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Cien años en la encrucijada

Robert Johnson

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Fanzine dedicado a la memoria de Robert Johnson, editado por Bad Music Blues para el centenario de su nacimiento

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Cien años en la encrucijada

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Robert Johnson vino al mundo hace cien años en un pe-queño pueblo de Mississippi, en una época de extrema dureza y grandes cambios sociales, en la que ser negro en el Sur de los Estados Unidos, suponía estar condenado a la miseria y la segregación racial. Comenzaban a alumbrarse los grandes cambios e inventos que marcarían el Siglo XX y Robert Leroy Johnson estaba llamado a poner un importante grano de arena en la cultura popular del siglo que comenzaba.

Fue un niño de infancia corta, y un hombre de trabajos duros, paternida-des difusas y amoríos abundantes. Un vividor nato, recorrió los caminos de su tiempo, hasta que un día, dice la leyenda, se topó con el Diablo en un cruce de caminos y de allí salió con el alma hipotecada y la genialidad musical en las puntas de los dedos.

Murió a los 27 años, en un episodio tan oscuro como legendario. Fue el último acto de un personaje que se catapultó desde un olvidado rincón del Delta del Mississippi hasta convertirse en una leyenda universal de la música que nace del alma afroamericana: el blues.

Dejó tras sí una enorme leyenda, una biografía escasamente documenta-da, 29 canciones que sustentan buena parte de la historia del blues, dos fotografías que le han convertido en un icono y una herencia artística que ha sido recogida por las grandes estrellas de la música y que va del blues al rock&roll.

M.L.P.

La leyenda delC r ossroa d s

Este fanzine es una publicación de Bad Music Blues.

Coordinación: Manuel López Poy Joan Ventosa

Redacción: Big Mama MontseEugenio MoirónRamón del SoloDavid Moreu

Ilustración portada: Txema Berruga

Ilustración Memphis Minnie: Mónica Fernández

Diseño: Pepe Cañete

Web:http://www.badmusicblues.tv

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“Conocí a Robert Johnson por primera vez en Greenwood, Mississippi, corría el otoño de 1937. Acostumbraba a viajar solo por todo el país, tocando en bailes, en pequeñas ciudades del Delta como Indianola o Leland, y trabajaba duro. Había grabado algunos discos y gracias a ello le era más sencillo sacar dinero cuando tocaba. Sus canciones se encontraban en las máquinas de discos y todo el mundo las escuchaba por cinco centavos.” Por si alguien albergaba dudas no estaba hablando yo, sino David “Honeyboy” Edwards. Gracias a su prodigiosa memoria se pudo conocer donde había fallecido RJ tras infructuosas búsquedas realizadas por el investigador e historiador del blues Gayle Dean Wardlow. Lo poco que se conocía hasta entonces, un entonces del que hablo y que se sitúa en los años 60 del siglo pasado, provenía de Don Law, productor de las grabaciones de Johnson para Vocalion que en esa época era dirigida por ARC (American Record Company) y que había dicho, equivocadamente, que andaría por los 18 o 19 años cuando grabó. En dónde falleció se desconocía; Wardlow había investigado concienzudamente certificados de defunción suministrados por departamentos de diferentes condados de Arkansas, Texas o Mississippi sin llegar a ningún resultado. ¿Pero no estábamos celebrando su nacimiento? No, no me estoy liando, dejadme continuar mi historia y quede claro que no cobro por palabras, ¿o sí? A finales de 1967 Pete Welding entrevistó a David Edwards para que le hablara sobre su asociación con antiguos bluesmen de Mississippi. De esa manera fue cómo le contó que Johnson fue asesinado cerca de Greenwood. Claro, Greenwood per-tenecía al condado de LeFlore a donde no habían llegado las indagaciones de las autoridades a las que Wardlow consultó. A raíz de esa información Wardlow halló por fín el certificado de defunción en enero de 1968.

“La primera vez que le ví fue en Greenwood,- continúa Edwards - estaba en la calle Johnson, muy cerca de Main, tocando justo en el callejón. Estaba fuera del local de Emma Collins donde se pasaba bien y se bebía whiskey. Se hallaba plantado junto a la pared y tenía un montón de gente a su alrededor. ¡Yo aún no sabía quién era! Al principio no lo cono-cía y cuando me acerqué, su música me sonaba como a la de Kokomo Arnold. Yo llevaba mi vieja guitarra que me coloqué a la espalda y me quedé escuchando. Tocaba muy bien el blues. Una mujer que estaba bastante cargada de whiskey de maíz dijo: “Toca para mí Terraplane Blues”. No sabía que se estaba dirigiendo a la persona que la había compuesto. La mujer insistió: “Si tocas para mí Terraplane Blues te daré diez centavos” él la respondió: “Señorita, esa es mi canción”, “·Bueno, pues tócala”. Comenzó a tocarla y entonces supieron quien era. Era un poco después de mediodía y la gente iba camino de la ciudad y la calle estaba bloqueda con tanta multitud que se detenía a escuchar. Iba bien vestido y llevaba puesto un sombrero marrón. La mayor parte del tiempo llevaba el sombrero inclinado sobre su ojo malo.”

Cuentan que Robert Johnson era esbelto, delgado, tenía rasgos delicados, la piel morena y el pelo ondulado, en fín, un buen mozo bien adecentado y admirado por demasiadas mujeres y no un garrulo tosco de pueblo con facciones ame-nazantes. Y además muy tímido. ¿Que decían que era un tipo peligroso? Si cantaba Hello Satan, I believe it’s time to go de un modo lúgubre, es muy probable que convenciera a sus oyentes de que alguna relación tenía con Pedro Botero y a un aliado del demonio qué menos que profesarle cierto respeto. Aunque cuando de mujeres se trataba no revoloteaban muchos ángeles por los alrededores.

Early this morning when you knocked upon my door (bis)And I said “Hello, Satan, I believe it’s time to go”.

Me and the Devil was walking side by side (bis)I’m going to beat my woman until I get satisfied

You may bury my body down by the highway side (bis)So my old devil spirit can catch a Greyhound bus and ride

(Me and the Devil Blues – Domingo 20 de junio de 1937, Dallas, Texas)

Una corta vida de leyendaPor Eugenio Moirón

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La madre de RJ, Julia Major, había estado casada con un hombre llamado Charles Dodds quien tras herir en una pelea a un blanco de buena familia, es decir, terratenientes, hubo de escapar por piernas para evitar ser linchado, esta-bleciéndose en Memphis y dejando a Julia al cuidado de sus diez hijos. Ella entonces se arrejuntó con otro hombre, Noah Johnson, que pasaría sin pena ni gloria por su vida a pesar de haberla ayudado a engendrar a Robert. Durante unos años Julia, el benjamín de la familia y Carrie, una de sus hermanastras, vivieron en Memphis con Dodds. Julia acabó yéndose mientras que su hijo continuó en la ciudad uno o dos años más hasta que el padrastro, quizás aburrido de su compañía o a instan-cias de la madre, lo mandó de vuelta a Robinsonville cuando aún no tenía 7 años. Allí se en-contraría con un nuevo padre postizo, Willie “Dusty” Wi-llis, quien cuidó de él. Cual-quier otro niño con tres padres diferentes, desarraigos fami-liares e incluso cambios de nombres (en Memphis había adoptado el apellido Spencer que se había puesto Charles Dodds para pasar desapercibi-do) habría sufrido un trauma, aunque en aquella época esa palabra no debía de existir en el diccionario; pero Robert, a quien su madre le explicó la cruda realidad cuando te-nía 10 años, decidió hacerse músico. Robert Leroy Dodds Spencer Johnson empezó a darle al arpa de boca, más tarde a la armónica y por último a la guitarra. Cuentan que una de las primeras canciones que aprendió a tocar fue “How Long, How Long Blues” de Leroy Carr, curiosamente la misma canción que aprendería unos pocos años después Muddy Waters, y sabiendo que Carr la grabó para Vocalion en 1928, RJ tenía 17 años.

Residiendo en Memphis, su medio hermano Charles Jr. le había dado las primeras nociones de guitarra a quien llegaría a ser catalogado como el bluesman más influyente de la historia. No deja de tener su miga que en su época no sólo no influyó en nadie sino que además ni siquiera era conocido. Leroy Carr o Lonnie Johnson gozaron de indu-dable prestigio, John Lee Williamson o Tampa Red tenían un nombre en Chicago y Blind Boy Fuller era un personaje en el Piedmont. Y más adelante, ni B. B. King, ni T-Bone Walker ni John Lee Hooker, entre otros muchos, se inspira-ron en él. Sin embargo hubo un músico fallecido en 2006, de nombre Robert Lockwood Jr., quien decidió aprender a tocar la guitarra cuando tenía alrededor de 13 años y co-noció Robert Johnson. “Robert Johnson había seguido a mi madre a casa y ella no podía sacárselo de encima. No sé si ya se conocían de antes pero yo nunca había oído hablar de él hasta ese día…… Estuvo fuera como dos o tres meses y regresó con un montón de dinero. Trataba a mi madre como una reina… ¡y decían que era un mujerie-

En el New York de post guerra surgió una importante corriente folk por la zona del Greenwille Village. Los dis-cos de pizarra de RJ se habían convertido en objeto de co-leccionismo y de culto. Y en 1961 apareció el LP “King of the Delta Blues Singers” que reuniría 16 de sus 29 míticas canciones. El LP fue producido por Frank Drigss y edita-do por Columbia, gracias al empeño de John Hammond. En 10 años se venderían escasamente diez mil copias y a finales de los 60 aparecería el volumen II que vendería aún menos ejemplares. Para ser un disco de blues el número de discos vendidos no se debería considerar un fracaso máxi-me si tenemos en cuenta que entre sus compradores / oyen-tes estaban Mick Jagger, Keith Richards, John Mayall, Eric Clapton y Peter Green entre otros, los cuales empezarían a dar a conocer el mito en Europa. Pero ¿quién educó a RJ en el manejo de la guitarra o en quién se inspiraría?

En estos años 60 se disparó la alarma. Muchos anti-guos bluesmen fueron redescubiertos y uno de ellos fue Son House cuando vivía en Rochester, New York, en 1964. Cuatro años después, Bob West lo entrevistó y contaría que Willie Brown y él enseñaron a Johnson a tocar la guitarra. “Tendría 15 o 16 años y sabía tocar la armónica pero quería aprender a tocar la guitarra…… A su madre y su padre no les gustaba que saliera el sábado por la noche pues la gente con la que iba a encontrarse era demasiado peligrosa……. Esperaba a que [sus padres] se fueran a dormir, se escapaba por la ventana de la cocina y venía a buscarnos a Willie y a mí…. Empezaba a tocar…… hacía mucho ruido…….. y yo le decía “¿Porqué no paras, chico?, estás molestando a la gente”. Le echábamos una pequeña reprimenda y para-ba durante un rato…. luego, enseguida, quería aprender a tocar……..yo le dije “espera a que termine esto y quizás el domingo o el lunes por la noche puedas venir a casa y yo te daré unas pequeñas nociones”. Él me llamaba Mr. Son. “De acuerdo, Mr. Son”, dijo. ……Así que yo le enseñé y Willie también…. yo diría que durante un par de semanas,

go! Eran ellas quienes le cazaban a él…. todas excepto mi madre……… Robert Johnson tenía mucho de indio, nunca tenía barba, nunca se afeitaba, eso era un rasgo de indio, no tenía pelo en su cuerpo, mira que he estado en muchí-simas reservas indias y sé lo que digo… todos nosotros tenemos algo de indio”. Testimonio de primera mano de un reputado bluesman cuyo padrastro tenía en esa fecha en torno a los 19 años o quizás más si hacemos caso de

otras fuentes. “Robert era un maestro. Todo su material era soberbio. Y cantando era tre-mendo también….. Nunca le pregunté por ningún otro mú-sico. Escuchas a muchos decir que tocaron con RJ. ¡Mienten! No quería que nadie le copia-ra lo que tocaba, que nadie le imitara…… Robert era un solitario, no quería que nadie estuviera rondando a su alre-dedor, nunca se hubiera sen-tado junto a otro guitarrista y le hubiera dejado mirar lo que hacía…….Yo fui la única per-sona a la que enseñó……… me instruyó hasta su muerte.”

El productor y cazatalen-tos John Hammond, descu-bridor de Bob Dylan y quien

lanzó al estrellato a Stevie Ray Vaughan en los años 80; en 1938 estaba preparando un gran concierto en el Carnegie Hall de New York a celebrarse el 23 de diciembre, con el propósito de conmemorar el fallecimiento de Bessie Smi-th, uno de sus primeros y más grandes descubrimientos. El evento, que se conocería con el nombre “Spirituals to Swing”, quería acercar los diferentes tipos de música tra-dicional afroamericana a un público blanco, del norte de los EEUU. Hammond había descubierto un disco de piza-rra que tenía registrada una canción titulada “Terraplane Blues” y que estaba adjudicada a un tal Robert Johnson. Decidió que ese hombre sería el intérprete de blues rural que participaría en el gran concierto y para buscarle recu-rrió a Don Law quien regresaría del Sur con la triste noticia de que RJ ya no se encontraba entre los vivos. El sustituto elegido fue Big Bill Broonzy y a consecuencia de ello al-canzaría renombre internacional. Al año siguiente, a cuen-ta de la Biblioteca del Congreso y en parte alentados por Hammond, los Lomax emprendieron viaje hacia el sur y a lo largo de una serie de años van descubriendo, grabando y en ocasiones entrevistando a un buen número de músicos de blues, algunos de los cuales empiezan a hablar, al ser preguntados, de Robert Johnson. Los Lomax descubrieron a Muddy Waters el cual no tuvo ningún inconveniente en decir que su música estaba muy próxima a la de Johnson. Incluso alegó con el devenir del tiempo, tras reconocer en una primera entrevista que nunca había llegado a verle to-car, que lo había visto una vez en la calle en Friar’s Point “Había una gran multitud…. me paré y bajé a echar un vistazo….enseguida regresé al coche y me fui…. era un hombre peligroso”. ¡Qué manía con la peligrosidad!

o algo así, los fines de semana”. Cuando se trata de RJ las cosas no son tan sencillas y probablemente Son House no contaría toda la verdad aunque en adornar las historias to-dos los músicos eran unos expertos. Luego seguiría narran-do que RJ desapareció durante una temporada, alrededor de seis meses, y cuando regresó dejó a todos boquiabier-tos debido a su virtuosismo. Esta parte de la historia es la más conocida porque a continuación se empezó a desvariar sobre las causas de tan prodigiosa mejoría, achacándolo a la venta de su alma al diablo en un cruce de caminos. Es aquí donde surgen las narraciones de cuentos al amor de la lumbre en una cruda noche de invierno, historias irreales e incluso prosaicas, pero a veces con una profunda carga de poesía.

En una entrevista realizada en 1991 a Wardlow, éste mencionó al matrimonio Moore, a quienes había entrevis-tado a lo largo de diferentes momentos. Elizabeth Moore había regentado un juke joint en Friar’s Point a donde RJ acostumbraba a desplazarse y Willie Moore, que había to-cado segunda guitarra con Charlie Patton y Willie Brown, incluso había compartido celda con Johnson. “Los Moore conocían a Johnson antes de que éste aprendiera a tocar la guitarra, cuando aún tocaba la armónica, y en esa épo-ca iba a que el primer marido de Elizabeth le diera lec-ciones de guitarra. Se hacía llamar Robert Sax y de ahí la dificultad en seguirle la pista ya que utilizaba cuatro o cinco nombres diferentes. Robert Sax o Robert Saxton… y usaba más el nombre de Robert Dusty que el de Robert Johnson. También se hacía llamar R.L……. según Johnnie Temple……………….. Éste tocaba un estilo de walking boogie muy similar al de Johnson. Me dijo que cogió su estilo de un tal R. L. Yo le pregunté “¿quieres decir Robert Johnson?”, su respuesta fue, “no, su nombre era R. L.” Po-bre Son House, ¿la historia que contó no era cierta? House fue grabado por Hammond, tras su redescubrimiento, para Columbia y, según Gérard Herzhaft, más por haber dicho

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que había enseñado a Robert Johnson que por su talento. Son House le confesó a su manager Dick Water-man “Qué suerte para mí que Little Robert esté muerto”.

Aún hay más. Muchos estudiosos de la breve vida de RJ aceptan que esos meses en que estuvo desaparecido se había dirigido al sur, a Hazlehurst en concreto que era su lugar de nacimiento, y bastantes de estos investigadores creen que en este período recibió lecciones de un guitarrista local llamado Ike Zimmerman, apellido que ha sido también escrito Zinneman, Zinman, Zinnerman, Zinermon y Zinemon, que encima tenía la extraña costumbre de tocar la guitarra sentado en las tumbas de los cementerios a me-dianoche y, según su hija, fue en esos lugares donde enseñó a RJ. Para añadir más complicaciones, Hazelhurst está muy cerca de Crystal Springs y allí se encontraba residiendo Tommy Johnson, el más popular e influyente bluesman de esa zona, músico del que igualmente se decía que había vendido su alma al diablo. Sin embargo poco del estilo de Tommy impregnó la música de Ro-bert, ¿tal vez la consideraba anticuada?

De siempre, la población negra que ha asis-tido a la iglesia ha definido el blues como la música del diablo, ya que está asociada a las mujeres, el whiskey, la violencia y el juego, y si tocas blues vas directo al infierno. En esa época además estaba la leyenda de que una persona podía vender su alma al dia-blo a cambio de poseer una extraña ha-bilidad que le permitiría hacer cualquier cosa que se propusiera. Son House, pues, alimentaría la leyenda de RJ a la vista de sus progresos. Otro músico como Big Joe Williams, que probablemente no había escuchado hablar de Johnson an-teriormente, relató como él mismo pre-senció la persecución de RJ por los pe-rros guardianes del infierno (“Hellhound on my Trail”) e incluso cree reconocer en el jovencísimo Bob Dylan (quien era su armonicista en aquel entonces y con quien grabó en 1962 para Spivey Records) los ras-gos de Johnson. También John Lee Hooker cree ver en John Hammond Junior la reencar-nación de Robert Johnson, de quien, por cierto, tampoco había oído hablar previamente.

Llegados a este punto lo único incuestionable es que había adquirido una buena técnica a la gui-tarra, sabía manejar la slide y su canto era bastante decente y en ocasiones con muchos tintes de angustia y utilización del falsete. El siguiente paso sería tener la suerte de que le hicieran una audición y fuera elegido para ser grabado. Los Moore contaron a Wardlow que “RJ dijo [a Eliza-beth Moore] que iba a ser un músico profesional y que iría a New York a grabar discos.” Por lo que se sabe, sus grabaciones no fueron fruto de la casualidad, sino de la premeditación ya que en el año 1936 RJ se pasó por la tienda de H. C. Speir. Este hombre era el propietario de un negocio en Jackson, Mississippi, que vendía muebles y discos y trabajaba de ca-zatalentos para Paramount, habiendo enviado a grabar a los estudios de la compañía en Richmond (indiana) o Grafton (Wisconsin) a Charlie Patton, Skip James, Son House y Sam Collins entre otros. En esas fechas Speir se encontraba bastante desengañado con las com-pañías para las que trabajaba pues por un lado parece que alguna le debía dinero y otras le rechazaban

los músicos que proponía, así que sin querer involucrarse demasiado puso en contacto a Johnson con Ernie Oertle, quien trabajaba a tiempo parcial para ARC. En resumen, que RJ fue enviado a San Antonio,

Texas, para ser grabado en dos habitaciones contiguas reservadas como estudio en el hotel Gunter. El productor Don Law supervisó las sesiones que tuvieron lugar el 23, 26 y 27

de noviembre de 1936. El día 26, que fue jueves, coincidió con el Día de Acción de Gracias y únicamente grabó una canción, “32-20 Blues”. Más adornos para

la leyenda, el día anterior parece que Johnson bebió demasiado y acabó en la cárcel por borracho y vagabundo, teniendo que ir a sacarle Don Law.

La semana anterior, el artista que había sido grabado fue el pianista de Santa Fe Harold “Black Boy Shine” Holiday. Ambos volverían

a coincidir en junio del año siguiente en Dallas donde realiza-rían, por separado claro está, sus últimas grabaciones. Las de

RJ tuvieron lugar el sábado 19 y el domingo 20, el día del Señor, bien elegido para el registro de “Hellhound On

My Trail” y “Me And The Devil Blues”, entre otras 17, incluyendo segundas tomas. Como todo el mun-

do sabe, la única canción en tener cierto éxito fue “Terraplane Blues” (1.200 copias vendidas en la época) que iría acompañada de “Kind Hearted Woman Blues” como cara B. También como curiosidad para la historia, tanto en las sesio-nes de San Antonio como de Dallas, hubo otros músicos en ser registrados y no pre-cisamente de blues, como la orquesta me-jicana de los Hermanos Barraza, el grupo de western The Hillbilly Boys o el grupo blanco de gospel The Chuck Wagon Gang que aún hoy continúan activos en su ter-cera generación.

Tras su paso por el estudio RJ se con-sidera alguien y confía en que la fama y el dinero están a punto de llegar. Y sigue recorriendo los caminos. Mississipi desde luego, Helena, en Arkansas, donde reside la madre de Robert Lockwood y cuya tien-da local de discos visita cada semana espe-rando la llegada de nuevos discos, alguno

quizás con una de sus grabaciones, pero no tiene suerte. Y también visita Saint Louis,

algo que podría ponerse en duda si no hubiera sido testificado por Henry Townsend en su au-

tobiografía “A Blues Life” en la que menciona muy brevemente a RJ y lo sitúa en la época en

que su disco “Terraplane Blues” había sido publi-cado “Me gustaba su forma de tocar con los dedos

y con la slide. Hacía más juego de slide cuando yo estaba con él ya que tocábamos juntos…….. Para mí

era un chico normal. Era tranquilo, -hablaba si tú habla-bas…. Respondía a tus preguntas lo más rápido que podía

y se terminaba- No era como lo que la gente decía de él: que estaba loco por las mujeres. No les prestaba más atención que a

los hombres.” A veces da la impresión que se habla de otro perso-naje. ¿O acaso era el típico que se hacía el tonto, las mataba callando,

y se aprovechaba de los demás? No seré yo quien lo asegure.

A la vista y al oído de sus 29 míticas canciones, podemos seguir el rastro a las fuentes de inspiración de algunas de ellas, recomendando su audición. “Sweet Home

Chicago” proviene de un tema de Kokomo Arnold del año 1934 llamado “Old Original Kokomo Blues” que a su vez se basó en “Kokomo Blues” grabado por Scrapper Blackwell en

junio de 1928.

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Now one and one is two, mama, two and two is fourMess around here, pretty mama, you know we got to goCrying oh, baby don't you want to goBack to the living light city to sweet old Kokomo(Kokomo Arnold)

Now one and one is two, two and two is fourI'm heavy loaded baby, I'm booked, I gotta goCryin' baby, honey don't you want to go?Back to the land of California1, to my sweet home Chicago(Robert Johnson)

“32-20 Blues” está basada en el “22-20 Blues” que Skip Ja-mes grabó en 1931 y prácticamente toda la letra está calcada.

If I send for my baby and she don't comeIf I send for my baby and she don't comeAll the doctors in Wisconsin, they won't help her none(Skip James)

If I send for my baby, and she don't comeIf I send for my baby, man, and she don't comeAll the doctors in Hot Spring sure can't help her none(Robert Johnson)

Los antecedentes de “I Believe I’ll Dust My Broom”,

tanto lírica como musicalmente, se remontan al 25 de fe-brero de 1932, cuando los hermanos Sparks residentes en Saint Louis y conocidos como Pinetop & Lindberg, graba-ron “I Believe I’ll Make A Change”. En agosto de 1934, Leroy Carr con Scrapper Blackwell y Josh White retoma-ron la canción con el mismo título, pero cantando decían “I Believe I’ll Go Back Home”. Un mes después aparece de nuevo Kokomo Arnold y graba “Sagefield Woman Blues” y en enero de 1935 “Sissy Man Blues” aún más parecida a la que más tarde grabaría Robert Johnson.

La melodía de “Hell Hound On My Trail” está cogida de ”Devil Got My Woman” de Skip James y ciertos mo-mentos de "Come On In My Kitchen” suenan a Charlie Patton tocando el bottleneck en su tema de finales de 1929 “When Your Way Gets Dark". También se pueden encon-trar similitudes con Blind Lemon Jefferson en al menos las letras de dos canciones. En lo que respecta a “Love In Vain” la segunda estrofa de “Dry Southern Blues” de 1926 podría haberle servido de inspiración.

One train's at the depot with the red and blue lights behind One train's at the depot with the red and blue lights behind Well, the blue light's the blues, the red light's the worried mind (Blind Lemon Jefferson)

When the train, it left the station, with two lights on behindWhen the train, it left the station, with two lights on behindWell, the blue light was my blues, and the red light was my mind(Robert Johnson)

“Walking Blues”, evidentemente, tiene en su estilo muchas reminiscencias de la de Son House que éste graba-ría junto con Willie Brown en 1930, y lo más seguro es que la aprendiera de House. Ahora, la última estrofa de la can-ción es prácticamente idéntica a la de la canción de Blind Lemon Jefferson “Change My Luck Blues”, registrada en febrero de 1928.

She got Elgin movement from her head down to her toe.She got Elgin movement from her head down to her toe.And she can break in on a dollar, man most anywhere she go(Blind Lemon Jefferson)

She got an Elgin movement from her head down to her toesBreak in on a dollar most anywhere she goes, oooh ooooh(spoken: To her head down to her toes, oh, honey)Lord, she break in on a dollar, most anywhere she goes (Robert Johnson)

“Cuando regresé al Delta, Robert estaba en Greenwood tocando para el mismo hombre”. Volvemos a retomar la historia de David Honeyboy Edwards. Se refiere al mismo individuo para el que Johnson tocaría la primera vez que se conocieron, pues era muy corriente en Greenwood que los músicos fueran a tocar por la calle los sábados ya que los contrabandistas de whiskey iban buscando al mejor gui-tarrista para llevarle a los garitos y que entretuvieran a su clientela. Este tipo tenía un local, donde también se jugaba, en Three Forks. “Un sábado, un grupo de gente fuimos a Three Forks en un camión de fondo plano. Estaba hasta arriba y nosotros preparados para divertirnos toda la noche. Cuando entramos, Robert estaba sentado en una esquina con la guitarra debajo de su brazo. No se encontraba bien. Las chicas saltaron del camión, entraron y le dijeron: “Toca Terraplane Blues”, toca “Kind Hearted Woman Blues”. Él respondía, “estoy enfermo”. Ellas le decían “bebe un trago de whiskey te sentirás mejor”. Pero Robert había sido en-venenado. A Robert le volvía loco el whiskey y ese hombre estaba loco porque Robert estaba con su mujer. Tenía una amiga que le dio un vaso de whiskey envenenado. La gente solía hacer eso, es mejor que pegarte un tiro…………….. Robert permaneció enfermo y tumbado en una cama [en una habitación de la iglesia Baptista de Greenwood a donde lo habían trasladado] durante dos o tres días……………. La gente no llamó al médico, nadie podía permitírselo. ¿Qué negros tenían dinero entonces?........ Robert murió y fue en-terrado un miércoles. Cuentan que los últimos momentos se arrastraba por el suelo como un perro y aullando”. Era el 16 de agosto de 1938 y RJ tenía 27 años.

Así Edwards los últimos momentos de la vida de Robert Johnson, momentos que también han alimentado muchas especulaciones. Lo romántico, lo poético de su final es el de Edwards. No gusta tanto la versión de Steve LaVere que puede que deje mucho que desear, al igual que la figura de este personaje que sería motivo para escribir uno o dos folios más y relacionarlo con los royalties por la obra de RJ y con los herederos del músico (un hijo llamado Claud y el nieto Steven) pero que no haré por respeto al lector, para no embarullarle más las ideas, y a mi cansancio, todo sea dicho. Parece ser que en 1998 LaVere encontró por casuali-dad un documento que establecía que Johnson había muer-to a causa de complicaciones provocadas por la sífilis, algo muy prosaico para el aura romántica que rodea la leyenda de un músico que se encontraba en plena efervescencia de su talento. Así que lo mejor que podemos hacer es quedar-nos con su música, sin importarnos demasiado las fuentes de su inspiración ni las fábulas que rodearon su misteriosa existencia y aquí paz y aquí gloria…… ¿gloria en el infier-no? Vade retro Satanás.

I went to the crossroad, fell down on my kneesAsked the Lord above "Have mercy, now save poor Bob, if you please”

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R O B E R T J O H N S O N Y MEMPHIS MINNIE

E L E N C U E N T R O I M A G I N A D O

Situémonos en el año 1931, frente a un bar de Maxwell Street en Chicago. Miramos a través de la ventana y vemos a Robert Johnson junto a Memphis Minnie en la barra bebiendo whis-key y charlando alegremente, cada uno con su

guitarra a un lado, Robert con una Kalamazoo y Miss Minnie con su instrumento bien resguardado en una her-mosa funda de cuero. Han estado tocando juntos en la terraza de un restaurante durante varias horas y ahora celebran con éxito el haber recogido casi 100 dólares de propinas en toda una tarde intensa de música, tocando blues, ragtime, polkas, canciones populares y todo lo que la gente les solicitaba. Estamos a tres de junio, día del cumpleaños de Memphis Minnie, así que probablemente la noche se presente larga y animada. Entramos en el bar para escuchar, sin que se note demasiado, su conversa-ción imaginaria.

Memphis Minnie: ¡¡Robert Johnson!! Me habían hablado de ti ¡pero nunca imaginé que fueras tan bueno! ¡Vaya día tan especial! ¡Y yo que pensaba que hoy me aburriría enormemente sin Kansas Joe! El pobre está enfermo en casa y me has hecho un gran favor sustituyéndole. ¡Me-nuda sorpresa! ¡Joder, joder, joder! Eres un magnífico gui-tarrista... qué placer tocar contigo... Menos mal que Joe no te ha visto porque con lo celoso que es, ¡estaría que se subiría por las paredes!

Una invención de Big Mama Montse

Robert Johnson: El placer ha sido mío... ¡Aún no me pue-do creer que haya tocado con Memphis Minnie!... Verás, soy muy amigo de Willie Brown, ¡el hombre que más hace sonar tus discos allá en el Sur! ¡Su fonógrafo está hecho polvo de tanto hacerlo funcionar! Willie me manda mu-chos recuerdos para ti... Siempre me suelta que si algún día viajo a Memphis o a Chicago que pregunte por ti, y que te diga que Willie Brown sigue vivo y con la guitarra que le regalaste antes de marcharte de Bedford... ¡No va a creerse que al fin he dado contigo y que además hemos tocado juntos!

MM: ¡¡Willie Brown!! ¡Qué me dices! ¿Aún está vivo ese maldito diablo? ¿Aún sigue atemorizando a los cocodrilos del lago Cormorant? ¡Ah, qué sorpresa! Me alegro de sa-ber de él, porque Willie es el tipo más juerguista y encan-tador que he conocido en mi vida... ¡Qué cabrón! Supongo que aún toca la guitarra en las fiestas de los sábados por la noche, en las barracas de la plantación de Bedford y por toda la zona, tal y cómo hacíamos cuando vivíamos juntos. ¡Ah, cuántos recuerdos! ¡La de fiestas que nos pegamos! Cuéntame de qué conoces a Willie...

RJ: Cuando tenía unos doce años empecé a verle por Ro-binsonville, dónde yo vivía con mi madre y mi padrastro. Siempre que podía me escapaba de casa e iba a escu-charle tocar junto a Son House, arriesgándome a recibir los azotes de mi padrastro que me esperaba despierto y con muy malas pulgas, por cierto... Yo tocaba un poco la guitarra, de cuando había vivido en Memphis con mi padre y mis hermanos... Un hermano mío me había en-señado cuatro acordes pero al ir a vivir con mi madre y su nuevo marido a Robinsonville me tuve que conformar con tocar el harpa de boca y la armónica porque no tenía guitarra y mi padrastro odiaba la música. Cuando Willie y Son House hacían el intermedio en sus conciertos les pe-día que me dejaran un momento alguna de sus guitarras y Willie siempre se mostró muy comprensivo conmigo... Reconozco que entonces yo era pésimo y que los sonidos que sacaba de esas guitarras eran motivo de burla y de risas... pero bueno, al final me salí con la mía, he acabado tocando blues y realizando mi sueño... ¡Y hoy he tocado con la Estrella del Blues, la gran Memphis Minnie!

MM: Mi padre también me obligaba a trabajar en el cam-po pero yo no quería porque al recolectar algodón me es-tropeaba las manos: ¡me clavaba las espinas y luego no podía tocar la guitarra! Por suerte, la música nos ha libera-do de estos trabajos tan duros... Eh Johnny (dirigiéndose al camarero), ponnos dos whiskys más, por favor. ¡Hoy es mi cumpleaños y vamos a celebrarlo!

RJ: Felicidades... ¡Salud! Willie Brown me contó que ha-bíais tocado en muchas ferias agrícolas y en las típicas fies-tas de los sábados por la noche.

MM: Si, en efecto. Tocamos en muchas ferias y también en fiestas de fin de semana en las cabañas alejadas de los pueblos dónde siempre había alguien que vendía licor destilado en clandestinidad y en las que se comía pesca-dito frito... Mmmm... aún recuerdo ese olor tan sabroso... En aquella época éramos tres guitarristas, William Moore, Willie Brown y yo, que siempre era la solista. A veces inclu-so tocábamos en las celebraciones de los blancos que ha-bía rechazado a W.C. Handy con su orquesta porque, todo sea dicho, nosotros éramos más barato. Interpretábamos principalmente polkas para conseguir que la gente baila-ra, y si cantábamos algún blues teníamos que cambiarle la letra... ¡Bueno, tu ya sabes de que hablo! Antes de vivir con Willie estuve un tiempo viajando con el circo de los Ringling Brothers. Con ellos aprendí que si quería triunfar entre los blancos tenía que hacer las cosas de otra mane-ra. Conocí a esa compañía en Clarksdale, poco después de marcharme definitivamente de casa de mis padres. En mi espectáculo tocaba la guitarra como una vez le vi hacer a Charlie Patton, es decir, tocándola por detrás de la espal-da y por debajo de las piernas, ¡e incluso con los dientes! Ahora ya no lo hago porque a veces me duelen los hom-bros y un médico me dijo que tenía tendinitis o algo pare-cido... No quise saber qué era después de haber pasado la meningitis ¡y de que me dieran por muerta en el hospital! RJ: ¿Cuanto tiempo estuviste viviendo con Willie? Nunca te vi por ahí...

MM: Casi seis años. Nuestra relación se acabó porque yo quería viajar al norte, a Memphis. Pero Willie no quiso y al final le dejé... Necesitaba cambiar de aires y buscar otros horizontes, otras motivaciones y conocer la vida de la ciu-dad. Memphis me gustó tanto que ya ves, todos me cono-cen ahora como Memphis Minnie. Pero cuéntame algo de ti, Robert, ¡que sólo hablo yo! ¿Conoces Memphis?

RJ: Yo también tengo muy buenos recuerdos de Memphis, de cuando viví ahí con mi padre, o mejor dicho, el padre

de mis hermanos. Nuestra casa estaba situada en un ba-rrio de las afueras y ahí fui muy feliz... Charles Spencer, que en realidad se llamaba Charles Dodds, fue el primer marido de mi madre y con ella tuvo 10 hijos en Hazlehurst, Mississippi. Se dedicaba a hacer y a reparar muebles en la zona, además de ser propietario de unas tierras de cultivo que le causaron muchos problemas. Finalmente tuvo que huir disfrazado de mujer en tren a Memphis, bajo ame-naza de linchamiento en el año 1909, y para no ser loca-lizado cambió su apellido por el de Spencer. Mi madre le iba enviando a sus hijos en tren hasta que los hermanos Marchettis la demandaron por impago de impuestos so-bre las mismas tierras que le habían robado a mi padre... ¡pobre Julia!. En aquella época Julia tuvo una relación con un aparcero llamado Noah Johnson, mi padre auténtico, y yo nací el 8 de mayo de 1911. Estuve viviendo con mi madre y mis hermanas Bessie y Carrie hasta que nos fui-mos a Memphis en el 14, con el resto de la familia. Tengo recuerdos muy vagos de aquellos primeros tres años en el campo. En cambio, pasé una infancia feliz en Memphis con mi familia y mis hermanos, yendo a la escuela y apren-diendo a tocar la guitarra con uno de mis hermanos. En aquella época me llamaban Robert Spencer y no recuerdo haberme llamado nunca Robert Dodds.

MM: ¿Y cómo fue que te fuiste a Robinsonville, donde co-nociste a Son House y a Willie Brown?

RJ: Eso fue cuando yo tenía unos 8 años, más o menos, pero a Son y a Willie les conocí unos años después. Mi ma-dre, que se había marchado de casa en Memphis, un día vino a buscarme. Me dijo que se había vuelto a casar y que quería que me fuera a vivir con su nuevo marido a la Lea-therman Plantation, cerca de Commerce, en las afueras de Robisnsonville. Aquello fue un cambio muy duro para mi, porque aunque era muy feliz al volver a ver a mi ma-dre, por otra parte, tenía que abandonar a mis hermanos y hermanas e irme a vivir sin ellos a una casa con un señor que no conocía y al que tenía que llamar otra vez "padre".

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MM: Pobre Robert... ya me imagino que tuviste que pasar por un momento muy difícil...

RJ: Realmente lo pasé mal porque me encontré con que el marido de mi madre era un tipo muy estricto y sólo me quería para que trabajara en el campo, ¡cosa que yo no compartía en absoluto!

MM: ¡Igual que mi padre! Su vivo retrato...

RJ: Willy "Dusty" Willis se llama y ¡es un tipo al que no deseo ver nunca más en mi vida! Ese hombre me amargó tanto que nunca olvidaré su nombre, obligándome a tra-bajar sin cesar y tratándome como a un animal... Si alguna vez me pillaba durmiendo en el pajar, me daba unas hos-tias tan fuertes que me dejaba mareado de tanto golpe en la cabeza... Y lo que no podía soportar era que los fines de semana saliera a escuchar a Son House y a Willie Brown por la noche y llegara tarde a casa. Eso le ponía hecho una furia e incluso, en una ocasión, pensé que me mataría de la rabia que le cogió... Esto duró hasta el día en que cumplí los 17 años y le planté cara. Le dije que si me volvía a po-ner la mano encima le cortaría el pescuezo...

MM: ¡Qué hijo de p...!

RJ: Preferí irme de esa casa y vivir en la calle a tener que pelearme de nuevo con ese hombre...

MM: Casi igual que lo que me pasó a mi, hijo mío... Bue-no, al final no nos ha ido del todo mal... ¿Tomamos otro whiskey?

RJ: Si, por supuesto... un whiskey no se puede despreciar, tal como dice mi amigo Johnny Shines...

MM: ¿Viajas mucho?

RJ: Todo lo que puedo... me quedo en una ciudad durante un tiempo hasta que me canso y luego me subo a un tren y voy hacia donde el viento me lleve... No tengo rumbo fijo y nunca sé lo que haré mañana... Mi vida está llena de incertidumbre...

MM: Un tipo como tu debe tener a muchas mujeres es-perándote...

RJ: Ajá... no me va mal... y me encantan las mujeres ma-yores que yo...

MM: Y a mi los guitarristas más jóvenes que yo...

RJ: ¡Salud! Brindemos por nosotros...

MM: Pues mi padre también era un hombre muy severo pero yo me fui de mi casa principalmente por otras cau-sas... En aquella época hubo muchas plagas y el campo su-frió una devastación terrible. ¿Conoces la canción de Ma Rainey "Bo-weevil Blues" (Boweavil Blues)? Las cosechas se echaron a perder y no había comida para todos... los niños empezaron a sufrir malnutrición y los más pequeños

finalmente morían después de agonizar durante días... yo soy la hermana mayor en mi familia... ¿comprendes? Vi morir a mis hermanitos sin poder hacer nada por salvar-los... nunca olvidaré sus caritas... Por eso odio el campo y no puedo estar ahí por mucho tiempo... Con Willie Brown estuve seis años porque le quería mucho, pero al final me ahogaba en mis recuerdos cada vez que llegaba la época de recolectar las cosechas...

RJ: Yo también tengo un demonio dentro y ahora que es-toy borracho empiezo a notarlo, aquí, en el bajo vientre... "Me and the devil" es una de mis canciones que hoy he cantado, ¿la recuerdas? Esta canción la compuse porque mis recuerdos también me atormentan y no puedo aguan-tar el dolor que siento... El whiskey se ha convertido en mi medicina para intentar olvidar... A veces, este mundo me parece una cárcel y tan sólo deseo destrozarlo, pero como no soy tan cabrón me golpeo a mi mismo por dentro y cada día estoy más jodido...

MM: Sácalo todo Robert, no te preocupes que yo no voy a darte una puñalada por la espalda... Mírame, soy como tu y he vivido la misma mierda... Debes enfrentarte a tus monstruos para aceptarlos y seguir adelante...RJ: Yo... bueno... no sé por dónde empezar...

MM: No te preocupes... haz como si estuvieras tocando la guitarra y cantando un blues...

RJ: Mmmm... Pues cuando dejé la casa de mi madre a los 17 años me enamoré de una chica que se llamaba Virginia Travis. Virginia tenía tan sólo 15 años y nos casamos poco después, cuando ella quedó embarazada. Éramos una pa-reja feliz que nos queríamos mucho y yo estaba dispues-to a trabajar duro por el futuro de mi hijo y de mi nue-va familia... Cuando Virginia dió a luz, ella y nuestro hijo

murieron en el parto... Toda aquella sangre en un cubo con aquellos trapos... ¡no puedo quitármelo de la cabeza! ¿Por qué? ¿Por qué ellos? Después de esta tragedia me convertí en un "hobo", un vagabundo sin rumbo fijo. ¡No puedo ni tan siquiera mirar a las mujeres jóvenes porque empiezo a temblar! Hace poco he conocido a una mujer 10 años mayor que yo, Callie Kraft en Cristal Spings, cer-ca de Hazlehurst, donde yo nací... Con ella me siento otra vez en paz. Hay otra mujer que dice estar embarazada de un hijo mío, Claude L. Johnson, y no sé si podré ser un buen padre para este hijo que espera... Ya ves como es mi jodida vida, simpre de un lado para otro huyendo de mi destino... ¿Podríamos pedir otro whiskey? ¿Aún tenemos dinero para pagarlo?

MM: Johnny, por favor, tráenos dos "moonshines". La vida no es fácil y aún eres muy joven, Robert... Seguro que todo te va a ir bien. ¡Lo presiento! Eres un artista de los pies a la cabeza y tus blues deberían ser escuchados en el mun-do entero. ¿Qué te parece si cuando nos acabamos estos whiskys nos compramos una botella y nos vamos a casa de Tampa Red? He quedado allí con Big Bill (Broonzy) y estoy segura que les encantará conocerte y escucharte un poco. Después de todo lo que hemos hablado, creo que tocar blues es lo que más me apetece... Um, ¡"Bumble bee, bumble bee...!"

RJ: OK, me parece una idea excelente... ¡Me apunto! ¿Big Bill Boonzy?, ¿Tampa Red? ¡¡Les adoro!! Te prometo que no voy a hacerte quedar mal... Por cierto, ¿no me habías dicho que tu compañero Joe Mc Coy estaba enfermo? ¿No tendrías que ir a vuestra casa para saber cómo está?

MM: No te preocupes, Robert... Kansas Joe sabe cuidarse solo... Además, creo que esta noche no voy a ir a dormir ahí... ¡Hoy es mi cumpleaños!

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UN DOBLE HOMENAJESanti Espina

Un disco de Hernan Senra “Chino” y un conferencia del periodista Manuel López Poy, con el apoyo musical de “Chino”, han sido dos de las principales iniciativas que rindieron tributo a la leyenda por excelencia del blues en esta Año Robert Johnson.

100 YEARS. Tribute to Robert Johnson

Hernan Sennra “Chino” es un o de los músicos más inquietos de la escena barcelonesa. Con tres proyectos en marcha, las bandas “Down Home”, “Shine” y Acoustic Blues Company” en el año 2011 se sumergido en una nueva ventura: el lanzamiento del disco 100 YEARS. Tribute to Robert Johnson con Chino & The Big Bet, su más reciente formación de blues.El disco contiene trece temas, grabados en una sola sesión el 16 de agosto, el mismo día de la muerte del mítico bluesman. En el proyecto participan sus habituales compañeros de las ultimas formaciones, Rodrigo Villar y Martí Elías.Se trata de una obra que se sale del carril trillado, que va más allá de las meras versiones y hace un homenaje con un estilo muy personal, lejos de los tópicos. “Chino” mantiene la esencia, pero impregna los temas con su propio carácter, volviendo a los primeros pasos que le acercaron al blues:“Desde adolescente que me gusta el blues, y he empezado a escucharlo, sin habérmelo propuesto, de manera cronológica. Es decir, en un principio lo que más me llamó la atención fue el blues rural… más tarde vino todo lo demás. Pasaron los años y acabé dedicándome profesionalmente a la música, pero de la mano del swing junto a Down Home y Shine. Quizás por eso es que llevaba un tiempo dándole vueltas a la idea de volver a las raíces. Fui directo a Robert Johnson y es ahí cuando me di cuenta que en el 2011 sería el centenario de su nacimiento. Entonces me propuse homenajearle, pero pensé que intentar imitarle no iba a ser el mejor modo, así que me planteé versionar sus temas con banda eléctrica”.Para la elección de los temas del disco Hernan Senra también se dejó llevar por la pulsión interior:“No me gusta forzar las

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cosas, así que elegí los temas que ya había tocado alguna vez. Mi intención fue hacer lo mismo que creo que han hecho los artistas que electrificaron el Blues. Me basé en las melodías y sobretodo en la 'energía' que me trasmite cada canción, tanto por sus letras como por la interpretación de Johnson”.Para “Chino”, este proyecto es el reconocimiento de una antigua influencia musical y una forma de reencontrarse con las raíces:“En mis comienzos, Robert Johnson ha sido uno de los artistas que más me ha llamado la atención. Actualmente, siento que gracias a él me he reencontrado con el Blues”.

Desde la Cuneta. Viendo pasar a Robert Johnson

Acompañado a la guitarra por Hernan Senra, durante 50 minutos Manuel López Poy realiza un recorrido por la vida, la época, la leyenda y la herencia del bluesman que un buen día se cruzó con el diablo en una encrucijada de caminos y salió de allí con el alma hipotecada y la genialidad artística en la yema de los dedos. Un conferencia ilustrada gráficamente con imágenes de la época, portadas de libros, cómics y toda la iconografía que rodea a una de las imágenes más asociadas al blues, en la que la guitarra y la voz de Chino ponen la banda sonora a este paseo por la vida del mito por excelenciaLa iniciativa echó a andar a principios de año en el Festival de Música Negra 9B In Black, de Nou Barris, Barcelona y ha sido programada también en festivales como el de Hondarribia, Cerdanyola, Figueres y el Ciclo de Blues & Boogie de L´Hospitalet.

EL DÍA QUE PUDE VENDER MI ALMA AL DIABLOTexto & fotos: David Moreu

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UNA NOTADISCOGRÁFICAPor Ramón del Solo

EN VIDA DE ROBERT JOHNSON, el sello Vocalion, una división de American Record Corporation; editó doce discos a 78 rpm. El primero “ Kind Hearted n Woman/Terraplane Blues” [Voca-lion 03416] en 1936 y el último “Preaching the Blues/Love l In Vain” [Vocalion p 04630] en 1938.Hoy en día, la posesión de alguno de estos viejos dis-cos equivale a una pequeña fortuna. Hace ya cerca de una década que se vendió en subasta una copia de “Love in vain” por una cifra cercana a los diez mil dólares Usa. Es de suponer que en este tiempo habría que aumentar bastante el precio a pagar. Semejantes rarezas discográficas y objeto de culto entre coleccio-nistas aparecen raras veces en el mercado y son ya casi piezas de museo.

Como en todas las historias épicas que se precien, lo mejor siempre es empezar por el principio, omitir ciertas cosas intrascendentes y acabar con un final que ponga los pelos de punta. En este caso no encontraréis nada de esto. Y me alegro. Puedo afirmar sin ruborizarme que en septiembre del 2009 ya conocía perfectamente a Robert Johnson. Mejor dicho, me gustaban sus 29 canciones y aún más me fascinaba su leyenda. Hasta aquí igual que todo apasionado del blues. Pero entonces yo te-nía 27 primaveras (edad mítica y maldita en los anales de la música moderna) y cada uno se apropia de una manera especial de la música de Robert Johnson, así que mi historia era totalmente distinta. O eso creía yo. Hay quien se acerca al mítico guitarrista del Mississippi a causa de una ruptura sen-timental (no hay nada más triste que escuchar su blues a la luz de la luna y desesperarse por lo que pudo ser y no fue), otros se arriman a sus melodías porque ya lo hicieron sus Satánicas Majestades o Mr. Clapton (las ganas de ser moderno y cool siempre nos lleva a los años 60, por contradictorio que parezca) y una minoría lo hace por fetichismo. Y ahí me incluyo yo. Su leyenda me parecía totalmente surrealista, sus dos fotos son poderosamente enigmáticas y su música es para cortarse las venas si se consume en grandes dosis… pero te atrapa de una manera visceral.

Así que allí estaba yo, viajando por la Highway 61 en un autobús destartalado, con el sol brillando en el cielo, la humedad flotando densamente en el aire y la carretera perdiéndose en el horizonte, flanqueada por campos de algodón y hermosos “bayous”. La banda sonora, evidentemente, “Kind Hearted Woman Blues". Hacia el mediodía llegamos a la Dockery Farms, el lugar emblemático don-de los campesinos negros de principios del siglo XX empezaron a cantar sus penas y sus desamo-res, acompañados únicamente por el sonido de su guitarra y tomando como referente los cánticos espirituales de sus antepasados esclavos. Ésta era mi primera inmersión en la cultura del Delta del Mississippi, un territorio vasto y pantanoso que siempre ha estado allí, a veces reivindicado, otras muchas olvidado, pero siempre inalterable y ajeno al frenesí de las grandes ciudades. Hay quienes dicen que no es un lugar físico, sino un estado de ánimo, y en cierto modo tienen razón. Sea como sea, Robert Johnson sonaba en mi iPod y nada podía salir mal.

Después de pasear por la Dockery Farms, volví a subir al autobús y sabía que la próxima parada se-ría mucho más especial. Fueron unos escasos kilómetros, pero se hizo eterno. Bajé en medio de un campo, literalmente en medio de la nada, y el conductor me dijo en un inglés casi ininteligible: “this is the real Crossroads, boy. Say hello to the devil if you see him today”. La puerta del autobús se cerró a mis espaldas, mientras el chofer se reía a carcajadas, y el autobús desapareció en el horizonte a gran velocidad. Nada podía salir mal, la música y el tiempo estaban de mi lado en aquel lugar ba-ñado por la leyenda. Pero, realmente, no había nada. Simplemente era un cruce totalmente anodino y polvoriento (donde, originariamente, se encontraban la autopista 61 con la 49… o lo que fuera en aquella época), así que decidí andar y dejarme llevar por los pensamientos.

Robert Johnson tenía 27 años cuando murió, la misma edad que yo tenía en aquel preciso momento, y siempre me ha gustado creer que un día cayó borracho en aquel cruce de caminos y decidió vender su alma al Maligno a cambio de un puñado de buenos acordes. Fuera lo que fuera que sucedió, el resultado de aquel pacto sonaba en mi iPod a todo volumen mientras yo paseaba por el camino que aquel joven bluesman había recorrido cientos de veces. Fue un momento mágico. No hubo lágrimas ni sentimentalismos, simplemente se unió aquella música que me fascinaba con el lugar donde ha-bía nacido. Y eso es una experiencia muy gratificante (los amantes de la música saben a lo que me refiero). No hay palabras para describirlo.

Este año nos hemos puesto nostálgicos y nos ha dado por “celebrar” el centenario del nacimiento del señor Johnson, pero se trata de una gran falacia. El señor Johnson tiene el privilegio de la in-mortalidad, puesto que siempre tendrá 27 años, un cigarrillo colgando de los labios y una guitarra en las manos. El resto no me importa. Supongo que éste es el valor de las leyendas y ese día de septiembre yo acaricié la de Robert Johnson. Aunque no se me apareció el diablo ni pude hacerle una reverencia. No se puede tener todo en esta vida. Aunque debo reconocer que después de aquella experiencia me dejé seducir por las bondades de un cartel que decía “Delta Donut”. Un final poco glamuroso para un día inolvidable.

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En 1959 Sam Charters incluye “Preachin’ Blues” en la selección que prepara para el disco “The Country Blues”, editado por Folkways. En 1961 John Ham-mond propone a Columbia la edición de un Lp dedi-cado a Johnson y aparece en el mercado “King of the Delta Blues Singers” (Columbia 1654) al que seguiría un segundo volumen (Columbia 30034) en 1970. Es-tos dos discos contienen ya las 29 canciones grabadas por Robert más una toma alternativa y los dibujos de sus portadas estarían asociados durante mucho tiempo a la imagen de Robert Johnson. En Inglaterra y en el 85 se editarían como doble Lp por el sello Blue Diamond.Aunque alguna más de las tomas alternativas que se grabaron en las dos famosas sesiones apareció en otros vinilos (ocho de ellas en Mississippi Country Blues, editado en Austria por el sello Document) para tener la obra completa de Robert en un solo disco ha-bría que esperar hasta que en 1990 Columbia/Legacy sacase a la luz el doble Cd “Complete Recordings” con 41 temas remasterizados para la ocasión. Posteriormente, en 2004; una nueva ediciónen cd de los Lps “ King of the Delta Blues Singers “ aparece

con una nueva toma alternativa de “Travelling Ri-verside Blues” que eleva a 42 el número de las graba-ciones disponibles. Ha vuelto a ser editado por Sony/Legacy en 2011 con el título “The Robert Johnson Centennial Collection”Al margen de esto, han aparecido en la red (y algo hay editado en cd) unas curiosas versiones reproducidas de tal manera que ralentizan las grabaciones origina-les basándose en la teoría de que fueron grabadas 75 rpm en lugar de las 78 de rigor. Con motivo del centenario se ha puesto a la venta una reproducción en vinilo de los doce singles originales de Vocalion que se acompañan del doble cd “Com-plete Collection” y alguna chuchería más. La broma anda cercana a los 320 euros más gastos de envío. Un caprichito.Por supuesto, las ediciones en otros sellos y en dife-rentes países son múltiples y un listado exhaustivo de todos los discos aburriría a las ovejas. Nos hemos limitado a reseñar aquellas que han tenido una im-portancia en el descubrimiento de la figura de Robert Johnson y en la difusión de su música.

P A C T A N D O C O N E L D I A B L OTributo a Robert Johnson

21 bandas de blues y rock & roll homenajean al bluesman más mítico de todos los tiempos en un disco de versiones editado por Bad Music Blues.

1. Very Pomelo He quedat a les set 2. The Midnight Travellers Come on in my kitchen 3. Songstore If I Had Possession Over Judgement Day 4. Oskar Benash Soy un animal Rodante 5. Booty Hunters Preachin Blues 6. Le Petit Ramon Love in vain 7. Caustic Roll Dave Travelling Riverside Blues 8. El Gran Manell Tengo una mujer tan buena 9. Cobo & Chinaski A las cuatro o más 10. Blas Picón & The Junk Express Kinhearted Woman Blues 11. Edu Manazas & Whiskey Train I Believe I'll Dust My Broom 12. Txus Blues & Jose Bluefingers Polacos ( Sweet Home Chicago). 13. A Contra Blues Come On In My Kitchen. 14. The Big Hollers Terraplene Blues. 15. Cotton Roots They're Red Hot. 16. Blue Heart Crossroads Blues. 17. Big Mama & The Crazy Blues Band Last Fair Deal Gone Down. 18. The Suitcase Brothers Preaching Blues ( Up Jumped The Devil). 19. Amadeu Casas From Four Till Late. 20. Chino & The Big Bet Stop Breakin' Down Blues. 21. Lone Rhino Love In Vain. 22. Jose Luis Pardo & The Mojo Workers Stones In My Passway.

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