Laborem Exercens (Sobre El Trabajo Humano)

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  • 8/8/2019 Laborem Exercens (Sobre El Trabajo Humano)

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    Ioannes Paulus PP. II

    Laborem exercensa los venerables Hermanos en el Episcopado

    a los Sacerdotesa las Familias religiosas

    a los Hijos e Hijas de la Iglesiay a todos los Hombres de Buena Voluntad

    sobre el Trabajo Humanoen el 90 aniversario de la

    Rerum Novarum

    1981.09.14

    BENDICIN

    Venerables hermanos,amadsimos hijos e hijas

    salud y Bendicin Apostlica

    I. INTRODUCCIN

    CON SU TRABAJO el hombre ha de procurarse el pan cotidiano,1 contribuir al continuoprogreso de las ciencias y la tcnica, y sobre todo a la incesante elevacin cultural y moral dela sociedad en la que vive en comunidad con sus hermanos. Y trabajo significa todo tipo deaccin realizada por el hombre independientemente de sus caractersticas o circunstancias;significa toda actividad humana que se puede o se debe reconocer como trabajo entre lasmltiples actividades de las que el hombre es capaz y a las que est predispuesto por lanaturaleza misma en virtud de su humanidad. Hecho a imagen y semejanza de Dios2 en elmundo visible y puesto en l para que dominase la tierra,3 el hombre est por ello, desde elprincipio, llamado al trabajo. El trabajo es una de las caractersticas que distinguen alhombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida,no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente l puedellevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el

    trabajo lleva en s un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la personaactiva en medio de una comunidad de personas; este signo determina su caracterstica interior

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    y constituye en cierto sentido su misma naturaleza.

    1. El trabajo humano 90 aos despus de la Rerum novarum

    Habindose cumplido, el 15 de mayo del ao en curso, noventa aos desde la publicacin por obra de Len XIII, el gran Pontfice de la cuestin social de aquella Encclica dedecisiva importancia, que comienza con las palabras Rerum Novarum, deseo dedicar estedocumento precisamente al trabajo humano, y ms an deseo dedicarlo al hombre en el vastocontexto de esa realidad que es el trabajo. En efecto, si como he dicho en la Encclica

    Redemptor Hominis, publicada al principio de mi servicio en la sede romana de San Pedro, elhombre es el camino primero y fundamental de la Iglesia,4 y ello precisamente a causa delinsondable misterio de la Redencin en Cristo, entonces hay que volver sin cesar a este caminoy proseguirlo siempre nuevamente en sus varios aspectos en los que se revela toda la riqueza y

    a la vez toda la fatiga de la existencia humana sobre la tierra.

    El trabajo es uno de estos aspectos, perenne y fundamental, siempre actual y que exigeconstantemente una renovada atencin y un decidido testimonio. Porque surgen siemprenuevos interrogantes y problemas, nacen siempre nuevas esperanzas, pero nacen tambintemores y amenazas relacionadas con esta dimensin fundamental de la existencia humana, dela que la vida del hombre est hecha cada da, de la que deriva la propia dignidad especfica yen la que a la vez est contenida la medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento ytambin del dao y de la injusticia que invaden profundamente la vida social dentro de cadaNacin y a escala internacional. Si bien es verdad que el hombre se nutre con el pan deltrabajo de sus manos,5 es decir, no slo de ese pan de cada da que mantiene vivo su cuerpo,sino tambin del pan de la ciencia y del progreso, de la civilizacin y de la cultura, entonces estambin verdad perenne que l se nutre de ese pan con el sudor de su frente;6 o sea no slo conel esfuerzo y la fatiga personales, sino tambin en medio de tantas tensiones, conflictos y crisisque, en relacin con la realidad del trabajo, trastocan la vida de cada sociedad y aun de toda lahumanidad.

    Celebramos el 90 aniversario de la Encclica Rerum Novarum en vsperas de nuevosadelantos en las condiciones tecnolgicas, econmicas y polticas que, segn muchos expertos,influirn en el mundo del trabajo y de la produccin no menos de cuanto lo hizo la revolucinindustrial del siglo pasado. Son mltiples los factores de alcance general: la introduccin

    generalizada de la automatizacin en muchos campos de la produccin, el aumento del costede la energa y de las materias bsicas; la creciente toma de conciencia de la limitacin delpatrimonio natural y de su insoportable contaminacin; la aparicin en la escena poltica depueblos que, tras siglos de sumisin, reclaman su legtimo puesto entre las naciones y en lasdecisiones internacionales. Estas condiciones y exigencias nuevas harn necesaria unareorganizacin y revisin de las estructuras de la economa actual, as como de la distribucindel trabajo. Tales cambios podrn quizs significar por desgracia, para millones detrabajadores especializados, desempleo, al menos temporal, o necesidad de nuevaespecializacin; conllevarn muy probablemente una disminucin o crecimiento menos rpidodel bienestar material para los Pases ms desarrollados; pero podrn tambin proporcionarrespiro y esperanza a millones de seres que viven hoy en condiciones de vergonzosa e indigna

    miseria.

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    No corresponde a la Iglesia analizar cientficamente las posibles consecuencias de talescambios en la convivencia humana. Pero la Iglesia considera deber suyo recordar siempre ladignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que seviolan dichos derechos, y contribuir a orientar estos cambios para que se realice un autnticoprogreso del hombre y de la sociedad.

    2. En una lnea de desarrollo orgnico de la accin y enseanza social de la Iglesia

    Ciertamente el trabajo, en cuanto problema del hombre, ocupa el centro mismo de la cuestinsocial, a la que durante los casi cien aos transcurridos desde la publicacin de la mencionadaEncclica se dirigen de modo especial las enseanzas de la Iglesia y las mltiples iniciativasrelacionadas con su misin apostlica. Si deseo concentrar en ellas estas reflexiones, quierohacerlo no de manera diversa, sino ms bien en conexin orgnica con toda la tradicin de

    tales enseanzas e iniciativas. Pero a la vez hago esto siguiendo las orientaciones delEvangelio, para sacar del patrimonio del Evangelio cosas nuevas y cosas viejas.7

    Ciertamente el trabajo es cosa antigua, tan antigua como el hombre y su vida sobre la tierra.La situacin general del hombre en el mundo contemporneo, considerada y analizada en susvarios aspectos geogrficos, de cultura y civilizacin, exige sin embargo que se descubran losnuevos significados del trabajo humano y que se formulen asimismo los nuevos cometidos queen este campo se brindan a cada hombre, a cada familia, a cada Nacin, a todo el gnerohumano y, finalmente, a la misma Iglesia.

    En el espacio de los aos que nos separan de la publicacin de la Encclica Rerum Novarum, lacuestin social no ha dejado de ocupar la atencin de la Iglesia. Prueba de ello son losnumerosos documentos del Magisterio, publicados por los Pontfices, as como por el ConcilioVaticano II. Prueba asimismo de ello son las declaraciones de los Episcopados o la actividadde los diversos centros de pensamiento y de iniciativas concretas de apostolado, tanto a escalainternacional como a escala de Iglesias locales. Es difcil enumerar aqu detalladamente todaslas manifestaciones del vivo inters de la Iglesia y de los cristianos por la cuestin social, dadoque son muy numerosas. Como fruto del Concilio, el principal centro de coordinacin en estecampo ha venido a ser la Pontificia Comisin Justicia y Paz, la cual cuenta con Organismoscorrespondientes en el mbito de cada Conferencia Episcopal. El nombre de esta institucin esmuy significativo: indica que la cuestin social debe ser tratada en su dimensin integral ycompleja. El compromiso en favor de la justicia debe estar ntimamente unido con el

    compromiso en favor de la paz en el mundo contemporneo. Y ciertamente se ha pronunciadoen favor de este doble cometido la dolorosa experiencia de las dos grandes guerras mundiales,que, durante los ltimos 90 aos, han sacudido a muchos Pases tanto del continente europeocomo, al menos en parte, de otros continentes. Se manifiesta en su favor, especialmentedespus del final de la segunda guerra mundial, la permanente amenaza de una guerra nucleary la perspectiva de la terrible autodestruccin que deriva de ella.

    Si seguimos la lnea principal del desarrollo de los documentos del supremo Magisterio de laIglesia, encontramos en ellos la explcita confirmacin de tal planteamiento del problema. Lapostura clave, por lo que se refiere a la cuestin de la paz en el mundo, es la de la EncclicaPacem in terris de Juan XXIII. Si se considera en cambio la evolucin de la cuestin de la

    justicia social, ha de notarse que, mientras en el perodo comprendido entre laRerum Novarumy la Quadragesimo Anno de Po XI, las enseanzas de la Iglesia se concentran sobre todo en

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    torno a la justa solucin de la llamada cuestin obrera, en el mbito de cada Nacin y, en laetapa posterior, amplan el horizonte a dimensiones mundiales. La distribucindesproporcionada de riqueza y miseria, la existencia de Pases y Continentes desarrollados yno desarrollados, exigen una justa distribucin y la bsqueda de vas para un justo desarrollode todos. En esta direccin se mueven las enseanzas contenidas en la Encclica Mater et

    Magistra de Juan XXIII, en la Constitucin pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano IIy en la Encclica Populorum Progressio de Pablo VI.

    Esta direccin de desarrollo de las enseanzas y del compromiso de la Iglesia en la cuestinsocial, corresponde exactamente al reconocimiento objetivo del estado de las cosas. Si en elpasado, como centro de tal cuestin, se pona de relieve ante todo el problema de la clase,en poca ms reciente se coloca en primer plano el problema del mundo. Por lo tanto, seconsidera no slo el mbito de la clase, sino tambin el mbito mundial de la desigualdad y dela injusticia; y, en consecuencia, no slo la dimensin de clase, sino la dimensin mundial delas tareas que llevan a la realizacin de la justicia en el mundo contemporneo. Un anlisiscompleto de la situacin del mundo contemporneo ha puesto de manifiesto de modo todava

    ms profundo y ms pleno el significado del anlisis anterior de las injusticias sociales; y es elsignificado que hoy se debe dar a los esfuerzos encaminados a construir la justicia sobre latierra, no escondiendo con ello las estructuras injustas, sino exigiendo un examen de lasmismas y su transformacin en una dimensin ms universal.

    3. El problema del trabajo, clave de la cuestin social

    En medio de todos estos procesos tanto del diagnstico de la realidad social objetiva comotambin de las enseanzas de la Iglesia en el mbito de la compleja y variada cuestin socialel problema del trabajo humano aparece naturalmente muchas veces. Es, de alguna manera, unelemento fijo tanto de la vida social como de las enseanzas de la Iglesia. En esta enseanza,sin embargo, la atencin al problema se remonta ms all de los ltimos noventa aos. Enefecto, la doctrina social de la Iglesia tiene su fuente en la Sagrada Escritura, comenzando porel libro del Gnesis y, en particular, en el Evangelio y en los escritos apostlicos. Esa doctrinaperteneci desde el principio a la enseanza de la Iglesia misma, a su concepcin del hombre yde la vida social y, especialmente, a la moral social elaborada segn las necesidades de lasdistintas pocas. Este patrimonio tradicional ha sido despus heredado y desarrollado por lasenseanzas de los Pontfices sobre la moderna cuestin social, empezando por la Encclica

    Rerum Novarum. En el contexto de esta cuestin, la profundizacin del problema del trabajoha experimentado una continua puesta al da conservando siempre aquella base cristiana deverdad que podemos llamar perenne.

    Si en el presente documento volvemos de nuevo sobre este problema sin querer por lodems tocar todos los argumentos que a l se refieren no es para recoger y repetir lo que yase encuentra en las enseanzas de la Iglesia, sino ms bien para poner de relieve quiz msde lo que se ha hecho hasta ahora que el trabajo humano es una clave, quiz la claveesencial, de toda la cuestin social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto devista del bien del hombre. Y si la solucin, o mejor, la solucin gradual de la cuestin social,que se presenta de nuevo constantemente y se hace cada vez ms compleja, debe buscarse en

    la direccin de hacer la vida humana ms humana,8

    entonces la clave, que es el trabajo

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    humano, adquiere una importancia fundamental y decisiva.

    II. EL TRABAJO Y EL HOMBRE

    4. En el libro del Gnesis

    La Iglesia est convencida de que el trabajo constituye una dimensin fundamental de laexistencia del hombre en la tierra. Ella se confirma en esta conviccin considerando tambintodo el patrimonio de las diversas ciencias dedicadas al estudio del hombre: la antropologa, lapaleontologa, la historia, la sociologa, la sicologa, etc.; todas parecen testimoniar de manerairrefutable esta realidad. La Iglesia, sin embargo, saca esta conviccin sobre todo de la fuente

    de la Palabra de Dios revelada, y por ello lo que es una conviccin de la inteligencia adquierea la vez el carcter de una conviccin de fe. El motivo es que la Iglesia vale la penaobservarlo desde ahora cree en el hombre: ella piensa en el hombre y se dirige a l no slo ala luz de la experiencia histrica, no slo con la ayuda de los mltiples mtodos delconocimiento cientfico, sino ante todo a la luz de la palabra revelada del Dios vivo. Al hacerreferencia al hombre, ella trata de expresar los designios eternos y los destinos trascendentesque elDios vivo, Creador y Redentor ha unido al hombre.

    La Iglesia halla ya en las primeras pginas del libro del Gnesis la fuente de su conviccinsegn la cual el trabajo constituye una dimensin fundamental de la existencia humana sobrela tierra. El anlisis de estos textos nos hace conscientes a cada uno del hecho de que en ellosa veces aun manifestando el pensamiento de una manera arcaica han sido expresadas lasverdades fundamentales sobre el hombre, ya en el contexto del misterio de la Creacin. Estasson las verdades que deciden acerca del hombre desde el principio y que, al mismo tiempo,trazan las grandes lneas de su existencia en la tierra, tanto en el estado de justicia originalcomo tambin despus de la ruptura, provocada por el pecado, de la alianza original delCreador con lo creado, en el hombre. Cuando ste, hecho a imagen de Dios... varn yhembra,9 siente las palabras: Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla,10

    aunque estas palabras no se refieren directa y explcitamente al trabajo, indirectamente ya se loindican sin duda alguna como una actividad a desarrollar en el mundo. Ms an, demuestransu misma esencia ms profunda. El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el

    mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realizacin de estemandato, el hombre, todo ser humano, refleja la accin misma del Creador del universo.

    El trabajo entendido como una actividad transitiva, es decir, de tal naturaleza que,empezando en el sujeto humano, est dirigida hacia un objeto externo, supone un dominioespecfico del hombre sobre la tierra y a la vez confirma y desarrolla este dominio. Estclaro que con el trmino tierra, del que habla el texto bblico, se debe entender ante todo laparte del universo visible en el que habita el hombre; por extensin sin embargo, se puedeentender todo el mundo visible, dado que se encuentra en el radio de influencia del hombre yde su bsqueda por satisfacer las propias necesidades. La expresin someter la tierra tieneun amplio alcance. Indica todos los recursos que la tierra (e indirectamente el mundo visible)

    encierra en s y que, mediante la actividad consciente del hombre, pueden ser descubiertos yoportunamente usados. De esta manera, aquellas palabras, puestas al principio de la Biblia, no

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    dejan de ser actuales. Abarcan todas las pocas pasadas de la civilizacin y de la economa,as como toda la realidad contempornea y las fases futuras del desarrollo, las cuales, enalguna medida, quizs se estn delineando ya, aunque en gran parte permanecen todava casidesconocidas o escondidas para el hombre.

    Si a veces se habla de perodo de aceleracin en la vida econmica y en la civilizacin de lahumanidad o de las naciones, uniendo estas aceleraciones al progreso de la ciencia y de latcnica, y especialmente a los descubrimientos decisivos para la vida socio-econmica, sepuede decir al mismo tiempo que ninguna de estas aceleraciones supera el contenidoesencial de lo indicado en ese antiqusimo texto bblico. Hacindose mediante su trabajocada vez ms dueo de la tierra y confirmando todava mediante el trabajo su dominiosobre el mundo visible, el hombre en cada caso y en cada fase de este proceso se coloca en lalnea del plan original del Creador; lo cual est necesaria e indisolublemente unido al hecho deque el hombre ha sido creado, varn y hembra, a imagen de Dios. Esteproceso es, al mismotiempo, universal: abarca a todos los hombres, a cada generacin, a cada fase del desarrolloeconmico y cultural, y a la vez es un proceso que se acta en cada hombre, en cada sujeto

    humano consciente. Todos y cada uno estn comprendidos en l con temporneamente. Todosy cada uno, en una justa medida y en un nmero incalculable de formas, toman parte en estegigantesco proceso, mediante el cual el hombre somete la tierra con su trabajo.

    5. El trabajo en sentido objetivo: la tcnica

    Esta universalidad y a la vez esta multiplicidad del proceso de someter la tierra iluminan eltrabajo del hombre, ya que el dominio del hombre sobre la tierra se realiza en el trabajo ymediante el trabajo. Emerge as el significado del trabajo en sentido objetivo, el cual halla suexpresin en las varias pocas de la cultura y de la civilizacin. El hombre domina ya la tierrapor el hecho de que domestica los animales, los cra y de ellos saca el alimento y vestidonecesarios, y por el hecho de que puede extraer de la tierra y de los mares diversos recursosnaturales. Pero mucho ms somete la tierra, cuando el hombre empieza a cultivarla yposteriormente elabora sus productos, adaptndolos a sus necesidades. La agriculturaconstituye as un campo primario de la actividad econmica y un factor indispensable de laproduccin por medio del trabajo humano. La industria, a su vez, consistir siempre enconjugar las riquezas de la tierra los recursos vivos de la naturaleza, los productos de laagricultura, los recursos minerales o qumicos y el trabajo del hombre, tanto el trabajo fsico

    como el intelectual. Lo cual puede aplicarse tambin en cierto sentido al campo de la llamadaindustria de los servicios y al de la investigacin, pura o aplicada.

    Hoy, en la industria y en la agricultura la actividad del hombre ha dejado de ser, en muchoscasos, un trabajo prevalentemente manual, ya que la fatiga de las manos y de los msculos esayudada por mquinas y mecanismos cada vez ms perfeccionados. No solamente en laindustria, sino tambin en la agricultura, somos testigos de las transformaciones llevadas acabo por el gradual y continuo desarrollo de la ciencia y de la tcnica. Lo cual, en su conjunto,se ha convertido histricamente en una causa de profundas transformaciones de la civilizacin,desde el origen de la era industrial hasta las sucesivas fases de desarrollo gracias a lasnuevas tcnicas, como las de la electrnica o de los microprocesadores de los ltimos aos.

    Aunque pueda parecer que en el proceso industrial trabaja la mquina mientras el hombre

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    solamente la vigila, haciendo posible y guiando de diversas maneras su funcionamiento, esverdad tambin que precisamente por ello el desarrollo industrial pone la base para plantear demanera nueva el problema del trabajo humano. Tanto la primera industrializacin, que cre lallamada cuestin obrera, como los sucesivos cambios industriales y postindustriales,demuestran de manera elocuente que, tambin en la poca del trabajo cada vez ms

    mecanizado, el sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre.

    El desarrollo de la industria y de los diversos sectores relacionados con ella hasta las msmodernas tecnologas de la electrnica, especialmente en el terreno de la miniaturizacin, de lainformtica, de la telemtica y otros indica el papel de primersima importancia queadquiere, en la interaccin entre el sujeto y objeto del trabajo (en el sentido ms amplio de estapalabra), precisamente esa aliada del trabajo, creada por el cerebro humano, que es la tcnica.Entendida aqu no como capacidad o aptitud para el trabajo, sino comoun conjunto deinstrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, la tcnica es indudablemente unaaliada del hombre. Ella le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera y lo multiplica. Ellafomenta el aumento de la cantidad de productos del trabajo y perfecciona incluso la calidad de

    muchos de ellos. Es un hecho, por otra parte, que a veces, la tcnica puede transformarse dealiada en adversaria del hombre, como cuando la mecanizacin del trabajo suplanta alhombre, quitndole toda satisfaccin personal y el estmulo a la creatividad y responsabilidad;cuando quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados, o cuando mediante laexaltacin de la mquina reduce al hombre a ser su esclavo.

    Si las palabras bblicas someted la tierra, dichas al hombre desde el principio, sonentendidas en el contexto de toda la poca moderna, industrial y postindustrial,indudablemente encierran ya en suna relacin con la tcnica, con el mundo de mecanismos ymquinas que es el fruto del trabajo del cerebro humano y la confirmacin histrica deldominio del hombre sobre la naturaleza.

    La poca reciente de la historia de la humanidad, especialmente la de algunas sociedades,conlleva una justa afirmacin de la tcnica como un coeficiente fundamental del progresoeconmico; pero al mismo tiempo, con esta afirmacin han surgido y continan surgiendo losinterrogantes esenciales que se refieren al trabajo humano en relacin con el sujeto, que esprecisamente el hombre. Estos interrogantes encierran una carga particular de contenidos ytensiones de carcter tico y tico-social. Por ello constituyen un desafo continuo paramltiples instituciones, para los Estados y para los gobiernos, para los sistemas y lasorganizaciones internacionales; constituyen tambin un desafo para la Iglesia.

    6. El trabajo en sentido subjetivo: el hombre, sujeto del trabajo

    Para continuar nuestro anlisis del trabajo en relacin con la palabras de la Biblia, en virtud delas cuales el hombre ha de someter la tierra, hemos de concentrar nuestra atencin sobre eltrabajo en sentido subjetivo, mucho ms de cuanto lo hemos hecho hablando acerca delsignificado objetivo del trabajo, tocando apenas esa vasta problemtica que conocen perfecta ydetalladamente los hombres de estudio en los diversos campos y tambin los hombres mismosdel trabajo segn sus especializaciones. Si las palabras del libro del Gnesis, a las que nos

    referimos en este anlisis, hablan indirectamente del trabajo en sentido objetivo, a la vezhablan tambin del sujeto del trabajo; y lo que dicen es muy elocuente y est lleno de un gran

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    El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como imagen de Dios es unapersona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz dedecidir acerca de s y que tiende a realizarse a s mismo. Como persona, el hombre es pues

    sujeto del trabajo. Como persona l trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al procesodel trabajo; stas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a larealizacin de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocacin de persona, que tiene envirtud de su misma humanidad. Las principales verdades sobre este tema han sido ltimamenterecordadas por el Concilio Vaticano II en la Constitucin Gaudium et Spes, sobre todo en elcaptulo I, dedicado a la vocacin del hombre.

    As ese dominio del que habla el texto bblico que estamos analizando, se refiere no slo ala dimensin objetiva del trabajo, sino que nos introduce contemporneamente en lacomprensin de su dimensin subjetiva. El trabajo entendido como proceso mediante el cual elhombre y el gnero humano someten la tierra, corresponde a este concepto fundamental de la

    Biblia slo cuando al mismo tiempo, en todo este proceso, el hombre se manifiesta y confirmacomo el que domina. Ese dominio se refiere en cierto sentido a la dimensin subjetiva msque a la objetiva: esta dimensin condiciona la misma esencia tica del trabajo. En efecto nohay duda de que el trabajo humano tiene un valor tico, el cual est vinculado completa ydirectamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto consciente y libre,es decir, un sujeto que decide de s mismo.

    Esta verdad, que constituye en cierto sentido el meollo fundamental y perenne de la doctrinacristiana sobre el trabajo humano, ha tenido y sigue teniendo un significado primordial en laformulacin de los importantes problemas sociales que han interesado pocas enteras.

    La edad antigua introdujo entre los hombres una propia y tpica diferenciacin en gremios,segn el tipo de trabajo que realizaban. El trabajo que exiga de parte del trabajador el uso desus fuerzas fsicas, el trabajo de los msculos y manos, era considerado indigno de hombreslibres y por ello era ejecutado por los esclavos. El cristianismo, ampliando algunos aspectos yacontenidos en el Antiguo Testamento, ha llevado a cabo una fundamental transformacin deconceptos, partiendo de todo el contenido del mensaje evanglico y sobre todo del hecho deque Aquel, que siendo Dios se hizo semejante a nosotros en todo,11 dedic la mayor parte delos aos de su vida terrena al trabajo manualjunto al banco del carpintero. Esta circunstanciaconstituye por s sola el ms elocuente Evangelio del trabajo, que manifiesta cmo elfundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de

    trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona. Las fuentes de ladignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensin objetiva, sino en sudimensin subjetiva.

    En esta concepcin desaparece casi el fundamento mismo de la antigua divisin de loshombres en clases sociales, segn el tipo de trabajo que realizasen. Esto no quiere decir que eltrabajo humano, desde el punto de vista objetivo, no pueda o no deba ser de algn modovalorizado y cualificado. Quiere decir solamente que el primer fundamento del valor deltrabajo es el hombre mismo, su sujeto. A esto va unida inmediatamente una consecuencia muyimportante de naturaleza tica: es cierto que el hombre est destinado y llamado al trabajo;pero, ante todo, el trabajo est en funcin del hombre y no el hombre en funcin del

    trabajo. Con esta conclusin se llega justamente a reconocer la preeminencia del significadosubjetivo del trabajo sobre el significado objetivo. Dado este modo de entender, y suponiendo

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    que algunos trabajos realizados por los hombres puedan tener un valor objetivo ms o menosgrande, sin embargo queremos poner en evidencia que cada uno de ellos se mide sobre todocon el metro de la dignidaddel sujeto mismo del trabajo, o sea de la persona, del hombre quelo realiza. A su vez, independientemente del trabajo que cada hombre realiza, y suponiendoque ello constituya una finalidad a veces muy exigente de su obrar, esta finalidad no

    posee un significado definitivo por s mismo. De hecho, en fin de cuentas, la finalidad deltrabajo, de cualquier trabajo realizado por el hombre aunque fuera el trabajo mscorriente, ms montono en la escala del modo comn de valorar, e incluso el que msmargina permanece siempre el hombre mismo.

    7. Una amenaza al justo orden de los valores

    Precisamente estas afirmaciones bsicas sobre el trabajo han surgido siempre de la riqueza de

    la verdad cristiana, especialmente del mensaje mismo del Evangelio del trabajo, creando elfundamento del nuevo modo humano de pensar, de valorar y de actuar. En la poca moderna,desde el comienzo de la era industrial, la verdad cristiana sobre el trabajo deba contraponersea las diversas corrientes del pensamiento materialista y economicista.

    Para algunos fautores de tales ideas, el trabajo se entenda y se trataba como una especie demercanca, que el trabajador especialmente el obrero de la industria vende alempresario, que es a la vez poseedor del capital, o sea del conjunto de los instrumentos detrabajo y de los medios que hacen posible la produccin. Este modo de entender el trabajo sedifundi, de modo particular, en la primera mitad del siglo XIX. A continuacin, lasformulaciones explcitas de este tipo casi han ido desapareciendo, cediendo a un modo mshumano de pensar y valorar el trabajo. La interaccin entre el hombre del trabajo y el conjuntode los instrumentos y de los medios de produccin ha dado lugar al desarrollo de diversasformas de capitalismo paralelamente a diversas formas de colectivismo en las que se haninsertado otros elementos socio-econmicos como consecuencia de nuevas circunstanciasconcretas, de la accin de las asociaciones de lostrabajadores y de los poderes pblicos, ascomo de la entrada en accin de grandes empresas transnacionales. A pesar de todo, elpeligrode considerar el trabajo como una mercancia sui generis, o como una annima fuerzanecesaria para la produccin (se habla incluso de fuerza-trabajo), existe siempre,especialmente cuando toda la visual de la problemtica econmica est caracterizada por laspremisas del economismo materialista.

    Una ocasin sistemtica y, en cierto sentido, hasta un estmulo para este modo de pensar yvalorar est constituido por el acelerado proceso de desarrollo de la civilizacinunilateralmente materialista, en la que se da importancia primordial a la dimensin objetiva deltrabajo, mientras la subjetiva todo lo que se refiere indirecta o directamente al mismo sujetodel trabajo permanece a un nivel secundario. En todos los casos de este gnero, en cadasituacin social de este tipo se da una confusin, e incluso una inversin del orden establecidodesde el comienzo con las palabras del libro del Gnesis: el hombre es considerado como uninstrumento de produccin,12 mientras l, l solo, independientemente del trabajo querealiza debera ser tratado como sujeto eficiente y su verdadero artfice y creador.Precisamente tal inversin de orden, prescindiendo del programa y de la denominacin segn

    la cual se realiza, merecera el nombre de capitalismo en el sentido indicado ms adelantecon mayor amplitud. Se sabe que el capitalismo tiene su preciso significado histrico como

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    sistema, y sistema econmico-social, en contraposicin al socialismo o comunismo. Pero,a la luz del anlisis de la realidad fundamental del entero proceso econmico y, ante todo, dela estructura de produccin como es precisamente el trabajo conviene reconocer que elerror del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado dealguna manera a la par de todo el complejo de los medios materiales de produccin, como un

    instrumento y no segn la verdadera dignidad de su trabajo, o sea como sujeto y autor, y, porconsiguiente, como verdadero fin de todo el proceso productivo.

    Se comprende as cmo el anlisis del trabajo humano hecho a la luz de aquellas palabras, quese refieren al dominio del hombre sobre la tierra, penetra hasta el centro mismo de laproblemtica tico-social. Esta concepcin debera tambin encontrar un puesto central entoda la esfera de la poltica social y econmica, tanto en el mbito de cada uno de los pases,como en el ms amplio de las relaciones internacionales e intercontinentales, con particularreferencia a las tensiones, que se delinean en el mundo no slo en el eje Oriente-Occidente,sino tambin en el del Norte-Sur. Tanto el Papa Juan XXIII en la EncclicaMater et Magistracomo Pablo VI en la Populorum Progressio han dirigido una decidida atencin a estas

    dimensiones de la problemtica tico-social contempornea.

    8. Solidaridad de los hombres del trabajo

    Si se trata del trabajo humano en la fundamental dimensin de su sujeto, o sea delhombrepersona que ejecuta un determinado trabajo, se debe bajo este punto de vista hacer porlo menos una sumaria valoracin de las transformaciones que, en los 90 aos que nos separande laRerum Novarum, han acaecido en relacin con el aspecto subjetivo del trabajo. De hechoaunque el sujeto del trabajo sea siempre el mismo, o sea el hombre, sin embargo en el aspectoobjetivo se verifican transformaciones notables. Aunque se pueda decir que el trabajo, a causade su sujeto, es uno (uno y cada vez irrepetible) sin embargo, considerando sus direccionesobjetivas, hay que constatar que existen muchos trabajos: tantos trabajos distintos. Eldesarrollo de la civilizacin humana conlleva en este campo un enriquecimiento continuo. Almismo tiempo, sin embargo, no se puede dejar de notar cmo en el proceso de este desarrollono slo aparecen nuevas formas de trabajo, sino que tambin otras desaparecen. Aunconcediendo que en lnea de mxima sea esto un fenmeno normal, hay que ver todava si nose infiltran en l, y en qu manera, ciertas irregularidades, que por motivos tico-socialespueden ser peligrosas.

    Precisamente, a raz de esta anomala de gran alcance surgi en el siglo pasado la llamadacuestin obrera, denominada a veces cuestin proletaria. Tal cuestin con los problemasanexos a ella ha dado origen a una justa reaccin social, ha hecho surgir y casi irrumpir ungran impulso de solidaridad entre los hombres del trabajo y, ante todo, entre los trabajadoresde la industria. La llamada a la solidaridad y a la accin comn, lanzada a los hombres deltrabajo sobre todo a los del trabajo sectorial, montono, despersonalizador en los complejosindustriales, cuando la mquina tiende a dominar sobre el hombre tena un importante valory su elocuencia desde el punto de vista de la tica social. Era la reaccin contra ladegradacin del hombre como sujeto del trabajo, y contra la inaudita y concomitanteexplotacin en el campo de las ganancias, de las condiciones de trabajo y de previdencia hacia

    la persona del trabajador. Semejante reaccin ha reunido al mundo obrero en una comunidad

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    caracterizada por una gran solidaridad.

    Tras las huellas de la Encclica Rerum Novarum y de muchos documentos sucesivos delMagisterio de la Iglesia se debe reconocer francamente que fue justificada, desde la ptica dela moral social, la reaccin contra el sistema de injusticia y de dao, que peda venganza al

    cielo,13

    y que pesaba sobre el hombre del trabajo en aquel perodo de rpida industrializacin.Esta situacin estaba favorecida por el sistema socio-poltico liberal que, segn sus premisasde economismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa econmica de los solos poseedores delcapital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmandoque el trabajo humano es solamente instrumento de produccin, y que el capital es elfundamento, el factor eficiente, y el fin de la produccin.

    Desde entonces la solidaridad de los hombres del trabajo, junto con una toma de concienciams neta y ms comprometida sobre los derechos de los trabajadores por parte de los dems,ha dado lugar en muchos casos a cambios profundos. Se han ido buscando diversos sistemasnuevos. Se han desarrollado diversas formas de neocapitalismo o de colectivismo. Con

    frecuencia los hombres del trabajo pueden participar, y efectivamente participan, en la gestiny en el control de la productividad de las empresas. Por medio de asociaciones adecuadas,ellos influyen en las condiciones de trabajo y de remuneracin, as como en la legislacinsocial. Pero al mismo tiempo, sistemas ideolgicos o de poder, as como nuevas relacionessurgidas a distintos niveles de la convivencia humana, han dejado perdurar injusticias

    flagrantes o han provocado otras nuevas. A escala mundial, el desarrollo de la civilizacin yde las comunicaciones ha hecho posible un diagnstico ms completo de las condiciones devida y del trabajo del hombre en toda la tierra, y tambin ha manifestado otras formas deinjusticia mucho ms vastas de las que, en el siglo pasado, fueron un estmulo a la unin de loshombres del trabajo para una solidaridad particular en el mundo obrero. As ha ocurrido en losPases que han llevado ya a cabo un cierto proceso de revolucin industrial; y as tambin enlos Pases donde el lugar primordial de trabajo sigue estando en el cultivo de la tierra u otrasocupaciones similares.

    Movimientos de solidaridad en el campo del trabajo de una solidaridad que no debe sercerrazn al dilogo y a la colaboracin con los dems pueden ser necesarios incluso conrelacin a las condiciones de grupos sociales que antes no estaban comprendidos en talesmovimientos, pero que sufren, en los sistemas sociales y en las condiciones de vida quecambian, una proletarizacin efectiva o, ms an, se encuentran ya realmente en lacondicin de proletariado, la cual, aunque no es conocida todava con este nombre, lomerece de hecho. En esa condicin pueden encontrarse algunas categoras o grupos de la

    inteligencia trabajadora, especialmente cuando junto con el acceso cada vez ms amplio a lainstruccin, con el nmero cada vez ms numeroso de personas, que han conseguido undiploma por su preparacin cultural, disminuye la demanda de su trabajo. Tal desocupacin delos intelectuales tiene lugar o aumenta cuando la instruccin accesible no est orientada hacialos tipos de empleo o de servicios requeridos por las verdaderas necesidades de la sociedad, ocuando el trabajo para el que se requiere la instruccin, al menos profesional, es menosbuscado o menos pagado que un trabajo manual. Es obvio que la instruccin de por sconstituye siempre un valor y un enriquecimiento importante de la persona humana; pero noobstante, algunos procesos de proletarizacin siguen siendo posibles independientemente deeste hecho.

    Por eso, hay que seguir preguntndose sobre el sujeto del trabajo y las condiciones en las quevive. Para realizar la justicia social en las diversas partes del mundo, en los distintos Pases, y

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    en las relaciones entre ellos, son siempre necesarios nuevos movimientos de solidaridad de loshombres del trabajo y de solidaridad con los hombres del trabajo. Esta solidaridad debe estarsiempre presente all donde lo requiere la degradacin social del sujeto del trabajo, laexplotacin de los trabajadores, y las crecientes zonas de miseria e incluso de hambre. LaIglesia est vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misin, su

    servicio, como verificacin de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la Iglesiade los pobres. Y los pobres se encuentran bajo diversas formas; aparecen en diversoslugares y en diversos momentos; aparecen en muchos casos come resultado de la violacin dela dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo esdecir por la plaga del desempleo, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos quefluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona deltrabajador y de su familia.

    9. Trabajo - dignidad de la persona

    Continuando todava en la perspectiva del hombre como sujeto del trabajo, nos conviene tocar,al menos sintticamente, algunos problemas que definen con mayor aproximacin la dignidaddel trabajo humano, ya que permiten distinguir ms plenamente su especfico valor moral.Hay que hacer esto, teniendo siempre presente la vocacin bblica a dominar la tierra, 14 enla que se ha expresado la voluntad del Creador, para que el trabajo ofreciera al hombre laposibilidad de alcanzar el dominio que le es propio en el mundo visible.

    La intencin fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que l cre... a susemejanza, a su imagen,15 no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre,despus de haber roto la alianza original con Dios, oy las palabras: Con el sudor de tu rostrocomers el pan,16 Estas palabras se refieren a la fatiga a veces pesada, que desde entoncesacompaa al trabajo humano; pero no cambian el hecho de que ste es el camino por el que elhombre realiza el dominio, que le es propio sobre el mundo visible sometiendo la tierra.Esta fatiga es un hecho universalmente conocido, porque es universalmente experimentado. Losaben los hombres del trabajo manual, realizado a veces en condiciones excepcionalmentepesadas. La saben no slo los agricultores, que consumen largas jornadas en cultivar la tierra,la cual a veces produce abrojos y espinas,17 sino tambin los mineros en las minas o en lascanteras de piedra, los siderrgicos junto a sus altos hornos, los hombres que trabajan en obrasde albailera y en el sector de la construccin con frecuente peligro de vida o de invalidez. Lo

    saben a su vez, los hombres vinculados a la mesa de trabajo intelectual; lo saben loscientficos; lo saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisionesdestinadas a tener una vasta repercusin social. Lo saben los mdicos y los enfermeros, quevelan da y noche junto a los enfermos. Lo saben las mujeres, que a veces sin un adecuadoreconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos familiares, soportan cada da la fatigay la responsabilidad de la casa y de la educacin de los hijos.Lo saben todos los hombres deltrabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una vocacin universal, lo saben todos loshombres.

    No obstante, con toda esta fatiga y quizs, en un cierto sentido, debido a ella el trabajo esun bien del hombre. Si este bien comporta el signo de un bonum arduum, segn la

    terminologa de Santo Toms;18

    esto no quita que, en cuanto tal, sea un bien del hombre. Y esno slo un bien til o para disfrutar, sino un bien digno, es decir, que corresponde a la

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    dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta. Queriendo precisarmejor el significado tico del trabajo, se debe tener presente ante todo esta verdad. El trabajoes un bien del hombre es un bien de su humanidad, porque mediante el trabajo el hombreno slo transforma la naturaleza adaptndola a las propias necesidades, sino que se realiza as mismo como hombre, es ms, en un cierto sentido se hace ms hombre.

    Si se prescinde de esta consideracin no se puede comprender el significado de la virtud de lalaboriosidad y ms en concreto no se puede comprender por qu la laboriosidad debera seruna virtud: en efecto, la virtud, como actitud moral, es aquello por lo que el hombre llega a serbueno como hombre.19 Este hecho no cambia para nada nuestra justa preocupacin, a fin deque en el trabajo, mediante el cual la materia es ennoblecida, el hombre mismo no suframengua en su propia dignidad.20 Es sabido adems, que es posible usar de diversos modos eltrabajo contra el hombre, que se puede castigar al hombre con el sistema de trabajos forzadosen los campos de concentracin, que se puede hacer del trabajo un medio de opresin delhombre, que, en fin, se puede explotar de diversos modos el trabajo humano, es decir, alhombre del trabajo. Todo esto da testimonio en favor de la obligacin moral de unir la

    laboriosidad como virtud con el orden social del trabajo, que permitir al hombre hacersems hombre en el trabajo, y no degradarse a causa del trabajo, perjudicando no slo susfuerzas fsicas (lo cual, al menos hasta un cierto punto, es inevitable), sino, sobre todo,menoscabando su propia dignidad y subjetividad.

    10. Trabajo y sociedad: familia, nacin

    Confirmada de este modo la dimensin personal del trabajo humano, se debe luego llegar alsegundo mbito de valores, que est necesariamente unido a l. El trabajo es el fundamentosobre el que se forma la vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocacin delhombre. Estos dos mbitos de valores uno relacionado con el trabajo y otro consecuente conel carcter familiar de la vida humana deben unirse entre s correctamente y correctamentecompenetrarse. El trabajo es, en un cierto sentido, una condicin para hacer posible lafundacin de una familia, ya que sta exige los medios de subsistencia, que el hombreadquiere normalmente mediante el trabajo. Trabajo y laboriosidad condicionan a su vez todo el

    proceso de educacin dentro de la familia, precisamente por la razn de que cada uno se hacehombre, entre otras cosas, mediante el trabajo, y ese hacerse hombre expresa precisamente elfin principal de todo el proceso educativo. Evidentemente aqu entran en juego, en un cierto

    sentido, dos significados del trabajo: el que consiente la vida y manutencin de la familia, yaquel por el cual se realizan los fines de la familia misma, especialmente la educacin. Noobstante, estos dos significados del trabajo estn unidos entre s y se complementan en variospuntos.

    En conjunto se debe recordar y afirmar que la familia constituye uno de los puntos dereferencia ms importantes, segn los cuales debe formarse el orden socio-tico del trabajohumano. La doctrina de la Iglesia ha dedicado siempre una atencin especial a este problema yen el presente documento convendr que volvamos sobre l. En efecto, la familia es, al mismotiempo, una comunidad hecha posible gracias al trabajo y la primera escuela interior detrabajo para todo hombre.

    El tercer mbito de valores que emerge en la presente perspectiva en la perspectiva del

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    sujeto del trabajo se refiere a esa gran sociedad, a la que pertenece el hombre en base aparticulares vnculos culturales e histricos. Dicha sociedad aun cuando no ha asumidotodava la forma madura de una nacin es no slo la gran educadora de cada hombre,aunque indirecta (porque cada hombre asume en la familia los contenidos y valores quecomponen, en su conjunto, la cultura de una determinada nacin), sino tambin una gran

    encarnacin histrica y social del trabajo de todas las generaciones. Todo esto hace que elhombre concilie su ms profunda identidad humana con la pertenencia a la nacin y entiendatambin su trabajo como incremento del bien comn elaborado juntamente con suscompatriotas, dndose as cuenta de que por este camino el trabajo sirve para multiplicar elpatrimonio de toda la familia humana, de todos los hombres que viven en el mundo.

    Estos tres mbitos conservan permanentemente su importancia para el trabajo humano en sudimensin subjetiva. Y esta dimensin, es decir la realidad concreta del hombre del trabajo,tiene precedencia sobre la dimensin objetiva. En su dimensin subjetiva se realiza, ante todo,aquel dominio sobre el mundo de la naturaleza, al que el hombre est llamado desde elprincipio segn las palabras del libro del Gnesis. Si el proceso mismo de someter la tierra,

    es decir, el trabajo bajo el aspecto de la tcnica, est marcado a lo largo de la historia y,especialmente en los ltimos siglos, por un desarrollo inconmensurable de los medios deproduccin, entonces ste es un fenmeno ventajoso y positivo, a condicin de que ladimensin objetiva del trabajo no prevalezca sobre la dimensin subjetiva, quitando al hombreo disminuyendo su dignidad y sus derechos inalienables.

    III. CONFLICTO ENTRE TRABAJO Y CAPITAL EN LA PRESENTE FASEHISTRICA

    11. Dimensin de este conflicto

    El esbozo de la problemtica fundamental del trabajo, tal como se ha delineado ms arribahaciendo referencia a los primeros textos bblicos, constituye as, en un cierto sentido, lamisma estructura portadora de la enseanza de la Iglesia, que se mantiene sin cambio a travsde los siglos, en el contexto de las diversas experiencias de la historia. Sin embargo, en eltransfondo de las experiencias que precedieron y siguieron a la publicacin de la Encclica

    Rerum Novarum, esa enseanza adquiere una expresividad particular y una elocuencia de vivaactualidad. El trabajo aparece en este anlisis como una gran realidad, que ejerce un influjofundamental sobre la formacin, en sentido humano del mundo dado al hombre por el Creadory es una realidad estrechamente ligada al hombre como al propio sujeto y a su obrar racional.Esta realidad, en el curso normal de las cosas, llena la vida humana e incide fuertemente sobresu valor y su sentido. Aunque unido a la fatiga y al esfuerzo, el trabajo no deja de ser un bien,de modo que el hombre se desarrolla mediante el amor al trabajo. Este carcter del trabajohumano, totalmente positivo y creativo, educativo y meritorio, debe constituir el fundamentode las valoraciones y de las decisiones, que hoy se toman al respecto, incluso referidas a losderechos subjetivos del hombre, como atestiguan lasDeclaraciones internacionales y tambinlos mltiples Cdigos del trabajo, elaborados tanto por las competentes instituciones

    legisladoras de cada Pas, como por las organizaciones que dedican su actividad social otambin cientfico-social a la problemtica del trabajo. Un organismo que promueve a nivel

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    internacional tales iniciativas es la Organizacin Internacional del Trabajo, la ms antiguaInstitucin especializada de la ONU.

    En la parte siguiente de las presentes consideraciones tengo intencin de volver de manera msdetallada sobre estos importantes problemas, recordando al menos los elementos

    fundamentales de la doctrina de la Iglesia sobre este tema. Sin embargo antes conviene tocarun mbito mucho ms importante de problemas, entre los cuales se ha ido formando estaenseanza en la ltima fase, es decir en el perodo, cuya fecha, en cierto sentido simblica, esel ao de la publicacin de la EncclicaRerum Novarum.

    Se sabe que en todo este perodo, que todava no ha terminado, el problema del trabajo ha sidoplanteado en el contexto del gran conflicto, que en la poca del desarrollo industrial y juntocon ste se ha manifestado entre el mundo del capital y el mundo del trabajo, es decir,entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los empresarios, propietarios o poseedoresde los medios de produccin y la ms vasta multitud de gente que no dispona de estos medios,y que participaba, en cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo.

    Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para eltrabajo, las ponan a disposicin del grupo de los empresarios, y que ste, guiado por elprincipio del mximo rendimiento, trataba de establecer el salario ms bajo posible para eltrabajo realizado por los obreros. A esto hay que aadir tambin otros elementos deexplotacin, unidos con la falta de seguridad en el trabajo y tambin de garantas sobre lascondiciones de salud y de vida de los obreros y de sus familias.

    Este conflicto, interpretado por algunos como un conflicto socio-econmico con carcter declase, ha encontrado su expresin en el conflicto ideolgico entre el liberalismo, entendidocomo ideologa del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideologa del socialismocientfico y del comunismo, que pretende intervenir como portavoz de la clase obrera, de todoel proletariado mundial. De este modo, el conflicto real, que exista entre el mundo del trabajoy el mundo del capital, se ha transformado en la lucha programada de clases, llevada conmtodos no slo ideolgicos, sino incluso, y ante todo, polticos. Es conocida la historia deeste conflicto, como conocidas son tambin las exigencias de una y otra parte. El programamarxista, basado en la filosofa de Marx y de Engels, ve en la lucha de clases la nica va paraeliminar las injusticias de clase, existentes en la sociedad, y las clases mismas. La realizacinde este programa antepone la colectivizacin de los medios de produccin, a fin de que atravs del traspaso de estos medios de los privados a la colectividad, el trabajo humano quedepreservado de la explotacin.

    A esto tiende la lucha conducida con mtodos no slo ideolgicos, sino tambin polticos. Losgrupos inspirados por la ideologa marxista como partidos polticos, tienden, en funcin delprincipio de la dictadura del proletariado, y ejerciendo influjos de distinto tipo, comprendidala presin revolucionaria, al monopolio del poder en cada una de las sociedades, paraintroducir en ellas, mediante la supresin de la propiedad privada de los medios de produccin,el sistema colectivista. Segn los principales idelogos y dirigentes de ese amplio movimientointernacional, el objetivo de ese programa de accin es el de realizar la revolucin social eintroducir en todo el mundo el socialismo y, en definitiva, el sistema comunista.

    Tocando este mbito sumamente importante de problemas que constituyen no slo una teora,sino precisamente un tejido de vida socio-econmica, poltica e internacional de nuestra

    poca,no se puede y ni siquiera es necesario entrar en detalles, ya que stos son conocidos seapor la vasta literatura, sea por las experiencias prcticas. Se debe, en cambio, pasar de su

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    contexto al problema fundamental del trabajo humano, al que se dedican sobre todo lasconsideraciones contenidas en el presente documento. Al mismo tiempo pues, es evidente queeste problema capital, siempre desde el punto de vista del hombre, problema que constituyeuna de las dimensiones fundamentales de su existencia terrena y de su vocacin no puedeexplicarse de otro modo si no es teniendo en cuenta el pleno contexto de la realidad

    contempornea.

    12. Prioridad del trabajo

    Ante la realidad actual, en cuya estructura se encuentran profundamente insertos tantosconflictos, causados por el hombre, y en la que los medios tcnicos fruto del trabajohumano juegan un papel primordial (pinsese aqu en la perspectiva de un cataclismomundial en la eventualidad de una guerra nuclear con posibilidades destructoras casi

    inimaginables) se debe ante todo recordar un principio enseado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del trabajo frente al capital. Este principio se refieredirectamente al proceso mismo de produccin, respecto al cual el trabajo es siempre una causaeficiente primaria, mientras el capital, siendo el conjunto de los medios de produccin, esslo un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que sededuce de toda la experiencia histrica del hombre.

    Cuando en el primer captulo de la Biblia omos que el hombre debe someter la tierra, sabemosque estas palabras se refieren a todos los recursos que el mundo visible encierra en s, puestosa disposicin del hombre. Sin embargo, tales recursos no pueden servir al hombre si no esmediante el trabajo. Con el trabajo ha estado siempre vinculado desde el principio el problemade la propiedad: en efecto, para hacer servir para s y para los dems los recursos escondidosen la naturaleza, el hombre tiene como nico medio su trabajo. Y para hacer fructificar estosrecursos por medio del trabajo, el hombre se apropia en pequeas partes, de las diversasriquezas de la naturaleza: del subsuelo, del mar, de la tierra, del espacio. De todo esto seapropia l convirtindolo en su puesto de trabajo.

    Se lo apropia por medio del trabajo y para tener un ulterior trabajo. El mismo principio seaplica a las fases sucesivas de este proceso, en el que la primera fase es siempre la relacin delhombre con los recursos y las riquezas de la naturaleza. Todo el esfuerzo intelectual, quetiende a descubrir estas riquezas, a especificar las diversas posibilidades de utilizacin por

    parte del hombre y para el hombre, nos hace ver que todo esto, que en la obra entera deproduccin econmica procede del hombre, ya sea el trabajo como el conjunto de los mediosde produccin y la tcnica relacionada con stos (es decir, la capacidad de usar estos mediosen el trabajo), supone estas riquezas y recursos del mundo visibile, que el hombre encuentra,pero no crea. l los encuentra, en cierto modo, ya dispuestos, preparados para eldescubrimiento intelectual y para la utilizacin correcta en el proceso productor. En cada fasedel desarrollo de su trabajo, el hombre se encuentra ante el hecho de la principal donacin porparte de la naturaleza, y en definitiva por parte del Creador. En el comienzo mismo deltrabajo humano se encuentra el misterio de la creacin. Esta afirmacin ya indicada comopunto de partida, constituye el hilo conductor de este documento, y se desarrollarposteriormente en la ltima parte de las presentes reflexiones.

    La consideracin sucesiva del mismo problema debe confirmarnos en la conviccin de la

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    prioridad del trabajo humano sobre lo que, en el transcurso del tiempo, se ha solido llamarcapital. En efecto, si en el mbito de este ltimo concepto entran, adems de los recursos dela naturaleza puestos a disposicin del hombre, tambin el conjunto de medios, con los cualesel hombre se apropia de ellos, transformndolos segn sus necesidades (y de este modo, enalgn sentido, humanizndolos), entonces se debe constatar aqu que el conjunto de medios

    es fruto del patrimonio histrico del trabajo humano. Todos los medios de produccin, desdelos ms primitivos hasta los ultramodernos, han sido elaborados gradualmente por el hombre:por la experiencia y la inteligencia del hombre. De este modo, han surgido no slo losinstrumentos ms sencillos que sirven para el cultivo de la tierra, sino tambin con unprogreso adecuado de la ciencia y de la tcnica los ms modernos y complejos: lasmquinas, las fbricas, los laboratorios y las computadoras. As, todo lo que sirve al trabajo,todo lo que constituye en el estado actual de la tcnica su instrumento cada vez msperfeccionado, es fruto del trabajo.

    Este gigantesco y poderoso instrumento el conjunto de los medios de produccin, que sonconsiderados, en un cierto sentido, como sinnimo de capital , ha nacido del trabajo y

    lleva consigo las seales del trabajo humano. En el presente grado de avance de la tcnica, elhombre, que es el sujeto del trabajo, queriendo servirse del conjunto de instrumentosmodernos, o sea de los medios de produccin, debe antes asimilar a nivel de conocimiento elfruto del trabajo de los hombres que han descubierto aquellos instrumentos, que los hanprogramado, construido y perfeccionado, y que siguen hacindolo.La capacidad de trabajo es decir, de participacin eficiente en el proceso moderno de produccin exige una

    preparacin cada vez mayor y, ante todo, unainstruccin adecuada. Est claro obviamente quecada hombre que participa en el proceso de produccin, incluso en el caso de que realice sloaquel tipo de trabajo para el cual son necesarias una instruccin y especializacin particulares,es sin embargo en este proceso de produccin el verdadero sujeto eficiente, mientras elconjunto de los instrumentos, incluso el ms perfecto en s mismo, es slo y exclusivamenteinstrumento subordinado al trabajo del hombre.

    Esta verdad, que pertenece al patrimonio estable de la doctrina de la Iglesia, deber ser siempredestacada en relacin con el problema del sistema de trabajo, y tambin de todo el sistemasocio-econmico. Conviene subrayar y poner de relieve la primaca del hombre en el procesode produccin, la primaca del hombre respecto de las cosas. Todo lo que est contenido en elconcepto de capital en sentido restringido es solamente un conjunto de cosas. Elhombre como sujeto del trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, lsolo, es una persona. Esta verdad contiene en s consecuencias importantes y decisivas.

    13. Economismo y materialismo

    Ante todo, a la luz de esta verdad, se ve claramente que no se puede separar el capital deltrabajo, y que de ningn modo se puede contraponer el trabajo al capital ni el capital al trabajo,ni menos an como se dir ms adelante los hombres concretos, que estn detrs de estosconceptos, los unos a los otros. Justo, es decir, conforme a la esencia misma del problema;

    justo, es decir, intrnsecamente verdadero y a su vez moralmente legtimo, puede ser aquelsistema de trabajo que en su raz supera la antinomia entre trabajo y el capital, tratando de

    estructurarse segn el principio expuesto ms arriba de la sustancial y efectiva prioridad deltrabajo, de la subjetividad del trabajo humano y de su participacin eficiente en todo el

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    proceso de produccin, y esto independientemente de la naturaleza de las prestacionesrealizadas por el trabajador.

    La antinomia entre trabajo y capital no tiene su origen en la estructura del mismo proceso deproduccin, y ni siquiera en la del proceso econmico en general. Tal proceso demuestra en

    efecto la compenetracin recproca entre el trabajo y lo que estamos acostumbrados a llamar elcapital; demuestra su vinculacin indisoluble. El hombre, trabajando en cualquier puesto detrabajo, ya sea ste relativamente primitivo o bien ultramoderno, puede darse cuentafcilmente de que con su trabajo entra en un doble patrimonio, es decir, en el patrimonio de loque ha sido dado a todos los hombres con los recursos de la naturaleza y de lo que los demsya han elaborado anteriormente sobre la base de estos recursos, ante todo desarrollando latcnica, es decir, formando un conjunto de instrumentos de trabajo, cada vez ms perfectos: elhombre, trabajando, al mismo tiempo reemplaza en el trabajo a los dems.21 Aceptamos sindificultad dicha imagen del campo y del proceso del trabajo humano, guiados por lainteligencia o por la fe que recibe la luz de la Palabra de Dios. Esta es una imagen coherente,teolgica y al mismo tiempo humanstica. El hombre es en ella el seor de las criaturas, que

    estn puestas a su disposicin en el mundo visible. Si en el proceso del trabajo se descubrealguna dependencia, sta es la dependencia del Dador de todos los recursos de la creacin, y esa su vez la dependencia de los dems hombres, a cuyo trabajo y a cuyas iniciativas debemoslas ya perfeccionadas y ampliadas posibilidades de nuestro trabajo. De todo esto que en elproceso de produccin constituye un conjunto de cosas, de los instrumentos, del capital,podemos solamente afirmar que condiciona el trabajo del hombre; no podemos, en cambio,afirmar que ello constituya casi el sujeto annimo que hace dependiente al hombre y sutrabajo.

    La ruptura de esta imagen coherente, en la que se salvaguarda estrechamente el principio de laprimaca de la persona sobre las cosas, ha tenido lugar en la mente humana, alguna vez,despus de un largo perodo de incubacin en la vida prctica. Se ha realizado de modo tal queel trabajo ha sido separado del capital y contrapuesto al capital, y el capital contrapuesto altrabajo, casi como dos fuerzas annimas, dos factores de produccin colocados juntos en lamisma perspectiva economstica. En tal planteamiento del problema haba un errorfundamental, que se puede llamar el error del economismo, si se considera el trabajo humanoexclusivamente segn su finalidad econmica. Se puede tambin y se debe llamar este errorfundamental del pensamiento un error del materialismo, en cuanto que el economismoincluye, directa o indirectamente, la conviccin de la primaca y de la superioridad de lo que esmaterial, mientras por otra parte el economismo sita lo que es espiritual y personal (la accindel hombre, los valores morales y similares) directa o indirectamente, en una posicin

    subordinada a la realidad material. Esto no es todava el materialismo terico en el plenosentido de la palabra; pero es ya ciertamente materialismo prctico, el cual, no tanto por laspremisas derivadas de la teora materialista, cuanto por un determinado modo de valorar, esdecir, de una cierta jerarqua de los bienes, basada sobre la inmediata y mayor atraccin de loque es material, es considerado capaz de apagar las necesidades del hombre.

    El error de pensar segn las categoras del economismo ha avanzado al mismo tiempo quesurga la filosofa materialista y se desarrollaba esta filosofa desde la fase ms elemental ycomn (llamada tambin materialismo vulgar, porque pretende reducir la realidad espiritual aun fenmeno superfluo) hasta la fase del llamado materialismo dialctico. Sin embargo pareceque en el marco de las presentes consideraciones , para el problema fundamental del

    trabajo humano y, en particular, para la separacin y contraposicin entre trabajo ycapital, como entre dos factores de la produccin considerados en aquella perspectiva

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    economstica dicha anteriormente, el economismo haya tenido una importancia decisiva yhaya influido precisamente sobre tal planteamiento no humanstico de este problema antes delsistema filosfico materialista. No obstante es evidente que el materialismo, incluso en suforma dialctica, no es capaz de ofrecer a la reflexin sobre el trabajo humano basessuficientes y definitivas, para que la primaca del hombre sobre el instrumento-capital, la

    primaca de la persona sobre las cosas, pueda encontrar en l una adecuada e irrefutableverificacin y apoyo. Tambin en el materialismo dialctico el hombre no es ante todo sujetodel trabajo y causa eficiente del proceso de produccin, sino que es entendido y tratado comodependiendo de lo que es material, como una especie de resultante de las relacioneseconmicas y de produccin predominantes en una determinada poca.

    Evidentemente la antinomia entre trabajo y capital considerada aqu la antinomia en cuyomarco el trabajo ha sido separado del capital y contrapuesto al mismo, en un cierto sentidonticamente como si fuera un elemento cualquiera del proceso econmico inicia no slo enla filosofa y en las teoras econmicas del siglo XVIII sino mucho ms todava en toda lapraxis econmico-social de aquel tiempo, que era el de la industrializacin que naca y se

    desarrollaba precipitadamente, en la cual se descubra en primer lugar la posibilidad deacrecentar mayormente las riquezas materiales, es decir los medios, pero se perda de vista elfin, o sea el hombre, al cual estos medios deben servir. Precisamente este error prctico ha

    perjudicado ante todo al trabajo humano, al hombre del trabajo, y ha causado la reaccinsocial ticamente justa, de la que se ha hablado anteriormente. El mismo error, que ya tiene sudeterminado aspecto histrico, relacionado con el perodo del primitivo capitalismo yliberalismo, puede sin embargo repetirse en otras circunstancias de tiempo y lugar, si se parte,en el pensar, de las mismas premisas tanto tericas como prcticas. No se ve otra posibilidadde una superacin radical de este error, si no intervienen cambios adecuados tanto en el campode la teora, como en el de la prctica, cambios que van en la lnea de la decisiva conviccinde la primaca de la persona sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre el capital comoconjunto de los medios de produccin.

    14. Trabajo y propiedad

    El proceso histrico presentado aqu brevemente que ciertamente ha salido de su faseinicial, pero que sigue en vigor, ms an que contina extendindose a las relaciones entre lasnaciones y los continentes, exige una precisacin tambin desde otro punto de vista. Es

    evidente que, cuando se habla de la antinomia entre trabajo y capital, no se trata slo deconceptos abstractos o de fuerzas annimas, que actan en la produccin econmica. Detrsde uno y otro concepto estn los hombres, los hombres vivos, concretos; por una parteaquellos que realizan el trabajo sin ser propietarios de los medios de produccin, y por otraaquellos que hacen de empresarios y son los propietarios de estos medios, o bien representan alos propietarios. As pues, en el conjunto de este difcil proceso histrico, desde el principioest el problema de la propriedad. La Encclica Rerum Novarum, que tiene como tema lacuestin social, pone el acento tambin sobre este problema, recordando y confirmando ladoctrina de la Iglesia sobre la propiedad, sobre el derecho a la propiedad privada, inclusocuando se trata de los medios de produccin. Lo mismo ha hecho la Encclica Mater et

    Magistra.

    El citado principio, tal y como se record entonces y como todava es enseado por la Iglesia,

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    se aparta radicalmente del programa del colectivismo, proclamado por el marxismo yrealizado en diversos Pases del mundo en los decenios siguientes a la poca de la Encclica deLen XIII. Tal principio se diferencia al mismo tiempo, del programa del capitalismo,practicado por el liberalismo y por los sistemas polticos, que se refieren a l. En este segundocaso, la diferencia consiste en el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La

    tradicin cristiana no ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario,siempre lo ha entendido en el contexto ms amplio del derecho comn de todos a usar losbienes de la entera creacin: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derechoal uso comn, al destino universal de los bienes.

    Adems, la propiedad segn la enseanza de la Iglesia nunca se ha entendido de modo quepueda constituir un motivo de contraste social en el trabajo. Como ya se ha recordadoanteriormente en este mismo texto, la propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo,para que ella sirva al trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios deproduccin. El considerarlos aisladamente como un conjunto de propiedades separadas con elfin de contraponerlos en la forma del capital al trabajo, y ms an realizar la explotacin

    del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de estos medios y de su posesin. Estos nopueden serposedos contra el trabajo, no pueden ser ni siquieraposedos para poseer, porqueel nico ttulo legtimo para su posesin y esto ya sea en la forma de la propiedad privada,ya sea en la de la propiedad pblica o colectiva es que sirvan al trabajo; consiguientementeque, sirviendo al trabajo, hagan posible la realizacin del primer principio de aquel orden, quees el destino universal de los bienes y el derecho a su uso comn. Desde ese punto de vista,pues, en consideracin del trabajo humano y del acceso comn a los bienes destinados alhombre, tampoco conviene excluir la socializacin, en las condiciones oportunas, de ciertosmedios de produccin. En el espacio de los decenios que nos separan de la publicacin de laEncclica Rerum Novarum, la enseanza de la Iglesia siempre ha recordado todos estosprincipios, refirindose a los argumentos formulados en la tradicin mucho ms antigua, porejemplo, los conocidos argumentos de la Summa Theologiae de Santo Toms de Aquino.22

    En este documento, cuyo tema principal es el trabajo humano, es conveniente corroborar todoel esfuerzo a travs del cual la enseanza de la Iglesia acerca de la propiedad ha tratado y siguetratando de asegurar la primaca del trabajo y, por lo mismo, la subjetividaddel hombre en lavida social, especialmente en la estructura dinmica de todo el proceso econmico. Desde estaperspectiva, sigue siendo inaceptable la postura del rgido capitalismo, que defiende elderecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de produccin, como un dogmaintocable en la vida econmica. El principio del respeto del trabajo, exige que este derecho sesometa a una revisin constructiva en la teora y en la prctica. En efecto, si es verdad que el

    capital, al igual que el conjunto de los medios de produccin, constituye a su vez el productodel trabajo de generaciones, entonces no es menos verdad que ese capital se creaincesantemente gracias al trabajo llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto demedios de produccin, que aparecen como un gran lugar de trabajo en el que, da a da, ponesu empeo la presente generacin de trabajadores. Se trata aqu, obviamente, de las distintasclases de trabajo, no slo del llamado trabajo manual, sino tambin del mltiple trabajointelectual, desde el de planificacin al de direccin.

    Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechaspor expertos en la doctrina social catlica y tambin por el Supremo Magisterio de la Iglesia. 23

    Son propuestas que se refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participacin de

    los trabajadores en la gestin y o en los beneficios de la empresa, al llamado accionariadodel trabajo y otras semejantes. Independientemente de la posibilidad de aplicacin concreta de

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    estas diversas propuestas, sigue siendo evidente que el reconocimiento de la justa posicin deltrabajo y del hombre del trabajo dentro del proceso productivo exige varias adaptaciones en elmbito del mismo derecho a la propiedad de los medios de produccin; y esto teniendo encuenta no slo situaciones ms antiguas, sino tambin y ante todo la realidad y la problemticaque se ha ido creando en la segunda mitad de este siglo, en lo que concierne al llamado Tercer

    Mundo y a los distintos nuevos Pases independientes que han surgido, de manera especialpero no nicamente en frica, en lugar de los territorios coloniales de otros tiempos.

    Por consiguiente, si la posicin del rgido capitalismo debe ser sometida continuamente arevisin con vistas a una reforma bajo el aspecto de los derechos del hombre, entendidos en elsentido ms amplio y en conexin con su trabajo, entonces se debe afirmar, bajo el mismopunto de vista, que estas mltiples y tan deseadas reformas no pueden llevarse a cabo mediantela eliminacin apriorstica de la propiedad privada de los medios de produccin. En efecto,hay que tener presente que la simple substraccin de esos medios de produccin (el capital) delas manos de sus propietarios privados, no es suficiente para socializarlos de modosatisfactorio. Los medios de produccin dejan de ser propiedad de un determinado grupo

    social, o sea de propietarios privados, para pasar a ser propiedad de la sociedad organizada,quedando sometidos a la administracin y al control directo de otro grupo de personas, esdecir, de aquellas que, aunque no tengan su propiedad por ms que ejerzan el poder dentro dela sociedad, disponen de ellos a escala de la entera economa nacional, o bien de la economalocal.

    Este grupo dirigente y responsable puede cumplir su cometido de manera satisfactoria desde elpunto de vista de la primaca del trabajo; pero puede cumplirlo mal, reivindicando para s almismo tiempo el monopolio de la administracin y disposicin de los medios de produccin, yno dando marcha atrs ni siquiera ante la ofensa a los derechos fundamentales del hombre. Aspues, el mero paso de los medios de produccin a propiedad del Estado, dentro del sistemacolectivista, no equivale ciertamente a la socializacin de esta propiedad. Se puede hablarde socializacin nicamente cuando quede asegurada la subjetividad de la sociedad, es decir,cuando toda persona, basndose en su propio trabajo, tenga pleno ttulo a considerarse almismo tiempo copropietario de esa especie de gran taller de trabajo en el que secompromete con todos. Un camino para conseguir esa meta podra ser la de asociar, en cuantosea posible, el trabajo a la propiedad del capital y dar vida a una rica gama de cuerposintermedios con finalidades econmicas, sociales, culturales: cuerpos que gocen de unaautonoma efectiva respecto a los poderes pblicos, que persigan sus objetivos especficosmanteniendo relaciones de colaboracin leal y mutua, con subordinacin a las exigencias delbien comn y que ofrezcan forma y naturaleza de comunidades vivas; es decir, que los

    miembros respectivos sean considerados y tratados como personas y sean estimulados a tomarparte activa en la vida de dichas comunidades.24

    15. Argumento personalista

    As pues el principio de la prioridad del trabajo respecto al capital es un postulado quepertenece al orden de la moral social. Este postulado tiene importancia clave tanto en unsistema basado sobre el principio de la propiedad privada de los medios de produccin, como

    en el sistema en que se haya limitado, incluso radicalmente, la propiedad privada de estosmedios. El trabajo, en cierto sentido, es inseparable del capital, y no acepta de ningn modo

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    aquella antinomia, es decir, la separacin y contraposicin con relacin a los medios deproduccin, que han gravado sobre la vida humana en los ltimos siglos, como fruto depremisas nicamente econmicas. Cuando el hombre trabaja, sirvindose del conjunto de losmedios de produccin, desea a la vez que los frutos de este trabajo estn a su servicio y al delos dems y que en el proceso mismo del trabajo tenga la posibilidad de aparecer como

    corresponsable y coartfice en el puesto de trabajo, al cual est dedicado.

    Nacen de ah algunos derechos especficos de los trabajadores, que corresponden a laobligacin del trabajo. Se hablar de ellos ms adelante. Pero hay que subrayar ya aqu, engeneral, que el hombre que trabaja desea no slo la debida remuneracin por su trabajo, sinotambin que sea tomada en consideracin, en el proceso mismo de produccin, la posibilidadde que l, a la vez que trabaja incluso en una propiedad comn, sea consciente de que esttrabajando en algo propio. Esta conciencia se extingue en l dentro del sistema de unaexcesiva centralizacin burocrtica, donde el trabajador se siente engranaje de un mecanismomovido desde arriba; se siente por una u otra razn un simple instrumento de produccin, msque un verdadero sujeto de trabajo dotado de iniciativa propia. Las enseanzas de la Iglesia

    han expresado siempre la conviccin firme y profunda de que el trabajo humano no miranicamente a la economa, sino que implica adems y sobre todo, los valores personales. Elmismo sistema econmico y el proceso de produccin redundan en provecho propio, cuandoestos valores personales son plenamente respetados. Segn el pensamiento de Santo Toms deAquino,25 es primordialmente esta razn la que atestigua en favor de la propiedad privada delos mismos medios de produccin. Si admitimos que algunos ponen fundados reparos alprincipio de la propiedad privada y en nuestro tiempo somos incluso testigos de laintroduccin del sistema de la propiedad socializada el argumento personalista sinembargo no pierde su fuerza, ni a nivel de principios ni a nivelprctico. Para ser racional yfructuosa, toda socializacin de los medios de produccin debe tomar en consideracin esteargumento. Hay que hacer todo lo posible para que el hombre, incluso dentro de este sistema,pueda conservar la conciencia de trabajar en algo propio. En caso contrario, en todo elproceso econmico surgen necesariamente daos incalculables; daos no slo econmicos,sino ante todo daos para el hombre.

    IV. DERECHOS DE LOS HOMBRES DEL TRABAJO

    16. En el amplio contexto de los derechos humanos

    Si el trabajo en el mltiple sentido de esta palabra es una obligacin, es decir, un deber, estambin a la vez una fuente de derechos por parte del trabajador. Estos derechos deben serexaminados en el amplio contexto del conjunto de los derechos del hombre que le sonconnaturales, muchos de los cuales son proclamados por distintos organismos internacionalesy garantizados cada vez ms por los Estados para sus propios ciudadanos. El respeto de estevasto conjunto de los derechos del hombre, constituye la condicin fundamental para la pazdel mundo contemporneo: la paz, tanto dentro de los pueblos y de las sociedades como en elcampo de las relaciones internacionales, tal como se ha hecho notar ya en muchas ocasiones

    por el Magisterio de la Iglesia especialmente desde los tiempos de la Encclica Pacem interris. Los derechos humanos que brotan del trabajo, entran precisamente dentro del ms

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    amplio contexto de los derechos fundamentales de la persona.

    Sin embargo, en el mbito de este contexto, tienen un carcter peculiar que corresponde a lanaturaleza especfica del trabajo humano anteriormente delineada; y precisamente hay queconsiderarlos segn este carcter. El trabajo es, como queda dicho, una obligacin, es decir, un

    deber del hombre y esto en el mltiple sentido de esta palabra. El hombre debe trabajar biensea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea por el hecho de su propiahumanidad, cuyo mantenimiento y desarrollo exigen el trabajo. El hombre debe trabajar porrespeto al prjimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero tambin a la sociedad ala que pertenece, a la nacin de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que esmiembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo tiempo coartfice delfuturo de aquellos que vendrn despus de l con el sucederse de la historia. Todo estoconstituye la obligacin moral del trabajo, entendido en su ms amplia acepcin. Cuando hayaque considerar los derechos morales de todo hombre respecto al trabajo, correspondientes aesta obligacin, habr que tener siempre presente el entero y amplio radio de referencias enque se manifiesta el trabajo de cada sujeto trabajador.

    En efecto, hablando de la obligacin del trabajo y de los derechos del trabajador,correspondientes a esta obligacin, tenemos presente, ante todo, la relacin entre elempresario directo e indirecto y el mismo trabajador.

    La distincin entre empresario directo e indirecto parece ser muy importante en consideracinde la organizacin real del trabajo y de la posibilidad de instaurar relaciones justas o injustasen el sector del trabajo.

    Si el empresario directo es la persona o la institucin, con la que el trabajador estipuladirectamente el contrato de trabajo segn determinadas condiciones, como empresarioindirecto se deben entender muchos factores diferenciados, adems del empresario directo,que ejercen un determinado influjo sobre el modo en que se da forma bien sea al contrato detrabajo, bien sea, en consecuencia, a las relaciones ms o menos justas en el sector del trabajohumano.

    17. Empresario: indirecto y directo

    En el concepto de empresario indirecto entran tanto las personas como las instituciones dediverso tipo, as como tambin los contratos colectivos de trabajo y los principios decomportamiento, establecidos por estas personas e instituciones, que determinan todo elsistema socio-econmico o que derivan de l. El concepto de empresario indirecto implica asmuchos y variados elementos. La responsabilidad del empresario indirecto es distinta de la delempresario directo, como lo indica la misma palabra: la responsabilidad es menos directa; perosigue siendo verdadera responsabilidad: el empresario indirecto determina sustancialmenteuno u otro aspecto de la relacin de trabajo y condiciona de este modo el comportamiento delempresario directo cuando este ltimo determina concretamente el contrato y las relacioneslaborales. Esta constatacin no tiene como finalidad la de eximir a este ltimo de su propiaresponsabilidad sino nicamente la de llamar la atencin sobre todo el entramado de

    condicionamientos que influyen en su comportamiento. Cuando se trata de determinar una poltica laboral correcta desde el punto de vista tico hay que tener presentes todos estos

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    condicionamientos. Tal poltica es correcta cuando los derechos objetivos del hombre deltrabajo son plenamente respetados.

    El concepto de empresario indirecto se puede aplicar a toda sociedad y, en primer lugar, alEstado. En efecto, es el Estado el que debe realizar una poltica laboral justa. No obstante es

    sabido que, dentro del sistema actual de relaciones econmicas en el mundo, se dan entre losEstados mltiples conexiones que tienen su expresin, por ejemplo, en los procesos deimportacin y exportacin, es decir, en el intercambio recproco de los bienes econmicos, yasean materias primas o a medio elaborar o bien productos industriales elaborados. Estasrelaciones crean a su vez dependencias recprocas y, consiguientemente, sera difcil hablar deplena autosuficiencia, es decir, de autarqua, por lo que se refiere a qualquier Estado, aunquesea el ms poderoso en sentido econmico.

    Tal sistema de dependencias recprocas, es normal en s mismo; sin embargo, puedeconvertirse fcilmente en ocasin para diversas formas de explotacin o de injusticia, y de estemodo influir en la poltica laboral de los Estados y en ltima instancia sobre el trabajador que

    es el sujeto propio del trabajo. Por ejemplo, los Pases altamente industrializados y, ms an,las empresas que dirigen a gran escala los medios de produccin industrial (las llamadassociedades multinacionales o transnacionales), ponen precios lo ms alto posibles para susproductos, mientras procuran establecer precios lo ms bajo posibles para las materias primaso a medio elaborar, lo cual entre otras causas tiene como resultado una desproporcin cada vezmayor entre los rditos nacionales de los respectivos Pases. La distancia entre la mayor partede los Pases ricos y los Pases ms pobres no disminuye ni se nivela, sino que aumenta cadavez ms, obviamente en perjuicio de estos ltimos. Es claro que esto no puede menos deinfluir sobre la poltica local y laboral, y sobre la situacin del hombre del trabajo en lassociedades econmicamente menos avanzadas. El empresario directo, inmerso en concreto enun sistema de condicionamientos, fija las condiciones laborales por debajo de las exigenciasobjetivas de los trabajadores, especialmente si quiere sacar beneficios lo ms alto posibles dela empresa que l dirige (o de las empresas que dirige, cuando se trata de una situacin depropiedad socializada de los medios de produccin).

    Este cuadro de dependencias, relativas al concepto de empresario indirecto como puedefcilmente deducirse es enormemente vasto y complicado. Para definirlo hay que tomar enconsideracin, en cierto sentido, el conjunto de elementos decisivos para la vida econmica enla configuracin de una determinada sociedad y Estado; pero, al mismo tiempo, han detenerse tambin en cuenta conexiones y dependencias mucho ms amplias. Sin embargo, larealizacin de los derechos del hombre del trabajo no puede estar condenada a constituir

    solamente un derivado de los sistemas econmicos, los cuales, a escala ms amplia o msrestringida, se dejen guiar sobre todo por el criterio del mximo beneficio. Al contrario, esprecisamente la consideracin de los derechos objetivos del hombre del trabajo de todo tipode trabajador: manual, intelectual, industrial, agrcola, etc. lo que debe constituir el criterioadecuado y fundamental para la formacin de toda la economa, bien sea en la dimensin detoda sociedad y de todo Estado, bien sea en el conjunto de la poltica econmica mundial, ascomo de los sistemas y relaciones internacionales que de ella derivan.

    En esta direccin deberan ejercer su influencia todas lasOrganizaciones Internacionalesllamadas a ello, comenzando por la Organizacin de las Naciones Unidas. Parece que laOrganizacin Mundial del trabajo (OIT), la Organizacin de las Naciones Unidas para la

    Alimentacin y la Agricultura (FAO) y otras tienen que ofrecer an nuevas aportacionesparticularmente en este sentido. En el mbito de los Estados existen ministerios o dicasterios

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    del poderpblico y tambin diversos Organismos sociales instituidos para este fin. Todo estoindica eficazmente cunta importancia tiene como se ha dicho anteriormente elempresario indirecto en la realizacin del pleno respeto de los derechos del hombre deltrabajo, dado que los derechos de la persona humana constituyen el elemento clave de todo elorden moral social.

    18. El problema del empleo

    Considerando los derechos de los hombres del trabajo, precisamente en relacin con esteempresario indirecto, es decir, con el conjunto de las instancias a escala nacional einternacional responsables de todo el ordenamiento de la poltica laboral, se debe prestaratencin en primer lugar a un problema fundamental. Se trata del problema de conseguirtrabajo, en otras palabras, del problema de encontrar un empleo adecuado para todos lossujetos capaces de l. Lo contrario de una situacin justa y correcta en este sector es eldesempleo, es decir, la falta de puestos de trabajo para los sujetos capacitados. Puede ser quese trate de falta de empleo en general, o tambin en determinados sectores de trabajo. Elcometido de estas instancias, comprendidas aqu bajo el nombre de empresario indirecto, es elde actuar contra el desempleo, el cual es en todo caso un mal y que, cu