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LA RELACIÓN POLI-PSI: TRES FASES DE UNA LARGA RELACIÓN William J. McGuire – Universidad de Yale Catedra Psicología Política II Titular: Jorge A. BIGLIERI Traducción de Catedra

La relación Poli-Psi: tres fases de una larga relación...William J. McGuire – Universidad de Yale Catedra Psicología Política II – Titular: Jorge A. Biglieri 1 Lectura 1 La

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  • LA RELACIÓN POLI-PSI:

    TRES FASES DE UNA

    LARGA RELACIÓN William J. McGuire – Universidad de Yale

    Catedra Psicología Política II Titular: Jorge A. BIGLIERI

    Traducción de Catedra

  • William J. McGuire – Universidad de Yale

    Catedra Psicología Política II – Titular: Jorge A. Biglieri

    1

    Lectura 1

    La relación Poli-Psi: tres fases de una larga relación

    William J.McGuire – Universidad de Yale

    La fertilización cruzada interdisciplinaria, nunca por sobre un nivel modesto, ha

    sido tan sostenida entre la ciencia política y la psicología como entre dos ciencias

    sociales cualesquiera, lo cual es sorprendente, considerando que cada discipina

    tiene más bordes en común con otros campos –la ciencia política con la historia y

    la economía, la psicología con la sociología y la antropología. La colaboración ha

    persistido a través de tres eras de 20 años sucesivas, variando en los tópicos de

    estudio preferidos, explicaciones teóricas, y métodos mayormente aprobados.

    Para uniformidad y clarificación, cada era será llamada aquí por sus tópicos

    populares de estudio: así, el primer florecimiento interdisciplinario de los 1940s

    y 1950s será llamado “era de la personalidad y la cultura”; la segunda ola, de los

    1960s y 1970s, la “era de las actitudes y el comportamiento electoral; y el tercer

    florecimiento, que dominó os 1980s y 1990s, la “era de la ideología y la decisión”.

    Nombrar a cada una de las tres por sus tópicos preferidos es conveniente, pero

    no debería oscurecer el hecho de que, en algunas eras, una teoría o un método

    compartidos constituyó un lazo más fuerte que cualquier tópico en común.

    Durante cada una de las tres eras hubo contribuciones tanto de los abordajes

    humanísticos como de los científicos, dentro de los niveles micro y macro. La

    investigación “humanística” usa los conocimientos idiográficamente, para dar

    cuenta de las peculiaridades en la trama gruesa de casos concretos complejos, en

    tanto que la investigación “científica” usa estos conocimientos nomotéticamente,

    para estudiar una relación general abstracta, tal como se manifiesta a lo largo de

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    un amplio rango de casos, cuyas peculiaridades tienden a cancelarse entre sí. El

    abordaje idiográfico humanístico lleva a confrontar la teoría con observaciones

    empíricas, para entender mejor el caso específico; el abordaje nomotético

    científico los confronta para desarrollar mejor la teoría. Cada uno tiene sus usos.

    Dentro de cada abordaje cierto trabajo se da a nivel micro, investigando las

    variables de interés en sus relaciones a través de personas individuales como las

    unidades medidas; otro trabajo es a nivel macro, investigando estas relaciones a

    través de colectivos (e.g., naciones, clases sociales, épocas históricas) como

    unidades de medida.

    La Tabla 1.1. da un resumen de este medio siglo de colaboración inter-

    disciplinaria. Sus tres filas listan las tres eras sucesivas de 20 años, focalizadas en

    personalidad, en actitudes y en ideología en cada caso. Las siete columnas

    definen cada era: las tres columnas de la izquierda brindan una definición

    connotativa de cada era en términos de sus tópicos característicos, teorías y

    métodos; y las cuatro columnas de la derecha proveen una definición denotativa

    de cada era, citando algunas de sus más importantes contribuciones, repartidas

    primero entre los abordajes idiográficos humanísticos versus los nomotéticos

    científicos, subdivididos cada uno de estos entre estudios a los niveles micro

    versus macro. Mi descripción es provocativamente simétrica, e impone contornos

    precisos a un cuerpo amorfo de investigación que, en la realidad, tiene más

    continuidad y menos orden que el aquí representado:

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    Definición connotativa: características distintivas

    Eras Tópicos preferidos Teorías preferidas Métodos preferidos

    1.1940s& 1950s Personalidad política (en líderes y masas)

    Determinación ambiental (psicoanálisis, conductis-mo E-R, marxismo)

    Análisis de contenido de registros y entrevistas

    2.1960s&1970s Actitudes políticas y conducta electoral

    Persona racional (maximi-zación subjetiva de utili-dad, cognición-> senti-miento->acción)

    Investigación de encues-tas con cuestionarios; observación participante

    3.1980s&1990s Ideología política (conteni-dos y procesos de siste-mas de creencias)

    Procesamiento de infor-mación (heurísticos cogni-tivos, teorías de decisión)

    Manipulación experimental

    Definición denotativa: contribuciones notables dentro de cada uno de cuatro abordajes

    Abordajes Humanísticos Abordajes Científicos

    Micro Macro Micro Macro

    Psicohistoria, psicobio-grafía; Fromm (1941), Langer (1972), George & George (1956), Erikson (1958)

    Carácter nacional: Benedict (1946), Mead (1942), Gorer (1948), Riesman (1950)

    Dollard et.al. 1939), Adorno et.al. (1950), Smith, Burner & White (1956), McClosky (1958)

    Sorokin (1937-41), Kluckhohn & Murray (1948), HRAF (Murdock, Ford), Whiting & Child (1953)

    Lane (1959, 1962), Goffman (1959), 1961)

    Ariès (1960), Annales (Bloch), Foucault (1961, 1984)

    Estudios de elección: Campbell et.al. (1954, 1960, 1966), Roper Center

    Lipset (1960), McClelland (1961), ICPSR (1962), Rokkan (1962), Almond & Verba (1963), Russett et.al. (1964), Inkeles & Smith (1974)

    George (1980), Larson (1985), Doise (1986)

    Lebow (1981), Jervis et.al. (1985, 1986), Radding (1985)

    Tetlock (1981), Simonton (1984)

    Archer & Gartner (1984), Tetlock (1985)

    La Era de la personalidad y la cultura de los 1940s-1950s

    En la primera era, de la personalidad y la cultura, la base común entre los

    investigadores era un entusiasmo teórico compartido por la explicación de

    pensamientos políticos, sentimientos y acciones en términos de determinantes

    del entorno (en lugar de hereditarios), usando conceptos explicativos recogidos

    del psicoanálisis, el conductismo y el marxismo, en orden decreciente de

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    importancia, enfatizando a menudo determinantes de las experiencias en la

    infancia. Describiré esta era de la personalidad y la cultura, primero connotati-

    vamente, en términos de sus tópicos teóricos y sus características metodológi-cas

    distintivas; luego denotativamente, en términos de las contribuciones

    significativas a la investigación en cada uno de los cuatro abordajes, el micro y

    macro humanístico y el micro y macro científico.

    DEFINICIÓN CONNOTATIVA DE LOS 1940S-1950S

    ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA CULTURA: TEORÍAS PREFERIDAS

    Un supuesto detrás de este florecimiento interdisciplinario de los 1940s-1950s es

    que la personalidad política y el comportamiento de los líderes y las masas se

    forman por experiencias de socialización, en especial aquellas enfatizadas por la

    metateorización ambientalista de las teorizaciones psicoanalítica, conductista y

    marxista. La era del ambientalismo fue una exagerada reacción antigenética a los

    excesos del darwinismo social de Spencer y otros más temprano en el siglo, y

    abrigaba la esperanza de mejorar las perturbadas condiciones económicas y

    políticas dejadas por la Primera Guerra Mundial. Otra orientación ideológica

    compartida era la aversión por la personalidad fascista, un síndrome difícil de

    definir, pero (al menos en esos días) uno lo conocía cuando lo veía. Esas

    repugnancias, contra el darwinismo social y el fascismo, estaban probablemente

    relacionadas (Hofstader, 1944; Stein, 1988).

    La teoría psicoanalítica tuvo gran impacto en la ciencia social de Europa

    Occidental y América del Norte durante la parte media del siglo veinte. Detrás

    de la introyección del freudianismo por parte de muchos estudiantes de política,

    se alza la figura fundadora de Harold Lasswell (1930, 1935), que popularizó el

    uso de las nociones freudianas de pulsión sexual inconsciente (si bien

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    suprimiendo, típicamente, lo tanático), de mecanismos de defensa que canalizan

    adaptativamente la expresión de estas pulsiones, y de las nociones de desarrollo

    psicosexual de Freud, acerca de cómo las frustraciones orales, anales y fálicas de

    la temprana infancia modelan los aspectos elloicos, yoicos y superyoicos de la

    personalidad. Estas ricas nociones provocaron una mina de oro de hipótesis

    acerca del desarrollo y la operación de pensamientos, sentimientos y acciones

    políticamente relevantes, en el público y en sus líderes, aunque unos pocos

    críticos en ese momento (Bendix, 1952) objetaron el reduccionismo de tal

    psicologización.

    El determinismo ambiental en las teorizaciones sobre la personalidad política de

    estos 1940s-1950s derivó también del materialismo histórico marxista, en su

    atribución de una conciencia política de la sociedad a sus instituciones sociales y

    políticas, moldeadas sucesivamente por sus modos y relaciones de producción,

    y estas, a su vez, por realidades físicas. Los marxistas aceptaron la baja opinión

    de Engels (1884/1972) sobre la familia (el Manifiesto Comunista [1848] llamó a su

    abolición), pero, a diferencia de los freudianos, no detallaron los efectos malignos

    del hogar de la infancia temprana en la personalidad política adulta. La teoría

    conductista del E-R (estímulo-respuesta) o aprendizaje (refuerzo) también

    proporcionó inspiración para el movimiento de la personalidad política, en

    particular a través del círculo de trabajadores interdisciplinarios en torno al Clark

    Hull del Instituto de Relaciones Humanas de Yale. Estos teóricos dieron vida a

    un conductismo “liberado”, con una generosa rociada de teoría psicoanalítica y

    una pizca de marxismo, como se ilustra en sus trabajos sobre frustración y

    agresión, aprendizaje social, personalidad y psicopatología (Dollard et. al., 1939,

    1950; Miller & Dollard, 1941).

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    TÓPICOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA

    CULTURA

    Un foco de unificación secundario de estos investigadores interdisciplinarios de

    los 1940s y 1950s fue el interés temático compartido en la personalidad como una

    variable mediadora explicativa, en cómo es afectada por las experiencias

    culturales individuales, y en cómo, a su tiempo, afecta los pensamientos,

    sentimientos y acciones políticamente significativos de las masas y sus líderes.

    La “personalidad” se usó ampliamente para incluir motivaciones y valores,

    percepciones y estereotipos, estilos cognitivos e interpersonales, y modos

    característicos de afrontamiento. Las variables independientes populares a tener

    en cuenta para estas variables mediadoras de la personalidad fueron las

    experiencias de socialización culturales en la temprana infancia, elegida por la

    teoría psicoanalítica como crucial. Otros determinantes populares de variables

    independientes, reflejando el conductismo y el marxismo de los teóricos de la era,

    fueron las instituciones de la sociedad en vista de los estímulos que presentaban,

    las opciones de respuesta que dejaban disponible, las pulsiones que hacían

    surgir, y los programas de refuerzo que administraban. Por ejemplo, la política

    exterior agresiva de un líder nacional o la belicosidad de una población podría

    ser atribuida: a) al desplazamiento cultural de la ambivalencia edípica,

    relacionando al padre con el exogrupo al que se apunta; o b) a la frustración

    causada por la privación económica (absoluta, o relativa a la de otros, o a la de

    las propias expectativas); o c) a la sensación de falta de control debida a la

    burocratización; o d) a la alienación de los trabajadores con respecto a los

    productos de su labor; o e) a la toma como modelo y el refuerzo social de las

    respuestas agresivas en la infancia.

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    MÉTODOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA

    CULTURA

    Los investigadores en esta primera era no tenían tanta conciencia sobre las

    metodologías como tuvieron quienes trabajaron en las dos eras siguientes. Los

    académicos de la rama humanística usaron análisis secundario de registro

    textual, suplementado ocasionalmente por observación participante, entrevistas

    y análisis de artefactos. Estos procedimientos siguieron siendo populares en la

    rama humanística también durante las dos eras siguientes; las variaciones

    metodológicas entre las tres eras son menos pronunciadas en los abordajes

    humanísticos que en los científicos. Los trabajadores científicos en esta primera

    era usaron, típicamente, datos de cuestionarios, o provenientes de análisis de

    contenidos de archivos. Sus estadísticas descriptivas preferidas fueron medidas

    de simple asociación, adecuadas para sus propósitos, pero ineficientes para el

    estudio de relaciones no repetitivas, mediacionales y de interacción.

    DEFINICIÓN DENOTATIVA DE LA ERA DE LA PERSONALIDAD Y LA

    CULTURA DE LOS 1940S-1950S: ESTUDIOS MICROHUMANÍSTICOS

    La definición connotativa dada más arriba sobre la era de la cultura y la

    personalidad, en términos de sus tópicos, teorías y métodos característicos,

    puede suplementarse brindando su definición denotativa en términos de las

    publicaciones más importantes publicadas, en cada uno de cuatro abordajes,

    micro y macrohumanístico y micro y macrocientífico. La ciencia política, a pesar

    de su nombre, ha dependido siempre ampliamente de abordajes humanísticos,

    con el uso de análisis descriptivos “gruesos” (Geertz, 1973, 1983) para demostrar

    cómo una teoría o combinación de factores puede dar cuenta de un caso concreto

    en profundidad. Los estudios humanísticos en el nivel micro usan personas

    individuales como unidades de observación, y en el nivel macro usan colectivos

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    (tales como naciones o épocas históricas). La rama microhu-manística de esta era

    de la personalidad política llegó a ser conocida como “psicobiografía” o

    “psicohistoria”, y a su rama macro se le dio el nombre de estudio del “carácter

    nacional”.

    El propio maestro contribuyó con una de las más tempranas psicobiografías

    microhumanísticas en su análisis de Leonardo da Vinci (Freud, 1910). Se hacen

    ocasionalmente psicobiografías sobre personajes no políticos, tal como Martín

    Lutero (Erikson, 1958), pero los líderes políticos se tornan los sujetos más

    populares (Greenstein, 1969; Glad, 1973; Runyan, 1993). Una contribución

    seminal fue el análisis de George y George (1956) sobre cómo las experiencias de

    niñez de Woodrow Wilson con un padre exigente produjo un estilo de

    personalidad que condujo a su comportamiento malhumorado y díscolo en

    posteriores situaciones de autoridad, como está ilustrado en sus problemas

    recurrentes al tratar con los miembros del consejo de administración de la

    Universidad de Princeton, la legislatura de Nueva Jersey, y el Senado de los

    EEUU. El propio Freud fue coautor de una psicobiografía de Wilson, si la crítica

    feroz de “Freud y” Bullit (1967) es auténtica (Erikson & Hoftstadter, 1967). Los

    teóricos neo-freudianos, marxistas y psicólogos del yo contribuyeron con

    psicobiografías políticas de Hitler (Erikson, 1950; Fromm, 1973) y otros. Este

    movimiento ganó prestigio entre quienes definían políticas para su uso en la

    Segunda Guerra Mundial, tal como se ilustra, del lado de lo micro, en la

    psicobiografía de Hitler de Langer (1972) y, del lado de lo macro, en en análisis

    del carácter nacional japonés de Benedict (1946).

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    ESTUDIOS DE CULTURA Y PERSONALIDAD DEL CARÁCTER

    NACIONAL MACROHUMANÍSTICOS

    La rama macro se ilustra por estudios influyentes tales como la representación

    del carácter nacional japonés de Benedict (1946) y la representación de la

    orientación de la personalidad como una evolución, primero dirigida por la

    tradición, y luego, a través de una orientación dirigida desde el interior, a una

    dirección hacia el otro de Riesman (1950). La mayor parte de la investigación

    sobre el carácter nacional en la línea microhumanística de los 1940s fue

    explícitamente psicoanalítica. Los teóricos de orientación psicoanalítica

    demostraron que el carácter nacional japonés era oral (Spitzer, 1947), y anal

    (LaBarre, 1945) y fálico (Silberpfenning, 1945), ilustrando la calidad proteica, al

    mismo tiempo admirable y un poco preocupante de la teoría psicoanalítica.

    Análisis concurrentes del carácter nacional norteamericano tendieron a ser

    menos freudianos (Mead, 1942; Gorer, 1948).

    Un trabajo notable en la tradición humanística continuó más allá de sus inicios

    de los 1940s y 1950s, en particular en su rama micro psicobiográfica, como lo

    reseñaron Runyan (1982, 1988, 1993) y Cocks y Cosby (1987). El desafío

    presentado por la personalidad de Richard Nixon (Brodie, 1981) alcanzó en sí

    mismo para reavivar la iniciativa. La rama macro ha estado inactiva (Patai, 1973,

    1977) después de su popularidad en los 1940s y 1950s, tal vez porque la atribución

    de características distintivas a grupos nacionales o de otro tipo puede ser

    políticamente peligroso, tal como fue ilustrado por las reacciones hostiles al

    bienintencionado uso del concepto de “cultura de la pobreza” de Oscar Lewis

    (1961). El shock para Europa y América del Norte por la revuelta juvenil a fines

    de los 1960s popularizó los microanálisis de personalidades epocales en

    sucesivas olas de jóvenes cohortes, que asignaron etiquetas pintorescas, tales

    como “teddy boys”, “skinheads”, “beats”, “flower children”, “punks”, “baby-

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    boomers”, “yuppies”, “dincs”, “yucas” y “generación X”, mostrando que el

    concepto de generaciones adolescentes políticas es firme (Mannheim, 1923/1952;

    Jennings & Niemi, 1981; Jenning, 1987).

    ESTUDIOS MICROCIENTÍFICOS DE CULTURA Y PERSONALIDAD

    Los abordajes científicos suponen el muestreo de casos de un universo

    determinado, que uno desea generalizar, y la medición de cada caso, tanto sobre

    la variable independiente (en esta primera era, habitualmente sobre alguna

    dimensión psicoanalíticamente relevante de la experiencia en la temprana

    infancia) como de la variable dependiente (aquí, habitualmente alguna

    dimensión políticamente significativa de la personalidad). Luego, la relación

    entre distribuciones de valores de las variables independiente y dependiente es

    calculada a través de los casos (unidades de observación), que son personas

    individuales en el micronivel y compuestos sociales multipersonales (e.g.,

    naciones o épocas) en el macronivel.

    Ambos ejemplos, micro y macro científicos, están presentes en el volumen

    inaugural de la era de Dollard et.al. (1939) sobre frustración-agresión, con sus

    apoyos freudianos, aunque no explota completamente la riqueza de las tres

    teorías de la agresión de Freud (Stepansky, 1977). Los microestudios del volumen

    de Dollard et.al. manipulan sistemáticamente los niveles de frustración de ratas

    individuales y miden luego la agresividad de estas ratas hacia objetivos

    disponibles no asociados con su frustración; los macroestudios de volumen

    (Hovland & Sears, 1939) correlacionan fluctuaciones anuales en la frustración

    económica en los EEUU (medidas por el PBI o por el precio del algodón) con

    cifras de episodios donde se toman “chivos expiatorios” (medidas por el número

    de linchamientos anuales en los EEUU).

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    Un estudio microcientífico comparativamente importante en la era de la

    personalidad política fue la investigación sobre personalidad autoritaria de

    Adorno et.al. (1950), derivada de las orientaciones freudiana y marxista, que

    postulaba que el síndrome de personalidad autoritaria-fascista –(caracterizada

    por hostilidad hacia judíos y otros exogrupos, junto a la idealización de grupos e

    individuos con alto poder)– resultaba de una situación edípica en la cual el padre

    punitivo de un niño castigaba severamente cualquier hostilidad dirigida hacia él,

    resultando en el crecimiento de sentimientos agresivos en el niño, rigurosamente

    reprimidos hacia su padre (y, por extensión, a cualquier otra figura de autoridad),

    y librando la hostilidad reprimida, vicariamente, a exogrupos a los cuales su

    demografía o su estilo de vida pusieran en oposición a, o al menos fuera de, la

    estructura de poder establecida. Otros estudios microcientíficos en la era

    incluyen el de Almond (1954) sobre el atractivo del comunismo, el de Srole (1956)

    sobre anomia y prejuicio, el de Smith, Bruner y White (1956) sobre las bases

    funcionales de las actitudes políticas, y el de McClosky (1958) sobre

    conservadurismo político y personalidad.

    ESTUDIOS MACROCIENTÍFICOS DE CULTURA Y PERSONALIDAD

    Los macroestudios científicos tempranos (discutidos más adelante en este

    capítulo) fueron el formidable análisis de Sorokin (1937-41) de la civilización

    occidental en el milenio, y el trabajo publicado póstumamente de Richardson

    (1960) sobre estadísticas de peleas mortales. Estos pioneros tuvieron que hacer

    una tarea Stajanovista (antes de la disponibilidad de grandes becas de

    investigación, o computadoras, o bancos de datos universitarios asociados) para

    ensamblar personalmente, con una pequeña ayuda de sus amigos y estudiantes,

    grandes archivos históricos de datos. La investigación macro-empírica sobre la

    personalidad tuvo un ímpetu mayor en los 1940s por el desarrollo de archivos de

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    datos sociales, que comenzó cuando el grupo de Yale dio lugar al Área de

    Archivos de Relaciones Humanas antropológica de datos culturales cruzados

    (Kluckhohn & Murray, 1948; Whiting & Child, 1953).

    En definitiva, esta era de la personalidad y la cultura de los 1940s-1950s fue un

    tiempo excitante durante el cual una pequeña universidad invisible de

    investigadores interdisciplinarios, que compartían objetivos de explicación

    superpuestos, creció hasta una masa crítica. Operando a lo largo de las fronteras

    de las disciplinas, y usando teorizaciones psicoanalíticas (suplementadas por

    conductismo y marxismo) estudiaron cómo las prácticas ocultas hacia la infancia

    de una sociedad o las instituciones socioeconómicas dominantes afectan

    políticamente síndromes relevantes de la personalidad, de consecuencias

    políticas significativas. Los participantes vinieron de más allá de la psicología y

    la ciencia política (e.g. Benedict y Whiting eran antropólogos, y Adorno, un

    filósofo y musicólogo). La investigación interdisciplinaria tiende a ser un deporte

    participativo excitante, pero es un juego para una persona joven, que atrae a

    pocos espectadores y aún menos participantes de entre los líderes de las

    disciplinas originales, que tienden a estar preocupados por los tópicos

    tradicionales con los cuales su disciplina se ha vuelto más o menos confortable.

    Dado que los trabajadores de los bordes interdisciplinarios son relativamente

    pocos, su estrecha focalización en la atención a tópicos, teorías y métodos de una

    era puede ser necesaria, si tienen que lograr una masa crítica de trabajo

    mutuamente estimulante. Tal estrechamiento dentro de una era tiende a ser

    corregido por cambios medibles de foco de una era a la siguiente.

    La Era de las actitudes y la conducta electoral de los 1960s-1970s

    En el segundo florecimiento interdisciplinario de psicología política, de los 1960s

    y 1970s, el foco de los tópicos cambió de la personalidad política y la conducta

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    patológica a las actitudes políticas y la conducta electoral. Como se muestra en la

    segunda fila de la Tabla 1.1., esta segunda era, como la primera, tiene su tópico,

    teoría y método preferidos, pero el énfasis relativo en las tres características se

    revierte entre las dos eras. La primera característica en común entre estos

    trabajadores de las actitudes políticas de los 1960s y 1970s era una preocupación

    compartida por los tópicos de actitudes políticas y conducta electoral; mientras

    la teoría, en la forma de una visión centrada en autointerés, elección racional,

    utilidad subjetiva esperada, y maximización de costo/beneficio, proveía sólo un

    débil vínculo terciario, a menudo usado sólo implícitamente. Describiré esta

    segunda era de las actitudes políticas primero connotativamente y luego

    denotativamente.

    CARACTERÍSTICAS CONNOTATIVAS DE LA ERA DE LAS ACTITUDES

    DE LOS 1960s-1970s: TEORÍAS PREFERIDAS

    Los investigadores interdisciplinarios en esta segunda era de las actitudes

    políticas no estaban preocupados por una doctrina en particular en cuanto a sus

    propias explicaciones teóricas, ni le imputaban al público sistemas de

    pensamiento altamente organizados (Converse, 1964), como era conveniente a

    una era de “fin de la ideología” (Namier, 1955; Mills, 1959; Bell, 1960), aún si

    ahora parece que esa ideología no estaba muerta, sino escondida en París y

    Frankfurt (Skinner, 1985). Subyacente a mucha de la investigación estaba la

    suposición implícita de que las personas operan hedonísticamente, de acuerdo

    con el modelo de autointerés y maximización de la utilidad subjetiva.

    Suplementando esta conceptualización de utilidad-esperada estaba otra

    suposición sobre la racionalidad, el concepto “cognitivo->afectivo->conativo” de

    la persona como poseyendo creencias que daban forma a las preferencias y

    canalizaban acciones (Krech y Crutchfield, 1948). Un tercer supuesto subyacente

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    era el concepto de la consistencia con el “grupo de referencia”, de que la persona

    maximiza la homogeneidad endogrupo y el contraste exogrupo adoptando

    actitudes y conductas normativas y distintivas de su grupo social o demográfico

    (Newcomb, 1943). Estos tres postulados de la racionalidad de la era de las

    actitudes políticas de los 1960s y 1970s iban casi sin ser nombrados, en contraste

    con la firmeza beligerante de las teorizaciones psicoanalíticas, conductistas y

    marxistas durante la era de la personalidad política de los 1940s y 1950s anterior.

    Un determinismo ambientalista fue el puente entre las dos eras: la renovada

    apreciación en las disciplinas biológicas de las contribuciones evolutivas y

    genéticas a las proclividades humanas tenía aún poca influencia en estos

    investigadores en política y psicología.

    TÓPICOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LAS ACTITUDES / VOTACIÓN

    Al menos tanto como lo hicieron los psicólogos y los cientistas sociales,

    sociólogos como Lazarsfeld en Columbia, Berelson en Chicago y Lipset en

    Berkeley jugaron roles fundamentales, desde el principio, en el estudio de cómo

    la conducta electoral y las actitudes hacia temas políticos, partidos y candidatos

    eran predecibles desde la pertenencia a grupos, las interacciones personales y los

    medios masivos. Antes de la Depresión de los 1930s, las elecciones políticas se

    habían visto como un gran juego Americano (Farley, 1938), un deporte

    interesante de espectadores toscos, como los campeonatos de boxeo y el béisbol.

    Los eruditos de clase alta, en la academia (e.g. Frederick Jackson Turner) y fuera

    de ella (e.g. Henry Adams), estaban deseosos de dejar estas prácticas a los

    sectores en ascenso del interior de las provincias y a los inmigrantes proletarios

    de las ciudades. Como algunos de esos outsiders se metieron, empujando o

    deslizándose por un costado, en los salones de la academia (Orren, 1985), y como

    la Gran Depresión, la perspectiva de socialismo internacional y el terror del

  • William J. McGuire – Universidad de Yale

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    Nacional Socialismo captaron la atención hacia la política de los académicos, el

    estudio de actitudes políticas y conducta electoral se volvió respetable en las

    naciones relativamente democráticas. Los cientistas políticos del cambio de siglo

    (e.g. Acton, 1907) habían encontrado de mal gusto el poder, pero hacia mediados

    de siglo los estudiantes de política se habían vuelto seguros, incluso fascinados,

    con el poder y su estudio (Leighton, 1945; Lasswell, 1948; Hunter, 1953; Dahl,

    1961; Winter, 1973; McClelland, 1975), tal vez por haber visto el poder

    gubernamental ejercido tanto para perpetrar genocidio como para derrocar a los

    perpetradores en una guerra que, de paso, enjauló al lobo feroz de la depresión

    económica. De hecho, muchos de estos estudiantes de política posteriores a 1940

    habían tenido participación en los roles de Doctor Gane-la-Guerra.

    MÉTODOS PREFERIDOS EN LA ERA DE LAS ACTITUDES / VOTACIÓN

    Fue la metodología compartida del “hacé encuestas, que vas a viajar” la que unió

    especialmente a estos investigadores de las actitudes políticas y votación de los

    1960s-1970s, más de lo que lo hizo su orientación teórica hacia la persona-

    racional, o incluso su interés temático compartido en actitudes políticas y

    votación. Diseñaron cuestionarios preguntando a una muestra representativa de

    cierta población acerca de su demografía, consumo medio, información política,

    u otras características personales (como medidas de variables independientes) y

    acerca de sus actitudes políticas e intenciones o conductas electorales (para medir

    partidismo político y participación como variables medias e independientes).

    Tales métodos de investigación formal basada en encuestas caracterizaron el

    trabajo sobre actitudes políticas de la rama científica, mientras que la rama

    humanística a menudo usó entrevistas menos formalizadas, que permitieron

    respuestas abiertas a sondeos generales. Secundariamente, la observación

    participante pasó de la antropología a la sociología, con uso fértil por parte de

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    Whyte (1943, 1949) en sus estudios de “la sociedad de la esquina” y la “sociedad

    del restaurante”, y por Goffman (1959, 1961) en su análisis de la auto-

    presentación en escenarios variados (e.g. casinos de juego, asilos).

    MAPEO DENOTATIVO DE LA ERA DE LAS ACTITUDES DE LOS 1960s-

    1970s: ABORDAJE MICRO-HUMANÍSTICO

    Para proporcionar una definición denotativa de esta era de las actitudes políticas

    y la conducta electoral de los 1960s y 1970s, se describirán contribuciones

    prototípicas en cada uno de los cuatro abordajes. A lo largo del siglo de progreso

    que siguió a las entrevistas microhumanísticas de Henry Mayhew (1861) a los

    pobres en la Londres del período victoriano temprano, hasta los sofisticados

    programas actuales de entrenamiento en investigación basada en encuestas en

    universidades como Michigan y Chicago, los estudiantes de la sociedad y la

    mentalidad han hecho un uso reflexivo del método de la entrevista,

    desarrollándolo desde un arte hasta un oficio, si no del todo aún una ciencia.

    Como arte, requería virtuosos tales como Henry Mayhew y Studs Terkel (1967,

    1970), que usan técnicas intuitivas difíciles de verbalizar. La entrevista

    evolucionó hacia el status de oficio porque los profesionales con experiencia se

    volvieron capaces de articular reglas de oro enseñables a los aprendices. Está

    recién comenzando a adquirir el status de ciencia, con un cuerpo organizado de

    teoría del cual nuevas relaciones verificables puedan derivarse y puedan

    evolucionar, asimilando nuevos hallazgos. Robert E.Lane (1959, 1962) hizo

    contribuciones tempranas de este tipo en sus investigaciones sobre actitues

    asociadas con participación política, y luego sobre los orígenes de estas actitudes.

    Los archivos de historia oral prometen expandir la recopilación y disponibilidad

    de cuerpos útiles de materiales de entrevistas para académicos en el futuro.

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    ESTUDIOS MACROHUMANÍSTICOS DE ACTITUDES

    Precursor de los estudios macrohumanísticos en colectivos fue el análisis de

    Myrdal (1944) de un dilema norteamericano, constituido por las actitudes

    igualitarias, en desacuerdo con la conducta racial discriminatoria. Los estudios

    regionales, a menudo centrados en una comunidad arquetípica (“Jonesville”,

    “Yankee City”, “Middletown”, etc.) describieron las mentalidades políticas del

    Sur, de Nueva Inglaterra y del corazón de los EEUU; sólo el Lejano Oeste se

    descuidó (tal vez porque en esos días anteriores al jet los investigadores

    académicos odiaban viajar cuatro mil quinientos kilómetros desde el océano para

    hacer sus observaciones). Paradójicamente, esta investigación

    macrohumanística, preocupada originalmente con las pequeñeces del

    comportamiento evidente y los datos físicos objetivos, se metamorfoseó en una

    representación de valores modales de la mentalidad de grupo. Observadores

    participantes como Goffman registran la conducta externa en bruto como dato,

    pero sus interpretaciones habitualmente describen la mentalidad más de la

    cuenta para los investigadores de encuestas, aún cuando el material verbal de sus

    últimas entrevistas promete un acceso más directo a los mundos subjetivos de los

    entrevistados.

    ESTUDIOS MICROCIENTÍFICOS DE ACTITUDES Y VOTACIÓN

    Prototípicos de la investigación microcientífica acerca de las actitudes politicas

    fueron los estudios tempranos sobre votación de Lazarsfeld, Berelson y sus

    colegas (Lazarsfeld et.al., 1944; Berelson, Lazarsfeld & McPhee, 1954), asociados

    con la Universidad de Columbia y la Universidad de Chicago. El programa más

    sostenido de tal investigación estuvo en la Universidad de Michigan, que

    involucró a A.Campbell, Converse, Miller y sus colegas (Campbell et.al., 1954,

    1960, 1966). Los 1960s y 1970s fueron grandes décadas de esta investigación

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    microcientífica en actitudes políticas y votación, como compendian Kinder y

    Sears (1985), pero el inerés ha permanecido alto, debido a la importancia práctica

    del tema.

    ESTUDIOS MACROCIENTÍFICOS DE ACTITUDES POLÍTICAS

    Los estudios macrocientíficos usando conglomerados (naciones, épocas, etc.) son

    más escasos que los estudios microcientíficos. Un estudio macrocientífico

    transicional entre la era de la personalidad de los 1940s y los 1950s y la era de las

    actitudes políticas de los 1960s y 1970s es la investigación de McClelland (1961)

    acerca de cómo las prácticas de las sociedades en la crianza de los niños afectan

    a los logros, poder y motivaciones de afiliación de sus ciudadanos, y son

    afectadas por éstos, y cómo esto, a su tiempo, afecta el ascenso y la caída de la

    dominancia política de la sociedad, su influencia cultural y su abundancia

    económica. Los mediadores motivacionales de McClelland tienen elementos

    tanto de la primera era, de la personalidad, como de esta segunda era, de los

    mediadores actitudinales.

    Dado que las naciones han sido calificadas más frecuentemente en relación con

    sus acciones modales de lo que lo han sido en relación con sus actitudes modales,

    muchos macroestudios se han focalizado en conductas evidentes, tales como

    votación o actos de violencia, en vez de hacerlo en las actitudes que se presume

    subyacen a aquellas (aunque acumulaciones crecientes de archivos de datos

    sociales están facilitando gradualmente el trabajo en este último aspecto). Mucho

    del trabajo macro se concentró en los 1960s en la conducta políticamente

    disruptiva, tal como guerra, revolución y crimen (Davies, 1962; Feierabend &

    Feierabend, 1966; Gurr, 1970; Singer & Small, 1972; Naroll, Bullough & Naroll,

    1974). Otros estudios macrocientíficos se focalizaron en características

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    constructivas, por ejemplo, el de Lipset (1960) sobre estabilidad política, los de

    Rokkan (1962) y de Almond y Verba (1963) sobre diferencias en actitudes y

    participación poltíca entre naciones, el de Inkeles y Smith (1974) sobre actitudes

    de modernización, y los de Cantril (1965) y Szalai y Andrews (1980) sobre

    diferencias diferencias entre naciones en sensación de calidad de vida y usos del

    tiempo libre. La viabilidad de tales estudios se incrementará a medida que

    crezcan los archivos de datos sociales y que el análisis causal multivariante con

    series de tiempo mejore.

    La Era de la cognición política y la decisión de los 1980s-1990s

    CARACTERÍSTICAS DE LA ERA DE LA IDEOLOGÍA POLÍTICA DE LOS

    1980s-1990s

    El cruce de límites interdisciplinario preferido cambió entonces a una tercera

    frontera, la cognición política, de nuevo con su temática, método y teoría

    distintivos. Se define mejor por el foco de su temática, el contenido y las

    operaciones de los sistemas cognitivos que afectan la toma de decisiones en el

    terreno político. Orientaciones teóricas y metodológicas compartidas proveen

    sólo vínculos débiles en esta tercera era, y están en gran medida confinadas al

    uso de la computadora como metáfora y herramienta. La representación de la

    persona como una máquina de procesamiento de información es el modelo

    teórico dominante, con detalles sacados de los postulados de la ciencia cognitiva

    en relación con cómo la información es almacenada en la memoria y de

    postulados de la teoría de la decisión en relación con los heurísticos de

    recuperación y ponderación selectiva de la información para llegar a un juicio

    (Axelrod, 1976; Tversky & Kahneman, 1983). Hastle (1986) resume aspectos de la

    teorización de la ciencia cognitiva particularmente pertinentes a la psicología

    política. Sintomático de la inspiración en la computadora de esta tercera era es el

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    uso de diagramas de flujo de computación para representar la ideología y los

    procesos de decisión de la persona (Janis, 1989).

    La necesidad de representar sistemas y procesos de cognición complejos en esta

    tercera era hace esperable que se requiera un uso mayor de experimentos con

    manipulación en laboratorio (Lodge & Hamill, 1986; Beer, Healy, Sinclair &

    Bourne, 1987; Masters & Sullivan, 1993) de lo que se requirió en las primeras dos

    eras, pero la mayor parte de los datos continuará siendo colectada en el mundo

    político natural (Tetlock, 1993). La complejidad de usar estos datos del mundo

    natural para clarificar la estructura y operación de la ideología requerirá un uso

    incremental de path analysys, Modelo de Ecuaciones Estructurales [SEM]

    (Hurwitz & Peffley, 1987) y simulaciones por computadora (Ostrom, 1988).

    CONTRIBUCIONES NOTABLES EN LA ERA DE LA IDEOLOGÍA

    POLÍTICA DE LOS 1980s-1990s

    Puede ser prematuro, en la tercera era de la ideología política, definirla

    denotativamente por un listado definitivo de sus principales contribuciones

    monográficas, pero existen contribuciones discernibles en cada uno de los cuatro

    abordajes. En lo que respecta a el abordaje microhumanístico, es digno de

    mención el uso de Larson (1985) de heurísticos cognitivos para analizar los

    orígenes de la política de contención de los EEUU hacia la Unión Soviética

    durante los primeros años de la Guerra Fría. George (1980) describe el uso

    efectivo de información en las decisiones presidenciales sobre política exterior.

    Purkitt y Dyson (1986) analizan cómo afecta el rol de los heurísticos cognitivos la

    política reciente de los EEUU hacia Sudáfrica. Jervis (1986, 1993) analiza cómo los

    procesos encontrados en el laboratorio (e.g. información de base tabulada

    ignorada por los tomadores de decisión) pueden no operar en la toma decisiones

    real en política exterior. Ilustrativo del nuevo abordaje cognitivo psicobiográfico

  • William J. McGuire – Universidad de Yale

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    es el análisis de Doise (1986) sobre cómo la ideología política de Mussolini,

    derivada de su estudio de Le Bon, Orano y Sorel, afectó sus principios y tácticas

    políticas. La entrevista en profundidad es utilizada para estudiar el desarrollo de

    la conciencia política y la ideología en niños por Coles (1986) y en adultos por

    Reinarman (1987).

    Los estudios macrohumanísticos en la era cognitiva, con las naciones como

    unidades de observación, típicamente utilizan análisis de caso históricos, tales

    como el de Lebow (1981) sobre crisis políticas de riesgo calculado; el de Lebow y

    Stein (1985) sobre la eficacia de una política de disuasión para evitar la guerra; y

    el de Frei (1986) sobre barreras cognitivas al desarme. Un estudio

    macrohumanístico usando épocas como unidades de observación es la aplicación

    de Radding (1985) de la teoría de desarrollo cognitivo de Piaget para dar cuenta

    de una transformación en el significado hacia la abstracción en la mentalidad y

    la sociedad de Europa Occidental desde 400 hasta 1200 de nuestra era.

    El abordaje microcientífico es ilustrado por los análisis de Suedfeld y y Rank

    (1976) y de Tetlock (1981, 1993) sobre la clase de complejidad cognitiva requerida

    por los líderes revolucionarios si, como Fidel Castro, tienen que evitar la clásica

    trayectoria Robespierreana de ser consumidos por su propia revolución. Estos

    sobrevivientes necesitan un decidido fanatismo para ganar la lucha

    revolucionaria, pero también flexibilidad para usar el compromiso y la

    reconciliación en el gobierno del régimen posrevolucionario. Dean Keith

    Simonton ha realizado interesantes estudios microcientíficos de los factores

    sociales que afectan la productividad y los procesos de los líderes políticos y

    culturales.

    Ilustrativos del abordaje macrocientífico de la nación como una unidad en

    psicología política son los recuentos de las diferencias entre naciones en la

    violencia, en términos de condiciones sociales a nivel nacional que afectan la

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    prominencia cognitiva de la agresión como una forma de afrontamiento; el

    análisis de Reychler (1979) de las diferencias nacionales en los patrones de

    pensamiento diplomático; y la discusión de Tetlock (1985) sobre la complejidad

    en la retórica de la política exterior soviética y norteamericana. Periféricamente

    relacionados están el análisis Inter épocas de Martindale (1981) de la evolución

    de la conciencia estilística en el arte, y el análisis intercultural de Reiss (1986) de

    los factores de nivel social que afectan la conceptualización de la sexualidad.

    Direcciones futuras

    La relación entre política y psicología ha sido viva y duradera a medida que los

    temas interdisciplinarios se desarrollan, y su longevidad promovida por

    frecuentes cambios en sus tópicos, métodos y teorías populares. La fluidez ha

    hecho a la participación al mismo tiempo excitante y precaria, ofreciendo

    novedades que tendieron el anzuelo a nuevos convocados, y facilitando el

    crecimiento como maleza de ensayos y trivializaciones de viejos constructos. El

    anverso de esta tradición de novedades en investigación interdisciplinaria es una

    rápida y dolorosa obsolescencia. Antes, los analistas en profundidad de la era de

    la personalidad política fueron alejados del carril rápido por los investigadores

    de encuestas de la era de las actitudes políticas, financiados para estudiar las

    elecciones presidenciales de los EEUU; ahora, esos investigadores de la segunda

    era de las encuestas encuentran a los expertos de la tercera era de la ciencia

    cognitiva pisándoles los talones por la vía rápida del ciberespacio.

    PARTICIPANTES EN ESTE TRABAJO INTERDISCIPLINARIO

    El reclutamiento de trabajadores para las sucesivas eras se llevó a cabo más por

    reemplazo que por modernización. Unos pocos (e.g. Lasswell, George, Lane,

    Converse, etc.) se movieron dentro de los intereses cambiantes de las sucesivas

    eras. Más típicamente, los investigadores que inicialmente crearon cada era

  • William J. McGuire – Universidad de Yale

    Catedra Psicología Política II – Titular: Jorge A. Biglieri

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    continuaron haciendo un buen trabajo en esa vieja línea después de que la nueva

    generación hubiera movido un entusiasmo de reemplazo al centro del escenario.

    A lo largo de las tres eras, la participación entre la psicología y una subdisciplina

    como campo auxiliar ha cambiado desde la psicología de la personalidad y la

    psiquiatría a la psicología social y la comunicación, y a la psicología cognitiva y

    la ciencia de la computación; sin embargo, los cientistas políticos de las tres eras

    provinieron principalmente de su subdisciplina política, más recientemente,

    estudiantes de relaciones internacionales (Sears y Funk, 1991).

    También hubo un cambio a través de las tres eras con respecto a cuál fue la tercera

    disciplina auxiliar que más contribuyó con su colaboración. En la primera era, de

    la personalidad política, la ayuda exterior llegó primariamente de psiquiatras y

    antropólogos (Stocking,1987). En la segunda era, de las actitudes políticas y la

    conducta electoral, la principal colaboración externa fue de los sociólogos y los

    teóricos de la comunicación; de hecho, la contribución de los sociólogos al estudio

    de la conducta electoral puede haber excedido a la de los cientistas políticos o los

    psicólogos… pero ¿quién está contando? En la tercera era, de la ideología política,

    los científicos cognitivos y los teóricos de la decisión son los principales

    colaboradores auxiliares. Los historiadores, particularmente la rama cuantitativa,

    no siempre bienvenida por los historiadores más humanísticos (Barzun, 1974;

    Bogue, 1983), han contribuido también sustancialmente (McGuire, 1976c).

    UNA POSIBLE CUARTA ERA

    El pasado permite proyectar, al menos detrás de un vidrio oscuro, un cuarto

    florecimiento de la colaboración ciencia política / psicología, que podría seguir a

    la era de la ideología política de los 1980s y 1990s. Las tres eras pasadas se

    focalizaron en gran medida en temas intrapersonales (personalidad, actitudes,

    ideología), más allá de que estos sean afectados por factores sociales y, a su turno,

  • William J. McGuire – Universidad de Yale

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    afecten a la sociedad. Es probable que la cuarta era no cambie de nuevo a otro

    tópico intrapersonal, sino a procesos interpersonales (e incluso intergrupales). El

    cambio está bosquejado en el trabajo actual sobre cómo las percepciones

    estereotípicas y la codificación selectiva de la información afectan las relaciones

    internacionales (Jervis, 1976), sobre toma de decisión de los jurados (Hastie,

    Penrod & Pennington, 1983), y sobre procesos intergrupales (Turner et.al., 1987;

    Jervis, 1993; Sidanius, 1993).

    Si el interés se mueve hacia los procesos interpersonales e intergrupales, es

    probable que la asociación propia de los psicólogos participantes cambie de

    nuevo, esta vez a dinámica de grupos y psicología organizacional, y que los

    participantes provenientes de la ciencia política provengan más frecuentemente

    de política exterior y relaciones internacionales, así como de la política (Tetlock,

    1986); la colaboración externa vendrá, probablemente, de historiadores y de

    especialistas de área. Es probable que la investigación macro crezca en relación

    con la micro, debido a un creciente interés en asuntos intergrupales. Tanto la

    rama humanística como la científica probablemente florecerán: la humanística,

    porque la complejidad de los procesos de grupo invita a un abordaje descriptivo

    idiográfico de historias clínicas; y la científica, porque la creciente disponibilidad

    de archivos de datos sociales y la creciente capacidad técnica para la recopilación

    y el análisis causal de datos en series de tiempo multivariables volverán más

    posible crear investigaciones en forma de sistema. Haría falta más soberbia que

    la perdonable para predecir con mayor detalle la forma de este cuarto

    florecimiento en el nuevo milenio.