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Librito LRADS

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INDICE PAGINA

Prólogo 3

Hacer Algo Hermoso 4

Los Gansos 6

La Balanza 8

Hijos Pobres ó Ricos 10

Código De Honor 11

Mis Manos 12

La Camiseta 14

El Ahorro 15

Yo No Entiendo A La Gente Grande 16

¿Tus Hijos? 17

La Batalla 18

Pintando Rejas 20

Venta De Objetos Usados 21

El Barbero 26

¿Dónde Esta Dios Cuando Más Lo Necesitamos? 28

La Carga 30

La Esposa De Dios 30

Recuerda Papá 31

El Puente 22

El Loco 24

La Vida Cristiana 32

La Ascensión del Señor

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Prólogo.

Estas Historias y cuentoS fueron seleccionados con mucho cuidado especialmente para ti…

Este no es un librito para entretener ó simplemente para leer y pasar el tiempo, ¡NO! este es un librito de trabajo, cada una de las Historias y cuentoS llevan un mensaje y una misión para ti.

Tu trabajo es analizarlas y descubrir ¿Qué me quieren decir a mi en lo personal, en este mo-mento de mi vida? ¿Cómo convierto el mensaje en acción?

Esto es, dejar las buenas intensiones y poner manos a la obra si realmente estas interesado en tratar de ser mejor persona... es un trabajo de todos los días, si crees que solo es de vez en cuando ¡te equivocas!

Para lograr los cambios esperados, necesitas estar atento y dispuesto a reconocer tus erro-res y defectos, así como también será bueno aprender a valorar tus virtudes y cualidades, reforzarlas con alegría, aceptar las críticas de aquellos que prefieren una vida cómoda, hasta lograr ser luz y sal para el mundo y hacer feliz a todos los que te rodean.

El miedo, la comodidad y la apatía serán tus peores enemigos, enfréntalos con decisión y no claudiques en tu empeño. Recuerda siempre que eres hijo de Dios y como tal debes navegar en este mar de la vida, con la firme esperanza de alcanzar la vida eterna en comunión con tus hermanos.

A la luz del evangelio descubrirás a Dios como un padre amoroso, que se hace presente en tu vida para guiarte y acompañarte en tu andar por la vida, solo que estamos un poco ciegos y sordos y no alcanzamos a entenderlo. Descubrirás que fuiste llamado a la felicidad y tu dignidad es inigualable, eres único y espe-cial, ¡no hay, ni habrá otro igual que tú en la historia de la humanidad! y lo que tú no hagas nadie lo hará jamás, entenderlo es el principio del camino..

Y no creas que este librito llegó a tus manos por obra de la casualidad ¡NO! esta en tus ma-nos por una razón muy especial.

Conforme vayas avanzando en sus páginas (siempre y cuando hagas la parte que te corres-ponde y hayas realizando cada una de las reflexiones) podrás descubrir el sentido y la mi-sión que estabas buscando sin saberlo. Realiza tu mejor esfuerzo y los resultados serán ma-ravillosos, te lo aseguro.

Si trabajas en grupo (5 ó 6 personas) los resultados se multiplicaran (familiares, vecinos, compañeros de labores ó amigos) ya que las experiencias de vida de cada uno de ellos enri-quecerá grandemente la reunión. Traten de no salirse del tema ya que es muy fácil empezar a divagar y no llegar a conclusiones y compromisos, para eso necesitarán de una persona que coordine y se encargue de cuidar los tiempos, ponerse de acuerdo donde y cuando será la siguiente reunión. Muy importante también hacer una oración inicial y una final en cada reunión y no se leerá más de una historia cada vez..

Que Dios Nuestro Señor les bendiga, les ilumine y les llene de su amor.

Con afecto fraterno. A. A. C. M.

Platicas para Padres

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HACER ALGO HERMOSO… Cierto día una maestra pidió a sus alumnos que pusieran los nombres de sus com-pañeros de clase en una hoja de papel, dejando un espacio entre nombres. Des-pués les pidió que pensaran en la cosa más linda que pudieran decir de cada uno de sus compañeros y que lo escribieran debajo de cada nombre. Tomó el resto de la clase la tarea encomendada para poder terminar lo pedido. A medida que los alumnos dejaban el aula, entregaban a la maestra la hoja de papel. Durante el fin de semana la maestra escribió el nombre de cada uno de sus alum-nos en hojas separadas de papel y copió en ella todas las cosas lindas que cada uno de sus compañeros había escrito acerca de él. El lunes ella entregó a cada alumno su lista. Casi inmediatamente toda la clase estaba sonriendo. "¿Es verdad?", ella escuchó a alguien diciendo casi como en un susurro. "Yo nun-ca supe que podía significar algo para alguien", y "Yo no sabía que mis compañe-ros me querían tanto", eran los comentarios.

Nadie volvió a mencionar aquellos papeles en clase. La maestra nunca supo si ellos comentaron su contenido con alguno de sus compañeros o con sus padres, pero eso no era lo importante. El ejercicio había cumplido su propósito. Los alumnos estaban felices consigo mismos y con sus compa-ñeros.

Aquel grupo de alumnos siguió adelante y progresó. Varios años más tarde uno de los estudiantes fue muerto en Vietnam y la maestra asistió a su funeral. Ella nunca antes había visto a un soldado en su ataúd militar. Él se veía tan apuesto y tan maduro. La iglesia estaba llena con sus amigos. Uno a uno de aquellos que tanto le apre-ciaban caminaron silenciosamente para darle una última mirada. La maestra fue la última en acercarse al ataúd. Mientras estaba allí, uno de los soldados que actuaba como guardia de honor se acercó a ella y le preguntó: "¿Es usted la profesora de matemáticas de Marcos?”. Ella balbució: "Sí". Entonces él dijo: "Marcos hablaba mucho acerca de usted" Después del funeral la mayoría de lo ex compañeros de Marcos fueron juntos a una merienda. Allí estaban también los padres de Marcos, obviamente deseando hablar con su profesora.

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"Queremos mostrarle algo", dijo el padre, sacando del bolsillo, una billetera. "Lo encontraron en la ropa de Marcos cuando fue muerto. Pensamos que tal vez usted lo reconocería" , dijo. Abriendo la billetera, sacó cuidadosamente dos pedazos de papel gastados que él había arreglado con cinta y que se veía que había sido abierto y cerrado muchas veces. La maestra se dio cuenta aún sin mirar mucho que era la hoja en la que ella había registrado todas las cosas lindas que los compañeros de Marcos habían escrito acerca de él. "Gracias por haber hecho lo que hizo" dijo la madre de Marcos. "Como usted ve Marcos lo guardaba como un tesoro" Todos los ex-compañeros de Marcos comenzaron a juntarse alrededor. Carlos sonrió y dijo tímidamente: "Yo todavía tengo mi lista. La tengo en el cajón de encima, de un armario que tengo en mi escritorio". La esposa de Felipe dijo: "Felipe me pidió que pusiera el suyo en el álbum de ca-samiento". "Yo tengo el mío también", dijo Marilyn. "Está en mi diario". Entonces Victoria, otra de sus compañeras, metió la mano en su bolso, sacó una billetera y mostró al grupo su gastada y arrugada lista. "Yo la llevo conmigo todo el tiempo" y sin siquie-ra pestañear dijo: "Yo creo que todos hemos conservado nuestras listas”. Fue entonces cuando la maestra se sentó y lloró. Lloró por Marcos y por todos sus compañeros que no lo volverían a ver. La densidad de la población de nuestra sociedad es tan pesada que olvidamos que la vida va a terminar un día… Y no sabemos cuándo será. Así que, por favor, dile a la gente que quieres que ellos son especiales e importan-tes... Si no lo haces habrás perdido una magnífica oportunidad de hacer algo realmente hermoso...

Platicas para Padres

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LOS GANSOS Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festividades religiosas, como la Navidad ó semana santa. Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido. Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó. -¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez! Los niños y la esposa se marcha-ron y él se quedó en casa. Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea. Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricul-tor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana. Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos. - Sería ideal que se quedaran en el granero – pensó -. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta. Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría signi-ficar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y

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que se alejaran más. Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no enten-dieron. El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahu-yentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros. -¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca? Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano. -Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta. Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo. El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en su mente: -Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos! -Pero, ¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez! Sin embargo, por un rato su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea... Y de pronto, todo empezó a cobrar sentido y entendió que eso era precisa-mente lo que había hecho Dios. Y comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se hiciera como uno de nosotros a fin de salvarnos e indicar-nos el camino. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándo-se de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por hacerte hombre para salvarme, para sacarme de la tormenta de mi incredulidad, y para mostrarme cual es mi definitiva morada!"

Jesús... Verdadero Dios y Verdadero Hombre

Platicas para Padres

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LA BALANZA Una mujer pobremente vestida, con un rostro que reflejaba tristeza, entró a una tienda, se acercó al dueño y de manera humilde preguntó si podía llevarse algunas cosas a crédito; con voz suave explicó que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar, tenían siete niños y necesitaban comida. El dueño no aceptó y le solicitó que abandonara la tienda. Sabiendo la necesidad que estaba pasando su familia la mujer rogó: -"por favor señor, se lo pagaré tan pronto como pueda"; -el dueño le dijo que no podía darle crédito, ya que no tenía una cuenta de crédito en su tienda. De pie, cerca del mostrador, se encontraba un cliente que escuchaba la conversa-ción entre el dueño de la tienda y la mujer. El cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que el se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia. El dueño, amoscado, preguntó a la mujer: - "¿Tiene usted una lista de compras?". La mujer respondió - "Si señor" - "Esta bien," dijo el dueño, "ponga su lista en la balanza de platos y lo que pese su lista le daré en comestibles". La mujer titubeó por un momento y cabizbaja buscó en su cartera un pedazo de papel, escribió algo en él y lo colocó, triste aún, en un plato de la balanza. Los ojos del dueño y del cliente se llenaron de asombro, cuando el plato de la balanza donde estaba el papel se hundió hasta el fondo y ahí se quedo; el dueño sin dejar de mirar la balanza dijo: "No lo puedo creer"... El cliente sonrió y el dueño comenzó a poner comestibles en el otro plato de la balanza; la balanza no se movía, por lo que continuó poniendo más y más comes-tibles, hasta que se llenó; el dueño se quedó pasmado con un gran asombro. Finalmente, agarro el pedazo de papel y lo miró con mucho más asombro.... No era una lista de compra, era una oración que decía:

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"Querido Señor, Tú Conoces Mis Necesidades. Y Yo Voy A Dejar Esto En Tus Manos"

El dueño de la tienda le entregó los comestibles que había pesado y quedó allí en silencio. La mujer agradeció y abandonó la tienda; el cliente entregó un billete de cincuenta dólares al dueño y le dijo: "Valió cada centavo de este billete, ahora usted y yo sabemos cuanto pesa una oración".

¿Y tú, alguna vez, has puesto en manos del Señor,

tus necesidades????

Los hombres grandes tienen voluntades, Los débiles tan solo deseos

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HIJOS POBRES ó RICOS La riqueza no es una condición material;

Es un estado del alma producto de la educación del carácter. En el mundo hay niños pobres y ricos. Los pobres tienen un carácter sin educación: son perezosos, no se esfuerzan, no respetan horarios, detestan el estudio y exigen diversiones día y noche; se sien-ten merecedores de todo, son exigentes y groseros, siempre obtienen lo que de-sean a base de llorar o fingirse enfadados; sus padres, aprensivos, los miman en exceso y les dan de inmediato cuanto piden. Así se vuelven pobres. Nunca llegan a conocer el valor de las cosas, poseen mu-chos juguetes con los que no juegan, se hacen descuidados y destructores, no saben ahorrar y nada les causa ilusión. En su pobreza, simulan ser más ricos que los demás, presumen sus posesiones, tratan con displicencia a los menos favorecidos y actúan con ínfulas de grandeza. Los niños ricos, por el contrario, tienen un carácter forja-do en el esfuerzo; saben que la vida implica un proceso de sembrar y cosechar; que la inspiración solo llega con la perseverancia, que no basta estirar la mano y graznar “dame, dame” para obtener algo; que todo tiene un precio y la única for-ma de pagarlo es trabajando. Los niños ricos son tenaces, poseen un carácter de lucha, les gusta caminar, ejer-citarse, sudar, disfrutan la sensación del esfuerzo en su cuerpo y en su espíritu. Poseen pocos juguetes, pero aprecian los que tienen, los cuidan, los organizan, son creativos con ellos, les sacan el máximo provecho. Esperan las fechas impor-tantes para solicitar el regalo que tanto anhelan, pero se conforman si no lo reci-ben y siguen siendo felices. También ahorran dinero para comprar algo que les ilusiona. Los niños ricos jamás practican la ostentación de clases sociales. Son sencillos y nobles. Se ha dicho mucho sobre los métodos para hacerse millonario y los padres se obsesionan por heredar dinero a sus hijos, pero ha llegado el momento de esta-blecer una verdad concluyente:

“Solo Educando El Carácter De Los Niños

Les Proporcionaremos Riqueza Real”

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1) Soy Una Persona de Acciones Rápidas. Practico mucho para ser

mejor, entro a todos los concursos, no soy tímido ni me atemorizan los retos.

2) Soy Fuerte. Las caídas no me abaten. Prefiero hacer las cosas sin mu-

cha ayuda. No soy caprichoso ni me gusta que me consientan. 3) Soy Ordenado y Ahorrativo. Pongo los objetos en su lugar; cuido mis

pertenencias y las de otros. 4) Soy Reflexivo. Analizo todo. Investigo mucho. Sueño grandes cosas y

me imagino cómo realizarlas. 5) Soy Sociable. Me gusta ayudar a la gente, comprenderla y tratarla con

paciencia. Mi misión es servir y dar amor. 6) Soy Digno. Me quiero tal como soy. Acepto mi persona y mi pasado.

No hago caso de las burlas y bajezas; vivo con la cara en alto. 7) Soy Sano. Amo el deporte. Detesto el alcohol y el tabaco. Rechazo los

temas que denigran la sexualidad y el amor de la pareja. 8) Soy Asertivo. Tengo derecho a cambiar de opinión y a decir lo que

quiero. No permito que nadie me manipule o me haga sentir culpable, tónto o con miedo.

9) Soy Leal, Honrado y Ético. Detesto las mentiras y las trampas. Sólo

acepto los actos basados en la bondad y la rectitud. 10) Soy de Corazón Humilde, Amo a Dios

y Aprendo todos los Días algo Nuevo.

Código de Honor Decálogo Para Mis Hijos

Carlos Cuauhtémoc Sánchez

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MIS MANOS El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio, no se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos. Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verifi-car que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía. Levantó su cabeza, me miró y sonrió. “Sí, estoy bien, gracias por preguntar”, dijo en una fuerte y clara voz. “No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien”, le expliqué. “¿Has mirado alguna vez tus manos?” preguntó. “Quiero decir, ¿realmente mirarte las manos?” Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé, palmas hacia arriba y luego hacia abajo. No, creo que realmente nunca las había observado mientras intentaba averiguar qué quería decirme. El abuelo sonrió y me contó esta historia: “Detente y piensa por un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida. Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo. Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración. Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayu-daron a ponerme mis botas. Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas. Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi hijo recién nacido. Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y que amaba a alguien especial. Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda. Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo. Han estado pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas.

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Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar. Estas manos son la marca de dónde he estado y la rudeza de mi vida. Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las suyas cuando me lleve a casa. Y con sus manos, Él me levantará para estar a Su lado y allí utilizaré estas manos para tocar el rostro de Cristo”. Nunca volveré a mirar mis manos de la misma manera. Pero recuerdo que Dios estiró las suyas, tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa. Cuando mis manos están heridas o dolidas, pienso en el abuelo. Sé que él ha recibido palmaditas y abrazos de las manos de Dios. Yo también quiero tocar el rostro de Dios y sentir Sus manos en el mío. Nuestras manos son una bendición . Me pongo a pensar que hacemos con esas manos en cuanto a nuestras relaciones con los demás:

¿Las usaremos para abrazar y expresar cariño y afecto o las esgrimiremos para exhibir ira y rechazo?

Ojalá que escojamos con sabiduría.

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LA CAMISETA «Oye, Abraham —le pregunta su jefe—: ¿Tú vas los domingos a Misa?». Y contesta Abraham: «Oiga, jefe, la duda ofende. Puntualmente y sin falla alguna, domingo a domingo asisto en compañía de mi familia, ¿sabe?». «Oye, Abraham —repone el jefe—: ¿entonces por qué nunca me informas acerca de tus clientes que no pagan, y encima de ello les vendes nuevamente?». A muchas personas les escucho decir lo contrario: que ellos están en paz con Dios; así que, ¿para que van a la iglesia con una bola de persignados, “mochos”, que a la mera hora son igual de pecadores que ellos pero, eso sí, se dan sus “golpes de pecho”, para limpiar la casa domingo a domingo y volverla a ensuciar en la semana? Ejecutivos, políticos, funcionarios, empleados, son invitados por los líderes de las organizaciones a comprometerse con la “filosofía organizacional”. Son convidados a ponerse la camiseta para comprometerse y cumplir y hacer cumplir las políticas de la organización, muchas de ellas más impuestas que discu-tidas; otras más, una tradición convertida en un mal hábito, y no una práctica com-petitiva. Pero, eso sí, se tiene que cumplir a como dé lugar. Lo grave es que son los primeros en dar al traste con “la filosofía” y “las políticas”, porque son hombres que toman decisiones importantes. Dice el evangelio de San Mateo: «No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los Cielos».

La realidad es que muchos líderes hablan con palabras lo que no demuestran con hechos. No viven como predican. Predican una “camiseta” que luego ni se la ponen, ni la defienden, ni la sudan. No son congruentes entre lo que dicen y lo que hacen.

Los católicos también tenemos nuestra camiseta. Los domingos nos la ponemos, como Abraham; en compañía de la familia asistimos a la Misa. ¿Y luego? Ahí es en donde esta el dilema. ¿Sudamos la camiseta? ¿la defendemos?. Bien dice san Mateo; no se trata sólo de alabar, se trata de actuar conforme a los principios que Dios nos ha enseñado. Tome usted las experiencias de esta última semana y reflexione...Verá que sudar la camiseta y defenderla no es tarea fácil. Ya ve, ese Abraham informa sólo de lo que le conviene, le dice al jefe sólo aquello que le viene bien al jefe. Se pone la camiseta, pero no la suda ni la defiende.

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EL AHORRO Juanita se levanta temprano, se arregla el cabello, se pinta la cara y acude al ban-co a depositar el ahorro del día, esto de ahorrar la tiene muy contenta, no es fácil por lo cara que esta la vida, pero aún así ella logra su propósito. Todos los días, de todas las semanas, de todos los meses, de todos los años reali-za el mismo ritual, hasta que un buen día decide checar su saldo. Se presenta con Sarita la cajera del banco y grande es su sorpresa cuando se entera que en su cuenta no existe tal ahorro. Desesperada le dice a Sarita, -¡por favor cheque bien!, usted me conoce, siempre vengo a la misma hora, a la hora que abren el banco, ¡no es posible!, debe haber algún error. Mire Juanita lo que usted dice es muy cierto, la conozco desde hace muchos años y usted viene todos los días eso es cierto, el problema es que usted siempre depo-sitó en la cuenta de otras persona. Mire usted, casi siempre el depósito fue para la cuenta de su esposo y también para la cuenta de cada uno de sus hijos, pero nunca el deposito fue a su cuenta perso-nal, por lo que lamento informarle que no existe tal ahorro para usted. Morelaja: Cuantas personas hay que se pasan la vida al pendiente de los demás, viven para ellos, se sacrifican por ellos, dejando de lado las necesidades propias, hasta que un buen día reciben una patada en el trasero. Si queremos que nos amen y nos respeten los demás, tenemos que empezar a hacerlo nosotros mismos. Nadie puede dar lo que no tiene, y amarnos es un mandato de Dios para poder amar a los demás. Si tú estas bien, los que te rodean estarán bien, siempre y cuando no caigas en exageraciones ó en el egoísmo.

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YO NO ENTIENDO A LA GENTE GRANDE… Yo no entiendo a la gente grande… Porque tapan la luz del Sol. Quitan las flores de las plantas para dejarlas marchitar en un jarrón y enjaulan a los pajaritos. Porque han pintado todas las cosas de gris y han llenado el cielo de antenas y chi-meneas.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque se creen importantes, por el sólo hecho de ser grandes. Porque no me dejan caminar descalzo, ni chapotear en la lluvia. Porque me compran juguetes y no quieren que los use porque se rompen.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque le han puesto nombre difícil a las cosas sencillas. Porque se pegan entre ellos o pasan la vida discutiendo. Porque quieren empleos importantes y pasan la vida sentados en sillas.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque no sienten el placer de perder el tiempo mirando alrededor y son incapaces de dar vueltas en un carrusel. Porque cuando me porto mal me amenazan con una inyección y cuando me enfer-mo, me dicen que una inyección me va a poner bien.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque quieren que coma con horarios y no cuando tengo hambre. Porque cuando pregunto algo no me contestan, porque soy muy chico y cuando pido un biberón, me dicen que soy grande.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque dicen mentiras y ellos mismos no se las creen. Porque cada vez que mienten me doy cuenta y sufro mucho.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque me dicen miedoso y ellos me hablaron del coco y fantasmas. Porque me piden que sea buenito y me regalan cosas que no necesito, ¡porque a los niños de sus amigos se las compraron! Porque han llenado la casa de cristales, porcelanas y cosas que se rompen y ahora resulta que no puedo tocar lo que veo.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque perdieron las ganas de reír, correr y saltar. Porque olvidaron las cosas que tanto les gustaba de chicos. Porque antes de divertirse le piden permiso al reloj.

Yo no entiendo a la gente grande... Porque cuando hago algo malo, me dicen: ¡no te quiero más!... y tengo miedo de que me dejen de querer en serio.

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¿TUS HIJOS? En cierta ocasión, una mujer que llevaba un niño en brazos le pregunto a Gibrán Jalil: "Maestro, háblanos de los hijos" y él le respondió… "Tus hijos no son tus hijos. Son los hijos y las hijas de los anhelos que la vida tiene de si misma" Vienen a través de ustedes, más no de ustedes y aunque vivan con ustedes, no les pertenecen. Pueden darles su amor, más no sus pensamientos, pues ellos tie-nen sus propios pensamientos. Pueden albergar sus cuerpos, más no sus almas, porque sus al-mas moran en la casa del mañana, que ni aun en sueños les será dado visitar. Pueden esforzarse por ser como ellos, más no intenten hacerlos como ustedes, porque la vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer. Ustedes son el arco por medio del cual sus hijos son disparados como flechas vivas. El arquero ve el blanco sobre el camino del infinito, y las dobla con toda su fuerza a fin de que sus flechas vayan veloces y lejos. Que el hecho de estar en manos del arquero sea para su dicha, por que así como Él ama la flecha que dispara, ama también el arco que permanece firme. Por eso ustedes tuvieron la oportunidad de vivir su vida y la libertad de amar y hacer su vida. Dejen que sus hijos vuelen solos del nido cuando llegue la hora y no les reclamen para que vuelvan. Ellos los querrán por siempre y tendrán también su nido, del cual algún día, ellos solos quedarán, pero fue su nido y su vida, Déjenlos libres, ámenlos con libertad, no apaguen el fuego de su hogar, vivan y dejen vivir, así ellos siempre los querrán.

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LA BATALLA A.A.C.M.

Tuve un sueño maravilloso, visitaba un lugar donde reinaba la paz y la armonía, la gente sonreía entre si, no existía la envidia y todo mundo trabajaba con la alegría de saber que se construye un mundo mejor para todos. En mi sueño no había ricos… pero tampoco pobres, había muchas casas de asis-tencia para ancianos, las clínicas médicas y los hospitales se veían casi desiertos, los parques estaban atestados de niños que jugaban y no había congestionamien-tos vehiculares, también noté que las familias se reunían a la hora del almuerzo y los jóvenes asistían a la universidad más próxima a sus domicilios. Cuando por la mañana sonó el despertador, no quería despertar… Al confrontar, la realidad del tráfico en la ciudad y la forma en que estaba viviendo, con mi sueño, me empezó a dar coraje, ¿Por qué no podemos vivir en un mundo así, en un mun-do mejor? ¿Por qué tenemos que pelear como fieras salvajes para defender lo poco que tenemos? ¿Por qué cada quien se ocupa solamente de lo suyo, sin im-portar los demás? ¿Por qué la vida es tan injusta? A unos pocos les da todo y a muchos nos niega la oportunidad de ser felices. ¡Oh felicidad! Yo podría ser feliz sí pudiera comprar la casa de dos pisos que está anunciada en el periódico ó si me sacará la lotería… renunciaría inmediatamente al maldito trabajo, ó si tuviera para irme de vacaciones a Cancún. ¿Será que Dios se olvido de nosotros? ¿O será tal vez que Dios no existe? ¿Donde estás Señor, por qué dejas que cada quien haga su voluntad? ¿Por qué, no nos enseñaste como debemos vivir la vida? ...Así como en mi sueño. ¡Que equivocado estaba! buscando la felicidad en las cosas materiales y alejando a Dios de mi vida. Lo empecé a descubrir a través de su palabra y que maravilloso es Dios que me ama a pesar de mis desprecios y mi olvido, a pesar de ser un pe-cador. La lectura de la biblía me hizo reflexionar en la forma en que he estado viviendo y la poca aportación que hago para cambiar el mundo, exigiendo siempre que cam-bien todos, menos yo… el gobierno, mi esposa, mis hijos, mis vecinos… creyendo siempre que el culpable de mis desgracias esta fuera de casa, cuando el único culpable soy yo. Ahora caigo en la cuenta que si alguien tiene que cambiar ese soy yo, tengo que dejar de pensar en mi comodidad y en mi be-neficio, cambiar mi mentalidad pesimista por una que sea opti-mista, tengo que cambiar mis actitudes ante la vida para lograr

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una superación en todos los sentidos, tengo que llegar a ser mejor persona para ser un mejor padre, un mejor esposo, un mejor hijo. La batalla apenas comienza y se que no será fácil… Reconocer mis defectos y debilidades es el primer paso, y tengo que esforzarme para poder superarlos. La pereza y la apatía son grandes obstáculos a vencer, pues la fuerza de la cos-tumbre hacen que vuelvan una y otra y otra vez. Mis demonios internos, que son mis vicios, mis mañas, me harán tropezar. Tengo que aprender a valorar a las personas que me rodean y darle valor a las cosas que hago, por pequeñas que estas sean. Tengo que aprender a tomar las decisiones correctas y ser constante, y consiente de lo que implican. De antemano se que en ocasiones estaré a punto de tirar la toalla, de darme por vencido, pensando que la mayoría de las personas no hacen nada y así son feli-ces, aunque esto último no sea cierto. Cuando no sabes contra quien debes pelear es más difícil alcanzar el triunfo, aho-ra sé quien es el enemigo a vencer y pondré toda mi entusiasmo en la batalla. Se que solo no podré, pues mis fuerzas flaquearán, mi mente me traicionará y mi fuerza de voluntad desaparecerá, por tanto pondré de aliado a Dios en esta bata-lla, si Él esta conmigo nada ni nadie podrá contra nosotros, Él hará que mi esfuer-zo se vea coronado el día de mañana con la felicidad de mi esposa, de mis hijos y con la alegría más grande de todas, alcanzar la vida eterna. Jesús nos dijo, Yo Soy El Camino, La Verdad Y La Vida, ¿por qué fui tan ciego y sordo tanto tiempo? ¿Por qué no me acerqué a su palabra mucho antes? Pude haberme evitado tantas angustias.

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PINTANDO REJAS A.A.C.M.

Les cuento que no soy pintor (de brocha gorda) pero por ahorrarme unos centa-vos, pues la economía no estaba todo lo bien que uno desearía, se me ocurrió ponerme a pintar la reja de la casa. Después de mucho esfuerzo y cuando contento creía que por fin había terminado de pintarla, al cambiar el ángulo de observación, me di cuenta que quedaba algo por pintar… ¡Ni modos a pintar de nuevo! Al terminar, me iba para el otro lado, y zas, ¡otra parte faltaba por pintar!, y ¡a pintar de nuevo!… luego miraba desde abajo y otra vez aparecían nuevos sitios sin pintar, y otra vez a pintar… ¿increíble, no?. Esta situación me hizo reflexionar, y me di cuenta que esto mismo pasa en la vida diaria cuando hacemos nuestras propias opiniones sobre las demás personas. En ocasiones, por las prisas, no sabemos mirar bien a nuestro alrededor, y nues-tras opiniones entonces son pobres, poco objetivas, y las más de las veces ni si-quiera constructivas. Así que te invito, para que pongas atención cuando pintes a tus amigos, y cuando emitas una opinión con respecto de alguien, es porque ya te cercioraste que esta bien terminado el trabajo. Que nuestras opiniones sean constructivas y llenas de amor al prójimo, y como dice mi esposita linda…

“Si No Puedes Decir Algo Bueno De Alguien… Mejor No Lo Digas”

Jesús te llama para que seas luz en el mundo… No juez de tus hermanos.

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VENTA DE OBJETOS USADOS (Paulo Coelho) Como necesita adaptarse a los nuevos tiempos, Satanás decidió hacer una liqui-dación de gran parte de su stock de tentaciones. Puso anuncios en los diarios y atendió a los clientes, en su oficina, durante todo el día. Era un stock fantástico: piedras para que los virtuosos tropezaran, espejos que aumentaban la importancia personal, anteojos que disminuían la importancia de los demás.

Colgados de la pared, algunos objetos llamaban mucho la atención: un puñal de hoja curva, para ser usado en la espalda de alguno, y graba-doras que sólo registraban chismes y mentiras. -¡No se preocupen por el precio! -gritaba el viejo Satanás a los poten-ciales compradores. -¡Llévenlo hoy, paguen cuando puedan!

Uno de los visitantes notó, puestas en un costado, dos herramientas que parecían muy usadas y que casi no llamaban la atención. Sin em-bargo, eran carísimas. Curioso, quiso saber la razón de esa aparente discrepancia. -Están gastadas porque son las que más uso -respondió Satanás, riendo. -Si llamaran mucho la atención, la gente sabría cómo protegerse de ellas. "Sin embargo, ambas valen el precio que pido por ellas: Una es la Duda y la otra es el Complejo de Inferioridad. Todas las otras tentaciones siempre pueden fallar, ¡ah! pero estas dos… “siempre funcionan."

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EL PUENTE. Hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio. Una mañana alguien llamó a la puerta de Luís. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso". "Sí", dijo el mayor de los hermanos, "tengo un trabajo para usted. Mire, al otro lado del arroyo, en aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor". "La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él tomó su bulldozer y desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros". "Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una me-jor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero?" "Quiero que construya una barda, una barda de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más." El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho." El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo.

El carpintero trabajó duro todo el día mi-diendo, cortando, clavando. Cerca del ocaso, cuando el granjero re-gresó, el carpintero justo había terminado su trabajo. El granjero quedó con los ojos

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completamente abiertos, su quijada cayó. No había ninguna barda de dos metros; en su lugar había un puente. Un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos. En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: "Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho". Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. "¡No, espera!", le dijo el hermano mayor, "quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti. "Me gustaría quedarme", dijo el carpintero

"Pero tengo muchos puentes por construir". Muchas veces dejamos que los malentendidos o enojos nos alejen de la gente que queremos, muchas veces permitimos que el orgullo se anteponga a los sentimien-tos. Recuerda que el silencio a veces es la mejor respuesta...

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EL LOCO En un pueblo rodeado de montañas habitaba un hombre de apariencias muy raras, la gente del pueblo le llamaba así: "EL LOCO", ¿y porqué le llamaban así ?. Por-que hacia cosas disparatadas, cosas raras, cosas diferentes a las que hacen la mayoría de las personas, al menos en el modo de entender de la gente de ese pueblo. La gente al verlo pasar se reía y se burlaba de él, humildemente vestido, sin pose-siones, sin una casa que se dijera de su propiedad, sin una esposa ni hijos; "un desdichado, un infeliz" pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la sociedad, "un inútil, un retrasado" comentaban otros. Más he aquí que este viejo ocupaba su vida sembrando árboles en todas partes donde pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto de dichos árboles, y nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el contrario, era objeto de burla ante los demás. Y así pasaba su vida, poniendo semillas, plantando arbolitos ante la burla irónica de los demás. Y he aquí que ese hombre era un gran Ser de Luz, poniendo la muestra de como se deben hacer las cosas, sembrando, siempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a saborearlo. Y sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Sultán de aquellos lugares, rodeado de su escolta. Para observar a través de sus propios ojos lo que sucedía verdaderamente en su reino, para no escucharlo a través de la boca de sus minis-tros y así no ser manipulado. Al pasar por este lugar y al encontrarse a este enigmático personaje "al Loco" le preguntó: ¿Qué haces, buen hombre? Y el viejo le respondió: Sembrando Señor, sembrando. Nuevamente inquirió el Sultán: Pero, ¿cómo es que siembras? Estás viejo y cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces? A lo que el viejo contesto: - Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de que yo siembre para que otros coman. El Sultán quedo admirado de la sabiduría de aquel hombre al que llamaban LOCO, y nuevamente le preguntó: -Pero no verás los frutos, y aun sabiendo eso continúas sembrando... por ello te

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regalaré unas monedas de oro, por esa gran lección que me has dado. El Sultán llamo a uno de sus escoltas para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro y las entregó al sembrador. El sembrador respondió: -Ves, Señor, como ya mi semilla ha dado fruto, aún no la acabo de sembrar y ya me está dando frutos, y aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a cam-bio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo malo que hacemos. El Sultán le miró asombrado y le dijo: -¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti! Ojalá hubiera más como tú en este mundo, con unos cuantos que hubiese, el mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de nuestro Ego, de nuestros condicionamientos, propios de la humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tu... - Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearas bien, tal vez mejor que yo. - ¡Qué Dios te Bendiga ! Y terminado esto, partió el sultán junto con su séquito, y el Loco siguió sembrando y no se supo de su fin, no se supo si termino muerto y olvidado por ahí en algún cerro, pero él había cumplido su labor, realizó la misión, la misión de un Loco.

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EL BARBERO Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recostarse la barba, como es costumbre en estos casos, entabló una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas, de pronto tocaron el tema de Dios, el barbero dijo: − Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice. − Pero, porqué dice usted eso?-preguntó el cliente. − Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame, acaso si Dios existiera habrían tantos enfermos, habría niños abandonados, si Dios existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad, yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.

− El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión.

El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del ne-gocio. Recién abandonaba la barbería cuando vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.

Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero: − ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen. − ¿Cómo que no existen?- preguntó el barbero- si aquí estoy yo y soy barbero. − ¡No! dijo el cliente, no existen porque si existieran no había personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.

− Ah, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.

− ¡Exacto! -dijo el cliente- ése es el punto, Dios sí existe lo que pasa es que las personas no van hacia él y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria.

Cuando alguien afirma equivocadamente que Dios no existe porque no lo ha podi-do ver, inmediatamente pienso en el dolor, cualquier tipo de dolor, puede ser de estomago o de muelas… no lo puedes ver ¡ha! pero como duele, el dolor es real, ahí esta, no lo puedes ver pero lo puedes sentir, o bien me acuerdo de otro buen

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ejemplo, cuando ves humo a lo lejos sabes que ahí hay un incendio, no lo puedes ver pero sabes de cierto que lo hay. Otro ejemplo es el amor, no lo puedes definir, no lo puedes ver, pero se siente, bueno pues a Dios no lo podemos ver pero si lo podemos sentir, es como el viento que acaricia tu rostro... se siente. Cuando alguien te diga que Dios no existe, piensa que afortunado eres de poder tener la confianza de que Él esta actuando en tu vida y que solamente esta bus-cando tu felicidad eterna (tu salvación) porque te ama y desea que estés a su lado. Y cuando dudes, guarda silencio deja de preocuparte por todos tus problemas y háblale, como le hablarías al mejor de tus amigos, Él te conoce mejor de lo que sospechas y ten la seguridad que encontraras la mejor solución y lo mejor de todo, ya te ha perdonado por todos las ofensas cometidas.

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¿DONDE ESTA DIOS CUANDO MAS LO NECESITAMOS? Sara salto de su asiento cuando vio salir al cirujano. Le pregunto: « ¿Como esta mi pequeño?, ¿va a ponerse bien?, ¿cuándo lo podré ver?». El cirujano dijo: «Lo siento; hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance». Sara dijo, consternada: « ¿Por que a los niños les da cáncer? ¿Es que acaso Dios ya no se preocupa por ellos? DIOS, ¿Dónde estabas cuando mi hijo te necesita-ba?». El cirujano dijo: «Una de las enfermeras saldrá en un momento para dejarte pasar unos minutos con los restos de tu hijo antes de que sean llevados a la Universi-dad». Sara pidió a la enfermera que la acompañara mientras se despedía de su hijo. Recorrió con su mano su cabello rojizo. La enfermera le pregunto si quería conser-var uno de los rizos. Sara asintió. La enfermera corto el rizo, lo coloco en una bol-sita de plástico y se la dio a Sara. Sara dijo: «Fue idea de Juanito donar su cuerpo a la Universidad para ser estudia-do. Dijo que podría ayudar a alguien más. Eso es lo que el deseaba. Yo al principio me negué, pero el me dijo ‘Mami, no lo usare después de que muera, y tal vez ayudara a que un niñito disfrute de un día mas junto a su mama’. Mi Juanito tenia un corazón de oro, siempre pensaba en los demás y deseaba ayudarlos como pudiera». Sara salió del Hospital Infantil por última vez, después de haber permanecido ahí la mayor parte de los últimos 6 meses. Coloco la maleta con las pertenencias de Juanito en el asiento del auto, junto a ella. Fue difícil manejar de regreso a casa, y más difícil aun entrar a una casa vacía. Llevo la maleta a la habitación de Juanito y coloco los autos miniatura y todas sus demás cosas justo como el siempre las tenia. Se acostó en la cama y lloro hasta quedarse dormida, abrazando la pequeña almo-hada de Juanito. Despertó cerca de la medianoche y junto a ella había una hoja de papel doblada. Abrió la carta, que decía: «Querida mami: Se que vas a echarme de menos, pero no pienses que te he olvidado o he dejado de amarte solo porque ya no estoy ahí para decirte TE AMO. Pensare en ti cada

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día mamita, y cada día te amare aún mas. Algún día nos volveremos a ver. Si deseas adoptar a un niño para que no estés tan solita, podrá estar en mi habita-ción y podrá jugar con todas mis cosas. Si decides que sea una niña, probable-mente no le gustaran las mismas cosas que a los niños, y tendrás que comprarle muñecas y cosas de esas. No te pongas triste cuando pienses en mí; este lugar es grandioso. Los abuelos vinieron a recibirme cuando llegue y me han mostrado casi todo de acá, pero to-mará algo de tiempo verlo todo. Los Ángeles son muy amistosos y me encanta verlos volar. Jesús no se parece a todas las imágenes que vi de El, pero supe que era El tan pronto lo vi. Jesús me llevo a ver a DIOS! ¿Y que crees, mami? Me senté en su regazo y le hable y El me escuchó con mucha paciencia, también me dijo que yo soy una personita muy pero muy importante. Le dije a Dios que quería escribirte una carta para despedirme y todo eso, aunque sabia que no estaba permitido. Dios me dió papel y su pluma personal para escribirte esta carta. Creo que se llama Gabriel el ángel que te la dejara caer. Dios me dijo que te respondiera a lo que Le preguntaste: ‘¿Donde estaba El cuan-do yo lo necesitaba?’. Dios me dijo que estaba en el mismo lugar, en el que estuvo cuando su otro hijo, JESUS, agonizaba en la cruz. Mami El estuvo junto a mí consolándome y dándome fuerzas y alentándome, así como lo está con todos sus hijos. Esta noche estaré a la mesa con Jesús, para la cena. Se que la comida será fabu-losa. Casi olvido decirte... Ya no tengo ningún dolor; el cáncer se ha ido. Me ale-gra, pues ya no podía resistir tanto dolor y Dios no podía resistir verme sufrir de ese modo, así que envió al Ángel de la Misericordia para llevarme. ¡El Ángel me dijo que yo era una Entrega Especial!» Firmado con amor, de: Dios, Jesús y Yo

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LA CARGA El maestro narró a sus discípulos el siguiente relato: Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar. ¿Qué piensan ustedes de ese hombre? Preguntó el maestro - Que es un necio -respondió uno de los discípulos- ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba? Dijo el maestro: - Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias equivocacio-nes. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos. Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros, nuestro ca-mino será más ligero y nuestro paso más seguro. Así dijo el Maestro, y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar nunca el peso del odio o del resentimiento. LA ESPOSA DE DIOS David era un niño de la calle, tuvo que huir de su casa a los ocho años porque su padrastro lo maltrataba y lo obligaba a trabajar, ahora contaba con 10 años de edad y vivía en una casa abandonada en las orillas de la ciudad con un grupo de jóvenes de su misma condición, los cuales se dedicaban a robar y se drogaban, por supuesto que David no iba a la escuela. Ocurrió una tarde lluviosa y fría cuando al estar parado frente al aparador de una zapatería, con los pies descalzos y temblando de frió. Se le acerco una señora y le dijo: − Mi pequeño amigo ¿Qué estas mirando con tanto interés en esa vitrina?

− Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos, fue la respuesta.

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La señora lo tomo de la mano y lo llevo adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de calcetines para el niño. Al mismo tiempo pregunto si podrían darle un recipiente con agua y una toalla. El empleado rápidamente le trajo lo que pidió. Ella se llevó al niño a la parte trasera de la tienda, se quito los guantes, le lavó los pies y se los seco con la toalla. Para entonces el empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par a David y le compro los zapatos que antes habían llamado la atención del pequeño, junto con el resto de los calcetines y le dijo: − No hay duda, pequeño amigo, que te sientes más cómodo ahora, ¿verdad? Mientras ella daba la vuelta para irse, David le tomo de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, alcanzo a preguntar. ¿Es usted la esposa de Dios? RECUERDA PAPA…

� Que si no juegas ahora conmigo, cuando tú quieras ya habré crecido. � Que la armonía entre tú y mamá me dará seguridad ante la vida y hará de

mí un triunfador o un frustrado. � Que de tu amor depende mi capacidad de amar cuando sea adulto. � Que soy muy feliz cuando me llevas dormido hasta mi cama. � Que lo que yo aprendo contigo lo recordaré toda la vida. � Que si oramos juntos aprendo a comunicarme con Dios. � Que el amor y respeto que demuestres por nuestros semejantes será el

amor y el respeto que yo les tenga cuando sea adulto. � Que yo también tengo intereses personales. � Que me gusta tomar parte en las decisiones familiares. � Que te necesito como mi mejor amigo.

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LA VIDA CRISTIANA: EL AMOR

Lectura de la carta de Pablo a los romanos 12.9-21

� Que el amor sea sincero. Aborrezcan el mal y cuiden todo lo bueno.

� En el amor entre hermanos demuéstrense cariño unos a otros.

� En el respeto estimen a los otros como más dignos. � En el cumplimiento del deber no sean flojos. � En el Espíritu sean fervorosos, y sirvan al Señor. � Tengan esperanza y sean alegres. � En las pruebas sean pacientes. � Oren en todo tiempo. � Compartan las necesidades de los otros cristianos. � Con los que estén de paso sean solícitos para recibirles

en su casa. � Bendigan a quienes los persigan, bendigan y no maldigan. � Alégrense con los que están alegres, lloren con los que

loran. � Vivan en armonía unos con otros. � No busquen las grandezas, sino vayan a lo humilde. � No se tomen por unos sabios. � No devuelvan a nadie mal por mal; procuren ganarse el

aprecio de todos los hombres. � Hagan todo lo posible, en cuanto de ustedes dependa,

para vivir en paz con todos. � No se hagan justicia por ustedes mismos… � No te dejes vencer por lo malo, más bien vence al mal a

fuerza de bien.