22
r ALFONSO MÚNERA fav,·;\ n:-, r la. ¡¡!;::<:os y Fv>.•c·,; C.rcGilllil .-: . . 1<,· FRONTERAS IMAGINADAS LA CONSTRUCCIÓN DE LAS RAZAS Y DE LA GEOGRAFÍA EN EL SIGLO XIX COLOMBIANO

1. Múnera - Panama La Última Frontera

Embed Size (px)

Citation preview

  • r ALFONSO MNERA

    fav,;\ n:-, e~,c1 :h~ r -.~ ::;~bra;ett la. !;::.c,; C.rcGilllil .-: . . f~t~ff!Y"i;;~ ~ 1

  • 88 FRONTERAS IMAGINADAS

    intelectuales caribeos, siguen ejerciendo una desconsoladora influencia so~ destinos de la cultura nacional. No obstante, en las tres ltimas-dcadas del pasado siglo un movimiento vigoroso de reafirmacin de la identidad desde abajo, desde lo popular, ha trado a la escena con un vigor inusitado la herencia afroamericana e indgena de los pueblos costeros. Todo parece indicar que, en contrava de la nacin predicada desde los celebrados ensayos de Caldas, y adoptada por las lites interioranas y costeras, slo aferrndose a sus propios proyectos de nacin, fundamen-tados en una larga historia de resistencias, que por fortuna comienza a reconstruirse, negros, indios y castas pobres en general superarn el pro-fundo trauma colectivo de las costas colombianas y de otros territorios: el de pueblos enseados, por una larga tradicin, a despreciarse.

    , ,

    PANAMA: LA ULTIMA FRONTERA?

    -No veo ms que negros -murmur Germaine, mientras el buque maniobraba an y, desde lo alto de la cubierta de pasajeros, vea acercarse lentamente un muelle en el que aguardaban dos filas de descargadores negros. Y su marido murmur: -Naturalmente! -Por qu naturalmente? Ya que estaban a la entrada del canal de Panam, o sea, en Centro-amrica, no deberan haber visto indios? 1 DILOGO INICIAL DE LA GRAN NOVELA DE GEORGES SIMENON, BARRIO NEGRO, ESCRITA EN 1934-1935

    E l 3 de noviembre de 1903, Panam declar su independencia de Colombia, con el apoyo decidido del gobierno estadounidense. Ese da, ocho acorazados norteamericanos se encontraban estacionados en los ocanos Atlntico y Pacfico bajo las rdenes del vicealmirante Coghlan y el almirante Glass. El general colombiano Rafael Reyes, al frente de una pequea comitiva destinada a persuadir a los rebeldes de la conve-niencia de volver al regazo de la madre patria'" no pudo pisar Panam, y preocupado escribi al presidente aconsejndole mucha prudencia, para evitar as que 40 barcos de guerra norteamericanos se tomaran, adems de Panam, las ciudades de Medelln y Cali 2 La guardia colombiana en

    l. Georges Simenon, Barrio negro, Barcelona, Tusquets Editores, 1996. 2. Informes de Rafael Reyes al gobierno nacional, 22 y 23 de noviembre, y 4 de

    diciembre de 1903, en Ministerio de Relaciones Exteriores, Libro Azul. Documentos

  • 90 FRONTERAS IMAGINADAS

    Panam haba sido comprada una semana antes3. Un par de das despus de haberse enterado de la separacin de Panam, el presidente encargado de la re::blica de Colombia, Jos Manuel Marroqun, un anciano muy respetado, entre otras cosas, por haber escrito una poesa titulada La perrilla y una novela con el nombre de El Moro, acerca de la vida de un caballo en las sabanas de Bogot, se encontraba inmerso en la apa-cible lectura de una novela de amor de Paul Bourget, en el instante en que irrumpi en el saloncito de lectura el general Pedro Nel Ospina a proponde la declaratoria de guerra a los insurgentes4 .

    La noticia cay como un rayo para la mayora de los colombianos, que poco o nada saban de las cosas que pasaban fuera de los lmites de su localidad. Sin embargo, para aquellos que, por una u otra razn, haban seguido de cerca en los ltimos cinco aos las vertiginosas transformaciones que tuvieron lugar en el mar de los caribes el 1 took Panama de Teodoro Roosevelt, el presidente cazador de tigres, era un resultado apenas previsible.

    Pero, por qu era previsible? Qu haba pasado antes? Cmo se asumi en Colombia semejante acontecimiento? Tales, y apenas obvias, pregunt::s han sido rodeadas, extraamente, de la ms persistente forma de silencio y trivializacin que asunto alguno haya sufrido en la histo-riografa colombiana. Me propongo discutir este tema alrededor de dos aspectos centrales: a) la separacin de Panam como expresin simb-lica de la construccin de una nacin imperial en Estados Unidos; b) la separacin de Panam como metfora del fracaso en la construccin de la nacin colombiana.

    PANAM COMO COROLARIO DE LA GUERRA HISPANOAMERICANA DE 1898

    En 1524, tan slo 32 aos despus del arribo de Coln y sus marinos a tierra americana, Hernn Corts le escribi una carta a Carlos v, en la cual le deca que la unin del Atlntico con el mar del Sur vala ms

    diplomtiws sobre el canal y la rebelin del istmo de Panam, Bogot, Imprenta Na-cional, 1904, pp. 376-385.

    3. David Howarth, Panam. Four Hundred Years of Dreams and Cruelty, Nueva York, McGraw Hill Book Company, 1966, pp. 228-232.

    4. Eduardo Lemaitre, Panam y su separacin de Colombia. Una historia que parece novela, Bcgot, Banco Popular, 1971, p. 589.

    ..,.,

    -..

    ~

    i~' . ~

    j

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 91

    que la conquista de Mxico. Cinco aos ms tarde, lvaro de Saavedra, cumpliendo rdenes de Carlos v, levantaba los planos de un canal por Panam, mientras Pedrarias y Antonelli hacan lo propio para otro por Ni-caragua, y el adelantado Andagoya formulaba un presupuesto de la obra y tomaba las medidas del ro Chagres, que haban de utilizar, siglos despus, franceses y norteamericanos5.

    As de temprana y de persistente, como que dur cuatro siglos, fue la preocupacin de los imperios europeos y de las naciones modernas por construir el canal interocenico. Tres siglos despus de Corts, y an en medio de las batallas finales de la independencia, el Libertador Bolvar soaba con congresos continentales en Panam y daba instrucciones para propiciar la obra del canal.

    En el siglo XIX, la obsesin por el encuentro de los dos ocanos no fue slo de Bolvar. Fue tambin una prioridad de la poltica exterior de los funcionarios del imperio ingls, y posteriormente sera motivo de una cruzada nacional en Francia y origen de uno de sus mayores descalabros; pero, sobre todo, dicha obsesin estaba en la mente de los gobernantes estadounidenses, quienes, hasta la guerra civil provocada por la secesin de los estados del sur, en 1861, defendieron una poltica de neutralidad absoluta con respecto al canal. Es decir, la idea de que ningn gobierno, incluido el de ellos, poda controlar exclusivamente el funcionamiento de un canal interocenico en territorio americano6.

    Sin embargo, como escribira en 1900 con mucha lucidez Antonio Jos Uribe, ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, El fin de la guerra de Secesin marc el principio de una nueva orientacin en la poltica americana a propsito del canal7. En efecto, en 1869 el presidente de Estados Unidos, Ulises Grant, expres por primera vez la

    5. Antonio Jos Uribe, Colombia, Estados Unidos y Panam, Bogot, 1931, pp. XV y XVI; Carl Orwin Sawer, The Early Spanish Main, Berkeley, University ofCalifomia Press, 1966, p. 279.

    6. Alfred T. Mahan,

  • 92 FRONTERAS IMAGINADAS

    frmula que tomara cuerpo a finales del siglo: Un canal americano, en el suelo americano, que perteneciese al pueblo americano. Y en marzo de 1880 el presidente Hayes, en su mensaje al Congreso, dira categricamente lo siguiente:

    La poltica de este pas quiere un canal bajo el control americano. Los Estados Unidos no pueden consentir en abandonar ese control a ninguna potencia europea, ni a una combinacin de potencias europeas ... Un canal interocenico al travs del istmo americano cambiara de ma-nera esencial las relaciones geogrficas entre las costas del Atlntico y del Pacfico de los Estados Unidos y el resto del mundo. El canal llegara a ser la gran ruta ocenica entre sus costas del Atlntico y las del Pac-fico, y formara virtualmente una parte de la frontera martima de los Estados Unidos ... es el derecho y el deber de los Estados Unidos afirmar y mantener dicho control y una autoridad superior tal sobre cualquier canal interocenico que atraviese el istmo americano, porque es el nico medio de proteger realmente nuestros intereses nacionales8.

    La profunda crisis econmica y social sufrida por Estados Unidos a finales de 1880 detuvo por ms de una dcada los planes expansionistas de sus gobernantes y produjo con respecto al canal un retorno al viejo principio de la neutralidad absoluta ... pero slo hasta 1898. La interven-cin en la guerra hispanoamericana trajo consigo un cambio radical en la poltica oficial norteamericana, hasta el punto de que despus de 1898 Panam sera un escenario cada vez ms importante en la geopoltica del Caribe.

    Al comentar en un artculo de prensa publicado en 1900 la derrota de Espaa por parte de Estados Unidos y la posesin de Cuba por los norteamericanos, el excanciller Uribe deca lo siguiente:

    Las tendencias del partido imperialista de los Estados Unidos, hoy dueo del gobierno, justifican los temores que manifestbamos al prin-cipio de la guerra hispanoamericana, en el sentido de que, despus de Espaa, los principales amenazados somos nosotros, por la excepcional situacin de nuestro territorio9.

    8. /bid., pp. XX-XXI. 9. !bid., p. XXVI. La anterior afirmacin apareci en una serie de artculos que el

    exministro Uribe escribi entre 1898 y 1899 sobre la guerra hispanoamericana y sus con-

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 93

    Y no era para menos. El presidente William McKinley, en la euforia del rpido triunfo sobre Espaa, Y con la nacin unida por primera vez desde la guerra de Secesin, en su mensaje del 7 de diciembre de 1898 le hablaba al mundo en los siguienfes trminos:

    La construccin de un canal interocenico es hoy ms que nunca indispensable para la comunicacin pronta y rpida entre nuestras riberas orientales y occidentales ... nuestra poltica nacional exige ahora ms imperiosamente que nunca que dicho canal sea dominado

    b . 10 por nuestro go 1emo .

    Por qu resultaba tan urgente para Estados Unidos el canal, apenas unos meses despus de la guerra de 1898? Hay varias razones que ex-plican por qu este pedazo de tierra que era el istmo centroamericano, habitado en su mayor parte por gentes muy pobres, se convirti en el centro de las preocupaciones de la poltica exterior estadounidense.

    En primer lugar, al ocupar estratgicamente a Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y tener a Guam y las Filipinas en el Pacfico oriental, el istmo, ese pedacito de territorio alargado, era el obstculo para las comunica-ciones y el control rpido de las nuevas posesiones del joven imperio. En este sentido, la guerra del 98 haba sido el mejor escenario para comprobar las tesis del almirante estadounidense Alfred Mahan, quien sostuvo a principios de la dcada de 1890 que el control sobre el istmo y la construccin del canal eran el gran objetivo militar y econmico de Estados Unidos de Amrica. En dicha conflagracin, el barco de guerra Oregon haba demorado cerca de 60 das para navegar desde su base militar en el estado de Washington hasta La Habana. Con el canal habra bastado la mitad del tiempo para hacer el mismo recorrido11

    secuencias, en los cuales plante con extraordinaria lucidez los motivos de la expansin imperial norteamericana y vaticin su intervencin en el territorio colombiano. En 1931, Uribe sostuvo que en el mes de mayo de 1898, a raz de la declaracin de guerra de los Estados Unidos contra Espaa, casi toda la prensa de Colombia, especialmente la de la capital, aplauda la actitud de los Estados Unidos>>. En Uribe, p. xxv.

    10. /bid., p. XXIII. 11. Acerca de la importancia de Alfred Mahan y el desarrollo de la fuerza naval

    de Estados Unidos antes e inmediatamente despus de la guerra hispanoamericana, ver William E. Livezey, Mahan on Sea Power, University of Oklahoma Press, 1981, especial-

  • 94 FRONTERAS IMAGINADAS

    En segundo lugar, la victoria sobre Espaa fue, en especial, el triunfo en toda su extensin de aquellos sectores que tanto haban luchado inter-namente para que Estados Unidos abandonara de una vez por todas sus escrpulos aislacionistas. En particular, signific el reconocimiento de los intereses econmicos de la poderosa nacin, indisolublemente ligados ahora a la bsqueda frentica de nuevos mercados, a la participacin en la competencia mundial por esos mercados 12. En este contexto, el canal se convertira en la ansiada y poderosa palanca que movera el comercio mundial a favor de la industria y de los capitales norteamericanos; en otras palabras, sobre l recaera la responsabilidad del progreso mismo de la nacin. De modo que gracias al anal, Estados Unidos podra competir con Inglaterra y Francia, por ejemplo, por el control de las naciones del Pacfico centro y suramericano. Para principios del siglo XX, las transacciones inglesas superaban a las estadounidenses en una proporcin de tres a una. Slo una sexta parte de las exportaciones de Suramrica se diriga a los mercados estadounidenses, en tanto que la quinta parte de sus importaciones provena de la nacin del norte. Con la construccin del canal interocenico, sin embargo, Nueva York estara 4.640 kilmetros ms prxima que Liverpool de los puertos surameri-canos de Guayaquil, El Callao y Valparaso. Pero, a pesar de la sin duda enorme importancia de los mercados suramericanos y de sus potenciales

    mente los captulos IV y XI, y Chester G. Hearn, United States Navy, Londres, Salamander Books, 20J3, pp. 116-134. Sobre la importancia estratgica del istmo centroamericano ver Alfred T. Mahan, The Isthmus and Sea Power>>, pp. 59-104. Este ensayo de Mahan sobre el is:mo y el poder martimo se public primero en 1893 en The Atlantic Monthly Review, y es clave para entender el papel esencial que este estratega le adjudicaba al Caribe y a la construccin del canal en su teora imperial. Igualmente importante para comprender cmo era una prioridad militar el control del Caribe y del canal es la lectura de su otro ensayo, , en Mahan on Naval Warfare. Selections from the Writings of Rear Admira! Alfred T. Ma han, Boston, Little, Brown and Company, 1942, pp. 100-112, publicado inicialmente en Naval Strctegy, Compared and Constrated with the Principies and Practice of Military Operationf on Land, 1909.

    12. Mahan tena perfectamente claras las ventajas comerciales que se derivaran de la construccin del canal interocenico, en especial las que pondran a Estados Unidos en una situac:n ms favorable que Inglaterra para el comercio con las costas del Pacfico. Ver , pp. 85-86; Howard Zinn, A People History of the United Stc.tes, Nueva York, Harpers Perennial Edition, 1995, pp. 290-313.

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 95

    riquezas en recursos naturales, la mirada de Estados Unidos estaba puesta en el Lejano Oriente. China, en especial, era la gran presa detrs de la cual iban todos estos cazadores desenfrenados. Para Estados Unidos, por tanto, reducir la distancia que separaba el este industrial del mar Pacfico era de vida o muerte 13 .

    Las motivaciones econmicas y militares se han subrayado para explicar la intervencin de Estados Unidos en Panam, por lo dems solicitada por la lite panamea. Y, sin duda, desempearon un papel crucial en este lastimoso episodio, con el cual se abri el nuevo siglo americano. Sin embargo, hay un tercer aspecto, del cual poco se habla hoy, no obstante su extraordinaria influencia en la recodificacin del sentido mismo de nacin que estaba en marcha a finales del siglo XIX er: Estados Unidos. Adems, indispensable para una discusin sobre las causas y el impacto de la separacin de Panam en la repblica de Colombia. Ese tercer aspecto, digmoslo. as, pertenece al terreno de la ideologa, de las mentalidades o, en fin, de la cultura. Me refiero a la reformulacin del concepto de frontera, pieza clave del mundo mental, gracias al cual los estadounidenses se han explicado su propia historia, y construyeron, en la segunda parte del siglo XIX, en lo ms hondo de sus crisis sociales, su sentido contemporneo de nacin.

    En un trabajo clsico de la historiografa norteamericana, The Significance of the Frontier in American History, escrito para ser ledo en la reunin anual de la Asociacin de Historiadores Estadounidenses de 1893, su autor, el historiador Frederick Jackson Turner, sintetizaba el pesimismo intelectual, propio de la profunda crisis de la dcada de 189014. Segn Turner, el cierre de la frontera, entendida sta como los

    13. Sobre el canal del istmo como herramienta clave para ganar control sobre el Pacfico y Asia, ver Livezey, Mahan on Sea Power, pp. 206-223; Zinn, A People History, pp. 293-296; Mahan, , pp. 85 y 86, 99 y 100.

    1~ Frederick Turner, , in R. A. Billington (ed.), Selected Essays of Frederick Jackson Turner: Frontier and Section, Englewood Cliffs, 1961. Con este ensayo de Turner, el concepto de frontera acquiri una connotacin central en la historia estadounidense, y gener un mito de exl!aordinario poder en la creacin misma de la idea de la nacin en Estados Unidos, en el momento crucial de su expansin imperial. Pese a que sigue teniendo una gran influencia en la manera como perciben su propia historia una buena parte de los norteamericartos,la tesis de Turner sobre el papel de la frontera ha sido sometida a continuas crticas desde las

  • 96 FRONTERAS IMAGINADAS

    grandes espacios libres de las praderas, era la causa de la gran tragedia de finales de siglo en Estados Unidos. No haba ms tierras mticas del oeste para asimilar a los inmigrantes. Y el deterioro de la nacin era evidente porque la frontera era para Turner el espacio ideal que haba cumplido dos funciones centrales para la historia norteamericana, la primera de ellas de vlvula de escape. Estados Unidos haba logrado siempre superar los grandes problemas sociales, gracias a esa frontera que reciba el excedente humano, que llegaba por cientos de miles, despus de mediados de siglo. Los inmigrantes europeos, en especial los procedentes del sur y del este de Europa, reciban el influjo ben-fico de las tierras libres de Amrica y aprendan el nuevo sentido de la libertad y de la igualdad.

    La segunda misin de la frontera era quizs la clave de todo el asunto. La frontera era, segn Turner, el laboratorio de la democracia. Ella, el corazn de la gran democracia norteamericana, haba formado el carcter de la nacin, en particular las virtudes del individualismo, del trabajo duro, del optimismo y de la creatividad, la desconfianza en la intervencin del gobierno y la creencia en la autoformacin de las personas. La mtica frontera, pues, permita adems el renacimiento perenne de Estados Unidos. Era para Turner, tal como sostiene Alistair Hennessy, la fuente de la eterna juventud en la cual Amrica se baaba

    ya conocidas de Richard Hoffstaster, en su libro The Progressive Historians, Londres, Jonathan Cape, 1969, pp. 84-151. Recientemente, una nueva generacin de historiadores, cuyo centro de trabajo es la historia del oeste norteamericano, ha procedido a desmontar el mito de la frontera creado por Turner. Patricia Nelson Limercik, por ejemplo, ha es-crito que Turner fue, dicho de la manera ms suave, etnocntrico y nacionalista>>. Y ha sealado que la historia del oeste es sobre todo la historia de unos territorios sometidos por los mtodos de la conquista, y que sta no slo implica la lucha por los bienes ma-teriales, sino tambin la lucha por el dominio cultural. . Patricia Nelson Limerick, The Legacy of Conquest. The Unbroken Past of the American West, Nueva York, W.W. Norton and Company, 1987, ver especialmente pp. 17-32. Por su parte, S usan Johnson ha mostrado en un libro reciente la conquista del oeste como el conflicto de distintos grupos humanos, diferenciados por la raza, por el gnero y por la clase a la que pertenecan. En particular ha descrito con cierta eficacia el proyecto de hegemona cultural de los americanos blancos sobre los otros pobladores del oeste, implcito en la conquista de la frontera. S usan Lee Johnson, Roaring Camp. The Social World of the California Gold Rush, Nueva York, W.W. Norton and Company, 2000.

    ' "\,'

    ',;J.

    " ~;

    ;(

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 97

    continuamente y rejuveneca15 . En sntesis, La democracia americana -deca Turner- es fundamentalmente el resultado de la experiencia del pueblo americano en su relacin con el oeste16.

    En 1890 la frontera se haba cerrado, conclua este austero historiador de la Universidad de Wisconsin. De modo que los millones de inmigrantes que llegaban todos los aos se hacinaban en las ciudades, sin que la demo-cracia estadounidense pudiera ofrecer nada distinto de la contemplacin de su propia destruccin. Porque en las ciudades crecan los sindicatos, el clientelismo de los polticos inmigrantes, los partidos revolucionarios, pero no los autnticos valores de la nacin. En fin, era la nacin la que se des-trua, simple y llanamente porque no haba ms territorios que conquistar; aqu, pues, estaba la clave de la crisis. En medio de una larga depresin econmica y del crecimiento peligroso de una inmigracin que requera ser controlada, se impona la necesidad de abrir simblica y materialmente otra vez la frontera.

    No es pura coincidencia que el artculo de Alfred Mahan The Isth-mus and Sea Power>>, en el cual plantea que el canal interocenico era el objetivo central de Estados Unidos, apareciera en la prestigiosa revista Atlantic Monthly, a fines de 1893, o sea, el mismo ao en que Frederick Tunier haba ledo su famoso texto 17. El descubrimiento de los tericos de la expansin estadounidense de finales del siglo XIX estrib en percibir que los fragmentos de una nacin de inmigrantes, y de diversos grupos raciales y tnicos, que no acababa de cicatrizar las heridas de una gue-rra interna brutal, con una crisis econmica pavorosa, con un creciente descontento entre las masas de trabajadores y desempleados, no podan

    15. Alistair Hennessy, The Frontier in Latn American History, Albuquerque, Uni-versity of New Mexico Press, 1978, p. 7. Pese a que su visin de Latinoamrica resulta muchas veces simplista y dictada por estereotipos y prejuicios etnocntricos de moda en la historiografa ms conservadora de Estados Unidos y de Inglaterra en la dcada de los afios setenta, Hennessy utiliz por primera vez la tesis de Turner para establecer un anlisis comparativo del uso del concepto de frontera en Estados Unidos y en Latino-amrica. Al hacerlo, su libro tiene notables aportes a la reflexin de este fascinante tema. El profesor Hennessy fue durante varios aos director de The School of Comparative American Studies at the University ofWarwick, Inglaterra.

    16. Turner, Contributions of the West to American Democracy>>, en Billington, Selected Essays, p. 95

    17. Ver sobre Alfred Mahan la cita nmero 11.

  • 98 FRONTERAS IMAGINADAS

    juntarse sino a partir de la construccin de un nuevo concepto de nacin. Una nueva narrativa del poder. Si el oeste se haba cerrado, entonces, en el destino manifiesto, en la obra del pueblo elegido por Dios, haba que encontrar otra frontera 18. As pues, el resultado fue que, en la geografa mental que se les propuso a los ciudadanos estadounidenses, la nueva frontera sobre la cual haba que lanzar todas las energas de la nacin estaba ahora en el Caribe y su centro sera muy pronto situado en Panam. Poseerla, utilizo el trmino con plena conciencia de sus conno-taciones libidinosas (Roosevelt, por ejemplo, miraba a los colombianos como un pueblo de afeminados), constituy la principal prioridad de Estados Unidos. En realidad, esta idea tom cuerpo en la guerra de 1898 y es, quizs, desde el punto de vista de la experiencia estadounidense como nacin, su consecuencia ms importante. Y lo es porque no bas-taba con apoderarse de las Filipinas, Puerto Rico y Cuba, y proclamar estrepitosamente una victoria en la que pocos das despus los peridicos llamaban despectivamente la pequea guerra. En el mbito simblico haba que destruir una tradicin arraigada en el espritu norteamericano, pertrechado detrs de sus fronteras territoriales, siempre temeroso de la intromisin de las potencias europeas. La simple y descarnada realidad expansionista habra sido imposible de aceptar por un pueblo acostum-brado a pensarse a s mismo como el enviado por el Seor para construir en el vasto territorio de Norteamrica la democracia y la justicia humana. El presidente McKinley, por ejemplo, contaba que, victorioso de la guerra en Cuba, slo tom la decisin de autorizar la toma imperial de Filipinas por parte de Estados Unidos despus de una noche de terribles dudas, en la cual recibi un mensaje de Dios19.

    18. W.A. Williams, en su obra clsica, desarrolla esta relacin entre la conquista y el cierre de la frontera y la nueva poltica imperial norteamericana. Ver The Rise of the Modern American Empire, Nueva York, 1969.

    19. Howard Zimm narra en The People History, (pp. 305-306), la entrevista del presidente McKinley con un grupo de ministros religiosos norteamericanos, en la cual l les explica como lleg a la decisin de tomarse las Filipinas. La verdad -dice- es que yo no quera las Filipinas, y cuando ella vino a nosotros, como un regalo de los dioses, yo no saba qu hacer con ellas ... busqu consejo de todos los lados -demcratas y republicanos- pero obtuve muy poca ayuda. Yo pens que primero tomaramos Manila; entonces Luzn, entonces las otras islas, quizs, tambin. Yo caminaba por los pasillos de la Casa Blanca noche tras noche hasta la medianoche; y no me avergenza contarles

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 99

    La guerra hispanoamericana de 1898 y la consecuente posesin fsica, imperial, de territorios fuera de sus tradicionales fronteras exiga entonces una reconstruccin radical de su sentido de nacin. Eso se logr con la creacin de una nueva frontera martima, cuyo centro simblico se situara finalmente en Panam. De ese modo, los intereses econmi-cos, polticos y militares encontraban una convincente racionalizacin en un nuevo imaginario, fcilmente asimilable por el ciudadano medio norteamericano. La intervencin en Panam, cinco aos ms tarde, y la posterior construccin del canal, despus del fracaso estrepitoso de los franceses, es decir, de los europeos, fue todo un smbolo de la consoli-dacin de la nacin, de la nueva nacin construida a partir de 1898.

    En efecto, despus de acabar en 1898 con lo que restaba de la otrora poderosa Espaa, todo el poder del joven imperio se concentrara en el istmo centroamericano, su nueva frontera, y difcilmente se detendra. Haba slo un problema, aunque a fin de cuentas un problema menor, y ste consista en que el sitio finalmente elegido para construir el canal interocenico tena ya un dueo20. Le perteneca en aquel momento a Colombia, una repblica suramericana cuyo principal atributo, al igual que el de otras repblicas vecinas, radicaba en la proverbial facilidad con la cual su gente terminaba matndose entre s, apenas con brevsimos intervalos de paz21 .

    a ustedes, seores, que me puse de rodillas y le rec al Dios todopoderoso en ms de una noche, en busca de luz y de gua. Y una noche tarde la luz vino a m de esta manera -no s cmo vino, pero vino- : 1) Que nosotros no se la regresaramos a Espaa. Esto hubiera sido cobarde y poco honroso. 2) Que no podamos drselas a Francia o a Alemania, nuestros enemigos comerciales en el Oriente. Esto hubiera sido un mal negocio y nos hubiera desprestigiado. 3) Que no podamos dejrselas a ellos (los filipinos) -ellos eran incapaces de asumir su propio gobierno- y muy pronto hubieran padecido la anarqua y el desgobierno, de peor manera que bajo Espaa. 4) Que no nos quedaba a nosotros nada ms por hacer que tomarlas todas y educar a los filipinos, y elevarlos de su actual condicin, civilizarlos y cristianizarlos, y con la gracia de Dios hacerles el mayor bien posible, como seres humanos que son por quien Cristo tambin muri. Y entonces yo me fui a la cama y me dorm, y dorm profundamente.

    20. Ver el fascinante relato de David Howarth sobre cmo los defensores de la va por Panam lograron la victoria sobre el proyecto de Nicaragua, adems de un relato extraordinario sobre la construccin del ferrocarril y del fracaso de Lesseps, en Howarth, Panam, pp. 172-244.

    21. El de 3 de enero de 1882 el presidt

  • 100 FRONTERAS IMAGINADAS

    La frontera martima no slo tena dueo, sino que adems estaba habitada desde mucho tiempo atrs. La experiencia de su expansin al Caribe le haba representado a Estados Unidos tener que plantearse entre otros el problema de cmo incorporar la poblacin conquistada a su sen-tido de nacin. El presidente McKinley haba sealado muy claramente, en relacin con los filipinos, el carcter civilizador de la conquista: no se podra entregarles el gobierno de las Filipinas a sus habitantes, una vez derrotada Espaa, antes de proceder a civilizarlos. La misin civilizadora justific tambin la toma de Cuba y Puerto Rico. Tomarse

    cripcin del estado permanente de guerra en el que haba vivido la repblica a Jo largo del siglo XIX. Por su importancia considero til reproducir de manera completa dicha descripcin: Desde 1860, en que tuvo comienzo la lucha de los dos antiguos partidos nacionales, lucha que termin, como es sabido, por el triunfo completo del liberalismo a principios de 1863, la repblica no haba, hasta ahora, gozado de un perodo presidencial en completa paz.

    De 1864 a 1866 hubo tres revoluciones: una en Cundinamarca, otra en el Cauca y otra en Panam.

    >>De 1866 a 1868 hubo el golpe de Estado del general Mosquera, la contrarrevolu-cin encabezada por el general Acosta y varios trastornos locales relacionados con esos dos sucesos.

    >>De 1868 a 1870 hubo una revolucin en Cundinamarca y otra en Panam. >>De 1870 a 1872 hubo una o dos revoluciones en Boyac y otra en Cundinamarca. >>De 1872 a 1874 hubo una serie de trastornos en Panam, y grande agitacin en

    Boyac. >>De 1874 a 1876 hubo agitacin y trastornos en toda la repblica. >>De 1876 a 1878 hubo guerra civil general. >>De 1878 a 1880 hubo trastornos en Panam, Antioquia, Cauca, Magdalena y Tolima

    y agitacin general. >>Desde 1880 el pas se encuentra en atmsfera de perfecto sosiego. >>En la poca anterior a 1860, y despus de la disolucin de la antigua Colombia,

    hubo seis perodos constitucionales, de cuatro aos cada uno. En esos seis perodos slo se goz de paz completa en el de 1845 a 1849 y en parte del de 1853 a 1857, en que estuvo encargado del gobierno nacional el vicepresidente Manuel Mara Mallarino (de 1855 a 1857).

    >>En el curso de los 40 aos escasos que llevamos de vida poltica desde 1832, el mantenimiento del orden pblico ha sido, pues, la excepcin, y la guerra civil, la regla general>>. Habra que agregar que, pese al optimismo de Nez de lograr la paz, el pas vivi tres guerras civiles generales en los ltimos quince aos del siglo, adems de otros disturbios regionales: las guerras de 1885, de 1895, y la peor de todas, la de 1899, co-nocida como guerra de los Mil Das. Ver Rafael Nez, La reforma poltica, Cartagena, 1994, pp. 67-68.

    11 t

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 101

    Panam y construir el canal aparecera en el horizonte del nuevo siglo como la realizacin de los ideales de la frontera expuestos por Turner, pero tambin como el objeto de la nueva representacin imperial de una nacin que se crea al servicio de Dios y de la humanidad en su funcin de difundir ahora la civilizacin ms all de sus fronteras territoriales, en sus nuevas fronteras martimas. La construccin del canal se celebrara como el gran triunfo de la raza civilizadora y como una de las enormes contribuciones al progreso de los seres humanos.

    PANAM COMO METFORA DEL FRACASO DE UN MODELO DE NACIN

    Cuando el presidente Hayes anunci en 1880, por primera vez, que el canal hara parte de la frontera martima de Estados Unidos, Colombia acababa de salir de una guerra civil religiosa de terribles connotaciones y se aprestaba para la prxima; su red de ferrocarriles no alcanzaba los 300 kilmetros cuadrados; la miseria pblica amenazaba con devorar el pas, y don Miguel Antonio Caro, su intelectual ms celebrado, se dedicaba a escribir un tratado sobre el participio pasado y haba escrito una gramtica latina, en una capital remota y de difcil comunicacin con el mundo22. En 1880 Panam era tambin, para los polticos co-lombianos, y por supuesto para su ms distinguida intelectualidad, una tierra de frontera, y lo seguira siendo en 1901, despus de que Estados Unidos se apoder de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, y concentr todo su inters en Panam como centro del mundo, y an lo era en no-viembre de 1903, cuando finalmente los miembros del alto gobierno, recin terminada otra de sus tantas guerras, se levantaron con la noticia de que, apoyados por el seor Roosevelt, los panameos se haban separado de Colombia.

    22. Para una descripcin del atraso y del estado de postracin de Colombia en la dcada de los aos de 1880, ver el relato de un contemporneo, Federico AguiJar, Co-lombia en presencia de las repblicas hispanoamericanas, 1884, reimpresin del Banco de la Repblica de 1882. El dato sobre los ferrocarriles aparece en la pgina 107. En su discurso de posesin como presidente de la repblica en 1880, el doctor Rafael Nez dira: La formidable calamidad de la miseria pblica se aproxima, pues, a nuestros umbrales>>. Jess Mara Henao y Gerardo Arrubla, Historia de Colombia (Bogot, 1910), Bogot, 1930, p. 692.

  • 102 FRONTERAS IMAGINADAS

    Ahora bien, qu clase de frontera era Panam para las lites del interior de Colombia? Cumplan las fronteras colombianas a finales del siglo XIX y principios del xx el mismo papel mtico asignado por Estados Unidos a las suyas? Encarnaban el progreso, la democracia, el reto a la construccin de un individuo? Por supuesto que no! Estas fronteras tenan otro significado, determinado, entre otras cosas, por una extraa y fascinante geografa mental, que le haba permitido a la lite intelectual, conservadora y liberal, consolidar la vieja idea de un centro andino, rodeado de tierras marginales o fronterizas. En efecto, la capital y otras pocas ciudades de los Andes funcionaban como centros simblicos de una nacin que haba sido diseada con los elementos de una tradicin aristocrtica y religiosa, pero por completo de espaldas a una geografa mundial que, paradjicamente, converta en centros in-ternacionales lo que los colombianos siempre tl!vieron como fronteras marginales y smbolos de lo inferior, tal como sucedera con Panam. Esta era la esencia de la nacin que se propona, bajo el pensamiento escolstico construido desde la Colonia, en los finales del siglo XIX, y de algn modo tambin la esencia de su fracaso.

    En efecto, en el atormentado primer siglo republicano no fue posible imaginar una nacin que le diera cabida a la inmensa mayora de los co-lombianos. Sin duda que la pobreza heredada de los tiempos coloniales conspir contra los esfuerzos por dotar de unidad una geografa tan vasta y tan fragmentada. Y no les falta razn a quienes piensan que la ausencia de un mercado interior slido y el escaso crecimiento de la industria, el comercio y las comunicaciones imposibilit la formacin de un Estado nacional fuerte, de tal modo que las guerras civiles y el poder arbitrario de los caudillos regionales fueron una constante ante la ausencia de un poder central que monopolizara la fuerza. Pero todas estas circunstan-cias econmicas y polticas explican slo en parte las dificultades del proceso de formacin de una nacin en Colombia. Es necesario mirar otro elemento, ligado ntimamente en su evolucin a los anteriores y cuya importancia es hoy innegable. Me refiero al proceso mismo de imaginarse la nacin, en una sociedad escindida, como la colombiana, por tensiones raciales y regionales.

    Desde los tiempos de la Independencia, cuando comenz a concebir la nacin que quera fundar, la intelectualidad criolla se enfrent al hecho

    i;~

    l j:

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 103

    apabullante de que ms de 80% de sus habitantes eran negros, indios, mulatos y mestizos iletrados, y a que ms de tres cuartas partes de su territorio estaban compuestas por llanuras y costas ardientes, llanos y selvas impenetrables23 . Cmo construir el sentido de lo homogneo all donde prevaleca la heterogeneidad ms absoluta e indeseada? Cmo integrar en la nocin de ciudadanos a esta apabullante y diversa mayora de pobladores? Y, adems, cmo idealizar una geografa, percibida con profundo recelo y con connotaciones negativas, para convertirla en el lugar nico de la patria?

    La imposibilidad de resolver estas tensiones, con las herramientas de una ideologa profundamente seorial, heredada de la Colonia, y forta-lecida por los discursos eurocntricos y racistas que llegaban de Europa, dominantes no slo en Colombia, sino en toda la Latinoamrica del siglo XIX, llev a las clases altas criollas a la construccin de un modelo de nacin excluyente, que dejaba por fuera a la inmensa mayora de sus habitantes, que les negaba por tanto a stos el ejercicio de los ms ele-mentales derechos de la ciudadana y que imaginaba su geografa como constituida por fragmentos, gobernados por una jerarqua que asignaba lugares de predominio de unos territorios sobre otros y que, ms grave an, converta esas tres cuartas partes de su extensin total en espacios marginales y no aptos para la construccin de la nacin, y no slo por las caractersticas de su suelo y de su clima, sino tambin por la supuesta psima calidad de sus habitantes. La nacin del siglo XIX estaba, por eso, condenada a una profunda e insoluble crisis poltica y cultural, y la separacin definitiva de Panam en los albores del siglo XX, iniciada y propiciada por los mismos panameos, sera uno de sus smbolos.

    En esta imagen recortada y excluyente de la nacin, el concepto de frontera cumpli un papel central, tuvo su propia historia en Colombia y sus contenidos tomaron una direccin opuesta a la construccin del

    23. Segn el censo de 1851, el total de la poblacin mezclada ms el nmero de indios y mulatos era de 83%. Slo un 17% era considerado blanco. Estas cifras son muy dicientes, sobre todo si se tienen en cuenta las imprecisiones de los censos del XVIII y del XIX, que por lo general ignoraban una parte importante de la poblacin indgena, minimizaban la poblacin negra y exageraban la clase de los blancos. Ver Frank Safford y Marco Palacios, Colombia, Fragmented Land, Divided Society, Nueva York, Oxford University Press, 2001, p. 261.

  • 104 FRONTERAS IMAGINADAS

    mismo concepto en Estados Unidos. A finales del siglo XVIII apareci ya claramente en documentos escritos por criollos de la capital el tratamiento de los puertos del Caribe como territorios de fronteras, situados en las esquinas del reino. Para nada importaba que Cartagena hubiera sido en el siglo xvn uno de los centros internacionales del comercio mundial, ni que La Guajira fuese visitada cotidianamente por ingleses, franceses y holandeses. En la geografa que comenzaba a construir la lite criolla del interior eran eso: periferias del reino andino. En la reflexin de Caldas, tal como se ha visto en el ensayo anterior, todo el territorio allende los Andes eran ya, pues, tierras marginales, alejadas de la civilizacin24.

    En la segunda mitad del siglo XIX, estas ideas seguan intactas y quizs sus formas ms acabadas estaban contenidas en los ensayos de dos de las personalidades ms prominentes e influyentes del mundo intelectual colombiano de ese perodo. Me refiero a los textos de los hermanos Jos Mara y Miguel Sampe~5 . Estos escritos, entre otros, han

    24. Encontr muy til para examinar el sentido del concepto de frontera en la Colombia del siglo XIX, aplicado a territorios como Panam, e incorporado en ensayos clsicos como el de Jos Maria Samper, que analizo ms adelante, la lectura de los trabajos revisionistas de Patricia Lemerick y Susan Johnson sobre la frontera del oeste norteamericano. En especial, la idea de que incluso en la mtica frontera de Turner, ms que de la creacin de la democracia, de lo que se trat fue de un proyecto de conquista de unos territorios que ya tenan dueos, de apropiacin violenta de unas riquezas y, sobre todo, de un proyecto de hegemona cultural, destinado a convertir al otro en un ser inferior y a legitimar su sometimiento. Sobre estas dos autoras ver en particular las dos obras citadas, The Legacy of Conquest y Roaring Camp. The Social World of the California Gold Rush. De gran valor tambin la lectura de Ana Mara Alonso, Thread of Blood. Colonialism, Revolution, and Gender on Mexico s Northern Frontier, Tucson, The University of Arizona Press, 1995. Lo que me parece clave destacar aqu es que al igual que en las autoras anteriores, pero ahora aplicado a la frontera norte de Mxico, Alonso mira la conquista de la frontera por los criollos mexicanos como un proyecto de dominacin y de hegemona contra los primeros habitantes de esos territorios (a esto ltimo me referir ms adelante). Ahora bien, me interesan mucho en este libro dos ideas centrales: la primera, que hegemona no significa otra cosa que el proceso mediante el cual se construyen sujetos subalternos, y la segunda, que la conquista de los pueblos indgenas de la frontera y su reduccin a la civilizacin se legitim mediante la cons-truccin de ellos como pueblos brbaros o civilizados. En otras palabras, la civilizacin cre la barbarie. Alonso, Thread of Blood, p. 24.

    25. Har uso de dos escritos: el primero de Jos Mara Samper, publicado en 1861, lleva por ttulo Ensayo sobre las revoluciones polticas y la condicin social de las repblicas colombianas, con un apndice sobre la orografa y la poblacin de la

    ,, -"' ~;

    1:

    ~ l

    1

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 105

    sido considerados recientemente como puntos de partida del esfuerzo por construir geografas regionales racializadas, pero en realidad creo que son puntos de llegada, maduraciones de una larga tradicin que se inici desde antes de la independencia, con las primeras reflexiones criollas sobre la geografa de la nacin26. Tradicin intelectual que nunca antes adquiri la nitidez y el poder conceptual con que apareci en las digresiones histrico-sociolgicas de los hermanos Samper, sobre todo en las de Jos Mara. La ms importante de todas, Ensayos sobre las revoluciones polticas y la condicin social de las repblicas colombianas, se public en 1861 con una finalidad principal, propia de nuestros intelectuales de aquel entonces: demostrarle a la Europa civi-lizada, y demostrarse a s mismos, que la Nueva Granada no era tierra de brbaros sino, por el contrario, cuna de gentes civilizadas27, y para lograrlo Samper hizo con otros argumentos, ms a tono con su tiempo, lo que Caldas haba hecho 50 aos antes, es decir, intentar demostrar que en la Nueva Granada coexistan dos geografas opuestas, no slo

    confederacin granadina, reeditado por el Ministerio de Educacin en su coleccin de Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, W 52, Bogot. De Miguel Samper, La miseria en Bogot, que apareci por primera vez en 1867. Citar la edicin de la Universidad Nacional de Colombia, publicada en Bogot en 1969.

    26. Considero necesario insistir en que no se pueden borrar las continuidades del mundo colonial en la formacin de una imagen de la nacin en el siglo XIX. En materia de construccin de identidades espaciales y tnicas, como elementos centrales de la formacin nacional, de constitucin de espacios hegemnicos de poder y de discursos de dominacin, los nuevos contenidos republicanos de la segunda mitad del siglo XIX no hacan, en muchos casos, ms que enmascarar las viejas obsesiones coloniales por definir a los sujetos y por determinar las relaciones de subordinacin con base en el poder todava vigente de las jerarquas territoriales, tnicas y de gnero. En este sentido, ver el reciente trabajo de Seemin Qayum,

  • 106 FRONTERAS IMAGINADAS

    por sus condiciones climticas y topogrficas, sino, ms all de estas caractersticas fsicas, y en gran medida debido a ellas, por el grado de civilizacin de sus pobladores.

    La dcada de 1860, en la que Jos Mara y Miguel S amper escribieron sus ensayos ms importantes en defensa de un ideario liberal, es tambin, y no por coincidencia, la dcada en la que el liberalismo radical se con-solid en el poder y en la que se procedi, en consecuencia, a implantar las grandes reformas polticas, econmicas y sociales inspiradas en dicha doctrina, en particular la reforma constitucional de 1863, que consagr el federalismo y la autonoma de las regiones en sus formas ms extremas. Lo que me parece interesante resaltar aqu es que el triunfo de las huestes liberales haba sido de alguna manera la victoria de los caudillos regionales, quienes procedieron de inmediato a liquidar el escaso poder que se haba concentrado en la capital de la repblica en el curso de los ltimos 20 aos de difciles ensayos de construccin de un Estado central fuerte. Ahora las regiones se haban adjudicado el ttulo de estados soberanos, controlaban sus escasas rentas, montaban sus propios ejrcitos y poca consideracin tenan hacia una capital que, como lo mostraran Miguel Samper y otros escritores, presentaba signos de profunda decadencia. Panam se haba adelantado a estos desarrollos, de modo que ya desde 1855 haba alcanzado la condicin de una casi total autonoma con respecto al gobierno central, y al cerrarse la dcada de 1850 la autonoma del resto de las regiones era ya un hecho consumado. Es en este contexto en el que los escritos de los hermanos Samper adquieren todo su sentido. La reinvencin de un centro civilizador era ahora ms urgente, precisamente por la amenaza de su desaparicin material. Y lo fascinante es que son dos de los idelogos ms brillantes de ese liberalismo radical, que llevaba a cabo la tarea de debilitar el poder del gobierno central, y con ello la idea de un centro dominante situado en los Andes, los que se encargaran de legitimar otra vez su existencia en el campo de las ideas.

    Una lectura cuidadosa de los textos antes citados permite desci-frar los viejos cdigos y los fundamentos materiales presentes desde antes de la independencia en el pensamiento criollo, con los cuales se procedi al arduo, traumtico y fracasado proyecto decimonnico de montar una hegemona de un centro, carente de la fuerza necesaria para acometer semejante empresa, al lado de la construccin de unas regio-

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 107

    nes-fronteras. Hegemona en el sentido que le dio Ana Mara Alonso a este trmino en su estudio de la frontera del norte de Mxico. Es decir, como el proceso mismo de construccin de subjetividades, mediante la articulacin de las dinmicas de poder y de formacin de identidades en el proyecto de dominacin de un grupo sobre otro. O como diran de manera an ms clara Laclau y Mouffe: La hegemona no es una relacin externa entre sujetos sociales preestablecidos, sino el proceso mismo de construccin de esos sujetos. Segn Alonso, la conquista de los pueblos indgenas de la frontera norte mexicana y su reduccin a la civilizacin se legitim mediante la construccin previa de ellos como pueblos brbaros. En otras palabras, la civilizacin cre la barbarie28 Ahora bien, lo que resulta ejemplar en el caso colombiano es que esta construccin se har no slo contra territorios posedos por pueblos in-dgenas, sino tambin contra territorios que haban sido ya conquistados por criollos en los siglos XVI, XVII y XVIII, contra el proclamado salvajis-mo de los nativos, pero que ahora, en medio de la decadencia, la ruina y el caos de las primeras dcadas de existencia de la repblica, desde el centro se proclamaba de nuevo su barbarie, su ausencia de civilizacin, para legitimar la superioridad de un poder central.

    En su Ensayo sobre las revoluciones polticas, Samper se propuso reinventar el espacio de la nacin. Un espacio ambiguo, constituido por territorios sin formas ni lmites precisos. Su gran esfuerzo terico parti de poder demostrar que, a diferencia de la proclamada homogeneidad de la geografa y de los habitantes de los pases europeos ms civilizados, el ser de la Colombia que se construa en el siglo XIX estaba determinado por una metageografa que estructuraba territorios diferentes con base en una jerarqua interna29. Lo clave aqu era mostrar cmo en ese espacio impreciso y jerarquizado la nacin civilizada incorporaba, pero al mis-

    28. Ana Mara Alonso, Thread of Blood, pp. 15-50, 237. 29. A diferencia de las geografas de las naciones modernas que procedieron a ho-

    mogeneizar sus territorios internos, las geografas imperiales comenzaron a jerarquizar los distintos territorios de modo que el occidente tuviese preeminencia sobre los dems. Samper procedi en esta ltima forma para dotar de superioridad un territorio sobre los otros. Para el uso del concepto de metageografa y su crtica ver Martn W. Lewis y Karen E. Wigen, The Myth of Continents. A Critique of Metageography, Berkeley, University of California Press, 1997, pp. IX-19, 189-205.

  • 108 FRONTERAS IMAGINADAS

    mo tiempo dejaba por fuera, como una herencia inevitable de su propia historia, el territorio donde imperaba an la barbarie. En una especie de mtica reconstruccin del pasado y de la geografa de la joven repblica, territorio y ser humano terminaban en algunos casos compartiendo las grandezas y virtudes de la civilizacin y, en otros las miserias y defectos de lo incivilizado. En el mismo momento en que Samper comenz a imaginarse a los seres humanos que habitaban a Colombia, con absoluta arbitrariedad no slo se los imagin sino que tambin los distribuy por una geografa igualmente arbitraria30. Sin embargo, sinti la necesidad en seguida de advertimos esto:

    Las razas y castas deban tener, como tuvieron, su geografa in-evitable y fatal: los blancos e indios de color plido y bronceado y los mestizos que de su cruzamiento naciesen, quedaran aglomerados en las regiones montaosas y las altiplanicies; mientras que los negros, los indios de color rojizo y bronceado oscuro, y los mestizos procedentes de su cruzamiento, deban poblar las costas y los valles ardientes ...

    As pues -concluye-, la poblacin qued distribuida en dos grandes grupos de razas y castas: en las tierras altas, los blancos y blanquecinos y los indios ms asimilables; en las tierras bajas, los negros y negruzcos o pardos, las castas zambas y mulatas. Importa mucho que no se pierda de vista esa geografa de las razas y castas hispanocolombianas, porque en ella se encuentra el secreto o la clave de muy importantes fenmenos sociales y de casi todas las revoluciones que han agitado a las repblicas de esa procedencia31 .

    30. Cuando Samper publica su Ensayo sobre las revoluciones polticas se firma como miembro titular de las sociedades de geografa y etnografa de Pars, por lo cual es posible pensar que l era consciente del papel de los estudios geogrficos en la legitimacin de los imperios, en la construccin del sentido de superioridad de Europa y en la conformacin de unas identidades coloniales. Despus de todo, Francia era el pas que haba abrazado con mayor entusiasmo la creacin de sociedades geogrficas en el siglo XIX. Al construir la geografa de Colombia, Samper procede a utilizar los mismos procedimientos de los gegrafos europeos, las mismas jerarquas y casi los mismos conceptos aplicados a la conformacin de una geografa imperial. Para una crtica de una geografa etnocntrica, ver Lewis y Wigen, The Myth ojContinents; sobre el papel de las sociedades geogrficas, ver Seemin Qayum, , y William Schneider, , en John MacKenzie, lmperialism and the Natural World, Manchester, 1990, pp. 90-117.

    31. Jos Mara Samper, Ensayo sobre las revoluciones polticas, p. 71. El destacado es nuestro.

    T . ' '?,!{

    ,~,,

    ,1 1

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 109

    Por el enorme valor que tienen las afirmaciones anteriores para ilustrar nuestra tesis sobre el concepto de frontera aplicado a Panam en la Colombia del siglo XIX, vamos a detenemos un poco en discutir las ideas centrales de este notable y cosmopolita intelectual del liberalismo colombiano, en especial cuando a guisa de polemizar con el literato britnico Anthony Trollope, expone sus ideas sobre la difcil marcha de la civilizacin en tierras colombianas.

    Trollope, en un libro bastante conocido por los especialistas en his-toria del Caribe, titulado The West Indies and the Spanish Main, haba escrito sus impresiones de viaje por las islas del Caribe y por las costas de Colombia y Panam. Al referirse a las ciudades costeras de Cartage-na, Santa Marta, Ciudad de Panam y Coln, Trollope lo haba hecho en una forma muy elocuente para destacar la ausencia de civilizacin y la miseria de sus habitantes, a tono con la vieja tradicin britnica de mirar el Caribe poblado de negros como espacio de lo inferior y de lo atrasado. Pero, adems, haba expresado su total pesimismo en relacin con el estado de cosas en la Colombia de 1859. Haba escrito frases tan contundentes como las siguientes:

    Colombia fue una de las grandes dependencias del trono espaol cuando el trono espaol haba tenido grandeza. La ciudad y el puerto de Cartagena, en el Atlntico, estaban admirablemente fortificados, lo mismo que Panam, en el Pacfico. Sus ciudades interiores estaban bien pobladas, florecientes, y para aquellos tiempos, bastante civilizadas. Ahora, el pas entero ha recibido la bendicin de una libertad utpica, y la mente se pierde al contemplar hasta qu nivel tan bajo de la degra-dacin humana las gentes caern lentamente.

    La civilizacin aqu est retrocediendo. Los hombres se vuelven ms ignorantes que sus padres, aprenden menos a leer, a conocer me-nos, a tener menos aspiraciones de alto nivel, a tener menos respeto por la verdad y la justicia, a tener ms y ms la apariencia de un bruto, esa apariencia que viene de una barriga llena y de pecados rodeados de impunidad, o incluso, de una barriga vaca, siempre y cuando los pecados queden sin castigo ...

    ... Parecera que la providencia lo ha abandonado. No hay progreso alguno. La tierra que fue cultivada ha dejado de serlo, las ciudades bien pobladas caen en la ruina y los hombres retroceden a la condicin de

  • 110 FRONTERAS IMAGINADAS

    animales, bajo la influencia de una libertad ilimitada y del sufragio universal. ..

    . . . Santa Marta es un pueblo miserable, llamado ciudad ... Se puede decir que no hay comercio en esta ciudad, que pareca, en efecto, estar casi muerto. Unos pocos nios negros o casi negros corren en las calles en un estado de casi completa desnudez ...

    Panam se ha vuelto sin duda un lugar de importancia para los ingle-ses y los americanos, y su nombre es muy familiar a nuestros odos. Sin embargo, es ahora un lugar sin gloria. Fue una ciudad hispana grande, muy fortificada, con cerca de 30.000 habitantes. Ahora sus fortificacio-nes en su mayora no existen, sus iglesias se han derrumbado, sus viejas casas estn arruinadas y su vieja poblacin espaola ha desaparecido ... De no ser por los pasajeros que cruzan el istmo, pronto no quedara nada de la Ciudad de Panam32.

    Jos Mara Samper comenz por lamentar la superficialidad del escritor Trollope y su ligereza al confundir la parte con el todo.

    Es tambin injusto -dice- acusar a las repblicas hispano-colombianas de incuria y abandono, como lo hacen muchos viajeros en abreviatura, juzgando slo por el aspecto de nuestras costas desiertas o miserablemente pobladas.

    No ha mucho lemos una obra de impresiones de viaje, relativa a las Antillas y algunas de las costas de Tierra Firme, escrita por Mr. Anthony Trollope, literato ingls muy notable. El distinguido novelista ha probado en su libro una singular ligereza, que nos hace pensar que lo escribi por escribirlo y nada ms. Se detuvo tres o cuatro das en Santa Marta, Cartagena y Panam, y como no encontr all nada parecido a Hyde Park y Regent Street ni a su fuerte y orgullosa raza britnica, declar sin apelacin que toda Nueva Granada era un pas brbaro y en pleno retroceso, insalubre y odioso ... Ese modo de juzgar a un pueblo y a una inmensa comarca es deplorable, e inexcusable en un hombre de talento como Mr. Trollope. Lo mismo valdra que nosotros decla-rramos a Inglaterra un pas brbaro y mortfero, porque su populacho

    32. Anthony Trollope, The West Indies and the Spanish Main, Londres, Chapman and May, 1860, pp. 242-255.

    ' 1 J\ ,e f .tt 1 ,.,.<

    \

    :{

    r

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 111

    es el ms grosero de todos los pases civilizados, y porque en Londres reina la tisis en permanencia33.

    Hecha la salvedad anterior, y aclarado que no todo el territorio ni todos sus habitantes, excepto las costas, padecan la condicin de la barbarie, Jos Mara Samper intent explicarle al pblico ilustrado de Londres y de Hispanoamrica los mecanismos del progreso de la civi-lizacin en Colombia, y en general, en los pases latinoamericanos, y al hacerlo escribi una de las sntesis ms poderosas del pensamiento de la lite colombiana sobre el tipo de nacin que se imaginaba construir. Yo dira la ms acabada conceptualizacin, despus de la elaborada por Caldas a principios del XIX, y como lo veremos en seguida, la ms con-tundente, por su claridad, de las adscripciones a un modelo de nacin que convirti a los territorios de las costas, de los llanos y de las selvas, y para efecto de este trabajo, a Panam, en tierra de brbaros, en tierra de frontera hacia donde tena que avanzar la civilizacin. Ya veremos cmo lo logra:

    Es preciso no olvidar -advierte de nuevo- la geografa de la civilizacin y de las razas en Hispano-Colombia: all, en muchos de los estados, los mejores elementos de civilizacin se han aglomerado en el interior, y el progreso se va verificando de un modo singular: de adentro hacia fuera, del centro a la circunferencia. Tal es el fen-meno que se produce en las comarcas cuya capital y cuyas razas ms puras se hallan en el interior, sobre las altiplanicies, como Mxico, los estados de Centro-Colombia, la Confederacin Granadina, el Ecuador y Bolivia. En otros la situacin es inversa: la civilizacin ha tenido su primer centro hacia las costas, como se ve en Caracas, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo. Si se penetra al interior, a medida que se avanza se encuentran sucesivamente el atraso, la semibarbarie y la barbarie completa. Es necesario, pues, para juzgar con equidad a las repblicas hispano-colombianas, seguir en cada una de ellas la marcha particular de la civilizacin. Todo otro mtodo es emprico y errneo. Detrs de las costas insalubres de Veracruz est la esplndida Mxico, digna de ser la capital de una gran nacin europea; detrs de los zambos de las costas granadinas estn la rica y bella Medelln, la

    33. Jos Mara Samper, op. cit., pp. 124-125.

  • 112 FRONTERAS IMAGINADAS

    noble Popayn, y la ciudad, altamente ilustrada y estimable, de Bogot. As mismo, detrs de la hermosa Caracas est el salvaje llanero del Apure; detrs de la ilustre Buenos Aires vive el terrible gaucho de las Pampas, y detrs de la opulenta Lima estn las turbas imbciles de indios del Cuzco34.

    En este prrafo esencial, Jos Mara Samper insisti en repetir la clave del discurso fundacional de la nacin construido por las lites criollas desde antes de la independencia: Es preciso no olvidar la geo-grafa de la civilizacin y de las razas en Hispano-Colombia. En otras palabras, Samper le dice al seor Trollope que no comprender nada sobre nuestra nacin si no comienza por entender que su construccin ha sido determinada, desde mucho antes de la independencia, por dos elementos fundamentales e inseparables: la geografa y las razas. Y a rengln seguido expone las lneas generales de una geografa humana cuya historia y pobladores se reinventan en funcin de legitimar a los ojos de Europa y de la misma lite de la que se es miembro, el derecho de pertenecer a la comunidad de naciones civilizadas y, por supuesto, la nocin de un centro civilizado y de una periferia brbara como elementos constitutivos de dicha nacin.

    La reinvencin de la geografa humana de Colombia opera en Sam-per de dos maneras: la primera al convertir a las costas desiertas o miserablemente pobladas, como l las llama, en tierras sin historia, en espacios vacos. En el interior, dice, se han aglomerado los mejores elementos de la civilizacin y el progreso se va verificando de un modo singular: de adentro hacia afuera, del centro hacia la circunferencia. Todo el vasto territorio de las costas, y de todo aquello alejado del centro, queda de esa manera no slo vaco de gentes sino de historia, convertido en una metfora de la oclusin, en territorio salvaje que oculta el otro espacio de la civilizacin: Detrs de los zambos de las costas granadinas estn la rica y bella Medelln, la noble Popayn y la culta y estimable Bogot. De un plumazo, Samper borra hechos tan bsicos como que todava en los albores de la Independencia Cartagena y Panam seguan siendo dos de las ciudades ms ricas e importantes de la vieja Nueva Granada, y Medelln apenas iniciaba su historia de negocios.

    34. !bid., pp. 125-126.

    t ;,. 1' ~. :j ,,

    ~:.

    t ( (

    ) '

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 113

    La segunda reinvencin de Samper es un legado directo de Caldas. Aqu no se limita a comentar la existencia de unas regiones formadas en parte por la fragmentacin del territorio y el tipo de poblamiento y de cultura, sino que ms all de eso lo que le interesa al pedimos no olvi-dar la geografa de la civilizacin y de las razas es construir la geografa de la nacin a partir de un espacio definido como un centro civilizado, situado en un interior andino mtico, poblado por las razas ms puras, y de otro, igualmente vago, que est fuera de ese centro y que incluye el resto del territorio, determinado por la presencia de sus razas impuras. En otras palabras, ha procedido a construir dos grandes sujetos, dos identidades definidas por sus contenidos tnicos y geogrficos. De modo que la na-cin no se piensa tanto desde las regiones especficas como desde los dos grandes espacios o territorios que la integran: el espacio de la civilizacin y las razas ms puras y el de la barbarie y las razas inferiores. Poco o nada tiene que ver en esta segunda reinvencin el contenido real de las sociedades colombianas de la segunda mitad del XIX. Nada cuenta que Bogot, por ejemplo, estuviese todava poblada por lo menos en 40% por indios y por un nmero igual de mestizos, que Medelln fuese una ciudad con una poblacin negra y mulata dominante, y que Popayn fuese, en su gran mayora, ciudad de negros e indios35.

    35. El gran gegrafo alemn Alfred Hettner escribi en l882la mejor descripcin que poseemos sobre la Bogot de finales del siglo XIX. Con una extraordinaria sensibilidad y conocimientos para mirar las cosas a su alrededor, Hettner capt an en sus detalles ms insignificantes los elementos constitutivos de la capital del pas. En sus memorias de viaje por el interior de Colombia, nos muestra la vida de los bogotanos en sus casas, en las calles y en los oficios. Una de las cosas que ms lo impresionan es la terca decisin de los santafereos de aquel entonces de no aceptar la existencia de una poblacin indgena en la ciudad, y mucho menos de aceptarse ellos como descendientes de los antiguos chibchas. Y lo impresiona porque a su mirada de gegrafo alemn no escapa la evidencia de una ciudad poblada en su inmensa mayora, todava en 1882, por indios y mestizos con una presencia indgena muy fuerte. As las cosas, Hettner sostiene que considero ms confiables los resultados de mis propias observaciones, corroborados por las de amigos, que las conjeturas inspiradas por la vanidad nacional de escritores colombianos, acogidas tambin en libros publicados por ingenuos alemanes. A diferencia del 50% que stas indican, considero que tan slo ell5% puede calificarse de gente de raza blanca, probablemente tampoco del todo libre de mezcla con sangre india, pero quedando sta en proporcin insignificante para el caso. De negros y zambos no hay sino entre l y 2%, componindose el remanente de cholos, o sea una mezcla entre indios y blancos, y de indios puros o casi puros, por partes iguales ms o menos. Alfred Hettner, Viajes por

  • 114 FRONTERAS IMAGINADAS

    Por un simple acto de su imaginacin, las lites intelectuales del interior reconfiguraron el territorio patrio de modo que en estos centros urbanos habitaran las razas ms puras, blancas o blancuzcas, y en el resto, los otros, los impuros. Ahora bien, Samper no hace esto gratuitamente: l est escribiendo sus ensayos en Londres en 186036 y es plenamente cons-ciente, como lo fue Caldas medio siglo anteS-, de que para los europeos una nacin civilizada lo es si sus climas templados son habitados por gente blanca. De modo que no tiene ms remedio que proceder a inventar su geografa de la civilizacin y de las razas, slo que, al igual que en Caldas, una consecuencia fundamental para la historia de Colombia es que gran parte del territorio nacional quedaba por fuera de lo que se define como el espacio de la nacin civilizada, es decir, se converta en territorio de frontera, en el sentido cultural y antropolgico del trmino.

    Ahora bien, el caso colombiano, representado aqu en el texto de Jos Mara Samper y, como veremos en seguida, en el de su hermano Miguel, permite comprobar que el procedimiento mediante el cual una lite latinoamericana se imagina una periferia o una tierra de frontera, y

    los Andes colombianos, 1882-1884, Bogot, Banco de la Repblica, 1976, pp. 61-128. El prrafo citado est en la pgina 78. En relacin con Medelln, otro gegrafo extran-jero, James Parsons, en su obra clsica sobre la colonizacin antioquea, se ve obligado a desmentir la extendida creencia, vigente hasta los das de hoy en la imaginacin de la mayora de los colombianos, de que Antioquia, y en particular Medelln, estaba integrada mayoritariamente por gentes blancas. A este respecto dice Parsons que la preponderancia de la sangre mezclada, que aparece en 11;1 tabla 1, est en flagrante contradiccin con la asercin de que Antioquia es una provincia de blancos>>. En la tabla 1 Parsons recogi los resultados de los censos de 1808, 1812 y 1918 sobre la composicin racial de Antioquia, y todava en 1918 el52,4% de la poblacin estaba integrado por mestizos y mulatos, y un 15,3% apareca clasificado como negros. En relacin con Medelln, en 1778 slo un 18% estaba constituido por blancos, mientras que entre mestizos y mulatos daba un total de 62%, ms un 20% de negros esclavos. Es de suponer, conociendo la dinmica de estos censos y el repudio de la gente a ser considerada menos que blancos, que el nmero de mezclados, de negros e indios debi ser sin duda superior. James J. Parsons, La colonizacin antioquea en el occidente de Colombia, Bogot, Banco de la Repblica, 1961, pp. 21 y 81. Para una mirada global de la composicin racial de los diferentes estados a mediados del siglo XIX, pese a la evidente reduccin de la poblacin real de negros e indios que registra, ver el censo de 1851 en Marco Palacios, op. cit., p. 261.

    36. En realidad, este libro se haba escrito inicialmente en forma de artculos para el peridico El Espaol de Dos Mundos, que se publicaba en Londres.

    !

    PANAM: LA LTIMA FRONfERA? 115

    le asigna significados degradantes a esa geografa y a quienes la habitan, termina siendo uno de los instrumentos mediante los que se procede a legitimar el derecho de dominar a ese otro, y por supuesto de construir como algo natural el sentido de superioridad que se ejerce sobre l. Y para hacerlo, esa lite intelectual se imagina una historia, cuyo nfasis reside en construir una hiprbole de esa diferencia en la cual se le asignan al espacio geogrfico que se construye como hegemnico todas las virtudes asociadas con el proyecto civilizador y modernizante, mientras que a la otra geografa, a esa periferia que constituye paradjicamente, en nuestro caso, ms de las tres cuartas partes del territorio, se la degrada hasta el punto de negarle cualquier posibilidad de redencin, distinta de aquella que emana del centro civilizado. En otras paJabras, el contenido que-adquiere la valoracin negativa de estas tierras de fronteras o perifricas es parte esencial de lo que Florencia MaHn defini al decir que la for-macin del Estado-nacin es tambin, en todas partes, una batalla por el predominio entre las regiones -y sus formaciones econmicas, intereses y culturas polticas- y por el privilegio de que sus formas particulares

    de identidad se conviertan en la idntidad nacional37. Miguel Samper, quien desempeaba el papel de gran orculo del

    liberalismo de las ltimas dcadas del XIX, escribira poco despus de publicado el texto de su hermano Jos Mara, un pequeo librito de alta resonancia titulado La miseria en Bogot, y en l expondra una vez ms, con meridiana transparencia, el tropos central de una historia nacional definida por dos grandes espacios geogrficos, los de la civilizacin y la barbarie:

    Hallamos -dice- como causas principales de atraso la configu-racin del territorio y el clima. Mientras que en las zonas templadas la poblacin y la riqueza se han desarrollado principalmente hacia la desembocadura y las hoyas de los grandes ros, en las costas de los gol-fos y por donde quiera que la topografa ha opuesto menos obstculos a las comunicaciones, entre nosotros ha sucedido lo contrario. Los que descubrieron y conquistaron esta parte de la Amrica encontraron la

    3 7. Florencia Malln, Decoding the Parchments of the Latn American Nation-State: Peru, Mexico and Chile in Comparative Perspective>>, in James Dunkerley, Studies in the Formation of the Nation-State in Latin America, p. 33.

  • 116 FRONTERAS IMAGINADAS

    barbarie ms completa sobre las costas y en las hoyas de los ros, en tanto que las faldas y mesetas de nuestra cordillera servan de morada a pueblos relativamente adelantados en civilizacin. Cerca de cuatro siglos van transcurridos desde que ocurri aquel hecho, y las cosas no han cambiado sensiblemente. Las costas y las hoyas de los ros continan brindndonos con la riqueza natural en todas sus formas las mayores facilidades para el cambio interior y exterior de los productos de la industria; pero la poblacin no baja de las faldas y mesetas de la cordillera sino con lentitud y precaucin, porque all donde est la riqueza fcil, la muerte ha establecido su imperio. Nuestras cordilleras son verdaderas islas de salud rodeadas por un ocano de miasmas.

    ... Los hijos de los Andes colombianos debiramos nacer titanes o civilizados para empezar por romper sin tardanza los nudos y ligaduras que nos atan a nuestra grandiosa cuna38.

    Panam encam en muchos aspectos la nocin de frontera que predomin en Colombia y que, como acabamos de ver, fue expuesta con mucha lucidez por los hermanos Samper: por su geografa, por su composicin racial y por el predominio de una cultura popular, el istmo encajaba perfectamente en el estereotipo de las tierras incivilizadas y brbaras. Ningn otro territorio de la repblica tuvo como Panam tanta fama de regin malsana y peligrosa. Desde los tiempos de la flota de los galeones, los espaoles tenan temor de Nombre de Dios y, despus, de Portobelo, por el rumor de sus fiebres terribles. Esta geografa pestilente haba sido tema comn en las crnicas de la poca, y por supuesto lo anterior tena un trasfondo de verdad en cuanto enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria, entre otras, diezmaban a las gentes que arribaban a estos territorios sin haber tenido antes contacto con ellas, pero lo nuevo ahora en este siglo de las ciencias era la asociacin de esa naturaleza enferma con un tipo de ser humano y de cultura inferior, tal como se reflejara con toda claridad en los textos de los hermanos Samper. Pero adems Panam, pese a haberse convertido por obra del ferrocarril y del canal interocenicos en uno de los centros de la geografa mundial, segua situada, en la geografa de la repblica decimonnica de

    38. Miguel Samper, La miseria en Bogot y otros escritos, Bogot, Universidad Nacional de Colombia, pp. 15-16.

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 117

    Colombia, en uno de sus puntos ms remotos, aislada de la capital por la barrera infranqueable que constitua la selva del Darin y la pesadilla de las comunicaciones, que en muy poco haban cambiado desde los tiempos precoloniales. O quizs haban cambiado para empeorar. Ir de Panam a Bogot era mucho ms difcil que ir de Panam a Alemania, y constitua una experiencia desoladora y, hasta cierto punto, fantstica. De Ciudad de Panam, en el Pacfico, se viajaba a Coln, en el Caribe, en el ferrocarril de los norteamericanos; y de all a Cartagena se iba en el vapor de los ingleses. Luego de Cartagena a Honda haba que hacer el viaje por ro en las canoas de los mulatos o en barcos de vapor de com-paas manejadas por los criollos, para finalmente, camino a Bogot, subir las montaas, rodeadas de profundos abismos, en mulas de indios y mestizos. La travesa hacia la capital poda durar, segn la poca del ao, hasta 70 das de recorridos inverosmiles, si se tena la buena suerte de no coincidir on el estallido de una de las tantas guerras civiles39.

    Sin embargo, no era slo la geografa. Panam, lo mismo que el resto del Caribe, no tena nada que ver con la imagen de la raza latina, que se construa con pasin en Bogot, como definicin de s mismos, y la cual supona un claro predominio de la raza espaola. A las principales ciudades de Panam las distingua la presencia dominante de las llama-das razas impuras, es decir, de negros y mulatos (aunque, claro, los aristcratas cartageneros o panameos no dejaron de sentirse solidarios y hermanados con los de la capital en el sentimiento de pertenencia a esta raza latina)40. En su libro El Panam colombiano, Celestino Andrs Arauz trae la descripcin de la poblacin panamea de un viajero ingls de 1857. Dice el viajero:

    Al atardecer despierta la mayora de los habitantes y negros y mes-tizos pueblan las calles. Andan en forma insolente y desprecian mucho

    39. Ver Justo Arosemena, Fundacin de la nacionalidad panamea, Caracas, Bi-bliotecaAyacucho, 1982, pp. 30-31. Alfredo Figueroa, Dominio y sociedad en el Panam colombiano, 1821-1903, Ciudad de Panam, 1978, pp. 324-325.

    40. Para un anlisis reciente del uso de la idea de la raza latina, no slo por la lite de Bogot sino tambin por la lite de Panam, ver Aims McGuinness, Searching for Latin America. Race and Sovereignty in the Americas in the 1850s>>, en Nancy Appelbaum, Anne S. MacPherson y Karin A. Rosemblatt, Race and Nation in Modern Latin America, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2003, pp. 87-107.

    -_.._,_

  • 118 FRONTERAS IMAGINADAS

    a los blancos y cuando les parece se toman la ley en sus manos con la mxima impunidad ... El juez y la mayora de las principales autoridades son negras y dispensan menos justicia al hombre blanco que el peor de los dueos de esclavos lo hubiese hecho a sus hermanos41 .

    Tampoco imperaban en Panam los valores aristocrticos y religiosos que moldearon el mundo jerrquico y recogido de los Andes, o al menos el mundo en el que las lites del interior se imaginaban vivir. Otro viaje-ro ingls, Campbell Scarlett, quien atraves el istmo en 1835, entre las muchas impresiones que recogi de su viaje por Panam trae sta:

    A menudo, el bullicio incesante de los bailarines mulatos y ne-gros ... nos tienen despiertos media noche. Puedo sentir cmo tiembla la casa cuando se mueven ... agrguese (a la msica) chillidos de placer y grandes saltos de alegra, que resuenan extraordinariamente sobre el piso del cuarto y hacen ruidos completamente abrumadores. Esta diversin contina casi sin interrupcin desde las once de la noche hasta las cuatro de la maan2.

    En realidad, lo que reflejaban estas descripciones de viajeros euro-peos y norteamericanos, adems de los prejuicios raciales propios de Occidente, era la presencia dominante de un tipo de cultura popular negra y mulata en las ciudades de Panam y Coln, ajena por completo a las tradiciones seoriales. Nuestro Salvador Camacho Roldn, intelectual insigne del liberalismo colombiano de la segunda mitad del siglo XIX, confirma lo anterior. En su libro Notas de viaje43 , publicado en Bogot en 1892, y en el cual relata su larga travesa por territorio colombiano y estadounidense, se detiene a contarnos cmo eran las ciudades de Pa-nam y Coln en 1887. No hay que olvidar que Camacho Roldn haba sido gobernador del istmo en 1852, nombrado desde Bogot. En uno de sus apartes narra el estado de incuria en que yaca la poblacin en la dcada de 1850 y procede a explicarnos las causas por las cuales, pese a la enorme cantidad de dinero que ingresaba a Panam, como consecuen-

    41. Celestino Andrs Arauz y Patricia Pizzumo Gels, El Panam colombiano, 1821-1903, Panam, Primer Banco de Ahorros, 1993, p. 264.

    42. 1bid., p. 265. 43. Salvador Camacho Roldn, Notas de viaje. Colombia y Estados Unidos de

    Amrica, Bogot, Banco de la Repblica, 1973.

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 119

    cia de la avalancha de aventureros provocada por el descubrimiento del oro californiano en 1848, no hubo mayor progreso en esta seccin de la repblica, y por el contrario el atraso segua siendo la nota dominante. Dice Camacho Roldn:

    Siglo y medio de estancamiento y decadencia deban producir y produjeron un sello profundo de inmovilidad en el organismo de la poblacin panamea: la pobreza haba llegado al ltimo grado: el an-tagonismo de las dos razas -la negra y la blanca- pobladoras de esa regin, mantenido por tres siglos de esclavitud, deba hacerse sentir fuertemente en los momentos en que esta institucin acababa de ser abolida (1850): la accin del clima, desfavorable para la blanca, haba enervado la actividad de la clase gobernante y permitido que la raza inferior en evolucin mental se sobrepusiese en nmero, en energa y en influencia poltic4.

    Este prrafo de Camacho Roldn es muy interesante porque, por una parte, expone con claridad hasta qu punto negros y mulatos se haban convertido en una fuerza poltica y social dominante en Panam; pero, por otra parte, permite comprobar cmo todava a finales del siglo XIX el determinismo geogrfico segua dominando la percepcin de las mentes ms sofisticadas de las lites interioranas: la influencia del clima sobre los seres organizados es de nuevo la herramienta analtica que explica la pobreza y la ausencia de civilizacin en Panam. El clima hizo posible que la lite blanca, de descendencia espaola, perdiese la fuerza para gobernar, mientras que ha permitido que la raza inferior en evolucin mental (los negros) se sobrepusiese en nmero, en energa y en influencia poltica. La preponderancia poltica y social de negros y mulatos fue causa y efecto del estado de in civilizacin de Panam. Ms adelante, este ilustrado escritor nos revela el secreto de cmo alcanzar la civilizacin en Panam, en sus tierras ardientes y pobladas de gentes inferiores:

    Vida municipal activa y verdadera es de lo que esas dos ciudades (Panam y Coln) carecen: el panameo nativo tiene pocas tradiciones de inters pblico; el mestizo africano carece de educacin y hasta de nociones sobre lo que es la edilidad de un pueblo civilizado. El gobierno

    44. !bid., p. 243.

  • 120 FRONTERAS IMAGINADAS

    central a 300 leguas de distancia, mal pudiera proveer al aseo, a la salu-bridad y a la polica de ornato y de seguridad de lugares desconocidos para los miembros del gobierno de Bogot; slo el elemento extranjero podra comunicar a esos intereses la iniciativa, la espontaneidad, el amor cvico que ellas requieren. Agua potable, alumbrado pblico, albaales en comunicacin con la parte profunda de la baha, servicio diario de aseo de las casas y de las calles, buen pavimento en las calles, rboles y flores en las casas y en los paseos pblicos de las afueras, servicio de bombas contra los incendios, mercados pblicos aseados, bien vigilados por la polica de sanidad, teatros y lugares de distraccin honesta, hospitales y cementerios bien mantenidos: todo eso est an por crear en Coln y Panam, y slo puede esperarse en gran parte de la iniciativa del extranjero45 . Cmo entonces superar este estado precario de civilizacin, en el

    cual gobierna el mulato que carece de educacin y hasta de nociones sobre lo que es la edilidad de un pueblo civilizado? La respuesta de Camacho Roldn es enftica: si los blancos de la lite panamea se han debilitado por la influencia del clima, si los de la capital desconocen ese lugar que es Panam, la civilizacin slo ser posible all el da en que gobiernen los extranjeros, especialmente los ingleses y franceses asen-tados en su territorio. En fin, pese a su lenguaje diplomtico, el cuadro sobre Panam de Notas de viaje no haca otra cosa que resaltar, todava en la ltima dcada del siglo XIX, la percepcin de su escritor acerca de la incapacidad natural de los panameos de aclimatar la civilizacin, y claro, lo que sera motivo para otro ensayo: las dimensiones reales del nacionalismo colombiano.

    De modo que en los momentos en que Estados Unidos haca de Pa-nam el centro del mundo, para la lite de la capital segua siendo una tierra remota y poco apetecible. Jams pensaron que Panam poda con-vertirse en una nacin, porque tenan una imagen degradada de los seres humanos que la habitaban. Todava en 1906, cuando ya la independencia de Panam era un hecho irreversible, en un folleto titulado Colombia, Estados Unidos y Panam, publicado en la ciudad de Buenos Aires y firmado con el seudnimo de Un colombiano, se explicaba por qu

    45. /bid., p. 253.

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 121

    Panam no poda ser una repblica independiente, y entre otras razones, mencionaba las siguientes:

    Para ser un pas independiente se exige tener suficiente extensin territorial y suficiente poblacin civilizada ... El departamento de Pa-nam slo tiene un rea poco mayor de 30.000 millas cuadradas y una poblacin que se estima en 250.000 habitantes ... Sin duda hay estados que tienen extensin territorial y poblacin iguales o menores que Pa-nam ... (pero) Muchas son las regiones del istmo cubiertas por selvas tropicales impenetrables, y entre los 250.000 habitantes se cuentan nu-merosos indios salvajes, negros, chinos y extranjeros ... As en la capital como en las provincias existen clases dirigentes y hombres notables, pero el estado de cultura del pueblo es muy inferior46.

    En fin, nuevamente los viejos argumentos, repetidos desde los aos iniciales de la Independencia, una y otra vez, contra las razas inferiores y los territorios degradados por una lite que, obligada a hacer de su propia historia una ficcin, no se cansaba de insistir en su discurso civilizador, su discurso de exclusin de todo aquello que no encajara no en lo que ella era, sino en lo que haba terminado por creer que era. Todava tres aos despus de haber declarado Panam su condicin de nacin y de ser reconocida por la comunidad internacional, se publicaba un ensayo destinado a negarla, con el argumento de que no poda formarse una nacin en un territorio de selvas tropicales, habitado por las razas ms impuras. Lo anterior a pesar de que Panam, desde el momento mismo de su separacin de Espaa, y a lo largo del siglo XIX, se haba caracterizado por una historia poltica en la cual su disposicin para la independencia haba sido la norma. Eran comunes los intentos de Pana-m por recobrar su independencia de Colombia a lo largo del siglo XIX, casi siempre sustentados en sus reclamos por la indiferencia del Estado central hacia ellos. Estos intentos fueron apoyados con entusiasmo por una lite criolla panamea, que comparta los prejuicios racistas contra indgenas y negros, y que se senta tambin emocionalmente ligada a la civilizacin de Occidente, pero que nunca estuvo dispuesta a admitir la hegemona de un centro andino, y mucho menos, la imagen de una

    46. Un colombiano, Colombia, Estados Unidos y Panam>>, Buenos Aires, 1906.

  • 122 FRONTERAS IMAGINADAS

    nacin en la que ellos eran la representacin del atraso, la barbarie y lo inferior. Por el contrario, hubo un esfuerzo constante de esta lite por imaginarse Panam como una tierra destinada por su geografa a ser un gran centro de progreso y de modernidad. El ejemplo ms claro de estas tensiones en las lites panameas es el ensayo clsico de Justo Arase-mena, El Estado federal de Panam, publicado en el ao de 1855, y en el cual defiende la idea de hacer de Panam un Estado soberano. En este ensayo, considerado por la generalidad de los historiadores panameos uno de los textos fundacionales de la repblica, Arosemena pone adems de presente su abierto racismo contra negros e indios, y su intencin de negar la condicin de frontera de Panam, mediante su invencin como lugar estratgico del desarrollo de la humanidad, y dotado por la historia del destino manifiesto de ser centro internacional de los negocios47.

    El siglo XIX panameo, adems, haba sido un siglo dominado por las relaciones con el Caribe y por las muy pobres relaciones con el interior andino. Despus de la decadencia de su gran comercio a mediados del siglo XVIII, Panam haba perdido el dinamismo y la intensa actividad que lo caracterizaban, con lo cual decay hasta perder casi toda im-portancia48. En 1849, la poblacin del istmo no alcanzaba a los 5.000 habitantes, y con la construccin del ferrocarril lleg a tener un poco ms de 13.000 en 186449. En 1880 Ciudad de Panam segua teniendo 12.000 habitantes, pero en 1883 haba ascendido a 20.000, y tres aos ms tarde se contaban cerca de 40.000 negros en el estado de Panam. Ese crecimiento enorme se concentr en los dos puertos ms importan-tes, en Coln y en Ciudad de Panam, y en su mayor parte se trataba de negros y mulatos venidos del Caribe a trabajar en las construcciones del ferrocarril y posteriormente del canal. Una pequea parte de ellos provena de las costas colombianas, pero la mayora lleg de las islas del Caribe, en especial de las islas inglesas de Jamaica y Barbados. En cierta

    47. Arosemena, op. cit. 48. Alfredo Castillero,

  • 124 FRONTERAS IMAGINADAS

    zona del canal, a cambio de proteccin para separarse de Colombia. Pero en el fondo, la conducta de las clases medias panameas que iniciaron el movimiento, y de las clases populares que lo contemplaron con la mayor indiferencia hacia los destinos de Colombia, tuvo mucho que ver con la forma como se construy la geografa de la nacin a lo largo del siglo XIX y con el papel que desde la capital se le asign al istmo de Panam en dicha geografa. Que Bogot hubiese manejado las negociaciones del canal, primero con los franceses y despus con los estadounidenses con increble torpeza, y muchas veces hasta con indiferencia hacia sus psimos resultados, y que en junio de 190353 el Congreso colombiano hubiese votado unnimemente contra el Tratado Herrn-Hay sin meditar por una sola vez en las consecuencias de esta votacin, y sin haberse tomado la molestia de consultar con los panameos, lo que revela, sobre todo, es la arrogancia un tanto ridcula de un centro sin mayor poder, y de trasfondo el ejercicio de una concepcin profundamente racista y aristocrtica que impeda que personajes como el seor Caro pudieran percibir la verdad elemental de que Panam era, desde el momento en que Lesseps pis Coln para ocuparse de las obras del canal, el territorio ms importante de la repblica.

    Que lo anterior no es mera especulacin queda demostrado, adems, en el hecho de que la prdida de Panam no produjo siquiera una reflexin a fondo sobre el fracaso de la nacin que se haba construido en el siglo XIX y sobre la necesidad de construir un nuevo modelo, ms acorde con su propia realidad. Por el contrario, los historiadores llamaron al Senado que neg el tratado con Estados Unidos, el Senado admirable, y la prdida de Panam no una desgracia para la nacin, sino simple y llanamente una nueva derrota para la raza latina. En 191 O se public la primera edicin del Manual de historia de Colombia, escrito por los miembros de la Academia de Historia Nacional, Jess Mara Henao y

    53. La lectura de la correspondencia de Carlos Martnez Silva, Jos Vicente Concha y Toms Herrn con el gobierno nacional, en su condicin de embajadores de Colombia en Washington y de negociadores directos del proyecto del canal con el gobierno de Estados Unidos, es muy reveladora de la absurda negligencia y descuido con que la capital manej el asunto de Panam. Ver Ministerio de Relaciones Exteriores, Libro Azul. Documentos diplomticos sobre el canal y la rebelin del istmo de Panam, Bogot, Imprenta Nacional, 1904, pp. 4-356.

    PANAM: LA LTIMA FRONTERA? 125

    Gerardo Arrubla. La separacin de Panam, apenas nueve aos despus de haberse producido, les mereci tan slo pgina y media de un libro de ms de 800 pginas. En uno de sus prrafos, decan as los seores Henao y Arrubla:

    El crimen de Panam ha aumentado el nmero de los crmenes de los siglos, y se alza all entre las aguas del mar de Balboa, como palo de buque nufrago que indica el camino a la vela latina ... el reproche es ceguedad; necesario es consultar algo ms elevado que nuestro propio duelo. Creemos en el cumplimiento fiel de la ley moral; esperamos en la justicia ... La solucin est en manos de la juventud. La defensa del comn enemigo -del que amenaza nuestra gloriosa raza latina que por doquiera ostenta hermosos sarmientos en todo lo que vivific Espaa con su aliento- consiste en preparar al seor de los ejrcitos, al mismo que dio la independencia en la cruenta guerra ... y levantando la mirada ms all de los lmites de la patria, sin desconfianzas, sin recelos, aproximar el mar, nivel de la civilizacin, a la cuna de Nario, la ciudad solitariamente docta, ro