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Área Interdisciplinaria de Humanidades Y Ciencias Sociales Departamento Académico de Humanidades Carrera de Lengua y Literatura TESIS El juego y el Oriente en Cervantes y Borges: El Quijote y “La busca de Averroes” QUE COMO REQUISITO PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN LENGUA Y LITERATURA PRESENTA: MEHDI MESMOUDI DIRECTOR: DR. DANTE ARTURO SALGADO GONZÁLEZ Dra. Marta Piña Zentella Dr. Gabriel Antonio Rovira Vázquez Asesora Asesor LA PAZ, NOVIEMBRE DE 2012

TESIS - biblio.uabcs.mxbiblio.uabcs.mx/tesis/te2844.pdf · - MAUPASSANT, Guy de, Le Horla, Paris : Brodard & Taupin, 2003 - MERLEAU-PONTY, ... El libro y la biblioteca, alfanje fiel

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Área Interdisciplinaria de Humanidades Y Ciencias Sociales

Departamento Académico de Humanidades

Carrera de Lengua y Literatura

TESIS

El juego y el Oriente en Cervantes y Borges:

El Quijote y “La busca de Averroes”

QUE COMO REQUISITO PARA OBTENER EL TÍTULO DE

LICENCIADO EN LENGUA Y LITERATURA

PRESENTA:

MEHDI MESMOUDI

DIRECTOR:

DR. DANTE ARTURO SALGADO GONZÁLEZ

Dra. Marta Piña Zentella Dr. Gabriel Antonio Rovira Vázquez

Asesora Asesor

LA PAZ, NOVIEMBRE DE 2012

1

EL JUEGO Y EL ORIENTE EN CERVANTES Y BORGES:

EL QUIJOTE Y “LA BUSCA DE AVERROES”

Antecedentes:

Existen infinitas traducciones, innumerables versiones, vastísimos estudios

críticos y análisis en torno al Quijote de Cervantes. La misma obra cervantina y de

Borges es una revisión de este libro monumental. Entre ellos podemos citar las

siguientes obras:

- ATENCIA, María Victoria y otros, Impresiones sobre el Quijote, Sevilla:

Consejería de Educación, 2006

- AYALA, Francisco, La invención del Quijote: Indagaciones e invenciones

cervantinas, Madrid: Suma de letras, 2005

- Sánchez Vázquez, Adolfo, Entre la realidad y la utopía. Ensayos sobre

política, moral y socialismo, “La utopía de don Quijote”, México: UNAM,

2007, pp. 259 – 72

- AZORÍN, La ruta de don Quijote, Buenos Aires: Losada, 1964

- CASTRO, Américo, El pensamiento de Cervantes en Revista de Filología de

España, Madrid, 1925

- ---------------------------, Hacia Cervantes, Madrid: Taurus, 1957

- REY HAZAS, Sevilla Arroyo, Cervantes. Vida y Literatura, Madrid: Alianza

- MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco, Personajes y temas del Quijote, Madrid:

Taurus, 1975

- De RIQUER, Martín, Cervantes y el Quijote, Barcelona: Teide, 1960

- DURÁN, Manuel, La ambigüedad en el Quijote, México: UV, 1960

- ARIAS DE LA CANAL, Fredo, El Quijote Liberal y otros papeles cervantinos,

México: Frente de Afirmación Hispanista, 2004

Cabe mencionar que sobre el Oriente se han escrito tantas líneas que sigue

provocando fascinación en Occidente y sobre todo entre los orientalistas. Entre

esos textos podemos destacar el mismo Quijote cervantino y los siguientes libros:

2

- BORGES, Jorge Luis, El libro de arena, Madrid: Alianza, 1998

- ---------------------------, Siete Noches, “Las Mil y una Noches”, México: FCE,

2009, pp. 55 – 74

- VARGAS LLOSA, Mario, Diario de Irak, México: Aguilar, 2003

- SALHI, Mohamed (Coordinador), Huellas comunes y miradas cruzadas:

Mundos árabe, ibérico e iberoamericano, Rabat: Facultad de Letras y

Ciencias Humanas, 1995

- SALGADO, Dante, Brevísima Relación de la idea del amor en Occidente, “Al-

Andaluz y El Collar de la paloma”, México: ISC y Praxis, 2007, pp. 63 – 80

- LUGONES, Leopoldo, Romancero, Madrid: Espasa-Calpe, 1969

Justificación:

Este proyecto de tesis pretende realizar un recorrido, una revisión crítica en

torno al juego, como posibilidad de acceso a la realidad, y el oriente, como

trasfondo, tanto en el Quijote de Cervantes como en “La busca de Averroes” de

Borges haciendo de ellos dos autores fundamentales de la literatura universal.

Objetivos:

Dos objetivos principales pretenden regir este proyecto de tesis. En primer

lugar, cómo el juego, como herramienta vanguardista de la literatura, se vuelve una

posibilidad alternativa de comprender a Cervantes y Borges a través de sus textos.

En segundo lugar, y como trasfondo cultural y narrativo, el Oriente como una

búsqueda heterodoxa de la otredad.

3

Metodología:

Esta tesis se va a enfocar desde una perspectiva comparativa e intercultural

en reflexionar y analizar el juego en el Quijote de Cervantes y “La busca de

Averroes”; y a la vez, rescatar la idea de oriente como esencia indisociable de su

manera de comprender el mundo y la cultura occidentales.

Cronograma:

Mes 1: Lecturas y toma de apuntes.

Mes 2: Desarrollo y reflexión de los apuntes.

Mes 3: Segundas lecturas y elaboración de las fichas.

Mes 4: Recopilación de los apuntes y sus reflexiones.

Mes 5: Elaboración final del trabajo.

Mes 6: Revisión del trabajo.

Índice

Introducción

I.- Marco Teórico

II.- El Quijote de Cervantes: Un acercamiento a sus experimentos

II.1.- Alonso Quijano y Don Quijote como identidad de Cervantes

II.2.- Juego de espejos en el Quijote

III.- El Quijote y el nacimiento de Borges

III.1.- El otro Borges: Alonso Quijano

III.2.- Borges y el héroe cervantino

4

IV.- El mundo oriental en Cervantes y Borges

IV.1.- El otro en Cervantes

IV.2.- La búsqueda del Oriente en “La busca de Averroes”

Conclusión

Bibliografía:

- ATENCIA, María Victoria y otros, Impresiones sobre el Quijote, “Palabra de

honor” de Luis García Montero, Granada: Ed. Junta de Andalucía. Consejería

de Cultura, 2006

- AZORÍN, La ruta de Don Quijote, Buenos Aires: Losada, 1964

- BARTHES, Roland, El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la

escritura, trad. C. Fernández Medrano, Barcelona: Paidós, 1987

- BAUDELAIRE, Charles, Les fleurs du mal, Paris : Brodard & Taupin, 2006

- BEHIELS, Lieve (Directora), Tras las huellas de don Quijote. Actas de la

Jornada dedicada a Don Quijote de la Mancha, trad. Lieve Behiels, Amberes:

Ministerio de Educación y Ciencia de España, 2005

- BENEDETTI, Mario, Vivir adrede, México D.F., Alfaguara, 2008

- BETANCOURT MARTÍNEZ, Fernando, El retorno de la metáfora en la ciencia

histórica contemporánea. Interacción, discurso historiográfico y matriz

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- BORGES, Jorge Luis, Biblioteca personal, Madrid, Alianza, 2000

- BORGES, Jorge Luis, El Aleph, México: Alianza, 1992

- BORGES, Jorge Luis, El hacedor, Madrid: Alianza, 1997

- BORGES, Jorge Luis, El libro de Arena, Madrid: Ed. Alianza, 1998

- BORGES, Jorge Luis, Narraciones, Pamplona: Ed. Salvat, 1970

- BORGES, Jorge Luis, Nueva Antología personal, Barcelona: Bruguera, 2001

5

- BORGES, Jorge Luis, Obras Completas. Vol. III, Buenos Aires: Emecé, 1989

- BORGES, Jorge Luis, Obras Completas. Vol. IV, Buenos Aires: Emecé, 1996

- BORGES, Jorge Luis, Poesía Completa, México: Lumen, 2011

- BORGES, Jorge Luis, Siete noches con epílogo de Roy Bartholomew, México:

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- CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, El ingenioso hidalgo don Quijote de la

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- CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, El Quijote II, Madrid: Anaya, 2004

- CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de, Novelas Ejemplares, Barcelona: Toray,

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- CHARTIER, Roger, Cultura escrita, literatura e historia, México: FCE, 2006

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- GONZÁLEZ GALVÁN, Humberto, Radio y filosofía: tradición y juego de

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- HEIDEGGER, Martin, Arte y poesía (Trad. Samuel RAMOS), México D.F., FCE,

2001

- IBN HAZM AL-ANDALUSÍ, El collar de la paloma (El collar de la tórtola y la

sombra de la nube), trad. Jaime Sánchez Ratia, Madrid: Hiperión, 2009

- KAHN, Óscar, Texto sobre texto. Aproximaciones a Herrera y Reissig,

Borges, Cortázar, Huidobro, Lihn, México: UNAM, 1984

- LAO-TSÉ, Tao Te King, México: Tomo, 2006

- MALLARME, Stéphane, Poésies, Paris : Bookking International, 1993

- MAUPASSANT, Guy de, Le Horla, Paris : Brodard & Taupin, 2003

- MERLEAU-PONTY, Maurice, Fenomenología de la percepción, México:

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6

- MONTANELLI, Indro, Historia de los griegos. Trad. Domingo Pruna,

Barcelona: Ed. Novoprint, 2005

- NICOL, Eduardo, Historicismo y existencialismo, México D.F.: FCE, 1981

- PAZ, Octavio, El arco y la lira, México: FCE, 2008

- PAZ, Octavio, El laberinto de la sociedad, México D.F.: FCE, 2004

- PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad. Postdata. Vuelta a El laberinto de la

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- PIMENTEL, Luz Aurora Relato en perspectiva, México: XXI, 1998

- REY, Jean-Michel, Paul Valéry: La aventura de una obra, Madrid, Ed. Siglo

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- REYES, Alfonso, Obras Completas. Tomo VIII. Tránsito de Amado Nervo. De

viva voz. Alápiz. Tres de ondas. Varia. México D.F.: FCE, 1958

- REYES, Alfonso, Obras Completas. Tomo IX. Norte y Sur. los trabajos y los

días. Historia Natural das Laranjerias, México D.F.: FCE, 1959

- REYES, Alfonso, Obras Completas. Tomo XIV. La experiencia literaria. Tres

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- RICCI DELLA GRISA, Graciela N., Las redes invisibles del lenguaje: La lengua

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- VEYNE, Paul, Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia,

trad. Joaquina Aguilar, Madrid: Alianza, 1984

- XIRAU, Ramón, Entre la poesía y el conocimiento. Antología de ensayos

críticos sobre poetas y poesía iberoamericanos, México: FCE, 2001

7

- El Corán, trad. Julio Cortés, Barcelona: Herder, 2005

1

Índice

Introducción ...................................................................................3-6

I.- El Quijote de Cervantes: Un acercamiento a sus experimentos..7

I.1.- Alonso Quijano y Don Quijote como identidad de Cervantes.................7-12

I.2.- La crucifixión de Alonso Quijano: reencuentro de Cervantes con Don

Quijote..........................................................................................................13-19

II.- Juego de espejos en El Quijote.................................................20

II.1.- La otra cara del juego: la paradoja y la coincidencia............................21-23

II.2.- La traducción como juego literario........................................................23-30

II.3.- El lenguaje como fuerza lúdica.............................................................30-37

II.4.- El juego propiamente dicho..................................................................37-42

III.- El Quijote y el nacimiento literario de Borges............................43

III.1.- La quijotización de Borges..................................................................43-50

III.2.- Borges y el héroe cervantino...............................................................51-54

IV.- El mundo oriental en Cervantes y Borges.................................55

IV.1.- El Oriente............................................................................................55-56

2

IV.2. La figura del Oriente en la literatura occidental: Cervantes y Borges..56-57

IV.2.1.- En Borges........................................................................................57-59

IV.2.2.- En Cervantes...................................................................................59-65

V.- La búsqueda del Oriente en “La busca de Averroes”...............66

V.1.- El Oriente borgiano, el que no existe y sentimos.................................66-71

V.2- Averroes, visto desde la escritura borgiana..........................................72-73

V.3.- Acercamiento dual e intercultural a “La busca de Averroes” de Borges

......................................................................................................................74-85

Conclusión....................................................................86-87

Bibliografía..................................................................................88-93

3

Introducción

El Quijote, obra por excelencia de la literatura de todos los tiempos, prototipo

vanguardista y heterodoxo de las novelas de caballería, espejo de una época

donde el Imperio Español estaba a caballo entre el Renacimiento y el Barroco,

aún sigue fascinando a propios y ajenos con su espectacular frescura, con su

inalienable firmeza, galopando entre lenguas y culturas. Esta obra maestra

sigue siendo un misterio, después de más de 500 años, indescifrable,

inacabado y abierto. Sin duda, se dirigía aquel narrador en el prólogo de la

primera parte al desocupado lector, al lector atento y comprometido por ir en

búsqueda de sus significados más herméticos.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que había quebrado,

según el propio Cervantes, la hipérbole (la inverosimilitud) caballeresca, daría

paso a la aparición de lo que hoy conocemos como literatura fantástica.

Cervantes, al igual que los misteriosos autores, confabulatore nocturni,

(¿juglares?) de Las Mil y una Noches, desconocía, tal vez, lo que en verdad

estaba forjando con la dualidad histórico-ficcional de Alonso Quijano y Don

Quijote.

El Oriente, palabra fecunda en significados y narraciones (creíbles o no,

eso no importa aquí), ha suscitado libros sublimes de los cuales destacamos el

de Las Mil y una Noches. Además de esta joya de la literatura “arábigo-egipcio-

hindú-persa”, autores harto consagrados en el escenario de la literatura

universal, como lo fueron Cervantes que, partiendo del suplicio berberisco y

desde su manquedad beligerante y Borges, proyección literaria de Alonso

4

Quijano, prisionero de las mazmorras bibliotecarias, supieron teñir en sus

pasajes un Oriente que no existe y sentimos todos.

El libro y la biblioteca, alfanje fiel de Cervantes y Borges, es la herencia

de esta modernidad que conjuga de manera grotesca y subliminal la idea del

tiempo mientras dure la mano de obra híper-productiva para el bien y el disfrute

de algunas polei.

Tanto Cervantes como Borges, dos imágenes de una misma moneda,

produjeron sus obras para justipreciar, irónicamente, lúdicamente, haciendo

crítica literaria, hacia sus respectivas lecturas de los libros.

Es precisamente la lectura atenta, reflexiva y crítica del Quijote que va a

atestiguar el nacimiento de un escritor sin precedentes. Borges va a lograr

tematizar cuestiones sumamente lejanas a su lugar de origen en comparación

con otros autores coetáneos. Las fronteras, las identidades, el yo no va a ser

un obstáculo para Borges que siempre irá, como otro caballero andante, como

un gaucho por la Pampa, como su abuelo, conquistando nuevas tierras,

descubriendo ínsulas, gobernando con su aire cosmopolita el panorama de las

letras hispanoamericanas e hispánicas en el siglo XX.

Borges jugaría a ser Don Quijote a raíz de un accidente que sufrió, y a lo

largo de su vida y hasta hoy en día se convirtió en el personaje central del

Quijote cervantino.

Borges, una vez más, trataría ambiciosa e inútilmente de ser Cervantes.

En “La busca de Averroes” existe un ansia de Oriente, de Averroes, del Al-

Ándalus; Borges inventa al mismo tiempo un mundo ajeno a él que gira

alrededor de su propia figura (recordando a Whitman, a Cervantes) aunque

traspasada a la dimensión ficcional. Borges es también el otro, el que lee a

5

Borges, aquel Alonso Quijano que nunca salió de su biblioteca, ni Averroes de

los ámbitos de la exégesis jurídica islámica al comentar La Poética de

Aristóteles.

La literatura cervantina y borgiana será un solemne culto al juego como

una instancia epistemológica, un recurso literario, y también meta-literario, de la

poética de la lectura y de la reconstrucción de Oriente.

Esta tesis está dividida en cinco capítulos. El primero, cuyo título es “El

Quijote de Cervantes: un acercamiento a sus experimentos”, a su vez está

subdividido en dos apartados, donde se muestra las herramientas lúdicas que

emplea el autor del Quijote para narrarnos una historia sumamente particular

en una época donde lo requería demasiado.

El segundo, que se titula “Juego de espejos en El Quijote, está subdividido

también en cuatro apartados, refiriéndose a la materia del juego en las

diferentes temáticas quijotescas, entre las cuales se puede destacar la labor de

la traducción, el lenguaje como energía lúdica y el escenario representativo que

nos brinda Cervantes.

El tercero, que tiene el título de “El Quijote y el nacimiento literario de Borges”,

está subdividido en dos apartados, y tematiza en torno a la influencia que

ejerció la obra cervantina, y sobre todo El Quijote, en el narrador y crítico

argentino, y cómo esta inspiración lo llevó al seno de la literatura fantástica.

El cuarto, cuyo título es “El mundo oriental en Cervantes y Borges”, está

subdividido en dos apartados, y se revela de manera evidente la presencia del

Oriente en la obra tanto de Cervantes como de Borges.

El quinto y último capítulo titulado “La búsqueda del Oriente en “La busca de

Averroes” “, que está subdividido en 3 apartados, arroja una luz diferente,

6

alternativa y heterodoxa en torno a los uno de los filósofos hispanoárabes que

fue un puente intercultural entre el mundo arábigo-islámico y Occidente, y entre

la Edad Media y el Renacimiento.

Esta tesis pretende realizar un recorrido, una revisión crítica en torno al

juego, como posibilidad de acceso a la realidad, y el Oriente, como trasfondo,

tanto en El Quijote de Cervantes como en “La busca de Averroes” de Borges

haciendo de ellos dos autores fundamentales de la literatura universal.

Dos objetivos principales desean regir esta tesis. En primer lugar, cómo

el juego, como herramienta vanguardista de la literatura, se vuelve una

posibilidad alternativa de comprender a Cervantes y Borges a través de sus

textos. En segundo lugar, y como trasfondo cultural y narrativo, el Oriente como

una búsqueda heterodoxa de la otredad y desde lo otro.

Esta tesis - partiendo de las lecturas, estudios y análisis de autores y

críticos como Francisco Ayala, Carlos Cañeque, Graciela Ricci Della Grisa, los

mismos Cervantes y Borges – se va a enfocar desde una perspectiva

comparativa e intercultural en reflexionar y analizar el juego en los dos textos

anteriormente citados; y a la vez, rescatar la idea del Oriente como una esencia

indisociable de su manera de comprender el mundo y la cultura occidentales.

7

I. El Quijote de Cervantes: Un acercamiento a sus

experimentos

I.1. Alonso Quijano y Don Quijote como identidad de Cervantes

Es totalmente indisociable el mundo que ha creado Cervantes. Un mundo

donde sí puede cohabitar la fusión entre la realidad y la ficción, un

desconocimiento pleno, arropado en una caótica confusión, del cuándo

empieza la ficción dejando de lado esa realidad decadente y burda.

El único personaje de Cervantes es Alonso Quijano. Don Quijote y los

personajes con los que trata son, todos, imágenes del mismo caballero

andante; y por consiguiente, son personajes creados por Don Quijote.

Cervantes no crea a Don Quijote.

Cervantes inventa a Alonso Quijano, éste inventa a Don Quijote que crea

su propio mundo independientemente del mundo creado por Cervantes. En el

prólogo de la primera parte del Quijote, Cervantes dice:

¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia

de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y

nunca imaginados de otro alguno […]? Pero yo, que, aunque parezco

padre, soy padrastro de don Quijote […].1

En el título del primer capítulo leemos: “Que trata de la condición y

ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha”.2

Uno se pregunta: ¿Se equivocó Cervantes en este título o fue otra maniobra de

las suyas?

1 Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha : Edición,

introducción y notas de José Luis Pérez López, Toledo, [s.n.], 2005, p.37. 2 Ibidem, p.49.

8

En el primer capítulo, el nombre con que se alude por primera vez al hidalgo es

Quijada, Quesada y Quejana; pero, no menciona aún a Don Quijote:

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que

estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros

de caballería, con tanta afinidad y gusto […], que vendió

muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros

de caballerías en que leer […].3

En este pasaje, se ve de manera cristalina a un hidalgo que era un

devoto de la continua lectura de libros; pero, no se cita a un caballero andante,

no se hace referencia a alguien que ostentaba una triste figura e iba por el

mundo deshaciendo agravios y socorriendo a los indefensos. Existe un dato

harto curioso y que puede defender lo que queremos demostrar:

En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las

noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del

poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a

perder el juicio […].

En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el extraño pensamiento que

jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario,

así para el aumento de su honra como para el servicio de su república,

hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y

caballo a buscar las aventuras […].4

Edward Baker escribe una obra titulada La biblioteca de don Quijote. Ya a

partir del título uno se da cuenta de que el autor de este libro cometió un error

garrafal por no haber entendido bien a Cervantes, o, tal vez, no hayamos

nosotros entendido a Cervantes, o, a Baker.

El lector de novelas de caballería no fue Don Quijote sino Alonso Quijano.

3 Idem.

4 Ibidem, p.50.

9

Borges, en 1979 cuando obtuvo el Premio Cervantes, dijo lo siguiente en su

Discurso ante el Rey (antepuesto a lo que dijo Baker):

[…] y recuerdo la primera vez que leí el Quijote […] y creo que sentí, aún

entonces, el hecho de que, a pesar del título engañoso, el héroe es aquel

hidalgo manchego, […], que a fuerza de leer la materia de Bretaña, la

materia de Francia, la materia de Roma la Grande, quiere ser un paladín,

quiere ser un Amadís de Gaula, por ejemplo, o Palmerín o quien fuera, ese

hidalgo que se impone esa tarea que algunas veces consigue: ser don

Quijote, y que al final comprueba que no lo es; al final, vuelve a ser Alonso

Quijano, es decir, que hay realmente ese protagonista que suele olvidarse,

este Alonso Quijano […].5

En el capítulo posterior al de la quema de los libros, se narra que Don

Quijote, después de haber dormido dos días, se había levantado y había ido a

la habitación donde estaban los libros mas no la encontró.

Lo que queremos afirmar es que Don Quijote jamás tuvo contacto con la

biblioteca, jamás estuvo ahí; y por ende, no se puede asociar a Don Quijote

con los libros de caballería ni con la biblioteca.

Edward Baker debía de haber titulado su libro La biblioteca de Alonso

Quijano. En las páginas 90-93 de la misma obra hay una continua confusión del

autor del libro (Baker) con los dos personajes cervantinos (o debemos juzgar,

con el personaje cervantino que fue Alonso Quijano, y el personaje, o desvarío,

alter ego, paródico héroe, alonsoquijanesco que fue Don Quijote).

Uno de esos dos personajes fue Alonso Quijano, lector ficticio e

imaginario de novelas ficticias e imaginarias pero que existían; y otro, Don

Quijote, un caballero andante que creía ser Don Quijote, que alguna vez fue

5 Sin Autor, Premio Cervantes 1979: Jorge Luis Borges, Barcelona, Anthropos, 1989, p.80

10

Don Quijote, y que cansado de serlo (una infinita sarta de mentiras), volvió a

ser lo que era siempre: Alonso Quijano.

¿A quién ha creado Cervantes, al asiduo lector o al caballero andante?

“Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí

mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a

llamar don Quijote […]”.6

¿Quién ha creado a quién? Ésa es la pregunta que debemos hacernos,

¿Cervantes inventó en realidad a ese Don Quijote como así lo menciona en el

prólogo? Existe una tremenda e ingeniosa ambigüedad acerca de este

consciente, o, inconsciente, lapsus cervantino.

Expliquemos dicha creencia: Cervantes quería, como él había asegurado,

parodiar las aventuras inverosímiles de los libros de caballería. No obstante,

para llegar a ese fin, Cervantes tendría que haber creado a Don Quijote y no a

Alonso Quijano (como así llamaría más tarde al asiduo lector). Sin embargo,

desconocemos si era intencionado, al crear a Alonso Quijano, creó también a

Don Quijote mas no lo inventó Cervantes, sino Alonso Quijano, o, la locura

desmedida de éste.

Cervantes elaboró lo que se podría llamar posteriormente el sueño de

Chuang Tzu que en realidad era una mariposa:

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu

que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba

soñando que era Tzu.7

Cervantes soñó algo idéntico a Tzu. Cervantes estaba soñando a Alonso

Quijano que a su vez soñaba con Don Quijote que soñaba con el sabio (Cide

6 Op.cit, p.51.

7 Graciela N. Ricci Della Grisa, Las redes invisibles del lenguaje : La lengua en y a través de

Borges, Sevilla, Alfar, 2002, p.151

11

Hamete Benengeli) que narraba sus andanzas. Cervantes, al despertar, soñó

que había escrito un libro con el título de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la

Mancha.

Don Quijote, para llamarlo de un modo, es un personaje kafkiano, es el

resultado de la metamorfosis de Alonso Quijano, pero no es Alonso Quijano.

Alonso Quijano es un Jorge Luis Borges, es el lector asiduo que amaba su

biblioteca como así amaba Borges la biblioteca de su padre.

Don Quijote nace del inconsciente de Alonso Quijano. Todas las locuras que

sufría Don Quijote las sufría también Alonso Quijano en su biblioteca. Mientras

Don Quijote batallaba por la gloria de esa supuesta Dulcinea, Alonso Quijano

leía esas aventuras en su biblioteca. Alonso Quijano nunca salió de su

biblioteca porque amaba sus libros y la lectura de los mismos.

Don Quijote es el zenit de esos síntomas de desvarío mental que venía

padeciendo Alonso Quijano. Don Quijote es la otredad en el yo de Alonso

Quijano. Don Quijote actuaba como impulso de Alonso Quijano; y por ende,

Don Quijote es un personaje de Alonso Quijano. Don Quijote es la altiva

constelación a la que quería llegar a ser Emma Bovary (cuando también leía

sus novelas). Don Quijote es un personaje borgiano, onírico.

No podemos imaginar a un Don Quijote sin Sancho, sin Dulcinea, sin esas

patéticas armas de la época paleolítica; pero, tampoco podemos imaginar a

Alonso Quijano sin su biblioteca, lejos de su biblioteca.

Cervantes originó un grandioso experimento, él creía que al quemar la

biblioteca iba a destruir el orbe ficcional de Alonso Quijano, y tampoco pudo

matar a Alonso Quijano al final de la obra cuando éste dejó escrito su

testamento.

12

Cada vez que alguien se encierra en su biblioteca, como Borges cuando

era niño cuyo destino iba a ser el de los libros y la sombra, se convierte en

Alonso Quijano, en el asiduo lector. Todos, al estar amparados en el cautiverio

de una obra, somos Alonso Quijano, soñamos con Alonso Quijano que una vez

fue Don Quijote.

Cuando nos volvemos Alonso Quijano, éste ya no es un personaje, es

una persona, y ésa es la diferencia entre Alonso Quijano y Don Quijote. Alonso

Quijano es todos nosotros; y Don Quijote, nuestro delirio al evocar las

bibliotecas de Alejandría, Bagdad, Córdoba, la biblioteca de Alonso Quijano, de

Jorge Luis Borges, o la nuestra en este caso cuando nos volvemos la noctívaga

tinta con la que les escribimos; y ustedes nos leen, o nos escuchan, en este

idioma de libros y bibliotecas.

13

I.2. La crucifixión de Alonso Quijano: reencuentro de Cervantes

con Don Quijote

Para conocer a Cervantes, para indagar en la fisonomía y en la

psicología del manco de Lepanto es imprescindible adentrarse en el mundo del

Quijote; y concretamente, en la personalidad tanto de Alonso Quijano como de

Don Quijote. La figura de Cervantes está reflejada en Alonso Quijano y Don

Quijote. En Alonso Quijano está el refugio de Cervantes, en aquellos infinitos

libros e infinitas historias. En Don Quijote está la frustración y la decepción de

toda su desafortunada vida, un amor a todo lo bello y lo glorioso, un canto

solemne a Erasmo de Róterdam (Elogio de la locura, obra escrita en 1509,

publicada en 1511).

Nadie, hoy en día, estaría refiriéndose a las novelas de caballería si no

hubiera aparecido el Quijote. Cuando estamos en la biblioteca de la ciudad en

la que vivimos, en un rincón vemos abandonado a la intemperie el polvoriento

Amadís de Gaula (el primer libro de caballería) que tan jactanciosamente lo

alababa Don Quijote, el cura y el barbero en el sexto capítulo de la primera

parte cuando éstos decidieron no arrojar al patio el libro con los demás que

perecieron sin compasión alguna.

En su Quijote, Cervantes, una y otra vez, hacía hablar a sus personajes

de esas obras que Alonso Quijano una vez había leído en su biblioteca.

¿Alguien habla ahora de aquellas obras? Cervantes, con su Quijote, actuó

como inquisidor que se ocupó, sin que se hubiera dado cuenta, en hacer

olvidar todos esos libros de caballería (que él y Alonso Quijano adoraban y que

Don Quijote imitaba) y dejar grabado en la memoria de todos el inolvidable

14

manuscrito “concebido” por el historiador arábigo Cide Hamete Benengeli y

traducido por el morisco aljamiado.

Constatar que Don Quijote fue un sueño de Alonso Quijano puede

darnos la imagen de los dos.

El hidalgo fue un sueño de Cervantes

y Don Quijote un sueño del hidalgo

[…].8

Don Quijote no puede existir sin Alonso Quijano. Alonso Quijano sirve

como puente de conexión y re-encuentro entre Cervantes y Don Quijote. Don

Quijote nace como un impulso resultado de aquellas continuas lecturas y la

constante vigilia de Alonso Quijano.

Don Quijote no podría haber nacido si Alonso Quijano no hubiera estado

“pernoctando”9 una y otra vez. A Alonso Quijano le debemos la existencia de

Don Quijote. Alonso Quijano jugaba el papel de otro, el de Ulises, navegando

por los cóncavos mares de la Caballería para que en aquellas tierras lejanas

pudiera nacer uno cuya estirpe nadie conocía y todos conocían y conocemos

como Don Quijote de la Mancha.

Alonso Quijano, a pesar del tormentoso desvarío en el que se hallaba,

continuaba su travesía (como Ulises a su Ítaca) para que Cervantes con su

hijastro se volvieran a encontrar (como Ulises con Penélope en La Odisea).

8 Jorge Luis Borges, Obras completas :Vol. II, Barcelona : RBA, D.L. 2005, p.94.

9 Aquí, pernoctando, no nos referimos a estar fuera de un domicilio propio (según el DRAE),

sino fuera de la realidad. El domicilio de Alonso Quijano era la fantástica ficción caballeresca.

15

Alonso Quijano es el sueño de Cervantes, es su reflejo, “el otro yo”10

(según Plutarco), la imagen de aquel hombre que leía hasta “los papeles rotos

de las calles”.11

Alonso Quijano es el origen de Don Quijote: en Alonso Quijano están las

ideas, los ideales y principios; y en Don Quijote, la ejecución de dicha doctrina.

Podríamos decir que hay una cierta similitud entre Alonso Quijano y Don

Quijote de Cervantes por un lado; y por otro, Pangloss y Cándido de Voltaire

respectivamente.

Don Quijote también fue un fiel discípulo de Alonso Quijano, e incluso lo

encarnaba con su “triste figura” y el amor desaforado a la libertad, y a la

justicia.

Tal vez el descontento de Alonso Quijano (Cervantes) con los coetáneos

de su época haya sido el causante del nacimiento de otro yo

“alonsoquijanesco”. También la lectura interminable y la desmedida curiosidad

hayan sido determinantes en la “no-existencia” de Alonso Quijano.

Ya con el nombramiento de Don Quijote como yo ideal o superyó (Freud)

de Alonso Quijano, o “persona” como lo denominaría Jung (discípulo de Freud),

no se volvería a saber nada más de Alonso Quijano, incluso cuando ese vecino

suyo que lo traía de camino a casa lo llamaría Valdovinos (como así era la

voluntad de Don Quijote cuando venía malherido). Es decir, todos los nombres

dados a este caballero andante es el fruto de la locura del mismo. Todo lo que

hace está condicionado por el hechizo de la lectura.

Alonso Quijano, cuando estaba refugiado en su mundo de

encantamientos y princesas, quería hacer lo mismo que hacía Amadís de

10

Jorge Luis Borges, El libro de los seres imaginarios: Con la colaboración de Margarita Guerrero, Barcelona, Alfaguara, 1979, p.88. 11

Jorge Luis Borges, Otras Inquisiciones, Madrid, Alianza Editorial, 2002, p.167.

16

Gaula. Su psique era la de un niño que se lo creía todo, que quería salir al

mundo, era como renacer tras una larga muerte (como si fuera un fénix), como

empezar a caminar y romper con el pasado, con lo que era, con el que ha sido

para ser otro, para ponerse otra vestimenta, adquirir nuevos ideales, un

desarrollo psicológico que lo marcaría para siempre.

Es infinitamente ingeniosa la maniobra cervantina de hacer surgir a Don

Quijote del inconsciente de Alonso Quijano a través de su Eegretos Hypnos (el

sueño profundo) o “muerte”.

Es muy curiosa la similitud entre lo que hizo Cervantes con Alonso

Quijano y Dios con Jesús (según el dogma católico), tal vez haya sido

intencionado, o, simplemente, fuera el resultado del caos de la confusión en

que estaba Cervantes. Alonso Quijano con tanto leer y poco dormir provocó

(como si fuera una profecía, un presagio) la erupción de Don Quijote como

deseo de lo que quería ser, un anhelo forjado en aquellas espadas y aquellos

trotares de caballos de valerosos jinetes que iban en pos de afanes y gloria.

Lo que no hay que confundir es a Alonso Quijano con Don Quijote.

Quien salió al mundo (lo reiteramos) fue el caballero andante y no el lector de

libros de caballería: “[…] soñará que Alonso Quijano puede ser Don Quijote sin

dejar su aldea y sus libros”.12

Don Quijote no sólo era soñado por Alonso Quijano, sino también por

Cervantes: “[…] el sueño de uno es parte de la memoria de todos”. 13 Don

Quijote era un “yo alonsoquijanesco” en el campo de batalla.

Si Alonso Quijano estaba cautivo en la biblioteca de Cervantes (como

Gregorio Samsa en la habitación de Kafka), pues Don Quijote, a pesar de

12

Jorge Luis Borges, Los Conjurados, Madrid, Alianza Editorial, 1990, p.47 13

Jorge Luis Borges, El hacedor, Madrid, Alianza Editorial, 1997, p.48

17

haber nacido “seco, avellanado, feo y sin gracia alguna”14, de haber sido una

elaboración onírica (“[…] la elaboración onírica consiste esencialmente en una

transformación de ideas en sucesos alucinatorios […]”15) en la mente de

Alonso Quijano, era un hombre libre (aunque fiel a unos ideales), un aedo

manchego que hacía quebrar voces que se atrevían a poner en tela de juicio la

sin par hermosura de Dulcinea y la monumental caballerosidad de la triste

figura.

“[…] Sueña el rey que es rey, y vive / con este engaño mandando”16 dijo

alguna vez Segismundo. Alonso Quijano, en cambio, soñaba que era Don

Quijote que en realidad era Cervantes. Alonso Quijano, “lector y gustador de

sueños quiméricos”17, con tanto leer historias fantásticas y toparse con

numerosos héroes épicos, se le apareció uno que halló (y rescató) de su

memoria (sueño).

Alonso Quijano profetizó las andanzas de un caballero (cuya gloria se haría

conocer con la publicación de la segunda parte del Quijote) que después se

haría llamar Don Quijote de la Mancha.

Alonso Quijano, que gracias a sus lecturas “daba a su alma todas las

formas posibles”18, todos aquellos emblemáticos nombres de caballerosos

hombres que dejaron intactas sus huellas, sería el camino que seguiría

Cervantes para llegar a su hijastro que fue alguna vez Don Quijote.

Como afirmamos antes, Cervantes no quería inventar a Alonso Quijano

sino a Don Quijote; pero le pasaba algo idéntico que a Borges: “Yo conocí de

14

Miguel de Cervantes Saavedra, op.cit, p.37. 15

Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p.243. 16

Pedro Calderón de La Barca, La vida es sueño y El alcalde de Zalamea: Introducción de Alberto Porqueras-Mayo, Madrid, Espasa-Calpe, 1978, p.92. 17

Jorge Luis BORGES, Prólogos con un prólogo de prólogos, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p.62. 18

José ORTEGA Y GASSET, El espectador: Selección y prólogo de Gaspar Gómez de la Serna, Pamplona, Salvat Editores, 1970, p.168.

18

chico ese horror de una duplicación o multiplicación espectral de la realidad

pero ante los grandes espejos […]”19.

Más que horror, Cervantes sentía flojera y admiración por su yo,; y a

través de él, de su idolatrada adoración, viéndose en otra realidad, hizo surgir a

Alonso Quijano. Pero Cervantes se había dado cuenta que a nadie le

interesarían las aficiones empedernidas de un hidalgo lector. Cervantes no

quería pasar desapercibido (viendo ante sus ojos, como si fuera una constante

fobia, la omnipresente figura de Lope) como así lo intentaba aparentar en el

prólogo de la primera parte.

Cervantes quería ir al Nuevo Mundo, quería glorificarse en los anales de

la historia, ser lo que devotamente deseaba Aquiles cuando iba hacia Troya

(aun sabiendo que iba hacia la muerte, su gloria): Cervantes quería ser un

caballero andante. Como no pudo alcanzar tal afán, lo empezó a buscar en el

mundo de la literatura.

Cervantes, en El Quijote, no quería ser Alonso Quijano, era Alonso

Quijano, así que lo utilizó, lo “maltrató” para poder llegar a Don Quijote. Cuando

lo consiguió, desconocía ya quién era: ignoraba si era Cervantes quien soñaba

con ser Don Quijote o si era Don Quijote.

Concluyendo este vaivén de percepciones, se podría decir que

Unamuno tenía razón cuando afirmaba que “no fue Cervantes quien engendró

a Don Quijote, sino al contrario: Don Quijote engendró a Cervantes”20. A

Cervantes le ocurría lo mismo que a Don Quijote: “Lo que Don Quijote sueña

es lo que Don Quijote ama”21. Por consiguiente, Cervantes no puede existir sin

19

Jorge Luis Borges, op.cit. Apud. Graciela N, Ricci Della Grisa, op.cit, 132. 20

Francisco Ayala, La invención del Quijote: Indagaciones e invenciones cervantinas, Madrid, Suma de letras, 2005, p.266.

19

la existencia de Don Quijote, Cervantes tenía que ser Jesús (según la visión

cristiana católica), Cervantes tenía que “morir” (sacrificarse) para dejar vivir (en

él, en Alonso Quijano, en el espíritu de Alonso Quijano) a Don Quijote, tenía

que olvidarse de sí mismo, para dar vida a otra criatura que lo eternizaría como

uno de los pioneros en la historia de la literatura vanguardista universal.

Alonso Quijano no defraudó a Cervantes a pesar de las múltiples

vejaciones infringidas, a pesar de las perennes noches en vela y el cansancio

acumulado. Alonso Quijano deja de ser él (lo reiteramos) para ser Don Quijote

porque sólo así se iba a volver a hablar de Cervantes aunque detrás de la

imagen del caballero andante: “[…] el sueño de Don Quijote hizo a

Cervantes”22.

21

María Victoria Atencia y otros, Impresiones sobre el Quijote, Sevilla, Consejería de Educación, 2006, p.182. 22

Ibidem, p.185.

20

II. Juego de espejos en el Quijote

Al pensar en el Quijote, pensamos en el mismo Don Quijote, el fiel e

inseparable Sancho Panza y sus andanzas. Pensamos asimismo en los libros

de caballería que conocieron el purgatorio de la crítica cervantina, incluso

pensamos en Miguel de Cervantes o, tal vez, en Benengeli o en el morisco

aljamiado.

Sin embargo, nos olvidamos de Alonso Quijano, el Hermes portador del

Topos Uranos de Cervantes y, sobre todo, el responsable de la edificación de

un mundo fantástico, imaginario y mítico. Sus lecturas no son fruto de ociosidad

ni generan algún desvarío, sino que contribuyen en poblar su orbe desde una

perspectiva bibliotecaria, de gigantes y princesas, de imperios como

Trapisonda o El Toboso, de pociones mágicas y encantamientos.

El Quijote es una especie de Belleza y verdad que para Martin

Heidegger viene a significar lo mismo. El “mithos” y el “logos” conviven en

perfecta armonía en el parnaso del “manco de Lepanto” sin tener la necesidad

de alguna transición de un estado a otro, o choque de teorías.

El juego narrativo de Cervantes dota el lenguaje que para Ludwig

Wittgenstein (el Wittgenstein II) a su vez es un juego en que todos agregamos

nuestro punto de vista hermenéutico. Todos jugamos en esa frontera (círculo

hermenéutico según Hans-Georg Gadamer) entre lo que es el mithos y el

logos.

En el Quijote de Cervantes y de Menard (Borges) fluye la tesis de

Wilhelm Nestle donde las creencias de Alonso Quijano se estrellan una y otra

vez con los aristotélicos (el cura, el barbero, el bachiller…) y su derrota en

Barcelona. Como dice el ingenioso lector y crítico Jorge Luis Borges: “Cuando

21

creemos en Dios, Dios existe. Cuando dejemos de creer en Dios, Dios dejará

de existir”. Creer en El Quijote, es creer en Cervantes y su mito; el mito de

haber escrito (después de haberlo deseado, de haber creído en ello) la “obra

por excelencia que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros”. Al

dejar de pensar en el Quijote, el mundo narrativo se deshace y se adentra en

las mazmorras del libro. Todo se reduce a palabras y silencio.

Nosotros, al entrar en ese juego, desmitificamos ese misterioso mundo

encantado como así afirmaba Max Weber. Creer en El Quijote es darle la razón

a Alonso Quijano, es creer que nunca salió de su biblioteca, es conocer en

cuerpo y alma lo que es la paradoja.

II.1. La otra cara del juego: la paradoja y la coincidencia

Michel Foucault empieza su obra maestra con esta afirmación: “Este libro nació

de un texto de Borges”. Alfonso Reyes afirma que: “Su obra no tiene una

página perdida”23. Paul Valéry aseguraba una y otras veces que Borges no es

un escritor para lectores, sino para los propios escritores. Todos, a la hora de

señalar al artífice de la ampliación semántica del universo, la refutación

ontológica del tiempo y trasladar el mundo físico y finito a lo extra o metafísico,

reconocen la labor de Borges y su obra no sólo como crítica de la literatura y

algunos asuntos filosóficos, sino la crítica de la misma crítica literaria. Uno de

esos indicios radica en inventar un escritor o seudo-escritor

23 REYES, Alfonso, Obras Completas. Tomo IX. Norte y Sur. los trabajos y los días. Historia

Natural das Laranjerias, México: FCE, 1959, p.307.

22

francés del siglo XVIII, a la usanza de Avellaneda pero más descarado, que

transcribiese palabra por palabra el Quijote, o inventar una enciclopedia o

hacer insinuar que existe tal enciclopedia (citando a John Wilkins) que reúne

todas las palabras bajo un lenguaje sorprendentemente denotativo.

No obstante, esta manía o más bien este ingenio tiene origen en uno

que iniciaría el tema de la paradoja como aspecto literario y hasta cierto punto

crítico respecto al lenguaje, la palabra; es decir, la problemática de la ruptura

del significado y el significante. Este escritor, al que Borges le debe su

formación, no es más ni menos que el “manco de Lepanto”, Don Miguel de

Cervantes.

Concluye un tal Don Quijote, dirigiéndose a su gran amigo Sancho

Panza: “Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco

como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay

caballeros andantes en el mundo”.24

Permítanme, estimados contertulios y grandes amigos, empezar

hurgando en las heridas de este Don Quijote o Alonso Quijano, y desafiar las

incrédulas súplicas de su padrastro en dejar sepultado al caballero andante de

La Mancha.

Alfonso Reyes recuerda a Lang afirmando que el verbo griego “leer”

significa “leer en voz alta”.25 En las madrasas, escuelas alcoránicas, se

aprende a leer memorizando el Corán de manera conjunta y con una

entonación solemne, sonando a veces como una unánime brisa de un alfanje.

24 Miguel de, Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha: Edición, introducción y notas de José Luis Pérez López, Toledo, [s.n.], 2005, p.707. 25 Reyes, Alfonso, Obras Completas. Tomo XIV. La experiencia literaria. Tres puntos de exegética literaria. Páginas adicionales. México: FCE, 1962, p.158 “Es de creer que en la Antigüedad se leía normalmente en voz alta. Lang observa que el verbo griego para “leer” significa “leer en voz alta”.

23

Todos, como si fuera un coro, pero sentados, inclinados y descalzos, se rinden

ante la Retórica del Corán.

Alonso Quijano, jugando a ser griego como Alejandro Bicorne, leía en

voz alta, tan alta que salió como un estallido bélico y altruista Don Quijote en

busca de la justicia y quien lo escuchara a él también. La obra no está

concluida. Octavio Paz y Paul Valéry afirman que el lector no sólo modifica el

texto literario, como en el caso de Borges, sino que tiene el don de re-crear y

mejorar. El libro nunca está terminado.

Mientras redactaba este escrito oía la Radio Nacional Española y

escuché: “Je ne veux pas peindre les murs des cathédrales. Je veux peindre

les yeux des hommes”. Esta cita pertenece a Vincent Van Gogh. Cervantes, a

su vez, trazó de manera carnavalesca el eterno trayecto de sus personajes.

Carnaval porque en cada centenario, en cada lectura festejamos esta gran

ironía e ingeniosa paradoja que es el Quijote.

II.2. La traducción como juego literario

Toledo viene del vocablo árabe “tolaitila” que procede de “asomarse”, “asomo”.

Asomo significa “señal, indicio, pista...”. Al pensar en estos vocablos, que en lo

general son sinónimos o palabras semánticamente cercanas, divisamos algo

que no está cerca, un horizonte en pos de captura. Esta distancia sugiere un

diálogo, una conversación afirma Gadamer.

Yo también me preguntaba, cuando me vino a la mente Toledo, ¿qué

tenía que ver Toledo con el rompecabezas que estoy armando? Es

precisamente en Toledo donde, a mi parecer, comienza el Quijote. El Quijote

24

en sí es un cúmulo de artificios cervantinos donde nos dice una cosa y afirma

otra diferente. Además, en Toledo fue la primera escuela de traducción fundada

por el arzobispo Raimundo y llevada al auge durante el reinado de Alfonso X el

Sabio. La Escuela de Traductores de Toledo, que fue el origen de las escuelas

de Chartres y la Sorbona, hizo decaer el monopolio cultural de Córdoba,

además de aglutinar a sabios moros, judíos y cristianos. En esta misma ciudad,

Cervantes se encuentra, al parecer y curiosamente, con los cartapacios que

darán origen a la continuación del Quijote, o más bien, el otro Quijote.

En el capítulo 9 de la primera parte, el narrador en tercera persona se

convierte, y siendo una novedad narrativa en el siglo XVII, en narrador-

protagonista; es decir, el narrador en primera persona es al mismo tiempo

personaje que dará continuidad a la batalla de Don Quijote con el gallardo

vizcaíno. El narrador compra los cartapacios arábigos que contienen la historia

de Don Quijote, siendo el árabe una novedad en lo que se refiere al original:

Las novelas de caballería se presentaban supuestamente y como técnica

narrativa, nada más, de un original griego, por ser ésta la lengua de prestigio.

Cervantes mantuvo esta técnica y el modelo de traducir desde otra lengua,

rompiendo la regla y eligiendo el árabe como lengua del Quijote, creando hasta

el nombre del autor arábigo y el historiador Cide Hamete todo ello en el marco de

la ficción literaria y a favor de la verosimilitud y tan propia en Cervantes.26

26 Ésta fue la respuesta del Dr. Abderrhmán El Fathi, Catedrático y Jefe del Departamento de Hispánicas de la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tetuán (Marruecos) a una pregunta que le había formulado acerca del idioma de los originales pergaminos de la caballería, el 28 de diciembre de 2010.

25

Cervantes afirma que escribió el Quijote para poner fin a la inverosimilitud de

los libros de caballería, siendo el mismo Quijote el más inverosímil de todos los

libros caballerescos. Lo más preocupante, Cervantes nos hace ver que el

Quijote es una traducción de un pergamino árabe del historiador arábigo Cide

Hamete Benengeli. En otras y resumidas palabras, el Quijote, el libro más

universal y español es producto de un árabe. Algo totalmente inconcebible para

la España de aquel entonces y la España actual. Lo paradójico es que ni

Unamuno ni Azorín ni ningún otro se puso a pensarlo.

Cervantes en boca de Don Quijote nos deja lo siguiente: “[...] me parece

que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las

lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el

revés”.27 Sin embargo, viene Cervantes y hace que su Quijote; es decir, el libro

que su escritor quería que “fuera el más hermoso, el más gallardo y más

discreto que pudiera imaginarse”28, no siga esta teoría de la traducción puesto

que los cartapacios hallados en Alcaná de Toledo están escritos en árabe.

Cervantes consiguió las dos peticiones, la discreción fue quebrándose desde el

principio de la obra. Lo más paradójico e irónico es que aloja a un morisco en

su casa durante más de un mes y medio y le paga, además, por la traducción

que éste le va a hacer de esos cartapacios.

27 Miguel de, Cervantes Saavedra, op.cit, p.664. 28 Ibidem, p. 37.

26

Cervantes se burla tres veces y confirma su intención. En el prólogo no

se dirige a un público en concreto o al desocupado lector o lector carísimo en

general, sino al melancólico, al risueño, al simple, al discreto, al grave y al

prudente. Resalto el lector prudente y la prudencia del lector.

Afirmo y confirmo la triple ironía de Cervantes porque en la época de los

moriscos, sobre todo, antes de las revueltas en las Alpujarras, entre 1568 y

1571, aparecieron los llamados “Libros plúmbeos del Sacromonte” cuando fue

derribado el antiguo minarete de la mezquita mayor nazarí de Granada. En el

reinado de Felipe III, es decir, la época en que se publica el Quijote, se

prohíben estos libros por ser heréticos y falsos. En segundo lugar, Cervantes

asegura que su obra es una traducción de un original árabe de un tal Cide

Hamete Benengeli, siendo el narrador principal de esos cartapacios, el

segundo narrador que entra en escena durante la batalla de Don Quijote y el

vizcaíno en los últimos cuatro párrafos del mismo capítulo 9.

Cabe recordar que en España, en ese momento, y por un edicto del Duque de

Lerma, se acuerda expulsar a todos los moriscos de la península. Y por último,

y como ya se ha mencionado, Cervantes confía esos cartapacios a un

perseguido por la Inquisición y la Monarquía.

No hay que olvidar que Cervantes estuvo más de cinco años y medio

cautivo en Argel. Incluso en el mismo Quijote, en los capítulos 39, 40 y 41 de la

primera parte, Cervantes intercala la historia de un cautivo y por casualidad es

un morisco. Existe la teoría, también, que el hombre que le hirió en el brazo fue

Abdelmalek Essaadi y que tuvo un romance con su mujer en tierras

berberiscas.

27

Siguiendo con la misma cita del capítulo 62 de la segunda parte, Don

Quijote alega: “[...] el traducir de lenguas fáciles ni arguye ingenio ni elocución,

como no le arguye el que traslada ni el que copia un papel de otro papel.”29 En

realidad, Cervantes no deja a nadie indiferente. Se mofa hasta del morisco

aljamiado que se ocupó de traducirle los cartapacios.

En el capítulo 44 de la segunda parte, Cervantes exclama: “Dicen que en

el propio original desta historia se lee que, llegando Cide Hamete a escribir este

capítulo, no le tradujo su intérprete como él le había escrito [...]”.30 Cervantes

ironiza sobre el traductor porque, y en base a la penúltima cita, ni siquiera supo

ni pudo “transcribir” el original de Cide Hamete Benengeli. El espectáculo no

acaba aquí. Cervantes se ríe de todos nosotros. El mismo Cervantes reconocía

no saber leer árabe: “[...] tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y

vile con caracteres que conocía ser arábigos. Y puesto que, aunque los

conocía, no los sabía leer [...]”.31 No obstante, en una cita ya mencionada antes

empieza así: “Dicen que en el propio original desta historia [...] no le tradujo su

intérprete como él le había escrito”.

El narrador pone el “dicen” y obviamente se refiere a los moriscos que

podían leer y escribir en aljamiado. La segunda parte del Quijote se publica en

1615, un año después de la última y definitiva expulsión de los moriscos. A

veces, por modestia o por dar difusión a una opinión personal, le pone el

nosotros como una voz impersonal que implica el yo. Da la impresión de que

Cervantes no sólo podía leer el árabe, sino que lo entendía de manera sin

igual.

29 Ibidem, p.664 . 30 Ibidem, p.568. 31 Ibidem, p.82.

28

Arturo Uslar Pietri afirma que Quevedo, el hombre más culto de la

sociedad, sabía árabe. Dudo que Cervantes, casi coetáneo de Quevedo, no

supiera al menos leer árabe. Cervantes afirma que una buena traducción es la

que “pone en duda cuál es la traducción o cuál el original”.32 Borges había leído

el Quijote por primera vez en inglés. La segunda, lo leyó en español y le

pareció una mala traducción. Cuando volvió a leerlo en español supo que

Cervantes era un gran escritor.

Cuando Cervantes afirma que la buena traducción es la que se confunde

con el original da ppie para que Ángel María Garibay denomine este efecto

como unión entre los dos horizontes. Paz asegura que en cada traducción

existe la creación de un nuevo texto.33 Esta creación, según Alfonso Reyes, es

una re-creación y una recreación,34 una babelización de un escrito35

denominaría Ortega y Gasset.

Gadamer, en cambio, opina que traducir es una manera de interpretar.

Para Gadamer, traducción, traslación e interpretación vendría a ser lo mismo.

Comprensión e interpretación es la misma cosa. En este sentido, Benengeli, el

morisco aljamiado y el propio Cervantes serían la misma persona. Es decir,

Benengeli y su traductor son en realidad el mismo Cervantes. Suena mágica la

percepción de la traducción para Cervantes. Me recuerda un relato de Borges,

“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, donde narra que dos personas buscan un lápiz,

uno lo encuentra pero no lo anuncia y otro que cree encontrarlo, mas sólo es la

imagen alterada del lápiz.

32 Ibidem, p.664. 33 Octavio, Paz, El laberinto de la sociedad, México: FCE, 2004, p.292 “Cada traducción es una creación: un texto nuevo.” 34 Alfonso, Reyes, Obras Completas. Tomo VIII. Tránsito de Amado Nervo. De viva voz. Alápiz. Tres de ondas. Varia. México: FCE, 1958, p.207 “Toda creación es re-creación, y recreación.” 35 Cfr. J. Marías, Ortega ** Las trayectorias, Madrid, Alianza, 1983, p.268. Apud. MARTÍN, Francisco José, “La teoría de la traducción en Ortega”, Università di Siena.

29

Evoca también, y según la creencia musulmana según el Corán, la

crucifixión de Judas Iscariote donde la madre de Jesús sabe que no es su hijo y

los demás creen ver a Jesús. Los persas inventaron el ajedrez para representar

el mundo. El peón creía que el califa era Dios, el califa creía que era Dios. En la

expresión "dar jaque" en el idioma persa significa golpe de estado al califa y

como los dos, el peón y el califa, creían ser Dios creían rebelarse ante Dios y

expulsarlo como un hechizo. La cuestión es que ninguno conocía a Dios y se

dice que Dios para entretenerlos hizo crear el ajedrez. El famoso y misterioso

ajedrez. Un infinito y laberíntico ajedrez es este ingenioso y paradójico Quijote.

Cervantes desconocía, tal vez, el fabuloso artificio narrativo que inventó. En

“Funes el memorioso”, Borges nos deja tres perspectivas: la de Funes, la de

Funes a través del narrador y la del narrador. Las tres son la misma

interpretación porque el sujeto es subjetivo, diacrónico y contradictorio.

Nosotros, también, tenemos nuestra interpretación. En cada interpretación,

varía el cuento de Borges y lo más fabuloso e irónico es que nadie se acuerda

de Borges y todo sabe a Borges. En “La busca de Averroes” hallamos lo

mismo. El narrador nos muestra a Averroes comentando una traducción siriaca

de La Poética de Aristóteles. De repente, apreciamos que Averroes se detiene

ante las palabras “comedia” y “tragedia” que desconoce porque en el mundo

árabe, en aquella época, el teatro era totalmente desconocido. Pero sí logra

comprender los conceptos de “sátira” y “elogio” ya que ambos predominaban

en la poesía árabe preislámica. Averroes se dirige a la ventana y en la calle hay

tres niños, uno jugando a ser alminar, otro el almuédano y el último la

congregación de fieles y ese cántico con el cual se llama a la oración, Averroes

escribe en su comentario: “Aristóteles denomina tragedia a los panegíricos y

30

comedia a las sátiras y anatemas. Admirables tragedias y comedias abundan

en las páginas del Corán.”

La cuestión, en esta cita, es quién de los dos lo afirma, Averroes o

Borges. Lo sorprendente es que (Borges, Averroes o Abu Bishr Matta Ibn

Yunus al-Qunna’i) dota a Aristóteles de una contemporaneidad y una exégesis

arábigas. En el capítulo del donoso escrutinio, el cura afirma que Cervantes,

opinando sobre su Galatea, “propone algo y no concluye nada”.36 El lector,

jugando a ser un andante espadachín, está en esa continua misión de concluir

lo inconcluso.

II.3. El lenguaje como fuerza lúdica

En el prólogo de la segunda parte, Cervantes opina que “la abundancia de las

cosas, aunque sean buenas, hace que no se estimen”.37 El mismo cura creía lo

mismo juzgando La Galatea. Lo que sí es indudablemente magistral es este

Quijote lleno de espejos, contradicciones y seudo-afirmaciones. Cervantes,

aparentemente humilde y aleccionador en el primer prólogo, sabio que huye de

las venganzas y prudente en el segundo, reúne estas características en su

obra maestra.

Antonio Jiménez Millán opina que Cervantes, en el Quijote y con el

personaje de Don Quijote, ha querido rescatar el ideal de la caballería como

orden en su etimología latina (ordo). En otras palabras, una orden de caballería

es una institución que vela por el bienestar social y moral de una comunidad

determinada.

36 Miguel de, Cervantes Saavedra, op.cit, p. 72. 37 Ibidem, p.370

31

Cervantes cuando pone a Alonso Quijano leyendo las novelas de

caballería no enloquece como resultado de esas lecturas, sino como

desesperación, fracaso y frustración. Alonso Quijano encuentra en esas obras

trivialidad, ociosidad y vaciedad, “vanos de caballerías” afirma Cervantes en el

prólogo de la primera parte.

Cervantes ha elaborado otra nueva realidad. Con su Quijote lo

consiguió. Logró que con la palabra “caballería” o “libros de caballería” no

pensemos en el caballero Salahadín o el Amadís de Gaula, sino en el

mismísimo Quijote, en el Quijote a secas, en Don Quijote a secas porque ni

siquiera la Mancha conoce ni reconoce a su andante caballero. Don Quijote no

es rey ni ley, sino una estirpe caduca de ideales en firme.

El Quijote es un diccionario donde mora todo lo relacionado con la

caballería y los libros del Medievo. El Quijote es también la historia de la

literatura medieval, un compendio o más bien un palimpsesto interpretativo y

crítico de la caballería.

Cervantes, hijo predilecto del Renacimiento y del Siglo de Oro, es

heredero, asimismo, de los escritores, a pesar de su aparente o fingida disputa,

que escribían en esa época como es el caso de Lope de Vega. En un escritor

no sólo influye el nombre de un escritor, poeta o dramaturgo, sino la misma

historia, el peso de la memoria de los sucesos más relevantes: “El escritor no

sólo hereda una tradición, sino que rehace la tradición con su obra nueva,

porque reordena el pasado con un cambio de perspectiva”.38

38 María Victoria Atencia y otros, Impresiones sobre el Quijote, “Palabra de honor” de Luis García Montero, Granada: Ed. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura, 2006, p.113.

32

Entre la tradición y la neo-tradición surge un vínculo identitario, mítico y

duradero. Nada cambiará el carácter legendario de Cortés respecto al mundo

azteca. Es en su destrucción donde mantiene la continuación, la reedificación y

la restauración del linaje de los tlamatinime. Sor Juana con su Primero Sueño

lo eterniza, Octavio Paz con Piedra de Sol y Gorostiza con Muerte sin fin lo

eternizan.

Cervantes no “cesa la máquina mal fundada de los libros de caballería”,

sino, de un cierto modo, caricaturiza, ridiculiza y perfecciona la imagen

caballeresca, supera la realidad de estos libros de caballería. En El Quijote, nos

acordamos del Amadís de Gaula, Tirant le Blanc y demás obras caballerescas.

Cervantes desmitifica y por lo tanto mitifica el sendero manchego con su

Quijote y la enjuta cordura de Don Quijote.

El autor del Quijote, con la enorme paradoja de su obra maestra, nos

ayuda a digerir la inusitada grosería de Borges en reescribir, “transcribir” como

aquel traductor morisco, palabra por palabra, el Quijote. Borges juega a ser

Avellaneda, con seudónimo y todo, pero no escribe la segunda parte ni un libro

diferente, sino el mismo Quijote. Cualquiera afirmaría que es un plagio. Si

viviera en aquella época, terminaría en la hoguera, y si fuera en ésta yo lo

reprobaría o en un caso de tal magnitud Vicente Fox le daría un Nobel.

La maestría de Borges radica en la contemporaneidad que dota el

Quijote de Menard, un escritor francés del siglo XIX. Borges, tal vez influido por

Molière durante su estancia en Ginebra, se ríe de nosotros y lo hace en nuestra

cara.

Borges, en “Funes el memorioso”, sabía de antemano el fracaso de la tarea de

recordar fielmente lo adquirido porque una sola palabra, la palabra misma,

33

varía de boca en boca, se ve untada y revuelta de otra cultura, de otro

horizonte, otra tradición y energía ancestrales. Nadie sabe si el que habla en mí

es un Tarik Ben Ziyad que a pesar de no ser árabe, hablaba el árabe incluso

mejor que los árabes, o una Rosalía de Castro, un autor desconocido del Mío

Cid o Las Mil y una Noches, o un tal Rabelais o Ramón Llull. Reitero el mítico

vínculo de nuestros ancestros yoísticos.

En El Quijote de Menard, Borges sabe del triunfo de su artificio. Todos

sus escritos han sido la suma, la aspiración, de la realización del Escrito, del

escrito supremo.

En el Quijote nada es lo que parece: una venta es un castillo, un rebaño es un

ejército, unas odres de vino son unas cabezas de gigante, unas mozas del

partido o rameras [...] son unas princesas.39

Recuerdo esa frase del maestro que nos impartía la materia del Quijote: “Nada

es lo que parece”. En aquel entonces, creía que hablaba en chino. Ahora

entiendo, pero no comprendo el punto de mira divergente e irreconciliable de

cada quien y hasta de uno mismo pero a través del tiempo.

Fernando Vallejo afirma que el Quijote es un diálogo. Lo que Gadamer

denomina “fusión de horizontes”, Cervantes lo lleva a cabo. A cada rato, Don

Quijote y su escudero dialogan y se confrontan, difieren, en esta conversación.

Nunca se ponen de acuerdo. Ponerse de acuerdo es ser uno. El objeto de mira

existe o sea la cosa que para Sancho son molinos de viento y para Don

Quijote, gigantes.

39 Fernando, VALLEJO, “El gran diálogo del Quijote”. Conferencia dictada el 7 de junio de 2005 en el Instituto Cervantes de Berlín. Léase en http://www.cervantes.de/nueva/de/biblioteca/archivo-digital/pdfs/el_gran_dialogo_del_quijote.pdf (consultada el 13 de noviembre de 2012, a las 23:05)

34

El difrasismo prehispánico, es decir, la dualidad de dos vocablos que

forman y complementan un concepto, tiene cabida en este Quijote. Los molinos

de viento y los gigantes construyen, por ejemplo, una realidad. Don Quijote y

Alonso Quijano son recíprocas proyecciones. Dulcinea o Aldonza Lorenzo.

Frestón y Muñatón o la paradoja de Cisneros. Sansón Carrasco y el Caballero

de la Blanca Luna. Las dos opciones valen, dos visiones antitéticas pero

complementarias dotan a este ingenioso e inexplicable Quijote con un

difrasismo que ya ha cruzado los mares con su mítica carabela lingüística: “La

lengua siempre fue compañera del imperio”. Lo maravilloso, lo paradójico es

que ni Cervantes ni Cide Hamete Benengeli lo sabían ni tampoco el morisco

aljamiado que en vez de traducir se limitó nada más a comentar el original del

historiador arábigo que en una página jura como cristiano y en otra por Alá el

misericordioso.

Cervantes, con los personajes de Don Quijote y su escudero, trata de

navegar sumergiéndose en el cóncavo universo de las pláticas y los

malentendidos. Despreocupado, entrega la palabra, “la parole”, a su hijastro. El

lenguaje nos despoja de este orbe.

El lenguaje es presencia de lo ausente, una forma de acercarnos una lejana

realidad a la inmediatez circunstancial de nuestro vivir. Ésta sería la gracia del

lenguaje, su don mágico. Sucede, sin embargo, que lo que nos acerca el

lenguaje no es la cosa misma, sino su nombre, un esqueleto o abreviatura de la

misma, su concepto.40

40 MARTÍN, Francisco José, Doc.cit

35

Así sobrevive El Quijote. En el discurso, en la plática y no en el

monólogo o el soliloquio donde triunfa Don Quijote y su convicción. Su mítico

mundo con sus míticas figuras se mantienen intactas en la palabra pronunciada

por el caballero de la Triste Figura. Wittgenstein afirmaba que los límites de su

lenguaje eran los límites de su mundo. Cervantes no atiende a estas razones.

Es con el lenguaje, la infinitud del lenguaje de la metáfora, que Don Quijote

diseña su universo a su manera.

En una conversación entre dos personas, nos dice Wittgenstein, es el

lenguaje, el poder de la palabra, quien lleva las riendas de la misma y no los

interlocutores. Cervantes, sabiamente, irónicamente, otorga la palabra a la

palabra misma porque sabía de antemano, al igual que el joven Cuauhtémoc,

que la tarea estaba predestinada al fracaso.

Cervantes hace que su hijastro Don Quijote sea terco y tozudo como

Rocinante. Ser terco significa no rendirse al fracaso, seguir siendo fiel a la

palabra y al lenguaje. Cervantes elige a Don Quijote sabiondo de la

irrealización verbal de su universo y el de Sancho. Dulcinea no existe, tampoco

la ínsula pero son realidades, conceptos, ideas y creencias. Ortega y Gasset

traza una casi invisible línea entre las ideas y las creencias. La anécdota, la

novedad, la anecdótica novedad es que Don Quijote cree en sus ideas. El

lenguaje fluye y galopa por los campos de Montiel y los senderos del Toboso.

Sancho cree en su amo. La idea de la ínsula Barataria lo justifica y demás

patéticos pero creíbles acontecimientos de Don Quijote. Dulcinea del Toboso

que, en realidad, supuestamente, es la Aldonza Lorenzo, es la sin par Dulcinea,

Emperatriz del Toboso, haciendo pensar en que el Toboso es un imperio en

otro imperio. Cide Hamete Benengeli que entra en este juego de confusiones y

36

malentendidos. El morisco aljamiado que se equivoca de tarea y el narrador

que no sabía de antemano ni entendía árabe, pero que resta credibilidad a la

versión traducida por el morisco aljamiado. Rimbaud opinaba que “La vraie vie

est ailleurs”, Cervantes lo sabía a la perfección y plasma en Don Quijote la

siempre idea de ir en busca de algo fuera, su mítico universo, su proyección

lingüística, su verbalización: el mundo hecho del verbo creer.

Cabe recordar que Carlos Maizal resume El Quijote como una idea

verbal del universo, sobre todo, del universo de Don Quijote. Tanto

Wittgenstein como Ortega y Gasset están de acuerdo en que el lenguaje no es

una expresión absoluta del pensamiento, “presencia de lo ausente”,

“desvelamiento de lo oculto” según Heidegger.

Tampoco hay que olvidar que el lenguaje es una manifestación subjetiva

del objeto, una deformación y un despojo hermenéuticos en términos de

Schleirmacher, una comprensión de la tradición que aspira a la inmortalidad y

la totalidad, a la plenitud conceptual y lacaniana. En El Quijote, Don Quijote y

Sancho son piezas indisolubles, en ellos se funde la hermenéutica que a la

inversa de Schleirmacher sí velan por el malentendido y la contradicción. Es el

malentendido que edifica este universo quijotizado y a su vez, y

posteriormente, sanchificado y viceversa.

En la boca de Don Quijote agoniza y resucita el mundo de la caballería.

Si Hegel nos recuerda a los griegos, a los filósofos griegos, Cervantes, en voz

de su hijastro, resurge el Amadís de Gaula, Las Sergas de Esplandián y el

Palmerín de Inglaterra. Incluso Cervantes, con buen talante cómico e irónico,

en la segunda parte de su Quijote, nos hace entrever el éxito que obtuvo en la

37

primera parte al ser traducido a muchos idiomas. Es decir, el Quijote se vuelve

un personaje literario.

II.4. El juego propiamente dicho

El juego en El Quijote concuerda con su término en alemán que, según

Gadamer, significa “jugar, representar” diferente a su significación en español

que es “interpretar”. Desde la edad media, justo antes precisamente de la

aparición de las lenguas romances con los juglares, el término “juglar” viene del

verbo en latín “jocari” y tiene un vínculo con el juego, puesto que estos poetas

juglares entretenían a los reyes y en lo común al vulgo. Aristóteles concuerda

en que la finalidad del juego es la distracción y el entretenimiento. Los

trovadores y los troveros harían lo mismo pero con las damas y las princesas

de los reinos.

En todo el Quijote, el andante caballero juega a ser el defensor de las

leyes, se duplica y se multiplica en los héroes que ha leído. Don Quijote no

interpreta porque interpretar es una tarea del raciocinio. El caballero de la Triste

Figura no atiende a razones.

Gadamer opina que para que un juego sea tal, tiene que existir alguien

que juega a ser ese jugador. Los demás, por lo normal, le siguen. La diferencia

es que Don Quijote, puesta la máscara, no simula su papel en la obra, sino

cree en ello y convence a los demás a que se sumen a su universo.

Don Quijote es como aquel niño que por vez primera entra en contacto con el

mundo que lo rodea, cuando de repente agarra una pelota y la manipula a su

antojo. La pelota, en realidad, es la que juega con la ingenuidad del pequeño

38

porque tiene infinitas funciones como el rodar, el botar y el permanecer quieta y

silente. Es así El Quijote. Don Quijote es esclavo de su discurso. La verdad del

ser se antepone a la idealidad del lenguaje, un lenguaje cargado de

subjetividad y subjetivismo, tradición y cultura, experiencia y dominio, épocas y

desuso.

Gadamer asegura que el juego es una construcción y viceversa. Digo

esto porque Cervantes, tal como nos lo dijo en el capítulo 9 estando en Alcaná

de Toledo, forja este Quijote desde tres perspectivas platónicas: desde el

original que puede ser en primer lugar los primeros ocho capítulos o los

cartapacios arábigos atribuidos a Cide Hamete Benengeli; desde la

representación que puede ser la traducción del morisco aljamiado; y desde la

imitación que es la puesta en escena de Don Quijote.

Contemplando otra posibilidad, el original sería la literatura de caballería,

la representación sería el Quijote; la imitación, la voz y el pundonor del

caballero andante o el Quijote “apócrifo” de Avellaneda o el Quijote de Menard.

Lo que sí es cierto, y como lo distingue Gadamer, existe una diferencia

entre estos tres polos en lo que concierne a la verdad y la esencia. Cervantes,

que a lo mejor había leído a Platón, lo sabía mejor que nadie.

No es de extrañar que Cervantes, irónico y burlón, haya querido que le

creamos cuando a diestra y siniestra afirmaba y aseguraba que el Quijote

suponía la férrea crítica de los libros de caballería, cuando en realidad, una

obra al estar abierta constantemente a una nueva comprensión, difiere en su

verdad y su esencia, va decayendo en primigenio casticismo e ingenuidad. En

la Edad Media, la Iglesia defendía que la Tierra era plana cuando Galileo refutó

esta teoría asegurando su redondez e incluso que giraba alrededor del sol. No

39

obstante, el Corán, ya en el siglo VII, rezaba la forma oval de la Tierra debido a

la circunferencia de los dos polos. Por lo cual, parafraseando a Gadamer,

necesitamos una interpretación temporal de la obra de arte.

El mismo Gadamer opina que asistir es participar y estar en la cosa.

Cervantes, con su Quijote y en El Quijote, ha hecho que los personajes en la

obra y el lector fuera de ella sean un Theorós, un espectador en su auténtica

significancia que entra en religiosa comunión, pero sin devoción, con la obra.

Aristóteles, según Gadamer, creía que Eurípides era más trágico que Esquilo.

No obstante, la muerte de Don Quijote, sabiendo que no es ni era Don Quijote

pero que sí hubo y hay caballeros andantes, es una auténtica tragedia. La

realidad trágica del papel de la lectura.

Lo que hace que el final de Don Quijote sea una tragedia es su sumisión

al creador. El caballero andante lo acepta pero además lo elige. Incluso se

dirige hasta Barcelona en busca de su fracaso y retornar después por la puerta

de atrás por donde salió. O como diríamos en un lenguaje coloquial: “Él se lo

buscó.”:

La abrumación trágica refleja en este sentido una especie de afirmación, una

vuelta a sí mismo, y cuando, como ocurre tantas veces en la tragedia moderna,

el héroe está afectado en su propia conciencia por esta misma abrumación

trágica, él mismo participa un poco de esta afirmación al aceptar su destino.41

Recordando el cuento de Dayub (atribuido a Jean Cocteau según

Borges) se aprecia el mismo final. Cuenta la historia que Dayub, una mañana,

estaba en un mercado de Bagdad y se le apareció la Muerte amenazándole.

41 Hans-Georg, Gadamer, Verdad y método I, Salamanca: Ed. Sígueme, 2003, p.177

40

Dayub, repentinamente, acude a su amo y ante su atónita reacción le pide que

le preste su caballo favorito para llegar antes del atardecer a Ispahán. Cuando

el rico mercader va al zoco, se le aparece de nuevo la Muerte e interrogada por

el amo, ésta le responde: “[...] esta noche debo llevarme en Ispahán a tu

criado”.42

Suena paradójica, trágica y mítica esta ansia de muerte. La manera de ir

a buscarla al galope y en pleno desierto casi puede resultar una tarea imposible

y otro trágico misterio.

Siguiendo en las mismas proyecciones escénicas, están Las Mil y una

noches, con la historia de Sherazade jugando el papel de una cuentacuentos

que trata de desencantar al rey déspota y sanguinario. Un día, Shariar

descubre que su mujer (la primera mujer con la que se casa) le estaba

engañando y la mata. Para ahuyentar sus dudas, le ordena a su visir que le

consiga vírgenes con quién casarse y matarlas el día después al alba.

Sherazade entra en escena y en cada noche va distrayendo al rey con una

historia hasta sumadas las mil y una historias, la princesa le muestra un niño,

su niño.

Estas tres representaciones se parecen, o más bien, parecen una

porque necesitan de algo que deshaga el vértigo cíclico de lo infinito, lo que

quebrante un espejo o el juego de espejos. Se parecen porque las tres son

tragedias ya que en ellas el espectador, según Aristóteles en palabras de

Gadamer, experimenta en sus pechos la compasión y el temor; es decir, una

mezcla de dolor y placer o “placer que duele” que sería el amor el que tenemos

a este Quijote.

42 http://iberoamerica.wordpress.com/2007/04/16/el-criado-del-mercader/ (Fecha de consulta el

03/05/2009)

41

Don Quijote, o más bien, Alonso Quijano, el fervoroso lector de obras de

caballería, deja en su testamento que su sobrina heredaría la hacienda aunque

con la única excepción de que al casarse con un hombre, éste ignore los libros

de caballería. Conocer los libros de caballería es ser Alonso Quijano y retornar

a la flor de la caballería de este andante caballero que fue y será Don Quijote

de la Mancha.

Cuando Cervantes condena o insinúa condenar los gastados libros de

caballería, se refiere a la innovación o renovación de los mismos. Cervantes

impone otra visión, su punto de vista, de lo que debería ser la caballería y el

espíritu caballeresco, variando la disposición de estos libros. En primer lugar,

cambia el origen del caballero y su linaje y el de la amada haciendo de ella una

idea difusa y remota. El mismo narrador, convirtiéndose en un narrador-

protagonista, se implica en la trama narrativa encontrando unos cartapacios

originales supuestamente escritos en árabe y dando hasta el nombre del

historiador. Inaugura la técnica de la intertextualidad, aunque su origen procede

probablemente de Las Mil y una Noches, citando la historia del morisco Ricote.

Cabe recordar las continuas referencias metaliterarias, metadisciplinarias y

metalingüísticas como el éxito de su propia primera parte citada en la segunda

parte, expone su punto de vista acerca de la cuestión de la traducción y el

declive o el resurgimiento de un lenguaje caballeresco. Resalto, sobre todo, la

multiplicidad de los narradores y el malentendido, por ejemplo, entre algunos

narradores.

Al variar estos aspectos en una novela que ya se regía por los modelos

de las obras de caballería, de una manera u otra, cambia el conjunto de este

modelo. Con Cervantes, se renueva la literatura caballeresca refutando la

42

inverosimilitud del Amadís de Gaula, Palmerín de Inglaterra, Tirant le Blanc...

Asimismo, el autor del Quijote plasma otra realidad, mediante una ficción

literaria y eso es lo sorprendente, en la realidad histórica del concepto de la

caballería. Por lo cual, al escuchar el vocablo “caballería” pensamos en el

Quijote, y al pensar en el Quijote, nos lleva a Menard. Es exactamente el

Quijote el que nos traslada desde Cervantes hasta Borges y viceversa.

43

III. El Quijote y el nacimiento literario de Borges

III.1. El otro Borges: Alonso Quijano

Analizar la figura de Jorge Luis Borges independientemente de la literatura, el

mundo de los libros y la biblioteca, sería un ejercicio vano e injusto. Dejar de

lado su faceta literaria y centrarnos en los sucesos que le ocurrieron en su vida

la podríamos considerar una marginación, otra más como la que llevaron a

cabo el señor Cisneros y otros de su dogma.

Borges es sinónimo de literato, no de cualquier literato. Borges es un

minero que penetró en los temas más misteriosos del ser humano como la

muerte, la eternidad, la duración del infierno o el paraíso. Borges es la metáfora

del hombre en busca de los hombres que son al fin y al cabo el espejo de un

solo hombre y la suma de ellos. Todos somos el infinito y cíclico sueño del

Hombre. Todos somos aquel Hombre designado con diferentes e incontables

nombres, nombres de distintas lenguas y culturas que festejan y conmemoran

la muerte y la memoria viva, es el principio y también el fin de los hombres.

Borges es uno de esos hombres. Borges es un hombre buscador de sus

semejantes quien duda y con su duda hace dudar a los que no dudan. Borges

es Borges.

Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires. Creció en un

hogar reinado por el bilingüismo ya que su abuela materna era inglesa y en

Argentina se imponía hablar el castellano para que los europeos se integraran

en la sociedad bonaerense.

Los antecedentes literarios de Borges los tuvo a una edad bastante

precoz. Borges había dicho a su padre que quería ser escritor teniendo sólo 6

años aunque también con la voluntad de éste: “Mi padre hubiera querido ser

44

escritor y no pudo […] yo iba a cumplir ese destino que le había sido

negado”.43

A los siete años, Borges escribió en inglés un resumen de la mitología

griega. A los ocho, inspirado en un episodio del Quijote (que había leído en

inglés), escribió “La visera fatal”. Y a los nueve años, traduciría del inglés a un

castellano contemporáneo El príncipe feliz de Oscar Wilde. Lo importante no es

lo que escribió este Borges aún a los nueve años, sino lo que leyó para poder

escribir en forma de narración su manera de criticar una obra. Durante la

Primera Guerra Mundial, Borges estudiaba su ciclo secundario en Ginebra

donde frecuentó la lectura de los autores franceses, sobre todo, Hugo y

Verlaine.

De regreso a Buenos Aires, después de su estancia en España y haber

conocido al que sería su maestro por toda la vida, Rafael Cansinos-Asséns y

adoptar el Ultraísmo en sus poemas, Borges inauguraría lo que sería el “Boom

Borges” con su primer libro Fervor de Buenos Aires en 1923.44 Con este

poemario, Borges se dio a conocer, sobre todo, entre los jóvenes que en él

verían el nacimiento de un nuevo poeta. Fervor de Buenos Aires resume los

sentimientos que afloraron en el pecho de Borges cuando volvió a pisar su

Argentina. Borges muestra su fervor lejos del patriotismo militar de los

argentinos de los cuales uno fue su abuelo Francisco Borges:

43 José Luis Sánchez Ferrer, El universo poético y narrativo de Jorge Luis Borges, Madrid: Anaya, 1992, p. 7 44 Todas las informaciones acerca de la vida y la obra de Borges han sido extraídas de la obra de José Luis Sánchez Ferrer (anteriormente citada), Borges: una biografía literaria de Emir Rodríguez Monegal y Conversaciones sobre Borges de Carlos Cañeque.

45

Alto lo dejo en su épico universo

y casi no tocado por el verso.45

En los años treinta, Borges se convierte en un escritor criollista, sintiendo

su argentinidad, aunque a su manera. En esta época, leería el Martín Fierro de

José Hernández y se convertiría en un enamoradizo de la poesía gauchesca y

la narrativa regionalista argentina como Don Segundo Sombra de Ricardo

Güiraldes y Facundo de Faustino Sarmiento. Con la muerte de su padre en

1938, Borges empezó a metamorfosearse. Meses después, en el mismo año,

sufriría un accidente que casi le iba a costar la vida.

Cuando hemos elegido el titulo “La quijotización de Borges” no le hemos

puesto a Borges armas antiguas, un acartonado “pingo”46 para salir al mundo

derrotando injusticias y quebrantando lo inquebrantable. Borges era un hombre

de letras:

Déjame, espada, usar contigo el arte;

yo, que no he merecido manejarte.47

Monegal asegura en Borges: una biografía literaria, en “El nacimiento de

Borges” (p.389-97), que se empezó a ver a otro Borges tras su ceguera que

venía arrastrando desde 1955. Nosotros, en cambio, negamos tal hecho. La

palabra “nacimiento” significa la aparición de alguien o algo por primera vez

aunque con la voluntad del Supremo. Más que un nacimiento, fue una

quijotización; es decir, Borges se convirtió en lo que quería ser.

45 Jorge Luis Borges, op.cit, p.90. 46 El concepto gauchesco de “pingo” (potro,…) es caballo, así se le denomina en el Martín Fierro, es un término criollista. 47 Jorge Luis Borges, op.cit, p.87.

46

Sin embargo, la auténtica metamorfosis de Borges ocurrió a finales de

1938 cuando sufrió un aparatoso accidente subiendo unas escaleras. Borges, a

raíz de este desafortunado accidente, se convirtió en un escritor de cuentos y

relatos fantásticos:

Tras el accidente Borges pasó a ser un escritor diferente, […], procuró

hacer algo que no había hecho realmente antes […]. Literalmente se había

quitado la máscara.48

Borges incluso llegó a literaturizar aquel suceso en “El sur” perteneciente

al libro Artificios incluido en Ficciones.

En “El sur” (p.205-16), el narrador nos cuenta que Juan Dahlmann, una

tarde en los últimos días de febrero de 1939, había sido hospitalizado por un

golpe que se había dado en la cabeza con una ventana abierta cuando subía

las escaleras para recibir el libro de Las Mil y una noches que le habían

mandado:

Dahlmann […] subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó

la frente […]. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó

de cerrar le había hecho esa herida.49

Este suceso le dejará convaleciente y lejos de su mundo “racional”. Juan

Dahlmann llegará a maldecirse y lamentar el estado en que se hallaría:

[…] el sabor de todas las cosas era atroz […].

[…]

48 Carlos Cañeque, op.cit, p.296. 49 Jorge Luis Borges, op.cit, p.206.

47

Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo,

y en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que

había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno.

[…]

En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió; odió su identidad, sus

necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara.50

Juan Dahlmann recordará el libro de Las Mil y una noches que le

transportará a otra realidad, a otra ficción, una realidad híper-ficcional que le

introducirá en una pelea a la antigua usanza gaucha. El momento en que Juan

Dahlmann es atacado por el adversario con un puñal, se despierta con la

realidad de la aguja en su brazo.

Como mencionamos, Borges había escrito este cuento a raíz del suceso

que le aconteció en 1938. Casi todo lo narrado es veraz. Juan Dahlmann es en

suma Borges. La alusión a Las Mil y una noches es en resumen la nueva

literatura que inauguraría Borges: La literatura fantástica (“El sur” es un cuento

fantástico). La oscuridad es la ceguera que venía padeciendo.

No obstante, apreciamos una ironía maestra cuando en el pasaje final

menciona la pelea y el mundo de los gauchos, dejando entrever el destino

bélico que le fue vedado y que admiró en la manera de morir de su abuelo, el

coronel Francisco Borges:

Lo dejo en el caballo, en esa hora

crepuscular en que buscó la muerte;

que de todas las horas de su suerte

ésta perdure, amarga y vencedora.51

50 Ibidem, pp.207-08. 51 Jorge Luis Borges, op.cit, p.90.

48

En “El otro” (p.07-19), perteneciente a El libro de arena, hallamos un

curioso diálogo entre un profesor de unos 70 años que estaba descansando en

un banco frente a un río, y de repente ante él divisa a alguien que al parecer es

él, es él cuando era joven. Entre ellos surge un intercambio de palabras.

El anciano regresará en busca de su tiempo perdido cuando el joven le

irá contando su vida. El anciano le profetizará algunos sucesos que le acaecerá

a aquel joven cuando el anciano irá contando asimismo su vida. Sin embargo,

el joven desmentirá algunos datos y juicios que le proporcionará el anciano. El

anciano descubre que aquel joven por el que sentía afecto y simpatía52 no es el

joven que él había sido; y por lo consiguiente, el joven no será nunca el

anciano que está ante él, no se sentará en un banco donde él está sentado ni

tampoco dialogará de la misma manera con la está dialogando ahora el

anciano. Los dos son tan semejantes y tan diferentes. Los dos son

aparentemente semejantes y diferentes: “El hombre de ayer no es el hombre

de hoy”.53 Borges entendió que no podían entenderse aquellos dos Borges.

Borges elaboró un desdoblamiento en su persona, a través de su imagen y su

“anti-imagen” realizó la fórmula del otro: “Mi deber era conseguir que los

interlocutores fueran lo bastante distintos para ser dos y lo bastante parecidos

para ser uno”.54

Borges nos recuerda a Cervantes en el prólogo de la primera parte del

Quijote cuando se refiere al amigo que le rindió visita; pero, Borges es más

intimista y subjetivo. Se aprecia, incluso, a un Borges renegado de sí mismo,

del Borges que era y que es el resultado del Borges que es.

52 “Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor”. Jorge Luis Borges, op.cit, p.12 53 Ibidem, p.14. 54 Ibidem, pp.138-39.

49

Borges trataba ambiciosa e inútilmente de no ser Borges, de no ser él (de ser

otro). No obstante, percibimos como una especie de reconciliación entre

Borges y aquel joven, una sumisión al anciano Borges, a Borges. Se evoca la

metamorfosis de Gregorio Samsa cuando se desdobla en otro Borges. El joven

Borges es el espejo, un espejo en el que Borges se mira y se estrella.

En El hacedor (obra de verso y prosa), en cambio, vemos desplegadas

aún más sus técnicas, artificios y artimañas. En “Borges y yo” (p.61-62), por

ejemplo, apreciamos la inclusión de Borges como personaje en el texto literario.

Borges hace que su personaje (él mismo) se desdoble en dos personajes

parecidos a “El otro” en El libro de arena. La escisión borgiana se manifiesta

como enmascaramiento de su yo y como intención de confundir al lector, no de

aclarar o compartir sus dudas. Borges, en este poema, evoca así a Whitman (al

que leía bastante), sobre todo, en el tema de la conjugación del escritor en

autor, personaje y lector del texto literario. Citaremos estos versos del poeta

norteamericano en su ingenioso poemario, Hojas de hierba, para argumentar

dicha multiplicación:

Me celebro a mí mismo,

y cuando asumo tú lo asumirás,

porque cada átomo que me pertenece, te pertenece también a ti.55

Si Cervantes empleaba la técnica de la paranomasia en el Quijote

(Quijana, Quesada, Quejana, Alonso Quijano, Don Quijote/ Dulcinea, Aldonza

Lorenzo/ Fritón, Festón, Muñatón/ Sancho Panza, Sancho Zancas…)

55 Walt Whitman, Hojas de hierba (Antología): Traducción de Manuel Villar Raso y prólogo de Horacio Vázquez-Rial, Madrid, Millenium, 1999, p.19.

50

e incluir a Benengeli en la supuesta autoría del original. Borges llevaría a cabo

el desdoblamiento de su yo en un Borges que escribe y que es asimismo el

personaje del texto literario y otro que es el otro, su alter-ego. El texto termina

con la famosa y ambigua frase: “No sé cuál de los dos escribe esta página”.56

El mismo desdoblamiento hallamos en “Poema de los dones” (p.63-65)

cuando leemos:

¿Cuál de los dos escribe este poema

de un yo plural y de una sola sombra?57

Después, al final del poema, Borges juega a ser Groussac, o más bien,

el otro que menciona Borges juega a ser (es) Groussac:

Groussac o Borges, miro este querido

mundo que se deforma y que se apaga

en una pálida ceniza vaga

que se parece al sueño y al olvido.58

Borges, jugando a ser otros en los que veía su reflejo, despojándose de

su identidad, incluyéndose como protagonista de su misma producción literaria,

llegó a teatralizar su singular mundo onírico de metamorfosis y duplicaciones

que al fin y al cabo fue el sueño de uno que habitará la memoria de todos y de

cada uno de nosotros y de ustedes.

56 Jorge Luis Borges, op.cit, p.62. 57 Ibidem, p.64. 58 Ibidem, p.65.

51

III.2. Borges y el héroe cervantino

Si el Quijote resume la interpretación cervantina de los libros de caballería y

simboliza la crítica y la reestructuración de los mismos, la producción literaria

(creativa y crítica) de Borges sintetiza la enorme labor borgiana de la lectura y

la reescritura de las obras literarias.

Cervantes reiteraba que había escrito El Quijote para sepultar el mundo

de la caballería. Sin embargo, en el primer capítulo nos encontramos con

Alonso Quijano anclado en el aún vivo recuerdo de esos libros. Alonso Quijano

se oponía al destino que Cervantes deseaba para esos libros. Cervantes,

paradójicamente, hacía renacer la orden caballeresca cada vez que Alonso

Quijano jugaba a ser otro. Fueron tantas las veces que jugó el papel de otros

hasta que el destino hizo que Don Quijote se fundiera en su ser y viceversa.

Don Quijote encarnaría así la última generación del caballero andante y llevaría

a cabo la postrera misión cervantina. Pasaron casi tres siglos, y el sueño de

Cervantes lo heredaría un escritor argentino del siglo XX.

Borges creó su universo en la biblioteca de su padre cuando aún era niño

y “su hermana Norah lo recuerda siempre leyendo, tirado en el suelo boca

abajo”.59

Borges en una biblioteca se parecía a un niño frente a los dibujos animados. La

biblioteca iluminaba a Borges, le proporcionaba cobijo y manutención

espirituales y existenciales. La biblioteca era un asilo para el exilado Borges.

Borges era Borges estando en la biblioteca y fuera de ella se convertía en la

misma. Borges era una biblioteca andante y aventurera.

59 Jorge Luis Borges, Narraciones: Edición de Marcos Ricardo Barnatán, Madrid, Cátedra, 1999, p.29.

52

Precisamente fue la biblioteca que lo dejó ciego. Para Borges era una

tragicomedia empírea que otorgándole el amor que le tenía a los libros se le

quedó con su vista:

Nadie rebaje a lágrima o reproche

esta declaración de la maestría

de Dios, que con magnífica ironía

me dio a la vez los libros y la noche.

[…]

De esta ciudad de libros hizo dueños

a unos ojos sin luz, que solo pueden

leer en las bibliotecas de los sueños

[…]60

En los primeros versos, vemos a un Borges sumiso a la voluntad de

Dios, no se rebela ante el Creador, se somete a su Grandeza como si de un

personaje literario se tratase. Borges, el “guerrero” Borges, así dibujaba su

mundo, un mundo laureado de galerías e infinitos manuscritos. No obstante, le

era prohibido pisar el campo de batalla, le causaba temor y cobardía. En este

caso no fue la manquedad que le impidió compartir el destino de su abuelo,

sino que batallaba ante la benévola brujería de los libros, en su mayúscula

voluntad cabalgaba e iba conquistando los cenizos libros que él se ocuparía de

sublimar.

Borges amaba también la caballería, pero la de Buenos Aires:

A Borges siempre le interesó y le inquietó el tema de las armas; en algún

momento de su obra señala incluso la admiración que en todo momento

sintió por los hombres de armas […] los gauchos, los cuchilleros del

arrabal […].61

60 Jorge Luis Borges, op.cit, p.63. 61 María Victoria Atencia y otros, op.cit, p.228.

53

Borges incluyó ese mundo gauchesco en “El sur” cuando a la hora en

que iban a meterle una aguja en el brazo, imaginaba una pelea de cuchilleros

de los cuales uno era él. Borges jugaba a ser gaucho, soñaba que era

Francisco Borges.

En “El sur”, por ejemplo, nos permite apreciar cómo admiró Las Mil y una

noches y cómo la lectura de dicha obra había sido decisiva para que se

olvidara (aunque fuera por un instante fugaz) de su convalecencia. La memoria

de Borges y el recuerdo de la lectura de las obras opacaban su ceguera.

Borges era Borges gracias a los libros. Fue forjado por las obras que leyó el

otro Borges, el Borges que soñaba ser su padre. No cesaba de vivificar sus

épocas de vívida lectura. La inclusión de los libros en “El sur” demuestra la

capacidad que tenía a la hora de criticar una obra elaborando una creación

literaria. En muchas de sus narraciones fantásticas, jugaba una y otra vez a ser

Avellaneda; es decir, mixtificaba los sucesos, cambiaba los verdaderos datos

de una obra leída, confundiendo al lector para que éste interviniese a su vez en

la labor de la reedificación del texto y así hasta el infinito.

Quién iba a decir que Borges iba a convertirse en otro personaje

cervantino. Quién iba a decir que Cervantes, después de tres siglos, iba a

reclutar a otro personaje e incluirlo en su Quijote. Cervantes no solamente

consiguió que Alonso Quijano soñara con ser Don Quijote, sino que todos, al

leer la historia, estuviéramos jugando a ser Alonso Quijano.

Ya lo hemos apuntado en el primer apartado de la primera parte: cada

uno al abrir un libro, cada uno al estar acorralado por los pasajes de una obra,

se convierte en Alonso Quijano.

54

Quién iba a decir que Alonso Quijano, el verdadero héroe cervantino, iba a ser

en realidad, el escritor argentino Jorge Luis Borges.

55

IV. El mundo oriental en Cervantes y Borges

IV.1. El Oriente

Es muy difícil elegir alguna época de la historia y decir que ésta o ésa es

la más importante. Culturas como la Mesopotamia babilónica de Nemrod, la

Antigua Grecia de Aquiles y Homero, el Egipto faraónico de Ramsés o la etapa

de disputas y conocimiento en la Edad Media (Las Cruzadas y los estudios

cordobeses y toledanos) y las embarcaciones de conquistadores y

evangelistas, representan el auge de cada una de las civilizaciones. No hemos

citado el Imperio Romano por haber imitado el modelo griego y por haber sido

“una extensión helenística”62.

Importante fue el “Descubrimiento de América” mas no podemos olvidar

que la intencionalidad de Colón era llegar a Las Indias; es decir, a Oriente. Aún

más importante fue el descubrimiento de la existencia de Oriente. Borges lo

sitúa en la época de Alejandro Magno que se fue con su tropa a combatir al

majestuoso ejército de Darío.

Ya victorioso, Alejandro se casa con una mujer persa, Roxana, (a pesar

del rechazo de sus huestes y los nobles macedonios) y unifica su ejército con

sus hombres y los persas. Con Alejandro se descubre el Oriente. A Alejandro le

ocurrió lo mismo que a Moctezuma y a Cuauhtémoc. Le traicionaron sus

propios hombres que se disputaban en torno al trono cuando el caudillo de

Macedonia agonizaba en su lecho.

62 Jorge Luis Borges, Siete noches, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p.105.

56

Creo que nosotros (los orientales) también sentimos la necesidad de un

de Octavio Paz Laberinto de la soledadvasto compendio de ensayos similar al

en el que se podría justipreciar nuestra labor a lo largo de la historia y

pormenorizar nuestra metamorfosis a raíz de los cambios de dinastías y

modelos de vida que reinaron en los países orientales.

Otro hombre que fue crucial en el conocimiento de Oriente fue el ilustre

viajero y cronista italiano Marco Polo. Marco Polo fue embajador de Kublai

Khan y era el hombre de confianza en sus asuntos exteriores. Cuando se moría

Marco Polo, su familia a través del confesor le suplicaba que desmintiera todo

lo que había dicho de sus viajes y él respondió que no había contado ni la

mitad de lo que había visto. Marco Polo no murió por el cansancio de los viajes

ni por su edad. Murió sumiso al felino hechizo de los que tejieron el Oriente:

casto alud de sinfín de turbantes y de luz.

IV.2. La figura de Oriente en la literatura occidental: Cervantes

y Borges

El Oriente dejó un vasto legado histórico de múltiples leyendas que aún hoy en

día se desconoce si han sido ciertas o inciertas (por haber sido inverosímiles).

Rubén Darío con su nueva escuela literaria (el Modernismo) resucitó la

figura del rey Alejandro con sus versos alejandrinos. Otros poetas como el

vanguardista (en todos los aspectos) Jorge Luis Borges mostró una devoción

intelectual, en demasía, resultado de su afinidad como lector “enfermizo”

(crónico) y sutil (en su lectura contemplativa y a la vez crítica elaborando

estudios comparativos) de aquel mágico y fantasioso mundo oriental. Aunque

57

no debemos olvidar la inclusión de este céfiro literario en la obra de uno de los

grandes que engendró la literatura universal: Cervantes, alguien a quien, en

cambio, le ocurrieron muchas cosas y que muchas, también, leyó.

En Borges .1.2V.I

Historia 117) perteneciente al libro -En “Historia de los dos que soñaron” (p.115

, se narra la historia de un hombre de El Cairo que había universal de la infamia

soñado a otro hombre que le decía que fuera a Ispahán donde hallaría una

fortuna.

El hombre hace caso, emprende su viaje y llega tan cansado que cae

rendido de sueño junto al patio de una mezquita. Los guardias acuden porque

unos ladrones han atravesado la mezquita y se llevan al hombre de El Cairo.

El capitán lo interroga y se sorprende por las razones que le da el hombre del

Cairo acerca de la causalidad de su viaje. El capitán le dice que él también

había soñado “una casa en la ciudad de El Cairo en cuyo fondo hay un jardín, y

en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la

higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro”63 y le paga su viaje de vuelta.

El hombre de El Cairo, estupefacto, reconoce en el sueño del capitán su

propia casa y debajo de la fuente de su jardín encuentra, efectivamente, el

tesoro.

63 Jorge Luis Borges, Historia universal de la infamia, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p.117.

58

Creemos que este sueño dentro de otro debió de llamarse “Historia de los

dos que se soñaron” en vez de “Historia de los dos que soñaron” porque los

dos hombres (el hombre de El Cairo y el capitán) se sueñan a sí mismos dentro

del sueño del otro. Cada uno es espejo en la mirada del otro.

, Borges El Aleph58), en -En “Los dos reyes y los dos laberintos” (p.157

cuenta que un rey de Babilonia hizo penetrar a un rey de Arabia (cuando éste

vino a su corte) en un laberinto (construido por arquitectos y magos según las

órdenes del rey de Babilonia) donde se perdió hasta llegada la tarde. El rey

árabe pide ayuda a Dios y da por fin con la puerta. El rey de Arabia, colérico,

jura venganza y arrasa toda Babilonia con sus castillos y sus gentes, tomando

como rehén al rey de Babilonia. El rey de Arabia, cumpliendo su promesa, lo

abandona en el desierto donde moriría de sed y hambre:

¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste

perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros;

ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay

escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que

recorrer, ni muros que te veden el paso.64

No obstante, existe una antagónica versión acerca de la supuesta muerte

del rey de Babilonia.

cuyos dos versos ,, en el poema “Los Borges”El hacedorEn el libro

últimos dicen lo siguiente,:

[…] el rey que en el místico desierto

se perdió y el que jura que no ha muerto.65

64 Jorge Luis Borges, El Aleph, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p.158. 65 Jorge Luis Borges, op.cit, p.95.

59

se deja entrever que aquel rey de Babilonia no murió en el desierto y se

desconoce todavía dónde está.

vio la luz El AlephUna prueba puede apoyar nuestra justificación y es que

en 1960; es decir, el rey al que hace mención Borges en El hacedoren 1949 y

el penúltimo verso de “Los Borges” es aquel rey de Babilonia quien fue arrojado

al desierto.

Acerca del cuento “Los dos reyes y los dos laberintos”. Agheana afirma

que:

El rey de Babilonia, intentando construir el marco conceptual que consiga

la confusión y la maravilla, cree aproximarse a Dios, ser como Dios. […]. Al

confundir a los hombres (el rey de Arabia) quiere confundirse con Dios.66

El hecho de que Borges (disfrazado del rey de Arabia) haya castigado al

El y más tarde con la perdición en El Alephrey de Babilonia con la muerte en

, cree igualarse, con Dios deja claro que Borges, asimismo, se iguala, o hacedor

(hablando del castigo).

. En Cervantes.22V.I

Cervantes no sólo fue conocido por haber sido el pionero de la novela moderna

con su Quijote, sino el haber convertido los prólogos de las dos partes de dicha

obra en auténticos nuevos géneros literarios. Además de estas técnicas, no

hay que olvidar que la vida de Cervantes fue una “novela” de aventuras.

66 Carlos Cañeque, Conversaciones sobre Borges, Barcelona, Destino, 1995, p.173.

60

España, después de 1492, se convirtió en una potencia aventurera que

ambiciosamente quería ensanchar el territorio español y divulgar la palabra

nazarena (según la versión cristiana católica por supuesto), haciendo frente a

Portugal. España se convertiría, con los reinados de Carlos V y, sobre todo, de

Felipe II de Habsburgo, en un imperio en el que no caería el sol. Por

consiguiente, tenía que enfrentarse a numerosos óbices que amenazaban la

hegemonía y el brío españoles. Con las revueltas moriscas en Las Alpujarras,

los corsarios mediterráneos apoyados por el temible ejército turco provocarían

La Batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571 que Cervantes describe como

“la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan

ver los venideros”67.

A su vuelta a España, Cervantes es capturado por unos piratas (creyendo

que era alguien importante) y lo hacen cautivo en Argel donde pasaría cinco

años y medio. Este suceso, que lo marcaría de por vida, influiría en el devenir

de la literatura universal pues Cervantes lo reflejó en su obra.

En “Los Baños de Argel” (p.188-283), perteneciente al Teatro Completo de

Cervantes en que “toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido

hace su habitación”68, se puede respirar el fidedigno testimonio de alguien que

sintió en sus carnes el invierno de las mazmorras y el purgatorio de los

maltratos de los guardias.

67 Miguel de Cervantes Saavedra, op.cit, p.369. 68 Ibidem, p37.

61

Cervantes no se olvida de lo que vivió en Argel. Una de las escenas más

terribles se refleja cuando salen el Guardián Bají, el moro Carahoja y un

cristiano con las orejas cortadas y ensangrentadas. El moro (Carahoja) le dice

al cristiano cautivo:

¿No os dije, perro insensato

Que, si huíades por tierra,

Que os haría aqueste trato?69

En estos tres versos, se muestran las crueles torturas que infringían los

guardias argelinos a los prisioneros cristianos. Tal es el caso, también, en “Los

tratos de Argel” (p.843-917) en que empieza Aurelio lamentándose del agravio

en que se hallaba:

¡Triste y miserable estado!

¡Triste esclavitud amarga,

Donde es la pena tan larga

Cuan corto el bien y abreviado!

¡Oh purgatorio en la vida,

Infierno puesto en el mundo,

Mal que no tiene segundo,

Estrecho do no hay salida!70

Cervantes describe la vil situación de los cautivos en tierra enemiga.

Saavedra (el mismo Cervantes según algunos críticos) describe así su

cautiverio:

¡Ay dura, inicua, inexorable estrella!

¡Cómo de los cabellos me has traído

al terrible dolor que me atropella!71

69 Miguel de Cervantes Saavedra, Teatro Completo: Edición, introducción y notas de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas, Barcelona, Planeta, 1987, p.206. 70 Ibidem, p.844. 71 Ibidem, p.854.

62

Aunque, a pesar de todo mal acaecido a esos prisioneros, el mismo

Saavedra muestra un extraño y singular optimismo, cercano al atrevimiento (el

que poseía Cervantes en sus numerosos intentos de fuga):

[…]

Cuando me vea en más seguro estado,

o si la suerte o si el favor me ayuda

a verme ante Filipo arrodillado,

[…]

a quien los negros indios con sus dones

reconocen honesto vasallaje,

trayendo el oro acá de sus rincones;

[…].72

Filipo al que se refiere Saavedra es Felipe II con quien combatió Cervantes

en Lepanto. Los negros indios son los mulatos (los descendientes de los

esclavos que extraían los diamantes en las minas). Y cuando dice lo de traerse

el oro, se refiere a Sevilla donde Cervantes era recaudador de impuestos de la

Armada Invencible.

El tema del cautiverio (característica de las novelas moriscas) está

, en Las novelas ejemplarespresente, también, en “La fuerza de la sangre”, en

que Rodolfo, con sus amigos, arrebata a Leocadia de las manos de sus padres:

“Arremetió Rodolfo con Leocadia, y, cogiéndola en brazos, dio a huir con ella,

la cual no tuvo fuerzas para defenderse”73, y en “El amante liberal” en que

Ricardo cae cautivo en manos turcas.

72 Ibidem, p.856. 73 Miguel de Cervantes Saavedra, Novelas ejemplares, Barcelona, Ediciones Toray, 1964, p.216.

63

En El Quijote, ya el ámbito cultural va más allá que la simple anécdota de

la destrucción (la supuesta destrucción) del mundo caballeresco como había

afirmado el mismo Cervantes74, quien, en el Quijote, una vez más, muestra su

intacto y curioso arraigo al mundo morisco (a pesar del suplicio por el que pasó

en Argel) y al oriental en general. Cabe recordar que la primera parte del

Quijote se publicó en 1605; es decir, cuatro años antes de que se conociera el

decreto de Felipe III que sentenciaba la expulsión de los moriscos. Cervantes

no se olvidó de incluir ese aspecto en su obra y mostrar su más que discutida y

discutible disconformidad acerca de la desvalorización de los moriscos. Ante la

cuestión morisca, deja patente su compasión, lo que puede interpretarse como

una cierta maurofilia y ese apego que sentía por el mundo árabe.

Esa simpatía cervantina hacia lo muslímico se ve en el origen que dio

Cervantes a esos cartapacios que fueron árabes. Además de ser un fervoroso

lector, se aprecia que también era un investigador nato en el tema de la

investigación de campo cuando en Alcaná de Toledo encontró, sin problemas,

a un morisco aljamiado que lo acogió en casa y le tradujo los cartapacios al

castellano.

74 Dice Cervantes que escribió El Quijote para “poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías”. Miguel de Cervantes Saavedra, El Quijote: Versión adaptada, Madrid, Anaya, 2004, p.8.

64

Cervantes, como todos sabemos, era un defensor de la verosimilitud y de

hacer que el lector creyera en los sucesos narrados, sentir que las cosas

cuadraban sin perder el hilo de la historia; sin embargo, se contradice, de

nuevo, y entrega (supuestamente) la voz narradora de una de las obras más

curiosas de la literatura universal a un mentiroso, a un sin alma que era el

arábigo Cide Hamete Benengeli. Explicándonos mejor: Cervantes nos hace ver

y creer que el Quijote fue producto de una traducción del original en árabe

escrito por el historiador Cide Hamete Benengeli.

Borges había afirmado que con las campañas de Alejandro de Macedonia

(Bicorne como lo conocemos en el mundo árabe) se había descubierto la

existencia de un lugar que se llamaba “Oriente”. Fue más importante la

amenaza otomana (el Gran Turco como así es llamado el enemigo otomano en

el Quijote) en el encuentro (el reencuentro) de los dos mundos: el Occidente y

el Oriente.

Con La Batalla de Lepanto y los corsarios beréberes en la costa

mediterránea apareció la novela morisca (el Abencerraje de Cervantes) cuyo

tema central era siempre el cautiverio.

Y aquel día, que fue para la cristiandad tan dichoso, porque en él se

desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban,

creyendo que los turcos eran invencibles por la mar, en aquel día, digo,

donde quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada […].75

Cervantes no sólo se interesa por el Gran Turco, sino también, como se ha

dicho, por la cuestión de los moriscos.

75 Miguel de Cervantes Saavedra, op.cit, p.279.

65

Una de las medidas que se tomó en contra de los moriscos granadinos a

raíz de La Rebelión de Las Alpujarras y la amenaza turca de restablecer el Al-

Ándalus era la conversión forzosa al cristianismo o el exilio. Cervantes lo

incluye también en la historia de Ricote:

Esta […] es mi hija […]. Ana Félix se llama, con el sobrenombre de Ricote

[…]. Yo Salí de mi patria a buscar en reinos extraños quien nos albergase

[…] habiéndole hallado en Alemania, volví […] a buscar mi hija y a

desenterrar muchas riquezas que dejé escondidas […].76

Con la presencia turca en el Mediterráneo, Oriente y Occidente se ven de

nuevo las caras, se sienten cercanos y “vecinos”, como antes durante la Grecia

de Alejandro Magno.

En El Quijote, Cervantes, con su grandilocuente, y a veces inexplicable y

ambigua ironía profana el linaje de los moros llamándolos mentirosos y tildando

a los turcos de mancebos. Es difícil, en algunas situaciones, conocer la visión

cervantina acerca de los moriscos. Aunque sería baladí relacionar la postura de

Cervantes con la maurofobia que sentía la mayoría de la población española

condicionada por La Santa Inquisición.

Tanto Cervantes como Borges, a uno que le ocurrió tantas cosas y a otro

que sólo las leyó, pudieron darnos sus pareceres. Cervantes partiendo desde

su experiencia personal, Borges fantaseándolo (desde lo onírico), nos dejaron

la vastedad de un mundo que nunca conoció el ocaso.

76 Ibidem, pp.670-71.

66

V. La búsqueda del Oriente en “La busca de Averroes”

V.1. El oriente borgiano, el que no existe y sentimos “Si has oído el llamado del Oriente,

ya no oirás otra cosa”77. Rudyard Kipling

El oriente78 es una palabra que llama nuestra atención nada más

escucharla79, rica y profunda en referencias a un mundo conocido80 y

desconocido81 a la vez, magnificado82 y satanizado83 simultáneamente.

Según Borges, en su magna conferencia titulada “Las Mil y una

noches”84, el Oriente surgió con las expediciones macedónicas de Alejandro

Magno85, Bicorne entre los árabes (Iskandar zo-l-qarnayn)86 cuando acabe con

el imperio persa de Darío87; luego, cuando Virgilio rescató una seda en las

Geórgicas88, de un país lejano, que había palpado antes89. Para Juvenal,

afirma Borges, el Oriente es lo que estaba más allá de la aurora y el río

Ganges90.

77 Jorge Luis Borges, “Las Mil y una noches”, pp. 55-74 en J. L. Borges, Siete Noches, México: FCE, 2009, p. 62. 78 Para Borges es muy difícil definir tanto Oriente como Occidente puesto que son el resultado de una continua simbiosis histórico-cultural. 79 Al escuchar oriente pensamos inmediatamente en el Islam, Las Mil y una noches, odaliscas, desierto, camellos... Bin Laden. 80 El Oriente como el Occidente son una materia estudiada por los orientalistas, islamólogos y arabistas. Miguel Asín Palacios, Rafael Cansinos-Asséns, Joan Vernet, Ramón Llull y Federico Corriente representan esta interminable lista de estudiosos del mundo árabe-islámico. 81 Me ha sorprendido mucho (implica lo positivo y lo negativo) el desconocimiento occidental en relación con el Oriente, es por eso, tal vez, mi inclinación por realizar este trabajo. 82 Los llamados orientalistas como Chateaubriand y Darío, por ejemplo, eternizaron auténticos ambientes costumbristas más apegados a un cuento de Las Mil y una noches que al mundo árabe en su infinita diversidad histórico-cultural. 83 Me refiero a las campañas de propaganda y de desacreditación que no tienen nada que ver con los fundamentos del Islam ni del mundo árabe. 84 Esta conferencia es un breve pero profundo análisis de las relaciones entre Oriente y Occidente en diferentes épocas históricas y a partir de distintos acontecimientos. ¿Será una puesta en escena de que Oriente y Occidente son esos vecinos que están condenados a entenderse? 85 Jorge Luis Borges, op. cit, pp. 58-59. 86 Ibid., p. 59. 87 Esto se llevó a cabo en la gran batalla de Gaugamela, más conocida como Arbela en 331 A.C. 88 Virgilio, Bucólicas. Geórgicas. Apéndice virgiliano, Madrid: Gredos, 1990. 89 Borges, op. cit, p. 59. 90 Idem.

67

Borges no se olvida del elefante, animal presente en la gran expedición

de Aníbal por los Alpes, regalado a Aristóteles por su discípulo Alejandro,

cuando menciona el detalle de Harún Rachid, sultán de la dinastía abasida en

Bagdad, de regalar un elefante a Carlomagno desde la capital islámica hasta el

otro imperio de los carolingios91. Otra alusión a un animal fue perpetrada por un

cruzado de Inglaterra, el llamado Ricardo Corazón de León92 infundiendo gran

admiración en los árabes y respeto en Salahadín. Tampoco se olvida del plan

que tenía Colón de llegar a las Indias (Catay y Cipango) cuando en realidad

llega a América93, Vespucio para darle sentido a esa búsqueda constante la

bautiza como Indias occidentales.

No obstante, el evento fundamental, según Borges, que dará a conocer

Oriente en casi todo Occidente será el Romanticismo literario: “Con el

movimiento romántico, el Oriente entra plenamente en la conciencia de

Europa”94. Será el comienzo de las traducciones del ilustre libro de Las Mil y

una noches95 y será la antitética imagen de la poesía racionalista de Boileau96.

Inicia de nuevo el platonismo en Europa.

Borges opina que:

El Oriente es el lugar en que sale el sol. (...) no debemos renunciar a

la palabra Oriente, una palabra tan hermosa, ya que en ella está, por

una feliz casualidad, el oro. En la palabra Oriente sentimos la palabra

oro, ya que cuando amanece se ve el cielo de oro.97

91 Ibid., pp. 59-60. 92 Ibid., p. 60. 93 Ibid., p. 62. 94 Ibid., p. 61. 95 Ibid., p. 62. 96 Idem. 97 Ibid., p. 63.

68

Renunciar al Oriente, a la palabra oriente, según Borges, es darle la

espalda a la luz del sol, a la gloria. Diógenes, amante de las cuevas y la

sombra, suplicará a Alejandro que se apartara del sol cuando éste le pidió que

le comunicara un deseo. En El mito de la caverna, hay una continua referencia

a buscar la luz, el conocimiento, tal es el caso del legado cultural vinculados a

Oriente, y sobre todo, el mundo islámico.

Desde la toma de Granada en 1492 por los Reyes Católicos y la Batalla

de Lepanto en 1571 entre la Liga Cristiana y el Gran Turco surgió una literatura

interesada en conocer el mundo islámico en su complejidad diversa98. Miguel

de Cervantes, con su obra maestra que es El Quijote99, será uno de los

pioneros occidentales en recrear y representar en este caso la cultura

morisca100 puesto que los moriscos serán expulsados definitivamente entre

1609 y 1614101. Paradójicamente esta obra, reitero una vez más, símbolo de la

españolidad y la literatura hispánica, celebra más lo islámico que lo cristiano. El

juego cervantino basado en darle la voz narrativa a Cide Hamete Benengeli,

autor de los cartapacios hallados en Alcaná de Toledo102, y luego contratar a un

morisco aljamiado103 para que se los tradujera al castellano son una prueba

fidedigna de que Cervantes tenía una visión bastante diferente, más

intercultural, más de aprendiz que de maestro, en torno a todo lo que provenía

del Islam.

98 El mundo islámico es una amalgama de países con sus distintas y diversas costumbres. 99 Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Toledo: IV Centenario Castilla-La Mancha, 2005. 100 Cervantes es uno de los grandes autores que ha tratado el tema de lo morisco en textos. en sus Novelas Ejemplares hay varias referencias a la cultura morisca. 101 Durante el reinado de Felipe III, por edicto del Conde de Lerma en 1609, se acuerda y se ordena la expulsión de los moriscos de la Península Ibérica. Cervantes se opondrá a esto y lo incluirá implícitamente en El Quijote. 102 Cervantes, op. cit, pp. 82-85. 103 Ibid., pp. 83-84.

69

Hubiera sido curioso, interesante, imaginar cómo hubiera sido

exactamente el discurso quijotesco sin la presencia de la Santa Inquisición. En

el Quijote se puede leer, comprender y traducir mucho más de lo que escribió

Cervantes.

Jorge Luis Borges, otro Alonso Quijano, que leía hasta los papeles rotos

de las calles104, será otro devoto del mundo islámico. Sería triste comparar a

Borges con Chateaubriand o con Darío puesto que para el argentino, el mundo

islámico no es nada exótico, sino todo lo contrario. Lo diferente atrae a Borges

y merecerá uno de los mejores comentarios, estudios y reflexiones que

hayamos leído nunca. Al tratar a Borges, estamos refiriéndonos a la vez a

aquel libro ilustre, tan citado y estudiado, de Las Mil y una noches y los

cuartetos (Ar-rubâiyât) de Omar Jayyám105:

Adicto lector e insólito autor de Las Mil y una noches, fascinado por

los poetas persas como Omar Jayyám o Farid Eddin Attar, anheló

también recorrer las sendas de los sufíes. Con sorprendente soltura,

Borges cita versículos del Corán o evoca con gran precisión aspectos

de la civilización árabe-islámica.106

Como su maestro Rafael Cansinos-Asséns, quien tradujo Las Mil y una

noches al castellano107, Borges fue un gran estudioso del Corán que en “La

Cábala”108 afirma:

104 Ibid. p. 82. 105 Omar Jayyám será uno de los grandes poetas orientales que han inspirado a Borges. Léase “Rubaiyat” en J. L. Borges, Poesía Completa, “Elogio de la sombra”, pp. 293-333, México: Lumen, 2011, pp. 311-12. 106 Mohamed Salhi (Coordinador), Huellas comunes y miradas cruzadas: Mundos árabe, ibérico e iberoamericano, “De la busca a la deriva: Borges y lo árabe-islámico" de Oumama Aouad Lahrech, pp. 27-35, Rabat: Facultad de Letras y Ciencias Humanas, 1995, p. 28. 107 Borges afirma que la traducción castellana de Cansinos-Asséns es la mejor de las traducciones. 108 Borges, op. cit,

«La cábala

», pp. 123-40.

70

Señala Spengler en el capítulo de Der Untergang des Abendlandes

consagrado a la cultura mágica que el prototipo de libro mágico es el

Corán. Para los ulemas, para los doctores de la ley musulmanes, el

Corán no es un libro como los demás. Es un libro (esto es increíble

pero es así) anterior a la lengua árabe; no se lo puede estudiar ni

histórica ni filológicamente pues es anterior a los árabes, anterior a la

lengua en que está y anterior al universo. (...) Para los musulmanes

ortodoxos el Corán es un atributo de Dios, como Su ira, Su

misericordia o Su justicia. En el mismo Corán se habla de un libro

misterioso, la madre del libro, que es el arquetipo celestial del Corán,

que está en el cielo y que veneran los ángeles.109

A partir de este lúcido pasaje, Borges demuestra que no sólo es un

lector o un principiante en el Islam y el mundo árabe, sino un gran pensador y

crítico tanto de la religión como de las costumbres arábigo-islámicas. Esto le

permitirá realizar grandes tributos en honor a Alejandría110, la Alhambra111 y

Las Mil y una noches112 en Historia de la noche113:

“(...)

En el siglo primero de la Hégira,

Yo, aquel Omar que sojuzgó a los persas

Y que impone el Islam sobre la tierra,

Ordeno a mis soldados que destruyan

Por el fuego la larga Biblioteca,

Que no perecerá. Loados sean

Dios que no duerme y Muhammad, Su Apóstol.”

(“Alejandría, 641 A.D”)

109 Ibid., pp. 127-28. 110 Borges, op. cit, “Historia de la noche”, pp. 471-516, pp. 475-76. 111 Ibid., p. 477. 112 Ibid, “Metáforas de “Las Mil y una noches””, pp. 478-80. 113 Este poemario fue publicado en 1977.

71

“Grata la voz del agua

(...)

El mármol circular de la columna

(...)

Grata la música del zéjel,

Grato el amor y grata la plegaria

Dirigida a un Dios que está solo,

Grato el jazmín.

(...)”

(“Alhambra”)114

“(...)

Las Noches son el Tiempo, el que no duerme.

Sigue leyendo mientras muere el día

Y Shahrazad te contará tu historia”.

(“Metáforas de “Las Mil y una noches””)

114 Los poemas de Borges en torno a Oriente son como las caligrafías en las mezquitas que refutan el tiempo como percepción humana.

72

V.2. Averroes, visto desde la escritura borgiana

“(...) aprendí árabe leyendo los pergaminos del gran Ibn Rushd o Averroes, como le

dicen los zafios”115. Sandino Gámez Vázquez

Del mundo islámico, resumido y engrandecido en Al-Ándalus, solemos extraer

o recordar inmediatamente, inconscientemente a Averroes, el gran Comentador

de Aristóteles. Siempre nos han contado la historia de que Averroes rescata la

filosofía aristotélica, sin embargo también realizó grandes estudios de Platón

(La República), Ptolomeo, Alejandro de Afrodisia, Nicolás de Damasco y sus

compatriotas como Al-Farabi, Avicena y Avempace116.

Averroes, o Ibn Rushd como así es conocido en el mundo árabe-

islámico, es uno de los preferidos filósofos de Borges, retratado

magistralmente, exegéticamente, con suave y sombrío ingenio, en “La busca

de Averroes”117 incluido en El aleph118.

Averroes nace en Córdoba119 en 1126 coincidiendo con la época taifal120

que se vivía en Al-Ándalus y las continuas embestidas del imperio almohade en

tierras peninsulares.

115 Sandino Gámez Vázquez, La ciudad y los campos, La Paz,: ISC, 2005, p. 76.

116 Jorge Morales De Castro, Historia de las religiones. Cultos y creencias del hombre, Madrid:

LIBSA, 2009, p. 162.

117 Jorge Luis Borges, El Aleph, “La busca de Averroes”, pp. 93-104, México: Alianza, 1992.

118 Éste es una de sus mayores proyecciones literarias.

119 Córdoba era la capital del mundo islámico, rivalizando con El Cairo y Bagdad. La biblioteca

más grande e importante de todo el mundo intelectual y humanístico fue la de Córdoba

conteniendo más de 400.000 volúmenes. Además de 3000 mezquitas, 300 baños públicos,

contaba la ciudad omeya con un alumbrado público y un modernizado canal acuífero que

sustentaba a toda la población y sus aledaños.

120 Me refiero a la época de las taifas (mulûk a-tawâ’ef) que eran reinos musulmanes

enemistados entre sí que juraban lealtad a los reinos cristianos y pasaban a ser vasallos. Ésos

tenían que defender los intereses cristianos y viceversa. En este contexto nace Averroes y el

mito del Cid.

73

Va a ser el gran siglo de las Cruzadas y la culminación de la

Reconquista en 1212. Ésta será la Córdoba en la que nace Averroes y en todo

el territorio andalusí golpeado por las disputas intestinas y el impresionante

avance cristiano121 desde el norte. Averroes nace en un entorno altamente

intelectual y docto en materias de Derecho, Medicina, Astronomía y Filosofía.

Heredará la profesión de su padre y de su abuelo, convirtiéndose en qâdi-l-

qudât (juez de jueces). Tuvo como maestro a Ibn Tufayl de Guadix (Granada)

que lo iniciará en el “amor a la sabiduría”122.

Averroes, cumpliendo con la exhortación coránica de ir en búsqueda del

conocimiento, será el principal baluarte del pensamiento árabe-islámico,

afirmando, al igual que Borges (tal vez), que “El hombre ha sido creado para

saber; se desarrolla en el saber; prospera por el saber; se perfecciona por el

saber y sólo puede alcanzar la felicidad última por la sabiduría”123. Éste será el

Averroes que nos retratará Borges en su espléndido relato que en el próximo

apartado procederé a comentar, analizar mediante etapas, reflexionando en

torno a varias cuestiones que han despertado la curiosidad de críticos como

Ilan Stavans en “Borges, Averroes y la imposibilidad del teatro”124, Fawzia

Kamel en “Borges, Averroes, Aristóteles: Literatura y filosofía”125 y Oumama

Aouad Lahrech en “De la busca a la deriva: Borges y lo árabe-islámico”126

desde una visión islámico-occidental.

121 Los datos biográficos de Averroes han sido sacados de la obra ya citada de Jorge Morales de Castro, op. cit, pp. 161-66. 122 Ibid, p. 166. 123 Idem. 124 Ilan Stavans, “Borges, Averroes y la imposibilidad del teatro”, Latin American Theatre Review, 22, vol. I, 1988, pp. 13-22. 125 Fawzia Kamel, “Borges, Averroes y Aristóteles: Literatura y filosofía”, El Cairo: Univ. El Cairo, Revista Electrónica de Literatura Comparada, NO. 1, pp. 1-14. 126 Oumama Aouad Lahrech, “De la busca a la deriva: Borges y lo árabe-islámico” en Mohamed Salhi, op. cit, pp. 27-35.

74

V.3. Acercamiento dual e intercultural a “La busca de Averroes” de Borges

“Una noche de ciencia vale más que setenta años de rituales”

Muhammad SWS

El relato empieza con un epígrafe de Ernest Renan127 pidiéndonos que

imaginemos la tragedia como el arte de alabar. Humberto González Galván

afirma que la tragedia “como género estético, nos indica que se trata de una

obra dramática que narra acciones grandes y extraordinarias, capaz de infundir

lástima y terror. Que en ella intervienen personajes ilustres o heroicos y que el

estilo del género trágico, lo mismo que su tono, son elevados..., y finalmente,

que su desenlace resulta por lo general funesto, aciago, fatal y doloroso”128.

Luego, continúa González esta vez recordando a Aristóteles definiendo la

tragedia “como la representación que con estilo deleitoso se hace de “... una

acción memorable y perfecta, de magnitud competente, recitando cada una de

sus partes por sí separadamente, y que no por modo de narración, sino

moviendo a compasión y terror, dispone a la moderación de estas

pasiones””129.

A partir de estas dos definiciones de la tragedia, se ve inconcebible la

asociación de Renan con el arte de alabar y así lo plantea Ilan Stavans en su

trabajo:

[...] la más importante fuente informativa que tuvo Borges fue el libro

de Ernest Renan, Averroes et l’Averroisme, de donde extrajo su idea

y conclusión al cuento. [...] el autor era demasiado joven, el texto deja

ver frecuentes inseguridades. La inexperiencia está en todos lados.

Renan encubre lagunas con falacias o frases ingeniosas. [...]

127 Ernest Renan, Averroes et l’Averroisme, Paris: Calmann-Lévy, 1882. 128 Humberto González Galván, Radio y filosofía: tradición y juego de espejos. Conversaciones filosóficas: tragedia, La Paz,: UABCS, 2006, p. 26. 129 Aristóteles, El arte poético, México: Espasa-Calpe, 1981, p. 39. Apud. Ibid., p. 33.

75

Descuidos iguales abundan, como es el caso de la cita que Borges

aprovecha, e incluso usa de epígrafe en “La busca de Averroes”:

“S’imaginant que la tragédie n’est autre chose que l’art de louer, et la

comédie l’art de blâmer, il prêtend trouver des tragédies et des

comédies dans les panégyriques et les satires des Arabes, et même

dans le Coran". Renan, al no poder explicar mejor la química que

repelía a Averroes del teatro, se sirvió de esta hermosa aunque ilusa

frase”.130

Trataré de argumentar, no el contenido de la cita de Renan, sino el

motivo por el cual Borges escoge parte de ella como epígrafe del relato. Pondré

como ejemplo y punto de partida el mismo epígrafe que puse al inicio de este

apartado. A mi modo de ver el fin del epígrafe debe contener si no la idea

central, la síntesis de lo que se va a tratar. La búsqueda del conocimiento es

una cuestión fundamental no sólo en Averroes, no sólo en este texto, no sólo

en Al-Ándalus, sino en toda la historia del Islam. Continuamente, en el Corán

se advierte sobre la ignorancia131, sobre la prioridad de Dios en mirar a los que

saben; y entre los que saben y comparten su conocimiento; y entre los que

comparten su conocimiento y lo realizan con moderación y modestia.

Uno de los temas principales en este relato es el intento de Averroes de

comprender dos palabras fundamentales en La Poética de Aristóteles. Por lo

tanto, este texto es un microcosmos cuya tarea y finalidad primordiales son la

búsqueda del conocimiento. Entonces, el porqué del uso de ese epígrafe

justifica ampliamente mis intenciones.

130 Stavans, doc. cit, pp. 16-17. 131 El Corán, trad. Julio Cortés, Sura XXIV La Luz, vers. XXXV, Barcelona: Herder, 2005, p. 378: “Dios es la Luz de los cielos y de la tierra. Su luz es comparable a una hornacina en la que hay un pabilo encendido. El pabilo está en un recipiente de vidrio, que es como si fuera una estrella fulgurante. Se enciende de un árbol bendito, un olivo, que no es del Oriente ni del Occidente, y cuyo aceite casi alumbra aun sin haber sido tocado por el fuego. ¡Luz sobre Luz! Dios dirige a Su Luz a quien Él quiere. Dios propone parábolas a los hombres. Dios es omnisciente”.

76

Ahora, pasando al epígrafe de Renan, lo que sorprende es que Borges

lo sitúa como columna de su relato. Sería precipitado de nuestra parte achacar

a Borges una especie de petulancia intelectual o de vanidad en poner autores y

obras extraños. Según Borges, y más adelante lo analizaré

desmenuzadamente, la distancia entre tragedia y panegírico no es tan amplia

como se supone o parece a simple vista. Tomados desde la teoría literaria o

de la terminología teatral sería hasta una blasfemia. Éste será uno de los

conflictos, problemas hermenéuticos, a tratar en este apartado y me refiero a la

recepción literaria vista o concebida desde lo cultural.

Comienza el relato con el origen nominal de Ibn Rushd. Es tradicional en

el mundo árabe (así figura en el documento oficial de nacimientos) los nombres

largos recordando al padre, al padre del padre, al padre del padre del padre, y

así hasta el infinito. Con el nombre de Averroes será reconocido en Occidente

hasta nuestros días.

Como se ha comentado en el apartado anterior, Averroes es de Córdoba,

ciudad a la que el narrador en este mismo relato dedica una alabanza:

[…] algo en la carne de Averroes agradecía la constancia del agua.

[…] el atareado Guadalquivir y después la querida ciudad de

Córdoba, no menos clara que Bagdad o que el Cairo […] (esto

Averroes lo sentía también) se dilataba hacia el confín la tierra de

España, en la que hay pocas cosas, pero donde cada una parece

estar de un modo sustantivo y eterno.132

Cabe recordar que el mismo Borges no olvidará la luz oriental de

Córdoba y Granada: “Hay algo que sentimos como el Oriente, que yo no he

sentido en Israel y que he sentido en Granada y en Córdoba”133.

132 Borges, op. cit, p. 94. 133 Borges, op. cit, p. 64.

77

Luego prosigue la narración de la dificultad de Averroes en comprender

dos conceptos esenciales en la poética de Aristóteles: “tragedia” y “comedia”.

Oumama Aouad Lahrech sugiere que Averroes no puede comprender esos

términos porque trabaja sobre la traducción de una traducción y el teatro no

existía entre los árabes ni en Al-Ándalus:

Dos importantes obstáculos le impiden alcanzar su meta: trabajar

sobre la traducción de una traducción (ya que desconoce el griego y

el siríaco) y sobre todo los términos designan un referente cultural (el

teatro) desconocido por los árabes hasta probablemente el siglo

XIX.134

El narrador en ningún momento se refiere a la ausencia del teatro en el

mundo árabe, sino que es una observación, comprensible pero no aceptable,

de la crítica marroquí:

La pluma corría sobre la hoja, los argumentos se enlazaban,

irrefutables, pero una leve preocupación empañó la felicidad de

Averroes. No la causaba el Tahafut, trabajo fortuito, sino un problema

de índole filológica vinculado a la obra monumental que lo justificaría

ante las gentes: el comentario de Aristóteles. Este griego, manantial

de toda filosofía, había sido otorgado a los hombres para enseñarles

todo lo que se puede saber; interpretar sus libros como los ulemas

interpretan el Alcorán era el arduo propósito de Averroes.135

La cuestión en este pasaje, según el narrador, es que Averroes quería

interpretar la poética como se interpreta el Corán; es decir, Averroes comenta

como crítico literario. Más adelante esclareceré un poco más este aspecto

vago y difuso. Ni siquiera las páginas de Alejandro de Afrodisia, Hunain Ibn

134 Lahrech, op. cit, p. 31. 135 Borges, op. cit, p. 94.

78

Ishâq ni Abu Bishr Ibn Matta contribuyeron a facilitar la recepción de Averroes,

sino todo lo contrario. ¿Esto demuestra la imposibilidad de interpretar el mundo

literalmente? ¿Necesitaba Averroes otra traducción?

Mientras ojea unos volúmenes, Averroes percibe una melodía desde la

ventana y se acerca. Tres niños están jugando. El primero juega a ser el

almuédano mientras llama a la oración. El segundo, sosteniendo en brazos al

primero, hace de alminar; y el tercero es la congregación de los fieles136.

Averroes no se dio cuenta que lo que estaba ante sus ojos era la respuesta al

dilema, nunca llegó a pensar que lo que hacía cotidianamente se parecía a

una representación teatral.

El almuédano, al llamar a la oración, hace de jefe de orquesta e invoca

a los oradores a formar parte del rezo cotidiano. El imán, el que está enfrente,

se dispone a empezar y los que están atrás deben seguirle. En ningún

momento, Averroes piensa que está cerca de la respuesta. A veces buscamos

fuera de nosotros el nombre de las cosas cuando está en las cosas mismas,

cuando está en nosotros. Por eso, Borges dirá que el matemático como el

poeta no debe crear fórmulas nuevas, sino descubrirlas. En ese mismo

instante, Ibn Rushd recuerda la cena que tenía Abulcásim al-Asharí en la casa

de Farach, gran estudioso del Corán.

En esa cena intercambiaron ideas sobre las infinitas rosas y la rosa;

luego, pasaron a tratar sobre metáforas y qué era lo conveniente a la hora de

emplear o idear una metáfora. De las metáforas pasaron al Corán del que

afirma

136 Ibid., p. 95.

79

Farach que: “es uno de los atributos de Dios como su Piedad; se copia en un

libro, se pronuncia con la lengua, se recuerda en el corazón y el idioma y los

signos y la escritura son obra de los hombres pero el Qurán es irrevocable y

eterno”137.

Después disertaron en torno a la luna y refirieron varias historias sobre

la ciudad de Sin Kalán. Averroes se daba cuenta de las cosas infinitas como la

imagen o la proyección de lo infinito. De repente, el viajero Abulcásim empieza

a contar algo que presenció cuando estaba en Sin Kalán:

Las personas de esa terraza tocaban el tambor y el laúd, salvo unas

quince o veinte (con máscaras de color carmesí) que rezaban,

cantaban y dialogaban. Padecían prisiones, y nadie veía la cárcel;

cabalgaban, pero no se percibía el caballo; combatían, pero las

espadas eran de caña; morían y después estaban de pie.138

Los presentes en la casa de Farach no daban crédito de lo que estaban

escuchando, tachándolos de locos, y de absurdo puesto que para Farach una

sola persona puede referir la historia en vez de veinte. Abulcásim, que estuvo

presente en esa representación teatral de la China, parece asimilarlo mas no lo

puede referir:

Imaginemos que alguien muestra una historia en vez de referirla. Sea

esa historia la de los durmientes de Éfeso. Los vemos retirarse a la

caverna, lo vemos orar y dormir, los vemos dormir con los ojos

abiertos, los vemos crecer mientras duermen, los vemos despertar a

la vuelta de trescientos nueve años, los vemos entregar al vendedor

una antigua moneda, los vemos despertar en el paraíso, los vemos

despertar con el perro. Algo así nos mostraron aquella tarde las

personas de la terraza.139

137 Ibid., pp.97-98.

138 Ibid., p. 99.

139 Ibid., p. 100.

80

Abulcásim parece estar más cerca que Farach de la respuesta que

busca Averroes:

En tal caso –dijo Farach- no se requerirán veinte personas. Un solo

hablista puede referir cualquier cosa, por complejo que sea.140

Averroes, luego, a juicio de la poesía, asegura que en el Corán está

cifrada toda poesía y que no existe la necesidad de innovar. El verdadero

poeta, según el mismo Borges, es el que descubre. Crear es un atributo divino

vedado a los hombres:

Cuando yo escribo algo, tengo la sensación de que ese algo

preexiste. […] Bradley dijo que uno de los efectos de la poesía debe

ser darnos la impresión, no de descubrir algo nuevo, sino de recordar

algo olvidado. Cuando leemos un buen poema pensamos que

también nosotros hubiéramos podido escribirlo […].141

Averroes, que antepone la tradición, lo usual, a la innovación, afirma:

Aristú (Aristóteles denomina tragedia a los panegíricos y comedias a

las sátiras y anatemas. Admirables tragedias y comedias abundan en

las páginas del Corán y en la mohalacas del santuario.142

Averroes, fiel a su idea de la metáfora clásica, opina que la tragedia es

un panegírico y la comedia es una sátira y un anatema. En opinión del narrador

(y tal vez la de Borges) Averroes no consigue comprender las dos palabras:

“Recordé a Averroes, que encerrado en el ámbito del Islam, nunca pudo saber

el significado de las voces tragedia y comedia.”143

140 Idem.

141 Borges, op. cit, pp. 106-107.

142 Borges, op. cit, p. 103.

143 Ibid., p. 104.

81

Es aquí donde el epígrafe de Renan se conecta con las dos metáforas

de Averroes. ¿Es otro artificio borgiano? ¿Podemos afirmar que nada es lo

que parece, lo que no se ve es lo que es, y lo que se ve es lo que no es como

en el Quijote de Cervantes? ¿Por qué narrar la historia de una tarea que desde

el principio, al parecer, estaba condenada al fracaso? No obstante, la tarea

presente es afirmar todo lo contrario.

Averroes, parte del Oriente abstraccionista, genérico y místico, no

puede individualmente comprender el espíritu racionalista de Aristóteles a partir

de los términos tragedia y comedia. ¿Si Averroes hubiera dejado de ser tal lo

habría comprendido? En otras palabras, ¿Si Averroes jugara a ser el traductor

siriaco habría traducido o trasladado “adecuadamente” esas dos palabras?

¿Qué desenlace podemos imaginar si Averroes fuera contemporáneo de

Borges, o en otro caso, el mismo Borges? Habría que referirlo.

¿Cómo interpreta la mente idealista y abstracta un aspecto de la

racionalidad individualista occidental144 donde lo principal es el juego, la

representación, la simulación, el teatro? ¿El obstáculo de comprender estos

dos términos son en verdad un error hermenéutico de Averroes o su

observación a la traducción siriaca de Abu Bishr Ibn Matta Al-Qunna’i? En El

Quijote existe algo similar. Cervantes que afirma no saber árabe se pone a

comentar la traducción del morisco aljamiado restando importancia al ejercicio

interpretativo-hermenéutico.

Es conveniente recordar que Averroes era un polímata que sabía de memoria

el Corán, los libros de Jurisprudencia Islámica y las obras de Aristóteles.

144 Coleridge, al igual que Borges, afirma que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Ésa será la lucha constante de Oriente y Occidente.

82

Claude Cahen afirma que Occidente aprendió a pensar con Avicena y

Averroes. Averroes era el puente de comunicación entre el pensamiento griego,

la filosofía medieval y el Renacimiento europeo generando la gran época de la

Ilustración.

¿Se necesitaba otra traducción, a juicio de Borges, que sirviera de

mediación transcultural en cuanto a la realidad del teatro? O, ¿necesitaba

Averroes estar inmerso en el juego para descubrir el significado de “tragedia” y

“comedia” y por tanto, reinventar el teatro? Cabe recordar que aún no se había

escrito El Quijote y apenas se dieron a conocer Las Mil y Una Noches en el

Bagdad de la dinastía abasí. El juego era ajeno al Islam, a la cultura griega no.

El Al-Ándalus y el Oriente Islámico es una exégesis, una nueva lectura, de la

obra aristotélica. Avicena afirma que sin Al-Farabi no podía comprender la

Metafísica145. ¿Nos sugiere Borges, tal vez, que faltaba el comentario o una

opinión de Al-Farabi? ¿Necesitaba Averroes una lectura de Avicena? Cabe

recordar que antes de Averroes, Avicena era el gran estudioso de

Aristóteles146.

Al hombre oriental, el musulmán, le es vedado representar el hecho.

Sólo lo puede narrar. Al representarlo, el hombre estaría jugando a ser la

divinidad. El niño, en este caso, está más cercano a la lúdica que el hombre.

En palabras de Nietzsche, el rebaño impide que el hombre actúe en libertad y

lejos de lo que lo condiciona. El niño es el ejemplo y el método de la

representación lúdica de un hecho determinado. El niño no entiende de

castigos divinos, de promesas ni de miedo. Tampoco Dios plantea castigar al

niño porque lo que representa el niño es espejo de su imaginación.

145 Morales De Castro, op. cit, p. 154. 146 Ibid., p. 157.

83

Al niño sólo le importa el juego, no lo que representa, y su inmersión

en él hace que sigan en pie las reglas del propio juego. La base de este juego

es que el niño se siga creyendo niño. Es un crimen horrendo poner a un niño a

trabajar cuando su única y auténtica ocupación vital y ontológica es jugar. Es

curiosa esta situación puesto que lo que sucede en realidad no es que

impidamos al niño jugar, sino que mediante la lúdica el niño adquiere

conciencia de su entorno, inventa y reinventa su mundo, hace hablar a su

mundo que es un infans como él. El juego es la palabra que roza y acaricia el

telón que lo separa de la realidad lejos del juego, lejos de la representación,

lejos del teatro.

Según Borges, la manera ideal de explicar o comprender el teatro es

haciendo teatro. En esta situación, el niño cumple con este requisito. He ahí

que los niños, ante los ojos de Averroes refieran una representación teatral que

él desconoce. ¿Es una puesta en escena de Borges explicando qué es

teatralizar mientras hacía teatro? ¿Sería el ejemplo del teatro árabe-islámico

donde las cosas que parecen existir después se esfuman como el instante y

donde los personajes parecen aceptar su condición y su destino porque así

está estipulado uno de los pilares de la fe islámica? Borges incursiona en lo

más profundo del tema. Quiere ser Dios y así comprender plenamente la

imposibilidad de Averroes de pensar en una representación escénico-teatral.

Ya Borges experimentó en otro texto el don de ser el Todopoderoso cuando

condena al Rey de Babilonia a vagar por el desierto puesto que condenó al

Rey de Arabia a cruzar un laberinto y en su dura prueba invoca a Dios y da con

la puerta. A modo de venganza, el Rey de Arabia arrasa todo lo que era

Babilonia.

84

En El Corán, el mundo en que vivimos y la vida en que estamos es un

absurdo, un juego147, un teatro, mientras que el Ojo Divino que no parpadea

está intacto en contemplar los infinitos actos que se repiten, se actualizan y se

renuevan. No puede haber otro teatro en un teatro. Las múltiples

interpretaciones que le damos al mundo es señal del juego supremo que

implantó e implementó el Director. Todos, como los personajes del Quijote,

creemos en el juego y sus reglas y somos parte de él. No ser parte del juego

implicaría el caos y el final de teatro.

Cuando Ernest Renan afirma que la tragedia es el arte de alabar se

refiere, desde mi punto de vista, a esa concepción divina del mundo como

escenario y los seres humanos como actores sumidos y sumergidos en la

acción, pero sin preguntarse la naturaleza de las acciones, decisiones o

desgracias. En otras palabras, Renan fundamenta el concepto de la tragedia a

partir del Corán y su visión dramatúrgica de la vida.

Ilan Stavans no pudo comprender el epígrafe de Renan por dos

cuestiones. La primera de índole receptiva y se refiere al punto de partida que

se manifiesta en su distanciamiento del Corán a la hora de emitir el juicio. La

segunda de carácter semántico o tal vez epistemológico que se patentiza en

que la tragedia tal como la vio y teorizó Aristóteles no se puede apartar del

ámbito literario de la representación. Renan va mucho más allá y es el punto

fundamental para comprender el cuento de Borges, su magistral visión del

problema hermenéutico al que se enfrentó Averroes y pudo resolver como los

grandes sabios del Al-Ándalus.

147 El Corán, trad. Julio Cortés, 57:20, p. 615 “¡Sabed que la vida de acá es juego, distracción y ornato (...)!”.

85

Renan, a partir del Corán y su visión del mundo como una ouverture

transitoria hacia el Edén, pudo y consiguió ampliar el concepto del término

“tragedia” pero lo realiza al revés. Me explico: Renan no parte propiamente de

la tragedia sino de la alabanza islámica. El epígrafe al que aludo demuestra su

profundo conocimiento en torno a la religión islámica. Según Renan, alabar al

Todopoderoso es una tarea difícil, infinita y cansina. En ese cotidiano

ejercitarse de adorar Algo que no se ve pero que está como si fuera la primera

vez (como Sísifo) hace de la tarea misma algo trágico. Es trágico porque el

Todopoderoso está presente siempre y nuestras acciones son evaluadas y

grabadas hasta la eternidad. El estar sujeto a este destino que es de todos y de

nadie y no poder rebelarse hace de ello una verdadera tragedia. A partir de

ello, se va a erigir el cuento de Borges. Ahora formularé la misma pregunta que

antes, ¿se equivocó Averroes a la hora de definir la tragedia? Si la respuesta

es no, Ilan Stavans se equivoca.

¿Se equivoca Borges cuando afirma que Averroes, por estar sujeto al

Corán y el contexto islámico, no pudo comprender el concepto de la tragedia?

Sin duda, es uno de los textos más ingeniosos, sombríos como el final del

mismo, y más abiertos puesto que cualquier desenlace o cualquier observación

merecen un análisis, una revisión y un nuevo comenzar a andar. Así se parece

este cuento, a un nuevo ejercicio infinito de comentar los términos de “tragedia”

y “comedia” y tal vez ahí resida lo cómico del asunto.

El relato de “La busca de Averroes” es una parábola de la

imposibilidad de aprehender y comprender, literalmente, directamente, el

mundo; sino es una mera contemplación de la imagen lúdica que se desprende

de él.

86

Conclusión

Cervantes, en el prólogo de la primera parte de El Quijote, deseaba que

su libro fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera

imaginarse. En el capítulo II de la segunda parte, en un curioso diálogo,

Sancho, en boca de Bartolomé Carrasco que venía de la Universidad de

Salamanca, le comenta a su amo que la primera parte de El Quijote ya estaba

impresa y donde también surge una nueva visión lúdica en torno al nombre, o

los posibles nombres, de Benengeli, autor de los cartapacios arábigos de

Alcaná (al-qanât, canal) de Toledo.

A partir de ese momento, todas las luces enfocarían el retrato de

Cervantes y su obra magna de la literatura española que paradójicamente,

insisto, celebra más lo árabe que lo español en una época donde se borró de la

faz de la historia renacentista el aporte árabe-islámico. Cervantes se

encargaría, en este libro lleno de contradicciones, de luces y sombras, de

recordar que más de nueve siglos no se pueden suprimir así sin más. El idioma

original de aquellos cartapacios, la traducción ambigua y enriquecedora del

morisco aljamiado, los pueblos de origen tanto de Sancho como de Dulcinea, el

doble juramento del narrador, la intercalación de una novela morisca, algunas

referencias a los libros plúmbeos (prohibidos durante y después de la Revuelta

de las Alpujarras en el Siglo XVI) demuestran esta deuda que reconocía

Cervantes que tenía no sólo España, sino Europa y Occidente, con el mundo

árabe-islámico.

87

Después de cinco siglos, aún se habla de este libro que es un

compendio, un palimpsesto literario y cultural de los libros escritos

anteriormente. El Quijote es una parábola, una metáfora extendida de la

biblioteca de Alonso Quijano. Aunque quemada (como aquella Biblioteca de

Alejandría) por Frestón, Fritón o Muñatón, la idea que Alonso Quijano o Don

Quijote, ¿qué importa esto ahora?, tenía de la caballería está resumida,

trascendida a lo que hoy hemos leído del Quijote.

El Quijote es, efectivamente, un elogio, un culto, una ofrenda a la

caballería, a los caballeros que con honor iban por tierras lejanas socorriendo a

los agraviados y a las indefensas. Cervantes es el último caballero templario

que en Lepanto, y después en Argel y Sevilla, quiso retratarnos una de las

épocas más gloriosas de las armas donde se ponían en contraste las férreas y

pesadas espadas de la Cristiandad y los ligeros alfanjes otomanos. Este libro

es un testamento aún viviente de que la caballería nunca muere ni mucho

menos el espíritu caballeresco. Borges, aunque lejos del escenario bélico,

ansiaba, cual si fuera un gaucho, ser un hombre de armas como lo fue su

abuelo. El destino, o el azar, quiso que Borges continuara con el de Cervantes,

unidos a pesar de la distancia histórica.

Cervantes y Borges son referencias obligatorias para conocer este

mundo dualístico lleno de contradicciones, malentendidos y coincidencias. Son

pilares fundamentales para acceder a un Oriente cada vez más estigmatizado y

orientalizado. Por lo pronto, el Oriente que nunca ha existido y el Quijote de

Menard los unen, como Averroes a Aristóteles, como la vida y la muerte.

88

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