Chateaubriand Francois - Memorias De Ultratumba - Vol V.rtf

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Memorias de ultratumba Tomo V MEMORIAS DE ULTRATUMBA TOMO VPOR EL VIZCONDE DE CHATEAUBRIANDTtulo Original: Mmoires d'outre-tombe1841, Chateaubriand, Franois-Ren1850, Mellado, EditorISBN: 5705547533428Generado con: QualityEbook v0.65 TRADUCIDA AL CASTELLANO.MADRID, 1850CONDICIONES DE SUBSCRIPCIN.Todos los das se publican dos pliegos, uno de cada una de las dos secciones en que est dividida la Biblioteca, y cada pliego cuesta dos cuartos en Madrid y diez maravedes en provincia, siendo de cuenta de la empresa el porte hasta llegar los tomos a poder de sus corresponsales. Las remesas de provincias se hacen por tomos; en Madrid puede recibir el suscriptor las obras por pliegos o por tomos, a su voluntad. Para ser suscriptor en provincia basta tener depositados 12 rs. en poder del corresponsal.Los 12.000 francos de la seora duquesa de Berry.Pars, calle del Infierno, mayo de 1831.La seora duquesa de Berry tiene su camarilla en Pars, como Carlos X la suya: en su nombre se recogan cortas sumas para socorrer a los realistas ms pobres. Yo propuse distribuir a los colricos la cantidad de 12,000 francos de parte de la madre de Enrique V. Se escribi a Massa, y la princesa no solo aprob la distribucin de los fondos, sino que hubiera deseado se repartiese una suma ms considerable: su aprobacin lleg el mismo da en que envi el dinero a las alcaldas. As, pues, todo es rigurosamente cierto en mis explicaciones sobre el donativo de la desterrada. EL 11 de abril envi al prefecto del Sena la cantidad integra, para que la distribuyese a la clase indigente de Pars atacada del contagio. Mr. de Bondy no se hallaba en la casa de ayuntamiento cuando lleg mi carta. El secretario general la abri y no se conceptu autorizado para recibir el dinero. Trascurrieron tres das, y por ltimo me contest Mr. de Bondy, que no poda aceptar los 12,000 francos, porque bajo la apariencia de un acto benfico, se vera una combinacin poltica, contra la que toda la poblacin parisiense protestara con su negativa. Entonces mi secretario pas a las doce alcaldas. De los cinco alcaldes presentes, cuatro aceptaron el donativo de 4,000 francos y uno no quiso admitirle. De los siete alcaldes ausentes, cinco callaron y dos le rehusaron. Al momento me vi asediado por una turba de indigentes: comisionados de las juntas de beneficencia y de caridad, obreros de todas clases, mujeres y nios. Polacos e italianos, proscriptos, literatos, artistas, militares, todos me escribieron, todos reclamaron una parte del beneficio. Si hubiese podido disponer de un milln, le habra distribuido en algunas horas. Mr. de Bondy haba hecho muy mal en decir que todo, la poblacin de Pars protestara con su negativa: la poblacin de Pars tomar siempre el dinero de todo el mundo. El temor del gobierno era digno de lstima y de desprecio: se hubiera dicho que aquel prfido dinero legitimista iba a sublevar los colricos, y a promover en los hospitales una insurreccin de agonizantes para marchar al asalto de las Tulleras, con el fretro levantado, batiendo el fnebre doble, y desplegado el sudario bajo el mando de la muerte. Mi correspondencia con los alcaldes se prolong por la negativa del prefecto de Pars. Algunos me escribieron para devolverme mi dinero, o para pedirme sus recibos del donativo de la seora duquesa de Berry. Yo se los remit lealmente, y entregu este resguardo a la alcalda del duodcimo distrito: He recibido de la alcalda del duodcimo distrito, la suma de mil francos, que haba aceptado, y que me ha devuelto por orden del seor prefecto del Sena.Pars 22 de abril de 1832.El alcalde del noveno distrito, Mr. Cronier, fue ms intrpido; guard los mil francos y fue destituido. Le escrib esta esquela:29 de abril de 1832.Caballero:He sabido con sumo disgusto la desgracia que os ha ocurrido, y de la cual ha sido causa, o por lo menos pretexto, el acto benfico de la seora duquesa de Berry. Empero debe consolaros el haberos granjeado la estimacin pblica, el sentimiento de vuestra independencia y la felicidad de haberos sacrificado por la causa de los desgraciados. Tengo el honor etc., etc.El alcalde del cuarto distrito es un hombre enteramente distinto, Mr. Cadet de Gassicourt, poeta farmacutico, que haca algunos versos y escriba en su tiempo el de la libertad y del imperio una agradable declaracin clsica, contra mi prosa romntica, y contra la de Mad. de Stal, Mr. Cadet de Gassicourt, fue el heraldo que tom por asalto la cruz de la portada San German, l'Auxerroij, y que en una alocucin, con motivo del clera, ha dado a entender que los picaros carlistas podran muy bien ser los envenenadores del vino, a quienes el pueblo haba hecho ya rigorosa justicia.El ilustre campen me escribi la carta siguiente:Pars, 18 de marzo de 1832.No me encontraba en el despacho de la alcalda, cuando se present la persona que me enviasteis, y esto os explicar el retraso que ha sufrido mi respuesta.No habiendo aceptado el seor prefecto del Sena el dinero que tenais el encargo de ofrecerle, me parece que ha trazado la lnea de conducta que deben seguir los individuos de la corporacin municipal. Imitar por mi parte el ejemplo del seor prefecto con tanto ms gasto, cuanto que me parece participo enteramente de los sentimientos que han dado lugar i su negativa.Solo me ocupar de paso del titulo de Alteza Real que dais con alguna afectacin a la persona de quien sois representante: la nuera de Carlos X no es ya en Francia Alteza Real, como su suegro no es tampoco rey. No hay nadie, caballero, que no est moralmente convencido de que esa seora obra con mucha actividad, y distribuye sumas mucho ms considerables que la que os ha confiado, para promover turbulencias en nuestro pas y hacer estallar la guerra civil. La limosna que pretende dar no es ms que un medio para llamar la atencin hacia s y su partido, y conciliarse una benevolencia que sus intenciones estn muy lejos de justificar. No debis, pues, extraar que un magistrado, firmemente adicto a la monarqua constitucional de Luis Felipe, rehse unos socorros de semejante procedencia, y busque entre los verdaderos ciudadanos beneficios puros, dirigidos sinceramente a la humanidad y a la patria.Soy con la ms distinguida consideracin, caballero, etc.F. Cadet de Gassicourt.Esta rebelin de Mr. Cadet de Gassicourt contra una seora y su suegro es demasiado altiva: cunto han progresado las luces y la filosofa!... Qu indomable independencia!... Mres. Fleurant y Purgon no se atrevan a mirar a las gentes cara a cara sino de rodillas: Mr. Cadet dice como el Cid:...Entonces nos levantamos.Su libertad es tanto ms intrpida, cuanto ese suegro (por otro nombre hijo de San Luis) se halla proscripto. Mr. de Gassicourt se hace superior a todo eso: desprecia igualmente la nobleza y la desgracia. Con el mismo desdn trata mis preocupaciones aristocrticas, y cree haber hecho una conquista contra la hidalgua. Pero no habra algunas rivalidades antiguas, algunas desavenencias histricas entre la casa de los Cadet y la de los Capetos? Enrique IV, abuelo de ese suegro, que ya no es rey, como esa seora M es Alteza Real, atravesaba un da la selva de San German: ocho seores se haban emboscado en ella para matar al Bearnais, pero fueron presos. Uno de ellos, dice l'Etoile, era un boticario que pidi hablar al rey: preguntole S. M. por su estado y profesin, y contest que la de boticario. Cmo, dijo el rey, se acostumbra a tener aqu por profesin el oficio de boticario? Acechis a los pasajeros para? Enrique IV era un soldado, el pudor no le embarazaba, y no retroceda ante una palabra, como no volva la espalda al enemigo.Al ver esa ojeriza de Mr. de Gassicourt con el nieto de Enrique IV, sospecho si ser nieto del farmacutico conjurado. El alcalde del cuarto distrito me escribi sin duda con la esperanza de que yo esgrimiese mi acero con l, pero yo no quiero ninguna polmica con Mr. Cadet: que me perdone si le dejo aqu una pequea muestra de recuerdo.Despus de aquellos das en que haba visto pasar grandes revoluciones y grandes revolucionarios, todo se haba endurecido. Los hombres que derribaron una encina, plantada demasiado vieja para que echase profundas races, se dirigieron a m: me han pedido algn dinero de la viuda para comprar pan: la carta del comit de los condecorados de julio es un documento muy notable y til para la instruccin del porvenir.Pars 20 de abril de 1832.Respuesta s-v-p. a Mr. GibertArnaud, secretario gerente delcomit, calle de SanNicasio, n. 3.Seor vizconde:Los individuos de nuestro comit acuden a vos con confianza, suplicndoos os sirvis honrarlos con un donativo en favor de los condecorados de julio. Desgraciados padres de familia; en estos momentos de azote y de miseria, la beneficencia inspira la ms sincera gratitud. Nos atrevemos a esperar que consentiris figure vuestro ilustre nombre al lado del de el general Bertrand, el general Excelmans, el general Lamarque, el general La Fayette, y muchos embajadores, pares de Francia y diputados.Os rogamos os dignis honrarnos con una contestacin, y si contra nuestras esperanzas, nuestra splica no obtuviese ms resultado que una negativa, tened la bondad de devolvernos la presente.Con los ms dulces sentimientos os rogamos, seor vizconde, recibis el homenaje de nuestros respetuosos saludos.Los miembros activos del comit constitutivo de los condecorados de julio:El visitador, Faure.El comisario especial, Cipriano Desmarest.El secretario gerente, Gibert-Arnaud.Vocal adjunto Touret.Me importaba bien poco perder la ventaja que me daba sobre ella la revolucin de julio. Si se hacia distraccin de personas, llegara a crearse una especie de, ilotas entre los desgraciados, que por ciertas opiniones polticas, no podran ser nunca socorridos. Me apresur, pues, a enviar cien francos a aquellos seores con esta carta:Pars, 22 de abril de 1832.Muy seores mos:Os doy infinitas gracias por haberos dirigido a m para que socorra a algunos padres de familia desgraciados. Me apresuro a enviaros la suma de cien francos, y me es muy sensible el no poderos ofrecer un donativo ms considerable.Tengo el honor de ser, etc.Chateaubriand.Al momento me remitieron el recibo siguiente:Seor vizconde:Tengo el honor de daros las gracias, y de acusaros el recibo de la suma de cien francos, que os habis dignado destinar para socorro de los desgraciados de julio.Salud y respeto.El secretario gerente del comit,Gibert-Arnaud.23 de abril.As es que la seora duquesa de Berry dio limosna a los que la haban expulsado. Las transacciones manifiestan las cosas en toda su desnudez. Creed, pues, en ninguna realidad en un pas en donde nadie cuida de los invlidos de su partido, en donde los hroes de la vspera yacen abandonados al da siguiente, y en donde un poco de oro hace acudir a la multitud, como las palomas de una casa decampo revolotean alrededor de la mano que las arroja el grano.Todava me quedaban 4.000 francos de los 12.000 que se me haban entregado. Me dirig a la religin, y el seor arzobispo de Pars me escribi esta noble carta:Pars, 26 de abril de 1832.Seor vizconde:La caridad es catlica como la fe, extraa a las pasiones de los hombres, e independiente de sus movimientos: segn San Pablo, uno de los principales caracteres que la distinguen es el no pensar mal; non cogitat malum. Bendice a la mano que da y a la que recibe, sin atribuir al generoso bienhechor ms intencin que la de hacer bien, y no exige al pobre necesitado ms condicin que la de su necesidad. Ella, pues, acepta con profundo y sensible reconocimiento el donativo que la augusta viuda os ha encargado la confiis, para emplearlo en alivio de nuestros infelices hermanos, victimas del azote que aflige a la capital.,Har con la ms exacta fidelidad el repartimiento de los 4,000 francos que me habis enviado, y de que mi carta os servir de resguardo; pero adems tendr el honor de remitiros un estado de la distribucin, cuando se hayan cumplido las intenciones de la bienhechora.Tened la bondad, caballero vizconde, de dar a la seora duquesa de Berry las gracias de un pastor y de un padre, que cada da ofrece a Dios su vida por sus ovejas y por sus hijos, y que implora por todas partes socorros capaces de igualar a sus miserias. Su regio corazn ha encontrado ya sin duda en si mismo la recompensa del sacrificio que consagra a nuestros infortunios: la religin la asegura adems el efecto de las divinas promesas consignadas en el libro de las bienaventuranzas para los que tienen misericordia.Inmediatamente se ha hecho la reparticin entre los seores curaste las dore parroquias principales de Pars, a los cuales he dirigido la carta cuya copia acompao.Recibid, seor vizconde, la seguridad, etc.Jacinto, arzobispo de Pars.Causa maravilla el ver hasta qu punto la religin realza el estilo, y da hasta a los lugares comunes una gravedad y conveniencia, que se conoce desde luego. Esto contrasta con el cmulo de cartas annimas que se han mezclado con las que acabo de citar. La ortografa de estas cartas annimas es bastante correcta y la letra muy buena; son propiamente hablando, literarias como la revolucin de julio. Son las envidias, los rencores, las vanidades de escritorzuelos, fomentadas por la inviolabilidad de una cobarda, que no mostrando la cara, no puede hacerse visible para recibir un bofetn.Muestras.Nos querrs decir, viejo republiquinquista, el da que piensas dar unto a tus mocasinos? Nos ser fcil proporcionarte sebo de chuanes, y si quieres sangre de tus amigos para escribir su historia, no falta en el todo de Pars su elemento.Viejo bandido, pregunta a tu malvado y digno amigo Fitt James, si le ha agradado la piedra que le ha tocado en la partida feudal. Atajo de canallas, os arrancaremos las tripas, etc.En otra carta se ve un patbulo bastante bien dibujado, con estas palabras:Ponte de rodillas delante de un sacerdote, haz el acto de contricin, porque queremos tu cabeza para que concluyan tus traiciones.El clera dura todava: la respuesta que yo diese a un adversario conocido o desconocido, le llegada tal vez cuando estuviese tendido en el umbral de su puerta. Si por el contrario estaba destinado a vivir, en dnde recibira yo su contestacin? Quiz en ese lugar de descanso, de que en el da nadie puede asustarse, especialmente los hombres que, como nosotros, hemos ido pasando nuestros aos entre el terror y la peste, primero y ltimo horizonte de nuestra vida. Tregua: dejemos desfilar los fretros.Entierro del general Lamarque.Pars, calle del Infierno, 10 de junio, 1832.El entierro del general Lamarque ha producido dos jornadas sangrientas, y la victoria de la cuasi legitimidad sobre el partido republicano. Este partido dividido e incompleto, ha hecho una resistencia heroica.Se ha declarado a Pars en estado de sitio: esta es la censura en la mayor escala posible; la censura a la manera de la convencin, con la diferencia de que una comisin militar reemplaza al tribunal revolucionario. En 1832 se manda fusilar a los hombres que consiguieron la victoria en julio de 1830: sacrifican a esa misma escuela politcnica, y a esa artillera de la guardia nacional: conquistaron el poder para los que ahora los ametrallan, los acriminan y los licencian. Los republicanos tienen seguramente en contra suya el haber preconizado medidas de anarqua y de desorden: ms por qu no empleasteis tan nobles brazos en nuestras fronteras? Ellos nos hubieran librado del ignominioso yugo extranjero. Cabezas generosas y exaltadas no hubieran permanecido en Pars para fermentar e inflamarse contra la humillacin de nuestra poltica exterior, y contra la fementida dignidad del nuevo monarca. Habis sido implacables, vosotros que, sin participar de los peligros de las tres jornadas, recogisteis su fruto. Id ahora con las madres a reconocer los cuerpos de esos condecorados de julio, de quienes habis recibido los empleos, las riquezas y los honores. Jvenes, no tenis todos igual suerte en la misma ribera? Tenis un sepulcro bajo la columnata del Louvre, y un sitio en la morgue (sitio donde se exponen los cadveres que se recogen en las calles): los unos por haber usurpado, y los otros por haber dado una corona. Quin sabe vuestros nombres ignorados para siempre, sacrificadores y victimas de una revolucin memorable? Es acaso conocida la sangre con que se hallan cimentados los monumentos que admiran los hombres? Los obreros que construyeron la gran pirmide para el cadver de un rey sin gloria yacen olvidados en la arena junto a las miserables races que les sirvieron de alimento durante su trabajo.La seora duquesa de Berry desembarca en Provenza, y llega a la Vendee.Pars, calle del Infierno, fin de julio de 1832.La seora duquesa de Berry apenas aprob el donativo de los 12,000 francos, se embarc para su famosa expedicin. La sublevacin de Marsella se frustr y ya no quedaba ms que hacer una tentativa en el Oeste; pero la gloria vandeana es una gloria aparte: vivir en nuestros fastos, pero sin embargo, las tres cuartas partes y media de la Francia han elegido otra gloria, objeto de celos o de antipata: la Vende es un oriflama venerado y admirado en el tesoro de San Dionisio, bajo el cual ya no se colocarn ni la juventud ni el porvenir.Al desembarcar la duquesa como Bonaparte en la costa de Provenza, no vio enarbolar en las torres la bandera blanca: defraudadas sus esperanzas, se encontr casi sola en tierra con Mr. de Bourmont. El mariscal quera que inmediatamente volviese a pasar la frontera: pidi se la permitiese pasar la noche para deliberar, y durmi muy bien entre los peascos y con el ruido del mar: al despertar por la maana su pensamiento la sugiri un noble sueo: Pues que estoy, dijo, en el territorio de la Francia, no le abandonar: partamos para la Vende. Mr. de***, avisado por un hombre fiel, la hizo subir en su carruaje como si fuese su esposa, atraves con ella toda la Francia y la dej en ***; permaneci algn tiempo en una casa de campo sin ser conocida de nadie, excepto del cura prroco de aquella feligresa: el mariscal Bourmont deba reunirse con ella en la Vende por otro camino.Sabedores de todo esto en Pars, nos era fcil prever el resaltado. La empresa tiene otro inconveniente para la causa realista, y es el de que va a poner en evidencia su debilidad, y a disipar las ilusiones. Si la seora duquesa no hubiese marchado a la Vende, la Francia habra credo siempre que haba en el Oeste un campamento realista en reposo, como yo le llamaba.,Pero al fin, todava quedaba un medio de salvar la seora y de cubrir con up velo la verdad: era indispensable que la princesa marchase sin la menor dilacin; llegando rodeada de riesgos y peligros como un valiente general que va a pasar revista a su ejrcito, era conveniente templar su impaciencia y su ardimiento: deba declarar que haba acudido a decir a sus soldados que todava no se haba presentado el momento favorable para obrar, y que volvera para ponerse a su cabeza cuando la ocasin lo exigiese. La duquesa habra al menos mostrado una vez un Borbn a los vandeanos, y las sombras de los Cathelineau, Elbe, Bouchamps, Larochejaquelein y Charelte se hubieran regocijado.Reuniose nuestro comit, y mientras nos hallbamos discurriendo lleg de Nantes un capitn que nos descubri el sitio en que habitaba la herona. Este capitn es un hermoso joven, intrpido como un marino y original como un bretn. Desaprobaba la empresa, parecale insensata, pero deca: S Madama, no se marcha, solo se trata de morir; y luego, seores del consejo, hacer que ahorquen a Walter-Scott que es el verdadero culpable. Fui de parecer que debamos escribir nuestro sentimiento y opinin a la princesa. Mr. Berryer, que iba a defender un pleito a Quimper, se ofreci generosamente a llevar la carta y ver a la duquesa si le era posible. Cuando lleg el caso .de redactarla nadie se ocup de eso, y yo lo tornea mi cargo.Parti nuestro mensajero, y quedamos esperando el resultado. Bien pronto recib la siguiente carta por el correo, que no venia cerrada y que probablemente habra visto la autoridad.Angulema, 7 de junio.Seor vizconde.Ya haba recibido y enviado a su destino vuestra carta del viernes ltimo, cuando le domingo, el prefecto del Loira Inferior, me ha intimado que salga de Nantes. Me hallaba en camino y cerca de las puertas de Angulema, y fui conducido a presencia del prefecto, quien me notific una orden de Mr. de Montalivet, en la que le prevena dispusiese mi traslacin a Nantes con la escolta correspondiente de gendarmera. Desde mi salida de Nantes, el departamento del Loira Inferior ha sido declarado en estado de sitio: con esta medida arbitraria me someten a una legislacin excepcional. He escrito al ministro pidindole expida nueva orden para que me conduzcan a Pars. Parece que mi viaje a Nantes ha sido mal interpretado. Si no lo juzgis inconveniente, os suplico hablis al ministro. Disimuladme esta molestia, pues no puedo dirigirme a nadie ms que a vos.Recibid, seor vizconde, el testimonio de mi sincero afecto y profundo respeto.Vuestro seguro servidorBerryer, hijo.P. S. Si os decids a ver al ministro, es necesario no perder ni un momento. Salgo para Tours, y all puedo todava recibir rdenes et domingo: puede comunicrmeles o por el telgrafo o por el correo...Particip a Mr. Berryer por medio de esta contestacin, el partido que haba adoptado:Pars, 10 de junio de 1832.He recibido vuestra carta fechada en Angulema el 7 de este mes. Era ya demasiado tarde para ver al ministro del Interior segn deseis; pero le he escrito inmediatamente incluyndole vuestra carta en la ma. Espero que la equivocacin que ha ocasionado vuestro arresto se reconozca pronto, y os restituyan la libertad para que volvis al seno de vuestros amigos, en cuyo nmero os suplico me contis.Recibid mil recuerdos y la seguridad de mi completo y sincero afecto.Chateaubriand.He aqu mi carta al ministro del Interior:Pars, 9 de junio de 1832.Seor ministro del Interior:Acabo de recibir en este momento la adjunta carta. Como no era verosmil que pudiera veros tan pronto como lo desea Mr. Berryer, lie adoptado el partido de remitiros su carta. Su reclamacin me parece justa: tan inocente aparecer en Pars como en Nantes, y en Nantes como en Pars. La autoridad no podr menos de reconocerlo as, y accediendo a la solicitud de Mr. Berryer, evitar el dar a la ley un efecto retroactivo. As lo espero, seor conde, de vuestra imparcialidad.Tengo el honor de ser, etc., etc.Chateaubriand.Mi prisin.Pars, calle del Infierno, fin de julio de 1832.Uno de mis antiguos amigos, Mr. Frisell, ingls, acaba de perder en Passy a su hija nica, de diez y siete aos de edad. El 19 de junio fui al entierro de la pobre Elisa, cuyo retrato conclua la graciosa madama Delesser, cuando la muerte dio en l la ltima pincelada. Restituido a mi soledad, calle del Infierno, me acost, llena mi imaginacin de esos melanclicos pensamientos que excita la reunin de la juventud, la hermosura y el sepulcro. El 20 de junio a las cuatro de la maana, Bautista, que me serva ya hacia largo tiempo, entr en mi alcoba, se acerc a mi cama y me dijo: Seor, el patio esta lleno de hombres que han tomado todas las puertas, despus de haber obligado a Desbrosses a que abriese la cochera, y ah hay tres caballeros que quieren hablaros. Al concluir estas palabras, entraron aquellos seores, y el jefe de ellos, acercndose polticamente a mi cama, me manifest que tena orden de prenderme y conducirme a la prefectura de polica. Le pregunt si haba ya salido el sol como exiga la ley, y si era portador de una orden legal: no me contest nada acerca del sol; pero me ense la orden siguiente:Copia:Prefectura de polica.Por el reyNos el consejero de Estado, prefecto de polica:En vista de las instrucciones que se nos han comunicado:Con arreglo a lo dispuesto en el articulo 10 del cdigo de procedimiento criminal:Requerimos al comisario de polica, o en caso de impedimento, a cualquiera otro, para que se constituya en casa del vizconde de Chateaubriand y donde fuere necesario, que se halla acusado de conspiracin contra el Estado, y reconozca y ocupe todos los papeles, correspondencia y escritos, que contengan provocaciones a crmenes y delitos contra la paz pblica, o que sean susceptibles de examen, como tambin las armas y dems objetos que puedan reputarse como sediciosos.Mientras yo lea la declaracin de la gran conspiracin contra la seguridad del Estado, de que se hallaba acusada mi insignificante persona, el capitn de los esbirros dijo a sus subordinados: Seores, cumplan Vds. con su deber. El deber de aquellos caballeros era abrir todos los armarios, bales y cajones, registrar los bolsillos, apoderarse de todos los papeles, cartas y documentos, leerlos desde el principio hasta el fin, si era posible, y ver si encontraban armas, como se prevena en el referido mandamiento.Despus de enterarme detenidamente de la orden, dirigindome al respetable jefe de aquellos raptores de hombres y de libertades: Sabed, caballero, le dije, que no reconozco vuestro gobierno, y que protesto contra la violencia que me hacis; pero como ni soy el ms fuerte, ni tengo deseos de reir con vos, voy a levantarme y a seguiros: hacedme el favor de tomar asiento. Me vest, y sin tomar nada, dije al venerable comisario: Caballero, estoy a vuestras rdenes: vamos a pie? No seor, os he prevenido un coche. Sois muy bondadoso, caballero: partamos; pero permitidme que me despida de Mad. de Chateaubriand. Podr entrar solo en el aposento de mi esposa? Os acompaar hasta la puerta y aguardar en ella. Muy bien, caballero; y salimos.Por todas partes encontr colocadas centinelas: haban puesto un vigilante montado en el baluarte junto a una puertecita situada en la extremidad de mi jardn. Entonces dije al jefe: Esas precauciones eran intiles, no tengo la ms remota intencin de huir. Aquellos seores revolvieron todos mis papeles, pero no se llevaron ninguno. Mi gran sable de mameluco les llam la atencin, se hablaron al odo, y concluyeron por dejar el arma sobre un montn de libros en folio llenos de polvo, entre los cuales se encontraba con un crucifijo de madera amarilla que haba trado de la Tierra Santa.Aquella pantomima me hubiera excitado la risa, pero sufra mucho por Mad. de Chateaubriand. El que la conozca comprender tambin la ternura que me profesa, sus temores, la viveza de su imaginacin y el mal estado de su salud: aquella invasin de la polica y mi detencin podan hacerla mucho dao. Ya haba odo algn ruido, y la encontr sentada en su cama escuchando con la mayor ansiedad: al verme entrar en su habitacin a una hora tan intempestiva:Dios mo!... exclam, estis malo?... Dios mo, qu hay? qu ocurre?... y la dio una convulsin. La abrac, tuve que violentarme para contener las lgrimas, y la dije: No es nada; vienen a buscarme para que preste una declaracin como testigo en un negocio de imprenta: dentro de algunas horas habr concluido y vendr a almorzar con vos.El espin se haba quedado a la puerta, que estaba abierta, y por consiguiente presenci aquella escena; al incorporarme con l le dije: Ya veis, caballero, el efecto de vuestra visita un poco temprano. Atraves el patio con mis corchetes; tres de ellos subieron conmigo al coche y los dems nos seguan a pie: As llegamos sin tropiezo alguno a la prefectura de polica.El carcelero que deba de meterme en la ratonera no se haba levantado, y le despertaron llamando a su puerta. Mientras estaba preparando mi nueva habitacin, me paseaba por el patio acompaado del seor Leotaud que me custodiaba. Conversaba conmigo y me deca amistosamente, porque era honrado: Seor vizconde, tengo el honor de acompaaros: os he presentado las armas muchas veces cuando erais ministro e ibais a la real cmara: serva en los guardias de Corps; pero qu queris!... tiene uno mujer e hijos, y es preciso vivir. Tenis razn Mr. Leotaud: cunto os produce este empleo?... Ah! seor vizconde, eso es segn las capturas... Hay gratificaciones buenas unas veces, y malas otras como en la guerra.Durante mi paseo vea entrar a los espiones con diferentes disfraces, como mscaras en Carnaval: iban a dar cuenta de sus proezas y descubrimientos durante la noche. Unos iban vestidos de escaroleros, carboneros, mozos de cuerda, ropavejeros, traperos, y como los que tocan los organillos: otros llevaban pelucas por debajo de las cuales se vean cabellos de otro color, barbas, bigotes y patillas postizas: algunos iban arrastrando las piernas como invlidos respetables, y llevaban en el ojal una cinta encarnada. Mtanse en un patio pequeo, y bien pronto volvan a salir con otros trajes, sin bigotes, sin barbas, sin patillas, sin pelucas, sin banastas sin piernas de madera, ni brazos con cabestrillo. Todos aquellos pjaros levantaban el vuelo al salir la aurora, e iban desapareciendo a medida que entraba el da. Preparada ya mi habitacin, el carcelero nos avis, y Mr. Leotaud, con el sombrero en la mano, me condujo hasta la puerta de mi nueva mansin, y me dijo al dejarme en poder del alcaide y de sus ayudantes: Seor vizconde, tengo el honor de saludaros: hasta que pueda lograr el placer de volver a veros. La puerta de entrada se volvi a cerrar detrs de m. Precedido por el carcelero que llevaba las llaves, y acompaado de sus dos mozos que me seguan un poco detrs, sin duda para que no retrocediese, llegu por una escalera muy estrecha al piso segundo. Un corredorcillo muy negro me condujo hasta una puerta: la abri el portero, y entr despus de l. Me pregunt si necesitaba algo, y le contest que me desayunara dentro de una hora. Me advirti que all haba un caf y una especie de fonda que suministraban a los presos cuanto pedan, ms por supuesto, por su dinero. Rogu a mi carcelero me hiciese subir t, agua caliente y fra y servilletas, y le di adelantados veinte francos. Retirose respetuosamente, y me prometi volver pronto.En cuanto qued solo principi a reconocer mi chiribitil: era un poco ms largo que ancho, y su altura seria de siete a ocho pies. Las paredes estaban llenas de letreros en prosa y verso, y particularmente de los garabatos de una mujer que Deca muchas injurias al justo medio. Una mala cama con ropas muy sucias ocupaba la mitad de aquel cuartucho: una tabla sostenida por dos listoncillos de madera, colocados en la pared a dos pies ms arriba de la cama, serva para armario de la ropa, botas y zapatos de los presos: una silla y un orinal componan el resto del mueblaje.Mi fiel custodio me trajo las servilletas y el agua que le haba pedido: le supliqu quitase la ropa sucia de la cama, y la manta amarillenta que la cubra, aquel mueble inmundo que me sofocaba, y que barriese y regase el calabozo. Quitadas todas las cosas del justo medio me puse a afeitar; me lav bien y me mud: Mad. de Chateaubriand me haba enviado un pequeo repuesto, que coloqu en la tabla que estaba encima de la cama; cuando conclu esta operacin, me sirvieron el desayuno, y tom el t en una mesa limpia y con una servilleta muy blanca. Bien pronto vinieron a recoger los utensilios de mi banquete matutino, y me dejaron encerrado.El calabozo no tena ms luz que la que entraba por una ventanilla con su correspondiente reja que estaba colocada muy alta: puse la mesa debajo de ella, y me sub encima para respirar y gozar de la luz. Por entre las barras de hierro de mi calabozo de bandido no vea ms que un patio, o ms bien un pasadizo sombro y estrecho, y paredes ennegrecidas, en derredor de las cuales tiritaban los murcilagos. Oa el ruido de las llaves y de las cadenas, de los alguaciles y de los espas, los pasos de los soldados, el movimiento de las armas, los gritos, las risotadas, las canciones indecentes de los presos vecinos mos, y los aullidos de Benito condenado a muerte por asesino de su madre y de su obsceno amigo. Distingua estas palabras que aquel criminal profera entre las confusas exclamaciones del miedo y del arrepentimiento: Ay! madre ma!.. madre ma!.. Vea el reverso de la sociedad, las llagas de la humanidad, y las espantosas mquinas que hacen mover este mundo.Doy gracias a los literatos, grandes partidarios de la libertad de imprenta, que en otro tiempo me haban elegido por su jefe y combatan bajo mis rdenes: sin ellos hubiera dejado la vida sin saber lo que era la prisin, y me habra faltado esta prueba. Reconozco en esta delicada atencin el talento, la bondad, la generosidad, el honor, el valor de los escritores que se encuentran en el poder. Pero en resumen, qu es esa corta prueba? El Taso pas aos enteros en un calabozo, y podra yo quejarme? No, no tengo el necio orgullo de medir mis privaciones de algunas horas, con los prolongados sacrificios de las victimas inmortales, cuyos nombres ha conservado la historia.Adems, yo no era completamente desgraciado: el genio de mis pasadas grandezas y de mi gloria de treinta aos de fecha no se me apareci; pero mi musa de otro tiempo, aunque pobre 6 ignorada, vino radiante a abrazarme por la ventana: estaba encantada de mi morada, y llena de inspiracin: me volva a encontrar como me haba visto en mi miseria en Londres, cuando vagaban por mi mente los primeros sueos de Ren. Qu bamos a hacer la solitaria del Pindo y yo? Una cancin a imitacin de ese pobre poeta Lovelace, que en las prisiones de los comunes ingleses, cantaba el rey Carlos I, su amo? No, la voz de un cautivo me habra parecido de muy mal agero para mi pequeo rey Enrique V: desde el pie del altar es en donde deben entonarse himnos a la desgracia. No cant, pues, la corona que haba cado de una frente inocente, me content con hablar de otra corona, blanca Tambin, colocada sobre el fretro de una joven: me acord de Elisa Frisell, a quien haba visto enterrar el da antes en el cementerio de Passy. Comenc algunos versos elegiacos de un epitafio latino; pero me embaraz la cantidad de una palabra: de repente doy un salto desde la mesa en donde estaba encaramado, y soltando los hierros de la ventana que tena agarrados, corro a dar grandes puadas a mi puerta: las cavernas inmediatas retemblaron: el carcelero asustado subi acompaado de dos gendarmes, abri el postigo y le grit como hubiera hecho Sauteuil: Un Gradus!.. Un Gradus!.. El carcelero abra los ojos cuanto poda; los gendarmes crean que revelaba el nombre de uno de mis cmplices: me hubieran atado con gusto los pulgares: me expliqu; di dinero para comprar el libro y fueron a pedir un Gradus a la polica asombrada.Mientras hacan mi encargo, volv a trepar sobre la mesa, mudando de idea sobre aquel trpode, me puse a componer estrofas acerca de la muerte de Elisa: mas he aqu que en medio de mi inspiracin, a eso de las tres, entran en mi prisin unos alguaciles y me aprehenden en las orillas del Permeso: condujronme a presencia del juez que actuaba en un oscuro archivo enfrente de mi calabozo, al otro lado del palio. El magistrado, joven presumido, me hizo las preguntas de uso acerca de mi nombre, apellido, edad y domicilio. Me negu a contestar y a firmar nada, porque no reconoca la autoridad poltica de un gobierno, que no tena en su favor ni el antiguo derecho hereditario, ni la eleccin del pueblo, puesto que ni haba sido consultada la Francia, ni se haba reunido ningn congreso nacional. Me volvieron a llevar a mi encierro.A las seis me trajeron la comida y continu revolviendo en mi cabeza los versos de mis estancias, improvisando de cuando en cuando un aire o msica que me pareca encantador. Mad. de Chateaubriand me envi un colchn, una almohada, sbanas, una colcha de algodn, velas y los libros que lea por la noche. Lo fui arreglando todo sin dejar de tararear:Baja el fretro y las rosas sin mancha y se encontr concluida mi composicin potica de la joven y la flor. Deca en ella peco ms o menos lo siguiente:Baja el fretro y las inmaculadas rosasQue un padre colocara, cual tributo a su dolor,T las contienes tierra, y ahora ocultasNia hermosa y tierna flor.Ah! no las devuelvas jams a este profano mundo,A esto mundo de luto, angustia y de dolor;El viento rompe y marchita, agosta y abrasa el solNia hermosa y tierna flor.Duerme, pobre Elisa, con tan pocos aos!...,No sientes ya del da el peso ni el calorHan concluido las frescas madrugadas,Nia hermosa y tierna flor.Mas tu padre, Elisa, se inclina hacia tu tumba,Tu plida frente le ha quitado el valor:Vieja encina!., el tiempo ha secado tus races,Nia hermosa y tierna flor.Paso desde mi calabozo de bandido al tocador de la seorita Gisquet. Aquiles de Hurlay.Pars, calle del Infierno, fin de julio de 1832.Principiaba a desnudarme, cuando hiri mis odos el sonido de una voz: abriose mi puerta, y penetraron en el cuarto el prefecto de polica y Mr. Nay. Diome mil escusas por haberse prolongado mi detencin en el depsito: me dijo que mis amigos el duque de Fitz-James y el barn Hyde de Neuville, haban sido presos como yo, y que con los muchos detenidos que haba en la prefectura, no saban en donde colocar a las personas que la justicia crea conveniente examinar. Pero aadi, vais a venir a mi casa, seor vizconde, y elegiris en mi habitacin la pieza que ms os agrade.Le di las gracias y le rogu me dejase en mi agujero, pues me haba aficionado a l como un monje a su celda. El prefecto no quiso acceder a mis instancias, y me fue forzoso abandonar el nido. Volv a pisar los salones que no haba visto desde el da en que el prefecto de polica de Bonaparte me llam para intimarme saliese de Pars. Mr. Gisquet y su seora me franquearan todas sus habitaciones, rogndome sealase la que quera ocupar. Mr. Nay me propuso cederme la suya. Estaba confuso con tanta delicadeza y cortesana. Acept una piececita algo separada cuyas vistas daban al jardn, y que segn creo, serva de tocador a la seorita Gisquet: permitironme que me asistiese mi criado, que se acost en un colchn fuera de mi cuarto, a la entrada de una escalerita que iba a parar a la habitacin de Mad. Gisquet. Otra escalera conduca al jardn, pero esta me fue prohibida, y todas las noches colocaban un centinela al pie de ella, junto a la verja que separa al jardn del malecn. Madama Gisquet es una excelente seora y su hija bastante agraciada e inteligente en la msica. Debo a esos seores las ms finas atenciones: se esmeraban a porfa en hacerme olvidar las doce horas de encierro. Al da siguiente de mi instalacin en el gabinete de la seorita Gisquet, me levant muy contento, acordndome de la cancin de Anacreonte sobre el tocador de una joven griega: me asome a la ventana, y vi un jardincito bien cubierto de verde, con una gruesa tapia: a la derecha, y en el centro del jardn, estaban algunas dependencias de las oficinas de polica, cuyos empleados se descubran entre las lilas cual si fuesen ninfas: a la izquierda, el malecn del Sena, el ro y un rincn del Pars antiguo, parroquia de San Andrs de los Arcos. Los armoniosos sonidos del piano de la seorita Gisquet llegaban a mis odos, mezclados con las voces de los polizontes que preguntaban por sus jefes para darles cuenta de las comisiones que les haban confiado.Cmo cambia todo en este mundo!... Aquel romntico jardincito ingls de la prefectura era un trozo irregular del jardn francs, con sus setos cortados a tijera, del palacio del primer presidente de Pars. Aquel antiguo jardn ocupaba en 1580 el sitio de la manzana de casas, que limitan ahora la vista por la parte del Norte y del Occidente, y se extenda hasta las orillas del Sena. All fue donde despus de la jornada de las barricadas, el duque de Guisa visit a Aquiles de Harlay. Encontr pasendose por su jardn al primer presidente, quien se sorprendi tan poco con su llegada, que no se dign volver la cabeza ni suspender su comenzado paseo, hasta que al concluir una calle se volvi y vio al duque de Guisa que se diriga hacia l: entonces aquel grave magistrado, alzando la voz, le dijo: Sensible es que el criado eche de su casa al amo: por lo dems, mi alma pertenece a Dios, mi corazn a mi rey, y mi cuerpo se halla a merced de los malvados; hagan, pues, lo que quieran. El Aquiles de Harlay, que se pasea ahora por este jardn, es Mr. Vidocq, y el duque de Guisa, Coco Lacour: hemos cambiado los grandes hombres por los grandes principios. Cmo somos libres en la actualidad? Como yo lo era en mi ventana; testigo aquel buen gendarme que estaba de centinela al pie de mi escalera, pronto a tirarme al vuelo si yo hubiese tenido alas. No haba ruiseores en m jardn, pero haba gorriones vivarachos, atrevidos y pendencieros, que se encuentran por todas partes, en el campo, en la poblacin, en los palacios y en las crceles, y que tan alegremente se posan en un instrumento de muerte, como en un rosal: para el que puede volar, qu importan los padecimientos de la tierra?...Juez de instruccin Mr. Desmortiers.Calle del Infierno, fin de julio de 1832.Mad. de Chateaubriand obtuvo permiso para verme. En tiempo del terror haba pasado trece meses en las crceles de Rennes, con mis dos hermanas Lucila y Julia: su imaginacin qued desde entonces muy afectada y no poda soportar la idea de la prisin. Mi pobre esposa sufri un violento ataque de nervios al entraren la prefectura, y esta es una obligacin ms de que soy deudor al justo medio. Al segundo da de mi detencin se present el juez instructor, seor Desmortiers, acompaado de su escribano.Mr. Guisote haba hecho nombrar fiscal del tribunal de Rennes a un tal Mr. Hello, escritor, y por consiguiente envidioso e irascible, como todo el que emborrona papel, en un partido triunfante.El protegido de Mr. Guizot, viendo mi nombre y el del duque de Fitz-James y Mr. Hyde de Neuville mezclados en el proceso que se segua en Nantes contra Mr. Berryer, escribi al ministro de la Justicia, que si de l dependiese encontrara mritos para complicarnos en el proceso, dictar auto de prisin y presentarnos como piezas de conviccin. Mr. de Montalivet crey conveniente aprovechar las indicaciones de Mr. Hello: hubo un tiempo en que Mr. de Montalivet vena humildemente a mi casa a escuchar mis consejos y mis ideas sobre las elecciones y la libertad de imprenta. La restauracin, que hizo par a Mr. de Montalivet, no pudo hacerle un hombre de talento, y he aqu sin duda por qu se ensaa en el da.Mr. Desmortiers, juez de instruccin, entr, pues, en mi cuarto: cierto aire placentero se vea extendido como una capa de miel sobre su semblante contrado y violento.Me llamo Leal, natural de Normanda,Y soy portero de estrados, a despecho de la envidia.Mr. Desmortiers perteneca antiguamente a la congregacin, era gran legitimista, defensor de los decretos, y despus se convirti en partidario acrrimo del justo medio. Rogu a aquel animal que se sentase, con toda la finura del antiguo rgimen; le acerqu un silln; puse delante de su escribano una mesita y un tintero con sus correspondientes plumas: me sent enfrente de Mr. Desmortiers, y ste con voz meliflua me ley la acusacin, que debidamente probada, me habra hecho saltar la cabeza de los hombros, despus de lo cual pas al interrogatorio.Declar nuevamente que no reconociendo el orden poltico existente, no tena nada que contestar; que no firmara nada; que todos aquellos procedimientos judiciales eran superfluos; que poda ahorrarse el trabajo de proseguirlos; pero que por lo dems, me era sumamente grato el tener el honor de recibir a monsieur Desmortiers.Observ que aquel modo de conducirme enfureca al santo varn, que habiendo participado de mis opiniones crea que yo satirizaba su conducta: a este resentimiento se agregaba el orgullo de magistrado que se reputaba ofendido en sus funciones. Quiso entrar en polmica conmigo, pero no le pude hacer comprender la diferencia que existe entre el orden social y el orden poltico. Le dije que me someta al primero porque era de derecho natural; que obedeca las leyes civiles, militares, de hacienda, y los reglamentos de polica y orden pblico; pero que no deba obedecer al derecho poltico sino en cuanto dimanase de la autoridad real consagrada por los siglos, o se derivase de la soberana del pueblo. Que yo no era tan simple ni tan falso para creer que el pueblo haba sido convocado y consultado, y que el orden poltico establecido era el resultado del voto de la nacin. Que si me procesasen por robo, asesinato, incendio u otro cualquier crimen de la clase de los sociales, respondera a la justicia; pero que con respecto a una causa poltica, no deba contestar nada a una autoridad que no tena ningn poder legal, y que por consiguiente nada poda preguntarme.Quince das trascurrieron de este modo. Mr. Desmortiers, cayo furor haba yo sabido (y que trataba de comunicar a los jueces), se acercaba a m con ademan halageo, y me deca: No queris manifestarme vuestro ilustre nombre? En uno de los interrogatorios me ley una carta de Carlos X al duque de Fitz-James, en la cual se encontraba una frase honorifica para m. Pues bien, caballero, le dije, qu significa esa carta? es pblico que he permanecido fiel a mi rey y no he prestado juramento a Luis Felipe. Me conmueve mucho esa carta del monarca proscripto. En el curso de sus prosperidades no me ha dicho cosa semejante, y sa frase recompensa todos mis servicios.Mi vida en casa de Mr. Gisquet.Me ponen en libertad.Pars, calle del Infierno, fin de julio de 1832.Mad. Recamier a quien tantos hombres deben consuelos y su libertad, se hizo conducir a mi nueva morada, Mr. de Beranger vino desde Passy, en tiempo de sus amigos, a decirme en una cancin lo que pasaba en las crceles en el reinado de los mos: no poda, pues, echarme en cara la Restauracin. Mi antiguo y grueso amigo Mr. Bertin, se present a administrarme los sacramentos ministeriales: una mujer entusiasta acudi desde Beauvais para admirar mi gloria: Mr. Villemain hizo un acto de valor: Mr. Dubois, Mr. Ampere y Mr. Lenormant, mis generosos, sabios y jvenes amigos no me olvidaron: el abogado de los republicanos, Mr. Ledru no me dejaba: con la esperanza de un proceso, hubiera sacrificado todos sus honorarios por tener la dicha de defenderme.Como ya he dicho, Mr. Gisquet me haba ofrecido todas sus habitaciones, pero no abus de su permiso. Solo una noche baj a or tocar al piano a la seorita Gisquet, y me sent entre l y su esposa. Su padre la rega porque pretenda haba ejecutado su sonata menos bien que lo que tena de costumbre. Aquel pequeo concierto que mi patrn me daba en familia, era algn tanto singular porque no le oa nadie ms que yo. Mientras pasaba esta escena en el interior del hogar domstico, unos esbirros traan nuevos compaeros mos a culatazos y palos: qu paz y qu armona reinaba no obstante en el corazn de la polica.,..!Tuve la dicha de lograr se concediese un favor igual al que yo disfrutaba a Mr. Ch. Philippon: condenado por su talento a algunos meses de prisin, los pasaba en una casa correccional de Chaillot: llamado a Pars para deponer como testigo en un proceso, se aprovech de la ocasin y no volvi a su encierro; pero se arrepinti bien pronto: en el sitio en donde se encontraba oculto no poda ver a una nia a quien amaba: echaba de menos su prisin, y no sabiendo como volver a ella, me escribi la siguiente carta rogndome que arreglase aquel negocio con el prefecto:Muy seor mo.Os encontris preso, y me comprenderais aunque no fueseis Chateaubriand Soy tambin preso, lo estoy voluntariamente en casa de un amigo, pobre artista como yo, desde la declaracin del estado de sitio. He tratado de huir de la persecucin de los consejos de guerra por el secuestro de mi peridico del da 9 del corriente. Mas para ocultarme me ha sido preciso privarme de los abrazos de una nia a quien idolatro, de una hija adoptiva de edad de cinco aos, mi felicidad y mi alegra. Esta privacin es un suplicio que no puedo soportar ms largo tiempo; es para m la muerte. Si me presento me encerrarn en Santa Pelagia, en donde no ver a mi nia sino rara vez y en horas marcadas, si acaso me lo permiten: si no la veo todos los das temblar por su salud y morir de sobresalto.Me dirijo a vos, caballero, a vos legitimista, ya republicano de todo corazn, a vos, hombre grave y parlamentario, ye caricaturista y partidario de la ms amarga personalidad poltica, a vos, de quien no soy en manera alguna conocido, y que os hallis preso como yo, para obtener del seor prefecto de polica se me permita volver a la casa adonde he sido destinado. Me obligo, bajo palabra de honor, a presentarme a la justicia cuantas veces fuere para ello requerido y renuncio a sustraerme de cualquier tribunal, sea el que fuere, si quieren dejarme con mi pobre nia.Podis creerme, caballero, cuando hablo de honor y juro no fugarme, y estoy persuadido de que seris mi intercesor, aunque los profundos polticos puedan ver en este paso una nueva prueba de alianza entre los legitimistas y republicanos, hombres cuyas opiniones se concilian tan bien.Si a semejante patrono, a tal abogado se rehusase lo que pido, sabr que ya no tengo que esperar nada, y me ver por espacio de nueve meses separado de mi pobre Emma.,Cualquiera que sea el resaltado de vuestra mediacin, siempre, caballero, ser eterno mi reconocimiento, porque nunca dudar de la solicitud y tiernos cuidados que vuestro generoso y sensible corazn prodigar a mi triste situacin.Recibid, caballero, la expresin de la ms sincera admiracin, y reconocedme como vuestro ms humilde y afectsimo servidor.Ch. Philippon,Propietario de la Caricatura (peridico)condenado a trece meses de prisin.Pars, 21 de junio de 1832.,Obtuve la gracia que Mr. Philippon peda, y me dio las gracias en una segunda carta, que prueba, no la magnitud del servicio (reducido a que mi cliente fuese custodiado en Chaillot por un gendarme), sino esa alegra secreta de las pasiones, que no puede ser bien comprendida por los que no la han sentido verdaderamente.Muy seor mo:Parto para Chaillot con mi querida nia.Quisiera daros gracias, pero las palabras me parecen muy fras para explicaros mi profundo reconocimiento. No me equivoqu, caballero, al asegurar que vuestro corazn os sugerira elocuentes instancias. Tampoco creo engaarme ahora creyendo que l os dir que no soy ingrato, y que os pintar, mejor que yo pudiera hacerlo, la suma felicidad de que vuestra bondad me ha colmado.Recibid, caballero, mis ms sinceras gracias, y dignaos admitirme como el ms afectsimo de vuestros servidores.Ch. Philippon.A esta prueba singular de mi crdito, aadir otro extrao testimonio de mi nombrada: un joven empleado en las oficinas de la prefectura me dirigi unos versos excelentes, que me entreg el mismo Mr. Gisquet; porque al fin, es necesario ser justos; si un gobierno literato me atacaba innoblemente, las musas me defendan con hidalgua: Mr. Villemain se pronunci con intrepidez en mi favor, y en el mismo diario de los Debates, mi amigo Bertin protest contra mi prisin firmando el articulo. He aqu lo que me deca en sus versos el poeta que los suscriba de este modo: J. Chopin empleado en el gabinete.AL SEOR DE CHATEAUBRIAND.En la prefectura de polica.Admirando un da tu talento, me atrev a dedicarte unos versos, y como un hilo de agua se pierde en los mares, pague mi tributo al dios de la armona. Ahora el infortunio ha pasado por tu frente, siempre serena en la borrasca.El presente fugaz qu es para el poeta? Tu gloria permanecer pasarn nuestros odios. Enemigo generoso, tu voz varonil y vigorosa ha prestado su encanto al error; pero tu persuasiva elocuencia hace que el corazn absuelva siempre.En otro tiempo un rey ofendi tu noble independencia; fuiste grande delante de su rigor... cay... fue desterrado de la Francia, y ya no existe ms que su desgracia.Ah! quin pudiera sondear tu adhesin fiel, y variar su curso a las aguas del torrente!... Pero aun cuando un solo partido aplaude tu celo, tu gloria nos pertenece a todos... vuelve, pues, a tomar tus pinceles.J. Chopin,empleado en el gabinete.La seorita Noemi (supongo que este era el nombre de la seorita Gisquet) se paseaba muchas veces sola por el jardincito con un libro en la mano. De cuando en cuando sola dirigir como al descuido alguna mirada a mi ventana. Cun dulce hubiera sido para m el que me libertase de mis cadenas como a Cervantes, la hija de mi amo!... Mientras procuraba tomar un ademan romntico, el joven y hermoso Mr. Nay vino a sacarme de mis ilusiones. Le vi hablar con la seorita Gisquet, con un talante que no nos engaa a los que somos creadores de slfides. Baj ms que de prisa de las nubes, cerr mi ventana, y abandon la idea de dejar crecer mi bigote encanecido por el viento de la adversidad.Despus de quince das, un auto de sobreseimiento me restituy la libertad el 30 de junio con gran contento de Mad. de Chateaubriand, que me parece habra perecido si mi prisin se hubiese prolongado por ms tiempo. Vino a buscarme en un coche, en el cual coloqu mi corto equipaje con tanto presteza como haba en otro tiempo salido del ministerio, y volv a la calle del Infierno, con no s qu de perfecto que el infortunio da a la virtud.Si Mr. Gisquet trataba de que la historia trasmitiese su nombre ala posteridad, tal vez llegara en muy mal estado: deseo que lo que acabo de decir aqu acerca de l, sirva de contrapeso a una reputacin enemiga. No tengo ms que motivos de agradecimiento por sus atenciones y delicadeza: sin duda alguna, si hubiese sido condenado no me habra dejado escapar; pero en fin, l y su familia me han tratado con un esmero, tan buen gusto, y un sentimiento de mi posicin, de lo que era y de lo que haba sido, que no hubieran usado conmigo una administracin literata, y unos legistas tanto ms brutales, cuanto que obraban contra el dbil a quien no tenan miedo alguno.De todos los gobiernos que han ido sucedindose en Francia en el espacio de cuarenta aos, el de Luis Felipe ha sido el nico que me ha encerrado en un calabozo como si fuese un criminal: ha puesto su mano sobre mi cabeza, sobre mi cabeza respetada hasta por un conquistador irritado: Napolen levant el brazo, pero no descarg el golpe. Y por qu era esa clera? Yo os lo dir: me atrev a protestar contra el hecho en favor del derecho, en un pas en donde he pedido la libertad en tiempo del imperio, y la gloria en el de la restauracin; en un pas, en donde solitario, cuento no por hermanos, hermanas, hijos, alegras y placeres, sino por sepulcros. Las ltimas mudanzas polticas me han separado del resto de mis amigos: estos han seguido a la fortuna, y pasan manchados y gordos con su deshonor al lado de mi pobreza: aquellos han abandonado sus hogares, expuestos a los insultos. Las generaciones tan amigas de la independencia se han vendido: vulgares en su conducta, intolerables en su orgullo, medianas o necias en sus escritos, no espero de ellas ms que el desprecio, y se le devuelvo: no pueden comprenderme: no saben lo que es la fe en la cosa jurada, el amor a las instituciones generosas, el respeto a sus propias opiniones, el menosprecio de las ventajas y del oro, la felicidad de los sacrificios, y el culto de la debilidad y de la desgracia.Carta al seor ministro de la Justicia, y respuesta.Pars a fines de julio de 1832.Despus del auto de sobreseimiento me quedaba un deber que cumplir. El delito de que haba sido acusado, tena intima relacin con el que haba dado lugar a procediese en Nantes contra Mr. Berryer. No haba podido explicarme con el juez de instruccin, pues que no reconoca como competente al tribunal. Para reparar el dao que mi silencio pudiera haber cansado a Mr. Berryer, escrib al seor ministro de la Justicia la siguiente carta que publiqu en los peridicos.Pars, 3 de julio de 1832Seor ministro de la Justicia:Permitidme que cumpla con vos un deber de conciencia y de honor con respecto a un hombre que hace largo tiempo se halla privado de su libertad.Interrogado Mr. Berryer hijo, por el juez de instruccin en Nantes, el 18 del mes ltimo, contest: Que haba visto a la seora duquesa de Berry: que con el respeto debido a su clase, a su valor y a su desgracia, la haba expuesto su opinin personal y la de sus respetables amigos, sobre la situacin actual de la Francia y sobre las consecuencias de la presencia de su alteza real en el Oeste.Desenvolviendo Mr. Berryer esta proposicin talento acostumbrado, la reasumi de este modo: Toda guerra extranjera o civil, aun suponiendo que fuese coronada con el triunfo, no puede ni someter, ni amalgamar las opiniones.Preguntado quienes eran los respetables amigos de quienes acababa de hablar, Mr. Berryer ha contestado noblemente: Que habindole manifestado hombres graves una opinin conforme en un todo a la suya sobre las presentes circunstancias, haba credo deber apoyar su consejo en su autoridad pero que no los nombrara sin obtener su consentimiento para ello.Yo soy, seor ministro, uno de esos hombres consultados por Mr. Berryer. No solo he aprobado su opinin, sino que he redactado una nota en el mismo sentido. Deba ser entregada a la seora duquesa de Berry, en el caso de que se encontrase en el territorio francs, lo cual no crea. No estando firmada esta primera nota, escrib otra, que suscrib, en la que suplicaba encarecidamente a la intrpida madre del nieto de Enrique IV, que abandonase una patria, despedazada por tantas discordias.Tal es la declaracin que deba a Mr. Berryer. El verdadero culpable, si acaso hay alguno, lo soy yo. Espero que esta declaracin servir para la pronta libertad del preso de Nantes, y no dejar pesar ms que sobre mi cabeza la inculpacin de un hecho muy inocente, pero de que en ltimo resultado acepto todas las consecuencias.Tengo el honor de ser etc.Chateaubriand.Habiendo escrito al seor conde de Montalivet el 9 del mes ltimo, para un asunto relativo a Mr. Berryer, el seor ministro del Interior ni aun tuvo por conveniente decirme que haba recibido mi carta: como me interesa mucho saber la suerte de la que tengo el honor de escribir ahora al seor ministro de la Justicia, le agradecer en extremo se sirva mandar acusarme el recibo.Ch.No se hizo aguardar mucho tiempo la contestacin del seor ministro: hela aqu:Pars, 3 de julio.Seor vizconde.La carta que me habis dirigido con noticias que pueden servir para la aclaracin de los hechos y administracin de justicia, la he remitido inmediatamente al fiscal de la audiencia de Nantes, para que se una a la causa que se sigue en aquel tribunal contra Mr. Berryer.Soy con el mayor respeto, etc.El guarda sellos, Barthe.Con esta respuesta, Mr. Barthe se reservaba una nueva persecucin contra m. Me acuerdo de los magnficos desdenes de los grandes hombres del justo medio, cuando yo dejaba entrever la posibilidad de que cometiesen alguna violencia conmigo o con mis escritos. Gran Dios! por qu pensar en un peligro imaginario? Quin se ocupaba de mis opiniones? Quin trataba de tocarme ni a un solo cabello? Hroes intrpidos de la paz a toda costa, habis tenido, sin embargo, vuestro terror de escritorio y de polica, vuestro estado de sitio de Pars, vuestras mil denuncias de imprenta y vuestras comisiones militares para condenar a muerte al autor de los Cancanes, me habis encerrado en vuestros calabozos, y la pena que tratabais de imponer a mi crimen era nada menos que la capital, con qu gusto os entregara yo mi cabeza, si arrojada en la balanza de la justicia, la hiciese inclinarse hacia el lado del honor, de la gloria, y de la libertad de mi patria!Oferta de mi pensin de par por Carlos X y mi respuestaPars, calle del Infierno, fin de julio de 1832Estaba ms decidido que nunca a expatriarme: madama de Chateaubriand, asustada con la ltima ocurrencia, quisiera ya verme lejos; y solo se trat de elegir el sitio en donde debamos levantar nuestras tiendas. La gran dificultad estaba en proveerse de algn dinero para vivir en pas extranjero, y pagar una deuda, por cuya satisfaccin me apremiaban y amenazaban con la ejecucin.El primer ao de embajada arruina siempre a un embajador, y esto fue lo que me sucedi en Roma . Me retir al advenimiento del ministerio Polignac, y emprend mi marcha, aadiendo a mi penuria habitual una deuda de 60.000 mil francos. Acud a todos los capitalistas realistas, pero ninguno me franque su bolsillo; entonces me aconsejaron me dirigiese a Mr. Lafitte. Este me anticip 10.000 francos que entregu a los acreedores ms impacientes: con el producto de mis folletos adquir aquella suma, que le devolv, quedndole sumamente reconocido; pero me restaba pagar todava 30.000 francos, adems de otras deudas aejas, porque las tengo con barbas de puro antiguas, desgraciadamente estas barbas son de oro, y cada vez que se trata de afeitarlas, me arrancan las mas.El seor duque de Levis, al regresar de un viaje a Escocia, me dijo de parle de Carlos X que aquel prncipe quera continuar pagndome la pensin de par, cre que no deba aceptar la oferta. El duque de Levis volvi a la carga cuando me vio salir de la crcel reducido a los ms crueles apuros, sin contar con nada y acosado por una nube de acreedores. El duque de Levis me trajo 20.000 francos, dicindome noblemente que aquella cantidad no era perteneciente a los dos aos de par que el rey reconoca me era en deber, y que mis deudas en Roma lo eran de la coronar Aquella suma me dejaba en libertad de obrar: la acept como un prstamo momentneo, y escrib al rey la carta siguiente 1:Seor.En medio de las calamidades con que plugo a Dios santificar vuestra vida, no habis olvidado a los que padecen al pie del trono de San Luis. Hace algunos meses os dignasteis participarme vuestro generoso designio de continuar pagndome la pensin de par, que renunci al negarme a prestar juramento de obediencia a un poder ilegitimo: pens desde luego que vuestra majestad tiene servidores ms pobres que yo, y ms dignos de sus bondades. Pero los ltimos escritos que he publicado me han producido perjuicios y originado persecuciones, y he tratado, aunque infructuosamente, de vender lo poco que poseo. Me veo, pues, obligado a aceptar, no la pensin anual que V. M. se propone pagarme aun en medio de su real indigencia, sino un socorro provisional, para desembarazarme de los obstculos que me impiden dirigirme al asilo en donde pueda vivir con mi trabajo. Seor, debo encontrarme muy desgraciado para ser gravoso, aun por un momento, a una corona que he sostenido con todos mis esfuerzos, y a la que continuar sirviendo el resto de mi vida.Soy, con el ms profundo respeto, etc.Chateaubriand.Carta de la seora duquesa de Berry. Carta a Beranger, Salida de Pars. diario desde Pars a Lugano. Monsieur Agustin Thierry.Pars, calle del Infierno, del 1 al 8 de agosto de 1832.Mi sobrino el conde Luis de Chateaubriand me prest tambin otros 20,000 francos. Vencidos de este modo los obstculos materiales, hice los preparativos para mi segundo viaje . Pero me retena una consideracin de honor: la seora duquesa de Berry estaa aun en el territorio francs; poda correr algn riesgo, y en este caso deba volar a prestarla mi insignificante auxilio. Una carta que la princesa me dirigi desde el centro de la Vende, acab de dejarme enteramente libre.Iba a escribiros, seor vizconde, tocante a ese gobierno provisional, que cre deba formar cuando ignoraba si podra entrar en Francia, y del que me dijeron consentais en tomar parte. No ha existido de hecho, pues que jams se ha reunido, y algunos de sus miembros solo se han entendido para exponerme un declamen que no me es posible seguir. Con todo, se lo agradezco. Habis juzgado, segn la relacin que os han hecho de mi posicin y de la del pas, los que tenan motivos para conocer mejor que yo los efectos de una fatal influencia en que no he querido creer, y estoy bien persuadida de que si Mr. de Chateaubriand se hubiese encontrado a mi lado, su corazn noble y generoso se habra igualmente negado. No por eso cuento menos con los buenos servicios individuales y los consejos de las personas que formaban parte del gobierno provisional, y para cuya eleccin haba tenido muy presente su ilustracin, su ardiente celo y su adhesin a la legitimidad, representada en la persona de Enrique V. Veo que tenis nimo de abandonar por segunda vez la Francia: lo sentira en extremo si pudiera teneros a mi lado; pero poseis unas armas que hieren desde lejos, y espero que no cesareis de combatir por Enrique V.Contad, seor vizconde, con toda mi estimacin y amistad.M.C.R.Por medio de esta carta, la seora duquesa, ni aceptaba mis servicios ni los consejos que me haba atrevido a darla en la nota de que haba sido portador Mr. Berryer: hasta se explicaba como si estuviese un poco resentida, aun cuando reconoca que una fatal influencia la haba extraviado.Restituido de este modo a mi libertad, y desembarazado de todo, hoy 7 de agosto, no tengo que hacer nada ms que partir; pero antes escrib una carta de despedida a Mr. de Beranger, que me haba visitado en mi prisin.Pars, 7 de agosto de 1832.A Mr. de Beranger:Quisiera, caballero, poder ir a veros, deciros adis, y daros gracias por vuestro recuerdo; pero me falta tiempo, y tengo que partir sin tener el placer de abrazaros. Ignoro cual ser mi suerte: hay en el da porvenir seguro para nadie? No nos encontramos en tiempo de una revolucin, sino de una trasformacin social; pues bien, las transformaciones se efectan lentamente, y las generaciones que se encuentran en el periodo de la metamorfosis, perecen oscurecidas y miserables. Si la Europa se halla en la edad de la decrepitud (lo cual puede ser muy bien), ya es otra cosa: no producir nada, e ir extinguindose en una impotente anarqua de pasiones, de costumbres y de doctrinas. En ese caso, caballero, habris cantado sobre un sepulcro.He cumplido todos mis compromisos: he acudido a vuestra voz; he defendido lo que venia a defender; he padecido el clera; ahora me vuelvo a la montaa. No rompis vuestra lira como nos amenazis: la debo uno de mis ttulos ms gloriosos a la memoria de los hombres. Haced todava sonrer y llorar a la Francia; pues por medio de un secreto que vos solo conocis; la letra de vuestras canciones populares es alegre y la msica triste.Me recomiendo a vuestra amistad, y a vuestra musa.Chateaubriand.Debo emprender la marcha maana: Mad. de Chateaubriand se reunir conmigo en Lucerna.Basilea, 12 de agosto de 1832.Muchos hombres mueren sin haber perdido de vista la torre de su parroquia: yo no puedo encontrar la que debe verme morir. En busca de un asilo para concluir mis Memorias, camino nuevamente con un enorme equipaje, compuesto en su mayor parte de papeles, correspondencia diplomtica, notas confidenciales, y cartas de ministros y de reyes: es la historia llevada a la grupa por la novela.He visto en Vesoul a Mr. Agustin Thierry, retirado en casa de su hermano el prefecto. Cuando en otro tiempo me envi en Pars su Historia de la Conquista de los Normandos, fui a darle las gracias. Encontr a un joven en una habitacin cuyas puertas de los balcones estaban medio cerradas; se encontraba casi ciego: procur levantarse para recibirme, pero sus piernas ya no le sostenan y cay en mis brazos. Se ruboriz cuando le manifest mi admiracin sincera: entonces me contest que su obra era la ma, y que leyendo la batalla de los Francos en los Mrtires, haba concebido la idea de un nuevo modo de escribir la historia. Cuando me desped de l, se esforz en seguirme, y se arrastr hasta la puerta apoyndose en las paredes: sal de all enternecido al ver tanto talento y tan grande desgracia.En Vesoul, despus de un largo destierro, se detuvo Carlos X, que ahora se dirige a la nueva emigracin, que ser para l la ltima.He pasado la frontera sin accidente alguno: veremos si en las vertientes de los Alpes puedo gozar de la libertad de la Suiza y del sol de la Italia, que han llegado a ser una necesidad para mis opiniones y mis aos.A la entrada de Basilea he encontrado un suizo anciano, aduanero que me ha detenido algn tiempo: han bajado mi equipaje a un stano: han puesto en movimiento yo no s qu cosa que imitaba al ruido de un telar de medias: le han rociado con vinagre, y purificado de este modo del contagio de la Francia, el buen suizo me ha dejado continuar la marcha.Ya he dicho en el Itinerario, hablando de las cigeas de Atenas: Desde lo alto de sus nidos adonde no pueden llegar las revoluciones, han visto variarse la raza de los mortales: mientras que generaciones impas se han levantado sobre los sepulcros de generaciones religiosas, la joven cigea ha alimentado siempre a su padre,Volv a encontrar en Basilea el nido de cigea que haba dejado all seis aos antes; pero el hospital en cuyo tejado ha construido su nido la cigea de Basilea no es el Partenn; el sol del Rin no es el sol del Cefiso; el concilio no es el arepago; Erasmo no es Pericles; pero sin embargo ya son algo, el Rin, la Selva Negra, y la Basilea romana y germnica. Luis XIV extendi los lmites de la Francia hasta las puertas de esta ciudad, y tres monarcas enemigos la atravesaron en 1813 para ir a dormir en el lecho de Luis el Grande, defendido en vano por Napolen. Vamos a ver las damas de la muerte de Holbein; ellas nos dirn lo que son las vanidades humanas.El baile de la muerte (si es que acaso no era entonces tampoco ms que una verdadera pintura) se verific en Pars en 1424 en el cementerio de los Inocentes: esta costumbre nos vino de Inglaterra. Aquel espectculo fue representado en unos cuadros que se colocaron en los cementerios de Dresde, Lubeck, Minden, la Chaise-Dieu, Estrasburgo, y de Blois en Francia: el pincel de Holbein, inmortaliz en Basilea estos regocijos de la tumba.Esas danzas macabras del grande artista han sido arrebatadas a la vez por la muerte, que no perdona ni aun sus propias locuras: del trabajo de Holbein no han quedado en Basilea ms que seis pedazos cortados de las piedras del claustro y colocados en la biblioteca de la universidad. Un dibujo iluminado ha conservado el conjunto de la obra.Aquellas grotescas figuras en un fondo terrible participan del genio de Shakespeare, miscelnea del gnero cmico y trgico. Los personajes tienen una expresin muy viva: pobres y ricos, jvenes y viejos, hombres y mujeres, papas, cardenales, sacerdotes, emperadores, reyes, reinas, prncipes, duques, nobles, magistrados y guerreros, todos se agitan y raciocinan con la muerte y en contra de ella: ninguno la recibe con gusto.La muerte se encuentra variada hasta lo infinito, pero siempre burlona, lo mismo que la vida que no es ms que una arlequinada. Aquella muerte del pintor satrico tiene una pierna menos, como el mendigo de la pierna de madera a quien se acerca, toca un instrumento de cuerdas por detrs de su espalda, como el msico a quien arrebata. No siempre es calva: algunos mechones de cabellos rubios, negros y canosos, caen sobre el cuello del esqueleto, y dndole ms animacin, le hacen ms espantoso. En uno de los lienzos, la muerte parece que tiene carne, es joven casi como un hombre, y tiene asida a una joven que se mira en un espejo. La muerte tiene en su zurrn burlas de un estudiante truhan: corta con unas tijeras la cuerda de un perro que conduce a un ciego, cuando este se encuentra a dos pasos de un hoyo. En otra parte la muerte, con una capa muy corta, se acerca a una de sus victimas haciendo mil gestos. Holbein pudo tomar la idea de esta terrible alegra de la misma naturaleza: entrad en un relicario, y veris que todas las calaveras parece que se ren porque ensean la caja de los dientes: aquella es la risa sin los labios que la rodean y que forman la sonrisa. De qu se ren? De la nada o de la vida?La catedral de Basilea, y especialmente sus antiguos claustros, me han gustado mucho. Al recorrer estos ltimos, llenos de inscripciones fnebres, le los nombres de algunos reformadores. El protestantismo elige muy mal el sitio y pierde el tiempo cuando se coloca en los monumentos catlicos: entonces se ve ms bien lo que ha destruido, que lo que ha reformado. Aquellos pedantes que pensaban rehacer un cristianismo primitivo, en otro viejo, creador de la sociedad despus de quince siglos, no han podido elevar un solo monumento. A qu hubiera este correspondido? Cmo poda hallarse en relacin con las costumbres? En tiempo de Lutero y Calvino, los hombres no estaban hechos como ellos: lo estaban como Len X, con el genio de Rafael, o como San Luis con el genio gtico: un corto nmero de ellos no crean nada, los ms lo crean todo. As que las iglesias del protestantismo son salas de escuelas, o no tiene ms templos que las catedrales que ha asolado: all ha establecido su desnudez. Jesucristo y sus apstoles no se asemejaban sin duda a los griegos y a los romanos de su siglo, pero tampoco iban a reformar un culto antiguo: trataban de establecer una religin nueva y de reemplazar la pluralidad de los dioses con uno solo.Lucerna, 14 de agosto de 1832.El camino desde Basilea a Lucerna, por la Argovia, ofrece una serie de valles, algunos de los cuales se parecen al de Argels, menos en el cielo espaol de los Pirineos. En Lucerna, las montaas diversamente agrupadas, elevadas, perfiladas y matizadas, terminan retirndose unas detrs de otras y confundindose en la perspectiva con las neveras inmediatas del San Gotardo. Si se suprimiesen el Righi y el Pilatos, y solo se conservasen las colinas con la superficie cubierta de yerba que rodean las orillas del lago de los Cuatro cantones, se reproducira un lago de Italia.Los arcos del claustro del cementerio que rodea la catedral son como los palcos, desde los que puede disfrutarse del espectculo. Los monumentos de aquel cementerio tienen en la parte ms elevada una cruz con un crucifijo dorado, Con la refraccin de los rayos solares son numerosos los puntos luminosos que se desprenden de los sepulcros: de distancia en distancia hay pilas de agua bendita, en las cuales se moja un ramito, con el que se pueden bendecir cenizas amadas. All no tena yo que llorar nada en particular, pero hice descender el roco lustral, sobre la comunidad silenciosa de los cristianos y mis desgraciados hermanos. Un epitafio me dice: Hodie mihi eras tibi, hoy para m maana para ti: otro fuit homo, hubo un hombre: otro Siste viator: abi, viator. Detn el paso caminante, aprtate, viaje ro. Y aguardo ese maana, y habr sido hombre, y como viajero me detengo y me aparto. Apoyado en uno de los arcos de! claustro, he mirado larg tiempo el teatro de las aventuras de Guillermo Tell y de sus compaeros: teatro de la libertad helvtica, tan bien cantado y descrito por Schiller y Juan de Muller. Mi vista buscaba en el inmenso cuadro la presencia de los muertos ms ilustres, y mis pies hollaban las cenizas ms ignoradas.Al ver los Alpes hace cuatro o cinco aos me preguntaba qu iba a buscar en ellos: qu dir, pues, ahora? Qu dir maana? Desgraciado de m que no puedo envejecer, y siempre estoy envejeciendo...Lucerna, 15 de agosto de 1832.Los capuchinos han ido esta maana a bendecir las montunas, segn acostumbran hacerlo el da de la Asuncin. Estos frailes profesan la religin bajo cuya proteccin naci la independencia suiza, que todava dura. Qu llegar a ser nuestra moderna libertad maldecida con la bendicin de los filsofos y de los verdugos! ... No cuenta todava cuarenta aos y ha sido vendida, revendida y cambiada en todas las esquinas de las calles. Ms libertad hay en la capucha de un fraile que bendice los Alpes, que en toda la truhanera de los legisladores de la repblica, del imperio, de la restauracin y de la usurpacin de julio.El viajero francs se enternece y contrista en Suiza, nuestra historia, por una fatalidad para los pueblos de esas regiones, se enlaza demasiado con la suya: la sangre de la Helvecia ha corrido por nosotros y para nosotros: hemos llevado el hierro y el fuego a la cabaa de Guillermo Tell, y hemos hecho tomar parte en nuestras discordias civiles al aldeano guerrero que custodiaba el trono de nuestros reyes. El genio de Thorvaldsen ha fijado el recuerdo del 10 de agosto en la puerta de Lucerna. El len helvtico expira atravesado por una flecha, cubriendo con su lnguida cabeza y una de sus patas el escudo de Francia, del que no se descubre ms que una de las Uses. La capilla dedicada a las victimas, el bosquecillo de rboles verdes que acompaa al bajo relieve esculpido en la pea, el soldado que pudo escapar de la matanza del 10 de agosto, que ensea a los extranjeros el monumento, la orden escrita de Luis XVI para que los suizos depongan las armas, el frontal del altar ofrecido o regalado por la seora delfina a la capilla expiatoria, y sobre el cual aquel perfecto modelo de dolor bord la imagen del divino cordero inmolado!... Por qu inescrutable designio la Providencia, despus de la ltima cada del trono de los Borbones, me enva a buscar un asilo junto a ese monumento? Al menos puedo contemplarle sin rubor, puedo poner mi mano dbil, pero no perjura, sobre el escudo de Francia, como el len le aprieta con sus poderosas uas, aunque ya aflojadas por la muerte.Pues bien, un miembro de la dieta ha propuesto que se destruya ese monumento!... Qu pide la Suiza? La libertad? La goza hace cuatro siglos: la igualdad? la tiene: la repblica? esa es su forma de gobierno: la rebaja de los impuestos? Apenas paga contribuciones: pues qu es lo que quiere? desea variar: esta ley de los seres. Cuando un pueblo, trasformado por el tiempo, no puede permanecer va lo que ha sido,-el primer sntoma de su enfermedades el odio a lo pasado y a las virtudes de sus padres.He vuelto desde el monumento del 10 de agosto por el gran puente cubierto, especie de galera de madera colgante sobre el lago. Doscientos treinta y ocho cuadros triangulares, colocados entre los cabrios del techo, adornan esta galera. Son una especie de fastos populares en que la Suiza aprenda la historia de su religin y de su libertad.He visto las pollas de agua domesticadas; aprecio mucho ms las silvestres del estanque o laguna de Combourg.En la ciudad me ha llamado la atencin un coro de voces: sala de la capilla de la Virgen; entr en ella y me cre trasportado a los das de mi infancia. Delante de cuatro altares muy bien adornados, unas mujeres rezaban devotamente con el sacerdote el rosario y la letana. Era como la oracin de la noche a la orilla del mar en mi pobre Bretaa, y yo estaba en las mrgenes del lago de Lucerna!.. Una mano misteriosa anudaba de este modo los dos extremos de mi vida para hacerme sentir mejor lo que se haba perdido en la cadena de mis aos.En el lago de Lucerna, 16 de agosto de 1832, a medioda.Alpes, abatid vuestras cimas, ya no soy digno de vosotros: joven, estara solitario; viejo, me encuentro aislado: todava podra pintar bien a la naturaleza, mas para quin! Hara acaso alguien el menor aprecio de mis cuadros? Qu otros brazos ms que los del tiempo estrecharan contra su seno, como una especie de recompensa, a mi genio de calva frente? Quin repetira mis cantos? A qu musa inspirara? Bajo la bveda de mis aos, como bajo la de los nevados montes que me rodean, ningn rayo del sol llegar a calentarme. Qu lastima es en verdad, el tener que atravesar esos montes con vacilante y fatigado paso, sin que nadie quiera seguirme! Qu desgracia, que no me encuentre libre para andar otra vez errante hasta el fin de mi vida!A las dos.Mi barca se ha detenido en una cala junto a una casa situada en la orilla derecha del lago, antes de entrar en el golfo de Uri. He penetrado en el huerto de aquella posada, y me he sentado debajo de dos nogales que resguardan un establo. Delante de m, un poco a la derecha, en la orilla opuesta del lago, se despliega la aldea de Schwitz, entre jardines, y los planos inclinados de esos pastos llamados Alpes en el pas: la domina un peasco cortado por su parte superior en semicrculo, y cuyas dos puntas, el Mythen y el Haken (la mitra y el bculo) toman el nombre de su forma. Aquel capitel, de figura de media luna, descansa en los cspedes, como la corona de la independencia helvtica en la cabeza de un pueblo de pastores. En derredor mo reina el silencio ms profundo, interrumpido nicamente de cuando en cuando por el ruido de las campanillas de dos becerras que se han quedado en la una da inmediata: ese sonido parece anunciarme la gloria de la pastoril libertad que Schwitz ha dado juntamente con su nombre a todo un pueblo: un pequeo territorio inmediato a Npoles, llamado Italia, ha comunicado tambin su nombre a la patria aunque con derechos menos sagrados.A las tres.Volvemos a emprender la marcha; y entramos en el golfo o lago de Uri. Las montaas van elevndose y oscurecindose: he ah la cima del Gruttli cubierta de yerba, y las tres fuentes en que Furst, Ander Halden y Stauffacher juraron dar la libertad a su pas: he ah al pie del Achsenberg, la capilla que seala el sitio en donde Tell, saltando de la barca de Gessler, la rechaz con el pie al medio de las olas.Pero Tell y sus compaeros han por ventura existido? No pudieran ser personajes del Norte producidos por los cantos de los Scaldas, cuyas tradiciones heroicas vuelven a encontrarse en las playas de la Suecia? Los suizos, son en el da lo que eran en la poca de la conquista de su independencia? Esos senderos de osos vean a Tell y sus compaeros saltar con el arco en la mano de abismo en abismo: yo mismo soy un viajero en armona con estos lugares?Felizmente nos sorprende una tempestad. Fondeamos en un puertecillo a algunos pasos de la capilla de Tell: siempre es el mismo Dios el que desencadena los huracanes, y la misma confianza en ese Dios la que tranquiliza a los hombres. Como en otro tiempo, al atravesar el Ocano, los lagos de la Amrica y los mares de la Grecia y de la Siria, escribo en un papel mojado. Las nubes, las olas, los truenos se enlazan mejor con el recuerdo de la antigua libertad de los Alpes, que la voz de esa naturaleza afeminada y degenerada que mi siglo ha colocado a pesar mo en mi seno.Altorf.He desembarcado en Fluelen y llegado a Altorf, pero la falla de caballos va a detenerme una noche al pie del Bamberg. Aqu fue donde Guillermo Tell atraves la manzana sobre la cabeza de su hijo: la distancia del tiro, era la que media entre estas dos fuentes. Creamos, a pesar de la historia referida por Saxon el Gramtico, y que he citado en mi Ensayo sobre las revoluciones: tengamos fe en la religin y en la libertad, las dos nicas cosas grandes del hombre: la gloria y el poder son deslumbradores pero no grandes.Maana, desde lo alto de San Gotardo, saludar de nuevo a esa Italia, que ya salud desde la cima del Simpln y del monte Cenis. Pero a qu conduce esa ltima mirada sobre las regiones del Medioda y de la aurora? El pino de los ventisqueros no puede descender a colocarse entre los naranjos que ve por debajo de l en los floridos valles.A las diez de la noche.Vuelve a comenzar la tempestad: los relmpagos iluminan los peascos, los ecos se aumentan y prolongan el estruendo de los truenos. Los mugidos del Schoechen y del Reuss reciben al bardo de la Armrica. Hace largo tiempo que no me he encontrado tan solo ni tan libre: no hay nada en la habitacin en donde estoy encerrado: dos camas para un viajero que ni tiene amores con que halagar su pensamiento, ni sueos que le distraigan. Esas montaas, esa tempestad, y esa noche son tesoros perdidos para m. Sin embargo, Cunta vida siento en el fondo de mi alma!.. Jams, cuando la sangre ms ardiente circulaba desde el corazn a mis venas, he hablado el lenguaje de las pasiones con tanta energa como podra hacerlo en este momento. Me parece que veo salir de las laderas de San Gotardo una slfide de los bosques de Combourg. Vuelves a buscarme, fantasma encantadora de mi juventud? Te compadeces de m? Ya lo ves, no he tenido ms mudanza que en el rostro: siempre quimrico y devorado por un fuego sin causa y sin pbulo. Salgo del mundo, y entraba en l cuando te cree en un momento de xtasis y de delirio. He aqu la hora en que yo te invocaba en mi torre: todava puedo abrir mi ventana y dejarte entrar. Si no ests contenta con las gracias que te he prodigado, te adornar con otras, cien veces ms seductoras: mi paleta no se ha inutilizado; he visto mayor nmero de beldades y s pintar mejor. Ven asentarte sobre mis rodillas: no te asusten mis caballos, acarcialos con tus dedos de hada o de sombra: que vuelvan a ennegrecerse con tus besos. Esta cabeza, que la cada de sus cabellos no ha hecho ms sabia, es tan loca como cuando yo te di el ser, hija primognita de mis ilusiones, dulce fruto de mis misteriosos amores con mi primera soledad! Ven, subiremos todava juntos a nuestras nubes, surcaremos el aire con el rayo, iluminaremos y abrasaremos los precipicios, a donde pasar maana! Ven! llvame como otras veces, pero no me vuelvas a traer.Llaman a mi puerta: no eres t! es el gua! Han llegado los caballos; es preciso partir. De este sueo no queda ms que la lluvia, el viento y yo, sueo sin fin, tempestad eterna.17 de agosto de 1832. (Amsteg).Desde Altorf a aqu solo hay un valle entre montaas muy unidas, como se ve por todas partes; por medio corre el Reuss. En la posada del Ciervo he encontrado un estudiante alemn que viene de los ventisqueros del Rdano, el cual me dijo: Fous fenir di Altorf ce madin? Allez fite! Habis salido de Altorf esta maana? andad aprisa. Crea que iba a pie como l, pero viendo despus mi carruaje. Oh! caballos, dijo, eso es otra cosa. Si el estudiante quisiese cambiar sus juveniles piernas por mi carruaje y mi carro de gloria que es todava mucho peor, con qu placer tomara su bastn, su blusa gris y su barba rubia! Me ira con ellas a los ventisqueros del Rdano; hablara la lengua de Schiller a mi querida, y soara con la libertad germnica: l caminara envejecido como el tiempo, fastidiado como un muerto, desengaado por la experiencia, colgndose al cuello, como si fuese un cencerro, un ruido, del que al cabo de un cuarto de hora se encontrara ms cansado que del estrpito de las aguas del Reuss. No se efectuar el cambio; un acostumbro a hacer tratos ventajosos para mi. El estudiante prosigue su marcha, y me dice quitndose y volvindose a poner su gorra teutnica con una pequea inclinacin de cabeza: Permitidme. He aqu otra sombra que se desvanece. El estudiante ignora mi nombre, me ha encontrado y no lo sabr nunca: me complazco con esta idea; aspiro a la oscuridad con ms ardor que en otro tiempo deseaba la luz; esta me incomoda porque ilumina mis miserias, o porque me manifiesta objetos de que ya no puedo gozar: me apresuro a entregar la antorcha a mi vecino.Tres mozalbetes se divierten en tirar al blanco con la ballesta: Guillermo Tell y Gessler se encuentran por todas partes. Los pueblos libres conservan la memoria de los fundadores de su independencia. Preguntad a un pobre de Francia si ha lanzado la segur en memoria del rey Hlowigh, o Klodwig o Clodoveo.Camino de San Gotardo.Al salir de Amsteg, el nuevo camino del San Gotardo forma muchas revueltas por espacio de dos leguas, acercndose unas veces al Reuss, y apartndose otras cuando el torrente se ensancha. Sobre los relieves perpendiculares del paisaje se ven laderas rasas o cubiertas de hayas, picos que se elevan hasta las nubes, especies de cpulas llenas de hielo, cimas peladas hoque conservan algunos trozos con nieve como si fuesen mechones de canas: en el valle puentes, columnas de madera ennegrecidas, nogueras y rboles frutales, que ganan en el lujo de sus ramas y su hojas lo que sus frutas pierden en suculencia. La naturaleza de los Alpes convierten en silvestres a aquellos rboles, la savia se abre paso a pesar de la pa del injerto: un carcter enrgico rompe los lazos de la civilizacin.Un poco ms arriba, en el borde derecho del Reuss, la escena cambia completamente: el ro corre formando cascadas por un cauce pedregoso, por entre una doble y triple hilera de pinos, este es el valle del puente de Espaa en Canterets. En los lienzos de las montaas vegetan los alerces en las puntas de la pea viva; asegurados con sus races resisten el furioso embate de las tempestades.En el camino solo algunos pedazos de tierra sembrados de patatas manifiestan la presencia del hombre en aquellos sitios: es necesario que coma y que ande; este es el resumen de su historia. Los rebaos no se dejan ver, porque se hallan confinados a los pastos de las regiones superiores: no se encuentra ave alguna; no se trata de guilas: la grande guila cay en el Ocano al pasar por Santa Elena; no hay vuelo por elevado y fuerte que sea, que no se debilite en la inmensidad de los cielos. El aguilucho real acaba de morir: habannos anunciado otras guilas de julio de 1830, pero sin duda han descendido de su elevada regin para anidar con los pichones: jams arrebatarn cabras monteses con sus garras: debilitada con el domstico resplandor su temerosa mirada, jams contemplar desde la cima del San Gotardo el libre y brillante sol de la gloria de la Francia.Valle de Schoellenen.Puente del Diablo.Despus de atravesar el puente del Salto del sacerdote, y de dar vuelta a la aldea de Wassen, se sigue otra vez por la orilla derecha del Reuss: por una y otra orilla salta la blanca espuma de las cascadas sobre los cspedes tendidos como una verde alfombra por el camino que atraviesa el viaje ro. Por un desfiladero se ve el ventisquero de Ranz, que se enlaza con los de la Furca. Por ltimo, se entra en el valle de Schcellenen, en donde principia la primera subida del San Gotardo. Este valle tiene unos dos mil pies de profundidad y se halla encajonado en un peasco grantico: sus gigantescas paredes parece van a desplomarse. Las montaas no presentan ms que sus laderas y sus crestas ardientes y enrojecidas. El Reuss se precipita con estruendo por su alveo vertical lleno de piedras. Un pedazo de torren atestigua otro tiempo, como la naturaleza revela aqu siglos de que no hay memoria. Sostenido en el aire por machones a lo largo de las masas granticas, el camino, torrente inmvil, circula paralelo al torrente movible del Reuss. Por ac y por all, algunas bvedas de fbrica preservan al viajero de los aludes o masas de nieve que se desprenden, se anda todava un poco por un callejn tortuoso en forma de embudo, y de repente en una de las espirales de aquella especie de concha se presenta a la vista del viajero el puente del diablo.Este puente corta en el da el moderno mucho ms elevado, construido detrs de l, y que le domina enteramente: el puente antiguo, alterado de este modo, no parece ya ms que un corto acueducto de dos cuerpos. El puente nuevo, cuando se llega por la parte de la Suiza oculta la calcada. Para gozar de los colores del iris y de los cambiantes que forma la cascada, es preciso colocarse sobre el puente; pero cuando se ha visto la catarata del Nigara, ya no hay saltos de agua. Mi memoria opone incesantemente mis viajes unos a otros, montaas a montaas, ros a ros, bosques a bosques, y mi vida destruye mi vida. Lo mismo me sucede con respecto a las sociedades y a los hombres.Los caminos modernos de que es un modelo el del Simpln no producen el efecto pintoresco de los antiguos. Estos ltimos, ms atrevidos y ms naturales, no superaban ninguna dificultad, no se apartaban del curso de los torrentes, suban y bajab