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Arch Sex Behav (2010) 39:619–636 PAPER ORIGINAL Diferencias de Sexo en Rasgos de Personalidad y Preferencias Ocupacionales Relacionadas con el Género a través de 53 naciones: Testeo de Teorías Evolucionarias y Socioambientales Richard A. Lippa (&) Department of Psychology, California State University, Fullerton, Fullerton, CA 92834, USA e-mail: [email protected] . Resumen Usando datos de más de 200.000 participantes de 53 naciones, examiné la consistencia transcultural de las diferencias sexuales en cuatro rasgos: extraversión, agradabilidad, neuroticismo y preferencias ocupacionales típicas de varón versus de mujer. A través de las naciones, hombres y mujeres difieren significativamente en los cuatro rasgos (mediana ds =-.15, -.56, -.41 y 1.40, respectivamente, con valores negativos que indican que las mujeres logran puntajes más altos). La evidencia más fuerte de las diferencias entre sexos DS=SDs fue para extraversión (mujeres más variables) y para agradabilidad (hombres más variables). Los índices de Naciones Unidas de igualdad de género y desarrollo económico se asociaron con diferencias sexuales mayores en agradabilidad, pero no con diferencias sexuales en otros rasgos. La igualdad de género y el desarrollo económico estuvieron negativamente asociados con los niveles nacionales medios de neuroticismo, lo que sugiere que el estrés económico estuvo asociado con el neuroticismo más alto. Los análisis de regresión exploraron el poder del sexo, de la igualdad de género y de la igualdad, y su interacción para predecir las 106 medianas nacionales de rasgo pertenecientes a hombres y a mujeres, para cada uno de los cuatro rasgos. Solamente el sexo predijo las medianas para la totalidad de los cuatro rasgos, y el sexo predijo medianas de rasgo mucho más fuertemente que la igualdad de género o la interacción

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Arch Sex Behav (2010) 39:619–636

PAPER ORIGINAL

Diferencias de Sexo en Rasgos de Personalidad y Preferencias Ocupacionales Relacionadas con el Género a través de 53 naciones: Testeo de Teorías Evolucionarias y Socioambientales

Richard A. Lippa (&) Department of Psychology, California State University, Fullerton, Fullerton, CA 92834, USA e-mail: [email protected] .

Resumen Usando datos de más de 200.000 participantes de 53 naciones, examiné la consistencia transcultural de las diferencias sexuales en cuatro rasgos: extraversión, agradabilidad, neuroticismo y preferencias ocupacionales típicas de varón versus de mujer. A través de las naciones, hombres y mujeres difieren significativamente en los cuatro rasgos (mediana ds =-.15, -.56, -.41 y 1.40, respectivamente, con valores negativos que indican que las mujeres logran puntajes más altos). La evidencia más fuerte de las diferencias entre sexos DS=SDs fue para extraversión (mujeres más variables) y para agradabilidad (hombres más variables). Los índices de Naciones Unidas de igualdad de género y desarrollo económico se asociaron con diferencias sexuales mayores en agradabilidad, pero no con diferencias sexuales en otros rasgos. La igualdad de género y el desarrollo económico estuvieron negativamente asociados con los niveles nacionales medios de neuroticismo, lo que sugiere que el estrés económico estuvo asociado con el neuroticismo más alto. Los análisis de regresión exploraron el poder del sexo, de la igualdad de género y de la igualdad, y su interacción para predecir las 106 medianas nacionales de rasgo pertenecientes a hombres y a mujeres, para cada uno de los cuatro rasgos. Solamente el sexo predijo las medianas para la totalidad de los cuatro rasgos, y el sexo predijo medianas de rasgo mucho más fuertemente que la igualdad de género o la interacción entre sexo e igualdad de género. Estos resultados sugieren que los factores biológicos pueden contribuir a las diferencias sexuales en personalidad y que la cultura juega un rol de pequeño a desechable en la moderación de las diferencias de sexo en personalidad. Palabras Clave: Estudio de Internet de BBC, rasgos de Los CInco Grandes, Cultura, Intereses relativos al género, roles de género, personalidad, diferencias sexuales

Introducción En promedio, los hombres y las mujeres difieren en una cantidad de rasgos de

personalidad. Cuando se los establece en términos del modelo de personalidad de cinco factores, los hombres puntúan más alto que las mujeres en varias facetas de extraversión (e.g., asertividad, dominancia) pero más bajo en otras (sociabilidad, calidez), en tanto que las mujeres puntúan más alto que los hombres en muchas facetas de neuroticismo y agradabilidad (Costa, Terracciano & McCrae, 2001; Feingold, 1994; Schmitt, Realo, Voracek & Allik, 2008). En un estudio en gran escala que usó el Cuestionario Multidimensional de Personalidad de Tellegen (1982) para establecer los rasgos de

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personalidad de una cohorte íntegra de adultos jóvenes en Dunedin, Nueva Zelandia, los hombres puntuaron mucho más alto que las mujeres en el rasgo agresividad, en tanto que las mujeres puntuaron mucho más alto que los hombres en autocontrol, reacción al estrés (i.e., ansiedad), y cercanía social (sociabilidad; la necesidad de estar con gente) (Moffit, Caspi, Rutter, & Silva, 2001). Finalmente, hombres y mujeres muestran diferencias muy grandes en sus intereses relacionados con el género, con los hombres más interesados en actividades y ocupaciones orientadas a las cosas (e.g., mecánica, carpintería, ingeniería) y las mujeres más interesadas en actividades y ocupaciones orientadas hacia la gente (e.g., consejería, enseñanza de escuela primaria, enfermería) (Lippa, 1998, 2001, 2005).

Aunque las diferencias de sexo en personalidad han sido bien documentadas, las razones para existan que estas diferencias siguen estando poco claras, con las teorías evolucionarias y las socioambientales ofreciendo explicaciones contrastantes. Las teorías evolucionarias proponen que la selección natural ha producido diferencias disposicionales de promedio entre hombres y mujeres, particularmente en rasgos que impactaron diferencialmente en la aptitud reproductiva de machos y hembras en el curso de la evolución humana (Buss, 1999). Por ejemplo, la agresividad y asertividad más altas de los varones pueden haber promovido su aptitud en ambientes ancestrales al aumentar sus probabilidades de subir en las jerarquías de dominación y adquirir recursos que sumaran a su valor como parejas, en tanto que la mayor agradabilidad de las mujer puede haber promovido su aptitud para aumentar su deseabilidad como parejas y su éxito como madres. Presumiblemente, las diferencias sexuales en disposición resultantes de la evolución son causadas en un nivel más próximo por diferencias genéticas entre los sexos y por mecanismos biológicos guiados por la biología (e.g., factores hormonales vinculados al sexo en estadios críticos del desarrollo) que conducen a diferencias sexuales en conductas y sistemas nerviosos (véase Hines, 2004; Lippa,2005). La investigación reciente muestra que entre individuos del mismo sexo homosexuales y heterosexuales hay diferencias de personalidad de modos que son reflejos especulares de las diferencias sexuales —i.e., los varones gays están apuntados [virados=shifted] a direcciones típicas de la mujer y las lesbianas están apuntadas en direcciones típicas del varón— y esto agrega peso a la evidencia de que podría haber factores hormonales vinculados al sexo que conducen tanto las diferencias sexuales de personalidad como a las variaciones relativas al género de la personalidad dentro de cada sexo (Lippa, 2008).

En contraste con las teorías biológicas, la teoría del rol social (Eagly, Wood, & Diekman, 2000; Wood & Eagly, 2002), las teorías de socialización genérica (Ruble & Martin, 1998), y las teorías de desarrollo cognitivo y de desarrollo de estereotipos sociales (Kohlberg, 1966; Martin, Ruble, & Szkrybalo, 2002) han apelado a factores sociales, ambientales y culturales para explicar las diferencias de sexo en personalidad. La teoría de rol social propone que las diferencias sicológicas de sexo son Resultado de roles de género que han evolucionado en algunas sociedades —particularmente sociedades modernas agrícolas e industrials —como Resultado de las diferencias físicas entre sexos (e.g., mayor fuerza física en la parte superior del cuerpo del varón, gestación y lactancia en la mujer), y las divisiones económicas de trabajo y estructuras sociales que siguieron a estas diferencias físicas (Eagly et al.,2000). Se teoriza que las causas próximas de las diferencias entre sexos son la estructura social (e.g., poder mayor del varón que el de la mujer, patriarcado), roles

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sociales (hombres trabajadores, mujeres amas de casa), y las ideologías de género que acompañan y sostienen a estas estructuras sociales patriarcales y roles sociales patriarcales. Además de causar diferencias en las conductas de hombres y mujeres, se formula también la hipótesis de que los roles sociales generan y sostienen estereotipos comunes en cuanto a las diferencias de sexo en personalidad (e.g., hombres agénticos, mujeres expresivas; los hombres son asertivos, las mujeres son sumisas). La teoría del rol social implica que a través de las sociedades fuertes roles de género están asociados con grandes diferencias de sexo en personalidad, y los roles de género débiles están asociados con diferencias de sexo en personalidad más pequeñas.

Superponiéndose con las teorías de rol social, las teorías de socialización proponen que, virtualmente en todas las culturas, los varoncitos y las niñas son sujetos s diferentes presiones y prácticas de socialización, que dan como Resultado patrones sexodiferenciados de culturas. Por ejemplo, varones y mujeres son alentados por sus progenitores y otros agentes de socialización a involucrarse en juego sexualmente tipificado, que alienta diferentes intereses y niveles de actividad en varoncitos y nenas (Langlois & Downs, 1980; Lytton & Romney, 1991). En muchas culturas, a los muchachos los progenitores les otorgan más independencia y les asignan tareas no domésticas que los llevan fuera del hogar, en tanto que los progenitores a las niñas las vigilan y monopolizan más y les asignan tareas domésticas, incluyendo el cuidado de otros niños y niñas. Tales prácticas de socialización pueden inculcar rasgos de personalidad y habilidades sociales algo diferentes en chicos y chicas (e.g., independencia en varones, nurturancia [=cuidado y crianzas] en muchachas). Las teorías de socialización implican que las sociedades de género polarizado que socializan a nenes y nenas muy diferentemente producirán grandes diferencias de sexo en personalidad, en tanto que las sociedades genéricamente no polarizadas que socializan a varones y mujeres de un modo más similar producirán diferencias de sexo más pequeñas en cuanto a personalidad.

Una vez que los estereotipos de género y los autoconceptos están establecidos, puede ser que creen entonces profecías autocumplidas que guíen las conductas de muchachos y muchachas y de hombres y mujeres a través de confirmación comportamental y procesos de autoverificación (Snyder, 1981; Swann, 1999). Tales procesos pueden influenciar las respuestas de hombres y mujeres a los tests de personalidad, particularmente sus respuestas a ítems del test que determinen rasgos relativos al género. En la medida en que los estereotipos de género son prescriptivos y retratan que algunos rasgos de personalidad son más deseables socialmente para un sexo que para el otro, los estereotipos genéricos pueden conducir a hombres y mujeres a describir su personalidad de modos estereotípicos del género. Por ejemplo, los hombres pueden estar motivados para describirse como más agresivos y asertivos que las mujeres, en tanto que las mujeres pueden estar motivadas para describirse a sí mismas como más agradables y cálidas que los hombres. Así, las diferencias de sexo en rasgos de personalidad, tal como las establecen los tests de personalidad comúnmente usados, pueden hasta cierto punto reflejar los artefactos inducidos por el estereotipo así como las conductas comportamentales reales entre los sexos (véase Feingold, 1994). También pueden reflejar el grado en el que los individuos usar su propio sexo versus el otro como base para la comparación social cuando están puntuando su personalidad (Guimond et al., 2007).