Magic The Gathering - Masquerade Cycle 1 - Mercadian Masques - {Lebaron, Francis} en español

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    Mscaras de

    MercadiaCiclo de las Mscaras Libro I

    Francis Lebaron

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    IndiceLibro I

    Captulo 19Captulo 221Captulo 331Captulo 445Captulo 557Captulo 667Captulo 777Captulo 883Captulo 989

    Libro II

    Captulo 10..99Captulo 11109Captulo 12119Captulo 13127Captulo 14139Captulo 15147Captulo 16155

    Libro IIICaptulo 17165Captulo 18175Captulo 19181Captulo 20194Captulo 21203Captulo 22213Captulo 23225Captulo 24235

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    LIBRO I

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    Capitulo 1

    Aos ms tarde, Atalla todava poda recordar cada momento de aquella nocheque vio al barco que volaba.

    Era temprano, por lo menos dos horas antes del canto del amanecer. El cielotodava tena ese amarillo plido del comienzo del da, aunque se vean rayas msoscuras donde el naranja ms profundo de la plena luz del da estaba empezando aaparecer. Atalla se haba levantado antes de la aurora porque padre le haba prometidoque podra montar su primer jhoval, y el nio de diez aos de edad haba estadodemasiado nervioso para poder dormir. Durante las horas de penumbra, se tendi en sucamastro, mirando en la oscuridad, escuchando la suave respiracin de madre y padre

    que dorman en la cama contigua. En la quietud de la noche campestre, pudo escuchar ellastimero grito de apareamiento de los qomallen hacia el sur, y en las ltimas horasescuch las lejanas vibraciones del canto del atardecer provenientes de la ciudad.

    Cuando las paredes de la morada se iluminaron poco a poco, Atalla se levant.Con cuidado, evitando despertar a sus padres, se desliz fuera de la puerta.

    Ante l lasllanuras del oeste seextendan hasta unhorizonte que no era msque una lnea tenue entreel cielo y la tierra. Atalla

    permaneci inmvil,bebiendo las deliciosas yembriagadoras esenciasdel aire, el ligero olor delos habitantes humanos semezclaba con los aromasde los animales de granjay las criaturas salvajes delas llanuras. La brisa hizorevolotear su oscuro pelo

    y su camisa de dormir. Sucorazn lata en su pecho, y se sinti calido y profundamente vivo.Pas por el costado de la casa y se dirigi al establo de los jhoval. Las criaturas

    de seis patas similares a tigres ronroneaban tranquilamente en sus espacios. Padre habadicho que Atalla podra montar el ms pequeo, Skotcha. El nio se detuvo al lado desu cabeza mientras Skotcha se frotaba suavemente su nariz hmeda durante variosminutos. Incluso una pequea jhoval podra lanzarse velozmente a travs de la llanuracomo un diablo de polvo, podra matar a un lobo rojo, podra llevar a un chico de granjaa un montn de aventuras. Cariosamente Atalla le acarici su grisceo flanco peludo ydej los establos.

    El aire se senta seco, incluso para esa temprana hora del da. Faltaran por lo

    menos dos vueltas ms de la luna antes de que llegaran las lluvias, llenando el cauce delro y el estanque con agua. En ese momento, mientras el muchacho observaba, lejanos

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    remolinos y nubes de polvo marrn se movan a travs de la interminable llanura bajo elbrillante cielo. El aire en el sur pareca fulgurar. La luz del alba se inclin y se possobre el muchacho, arrullndolo.

    Atalla sinti una presin sbita en el aire. Algo invisible golpe violentamenteen su pecho. El mundo frente a l explot en un sonido silencioso.

    Atalla se tambale hacia atrs, tropez y cay. Desde el suelo se gir a tiempopara ver al aire dividirse y a un barco deslizarse por la abertura, que estall en elatronador cielo. Un barco volador? Atalla haba visto aeronaves ocenicas el aoanterior en Rishada, pero un buque volador? Este se precipit a travs del aire, como sihubiera salido disparado de uno de los grandes caones que protegan la ciudad. Un

    buque de guerra volador, ms que eso, un cometa, un signo de los cielos...Cmo era ese antiguo mito que padre le haba contado? El Unificador?Un repentino vendaval hizo caer a Atalla. Los pedruscos se incrustaron en sus

    rodillas. El csped ardi como si se hubiera prendido fuego. El granero de paja fuearrancado y sali volando por los aires. Los jhovals aullaron en sus puestos. Todos losvidrios de las ventanas de la casa se quebraron. El barco pas volando tan bajo sobre la

    casa que el rastro de las ondas saliendo de sus lados le dio una bofetada al techo.Por un congelado momento, una cabeza de toro se le qued mirando por sobre

    sus barandillas. Con un zumbido grande, la nave desapareci detrs de la morada.Hubo un choque de infarto. La madera se quebr y se astill. Gritos llegaron con

    el sonido. La tierra vol hacia el exterior en una lluvia torrencial. El suelo seestremeci. Hubo un fuerte crujido, el ruido sordo de la cada de un cuerpo pesado, yluego el silencio.

    La nave se habaestrellado en el campoarado al norte de lacabaa de Atalla.

    Este corrialrededor de la casa,encontrando a su madrey su padre. Un confusomurmullo de voces seelev por delante.Subiendoapresuradamente por lacolina de poca altura,todos miraron hacia

    abajo. La mandbula deAtalla cay debido a laescena que se presentante l.

    Dos surcos profundos haban sido cavados a travs del corazn de las plantassimsass. Tallos rotos caan desamparados, rezumando savia de sus costados. El extrao

    barco estaba al final de los surcos. Una vela, acaso eran velas?, se pregunt Atalla,haba quedado enganchada en el rbol de tartoo, el nico rbol kilmetros a la redonda,y se haba roto limpiamente como as tambin la parte superior del rbol. El barco yacams abajo, cerca del cauce del ro seco.

    Al unsono, madre y padre murmuraron, "Me parta un rayo."

    * * * * *

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    Gerrard Capashen se enjuag un hilillo de sangre de su recortada barba. El corte,que alguna vez se haba curado en su mejilla izquierda se haba abierto de nuevo, pero siesa era su peor lesin, haba tenido suerte. Las costillas le dolan por debajo de suchaleco rojo. Se habra cado de no ser por el timn, pero este le haba pagado con un

    golpe que le extrajo el aire de sus pulmones. Agarrado al dispositivo con sus fuertesmanos, logr exhalar un suspiro tembloroso."No debera haber tomado el timn de las manos de Hanna." Gerrard lo solt y

    se tambale por el puente del Vientoligero. "Hanna!" alcanz a murmurar: acercndosea la navegante. Ella estaba cada sobre el escritorio del cartgrafo. Gerrard la abraz conternura. "Ests bien?"

    Hanna levant la cabeza, respirando con cortos jadeos. Se apart su pelo rubiode la cara y dijo sin aliento, "S... pero que hay del barco?"

    "Al diablo con el barco! Qu hay de la tripulacin?" dijo Gerrard gravemente.El nico miembro de tripulacin que estaba en el puente era el grumete. El

    trasgo haba sido arrojado contra la pared y ahora era un mero haz de extremidades

    gimientes."Ests herido, Squee?" le pregunt Gerrard, movindose hacia l.La criatura de piel verde se puso en pie. No haba ninguna seal de alguna herida

    grave. "La cabeza de Squee sali decapitada hacia fuera!"Gerrard sonri. "Decapitada no, pero no estoy seguro de que este recta."

    Mientras Squee rotaba el cuello y cada otra articulacin, Gerrard se acerc a la ventanadel puente.

    Ms all, el minotauro, primer oficial de la nave, ayudaba a los miembros de latripulacin heridos. Fuerte y con sus cascos bien seguros, Tahngarth mismo habaescapado al choque relativamente indemne.

    Hanna ya se diriga a la cubierta superior. Dio un grito dbil de consternacin ycorri hacia la popa a lo largo de los tablones inclinados para ver el dao hecho a lasvelas del barco.

    Gerrard se uni al minotauro. "Qu tan grave est?" pregunt sealando a unjoven marinero que acunaba su brazo con cautela.

    Los ojos de Tahngarth ardieron amarillos debajo de sus cuernos retorcidos.Haba sangre en las dilatadas fosas nasales del minotauro. "Este no est tan mal.Algunos huesos rotos, cortes, moretones. La enfermera de Orim se desbordar." Hizouna sea a dos miembros de la tripulacin, que ayudaron a ponerse en pie al marineroherido y lo condujeron hacia una escotilla.

    Gerrard asinti con gravedad. "Por lo menos salimos de Rath"

    "La mayora de nosotros," dijo Tahngarth. Haca muy poco que Gerrard se habaganado la confianza del minotauro, y ahora haba una tcita acusacin en sus ojos. "Hayal menos dos muertoslanzados desde la proa. No creo que estn vivos, despus deesto. Y, por supuesto, tambin Mirri y Crovax, y Ertai"

    "Ertai?" pregunt Gerrard explorando la cubierta con ojos ansiosos."No est aqu. No lo logr." Gerrard dio una bofetada con una mano en la

    barandilla."Ests diciendo que l todava est en Rath? Maldita sea, cmo no pudo lograr

    llegar a barco? Todo lo que tena que hacer era saltar mientras el Vientoligero pasabapor debajo de l."

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    "Eso s, se las arregl para cerrar el portal detrs de nosotros." El minotauroseal detrs deGerrard hacia elcielo vaco. "Laapertura se ha

    ido." Tomandonota, Gerrard dijosolemnemente:"Incluso si no sehubiera cerrado,tendramos quereparar el mstilantes de poderretornar volandoen su busca."

    "Es peorque eso," dijo unavoz nueva,retumbando detrsde ellos. Los dosse giraron para vera un enorme

    hombre de plata subiendo dificultosamente desde la escotilla de la sala de mquinas.Humo giraba en torno al golem de metal y suba flotando en un espiral hacia el cielomatutino. Karn era una parte viviente del motor del Vientoligero, y nadie ms queHanna conoca al barco mejor que l. "Todos los sistemas del buque se han quemado.La integridad del casco de proa est comprometida. La espina izquierda de aterrizaje seha atascado. Una divisin se ha abierto en el escape del subreactor. Y, por supuesto, elCristal Thran todava est daado. Todo lo dems tendr que ser reparado antes de que

    podamos volar, y el Cristal Thran antes de que podamos transmigrar"Gerrard se humedeci los labios y sabore la dulzura cobriza de la sangre.

    Impaciente, se limpi su rostro con la manga. "Bueno, donde quiera que estemos,estaremos atrapados por un tiempo."

    "Ey! Ustedes all arriba!" grit un hombre ms abajo.El minotauro mir pensativamente por la borda. "Alguien quiere hablar con

    nosotros."

    "Ey!, En el nombre de las Nueve Esferas, quines son, y qu estn haciendochocando contra mi granja?"Gerrard respir hondo y se encogi de hombros ante el minotauro. "Intentemos

    un poco de diplomacia." Asegur un rollo de cuerda a un mamparo y dej caer unextremo sobre el costado de la nave. Con soltura, se desliz por la lnea y se par frenteal agricultor. Gerrard le tendi la mano en seal de saludo. "Mi nombre es GerrardCapashen. Este es mi barco, el Vientoligero."

    El agricultor, cuya bata y sus pies descalzos indicaban que el accidente lo habadespertado, mir impasible a Gerrard. Sus brazos colgaban a los lados. Ms all de l,acurrucada en la puerta de la casa, Gerrard pudo ver a una mujer y la cabeza y loshombros de un nio pequeo.

    "Vientoligero?" repiti finalmente el agricultor.Gerrard baj lentamente la mano tendida. "S."

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    "Qu...qu es? Qu estn haciendo aqu?"Gerrard sonri sin

    humor. "Nos estrellamos.Eso fue todo lo que hizoese ruido."

    "Cmo diabloshace un barco para volar?Una vez escuch de undirigible Rishadano, peroesto no tiene una bolsa deaire..." continu diciendoel granjero, mirandoincrdulamente alVientoligero. Observ aGerrard, con un miedoquemndole detrs de sus

    ojos negros como elcarbn. "De cul detodos los mundos hanvenido?" dijo susurrando. Aunque el aire alrededor de ellos estaba fro, el agricultorestaba sudando nerviosamente. "Son...dioses?"

    La voz de Gerrard se levant. "No somos ningn tipo de dioses. Pero usted noentendera de dnde venimos, por ms que se lo dijera. Baste decir, que queremos sacarnuestro barco fuera de su campo tanto como usted. Eso significa reparaciones"

    Se oy un fuerte ruido sordo cuando otra figura, deslizndose por la cuerda,aterriz en el suelo junto a l. La piel de bano de Sisay refulgi en la luz brillante de lamaana. Le devolvi una sonrisa atractiva hacia el agricultor. "Soy Sisay, capitana deesta navey a partir de ahora la que est al mando." Ante esto Gerrard asinti con lacabeza un poco tmidamente. "Le pedimos disculpas por cualquier dao que hemoshecho. Puedo saber su nombre, buen seor?"

    El granjero la mir un momento ms, luego se aclar la garganta. "Soy Tavoot."Sisay repiti el nombre varias veces, como si estuviera digiriendo un hecho de

    gran importancia. "Tavoot. Tavoot. Y a los que veo detrs de usted son su esposa y suhijo?"

    Tavoot emiti un gruido. "Sesharral, mi esposa, y mi hijo Atalla." Mantuvo susojos en la cara de Sisay.

    Por su parte, Sisay continu sonriendo alegremente a la mujer y el nio. "Espero

    que no les hayamos asustado demasiado. Estoy segura de que"Tavoot le interrumpi. "Quin les envi? Son Mercadianos? No parecenMercadianos."

    "Nadie nos ha enviado. Estbamos huyendo de un ser llamado Volrath,"respondi Sisay. "Su barco nos estaba persiguiendo, y nosotros atravesamos un portal

    para eludirle." Luego mir a su alrededor, notando la casa, el arreglado jardn, y lasordenadas filas de cultivos rodeados de llanuras cubiertas de polvo, que se extendan entodas las direcciones. "Tenemos que reparar nuestra nave. Usted puede aconsejarnos encuanto a dnde podramos conseguir algo de ayuda mecnica?"

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    Tavoot se volvi para mirar hacia el este. Contra el cielo color limn, ms allde las elegantes lneas de la casa, se alzaba una gran forma griscea. Sus contornos sesuavizaban por el polvo que soplaba como una arena fina a travs del aire de la maana.

    Era un tringulo oscuro,con la punta incrustada

    en el suelo y su largabase plana ciernindosesobre el horizonte. "Talvez no sean deMercadia, pero ah esdonde van a terminar.Todo el que tiene

    problemas termina enMercadia."

    Mirandofijamente a la extraa

    visin, Sisay, dijo,"Los Mercadianos nos

    podrn ayudar?""Ellos podran."

    Una apenada sonrisacruz el rostro de Tavoot. "Pero los Mercadianos slo se ayudan a s mismos."

    * * * * *

    Atalla era un muchacho brillante. Brillante y algo emprendedor. l y Gerrardestaban de pie en un corral vaco de los establos de los Jhoval. El espacio haba sidoapisonado y barrido, y nuevos pastos yacan formando una cama en el piso.

    "Me imagino que Padre les alquilar este espacio tan barato como l alquilaranuestros jhovals," dijo el muchacho con ojos ingenuos por debajo de su alborotado pelonegro. "Incluso con ese agujero en el techo."

    Gerrard coloc las manos en sus caderas y mir fijamente a las vigas dondehaba una gran parte de paja suelta. El cielo color limn apareca ms all, el polvoimpeda que el firmamento de aquel mundo se viera azulado. La luz del sol se escurra atravs del agujero en el techo para salpicar contra una pared de los establos. "No nos

    proteger de la lluvia.""Oh, no habr lluvia por otros giros de la luna. Los proteger de la mayor parte

    del sol. Por otra parte, ustedes fueron los que hicieron ese agujero en el techo.""As es," admiti Gerrard. "Y necesitamos el espacio para traer a los msgravemente heridos fuera del sol. Pero como te he dichono tenemos monedaMercadiana y poco en la forma de metales preciosos o gemas para pagar."

    "El tema del pago no ser algo de que preocuparse," le asegur Atalla. "Siemprehabr algn trueque que hacer."

    Parpadeando Gerrard dijo: "Qu tenemos que les podra interesar?""Llvenme con ustedes a Mercadia.""Ni pensarlo.""Siempre he querido ver la ciudad.""Tu padre no lo permitir."

    "l no necesita saberlo. Le dejar una nota. Slo seran unos pocos das."

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    Gerrard se di la vuelta y coloc una mano sobre el hombro del nio. Atallaestaba, de hecho, a punto de convertirse en un hombre joven, pens. Era un muchacho

    brillante y saba los idiomas y costumbres del pueblo. Un gua local y un intrpretepodra ser til, pero haba un defecto en l. Atalla ansiaba la aventura y los jvenes queanhelaban aventuras tendan a encontrarlas. En definitiva, era un poco demasiado

    parecido a un joven Gerrard. "Lo siento, Atalla. No quiero correr el riesgo. A donde yovoy, los problemas me siguen. Vamos a encontrar algo del barco, un viejo sextante oalgo as, que te gustara tener a cambio del establo"

    Los pequeos ojos de Atalla se hicieron cada vez ms severos en el espaciooscuro.

    "No te molestes," dijo, dando pisotones saliendo por la puerta del establo.Mientras se iba, otra figura entrde echo, dos personas: Takara y su padre

    ciego, Starke. El pelo rojo de la mujer brillaba como una llama ante la luz del sol, y sumusculosa figura estaba encorvada por ayudar al hombre a su lado que arrastraba los

    pies. Starke no era un hombre viejo, pero en ese momento lo pareca. Cegado en Rath,llevaba una venda blanca sobre sus ojos. No se haba afeitado desde el incidente y haba

    comido poco. Starke se estaba encaneciendo diariamente, el peso de la culpa, y ahora,encima de su escarpada cabeza, haba un brillo luminoso de las quemaduras solares.

    "Es aqu, padre," dijo Takara suavemente. "Gerrard ha encontrado un lugaralejado del sol, aqu."

    "Gerrard!" gru Starke. "l me quiere muerto. Todos me quieren ver muerto,despus de lo que le hice a Sisay."

    "No se les puede culpar. La traicin en un buque es un crimen capital,"respondi en voz baja Takara.

    "Lo hice slo para salvarte, querida," declar Starke miserablemente."S, padre, lo s," respondi Takara. "Pero el resto de la tripulacin no me

    conoce. Ellos nunca hubieran vendido a Sisay para rescatar a un completo extrao."Starke dej escapar un silbido agotado. "Entonces, consigue que te conozcan,

    Takara. Ellos me odian, y si tambin comienzan a odiarte a t, nos matarn a ambos."A medida que arrastraba los pies, un Jhoval estir sus miembros perezosamente

    dentro de un establo. Rod pesadamente a un lado, solt un ruidoso ronroneo, y lamisus dientes parecidos a dagas.

    "Qu es ese sonido!" carraspe Starke. "Qu tipo de animales se encuentran enesta establo?"

    "Vas a estar perfectamente seguro," dijo Takara."Estoy rodeado de monstruos, perversos monstruos. T dices que voy a estar

    seguro, pero hasta el ltimo est en pos de m. Si t no me proteges, Takara, eres tan

    monstruo como el resto."Finalmente Gerrard, dio un paso saliendo del establo vaco, y le hizo un gesto aTakara para que se dirigieran hacia all. "Ests a salvo, Starke. Nadie quiere hacertedao. Los errores que cometiste hacia Sisay han sido deshechos, y creo que incluso ellaestara de acuerdo en que tu cegamiento es castigo suficiente por todo aquello."

    Starke tembl visiblemente. Pareca tener ms miedo de Gerrard del que habasentido por el jhoval. Malhumoradamente dijo, "S, Comandante."

    "S que no confas en m," respondi Gerrard con facilidad, colocando unamanta de montar en el suelo cubierto de hierba, "pero confa en tu propia hija." Mir ala gil y musculosa mujer. "Takara fue encarcelada en el infierno, pero surgi msfuerte de lo que ella haba estado antes. Fue quemada por Rath, pero no destruida por

    el."

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    Mientras ayudaba a su padre a sentarse en la manta, Takara cruz su mirada conGerrard y articul un silencioso gracias en su boca.

    Gerrard asinti con la cabeza. Sinti una repentina fuerte conexin con estamujer. No era el vino embriagador del deseo, aunque verdaderamente Takara tena unaardiente belleza. En cambio, este era el entendimiento sin palabras que surga entre

    compaeros que haban enfrentado a los mismos enemigos. Era la repentina y eninslita camaradera de los extraos."Duerme ahora, padre. Ests agotado. Otros van a descansar aqu tambin,

    aquellos con las peores lesiones. No estars solo. No necesitars temerle a losmonstruos."

    Petulante hasta el final, Starke se apart de ella. Lgrimas surgieron de debajo dela venda y escurran con ellas manchas rojas de sangre seca.

    Takara le dio unas palmaditas en el hombro una vez ms y luego se dispuso asalir.

    Gerrard se uni a ella. Mientras se alejaban, pasando al lado de los establos delos tigres de seis patas, le susurr en voz baja, "Ests realizando una gran demostracin

    de gracia bajo presin."Ella di unos pasos ms antes de responder. "Mi padre, el padre que am y con

    el que crec, era un hombre diferente al de esta cscara. Mi padre est muerto. Eso nosignifica que no deba honrarlo cuidando de esta... pobre criatura."

    Sacudiendo la cabeza con asombro, Gerrard volvi a sentir el sentido deconexin. "Has perdido mucho, y todava sigues luchando."

    "Qu ms podran hacer los hroes?"

    * * * * *

    Les llev todo el da vaciar el buque herido. Cinco miembros de la tripulacinhaban muerto en el accidente. Otras cuatro personas fueron gravemente heridas como

    para necesitar reposo en cama en los establos. Dos tenan la cabeza tan grave y tantaslesiones en el cuello que Orim se neg a dejar que los movieran de la nave. Ella losatendi durante todo el da en la propia enfermera del Vientoligero.

    El resto de la tripulacin tuvo que sentirse como en casa al aire libre. Habandescargado algunos alimentos y bebidas almacenados que los sacaran del apuro yhaban instalado refugios improvisados con secciones rotas de velas. Durante el procesoGerrard se movi entre ellos, planificando la expedicin a Mercadia a realizarse el dasiguiente.

    Cuando el sol se puso sobre las polvorientas llanuras, el aire se convirti

    rpidamente en algo incmodamente fro. La tripulacin se acurruc alrededor de unafogata construida a partir de trozos rotos del casco del Vientoligero y tallos de simsassque llovieron en el accidente. El fuego iluminaba cinco tumbas excavadas por la tardeen la ladera. Los cuerpos yacan en su interior, y tres marineros, sudorosos y con eltorso desnudo a pesar del fro de la noche, esperaban con palas para llenar los agujeros.

    Atalla lo vio todo desde una ventana rota.La tripulacin del buque estaba de pie expectativa mientras Gerrard, Hanna, y

    Sisay pasaban por delante de ellos, seguidos por Karn y Tahngarth. La tripulacin delpuente del Vientoligero se coloc a un lado de Hanna, mientras ella hablaba consolemnidad.

    "Hemos perdido a queridos amigos esta maana: Danis, Groud, Steepen Willm,

    Erkika y Bevela. Hemos perdido a queridos amigos en Rath: Ertai, Crovax, y Mirri.Hemos dicho cada uno de sus nombres con dolor, y todos hemos guardado luto de

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    acuerdo a nuestras propias tradiciones. Ahora yo quiero hablar de aquel nombre quems dolor me ha provocado, el nombre de mi querida amiga y compaera Mirri." Susojos brillaron a la luz del fuego.

    Sisay extendi una mano para tomar suavemente la de ella."Mirri dio su vida para que nosotros podamos seguir vivos," continu. "Hizo

    esto sin siquiera pensarlo. Esa era la forma en que vivi sus creencias. Fue durante esteltimo viaje que llegu a conocerla mejor. Nos hicimos amigas cuando viajamos atravs del Bosque Veloceleste de Rath. Fue una amistad nacida del respeto mutuo. Pasa travs de los peligros de la Fortaleza," continu diciendo Hanna, "fue heridadefendiendo a Crovax, y asesinada defendiendo al resto de nosotros..."

    Karn rompi el ahogado silencio. "Me uno al duelo de Mirri, porque recuerdo suvida y las valientes proezas que ella hizo, pero ahora ella se ha ido."

    Sisay dijo, "Mirri ha muerto, pero nosotros, sus amigos, sus compaeros,siempre la recordaremos. Ella vivir en nuestros recuerdos."

    Tahngarth dijo simplemente: "Yo te saludo, Mirri, una guerrera digna deTalruaa."

    Por ltimo, todas las miradas se volvieron hacia Gerrard que haba estado de pieen las sombras detrs de Hanna, sacudiendo la cabeza en silencio. Como el silencio se

    prolongaba, mir hacia arriba, tomado por sorpresa, y solt lo primero que le vino a lamente. "Tantas prdidas. Hemos perdido a tantos amigos..." Sin saber qu otra cosadecir, Gerrard mir aturdido a la tripulacin. Una luz anaranjada iluminaba el cabello deTakara, y su rostro brill blanquecinamente a la luz del fuego. Los delgados huesosdebajo de su piel se iluminaron como si fueran desde dentro. Sus ojos verdes ledevolvieron la mirada. Finalmente l dijo: "Hemos perdido mucho, pero debemos seguirluchando. Qu ms podran hacer los hroes?"

    Las filas de los marineros se inclinaron y se levantaron, tirando puados depolvo en el aire donde brevemente formaron una nube negra antes de caer a tierra.Tambin rociaron algo de tierra en cada una de las cinco tumbas. Sus vocesmurmuraron en conjunto una oracin por sus camaradas cados.

    Un repentino fuerte rumor rompi el silencio. Un fino roco silb por encima delfuego.

    "Ese sonido provino de la nave," dijo Gerrard.Gritos se levantaron en la distancia.Sisay tom una rama ardiente de la hoguera y se precipit en la noche. Gerrard y

    Hanna le siguieron, Tahngarth y Karn cerraban la retaguardia.Desde la direccin del cauce seco, tal vez a cincuenta metros al norte de la

    granja, vieron una extraa luz fantasmal. Nubes de una fina niebla parpadearon de azul

    y verde. Las figuras se movieron en esa niebla. Eran del tamao de hombres, pero tenanalas de piel como los dragones. La precipitada nube emita una sombra oscura y sinuosaen el suelo debajo de ella. De aquella sombra salieron ms figuras.

    Pero no era una sombra. El ro fluaEso era imposible. Horas atrs el lecho haba estado seco y agrietado. El ardiente

    sol haba evaporado la ltima gota de la humedad del suelo, dejndolo tostado yarenoso. Sin embargo, en ese momento, un torrente de agua inundaba el centro delmismo, salpicando sobre los bancos y dejando charcos sobre el campo el campodonde yaca el Vientoligero.

    "Todas las manos a la nave!" grit Gerrard an mientras seguan corriendo."Qu es?" dijo Hanna jadeando mientras saltaba sobre una rama de simsass y

    bajaba hacia el campo."Agua," respondi Gerrard.

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    "Nunca he visto agua como esta," dijo Hanna.La inundacin se arremolinaba y salpicaba como si estuviera viva, impulsada

    por un propsito consciente. Estaba baada en luz, cada oleaje brillando con unresplandor que pareca amplificar la luz de las lunas gemelas en el cielo estrellado. Atravs de la inundacin, las figuras se movan como precipitados tritones. Encima de

    todo ello se vislumbraron oscuras formas, vehculos de cierta especie impulsadosrpidamente sobre las olas. En las brumas de arriba, criaturas aladas semihumanas, secernieron y se lanzaron en picada.

    Gerrard y Hanna llegaron al campo, cerca del Vientoligero. Algo largo y pesadohizo un ruido sordo en el suelo junto a los pies de Hanna. Con una especie dedesasosiego en cmara lenta, ella vio que se trataba de una lanza, una punta de piedrafina fuertemente atada a una vara de madera. Levant la vista. La ribera del ro, desiertaun momento antes, se estaba llenando de oscuras figuras. Se alzaron de las

    profundidades, descendiendo de la niebla, y salieron disparadas a travs de las crestasde las olas en canoas. La fuerza de las aguas les propuls hacia adelante, y seimpulsaron con remos delgados, manejados por remeros en la parte trasera de la nave.

    Los que estaban en la parte delantera de los barcos eran claramente guerreros, quellevaban tocados de hierbas tejidas, coloreadas por tinturas de brillantes rojos yanaranjados. Tenan el torso desnudo, vestan con taparrabos, y estaban armados conlanzas, arcos y flechas. Algunos se mantenan de pie en la proa de sus canoas, y otrossaltaron a la la costa, lanzando proyectiles. Pareca haber cientos de las figuras oscuras.

    Con los puos desnudos, Gerrard atac a uno de los guerreros. Dndole un golperpido a su sien envi al hombre al suelo. El guerrero rod, gimiendo. Gerrard le golpeen la mandbula, dejndole inconciente. Le arranc la lanza y la arroj hacia Hanna."Crees que puedes hacer uso de esto?"

    "Por supuesto," dijo, agarrando la empuadura del arma. "He manejadoartefactos un poco ms sofisticados en mi tiempo."

    "Bien," dijo Gerrard, sonriente. "Voy a ir a buscarme uno."Al momento en que sali corriendo, Hanna avanz sobre otro guerrero. Estaba

    de espaldas a ella. Curiosamente, estaba arrodillado al lado del casco del buque,colocando las palmas planas contra el suelo. A la distancia, Hanna entrevi varios de losatacantes haciendo el mismo gesto misterioso.

    "Ese es mi barco!" gru ella, y se abalanz sobre el hombre.La tierra se meci. Hanna fue arrojada de sus pies. El polvo y los pedruscos le

    punzaron el rostro. El suelo se hundi. Una fra humedad se precipit a su alrededor. Elagua subi, lamiendo el casco del Vientoligero. Hanna se zambull, luchando pormantener su cara sobre el agua.

    Las figuras pulularon por la repentina inundacin. En unos momentos seapoderaron y se llevaron al hombre que Gerrard haba dejado inconsciente .El estanquese hizo mas amplio y profundo.

    Hanna grit cuando una mano la agarr y tir de su pierna hacia abajo.Arremetiendo con la lanza, golpe a su atacante y nad hasta la superficie, escupiendo ytosiendo. El borde de la ancha laguna estaba a seis metros de distancia. Ella chapote,nadando vigorosamente, soltando sus sandalias y luchando contra el peso de su ropaempapada. Cerca de all, pudo ver las cabezas flotantes de varios de sus compaerostripulantes.

    Hanna nad con dificultad, pero la costa retrocedi continuamente. Por unosmomentos, todo se convirti en una oscuridad aullante y una lucha contra el fro.

    Entonces ella arroj los brazos sobre el borde del pozo y se arrastr hacia la orilla.Tambalendose por la ladera, se volvi para mirar hacia atrs.

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    El Vientoligero estaba flotando en el pequeo estanque que de alguna manerahaba sido creado por los atacantes. Su dao la haca inclinarse fuertemente a un lado.Las cuadrillas de reparacin haban hecho un trabajo parcial de emparche sobre larasgadura en el costado del buque, pero Hanna sospech que el barco estaba haciendoagua. Se pregunt cunto tiempo pasara antes de que esta alcanzara el cuarto de

    motores.A todo alrededor del Vientoligero surgieron canoas y nadadores y planeadores.Todos estos lanzaron garfios a la desventurada nave y comenzaron a arrastrarla hacia elro. Las aguas hirvieron con las luchas de los tripulantes atrapados en el repentinocolapso de tierra firme. Hanna se acerc para ayudar a sus compaeros en la orilla.

    Sinti una mano en el hombro y se volvi para ver la cara oscura de Sisay, casiinvisible contra el teln de la noche.

    "Quines son? Qu buscan?" grit la mujer joven. Su voz temblaba.Desesperadamente, Hanna escudri la escena en busca de algn signo de

    Gerrard. Por fin lo vio. Estaba luchando con uno de los atacantes, a quinevidentemente haba capturado, y aprisionado contra el suelo. Justo cuando ella lo vio,

    este se ech hacia atrs y, con un gran golpe, dej a su oponente sin sentido."Estn tomando el barco!" grit hacia l.Mirando hacia arriba, con sus ojos brillando en la oscuridad, Gerrard

    se levant y corri hacia ella.El Vientoligero ya estaba en manos del ro, que haba invertido su curso. Este

    comenz a fluir alejndose de la casa, casi dirigindose al oeste en la negrura de lasllanuras. El barco era arrastrado junto con la corriente.

    "Corre," dijo Gerrard. "Est acelerando!""Ya nunca lo

    alcanzaremos," dijoHanna cuando llegcorriendo a su lado.

    "Quizs si!Mira!"

    El enorme barcopareca colgar sobrealgo, como si hubieraquedado atrapado en un

    banco de arena. Unacorriente de agua seapilaba detrs de el, pero

    el Vientoligero sedetuvo por un momentoen la inundacin. Algo

    brillaba frente a la proaen las aguas iluminadas por la luna, un peasco brillante?. No. Tena ojos. Su boca seabri, y un ensordecedor rugido de esfuerzo se escuch a travs de las olas.

    "Dios te bendiga, Karn," dijo Hanna, lanzndose a travs de los oscurospastizales hacia el lugar.

    Era demasiado para el golem de plata. El peso del barco lo llev hacia abajo enel lodo. Sus dedos rasparon intilmente a lo largo de la quilla. El Vientoligero quedlibre y se estremeci en la lejana sobre la inundacin en retroceso.

    "No!" grit Gerrard. Corri intilmente hacia adelante. "No!"

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    Jadeado, Hanna se detuvo pesadamente. Mir desesperadamente hacia el buquemientras desapareca. Su corazn se detuvo cuando vislumbr una pequea figura conturbante agarrada a la barandilla y gritando.

    Era Orim. Ella se haba quedado en el barco con sus dos cargas.Gerrard tambin la haba visto. Con un grito que se elev a los cielos, el hombre

    persigui a la nave. Esta se movi an ms rpido, desapareciendo velozmente frente al. El ro se sec tan rpidamente como se haba hinchado. Los charcos y arroyos deagua le salpicaron por debajo de sus pies, y su rostro estaba manchado de barro. Todofue en vano.

    El Vientoligero haba desaparecido.

    Capitulo 2

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    En sus viajes a bordo del Vientoligero, Orim haba experimentado muchassituaciones desagradables pero nada tan malo como esto. El buque cruji y gimi, ycorri a lo largo del ro. El lecho era estrecho, y el Vientoligero daba tumbos de un ladoa otro, estrellndose de vez en cuando en los bancos. Cada impacto sacuda al barco y

    casi lanzaba a la sanadora de su precaria posicin en la barandilla.Pequea y deshilvanada, Orim resisti. Su turbante se haba convertido en unacolchado contra los peores golpes. Los bolsillos en su manto de sanadora le habanayudado a absorber algunos de los golpes del cuerpo, y le proporcionaran ungentos ycataplasmas en abundancia cuando todo aquello terminara. Solo deseaba que sus botasaltas de piel de becerro le hubieran asegurado un mejor agarre en la movediza cubierta.Orim quera bajar desesperadamente a su enfermera para revisar a sus pacientes.

    No poda ver nada detrs de ella, mas que la espumosa agua del ro, queretroceda al paso del barco. Se volvi para mirar hacia adelante y fue recompensadanada ms que con una avalancha de oscuridad. Sobre la parte superior de la timonera

    poda ver formas borrosas en movimiento sobre la cubierta del barco: los atacantes. Los

    que secuestraron a sus pacientes, su nave, a ella misma.Orim se abri paso dificultosamente hacia ellos sin soltar la barandilla. Una

    figura, con ms estabilidad que ella, subi las escaleras y se aferr al revestimientodelante de ella. Era alto y delgado. Su pelo oscuro volaba delante de su rostro. Cientosde monedas estaban atadas en sus largas trenzas. Las cejas del hombre se juntaban casihasta tocarse. Sus ojos brillaban como el onix en la noche. Vesta tnicas blancas quecubran sus hombros y su cintura pero dejaban al descubierto su pecho musculoso.

    El hombre hablaba en un idioma que ella nunca antes haba odo.Ella sacudi la cabeza. "Qu quieres? A dnde me estn llevando?"l la agarr del codo y tir de ella hacia la escotilla que llevaba debajo de la

    cubierta. En la parte inferior de la escalera lo pudo ver con ms claridad. Sus manosestaban brillando extraamente, una luz plateada que inund el conocido pasaje. El serle inst en direccin a la enfermera.

    Ella entr y encontr a otros dos desconocidos ocupando el reducido espacio,montando guardia sobre Klaars y Drianan. Klaars sufra agudamente los efectos dehaber sido movido de lado a lado en su litera. En el accidente, el delgado jovenmarinero haba sufrido una conmocin cerebral. Un nudo negro de gran tamao oscilaba

    bajo su mata de pelo castao rojizo. Adems, su brazo se haba roto justo por debajo delcodo, y estaba en cabestrillo. Durante todo el chapoteante caos, el pauelo se habacado, y la tablilla se haba quebrado en pedazos.

    Drianan estaba en peor estado. Su lesin en la columna haba sido grave, y a

    pesar del vendaje del cuello de Orim, el hombre se meca adelante y hacia atrs en sulitera, como si ya estuviera muerto.Orim trat de recordar algn dios para orar.Desde el exterior, por encima del ruido de la nave, poda or gritos de los otros

    por encima de las cubiertas. De tiempo en tiempo los hombres suban a la pequeahabitacin para consultar al hombre cubierto de monedas, evidentemente el lder de losincursores. El les responda superficialmente, todo el tiempo manteniendo su firmemirada en Orim mientras esta se mova entre los dos pacientes, tratando de servirles.Hizo todo lo posible para ayudar, sosteniendo a Drianan mientras Orim atenda aKlaars, y viceversa. Pero su ayuda pronto se volvi innecesaria. Drianan muri antes dela medianoche.

    Fue una noche larga y horrible, viajando de aquella manera. Fue slo cuandoOrim pens que aquella experiencia no tendra fin, cuando el movimiento oscilante se

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    detuvo abruptamente. Hubo un intercambio ms de gritos en la superficie. ElVientoligero se estremeci. Klaars cay de su litera golpendose contra la nuca.Misericordiosamente, se golpe la cabeza y cay inconsciente.

    La nave se estremeci de nuevo y se impuls hacia arriba. El Vientoligero flot,empujado sobre el agua.

    Hubo una tenue grito de alegra desde arriba, y luego un clamor de piesatravesando la cubierta. Una escotilla fue echada hacia atrs con un crujido. Una luzplateada-verdosa se derram hacia abajo. El jefe de los asaltantes se dirigi hacia laescotilla y dijo algo hacia arriba en ella.

    Orim retrocedi, tratando de proteger a Klaars con su cuerpo.Dos asaltantes ms entraron en la enfermera y se detuvieron junto a su jefe. Uno

    de ellos era un joven delgado con liso cabello castao hasta los hombros. Tenamonedas trenzadas entre su cabellera, aunque no tantas como las de la cabeza de su jefe.Medallones y faltriqueras colgaban de su cuello. El otro era un guerrero fornidovistiendo una armadura negra en los hombros. Ambos se pararon junto al lder y sequedaron mirando a Orim.

    "Ya tienen la nave. Djanos en paz," dijo ella nerviosamente. Pasaron junto aella y Orim trat de detener al guerrero plateado, pero este la apart con impaciencia,como si fuera una nia. Sac un cuchillo largo y delgado. Orim lanz un grito ahogado.El guerrero cort libremente alguna ropa de cama que tenan enredado el cuerpo deDrianan. Luego, con una delicadeza sorprendente, levant al marinero muerto. Sucompaero iz a Klaars. Orim se movi hacia adelante para sostener el brazo de Klaars,y la procesin se movi con cautela hacia la cubierta.

    Orim mir a su alrededor con asombro. La llanura abierta se haba ido.Alrededor de la nave se levantabanenormes rboles, cada tronco tan anchocomo un pequeo pueblo. Se alzabanhasta formar un dosel colgante, tan arribay tan lejano como el cielo matutino decolor amarillo-anaranjado vislumbrado.El Vientoligero estaba flotando en laribera de una gran laguna, cuyasdimensiones eran imposibles dedeterminar, y cuyas aguas se extendanhacia una olvidada lejana. Todo estabaoscuro y fresco. Musgo y videsfestoneadas colgaban de las ramas ms

    bajas de los rboles, dejando su rastro a travs de la cubierta del barco.A todo su alrededor, Orim sinti una vasta y enorme presencia. Un especie deser que, al lado de ella y de todos los seres humanos con ella los volva insignificantes.Despus de la larga y terrible noche, esta magnfica presencia fue un blsamo. Estirsus acalambradas extremidades. Del mismo modo, su espritu pareca estirarse hacia elexterior, subir ms y ms arriba hasta que sali por la parte ms alta de la cubierta dehojas para encontrarse presionada contra el clido cuerpo del cielo. Orim quizo gritar

    por el dolor y la belleza a su alrededor. Con un suspiro casi audible, su espritu sehundi lentamente atravesando de nuevo el acolchado suave de los rboles, derivandoms y ms hacia abajo hasta que las clidas aguas de la tierra lo recibieron yacariciaron. Se estremeci con un escalofro repentino y parpade. La visin se

    desvaneci, y ella se encontr de nuevo de pie en la cubierta del barco. Los enormesrboles a su alrededor estaban pintados de un ardiente plateado.

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    "Prisionera en el paraso," murmur.No era la nica. Klaars haba sido trasladado al otro lado de la cubierta, donde

    yaca inconsciente en un jergn tejido de caas. El joven que llevaba el medallncolgando lo atenda, trabajando en su brazo. Mientras tanto, el cadver de Drianan eraenrollado en un conjunto de enredaderas. Tres hombres lo levantaron y lo bajaron

    suavemente por el costado de la nave. Debajo esperaba una canoa llena de ramas dehelechos. Unas mujeres en canoas adyacentes recibieron el cuerpo y revistieron susbrazos y piernas, colocando hiedras florecidas encima de su pecho y coronando sucabeza con pimpollos. Cuidaron de l como si hubiera sido uno de los suyos cados.

    Otras figuras se lanzaron sobre las barandillas y aterrizaron de pie chorreando enlos tablones pulidos del Vientoligero. Con su jefe, se acercaron a Orim.

    Ella respir hondo y murmur: "Y ahora qu?"El jefe la mir con ecuanimidad. Sus ojos brillaban con la misma luz mientras

    las monedas se trenzaban en su pelo. Era guapo, s, pero orgulloso y dominante. Hizo ungesto a Orim hacia la barandilla lateral. All, ella vio una canoa delgada, queevidentemente estaba all para llevarla a la orilla.

    Rpidamente se lanz una cuerda por el costado, y ella se desliz hacia abajo.Mientras descenda, otros incursores que haba nadado desde la costa para dar con lanave estaban trepando por los lados del Vientoligero. Ella se sent en el medio de lacanoa. Unos guerreros bajaron y se colocaron a proa y popa. Mientras tanto, el jefe delos asaltantes, lanzndose desde el barco, se sumergi en el lago y se dirigi a la orilla.Los guerreros remaron siguindole detrs.

    A medida que se alejaban de los nadadores y canoas, comenzaron a navegar enaguas cada vez ms quietas. A pesar de la tenue luz, Orim pudo ver fcilmente lasestrechas ondas alejndose de ambos lados de la canoa. Alrededor de ella colgaba ungran silencio, slo roto por los dbiles gritos de los asaltantes y el rtmico sonido de losremos. Aqu y all, en la laguna, se presentaron chozas agazapadas, unidas por pasarelasde bamb.

    Hubo un repentino aleteo desde arriba. Una oscura forma alada pas cerca de suscabezas. Orim se agach y resopl. Los miembros de la tribu se rieron entre dientes.Dejaron de remar por un momento, y uno levant la mano, produciendo un ruidoextrao de gorjeo con su lengua. Hubo otro batir de alas, y algo se pos en su brazo.Qued all colgando boca abajo, al parecer un murcilago muy grande, pero sus ojoseran enormes y brillantes. Sus odos se aguzaron bruscamente en direccin a ella, ylade la cabeza hacia un lado, como preguntndose que estaba haciendo esta nuevacriatura en su dominio.

    El remero meti la mano en un bolsillo oculto de su capa y sac un pedazo de

    algo que ofreci al murcilago. La criatura, sin quitar sus ojos de Orim, lo parti en unaboca brillante con blancos dientes afilados. El hombre que lo tena le canturre con unavoz suave. Este chill brevemente, y luego revolote hacia la oscuridad.

    Unos cuantos golpes ms del remo y la canoa qued varada en la costa. Elguerrero en la proa baj y le hizo un gesto a Orim para que hiciera lo mismo. Ella se

    pos en un banco nivelado que no estaba formado de tierra, sino de madera cubierta demusgo. Los enormes rboles estaban tan densamente agrupados en aquella parte del

    bosque que los bulbos de sus races salan a la superficie. Los troncos se erguan portodas partes como pilares en un templo, excepto que cada tronco en s era tan anchocomo un templo. La corteza tena un color plateado brillante debajo de tnicas deliquen.

    Los guerreros tomaron las armas de Orim y la acompaaron entre los rboles. Elsilencio se profundiz, aunque aqu y all vislumbr ms pobladores. Pronto, el bosque

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    se llen de ellos. Estos esperaron furtivamente entre los conjuntos de troncos. Con sustnicas blancas y su pelo modelado de monedas, se vean empequeecidos por losgigantescos troncos. Los pobladores la miraron a travs de los huecos cubiertos demusgo. Los hombres la miraron sospechosamente, las mujeres con curiosidad, y losnios con sonrisas fisgonas.

    Innumerables pisadas haban desgastado senderos a lo largo de los bulbos de lasraces. A pesar de que el techo verde estaba muy por encima de sus cabezas, suma atodo en una oscuridad prpura. Incluso al medioda, el cielo amarillo dara poca luz aaquella profundidad. En la mayora de los lugares, slo el resplandor de plata de losrboles siempre presentes encenda la oscuridad.

    Ms adelante haba una excepcin, un claro brillante. Uno de los rbolesmilenarios se haba cado, tal vez siglos atrs, y desgarrado un enorme agujero en elopresivo dosel. El rbol cado ahora no era ms que una enorme colina cubierta demusgo que se extenda a travs del bosque. Los rboles ms jvenes crecan en lneas

    rectas desde aquel bultoen descomposicin. Los

    aldeanos haban excavadoen la ladera de la misma,construyendo casas decuevas para s mismos.Ventanas y puertas fueronhoradadas en el tronco.De estas se filtraba unaluz verde plateada haciael claro. Otros aldeanosvivan en bulbos de raceserosionadas o en chozastan cubiertas de liquenque slo parecan

    protuberancias en el suelodel bosque.

    "No somos masque insectos en este lugar," pens Orim en voz alta.

    En el centro del claro, haba una vista agradable. Una gran hoguera ardiendo. Suclida luz roja era casi cegadora despus de la espectral iluminacin de la selva. Klaarsestaba sentado sobre una plataforma cerca del fuego, su pelo castao rojizo pareca unamanifestacin de sus llamas. Se haba despertado, y acunaba su brazo fracturado como

    si le doliera mucho. Un guardia revestido con armadura plateada estaba de pie a cadalado de l.Orim se desprendi de sus propios guardias y corri hacia l.El brazo de Klaars llevaba un tosco entablillado, probablemente elaborado por el

    hombre con los medallones. Su piel haba sido empastada con una espesa cosa pegajosade color naranja. Evidentemente, agonizaba. Sus ojos giraban en su cabeza.

    Orim le palme su hombro sano y le habl con dulzura. "Mantn la calma. Nocreo que estas personas quieran hacernos dao. Podran haberlo hecho bastante tiempoatrs, si esa hubiera sido su intencin."

    El joven miembro de la tripulacin continu respirando de manera desigual. Lavena de su cuello lata a un ritmo violento.

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    El lder de los asaltantes lleg, entrando en la luz del fuego. De su cabello oscurocon trenzas de monedas chorreaba agua de la laguna. Le dijo algo a Orim, y se seal as mismo.

    "Qu? Qu es? No lo entiendo." La sanadora extendi las manos en un gestode frustracin.

    El, pacientemente repiti la frase, de nuevo apuntando primero a la gente a sualrededor, y luego a s mismo. "Yo shava Cho-Arrim. Ja shav Cho-Manno."Orim neg con la cabeza en seal de frustracin. Junto a ella, Klaars dio un

    gemido de miedo ydolor.

    El jefe se inclinhacia Orim. Su manolevant suavemente la

    barbilla de Orim. Seencontr mirandofijamente a los ojos de

    color marrn oscuroque contenan undestello de humor.Satisfecho con habercaptado la atencin deOrim, el hombre seseal a s mismo."Cho-Manno."

    Orim asintilentamente con lacabeza, repitiendo:"Cho-Manno". CHO-MANNO

    Este sonri e hizo un gesto a la multitud. "Cho-Arrim.""Cho-Arrim." En lo ms profundo de su ser, Orim sinti como se empezaba a

    construir un entusiasmo largamente dormido.El apunt hacia ella y lade la cabeza."Orim," dijo."O-liim.""No, Orim.""O-riim.""S. Eso es. Orim."

    Cho-Manno le mostr sus dientes blancos y ech un vistazo rpido en torno a lareunin. Su pelo brillaba con cientos de monedas. Dando zancadas hacia los habitantesboquiabiertos, hizo adelantarse a una bonita chica adolescente. "Is-Shada."

    "Is-Shada."Is-Shada sonri nerviosamente. Era hermosa, con una larga cabellera oscura, de

    suave tez oliva, y vestida con un largo traje recto hasta la rodilla de color blanco. Seacerc a Orim, tom su mano, y la acarici suavemente. Luego la levant para quetocara su frente.

    "O-Riim. Is-Shada. Es chrano stva omeer?" Su mano brill dbilmente.Para su sorpresa, Orim vio que parte de esa luz plateada proveniente de la mano

    de Is-Shada pas momentneamente a sus propios dedos. Ella sonri y suavemente le

    solt la mano.La muchacha se arrodill junto a Klaars.

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    "Puedes hacer algo por l?" La mirada de Orim fue de Cho-Manno a Is-Shada.El primero pareca serio y seal al otro lado del fuego.Desde el otro lado del claro vena el delgado joven de pelo castao que haba

    visto en Vientoligero. Repentinamente Orim se dio cuenta de que las bolsas alrededorde su cuello eran talegas de medicinas, no muy diferentes a la suya, y los medallones

    amuletos de curacin.El joven se arrodill junto a Klaars y cuidadosamente investig su brazo herido.Soltando un grito de dolor que se hizo eco a travs del bosque, Klaars cay sobre elcamastro y se retorci en agona. El joven sanador movi la cabeza en seal de

    preocupacin, levant el mayor amuleto que tena en el cuello, y toc con l la frente deKlaars. Habl unas breves palabras.

    Inmediatamente Klaars se hundi lnguidamente, un leve ronquido emergiendode sus labios.

    Orim mir con asombro al joven sanador. "Gracias," dijo, esperando que lpudiera identificar la gratitud en su voz.

    El joven Cho-Arrim dio un paso atrs y dijo algo al lder.

    Orim observ sus caras serias mientras hablaban. "Las cosas que yo podraaprender de esta gente," susurr con asombro.

    Cho-Manno asinti con la cabeza en seal de decisin.En un nico movimiento fluido, el joven sanador se volvi, sac un enorme

    machete por debajo de sus ropas, y cort de un tajo el brazo de Klaars.El miembro de la tripulacin despert, dando otro grito salvaje de dolor. El

    brazo se apart de sulado.

    "No!" gritOrim, extendiendo lamano. Los guerrerosguardianes que leacompaaban laempujaron hacia atrs.

    Tres guerrerosms sostuvieron aKlaars mientras elsanador se arrodill conun pao y lo at alsangrante mun.Coloc un palo en el

    trapo y lo retorci hastaque el torniquete cerrel flujo de sangre.

    Orim luch contra los guerreros que la haban alejado. Mir con horror el cuerpomutilado de Klaars. "No! T monstruo! Todos ustedes son unos monstruos!"

    De repente, Is-Shada estaba a su lado, envolviendo a Orim en un apretadoabrazo. Aunque los guerreros apretaban los brazos de Orim para no dejarla escapar, la

    joven mujer la abraz con fuerza, acariciando su espalda y susurrndole dulcemente enel odo.

    "O-Riim, Is-Shada 'stva o'meer. Is-Shada 'stva o'meer...."

    * * * * *

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    Lleg la noche a la aldea de los Cho-Arrim, aunque la noche no fue muydiferente al da. El cielo de color amarillo-naranja se haba oscurecido, s, pero inclusodurante el da, poco de su iluminacin alcanzaba el suelo del bosque. De da o de noche,la mayora de la luz provena del brillo plateado de los omnipresentes rboles.

    Ese resplandor era la nica fuente de luz en la celda de Orim y Klaars. La

    habitacin yaca profundamente en un trozo de raz de un viejo rbol. Aunque la cmarano tena ni puerta ni nada que hiciera de ella, era claramente una prisin. Fornidas racesformaban una jaula todo alrededor de ellos, extendindose unos quince metros en cadadireccin. Solo haba un camino que bajaba por esa maraa de races, y Orim y Klaarshaban sido obligados a descender por l a pesar de la amputacin del hombre. En la

    parte superior y la parte inferior de ese camino, haba sido colocado un guardia. Sinpuertas sin cerraduras, y sin salida.

    "Monstruos," dijo Klaars, agarrando el torniquete en su brazo. Se paseaba atravs de la aglomeracin de races alisadas por las pisadas, haciendo rechinar losdientes con rabia. "Monstruos salvajes!"

    Orim neg con la cabeza. Haba estado tratando de calmar al hombre durante

    horas, tratando de consolarlo, pero l no se sentara a su lado o la escuchara. "Creo queellos simplemente no entendieron. No se dieron cuenta de que la extremidad poda sersalvada. Tal vez la gangrena es peor aqu"

    "Voy a subir hasta all y matar a cada uno de ellos. Voy a encontrar a esesanador y le rebanar su brazo!"

    "No, Klaars," dijo Orim. "Eso no servira de nada.""Seguro que me har sentir mejor!" gru Klaars. Hizo un perverso movimiento

    de corte con su mano restante. "Cmo les gustara eso a los bastardos Cho-Arrim!"Una nueva voz habl desde la oscuridad. "O-Riim?" Silenciosamente, Is-Shada

    haba descendido ms all de los dos guardias para visitar a su nueva amiga. "O-Riim?O'meer Is-Shada." Dijo entrando furtivamente en la cmara.

    Orim no tuvo oportunidad de advertir a la joven. Klaars salt como un lobosobre ella. La tir al suelo y la envolvi con su brazo sano alrededor del cuello.Flexion su codo, pero no antes de que ella lanzara un grito ahogado.

    Por la puerta entr un guardia, una enorme y plateada manifestacin de la noche.Una espada brill saliendo desde su cinturn.

    "Lucha contra l, Orim," grit Klaars, utilizando a Is-Shada como un escudodelante de l. "Lucha contra el guardia! Obtn su espada!"

    Orim se qued all, implorando: "Qu ests haciendo, Klaars?""Haciendo que podamos salir de aqu! Toma su espada!""Djala ir!"

    El guardia mir a Orim, que estaba de pie con las manos temblando ante ella.Decidi que no era una amenaza y se abalanz sobre Klaars. La espada apual haciadelante.

    Klaars gir, lanzando a Is-Shada en el camino del guardia. El acero se introdujoen el costado de la muchacha. La sangre brot.

    El soldado retrocedi, mirando con incredulidad la sangre que haba extrado.Gruendo, Klaars no la solt. El rostro de Is-Shada pas de rojo a morado. En un

    momento, ella dej de luchar y colg flccidamente en sus manos. Gruendo como unabestia acorralada, Klaars grit: "Suelta el arma, o la mato! Lo har! Matar aEeeshadda!"

    De alguna manera, el guardia entendi. Dej caer la espada en el suelo y levant

    las manos. Asinti suplicando con la cabeza.

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    Klaars arrastr a la joven inerte sobre el suelo y tom la espada. Una vez que suempuadura estuvo en su mano, dejo caer bruscamente a Is-Shada al suelo.

    El guardia se agach para agarrarla, pero de repente, sangre roja se esparcisobre toda la joven inmvil.

    "Klaars, no!" grit Orim.

    El guardia se levant. Su brazo cortado cay grotescamente sobre Is-Shada. Else tambale, la sangre chorreando de su mun."Toma eso, bastardo Cho-Arrim!"Orim se desembaraz de su manto de sanador y lo envolvi alrededor del

    sangrante miembro, aplicando presin. "Maldita sea, Klaars! Baja esa espada!""Aljate de l!" grit Klaars."Si lo hago morir!""Aljate de l, o t morirs!"De todos modos ya era demasiado tarde. El voluminoso guerrero cay de

    rodillas y se desplom en un montn de sangre en el suelo.Klaars mir con avidez a los dos cuerpos. "Vmonos, Orim."

    Ella se arrodill, luchando por contener el flujo de sangre. "Yo no voy a ningunaparte contigo."

    "Haz lo que quieras," le escupi Klaars. Se dirigi a la puerta y comenz a subirhacia el suelo del bosque.

    Mientras tanto, Orim comprob al guardia. Charcos de vida roja yacan en elsuelo de la cmara. Estaba muerto, irremediablemente muerto. Pero Is-Shada...

    Orim se acerc a la joven. Su cuello no estaba roto. Orim la coloc sobre suespalda. No estaba respirando y su corazn no lata. Orim golpe tres veces en elesternn de la joven, inclin su cabeza hacia atrs, coloc sus labios en los de ellasoplando profundamente, y llen los pulmones de Is-Shada con el aliento de vida.

    "Vive, maldita sea. Vive."A medida que comprima el pecho de Is-Shada una y otra vez, Orim susurr,

    "Is- hada, Orim stva omeer. Is-Shada, Orim stva omeer...."

    * * * * *

    La matanza haba terminado por la maana. Klaars haba asesinado a dosguerreros, un joven y una anciana antes de que finalmente hubiera sido tirado al suelo.En ese momento estaba all de rodillas a punta de espada. Junto a l estaba arrodilladaOrim. Haba sido descubierta en la celda, ensangrentada al lado del cuerpo del primerguardia. Is-Shada yaca inconsciente pero viva cerca de ellos. Sin la capacidad de

    explicar el aspecto de la joven, ella pareca tan culpable como Klaars.La maana haba llegadoel momento de las ejecuciones.Ta-Spon era el verdugo, un hombre corpulento tan alto como Gerrard y tan

    musculoso como Tahngarth. Una larga melena de pelo negro se derramaba hacia atrsdesde la cabeza hasta los omplatos, y una mscara de color carmes cubra susfacciones. Levantaba una cuchilla terriblemente pesada y afilada, que ahora sostena enla garganta de Klaars.

    "Ellos siempre estuvieron planeando matarnos, ya sabes," le susurr Klaars aOrim. Sus ojos registraron con odio la multitud vestida de blanco que les rodeaba.Cho-Manno estaba en medio de todos ellos, devolvindole la mirada feroz al hombre. Asu derecha, en el espacio donde Is-Shada hubiera estado de pie, haba una espada

    desenvainada. Klaars escupi hacia el cacique. "Por lo menos mat a algunos de ellosantes de que me mataran a m."

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    "Por lo menos, yo salv a uno de ellos," respondi Orim estoicamente."S, pero el que salvaste no te puede salvar," le hizo notar Klaars.Como si comprendiera la conversacin, Ta-Spon dio un vistazo a Cho-Manno.El jefe asinti con la cabeza.El acero brill. Zumb en el aire. Cort la piel, el msculo y el hueso como si

    fuera a travs del agua. La cabeza de Klaars cay libremente.Orim no vio nada ms. Se cubri el rostro con las manos y llor. El sonido de sullanto se despleg a travs de la multitud silenciosa. La cada y las salpicaduras desangre de su nico camarada alimentaron sus gritos.

    Inquietante, Ta-Spon dio un paso a su lado. Su cuchilla proyect una luz roja atravs de Orim.

    Ella no levant la cabeza. Si la iba a matar, lo podra hacer con bastante facilidadmientras estaba all.

    Ta-Spon pareci esperar la seal. Sus pies se movieron.La espada se elev en el aire. Un silencio absoluto se apoder del bosque.Luego lleg el zumbido de la hoja...y otro sonidoalguien corriendo por el

    sendero. Un gran peso cay sobre el cuello de Orim,...pero no era el peso del acero, sinode unos brazos. Alguien se inclin sobre ella, llorando.

    "O-Riim, Is-Shada 'stva o'meer.... O-Riim, Is-Shada 'stva o'meer"

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    Capitulo 3

    Gerrard mismo cav las nuevas fosas. Sean quienes sean los que habanrobado el Vientoligero haban matado a tres de sus marineros; y secuestrado a tres ms.

    Se pregunt si debera tener que excavar seis agujeros en la ladera crepuscular. Era una

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    solitaria penitencia. Otros se haban ofrecido a ayudarlo, pero Gerrard senta que se lodeba a estos miembros de la tripulacin, y a todos los dems que haba perdido.

    "Entirralos bien profundo," dijo una clida voz en el fro de la maana.Gerrard levant la vista, lanzando otra palada de tierra en el montculo. En lo

    alto de la ondulante tierra estaba parada Takara. Su llameante cabello rojizo

    mezclndose con el cielo carmes... cmo era ese viejo refrn?... Si el cielo rojo por lamaana vers, marinero date por advertido una vez ms."Entirralos bien profundo Gerrard. A veces los muertos se alzan para

    perseguirte."Gerrard sacudi la cabeza tristemente, y las gotas de sudor salpicaron sobre sus

    hombros desnudos. "Es eso lo que se viene? La magia negra resucitando a losmuertos?"

    Ella asinti y sonri. "S, la magia negra. All esta la magia ms negra.Remordimiento. Te has convertido en un maestro del mismo."

    Era como si ella viera justo dentro de su alma. Con una sombra risa, l dijo: "Hetenido un montn de ocasiones como sta para ponerla en prctica."

    Takara agarr una pala que haba sido abandonada en el montn de tierra y sedej caer en la tumba de al lado de Gerrard.

    "No quiero ningn tipo de ayuda.""Lo s," dijo Takara, incluso cuando ella lanz una palada fuera del agujero.

    "Pero t no quieres que los dems te ayuden, porque ellos no entienden lo que estshaciendo. Ellos te dirn que dejes de lado la culpa y el remordimiento, pero yo s queno puedes. Yo se que no puedes hacerlo porque yo tampoco puedo. Si sobreviv a Rathno fue por abandonar la culpa, el remordimiento y la ira, sino por aferrarme a ellos. Dehecho, son magia muy poderosanegra y poderosa. Uno no puede deshacerse de ella,Gerrard, por lo que tiene dos opciones: puedes dejar que te gobierne, o la puedesgobernar t."

    El hizo una pausa y mir con asombro a Takara. Riachuelos de sudor corran porsu espalda.

    Ella le devolvi la mirada. "Cada vez que pienso en padre, o en el hombre queamaba, que fue robado de m por un arruinado y vengativo monstruo, mi odio mefortalece. Odio y furia. Ellos me perfeccionan, me han preparado para matar a esemonstruo." Ella levant la mano y sus dedos formaron una temblorosa garra justodelante del cuello de Gerrard. "Y cuando la magia negra est completa, le voy adesgarrar su garganta!"

    Gerrard mir a los ojos de Takara. Estaban ardiendo como hornos gemelos,acero y fuego. "S," dijo l, asintiendo con la cabeza. "S. Yo tambin tengo que saldar

    esa cuenta. Voy a usar mi ira. La voy a utilizar para recuperar mi barco y escapar de estemundo extrao y defender mi propio mundo. Voy a utilizarla para matar a Volrath."Takara estrech sus ojos, y se ech hacia atrs, bajando su mano. "As es,

    Gerrard. Toma posesin de tu odio. Perfeccionar tu alma""Qu est pasando?" dijo una nueva voz por encima de ellosAtalla. La silueta

    del muchacho estaba recortada contra la maana. Sus pantalones de trabajo y su tnicaremendada bailaban en la brisa. "Pens que no queran ayuda."

    "He cambiado de opinin," dijo Gerrard, mirando a Takara, "acerca de la ayuda,y de otras cosas."

    "Por lo tanto, puedo ir con usted a Mercadia?" pregunt Atalla esperanzado."Nosotros no vamos a Mercadia. Vamos a cmo era el nombre de ese bosque

    del que me has hablado?""Rushwood: tierra de los Cho-Arrim," respondi el nio.

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    "Claro. Ah es donde marcharemos, tan pronto como haya terminado aqu."Se produjo un grito arriba de la colina. Atalla se gir, colocando una mano

    detrs de la oreja para escuchar mejor. Transmiti el mensaje. "Dicen que se acercanunos incursores, todo un ejrcito."

    "Maldita sea," dijo Gerrard, clavando la pala en la tierra e impulsndose a s

    mismo sucesivamente. "Perdn por mi lenguaje, chico."Atalla pareci ofendido. "Yo no soy un nio maldita sea!"Gerrard ri un poco ante el comentario. Se puso el chaleco sobre sus sudorosos

    hombros y se ajust el cinto de su espada. Las palabras de Takara resonaban en sucabeza mientras ella tambin se armaba. Gerrard sinti la ira como el fuego de unafragua avivando dentro de l. "Vamos a ver quien viene."

    Con Takara y Atalla junto a l, Gerrard se dirigi a travs del campamento yhacia el lmite de la granja.

    Karn estaba all, mirando al este. Al lado de su figura inmvil se acurrucaba laverdosa forma diminuta de Squee. El trasgo se aferraba a una de las enormes piernas

    plateadas del golem, tan encogido que era casi invisible.

    En el borroso horizonte haba una extraa forma, una gigantesca montaainvertida. Cuando ellos haban visto por primera vez el Monte Mercadia el da anterior,una enorme piedra cnica con la punta incrustada en la amplia llanura, Gerrard habaestado seguro que la visin era un espejismo del desierto. Debera haber sido unamontaa normal, su imagen volteada por un truco del aire caliente. Tavoot les habaasegurado que Mercadia en verdad se hallaba invertida, y as tambin lo eran todas susrelaciones. En ese momento, desde la sombra de la montaa vena una nube de polvoque se acercaba rpidamente. Dentro de la tormenta de polvo montaba un grancontingente de soldados.

    Cuando lleg a Karn, Gerrard observ el ejrcito, haciendo sombra con unamano sobre los ojos para contrarrestar la luz cada vez mayor. "Qu ves?"

    "Hay unos doscientos jinetes," respondi el golem. "Estn montando jhovals,pero no parece que estuvieran manteniendo una estrecha formacin. No puedo decir siestn uniformados o no."

    "Mercadianos," dijo Atalla, escupiendo a un lado. "Habrn visto su barco cuandose dispar a travs del cielo. Lo vieron de la misma forma que los Cho-Arrim.Probablemente vienen a llevrselo."

    "Llegan un poco tarde," dijo Gerrard con cansancio. "No hay nada que se puedanllevar."

    Atalla se encogi de hombros. "Se los podran llevar a ustedes."Detrs de l, Tahngarth hizo sonar la llamada a las armas a travs de sus manos

    ahuecadas. El rugido son fuerte a travs del campamento. Los hombres y las mujeresse pusieron en pie y corrieron a la cima de la colina.Sobre la llana planicie cubierta de polvo, las formas oscuras avanzaban

    rpidamente. Brillaban en el calor que suba de la tierra cocida. Haba cientos contra lasdos veintenas de la tripulacin del Vientoligero.

    Tahngarth ladraba rdenes. "Formen un semicrculo aqu, dos lneas. Tenganlistas sus armas." El minotauro empuj a Gerrard y Hanna a un lado mientras arengabaa la tripulacin para que tomara posiciones, casi tropezando con Squee.

    Luego Gerrard habl a todos ellos, su tono de voz son suave y seguro despusdel ladrido rugiente de Tahngarth. "Muy bien, escuchen. Esta ser una batalla que esmejor no luchar. Estamos superados en nmero de cinco a uno, y tenemos cosas ms

    importantes que hacer que sacudir espadas. No hagan ningn movimiento a menos queescuchen una orden especfica. Vamos a ver si estas personas son amistosas"

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    Atalla escondi una sonrisa detrs de su mano."y si no, vamos a averiguar cmo hacerlas amistosas""y si eso no resulta," le interrumpi Tahngarth, "entonces lucharemos.""As es," afirm Gerrard.El tenue sonido de campanillas del arns se entrometi en la conversacin.

    Pronto, el tintineo se ahog por el trueno de patas provistas de garras en la tierra seca.Los saltarines jhovals arrojaban polvo. La grava se aferraba al bronceado pelajealeonado en los flancos de las bestias. Las criaturas atigradas de seis patas parecanmiserables en sus sudarios de polvo.

    Los jinetes no lucan mucho mejor. El polvo atenuaba sus capas de montaramarillo-azafranadas y sus uniformes rojos y azules debajo de estas. Sus largos tridentesde acero brillaban slo donde las manos sudorosas les haban apretado. La insignia del

    jinete lder flameaba a sus espaldas, su blanco atenuado a un color pardo, su azul enmarrn. l y muchos de los otros soldados eran corpulentos. Sus papadas se meneabancon cada rebote de sus monturas. Sus ojos almendrados estaban humedecidos einyectados en sangre. Las narices estaban rojas por los estornudos y el sol. Sus frentes

    inclinadas y mejillas hundidas llevaban una suciedad tan espesa como polvos faciales.Al llegar, los soldados trajeron la nube de polvo con ellos, y tambin un dbil hedor queno era el de los jhovals. Los jinetes, ms de doscientos de ellos, rodearon a latripulacin del Vientoligero y se detuvieron.

    A toda prisa, Tahngarth dirigi a toda la tripulacin para que doblara la lnea yformara un crculo completo, con las espadas en alto en un matorral hacia el exterior.

    Gerrard y la tripulacin del puente estaba fuera del crculo, justo frente al jinetelder. Cuando los Mercadianos se formaron, Gerrard tom nota de la torpeza de sumaniobra, el estado descuidado de sus uniformes y animales, y el xido en sus armas.Gerrard observ con optimismo que los tridentes, todava apuntaban hacia el cielo.

    Hubo un breve silencio, y luego el lder habl en una larga serie de slabas quetropezaron desagradablemente.

    Gerrard sacudi la cabeza. "No le entendemos," dijo.El lder repiti su declaracin con un aire de irritacin."l habla Alto Mercadianocreo yo," ofreci Atalla. "Todos los nobles lo

    hacen. Piensan que es el nico idioma que vale la pena hablar.""Quieres decir, que l nos entiende?"Atalla se encogi de hombros. "No lo s, pero es mejor que acten como que lo

    hace."Takara tir de la manga de Gerrard. "Creo que s lo que est diciendo. Su

    lenguaje es similar a algunos dialectos hablados en Rath."

    "Interesante," dijo Gerrard, entrecerrando los ojos. "Me pregunto qu relacintienen los dos lugares. Puedes hacernos de intrprete?""Lo intentar," dijo Takara.Dirigindose al lder, pronunci una frase o dos en el mismo flujo de curiosas

    palabras disonantes, que terminaba en una abrupto in crescendo. El lder pronunci unarespuesta. Ambos intercambiaron unas pocas palabras ms, la ira en aumento.

    "Ellos reclaman nuestro barco como propiedad del Magistrado en Jefe deMercadia, que los dioses bendigan y guarden su nombre en su eterno trabajo de gloria."Ella no pudo eliminar por completo el sarcasmo de su voz. "Le dije que era demasiadotarde, que los Cho-Arrim ya se haban llevado el barco. A continuacin nos declar bajoarresto y nos manda dejar nuestras armas y rendirnos."

    "Arrestados? Bajo qu cargo?" protest Gerrard.Takara habl una vez ms al soldado, quien respondi con un aire imperioso.

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    Ella tradujo: "Los cargos incluyen, pero no se limitan a: invasin, migracinilegal, contrabando de armas, traficar con los enemigos de Mercadia, negativa a hablarAlto Mercadiano"

    Gerrard sac la espada de la vaina. "Dile que es mejor que aada unaendemoniada resistencia a la autoridad! Ataquen!"

    Salt directamente hacia el Jhoval del lder con su espada cortando hacia abajo.El capitn Mercadiano tir con fuerza de las riendas. Su montura gatuna se echhacia atrs, su boca abierta para lanzarse a la cabeza de Gerrard. Antes de que pudiera

    hacer esto, este hizo uncorte descendente,destrozando el bozal dela bestia. Los restos decuero fueron arrastradosa travs de la cara de lacriatura felina, tirndolaa un lado.

    Repentinamente lasriendas se soltaron. El

    jinete se sacudi haciaatrs de la silla demontar. Gerrard seabalanz por debajo dela encabritada bestia, ytambin cort la correade la silla. Saliforzosamente de debajo

    del jhoval en el mismo momento que su jinete caa al suelo. "Ahora me entiende,Capitn?" gru Gerrard, saltando sobre l.

    Nunca lleg al hombre. Las tropas de Mercadia aumentaron la presin. Losjhovals gimotearon y mordisquearon. Los tridentes les pincharon. El polvo vol.

    Gerrard se encontr frente a dos soldados. Estos le empujaron torpemente consus picas bifurcadas. Su espada detuvo el ataque de uno de ellos, mientras tomaba elarma del otro y tiraba con fuerza, hacindole perder el equilibrio. El hombre cay en el

    polvo debajo de su jhoval. El otro soldado volvi a apualar a Gerrard. El maestro dearmas, tambin repeli este golpe, pero el dolor estall en su hombro.

    El jhoval del hombre hundi sus mandbulas en l y lo levant desde el suelo.Gerrard rugi, clavando su espada directamente en el flanco de la criatura

    similar a un tigre. El jhoval lo solt y retrocedi, la sangre brotando de sus dientes. Conlos ojos en blanco y las orejas aplastadas por el dolor, la bestia se levant de nuevo, casiarrojando a su jinete. Gerrard le persigui. "As que eres un gatito malo, no?" dijoapualando al corazn del felino.

    Con un rugido magnfico, el jhoval se estrell sin vida en el suelo, aprisionandoa su jinete debajo de el.

    Protegido en un lado por la criatura cada, Gerrard se arrodill para arrancarse untrozo de la camisa y detener el flujo de sangre de su hombro. No haba duda de queestos Mercadianos eran pobres combatientes. Sus armas estaban en mal estado y malmanejadas. Sin embargo, su gran nmero haba roto la lnea del Vientoligero, y esos

    jhovals eran bestias feroces.

    Incluso en ese momento, Karn el pacifista daba brazadas con una de las criaturasfelinas. No estaba luchando. El hombre de plata no poda ser verdaderamente herido por

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    el felino monstruoso, ni tampoco poda hacer nada para herir a la bestia. Aun as, nopermitira que los dientes y colmillos pudieran separar a sus amigos. Era unimpresionante forcejeo, solemne y rpido como gatos rodando por un callejn. El pelajemate y la plata brillante se entrelazaban. Las filosas garras chirriaban a travs delimpasible metal. Dedos enormes y gruesos agarraban masas de pelo. El jhoval roa

    irremediablemente en la cabeza de Karn. Para Karn, todo aquello era un juego, pero elgato tena la intencin de desmantelar al hombre de plata. Karn se haba hecho a smismo un alocado juguete de distraccin para gatos.

    A pesar de sus esfuerzos, el resto de la tripulacin tenan las manos ocupadas.Tahngarth lo estaba haciendo mejor que cualquiera de todos ellos. Su hoja curva

    redujo a un Mercadiano, derribndolo a los pies del minotauro. Se encarg de unosegundo con un rpido codazo al ojo y clav a un tercero en sus cuernos escarpados.Tahngarth viva para pelear. El dira que viva por el honor y la lealtad, pero paraTahngarth, el honor y la lealtad conducan invariablemente a las peleas. Un cuartoMercadiano descubri eso cuando Tahngarth embisti su cabeza con la de su jhoval. Eltigre se tambale y se desplom. El minotauro sali a la carga, trepando por el cuello de

    la bestia y atacando al hombre en la silla.Si toda la tripulacin de Gerrard podra luchar como Tahngarth, ellos ganaran.

    Takara y Sisay le llegaban bastante cerca, con tres Mercadianos cayendo en cada uno desus pies. Hanna haca lo mejor que poda con un tridente que haba obtenido de su riacon su nica vctima. Squee se mova velozmente, haciendo tropezar a cualquierMercadiano que pudiera alcanzar. Pero el resto de la tripulacin estaba cayendo como lahierba.

    Gerrard pronto record la hierba seca amontonndose en el borde de las tumbasque l haba cavado.... Cuntos ms sepulcros, despus de esta lucha sin esperanza?

    "Nos rendimos! Detengan la pelea! Dejen las armas!"El capitn de la guardia ladr rdenes similares.El combate se desvaneci rpidamente. Las espadas se congelaron en el aire.

    Tahngarth dej que el ltimo Mercadiano cayera de sus cuernos. Karn solt al jhoval,quien se alej, silbando y escupiendo, su piel llena de magulladuras. En momentos,Gerrard y su tripulacin fueron rodeados por soldados sombros, sus armas alzadas.Mir a su alrededor por su intrprete.

    "Takara!" le llam.La mujer sali del costado de un montn de muertos. Sus ojos brillaban con la

    misma luz ardiente de su pelo. Esgrima una sonrisa enojada y limpi la hojaensangrentada perezosamente sobre uno de los Mercadianos muertos. "Crees que seams probable que escuchen ahora que hemos matado a algunos de ellos?"

    "Tal vez no, pero la lucha era intil. No nos habran escuchado si estuviramostodos muertos."Gerrard la atrajo a su lado y le hizo dirigir su atencin al capitn de la guardia.

    El hombre estaba an ms polvoriento despus de su cada del jhoval, pero no habasangre en sus tnicas azafranadas. Nunca se haba reincorporado a la lucha.

    Gerrard le dijo a Takara, "Dile que nos sometemos. Dejaremos nuestras armas eiremos con l a condicin de que nuestros enfermos sean tratados sean bientratadosy nuestra muertos enterrados con una apropiada ceremonia."

    Takara tradujo.El capitn inclin la cabeza en aceptacin. En la lengua comn, dijo, "Usted

    honra a mi maestro, el Magistrado en Jefe, con su decisin. Pida a sus compaeros que

    depongan las armas."Frunciendo la frente, Gerrard dijo: "Hagan lo que dice."

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    La mayor parte de la tripulacin arroj sus armas con presteza y levant lasmanos. Tahngarth fue ms reacio. Su espada curvada de cristal era nica en su clase, yhaba tardado aos en acumular el surtido de puales que tena en su cintura. Arrojcada una al suelo, donde se clavaron y temblaron con enojo. El sonido casi cubri lasmaldiciones del minotauro.

    Mientras tanto, los soldados de Mercadia desempacaron rollos de grilletes ycadenas. Llevaron las cadenas entre sus prisioneros sujetndoselas sobre sus muecas.Un conjunto entero fue enrollado alrededor de Karn, sus brazos atados a los costados ysus piernas conectadas para que pudiera tomar slo pasos cortos. Los miembros de latripulacin fueron encadenados de dos en dos a quien estaba ms cerca, para que

    pudieran montar sobre los jhoval en tndem."Ustedes han matado a la suficiente cantidad de nuestra gente para que cada uno

    tenga un viaje a la ciudad," dijo malhumoradamente el capitn cuando un soldado leentreg el anillo de llaves de los grilletes. Colg el anillo en el cinturn y como brochede oro dijo, "Un pago justo por su valor en la lucha. Por mis prdidas, confisco susarmas, para guardarlas o venderlas, como lo desee." Hizo un gesto a otro soldado, que

    reuni las espadas y los cuchillos del suelo. Sobre todo, el hombre se escurri msrpidamente cuando arrebat las cuchillas de Tahngarth. Con una cuerda hizo unmanojo de todas ellas y las guard encima de las alforjas del capitn.

    Sentndose sobre las espaldas de sus respectivos Jhovals, la tripulacin,finalmente recibi asistencia mdica. El hombro de Gerrard fue vendado, un corte sobreel ojo de Hanna se limpi y se cur, y el hombro dislocado de Sisay fue restablecidoalgo brutalmente. Squee dijo que se haba contagiado de hongos en el pie de uno de lossoldados a los que haba tirado, y dos Mercadianos comprobaron asiduamente sus pies.

    Gerrard los observ con curiosidad. Habl sobre su hombro con Takara, queestaba sentado detrs de l en el mismo Jhoval. "Parece que estn dispuestos a cumplircon su parte del trato. Mira cmo tratan a Squee."

    "Hay algo ms raro en eso," dijo Takara. "Mira cmo tratan a los muertos." Ellahizo un gesto con la cabeza hacia el suelo ensangrentado.

    All, los equipos de Mercadianos arrastraban sin miramientos a los soldados ymarineros y a los felinos de seis patas muertos. Los trabajadores les agarraban decualquier extremidad que se les presentara a mano y tironeaban de ellas. Talones,caderas, espaldas, y rostros eran frotados contra el suelo rocoso mientras los cuerposeran arrastrados a un barranco cercano. Los cadveres fueron arrojados o rodados o

    pateados por el despeadero."Qu estn haciendo!" rugi Gerrard al capitn de la guardia. "He dicho con el

    debido respeto"

    "En Mercadia, no enterramos nuestra basura, la tiramos," fue la respuesta suave."Ellos no son basura! As no hay trato!" grit Gerrard: luchando contra suscadenas. Un tridente se clav debajo de su cuello, perforando a poca profundidad.Gerrard call para impedir que las puntas se clavaran ms profundamente.

    "As no hay trato?" dijo el capitn. "Sus cadenas diran lo contrario. No, el tratoes bueno. Los heridos han sido tratados. Los muertos desechados. Ya no hay nada msque nos haga retrasar. Nos vamos a Mercadia."

    * * * * *

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    La procesin se traslad por las tierras hacia el norte. En todos sus viajes a bordodel Vientoligero, Gerrard no haba visto nunca un lugar tan rido y estril. No habaagua en ningn lugar, y las plantas que haban sobrevivido en el suelo desnudo, crecandificultosamente en las numerosas hmedas grietas que entrecruzaban la tierra. Eracomo si una gran plaga haba destruido a casi todos los seres vivos que vivan en el

    suelo. Durante cientos de kilmetros, la tierra se extenda llanamente. Slo la cualejana del Monte Mercadia rompa el horizonte. Haba aparecido a lo largo de la tarde,oscura e imposible contra el cielo de color limn.

    Entonces se levant una tormenta de polvo, oscureciendo la vista. Nubessimilares se pudieronver en la distancia,movindose de aqu

    para all con unamajestuosa lentitud atravs del suelo duro y

    plano. La tormenta

    rugi hacia ellos. Losguardias no se

    preocuparon, slolevantaron suscapuchas amarillas, seabotonaron susmantos, y taparon susrostros con velosantes de que seadentrarandirectamente en el interior del remolino marrn. Los jinetes desaparecieronrpidamente. La tormenta se hizo ms espesa y ms oscura. La cadena que se dirigahacia atrs arrastr al jhoval de Gerrard en la tormenta de polvo.

    Gerrard se protegi los ojos y mir hacia atrs. Takara estaba sentada justodetrs de l, y el ciego Starke apoyado junto a ella. La cadena se diriga hacia atrs alsiguiente jhoval, donde montaban Hanna y Sisay. La navegante estaba casi doblada endos en su silla de montar, su mano apretada contra sus ojos. Su cabello rubio se estabaconvirtiendo en un gris sucio. Junto a ellos caminaba Karn, obligado a marchar haciaadelante con pasos cortos, arrastrando los pies. Aquella tormenta bien podra congelarsus articulaciones debido a los granos. En la tercera bestia montaba Tahngarth. Utilizabasu enorme cuerpo blanco para hacer de escudo a Squee. El resto de la tripulacin se

    extenda a travs de la pradera, Mercadianos armados que viajaban en columnas a cadalado.La vorgine se espes hasta que Gerrard slo pudo ver las bestias junto a la

    suya. Los vientos arenosos silbaron y suspiraron. Fantasmas bronceados searremolinaban en el aire. El polvo drenaba el aliento de sus pulmones, rasguaba surostro, llenaba sus bolsillos, se escurra por su cuello, sus pliegues, y por debajo de susvendas.

    Era algo fantasmagrico.Gerrard grit a Takara por encima del hombro. "Cmo est tu padre?"Ella sacudi la cabeza. "Tenemos que encontrar un refugio pronto."Gerrard hizo una sea al guardia montando junto a l. El hombre con renuencia

    gui a su jhoval al lado de Gerrard. "A qu distancia esta el refugio? Vamos a morir enesta tormenta."

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    Takara tradujo y luego escuch los gritos del hombre. "l dice que no hay lugarpara refugiarse aqu, y que pronto llegaremos a nuestro destino."

    Eso no era posible. Haban viajado slo una veintena de kilmetros desde lagranja. Antes de la tormenta, la montaa invertida de Mercadia estaba por lo menos asesenta y cinco kilmetros de distancia. "Est mintiendo."

    Takara se encogi de hombros. "Acaso importa? No tenemos ninguna otraopcin."Mientras hablaba, el viento disminuy. Gerrard sinti una gran presencia

    amenazante frente a l. Mir hacia arriba.Una enorme sombra se alz en el viento y el polvo para borrar el cielo: la

    montaa.Gerrard se qued perplejo, se frot los ojos inyectados en sangre, y mir de

    nuevo. Segua all, aunque era imposible all estaba: Monte Mercadia. Se recost en susilla y mir a travs del aire mas claro. La montaa tena por lo menos ocho kilmetrosde ancho en la parte superior pero apenas ochocientos metros de ancho en la parteinferior. Estaba perfectamente equilibrada, como un trompo gigante giratorio congelado

    en su lugar."Cmo podra estar all, y cmo podramos haber llegado aqu tan rpido?" se

    pregunt con voz ronca.Takara se inclin en su contra. "Ustedes han estado en Rath. Ustedes han visto la

    Fortaleza flotando dentro de un volcn. Me han rescatado a m y a Sisay, han visto aTahngarth transformado, y a Karn convertido en un garrote de carne, y luego han

    volado fuera de ese infierno en este, y todava te preguntas cmo puede ser?" Unasonrisa se retorci en su rostro. "Estamos en un plano diferente, Gerrard. Las mismasleyes de la fsica no se aplican aqu. Por lo que sabemos, la gravedad funciona de formadiferente."

    Gerrard poda pensar en miles de posibles consecuencias ante esta declaracin,ninguna de ellas muy alentadora.

    En ese momento la montaa los protegi del viento. De repente, Gerrard quisoque el viento retornara. Una asquerosa pestilencia se levant de la sombra de lamontaa.

    "Qu es ese olor?" pregunt Gerrard dando arcadas."Parece venir de ms all de ese muro."

    Una pared alta y gruesa rodeaba la base de Mercadia. Era un asombroso trabajode la tierra, diez metros de altura, diez de ancho, y ocho kilmetros de dimetro. Aqu y

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    all, se erguan altas torres cnicas. Los caminos convergan en ellas, y haba numerosasentradas a travs de la pared. Habra llevado dcadas, si no siglos, construir aquello,

    pero fuera lo que fuera que estaba ms all ola demasiado podrido como para merecerproteccin.

    El soldado escolta llev a los prisioneros por una de las carreteras principales,

    repletas de viajeros. Carros, carretillas, peatones, y jinetes todos convergiendo en laciudad. Muchos eran Mercadianos, con sus frentes inclinadas y pequeas, y sus orejasaltas. Otros llevaban turbantes y atuendos del desierto y tenan la piel morena. Sinembargo, otros no eran del todo humanos, criaturas parecidas a ratas gigantes, hombrescon cabezas de jabales, mujeres con cabezas de guilas, mugrientos gigantes llevando

    jaulas, esclavos arrastrando sus pies y azotados por sus amos. Todos ellos caminabanhacia una puerta inmensa en la pared. Gerrard no pudo distinguir nada ms, debido a susojos llorosos. "Esto es peor que el polvo," dijo, secndose las lgrimas y dando ligerasarcadas. "Qu podra yacer ms all de ese muro?"

    "Estoy empezando a pensar que el hedor no se encuentra ms all," le dijoTakara al odo. "Es la pared misma." Ella seal hacia el acantilado de la montaa

    invertida. Gerrard mir hacia arriba.Algo gote desde el borde de la ciudad. Globos de material oscuro se

    desplomaron. Algunos artculos brillaron en la cascada. Un