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Picnic en Hanging Rock Joan Lindsay Traducción del inglés a cargo de Pilar Adón Introducción de Miguel Cane IMPEDIMENTA

Lindsay Joan Picnic en Hanging Rock R1

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NOVELA

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  • Picnic en Hanging Rock

    Joan Lindsay

    Traduccin del ingls a cargo dePilar Adn

    Introduccin deMiguel Cane

    IMPEDIMENTA

  • Ttulo original: Picnic at Hanging Rock

    Primera edicin en Impedimenta: noviembre de 2010

    Copyright Joan Lindsay, 1967First published by Chatto & WindusCopyright de la traduccin Pilar Adn, 2010Copyright de la presente edicin Editorial Impedimenta, 2010Benito Gutirrez, 8. 28008 Madrid

    http://www. impedimenta.es

    Diseo de coleccin y coordinacin editorial: Enrique Redel

    Los editores desean expresar su agradecimiento a Paloma Rodrguez por su inestimable colaboracin a la hora de elaborar este libro.

    ISBN: 978-84-15130-03-1Depsito Legal: S. 1.338-2010

    Impresin: KadmosCompaa, 5. 37002, Salamanca

    Impreso en Espaa

  • ADVERTENCIA

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    Queremos dejar bien claro que nuestra intencin es favorecer a aquellas personas, de entre nuestros compaeros, que por diversos motivos: econmicos, de situacin geogrfica o discapacidades fsicas, no tienen acceso a la literatura, o a bibliotecas pblicas. Pagamos religiosamente todos los cnones impuestos por derechos de autor de diferentes soportes. No obtenemos ningn beneficio econmico ni directa ni indirectamente (a travs de publicidad). Por ello, no consideramos que nuestro acto sea de piratera, ni la apoyamos en ningn caso. Adems, realizamos la siguiente

    RECOMENDACIN

    Si te ha gustado esta lectura, recuerda que un libro es siempre el mejor de los regalos. Recomindalo para su compra y recurdalo cuando tengas que adquirir un obsequio.(Usando este buscador: http://books.google.es/ encontrars enlaces para comprar libros por internet, y podrs localizar las libreras ms cercanas a tu domicilio.)

    AGRADECIMIENTO A ESCRITORES

    Sin escritores no hay literatura. Recuerden que el mayor agradecimiento sobre esta lectura la debemos a los autores de los libros.

    PETICIN

    Cualquier tipo de piratera surge de la escasez y el abuso de precios.Para acabar con ella... los lectores necesitamos ms oferta en libros digitales, y sobre todo que los precios sean razonables.

  • INTRODUCCIN

    AUSTRALIAN GOTHICpor Miguel Cane

    Is all that we see or seemBut a dream within a dream?

    Edgar Allan Poe

    Dnde comienza la ficcin y termina la realidad?

    Es posible que en 1967, cuando Lady Joan Lindsay public Picnic en Hanging Rock, nadie pensara que esta y otras preguntas se plantearan casi de manera inevitable, tanto con la lectura del libro como con los mltiples visionados de la adaptacin cinematogrfica realizada por Peter Weir en 1975, considerada por mrito propio como un clsico moderno.

    De soltera Joan Beckett Weigall, nacida el 16 de noviembre de 1896 en el seno de una prolfica dinasta artstica australiana, esposa del militar Sir Daryl Lindsay y fallecida el 23 de diciembre de 1984, la autora construye la que sera su obra ms clebre basndose en una ancdota con elementos de intriga y una efectiva atmsfera gtica que trasplant a la pradera australiana, pero sin sacrificar la esencia siniestra del gnero. As, evita las mansiones oscuras y los brumosos pramos ingleses propios de las hermanas Bront, Henry James o Daphne DuMaurier, y opta por hacer su escenario de un mundo agreste, au naturel, donde los horrores no se ocultan en la sombra: se manifiestan a la luz del da.

  • Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock

    De este modo nace la que sera la primera gran novela australiana de culto, la misma que, con el paso de los aos y hasta hoy momento en que el lector tiene este ejemplar en sus manos, y lo mira quiz con curiosidad si no conoce la historia o con un genuino regocijo ante esta primera traduccin al espaol que se hace de ella ha sido objeto de una creciente obsesin por parte de generaciones de lectores, muchos de los cuales han analizado exhaustivamente cada clave y escena para descifrar un misterio que consideran, pese a las evidencias, un hecho real disfrazado de invencin narrativa (aunque no a la inversa, curiosamente).

    A esto hace referencia Poe en el poema recitado por una de las protagonistas, Miranda, interpretada por Anne Louise Lambert, en la primera escena del filme de Weir (y esto no es una casualidad): Es todo lo que vemos, o parecemos, solo un sueo dentro de un sueo?. En las pginas de Picnic en Hanging Rock, nada como descubrir el lector, tanto el que sabe dnde se adentra como el inocente que llega a este paraje sin imaginar las consecuencias es lo que parece ser cuando lo percibimos.

    En la soleada maana del 14 de febrero de 1900, un grupo de colegialas, cuyas edades fluctan entre los catorce y los diecisiete aos, sale del Internado para Seoritas Appleyard. Su intencin es celebrar un almuerzo campestre en honor a San Valentn a la sombra de Hanging Rock, una impresionante formacin natural de roca volcnica situada en las cercanas del monte Macedon, en la provincia de Victoria, al sur de Australia. Esa noche, al volver al recinto, faltan tres chicas y una profesora. Quienes regresan a la mansin que aloja la escuela no son las nias aristocrticas que salieron, con guantes de encaje y educacin exquisita: ahora conforman una turba sollozante de histricas que han sido vulneradas por algo que no alcanzan a entender. En cierto modo, podra decirse que ya no son vrgenes.

    Lo antes descrito es lo que atrapa al lector; lo que le hace formularse preguntas inevitables mientras avanza en su lectura sin poder detenerse: Qu sucedi en Hanging Rock? Por qu se detienen los relojes al llegar a sus faldas? Qu fue de Miranda St. Clare, Marion Quade e Irma Leopold, las tres alumnas desaparecidas, as como de la seorita Greta MacCraw, la profesora de matemticas?

    Lady Lindsay juega con todas las piezas que tiene a mano para armar con detalle su puzzle misterioso: as, la narrativa parte de la nocin de que el lector siempre ha estado orientado a una perspectiva sensata, centrada y racional del universo que le rodea. Sin embargo, existen ciertos lapsos, como pueden ser los sueos o el ansia, en los que brota el arrebato de lo irracional, hacindonos creer lo imposible. Ella toma dicho arrebato como elemento primordial para la creacin de sus personajes, especficamente el de Miranda St. Clare, la hermosa joven Mademoiselle Diane de Poitiers, la profesora de francs, compara su aspecto con el de un ngel de

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    Botticelli quien, al igual que el personaje titular de la memorable Rebecca (Daphne DuMaurier, 1938), es el corazn del libro aunque casi no aparezca en l. Su belleza etrea es el principal objeto de la obsesin de los otros, ms an cuando desaparece sin dejar rastro alguno.

    Todos los personajes de la novela alumnas y profesoras, testigos, buscadores, gente del pueblo actan de un modo u otro bajo el influjo de su presencia, y Miranda representa cosas distintas para cada uno: para la reticente y autoritaria seora Appleyard, ella y las otras chicas perdidas son el rostro de la Australia colonial que se acerca inexorable al siglo XX; son lo mejor que puede ofrecer la sociedad britnica establecida en esa tierra prometida que es Oceana, y para ella el horror de su desaparicin no solo reside en el desprestigio y en el catico escndalo que caern sobre su institucin modlica; tambin simboliza la ominosa certeza de que la civilizacin y el modo de vida que ella entrega a las hijas de las buenas familias perecern en el mundo salvaje que engulle al estado-colonia en un nuevo siglo. El horror como realidad sacrifica lo hermoso de su utopa; no aprecia la belleza (efmera) del esplendor decimonnico que ha tratado, con rigor victoriano, de perpetuar en sus alumnas, tanto en las nias ricas como en los charity cases. Una de estas es Sara Waybourne, hurfana acogida por el colegio, que tiene un estrecho vnculo (quiz no del todo platnico) con Miranda, a la que profesa devocin absoluta. Para esta desdichada criatura la catstrofe del da de San Valentn ser, en ms de un sentido, devastadora.

    Por otra parte, en Michael Fitzhubert, aristcrata ingls an adolescente, que visita a sus familiares en Australia gente adinerada, vecinos del colegio Appleyard y que coincide con el grupo en Hanging Rock, Miranda tiene un efecto distinto: l no la conoce, solo alcanza a verla de lejos por un momento. No obstante, ese segundo basta para despertar en l un inslito y torpe herosmo, opuesto a su naturaleza indolente, que lo lleva a perseguir cualquier rastro de ella con desesperacin, y este delirio febril compartido con su caballerango, Albert Crundall, que tiene otros nexos con el internado aunque l lo ignore le hace desafiar sus principios clasistas, afectaciones y lgica, llevndolo a obtener en su bsqueda resultados desconcertantes que cambian por completo el rumbo del argumento.

    La obsesin de los personajes es contagiosa: se propaga rpidamente y afecta las percepciones de todos, incluso las del lector (s, usted). Pronto surge esa asfixiante sensacin de ansiedad: esto es real? Hay quienes juran que s, que, efectivamente, lo es.

    Desde la aparicin de la novela, su estructura sirvi como acicate

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    para especular acerca de la autenticidad de los hechos, ya que hemos de contar con que Hanging Rock es un lugar que realmente existe. Su posterior transferencia al celuloide casi verbatim del texto, en el guin realizado por Cliff Green y el propio Weir hizo que el culto originado por los lectores se reforzara y trascendiera fronteras, lo que dara pie a que emergiera la propuesta viral de un sinnmero de teoras para, presuntamente, aclarar este misterio.

    No faltan quienes (an hoy) juran que las jvenes existieron en la realidad, que fueron raptadas por tratantes de blancas y llevadas a burdeles perdidos en los ridos desiertos del outback australiano (esto tendra fundamento en algunos casos reales documentados dcadas ms tarde, pero no existe evidencia que remita especficamente a este en particular); se dijo tambin que posiblemente cayeran a un abismo entre las grietas y as murieran de inanicin y miedo en la oscuridad; los hay que, movidos por la moda actual, elucubran que bien pudieron ser abducidas por extraterrestres o que tal vez cruzaron accidentalmente a una dimensin desconocida o a algn universo paralelo. La lista de teoras que puede encontrarse acerca del tema siempre dan por sentado que lo narrado es verdad, aun sin pruebas ontolgicas que lo demuestren resulta extensa, variopinta y abrumadora.

    Quiz esto se deba a que, tal y como se plantean en el libro y la pelcula, ciertas circunstancias del misterio de Hanging Rock son bastante sugerentes. A lo largo de todo el libro se insina que lo sucedido ese da fue algo horripilante y al mismo tiempo sensualmente perturbador, ms all de su veracidad. Es por lo mismo que Lady Lindsay, al ser interrogada por la prensa aos despus de aparecer el libro y el filme, asegur: Si lo descrito se trata de realidad o fantasa, los lectores deben decidirlo por s mismos. Solo dir que ambas cosas estn ntimamente relacionadas. La esmerada ambigedad, en conjunto con su pericia narrativa, manifiesta un talento que despliega con una sencillez no desprovista de maestra, en un relato donde no se requieren elementos sobrenaturales para alterar la realidad de su contexto. Demuestra que la naturaleza por s misma es misteriosa y temible: todo puede ocurrir en ella de modo inexplicable y a pleno sol.

    Esta es una historia cuyo lenguaje no se descifra; se asume e interpreta como una espiral que gira y gira sin fin. Ese es el secreto del encantamiento casi hipntico e irresistible que ejerce Picnic en Hanging Rock, y as lo enuncia la propia Miranda en una frase crptica que encapsula lo que posiblemente sea su tema principal: todo comienza y termina justo en el momento y el lugar precisos.

    MIGUEL CANEGijn, Asturias

    11 de septiembre, 2010

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  • LA SEORA APPLEYARD. Directora del colegio AppleyardLA SEORITA GRETA MCCRAW. Profesora de matemticasMADEMOISELLE DIANNE DE POITIERS. Profesora de francs y de danzaLA SEORITA DORA LUMLEY Y LA SEORITA BUCK. Profesoras ms jvenesMIRANDA, IRMA LEOPOLD, MARION QUADE. Alumnas de los ltimos cursosEDITH HORTON. La alumna ms torpe del colegioSARA WAYBOURNE. La alumna ms jovenROSAMUND, BLANCHE. Otras alumnasLA COCINERA, MINNIE Y ALICE. Personal de servicio del colegioEDWARD WHITEHEAD. El Jardinero del colegioTOM, EL IRLANDS. Encargado del mantenimiento del colegioEL SEOR BEN HUSSEY. De las Caballerizas Hussey, en WoodendEL DOCTOR MCKENZIE. Mdico de WoodendEL AGENTE BUMPHER. De la comisara de WoodendLA SEORA BUMPHERJIM. Un joven policaMONSIEUR LOUIS MONTPELIER. Un relojero de BendigoREG LUMLEY. Hermano de Dora LumleyJASPER COSGROVE. Tutor de Sara WaybourneEL CORONEL Y LA SEORA FITZHUBERT. Veraneantes en Lake View, Alto

    MacedonEL HONORABLE MICHAEL FITZHUBERT. Sobrino de los anteriores, recin llegado

    de InglaterraALBERT CRUNDALL. Cochero de Lake ViewEL SEOR CUTLER. Jardinero de Lake ViewLA SEORA CUTLEREL COMANDANTE SPRACK Y SU HIJA, ANGELA. Ingleses alojados en la residencia

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    del gobernador, en MacedonEL DOCTOR COOLING, del Bajo Macedon

    Y muchos otros que no aparecen en este libro.

    El lector tendr que decidir por s mismo si Picnic en Hanging Rock es una historia real o ficticia. En cualquier caso, semejante cuestin parece no revestir demasiada importancia, dado que el fatdico picnic tuvo lugar en el ao 1900, y los personajes que aparecen en este libro llevan mucho tiempo muertos.

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  • 1odos estuvieron de acuerdo en que el da era perfecto para ir de picnic a Hanging Rock. La brillante maana de verano haba

    amanecido clida y tranquila. Durante el desayuno, procedentes de los nsperos que daban a las ventanas del comedor, se escuchaban los estridentes cantos de las cigarras y el zumbido de las abejas que revoloteaban sobre los pensamientos que bordeaban el camino. Las enormes dalias haban florecido y se derramaban sobre los parterres, inmaculados, y el csped, bien cortado, perda poco a poco su humedad bajo el sol ascendente. El jardinero estaba regando ya las hortensias, an a la sombra del ala en que se situaba la cocina, en la parte trasera del colegio. Las alumnas del colegio Appleyard para seoritas se haban despertado a las seis de la maana, y se haban dedicado desde entonces a explorar el brillo del cielo, en el que no se vea una sola nube. Ahora aleteaban con sus muselinas de verano como una bandada de alborotadas mariposas, y no solo porque fuera domingo y se dispusieran a celebrar el tan esperado picnic anual, sino porque era el da de San Valentn. Siguiendo la tradicin, lo festejaban el catorce de febrero, y por la maana se intercambiaran cuidadas tarjetas y pequeos regalos. Todo ello de manera perdidamente romntica y estrictamente annima, puesto que se supona que lo que reciban eran las secretas ofrendas de unos admiradores enfermos de amor, a pesar de que el seor Whitehead, el anciano jardinero ingls, y Tom, el mozo de cuadra irlands, eran prcticamente los dos nicos hombres a los que se poda, como mucho, sonrer durante la poca de clases.

    T

    Probablemente, la nica persona que no iba a recibir ninguna tarjeta en todo el colegio era la directora. Todos saban que a la seora Appleyard no le gustaba celebrar el da de San Valentn, y que desaprobaba esas ridculas felicitaciones que solan abarrotar las repisas de las chimeneas hasta la llegada de la Pascua, y que daban a

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    las sirvientas tanto trabajo extra como la propia entrega anual de premios. Y qu repisas de chimenea! Dos de mrmol blanco estaban situadas en el gran saln, y se apoyaban sobre parejas de caritides tan firmes como el propio busto de la directora. Y haba otras de madera tallada, adornadas con un millar de titilantes y diminutos espejitos. El colegio Appleyard era, ya en el ao 1900, todo un anacronismo arquitectnico en medio de la abrupta maleza australiana. Un lugar incongruente, sin esperanza, propio de otra poca y de otro continente. La tosca mansin de dos plantas constitua una de esas intrincadas edificaciones que brotaron por toda Australia como hongos exticos tras el descubrimiento del oro. La razn por la que alguien pudo llegar a pensar que aquel terreno llano y escasamente arbolado, situado a pocos kilmetros de la localidad de Macedon y agazapado al pie del monte, poda ser un lugar apropiado para la construccin de una casa como aquella es algo que nadie podra desentraar jams. No poda deberse al insignificante arroyo que serpenteaba pendiente abajo por la parte posterior de la propiedad de diez acres, y que formaba una serie de charcas de poca profundidad, que no resultaba lo que se dice atractivo para servir de marco paisajstico a una mansin de corte italianizante; y tampoco a los ocasionales atisbos de la neblinosa cumbre del monte Macedon, al este, en el lado opuesto del camino, que se podan captar a travs de una cortina de eucaliptos descortezados, cuyos troncos parecan caer en hebras hacia el suelo. Y, sin embargo, all se construy, con slida piedra de Castlemaine, quiz para que soportara mejor los estragos del tiempo. El primer propietario, cuyo nombre todo el mundo haba olvidado haca mucho, vivi en ella solo un ao o dos antes de que la antiesttica y enorme casa quedara vaca y fuera puesta en venta.

    Los amplios terrenos, que constaban de huertas y jardines plagados de flores, de corrales de cerdos y de gallineros, de zonas sembradas y extensiones de csped donde se jugaba al tenis, mostraban ahora un aspecto esplndido gracias al seor Whitehead, el jardinero ingls que segua al cargo. Haba varios vehculos en los hermosos establos de piedra, todos ellos en perfecto estado. El espantoso mobiliario Victoriano estaba tan bien conservado que pareca nuevo, con esas repisas de chimenea de mrmol trado directamente de Italia, y montones de gruesas alfombras Axminster. En la escalera de cedro, varias estatuas de inspiracin clsica levantaban en alto sus lmparas de aceite; haba un piano de cola en el amplio saln, e incluso una torre cuadrada, a la que se acceda por una estrecha escalera circular, y desde la que podan izar la Union Jack el da del cumpleaos de la reina Victoria. Para la seora Appleyard, que haba llegado de Inglaterra con unos buenos ahorros y un montn de cartas de presentacin para algunas de las familias ms ilustres de Australia, la mansin, que se alzaba tras un muro bajo de piedra, a una distancia considerable del camino que llevaba a Bendigo, result impresionante desde el principio. Sus ojos, del color marrn de la gravilla, siempre alerta ante la posibilidad de dar con una ganga, decidieron que aquel lugar tan increble resultaba idneo para establecer un exclusivo internado para seoritas mejor an

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    que la Universidad y tan caro como fuera necesario. Para regocijo del agente inmobiliario de Bendigo que le ense la propiedad, decidi quedarse con todo en ese mismo instante, jardinero incluido, tras llegar a un acuerdo sobre una reduccin en el precio por pago al contado. Y luego se instal.

    Jams se llegara a saber si la directora del colegio Appleyard (como se rebautiz de inmediato a aquel particular elefante blanco local, con unas letras doradas grabadas sobre una hermosa placa situada en las enormes puertas de hierro) contaba con algn tipo de experiencia previa en lo que al campo educativo se refiere. Resultaba de todo punto innecesario. Con su alto copete ya canoso y su enorme busto, elementos tan estrictamente controlados y disciplinados como sus propias ambiciones personales, y con el camafeo de su difunto esposo cayendo rotundo sobre su respetable pecho, la majestuosa desconocida era justo lo que los padres esperaban de una directora inglesa. Y, como es bien sabido, ofrecer el aspecto que se espera de alguien constituye ms de la mitad de la batalla ganada en cualquier iniciativa empresarial, desde Punch y Judy hasta la emisin de acciones en la Bolsa. En consecuencia, el colegio fue un xito desde el principio, y cuando el primer curso lleg a su fin arroj unos dividendos ms que satisfactorios. Todo esto sucedi casi seis aos antes de que la presente crnica diera comienzo.

    San Valentn es imparcial en sus favores, y aquella maana no solo recibieron tarjetas y regalos las chicas ms jvenes y hermosas. Miranda, como de costumbre, tena un cajn entero de su armario lleno de afectuosas tarjetas ornadas de encajes, aunque el cupido que le haba llegado desde Queensland, dibujado a mano por su hermanito Jonnie, y la sucesin de besos escritos a lpiz con la letra grande y afectuosa de su padre, ocupaban el lugar de honor sobre la repisa de mrmol de la chimenea. Edith Horton, simple como una rana, haba abierto con aire de suficiencia al menos once tarjetas, e incluso la pequea seorita Lumley sac en la mesa del desayuno una en la que se vea una paloma un tanto biliosa, y sobre la que se poda leer la inscripcin TE ADORO POR SIEMPRE. Era de suponer que semejante declaracin provena del gris e indescifrable hermano que la haba visitado el trimestre pasado. Quin ms, razonaban las florecientes nias, podra profesar tal adoracin por la miope y joven institutriz, siempre vestida de sarga marrn y calzada con unos sempiternos zapatos de tacn plano?

    Le tiene mucho cario dijo Miranda, tan benvola como siempre. Vi cmo se daban un beso de despedida en la entrada.

    Pero querida Miranda... Reg Lumley es una criatura tan sombra! Irma se ech a rer mientras sacuda sus oscuros rizos de una manera muy caracterstica, y se preguntaba por qu el sombrero de paja de la escuela resultaba tan poco favorecedor. Encantadora y radiante a sus diecisiete aos, la joven heredera careca de vanidad personal o de orgullo por todo lo que posea. Deseaba que la gente y las cosas fueran hermosas, y se prenda en el abrigo un manojo de flores con tanto placer como lo hara con un impresionante broche de diamantes. En ocasiones, poda sentir una punzada de dicha por el

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    mero hecho de contemplar el tranquilo rostro ovalado de Miranda y su pelo liso, del dorado color del maz. Su querida Miranda, que ahora miraba con ojos soadores hacia el jardn iluminado por el sol:

    Qu da tan maravilloso! Estoy deseando que salgamos al campo!

    Escuchadla, nias! Cualquiera dira que el colegio Appleyard se encuentra en una barriada de Melbourne!

    Los bosques... dijo Miranda. Con sus helechos y sus aves... Como los que tenemos en casa.

    Y las araas dijo Marion. Me habra encantado que alguien me hubiera enviado un mapa de Hanging Rock como tarjeta de San Valentn. Podra haberla llevado al picnic!

    A Irma siempre le impresionaba comprobar el extraordinario nivel de conocimientos que posea Marion Quade, y ahora quera saber quin podra desear mirar un mapa en pleno picnic.

    Yo misma dijo Marion con toda sinceridad. Me gusta saber a todas horas dnde estoy exactamente.

    Famosa por dominar la tcnica de las divisiones largas casi desde la cuna, Marion Quade haba pasado la prctica totalidad de sus diecisiete aos entregada a una bsqueda incesante del saber. No era de extraar que, con esos finos e inteligentes rasgos suyos, esa nariz tan sensible, que pareca estar siempre tras la pista de algo que llevara mucho tiempo esperando y persiguiendo, y sus delgadas y giles piernas, hubiera acabado teniendo el aspecto de un galgo.

    Las chicas comenzaron entonces a hablar acerca de sus tarjetas de San Valentn.

    Alguien tuvo la osada de enviarle una tarjeta a la seorita McCraw sobre un papel cuadriculado, lleno de pequeas sumas! dijo Rosamund.

    De hecho, dicha tarjeta era el resultado de la inspiracin momentnea de Tom, el Irlands, quien, incitado por Minnie, la doncella, pens que aquello poda resultar divertido. La profesora, que tena cuarenta y cinco aos y se encargaba de abastecer de conocimientos matemticos de nivel superior a las nias mayores, la recibi con una seca aprobacin, ya que las cifras, a los ojos de Greta McCraw, resultaban mucho ms aceptables que las rosas y las nomeolvides. La mera visin de una hoja de papel salpicada de nmeros le report un instante de profunda y secreta alegra; una sensacin de poder, al comprender que con un lpiz, y tras hacer un nico apunte o dos, podra resolver aquellas operaciones. Dividir, multiplicar, reorganizar las cifras, hasta llegar a nuevas y milagrosas conclusiones. La tarjeta de Tom, aunque l nunca llegara a saberlo, fue todo un xito. La que eligi para Minnie mostraba un corazn sangrante (obviamente, en las ltimas etapas de algn tipo de enfermedad mortal) embutido entre un montn de rosas. Minnie estaba encantada, como encantada estaba Mademoiselle con un antiguo grabado francs de una rosa solitaria. De este modo, San Valentn se encarg de recordarles a las internas del colegio Appleyard que el amor poda mostrarse bajo muy diferentes matices.

    Mademoiselle de Poitiers, que enseaba danza y conversacin

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    francesa, y que se encargaba adems de vigilar el buen estado de los armarios de las alumnas, iba y vena afanosamente, presa de una fiebre de maravillada expectacin. Al igual que las nias que estaban a su cargo, llevaba un sencillo vestido de muselina, pero ella se las ingeni para parecer ms elegante gracias a la adicin de un amplio cinturn de lazo y un sombrero de paja que le cubra los ojos. Tena tan solo unos pocos aos ms que algunas de las nias mayores, y estaba tan encantada como ellas ante la perspectiva de escapar de la asfixiante rutina del colegio durante todo un largo da de verano, as que correteaba de ac para all entre las nias que iban a reunirse en el porche delantero para que se pasara lista por ltima vez.

    Dpchez-vous, mes enfants, dpchez-vous. Tais-toi, Irma sonaba la ligera y cantarina voz de canario de Mademoiselle, para quien resultaba impensable que la petite Irma pudiera hacer algo mal. Los pequeos y voluptuosos senos de la nia, sus hoyuelos, sus rojos y carnosos labios, sus traviesos ojos negros y sus brillantes tirabuzones oscuros eran una fuente constante de placer esttico. A veces, en el interior de la lgubre aula, la francesa, que haba crecido recorriendo las grandes galeras europeas, alzaba la mirada de su escritorio y la contemplaba recortada sobre un fondo de cerezas y pias, querubines y doradas jarras, rodeada de elegantes jvenes con trajes de terciopelo y satn.... Tais-toi, Irma... La seorita McCraw vient d'arriver.

    Una delgada figura femenina, vestida con una pelliza de color morado, estaba saliendo del excusado exterior, un cuartito con el suelo de tierra al que se llegaba a travs de un apartado sendero bordeado de begonias. La institutriz caminaba con su habitual ritmo medido, desinhibido como el de la realeza, y con una dignidad casi igualmente regia. Nadie la haba visto nunca en una situacin tensa o sin sus gafas de montura metlica.

    Greta McCraw se haba comprometido a hacerse cargo del picnic, con la ayuda de Mademoiselle, por una mera cuestin de conciencia. Una brillante matemtica como ella demasiado brillante para un trabajo tan mal pagado habra dado gustosa un billete de cinco libras por quedarse un da festivo tan valioso como aquel, hiciera bueno o malo, encerrada en su habitacin con la nica compaa de ese nuevo y fascinante tratado sobre Clculo que haba cado en sus manos. Una mujer como ella, alta, de piel seca y ocre, y un pelo canoso y sin gracia que le caa como si se tratara del descuidado nido de un pjaro que hubiera ido a asentarse en la parte superior de su cabeza, haba logrado mantenerse ajena a los vaivenes de la moda australiana a pesar de llevar treinta aos residiendo en el pas. El clima careca de importancia para ella, as como la ropa y los interminables kilmetros de hierba seca y de rboles del caucho que se extendan en todas direcciones, y que no llamaban su atencin ms de lo que lo haban hecho las brumas y las montaas de su Escocia natal cuando era solo una nia. Las alumnas, que se haban terminado acostumbrando a su extravagante vestuario, ya no lo encontraban tan divertido, y nadie hizo ningn comentario acerca de las prendas que haba elegido para el picnic aquel da: su famosa

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    toca, que pareca ms apropiada para ir a la iglesia, y las botas negras de cordones, junto con la pelliza de color morado, bajo la que su huesudo cuerpo adquira las proporciones de uno de sus tringulos euclidianos, adems de un par de guantes de cabritilla bastante rados y tambin de color morado.

    Mademoiselle, por el contrario, y como supremo rbitro de la moda a quien todas las nias admiraban, aprob con nota el minucioso examen, incluyendo el anillo turquesa y los blancos guantes de seda.

    Aunque dijo Blanche me sorprende que permita que Edith salga con esos lazos azules tan absurdos. A propsito, qu est mirando Edith?

    Edith, con el perfil propio de una nia de catorce aos, aunque muy blanquecino e idntico al de una almohada rellena en exceso, elevaba los ojos hacia la ventana de una de las habitaciones del primer piso, a pocos metros de distancia. Miranda se apart de las mejillas el pelo del color del maz, que le caa liso sobre los hombros, mientras sonrea y agitaba la mano en direccin a aquella pequea y plida cara alargada que contemplaba con cierto desaliento la animada escena que se desarrollaba a sus pies.

    No es justo! dijo Irma, tambin saludando y sonriendo. Despus de todo, solo tiene trece aos. Nunca pens que la seora A. pudiera ser tan malvada.

    Miranda suspir:Pobrecita Sara! Deseaba tanto venir con nosotras de excursin.Haban castigado a la joven Sara Waybourne el da anterior por no

    saber de memoria El naufragio del Hesperus, lo que le haba valido su confinamiento solitario en el piso de arriba. Despus, pasara la suave tarde de verano en el aula vaca, obligada a aprender aquella obra tan odiada. A pesar del poco tiempo que llevaba abierto, el colegio era ya famoso por su disciplina, por la buena conducta de las alumnas y por el dominio que estas tenan de la literatura inglesa.

    En aquel momento, una inmensa figura apareci con paso resuelto, como flotando en el interior de su tafetn de seda gris, inflndose en su avance hacia el porche enlosado y delimitado por una fila de columnas, como si se tratara de un galen a toda vela. Sobre el seno suavemente palpitante, un camafeo con el retrato de un caballero con patillas, enmarcado en granate y oro, suba y bajaba en sintona con el bombeo de los poderosos pulmones que se hallaban presionados bajo una fortaleza de ballenas de acero y rgido percal de color gris.

    Buenos das, nias tron la fina y atildada voz, especialmente importada de Kensington para la ocasin.

    Buenos das, seora Appleyard corearon las nias haciendo una reverencia. Se haban dispuesto en medio crculo ante la puerta del vestbulo.

    Estamos todas, Mademoiselle? Bien. Bueno, jovencitas: sin duda hemos sido muy afortunadas en lo que al clima se refiere para celebrar nuestro picnic en Hanging Rock. Le he dado instrucciones a Mademoiselle para que, dado que el da se presenta muy caluroso,

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    puedan quitarse los guantes cuando el coche haya dejado atrs Woodend. Almorzarn en el rea de picnic, cerca de la Roca. Y, una vez ms, permtanme recordarles que la Roca es extremadamente peligrosa y que, por tanto, se les prohbe hacer ninguna estupidez, y menos si es tan poco propia de seoritas como explorar el lugar, ni siquiera las laderas ms bajas. Sin embargo, el lugar al que se dirigen constituye una maravilla geolgica, y se les pedir que escriban una breve redaccin sobre ella durante la maana del lunes. Tambin quiero recordarles que la zona es famosa por sus letales serpientes y sus hormigas venenosas de varias especies. Creo que eso es todo. Espero que pasen un da agradable, y que traten de comportarse de manera que el colegio se sienta orgulloso de ustedes. Seorita McCraw, Mademoiselle, espero que regresen en torno a las ocho para tomar una cena ligera.

    El coche cubierto, procedente de las Caballerizas Hussey, en el Bajo Macedon, y que vena tirado por cinco esplndidos caballos zainos, ya estaba preparado a las puertas del colegio, con el seor Hussey sentado en la caja. El seor Hussey en persona haba transportado al colegio en todas las ocasiones importantes desde el da de la inauguracin, cuando los padres llegaron en tren desde Melbourne para beber champn en el csped. Tena unos sagaces ojos azules y unas mejillas perpetuamente radiantes, como los jardines de rosas del monte Macedon, y era uno de los hombres ms queridos por todos los que vivan en la regin. Incluso la seora Appleyard se diriga a l como su buen hombre, y de vez en cuando tena la deferencia de invitarle a su estudio para tomar una copa de jerez.

    Tranquilo, Sailor... So! Duquesa... Belmonte! Hoy vas a sudar a base de bien... En realidad, los cinco caballos, perfectamente adiestrados, estaban quietos como estatuas, pero todo aquello formaba parte de la diversin. El seor Hussey, como todos los buenos cocheros, estaba muy al tanto de cules eran las formas ms apropiadas. Y, naturalmente, de los horarios. Cuidado con los guantes, seorita McCraw. Esa rueda tiene mucho polvo...

    Haca tiempo que haba dejado de intentar hacerles entender una verdad tan bsica como aquella a las damas que se suban a alguno de sus coches. Por fin, todo el mundo se sent segn sus propias preferencias: las dos institutrices se acomodaron juntas, y las alumnas cerca de sus amigas ms especiales y lejos de sus enemigas. Las tres nias mayores, Miranda, Irma y Marion Quade, compaeras inseparables, eligieron el lugar ms codiciado de todos, a cubierto en la parte delantera del coche, junto al conductor, una idea que pareci complacer bastante al seor Hussey. Las tres eran unas jovencitas muy agradables y muy alegres.

    Muchas gracias, seor Hussey. Ya podemos irnos. La seorita McCraw dio la orden desde su puesto en la parte trasera, repentinamente consciente de que no tena ninguna responsabilidad en materia de matemticas, y ponindose de ese modo al mando de la excursin.

    Partieron. Ya no podan ver el edificio del colegio, con la nica

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    salvedad de la torre que asomaba entre los rboles, y as continuaron con su veloz carrera por la plana carretera de Melbourne a Bendigo, palpitante bajo las partculas de fino polvo rojo.

    Vamos, Sailor! Bestia perezosa... Belmonte! Regresa a tu sitio!

    Durante los primeros kilmetros, el paisaje les result todava muy familiar gracias a los paseos que daban a diario por los alrededores del colegio. Las pasajeras conocan perfectamente, sin necesidad de mirar siquiera, la hilera de esculidos rboles, con las cortezas deshechas en hebras, que cercaba el camino a ambos lados y que de vez en cuando daba paso a un claro de tierra ms despejado, sin vegetacin. Tambin estaban familiarizadas con la casa encalada de los Compton, con sus generosos membrillos que abastecan de gelatinas y mermeladas al colegio, y con el grupo de sauces al borde del camino en el que, invariablemente, la institutriz que estuviera a cargo del paseo del da dispona que deban detenerse y dar la vuelta para emprender el regreso al colegio. Ocurra lo mismo con Los Caminos de la Historia, de Longman, al que siempre volvan en clase para recordar la muerte del rey Jorge IV antes de empezar de nuevo con Eduardo III e inaugurar el siguiente trimestre... Pero ahora s dejaban atrs sin preocupacin alguna los frondosos sauces estivales, y la sensacin de que la aventura estaba esperndolas se apoder de todas ellas mientras se asomaban para mirar a travs de la cubierta de lona del carro. El camino afront una pequea curva, y la pardusca espesura comenz a colmarse de un verde ms fresco. De vez en cuando vislumbraban un bosquecillo de pinos de un azul muy oscuro, y ciertas partes del monte Macedon, adornado, como de costumbre, con tenues nubes blancas que caan sobre la ladera sur, donde las romnticas villas de verano permitan adivinar distantes placeres adultos.

    En el colegio Appleyard EL SILENCIO ERA ORO, y as quedaba escrito en los pasillos y as se impona con frecuencia. Ahora lo que sentan era una deliciosa libertad ante el rpido y constante movimiento del coche, e incluso ante el clido y polvoriento aire que llegaba hasta sus rostros, haciendo que todas ellas gorjearan y parlotearan como periquitos.

    En la parte cubierta del coche, las tres nias mayores que se haban sentado junto al seor Hussey hablaban con la mayor despreocupacin de sus sueos, de bordados, de verrugas, de fuegos artificiales, y de las ya cercanas vacaciones de Semana Santa. El seor Hussey, acostumbrado a pasar gran parte de su jornada de trabajo escuchando todo tipo de conversaciones, mantena los ojos bien puestos en el camino, y no dijo nada.

    Seor Hussey dijo Miranda, saba usted que hoy es el da de San Valentn?

    Bueno, seorita Miranda, no podra decir que s. No s mucho de santos. De qu se encarga este en concreto?

    Mademoiselle dice que es el patrn de los enamorados explic Irma. Un encanto. Le enva a la gente preciosas tarjetas adornadas con encajes autnticos. Quiere un caramelo?

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    Cuando conduzco no, pero gracias de todos modos.Por fin haba llegado el momento en que el seor Hussey poda

    intervenir en la conversacin. Haba estado en las carreras el sbado pasado, y haba visto cmo un caballo que perteneca al padre de Irma llegaba el primero a la meta.

    Cmo se llamaba el caballo y qu distancia recorri? quiso saber Marion Quade. No es que tuviera un inters especial por los caballos, pero s le gustaba recoger datos dispersos de informacin til, como a su difunto padre, un eminente abogado.

    Edith Horton, que detestaba la idea de no participar en todo, y que estaba deseando lucir sus lazos, se ech hacia delante sobre el hombro de Miranda para preguntar por qu el seor Hussey llamaba Duquesa a su gran caballo marrn. Pero el seor Hussey, que saba perfectamente quines eran sus favoritas en el grupo de pasajeras, se mostr poco comunicativo.

    Y por qu no? Por qu se llama usted Edith?Porque ese es el nombre de mi abuela dijo ella muy remilgada

    . Pero los caballos no tienen abuelas, como nosotros.Ya lo s! El seor Hussey volvi su enorme espalda para no

    tener que mirar a la cara a aquella nia tan estpida.La maana se iba haciendo ms y ms calurosa. El sol caa sobre

    el brillante techo negro del coche, ahora cubierto de un fino polvo de color rojo que se filtraba por las cortinas mal prendidas y se asentaba en el pelo y en los ojos de las pasajeras.

    Y pensar que esto lo hacemos por placer murmur Greta McCraw desde las sombras. En breve estaremos a merced de todo tipo de serpientes letales y hormigas venenosas... Qu absurda puede llegar a ser la especie humana!

    Y resultara del todo intil intentar abrir el libro que llevaba en su bolso con toda esa chchara de las colegialas bullendo en sus odos.

    El camino que lleva a Hanging Rock gira bruscamente hacia la derecha poco despus de dejar atrs el trmino municipal de Woodend. All, el seor Hussey detuvo el coche frente al hotel principal para descansar un poco y dar de beber a los caballos, antes de iniciar la ltima etapa del viaje. El calor que haca en el interior del vehculo resultaba ya agobiante, y en poco tiempo todo el mundo se deshizo de los guantes.

    No podemos quitarnos tambin los sombreros, Mademoiselle? pregunt Irma. Los oscuros rizos le caan en forma de calurosa cascada bajo el ala del rgido sombrero de la escuela. Mademoiselle sonri y mir a la seorita McCraw, que se haba sentado enfrente de ella y que permaneca totalmente despierta y vertical, pero con los ojos cerrados, y con las dos pequeas manos moradas entrelazadas en su regazo.

    Por supuesto que no. El que estemos de excursin no significa que tengamos que parecer un grupo de gitanas metidas en un carromato dijo. Y regres al mundo de la razn con la cabeza completamente despejada.

    El rtmico comps de los cascos de los caballos combinado con el bochornoso ambiente del interior del coche fue propiciando entre las

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    viajeras una creciente somnolencia. Como todava eran solo las once, y an disponan de un montn de tiempo para llegar al recinto del picnic, donde almorzaran, las institutrices cedieron y le pidieron al seor Hussey que desplegara los escalones del coche para que pudieran bajar a estirar las piernas en algn lugar apartado del camino. A la sombra de un blanco y viejo rbol del caucho, sacaron la cesta de mimbre revestida de zinc en la que la leche y la limonada se conservaban deliciosamente frescas. Tambin se quitaron los sombreros, sin ms, y las galletas pasaron de mano en mano.

    Vaya, llevaba mucho tiempo sin probar estas cosas dijo el seor Hussey sorbiendo su limonada. Aunque no suelo beber nada de alcohol cuando tengo por delante un da tan importante como este.

    Miranda se puso de pie y elev su taza de limonada por encima de la cabeza.

    Por San Valentn!San Valentn!Todo el mundo, incluido el seor Hussey, alz su taza, y el

    adorado nombre del santo reson a lo largo del polvoriento camino. Incluso Greta McCraw, a quien le habra dado lo mismo que brindaran por Tom el de Bedlam1 o por el Sah de Persia, y que lo nico que escuchaba era la msica de las esferas2 que sonaba sin parar en el interior de su cabeza, elev ausente una taza vaca y se la llev a sus plidos labios.

    Y ahora dijo el seor Hussey, si su santo no tiene ninguna objecin, seorita Miranda, creo que ser mejor que sigamos con nuestro viaje.

    Los seres humanos le estaba confesando la seorita McCraw a una urraca que picoteaba las migajas de galleta que haban cado a sus pies estn obsesionados con la nocin del movimiento intil. Al parecer, solo un idiota querra quedarse sentado y quietecito para variar!

    Y volvi a subirse al coche de mala gana.Cerraron de nuevo la cesta, contaron a las nias, no fuera a

    quedarse alguna atrs, retiraron los escalones del coche, los guardaron bajo las tablas del suelo, y se pusieron, una vez ms, en marcha, avanzando a travs de la dispersa y plateada sombra que arrojaban unos rboles jvenes y erguidos. Los caballos tiraban con fuerza hacia las rfagas de dorada luz que caa sobre sus tensos lomos y sobre las grupas oscurecidas por el sudor. Apenas se perciba el sonido de las cinco series de cascos sobre la blanda superficie del camino. No haba ni rastro de viajeros por la zona. Ni siquiera haba

    1 Tom of Bedlam es un personaje de varios poemas annimos del siglo XVII, en los que aparece como un mendigo errante que ha salido del hospital de St. Mary de Bethlehem, en Londres, conocido popularmente como Bedlam, en el que se albergaba a los locos. Durante el siglo XVIII era muy comn ir al hospital para observar los delirios de los enfermos. La entrada costaba un penique, y el hospital recaudaba cerca de cuatrocientas libras al ao. (Salvo que se indique lo contrario, todas las notas son de la traductora.)

    2 Se le atribuye a Pitgoras la siguiente frase: Hay geometra en el zumbido de las cuerdas. Hay msica en el espacio entre las esferas.

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    pjaros cuyo canto pudiera escindir el silencio repleto de sol. Bajo el calor del medioda colgaban sin vida las grises hojas acabadas en punta de los rboles, y las chicas, que hasta ese instante haban estado rindose y charlando sin cesar, de pronto, sin saber bien por qu, se callaron. Y as siguieron, en silencio, en el interior del caluroso vehculo cubierto, hasta verse de nuevo a plena luz del da.

    Deben de ser casi las doce les dijo el seor Hussey a sus pasajeras, mientras consultaba la posicin del sol en vez de su reloj. No nos ha ido demasiado mal hasta el momento, seoras... Le jur a su jefa que antes muerto que regresar al colegio pasadas las ocho.

    La palabra colegio provoc un escalofro en medio del intenso calor que reinaba en el interior del coche, y nadie respondi.

    Por una vez, Greta McCraw deba de estar prestando atencin a lo que decan los dems, algo que haca muy pocas veces en la sala de profesoras:

    No hay ninguna razn por la cual debamos llegar tarde, incluso aunque nos quedemos una hora ms en la Roca. El seor Hussey sabe tan bien como yo que si sumamos las medidas de dos de los lados de un tringulo, el resultado ser mayor que el tercero de los lados. Esta maana hemos transitado por los dos lados de un tringulo... Me equivoco, seor Hussey? El conductor asinti con la cabeza para mostrar que estaba de acuerdo, si bien un tanto desconcertado. La seorita McCraw era definitivamente un bicho raro. Estupendo. Entonces no tiene ms que variar su ruta esta tarde, y volver por el tercer lado del tringulo. En ese caso, dado que hemos virado en ngulo recto para tomar este camino en Woodend, haremos bien en regresar al colegio a lo largo de la hipotenusa.

    Todo aquello era demasiado para la inteligencia prctica del seor Hussey.

    Yo no s nada acerca de hipoptamos, seora. Pero si est pensando en la Joroba del Camello seal con el ltigo en direccin a las alturas del Macedon, donde el montculo se recortaba contra el cielo, puedo decirle que se trata, con aritmtica o sin ella, de un camino condenadamente ms largo que este, por el que hemos venido. Tal vez le interese saber que ni siquiera hay carreteras, solo una especie de sendero lleno de baches que corre por la zona posterior del monte.

    No me refera a la Joroba del Camello, seor Hussey. De todas formas, gracias por su explicacin. Como s muy poco de caballos y de caminos, tiendo a ponerme terica. Marion, puedes or desde all arriba lo que digo? T s que comprendes lo que quiero decir, no es as?

    Marion Quade, la nica alumna de la clase que poda permitirse el lujo de tomarse a Pitgoras con calma, era su discpula favorita, del mismo modo en que un salvaje que fuera capaz de entender unas cuantas palabras del idioma de un nufrago pasara a convertirse automticamente en su salvaje favorito.

    Mientras hablaban, el ngulo de visin fue cambiando gradualmente hasta hacer que Hanging Rock apareciera ante sus ojos en todo su esplendor. La volcnica masa gris se elevaba ptrea justo

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    delante de ellas; como una fortaleza plantada en la amarillenta llanura vaca. Las tres muchachas que se haban sentado en la parte delantera pudieron contemplar, incluso a aquella inmensa y formidable distancia, las lneas verticales de las paredes rocosas, salpicadas aqu y all de profundos tajos de color ail, de extensiones de cornejo de un verde grisceo, y de diversos afloramientos de rocas. En la cumbre, que a primera vista careca de vegetacin, una lnea irregular quebraba el calmo azul del cielo. El conductor agitaba con toda tranquilidad el ltigo de mango largo en direccin a aquella estructura tan asombrosa.

    Ah la tienen, seoras... Apenas a cinco kilmetros de distancia!El seor Hussey manejaba una buena cantidad de hechos y cifras

    interesantes.Ms de ciento cincuenta metros de altura... Volcnica... Varios

    monolitos... Miles de aos de antigedad... Perdone, seorita McCraw, pero yo incluso dira millones.

    La montaa viene a Mahoma. Y Hanging Rock viene al seor Hussey.

    La peculiar institutriz le lanz una sonrisa torcida y enigmtica, algo que al seor Hussey le pareci incluso ms carente de sentido que sus palabras. Mademoiselle, que trat de llamar su atencin, tuvo que contenerse para no hacerle un guio al buen hombre, que las miraba con aire confuso. La verdad, la pobre Greta era cada da ms excntrica!

    El coche gir bruscamente hacia la derecha, aceler el ritmo, y una voz resonante, plena de sensata cordura, bram desde la caja:

    Supongo que las seoras estarn deseando tomar su almuerzo! Por lo que a m se refiere, me veo perfectamente capaz de hincarle ya el diente a ese pastel de pollo del que tanto he odo hablar.

    Las chicas volvieron a sus cuchicheos de antes, y pareca que Edith no era la nica cuyos pensamientos estaban centrados en el famoso pastel de pollo. Las cabezas de unas y otras asomaban por entre las hendiduras de la cubierta del coche, y los cuellos se estiraban para contemplar la Roca, que apareca y desapareca tras cada nueva curva del camino. A veces pareca estar lo suficientemente cerca como para que las tres nias que seguan sentadas en la parte delantera del coche pudieran distinguir las dos grandes piedras que se mantenan en equilibrio cerca de la cumbre, y a veces se ocultaba casi totalmente entre los matorrales y la profusin de altos rboles que se situaban en un primer plano.

    Al rea de picnic, en la base de Hanging Rock, se acceda a travs de una puerta de madera que casi colgaba de sus goznes oxidados y que encontraron cerrada a cal y canto. Miranda, muy experimentada en el arte de abrir las puertas de la hacienda de su familia, se baj del coche sin que nadie se lo pidiera y manipul con manos expertas el combado pasador de madera, ante la atnita mirada del seor Hussey, que se fij en la firme habilidad de aquellas manos tan delgadas, y en cmo arrastraba la puerta cargando diestramente todo su peso sobre una cadera. Cuando qued lo suficientemente abierta como para permitir el paso del coche, una bandada de loros emergi

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    chillando de un rbol que sobresala por encima de los dems, y se alej por las llanuras cubiertas de hierba e iluminadas por el sol hacia el monte Macedon, que se alzaba al sur, repleto de azules y de verdes.

    Vamos Sailor... Duquesa! Pasa al otro lado... Belmonte! Qu crees que ests haciendo...? Cspita, seorita Miranda! Cualquiera dira que no han visto un condenado loro en toda su vida.

    De esta manera, el seor Hussey, haciendo gala del mejor de los nimos, franque la puerta y gui a los cinco caballos zainos para sacarlos de un presente conocido y lleno de certezas, y conducirlos hacia un futuro incierto. Y lo hizo con la misma alegre seguridad con que abra a diario las estrechas puertas de las caballerizas de Macedon y las de su propio patio trasero.

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  • 2n la zona dedicada al picnic, la naturaleza haba sido transformada por la mano del hombre a fin de que el paraje

    resultara ms cmodo. As, se haban colocado varios crculos de piedras planas para poder hacer hogueras, y se haba construido un excusado de madera con forma de pagoda japonesa. Un riachuelo corra lentamente a travs de la abundante hierba seca del verano ya avanzado, y en algunos puntos prcticamente desapareca para volver a emerger despus en forma de charca poco profunda. Haban dispuesto el almuerzo muy cerca de all, sobre grandes manteles blancos protegidos del calor del sol gracias a la sombra de dos o tres frondosos rboles del caucho. Adems del pastel de pollo, del bizcocho, de las gelatinas y de los pltanos, que tan indispensables son en todo picnic australiano que se precie, la cocinera haba preparado una preciosa tarta con forma de corazn, para cuya elaboracin Tom, siempre tan atento, tuvo que hacer un molde a partir de un trozo de estao. El seor Hussey haba puesto a hervir dos inmensos cazos de agua para el t sobre un fuego alimentado de cortezas y de hojas, y ahora disfrutaba del aroma de su pipa a la sombra del coche, desde donde poda vigilar bien a sus caballos, atados en un lugar protegido del sol.

    E

    Adems de ellos, en el rea de picnic solo haba un grupo de tres o cuatro personas, acampadas a cierta distancia, bajo unas acacias al otro lado del arroyo, junto a un gran caballo zaino y un poni rabe de color blanco que coman pacientemente de dos bolsas de forraje al lado de una carreta.

    Qu sitio tan espantosamente silencioso! observ Edith, mientras verta una generosa cantidad de nata en su plato. No me puedo creer que haya gente que prefiera vivir en el campo. A no ser, por supuesto, que sean terriblemente pobres.

    Si todos en Australia pensaran como t, no habras podido

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    ponerte tan gorda con esa nata tan rica dijo Marion.Pensad que podramos ser las nicas criaturas vivientes en todo

    el mundo; exceptuando, claro est, a las personas que estn all, al lado de su carreta dijo Edith, eliminando de un plumazo y como quien no quiere la cosa a todo el reino animal de la faz de la tierra.

    Lo cierto era que las soleadas laderas y las zonas ms sombreadas del bosque, que tan tranquilas y silenciosas le parecan a Edith, eran un hervidero de susurros y gorjeos desatendidos, de pequeas refriegas, de chirridos, y de ligeros roces de sigilosas alas. La maleza, las flores y las hojas brillaban y palpitaban bajo la luz que se derramaba sobre ellas, y las sombras de las nubes se quebraban en doradas motas que parecan danzar sobre la charca en que los escarabajos de agua flotaban casi sin rozar la superficie para luego hundirse en ella como flechas. Entre las rocas y la hierba, diligentes hormigas cruzaban minsculos Saharas de arena seca, y selvas de indmita vegetacin, en su interminable tarea de recogida y almacenamiento de alimentos. Porque all, esparcidas entre gigantescas formas humanas, podan encontrar migas cadas del cielo, semillas de alcaravea, pizcas de jengibre confitado... Es decir, un botn extrao, extico, pero evidentemente comestible. Un batalln de hormigas del azcar, casi dobladas a causa del esfuerzo, arrastraba con enorme dificultad un pedazo del glaseado de la tarta hacia algn tipo de despensa subterrnea, peligrosamente situada a pocos centmetros de la rubia cabeza de Blanche, que se haba apoyado en una roca a modo de almohada. Las lagartijas se deleitaban al sol sobre las piedras ms trridas; un torpe escarabajo haba cado y rodado entre las hojas secas y ahora se agitaba sobre su espalda, impotente, patas arriba; unos gruesos gusanos blancos y unas cochinillas de color ceniciento preferan la seguridad fra y hmeda de las franjas de las cortezas de los rboles en descomposicin. Las aletargadas serpientes yacan enroscadas en sus orificios secretos esperando la hora del crepsculo, momento en que saldran de los troncos huecos para ir a beber al arroyo, mientras que en las ocultas profundidades de la maleza las aves aguardaban a que se atenuara el calor del da...

    Aisladas de cualquier tipo de contacto natural con la tierra, el aire y la luz del sol a causa de los corss que les opriman el plexo solar, de las voluminosas enaguas, las medias de algodn y las botas de cabritilla, las chicas, somnolientas y bien alimentadas, holgazaneaban a la sombra sin llegar a integrarse en el paisaje ms de lo que lo habran hecho de ser figuras recortadas y dispuestas en un lbum de fotos, posando de manera arbitraria sobre un fondo de rocas de corcho y rboles de cartn.

    Tras saciar su apetito y haber dado buena cuenta, hasta no dejar una sola miga, de los excepcionales manjares, enjuagaron las tazas y los platos en la charca, y luego se pusieron cmodas para afrontar lo que quedaba de tarde. Algunas caminaban en pequeos grupos de dos o de tres, sin un destino fijo y siempre bajo rdenes estrictas de no alejarse tanto como para perder de vista el carruaje. Otras, medio amodorradas por la deliciosa comida y por el calor del sol, dormitaban

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    y daban cabezadas. Rosamund sac su bordado y Blanche se qued dormida. Dos hermanas de Nueva Zelanda, muy aplicadas las dos, hacan bocetos a lpiz de la seorita McCraw, que por fin haba decidido quitarse los guantes de cabritilla tras haber empezado a comerse un pltano con ellos puestos, con resultados desastrosos. No era nada complicado hacerle una caricatura a una mujer como ella, sentada como estaba, muy derecha, sobre un tronco cado, enfrascada en la lectura de su libro y con las gafas de montura metlica sobre su afilada nariz. Junto a ella, Mademoiselle, con su cabello rubio cayndole sobre el rostro, estaba completamente relajada, tendida sobre la hierba. Irma le haba pedido prestada su navaja de ncar y estaba pelando un albaricoque maduro con una voluptuosa delicadeza que podra haberse considerado propia de un banquete de Cleopatra.

    Cmo te explicas, Miranda susurr, que una criatura tan dulce y tan hermosa haya acabado siendo maestra de escuela? Entre todas las cosas sombras que hay en el mundo... Oh! Aqu llega el seor Hussey. Da tanta pena tener que despertarla...

    No estoy dormida, ma petite. Solo estoy soando despierta dijo la institutriz, apoyando la cabeza en un codo con una sonrisa ausente. Qu desea, seor Hussey?

    Lamento molestarla, seorita, pero quiero asegurarme de que podremos irnos a eso de las cinco. Incluso antes, si los caballos estn listos.

    Por supuesto. Lo que usted diga. Me encargar de que las nias estn preparadas para entonces. Qu hora es?

    Es justo lo que le iba a preguntar yo a usted, seorita. Creo que mi viejo reloj se par en seco a las doce en punto. De todos los das del condenado ao, justo tena que ser hoy.

    Pero result que Mademoiselle haba dejado en Bendigo su pequeo reloj francs para que se lo reparasen.

    En lo del seor Montpelier, seorita?Creo que ese es el nombre del relojero.En Golden Square? Entonces, si se me permite decirlo, ha

    hecho usted muy bien. Un ligero pero inconfundible rubor desminti la aparente frialdad con que la seorita francesa haba preguntado su de veras?. No obstante, el seor Hussey le haba hincado bien el diente a Montpelier, y ahora pareca incapaz de dejar el tema. As que le dio la vuelta de arriba abajo, como hara un perro con un hueso. Djeme decirle, seorita, que el seor Montpelier es uno de los mejores de toda Australia en su profesin. Y su padre lo fue antes que l. Adems, es todo un caballero. No podra haber elegido usted a un hombre mejor.

    Eso tengo entendido... Miranda, y tu pequeo y precioso reloj de diamantes? Puedes decirnos qu hora es?

    Lo siento, Mademoiselle. Ya no lo llevo. No puedo soportar ese tictac sonndome todo el da justo encima del corazn.

    Si fuera mo dijo Irma, no me la quitara nunca. Ni siquiera en el bao. Y usted, seor Hussey?

    La seorita McCraw, vindose impelida a actuar incluso a su

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    pesar, cerr el libro, hizo que un par de huesudos dedos exploraran los pliegues de su plano pecho todo cubierto de morado, y de all extrajo un antiguo reloj de repeticin de oro, que llevaba colgado de una cadena.

    Vaya. Se ha parado a las doce... Y nunca se haba parado antes. Era de mi padre.

    Parecan haberse olvidado del seor Hussey, que se limitaba a contemplar de manera cmplice las sombras de Hanging Rock que, desde el almuerzo, se haban ido arrastrando sobre la llanura en direccin al rea de picnic.

    Pongo el cazo de nuevo a hervir para que podamos tomar una taza de t antes de partir? Digamos que dentro de una hora a partir de este momento?

    Una hora dijo Marion Quade, mientras sacaba unas hojas de papel cuadriculado y una regla. Si tenemos tiempo, me gustara hacer unas cuantas mediciones al pie de la Roca.

    Como Miranda e Irma tambin queran ver la Roca ms de cerca, pidieron permiso para dar un paseo hasta la ladera ms baja, antes de tomar el t. Mademoiselle vacil un instante, pero dado que la seorita McCraw haba vuelto a desaparecer detrs de su libro, finalmente las dej ir.

    A qu distancia est, Miranda? No me engaes. Tendremos que caminar mucho?

    Solo unos pocos cientos de metros dijo Marion Quade. Tendremos que avanzar a lo largo del arroyo, as que nos llevar un poco ms de tiempo.

    Puedo ir yo tambin? pregunt Edith, ponindose en pie con un prodigioso despliegue de bostezos. He comido tanto pastel que casi no puedo mantenerme despierta.

    Las otras dos miraron inquisitivamente a Miranda, y finalmente dejaron que Edith las siguiera.

    No se preocupe por nosotras, Mademoiselle, querida sonri Miranda. Solo nos ausentaremos un ratito.

    La institutriz se levant y vio a las cuatro chicas alejarse en direccin al arroyo. Miranda caminaba un poco por delante de las dems, deslizndose entre las altas hierbas que acariciaban su falda; la seguan Marion e Irma, cogidas del brazo, y Edith cerraba la marcha, tropezando cada pocos pasos. Cuando alcanzaron la mata de juncos que delimitaba el lugar en que la corriente cambiaba de curso, Miranda se detuvo, volvi su magnfico rostro, y sonri gravemente a Mademoiselle, que le devolvi la sonrisa. Y luego se qued all, sonriendo y saludando, hasta que las nias se perdieron de vista tras girar en la curva.

    Mon Dieu... exclam mirando al vaco. Ahora me he dado cuenta!

    De qu se ha dado cuenta? pregunt Greta McCraw alzando de repente la vista por encima del borde superior de su libro, alerta e imparcial, como sola mostrarse para desconcierto de quienes la conocan. La francesa, que siempre saba qu palabra emplear, incluso cuando hablaba en ingls, se sinti cohibida. Se trataba de

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  • Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock

    una situacin en verdad lamentable. Simplemente era incapaz de explicarle a la seorita McCraw el descubrimiento que acababa de hacer: Miranda era un ngel. Un ngel de Botticelli, de los Uffizi... En una tarde de verano como aquella era imposible explicar o, incluso, pensar con claridad en las cosas que realmente merecan la pena. El amor, por ejemplo, cuando tan solo unos minutos antes la mera imagen de la mano de Louis girando con destreza la llave del pequeo reloj de Svres haba estado a punto de hacer que se desmayara. Se tumb de nuevo sobre la clida hierba perfumada para contemplar cmo las sombras de las ramas que se inclinaban sobre ella se alejaban de la cesta en que guardaban la leche y la limonada. La cesta pronto se vera expuesta a la cegadora luz del sol, y ella misma tendra que levantarse y ponerla en un lugar protegido a la sombra. Habran transcurrido ya unos diez minutos desde que se marcharan las cuatro nias, tal vez ms. Resultaba innecesario consultar el reloj. La exquisita languidez de la tarde le informaba de que se hallaban en esa hora en que la gente, ya cansada de sus actividades rutinarias, tiende a adormilarse y a soar, como estaba haciendo ella en ese instante. En el colegio Appleyard, durante las ltimas clases de la tarde, era necesario recordarles una y otra vez a las alumnas que deban sentarse con la espalda recta y continuar con sus lecciones. Tras abrir un ojo, pudo ver cmo las dos aplicadas hermanas que se haban sentado cerca de la charca haban guardado sus cuadernos de bocetos y se haban quedado dormidas. Rosamund daba cabezadas sobre su bordado. Y Mademoiselle, haciendo gala de una enorme fuerza de voluntad, se oblig a contar una a una a las diecinueve nias que tena a su cargo. Poda verlas a todas, excepto a Edith y a las tres mayores, y todas podran escuchar su voz. Tras cerrar los ojos, se permiti el lujo de prolongar unos minutos ms su sueo interrumpido.

    Mientras tanto, las cuatro chicas seguan rastreando corriente arriba el sinuoso curso del arroyo. Tras nacer al pie de la Roca, en algn lugar oculto en medio de una maraa de helechos y de cornejos, el riachuelo se extenda hasta la planicie en que se situaba la zona dedicada al picnic, donde se converta en poco ms que un invisible hilito de agua que, de pronto, y tras apenas cien metros, se haca ms profundo y rotundo hasta alcanzar una velocidad considerable sobre las suaves piedras. En el lugar en que se encontraban las nias haba una pequea charca rodeada de hierba de un brillante y acuoso color verde que, sin duda, haba atrado la atencin del grupo que llevaba la carreta, dado que se haban instalado cerca de all para almorzar. Un hombre corpulento y bigotudo de edad avanzada, que llevaba un salacot para proteger del sol su enorme y colorado rostro, yaca boca arriba profundamente dormido, con las manos cruzadas sobre un estmago cubierto con una faja de esmoquin color escarlata. A su lado, sentada, estaba una mujer pequea que llevaba un complicado vestido de seda y que se apoyaba, con los ojos cerrados, contra un rbol, junto al que haba una pila de cojines que deban de haber sacado de la carreta. Ahora se daba aire con una hoja de palma, que haca las veces de abanico.

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    A su lado, un joven delgado y rubio (un muchachito, en realidad), con sus pantalones de montar de estilo ingls, lea absorto una revista, mientras que otro de aproximadamente la misma edad, o tal vez un poco mayor, y con un semblante tan fuerte y moreno como delicado y sonrosado era el del primero, se dedicaba a enjuagar las copas de champn al borde de la charca. Haba tirado de cualquier manera sobre un montn de juncos su gorra de cochero y una chaqueta azul oscuro con botones plateados, con lo que haba dejado al descubierto una mata de grueso pelo oscuro y un par de fuertes brazos de tono cobrizo, profusamente tatuados con imgenes de sirenas.

    Aunque las cuatro nias, que seguan los interminables meandros y giros del caprichoso arroyo, estaban ya casi al lado de este grupo que celebraba su propia comida campestre, Hanging Rock continuaba seductoramente oculta tras una intrincada cortina de altsimos rboles.

    Debemos encontrar pronto un lugar apropiado para poder cruzar dijo Miranda entornando los ojos, o vamos a tener que regresar sin haber visto nada.

    El arroyo se haba ido ensanchando en su trayecto hacia la charca.

    Al menos un metro, y ni una sola piedra para pasar al otro lado dijo Marion Quade, que empuaba su regla.

    Yo voto por que demos un buen salto y que sea lo que Dios quiera contest Irma recogindose las faldas.

    Crees que podrs hacerlo, Edith? pregunt Miranda.No lo s. Lo ltimo que quiero es mojarme los pies.Por qu? pregunt Marion Quade.Podra contraer una neumona y morirme, y entonces dejarais

    de burlaros de m y os arrepentirais terriblemente de vuestra actitud.Cruzaron sin ms contratiempos la rpida y brillante corriente de

    agua, con la clara aprobacin del joven cochero, que les dio la bienvenida con un grave y penetrante silbido. Cuando las nias se haban alejado lo suficiente, siguiendo su marcha hacia las laderas ms bajas de la Roca, y les resultaba imposible or las voces provenientes del grupo, el muchacho, que llevaba unos pantalones de montar, lanz a un lado su ejemplar del Illustrated London News, y avanz hacia la orilla de la charca.

    Te echo una mano con esos vasos? le dijo al cochero.No, djelo. Solo estoy dndoles una pasada por encima para

    que la cocinera no me d la lata cuando lleguemos a casa.Ya... Me temo que no s mucho acerca de fregar platos. Vers,

    Albert... Espero que no te molestes por lo que te voy a decir, pero me gustara que no lo hubieras hecho.

    Hacer qu, seor Michael?Silbar a las chicas cuando iban a cruzar el arroyo.Que yo sepa, este es un pas libre. Qu hay de malo en un

    silbido?Eres un tipo agradable, Albert dijo el otro. Y a las chicas

    buenas no les gusta que les silben individuos a los que no conocen.Albert sonri.

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  • Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock

    No lo crea! Todas las mujeres son iguales en lo que a los tos se refiere. Cree usted que vienen del colegio Appleyard?

    Qu s yo? Solo llevo en Australia un par de semanas. Cmo voy a saber quines son? De hecho, solo las he visto un instante, cuando te o silbar.

    Bueno, pues entonces fese de mi palabra dijo Albert. He andado lo mo por ah, y s de buena tinta que da lo mismo que vengan de un maldito colegio o del orfanato Ballarat, que fue donde nos metieron a m y a mi hermanita pequea.

    Michael dijo lentamente:Lo siento. No saba que fueras hurfano.Pues como si lo fuera. Despus de que mi madre se largara con

    ese tipejo de Sydney, mi padre nos abandon a los dos. Y fue entonces cuando nos encerraron en ese orfanato asqueroso.

    Un orfanato... repiti el otro, que se senta como si estuviera escuchando de viva voz la historia de alguien que hubiera vivido en la mismsima Isla del Diablo3. Dime, si es que no te importa hablar de ello, cmo es ser un nio en uno de esos lugares?

    Repugnante. Albert haba terminado con los vasos y ahora estaba ocupado guardando con sumo cuidado las jarras de plata del Coronel en su estuche de piel.

    Seor! Qu horrible!Bueno, la verdad es que, a su manera, el lugar estaba bastante

    limpio. No haba piojos ni nada de eso, salvo cuando algn pobre chaval llegaba con liendres en la cabeza, y entonces la matrona sacaba unas enormes tijeras y le cortaba el pelo...

    Michael pareca fascinado con el asunto del orfanato.Anda, cuntame algo ms... Te dejaban ver a tu hermana?Bueno, ver... Cuando yo estuve all haba rejas en todas las

    ventanas. Las chicas en una clase, los chicos en otra... Por Dios! Llevaba siglos sin pensar en ese asqueroso basurero!

    No hables tan alto. Si mi ta te oye pronunciar esas palabras, har todo lo posible para que mi to te despida.

    Venga ya! dijo el otro, sonriendo. El Coronel sabe que cuido de sus caballos como el mejor, y que no me bebo su whisky. Bueno, casi nunca lo hago. A decir verdad, no soporto lo mal que huele esa cosa. En cambio, este champn francs de su to s que creo que puede llegar a gustarme. Cae bien en el estmago...

    La sabidura de Albert acerca del mundo pareca no tener lmites. Michael no caba en s de admiracin.

    La verdad, Albert, me gustara que te dejaras de todo eso de seor Michael. Aqu en Australia no pega nada. Y, adems, para ti soy Mike, a secas. A no ser que mi ta est presente...

    Como prefieras. Mike? Es la abreviatura para eso de Honorable Michael Fitzhubert que aparece en todas las cartas? Por

    3 . En la Isla del Diablo, frente a las costas de la Guayana Francesa, se abri durante el mandato de Napolen III una penitenciara que se hara famosa por la brutalidad con que se trataba a los prisioneros de todo tipo, desde asesinos a presos polticos. Entre los aos 1852 y 1938 pasaron por all ms de 80.000 hombres, pero muy pocos lograron salir vivos de la isla.

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    Dios! Vaya maldito trabalenguas! Ni yo mismo reconocera mi propio nombre si lo viera escrito en letra impresa.

    El joven ingls, que valoraba sobremanera la antigedad de su apellido como un precioso bien personal que viajaba con l all donde fuera, como su maleta de piel de cerdo o su abultada billetera, tuvo que tomarse un par de minutos en silencio para digerir una apreciacin tan extraordinaria como la que acababa de escuchar. Mientras, el cochero continu con sus sorprendentes afirmaciones:

    Mi padre sola cambiarse de nombre de vez en cuando... Siempre que se vea en un aprieto. Ya no recuerdo ni bajo qu apellido nos inscribieron a mi hermana y a m en el orfanato. Y no es que me importe una mierda. En lo que a m respecta, un maldito apellido vale tanto como cualquier otro que a uno se le ocurra.

    Me gusta hablar contigo, Albert. No s cmo te las arreglas, pero me haces pensar.

    Pensar est muy bien si se tiene tiempo para ello respondi el otro, mientras iba a buscar su chaqueta. Ser mejor que vaya ponindole el arns a Old Glory, o tu querida ta la va a armar buena. Quiere salir temprano.

    Muy bien. Yo voy a estirar un poco las piernas antes de que partamos.

    Albert se qued mirando la esbelta figura aniada que grcilmente salt el arroyo y se alej dando grandes zancadas en direccin a la Roca.

    As que a estirar las piernas? Qu te apuestas que lo que quiere es echar otro vistazo a las nenas? A esa pequea preciosidad de los rizos oscuros...

    Regres con los caballos, y comenz a apilar las tazas y los platos en el interior de la cesta de paja.

    Cuando Mike rebas la primera franja de rboles, ya no quedaba ni rastro de las cuatro chicas. Elev la mirada hacia la verticalidad de la Roca, y se pregunt hasta dnde llegaran antes de tener que darse la vuelta. Segn Albert, Hanging Rock era todo un reto incluso para los escaladores ms experimentados. Y si Albert estaba en lo cierto y aquellas chicas eran solo unas colegialas, probablemente de la misma edad que sus hermanas, que seguan en Inglaterra, cmo era posible que les hubieran dado permiso para partir solas, y ms cuando ya empezaba a atardecer? Pero entonces se record a s mismo que ahora estaba en Australia: Australia, donde cualquier cosa poda ocurrir. En Inglaterra todo haba sido hecho ya. Y muy a menudo haban sido sus propios antepasados quienes se haban encargado de ello, una vez detrs de otra. Se sent en un tronco cado, y poco despus escuch cmo Albert le llamaba a travs de los rboles. Supo entonces que ese era el pas donde l, Michael Fitzhubert, iba a vivir a partir de entonces. Cul sera su nombre? El nombre de la chica alta y plida, la del pelo liso y dorado, que haba cruzado el arroyo casi deslizndose sobre la superficie del agua, como uno de los blancos cisnes del lago de su to.

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  • 3penas haban dejado atrs el arroyo cuando, claramente visible ms all de una ladera que apareca cubierta de hierba baja, se

    elev ante sus ojos la increble mole de Hanging Rock. Miranda fue la primera en verla.

    ANo! No, Edith! No te mires las botas! Mira all arriba! Al

    cielo!Ms tarde, Mike recordara cmo Miranda se haba detenido un

    instante para volver la cabeza y hablar por encima del hombro con la chica ms gorda y pequea, que caminaba penosamente a cierta distancia de las dems.

    El impacto que sufrieron al ver aquellos elevados picos suspendidos sobre sus cabezas hizo que cayeran en un silencio tan profundamente impregnado de aquella poderosa presencia que incluso Edith se qued sin habla. El esplndido espectculo quedaba brillantemente iluminado para que las cuatro nias pudieran llevar a cabo una inspeccin detallada, como si se hubiera celebrado un acuerdo especial entre el firmamento y la directora del colegio Appleyard. En la abrupta cara sur, el juego de luces doradas y sombras de un oscuro violeta dejaba adivinar la intrincada construccin que se alzaba a base de largas losas verticales: algunas suaves como lpidas gigantes; otras acanaladas y estriadas gracias a la prehistrica labor arquitectnica del viento y el agua, el hielo y el fuego. Enormes rocas, originariamente arrojadas al rojo vivo desde las entraas de una tierra en ebullicin, descansaban ahora, fras y redondeadas, a la sombra del bosque.

    El ojo humano era lamentablemente incapaz de abarcar tan monumentales configuraciones de la naturaleza. De todas las maravillas que se desplegaban ante ellas en Hanging Rock, qu cantidad quedara retenida en su retina y cuntos detalles se perderan para siempre? Cunto podan ver realmente aquellos

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    estticos cuatro pares de ojos, y cunto podan atesorar del prodigio que estaban contemplando? Advertira Marion Quade cmo los salientes horizontales se entrecruzaban con los verticales del dibujo principal, cuya formacin geolgica deban memorizar para la redaccin del lunes? Era Edith consciente de los cientos de frgiles flores en forma de estrella que yacan aplastadas bajo sus botas de excursionista, mientras Irma captaba el destello escarlata del ala de un loro, e imaginaba que se trataba de una llama ardiendo entre las hojas? Y Miranda, cuyos pies parecan decidir por s mismos el camino a travs de los helechos mientras elevaba la cabeza hacia los brillantes picos, haba comenzado ya a sentirse algo ms que una mera espectadora boquiabierta en el transcurso de una pantomima navidea? Comenzaron a avanzar en silencio hacia las laderas ms bajas, en fila india, cada una encerrada en su mundo particular de percepciones propias, sin advertir las presiones y tensiones que se producan en la masa fundida que mantena a la Roca anclada a la tierra gimiente; ni sus crujidos y agitaciones; ni el movimiento de los errticos vientos y corrientes que solo conocan los pequeos y prudentes murcilagos que colgaban boca abajo en el interior de sus hmedas cuevas. Ninguna vio ni escuch cmo se arrastraba la serpiente con sus giros cobrizos entre las piedras que se alzaban ante ellas. Ni la huida despavorida de araas, gusanos y cochinillas, que emprendan el xodo desde las hojas y los pedazos de corteza podrida. No haba caminos previamente trazados en esa parte de la Roca. O, si alguna vez existi algn tipo de sendero, haba quedado borrado mucho tiempo atrs. Ningn ser vivo, a excepcin de algn conejo aislado o un ualab, se atreva a traspasar los lmites de aquel rido seno.

    Marion fue la primera en romper la trama de silencio.Esos picos... Deben de tener por lo menos un milln de aos.Un milln de aos... Oh, qu horror...! exclam Edith.

    Miranda! Has odo eso?A los catorce aos, pensar en una antigedad de millones puede

    resultar casi indecente. Miranda, iluminada por una pacfica y callada alegra, se limit a sonrer de nuevo. Pero Edith insisti:

    Miranda! No habla en serio, verdad?Mi padre gan una vez un milln gracias a una mina. En Brasil

    dijo Irma. Le compr a mam un anillo de rubes.Pero cuando se trata de dinero la cosa es muy diferente

    aclar Edith cargada de razn.Le guste o no a Edith seal Marion poco despus, ese

    pequeo y fofo cuerpo suyo est formado por millones y millones de clulas.

    Edith se tap las orejas con las manos:Basta, Marion! No quiero or hablar de esas cosas.Y lo que es ms, pequea majadera, ya has vivido millones y

    millones de segundos.Edith se haba puesto bastante plida.Ya basta! Ests consiguiendo que la cabeza me d vueltas.No te burles de ella, Marion. Miranda quiso poner orden en la

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  • Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock

    conversacin al observar que Edith, por lo general imperturbable, estaba empezando a derrumbarse poco a poco. La pobre est agotada.

    S dijo Edith. Y encima estos helechos odiosos me estn araando las piernas. Por qu no nos sentamos todas en ese tronco y vemos la Roca desde aqu?

    Fuiste t la que insisti en venir con nosotras dijo Marion Quade. Somos mayores que t, recuerda, y queremos acercarnos un poco ms a Hanging Rock antes de regresar a casa.

    Edith haba empezado a lloriquear.No me gusta este sitio... De haber sabido que iba a ser tan

    horrible no habra venido.Siempre supuse que esta nia era estpida, pero ahora lo s

    reflexion Marion en voz alta. Y lo hizo de la misma manera en que habra expuesto alguna propiedad demostrada de un tringulo issceles. No haba autntico rencor en Marion, tan solo un ardiente anhelo por hallar la verdad en todos los campos del saber.

    No te preocupes, Edith la consol Irma. Pronto regresars a casa y podrs comer un poco ms de esa deliciosa tarta de San Valentn, y ser feliz.

    Aquella pareca la solucin ms sencilla, no solo para la reciente afliccin de Edith sino para los males que aquejaban a la humanidad entera. Incluso de nia, lo que Irma Leopold deseaba por encima de cualquier otra cosa era ver a todo el mundo feliz con el pedazo de pastel que a cada cual le hubiera tocado en suerte. A veces se converta en un empeo casi insoportable, como cuando aquella misma tarde se haba dedicado a observar cmo dorma Mademoiselle, tendida sobre la hierba. Ms tarde descubrira mil maneras diferentes para dar salida a semejante afn, y lo hara mediante una serie de estrafalarias ddivas procedentes de su rebosante corazn y de un monedero igual de rebosante. Una actitud, la suya, que resultaba sin duda muy adecuada para ganarse el reino celestial, aunque no tanto para tranquilizar a sus asesores legales. Hara generosas donaciones a un millar de causas perdidas: leprosos, compaas de teatro a la deriva, misioneros, sacerdotes, prostitutas tuberculosas, santos, perros cojos, y diversos gorrones procedentes de los ms variados rincones del planeta.

    Tengo la impresin de que por ah arriba antes haba un sendero o algo as dijo Miranda. Recuerdo que mi padre me ense un cuadro en el que haba unas cuantas personas vestidas con ropas antiguas que celebraban un picnic en la roca. Me gustara saber dnde lo pintaran.

    Es posible que llegaran desde el otro lado... apunt Marion mientras sacaba un lpiz. Seguramente, en aquella poca se llegara hasta aqu viniendo desde el monte Macedon. A m lo que me gustara ver de cerca es ese par de rocas en equilibrio tan extraas

    El cuadro que recordaba Miranda era Picnic en Hanging Rock, 1875, debido a William Ford, que en la actualidad se exhibe en la National Gallery de Victoria. (N. de la A.)

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  • Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock

    que divisamos esta maana desde el coche.No podemos alejarnos mucho ms dijo Miranda. Recordad

    que le promet a Mademoiselle que no tardaramos en regresar.Pero la perspectiva que se alzaba ante ellas iba hacindose ms y

    ms seductora a cada paso, incorporando nuevos detalles, riscos almenados o piedras grabadas con lquenes. Tan pronto descubran el brillo del laurel de montaa sobre las plateadas hojas del cornejo, como una oscura hendidura entre dos rocas, donde el culantrillo temblaba como un verde encaje.

    Bueno, al menos veamos lo que hay tras esta primera elevacin dijo Irma mientras se recoga sus voluminosas faldas. Al que inventara la moda femenina de mil novecientos deberan obligarle a caminar entre los helechos con tres capas de enaguas encima.

    Los helechos pronto dieron paso a una franja de espesos y speros matorrales, que concluan en un saliente de roca que les llegaba por la cintura. Miranda fue la primera en salir de la maleza, y, tras subirse a la roca, se arrodill para tirar de las dems con la experimentada seguridad que tanto haba admirado en ella Ben Hussey esa misma maana, cuando la nia no dud en apearse del coche para abrir la puerta. (Cuando tena cinco aos le gustaba recordar a su padre, nuestra Miranda ech una pierna por encima de un caballo como si fuera un jinete de la frontera.4 Y luego, aadira su madre, entr en mi salita con la cabeza bien alta, como una pequea reina.)

    Se encontraban en una plataforma casi circular, aisladas en un mar de rocas y cantos rodados entre los que surgan, solitarios, unos cuantos rboles jvenes muy erguidos. Irma descubri de inmediato una especie de ojo de buey en una de las rocas, y se aplic a contemplar con fascinacin absorta la zona de picnic que quedaba a sus pies. La lejana y animada escena que se desarrollaba all abajo, entre los rboles, se mostraba con una claridad estereoscpica ante sus ojos, como si tuviera un catalejo de gran alcance que lo hiciera todo ms grande: el coche, con el seor Hussey movindose entre los caballos; el humo que ascenda desde la pequea fogata; las chicas yendo y viniendo con sus ligeros vestidos; y la sombrilla de Mademoiselle, abierta como una flor azul plido justo al lado de la charca.

    Acordaron descansar unos minutos a la sombra de unas rocas antes de emprender el camino de regreso hasta el arroyo.

    Si pudiramos quedarnos aqu toda la noche y ver cmo sale la luna... dijo Irma. No pongas esa cara tan seria, Miranda, querida. No disfrutamos de muchas oportunidades como esta para divertirnos fuera del colegio.

    Y sin esa rata de Lumley vigilndonos y espindonos todo el da... dijo Marion.

    Blanche dice que sabe a ciencia cierta que la seorita Lumley solo se lava los dientes los domingos terci Edith.

    4 Trmino australiano que designa al empleado de una hacienda encargado de mantener en buen estado las vallas para que el ganado no se escape.

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  • Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock

    Blanche es una asquerosa sabelotodo dijo Marion. Y t igual.Pero Edith continu imperturbable:Blanche afirma que Sara escribe poesa. En el bao, ya sabes.

    Se encontr un poema en el suelo, y era todo sobre Miranda.Pobrecita Sara... dijo Irma. No creo que quiera a nadie en el

    mundo, excepto a ti, Miranda.No s por qu dijo Marion.Es hurfana dijo Miranda suavemente.E Irma:Sara me recuerda a un cervatillo que pap trajo una vez a casa.

    Los mismos ojos grandes y asustados. Yo cuid de l durante semanas, pero mam dijo que no sobrevivira en cautividad.

    Y sobrevivi? le preguntaron las dems. Muri. Mam siempre dijo que estaba condenado.

    Edith repiti:Condenado? Qu significa eso, Irma?Pues condenado a morir, por supuesto. Al igual que aquel

    muchacho que estaba en la cubierta en llamas, de donde todos haban huido excepto l, tra, la, la....5 No s cmo sigue.

    Oh! Qu desagradable! Creis que yo estoy condenada, chicas? No me siento nada bien, la verdad. Creis que ese muchacho tambin se sentira mal del estmago, como yo?

    Desde luego, si hubiera comido tanto pastel de pollo como t dijo Marion. Edith, me gustara tanto que dejaras de hablar de una vez.

    Espesos lagrimones comenzaron a correr por las regordetas mejillas de Edith. Irma se pregunt por qu Dios haca a algunas personas tan simples y desagradables y a otras, en cambio, tan hermosas y amables, como a Miranda. Su querida Miranda, que ahora se inclinaba para acariciar la sudorosa fr