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Sep - Oct 2013 No. 205 Año 34

Boletín Salesiano 205

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Boletín Salesiano 205, Septiembre Octubre 2013, Hay que salir! JMJ Rio 2013

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Sep - Oct 2013 No. 205 Año 34

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El Boletín Salesiano se distribuye gra-tuitamente a la Familia Salesiana y a los Amigos de Don Bosco.

El costo de la edición y distribución del Boletín Salesiano se cubre con las contri-buciones voluntarias de sus lectores.

Director: Heriberto HerreraDirección: Parroquia María Auxiliadora, 3a Av. Norte y Pasaje Don Rua, Apartado 2324, San Salvador, El Salvador Teléfono (503) 2526-9740 Fax (503) 2526-9739Correo electrónico: [email protected] [email protected]

Consejo de administración: Alejandro Hernández, Manuel Solano, Heriberto Herrera, Mauricio Ponce. Consejo editorial: Heriberto Herrera, José Mauricio Ponce, Zaida Na-varrete, Alejandra Rodríguez, Tania Cañas, Evelyn Carbajal.

Impresión: Imprenta Ricaldone. Final Av. Hno. Julio Gaitán. Santa Tecla. El Salvador Sitio web: Zaida Navarrete [email protected]

Distribución: Librería Salesiana 23 Calle Pte. y 5ª. Av. Nte. No. 335, San Salvador, El Salvador, C.A. Tel. 2235-3826; 2225-6221

Colaboradores en esta edición:Andrea Tornielli, Jorge Aguirre Pala-cios, Zaida Navarrete, Alejandra Ro-dríguez, Fabio Attard, Hugo Estrada,

CONTENIDO No. 205

JMJ RÍO 2013Llamados a anunciar el Evangelio 4Trabajo Pastoral 6Responsabilidad Social 7Discípulo Misionero Siembra 8Discípulo Misionero Entrenamiento 9Discípulo Misionero Construcción 10Solidaridad 11Esperanza 12Vía Crucis 13Drogas 14Poné a Cristo en tu vida 15Espero Lío 16Vayan sin miedo a servir 17El desafío de Francisco 18Los salesianos en la JMJ 20El mejor recuerdo 22Peregrinos digitales 23Testimonios 24

Meditación La fe tiene que ser probada 28

Entérate de las noticias de la semana, chatea, envía tus propias fotonoticias.

Presentación El Papa Francisco, al estilo de Jesús 1

Rector MayorPapa Francisco Luz y fuego 2

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El papa Francisco,

Quienes no pudimos gozar de la bendición de participar en directo de las multitudi-

narias celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, nos tuvimos que conformar con seguir a través de los medios de comunicación esa increíble ex-periencia de fe juvenil.

El Boletín Salesiano quiere ser el eco humilde de esa explosión contagio-

sa de fe celebrada a nivel mundial. Nos resulta imposible reflejar en su totalidad la magnitud de ese evento. Por eso se ha tomado la decisión de entresacar pasajes “fuertes” de los discursos del papa Francisco. A eso se añade algún que otro comentario sagaz de personajes que supieron interpretar el alcance profético de la presencia papal.

La primera impresión que nos quedó fue la desbordada multitud que se congregaba en cada evento, con el culmen de cuatro millones de personas en la misa final. Multitudes pacíficas, delirantes de alegría y fe.

Luego, por supuesto, la figura cen-tral del papa Francisco. Humilde, cercano, sonriente, incansable. Nada de discursos teológicos níti-damente hilvanados. Fueron ideas fuertes, atrevidas, provocadoras que lanzaba sobre todo a los jóve-nes para animarlos a ser apóstoles audaces de Jesús.

Sus mensajes fueron una sacudida casi eléctrica para despertar a una iglesia adormecida, burocrática, en-cerrada. Las palabras de orden eran tajantes: salgan, vayan afuera, a la periferia; busquen a los marginados, a los pobres; miren, toquen, abracen a la gente con cariño maternal.

No domesticar a los laicos; no ence-rrar a los jóvenes; dejar los aires de clericalismo y de prepotencia. Toda una revolución pastoral.

Por supuesto que la tajada del león le correspondió a los jóvenes. “Quie-ro que armen lío”. “Un joven que no proteste, no me gusta”, dirá a un entrevistador de TV brasileño. Todas las jornadas fueron un ejercicio de cariño exigente. El papa los quiere protagonistas.

Los gestos del papa Francisco eran tan elocuentes o más que sus discur-sos. El presentarse desprotegido, en vehículo económico, con su aparien-cia indefensa. ¿Qué diría usted, - le dice al mencionado periodista- de una mamá que va a visitar a su hijo encerrada en una cabina de cristal?

Nos va a costar asimilar esta revolu-ción que ha impulsado el papa con firmeza incuestionable.

Heriberto [email protected]

al estilode Jesús

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P. Pascual chávez, RectoR MayoR

Con sus gestos, sus actitudes y sus intervenciones el papa Francisco ha iluminado la mente, ha puesto fuego en el corazón y ha robustecido la voluntad de todos para ser de verdad “discípulos y misioneros de Cristo”, en-viados al mundo, sin miedo, para servirlo y transformarlo.

De modo particular he valorado el conjunto de los tres com-ponentes - gestos, actitudes

y pensamiento – que forman una unidad y nos ayudan a comprender mejor la figura del Papa Francisco. Todo ello explica su fuerza moral, su libertad para actuar y hablar, su profetismo. Solo así se puede dar el valor justo a todo lo que hace y dice en el ejercicio de su ministerio petrino. Solo así se acoge la visión

de la Iglesia que el Papa tiene y que se siente llamado a promover. Solo así se puede ver mejor su forma de gobierno: partir de la realidad - a la que es muy sensible- para impulsar procesos de cambio, buscando la unidad más que la exasperación de los dinamismos sociales, a través de una cultura del diálogo y a través de un respeto a la diversidad, bien consciente del papel insustituible de la Iglesia y su colaboración en la reconciliación de este mundo fracturado.

Se trata de una Iglesia libre de la mundanidad espiritual, de la ten-tación de congelarse en su cuadro institucional, de la tendencia al aburguesamiento, de la cerrazón sobre sí misma, del clericalismo. Una Iglesia que sea verdaderamente el cuerpo del Verbo hecho carne y, como El, encarnada en este mundo, resplandeciente en los más pobres y sufrientes. Su servicio es ofrecer

a Cristo y los valores del Evangelio para la necesaria transformación de la sociedad. Una Iglesia que no puede reducirse a ser una pequeña capilla, sino que es – sobre todo – una casa para toda la humanidad. En su corazón está el deseo de una Iglesia connotada por la apertura y la acogida de todos, por la diversidad de las culturas, de las razas, de las tradiciones, de las confesiones reli-giosas. Tal apertura y tal acogida son posibles a través de una cultura del diálogo y del encuentro que haga posible la unidad en el respeto de la diversidad. Una Iglesia que sale por las calles para evangelizar y servir, alcanzando las periferias geográfi-cas, culturales y existenciales. Una Iglesia pobre que privilegia a los pobres convirtiéndose en su voz y dándoles la voz para superar la indiferencia egoísta de quien tiene más y la violencia desesperada de quien se siente cada vez más ex-plotado y defraudado. Una Iglesia que presta una justa atención y la relevancia debida a las mujeres, sin las cuales, ella misma corre el riesgo de la esterilidad.

De los casi veinte discursos pro-nunciados, los más importantes y programáticos han sido – desde mi punto de vista – los dirigidos a la Conferencia Episcopal Brasileña y

Papa Francisco en Brasil:

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a los dirigentes sociales; además, naturalmente, de los mensajes diri-gidos a los verdaderos protagonistas de las JMJ, los jóvenes.

Dirigiéndose a los obispos brasile-ños, el papa Francisco ha comen-zado su intervención presentando el documento de Aparecida como clave de lectura para la misión de la Iglesia. Esa, de hecho, no tiene la potencia de los trasatlánticos porque es una simple barca de pescadores. Dios se manifiesta en ella a través de medios pobres y el éxito pastoral no se sustenta sobre la eficiencia humana, sino sobre la creatividad de Dios. La Iglesia está llamada a transformarse, vez por vez, recordando que el misterio penetra en la gente a través del co-razón y no podemos reducirlo a una explicación racional. El santo Padre ha presentado a los obispos el icono de Emaús como clave de lectura del presente y del futuro haciendo una innovadora interpretación eclesiológica y no cristológica. Ha querido hacernos comprender que el abandono de la Iglesia es debido al hecho de haber quedado reducida a una reliquia del pasado, incapaz de dar respuesta a los problemas y a los desafíos del hombre de hoy. La Iglesia no puede escapar de la noche que está viviendo a causa de la huida de creyentes a los que se les había prometido algo más alto, más fuerte, más resolutivo y veloz. Desgraciadamente, la Iglesia parece haber olvidado que no hay nada más alto que Jerusalén, más fuerte que la debilidad de la cruz, más convincente que la bondad, que el amor, que la belleza, más rápido que el ritmo de los peregrinos cuyo paso debe coger la Iglesia para re-encontrar el tiempo de “estar con” los que acompaña, cultivando la pa-ciencia, la capacidad de la escucha y la comprensión de situaciones tan diversas. En fin, el Papa ha puesto de relieve las grandes prioridades que el episcopado brasileño debe tener en cuenta.

Dirigiéndose a los responsables de la política y de la cultura ha querido hacerlos conscientes de la hora histórica que estamos viviendo, de su responsabilidad en la solución de los conflictos, de la urgencia de redimir la política. Ha subrayado varias veces la importancia de promover la cultura del encuentro para vencer la dolorosa exclusión de los ancianos, a través de una sufriente eutanasia cultural que los sitúa en la imposibilidad de poder enriquecer la sociedad con su sabiduría, con sus valores. Una cultura del encuentro que debería eliminar el descarte social de los jóvenes, a los que les es negada, demasiadas veces, la posibilidad del trabajo y del futuro.

En sus mensajes a los jóvenes, la invitación ha sido a invertir las pro-pias energías, su misma vida, por causas positivas por las que vale la pena gastarla. De modo particular, les ha insistido en que Cristo es la gran causa que vale toda una vida. Les ha exhortado a que no tengan

miedo de hacer opciones valientes. Sirviéndose de metáforas les ha dicho que pueden ser el campo de Dios en el que crece, germina y fructifica la buena semilla; les ha invitado a entrenarse con el equipo de Dios y a ser atletas de Cristo; les ha invitado a trabajar en el campo de la transformación para renovar la Iglesia y ser agentes de cambio en la sociedad y en el mundo. Les ha pedido, finalmente, que como Cristo y junto a Cristo, vayan sin miedo a servir al mundo y lo enri-quezcan con el don del Señor y del Evangelio, comenzando siempre por el servicio a los propios amigos y compañeros, a todos los jóvenes con los que puedan contactar. En definitiva, en Río de Janeiro, el Papa Francisco ha hecho salir a la Iglesia a la calle, la ha llevado a las periferias, ha hecho escuchar su voz de Madre, le ha devuelto dinamismo y, así, con sus gestos y actitudes, nos ha enseñado qué Iglesia quiere y qué relación debe tener con el mundo.

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Llamados a anunciar

el EvangelioDios quiere que seamos misioneros. Donde estamos. Donde Él nos pone: en nuestra Patria, o donde Él nos ponga. Ayudemos a los jóvenes a darse cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados, es parte esencial del ser cristiano, y que el primer lugar donde se ha de evangelizar es la propia casa, el ambiente de estudio o de trabajo, la familia y los amigos.Ayudemos a los jóvenes. Pongámosle la oreja para escuchar sus ilusiones. Necesitan ser escuchados.

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Para escuchar sus logros, para es-cuchar sus dificultades, hay que estar sentados, escuchando quizás

el mismo libreto, pero con música diferente, con identidades diferentes. ¡La paciencia de escuchar! En el confe-sionario, en la dirección espiritual, en el acompañamiento. Sepamos perder el tiempo con ellos.

Sembrar cuesta y cansa, ¡cansa muchísi-mo! Y es mucho más gratificante gozar de la cosecha… Pero Jesús nos pide que sembremos en serio. No escatimemos esfuerzos en la formación de los jóvenes. San Pablo, dirigiéndose a sus cristianos, utiliza una expresión, que él hizo reali-dad en su vida: «Hijos míos, por quienes estoy sufriendo nuevamente los dolores del parto hasta que Cristo sea formado en ustedes». Que también nosotros la hagamos realidad en nuestro ministerio. Ayudar a nuestros jóvenes a redescubrir el valor y la alegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios. Esto es muy difícil, pero cuando un joven lo entiende, un joven lo siente con la unción que le da el Espíritu Santo, este “ser amado personalmente por Dios” lo acompaña toda la vida después. La alegría que ha dado a su Hijo Jesús por nuestra salvación. Educarlos en la misión, a salir, a ponerse en marcha, a ser callejeros de la fe. Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como la gallina con los pollitos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nuestra comunidad, en nuestra institución parroquial o dio-cesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Salir, enviados. No es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir por la puerta para buscar y encontrar. Em-pujemos a los jóvenes para que salgan. Por supuesto que van a hacer macanas. ¡No tengamos miedo! Los apóstoles las hicieron antes que nosotros. ¡Empujé-moslos a salir! Pensemos con decisión en la pastoral desde la periferia, comenzan-do por los que están más alejados, los que no suelen frecuentar la parroquia. Ellos son los invitados VIP. Al cruce de los caminos, andar a buscarlos.

La Jornada Munidial de la Juventud celebrada en Rio de Janeiro contó con 3.7 millones de participantes.

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El resultado del trabajo pasto-ral no se basa

en la riqueza de los recursos, sino

en la creatividad del amor. Cierta-mente es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planifica-ción, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma, sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes.

La Iglesia no puede alejarse de la sencillez, de lo contrario olvida el lenguaje del misterio, y se queda fuera, a las puertas del misterio, y, por supuesto, no consigue entrar en aquellos que pretenden de la Iglesia lo que no pueden darse por sí mismos, es decir, Dios. A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente. Sin la gramática de la simplicidad, la Iglesia se ve privada de las condiciones que hacen posible «pescar» a Dios en las aguas profundas de su misterio. El icono de Emaús como clave de lectura del presente y del futuro.

No hay que ceder al desencanto, al desánimo, a las lamentaciones. Hemos trabajado mucho, y a veces nos parece que hemos fracasado, y tenemos el sentimiento de quien debe hacer balance de una tem-porada ya perdida, viendo a los que se han marchado o ya no nos consideran creíbles, relevantes.

Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado leja-na de las necesidades, demasiado pobre para responder a sus inquie-tudes, demasiado fría para con ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta.

Hace falta una Iglesia que no tenga miedo a entrar en la noche de ellos. Necesitamos una Iglesia capaz de encontrarlos en su camino; capaz de entrar en su conversación; que sepa dialogar con aquellos discí-pulos que, huyendo de Jerusalén, vagan sin una meta, solos, con su

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propio desencanto, con la decep-ción de un cristianismo considera-do ya estéril, infecundo, impotente para generar sentido.

Trabajo pastoral

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La responsabi-lidad social re-quiere un cierto tipo de paradig-ma cultural y, en

consecuencia, de la política. Somos responsables de la for-mación de las nuevas genera-ciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos.

El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad.

El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que

logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad,

fraternidad y solidaridad: éste es el camino propuesto.

Aquel a quien la vida ha ungido como guía, ha de tener objetivos concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos. Pero también puede existir el peligro de la desilusión, la amargura, la indife-rencia, cuando las expectativas no se cumplen. Apelo a la dinámica de la esperanza que nos impulsa a ir siempre más allá, a emplear todas las energías y capacidades en favor de las personas para las que se trabaja, aceptando los resultados y creando condiciones para descu-brir nuevos caminos, entregándose incluso sin ver los resultados, pero manteniendo viva la esperanza, con esa constancia y coraje que nacen de la aceptación de la propia voca-ción de guía y de dirigente.

Quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los de-rechos de los demás y ante el juicio

de Dios. Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes, tenemos que buscarlo, tenemos que inserirlo en la misma sociedad. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación mo-ral con una responsabilidad social y profundamente solidaria.

Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación, cuando dialogan. La convivencia pa-cífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como pro-pia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas.

Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno en cambio. El otro siem-pre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como hu-mildad social, que es la que favorece el diálogo.

Responsabilidad social

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Jesús nos dice que las simien-tes que cayeron

al borde del ca-mino, o entre las

piedras y en medio de espinas, no dieron fruto. Creo que con honesti-dad podemos hacernos la pregunta: ¿Qué clase de terreno somos, qué clase de terreno queremos ser?

Quizás a veces somos como el camino: escuchamos al Señor, pero no cambia nada en nuestra vida, porque nos dejamos atontar por tantos reclamos superficiales que escuchamos. Yo les pregunto: ¿Yo soy un joven, una joven, atontado?

O somos como el terreno pedrego-so: acogemos a Jesús con entusias-

mo, pero somos inconstantes ante las dificultades, no tenemos el valor de ir a contracorriente. ¿Tengo valor o soy cobarde?

O somos como el terreno espinoso: las cosas, las pasiones negativas sofocan en nosotros las palabras del Señor (cf. Mt 13,18-22). ¿Tengo en mi corazón la costumbre de jugar a dos puntas, y quedar bien con Dios y quedar bien con el diablo? ¿Querer recibir la semilla de Jesús y a la vez regar las espinas que nacen en mi corazón?

La simiente puede caer en buena tierra. “Yo no soy buena tierra, soy una calamidad, estoy lleno de piedras, de espinas, y de todo”. Sí, puede que por arriba, pero hacé un

Discípulo misionero:

siembra

pedacito, hacé un cachito de buena tierra y dejá que caiga allí, y vas a ver cómo germina. Yo sé que ustedes quieren ser buena tierra, cristianos en serio, no cristianos a medio tiem-po, no cristianos «almidonados» con la nariz empinada, que parecen cristianos y en el fondo no hacen nada. No cristianos de fachada, sino cristianos auténticos. Sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de una libertad chirle que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento. Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido. Díganle a Jesús: Mirá Jesús las piedras que hay, mirá las espinas, pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco, para que entre la semilla.

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Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, que

seamos sus discípu-los, que «juguemos

en su equipo». ¿Qué hace un juga-dor cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que en-trenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor.

Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo; Jesús nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, allá en la vida eterna. Pero nos pide que pa-guemos la entrada. Y la entrada es

que nos entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo to-das las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe.

A través del diálogo con él, la oración. ¿Yo hablo con Jesús? O le tengo miedo al silencio. ¿Dejo que el Espíritu Santo hable en mi corazón? ¿Yo le pregunto a Jesús: Qué querés que haga? ¿Qué querés de mi vida? Esto es entrenarse. Pregúntenle a Je-sús, hablen con Jesús. Y si cometen un error en la vida, si se pegan un resbalón, si hacen algo que está mal, no tengan miedo. Jesús, mirá lo que hice, ¿qué tengo que hacer ahora? Hablen siempre con Jesús, en las

buenas y en las malas. Cuando hacen una cosa buena y cuando hacen una cosa mala. ¡No le tengan miedo! Eso es la oración. Y con eso se van entrenando en el diálogo con Jesús en este discipulado mi-sionero. Y también a través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia. A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar. Estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás, el servicio a los demás.

Discípulo misionero:

entrenamiento

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Cuando nuestro corazón es una t ierra buena

que recibe la Palabra de Dios, cuando «se

suda la camiseta», tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos, forma-mos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia.

Te pregunto: ¿Quieren construir la iglesia? Nos convertimos en construc-tores de la Iglesia y protagonistas de la historia. No se metan en la cola de la historia. Sean protagonistas. Jueguen para adelante. Pateen adelante, cons-truyan un mundo mejor. Un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad.

En la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; cada uno de nosotros es una piedra viva, es un pedacito de la construc-ción, y si falta ese pedacito, cuando viene la lluvia entra la gotera y se mete el agua dentro de la casa. Cada pedacito vivo tiene que cui-dar la unidad y la seguridad de la Iglesia. Y no construir una pequeña capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Jesús nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos.

Tu corazón, corazón joven, quiere construir un mundo mejor. No dejen que otros sean los protago-nistas del cambio. Ustedes son los

Discípulo misionero:

construcción

que tienen el futuro. Por ustedes entra el futuro en el mundo. Sean protagonistas de este cambio. Sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cris-tiana a las inquietudes sociales y políticas que se van planteando en diversas partes del mundo. Sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor. Queridos jóvenes, no balconeen la vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en el balcón, se metió.

Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor.

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Me gustaría hace r un llamamien-

to a quienes tienen más recursos, a los

poderes públicos y a todos los hom-bres de buena voluntad comprome-tidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario.

Nadie puede permanecer indiferen-te ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsa-bilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es, no es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra socie-dad, la que construye y lleva a un mundo más habitable; no es ésta, sino la cultura de la solidaridad; la

cultura de la solidaridad no es ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano. Y todos nosotros somos hermanos.

Ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ig-nora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella. No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte, porque somos hermanos. No hay que descartar a nadie. sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. Pensemos en la multiplicación de los panes de Jesús. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por

la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza.

Jóvenes, ustedes tienen una espe-cial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defrau-dados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. nunca se desa-nimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apa-gue. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo con el bien. La Iglesia los acompaña ofreciéndoles el don precioso de la fe, de Jesucristo, que ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Solidaridad

Solidaridad, una palabra a menudo ol-vidada u omitida, porque es incómoda. Casi da la impresión de una palabra rara… solidaridad.

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Cuántas di-f icultades hay en la

vida de cada uno, en nuestra gente, nuestras comuni-

dades. Por más grandes que pa-rezcan, Dios nunca deja que nos hundamos.

Ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y madres de familia, quisiera decirles con fuerza: Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona.

Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El «dragón», el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza. Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito,

el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de estos ídolos pasajeros.

Seamos luces de esperanza. Ten-gamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la genero-sidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo: espiri-tualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia, fraternidad, alegría; son valores que encuentran sus raí-ces más profundas en la fe cristiana.Quien es hombre, mujer de espe-ranza sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades. Dios nunca deja de sorprender, como con el vino nuevo del Evangelio. Dios guarda lo mejor para nosotros. Pide que nos deje-

mos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas. Confiemos en Dios. Alejados de él, el vino de la alegría, el vino de la esperanza, se agota. Si nos acercamos a él, si permanecemos con él, lo que parece agua fría, lo que es dificultad, lo que es pecado, se transforma en vino nuevo de amistad con él.

Si caminamos en la esperanza, dejándonos sorprender por el vino nuevo que nos ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro corazón y no po-demos dejar de ser testigos de esta alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña. Tenemos una Madre que intercede siempre por la vida de sus hijos, por nosotros. Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpe-tuo. Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor.

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Con la Cruz, Jesús se une al silencio de

las víctimas de la violencia, que ya

no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con la Cruz, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, y que lloran la trágica pérdida de sus hijos. Con la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que, por otro lado, se permi-te el lujo de tirar cada día toneladas de alimentos. Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga. Con la Cruz, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en la Cruz, Jesús está junto a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones

políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. Cuánto hacen sufrir a Jesús nuestras incohe-rencias. En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo con vos y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida.

La Cruz invita a dejarnos contagiar por este amor, nos enseña así a mi-rar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo a quien sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra, un gesto. La Cruz nos invita a salir de nosotros

mismos para ir al encuentro de ellos y tenderles la mano. Muchos rostros acompañaron a Jesús en el camino al Calvario: Pilato, el Cireneo, María, las mujeres… Yo te pregunto hoy a vos: Vos, ¿como quién querés ser.

Querés ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente, para salvar la vida de Jesús, y se lava las manos? Decime: Vos sos de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para otro lado, o sos como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado, como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura. Jesús te está mirando ahora y te dice: ¿Me querés ayudar a llevar la Cruz? Hermano y hermana, con toda tu fuerza de joven ¿qué le contestás?

Vía crucisJesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos.

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Hay muchas situaciones que necesi-

tan atención, cui-dado, amor, como

la lucha contra la dependencia química. Sin embargo, lo que pre-valece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ¡Cuántos «mercaderes de muerte» que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad.

No es la liberalización del consumo de drogas lo que podrá reducir la

propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóve-nes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro. Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expre-sar cercanía, afecto, amor.

Pero abrazar no es suficiente. Tenda-mos la mano a quien se encuentra en dificultad, al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez

sin saber cómo, y decirle: «Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres».

La parábola del Buen Samaritano habla de un hombre asaltado por bandidos y abandonado medio muerto al borde del camino. La gen-te pasa, mira y no se para, continúa indiferente el camino: no es asunto suyo. No se dejen robar la esperan-za. Cuántas veces decimos: no es mi problema. Cuántas veces miramos a otra parte y hacemos como si no vemos. Sólo un samaritano, un des-conocido, ve, se detiene, lo levanta, le tiende la mano y lo cura.

Drogas

Abrazar, abrazar. Todos hemos de aprender a abrazar a los necesitados, como San Francisco.

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Poné a Cristo en tu vida y encontra-

rás un amigo del que fiarte siem-

pre; “poné a Cristo” y vas a ver crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el cami-no del futuro; “poné a Cristo” y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda. Porque todos nosotros queremos tener una vida fecunda. Una vida que dé vida a otros.

Poné a Cristo en tu vida. En estos días, Él te espera: Escúchalo con atención y su presencia entusiasmará tu corazón. “Poné a Cristo”: Él te acoge en el Sacramento del perdón, con su misericor-dia cura todas las heridas del pecado. No le tengas miedo a pedirle perdón, porque Él en su tanto amor nunca se cansa de perdonarnos, como un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia!

Poné a Cristo en tu vida

Poné a Cristo. Él te espera también en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y Él te espera también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del amor, de la bondad, del servicio. También vos, querido joven, querida joven, podés ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo. Dejate buscar por Jesús, dejate amar por Jesús, es un amigo que no defrauda.

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¿Qué espe ro como conse-cuencia de la

Jornada de la Ju-ventud? Espero lío,

quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera. Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instala-ción, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos.

Yo pienso que esta civilización mundial se pasó de rosca, porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclu-sión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos. Exclusión de los ancianos, por su-puesto, porque uno podría pensar que podría haber una especie de eutanasia escondida; es decir, no se cuida a los ancianos; pero también está la eutanasia cultural: no se les deja hablar, no se les deja actuar.

La fe en Jesucristo no es broma, es algo muy serio. Es un escándalo que Dios haya venido a hacerse uno de nosotros; es un escándalo, y que haya muerto en la Cruz, es un escándalo: El escándalo de la Cruz. La Cruz sigue siendo es-cándalo, pero es el único camino seguro: el de la Cruz, el de Jesús, la encarnación de Jesús. Por favor, no licuen la fe en Jesucristo. Hay licuado de naranja, hay licuado de manzana, hay licuado de banana, pero, por favor, no tomen licuado de fe. La fe es entera, no se licua. Es la fe en Jesús. Es la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, que me amó y murió por mí. Entonces: Hagan lío; cuiden los extremos del pueblo, que son los ancianos y los jóvenes; no se dejen excluir, y que no excluyan a los ancianos. Segundo: no licuen la fe en Je-sucristo.

Lee las bienaventuranzas, que te van a venir bien. Y si querés saber qué cosa práctica tenés que hacer, lee Mateo 25, que es el protocolo con el cual nos van a juzgar. Con esas dos cosas tienen el programa de acción: Las bienaventuranzas y Mateo 25. No necesitan leer otra cosa. Se los pido de corazón.

Espero lío

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Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evan-gelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio, de la voluntad de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha venido antes a nosotros y nos ha dado, no nos dio algo de sí, sino se nos dio todo él, él ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor y la misericordia de Dios.

Vayan sin miedo

a servir

Jesús no nos trata como a esclavos, sino como a per-sonas libres, amigos, her-

manos; y no sólo nos envía, sino que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor.

El evangelio no es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedo-res. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor.

Puede que alguno piense: No tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?

No tengan miedo. Cuando va-mos a anunciar a Cristo, es él mismo el que va por delante y nos guía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha prometido: «Yo estoy con ustedes todos los días». Y esto es verdad también para nosotros. Jesús no nos deja solos, nunca deja solo a nadie. Nos acompaña siempre.

Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros her-manos como hizo Jesús.

Quien evangeliza es evangeliza-do, quien transmite la alegría de la fe, recibe más alegría. Llevar el evangelio es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoís-mo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo.

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Es más, se puede decir que jus-tamente en el contacto con las personas, en el contacto con los

jóvenes -que lo recibieron extraor-dinariamente-, Bergoglio demostró una energía fuera de lo común. No hubo problemas de seguridad, a pesar de las polémicas que des-encadenó el Papa mismo con la decisión de no usar el “papamóvil” blindado. Además, sorprendió la decisión de Bergoglio de recorrer las vías de Río de Janeiro a bordo de una Fiat. El coche más pequeño y modesto de toda la flotilla papal. El rasgo característico de la semana que pasó Francisco en Brasil fue la enorme cordialidad que se vivió en

los encuentros, la disponibilidad para acercarse a todos, sin ningún proble-ma, sin llevar un séquito papal de prelados y asistentes y con el menor número posible de guardaespaldas. El viaje a Brasil fue decisivo por la fuerza de los mensajes. Más que por los discursos, el nuevo Papa apostó por los gestos y los signos. La visita a unaa favela fue el mo-mento culminante, con Francisco feliz al encontrarse con los pobres de la favela, que hasta hace un año todavía era el escenario de feroces enfrentamientos entre traficantes y compradores de droga. A pesar de la lluvia y el lodo, Bergoglio estaba contentísimo abrazando a todos los

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El desafío de Francisco

El primer viaje internacional del nuevo Papa estuvo lleno de sorpresas. Sobre todo sor-prendieron la vitalidad, el aguante de Francisco, que en ningún momento ahorró sus fuerzas y, a pesar de las cansadas jornadas, nunca mostró cansancio.

que se le ponían delante. Durante la semana en Brasil, el Papa pronunció mensajes precisos para los políticos: invitó a seguir sin descanso la vía del diálogo y del encuentro, dijo que no era suficiente la “pacifica-ción” porque ninguna sociedad podrá tener paz si permanecen las desigualdades sociales. Pidió a los políticos un verdadero com-promiso para erradicar la pobreza. A los que protestan en las calles para cambiar la situación, Francisco recordó que la violencia nunca po-drá ser el camino correcto. Y que cualquier reforma verdadera parte siempre del corazón del hombre. Dos discursos del Papa tuvieron

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el sabor de “textos programáticos”. Francisco habló a la Iglesia y pidió un profundo cambio de mentalidad y de enfoque. Hizo una crítica más puntual y sistemática en contra del clericalismo en la Iglesia, en contra de los pastores burócratas y funcionarios, en contra de la Iglesia que confía demasiado en las estructuras, en contra de los enfoques pastorales “disciplinarios”, que privilegian los principios, las conductas y los procedimientos orga-nizativos, pero que “obviamente” no tienen ni cercanía, ni ternura ni caricias. Criticó las acciones pastorales que están planeadas de manera que no son cercanas y son incapaces de encontrar a los hombres y mujeres de hoy. Pero Francisco también denunció un enfoque que trans-forma a la Iglesia en una “Controladora”. Una “Iglesia-aduana” que controla la fe de las personas en lugar de favorecerla. El entusiasmo de los jóvenes y la urgencia del llamado a la misión quedarán impresos en los recuerdos de esta Jornada Mundial de la Juventud.

Andrea Tornielli, en Vatican Insider

No puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia

de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: «Vayan y hagan discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados.

La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo. Nuestra generación se mos-trará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio. Esto significa tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialida-des para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos. Con estas actitudes, anticipamos hoy el futuro que entra por el ventanal de los jóvenes.

Jóvenes: futuro del mundo

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Fiesta. Es la única palabra que viene a mi mente cuan-do recuerdo los momentos vividos con los salesianos en la Jornada Mundial de la Ju-ventud en Río.

La primera parada fue en la ciudad de Lorena en Sao Paulo, donde nos tocó vivir la semana

misionera como preparación a la jor-nada. UNISAL (Universidad salesia-na) fue nuestra casa por siete días.

Compartimos experiencias con salesianos de Austria y Guatemala, además de algunos colombianos que se hospedaron cerca.

Cada día compartimos el café de la mañana y la visita a los oratorios. Se hicieron grupos al azar entre centroaméricanos, austríacos y brasileños para salir a la misión que consistía en bendecir las casas de la comunidad, en su mayoría hogares de escasos recursos.

En español, portugués e inglés las bendiciones se hacían efectivas. Por la tarde volvíamos al hogar temporal y compartíamos la misa, cada día

en una lengua distinta. Al final de la pre-jornada los brasileños nos prepararon una gran celebración a su estilo. Se entronizó la Biblia entre baile y música, al igual que la presentación de ofrendas. Bailamos salesianamente toda la noche y luego a despedirnos porque los días intensos se acercaban.

Llegamos al Colegio Salesiano Santa Rosa, en Niterói. Al inicio, el acomodo fue un poco difícil porque éramos demasiados. Cada rincón del colegio fue ocupado por algún joven salesiano durmiendo en su sleeping bag.

Por la mañana había que hacer filas interminables para lograr un baño, tiempo que se utilizaba para conversar en francés, inglés, italiano o lo que fuera. Después debíamos recoger el desayuno, y a la calle para asistir a las catequesis propias de la jornada.

El miércoles 24 los pertenecientes al Movimiento Juvenil Salesiano se reunieron para una fiesta salesiana en el Colegio Santa Rosa. Fuimos alrededor de seis mil jóvenes sale-sianos en un solo lugar.

A la entrada, payasos y música reci-bían a las delegaciones. El clima no ayudó. Una lluvia incesante preten-día arruinar el panorama, pero no lo logró. Con capas y sombrillas los jovenes se distribuyeron en diversos ambientes.

En la cancha, un gran escenario donde los jóvenes de Argentina pre-sentaron el Musical de Don Bosco. En los pasillos, mimos, payasos e intercambio de pulseras y recuerdos. En las áreas de comida, imágenes gigantes de Madre Mazzarello y Don Bosco.

Fotos, chistes, risas; y compartir en tantos idiomas que respondía con gran algarabía al grito de ¡Viva Don Bosco!

Un silencio profundo resonó en los corazones de todos frente al Santísimo para después escuchar atentamente las buenas noches del Rector Mayor y Madre General.

Así nos preparamos para el en-cuentro con el Papa Francisco, con el amor de cada salesiano que nos atendió, con las palabras elocuentes de Don Pascual y Sor Yvonne, con la hermandad y la alegría de ser salesianos.

Zaida Navarrete

Los salesianos en la JMJ

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Delegación de peregrinos salesianos de Guatemala. Delegación de peregrinos salesianos de El Salvador.

Brasileños rindieron tributo a la visita del papa con vistosas obras de arte en la playa.

La lluvia incesante obligó a ser creativos.

Encuentro de peregrinos, El Salvador, Colombia y Angola en Aparecida.

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Vea más fotografías de la JMJ RIO 2013(Tu celular, tableta o iPad debe tener acceso a internet)

Delegación de peregrinos salesianos de Costa Rica.

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Una de las actividades más sen-cillas, populares y divertidas, de la JMJ es el intercambio

de recuerdos entre los peregrinos. Cada pequeño recuerdo es como un objeto de colección representativo de cada país.

Por supuesto yo, en mi más absoluta quiebra, también pensé en llevar algunos recuerdos sencillos. Baratos. Así que opté por algunas medallitas que tuvieran un significado especial para mí. No me pareció suficiente. Entonces pensé que seguramente habría estampitas con la imagen de monseñor Romero en venta. Compré apenas 15 y decidí pegar frases de Romero en el terrible es-pacio vacío. Llevé, además, muchas más estampitas con la imagen de El Salvador del Mundo.

Ya en la jornada, entregué con mu-cho orgullo mis imágenes. Estaba feliz con mis sencillos recuerdos y quería entregarlos a los jóvenes que iba conociendo. Entonces mi compañera periodista dijo algo que me sacudió: - Uno de mis mayores sueños sería regalarle al Papa una estampa de Don Bosco.

¿Regalarle al Papa? ¿Es eso posible? ¿Por qué no se me ocurrió eso a mí? No es posible. Es utópico pensar que se puede llegar tan cerca del mayor jerarca del Iglesia Católica entre tanta gente. ¿Para qué soñar con algo tan remoto?

Ella había trazado una meta mucho más alta para sí: tener fe en que, si Dios así lo quería, podría tocar a Francisco. La fe no pretende recibir todo lo que pedimos, sino en creer que Dios nos dará lo que Él quiera darnos. Es cuestión de saber creer.

Entonces empecé a creer. ¿Y si yo también pudiera entregar al Papa alguna de mis estampas de monse-ñor Romero? Si mi compañera era capaz de llegar tan cerca, bien me le puedo pegar y colarme.

Esa tarde, entre las miles de per-sonas ansiosas por ver pasar a Francisco, me encontraba como a tres filas de la valla divisoria. Había llegado con la pequeña esperanza de entregar mi estampita a su San-tidad, pero ese mar de gente aplastó implacablemente mi ilusión. Incluso con la sorprendente costumbre de Francisco de romper el protocolo, era poco realista pensar que él se bajaría del papamóvil, se abriría paso entre la multitud, se dirigiría directamente a mí. -¿Cómo te va? ¿Tenés algo para mí?. Y me extende-ría su mano para recibir la estampa. Como recurso de último minuto, se me ocurrió que, mientras levantaba la cámara con un brazo, con el otro sostendría en alto la estampa. Quizá no podría dársela en sus manos. Era perfectamente posible que, si él miraba en mi dirección, podría ver la imagen. Me bastaba con eso. Fueron minutos nerviosos, emo-

cionantes. Alguien tuvo la feliz ocurrencia de pasar sobre nuestras cabezas a una pequeña niña para que Francisco se detuviera. Eso mar-có la diferencia. El Papa se detuvo y abrazó a la niña. Lo vi.

Y el Papa me vio a mí. De hecho, vio a toda la delegación de mi país. Sucedió algo mágico: cada quien pudo sentir su mirada de forma individual, como si hubiera mirado fijamente a los ojos de cada uno. Como si se hubiera abierto paso en-tre la multitud y se hubiese dirigido directamente a mí… No miento. Al ver el video que grabé, es posible identificar el mo-mento preciso en el que la mirada de Francisco se posa sobre mí.

Pasó tanto tiempo entre el mo-mento en que alcé mis brazos con la estampa y el momento en que el Papa llegó, que no puedo decir con seguridad si tenía la estampa en alto cuando me vio. ¿Bajé ese brazo y sostuve solo la cámara? ¿Tenía la estampa a la altura suficiente para que él la viera? No lo sé. Nunca lo sabré. Quiero creer que fue así. Y que esa mirada que el Papa me dirigió tiene mucho que ver con esa sencilla imagen. Y que esa mirada que Francisco me dirigió tenía mu-cho de complicidad.

José Aguirre Palacios, peregrino salvadoreño

El mejorrecuerdo

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Para quienes no pudimos vivir la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, las redes so-

ciales nos ayudaron a convertirnos en peregrinos digitales. Puede ser que no hayamos vivido las aventuras con las que los asistentes tuvieron que lidiar, pero sí compartimos la experiencia de ver y escuchar al papa Francisco en tan histórico viaje.

Tuve la oportunidad de monitorear el desarrollo de la JMJ a través de diferentes redes sociales. La infor-mación era instantánea: un mar de fotografías, tuits, likes y transmisión en vivo desde varios sitios web me permitían ser una peregrina digital a un click de distancia. El mensaje del Papa era accesible para todo usuario. A los internautas poco familiarizados con la tecno-logía veloz de las redes sociales les bastaba ver la actualización de algún sitio web católico o un perió-dico nacional en línea. Quienes podían seguir la JMJ des-de sus lugares de trabajo podían hacerse fans de la página oficial en facebook, seguir el canal oficial en youtube o conectarse a alguna transmisión en vivo. Los que estaban dis-puestos a seguir paso a paso la gran fiesta de la juventud podían permanecer conectados las 24 horas del día. Así quedaban a su alcance los mensajes del papa, las

fotografías de los peregrinos en instagram, los hashtags oficiales en twitter, dar like a las publicaciones oficiales y no oficiales, retuitear aquellas frases del papa que más le llegaban al corazón. Desde la llegada del papa Francisco, aparecieron en twitter más de tres millones de menciones relacionadas con la JMJ Río 2013. Era abrumador ver la gran cantidad de tuits de jóvenes en todas partes del mundo que deseaban estar en Río. Como también, la avalancha de retuits de los mensajes del papa que, casual-mente o a propósito, podían resu-mirse en 140 caracteres sin perder su fuerza evangelizadora. Desde mi condición de peregrina di-gital, pude captar la densidad emo-tiva que el papa Francisco irradiaba: su rostro amable, siempre alegre; accesible al romper protocolos, caminar entre la gente, saludar con abrazo cálido, lanzar mensajes reta-dores, bendecir a niños y enfermos. Es así como imagino a Jesús en el sermón de la montaña, en su pre-

dicación a la orilla del mar, caminando por los pueblos de Galilea. Todos querían

verlo, tocarlo, tener un encuentro con él. Si las redes sociales hubieran existido en el tiempo de Jesús, la cobertu-ra de sus encuentros hubiera sido parecida a la de esta Jornada en Río.

Peregrinos digitales

Puedo afirmar que estuve ahí y me sentí parte de una iglesia joven, con el reto de salir a la calle y evange-lizar. El mensaje y la bendición me llegaron también a mí y a todos los que vivieron la JMJ a través de las redes sociales.

Alejandra Rodríguez

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La JMJ ha sido una experiencia reno-vadora de fe, que superó todas mis expectativas. Esta es mi primera ex-periencia y me dejó con la energía y convicción de que este es el camino que quiero seguir. La invitación del papa Francisco “Vayan, sin miedo, para servir” me alientan a seguir tra-bajando. Reafirma además mi sale-sianidad cuando dijo: “¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. Éste es el camino que hay que recorrer”. Se me ilumino el rostro cuando escuché esto y muchas respuestas vinieron a mí. Dios me habló. Ahora mi responsabilidad es transformar esas palabras en vida.

Viví momentos intensos con el papa. Experimenté nuevos modos de orar. Reflexioné sobre mi misión de evan-gelizar donde me encuentre. La di-versidad de culturas unidas por una misma religión fue lo que mas me impactó. Estoy muy motivada para comprometerme por la juventud y mi religión. Creo en las palabras del papa cuando dijo que Jesús está con nosotros, que debemos ir a evangelizar y proclamar todo lo que hemos recibido.

Ha marcado notablemente mi vida. Ha dejado una huella imborrable de comunión, calor humano, misión, evangelización, fe y amor. El unir esfuerzos entre todas las casas sale-sianas para ir a esta fiesta me llenó de comunión fraterna. A pesar de las incomodidades, las largas colas y grandes caminatas, reafirmé mi fe al esforzarme para escuchar y vivir cada momento. Esta experiencia ha llenado mi corazón de fuerza y mucha paz. Ha dejado en mí el deseo de ser verdadero discípulo y misionero, de quedarme junto a Jesús e ir por el mundo haciendo discípulos a todos los pueblos.

“Vayan y hagan discípulos a todo las naciones”. Con esta frase me sentí llamada por Dios a servirle en la misión de Voluntariado de la JMJ. En agosto del 2012 recibí con alegría la noticia de haber sido acep-tada como voluntaria internacional. Comprendí que era una llamada de Dios para servir. Ser voluntario es abandonarte a la providencia de Dios. Mi servicio fue guiar visitas en español a los peregrinos que visita-ran la Igreja do Carmon da Antiga Sé, la primera catedral de Río de Ja-neiro. Amé mi servicio y comprendí que Dios nos da a cada uno la misión según nuestros talentos.

La JMJ es una experiencia de fe que marca y transforma mi vida para siempre. El encuentro con Cristo, con el santo padre Francisco y con los jóvenes de todo el mundo renue-va y fortalece mi compromiso en la construcción de la civilización del amor. No estoy solo, soy parte de la gran familia, la Iglesia católica. En ella, jóvenes de los cinco continentes trabajan día a día con alegría por llevar el mensaje que Cristo nos ha encomendado. Unidos en oración, en la eucaristía y guiados por nues-tra madre la Virgen María, no debe-mos tener miedo a responder con generosidad al llamado que Cristo le hace a su Iglesia: Vayan y hagan discípulos a todas la naciones.

Fue un gran regalo de Dios haber participado en la Jornada Mundial de la Juventud y en el primer En-cuentro Continental del MJS. Ambas experiencias marcaron mi vida de joven salesiano. Nunca imaginé que encontraría miles de jóvenes que viven su fe con alegría y entusiasmo. Los cantos, bailes y dinámicas fueron pruebas que Jesús está vivo en sus vidas. Conocí a salesianos y sale-sianas que me dieron su amistad, testimonio y ánimos para seguir a Cristo bajo los ideales de Don Bosco. Esto me anima a comprometerme más en el trabajo pastoral y ser testimonio del amor de Dios para los jóvenes.

Testimonios

Iris Paredes, El Salvador

Tatiana Bogarín Villalobos, Costa Rica

Arnulfo Contreras, El Salvador

Gracia María Mena, Voluntaria. El Salvador

Rafael Morales Higueros. Guatemala

Reynaldo Selva Gómez. Nicaragua.

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En el papa Francisco no hemos escuchado palabras sobre la fe, pero hemos visto la belleza de la

fe en Jesús. Hemos visto gestos de caridad, de cercanía, de esperanza. Gestos que eran “homilías” conti-nuas que han tocado los corazones de todos. El ministerio del Papa en Río era un ministerio del gesto que se hizo palabra; hablaba a todos, y todos lo entendíamos, y muy bien. Gestos que nos hacen reflexionar mucho, ¡tal vez incluso, nos han puesto en crisis!

El lenguaje del papa Francisco es el testimonio. Su mensaje es el gesto simple y auténtico y por tanto con-vincente. No tiene nada de formal o artificial. Los jóvenes -que son observadores finos y sensibles a los gestos de fachada y a las palabras banales- han visto en las del Papa Francisco expresiones de profunda caridad, de total libertad, de com-pleta donación de sí mismo. Cuando saludó a los chicos en el escenario, en frente a los millones que tenía, por un momento desaparecieron; decía a quienes tenía delante que se sentía escuchado, bienvenido, una persona a la que daban toda su atención, su sonrisa, su bendición y, luego, tam-bién su palabra.

El lenguaje de la cotidianidad cons-tituye la teología del Papa Francisco. Los ejemplos tomados de la vida cotidiana esconden una sabiduría pedagógica que sabe entregar de forma directa, inmediata y perma-nente un mensaje fuerte; de hecho Jesús enseñó utilizando las parábolas. Para los jóvenes, después de escu-char a Papa Francisco, permanece la imagen de un amigo peregrino, que comparte con ellos lo que él es. No solo lo entienden rápidamente, sino que son impactados por lo que dice. No sienten arrogancia o prepotencia. No se sienten invadidos en su espacio personal e individual; por el contrario, quieren que se quede allí, a su lado.

Fabio Attard, SDB

El lenguaje del Papa es el testimonio.Los jóvenes lo entienden rápidamente.

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BS Don Bosco en Centroamérica26 BS Don Bosco en Centroamérica26

Los números de la JMJ 2013

3.5 millones de jóvenes participaron en las actividades de la JMJ

3.7 millones de personas asistieron a la misa de envío

427,000 peregrinos de 175 países

264 locales de catequesis en 10 regiones de la ciudad.

60,000voluntarios

600 actividades de jóvenes

25 idiomas

45% hombres

55% mujeres

60% entre 19 y 34 años

57% menores de 25 años

345 toneladasresiduosorgánicos

45 toneladasmaterialesreciclables

10% menos que la noche de Año Nuevo

3,200 barrenderos

Copacabana se entrega limpio el lunes a las 2:00 am

9 millones de personasmovilizadas por el transporte

8,800 autobuses urbanos6,438 autobuses fletados

11 estacionesmédicas

130 médicos35 enfermeras102 técnicos

60ambulancias

4780 llamadosmédicos

5100 funcionarios y policías5000 guardias

US$ 525,831,471desembolso de turistas

XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (Desde 1986)

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28 cardenales

644 obispos

6,400periodistas

Centro de prensa

7814 sacerdotes

632 diáconos

100 confesionarios

4 millones de hostias

13 millones en alcance generado

175,163 seguidores

3 millones de menciones

3.06 millones de visitas en la semana JMJ

6.42 millones de visitas

1.3 millones de participantes

21 idiomas en los perfilesde usuarios

150,000 seguidores

+10,000 descargas del App de la JMJ

www.rio2013.com

4 millones de visitas.2,35 millones de visitas únicas.

+3.500 materiales en 7 idiomas.

70 mil descargas

800 artistas

400,000 guías del peregirno

300,000 guías JMJ

1,100,000 de mapas de Rio

Flash MobMayor coreografía realizada por3.7 millones de personas

266o sucesor de San Pedro

19 Intervenciones en la JMJ RIO (Saludos, discursos, homilías, entrevistas)disponibles en: www.boletinsalesiano.info

6300 jóvenes en el encuentro del Movimiento JuvenilSalesiano América 2013en Niterói

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JMJ RIO 2013

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hugo estRada

Dice san Pedro: “La fe tie-ne que ser probada” (1Pe 1,7). Pedro pone una com-paración. Así como el oro es puesto en el crisol a altas temperaturas para que suelte la escoria, así la fe tiene que ser puesta en el crisol de la prueba para que se evidencie si es verdadera fe o aparien-cia de fe.

A sus apóstoles, el Señor les ponía pruebas de fe. Un día, cuando se habían alejado de

los poblados, el Señor les pregunta a los apóstoles qué se puede hacer para darles de comer a todos aque-llos que lo seguían: unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. San Juan, expresamente, dice que el Señor les estaba ponien-do una prueba. Inmediatamente, Felipe hizo un cálculo matemático y concluyó diciendo que eso era im-posible: ni con doscientos denarios

– una gran cantidad – se lograría so-lucionar el problema. Con su mente matemática, Felipe aseguró que no se podía hacer nada. El apóstol Andrés (Jn 6,8), por el contario, se metió entre la gente y encontró a un joven que ofrecía una canastita con cinco panes y dos pescados. Se los presentó a Jesús diciéndole que era lo único que había podido conseguir. A Jesús le gustó el gesto de Andrés, que no cerró el camino de solución al problema. Con cinco panes y dos pescados el Señor obró el milagro de la multiplicación de los panes. Alcanzó para todos y recogieron doce canastos con lo que sobró. Felipe perdió el examen de fe. Andrés nos enseñó a hacer lo que se pueda y ponerlo en las manos de Jesús para que sea Él quien obre el milagro.

Nuestras tormentas Durante una tormenta en el mar, los apóstoles, que viajaban con Jesús en la misma barca, ante una terrible tempestad, perdieron

el control por el miedo, aunque eran pescadores profesionales. En lo primero que pensaron fue en acudir a los remos, a las velas, a los cables a los recursos de emergencia. Por último acudieron a Jesús, que estaba durmiendo. Según Marcos, lo despertaron, de mala manera, diciéndole: “Maestro, ¿no te das cuenta de que vamos a perecer?” (Mc 4,38) . Primero, no lo llamaron Señor, sino Maestro. Segundo, rega-ñaron a su Señor. Ahora, nosotros nos preguntamos: ¿Podía dormir Jesús en aquella barca en la que entraba el agua por todos lados? ¿No era, más bien, que el Señor se hacía el dormido para ponerlos a prueba? Lo cierto es que, cuando el Señor con una palabra calmó la tempestad, les preguntó “Hombres de poca fe, ¿por qué dudaron? (Mt 8,26). Les faltó la fe. ¡Llevaban la Vida en la barca, y pensaban en la muerte!

El alumno haragán, para no tener que estudiar, se dice a sí mismo que ya sabe la lección. Es el examen el que va a definir si, de veras, ha

La fe tiene que ser probada

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estudiado y está preparado. Con fa-cilidad, en tiempo de bonanza, nos podemos autoengañar, creyendo que tenemos fe. Las pruebas que el Señor permite sirven de examen para ver si nuestra fe es débil o fuerte. Solo cuando estamos en el crisol de la prueba podemos saber si nuestra fe es auténtica.

La batalla de la fe

Fue san Pablo el que habló de la ba-talla de la fe. Es decir, nuestra fe no sólo debe ser probada, sino también debe defenderse de los ataques di-rectos del espíritu del mal. San Pablo nos aconseja ponernos el “escudo de la fe” (Ef 6,16). Bella imagen: la fe como un escudo contra las flechas encendidas de la duda, de las crisis de fe, que el demonio quiere provocar en nosotros. La fe debe cuidarse de los chiflones de increencia que soplan en nuestro mundo postmoderno. La fe debe ser continuamente alimentada con el aceite de la oración, de la medi-tación bíblica y de los sacramentos. Hay que hacer constar que la fe de ayer no me sirve para hoy. Es decir, el día de ayer pude haber tenido una fe muy fuerte; pero el día de hoy me he dejado debilitar por la falta de oración y acercamiento a la Palabra de Dios. Necesito renovar el aceite de mi lámpara que ya no brilla como antes.

San Pablo bellamente decía: “He peleado la buena batalla de la fe. He concluido la carrera” (1Tit 6,12). Pablo presenta la vida como una lu-cha por la fe. Como una carrera en la que, a veces, nos agotamos y creemos que ya no podemos seguir adelante.

También la Virgen María tuvo que ponerse el escudo de la fe ante tan-tos contratiempos en su vida, ante tantas cosas misteriosas de Jesús, que Ella, como humana, no podía

comprender. Momento cumbre de su lucha de fe para Jesús fue en el Calvario cuando se sintió abando-nado por Dios. Por eso gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Pero añadió: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Eso equivalía a decir que por fe confiaba que no iba a caer en el vacío de la desesperación, sino en las manos de Dios Padre.Mientras Pablo estaba en la cárcel, después que lo habían azotado y puesto en cadenas, Pablo no pensó que Dios lo había abandonado. Todo lo contrario, con fe comenzó a entonar alabanzas a media noche, en la cárcel. De esa manera, Pablo se estaba poniendo el escudo de la fe. De ninguna manera iba a desconfiar de Dios. De una manera valiente estaba dando testimonio de que, a pesar de su triste situación, su confianza descansa en las manos del Señor.

Ahora, Pedro duerme

Muy impresionante también es el caso de Pedro. Está en la cárcel. Acaban de matar a Santiago. Ahora le toca el turno a Pedro. Pero Dios

determinó liberarlo por medio de un ángel. Lo impresionante es que, cuando llega el ángel, lo tiene que mover para que se despierte y salga de la cárcel. Nosotros nos pregun-tamos: “¿Quién puede dormir en la víspera de su ejecución? Pedro dormía porque estaba poniendo en práctica lo que les había escrito a los cristianos, cuando les decía: “Echen en Él todas sus preocupaciones porque Él cuida de ustedes” (1Ped 5,7). Esa debe ser nuestra victoria en la batalla de la fe. Estar seguros de que el Señor está con nosotros. Como decía San Pablo: “Si el Señor está con nosotros, quién contra nosotros” (Rom 8,31). Lo mismo que afirma el Salmo 27: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿quién me hará temblar?

Como decía el Cardenal Carlos Ami-gó: Es indispensable una auditoría para darnos razón de nuestra fe. En qué creemos y cómo creemos. No podemos seguir tranquilamente, como el pueblo de Israel, con un montón de ritos y ceremonias, y que luego el Señor diga de noso-tros: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”(Is 29,13).

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El 6 de marzo de 1958 fui invi-tado, con mis compañeros de escuela, a celebrar la fiesta de

santo Domingo Savio. Se celebró en una pequeña capilla dedicada a San Juan Bosco, en Palmitos de Naranjo, Costa Rica. El Padre Bernardino Molina nos presentó la figura del pequeño santo canonizado por Pio XII en 1954 y nos invitó a escuchar un programa de radio llamado “Don Bosco sonríe”. Fue en ese programa donde empecé a conocer a Don Bos-co, su obra y amor por los jóvenes.

Formo parte de una numerosa familia. Me he sentido siempre acompañado por ellos en el camino hacia la vida religiosa y sacerdotal. Don Bosco decía: “El mejor regalo que Dios puede hacer a una familia

es un hijo sacerdote”. Agradezco a Dios el don de mi vocación salesiana y el llamado a la vida sacerdotal.

Cada día, al elevar la hostia con-sagrada y el cáliz con la Sangre de Cristo, pido a Dios que me ayude a ser fiel hasta la muerte. Las palabras del profeta Jeremías, son una reali-dad: Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tu nacieras, Yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las na-ciones” ( Jer. 1,5). Ese es el misterio de la vocación. No era yo el que había elegido, era Cristo que me había elegido, me había separado y esperaba algo de mí.

He trabajado en colegios, parro-quias, y ahora en la Ciudadela Don

Cuántas maravillas y prodigios has hecho por mí, Señor. (salmo 40)

El 5 de agosto de 1943, día de mi bautizo, el párroco preguntó a mi madrina: - ¿Cómo se llama

este niño? - Miguel Donato Antonio, respondió Antonietta. Debido a las costumbres del pueblo, mis dos primeros años de vida me los pasé vestido de san Antonio.

Nací en un pueblecito del sur de Italia, en una familia normal de clase campesina. Se puede decir que has-ta los trece años fui un pastorcito.Estoy celebrando cincuenta años de salesiano. En la Navidad de 1963 hice mi profesión religiosa en la capilla de Ayagualo, El Salvador, siendo inspector el P. Segundo De Bernardi. Ese día le di a Dios el sí más sentido, decidido y comprometido de mi vida.

En 1949 llegó a mi pueblo el párroco P. Teodosio, ex salesiano, que marcó un poco mi vida. El introdujo en el pueblo la cultura salesiana. En 1953 lanzó a la aventura salesiana a seis niños, incluido yo. Primero nos enroló como monaguillos y, apenas terminada la primaria, habló con nuestros papás. El 4 de octubre de 1955 salimos para el seminario menor salesiano.

Al comienzo de mayo de 1962, en mi quinto año, escribí una carta ex-presando el deseo de ser misionero. El 24 de mayo recibí la respuesta positiva. El 17 de octubre, en el puerto de Génova nos embarcába-mos rumbo a América Latina. Tenía yo 19 años. Mi destino era Centro América. En Ayagualo, El Salvador, comencé el noviciado.

El 23 de junio de 1973 fui ordenado sacerdote en Italia.

En mi vida han influido fuertemen-te varios salesianos como P. José Atilano Rivera, P. Sergio Checchi, P. Aldo Turco, P. Luis Ricceri, P. Juan Raineri y el hermano coadjutor don Sebastián Eberl.

En 1981, con tres jóvenes, funda-mos los programas de pastoral ju-venil Escoge, Eje y Ene, que todavía existen.

Sigo feliz porque de Dios fue la iniciativa de llamarme y me sigue acompañando fielmente.

P. Oscar Rodríguez Blanco

Bosco de Soyapango, El Salvador. Tengo la oportunidad de estar al contacto con muchos jóvenes. Ellos son la razón de ser de nues-tra congregación, sin ellos la vida salesiana carece de sentido. Tengo cincuenta años de ser salesiano. No me arrepiento de haber entrado a la Congregación.

Invito a los jóvenes a trabajar con él en la viña del Señor. Nos promete pan, trabajo y paraíso.

P. Miguel Giorgio

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EN LA CASA DEL PADRE

P. Florindo Rossi1937 – 2013El P. Florindo Rossi murió inespera-damente el 24 de julio en su tierra natal, Italia, adonde había regresado después de haber vivido y trabajado durante 47 años en Centroamérica. En el año 2007 regresó a su pueblo natal, Sondrio, al norte de Italia, para someterse a un tratamiento prolongado debido a complicacio-nes graves de salud, de las que no logró recuperarse.

Llegó a El Salvador el año 1956, a la edad de 19 años, atraído por el sue-ño de dedicar su vida a la actividad misionera. Sus etapas de formación salesiana y sacerdotal las realizó en El Salvador y en Guatemala.

En 1968 fue ordenado sacerdote. Desde entonces alternó su servicio pastoral en ambientes salesianos de

Nicaragua y El Salvador. En ambos países su preferencia apostólica se orientó hacia los jóvenes más necesitados. El Centro Juvenil Don Bosco de Managua y la Ciudad de los Niños en Santa Ana, El Salvador, fueron las obras donde dejó lo mejor de sí.

De carácter alegre y extrovertido, su voluminosa figura era la encar-nación del optimismo. Gracias a su don de gentes y la simpatía que irra-diaba, logró canalizar importantes ayudas económicas al sostenimiento de obras destinadas a niños y jóve-nes carentes de oportunidades.

La experiencia de vivir entre los pobres compartiendo sus necesi-dades materiales le moldeó una personalidad sencilla. Vivía al límite de lo indispensable en su estilo de vida personal, con una sobriedad más bien franciscana.

Amigo de todos, era el centro natu-ral en cualquier reunión. Su voz do-minante y su figura imponente cap-turaban la atención. Con el lenguaje del pueblo teñido de italianismos se abría camino en cualquier ambiente social, desde los profesionales hasta la gente humilde.

Nunca llegó a hablar bien el español. Pero sí logró identificarse plenamen-te con la gente de estos países. El corazón lo tenía muy grande, y allí cupieron todos los niños y mucha-chos que gravitaron en torno a él.

San Salvador, El Salvador, 29 de junio de 2013.- La Universidad Don Bosco recibió en donación una aero-nave Boeing 727 de parte de FedEx para que sirva como avión escuela para los estudiantes de la carrera de técnico en mantenimiento ae-ronáutico.

En la ceremonia de entrega, el representante de FedEx traspasó a las autoridades de la universidad salesiana el avión que acababa de aterrizar procedente de Brasil.La Universidad Don Bosco creó en el año 2005 la carrera de técnico en mantenimiento aeronáutico en

El Salvador: Boeing 727 para la Universidad Don Bosco

colaboración con la empresa Aero-man, que funciona en el país y da mantenimiento a aviones de muy diversas líneas aéreas que operan en el continente latinoamericano.

Esa carrera cuenta actualmente con 300 estudiantes y 237 graduados, la mayoría de los cuales son con-tratados por Aeromán. El próximo año se transformará en ingeniería. El Boeing 727, que se encuentra en perfecto funcionamiento, servirá como avión escuela para los estu-diantes.

Según el representante de FedEx, es la primera nave aérea que esa empresa dona a una institución educativa en Centro América y la primera que dona a una institución salesiana en el mundo.

Salesian Missions, de New Rochelle USA, tuvo un papel importante en la gestión del traspaso de dicha donación.

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55 jóvenes listos para servir a todo el mundo

Alemania, julio 2013.- 55 jóvenes voluntarios y voluntarias partirán de Alemania para pasar un año al ser-vicio de los jóvenes desfavorecidos, colaborando en los proyectos de los Salesianos y las Hijas de María Au-xiliadora en América del Sur, África, Asia y Europa.La inspectoría salesiana alemana ha estado activa durante varios años en el campo del voluntariado internacional. Cada año, decenas de jóvenes se dirigen a las oficinas en Bonn y Benediktbeuern, infor-mándose acerca de las actividades de los salesianos en los diferentes países del mundo. El voluntariado es uno de los pilares del programa de la pastoral juvenil de la inspectoría y goza de una gran atención por parte de los jó-venes. Bajo el título de “Don Bosco

Volunteers” la inspectoría alemana ofrece un ejemplo concreto del compromiso social de acuerdo a las enseñanzas de Don Bosco. Los jóvenes voluntarios portan consigo esta experiencia a lo largo de su

Primeros sacerdotes salesianos de Sierra Leona

Sierra Leona, 20 julio 2013.- En la catedral de San Francisco de Sales, Mons. Charles Allieu Mathew Cam-pbell, Obispo de la diócesis de Bo, ordenó a los primeros sacerdotes salesianos de Sierra Leona.

En la homilía de la ordenación, el obispo dio su bendición también a los padres, familiares y amigos, e invitó a los jóvenes a estar atentos a la llamada de Dios.

El inspector, P. Jorge Mario Crisafulli, dio gracias al Señor por haber arrai-gado el carisma de Don Bosco en Sierra Leona después de veintiocho años de presencia en el país.

Los festejos fueron precedidos por la Asamblea Nacional del Movimiento Juvenil Salesiano sobre el tema

“Aquí estoy, me has llamado”. Esta-ban presentes los jóvenes del MJS de Sierra Leona con los representantes de Liberia. 150 jóvenes reunidos en un momento de oración y reflexión

vida e incluso después del servicio de voluntario continúan trabajando por los derechos de los jóvenes, haciendo una importante contribu-ción a la labor de los salesianos de la inspectoría.

sobre diversos temas, como por ejemplo, el Movimiento Juvenil Salesiano, el sistema preventivo, la vocación, la llamada a la santidad y al testimonio.

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Tú debes ser uno de ellos

Si tienes interés en la vocación salesiana, puedes dirigirte al salesiano más cercanosegún tu país de residencia.

SDBGuatemala: P. Miguel Alfaro, [email protected]; El Salvador: P. Manuel Gómez, [email protected] Honduras: P. Marvin Mena, [email protected]; Nicaragua: P. David Panezo [email protected]

Costa Rica: P. René Guzmán, [email protected]; Panamá: P. Augusto Gutiérrez [email protected]

Mi esencia de salesiano ha sido estar siempre en el patio, en el recreo, en el salón de clases, jugando basquetbol con los muchachos, en la iglesia y en el confesionario.

Ser puente entre Jesús y los jóvenes. Mi vida salesiana ha sido un volcán de fantasía y creatividad a través de la música y el deporte para acercar a los jóvenes más a Jesús.Vivo mi vida salesiana con gozo, ilusión, optimismo y entrega, sin reservas.

Entre los jóvenes me he sentido siem-pre bien.

P. Mario Madrid, salesiano sacerdote,

panameño.

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Carolina Elizasu

Pietro Braido

Sociológicamente hablar de la muerte o del final de la vida y del acompañamiento al mori-bundo parece algo en deshuso.Es necesario acompañar a las personas en el último peldaño de la vida.

El acompañamientoen fin de vida

Librería Salesiana 23 Calle Pte. y 5ª. Av. Nte. No. 335, San Salvador, El Salvador, C.A. Tel. 2235-3826; 2225-6221;

email: [email protected]

Don Bosco, y sus amistades espirituales

Eugenio Albuquerque

La santidad de Don Bosco es una santidad compartida, ama-sada gozosamente en el influjo de otros santos.

Juan Bosco, El Arte de educar

Pocos hombres han sentido como Don Bosco el problema de la educación de los jóvenes.El santo tenía prisa en echar a andar sueños y proyetos en favor de los muchachos que recogía por las calles de Turín.

Celebremos a MaríaMiguel Varela

Pretende aportar una mirada realista acerca de lo que signi-ficó para Ella, vivir a fondo la voluntad del padre.

Celebremos El RosarioMiguel Varela

Don Bosco, maestro de vida espiritual

Aldo GiraudoDesde sus comienzos, el pueblo cristiano comprendió que dón-de está María está Jesús.

Reflexiones escritas durante una peregrinación por los lugares de la vida de San Juan Bosco.

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