MANUAL DE ORIENTACIÓN

Introducción al PROCESO DE REGENERACIÓN

DE DIOS

Copyright © 1994 by Dunklin Memorial Church 3342 SW Hosanah Lane

Okeechobee, Florida 34974

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Publicado por Dunklin Memorial Church 3342 SW Hosanah Lane

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Impreso en los Estados Unidos de América

MANUAL DE ORIENTACIÓN

CONTENIDO

¿DE DONDE VENGO? .. Lección Uno Pág. 3 .. Lección Dos Pág. 11

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ? .. Lección Uno Pág. 20 .. Lección Dos Pág. 25 .. Lección Tres Pág. 33 .. Lección Cuatro Pág. 44

INVENTARIO MORAL DIARIO .. Lección Uno Pág. 51 .. Lección Dos Pág. 59 .. Lección Tres Pág. 68 .. Lección Cuatro Pág. 76

INTRODUCCIÓN AL CONTRATO Pág. 82

NUESTRAS CAPAS DE CEBOLLA Pág. 90

PUNTOS PARA DISCUSIÓN Pág. 97 - 110

¿DE DONDE VENGO?

LECCION UNO

1. ¿De dónde vengo? 2. ¿Por qué estoy aquí? 3. ¿Hacia donde voy?

Estas tres preguntas se refieren al pasado, al presente y al futuro, respectivamente. Muchos de nosotros nos hemos levantado de la cama después de haber pasado una mala noche, y hemos procedido a hacer ese día lo mismo que hicimos la noche anterior. Sabíamos que lo que hicimos nos hizo daño a nosotros mismos y/o a otras personas; pero aún así, decidimos seguir haciéndolo. Muchos de nosotros al iniciar el día también hemos dicho: “No voy a tomar alcohol o a consumir drogas hoy”; pero a pesar de esto, ¿cuántos de nosotros lo hicimos? Primero estudiaremos, ¿De dónde vengo? Esta pregunta no se refiere a una ubicación geográfica, se refiere a nuestro estilo de vida. Tenemos dos grandes problemas: El primero es obvio: Tenemos problemas con las drogas y el alcohol; de lo contrario, no estaríamos en un programa con la esperanza de resolver ese problema. EL PROBLEMA DE LA ADICCION QUIMICA: La persona químicamente adicta es impotente ante las sustancias químicas; repite el mismo hábito adictivo una y otra vez. Depende de los químicos y les permite interferir con su vida. Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos dicen que un adicto es alguien que permite que las drogas y/o el alcohol interfieran con su estilo normal de vida.

Todos sabemos que tenemos un problema con los químicos y todos llegamos al punto en que no pudimos funcionar sin ellos. Lo único que mantiene activo a un alcohólico cuando no está tomando, es la esperanza de que pronto podrá volver a tomar. Aún cuando está sobrio, su atención está puesta en la bebida. La adicción a los químicos afecta todos los aspectos de la vida de una persona. El adicto sostiene que su consumo de alcohol y/o drogas no le hacen daño a nadie, solamente a sí mismo. Este es un argumento bastante desacertado, pues es cierto que los químicos afectan y deterioran todas las áreas de la vida del adicto; lo afectan mental, emocional, espiritual, física, financiera y relacionalmente; pero también afecta otras áreas. Muchos adictos creen en Dios y pueden argumentar que tienen una relación con Él. Obviamente la bebida y las drogas tienen un efecto adverso sobre esa relación. Es imposible beber y usar drogas y a la vez ser fuertes espiritualmente. ¿Nos ayudan el alcohol o las drogas en nuestras relaciones con otros miembros de nuestra familia? Por supuesto que no. ¿Y qué hay de nuestro trabajo? Al emborracharnos la noche anterior, ¿podemos ser más productivos al día siguiente? ¿Podemos dar un 100% de nosotros mismos? ¿Cuántos de nosotros nos contrataríamos a nosotros mismos si fuéramos el jefe de personal? Cada vez que nosotros los alcohólicos o adictos usamos sustancias químicas, ¿vamos al banco y depositamos grandes sumas de dinero? ¿Nos favorece esto financieramente? Y ¿qué hay de nuestra habilidad mental y nuestra estabilidad emocional? ¿Nos afecta físicamente? Eventualmente, la adicción desgasta tanto nuestro cuerpo que algunos de nuestros órganos comienzan a desmejorar. Entre más edad tengamos, más sentimos los efectos de nuestra adicción. UN PROBLEMA DE ESTILO DE VIDA: Junto con la adicción química y por haber permanecido tanto tiempo bajo esta influencia, llegamos a tener otro problema: Nuestro estilo de vida. Muchos de nosotros hemos robado para mantener nuestro hábito, como también hemos mentido por la misma razón. La adicción química ha cambiado por completo nuestra vida. La mayoría de nosotros éramos trabajadores responsables y confiables. Éramos dignos de confianza, pero la adicción química ha afectado nuestra ética de trabajo. Muchos de nosotros éramos buenos esposos y padres antes de nuestra adicción química; pero resulta obvio que nuestro problema químico ha generado un problema con nuestro estilo de vida. De un setenta y cinco a un ochenta por ciento de los hombres encarcelados están ahí porque la adicción química ha afectado su estilo de vida. Ha destruido sus vidas por completo. Lo que llegaron a hacer bajo la influencia de los químicos y lo que hicieron para obtenerlos, los llevó a una celda de 6*9 pies.

Pero si le preguntáramos a esos presos si tienen algún problema con químicos, ellos dirían: “No, yo no tengo ningún problema con drogas”. Muchos de nosotros hemos sido confrontados por algún ser querido, o por un juez, o un oficial de la justicia, y nos han dicho que tenemos un problema con sustancias químicas y que necesitamos recibir ayuda. Pero nuestra respuesta ha sido: “¡Yo no tengo ningún problema, y si lo tuviera, tú serías mi problema!” Todos los que nos rodean pueden ver que tenemos un problema de adicción química y su efecto sobre nuestro estilo de vida, pero cuando alguien nos habla sobre eso, lo negamos. Continuamos usando drogas y bebiendo continuamente, deteriorándonos. CÓMO SE AFECTA NUESTRO ESTILO DE VIDA: En el mundo real tenemos: Compromisos, obligaciones, responsabilidades, relaciones, y también tenemos que rendir cuentas. Cuando comenzamos a tomar alcohol y a usar drogas, aprendemos dos cosas:

1. El alcohol y las drogas siempre funcionan, nunca nos decepcionan. 2. Podemos controlar qué tan bien nos sentimos dependiendo del tamaño de la dosis.

No existe ningún problema o dolor que no se pueda enfrentar a través de las sustancias químicas. No hay nada de lo que no podamos escapar usando químicos. Cuando nos sentimos solos y sin valor, podemos tomar unos cuantos tragos y sentirnos mucho mejor. Cuando tomamos, escapamos de la realidad y entramos a un mundo de fantasía. En este mundo, vemos las cosas como queremos verlas en lugar de como son en realidad. Bajo la influencia de los químicos, nos movemos de la realidad a la fantasía. No tenemos que lidiar con las obligaciones del mundo real. Mientras estamos en nuestro mundo de fantasía, la gente del mundo real puede decirnos que tenemos un problema, pero insistimos en que todo está bien. Afirmamos que los químicos no son el problema; el problema son las personas, los lugares y las cosas, si es que en realidad hay un problema; aún cuando nuestros seres queridos tratan de ayudarnos, los rechazamos. Tarde o temprano, los químicos se acaban, volvemos a estar sobrios y limpios. Al hacer esto, regresamos al mundo real. El problema es que no sabemos cómo vivir o funcionar, cómo cumplir con nuestros compromisos, obligaciones y responsabilidades. Queremos escapar y volver a nuestro mundo de fantasía porque no nos gusta enfrentar la realidad. En nuestro mundo de fantasía inducido por los químicos, no podemos madurar ni mental, ni emocional, ni relacionalmente. Eso se debe a que nunca enfrentamos las

responsabilidades del mundo real. No nos ubicamos en posiciones en las que tengamos que rendir cuentas ni nos desenvolvemos bien en nuestras relaciones. Muchos de nosotros hemos consumido alcohol y drogas a solas porque no queríamos que nadie interfiriera con nuestro mundo de fantasía; también muchas veces alquilamos cuartos de motel durante días para estar solos y así poder tomar y usar drogas. Otro motivo por el cual tenemos que preocuparnos cuando regresamos al mundo real, son todos los problemas que causamos mientras estuvimos en ese mundo de fantasía. Es mucho más fácil simplemente ignorar el mundo real y regresar a nuestra fantasía, a pesar de que esto cambia completamente nuestro estilo de vida. Nuestro mundo de fantasía es producto de nuestra propia creación, Dios no forma parte de él. Perdemos la habilidad de funcionar de la manera como Dios nos diseñó, de relacionarnos con otros y de gozar de una vida normal. Cuando entramos en un programa de rehabilitación, nos enfrentamos con responsabilidades, tenemos que rendir cuentas a otros, y todo esto se da por medio de labores asignadas en el dormitorio, en los baños y en las áreas de trabajo. Todo esto es necesario porque como drogadictos y alcohólicos nunca hemos sido responsables y debemos aprender a serlo. En nuestro mundo de fantasía, podemos cambiar las reglas todos los días; lo que ayer fue malo, hoy puede ser bueno. Simplemente perdemos contacto la realidad. Somos como Rip Van Winkle que durmió durante veinte años; cuando se despertó, no sabía lo que había sucedido a su alrededor. Como él, no sabemos cómo tratar con las circunstancias de la vida. No sabemos cómo ser responsables, confiables y comprometidos. Hemos vivido en una fantasía durante tanto tiempo, que no solo tenemos un problema de adicción química, sino también un problema de estilo de vida. A pesar de que todo ande bien con nuestras finanzas y relaciones, algo falta en nuestras vidas. No somos felices. Podemos tener nuestras finanzas, nuestra familia, nuestro trabajo, todo, pero aún así volvemos a los químicos porque no somos felices. Lo que sucede es que Dios no está en nuestra vida; Él es el elemento ausente. Volvemos para tratar de encontrar el elemento ausente y lo encontramos temporalmente en los químicos. Por eso es que seguimos volviendo, porque sabemos que los químicos hacen que las cosas sean mejores. Siempre podemos encontrar satisfacción temporal, paz y serenidad en los químicos. Lo que comenzó siendo un problema de adicción química, progresó mucho más. Ya no es solo un asunto de ir al bar del barrio o a la guarida de la drogas. Ahora tenemos problemas financieros, legales, de relaciones, porque nuestro estilo de vida ha sido alterado.

Hay dos aspectos de esta condición: 1. La adicción física a los químicos. En realidad, la adicción física es mínima. La desintoxicación es terrible, pero es el resultado del cuerpo sanándose a sí mismo; esto forma parte del proceso de liberarse de la adicción física. Los centros de desintoxicación nos ayudan en este proceso de liberación. Podemos romper con la adicción química miles de veces. Eso tarda de dos a tres días. Después de este período, ya nuestros cuerpos no están físicamente adictos. Siendo ese el caso, ¿por qué entonces un hombre regresa de la fantasía a la realidad, luego da un giro y vuelve a usar drogas y alcohol de nuevo? 2. La razón es que hay una contaminación mental. Los alcohólicos anónimos le llaman el “pensamiento apestoso”. Nos despertamos por la mañana sintiéndonos terrible y juramos que no vamos a consumir ese día; hablamos en serio pues no deseamos que se repita la miseria. Pero cerca de las 2:00 de la tarde, algo cambia: Nuestro cuerpo comienza a sentirse mejor y nuestra mente nos dice que ya estamos bien. Nuestra mente nos dice que esta vez podemos tomar o usar drogas y que los resultados serán diferentes. Sabemos bien cual fue la falla de la noche anterior, por lo tanto, no vamos a repetir ese error. Planeamos comer algo antes de tomar, no bebemos mucho esa noche, en fin, cualquier cosa, pero eso es una locura. Es una locura creer que podemos tomar o usar drogas nuevamente, pero con resultados diferentes. Por lo tanto, nuestros problemas de adicción no son tanto físicos como mentales. Podemos tener buenas intenciones a las 6:30 de la mañana cuando nos sentimos muy mal, pero en el momento en que la molestia física desaparece, nos decimos a nosotros mismos que ahora sí podemos controlar la bebida o la droga. Nos decimos a nosotros mismos que realmente no tenemos ningún problema y que podemos dejarlo en cualquier momento. El problema es que nunca llegamos al estado de desear dejarlo. NEGACIÓN Y PROYECCIÓN: Como resultado de la contaminación mental, hay dos cosas que nos mantienen atados a la adicción: 1. Negación 2. Proyección. Negación es la supresión de la realidad. Cuando alguien nos dice que tenemos un problema con la bebida, le respondemos que está loco. Por tanto, vemos que la negación es un mecanismo de defensa. Proyección es culpar a otras personas, lugares y objetos de nuestro problema.

En Génesis 2 y 3, leemos que Dios creó el jardín del Edén. Luego, creó a Adán y Eva y los puso en el jardín y les dijo que podían comer de cualquier fruta que hubiera en el jardín, excepto la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal. Cuando la serpiente los engañó, comieron de la fruta prohibida. Antes que ellos hicieran esto, no existía el pecado. Dios caminaba en el jardín y tenía una buena relación con ellos; pero en cuanto pecaron, se escondieron de Él. Cuando Dios le preguntó a Adán qué había sucedido, él trató de negar su pecado y responsabilizó a Eva. Dijo que la culpable fue la mujer que Dios le había dado; cuando Dios enfrentó a Eva, ella culpó o proyectó su responsabilidad en la serpiente. En el incidente del jardín vemos el primer caso de negación y proyección. Esto ha sido transmitido a todos nosotros. El problema es que cuando agregamos la negación y la proyección a las drogas y/o alcohol, es como derramar gasolina en el fuego; lo intensifica. Al igual que Adán y Eva; tratamos de protegernos. Si no hubiera negación y proyección dentro de nosotros, mucho tiempo atrás hubiéramos admitido nuestro problema con los químicos. Todos los demás lo sabían y sin nuestro mecanismo de defensa, nosotros también lo hubiéramos sabido. Hemos heredado de parte de Adán y Eva la negación y la proyección. A los niños pequeños no se les tiene que enseñar a negar ni a proyectarse. Si dos niños pequeños están jugando y uno de sus juguetes se rompe, al preguntarles si son responsables por lo sucedido, ellos lo negarán. Si preguntamos quién es responsable, inmediatamente ellos proyectarán la culpa uno hacia el otro. La negación y la proyección están en sus genes y viene de sus tatarabuelos, Adán y Eva. Cuando la gente nos confronta acerca del alcoholismo y la adicción hacia los químicos, estos mecanismos de defensa salen a protegernos. Miramos hacia atrás y vemos soledad, tristeza, y decepción en nuestra vida y recordamos que los químicos fueron lo único en nuestra vida que nunca nos decepcionó en tiempos de necesidad. Los químicos han sido nuestros amigos por años; por lo tanto cuando alguien intenta decirnos que los químicos son realmente nuestros enemigos, no lo aceptamos. Cuando no podíamos depender de otras personas, lo pudimos hacer con los químicos; siempre resultó. Por lo tanto, cuando se nos dice que los químicos son nuestros enemigos, rechazamos aceptar eso como una verdad. Nuestra respuesta es que las drogas son nuestro amigo y que aquellos que están intentando ayudarnos son realmente nuestro enemigo. Realmente hemos llegado a entablar una relación con los químicos. Hemos dependido de ellos para que nos proporcionen algo interno que las personas no pudieron o no nos darán. Ese reconocimiento es lo que provoca la negación y la proyección.

La contaminación mental es la locura de la adicción a las drogas. Cuando estamos atrapados en la adicción, no podemos ver con objetividad. Hemos estado bajo esa influencia durante tanto tiempo que ya vemos las cosas como queremos verlas y no como realmente son. La restauración de la parte física de la adicción es fácil. La contaminación mental es nuestro verdadero problema. Dios debe renovar nuestras mentes para borrar nuestros patrones de pensamiento equivocados pues hemos desarrollado ciertas respuestas y reacciones debido a nuestra adicción. Podemos realmente dejar de tomar y usar drogas, sin embargo, todavía pensamos y actuamos como adictos. Esto es cierto aún cuando no haya químicos dentro de nosotros. Hemos pasado tanto tiempo bajo esa influencia que todavía pensamos como si fuéramos adictos. Hay mucho más en la restauración de la adicción al alcohol y las drogas que simplemente romper con la adicción física. Debemos tratar con la contaminación y dejar que Dios renueve nuestra mente. Luchamos porque creemos que tenemos todas las respuestas, pero eso es tan solo un pensamiento falso de nuestro mundo de fantasía. Se nos hace difícil adaptarnos a la estructura de un programa pues en nuestro mundo fantasioso no hay estructuras, reglas ni obligaciones. Si las hay, las cambiamos para poder hacer lo que deseamos. Todo dentro de nosotros quiere luchar contra la estructura de un programa. Todo alcohólico o drogadicto sabe exactamente lo que tiene que hacer para romper con su adicción. Él no ve la realidad de que haya una estructura o reglas en cuanto a tender su cama o limpiar los baños u otros proyectos de trabajo. La verdad es que hemos hecho lo que hemos querido y eso casi nos lleva a la destrucción. Esa parte de nuestra contaminación mental nos lleva de regreso a la adicción química. La clave es permitirle a Dios que trabaje en nuestras vidas, renueve nuestras mentes y trate con nuestra contaminación mental. Mientras esto pasa, nuestra mente comienza a aclararse y vemos las cosas desde un punto de vista diferente. Hemos “condimentado” nuestras mentes con químicos y esa condición no desaparece de la noche a la mañana. La estructura y la disciplina de un programa nos mantienen alineados. Mientras progresamos en el programa, cada etapa nos permite tener un poco más de libertad de pensamiento y acción; se nos concederá más responsabilidad, hasta que finalmente, ya estemos listos para graduarnos. Somos como sementales salvajes que tienen que ser amarrados, domados y cabalgados a fin de que algo valioso pueda pasar en nuestras vidas. Si permanecemos como sementales salvajes, preferiremos estar en las planicies amplias y abiertas. Pero ese tipo de actitud nos lleva a no lograr nada en la vida, sin relaciones, a que no haya credibilidad. Dios tiene algo diferente en su mente para nosotros y nos ha traído hasta este punto para comenzar el proceso.

Estar sobrios y sin drogas puede ser muy doloroso y puede intimidarnos, debido a los errores que hemos cometido en nuestras vidas. No vemos que haya esperanza para nosotros. Y es verdad, no tenemos esperanza dentro de nosotros mismos. Si el estar sobrios y sin drogas dependiera de nosotros mismos, muy pronto estaríamos muertos. Nuestra esperanza está en el Señor y en nuestra relación con Él. Eso es lo que nos cambia. LECCIÓN UNO… ¿DE DÓNDE VENGO? Ejercicio personal y en grupo (ver página 97)

1. ¿Cómo podemos identificar a alguien adicto a las drogas? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. Mencione tres formas en que el estilo de vida de un adicto se ve afectado. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

3. ¿Cuáles son las dos cosas principales que el adicto aprende acerca de las drogas? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿Cuál es el elemento que falta en la vida de todos los adictos? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. Describa la negación y la proyección. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

¿DE DÓNDE VENGO?

LECCIÓN DOS “¿Quién sufre? ¿Quién se queja? ¿Quién anda en pleitos y lamentos? ¿Quién es herido sin motivo? ¿Quién tiene turbia la mirada? El que no abandona jamás el vino y anda ensayando nuevas bebidas. No te fijes en el vino. ¡Qué rojo se pone y cómo brilla la copa! ¡Con qué suavidad se resbala! Pero al final, es como una serpiente que muerde y causa dolor. Te hará ver cosas extrañas y pensar y decir tonterías: Te hará sentir que estás en alta mar, recostado en el palo de la punta mayor y dirás: Me golpearon y no lo sentí; me azotaron y no me di cuenta; pero en cuanto me despierte iré en busca de más vino.” (Proverbios 23:29-35) Lo que el autor de los proverbios escribió acerca del alcoholismo hace 3.500 años, sigue siendo cierto hoy en día. La negación y la proyección nos causan otro problema más: Separación de Dios. No podemos consumir alcohol o drogas y pretender tener una mejor relación con Dios, pues cuando lo hacemos, nos convertimos en nuestro propio dios. Hacemos lo que queremos, cuando queremos, de la forma en que queremos, sin importarnos nada ni nadie. Esto nos convierte en nuestra propia fuerza superior, nuestro jefe número uno, nuestro propio maestro. Obviamente, no podemos ser nuestro propio dios y aún así tener una relación con Él. Solo puede haber un maestro en nuestra vida y ese será o Dios o nosotros mismos. Entre mayor sea el consumo de drogas y alcohol, más nos apartamos de Dios. No es posible emborracharnos para luego tener un tiempo de silencio y leer la Biblia. No tenemos reuniones de oración ni alabamos y adoramos a Dios. En lugar de eso, nos apartamos de Él y entramos en nuestro mundo de fantasía, un mundo que nos pertenece únicamente a nosotros. Nuestra adicción también nos causa algo que se llama “aislamiento de nuestro propio ser”. Perdemos la habilidad de ver la realidad de nosotros mismos, por lo que violamos

nuestros propios sistemas de valor. Nos avergonzamos a tal punto de que no nos aceptamos a nosotros mismos. Hacemos cosas que nos han enseñado que son malas. A medida que nuestro consumo de drogas y alcohol aumenta, hay una disminución correspondiente en nuestros valores morales. Entre más consumimos, nuestro comportamiento resulta más extraño y nuestros valores morales disminuyen. Esto no nos molesta mucho en nuestro mundo de fantasía, pero cuando volvemos a la realidad y tenemos que mirar quienes somos realmente y las consecuencias de nuestros actos, no queremos nada que tenga que ver con esa persona. Así que volvemos a consumir para hacernos cargo de la vergüenza, la culpa y la condenación que sentimos. Otra característica es el aislamiento de aquellos que son importantes en nuestra vida. De la misma manera como no es posible consumir drogas y alcohol para tener una mejor relación con Dios, también nos aislamos de nuestra familia, esposa, hijos, padres, hermanos y hermanas y aquellos con los que trabajamos. Queremos que nadie se nos acerque ya que no queremos hablar de nuestro problema. No queremos enfrentarlo, escuchar acerca de lo que tenemos que hacer o de aquello que hicimos durante la influencia de los químicos. Nos envolvemos en capas de cebolla para protegernos. Todas las personas están fuera de nuestra piel de cebolla. Les permitimos a algunos conocer solo un poco acerca de nosotros. Nos aislamos y nos alejamos de todos. Cuando estamos recién llegados al programa, recibimos una gran cantidad de votos en el sociograma por no compartir con los demás, pues esta es la manera en la que hemos estado viviendo. No compartimos con aquellos que son importantes en nuestra vida. Si un amigo cercano o miembro de nuestra familia trata de levantar una de las capas de la cebolla, inmediatamente colocamos otro par de capas alrededor de nosotros. Muchas personas tratan de encontrar qué es aquello que está, o no está funcionando bien en nosotros y la manera de ayudarnos. Quieren que compartamos nuestro problema con ellos, para ponerlo sobre la mesa y poder lidiar con él; pero el único momento en el que salimos de nuestras capas de cebolla es cuando queremos algo. Salimos, conseguimos lo que queremos y volvemos a entrar de inmediato. Nos convertimos en unos “tomadores”. No es posible la restauración del alcoholismo y drogadicción ni podemos romper con el aislamiento de nosotros mismos y de Dios al permitirles a las personas que rompan nuestras capas de cebolla. Esta no es la manera de lograrlo. Las capas de cebolla deben caer de adentro hacia afuera y esto es lo que ocurre cuando consideramos seriamente cambiar nuestras vidas y Dios comienza a trabajar en nosotros. Como resultado de esto, nos acercamos a aquellos que son importantes para nosotros. Consideremos una gallina que pone huevos y se sienta sobre ellos. Si golpeamos un huevo y lo rompemos antes que el pollo esté suficientemente maduro, morirá, pues él debe buscar su salida desde adentro. Lo mismo ocurre con los alcohólicos y drogadictos.

Llamamos co-dependencia cuando alguien trata de tirar abajo nuestras capas de cebolla y acercarse. Esta es gente bien intencionada que trata que algo, que solo puede darse desde nuestro interior, ocurra en nosotros. En nuestra relación con Dios también tenemos capas de cebolla, por lo que debemos tomar la iniciativa y salir de ahí dentro. La gente ha arrancado nuestras capas durante los últimos años tratando de acercarse a nosotros, pero no ha funcionado. Debemos salir por nosotros mismos. Dios nos permite acercarnos a otras personas, pero primero debemos acercarnos a Él. Una manera en que podemos medir la relación de una persona con Dios, es por la forma en que se relaciona con personas valiosas en su vida. El grado de apertura y honestidad que tiene y qué tan deseoso está de compartir con otros, indica qué tan cercano está a Dios. Es normal que un adicto se rodee de capas de cebolla. Son nuestras propias capas de cebolla; por lo tanto, nosotros somos los responsables de quitárnoslas. En cuanto desarrollamos nuestra relación con Dios, Él nos habilita para remover esas capas desde nuestro interior. Cuando le permitimos a Dios que trabaje en nuestro interior y llegamos a tener relaciones más cercanas con otras personas, descubriremos algo acerca de nosotros mismos. Dentro de nuestras capas de cebolla, tenemos nuestra propia percepción de qué tan mal estamos; de lo mucho que nos lamentamos. Las capas de cebolla nos han aislado y no le vemos una salida a nuestra situación, no vemos la manera de cambiar lo que le ha pasado a nuestro carácter. Podemos jugar en nuestra mente y preguntarnos: “Si yo fuera Dios y la persona que yo soy viniera a pedirme perdón, ¿lo perdonaría?” Nuestra respuesta sería “No”. El problema con esa actitud es que nosotros no somos Dios y los caminos de Dios no son nuestros caminos. Encontramos que cuando nos acercamos a otras personas, Dios trabaja en nosotros y comienza a hablarnos y a ministrarnos a través de esas relaciones. Lo peor que un alcohólico o drogadicto puede hacer, es estar solo, y podemos estar solos aún en medio de una multitud. Podemos estar en una habitación llena de gente y sin embargo estar sumidos en nosotros mismos; en nuestro mundo de fantasía. El establecer relaciones comienza primero con Dios. Eso cambia nuestra percepción de nuestro verdadero yo; y de ahí en adelante, podemos fortalecer nuestra relación con otros. Como adictos, tenemos una opinión muy baja de nuestra propia estima debido a todas las cosas malas que hemos hecho. Ponemos ese casete en nuestras mentes una y otra vez. Eso es incorrecto pues no nos estamos viendo a nosotros mismos desde el punto de vista de Dios.

Podemos sentir que somos los únicos en haber experimentado esa clase de problemas. Pero cuando ingresamos a un programa de rehabilitación, descubrimos que muchas personas han tenido la misma experiencia. Las características del alcoholismo y drogadicción son parecidas para todas las personas: Negación, proyección, aislamiento de Dios, de nuestro propio ser, aislamiento de quienes amamos. LAS ETAPAS DEL ALCOHOLISMO Y LA DROGADICCION: 1. Etapa social: Nueve de diez personas beben socialmente; ellos pueden tomarse un trago de alcohol sin sentir efectos negativos físicamente. Hacen sus vidas normalmente. El alcohólico no es parte de esas nueve personas, él es la décima persona. Es aquel al que el alcohol le afecta negativamente. Lo mismo sucede con el drogadicto. El adicto es adicto a los químicos, sin importar en qué consiste la droga. Los químicos alteran nuestro humor y nos hacen sentir diferente. Nuestra mente no sabe ni le importa si tomamos las drogas, las inyectamos, las inhalamos o las fumamos; simplemente reacciona al químico sin importar cómo lo introducimos en nuestro organismo. Podemos creer que somos alcohólicos pero no drogadictos o viceversa, pero esta es parte de la fantasía. Muchas de las personas que están en drogas, primero comenzaron tomando. Otras pueden haber usado drogas primero y luego comenzaron a beber. No importa, adicción es adicción, no hay diferencia en las adicciones. No hay una adicción al alcohol y una adicción a las drogas. Nosotros no somos adictos a los químicos, sino al sentimiento que nos produce el químico. Probablemente nunca lleguemos a ser adictos al whisky porque nos guste su sabor, pero ciertamente podemos llegar a serlo por la sensación que el whisky produce. Cada adicto tiene una droga de su preferencia, sin embargo, si no encuentra esa droga, usará lo que esté disponible y que le proporcione la sensación que está buscando. Debemos entender que no es tanto la droga lo que está buscando, sino la sensación que la droga produce. La etapa social también es conocida como la etapa experimental o de recreación. La persona que bebe socialmente tiene control sobre los químicos. Algunos químicos no pueden usarse socialmente, como por ejemplo el crack (la piedra de cocaína). La marihuana o la cocaína en polvo pueden usarse socialmente por un período de tiempo corto, pero siempre conducen a la adicción química. Algunas personas no se hacen adictas al alcohol porque no toman lo suficiente. Algunas personas toman una taza de café al día, algunas personas se toman una botella de cerveza al día. Ellos tienen control de su consumo y no les afecta. Esto no es así para la persona propensa a la adicción química. Como adictos, no podemos tomar un trago, o una inhalada y luego detenernos. En algún momento estuvimos en la etapa social, pero eventualmente descubrimos estar entre el diez por

ciento de aquellos que no pueden usar los químicos socialmente. Aunque pudimos haber empezado en la etapa social, el uso continuo nos condujo a la adicción. Descubrimos que entre más bebíamos o usábamos drogas, más queríamos seguir. 2. Etapa de abuso: Esta es la etapa en la que comenzamos a perder el control. Comenzamos a planear nuestras actividades alrededor de nuestro químico preferido. Si planeamos ir a una actividad en la tarde, nuestra droga preferida debe estar involucrada pues si no, no iremos. Si nuestra droga es el alcohol, no permitiremos que nada interfiera con nuestra bebida. Si planeamos ir a alguna fiesta, pero algo interfiere con esa posibilidad de beber, no permitiremos que eso sea un obstáculo; iremos de igual manera a la fiesta sin importar las consecuencias. Un ejemplo de abuso es cuando comenzamos a beber durante el día. En cuanto hay un momento de descanso en el horario de trabajo, nuestro primer pensamiento es tomar un trago. Nuestras vidas comienzan a centrarse alrededor de los químicos en lugar de en nuestras relaciones. Si somos padres de niños escolares y tenemos que asistir a alguna reunión escolar, deberá esperar, ya que nuestra prioridad está en la bebida. Esta es una indicación de abuso. Todo lo que hacemos está centrado alrededor de los químicos. En este proceso, comenzamos a perder el control y los químicos empiezan a controlarnos. Ellos nos dictan qué hacer y qué no hacer, a dónde ir y a dónde no ir, con quién estar y con quién no. Además, comienzan a tener prioridad sobre nuestras familias y sobre Dios. Comienzan a ser lo más importante en nuestras vidas. 3. Etapa de adicción: En esta etapa hemos perdido el control; los químicos tienen el control sobre nosotros. En la etapa adictiva, podemos determinar cuándo vamos a comenzar a consumir drogas o alcohol, pero no podemos determinar cuándo vamos a parar. A un alcohólico le toma aproximadamente diez años pasar de la etapa social a la adictiva, pero al que usa crack solo le toma diez minutos para convertirse en un adicto. En medio de esta transición, no nos vamos a la cama una noche estando en la etapa social y nos levantamos al día siguiente en la etapa de abuso. Es muy difícil darse cuenta que la transición está ocurriendo; otros lo pueden ver, pero no nosotros. Tampoco podemos identificar el momento exacto en que pasamos del abuso a la adicción. Podemos mirar atrás en nuestra vida introspectivamente y recordar cuando podíamos beber socialmente, mantener un trabajo y llevarnos bien con todo el mundo. Podemos ver donde comenzaron a ponerse mal las cosas y cómo terminaron eventualmente en adicción. Pero en el momento en que esto estaba pasándonos, no pudimos darnos cuenta.

Es como ir a la playa y subirnos a una balsa y alejarnos a diez pies de la playa. Podemos cerrar nuestros ojos y descubrir cinco minutos después que nos hemos alejado de la orilla. No estábamos conscientes del alejamiento pero aún así sucedió, nos alejamos. La adicción química siempre es progresiva. La cuarta etapa siempre es la muerte. Como adictos, siempre tratamos de regresar a la etapa social. Hay una fuerza poderosa dentro de nosotros que sustenta esta fantasía. Se llama recuerdo eufórico. RECUERDO EUFÓRICO: La expresión eufórico indica la “sensación” que recibimos de la adicción química. Estos recuerdos eufóricos se dan cuando recordamos “los buenos tiempos” que nos trajeron los químicos. Nunca pensamos en las veces en que nos pudieron haber matado, o las veces en que nos sentimos enfermos, o las veces que lastimamos a las personas. Solo pensamos en los buenos momentos. Hay miles de buenos momentos en nuestra memoria que podemos atribuir al uso de los químicos. Los recuerdos eufóricos nos convencen de que podemos volver a consumir alcohol o drogas como lo hicimos en un tiempo y recapturar esos buenos momentos, pero debido a que hemos perdido el control y se lo hemos entregado a los químicos, no lo podemos lograr. ¿Qué es lo que nos muestran los comerciales de cerveza en la televisión? No vemos mujeres feas ni borrachos en los caños. Vemos mujeres bonitas, fiestas maravillosas y momentos felices. Nunca vemos hogares destruidos, u hombres que han destruido sus vidas con el alcohol. Obviamente eso no vende cervezas. Los recuerdos de los buenos momentos y las fiestas son los que traen los recuerdos eufóricos. Esto no está presente solo en el alcoholismo o la drogadicción, también lo encontramos en la comida, en el sexo y en todo lo “bueno”. Eso es lo único que vemos y tratamos de regresar a esos buenos momentos, lo cual es imposible, porque nunca podremos volver a la etapa social. Podremos tener períodos de sobriedad, pero cada vez que usamos los químicos volvemos a comenzar en el punto en que habíamos quedado. Muy pronto volvemos a la etapa adictiva en la que estábamos cuando dejamos de beber. No importa qué tan buenas intenciones tengamos, no podemos evitar regresar a la misma etapa adictiva. La adicción química es progresiva solo en una dirección: Hacia abajo. Hay tres cosas que siempre nos encontramos en la adicción química: Drogas, sexo y música. Las tres están entrelazadas. No estamos hablando del sexo marital, sino de adulterio y fornicación. No hablamos de música buena y sana, sino de rock pesado y otro tipo de música relacionada con la cultura de la droga. Siempre encontramos estos tres ingredientes entrelazados.

La exposición constante al sexo y a la música nos lleva de nuevo a las drogas. Si escuchamos la música inapropiada, los recuerdos eufóricos comienzan a dominar nuestros pensamientos y eventualmente nos llevarán de nuevo a usar drogas y alcohol. Los que salen de un programa de rehabilitación y caen de nuevo en la adicción, no caen inmediatamente usando drogas y alcohol. Por lo general, se dejan conducir a la adicción por el camino del sexo ilícito o la música, o ambos. Solo podemos llevar dos estilos de vida. Podemos vivir un estilo de vida de drogas y alcohol, o podemos vivir una vida con Cristo. Cuando caminamos con Dios, si pecamos pero no nos arrepentimos, solo hay un lugar donde encontramos paz y serenidad: En los químicos. Esto quiere decir que si caminamos sin Dios, volveremos a nuestro viejo estilo de vida. Satanás usa el sexo y la música para seducirnos de nuevo hacia nuestra adicción y nos dice que la lujuria es amor. En nuestro antiguo estilo de vida, las fiestas eran nuestra motivación dominante. Esas fiestas incluían drogas, sexo y música. Por esta razón, se hace necesario un cambio radical en nuestro estilo de vida. El solo hecho de estar seis meses en un programa de rehabilitación sin usar químicos, no nos ayudará a lograr un cambio permanente. Cuando dejamos el programa, nuestro problema no será con las drogas o el alcohol, sino con aquellas áreas de nuestra vida que no hemos entregado al Señor. Ahí es donde nos ataca Satanás. El sería un tonto en tratar de tentarnos con drogas o alcohol, pues usar químicos es lo último que quisiéramos hacer. Entonces, en lugar de poner delante de nosotros un trago, se nos acerca por una puerta lateral; se nos acerca con la tentación del sexo y/o la influencia de la música. Uno de los peores enemigos que tenemos cuando salimos del programa es el dinero. El adicto tiene dificultad con la prosperidad. Dios no nos quitará nuestra adicción a los químicos y nos dejará ir felices. Él quiere cada parte de nosotros. No nos dará la libertad de tener todo el sexo que queramos y escuchar cualquier clase de música y vivir de acuerdo a los deseos de nuestra carne. Tenemos que estar totalmente entregados y comprometidos con Dios, o a las drogas y el alcohol. Nuestras vidas serán dirigidas por Dios o por los químicos. Si insistimos en jugar con el fuego que hay detrás de la música rock, nos vamos a quemar. El recuerdo eufórico es parte de la contaminación mental. Es creer que podemos volver a algo que nunca podremos volver. Podemos darle a un perro algo que lo enfermará y él nunca más volverá a comer esa misma comida. Desafortunadamente, nosotros no tenemos el mismo sentido común de un perro callejero. Nosotros volvemos a usar el mismo químico que nos hizo sentir mal. El perro no tiene la contaminación mental que nosotros tenemos, y el recuerdo eufórico es parte de esa contaminación.

Dios tiene que renovar nuestras mentes para mostrarnos lo que es bueno y mejor para nosotros. Él nos muestra lo que es bueno y lo que es malo, lo que nos conduce a la muerte y lo que nos conduce a la vida. Cuando entramos a un almacén en un día caliente, lo primero que vemos es un gran barril lleno de hielo y cervezas. Eso está ahí para activar nuestro recuerdo eufórico. Nunca nos muestran las familias destruidas por el alcohol, solo nos tientan con invitaciones para pasar un buen momento. Nunca podrían vender el producto si no se enfocaran solo en los buenos momentos. En todos los comerciales de televisión, vemos las cuatro facetas del recuerdo eufórico: Dinero, música, sexo y alcohol. El adicto siempre piensa que él es diferente, que puede volver a los buenos tiempos y evitar los momentos negativos, pero está equivocado. En cuanto toma su primer trago o droga, inmediatamente regresa al nivel en que estaba cuando dejó de hacerlo. El problema con el dinero es que igualamos tener dinero con estar bien. Si tenemos el bolsillo lleno de dinero, nos convertimos en nuestro propio dios y podemos hacer lo que queremos. Pero es fácil ser humilde cuando estamos quebrados; el dinero borra la humildad. Ya no sentimos la necesidad de Dios; pero cuando nos alejamos de Dios, entramos al mundo controlado por Satanás y es solo cuestión de tiempo para que volvamos a nuestra adicción. A menos que reevaluemos nuestras vidas y miremos de dónde venimos y cuál es nuestro problema, existe una buena probabilidad de repetir el proceso de adicción. Tarea: Mencione tres áreas de su vida que han sido afectadas por la adicción química. Esas áreas pueden ser: Su relación con Dios, su familia, sus finanzas, su trabajo, su posición en la comunidad, su salud o cualquier otra área. Escriba media página sobre cada área y cómo lo ha afectado. LECCION DÓS… ¿DE DÓNDE VENGO? Ejercicio personal y en grupo (Ver página 98)

1. Describa el aislamiento de sí mismo. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. Explique el concepto de envolvernos a nosotros mismos en capas de cebolla. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

3. Describa la etapa social. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. Describa la etapa de abuso. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. Describa la etapa adictiva. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

6. Describa los recuerdos eufóricos. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

7. Cuando dejamos el programa de rehabilitación, ¿qué es lo que causará nuestro mayor problema?

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¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?

LECCIÓN UNO

La adicción química no se mide por galones o gramos, sino por lo que le hace a las relaciones. Todo adicto a los químicos debe declarar honestamente que éstos le causaron problemas en sus relaciones. Sin importar qué tan poco o qué tanto bebemos o usamos drogas, la adicción causa problemas en las relaciones más importantes de nuestras vidas. Las personas que más lastimamos a través de nuestra adicción, son aquellas que más amamos. No solo tenemos un problema de adicción, nuestro estilo de vida también se ha visto afectado y esto se refleja en la forma en que nos relacionamos con otros y con nosotros mismos. Los químicos cambian nuestra actitud. En lugar de amar a las personas y de utilizar las cosas, usamos a las personas y amamos las cosas. Usamos a aquellos con quienes nos relacionamos a fin de obtener las cosas que queremos. Esto es típico de todos los adictos y alcohólicos. El alcoholismo y la drogadicción producen egoísmo. Nuestro “yo” se convierte en lo más importante. En el proceso, nos convertimos en nuestro propio dios; eso significa que nos convertimos en lo más importante del universo para nosotros mismos y hacemos lo que se requiera para satisfacernos, sin importar lo que eso causa a nuestra relación con Dios, nuestro Creador, o con nuestras familias y nuestros trabajos. Nada en absoluto se interpone en el camino de las drogas y el alcohol. Nos convertimos en “tomadores” que consiguen lo que desean, cuando lo desean. Dejamos de dar, y tomamos, primero que nada, de la gente que más amamos, los más cercanos a nosotros.

¿Por qué continuamos usando alcohol y drogas si conocemos todos los problemas que nos causarán? ¿Cuál es la motivación? La respuesta está en nuestra contaminación mental. Hay dos razones por las cuales un hombre vuelve a tomar alcohol y usar drogas después de terminar el programa de rehabilitación: 1. El recuerdo eufórico de aquellos “buenos momentos”. Nos engañamos a nosotros mismos creyendo que podemos volver a los químicos y que todo será diferente puesto que hemos aprendido a controlarlos. La música, el dinero y el sexo nos llevan de vuelta a la misma escena en donde estábamos. Esta es la razón principal por la que regresamos al uso de los químicos. Tendemos a recaer en nuestra adicción durante el primer año de sobriedad. Creemos que el tiempo nos ha sanado. Después de un tiempo de sobriedad, creemos que tenemos el alcohol y las drogas bajo control y que podemos regresar a usar drogas y alcohol como antes acostumbrábamos sin las mismas consecuencias. Espiritualmente, nuestro enfoque no está en el Señor sino en nosotros mismos; comenzamos a enfocarnos en lo que deseamos. El recuerdo eufórico es muy poderoso; los medios publicitarios lo usan para ventaja de sus clientes. Siempre muestran los buenos momentos. Nunca muestran al niño que ha perdido a su padre en un accidente, mientras conducía bajo la influencia de los químicos. Dios renueva nuestras mentes y nos deja ver esto claramente, a fin de que podamos discernir el recuerdo eufórico cuento este emerja. La música es un instrumento para atraer el recuerdo eufórico a la superficie, porque todos los buenos momentos que tuvimos mientras bebíamos y usábamos drogas, fueron acompañados de música, fiestas y sexo. Cuando dejamos el programa y regresamos al trabajo, eventualmente nos encontramos con los bolsillos llenos de dinero y con alguien deseoso de satisfacer nuestros deseos sexuales. No estamos interesados en tomar o usar drogas, pero deseamos la relación sexual. Eso nos conduce a fiestas en donde podemos escuchar música relacionada con la cultura de las drogas; en corto tiempo nos encontramos de nuevo donde empezamos. No pudimos haber sido atraídos ahí por la disponibilidad de drogas, porque no teníamos el deseo de usar drogas, entonces Satanás usó otro método. Nos golpeó en nuestra área más vulnerable, el sexo y la música. Cuando tenemos dinero en nuestros bolsillos, nuestra actitud cambia. Durante la caída de la bolsa de valores de 1929, el valor del dólar se desplomó y la gente se tiraba por las ventanas para suicidarse. Le damos un valor muy grande al dinero; la gente se mata por no poder acumular lo suficiente. Cuando el adicto tiene suficiente dinero, cree estar bien y funcionando normalmente.

El dinero nos hace sentir que ya no tenemos que depender de nadie más. Somos autosuficientes; por lo tanto, podemos hacernos cargo de nosotros mismos en todas las áreas de nuestra vida. Pero esto es un engaño. Un ejemplo es cuando un adicto se despierta en la mañana después de una noche de drogas y alcohol. Se siente muy mal y lleno de remordimiento acerca de lo que está haciendo con su vida. Pero si abre una gaveta y encuentra algo de dinero, su actitud cambia inmediatamente. No puede esperar para tomar el dinero y convertirlo en su químico preferido. Se olvida de todos sus remordimientos. Otro ejemplo: Un adicto puede perder su relación con su esposa debido a su abuso de los químicos. Él jura que si logra recuperar esa relación, no volverá a tomar o a usar drogas jamás. Recupera a su esposa, pero otra vez vuelve a los químicos. ¿Por qué? Realmente cree que tiene todo bajo control. Las cosas vuelven a la normalidad, así que puede continuar haciendo lo que acostumbraba. Otra vez tiene consigo a su esposa, sus hijos, su trabajo y algo de dinero. Esto le hace creer que puede consumir algo de alcohol y drogas sin perderlo todo de nuevo. El sabe donde fue que cometió el error y no volverá a cometerlo nuevamente, pero desafortunadamente vuelve al mismo lugar en su adicción. 2. La otra razón por la que volvemos a consumir drogas y alcohol es porque no le permitimos al Señor tratar con las heridas emocionales y el dolor que tenemos. Cuando creemos haber llegado al punto sin regreso, nos damos por vencidos. El dolor que sentimos por dentro, causado por lo que hemos perdido y lo que nos hemos hecho a nosotros mismos y a los demás, nos trae condenación, vergüenza y culpa. Solo hay dos formas de tratar las heridas emocionales y el dolor. Podemos traerlos delante del Señor y dejar que Él nos sane, o nos podemos medicar con los químicos. El alcohol y las drogas se encargan de la vergüenza, la falta de valor y la baja estima por algún tiempo. Algunos de nosotros hemos hecho cosas que no podemos perdonarnos. No importa lo que hagamos, hay cosas que hemos hecho de las que no podemos escapar. Por ejemplo, podemos manejar la muerte de una esposa más fácilmente de lo que podemos manejar el divorcio. Esto es porque no hemos causado la muerte, pero sí hemos causado el divorcio y la culpa está ahí presente. La muerte es una parte de la vida que no podemos cambiar, podemos sufrir durante un tiempo, pero no sentimos culpa o vergüenza por ello. Por otra parte, podemos mantenernos medicados con químicos durante años por la culpa y la vergüenza de causar un divorcio. Aún amamos a nuestra esposa, pero no podemos dejar de beber o usar drogas. Dios puede sanarnos de ese problema. La Biblia nos dice que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda nuestra maldad. El problema no es que Dios no nos perdone por lo que hemos hecho mal; el problema es que no recibimos el perdón de Dios y no nos podemos perdonar a nosotros mismos.

Los alcohólicos y adictos a las drogas son egoístas, por lo que nos ponemos a nosotros mismos por encima de Dios en el área del perdón. Dios nos perdona, pero nos negamos a perdonarnos a nosotros mismos. Continuamos castigándonos por las cosas malas que hemos hecho. El dolor es real porque la ofensa fue verdadera, y la forma que escogemos tratar con el dolor es a través de la medicación. Hemos tratado el dolor de esta manera durante años, hasta que se convierte en un estilo de vida. Siempre nos ha funcionado bien, por lo que nos resistimos a intentar otras opciones. Sabemos que no importa que tan mal nos sintamos, podremos sentirnos mejor porque las drogas y el alcohol siempre funcionan. No importa qué tan grande pueda ser el problema emocional, podemos tratar con él a través de los químicos. Podríamos tener que ingerir más químicos de lo normal para una situación en particular, pero cualquier herida o dolor puede ser anestesiada con los químicos. La vergüenza, la culpa, la condenación y la falta de valoración pueden ser temporalmente anestesiadas con químicos. Como adictos, basamos nuestras vidas en nuestros sentimientos, pero estos sentimientos nos pueden conducir por el camino equivocado. Si queremos superar la adicción, debemos lograrlo por fe, no por los sentimientos. Nuestras vidas son disfuncionales porque hemos vivido de acuerdo a nuestros sentimientos. Si no nos sentíamos bien, tomábamos algo para sentirnos mejor. La sociedad de hoy en día es una sociedad orientada hacia los sentimientos. Fíjese en los comerciales de analgésicos, hay analgésicos para cualquier dolor imaginable. Esto se debe a que no queremos sentir dolor. Vivimos en una sociedad centrada en sí misma, egoísta. También basamos lo que es correcto e incorrecto dependiendo de cómo nos sintamos. Pero solo porque nos sintamos de determinada manera acerca de algo, no quiere decir que estemos en lo correcto. Tenemos un nivel de tolerancia muy bajo hacia el dolor, ya sea físico o emocional. En cualquier momento en que anticipemos que habrá dolor, inmediatamente usamos nuestros químicos para evitarlo. LECCIÓN 1… ¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ? Ejercicio personal y en grupo (Ver página 100) 1. ¿Cómo se mide realmente el grado de adicción química? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. ¿Quién o qué es lo más importante para un adicto? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 3. Nombre las dos razones por las que alguien vuelve a los químicos después de dejar un

programa. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 4. Explique el recuerdo eufórico. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 5. ¿Cuál es la razón principal por la que la vida de un adicto es disfuncional? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?

LECCIÓN DOS

Nosotros tenemos un problema en casi todas las áreas de nuestra vida; sea física, mental, emocional, financiera, espiritual, relacional y vocacional. Nuestra adicción ha afectado cada área. No ingresamos a un programa de rehabilitación porque las cosas estaban tan bien que simplemente no pudimos soportarlo. Entramos porque nuestras vidas están desordenadas. Hemos llegado a un punto en que no podemos vivir en la sociedad sin químicos. Necesitamos un programa que nos ayude a escapar de esta condición que tiene tanto dominio sobre nuestras vidas. Uno de los primeros pasos en la restauración es la sobriedad. Pero se requiere mucho más para la restauración que simplemente estar sobrios y libres de drogas. Muchos de nosotros hemos experimentado la sobriedad, pero esto no nos gustó. Había algo que hacía falta por dentro o tal vez una herida o dolor que persistía. Estar sobrio puede ser doloroso, porque no podemos escapar de lo que queremos evitar a través del uso de químicos. Cuando estuvimos sobrios, recuerdos negativos inundaron nuestra mente acerca de cosas que hicimos bajo la influencia de químicos. Nuestra costumbre ha sido escapar de esta miseria, utilizando químicos que alteran la mente. Podemos recordar ocasiones antes de llegar a las etapas crónicas o fatales del alcoholismo, cuando estuvimos sobrios y todo parecía estar bien financieramente, vocacionalmente y en otras áreas de nuestra vida. Pero aún así no estábamos satisfechos. No importaba qué tan bien estuvieran las cosas, no había satisfacción. Si echamos una mirada honesta a esta condición, vemos que lo que nos falta es una relación con Dios. Nada más puede llenar el vacío que ha sido puesto en nosotros por

Dios. El dinero satisface temporalmente, los químicos satisfacen temporalmente y una amistad cercana satisface temporalmente. Pero estos son temporales y el vacío es eterno. Las cosas temporales no pueden llenar el vacío que solo Dios puede llenar. Dios tiene su mano sobre nosotros. Buscamos algo para llenar ese vacío, pero nada puede llenar el vacío que ha sido puesto en nosotros por Dios. Ese vacío debe ser llenado por el Espíritu de Dios y nada más. Prácticamente en cualquier ciudad, alrededor de los edificios, podemos encontrar personas tiradas en las calles, inconscientes. Estas son personas que nunca han encontrado un propósito para sus vidas. Nunca han podido sobreponerse a las heridas y al dolor dentro de ellos. Viven solo para anestesiar su dolor. Ya no toman para sentirse mejor, sino para lograr perder el conocimiento. Las cosas temporales han sido insuficientes para llenarles el vacío en sus vidas. No importa qué tan bueno sea el trabajo que tenemos, o qué tan bella sea nuestra novia o esposa, o qué tanto dinero tenemos, aún habrá algo que hace falta y ese algo es Dios. Dios es nuestro creador. Él ha puesto un vacío dentro de nosotros que solamente puede ser llenado por Él mismo. Toda nuestra vida hemos tratado de llenar ese vacío especial. Las personas que tienen otros impulsos diferentes al alcohol o las drogas, tienen el mismo problema. Buscan algo para llenar el vacío. Algunos tratan de llenarlo con el trabajo, otros con comida, otros con sexo y otros con entretenimiento. Un impulso muy grande hoy en día es el entretenimiento a través de los deportes en la televisión. Nos emocionamos con los deportes, pero aún así, algo falta en nuestras vidas. El dinero puede llenar el vacío temporalmente, pero aún con dinero, algo falta. Por eso, el adicto continuamente vuelve a los químicos en un intento de llenar ese vacío. Muchos adictos tienen todo lo que necesitan; una buena familia, un buen trabajo, una linda casa, pero aún no se sienten satisfechos. A pesar de tenerlo todo, su vida está vacía porque Dios no está en ella. Desafortunadamente buscan llenar ese vacío con cualquier cosa imaginable, menos con Dios. Con esto en mente, llegamos al punto de ingresar al programa. Hay tres diferentes tipos de tratamiento. Los tres son válidos y también necesarios. 1. PROGRAMA DE DESINTOXICACIÓN: Este es un programa que trata con nuestra condición física. La desintoxicación dura de cinco a siete días. Los temblores por delirios son muy serios para los alcohólicos. Un programa de desintoxicación monitorea al alcohólico en su proceso de dejar los químicos.

Muchos adictos al crack sufren ataques cardíacos. Ellos necesitan la atención médica que les brinda un centro de desintoxicación. El centro usa mucha vitamina B-12, descanso en cama, y en algunos casos, valium o librium durante el tiempo de la desintoxicación. El centro de desintoxicación es muy útil para este propósito, pero no nos cura de nuestra adicción. Podemos salir de un centro de desintoxicación e ir directamente hacia los químicos, pues nos sentimos bien y saludables, y estamos convencidos de que esta vez sí podemos hacer las cosas bien. El programa de desintoxicación no puede sanar nuestra contaminación mental. 2. PROGRAMA DE REHABILITACIÓN: Estos programas duran entre veintiocho y cuarenta y dos días. Este es un programa psicológico que trata con nuestra alma, que consiste en nuestra mente, voluntad y emociones. La palabra “psico” significa alma. La palabra “logía” significa estudio. Por lo tanto, psicológico significa el estudio de nuestra alma. En la mayoría de programas de rehabilitación, estudiamos nuestra alma en un intento de entender por qué hacemos las cosas que hacemos. Este tipo de programa también es importante. Puede producir sobriedad, pero necesitamos ir más allá que solo estudiar nuestra alma. Podemos estudiar nuestra alma y nunca llegar a una solución a nuestro problema. Necesitamos aprender por qué hacemos lo que hacemos, pero también necesitamos encontrar una solución a ese problema. Uno de los problemas con un programa de rehabilitación es el límite de tiempo. Un adicto o alcohólico necesita de treinta a cuarenta y dos días para simplemente aclarar su cabeza. Una vez la mente ha sido desintoxicada, se requieren de treinta a cuarenta y dos días adicionales para aclarar el proceso de pensamiento. El programa es bueno, pero simplemente no es suficiente para hacer un trabajo completo. 3. PROGRAMA DE REGENERACIÓN: Este programa dura el tiempo suficiente y trata con nuestro espíritu, ya sea que queramos reconocerlo o no. La Biblia nos dice que Dios creó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un alma viviente. El nos sopló nuestro espíritu, pues nuestra vida está en nuestro espíritu. Esa es nuestra parte eterna. Somos seres espirituales, lo creamos o no. Cuando morimos, nuestra carne regresa al polvo, pero nuestro espíritu sigue hacia la eternidad. Primeramente, necesitamos mirar el aspecto espiritual. Un programa de regeneración también trata con el alma. Necesitamos ver en qué afectó nuestra vida lo que hicimos y necesitamos saber lo que Dios ha logrado en nuestras vidas. La regeneración significa “ser hechos de nuevo”. La rehabilitación significa “volver a nuestro estado anterior”. Nosotros no necesitamos volver a lo que éramos antes de empezar a beber y/o drogarnos. Eso fue lo que nos condujo a consumir. Necesitamos ser hecho nuevos.

El Espíritu de Dios nos regenera. El Espíritu Santo de Dios es el único que nos puede hacer nuevas criaturas. Esto es algo que hemos estado buscando, pero que en realidad no creímos que fuera posible. La parte del programa de regeneración de las drogas y el alcohol tarda un mínimo de seis meses, pero nuestro programa personal dura toda la vida. El programa de regeneración de Dios no está limitado solamente al abuso de los químicos, sino que es un programa que continúa para siempre. Dios cambia nuestro estilo de vida, luego lo sigue mejorando año tras año. Él trabaja en nosotros con una base diaria para transformarnos en la persona que quiere que seamos. Ninguno de nosotros será perfecto hasta que nos encontremos con Jesús en el cielo. Mientras tanto, Él hace su trabajo de regeneración en nosotros diariamente, cambiando constantemente nuestras vidas y nuestro estilo de vida. Cada uno de nosotros tiene un lugar en el cielo, pero aún no estamos listos para eso, así que Dios primero tiene que trabajar algunas cosas en nosotros. Imagínese el cielo como un rompecabezas, y hay un lugar en ese rompecabezas donde nosotros encajamos perfectamente. En este momento nuestra forma no cabrá en ese rompecabezas de Dios, por lo tanto, El tiene que moldearnos en la forma apropiada. Esto requiere sacar algunas de las áreas negativas de nuestra personalidad; Él sustituye la basura con santidad espiritual. Hay mucho trabajo que hay que hacer en nosotros y Dios usa nuestro tiempo en la tierra para lograr ese trabajo. Podemos ingresar a un programa de regeneración y pasar seis meses bajo cambios drásticos, pero eso no significa que Dios ya terminó con nosotros. El programa es solo un punto de arranque, no el punto final. Uno de los problemas con los programas de rehabilitación y los grupos de apoyo es que perdemos el rastro de nuestro objetivo y propósito. La mayoría de los programas nos dicen que nuestro objetivo es la sobriedad. Eso no es cierto. La sobriedad es parte de la restauración, pero si hacemos del estar sobrios y sin droga nuestro propósito, cuando estemos sobrios y sin drogas, sentiremos que ya hemos llegado a nuestra meta. Nuestro enfoque está en el lugar equivocado. Nosotros nacimos sobrios, sin drogas, pero no hemos alcanzado nada, así que estar sobrios y libres de drogas no necesariamente nos lleva a algún lugar. No cruzamos una línea de meta cuando estamos sobrios, simplemente comenzamos nuestra carrera. Hemos apenas alcanzado la etapa de estar listos para comenzar. Una vez graduados de un programa de regeneración, estamos listos para comenzar una vida de normalidad. Estamos equipados para funcionar como un esposo y un padre normal, pero aún no hemos empezado a funcionar, apenas estamos listos para comenzar. En este punto, todavía no hemos alcanzado nada, todo está por delante de nosotros.

Si lo único que deseamos de la vida es alcanzar la sobriedad y ser libres de las drogas, entonces no tenemos mucho por qué vivir. Dios tiene algo para nosotros y quiere tratar con nuestra dependencia química para prepararnos para lo que Él tiene en mente. Él tiene un plan para cada uno de nosotros tanto aquí en la tierra como en el cielo y es mucho más que la sobriedad y ser libre de drogas. Dios simplemente nos ha traído a la línea de partida, para comenzar la carrera que Él ha diseñado para nosotros. Cuando entramos a un programa de regeneración, nuestro enfoque está en la sobriedad y ser libre de drogas. Nos concentramos en la sustancia química que nos trajo al programa. Luego tenemos pensamientos como “¿cómo me mantendré sobrio cuando salga de este programa?” Muchas otras preguntas e inquietudes nos pasan por la mente. Eso es normal. Pero llegará el día cuando ya no pensaremos en el alcohol y las drogas, sino que vamos a pensar más en el Señor. Él cambiará nuestro enfoque. Nosotros no nos enfocamos en el alcohol y las drogas porque queremos ingerirlas, sino porque no queremos dejar de usarlos. No importa cuál sea el motivo, nuestro enfoque todavía está en los químicos y eso tiene que cambiar. Cuando nos enfocamos en los químicos, ya sea positiva o negativamente, eso nos consume. Mientras estamos enfocados en los químicos, no podemos estar enfocados en Dios Es como conducir un vehículo hacia adelante y fijar la vista solamente en el retrovisor. No pasaría mucho tiempo para tener un accidente. Sucede igual con los químicos. Si nos concentramos en nuestro comportamiento del pasado en cuanto a las drogas y el alcohol, si tratamos de asegurarnos constantemente de que nuestros viejos hábitos no nos alcancen, no pasará mucho tiempo para que choquemos de frente y los químicos nos alcancen. Pero mientras crecemos en nuestra relación con el Señor, los químicos vienen a ser algo del pasado. Ya no ocuparán más la totalidad de nuestro enfoque. Cuando nuestra relación personal con Dios comienza a dominar nuestro enfoque, el control que los químicos tenían sobre nosotros comienza a disminuir. La única razón por la cual tendríamos que referirnos a los químicos, será para enseñarles a otros el camino hacia la libertad. Es bueno tener un respeto saludable al poder del alcohol y las drogas. Eso significa que no vamos a ponernos en una posición para ser tentados, porque sabemos lo que nos puede ocurrir. También reconocemos que no necesitamos los químicos para vivir. Ahora tenemos una manera más poderosa para tratar con las situaciones y las circunstancias que enfrentamos. Si vamos a estar enfocados en los químicos mientras pasamos por un programa de regeneración, será mejor descontinuar el programa. Si nuestro enfoque está en la sobriedad y ser libre de las drogas, es porque todavía estamos enfocados en las drogas y el alcohol y será un asunto de tiempo para recaer en las mismas condiciones de la adicción.

Un programa de regeneración nos lleva más allá de la adicción química. Dios tiene mucho más para nosotros que la sobriedad y ser libre de las drogas. La falla en muchos de los grupos de apoyo y grupos de auto-ayuda, es que nunca se desvían del tema de la adicción. Algunas personas han sido miembros de un grupo de apoyo entre quince y veinte años y lo único que hablan es de su adicción; eso significa que todavía están enfocados en los químicos. Nuestra necesidad es de tratar con el problema mientras estamos en el programa de regeneración y permitir que Dios nos lleve a otra dimensión. Debemos permitir que Él nos lleve a un ministerio donde nuestro enfoque sea la restauración de otros. Un programa de regeneración trata con el hombre interior y un programa de rehabilitación trata principalmente con las modificaciones del hombre exterior. Existe una gran diferencia entre ambos. Necesitamos tener un concepto correcto y claro de esta área en particular antes que el programa nos pueda ayudar. El mejor programa del mundo no nos ayudará si no trabajamos en él. Lo contrario sería, que aún el peor programa del mundo nos ayudaría si trabajamos en él. Tenemos un mal concepto sobre los programas; creemos que la solución está en asistir a un programa. Algunos hemos dicho: “Yo asistí a un programa pero no me ayudaron”. Lo que realmente estamos diciendo es que estamos buscando a alguien quien nos arregle. Asistir a un programa no va a producir cambios en nosotros, los cambios ocurren cuando trabajamos en el programa. Esa es la diferencia. Nosotros podemos asistir a un programa y adquirir mucha información, pero también pudiéramos ir a la biblioteca a conseguir mucho más información sobre la adicción química. La información no va a curar ni sanarnos, tampoco nos va a ayudar a vencer nuestra adicción química. Si la información fuera capaz de sanar nuestra enfermedad, simplemente podríamos llevar un libro a casa, leerlo y sería suficiente. Cuando entramos en un programa, muchos de nosotros buscamos información para aplicar a nuestros problemas. Buscamos por la solución inmediata. La verdad es que podemos empaparnos de información por seis meses y no experimentar ningún cambio. Mas sin embargo, cuando trabajamos en el programa, nos abrimos a una formación de vida. La formación de vida y la información son tan diferentes como el día y la noche. La formación de vida permite que Dios use la información para traer cambios a nuestra vida. Los cambios ocurren cuando Dios trata con nosotros. Necesitamos entender que el mejor programa del mundo no nos va a cambiar. Asistir a un programa no va a cambiar a un alcohólico o drogadicto. Solo cuando trabajamos en el programa puede haber cambios. Los cambios tienen que ocurrir internamente y esto no

ocurre derramando información por nuestros oídos. El Espíritu de Dios que está en nosotros, hará los cambios. Dios nos dio la vida y es Él quien nos ayudará a vencer nuestra adicción a través de la formación de la vida. Necesitamos la soberanía de Dios en nuestra vida para poder vencer el alcoholismo y drogadicción. Ninguna cantidad de información tiene este tipo de poder. Cuando asistimos a un programa, podemos sentir que es la responsabilidad de los líderes curarnos de nuestra adicción. Probablemente llegamos a creer que era la responsabilidad de los maestros enseñarnos cuando asistimos a la escuela. Cuando asistimos a la iglesia, sentimos que es la responsabilidad del predicador madurarnos espiritualmente. Sentimos que es la responsabilidad de nuestra esposa producir un buen matrimonio. Creemos que la responsabilidad está fuera de nosotros. Buscamos que la gente nos arregle y corrija nuestra vida. Pero la verdad es que no hemos trabajado el programa de la vida, hemos puesto la esperanza en que otros hagan el cambio en nosotros, o que nos den un mejor trabajo o que nos paguen más de lo que nos merecemos. Ha llegado el tiempo de cambiar esa actitud. Es tiempo de dejar de asistir a un programa y empezar a trabajarlo. Para tener una relación con Dios, necesitamos hacer mucho más que asistir a las reuniones de la iglesia o a un programa. Necesitamos trabajar nuestra relación con Dios pasando más tiempo con Él. Necesitamos sentarnos con Dios y escucharle cuando nos hable. Para tener una relación se necesita comunicación; no podemos sentarnos con alguien en silencio y esperar que se desarrolle la relación. Eso requiere tiempo y energía. Tenemos que despojarnos de esa actitud, de que el mundo nos debe algo. Mi responsabilidad no es de otro, sino mía. TAREA: Prepare una lista de todos los programas a los que ha asistido. Puede incluir una escuela, programa de rehabilitación, matrimonio, trabajos. Escriba si asistió o trabajó estos programas y por qué. Queremos ver cuanta responsabilidad hemos puesto en manos ajenas. ¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN DOS Ejercicio personal y en grupo (Ver página 101)

1. ¿Cuál es el factor ausente en la vida de cada adicto? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. Explique un programa de desintoxicación

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3. Explique un programa de rehabilitación. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. Explique un programa de regeneración ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. ¿Cuánto tiempo dura un programa de regeneración? Explique. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

6. Explique la diferencia entre formación de vida e información. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?

LECCIÓN TRES Existe una diferencia entre asistir y trabajar un programa. También hay distintas etapas en un programa. Primeramente necesitamos entender que no podemos hacer responsables a otros de nuestra restauración. Hasta ahora, ese tipo de proyección ha sido parte de nuestra personalidad, pero cuando se trata de restauración, esa actitud no funciona. HAY SEIS ETAPAS PARA TRABAJAR NUESTRA RESTAURACIÓN EN UN PROGRAMA: La sexta etapa es la rebeldía. Una expresión de la rebeldía es cuando hacemos lo que queremos sin tener en cuenta a Dios, o a nuestros seres queridos, las autoridades legales o ninguna otra persona que no sea “yo”. Mientras leemos la Biblia, nos damos cuenta de que la rebeldía fue lo que causó la caída de Lucifer. Muchos de nosotros hemos vivido en un estado de rebeldía por largo tiempo. Nuestra rebeldía no fue causada por el alcoholismo o la drogadicción. La rebeldía pudo haber sido la raíz de nuestra adicción. La rebeldía dice: “Yo soy mi propio dios. Hago lo que quiero sin importar Dios o mi cónyuge o cualquier otra persona.” La gente trata de hablarnos cuando estamos en ese estado de rebeldía; tratan de señalarnos que tenemos un problema, pero usualmente les respondemos que ellos son nuestro problema. Mientras pasa el tiempo, pasamos a la quinta etapa. La etapa de reconocimiento. Eventualmente llegamos al reconocimiento de que sí tenemos un problema. Pasamos más tiempo encarcelados que en libertad. Siempre andamos sin dinero. Se están deteriorando nuestras relaciones con los demás. Desarrollamos problemas de salud. Finalmente, llegamos al reconocimiento que las cosas no están como deberían estar.

Identificamos las etapas de rebeldía y reconocimiento como nuestro “programa de las calles”. Ocurren fuera de un centro de restauración. Toman lugar en las calles de nuestro vecindario. Siguen desarrollándose situaciones, circunstancias y eventos en nuestra vida, hasta que reconozcamos que tenemos un problema. No hay un límite de tiempo en estas dos etapas. La transición de la rebeldía hacia el reconocimiento puede durar hasta veinte años. Usualmente, necesitamos experimentar una crisis en la vida para poder abrir nuestros ojos. Cuando reconocemos que tenemos un problema y el efecto que nos causó, entramos en la cuarta etapa, la etapa de admisión. Después de chocar con una pared de concreto una y otra vez, llegamos a la conclusión que existe una pared y admitimos que es un obstáculo. Es igual con nuestra adicción. Después de golpearnos a nosotros mismos y haber pasado tanto tiempo encarcelados, o haber perdido tantas relaciones, finalmente reconocemos que tenemos un problema y admitimos que los químicos han causado frustraciones en nuestras vidas. Cuando alcanzamos la etapa de admisión, entonces estamos listos para entrar a un programa de restauración. En este punto, dejamos nuestro “programa de la calle” y entramos al “programa de regeneración”. La etapa de admisión es necesaria antes de considerar nuestra rehabilitación. La admisión es la primera etapa en la restauración. Después de la admisión, la tercera etapa es el conformismo. En un programa de rehabilitación, hacemos exactamente lo que se nos diga. Cumplir quiere decir obedecer. Si hemos asistido a otros programas, usualmente no hemos pasado más allá del conformismo. Hacíamos el mínimo esfuerzo. Probablemente esta fue nuestra costumbre durante nuestros años escolares. Hicimos el mínimo esfuerzo para pasar con nuestros estudios. Faltábamos lo más posible a las clases sin salir mal en los estudios. Cumplíamos solamente con los reglamentos. Pudimos haber sentido en ese tiempo que estábamos derrotando el sistema. Pero cuando miramos atrás, nos damos cuenta que los perdedores fuimos nosotros. Si tomamos la misma actitud en un programa de regeneración, esa actitud nos va a llevar a la muerte. Actuando como se nos ordena en un programa, no nos va a sanar del alcoholismo o la drogadicción. Ni los reglamentos, ni las directrices, son suficientes para prepararnos para la salida. El conformismo es hacer el mínimo esfuerzo para completar el programa. Es importante cumplir el programa, pero también tenemos que permitir que Dios haga un cambio permanente en nosotros y rompa las ataduras de los químicos. Podemos cumplir, pero no cambiar. Podemos estar en la clase y repetir todas las palabras correctas sin que haya ningún cambio interno.

Podemos actuar religiosa o espiritualmente; ponernos una máscara; hacer todos los oficios y tareas; podemos trabajar fuertemente, pero a menos que Dios trabaje en nosotros, solamente alcanzaremos lo básico del programa y nada más. Un programa estructural no va a funcionar en la calle. El único programa que puede trabajar en las calles es nuestro propio programa. Podemos utilizar algunos instrumentos del programa estructural, pero solamente podemos tener éxito en las calles cuando tenemos una relación con Dios. En el programa estructural, necesitamos tener solamente treinta minutos de tiempo de silencio cada día. Puede ser que cuando salgamos del programa, esos treinta minutos no sean suficientes. Puede que tengamos que hacer una hora de tiempo de silencio cada día. Si tomamos la actitud de que afuera no necesitamos hacer más de lo que hacíamos dentro del programa estructural, puede ser que fracasemos. Necesitamos ir más allá del estado de conformismo, porque cuando se nos quitan las restricciones que nos obligan a mover, volvemos a nuestro viejo comportamiento. El hombre en conformismo hace solamente lo que tiene que hacer. Si los líderes lo empujan, él se mueve hasta donde lo empujen. Y si no lo empujan, se quedará donde está parado. Por lo que no ha habido un cambio interno en el hombre, el conformismo no lo sana ni le permite estar sobrio y/o libre de drogas. Ejemplo: Un alcohólico o adicto puede ser encarcelado por un año o más. Se ha mantenido sobrio y libre de drogas por ese período de tiempo. Todas las decisiones han sido tomadas para él. Se le dice a qué hora tiene que levantarse cada mañana, lo que va a desayunar, la ropa que va a usar, lo que va a almorzar, lo que va a cenar, y a qué hora se va a acostar. El hombre cumple esas instrucciones una por una y se mantiene sobrio y libre de drogas. Pero el día que sea puesto en libertad, seguirá su viejo estilo de vida de alcohol y drogas. Él puede ser un prisionero ejemplar y solamente estar en un estado de conformismo. No ha ocurrido ningún cambio en su vida. Lo mismo es cierto en un programa de rehabilitación. Puede haber conformismo sin que haya ningún cambio. Cuando terminamos el programa salimos y caemos. Pasamos seis meses en un programa sobrios y libres de drogas, haciendo todo lo que nos requiere en el programa, luego salimos y caemos en el mismo estilo de vida. Esto sucede porque dependemos de que el programa estructurado nos mantenga sobrios y libres de drogas. Pero el programa logra este objetivo solo mientras dura el programa. Cuando estamos fuera, la estructura pierde el control sobre nosotros, ya que no está presente. Necesitamos llegar a la segunda etapa; la aceptación. Aceptamos la responsabilidad por nuestra adicción y nuestra relación con Dios.

Nuestra relación personal con Dios no puede depender de otro ser humano. Los problemas causados por nuestro comportamiento del pasado y nuestra adicción, son nuestra responsabilidad y no la de otros. La responsabilidad no se le deja al programa ni a los líderes del programa. Si trabajamos nuestro propio programa, los reglamentos y directrices del programa no nos van a ser un problema. Esto es porque pasamos tiempo con el Señor y Él nos lleva más allá del programa estructurado aún mientras estamos en el programa. Pero cuando establecemos nuestro propio programa, los reglamentos no nos molestan de ninguna manera. El conformismo es legítimo cuando entramos a un programa, pero llega el tiempo cuando tenemos que movernos y aplicar el programa a nuestra vida. Tenemos que tomar responsabilidad. Por ejemplo, si treinta minutos de tiempo de silencio no es lo suficiente y quisiéramos tomar una hora, entonces deberíamos levantarnos más temprano para obtener esos treinta extra que deseamos. Mientras hacemos esto, empezamos a desarrollar nuestro propio programa y llega a ser algo que podemos llevarnos. Necesitamos hacer lo que tenemos que hacer y no solamente lo que se requiere de nosotros. Necesitamos movernos más allá del conformismo. Cuando el líder nos pide una página de tarea, ¿le damos una página o continuamos expresándonos hasta que llenemos página y media o dos páginas? Si escribimos solamente una página, estaríamos haciendo solamente lo que se nos ha pedido y nada más. Los programas personales funcionan afuera. Podemos tomar los instrumentos que hemos recibido en el programa estructural, tal como el tiempo de silencio, el inventario moral diario, las lecciones y enseñanzas e incorporarlas en algo personal para nosotros. El programa estructural está diseñado para quitarnos del centro. O nos encaminamos hacia la rendición, o nos hundimos en la rebeldía. Algunos de nosotros pudiéramos decir: “Yo no necesito este programa. No puedo soportar esto. No es justo. Esto es como una prisión.” El programa estructural está diseñado para hacernos escoger, para obligarnos a decidir quién va a ser el dios de nuestra vida: Dios o nosotros mismos. Diariamente, dependiendo de los eventos del día, pudiéramos movernos en cualquier dirección. Pudiéramos movernos de la aceptación hacia la rebeldía en un día. Eso depende de nuestra actitud. Una manera de medir nuestro crecimiento espiritual es midiendo el tiempo que pasa entre la recaída y la restauración. Eso nos indica cuánto tiempo nos tomamos para arrepentirnos y regresar a una relación con Dios. Si sucediera una situación que no nos

gusta y no quisiéramos aceptarla, ¿cuánto tiempo duraríamos en la etapa de rebeldía antes de llegar a Dios? ¿Cuánto tiempo duraríamos en rendirnos? Si en la primera vez te tomas dos días y un día la segunda vez, eso significa que has mejorado. Si nos toma un día la primera vez y dos días la segunda vez, obviamente tenemos un problema. Tendemos a saltar para atrás y para adelante hasta cierto grado, pero mientras progresamos, saltamos menos. En lo que tenemos que fijarnos es en el lapso de tiempo entre la caída y la levantada. Podemos recaer sin tomar o drogarnos. Recaemos con nuestras actitudes y en nuestra relación con Dios. La clave está en nuestra habilidad de rebotar. Estas son las seis etapas en el camino de la restauración que todos nosotros tenemos que pasar. Algunos de nosotros pasamos más tiempo en una etapa que en otra. Al fin, todo funciona de acuerdo con nuestra habilidad de trabajar nuestro propio programa y desarrollar una relación con Dios. Eso nos libra de la adicción y nos permite mantenernos sobrios. También nos da paz y serenidad. Nuestro programa personal funciona dentro del programa estructural, pero el estructural no funciona afuera en el mundo. El programa estructural está diseñado para tomar lo que hemos aprendido y todas las herramientas para luego desarrollar nuestro propio programa. Necesitamos entender que pasamos una lucha interna cuando nos movemos de una etapa hacia la otra. Deberíamos preguntarnos, por qué nos trajo Dios a este programa de regeneración. La respuesta es porque Él quiere que aprendamos a tener una relación con Él. Dios quiere establecer una relación para trabajar en nuestra vida. Es importante entender que no estamos en este programa porque no tenemos a donde ir. Por alguna razón que solo Él conoce, Dios nos escogió para estar en este programa. LA SALVACION: El primer paso para desarrollar una relación con Dios, es a través de nuestra salvación. Eso quiere decir que tenemos que aceptar a Dios en nuestra vida. La salvación ocurre dentro de nosotros. Todos hemos tratado de cambiar al hombre exterior, pero hemos tenido éxito en solamente cambiar nuestro estilo de vida hacia una dependencia química. Nos hemos mudado de un lugar a otro, tal vez hemos cambiado de cónyuge, todo con la esperanza de mejorar las cosas. Pero ningún cambio ha resultado a través de esos esfuerzos. Nuestro hombre interior necesita un cambio y ese cambio proviene de parte de Dios. A menos que no experimentemos la salvación, a menos que no le permitamos a Dios que haga el trabajo en nosotros, estaremos destinados a morir en nuestra adicción.

Necesitamos rendirnos a Dios diariamente haciendo que Jesucristo sea el Señor de nuestra vida. Esta es una parte del proceso de salvación; la otra parte es que recibimos la vida eterna. Cuando morimos, vamos al cielo; pero antes de morir, Dios quiere hacer una obra en nosotros. Dios no solamente nos prepara un lugar para después de la muerte, sino que cambia nuestra vida mientras estamos aquí en la tierra. Cuando le hacemos a Él el Señor de nuestra vida, Dios nos guarda cada día del pecado que dominaría nuestra vida. Este es un evento continuo. La fundación de la restauración de nuestro viejo estilo de vida viene a través del evento de la salvación. Dios nos quiere salvar de nuestra vida pecaminosa. Él quiere expresarse diariamente a través de nosotros. Mientras más íntima sea nuestra relación con Él, más vamos a ser ministrados por Él. El evento más importante que pueda ocurrir en nuestra vida es recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Ninguna otra decisión o compromiso nos afecta como la salvación. Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador y nos comprometemos a Dios, nos ponemos en sus manos y le permitimos que nos pueda moldear en lo que Él quiere que seamos. En el alcoholismo y la drogadicción tenemos que rendirnos para poder vencer. Jesús nos dice que si queremos salvar nuestra vida, tenemos que estar dispuestos a perder esas ataduras. Eso quiere decir que rendimos nuestra vida a Él y entonces nos da una nueva vida mucho mejor que la que le rendimos. No nos rendimos a un programa, institución o a los químicos. Nos rendimos a Dios. La salvación es un evento donde el Espíritu de Dios viene a morar en nosotros. Rendirse es un proceso diario en nuestra vida. Somos salvos eternamente, pero antes de entrar al cielo, tenemos que pasar por un proceso. Antes que comience el proceso, tenemos que experimentar la salvación. Nuestra base comienza con una relación personal con Jesucristo y luego edificamos esa relación por el resto de nuestra vida. La parte más importante de un edificio es su cimentación. A menos que ese cimiento no esté bien hecho, no va a soportar la tensión bajo una tormenta. Es igual con nosotros. A menos que no estemos firmes en la cimentación que es Jesucristo, cuando las tensiones y las tormentas de la vida vengan en contra de nosotros, nos van a destruir. Por eso es que la salvación es tan importante. Sin ella nada podemos hacer. No hay otra manera de vencer el alcoholismo o la drogadicción.

Podemos vencer la adicción hasta cierto grado, pero seguiríamos miserables, pues no podemos llenar ese vacío con ninguna otra cosa que no sea Dios. Hay solamente una cosa que le impide a Dios cumplir su propósito en nosotros; nosotros mismos. Tenemos que estar seguros de nuestra salvación. Si creemos que nuestra salvación ocurrió hace mucho tiempo, a veces es mejor empezar como si no hubiera ocurrido, en lugar de tratar de construir nuestra restauración en una incertidumbre. Empezamos por pedirle a Jesucristo que entre en nuestro corazón y confesándole como nuestro Señor y Salvador. Esto no requiere un lugar especial, podemos lograrlo mientras trabajamos, comemos, estudiamos, o en cualquier momento. Lo importante es que ocurra. Si no, trataremos de construir nuestra restauración sobre un fundamento defectuoso y tarde o temprano, se derrumbará. Una vez que ese evento suceda, entonces trabajamos nuestra salvación con temor y temblor mientras le entregamos el control a Dios y le permitimos que haga la obra en nosotros. Si recibimos la salvación cinco o diez años atrás pero no hemos vivido una vida cristiana, necesitamos re-dedicar nuestra vida. Necesitamos comenzar otra vez pero con Jesús al control. Esto nos da una nueva esperanza. Recuerden que estamos en este programa porque Dios nos trajo aquí. Aunque pudo utilizar a otras personas para traernos aquí, Él fue quien lo hizo posible. Nosotros no nos acostamos una noche a dormir y luego nos despertamos en otro lugar. Dios diseñó las circunstancias que nos trajeron a este lugar. A menos que aceptemos esto como una realidad, no vamos a recibir lo que Él tiene para nosotros. Tenemos que reconocer en nuestro corazón que Dios tiene un propósito y un plan para nuestra vida. Al no ser así, hace mucho tiempo atrás hubiéramos muerto. Verdaderamente nos hemos expuesto a situaciones que nos pudieron haber quitado la vida. Hace tiempo que nuestra suerte y coincidencias se acabaron. Lo que ha ocurrido es que Dios asignó ángeles para que nos protegieran. Él hizo esto por una razón. Físicamente estamos aquí para recibir el programa que se nos ha ofrecido, pero espiritualmente estamos aquí por otra razón. Él no nos trajo aquí porque pensó que sería una buena idea cambiar nuestro escenario. Él quiere hacer una obra en nosotros. En el capítulo 3 del libro de Juan, se nos introduce a Nicodemo, un fariseo, un gobernante de los judíos. En la sociedad de hoy en día, Nicodemo sería un licenciado o un diputado del gobierno. Al ser un fariseo, conocía la ley; era un hombre bien educado. Nicodemo vino a Jesús por la noche, porque no quería ser visto. Esto pudiera amenazar su posición en la comunidad.

Cuando Jesús le dijo a Nicodemo que tenía que nacer de nuevo, él respondió como nuestra sociedad responde hoy en día al evangelio. Nicodemo relacionó las palabras de Jesús con posibilidades físicas. Hoy cuando hablamos de un nuevo nacimiento, la gente cree que es un concepto ridículo. Pero Jesús hablaba de un evento espiritual, no físico. Jesús usó la analogía del viento en relación al Espíritu de Dios. No podemos ver el viento pero podemos ver los resultados del viento. Lo mismo sucede en el hombre que es nacido del Espíritu. No podemos ver al Espíritu cuando entra en nosotros, pero vemos los resultados. Jesús dijo que tenemos que nacer de nuevo para ver el Reino de Dios. Es posible experimentar el Reino de Dios aquí en la tierra porque experimentamos a Dios aquí en la tierra. Si no nacemos de nuevo, no vamos a experimentar ni a Dios, ni a su Reino. Tenemos el concepto de que nacer de nuevo quiere decir que vamos a ir al cielo en vez del infierno; esto es parte del paquete. Recibir la salvación para escapar del infierno es perder el concepto total de la salvación. La salvación es mucho más que un seguro contra el fuego para librarnos del infierno. No tenemos que ir al cielo para experimentar a Dios. Aún podemos experimentarlo aquí en la tierra, porque su Espíritu está en nosotros. Si recibiéramos el Santo Espíritu de Dios en nuestro corazón y luego muriéramos, nuestro espíritu iría al cielo, su punto de origen. ¿Qué sucede con nuestro espíritu antes de morir? ¿Acaso puso Dios su Espíritu dentro de nosotros para que fuéramos al cielo después de morir? Si ese fuera el caso, podríamos esperar hasta el momento de la muerte y Dios no tendría que distribuir tanto de su Espíritu. Él podría enviar su Espíritu en el momento antes de la muerte y llevarnos al cielo. Obviamente, ese no es el propósito. Dios nos envía su Espíritu porque quiere establecer una relación y cumplir una obra en nosotros antes de llevarnos al cielo. Si quisiéramos enviar adictos al cielo, le presentaríamos el plan de salvación y luego le dispararíamos. Pero ese no es el plan de Dios. Nicodemo trató de usar su mente para analizar lo que Jesús le estaba diciendo, pero se le fue el mensaje completamente. Perdió el mensaje porque estaba tratando de entenderlo a través de su razonamiento lógico. El renacimiento en el espíritu es un proceso simple. En Génesis 2:7 vemos que Dios creó a Adán y sopló sobre él aliento de vida, su Espíritu. En el versículo 9, vemos que Dios creó todo árbol y que todo árbol era bueno para la vista y bueno para comer. Dios plantó al hombre en el huerto para que lo cultivase y se adueñare de él. Dios le dijo a Adán que de todo árbol podía comer menos del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comiere de él, seguramente moriría. Pero Adán desobedeció y comió del árbol prohibido.

Adán no murió físicamente, porque llegó a vivir 930 años, pero murió espiritualmente. Originalmente Dios había soplado su Espíritu en Adán, pero el pecado de Adán le causó la muerte; perdió su relación con Dios. El hombre, según Su creación, cambió por causa de la desobediencia. Cuando Adán comió de ese árbol, todos fuimos afectados. Fue como si hubiéramos comido juntamente con él, porque somos sus descendientes y hemos heredado su naturaleza pecaminosa. Dios no fue sorprendido por el pecado de Adán. Por el amor que Él tiene para con nosotros, formalizó un plan para nuestra salvación. Dios había establecido el plan de la salvación mucho antes de que Adán hubiera comido del árbol. El hombre no puede cambiar los planes de Dios. Dios tenía conocimiento de lo que iba a pasar. Él diseñó un plan para compensar la desobediencia de Adán. Por causa del pecado de Adán, todos nacimos espiritualmente muertos. El plan de Dios para traernos a una relación con Él fue a través de la cruz. Jesús pagó el precio por nuestros pecados. Esto abrió el camino para que el Espíritu de Dios morara dentro de nosotros una vez más. Esto es lo que Jesús llama “nacer de nuevo”. Hay un lugar dentro de cada uno de nosotros para que el Espíritu de Dios pueda morar. Cuando revisamos nuestra vida nos damos cuenta que siempre ha faltado algo. No importa cuanto dinero teníamos o cuantas relaciones hemos experimentado, o el trabajo que teníamos, había algo en nuestra vida que no andaba bien. No había paz, serenidad o satisfacción. Para llenar esa necesidad, acudimos a las drogas, el alcohol, el juego, sexo, o el trabajo en un intento de llenar el factor significante que estaba ausente. Lo que verdaderamente falta es el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo es el que trae significado y satisfacción a nuestro corazón. Dios proveyó esa realización a través de Jesucristo. El proveyó un camino para que el hombre retuviera la relación que fue rota en el jardín del Edén. Si Adán nunca hubiera pecado, hoy día nosotros estaríamos en el jardín del Edén. Pero después del pecado de Adán, Dios lo echó del huerto. El árbol de vida estaba en el huerto. Si Adán hubiera comido de ese árbol, nunca hubiera muerto. Dios lo echó por su propio bien para que no fuera separado de Dios eternamente. Imagínese lo que sería de este mundo si algunos de los tiranos de la historia nunca hubieran muerto. El árbol de la vida no se vuelve a mencionar hasta el libro de Apocalipsis. Es posible creer en Dios mucho antes de aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador. No podemos recibirle si no creemos. Creer es el primer paso, pero podemos creer en Jesús sin recibirle como nuestro Señor y Salvador. La Biblia dice que aún los demonios creen y tiemblan. Ellos creen en Jesús porque saben que Él existe, pero no le han aceptado, se rebelan en contra de Él.

El segundo paso después de creer, es recibirle como Señor y Salvador. Cuando hacemos esto, se llena el vacío dentro de nosotros. Podemos decir: “Señor Jesús, yo te recibo. Te acepto como mi Señor y Salvador y comprometo mi vida a ti. Te invito que mores en mi por tu Espíritu.” Esa es la manera en que recibimos el Espíritu de Cristo en nuestro corazón. La salvación es un evento y el creer es un proceso. Cuando le recibimos, nacemos espiritualmente. El evento comienza el proceso de cambio cuando el Espíritu de Dios entra en el hombre. Cuando un bebé nace, no está preparado para funcionar como un adulto. Tiene que haber un proceso de madurez. El proceso comienza con el evento del nacimiento. Es igual espiritualmente. Primeramente tenemos que nacer y eso ocurre cuando recibimos a Jesús y comprometemos nuestra vida a Él. El proceso de crecimiento ocurre cuando soltamos al Espíritu Santo en todas las áreas de nuestra vida, nuestra mente, voluntad, emociones y relaciones. El crecimiento ocurre cuando le damos acceso a Dios en todas las áreas. Si rehusamos darle acceso a Dios a todas las áreas de nuestra vida, no vamos a crecer espiritualmente. El evento de la salvación no a va eliminar automáticamente nuestras características negativas. Pero mientras soltamos al Espíritu en las áreas negativas de nuestra vida, Él cambia esas áreas. Si no le damos acceso a nuestra vida, Él no puede hacer nada en nosotros. Tarea: Escribe una página explicando en dónde crees que estás en las seis etapas y qué es lo que tiene que ocurrir para que te muevas a la próxima etapa. Si recibiste la salvación, describe las circunstancias alrededor de ese evento. ¿Cuándo comenzó? ¿Cómo comenzó? Y ¿Qué sucedió? ¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN TRES Ejercicio personal y en grupo (ver página 102) 1. Nombre las seis etapas que pasamos cuando trabajamos nuestro programa de

restauración. ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 2. Describa la etapa de conformismo y ¿por qué es tan peligrosa? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 3. ¿Qué etapa es lo opuesto a rebeldía, y por qué es la número uno en importancia? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿Cómo podemos medir nuestro crecimiento espiritual? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 5. ¿Cuál es el primer paso para desarrollar una relación con Dios y cómo sucede? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________ 6. ¿Sobre qué edificamos nuestra restauración y por qué es esencial? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________ 7. ¿Cuál es la diferencia entre creer en Jesús y recibir a Jesús? ________________________________________________________________________________________________________________________________________________

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?

LECCIÓN CUATRO “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras; las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10). Las escrituras nos explican cómo y por qué fuimos salvos. La salvación es obra de Dios y no hacemos nada para ganarla. Dios utiliza la fe como la vía para la salvación. La gracia significa que Dios nos ha dado un regalo sin merecerlo; es un regalo. Si Dios nos pagara según nuestras obras, estuviéramos muertos. Pero Dios, en su amor, nos dio el regalo de la salvación; nos trajo a una relación con Él. El infierno significa estar separado eternamente de Dios. No tenemos que morir para experimentar el infierno, podemos vivir aquí y estar en un infierno. El infierno no es tanto un lugar como una condición. La salvación nos rescata de esa condición. No es para que nosotros nos gloriemos, porque no hemos hecho nada para merecerla. Tenemos dificultad con la salvación porque nos sentimos incómodos cuando alguien nos hace un regalo sin merecerlo. Es difícil de creer que alguien nos ame tanto como para darnos algo que no merecemos. La sociedad nos ha programado a creer que tenemos que ganar lo que recibimos, o robarlo, o cualquier cosa necesaria para obtenerlo. Pero ese no es el caso con la salvación. La salvación es un regalo. Dios nos ama tanto que no importa lo que hemos hecho en la vida, Dios ha hecho que este regalo esté disponible para nosotros. A pesar de lo que hemos dicho o de cómo hemos actuado, el regalo de la salvación es nuestro, si lo deseamos. Cuando se lo pedimos, Dios envía su Espíritu a morar dentro de nosotros. Para recibirlo, solamente tenemos que pedírselo. La fe está en creer que Dios es quien Él dice que es y que Él cumple con lo que dice que va a pasar. Hebreos 11 nos dice que la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. También nos dice que sin fe es imposible agradar a Dios. Si no le creemos a Dios y que Dios es quien Él dice que es, no vamos a poder tener una relación con Él.

En los evangelios, Jesús habla que tenemos que ser como niños, o sea, tener la fe de un niño. Pensemos en la fe de un niño. Ellos creen lo que sus padres le dicen, aún sin importarles cuán exagerado sea el cuento. Ellos tienen la fe para creer a aquellos que son muy importantes en sus vidas. Jesús nos exige que seamos así cuando leamos la Palabra de Dios. A veces se nos hace más fácil creer por otros que por nosotros mismos. Es difícil creer que Dios nos ama tanto. ¿Por qué mandaría a Jesucristo a morir por nosotros? No tiene ningún sentido en nuestra mente lógica; no entendemos su amor. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. No tenemos que entender, solamente tenemos que creer. Muchas cosas de la Biblia se nos hacen difíciles porque no las entendemos. Pero Dios insiste en que creamos en su Palabra. De otra manera, sería imposible agradarle. Necesitamos creerlo para nosotros mismos y no solo para los demás. Las Escrituras no son solamente para los súper espirituales, sino para cada uno de nosotros. Dios no está interesado en nuestro pasado como lo está en nuestro presente y futuro. De la manera como respondamos en el presente, Él va a moldear nuestro futuro de acuerdo con su voluntad. Esas son las buenas noticias. Cuando el Espíritu de Dios viene a morar dentro de nosotros, comienzan a ocurrir cosas inesperadas. En Juan 3:3, Jesús dijo que teníamos que nacer de nuevo. Experimentamos una nueva vida cuando recibimos el Espíritu de Dios. Volvemos a nacer espiritualmente, no físicamente. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17). Llegamos a ser nuevas criaturas cuando recibimos el Espíritu de Dios. No hubo ningún cambio físico, sino cambios internos. Espiritualmente somos nuevas creaciones de Dios y Él no nos ve igual a como nacimos físicamente. No nos dimos cuenta en el momento de ese cambio, pero Dios lo reconoció. La vieja naturaleza de Adán murió y llegó en su lugar una nueva criatura en Cristo. Los cambios de nuestras creencias y hábitos no se dan inmediatamente, pero sí ocurren a la vez que Dios va obrando en nosotros. No necesariamente van a ocurrir cambios en nuestra vida en el momento de la salvación. Nuestro viejo patrón de pensamientos o comportamientos no desaparece. No vamos a cambiar inmediatamente nuestros viejos hábitos y deseos. A medida que oramos y leemos la Biblia, nuestra nueva naturaleza combate contra la vieja naturaleza y entonces comienzan a ocurrir los cambios. Dios ya nos tiene sentados en lugares celestiales. Él necesita trabajar el proceso de traer su naturaleza y reemplazar nuestra vieja naturaleza. Antes de enseñarle a un niño a vivir una buena vida, el niño tiene que nacer. Es igual con nosotros; después de nacer de

nuevo, la nueva creación en nosotros empieza a tomar su lugar. Es un proceso, es como crecer físicamente. Dios no nos ve como nosotros nos vemos; según Él, la transacción ya está completa. La transacción fue diseñada en el cielo y solamente tenemos que vivirla aquí en la tierra. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi Palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (Juan 5:2-5). Antes de que Cristo llegara a morar dentro de nosotros, pensábamos que estábamos vivos, pero en realidad estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Cuando llegó Dios a nuestra vida, pasamos de muerte a vida, mas no estuvimos conscientes de este evento. ¿Cómo sabemos que sucedió así? Porque Dios lo dice y nosotros le creemos a Dios. Espiritualmente viviremos eternamente con Él. Andábamos muertos porque estábamos separados de Dios, pero cuando recibimos al Espíritu de Dios, nos trajo la vida eterna. No estuvimos conscientes de que habíamos pasado de muerte a vida, pero sucedió así. Ya no estamos separados de Dios. Estos son los beneficios de la salvación que no sabíamos que existían cuando aceptamos a Jesucristo en nuestro corazón. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que están bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: Abba, Padre.” (Gálatas 4:4-6). El Espíritu de Dios ha llegado a nuestro corazón. Hemos entrado en una nueva relación personal con Dios que nos da una vitalidad espiritual. La nueva vida es un regalo que nunca perece. “El ladrón no vino sino para hurtar, matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida en abundancia.” (Juan 10:10). La Biblia nos muestra otro acontecimiento importante: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:13-14). Primeramente vemos que existen dos reinos: El reino de las tinieblas, el reino de Satanás y el reino de la luz, el reino de Dios. Dios nos ha librado del poder de las tinieblas. La salvación nos lleva de un reino hacia otro. Aunque no estamos conscientes de este evento, es un hecho; Dios hace algo en nosotros que no entendemos.

Vivir en las tinieblas es como trabajar en una finca de algodón. Es un trabajo muy duro y el amo de esa finca es Satanás. Hemos trabajado muy duro en esa finca en donde él nos hace madrugar y nos hace trabajar duro todo el día, y no nos paga por nuestro trabajo. Cuando Dios nos salvó, nos sacó de ese lugar y nos trasladó a su reino y nos plantó en su jardín de rosas. Nos trasladó de un reino a otro. Tenemos dificultad para creer esto porque oímos a Satanás dándonos órdenes durante todo el día. Nos dice que no tenemos que sujetarnos a los reglamentos del programa y que ya podemos irnos a vivir una vida normal. Satanás no puede entrar en el reino de Dios, pero nos puede gritar desde su reino y mentirnos para que abandonemos el programa. Más sin embargo, él no nos puede tocar en el reino de Dios. Es muy importante que estemos seguros que estamos dentro del jardín de rosas y no en la finca de Satanás. La Biblia nos asegura en qué reino estamos y cómo llegamos ahí. Si escuchamos a Satanás, él tratará de hacernos recoger algodón y si le hacemos caso, trataremos de recoger algodón dentro del jardín de rosas, y ahí no hay algodón. Como hemos venido recogiendo algodón por tanto tiempo, intentaríamos continuar con esa labor. Cuando entramos al jardín de rosas, lo primero que hacemos es fijarnos si hay algodón. Satanás trata de convencernos de que estamos en su finca. No solamente Satanás es un mentiroso, la Biblia nos dice que él es el padre de toda mentira. La finca de algodón ha llegado a ser un estilo de vida para nosotros, así que tenemos que abandonar ese viejo estilo de vida y recibir el nuevo estilo de vida que Dios tiene para nosotros. Necesitamos saber dónde estamos para no creer las mentiras de Satanás. Necesitamos entender nuestra relación con Dios. Ya no estamos recogiendo algodón, sino que estamos en el reino de Dios. Si recibimos las órdenes de Satanás, él tratará de llevarnos a su finca y seguiremos creyendo que Satanás es nuestro amo en vez de Dios. No salimos del reino de Satanás hacia el reino de Dios por nuestra propia cuenta. No llegamos una noche oscura y cortamos el alambre de la cerca de Satanás y escapamos. Dios nos rescató de ese reino. No fue algo que hicimos, fue un regalo de Dios. La esencia de la salvación fue el traslado de un reino a otro por la gracia de Dios. En el proceso, llegamos a ser sus hijos y adoptados en su familia. Lo que Dios hizo, va más allá de nuestro poder. Satanás nos grita desde su cerca porque no quiere perdernos. Nos miente, nos engaña, nos tienta y trata de manipularnos; hace todo lo que esté a su alcance para controlarnos. Pero al igual que no salimos de su reino por nuestra propia cuenta, él tampoco puede lograrlo. Él no tiene ningún derecho en el reino de Dios.

Según Efesios 6:16, Satanás lanza sus dardos de fuego, pero nuestro escudo de fe nos protege si lo usamos. Estamos seguros en el reino de Dios. Dios sabe dónde estamos y Satanás lo sabe también; el problema consiste en que nosotros no sabemos donde estamos. No podemos entender nuestra seguridad eterna en Dios. Ya no tenemos que seguir recogiendo algodón. Estamos en un nuevo reino, con un nuevo amo y un nuevo propósito y un nuevo plan para nosotros. Esta nueva vida no es de diseño propio, tampoco es algo que el programa nos puede hacer disponible, es algo que Dios diseñó para nosotros. Toma algún tiempo acostumbrarnos al jardín de Dios y esto se debe a lo que hemos pasado muchos años en la finca de algodón. Pero si nos enfocamos en Dios y su Palabra, podemos hacer los ajustes. Dios nos enseña cómo funcionar en su reino, así como el plan y el propósito que tiene para nosotros. Tenemos que decidir creer en lo que Dios ha hecho. Tenemos que creer que estamos en el lugar nuevo que Él dijo. Si no creemos a Dios, pudiéramos estar en el reino de Dios y comportarnos como si estuviéramos en el reino de Satanás. Aceptar en dónde estamos, es todo un proceso. Podemos encontrarnos tratando de recoger un poco de algodón aún sabiendo que estamos en el jardín de rosas. Cuando nos veamos haciendo eso, es porque hemos sido temporalmente engañados por nuestro enemigo. Solamente tenemos que recordarnos dónde estamos y quitar el enfoque de la situación y ponerla en Dios. Dios no tolera que recojamos algodón en su jardín de rosas, así que nos regresa al lugar de inicio de su jardín y nos hace comenzar de nuevo. Él quiere que aprendamos a vivir el estilo de vida que Él mismo nos diseñó. LA SALVACION. Hay tres facetas en la salvación: 1. La salvación cubre los pecados del pasado. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Si recibiéramos la paga por nuestros pecados, seríamos eternamente separados de Dios, que es la muerte. Moriríamos ya que hemos cometido suficientes pecados para causar nuestra muerte. Dios nos ha librado de las consecuencias de nuestros pecados. Somos incapaces de pagar la multa, pero la multa ya ha sido pagada. 2. Cubre el pecado del presente. “Mas este, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7:24-25). Jesús intercede constantemente por nosotros al Padre. Lo hace porque somos pecadores. Su intercesión trata con el poder del pecado en nuestra vida diaria. Esta es nuestra situación actual: La salvación nos salva diariamente del poder del pecado en nuestra vida.

Vemos que la salvación nos salva de las consecuencias de nuestros pecados pasados y el poder del pecado presente. El único poder que puede salvarnos del pecado, es el poder de Jesucristo que intercede por nosotros diariamente. 3. Eventualmente iremos al cielo donde no hay pecado. Así que la salvación nos salva de la presencia del pecado. La salvación nos asegura que iremos al cielo. Cristo nos tiene un lugar preparado en el cielo donde no existe el pecado. “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo nacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Pedro 1:3-5). Nuestra herencia en el cielo es la vida eterna. Cuando alcancemos el cielo, no habrá más pecado, porque en el cielo no hay pecado. Necesitamos entender que el mundo no es nuestro hogar. Es un lugar temporal, nuestro verdadero hogar es el cielo. Todo esto es un regalo de Dios. Somos salvos de las consecuencias de nuestros pecados del pasado, el poder de nuestros pecados del presente y de la presencia del pecado en nuestra vida eterna futura. Este es un regalo personal para todos aquellos que aceptan a Jesús como su Señor y Salvador. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él crea, no se pierda mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16). El plan de la salvación no es algo que el hombre concibió, es el plan de Dios. Nosotros tenemos planes para nuestros hijos y Dios tiene planes para nosotros. Los planes para nuestros hijos no son sus planes. Ellos son incapaces de entender lo que les espera. De igual manera, los planes de Dios cubren mucho más de lo que podamos entender. Necesitamos aceptar su señorío en nuestra vida y permitirle que cumpla los planes que Él tiene para nosotros. Tarea. Memorice Efesios 2:8-10. ¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN CUATRO Ejercicio personal y en grupo (Ver página 104)

1. ¿Qué es el infierno? Dé un ejemplo. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. ¿Por qué tenemos dificultad con el concepto de la salvación? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

3. ¿Qué sucede cuando recibimos el Espíritu de Dios? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿Estamos muertos o vivos? Explique. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. Explique lo que significa “nacer de nuevo”. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

6. ¿Cuántos reinos espirituales existen? Explique. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

7. ¿Por qué es importante entender nuestra relación con Dios? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

8. ¿Cuál es la diferencia entre recoger algodón y atender rosas? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

9. Explique las tres facetas de la salvación. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

INVENTARIO MORAL DIARIO

LECCIÓN UNO Hemos discutido los dos aspectos de la adicción química: La adicción física y la mente contaminada. La adicción química es adicción física con una mente compulsiva. Compulsión mental quiere decir que nos hemos acostumbrado a pensar de cierta forma. A través de nuestros años de adicción, hemos repetido el mismo patrón de comportamiento aunque juramos que nos volveríamos a repetir ese estilo de vida. Nuestro patrón de pensamiento y actitudes estaban tan arraigados que se nos hizo habitual. Otros podían ver esas características en nosotros, excepto nosotros. Si alguien nos preguntaba cuál era nuestro problema, le contestábamos que no teníamos ningún problema. El único problema que tenemos es que no nos dejan en paz. En realidad teníamos un grave problema. Nos advirtieron que si no parábamos de tomar o drogarnos nos íbamos a matar, pero tampoco hicimos caso. Éramos como Jay Walker. Jay Walker se internó en un programa de rehabilitación. No tenía problema con los químicos, pero le gustaba jugar en el tráfico; se excitaba de esa manera. Comenzó este patrón de comportamiento en su juventud. Salía de su casa en bicicleta y escogía una esquina. En cuanto se acercaba un automóvil, él montaba su bicicleta y se lanzaba frente al automóvil hasta el otro lado de la calle. Un día, ya como adulto, se montó en su bicicleta y se lanzó a cruzar la calle cuando un automóvil lo atropelló. Se fracturó una pierna y tuvo que ser hospitalizado por una semana. También tuvo que pasar otra semana de recuperación en su casa, por lo que no pudo continuar con su hábito peligroso. Entonces se consiguió un par de muletas para caminar por las calles, hasta que volvió con el mismo patrón de comportamiento. No pasó mucho tiempo cuando fue atropellado por otro automóvil. Este accidente quebró su otra pierna.

Después de otro período de recuperación en el hospital, lo enviaron a su casa. Esta vez lo pusieron en una cama con ruedas y le pidió a su esposa que lo llevara a dar una vuelta por la calle. Ambos se paraban en una esquina y cuando él le gritaba “ahora”, ella lo lanzaba al otro lado de la calle. Podemos concluir que Jay Walker está loco, pero su comportamiento es tan loco como lo fue el nuestro cuando andábamos bajo la influencia de químicos. Todo el mundo podía ver que él tenía un problema, pero él no lo podía ver. Otros podían ver los resultados de su problema cuando veían su cuerpo. Cuando Jay no se presentaba al trabajo, todos sabían en lo que andaba. Cuando la gente veía a Jay Walker caminando por la calle, ya podían anticipar lo que iba a hacer. Ellos se preguntaban: “¿Por qué ese hombre persiste en ese tipo de conducta?” Si trataban de hablarle de su problema, él negaba que existía tal problema. Fue igual con nosotros, excepto que nuestro problema no era igual que el de Jay Walker, era la adicción química. Estábamos destruyendo a todos los que nos rodeaban, pero no podíamos verlo. Cuando se quebró su pierna en la bicicleta, se dijo a sí mismo: “La próxima vez lo haré diferente.” Es obvio que no estaba pensando correctamente. Cuando la gente quería ayudarle, les contestaba, “yo no le estoy haciendo daño a nadie, solamente a mi mismo.” De hecho, tenía hijos en su casa, pero no podía trabajar mientras se recuperaba, tampoco podía funcionar como esposo o padre normal. Su enfoque estaba en poder regresar a las calles. Fácilmente podemos ver la locura en Jay Walker. Es increíble que un hombre pueda ser tan tonto o loco. ¿Tendrá Jay Walker una actitud correcta sobre la vida? Obviamente, falta algo. Es igual cuando se trata de nuestra adicción. Por causa de nuestras actitudes, está ocurriendo un proceso dentro de nosotros. Hemos vivido tanto tiempo en nuestro mundo de fantasía que ya no conocemos la verdad sea de nosotros mismos o de cualquier otra cosa. Nos apoyamos en nuestro propio entendimiento. Necesitamos defender lo que hacemos, decimos o nos comportamos. Negamos, proyectamos, racionalizamos y justificamos. No nos comportamos así por una o dos semanas, lo continuamos por años. Hemos practicado este patrón de comportamiento por tanto tiempo que nos hemos convertido en expertos. Podemos mentirle a alguna persona y después enojarnos porque no nos creen. Nuestra actitud está tan distorsionada que queremos engañarnos a nosotros mismos. “Porque cual es el pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7). El corazón al cual se refiere esta escritura no es el órgano que bombea la sangre, sino nuestra alma, el corazón de nuestro proceso de comportamiento. Somos el resultado de cómo pensamos; nuestras actitudes determinan nuestro comportamiento. Esto quiere

decir que para cambiar lo que hemos llegado a ser, nuestros pensamientos tienen que cambiar. Esto sería imposible lograrlo con nuestras fuerzas. Después de algunos años, hemos desarrollado ciertas actitudes que han traído ciertas acciones. Después de continuar con el mismo comportamiento una y otra vez, se vuelve un hábito. Nuestras acciones, actitudes y hábitos han sido inadecuados no solamente en nuestras vidas, sino en las vidas de nuestros seres queridos. Nuestras malas actitudes, acciones y hábitos han engendrado defectos de carácter como la mentira, manipulación y engaño. Este patrón de comportamiento ha sido nuestro estilo de vida a través de los años. Si no corregimos esos defectos de carácter, se pueden convertir en ataduras satánicas. Esto no quiere decir que Satanás nos tiene poseídos, sino que no tenemos control en ciertas áreas de nuestra vida; existe una atadura que no podemos romper. Una vez que el adicto ingiere químicos, pierde el poder para detenerse. Eso produce una oportunidad para establecer una atadura satánica y también afecta la manera en que pensamos. El otro lado de la moneda es que las actitudes piadosas atraen acciones piadosas, lo que desarrolla hábitos piadosos; esto genera un carácter piadoso. Nuestros problemas no son las circunstancias, la familia, nuestro trabajo, nuestra esposa o nuestro jefe. Nuestro problema está conectado con nuestro cuello, está en nuestra cabeza. Es posible romper un hábito temporalmente, pero si no confrontamos la raíz del problema, regresará el hábito. La raíz está en nuestro corazón y se expresa con nuestras actitudes. Lo que pensamos en nuestro corazón determina nuestro carácter y comportamiento. Si le damos mucha cabida a un pensamiento, eventualmente lo vamos a llevar a cabo. Actuamos basados en lo que pensamos. El deseo de tomar y drogarse siempre comienza con un pensamiento. A veces lo pensamos de tal manera que podemos saborearlo; si nuestro enfoque está ahí, eventualmente se hará una realidad y vamos a consumir. Nuestro proceso de pensamiento ha sido la causa de todos nuestros problemas. Esto se cumple en todas las áreas de nuestra vida. Hemos mentido y proyectado para sostener nuestro propio comportamiento. Decimos que todo el mundo tiene problemas excepto nosotros. Nos vemos como víctimas cuando en realidad nosotros somos los que hacemos víctimas a otros, pues somos los que causamos problemas. Tenemos que cambiar nuestra actitud para no vernos como víctimas, sino como la causa del problema. Se está formando una guerra espiritual. Satanás no va a llevarnos a su reino, tampoco va a morar en nosotros a menos que le cedamos un lugar.

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” (2 Corintios 10:3-5). Nuestra lucha no es contra carne, sino espiritual. Para poder llevar todo pensamiento a la obediencia a Cristo, tenemos que recurrir al Espíritu de Dios. Esta batalla no se puede llevar a cabo en la carne. Considera este ejemplo de la batalla siendo peleada en el espíritu y no en la carne. Cuando tratamos de no pensar en algo, automáticamente lo pensamos. Eso es todo lo que la mente puede cumplir por sí misma. La pornografía, por ejemplo, nos consumiría totalmente hasta que nuestra vida se centralizara a su alrededor. Mientras más luchamos en su contra, más poderosa se hace. Tratamos de luchar con nuestra fuerza de voluntad, pero la fuerza de voluntad es producto de la carne y cuando la carne lucha contra la carne, gana la carne. Por eso es que tenemos que luchar contra la carne con otra cosa que no sea la carne. Andamos en la carne, pero luchamos con un poder mayor que la carne. Ese poder es el poder divino del Espíritu Santo. Destruimos las fortalezas o ataduras del enemigo en nuestra vida a través del Espíritu Santo. Todos tenemos este problema. Necesitamos destruir toda especulación y altivez que se levanta contra el conocimiento de Cristo. Este cambio tiene que ocurrir en nuestra mente. No podemos hacerlo por nuestra cuenta, Dios lo hace volviéndonos a Él. Toda actitud o pensamiento va a edificar a Dios, o le abrirá la puerta a Satanás. Cuando vemos una res muerta en el camino, normalmente vemos a un grupo de buitres a su alrededor. Mientras nos acercamos a la res, esas aves se quedan ahí hasta el último momento y de repente salen volando. Al momento que nos alejamos, las aves regresan inmediatamente. Los buitres no se ven en un jardín de rosas porque ahí no hay nada que los pueda atraer. La pudrición de la res muerta es lo que los atrae. Es igual con nuestras actitudes podridas; ellas atraen a Satanás. Podemos espantar a los buitres de nuestra mente y pensamientos, pero primeramente tenemos que cambiar nuestros pensamientos. La única manera de espantar a los buitres, es deshaciéndose de la res muerta. Satanás no es atraído por lo piadoso, pero es bien ágil a unirse con lo malo. Satanás es atraído por nuestros malos pensamientos y actitudes. Nuestra mente es como una pista de aterrizaje; las malas actitudes y los malos pensamientos se prestan para que Satanás pueda aterrizar. Nosotros somos los que le damos el derecho para que aterrice en nuestra mente. Si no le diéramos una pista para aterrizar, no podría hacerlo. El puede volar

alrededor nuestro, pero no puede aterrizar. Los aviones pueden volar alrededor nuestro sin afectarnos, porque no tienen donde aterrizar. Al igual que el buitre que vuela alrededor de la res muerta, así es atraído Satanás a nuestros malos pensamientos. Podemos evitar esto cuando cambiamos nuestros pensamientos y actitudes podridas. Esta es la única forma en que podemos negarle acceso a Satanás a la pista de aterrizaje para hacer lo que él quiere. Tenemos que destruir esas pistas de aterrizaje todos los días. Las escrituras nos dicen que tenemos que derribar las fortalezas, las ataduras y las pistas de aterrizaje. Cuando nos arrepentimos de nuestros malos pensamientos y le pedimos a Dios en oración que renueve nuestros pensamientos, entonces podremos derribar las fortalezas. Nosotros no estamos encargados de la demolición, simplemente le sometemos nuestra pista de aterrizaje a Dios y Él hará el resto. Le decimos a Dios que no queremos esa pista en nuestra vida y se la soltamos a Él. Si no nos sometemos a Dios, se la cedemos a Satanás para su uso. Cuando le cedemos a Dios acceso a nuestra mente, Él nos limpia de nuestros defectos de carácter y mal comportamiento. Nada de esto puede ocurrir hasta que no le demos acceso a Dios. Cuando Dios toma control, podemos enterrar la res muerta y nos deshacemos de los buitres. El buitre no se le acerca a la res mientras está viva porque los buitres les tienen temor. Pero al momento que la res cae y comienza a morir, los buitres comienzan a volar alrededor de ella. Es igual con nosotros. Mientras oramos y nos sometemos a Dios diariamente, no tenemos por qué preocuparnos de Satanás. Satanás no tiene que esperar que estemos muertos, él puede ver la muerte espiritual antes de que venga. La muerte viene en el momento que dejemos de comunicarnos con Dios. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Rom. 12:1-2). Dios ha tenido misericordia de nosotros. Por causa de nuestros pecados, deberíamos estar muertos, mas sin embargo, estamos vivos. Hemos sido llamados para presentar nuestros cuerpos a Él como sacrificio vivo. Necesitamos presentarnos a Él. Este es nuestro servicio razonable, es lo menos que podemos hacer por todo lo que Él ha hecho por nosotros. Dios nos quiere cambiar. Él nos dice que no nos conformemos a este mundo. Los que son de este mundo no se presentan a Dios, tampoco se hacen disponibles a Él. Hacen lo que quieren, cuando quieren, sin importarles la voluntad de Dios para sus vidas. Este es el patrón en el cual hemos sido conformados.

El propósito de nuestro tiempo de silencio es para presentarnos a Dios como sacrificio vivo por las mañanas. La gente del mundo no tiene tiempo de silencio; ellos están conformados a otro patrón de comportamiento. No dependen del Señor. Empezamos a romper nuestra conformidad a los patrones de este mundo mientras somos transformados por la renovación de nuestra mente. El Espíritu de Dios nos renueva mientras le buscamos cada mañana. Descubrimos la buena y perfecta voluntad de Dios. A menos que suceda esta transformación, nunca vamos a conocer la voluntad de Dios en nuestra vida. Tenemos que dejar que Dios renueve nuestra mente para descubrir su plan para nosotros. Podemos ser transformados solamente por Dios, por eso es que tenemos que presentarnos a Él como sacrificio vivo. Al hacer el Inventario Moral Diario, nos presentamos a Dios y Él trae a la superficie de nuestra mente las áreas de nuestra vida con las cuales quiere tratar, para que pueda haber una transformación. Dios pone su Espíritu en nosotros para que trabaje en nuestra mente y emociones. Mientras va cambiando nuestros pensamientos, nuestro corazón cambia. Vamos cambiando conforme le entregamos a Dios nuestro corazón. “Estad quietos y conoced que Yo soy Dios.” (Salmo 46:10). ¿Por qué quiere Dios que estemos quietos? El quiere que estemos quietos delante de Él para que podamos escucharle cuando nos habla. Solamente así nos puede cambiar. Uno de los patrones del mundo es el afán. Cuando estamos muy ocupados corriendo por todos los lugares, no hay manera de oír la voz de Dios. Necesitamos estar quietos y esto lo logramos en nuestro tiempo de silencio. ¿Cómo podemos experimentar a Dios si no lo escuchamos? Podemos estar sentados con la Biblia en la mano y con toda la buena intención de tener un momento de silencio con el Señor, abrimos la Biblia y de repente, estamos siendo bombardeados con los pensamientos del día o se activan ciertas condiciones que existen en nuestra mente. Es igual en la iglesia. Si todos se vistieran igual, no pudiéramos distinguir la clase de vida que han llevado. Pero Dios conoce la diferencia. Él conoce quien tiene y quien no tiene una relación con Él. Él conoce quien se disciplina para estar quieto y quien no. Si permitimos que nuestra mente se vaya en otra dirección, será imposible que Dios tenga toda nuestra atención. Él quiere comunicarse con nosotros, pero nuestra mente no está centrada en Él. No estamos haciendo lo que dice Romanos 12:1-2. No nos hemos presentado como sacrificio vivo porque nuestra mente no está presente delante de Él.

Nuestro cuerpo está presente, pero no en sacrificio vivo. Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne. Dios quiere nuestra mente para poner vida en nuestro cuerpo. Eso requiere un enfoque disciplinado de nuestra parte. Si Él tiene nuestra mente, también tendrá nuestro cuerpo; si tiene nuestra atención, tendrá todo nuestro ser. Cuando el alcohol o las drogas tenían nuestra atención, tenían todo nuestro ser. Él quiere que estemos quietos, que nos presentemos a Él como sacrificio vivo para transformarnos a través de la renovación de nuestra mente. Primeramente, el cambio tiene que comenzar en nuestra mente, en nuestro proceso de pensamiento, entonces podrá haber un cambio, Esto solamente puede ocurrir por su Espíritu, mientras nos apropiamos de su palabra, oramos y compartimos con otros con la misma mentalidad. La transformación es un proceso que continúa por el resto de nuestra vida. Nuestra mente está continuamente siendo renovada y seguimos madurando espiritualmente hasta que alcancemos lo que Dios quiere que seamos. Para aprender cualquier materia en el colegio, tuvimos que prestar atención, tuvimos que enfocarnos. Mientras más atención prestamos, más aprendimos y mientras menos atención prestamos, menos aprendimos. Con Dios es igual. Mientras más atención le damos, más nos madura y nos ayuda a cambiar. Dios quiere cambiar nuestro proceso de pensamiento. Uno de los métodos que Él utiliza es su Palabra. Una razón por la cual memorizamos versos bíblicos, es para ayudar al proceso de renovación mental. Nuestra mente está como la pista de aterrizaje. Si queremos convertirla en una siembra de sandía, entonces tendríamos que cultivarla y fertilizarla. Tendríamos que mecanizar el terreno para sembrar sandía. Eso es lo que las Escrituras hacen en nuestra mente, nos preparan para recibir el corazón de Dios. Nuestra mente se ha vuelto dura y áspera, como una pista de aterrizaje ya desgastada y en malas condiciones. Nuestra mente ha sido prensada por los aterrizajes continuos de los aviones de Satanás y tuvo que endurecerse para poder recibir esa cantidad de opresión. Dios tiene que arar esa dureza y una manera de hacerlo es con su Palabra. Cuando aramos la tierra y cae la lluvia, la tierra se empapa y se suaviza. Mientras la tierra estaba dura, las aguas no podían penetrar la tierra, pero ahora puede recibir el nutrimento de las lluvias. Mientras Dios renueva nuestra mente y la suaviza para poder recibir su Palabra, nuestra mente comienza a empaparse de su sabiduría y de su verdad. Una vez que Dios empieza a preparar nuestra mente, ya no queremos que ninguna nave aterrice en nuestra mente. Nuestro caminar con Dios y nuestra restauración comienzan en nuestra mente, en nuestro proceso de pensamiento. Dios creó nuestra mente para ser ocupada por el Espíritu de Dios. Tarea: Memorizar Proverbios 23:7; Salmo 46:10 y Romanos 12: 1-2.

INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN UNO Ejercicio personal y en grupo (Ver página 106)

1. ¿De qué manera hemos sido como Jay Walker? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. ¿Qué peligro corremos si no corregimos nuestros defectos de carácter? Explicar. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

3. ¿Cómo podemos romper las ataduras que el enemigo ha puesto en nuestras vidas? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿Por qué es tan importante el Inventario Moral Diario? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. Nombre tres pistas de aterrizaje en su vida que Satanás ha venido utilizando. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

INVENTARIO MORAL DIARIO

LECCIÓN DOS En esta lección vamos a tomar en cuenta nuestras actitudes, acciones, hábitos, defectos de carácter y los resultados de las ataduras satánicas. Estas características defectuosas son las que nos han traído a este programa. Uno de los acontecimientos más importantes en nuestra relación con Dios, es cómo discernir la voz de Dios. Esto acontece mientras nuestra mente está siendo renovada. Aprendemos a juzgar entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Podemos discernir en muchas de estas áreas, porque Dios nos ha dado bastante sentido común para reconocer algunas diferencias. Mientras el Espíritu de Dios se mueve y comienza a trabajar esos cambios en nosotros, también se presentan espíritus inmundos. Ellos tratan de destruir la obra de Dios. A esto le llamamos el principio de la bendición y el bombardeo. Cuando Jesús llegó al río a ser bautizado por Juan, ocurrió una bendición. El Espíritu Santo se manifestó y desde el cielo, Dios el Padre habló: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mateo 3:17). Inmediatamente después, Jesús fue bombardeado por Satanás. Satanás trató de destruir lo que Dios acababa de hacer. Satanás trató de anular la bendición que Jesús había recibido. La bendición ocurrió en el río y el bombardeo en el desierto. Si Satanás atacó a Jesús de esta manera, no hay que sorprendernos cuando nos ataque a nosotros. Cada vez que el Espíritu de Dios se mueve, también se mueven los espíritus inmundos para tratar de bombardear lo que el Espíritu ha hecho. Usualmente, en su primer lugar, nos dice que la bendición no fue real, que no vino de Dios.

Uno de los problemas que enfrentamos durante nuestra restauración, es que tenemos la tendencia de creer las mentiras de Satanás, en vez de escuchar lo que Dios nos dice. Dios nos bendice, pero cuando creemos las mentiras de Satanás, anulamos la bendición de Dios. Le damos la espalda a la bendición, porque preferimos escucharle a Satanás antes que a Dios. Cuando miramos atrás a nuestro pasado y mal comportamiento, oímos una vocecita que nos dice: “Por causa de tus pecados, no puedes ser cristiano”, o “Dios no quiere tener nada contigo por lo que has hecho”, o “¿Cómo puedes llamarte cristiano si no sirves para nada? Nunca lograrás hacer algo con tu vida. Para contrarrestar este ataque, es importante conocer sobre el carácter de Dios y cómo trabaja el Espíritu Santo dentro de nosotros. Cuando trabajamos nuestro Inventario Moral Diario y reflexionamos sobre el día anterior, debemos reconocer que hemos cometido algunos errores, pero Dios ya proveyó. El problema consiste en que nosotros no hemos aceptado esa provisión, porque hemos creído en las mentiras de Satanás. Muchas veces continuamos pidiendo perdón una y otra vez por el mismo pecado. Esto es una indicación de que no creemos en el perdón de Dios. Por ejemplo, supongamos que recibimos un recibo de la compañía eléctrica por $200 dólares. Le enviamos un cheque por $200 y cancelamos esa cuenta. Dos semanas más tarde, la compañía eléctrica nos manda a cobrar la misma cuenta de $200. ¿Pagaríamos esa misma cuenta de nuevo? Por supuesto que no porque ya ha sido cancelada. Cuando persistimos en pedir perdón una y otra vez por el mismo pecado, es como si canceláramos la misma cuenta de la compañía eléctrica una y otra vez. La deuda de nuestros pecados ya ha sido cancelada una vez y para siempre. Nosotros no tenemos por qué seguir pagando la misma deuda. Como no entendemos lo que nos dice la Palabra de Dios acerca de nosotros, creemos lo contrario, la mentira. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9). Tenemos que creer, vivir y pararnos firmes en esa escritura. Cuando miramos al pasado, a las cosas que hemos hecho, podemos oír esa voz que nos acusa: “¿A quién crees que estás engañando?” Tendemos a creer la mentira antes de creer la verdad que cita las escrituras. La verdad es que Dios nos ha perdonado y limpiado. Las Escrituras necesitan hacerse una realidad en nuestra vida. A menos que no creamos en ese pasaje particular, vamos a tener un tiempo tratando de mantenernos sobrios y libres de drogas. Si creemos la mentira en vez de la verdad, estamos viviendo bajo una culpabilidad falsa. Existen dos tipos de culpabilidad: Culpabilidad verdadera y culpabilidad falsa. Tenemos que tratar con la culpabilidad verdadera. La falsa proviene del enemigo. Sería como sentirse culpable por la deuda de la compañía eléctrica que ya ha sido cancelada.

Nos creamos un problema cuando no aceptamos la provisión que Dios hizo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. La provisión fue hecha en la cruz del calvario donde fue cancelada la deuda por nuestros pecados. La Biblia nos amonesta que tenemos que confesarnos. Esto quiere decir que estamos de acuerdo con Dios sobre nuestros pecados. Nosotros no estamos confesando nuestros pecados a Dios porque Él no los conoce. El conoce todo sobre nuestra persona. Dios no se va a quedar asombrado cuando le confesemos nuestros pecados. Simplemente nos ponemos de acuerdo con Él, que nuestras acciones han sido pecaminosas. La confesión nos trae en línea con Dios. Cundo le confesamos a Dios que estamos de acuerdo con Él, que nuestras acciones fueron pecaminosas, Él nos perdona y nos limpia. Dos palabras clave que encontramos en las Escrituras son: Perdón y limpieza. Dios nos perdona completamente por lo que hemos hecho y luego lo limpia de nuestro expediente. Si levantamos la tapa de nuestro automóvil y empezamos a trabajar alrededor del motor, se nos llenarían las manos de grasa y la gente se daría cuenta en lo que andábamos. Pero cuando nos lavamos las manos, las manos quedan limpias. Esa es una condición cuando Dios nos limpia. Nuestros pecados ya no son obvios. Otra palabra que encontramos en la Biblia es arrepentimiento. Si quebrantáramos una ley nos encontráramos encarcelados, le diríamos al Señor: “Si me sacas de aquí, haré cualquier cosa que me pidas. No volveré a tomar, no juraré más e iré a la iglesia.” Pero al momento que nos dan la libertad, ya nos olvidamos de lo que le prometimos a Dios. Eso no es arrepentimiento. “Y la paz de Dios gobierne en nuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo y sed agradecidos.” (Colosenses 3:15). La palabra gobernar que menciona la Palabra, se relaciona con un árbitro. Cuando un árbitro suena el pito durante el partido, se detiene la jugada porque ha habido un juego sucio. El Espíritu de Dios hace lo mismo en nuestro corazón. Él nos da convicción cuando cometemos estamos por cometer alguna falta. Una de las funciones del Espíritu Santo es de darnos convicción. Cuando a un acusado le celebran juicio y el jurado lo encuentra culpable, el acusado ha sido convicto de la acusación. De igual manera el Espíritu de Dios nos trae convicción de pecados a nuestro corazón. “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando Él venga, convencerá el mundo de pecado, justicia y de juicio.” (Juan 16:7-8). El Ayudador es el Espíritu Santo que ha tomado residencia dentro de nosotros. Él es el Espíritu de Verdad.

“Si me amáis, guardad mis mandamientos y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: El Espíritu de Verdad al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le reconoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros.” (Juan 14:15-17). El Espíritu de Dios está dentro de nosotros para ayudarnos. El nos trae convicción de culpabilidad verdadera. Si verdaderamente somos culpables, Dios nos trae convicción para que confesemos nuestra culpabilidad, nos arrepentimos de ella, recibimos el perdón y somos limpios de todo mal. La convicción siempre es específica. Dios nunca nos trae convicción en más de una cosa a la vez, porque sabe que no podríamos soportarlo. El trabajo de Satanás es hurtar, matar y destruir. En vez de traernos convicción, nos condena. Satanás nos dice que no servimos para nada y que nunca lograremos hacer nada bueno, que nunca seremos restaurados pues hemos sobrepasado todos los límites. No nos trata con asuntos específicos sino con generalidades. El domingo por la mañana nos levantamos y decidimos asistir a la iglesia. Pero dentro de nosotros hay una vocecita, “no tienes por qué juntarte con esos hipócritas.” Y con ese pensamiento nos quedamos en casa. Luego, al medio día, la misma voz nos dice, “eres un cristiano mediocre, ni siquiera pudiste ir a la iglesia hoy.” Él nos pone en una situación que no podemos ganar. Primero nos dice que somos hipócritas si vamos a la iglesia y después nos dice que somos cristianos pobres porque no fuimos a la iglesia. Satanás utiliza la condenación para quitarnos la vida que Dios nos ha dado. La clave que usa está en tratar algunos asuntos en generalidades en vez de específicos. Nos dice, “observa todo el daño que has hecho en tu pasado.” Mas sin embargo, Dios no trabaja en esa forma. Dios nos muestra un problema a la vez y es específico. Satanás amontona todos nuestros pecados y nos dice que nunca vamos a lograr nada. Dios nos trae convicción de un pecado específico, mientras Satanás nos condena en general. Por ejemplo, cuando disciplinamos a un hijo, no lo disciplinamos basados en generalidades, lo disciplinamos por algo específico que ha cometido o alguna mala actitud. Pudiéramos decirle al niño, “no traigas ese vaso de agua al cuarto porque puedes derramarlo en la alfombra.” El niño, en su desobediencia, trae el vaso de agua al cuarto y riega un poco de agua en la alfombra a propósito. Le decimos que regrese el vaso de agua a la cocina pero vuelve a regar más agua en la alfombra. En ese momento se le dice al niño que se le va a castigar porque se le dijo que no trajera el agua al cuarto y no lo hizo como se le dijo. Este es el tipo de corrección específica. No le decimos que lo vamos a castigar porque nunca va a mejorar o a lograr ser nada, o por todo el daño que ha hecho, o porque no sirve para nada. Eso es condenación, ese tipo de corrección es basado en generalidades.

Dios pone su dedo en lo que Él nos quiere enseñar. Satanás trata de destruirnos con la condenación basada en generalidades. Satanás nos dice que nunca vamos a cambiar, pero a la medida que Dios va trabajando en nosotros, la verdad es que sí podemos cambiar, si tratamos con un problema a la vez. Dios trata con nosotros en específico para llevarnos al arrepentimiento. La palabra arrepentimiento quiere decir cambiar nuestra manera de pensar, lo cual nos llevará a un cambio de vida. Cuando pecamos, le damos la espalda a Dios. Cuando nos arrepentimos, regresamos a Él. Si nos sentimos tristes pero continuamos pecando, no existe un verdadero arrepentimiento, solamente ha habido remordimiento. Podemos estar muy sentidos o llenos de remordimiento por nuestro pecado, especialmente si nos descubrieron en el acto. La verdad es que nos sentimos mal por haber sido capturados y no por lo que hemos hecho. El arrepentimiento es un pesar piadoso y el remordimiento es un pesar mundano. Sentimos las consecuencias que sufrimos pero no el pecado que hemos cometido. Si creemos las mentiras de Satanás, solamente vamos a sentir remordimiento. “Oh, mira lo que ha pasado con mi vida.” Eso no es arrepentimiento. No es la convicción del Espíritu Santo, sino una condenación en general de parte de Satanás en forma de remordimiento. El remordimiento nos trae la muerte. El arrepentimiento nos trae la vida. La condenación no tiene salida porque Satanás nos enseña un cuadro en generalidades, en vez de un cuadro en específico para poder tratar con ella. La convicción es diferente. La razón por la cual Dios nos trae convicción en específico es para tratar con ese asunto. Cuando se lo entregamos a Él, nos libramos de esa atadura y recibimos la vida en esa área de nuestra vida. Corremos en un círculo cuando nos llenamos de remordimiento. No podemos pensar bien, nos confundimos y somos devastados. Si no recurrimos a Dios, le huimos al propósito y el plan que Él tiene para nuestra vida. Remordimiento es sentirse mal por las consecuencias de lo que hemos hecho. Arrepentimiento es sentirse mal por haber pecado contra Dios. Satanás no es un creador, es un explotador. Sus dos herramientas son: Engaño y tentación. La condenación es un engaño. Él nos dice que no servimos para nada, que nunca vamos a cambiar. Eso es un engaño, no es nada más que una mentira. La palabra de Dios nos enseña que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Tenemos que tomar una decisión a quién vamos a creer. ¿Le creeremos a Dios, o a esa voz que nos dice que hemos llegado demasiado lejos con nuestro pecado?

Nuestro problema es que no hemos aprendido a discernir entre la voz de Dios a la voz y la voz de Satanás. Necesitamos ser capaces de distinguir entre ambos. Por ejemplo, considera un cuchillo. Si ponemos un cuchillo en las manos de un delincuente, él podría despedazar a alguien. Podría usar el cuchillo para matar y destruir una vida. Pero si ponemos el mismo cuchillo en las manos de un médico cirujano, éste lo usaría para salvar una vida. La misma herramienta se puede usar para quitar o dar la vida. Tenemos que discernir entre el Gran Cirujano y el delincuente. El dolor de la cirugía puede ser tan intenso como el dolor de ser mutilado, pero el propósito de la cirugía es salvar una vida, mientras que el de la mutilación, es destruirla. Cuando desechamos la voz de Dios, tenemos que discernir quien está sosteniendo el cuchillo. ¿Será Dios o Satanás? Si Dios tiene el cuchillo, deberíamos permitirle que haga su cirugía sanadora. Ese es el Espíritu Santo trayéndonos convicción. Si es Satanás condenándonos, no debemos tomar ninguna parte en ella. Discernimos cuando le pedimos a Dios que nos muestre quien está sosteniendo el cuchillo. Esa es la clave. Tenemos que mirar la situación honestamente y preguntarnos ¿será cierto o falso? ¿Será específico o general? Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. La voz que nos condena es falsa. Si tenemos un problema pecaminoso en nuestra vida, reconocemos que estamos mal. La convicción del Espíritu Santo penetra nuestro corazón. Él nos trae convicción para que lleguemos al arrepentimiento. Cuando nos arrepentimos, confesamos con nuestra boca lo que Él ha puesto en nuestro corazón. Tomamos la decisión de apartarnos de esa característica y se lo entregamos a Él y no volvemos a hacerlo. Cuando tomamos esta actitud, ganamos vida en esas áreas de nuestra vida. Cuando Dios nos trae convicción, el Espíritu Santo como árbitro, sopla el pito en nuestro corazón. La Biblia usa dos palabras en cuanto al Espíritu Santo. Una de ellas es afligir y otra es apagar. Cuando pecamos, afligimos o apagamos al Espíritu Santo. Por ejemplo, si llenamos la taza de agua caliente, podemos ver fácilmente cómo sube el vapor, pero si tapamos la taza, el vapor no tendría salida y lo apagaríamos. Cuando rehusamos arrepentirnos, es como si le pusiéramos una tapa al Espíritu Santo. Pero cuando nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado, le quitamos la tapa y permitimos que el vapor salga. Cuando el Espíritu Santo nos trae convicción, es nuestra responsabilidad hacer un alto donde estemos, arreglar el problema con Dios y luego continuar con nuestra vida. Satanás tratará de hacernos concentrar en un pecado que ya ha sido perdonado. La función de Satanás es la de robarnos la paz, robar la semilla que está sembrada en nuestro corazón. Tenemos que decidir a quién creer.

Nos mantenemos en un estado de confusión hasta que le permitimos a Dios renovar nuestra mente para poder discernir quién tiene el cuchillo. Esto lo logramos a través de la oración, estudio bíblico y el compañerismo con otros cristianos. Nuestro discernimiento va mejorando conforme Dios va renovando nuestra mente. Reconocemos la diferencia entre culpabilidad falsa y verdadera. Somos culpables o inocentes. La condenación trata con la culpabilidad falsa mientras que la convicción trata con la culpabilidad verdadera. Cuando nos lamentamos en culpabilidad falsa es una señal de que no hemos recibido el perdón de Dios a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz del Calvario. También quiere decir que nos exaltamos a una posición más elevada que Dios. Le estamos diciendo a Dios que el sacrificio de Cristo no fue suficiente para nosotros. Muchas veces creemos que la Palabra de Dios puede ser para otros no para nosotros, porque nos movemos bajo nuestros sentimientos, que es el área donde Satanás nos ataca. Satanás nos ataca en el momento en que empezamos a buscar a Dios en vez de seguir las tentaciones del mundo. Como él sabe que está por perder otra víctima, trata de llenar nuestra mente con mentiras, especialmente cuando se trata con el perdón. Si pudiera convencernos de que tenemos que ganarnos el perdón, nos enfocaríamos en esa labor. Eso causaría que quitáramos la vista de Dios y de su gracia. La Biblia es muy clara cuando nos dice, por cuanto todos hemos pecado, hemos sido destituidos de la gloria de Dios. Dios envió a Jesús por todos y no solamente por algunos escogidos. O creemos que Dios está tratando con nosotros o no lo creemos. Eso requiere una decisión personal. Satanás trató de bombardear a Jesús en el desierto y de hecho, tratará de hacer lo mismo con nosotros cuando empecemos a buscar de Dios. Pero mientras permitimos que Dios renueve nuestra mente, podemos discernir quien está sosteniendo el cuchillo. Dios nos creó con una memoria para recordar, no para olvidar. Nuestro ministerio vendrá de nuestro pasado personal. Si Dios nos usa para ayudar a otros, será porque nos hemos acordado de dónde venimos y hasta dónde nos ha traído Dios. Si nos duele la memoria de un evento del pasado, necesitamos preguntarnos si le hemos entregado ese dolor al Señor para poder recibir su perdón. Si nos hemos confesado delante del Señor, la Biblia nos dice que hemos sido perdonados desde el momento de la confesión. Si no lo hemos entregado al Señor, entonces experimentamos culpabilidad verdadera. Nuestros sentimientos no cuentan, lo que vale es la Palabra de Dios. Podemos sentirnos muy mal por algo que hemos hecho en el pasado. Si pudiéramos regresar al pasado, cambiaríamos muchas cosas. Pero no podemos darnos el gusto de entretener esa culpabilidad. Si la hemos entregado al Señor y le hemos pedido su perdón, hemos hecho

todo lo posible; hasta donde nos concierne, está fuera de nuestras manos a pesar de cómo nos sentimos. Fuimos adictos a los químicos porque nos hacían sentir bien. Vivíamos por nuestros sentimientos. Tenemos que cambiar esa característica y comenzar a vivir por fe. Tenemos que decidirnos a creer la Palabra de Dios y vivirla en vez de vivir según nuestros sentimientos. Por ejemplo, si Dios nos trajera a la memoria que tenemos una cuenta pendiente, eso sería convicción de un asunto específico; eso nos traería culpabilidad verdadera. Posiblemente no podemos pagar el dinero en ese momento, pero por lo menos podemos admitir que tenemos esa deuda y podemos comprometernos a cancelarla lo más pronto posible. Una vez que hemos cancelado la deuda, si regresa una vez más esa culpabilidad de la deuda a nuestra mente, entonces eso sería culpabilidad falsa porque ya hemos cancelado la deuda. Dios es el Espíritu de verdad. Él siempre trata con la verdad. La culpabilidad no tiene que ver con nuestros sentimientos, sino con la verdad. ¿Estaremos haciendo específicamente lo que Dios espera de nosotros sin tomar en cuenta nuestros sentimientos? El arrepentimiento comienza con nuestra actitud. ¿Queremos hacer bien las cosas? Tenemos que hacerlas si queremos seguir a Dios. Así es como nos ponemos en línea con la voluntad de Dios. Dios quiere limpiar nuestro desorden. Él mira nuestro corazón en medio de cada situación ya que nuestro corazón dicta nuestro comportamiento. INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN DOS. Ejercicio personal y en grupo (Ver página 107)

1. ¿Cuál es una de las cosas más importantes que aprendemos en nuestra relación con Dios?

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2. ¿Cuál es uno de los problemas principales que confrontamos cuando salimos de la adicción?

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3. Si escuchamos las mentiras de Satanás en vez de la verdad de Dios, caeremos en condenación. Explique.

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4. Describa el arrepentimiento. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. ¿Cuál es la diferencia entre la convicción y la condenación? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

6. ¿Cuál es la diferencia entre remordimiento y arrepentimiento? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

7. Explique la diferencia entre culpabilidad verdadera y falsa. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

INVENTARIO MORAL DIARIO

LECCIÓN TRES Cada día apartamos treinta minutos para nuestro Inventario Moral Diario, pero hay mucho más en esos treinta minutos que solamente hacer el I.M.D. Necesitamos reflexionar sobre el día anterior y pedirle al Señor que nos muestre las actitudes y acciones que Él quiere cambiar. Lo más importante de todo es que aprendamos a desarrollar un hábito de apartar cierto tiempo del día para el Señor. En nuestro tiempo de silencio, aprendemos a enfocarnos en el Señor. Es por eso que necesitamos estar a solas con Él. También eso nos ayuda a apartarnos de las distracciones que nos rodean. Si quisiéramos tener una conversación en privado con alguien, seguramente buscaríamos un lugar solitario donde no hubiera interrupciones. Eso es lo que intentamos lograr con Dios. Las Escrituras nos enseñan que cuando Jesús andaba en la tierra, Él hacía lo mismo. Se retiraba a solas para comunicarse con el Padre. Jesús tenía tanto que hacer como cualquiera de nosotros, pero aún así, tomaba el tiempo para apartarse de los demás. “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba” (Marcos 1:35). “Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar” (Marcos 6:46). “Mas Él se apartaba a lugares desiertos y oraba” (Lucas 5:16). “En aquellos días, Él fue al monte a orar y pasó la noche orando a Dios” (Lucas 6:12). La noche que Jesús estaba en Getsemaní junto con sus discípulos, cuando fue traicionado, Él se retiró al jardín a orar.

Jesús se apartaba de toda distracción para orar. La multitud exigía su tiempo y su atención. Él se apartaba de ellos para estar en comunión con Dios. Ese es el propósito de nuestro tiempo de silencio. En este programa establecemos nuestro tiempo de silencio por la mañana. Comenzamos el día apartándonos de los afanes del mundo para estar a solas con Dios. Cuando salimos de un programa estructurado, tenemos que establecer nuestro propio programa ya que no podemos llevarnos el programa con nosotros. Puede ser que no podamos apartar el tiempo exacto todos los días como acostumbramos en el programa. Quizá tengamos que mover el tiempo para Dios a otra hora del día. “Estad quietos y conoced que Yo soy Dios”. (Salmo 46:10). Tenemos que apartarnos para estar quietos. Tenemos que cortar toda distracción para poder enfocarnos en Dios y escuchar su voz. Hay una historia en Lucas 10:38-42 acerca de dos hermanas llamadas Marta y María. “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su Palabra”. ¿Puedes imaginarte al Señor mismo visitando tu casa? Eso fue lo que ocurrió con estas dos hermanas. Una de ellas, María, se sentó a los pies de Jesús para escucharle. “Pero Marta se preocupaba por muchos quehaceres y acercándose dijo, “¿Señor, no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile pues que me ayude. Respondió Jesús y le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. La diferencia entre las dos hermanas es que la una se sentó a escuchar mientras la otra se mantenía ocupada. ¿Cuántos de nosotros nos sentamos con la Biblia en la mano a escuchar a Dios, pero nuestra mente está pensando en las cosas que nos esperan durante el día, o cierta situación o preocupación que estamos pasando? Nos parecemos mucho a Marta. Eso lo reconocemos como el síndrome de Marta. No nos sentamos a los pies del Señor para escucharle. Dense cuenta que María no estaba hablando, ella estaba escuchando. Por eso es que las Escrituras nos dicen: “Estad quieto y reconoced que Yo soy Dios”. Dios nos habla cuando llenamos el I.M.D. Dios habló en la casa de Marta, pero solamente un par de oídos escucharon. Marta perdió la mejor parte por estar ocupada.

Cuando nos sentamos por la mañana para tener nuestro tiempo de silencio, la parte más importante es cuando Dios nos habla. Podemos estar sentados con la Biblia en la mano pero con la mente cargada con las preocupaciones del mundo y estar lejos de la comunión con Dios. Nuestra apariencia externa está bien, pero por dentro, estamos vacíos. Nuestras intenciones son buenas, pero si no estamos presentes delante del Señor, no estaremos en ninguna posición para recibir lo que Él quiere darnos. Necesitamos darle la prioridad a la preparación para la comunión. El tiempo de silencio es la parte más importante del día. Es más importante que los estudios, el trabajo o cualquier otra cosa en nuestra vida. Es nada menos que nuestro tiempo personal con Dios. Este es el momento donde nos enfocamos en Él, y le permitimos que nos hable, nos guíe y nos dirija. En nuestro tiempo de silencio no tenemos que orar por nuestros seres queridos ya que se trata de un tiempo personal con el Creador del universo. Dios quiere dirigirse a nuestras vidas. Somos llamados para interceder por nuestros seres queridos, por aquellos en autoridad, por aquellos que Dios ponga en nuestro corazón, pero nuestro tiempo de silencio no es el tiempo para la intercesión. Cuando Jesús se apartaba de las multitudes, todavía había gente que necesitaba un milagro en sus vidas. Pero aún así, Él se apartaba de aquellas necesidades que eran obvias y se retiraba a solas par hablar con el Padre. Nosotros tenemos que aprender a hacer lo mismo. Tenemos que dejar todo atrás, hablarle al Señor y permitir que Él nos hable a nosotros. “Así que hermanos os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. (Romanos 12:1). Durante nuestro tiempo de silencio nos presentamos a Dios para escucharle. El corazón de este programa estructural es el tiempo de silencio. El programa no nos va a cambiar, sino el poder de Dios. Pero tenemos que darle acceso a Él. Tenemos que dejar que Él nos hable y haga la obra en nosotros. Él es quien hace los cambios. Ninguna cantidad de información puede hacer algo por la adicción química. Podemos memorizarnos todo este manual, pero si el Espíritu Santo no está dentro de nosotros y si no estamos enfocados en Dios, esa información solamente nos hará más dependientes de la adicción. Es como si fuéramos al médico con un grave problema. El médico nos da un diagnóstico de apendicitis. Es importante tener este conocimiento, pero ningún bien nos hace la información sin el tratamiento que necesitamos. Reconociendo el problema es importante pero a menos que el Gran Médico por excelencia haga la operación, en vano es la información. Si descubriéramos que tenemos una ruptura y nos dicen que no pueden hacer nada por nosotros, esa información nos preocuparía. Eso empeoraría la situación. Esa es la

situación cuando no dejamos que el Espíritu de Dios haga la operación espiritual que necesitamos. Es importante reconocer nuestro problema, pero el segundo paso sería orar y darle acceso a Dios al problema, a esa actitud o enfermedad para recibir su sanidad. Cuando trabajamos nuestro I.M.D., normalmente no es difícil reconocer algunas actitudes negativas del día anterior. Muchas de ellas fueron obvias. Pero a menos que entreguemos esas áreas negativas, nuestras actitudes no van a cambiar. Podemos acostarnos con mal humor y levantarnos igual. La solución no está en acostarse para olvidar el problema. Para poder entregar al Espíritu Santo esas áreas de nuestra vida que necesitan cambiar, tenemos que enfocarnos en Dios. Recuerde que en 1 Juan 1:9 la palabra nos dice que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. En nuestro I.M.D. escogemos una actitud negativa del día anterior y hacemos lo que dice este versículo. Dios nos perdona y nos limpia de toda maldad. De esta manera, podemos comenzar un día nuevo y limpio. Cuando aplicamos nuestro I.M.D. apropiadamente, comenzamos cada día fresco y limpio. Solamente tenemos que darle acceso a Dios a esas áreas. Tenemos que hacer un esfuerzo, tenemos que decidir enfocarnos a disciplinar nuestros pensamientos y centrarnos en Jesucristo en vez de las actividades que nos rodean. Dios no solamente nos limpia, Él nos sana y cambia nuestra personalidad. Lo único que tenemos que hacer es presentarnos a Él. Si tuviéramos necesidad de un médico, tendríamos que presentarnos a ese médico. Es exactamente igual en nuestra relación con Dios. Tenemos que presentarnos a Él porque es el único que nos puede sanar y restaurar. Posiblemente pensamos que para presentarnos a Dios tenemos que estar sentados en una banca de la iglesia para poder escucharle. Eso no es lo que la Biblia nos dice. Cuando Jesús ministraba, miles se sentaban a sus pies, pero pocos oían lo que Él decía. Muchos venían por pasar el tiempo, por sanidad o por la simple emoción de verlo expulsando demonios. Al igual que aquellas multitudes, nosotros podemos entrar en un programa de regeneración y presentarnos físicamente. Creemos que porque estamos presentes físicamente vamos a recibir la sanidad automáticamente. Nuestro cuerpo puede estar en el programa y la mente por otros lugares. En esta condición, es absurdo creer que Dios nos puede hablar. ¿Cuánta atención le estamos dando a Dios? Podemos creer que estamos bien porque físicamente estamos en el programa, pero no nos damos cuenta que nuestra cabeza anda por otro lugar; por lo tanto, Dios no puede hacer ningún cambio en nuestra vida. Realmente no estamos en el programa.

El tiempo de silencio no consiste en estar sentado en algún lugar con la Biblia en nuestras manos esperando que algo ocurra. A menos que nos presentemos al Señor y estemos quietos, Él no nos hablará o hará algún cambio en nosotros. Nuestra mente tiene que estar enfocada en Él. Solamente de esa manera le daríamos acceso a nuestra voluntad y emociones. Si no hacemos este esfuerzo, no van a ocurrir los cambios que deseamos. No podemos recibir la sanidad del Señor si no estamos quietos en su presencia. La parte más difícil sería dejar de enfocarnos en todo lo demás, al igual que Marta. Marta se enfocó en las necesidades que se presentaron y se enojó porque el enfoque de su hermana no estaba donde estaba el de Marta. Mientras nos enfocamos en Él y estamos quietos, Él nos habla y hace la obra en nosotros. A veces pensamos que el Señor es sordo porque le hablamos y no recibimos una respuesta. No es Dios quien está sordo, sino nosotros. Sucede que rehusamos estar quietos para escuchar lo que Él tiene que decirnos. A menos que aprendamos cómo llegar a la presencia del Señor, se nos va a hacer muy difícil afuera. Conocemos al Dios sanador mientras estamos en un programa estructural y cuando salimos del programa, lo llevamos con nosotros. Sabemos cómo comunicarnos con Él y cómo mantener una relación con Él fuera del programa. Es muy fácil mantenernos sobrios y libres de drogas mientras estamos en el programa y es fácil mantenernos espirituales. Pero cuando salimos del programa, es otra cosa. Debemos tener nuestro propio programa y debe incluir una relación íntima con Dios, centrados en nuestro tiempo de silencio con Él. Si esperamos tener una relación con alguien que nunca hemos conocido, tenemos que llegar a conocer a esa persona. Esto sucede cuando:

1. Pasamos tiempo con ella. 2. Le escuchamos. 3. Hay comunicación a un nivel personal.

Muchos de nosotros, cuando oramos, hablamos lo que tenemos que hablar, cerramos con un “amén” y luego continuamos por nuestro camino. Nunca escuchamos lo que Dios tiene que decirnos o lo que Él nos quiere enseñar. Nos apoderamos de toda la conversación y se convierte en un monólogo. ¿Qué tipo de relación pudiéramos desarrollar con otro ser humano con esa actitud? ¿Qué si no le diéramos la oportunidad a esa persona para hablar, sino que le decimos lo que tenemos que decir e inmediatamente nos marchamos? ¿Qué tal si esa persona nos quisiera hacer un regalo de un millón de dólares y no le diéramos la oportunidad de hacerlo? Lo que Dios nos quiere dar vale mucho más que un millón de dólares. Pero nosotros mismos se lo impedimos ya que estamos muy ocupados

haciéndole las demandas que el mundo nos exige. Hay demasiadas cosas ocupando nuestro tiempo. Por ejemplo, nuestro hijo está jugando con un juguete roto. Podemos ver que está roto. Cuando nos trae el juguete y nos señala que está roto, eso no nos sorprende porque ya lo sabíamos. No hicimos ningún intento de arreglar su juguete cuando vimos que estaba roto, pero cuando nos lo trajo, él espera mientras se lo arreglamos. Si el niño nos trae el juguete, señala que está roto y se va, posiblemente no se lo arreglaríamos porque es obvio que no tiene importancia para él. Es igual con nuestra relación con el Señor. Él ya conoce el problema. Pero cuando nos acercamos a Él y buscamos su guía, le decimos lo que tenemos que decir y nos marchamos. No tenemos la paciencia para esperar Su respuesta. Nunca le damos la oportunidad al Señor para que haga la obra en nosotros. Al igual que Marta, estamos muy ocupados. También tenemos la tendencia a creer que como hemos venido hablando y caminando con Dios y leyendo la Biblia por un período de tiempo, que ya no tenemos que continuar practicando el tiempo de silencio. Nos sentimos como que hemos llegado a la meta. Sentimos que podemos tener nuestro tiempo de silencio el lunes, miércoles y el viernes. Entonces el martes, jueves y sábado, podemos hacer como se nos place. Este puede ser un error fatal en nuestro pensamiento. Nuestra relación con el Señor no debe ser una o dos veces por semana, necesita ser a diario. El deseo de un padre terrenal es estar en comunicación con sus hijos diariamente. Dios tiene el mismo deseo para con nosotros. Él desea vernos y hablar con nosotros diariamente. El deseo de su corazón es sanarnos y cambiarnos, pero Él no puede lograrlo a menos que le demos acceso. Sin el Señor en nuestra vida, el tiempo de silencio y el I.M.D., serían una pérdida de tiempo. Nos haríamos daño al intentar hacer el I.M.D. sin el Señor. No hay manera de despojarnos de nuestras malas actitudes sino es a través del Espíritu de Dios. Si no estamos serios en desarrollar una relación con Dios, el I.M.D. nos despedazaría. El I.M.D. no está diseñado para condenarnos. El único que nos condena es Satanás. El I.M.D. es una herramienta que el Espíritu Santo utiliza para traernos convicción de ciertas actitudes que Él quiere cambiar. Una vez que hemos identificado nuestro defecto de carácter, le damos acceso al Señor en esas áreas para que nos limpie y nos libere. El es la solución de nuestro problema. Primero identificamos el problema y luego se lo entregamos a Él. Nos frustramos cuando no vemos la solución al problema. Aplicamos nuestra propia solución a un problema doloroso. Esto es porque hemos aprendido a medicar nuestros problemas. El I.M.D. es un espejo emocional del día anterior.

“Examíname, oh Dios y conoce mi corazón, pruébame y conoce mis pensamientos y ve si hay algo en mi, camino de perversidad y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24). Esta debe ser nuestra oración al comenzar nuestro tiempo de silencio. El salmista le pide a Dios que escudriñe su corazón. Él quiere que Dios conozca su corazón, que le muestre cualquier ansiedad, porque esto revela su falta de confianza. Le pide a Dios que le haga conocer si acaso le ha hecho daño a Dios o a cualquier otra persona. Finalmente le pide al Señor que lo guíe de acuerdo con su propósito eterno. No importa cómo llenamos nuestro I.M.D., eso no nos va a cambiar. Solamente cambiamos a través de la influencia de Dios en nuestra vida. Pero el I.M.D. nos permite hacer algo que nunca hemos hecho. Nos permite vernos por dentro y pedirle a Dios que nos enseñe el problema que Él quiere cambiar. Ahora cuando nos acercamos delante de Dios, Él quiere referirse a nosotros. Esto no quiere decir que Dios solamente nos muestra lo malo. Él nos afirma, nos ama y nos da palabras de ánimo. Mientras progresamos en el programa, el I.M.D. nos muestra áreas en las que Dios está trabajando. Podemos ver los resultados positivos en nuestros cambios de actitud y comportamiento. El I.M.D., junto con el Espíritu Santo harán los cambios en nuestra vida. El Creador del mundo utiliza el tiempo de silencio para hablarnos personalmente. Él ha tratado de hablarnos en el pasado, el problema es que nosotros no le hemos escuchado. Pero ahora, esta situación está cambiando. Dios nos ha traído a este programa para un propósito. Él nos ha puesto en una posición donde tiene toda nuestra atención. Desea hablarnos y usa el I.M.D. como instrumento. Un granjero puede tener las mejores herramientas del mundo, pero si no tiene la semilla, de nada le valen las herramientas. Podemos tener todas las herramientas de un programa de regeneración, pero sin el Espíritu Santo, de nada valen las herramientas. Una de las actitudes negativas del I.M.D. es el egoísmo. Si confesamos haber sido egoístas y le decimos a Dios que no queremos seguir siendo egoístas y le entregamos esta actitud, Él nos perdona y nos limpia. Cuando la obra esté hecha, seremos dadores en vez de egoístas. Pero antes de lograrlo, tenemos que reconocer y confesar que hemos sido egoístas y aplicar 1 Juan 1:9. Cuando lo aplicamos, Dios nos cambia.

INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN TRES Ejercicio personal y en grupo (Ver página 108)

1. ¿Cuál es el propósito establecido más importante en nuestro tiempo de silencio? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. ¿Qué hacemos cuando salimos de un programa estructural? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

3. ¿Cuál es la parte más importante del tiempo de silencio? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿Por qué es más importante el tiempo de silencio que los estudios? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. Ninguna cantidad de información solucionará nuestro problema de adicción. Explique.

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6. ¿Cuál es la única forma de darle acceso a Dios en nuestras emociones y voluntad? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

7. Si no aprendemos a llegar delante de la presencia del Señor, no nos va a ir bien afuera. Explique.

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8. El tiempo de silencio y el I.M.D. es una pérdida de tiempo sin el Señor. Explique. _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

INVENTARIO MORAL DIARIO

LECCIÓN CUATRO

Sabemos que Dios nos ha traído a un programa estructural para hacer una obra en nosotros a través del Espíritu Santo. El primer paso de esa obra es la salvación. Desde el punto de la salvación, el Espíritu Santo comienza a renovar nuestra mente. Nuestro problema es mental; no vemos las cosas como realmente son. Hemos estado tanto tiempo en un mundo de fantasía que no podemos reconocer la realidad. Exponiéndonos a esa realidad, Dios nos trae a la verdad. El Espíritu Santo es reconocido como el Espíritu de Verdad. Dios nos trae a la verdad, no para condenarnos, sino para darnos convicción y cambiarnos. En la lista de las actitudes negativas del I.M.D., encontramos una con la que nos podemos identificar. No es algo que expresamos ocasionalmente, pero es algo que hemos llegado a ser. “Según mi manera de pensar, es lo que he llegado a ser”. Nuestros pensamientos controlan nuestra vida. Luego miramos al lado contrario de esa actitud y vemos lo que vamos a lograr cuando Cristo termine la obra en nosotros. Si nuestra naturaleza es la impaciencia, o sea, si la impaciencia domina nuestro estilo de vida, podemos esperar llegar a ser lo opuesto, porque Cristo nos hará pacientes. Primero reconocemos el problema y después invitamos al Señor para que haga los cambios necesarios. Para esto es que Él nos trajo aquí. Estamos en el programa para ser positivos. Para la mayoría de nosotros, nuestras actitudes han sido negativas por tanto tiempo que nos hemos habituado con sentimientos emocionales como “pobrecito de mí, estoy encerrado en este programa por seis meses.” “No tengo trabajo”. “Mi esposa me abandonó”. “No tengo carro”. “Nadie me ama”. Perdemos tiempo nadando en un charco de auto-lástima. Dios quiere reemplazar esa auto-lástima con serenidad. Él desea darnos su paz que sobrepasa todo

entendimiento. En medio de la serenidad, nos demuestra que hay un plan y un propósito para nuestra vida y que está en proceso de hacer esa obra. Algunos de nosotros tenemos problema con la queja. Dios nos llena con gratitud para reemplazar la queja. Siempre podríamos encontrar algo para quejarnos, pero cuando vemos la realidad, podemos ver que tenemos una familia, un hogar y un trabajo y todo lo que necesitamos. Dios abre nuestros ojos para que veamos lo que tenemos. El nos da un espíritu de gratitud para reemplazar al espíritu de queja. Podemos reconocer estas características negativas, pero no podemos cambiarlas. Necesitamos decir, “Señor, confieso mi actitud de queja. Estoy errado y mal agradecido. Te pido que vengas a mí y me cambies”. Cuando lo ponemos delante de Él, Él hace los cambios. Una de las categorías negativas del I.M.D. es vulgaridad y pensamientos inmorales. Cuando confesamos y le pedimos a Dios que nos limpie, Él reemplaza esos pensamientos con pensamientos limpios y piadosos. Él quebranta las ataduras de la lascivia y la perversión sexual. Durante nuestro tiempo de silencio, necesitamos averiguar específicamente lo que Dios quiere cambiar. Él lo trae a la superficie mientras trabajamos el I.M.D. y lo que tenemos que entregarle a Él. Dios no nos va a pedir algo de nosotros, si no estuviera dispuesto a ayudarnos. Cuando Él requiere algún cambio en nuestro comportamiento, nos da el poder para hacer los ajustes. Él camina a la par nuestra y continuamente nos da fuerzas, siempre y cuando le llamemos a Él. Por ejemplo, si Dios nos dice que dejemos de fumar, nos va a dar las fuerzas para dejar de fumar y continuará fortaleciéndonos mientras continuamos entregándole los deseos de la carne. Él nunca nos pedirá hacer algo que no podamos lograr. El tiempo de silencio e Inventario Moral Diario es un tiempo personal con el Señor. Es un tiempo donde Él nos fortalece. En ese tiempo, no vamos a discutir el estado del mundo, problemas familiares o ninguna otra cosa. Vamos a discutir solo aquellas cosas que traten con nuestro carácter y que Dios quiere cambiar. El tiempo de silencio es un tiempo entre Dios y nosotros. Ejemplo: Llegamos al trabajo y nuestro jefe nos asigna una tarea. Esto es para que sepamos lo que tenemos que hacer en el día. Es igual cuando vamos delante del Señor cada mañana. El Señor nos da las instrucciones del día. Algunos decimos, “es que no oigo la voz de Dios”. Hasta cierto punto eso es verdad. Rara vez escuchamos audiblemente la voz de Dios. Escuchamos a Dios en distintas formas, pero Él siempre nos habla de manera que podemos entender. Dios no nos va

a hablar en lenguaje teológico; cuando nos habla, le entendemos perfectamente. Dios nos habla de cuatro formas: 1. A través de su Espíritu Santo dentro de nosotros: La Biblia nos dice que su

Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. El Espíritu Santo trabaja en nuestro espíritu humano para cambiarnos. El Espíritu Santo nos trae convicción, reprende, corrige y nos da paz. Además nos da discernimiento para reconocer la diferencia entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo santo y lo inmundo. Guía, dirección y sabiduría provienen del Espíritu Santo. Podemos encontrarnos dándole palabra de sabiduría a alguien con un problema y luego nos preguntamos, ¿de dónde vinieron esas palabras? Provinieron del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros.

2. A través de la Palabra de Dios: Cuando acudimos a Dios en medio de algún

problema, temor o buscando dirección, a veces, Él nos trae alguna Escritura a la mente. Esto es una forma en que Dios nos puede hablar. La Palabra de Dios es para hoy, no solo para aquellos tiempos antiguos. La Palabra de Dios es para todos los tiempos. No hay problema que existe hoy en día que no sea dirigido en alguna manera por la Palabra de Dios. Él nos habla cuando leemos su Palabra. En medio de la lectura puede que alguna frase llegue a nuestro corazón. Ese es Dios hablándonos a través de su Palabra.

3. A través de circunstancias y situaciones: Dios abre y cierra puertas en nuestra

vida para traernos donde Él quiere; utilizó este método para traernos a este programa. Debemos mantenernos sensibles a las circunstancias que nos rodean y hablar con Dios constantemente para que nos revele lo que Él quiere enseñarnos en medio de la situación en que nos encontramos.

4. A través del cuerpo de Cristo: El nos habla a través de los compañeros del

programa al igual que del cuerpo administrativo. Podemos captar lo que Dios espera de nosotros mientras otra persona habla. Puede ser que nos estén hablando directamente a nosotros o a otra persona, pero al mismo tiempo discernir que Dios ha hablado a nuestro corazón.

Ejemplo: Suponga que en medio de nuestro tiempo de silencio, experimentamos una actitud de resentimiento. No le ponemos cuidado, no le hacemos caso al Espíritu Santo, no tomamos en cuenta lo que dice la Palabra de Dios, que tenemos que entregarle esa actitud a Él. Por nuestra desobediencia, podemos esperar que nos confronten en el sociograma. Dios levanta y usa a la gente para hablarnos. Dios logra tener nuestra atención de alguna manera o de otra. Él nos quiere traer de la manera más fácil que estemos dispuestos a llegar a Él. La única forma de eludir la obra de Dios en nuestra vida es cuando entramos en rebeldía y le damos la espalda. Si nos quedamos quietos y escuchamos a Dios, vamos a poder oír lo que Él nos quiere decir. En el pasado, Él trató de hablarnos en muchas ocasiones, pero no

quisimos oírle. Tuvimos que experimentar Su ira, en el momento que le dimos la espalda. Hablamos y razonamos con nuestros hijos, pero llega el momento cuando ya no quiere hacer caso y tenemos que castigarles. No lo hacemos para condenarlos sino para traer cambios positivos en sus vidas. Dios usa el mismo método con nosotros. Él nos permite sentir el dolor del mundo porque nos ama y quiere que cambiemos. Mas sin embargo no tenemos que viajar por esa ruta. Él tiene una ruta mucho mejor y más fácil. Por eso envió su Espíritu Santo. Jesús llama al Espíritu Santo, el Ayudador. Mientras el Espíritu de Dios opera en nosotros y nos muestra nuestras actitudes y los cambios que Él quiere hacer, confesamos esas actitudes al Señor y le pedimos que nos cambie. Empezamos a orar específicamente y Dios nos sana. Si Dios nos dice que tenemos un problema con la preocupación, no vamos a orar por la situación del país. Tenemos que orar por esa tendencia de preocupación y la falta de confianza que produce la preocupación. Cuando traemos al Señor en el asunto, Él señala el problema. Después que Dios nos muestra el problema y oramos, el próximo paso es grabar el mensaje que Dios nos está compartiendo. Nuestro diario es muy importante. Satanás trata de robar la bendición que Dios nos da, causándonos duda de que Él nos habla. Pero si escribimos lo que Él nos dice y reflejamos en el mensaje como de parte de Dios, podemos ver qué es de Dios porque nosotros no somos capaces de expresarnos de esa manera. Dios, el Creador del mundo entero nos habla personalmente de nosotros mismos. Eso vale la pena que sea escrito. Mientras hacemos nuestro diario, comenzamos a oír Su voz más clara. Cuando miramos nuestro diario, podemos ver cómo Dios nos habla y nuestra relación con Él crece más y más. El tiempo de silencio y el I.M.D. son nuestras llaves para la restauración. Si no nos comprometemos con el Señor y permitimos que Dios opere en nosotros y nos limpie de nuestros pensamientos negativos, motivos errados y malas actitudes, no vamos a poder cambiar. Podemos deshacernos de algunos malos hábitos, pero las actitudes serán las mismas. Cuando estamos limpiando una planta, le arrancamos la maleza que quiere destruirla, pero con el tiempo, la maleza vuelve a crecer. Para librarnos de la maleza tenemos que arrancar la raíz. De igual manera tenemos que tratar con nuestras actitudes. Ellas son nuestra raíz. A veces no podemos ver nuestra raíz y es por eso que necesitamos que el Espíritu de Dios nos la revele. El I.M.D. también nos ayuda a ser honestos. La influencia de la adicción química nos ha impedido ser honestos con la gente y con nosotros mismos. Hasta nosotros mismos nos hemos engañado en cuanto a la realidad. Dios nos ha traído hasta este

punto para abrir nuestros ojos y liberarnos. Él nos quiere enseñar a vivir en sobriedad y libres de las drogas, a convivir con Él en una relación. Él quiere que experimentemos Su paz y que no nos preocupemos del vacío. Él quiere que seamos el padre y el esposo que necesitamos ser. No estaríamos en un programa cristiano de regeneración si no hubiera sido por Él. Él nos sacó de una vida de pecado y luego nos trajo a Su reino para limpiarnos y enviarnos como Sus representantes. Es incorrecto decir que nosotros escogimos a Dios. Dios nos escogió a nosotros y no nosotros a Él, al igual que nosotros no encontramos a Dios. Dios no estaba perdido o escondido. Por razones que solo Él conoce, nos escogió para tener una relación con Él. Nos escogió para bendecirnos, no para condenarnos. Él quiere que seamos parte de Su familia. Nos ha dado la oportunidad de oír Su voz y experimentar Su presencia diariamente. El propósito de nuestro tiempo de silencio y el I.M.D. es para experimentar a Dios mientras Él nos habla. Luego anotamos lo que Él nos dice. Es por eso que tenemos que estar a solas y es por eso que tenemos que estar enfocados. La llave de nuestro tiempo de silencio es estar quietos para poder presentarnos a Él y escucharle. Si perdemos nuestro tiempo de silencio, podemos perder la serenidad y la paz de Dios. Pero cuando tomamos nuestro tiempo de silencio, Su paz nos levanta sobre las situaciones y circunstancias del día y eso nos da la serenidad. “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y orare y buscaren mi rostro y se convirtieren de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:1) Eso es lo que sucede durante nuestro tiempo de silencio. Nos humillamos, oramos y buscamos su rostro. Tenemos que hacerlo todos los días. En el proceso, Él nos convierte de nuestros malos caminos. Él oye nuestra oración y nos perdona. Nuestra tendencia es de fijarnos siempre en los demás. Podemos justificarnos cuando nos fijamos en los demás. Toda la humanidad acostumbra a hacer esto, especialmente aquellos adictos a lo químicos. Nos comparamos con aquellos que están en peor condición que nosotros. Ese tipo de comportamiento manifiesta nuestro auto-engaño. Dios nos revela la verdad mientras tomamos nuestro tiempo de silencio. “Dos hombres subieron al templo a orar: Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Dios, se propicio a mi pecador. Os digo que éste

descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:10-14). Cuando estamos delante de la presencia del Señor, nuestra actitud debería ser de humildad, sin tomar en cuenta que somos pecadores, listos para entregarnos a la misericordia de Dios. No entramos a nuestro tiempo de silencio con una actitud de juicio hacia nuestros compañeros. Solamente si nuestra actitud es la correcta, nuestro Señor trabajará su voluntad en nosotros. INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN CUATRO. Ejercicio en grupo y personal (Ver página 109) 1. ¿Por qué Dios nos trae a la luz?

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2. ¿Qué tiene Dios en mente cuando trabajamos nuestro I.M.D.? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

3. ¿Cuál es la meta de Dios para nosotros? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿De cuántas maneras oímos a Dios? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

5. Después que Dios nos hable de nuestro problema y después que oremos, ¿Cuál es nuestro próximo paso?

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6. ¿Por qué es incorrecto decir que nosotros escogimos a Dios? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

7. ¿Cuál debe ser nuestra actitud delante de la presencia de Dios? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

INTRODUCCIÓN AL CONTRATO

LECCIÓN UNO El contrato es extremadamente importante. Nos hace ver ciertas áreas de nuestra vida que necesitan ser ajustadas, sanadas y restauradas. Estos pasos nos ayudan a mantener una buena relación con el Señor. El contrato aparentará ser un ejercicio mecánico, pero mientras nos familiarizamos con él, veremos por qué es un instrumento tan importante. Algunos de nosotros hemos estado en otros programas anteriormente. Algunos de nosotros llegamos a esos programas con una actitud de “ayúdame”. Obviamente, no recibimos tal ayuda, porque aquí estamos de nuevo en otro programa. Nuestro matrimonio pudo haber sido igual. Pudimos haber estado casados en más de una ocasión, y es probable que le pidamos ayuda a nuestra esposa, pero la única ayuda que nos ofreció fue el divorcio. Pudimos haber pedido ayuda a nuestros padres y aunque trataron de ayudarnos, no experimentamos ningún cambio interno. Probablemente ocurrió igual en nuestro trabajo. Quizá intentaron ayudarnos sin ningún resultado. No fue diferente con la justicia o la ley. Posiblemente fueron indulgentes con nosotros cuando le prometimos que íbamos a dejar el vicio. Nos resentimos contra el sistema cuando nos encarcelan en vez de ayudarnos. La verdad es que nadie puede cambiar nuestra vida. Como parte del contrato vamos a tomar una buena mirada a nuestras relaciones del pasado y las del presente. Vamos a examinar a esta gente que trató de ayudarnos. En varias ocasiones le quisimos arrancar el brazo a aquellos que nos extendieron la mano. Probablemente gritábamos desde los confines de una celda para que alguien nos ayudara, pero cuando llegó la ayuda, no pudimos cumplir con la promesa de no volver a usar químicos.

Tenemos que entender que existe un problema interno y no en aquellos que quisieron ayudarnos. La gente tratará de ayudarnos, pero nosotros tenemos unos defectos internos que nos causan repetir nuestro comportamiento disfuncional. En nuestra entrevista de admisión, una de las preguntas que nos hicieron fue: ¿Por qué debemos trabajar contigo? ¿Qué vas a hacer diferente esta vez? Hay muchos programas disponibles, la mayoría son de menos tiempo y aún más fáciles que este. El elemento ausente es una mentalidad apropiada. Queremos que la gente nos ayude a continuar nuestra adicción sin tener que sufrir las consecuencias. Tenemos una mentalidad de “tomadores”. Queremos que nos den pero no estamos dispuestos a dar nada. No estamos dispuestos a ayudarnos. Antes de que ocurra cualquier cambio en nosotros, tenemos que aprender a ser “dadores” en vez de “tomadores”. Este programa nos da la oportunidad de ser dadores. En el pasado, en nuestro grito de “ayúdame”, lo que realmente queríamos era que nos ayudaran a seguir el mismo estilo de vida sin tener que entregar los patrones de hábito y pensamiento. “Capacítame a seguir viviendo sin ningún compromiso conmigo mismo o con otras personas”. Podemos ver que no hay ninguna rendición en esa mentalidad, ninguna disposición a ceder nuestro derecho a seguir usando. La verdad es que no puede haber cambios hasta que aprendamos a ser dadores. Eso también incluye compromisos parciales. Puede que estemos dispuestos a entregar una porción de nuestro estilo de vida, pero otros no. Queremos establecer nuestros propios reglamentos, pero con la vida no podemos jugar tales juegos. Cuando tratamos de hacerlo, vamos a volver a los callejones de donde hemos salido. Algunos han regresado a este programa porque no trataron con asuntos que tenían que haber tratado. El Señor los ha regresado por Su gracia y misericordia para que reciban sanidad total. Aquellos que han asistido a un programa secular, han tenido que pagar cuotas de admisión exorbitantes. La cuota pudo haber sido pagada por compañías de seguro que nos dieron la oportunidad de volver a ser “tomadores” sin tener que dar nada, así que no hemos alcanzado la sanidad. El contrato que vamos a estudiar es nuestro contrato entre Dios y nosotros; nosotros y otros y nosotros con nosotros mismos. En el capítulo 8 de libro de Hebreos, leemos sobre el viejo pacto y el nuevo. La gente del antiguo testamento rompió su parte del pacto y perdieron la bendición de Dios. En el nuevo testamento, Jesucristo fue el único que cumplió con su contrato y su compromiso. Él estableció el nuevo pacto entre Dios y el hombre. Nuestro contrato no es un contrato de rehabilitación. Rehabilitación quiere decir regresar al estado anterior. En el momento que ingresamos a este programa, dejamos de consumir alcohol y drogas, quiere decir que hemos regresado a nuestro estado anterior. Nosotros necesitamos más que un programa de rehabilitación. Este es un

programa de regeneración, un contrato donde nos ponemos de acuerdo a entregar todas las áreas a Dios. Nos ponemos de acuerdo en permitir que Dios nos haga nuevas criaturas a través del poder de Jesucristo. Algunos de nosotros estamos pensando más claro ahora que antes. Podemos creer que ahora estamos en control de la situación y que podemos hacer las cosas diferentes esta vez. Esto es un engaño. Necesitamos ser regenerados para que haya cambios definitivos. Necesitamos permitir que el Señor haga esos cambios. Ahora que tenemos la mente clara, el Señor desea un compromiso de nuestra parte. Su plan no es tan solo la sobriedad. Él pondrá gente en nuestra vida para ayudarnos a ser regenerados. Pero antes tenemos que estar dispuestos a confrontar nuestro pasado. No es con la intención de lamentarnos en auto-lástima. Dios quiere que dejemos de estar huyéndole a la realidad. Para que esto sea posible debemos de echar una buena mirada a nuestro pasado. Cuando vemos nuestro pasado, podemos ver que la vida no ha sido un jardín de rosas. En este punto tenemos que aprender a confiar en Jesús, aunque no le podamos ver. Eso no es fácil. En lo natural, no tiene sentido. Hasta ahora nuestra mentalidad ha sido “tengo que ver para creer”. Tendremos que ir más allá de nuestra lógica y sentidos y abrirnos al poder espiritual de nuestro Señor. Eventualmente vamos a “ver” porque van a haber resultados. El plan de Dios para nosotros no es solo la sobriedad. Él nos trajo aquí para aprender a vivir una vida libre de las ataduras de este mundo. Él quiere que aprendamos a vivir la vida y no solo sobrevivir. Nuestro contrato empieza a liberarnos. Si no lo cumplimos, será igual como lo es en el mundo, no habrá ningún beneficio o recompensa. Mas sin embargo, recibiremos beneficios eternos cuando cumplamos el contrato. Tenemos que decidir que Jesucristo gobierne en nuestro corazón. Cuando entremos en un contrato con Él, tenemos que estar seguros que deseamos cumplir ese contrato. Es un compromiso. Nuestra oración debe ser: “Señor, ayúdame a comprometerme. Ayúdame a ser honesto. Ayúdame a ser real”. Algunos de nosotros podríamos estar emocionados al pensar en lo que va a suceder; otros, puede que no estén muy contentos con la perspectiva de confiar en Dios con nuestra vida. Mas sin embargo, estamos aquí porque Dios nos ha traído y Él se encargará de nuestras emociones mientras nos encaminamos con Él en este programa. El contrato está dividido en tres partes: El pasado, el presente y el futuro. Por el momento lo único que tenemos es el día de hoy. Cuando hacemos nuestro I.M.D., hay dos actitudes que tenemos que considerar, actitudes que nos han atado por mucho tiempo.

Cuando vamos al pasado lo primero que resalta es la negación. La negación construye muros gruesos. No podemos ver al otro lado de la pared y decimos, “Todo está bien”. Pero ahora estamos en un programa con otras personas que compartían el mismo trasfondo de la adicción química y ellos son lo que nos van a ayudar a salir de ese estado de negación. Ellos nos hablarán la verdad en amor. Dios nos rodea con gente que nos va a ayudar a derrumbar esos muros y liberarnos de esas ataduras. Todos en el programa vienen de la misma adicción, engaño y estafa. Ellos conocen todos los juegos y nos van a señalar todos nuestros defectos y engaños. La negación es supresión de la verdad. Nosotros nos mentimos para cubrir la vergüenza, la culpabilidad y la miseria que sentimos. En la adicción química, esto es tan peligroso como echarle gasolina al fuego. La negación es la responsabilidad por la destrucción de relaciones significativas en nuestra vida. Estamos en negación sobre muchos asuntos. Reconocemos que estamos en negación, pero tenemos dificultad siendo honestos. Es más fácil construir muros de negación que enfrentar la realidad. Pero cuando vamos por esa ruta, destruimos nuestras relaciones. Nuestro contrato de regeneración nos ayudará a ser honestos. Una forma de negación es “dejaré de tomar whisky y solamente tomaré cerveza”. Es absurdo para nosotros creer que podemos tomar o drogarnos y vivir una vida normal. Eso es una locura. Una cerveza comienza una cadena de eventos que nos regresará a las calles de nuevo. Nuestro muro de negación es muy grueso, finalmente logra encerrarnos en un mundo de fantasía, especialmente sobre el futuro. Podemos creer que la vida no es tan mala y que no le estamos haciendo daño a nadie, excepto a nosotros mismos, pero podemos tratar con eso. La verdad es que la vida es una pesadilla. Sinceramente no queremos consumir, pero no podemos tratar con lo que ha llegado a ser nuestra vida, entonces medicamos la realidad. Cuando echamos una buena mirada al pasado, vemos un futuro desolado. Para evitar mirar al futuro, nos escondemos en nuestro mundo de fantasía. Pero siempre creemos que va a ser diferente y eso es una fantasía. Eventualmente, la gente se cansa de oír las mismas fantasías y nos dejan. En nuestros momentos de realidad, vemos que estamos arrasando a otros al infierno. No lo hacemos intencionalmente, pero lo hacemos. Siempre herimos a aquellos más cercanos. La negación y la proyección están arraigadas en nosotros cuando entramos al programa. Aquellos en el programa lo verán fácilmente y lo traerán a nuestra atención para que podamos tratar con ellas. No queremos reconocer la verdad de nosotros mismos, entonces proyectamos nuestro problema hacia los demás. Cuando entramos en la negación y proyección hay muy poca esperanza para nuestra vida. La única realidad que vemos en este momento es que Dios mora en nosotros. A veces luchamos con eso, pero mientras permitimos que el Señor haga la obra en

nosotros, podemos ver el pasado y aprender a hacer metas reales a corto plazo para que nos ayuden. De esta manera nuestro pasado y futuro no serán iguales, tendremos esperanza para el futuro. El contrato está diseñado con ese propósito. Hay personas y organizaciones fuera del programa que también se han comprometido. Ellos han creído en el programa y prestan su apoyo en forma de dinero, oraciones y otras contribuciones. Las iglesias no nos conocen personalmente, pero están tan comprometidas como si nos conocieran. Obviamente, Dios también está comprometido con nosotros, de no ser así, hoy en día no estaríamos vivos. No estamos en este programa por nuestro buen comportamiento, estamos aquí porque Dios está involucrado en nuestra vida. Dios puede usar esta oportunidad para cambiar nuestro “querer” por su “querer”. Al principio puede que sientas que no quieres estar en este programa, pero mediante el tiempo, Dios te cambiará esa actitud. En parte, de eso se trata la regeneración, Dios regenera nuestro pensamiento. En la entrevista de admisión nos dijeron que no iba a ser fácil. No es imposible aunque sea un poco difícil. Se nos hace difícil confrontar las mismas cosas a las que le estamos huyendo. Pero este es el primer paso. Empezamos con el contrato. Durante esta fase del programa, vamos a construir nuestra casa. La construcción está diseñada para sacar a la luz aquellas cosas que están ocultas para que todos las vean. Tenemos que traer todo lo oculto a la luz para que pueda ser sanada. Aprenderemos a ser honestos sobre nuestros sentimientos y relaciones rotas. Las traemos a la luz para que el Señor nos perdone y nos limpie. Sabiendo que vamos a construir nuestra casa, deberíamos estar orando, “Señor, yo quiero ser lo más honesto y sincero posible. Quiero recibir todo lo que esté a mi alcance en esto”. Cada uno de nosotros quisiéramos ser libres de la adicción química. Pero más importante, necesitamos ser libres del pecado que ha controlado nuestra vida. El pecado nos ha separado de Dios, de los demás y de nosotros mismos. Es más importante ser librados del pecado que llegar a un estado de sobriedad y libre de las drogas. Dios tiene algo para nosotros en mente, más importante. Hay una gran diferencia entre el hombre que peca y el hombre que deja que su pecado controle su vida. El adicto no conoce otra manera de vivir sin que el pecado controle su vida. La carne solo sabe pecar. Es el primer pensamiento del día y el último también. La carne es incapaz de hacer una obra espiritual. La carne vive para el mundo y el mundo llena la carne. Dios señala nuestro pecado. Él nos hace ver dónde estamos en nuestra relación con Él y con la gente que Él pone en nuestro camino. Si no somos honestos mientras estamos en este programa estructural, definitivamente no vamos a ser honestos cuando estemos fuera.

Cuando somos honestos, los muros comienzan a caer. Necesitamos entender que como nosotros levantamos esos muros, nos toca a nosotros derrumbarlos. El Señor nos ayudará a cumplir esto. Él nos encierra hasta que comienza a calentarse más y más y nuestra carne empieza a torcerse y el Señor continúa esta presión hasta que la verdad suba a la superficie. Él nos lleva por este proceso para traernos a la verdad y sanarnos. Mientras más honestos seamos, más vamos a reconocer que no tenemos a quien culpar sino a nosotros mismos. Mientras que Jesucristo nos ayuda a ver eso, Él trabaja en nosotros y ocurren cambios. Si usamos este contrato como es debido, nos ayudará a ser honestos para poder romper los muros. Lo mejor que podemos hacer por nuestras fuerzas es rehabilitarnos, llegar a nuestro estado anterior. Esto no es suficiente porque nuestro estado anterior fue lo que nos llevó a la adicción. Mas con Cristo en nuestra vida, podemos ser libres. Necesitamos reconocer que nuestros compromisos previos cayeron cortos porque nunca hemos podido sostenernos en nuestra palabra. Dios nos muestra que no tenemos los requisitos para cumplir un compromiso. Nuestro pasado nos confirma esta verdad. Somos como los judíos del antiguo testamento que no cumplieron con sus promesas. Mas Él bendijo a aquellos que se arrepintieron, aquellos que cambiaron su mente y decidieron seguirle a Él. El Espíritu Santo nos ayudará por primera vez en nuestra vida, a cumplir nuestro compromiso para ser liberados. La negación y la proyección han trabajado como un boomerang. Nuestros prejuicios acerca de otros han retornado y nos han abofeteado en la cara. Solamente el Señor puede liberarnos de los prejuicios que nos hemos echado encima. La oración es la clave de nuestro contrato. La oración nos ayuda a confrontar la realidad. Las enseñanzas nos ayudan a ver la realidad, pero la oración nos ayuda a confrontar la realidad, para que el Señor nos ayude a tratar con ella. El único requisito es tener un deseo sincero de querer estar bien con el Señor. Si ese deseo no es evidente, podemos esperar que alguien llegue y nos dirija esos puntos. Este programa es una oportunidad para ayudarnos a ponernos de acuerdo con Dios. Nos ofrece todo el material que necesitamos. Nadie puede imponer la sanidad en nuestra vida, tiene que originarse desde nuestro interior en la medida en que nos relacionamos con el Señor. El primer paso es establecer nuestra relación con Dios. Es diciendo: “Dios, ayúdame”. Tiene que haber un compromiso sincero para que el Señor nos ayude. Los consejeros están comprometidos, pero el programa consiste en más que los consejeros, incluye a todos en el programa. El programa ayuda a aquellos que lo deseen y cada persona juega una parte significativa.

En este ambiente controlado, la gente se preocupa por nosotros. Está bien si cometemos errores. Si no aprovechamos la oportunidad de este lugar, puede que nunca tengamos otra. No podemos tratar con una sola cosa sin tratar con las demás. No podemos formar nuestros propios reglamentos. Dios obra de acuerdo con sus reglamentos y en eso nosotros no tenemos ninguna opción. Puede que miremos la mecánica del contrato y pensemos, “claro que haré el contrato. Escribiré lo que quieren oír los líderes para complacerlos, solamente para quitármelos de encima”. Esa sería una mala actitud. No debes trabajar el programa para complacer a otros. Eso no va a traer cambios a nuestra vida. Necesitamos trabajar el contrato para nosotros mismos. Los líderes no conocen nuestro corazón, pero Dios sí lo conoce y no podemos engañarle. Necesitamos orar y hacer un compromiso. El contrato es nuestro contrato, no le pertenece a nadie más. Es el compromiso personal de hacernos responsables por nuestra honestidad. No te sorprendas cuando el personal nos haga algunas preguntas sobre nuestra tarea. El personal es nuestro amigo y no un enemigo. Esto no se trata de nosotros en contra de ellos. Todos tenemos la misma meta: Completar la regeneración. Si no somos honestos, nos vamos a engañar a nosotros mismos. Eso quiere decir que los mismos asuntos que nos llevaron a la adicción química, continuarán causándonos que repitamos el mismo proceso. Tarea: En las páginas 4 y 5 vamos a tratar con nuestro pasado. De estas cosas hemos venido huyendo. Esto es relacional, ya que trata con relaciones. Le hemos hecho mucho daño a la gente y le hemos herido. En la página 5 se nos pide un breve historial. No vamos a escribir en el libro sino en una página aparte. Lo vamos a marcar página 5, ejercicio 1.A y ponga su nombre. Ejercicio 1.A, es simple y básico. Esto es para poner la bola en juego. Vamos a escribir un párrafo acerca de cada relación familiar, el trabajo, la salud y nuestra relación con Dios. Vamos a escribir la realidad, no situaciones hipotéticas. Es normal que luchemos con el contrato, mas el Señor nos ayudará. Tenemos que aprender a tratar con aquellas cosas internas. Si no, nuestros sentimientos van a continuar controlando nuestra vida y eso nos va a hacer daño.

INTRODUCCIÓN AL CONTRATO Ejercicio de grupo y personal (Ver página 110) 1. ¿Por qué decimos que es imposible que otros puedan hacer cambios internos en

nosotros? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

2. Explicar por qué necesitamos un contrato de regeneración en vez de un contrato de rehabilitación.

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3. ¿Por qué recurrimos a la negación y proyección? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

4. ¿Por qué tenemos que entender que no tenemos lo que se necesita para cumplir un compromiso?

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5. ¿Qué es más importante que ser libre de las drogas? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________

NUESTRAS CAPAS DE CEBOLLA

LECCIÓN UNO Mientras continuamos trabajando el contrato, las figuras clave son la gente significativa en nuestra vida. Jesús siempre hablaba sobre las relaciones. Identificando las seis personas más significativas en nuestra vida, es relativamente simple. Vamos a identificar a estas personas y su relación con nosotros. Esto puede incluir una o dos personas que hayan fallecido, si nuestra relación con ellas todavía nos afecta. Estamos interesados primeramente en aquellos que han tenido un gran impacto en nosotros. Por ejemplo, los padres pudieron haber influenciado nuestra vida o quizá un maestro o una amistad. Estas son personas en quienes creíamos, de modo que llegaron a tener una influencia significativa en nuestra vida. Le llamamos a este ejercicio la “capa de cebolla” porque cuando cortamos una cebolla por el medio, vemos que tiene varias capas. Mientras pelamos las capas, empieza a tener un efecto en nuestros ojos. En la media en que nos acercamos a la cuarta o quinta capa, se hace más difícil, se resiste. Somos igual a la cebolla. Somos fuertes en el centro y tenemos un olor fuerte en el exterior que rechaza a la gente. Con la ayuda del Señor, este ejercicio nos va a ayudar a ver lo lejos que hemos rechazado a la gente por cuenta de nuestra adicción. Pudo haber sido inconscientemente, pero lo hicimos. Este ejercicio nos abre los ojos a esa realidad. Al igual que una cebolla, nos ponemos capas de protección, muros de fachada para proteger nuestro interior. Cuando llegamos por primera vez al programa, nos sentimos indignos. Estamos llenos de vergüenza y culpabilidad. La realidad de donde estábamos nos ha traído a este programa. Muchos de nosotros nos criamos en un hogar disfuncional. Aprendimos a una temprana edad a no hablar, a no confiar y a no sentir. Esas actitudes han llegado a

componer parte de nuestra personalidad. Esta es la primera capa de protección y aconteció en una edad temprana. Ha sido comprobado que si a un infante no se le da amor y afecto, moriría. En un hogar disfuncional, el amor, el afecto o la atención están ausentes o no es lo suficiente. Esto quiere decir que no recibimos el alimento emocional necesario. Hijos adultos de alcohólicos son un buen ejemplo. Ningún hogar es perfecto, todos crecemos hasta cierto grado de disfunción. En un hogar disfuncional nadie habla de asuntos tales como el consumo de licor de papá. Así que aprendemos a no hablar. Como nuestros padres nos dicen una cosa y luego no la cumplen, aprendemos a no confiar en nadie. Es normal para nosotros no confiar en nadie. Cuando nos castigan físicamente, se nos dice que no debemos llorar, pues aprendemos a no sentir. La sociedad dice que los hombres no lloran. Esto no es cierto. Este programa está diseñado para ayudarnos a aprender cómo hablar, confiar y sentir. Estas disfunciones están tan arraigadas en nosotros que han llegado a ser parte de nuestra personalidad. Aunque estas disfunciones pudieran haber sido impuestas en nosotros cuando éramos niños, todavía sigue siendo parte de nuestra personalidad. La segunda capa de nuestra capa de cebolla es el rechazo. Somos rechazados fácilmente. Tomamos la corrección como rechazo. Como niños hemos recibido mucha negatividad como: “No hagas esto, no hagas lo otro”. A lo mejor queríamos ayudar en la casa pero nos dijeron que éramos muy pequeños y no podíamos tocar ciertas cosas. Si no hay seguimiento a las órdenes negativas, estamos inclinados a sentirnos rechazados. Cargamos con esta actitud al programa y nos ponemos defensivos cuando se nos corrige. Hasta quisiéramos salir corriendo, huyéndole a los que reconocemos como el rechazo. Tenemos que entender que Dios tiene su dedo puesto en esa característica de nuestra personalidad. Él los ha traído a la superficie para ser liberados de esas ataduras. Si no podemos aprender a confiar en otros del programa, quienes Dios ha traído a este lugar, no vamos a aprender a confiar en Dios. Una forma de medir nuestra relación con Dios es si somos abiertos y honestos con la gente que Dios ha puesto en nuestro camino. Si alguien nos confronta en el sociograma, nuestra primera inclinación es a defendernos. Aún retamos el derecho de que esa persona nos pueda hablar. Debemos recibir lo que se nos dice y permitir que el Señor nos ayude a aclarar esa área de nuestra personalidad.

Para cambiarnos, Dios tiene que corregirnos, pero si recibimos su corrección como rechazo, no puede haber cambios en nosotros. Hay que recordar siempre que nuestros pensamientos contaminados nos han traído a este punto de necesidad. Otra capa de nuestra cebolla es el temor; temor al fracaso, al rechazo, al hombre. Queremos escondernos de ciertos asuntos en nuestra vida porque no queremos ser desenmascarados a las miradas de otros. Esta es una razón por la cual tendemos a juntarnos con otros iguales a nosotros. Esto nos ayuda a evitar asuntos en nuestra vida. También manipulamos a los demás y buscamos nuestro significado en tales cosas como el trabajo, deportes, mujeres, dinero, etc., en vez de enfrentar nuestros problemas. Todas estas cosas nos ayudan a escondernos de los problemas. Todos aquellos que están saliendo de la adicción tienen esos mismos problemas. El temor genera malas actitudes que es otra capa de nuestra cebolla. Las dos actitudes malas son: Negación y proyección. Somos propensos a suprimir la realidad y culpar a todos por nuestro problema. Parte de quien somos es nuestra poca disposición de ser real, evitando toda corrección. Pensamos que somos invencibles. Somos jóvenes y fuertes para rebotar sin ser golpeados por las drogas y el alcohol que pusimos en nuestro cuerpo. Nos convencemos que no nos van a arrestar porque no somos criminales comunes. Esto viene a producir una mentalidad de “el mundo entero en contra mía”. Definitivamente esta es una mala actitud; es un estado de negación. Cuando somos confrontados por alguien, negamos que tengamos un problema o proyectamos toda la culpa a la persona que está confrontándonos. Le decimos que le odiamos porque ellos nos han causado tanto problema. Esto sería cierto si tuviéramos padres alcohólicos. Los odiamos por su comportamiento bajo la influencia del alcohol. Pero por juzgarles llegamos a ser igual a esos padres. De nuestra mala actitud viene otra capa de cebolla que son nuestras acciones pecaminosas. Las acciones pecaminosas nos conducen al sexo, drogas y a la música con influencia negativa. Nuestro mundo de fantasía está lleno de placeres para satisfacer nuestra lujuria. Somos el rey en nuestro mundo de fantasía. Nos involucramos con el adulterio, la mentira, el engaño y aún en el tráfico de drogas. De nuestras acciones pecaminosas se produce la defensa. A través de nuestro mecanismo de defensa, justificamos nuestro comportamiento raro. Creemos que todo el mundo está en contra nuestra, nos hacemos la víctima. Nuestro problema es nuestra reacción o sea cómo nos defendemos. Estamos en contra del sistema porque el sistema mantiene y defiende la ley y el orden. Normalmente esta etapa es el principio de nuestro fin.

De nuestro mecanismo de defensa, nuestra próxima capa es nuestra creencia en nuestro propio engaño. Nos engañamos a nosotros mismos porque creemos la mentira de que no estamos equivocados. Estamos convencidos de que estamos bien, que nada nos puede suceder, que viviremos para siempre. Podríamos admitir que tenemos un problema de alcohol, pero nos resentimos si alguien nos confronta con la verdad. Nuestra raíz de engaño es muy profunda. Podríamos admitir el fumar un poco de marihuana y sinceramente creemos que no tenemos ningún problema. Para encubrir nuestro engaño, tenemos capas de todo tipo de fachada. Podemos estar un día con los motociclistas y otro día con los amigos del barrio, un día con los cristianos y el próximo día con los hippies. Nos confundimos tanto que no sabemos quienes somos. Nuestras fachadas son tan convincentes que realmente creemos: “Esta es la persona que soy hoy en día”. No importa si compartimos con los creyentes o con los inconversos, para nosotros todos son iguales. La Biblia se refiere a ese tipo de hombre, hombre de doble ánimo. Podemos pasar la vida en esa condición. Nos gusta vernos bien o nos gusta aparentar a ser religiosos, nos gusta reírnos de nuestra propia condición y no tomarla en cuenta. Jugamos con nosotros mismos creyendo en nuestra fachada. Creemos que somos lo mejor del mundo y somos más falsos que un billete de tres dólares. Verdaderamente no sabemos quienes somos. Tenemos que ver a qué distancia hemos empujado a la gente por causa de tantas fachadas. En la medida en que trabajamos nuestra capa de cebolla, queremos identificar dónde están esas seis personas significativas en el diagrama. Puede que nos demos cuenta que no hemos permitido que nuestros amigos pasen más allá de la capa número 4, nuestra capa de malas actitudes. En ese punto es cuando lo echamos fuera, no permitimos que se nos acerquen. Tarea: Dibujar el diagrama de las capas de cebolla que está en el libro, en una hoja de papel aparte. Escriba los nombres de las seis personas significativas en la capa apropiada. La capa apropiada es aquella donde les empujamos hacia afuera, y no les permitimos que se nos acerquen. Debajo del diagrama, en los círculos al lado derecho, colocar cuál es la relación, empezando con el más cercano hasta el más lejano. Está bien, si dos personas ocupan el mismo lugar. Podríamos pensar que nuestra esposa nos conoce mejor que nadie y quisiéramos ponerla en la capa número 1, pero necesitamos examinar nuestros motivos en tal caso. ¿Le pedimos ayuda a ella cuando realmente lo necesitamos? En la medida que consideramos las capas, podríamos darnos cuenta que ella no pertenece a ese lugar.

Cuando le pedimos ayuda a nuestra esposa y nos dio lo que queríamos, la alejamos de nuevo. Necesitamos ver nuestros motivos en todas nuestras relaciones. Cuando estamos en negación, no reconocemos motivos, entonces, ¿Cómo se nos puede acercar la gente? Normalmente pudiéramos colocar a la gente entre el número 4 y el 10, porque no hemos dicho mucho sobre nuestra vida. Si nos encontramos colocando a la gente en una capa cercana, deberíamos examinar nuestra honestidad. Saliendo de la adicción química, muchos de nosotros aún no nos conocemos, así que no es raro que nadie nos conozca. En la entrevista se nos preguntó: ¿Qué edad tiene ese niño dentro de ti? Se nos hacen esas preguntas para descubrir si hay un niño dentro de ti que quisiera expresar cómo se siente. Las preguntas están diseñadas para penetrar nuestra zona de comodidad y pasar algunas de nuestras fachadas. Mientras trabajamos nuestro I.M.D. todos los días, empezamos a darle a Dios estas actitudes. Empezamos a enfrentar la verdad mientras el Espíritu Santo penetra nuestras capas de cebolla. Ya hemos penetrado algunas de nuestras acciones peligrosas simplemente por estar en un programa estructurado. Ahora tenemos que ser honestos y ver dónde dejamos a la gente en nuestra vida y dónde estamos ahora. Mientras seamos sinceros con Dios, nuestras capas de cebolla se caerán una por una. Nosotros nos pusimos estas capas, entonces nos toca a nosotros quitarlas desde el interior, mientras expresamos nuestra voluntad de entregársela a Dios. Nadie puede quitarnos esas capas, sino nosotros mismos. Estamos en el proceso de identificar nuestro problema. Quiere decir que la mitad de nuestro problema está solucionado. NUESTRAS CAPAS DE CEBOLLA Ejercicio en grupo y personal (Ver página 111) 1. ¿En qué manera somos iguales a una cebolla?

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2. ¿Qué sucede cuando recibimos la corrección como rechazo?

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3. ¿Por qué razón las dos mayores actitudes son la negación y la proyección?

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4. ¿Cuál es nuestro problema verdadero por el cual somos como somos?

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5. ¿Qué de malo tiene vivir la vida creyendo que nuestras fachadas son reales?

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PUNTOS PARA

DISCUSIÓN

¿DE DÓNDE VENGO?... LECCIÓN UNO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 10) 1. Una persona adicta a los químicos es impotente para intervenir ante la habilidad de los

químicos y lo que debería ser su estilo de vida normal. Depende de los químicos y repite los mismos hábitos adictivos una y otra vez. Aún cuando el adicto está sobrio, su enfoque está en los químicos.

2. Su relación con Dios. Es imposible que un adicto desarrolle una buena relación con Dios y al

mismo tiempo estar consumiendo y/o bebiendo. Cada día que pasa en la adicción su espiritualidad desmejora hasta que su relación con Dios se desintegra completamente. Su relación familiar y otros significativos. El adicto hurtará, hará trampas y mentirá, si fuera necesario, para lograr obtener el químico que su cuerpo desea y así satisfacer su ansiedad. Pierde la habilidad de ser un buen esposo, padre y empleado. Deja de ser una persona de confianza y responsable. Su relación consigo mismo. El adicto pierde la habilidad de tomar decisiones responsables; se convierte en una persona emocionalmente inestable e irregular. Su físico comienza a deteriorarse y pierde la habilidad de recuperarse después de tanto abuso. A medida que aumenta el tiempo en la adicción, asimismo se sienten los efectos.

3. El alcohol y las drogas siempre funcionan, nunca decepcionan. Siempre permiten que él

escape de la realidad y entre en su mundo de fantasía. En ese mundo, él puede ver las cosas como quiere que sean y no como verdaderamente son. Él puede controlar cuán bien se siente según el tamaño de la dosis del químico. Puede cambiar los reglamentos a su conveniencia. Además, puede escapar de la necesidad de cualquier compromiso o de rendirles cuentas a otros.

4. El elemento ausente es lo único que lo puede liberar de su adicción. Podrá continuar

funcionando en su trabajo o con su familia, pero siempre se sentirá incompleto e inseguro e insignificante, sin una relación con Dios. Él necesita el poder espiritual de su Creador para romper las ataduras de la adicción, es imposible que pueda lograrlo por sus fuerzas. Si la dimensión espiritual está ausente en la vida del adicto, estará destinado a una vida de fracaso y adicción.

5. La negación es la supresión de la realidad. Cuando el adicto está bajo la influencia de los

químicos, fácilmente puede negar que haya algo mal. Cuando se encuentra temporalmente sobrio, se referirá a su estado de sobriedad como evidencia de que no es un adicto, pero la verdad es que no se da cuenta que no puede evitar regresar a los químicos. Proyectar es responsabilizar a otros, lugares y situaciones por su problema. Raramente el adicto se culpa por su adicción. Él sabe que si acepta su culpa, será responsable por su restauración y eso es algo que no quiere enfrentar. Es mucho más fácil culpar a otro o a cualquier otra cosa. Eso le quita la presión de la responsabilidad por su restauración.

¿DE DÓNDE VENGO?... LECCIÓN DOS PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 18) 1. El aislamiento propio es la inhabilidad del adicto para ver la realidad de sí mismo. Para

seguir consumiendo químicos, tiene que violar su sistema de valores. Esto llega a crear un estado mental destructivo en que el adicto comienza a odiarse a sí mismo y todo lo que él representa. Ha perdido sus valores morales y su comportamiento es extraño. Cuando está sobrio y llega la realidad de su degradación, no quiere tener parte de sí mismo. La vergüenza y la culpa lo conducen a evadir la realidad. Su único escape es volver a los químicos.

2. Nuestras capas de cebolla son paredes de protección que nos ayudan a no tener que enfrentar

nuestros problemas. Cuando la gente nos quita las capas de cebolla, al confrontarnos con la verdad, inmediatamente construimos otras paredes nuevas para reponer las que nos quitaron. Solamente salimos debajo de nuestras capas de cebolla cuando queremos algo, pero inmediatamente retrocedemos a nuestra zona de seguridad en cuanto cumplimos nuestra misión. Las capas de cebolla no se pueden quitar por fuera, se quitan desde nuestro interior, cuando permitimos que Dios suavemente cambie nuestra vida y restaura nuestra relación con Él y con los demás.

3. El noventa por ciento de la gente puede tomar socialmente y vivir una vida normal. El

alcohólico pertenece al diez por ciento restante. Hasta cierto grado esto también se le puede aplicar a las drogas. Mas sin embargo, el uso continuo de cualquier químico resultará en adicción. La mayor parte de la gente que consume drogas, comenzó con alcohol. Estamos tratando con químicos y todos los químicos alteran el humor. Aunque tengamos alguna droga de preferencia, a nuestro sistema no le importa qué droga usemos, sino lograr adquirir el sentimiento que deseamos. En realidad nosotros no estamos adictos a los químicos sino a la sensación que éstos producen.

4. En la etapa de dependencia, comenzamos a planear nuestras actividades alrededor de los

químicos. Luego perdemos el control de nuestra vida y la abandonamos a los químicos. Aunque no estamos conscientes de este hecho, los químicos poco a poco van demandando más de nuestro tiempo y atención. Por ejemplo, tal vez empezamos a consumir a la hora del almuerzo o en la hora del receso en el trabajo. Conforme se desarrolla este hábito, los químicos comienzan a dictar a dónde vamos y qué hacemos. Los químicos toman prioridad sobre nuestra vida, nuestras relaciones familiares y Dios.

5. En la etapa adictiva ya hemos perdido el control. Podemos determinar el momento en que

vamos a comenzar pero no podemos determinar el momento en que vamos a parar. Toma aproximadamente diez años para un alcohólico llegar de un estado social a un estado adictivo, pero el drogadicto puede convertirse en adicto inmediatamente con su primer uso de los químicos. Nosotros no estamos conscientes de la transición mientras ocurre, pero podemos ver en el momento que sucedió cuando miramos hacia atrás. La adicción química es siempre progresiva.

6. Otra palabra para euforia es “viajar”. Recuerdo eufórico es nuestra tendencia de revivir

solamente los “viajes” sin tener que recordar las profundidades a las que nos llevaron los “viajes”. Nos olvidamos de las enfermedades, las relaciones que fueron destruidas y las veces que escapamos de la muerte. Solamente recordamos los buenos tiempos. Son como

los comerciales de televisión que solamente muestran a un grupo de jóvenes gozando de una actividad social tomando cerveza. Los comerciales nunca muestran a los borrachos que se encuentran tirados en las calles, o los hogares destruidos. Obviamente eso no ayudaría a vender el vino o las cervezas. Así es como funciona el recuerdo eufórico dentro de nosotros. Solamente nos muestra los buenos tiempos e ignora los resultados de nuestros caprichos.

7. Nuestro problema más grande será la tentación de no caminar con Dios. Si decidimos no

caminar con Dios, va a ser inevitable regresar a nuestro viejo estilo de vida. Tal vez regresemos a los químicos inmediatamente, eso sería absurdo. Pero Satanás conoce nuestras debilidades y él nos ataca donde somos más vulnerables. Usualmente su primer ataque es a través del sexo y la música. Si cedemos en esas áreas, será una cuestión de tiempo para que terminemos en sus garras y nos vuelva a enviciar en los químicos. En el momento que tengamos algún dinero en la bolsa, nuestro primer impulso es de gastarlo en alguna manera para satisfacer la carne. Mas bien necesitamos buscar la dirección de Dios y someter nuestra vida a él. Cuando hacemos esto, Él nos bendice abundantemente y nunca nos hará falta ninguna cosa.

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN UNO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 23)

1. La verdadera medida de nuestra adicción química viene a través de las relaciones afectadas.

Nuestro problema no está en la cantidad que consumimos ya que nuestro problema existe a pesar de la cantidad consumida. Y ya que las relaciones que han sido afectadas por los químicos son las más importantes en nuestra vida, la menor cantidad de químicos es la más mortal.

2. La persona más importante para el adicto es él mismo. En efecto, como un adicto, llegamos a

ser nuestro propio dios. Hacemos cualquier cosa para satisfacernos a pesar del efecto que tenga en otros. Somos egoístas con la gente, nos convertimos en tomadores, nunca queremos dar. Tomamos lo que queremos y cuando lo queremos. Podemos decirle a alguien que lo amamos, pero nuestras acciones revelan la verdad, que solamente nos amamos a nosotros mismos.

3. a. Recuerdo Eufórico: Queremos creer que las cosas van a ser distintas porque tenemos

algunas respuestas. Sabemos lo que tenemos que evitar y como ahora estamos en control, podemos consentirnos un poco. Lo que no consideramos es que en la adicción química comenzamos en el punto donde habíamos parado. Nosotros no regresamos al punto de inicio cuando los químicos tenían poco efecto sobre nosotros, comenzamos en el nivel de la altura de nuestra adicción antes de entrar al programa.

b. No hemos permitido que el Señor trate con nuestras heridas y dolores emocionales. No podemos continuar suprimiendo nuestras heridas emocionales y esperar ser sanados. La sanidad llega cuando sometemos esas heridas al Señor. Hemos estado medicando esas heridas y continuaremos haciéndolo hasta que experimentemos la sanidad espiritual que solamente nuestro Señor nos puede proveer. La adicción es vencida por la fe, no por luchar con nuestro problema.

4. El recuerdo eufórico, el recuerdo de los buenos tiempos, por lo general es provocado por la música, dinero y/o sexo. Estos tres elementos tienen una fuerte influencia de regresarnos al mismo lugar de donde salimos. Después de algún tiempo de sobriedad, creemos que tenemos todo bajo control. Somos perseguidos por los recuerdos de los “buenos tiempos”. Nos olvidamos del daño que nos han hecho los químicos. Mientras nos enfocamos en esos recuerdos tentadores, quitamos el enfoque del Señor y los ponemos en nosotros mismos. Cuando permitimos que esto suceda, es cuestión de tiempo en que nos encontremos de vuelta en la adicción.

5. Cualquier vida que funcione solamente en los sentimientos, será disfuncional. Tal extremo de egocentrismo destruye la armonía en las relaciones. Nosotros basamos el mal y el bien en cómo nos sentimos sobre una situación y no en nuestros estándares morales y éticos. Si todo el mundo se comportara de esa manera, nos destruiríamos. La anarquía crea desorden y confusión. El adicto es un caso ejemplar de la anarquía.

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN DOS PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 31) 1. Si el adicto fuera sincero consigo mismo, debería concluir que nada de lo que logre por sus

méritos le trae satisfacción. No importa lo que pueda lograr económicamente o laboralmente, no se sentirá satisfecho. Eso se debe a que Dios ha puesto un vacío en cada ser humano que solamente puede ser llenado por Dios. El dinero nos puede satisfacer temporalmente al igual que los químicos. Pero el vacío dentro de nosotros es eterno, así que nada temporal lo puede llenar, solamente Dios.

2. Un programa de desintoxicación trata con nuestro físico ya que necesitamos remover los

químicos de nuestro sistema. Usualmente esto toma de cinco a siete días. Durante este período, somos monitoreados ya que nuestro corazón y otras partes del cuerpo pueden experimentar un tremendo trauma. Este programa no nos cura de nuestra adicción. Podemos salir del programa sintiéndonos saludables e inmediatamente recaer en los químicos.

3. Un programa de rehabilitación trata con nuestra alma, la cual comprende nuestra mente,

voluntad y emociones. Este es un programa psicológico, enfocado en descubrir el por qué nos comportamos de cierta forma. Podemos descubrir las respuestas a estas preguntas, pero eso no nos trae sanidad. La mayoría de los programas de rehabilitación duran entre 28 y 42 días. Usualmente le toma al adicto este tiempo para aclarar su habilidad de pensar lógicamente.

4. Rehabilitación quiere decir retornar a nuestro antiguo estado mental. Regeneración significa

ser hecho de nuevo. Nuestra pasada manera de pensar fue lo que nos condujo a ir tras las drogas y no queremos volver al mismo lugar. Solamente Dios puede regenerarnos. Él puede lograr milagros a través de un programa de regeneración y no para cuando el programa termina. Él continúa con darnos una nueva vida por el resto de nuestra vida.

5. Un programa de regeneración dura el tiempo necesario para aplicar la sanidad. Conforme nos

sometemos a su señorío, él renueva nuestra mente y fortalece nuestra relación espiritual con Él. En el proceso Él cambia nuestra vida y nuestro estilo de vida hasta que nos transforma en la persona que Él quiere que seamos.

6. Cuando asistimos a un programa, recibimos mucha influencia, pero también recibimos

información en una biblioteca. La información no nos sana y eso debe ser obvio. Tampoco la información puede cambiar nuestra vida. Podemos llegar a ser más inteligentes, pero nuestro comportamiento básico, controlado por un sistema de creencias defectuoso, no cambiará. La formación de vida permite que Dios utilice la información para cambiar nuestra vida.

7. Dios nos da la información, pero Él insiste en que apliquemos esa información en nuestra

vida. Mientras él trata con nosotros, habrá cambios. No nos hace ningún bien en simplemente atender un programa, tenemos que permitir que el programa funcione en nuestra vida. Cuando nos dedicamos a esta obra, el Espíritu Santo hace los cambios en nuestra vida.

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN TRES PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 42) 1. La primera etapa es la más importante ya que es la etapa que estamos aspirando. Por esta

razón nos acercamos a estas etapas inversamente comenzando con la sexta etapa: La sexta etapa es rebeldía. Es donde hacemos lo que queremos, cuando queremos, sin tener en cuenta las consecuencias hacia nosotros o con los demás. La quinta etapa es reconocimiento. Aquí reconocemos que tenemos un problema y que ese problema es mayor que nuestra habilidad de resolverlos por nuestra propia cuenta. La cuarta etapa es admisión. Es donde admitimos que los químicos están arruinando nuestras vidas y que necesitamos ayuda profesional. La tercera etapa es conformismo. Aquí es en la cual cumplimos con los reglamentos de un programa estructural para experimentar la superación propia que deseamos. La segunda etapa es aceptación. Aquí aceptamos la responsabilidad por nuestra adicción al igual que la restauración. Aceptamos la responsabilidad por alcanzar y lograr una relación personal con el Señor. La primera etapa es rendición. Es donde queremos llegar. En esta etapa nos rendimos a Dios, el único que nos puede sanar permanentemente. Aquí, la rebelión ya no es parte de nuestro carácter.

2. El conformismo es hacer el mínimo esfuerzo para cumplir el programa. El conformismo no

genera cambios. Podemos cumplir con los reglamentos del programa y por los mismos, regresar al lugar donde nos encontrábamos antes de ingresar al programa porque no han ocurrido algunos cambios. El peligro que existe en el conformismo es que podemos aprendernos el programa lo suficientemente bien para enseñarlo, pero si no ha ocurrido ningún cambio interno, tan pronto salgamos a la calle, la protección del programa estructural no estará presente y perderemos el control a los químicos.

3. La rendición es lo opuesto a la rebelión. Es el número uno porque es la única vía a una

restauración permanente de la adicción. En la etapa de rendición, tomamos la responsabilidad de trabajar el programa en nuestra vida. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo ya que no podemos cambiar nuestras habilidades.

4. Podemos medir nuestro crecimiento espiritual por el tiempo que nos toma recuperarnos

después de una caída. Cuando recaemos es porque nos hemos apartado del Señor. Según el tiempo que nos toma arrepentirnos y volver a Dios, se mide nuestro crecimiento espiritual. Cuando verdaderamente podemos comprender que el éxito de la restauración depende de nuestra relación con Dios, nuestro tiempo de restauración se hará más corto.

5. El primer paso es la salvación. Esto es un evento interno, en el cual Dios nos permite que su

Espíritu llegue a nuestra vida. Al principio será difícil hacer a Jesús el Señor de nuestra vida cada día y cada minuto. Pero eventualmente se hace más fácil, especialmente cuando vemos su soberanía en nuestra vida. No hay otra decisión que nos afecte como la salvación. Nos pone en un nuevo camino, mientras rendimos nuestra vida a Dios.

6. El fundamento de nuestra restauración puede ser establecido en una sola cosa: Nuestra relación con Cristo Jesús. Una vez que ese fundamento es establecido, podemos continuar construyendo sobre él, según Él nos dirija. La vida está llena de tormentas, no podemos escapar de ellas, pero tampoco podrán destruirnos en nuestras relaciones con otros, si nuestro fundamento es Jesús. En lugar de medicarnos para evitar las tormentas, Jesús quiere que lo llamemos a Él. Solo Él tiene la habilidad para calmar las tormentas de la vida.

7. Hay una gran diferencia entre creer y recibir. Históricamente, Jesús existió, aún los eruditos

judíos lo admiten. Los demonios también creen que Jesús existió porque ellos saben que Él existe. Pero ni los judíos ni los demonios han recibido a Jesús en sus corazones como su Señor y Salvador. No hay que hacer ningún esfuerzo para creer en Jesús, de la manera como creen los chinos y los indios. Ellos lo aceptan como uno más de su multitud de dioses. Pero el vacío que ha sido puesto en cada hombre puede ser lleno por Jesucristo cuando él toma el trono de nuestro corazón. Necesitamos someternos a su majestad y abrirnos al proceso de cambio de vida al ser sus discípulos.

¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ?... LECCIÓN CUATRO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 49) 1. El infierno es separación eterna de Dios. Podemos experimentar el infierno aquí en la tierra.

No es tanto un lugar sino una condición en la cual nos encontramos. El fruto del Espíritu de Dios es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Aunque todos queremos experimentar este fruto, fuera de Dios no sería posible. Cuando nos apartamos de Dios experimentamos el adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas. Todos éstos son controlados por Satanás y nos llevan a la muerte eterna.

2. Como nosotros hemos sido orientados hacia HACER PARA MERECER, se nos hace difícil

aceptar la gracia de Dios. La salvación es la expresión más grande de Dios porque es un regalo, no es algo que ganamos por nuestro funcionamiento. Es difícil creer que alguien nos ame tanto como para regalarnos algo que no merecemos. Nosotros nos hemos acostumbrado a ganarnos o robar lo que necesitamos o queremos. El regalo de la salvación no encaja en nuestro patrón de pensamientos lógicos y por eso se nos hace difícil recibirlo.

3. Cuando recibimos el Espíritu de Dios, Él hizo un transplante espiritual dentro de nosotros. El

clavó nuestro espíritu adámico a la cruz de Jesucristo y nos dio su Espíritu para tomar su lugar. Llegamos a renacer espiritualmente, así que llegamos a ser nuevas criaturas, nueva creación. No hubo ningún cambio físico, pero comenzaron a ocurrir cambios drásticos en nuestro interior. Desde ese punto es que comienza la salvación.

4. Cuando caminamos con Dios no tenemos concepto entre la vida y la muerte. Sin Dios en

nuestra vida, estamos muertos al pecado, o sea, estamos destinados a experimentar una eternidad fuera de la presencia de Dios. Dios no nos aceptará mientras continuamos en el pecado, necesitamos llegar a un punto de arrepentimiento y aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador. Cuando esto ocurre, pasamos de la muerte a la vida eterna. Esto no es algo que podemos ganar, simplemente aceptamos lo que ha hecho Dios para darnos el camino al cielo. Esta es la gracia de Dios.

5. Nuestro nuevo nacimiento es espiritual, no físico. Jesús le dijo a Nicodemo que tenía que

nacer de nuevo en el Espíritu (Juan 3:3). Hasta que esto no suceda, continuamos caminando en la vida, reaccionando con nuestras mejores habilidades a lo que nos ofrece la vida. Una vez que nacimos en el Espíritu, permitimos que Él nos guíe, nos dirija y nos proteja. Mientras continuamos en este proceso, cumplimos su propósito para nuestra vida, o sea, vivimos una vida completa.

6. Existen dos reinos, el reino de la luz, el reino de Dios y el reino de las tinieblas, el de Satanás.

Cuando fuimos salvos, Dios nos trasladó de un reino al otro. El hizo algo por nosotros que no hubiéramos podido hacer por nosotros mismos. Satanás no puede entrar al reino de Dios, solamente nos puede tentar y tratar de engañarnos. La clave para mantenernos en el reino de Dios es entrenarnos para no escuchar la voz del enemigo, sino únicamente la voz de Dios.

7. En nuestra nueva relación con Dios, tenemos el Espíritu de Dios dentro de nosotros. Esto quiere decir que tenemos la autoridad sobre todos los poderes de Satanás (Lucas 10:19). Sabemos que el enemigo solamente quiere hurtar, matar y destruir pero no tenemos que sujetarnos a sus manipulaciones. En Cristo somos más que vencedores. Jesús ya venció a Satanás y nosotros tenemos su Espíritu dentro de nosotros. Necesitamos solamente ejercitar nuestra autoridad.

8. La diferencia entre los dos reinos es como la que hay entre el jardín de rosas y la finca de

algodón. La cosecha del algodón es un trabajo muy duro con poca recompensa. El enemigo nos ha engañado a creer que ese es nuestro único estilo de vida. Nos ha esclavizado, hemos gastado nuestra vida sirviéndole a él. Nos hemos acostumbrado a los sufrimientos de tal manera que cuando estamos en el jardín de las rosas, automáticamente buscamos recoger el algodón. Es difícil para nosotros abandonar nuestro viejo estilo de vida y aceptar el estilo de vida de la gracia de Dios. No hay algodón en el jardín de rosas de Dios; aquí, tenemos un nuevo amo con un plan y propósito nuevos para nuestra vida.

9. La salvación cubre los pecados de nuestro pasado. Esto es esencial. Si nuestro pasado no

fuese cubierto, estaríamos condenados a muerte, porque la paga del pecado es muerte. La salvación cubre los pecados del presente. La intercesión de Jesús cubre nuestros pecados diariamente. Esto también es esencial porque la naturaleza adámica en nuestra carne está propensa a pecar. Además la salvación nos guarda de la presencia del pecado. Nuestro destino es el cielo, donde pasaremos la eternidad con nuestro Señor. Este es un lugar donde no hay presencia del pecado.

EL INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN UNO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 58) 1. Toda persona adicta a los químicos es como Jay Walker. Nosotros poseemos lo que

llamamos una obsesión compulsiva, o sea, estamos incapacitados para controlar un patrón de hábitos compulsivos. Todos los demás pueden ver nuestros problemas, pero nosotros no los podemos ver. Aunque nuestra adicción química alcanza dimensiones destructivas, continuamos negando que existe un problema.

2. Cuando no son corregidos, nuestros defectos de carácter se convierten en ataduras satánicas.

Las ataduras son defectos de carácter que le dan la oportunidad a Satanás de hurtar, matar y destruir. Los químicos impiden al adicto ejercitar control sobre esa área de su vida. Por esta atadura es que nos sujetamos a las influencias satánicas.

3. Caminamos en la carne, pero tenemos que combatir las ataduras carnales con un poder

superior al de la carne. Es posible controlar una característica carnal temporalmente, pero como todos somos seres temporales, no podemos cumplir lo eterno, por esta razón no podemos lograr cambios permanentes. Debido a que toda acción comienza en el pensamiento, necesitamos llevar todo pensamiento cautivo a Cristo. Necesitamos el poder del Espíritu Santo para derribar las ataduras en nuestra vida.

4. Cuando trabajamos nuestro Inventario Moral Diario, nos presentamos delante de Dios y le

permitimos que nos haga conscientes y traiga a la superficie nuestras actitudes. En el silencio le podemos oír para conocer qué es lo que él quiere que le entreguemos. Lo soltamos para que trabaje en nuestra mente y emociones. Conforme va cambiando nuestro pensamiento, nuestro corazón comienza a cambiar. A menos que no dediquemos tiempo a Dios, no habrá ningún cambio.

5. Esta es una pregunta personal que todos debemos responder individualmente.

INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN DOS PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 66) 1. Una de las cosas más importantes que tenemos que aprender es cómo discernir la voz de Dios

cuando nos habla. Usualmente cuando buscamos una respuesta de Dios, la primera voz que oímos es la de Él. Pero siempre es seguido por una voz interrogatoria que nos dice: “¿Sería esa la voz de Dios o sería mi propio deseo?” Otra pregunta que oímos a menudo es, “¿Y qué si pasa tal y tal cosa?”. La segunda voz siempre nos trae duda y temor en una situación. Dios no opera en la duda, Él opera a través de la fe. Él no nos ha dado un espíritu de cobardía. Mientras continuamos caminando con Dios, aprendemos a discernir mejor su voz y pasar menos tiempo en incertidumbre.

2. En nuestra vida de adicción hemos escuchado solamente las mentiras de Satanás. Cuando

salimos de la adicción, Satanás continuará mintiéndonos y puede ser que le creamos antes de creer lo que Dios ha hecho por nosotros. Si nos permitimos escuchar las mentiras de Satanás, vamos a anular las bendiciones de Dios. Dios no nos ha quitado nuestro libre albedrío, así que podemos rehusar la bendición si cedemos a las tentaciones y engaños de nuestro enemigo.

3. Auto-condenación es culpabilidad falsa. El Espíritu Santo nos trae convicción de

culpabilidad verdadera para tratar con ella, pero Satanás nos miente y nos dice que estamos condenados por nuestro pasado. La paga del pecado fue redimida en la cruz. Nuestros pecados del pasado han sido limpiados. Vivir en auto-condenación quiere decir que no creemos que Jesús pagó el precio.

4. El arrepentimiento detiene la repetición. Si decimos que nos arrepentimos pero continuamos

cometiendo pecados, no nos hemos arrepentido verdaderamente. Arrepentimiento quiere decir que hemos dado un giro de 180° desde las tinieblas que han envuelto nuestra vida, hacia la luz. Cuando nos arrepentimos, le entregamos a Dios nuestro corazón y le permitimos que nos dirija por el resto de nuestra vida.

5. La convicción es específica, Dios siempre trabaja con asuntos específicos. La condenación

trata con generalidades. Satanás nos dice que somos unos pecadores, así que estamos condenados. Dios nos dice que hemos cometido un pecado específico y necesitamos rectificarlo. Si mentimos, Dios nos dice que hemos cometido una mentira específica y necesitamos corregir Satanás nos dice que somos unos mentirosos, nos identifica con el pecado y nos condena hasta el infierno.

6. Remordimiento es sentirse mal por las consecuencias de nuestros actos. Arrepentimiento es

reconocer que todo pecado va contra Dios. Remordimiento no requiere un cambio de corazón, el arrepentimiento sí.

7. La convicción trata con la culpabilidad verdadera y la condenación trata con la culpabilidad

falsa. Satanás trata continuamente de convencernos que tenemos que hacer algo para ganar el perdón. Él sabe que esto nos llevará a concentrarnos en nuestras “buenas obras” en lugar de en la gracia de Dios.

INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN TRES PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 75) 1. El acontecimiento más importante es el establecimiento de un programa personal que incluye

un tiempo de silencio con el Señor. Tal vez el horario no sea el mismo que usábamos en el programa estructural, pero necesitamos incluirlo. Este es el tiempo que hemos apartado para fortalecer nuestra relación con Dios. Si ignoramos esta necesidad, tarde o temprano vamos a regresar a nuestros viejos hábitos. Eventualmente esto nos conducirá a la adicción química.

2. En un programa estructural, nosotros no tenemos que tomar decisiones, ya han sido tomadas.

La realidad de ese lujo nos llegará cuando salgamos del programa. Mientras tanto, el tiempo nos exige diferentes demandas que tal vez se nos haga difícil establecer un tiempo específico para nuestro tiempo de silencio. Es aquí por lo general donde nos quebrantamos. En vez de persistir en nuestra determinación de ofrecerle a Dios la prioridad de nuestro tiempo, podríamos estar inclinados en darle las sobras. Si hacemos esto no pasará mucho tiempo para que comencemos a dejar pasar algunos días, luego una semana, luego un mes, hasta finalmente no tener tiempo de silencio. Casi siempre este es el primer paso para una recaída.

3. La parte más importante es escuchar y grabar lo que Dios nos dice. Podemos ocuparnos en

hablarle o podemos permitir que nuestra mente se desvíe del propósito. Las preocupaciones del mundo tienen una manera de infiltrar nuestros pensamientos cuando intentamos parar nuestro tiempo de silencio, pero no podemos permitir que eso suceda. Está bien hablarle a Dios, pero no debemos hablar sin escuchar. Un mensaje de parte de Dios puede se lo más importante que nos ocurra en el día y eso nos puede afectar por el resto del día.

4. El tiempo personal con Dios es más importante que cualquier otra cosa. Podemos aprender y

obtener información necesaria en un salón de clase, pero la clave para una vida abundante está en nuestra relación con Dios y eso se establece mejor en nuestro tiempo de silencio.

5. Podemos conocer todas las palabras y tal vez enseñar en el programa, pero si no le hemos

dado acceso al Espíritu Santo a nuestro corazón, no van a ocurrir cambios internos. Nuestro enfoque tiene que estar en Dios y no en lo mucho que sabemos.

6. La única forma de darle acceso a Dios, es darle nuestra atención. Cuando Él tiene nuestra

atención, puede hablarnos y hacer los cambios en nosotros. Nosotros debemos iniciar la acción y no Él.

7. No podemos caminar afuera por nuestra cuenta. Ya lo hemos intentado y hemos fracasado.

Es por eso que es esencial tener una relación personal con Jesucristo. De esa relación proviene nuestro éxito; los fracasos vendrán porque no tenemos una relación o no hemos podido mantenerla.

8. No hay forma de escapar de nuestras actitudes negativas y comportamiento por nuestra

cuenta sin el Señor. El I.M.D. por sí mismo nos despedazaría. Cuando nuestras fallas llegan a ser aparentes, podemos hacer algo sobre ellas. Es ahí donde el Señor entra y nos regenera.

INVENTARIO MORAL DIARIO… LECCIÓN CUATRO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 81) 1. A menos que enfrentemos la verdad, nunca podremos cambiar. Hemos suprimido la verdad

al negarla o proyectarnos culpando a otros, pero Dios nos convence de la verdad para que nos “apropiemos” de ella. Hasta que no acontezca esto, rehusamos tomar la responsabilidad por nuestra adicción, nuestras acciones y nuestra restauración. Necesitamos salir de nuestro mundo de fantasía y enfrentar la realidad. Esto puede ser un proceso doloroso, pero es esencial para vencer nuestro problema y nuestro estilo de vida.

2. Mientras trabajamos nuestro I.M.D., Dios tiene en mente llevarnos a la columna de las

“virtudes”. Hemos estado operando del lado negativo por tanto tiempo, que tenemos que esforzarnos para permitir que Dios nos ayude a hacer un giro y nos convierta en seres humanos positivos.

3. La meta de Dios para nosotros es llevarnos a una actitud positiva y esparcirla a otros.

Podemos contarles a otros de Dios, pero a menos que experimentemos el beneficio de caminar con Dios, no vamos a afectar a otros positivamente. La negatividad no puede cumplir o lograr nada que valga la pena. Hemos estado cerca de ser destruidos y también aquellos a nuestro alrededor. Pero una actitud positiva es edificante y contagiosa. Cuando somos positivos, vamos a encontrar a aquellos que están a nuestro alrededor también positivos.

4. - El Espíritu Santo obra en nuestro espíritu para darnos discernimiento y sabiduría.

Cuando le escuchamos, Él nos guía, nos dirige y nos protege diariamente. - La Palabra de Dios es viva y activa. Normalmente, cuando leemos la Palabra, vemos como resalta y nos toca. Esto es Dios enseñándonos algo especial a través de su Palabra. - Cuando somos sensibles a las circunstancias que nos rodean, podemos ver la mano de Dios trabajando no solamente en nosotros, sino también en aquellos involucrados en las circunstancias. Él nos dará revelación en esos tiempos. - Él a menudo nos habla a través de la gente cuando quiere decirnos algo o afirmar alguna cosa en nuestra vida. La gente ni siquiera se dará cuenta que están siendo utilizados, pero nos dirá algo que confirme lo que Dios ha venido diciéndonos en nuestro tiempo de silencio.

5. Debemos siempre grabar en nuestro diario lo que Dios nos dice. Después de esto, podemos

reflejar y obrar sobre ello. Es el Creador hablándonos. Verdaderamente vale la pena grabar lo que Él nos dice.

6. Dios nos ha escogido por razones que solo Él conoce. Quiere que seamos miembros de su

familia y hagamos su voluntad mientras estamos aquí en la tierra. Esta es una oportunidad extraordinaria que no debemos desaprovechar, porque tiene importancia eterna.

7. Debemos ser humildes. El Creador ha optado por ser nuestro Rey y nosotros somos sus

súbditos. No debemos enredarnos en vanidades, pequeñeces de la vida cuando llegamos al trono de la gracia. Debemos darle a Dios nuestra atención total, grabar lo que Él nos dice y responder positivamente a su dirección. Él quiere mejorar nuestra vida, pero esto no sucederá si nuestra atención está en las cosas que no tienen importancia.

INTRODUCCIÓN AL CONTRATO… LECCIÓN UNO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 89) 1. Nuestros problemas están arraigados en nuestras reacciones a las situaciones, circunstancias y

la gente en nuestra vida. Ciertas cosas se nos han dicho y hecho en las cuales no hemos tenido control. Hasta ese punto hemos sido víctimas, pero no podemos escaparnos de la responsabilidad de nuestro comportamiento en esas situaciones, al igual que no podemos escapar de la responsabilidad por los cambios internos. Los cambios internos no pueden ser impuestos por otros. Ellos tienen que originarse desde nuestro interior.

2. Un contrato de rehabilitación simplemente nos obliga a retornar a nuestro antiguo estado

mental, donde nos encontrábamos cuando comenzamos a usar los químicos. Obviamente, necesitamos más que eso. Necesitamos comprometernos con el único que nos puede llevar a una renovación completa. Esto comienza con la renovación de nuestra mente, que nos trae a una renovación de actitudes que resulta en una renovación de acción. Cuando este proceso de renovación se lleve a cabo, tenemos una regeneración y no rehabilitación.

3. Recurrimos a la negación y proyección para evitar tener que enfrentar la verdad. Esta,

usualmente nos trae vergüenza y culpabilidad y a ninguno de nosotros nos agrada enfrentar ese tipo de realidad. La alternativa está en vivir en una fantasía y ser completamente irresponsables. Eventualmente esto arruina todas nuestras relaciones y nos encontramos aislados del mundo. Nuestra naturaleza no es vivir aislados, eso nos hace miserables. Todo esto es causado por la negación y la proyección.

4. Si tuviéramos lo que se necesita para cumplir un compromiso, no estuviéramos adictos a las

drogas. Si pudiéramos pararnos firmes y cumplir con otros y con nosotros mismos, nunca consumiríamos alcohol o drogas. Pero nuestro pasado nos revela nuestra inhabilidad de cumplir con nuestra palabra, así que tenemos que depender de algo o alguien que nos de fuerza para cumplir nuestro compromiso de detener el abuso químico. Jesucristo está listo para darnos esa fuerza.

5. El abuso químico es el efecto y no el causante de nuestro problema. Recurrimos a los

químicos porque no podíamos enfrentar la realidad de lo que estaba sucediendo en nuestra vida. En algún momento compramos esa mentira que éramos indignos o incapaces como seres humanos, que éramos menos que los demás, realmente no equipados para lo que tenía que ofrecer el mundo. Los químicos nos ayudaron a escapar de lo que pensábamos que era la verdad, pero que realmente fue mentira. Nos separamos de Dios (o quizá nunca le conocimos) y fuimos en pos del pecado. Para ser libres necesitamos enfrentar la verdad. Esto lo logramos mientras establecemos una relación con Jesucristo.

NUESTRAS CAPAS DE CEBOLLA… LECCIÓN UNO PUNTOS DE DISCUSIÓN (Ver página 94) 1. Nosotros construimos capas de protección a nuestro alrededor al igual que una cebolla.

También desarrollamos un interior duro que se hace difícil de penetrar. Nuestras capas son el producto de nuestros pensamientos apestosos, y el olor de nuestras actitudes aleja a la gente. Mientras se pelan nuestras capas, hacen lagrimear los ojos al igual que cuando pelamos una cebolla.

2. Cuando recibimos la corrección como rechazo, realmente no la recibimos. Hemos recibido

tanto rechazo que cuando viene la corrección, se presiona el “botón de rechazo” y nos apaga. Desafortunadamente, si entramos en un programa con esa actitud defensiva, no vamos a recibir la sanidad que tan desesperadamente necesitamos.

3. Las dos malas actitudes principales de la proyección y la negación son motivados por el

temor. El temor nos lleva a suprimir la verdad. Mientras la verdad no salga a la superficie no podemos recibir sanidad. Negación y proyección nos duelen porque atrasan nuestro progreso. Cuando le creemos a la mentira y la cubrimos con la negación y la proyección, resistimos la corrección, la ministración y la liberación.

4. La verdadera razón por la cual somos como somos es porque estamos en rebelión contra

Dios. Puede que no estemos en rebelión deliberadamente, aún puede que seamos ignorantes al hecho, pero el pecado es rebelión contra Dios, aunque estemos conscientes o no. Cuando nos apartamos de la luz y la vida de Dios, no tenemos otra opción sino estar en las tinieblas, lo cual es el dominio de Satanás. No queremos estar sujetos a Satanás pero no tenemos ninguna alternativa, o seguimos a Dios o a Satanás. En cuanto nos sometemos a Dios, la sanidad comienza y la vida experimenta una nueva dimensión. Esto requiere un cambio completo que reconocemos como arrepentimiento. Mientras decidimos seguir a Dios, Él trabaja el arrepentimiento y cambia nuestra vida.

5. Aunque no estamos conscientes, mientras vivimos en una fantasía en vez de la realidad,

nunca experimentaremos una vida abundante. Nuestras fachadas son como escenarios para películas, simples fachadas vacías, detrás de ellas no hay nada y además no son reales. Dios ha puesto un vacío en nuestra vida que solo Él puede llenar. Antes que eso pueda suceder, necesitamos quitarnos nuestra fachada y sincerarnos con Dios.