueron masacradas y 1.300 más sufrierondeportaciones), mas este episodio de inusitada violencia, en lugar de contenerla resistencia, la acrecentó, prolongándola por casi dos años más69.

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CON LA MIRADA HACIA ADELANTE (Y HACIA ATRÁS)

La política de olvido colombiana parece entonces haber sido más eficaz quela fernandina y ello explica también, sin duda alguna, el triunfo de larepública. Sin embargo, durante los años 20 del siglo XIX el menorenfrentamiento degeneraba rápidamente en la publicación de folletos oartículos periodísticos en los que rumbaban denuncias sobrecomprometimientos censurables con el gobierno restaurado o sobreconductas indignas con las principales figuras del régimen. De hecho, es casiimposible leer un periódico de la época sin toparse con la ropa sucia delcompromiso monarquista expuesta al sol de la opinión. Bien vale la penacitar algunos casos entresacados de aquella marejada.

Un buen ejemplo del uso del pasado reciente como descalificación loproporciona la lucha por la canonjía doctoral de la catedral bogotana.Propuesto en primer lugar para ocupar la plaza por el cabildo eclesiástico,José Ramón de Eguiguren no soportó que la obtuviera Juan Fernández deSotomayor, quien había sido ternado en segundo lugar. Por ello acudió deinmediato a la imprenta para denunciar el agravio que se le había irrogado. Sien un primer momento se ocupó en demostrar que su oponente no tenía tantosmerecimientos en lo académico o en el apostolado, la parte más fuerte delalegato se centraba en la comparación de las carreras políticas de ambos y,particularmente, en sus actitudes respectivas en la época de la Restauración.Así, por ejemplo, comparó su conducción a Puerto Cabello y su encierro enuna de las bóvedas de la fortaleza con la cómoda emigración de sucontrincante que, como miembro del Congreso de las Provincias Unidas,gozó de pajes, onzas de oro y repostero. Pero el mérito político no consistíatan solo en padecimientos. Resultaba esencial la firmeza de carácter conrespecto a los principios republicanos. También en tal aspecto Fernández deSotomayor le iba a la zaga, pues se había retractado públicamente de sufamoso catecismo y de su compromiso revolucionario, mientras queEguiguren jamás había pensado en abjurar de su fe política70.

La réplica no se hizo esperar. Fernández de Sotomayor no buscóatenuantes ni trató de adornar con un heroísmo de bisutería sucomportamiento político en los duros meses de la pacificación: tras la batalla

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de la cuchilla del Tambo se ocultó en las montañas de Caloto, así como enChaparral, Honda y Santa Fe hasta la publicación del indulto. Ciertamente, enagosto de 1817 se acogió a él, al igual que muchos “de los más decididospatriotas”, pero como prosiguieran sus infortunios por la publicación delmencionado catecismo, Fernández de Sotomayor no tuvo más remedio quepublicar una retractación para contentar al obispo. Años después, la faltaseguía avergonzándolo, aun cuando la consideraba leve, no solo porque loselogios a Fernando VII en dicho papel no probaban nada ni lo hacíandesmerecer de la indulgencia de sus conciudadanos, sino también porque no atodos era dado “cierto temple de alma para arrostrar las persecuciones, y noes nuevo en la historia eclesiástica ver desertar a los que parecían másesforzados confesores de Jesucristo en el acto del martirio, y acaso cuandolos tormentos habían casi acabado con su vida”. No menos importante,Fernández de Sotomayor descartó toda superioridad moral en Eguiguren y semofó de sus aires de censor: en 1816 desde su curato de Fómeque había sidopoco hospitalario con los relictos de las tropas patriotas, mientras que en1819 había sido indiferente y no había hecho ningún servicio recomendable.Tampoco le cabía vanagloria por el extrañamiento a Puerto Cabello, pues,como lo demostraba el caso de varios de sus compañeros de infortunio, ellono significaba que dejaran de alegar su “constante amor al rey” y de esperaruna mitra en premio71.

Entre los emigrados mismos era preciso establecer distinciones, pues elextrañamiento de la Nueva Granada y Venezuela no siempre había tenido losmismos móviles ni presentado siempre un aspecto encomiable. El tenientecoronel Carlos Robledo no dudó un instante en recordárselo a su enemigoRemigio Márquez:

Tres clases de emigrados se conocen en Colombia. La primera de aquellos jefes que emigraronpara ir a buscar recursos que podemos decir nos dieron la patria. La segunda de aquellos queemigraron para no aguantar trabajos o por no exponerse, y los que pasaron grandemente en lascolonias, y algunos enriqueciéndose como el Sr. [Remigio] Márquez, que en compañía de unespañol nacido en Europa poco liberal y muy realista tenía el buque nombrado la Tomasita, quehizo según se dice muy buenos negocios; además el senador era médico de fama en Jamaica, todole sobraba, menos honores, que vino a buscar cuando vio la cosa bien asegurada72.

La publicación de obras de carácter histórico suscitó también fuertescontiendas por la memoria, que eran, al mismo tiempo, disputas por el poder

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y la influencia política. El caso más relevante es sin duda el de la Historia dela Revolución de la República de Colombia en la América Meridional, quesalió de las prensas parisinas en 1827. La lectura de la obra fueeminentemente polémica, lo que no es de extrañar, ya que ella era en símisma un juicio contundente sobre el itinerario revolucionario de la TierraFirme y sobre la actuación de sus principales protagonistas. La historia comoherramienta de lucha política, presente en acusaciones e impugnacionesimpresas de todo género, se eleva a un nivel de sofisticación muy alto en ellibro de Restrepo. Es preciso recordar que el autor era secretario del Interior yque su obra, fruto de cinco años de investigaciones, contaba con un ingenterespaldo documental y se proponía servir de monumento a la posteridad. Espreciso igualmente tener en cuenta que había sido publicada en París, desdedonde no solo podía alcanzar un número mucho mayor de lectores, sinotambién comunicar su mensaje con un aura extraordinaria de prestigio. Talesrasgos explican que, a diferencia de las disputas mezquinas que vomitabanlas imprentas colombianas cada tanto, la Historia de la Revolución fuera vistacomo una especie de alto tribunal y que sus dictámenes tuvieran la fuerza deferoces sentencias.

El tono aleccionador de Restrepo causó molestias, sobre todo por provenirde un hombre que no estaba libre de pecados, como se ha visto en el capítuloanterior. En Cartagena un corto impreso (aparentemente de la autoría delportugués José Lima) fustigó el tenor de la publicación, tachándola dementirosa, inexacta y calumniosa, y no dejó de aludir a los turbioscompromisos de Restrepo con la Restauración, que le habían permitido nosolo preservar su vida, sino también residir por un buen tiempo en elprincipal puerto neogranadino en las barbas mismas del virrey. Lavindicación del autor no tardó en imprimirse por un amigo suyo que recordóbrevemente el tenor de la obra:

Si la parte publicada de la historia no hace honor a Colombia, como lo afirma el autor del aviso, elseñor Restrepo no tiene culpa de que en la Nueva Granada, cuya sola historia ha dado a luz,hubiéramos cometido tantas locuras y agitádonos continuamente con la discordia civil. Fue precisoal historiador decir la verdad, y no le era permitido formar un poema épico de nuestra revolución.Sin duda quiso reunir bajo de un cuadro todos nuestros extravíos, para que se palpara sudeformidad, y aprendiéramos de lo pasado cuál debía ser nuestra conducta en lo venidero73.

En cuanto a la conducta de Restrepo durante la Restauración y al pretendido

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impedimento que podía representar a la hora de ejercer como historiador, sudefensor anónimo apuntó que no era el único de los colombianos ilustres enhaber escapado al cadalso y que debía su vida a una fuga al extranjero. Sobresu residencia en Cartagena en 1818, se permitió mentir un tanto, afirmandoque su regreso se había debido a la certeza de que se acercaban los“libertadores de la Nueva Granada” y a sus ansias de ser nuevamente útil a supatria:

El éxito manifestó la exactitud de sus cálculos, pues apenas había llegado a Antioquia en 1819 queapareció el general Bolívar, dándose la célebre batalla de Boyacá. El señor Restrepo hizo entoncesen Antioquia servicios muy señalados, que son conocidos por los colombianos. Bajo de estos datos,¿no fue más útil que hubiera regresado a su patria, exponiéndose a los peligros de la dominaciónespañola, que vegetar en un país extranjero para tener la gloria estéril de decir que no se habíasujetado a los españoles y esperar para volver a que hubiera República con toda seguridad? En estejuicio de ningún modo deben comprenderse los militares que combatían en 1818 y 19 por laindependencia de su patria. Convengo en que ellos tuvieron mayor mérito que el señor Restrepo.¿Mas porque lo hubieran contraído en aquella época debían estar exentos del juicio de la historia,por las acciones pasadas, ya buenas, ya malas?

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CONCLUSIONES

Yo no me avergüenzo de haber servido al gobierno español; no tengo por qué disculpar miobediencia a un gobierno legítimo, ni por qué esconder las ventajas que le di con mi espada. Sí, leserví con decisión y con honor; fui recompensado, y además muy querido y distinguido de losjefes; me costó mucho esfuerzo decidirme a abandonarlos; pero mi voluntad estaba ya vencida: losabandoné con dolor por no sufrir otro más grande como el de hostilizar a mi patria; y todavía sientolatir mi corazón de gratitud hacia aquellos hombres que tanto me favorecieron74.

De esta manera, el general José María Obando cerró la primera parte de susApuntamientos para la historia, libro en que se tomó muy a pecho explicarlas razones de su temprana fidelidad a Fernando VII y de su defección enfebrero de 1822, que significó no solo “un eterno armisticio a la república”sino también su incorporación al ejército de Colombia. Con una sinceridad yuna elocuencia singular, el militar neogranadino remontó en aquellas páginaslas espesas brumas del patriotismo, explicando su pasado monarquista comoel fruto de circunstancias familiares, siendo a la vez hijo de un “capitán alservicio del gobierno español” y de Popayán, una ciudad cuyos habitanteshabían sido también sostenedores convencidos del partido del rey:

nacemos protestantes en Inglaterra, como musulmanes en el imperio de la Media Luna, y católicosen los dominios de España: nuestros padres, que son siempre nuestro primer modelo, nos conducenen lo común al protestantismo si son protestantes, al judaísmo si son judíos; y culpar a un hombrede ser mahometano, es sin duda culparle neciamente de haber nacido en Turquía de padres de estamisma creencia75.

La reflexión de Obando acerca de su propio itinerario político era unaconsecuencia de la guerra de los Supremos (1839-1842), pues el partidogobiernista le enrostró entonces su pasada militancia como una inapelabledescalificación y como un rasgo que ayudaba a comprender su participaciónen la revolución federalista. El hecho es sorprendente, habida cuenta no solode las incesantes polémicas que el transfuguismo político había generado enla prensa neogranadina de los años 1820, sino también de lo generalizado delfenómeno. En un país en el que los hombres ostentaban un tupido rabo depaja, ¿cómo osaba alguien arrimarse de modo tan temerario a la candela?Obando no dejó pasar la oportunidad y recordó que sus acusadores habíansido también fernandinos: Tomás Cipriano de Mosquera emigró a Pasto tras

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la batalla de Boyacá, su hermano Rafael sacó “informaciones de godo […]para satisfacer a los españoles de fidelidad y amor a la causa y persona delrey”, y Pedro Alcántara Herrán, tras figurar en las filas del ejército patriota,se incorporó sucesivamente en las del rey y en las independentistas, no sinalgunas jocosas vacilaciones. En efecto, en 1820,

se esparció un falso rumor de que los españoles habían perdido la batalla; Herrán lo creyó y voló alpueblo inmediato nombrado Patate, a repicar las campanas y dar vivas a Colombia; pero la cosahabía sido enteramente contraria, pues los españoles habían vencido; y Herrán viéndose vencido,rogó al cura y a otros que habían presenciado aquel hecho, que no le descubriese, y se perdió devista por algunos días, al cabo de los cuales se presentó haciendo el papel de haber andadopersiguiendo dispersos76.

Como puede apreciarse, hacia 1840 la identificación abusiva de realistascomo peninsulares y de patriotas como americanos se había naturalizado a talpunto que incluso Obando tras su elaborada y convincente narración caía enaquella grosera trampa. Más importante aun, las disputas por la memoria y labúsqueda vana de una pureza revolucionaria durante la guerra de losSupremos muestran de manera contundente que la República de Colombia secimentó con apostasías vergonzantes, así como el territorio neogranadino fuedurante la Restauración el Reino de las veletas. Ello no impidió que algunasde ellas se elevaran hasta la primera magistratura: tal fue el caso de Herrán(1841-1845), Mosquera (1845-1849) y Obando (1853-1854).

¿No es lícito ver en la invención de la figura de los “libertadores” y en laconsolidación misma del ícono bolivariano un mecanismo amnésico,destinado a esconder tras un manto de gloria las vacilaciones políticas de laRestauración? Sin duda alguna. El relato simplificado de cautivos, opresoresy vengadores permitió la desaparición de las veletas de la historia de larevolución, a pesar de que hacían parte esencial de ella. Con el truco salieronbeneficiados tanto los tránsfugas (que consiguieron rehabilitarsedisimuladamente), como los vencedores inmediatos de los realistas (quehallaron un poderoso aparato de legitimación). No obstante, como se verá enla tercera parte, los sentimientos de culpa no bastan para explicar elsurgimiento del monigote bolivariano.

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TERCERA PARTEDUELO CON UN FANTASMA. LA RESTAURACIÓN Y EL

NACIMIENTO DEL CULTO A BOLÍVAR

Les Anciens nous ont laissé des modèles de poèmes épiques dont les hérosconcentrent sur eux tout l’intérêt de l’histoire, et nous ne parvenons toujours

pas à comprendre que pour notre temps une histoire de ce genre est dénuéede sens.

Tolstoi, La Guerre et la Paix, Livre 3, 2e partie, chapitre XIX (traducción deBoris Schlœlzer).

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CAPÍTULO 6LAS MUERTES DEL REY Y LA EMERGENCIA DEL ÍCONO

BOLIVARIANO

El restablecimiento de la autoridad de Fernando VII en el Nuevo Reinosignificó, paradójicamente, el desprestigio definitivo de la figura delmonarca. Se trata entonces de una de las consecuencias más importantes de laRestauración. ¿Cómo sucedió tal cosa? Este capítulo analiza los embates delos revolucionarios durante el interregno contra el símbolo regio,concentrándose en las recurrentes ceremonias de ejecución de los retratos delsoberano. Como se verá, este acto radical, teatral y pedagógico fue unarespuesta al retorno del rey tras su liberación de Valençay, mas no bastó paradesterrar la actitud reverencial de los neogranadinos con respecto al trono.Para ello fue precisa la experiencia de la pacificación con todos sus excesos yla emergencia de otro ícono, esta vez de naturaleza republicana.

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LAS PRINCIPALES CABEZAS DE LA REBELIÓN

Quien lea las listas en las que el jefe del Ejército Pacificador Pablo Morillodio cuenta de las ejecuciones de los principales revolucionariosneogranadinos en 1816 no podrá más que detenerse en los extraños casos dediversos hombres que perdieron la vida por haber atentado contra los retratosdel rey y sus antepasados. Según estos impresos lacónicos, al menos cincocasos de regicidio simbólico habrían sucedido durante el interregnoneogranadino (1808-1816). El primero que refieren los documentos citadoses el perpetrado por Agustín Zapata y Juan Nepomuceno Tiguarana en elmuy significativo pueblo de Zipaquirá, cercano a la antigua capital del Reinoy en cuyos alrededores se encontraba la mina de sal más importante de todoaquel territorio. Como ambos sujetos arrastraron por las calles del vecindariola efigie del soberano, fueron fusilados por la espalda el 3 de agosto, y suspropiedades, confiscadas. A continuación, el cuerpo del primero fue colgadode la horca y su cabeza ubicada en un paraje público para escarmiento de loshabitantes1.

El segundo caso tuvo lugar en la ciudad de Santa Fe. Manuel García, queantes de la transformación política había sido escribano de Real Hacienda,acudió a la casa del cabildo en busca de la imagen de Fernando VII y, trasarrancarla del solio, la arrojó al suelo y la holló con energía, acompañandodichos gestos con expresiones de “abominación y rebeldía”. Como en elprimer caso, esta acción, cuya fecha exacta es desconocida, causó la muertedel revolucionario y la pérdida de todos sus bienes2.

Sobre el tercer caso existen informaciones diversas. Tuvo lugar en laciudad de Neiva por iniciativa de Benito y Fernando Salas y de Francisco yJosé María López, quienes fusilaron y quemaron el retrato de Fernando VIIentre vivas y aplausos. Los cuatro iconoclastas fueron ejecutados por laespalda el 26 de septiembre de 1816, y la cabeza y las manos del primero,exhibidas en el mismo lugar donde había tenido lugar la ceremonia regicida3.

El cuarto caso aconteció en la villa de Leiva, en la provincia de Tunja. Allí,Manuel José Sánchez y Juan Bautista Gómez violentaron la efigie de CarlosII que se encontraba en el convento de San Agustín y, tras “mil ofensasdiversas”, cortaron la cabeza del soberano frente a una nutrida muchedumbre

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“con la mayor algazara e ignominia”. Por orden de las justicias reales, losreos fueron colgados y las manos derechas de ambos dejadas a la vista de susescaldados compatriotas, en el mismo lugar donde se había cometidopreviamente el crimen de lesa majestad4.

El último caso contenido en las listas de condenados formadas e impresaspor orden de Pablo Morillo es muy interesante porque tuvo lugar en unpueblo de indios. Se trata de Ambalema, un lugar estratégico sobre el ríoMagdalena en el que se producía una considerable parte del tabacoconsumido en el Nuevo Reino. En una fecha indeterminada, Egidio Ponce sedirigió a la factoría del ramo a buscar el cuadro del rey, lo llevó a la plaza y leprendió fuego. Como en los casos anteriormente descritos, esta acciónocasionó la ejecución del responsable por parte de las autoridadesrestauradoras5. Documentos del Archivo General de la Nación permitencompletar estos datos. Por ellos se sabe que en 1818 varios vecinos quehabían logrado escapar a la venganza pacificadora fueron incriminados por suparticipación en la destrucción del retrato regio. José Nicolás Argüelles, porejemplo, se vio complicado por haber concurrido a la quema y gritadodurante la función vivas a la patria y mueras a los españoles. FrutoCampuzano, entre tanto, reputado por ser “exaltado patriota”, había sido “unode los magnates” que extrajeron el busto real de la factoría, teniendo acontinuación el tino de ponderar en medio de la ceremonia la irritación que leprovocaba la sola vista de la imagen6.

En suma, los casos de regicidio castigados por las autoridadespacificadoras cubren un área geográfica amplia que incluye a Santa Fe,Neiva, Leiva, Zipaquirá y Ambalema. En otras palabras, al lado de la antiguacorte virreinal, aparecen una capital provincial, una villa segundona y dospoblaciones muy pujantes económicamente que fueron promovidas al rangode cabildos durante la revolución por ser centros principales de producción desal y tabaco, respectivamente. Por los apellidos de los reos resulta claro quelos participantes de las ejecuciones neogranadinas de Fernando VII ostentarondiversas calidades y condiciones. Nepomuceno Tiguarana, uno de losinculpados por el atentado en Zipaquirá, era ciertamente un indígena delaltiplano, como eran preponderantemente naturales la mayoría de lospartícipes en la ejecución en Ambalema. Por su parte, Manuel Garcíapertenecía a la pequeña burocracia santafereña (había sido, como se ha visto,

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escribano de la Real Hacienda), del mismo modo que los responsables delasesinato del retrato de Fernando VII en Neiva, quienes se habíandesempeñado como administrador (José María López) y teniente de correos(Benito Salas), asentista de alcabalas (Fernando Salas) y alcalde ordinario(Francisco López).

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¿UNA EXCEPCIONALIDAD APARENTE?

En el apartado anterior figura una enumeración más bien reducida deregicidios simbólicos: apenas un puñado. ¿Quiere eso decir que se trató deuna manifestación extraordinaria y poco difundida? Es bien conocida lasuerte que corrieron los archivos del interregno. A la llegada de las tropasfernandinas, las autoridades revolucionarias se apresuraron a prender fuego abuena parte de los registros con el fin de aniquilar pruebas comprometedorasy destruir evidencia que la justicia del rey habría utilizado gustosa paraprocesar y condenar desafectos. En una segunda etapa, la desaparición fuepromovida por los mismos oficiales del Ejército Pacificador, queconsideraban los papeles producidos entre 1810 y 1816 como subversivos7 ybuscaban que las quemas documentales sirvieran de lección suplementaria alos súbditos arrepentidos.

Como los atentados contra la efigie del rey habían de ser asimilados aataques producidos contra la misma persona del soberano8, es indudable quelas narraciones en las que se describían las ceremonias de fusilamiento,incineración o descuartizamiento de los retratos de Fernando VII o susantepasados estuvieron entre las primeras purgas de los archivos. Así, pues,existe un problema de fuentes a la hora de estudiar el fenómeno. Nuncasabremos con certeza qué tan extendidas fueron las ceremonias iconoclastasni de qué manera se llevaron propiamente a cabo. No obstante, hay indiciosconsistentes que permiten suponer que los regicidios rituales fueronabundantes y que a la llegada de Pablo Morillo y sus tropas el número delienzos de miembros de la familia real española había disminuidodrásticamente. Aunque no hay estudios sobre el particular, diferentes fuentesindican que en todo ayuntamiento neogranadino existía al menos un retratodel soberano. Los sastres y zapateros de Medellín costearon un simulacro deCarlos IV para las funciones de su proclamación en la villa9. Del mismomodo, en 1792, en la sala capitular de la ciudad de Rionegro había imágenesde Carlos III, Carlos IV y Luisa de Borbón10. En cuanto al cabildo deAntioquia, desde finales del siglo XVIII existía allí tanto un retrato del rey conmarco dorado y solio de terciopelo, como uno más pequeño del soberano encompañía de la reina con solio de damasco11.

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Las ceremonias de jura de Fernando VII en 1808 confirman la hipótesis dela abundancia de imágenes regias en el virreinato. Los simulacros del jovenrey se elaboraron apresuradamente para cumplir con los requisitos delinopinado homenaje y se ubicaron bajo doseles en las galerías de las casasconsistoriales o en los teatros o tablados erigidos para aquellas festividadesen las plazas principales de las poblaciones12. En las medallasconmemorativas acuñadas en Santa Fe y Popayán, por ejemplo, el nuevosoberano fue representado idéntico a su padre, seña inequívoca de que no secontaba en el Reino con retratos suyos o de que el afán de la proclamación nopermitió diseñar nuevos troqueles (ilustración 4). Con la proclamación, losencargos de retratos del nuevo soberano afluyeron de todas partes: acomienzos de 1809, cierto pintor de Santa Fe trabajaba al mismo tiempo encuadros del soberano para la Real Audiencia, los cabildos de Tunja yMariquita y “otros muchos”13. Así mismo, en Cartagena se hizo por entoncesmuy popular entre las mujeres llevar lazos que aclamaban a Fernando VII,cuando no portaban “un retrato del mismo en un medallón al cuello”14.

Por los afanes con que fueron compuestos, debía tratarse en su mayor partede monigotes o esperpentos que poca o ninguna semejanza ofrecían con elmonarca prisionero, según podían representarlo los grabados de la época.Pero si la ejecución podía resultar deslucida, la verosimilitud no había sidonunca uno de los propósitos del ejercicio. ¿No se había representado, porejemplo, a Carlos V con un casco militar cuando en realidad usaba boinas deterciopelo? ¿Y no se le había conferido barba tupida en vez de rala paraesconder un mentón protuberante y una dentadura arruinada15? En cuanto aLuis XVIII, los grabados franceses del tiempo de la Restauración atenuaríanpúdicamente su considerable gordura16.

Es muy probable que en las villas y ciudades pobres se retocaran loscuadros de Carlos IV para transformarlos en retratos de Fernando VII, puesexiste evidencia de que el reciclaje de imágenes era una práctica habitual enel Nuevo Reino de Granada independentista17. En las poblaciones másholgadas, las representaciones de los monarcas anteriores podían archivarse oremitirse como adorno a edificios públicos, como lo demuestra el regicidiosimbólico de Tunja, perpetrado en una personificación de Carlos II que sehallaba relegada en un convento. En suma, las ocasiones y los materialesdisponibles para asesinar al rey de España en pintura eran muy numerosos.

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En cualquier caso, la llegada de las nuevas imágenes de Fernando VII era unacontecimiento solemne: a la imagen se le tributaban homenajes tan sentidoscomo si se tratase del monarca en persona. Así lo sugiere lo sucedido en lapoblación chilena de La Serena en 1809, cuyos habitantes fueron exhortadosa cubrir sus paredes con tapices y el suelo de flores para que pasase “tanaugusta persona”. Al final, se erigieron además arcos de triunfo y seorganizaron procesiones y desfiles para la ceremonia de recibimiento18.

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ILUSTRACIÓN 4

Anverso de la jura de proclamación emitida por el comercio de Santa Fe por laascensión al trono de Fernando VII. Acuñación (plata/plata), 4,2 x 0,2 cm. ColecciónMuseo Nacional de Colombia, reg. 1226.

La probabilidad aquí contemplada de un importante número de regicidiosceremoniales en el Nuevo Reino de Granada reposa en algo más quesuposiciones. En Popayán, no solo se llevó a cabo una “quema de los retratosy armas reales”, sino que, además, algunas mujeres participaron activamenteen ella allegando helechos para la combustión19. Así mismo, el quiteñoManuel Tello fue ejecutado en Neiva el 14 de octubre de 1816 y sus manoscercenadas y remitidas a la villa de Timaná por haber sacado con una navaja

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el corazón al retrato del rey que había en aquel ayuntamiento20. El escribanode la villa de Purificación, Mariano García, descolgó el retrato de FernandoVII existente en el cabildo y tras arrastrarlo por el suelo lo dio a unosmuchachos para que limpiasen sus plumas en él21. En 1816 el ayuntamientode la villa de Medellín mandó a hacer un retrato de Fernando VII paracolocarlo en la sala capitular, con el deseo de “compensar en lo posible y conlas muestras de la mayor sumisión y respeto el baldón y afrenta con que en laépoca funesta del desorden y de la revolución era insultada y vejada la Realpersona”22. A comienzos del año siguiente, cuando el virrey Montalvoacordó como un favor particular a la provincia de Antioquia la gracia delindulto, la abundancia de la práctica iconoclasta llevó a las autoridades de laRestauración a incluir una curiosa fórmula en las diligencias. Una y otra vezse lee en los diferentes expedientes realizados para acogerse al perdón realque el solicitante “no ha ajado el real retrato” o que “no llevó las armascontra el rey ni ajó su retrato”23. Al parecer, el atentado fue tan común comoenrolarse en las filas patriotas. Dos casos parecen corroborar esta hipótesis. Acomienzos de 1817 el cabildo de Marinilla recibió un retrato de Fernando VII

mandado confeccionar por orden del gobernador para colocarlo en la saladonde se congregaba la corporación: evidentemente el cuadro del monarcahabía sido destruido durante el interregno24. También en 1817, el vecindariode Sonsón, descontento con el sujeto en quien había recaído la alcaldíapedánea, rompió la omertà provincial y lo acusó de haber azotado durante larevolución “la persona de Fernando VII en su retrato”25.

La tradición oral también ha conservado el recuerdo de las ejecuciones delretrato de Fernando VII. En el sitio del Aguacatal, jurisdicción de la villa deMedellín, aparentemente tuvo lugar también un regicidio simbólico porincineración. La historia la oyó el profesor Roberto Luis Jaramillo de loslabios del padre Francisco Eusebio Jaramillo, quien a su vez la escuchó delsacerdote José Valerio Mesa (1824-1893), hijo del “chispero” Joaquín MesaUribe26.

Por lo demás, si el número de procesos judiciales por regicidio y decondenas por tal delito alcanzaron un nivel tan reducido como indican lasfuentes, ello se debió quizás a que la mayoría de las ejecuciones teatrales delsoberano fueron cometidas por las comunidades en su conjunto. En efecto,habría resultado muy difícil incriminar a un sujeto particular sin que de

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inmediato se vieran comprometidos los demás vecinos de la población, y elcastigo de todo un vecindario rebasaba con mucho los límites admisibles dela cólera real. Esta hipótesis de la existencia de ceremonias colectivas decondena y ejecución de Fernando VII parece verosímil a la luz de loacontecido en la villa de Honda y en la ciudad de Mariquita a finales de 1819.

Este evento demuestra, en primer lugar, que los asesinatos rituales deFernando VII no se extinguieron con la Restauración. Tras las batallas dePantano de Vargas y Boyacá, que libertaron a la mayor parte del territorioneogranadino y permitieron la creación de la República de Colombia, sereanudaron las funciones iconoclastas. Luego de recibir un oficio firmado pornumerosos vecinos de la villa de Honda que, sabedores de la existencia desendos retratos de Fernando VII y su padre, y considerando como“indecoroso” conservar “en su imagen la memoria de los tiranos”, solicitaronque fuesen ahorcados públicamente durante nueve horas y luego incinerados“a vista del pueblo”. El gobernador satisfizo los deseos de los habitantes el 20de noviembre y la ejecución se llevó a cabo poco después de “manera muysolemne”27.

El ejemplo de la capital fue seguido en breve por el cabildo de Mariquita,cuyo procurador solicitó el 28 de noviembre la convocatoria de los vecinosde la ciudad y de los alcaldes partidarios, con el fin de realizar conjuntamenteun acto en obsequio de la patria y acreditar el amor a ella debido28. Tres díasmás tarde, la asamblea de ciudadanos se enteró de que en el ayuntamiento seconservaba “el retrato del más cruel de los monarcas”, por lo que conveníadecidir conjuntamente qué hacer con él. Si ha de darse crédito al actaextendida al término de la reunión, la voz de la mayoría se levantó pidiendoque fuese ahorcado y quemado. El procurador solicitó entonces que seasentase cada voto por escrito, con el fin de incrementar la fuerza delveredicto. La mayor parte de los 90 pareceres consagrados coincidieron en elpropósito de dar al fuego el retrato al final de una generosa y variopinta seriede ignominias. Entre los preliminares propuestos hubo quienes se declararona favor del fusilamiento, quienes abogaron por pisoteos y escupitajos, yquienes prefirieron el ahorcamiento, el descuartizamiento, eldespedazamiento, el degüello, los lanzazos o el pregón por las calles a lomode burro. En cuanto al destino de los despojos, varios pidieron darlos alviento, otros al agua del Gualí (uno de los ríos de la población) y alguno a un

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muladar. Al final, los vecinos estamparon sus firmas para validar el acta y lasautoridades locales nombraron diez alféreces para financiar la “solemnidad”y otros dos para dirigirla29. La ceremonia se celebró el 19 de diciembre con“regocijo general” y en “desagravio” de los “males irrogados” al vecindariopor los funcionarios de Fernando VII, y de ella se dio debida cuenta a laSecretaría del Interior30.

Este documento ofrece indicios importantes para imaginar el probabledesarrollo de las funciones regicidas del interregno. Lo primero que llama laatención es que la decisión del tormento más apropiado para infligir al retratodel rey fue tomada democráticamente por los vecinos principales de la ciudadde Mariquita en medio de un cabildo abierto. La ausencia de toda disidenciaen el curso del proceso era de esperarse, pues en una ocasión semejanteresultaba en extremo difícil oponerse abiertamente a la voluntad delvecindario. Lo que se nota, más bien, es lo contrario: el ejercicio consistía,por su naturaleza misma, en una ostentación del compromiso revolucionarioy patriótico frente a los pueblos comarcanos y las autoridades del Estado, yen esa medida suscitaba un movimiento de radicalización según el cual cadavecino buscaba mostrarse en sus votos al menos tan firme y convencidocomo los preopinantes. No en vano, la ejecución simbólica de Mariquita fuedebidamente asentada en un acta, cuyo original se remitió a la sede delgobierno en Bogotá31. Se trataba entonces de una operación tendiente no soloa afirmar el espíritu público local, sino también, en buena medida, a captar laaprobación de figuras exteriores.

Podría decirse que el acta de Mariquita corresponde a un período diferenteal interregno y que por tal motivo no debe tomarse como una fuente certerapara comprender las ceremonias regicidas que tuvieron lugar antes de 1816.La objeción merece ser tenida en cuenta. No obstante, a favor del paraleloparecen jugar, por una parte, los rasgos compartidos por las ceremonias delprimer y el segundo momento de la revolución y, sobre todo, la publicidad dela ceremonia y el tipo de insultos propinados al retrato. ¿No puede estimarseacaso lícitamente que con el ahorcamiento y la incineración del real busto elcabildo de Mariquita buscaba suscitar una reacción favorable y de probadaeficacia en las autoridades superiores? Quizás el escaso número de ejemplosde ejecuciones de retratos durante el período colombiano pueda explicarsepor un cambio de sensibilidad: probablemente las contadas manifestaciones

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de que se tiene noticia eran un anacronismo, una supervivencia de unapráctica común en el interregno. También cabe la posibilidad de que setratase de demostraciones populares espontáneas inmediatas al desalojo de lastropas reales y que la mayoría de ellas no hayan dejado rastro32.

La abundancia de los regicidios simbólicos del interregno parece hallartambién una confirmación tardía en las diversas ceremonias que tuvieronlugar en la República de Colombia en el momento en que se hacíairremediable la ruptura entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander,como resultado de la revolución de José Antonio Páez y de la promociónfallida de la Constitución boliviana. El cuchillo, el fusil y los monigotesvolvieron a resurgir casi naturalmente entonces en medio de nuevasconmociones, como si se tratara de un acto reflejo. Así, en Mompox en 1827,el retrato del vicepresidente Santander fue apuñalado “casi a presencia deBolívar”. Por aquellos mismos días, el Libertador y el general Urdanetainstaron a los vecinos de Cerinza y Rionegro a borrar los letreros de “CalleSantander” con que habían bautizado sendas vías de sus pueblos y, pocodespués, algunos militares quisieron pasear en vano las estatuas delvicepresidente y sus amigos en una “función ignominiosa” por los lugaresmás concurridos de Bogotá. Ya en 1828, Manuela Sáenz organizó unareunión en la que ella misma, así como un edecán y el médico personal deBolívar, ejecutaron por turnos una estatua que representaba a Santander33.¿Sorprenderá acaso que en septiembre de dicho año se haya ejecutado sinéxito un atentado contra la persona de Bolívar, asimilada por muchos a untirano, y que en mayo de 1830 dos grupos de jóvenes fusilasen también losretratos del Libertador que se hallaban, respectivamente, en el Colegio SanBartolomé y en la sala de la corte marcial?34

De más está decir que el gesto iconoclasta se prolongó más allá del períodoindependentista. Así lo demuestra la destrucción en 1849 de los retratos delos conocidos líderes del Partido Conservador Rufino Cuervo y MarianoOspina, a manos de los estudiantes que apoyaban el gobierno reformista delgeneral José Hilario López. Los lienzos, que se encontraban en el salón degrados de la universidad, fueron acometidos con violencia por los jóvenes,que les picaron los ojos, “dándoles bayonetazos y degollándolos”35. Tancomún era la destrucción de los retratos durante las contiendas civiles quetras el fallido asedio liberal a Cartagena en 1885 se consideró como

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milagroso que sobreviviera sin rasguños el de Rafael Núñez que había en ElCabrero36. En 1909, tras la renuncia del general Rafael Reyes, el retrato suyoque se encontraba en el Jockey Club, en Bogotá, fue descolgado y lanzado ala calle hecho pedazos37.

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UNA CRONOLOGÍA INCIERTA

Así como es imposible hacerse una idea aproximada del número deasesinatos rituales de Fernando VII en el Nuevo Reino de Granada, no haytampoco datos que permitan establecer una periodización más o menosconfiable. No obstante, algo que puede darse por descontado con respecto alos regicidios del interregno es que ellos son parte de la progresivaradicalización de la revolución. Como se sabe, en un principio el movimientoseparatista lo fue con respecto a la Regencia de Cádiz y no a Fernando VII o ala casa real reinante. Ello quiere decir que con la creación de las juntas de1810 las imágenes regias no pudieron ser víctimas de la destrucción masivaporque continuaban siendo veneradas como símbolo de la lealtad de lossúbditos americanos, del lazo que los unía a sus hermanos españoles y de lasoberanía que los nuevos gobiernos colegiados administraban en depósito. Senotan sí desde muy temprano ataques aislados a los símbolos reales,originados en iniciativas particulares más que en políticas propiamentedichas. Según un fraile que fue desterrado de Cartagena a comienzos de1811, algunos habitantes del puerto habían arrojado “la cucarda de Fernando7º”, llegando incluso a pisarla “en medio de la calle, poniendo en su lugar‘Patriotismo’, y es voz común y pública que algunos infames han sacado losojos y picado con alfiler un lienzo de nuestro adorado soberano”38. Delmismo modo, en Santiago de Chile el cierre de la Real Audiencia, en abril de1811, provocó la destrucción de un escudo de plata con las armas reales quese hallaba en la sala del alto tribunal,

adonde concurrían a sus sesiones los que componían la junta insurgente: un día que se juntóporción de pueblo exclamó D. Nicolás Matorras, diciendo en alta voz, “hasta cuándo ha de existiraquí esa señal de nuestra antigua esclavitud. Doy mil pesos por ella para extinguirla”. Tuvo muchaaceptación su propuesta, y accediendo a ella los de la Junta, se las entregaron, habiendo ido a pararla corona al convento de la Merced por regalo que hizo de ella Matorras, la que fundieron losreligiosos y amonedaron. El escudo ha parecido en poder de la viuda hecho mil pedazos39.

La transformación de las juntas en Estados soberanos tampoco debió cambiarsobremanera la veneración acostumbrada, pues, aunque con cada vez mayorfrecuencia se pasase por alto la referencia expresa al monarca cautivo, no porello dejaba de ser el rey de España el fundamento de las nuevas comunidades

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políticas. El caso de la provincia de Antioquia es significativo a este respecto,ya que, incluso después de haberse promulgado la segunda Constitución delEstado, esto es, a mediados de 1812, el Supremo Tribunal de Justiciacontinuaba considerando conveniente ordenar la concurrencia de susmiembros a la iglesia en “los días del Señor D. Fernando VII”40. Del mismomodo, los ayuntamientos de la provincia incluyeron entre sus gastosordinarios de ese año la celebración del onomástico del monarca41. LaCámara de Representantes, por su parte, acordó en el mes de mayo festejar la“San Fernando […] con los anexos de costumbre” y “funciones de tabla”42.Y si bien el Senado rechazó la iniciativa, no por ello dejó de referirse alpríncipe cautivo en Valençay como al “rey del Estado”43. En talescircunstancias, resulta difícil imaginar que las autoridades neogranadinas secomprometiesen o alentasen la celebración de ceremonias regicidas. El casode Cundinamarca parece también indicarlo así, pues aún en 1812 “los retratosde Fernando VII presidían en las corporaciones”44. Así mismo, existenpruebas documentales que indican que fue solo en agosto de 1813 cuando labandera del rey cayó en desgracia y fue rasgada solemnemente con unanavaja en la catedral de Santa Fe45.

¿Cuándo tuvieron lugar entonces los asesinatos rituales de Fernando VII enel Nuevo Reino de Granada? A pesar de que, como se ha dicho, no haydocumentos que permitan dar una respuesta concluyente, parece claro que elauge de las ejecuciones regias no podía producirse antes de las declaracionesde independencia absoluta. El caso de Venezuela así parece indicarlo, pues sibien la Sociedad Patriótica promovió la destrucción de bustos y cuadros de ElDeseado en abril de 1811, el grueso de las ejecuciones simbólicas ocurrió allícomo consecuencia de la decisión tomada el 5 de julio46. Como se sabe, laruptura solemne con el monarca y la Península ocurrió en Cartagena a finalesde 1811; en Neiva, en febrero de 1812; en Cundinamarca y Antioquia amediados de 1813; en Tunja, en diciembre del mismo año; y en Popayán, enmayo de 1814. Precisamente, la noticia de la declaración de independencia dela principal plaza fuerte del Nuevo Reino provocó en Puerto Cabello tres díasde iluminaciones y ceremonias regicidas en las que se designó “verdugo” y sehicieron “varios oprobios” al retrato de Fernando VII47. Del mismo modo, elhistoriador Restrepo refiere que uno de los motivos que tuvo Juan del Corralal promover la declaratoria de la independencia en la provincia de Antioquia

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fue “comprometer a los pueblos” para que sacudiesen “el temor y respetoservil con que miraban a los reyes, creyéndoles seres superiores a los demáshombres”48. Por ello, tras la ceremonia de renegación de la monarquía,Corral ordenó a los curas de la provincia que durante la colecta de la misa nomencionaran más el nombre del rey49. De manera consecuente, las tropas dela provincia, que combatieron en el Valle del Cauca a las tropas realistasenviadas desde Quito, promovieron la destrucción de los retratos del monarcay de las armas reales50. En la provincia de Popayán, el Colegio Electoral yConstituyente, al decretar la independencia a finales de mayo de 1814,ordenó la siembra de un árbol de la libertad para conmemorar elacontecimiento, así como la destrucción de “los retratos de los tiranos” ydemás “signos del despotismo”51.

Las autoridades de Cundinamarca habían procedido con mayor cautela, demodo que no expidieron un decreto suprimiendo la “fórmula de la colecta dela misa de pedir por la felicidad y triunfos del ejército” del rey hasta el 7 deseptiembre de 1813. En cuanto a la destrucción de las armas de la Corona enlos lugares públicos, la directiva debió aguardar hasta el 15 del mismo mes52.Dos días después fue circulada la orden a los cabildos, los provinciales de lasdiversas órdenes, los tribunales, los colegios universidades y losgobernadores del arzobispado. Algunos funcionarios se habían apresurado aborrar los símbolos de la monarquía desde el momento de la promulgación dela independencia. Así lo había practicado, por ejemplo, el subpresidente dePurificación, que aclaró haber echado por tierra desde esa fecha “todos losretratos y signos representativos de las cadenas antiguas”. El rector delColegio San Bartolomé, por su parte, había mandado retirar los escudos quehabía en la institución y los que portaban los estudiantes en las becas, masseñaló que permanecían en la portada del edificio de las aulas (actual MuseoColonial), por estar este bajo administración del supremo gobierno. En lostribunales de Reposición y Apelaciones se habían separado ya antes deldecreto de septiembre las insignias reales de los solios donde se hallaban,pero quedaba aún por demoler la de piedra que ornaba la fachada53. Laimagen del rey abundaba aún en el Estado de Cundinamarca a mediados de1813 y no cabe duda de que comenzó a ser removida junto con las armasreales tras la declaración de independencia54. ¿Fueron estas destruccionescelebradas en funciones regicidas? Ningún documento aclara la cuestión. No

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obstante, hay indicios del reemplazo de los blasones y los retratos de losmonarcas santafereños por la imagen de una india como emblema de lalibertad americana55. Consta igualmente que para celebrar los triunfos deNariño en la expedición del sur, las autoridades de la villa de Hondamandaron construir un carro donde se colocó un niño de corta edad(¿ataviado como un indio?)56.

Tampoco hay duda de que la ruptura oficial de los vínculos con laPenínsula no significó por sí sola una transformación radical. En efecto,cuando las tropas comandadas por Simón Bolívar se apoderaron de la ciudadde Santa Fe en diciembre de 1814, existían aún en las salas de la RealAudiencia varios retratos regios que fueron destrozados por la soldadesca. Elalcalde de primer voto tuvo a bien intervenir, logrando salvar varios cuadrosde reinas españolas57. Más aún, solo en julio de 1815 fueron removidos de lapieza de la Contaduría de Cundinamarca los diez retratos de reyes y virreyesque la adornaban, quedando otros tantos “claros muy indecentes de lienzo enmedio de la colgadura de damasco viejo” que cubría la pared58. El hecho deque los europeos no comenzaran a ser encarcelados y desterrados comoenemigos del “sistema americano” sino hasta el segundo semestre de1814[59] e incluso hasta bien entrado el año de 1815 parece confirmarigualmente que las declaraciones de independencia no desencadenaroninstantáneamente una ola iconoclasta en el Nuevo Reino60. Ello guardarelación con dos factores fundamentales. El primero es de índole interna; elsegundo, una consecuencia del desenlace de las guerras napoleónicas. Enefecto, tanto la consolidación de la federación de las Provincias Unidas, trasla toma de Santa Fe, en diciembre de 1814, como el retorno de Fernando VIIal trono español hicieron posible, al tiempo que inevitable, la solución militardel conflicto. En otras palabras, las ejecuciones simbólicas del soberanoespañol estarían ligadas al último bienio del interregno neogranadino, porcuanto solo entonces se alcanzó un nivel claro de definición de la contienda.

Esta hipótesis se refuerza al examinar la tardanza con que el Congreso delas Provincias Unidas de Nueva Granada fijó el pabellón y el escudo de laconfederación (26 de abril de 1814 y 22 de febrero de 1815,respectivamente). El informe que el doctor José María Dávila redactó amediados de 1815 acerca de los esmaltes que convenían al blasón contieneindicaciones precisas a propósito de la necesidad de “multiplicar la imagen

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expresiva de los derechos del pueblo”; esto es, de arraigar simbólicamente laautoridad revolucionaria en la memoria de los neogranadinos. Según indicó,con el fin de llenar tales objetivos, las armas debían tener usos y aplicacionesidénticas a las que habían tenido las de la monarquía española. Enconsecuencia, y por medio de la pintura y la escultura, debían distinguirse losedificios públicos, las oficinas, los puentes, las obras de fortificación, etc. Enotras palabras, en la multiplicación del “sello nacional”, el gobiernoindependentista había de hallar también en parte su consolidación61.Desgraciadamente el informe del doctor Dávila no indica si en aquelmomento subsistían aún los viejos escudos de la monarquía a lo largo yancho del virreinato. En cualquier caso, aun cuando la mutilación se hubieregeneralizado ya en las fachadas y obras públicas –cosa que parece pocoprobable–, la eliminación no equivalía a la sustitución afirmativa. En efecto,la destrucción, por muy reiterativa y elocuente que fuera, no cerraba la puertaa los equívocos, toda vez que dejaba subsistir un vacío por fuerza ambiguo.

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MATAR A UN REY AUSENTE

Isidro Vanegas al estudiar el “itinerario de distanciamiento” emprendido porlos neogranadinos durante la revolución con respecto a la figura regiapropone distinguir tres momentos: el fernandino (1808-1810), que tuvo lugaren el momento inicial de la crisis y se caracterizó por el entusiasmo lealista yla continuidad del monarca como encarnación y garante del orden; el de laradicalización revolucionaria, durante el cual se pasó de un reconocimientocondicionado de Fernando VII en 1810 a asociarlo naturalmente con eldespotismo y a degradarlo como un “rey de palo” o un “rey imaginario” hacia1813-1814; y el de los años de la Restauración, en que se hicieron esfuerzosvanos por recuperar el lugar trascendente que había ocupado el príncipe antesdel estallido de la revolución62.

En tal contexto, ¿qué significaba en 1815 o en 1816 en el Nuevo Reino deGranada asesinar en efigie al monarca español? ¿Por qué razón en unmomento dado la revolución engendró aquella práctica? ¿Qué puede ellaenseñarnos sobre el proceso independentista y sobre la última fase delinterregno, de la que tan pocos rastros quedan en los archivos? ¿Cómoexplicar el inevitable vínculo que teje con la Revolución francesa y laejecución de Luis XVI?

Para una población que desde hacía tres siglos crecía y moría enrespetuoso vasallaje y en la obediencia política, la irrupción de un gobiernosin monarcas podía parecer un despropósito. Los sucesivos juramentos quelas autoridades revolucionarias habían exigido de los timoratos habitantes delNuevo Reino constituían una manera efectiva de relajar progresivamente sufidelidad y de alejarlos poco a poco de sus creencias habituales. Como laadhesión se hacía invocando a la divinidad, toda falta equivalía a incurrir enun perjurio. Así, pues, la confrontación entre las dos majestades eraclaramente lesiva a la temporal. Con todo, los nuevos rituales, la invencióninstitucional, el brillo de las autoridades recién creadas o los atractivos gradosde la milicia reformada no bastaban para asegurar la transformación, queimplicaba, cuando menos, un camino tortuoso. En las circunstancias arduasde una guerra prolongada que no podía más que degradarse en un futuropróximo, fue preciso emprender por fin una lucha menos tímida contra el

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prestigio plurisecular de la figura del rey. Y como la representación por sísola era una “maquinaria capaz de producir obediencia por fuera de todacompulsión”63, las ceremonias de ejecución de los retratos de Fernando VII yde sus antecesores representaban un instrumento eficaz no solo para marcarclaramente la irreversibilidad de la transformación política, sino también parapropinar una sacudida brutal a las persistentes costumbres y prácticas delvasallaje, y a los temores que continuaba inspirando su infracción.

Más allá de su función política y de su poderoso efecto sobre las masas, lasceremonias de asesinato simbólico del soberano dan cuenta de laradicalización de la revolución neogranadina justo antes del arribo delEjército Pacificador. Como se ha visto, desde mediados de 1810 El Deseadohabía servido de fundamento a las juntas y Estados fundados en el NuevoReino. En menos de cinco años se había hecho imperativo no solo renegar dela antigua adhesión, sino también destrozar la imagen venerada al comienzode la crisis monárquica con tanto patetismo. El procedimiento de incinerarretratos de reos ausentes o de quemar las obras prohibidas era una usanzaantigua y socorrida por las justicias de Europa y América. Sin embargo, sibien estaba emparentado con tales prácticas, el gesto regicida neogranadinotenía también un significado diferente, pues recordaba sin ambigüedades elsuplicio de Luis XVI, a comienzos de 1793. Esta elocuente reivindicación dela Revolución francesa en uno de sus aspectos más polémicos es sorprendentee intempestiva, sobre todo porque justamente entonces comenzaba la era delas Restauraciones.

Con todo, a diferencia de los parisinos, los revolucionarios de lasdiferentes poblaciones neogranadinas no ejecutaron a un hombre de carne yhueso, sino a un rey ausente, en su efigie. La especificidad de su gesto resideprecisamente en el carácter simbólico de su radicalismo: una cosa es juzgar alsoberano, llevarlo al cadalso y cortarle la cabeza, y otra muy distinta fusilar oquemar su retrato. ¿Qué sentido tiene entonces ejecutar repetidamente a unmonarca en pintura? Georges Lomné ha mostrado hasta qué punto lapresencia del rey en el Nuevo Reino de Granada era teatral y objetoesencialmente de representación64. Simón Bolívar, como otrosrevolucionarios, no desconocía esta peculiaridad, y señaló en un discursofamoso las consecuencias negativas que había tenido para el triunfo de lacausa que defendía: en efecto, los habitantes de la Tierra Firme habían estado

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exentos de “la consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojosde la multitud, y que es de tanta importancia en las grandes revoluciones”65.Allí donde la soberanía había sido tradicionalmente una imagen y unacolección de atributos, difícilmente hubiera podido hallarse una manera máscoherente de señalar su caducidad que atentando en forma violenta contra lasfiguras pictóricas donde se encarnaba y reposaba la realeza. De los doscuerpos del rey (para aludir a un libro famoso), los neogranadinos solopodían atentar entonces contra el político; esto es, aniquilar, no la personaprivada, sino la institución que aquélla representaba, o sea, la dignidadsupuestamente inmortal de su oficio66.

“Solo en sus imágenes el rey es verdaderamente tal”, ha dicho con razónun historiador francés, indicando que la difusión de su efigie y laomnipresencia de su reflejo pictórico lo convertían en retrato de su propioretrato idealizado, es decir, en soberano absoluto. Esta transubstanciaciónmisteriosa, este efecto propiamente “eucarístico”, era lo que permitía que losvasallos confundieran al hombre con el monarca y que el segundo sustituyeraal primero. El retrato del rey constituía entonces “el cuerpo sacramental delmonarca”, porque permitía la encarnación de la comunidad política67. En esesentido, podría afirmarse que las ejecuciones rituales de Fernando VII fueron,más que un simulacro, verdaderas funciones en las que se buscó aniquilar unacreencia imprescindible para el funcionamiento del orden monárquico. Adiferencia, pues, de España, donde la imagen edulcorada del soberano creadadurante la guerra contra el Imperio napoleónico seguía intacta cuando aquelemprendió su regreso desde Valençay68, es lícito suponer que en el NuevoReino los repetidos regicidios simbólicos habían contribuido al desgaste desu prestigio.

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USOS DEL RETRATO EN LA ESPAÑA DEL TRIENIO Y EN LA REPÚBLICA DE COLOMBIA

Así como tras el motín de Aranjuez, “en las más de ciudades y pueblos”españoles se arrastró el retrato de Godoy por las calles69, el regreso deFernando VII al reino a finales de marzo de 1814 provocó no solo la remociónpopular de los ayuntamientos gaditanos en diversas provincias de laPenínsula, sino también ceremonias de quema de la Constitución, en las quese aclamaba al rey y se paseaba su efigie en procesión por las calles70. Con lallegada al año siguiente del Ejército Pacificador al Nuevo Reino cundieronnuevamente los retratos del monarca, al tiempo que se destruían y borraban“de los parajes públicos y oficinas todos los monumentos, inscripciones yseñales” que recordaban “el gobierno insurgente”71. A medida queavanzaban las tropas realistas, se fueron celebrando las juras en las quejugaba un papel fundamental el retrato del soberano, elaborado con premurapara ser colocado en no menos improvisados doseles de damasco72. En otroslugares se emplearon imágenes regias que ciertos vecinos mantuvieronescondidas, contraviniendo las órdenes de los revolucionarios. Tal fue el casode la ciudad de Buga, donde José Vicente Garrido conservó como unareliquia hasta la entrada del Ejército Pacificador “el real busto y cuadro dearmas”73. En Santa Fe, la entrada de las tropas del rey se realizó con“porción de arcos de triunfo” y “colocación pública de muchos retratos” deFernando VII74. Con el tiempo las poblaciones regicidas encargaronsimulacros más elaborados del Borbón, para cuyas recepciones los cabildosorganizaban esmerados festejos. El capitán Rafael Sevilla describió por lomenudo en sus memorias la ceremonia celebrada en mayo de 1818 en PuertoCabello con motivo de la llegada de un retrato de Fernando VII: la efigie sepaseó en un carro triunfal por calles alfombradas de flores y en medio derepiques de campanas, salvas de artillería y casas cubiertas de cortinas ybanderas españolas. Según escribió posteriormente el oficial realista, “elcontento, la solemnidad y el entusiasmo de aquel acto” eran tales, que“hacían el mismo efecto que si el monarca en persona estuviese en PuertoCabello”75.

A mediados de 1819 idéntica fiebre se apoderó de los pueblos, aunque estavez el motivo que capturaban los pinceles era el Libertador, Simón Bolívar76.Copia privada. Exclusiva para uso académico

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De manera paralela se renovaron los gestos iconoclastas contra las armas delrey en los edificios públicos. Si bien he dado con pocos datos al respecto, elcaso de Popayán indica que estas desaparecieron con mucha rapidez. Alparecer, al comenzar el año de 1822 solo quedaban en dicha ciudad ejemplosde ellas en un convento y en una lápida en la catedral77. Los nombres de lascalles cambiaron también súbitamente, aun en los lugares apartados. En unaaldea antioqueña, por ejemplo, una recibió el nombre de “Calle del Odio a losTiranos”, otra fue bautizada como la “Calle de los Derechos del Hombre”,otra se llamó “Calle de Morir o Ser Libre” y una más recibió el apelativo de“Calle del Imperio de las Leyes”78. El 20 de marzo de 1822, el gobiernogeneral expidió un decreto ordenando que las armas de la república sepusiesen “en piedra o pintadas en tabla sobre las puertas principales de todaslas casas y edificios públicos”79. El busto del monarca siguió circulando enlas monedas algún tiempo más, pues su desaparición dependía del desarrollode nuevos troqueles y de la acuñación de los modelos republicanos quedebían sustituirlas progresivamente80.

Georges Lomné ha llamado la atención sobre la extraña sustitución delretrato del rey por el de Bolívar en las ceremonias públicas de Quito y Bogotátras la creación de Colombia81. Un examen somero de las actas que dancuenta de las celebraciones patrióticas en diferentes pueblos de la repúblicademuestra que se trató de un fenómeno generalizado, procedente de unadirectiva del gobierno que fue acatada con presteza por las autoridadeslocales. En cada caso, el retrato del Libertador fue costeado por vecinospudientes, llevado en procesión bajo dosel por las calles, instalado en unteatro en la plaza principal y custodiado solemnemente por cuerpos de tropas.El mismo esquema se repitió en lugares tan diversos como Guateque, Nóvita,Zipaquirá y Carúpano82. Aunque el significado de tal exposición puedeparecer a primera vista paradójico, porque sugiere una continuidad casiperfecta, otros detalles de los festejos indican claramente que se trataba deuna realidad bastante diversa. En Quibdó, en el baile que siguió a la liturgiade la jura de la Constitución, no se observó “la etiqueta de la nobleza” y reinóen cambio “la más fraternal igualdad”83. En Nóvita, en 1822, dos niños querepresentaban a los antiguos indígenas rompieron ritualmente las cadenas conque aquellos habitantes habrían sido agobiados por el régimen español84. EnZipaquirá, el pueblo se presentó al tablado en que se custodiaba el retrato de

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Bolívar con hachas en la mano y se dirigió luego a la escuela de enseñanzamutua85. Como se ve, en las ceremonias en las que a primera vista se podríadistinguir una continuidad sorprendente, se colaron elementos significativosque rompían con el orden y las preeminencias antiguos, que subrayabanpartes importantes de la nueva retórica (como la oposiciónesclavitud/libertad) o que incorporaban instituciones pertenecientesinnegablemente a los nuevos tiempos, como las escuelas lancasterianas.

Pero, ¿qué decir entonces de la persistencia del retrato en lasmanifestaciones públicas? Para responder esta pregunta capital resulta muyútil establecer una comparación con las ceremonias promovidas por losliberales exaltados en tiempos del Trienio Liberal. La detalladacorrespondencia del embajador de Francia en Madrid sugiere exactamente elmomento en que comenzaron en España las procesiones de las imágenes deRafael de Riego, líder del levantamiento de 1820. Al parecer, tal ceremoniatuvo lugar por primera vez en Cádiz a principios de septiembre de 1821,cuando el busto del militar fue paseado a través de las calles iluminadas86.Pocos días más tarde, el retrato del héroe, llevado en Madrid a La Fontana,incitó la lectura de discursos exaltados y al establecimiento de “escandalosascomparaciones entre la moderación del héroe de la libertad y los actos del reyantes y después del restablecimiento de la Constitución”. Al día siguiente, uncortejo compuesto por una muchedumbre de curiosos y por 50 mujeresfuribundas paseó la efigie entre palmas y antorchas por el Prado y la Puertadel Sol hasta encontrarse frente a frente con el general Pablo Morillo. Esteimpidió entonces la prosecución de la marcha y buscó apropiarse de laimagen, que resultó lacerada en el intento87. Las fiestas del 24 de octubre enciudades como Cádiz y Sevilla incorporaron también recorridos solemnes conefigies de Riego, debidamente escoltadas y acompañadas con salvas yluminarias88.

En síntesis, en la España del Trienio, como en Colombia, es fácil constatarla existencia de procesiones cívicas en las que retratos de héroesrevolucionarios eran llevados en triunfo en ceremonias muy semejantes a lasque se estilaban en el antiguo régimen para honrar la figura del rey. ¿Por quéhablar entonces de ruptura más que de continuidad? Por la pugnazreivindicación que entrañaba el gesto. En efecto, pasear el retrato de Bolívarpor todas las poblaciones del país durante las festividades nacionales era una

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manera de afirmar la transformación política y de adherir a las nuevasinstituciones. En el Libertador, más que al hombre, los ciudadanos loaban a larepública y la independencia, y proclamaban de manera elocuente ladefunción del rey como principio político. Ya en noviembre de 1820, cuandojusto después de la firma del armisticio entre Colombia y España, el oficialpatriota Diego Ibarra pudo pasar 24 horas en Caracas gracias a un pasaportede Morillo, las mujeres tuvieron la osadía de asistir al baile que aquél ofreciócon escarapelas tricolores o con el retrato de Bolívar adornándoles elpecho89. De modo semejante, la imagen de Riego en la España del Trienioactuaba ante todo como un “maniquí” del partido exaltado90; si lasautoridades la veían con escándalo, era evidentemente porque en ella se veíauna amenaza de índole republicana.

¿Hubo en España ceremonias simbólicas de ejecución de Fernando VII? Sihemos de limitarnos al testimonio del embajador francés en Madrid, larespuesta es negativa. No obstante, es indisputable que en sociedades comoLa Fontana de Oro hubo incitaciones directísimas al puñal y el regicidio91.Es claro, así mismo, que la revolución no dudó en ultrajar la figura regia pormedio de caricaturas impresas que se vendían abiertamente en la capital. Enuna de ellas (ilustración 5) se ve a Fernando con orejas de burro y el gorro dela superstición como corona, hollando la Constitución y ocupando un tronosustentado por la sangre de sus vasallos. En suma, un rey tonto, cruel einepto, guiado por pésimos consejeros (en la viñeta, un demonio y un curasanguinario). Estas imágenes, juzgadas como “infames” por los realistas92,atentaban claramente contra la majestad y contribuían, en consecuencia, adesacralizar la figura del monarca y a lacerar la imagen ideal de su retrato. Dehecho, estos “reversos de la política de propaganda real” habían demostradoya su eficacia durante la Revolución francesa, donde habían jugado un papelfundamental en la evolución de la opinión pública entre 1791 y 1793 y,particularmente, en cuanto se refiere al destino del rey, cuya imagen, asociadapersistentemente a un cerdo, “creó las condiciones precisas para su acusacióny ejecución”93.

Una de las primeras biografías de Fernando VII ilustra el vínculo existenteentre la elaboración y la reproducción de un retrato infamante del rey y laradicalización política. En ella se presenta al monarca español como hijoilegítimo de una reina disoluta, se afirma que de niño “era su diversión hacer

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mal y dar muerte a los pajaritos y demás animales” y se le acusa de uxoriciday de parricida fallido. El libro está explícitamente dedicado a los pueblos delNuevo Mundo, que habían sabido quebrantar “los grillos de la servidumbre”y podían encontrar en él razones para “odiar y despreciar al Tirano de laPenínsula, que, como Atila, Tiberio y Nerón se deleita en verter la sangrehumana”. El grabado que orna la biografía es un resumen elocuente de estosrasgos, pues Fernando VII es presentado como una alegoría de la Inquisiciónde España: a la cabeza de un ejército de fanáticos, blande un crucifijo y unaantorcha, mientras a sus pies una hoguera que empieza a arder amenaza concobrar la vida de un puñado de desdichados (ilustración 6)94.

ILUSTRACIÓN 5

AMAE, CPE, t. 714, ff. 244-247.

¿Causará alguna sorpresa saber que en la República de Colombia seescenificó también una imagen esperpéntica del rey de España en los festejos

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públicos? Los barranquilleros, por ejemplo, imaginaron a Fernando VII en1821 como a un viejo sin cetro ni corona que se desplazaba en un carrodesvencijado y gobernaba auxiliado por un gabinete desbordado por laconfusión95. Los periódicos colombianos publicaron también semblanzasmuy desfavorables al monarca, como la siguiente, insertada en un periódicobogotano en el segundo semestre de 1822. Comenzaba esta recordando suentronización

por uno de aquellos atentados poco frecuentes en la historia de los palacios, y de las naciones, quesi no pasó como Tulia sobre el cadáver ensangrentado de Servio Tulio, derribó a su padre, le pusopreso, insultó sus venerables canas, y clavó sobre su cuerpo la escala para subir al solio y coger elfruto que las leyes y la naturaleza le vedaban aún; el que entregando la nación a huestes extranjerasla abandonó para ir a arrojarse a Bayona a los pies de Bonaparte; el que abdicó sin honor un tronoque sin honor ni piedad filial había usurpado, el que se alistó gustoso entre los vasallos del invasorde su patria, el que se complació en sus desgracias y derrotas, regocijándose con los triunfos de losenemigos, el que rompió en Valençay las tablas santas de la ley fundamental formadas por losrepresentantes de su nación, el que despedazó este código mandando arrancarlo de en medio deltiempo96.

Como se ve, el retrato ideal de Bolívar era inseparable de la caricaturainfamante del rey, así como la construcción de la imagen magna de Riegosuscitaba la desfiguración de los atributos de Fernando.

ILUSTRACIÓN 6

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Vida de Fernando VII, rey de España; o colección de anécdotas de su nacimiento y desu carrera privada y política, publicadas en castellano por D. Carlos le Brun.

No obstante, antes de concluir es preciso indicar que la exaltacióndesmedida de la efigie de los héroes republicanos o su ostentación por fuerade determinadas liturgias y ceremonias cívicas despertaron fuertessuspicacias en toda la América meridional, y fueron condenadasenérgicamente por los publicistas liberales. Con respecto a Bolívar, elloocurrió evidentemente después de la batalla de Ayacucho y de la creación deuna república en el Alto Perú, regida, como se sabe, por un código queinstituyó la presidencia vitalicia. Fue en tal contexto que los redactores delperiódico bogotano El Zurriago criticaron el proyecto de labrar bustos,práctica que consideraban contraria por naturaleza a las “instituciones

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liberales” de Colombia. En su opinión, aquel intento era tanto más nocivo porcuanto aún vivía el hombre al que pretendían tributarse los honores. En otraspalabras, dedicar un monumento al presidente de la república era undespropósito de tipo monárquico97. En Chile, donde la adopción de laConstitución boliviana en ambos Perú y la celebración del Congreso dePlenipotenciarios Americanos encendieron todas las alarmas, los periódicosdenunciaron insistentemente como un síntoma preocupante la acuñación demonedas alusivas al Libertador en Chuquisaca o el porte de medallas de lamisma clase por parte de los principales funcionarios del gobierno deLima98. Había, pues, una didascalia propia de la efigie de los campeones dela independencia.

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CONCLUSIONES

“La violencia es la última opción, es una opción, pero siempre es la última”.Al pronunciarse de esta forma y luego de afirmarse profundamenteantimonárquico frente a las cámaras del programa Bestiari il·lustrat (TV3), acomienzos de octubre de 2012, el escritor Jair Domínguez apuntó con unapistola contra un cartel en el que aparecía una representación en tamaño realdel rey de España. A continuación se escuchó un disparo y se vio,púdicamente, una salpicadura de sangre sobre una superficie lisa de cartulina.El gesto, por supuesto, no pasó inadvertido: la directora de la emisión debiódimitir y el video fue retirado de la página web del canal99. Como se ve, losregicidios simbólicos no son cosa del pasado y si, para que sean efectivos,deben ser públicos, no pueden cometerse sin escándalo allí donde todavía sonpertinentes.

En este capítulo se ha estudiado el fenómeno de las ejecuciones rituales deotro monarca español hace doscientos años en el Nuevo Reino de Granada. Apesar de que buena parte de los archivos del interregno ha desaparecido, losdocumentos supérstites permiten afirmar que aquellas ceremonias fueronfrecuentes. En poblados, villas y ciudades principales, los retratos deFernando VII o sus antepasados fueron juzgados y condenados a suplicioscomo la horca, la hoguera, el fusilamiento o el despedazamiento. Y si bien lasfuentes que poseemos no bastan para establecer claramente la magnitud delfenómeno ni una cronología aproximada, nuestros conocimientos actualessobre la revolución neogranadina autorizan a perfilar ciertas conclusionesparciales.

En primer lugar, parece haberse tratado de una práctica común quetrascendió las fronteras geográficas, de clase y condición. En efecto, entre lossospechosos y los condenados a muerte durante la Restauración por haberparticipado en los asesinatos rituales de Fernando VII se encuentran hombres,mujeres, blancos, mestizos e indios de las provincias de Santa Fe, Tunja,Mariquita, Neiva, Popayán y Antioquia. En segundo lugar, los regicidiosocurrieron en lugares públicos, como las plazas mayores o las casasconsistoriales, y no es descabellado suponer que estuvieron precedidos porreuniones en las que los vecinos principales decidían en común los tormentos

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que debían aplicarse a la figura del monarca. La motivación de talesasambleas era, según puede presumirse, dar una muestra cierta de patriotismoy fervor revolucionario a las poblaciones comarcanas, a la capital provincial oa las autoridades de las Provincias Unidas.

En cuanto al momento en que debieron producirse tales manifestaciones,los documentos consultados sugieren que, si bien desde fechas muytempranas comenzaron a tener lugar atentados contra las efigies de FernandoVII o las de los miembros de su familia, la transformación de dichos hechos(en un principio aislados, debidos a iniciativas privadas y limitados aagresiones o tachas menores a los cuadros) en un fenómeno neogranadino yen ceremonias propiamente regicidas no pudo producirse, a mi modo de ver,antes de la radicalización de la revolución neogranadina. Para que tal cosaocurriera, eran imprescindibles las declaraciones solemnes de independenciade España y la dinastía borbónica, requisito que no se cumplió en lasprincipales provincias del Reino (con excepción, claro está, de Cartagena)antes del bienio de 1813-1814. Fue sobre todo a finales de este último año,con el ingreso forzado de Cundinamarca a las Provincias Unidas de NuevaGranada y la consecuente consolidación de las autoridades generalesrevolucionarias en el Nuevo Reino, que se dieron las condiciones paraejecutar simbólica y generalizadamente a Fernando VII. Ello ocurría demanera paralela al retorno del soberano al trono español y coincidía con el finde las guerras napoleónicas. En suma, los acontecimientos internos yexternos llevaron a la revolución a un punto de no retorno: en adelante, laindependencia solo podría ser el fruto de un triunfo militar. La iconoclastiarevolucionaria neogranadina es una de las manifestaciones de aquellacoyuntura.

¿Qué significa matar a un rey ausente? La ejecución en pintura, como se havisto, era tanto un síntoma de la radicalización de la revolución como unamuestra del compromiso revolucionario de las diferentes poblaciones yvecindarios. En un reino donde el monarca había sido literalmente unafigurilla bajo dosel, la depreciación que obraban los insultos y elaniquilamiento que cumplían el cuchillo, las llamas o las balas constituíanuna innegable osadía, entre otras cosas, por el parentesco que establecían conel acto jacobino del 21 de enero de 1793. A ese propósito cabe recordar queuna serie de atentados iconoclastas precedieron las ejecuciones de Luis XVI yMaría Antonieta, y que estas para surtir cabalmente efecto suscitaron unaCopia privada. Exclusiva para uso académico

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seguidilla de réplicas simbólicas100, porque los ciudadanos en la capital y enlas provincias deseaban tomar parte en el acontecimiento y porque suparticipación misma era necesaria para acabar con una monarquíaomnipresente.

No obstante la difundida práctica de los regicidios simbólicos en el NuevoReino, las efigies regias resurgieron profusamente entre 1815 y 1816 paradesaparecer tras la campaña “libertadora” y convertirse –cuando más– enobjetos de museo (ilustración 7). Este ciclo resume de manera contundente laRestauración neogranadina. La posibilidad de convertir los sucesosrevolucionarios en un paréntesis anómalo dentro de un devenir secular sehizo añicos cuando la figura esperpéntica de Fernando VII carcomió lamajestad del viejo y respetado simulacro. No todo fue, sin embargo, resultadode la putrefacción. El retrato regio sucumbió también ante los embates de unnuevo ícono que encarnaba a la república y a la revolución, y querepresentaba el punto final de una experiencia traumática bajo los intrigantesatavíos de Libertador. ¿Cómo explicar el surgimiento de tal título y quéconsecuencias trajo consigo? A la respuesta de estos interrogantes estádedicado el último capítulo de este libro.

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ILUSTRACIÓN 7

Retrato de Fernando VII, Museo Histórico Nacional de Chile.

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CAPÍTULO 7¿QUÉ ES UN LIBERTADOR?

¿Existe, pues, en las repúblicas este poder anterior al pacto constitucional?Nosotros respondemos que sí, cuando los Estados republicanos se han

constituido después de una larga guerra de independencia y de conquista[…]. Uno solo se cree el autor de la redención universal, porque a su frentelos pueblos han triunfado de la antigua tiranía, sin pensar que una masa de

hombres que proclama la libertad, hallará mientras dure su ardor uncampeón que la conduzca a la victoria.

Fe política de un colombiano, Bogotá, S. S. Fox, 1827, pp. 18-19.

Si el restablecimiento de la autoridad fernandina en la Nueva Granada fuemucho más que cadalsos, resulta del todo impropio analizar la consolidaciónrepublicana en términos de “liberación”, simplificación extrema del procesoen el que solo se distinguen tres tipos de actores: subyugados, déspotas ylibertadores, entendiendo por estos un reducido grupo de hombres ajenos a laignominia general y únicos responsables del fin de la injusticia. El título se habanalizado tanto que ha terminado por convertirse en una manera de referirsea cada uno de los grandes caudillos de la guerra de independencia. Así, enVenezuela, Colombia o Ecuador equivale por antonomasia a Simón Bolívar;en Chile se transformó en el segundo nombre de Bernardo O’Higgins, y enArgentina o Perú en el de José de San Martín. Pero, ¿cómo se produjo talidentificación? Y más importante aún, ¿qué significaba en un principio? Conla ayuda de periódicos y fuentes manuscritas, el objetivo de las páginassiguientes es desandar el camino de la confusión semántica, mediante elestudio pormenorizado del caso de la Tierra Firme. El trascurso resalta laimportancia de la Restauración en el surgimiento del ícono bolivariano y suimpronta imperecedera en la forma que adquirió la experiencia republicanaen la Tierra Firme.

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EL CULTO A BOLÍVAR

En Colombia no existe ninguna investigación consagrada exclusivamente alestudio de los orígenes, la consolidación y las mutaciones decimonónicas delculto a Bolívar. No obstante, hay elementos dispersos que permiten entreverlas coordenadas principales de aquella parábola secular. En su tesis doctoral,Georges Lomné analizó el surgimiento de la liturgia bolivarianaconfrontándola con el ceremonial monárquico, tal y como se practicó enQuito y Santa Fe a partir de la entronización de Carlos IV. De tal ejerciciosurgió una conclusión paradójica: los tópicos retóricos, los cánones pictóricosy el aparato ritual son, en uno y otro caso, esencialmente los mismos. Contodo, la apropiación colombiana del esquema consagratorio de los últimosBorbones significó una ruptura fundamental, pues la ausencia perpetua delrey o su presencia meramente pictórica (o vicarial, mediante su encarnaciónen su alter ego, el virrey), fue sustituida a partir de 1819 por un hombre decarne y hueso que, a más de aprovecharse del viejo dispositivo, gozaba del“suplemento de eficacia” que confería su presencia humana. Además deseñalar esta continuidad aparente y de subrayar los legados monárquicos quepermitieron la edificación del culto a Bolívar, Lomné esbozó también susprimeras evoluciones, resaltando, por ejemplo, la importancia del año 1819 yde la “geometría política forjada el año anterior en Angostura”. Así mismo,indicó que para 1825 los simulacros militares con que solía festejarse elaniversario de la batalla de Boyacá empezaron a ser vistos con desconfianzapor hombres importantes del régimen, y señaló que dos años más tarde elaniversario del Libertador opacaba ya las “fiestas nacionales” de la Repúblicade Colombia1.

El libro de Sergio Mejía sobre la Historia de la Revolución de José ManuelRestrepo provee otras pistas, por cuanto consagra un capítulo entero altratamiento que en ella se hace de las ideas y acciones de Simón Bolívar.Publicada por vez primera (aunque de manera parcial) en París en 1827, y ensu versión definitiva en Besanzón en 1858, la obra estaba llamada a jugar unpapel relevante en la percepción tradicional del máximo héroe de lacontienda. Mejía recuerda que por haber sido escrita en vida de Bolívar porun hombre que se desempeñaba en el gabinete de la República de Colombia

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como secretario del Interior, la Historia es, de manera inevitable (aunque noexclusivamente), expresión de subordinación y deferencia, así como decompromiso con el proyecto estatal colombiano. Mejía arguye, así mismo,que la historia de Restrepo empleó la figura de Bolívar como principio rectorde la narración y como principal recurso retórico, y ello con un triplepropósito: como centro de la revolución y de la república, daba coherencia alos acontecimientos; como modelo carismático, facilitaba la aceptaciónpopular del sistema liberal; y como héroe republicano, servía de sanción a larevolución y a su grupo dirigente. En cuanto al contenido, Mejía afirma queRestrepo se ciñó en lo fundamental a la versión de la revolución librada porel mismo Bolívar en sus cartas, decretos y partes de batalla (o por lossubordinados de este en los periódicos afines al régimen), traduciéndola, noobstante, al lenguaje de la historia y dando sistematicidad a su aparato dejustificación2.

Si bien no se cuenta con ningún estudio minucioso sobre la recepcióninmediata de la obra de Restrepo, todo indica que ella llegó en un momentointempestivo, pues para 1828 la gloria de Bolívar se desmoronabaapresuradamente y la República de Colombia vivía ya su prolongada agonía.En el mismo sentido, Isidro Vanegas ha mostrado convincentemente cómo laHistoria de la Revolución estuvo lejos de constituir un canon intelectual paralos publicistas del siglo XIX, subrayando también el hecho de que los relatosconstruidos por los partidos políticos en dicha centuria acerca de la génesisde la nación se distanciaron de la idea de Bolívar como “demiurgo de larepública”3. Es claro que en 1850 uno de los puntos de divergencia entre losnacientes partidos Conservador y Liberal era precisamente el relativo alcaraqueño, pues mientras los miembros del primero enaltecían su memoria,los del segundo lo odiaban y aun algunos de ellos se divertían tirándolebalazos a su estatua “desde las tiendas de la galería de la casa municipal”4.En tiempos de la Convención de Rionegro (1863) persistía el descréditobolivariano entre los liberales, como lo demuestran los comentarios deSalvador Camacho Roldán acerca de Tomás Cipriano de Mosquera,asimilado al Libertador por cuanto se le prestaban ambiciones dictatoriales5.¿Cuándo comenzó entonces el culto a Bolívar en la Nueva Granada? A juzgarpor un artículo de David Bushnell sobre las primeras emisiones filatélicas, talcosa habría sucedido muy tardíamente. En efecto, es clara la renuencia de los

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radicales a reproducir en los sellos postales el rostro de cualquier prohombrevivo o muerto, así como el interés de la Regeneración (1886-1903) enpromocionar la figura de Bolívar y en resucitar el bolivarianismo6. En ellocoincide Marco Palacios, quien ha referido cómo Rafael Núñez y MiguelAntonio Caro reinventaron un Bolívar autoritario que como padre de la patriapoco tenía que ver con la revolución y mucho con la Constitución boliviana yla dictadura de 1828[7].

A diferencia de lo ocurrido en Colombia, en Venezuela existen desde hacemás de 50 años investigaciones fundamentales sobre la heroización delLibertador. En 1966 Germán Carrera Damas buscó explicar en un libro hoycélebre la omnipresencia de la figura de Bolívar en Venezuela y describió laproyección de los “valores derivados de la figura del héroe sobre todos losaspectos de la vida” de aquel país en términos de segunda religión, cuyaliturgia asumían los gobiernos sucesivamente. ¿Cuándo surgió el culto y cuálera su sentido? Si bien Carrera señaló –sin mayores precisiones– que se habíagestado durante la contienda independentista misma, el año verdaderamenterelevante para él es 1842, cuando la repatriación de los restos mortales delcaudillo marcó el fin definitivo de los denuestos con que desde 1826 se habíadescalificado su figura. En cuanto al sentido del culto, Carrera lo describiócomo una “necesidad histórica” y como “un recurso ideológico” que buscabacompensar el desaliento causado por las promesas incumplidas de laindependencia. El culto a Bolívar significaba, pues, ante todo el consuelo deun pasado glorioso que servía como “posición de repliegue”8. Másrecientemente, Elías Pino Iturrieta prolongó el estudio del culto a Bolívar enVenezuela hasta las exacerbadas manifestaciones chavistas de hogaño ydemostró la existencia temprana (1832) de una “basílica iletrada”, esto es, deuna decidida y espontánea participación popular y pueblerina en laedificación de lo que terminaría por convertirse algunas décadas más tarde enuna “religión nacional”. Así, por ejemplo, y sin requerir de ningunaconminación de las autoridades, ya para entonces efigies del héroe eranpaseadas con fervor en rogativas destinadas a aplacar la furia de lanaturaleza9.

Entre la aparición de una y otra obra fue publicado un libro fundamentalpara el cometido de este capítulo: De la patria boba a la teologíabolivariana, de Luis Castro Leiva. En primer lugar, este contiene una crítica

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certera al libro de Carrera, acerca del cual recuerda que si bien logró desvelarexitosamente los sórdidos móviles politiqueros agazapados tras el culto, nodejó por ello de verlo con buenos ojos en una misteriosa vertiente popular(“Bolívar del pueblo”). La entronización del ideal persistía, pues, a pesar detodo. Por ello, se requería, en opinión de Castro Leiva, un cambio de actitudradical: como antídoto de la recitación ad nauseam del supuesto ideariobolivariano, elevado a la condición de credo nacional, acometer unameticulosa tarea de “recuperación conceptual”, es decir, una reconstruccióndel “código lingüístico” y de los supuestos intelectuales de la épocaindependentista. Solo así podría abandonarse la “explicación ideal universal”(la vida de Simón Bolívar como filosofía de la historia política de Venezuela)para adentrarse en la “particular reconstrucción del contexto intelectual quehizo posible que el individuo que fue Simón Bolívar se pensase a símismo”10.

En el libro en cuestión, Castro Leiva dio un magnífico ejemplo de supropuesta metodológica, al señalar la ocurrencia de un cambio fundamentalen el pensamiento revolucionario en Venezuela tras el desplome de lasegunda república (1814). La libertad, concebida como fruto de la razón y elconsentimiento, pasó a ser vista entonces en términos voluntaristas como unresultado de la virtud. Un foso separó en adelante a un puñado de iluminadosde la abrumadora mayoría de la población, aquejada por vicios inveterados.Se impuso así un “sistema de tutelaje” y una “teoría de la dictadura moral”,según los cuales los pueblos estúpidos podían y debían ser redimidos por lafuerza11.

En síntesis, mientras que en Colombia escasea la producciónhistoriográfica en lo relativo al culto bolivariano, en Venezuela se hanpublicado estudios relevantes que se concentran en el período posterior a1842. De este modo, y con excepción del libro de Georges Lomné, se handejado de lado los orígenes del fenómeno, que constituyen el foco delpresente texto, y que serán analizados a través del surgimiento y lasmutaciones de la condición de “libertador”. ¿Cuándo, en qué sentido y aquién se atribuyó tal título en la Tierra Firme? Siguiendo la pista develadapor Castro Leiva, las páginas siguientes corroboran la aparición de unafractura fundamental en las concepciones políticas de los revolucionarios. Noobstante, si bien en Venezuela ella es visible en sus primeras manifestaciones

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en 1813, en la Nueva Granada el quiebre se produjo de manera más tardíacomo consecuencia de la Restauración. Por obvias razones, antes de abordartal coyuntura, es preciso examinar la cuestión durante el interregno. Y, puestoque los actores fundamentales fueron entonces las entidades provinciales, serepasarán primeramente tres de aquellos casos.

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CARTAGENA, CUNDINAMARCA Y ANTIOQUIA

La consideración de “libertador” no es una aparición concomitante con elestallido de la revolución. En efecto, antes del segundo semestre de 1813 esraro hallarla en los papeles públicos para referirse a un ejército o a un grupode hombres insignes, y no hay rastro de ella como título duradero de uncaudillo sobresaliente. En la Gazeta de Cartagena, por ejemplo, se hablaantes de tales fechas indistinta y escasamente de “libertadores”, “redentores”o “regeneradores”, y en cada caso para referirse a la generalidad de loshabitantes del Estado o al Nuevo Reino en su conjunto, en vista delcompromiso de uno y otro en desalojar a los regentistas de Santa Marta,Riohacha o Venezuela12. De manera concordante, es notable la insistencia enlos peligros que conllevaba la ambición aristocrática y la denuncia de los“vanos proyectos de engrandecimiento” de “ciertos magnates”, plural postizoque encubre realmente una descalificación a Antonio Nariño. En lascolumnas de la gaceta cartagenera, el modelo de gobierno central es criticado,en consecuencia, como auspiciador nato de tiranos y caudillos, mientras quela república federativa de pequeños Estados es alabada como una garantíacapaz de preservar la asociación ideal de “seres inteligentes”, ligados “porpactos para procurar su felicidad” y presidida siempre por “jefes de cortaduración”13.

Desde mediados de 1813, sin embargo, un cambio se perfila en la prensalocal, anunciado por la publicación sin comentarios de boletines y proclamasdel “Ejército Libertador de Venezuela”14 (significativamente, tal apelativofue evitado con cuidado aun en 1814 por los cuerpos militares neogranadinosque combatían en Popayán, “Ejército del Sur”15, y en Santa Marta, “Ejércitodel Magdalena”16). De manera paralela, la Cámara de Representantes deCartagena recomendó el 10 de junio la centralización de los ramos deHacienda y Guerra y el depósito del gobierno general en un jefe supremoasistido de dos consejeros17. En consecuencia, el periódico oficial de la plazacomenzó a abogar por una concentración del gobierno neogranadino (cuandono por la unión pura y simple con Venezuela): en opinión del redactor, eraconveniente hacerlo enérgico, simplificando los de las provincias yabandonando las disputas inanes sobre las instituciones más convenientes,Copia privada. Exclusiva para uso académico

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que no podían ser sino las que produjeran “más soldados”. La ruptura nopodía ser más grande: los prejuicios contra el sistema central y los militareshabían comenzado a ceder y los grupos de poder local, vistos unos mesesatrás como sostén virtuoso de la república, comenzaron a ser descalificadoscomo “focos de discordia y división”18.

Al cabo, la retórica de los revolucionarios venezolanos terminó porpermear la mentalidad y las actitudes locales. El 14 de marzo de 1814, porejemplo, la Cámara de Representantes del Estado de Cartagena creó unarchivo público para honrar a los ciudadanos que se distinguiesen en “lacarrera de la independencia americana”: en grandes cuadros de vara y media,dispuestos en el salón de sesiones de la asamblea, se inscribirían en adelantesus nombres en letras de oro19. Al día siguiente, la legislatura ordenóinaugurar la galería con la invocación de Simón Bolívar, cuyo título de“Libertador de Venezuela” avaló, como “hijo benemérito de la patria”20.

La celebración oficial de un grupo escogido de revolucionarios, los votosexpresados por una pronta reforma de las instituciones federativas y lavaloración abierta del ejército (a lo que podría agregarse la generalización dela institución dictatorial21) eran en buena medida una respuesta a ladefinición creciente del escenario europeo: la derrota de Napoleón, el retornode Fernando VII al trono español, la disolución de las Cortes y la derogaciónde la Constitución de Cádiz desvanecieron toda posibilidad de arreglo yenfrentaron a los revolucionarios con la perspectiva ineludible de una guerracontra la metrópoli. En suma, el despunte de la calidad de “libertador”obedece también a una difícil coyuntura que complicaron aún más la derrotade Antonio Nariño en Pasto y la disolución de la segunda república deVenezuela.

La evolución esbozada para Cartagena, ¿es acaso válida para el resto delNuevo Reino? Para responder a tal interrogante es preciso examinar conatención el devenir de otros Estados neogranadinos y, en primer lugar, el deCundinamarca, a través de su gaceta oficial. Hasta 1813, cuando comienzan areproducirse documentos relativos a la campaña de Venezuela, las mencionesa la consideración de “Libertador” son aun más raras que en el caso deCartagena. Ciertamente, al concluir exitosamente la campaña contra laregentista Popayán en 1811, las armas de las ciudades del Valle del Caucafueron llamadas “libertadoras”22. Del mismo modo, Antonio Baraya, que

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comandó las tropas de Santa Fe que allí combatieron, recibió un escudo quetraía en el envés el mote “Libertador de la provincia de Popayán”23. Noobstante, el militar nunca volvió a ser designado de tal forma en la gaceta,como si se tratara de un honor perecedero.

¿Cómo explicar este pudor? En primer lugar, porque los enemigos queenfrentó con posterioridad militarmente el Estado eran ante todo provinciassobre cuya adhesión a la causa americana no cabía la menor duda (Tunja,Socorro y Pamplona). En consecuencia, y puesto que mal hubieran podidoasimilarse a siervos oprimidos, se trataba, más que de guerras de liberación,de guerras civiles (y así se las designa). En segundo lugar, porque AntonioNariño fue acusado una y otra vez de abrigar ambiciones tiránicas –y aunmonárquicas24–, de modo que revestirlo de cualquier título no podía más quealimentar aquellos incómodos rumores. De ahí que la gaceta ministerial solose refiera a él como “señor”, “excelentísimo señor”, “presidente” o “generalen jefe del Ejército del Sur”, evitando puntillosamente mencionar hasta 1814aun su persistente título de dictador. Algo semejante sucede con las tropas deCundinamarca, a las que no aluden los documentos oficiales ni la gaceta sinocomo “expediciones” o “ejércitos” (“de Ocaña”, “auxiliadora de Vélez”, “delNorte”, “auxiliar al sur”, “al Magdalena”…), independientemente de dónde ycontra quién obraban. En concordancia con estas concepciones, al recibirseen Santa Fe la noticia del triunfo de Calibío, que significó nuevamente eldesalojo de las tropas regentistas de la ciudad de Popayán, una procesióncelebró a Jesús como responsable del triunfo y como caudillo del Estado25.

No obstante, a partir de entonces, comenzaron a tributarse a Nariño en lagaceta oficial elogios y comparaciones hasta entonces inusitados, que leatribuían un renombre “inmortal” y hacían de él un digno sucesor deemperadores romanos como Trajano, cuando no “el patriota más ilustre, másbenéfico, más generoso, más humano y más amante de sus conciudadanos” oun “héroe de la libertad”26. La derrota de las tropas de Cundinamarca en losejidos de Pasto y la captura de Nariño en la refriega acentuaron la evolución yllevaron a declararlo ya sin ambages hijo “primogénito” del Estado,“Libertador”, “padre de la república” y “primer hombre de la NuevaGranada”27, al tiempo que el editor del periódico continuaba celebrándolo,del mismo modo que a Bolívar, como “inmortal”28. Es igualmente entoncescuando el dictador de Cundinamarca se refirió por primera vez a la

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expedición del sur como a un “Ejército Libertador”29.El 12 diciembre de 1814, la incorporación de Cundinamarca a las

Provincias Unidas, tras una exitosa campaña confiada a Simón Bolívar,confirmó la nueva tendencia, sin que pueda decirse por ello que se hiciesepreponderante o que hubiese desterrado por completo los viejos pudores.Todo indica que se trató más bien de una actitud complaciente con respecto algeneral victorioso, que desde la campaña de Venezuela del año anterior seveía a sí mismo como el comandante de unas tropas que restituían en el gocede sus derechos a pueblos oprimidos y empecinados en su servidumbre. Así,la gaceta oficial se refirió al ejército vencedor como “libertador”, perotambién aludió a él como “ejército republicano” y “de la Unión” o como“tropas de la república”; y si llamó en ocasiones “Libertador” a SimónBolívar o lo adornó con el epíteto de “inmortal” o con los motes de “baluartede la libertad” o de “primer militar de la América Meridional”, lo designótambién, de un modo más espartano, como “Excmo. General”, como “S. E.General Bolívar” o como “Ciudadano General”. Por su parte, el ColegioElectoral de la provincia, cuando quiso honrarlo, le confirió el tratamiento de“Ilustre y Religioso Pacificador de Cundinamarca”, título que implicaba unaapreciación muy distinta de sus servicios y que estaba teñido,voluntariamente o no, de cierta ironía, habida cuenta de los excesos a los quese libraron los soldados venezolanos en la provincia. En la misma vena,cuando el gobierno de la Unión decidió premiar al coronel Miguel Carabañopor su papel en la campaña, le confirió un escudo de honor en el que podíaleerse simplemente en letras de oro “valiente en Santa Fe”30.

Como se ha visto, los casos de Cartagena y Cundinamarca presentantrayectorias diversas en cuanto al surgimiento de la consideración delibertador. Conviene, pues, estudiar un tercer ejemplo, el de Antioquia. Lacuestión se abordará brevemente a través de la figura de Juan del Corral, cuyofallecimiento, acontecido el 7 de abril de 1814, fue lamentado por elCongreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada con un decreto quedeclaró al desaparecido presidente dictador “benemérito de la patria y uno desus libertadores”31. Evidentemente no se trataba de un gesto gratuito.Tampoco era una expresión acuñada por el gobierno general. La decisiónestaba sustentada por el Acto de Independencia de Antioquia expedido bajola égida de Corral el 11 de agosto de 1813. Y ello por dos razones:

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primeramente, porque la medida había significado el desconocimiento deFernando VII y la ruptura con España, y en segundo término, porque en eltexto mismo Corral aparece designado como “libertador”32. ¿De qué maneray en qué contexto? Preciso es recordar, para dilucidar la cuestión, que el Actode Independencia antioqueño es posterior a las declaraciones de Venezuela,Cartagena y Cundinamarca, a las que se refiere textualmente, y que, en esesentido, sus redactores consideraron inútil fundar su decisión, pues la veíancomo una emanación neta de la justicia y de la libertad. No obstante suevidente necesidad, la confederación neogranadina seguía absteniéndose decortar los vínculos con la metrópoli. Además, muchos habitantes de laprovincia, “por malicia o estupidez” continuaban contrariando tan urgenteresolución, de suerte que, en lugar de ser un acuerdo unánime o un conciertocómodo, la decisión de separarse de España y de negar obediencia al reycautivo tendría que ser un exabrupto, ocasionando inevitablemente unafractura del cuerpo social. A ella se refiere claramente el Acto deIndependencia al dividir la comunidad antioqueña en dos grupos: el de losque estando profundamente convencidos, ansiaban dar el paso que lespermitiría “llegar al culmen de su dignidad”, y el de los demás, a quienesforzosamente habría que abandonar “a su propia ignominia”. En otraspalabras, de un lado se hallaban los que estaban dispuestos a salir de lacondición degradante en que se hallaban, y del otro los que se acomodabancon la suerte deplorable del siervo. Con el fin de obviar polémicas y disputassusceptibles de poner en peligro la tranquilidad y el orden, tanto máspeligrosas cuanto era ardua la situación del Nuevo Reino, el gobierno deAntioquia se veía en la obligación de encomendar el destrozo de los lazos aunexistentes con España y el monarca reinante a un hombre excepcional, quetomase la voz por todos los ciudadanos del Estado. Solo así podría tomarforma clara el enemigo que se combatía, y solo de aquel modo seemprendería eficazmente la guerra. Esta serie de razonamientos aparecenítidamente en el Acto de Independencia antioqueño, al invocar este laoportunidad de la secesión en vista “de las críticas circunstancias que hanpuesto a la República en la necesidad de crearse un libertador a todo trance”.

En suma, si a Juan del Corral se le concede el título de libertador esporque: 1) la provincia de Antioquia está en una situación injusta deservidumbre que aparenta su suerte a la de un esclavo, 2) porque a pesar de la

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conveniencia de mejorar su condición, muchos ciudadanos siguenentorpeciendo la medida, 3) porque la idea de una invasión punitiva ya no essolo una amenaza proveniente de Quito o Santa Marta sino también deEspaña, toda vez que Napoleón perdía visiblemente la guerra europea, 4)porque en tal situación seguir aguardando el surgimiento de un acuerdogeneral en torno a la independencia resultaba suicida, y 5) porque ante laimposibilidad de una manifestación en toda regla, emanada de laRepresentación provincial, un hombre excepcional debía tomar sobre sí laresponsabilidad de hacer añicos la ligadura con el monarca y con lametrópoli. Corral es, pues, un libertador, es decir un redentor. Dentro delcampo semántico de la esclavitud al que claramente pertenece el título conque se distingue a Corral en el Acto de Independencia, debe repararse en elhecho de que este último no es una manumisión: se trata más bien de unainterrupción violenta y abrupta de la condición servil. En otras palabras,Corral es un libertador porque su accionar hace de él un nuevo Espartaco.

El sentido del Acto de Independencia de Antioquia y de la condición delibertador atribuida en él a Corral puede ser precisado con ayuda de ciertoartículo publicado de manera casi simultánea por un periódico cartagenero.En él la independencia es caracterizada como una ruptura violenta del vínculode servidumbre, que escapaba por naturaleza al imperio de la ley:

La resolución de un pueblo que con la fuerza pretende repeler a su opresor, y erigirse en naciónindependiente, se reduce a estos precisos términos: “yo he sufrido tanto tiempo las cadenas porqueera débil, mas ahora que soy capaz y fuerte bastante para romperlas, quiero ser libre dando aconocer a mi opresor que puedo serlo”. Desde este momento el Señor y el Esclavo entran encontacto y la disputa se remite a la fuerza. Dedúcese de aquí que esta resolución es una cuestiónpuramente de hecho y que el derecho no es entonces más que pasatiempo y vanas palabras quenada significan, porque siendo la ley del más fuerte el único apoyo del sistema colonial, es ociosodemostrar la necedad de entrar en razones con el Señor cuando con hechos, es decir, con la espaday el cañón es que debemos justificar nuestra conducta33.

Se trata de la misma argumentación que soporta el Acto de Independencia,con una diferencia fundamental: el “esclavo” como analogía de un puebloque rompe para siempre el yugo colonial es encarnado en la proclamación dela ruptura de la República de Antioquia por un solo hombre que se pone a lacabeza de una cuadrilla de hombres indecisos34.

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FÉTIDA LISONJA

Cuando se recibió en Antioquia la noticia de la toma de Santa Fe por partedel general Simón Bolívar en diciembre de 1814 y la consecuenteincorporación de Cundinamarca a las Provincias Unidas, el redactor de lagaceta provincial no vaciló en referirse al caraqueño como “divino general”,en concederle el mentiroso epíteto de “invencible” y en recordar complacidoque en las calles de la capital neogranadina se le había vitoreado llamándolo“inmortal”35. Este tipo de zalamerías era lo suficientemente nuevo como pararesultar malsonante y molestar a la audiencia: ¿no entraba en abierta pugnacon la idea de un continente libre? Además, la incauta promoción en unarepública de uno de los ciudadanos por sobre los demás, ¿no podía acasoabrir la puerta a la usurpación y la tiranía? Como lo demuestra la lectura delos mismos periódicos antioqueños, ninguna de estas cuestiones pasabaentonces desapercibida. El autor de un artículo aparecido a finales de mayode 1815 prescribió la necesidad de abandonar la “puerilidad” de “prodigartítulos pomposos” como el de libertador, ángel tutelar o salvador, quepreparaban “insensiblemente el corazón del guerrero al despotismo”. En suopinión, el servilismo era definitivamente el mayor peligro de la revolución:

El amor y la inclinación que naturalmente concebimos por nuestros libertadores, a quienesmiramos como deidades tutelares de la patria, la magnitud del beneficio que recibimos, y más quenada, la falta de experiencia para graduar los límites que debemos poner a las demostraciones denuestra gratitud arrastran involuntariamente nuestro corazón a cierta especie de idolatría queaprovechándose de ella un astuto usurpador, bien puede, sin que lo perciban los mismos pueblos,erigirse en el déspota más absoluto. Conozco demasiado la exaltación de mis conciudadanos porlas cosas maravillosas, su inmoderación en prodigar elogios y ensalzar hasta los cielos al que leshizo un bien, y temo sobremanera, que si no corregimos estos defectos capitales entre hombres queaspiran a ser verdaderos republicanos, alguna vez tendremos que arrepentirnos y derramar amargollanto, cuando ya no sea tiempo36.

Otro periódico antioqueño fustigó también por la misma época la maníaaduladora como una desviación de la revolución, sin dejar de resaltar una vezmás lo peligrosa que podía resultar al acicatear la ambición de los militares:

¡Qué abatimiento! ¡Qué degradación! Jamás hemos hablado de este modo a los déspotas deEspaña, ni nuestros mismos esclavos usan lenguaje tan abatido: ¿extrañaremos después de esto queOvidio y Virgilio llamasen a Augusto su Dios y le decretasen altares? ¿Nos escandalizaremos que

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un adulador de Buonaparte le llamase el todopoderoso emperador? Bien presto rogaremos anuestros generales, como aquellos paganos, a que escojan el lugar del cielo donde quieran mandary nos protejan desde allí con su omnipotente brazo. La mayor parte de nuestros escritores pareceque no tienen otra cosa en que ocuparse sino en tomar el incensario para esparcir los perfumesdelante de sus ídolos. Casi todos nuestros papeles causan náusea por las fétidas exhalaciones de lalisonja37.

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BOLÍVAR LIBERTADOR

Como se ha visto, en un comienzo se utilizó en la Nueva Granada el título de“libertador” con cuentagotas y reservas. No obstante, para 1815 la palabra seprodigaba con una frecuencia que chocaba con la ortodoxia republicana y serefería sobre todo a militares. ¿Cómo explicar tal cambio? Para responderesta pregunta clave es preciso dirigir la vista hacia Venezuela, cuya influenciaprimordial se ha señalado ya en lo relativo a los Estados de Cartagena yCundinamarca.

En efecto, el 14 de octubre de 1813 Simón Bolívar recibió en Caracas “eltítulo de Libertador” de mano de las autoridades civiles y del cabildo de laciudad, que lo proclamaron además capitán general del ejércitoindependentista. Estos honores fueron posteriormente aprobados yobedecidos por los demás jefes militares revolucionarios de oriente yoccidente, con lo que la suprema potestad militar y política que veníaejerciendo el caraqueño ya desde hacía un tiempo adquirió plena validez.Ocho días más tarde Bolívar instituyó la orden de Libertadores “como premioy estímulo a las virtudes militares” y para hacer extensiva a sus compañerosde armas “la reputación que había adquirido”, es decir, la onerosa condiciónque le atribuyeron las autoridades de la capital de Venezuela. La dignidad deoficial independentista o de soldado heroico no aseguraba por sí sola lapertenencia a aquella sociedad selecta. El ingreso estaba marcado por unacondecoración cuyo símbolo era “una estrella con siete radios,correspondientes a otras tantas provincias”38 de que se componía el Estado.Tales decisiones marcaban una ruptura evidente con la primera república,cuyas autoridades habían ordenado que en la confederación nadie tendría otrotítulo ni tratamiento público que el de ciudadano, “única denominación de loshombres libres”39. Así mismo, es importante referir que Bolívar buscópropalar en la Nueva Granada las nuevas ideas, confiriendo la venera de laorden por él creada a hombres como Antonio Nariño, convertido desdeentonces y de manera oficial en “Libertador de Venezuela”40 (ilustración 8).

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ILUSTRACIÓN 8

Medalla de la orden de los libertadores de Venezuela (ca. 1813). Fundición,ensamblaje y soldadura (metal y tela), 4,05 x 1,73 cm. Colección Museo Nacional deColombia, reg. 182.

A diferencia de Antioquia y Cundinamarca, donde las tropas realistas no

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pasaban de ser una amenaza –ciertamente palpable, pero ausente del territoriodel Estado–, en Venezuela estas habían combatido con éxito la repúblicahasta aniquilarla enteramente en julio de 1812. El mayor responsable deltriunfo había sido el canario Domingo Monteverde, un capitán de fragata quesupo imponerse como cabeza de los contrarrevolucionarios sumando untriunfo tras otro y desafiando a sus superiores. Estos éxitos fueron premiadospor la Regencia, que no solo lo condecoró con el título de capitán general deVenezuela sino también con el de Pacificador. No obstante, resultó imposiblerestablecer la concordia y aquietar los ánimos, pues los vencedores violaronsin sonrojo las capitulaciones, se libraron a una feroz represión que produjoen pocos días cientos de arrestos y destierros, y se entregaron a unaimprudente rapacidad. Para colmo, y a pesar de que se juró la Constituciónespañola a principios de diciembre, las leyes fueron burladas y laarbitrariedad sola decidió la suerte de personas y bienes. No es de sorprender,pues, que muchos sintiesen ser víctimas de una tiranía degradante ni queviesen, en realidad, como conquistador al Pacificador loado por la Regencia.En tales circunstancias revivió el decaído fervor por la causa revolucionaria,de suerte que cuando Simón Bolívar entró triunfante en Caracas el 7 deagosto de 1813 tras una breve y exitosa campaña fue recibido entre vítores yaplausos por “un pueblo numeroso que le apellidaba libertador de su país”41.

En suma, la devastación provocada por las tropas realistas responsables delaniquilamiento del régimen republicano en Venezuela en 1812 permitió quesus habitantes asimilaran la suerte del país a la de un cautivo, es decir, a unhombre esclavizado tras su derrota en combate. En consecuencia, las tropasrevolucionarias triunfadoras podían ser llamadas lógicamente libertadoras,título que se dio también a los oficiales que las comandaban. Existiendo, noobstante, diversos jefes que podían pretender la conducción suprema de lasfuerzas independentistas, la designación de Simón Bolívar como elLibertador por antonomasia era sobre todo una estrategia política destinada aconferir legitimidad a su autoridad y a establecer una unidad de mando.

Los realistas no tardaron en burlarse del título concedido a Simón Bolívary a sus principales oficiales. José Domingo Díaz, que había tenido a su cargola redacción de la gaceta caraqueña tras la caída de la primera república y quepuede caracterizarse como el primer publicista de la contrarrevolución, lohizo una y otra vez en las cartas que imprimió desde su exilio en Curazao con

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el fin de contrarrestar la propaganda revolucionaria. En ellas trastocó lacondición atribuida al jefe de los independentistas para denunciar la queconsideraba ser la verdadera identidad de este (El Inhumano, El Cobarde, ElBárbaro, El Sacrílego, El Insensato y, sobre todo, El Tirano y El Déspota) yla de sus hombres, asimilados a una “gavilla de monstruos”, a una “horda deperversos” o a una “asociación de malvados”. En síntesis, se trataba, porparte de los insurgentes, de una descarada manipulación que disfrazaba con elmanto de la libertad la subyugación de los pueblos de Venezuela42.

El desplome de la efímera Segunda República de Venezuela suscitótambién acerbos cuestionamientos desde el bando patriota sobre la conductade Bolívar y sobre el sustento real de la consideración de Libertador que se lehabía otorgado. La defensa que de su actuación pronunció el caraqueño desdeCarúpano constituye un documento esencial para comprender tanto lasignificación del título, como la evolución de las concepciones políticas delos revolucionarios. En ella, Bolívar responsabilizó a los pueblos depravadosde Venezuela y a su “inconcebible demencia” de la derrota padecida:

la destrucción de un gobierno cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos, la subversiónde principios establecidos, la mutación de costumbres, el trastorno de la opinión y elestablecimiento en fin de la libertad en un país de esclavos, es una obra tan imposible de ejecutarsúbitamente que está fuera del alcance de todo poder humano; por manera que nuestra excusa deno haber obtenido lo que hemos deseado es inherente a la causa que seguimos, porque así como lajusticia justifica la audacia de haberla emprendido, la imposibilidad de su adquisición califica lainsuficiencia de los medios43.

Durante la llamada Campaña Admirable, un libertador era un hombrecomprometido en la redención de un país uncido a un yugo extranjero. Trasla caída de la segunda república, la condición se revistió en Venezuela de unsignificado adicional. En adelante, se trataba también de hombrescomprometidos en una lucha quijotesca de redención forzada. En su proclamade Carúpano, Bolívar designó al Congreso granadino, que le había confiadola misión de desalojar a los realistas de Venezuela, como su juez natural ycomo el único capacitado para decidir si había merecido o no el título deLibertador44. No por ello amainaron las críticas, emitidas incluso por algunosde los oficiales que habían tomado parte en la contienda y que criticaron la“general desorganización del ejército”, las contribuciones exageradasimpuestas a los pueblos, el pillaje y el atroz derramamiento de sangre. Más

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que como “Libertadores”, los revolucionarios habían actuado con unainmoralidad y una fiereza peores que las de los españoles, y propias tan solode “Caribes”. ¿Podía ataviarse con la prestigiosa condición en boga ahombres que habían instaurado un “desgobierno liberal”, comportándose, dehecho, como “una porción de dictadores”, guiados solo por su capricho45? Apesar de tales denuncias, Camilo Torres acogió generosamente a SimónBolívar en Tunja avalando en cierta forma su versión de los hechos:Venezuela había sido ciertamente ocupada por los españoles, admitió elmandatario, mas la república continuaba existiendo en la “persona” deBolívar.

El hecho de que cierto “oficial de Venezuela” considerase precisopronunciarse sobre la cuestión a través de la imprenta santafereña, no paravindicar la conducta de sus tropas, sino para defender expresamente lalegitimidad “del nombre de Libertador” conferido a Simón Bolívar enCaracas, puede tomarse por otro indicio certero de la importante mutación encurso y de la desaparición progresiva de ciertos tabúes revolucionarios. Loverdaderamente interesante en el alegato es la creencia de que la campañahabía cumplido una metamorfosis irreversible en el pueblo venezolano,transformando a sus habitantes “de esclavos a libres”. Los emigradosconservaban intacta aquella libertad obsequiada por Bolívar, muy a pesar dela disolución de la república. Los cobardes, los “capituladores”, los “godosdisfrazados” y todos aquellos que habían gozado únicamente de unaredención “aparente”, no importaban, pues estaban, en realidad, por fuera dela “nación”46.

La revolución se imponía así como un movimiento que, para triunfar, encaso de ser necesario, debía contrariar la voluntad extraviada de loshabitantes de la Tierra Firme. Unos cuantos hombres podían conocer la sendade la razón, mas sus labores en el gobierno eran inútiles sin el auxilio de lasarmas. Lo afirmó de manera diáfana el conocido republicano AntonioVillavicencio en una carta interceptada y publicada con placer indecible porlos realistas: sin oficiales veteranos era imposible organizar a losneogranadinos en general, “tártaros”, “árabes”, “cosacos” y “pendejos”, queno querían “ser independientes ni hombres libres”47. A partir de entonces, loslibertadores encarnaban perfectamente la república, porque sin ellos se hacíaimposible la redención de un pueblo que se empecinaba en vivir reducido a

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una condición degradante.

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CANÍBALES

Como se sabe, tras la restauración de Fernando VII en el trono español, lasautoridades peninsulares enviaron a las costas de Venezuela una expediciónmilitar al mando de Pablo Morillo. El ejército estaba compuesto por algo másde 10.000 hombres y se le daba el nombre de “Pacificador” porque se leconfió la tarea de aniquilar una revolución que se concebía como unmovimiento esencialmente sanguinario y anárquico. Esta visión de latransformación política provocó una nueva mutación en la condición de“libertador” y su significado que resultó decisiva para la cristalizacióncolombiana, cuando el título adquirió un peso preponderante en el ámbitopolítico y cuyos efectos persisten en buena medida hasta nuestros días.

La prensa realista tanto en Caracas como en Santa Fe giró en torno a unaidea fija: la revolución fue un subproducto de la Revolución francesa,consecuencia, a su vez, de la Ilustración europea y de su impiedad48. Dichaera es descrita una y otra vez como un cataclismo, como la consecuenciaperversa de la destrucción, en nombre de las ideas abstractas de libertad eigualdad, de los pilares centenarios que aseguraban la marcha apacible deltiempo. Por ello, las imágenes para describir la revolución son siempre lasmismas: ora se trata de un sismo, de una erupción o de una inundaciónfuriosa, ora de un extravío, una larga oscuridad o una ceguera enfermiza; yase la emparenta con una violenta embriaguez, con una convulsión, con undelirio o con una fase de enajenación mental colectiva; ya se la hace vercomo una espantosa y transitoria esclavitud. Dentro de este universodiscursivo tiene especial relevancia la figura del caudillo (y especialmente lade los libertadores), por la sencilla razón de que solo ella permitía conciliar elaspecto a todas luces masivo del movimiento subversivo con la atribución deresponsabilidades contadamente individuales. La propaganda realista insisteuna y otra vez en el hecho de que la revolución fue producto de un engaño, yde que los pueblos marcharon obnubilados por falsas ideas y alucinados porel lenguaje falaz y las fementidas esperanzas vendidas por unos cuantos49.

De un lado, pues, un rey paternal, capaz de hacer cesar los desórdenes y lasdiscordias a través de un Ejército Expedicionario, visto como “iris deconsolación y de paz”; del otro, una gavilla de hombres perversos,

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abanderados de teorías impracticables e imitadores del sistema jacobino. Unejemplo entre muchos de esta caracterización aparece en las primerasproclamas de Morillo a los habitantes del Nuevo Reino: las “disensiones”habían sido promovidas por la “ambición de algunos pocos” (“media docenade abogados” y “otros tantos aventureros de las demás clases”), verdaderos“verdugos” que se solazaban con la “desgracia universal”. Y, puesto que a lageneralidad de los habitantes solo podía reprocharse “falta de energía” paraoponerse a un puñado de sediciosos, las armas del rey habían de combatirúnicamente a estos últimos, mientras protegían a los débiles, esto es, a loscándidos seguidores de sus maquinaciones50. Idénticas ideas se notan en losdiscursos del capitán general Francisco de Montalvo: como los pueblosneogranadinos habían sido “libertados de la opresión en que yacían por lafuerza de los corifeos de la revolución”51, los soldados del soberano eran ydebían comportarse como sus “libertadores”, evitando todo acto de crueldado rapacidad52.

Como se ve, los adalides de la restauración fernandina compartían un rasgoesencial con algunos de los líderes republicanos de los meses finales delinterregno: en uno y otro bando la revolución es concebida como asunto deunos cuantos. La diferencia estriba en que, para los abanderados del rey, lasmuchedumbres estaban compuestas por hombres incautos y oprimidos,mientras que para los rebeldes se trataba sobre todo de individuosembrutecidos, incapaces de discernir el bien del mal y de luchar por su propiaredención. De hecho, las similitudes retóricas entre ambas orillas van muchomás allá, al punto que la pugna propagandística es esencialmente semántica,esto es, una batalla por el empleo de ciertas expresiones y conceptosfundamentales. Las tropas del rey combaten la “opresión” y,consecuentemente “libertan” territorios y dan inicio a una “regeneraciónpolítica”. De manera coherente, sus oficiales máximos son catalogados como“redentores” o “libertadores”, mientras que los jefes revolucionarios quereivindicaban tal título son llamados “intrigantes y facciosos”, “caníbales”,“conquistadores”, “sátrapas” o “mandones”; es decir, a un tiempo la imagenfidedigna del hombre arribista y sanguinario, del déspota o de las autoridadestradicionales de los pueblos de indios, que regentaban y abusaban de vasallosdesprovistos de luces53. En cuanto a Bolívar, es denostado como “arlequín”,“monstruo”, “risible libertador” o “ambicioso mentecato”, cuyo nombre

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inspiraría “horror a las generaciones futuras” y sería mirado como “la másterrible injuria”54.

Esta disputa por las marcas de prestigio del siglo no se limitó a la TierraFirme. En Chile, al igual que en el Alto Perú, se concedió la condición de“libertadores” a los hombres que vencían a las tropas revolucionarias y lasexpulsaban de un territorio determinado. Así, el 21 de octubre de 1814 elcabildo de Santiago remitió un oficio al virrey Abascal en el que, trasrecordar la “esclavitud y la opresión” en que había vivido el reino comoconsecuencia del régimen instaurado por los revolucionarios, indicaba haberrecibido a los soldados fernandinos como a sus “libertadores, con los signosmás expresivos de contento”55. Entre tanto, la Gaceta del Gobierno insistíaen el carácter minoritario de la revolución derrotada y caracterizaba a suslíderes como meros “tiranos”56.

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PRÓFUGOS VENTUROSOS

La figura del Libertador militar, surgida en Venezuela con el establecimientode la efímera segunda república, se impuso definitivamente con la campañade 1819, que consiguió la expulsión de los realistas de la mayor parte de laNueva Granada. Un examen del primer año del Correo del Orinoco así lodemuestra57. En efecto, en la publicación oficial del gobierno revolucionariode Venezuela se habla ciertamente en el segundo semestre de 1818 de“Ejército Libertador de Venezuela” o “de Nueva Granada”, pero no seemplea casi nunca la voz que nos incumbe para referirse a los principalesoficiales del ejército, y jamás en singular para aludir al presidente de laRepública, a quien se llama sin más “Jefe Supremo”. No obstante, casi todoslos elementos que posteriormente estarán asociados a la condición de“Libertador” aparecen ya con nitidez: Fernando VII es Calígula, Nerón oTiberio; el gobierno español es tildado de “gótico”, “exterminador” o“antropófago”; los peninsulares son esto último, así como “carnívoros”,“salvajes”, “hotentotes” y “caribes”; sus gacetas son calificadas de“berberiscas”, y Pablo Morillo es “Atila”, moderno duque de Alba o nuevoRobespierre58. En suma, de un lado se encuentra una horda deconquistadores incivilizados y sanguinarios; del otro, un pueblo oprimido.Este tenía, no obstante, una característica distintiva: se trataba de una masa dehombres que soportaban impávidos el despotismo sin combatirlo –cuando nodefendían con frenesí sus banderas59–: “Impotentes nuestros opresores paramantener por sí solos las cadenas coloniales, muy pronto hubieran sucumbidobajo el peso de su temeraria empresa, si entre los mismos hijos de Colombiano hubiesen hallado la fuerza que les faltaba”60. ¿Cómo explicar semejanteapatía? El hábito de la servidumbre generaba, en opinión de losrevolucionarios, conductas viciosas y tenaces, inmunes a la razón61. Enconsecuencia, y por “una voluntad presunta y natural”, estaban facultados“para obrar extraordinariamente en su favor” los pocos que habían tomado lainiciativa de combatir la “tiranía”, y que recibieron, precisamente, el nombrede “libertadores” en el “Reglamento para la segunda convocación delCongreso de Venezuela”62. A pesar, pues, de que el redactor de la gaceta encuestión se esforzó por impugnar en otro lugar la pretendida “incapacidadCopia privada. Exclusiva para uso académico

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moral” que algunos europeos achacaban a los habitantes de la Américameridional para gozar de la independencia63, es claro que los líderesrevolucionarios venezolanos se concebían a sí mismos no solo como elperfecto opuesto de los “usurpadores” y “conquistadores” venidos de España,sino también como la vanguardia de un ejército reducido (“puñados dehombres desarmados y aun desnudos, pero animados de la Libertad”64),como los conductores legítimos de un pueblo indiferente, pervertido por eldespotismo.

A comienzos de 1819, con la instalación del Congreso de Venezuela enAngostura (15 de febrero), la condición de los “libertadores” cobró un ímpeturenovado y adquirió rasgos inéditos. El retiro a los “inmensos desiertos” delos Llanos y “los rigores del desamparo y de la miseria” se convirtieron enparte esencial de su identidad65. La valoración de la experiencia del refugiono era nueva. Procedía de los primeros años de la guerra irregular, cuando loscombatientes patriotas se convencieron de encarnar la república gracias a sussacrificios y a la resistencia armada66. Retomando esta idea en el famosodiscurso pronunciado al instalar la asamblea, Simón Bolívar defendió así lacreación por él decretada de la “Orden de los Libertadores”:

Hombres que se han desprendido de todos los goces, de todos los bienes que antes poseían, comoel producto de su virtud y talentos: hombres que han experimentado cuanto es cruel en una guerrahorrorosa, padeciendo las privaciones más dolorosas y los tormentos más acerbos; hombres tanbeneméritos de la patria, han debido llamar la atención del gobierno.

La república tenía el deber de agradecer a sus fundadores, a aquellos que lahabían instituido contrariando aun la voluntad de sus habitantes yembarcándose en el virtuoso repliegue a las soledades del Orinoco. Enconsecuencia, en opinión de Bolívar correspondía a “los Libertadores deVenezuela […] ocupar siempre un alto rango” en ella como fundadores de unsenado hereditario: “es del honor nacional, conservar con gloria hasta laúltima posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes y esforzados”67.A la postre, el Congreso reunido en Angostura optaría por una cámara altaelectiva, diseño ratificado en Cúcuta en 1821. No obstante, es claro que lapropuesta enunciada por el Jefe Supremo de Venezuela era coherente con eltipo de revolución que creían haber hecho los rebeldes de los Llanos, segúnse desprende de la retórica oficial. El escrúpulo democrático de loslegisladores, ¿no es un esbozo ya de la tensión en la que se debatiría duranteCopia privada. Exclusiva para uso académico

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diez años el experimento colombiano?

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GOBIERNO MIXTO

Siguiendo el ejemplo del Correo del Orinoco, en los boletines impresos porlos revolucionarios sobre la marcha hacia las provincias centrales de la NuevaGranada a mediados de 1819, el ejército revolucionario se tituló “libertador”.No obstante, es sobre todo el 16 de septiembre cuando el apelativo seconsolidó definitivamente. En efecto, en dicha fecha, y en agradecimiento alas tropas victoriosas, una asamblea de notables reunida en Santa Fe declaró alos hombres que las componían “Libertadores de la Nueva Granada” y lesconcedió una cruz de honor bautizada con el nombre de Boyacá (ilustraciones9 y 10). Además, ordenó la erección de una columna a la entrada de laciudad, en donde debía inscribirse el nombre de Bolívar y el de suscompañeros de armas en la batalla decisiva. Por último, la junta organizó unaceremonia solemne en honor al jefe mencionado, quien recibió entre vítoresla condecoración señalada, así como una corona de laurel68.

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ILUSTRACIONES 9 Y 10

A los vencedores de Boyacá, 1819. Fundición, ensamblaje y soldadura (cobre, broncey tela), 2,26 x 1,79 cm. Colección Museo Nacional de Colombia, reg. 192.

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A los vencedores de Boyacá, 1819. Fundición y soldadura (bronce y esmalte), 2,89 x2,89 cm. Colección Museo Nacional de Colombia, reg. 191.

La retórica patriótica contó con la oportuna ayuda los curas, a quienesSantander encargó la prédica de sermones patrióticos tendientes a demostrarque la independencia era conforme a la doctrina de Jesucristo. En ellos SimónBolívar fue comparado con Moisés y con el hijo de Matatías, es decir,elevado a la condición de diputado de la providencia para liberar a la NuevaGranada69. Así mismo, la prensa (y en particular de la Gazeta de Santafé deBogotá) contribuyó a difundir las nuevas ideas. En los periódicos, elsignificado de esta condición de “libertador” seguía siendo básicamente elmismo que seis años atrás, cuando las autoridades de Caracas se laconfirieron oficialmente a Bolívar por primera vez: la Nueva Granada,reducida por los españoles a un vil estado de servidumbre o a una muerte“para el mundo político” había “revivido bajo el sistema militar” en loscampos de Boyacá70. Esta vez, sin embargo, la reivindicación del papel delos “libertadores” tenía una motivación algo diferente: si seguía tratándose,por una parte, de componer una imagen repugnante de los realistas comoconquistadores, esto es como invasores asesinos; por otra se buscaba

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justificar el gobierno provisional implementado por Simón Bolívar. Encuanto a lo primero, la propaganda patriota del segundo semestre de 1819 seocupó con mucho esmero de confeccionar un paralelo entre los libertadores ylos pacificadores (siempre designados como tales en bastardilla oacompañados de epítetos denigrativos), que invertía el sentido de la duplaexplotada ya con frecuencia por las gacetas de la Restauración en la TierraFirme: de un lado “regeneradores” compasivos y virtuosos adalides de lacausa de la humanidad; del otro un “Ejército devastador” y “feroces agentesdel rey de España” o del “despotismo”, “caudillos de la devastación”,“verdugos”, “tiranos”, “caribes”, “antropófagos”71 y, antes que nada,“godos”, esto es, el prototipo mismo del conquistador bárbaro y devastador,palabra que terminaría imponiéndose sobre todas las demás para designar alenemigo derrotado72.

En lo referente al sistema de gobierno, la insistencia de los órganosindependentistas en el papel primordial del “Libertador” y en el subsidiariode los “libertadores” buscaba legitimar la autoridad temporal del presidentede Venezuela en el Nuevo Reino y evitar la resurrección de los gobiernosprovinciales y de la federación neogranadina tal y como habían existido hasta1816. Como la “esclavitud” pasada había sido causada por la “apatía”, la“intriga”, los “vicios” y la “desunión” de la mayoría”73, correspondía a loshombres señalados, que habían conseguido derrotar a los opresores trasnegarse a aceptar el yugo fernandino, indicar la senda que debía tomar larepública. Los “libertadores” no solo eran, entonces, el reverso de los“Pacificadores”, también eran (los solos) revolucionarios avisados:

Un Gobierno enérgico es el único que nos puede conducir al término de la carrera que nos hemospropuesto […]. ¡O[h,] tiempo aquel que perdimos en disputas frívolas, en discusiones triviales ycontiendas pueriles! [¡]O[h,] días aquellos que nos vieron combatir unos contra otros con unencarnizamiento vergonzoso! [¡]Y qué de sangre, y de lágrimas se hubieran ahorrado si con másprudencia os hubiésemos sabido emplear! Aprended compatriotas, en vuestras mismas desgracias;aprended de ese pueblo venezolano, que a pesar de algunas diferencias, y de haberse visto obligadoa combatir sin jefe, jamás un soldado de la República ha disparado su arma contra otro soldadoalistado bajo unas mismas banderas. No penséis en otra cosa que en salvaros de la dominaciónespañola […]. El día en que vuestra patria sea absolutamente libre, tiempo os resta para meditarelevarla al grado de Libertad que más se acerque a la perfección74.

Si las reformas tardaban, si el gobierno carecía “de la forma representativa delos pueblos libres” y si se mantenían las rentas y las leyes del régimen

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español, ello se debía a que solo convenían el vigor y la concentraciónmientras culminaba la guerra de independencia. Los ministros que auxiliabana Santander en la administración de las provincias libres de la Nueva Granadadefendieron en sus informes de fin de año la naturaleza híbrida de lasinstituciones adoptadas, recurriendo nuevamente a la metáfora del esclavo y ala inconveniencia de hacer gozar a este abruptamente de las dulzuras de lalibertad. Estanislao Vergara, encargado del departamento del Interior y deJusticia, invocó incluso el ejemplo de los arcontes perpetuos griegos y de loscónsules romanos75. El de los libertadores era, pues, el gobierno mixto quemediaba entre la monarquía y la perfecta república.

Únicamente se encuentran en la gaceta de la capital neogranadina tímidasreservas al sistema militar. Ellas tuvieron lugar durante las últimas semanasde 1819, cuando aún se desconocía la manera en que habían de unirseVenezuela y la Nueva Granada y comenzaba a temerse que esta república(pues como tal se consideraba) fuese subyugada por aquella. El asuntomerece citarse brevemente porque ayuda a definir los contornos de la figuradel Libertador como perfecto opuesto del usurpador y el conquistador. En elnúmero del 19 de diciembre se reprodujo sin comentarios en la Gazeta deSantafé de Bogotá el discurso pronunciado el 12 de junio de 1819 ante elCongreso de Venezuela por José María Vergara, uno de los cincorepresentantes de la provincia del Casanare en dicha asamblea. Se trataba deun pronunciamiento en contra de toda agregación inconsulta a la vecinarepública de la Nueva Granada, que en ningún caso podía reputarse como un“país conquistado”. Por ello, a los jefes militares encargados de la campañadebía prescribírseles una conducta “fraternal” y “generosa”, así como elrestablecimiento provisional de los gobiernos provinciales. En síntesis, launión solo podría ser el fruto de la expresa voluntad de los habitantes deambos países. De lo contrario, advertía, cuál no sería el “sentimiento” y la“desesperación” de los neogranadinos,

si, lejos de ver los conductores de su libertad, ven unos nuevos opresores que abusando de su malesquieren imponerles la ley! Algunos se someterán, pero la generalidad prolongará los males de laguerra, y con ellos las desgracias del país: unos formarán una república separada, otros, huyendode la guerra civil se precipitarán en manos del enemigo76.

El 26 de diciembre de 1819, el editor de la gaceta neogranadina dejó a unlado la paráfrasis y libró sus aprensiones sin rodeos. Quienes se nombrabanCopia privada. Exclusiva para uso académico

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“libertadores” no podían “tiranizar y oprimir a sus semejantes” ni gobernarlos“con el código de la arbitrariedad”. Tal conducta monstruosa solo podíaesperarse de los españoles:

Los héroes que harán honor eterno a la revolución política de la América, jamás han pretendidosubyugar los pueblos ni quitarles las cadenas que les hacía arrastrar el gobierno español pararemacharles otras. Sea monumento eterno de esta verdad la conducta del Gobierno de BuenosAires, y la del General Libertador de Chile, cuando la batalla de Chacabuco dio la libertad aaquella república. Ella no fue borrada de la lista de los pueblos libres, y hoy ocupa su rangocorrespondiente. Séalo también el convenio firmado entre los gobiernos de Chile y Buenos-Airespara garantir la LIBERTAD ABSOLUTA del Perú y el derecho de darse un sistema de Gobiernoanálogo al general, que ha proclamado la América toda. Séalo la convocatoria que el generalBOLÍVAR hizo de los Representantes de Venezuela para instalar un Congreso, ante cuyo augustocuerpo dimitió por repetidas veces la autoridad suprema que obtenía. Séalo, en fin, la conductagenerosa que ha observado en la N[ueva] G[ranada] el mismo BOLÍVAR, declarando a la faz delmundo que no venía en pos de la gloria y del poder, sino a libertar a sus compatriotas, y sellandocon el carácter de provisionales todos los derechos y providencias que la urgencia de lascircunstancias demandaban para organizar un sistema […]. ¡Granadinos! Regocijaos en vuestrasuerte, y gloriaos de que vuestro LIBERTADOR jamás manchará los ilustres días que han honradosu carácter y harán eterna su memoria77.

¿Es acaso una casualidad que a comienzos de enero de 1820 Francisco dePaula Santander expidiera un decreto fijando el sello de la “República de laNueva Granada”78? Al revestir al territorio de su mando con las atribucionesde la soberanía, su intención era sin duda prevenir la usurpación. No obstante,pocos días después desaparecerían las suspicacias, al conocerse en la capitalla Ley Fundamental que creó la República de Colombia y convocó unaconvención encargada de perfeccionar sus instituciones.

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ENGAÑOSA LEGIÓN

A decir verdad, algo había cambiado también fundamentalmente en el pueblogranadino. Los tres años de la Restauración habían sido una experiencia muydura y suscitado en la generalidad de los habitantes un desprecio inveteradopor las autoridades españolas. Por ello, las tropas revolucionarias fueronacogidas con un entusiasmo sincero y Simón Bolívar, convertido de golpe enel símbolo de la república triunfante y del fin de una época tormentosa,tratado con una veneración tan elocuente y espontánea que a él mismo leresultaba sorprendente. La gente salía a su encuentro en grupos nutridos,aclamándolo, abrazándolo y bañándolo en lágrimas; cantando himnos en suhonor, poniendo coronas de flores sobre su cabeza y brindándole banquetes yfestejos. Tal era la unanimidad del júbilo y de las demostraciones de afectoque para recorrer a finales de septiembre de 1819 los 180 kilómetros queseparaban a Santa Fe de Puente Real, le fueron precisas no menos de seisjornadas79. Sin este sentimiento generalizado –verdaderamente popular– deestima y agradecimiento, que los contemporáneos llamaban “espíritupúblico”, los esfuerzos de los gaceteros patriotas hubieran resultado vanos, yflor de un día la condición grandilocuente de “Libertador” atribuidaoficialmente a Bolívar y a sus compañeros de armas.

En efecto, el 6 de enero de 1820, el Congreso de Venezuela, convencido dela necesidad de hacer “un reconocimiento nacional” a los militaresresponsables de la toma de Santa Fe, expidió un decreto por medio del cualSimón Bolívar, como jefe de ellas, fue condecorado con el título deLibertador. En adelante, usaría de él “en todos los despachos y actas degobierno, anteponiéndolo al de presidente”, aunque, por tratarse de “unapropiedad de gloria”, le pertenecería independientemente de su permanenciaen los “negocios públicos”. Otro artículo del decreto en cuestión ordenóponer un retrato de Bolívar en el solio del Congreso con una inscripción enletras de oro en la que además de “Libertador de Colombia”, se le llamaba“padre de la patria” y “terror del despotismo”. No obstante, el Congreso deVenezuela reconocía que en esta labor no había actuado en solitario. Todoslos individuos que participaron en la campaña feliz que concluyó con la tomade Santa Fe, incluyendo a aquellos que habían fallecido en el tránsito y a los

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civiles (ya fueran hombres o mujeres) que se hubieran distinguido porservicios descollantes a la causa, fueron “declarados y reconocidos porlibertadores de Cundinamarca”. Como tales se les distinguió, mandandoinscribir sus nombres en la columna decretada por la Asamblea de Bogotá yordenando que se les condecorase con una medalla en que debía grabarse yesmaltarse su nombre: la de los oficiales y empleados sería de oro,guarnecida con esmeraldas, y la de los soldados y ciudadanos sin destinopúblico, de plata sola. Todos la llevarían pendiente del ojal de la casaca,pudiendo también portarla pendiente del cuello las viudas de los militaresmuertos en la campaña80. Conviene anotar que el ejemplo dado por laasamblea de notables de Santa Fe y el Congreso de Venezuela sería replicadoen su momento por las ciudades de Caracas y Quito (ilustración 11).

¿Qué lugar ocuparon en la escena pública los centenares de “libertadores”de Cundinamarca, Venezuela y Quito? Para resolver este interrogante, espreciso señalar que en el segundo semestre de 1819 había surgido un uso másdespreocupado de la condición del Libertador por antonomasia, empleadapara referirse a un hombre que comenzaba a ser caracterizado sin sonrojocomo “inmortal”, “ángel tutelar”, “instrumento de los cielos” y autorexclusivo de la “regeneración” neogranadina81. Ciertamente, asomaba enocasiones cierto embarazo, como cuando el editor de la gaceta santafereñacreyó bueno justificar los festejos del 18 de septiembre en honor a Bolívarcomo “honores del triunfo a imitación de la República antigua, que supo seragradecida a los que la elevaban al más eminente grado de Gloria y deprosperidad”82. No obstante, y en contravía con el decreto del Congreso deVenezuela, en la práctica resultaba falsa la idea de una legión de“redentores”, que cedió muy pronto su lugar al culto de un solo hombre. A lomás puede hablarse de un grupo privilegiado que componía la plana mayorde la oficialidad colombiana, que no olvidaba encabezar sus despachosrecordando su condición de libertadores de Cundinamarca y/o Venezuela, yque supo usufructuar su veteranía, convirtiéndose en una porción importantede la clase dirigente de la nueva república.

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ILUSTRACIÓN 11

Medalla de Quito a sus libertadores en Pichincha (ca. 1822). Fundición, ensamblaje ysoldadura (bronce dorado), 5,1 x 3,4 x 0,6 cm. Colección Museo Nacional deColombia, reg. 185.

¿Qué decir de los suboficiales y soldados? ¿Es posible confirmar laexistencia de una práctica popular que contradiga la retórica oficial queterminaría por imponerse de un reducido grupo de altos oficialesconsiderados como los padres de Colombia y como responsables del triunfode la revolución? Indudablemente. Así lo indica el caso del “ciudadanoLibertador Sargento Juan Ag[u]ilar”, quien al reclamar sueldos atrasadosCopia privada. Exclusiva para uso académico

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recordó al vicepresidente Santander por medio de una carta garabateada condificultad a finales de 1824 las estrecheces que habían compartido juntos enlos Llanos de Pore e indicó que a pesar de su invalidez y de estar reducido aunas muletas, enseñaba el ejercicio en el cantón en su natal villa del Cocuy83. El rústico veterano de guerra que malvivía lisiado y sin paga, ycontinuaba sirviendo la causa independentista como instructor militardominical, reivindicaba el título que le había conferido la asamblea denotables de Santa Fe como partícipe de la campaña de la Nueva Granada. Lainstantánea que surge de la representación de Aguilar es la de un país decientos de libertadores, orgullosos de su participación en la guerra contraEspaña y respetados y admirados como tales por sus respectivos vecindarios.¿Cuánto peso tenía esta práctica en las altas esferas de la república? A juzgarpor el contenido de las gacetas, muy poco. Uno que otro era homenajeadodurante los festejos organizados anualmente para conmemorar la batalla deBoyacá, como en 1820, cuando Bolívar coronó de guirnaldas a cinco de ellose hizo un brindis elogiando su valor en el campo de batalla84.

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CONCLUSIONES

¿Está toda revolución condenada a la glorificación de sus adalides? Laconfrontación con la experiencia francesa previa al golpe de brumario resultaen ese sentido extremadamente interesante. Desde las primeras etapas, entanto que avanzaba el proceso de desacralización de la figura del monarca, ladesconfianza de los revolucionarios con respecto a los personajesprovidenciales se expresó como un antídoto contra la tentación del cesarismo.En 1791 y 1792 el discurso sans-culotte mantuvo el pudor con miras apreservar el ideal igualitario, en el momento mismo en que comenzaron atributarse homenajes tanto a héroes populares (Marat), como a héroescolectivos y anónimos (los vencedores de la Bastilla, por ejemplo). Noobstante, la celebración atañía ante todo a los mártires de la libertad,identificados cada vez con mayor frecuencia en tiempos del Directorio conlos militares y, especialmente, los jóvenes generales muertos en combate.Hasta la toma del poder por Bonaparte, nadie, pues, a diferencia de losucedido en los Estados Unidos con George Washington, alcanzó en laFrancia revolucionaria el estatus de mito viviente85.

En Venezuela, en cambio, comenzó a imponerse en 1813 un título, que eraen realidad una condición, pues tenía aparejados derechos políticosexcepcionales y entrañaba una militancia perturbadora. Dicha condiciónglorificaba el valor de hombres vivos y, a través de él, la tutela necesaria depueblos pervertidos por el “despotismo” español. La historia que se haquerido rastrear aquí es la de esta inflexión fundamental de la revolución deindependencia, quizás la más importante de todas las que ocurrieron en aquelperíodo de incesantes mudanzas. Como se ha visto, la condición de libertadorsurgió en la Tierra Firme como una desilusión y como una claudicación.Como una desilusión, porque los líderes de la transformación políticasintieron hacia 1813 que no eran secundados en el peligroso combate en quese habían comprometido. Como una claudicación, porque el surgimiento dehombres señalados, que se abrogaban la tarea de redimir a un puebloenvilecido, implicaba por lo mismo el abandono de toda esperanza que nofuera remota de fundar la sociedad entrevista con emoción en un principio.Las páginas precedentes proponen un recorrido que muestra cómo la figura

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civil y plural de los libertadores se hizo esencialmente militar en Venezuelaen 1813 y monolítica tras la exitosa campaña de la Nueva Granada, en 1819.

No obstante, hay dos rasgos comunes que cobijan y enlazan las distintasdeclinaciones de la figura de los libertadores. Se trata, en primer lugar, delperfecto opuesto del usurpador, entendido este último como un conquistadorque somete y aniquila a un pueblo, arrebatándole su existencia política,mientras se libra a una devastación generalizada. Es, pues, el antónimo debárbaro, vándalo o godo. Para decirlo más precisamente, los libertadoresconstituyen el reverso necesario de una tiranía y un despotismo: los queencarnó respectivamente para unos u otros la revolución y la España de lacontrarrevolución regentista o de la restauración fernandina. En segundolugar, los libertadores son los tutores de un pueblo pervertido por eldespotismo: los abanderados de la razón entre hombres envilecidos, queportaban y miraban con indiferencia sus pesadas cadenas. La lucha de loslíderes de la independencia en la Tierra Firme era, en consecuencia, dobleporque los enfrentaba a los agentes de la metrópoli tanto como a sus apáticosconciudadanos.

¿Cómo construir una república que debía su existencia a un escaso grupode hombres purificados por la experiencia del exilio y el combate? ¿Cómoconciliar el acto de la redención con la experiencia cotidiana de la libertad?¿De qué modo podían convivir aquellos modernos Espartacos con cientos demiles de personas a quienes veían como libertos embrutecidos? La instituciónde los libertadores es, ciertamente, el indicio más elocuente del abandono porparte de los revolucionarios de la “perspectiva utopista” en beneficio de un“pragmatismo constitucional” que establecía “una actitud contemporizadoracon lo existente”86. Se trata, así mismo, de un poderoso síntoma de lacontradicción fundamental que aquejó nuestra revolución de independencia:un pueblo que dejaba de ser esclavo, mas no por ello se emancipaba yquedaba bajo la tutela de sus redentores. Esta contradicción capital no fueignorada por los contemporáneos, que denunciaron en ocasiones la mordazaimpuesta a la opinión pública en materias de gobierno y el silencio prescrito alos particulares frente a los abusos de las autoridades. Entre todas aquellasvoces se destaca la del editor de El Insurgente, quien no dejó de fustigardurante la corta vida de este periódico la repulsiva idea de una Colombiaindependiente y esclava al mismo tiempo, cuyos “monumentos de gloria

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elevados en los campos de batalla” podían terminar convirtiéndose en los “dela ignominia de los pueblos”87.

La comparación del caso neogranadino con el venezolano demuestra que sibien en los años 1813 y 1814 hubo un quiebre innegable que hizo atractiva lafigura de los libertadores, la catástrofe del año siguiente y el censurablecomportamiento de Bolívar y sus tropas impidieron que prosperara lainstitución en el Reino. Para que tal cosa tuviese lugar fue, pues, necesaria larestauración monárquica. Los penosos años de la mal llamada Reconquista ysus excesos cotidianos confirieron a las tropas que trasmontaron la cordilleradesde el Casanare una popularidad inédita e hicieron de su comandantegeneral un ídolo aclamado por las multitudes. Por ello parece sensato deteneren 1819 un análisis cuya intención ha sido precisar el surgimiento del títulode “libertador”, así como sus transformaciones a lo largo de una década derevolución. En efecto, con el otorgamiento oficial a Bolívar de dichacondición, en momentos en que era vitoreado de manera entusiasta por lospueblos, se alcanzó una cristalización duradera que serviría de base a todaslas manifestaciones posteriores del culto.

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CONCLUSIONES GENERALES

Desde 1810 los revolucionarios de la Tierra Firme asimilaron los enemigosde su causa a los conquistadores del siglo XVI. A pesar de que los realistastambién echaron mano del tópico de manera enaltecedora, el uso que terminóimponiéndose en 1819 constituye una expresión sintética de la propagandapatriótica en su más burda factura: los enemigos de la revolución eraninvasores europeos, interesados únicamente en devastar, asesinar y esclavizara los americanos. A pesar de su debilidad evidente, tales enunciados fueronretomados por los principales historiadores de la Nueva Granada yVenezuela, y han subsistido hasta nuestros días, como lo indica de maneraelocuente el nombre con el que se conoce aún hoy al período delrestablecimiento de la autoridad fernandina. Seguir empleando la noción deReconquista 200 años después constituye una operación tan descabelladacomo lo sería la adopción del término “pacificación” para los mismos fines.En efecto, ello supondría retomar irreflexivamente una versión amañada –ladel otro bando en pugna– sobre la empresa contrarrevolucionaria y suscribirtodas sus desfiguraciones. Como se ha dicho al comienzo de este libro, no setrata de una vana cuestión de rótulos: se trata de que el período seacolonizado por fin por los estudios históricos.

Así, pues, la noción de Reconquista es del todo insatisfactoria y haproducido una historiografía muy endeble por dos razones: por el escasonúmero de investigaciones consagradas al período y por la fijación macabraque caracteriza a la generalidad de los estudios que a ella se han dedicado.Ambos rasgos están obviamente relacionados y se explican el uno al otro. Silas investigaciones sobre el trienio (1816-1819) son poco abundantes esporque el mito patriota ha demostrado una fortaleza que lo ha hecho inmune alas indagaciones históricas. Así mismo, si persiste el deleite de contarmuertos y, en general, la tendencia de cebarse en la crueldad “española” esporque la historiografía ha sido reacia a estudiar, a espulgar, a enunciar y ajuzgar, intimidada por un poderoso relato broncíneo.

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Para salir del callejón, este libro propone estudiar la Reconquista como unaRestauración. Tal perspectiva permite, en primer lugar, ponderar de maneraprecisa la violencia generada por el restablecimiento de la autoridadfernandina. Al comparar la experiencia neogranadina con la francesa, laholandesa, la española y la italiana, o con las vicisitudes del restablecimientode la autoridad monárquica en Chile y Venezuela, se impone claramente sucarácter inusitadamente violento tanto por sus derivas punitivas (ejecuciones,prisiones, presidios, confiscaciones, trabajos forzados…) como porqueconstituyó una tentativa delirante de borrar manu militari el legado de larevolución.

Pero, ¿fue acaso el excesivo rigor de la Restauración neogranadina unarespuesta a la violencia de los revolucionarios entre 1810 y 1816? Dicho deotro modo, ¿pueden verse los desmanes de la pacificación como unaretaliación? El segundo capítulo ha abordado la cuestión con detalle ydemostrado que los líderes del interregno se caracterizaron por una constantelenidad. A través del estudio del Estado de Antioquia, que constituye un casoúnico en lo relativo a la documentación disponible sobre el período y que fuevisto a partir de 1813 en el ámbito de las Provincias Unidas como un ejemploexcepcional de “energía revolucionaria”, se ha podido establecer que primó laindulgencia frente a los más conspicuos realistas: los cadalsos fueroninexistentes, los destierros y los confinamientos involucraron a un númeromínimo de personas y la configuración de los peninsulares como enemigos dela “causa americana” fue tardía e inoperante. De manera paradójica, pues, unarevolución eminentemente moderada como la neogranadina fue contrariadapor una Restauración que llegó a ser brutal en algunas provincias. Talcontraste explica también el fracaso del restablecimiento de la autoridadfernandina en el Nuevo Reino.

En segundo lugar, el enfoque propuesto en este libro implica convertir eltrienio en un cuatrienio (1815-1819), pues por pura lógica el proceso de laRestauración comenzó en la Nueva Granada cuando se hizo palpable elretorno de Fernando VII al trono español y no cuando llegaron a Santa MartaPablo Morillo y sus tropas. La ampliación temporal es también un ensanchede la paleta convencional, en donde campean el negro y los colorescrepusculares. En efecto, puesto que la restauración fernandina comenzóvarios meses antes del desembarco del Ejército Pacificador, es imprescindibleinteresarse por los hombres que venían dirigiendo dicho esfuerzo merced aCopia privada. Exclusiva para uso académico

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arbitrios concebidos durante los años de la Regencia, cuando la revolución seextendía por la mayor parte del antiguo virreinato y el fisco realistapordioseaba. De la complejidad resultante surge la figura de Francisco deMontalvo, que preservó la ínsula samaria de los embates insurgentes, supoaprovechar las disensiones de los independentistas para recobrar las riberasdel río Magdalena en 1815 –lo que le permitió controlar la navegación de laprincipal arteria comercial del Reino–, e impuso en algunas provinciasneogranadinas una política eficaz de pacificación, a pesar de lapreponderancia militarista. De esta manera, su actuación, que hasta hoy soloha recibido la atención de Juan Friede, se convierte en algo mucho másimportante que un contrapeso a Pablo Morillo y sus miras en cuanto alsometimiento del Reino. Montalvo, junto con sus colaboradores en laAudiencia o en el gobierno de provincias como Cartagena, Antioquia yChocó, no fue inútil dique de contención, sino el protagonista de otraRestauración, no solo contingente sino real y efectiva. Así, el relato de loscadalsos y de un ejército que más que como pacificador actuó como uno deocupación, sin dejar de ser cierto, pierde su eficacia para degradarse en unaverdad a medias, es decir, en una versión acomodaticia y por ello mentirosa.

Algo semejante sucede al estudiar el transfuguismo político. Las víctimasde la Restauración neogranadina fueron muchas, sin duda. No obstante, laconversión de revolucionarios en vasallos fidelísimos constituyó unfenómeno multitudinario, que trascendió los límites de la ínsula montalvianay penetró insidiosamente incluso en los territorios de la más bárbara represiónmilitarista. La corrupción jugó un papel importante en el proceso, mas estetambién se explica por la insuficiencia de letrados. Las rentas, laadministración de justicia y el gobierno en general no podían confiarse aindividuos cuyo único mérito era un fidelismo rancio o su pertenencia alEjército Pacificador. Los conocimientos adquiridos en las universidades y através de una larga práctica en las oficinas del Reino resultabanimprescindibles para echar a andar nuevamente la maquinaria virreinal. Asímismo, el reciclaje de revolucionarios fue producto de las lógicas propias deuna sociedad endogámica en la que contadas familias monopolizaban loscargos públicos y ejercían una influencia irresistible en el ámbito local.

Con todo, la confrontación del Reino de las veletas con la política deolvido implementada por las autoridades de Colombia ofrece una pista clavepara comprender las razones por las cuales fracasó la pacificación fernandinaCopia privada. Exclusiva para uso académico

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y triunfó la revolución en el Nuevo Reino. En efecto, la moderación de losvencedores de 1819-1820 contrasta con el rigor de la Restauración:ejecuciones mínimas, destierros breves, indultos generosos y asimilacióninmediata de autoridades realistas. Del mismo modo, mientras que losoficiales y suboficiales comprometidos con la insurgencia fueronincorporados en el Ejército Pacificador como simples soldados, los militaresrealistas conservaron sus grados o fueron ascendidos al volversecolombianos.

Este libro ha mostrado, por último, las conexiones vitales que existen entrela Reconquista y los libertadores. Renunciar a la primera implica, pues,deshacerse de los segundos, que constituyen, sin duda alguna, el legado máspersistente de la Restauración. Si resulta de por sí absurdo imaginar que unreino entero pueda salir de la “servidumbre” por la acción aislada de un grupode hombres señalados (cuando el desplome súbito de la Restauración en lamayor parte del territorio neogranadino indica que el régimen habíaalcanzado una impopularidad que lo llevó a implosionar), el estudio paralelodel desprestigio de la figura regia y de la consolidación de la calidad de“libertador” hace explícitos los lastimosos basamentos de nuestro mitofundador. Por una parte, los regicidios simbólicos perpetradosabundantemente durante los últimos dos años del interregno neogranadinopermiten vislumbrar para 1816 una radicalización de la revolución que semanifestó, entre otras cosas, en un desgaste considerable de la figura deFernando VII. No obstante, la Restauración significaba ante todo laposibilidad de recomponer el ídolo maltrecho y de asignarle nuevamente ellugar preeminente que había ocupado en el pasado. El hecho de que no hayasucedido así subraya la importancia capital del período en lo que al triunfodel sistema republicano en la Tierra Firme se refiere, ya que, para decirlosucintamente, el rey terminó siendo rematado por sus propios abanderados.

Por otra parte, el surgimiento del grupo de los libertadores demuestra lasprofundas consecuencias políticas que tuvo la fallida pacificación fernandinaen la fábrica de la República de Colombia y en el destino de la NuevaGranada durante buena parte del siglo XIX. La experiencia traumática deaquellos años hizo posible la unión del Nuevo Reino y Venezuela bajo unmismo gobierno e implicó una extensa militarización de la sociedad. En talcontexto, las tropas independentistas fueron vistas como exclusivasresponsables de la destrucción del régimen fernandino y se revistió a susCopia privada. Exclusiva para uso académico

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comandantes de un prestigio ponzoñoso. En realidad, unas y otros habíansido un mero instrumento, algo así como la chispa de una conflagraciónpreparada muchos meses atrás. La euforia generada por el acontecimientopermite comprender el equívoco, mas solo en parte, pues él obedeció tambiéna la urgencia de ocultar la versatilidad culpable de las veletas y de legitimarun grupo dirigente.

Una república que ha dejado atrás su debilidad inicial y que no teme yainvasiones de su antigua metrópoli ni revueltas monárquicas de sus habitantesno debe prolongar ad nauseam homenajes serviles, por muy efectivos quesean políticamente. En la conciencia de una libertad adquirida y noobsequiada a trompicones se halla el único antídoto posible contra estadevoción degradante. Para ello también sirve la historia.

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ANEXOS

TABLA 6.LOS DESAFECTOS DE ANTIOQUIA

NOMBRE CONDENAJosé Bernardo del Campillo Destierro y embargo de sus bienesFrancisco González de Acuña Destierro y embargo de sus bienesJosé María Zuláibar Destierro y embargo de sus bienesPbro. Orozco Destierro. ¿Embargo de sus bienes?Doctor Faustino Martínez Destierro. ¿Embargo de sus bienes?

TABLA 7.LOS DESAFECTOS DE MARINILLA

NOMBRE CONDENA DEL SUBDICTADOR CONDENA DEL SECRETARIORESTREPO

Gaspar Moreno Destierro del Estado y embargo desus bienes

Confirmada

Juan Herreros Destierro del Estado y embargo desus bienes

Confirmada

José María de laCalle

Destierro del Estado y embargo desus bienes

Confirmada

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TABLA 8.LOS DESAFECTOS DE PRIMERA CLASE RIONEGRO

NOMBRE CONDENA DEL SUBDICTADOR CONDENA DEL SECRETARIORESTREPO

FranciscoCampuzano

Destierro del Estado por un año yembargo de sus bienes.

Confirmada

Diego Rendón Destierro del Estado por un año yembargo de sus bienes.

Confirmada

Manuel Sanín Destierro del Estado por un año yembargo de sus bienes.

Confirmada

Félix de Rojas Destierro perpetuo del Estado y embargode sus bienes.

Confirmada

Pedro deElejalde*

Destierro perpetuo del Estado y embargode sus bienes.

* Condenado directamente por el presidente Corral.

TABLA 9.LOS DESAFECTOS DE SEGUNDA CLASE DE RIONEGRO

NOMBRE CONDENA DEL SUBDICTADORAlejandro Palacio Contribución de 1.000 pesos de plataJerónimo Palacio Contribución de 1.000 pesos de plataJosé Campuzano Contribución de 1.000 pesos de plata

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TABLA 10.LOS DESAFECTOS DE PRIMERA CLASE DE MEDELLÍN

NOMBRE CONDENA DEL SUBDICTADOR CONDENA DELSECRETARIO RESTREPO

Pedro M.Rodríguez

Extrañamiento perpetuo

Juan F.Obeso

Aumento de un año dedestierro

José Obeso Reo ausente. Destierroperpetuo

RafaelGónima

Destierro conjunto del Estado por un año yconfiscación de bienes.

Destierro de tres años

José AntonioLema

Reo ausente. Destierroperpetuo

ManuelGonzález

Aumento de un año dedestierro

JoaquínSañudo

Aumento de un año dedestierro

José MaríaPasos

Reo ausente. Destierroperpetuo

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TABLA 11.LOS DESAFECTOS DE SEGUNDA CLASE DE MEDELLÍN

NOMBRE CONDENA DEL SUBDICTADOR CONDENA DEL SECRETARIORESTREPO

AntonioPiedrahita

Confinamiento a su casa de campo ycontribución de 6.000 pesos de platapara los gastos de la guerra.

Contribución demediada yconvertida en empréstito forzoso,confinamiento suprimido.

Antonio delValle

José delValle

Carlos Vegal

Contribución de 1.000 pesos de plata acada uno y serio apercibimiento para losucesivo.

Confirmada

CristóbalSantamaría

Apercibimiento, confinamiento a laparroquia de Santa Rosa, suspensióntemporal de su empleo.

Confirmada

Miguel dela Sierra

Confinamiento a la montaña deRiogrande, suspensión temporal de suempleo.

Confirmada

VicentePinillos

Destinado a las milicias en clase desoldado.

Confirmada

Pbro.Manuel dela Peña

Obligación de exhortar a susconciudadanos a servir a la patria.

Confirmada

MarianoPontón

Contribución de 4.000 pesos de plata,apercibimiento con pena de la vida.

Contribución demediada yconvertida en empréstito forzoso.

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BIBLIOGRAFÍA

ARCHIVO

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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (AGN), Sección Colonia, Empleadospúblicos de Antioquia, t. 9; Mejoras materiales, t. 5 y 10; Miscelánea dela colonia, t. 53 y 83.

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891, 898-900, 924, 1027, 1028 y 5099.

ARCHIVO HISTÓRICO DE MEDELLÍN FONDO CONCEJO, t. 85 y 86.

ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL DE CHILE MINISTERIO DEL INTERIOR, t. 26.

ARCHIVO HISTÓRICO RESTREPO (AHR) Fondo I, vol. 7 y 11; Fondo VIII, vol. 7;Fondo IX, vol. 4 y 14; Fondo XI, vol. 8.

NOTARÍA ÚNICA DEL CÍRCULO PROTOCOLOS NOTARIALES DE LA CIUDAD DEANTIOQUIA, 1816.

REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA (RAH) Colección Pablo Morillo, legajos9/7710-9/7712 y 9/7714.

SERVICE HISTORIQUE DE LA DÙFENSE, BB4, t. 418.

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PERIÓDICOS

La Aurora

El Censor

El Chasqui bogotano

El Cometa

Correo del Orinoco

Década Araucana

El Eco de Antioquia

Estrella del Occidente

Gaceta de Colombia

Gazeta de Cartagena de Indias

Gazeta de la Ciudad de Bogotá

Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada

Gazeta de Santafé de Bogotá

Gazeta Ministerial de Cundinamarca

Gazeta Ministerial de la República de Antioquia

Gazeta Real de Cartagena de Indias

El Insurgente

El Mensajero de Cartagena de Indias

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El Neogranadino

Registro Público

El Zurriago

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FUENTES IMPRESAS

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NOTAS AL PIE

INTRODUCCIÓN

1 JOSÙ MANUEL RESTREPO, Historia de la Revolución de la República deColombia en la América Meridional, BESANZÓN, JOSÙ JACQUIN, 1858, t. 1;DANIEL GUTIÙRREZ ARDILA, Un Nuevo Reino. Geografía política, pactismo ydiplomacia durante el interregno en Nueva Granada (1808-1816), Bogotá,Universidad Externado de Colombia, 2010; ISIDRO VANEGAS USECHE, LaRevolución neogranadina, Bogotá, Ediciones Plural, 2013.

2 TIMOTHY E. ANNA, España y la Independencia de América, México, FCE, 1986,pp. 149-182.

3 ANTONIO RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general don Pablo Morillo, primerconde de Cartagena, marqués de La Puerta (1778-1837), Madrid, EstablecimientoTipográfico de Fortanet, 1910, t. 1; STEPHEN K. STOAN, Pablo Morillo andVenezuela, 1815-1820, Columbus, Ohio State University Press, 1974, pp. 64-68;GONZALO M. QUINTERO SARAVIA, Pablo Morillo, general de dos mundos,Bogotá, Planeta, 2005.

4 MICHAEL P. COSTELOE, Response to Revolution. Imperial Spain and the SpanishAmerican Revolutions, 1810-1840, Cambridge, Cambridge University Press, 1986,pp. 52-116.

5 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 348-417; JOSÙ MANUEL GROOT,Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, escrita sobre documentosauténticos, Bogotá, Imprenta i Esterotipia de Medardo Rivas, 1869, t. 2, pp. 405-428; RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…; OSWALDO DÍAZ DÍAZ, Lareconquista española, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1964, t. 1, pp.43-91; QUINTERO SARAVIA, Pablo Morillo, general de dos mundos….

6 Sobre esta noción, GUTIÙRREZ ARDILA, Un Nuevo Reino….

7 Discurso político moral sobre la obediencia debida a los reyes y males infinitos dela insurrección de los pueblos. Predicado en la catedral de Santafé por el D. D. A.L [Antonio de León], prebendado de aquella Santa Iglesia, año de 1816, Santa Fe,Imprenta de Don Bruno Espinosa por Nicomedes Lora, 1816 en: Archivo General

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de la Nación (en adelante AGN), Sección Archivo Anexo, Fondo Gobierno (enadelante SAAG), t. 31, f. 109.

8 Esta tesis es defendida por diversos protagonistas de la revolución. Restrepo, porejemplo, quien en diferentes puntos de su Historia asevera que los pueblos“generalmente deseaban el regreso de los españoles para descansar, según decían,de las fatigas y penalidades de la guerra y sus consecuencias”, Historia de laRevolución…, t. 1, pp. 398, 404, 421, 443.

9 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, pp. 539-548, 526-554; JUAN FRIEDE,La batalla de Boyacá -7 de agosto de 1819- a través de los archivos españoles,Bogotá, Banco de la República, 1969.

10 JOSÙ DOMINGO DÍAZ, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Caracas,Academia Nacional de la Historia, 1961, p. 361.

11 BRIAN R. HAMNETT, La política española en una época revolucionaria, México,FCE, 2011 (2.ª edición), pp. 238-257.

12 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 3, pp. 23-24, 29-32 y 45-53; DÍAZ,Recuerdos de la rebelión de Caracas…, pp. 365-367; STOAN, Pablo Morillo andVenezuela…, pp. 222-232.

13 JOHN LEDDY PHELAN, El pueblo y el rey: la revolución comunera en Colombia,1781, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980.

14 JUAN FRIEDE, La otra verdad. La independencia americana vista por losespañoles, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979 (3.ª ed. revisada).

15 STOAN, Pablo Morillo and Venezuela...

16 ANNA, España y la Independencia de América…

17 COSTELOE, Response to revolution…

18 SERGIO MEJÍA MACÍA, La revolución en letras. La Historia de la Revolución deColombia de José Manuel Restrepo (1781-1863), Bogotá, Universidad de losAndes - Eafit, 2007.

19 GROOT, Historia eclesiástica y civil..., p. 430.

20 “[S]i el país en vez de haberse hallado en la anarquía federal, hubiera estadoconstituido bajo un régimen central y vigoroso, que con unidad de acción hubierapodido dirigir sus providencias, sin trabas ni contradicciones de pequeñassoberanías, a los puntos amenazados por el enemigo, es seguro que los españolesno habrían podido hacerse a la Nueva Granada, sin que les hubiese venido deEspaña una doble expedición sobre la de Morillo; lo que no habría sido fácil segúnse vio por el resultado de la que intentaron mandar con Riego”, ibíd., p. 410.

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21 SERGIO MEJÍA MACÍA, El pasado como refugio y esperanza. La Historiaeclesiástica y civil de Nueva Granada de José Manuel Groot, Bogotá, InstitutoCaro y Cuervo-Universidad de los Andes, 2009.

22 GROOT, Historia eclesiástica y civil…, p. 453.

23 “[L]os liberales de España no compartían el liberalismo con los de América; asícomo los liberales colombianos no lo comparten con los conservadores”, ibíd., p.473, nota segunda.

24 JESÚS MARÍA HENAO y GERARDO ARRUBLA, Historia de Colombia para laenseñanza secundaria, Bogotá, Escuela Tipográfica Salesiana, 1911, t. 1, pp. 3-7.

25 Ibíd., t. 2, pp. 155-216.

26 DÍAZ DÍAZ, La reconquista española...

27 REBECCA A. EARLE, España y la Independencia de Colombia, 1810-1825,Bogotá, Universidad de los Andes-Banco de la República, 2014.

28 GEORGES LOMNÙ, Le lis et la grenade. Mise en scène et mutation imaginaire dela souveraineté à Quito et Santafé de Bogotá (1789-1830), Tesis de doctorado enHistoria, Université de Marne-la-Vallée, 2003.

29 GERMÁN CARRERA DAMAS, Boves, aspectos socioeconómicos de la guerra deIndependencia, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2009.

30 Lopetedi al rey (25 de septiembre de 1819), en: FRIEDE, La batalla de Boyacá..., p.280; RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, p. 540.

31 Superior decreto firmado por Montalvo sobre la subida a la capital virreinal de lospapeles correspondientes al superior gobierno del virreinato (Cartagena, 17 defebrero de 1818) e inventario levantado por el escribano Godoy de los sietecajones clavados y acondicionados remitidos a dicha corte (Cartagena, 2 de marzode 1818), AGN, SAAG, t. 34, ff. 10-12 y 638-656.

32 A tal ejercicio se dedicaron artículos enteros en el Boletín de Historia yAntigüedades, y aun libros extensos, como la Corona fúnebre de los próceres dela Independencia, Bogotá, Imprenta de Medina e Hijo, 1910.

33 Cuando Warleta abandonó la provincia con dirección a Popayán, no quedó en todaella ni un arma de servicio ni más tropa que “algunos enfermos curándose en loshospitales”. A continuación, el gobernador interino Sánchez de Lima desobedecióla orden de crear una guarnición de 200 plazas, conformándose con una compañíade 82 soldados cuyo armamento consistía en el que habían dejado inutilizado losinsurgentes por los montes, reparado mal que bien en una maestranza improvisada.A finales del año siguiente, el gobernador no contaba sino con “cuatro cajones decartuchos”, AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Guerra y Marina (en adelante

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SAAGYM), t. 141, ff. 339-340, t. 154, f. 69 y t. 159, ff. 630-631.

34 AGN, SAAGYM, t. 153, ff. 330-332.

35 Versiones preliminares de los capítulos 4 y 5 fueron publicadas en el AnuarioColombiano de Historia Social y de la Cultura vol. 40, n.º 2 (julio-diciembre de2013) y en Economía y política n.º 2 (octubre de 2014). Sea esta la ocasión paraagradecer las críticas y comentarios de evaluadores y editores.

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CAPÍTULO 1DE LA RECONQUISTA A LA RESTAURACIÓN

1 JOSÙ FRANCISCO HEREDIA, Memorias del regente Heredia, Madrid, EditorialAmérica, s. f., pp. 60 (nota al pie), 75, 79 y 81.

2 “Manifiesto que hace a la nación española…”, en RODRÍGUEZ VILLA, El tenientegeneral…, t. 1, p. 454.

3 DÍAZ, Recuerdos de la rebelión de Caracas…, pp. 313-314.

4 Comentarios del editor de la Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada auna real orden fechada en Madrid el 9 de mayo de 1815, n.º 7 (27 de julio de1816).

5 ANNA, España y la Independencia de América…, p. 190.

6 Los revolucionarios no dejaron pasar por alto la ocurrencia, apuntando que setrataba del recuerdo “de la Isabel del tiempo de la conquista de América en que semataban indios hasta para dar de comer carne a los perros, y no se concede sino alos que más se hayan distinguido en matar insurgentes”, Gazeta de la Ciudad deBogotá n.º 59 (10 de septiembre de 1820).

7 MARCO ANTONIO LANDAVAZO, Nacionalismo y violencia en la Independencia deMéxico, Toluca, FOEM, 2012, pp. 31-32.

8 “Mompox”, Gazeta Real de Cartagena de Indias n.º 2 (23 de abril de 1812); “ElEditor”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º. 59 (2 de julio de 1812).

9 Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 129 (26 de agosto de 1813).

10 “Continuación de la exposición sobre la mediación entre España y América”,Correo del Orinoco n.º 11 y 15 (5 de septiembre y 21 de noviembre de 1818). Vertambién en el n.º 30 (8 de mayo de 1819) la “Carta al redactor del Correo delOrinoco”.

11 Artículo sin título, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 1 (15 de agosto de 1819).

12 Archivo Histórico de Antioquia (en adelante AHA), t. 873, doc. 13674-13680.

13 Para el caso de Antioquia (Santa Rosa, Sonsón, Marinilla, Antioquia, Rionegro),AHA, t. 873, doc. 13674-13677 y 13679-13680. El expediente de las ciudades deBuga y Cali se encuentra en AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Historia (enadelante SAAH), t. 27, ff. 62-71 y 84-93. MARTHA LUX incluyó como anexo en sulibro la transcripción correspondiente a la provincia de Casanare, Mujerespatriotas y realistas entre dos órdenes. Discursos, estrategias y tácticas en la

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guerra, la política y el comercio, Bogotá, Universidad de los Andes, 2014, pp.275-287.

14 “Continúan las reflexiones sobre el artículo España”, El Insurgente n.º 9 (25 deoctubre de 1822).

15 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 439.

16 Ibíd., pp. 424-425.

17 GROOT, Historia eclesiástica y civil…, p. 477.

18 FRANCISCO JAVIER YANES, Relación documentada de los principales sucesosocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado independiente hasta el añode 1821, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1943, t. 1, pp. 61-63, 79-82,98-99, 105, 152, 239-240 y 263; t. 2, p. 23.

19 FELICIANO MONTENEGRO, Historia de Venezuela, Caracas, Academia Nacionalde la Historia, 1960, t. 1, pp. 352-353. Ver también, pp. 292-294 y 381.

20 RAFAEL MARÍA BARALT y RAMÓN DÍAZ, Resumen de la historia de Venezueladesde el año de 1797 hasta el de 1830, Brujas-París, Desclée de Brouwer, 1939, t.I, pp. 307-308.

21 MIGUEL LUIS y GREGORIO VÍCTOR AMUNÁTEGUI, La reconquista española.Apuntes para la historia de Chile, 1814-1817, Santiago, Imprenta Chilena, 1851.

22 DIEGO BARROS ARANA, Historia Jeneral de Chile, Santiago, Rafael Jover Editor,1889, t. 10.

23 HENAO y ARRUBLA, Historia de Colombia..., t. 1, pp. 179 y 156.

24 Ver, por ejemplo, DÍAZ DÍAZ, La reconquista española…, y EARLE, España y laindependencia de Colombia...; HERACLIO BONILLA et al., Pablo Morillo.Documentos de la reconquista de Colombia y Venezuela. Transcripciones delFondo documental Pablo Morillo, Bogotá, C.C.E.E. Reyes Católicos-UniversidadNacional-Gas Natural, 2011.

25 Felipe García del Río al virrey (Santa Marta, 8 de abril de 1812), AGN, SecciónArchivo Anexo, Fondo Particulares (en adelante SAAP), t. 5, ff. 205 y 207;“Interrogatorio al comisionado del sitio de Mahates (Tenerife, 6 de octubre de1812), en: ARMANDO MARTÍNEZ GARNICA y DANIEL GUTIÙRREZ ARDILA (ed.),La contrarrevolución de los pueblos de las sabanas de Tolú y el Sinú (1812),Bucaramanga, UIS, 2010, pp. 211-213.

26 ANNA, España y la Independencia de América…, pp. 129 y 190.

27 JAIME DELGADO, La independencia de América en la prensa española, Madrid,Seminario de Problemas Americanos, 1949.

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28 FRANCISCO DE MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el NuevoReino de Granada el excelentísimo señor virrey don Francisco de Montalvo, en 30de enero de 1818, a su sucesor el excelentísimo señor don Juan de Sámano”, en:GERMÁN COLMENARES (ed.), Relaciones e informes de los gobernantes de laNueva Granada, Bogotá, Banco Popular, 1989, t. 3, pp. 248-249. Ver también, pp.269, 289, 297, 304, 317, 319, 324, 328-329.

29 Representación de Nicolás Llanos a nombre del cabildo de Cali (Santa Fe, 29 deagosto de 1817), AGN, SAAG, t. 32, ff. 242.

30 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino...”, pp. 288-289.

31 EMMANUEL DE WARESQUIEL, L’histoire à rebrousse-poil. Les élites, laRestauration, la Révolution, París, Fayard, 2005, pp. 17 y 25.

32 BENEDETTO CROCE, Storia d’Europa nel secolo decimonono, Milán, Adelphi,1991, pp. 77-140.

33 Sobre estos temas, ver la introducción de JEAN CLAUDE CARON y JEAN-PHILIPPELUIS al volumen Rien appris, rien oublié? Les Restaurations dans l’Europepostnepoléonienne (1814-1830), Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2015,pp. 7-17.

34 JOSEPH DE MAISTRE, Considérations sur la France, París, Editions Complexe,1988, pp. 28-29, 116, 132-135 y 150-166.

35 FRANÇOIS-RÙNÙ DE CHATEAUBRIAND, De Buonaparte et des Bourbons, París,Arléa, 2004.

36 GUILLAUME DE BERTIER DE SAUVIGNY, La Restauration, París, Flammarion,1999, pp. 9-114; JOSÙ CABANIS, Charles X, roi ultra, París, Gallimard, 1972, pp.13-97; WARESQUIEL, L’histoire à rebrousse-poil..., y Le duc de Richelieu, 1766-1822, París, Perrin, 1990, pp. 266-287; EMMANUEL DE WARESQUIEL et BENOÎTYVERT, Historie de la Restauration, 1814-1830. Naissance de la France moderne,París, Perrin, 1996, pp. 11-163; PIERRE SERNA, La république des girouettes(1789-1815) et au-delà. Une anomalie politique: la France de l’extrême centre,Seyssel, Champ Vallon, 2005, pp. 149-193; FRANCIS DÙMIER, La France de laRestauration (1814-1830). L’impossible retour du passé, París, Gallimard, 2012,pp. 120-241.

37 MATTHIJS LOK, “‘Renouer la chaîne des temps’ ou ‘repartir à zéro’? Passé,présent et futur aux Pays-Bas (1814-1815)”, Révue d’Histoire du XIXe Siècle n.º49 (2004-2), pp. 79-92; MARTIJN VAN DER BURG y MATTHIJS LOK, “Los PaísesBajos bajo el dominio napoleónico, ¿nuevo régimen o restablecimiento del viejoorden?”, en: MICHAEL BROERS, AGUSTÍN GUIMERÁ y PETER HICKS (dirs.), El

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imperio napoleónico y la nueva cultura política europea, Madrid, Centro deEstudios Políticos y Constitucionales, 2011, pp. 131-145; MATTHIJS LOK, “‘Unoubli total du passé’? The Political and Social Construction of Silence inRestoration Europe (1813-1830)”, History & Memory Vol. 26, n.º 2 (otoño-invierno 2014), pp. 40-75; MATTHIJS LOK, “La culture du silence sous laRestauration. Une étude comparative des politiques de l’oubli en France et auxPays-Bas”, en: CARON y LUIS, Rien appris, rien oublié?..., pp. 213-222.

38 BENEDETTO CROCE, Storia del Regno di Napoli, Milán, Adelphi, 2005, pp. 273-333; ALBERTO MARIO BANTI, Il risorgimento italiano, Bari, Editori Laterza,2004, pp. 38-49; LUCIO VILLARI, Bella e perduta. L’Italia del Risorgimento, Bari,Editori Laterza, 2012, pp. 50-65 y 77-84; PIERRE-MARIE DELPU, “De l’Étatmuratien à l’État bourbon: la transition de l’appareil étatique napolitain sous laRestauration (1815-1822)”, en: CARON y LUIS (comp.), Rien appris, rienoublié?..., pp. 37-50.

39 HAMNETT, La política española en una época revolucionaria…, pp. 188-218;ANNA, España y la Independencia de América.., pp. 158-164; EMILIO LA PARRA,“Ferdinand VII: un symbole de la Restauration européenne?”, en: CARON y LUIS,Rien appris, rien oublié?..., pp. 223-230.

40 ANNA, España y la Independencia de América.., pp. 326-328; LA PARRA,“Ferdinand VII…”.

41 DÙMIER, La France de la Restauration..., pp. 58 y 67.

42 BARROS ARANA, Historia Jeneral de Chile…, pp. 8-112; CRISTIÁN GUERREROLIRA, La contrarrevolución de la independencia en Chile, Santiago, EditorialUniversitaria-Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2002, pp. 213-240.

43 BARROS ARANA, Historia Jeneral…, pp. 212-303 y 421-517.

44 GUERRERO LIRA, La contrarrevolución de la independencia en Chile…

45 Ver a este respecto las Memorias ya citadas del regente JOSÙ FRANCISCOHEREDIA y STOAN, Pablo Morillo and Venezuela..., pp. 42-50.

46 MONTENEGRO, Historia de Venezuela…, t. 1, pp. 302-306 y t. 2, pp. 89-92; JUANUSLAR PIETRI, Historia de la rebelión popular de 1814. Contribución al estudiode la historia de Venezuela, París, Ediciones Soberbia, 1954, pp. 102-107 y 199-202.

47 BARALT y DÍAZ, Resumen de la historia de Venezuela..., pp. 300-307.

48 STOAN, Pablo Morillo and Venezuela…, pp. 72 y 75-87.

49 MONTENEGRO, Historia de Venezuela…, t. 1, pp. 353-358 y 387

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50 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 395-396, 398-399 y 423-432;PEDRO M. IBÁÑEZ, Las crónicas de Bogotá y sus inmediaciones, Bogotá,Imprenta de La Luz, 1891, pp. 227-245.

51 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 429 y 431. Sobre el desarrollo delos juicios, DÍAZ DÍAZ, La reconquista española..., t. 1, pp. 93-111.

52 Ibáñez hace, además, un recuento pormenorizado de las ejecuciones; IBÁÑEZ, Lascrónicas de Bogotá y sus inmediaciones..., pp. 226-245. Al respecto, ver tambiénel diario de JOSÙ MARÍA CABALLERO, Particularidades de Santa Fe, Medellín,Bedout, 1974, pp. 195-215.

53 Gazeta de la Ciudad de Bogotá n.º 58 (3 de octubre de 1820).

54 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 430-431.

55 GROOT, Historia eclesiástica y civil…, p. 420; JUAN FRANCISCO ORTIZ,Reminiscencias, Bogotá, Librería Americana, 1914, p. 60.

56 VÍCTOR MANUEL URIBE URÁN, Vidas honorables. Abogados, familia y políticaen Colombia, 1780-1850, Bogotá, EAFIT-Banco de la República, 2008, pp. 174-179.

57 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 430; FLORENTINO GONZÁLEZ,Memorias, Medellín, Bedout, 1971, p. 57.

58 GROOT, Historia eclesiástica y civil…, pp. 430 y 476.

59 Expresiones empleadas por Morillo en su proclama dirigida a los “habitantes de laNueva Granada” (Torrecilla, 27 de septiembre de 1815) y retomadas por el editordel periódico realista de la capital neogranadina, doctor Manuel García de Tejada,al presentar otra proclama del jefe del Ejército Pacificador, (Caracas, 17 de mayode 1815), Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 2 y 3 (20 y 27 dejunio de 1816).

60 Proclama citada de Morillo del 23 de septiembre de 1815. Se equivoca, pues,RODRÍGUEZ VILLA al aseverar que tan solo “algunos” insurgentes fueron fusiladospor Morillo, El teniente general…, t. 1, pp. 144 y 197.

61 Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 2 (20 de junio de 1816).

62 Lista de los individuos purificados por este tribunal con expresión de los destinosque se les han dado y providencias que se han dictado (AGN, Sección ArchivoAnexo, Fondo Purificaciones –en adelante SAAPU–, t. 2, ff. 184-206), transcrita ypublicada por GUILLERMO HERNÁNDEZ DE ALBA, Recuerdos de la Reconquista:el consejo de purificación, Bogotá, Imprenta Nacional, 1935. Sobre la experienciade los revolucionarios condenados a servir como soldados, resultan invaluables lasMemorias de JOSÙ HILARIO LÓPEZ, Medellín, Bedout, s. f., pp. 79-151.

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63 Según GROOT, tres de los purificados (Jorge Tadeo Lozano, Emigdio Benítez yJosé Ayala) fueron fusilados, Historia eclesiástica y civil…, p. 438.

64 Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 9 de noviembre de 1816), en:RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 223.

65 “Relación de los individuos que han sido multados por los tribunales depurificación y de guerra permanente establecidos en esta ciudad” y “Relación delas multas exigidas por el gobernador D. Ildefonso Arce...” (Tunja, 30 de abril de1817), AGN, SAAGYM, t. 150, ff. 159-162.

66 NICOLÁS GARCÍA SAMUDIO, Reconquista de Boyacá, Tunja, Imprenta delDepartamento, 1916, pp. 59-60.

67 AGN, SAAGYM, t. 158, f. 158.

68 JOSÙ DE EGUIGUREN, Manifiesto en que el Dr. José de Eguiguren, cura deManta, opositor a la prebenda doctoral…, Bogotá, Imprenta de la República porNicomedes Lora, 1825; RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, pp. 440-442;GROOT, Historia eclesiástica y civil…, pp. 420 y 428-430. Ver también las“Sumarias de los procesos seguidos contra los clérigos patriotas” transcritas porGUILLERMO HERNÁNDEZ DE ALBA e incluidas en Participación del clero enlucha por la independencia, Bogotá, Academia de Historia, s. f., pp. 29-120.

69 Artículo sin título, El Chasqui Bogotano n.º 2 (s. f. 1826). El historiador BRIANHAMNETT llegó a idéntica conclusión en su artículo “The Counter Revolution ofMorillo and the Insurgent Clerics of New Granada, 1815-1820”, The Americas,vol. XXXII, n.º 4 (abril de 1976), pp. 597-617.

70 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, pp. 431-432; GROOT, Historiaeclesiástica y civil…, pp. 430-431; JOSÙ DOLORES MONSALVE, Mujeres de laIndependencia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1926, pp. 145, 155-159, 245-247 y265-295; DÍAZ DÍAZ, La reconquista española..., t. 1, pp. 131-133.

71 GONZÁLEZ, Memorias…, p. 52.

72 “La Mediación. Continuación de la exposición sobre la Mediación entre España yAmérica”, Correo del Orinoco n.º 13 (17 de octubre de 1818); GONZÁLEZ,Memorias…, p. 57.

73 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 428 y 435-436.

74 “Causa que se sigue a los capellanes del Ejército Expedicionario...” y oficio deMorillo al secretario de Guerra (Cumaná, 6 de junio de 1817), en: RODRÍGUEZVILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 334-337 y 396-397; GROOT, Historiaeclesiástica y civil…, p. 444.

75 Representación de Nicolás Llanos ante la Audiencia de Santa Fe, a nombre delCopia privada. Exclusiva para uso académico

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cabildo de Cali (Santa Fe, 29 de agosto de 1817), AGN, SAAG, t. 32, f. 242.

76 El cabildo de Popayán al virrey (25 de octubre de 1817), AGN, SAAGYM, t. 141, ff.1077-1079; representación de Nicolás Llanos ante la Audiencia de Santa Fe (s. f),AGN, SAAG, t. 32, f. 253.

77 AGN, SAAGYM, t. 140, ff. 853 v.-858.

78 El oficio (Santa Fe, 9 de septiembre de 1817) fue publicado por la Gazeta deSantafé de Bogotá n.º 10 (10 de octubre de 1819).

79 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 456-457, 459 y 584; GROOT,Historia eclesiástica y civil…, pp. 467-477; GONZÁLEZ, Memorias…, p. 62.

80 GONZÁLEZ, Memorias…, pp. 56-57.

81 ALEXANDER CHAPARRO, “La opinión del rey: Opinión pública y redes decomunicación impresa en Santafé de Bogotá durante la Reconquista española,1816-1819”, en: FRANCISCO A. ORTEGA y ALEXANDER CHAPARRO (ed.), Disfrazy pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX, Bogotá,Universidad Nacional-Universidad de Helsinki, 2012, pp. 129-162. Reformuladocon algunas variantes en “Fernando VII, el neogranadino. Publicidad monárquica yopinión pública en el Nuevo Reino de Granada durante la restauración absolutista,1816-1819”, Fronteras de la Historia, vol. 19 (julio-diciembre de 2014), pp. 70-95.

82 Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 1-3, 5, 6, 8 y 14.

83 Representación sin fecha de Juan Manuel García de Castillo a Sámano [julio de1817], AGN, SAAG, t. 31, ff. 65-66.

84 AGN, SAAGYM, t. 146, ff. 220 y 222. Coincido, pues, con EARLE, España y laindependencia de Colombia..., p. 134.

85 Un ejemplo entre mil que pueden leerse en el Archivo Anexo del AGN: elcomandante militar y político de Simití Pedro María de la Torre amenazó, acomienzos de 1817, al alcalde pedáneo de San Pablo con pegarle “fuego al puebloy todos sus habitantes” si no le remitía ciertos paisanos prófugos a la mayorbrevedad, AGN, SAAGYM, t. 148, f. 383.

86 Tomás Roso Turriago a Antonio María Casano (Choachí, 7 de octubre de 1816),AGN, SAAGYM, t. 146, f. 30.

87 LÓPEZ, Memorias…, pp. 104-107.

88 Ver los expedientes compuestos por los cabildos de Buga, Cartago, Anserma yCali, AGN, SAAG, t. 31, ff. 877-881, 884-887, 906-908, 1001-1017; t. 32, ff. 163v.-169, 238-241 y 581-583 y t. 37, f. 160; SANTIAGO ARROYO, “Memoria para la

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historia de la revolución de Popayán” (1824), en: Biblioteca Popular. Colecciónde grandes escritores nacionales y extranjeros, JORGE ROA, t. 12, 1896, pp. 309-311; EARLE, España y la independencia de Colombia..., p. 145.

89 Tomás de Heres a Ruperto Delgado (Cali, 20 de mayo de 1817), AGN, SAAGYM, t.150, f. 558. Ver también, Solís a Montalvo (Popayán, 4 de noviembre de 1817),ibíd., t. 155, ff. 828-831.

90 Representación del cabildo de Cartago al gobernador Solís (22 de octubre de1817) y oficio de este a Montalvo (Popayán, 4 de noviembre de 1817), AGN,SAAGYM, t. 155, ff. 832-836.

91 Lucas González a Sámano (Sogamoso, 19 de enero de 1818), AGN, SAAGYM, t.158, ff. 95, 96 y 99.

92 “La Mediación. Continuación de la exposición…”, Correo del Orinoco n.º 13.

93 MAISTRE, Considérations sur la France…, pp. 153-155.

94 FRIEDE, La otra verdad…

95 CARLOS GUILLERMO PÁRAMO BONILLA, “Las dos leyendas de Pablo Morillo”,en: JOSÙ DAVID CORTÙS (ed.), El Bicentenario de la Independencia. Legados yrealizaciones a doscientos años, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,2014, pp. 195-227.

96 JEAN-CLÙMENT MARTIN, La Vendée et la Révolution, París, Perrin, 2007, pp. 17-18.

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CAPÍTULO 2DE LA REVOLUCIÓN A LA RESTAURACIÓN

1 Sección cuarta, art. 1-7.

2 Auto de la cámara del Supremo Poder Ejecutivo de Antioquia (11 de julio de1811), AHA, t. 825, f. 248.

3 AGN, SAAP, t. 9, ff. 172-185.

4 En cuanto a lo primero, cabe señalar que el 22 de mayo de 1812, al referirse alcaso de José Antonio Lema, acusado de regentismo en Medellín, el presidente delEstado declaró “no haber un delito capaz de exigir de su proceder la imposición deun castigo”, y pidió por lo tanto a la Cámara de Representantes darlo porindemnizado y mantener su nominación como secretario del Tribunal de Justicia,Acta de la sesión de la Cámara de Representantes del 23 de mayo de 1812, AHA, t.824, ff. 284-285. Ver también el acta del senado de 27 de mayo del mismo año,ibíd., f. 398.

5 Decreto del Supremo Poder Ejecutivo (Antioquia, 27 de junio de 1812), AHA, t.825, f. 75. Ver también “Continúan las cuestiones sobre Constitución”, El Censorn.º 5 (21 de mayo de 1815), Biblioteca de la Universidad de Antioquia.

6 Actas de la reunión de las cámaras legislativas, de la Cámara de Representantes ydel Senado (30 de junio de 1812), AHA, t. 824, ff. 318-321 y 422 v.-426.

7 Ángel Martínez al alcalde ordinario Francisco Ignacio Mejía (Antioquia, 9 denoviembre de 1812), AHA, t. 825, f. 260.

8 Ángel Martínez al alcalde de primer voto de Rionegro (Antioquia, 30 de junio de1812), t. 825, f. 244.

9 Decreto del presidente del Estado, José Antonio Gómez (Antioquia, 7 de julio de1812), Archivo Histórico Restrepo (en adelante AHR), Fondo I, vol. 7, ff. 235-236;Causa criminal adelantada contra Francisco González Acuña por la Junta deSeguridad de la ciudad de Rionegro (1812), colección particular (Medellín). Vertambién AHA, t. 836, ff. 157-175.

10 Causa criminal adelantada contra Francisco González de Acuña por la Junta deSeguridad de la ciudad de Rionegro (1812), colección particular (Medellín).

11 Interrogatorio de la Junta de Seguridad Pública a González de Acuña (Rionegro,1.º de noviembre de 1812), ibíd., ff. 10 y 11.

12 Representación de González de Acuña a la Junta de Seguridad de Rionegro (24 de

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noviembre de 1812), ibíd., ff. 17-20.

13 La sentencia se encuentra en ibíd., f. 21.

14 José María Ortiz a los señores de la Junta de Seguridad de Rionegro, ibíd., f. 23.

15 Ver las solicitudes de indulto de diversos sujetos que pertenecieron a ellas: AHA, t.852, ff. 113-115 y t. 853, ff. 170 y 198-200; t. 854, ff. 28-31 y 108-110; t. 855, ff.48-51; t. 873, doc. 13664. Aparentemente estaban conformados por tres miembros.Tal era al menos el caso de San Bartolomé, AHA, t. 872, ff. 286-287.

16 Representación de Gregoria Cadavid, esposa de Cosme Hoyos (Antioquia, 23 demayo 1817), solicitudes de indulto de Juan Francisco Zapata y José Fermín Mejía,AHA, t. 851, doc. 13409, ff. 34-38 y doc. 13413, ff. 338-341 y 456-459.

17 Declaración de Juan Crisóstomo Campuzano en la solicitud de indulto de ManuelBravo (Rionegro, 28 de febrero de 1817), AHA, t. 898, ff. 324-327.

18 Gazeta Extraordinaria de Cundinamarca n.º 73 y 76 (16 y 26 de septiembre de1812) y “Tribunal de vigilancia y seguridad”, Gazeta Ministerial deCundinamarca n.º 132 (9 de septiembre de 1813).

19 “Cundinamarca. Providencias del Tribunal de Seguridad, pasadas al gobierno parasu publicación en la Gazeta”, “Nueve de enero” y “Relación de los sucesosocurridos en esta provincia en el mes de diciembre último con respecto al gobiernode la Unión”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 136, 152 y 205 (7 deoctubre de 1813, 13 de enero de 1814 y 5 de enero de 1815).

20 Ramón de la Infiesta habla (sin pie de imprenta), Biblioteca Nacional, FondoPineda, t. 245, pza. 35.

21 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 233.

22 ANTHONY MCFARLANE, “La ‘Revolución de las Sabanas’: rebelión popular ycontrarrevolución en el Estado de Cartagena, 1812”, en: HAROLDO CALVOSTEVENSON y ADOLFO MEISEL ROCA (ed.) Cartagena de Indias en laIndependencia, Cartagena, Banco de la República, 2011, pp. 215-247.

23 Ver al respecto: MARTÍNEZ GARNICA y GUTIÙRREZ ARDILA (ed.), Lacontrarrevolución de los pueblos de las Sabanas de Tolú y el Sinú...

24 Representación de Domingo Reynal y Cuscó (Santa Marta, 2 de agosto de 1815),AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Solicitudes (en adelante SAAS), t. 4, ff. 451-464. Josefa Vidal y Villamarín solicita una pensión para socorrer su viudedad pormérito de la muerte de su marido por el gobierno insurgente (1816), ibíd., t. 7, ff.1-6.

25 Domingo López, vecino de Mompox, solicita despacho para recaudar sus bienes

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vendidos y extraídos de su hacienda por los insurgentes, AGN, SAAS, t. 5, ff. 132-140.

26 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 214; SERGIO ELÍAS ORTIZ,Agustín Agualongo y su tiempo, Bogotá, Banco Popular, 1974 (1.ª edición, 1958),pp. 302-305.

27 Ver el libro de actas del senado, AHA, t. 826, ff. 81-82, 94 y los Acuerdos de laSoberana Representación Nacional de 13 y 17 de julio de 1813, AHA, t. 828, f. 184y 262.

28 Testimonio de causa que se ha seguido de orden del juzgado de gobierno contra elpresbítero D. Juan Francisco Vélez y socios por infidentes al soberano, 1817, AHA,t. 652, ff. 6-7 y 40-43.

29 Alberto María de la Calle al comandante general (Medellín, 22 de abril de 1816),AHA, t. 857, ff. 213-214.

30 Acta de la Soberana Representación del Estado de Antioquia (Antioquia, 5 denoviembre de 1813), AHA, t. 828, ff. 153-154.

31 El decreto, fechado el 4 de agosto de 1813 figura en AHA, t. 828, f. 180.

32 Decreto reglamentando los juicios civiles y criminales de los militares (Antioquia,9 de diciembre de 1813), AHA, t. 828, doc. 13094.

33 Representaciones de José Bernardo del Campillo (Kingston, 21 de noviembre de1814; Santa Marta, 16 de enero de 1815 y Panamá, 30 de diciembre de 1815) yAntonio María Santamaría (Medellín, 23 de julio de 1816), AGN, SAAS, t. 3, ff.519-539, t. 4, f. 756 y t. 6, ff. 549 v.-553 v. Representación del Dr. FaustinoMartínez (s. f.: 1815), AGN, SAAGYM, t. 132, ff. 244-245. Consúltese igualmenteel expediente sobre el indulto de Juan Francisco Zapata, AHA, t. 851, ff. 338-341.Así mismo, ver los “Apuntamientos para servir a la historia de la revolución de laNueva Granada sacados de los libros del cabildo de Rionegro”, escritos por JoséManuel Restrepo, AHR, Fondo I, vol. 7, f. 535. Por último, véanse lascertificaciones escritas por Campillo y por Francisco Londoño y Gallón en elexpediente formado por Remigio Leal para recuperar su empleo de estanquero en1816, AHA, t. 837, ff. 289-290. En cuanto al cura Orozco, AHA, t. 891, ff. 183-184.

34 El auto se halla transcrito en AGN, SAAPU, t. 2, f. 24.

35 Parte motiva de las sentencias proferidas por el comisionado José María Gutiérrezen la villa de Medellín (10 de agosto de 1813) y la ciudad de Rionegro, AGN,SAAS, t. 7, ff. 664-667 y AHR, Fondo I, vol. 7, ff. 299-300.

36 Oficio de Pedro Carvajal al capitán de milicias Agustín Duque (Marinilla, 4 deagosto de 1813), Archivo Histórico Casa de la Convención (en adelante: AHCC),

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Fondo Gobierno, t. 192, f. 116.

37 Las diligencias de arresto e inventario se hallan en AHCC, Fondo Gobierno, t. 192,f. 108-138.

38 Sentencia citada proferida por José María Gutiérrez en la villa de Medellín. Vertambién la Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 133 (16 de septiembre de1813).

39 Expediente sobre indulto de Juan Francisco Zapata, AHA, t. 851, ff. 338-341.

40 Sentencia pronunciada en Rionegro por el doctor José María Gutiérrez (s. f.), AHR,Fondo I, vol. 7, ff. 301-302; decreto del presidente dictador Corral (Antioquia, 28de agosto de 1813), AHCC, Fondo Gobierno, t. 192, f. 146. Ver también elexpediente conformado por Manuel Sanín en tiempos de la restauraciónmonárquica (AHA, t. 853, ff. 43-52) y el largo pleito que en el mismo momentoopuso a Rendón y al subpresidente José Antonio Mejía, AHA, t. 874, doc. 13704.

41 Véase parte del expediente y los reclamos de la viuda de Elejalde durante laRestauración en AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Embargos (en adelanteSAAE), t. 1, ff. 674-742 y Sección Archivo Anexo, Fondo Historia (en adelanteSAAH), t. 22, ff. 75-124. Ver también la Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º133 (16 de septiembre de 1813).

42 Decreto del secretario de Gracia y Justicia del Estado de Antioquia (Palacio delSupremo Gobierno, 25 de agosto de 1813), AGN, SAAS, t. 7, f. 665 v. Copia enAHR, Fondo I, vol. 7, ff. 300-301.

43 Decretos del presidente dictador Corral (Antioquia, 26 y 28 de agosto de 1813),AHCC, Fondo Gobierno, t. 192, ff. 145-146.

44 Así parece indicarlo el hecho de que José Manuel Restrepo afirmara en su Historiaque el número de los desterrados fue de 25 (t. 1, p. 218). Lo reitera en el recuentoque escribió sobre su propia vida, “Biografía de José Manuel Restrepo escrita porél mismo”, en: Autobiografía. Apuntamientos sobre la emigración de 1816, eíndices del “Diario político”, Bogotá, Presidencia de la República, 1957, p. 15.

45 JOSÙ MANUEL RESTREPO, Ensayo sobre la geografía, producciones, industria ypoblación de la provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada, Medellín,EAFIT, 2007, pp. 63-64. Esta cifra sirvió de base a los revolucionarios para laconformación del Colegio Electoral y Constituyente en 1811 y para la formacióndel Poder Legislativo al año siguiente y parece más indicada que los 80.000 quecalcula el “Plan general que manifiesta el cuerpo de poblaciones, habitantes yrecursos de que se compone la provincia de Antioquia” (1816), en: HERMESTOVAR PINZÓN et al., Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas dela Nueva Granada, 1750-1830, Bogotá, AGN, 1994, pp. 124-125.

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46 JOSÙ MANUEL RESTREPO, “Noticia biográfica de Don Juan del Corral”, en:Biografías del prócer Juan del Corral, Bogotá, Academia Colombiana deHistoria, 1951.

47 GABRIEL ARANGO MEJÍA, Genealogías de Antioquia y Caldas, Medellín,Imprenta Departamental, 1942, t. 1, pp. 162-163.

48 Representación de Antonio del Valle al virrey (Medellín, 25 de abril de 1816),AGN, SAAP, t. 8, ff. 94-97.

49 Me refiero, respectivamente, a Francisco González de Acuña, José Bernardo delCampillo, José Antonio Piedrahita, Miguel Sierra, Cristóbal Santamaría, Antoniodel Valle, Rafael Gónima, José Rodríguez Obeso, José Pasos, José Llamas y JoséMaría Pasos. Todos ellos fueron repuestos o promovidos en las rentas realesdurante la Restauración. Ver la “Relación de los individuos empleados en losvarios ramos de rentas que se expresarán antes de la independencia de estaprovincia, y que por sus sufrimientos y conducta observada en este tiempo a favordel soberano se reponen en sus anteriores empleos…” (Antioquia, 2 de agosto de1816), AHA, t. 834, doc. 13185.

50 Ortiz a los ministros del Tesoro (Antioquia, 23 de agosto de 1813), AHA, t. 890, f.169.

51 Corral a los ministros del Tesoro (Antioquia, 3 de noviembre de 1813), AHA, t.890, f. 225.

52 Representación de María Ignacia y María Rosa de Hoyos al presidente dictadorJuan del Corral (Marinilla, 10 de noviembre de 1813), AHCC, Fondo Gobierno, t.192, f. 190.

53 Decreto del Supremo Gobierno de Antioquia (Rionegro, 7 de febrero de 1814),AHCC, Fondo Gobierno, t. 192, f. 176.

54 “Relación que hace a los Representantes de la República de Antioquia el C.Dictador Juan del Corral acerca de las medidas que ha tomado para sus progresosen el discurso de los últimos quatro meses de su administración y del estado enque deja sus intereses al concluirse el término de su Gobierno Dictatorio”, AHR,Fondo I, vol. 7, ff. 377-426. Reproducido por ROBERTO MARÍA TISNÙS, DonJuan del Corral, libertador de los esclavos, Cali, Banco Popular, 1980, pp. 409-440.

55 Reglamento para la comisión de guerra en campaña firmado por Corral yFrancisco Antonio Ulloa (Antioquia, 28 de noviembre de 1813), AHA, t. 828, Doc.13092.

56 El doctor José Joaquín González de Pinilla, cura interino de Anserma, al virrey

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Sámano (Anserma, 19 de mayo de 1818), AGN, SAAS, t. 12, f. 270; CARLOSROBLEDO, Carlos Robledo, teniente coronel comandante efectivo del batallónGirardot a sus conciudadanos, Panamá, Por Diego Santiago González, 1824.

57 Representación de Cayetano Sarmiento al cabildo de Buga (Buga, 18 de diciembrede 1816), AGN, SAAS, t. 12, ff. 536-538.

58 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 232-233.

59 Los documentos, fechados en Buga entre el 6 y el 13 de enero de 1814 están enAGN, SAAGYM, t. 121, ff. 1-21.

60 El decreto (27 de diciembre de 1814) no figura en la compilación de EduardoPosada (Congreso de las Provincias Unidas, Bogotá, Academia de Historia,1924), pero aparece mencionado en el relato hecho de los padecimientos sufridosdurante la revolución por Antonio María Santamaría (Medellín, 23 de julio de1816), AGN, SAAS, t. 6, ff. 549 v.-553 v. La fecha y el tenor de la medida figuranen AGN, SAAE, t. 1, f. 769.

61 José T. Echeverría a Crisanto Valenzuela (Honda, 25 de octubre de 1815), AGN,SAAG, t. 27, ff. 604-605.

62 Notaría Única del Círculo, Protocolos Notariales de la ciudad de Antioquia, 1816(escrituras correspondientes a los días 21-23, 25 y 26 de enero y 5 y 7 de febrerode 1816). Agradezco a César Lenis la comunicación de estos documentos. Vertambién la representación sin fecha de Fernando de Uruburu, AHA, t. 850, ff. 109-139.

63 Ver las diversas representaciones de los reos: AHA, t. 836, Doc. 13241. Así mismo,la representación del peninsular Vicente Pérez (Marinilla, 21 de julio de 1816),AHA, t. 837, f. 252 y la de Francisco Londoño y Gallón en el expediente formadopor Remigio Leal para recuperar su empleo de estanquero en 1816, ibíd., ff. 290.Ver también la certificación de Vicente Pérez en la solicitud de indulto de PedroCarvajal (Rionegro, 25 de febrero de 1817), AHA, t. 898, f. 292. Ténganseigualmente en cuenta las representaciones de José Antonio Martínez (Antioquia,29 de octubre de 1816), AGN, SAAPU, t. 2, ff. 208-209; José del Valle (Medellín,10 de mayo de 1817), AHA, t. 853, f. 274; y Juan Carrasquilla (julio de 1816),AGN, SAAG, t. 30, ff. 133-150.

64 Ley sobre comisión de vigilancia (Santa Fe, 26 de septiembre de 1815), en:POSADA, Congreso de las Provincias Unidas, pp. 120-125. La ley se aplicó enAntioquia, donde la comisión quedó compuesta por Andrés Avelino de Uruburu,Luis Villa, Manuel Tirado, José María Barrientos, Simón López y como fiscalEstanislao Gómez, AHA, t. 832, f. 251.

65 “Sentencia pronunciada por la Junta Extraordinaria de Vigilancia, en causa de

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conjuración” (impreso), AGN, SAAGYM, t. 140, f. 752; RESTREPO, Historia de laRevolución…, t. 1, pp. 364-366.

66 AGN, SAAG, t. 36, ff. 162-163.

67 Ver, por ejemplo, “Continúa el cuadro revolucionario y estado actual de laprovincia de Cartagena”, Gazeta Real de Cartagena de Indias n.º 2 (17 de agostode 1816).

68 Relación de José González Llorente sobre la revolución de Santa Fe (Kingston, 16de mayo de 1815), AGN, SAAH, t. 21, ff. 239 v-266 v.

69 “Cundinamarca”, Gazeta Ministerial de la República de Antioquia n.º 21 (12 defebrero de 1815).

70 Documentación hecha por Marcos Bernyn para acabar de comprobar su conductadurante las pasadas novedades, AGN, SAAPU, t. 3, ff. 342-391.

71 Representación de Marcos Bernyn (Cartagena, 8 de mayo de 1818), AGN, SAAPU,t. 2, ff. 438-444; justificación de la conducta de Santiago Lecuna durante larevolución, AGN, SAAG, t. 28, ff. 528-529 y 573-574; representación de MaríaAmador desde Portobelo, en febrero de 1816, AGN, SAAGYM, t. 145, ff. 250-251.

72 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 372.

73 Morillo al secretario de Estado español (Ocaña, 27 de marzo de 1816), Correo delOrinoco n.º 2 (4 de julio de 1818).

74 Historia de la Revolución…, t. 1, p. 420.

75 El ciudadano Hermógenes Isaza fue el encargado de conducir a los desterradoshasta Juntas, José Manuel Restrepo al subpresidente de Marinilla (Rionegro, 23 defebrero de 1814), AHCC, Fondo Gobierno, t. 192, ff. 202-203.

76 Representación de José Rodríguez Obeso (Medellín, 6 de noviembre de 1816) ydeclaraciones de varios testigos en su favor, AGN, SAAS, t. 7, ff. 670-679.

77 Representaciones de José Bernardo del Campillo (Kingston, 21 de noviembre de1814; Santa Marta, 16 de enero de 1815 y Panamá, 30 de diciembre de 1815),AGN, SAAS, t. 3, ff. 519-539 y t. 4, f. 756.

78 AHA, t. 836, Doc. 13273.

79 AGN, SAAS, t. 3, ff. 624-662. Representación de Pedro Manuel Rodríguez(Cartagena, 14 de octubre de 1817), ibíd., t. 10, ff. 363-364.

80 Informe de Warleta (Medellín, 16 de junio de 1816), AGN, SAAG, t. 30, f. 122.

81 AGN, SAAP, t. 8, ff. 572-588.

82 “Relación de los individuos empleados en los varios ramos de Real Hacienda yCopia privada. Exclusiva para uso académico

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rentas que se expresarán antes de la independencia de esta provincia y que por sussufrimientos y conducta observada en este tiempo a favor del soberano se reponena sus anteriores empleos, y a otros de las mismas circunstancias que se eligen paralos que quedan vacantes o por ocuparlos individuos contrarios, y todos aquelloscon calidad de provisionales hasta la aprobación del Exmo. Sr. Capitán Generaldel Reino, según superior decreto circular” (Medellín, 15 de septiembre de 1816),AGN, SAAG, t. 30, ff. 92-95.

83 DÍAZ, Recuerdos sobre la revolución de Caracas…, pp. 89, 92-93, 96, 104, 216,309 y 311.

84 YANES, Relación documentada…, t. 1, pp. 25-138; DÍAZ, Recuerdos sobre larevolución de Caracas…, pp. 309-311; BARALT y DÍAZ, Resumen de la historia deVenezuela…, pp. 134-299; USLAR PIETRI, Historia de la rebelión popular...;STOAN, Pablo Morillo and Venezuela…, pp. 34-60. Sobre el decidido apoyopopular a la contrarrevolución, ver también MIGUEL IZARD, El miedo a larevolución. La lucha por la libertad en Venezuela (1777-1830), Madrid, EditorialTecnos, 1979, pp. 133-153.

85 CARRERA DAMAS, Boves..., pp. 171-208; IZARD, El miedo a la revolución…, pp.130-133.

86 Un buen ejemplo de lo dicho: las autoridades de Pasto y Quito optaron por noajusticiar a Antonio Nariño en 1814 con el propósito manifiesto de evitarrepresalias. El presidente de Quito, Toribio Montes, ordenó incluso quitarle lasprisiones cuando se enteró de que se hallaba enfermo de las piernas, resoluciónque se cuidó de anunciar urbanamente al hijo de su insigne prisionero, ORTIZ,Agustín Agualongo..., pp. 343 y 345.

87 VANEGAS USECHE, La Revolución neogranadina…, pp. 185 y 224.

88 BRIAN R. HAMNETT, Raíces de la insurgencia en México. Historia regional,1750-1824 [1986], México, FCE, 2010.

89 LANDAVAZO, Nacionalismo y violencia...

90 Para un compendio acerca de la demografía colonial neogranadina y de la presiónfiscal en tiempos de Carlos III y Carlos IV, ver los artículos de CARL HENRIKLANGEBAEK, ANDRÙS ETTER, HERMES TOVAR PINZÓN Y ADOLFO MEISEL,compilados en ADOLFO MEISEL ROCA y MARÍA TERESA RAMÍREZ (ed.), Laeconomía regional de la Nueva Granada, Bogotá, FCE-Banco de la República,2015.

91 “Relación del estado del Nuevo Reino de Granada, presentado por el Excmo. Sr.Virrey D. Pedro Mendinueta a su sucesor el Excmo. Sr. D. Antonio Amar yBorbón. Año de 1803”, en: COLMENARES (ed.), Relaciones e informes…, pp. 54 y

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72.

92 MICHEL VOVELLE, La mentalité révolutionnaire. Société et mentalités sous laRévolution française, París, Messidor, 1985, p. 88-93.

93 SOPHIE WAHNICH, La liberté ou la mort. Essai sur la Terreur et le terrorisme,París, La fabrique éditions, 2003, pp. 9-26; JEAN-CLÙMENT MARTIN, Violence etRévolution. Essai sur la naissance d’un mythe national, París, Seuil, 2006;MICHEL BIARD (dir.), Les politiques de la Terreur, 1793-1794, Rennes, PUR-Société des Études Robespierristes, 2008; “‘La Terreur’, laboratoire de lamodernité”, en: JEAN-LUC CHAPEY et al., Pour quoi faire la révolution, Marsella,Agone, 2012, pp. 83-114.

94 HAIM BURSTIN, “Entre théorie et pratique de la Terreur: un essai de balisage”, en:MICHEL BIARD (dir.), Les politiques de la Terreur, pp. 39-52.

95 La relación entre paroxismos de violencia y rivalidad por el poder es adoptada porhistoriadores tan diversos como RICHARD COBB (The Police and the People.French Popular Protest, 1789-1820, Oxford, Oxford University Press, 1970, pp.85-86), FRANÇOIS FURET (“La Révolution sans la Terreur? Le débat des historiensdu XIXe siècle”, en: La révolution en débat, París, Gallimard, 1999, pp. 29-71; ver,sobre todo, los comentarios sobre la obra de Edgar Quinet, pp. 52-55) y JEAN-CLÙMENT MARTIN (Violence et Révolution…, y “Violences et justice”, en: BIARD(dir.), Les politiques de la Terreur…, pp. 137-138).

96 A propósito de la responsabilidad de los contrarrevolucionarios y de laimportancia de las querellas religiosas en la agudización de la violencia durante laRevolución francesa, JEAN-CLÙMENT MARTIN, Contre-Révolution, Révolution etNation en France, 1789-1799, París, Éditions du Seuil, 1998.

97 Buena parte de las insurrecciones populares que contribuyeron a poner punto finalal reinado de Luis XVI tuvieron origen la escasez y la carestía del pan, GEORGESLEFEBVRE, Quatre-vingt-neuf, París [1939], Éditions sociales, 1970, pp. 113-145.

98 RESTREPO “Biografía de José Manuel Restrepo…”, p. 15.

99 COBB, The People and the Police…, pp. 131-150. Como se ve, en la NuevaGranada hubo contraterror sin terror. Tiene razón, pues, Carlos Guillermo PáramoBonilla en señalar el “enorme significado psicológico y cultural” de laRestauración. Ver PÁRAMO BONILLA, “Las dos leyendas de Pablo Morillo”..., pp.195-227.

100 “El gobierno de Antioquia solicita la expedición de un indulto a favor de loshabitantes de aquella provincia…”, AGN, SAAS, t. 6, ff. 710-719. Ver también,ibíd., t. 7, ff. 261-270 y AGN, SAAH, t. 21, ff. 555-573.

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101 AHA, t. 843, ff. 241-243.

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CAPÍTULO 3LAS ÍNSULAS DE FRANCISCO DE MONTALVO, 1813-1818

1 RODRÍGUEZ VILLA, QUINTERO SARAVIA y DÍAZ DÍAZ apenas mencionan aMontalvo, El teniente general…, t. 1, pp. 145-190; Pablo Morillo, general de dosmundos, pp. 277-306. RESTREPO y GROOT son más justos, pero no consagran alhabanero más que comentarios marginales. RESTREPO SÁENZ escribió una cortasemblanza del gobernante en Biografías de los mandatarios y ministros de la RealAudiencia (1671-1819), Bogotá, Academia de Historia, 1952, pp. 250-259.

2 Tengo aquí una deuda con Georges Lomné, que ha comparado las políticas deMontes con las de Morillo y Sámano, recordando que la “pacificación” quiteña fueesencialmente conciliadora, a diferencia de la emprendida por el EjércitoPacificador y su jefe, que hizo las veces de “ángel exterminador”, Le lis et lagrenade..., pp. 371, 386, 399 y 409.

3 ALLAN J. KUETHE, Cuba, 1753-1815. Crown, Military, and Society, Knoxville,The University of Tenesee Press, 1986; MARÍA DOLORES GONZÁLEZ-RIPOLL,Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815), Madrid, CSIC, 1999,pp. 123-153; DOMINIQUE GONCALVÈS, Le planteur et le roi. L’aristocratiehavanaise et la couronne d’Espagne (1763-1838), Madrid, Casa de Velázquez,2008.

4 FRANCISCO XAVIER DE SANTA CRUZ Y MALLÙN, Historia de las familiascubanas, La Habana, Editorial Hércules, 1942, t. 3, pp. 289-317; RAFAEL NIETO YCORTADELLAS, Dignidades nobiliarias en Cuba, Madrid, Ediciones de CulturaHispánica, 1954, p. 310. Sobre el control de los O’Farrill de las plazas de oficialen las milicias y sobre las conexiones del conde de Santa Cruz de Mopox enMadrid, KUETHE, Cuba…, pp. 118 y 152-154 y apéndice 3.

5 Relación de méritos de Francisco de Montalvo (Madrid, 14 de noviembre de1818), Archivo General Militar de Segovia (en adelante AGMS), legajo M-3747,ff. 2-5. Agradezco a Sergio Mejía la comunicación de este documento.

6 Relación de méritos citada.

7 Gazeta Extraordinaria de Cartagena de Indias. Domingo 10 de enero de 1813.

8 Pedro Ruiz de Porras al Capitán General (Santa Marta, 26 de octubre de 1816),AGN, SAAG, t. 25, ff. 736-737.

9 HEREDIA, Memorias del regente Heredia..., pp. 166-167.

10 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 68-211. STEINAR A. SÆTHER,

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Identidades e independencia en Santa Marta y Riohacha, 1750-1850, Bogotá,ICANH, 2005, pp. 177-196 y, a propósito de Narciso Crespo, pp. 200-201.

11 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 137, EDUARDO POSADA,Apostillas a la historia de Colombia, Madrid, Editorial América, s. f., pp. 34-35.El nombramiento de Benito Pérez como virrey (Cádiz, 1.º de abril de 1811) seencuentra en el Archivo General de Indias (en adelante AGI), Santa Fe, 558. Sobresu navegación desde Cuba y llegada a Portobelo, AGN, SAAG, t. 1 de suplementos,ff. 585-586.

12 Información recibida de orden del Real Acuerdo de la Audiencia de Santa Fesobre el manejo del Exmo. Sr. Virrey D. Benito Pérez, AGN, SAAH, t. 14, f. 544;Earle, España y la independencia de Colombia..., p. 52.

13 Pérez a Melchor de Aymerich (Panamá, 12 de marzo de 1813), AGN, SAAH, t. 15,f. 67.

14 El duque del Infantado a Montalvo (Cádiz, 1.º de noviembre de 1812) ydeclaración de Francisco de Montalvo (Cartagena, 12 de enero de 1818), AGMS,legajo M-3747, ff. 12 y 18-20.

15 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 208.

16 SANTA CRUZ y MALLÙN, Historia de las familias cubanas, t. 3, pp. 291.

17 Carvajal a Montalvo (Cádiz, 12 de noviembre de 1812), AGMS, legajo M-3747, f.13; Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 1.º de junio de 1813), AGN, SAAG, t.23, f. 254.

18 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino...”, pp. 194-196; Montalvo a Ruiz de Porras y al cabildo de Santa Marta (A bordo delbergantín de guerra El Borja, 1.º y 2 de junio de 1813), AGN, SAAG, t. 23, ff. 254 y662; Gazeta Extraordinaria de Cartagena de Indias n.º 13 (11 de junio de 1813).

19 Montalvo al oidor Carrión (Santa Marta, 11 de septiembre de 1813), AGN, SAAG,t. 2 de suplementos, f. 312.

20 Sobre este incidente, me permito remitir a mi artículo “Le colonel MedinaGalindo, la province indienne de Riohacha et la révolution néogrenadine (1792-1814)”, AHRF, n.º 365 (julio-septiembre de 2011).

21 Oficio del cabildo de Riohacha al capitán general del Nuevo Reino de Granada (13de septiembre de 1813) y representación de aquel a la Regencia (3 de septiembrede 1813), AGN, SAAH, t. 15, ff. 108-119.

22 Montalvo a Montes (12 de octubre de 1814), AGN, SAAH, t. 17, ff. 91-93;MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 324-325.

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23 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 303-304.

24 Ibíd., pp. 195-196.

25 Ruiz de Porras a Montalvo (Santa Marta, 22 de diciembre de 1813), AGN, SAAG, t.23, f. 501.

26 Juan Pinto y Juan Francisco Infanzón a Montalvo (Kingston 18 de octubre de1813), AGN, SAAH, t. 15, ff. 378-379; Montalvo al secretario de Estado (SantaMarta, 6 de noviembre de 1813), AGI, Santa Fe, 631.

27 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (Cartagena, 17 de febrero de 1817),AGN, SAAG, t. 31, ff. 479-481.

28 EDGARDO PÙREZ MORALES, El gran diablo hecho barco. Corsarios, esclavos yrevolución en Cartagena y el Gran Caribe, 1791-1817, Bucaramanga, UIS, 2012.

29 Ruiz de Porras a Montalvo (Santa Marta, 1.º de junio de 1815), AGN, SAAGYM, t.131, f. 623.

30 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 351.

31 Estas estimaciones proceden del “Estado que manifiesta las fuerzas sutiles que hansalido al río Magdalena al mando del capitán D. Velentín Capmani, con expresiónde patrones, timoneles, tripulaciones y dotación de municiones” (Santa Marta, 21de abril de 1815), AGN, SAAGYM, t. 131, f. 636.

32 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 25 de junio de 1813), AGN, SAAG, t. 23,f. 258.

33 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 196-197; RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 224.

34 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 20 de agosto de 1813), AGN, SAAG, t. 23,f. 271.

35 Gazeta Extraordinaria de Cartagena de Indias n.º 22 (19 de agosto de 1813) y“Barranquilla, 18 de agosto de 1813”, Gazeta de Cartagena de Indias n.º 72 (2 deseptiembre de 1813).

36 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 198-199.

37 Zúñiga a Montalvo y este a aquél (Santa Marta, 4 de septiembre de 1813), AGN,SAAG, t. 23, ff. 592 y 593.

38 AGN, SAAG, t. 23, ff. 569-570.

39 Certificación del escribano Francisco Antonio Linero (Santa Marta, 30 de agosto

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de 1813), AGN, SAAG, t. 23, f. 572.

40 AGN, SAAG, t. 23, ff. 578-596.

41 Ruiz de Porras a Sámano (Santa Marta, 5 de febrero de 1818), AGN, SAAP, t. 11, ff.544-545. Sobre la enemistad de Montalvo con Ruiz de Porras, ver también EARLE,España y la independencia de Colombia…, p. 57.

42 Representación de Aramendi (Valledupar, 10 de agosto de 1814), AGN, SAAGYM,t. 120, f. 661.

43 AGI, Santa Fe, 551.

44 AGN, SAAPU, t. 1, ff. 359.427; AGI, Santa Fe 631; GUTIÙRREZ ARDILA, Un NuevoReino…, p. 450.

45 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 7 de junio de 1813), AGN, SAAG, t. 23, f.255.

46 “Noticia de los empleados oficiales y familias que han regresado a Santa Martacon expresión de los buques que los han conducido” (Portobelo, 17 de mayo de1813), AGN, SAAG, t. 23, f. 643.

47 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 199-200.

48 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 24 de septiembre de 1813), AGN, SAAG,t. 23, f. 277.

49 Ruiz de Porras a Montalvo (Santa Marta, 9 de septiembre de 1813), AGN, SAAG, t.23, f. 389. Sobre la toma de Chiriguaná, ver también la Gazeta Extraordinaria deCartagena de Indias n.º 23 (23 de agosto de 1813).

50 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 13 de abril de 1814), AGN, SAAG, t. 24, f.217 v.

51 “Última prueba de la lealtad de estos vecinos” (Santa Marta, 9 de diciembre de1813) y denuncio firmado por Francisco Antonio Lineros sobre movimiento quepreparaban los indios de Bonda para expulsar a Montalvo (Santa Marta, 2 dediciembre de 1813), AGN, SAAGYM, t. 120, ff. 286-288 y 317-319; Montalvo aRuiz de Porras (El Morro, 3 de diciembre de 1813), AGN, SAAG, t. 23, ff. 312 v. y350-351; el cabildo de Santa Marta a Montalvo (3 de diciembre de 1813), AGN,SAAH, t. 15, f. 231.

52 O’Donojú a Montalvo (Cádiz, 12 de septiembre de 1813), AGMS, legajo M-3747,f. 14. En su relación de mando, Montalvo da el 23 de julio como fecha de estenombramiento, MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el NuevoReino…”, p. 201.

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53 HEREDIA, Memorias del regente Heredia..., p. 292-293.

54 La situación de Venezuela en 1813-1814 no será analizada aquí. Ver al respecto,YANES, Relación documentada…, t. 1, pp. 25-138; BARALT y DÍAZ, Resumen dela historia de Venezuela…, t. 1, pp. 134-299 y STOAN, Pablo Morillo andVenezuela…, pp. 42-60.

55 Ramón Correa a Montalvo (Maracaibo, 20 de abril de 1814), AGN, SAAGYM, t.123, ff. 67 y 71.

56 Relación de méritos citada de Francisco de Montalvo.

57 El cabildo de Santa Marta a Montalvo, (8 de enero de 1814), AGN, SAAGYM, t.120, f. 283.

58 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, p. 203-204.

59 Aramendi a Montalvo (Guayacanes, 9 de marzo de 1814), AGN, SAAGYM, t. 120,ff. 532-533.

60 KUETHE, Cuba…, pp. 171-172.

61 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, p. 255.

62 Ibíd., p. 205.

63 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 11 de enero de 1814), AGN, SAAG, t. 24,f. 192.

64 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 3 de enero de 1814), AGN, SAAG, t. 24, f.189; Acta del Cabildo de Valledupar (23 de enero de 1814), AGN, SAAGYM, t.120, ff. 427-428.

65 Montalvo a Aramendi y a Ruiz de Porras (Santa Marta, 22 de diciembre de 1813 y29 de enero de 1814), AGN, SAAGYM, t. 134, f. 795 y SAAG, t. 24, f. 196.

66 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, p. 203.

67 Aramendi a Montalvo (Chiriguaná, 17 de febrero de 1814), AGN, SAAGYM, t. 120,ff. 466-467; Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 1.º de marzo de 1814), AGN,SAAG, t. 24, ff. 208-209.

68 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 209-211; Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 26, 27 de marzo y 26 de abril de1814), AGN, SAAGYM, t. 120, ff. 172-173 y SAAG, t. 24, ff. 216 y 220; RESTREPO,Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 241-244.

69 RESTREPO SÁENZ, Biografías de los mandatarios..., pp. 535-540; JUANA MARÍAMARÍN LEOZ, Gente decente. La élite rectora de la capital, 1797-1803, Bogotá,

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ICANH, 2008, pp. 170-174.

70 Ver el impreso en que Bierna y Mazo ofrece sus servicios como abogado en SantaFe en 1812, AGN, SAAP, t. 11, f. 424.

71 Bierna y Mazo a Montalvo (Kingston, 1.º de diciembre de 1813), AGN, SAAH, t.15, f. 204. Ver también otras cartas de la correspondencia inicial de Montalvo yBierna en AGN, SAAG, t. 24, ff. 889-892 y 897-899.

72 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (Cartagena, 24 de febrero de 1817),AGN, SAAGYM, t. 149, ff. 314-315.

73 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (Cartagena, 27 de febrero de 1818),AGN, SAAGYM, t. 158, ff. 206-207.

74 “Oficio del Gobierno de la Unión al de Cartagena”, Gazeta Ministerial deCundinamarca n.º 196 (20 de octubre de 1814).

75 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 216-217.

76 HEREDIA, Memorias del regente Heredia…, pp. 292-293.

77 MARCELA ECHEVERRI, Indian and Slave Royalists in the Age of Revolution.Reform, Revolution and Royalism in the Northern Andes, 1780-1825, Nueva York,Cambridge University Press, 2016, p. 43-48.

78 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 287-294.

79 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 228y 233-234. En lo tocante a la financiación de los alcances de las cajas de SantaMarta por el propio Montalvo, ver el oficio confidencial de este a Carlos Meyner(Santa Marta, 2 de julio de 1814), AGN, SAAGYM, t. 121, ff. 479-480.

80 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 11 de marzo de 1814), AGN, SAAG, t. 24,f. 212 v.

81 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 240-241.

82 Montalvo a Rodríguez Torices (Santa Marta, 15 de julio y 5 de agosto de 1814),AGI, Santa Fe, 747.

83 “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 221-225 y 234.En lo referente a las quemas de los pueblos, ver los oficio de Montalvo a Ruiz dePorras (Santa Marta, 1.º de agosto de 1814 y 17 de abril de 1815), AGN, SAAGYM,t. 120, f. 651 y t. 131, f. 612.

84 Montalvo a La Ruz (10 de noviembre de 1814), AGN, SAAG, t. 24, f. 237 v.

85 La “Instrucción” tantas veces citada de Montalvo a Sámano constituye un

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excelente resumen de la campaña de 1815 sobre la línea del Magdalena,MONTALVO, pp. 235-241. Ver también RESTREPO, Historia de la Revolución…, t.1, pp. 314-328. En AGN, SAAGYM, t. 131 se halla una extensa documentaciónsobre la materia, que incluye órdenes de Montalvo, correspondencia, presupuestosy partes. Ver en especial sobre las acciones militares los ff. 607v.-608, 611, 616,639-640, 681-684, 698-700, 707-708, 713, 752-758, 761, 829 y 833. En lo relativoal desacato de Simón Bolívar, véase el oficio que le dirigió Andrés Rodríguezdesde Santa Fe el 30 de abril de 1815, AGN, SAAH, t. 18, f. 97.

86 Montalvo a La Ruz (8 de mayo de 1815), AGN, SAAGYM, t. 131, ff. 755-756.

87 RODOLFO SEGOVIA, 105 días. El sitio de Pablo Morillo a Cartagena de Indias,Bogotá, El Áncora Editores, 2013, p. 154.

88 Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 17 de septiembre de 1816), en:RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 218-222. Mal transcrito enBONILLA et al., Pablo Morillo. Documentos de la reconquista…, pp. 182-184.

89 Montalvo a Bierna y Mazo (Santa Marta, 27 de julio y 6 de agosto y Cartagena, 8de diciembre de 1815), AGN, SAAG, t. 28, ff. 400, 405 y 51, respectivamente. En lorelativo a la llegada de Morillo a Santa Marta y de la salida de la expedición,MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp. 241-242.

90 Montalvo a Bierna y Mazo (Torrecilla, 14 de septiembre de 1815), AGN, SAAGYM,t. 129, f. 957.

91 Bierna a Montalvo (Santa Marta, 20 de septiembre y 7 de octubre de 1815), AGN,SAAGYM, t. 129, f. 960 y 980; SAAH, t. 19, ff. 752-754.

92 Sobre este tema, RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. ; 348-362 y373-384; RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 1, pp. 146-190. RODOLFOSEGOVIA ha publicado recientemente un libro esclarecedor, 105 días…, verespecialmente pp. 162-285.

93 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 396.

94 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, p. 250.

95 Juan Friede fue el primero en llamar la atención sobre las divergencias entreMontalvo y Morillo, como expresión en el Nuevo Reino de Granada de dos“partidos” antagónicos (el militarista y el civilista) presentes también en elgobierno peninsular, La otra verdad... Earle ha retomado después la idea en sulibro España y la independencia de Colombia… Ver especialmente el capítulo 4,pp. 95-114.

96 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (Cartagena, 24 de febrero de 1817),

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AGN, SAAGYM, t. 149, ff. 314-315. Proclama de Montalvo a los cartageneros,impresa en Cartagena en 1816 y reproducida por BONILLA et al., Pablo Morillo.Documentos de la reconquista…, pp. 91-92.

97 Un traslado del nombramiento se halla en AGMS, legajo M-3747.

98 Montalvo a los oficiales reales de Santa Fe (Cartagena, 9 de diciembre de 1816),AGN, SAAG, t. 29, f. 94.

99 Joaquín de Mosquera y Cabrer a Montalvo (Santa Marta, 18 de diciembre de1815), AGN, SAAG, t. 27, f. 841; Montalvo al decano de la Audiencia e itinerariode este (Cartagena, 31 de diciembre de 1815) AGN, SAAG, t. 28, ff. 276-286;“Noticias de este Reino”, Gazeta Real de Cartagena de Indias (10 de agosto de1816); MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”,pp. 268 y 283.

100 Montalvo a Morillo (Cartagena, 20 de agosto de 1816), AGN, SAAGYM, t. 136, f.1253; Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 17 de septiembre de 1816), en:RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 218-222.

101 Montalvo al secretario de Guerra (Cartagena, 24 de febrero de 1817), AGN,SAAGYM, t. 149, ff. 406-409; MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que dejael Nuevo Reino…”, pp. 316-317.

102 Para el caso de Ruperto Delgado en Neiva, AGN, SAAGYM, t. 148, f. 256-267.

103 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (24 de febrero de 1817), AGN, SAAG,t. 31, ff. 473-478.

104 Hoja impresa que contiene un oficio de Montalvo a Sámano (Cartagena, 4 deenero de 1817), AGN, SAAG, t. 29, f. 96.

105 AGN, SAAG, t. 29, f. 105; Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 43(3 de abril de 1817).

106 Publicado por RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 351-356.

107 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 453.

108 El expediente se halla en AGN, SAAH, t. 22, ff. 685-721 y t. 23, ff. 2-6 y 24-58.Ver también el oficio de los oidores Juan Jurado Laínez y Francisco de Mosqueray Cabrera al Consejo de Indias (Santa Fe, 9 de septiembre de 1817), “Archivos dela Audiencia”, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 10 (10 de octubre de 1819);FRIEDE, La otra verdad…, pp. 47-56.

109 AGN, SAAGYM, t. 138, ff. 74 y 79. En una boleta de 1817 remitida a Biernaescribió Montalvo: “Por un lado fabricamos y por otro nos lo destruyen losmismos que debían ser más honrados”, ibíd., t. 151, f. 708.

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110 Montalvo a Gabriel de Torres (Cartagena, 9 de enero de 1817), AGN, SAAGYM, t.145, f. 79.

111 La circular impresa se halla en AGN, SAAGYM, t. 147, f. 283. Sobre el desacato,en términos generales, Sámano a Montalvo (Santa Fe, 9 de julio de 1817), ibíd., t.153, f. 46. Para los casos concretos de Neiva y Ocaña, ver, en el mismo volumenlos folios 352, 357 y 532 y el t. 156, f. 718. En lo relativo a Tunja, ibíd., t. 158, ff.95, 96 y 99.

112 Montalvo al secretario de Guerra (Cartagena, 9 de noviembre de 1817), AGN,SAAGYM, t. 155, f. 592.

113 Montalvo a Sámano (Cartagena, 22 de febrero de 1817), AGN, SAAGYM, t. 149, f.396.

114 AGN, SAAGYM, t. 146, ff. 95-98; Montalvo a Sámano y respuesta de este(Cartagena, 23 de julio y Santa Fe, 29 de agosto de 1817), ibíd., t. 147, ff. 284-285; Montalvo a Morillo (Cartagena, 30 de enero de 1817), ibíd., t. 148, f. 221;Montalvo al secretario de Guerra (Cartagena, 24 de febrero de 1817), ibíd., t. 149,ff. 406-409.

115 Ver, por ejemplo, carta reservada y cifrada de Enrile a Morillo (Madrid, 15 dejunio de 1817) y oficios de este al secretario de Guerra (Caracas, 5 de octubre yValencia, 1.º de noviembre de 1817), en: RODRÍGUEZ VILLA, El tenientegeneral…, t. 3, pp. 331-332, 448-450 y 450-453.

116 Queda clarísimo al leer su correspondencia, conservada en diversos volúmenesde AGN, SAAGYM. Lo confirma Manuel José Castrillón en sus memorias, DIEGOCASTRILLÓN ARBOLEDA (ed.), Manuel José Castrillón (biografía y memorias),Bogotá, Banco Popular, 1971, t. 1, pp. 141 y 152-153.

117 Declaración de Solís a favor del insurgente José de Villa (Popayán, 7 de enero de1817), AHA, t. 852, ff. 134-139; lista de los prisioneros realistas concentrados enRionegro (1.º de junio de 1815), AGN, SAAGYM, t. 125, f. 255; representación deSolís a Montalvo (Rionegro, 27 de junio de 1816), ibíd., t. 138, f. 825-826; “Sobreconducta y méritos de D. José Solís, capturado por los rebeldes y enviadoignominiosamente a Antioquia”, AGI, Quito 276.

118 Solís a Montalvo (Popayán, 20 de agosto de 1817), AGN, SAAGYM, t. 152, ff.776-777. Montalvo consideró la posibilidad de destituir a Sámano y hasta consultóel asunto con su asesor, mas no se atrevió a seguir adelante. Ver nota sin fecha,ibíd., t. 153, ff. 48-49.

119 Superior providencia de Montalvo (Cartagena, 1.º de septiembre de 1817) yconceptos de Bierna (Cartagena, 19 de noviembre y 9 de diciembre de 1817),AGN, SAAGYM, t. 152, ff. 249 v., 776-777 y 890-893.

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120 AGN, SAAGYM, t. 151, ff. 896-897.

121 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp.293 y 299-300.

122 Montalvo al secretario de Guerra (Cartagena, 12 de septiembre de 1817), AGN,SAAGYM, t. 152, ff. 9906-908.

123 Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 12 de noviembre de 1816), en:RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 239-241.

124 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (24 de febrero de 1817), AGN, SAAG,t. 31, ff. 473-478.

125 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo Reino…”, pp.283-292; FRIEDE, La otra verdad…, pp. 30-31.

126 Talledo a Sámano (Madrid, 12 de noviembre de 1818), AGN, SAAP, t. 11, ff. 440-442.

127 El nombramiento de Sámano se debió en buena medida a las efusivasrecomendaciones de Morillo y Enrile. Ver los oficios de estos a las autoridadesespañolas (Santa Fe, 31 de agosto y Madrid, 19 de junio de 1816), en: RODRÍGUEZVILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 190-192 y 296-330.

128 AGI, Santa Fe, 631.

129 AGN, SAAG, t. 34, f. 512.

130 EARLE, España y la independencia de Colombia…, p. 187.

131 RESTREPO SÁENZ, Biografías de los mandatarios..., p. 259; JUSTO CUÑO, Elretorno del rey: el restablecimiento del régimen colonial en Cartagena de Indias(1815-1821), Castellón, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2008, p. 49.

132 FRIEDE, La otra verdad…

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CAPÍTULO 4LAS REGLAS DE LA FÍSICA, O JOSÉ MANUEL RESTREPO DURANTE LA RESTAURACIÓN

1 JUAN JOSÙ BOTERO RESTREPO, El prócer historiador José Manuel Restrepo(1781-1863), Medellín, Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, 1982, 2vols. (el segundo tomo es de apéndices).

2 SERGIO MEJÍA MACÍA, La revolución en letras... En lo tocante a la vida deRestrepo, ver las páginas 20-74.

3 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo escrita por él mismo”, en:Autobiografía..., pp. 7-11.

4 Restrepo abandonó Ibagué el 12 de julio de 1812 y llegó a la ciudad de Rionegroel día 26 del mismo mes, AHA, t. 824, ff. 102-104.

5 A propósito de los orígenes ilegítimos de la familia Montoya, su progresivoblanqueamiento y sus enlaces estratégicos con otros clanes antioqueños, véase ellibro de LUIS FERNANDO MOLINA LONDOÑO, Francisco Montoya Zapata. Poderfamiliar, político y empresarial, 1810-1862, Medellín, Nutifinanzas S. A, 2003,pp. 49-77. Véase también el corto estudio biográfico de José María Montoya,incluido por JOSÙ MARÍA RESTREPO SÁENZ en su obra Gobernadores deAntioquia, 1571-1819, Bogotá, Imprenta Nacional, 1932, pp. 235-243.

6 “Antioquia. Decreto del gobierno” (Medellín, 18 de abril de 1815), Estrella delOccidente n.º 5 (23 de abril de 1815), AHR, Fondo XI, vol. 8.

7 Ver las comunicaciones enviadas por Restrepo al juez mayor del cabildo deAntioquia en el mes de febrero de 1816, AHA, t. 834, Doc. 13183.

8 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo escrita por él mismo…”, enAutobiografía..., pp. 11-18.

9 Boletín Expedicionario n.º 27 (Cartagena, 17 de abril de 1816) y EjércitoExpedicionario-Boletín n.º 27 (Bucaramanga, 13 de mayo de 1816), AGN, SAAH,t. 20, ff. 36 y 53.

10 Según refiere Restrepo en su Historia de la Revolución…, solo 60 personas de laprovincia de Antioquia escaparon a la de Popayán “entre oficiales, soldados ypaisanos”, t. 1, p. 398.

11 José Manuel Restrepo escribió una detallada narración de su emigración que tituló“Diario de un emigrado”. Contiene este tres partes, correspondientes a lasdiferentes etapas de la evasión: “De Medellín a Popayán” (Kingston, 9 de mayo de1818) y “De Rionegro a Kingston” y “Diario de un viaje que hice de Kingston de

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Jamaica a New York, en los Estados Unidos” (Kingston, 23 de enero de 1818). Laversión más conocida del diario es la incluida en el volumen Autobiografía..., pp.63-163. No obstante, por ser la primera, citaré aquí la edición de la Librería Nueva(Bogotá, 1926, pp. 65-104), a pesar de que carece de la tercera y última parte deldiario. En lo relativo a las circunstancias citadas en este apartado, ver pp. 68-73.

12 Warleta a Francisco de Montalvo (Rionegro, 13 de abril de 1816), AHA, t. 1027, f.2.

13 Sánchez de Lima a Francisco de Montalvo (Medellín, 5 de julio de 1816), AHA, t.1027, ff. 41-42. Oficio reproducido por la Gazeta Real de Cartagena de Indias n.º2 (17 de agosto de 1816).

14 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo escrita por él mismo”…, enAutobiografía..., p. 18.

15 RESTREPO SÁENZ, Gobernadores de Antioquia…, p. 241.

16 AHR, Fondo IX, vol. 4, f. 562.

17 El pasaporte, concedido el 14 de abril de 1816 por Francisco Warleta a Restrepo,Sinforoso García y Pedro Carvajal “que con criados y cargas pertenecientes al realerario regresan a Rionegro” se halla en AHR, Fondo VIII, vol. 7, f. 44.

18 “Diario de un emigrado. Parte primera. De Medellín a Popayán”…, enAutobiografía..., pp. 73-80. Restrepo había sido nombrado contador general dediezmos “para todo el territorio de la República” de Antioquia por el dictador Juandel Corral (Antioquia, 9 de octubre de 1813), AHR, Fondo VIII, vol. 7, f. 49. Vertambién el oficio de Restrepo a Warleta (Rionegro, 27 de junio de 1816), AHA, t.834, doc. 13192 y el informe del cabildo de Medellín a Montalvo (15 de agosto de1816), AGN, SAAG, t. 29, ff. 635-640.

19 Alberto María de la Calle a Warleta (Medellín, 22 y 30 de abril de 1816), AHA, t.857, ff. 213-214 y 223.

20 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 434.

21 “La mediación. Continuación de la exposición sobre la mediación entre España yAmérica”, Correo del Orinoco n.º 13 (17 de octubre de 1818).

22 Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 23 (14 de noviembre de1816).

23 Carta dirigida a Warleta por un tal “Vejete” (Santa Fe, 2 de julio de 1816), AHA, t.838, ff. 179-180.

24 Instrucciones dadas por Warleta a Sánchez de Lima (Medellín, 21 de junio de1816), AGN, SAAGYM, t. 140, ff. 944-946; RESTREPO SÁENZ, Gobernadores de

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Antioquia…, p. 310. Al enterarse del nombramiento, José María Montoya, JoséManuel Restrepo e Indalecio González se apresuraron a escribir un oficio defelicitación a Sánchez de Lima (Rionegro, 25 de junio de 1816). Muygalantemente, el nuevo gobernador se comprometió en su respuesta del díasiguiente a no “dejar de hacerles cuanta gracia” estuviera a su alcance, AHA, t.835, f. 346.

25 Morillo a Montalvo (Santa Fe, 9 de septiembre de 1816), AHR, Fondo IX, vol. 4, f.305.

26 Nota marginal de Montalvo (Cartagena, 20 de septiembre de 1816) en lacomunicación citada de Morillo de 9 de septiembre de 1816.

27 Instrucciones citadas de Warleta a Sánchez de Lima.

28 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo…”, Autobiografía..., p. 19. En sus“Apuntamientos para servir a la historia de la revolución de N. G., sacados de loslibros de actas capitulares” de la ciudad de Rionegro, Restrepo repite unaobservación semejante con respecto a Sánchez de Lima, a quien caracteriza como“un poco amante del dinero”, AHR, Fondo I, vol. 7, f. 543.

29 José María Montoya a Sánchez Lima (Rionegro, s. f ), AHA, t. 840, f. 179.

30 Montes a Sámano (Quito, 21 de julio de 1816), AHR, Fondo I, vol. 11, f. 585.

31 Montes a Sámano (Quito, 21 de septiembre de 1816), AHR, Fondo I, vol. 11, f.578; Carlos Francisco Cabrer y Manuel de Pombo al mismo (Valencia, 23 dediciembre de 1818 y Madrid, 24 de febrero de 1819, respectivamente), AGN,SAAP, t. 11, ff. 452 y 453; Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 13 denoviembre de 1816), en: RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 251-252. Ver también el “Breve manifiesto de la conducta política y padecimientos deD. Manuel de Pombo…”, AGN, SAAGYM, t. 135, ff 87-95.

32 IGNACIO DE HERRERA, Representación dada al Excmo. Sr. Presidente Libertadorpor el Dr. Ignacio de Herrera, fiscal que fue de la Corte Superior de Justicia delos departamentos de Cundinamarca y Boyacá, relativa a la exoneración de esteempleo; y providencia dictada a su consecuencia que se imprimen parasatisfacción pública, Bogotá, Imprenta de N. Lora, por Juan Barros, 1828,Biblioteca Nacional de Colombia (en adelante BNC), Fondo Quijano, t. 261, pza.219.

33 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 443.

34 LÓPEZ, Memorias…, pp. 101 y 112.

35 Enrile a Sánchez de Lima (Cuartel General de Santa Fe, 5 de agosto de 1816),AHA, t. 1028, f. 9.

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36 RESTREPO, Ensayo sobre la geografía…, pp. 93-94.

37 Afirma RESTREPO en su obra que Morillo se pasaba “días enteros registrando losarchivos” y que “por la menor expresión o documento que hallara en ellos”ordenaba nuevos arrestos, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 426-427 y 439.

38 Vicente Sánchez de Lima a José Manuel Restrepo (Antioquia, 20 de agosto de1816), AGN, SAAS, t. 10, ff. 313-314. Restrepo a Sánchez Lima (Rionegro, 22 y 23de agosto de 1816), AHA, t. 844, ff. 227, 286-289 y 22-323.

39 Fueron las nuevas vías las de Girón al Pedral, Zapatoca al Magdalena, Vélez alCarare, Cáqueza a San Martín, Ibagué a Cartago, Anchicayá a Buenaventura y dosmás que de la provincia de Tunja debían conducir a los llanos de Casanare. Lasrefacciones de caminos existentes tuvieron lugar entre Pamplona y Tunja y SantaFe y Honda, RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 432-433.

40 Oficio de José Pardo y Juan Esteban Martínez (Antioquia, 16 de julio de 1816),AHA, t. 838, f. 378.

41 AHA, t. 838-840.

42 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, pp. 432-433.

43 FRIEDE, La otra verdad..., p. 31.

44 MONTALVO, “Instrucción sobre el estado en que deja el Nuevo…”, pp. 276-277,286-287 y 292-293.

45 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo…”, en Autobiografía..., p. 19.

46 RESTREPO, “Diario de un emigrado. Segunda parte…”, en Autobiografía..., pp.82-83.

47 Oficios de José María Montoya al gobernador y comandante de la provincia deAntioquia (Rionegro, 25 y 30 de agosto, 3 de septiembre y 17 de octubre de 1816),AHA, t. 844, ff. 8, 373 y 344 y t. 840, f. 17.

48 Restrepo al gobernador de las provincias de Antioquia y el Chocó (Sonsón, 26 deagosto y 3 de septiembre de 1816), AHA, t. 844, ff. 352-353 y 23-24.

49 Informe de Restrepo al gobernador (Río de la Miel, 11 de septiembre de 1816),AHA, t. 844, ff. 156-158.

50 Informe de Restrepo al gobernador (cercanías de Mariquita, 20 y 21 de septiembrede 1816), AHA, t. 845, ff. 50-51 y 61-62.

51 Restrepo al gobernador (Río Moro, 29 de septiembre), AHA, t. 845, ff. 157-158.

52 Restrepo al gobernador (La Miel, 26 de septiembre y Río Moro, 29 de septiembrede 1816), AHA, t. 845, ff. 113-114 y 159-160.

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53 Restrepo al gobernador político y militar de la provincia de Antioquia (Río Moro,3 de octubre de 1816), el mismo al secretario de Gobierno Pantaleón González(mismo lugar y fecha) AHA, t. 839, ff. 34 y 110. Ver también los informesfechados en La Miel los días 25 y 26 de septiembre de 1816, AHA, t. 845, ff. 111,112 y 115.

54 Restrepo al gobernador político y militar de la provincia de Antioquia (Río Moro,8 y 15 de octubre de 1816), AHA, t. 839, ff. 104 y 209.

55 Restrepo al gobernador político y militar de la provincia de Antioquia (Río Moro,8 de octubre de 1816), el mismo al secretario de Gobierno Pantaleón González(mismo lugar y fecha), AHA, t. 839, ff. 106 y 108.

56 Restrepo al gobernador político y militar de la provincia de Antioquia (Medellín,octubre 25 de 1816), AHA, t. 840, ff. 143-148.

57 Ibíd.

58 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo…”, en Autobiografía..., pp. 20-21; “Diario de un emigrado. Segunda parte…”, en Autobiografía..., pp. 83-84;Sánchez de Lima a Restrepo (Rionegro, 11 de octubre de 1816), AHA, t. 1027, f.178 v.

59 Informe de Pedro Martínez al gobernador de Antioquia, AHA, t. 861, ff. 21-22.

60 AGN, Mejoras materiales, t. 10, ff. 770-779.

61 RESTREPO, “Biografía de José Manuel Restrepo…”, en Autobiografía..., pp. 20-21; “Diario de un emigrado. Segunda parte…”, en Autobiografía..., pp. 83-84.

62 Carta muy reservada del escribano Francisco Ospina a Francisco Londoño(Medellín, 11 de diciembre de 1816), AHA, t. 873, f. 134.

63 Morillo a Montalvo (Tunja, 27 de noviembre de 1816), AHR, Fondo IX, vol. 4, f.328.

64 “Relación de los individuos que se deben perseguir hasta prenderlos, y si severifica se me remitirán al punto donde me halle” (Cuartel General de Santa Fe, 18de noviembre de 1816), AHR, Fondo IX, vol. 4, ff. 589-590.

65 El expediente al respecto se encuentra en: AGN, SAAH, t. 21, ff. 555-573.

66 Leonor Vélez solicita el indulto de su marido (Medellín, 13 de marzo de 1817),AHA, t. 850, ff. 188-193.

67 RESTREPO, “Diario de un emigrado. Segunda parte…”, en Autobiografía..., pp.84-85 y 91.

68 Vicente Sánchez de Lima a José Manuel Restrepo (Antioquia, 5 de noviembre de

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1816), AGN, SAAS, t. 10, f. 317. El pasaporte concedido el mismo día por Sánchezde Lima a Restrepo se halla en AHR, Fondo VIII, vol. 7, f. 45. Ver también eloficio de Restrepo a Sánchez de Lima (Rionegro, 8 de noviembre de 1816), AHA,t. 839, f. 299.

69 Información de testigos adelantada por solicitud del doctor José Manuel Restrepo(Rionegro, 6 de noviembre de 1816), AGN, SAAS, t. 10, ff. 309-312.

70 AHA, t. 851, ff. 335-337 y t. 890, ff. 222 y 260.

71 Información de testigos citada.

72 Los documentos relativos a la solicitud del indulto que obtuvieron a finales defebrero de 1817 los hermanos Francisco (desertor de las tropas patriotas), LuisMaría y Juan Antonio Montoya se encuentran en AHA, t. 898, ff. 332 y 453-454.

73 RESTREPO, “Diario de un emigrado. Segunda parte…”, en Autobiografía..., p. 103.

74 Simón José López a José Antonio Gaviria y al comandante de la fuerza española(Medellín, 20 y 30 de marzo de 1816), AHA, t. 851, f. 502-503. Iglesias habíanacido en Cádiz en 1781 y falleció en Cartagena en 1840, según reza una lápidaconservada en el templo del convento de Santa Clara.

75 Restrepo a Sánchez de Lima (Kingston, 9 de noviembre de 1816) y Sánchez deLima al virrey Francisco de Montalvo (Rionegro, 5 de febrero de 1817), AGN,SAAH, t. 22, ff. 14-18.

76 RESTREPO, “Diario de un viaje que hice de Kingston de Jamaica a New York, enlos Estados Unidos” y “Biografía de José Manuel Restrepo…”, en:Autobiografía…, pp. 101-163 y 21-27, respectivamente.

77 AHA, t. 843, Doc. 13369.

78 AHA, t. 849, ff. 130-141.

79 Solicitud de indulto de Miguel de Restrepo y Puerta, AHA, t. 850, ff. 188-193.

80 LUX, Mujeres patriotas y realistas…, pp. 93, 196-197 y 205.

81 El poder general se encuentra en AGN, SAAS, t. 10, f. 292.

82 Alegato de Matías Carracedo a favor del doctor José Manuel Restrepo, ibíd., ff.319-323.

83 Ibíd.

84 Vista fiscal (Cartagena, 11 de octubre de 1817), ibíd., ff. 323-324 v.

85 La afirmación se encuentra en cierto expediente promovido por la señora MaríaAmador, esposa del ilustre ciudadano José Ignacio de Pombo, AGN, SAAP, t. 11, f.190.

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86 Miguel Valbuena a Sámano (24 de junio de 1818), AGN, SAAP, t. 11, f. 505.

87 AHA, t. 865, ff. 273-288 y t. 866, ff. 37-45. Al llegar a Santa Marta, Sánchez deLima fue detenido por orden de Sámano, mas consiguió escapar y embarcarse“furtivamente en un navío inglés”, Sámano al secretario de Guerra (Santa Fe, 9 dejunio de 1818), AGN, SAAGYM, t. 157, f. 862.

88 AHA, t. 873, doc. 13677.

89 AGN, Miscelánea de la Colonia, t. 83, ff. 722-724.

90 Solicitud del doctor José Manuel Restrepo al cabildo de Cartagena y certificadosanexos del ayuntamiento (Cartagena, 7 y 21 de octubre de 1818), AHR, Fondo VIII,vol. 7, ff. 41-43.

91 Restrepo a Sánchez de Lima (Cartagena, 27 de septiembre y 15 de diciembre de1818), AHR, Fondo IX, vol. 14, f. 3v.-4 y 13 v.

92 Comunicación citada de Valbuena al virrey Sámano del 24 de junio de 1818.

93 AGN, SAAG, t. 35, f. 730.

94 Tolrá a Sámano (Antioquia, 13 y 14 de diciembre de 1818), AGN, SAAP, t. 10, ff.529 y 531 y SAAG, t. 35, ff. 915-917.

95 RESTREPO, Diario político y militar, Bogotá, Imprenta Nacional, 1954, t. 1, p. 13.

96 Oficio de Restrepo a Córdoba (Rionegro, 31 de agosto de 1819), AHA, t. 875, f.272.

97 RESTREPO, Diario político y militar…, t. 1, pp. 23-25.

98 AGN, SAAH, t. 26, f. 598. El oficio fue publicado en la Gazeta de Santafé deBogotá n.º 7 (26 de septiembre de 1819) y reproducido por LUIS HORACIO LÓPEZ,De Boyacá a Cúcuta. Memoria administrativa, 1819-1821, Bogotá, Presidencia dela República, 1990, pp. 41-42. El 30 de noviembre de 1819 Restrepo propuso a lasautoridades de la capital neogranadina suprimir los gobiernos políticos yconcentrar el poder provincial en los comandantes militares, “Proyecto de ley”,AGN, SAAG, t. 38, ff. 87-88.

99 “La Historia de la Revolución por José Manuel Restrepo: una prisiónhistoriográfica”, en: GERMÁN COLMENARES et al., La Independencia. Ensayos dehistoria social, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1986, pp. 7-23.

100 Restrepo a Córdoba (Medellín, 8 y 11 de septiembre y Antioquia, 16 deseptiembre de 1819), AHA, t. 875, ff. 287, 291, 298 y 299. Oficios dirigidos aRestrepo en 1819 por José de Villa (Antioquia, 1.º de octubre), Joaquín Muñoz(Santa Rosa, 5 de octubre) y Pedro Barrientos (San Luis de Góngora, 7 deoctubre), AHA, t. 878, ff. 1-2, 22, 32. Córdoba a Restrepo (Rionegro, 3 de

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septiembre de 1819), AHA, t. 899, f. 95.

101 RESTREPO, “Diario de un emigrado. Segunda parte…”, Autobiografía..., p. 81.

102 José María Caballero anota en su diario el provecho que sacaron Morillo y Enrileen Santa Fe. Así mismo, anota que el vicario del Ejército Pacificador saqueó laplata labrada de las iglesias para confeccionar con ella “carrileras, frenos,espuelas, cinturón, jaquimón y todo al jaez para el caballo, vasos, jarros, cubiertosde su servicio”, Particularidades de Santa Fe..., pp. 206-207.

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CAPÍTULO 5EL REINO DE LAS VELETAS

1 “Artículo comunicado”, El Eco de Antioquia n.º 33 (5 de enero de 1823). La citalatina, proveniente del Salmo 143, puede traducirse así (Reina Valera): “Y noentres en juicio con tu siervo, porque no se justificará delante de ti ningúnviviente”.

2 “Artículo comunicado”, El Eco de Antioquia n.º 35 (19 de enero de 1823).

3 SERNA, La république des girouettes...

4 Dictionnaire des girouettes, ou nos contemporains peints d’après eux-mêmes...,Paris, Alexis Eymery, 1815, p. 373.

5 DÙMIER, La France de la Restauration..., p. 148.

6 Sobre el olvido y las políticas de silencio, LOK, “‘Un oubli total du passé’?...”, y“La culture du silence sous la Restauration…”.

7 CABALLERO, Particularidades de Santa Fe…, p. 192-193.

8 GONZÁLEZ, Memorias…, pp. 44-50.

9 FRANCISCO SOTO, Mis padecimientos i mi conducta pública, Bogotá, AcademiaColombiana de Historia, 1978, pp. 26-27.

10 Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 31 de agosto de 1816), RODRÍGUEZVILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 175-188. Reproducido también en BONILLAet al., Pablo Morillo. Documentos de la reconquista…, pp. 118-122.

11 “Relación de los individuos empleados en los varios ramos de rentas...”(Antioquia, 2 de agosto de 1816), AHA, t. 834, doc. 13185.

12 En lo tocante a la composición de los cabildos restaurados, AHA, t. 835, ff. 279-283.

13 A propósito del desempeño de Londoño y González de Mendoza en el PoderLegislativo de 1812, ver los libros de actas, AHA, t. 821. En cuanto al cargo deÁngel Martínez como subpresidente, AHA, t. 651, f. 60. Sobre purificación deMery, AHA, t. 853, ff. 287-289.

14 Sánchez de Lima lo nombró interinamente. Lo confirmó el virrey Montalvo el 1.ºde agosto de 1816, AGN, SAAH, t. 20, ff. 418-421.

15 AGN, Miscelánea de la Colonia, t. 53, ff. 134-143; AGN, Empleados Públicos deAntioquia, t. 9, ff. 311-368.

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16 Sobre la conducta de Arango durante la revolución, ver mi artículo “Un Estado alborde del precipicio: el caso de la provincia de Antioquia (1810-1812)”, en: Lasasambleas constituyentes de la independencia. Actas de Cundinamarca yAntioquia (1811-1812), Bogotá, Corte Constitucional-Universidad Externado,2010, pp. 169-186; AGN, SAAG, t. 35, ff. 364-366.

17 AGN, SAAH, t. 20, f. 426.

18 AHA, t. 836, doc. 13235, f. 1 y AHA, t. 851, ff. 394 y t. 868, f. 306.

19 AHA, t. 853, f. 154 v. y t. 859, ff. 22v.-23.

20 GUTIÙRREZ ARDILA, Las asambleas constituyentes de la independencia..., pp.169-186; AHA, t. 827, doc. 13054 y t. 890, f. 176.

21 AHA, t. 832, doc. 13154 y doc. 13163, f. 241; t. 890, f. 176; t. 898, ff. 294-300; t.5099, ff. 267 y 276.

22 AGN, SAAG, t. 31, f. 736; JOSÙ MARÍA RESTREPO SÁENZ, Gobernadores ypróceres de Neiva, Bogotá, Academia de Historia, 1941, pp. 90-96.

23 Ladrón de Guevara a Agustín Santos Mendíbil (Saldaña, 18 de diciembre de 1816)y Ruperto Delgado a Sámano (Neiva, 7, 20 y 23 de diciembre de 1816), AGN,SAAGYM, t. 148, ff. 242, 245, 248-249.

24 Representación de Ruperto Delgado (Popayán, 17 de junio de 1818), AGN,SAAGYM, t. 156, ff. 734v.-735.

25 Montalvo al secretario de Guerra (Cartagena, 9 de noviembre de 1817), AGN,SAAGYM, t. 155, f. 588; Morillo al mismo (Calabozo, 22 de diciembre de 1817),en: RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 469-474. Reproducido porBONILLA et al., Pablo Morillo. Documentos de la reconquista…, pp. 192-194.

26 Morillo al secretario de Guerra (Santa Fe, 12 de noviembre de 1816), en:RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 239-241. Reproducido porBONILLA et al., Pablo Morillo. Documentos de la reconquista…, pp. 184-185.

27 Su relación de méritos en AGI, Santa Fe, 825.

28 Ruiz de Porras al virrey (Santa Marta, 5 de enero de 1817) y Dionisio Gamba almismo (Santa Marta, 15 de enero de 1817) AGN, SAAG, t. 31, f. 270 y t. 34, f. 379;Morillo al secretario de Guerra (Caracas, 22 de octubre de 1818), en: RODRÍGUEZVILLA, El teniente general…, t. 3, pp. 614-619.

29 VENTURA FERRER, Historia de los dictadores de la República romana por V. P.Ferrer, Cartagena de Indias, Imprenta del Gobierno por González Pujol, BNC,signatura 920.037f37f37h47.

30 AGN, SAAP, t. 9, ff. 167-169 y Justicia, t. 22, f. 550.

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31 Montalvo al secretario de Gracia y Justicia (Cartagena, 23 y 24 de febrero de1817), AGN, SAAG, t. 31, ff. 483 y 473-478, respectivamente.

32 AGN, SAAG, t. 31, ff. 867-870.

33 Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 2 (20 de junio de 1816).

34 HERNÁNDEZ DE ALBA, Recuerdos de la Reconquista…, p. 38; “Biografía del Dr.Estanislao Vergara”, El Neogranadino, n.º 396 (16 de abril de 1857).

35 AGN, SAAGYM, t. 156, ff. 708-735.

36 LÓPEZ, Memorias…, pp. 109-110 y 115.

37 El proceso se encuentra en Real Academia de la Historia, Colección Pablo Morillo(en adelante RAH, CM), legajo 9/7714. Ver también, Morillo al secretario deGuerra (Caracas, 22 de octubre de 1818), en: RODRÍGUEZ VILLA, El tenientegeneral…, t. 3, pp. 614-619; RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 459.

38 Acta primera gubernativa del Colegio Electoral y Constituyente de Antioquia, en:GUTIÙRREZ ARDILA, Las asambleas constituyentes..., p. 302.

39 El expediente reposa en AGN, SAAG, t. 36, ff. 152-165. El informe del cabildo sehalla en los ff. 158-159.

40 Sobre la “línea dura” y la “línea blanda”, ver, los libros de FRIEDE, La otraverdad…, y STOAN, Pablo Morillo and Venezuela…

41 AGN, SAAG, t. 36, ff. 159v.-160.

42 Vista fiscal (25 de febrero de 1819), ibíd., f. 165.

43 GROOT, Historia eclesiástica y civil…, pp. 454-458.

44 CARRERA DAMAS, Boves..., pp. 105 y 155.

45 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, p. 543.

46 FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, Apuntamientos para las memorias sobreColombia i la Nueva Granada, Bogotá, Imprenta de Lleras i Compañía, 1837, p.10.

47 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 3, p. 61.

48 DAVID BUSHNELL, El régimen de Santander en la Gran Colombia, Bogotá,Ediciones Tercer Mundo-Facultad de Sociología de la Universidad Nacional,1966, p. 225.

49 “Reglamento para el conocimiento de las causas sobre la reclamación de bienessecuestrados” (Santa Fe, 17 de agosto de 1819) y decreto de Bolívar sobre rescatede bienes secuestrados (9 de septiembre de 1819), Gazeta de Santafé de Bogotá n.º

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11 y 13 (17 y 24 de octubre de 1819); Estanislao Vergara a Córdoba (Rionegro, 29de diciembre de 1819), AHA, t. 879, f. 188.

50 AHA, t. 880, f. 50.

51 AHA, t. 899, f. 65.

52 AHA, t. 900, f. 24-26.

53 “Memoria presentada al E. Sor. Vice-Presidente por el Ministro del Interior y deJusticia”, en: Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 28 (6 de febrero de 1820).

54 Vergara al gobernador del Casanare (9 de noviembre de 1819), AGN, SAAG, t. 37,f. 353 v.

55 SANTANDER, Apuntamientos..., p. 10.

56 AHA, t. 873, doc. 13696.

57 AHA, t. 873, doc. 13692.

58 AGN, SAAG, t. 37, f. 368 y t. 38, f. 10.

59 Vergara a Restrepo (29 de octubre de 1819), AGN, SAAG, t. 37, f. 352.

60 Memoria citada del Ministro del Interior y de Justicia.

61 CASTRILLÓN ARBOLEDA, Manuel José Castrillón..., t. 1, pp. 175-177.

62 “Indulto”, Correo del Orinoco n.º 52 (12 de febrero de 1820).

63 MONTENEGRO, Historia de Venezuela…, t. 2, pp. 55-56.

64 El decreto impreso se halla en AHA, t. 924, f. 64.

65 En la provincia de Antioquia 14 individuos pudieron así reincorporarse a sushogares o asegurar su permanencia en ellos, AHA, t. 924, ff. 65-75.

66 AGN, Secretaría de Guerra y Marina, t. 1, ff. 414-415.

67 JOSÙ MARÍA OBANDO, Apuntamientos para la historia, Medellín, Bedout, 1972,pp. 38-39.

68 RESTREPO, Historia de la Revolución..., t. 3, pp. 99, 189-190 y 222; ARROYO,“Memoria para la historia de la revolución de Popayán...”, pp. 327 y 330;CASTRILLÓN ARBOLEDA, Manuel José Castrillón..., t. 2, pp. 17 y 23-24.

69 JAIRO GUTIÙRREZ RAMOS, Los indios de Pasto contra la República (1809-1824),Bogotá, ICANH, 2007, pp. 187-243. Ver también, ECHEVERRI, Indian and SlaveRoyalists…, pp. 191-223.

70 EGUIGUEREN, Manifiesto en que el Dr. José Ramón de Eguiguren…

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71 JUAN FERNÁNDEZ DE SOTOMAYOR, El doctor J. Fernández de Sotomayor, rectordel Colegio de Nuestra Señora del Rosario y canónigo doctoral de la catedralmetropolitana de Bogotá contesta documentadamente al libelo que con el título de“Manifiesto” ha publicado el señor cura de Manta Dr. Ramón Eguiguren,Bogotá, Impreso por F. M. Stokes, 1825, BNC, Fondo Quijano, t. 528, pza. 1.

72 ROBLEDO, Carlos Robledo, teniente coronel...

73 “Un amigo del autor”, Al respetable público de Colombia, Bogotá, José A. Cualla,1828, BNC, Fondo Quijano, t. 261, pza. 202.

74 OBANDO, Apuntamientos para la historia…, p. 44.

75 Ibíd., p. 24.

76 Ibíd., p. 32.

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CAPÍTULO 6LAS MUERTES DEL REY Y LA EMERGENCIA DEL ÍCONO BOLIVARIANO

1 Relación de las principales cabezas de la rebelión…, Santa Fe, Imprenta delGobierno, por Nicomedes Lora, 1816, en: AHR, Fondo IX, vol. 4, ff. 507-509.

2 Continúa la relación de los principales cabezas de la rebelión…, sin pie deimprenta (1816), ibíd., f. 509.

3 Ibíd.; Criminal contra José Díaz, Benito y Fernando Salas, Francisco y JoséMaría López, Mariano García, Vicente Mosquera y Joaquín Borrero acusados deldelito de infidencia, RAH, CM, legajo 9/7711.

4 Continúa la relación de los principales cabezas de la rebelión…, AHR, Fondo IX,vol. 4, f. 509. Ver también, AGN, SAAJ, t. 26, ff. 526-530.

5 Continúa la relación de los principales cabezas de la rebelión…, ibíd., f. 517. Lasentencia del Consejo de Guerra y la certificación de la ejecución se hallan enAGN, SAAH, t. 21, ff. 610 y 611.

6 AGN, SAAS, t. 13, ff. 456-476.

7 Las hogueras de papeles revolucionarios comenzaron con la llegada de Morillo aMargarita, RODRÍGUEZ VILLA, El teniente general…, t. 1, p. 134; Bando impresode Warleta (Barbosa, 5 de abril de 1816), AGN, SAAG, t. 28, f. 666; CABALLERO,Particularidades de Santa Fe..., p. 205.

8 LOMNÙ, Le lis et la grenade..., p. 409.

9 AGN, Mejoras materiales, t. 5, f. 763.

10 AGN, Empleados públicos de Antioquia, t. 9, f. 270.

11 AHA, t. 646, doc. 10279 (acta capitular de 23 de marzo de 1793); t. 648, doc.10310, f. 20 v., doc. 10311, f. 79 v., doc. 10313, f. 27, doc. 10314, f. 21 v.

12 Los retratos de Fernando VII fueron la regla en las juras neogranadinas. Hayprueba documental de su presencia en Santa Marta, Santa Fe, Simití, Mompox,Popayán, Girón, Purificación y Honda. Cf. ISIDRO VANEGAS, Plenitud ydisolución del poder monárquico en la Nueva Granada. Documentos, 1807-1819,Bucaramanga, UIS, 2010, t. 1, pp. 68, 132-133, 137, 163, 208, 211, 232, 257 y 280.

13 LAURA LILIANA VARGAS MURCIA (ed.), Del pincel al papel: fuentes para elestudio de la pintura en el Nuevo Reino de Granada (1512-1813), Bogotá, ICANH,2012, pp. 423-425.

14 “Correspondencia”, Gazeta de Cartagena de Indias n.º 14 (16 de julio de 1812).

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15 JEAN GIONO, Le désastre de Pavie, 24 février 1525, París, Gallimard, 2012, pp.57-58.

16 WARESQUIEL, Le duc de Richelieu..., p. 269.

17 ROGER PITA PICO, “La función política de las celebraciones públicas durante elproceso de independencia de Colombia: en la búsqueda de la legitimidad y lalealtad”, Historia y Sociedad n.º 23 (julio-diciembre de 2012), pp. 189-190.

18 SIMON COLLIER, Ideas y política de la independencia chilena, 1808-1833,Santiago, FCE, 2012, p. 45.

19 ORIÁN JIMÙNEZ MENESES, El frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en lasociedad colonial, Medellín, Universidad de Antioquia, 2009, p. 78.

20 “Copiador de las sentencias dictadas por el Consejo de Guerra Permanente”, RAH,CM, legajo 9/7710; Criminal contra Manuel y Miguel Tello, RAH, CM, legajo7712; JOSÙ MARÍA ESPINOSA, Memorias de un abanderado, Bogotá, AcademiaColombiana de Historia, 1983, p. 141.

21 “Criminal contra José Díaz, Benito y Fernando Salas, Francisco y José MaríaLópez, Mariano García, Vicente Mosquera y Joaquín Borrero acusados del delitode infidencia”, RAH, CM, legajo 9/7711.

22 Actas del cabildo de Medellín de 5 de agosto y 21 de octubre de 1816, ArchivoHistórico de Medellín, Fondo Concejo, t. 85, ff. 206 v. y 223 y recibo por 50patacones por la elaboración del retrato del rey a favor de José María Burbano, t.86, f. 242.

23 Ver, por ejemplo, los expedientes conformados por Ramón Vélez, Ramón Gómezo Ildefonso Gutiérrez, AHA, t. 898, ff. 135, 271-275 y 287-289.

24 El cabildo de Marinilla a Sánchez de Lima (17 de febrero de 1817), AHA, t. 864, f.46.

25 AHA, t. 871, ff. 170-177.

26 Agradezco al profesor Roberto Luis Jaramillo la comunicación de estainformación.

27 “Patriotismo. Representación al Gobernador Comandante General de la Provinciade Mariquita en Honda”, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 21 (19 de diciembre de1819).

28 Representación de Tomás Roldán al cabildo de Mariquita (Mariquita, 28 denoviembre de 1819), AGN, Sección República, Historia, t. 7, f. 118.

29 Acta del cabildo abierto (Mariquita, 1.º de diciembre de 1819), ibíd., ff. 118-120.

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30 J. M. Mantilla al ministro del interior (Honda, 5 de enero de 1820), ibíd., f. 122 v.Ver también las proclamas dadas al público por Felipe Gregorio Álvarez del Pino,gobernador político de la provincia de Mariquita (Honda, 28 de noviembre de1819 y 12 de enero de 1820), transcritas por VANEGAS, Plenitud y disolución delpoder monárquico…, t. 2, pp. 303-308.

31 La respuesta de las autoridades neogranadinas (9 de enero de 1820) figura en AGN,SAAG, t. 37, f. 368.

32 Georges Lomné, el primero en analizar las ejecuciones del retrato en Mariquita,refiere también una hoguera en Quito, organizada por el general Salom en 1823,donde fueron incinerados cuatro simulacros del rey, Le lis et la grenade…, pp.477-478.

33 “Memorias sobre el origen, causas y progreso de las desavenencias entre elpresidente de la República de Colombia, Simón Bolívar, y el vicepresidente de lamisma, Francisco de Paula Santander, escritas por un colombiano en 1829”, en:FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, Escritos autobiográficos, 1820-1840,Bogotá, Presidencia de la República, 1988, pp. 69, 79 y 82.

34 RESTREPO, Diario político y militar..., t. 2, p. 91.

35 ÁNGEL y RUFINO CUERVO, Vida de Rufino Cuervo y noticias de su época,Bogotá, 2012, p. 438.

36 MALCOLM DEAS, “Pobreza, guerra civil y política: Ricardo Gaitán Obeso y sucampaña en el Río Magdalena en Colombia, 1885”, en: Del poder y la gramática yotros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas, Bogotá, Taurus,2006, p. 146.

37 EDUARDO LEMAITRE, Rafael Reyes, biografía de un gran colombiano, Bogotá,Banco de la República, 1981, p. 354.

38 “Informe de fray Juan Antonio Díaz Merino, O. P., desterrado de Cartagena deIndias, sobre la situación de dicha ciudad” (Cádiz, 28 de agosto de 1811), en:JAIRO GUTIÙRREZ RAMOS y ARMANDO MARTÍNEZ GARNICA, La visión delNuevo Reino de Granada en las Cortes de Cádiz (1810-1813), Bogotá, AcademiaColombiana de Historia/UIS, 2008, p. 180.

39 Mariano Osorio a Miguel Lardizábal (Santiago, 8 de diciembre de 1814), ArchivoHistórico Nacional de Chile, Ministerio del Interior, t. 26, f. 4.

40 Acta del Senado del Estado de Antioquia (2 de junio de 1812), AHA, t. 824, ff.402-403.

41 Acta de la Cámara de Representantes del Estado de Antioquia (4 de agosto de1812), AHA, t. 824, ff. 356 v.-358.

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42 José Joaquín Tirado y José de Villa al secretario de la Sala del Senado (s. f.), AHA,t. 823, f. 136.

43 Acta del Senado de Antioquia (27 de mayo de 1812), AHA, t. 824, f. 398.

44 “Carta de un ciudadano de esta provincia a un amigo suyo”, Gazeta Ministerial deCundinamarca n.º 171 (12 de mayo de 1814).

45 LOMNÙ, Le lis et la grenade…, pp. 381-382; PITA PICO, “La función política delas celebraciones públicas…”, pp. 182-183.

46 USLAR PIETRI, Historia de la rebelión popular de 1814..., p 32; JANETHRODRÍGUEZ NÓBREGA, “El rey en la hoguera: la destrucción de los retratos de lamonarquía en Venezuela”, en: VERA NORMA CAMPOS (ed.), Imagen del poder, LaPaz, Fundación Visión Cultural, 2012, pp. 89-95.

47 Mateo de Ocampo al Capitán General de Puerto Rico (Curazao, 28 de enero de1812), Archivo General de Puerto Rico, Capitanía General, caja 35.

48 RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 1, p. 219.

49 Interrogatorio practicado al doctor Lucio de Villa (Medellín, 10 de diciembre de1816), AGN, SAAH, t. 20, ff. 524-528.

50 AGN, SAAGYM, t. 143, ff. 296-298.

51 “Aurora de Popayán. Declaratoria de independencia”, El Mensajero de Cartagenan.º 21 (1.º de julio de 1814).

52 “Cundinamarca”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 134 (23 de septiembrede 1813).

53 AGN, SAAH, t. 15, ff. 123-133. Transcrito en: VANEGAS, Plenitud y disolución…, t.2, pp. 137-143.

54 CABALLERO, Particularidades de Santa Fe…, pp. 131 y 133.

55 Información practicada en por Alfonso González de Llorente (La Habana, 23 deenero de 1816), AGN, SAAH, t. 21, ff. 190-274.

56 “Testimonio autorizado de los documentos que obraron en mi purificación y otrainformación practicada en el año de 1817 en que se acredita la formación del carropor León Armero, sobre los imaginarios triunfos de Nariño, con una certificacióndel Sr. Teniente Coronel y comandante del Tercer Batallón del Regimiento deinfantería del rey”, AGN, SAAH, t. 20, ff. 12-29.

57 Declaraciones del portero Joaquín Montoya y del doctor Tomás Tenorio (11 deabril y 3 de julio de 1817), AGN, SAAG, t. 32, ff. 745v-747 y 750.

58 AGN, SAAGYM, t. 126, f. 161 y AGN, SAAG, t. 24, f. 474.

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59 Acta de la legislatura de Pamplona y decreto del Poder Ejecutivo de la mismaprovincia (19 de septiembre y 12 de octubre de 1814), AGN, SAAG, t. 26, ff. 60-61.

60 Tal fue por lo menos el caso en la provincias de Antioquia y Mariquita: AHA, t.836, Doc. 13241 y t. 853, f. 274; AGN, SAAGYM, t. 126, f. 116.

61 El informe (Santa Fe, 1.º de junio de 1815) se encuentra en la causa criminalcontra José María Dávila, RAH, CM, legajo 9/7712.

62 ISIDRO VANEGAS, “El rey ante el tribunal de la revolución: Nueva Granada, 1808-1819”, Historia y Sociedad n.º 31 (julio-diciembre de 2016), pp. 17-47.

63 ROGER CHARTIER, Les origines culturelles de la Révolution française, París,Editions du Seuil, 2000, p. 189.

64 LOMNÙ, Le lis et la grenade...

65 “Continuación del discurso del General Bolívar al Congreso el día de suinstitución”, Correo del Orinoco n.º 20 (27 de febrero de 1819).

66 ERNST KANTAROWICZ, “Les deux corps du roi”, en: Oeuvres, París, Gallimard,2000, y particularmente el capítulo VII, pp. 867-961.

67 LOUIS MARIN, Le portrait du roi, París, Les Éditions de Minuit, 1981, pp. 7-22 y250-290.

68 LA PARRA, “Ferdinand VII…”; PEDRO RÚJULA, “Le mythe contre-révolutionnairede la ‘Restauration’”, en: CARON y LUIS, Rien appris, rien oublié?..., pp. 231-242.

69 JOSÙ MARÍA QUEIPO DE LLANO, Historia del levantamiento, guerra y revoluciónde España, Pamplona, Urgoiti, 2008, p. 51.

70 HAMNETT, La política española en una época revolucionaria..., pp. 189-192.

71 Bierna y Mazo a Montalvo (5 de enero de 1816), AGN, SAAG, t. 28, f. 606.

72 El caso de Corozal es paradigmático, pues no se trataba de una poblaciónprincipal. Allí el simulacro de Fernando corrió por cuenta de un pintor que no era“de los peores”, Miguel Palatino a Morillo (Corozal, 9 de diciembre de 1815),AGN, SAAGYM, t. 132, f. 503.

73 AGN, SAAGYM, t. 143, ff. 296-298.

74 Exército Expedicionario. Boletín n.º 28 (31 de mayo de 1816), Santa Fe, Imprentade D. B. E, por Nicomedes Lora, 1816, AGN, SAAG, t. 31, f. 110.

75 RAFAEL SEVILLA, Memorias de un oficial del ejército español (campañas contraBolívar y los separatistas de América), Bogotá, Editorial Incunables, 1983, pp.200-201.

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76 Una vez más a título de ejemplo cabe citar aquí los retratos elaborados en laciudad de Cali por los pintores Joaquín Santibáñez y Carlos Quesada. Cada unorealizó dos pinturas por las que recibieron 32 pesos cada uno. Las órdenes de pagofirmadas en Cali por José Vicente Concha (24 y 29 de septiembre de 1819) seencuentran en AGN, SAAH, t. 28, ff. 140 y 145.

77 Hermógenes Castruera al ministro del Interior (Popayán, 5 de enero de 1822),AGN, Negocios administrativos (en adelante, NA), t. 3, f. 872.

78 “Otro”, El Eco de Antioquia n.º 15 (25 de agosto de 1822).

79 El Eco de Antioquia n.º 5 (2 de junio de 1822).

80 “Circular a los intendentes” (11 de septiembre de 1822), Gaceta de Colombia n.º48 (15 de septiembre de 1822).

81 LOMNÙ, Le lis et la grenade…

82 Las actas de Guateque (diciembre de 1824), Nóvita (febrero de 1822), Zipaquirá(noviembre de 1823) y Carúpano, se encuentran, respectivamente, en: AGN, NA, t.3, f. 396; t. 4, ff. 376-377; t. 5, f. 348; t. 12, ff. 419-425.

83 AGN, NA, t. 3, f. 714.

84 AGN, NA, t. 4, ff. 376-377.

85 AGN, NA, t. 5, f. 348.

86 El conde de Lagarde al ministro francés de Relaciones Exteriores (Madrid, 17 deseptiembre de 1821), Archives du Ministère des Affaires Etrangères,Correspondance Politique, Espagne (en adelante AMAE, CPE), t. 714, ff. 4-7.

87 El conde de Lagarde al ministro francés de Relaciones Exteriores (Madrid, 20 deseptiembre de 1821), AMAE, CPE, t. 714, ff. 14-19.

88 El conde de Lagarde al ministro francés de Relaciones Exteriores (Madrid, 1.º denoviembre de 1821), AMAE, CPE, t. 714, ff. 137-140.

89 Carta fechada en San Tomas el 25 de diciembre de 1820 por un tal “Juan Pablo”,Service Historique de la Défense, BB4, t. 418, f. 10.

90 El conde de Lagarde al ministro francés de Relaciones Exteriores (Madrid, 15 deoctubre de 1821), AMAE, CPE, t. 714, ff. 101-106.

91 Montmorency al ministro de relaciones exteriores de Francia (Madrid, 6 de marzode 1821), AMAE, CPE, t. 712, ff. 187-191.

92 El embajador de Francia en Madrid al ministro de relaciones exteriores de su país(6 de diciembre de 1821), AMAE, CPE, t. 714, ff. 244-247.

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93 DUPRAT, Les rois de papier. La caricature de Henri III à Louis XVI, París, Belin,2002, pp. 203-246.

94 LE BRUn, Vida de Fernando VII, rey de España; o colección de anécdotas de sunacimiento y de su carrera privada y política, publicadas en castellano por D.Carlos le Brun, ciudadano de los Estados Unidos e intérprete del gobierno de laRepública de Pensilvania…, Filadelfia, 1826.

95 PITA PICO, “La función política de las celebraciones públicas…”, p. 188.

96 “España”, El Insurgente n.º 8 (15 de octubre de 1822).

97 “Bustos”, El Zurriago n.º 1 y 2 (16 de diciembre de 1827 y 27 de enero de 1828).Agradezco a Isidro Vanegas la comunicación de este documento.

98 “Lima”, Suplemento al n.º 12 de la Década Araucana (5 de diciembre de 1825);Registro Público n.º 8 (27 de junio de 1826); “Exterior. Perú” y “Correspondencia.Remitido” y “Farsa política”, en: La Cola del Cometa n.º 2, 6 y 7, respectivamente(Santiago, 2 de febrero, 29 de marzo y 11 de abril de 1827); La Aurora n.º 14 (1.ºde septiembre de 1827).

99 http://www.vozbcn.com/2012/10/11/129785/tv3-rey-meterle-tiros/;http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/11/barcelona/1349943680.html. El casoucraniano es un ejemplo reciente de la iconoclastia en las empresas de refundaciónde la memoria. Desde el momento de la independencia del país hasta enero de2016 al menos 4.200 estatuas de Lenin habían sido destruidas, arrancadas de suspedestales o modificadas (pintadas con los colores nacionales o transformadas enpersonajes como Darth Vader). PHILIPPE DE LARA, “Comment l’Ukraine ditGood Bye à Lenine”, Libération (12 de enero de 2016), http://comite-ukraine.blogs.liberation.fr/2016/01/12/good-bye-lenine-comment-se-deroule-la-desovietisation-de-lukraine/.

100 EDOUARD POMMET, L’art de la liberté. Doctrines et débats de la Révolutionfrançaise, Paris, Gallimard, 1991, pp. 17-58 y 93-104; GUSTAVE GAUTHEROT, Levandalisme jacobin. Destructions administratives d’archives, d’objets d’art, demonuments religieux à l’époque révolutionnaire, París, Gabriel Beauchesne, 1914,pp. 18-38 y 78-94; DONALD SUTHERLAND, “Les pendaisons populaires dans lesBouches-du-Rhône et le Sud-Est en 1792 et 1793. Pouvoir judiciaire et démocratiedirecte” y SERGE BIANCHI, “Le ‘vandalisme révolutionnaire’ et la politiqueartistique de la Convention au temps des ‘Terreurs’: essai de bilan raisonné”, en:BIARD (dir.), Les politiques de la Terreur, 1793-1794..., pp. 141-154; VOVELLE,La mentalité révolutionnaire..., pp. 178-186; LYNN HUNT, The Family Romanceof the French Revolution, Berkeley, University of California Press, 1993, pp. 62-63; FRANÇOIS GISCARD D’ESTAING, MICHEL FLEURY y ALAIN ERLANDE-BRANDEBURG, Les rois retrouvés, París, Joël Cuénot, 1977; CATHERINE

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VOLPLHAC, DANY HADJADJ y JEAN-LOUIS JAM, “Des Vandales au vandalisme”,en: SIMONE BERNARD-GRIFFITHS, MARIE-CLAUDE CHEMIN y JEAN EHRAD (ed.),Révolution française et “vandalisme révolutionnaire”. Actes du colloqueinternational de Clermont-Ferrand, 15-17 décembre 1988, París, Universitas,1992, pp. 15-27; BRONISLAW BACZKO, “Vandalisme”, en: F. FURET y M. OZOUF,Dictionnaire critique de la Révolution française, París, Flammarion, 1988, pp.903-912.

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CAPÍTULO 7¿QUÉ ES UN LIBERTADOR?

1 LOMNÙ, Le lis et la grenade..., pp. 461-522.

2 MEJÍA MACÍA, La revolución en letras..., pp. 149-174.

3 ISIDRO VANEGAS, “La fuga imaginaria de Germán Colmenares”, AnuarioColombiano de Historia Social y de la Cultura vol. 42, n.º 1 (2015), pp. 275-307.

4 JOSÙ MANUEL RESTREPO, Historia de la Nueva Granada, Bogotá, Editorial ElCatolicismo, t. 2, pp. 163-165.

5 SALVADOR CAMACHO ROLDÁN, Memorias, Bogotá, Librería ColombianaCamacho Roldán & Tamayo, 1923, pp. 272, 273, 279-280, 293.

6 DAVID BUSHNELL, “La regeneración filatélica”, en: Ensayos de historia políticade Colombia, siglos XIX y XX, Medellín, La Carreta, 2006, pp. 139-146.

7 MARCO PALACIOS, Entre la legitimidad y la violencia, Colombia 1875-1994,Bogotá, Norma, 1995, pp. 48-49.

8 GERMÁN CARRERA DAMAS, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de lasideas en Venezuela, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1973 (2.ª ed.).

9 ELÍAS PINO ITURRIETA, El divino Bolívar, Caracas, Alfadil, 2006 (3.ª ed.).

10 LUIS CASTRO LEIVA, De la patria boba a la teología bolivariana, Caracas, MonteÁvila, 1991.

11 Ibíd.

12 JOAQUÍN CAMACHO, “Carta décima séptima”, Gazeta de Cartagena de Indias n.º17 (6 de agosto de 1812); “Nota”, ibíd. n.º 22 (10 de septiembre de 1812);“Documentos relativos a la ocupación de Tenerife”, Suplemento a la GazetaExtraordinaria de Cartagena de Indias del jueves 31 de diciembre de 1812;“Artículo de oficio”, Gazeta de Cartagena de Indias n.º 44 (11 de febrero de1813).

13 Los artículos más importantes en este sentido son las cartas remitidas por JoaquínCamacho. Ver “Concluye la carta decimasexta”, “Carta decimaoctava”, “Cartadecimonona”, “Concluye la carta decimanona de Ibagué…”, Gazeta de Cartagenade Indias n.º 16, 20, 23 y 26, respectivamente (30 de julio, 27 de agosto, 17 deseptiembre y 8 de octubre de 1812).

14 Gazeta Extraordinaria de Cartagena de Indias n.º 17 (21 de julio de 1813);Gazeta de Cartagena de Indias n.º 90 y 91 (30 de diciembre de 1813 y 6 de enero

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de 1814); El Mensajero de Cartagena n.º 11 y 13 (22 de abril y 6 de mayo de1814).

15 El Mensajero de Cartagena n.º 8 (1.º de abril de 1814)

16 El Mensajero de Cartagena n.º 3 (25 de febrero de 1814)

17 “Cartagena”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 127 (12 de agosto de 1813).

18 “Sistema de neutralidad”, “Siguen las reflexiones acerca de la neutralidad” y“Concluye el discurso sobre neutralidad”, El Mensajero de Cartagena n.º 3-5 (25de febrero y 4 y 11 de marzo de 1814).

19 La ley figura en El Mensajero de Cartagena n.º 7 (25 de marzo de 1814).

20 El decreto se halla transcrito en El Mensajero de Cartagena n.º 6 (18 de marzo de1814).

21 DANIEL GUTIÙRREZ ARDILA, “La institución dictatorial durante el interregnoneogranadino”, en: ROBERTO BREÑA (ed.), Cádiz a debate: actualidad, contexto ylegado, México, El Colegio de México, 2014, pp. 257-276.

22 “Popayán”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 10 (14 de noviembre de1811).

23 Artículo sin título, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 24 (16 de enero de1812).

24 Ver, por ejemplo, “Capitulaciones”, Gazeta Extraordinaria de Cundinamarca n.º21 (4 de enero de 1812); “Oficio dirigido por el Gobierno de Tunja al de Caracas”,Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 52 (21 de mayo de 1812) y “Oficio delSub-presidente de San Gil a D. José Gregorio Rodríguez”, Gazeta Extraordinariade Cundinamarca n.º 63 (27 de julio de 1812).

25 Artículo sin título y “Cántico laudatorio”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º154 (27 de enero de 1814).

26 “Soneto”, “Oficio del cabildo de Santafé al Excmo. Sr. D. Antonio Nariño”, “Untapado al editor de la Gazeta” y acta del Senado de Cundinamarca, en: GazetaMinisterial de Cundinamarca n.º 155, 156, 159 y 170 (3 y 10 de febrero, 2 demarzo y 5 de mayo de 1814).

27 “Proclama”, oficios de Manuel de Bernardo Álvarez a Aymerich (6 de junio y 25de agosto de 1814) y nota del editor al artículo “Pasto. Oficio de D. MelchorAymerich al Sr. General del Ejército del Sur” Gazeta Ministerial deCundinamarca n.º 176, 177, 178 y 189 (9, 16 y 23 de junio y 8 de septiembre de1814).

28 “Nota del editor” y cita al pie del mismo en el artículo “Pasto. Oficio de D.

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Melchor Aymerich al Sr. General del Ejército del Sur” Gazeta Ministerial deCundinamarca n.º 173 y 178 (19 de mayo y 23 de junio de 1814).

29 “Acuerdo del Excmo. Sr. Dictador”, Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 179(30 de junio de 1814).

30 Este párrafo se basa en los números de la Gazeta Ministerial de Cundinamarcacorrespondientes a los meses de diciembre de 1814 y enero y febrero de 1815.

31 Decreto del Congreso de las Provincias Unidas (Tunja, 9 de mayo de 1814), en:POSADA, Congreso de las Provincias Unidas..., pp. 76-77.

32 Hay dos versiones manuscritas del Acto de Independencia: AHR, Fondo 1, vol. 7,f. 293 y AHA, t. 827, doc. 13054. El documento fue transcrito por JOSÙ MANUELRESTREPO e incluido en su Historia de la Revolución de la República deColombia en la América Meridional, París, Librería Americana, t. IX, pp. 159-161.

33 “Discurso con que el Observador Colombiano exordia el n.º 1 de su periódico”,Gazeta Ministerial de Cundinamarca n.º 132 (9 de septiembre de 1813).

34 Después de su muerte, Corral es llamado por su sucesor en la presidencia delEstado “padre y libertador de Antioquia” en un oficio que buscaba la aceleraciónde la convocatoria de la Gran Convención y la formación de un gobierno nacionalenérgico. El abandono del ideal federalista coincide así con el retorno a laminoridad de los habitantes de la república, José Miguel de la Calle al PoderEjecutivo de Cundinamarca (25 de abril de 1814), Gazeta Ministerial deCundinamarca n.º 174 (26 de mayo de 1814).

35 “Unión de Cundinamarca”, Gazeta Ministerial de la República de Antioquia n.º 15(1.º de enero de 1814).

36 “Correspondencia militar. Carta XIV. Valerio a Emilio”, en Estrella del Occidenten.º 9 (21 de mayo de 1815).

37 “Ciudadano editor del Censor”, El Censor n.º 7 (11 de junio de 1815).

38 MONTENEGRO, Historia de Venezuela…, t. 1, pp. 254-255.

39 YANES, Relación documentada..., t. 1, pp. 20, 126-127 y 131-132; BARALT yDÍAZ, Resumen de la historia de Venezuela..., t. 1, p. 199.

40 “Oficio del Exmo. Libertador de Venezuela C. Simón Bolívar al Excmo. Sr. D.Antonio Nariño y Álvarez” (Caracas, 4 de mayo de 1814) y “Otra”, GazetaMinisterial de Cundinamarca n.º 180 y 181 (7 y 14 de julio de 1814).

41 YANES, Relación documentada…, p. 110; MONTENEGRO, Historia deVenezuela…, t. 1, pp. 292-294; BARALT y DÍAZ, Resumen de la historia deVenezuela..., pp. 107-134 y 177.

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42 DÍAZ incluyó las cartas que escribió entre 1813 y 1814 en sus Recuerdos sobre larebelión de Caracas…

43 “Simón Bolívar, Libertador de Venezuela y General en Jefe de sus ejércitos a susconciudadanos” (Carúpano, 7 de septiembre de 1814), El Mensajero de Cartagenade Indias n.º 33 (23 de septiembre de 1814). Reproducido por YANES, Relacióndocumentada…, t. 2, pp. 190-193.

44 Ibíd.

45 “Informe del Brigadier Joaquín Ricaurte al Congreso de las Provincias Unidas dela Nueva Granada” (Cartagena, 9 de octubre de 1814) e “Informe de MarianoMontilla a Marimón” (27 de junio de 1815), Gazeta de Santafé, Capital del N. R.de Granada n.º 8-10 (1.º, 8 y 15 de agosto de 1816).

46 Defensa que hace un oficial de Venezuela, de que el nombre de Libertador algeneral Simón Bolívar es propio y legítimo aun después de la pérdida de ella,Santafé, Imprenta del Estado, por el C. Juan Rodríguez Molano, 1814, enBiblioteca Nacional, Fondo Pineda 170. Agradezco a Isidro Vanegas lacomunicación de este documento.

47 Carta de Antonio Villavicencio a Andrés Rodríguez (Zipaquirá, 21 de enero de1816), Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 6 (18 de julio de1816).

48 Las líneas siguientes proceden de una lectura minuciosa de la Gazeta de Santafé,Capital del N. R. de Granada, ibíd.

49 Este tópico de la revolución como producto de la seducción ejercida por un grupominoritario (la “minority thesis”, como la llama MICHAEL P. COSTELOE enResponse to Revolution… (pp. 32-36) se había afianzado en la Península desde1810 y fue explotado abundantemente por la prensa y la propaganda realista deotros lugares del continente. Para Venezuela, véase DÍAZ, Recuerdos sobre larebelión de Caracas… Para el caso chileno, CRISTIÁN GUERRERO LIRA, Lacontrarrevolución de la independencia en Chile..., pp. 213-240.

50 Las proclamas (Caracas, 17 de mayo, y Torrecilla, 23 de septiembre de 1815)fueron publicadas en la Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 2 y 3(20 y 27 de junio de 1816) y posteriormente por RODRÍGUEZ VILLA, El tenientegeneral…, t. 2, pp. 467 y 578-580 y BONILLA et al., Pablo Morillo. Documentosde la reconquista…, pp. 56 y 77-78.

51 Circular impresa (Cartagena, 8 de junio de 1816), AGN, SAAG, t. 29, f. 468.

52 Montalvo a Ruiz de Porras (Santa Marta, 17 de abril de 1815), AGN, SAAGYM, t.131, f. 612. En el mismo sentido, Sánchez de Lima aseguró al capitán general del

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Reino (Medellín, 5 de julio de 1816) que los soldados del Ejército Pacificadorfueron recibidos en Antioquia como “los redentores de la brutal opresión en quelos tenían los revoltosos y cabecillas”, AHA, t. 1027, ff. 41-42.

53 Las expresiones entrecomilladas proceden, respectivamente, de los comentariosdel editor de la gaceta realista de la capital neogranadina tanto a la condecoracióndel cacique de Mamatoco como a la proclama de Morillo de 23 de septiembre de1815; de un oficio suscrito por el capitán de cazadores Francisco Capdevila desdeNatagaima; del artículo “Escuche aquél que tenga oídos para oír. La hora de laresurrección política ha llegado ya para todos los pueblos que gemían bajo laopresión”; de una proclama del coronel Vicente Sardina; de una misiva del cabildode Pasto al jefe del Ejército Expedicionario, y de sendos comentarios del editorcitado a una real orden de 9 de mayo de 1815 y a una carta interceptada a Antoniode Villavicencio, Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada n.º 21, 3, 2, 8,47, 4, 7 y 6. Cabe anotar que los líderes realistas de Pasto también se refirieron a símismos como “libertadores” en 1823, ECHEVERRI, Indian and Slave Royalists…,p. 211.

54 Nota del editor de la Gazeta de Santafé, Capital del N. R. de Granada a unartículo sobre Haití publicado en el n.º 11 de dicho periódico, artículo“Venezuela”, aparecido en el n.º 15, artículo “Santa Rosa, 30 de julio”, en el 18(22 de agosto, 19 de septiembre de 1816 y 10 de octubre). V. t. el n.º 44. Elcomandante Warleta fue llamado “libertador” por un habitante de la provincia deAntioquia, AHA, t. 835, f. 332.

55 BARROS ARANA, Historia Jeneral de Chile..., p. 13.

56 JUAN LUIS OSSA, “Monarquismo(s) y militarismo republicano”, en: ROBERTOBREÑA (ed.), Cádiz a debate: actualidad, contexto y legado, México, El Colegiode México, 2014, pp. 417-418.

57 En la Nueva Granada, los hombres ligados a la guerrilla de los Almeyda serefirieron a aquel grupo armado en 1817 como “tropa libertadora” y “tropa de loslibertadores”. No obstante tratarse de un indicio muy interesante de una nuevasensibilidad en vías de consolidación, su importancia en el proceso aquí estudiadoresulta marginal, DÍAZ DÍAZ, La reconquista española..., t. 2, pp. 30 y 37.

58 Correo del Orinoco n.º 1, 6, 7, 10, 11, 13 y 14-17.

59 “Observaciones del editor del Correo” y “Emigrados de Venezuela”, Correo delOrinoco n.º 16 y 23 (30 de enero y 20 de marzo de 1819).

60 “Reglamento para la segunda convocación del Congreso de Venezuela”, Correodel Orinoco n.º 14 (24 de octubre de 1818).

61 “Correo Brasilense” y “Otro extracto del Morning Chronicle del 10 de enero de

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1819”, Correo del Orinoco n.º 18 y 29 (13 de febrero y 1.º de mayo de 1819).

62 “Reglamento para la segunda convocación del Congreso de Venezuela”, Correodel Orinoco n.º 14 (24 de octubre de 1818).

63 “Continuación de la Exposición sobre la mediación entre España y América”,Correo del Orinoco, n.º 8 (15 de agosto de 1818).

64 Proclama de Simón Bolívar (Angostura, 15 de agosto de 1818), Correo delOrinoco, n.º 9 (22 de agosto de 1818).

65 “Angostura 13 de febrero de 1819” y “Rebelión de los holandeses contra los reyesde España”, Correo del Orinoco n.º 18 y 23 (13 de febrero 20 de marzo de 1819).Como diría Santander años más tarde: “las privaciones, las penalidades y lospeligros se acumularon para probar nuestra constancia. Descalzos absolutamente,sin ropa, sin recursos, y alimentados solamente con carne mal asada y sin sal,deseábamos los riesgos para acabar con gloria una vida amarga”,Apuntamientos..., p. 6.

66 CLÙMENT THIBAUD, Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en laguerra de Independencia en Colombia y Venezuela, Bogotá, Planeta- IFEA, 2003,p. 309.

67 Este discurso famoso, publicado infinidad de veces, apareció por primera vez en elCorreo del Orinoco. Las citas en cuestión se hallan en los números 19 y 21 (20 defebrero y 6 de marzo de 1819).

68 Gazeta Extraordinaria de Santafé de Bogotá n.º 12 (17 de octubre de 1819);RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, pp. 550-551.

69 MARGARITA GARRIDO, “Los sermones patrióticos y el nuevo orden en Colombia,1819-1820”, Boletín de Historia y Antigüedades vol. 91, n.º 826 (2004), pp. 461-484.

70 “El editor”, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 4 (5 de septiembre de 1819).

71 Ver los comentarios del editor de la Gazeta de Santafé de Bogotá: 1) a lapropuesta de canje hecha por Simón Bolívar, 2) a una carta interceptada al virreySámano, 3) al decreto por medio del cual el convento de los capuchinos de SantaFe fue destinado a la fundación de un colegio para huérfanos, y 4) a una ley delCongreso de Venezuela de junio de 1819. Ver, así mismo, el oficio delayuntamiento de Medellín a Bolívar, n.º 6, 7, 9, 10 y 24 (19 y 26 de septiembre, 3y 10 de octubre de 1819 y 9 de enero de 1820).

72 La expresión es empleada, por ejemplo, en el artículo “Heroicidad española”,Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 17 (21 de noviembre de 1819) y en el poema“Horrendo cuadro”, Gazeta de la Ciudad de Bogotá n.º 59 (10 de septiembre de

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1820).

73 Proclama de Santander (Santa Fe, 21 de septiembre), Gazeta de Santafé de Bogotán.º 7 (26 de septiembre de 1819).

74 Comentarios del editor de la Gazeta de Santafé de Bogotá a un oficio delgobernador político de Antioquia, n.º 7 (26 de septiembre de 1819).

75 Informes de los secretarios de Guerra y Hacienda e Interior y Justicia (31 dediciembre de 1819), en: LÓPEZ (comp.), De Boyacá a Cúcuta..., pp. 90-117.

76 “Congreso de Venezuela”, Correo del Orinoco n.º 34 (24 de julio de 1819).

77 “Política”, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 22 (26 de diciembre de 1819).

78 El decreto se encuentra en la Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 25 (16 de enero de1819).

79 Bolívar a Santander (Puente Real, 26 de septiembre), AGN, SAAH, t. 25, ff. 452-453, oficio reproducido en la Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 9 (3 de octubre de1819). V. t. RESTREPO, Historia de la Revolución…, t. 2, p. 551.

80 ROBERTO CORTÁZAR y LUIS AUGUSTO CUERVO (ed.), Actas del Congreso deAngostura, 1819-1820, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia de la República,1988, pp. 309-313.

81 FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, “Proclama” y JOSÙ MARÍA SALAZAR,“Canto heroico”, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 7 y Gazeta de la Ciudad deBogotá n.º 47 (26 de septiembre de 1819 y 18 de junio de 1820).

82 “Domingo 26 de septiembre”, Gazeta de Santafé de Bogotá n.º 7 (26 deseptiembre de 1819).

83 Juan José Aguilar a Santander (Villa del Cocuy, 9 de noviembre de 1824), AGN,Sección República, Secretaría de Guerra y Marina, t. 54, f. 561.

84 “Aniversario de Boyacá”, Gazeta de la Ciudad de Bogotá n.º 56 (20 de agosto de1820).

85 VOVELLE, La mentalité révolutionnaire..., pp. 125-140; HUNT, The FamilyRomance..., pp. 71-88.

86 Para retomar los términos empleados por ISIDRO VANEGAS en su libro Elconstitucionalismo fundacional, Bogotá, Ediciones Plural, 2012, pp. 26-27.

87 Ver, especialmente, los artículos “Carta a Parménides”, “Máximas para serpatriota a la moda” e “Independencia y libertad al mejor amigo de loscolombianos”, El Insurgente n.º 3 y 4 (25 de agosto y 5 de septiembre de 1822).

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en diciembre de 2016

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El shock petrolero y su impacto en las finanzaspúblicasAcosta Medina, Amylkar D.9789587726701188 Páginas

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Colombia no se puede catalogar como país petrolero sino como unpaís con petróleo, dada la modestia tanto de sus reservas, endeclinación, como de su producción. Desde 2014 las reservas decrudo han venido cayendo sin remedio y los volúmenes deproducción se alejan cada vez más de la meta de enantes del millónde barriles/día. Y lo más preocupante es que la perspectiva no esalentadora, dado el declive de la actividad exploratoria. Colombiaestá a menos de cinco años de tener que importar crudo para podercargar sus refinerías, con las implicaciones que ello acarrea.

Con este texto se pretende contribuir a la discusión sobre nuestracompleja coyuntura en materia de hidrocarburos, a la controversia,a poner el tema en la agenda pública; la larga vinculación de suautor a la Especialización en Derecho Minero-Energético queofrece la Universidad Externado de Colombia y a su grupo deinvestigación le ha estimulado a seguir profundizando sobre elapasionante mundo del petróleo, que mueve, y seguirá moviendo,por varias décadas más la economía global.

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El poder y el mercado en la economía internacionalCuevas, Homero9789587720891276 Páginas

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¿Por qué algunos países son ricos y otros son pobres? En la teoríadel comercio internacional esta pregunta admite dos respuestasencontradas. Una es la convergencia. Según esta, todos los paísesse benefician de las ganancias del intercambio en la medida en queparticipan con mayor intensidad en la economía global, aunquealgunos mas que otros y con ritmos de progreso diferentes. Lasegunda respuesta es menos optimista. Existe el intercambiodesigual, que se debe en parte a la heterogeneidad de las estructuraseconómicas y a la asimetría del poder político (y militar) de lasnaciones. En ciertas circunstancias el comercio y otras formas deinteracción no solo no enriquecen sino incluso empobrecen a lospaíses mas débiles.

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El objeto del dolo en derecho penalYamila Fakhouri, Gómez9789587720990404 Páginas

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La obra ofrece una solución respecto del tratamiento que ha derecibir el error del autor en aquellos supuestos en los que ellegislador remite a disposiciones jurídicas recogidas en otrossectores del ordenamiento, resultando el contenido de talesdisposiciones necesario para conocer el supuesto de hecho típico.Se trata de una cuestión ampliamente abordada, muy controvertida,de enorme trascendencia práctica +sobre todo en el ámbito delderecho penal accesorio- y que presenta un alto nivel deabstracción, lo que ha llevado a estructurar el trabajo en torno a trescasos particulares que constituyen su hilo conductor. Lasextraordinarias dificultades que se plantean a la hora de delimitarentre los diferentes contenidos de conciencia contemplados pordoctrina y jurisprudencia en materia de error -tipo, prohibición,circunstancias fácticas, derecho penal, derecho extrapenal-, unidasa la revisión del concepto de dolo tradicional, se traducen en unaoriginal propuesta de delimitación entre los errores que excluyen eldolo y Ios que no tienen ese efecto. Esta solución se veacompañada de una propuesta de interpretación de la regulaciónlegal en el marco de diferentes ordenamientos, particularmenteeuropeos y latinoamericanos.

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Relevancia normativa en la justificación de lasdecisiones judicialesJuan Caros, Bayón9789587105049315 Páginas

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El debate nace desde el punto mismo de la definición dederrotabilidad de la norma, pues Bayón básicamente afirma que lasexcepciones que la norma va adquiriendo después de ser emitidafavorecen la reconstrucción de las prácticas jurídicas corrientes.Por el contrario, Rodríguez piensa que si no se establecen lascondiciones suficientes no se puede derivar solución normativaalguna.

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La competencia por organización en el delitoomisivoGünther, Jakobs978958710518640 Páginas

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No se profundiza aquí en la dogmática de los delitos de infracciónde un deber, sino en hacer referencia a que tampoco allí se puedeencontrar más que una superficial distinción entre comisión activay omisión, pues la diferencia entre comisión y omisión es tambiénen el ámbito de un estatus especial, una diferencia natural, a la quefalta una relevancia genuinamente jurídica.

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