40
COLOMBIA Y LA POLÍTICA DE DROGAS: DEL POLICY-TAKING AL POLICY- MAKING A TRAVÉS DE UNA APROXIMACIÓN DESDE LA GEOPOLÍTICA CRÍTICA Y EL CONSTRUCTIVISMO EN LA POLÍTICA EXTERIOR. Por: Juliana Zambrano, Dayana Zambrano, Guillermo Ospina, Jairo Perilla y Santiago Ortiz Tutor: David Molina Resumen: La política de drogas de Colombia se ha caracterizado por acoplarse a la “Guerra contra las drogas”, impulsada por Estados Unidos. Colombia, al ser principalmente productor de drogas, se ha enfocado en la erradicación de cultivos de uso ilícito y perseguir el narcotráfico. Así, Colombia ha sido el principal aliado estadounidense en la región y, al ser un aliado estratégico, ha recibido ayudas económicas y militares. Esto ha hecho que Colombia sea percibida por los países vecinos como una amenaza y un actor conflictivo en la región. Sin embargo, en los últimos años, en el marco de un proceso de paz, Colombia ha venido creando una imagen de un actor promotor de paz y busca posicionarse como líder regional. En este sentido, la política de drogas colombiana puede ser una herramienta de política exterior para proyectar al país como un líder regional y un referente mundial. Este trabajo, partiendo de un enfoque desde la geopolítica crítica y la política exterior propone unas recomendaciones que Colombia podría seguir para cumplir sus metas en política exterior. Abstract: Colombian drug policy has been characterized by linking up to the “Drug war” driven by the United States. Colombia, being mainly a producer of drugs, has focused on the eradication of illicit use crops and the pursue of drug trafficking. Colombia has been the main ally of the US in the region and, as a strategic ally, has received economic and military aid. As a result, Colombia has been perceived by its neighbors as a threat and a conflictive actor in the region. Nevertheless, in the last years, within the peace process, Colombia has been creating a new image of a peace promoting actor and has been aiming at becoming a regional leader. In this sense, Colombian drug policy can be seen as a foreign policy tool to project the country as a regional leader and a world referent. This paper poses recommendations that Colombia should follow to achieve its goals in foreign policy, based on the critical geopolitics and foreign policy framework. I. Introducción:

COLOMBIA Y LA POLÍTICA DE DROGAS: DEL POLICY-TAKING AL ... · colombia y la polÍtica de drogas: del policy-taking al policy-making a travÉs de una aproximaciÓn desde la geopolÍtica

Embed Size (px)

Citation preview

COLOMBIA Y LA POLÍTICA DE DROGAS: DEL POLICY-TAKING AL POLICY-

MAKING A TRAVÉS DE UNA APROXIMACIÓN DESDE LA GEOPOLÍTICA

CRÍTICA Y EL CONSTRUCTIVISMO EN LA POLÍTICA EXTERIOR.

Por: Juliana Zambrano, Dayana Zambrano, Guillermo Ospina, Jairo Perilla y Santiago OrtizTutor: David Molina

Resumen:

La política de drogas de Colombia se ha caracterizado por acoplarse a la “Guerra contra las

drogas”, impulsada por Estados Unidos. Colombia, al ser principalmente productor de

drogas, se ha enfocado en la erradicación de cultivos de uso ilícito y perseguir el narcotráfico.

Así, Colombia ha sido el principal aliado estadounidense en la región y, al ser un aliado

estratégico, ha recibido ayudas económicas y militares. Esto ha hecho que Colombia sea

percibida por los países vecinos como una amenaza y un actor conflictivo en la región. Sin

embargo, en los últimos años, en el marco de un proceso de paz, Colombia ha venido

creando una imagen de un actor promotor de paz y busca posicionarse como líder regional.

En este sentido, la política de drogas colombiana puede ser una herramienta de política

exterior para proyectar al país como un líder regional y un referente mundial. Este trabajo,

partiendo de un enfoque desde la geopolítica crítica y la política exterior propone unas

recomendaciones que Colombia podría seguir para cumplir sus metas en política exterior.

Abstract:

Colombian drug policy has been characterized by linking up to the “Drug war” driven by the

United States. Colombia, being mainly a producer of drugs, has focused on the eradication of

illicit use crops and the pursue of drug trafficking. Colombia has been the main ally of the US

in the region and, as a strategic ally, has received economic and military aid. As a result,

Colombia has been perceived by its neighbors as a threat and a conflictive actor in the region.

Nevertheless, in the last years, within the peace process, Colombia has been creating a new

image of a peace promoting actor and has been aiming at becoming a regional leader. In this

sense, Colombian drug policy can be seen as a foreign policy tool to project the country as a

regional leader and a world referent. This paper poses recommendations that Colombia

should follow to achieve its goals in foreign policy, based on the critical geopolitics and

foreign policy framework.

I. Introducción:

En el contexto de la “guerra total contra las drogas”, los países productores eran el principal

foco de atención y, a los ojos de la comunidad internacional, eran los responsables del

problema de las drogas. Fue así como se impulsaron una serie de programas para acabar con

la producción de drogas en los países de América Latina, especialmente en Colombia. Al ser

el mayor productor de cocaína desde finales de los años 80’s, nuestro país comenzó a ser

receptor de políticas de erradicación de cultivos, guerra contra el narcotráfico y también

guerra contra el consumo de drogas. Estas políticas estaban fuertemente impulsadas y

apoyadas económicamente por Estados Unidos. Así, Colombia se volvió uno de los

principales aliados de Estados Unidos en el subcontinente latinoamericano y la droga fue uno

de los pilares de la política estadounidense en nuestro país.

De esta manera, la política de drogas de Colombia ha sido dirigida principalmente a la

“guerra total”, bajo el direccionamiento de Estados Unidos. En este sentido, Colombia ha

sido un “policy taker” en materia de drogas. En el marco del plan Colombia, nuestro país se

comprometió a alcanzar altos niveles de erradicación de cultivos y a continuar combatiendo

el narcotráfico, a cambio de financiamiento estadounidense. Este compromiso tuvo como

consecuencia un importante acercamiento con Estados Unidos y un distanciamiento con los

países de la región, que lo empezaron a considerar como una posible amenaza. Sin embargo,

desde la Cumbre de Cartagena, de la OEA, en 2012, en que Colombia fue anfitriona, se ha

llegado a la conclusión de que el paradigma actual no está funcionando. Desde hace unos

años existe en el país una fuerte tendencia a adoptar ideas y políticas nuevas frente a la droga.

Con los acuerdos de paz con las FARC, Colombia ha venido mostrándose como un país

promotor de paz y ha querido posicionarse como un líder en la región y un referente mundial.

Pregunta:

¿Cómo la política de drogas ha marcado el posicionamiento geopolítico de Colombia en la

región? La relación histórica de Colombia con Estados Unidos lo ha posicionado como un

policy taker, entre otros temas, en la política antidroga y, como consecuencia, lo ha

configurado como un actor en confrontación con los demás estados región. Sin embargo, en

el momento actual, Colombia se encuentra en una transición en la que intenta convertirse en

policy maker, con políticas más progresistas, lo que puede constituirse como una oportunidad

de integrarse como un agente cooperativo a la región, jugando un rol de líder en este y otros

asuntos. Del mismo modo, esta transición es una oportunidad para que la geopolítica y la

política exterior colombiana tengan en cuenta reivindicaciones que, desde el paradigma

clásico, no pueden ser escuchadas. El propósito de este trabajo es brindar una serie de

recomendaciones para que Colombia pueda utilizar la situación de transición en la política de

drogas como una herramienta de política exterior que lo posicione como líder regional y

como referente mundial. Así, se propone una aproximación teórica basada en conceptos

propios de la geopolítica crítica y la política exterior.

II. Aproximación teórica

1. Geopolítica Clásica y Crítica.

En la configuración del Nuevo orden geopolítico, el poder se enmarcó como una variable

central basada en el control de espacios geoeconómicos periféricos, por medio de procesos

como el Imperialismo, la colonización y colonialismo, todo ello con el fin de captar gran

parte de los recursos de estos nuevos espacios y territorios. Este esquema expresa de forma

general la Geopolítica clásica (Dallanegra, 2010). Esta visión geopolítica pretende un sistema

global estratificado y controlador: la construcción de un Estado que contenga un modelo de

desarrollo, un sistema democrático y por esta vía la construcción de fronteras e identidades

homogéneas, el establecimiento de una jerarquía de roles frente al sistema internacional, y

por último esa jerarquía imparte una serie de dicotomías etnocéntricas Norte- Sur,

Civilización- Barbarie, País desarrollado- tercer mundo, Blanco- Negro. (Preciado, 2010).

La geopolítica clásica analiza al Estado por medio de sus relaciones espaciales, en el que

intervienen la población, el territorio y la soberanía. “Ello lo plasma en una tríada

denominada “Elementos Constitutivos del Estado”: territorio (base física más o menos

estable aunque de alto dinamismo en los Estados en etapa de desarrollo o de disolución);

población (factor dinámico base de la voluntad y del poder político de una sociedad); y de

soberanía (capacidad para tomar decisiones autónomas en el ejercicio de la autoridad política

en su espacio geográfico y en relación con la población que lo habita)”. (Salgado, Martins,

2015, pp).

En efecto, la geopolítica clásica defiende la idea de una relación de causa y efecto entre

geografía y política, entre espacio y formas de organización de las colectividades humanas,

sin embargo la geopolítica crítica nace precisamente como un “desafío a esta manera

marcadamente determinista de concebir la relación entre espacio y poder”, es un conjunto de

maneras alternativas de concebir y pensar esta relación (Quarta, 2016). La geopolítica crítica

se distancia de la versión clásica en varios sentidos: El Estado no es el único actor, se

diversifican los agentes que intervienen en la construcción de representaciones, identidades y

realidades mediante el discurso, sin dejar de lado la reconstrucción del Estado como la unidad

geopolítica fundamental (Cabrera, 2016).

Por otro lado, el espacio no solo se remite al análisis frente al poder, sino existe una

deconstrucción de espacialidades, como las prácticas sociales de actores múltiples que

producen o modifican representaciones socio-espaciales: se transgreden las fronteras

territoriales para generar reivindicaciones desde lo étnico y lingüístico, emergen nuevas

significados de pertenencia e identidad que no necesariamente se tramitan a la construcción

de Estado- nación.

La geopolítica ha desarrollado tres perspectivas: Formal, Práctica y Popular. La geopolítica

formal se refiere a las visiones expuestas desde centros de pensamiento desde la academia o

al servicio del Estado, la geopolítica práctica son los discursos de tomadores de decisiones

desde el Estado y las acciones en el ámbito de política exterior. Finalmente, la geopolítica

popular son aquellas expresiones en escenarios como el cine, la música, el teatro y los medios

de comunicación, que se manifiestan de forma masiva y popular. (Uc & Preciado, sf, 5). A

continuación se aborda la construcción de la perspectiva geopolítica en América latina para

finalmente aterrizar el tema en Colombia, enfocado a la lucha contra las drogas y su relación

directa con la política exterior colombiana.

2. Geopolítica Crítica en América Latina

El enfoque geopolítico en América latina ha trazado algunas líneas de investigación similares

al desarrollo realizado por centros de investigación principalmente en Europa. Sin embargo,

esta disciplina ha permitido consumar algunos cuestionamientos al ejercicio del poder por

parte del Estado, la dominación de agentes externos a la región latinoamericana, la

reivindicación de movimientos sociales e indígenas que luchan para plasmar nuevas

realidades desconocidas por el establecimiento de un Estado –Nación homogéneo, nuevos

grupos de presión que disputan el poder político a la élite arraigada al ejercicio de la política,

el uso de los recursos naturales: minero-energéticos, hidrocarburos, que atenta contra la

soberanía y autonomía de los países latinoamericanos. (Gabino & Capera, 2016).

Según Luis Dallanegra, los países de América Latina han realizado importantes esfuerzos

para alcanzar mayor inserción internacional, en especial por la toma de decisiones,

configuración de espacios de cooperación e integración regional. Este autor no desconoce

que existe una relación paradójica dichas prácticas económicas, militares, sociales están

ligadas a lineamientos externos, que conducen a mayor dependencia debido a los políticos

que siguen atados a una mentalidad dependentista, en razón de algunos factores: a) la

globalización asimétrica y desigualitaria, principalmente en el terreno económico-financiero,

con pocos Estados y muchos actores transnacionales globalizantes y una gran mayoría de

Estados globalizados; b) la desarticulación del Estado-nación; c) la transnacionalización en la

toma de decisiones; d) las privatizaciones (empresas, banca, seguridad, etcétera). (Dallanegra,

2010, 30), así se tengan o propongan movimientos de construcción propia existen aún fuertes

lazos que hacen de esta relación un factor condicionante para estos países.

La convergencia de representaciones espaciales dominantes y las prácticas alternativas tienen

como consecuencia el replanteamiento en cuatro propuestas de geopolíticas en la región de

América latina, ellas un conjunto de nuevas prácticas discursivas y espaciales que hacen

evidente la necesidad de reformular un esquema propio geopolítico para América latina, que

represente la diversidad de la región, sus debilidades y fortalezas (Uc & Precaido, sf). En

primer lugar, las prácticas espaciales del poder enfatizan en los usos estratégicos del espacio

que realizan potencias para imponer apropiación y conservación del mismo en su afán por

controlar recursos y contener potenciales amenazas. En segundo lugar, las prácticas

espaciales de conocimiento que reivindican la construcción e imposición del conocimiento

eurocéntrico, forjar formas propias de entender las realidades latinoamericanas, se demanda

la descolonización del pensamiento, categorías y conocimiento que ayudan a configurar el

ejercicio de espacialidades e identidades propias.

En tercer lugar se hallan las prácticas anti-geopolíticas y contra- representaciones de

resistencia que evocan los discursos que disienten del discurso dominante ya sea de Estados e

instituciones y élites que pueden darse por medio de expresiones pacíficas y de resistencia

civil desde movimientos indígenas, movimientos feministas. En cuarto lugar, práctica

espacial de integración en un proceso de construcción que amplía la autonomía, en donde se

critican los modelos de desarrollo impuestos desde instituciones financieras y monetarias

además del sistema de endeudamiento de países.

3. Geopolítica y Política Exterior: Colombia en la política de drogas

Para el caso concreto del análisis de la política de drogas en Colombia, la Geopolítica crítica

en su vertiente práctica, permite analizar por medio del discurso de los tomadores de

decisiones del país, como se ha priorizado la lucha contra las drogas, cuáles han sido las

prácticas que han regido la política exterior colombiana e igualmente su relacionamiento en

el sistema internacional y de forma regional. Este proceso geopolítico condiciona el

desarrollo del Estado, se analiza el Estado en función de sus prácticas discursivas de

Gobierno para analizar tanto las políticas internas como las actividades en el ámbito exterior.

La Política exterior colombiana ha planteado dos objetivos básicos: Seguridad y Desarrollo,

los cuales han sido permeados por la situación interna del país tanto en el manejo del

Conflicto interno (Guerrillas – lucha contrainsurgente) y Narcotráfico, fenómenos que han

mutado en el tiempo, han cohesionado múltiples prácticas y han fortalecido el accionar de

grupos al margen de la ley. El tratamiento planteado al problema de las drogas e insurgencia

incidió en la definición de relaciones exteriores, ya sea una solución basada en el uso de la

fuerza o una salida negociada que implicó una Diplomacia por pacificación forzosa o

Diplomacia a la paz negociada.

En este sentido Pardo y Tokatlian aseguran que Colombia busco ayuda de Estados Unidos y

uso la relación de subordinación política y de cooperación económica como un mecanismo

de apoyo a los esfuerzos internos (2010, 189). Desde la Administración Pastrana con la

internacionalización del conflicto se logra la ayuda y cooperación en materia militar y

económica por medio de la implementación del Plan Colombia, Estados Unidos habría

declarado a las drogas como una amenaza a la seguridad nacional. En este sentido, el

gobierno de Colombia intenta priorizar la ayuda internacional enfocada al desarrollo de los

Diálogos de Paz del año 1999. A pesar de ello, el presidente terminó aceptando la re-

narcotización de la agenda doméstica a fin de asegurar apoyo internacional brindado por

Estados Unidos en el Plan Colombia. (Tickner, 2002).

En la Administración Uribe se vincula la seguridad democrática a la lucha contra las

estructuras “narcoterroristas”, el ex presidente consideraba estos actores ilegales como

terroristas lo cual niega su condición de combatientes y de una salida negociada. La estrategia

de Política exterior es intransigente, en la medida que solicita ayuda internacional para

ponerle fin al fenómeno de las drogas que impacta negativamente la seguridad interna del

país y es fuente de financiamiento de grupos ilegales. además de perjudicar relación con los

vecinos, lo que Arlene Tickner ha llamado la “Intervención por invitación”.

La política contra las drogas en Colombia, ha impuesto un modelo basado en el

prohibicionismo, en el cual Estado Unidos ha tomado el liderazgo en la lucha contra este mal,

justificado debido a la afectación a la seguridad de su nación. Mediante el condicionamiento

de esta política por parte de Washington a Colombia, se ha mantenido la fumigación de áreas

cultivadas por medio de la aspersión con glifosato tomándose como medida la erradicación

por hectáreas que evalúa el progreso del país frente al tema. En contra vía, esta política no ha

tenido un impacto real en la reducción de la producción, tráfico, distribución y consumo de

drogas ilícitas, especialmente en la pasta y base de coca, ni en el ámbito interno ni tampoco a

nivel internacional. Por lo que algunos autores (Borda, Rojas, Tickner, Tokatlian) sugieren:

que dicha política es un rotundo fracaso frente al objetivo para la cual fue diseñada. En esa

medida, el mantenimiento de esta política a pesar del poco éxito, se debe a la existencia de

una construcción discursiva de la guerra que Estados Unidos debe librar: “lo que se sugiere es

que el discurso antidroga es relevante en la construcción y definición del problema de las

drogas, debido a que sin el discurso no habría problema de drogas” (Borda, 2001, 90).

Partiendo de la coyuntura actual del Estado Colombiano y en concordancia con la

implementación del Acuerdo de Paz con la Guerrilla de las FARC, esta implica varios

asuntos en materia de drogas como: sustitución de cultivos ilícitos, erradicación manual y

voluntaria por parte de las comunidades cultivadoras de la hoja, nuevo uso de la tierra por

parte de las campesinos, separación de actividades contrainsurgentes y de narcotráfico. Más

allá, la Administración Santos ha manifestado algunos discursos ante Organismos

internacionales que sugerirían algún viraje en la política antidrogas, la construcción de

nuevos lineamientos alejados de un modelo prohibicionista, en la que se contemple las tres

áreas del tema política de drogas: cultivo, consumo y narcotráfico.

En este marco, para el Gobierno el cambio de la política de drogas está amarrado a los

Acuerdos de Paz, en esta dirección: la desmovilización de la guerrilla es una condición clave

para superar el problema de los cultivos ilícitos y narcotráfico. Y los compromisos adquiridos

por las agentes nacionales e internacionales y de sus implementación en el presente y

continuidad en el futuro, dependerá de cómo el Estado logre articular sus intereses en el

exterior, como cambio en la política antidrogas, e internamente en el cumplimiento frente a

las comunidad y principales víctimas del conflicto armado y el narcotráfico.

4. La Geopolítica y las Relaciones Internacionales

Tal como ocurre en el caso de la geopolítica, ocurre en el caso de otra disciplina que compete

al estudio presentado en este trabajo. El estudio de las Relaciones Internacionales y la Política

Exterior, han tenido al igual que la geopolítica, un progreso académico, teórico y conceptual

durante las últimas décadas, que se ha caracterizado por hacer transiciones a través desde el

debate, desde las aproximaciones más clásicas al estudio de los fenómenos propios de la

disciplina, de la misma manera que la geopolítica lo ha hecho.

En apartes anteriores, se hizo referencia a la aproximación originaria hacia la geopolítica, la

geopolítica clásica, y se revisó la forma en la que el estudio de la disciplina ha avanzado

desde allí, hasta llegar a los estudios de la geopolítica crítica, y en particular a su aplicación

en América Latina. Pues bien, ya sea por casualidad, o por el hecho de que las disciplinas

comparten en gran medida sus objetos de estudios, la evolución de la disciplina de las

Relaciones Internacionales ha tenido un transcurso similar.

Si en el caso de la geopolítica, podemos hablar de la geopolítica clásica como aproximación

originaria, y aún predominante en el análisis, no es difícil hacer una analogía con el enfoque

realista de las Relaciones Internacionales, y no sólo porque entre ellas comparten la

característica de ser el origen intelectual de la disciplina, sino porque comparten también los

elementos básicos desde los cuales originan su análisis. Las cuestiones de poder, conflicto y

dominación territorial, están en el centro del análisis de estos dos enfoques disciplinarios.

Precisamente, debido a que comparten conceptos muy conectados entre sí, la evolución

disciplinar que se ha adelantado a partir de ellos, tiene ciertas similitudes en su avance, y si

en el caso de la geopolítica, podemos hablar de la geopolítica crítica, en el caso de las

Relaciones Internacionales, podemos hablar también de enfoques críticos, y en particular del

tercer enfoque fundamental de la disciplina: El constructivismo.

5. El Constructivismo

Así como en los estudios geopolíticos, en las Relaciones Internacionales, el constructivismo

surge con la intención fundamental de llenar, lo que en ese momento, algunos académicos

identificaron como los vacíos fundamentales del análisis en la disciplina. Los estudios

básicos del conflicto, el poder, el control territorial o incluso las relaciones de cooperación,

fueron en un momento determinado, considerados incompletos o no relevantes para analizar

las interacciones propias del escenario internacional.

Desde ese punto de vista, nace el enfoque constructivista como una intención teórica, de

analizar elementos diferentes a los elementos materiales tradicionales a los que se remontan

los enfoques clásicos del realismo y el liberalismo en las Relaciones Internacionales. Como lo

plantean en su obra Adler y Haas, el constructivismo nace como respuesta a la necesidad de

una disciplina en la que se analizan los fenómenos, pero se carece del análisis de aquellos

elementos originarios que motivan, desde perspectivas menos materiales, las acciones de los

actores del sistema internacional (Adler & Haas, 1992).

En un sentido más específico, el análisis que se propone desde el enfoque constructivista

tiene que ver con un pensamiento de que, por ejemplo: “Antes de poder realizar elecciones de

cooperación, es necesario evaluar las circunstancias y definir los intereses particulares de los

actores que toman estas elecciones” (Adler & Haas, 1992). En ese sentido, como ya lo

mencionamos, surge el enfoque constructivista, con la intención fundamental de alejarse de

los elementos materiales del análisis de las Relaciones Internacionales, y poner como centro

otro elemento fundamental para las mismas. Si el enfoque realista tenía como concepto

central el conflicto, y el liberalismo la cooperación, el constructivismo propone un nuevo

análisis desde el componente de las ideas.

Desde el punto de vista del enfoque constructivista, la explicación de los fenómenos de las

Relaciones Internacionales, es más valiosa y comprensiva, si se parte desde aquellas ideas

originales, que explican las razones por las que los actores deciden tomar acciones específicas

en sus contextos particulares. Como lo menciona Wendt, lo realmente relevante es la forma

en la que “mediante esta interacción recíproca, se crean y se representan las estructuras

sociales relativamente duraderas con las que definimos nuestras identidades y nuestros

intereses” (Wendt, 1992).

6. Las ideas y la Identidad

En este planteamiento, Alexander Wendt, el principal expositor del enfoque constructivista,

emplea un concepto, que es de particular interés para este trabajo: la identidad. Uno de los

principales postulados del enfoque constructivista, tiene que ver precisamente con la forma

en la que, las construcciones sociales propias del sistema internacional, contribuyen a

moldear y construir la identidad de un actor del sistema internacional, en particular, de los

Estados.

Así entonces, el enfoque constructivista propone la identidad como un elemento central del

análisis internacional, y entiende este concepto como “una característica inherente del actor

basada en las teorías que los actores mantienen colectivamente sobre ellos mismos y cada uno

sobre los demás que constituyen la estructura del mundo social” (Wendt, 1992). En otras

palabras, se entiende la identidad como una característica propia del Estado, que es resultado

1) de la percepción que construye sobre sí mismo, a través de componentes sociales e

históricos, y 2) de la percepción que otros Estados, tienen de él, con base en sus acciones, y el

rol que ocupa en diversas situaciones del sistema internacional.

7. Identidad y el caso colombiano.

Como ya lo hemos mencionado, este concepto es de alta relevancia para el análisis propuesto

en el presente texto. Como se verá en apartes posteriores, este análisis gira en torno a la

forma en la que el elemento fundamental de la política contra las drogas, ha alterado no sólo

la toma de decisiones en política exterior del Estado colombiano, sino también, la

construcción de su identidad misma.

En años anteriores, a través del elemento de la política de drogas, actores externos como

Estados Unidos, o los países vecinos de Ecuador, Venezuela o Brasil, han contribuido a la

construcción de una identidad particular del Estado colombiano. En este sentido, por ejemplo,

a través del discurso de la guerra contra el narcotráfico, Colombia se ha establecido como el

aliado regional de los Estados Unidos en el continente sudamericano, con todos los

componentes identitarios que esto supone.

De la misma manera, la existencia del problema del narcotráfico, ha contribuido a la creación

de la imagen de Colombia como el actor en conflicto de la región, como la nación generadora

de desplazamiento violento, o como el generador de narcotráfico transfronterizo en el

continente. De la misma manera, esa condición de aliado norteamericano anteriormente

mencionada, ha impuesto el elemento de identificación del Estado colombiano como el

vecino diferente de la región.

Como resultado de ello, la aproximación fundamental de este texto, está concentrada de

forma paralela, en la forma en la que a través del mismo elemento de la política mundial

contra las drogas, Colombia puede aventurarse a realizar una reconstrucción de su identidad

nacional, no sólo en materia doméstica, sino de forma aún más predominante, en materia

global, particularmente en escenarios regionales.

Así pues, será interesante entender el concepto de identidad, y la forma en la que Colombia,

desde la iniciativa propia, puede emplear el componente del posconflicto y la política contra

las drogas, para crear una nueva identidad fundamentada en la promoción de una cultura de

paz, pero sobre todo, en la formulación de un nuevo paradigma de acercamiento hacia la

política mundial de drogas. A través de esta nueva formulación identitaria, y en conjunción

con el empleo correcto de los postulados propios de la geopolítica crítica, Colombia cuenta

con herramientas más que útiles para transformar su rol dentro del esquema del sistema

internacional.

III. Contexto Colombiano

En el mundo existen principalmente dos modelos de políticas públicas de drogas utilizados

por los países: el modelo prohibicionista o de enforcement, que considera el porte y el

consumo de drogas como ilegal y cuyo objetivo principal es eliminar el consumo atacando la

oferta de drogas (guerra contra el narcotráfico) y el modelo de reducción del daño, que busca

minimizar el riesgo que causa el consumo de drogas y propende por la legalización

(Hathaway, 2001).

Cada uno de estos modelos o enfoques representa una visión geopolítica propia, por cuanto el

modelo de enforcement obedece a visiones y decisiones tomadas por las élites gobernantes,

mientras que el enfoque de reducción del daño atiende a una visión geopolítica desde abajo,

pues sus orígenes se rastrean en Holanda, cuando las asociaciones de adictos intervinieron en

el diseño de estrategias para evitar daños excesivos en el consumo habitual de drogas

(Segura, 2014).

Desde la declaración de la lucha contra las drogas en los años 70, Colombia se ha

caracterizado por mantener un enfoque prohibicionista, combatiendo a los carteles del

narcotráfico y posteriormente, a los grupos armados ilegales, que han sido los principales

responsables en la producción y el tráfico de estupefacientes desde Colombia hacia el resto

del mundo.

El enfoque prohibicionista adoptado por Colombia obedece en primera instancia al

cumplimiento de la Convención Única de Estupefacientes de 1961, la Convención de

Sustancias Psicotrópicas de 1971 y la Convención de Naciones Unidas Contra el Tráfico

Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas de 1998. En segunda instancia, el

prohibicionismo responde a la estrecha relación creada con Estados Unidos a partir de los

años 80.

En un primer momento, la política pública de drogas estuvo dirigida a combatir el cultivo, la

producción y el tráfico de estupefacientes, pues el consumo era escaso dentro del país (1970 –

2000). A partir del año 2008, el Estado debió preocuparse, adicionalmente, por el aumento en

el consumo interno de drogas ilícitas (Reporte de Drogas Colombia, 2016).

Con cada nuevo presidente electo, la política de enforcement se fue agravando, hasta hace

pocos años cuando el presidente Juan Manuel Santos decidió darle un giro sustancial al

tratamiento del problema mundial de drogas. Por esta razón, es conveniente estudiar grosso

modo las características de la política de drogas en Colombia durante las últimas décadas:

1. Años 60 y 70

La participación de Colombia en el mercado ilegal de drogas inició a finales de los años 60,

luego de que Estados Unidos iniciara programas de fumigación aérea en México y Jamaica

para erradicar cultivos de marihuana, lo que obligó a los traficantes a buscar nuevos

territorios en los cuales cultivar la planta (Thoumi, 2005).

Formalmente, lo que conocemos como “lucha contra las drogas” empezó en 1971, cuando el

ex presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon afirmó el compromiso de Estados

Unidos de brindar ayuda militar a países productores y exportadores de drogas. Esta lucha

contra las drogas se enfocó en un principio en erradicar el consumo de marihuana, LSD y

heroína, dejando por fuera la cocaína (Gaviria, 2016).

Para la época, el presidente de Colombia era Misael Pastrana Borrero, quien acordó con el

gobierno de los Estados Unidos iniciar la llamada guerra contra las drogas, combatiendo en

un principio a los traficantes colombianos de marihuana.

En el año 1975, la Casa Blanca, en cabeza de Gerald Ford, informó en un documento que la

cocaína como droga no producía consecuencias gravosas como la muerte, coadyuvando a la

percepción de droga inofensiva que para los años 70 caracterizaba a la cocaína en los Estados

Unidos (Gaviria, 2016). Esta aceptación tácita del consumo de cocaína influyó en el aumento

progresivo de consumidores.

Teniendo en cuenta el viraje en el consumo y el surgimiento de cultivos de marihuana

hidropónico, los productores colombianos cambiaron de producto y empezaron a traficar con

cocaína refinada de la base de coca o importada de Bolivia y Perú (Thoumi, 2005). Fue así

como los colombianos empezaron a cultivar y a exportar cocaína hacia el norte del continente

americano, hasta convertirse en los principales exportadores del alcaloide, situación que dio

pie para el aparecimiento de carteles de narcotráfico, como el Cartel de Cali (1975) y el

Cartel de Medellín (1976).

Dado el crecimiento exponencial de los carteles y de su poder delictivo, en 1978 el presidente

Julio César Turbay Ayala inició una intensa guerra contra los traficantes de droga, alineando

su política exterior con los intereses de Estados Unidos e iniciando lo que luego se conocería

como la narcotización de la agenda bilateral e internacional. Turbay Ayala (presionado por

los EE.UU.), se enfocó en la ofensiva contra los cultivos de marihuana en el norte del país y

firmó a finales de 1979, el Tratado de Extradición con el gobierno de Jimmy Carter.

2. Años 80 y 90

En 1982, los comicios presidenciales dieron como ganador a Belisario Betancourt. Durante su

gobierno, la violencia alcanzó niveles insospechados y el narcotráfico consolidó su fuerza

contra el estado. Para contrarrestar la situación, Betancourt planteó en su reforma tributaria la

alternativa de legalizar los dineros del narcotráfico dentro de la economía colombiana.

Adicionalmente, exploró la posibilidad de legalizar las drogas y de permitir a los jefes

narcotraficantes participar en política. Esto último se materializó con el nacimiento del

“Movimiento Latino Nacional” de Carlos Lehder y el de “Civismo en Marcha” de Pablo

Escobar, quien fue representante a la cámara; sin embargo, la mayoría de las propuestas

fracasaron por la oposición que sectores tradicionales, como el liberalismo, hicieron al

gobierno.

Con esta nueva visión para abordar el narcotráfico, Betancourt se distanció en su política

exterior de los intereses Estadounidenses y una expresión de ese distanciamiento fue la

creación del grupo Contadora en 1983, en el cual Colombia retomó las relaciones con sus

vecinos en función de intereses comunes para la región, siendo para Colombia el principal

objetivo la protección de sus fronteras, ya que las guerrillas empezaban a movilizarse y los

recursos del Estado estaban volcados a combatir solo el narcotráfico. En este grupo estaban

Colombia, Panamá, Venezuela y México.

En 1984, luego del fracaso de los diálogos entre narcotraficantes y Gobierno sobre la

extradición y del desmantelamiento del principal complejo cocalero de Pablo Escobar, fue

asesinado el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. Este homicidio fue el detonante para

que el gobierno ratificara y pusiera en marcha el Tratado de Extradición con Estados Unidos,

sin olvidar que dio pie para la creación del Estatuto Nacional de Estupefacientes (o Ley 30 de

1986), bajo el cual el presidente Betancur retomó duramente la guerra contra el narcotráfico.

Para el año 1987, durante la presidencia de Virgilio Barco, fue capturado Carlos Lehder, uno

de los principales narcotraficantes colombianos, miembro y fundador del Cartel de Medellín,

quien fue extraditado a los Estados Unidos y continúa cumpliendo su condena.

Durante el gobierno de Barco, los carteles siguieron reinando y el escalamiento de la

violencia, ocasionado por los grupos guerrilleros y los escuadrones de la muerte (dirigidos

por los carteles del narcotráfico) continuó, propiciando el asesinato del candidato presidencial

Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989, por orden del narcotraficante Pablo Escobar.

Debido a la necesidad de mantener la imagen dentro del vecindario en el ámbito

internacional, Colombia, nuevamente, se alineó con sus pares en la creación del grupo de Río

en 1989.

Ese mismo año, César Gaviria obtuvo la presidencia gracias a sus propuestas para enfrentar el

narcotráfico. En este periodo presidencial, exactamente en 1991, fue promulgada una nueva

constitución en la cual se estableció la prohibición de la extradición. Por su parte, Gaviria

emprendió la tarea de negociar el desarme de las guerrillas de las FARC y el ELN, ubicando

mesas de diálogo en Caracas, Venezuela (1991) y en Tlaxcala, México (1992), extendiendo a

sus vecinos la participación en la resolución del conflicto. Adicionalmente, en 1991 el

entonces presidente concertó con los principales cabecillas de grupos narcotraficantes un

sistema de juzgamiento en el cual pagarían condenas relativamente cortas. Dicha oferta fue

aceptada incluso por Pablo Escobar, quien construyó su propia cárcel.

En vista de las constantes exigencias del gobierno de los Estados Unidos y que los

narcotraficantes seguían obteniendo réditos de su actividad ilícita, el gobierno decidió

trasladar a Pablo Escobar y sus cómplices a una cárcel de máxima seguridad, pero en el

traslado Escobar se dio a la fuga. Por lo anterior, en 1992 fue creado el llamado Bloque de

Búsqueda, con la participación de policías especializados cuya tarea principal era capturar a

Pablo Escobar. Este grupo recibió entrenamiento por parte de las Fuerzas Especiales del

Ejército de los Estados Unidos.

Aunado a lo anterior, el gobierno multiplicó la erradicación de cultivos en las zonas del país

donde sembraban coca y amapola y en 1992 inició las fumigaciones con glifosato, primero

con helicópteros adaptados y luego con aviones Turbo Trush donados por Estados Unidos.

Estas fumigaciones vendrían a ser la razón de múltiples enfrentamientos con vecinos

cercanos ya que Colombia fue uno de los pocos países del mundo donde la fumigación con

glifosato se hizo a gran escala.

Ya para 1993, el Bloque de Búsqueda logró encontrar a Pablo Escobar y el 2 de diciembre del

mismo año, Escobar fue asesinado en un breve intercambio de disparos. Paradójicamente,

durante este periodo de endurecimiento de la lucha contra el narcotráfico y en años

posteriores, los altos niveles de violencia se mantuvieron y en palabras del mismo ex

presidente Gaviria, los esfuerzos por combatir el narcotráfico solo dejaron muerte y en

general no sirvieron para solucionar el problema de drogas (National Geographic, 2017).

A finales del período presidencial de Gaviria la situación en Colombia empeoraba: los

cultivos ilícitos seguían en aumento (el país ocupaba el primer lugar como productor de

coca), los carteles financiaban grupos paramilitares y empezaban a popularizarse las llamadas

“limpiezas sociales” (Thoumi, 2005).

Y los años siguientes, bajo la presidencia de Ernesto Samper Pizano, no fueron mejores.

Desde el inicio de su gobierno, sus acciones se vieron opacadas por las acusaciones de haber

financiado su campaña con dineros del narcotráfico, que dieron origen al conocido “proceso

8000”.

Dicho proceso inició con el hallazgo de un expediente en la fiscalía de Cali que correspondía

a un allanamiento hecho a las oficinas del contador del Cartel de Cali, Guillermo Pallomari.

Esta investigación permitió la encarcelación de ministros, senadores, representantes a la

cámara, un procurador general y un ex contralor, demostrando las intrincadas relaciones que

existían entre política y narcotráfico (Semana, 1997). A causa de estos sucesos, el país perdió

credibilidad frente a sus vecinos, que le daban la espalda y lo aislaban como el generador de

problemas en la zona porque empezaban a sentir con fuerza los efectos de la agudización del

conflicto interno en las fronteras (desplazamiento, masacres, incursiones militares) así como

el tráfico de armas, drogas y lavado de activos (Ramírez, 2004), especialmente en Venezuela,

Panamá y Ecuador.

Adicionalmente, estos hechos desencadenaron un conflicto público entre el gobierno

colombiano y el gobierno estadounidense, que en 1996 y 1997 “descertificó” a Colombia a

pesar de los ingentes esfuerzos de Samper por satisfacer sus requerimientos (Thoumi, 2005).

Desde la administración Gaviria el deterioro de la relación bilateral era evidente pues

Colombia se había distanciado de la política antinarcóticos estadounidense. Con la llegada de

Samper la relación se quebró por completo, y en Estados Unidos empezaron a hablar de

Colombia con el adjetivo de “narcoestado” (Tickner, 2002) .

A pesar de haber perdido su calidad de interlocutor válido con Estados Unidos, el presidente

Samper aún seguía presionado, por lo cual inició la persecución de los cabecillas del cartel de

Cali y al finalizar su gobierno, la industria ilegal de drogas se había diseminado en un gran

número de grupos ilegales (Thoumi, 2005). Esta fragmentación de los carteles en pequeños

grupos fue una de las principales razones por las cuales inició la expansión de cultivos ilícitos

en el país, llevándolo a ser el primer productor mundial de coca.

Inexplicablemente, todas estas presiones e inconvenientes en la relación bilateral con Estados

Unidos devolvieron al gobierno colombiano a su histórico alineamiento con los intereses

norteamericanos, a pesar de ser públicamente rechazado por ese gobierno (Tickner, 2002). En

este periodo de tiempo, las únicas visitas oficiales que recibió Samper fueron las de los

presidentes de Venezuela y Ecuador.

Con la llegada de Andrés Pastrana al poder en 1998, las relaciones con Estados Unidos se

restablecieron y en junio de ese mismo año el entonces presidente presentó un plan de paz,

argumentando que los cultivos ilícitos eran un problema social que debería corregirse con un

plan de rescate (Tickner, 2002). Bill Clinton, presidente de Estados Unidos en ese entonces,

se comprometió a brindar ayuda para conseguir la paz en Colombia, a pesar de sus reservas

frente a la creación de la Zona de Despeje (porción de territorio concedido a las FARC

durante las negociaciones de paz).

Debido al lento avance del proceso, las vicisitudes que lo rodearon y el aumento exponencial

de los cultivos de coca (162.000 hectáreas en el año 2000), el gobierno estadounidense

empezó a exigir mayor severidad en el proceso y al mismo tiempo propuso re diseñar el plan

inicial presentado por Pastrana para establecer una estrategia contra el narcotráfico. Así,

Colombia se sometió a las imposiciones estadounidenses y se comprometió a desarrollar el

“Plan Colombia”, con el fin de obtener recursos para la lucha contra el narcotráfico y contra

los grupos guerrilleros. El 19 de diciembre del año 2000 entró en operación dicho plan (El

Tiempo, 2013) y el primer paquete de ayuda recibido por Colombia fue de 1000 millones de

dólares (2000 - 2001), cuyo 80% fue destinado a fortalecer las fuerzas militares (Tickner,

2002).

Luego de tres años de negociaciones, muchas dificultades y reveses, el 20 de febrero de 2002,

Pastrana decidió dar por terminados los diálogos de paz con las FARC y en su nuevo discurso

los etiquetó como grupo terrorista, logrando su inclusión en la lista de grupos terroristas

internacionales y su reconocimiento como amenaza a la seguridad de los Estados Unidos

(Tickner, 2002). Este nuevo discurso permitió dar un tinte internacional al conflicto armado

interno al incluirlo en la agenda global de lucha contra las drogas y el terrorismo,

confirmando el alineamiento con los intereses estadounidenses.

Estas decisiones dentro de Colombia tuvieron fuertes implicaciones para la seguridad de los

países vecinos, dado que la política estadounidense de ayuda se empezó a transformar en una

estrategia de incursión regional, ocasionando la reacción negativa de los gobiernos cercanos,

pues en un inicio varios fueron invitados a hacer parte de las mesas de negociación ubicadas

en Madrid, España, pero luego debieron atestiguar la finalización de las mismas y la

incursión abrupta de Estados Unidos en el vecindario (Ramírez, 2004).

3. Años 2000

Con la llegada de Álvaro Uribe a la presidencia en mayo de 2002, se intensificaron la lucha

contra el narcotráfico y contra las guerrillas bajo los programas establecidos por el Plan

Colombia y la Política de Seguridad Democrática. En palabras del nuevo presidente, la

guerrillas de las FARC se había convertido en una organización “narcoterrorista” cuyas

capacidades eran suficientes para desestabilizar el continente (Ramírez, 2004).

En 2003, atendiendo los llamados de Estados Unidos sobre el avance de las estructuras

paramilitares, el gobierno de Uribe ideó un plan para el desarme de los grupos paramilitares

reconocidos como Autodefensas Unidas de Colombia o AUC. En noviembre de este mismo

año, las autodefensas ya habían iniciado la entrega de armas.

En términos generales, la política de drogas durante los dos periodos presidenciales de Álvaro

Uribe (2002 – 2006 y 2006 – 2010) estuvo marcada por un prohibicionismo radical, donde se

castigaba toda la cadena de producción, tráfico y consumo de estupefacientes. Esto se tradujo

en un alineamiento perfecto con los intereses estadounidenses, incluyendo el apoyo total a la

invasión de Iraq propuesta por el gobierno Bush en el año 2003 y la aceptación de la

inclusión del conflicto colombiano en la guerra contra el terrorismo por parte de éste último.

Durante su mandato, los recursos obtenidos por medio del Plan Colombia en su primera fase

(2000 – 2006) alcanzaron los 4.800 millones de dólares. Dichos recursos fueron invertidos

principalmente en el fortalecimiento de las fuerzas militares y de policía y en la erradicación

de cultivos ilícitos en el Putumayo, que era el principal productor de coca de la época, con

unas 120 mil hectáreas cultivadas (Departamento Nacional de Planeación, 2016).

El fortalecimiento militar, producto del Plan Colombia, fue un factor desestabilizante dentro

de la región, pues el gobierno de Hugo Chávez veía en él una amenaza a su proyecto político,

conocido como la “revolución bolivariana”.

Adicionalmente, debido a este alineamiento, el presidente Uribe tuvo dificultades para

convencer a sus vecinos de hacer frente a los efectos del conflicto armado interno. Estos

problemas se evidenciaron cuando el gobierno colombiano solicitó a sus pares declarar como

terroristas a los grupos guerrilleros e implementar medidas represivas en su contra (bloqueo

de cuentas, extradición, negación de visas, etc.), pues solo consiguió el apoyo de Panamá y

los países centroamericanos.

El rechazo de estas iniciativas dentro del vecindario se debió a la fuerte injerencia de Estados

Unidos en la región debido al avance de la implementación del Plan Colombia, sin embargo

hubo países que así como Colombia, se beneficiaron con recursos provenientes de Estados

Unidos en virtud de su cercanía territorial, este fue el caso de Perú y Bolivia. Por su parte,

Venezuela y Ecuador seguían viéndose amenazados por la militarización de las fronteras.

En múltiples oportunidades, las relaciones con Ecuador y Venezuela tambalearon y se

quebraron por causa de acciones militares en contra de la insurgencia y el narcotráfico:

● En 2004, el tono de las relaciones Colombia – Venezuela subió por la captura del

guerrillero Rodrigo Granda;

● En 2007 se terminó la participación de Venezuela como mediador en los acuerdos

humanitarios con las FARC,

● También fue el año en que Ecuador denunció ante la OEA las fumigaciones con

glifosato en la frontera.

● El 1 de marzo de 2008 el ejército atacó a las FARC en la frontera entre Colombia y

Ecuador, ocasionando la neutralización de Raúl Reyes;

● La ocurrencia de “la masacre del Táchira”, donde Colombia afirmó que cohetes

antitanque adquiridos por Venezuela estaban siendo utilizados por las FARC, y

● Las acusaciones en julio de 2010 del gobierno colombiano señalando que en

Venezuela se permitía que las guerrillas en su territorio venezolano.

A pesar de los altercados y las dificultades que planteaba el ambiente en la región, Álvaro

Uribe logró consolidar importantes resultados en la lucha contra las drogas y posicionó al

país como un aliado estratégico de Estados Unidos en Suramérica.

4. Actualidad

Luego de fuertes años de lucha y combate dentro del país y en sus fronteras contra grupos

insurgentes y narcotraficantes, llegó a la Casa de Nariño Juan Manuel Santos, quien sería el

actor de cambio dentro de la región, especialmente porque logró limar asperezas con el

gobierno de Venezuela (aunque esto no permaneciera en el tiempo) y el gobierno de Ecuador,

al incluirlos en el proceso de paz con la guerrilla de las FARC y porque sus críticas a las

políticas de enforcement cambiarían drásticamente la posición histórica de Colombia en la

región.

El gobierno de Juan Manuel Santos (2010 – 2018) ha representado un alineamiento crítico

con los intereses de Estados Unidos, pues implementar los acuerdos de paz ha supuesto un

rompimiento con el norte. Durante su administración, Colombia se acercado a sus pares por

medio de la Alianza Pacífico (a la que pertenecen los países que mejor relación tienen con

Estados Unidos), y ha renovado la relación con Cuba, Ecuador y Venezuela gracias a su

inclusión como actores cruciales dentro del proceso de paz. Adicionalmente, Santos ha

planteado un cambio de visión para atender el problema mundial de drogas, señalando que el

consumo no es un crimen sino un problema de salud pública.

Sus críticas han sido presentadas ante la Asamblea General de la Organización de las

Naciones Unidas (2010), la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito

(2016) y la Organización de Estados Americanos (2012), y aunque no han logrado obtener el

apoyo suficiente como para que Colombia se posicione como un policy maker, son el primer

paso para situar a Colombia como un actor independiente y estratégico en el tratamiento del

problema mundial de drogas. Y así lo ha sostenido Santos, pues las recientes amenazas de

descertificación del gobierno de Donald Trump, no han logrado amedrentar al Gobierno en su

decisión de combatir los cultivos ilícitos de forma menos agresiva.

Este marco general de la historia de la política de drogas y de lucha contra el narcotráfico

permite ilustrar y abrir campo para un estudio más juicioso de las posiciones de los dos

últimos gobiernos (Uribe y Santos) frente al tratamiento que debe dar el Estado al problema

mundial de drogas.

IV. Discursos

Después de ver un contexto histórico, vamos a mirar lo que ha pasado en las últimas dos

décadas. Esto lo vamos a mostrar a través de los discursos, partiendo de la idea de la

Geopolítica crítica, que como se dijo anteriormente, en su vertiente práctica, permite analizar,

por medio del discurso de los tomadores de decisiones del país. Es por esto que vamos a

mirar los discursos del presidente Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos en la Asamblea

General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

De igual manera, vamos a mirar los discursos de las asociaciones o colectivos rurales o

agrarios, ya que, como se mencionó antes, existe una reivindicación de movimientos sociales

e indígenas que luchan por plasmar nuevas realidades desconocidas por el establecimiento de

un Estado-Nación homogéneo, nuevos grupos de presión que disputan el poder político de la

élite, arraigada en el ejercicio de la política.

1. Los presidentes colombianos en la Asamblea General de la ONU.

Viendo los discursos de los presidentes colombianos desde el 2004 hasta el 2017 en la

Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), se puede ver cómo ha

sido el discurso o su posición frente al ámbito internacional en los temas de drogas,

conjuntamente al de narcotráfico, y este como influencia su papel en la región (América

Latina y el Caribe).

El primer segmento que se puede resaltar es del 2004 al 2009, periodo de tiempo en el que

Álvaro Uribe fue presidente y dio los discursos en la ONU. En todos los años mencionó el

tema de la droga y como su gobierno de seguridad democrática estaba en la lucha contra el

narcotráfico. Enfatizando en la relación que tiene la droga con grupos violentos y esto cómo

se relaciona con múltiples problemas sociales. Por esto es que siempre habla de la

eliminación de la droga. Su principal proyecto es el de Familias Guardabosques y durante

cada discurso lo menciona y resalta sus avances y resultados (Uribe Vélez, 2004).

Sin embargo, también en su discurso de la 61 Asamblea de la ONU el 21 de septiembre de

2006 en Nueva York, Estados Unidos, dice: “En la lucha contra las drogas ilícitas, expresó

con angustia que los progresos son pequeños si se comparan con el sacrificio del pueblo

colombiano y la voluntad del Gobierno para erradicarlas” (Uribe Vélez, 2006). Dejando ya

ver que aunque su programa de Guardabosques estaba teniendo resultados no iba conseguir

una total erradicación de los cultivos ilícitos.

En ese mismo discurso hace una llamado a la comunidad internacional frente al tema:

“Pregunto al mundo: ¿por qué no hay un compromiso mayor, menos retórico y más eficaz,

para que Colombia, que tiene absoluta voluntad para lograrlo, supere definitivamente este

flagelo de las drogas ilícitas? Los colombianos no queremos quedarnos en esfuerzos y

sacrificios, requerimos resultados. Estamos dispuestos a revisar nuestra estrategia, a

mejorarla, pero necesitamos que el mundo entero se involucre con nosotros. Pido a Naciones

Unidas esfuerzos adicionales que nos ayuden a encontrar senderos de eficacia” (Uribe Vélez,

2006). Dejando claro que para una política de drogas no se puede trabajar aislado sino que

tiene que ser un trabajo global.

Al año siguiente en la versión 62 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, realizada

el 27 de septiembre de 2007 en Nueva York, EEUU, dice: “Agradezco a las Naciones Unidas

todo el apoyo dado a Colombia, y resalto cuatro áreas: la Agencia Antidrogas ha sido la

garante y supervisora de nuestro programa de Familias Guardabosques para proteger la selva

de la amenaza destructiva del narcotráfico” (Uribe Vélez, 2007). Dejando ver una

colaboración de la comunidad internacional a su proyecto local de Familias Guardabosques.

En el 2008 toda una sección del discurso es sobre las Drogas ilícitas, y dice: “Nosotros

hablamos de responsabilidad compartida para que el mundo ataque por igual la producción, el

tráfico, el consumo, el lavado de activos, los precursores químicos” (UribeVélez, 2008).

Enfatizando de nuevo en una política global para este tema y deja una propuesta como

Nación: “Nuestro Gobierno solicita la sanción al consumo, en nuestro País y en la comunidad

internacional” (Uribe Vélez, 2008). Este es un nuevo aspecto que no había tomado antes y ya

anunciar que desea una sanción al consumo no es solo la idea de la erradicación del cultivo

(que es un tema de producción).

En su último discurso en la 64 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas,

realizada el 23 de septiembre de 2009 en Nueva York, Estados Unidos, sigue con el mismo

tema y dice: “La vieja división entre países productores y consumidores ha desaparecido.

Colombia empezó como territorio de tráfico, irrumpió en la producción y hoy sufre como

consumidor” (Uribe Vélez, 2009). Reconociendo que hay un problema del consumo en

Colombia y promoviendo una lucha conjunta frente al tema. Esto para de nuevo promover

una sanción al consumidor: “Creemos que en lugar de propugnar la legalización de las drogas

debe reflexionarse sobre la necesidad de ilegalizar el consumo. No hay coherencia entre la

severidad frente a la producción y tráfico y la permisividad con el consumo” (Uribe Vélez,

2009). Dejando claro cuál es la posición del país frente al tema de drogas.

Con esto se puede ver que durante los periodos presidenciales de Álvaro Uribe el tema de

drogas sí estuvo en su agenda internacional, aunque no regional, siempre lo tomo como un

aspecto totalmente global. De igual manera, es clara su posición en la búsqueda de la

erradicación de cultivos, relacionando estos con la violencia y los problemas sociales, y en

los últimos dos años solicitándole a la comunidad internacional pensar en la sanción al

consumo de drogas.

A diferencia de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos en su primer discurso en la 65 Periodo de

Sesiones Ordinarias de Asamblea de la ONU realizada el 24 septiembre de 2010 en Nueva

York, habla de la región, dice: “queremos ser voz de América Latina y el Caribe en el

Consejo de Seguridad, en este momento muy especial para nuestra región. América Latina y

el Caribe, que reúne cerca de 600 millones de habitantes, es nuestra área de interacción

natural. La región incluye países con múltiples visiones políticas o posiciones diversas sobre

muchos temas específicos” (Santos, 2010). Esto ya deja ver un cambio de discurso en donde

quiere ser protagonista de la región.

Sin embargo, su posición o acciones frente a la droga, siguen siendo los mismos: “Hemos

golpeado con contundencia a las mafias que manejan este negocio, incluyendo los grupos

guerrilleros que se han convertido en verdaderos carteles de la droga. Seguiremos

combatiéndolos sin tregua y sin pausa. No ahorraremos esfuerzo alguno” (Santos, 2010). Y

vuelve hablar del tema del consumo: “Vemos con preocupación la contradicción de algunos

países que, por un lado, exigen una lucha frontal contra el narcotráfico y, por otro, legalizan

el consumo o estudian la posibilidad de legalizar la producción y el comercio de ciertas

drogas” (Santos, 2010). Y señala que es importante una política global: “concertemos y

revisemos la estrategia mundial contra las drogas ilícitas, para acordar una política global

única, más efectiva y en la que todos los países contribuyamos por igual a este esfuerzo”

(Santos, 2010).

Pero a diferencia del discurso del presidente pasado, Santos relaciona este tema con los otros

países de la región: “Nos preocupa y nos duele que nuestro relativo éxito ha significado que

otros países de la región estén sufriendo la presencia y operación creciente del narcotráfico en

sus territorios” (Santos, 2010). Viendo como este problema de las drogas se ve relaciona

directamente con sus vecinos de la región.

En el discurso del 2011 de igual manera habla de la región y empieza hablar del tema de la

paz: “En América Latina aprendimos que los gobiernos y los Estados pueden tener

concepciones políticas divergentes, a veces opuestas, pero esto no significa que no puedan

convivir y cooperar en paz. También hemos hecho importantes contribuciones en la búsqueda

del diálogo, la negociación y la mediación en nuestra región” (Santos, 2011). Y frente al tema

de drogas, ya no habla tanto y solo dice: “Hemos tenido grandes éxitos pero subsisten

importantes desafíos” (Santos, 2011). Dejando ver un cambio en su discurso y no siendo tan

radical como en su primer año.

En la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el 67° Periodo

de Sesiones Ordinarias Naciones Unidas, realizada el 26 septiembre del 2012, hay el cambio

radical de la posición de Colombia frente al tema de las drogas. “Los gobiernos de América

acordamos emprender un análisis y una discusión sobre el balance, la efectividad y las

perspectivas de la llamada 'Guerra contra las Drogas', y sobre las posibles alternativas a ella

[…] En esta dirección, dimos un mandato a la OEA para que, en su seno, inicie este análisis y

esta discusión, invitando a otras entidades, la primera de las cuales, por supuesto, debe ser

Naciones Unidas” (Santos, 2012). Dejan ya ver que la Guerra contra las drogas no ha sido

efectiva y además lo hace con un movimiento regional.

En el discurso del año siguiente, 2013, lo que decía entre líneas ya lo dice claramente: “Hace

52 años, aquí, en este mismo recinto, se aprobó la Convención que dio acta de nacimiento a la

guerra contra las drogas. Hoy tenemos que reconocer que esa guerra no se ha ganado”

(Santos, 2013). Dejando claro que la política global de guerra contra las drogas fracaso y se

debe cambiar. Esto lo sigue diciendo en medio de un discurso regional: “Los diversos

gobiernos los estamos evaluando y deben servir de insumos para la discusión en todas las

universidades y centros de pensamiento, y en diferentes escenarios, no sólo de América sino

del mundo entero, porque este es un problema global que requiere una solución global. Por

eso –porque es un problema global– esperamos que sus conclusiones se debatan también en

el seno de este organismo, de las Naciones Unidas, que ya ha convocado una Sesión Especial

sobre las Drogas para el año 2016” (Santos, 2013). Dejando un posición regional, en la que

Colombia quiere ser protagonista y en al que ya logran que haya una sesión global frente al

tema y en al que pueden presentar su posición conjunta.

Durante los discursos del 2014, 2015 y 2016 la posición se sigue manteniendo rectificando su

posición hemisférica, como lo dejó ver en el discurso del 2014: “La semana pasada en la

Asamblea extraordinaria de la OEA en Guatemala, logramos varios consensos sobre la

posición hemisférica y adoptamos una resolución que muestra que podemos avanzar juntos

en este tema” (Santos, 2014). Dejando claro el trabajo conjunto en espera de la Sesión

Especial sobre las Drogas del año 2016.

Además relaciona al tema de la drogas con su proyecto de paz reflejado en los diálogos con

las FARC en donde dice: “Sabemos que el narcotráfico ha sido un combustible de la guerra

en Colombia y en el mundo. Gracias al acuerdo, las FARC se comprometen a romper

cualquier vínculo con esta actividad, y a cooperar, con acciones concretas, para combatir este

fenómeno. Esto tiene un enorme simbolismo: quienes alguna vez protegieron los cultivos

ilícitos de coca, pasarán a convertirse en aliados del Estado para su erradicación” (Santos,

2014).

En las palabras del Presidente Juan Manuel Santos ante la Asamblea General de las Naciones

Unidas en el 72° período de sesiones ordinaria en el 2017, se cierra ese periodo de transición

de los últimos años y se presenta la nueva postura de Colombia frente al problema mundial de

las drogas.

Primero recuerda que la guerra contra las drogas se perdió: “He dicho muchas veces que la

guerra contra las drogas no se ha ganado ni se está ganando; que requerimos de nuevos

enfoques y nuevas estrategias” (Santos, 2017). Menciona que la Sesión Especial de la

Asamblea General dedicada a las Drogas “que se reunió el año pasado por iniciativa de

Colombia– hubo avances, como el llamado a los Estados a proteger los derechos humanos en

sus políticas de drogas” (Santos, 2017). Dejando claro su papel protagónico en esta nueva

discusión.

Menciona que se busca “consensos en asuntos centrales como el de no criminalizar a los

adictos, y entender el consumo de drogas como un asunto de salud pública y no de política

criminal” (Santos, 2017). Dejando claro el cambio de posición frente a lo que decía Álvaro

Uribe y el mismo Santos en sus primeros años, ya no se piensa por ningún motivo sancionar

al consumidor. Y dice: “Es hora de aceptar –con realismo– que mientras haya consumo habrá

oferta, y que el consumo no se va a acabar” (Santos, 2017). Como preámbulo para proponer:

“Es hora de hablar de regulación responsable por parte de los Estados; de buscar caminos

para quitarles oxígeno a las mafias, y de afrontar el consumo con más recursos para la

prevención, la atención y la reducción de daños a la salud y al tejido social” (Santos, 2017).

Es así cómo dice que además de los trabajos de erradicación voluntaria en la que sigue

trabajando Colombia, que considerando el problema de drogas un problema de seguridad

nacional, es necesario buscar nuevos escenarios. “tenemos que avanzar en esta lucha con una

mente más abierta. Tenemos que ser más inteligentes, ¡más innovadores!” (Santos, 2017).

Con esto se ve como para Colombia el tema de drogas se mantiene en su agenda internacional

y que desde la presidencia de Juan Manuel Santos, y especialmente desde el 2012, lo aborda

ahora desde un enfoque regional, buscando ser protagonista y tener una posición hemisférica.

2. Organizaciones sociales rurales

2.1 Corporación Grupo Semilla:

Es una organización no gubernamental ambientalista y rural, conformada desde 1994 que

apoya a organizaciones indígenas, afrocolombianas y campesinas de Colombia, en acciones

que buscan las protección y control local de los territorios, los recursos naturales, la

biodiversidad, los sistema productivos sostenibles, la soberanía y la autonomía alimentaria e

las poblaciones y comunidades rurales. (Semila, 2017)

Para esta organización, el reto de transformación de los territorios para el buen vivir de las

familias campesinas se ve obstaculizado por la falta de celeridad en la implementación del

punto uno sobre Reforma Rural Integral con el que se dinamiza la efectiva transición de la

siembra de cultivos de uso ilícito a la siembra de alimentos, junto a la producción colectiva

de nuevos proyectos sustentables para pervivir en el territorio. “La transformación de estas

condiciones no son de un día para otro y no se materializan con la firma del acuerdo, se

necesitan décadas para la transformación del campo colombiano y una voluntad política

inquebrantable y decidida para transformarlo, que vaya más allá de los intereses electorales o

extranjeros, que propendan por una articulación eficiente y eficaz de los componentes de

seguridad y desarrollo necesarios” (Semilla, 2017).

También señalan que es importante trabajar en las sanciones que están establecidas en el

actual código penal, ya que establece penas muy grandes y costosa y que los campesinos en

cierta condición de vulnerabilidad no pueden pagar. Lo importante para ellos es no

“estigmatizar la labor del campesino cultivador de hoja de coca mientras los eslabones más

fuertes de la cadena se siguen lucrando de su desgracia, es una muestra de la guerra simbólica

y económica en contra de este potente sujeto transformador” (Semilla, 2017). Solicitan que se

le den garantías necesarias para su subsistencia, esto implica un efectivo y eficaz

funcionamiento coordinado de las instituciones encargadas de dinamizar la implementación

del punto uno de Reforma Rural Integral.

2.2Coordinadora de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana- COCCAM

Esta organización fue creada en enero del 2017 y está conformado por campesinos, indígenas

y afrodescendientes cultivadores de plantas de coca de todo el país. El principal objetivo de

esta organización es promover la implementación del punto 4 de La Habana (Solución al

problema de las drogas ilícitas) y “aportar a la construcción de la paz con justicia social en

todo el territorio nacional, situación que beneficiará a miles de familias que obtienen sustento

de los cultivos y que como resultado de la transformación estructural del territorio se

conquistará la sustitución voluntaria, integral y concertada de los cultivos tal como quedó

acordado en La Habana” (COCCAM, 2017).

La COCCAM propende por la sustitución integral, voluntaria y concertada, la defensa de los

usos rituales, ancestrales, medicinales e industriales de la coca, la industria alternativa de la

marihuana y la amapola, así como el tratamiento de salud pública a la adicción y al consumo

de las drogas. Por lo que ellos piden “acabar con la estigmatización, persecución,

señalamiento y encarcelamiento que padecen miles de campesinos cultivadores” (COCCAM,

2017). Esperan que se cumpla con el diseño de una nueva política con una nueva visión que

deje de considerar a los cultivos como causa del narcotráfico y a los cultivadores como

criminales, ante lo cual el Gobierno colombiano garantizará la adopción de las medidas

necesarias que permitan superar el abandono estatal y generar los planes de desarrollo

integral que las regiones necesitan para su transformación integral.

2.3 Mesa Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdo – MIA

Es una plataforma de organizaciones campesinas y del sector agropecuario y popular, que se

consolidó para presentar ante el Gobierno Nacional un pliego de peticiones que recopila sus

demandas para resolver sus conflictos sociales, económicos y políticos. Se gestó en el marco

del Paro Nacional Agrario y Popular de agosto de 2013, cuando las organizaciones

propusieron la conformación de la Mesa como la instancia para iniciar el diálogo, revisar las

peticiones y llegar a acuerdos. La MIA-Nacional está conformada por representantes de 25

departamentos y de organizaciones que representan intereses de los campesinos más pobres

(LATINNO, 2017).

Su posición actual es en apoyo a los acuerdos de paz con las FARC, sin embargo señalan que

hay un incumplimiento por parte del Gobierno, no solo en la implementación del Programa

Nacional de Sustitución de Cultivos, sino del acuerdo en general. De igual manera señalan les

han incumplido en los acuerdos que se dieron en el 2013, cuando se creó La Mesa.

V. Nuevas tendencias de la política de drogas:

Luego de ver lo que han demostrado los líderes colombianos y lo que piensan las

organizaciones sociales, se dará una perspectiva de las nuevas tendencias en materia de

política de drogas en el país. Como afirma Francisco Thoumy (2009), el fenómeno de la

droga tiene 3 dimensiones: los cultivos de uso ilícito, la producción y distribución (conocido

también como narcotráfico) y el consumo. El nuevo direccionamiento que está tomando

Colombia frente a las drogas, plasmado en el Acuerdo de Paz, está estructurado en estos 3

frentes. En primer lugar, el acuerdo de paz propone la sustitución de cultivos como ruta de

acción frente a los cultivos de uso ilícito. Desde esta perspectiva, se entiende que el

campesino es el eslabón más vulnerable de la cadena de drogas y que, por lo tanto, para

acabar con los cultivos ilícitos, es necesario darles oportunidades a los campesinos. Como

afirma Ortiz, “los campesinos, colonos e indígenas que tienen cultivos ilícitos al interior de

sus sistemas de producción, lo hacen como resultado de una decisión económica racional, la

cual genera una valoración y una significación propia sobre la coca o la amapola, como

fuente de ingresos segura y estable para la subsistencia de la familia campesina. Esta decisión

se ve reforzada por un contexto de vulnerabilidad de la población, su marginalidad y

pobreza” (Ortiz, 2000: 15). Así, el nuevo enfoque frente a los cultivos de uso ilícito entiende

que la decisión de sembrar cultivos ilícitos por parte de los campesinos se da porque para

estos no es económicamente viable ninguna otra actividad.

Así, la propuesta colombiana frente a los cultivos de uso ilícito es la sustitución voluntaria de

cultivos. Esto implica un cambio estructural del campo colombiano, basado en una fuerte

inversión estatal. En efecto, esta propuesta de sustitución voluntaria de cultivos está

enmarcada en el plan de desarrollo agrario que hace parte del proceso de paz. La forma como

se lleva a cabo esta transición de cultivos de uso ilícito a otras actividades económicas es por

medio de un pacto. Este pacto se realiza entre los campesinos y el gobierno. Por un lado, los

campesinos se comprometen a la erradicación voluntaria de los cultivos ilícitos. Más allá de

esto, también se comprometen a la no resiembra y a la no participación en ningún otro

eslabón del narcotráfico. A cambio, el gobierno se compromete a, una vez cumplida la

erradicación voluntaria, implementar un plan de atención inmediata. Con este plan, el

gobierno invertirá en vías, comercialización, asistencia técnica, entre otras cosas. El objetivo

de este pacto es, por un lado, erradicar los cultivos existentes e integrar las zonas del campo

colombiano que han estado excluidas de las dinámicas económicas.

Con este nuevo enfoque, se deja de criminalizar a los campesinos por su actividad de cultivo

de uso ilícito. Los cultivos dejan de ser un problema de seguridad y pasan a ser un problema

de desarrollo rural. Se entiende que la gran acogida que han tenido los cultivos de uso ilícito

por parte de los campesinos se da como consecuencia de la marginalidad de una gran parte

del campo colombiano. Como afirma Ortiz, “Surge de allí uno de los principales factores que

generan la aparición de los cultivos ilícitos, la marginalidad de las sociedades rurales que les

impide acceder en condiciones de equidad a la prestación de servicios sociales y a los

factores de producción” (Ortiz, 2000: 17). Para acabar con los cultivos ilícitos, hay que

acabar con la marginalidad social de una gran parte del campo colombiano.

El segundo aspecto del fenómeno de las drogas a tratar es el consumo de drogas ilícitas. En

este sentido, el nuevo enfoque que está siendo adoptado en el país entiende que Colombia ya

no es únicamente productora de drogas ilícitas, sino que también tiene un problema creciente

de consumo de drogas. Sin duda, el fenómeno del consumo de drogas al interior del país no

es algo nuevo. Sin embargo, ha venido creciendo y es cada vez más visible. Hasta hace muy

pocos años, este fenómeno se venía atacando como un problema de seguridad y el consumo

era altamente criminalizado. No obstante, la nueva tendencia que está adoptando el país es de

prevención al consumo de drogas ilícitas; ya no atacar penalmente el consumo de las mismas.

Bajo esta nueva perspectiva, se crea el programa presidencia frente al consumo de drogas. El

objetivo de este programa es fortalecer la capacidad del Estado para atender y prevenir el

consumo de drogas. El objetivo es descriminalizar el consumo de drogas y ofrecer toda la

ayuda posible al consumidor. Este enfoque entiende que la adicción es una enfermedad, como

la afirma la Organización Mundial de la Salud. Por lo tanto, las políticas frente al consumo de

drogas son políticas de salud pública y no de seguridad, como se habían venido planteando.

De esta manera, se crea un sistema de atención al consumidor de drogas ilícitas. Del mismo

modo, el programa presidencial frente al consumo de drogas fortalece la capacidad del Estado

para impulsar campañas de prevención de consumo. Este es un enfoque de salud pública y de

derechos humanos. El gran reto que existe en este frente es la falta de acompañamiento de la

rama legislativa es estas nuevas formas de entender el consumo de drogas.

Por último, el narcotráfico es el único aspecto del fenómeno de las drogas que es

criminalizado. La producción y comercialización de las drogas, desde el nuevo enfoque con

el que se le está enfrentando en el país, se entiende que es una manifestación territorial del

crimen organizado. La realidad del narcotráfico en el país es que ya no existen grandes

carteles como el de Medellín o el de Cali. Por el contrario, el narcotráfico actual está muy

vinculado al territorio y es manejado por bandas organizadas. Así, el enfoque actual, en

primer lugar, busca diferenciar al cultivador frente a los grupos armados y al crimen

organizado. En el acuerdo de paz se refleja que estos grupos asedian a las comunidades y a

los campesinos y, por lo tanto, es vital diferenciarlos. La lucha contra el narcotráfico se lleva

a cabo en tres frentes: la lucha contra el lavado de activos, la lucha contra la corrupción y el

narcotráfico y el control de insumos y precursores químicos.

El primer frente busca controlar los ingresos del narcotráfico y evitar que este dinero ingrese

a la dinámica económica nacional. De esta manera, se controlan los ingresos de estos grupos

criminales y se reduce su capacidad de accionar. El segundo frente entiende que el dinero del

narcotráfico ha permeado en muchas capas de la sociedad, entre ellas en muchas entidades

estatales. Finalmente, el tercer punto busca controlar los insumos del narcotráfico. La

producción de drogas requiere de una serie de precursores químicos. En la medida en que se

evite que estos insumos lleguen a las manos de las bandas criminales, se reduce de forma

importante las actividades del narcotráfico. Sin duda, frente al narcotráfico existe todavía una

retórica guerrerista por parte del Estado.

VI. Posibles escenarios y retos del futuro:

Como se ha evidenciado en apartes anteriores de este texto, la República de Colombia ha

tomado un giro frente a la política de drogas en los últimos años. No sólo ha pasado de

prescindir en materia general de recursos materiales provenientes de un otrora aliado

impositivo, sino ha pasado también a alterar de forma radical su discurso, promoviendo

valores diferentes de lo expresado en el pasado, y distanciándose, por lo menos en primera

instancia de los designios dictados por los Estados Unidos de América.

Esta transición, responde a un perceptible cambio en la forma de entender, por un lado, la

territorialidad nacional, con particularidades hasta ahora ignoradas, y con características

únicas que permiten un análisis alternativo de sus condiciones, y por otro lado, la posición de

la nación colombiana de puertas para afuera, particularmente en la región. Al parecer, el

Estado colombiano ha descubierto la forma de aprovechar y promover una serie de

condiciones que le permiten repensar su posición regional.

En particular, a través de un elemento clave, como la política de drogas, se ha presentado un

nuevo panorama para Colombia, de puertas para adentro y para afuera. La transición por la

cual pasa actualmente, lo pone enfrente, como es natural, de una serie de escenarios que

incluyen posibles beneficios y retos que pueden re-moldear la nación colombiana.

Desde un punto de vista interno, un nuevo posible escenario, puede plantear una serie de

soluciones a diferentes problemas socioeconómicos propios de la actualidad nacional en

Colombia. Si se quiere empezar por lo más obvio y general, un posible escenario de

descriminalización de la droga traería consigo una distensión de los esfuerzos logístico-

militares, orientados a detener su producción o destruir los cultivos. Tan sólo entre los años

de 1995 y 2010, el Estado colombiano destinó más de 20 billones de pesos (Departamento

Nacional de Planeación, 2010), a combatir el problema de las drogas. Sin aventurarse a hacer

análisis más profundos, la flexibilización de la persecución a las drogas, le significaría a la

nación un patrimonio disponible de entre 1.5 y 2 billones de dólares al año (Departamento

Nacional de Planeación, 2010).

Tal como lo muestran casos precursores de este tipo de cambio de discurso, como la

legalización de la marihuana para usos recreativos en el Estado de Colorado en E.E.U.U., o la

despenalización del consumo de drogas fuertes en Portugal, la relajación de las medidas en

contra del consumo y la producción de drogas a nivel local, pueden producir eventualmente

una reactivación de la economía a través de la regularización de un mercado ya existente

(Blake & Finlaw, 2014), o pueden, a una escala mayor, aligerar las cargas presupuestales

destinadas a las autoridades coercitivas, y facilitar la existencia de un presupuesto más

robusto para políticas de salud pública, que a su vez han demostrado ser más efectivas que la

lucha contra las drogas (Drug Policy Alliance, 2015). Lo anterior, generaría unas ventajas

económicas, que con iteraciones anuales, produciría balances altamente positivos en el largo

plazo.

Por otro lado, también desde un punto de vista interno, si la aplicación de un discurso mucho

más laxo frente al problema de las drogas se hace efectiva en el corto plazo, y si se consolida

de la mano de una nueva interpretación de la territorialidad nacional, la despenalización de la

producción de elementos fabricados a base de coca, podría desestigmatizar y resignificar a

poblaciones indígenas o afrodescendientes, a través de la normalización de sus modos

económicos ancestrales. En el caso de Bolivia, por ejemplo, la normalización del uso de la

hoja de coca y sus productos derivados, modificó de forma considerable el modo de vida de

los pobladores indígenas del país (Russo, 2015). Esta decisión de política pública no sólo

rompió tabúes regionales, sino que dignificó a una considerable población boliviana, a través

del respeto a sus tradiciones ancestrales.

De forma complementaria, un nuevo discurso que no esté concentrado en la mantención de la

tradicional política anti-drogas, haría innecesaria la imposición de un programa de

erradicación de cultivos a gran escala. Se estima que para el año de 2016, Colombia había

alcanzado un máximo histórico de 146.000 hectáreas cultivadas con productos ilícitos (Ver

Gráfico 1) (Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, 2016). La

descriminalización del cultivo de la coca y otras plantas con capacidades psicoactivas,

significaría una reducción en el gasto destinado a la erradicación, y por ende, una menor

afección a la productividad de las zonas rurales en cuestión. En materia de proyecciones

futuras, el cambio de aproximación a la política de drogas, podría suponer la aparición de un

nuevo mercado alternativo, y a través de su éxito, la revitalización de las zonas rurales en

Colombia.

Gráfico 1. Número de hectáreas sembradas con coca, por año. Tomado de: Oficina de las Naciones Unidas

Contra la Droga y el Delito. (2017). Colombia: Monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos.

De la misma manera, y como fenómeno complementario de las afirmaciones presentadas

anteriormente, el cambio de discurso desde el mismo gobierno nacional, produciría cambios

significativos, orientados también a sus relaciones por fuera de las fronteras nacionales. Por

ejemplo, es de conocimiento común, que los principales motivos de las crisis diplomáticas de

Colombia durante los mandatos de Álvaro Uribe Vélez estuvieron ligados al problema del

narcotráfico, y su incontrolable carácter de fenómeno transfronterizo. El cruce de fronteras

por partes de grupos armados ilegales, las operaciones del ejército colombiano en territorio

extranjero, y la afección de zonas fronterizas a través de la erradicación de cultivos con

glifosato (Pastrana & Gehring, 2017), empujaron a las relaciones internacionales de

Colombia con los países de la región a uno de sus puntos más álgidos de la historia reciente.

Por otro lado, si bien la puja discursiva entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez se mantuvo como

ello, un pleno encuentro discursivo, el tema de las drogas si tuvo un impacto serio en las

relaciones de Colombia con sus otros vecinos inmediatos. Tanto el Brasil de Lula Da Silva,

como (en mayor medida) el Ecuador de Rafael Correa, encontraron serios riesgos para sus

integridades territoriales en el actuar de Colombia en estos años. La Operación Fénix para dar

de baja a alias Raúl Reyes en Ecuador, y de manera extensiva, el narcotráfico transfronterizo

desde Colombia hacia los países de la región, hizo que la región le diera la espalda al país que

en el momento, se erigió como el vecino incómodo de la zona norte del continente.

En este sentido, una alteración del discurso tradicional contra las drogas, podría ser visto pues

con beneplácito por los países vecinos y no vecinos de la región, no sólo por significar una

cierta separación de la agenda geopolítica de E.E.U.U. con su figura desfavorable en la

región, sino a su vez, una menor necesidad e interés del gobierno colombiano por robustecer

y activar sus capacidades militares en zonas de frontera. En general, el cambio de discurso de

la política de drogas, traería efectos indudables en cuanto a la creación de una confianza

mutua entre Colombia, y sus países con mayor cercanía geográfica (Tokatlian, 2010). Sin

duda, sería un primer paso hacia la renovación de la imagen regional de Colombia.

En la actualidad, se han tomado algunos primeros pasos en este camino, Colombia ha

parecido reforzar de forma práctica, los elementos discursivos que ha impuesto durante los

últimos años. En primera medida, Colombia ha reducido, de forma efectiva, el uso de

glifosato como medio de control de los cultivos de coca en todas las zonas del país (El

Espectador, 2015). Como lo hemos visto en apartes anteriores de este texto, estas prácticas se

han transformado recientemente, y se han transformado en políticas de erradicación

voluntaria, propias del escenario nacional de postconflicto.

Como era lógico, esta decisión doméstica tomada por Colombia, le ha traído un panorama

completamente nuevo de aproximación frente a los países vecinos. Tomando como inicio el

ejemplo de Ecuador, el decrecimiento en el uso del glifosato, sobre todo en zonas fronterizas,

ha permitido una revitalización de las relaciones bilaterales, y consigo han traído una

modificación de los intercambios discursivos de los dos países en años recientes. Más allá de

ello, desde el cambio de la política exterior colombiana, las acciones en cooperación bilateral

también han visto una reactivación, y como ejemplos puntuales, se pueden mencionar

acciones cívicas conjuntas de salud en zonas fronterizas, y cooperación bilateral en tragedias

naturales como el terremoto de Ecuador, o las olas invernales en Colombia (Pastrana &

Gehring, 2017).

Los escenarios que hacen referencia al mejoramiento de la imagen colombiana en la región

siguen iterándose. En términos del apoyo al proceso de paz, la región, ha presentado un

apoyo unánime hacia el avance de los diálogos de paz, no sólo con la guerrilla de las FARC,

sino también con la guerrilla del ELN, con la que las charlas avanzan a un paso lento pero

constante. Este apoyo generalizado, no sólo demuestra una relajación relativa de la región

frente al problema de la violencia (y el consecuente apoyo norteamericano que este

representa), sino también una intención regional por mantener al continente libre de

escenarios de conflicto (Pastrana & Gehring, 2017).

Es precisamente a través de la conjunción de estos elementos, que Colombia debe tomar

ventaja de su renovada imagen a nivel no sólo regional sino también mundial, y a partir de

ella, plantear su nuevo rol en escenarios multilaterales, sobretodo en la región. Para lo

anterior, el vehículo de la política de drogas, se erige como un escenario más que ideal, desde

el cual Colombia puede repensar la proyección de su identidad nacional, y como resultado,

modificar los roles existentes dentro de estos esquemas regionales.

Con el desenvolvimiento de los eventos en la actualidad, ya hemos podido empezar a

evidenciar esa transformación de la identidad a la que hacemos referencia. Desde la firma de

los acuerdos en Cartagena, y la entrega del Premio Nobel de Paz a Juan Manuel Santos en

Oslo, hemos sido testigos de la forma en la que el discurso propio colombiano, pero

sobretodo el de los países extranjeros hacia Colombia, ha cambiado de forma diametral

(Gaviria, y otros, 2015). Durante los últimos años, Colombia ha dejado de ser la referencia

del conflicto en América Latina, y se ha erigido, más bien, como un faro de esperanza en la

lucha contra la violencia que se intensifica en otras partes del mundo (Programa de las

Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, 2016). Como si estuviera encajándose en las

definiciones teóricas de identidad de Wendt, Colombia ha iniciado un cambio de su

percepción propia, y un esfuerzo por cambiar las percepciones externas que se tiene hacia él,

transformando sus condiciones.

De la misma manera, la nueva condición del posconflicto, pero sobretodo los elementos

discursivos que hemos visto, orientados al cambio de la aproximación frente al problema de

las drogas, dejan ver un probable distanciamiento en términos prácticos de la alianza al norte

con los Estados Unidos.

La controversia por la posible descertificación de Colombia por parte de la administración

Trump, los discursos de Juan Manuel Santos en pro del cambio en la política mundial de

drogas, y escenarios secundarios como la cumbre entre Santos y el Vicepresidente Mike

Pence (Semana, 2017) donde los desacuerdos no faltaron, demuestran de cierta manera, un

intento de Colombia por alejarse de esa figura tradicional del policy-taker, y de paso, a través

de estos nuevos discursos, convertirse en un nuevo líder discursivo de la región, promoviendo

el derecho de los países latinoamericanos a decidir sus destinos de forma autónoma.

De forma aún más relevante, podemos ver cómo estas aproximaciones discursivas, no son

otra cosa que una transformación general de la visión colombiana frente a los problemas

nacionales. El esfuerzo por promover la transformación de la política de drogas, se une a

otros esfuerzos orientados a reformar la democracia nacional, y a la intención de

internacionalizar las buenas prácticas de los diálogos de paz a otras latitudes. La conjunción

de estos elementos, demuestran la plena convicción de la nación colombiana de orientar sus

esfuerzos hacia transformar su imagen nacional, regional e internacional.

Sin duda alguna, el gran acierto de Colombia, es que dentro de estos últimos tiempos, ha

decidido adoptar sus debilidades como el punto desde el cual proyectar su transformación

identitaria. Es difícil imaginar otro país dentro del continente sudamericano que pueda

exponer con plena autoridad, el flagelo que ha supuesto la tradicional lucha contra las drogas.

El final de la década de los 80, y el principio de los 90s, le ha dado a Colombia suficiente

material histórico para contarle al mundo el por qué es necesaria la transformación de las

ideas globales frente a este problema. Y así mismo, de forma paralela, Colombia ha asumido

su conflicto interno, más que como una debilidad, como una oportunidad, de transformar sus

condiciones, y a través de estos esfuerzos, poner su nombre en los reflectores de la atención

internacional, publicitando sus logros, y generando un interés renovado por pensar en

Colombia.

Precisamente, a través de estos aciertos, Colombia debe asumir un rol mucho más

protagónico en la prescripción de los asuntos que deben ocupar la agenda mundial. Como lo

mencionamos, con el ejemplo de la política de drogas, Colombia es el actor regional que ha

estado quizá, más vinculado a los desaciertos de la política de drogas (Tokatlian, 2010), y es

por eso, que debe entenderse a sí mismo, como el responsable de diagnosticar los errores de

las aproximaciones internacionales, y de forma complementaria, proponer desde su

experiencia propia, alternativas al problema de las drogas, que desde la plataforma de la

nueva identidad nacional, allanen su camino en escenarios internacionales.

Desde este punto de vista, Colombia debe tomar el mayor provecho posible de una ventaja

con la que puede jugar, y es la previa incursión de otros países, en el intento por cambiar las

agendas domésticas e internacionales en pro de la transformación de la política de drogas.

Uruguay y Bolivia, dos actores incipientes de la región, han dado primeros pasos hacia esta

transformación, por lo que Colombia podría eventualmente producir propuestas más

concretas orientadas al cambio de paradigma en cuanto al fenómeno de las drogas, y

haciendo uso de esa misma condición de autoridad histórica en la materia, erigirse como un

líder de la región en pro del discurso reformista.

Adicionalmente, como mencionamos con anterioridad, esta acción, que de cierta manera

podría entenderse como un desafío a las medidas tradicionales promovidas por el aliado

tradicional, los Estados Unidos, podrían tener un impacto positivo en la imagen de Colombia

en la región, y sin duda, abriría un poco más la receptividad hacia Colombia en escenarios

multilaterales de la región como la OEA, UNASUR o la CELAC (Pastrana & Gehring,

2017). La forma en la que Colombia emplee sus nuevos discursos de des-securitización de la

agenda regional, y de transformación de la política de drogas, pueden catapultarlo desde estos

escenarios, hacia un liderazgo discursivo, y una nueva forma de pensar en las alianzas de la

región.

Teniendo en mente la unión de todos los factores previamente mencionados, es casi que una

responsabilidad de Colombia, el atreverse a mirar el escenario regional con una perspectiva

revisionista, y tomar ventaja de sus recientes transformaciones identitarias, para redefinir no

sólo su imagen doméstica, sino sobre todo su rol en la región sudamericana. La coyuntura

complicada que atraviesan las naciones que otrora fueron entendidas como faros de la política

regional (Brasil, Venezuela o incluso Argentina) son un factor clave, del cual Colombia debe

sacar el mayor provecho posible, para erigirse como un líder alternativo de la región, a través

de la promoción de las ideas de transformación y des-tradicionalización de los temas y las

aproximaciones presente en la agenda regional.

VII. Conclusiones:

A modo de conclusión, hasta el año 2012, la política de drogas colombiana ha estado

enfocada a continuar la Guerra total contra las drogas, que ha venido siendo impulsada por

Estados Unidos desde la Convención Única de Estupefacientes, en 1961. En otras palabras,

Colombia ha sido un policy taker de las políticas de drogas impulsadas por Estados Unidos.

Esto ha hecho que el país sea percibido por los países vecinos como un aliado de Estados

Unidos y una posible amenaza para los intereses de la región. Esta política de drogas ha

tenido en consideración únicamente los intereses de una élite política. Sin embargo, a partir

del año 2012 y a medida que ha avanzado el proceso de paz con las FARC, Colombia ha

venido creando una imagen diferente. Esto se ve evidenciado en los discursos del presidente

Santos que, a partir de 2012 y gradualmente, ha apelado a la cooperación regional y, con

respecto a las drogas, ha adoptado un vocabulario más progresista. Esta progresión ha llegado

a su cúspide en el último discurso de Naciones Unidas, dónde ha reconocido la falta de

resultados de las políticas tradicionales de drogas y ha llamado a adoptar nuevos enfoques.

En los acuerdos de Paz firmados entre el Gobierno Nacional y las FARC se ve plasmado el

nuevo enfoque que Colombia busca emplear frente a las drogas. Sin duda, en este nuevo

enfoque se tienen en cuenta los intereses de actores que no eran tenidos en cuenta con el

enfoque anterior. Así, por ejemplo, se tiene en cuenta los intereses y la perspectiva de los

campesinos colombianos, que ya no son criminalizados, sino que son entendidos como el

eslabón más débil de la cadena del narcotráfico. Del mismo modo, se descriminaliza el

consumo de drogas y se adopta una enfoque dirigido a los consumidores de drogas y a los

consumidores en potencia. La mejor forma de entender este cambio de enfoque es desde la

geopolítica crítica. Del mismo modo, desde los postulados de la política exterior y del

constructivismo, se pueden plantear una serie de recomendaciones para que Colombia utilice

esta etapa de transición en la que se encuentra para posicionarse como líder y referentes en

temas de drogas.

VIII . Recomendaciones:

1. Colombia debería plantearse la legalización de las drogas. Actualmente, el enfoque que se

le está dando al narcotráfico continúa siendo de guerra. Sin embargo, con la legalización de

las drogas se cortarían de forma drástica los recursos de muchos de los grupos armados que

existen actualmente en el territorio.

2. El consumo de drogas en el país es una problemática cada vez más fuerte. Por esta razón,

el enfoque de reducción de riesgos debe implementarse con efectividad. Sin embargo, el gran

reto que afronta el país en este sentido consiste en articular las políticas impulsadas por el

ejecutivo con las leyes aprobadas en el legislativo.

3. El país debe utilizar las plataformas de cooperación regional para generar consensos

regionales frente a la política de drogas. Es importante que Colombia actué como líder en la

promoción de políticas progresistas de drogas a nivel regional.

4. A nivel general, es importante que las políticas de drogas a mediano y largo plazo sigan

teniendo en cuenta los intereses de actores como los campesinos y los consumidores de

drogas. La agenda colombiana debe enfocarse en los intereses de actores diferentes a las

élites.

5. Es importante que la política exterior colombiana siga enfocada a generar una imagen del

país como un actor cooperativo y que crezcan los esfuerzos por generar lazos más sólidos con

los aliados regionales.

6. Partiendo de la coyuntura actual del Estado Colombiano y en concordancia con la

implementación del Acuerdo de Paz con la Guerrilla de las FARC, y que los compromisos

adquiridos por las agentes nacionales e internacionales y de sus implementación en el

presente y continuidad en el futuro, dependerá de cómo el Estado logre articular sus intereses

en el exterior, es importante generar ciertas acciones. El acuerdo implica varios asuntos en

materia de drogas como: sustitución de cultivos ilícitos, erradicación manual y voluntaria por

parte de las comunidades cultivadoras de la hoja, nuevo uso de la tierra por parte de las

campesinos, separación de actividades contrainsurgentes y de narcotráfico. Creemos que para

lograr estos objetivos de manera efectiva, se debe partir por una censo rural que muestre las

condiciones actuales del campesinado colombiano y de esta forma se pueda generar el plan

de ruta para lograr todas estas metas.

IX. Bibliografía

Adler, E., & Haas, P. (1992). Conclusion: epistemic communities, world order, and thecreation of a reflective research program. International Organization, 49(1), 367-390.Blake, D., & Finlaw, J. (2014). Marijuana Legalization in Colorado: Learned Lessons.

Harvard Law & Policy Review, 8, 359-380.

Borda, Sandra. (2011). Política exterior y derechos humanos en Colombia. En derechos

humanos en política exterior: seis casos latinoamericanos. Consultado en:

http://wwwprof.uniandes.edu.co/~sborda/publicaciones/DDHHpolext.pdf

Cairo Carou, Heriberto; Lois, María Geografía política de las disputas de fronteras:cambios y continuidades en los discursos geopolíticos en América Latina (1990-2013)Cuadernos de Geografía - Revista Colombiana de Geografía, vol. 23, núm. 2, julio-diciembre, 2014, pp. 45-67.COCCAM. (28 de enero de 2017). Lanzamiento de la Coordinadora de Cultivadores deCoca, Amapola y Marihuana Coccam. Obtenido de Prensa Rural:http://www.prensarural.org/spip/spip.php?article20905Dallanegra Pedraza, Luis. (2010). Teoría y metodología de la geopolítica. Hacia unageopolítica de la "construcción de poder" Revista Mexicana de Ciencias Políticas ySociales, vol. LII, núm. 210, septiembre-diciembre, pp. 15-42.Departamento Nacional de Planeación, Plan Colombia DNP 15 años, 2016.

https://www.dnp.gov.co/Paginas/Plan-Colombia-DNP-15-a%C3%B1os.aspx

Departamento Nacional de Planeación. (2010). Gasto del Estado Colombiano Frente al

Problema de las Drogas. Bogotá.

Drug Policy Alliance. (2015). Drug Decriminalization in Portugal: A Health-Centered

Approach. New York.

El Espectador, Cifras del Plan Colombia, 2016.

https://www.elespectador.com/noticias/politica/cifras-del-plan-colombia-articulo-614613

El Espectador. (2015, Mayo 9). Santos ordena suspender fumigación de cultivos ilícitos

con glifosato. El Espectador. doi:https://www.elespectador.com/noticias/judicial/santos-

ordena-suspender-fumigacion-de-cultivos-ilicitos-articulo-559592

El Tiempo, Guerra contra el narcotráfico: 20 años de dolor, muerte y corrupción, 2013.

http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13218657

Gabino Macedo, Felipe; Capera Figueroa, José Javier Geopolítica, discusiones yperspectivas Latinoamericanas Espacios Públicos, vol. 19, núm. 46, mayo-agosto, 2016,pp. 109-125Gaviria, S., Mejía, L. F., Piraquive, G., Cifuentes, G., López, R., & Parra, Y. (2015). ElDividendo Económico de la Paz en Colombia: Lecciones de la ExperienciaInternacional. Departamento Nacional de Planeación, Bogotá.Hathaway, A. (2001). Shortcomings of harm reduction: toward a morally invested.International Journal of Drug Policy .La Silla Vacía, Breve historia de la criminalización de las drogas, 2012.

http://lasillavacia.com/elblogueo/narcorama/31854/breve-historia-de-la-

criminalizacion-de-las-drogas

LATINNO. (2017). Mesa Agropecuaria y Popular de Interlocución y Acuerdo -MIA.

Obtenido de LATINNO: https://latinno.wzb.eu/es/case/5085/

Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito. (2016). Colombia:Monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos.Ortiz, C. (2000). Impacto de los cultivos ilícitos en el desarrollo rural en América Latina.RED DE BIBLIOTECAS VIRTUALES DE CIENCIAS SOCIALES DE AMERICA LATINAY EL CARIBE, DE LA RED DE CENTROS MIEMBROS DE CLACSOPastrana, E., & Gehring, H. (2017). La política exterior colombiana de cara alposconflicto. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, Fundación Konrad Adenauer.Polgati, A. (2007). Análisis crítico de la geopolítica contemporánea. Revista Política yEstrategia N˚ 108. Consultado en:https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5625301.pdf Preciado, Jaime & Uc Pablo. La geopolítica en América Latina Contemporánea:Escenarios Actuales. Consultado: https://es.scribd.com/document/347054853/La- Geopolitica-en-La-America-Latina-Contemporanea-Escenarios-Actuales-Preciado-y-Uc.Preciado, Jaime. (2010). La construcción de una geopolítica crítica desde AméricaLatina y el Caribe. Hacia una agenda de investigación regional. Revistas CientíficasComplutenses. Consultado en:http://revistas.ucm.es/index.php/GEOP/article/view/14275.Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD. (2016). La apuesta por lapaz y el desarrollo. Bogotá: PNUD.Quarta. (2016). Entre pasado y futuro: la geopolítica crítica al cruce. Geopolítica(s)Revista de estudios sobre espacio y poder. ISSN: 2172-3958Ramírez, Socorro (2004). "Colombia y sus Vecinos". Nueva Sociedad N° 192; pp. 144-

156.

Revista Semana, El Proceso 8000, 1997. http://www.semana.com/especiales/articulo/el-

proceso-8000/32798-3

Revista Semana. (2017, Agosto 13). Intervención militar a Venezuela, un fantasma que se

espanta en Cartagena. Semana. Retrieved Noviembre 16, 2017, from

http://www.semana.com/nacion/articulo/crisis-en-venezuela-intervencion-militar-de-

estados-unidos-santos-y-pence/536373

Revista Semana, El capricho de Nixon que torció el destino de Colombia, 2016.

http://www.semana.com/cultura/articulo/alejandro-gaviria--escribe-sobre-la-guerra-

contra-las-drogas-en-su-libro-alguien-tiene-que-llevar-la-contraria/505234

Russo, M. G. (2015). The Coca Plant and Bolivian Identity. International Research ScapeJournal, 2(3).Salgado, Bernardo & Martins Carlos. (2015). Por una geopolítica Latinoamericana.Cuadernos del pensamiento crítico latinoamericano. Número 30. Consultado en:biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160202111249/Cuaderno-N30-SegEpoca.pdf.Segura Gutierrez, Nicolás, Política Publica de Drogas en Colombia: Un Balance entre

Seguridad y Salud Pública, 2014.

http://repository.unimilitar.edu.co/bitstream/10654/12866/1/trabajo%20final

%20Especializacion-%20Nicolas%20Segura%20Gutierrez.pdf

Semila, C. G. (Noviembre de 2017). Quienes somos. Obtenido de semillas.org:

http://semillas.org.co/es/quienes-somos

Santos, J. M. (24 de septiembre de 2010). Intervención del Presidente Juan Manuel

Santos ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, en su 65

Periodo de Sesiones Ordinarias. Obtenido de presidencia:

http://wsp.presidencia.gov.co/Prensa/2010/Septiembre/Paginas/20100924_07.aspx

Santos, J. M. (21 de septiembre de 2011). Intervención del Presidente Juan Manuel

Santos en el 66° Período de Sesiones Ordinarias de la Asamblea General de la

Organización de las Naciones Unidas. Obtenido de Presidencia:

http://wsp.presidencia.gov.co/Prensa/2011/Septiembre/Paginas/20110921_08.aspx

Santos, J. M. (26 de septiembre de 2012). Palabras del Presidente de la República de

Colombia, Juan Manuel Santos Calderón, ante la Asamblea General de la Organización

de las Naciones Unidas (ONU) en el 67° Periodo de Sesiones Ordinarias. Obtenido de

Presidencia:

http://wsp.presidencia.gov.co/Prensa/2012/septiembreb/Paginas/20120926_07.aspx

Santos, J. M. (24 de septiembre de 2013). Palabras del Presidente de la República de

Colombia, Juan Manuel Santos, ante la Asamblea General de la Organización de las

Naciones Unidas en el 68° Periodo de Sesiones Ordinarias. Obtenido de Presidencia:

http://wsp.presidencia.gov.co/Prensa/2013/Septiembre/Paginas/20130924_08-Palabras-

Presidente-Santos.aspx

Santos, J. M. (25 de septiembre de 2014). Palabras del Presidente Juan Manuel Santos

ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en el 69° Período

de Sesiones Ordinarias. Obtenido de Presidencia:

http://wp.presidencia.gov.co/Noticias/2014/Septiembre/Paginas/20140925_06-Palabras-

Presidente-Juan-Manuel-Santos-Asamblea-General-Organizacion-Naciones-Unidas-

Periodo-Sesiones-Ordinaria.aspx

Santos, J. M. (29 de septiembre de 2015). Palabras del Presidente de la República de

Colombia, Juan Manuel Santos, ante la Asamblea General de la Organización de las

Naciones Unidas en el 70° periodo de sesiones ordinarias. Obtenido de Presidencia:

http://wp.presidencia.gov.co/Noticias/2015/Septiembre/Paginas/20150929_03-Palabras-

Presidente-Colombia-Juan-Manuel-Santos-Asamblea-General-Organizacion-Naciones-

Unidas-70-sesiones.aspx

Santos, J. M. (21 de abril de 2016). Palabras del Presidente Juan Manuel Santos en la

XXX Sesión Especial de la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas sobre el

Problema Mundial de las Drogas. Obtenido de Presidencia:

http://es.presidencia.gov.co/discursos/160421-Palabras-del-Presidente-Juan-Manuel-

Santos-en-la-XXX-Sesion-Especial-de-la-Asamblea-de-la-Organizacion-de-las-Naciones-

Unidas-sobre-el-Problema-Mundial-de-las-Drogas

Santos, J. M. (19 de septiembre de 2017). Palabras del Presidente Juan Manuel Santos

ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 72° periodo de sesiones

ordinarias. Obtenido de Presidencia: http://es.presidencia.gov.co/discursos/170919-

Palabras-del-Presidente-Juan-Manuel-Santos-ante-la-Asamblea-General-de-las-

Naciones-Unidas-en-el-72-periodo-de-sesiones-ordinarias

Tickner, Arlene (2002). “Colombia es lo que los actores estatales hacen de ella: una(re)lectura de la política exterior colombiana hacia Estados Unidos”. En: Ardila,Martha, Diego Cardona y Arlene Tickner (eds.) Prioridades y desafíos de la políticaexterior colombiana.-Thoumi, F. (2005). Ventajas comparativas ilegales, el desarrollo de drogas ilegales y elfracaso de las políticas contra las drogas en Afganistán y Colombia. Análisi Político. N.54.-Thoumi, f. (2009). Política antidrogas y la necesidad de enfrentar las vulnerabilidadesde Colombia. Análisis político. N.67.

Tokatlian, Juan. (2010). La cuestión de las drogas y la política exterior de Colombia:hacia un cambio paradigmático. Consultado en:ww.repository.fedesarrollo.org.co/handle/11445/302. Universidad Autónoma del Estadode México Toluca, México.

Tokatlian, J. G. (2010). La cuestión de las drogas y la política exterior de Colombia:hacia un cambio paradigmático. Coyuntura Económica, XL(1), 179-199.Uribe Vélez, Á. (29 de septiembre de 2004). INTERVENCIÓN ANTE LA 59 ASAMBLEADE LAS NACIONES UNIDAS. Obtenido de Historico presidencia:http://historico.presidencia.gov.co/discursos/discursos2004/sept/29_09_04b.htmUribe Vélez, Á. (17 de septiembre de 2005). INTERVENCIÓN ANTE LA 60 ASAMBLEAGENERAL DE LA ONU. Obtenido de Historico presidencia:http://historico.presidencia.gov.co/discursos/discursos2005/septiembre/onu1.htmUribe Vélez, Á. (21 de septiembre de 2006). INTERVENCIÓN ANTE LA 61 ASAMBLEADE LA ONU. Obtenido de Historico presidencia:http://historico.presidencia.gov.co/discursos/discursos2006/septiembre/asamblea_onu.htmUribe Vélez, Á. (27 de septiembre de 2007). Intervención del Presidente de Colombia,Álvaro Uribe Vélez, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Obtenido deHistorico presidencia:http://historico.presidencia.gov.co/discursos/discursos2007/septiembre/onu_270907.htmlUribe Vélez, Á. (24 de septiembre de 2008). Intervención del Presidente Álvaro UribeVélez. Obtenido de Historico presidencia:http://historico.presidencia.gov.co/discursos/discursos2008/septiembre/onu_24092008.htmlUribe Vélez, Á. (23 de septiembre de 2009). Intervención del Presidente de la República,Álvaro Uribe Vélez,. Obtenido de Historico presidencia:http://historico.presidencia.gov.co/discursos/discursos2009/septiembre/onu_23092009.htmlWendt, A. (1992). Anarchy is what States Make of it: The Social Construction of PowerPolitics. International Organization, 46(2), 391-425.