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I SAN FRANCISCO DE ASÍS NOTABIíB ESCUI»- TURA DE AI>ONSO GANO» EXISTEN- TE EN IJA C A T E * DKAb DE TObEDO. NCIMEKOS 15 CTS.

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I

SAN FRANCISCO DE ASÍS

NOTABIíB ESCUI»-TURA DE AI>ONSO GANO» EXISTEN­TE EN IJA C A T E *

DKAb DE TObEDO. NCIMEKOS

15 CTS.

Page 2: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

Q. t-T.-^.'xrv, 3 'Jj-2 '^'>^2 '•¿y-¿ ^2 ••-•.•) í-.'i ( f . ' í í-1) •.-•3 if.rín s . á 1.1.-.$ ' í -á í - í ' • -3 ic-? ¿«¿3 t,,-^ r \ 3

"LA ENSEÑANZA,, LIBRERÍA GENERAL Y EDITORIAL LIBROS Y MATERIAL PARA ESCUE­LAS V C O L E G I O S ^ C O M P L E T O SURTIDO ÜE LIBROS DE TEXTO PARA INSTITUTOS. i\ORMALES, SE­MINARIOS Y CARRERAS ESPECIA­LES'S'SELLOS DE CAUCHO Y ME­TAL % IMPRESOS Y ENCUADERNA-

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IV'^

í f ..íí íkiiAí'Vsi>' • u CAKNEKO CAZA S l i K O P £ M l K E

pru!ikHla<l ilt! la c:;sa de ¡os Srtís. \V^^. C(íí)PHíÍ v i:V0í5KIN0S. IJcrkItílmiilCíl (Inyiülrn-n)

La ai)ti!uil (lii (.istii rnza tiiM-rij'nei-n r s tin ¡-TU !urc¡(>n lio c a r n e fina y sui i rnsa, ijuf |>ur t(''cniini) n i n ü d [ji's.iii ;'i lüs t ros (lias de n a m ' (!i? 4 á ."i li'loíj!';;nKíy.

Dri'lns las coinilciimi's de la i-aza uc i-iii-.li'i-ii-; AK nin'^-ti"a Uegiún, su crnzanii i 'nt t i cutí r l St i rnp ]i\¡-\>. nos Haría un rosu i t ado iniíu-jorablt ' , asi m su ¡)riMlii(:i-¡t''n de l anas y caí iir'.s, corno t;n su (;x<|UÍ .¡¡a sahi 'os idad, ¡inc^'M que las liaría i ncon ipa rah los , liac¡i'iidi)ra} í'tulicia'i!-' ca nues­t ros m e r c a d o s .

Diri'/irsi) a] Gerofito do la caáa Hrcs. VVP.l. '(-..' FÍ. y SOBRINOS vn Ciudad 15(«a], Cii latravn, 20 Uci-j.--, i, S.i;i. clli;/..

• " ^

jVíígucl Hparícto flrgamasilla de Calaíra^oa

(Ciudad Real)

Page 3: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

A Ñ O I

C I U n A D - X ^ B A D

Jueves 23

de Mayo de 1912.

TELÉF. Nl'lM. 2 0

VIDH MMeHEGfl REVISTA SEMANAL ILUSTRADA

N Ú M . S

B N I ^ I Q U E P B í ^ B Z CabalteroH, 4

15 r-f,NT!MOS

DE NUESTRO TIEMPO

estilo literario, originaüsinio; otro tanto de quedarse en las cajas del editor y en puede decirse de Cataluña y Aragón. La las de los libreros. Mancha es una excepción; se ha queda- La literatura contribuye á la edu-

_ . . do á la zaga, y hoy por hoy fuerza es cación de los pueblos. En la literatura I^Ueratura reyíonai. ^.^^ regiones se confesar que carece de una literatura su- palpita el alma nacional. Como ha dicho diferencia entre si, unas de otras, por ya. Pero quizás no sea preciso crearla. Taine, el artista toma del ambiente aque-sus tradiciones, sus dialectos, sus arcáis- A falta de grandes maestros, la patria Hoque ha de ser útil para su obra, y así mos y cuantas otras cosas constituyen del Quijote es pródiga en jóvenes lite- vierte en ella después sus ideas, conse-la médula de su historia, el nervio y el ratos, inéditos casi todos, con estilo pro- cuencia de las observaciones á que tuvo carácter de las razas. El clima, la posi- pió algunos, los cuales, por sí solos, se- sometido el cerebro, cuyo disco—per-ción topográfica, el paisaje, el ambiente rían número sobrado para dar á conocer mitid la frase—fué impresionándose pe­en una palabra, colaboran juntos en la la literatura regional, si quien puede y po á poco, para luego devolver las imá-formación del espíritu regional, y asi re- debe les hallanase el camino. genes entre las maravillosas envolturas sulta que si las colectividades no se parecen, las del norte á las del me­diodía,—pongo por caso—tampoco en los individuos hallamos semejan­za alguna. Tal ocurre en el arte.

El esti lo arquitectónico catalán tiene t endenc ias diametral mente opuestas al de cualquiera otra re­gión. Lo mismo pudiéramos de­cir en cuanto á la música; sobre to­do la música popular. Entre la dul­ce y sumnolienta muñeira, la volup­tuosa sevillana, la retozona segui­dilla, y la jota bravia no es posible establecer un punto de contacto. Y bien claro se ve, si queremos ver­lo, que el nervio, el espíritu de ca­da una de esas manifestaciones res­ponde perfectamente al nervio y al espíritu de su respectiva región.

•«El estilo—ha dicho Buftón—es el hombre.' Entiéndase el hombre sincero, íntegro, de ningún modo aquél otro que procura presentarse ante los demás, en la vida de rela­ción social ó artística con la másca­ra de la hipocresía, la capa del ama­neramiento, y la frase ampulosa, afectación y superficialidad siempre ridiculas. El espíritu del hojubre sincero, espontáneo, integro, se juz­ga fácilmente por el estilo. Leyen­do las admirables poesías de Ga­briel y Galán,el ambientedonde ha­llara su inspiración el poeta se mani­fiesta inconfundible. El gran pintor Romero de Torres, no tiene la menor

NUESTROS CObABOKADOKES de la inspiración creadora. La lite­ratura puede prestar tan excelentes servicios como la historia y tiene la ventaja, sobre esta, de retlejar con más fidelidad y de una manera más completa la vida de los pueblos, en cuanto á sus costumbres, sus virtu­des ó sus vicios se refiere, corri­giendo de paso sus defectos median­te la crítica. Y si por el estilo juzga­mos el espíritu del escritor, y si el escritor es reflejo, á su modo, del ambiente, claro es que la obra lite­raria ha de responder á su época.

La literatura regional no es un lujo, no es un entretenimiento; es cosa conveniente, y si me apuráis diré que necesaria. Manjar del espí­ritu, que cuando es bien servido se traduce en alimento cultural. Sólo los incultos, vulgares, ó totalmen­te profanos se rebelarán contra es­ta afirmación. No hemos de hacer­les caso. Todo nuestro esfuerzo imaginativo ha de ser para la Idea. Y pues en la Mancha no es preci­so crear la literatura regional sino darle vida, hallanemos el camino á cuantos han de colaborar en tan noble empresa. Nosotros, descon­tando todo otro medio, nos hemos impuesto el compromiso de poner en constante comunicación con el lector á nuestros literatos de hoy. Ahora ha sido un concurso de cuentos, merced al cual se nos

La conquista de un lugar en la repú- manifiestan unos cuantos escritores,

AIíTlJKO U O M E Z - L G Ü O Admlrabltt prosista manchego, aulor do las novelas

corlas "ha snnda osIArll,, "ba ^Inia di^l mlslerl»,, V "lios (Inslorrados,,

semejanza con Zuloaga, ni menos con blica de las letras es cosa difícil, por no que son realidad más que promesa, Sorolla, ni con ningún otro de sus con- decir imposible,entre otras razones por- presente más que porvenir, de cuyos temporáneos, no obstante haber sido que antes que la lucha,estéril en la gene- trabajos literarios fluye el sabor de la discípulo de alguno de ellos. El alma ralídad de los casos, por el camino del tierruca. En otra ocasión anunciaremos soñadora de la región andaluza vive en arte—llenoderiscos y deespinas—los no cosa mayor. Y al correr del tiempo, es-él, y como consecuencia su visión artís- favorecidos de la fortuna han de entre- las páginas de VIDA MANCHCOA, que al-tica camina por otros derroteros. garse á otra lucha no menos importan- guien ha creído quizás flor de un día.

Viene á cuento todo lo que antecede, te; la prosaica y vulgar, pero muy hu- habrán llevado á cabo alguna obra de apropósito de la literatura regional. Las mana, en defensa de su existencia. Un mérito; quién sabe si trascendental. Por-provincias del norte tienen su literatura inédito no puede lanzar al mercado lite- que también hacer literatura es hacer propia, bien definida y mejor cimenta- rario sus obras, porque sabe que, apar- patria, da. Andalucía nos muestra orgullosa su te otras cosas, el producto de ellas ha AVICEO.

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VIDA M A N C H E G A

LOS GRANDES POETAS MODERNOS

Rudvard Kipliny.

Rudyard Kipling es uno de los escri­tores ingleses contemporáneos más uni-versalmente conocidos. Debe el gran re­nombre que desde hace ya bastantes años lograra, no s(31o á sus poemas, si­no también á sus novelas, á sus narra­ciones breves y á sus relatos de viajes. En sus obras nos presenta aspectos de vida tan nuevos para nosotros; nos hace vivir—siquiera sea imaginativamente— en un ambiente tan distinto al en que ordinariamente se desenvuelven nues­tras existencias; nos rodea de un tan ex­traño y capitoso aro­ma de exotismo, que, necesariamente, aún dejando aparte el ta­lento de su autor, la lectura de sus libros habrá de despertar el más vivo interés en nosotros.

Es imposible abar­car, en los estrechos límites de unas cuar­tillas, la labor com­pleta de un escritor Rudvard tan interesante y tan fecundo como Rudyard Kipling. Ade­más, estando ya traducidas al español varias de sus novelas, su lectura, mejor que cuanto sobre ellas pudiera escribir­se, dará ¡dea clara de su talento como novelista. En cambio, sus versos, como los de todo buen poeta, son intraduci­bies, y en los países donde no se habla el idioma en que fueron escritos, sólo por una exigua minoría podrán ser sa­boreados. A ellos, pues, me limito.

No es este uno de los poetas que, co­mo Shelley, Verlaine^ó Becquer, nos re­velan en sus poemas la divina armonía de un alma sensible y refinada. No nos habla de la melancolía de los jardines otoñales, del doloroso encanto de un amor imposible, del placer de la serena meditación. Es un cantor de la acción y déla fuerza. -No somos—dice—niños ni dioses, sino hombres en un mundo de hombres». Es el suyo un espíritu im­perioso amador de la vida plena y des­bordante, que sabe gustar la embria­guez de la lucha y del peligro, un alma despreciadora del dolor y de la muerte. Su temperamento nos recuerda al de nuestros navegantes, viajeros y conquis­tadores de los siglos XVI y xvn—nues­tros profesores de energía, como alguien los ha llamado—cuyas vidas maravillo­sas, mucho menos conocidas de lo que debieran, son de una grandeza incom­parable.

Kipling nació, ya mediado el siglo úl­timo, en Bombay, una de las ciudades

más prósperas de la India inglesa, fun­dada en el siglo xvi por qnos navegan­tes portugueses; y á su ciudad nativa. de cuya magnificencia se siente orgullo­so, dedica su volumen de poemas titu­lado Los siete mares (The seven seas).

Rudyard Kipling es el poeta de los marinos que han navegado por todos los mares, entre las brumas del norte y bajo el fuego del trópico; es el poeta de los soldados que en los confines del mundo luchan por la grandeza de! ma­yor de los imperios conocidos; es el poeta de los aventureros que arrastra­dos por la necesidad, por la ambición ó por la sed de lo desconocido, van ca­yendo al borde del camino que con sus

plantas abrieran, y por donde otros, lue­go, habrán de segui­rlos; es el poeta de los mercaderes que, tras de haber explo­rado el misterio de infinitos horizontes, \uelven á la metró­poli cargados con los más preciados teso­ros de la tierra; es el poeta de las grandes ciudades comerciales y de los puertos que

Ki„iinfl. visitan navios de to­

dos los países y don­de se codean todas las razas; él es, en fin, el cantor de la grandeza del imperio bri­tánico.

• Bello es nuestro destino, rica es nues­tra herencia», dice al comenzar el libro citado; y por donde quiera podráis abrir­le, hallaréis en sus versos frases palpi­tantes de orgullo y resplandecientes de fe en el porvenir y en la potencia de su raza.

Esto es algo, muy poco, de lo nui-cho que pudiera decirse sobre este gran poeta.

ANTONIO H E R A S .

El último de los Médicís El último descendiente de la ilustre

y riquisima familia de los Médicis, ha muertgt hace un mes escaso en la ciudad de Mons, donde ganaba su vida como portero de la iglesia de Santa Vandrine.

En el hospital de la citada ciudad en­contró asilo para pasar sus últimos días.

No tenía el infeliz, como vulgarmente se dice, sobre qué caerse m\ierto.

EN TOLEDO se vende VIDA MANctifiOA en la Librería y Objetos de escritorio de Ramón Ga­rrido, Zocodover, 41.

BAJO Eb SOb DE bA bbANURA

(Paisaje)

La iu7 se inicia en Oriente; asciende el sol á la altura y despierta sonriente

la llanura.

El resplandor matutino sorprende á la gañanía, que derrocha en el camino

su alegría.

Va la alegre caravana cantando y riendo á coro. Clonando nace la mañana

todo es oro.

Oro son los cascabeles; de oro herrajes, cincha, hevilla... Son los astros los troqueles

de Castilla.

La espiga esbelta y dorada levemente el viento agita. Canta el ave en la enramada

dulce cuita.

Verde el campo; azul el cielo; todo es luz; no hay ni un celaje que cubra de sombra el suelo

del paisaje.

Viene desde la ciudad de la campana el lamento, que rima en la soledad

con el viento.

Se escucha en la lejanía un cantar recio y profano. Es que vá la Poesía

por el llano.

Va la luz agonizando en la tierra y en el cielo. El ave al nido, cantando

tiende el vuelo.

Al resplandor vespertino regresa la gañanía, sin que atruene ya el camino

su alegría.

El sol muere en Occidente " al descender de la altura, y se duerme tristemente

la llanura.

M. SANTOS CANTERO.

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VIDA M A N C H C G A • DESDE PARÍS

'•MAGIC CITY.. Hemos llegado á París á medio día.

Después de un baño que reparase los estragos del viaje, hemos comido de­prisa, impacientes por pasear estos bou-levares y estas avenidas enormes.

La operación primera, ha sido, claro es, cambiar nuestro dinero, por mone­da francesa. Esta es una operación des­agradable; los treinta y dos francos que me han descontado en este primer cam­bio, me producen un mal humor y una contrariedad grande.

Después, vamos en busca de un ' coif-feur*. Recorremos medio bou-levar des Italiens y al fin encon­tramos en un portal una pelu­quería modesta y tan pobre que hay un solo oficial; como tene­mos prisa, seguimos andando y en una bocacalle vemos el anuncio de un <coiffenr>. AI-íonso y yó padecemos bajo las manos inhábiles de dos barbe­ros una cruel desolladura y nos miramos adivinando nues­tros pensamientos que ya en !a calle exteriorizamos poco agra­dablemente para estos brutos.

Vamos en busca de Emilia­no Ranu'rez-Angel. Nuestra vi­sita le sorprende y á mí me ale­gra encontrar aquí á un anti­guo amigo, con quien poder hablar de todo con toda liber­tad. Hecha la visita quedamos citados para después de cenar y nos aconseja que invirtamos las dos horas que nos quedan en pasear por el Bois de Bou-iogne. Damos órdenes al chau-íer y atravesamos la plaza de la Concordia, con sus edificios enormes, asombrosos, después por la Avenida de los Campos Elyseos llegamos al Arco del Triunfo y entramos en la del Bosque.

A mí me hace mucha gracia la indu­mentaria de estos «cocheros de punto-que llevan una levita gris clara y un an­tiestético sombrero de copa, blanco co­mo la leche y barnizado.

Los autobús, me parecen cosas inve­rosímiles y ridiculas acostumbrado á los tranvías de Madrid limpios y pintados de colores claros y agradables. Me pa­rece que los viajeros van en un inminen­te peligro de darse un buen porrazo.

Son fantasías, claro es, producidas por el rápido cambio de cosas y costumbres.

En el «Bois* la animación es enorme. í in embargo, me parece que en la Cas­tellana hay más gente y esto es debido a la diferencia de dimensiones de uno y otro paseo. Aquí en el «Bois» pueden estar sin que nos parezca exagerada la

concurrencia, diez veces más carruajes que en la Castellana. Este paseo es sen­cillamente encantador. Todas las muje­res van vestidas con un primor y un gusto exquisito. Las hay feas de un feo subido, que están muy agradables por la indumentaria.

En D'Arnienouville, un restaurant ele­gante, hacemos un alto para tomar un helado. Es la hora del -five o' clok tea^ y en este sitio de cinco á siete de la tar­de pueden verse á las mujeres más ele­gantes de París. Allí dejan el volante del auto, las mas lindas se bajan á tomar un té con pastas ó una copa de vino de Ma­dera con \\n pastel de fresa. El ambien­te es muy chic; nuiy distinguido y muy

elegante que así lo diríamos en Madrid ó en Ciudad-Real.

Regresamos al Hotel; es la hora de la comida y Emiliano, quedó en venir á buscarnos. Llega cuando tomamos café, y apresuramos el fin para salir á la calle.

—¿Dónde quieren ir ustedes?—nos pregunta.

Nosotros dejamos á su elección el si­tio siempre que sea un espectáculo al que acudan mujeres bonitas, y tenga ca­rácter de cosa parisién.

En relación con nuestro deseo, Ramí­rez-Ángel nos lleva á uii parque de re­creos: -Magic-City' que es el favorecido por la gente de París.

Allí se encuentran emociones diversas y espectáculos para todos los gustos. Hay mil saca-dineros con aspecto de ri­

fas de feria, y en cada puesto tres é cua* tro señoritas vocean pregonando lo di­vertido de la distracción y os invitan á tomar parte en el juego. Hay cines, via­jes á la luna, visiones estéticas, monta­ña rusa, pozo encantado, barracas de magia, caída al agua, skating, paguebot misterioso, palacio de brujas, bailes má­gicos, canal subterráneo y otras mil dis­tracciones, todas, naturalmente, con pom­posos nombres en todos los idiomas, menos en español.

Hay bar, figuras de cera, aeroplanos cautivos, y una fotografía rápida.

Emiliano propuso que nos retratáse­mos y Plana y yo aceptamos la idea. Un retrato hecho en «Magic-Clty» era un re-

cv.erdo muy agradable de nues­tra primera visita á París, y si en él estaba acompañándonos un amigo tan cariñoso y tan agradable como Emiliano, mu­cho más. Elegimos para la fo­tografía un vapor. Ir á bordo, y verse así retratado, ni más n¡ menos que un personaje ó un torero, todo por cuatro francos cincuenta las seis copias, era una cosa muy agradable. Otro día nos retrataremos en aero­plano (') en submarino. Mon-sieur Eleury, está por compla­cer á sus clientes y dispone de aparatos y artificios para ello. Efectivamente no exageraban en lo de la rapidez; el local de la fotografía estaba lleno. Es­peramos turno, y á las once y diez nos decía el Sr. Eleury en francés:

—Quietos un momento se­ñores, es solo un pequeño mo­mento, acabo enseguida. Ya está.

A las once y media, presen­tamos el cupón y recogimos las seis postales.

Y tuve la satisfacción de ver­me en un gran vapor, donde había estado tranquilamente sin temor al mareo y sin salir

del «Magic-City todo por muy poco dinero.

Esto es muy agradable. La gente un momento antes de las do­

ce abandona el Parque y se vá á dormir ó á uno de los contados sitios que aquí están abiertos toda la noche.

A la una hay menos gente en las ca­lles de París que en las de Madrid.

Veremos estas noches Folies Bergé-res, el Casino de París, Marígny, Eldo-rado, Luna Park, y lo más típico de aquí. De estas cosas enviaré impresio­nes, sinceras, sin intentar descubrir na­da, ni ser un nuevo cronista de la capi­tal del mundo, porque tanto valdría sentar plaza de pedante y ridículo á sa­biendas.

JULIÁN MORALES RUIZ.

Page 6: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

< V I D A M A . N C I I K C A • MENÉNDEZ PEbAYO

Hace cuatro días murió en Santander, la pintoresca capital montañesa, un hombre bueno, un hombre sabio, un hombre enciclopedia, un cerebro por­tentoso, una voluntad escogida, hombre enciclopedia cerebro y voluntad, que llevaron estos tres nombres: Marcelino Menéndez y Pelayo.

Basta escribir esos nombres para que la pluma esté relevada de prodigar elo­gios; para que la imaginación deje de atormentarse en busca de adjetivos lau­datorios, hay nombres que lo dicen to­do, que lo abarcan todo; que flotan en el ambiente aureolados por un timbre de inmortalidad, esculpidos en los ce­rebros y en las conciencias con áureos é imborrables caracteres.

¡Menéndez y Pelayo! La generación presente te conocía demasiado para que una humilde y exhausta péñola provin­ciana pretenda hacer visible tus rasgos físicos y morales, tu labor intensa, tu labor analítica-crítica-histórica y biblio­gráfica. Trabajaste intelectualmente tanto y con provecho tan difusivo, que no nece­sitarán los tiempos venideros más reco­mendación que tus obras, que irradian torrentes de luz tan copioso, tan claro, que ellas han de iluminar las tenebreces de muchas inteligencias.

No es hora esta ni soy yo el llamado á ponderar tu valimiento. Es hora sola­mente de señalar con piedra negra la infausta de tu muerte. Muerto eres para las letras del mundo entero, muerto pa­ra el cultivo de los extensos campos del saber, muerto para las digresiones mo­rales y filosóficas, muerto para la erudi­ción que llenaba páginas y páginas de tus libros, muerto para la poesía que esculpiste con cincelación broncínea en infinidad de volúmenes, muerto para to­do lo grande, para todo lo bello, para todo lo sublime. De tal modo arraigó to­do eso en tu intelecto, faro de potencia­lidad inconmensurable, y en tu corazón, viscera excepcional, que al dejar de latir estay al no brillar aquel, llanto derrama la patria que te llamó su hijo, vacío im­posible de llenar sienten los que te ad­miraron, crespones funerarios visten las letras españolas, sarcófago gigante é imponente se levanta en el templo déla literatura donde tú fuiste sacerdote de mágica palabra y de pluma que levanta­ba pensamientos como pirámides.

Al enterarse en un teatro de la muerte del sabio la orquesta, tocó la marcha fú­nebre del «Ocaso de los dioses»

Hay dioses que se van y se lo llevan todo. Hay dioses que se van y no vuel­ven. Menéndez Pelayo, no. Hemos llo­rado su muerte, se han quedado la His­toria, la Poesía, la Crítica, la Filosofía y la Moral sin una de sus más firmes ba­ses y el templo amenazado de ruina, pero las enseñanzas, el recuerdo del maestro

nos obligará á un supremo esfuerzo pa­ra evitar la catástrofe.

P. SASTRE MORENO.

RECUERDOS Vi por última vez al más glorioso es­

pañol contemporáneo en Santander, el día de Reyes.

Salíamos de misa. Le hallé muy de­caído; andaba con dificultad; su dema­cración le había trocado en un viejo del Greco. Sus ojos no tenían ya el brillo aquél de otros días, sino un mortecino fulgor como de lámpara que pronto de­jará de lucir.

^Estoy mal, muy mal; reumático per­dido... comenzó á decirme.

Luego, como la conversación recaye­ra sobre autores y libros, hube de mani­festarle mi gratitud poratenciones suyas, dos veces inolvidables: por llegar de tan alto y por sinceras.

...Cuando nos despedimos tuve un presagio que es hoy amarguísima reali­dad: ya no volvería yo á ver al coloso de la intelectualidad española. Mirando como se alejaba, recordé que un día paseábamos un anciano y yo por Ei Sardinero, lugar muy visitado por Me­néndez Pelayo, cuando pasó junto á nosotros el gran santandcrino y apenas se distanció, quedósele mirando mi acompañante para exclamar conmovido; <¡¡Y pensar que ese hombre haya de mo­rirse como un pelele cualquiera!!* ¡Por

qué no ha de ser eterno! «*•

Mi pensamiento sólo tiene alas hoy para volar á mi barrio santanderino. Allí se alza una vivienda que es templo de la sabiduría. Es una casa cuyos apo­sentos me recuerdan muchas cosas: mis años de estudiante, cuando el padre de Menéndez Pelayo se desvivía por hacer­nos ameno el estudio de las matemáti­cas. Aun me parece sentir el asombro, el temor y respeto con que entramos una semana á recibir lección de geometría en la biblioteca del perinsigne historia­dor de las Ideas estéticas.

....Pasaron los años... Un dia hice versos. ¿Serían buenos, pasaderos, inad­misibles?

—Vete á casa de D. Marcelino Me­néndez Pelayo. Su hijo Enrique, el poeta, puede orientarte — me dijo un compañero. Y allá fui, para volver mu­chas veces. En la casa donde ha muerto el gran polígrafo sonaron para mí voces alentadoras primero; después no mere­cidos elogios, siempre consejos valiosí­simos.

De ella salieron, firmadas por el co­loso, dos cartas que guardo como reli­quias. Una contiene apreciaciones so­bre mis versos; la otra es muy triste, desconsoladora: trata de academias. . .

. . . En estos momentos, deudos y ad­miradores del muerto inolvidable, saca­rán en hombros por el jardín de esa ca­

sa un ataúd. Santander entero desfilará por las calles de mi barrio para ver co­mo se va para siempre alguien que no tiene predecesores, émulos ni herederos de su gloria.

. . . Y yo, mientras dejo correr la plu­ma, nublados los ojos por el llanto, no se lo que diera por encontrarme hoy en mi ciudad querida, por sufrir la tremen­da emoción de ver como la tierra mon­tañesa se abre para otorgar el descanso eterno al hombre cuyo entendimiento, fuerte, dilatado y hondo como el mar, ha de resplandecer en libros inmortales, mientras el mundo sea,

Luis BARREDA. El 21 <le Mayo. Día del ciiLierro dflgraii o. paTiol

DEb AYER En Octubre de 1877, un día, no re­

cuerdo cual, fui á la Biblioteca de la Universidad de Sevilla á despedirme del entonces bibliotecario el insigne literato y gran escritor y poeta D.Juan José Bueno, uno de los pocos que quedaban ya de aquella brillante escuela sevillana donde figuraron como astros de prime­ra magnitud Lista, Gallego y Reinoso, y estando en el despacho de mi viejo amigo, entró un joven delgado, no muy alto, con la cara larga, el pelo rapado y la barba, aún escasa, acabada en punta. Era hombre muy modesto que apenas levantaba los ojos del suelo y que se sentó conservando el sombrero sobre los muslos y colocando los pies en ei travesano delantero de la silla en que reposaba. El Sr. Bueno me hizo la pre­sentación de D. Marcelino Menéndez y Pelayo, que por aquellos días empezaba á sonar. El futuro publicista deseaba ver muchos libros raros y salió del despa­cho acompañado de un empleado de la Biblioteca para recorrer salas y revisar armarios, y, durante su ausencia, el se­ñor Bueno me dijo que no comprendía como un hombre tan joven y al parecer tan apocado tenía tantos conocimientos bibliográficos, pues daba señales de ha­ber leído todos los incunables deposita­dos allí y todos los libros raros de las prensas andaluzas. En aquellos días ha­bía regalado no se quién á la Biblioteca un magnífico álbum encuadernado en piel de Rusia y en unas de las primeras páginas había firmado el no menos ilus­tre académico D. José Amador de los Ríos que murió pocos días después y á continuación de mi sabio compatriota firmamos D. Marcelino y yo. Pocos meses después hizo las oposiciones á la cátedra de la Universidad de Madrid y después no ha cesado de sonar con elo­gio creciente el nombre de ese hombre que ha llegado á ser una de las más al­tas glorias nacionales y que dejó de exis­tir en su casa bibUoteca de Santander.

RAFAEL RAMÍREZ DE ARELLANO. Ciitdad-Retü 20 de Hayo de 1912.

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A ñ o I N ú t n . 8

C i u d a d R e a l 2 3 d e Ma^'o d e 1Q12

NUESTROS REPRESENTANTES EN CORTES

I L M O . S R . D . T E S I F O N T E G A L L E G O G A R C Í A

D i r e c t o r g e n e r a l d e A g r i c u l t u r a , M i n a s y M o n t e s : D i p u t a d o p o r e l D i s t r i t o d e A l b a c e t e .

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TOLEDO, FERNANCABAbbERO Y CIUDAD KEAb

B u s c a n d o e l c a d á v e r d e l G r e c o , e n T o l e d o . t i ' l . V, M. I 'iitt y . WilUU i c i K7..

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Panorama d(« una d(< las avotildas dtt alIninnlaclAn dni Panlann "(íussi^r... I). MaiiUíO MartitH^z Kosalt^s. r iurv» ad-i i i l i i lsi i ' i idnr d i ' ( '«rrt 'os d i ' r i i idad l ínal .

Page 9: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

ASUNTOS DE VALDEPEÑAS Y AbBACETE

Adiilín ( 'nrni ' ln, Nnvillri'ii l[irl|ili>iilr. iiiuv ii|)l<iiiiilclt) i'ii lii ('iiiTidií I <'li-hriitlii el |u('i'(ís úllliiin i-ii Viilclc|MM~i¡is (li- cloti-

l'i'i'Siiiiiil íli- la l^sUicltiii nioirii i i i ;) riMiit^nldiiH'iilo (T*a(l:i i'n V;ii(l<»pi'ñns. I ini|i>n1<M-i) Oin r l t t r I). Ilciiiiiniio l<iii><)¡i: i Aviuliinlc 1). J o s ó Miii-((iii-7.;

;t Hl iiiiiviir |>ri:|iii'liii'lii ilv viilus I). Aiiliiiiíi) Vasri» v '"I pi 'rsiiiiii! clr l;i si 'cdi ' i i i . M i l . r " i i ; i; l ' i i i i - . I I I

•liiiiii Kiii/. 4Tulii>riiii). riiiriíjidii <i iiiiilur: v\ (•xUn tívi la tardía I iii^. m u I;, J'IIII III

I>. U'l>:tl<li> ilost- liópi-/ Kul/.. IIII(V. II l'rcrslili'iilir <lc l;i t)i|Mi[ai:irui (li- AlhiK rl<'. (|iii^ <'íJ<:a/itirnii- auxi l iadn |ii>r' <<l ( iohr rnadüi -

rivll s i 'ñ i i r Tlaxa. I <i ••ini>rrniflilii iiii!i:irll^ a laiitiiiiña ii'irii i\\ir l a s Aviiiilaiiiii-nliis ilir la i>ri>vini'ia i n u n ' s o n las <:iiii(iila'l<is

<|ui- ailiMitliin (lor r<)tlltIlt|lM1l(^ lil niiiiibriiinií'tiKt ilirl Sr . Iii'ipr/. Kui / l.a sillo iiiiiv liii^ii r irrlhidn u»r la iipiíili'in i imt^ral

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Page 10: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

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Page 11: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

< V I D A MAMCHKOA • ALEGRÍA DE ALMAS

(Del carnet de un románl lco)

En la penumbra del jardín, óyese rui­do de remos que avanzan por el espa" cioso lago, más tarde rumor de besos..-y luego, vemos muy difusas, dos figuras <iue saltan á tierra y unidas en amoroso

un solo instante mi memoria, haciéndome olvidarte, eso nunca; en mi memoria, está incrustado de tal forma tu nombre y tu persona, que sería imposible arrancarlo á no ser que me arrancaran esta.

¡Elena mía, esa frase es la que creo, es la que se apodera de mí, incrustándose en mi ser, igualmente que en tu memoria mi nombre esas palabras, que al pro­nunciarlas han revelado que tienes el al­ma en los labios ó que te salen de ella, han llegado hasta la mía haciéndome feliz

Yo también soy feliz, Mario, muy fe­liz esta noche, es la única noche de felicidad pasada en mi vida tus precio­sos versos, esos que al compás de los remos recitabas, esas magnas odas, esos sonetos divinos, que al oírlos me parecía estar en un cielo nunca soñado, me han hecho ser dichosa á tu lado.

Y tú, con tu dulce voz, con tu melo­diosa voz, has llenado un gran vacío en mi corazón, has hecho que llegue hasta él la felicidad ¡tiempo há que el pobre no gozaba! jamás olvidaré, Elena mía, la noche pasada á tu lado, la que si el vul­go se enterara, me llamaría tonto ó algo más; la^noche^que'sin gozar/de la mujer he gozado del alma de ésta, del espíritu femenino, de la sensación de encontrar un alma de mujer, tan loca como la mía, tan loca ¿ves á lo que llama el mundo locura?

abrazo, andan con lentitud, internándose Si llaman locura al amor. en el espeso bosque, volviendo á oir el Llaman locura á todo lo que]ellos no rumor de besos y una risa clara, crista­lina, risa de mujer bella, simpática...

Yo curioso, los he seguido y he oído su conversación.

* •« ¡No te creo, Elena de mí alma, es im­

posible creerte! A poco llamas imposible, tú que dices

conocer tan bien el corazón de la mujer. r^or esto mismo, como le conozco, si v >

no el de todas por lo menos el tuyo, lo digo; sé muy bien, que cuando mañana vuelvas á salir á escena, cuando el públi­co te aplauda, te olvidarás de la felicidad que dices gozar ahora; aquella será ma­yor que ésta ó por lo menos más nueva. Y tu novio, ó lo que sea, hará caer un velo sobre mi humilde persona, avasa­llando tu memoria, haciéndote desechar de ella, el poco recuerdo que te quede de este romántico poeta, en esta noche tan de amor, gozada con él, gozada espi-ritualmente, quizás para tí no el verda­dero goce, no el placer verdad, pero pa­ra mí, soñador ó loco, como me llaman todos, el más verdadero, porque goza el alma...

Me sorprende en extremo lo que di­ces, Mario sabes que es mortificar­me... los aplausos de mañana, no borra­rán el placer de esta noche; el novio ó sienten á todo lo que no hagan; bueno, lo que sea, también de mañana, el novio Elena, tu tienes que descansar... vete... que me impone el destino, que me im- No, no tengo prisa; cuanto más tiem-pone la fatalidad, no avasallará ni por po permanezca á tu lado, mayor será

mi felicidad; me has hecho olvidar todo, he perdido la noción de la vida...

¿Sueñas como yo? No sé... ¿Nunca has soñado despierta? ¡Nunca!... Entonces sueñas por vez primera ¿y

con qué? contesta ¿con qué sueñas? Contigo... contigo... ¿De veras? Sí, solo contigo... con un hombre co­

mo creí no encontrarle nunca... á todos los juzgué iguales.

¿No te acuerdas de nadie?... ¿ni de él?. ¿De quién? De tu no.... Calla, no interrumpas el encanto que

me rodea, sólo su nombre me hace su­frir... bastante es, con recordar el ser de mis entrañas...

¡¿Tu hijo?! ¡Sí, mi hijo; por el cual tengo que re­

sistir al hombre que me posee, al hom­bre odioso como todos los hombres, co­mo todos... menos tú; por el cual, también tengo que salir á escena á entretener al público, no menos odioso, porque le componen los hombres y las mujeres que hacen caso á éstos... á los hombres malos, no á los que son como tú... !o oyes...

¡Pobre niño! Mario, ves como no te puedo olvidar,

tú quieres á mi hijo. Cómo no, queriéndote á tí...

* * * El silencio vuelve á imperar en el

bosque; la .tibia claridad del día que em­pieza á amanecer, hace que de las obs­curas sombras de antes, podamos dis­tinguir dos claras figuras: una de mujer, pequeña, morena, de ojos muy grandes, de traje blanco, es la pecadora sin pa-recerlo... otra, de hombre, de semblan­te sereno, joven, casi un niño, de traje negro; es el poeta, también sin parecer-lo, no tiene melenas, ni lleva lazo gran­de de corbata, ni sombrero estrafalario... solo se distingue de los demás, inte­riormente...

í'or las mejillas de ambos, resbalan gruesas lágrimas... andan cautelosamen­te, sin mirarse, los dos imploran al cie­lo... ¡quizás sus pensamientos vuelen á la misma altura!...

Abandonan el bosque; á lo lejos, en la ciudad, se oyen tristes tañidos de campanas llamando á misa...

El Sol empieza á Iluminar la tierra.

SANTÍ.\ÜO C A M A R A S A .

Los trabajos que recibamos, sin ha­berlos solicitado, no serán devueltos aunque no se publiquen. Tampoco con­testaremos á las cartas de sus autores, inspiradas en tal sentido. Conste asi, á los que á diario envían artículos y re­clamaciones.

Page 12: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

VIDA M A N C H C C A >

DE MADRID En el Ateneo.

Nunca fui poeta, pero admiré la poe­sía como sin ser músico amo la música y sin ser pintor siento pasión por la pin­tura. Sin embargo, durante la fiesta lite­raria celebrada anoche en el Ateneo en honor de Rubén Darío me sentí poeta, del mismo modo que escuchando una producción wagneriana me creería mú­sico ó pintor contemplando un cuadro de Velázquez. Rubén Darío, es todo un gran poeta.

Sus poesías llegan á sentirse, penetran en el alma y como aroma delicado per­fuman suavemente el corazón. Su lírica encierra una sugestión tan sutil, tan agu­da, que no puede menos de transportar­nos á las regiones por él ideadas y amar con el poeta. Solo amar. Un poeta co­mo Rubén no siente sino el amor. Con él amamos en la «Marcha triunfal» co­mo el abuelo y el nieto al paso del hé­roe. Con él amamos la eterna risa de la princesa Eulalia. Con él amamos los versos de Campoamor...

Yo no soy quién para juzgar, no soy poeta, pero ingenuamente confieso, que cuando leía los versos_del Duque de Ri-vas, Campoamor, Núñez de Arce, Zo­rrilla, Becquer, etc., hacia un descanso en la lectura para sonreirme con risa de niño lleno de plena satisfacción, y ano­che también me sonreía, y loco de en­tusiasmo aplaudía.

Engolfados en este ambiente de dul­zura, de belleza sentida, cegados por el rayo amoroso de su corazón, hubiéra­mos pasado días, meses y años, como el sacerdote indio iluminado por el rayo divino de Brahma en la eterna contem­plación de la naturaleza, y al fina!, ebrios de admiración, un sueño de paz cerraría nuestros ojos para meditar en la gloria de Rubén.

Declaro con rubor que de este poeta no había leído composición alguna, pe­ro tenía gana de ello. Había oído hablar muy elogiadamente de él y anoche mis­mo [ienavente, González Blanco, Bar-badillo y D. Juan Valera por labios de Amado, nos dijeron tanto bueno, que tenía expectación por leerie ú oirie. Pe­ro aún así ¡oh rara contradicción! no creía hallar en él al poeta. Grave, sobrio, inmóvil, permaneció sentado durante la velada. Con las manos cruzadas en pos­tura patriarcal, más parecía monje de hierático monasterio que poeta de alma soñadora. Sus labios rara vez se exten­dieron para sonreír quedamente, muy tenue, cuando se aplaudía. Es alio, recio y en su frente espaciosa centellea la lla­ma del genio.

Al fin vi al poeta. Dos bellas actrices Anita Marios y Qelaberi y Nilo Fabra y Ricardo Calvo, supieron mostrarlo. Ad­mirablemente leyeron *Fliort>, «Cam­

poamor», -Retratos», -Mar.cha triunfal*, «Sonatina», «La niña-rosa», «Madrigal exaltado», «Era un aire sueve • «Can­ción de Otoño en la Primavera» y 'So­neto á Margarita». Con religioso silen­cio el público escuchaba entusiasmado y ¡oh mágica sugestión del poeta! cuan­do se leía «Marcha triunfal» en todos los rostros se advertía el gesto del hé­roe y cuando oíamos -Canción de Oto­ño», -Era un aire suave> en todos los la­bios se dibujaba una sonrisa plácida, evocadora. Porque como dice Barbadi-11o, Rubén es—sutil, sencillo, elocuente, balbuciente, lírico, épico, viejo é infan­til—. Nacido en América, escritor en lengua castellana, llamado en nombre judío, apellidado en nombre persa, es, según expresión de Valera, un poeta cosmopolita.

En las manos del autor de 'Sonatina-las bellas actrices colocaron dos flores blancas, y el público con estas flores y las arrancadas de—los floridos rosales del poeta—con frenéticos aplausos, for­mó una corona que como sagrada ofren­da cedió á Rubén.

Y hay que advertir que quien más aplaudió no éramos el público profano, era el público culto, el público de lite­ratos, el público de los más prestigio­sos ateneístas.

Al finar el acto, pausada, lentamente, lívido de la emoción, levantóse el feste­jado poeta. Del bolsillo interior de la le­vita sus manos extrajeron un pape! blan­co. Colocóse las gafas y con voz clara, sonora, leyó unos versos. —¿Hermosos, sublimes?— ideales — ¿Aplaudisteis? — Mucho, muchísimo. Después, todos nos miramos y en la expresión de nuestros ojos se veía el alma de poeta.

FRANCISCO HERENCIA.

MEDITACIONES Al declinar la tarde de hermoso y

abrasador día de Agosto, cuando ya los últimos reflejos de la luz escondíanse entre las espumosas olas para dejar el paso franco á las sombras de la noche, sentado yo á la orilla del mar cuyo so­berbio oleaje venía humilde á recibir el saludo cariñoso de la frágil arena, de ese constante centinela puesto por el Criador para indicar al coloso que allí termina su arrogancia donde empieza su humildad y que de allí no pasará, hallábame, triste, meditando sobre los atractivos de esta vida, á la vez, que pensando en sus dolores y amarguras.

La encontraba hermosa, cuando la infancia nos convida á soñar en dulces y sencillos placeres, y aves, luces y flo­res son el encanto y alegría de nuestra existencia; cuando en la alborada fúlgi­da del amor, miramos de color de rosa nuestro risueño porvenir y en cuya edad alegórica la dicha es constante y sin se­gundo; cuando, intrépido, el corazón

anida bellas ilusiones, florecientes siem­pre, jamás veladas de sinsabores, mar­chando por la tierra ni envidiado ni en­vidioso, cercano á la dicha tranquila, perfumado por la gracia, oloroso y puro cual flor pura y olorosa, cubierto de ho­nor y ávido de gloria; cuando el alma sigue ligada á la vida por halagadoras esperanzas que no languidecen, sin que jamás la duda luche con la fé, turbando la tranquilidad y el espíritu... ¡Que her­mosa es la vida, sí, cuando el hombre atraviesa esos períodos, sin asperezas ni contratiempos, sin borrascosas pasio­nes ni dolores, sin amarguras ni tor­mentos!

Pero..., cuando desde la virginal au­rora de la infancia en que hasta el llan­to con que el niño se engalana es pre­cursor de delicias y alegrías, la espanto­sa orfandad rodea su edad prematura y su suerte, solo, le invita el dolor; cuan­do la sociedad marcha por empedrados caminos de calumnias y hasta la más infiel amistad se compra entre los hom­bres, y es más fuerte el más osado y más sabio quien más habla y adula; cuando la virtud, la caridad y el deber, astros hermosos que pululan en el cielo de nuestra alma, bórranse de ella como barrera de hielo ante el cráter de un vol­cán; cuando el cariño y el amor puros, son en humo convertidos por el desdén y la coquetería de fementida mujer; cuando la ár ida vejez amargada por los años solo vé desengaños terribles, recuerdos tristes y ayes dolorosos del pasadd, y el corazón languidece, y la duda intimida, y avasalla la creencia, y la esperanza se pierde, y la fé vacila de­jando al alma en espantoso osario, por­que nada vé... ¿Qué es entonces la vi­da?... ¡Leve aliento exhalado entre la no­che del recuerdo muerto; alba de la di­cha q\ie nunca llega; tempestad de la pasión que estalla; máquina devastadora que rotando, intrépida, gira engañando sin cesar; vértigo, impotencia, duda, mi­seria, nada...!!

JORGE DE MATEO.

ba muerte repentina. En muchos casos resulta inexplicable

esta muerte. Los doctores Gilbert y Baudoin han

llamado la atención acerca de estos he­chos poco conocidos y menos compren­didos, explicando por qué mueren algu­nas personas sin causa que lo justifique ó que lo haga esperar.

La razón de semejante fallecimiento no hay que buscarla en ninguna lesión del corazón, puesto que no existe, sino en una predisposición hereditaria.

En estos casos hay realmente una es­pecie de diátesis no reconocida hasta ahora: «la diátesis de la muerte>.

Page 13: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

< VIDA MA.NCHKGA • CARTAS A UNA lUUdER

I He recibido, Mary del alma, la últiina

carta tuya, que me ha llenado de ale­gría. Parece que estoy viendo los lindos y finos labios insinuando una caricia y tus dedos pequeños y tibios estrechar mi mano febril. Hace muchos días que no salgo al campo: me hace sufrir hasta el martirio recorrer solo las sendas que la húmeda hierba hacia tan blandas, y por las que tú cruzaste de mi brazo, bañado el blanco rostro por una luz in­terior más viva que !a luz misma. Estoy pensando siempre en tí.

Hoy consumé el sacrificio. Las últi­mas tabletas de morfina las tiré el es­tanque de los tilos, ese estanque que tantas veces sirvió de liquido espejo á tus ojos impenetrables de sibila, el vera-nal, ¿verdad que me vas á dejar que lo tome todavía unos días? Pero, sobre todo, no quiero disgustarte en nada. Solo la idea indecisa de que pueda tor­narse inaccesible para mí el paraíso de tus besos, me hace enloquecer.

Quiero contarte una cosa que quizá te hará reír intensamente. Ayer hizo mucho fresco. Yo estaba en el cuarto de trabajo—en ese pequeño despacho que tu conoces tan bien—y mientras trazaba las lineas finales de una enfadosa Me­moria, sufrí unos escalofríos tan fuertes que quise abrigarme, y ¿á que no sabes con qué? Con tu chai rojo que lo dejas­te olvidado. Si supieras qué p lacer tan inefable sentí. ¿Te acuerdas de lo que Moiltaigne decía cuando se cubría con la capa de su padre? Es una frase conmovedora que á mi casi me hace llorar. "Parecióme que me envolvía en mi padre.,, Tu chai saturado todavía de violeta, me hacía creer eras tu misma; la firme y dulce presión de tu piel, tu alegría gozosa que hace borrar de mis labios el victus amargo del dolor, tu vi­va palabra que fulgura como un dia­mante, me parecía tenerla cerca; tu alta miradade visionaria lasuponíafijaen mi.

Amor de vida y muerte. ¡Cuantas ve­ces me lo has repetido! Yo, sin tí no puedo vivir, y sin embargo al lado tuyo he de morir de dicha al sólo encanto del sonido de oro de tu voz. Quiero que vayamos otra vez á Granada. En la seca desolación de esta tierra siento abrumarme de tristeza. Allá, en la Al-hambra, junto á la frescura eterna de las aguas corrientes, bajo la sombra de los árboles seculares, decorados por el muérdago y el helécho, adivinando el monte Mauror, me referirás con el he­chizo peregrino de tus labios, finos y fríos la historia conturbadora del hijo dé Aixa y me leerás las hermosas páginas de Irving.

Contéstame pronto largamente; cuén­tame como va tu cuadro y dime cuando voy en tu busca. Out of sigfit, oat mind. Yo quis ie ra entretanto, como Rückert, tu poeta predilecto!

;Alas... volad latnbícii sobre la vida Fadad al nirn lada de la muerte.

CfisAR HUERTA.

CRÓNICAS DE ALBACETE

Teatpalepías

Albacete se aficiom* al género ínfimo, á las amenas varietés. A la fuerza ahor­can. La empresa que monopoliza el ne­gocio en nuestros coliseos, segura de que nadie ha de hacerle la competencia,

I.A FAVORITA Notable arllíí la de "varlfíl(V<s,,qQo ha a<;(ua'

do con flran ¿xllo on Albacole.

sólo de tarde en tarde se digna brindar­nos teatro en serio, y el resto del año nos ofrece todo género de canzonetistas, bailarinas y excéntricos que, tras unas películas cinematográficas, amenizan el tedio de las veladas en esta humilde ciu­dad manchega.

Toca por ahora á su término la tem­porada de varietés.

El cronista quiere dedicar unas líneas á algunas de las artistas que últimamen­te desfilaron por el Salón Liceo y por el Teatro-Circo.

He de hablar primeramente de La Favorita, gentil canzonetista en quien el público ha visto, no sin razón, á una fu­tura gran estrella del género. Tiene una bonita voz que emite con delicadeza y gracejo; realza sus inspiradas y correc­tas canciones con una adorable ingenui­dad que no puede fingirse; sus hermo­sos ojos miran serena y francamente, sin esos gestos abominables que otras cupletistas emplean, y cuando el púbH-co la aplaude entusiasmado, La Favori­ta, ruborosa, encantada, saluda sin esas neurasténicas explosiones de ridicula afectación á que estamos tan acostum­brados...

Manolita Menendez, La Favorita, es una lindísima gatita, muy joven, casi una niña, y muy simpática, que aún no hace un mes actuó por vez primera en el Teatro Madrileño de la villa y corte. Después ha trabajado en Calatayud, en el Salón Madrid y en Albacete, donde en Octubre próximo volveremos á tener ucasión de aplaudirla.

Últimos números de la temporada son la hermosa canzonetista FíesureccionQui-iano y la genial bailarina Eloísa Carbo-[lell, artistas ambas de positivo mérito y Lie reputación bien sólida.

Cuando, al pasar feria, se reanude la lemporada de varietés, vendrá una nota­ble canzonetista que seguramente mu­chos manchegos habrán aplaudido en los teatros de Madrid, sin sospechar que ovacionaban á una discretísima paisana. Me refiero á Conchita Valliery, LaTirana, que ni se apellida asi ni ejerce otra tira­nía que la de su belleza y su arte. Esta sujestiva canzonetista, que ahora obtiene triunfos colosales en el extranjero; ha nacido en esta provincia, en Chinchilla precisamente, y es hija de mi antiguo amigo Pepe Maza de Lizana. Reciba la artista manchega, en estas líneas, un tri­buto de admiración, de simpatía y de afecto que con singular complacencia la dedico.

Y perdone el lector que en obsequio á las demandas imperiosas de la actuali­dad, hayamos dedicado hoy á estas me­nudas teatralerías la crónica Albacetense, á mi modestísima pluma encomendada, por la bondad del director literario de VIDA MANCHKOA.

FERNANDO FRANCO.

En el numero próximo publicaremos los nombres de los autores que han ob­tenido premio en nuestro concurso de cuentos, y los de aquellos otros cuyos trabajos han merecido mención hono­rífica.

Page 14: SAN FRANCISCO DE ASÍS - Biblioteca Nacional de España

i V^if'^-^^^/sv/jfS'^vnmma, SECCIÓN RECREATIVA

CANTARES Un instante te dejé

y en él pensé tantas cosas que tuve penas y llantos para muchísimas horas.

I]

A mi corazón, morena, quisiera ponerle alas, porque fuera tras el tuyo por donde quiera que vaya.

111

No presumas tanto y tanto que llorarás algún día y es fácil que en ese llanto encuentre yo mi alegría.

IV ¿Que piensas hacer de mí?

¡Me matas á fuego lento y no me quejo de tí!

V

¡Que vueltas el mundo dá! ¡la joya que desprecié es la que ambiciono más!

VI

Fui á matarla dispuesto y al mirar aquellos ojos sentí la herida en mi pecho.

NARCISO DÍAZ DE ESCOVAR.

SObUCIONES Al gcroglffico.

Parte porosa.

A ia charada

Entrar por uvas.

CHISMES Y CUENTOS Bafurrada: ^ Y tu tía ¿se murió? —Ni pensarlo. Está tan buenecica. —¿Pues no le dio un acídente que

por poco se queda en él? —Sí; pero como no llamamos al mé­

dico...

En el depósito de cadáveres: —Vengo á ver si han traido aquí el

cadáver del individuo que se ahogó ayer. —¿Que señas particulares tiene? —Hablaba tres idiomas.

Charada. Es tan prima tercera

cuarta con tercia que si la miden pasma

y á más es fea. Pero la tercia quinta

nada te importe sí dos tercera.

¿Quieres el toda? Búscalo en las ciudades

donde se encuentra.

Geroglífico.

Cuando ponen más las gallinas.

Dos agrónomos americanos Mr. Peorl y Mr. Sulfose, han estudiado durante

nueve anos las variaciones en las pues­tas de las gallinas durante las diversas estaciones, observando 2.400 gallinas de la raza -Borsed Plymouth Socks», y han comprobado que la producción media más baja tiene lugar en Noviembre.

En Diciembre y en Enero aumenta con bastante rapidez y vuelve á descen­der en Febrero, para alcanzar en Marzo un máximum que es casi igual en AbriK

A partir de esta época, la disminución es regular hasta Octubre.

En general pueden admitirse cuatro periodos de puesta: desde 1." de No­viembre á fin de Febrero; desde 1." de Marzo á 1." de junio; desde esta fecha á 1." de Septiembre, desde éste á 31 de Oc­tubre. Cerca de tres cuartas partes del total de los huevos los ponen las gallinas en los seis primeros meses del ano.

Se ha observado que si las aves vives en grupos numerosos en corrales pe­queños, la producción disminuye sensi­blemente durante el periodo estival y UH poco en la Primavera.

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