Vida de San Benito de Nursia

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  • 8/7/2019 Vida de San Benito de Nursia

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    II LIBRO DE LOS DILOGOSAutor: SAN GREGORIO MAGNO

    - VIDA Y MILAGROS DE SANBENITO, ABAD-

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    PRLOGO

    Hubo un hombre de vida venerable, por gracia y por nombre Benito, que desde su infanciatuvo cordura de anciano. En efecto, adelantndose por sus costumbres a la edad, no entregsu espritu a placer sensual alguno, sino que estando an en esta tierra y pudiendo gozarlibremente de las cosas temporales, despreci el mundo con sus flores, cual si estuvieramarchito. Naci en el seno de una familia libre, en la regin de Nursia, y fue enviado a Romaa cursar los estudios de las ciencias liberales. Pero al ver que muchos iban por los caminosescabrosos del vicio, retir su pie, que apenas haba pisado el umbral del mundo, temerosode que por alcanzar algo del saber mundano, cayera tambin l en tan horrible precipicio.Despreci, pues, el estudio de las letras y abandon la casa y los bienes de su padre. Y

    deseando agradar nicamente a Dios, busc el hbito de la vida monstica. Retirse, pues, sabiamenteignorante y prudentemente indocto. No conozco todos los hechos de su vida, pero los que voy a narrar aqulos s por referencias de cuatro de sus discpulos, a saber: Constantino, varn venerabilsimo, que le sucedien el gobierno del monasterio; Valentiniano, que gobern durante muchos aos el monasterio de Letrn;Simplicio, que fue el tercer superior de su comunidad, despus de l; y Honorato, que todava hoy gobierna elcenobio donde vivi primero.

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    CAPTULO I

    LA CRIBA ROTA Y REPARADA

    Abandonado ya el estudio de las letras, hizo propsito de retirarse al desierto, acompaado nicamente de su

    nodriza, que le amaba tiernamente. Llegaron a un lugar llamado Effide, donde retenidos por la caridad demuchos hombres honrados, se quedaron a vivir junto a la iglesia de San Pedro.

    La ya citada nodriza, pidi a las vecinas que le prestaran una criba para limpiar el trigo. Dejla incautamentesobre la mesa y fortuitamente se quebr y qued partida en dos trozos. Al regresar la nodriza, empez allorar desconsolada, viendo rota la criba que haba recibido prestada. Pero Benito, joven piadoso y compasivo,al ver llorar a su nodriza, compadecido de su dolor, tom consigo los trozos de la criba rota e hizo oracin conlgrimas. A1 acabar su oracin encontr junto a s la criba tan entera, que no poda hallarse en ella sealalguna de fractura. Al punto, consolando cariosamente a su nodriza, le devolvi entera la criba que habatomado rota.

    El hecho fue conocido de todos los del lugar. Y caus tanta admiracin, que sus habitantes colgaron la criba ala entrada de la iglesia, para que presentes y venideros conocieran con cunta perfeccin el joven Benitohaba dado comienzo a su vida monstica. Y durante aos, todo el mundo pudo ver la criba all, puesto quepermaneci suspendida sobre la puerta de la iglesia hasta estos tiempos de la invasin lombarda.

    Pero Benito, deseando ms sufrir los desprecios del mundo que recibir sus alabanzas, y fatigarse con trabajospor Dios ms que verse ensalzado con los favores de esta vida, huy ocultamente de su nodriza y busc elretiro de un lugar solitario, llamado Subiaco, distante de la ciudad de Roma unas cuarenta millas. En este lugarmanan aguas frescas y lmpidas, cuya abundancia se recoge primero en un gran lago y luego sale formando un

    ro.

    Mientras iba huyendo hacia este lugar, un monje llamado Romn le encontr en el camino y le pregunt adndeiba. Y cuando tuvo conocimiento de su propsito guardle el secreto y le anim a llevarlo a cabo, dndole elhbito de la vida monstica y ayudndole en lo que pudo.

    El hombre de Dios, al llegar a aquel lugar, se refugi en una cueva estrechsima, donde permaneci por espaciode tres aos ignorado de todos, fuera del monje Romn, que viva no lejos de all, en un monasterio puestobajo la regla del abad Adeodato a, y en determinados das, hurtando piadosamente algunas horas a la vigilanciade su abad, llevaba a Benito el pan que haba podido sustraer, a hurtadillas, de su propia comida.

    Desde el monasterio de Romn no haba camino para ir hasta la cueva, porque sta caa debajo de una gran

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    pea. Pero Romn, desde la misma roca haca descender el pan, sujeto a una cuerda muy larga, a la que at unacampanilla, para que el hombre de Dios, al or su tintineo, supiera que le enviaba el pan y saliese a recogerlo.

    Pero el antiguo enemigo que vea con malos ojos la caridad de uno y la refeccin del otro, un da, al ver bajar elpan, lanz una piedra y rompi la campanilla. Pero no por eso dej Romn de ayudarle con otros mediosoportunos. Mas queriendo Dios todopoderoso que Romn descansara de su trabajo y dar a conocer la vida deBenito para que sirviera de ejemplo a los hombres, puso la luz sobre el candelero para que brillara e iluminaraa todos los que estuvieran en la casa de Dios.

    Bastante lejos de all viva un sacerdote que haba preparado su comida para la fiesta de Pascua. El Seor sele apareci y le dijo: "T te preparas cosas deliciosas y mi siervo en tal lugar est pasando hambre".Inmediatamente el sacerdote se levant y en el mismo da de la solemnidad de la Pascua, con los alimentos quehaba preparado para s, se dirigi al lugar indicado. Busc al hombre de Dios a travs de abruptos montes yprofundos valles y por las hondonadas de aquella tierra, hasta que lo encontr escondido en su cueva. Oraron,

    alabaron a Dios todopoderoso y se sentaron. Despus de haber tenido agradables coloquios espirituales, elsacerdote le dijo: "Vamos a comer! que hoy es Pascua". A lo que respondi el hombre de Dios: "S, para m hoyes Pascua, porque he merecido verte". Es que estando como estaba alejado de los hombres, ignorabaefectivamente que aquel da fuese la solemnidad de la Pascua 9. Pero el buen sacerdote insisti diciendo:"Creme: hoy es el da de Pascua de Resurreccin del Seor. No debes ayunar, puesto que he sido enviadopara que juntos tomemos los dones del Seor". Bendijeron a Dios y comieron, y acabada la comida yconversacin el sacerdote regres a su iglesia.

    Tambin por aquel entonces le encontraron unos pastores oculto en su cueva. Vindole, por entre la maleza,vestido de pieles, creyeron que era alguna fiera. Pero reconociendo luego que era un siervo de Dios, muchos de

    ellos trocaron sus instintos feroces por la dulzura de la piedad. Su nombre se dio a conocer por los lugarescomarcanos y desde entonces fue visitado por muchos, que al llevarle el alimento para su cuerpo reciban acambio, de su boca, el alimento espiritual para sus almas.

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    CAPTULO II

    CMO VENCI UNA TENTACIN DE LA CARNE

    Un da, estando a solas, se present el tentador. Un ave pequea y negra, llamada vulgarmente mirlo, empez arevolotear alrededor de su rostro, de tal manera que hubiera podido atraparla con la mano si el santo varn

    hubiera querido apresarla. Pero hizo la seal de la cruz y el ave se alej. No bien se hubo marchado el ave, lesobrevino una tentacin carnal tan violenta, cual nunca la haba experimentado el santo varn. El malignoespritu represent ante los ojos de su alma cierta mujer que haba visto antao y el recuerdo de suhermosura inflam de tal manera el nimo del siervo de Dios, que apenas caba en su pecho la llama del amor.Vencido por la pasin, estaba ya casi decidido a dejar la soledad. Pero tocado sbitamente por la gracia divinavolvi en s, y viendo un espeso matorral de zarzas y ortigas que all cerca creca, se despoj del vestido ydesnudo se ech en aquellos aguijones de espinas y punzantes ortigas, y habindose revolcado en ellas durantelargo rato, sali con todo el cuerpo herido. Pero de esta manera por las heridas de la piel del cuerpo cur laherida del alma, porque troc el deleite en dolor, y el ardor que tan vivamente senta por fuera extingui elfuego que ilcitamente le abrasaba por dentro. As, venci el pecado, mudando el incendio.

    Desde entonces, segn l mismo sola contar a sus discpulos, la tentacin voluptuosa qued en l tanamortiguada, que nunca ms volvi a sentir en s mismo nada semejante.

    Despus de esto, muchos empezaron a dejar el mundo para ponerse bajo su direccin, puesto que, libre delengao de la tentacin, fue tenido ya con razn por maestro de virtudes. Por eso manda Moiss que los levitassirvan en el templo a partir de los veinticinco aos cumplidos, pero slo a partir de los cincuenta les permitecustodiar los vasos sagrados.

    PEDRO.- Algo comprendo del sentido del pasaje que has aducido, sin embargo te ruego que me lo expongas con

    ms claridad.

    GREGORIO.- Es evidente, Pedro, que en la juventud arde con ms fuerza la tentacin de la carne, pero apartir de los cincuenta aos el calor del cuerpo se enfra. Los vasos sagrados son las almas de los fieles. Poreso conviene que los elegidos, mientras son an tentados, estn sometidos a un servicio y se fatiguen contrabajos, pero cuando ya el alma ha llegado a la edad tranquila y ha cesado el calor de la tentacin, seancustodios de los vasos sagrados, porque entonces son constituidos maestros de las almas.

    PEDRO.- Bien, estoy de acuerdo. Pero ya que me has manifestado el sentido oculto de este pasaje, te pido quesigas contndomela vida de este justo, que has comenzado a narrar.

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    CAPTULO III

    EL JARRO ROTO POR LA SEAL DE LA CRUZ

    GREGORIO.- Alejada ya la tentacin, el hombre de Dios, cual tierra libre de espinas y abrojos, empez a darcopiosos frutos en la mies de las virtudes, y la fama de su eminente santidad hizo clebre su nombre.

    No lejos de all, haba un monasterio cuyo abad haba fallecido, y todos los monjes de su comunidad fueronadonde estaba el venerable Benito y con grandes instancias le suplicaron que fuera su prelado. Durante muchotiempo no quiso aceptar la propuesta, pronosticndoles que no poda ajustarse su estilo de vida al de ellos,pero al fin, vencido por sus reiteradas splicas, dio su consentimiento. Instaur en aquel monasterio laobservancia regular, y no permiti a nadie desviarse como antes, por actos ilcitos, ni a derecha ni a izquierda

    del camino de la perfeccin. Entonces, los monjes que haba recibido bajo su direccin, empezaron a acusarsea s mismos de haberle pedido que les gobernase, pues su vida tortuosa contrastaba con la rectitud de vida delsanto.

    Viendo que bajo su gobierno no les sera permitido nada ilcito, se lamentaban de tener que, por una parterenunciar a su forma de vida, y por otra, haber de aceptar normas nuevas con su espritu envejecido. Y comola vida de los buenos es siempre inaguantable para los malos, empezaron a tratar de cmo le daran muerte.Despus de tomar esta decisin, echaron veneno en su vino. Segn la costumbre del monasterio, fuepresentado al abad, que estaba en la mesa, el jarro de cristal que contena aquella bebida envenenada, paraque lo bendijera; Benito levant la mano y traz la seal de la cruz. Y en el mismo instante, el jarro que estaba

    algo distante de l, se quebr y qued roto en tantos pedazos, que ms pareca que aquel jarro que contena lamuerte, en vez de recibir la seal de la cruz hubiera recibido una pedrada. En seguida comprendi el hombrede Dios que aquel vaso contena una bebida de muerte, puesto que no haba podido soportar la seal de la vida.A1 momento se levant de la mesa, reuni a los monjes y con rostro sereno y nimo tranquilo les dijo: "QueDios todopoderoso se apiade de vosotros, hermanos. Por qu quisisteis hacer esto conmigo? Acaso no os lodije desde el principio que mi estilo de vida era incompatible con el vuestro? Id a buscar un abad de acuerdocon vuestra forma de vivir, porque en adelante no podris contar conmigo".

    Entonces regres a su amada soledad y all vivi consigo mismo, bajo la mirada del celestial Espectador.

    PEDRO.- No acabo de entender qu quiere decir eso de que "vivi consigo mismo".

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    GREGORIO.- Si el santo varn hubiese querido tener por ms tiempo sujetos contra su voluntad a aquellosque unnimemente atentaban contra l, y que tan lejos estaban de vivir segn su estilo, quizs el trabajohubiera excedido a sus fuerzas y perdido la paz, y hasta es posible que hubiera desviado los ojos de su almade los rayos luminosos de la contemplacin. Pues fatigado por el cuidado diario de la correccin de ellos,hubiera descuidado su interior. Y acaso olvidndose de s mismo, tampoco hubiera sido de provecho a losdems. Pues, sabido es, que cada vez que por el peso de una desmesurada preocupacin salimos de nosotrosmismos, aunque no dejemos de ser lo que somos, no estamos en nosotros mismos, ya que divagando en otrascosas no nos percatamos de lo nuestro. Acaso diremos que viva consigo mismo aquel que marchando a unaregin lejana, derroch la hacienda que haba recibido y tuvo que ajustarse con un hombre de aquel pas, quele envi a apacentar puercos, a los cuales vea hartarse de bellotas mientras l pasaba hambre? Y sinembargo, cuando empez a reflexionar sobre los bienes que haba perdido, la Escritura dice de l: Volviendoen s, dijo: Cuntos jornaleros en casa de mi padre andan sobrados de pan! (Lc. 15,17). Si, pues, estuvoconsigo, cmo volvi en s? Por eso dije, que este venerable varn habit consigo mismo, porque teniendocontinuamente los ojos puestos en la guarda de s mismo, vindose siempre ante la mirada del Creador, y

    examinndose continuamente, no sali fuera de s mismo, echando miradas al exterior.PEDRO.- Entonces, cmo se explica lo que est escrito del apstol Pedro, cuando fue sacado de la crcel porel ngel: Volviendo en s, dijo: Ahora conozco verdaderamente que el Seor ha enviado su ngel y me halibrado de las manos de Herodes y de la expectacin de todo el pueblo judo? (Hch 12,11).

    GREGORIO.- De dos maneras, Pedro, se dice que salimos de nosotros mismos. Cuando caemos por debajo denosotros mismos, por un pecado de pensamiento, o cuando somos elevados por encima de nosotros mismos, porla gracia de la contemplacin. Aquel que apacent a los puercos cay por debajo de s, a causa de la divagacinde su mente y de la inmundicia de su alma. Por el contrario, este otro a quien el ngel liber y arrebat su

    espritu en xtasis sali ciertamente fuera de s, pero por encima de s mismo. Ambos volvieron en s, el unocuando abandon su vida errada y se recogi en su corazn; el otro cuando al bajar de la contemplacinretorn a su estado de conciencia habitual. As, pues, el venerable Benito habit consigo mismo en aquellasoledad, en el sentido de que se mantuvo dentro de los lmites de su pensamiento. Pero cada vez que learrebat a lo alto el fuego de la contemplacin, entonces fue elevado por encima de s mismo.

    PEDRO.- Esto queda claro. Pero dime, te ruego: Poda abandonar a aquellos monjes despus de haberaceptado encargarse de ellos?

    GREGORIO.- Entiendo, Pedro, que se ha de tolerar con entereza a un grupo de malos, si en l hay algunos

    buenos a quienes se pueda ayudar. Pero donde falta en absoluto el fruto, porque no hay buenos, es intilafanarse por los malos, sobre todo si se presenta la ocasin de hacer otras obras que puedan reportar mayorgloria a Dios. Segn esto, para qu iba a permanecer all por ms tiempo el santo varn, si vea que todos auna le perseguan? Adems, sucede con frecuencia en las almas perfectas -cosa que no debemos olvidar- quecuando se dan cuenta de que su trabajo produce poco fruto, se marchan a otra parte donde puedan hacer msfruto. Por eso, aquel esclarecido predicador, que deseaba ser liberado de su cuerpo mortal y estar con Cristo,para el cual su vivir era Cristo y una ganancia el morir (FI 1,21), y que no slo anhelaba las persecuciones, sinoque animaba a otros a soportarlas, al sufrir violenta persecucin en Damasco, procurse una cuerda y unaespuerta para huir e hizo que le bajasen ocultamente por la muralla. Diremos acaso por eso, que Pablo tuvomiedo a la muerte, cuando l mismo asegura que la deseaba por amor a Jess? No por cierto. Sino que viendoque en aquel lugar haba de trabajar mucho y sacar poco fruto, reservse para otras partes donde pudiesetrabajar con ms fruto. El aguerrido luchador de Dios no quiso permanecer seguro dentro de los muros, sino

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    que fue en busca del campo de batalla. Por la misma razn, si me escuchas atentamente, en seguida verscmo el venerable Benito al escapar de all con vida, no abandon a tantos hombres rebeldes, como almasresucit de la muerte espiritual en otras partes.

    PEDRO.- Que es como dices lo declara esa razn manifiesta y el ejemplo que has aducido. Pero te ruegovuelvas a tomar el hilo de la narracin de la vida de este gran abad.

    GREGORIO.- Como el santo varn creca en virtudes y milagros en aquella soledad, fueron muchos los que sereunieron en aquel lugar para servir a Dios todopoderoso, de suerte que con la ayuda de Nuestro SeorJesucristo, que todo lo puede, erigi all doce monasterios, a cada uno de los cuales asign doce monjes con suabad. Pero retuvo en su compaa a algunos, que crey seran mejor formados si permanecan a su lado.

    Tambin por entonces comenzaron a visitarle algunas personas nobles y piadosas de la ciudad de Roma, que leconfiaron a sus hijos para que los educara en el temor de Dios todopoderoso. Por este tiempo Euticio y elpatricio Trtulo le encomendaron a sus hijos Mauro y Plcido, los dos, nios de buenas esperanzas. El jovenMauro, dotado de buenas costumbres, empez a ayudar al maestro. Plcido en cambio, era todava un nio.

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    CAPTULO IV

    DEL MONJE DISTRADO VUELTO AL BUEN CAMINO

    En uno de aquellos monasterios fundados por l, haba un monje que no poda permanecer en oracin, sino que

    no bien los monjes se disponan a orar, l sala fuera del oratorio y se entretena en cosas terrenas y ftiles.Despus de haber sido amonestado repetidamente por su abad, finalmente fue enviado al hombre de Dios,quien a su vez le reprendi speramente por su necedad. Vuelto al monasterio, apenas hizo caso un par de dasde la correccin del hombre de Dios, pero al tercer da volvi a su antigua conducta y comenz de nuevo adivagar durante el tiempo de la oracin. Habindolo comunicado al hombre de Dios, el abad que l mismo habapuesto en el monasterio, dijo: "Ir y le corregir personalmente". Fue el hombre de Dios al monasterio, ycuando a la hora sealada, concluida ya la salmodia, los monjes se ocuparon en la oracin, vio cmo un chiquillonegro arrastraba hacia fuera por el borde del vestido a aquel monje que no poda estar en oracin. Entoncesdijo secretamente a Pompeyano, el abad del monasterio, y al monje Mauro: "No veis quin es el que arrastrafuera a este monje?". "No", le respondieron. "Oremos, pues, para que tambin vosotros podis ver a quin

    sigue este monje".

    Despus de haber orado dos das, Mauro lo vio, pero Pompeyano, el abad del monasterio, no pudo verlo. Altercer da, concluida la oracin, al salir del oratorio el hombre de Dios encontr a aquel monje fuera. Y paracurar la ceguera de su corazn le golpe con su bastn, y desde aquel da no volvi a sufrir ms engao algunode aquel chiquillo negro y persever constante en la oracin. As, el antiguo enemigo, como si l mismo hubierarecibido el golpe, no se atrevi en adelante a esclavizar la imaginacin de aquel monje.

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    CAPTULO V

    DEL AGUA QUE HIZO BROTAR DE UNA ROCA EN LACIMA DE UN MONTE

    Tres de los monasterios, que en aquel mismo sitio haba construido, estaban situados sobre las rocas de lamontaa, y era muy pesado para los monjes tener que bajar cada da al lago a por agua, sobre todo porquecomo el camino era peligroso y muy pendiente, cada vez que se bajaba por l se corra verdadero peligro.

    Reunironse los monjes de estos tres monasterios y fueron a ver al siervo de Dios Benito y le dijeron: "Muchotrabajo nos cuesta bajar diariamente al lago a por agua. Mejor ser trasladar los monasterios a otro lugar".Benito les consol con buenas palabras y los despidi. Aquella misma noche, en compaa del nio Plcido -dequien anteriormente hice mencin- subi a la montaa y or all un buen rato. Acabada su oracin, puso tres

    piedras en aquel lugar como seal, y sin decir nada a nadie regres al monasterio. Al da siguiente, acudieronde nuevo aquellos monjes por causa del agua. Benito les dijo: "Id y cavad un poco en la roca donde encontristres piedras superpuestas. Porque poderoso es Dios para hacer brotar agua aun de la cima de la montaa, y asahorraros la fatiga de tan largo camino". Fueron, pues, all y encontraron ya goteando la roca que les habaindicado Benito. Hicieron un hoyo en ella y al punto se llen de agua, y tan copiosamente brot, que an hoy dasigue manando caudalosamente y baja desde la cima hasta el pie de aquella montaa.

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    CAPTULO VI

    DEL HIERRO VUELTO A SU MANGO DESDE EL FONDODEL AGUA

    En otra ocasin, un godo pobre de espritu lleg al monasterio para hacerse monje y el hombre de Dios Benitole recibi con sumo gusto. Cierto da mand darle una herramienta -que por su parecido con la falce llamanfalcastro-, para que cortara la maleza de un sitio donde haba de plantarse un huerto. El lugar que el godohaba recibido para limpiarlo estaba en la misma orilla del lago. Mientras el godo cortaba aquel matorral dezarzas con todas sus fuerzas, se desprendi el hierro del mango y cay al lago, precisamente en un lugardonde era tanta la profundidad del agua, que no haba esperanza alguna de recuperarlo. Perdida ya laherramienta, corri el godo tembloroso al monje Mauro, le cont lo que le haba sucedido e hizo penitencia porsu falta. Enseguida, Mauro puso el hecho en conocimiento del siervo de Dios Benito, el cual, enterado del caso,fue al lugar del suceso, tom el mango de la mano del godo y lo meti en el agua. A1 momento, el hierro subide lo hondo del lago y se ajust al mango. Luego entreg la herramienta al godo dicindole: "Toma, trabaja y

    no te aflijas ms".

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    CAPTULO VII

    DE UN DISCPULO SUYO QUE ANDUVO SOBRE LASAGUAS

    Un da, mientras el venerable Benito estaba en su celda, el mencionado nio Plcido, monje del santo varn,sali a sacar agua del lago y al sumergir incautamente en el agua la vasija que traa, cay tambin l en el aguatras ella. A1 punto le arrebat la corriente arrastrndole casi un tiro de flecha. El hombre de Dios, queestaba en su celda, al instante tuvo conocimiento del hecho. Llam rpidamente a Mauro y le dijo: "HermanoMauro, corre, porque aquel nio ha cado en el lago y la corriente lo va arrastrando ya lejos". Cosa admirable ynunca vista desde el apstol Pedro; despus de pedir y recibir la bendicin, march Mauro a toda prisa acumplir la orden de su abad. Y creyendo que caminaba sobre tierra firme, corri sobre el agua hasta el lugardonde la corriente haba arrastrado al nio; le asi por los cabellos y rpidamente regres a la orilla". Apenas

    toc tierra firme, volviendo en s, mir atrs y vio que haba andado sobre las aguas, de modo que lo que nuncacrey poder hacer, lo estaba viendo estupefacto como un hecho.

    Vuelto al abad, le cont lo sucedido. Pero el venerable varn Benito empez a atribuir el hecho, no a suspropios merecimientos, sino a la obediencia de Mauro. ste, por el contrario, deca que el prodigio haba sidonicamente efecto de su mandato y que l nada tena que ver con aquel milagro, porque lo haba obrado sindarse cuenta. En esta amistosa porfa de mutua humildad, intervino el nio que haba sido salvado, diciendo:"Yo, cuando era sacado del agua, vea sobre mi cabeza la melota del abad y estaba credo que era l quien mesacaba del agua".

    PEDRO.- Portentosas son las cosas que cuentas y sin duda alguna sern de edificacin para muchos. Yo, por miparte, te digo que cuantos ms milagros conozco de este santo varn, ms sed tengo de ellos.

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    CAPTULO VIII

    DEL PAN ENVENENADO TIRADO LEJOS POR UN

    CUERVOGREGORIO.- Habindose ya inflamado aquellos lugares circunvecinos en el amor de nuestro Dios y SeorJesucristo, muchos empezaron a dejar la vida del siglo y a someter la cerviz de su corazn al suave yugo delRedentor. Pero como es propio de los malos envidiar en los otros el bien de la virtud que ellos no aprecian, elsacerdote de una iglesia vecina llamado Florencio, abuelo de nuestro subdicono Florencio ", instigado por elantiguo enemigo, empez a tener envidia del celo de tan santo varn, a denigrar su gnero de vida y a apartarde su trato a cuantos poda. Mas, viendo por una parte que era imposible impedir sus progresos, y por otra,que cada da creca ms la fama de su vida monstica, de manera que eran muchos los que se sentan llamados

    incesantemente a una vida ms perfecta por la fama de su santidad, abrasado ms y ms en la llama de laenvidia se haca cada vez peor, porque deseaba recibir la alabanza de su vida monstica, pero no quera llevaruna vida santa.

    Cegado, pues, por las tinieblas de su envidia, lleg a enviar al siervo de Dios todopoderoso un pan envenenado,como obsequio. Aceptlo el hombre de Dios dndole las gracias, pero no se le ocult la ponzoa escondida en elpan. A la hora de la comida, sola venir del bosque cercano un cuervo, al que el santo le daba de comer por supropia mano. Habiendo venido como de costumbre, el siervo de Dios ech al cuervo el pan que el sacerdote lehaba enviado y le orden: "En nombre de nuestro Seor Jesucristo toma este pan y arrjalo a un lugar dondeno pueda ser hallado por nadie". Entonces el cuervo, abriendo el pico y extendiendo las alas, empez a

    revolotear y a graznar alrededor del pan, como diciendo que estaba dispuesto a obedecer, pero no podacumplir lo mandado. El siervo de Dios le reiter la orden, diciendo: "Llvatelo, llvatelo sin miedo y chalodonde nadie pueda encontrarlo". Tard todava largo rato el cuervo en ejecutar la orden, pero al fin tom elpan con su pico, levant el vuelo y se fue. A1 cabo de tres horas, habiendo arrojado ya el pan, regres yrecibi el alimento acostumbrado de mano del hombre de Dios. Pero el venerable abad, viendo que el nimo delsacerdote se enardeca contra su vida dolise ms por l que por s mismo.

    Mas, el sobredicho Florencio, ya que no pudo matar el cuerpo del maestro, intent matar las almas de susdiscpulos. Para ello, introdujo en el huerto del monasterio donde viva, a siete muchachas desnudas, para queall, ante sus ojos, juntando las manos unas con otras y bailando largo rato delante de ellos, inflamaran susalmas en el fuego de la lascivia 22. Vio el santo varn desde su celda lo que pasaba y temi mucho la cada desus discpulos ms dbiles. Mas, considerando que todo aquello se haca nicamente con nimo de perseguirle a

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    l, trat de evitar la ocasin de aquella envidia. Y as, constituy prepsitos en todos aquellos monasterios quehaba fundado y tomando consigo unos pocos monjes mud su lugar de residencia.

    Pero, apenas el hombre de Dios haba rechazado, humildemente, el odio de su adversario, cuando Diostodopoderoso castig terriblemente a su rival. Pues estando dicho sacerdote en la azotea de su casa,alegrndose con la nueva de la partida de Benito, de pronto; permaneciendo inmvil toda la casa, se derrumbla terraza donde estaba, y aplastando al enemigo de Benito, lo mat.

    El discpulo del hombre de Dios, Mauro, crey oportuno hacrselo saber al venerable abad Benito, que an nose haba alejado ni diez millas del lugar, dicindole: "Regresa, porque el sacerdote que te persegua hamuerto". Al or esto el hombre de Dios, prorrumpi en grandes sollozos, no slo porque su adversario habamuerto, sino porque el discpulo se haba alegrado de su desastroso fin. Y por eso impuso una penitencia aldiscpulo, porque al anunciarle lo sucedido se haba atrevido a alegrarse de la muerte de su rival.

    PEDRO.- Admirables y sobremanera asombrosas son las cosas que acabas de contar, pues en el agua que mande la piedra veo a Moiss (Nm. 20,11); en el hierro que remont desde lo profundo del agua, a Elseo (2Re6,7); en el andar sobre las aguas, a Pedro (Mt 14,29); en la obediencia del cuervo, a Elas (1 Re 17,6) y en elllanto por la muerte de su enemigo, a David (2Sam 1,2; 18,33). Por todo lo cual, veo que este hombre estaballeno del espritu de todos los justos.

    GREGORIO.- Pedro, el hombre de Dios Benito tuvo nicamente el espritu de Aquel que por la gracia de laredencin que nos otorg, llen el corazn de todos los elegidos; del cual dice san Juan: era la luz verdaderaque ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn. 1,9), y ms abajo: de su plenitud todos hemos recibido(Jn. 1,16). Los santos alcanzaron de Dios el poder de hacer milagros, pero no el de comunicar este poder a los

    dems, pues solamente lo concede a sus discpulos, el que prometi dar a sus enemigos la seal de Jons (Mt12,39). En efecto, quiso morir en presencia de los soberbios, pero resucitar ante los humildes, para queaqullos se dieran cuenta de quin haban condenado, y stos, a quin deban amar con veneracin. En virtudde este misterio, mientras los soberbios contemplaron al que haban despreciado con una muerte infame, loshumildes recibieron la gloria de su poder sobre la muerte.

    PEDRO.- Dime ahora, por favor, a qu lugares emigr el santo varn y si obr milagros en ellos.

    GREGORIO.- El santo varn, al emigrar a otra parte, cambi de lugar, pero no de enemigo. Ya que despushubo de librar combates tanto ms difciles, cuanto que tuvo que luchar abiertamente contra el maestro de la

    maldad en persona. El fuerte llamado Casino est situado en la ladera de una alta montaa, que le acoge en sufalda como un gran seno, y luego contina elevndose hasta tres millas de altura, levantando su cumbre haciael cielo. Hubo all un templo antiqusimo, en el que segn las costumbres de los antiguos paganos, el pueblonecio e ignorante daba culto a Apolo. A su alrededor haba tambin bosques consagrados al culto de losdemonios, donde todava en aquel tiempo una multitud enloquecida de paganos ofreca sacrificios sacrlegos.Cuando lleg all el hombre de Dios, destroz el dolo, ech por tierra el ara y tal los bosques. Y en el mismotemplo de Apolo construy un oratorio en honor de san Martn, y donde haba estado el altar de Apolo edificun oratorio a san Juan. Adems, con su predicacin atraa a la fe a las gentes que habitaban en las cercanas.Pero he aqu que el antiguo enemigo, no pudiendo sufrir estas cosas en silencio, se apareca a los ojos del abad,no veladamente o en sueos, sino visiblemente, y con grandes clamores se quejaba de la violencia que tena que

    padecer por su causa. Los hermanos, aunque oan su voz, no vean su figura. Pero el venerable abad contaba asus discpulos cmo el antiguo enemigo se apareca a sus ojos corporales horrible y envuelto en fuego y le

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    amenazaba echando fuego por la boca y por los ojos. En efecto, todos oan lo que deca, porque primero lellamaba por su nombre, y como el hombre de Dios no le responda nada, enseguida prorrumpa en ultrajes. Puescuando gritaba: "Benito, Benito!", y vea que ste nada responda, a continuacin aada: "Maldito y nobendito! Qu tienes contra m? Por qu me persigues?".

    Pero veamos ahora los nuevos embates del antiguo enemigo contra el siervo de Dios, a quien incitpresentndole batalla, pero, muy a pesar suyo, con ello no hizo ms que proporcionarle ocasiones de nuevasvictorias.

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    CAPITULO IX

    DE UNA ENORME PIEDRA LEVANTADA POR SUORACIN

    Un da, mientras estaban trabajando en la construccin de su propio monasterio, los monjes decidieron poneren el edificio una piedra que haba en el centro del terreno. A1 no poderla remover dos o tres monjes a la vez,se les juntaron otros para ayudarlos, pero la piedra permaneci inamovible como si tuviera races en la tierra.Comprendieron entonces claramente que el antiguo enemigo en persona estaba sentado sobre ella, puesto quelos brazos de tantos hombres no eran suficientes para removerla.

    Ante la dificultad, enviaron a llamar al hombre de Dios para que viniera y con su oracin ahuyentara alenemigo, y as poder luego levantar la piedra. Vino enseguida, or e imparti la bendicin, y al punto pudieronlevantar la piedra con tanta rapidez, como si nunca hubiera tenido peso alguno.

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    CAPTULO XI

    DEL MONJE JOVEN APLASTADO POR UNA PARED YSANADO

    En otra ocasin, mientras los monjes estaban levantando una pared, porque as convena, el hombre de Dios sehallaba en el recinto de su celda entregado a la oracin. Aparecisele el antiguo enemigo insultndole ydicindole que se iba al lugar donde los monjes estaban trabajando. Comuniclo rpidamente el hombre deDios a los monjes, por medio de un enviado, dicindoles: "Hermanos, id con cuidado, porque ahora mismo va avosotros el espritu del mal". Apenas haba acabado de hablar el enviado, cuando el maligno espritu derrumbla pared que levantaban, y atrapando entre las ruinas a un monje joven, hijo de un curial, lo aplast.Consternados todos y profundamente afligidos, no por el dao ocasionado a la pared, sino por elquebrantamiento del hermano, se apresuraron a anuncirselo al venerable Benito con gran llanto. El abadmand que le trajeran al muchacho destrozado, cosa que no pudieron hacer sino envolvindole en una manta,ya que las piedras de la pared le haban triturado no slo las carnes sino hasta los huesos. El hombre de Dios

    orden enseguida que lo dejasen en su celda sobre el psiathium -es decir, sobre la estera-, donde l sola orar;y despidiendo a los monjes, cerr la puerta de la celda y se puso a orar con ms intensidad que nunca. Cosaadmirable! Al punto se levant curado aquel monje y tan sano como antes. Y el santo envi de nuevo a acabar lapared a aquel monje con cuya muerte el antiguo enemigo haba credo insultar a Benito.

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    CAPITULO XII

    DE UNOS MONJES QUE TOMARON ALIMENTOCONTRA LO ESTABLECIDO POR LA REGLA

    En esto empez el hombre de Dios a tener tambin espritu de profeca, prediciendo sucesos futuros y

    revelando a los presentes cosas que sucedan lejos.Era costumbre en el cenobio, que cuando los monjes salieran a hacer alguna diligencia, no comieran ni bebieranfuera del monasterio. Este punto de la observancia se guardaba escrupulosamente, segn lo establecido por laRegla. Un da salieron unos monjes a cumplir cierto encargo, en el que estuvieron ocupados hasta muy tarde. Ycomo conocan a cierta piadosa mujer, entraron en su casa y tomaron alimento. Llegaron muy tarde almonasterio y, segn la costumbre, pidieron la bendicin al abad. ste les interpel al punto diciendo: "Dndehabis comido?". En ninguna parte", respondieron ellos. Pero l les reproch: "Por qu ments de ese modo?Acaso no entrasteis en casa de tal mujer y comisteis all tal y tal cosa y bebisteis tantas veces?". Cuandovieron que el venerable abad les iba refiriendo la hospitalidad de la mujer, la clase de manjares que habancomido y el nmero de veces que haban bebido, reconocieron todo lo que haban hecho, y temblando cayeron a

    sus pies y confesaron su culpa. Pero l al instante los perdon, creyendo que en adelante no volveran a hacersemejante cosa, pues saban que, aun ausente, les estaba presente en espritu.

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    CAPTULO XIII

    DEL HERMANO DEL MONJE VALENTINIANO

    El hermano del monje Valentiniano, de quien ms arriba hice mencin, era un hombre seglar, pero muy piadoso.Para encomendarse a las oraciones del siervo de Dios y ver a su hermano, acostumbraba a ir todos los aos enayunas al monasterio desde el lugar donde viva. Cierto da, yendo de camino hacia el monasterio, se le junt

    otro caminante que llevaba consigo comida para el viaje. Siendo ya la hora avanzada, le dijo: "Ven, hermano,tomemos alimento para no desfallecer en el camino". A lo que respondi aqul: "De ninguna manera, hermano;no lo tomar, porque he tenido siempre la costumbre de ir en ayunas a visitar al venerable Benito". Recibidaesta respuesta, el compaero de viaje no insisti ms por el momento. Pero habiendo andado otro pequeotrecho, invitle de nuevo a comer. Tampoco esta vez quiso aceptar, porque haba hecho propsito de llegar enayunas. Call nuevamente el que le haba invitado a comer y consinti en caminar con l todava un poco ms sinprobar alimento. Pero despus de haber recorrido un largo trecho, cuando la hora era ya avanzada y losviajeros estaban fatigados, encontraron a la vera del camino un prado con una fuente y con todo lo que podaparecerles a propsito para reparar sus fuerzas. Entonces djole el compaero de viaje: "Aqu hay agua, unprado y un lugar ameno donde podemos comer y descansar un poco, para que luego podamos acabar nuestro

    viaje sin novedad". Como estas palabras halagaron sus odos y el lugar sus ojos, persuadido por esta tercerainvitacin, acept y comi. Al anochecer lleg al monasterio; presentse al venerable abad Benito y le pidi labendicin. Pero al instante el santo varn le reproch lo que haba hecho en el camino, dicindole: "Cmo hasido, hermano, que el maligno enemigo, que te habl por boca de tu compaero de viaje, no pudo persuadirte laprimera vez ni tampoco la segunda, pero logr persuadirte a la tercera y te venci en lo que quera?".Entonces l, reconoci su culpa, fruto de su dbil voluntad; se ech a sus pies y comenz a llorar avergonzadode su falta, tanto ms cuanto que se dio cuenta que, aunque ausente, haba prevaricado a la vista del abadBenito.

    PEDRO.- Veo que en el corazn de este santo varn haba el espritu de Elseo, que aunque estaba lejos,estuvo presente a lo que su discpulo Guejazi haca (2Re 5,26).

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    CAPTULO XIV

    DESCUBRIMIENTO DEL ENGAO DEL REY TOTILA

    GREGORIO.- Ahora, Pedro, es necesario que calles un poco, para que puedas conocer an mayores cosas.

    En tiempo de los godos, su rey Totila oy decir que el santo varn tena espritu de profeca. Dirigise a sumonasterio y detenindose a poca distancia del mismo, le anunci su visita. Enseguida se le pas aviso delmonasterio, dicindole que poda venir, pero l, prfido como era, intent cerciorarse de si el hombre de Diostena espritu de profeca. Para ello, prest su calzado a cierto escudero suyo llamado Rigo, le hizo vestir conla indumentaria real y le mand que se presentara al hombre de Dios como si fuera l mismo en persona. Envipara su squito a tres compaeros de los que solan ir en su comitiva, a saber: Vulderico, Rodrigo y Blidino,para que formando cortejo con l hicieran creer al siervo de Dios que se trataba del mismo rey Totila. Dileadems otros honores y acompaamiento, para que tanto por el squito como por los vestidos de prpura letuviese por el propio rey.

    Cuando Rigo lleg al monasterio ostentando las vestiduras reales y rodeado de numeroso squito, el hombrede Dios estaba sentado a la puerta. Vio cmo iba acercndose y cuando poda ya hacerse or de l, gritodiciendo: "Qutate eso, hijo, qutate eso que llevas, que no es tuyo!". Al instante Rigo cay en tierra lleno deespanto por haber intentado burlarse de tan santo varn; y todos los que con l haban ido a ver al el hombrede Dios, cayeron consternados en tierra. Al levantarse, no se atrevieron a acercrsele, sino que regresaronadonde estaba su rey y temblando le contaron la rapidez con que haban sido descubiertos.

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    CAPTULO XV

    PROFECA QUE HIZO AL REY TOTILA

    Entonces el rey Totila en persona llegse al hombre de Dios, y vindole a lo lejos sentado no se atrevi aacercrsele, sino que cay de hinojos en tierra. El hombre de Dios le dijo dos o tres veces: "Levntate!". Pero

    como l no se atreva a levantarse en su presencia, Benito, siervo de nuestro Seor Jesucristo, se dignacercarse al rey -que permaneca postrado-, le levant, le increp por sus desmanes y en pocas palabras levaticin todo cuanto haba de sucederle. Le dijo: "Has hecho y haces mucho dao; es ya hora de poner trminoa tu maldad. Ciertamente, entrars en Roma, atravesars el mar y reinars nueve aos, pero al dcimomorirs". Odas estas palabras, el rey qued fuertemente impresionado, le pidi la bendicin y se march. Ydesde entonces fue menos cruel. Poco tiempo despus entr en Roma, pas luego a Sicilia y al dcimo ao desu reinado, por disposicin de Dios todopoderoso, perdi el reino con la vida.

    Tambin el obispo de la iglesia de Canosa", a quien el hombre de Dios amaba entraablemente por los mritosde su vida ejemplar, acostumbraba a visitar al siervo de Dios. Un da, conversando con l acerca de la entrada

    del rey Totila en Roma y de la devastacin de la ciudad, djole el obispo: "Este rey destruir de tal manera laciudad, que ya no podr ser jams habitada" '2. A lo que respondi el hombre de Dios: "Roma no serdestruida por los hombres, sino que se consumir en s misma, abatida por tempestades, huracanes, tormentasy terremotos".

    Los misterios de esta profeca nos son ya ms patentes que la luz, puesto que vemos demolidas las murallas dela ciudad, arruinadas sus casas, destruidas sus iglesias por los huracanes y que se van desmoronando susedificios, como cansados por una larga vejez.

    Su discpulo Honorato, de quien es la relacin de todo lo que voy diciendo, confiesa que esto no lo oy de su

    boca, pero afirma que los monjes le aseguraron que as lo haba dicho el santo.

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    CAPITULO XVI

    DE UN CLRIGO LIBRADO DEL DEMONIO

    En este tiempo, cierto clrigo de la iglesia de Aquino, era atormentado por el demonio. Haba sido enviado porel venerable varn Constancio, obispo de la misma iglesia, a visitar muchos sepulcros de mrtires, a fin deobtener de ellos la curacin. Pero los santos mrtires no quisieron concederle la salud, para que con estemotivo se manifestara la santidad de Benito.

    As pues, fue conducido a la presencia del siervo de Dios Benito, que or a nuestro Seor Jesucristo y almomento expuls al antiguo enemigo del hombre poseso. Despus de haberle curado le orden: "Ve, y en losucesivo no comas carne ni te atrevas jams a recibir orden sagrada alguna, porque el da que intentarestemerariamente acceder a orden sacro alguno, al instante volvers a ser esclavo de Satans".

    March, pues, el clrigo curado, y como la pena reciente suele atemorizar al espritu, cumpli por el momentolo que el hombre de Dios le haba ordenado.

    Pero transcurridos muchos aos, cuando vio que los que le haban precedido haban muerto y que otros msvenes que l reciban las rdenes sagradas, no acordndose de las palabras del hombre de Dios por el largo

    tiempo transcurrido, hizo caso omiso de ellas, acercndose a recibir otra orden sagrada. Inmediatamentetom posesin de l aquel demonio que le haba dejado y no ces de atormentarle hasta que le quit la vida.

    PEDRO.- Por lo que veo, este hombre de Dios penetr hasta los secretos de la divinidad, puesto que saba queeste clrigo haba sido entregado a Satans, precisamente para que no osara recibir orden sagrada alguna.

    GREGORIO.- Cmo no iba a conocer los secretos de la divinidad, el que guardaba tan fielmente los preceptosdel mismo Dios, estando como est escrito que: El que se adhiere al Seor, se hace un espritu con l? (1 Co6,17).

    PEDRO.- Si el que se adhiere al Seor se hace un mismo espritu con l, por qu el mismo egregio predicadordice tambin: Quin conoci el pensamiento del Seor, o quin fue su consejero? (Rom. 11,34). Pues pareceilgico que uno ignore el pensamiento de aquel con el cual ha sido hecho un solo espritu.

    GREGORIO.- Los hombres santos, en cuanto son una misma cosa con el Seor, no ignoran su pensamiento, pues

    tambin el mismo Apstol dice: Qu hombre conoce lo que en el hombre hay, sino el espritu del hombre queest en l? As tambin, nadie conoce las cosas de Dios sino el Espritu de Dios (1Co 2,lls). Y para mostrarnos

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    que conoca las cosas de Dios, aadi: Nosotros no hemos recibido el espritu de este mundo, sino el espritude Dios (1Co 2,12). Por eso dice tambin: Lo que ni el ojo vio ni el odo oy, ni imagin el corazn del hombre,eso es lo que Dios tiene preparado para los que le aman; pero a nosotros nos lo ha revelado por su Espritu (1Co 2,9).

    PEDRO.- Si, pues, las cosas que son de Dios fueron reveladas al mismo Apstol por el Espritu de Dios, cmoresponde a lo que propuse antes, diciendo: Oh profundidad de la riqueza, de la sabidura y de la ciencia deDios! Cun insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! (Rom. 11,33). Adems de esto, me vieneahora a la mente otra duda. Pues el profeta David, hablando con el Seor, dice: Con mis labios he pronunciadotodos los juicios de tu boca (Sal 119,13). Y como conocer es menor que pronunciar, por qu afirma san Pabloque los juicios de Dios son inescrutables, cuando David asegura, no slo que los conoce, sino tambin que los hapronunciado con sus labios?

    GREGORIO.- A ambas cosas te respond brevemente ms arriba, cuando te dije que los hombres santos, en

    cuanto son una misma cosa con el Seor, no ignoran su pensamiento. En efecto, todos los que siguendevotamente al Seor estn unidos a Dios por su devocin, pero mientras estn abrumados por el peso de lacarne corruptible, no estn an junto a Dios. Y as, en cuanto le estn unidos, conocen los ocultos designios deDios, y en cuanto estn separados de l, los ignoran. Por eso, en tanto no penetran an perfectamente sussecretos aseguran que sus juicios son incomprensibles, pero en cuanto se adhieren a l por el espritu, y poresta unin, instruidos por las palabras de la Sagrada Escritura o por secretas revelaciones, reciben algnconocimiento, entonces saben estas cosas y las anuncian. As, pues, ignoran lo que Dios calla y conocen lo queles habla. Por eso cuando el profeta David dijo: Con mis labios pronunci todos tus decretos, aadi acontinuacin: salidos de tu boca (Sal 119,13); como si dijera abiertamente: "Pude conocer y proclamar estosdecretos, porque t los proferiste. Puesto que aquellas cosas que t no dices, por lo mismo las ocultas a

    nuestra inteligencia". Concuerda, pues, la sentencia del Profeta y la del Apstol, porque si es cierto que losuicios de Dios son inescrutables, tambin lo es que una vez han sido proferidos por su boca, pueden serpronunciados por labios humanos, porque lo que Dios revela puede ser conocido, pero no lo que oculta.

    PEDRO.- Has resuelto esta pequea objecin ma con razones bien claras. Pero, te ruego, que prosigas, sitienes algo que decir an sobre los milagros de este varn.

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    CAPITULO XVII

    PROFECA SOBRE LA DESTRUCCIN DE SUMONASTERIO

    GREGORIO.- Cierto hombre noble, llamado Teoprobo, haba sido convertido por las exhortaciones del abadBenito, quien por su vida ejemplar le tena gran confianza y familiaridad. Un da entr Teoprobo en su celda yle encontr llorando amargamente, Esper largo rato, pero al ver que no cesaban sus lgrimas y que el hombrede Dios no lloraba como en la oracin, sino por alguna congoja, preguntle la causa de tanto llanto. A lo querespondi enseguida el hombre de Dios: "Todo este monasterio que he construido y todas estas cosas que hepreparado para los monjes, por disposicin de Dios todopoderoso, sern entregadas a los brbaros. Slo aduras penas he podido alcanzar que se me concedieran las vidas de los monjes".

    Este orculo, que entonces oy Teoprobo, nosotros lo vemos cumplido, pues sabemos que su monasterio ha

    sido destruido por las hordas de los lombardos.

    En efecto, no ha muchos aos, una noche, mientras los monjes dorman, entraron all los lombardos y losaquearon todo, pero no pudieron apresar ni un solo monje. As Dios todopoderoso cumpli lo que habaprometido a su fiel siervo Benito: que aunque entregara los bienes a los brbaros, salvara empero la vida delos monjes. Y en esto veo que a Benito le sucedi lo mismo que a san Pablo, el cual vio cmo su navo perdatodo lo que llevaba, pero salv, para consuelo suyo, la vida de todos los que iban con l (Hch 27).

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    CAPTULO XVIII

    DE UN FRASCO ESCONDIDO Y DESCUBIERTO ENESPRITU

    En otra ocasin, nuestro Exhilarato, a quien conociste despus de su conversin, fue enviado por su amo alhombre de Dios para que llevara al monasterio dos vasijas de madera -llamadas vulgarmente frascos-, llenasde vino. Fue y present slo una; la otra la escondi en el camino. Pero el hombre de Dios, a quien no podaocultrsele lo que se haca en su ausencia, recibila dndole las gracias, pero al ir a marcharse el criado leavis diciendo: "Mira, hijo, no bebas ya de aquel frasco que escondiste. Inclnalo con cuidado y vers lo quehay en l". El criado sali muy confuso de la presencia del hombre de Dios, pero a su regreso quiso comprobarlo que le haba dicho. Inclin el frasco y al punto sali de l una serpiente. Entonces el joven Exhilarato,viendo lo que haba encontrado en el vino, se avergonz de la falta cometida.

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    CAPTULO XIX

    DE LOS PAUELOS ACEPTADOS POR UN MONJE

    No lejos del monasterio haba una aldea, de la cual una gran mayora de sus habitanteshaba sido convertida del culto de los dolos a la fe en Dios, por la predicacin de Benito.Haba tambin all unas mujeres consagradas a Dios, a las cuales el siervo de Dios procuraba

    enviarles con frecuencia algunos de sus monjes para atenderlas espiritualmente. Un da,segn su costumbre, envi a uno de ellos. Acabada la pltica, el monje que haba sidoenviado acept, instado por aquellas santas mujeres, unos pauelos y los escondi en supecho. Luego que hubo regresado al monasterio empez el hombre de Dios a reprenderlecon grandsima acrimonia dicindole: "Cmo ha penetrado la iniquidad en tu pecho?". Quedaqul estupefacto, pues no acordndose de lo que haba hecho, tampoco atinaba a

    comprender por qu le reprenda. Entonces Benito le dijo: "Acaso no estaba yo presente cuando recibiste delas siervas de Dios los pauelos y los guardaste en tu pecho?". Al or esto, se ech a sus pies, dio satisfaccinpor haber obrado tan neciamente y arroj los pauelos que haba escondido en su pecho.

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    CAPTULO XX

    DEL PENSAMIENTO DE SOBERBIA DE UN MONJE,CONOCIDO EN ESPRITU

    Fin otra ocasin, mientras el venerable abad tomaba su alimento hacia el atardecer, cierto monje, hijo de unabogado, le sostena la lmpara delante de la mesa. Y mientras el hombre de Dios coma y l le alumbraba,comenz a pensar y decir secretamente en su interior: "Quin es ste para que yo tenga que servirle ysostenerle la lmpara mientras come? Y siendo yo quien soy, he de servirle?". Al punto, dirigindose a l elhombre de Dios, comenz a increparle speramente, dicindole: "Santigua tu corazn, hermano! Qu es loque ests pensando? Santigua tu corazn!". Inmediatamente llam a los monjes, mand que le quitasen lalmpara de sus manos, y a l le orden que cesara en su servicio y se sentara. Preguntado luego por losmonjes qu es lo que haba pensado, les cont prolijamente cmo se haba envanecido por espritu de soberbiay lo que haba dicho interiormente en su pensamiento contra el hombre de Dios. Con esto, todos vieron

    claramente que nada poda ocultarse al venerable Benito, pues haba percibido hasta un simple discursomental.

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    CAPTULO XXI

    DE DOSCIENTOS MODIOS DE HARINA HALLADOSDELANTE DEL MONASTERIOEN TIEMPO DE CARESTA

    En otra ocasin, sobrevino en la regin de la Campania una gran hambre que afliga a todo el mundo por la faltade alimentos. Empezaba tambin ya a escasear el trigo en el monasterio de Benito y se haban consumido casitodos los panes, de tal manera que a la hora de la refeccin de los monjes slo pudieron hallarse cinco.Vindolos el venerable abad contristados, trat primero de corregir con suave reprensin su pusilanimidad yluego de animarlos con esta promesa, diciendo: "Por qu est triste vuestro corazn por la falta de pan? Hoyciertamente hay poco, pero maana lo tendris en abundancia". Al da siguiente encontraron delante de lapuerta del monasterio doscientos modios de harina metido en sacos, sin que hasta el da de hoy se haya podido

    saber, de quin se vali Dios todopoderoso para llevarlos all. Viendo esto, los monjes alabaron a Dios yaprendieron a no dudar ms de la abundancia, aun en tiempo de escasez.

    PEDRO.- Dime, por favor, si este siervo de Dios tena siempre espritu de profeca o si este espritu invadasu alma slo de vez en cuando.

    GREGORIO.- El espritu de profeca, Pedro, no est continuamente inspirando la mente de los profetas,porque si el Espritu Santo, segn est escrito, inspira donde quiere (Jn. 3,8), tambin has de saber queinspira cuando quiere. Por eso, preguntado el profeta Natn por el rey David, si poda construir el templo,primeramente le dijo que s y luego que no (2Sam 7,17). Y por lo mismo, cuando el profeta Eliseo vio llorar a la

    mujer sunamita, sin conocer la causa de su llanto, dijo al criado que la impeda acercarse: Djala, porque sualma est llena de amargura y el Seor me lo ha ocultado y no me lo ha revelado (2Re 4,27). Diostodopoderoso acta as por disposicin de su soberana bondad, porque unas veces da el espritu de profeca yotras lo retira, eleva las almas de los profetas a las alturas y al mismo tiempo las mantiene en la humildad,para que vean lo que son por la gracia de Dios, cuando reciben este espritu, y lo que son por s mismos, cuandoles falta.

    PEDRO.- Que es as como dices, lo manifiesta tu mismo razonamiento. Pero cuntame por favor, todo lo quesepas del venerable abad Benito.

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    CAPTULO XXII

    CMO EN UNA VISIN TRAZ EL PLANO DELMONASTERIO DE TERRACINA

    GREGORIO.- En otra ocasin, cierto varn piadoso le rog que enviase algunos de sus discpulos para fundar

    un monasterio en una posesin suya, junto a la ciudad de Terracina. Accedi Benito a su demanda; design alos monjes que haban de ir y nombrles abad y prior. A1 despedirlos les prometi: "Id y tal da ir yo y osmostrar dnde debis edificar el oratorio, el refectorio de los monjes, la hospedera y todo lo dems".Recibida la bendicin, partieron en seguida. Esperaron con ansia el da sealado y prepararon todo lo necesariopara los que haban de venir en compaa del santo abad. Pero la noche anterior al da convenido, antes de queamaneciera, el hombre de Dios se apareci en sueos al que haba constituido abad y a su prior y les fuesealando minuciosamente cada uno de los lugares donde haba de edificarse algo. Al levantarse de la cama,refirironse mutuamente lo que haban visto en sueos, pero no dieron crdito a la visin y as esperaron a queviniera el siervo de Dios, tal como se lo haba prometido. Mas viendo que no haba comparecido el da sealado,fueron a l y le dijeron llenos de tristeza: "Padre, esparbamos que vinieras, tal como nos lo habas prometido,

    y nos indicaras lo que habamos de edificar, pero no compareciste". l les respondi: "Hermanos, cmo decsesto? Acaso no vine segn haba prometido?". Contestronle: "Cundo viniste?". l respondi: "Cuando meaparec a los dos mientras dormais y os seal cada uno de los lugares. Id, pues, y segn lo osteis en la visin,construid todos los edificios del monasterio". Al or esto, quedaron estupefactos; regresaron al prediosusodicho y construyeron todas las dependencias segn las instrucciones recibidas en la visin.

    PEDRO.- Deseara que me explicaras, cmo pudo ir tan lejos, dar la respuesta a unos que dorman y stosreconocerle y orle en la visin.

    GREGORIO.- Por qu, Pedro, porfas en querer averiguar el hecho con tanta prolijidad? Es evidente que el

    espritu es de naturaleza ms sutil que el cuerpo. Por otra parte, sabemos con absoluta certeza, por eltestimonio de la Escritura, que el profeta Habacuc fue arrebatado y transportado en un instante de Judea aCaldea con la comida. Y despus de dar de comer al profeta Daniel se hall de nuevo sbitamente en Judea(Dn 17,32-39). Si, pues, Habacuc pudo en un instante ir corporalmente tan lejos a llevar la comida, no es demaravillar que al abad Benito le fuera concedido ir espiritualmente y decir lo necesario a los espritus deaquellos monjes que estaban durmiendo. Pues as como aqul fue corporalmente para llevar el alimentocorporal, ste fue espiritualmente para llevarles una instruccin de tipo espiritual.

    PEDRO.- Confieso que la claridad de tus palabras ha hecho desaparecer en m toda duda, pero quisiera sabercmo era el modo habitual de hablar de este santo varn.

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    mortal, pudiera absolver a unas almas que estaban ya ante el invisible tribunal de Dios.

    GREGORIO.- Pero, es que no viva en carne mortal el apstol san Pedro, cuando oy de la boca del Seor:Todo lo que atares en la tierra ser atado en los cielos y todo lo que desatares en la tierra ser desatado enel cielo? (Mt 16,1). Este poder de atar y desatar lo tienen ahora aquellos que gobiernan santamente, por su fey sus buenas costumbres. Pero, para que el hombre terreno pudiera hacer tales cosas, el Creador de cielos ytierra baj del cielo, y para que la carne pudiera juzgar incluso a los espritus, Dios hecho carne por loshombres se dign concederle esto: que su debilidad se elevara sobre s misma, porque la fortaleza de Dios sehaba debilitado por debajo de s misma.

    PEDRO.- El razonamiento de tus palabras concuerda perfectamente con el poder de sus milagros.

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    CAPTULO XXIV

    DE UN MONJE JOVEN A QUIEN ARROJ LA TIERRADEL SEPULCRO

    GREGORIO.- Un da, cierto monje joven, que amaba a sus padres ms de lo conveniente, se march a su casa,

    saliendo del monasterio sin pedir la bendicin. El mismo da, en llegando a su casa muri y le sepultaron. Pero alda siguiente hallaron su cuerpo fuera de la fosa. De nuevo volvieron a enterrarle, pero al da siguiente lohallaron otra vez fuera de la tumba. Entonces corrieron a los pies del abad Benito, pidindole entre sollozosque se dignara concederles su favor. Al punto, diles el hombre de Dios por su propia mano la comunin delCuerpo del Seor, dicindoles: "Id y poned sobre su pecho esta partcula del Cuerpo del Seor y sepultadlocon ella". Hicironlo as y la tierra retuvo el cuerpo, sin volver a arrojarlo ms.

    Ves, Pedro, qu mritos no tendra este hombre delante de nuestro Seor Jesucristo, que hasta la tierraarrojaba de s el cuerpo de aquel que no tena el favor de Benito?

    PEDRO.- Lo veo perfectamente y ello me llena de asombro.

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    CAPTULO XXV

    DEL MONJE QUE AL MARCHARSE DEL MONASTERIOCONTRA LA VOLUNTAD DE BENITO

    LE SALl AL ENCUENTRO UN DRAGN QUE QUERADEVORARLE

    GREGORIO.- Un monje suyo, proclive a la inconstancia, no quera perseverar en el monasterio. Y aunque elhombre de Dios le correga asiduamente y le amonestaba con frecuencia, de ningn modo quera permanecerms en la comunidad y se empeaba con importunos ruegos a que le dejara marchar. Un da, cansado ya elvenerable abad de tanta impertinencia, le mand airado que se fuese. No bien hubo abandonado el monasterio,cuando le sali al encuentro un dragn, que abriendo sus fauces contra l amenazaba con devorarle. Entonces,

    tembloroso y jadeante empez a gritar con fuerte voz: "Corred, corred, que este dragn quiere devorarme!".Acudieron rpidamente los monjes; no vieron al dragn, pero condujeron al monasterio al monje, despavorido ytembloroso, quien en seguida hizo promesa de no abandonar jams el monasterio. Y desde aquel momentopermaneci constante en su promesa, gracias a que por las oraciones del santo varn haba podido ver a aqueldragn que quera devorarle y al que antes segua sin ver.

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    CAPTULO XXVI

    UN CASO DE ELEFANTIASIS CURADO

    Tampoco debo callar lo que me cont el ilustre Antonio: que un esclavo de su padre fue atacado de una

    elefantiasis tan grave, que se le entumeca la piel y se le caa el cabello, sin poder ocultar la podredumbre queavanzaba por momentos. Enviado por su padre al hombre de Dios, instantneamente recuper la salud perdida.

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    CAPTULO XXVII

    DE UNOS SUELDOS DEVUELTOS MILAGROSAMENTEAL DEUDOR

    Asimismo, no puedo callar tampoco lo que su discpulo Peregrino sola contar: que en cierta ocasin un fielcristiano, apremiado por la obligacin de saldar una deuda, crey que slo hallara remedio si acuda al hombrede Dios y le expona la necesidad que tena de pagarla.

    Fue, pues, al monasterio hall al siervo de Dios omnipotente y le explic cmo su acreedor le afligagravsimamente por doce sueldos que le deba. El venerable abad le respondi que no tena doce sueldos, perodespus de consolarle de su pobreza con suaves palabras, le dijo: "Ve y vuelve dentro de dos das, porque notengo hoy lo que quisiera darte".

    Durante estos dos das, Benito, segn su costumbre, estuvo ocupado en la oracin. Cuando al tercer da volviaquel hombre afligido por la deuda, se encontraron inesperadamente trece sueldos sobre un arca delmonasterio que estaba llena de trigo. Mand traerlos el hombre de Dios y entregarlos al afligido demandante,dicindole que pagara los doce sueldos y se reservara el sobrante para sus propias necesidades.

    Pero volvamos ahora a lo que supe por referencias de los discpulos, de quienes hice mencin en el exordio deeste libro.

    Un hombre tena una grandsima envidia de su enemigo y a tal punto lleg su odio, que ocultamente vertiveneno en su bebida. El veneno no lleg a quitarle la vida, pero de tal manera hizo mudar el color de su piel,

    que aparecieron esparcidas por todo el cuerpo unas manchas semejantes a las de la lepra. Fue enviado alhombre de Dios y recobr inmediatamente la salud perdida. Pues con slo tocarle el santo desaparecieron alpunto las manchas de su piel.

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    CAPITULO XXVIII

    DE UNA AMPOLLA DE CRISTAL ARROJADA A UNAS

    ROCAS, QUE NO SE ROMPIEn aquel tiempo en que el hambre afliga gravemente la regin de la Campania, el hombre deDios distribuy entre los pobres cuanto haba en el monasterio, hasta el punto de no quedarapenas nada en la despensa, fuera de un poco de aceite en una vasija de cristal. Lleg almonasterio un subdicono, por nombre Agapito, pidiendo con insistencia que le diesen unpoco de aceite. El hombre de Dios, que se haba propuesto darlo todo en la tierra paraencontrarlo todo en el cielo, orden dar al demandante aquel poco de aceite que quedaba.Pero el monje encargado de la despensa, aunque oy perfectamente la orden, hizo odos

    sordos a la misma. Poco despus, pregunt el abad si haba dado lo que le haba mandado.Respondi que no haba dado el aceite, porque de haberlo hecho no habra quedado nadapara los monjes. Airado entonces el santo, mand a otros monjes que arrojasen por la ventana aquella vasijade cristal que contena un poco de aceite, para que en el monasterio no se guardara nada contra la obediencia.As se hizo. Debajo de la ventana haba un gran precipicio erizado de enormes rocas. Arrojada, pues, la vasijade cristal, cay sobre las rocas, pero permaneci tan sana como si no la hubieran lanzado; de tal manera que nise rompi ni se derram el aceite. Entonces el hombre de Dios mand subirla y entera como estaba entregarlaal subdicono. Luego reuni a la comunidad y en su presencia reprendi al monje desobediente por su soberbiay poca fe.

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    CAPTULO XXIX

    LA TINAJA VACA QUE REBOSO DE ACEITE

    Acabada la reprensin, psose en oracin juntamente con los dems monjes. En el mismo lugar donde oraban

    haba una tinaja vaca y cubierta. Como el santo varn prolongara su oracin, la tapadera de la tinaja empez alevantarse, empujada por el aceite que iba subiendo. Al fin cay la tapadera, y el aceite, desbordndose,comenz a invadir el pavimento del lugar donde estaban postrados en oracin. Al darse cuenta de ello el siervode Dios Benito, puso en seguida fin a su oracin y al punto el aceite dej de derramarse por el suelo. Entoncesamonest con ms insistencia al monje desconfiado y desobediente, para que aprendiese en adelante a tenerms fe y humildad. El monje, saludablemente corregido, qued ruborizado de ver que el venerable abad habamostrado con milagros el poder de Dios todopoderoso, del que antes le haba hablado en la primeraamonestacin. Y as, no haba ya quien dudara de las promesas de aquel que en un instante troc un vaso decristal casi vaco en una tinaja rebosante de aceite.

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    CAPTULO XXX

    DEL MONJE LIBRADO DEL DEMONIO

    Un da, yendo el hombre de Dios a orar a la ermita de San Juan, situada en la misma cumbre del monte,

    cruzse con l el antiguo enemigo en figura de veterinario, llevando consigo el cuerno y la tripdica.Preguntle Benito: "Adnde vas?". l le respondi: "A darles una pocin a tus monjes". Prosigui el venerableBenito su camino y concluida su oracin regres al monasterio. Entre tanto, el maligno espritu encontr a unmonje anciano que estaba sacando agua, y al punto entr en l y le arroj por tierra, atormentndolefuriosamente. El hombre de Dios, que regresaba ya de su oracin, al ver a aquel monje tan cruelmenteatormentado, Dile solamente una bofetada y el maligno espritu sali tan rpidamente de l, que no se atreviams a volver a aquel monje.

    PEDRO.- Quisiera saber si estos milagros tan grandes los obtena siempre por el poder de la oracin, o si aveces los obraba con slo el querer de su voluntad.

    GREGORIO.- Los que se unen devotamente a Dios suelen obrar milagros de ambas maneras, segn lo exigenlas circunstancias, de suerte que unas veces hacen prodigios por medio de la oracin y otras por slo su propiopoder. Porque si san Juan dice: A todos los que le recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn.1,12), por qu maravillarse de que puedan obrar prodigios por su propio poder, quienes son hijos de Dios porese mismo poder? Que obran milagros de las dos maneras nos lo atestigua san Pedro, que resucit a la difuntaTabita con la oracin (Hch 9,40) y entreg a la muerte a Ananas y Safira por sola su reprensin (Hch 5,1-10),puesto que no se dice que orara para que murieran, sino nicamente que les ech en cara el pecado que habancometido. Luego es cierto, que unas veces obran milagros por su propia virtud, y otras por virtud de la oracin,ya que a stos les quit la vida recriminndoles su pecado, y a aqulla se la restituy orando.

    Y para que veas que esto es verdad, voy a traer ahora a colacin dos prodigios del fiel siervo de Dios Benito,en los cuales aparece claramente que uno lo obr por el poder recibido de Dios y el otro por la oracin.

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    hacerlo.

    Ahora aadir tambin un magnfico milagro, que obtuvo por medio de la oracin.

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    CAPTULO XXXII

    DE UN MUERTO, RESUCITADO POR LA ORACIN DELHOMBRE DE DIOS

    Cierto da, mientras el hombre de Dios haba salido con sus monjes a las labores del campo, lleg al monasterio

    un campesino llevando en brazos el cuerpo de su hijo muerto, y estando fuera de s por el dolor de tamaaprdida, pregunt por el abad Benito. Cuando se le contest que el abad estaba en el campo con los monjes,dej a la puerta del monasterio el cuerpo de su hijo difunto y trastornado por el dolor comenz a correr enbusca del venerable abad. Pero entonces regresaba ya el hombre de Dios del trabajo del campo con susmonjes. Apenas le divis el campesino, comenz a gritar: "Devulveme a mi hijo! Devulveme a mi hijo!". A1or estas palabras detvose el hombre de Dios y le dijo: "Es que te he quitado yo a tu hijo?". A lo querespondi aqul: "Ha muerto; ven y resuctale". Al or esto el siervo de Dios, se entristeci sobremanera ydijo: "Retiraos, hermanos, retiraos, que estas cosas no son para nosotros; son propias de los santos Apstoles.Por qu queris imponernos cargas que no podemos llevar?". Pero el campesino, abrumado por el dolor,persista en su demanda, jurando que no se haba de ir si no resucitaba a su hijo. Entonces el siervo de Dios

    pregunt:

    "Dnde est?". l le respondi: "Su cuerpo yace junto a la puerta del monasterio". Llegado que hubo all elhombre de Dios con sus monjes, dobl las rodillas y se ech sobre el cuerpecito del nio, luego se levant yalzando las manos al cielo dijo: "Seor, no mires mis pecados, sino la fe de este hombre que pide que se leresucite a su hijo, y devuelve a este cuerpecito el alma que le has quitado". Apenas haba acabado de decir laspalabras de esta oracin, cuando volvi el alma al cuerpo del nio, estremecindose ste de tal modo, quequed bien patente a los ojos de todos que aquel cuerpo se haba agitado conmovido por una sacudidamaravillosa. Tom entonces al nio de la mano y vivo y sano lo entreg a su padre.

    Aqu queda de manifiesto, Pedro, que no estuvo en su poder el hacer este milagro, ya que postrado en tierrapidi poder para realizarlo.

    PEDRO.- Est claro que todo es como dices, porque has probado tus palabras con hechos. Pero dime, porfavor, si los santos pueden hacer todo lo que quieren y si alcanzan todo lo que desean obtener.

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    CAPTULO XXXIII

    EL MILAGRO DE SU HERMANA ESCOLSTICA

    GREGORIO.- Quin habr, Pedro, en esta vida ms grande que san Pablo? Y sin embargo tres veces rog alSeor que le librara del aguijn de la carne (2Co 12,8) y no pudo alcanzar lo que deseaba. Por eso, es preciso

    que te cuente del venerable abad Benito cmo dese algo y no pudo obtenerlo. En efecto, una

    hermana suya, llamada Escolstica, consagrada a Dios todopoderoso desde su infancia,acostumbraba a visitarle una vez al ao. Para verla, el hombre de Dios descenda a una posesin delmonasterio, situada no lejos de la puerta del mismo. Un da vino como de costumbre y su venerablehermano baj donde ella, acompaado de algunos de sus discpulos S'. Pasaron todo el da ocupadosen la alabanza divina y en santos coloquios, y al acercarse las tinieblas de la noche tomaron juntosla refeccin. Estando an sentados a la mesa entretenidos en santos coloquios, y siendo ya la hora

    muy avanzada, dicha religiosa hermana suya le rog: "Te suplico que no me dejes esta noche, para que podamoshablar hasta maana de los goces de la vida celestial". A lo que l respondi: "Qu es lo que dices, hermana!En modo alguno puedo permanecer fuera del monasterio".

    Estaba entonces el cielo tan despejado que no se vea en l ni una sola nube. Pero la religiosa mujer, al or lanegativa de su hermano, junt las manos sobre la mesa con los dedos entrelazados y apoy en ellas la cabezapara orar a Dios todopoderoso. Cuando levant la cabeza de la mesa, era tanta la violencia de los relmpagos ytruenos y la inundacin de la lluvia, que ni el venerable Benito ni los monjes que con l estaban pudierontrasponer el umbral del lugar donde estaban sentados. En efecto, la religiosa mujer, mientras tena la cabezaapoyada en las manos haba derramado sobre la mesa tal ro de lgrimas, que trocaron en lluvia la serenidaddel cielo. Y no tard en seguir a la oracin la inundacin del agua, sino que de tal manera fueron simultneas laoracin y la copiosa lluvia, que cuando fue a levantar la cabeza de la mesa se oy el estallido del trueno y lomismo fue levantarla que caer al momento la lluvia. Entonces, viendo el hombre de Dios, que en medio detantos relmpagos y truenos y de aquella lluvia torrencial no le era posible regresar al monasterio,entristecido, empez a quejarse diciendo: "Que Dios todopoderoso te perdone, hermana! Qu es lo que hashecho?". A lo que ella respondi: " Te lo supliqu y no quisiste escucharme; rogu a mi Seor y l me ha odo.Ahora, sal si puedes. Djame y regresa al monasterio". Pero no pudiendo salir fuera de la estancia, hubo dequedarse a la fuerza, ya que no haba querido permanecer con ella de buena gana. Y as fue cmo pasaron todala noche en vela, sacindose mutuamente con coloquios sobre la vida espiritual.

    Por eso te dije, que quiso algo que no pudo alcanzar. Porque si bien nos fijamos en el pensamiento delvenerable varn, no hay duda que deseaba se mantuviera el cielo despejado como cuando haba bajado delmonasterio, pero contra lo que deseaba se hizo el milagro, por el poder de Dios todopoderoso y gracias al

    corazn de aquella santa mujer. Y no es de maravillar que, en esta ocasin, aquella mujer que deseaba ver a suhermano pudiese ms que l, porque segn la sentencia de san Juan: Dios es amor (1Jn 4,16), y con razn pudo

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    ms la que am ms (Lc. 7,47) 53.

    PEDRO.- Ciertamente, me gusta mucho lo que dices.

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    CAPTULO XXXIV

    CMO VIO SALIR EL ALMA DEL CUERPO DE SUHERMANA

    GREGORIO.- Al da siguiente, la venerable mujer volvi a su morada y el hombre de Dios regres tambin al

    monasterio. Tres das despus, estando en su celda con los ojos levantados al cielo, vio el alma de su hermana,que saliendo de su cuerpo en forma de paloma penetraba en lo ms alto del cielo. Gozndose con ella de tangran gloria, dio gracias a Dios todopoderoso con himnos de alabanza y anunci su muerte a los monjes, aquienes envi en seguida para que trajeran su cuerpo al monasterio y lo depositaran en el sepulcro que habapreparado para s. De esta manera, ni la tumba pudo separar los cuerpos de aquellos cuyas almas habanestado siempre unidas en el Seor.

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    CAPTULO XXXV

    DEL MUNDO ENTERO REUNIDO ANTE SUS OJOS YDEL ALMA DE GERMN, OBISPO DE CAPUA

    En otra ocasin, Servando, dicono y abad del monasterio que Liberio, antiguo patricio, haba fundado en la

    regin de Campania, fue a visitar a Benito, segn su costumbre. Efectivamente, frecuentaba su monasterio; ycomo l estaba tambin lleno de buena doctrina y de gracia celestial, se intercambiaban dulces palabras devida, y suspirando pregustaban ya el suave alimento de la patria celestial.

    Habiendo llegado la hora de entregarse al descanso, el venerable Benito subi a su celda situada en la partesuperior de una torre y el dicono Servando se qued en la parte inferior. Una escalera comunicaba un pisocon otro. Frente a la misma torre haba una habitacin amplia donde descansaban los discpulos de ambos.

    El hombre de Dios, Benito, mientras los monjes dorman an, se anticip a la hora de las vigilias nocturnas y sequed de pie junto a la ventana orando a Dios todopoderoso. De pronto en aquella intempestiva hora nocturna

    vio difundirse una luz desde lo alto, que ahuyent las tinieblas de la noche. Aquella luz, en medio de laoscuridad brillaba con tanto resplandor, que su claridad superaba con creces a la luz del da.

    En esta visin se sigui algo en extremo maravilloso, ya que segn l mismo cont luego, apareci ante sus ojosel mundo entero, como recogido en un rayo de sol. Y mientras el venerable abad fijaba sus pupilas en elresplandor de aquella luz tan brillante, vio cmo el alma de Germn, obispo de Capua, era llevada al cielo porlos ngeles en una bola de fuego.

    Entonces, queriendo tener un testigo de tamaa maravilla, llam al dicono Servando repitiendo dos o tresveces su nombre a grandes voces.

    Asustado por aquel grito, inslito en el hombre de Dios, subi y mir, pero no vio ms que una pequea centellade aquella luz. Y como Servando quedara atnito ante este prodigio tan grande, el hombre de Dios le contdetalladamente todo lo que haba sucedido. En seguida dio aviso al piadoso varn Teoprobo, de la villa deCasino, para que aquella misma noche enviara un mensajero a la ciudad de Capua, con el fin de informarse decmo estaba el obispo Germn y se lo notificara. El mensajero encontr ya difunto al venerabilsimo obispoGermn, e informndose minuciosamente supo que su bito haba acaecido en el mismo instante en que elhombre de Dios haba visto subir su alma al cielo.

    PEDRO.- Cosa sobremanera admirable y de todo punto inaudita! Pero eso que has dicho: de que ante sus ojos

    apareci el mundo entero como recogido en un rayo de sol, no puedo imaginrmelo, porque jams he tenido

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    semejante experiencia. Pues, cmo es posible que el mundo entero pueda ser visto por un hombre?

    GREGORIO.- Fjate bien, Pedro, en lo que voy a decirte. Para el alma que ve al Creador, pequea es todacriatura. Puesto que por poca que sea la luz que reciba del Creador, le parece exiguo todo lo creado. Porque laclaridad de la contemplacin interior amplifica la visin ntima del alma y tanto se dilata en Dios, que se hacesuperior al mundo; incluso el alma del vidente se levanta sobre s, pues en la luz de Dios se eleva y se agrandainteriormente. Y cuando as elevada mira lo que queda debajo de ella, entiende cun pequeo es lo que antesestando en s, no poda comprender. El hombre de Dios, pues, contemplando el globo de fuego vio tambin a losngeles que suban al cielo, cosa que ciertamente no pudo ver sino en la luz de Dios. Qu hay de extrao,pues, que viera el mundo reunido en su presencia, el que elevado por la luz del espritu sali fuera del mundo?Y al decir que el mundo qued recogido ante sus ojos, no quiero decir que el cielo y la tierra redujeran sutamao, sino que, dilatado y arrebatado en Dios el espritu del vidente, pudo ver sin dificultad todo lo queestaba por debajo de Dios. Pues a esta luz que brillaba ante sus ojos, corresponda una luz interior en su alma,que arrebatando el espritu del vidente en las cosas celestiales, le mostr cun pequeas son todas las cosas

    terrenas.PEDRO.- Veo que me ha sido de gran utilidad el no haber entendido lo que dijiste antes, pues gracias a milentitud en comprender, tu explicacin ha sido mucho ms completa. Pero ahora que ya me has explicado estascosas con tanta claridad, te ruego que vuelvas a tomar el hilo de la narracin.

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    CAPITULO XXXVI

    QUE ESCRIBI UNA REGLA MONSTICA

    GREGORIO.- Con gusto, Pedro, seguira contndote cosas de este venerable abad, pero algunas las omitiradrede, porque tengo prisa en contar los hechos de otros personajes. Con todo, no quiero que ignores que elhombre de Dios, no slo resplandeci en el mundo por sus muchos milagros, sino que tambin brill, y de unamanera bastante luminosa, por su doctrina, pues escribi una Regla para monjes, notable por su discrecin yclara en su lenguaje. El que quiera conocer con ms detalle su vida y costumbres, podr encontrar en lasordenaciones de esta Regla todo lo que ense con el ejemplo, pues el santo varn de ningn modo pudoensear otra cosa sino lo que haba vivido.

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    CAPTULO XXXVII

    LA PROFECA QUE DE SU MUERTE HIZO A LOSMONJES

    En el mismo ao que haba de salir de esta vida, anunci el da de su santsima muerte a algunos de los monjesque vivan con l y a otros que estaban lejos; a los que estaban presentes les recomend que guardaransilencio de lo que haban odo y a los ausentes les indic la seal que les dara cuando su alma saliera delcuerpo.

    Seis das antes de su muerte mand abrir su sepultura. Pronto fue atacado por la fiebre y comenz afatigarse a causa de su violento ardor. Como la enfermedad se agravaba cada da ms, al sexto da se hizollevar por sus discpulos al oratorio, donde confortado para la salida de este mundo con la recepcin delcuerpo y la sangre del Seor y apoyando sus dbiles miembros en las manos de sus discpulos, permaneci de

    pie con las manos levantadas al cielo y exhal el ltimo suspiro, entre palabras de oracin.

    En el mismo da, dos de sus monjes, uno que viva en el mismo monasterio y otro que estaba lejos de ltuvieron una misma e idntica visin. Vieron en efecto un camino adornado de tapices y resplandeciente deinnumerables lmparas, que en direccin a Oriente iba desde su monasterio al cielo. En la parte superior delcamino, un hombre de aspecto venerable y lleno de luz les pregunt si saban qu camino era el que estabanviendo. Al contestarle ellos que lo ignoraban, les dijo: "ste es el camino por al cual el amado del Seor,Benito, ha subido al cielo". As, pues, los presentes vieron la muerte del santo varn y los ausentes laconocieron por la seal que les haba dado.

    Fue sepultado en el oratorio de San Juan Bautista, que l mismo haba edificado sobre el destruido altar deApolo. Y tanto aqu como en la cueva de Subiaco, donde antes haba habitado, brilla hasta el da de hoy por susmilagros, cuando lo merece la fe de quienes los piden.

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    CAPTULO XXXVIII

    DE UNA MUJER LOCA, CURADA EN SU CUEVA

    No ha mucho ocurri el hecho que voy a narrar. Una mujer loca, mientras tuvo enajenado el juicio, vagaba da ynoche por montes y valles, bosques y campos, sin descansar en parte alguna, sino donde le obligaba la fatiga.

    Un da, despus de haber andado errante durante mucho tiempo, lleg a la cueva del bienaventurado Benito yquedse all dormida, ignorando empero dnde haba entrado. Al da siguiente, sali tan sana de juicio como sinunca hubiera sufrido desvaro alguno, y durante el resto de su vida conserv la salud que haba recobrado.

    PEDRO.- Por qu vemos con frecuencia que sucede lo mismo con los santos mrtires, que no hacen tantosmilagros donde estn sus cuerpos sepultados o hay reliquias suyas, y en cambio obran prodigios mayores dondeno estn sepultados?

    GREGORIO.- No dudo, Pedro, que los santos mrtires pueden obrar muchos prodigios all donde yacen suscuerpos, como de hecho as sucede, y all hacen innumerables milagros a los que los solicitan con rectaintencin. Pero, porque las almas enfermizas pueden dudar de que los mrtires estn presentes paraescucharles donde saben que no estn sus cuerpos, por eso es necesario que obren mayores milagros donde unalma dbil puede dudar de su presencia. Pero la fe de aquellos que tienen el alma unida a Dios tiene tanto msmrito, cuanto que saben que aunque no estn all sus cuerpos, no por eso dejarn de ser escuchados.

    Por eso, la misma Verdad, para acrecentar la fe de sus discpulos, les dijo: Si yo no me voy, no vendr avosotros el Espritu Parclito (Jn. 16,7). Pero siendo as que el Espritu Parclito procede continuamente del

    Padre y del Hijo, por qu dice el Hijo que debe retirarse para que venga el que no se aleja jams de l? Puesporque los discpulos, viendo al Seor en la carne, tenan deseos de verle siempre con los ojos corporales. Poreso les dijo con razn: Si yo no me voy, no vendr a vosotros el Espritu Parclito. Como si dijeraabiertamente: "Si no sustraigo mi cuerpo a vuestras miradas, no puedo mostraros lo que es el amor delEspritu; y si no dejis de verme corporalmente, jams aprenderis a amarme espiritualmente".

    PEDRO.- Me gusta tu explicacin.

    GREGORIO.- Debemos hacer ahora una pequea pausa en nuestra conversacin, pues si hemos de seguirnarrando los milagros de otros santos, preciso ser que, entre tanto, con el silencio reparemos nuestras

    fuerzas.

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    Fin de laVida de San Benito Abad

    Seor Dios Nuestro,

    que hiciste del abad san Benito,un esclarecido maestro del Divino Servicio,concdenos por su intercesin

    la gracia de entregarnos a ti sin anteponer nada a tu amor,tomando siempre como gua el santo Evangelio.

    Haz que prefirindote a a ti sobre todos las cosas,avancemos por la senda de tus mandamientos con el

    corazn contrito,orando y trabajando con amor como l hizo.

    Por Jesucristo Nuestro Seor. Amn.

    http://2.bp.blogspot.com/_gZKgFHP8wvM/S6Pch2fpkaI/AAAAAAAACu0/Z72FQJFhKB4/s1600-h/San+Benito+y+sus+disc%C3%ADpulos+Pl%C3%A1cido+y+Mauro.jpg