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Leonard Bernard Ilustraciones de Sheli Petersen
LEYENDAS DE LAS AMÉRICAS
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A Tale of Two Kitties
Leonard Bernard Ilustraciones de Sheli Petersen
Copyright© 2004 by Laredo Publishing Co.Translated by Raquel BenatarAll rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by anymeans, electronic or mechanical, including photocopying, recording or by any information storage andretrieval system, without permission in writing from the Publisher.
LAREDO PUBLISHING CO.9400 Lloydcrest Dr.Beverly Hills, CA 90210
ISBN 1-56492-263-4
Dedicado a
Beverly
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n Izamal, un pueblo situado en la frontera de la jungla deYucatán, vivía un niño maya llamado Itzá.
Itzá amaba la oscuridad. Cada noche, se envolvía en una manta decolores y se recostaba en el suelo de su habitación. Pasaba horasmirando fijamente el centelleante cielo nocturno. Procuraba nomoverse para no despertar a sus hermanos, que dormían junto a él.
Una noche, aparecieron repentinamente dos enormes estrellasamarillas: eran los ojos de Noche, el jaguar negro que dominaba lajungla.
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Todo el pueblo hablaba con temor de "la sombra queacecha al anochecer", pero hasta entonces nadie había visto aNoche.
—Lo siento niño, tengo que comerte —dijo Noche—. Yo soy ... así.Tenías que haber sido más cauteloso con tu ventana.
—Amo la noche y nunca me esconderé de ella —contestó Itzá sintemor—. Cómeme si quieres, Rey Jaguar, pero antes de morir he depedirte algo.
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Niño, no estás en situación de pedir nada —dijo Noche conseveridad—. Puedo sacarte la cabeza de un solo zarpazo.
—Haz lo que quieras —replicó Itzá—, pero por favor, de hijo de lanoche a hijo de la noche, déjame subir en tu lomo para un primer yúltimo paseo por la jungla en la oscuridad.
El estómago de Noche gruñó con furia. Estaba hambriento peroadmiraba el valor de Itzá.
—Salta, niño —le ordenó—. Un paseo rápido y luego serás todo mío.
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Itzá trepó por la ventana y brincó sobre el lustroso y musculosolomo de Noche.
—Un último paseo sobre "la sombra que acecha al anochecer" y luegomuero feliz —pensó Itzá.
Con un enérgico salto, Itzá y Noche desaparecieron en la oscura jungla.
Itzá, que nunca había estado en la jungla después del anochecer, seadentró en ella deslizándose sin esfuerzo, como si cabalgara sobre lanoche misma.
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Sus ojos no tardaron en adaptarse a la oscuridad y quedómaravillado ante la belleza del mundo de Noche. Como un fantasma,el Rey Jaguar atravesó las puertas invisibles de la densa maleza. Alcerrarse tras ellos, la jungla los engulló.
—Rey Jaguar —dijo Itzá—, vives en un mundo magnífico que no hevisto ni en sueños.
—Disfrútalo, pequeño —le contestó Noche—. Te queda poco tiempo.Así ... son las cosas.
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tzá se agarró con firmeza a Noche mientras corríanmás y más velozmente. Avanzaron junto al río. La luz de laluna relucía como brillantes bajo sus corrientes entintadas.
La jungla parecía viva con los susurros de sus criaturasinvisibles. Desde lo alto de los árboles, mil pares de ojossin cara miraban con asombro la increíble escena del niñomontado sobre el lomo de "la sombra que acecha alanochecer".
Pero un frenesí de actividad y de ruido rompieron la paz dela jungla.
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Itzá fue lanzado y arrojado varias veces por los aires antes desaber lo que ocurría. ¡Noche había caído en una trampa! El ReyJaguar dio vueltas y se tambaleó lentamente hasta caer en una fosade afiladas lanzas de madera.
—Las cosas han cambiado a tu favor, pequeño —dijo Noche—. Cortaesta cuerda y mátame. Mi piel te traerá riqueza y poder. Haz lo quedebes hacer. Así ... son las cosas.
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Noche estaba en lo cierto. La piel de "la sombra que acechaal anochecer" sería un buen trofeo. Itzá intentó imaginar a la jungla sinsu rey y se preguntó si su amada oscuridad sería la misma siterminaba con la vida de Noche.
Noche habló de nuevo:—No tengas dudas, niño. No seas tonto. Si me liberas, entonces yo temataré. ¡Rápido, corta la cuerda!
Se hizo un gran silencio. La jungla parecía haber contenido larespiración. Itzá se inclinó cuidadosamente sobre la fosa y rompió laafilada punta de una de las lanzas.
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Noche observó en silencio cómo su magnífico cuerpomusculoso se balanceaba aún ligeramente.
La sangre guerrera de Itzá se despertaba a medida que se acercabaal árbol donde estaba atada la cuerda mortal. Sabía que si liberaba aNoche, éste lo mataría y lo devoraría. Sabía que así ... son las cosas.Itzá no quería morir.
Se paró junto al árbol y respiró profundamente. Un ligero puñetazo yla presa sería suya.
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Itzá miró a Noche. Sabía lo que tenía que hacer. Sindudarlo un solo instante, saltó sobre la fosa con todas sus fuerzas ycon un ruido ensordecedor, aterrizó sobre el rey prisionero y sesujetó a él con firmeza.
Impulsados por el estrépito del salto, los dos se balancearon más alláde la entrada de la fosa; el vaivén los trajo de vuelta.
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L a rapidez era fundamental. Al balancearse por segundavez, Itzá cortó la cuerda. Cayeron sobre un montículo detierra, un poco más allá de la fosa y de sus lanzas mortales.
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A sí ... son las cosas —dijo Itzá desafiante al recuperar elequilibrio.
—¡Ven, Rey Jaguar, luchemos a muerte! —continuó, amenazando aNoche con la lanza que tenía en su mano temblorosa.
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Niño, tienes el valor de un rey —dijo Noche sonriendo—. Teperdono la vida.
De un rápido zarpazo, Noche alzó a Itzá desde el suelo y lo sentósobre su ancho lomo. Antes de que Itzá pudiese reaccionar, los dosse deslizaban nuevamente por la jungla.
Itzá arrojó la afilada lanza y se agarró con fuerza a "la sombra queacecha al anochecer".
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Amanecíacuando llegaron ala ladera de la jungla.—Ahora amigo, tenemos quedespedirnos —dijo Noche—. Hemosaprendido mucho el uno del otro y, porencima de todo, que así ... son las cosas.Como dos hermanos, estrecharon mano
contra pezuña y cada cual regresó a sumundo.